Principios de Defensa Personal Jeff Cooper Nota: Este material no tiene la intención ni debe ser comercializado como un libro, se emplea como elemento didáctico complementario a la formación en defensa personal. Al no estar disponible en idioma español se procedió a su traducción para facilitar el acceso a los contenidos del mismo por parte de los interesados. Escuela de Tiro DeporTiro - Juan Moratto. Ni el autor, ni la Escuela de Tiro DeporTiro, ni el traductor asumen responsabilidad alguna por el uso que se le de a la información contenida en esta publicación.
Prefacio No es común para uno disfrutar leyendo algo que escribió una década atrás. Los tiempos cambian, los estilos cambian, las actitudes cambian, y la mayoría de la gente crece, tanto intelectual como emocionalmente. En consecuencia, con gratificación y ligeramente sorprendido fui capaz de releer “Principios de Defensa Personal” a pedido de los editores y descubrí que no necesitaba cambiar nada de importancia. Permanece vigente como lo fue en un principio, y en la medida en que expresé la verdad hace diez años atrás, aún sigue vigente. Este pequeño manual es esencialmente un resumen de una presentación que hice mientras trabajaba en América Central antes que el Comunismo tomara el poder en la región. Esta parte del mundo siempre ha sido turbulenta, y la necesidad de la defensa personal ha permanecido realmente constante desde la partida de los españoles a principios del Siglo XVIII. La conducta individual en las confrontaciones letales no es, sin embargo, algo que está restringido a una región o una era, y si existen principios que guían esta conducta –y creo personalmente que estos principios existen- no cambian de acuerdo con la geografía, la historia o los caprichos sociológicos. Si un principio existe, debe ser inmutable, ya que un principio es una verdad que se mantiene al margen del cambio de los tiempos. Si tuviera que reescribir este manual en forma completa, la única cosa que debería cambiar son algunas anécdotas personales que aparecen en él. Las actualizaría para incluir solamente aquellas que han ocurrido durante este año, o fecha aproximada. Como figuran aquí, todas las anécdotas tienen al menos diez años de antigüedad, pero cuanto más me detengo en ellas, más me doy cuenta que no hay necesidad de cambiarlas, debido a las experiencias que han llegado muy recientemente a mi escritorio, y en las cuales me he visto involucrado, simplemente corroboran lo que había afirmado en algún momento. Estas experiencias pueden ser vueltas a escribir para incluir sucesos más recientes pero contarían historias similares. De esta manera no sería necesario escribir demasiado nuevamente. Para enfatizar este punto, sin embargo, debo mencionar que justamente la semana pasada otro episodio llamó mi atención y me resultó inmensamente satisfactorio para la ejemplificación de varios de los principios presentados en este trabajo. Parece ser que un dueño de un yate estaba durmiendo en su lancha amarrada en Bahamas. Pasada la medianoche abrió un ojo dándose cuenta que había dos intrusos en el camarote, uno de ellos estaba apuntándole un Mini-14 a su pecho a una distancia de, aproximadamente, 18 pulgadas (45 cm. apróx). Esta es, sin dudas, una situación alarmante. Es una situación amedrentadora. Dicho más apropiadamente es una situación aterrante. Pero el hombre recordó sus principios y atacó instantáneamente, con sus manos, y ganó. Personificó los principios de decisión, agresividad, velocidad y sorpresa de la manera más satisfactoria.
Tales historias capturan mi atención con tal frecuencia que podrían ocupar un libro completo para listarlas. Establecen, más allá de cualquier duda, que los principios que hemos enseñado durante décadas, y que aún continúan enseñándose en Gunsite, son válidos y sin contradicciones. Nuestro trabajo se lleva a cabo (en la academia citada) para mantener vivas a las víctimas de una agresión, y el saber que tienen éxito es nuestra recompensa. Los “Principios de Defensa Personal” han sido recibidos con un moderado entusiasmo por parte de los organismos policiales. Algunos departamentos los han adoptado, pero solamente con la eliminación de los principios de agresividad y rudeza. Obviamente, genera mala prensa tener un departamento de policía que sea conocido tanto por ser agresivo como rudo. Esto es bastante comprensible, pero no invalida los principios. En la guerra no existe ningún sustituto para la victoria, y esto es igualmente cierto para el combate personal, el cual, después de todo, es un microcosmos de la guerra. Cuando un cobarde se enfrenta a la violencia mortal, su reacción puede ser la de rendirse, o encogerse de miedo, o huir, o clamar por ayuda; ninguna de estas alternativas va a mitigar su situación de peligro. Pero este manual no fue escrito para cobardes. Pienso que es tan válido como cuando fue escrito por primera vez, y no tengo nada más que agregarle.
