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GEOR GE A. KENNEDY Traducción castellana de Patricia Garrido y Victoria Pineda Revisión de Luisa López Grigera
LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN CRIS TIANA Y SECULAR, DESDE LA ANTIGÜEDAD HASTA NUESTROS DÍAS TRADUCCIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN, REVISADA Y AUMENTADA
%eA> Gobierno de La Rioja Instituto de Estudios Riojanos Ayuntamiento de Calahorra Logroño 2003
Kennedy, George A. La retórica clásica y su traducción cristiana y secular, desde la anti güedad hasta nuestros días / George A. Kennedy ; traducción cas tellana de Patricia Garrido y Victoria Pineda ; revisión de Luisa López Grigera. - tradu cció n de la 2 a ed. rev. y aum. - Logroño : Gobierno de La Rioja, Instituto de Estudios Riojanos, 2003 380 p ; 24 cm. - (Colección Quintiliano de retórica y comunica ción ; 6) D.L. Z-3.362-2003 - ISBN 84-95747-65-0 1. Retórica clásica. I. Garrido, Patricia. II. Pineda, Victoria. III. López Grigera, Luisa. IV. Instituto de Estudios Riojanos (Logroño). V Título. VI. Serie 82.085'
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publi cación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del copyright.
©De la traducción: PatriciaGarrido, Victoria Pineda y Luisa López Grigera © De la versión inglesa srcinal: The University of North Carolina Press © Logroño 2003 Instituto de Estudios Riojanos C/ Muro de la Mata, 8, pral. (Logroño) © De la portada: ICE Estudio
ISBN: 84-95747-65-0 Depósito legal: 2-3-362-2003 Imprime: Sdad. Coop. de Artes Gráficas Librería General Pedro Cerbuna, 23 · 50009 Zaragoza Printed in Spain - Impreso en España
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ÍNDICE PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN
11
I.
17
RETÓRICA TRADICIONAL Y RETÓRICA CONCEPTUAL
La retórica en los po ema s homé rico s La rev olu ció n letrada Retóric a téc nic a, sofística y filosófica La mujer en la retó rica clásica II.
22 29 31 33
RETÓRICA TÉCNICA
39
Progymnasmata III.
46
RETÓRICA SOFÍSTICA
49
Las Tetralogías atrib uidas a Antifonte Gorgias Sofística co mo ju eg o Isócrates La decl amaci ón La se gu nd a sofística Sofistas y pol íti cos IV.
51 54 58 59 69 71 74
LA RETÓRICA FILOSÓFICA
de Plató Sócrates LaApología de n de Plató El nGorgias de PlatónEl Fedro Aristóteles La trad ició n filosóficas de sp ué s de Aristóteles La dialéctica y la retórica en la Ant igü eda d V.
79
77
82 91 100 122 124
LA RETÓRICA EN LA ÉPOCA ROMANA
127
Hermágoras
128
La retóInventione rica rón en Roma El De de Cice LaRhetorica ad Herennium De diál Oratore, ogo de Cicerón
129 137
130 142
7
LaInstitutiodeoratoria Quintil iano El Diálogo sobre losde oradores Tácito La mujer en la vida públi ca ro man a El corp us de Her móg ene s
Rhetores Latini Minores El Ars de Grammatica Don at o VI.
145 148 149 151 155
LA RETÓRICA LITERARIA
154 157
Sobre el estilo de Demet rio Dionis io de Halica rnas o Cá non es e imitación Sobre de lo Long sublime ino Retórica y poéti ca
160 162 163 164 166
VIL LA RETÓRICA JUDEOCRISTIANA
169 169 176 180 185 188 191 193 195 197 199 201 203 204
VIIL LA RETÓRICA GRIEGA EN LA EDAD MEDIA
217 219 221 225 227 228
La retórica en el Antiguo Tes tame nto La retórica en el Nue vo Tes tame nto Los Após tole s Apologi stas y pole mist as La pre dic aci ón Orígenes Gregorio Taumatu rgo Eusebio Gregorio Nacia nceno Ju an Crisóstomo Los Padr es latinos Lactancio .· San Agust ín
Las esc uela s de gramática Las esc uela s de retórica La edu caci ón super ior en Constantinopl a El gri ego ático Fun cio nes de la retórica en Bizancio IX.
