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I{icole Loraux, ffian-Claude Milnor,
ColrcctóN DtecoNAL DnrtcrDA PoR ANln¿r-V, GIAcoNE
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USÜS MH{- ܧ-V§MÜ CoNmNICAcIoNES AI- Cor-oQIno DE ROYAUMONT
Prólogo de Eduardo Rabossi
f,diciones hlueva Visión Euetlos Aires
RtrFLEXIOhTtrS SOBRtr trL OLVIDO Yosef Hayim Yerushahni
PRELTIDIO EN VALS DE }IESITACION
Hace varios meses me informaron que se iba a re alizarun coloquio en París, coincidiendo con una estada mía en esa ciudad. Faltó de
más amplias precisiones, no tardé en olvidarlo...
La invitación oficial me llega a Nueva York en momentos en una vez concluido mi semestre en Columbia, me preparo para conducirpor prime ravezun seminario en la Escuela áe Altos ÉrQue ,
rudios en Ciencias Sociales "lJsos del olvido". No, ilo he leído mal el título... Se sugiere primero el tema: "Hipemrofia cle la memoria; olvido de Ia historia". Debo rechazado, a menos que sea: "Atrofia de la memoria; hiperrrofia de la historia". Pero piefierc más bien no telerningun título, o el más indeterminado posible. En realidad, anhelo secretamente que Jacques Le Goff, por quien siento un iru¡enso respeto, hable, mientras yo lo escucho. Por desgracia, no ser á el caso. Por haber escrito sobre la memoria, parece que en lo sucesivo debo expiar este acto de piesunción, tratando del ólviOo. Acepto mi
suerle no sin emoción. ¿Qué puedo decir que no haya escrito ya, por lo menos implícitamente?l Pues bien, Edc Vigne tradu cirátnri ext Y.H. Yerushalmi, Zaútor; Ja,vish Iliistory ancl Jewish Memorr¡, Seattle-Londres, University of Washington Press, 1982; trad. frances a, Za¡:h,ár.-tr¡rir¡r, ir)¡ve et mámoire iuive, trad. Eric Vigne, parís, La Découverte, LgBz.
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posiciÓn al francés --txposición que lemo cleshilv¿uraclay eso rá ya un consu elo . . .
se
Mi inquietud inicial
se ve también,
er cierto moclo, rnitigada por a la rrlA¡era de uñr,,p*6-
una coincidencia que pre fiero interpretar,
ricioso, conro un augurio favorablá. Unos dfas antes cle qrte me llegara la invitación a este coloquio habÍa compraclo y rlevorado dos obras del gran psicólogo ruso Alexandr R.omatrovich L!Ta. La primera llev-a et ifruto inglés de The fuf anvvith a ShcttteredWorlrt; the, History of a BrainWoynd; la otra: The M ind of a Mnemonist; a Little Book A-bout aVast lulemory,, ya traducida al frmcés con el título de IJne proctigieuse ntéruoire.lEstos dos libros qui zálo sepan- sonestudios rje casos, y -ustedespsiquiátrica. clásicos en la literatura uno es el reflejo invertido del otro. "Bien, me dije, aquf tengo sobre qué ponerme a reflexionaren el avión a París.. . "
El "h,[¡ernonista", pol'su parLe, nlostraba desrJe la infancia una menloria tan prodigiosa que llenaba cle asombro a los psicólcgos que se interesaban en su caso, y luego al público que acuclía a sLrs exhibiciones en el cscenario¡ La tragedia del herido de Sitiolenslc no nos sorprcnde ; habirualmente consideramos la anrnesia cnrno una patología. Pero el hdnenlonista no üra menos patológico. Si el hontbre cJcl cerebro herjdo
no podía recordar, el fufenrrronista no podfa olvidar. Tantbién a dl difícil leer: nc porque, A semejanza del hombre de Smolensk, olvidara el sentirlo de las palabras, sino porque, apenas leía, otras palabras y otras irniigerles surgían del pasailo hasta sofocar las palatrras del texto quc tcnía ante slrs ojos. Refiríenclose a nuestro Mnemc,nista -_al que lliunA "S."--- Luria Iesume per[ilrentemente el problerna: le resultaba
La rnayoría de nosotros se dedica a mejorar su ffremoria; nadie
se
plantea el problema de s¿rber olvidar. E,n el caso cluc nos preocupfl, el de S., sucedía precis¿unerlLe lo conLrario. El gran problema para é1, y el nlás penoso, er¿t aprenCclr a olvidar.