Introducción Algunas personas victimizan a otras. Nos guste o no, este es uno de los hechos de la vida. Siempre ha sido así y es algo que no va a cambiar. La cantidad de sociópatas en un determinado grupo poblacional varía ampliamente, pero podemos tomar una cifra de uno por cada cien, con el fin de simplificar, y no estar muy alejados de la realidad. Aproximadamente una persona en cien, bajo determinadas circunstancias, puede iniciar un ataque violento sobre otra, desafiando a la ley, por razones que resultan suficientes y válidas para él en ese momento. Tome la población masculina apta de su comunidad, divídala por cien, y tendrá una razonable estimación de la cantidad de contactos posibles que pueden resultar en que alguno de ellos le rompa la cabeza. No es pertinente discutir las matemáticas de este cálculo. Puede ser erróneo para su tiempo y lugar. Pero cualquiera que esté atento a su entorno conoce que el riesgo de un asalto físico realmente existe, y que existe en cualquier lugar y ha existido en todos los tiempos. La policía, además, puede protegerlo de estos ataques solamente de manera ocasional. El autor asume que el derecho a la defensa propia existe. Algunas personas no aceptan este derecho. Este manual no es para ellos. Es para aquellos que piensan que cualquiera que opta por atacar a otro ser humano lo hace asumiendo sus propios riesgos. En algunas jurisdicciones se sostiene que la víctima de un atacante, debe, por encima de todo, intentar escapar. Este es un buen concepto legal, pero muy frecuentemente poco sólido desde el punto de vista táctico. Al momento en que uno ha agotado todos los medios para evitar el conflicto puede ser demasiado tarde para salvar su vida. Las leyes cambian, y no pueden ser memorizadas enciclopédicamente; en todo caso no estamos preocupados aquí por la jurisprudencia, sino de la supervivencia. Si uno sobrevive a una pelea, podemos asumir que estará en una posición mejor que si ocurriera lo contrario, aunque luego deba enfrentar acciones legales consecuentes. El crimen violento es factible solamente si sus víctimas son cobardes. Una víctima que devuelve el ataque hace impracticable toda acción de este tipo. Es verdad que una víctima que pelea puede sufrir por ello, pero una que no lo hace, ciertamente, sufrirá las consecuencias. Y, con sufrimiento o no, quien enfrenta la pelea mantiene su dignidad y su auto-respeto. Cualquier estudio de la lista de atrocidades cometidas en los últimos años –Starkweather, Speck, Manson, Richard Hickok y Cary Smith, para nombrar algunos casos- muestran inmediatamente que las víctimas, con su espantosa ineptitud y timidez, virtualmente ayudaron a sus propios asesinos (“No los hagas enojar, Marta, así no nos lastiman”.) Cualquier hombre que se considere como tal, no puede, por su condición, someterse a amenazas o a la violencia. Pero muchos hombres que no son cobardes simplemente no están preparados para asumir el hecho del salvajismo humano. No han pensado en ello (increíble para cualquiera que lea los diarios o vea las noticias) y simplemente no saben qué deben hacer. Cuando se enfrentan a la depravación o la violencia, quedan atónitos y confundidos. Esto puede corregirse. Las “técnicas” del combate personal no están abarcadas en este trabajo. Las denominadas “artes marciales” (boxeo, karate, el bastón, la pistola, etc.) demandan estudios completos en sí mismos y deben ser aprendidos a través de programas adecuados de instrucción, entrenamiento y práctica. Le incumbe a todos los hombres y
mujeres aptas para tenerlos en cuenta. Pero la razón de este trabajo es más basico que técnico, es un estudio de los “principios” que sirven de guía para la supervivencia frente a la violencia no provocada de parte de asaltantes fuera de los marcos estipulados por las leyes. La estrategia y las tácticas están subordinadas a los principios de la guerra, como el combate defensivo individual está subordinado a los siguientes principios de la defensa personal.
PRINCIPIO UNO: ESTADO DE ALERTA “Un comandante puede ser disculpado en caso de ser derrotado, pero nunca por ser sorprendido”. Esta máxima se encuentra entre las primeras cosas que deben ser inculcadas en forma indeleble a los nuevos tenientes. Es igualmente aplicable a los individuos que aspiren a un cierto grado de seguridad física en la sociedad violenta de hoy día. El estado de alerta es, en cierto grado, una actitud inherente a la personalidad, pero puede ser, sin embargo, aprendida y mejorada. Una vez que aceptamos que nuestro entorno conocido y prosaico es, de hecho, peligroso, automáticamente agudizamos nuestros sentidos. Se hacen evidentes dos reglas: Sepa lo que se halla detrás de usted, y preste particular atención a lo que se encuentre fuera de lugar.