LA RETÓRICA LATINA EN LA EDAD MEDIA
Marciano Cápela Casiodoro
231
233 235
8
Boecio Isidoro Apli cacio nes de la retórica en la alta Edad Media Beda La ép oc a carolingia Alcuino Rába no Mauro Notk er de San Galo La retó rica en la Italia med iev al Los manuales de Dictamen La retóri ca en la Francia medi eval Las artes poét ica s Las artes de pre dic ació n RETÓRICA LA CLÁSICA EN EL RENACIMIENTO
Los hum ani sta s italianos Jorg e de Trebison da Fichet y Traversag ni Ciceronia nos y anticiceroniano s Retóri ca y dialé ctica Lor enz o Valla y Rodolfo Agrícola Erasmo Ju an Luis Vives Los ret órico s ing les es del siglo XVI Petr us Ramus La retóric a en Españ a y México GJ.Vossio Francis Bac on
236 239 239 242 243 243 246 246 248 249 253 257 260 265
265 271 277 279 282 282 285 287 288 292 295 297 298
LA RETÓRICA NEOCLÁSICA
303
La retó rica de las muje res en los siglos XVII y XVIII Ber nar d Lamy Boi leau y "Lo sub lim e" La pre dic aci ón Fénelon Filosofía y retórica: Descart es, Hobbes, Locke, Vico, Hu me y Kant Princ ipales tra tad os retór icos eu ro pe os del siglo XVIII La teoría retórica en la Inglaterra del siglo XVIII: Ward, Sheridan, Lawson, Smith y Campbe ll
9
306 308 309 310 311 314 320 323
Hu go Blair Richard What ely Los prim eros tratado s de retórica americ anos Filología y ret óri ca XII. LA RETÓRICA CLÁSICA EN EL SIGLO XX
329 332 333 335 337
La retóri ca y la com pos ici ón en inglés El ren aci mie nto de la retórica Las "nuev as" retórica s La teo ría crítica en el siglo XX La retóri ca co mp ar ad a
Ο
339 340 341 343 347
PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Durante veinte años este libro ha sido una introducción popular y útil a la historia de la tradición retórica en Occidente para los estudiantes universitar ios y para lectores en general. Al revisarlo completament e he ten ido en cuen ta los múltiples trabajos de investigación aparecidos desde su publicación srcinal, he cambiado algunos de mis puntos de vista como resultado de ulte riores estudios, he dado mayor atención a los estudios de retórica en España, y añadido referencias a estudios sobre mujeres que han contribuido a la his toria de la retórica, asunto poco estudiado en los momentos de la primera edi ción. Agradezco a los lectores de la primera edición que me han alentado a hacer esta revisión, a la Editorial de la Universidad de North Carolina su buena disposición para hacer una nueva edición y al equipo editor que ha trabajado en ella. George A. Kennedy Fort Collins, Colorado Marzo 9 de 1998
II
La retórica clásica y su tradición cristiana y secular desde la Antigüedad hasta nuestros días
El vivo meollo de la agudeza de Platón y el ingenio de Aristóteles La amena vena de Cicerón y de Quintiliano El alto juicio, aquí podrás ver: por esto si eres sabio, No busques más allá, sino ejercítate en este libro Roland M'Kilwein
The Logike ofthe Most Excellent Philosopher, P. Ramus Martyr
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PRÓLOGO
Pocas personas han contribuido tanto como el profesor George Alexander Kennedy a la comprensión de la historia de la retórica y a su difusión en el mundo académico de los últimos decenios. Desde sus primeros estudios sobre la figura de Quintiliano, el profesor Kennedy ha publicado numerosos artículos que constituyen un legado que, agradecidos, acu den hoy yenmonografías día los estudiosos de los campos másal diversos de las ciencias humanas y sociales. En efecto, la aventura intelectual del profesor Kennedy le ha llevado a proporcionar una visión completa de la retórica clásica en Roma y en Grecia, que se materializó en sus estudios The Art ofPersuasión in Greece (Princeton, 1963), The Art of Persuasión in the Román World (Princeton, 1972) y Greek Rhetoric under Román Emperors (Princeton, 1983), síntesis actualiza da y profundamente revisada de todos los cuales fue su A New History of ClassicalRhetoric (Princeton, 1998), obra de madurez y referencia obligada en el campo. Desde el punto de vista privilegiado que proporciona esta larga y fecunda trayectoria, el profesor Kennedy ha publicado también un novedoso estudio que sitúa a la retórica en una perspectiva cultural que podríamos lla mar universal: Comparative rhetoric: an historical and cross-cultural introduction (Oxford, 1998). La obra que aquí presentamos, traducción al español de la segunda edi ción de Classical Rhetoric and its Christian and Secular Tradition from Ancient to Modern Times (Chapel Hill, 1999) constituye la más reciente con tribución del profesor Kennedy al campo de la retórica y por su alcance y penetración da una visión completa de lo que ha sido la cultura occidental de la de la en retórica. En efecto, explicar el Kennedy nacimiento, difusión y auge de mano la retórica el mundo antiguo,trasesta obra de realiza un recorri do completo por los diversos y fecundos caminos que esta disciplina atrave só durante siglos. 15
GEORGE A. KENNEDY
Esta publicación no habría sido posible sin la generosidad de varias per sonas e instituciones, entre las que hay que nombrar, en primer lugar, al propio profesor Kennedy y a la editorial de la Universidad de Carolina del Norte, que han puesto todo de su parte para que los lectores hispanoha blantes pudieran tener este libro en sus manos. De dicha generosidad han hecho también gala las dos traductoras, Patricia Garrido y Victoria Pineda, así como la profesora Luisa López Grigera, que revisó el resultado final y aportó valiosas contribuciones: todas ellas han cedido desinteresadamente el fruto del prolongado y siempre arduo trabajo que es traducir un texto especializado.