El hombre al que el munclo se le hizo añicos había sulrido una herida de balA en la cabeza durante la Segunda Cuerra Munclial, en Ia batalla de Smolensk. Si bien sobreviviO, perdió por decirlo así la nlemoria y casi la facultad de recordar. Por el solo émpeno de su voluntad y al precio de un esfuerzo increíble, aconletió la labor cle escribir algunas frases por día, y 1o hizo todos los días rJurante veinticinco años. Lentamente, penosamente, se puso en condiciones de recobrar jirones de su pasado, pero fambiéñ Oe ponerlos en orden y de darles un amago de sentido. Si bien esta aCrividad le tejía un fenue lazo coll la vida, este hombre no podfa llevar una exis[encia llonnal. En cierta página exclama: "¡Nome acuerdo de nada, absoIutamente de nada! ¡unas pocas migajas de información... y nada más! No sé nada cle ningún tema. ¡trti pasado se desvaneció!" 2
A.R. Luri a,'f he ManwithashatteredWotrld,tad. Lynn Solotaroft pr.s. Oliver Sacks, CambridS* (Mass.), Harvarcl_Universiry Press, 1987, y The lvÍind o! a Mnemonist, trad: Ly* Solotaroff, pres. Jéronre Báner, Cambrid[e ¡rvr¡s.,\ (Mass.), H;r,¿rd University PrÁss, 3
1987
A.R. Luria, {Jrw prodigieuse mémoire; étude prycho-biographique,rad. Nin¡r Itausclt cle" Traubelberg con Ia colaboración de lás señoras Chuu..neff, Neuchíitel, I)elachaux y Niesrló, 1970; no seguimos esra traclucción.
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Esto es algo que nos
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trotrae irlesistiblcmente a Nie[zsc_he
quien, ya en I874, proclamA la crisis rlel historicismo;, i¿"ilñ de enf.*r,¡:edad: "to¿os rlosotros sufrimos de unA fisbre histórica de-' j voradoira y por 1o menos deberíunos reconocer que la sufrimos." o...) Y añade: "Sobre todo, es absolul"amente imposible vivir sin olvidar. "5 De estas conrlundentes premisas, Nietzsche concluye con sobriedad:
t...] se trata rJc saber olviclar arJrecle, así como sabe uno acordarse I adrede; es preciso que un inslinto vigoroso nos advierur cuándo i necesario ver las cosas históricarnente y cuando es necesario verlas j no históricarnente, Y he aquí el principio sobre el que el lector está í a reflexionar: el sentido no histórico y el sentido tústórico
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lnrimdo
t "[. ..1 vvir alle an ei¡teüLverzeltrenden l¿istorisclten Fieber leitien u¡trl mintlestens érkennen sollten, das wir daron leirlen". F. Nierzsche, "Vom Nutzen und Nachteil des Historie für das Lebrrn", Unzeitgerrtrisse Betraclüun.gen,il, tnWet'ke in drei Bunden, ed.por l(arl Schlacht¿r, Bcl. I, IVlunicii, Carl Hanser Verlag, 1966, p.210. No scguimos acluí ningtma de las Lr¿tducciones francesas actualmente disponibles, ni Ia de Ccnevibve Bianquis (Aubicr), ni Ia de Hcnri Albert (Fliurui'rarion). s Wcrkc, F. 213: "[ . . . I c.v i,i'l t¿l.tr:r eítrtz tt¡t¿l gttr rtrl¡ni)glictt, {tltne Vergesse.n überltaupt zu leben". r5
so¡t iguo.lttente necesarios por:o la salud de un fudivictuo , de una na* ción, de una. civiliza.ción.
y que puede ver el mundo de un extremo a otro. Fero justo en el nlomento de nacer aparece un ángel y Ie toca la boca (una leyencia tardía pretende qr"re se la besa) y eJ pequeño olvida irunediatamente ay!- volver a aprender la Tora. Como hay aquí todo. Deberá
Con toda seguridad. Y e1 lector moverá la cabeza afinnativamente anle una verdad tm primaria como banal. El hombre sano, llos veríamos tentados a decir, se ubica en algrur punto entre el Mnemonista y el hombre de Srnolensk. Fero el problema no queda por esto resuelto: si tanto tenemos necesidad de recordar como de o1-
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colegas que conocen a los griegos ntucho mejor que yo, comenzaré,, de acuerdo con mi costuurbre, por tratar de los judíos, y luego ampliaré mi exposición a perspectivas más generales.
vidar,¿-dÓn{gdebenroStIar:ar1af¡on1eLa?@henosesde alguna üt¡tiOad. ¿trn c1ué nrertirtá ienemos t ¿Y clé qré ilase dé historia? ¿De qué deberíamos acordarnos, qré podemos autórizamos á olvidar? Ér.grrntas que, como tantas,hny colno ayer, continúan sin respuesta. Simplemente, se han vuelto rnás urgentes. Y yo dudo, por razones que mencionaré rnás adelan[e, que podamos responderlas ahora ni en un fuluro cercano. ,f:,:.
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III usos del olvido: enla Biblia hebrea, no existen. En toda la Biblia sólo se hace olr el terror al olvido. El olvido, r'everso de la rnemoria, es siemple negativo; es el pecado cardinal de1 que se derivar¿in todos los demás. El locu.s classicr¿.§ se encuentra quizá en el Deu-
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teronomio, VIII:
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Gu¿írdate bien de olvidarte de Yavé, tu Dios, dejanclo de observar sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, que hoy te prescribo yo. . .