Es axiomático que la dirección más frecuente de un ataque es por detrás. Desarrolle “ojos detrás de su cabeza”. Preste atención a esto. Eric Hartmann, el as de la aviación Alemán durante la Segunda Guerra Mundial, quien fue, incuestionablemente, el mayor piloto de combate de todos los tiempos (1405 misiones de combate, 352 victorias), indicaba que sobrevivió debido a una “extrema sensibilidad en lo que ocurría detrás de su cabeza”; e indicaba, que el 80% de sus víctimas nunca supieron que él se encontraba en el mismo cielo que ellos. El combate en vuelo no es igual a la defensa personal, pero este principio también se aplica. La gran mayoría de las víctimas de crímenes violentos son tomadas por sorpresa. Quien anticipa la acción, gana. Aquél que no lo hace, pierde. Aprenda de la experiencia de otros y “no se deje sorprender”. Haga un juego. Lleve un registro. Cada vez que alguien se aproxime hacia usted desde atrás sin que usted se dé cuenta, marque una X. Cada vez que vea a alguien que usted conoce antes que esta persona lo vea a usted, marque una “O”. Mantenga más “O” que “X”. Un mes sin ninguna “X” indica la formación de un hábito correcto. (No lo explicamos en el curso pero esta práctica debe que ser convertida en un hábito, tanto se pretenda ser un buen Táctico o no tener sorpresas desagradables). Observe a su gato. Es difícil sorprenderlo. ¿Por qué? Naturalmente su capacidad auditiva superior es parte de la respuesta, pero eso no es todo. Se mueve bien, usando plenamente sus sentidos. No está preocupado por cosas irrelevantes. No está pensando respecto de su trabajo o de su aspecto o de sus impuestos. Esta anteponiendo primero, lo que va primero, principalmente su seguridad física. Actúe de la misma forma. Algunos objetarán la actitud que genera esta instrucción. Se quejarán de que no desean “vivir de esa manera”. No tienen obligación alguna de hacerlo. Pueden rendirse. Pero este es un mundo salvaje, y si uno desea estar bien en él debe acomodarse a sus pautas. Cualquier cosa fuera de lugar puede ser una señal de peligro. Ciertamente cualquier desconocido que se acerque a su casa debe ser observado con desconfianza. Noventa y nueve de los casos contra 1 es que sea perfectamente inofensivo, pero ¿Está usted listo si lo que se presenta es esa excepción? Ciertas cosas son obvias: un automóvil desconocido estacionado en la calle durante largos períodos con gente que permanece dentro de él, sin salir; un automóvil que mantiene una distancia constante detrás suyo aunque usted varíe su velocidad; jóvenes en grupos, sin mujeres, parados en algún lugar y sin conversar entre ellos. Estas cosas deben disparar una alarma temprana en cualquier persona, pero existen muchas otras señales que deben ser interpretadas por la persona cautelosa. Cualquiera que cambie de actitud en razón de su mirada y actúe de alguna manera debe tener alguna razón. Cualquiera que lo esté observando atentamente debe, también tener alguna razón. Cualquiera cuyas acciones parezcan estar dirigidas hacia usted deben tener algún motivo. Si el motivo o la razón no lo satisface, esté preparado para adoptar la acción defensiva apropiada. Una treta común del sociópata es el ingreso al domicilio con una falsa excusa. Cualquiera puede decir que está encargado de reparar cualquier cosa o ser un inspector
de alguna empresa o de cualquier institución. Usualmente no resulta práctico verificar las credenciales, ya que debe saberse que las credenciales pueden falsificarse muy fácilmente, con esto en mente ya está protegido de cualquier sorpresa. Los fuertes solamente necesitan permanecer atentos, los débiles deben tomar mayores precauciones. En la calle, no permita que ningún extraño le tome de la mano. Permitirle a un potencial asaltante sostener con firmeza su mano derecha es darle una ventaja posiblemente fatal. Use sus ojos. No ingrese a lugares desconocidos que no pueda observar previamente. Convierta en una práctica doblar las esquinas en forma amplia, use los vidrios de las ventanas para ver hacia atrás suyo, y respáldese en algo sólido cuando se detenga. Todo esto puede sonar excesivamente furtivo y melodramático, pero aquellos que han cultivado lo que podría denominarse una actitud táctica hacia la vida no lo encuentran ni problemático ni notable. Y, como los cinturones de seguridad de los vehículos, los salvavidas o los matafuegos, resultan reconfortantes aun cuando no se los necesite. No es necesario decirlo, pero ninguna persona sensata abrirá la puerta de su casa sin saber quién está golpeando. Si su vestíbulo de acceso no permite la evaluación visual de quien está en la puerta, cámbielo, modifíquelo. Las estadísticas pueden estar contra una amenaza esperando en el exterior, pero las estadísticas resultan ser un frío consuelo luego de que usted descubre que su caso pertenece al universo de las “excepciones”. Las sugerencias anteriores, son meramente ejemplos al azar de formas en las cuales se manifiesta el “principio de alerta”. Las situaciones son innumerables, no se pueden hacer recomendaciones específicas para abarcarlas a todas. La cuestión esencial es la de tener siempre en mente que los problemas pueden aparecer en cualquier momento. Esté atento. Esté listo. Esté alerta.
PRINCIPIO DOS: DECISIÓN Es difícil, para un hombre domesticado, cambiar en un instante su actitud para tomar una acción rápida y decisiva para resolver una emergencia violenta. La mayoría de nosotros no estamos acostumbrados este tipo de emergencias –especialmente en aquellas que solamente pueden resolverse mediante el uso de la fuerza y la violencia de nuestra parte- y estas emergencias requieren un esfuerzo supremo de la voluntad para transformarnos de “pollitos” en “halcones”. El poder de decisión, como el estado de alerta, es, en cierto grado, una característica inherente a la persona, pero puede ser mejorado. En el combate formal puede ser inducido –o debería serlo- a través de órdenes apropiadas de los superiores. En los casos de defensa personal, debe ser generada por el propio individuo, y aquí está el problema. Cuando las cosas se desatan –cuando se hace evidente que se está enfrentando con un asalto físico violento- su vida depende de que sea capaz de elegir un correcto curso de acción y llevarlo a cabo sin dudas ni desvíos. No puede haber titubeos. No hay tiempo.
Evaluar la situación implica, posiblemente, sucumbir. Y es importante recordar que el curso de acción que elija, dentro de ciertos parámetros, es menos importante que el vigor con el cual lo ejecute. La dificultad es que el curso apropiado de acción, cuando se está bajo un ataque, es, usualmente, un contra-ataque. Esto es contrario a nuestra conducta normal civilizada, y tal decisión es bastante difícil de alcanzar aún para la persona comúnmente decidida. Sin tener una experiencia personal extensa, ya que muchos de nosotros no tenemos práctica en decisiones tácticas, la mejor forma de cultivar este tipo de decisiones es a través de la hipótesis: ¿Qué haría si …? Al pensar tácticamente, podemos llegar con más facilidad a la solución táctica correcta, y practicar –aún una práctica teórica- tiende a producir confianza en nuestras soluciones, las cuales, a su vez, nos hace más fácil y en consecuencia con mayor rapidez, tomar una decisión. La ley Inglesa, fuente de nuestro sistema jurídico (estos conceptos son aplicables a los Estados Unidos), sostiene que puede usar suficiente fuerza y violencia para evitar que un asaltante induzca la muerte o un serio daño hacia usted –o su esposa, o su hijo, o a cualquier otro inocente. No puede perseguir a su atacante con la intención de matarlo, y no puede aplicar un golpe innecesario, pero si alguien está tratando de matarlo, está justificado en matarlo para detenerlo, si no existe ninguna otra forma posible de impedir el ataque. Esta es la explicación más sencilla posible de estas situaciones y, como la ley en este punto es eminentemente razonable, los aspectos legales de la defensa personal no nos debe demorar en formular una decisión defensiva apropiada. Debemos asegurarnos que nuestro atacante está tratando de matarnos o de mutilarnos, de que él es físicamente capaz de hacerlo y de que nosotros no podemos detenerlo sin abatirlo. Estas condiciones pueden ser verificadas, usualmente, en un instante. (La Ley Inglesa actual ha abolido la Legítima Defensa o Defensa Propia por presión de los Desarmistas hasta el punto en que cualquier ciudadano prácticamente debe “sucumbir” frente a cualquier tipo de ataque ya que no puede esgrimir el argumento de defensa propia frente a una agresión. Este principio se trata de extender legalmente en nuestro país a partir de los principios de los desarmistas con base en Viva Río , las actuales leyes de desarme propuesta por el Registro Nacional de Armas –RENAR-, Red Argentina para el Desarme y Amnistía Internacional, entre otros). Entonces debemos proceder. (Incidentalmente, la violación es generalmente considerada un “daño grave” en este sentido. Un hombre que claramente intenta violar puede ser herido o matado para evitar que cumpla con su propósito, si ningún medio de menor intensidad resultare suficiente en los Estados Unidos, no así en nuestro país). Así, cuando estamos bajo ataque, es necesario evaluar la decisión y decidir instantáneamente las acciones a tomar, llevarlas a cabo inmediatamente con toda la fuerza que pueda aplicar. Aquél que dude estará perdido. No monologue con usted mismo (este principio se denomina auto-concientización, antes denominado por la psicología como “racionalización”. La persona trata de racionalizar, justificar o entender lo que está ocurriendo postergando voluntariamente la decisión de contraatacar, por diversas razones ajenas al contexto del curso). No se demore. Sea decisivo.
PRINCIPIO TRES: AGRESIVIDAD En la defensa nosotros no iniciamos la violencia. Debemos conceder a nuestro atacante la gran ventaje de dar el primer golpe, o al menos que intente hacerlo. Pero a partir de ese momento podemos volver nuestra atención con lo que debe ser una aplastante violencia. "La mejor defensa es un buen ataque”. Esto es verdad, y si bien no podemos aplicarlo estrictamente a la conducta de la defensa personal, podemos proponer un corolario: “La mejor defensa personal es un contraataque explosivo”. Aquellos que no comprenden lo que significa pelear sugerirán que las cifras, el tamaño, la fuerza o el armamento puede volver inválido este concepto. Insistirán en que el agresor no atacará a menos que tenga una decisiva preponderancia de fuerzas. Esto es posible, pero esto no es siempre o al menos usualmente, verdadero. Considere el caso Speck, en el cual las víctimas superaban al asesino en una relación de ocho a uno.