Pero nos hernos adelantado demasiado. Nuestra tenninología básica todavía no está afinada. Irlo se puede hablar con pertinencia de "olvidar" sin interrogarse al mismo tiempo sobre el sentido que damos a "recordar". Por 1o tanto, haré una clistinción provisional entre la rnemoria (wrnernne) y la reffililcenCla (át:ramy¡es¿s) Lláma :--.F____"
[No sea que..,] te ensoberbezcas en tu corazón y te olvicles de Yavé, tu Dios, Quo te sacó cle Ia lierra de Egipto, de Ia casa de Ia servidurnbre ... Si olvidándote de Yavé te llegaras a ir trai ottos clioses y les sirvieras y te prosternaras ante ellos, yo doy testimonio hoy contra vosolros de que con toda certeza perceréis (Deuteronomio. 11, 14, 19)
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p e rn ane ce es en c i alm ente i ni nte irurn p i tlo, collinuo. La anánii,tiei:lifclésig4ará la remiijisCeniia dé ió ciuó se "Ios:giid-"g1reffi m 6ueñá- m aneráTiá?[ to* é e§to§'térii=iinós'dd gos y particulatmente de Platón, donde remiten no a la historia sino al conocimiento filosófico de las Ideas etemas. Con excepción de esos pocos y raros individuos cuya alrna ha collservado huella de los recuel'dos prenatales del mundo de las Ideas, todo conocimiento es ananl.nesis, todo verdadero aprendizaje es un esfuerzopor recordar 1o que se olvidó. Existe en el Tahnud (Tratada Nid.dah, 30 b) un curioso paralelo: ahí se dice que el feto conoce toda la Tora sü:a!B¡@.aÉ.a*4**¡.eü
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Werke,p.274:"t. ] dtworr, ilüss tlt(tÍt eberco gut zu rechten7¿it zuvergessenv,eiss, a./s man sich zur reclúenZeit erin.ruert,' davot4 dass tnan mit lcrriftigen Instinlcte herausftitht, wann es notig ist, historisch,ytatüt unhislorisch zu empfintleru. Dies gerade ist der Satz, zu dessenBetrach.turtg der Leser eirtgeladenist: das Unhistorische und rias Histttrisch.e jsr g leicherrnüssen.fiir die Gesun.dheit eines einzel¡u:n, ein,€:s liolces und ein,er [iultur rtótig". 1ó I I I I
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Esta premisa asornbrosa 1o ser
exhortado
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de que todo un pueblo puede no só-
a recordar, sino tzunbién considerado t'esponsable
olvido- se presenta como si cayera por su peso. Pero el olvido colectivo es seguramerlte una noción tan prol-,lemática óo,ñó ta de la memoda colectiva. Si la encerramos en una acepción psicológica, pierde virtualmente todo su sentido. Estric[antente, loi pueblos y grupos sólo pueden olvidar eI presente, no el pasado. En otros del
términos, los inOivi¿uos que cornponen el grupo-pueden olvidar acontecimientos que se produjeron durante su propia existencia; no podrían olvidar un pasado que ha sido anterior a ellos, en el sentido en que el individuo olvida los primeros estadios de su propia vida. Por eso, cuando decimos que un pueblo "recuerda", en realidacl decimos primero qüe un pasado fue activamente transmitido a las generaciones conl.ernporáneas a 1r'avés de Io que en otro lugar llanlé "los canales y receptáculos de la men:oria" y que Piel re Nora 11
llarna con acierto "los lugares rJe lnemoria";' Lqlr§ dg§p-Uɧ.9§9- pasado transnritido se recibió cornc cargado cfe un sentido propio. Fn consecuencia, nil prueblcl "olvida" cuando Ia generaciÓn po§9,edora del pasado no 1o transmite a la siguiente, o cu&ndo ésta rechala lc que recibió o cesa de trallsmitirlo a su vez, lo que viene a ser 1o misrno. La ruptura er] la transmisión puede producirse btuscamqnte o al términó de un proceso de erosión que ha abarcado varias generaciones. Pero el principio sigue siendo el mismo: un prieblo jamás puede "olvidar" 1o Clue antes n0 recibió. De esto modc, aunque el hornbre de Smolensk y et lvlnenronista nos hayan serviclo cle metáforas introductivas, Ilo debemos ver en ellos verdaderas analogías. Así como "la vida tJe un pueblo" es urla metáfora biológica, del mismo modo "14 memoria de un pueblo'l es una metáforo p,sicológica; a rnenos que hagamos del grupo un QrganisüIo dotado de una psiqr-ris colectiva cuyas funciones se corresotros términos, a fiondenan éstrictamente con las del individuo; en y asumir las conFreud con historia Ia leer que decidamos menos desacreditado.8 ya totalmente psico-lamarckismo un de secuencias
IV
mandamientos y órdenes de "recorclar" y de no "o1vidar" ciue se dirigieron al pueblo judío no habrían tenido ningún efecto si los ritos y relatos hisróricos no se hubiesen convefiido en el cánon de Ia Tolo recuerclo, significaba literalmente "enseñanza", en el ra -torah, sentido más amplio- y si la Tora a su vez no hubiese cesado de renovarse conlo Tradición. Prirner texto Moisés recibió la Tora en el Sinaí y la transmitió a Josué y Josue a los Antiguos y los Antiguos a los Profetas y los Profetas la transmitieron a los Hornbres de la Gran Asamblea.