Disponían de mucha más fuerza que la necesaria para salvar sus vidas, pero solamente si hubieran dirigido esa fuerza en forma violenta y agresiva contra el asesino. Fallaron al no hacerlo. Existen incontables ejemplos acerca de esto. La victoria de una respuesta explosiva por una de las partes, obviamente débiles, contra una fuerza superior es fácil de observar en el mundo animal. Un caniche “toy” corre a un ovejero alemán fuera de su propiedad. Un pequeño benteveo (ave “kingbird” genéricamente) aleja a un halcón en su territorio. Un “wolverine” (denominado glotón en Sudamérica, especie de oso muy pequeño) aleja una completa jauría de lobos de una presa que los animales tardaron horas en capturar. La agresividad está caracterizada por un incalculable peso “moral” en cualquier combate, ofensivo o defensivo. Y el hecho real es que el asaltante no espera agresividad de parte de una víctima que usualmente toma como desprevenida. Si la víctima está armada, la habilidad se vuelve un factor más crítico de lo que indican las circunstancias. Un hombre con un arma corta potente y confiable, que –esté altamente calificado en su uso- puede arruinar un pelotón de soldados a corta distancia si puede tomar la iniciativa con una respuesta agresiva instantánea frente a un ataque torpemente montado. Por supuesto que tales habilidades son poco comunes, aún (o quizá especialmente) entre nuestros protectores de uniforme, pero pueden ser aprendidas. Se han llevado a cabo grandes avances en los últimos años en la teoría del arte defensivo con armas cortas. Los resultados están disponibles para cualquier persona interesada. Pero nunca asuma que, por simplemente tener un arma lo convierte en un buen tirador. No estará armado simplemente porque porta una pistola de la misma manera en que no se convierte en músico por tener una guitarra. En un caso reciente, un alumno de mis clases fue asaltado por cuatro hombres armados con revólveres mientras manejaba de noche a su casa luego de una reunión. Estaba muy cansado y violó (o sencillamente, olvidó) todos los principios de defensa personal excepto uno, el principio de agresividad. En la primera serie que efectuó en respuesta a los disparos que se le efectuaban, descargó de manera rápida e intensa una gran cantidad de proyectiles (22 disparos en menos de 20 segundos), de manera talque los asesinos entraron en pánico y huyeron. Hizo muchas cosas mal, pero su reacción explosiva frente al ataque ciertamente salvó su vida. ¿Ahora bien, como desarrollamos la capacidad de respuesta agresiva? Pienso que la respuesta es “indignación”. Lea los diarios. Observe las noticias. Esta gente NO TIENE DERECHO a convertir en víctimas a los ciudadanos inocentes. NO TIENEN DERECHO a inducirle violencia. Son “malas personas” y está totalmente justificado en estar resentido por sus conductas hasta el extremo de la ira. Su respuesta, si es atacado, no debe ser de temor, debe ser de enojo. Las dos emociones están muy próximas entre sí y puede cambiar una por la otra con bastante facilidad. En este punto, su vida depende de su capacidad para bloquear todos los pensamientos que lo muestran como una víctima, y de concentrarse fuertemente en la destrucción de su enemigo. La ira le permite hacer esto. Una pequeña mujer mayor que aleja a un ladrón armado golpeándolo con su cartera está “enojada”, y eso es bueno para ella! Lo expresado, obviamente, no es una visión que pueden llegar a aprobar los círculos “sociológicos”. No tiene ninguna importancia. Aquí estamos solamente preocupados
por la supervivencia. Luego de que hemos asegurado nuestra supervivencia podemos discutir sobre sociología. Si tiene la mala suerte de ser atacado, el estado de dará una pequeña alarma, la decisión le ofrecerá un debido curso de acción a seguir, y si ese curso es de contra-ataque, llévelo a cabo con todo lo que tenga! Indígnese. Enójese. Sea agresivo.
PRINCIPIO CUATRO: RAPIDEZ La velocidad es la esencia absoluta de toda forma de combate, desde una competencia de esgrima hasta la Guerra de los Seis Días. (La ausencia de velocidad es lo que la historia probablemente dictamine sobre nuestra derrota en Vietnam, la ultima edición de este libro se realizó en 1989). Napoleón dijo, “Puedo Perder una batalla pero nunca pierdo un minuto”. La defensa personal acelera este concepto. Debemos decir, “Puedo perder esta pelea, pero no perderé ni un segundo!” Aparentemente una fuerza arrolladora no tiene importancia si no se aplica antes de que pueda ser anticipada o prevista. En el Viejo Oeste se decía, “Hazle a los demás lo que te harían a ti, pero sé el primero en hacerlo”. Amen. Nuevamente debo indicar que este ensayo trata puramente con la defensa, y ninguna ley ni moral justifica amedrentarse con alguien debido a que pensamos que “puede” atacarnos. Sin embargo, en el mismo instante en que sabemos que nuestro asaltante intenta agredirnos físicamente, debemos trabajar con tanta rapidez como podamos.