Así se inicia la l¿tish.nah A bot,revelando la "Cadena cte la tradición" (shalshelet ha-qttbbalalt) farisea. A la larga, esta cadena iba a tenderse, a través del período talmúdico, hasta el final de Ia E,dad Media. Por lacónico que sea, este pasaje me parece encerrar la quintaesencia cle la nlemoria colectiva definida como movirniento dual cle recepción y transmisión, que se continúa altemativamente hacia et futul'o. Este proceso es 1o que forja la rnneÍnne delgrupo, lo que establece el continuo de su menloria, lo que forma una cadena de eslabones en lugar de desenrollar de una sola pieza un hilo de seda. Los judíos no eran virtuosos de la rtemoria; eran receptore.s atentos y soberbios transmisores.
L9 gqe_llapag_os olvido el el sentidg, colectivo aparec.e- c-9a¡do ciéñbs fiüilo§ hurnanos no logran-voluntaria o pasivamente, por rechazo, incliferencia o indolencia, o bien e causa de alguna catás-
trofe histórica que interrumpió el curso de los días y las cosas-transmitir a la pósteridad 1o que aprendieron det pasado. Todos los 7 Y.H. Yerushalnri, Zahkor, op.cif., cap.4; Pierre Nora (dir.), Les lieux de ta 'iEntre rnénuámoire, Puris, GallimarcJ, 1984-1987 (4 vol,). Véase su introducción: vol. XVII-XLtr' I, ibid., «les lieux", moire et historie: la problématique 8 S. Fre ucl,Torent et tabou, Malaise dans ta civilisationy sobre todo L'ha¡rrune
Moi'se et la relígion motwtltéiste. Véase asimismo el texto "metapsicológico" de 1g15 que s* haüía perdido y fue publicado recientemente bajo el tín:lo Ubersiclt der IJ terffagungsneurosen: Ein bisher unbekanntes Manusbrpt, edición establecida por I lr" Crubrich-Simiris, Francforq S. Fisher Verlag, 1985 ' La crítica del lamarskismo en gencral y del psico-lamarckisnro de Freud en particular ftre objeto de.una vasta litáatura. Para Ió esencial, véanse Stephen Jay Gould, O nthogeny and pltyloge¿y, Clnrlrriclge (lvf ass.), Harvard Universit] Press, 1971,pp. 155-161 1' pu,rsiir; Fia¡k J. Sullou,ay, Ii reud, B iotogi,st oJ'the lVlind,hlew York, B asic Books, Fa1979 ,1t.274y ss.,.[39 ),is. (tracl. francesa: Fr¿¿ul biologiste tle I'espril, Palis, 1,iu-{l, 1981).
Segundo texto Cuando nuestros Maestros penetraron en el Viñedo de Jabneh, dijeron: la Tora esrá destinadas a ser olvidada en israel, como está escrito [Amós, VIII, 11]: .Vienen días-so-y yo, Dios el Señor quien hublo- en que nrundaré lmrnbre sobre la tierra.lVo ha¡nbre de pan ni sed de agua, sino el hambrey la sed de. laPalabt'a (Talmud de Ba-
bilonia, Tralado
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bbat, I 3Ba).