Si nuestro agresor nos ha disparado, debemos acertarle con un disparo antes de que pueda disparar nuevamente. Si nos está reteniendo mediante el uso de la fuerza, tenemos una ventaja de tiempo de reacción sobre él. Lo que está en juego en la defensa personal es su vida. No puede permitirse jugar con reglas deportivas. Sea rápido, no limpio ni justo. Este siempre “fuera del juego”. Ningún referí le marcará falta. La pelea perfecta es aquella que termine antes que el perdedor comprenda lo que está sucediendo. La defensa perfecta es un contra-ataque que el atacante descubra que su víctima “le queda demasiado grande”. En consecuencia, si usted est atacado, tome respresalias instantáneamente. Actúe súbitamente. Sea rápido. Acelere su salvación.
PRINCIPIO CINCO: SANGRE FRÍA (y, si se usa un arma de fuego: Precisión) Debe mantener su cabeza en su lugar. Si “pierde la calma” bajo un ataque mortal, probablemente no sobreviva para ofrecer excusas. De manera que no se tome la molestia de improvisar ninguna excusa…simplemente “mantenga su cabeza en su lugar”. El enojo, en la medida en que sea un enojo controlado, no es un impedimento para la eficiencia. El auto-control es algo que el sociópata raramente posee. Use el suyo en perjuicio del otro. Si contra-ataca con sus manos, úselas cuidadosamente. (Recuerde que una golpe con su puño cerrado en la cabeza de su enemigo casi siempre lastimará o romperá su mano. Un dedo en su ojo es más fácil, seguro y posiblemente más definitorio.) Si improvisa un arma con objetos que encuentre al alcance se su mano, úsela de manera tal que cause un daño sin perderla o que se rompa. Las puntas (extremos) de las armas improvisadas, desde paraguas hasta atizadores para el fuego, son usualmente más efectivos que las armas cortantes, ya que pueden ser aplicadas de manera inesperada y
sin exponerse a que se la quiten. Una punta desafilada debe ser dirigida a la cara o a la garganta. Diríjala cuidadosamente, con frialdad y duramente. El arma de defensa óptima es una pistola de grueso calibre, aunque una escopeta puede superarla en una situación de defensa en el domicilio si existe suficiente preaviso por el estado de alerta. Si es suficientemente afortunado como para tener acceso a cualquier tipo de arma de fuego cuando se halle bajo ataque, recuerde que será tan efectiva como su nivel o capacidad para mantenerse calmo y, sobre todo, dispare cuidadosamente. Mi alumno, mencionado en el Capítulo Cuatro, no disparó cuidadosamente, y sobrevivió principalmente debido al factor suerte, ya que sus atacantes dispararon tan descuidadamente como él lo hizo. Pero no podemos basarnos en una pobre capacidad de tiro al enfrentarnos a nuestros enemigos. El sociópata es usualmente un mal tirador, pero no siempre, Clyde Barrow era muy buen tirador. Otro de mis estudiantes lo hizo mucho mejor. Para comenzar, escuchó como se aproximaba el auto de los asesinos en la fría y gris luz del amanecer. Estaba alerta inclusive a esa hora. Se puso de pie inmediatamente, pistola en mano. A través de la persiana vio que dos hombres se acercaban rápidamente a la entrada de su casa, uno con una escopeta y otro con una pistola ametralladora. Decidió que tal visita, con ese equipamiento, y en esas horas, no necesitaba explicación alguna. Se arrojó sobre la puerta delantera y comenzó a trabajar, y recordó que debía permanecer calmo y disparar con precisión. Los que intentaban ser asesinos murieron en donde estaban en ese momento. El dueño de casa recibió seis perdigones de caza en su pierna. Los atacantes lo superaban en número y en capacidad de fuego, pero fueron derrotados y destrozados por un hombre que hizo todo correctamente. Cuando un oficial de policía, que ha recibido un costoso entrenamiento perteneciente a alguno de los departamentos policiales más importantes yerra seis veces a un delincuente a una distancia de diez pies (aprox. 4 metros) de distancia (y no piense que esto no ocurre), su falla no se debe a su incapacidad técnica para impactar a un blanco de ese tamaño y a esa distancia, ya que ha demostrado en la línea de tiro lo que es capaz de hacer. Su falla, que muchas veces acarrea su muerte, se debe a su falta de concentración sobre su habilidad de tirador –la pérdida de su frialdad. La habilidad de permanecer calmo bajo presión resulta más sencilla para algunas personas que para otras. Pero no se encuentra fuera del alcance de cualquiera. De hecho es la primera calificación de un hombre que invoca el escritor Kipling en su famoso poema “SI” (If). Es bellamente ilustrado cuando un “quarterback” o capitán de un equipo tranquilamente elije y envía la pelota a quien debe mientras se encuentra bajo la amenaza de más de mil libras de duros y rápidos músculos que se encuentran a un paso de distancia (n. del t. se refiere a un ejemplo del fútbol americano). Es una cuestión de voluntad. Si usted sabe que PUEDE mantenerse calmo, y que DEBE hacerlo así, probablemente lo logrará. Pero entrenar esta habilidad demanda ciertos razonamientos. Cierta clase de deportes son excelentes –el fútbol, particularmente excelente. Navegar, pilotear un avión, carreras de autos, y montañismo también son buenos. Pero en mi opinión el mejor de todos es la caza mayor. Lo que se denomina “buck fever” (nervios previos a efectuar el disparo al ver la presa deseada, aplicado a la caza de ciervos) es un problema clásico, y un hombre que haya podido dominarlo es garantía de que disparará en forma cuidadosa
bajo presión. Si bien es cierto que el ciervo no le dispara al cazador, esto es menos importante de lo que parece a primera vista. El ciervo puede desaparecer y por más extraño que parezca, la falla en la actividad deportiva usualmente es mayor que el miedo a la muerte. Este punto llamativo es fácil de probar. El tirador de competición con arma corta de nivel medio trabaja y entrena más duramente para ganar una pequeña copa de bronce que lo que el policía promedio entrena para adquirir una habilidad que le permitirá salvar su vida. No todos los cazadores lo logran –los bosques están llenos de cazadores nerviosos vestidos con sus indumentarias rojas. Pero vale mucho tener a su lado a un cazador/tirador realmente experto. Bajo cualquier tipo de ataque, manténgase frío y calmo. Y si debe disparar, dispare con precisión.