Este oscuro pasaje es inesperado, y hasta nos exlraña. No se 1o puede explicar conro Ia exégesis inevitable det versículo de Amós. En realidad, tenemos que comprenderlo dentro clel contexto temporal y espacial en que lo colocó la tradición: el "Viñedo de Jabneh" remite a Ia academia que el rabino Johanan ben Saccai estableció durante la destrucción clel Segundo Templo por los romanos, ese -'lugar de memoria" judío por excelejncia. Jatrneli templo que fue era la forteleza erigida contra el olvido. En é1 se salvó, estudió y ordenó la tradición para asegurar su perpefuación para ]os tienlpps por venir. No sé de nada que ilustre nrejor el formidable poder r1e I
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rlliteh que cierto gesto realizado por Freud casi dos mil
años
después. Freud el psicóiogo rechazó "la caclena de la tradición" en provecho Ce la cadena de la repetición inconsciente; pero Freud el judío sabía aún y sentía lo que podÍa significar este episodio ancestrai. En agdsto de 1938, tras escapar de su Jeiusalén vienesa inmediatamente después del Anscltluss, se volvió por instinto hacia el ej emplo cle Jabneh para encontrar en é1 una palabra de consuelo que hizo llegar, por intermedio de Anna Freud, a la diáspora psicoa-
nalíticA reuniua en París con motivo del XVa Congreso Intemacional: Los infortunios políücos sufridos por la nación Liudral le enseñaron a valorar debidamente el único bien que le quedó: su Escritura. Inmediatamente después que Tito destruyó el templo de"Jerusalén, el rabino Johanan ben Saccai solicitó el pormiso de abrir en Jabneh la primera escuela para el estudio de la Tora. Desde entonces, el pueblu disgregado se mantuvo unido gracias a la Sagrada Escritura y al interés espiritual que ésfa suscitó.e
Justamente. En consecuencia, es por 1o menos extraño que la sornbría predicción de que la Tora iba a ser olvidada haya sido enunciada por los mislnos que echaron los fundamentos de su trans-
rnisióu ulterior. Ellos, seguramente, ignoraban qué duración y contintridad iba a tener su esfu erzo. Este pasaje me parece en realidad meltcs una predicción que una proyección de su propia angustia del momento, la de qlle la Tora conia peligro de caer en el olvido. ¿Qué era entonces la Tora para los sabios de Jabneh? La enseñanza incluye urla buena parte de histoda. Sin embargo, como 1o revela el próximo pasaje, la-arrgUqtia de los_Sabios no es gue se o1victe Ia historia, sino 7a halakhalu la Ley. Lás prioñdáde§ están fir
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La Tradición conoce, pues, tres ocasiones en las que la Tora fue, en su totalidad o en parte, realfnente olvidada y luego restaurada. El sentido general de este pasáje está muy claro: aquello que el pueblo "olvidó" puede, en ciefias circunstancias, sár recuperado. El primero de los tres ejemplos de olvido es el más célebre elgualmente eI más significativo. En el capírulo VIII del tibro de Nehemfas, Esdras reúne a su pueblo en la plaza de Ia Puerta del Agua, en Jerusalén, para un ejercicio dramáüco de rememoración naiional, pe- i *rA cg_mo sucede siempre en g,ualquier anarynesis colectiva, 10 que {
esÍ{, ta$bién:metamoifoseado. por primára \ vez, durante los siete dfas de los TabernáCuios, E§dras y süs compañeros leen toda la Tora decir, en este caso, los cinco libros -esun "libro" (sefer) continuo, públi cade la ley de Moisés- como mente, ante todo el pueblo reunido, mientras los levitas van explicando su sentido. Por primeravezen la historia un libro sagradó se convierte en propiedad común de un pueblo y cesa de ser fiatrtrnonio exclusivo de los sacerdotes. Así nació la Escritura. Así nació la exégesis. Así, de Ia religión del antiguo Israel nació et judaísmo, y Jabneh se hace posible.
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jaCá§: áquí, la Ley es 1o primero. En consecuencia, 1o únicó que la memoria retiene es aquella his:.,---....-... toriáQüé pueda integrarse en el sistema de valores de la halakhah. El resto és ignorado, "o1vidado". t--'--<-
Tercer texto t. . .] en el tiempo antiguo, cuando en Israel se olvidó la Tora, Esclras llegó de Babilonia y la estableció. [LIna parte] de ella tue olvidada de nuevo y R. Hiyya y sls hijos llegaron y ta eitablecieron (Talrnud de Babilonia, Tralado Suftlcah,2Q a)
.,4i ,'.'', , .'.',. . ' Freud, demasiado viejo y enfenno para asistir al congreso, enviO u A*a Freud para que leyera un breve exftacto de la tercera parte de una obra que toclavía no había publicaclo: Der Mann Moses uttd die rno¡totheistische Religion 5il.2.C: "Der Fortsclrrit! in der Geistigkeit"), L'hom)ne Moi'se et le monothéisme. La cita está toinada de este texto. Véase Internalionale Zeitscltrtfi für Psychoanalyse und ImaBo, Nn 2.4 (1939), pp. 6-9, y el programa del congreso en Korrespondenzblatt (ibid., p. 363 y ss.).
No estamos nosotros, señoras y señores, reunidos en la Puerla del Agua, sino que estamos en Royaumont y no me perdonaría aburrirlos mucho tiempo más con textos antiguos. Si me permití evocarlos ante ustedes fue por su condición de paradigmas, seguramente parciales, del funcionamiento de la memoria colectiva, de una crisis de olvido, de una anarnnesis colectiva; todo Io cual se inscribe en una tradición singular que otorgó siempre un lugar privilegiado al problema de la memoria y del olvido. Nuestros textos son limitados; por sí solos no pueden abarcar todo el campo del olvido. por ejemplo, hay una clase de olvido cuya naturaleza era tal que las fuentes jamás podían mencionarlo. Pues recaía sobre cosas en oca-
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sicnes de una gran potencia, que ftreron real y absolutamente oh idaQas, es decir qlle hasta su olriido se olvidó. Por ejemplo, cuando en el antiguo Israel ecltó raíces e} monoteísmo, todo el vasto y rico nlundo de la mitología pagana del Cercano Oriente cayó en el olvirJo, cle suerte que 1o único que quedó de ella fue la caricatura que nos legaronlos Profetas: la pura idolo[da, eI culto de'tnaderas" y "pi edras" inanirn aclas. Nuestros textos son paradigmáticos, lo afirmo, porque los problemas que suscitan y de los que tratan van más allá de su contexto judfo; porque la fenomenologfa de Ia memoria y del olvido eoIectivos son esencialmente los mismos en todos los grupos sociales; sóIo los detalles cambian. Nqbay_p-ug_blo para el que ciertos elementos dcl pasado históricos o mítico§, y a menudo una mezóiá oe los dos--searl no pasen a ser una "To.ra", oral o escrita, una enseñanza canónica, compartida, nécésiraáá de consenso. Si esta "Tora" puede sobrevivir, es sólo en la medida en que se convierte en una "Tradición". Cada grupo, cada pueblo tiene su halakhah, pues la halakhah no es Ia ley, nomor, en el sentido alejandrino y después paulfnico. La palabra hebrea viene de halak&, que significa "ntarchar"; halak:hah es,por Io tanto, el camino por el que se marcha, el Camino, Ia Vía, el Tao, ese conjunto de ritos y creencias que da a un pueblo el sentido de su identidad y de su destino. DeI pasa* do sólo se tr'ánsmiten los episodios que se juzgan ejemplares"o edificantes para la halakltah de un pueblo tal comq se la vive en el presente. El resto de Ia "ttistoria" ----árriesguemos la imagen- va a dar a la zarya. ,r-' En ciertas circunstancias, grupos o pueblos son igualmente cade proceder a la anamnesis aunque la iniciativulno correspon'i paces da al grupo como tal sino a individuos que se salen de lo común o y los levitas-- si ustedes 1o prefieren. Cada "Re& élites -Esdras nacimiento", cada "Reforma" regresa a un pasado a menudo distÍmte para recuperar episodios olvidados o dejados de lado para los cuales ltay un súbito acuerdo, una empatfa, un sentimiento de.gratitud. Las anamnesis tranqforynan inevitablernente su objeto: lo anriguo se convie4e en nubvo; ihexorablemente, ellas denigran el pasado intermedio, decretándolo apto para el olvido. Pero lo resultante de estas anamnesis, si no se muestra efímero, deberá convertirse a su yez en una tradición, con rodo lo que ello comporte. La histopia que practican los histodadores de.oficio podría mover a engaño y hacer creer que combina mnernne y anemnesis por -----')'" partes iguales. En realidad, esta historia no es ni una memoria co22
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lecttva ru ull recuerdo en su sentido prirnario. Es una avenrurs rá* i die-añárue ñueva. Casi siempre, el pasado cllre recompone Jonstanterñente e§ apenas reconocible para lo que la memória colectiva retuvo. El pasado que esa historia restituye es en realidad un pasado per§idüIqryño aquel de cu),a pdrdicla nos lamentamos. F{e-tratado ampliamente este punto en Zctkhor; no me voy a extender sobrc é1. En un principio, el historiador no r"ornpidr arnarras con el grupo :
y su memoria. En el siglo XIX emprendió su labor cuando aún se hatrlaba apresado en las redes de la vida orgánica de $u pueblo, psrs'r
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tambidn sn las de una culrura paneuropea cümpartida. Era entünces un moldeador, un afinador, un restaurador de la memoria. IMás que hombre de ciencia y autor de la historia, é1 mismo se sentía, no sin razón, actor de la historia. Fero pronto descubrió que gracias a sus rnétodos podfa practicar unA anarnnesis mucho más profunda que 1o que jamás podrfa hacerlo una colectividad. Todo el pasado se convirtió en objeto accesible a sus métcdos de averiguación. La tentación de restaurar el pasado total se volvió irresistible. Paralelamente, su creciente aspiración a la objetividad científica parecía exigirle un desprendimiento cada vez mayor de los objetos inmerJiatos del grupo y también clel propio tema que trataba. Este doble movimiento nos parece hoy retrospectivzunente ineluctable. La historia se convierte asl en una disciplina independiente, de rápidos