PRINCIPIO SEIS: RUDEZA Cualquiera que voluntaria y maliciosamente ataca a otra persona sin causa suficiente no merece consideración. Mientras que los preceptos morales y legales nos impulsan contra el denominado “exceso de reacción”, estamos completamente justificados en valorar la vida y la persona de la pretendida víctima mucho más alto que la vida del funesto asaltante. El atacante debe ser detenido. De una vez y en forma total. Quién es él, porqué ha elegido ser un criminal, su extracción social, su motivación ideológica o psicológica, y el grado de daño en el que incurre como resultado de sus actos, deben ser considerados en un paso posterior, en el futuro. AHORA, su primera preocupación es mantenerse vivo. Deje que su atacante se preocupe por SU propia vida. No se reprima. Deje de golpear una vez que su atacante sea incapaz de realizar cualquier otra acción, pero vea que realmente se ha detenido en su accionar. La ley prohíbe que tome venganza, pero, a la vez, le permite prevenirla. Lo que haga para prevenir un feroz ataque, en la medida que el delincuente aún sea capaz de realizar alguna acción, está justificado. De manera que asegúrese, y no se limite por consideraciones pacientes. Su atacante puede matarlo. Un hombre armado, especialmente si está armado con un arma de fuego, es peligroso en la medida en que esté conciente. No arriesgue nada. Póngalo fuera de acción.
Si debe usar sus manos, úselas con toda la fuerza que tenga. Golpear a su atacante a medias, por temor a lastimarlo, realmente empeorará la situación, enervándolo más, y como él ya de mostró que su intención es matarlo, tratará con aún más dureza ahora que lo ha golpeado en forma dolorosa pero a la vez indecisa. Si elige golpear, por cualquier medio golpee duro. Esto también se aplica a los disparos. Si usted está justificado en dispararle, estará justificado en matarlo, prácticamente en todas las circunstancias con algunas excepciones. No trate de ser imaginativo. Dispare al centro del cuerpo. El mundo está lleno de gente decente. Podemos prescindir de los criminales. Usualmente escuchamos que se dice –especialmente de ciertos voceros policiales, quienes a mi parecer deberían saber mucho más que nosotros- que en el caso de ser víctimas de un ataque no debemos ofrecer resistencia, por temor a excitar al asaltante. Quizá debamos ignorar la notable exhortación a la cobardía presente en este consejo. El “Honor” puede ser realmente un término obsoleto. Consideremos solamente los resultados. Nadie en la fiesta de Sharon Tate resistió. Las víctimas de Starkweather no resistieron. Los La Bianca no resistieron. Mitrione no resistió (todos estos casos citados son de homicidios terriblemente crueles en los Estados Unidos n. Del t.). La próxima vez que un “experto” me indique que no debe resistirme voy a considerar esa proposición como INSULTANTE. Aparte de que las posibilidades que sea asesinado de todas maneras si cede a las amenazas de la violencia, parece ser –especialmente en el mundo de hoy, pleno de permisiva atrocidad- que su obligación social sea resistir. La ley parece estar totalmente poco dispuesta a desalentar el crimen violento. El sociópata que lo ataca tiene poco que temer, al momento de escribir este manual, tanto de parte de la policía como de la justicia. El jefe de policía de nuestra ciudad capital ha expresado en los medios impresos que, “El riesgo mayor e inmediato es que el sujeto se enfrente a la posibilidad de que su víctima pueda estar armada y pueda disparar al criminal”. (U.S. News y World Report, 8 de Diciembre de 1969, página 35). La sintaxis puede estar un poco confusa, pero su significado es claro. Si deben frenarse los crímenes violentos, quien lo podrá hacer es solamente, la víctima. El delincuente no le teme a la policía ni tampoco al juez ni al jurado. En consecuencia se le debe enseñar que a lo que debe temer es a su víctima. Si un delincuente lo ataca y sigue viviendo, razonablemente puede pensar que puede hacerlo nuevamente. Al someterse a él, no solamente pone en peligro su propia vida sino que crea una amenaza para la vida de los demás. El primer hombre que resistió a Starkweather, luego de once asesinatos, lo venció fácilmente y sin recibir daño alguno. Si ese hombre hubiera sido el primero de la lista en ser acosado, se podrían haber salvado once víctimas inocentes. Consentir a los asesinos nos ha conducido por un camino nefasto. Si fuera una política verdaderamente inteligente y justa (de la cual tenemos serias razones para poner en duda), es cuestión de la justicia. Cuando su vida está en peligro, olvídese de ella. Si se encuentra bajo un ataque letal no sea amable. Sea violento. Sea duro. Actúe con rudeza.