progresos y dorada de su propio momento. En[onces aparece Nietzsche, diagnosticando la malignidad y diciéndonos que la cura se ha converticlo en la enfen¡ledad. Pero es sólo el primero en emiür este diagnóstico, el primero de la larga serie Bppb.lsma qu-e plantqábamos al comienzo --_¿en qué medida nos hace falta recordar y olvidar?-_-- no puede encontrar respuesta en el marco de la disciplina históric&, pues el objetivo al que ésta apunta no es la memoria colectiv4. Eso no quiere decir que la historia no sea selectiva, sino más bien que sus principios de selección son intemos a la disciplina: el estado alcanzado por la investigación, la coherencia de los argumentos, la estructura de la exposi.rñ ción. En principio, desde la perspectiva propia de la disciplina, no hay aspecto del pasado que no sea rligno, hasta en eI menor de los detalles, de ser profundizado y publicado. Pues si lo que perseguirnos es el conocimiento del pasado, ¿quién deciclirá a priori sobre e1 valor potencial de un hccho? Enlrascado en su labor, ¿qué historiador no encontró en alguna oscura ntonografía, sin vida ni came, el minúsculo dctallc decisivo quc hizo cic cslabón ncces¿rrio nl /--)
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A1 final de Zakhar, tomé de Jorge Luis B orges, para leer en él la parábola de los exccsi)\ de la historiograffa modetna, ia figura de Funes el memorioso --ese Funes que no olvidaba nada- hennano gemelo en la ficción del h4nemonista de Luria. Después tomé conciencia de que algunos de mis lectores, quizás a causa de esta parábola, creyeron oportuno intetpretar mi trabajo como un recha2o delaempresa histórica en sf, o co¡ns]4§Igr-e§!-ó.¡1de- q¡a nost-atdel conocimiento histórico. No era uia de los modos rDremodemos ''-' j-.-+--.-r.."--':-*' : -.---..ésa, le éniiende, mi intención. Hasta tuve eI cuidado de decirlo expresamente. Procuré, con Zakhor, disli¡,g¡ri¡. qla¡amenlq ent¡g 1a-/ ..1.memoria colectiva y la historiografía, y subrayar la hipertrofiade I ,:'4. esta última. No me desdigo de nlda de tó que escribf; pelo en un co)-' Ioquio consagrado a los "Usos del olvido" debo agregar, para un
para conducir
a una indagación más vasta? Para el historiador, Dios mora en los detalles. Fero la mernoria se subleva, denunciando que los detalles se han transfonl ado en dioses. No hay solución para este antagonisrno, pues el problerna es otro. h[uestro verdadero problerna es que ya no disponemos de una halalchah. Como Josef K. en El proceso de Kafka, deseamos con ansia el acceso a la Ley, pero ella no nos es accesible. Lo que durante mucho tiempo se l1amó cnsis de1 historicismo no es sino el reflejo de la cnsis de nuestra cultura, de nuestra vida espirirual. Si hay malignidad, tiene su fuente no en 1a búsqueda histórica sino en la pérdida de una hatakttah, que quiere saber de qué debe apropiarse y qué debe dejar de lado, una comunidad de valores que nos permitiría transfoffnar la historia en mernoria. El historiador no puede hacer esto solo. Puede, ciertamente, volcarse a una historia todavía no escrita del olviclo --de haberlo decidido, lroy les hubiese podido aportar un breve capítulo-, pero no puede decimos 1o que debeda ser olvidado, porque eso es prerrogativa de la halalchah.
mejor esclarecimiento, este breve pasf-scriptum' La his:oriograffa-es decir,la historia como relato; disciplina o género con reglas, instituciones y.procedimientos propios-, no puede, vuelvo a insistir, supiantar a la memoda colectiva ni creat una tradición altemativa que se pueda compartir. Pero la dignidad .
EPILCGO DISONANTE
Llegado a este punto me detengo bruscamente y me pregunto por qué me resultó tan difícil redactar mi alocución, por qué fue para mí una especie de lucha constante. La presión del tiempo y la transición de Nueva York a París no bastan para explicarlo. Entoncgs, como ya 1o he hecho tantas veces, me repito el tínrlo del coloquio. Y súbitamente creo cornprender de dónde proceden mis fuertes. reticencias. Asumo el riesgo de revelarlas a ustedes. Usos del olvido. Es un tífulo encantador, provocativo incluso por 1o que tiene de paradójico, tal vez con un toque de afectación, segurzunente original. Pero demasiado tarde comprendo que en 1o más profundo de mí hay algo que estuvo pro[estando todo e1 tiempo contra el tema de este coloquio. Denme por terna "Historia del olvido" o "Fenornenología del olvido" y no tendré ningún problerna. Pero ¿"Usos" del olvido? IJna yoz interiorrne cuchichea: "¿Te puedes imaginar Ia celebración de un coloquio con este tínrlo, 0r Praga o en Santiago de Chile?"... Y, para rni constemación, acabo preguntfurdome si involuntaria e indirectamente yo misrno no he conLribuido a la aparición de este tema, al que por otra par[e opongo semejante resistencia. 24-
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epeneial de la.vocaci.ón niitó¡cá subsiste, e inclusome paiéce qrte su imperativo moral,t\ene en la actualidad más urgencia que nunca. En eI mündo que hoy habitamos, ya no se trata cle una cuestión dedecadencia de la memoria colectiva y de declinación de la conciencia del pasado, sino de la violación brutal de lo que Ia memoria puede todavía conseryar, de la mentira deliberada por deformación de fuentes y archivos, de la invención de pasados recompuestos y
míticos al servicio de los poderes de ias tiniebias. Contra los militarrtes del oivido, 1os traficantes de documentos, los asesinos de la memoria, contra lcis revisores de enciclopedias y los conspiradores del silencio, contra aquellos que, para retomarlamagnífica imagen de Kundera, pueden borrar a un hombre de una fotografía para que nada quede de é1 con excepción de su sombrero, el historiador, eI historiador solo, animado por la austera pasión de los hechos, de las pruebas, de los testimonios, que son los alimentos de su oficio, puede velar y montar guardia. Faltos de una halakhah,no estamos en condiciones de trazar la línea divisoria entre lo "excesivo" y 1o "demasiado escaso" de la investigación histódca. Bien. Por mi parte, si me es dado elegir, me pondré del lado del "exceso" de historia, tanto tnás poderoso es mi terror al olvido que ei temor de tener que recordar demasiado' Si ésa es Ia elección, que los datos acumulados no cesen de aumentar; que crezcan las olas de trabajos y monograflas, aunque sÓ25
1o los especialistas §e regodeen con ellos; que los ejemplares jamás Ieídos ocupen, hastil donde se pueda, los anaquelás de innúmeras bibliotecas, cle rnodo que si algunos desapareóiesen o fi:esen retiraclos, Queden siertrpre otrosi de modo que quienes lo necesiten en* cuentren que tal o cual personaje ha existido de veras, que tales o cu¿lles acontecimientos sucedieron realmente, que tal o cual interprcl'ación no erA la única. De modo_que quienei establecerán quizá,s un día una nllev a halakhah, puedáo parar las cosas por *l t*iii, y rccuperar lo que busquen. Poco tiernpo antes de dejar ltlueva Yorlc, mi arnigo pierre Birnbaurn me hizo llegar un soñdeo publicado por et Uñri a Le Monde sobre la necesidadd o no de que si¡uzgara a Ktaus narUiÑ ilp;.
DE LA AMI'{ISTIA Y SU CONT'RARIO
Nicole Loraux
gunta principal estaba formulada asf:
¿De las dos palabras siguientes, olvid,o o jwriga, cuál es la que mesu actitud frente a los *.oñtucimienros de este perío-
jor caractenza
do de la guerra y de la Ocupación?
'
¿Flabrán revelado los periodistas, como al pasar, algo cuya irnportancia no habrían calibraclo del todo'/ ¿Es tpbsible que el anróninlo cle "el olvido" no sea "la nlemorial' sino ta justiciia? FIe escrito rnis reflexiones, señoras y señores, de u¡r tirón y en so"organiledacl. Tal vez estdn demasiado alejadas de ta idea que tos zadores se habían hcho de este coloquio. Si éste *r *i caso, que pase entonces ya mismo entrc ustedes el Angel del olvido. -
Bajo la rúbrica "[Jsos del olvido", Querría trablar de la amnisda. Pero ya se dió el paso que de la m.emo.ria expurgacla concluyó en el olvido: tanto amnesia- se impone el enlace, seduc. -arnnistía, tor como una etimologfa. evidente como una asonancia, necesario, parece (o al menos, se piensa, cuando por principio uno no se fía ni del olvido rú de la amnistfa), Podría ser no obstante que el olvido esté demasiado rápidamente ahí o demasiado ahí cuando, bajo este nombre, se pretende designar la sombra proyectada de lo polftico sobre la mernoria. ¿Acaso en Ia amnistía, obliteración institucional de esos palmos de la historia cívica de los que la ciudad teme que la duración resulte impotente para constituii pasado, puede verse realmente algo así como una esirategia del olviáo? Seríá preciso entonces que se pudiese olvidar por decreto. Pero en sí, este simple
enunciado tiene muy poco sentido. Hay otras aporías, además. Si el olvido no es ausencia irremediable sino, como en la hipótesis freudiana, presencia merarrlente au-
to
Le lVlonde.
Sáb¿rcJo
2 cle nrayo
cle 1gtlJ ,
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sentada de sÍ misma, superficie oscurecida cobij ando lo que sólo estaba reprimido, paradójica sería, con seguriciad, la inteñción de la arnnistía. Además, si se toman las frases al pie de la lera, ¿qué quiere pues una amnistía, en su volunlad proctamada? ¿L]n borramiento sin Ietomo y sin hucll a'l ¿La rnarca groseramente cicatnzada de ulta amputación, por cste hectrc para siernpre memorable con tal cle que su objeto esté irremediable perdido? ¿O et acondicionamientb de un tiempo para cl duelo y la (re)construcción dc la historia? 1-1I -Í-