PRINCIPIO SIETE: LA SORPRESA He colocado este tema al final a propósito, siendo la sorpresa el primer principio del combate ofensivo. Sin embargo, el privilegio de dar el primer golpe es un lujo que debemos otorgar, usualmente, a nuestro atacante, de manera que en cierto sentido, no puede existir sorpresa estratégica en la defensa. Pero esto no significa que quien se defiende no pueda lograr una sorpresa táctica. Al hacer lo que nuestro atacante menos espera de nosotros, podemos desbaratarlo completamente. Como hemos visto, lo que menos sospecha es un contra-ataque instantáneo y agresivo, de manera que el principio de agresividad está fuertemente ligado al factor sorpresa. Uno de los más graciosos episodios en una reciente película presenta a un cajero de banco discutiendo la ortografía de una exigencia escrita pasada a través de la ventanilla por el ladrón de un banco. Todo el caso cambia de un delito a una discusión acerca si el dinero podía ser entregado en razón de una nota mal redactada. Bastante fuera de lugar, por supuesto, pero muy estimulante. Lo inesperado, desconcierta. Un delincuente desconcertado pierde momentáneamente el control de sus pensamientos y del momento
inmediato previo o posterior. Luego de ese momento, su víctima es capaz de cambiar el orden del juego. Desde un análisis realístico, puedo señalar que en toda defensa exitosa contra un ataque violento del cual tengo noticia –y he estudiado este tema durante casi tres décadas- el atacante quedó totalmente sorprendido cuando su víctima no se desanimó. La velocidad, energía, eficiencia Y agresividad del contra-ataque varió totalmente, pero el mero hecho de su existencia fue el más elemental de los componentes para el éxito. Si tiene amigos en las fuerzas de seguridad, pídales que le cuenten el chiste “April Fool.” (genéricamente este término se aplica a toda broma pesada que parte de una situación inesperada, muy similar a “que la inocencia te valga….” Existente en los países latinos. N. Del t.) Queda un poco fuera de lugar en una publicación de este tipo, pero resalta un punto –además de ser muy gracioso. La moraleja es la moraleja de este manual: El criminal no espera que su presa devuelva el ataque. Quizá usted nunca resulte elegido, pero si lo es, sorpréndalo.
CONCEPTOS FINALES Este ensayo ha perseguido un propósito. La combinación de la ciencia médica moderna y el estado de inseguridad ha traído una condición de saturación y aburrimiento la cual, magnificada por el alto crecimiento en la población mundial ha tenido como consecuencia un inconsciente desmedro en la seguridad personal. Antes de la Segunda Guerra Mundial, uno podía pasear por los parques y las calles de la ciudad durante la noche sin prácticamente riesgo alguno –al menos no mayor que el riesgo de manejar en una autopista. Una joven no necesitaba que alguien la acompañase. Uno podía pedir ayuda en la ruta. Encontrarse con un hombre con un rifle en un bosque era una ocasión para establecer una camaradería entre cazadores más que un alerta rojo. Esto no es más así. Hoy, y en un futuro predecible, el problema del riesgo personal es mucho más serio que antaño. Nuestra policía hace lo que puede, pero no puede protegernos en cualquier lugar y durante todo el tiempo. Con demasiada frecuencia no pueden, siquiera, protegerse a sí mismos. Su seguridad física depende de usted, como siempre lo fue. Los principios aquí enunciados son el resultado de gran cantidad de estudios y consultas, más una adecuada cantidad de experiencias reales. Expresado con franqueza, pueden salvar su vida. Siempre existe el factor suerte en cualquier tipo de conflicto, y sé que no existe forma alguna de garantizar el éxito en todas las situaciones. Lo que sí sé, sin embargo, es que si las víctimas de las tremendas atrocidades que han tomado estado público en los últimos años hubieran leído este libro, y hubieran tomado en cuenta lo que leían, habrían sobrevivido a aquellas acciones. Además, una pequeña pero selecta cantidad de demonios no estarían vivos hoy día, entrando y saliendo de los juzgados y constándonos dinero que podría gastarse en mejores cosas. George Patton le dijo a sus oficiales, “No se preocupen de sus flancos. Hagan que su enemigo se precupe de sus propios flancos”. Es un buen momento para que la sociedad deje de preocuparse de los criminales y hacer que los criminales comiencen a preocuparse de la sociedad. Y por “sociedad” me estoy refiriendo a Usted.