Jorge Fernández López Director del Área de Humanidades Instituto de Estudios Riojanos
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CAPÍTULO I
RETÓRICA TRADICIONAL Y RETÓRICA CONCEPTUAL
La palabra "retórica" y sus equivalentes en otras lenguas se derivan del tér mino griego rhétorike, arte o técni ca del rhétór u orador público. El vocablo aparece por primera vez en Gorgias, el diálogo de Platón escrito durante la segunda década del siglo IV a. C, pero ambientado en la época de la gene ración anterior. En su diálogo con Sócrates (453a2), Gorgias define rhétorike como "el artífice de la persuasión". La palabra "persuasión" (peitho) ya se usaba anteriormente en griego para describir lo que más tarde se llamaría "retórica" 1. Otro término griego muy usado en este sentido es logos, que lite ralmente significa "palabra", pero que también puede equivaler a "discurso, argumento, razón". La retórica en Grecia era específicamente el arte civil de hablar en público, arte que se desarrolló bajo el gobierno constitucional, sobre todo durante la democracia ateniense de los siglos V y IV. Este arte, que se describía y se explicaba en manuales, discursos, diálogos, tratados y lecciones, se expandió y desarrolló gracias a los maestros y a los cultivadores de la oratoria, y tam bién a los filósofos, y dio lugar a lo que hoy llamamos "retórica clásica": una serie de prácticas sociales y políticas y un corpus de textos que describen o ilustran dichas prácticas. La retórica clásica, a su vez, se transmitió a la Edad Media, el Renacimiento y la Edad Moderna adaptándose a las necesidades de cada período, pero siempre bebiendo de las grandes fuentes clásicas, sobre todo de las obras de Cicerón, aunque también a veces de las de Platón, Aris tóteles, Quintiliano y otros autores griegos o latinos.
1. Ver Kenn edy, New History of Classical Rbetoríc, pp . 12-13.
17
GEOR GE A. KENN EDY
La retórica enten did a como técnica de pers uasi ón es un fenóm eno co mú n a todas las culturas humanas, e incluso es posible encontrar también analo gías en la comunicación animal 2 . Toda comunicación implica retórica. Cual quiera que hable o escriba tiene algún tipo de propósito, y la retórica ciertamente da cuenta de las maneras de cumplir ese propósito, o intentar cumplirlo, dentro de una determinada cultura. Los griegos y los romanos pen saban que tal propósito era la persuasión, pero entendida como algo mucho más general de lo que la conciben las ciencias sociales modernas. Las inten ciones de los hablantes son variadísimas, y van desde convencer al auditorio de un punto de vista contrario al que mantenía previamente, o implantar una convicción o creencia que no hubiera sido considerada con anterioridad, hasta la enseñanza o la exposición, o el entretenimiento y la demostración de
directa la habilidad del hablante. La persuasión se puede lograr de forma mediante la fuerza, la amenaza o el soborno, y se puede lograr de forma sim bólica mediante el uso de signos, entre los cuales destacan como más impor tantes la palabra escrita o hablada y los gestos. Toda comunicación es retórica porque usa alguna técnica para influir en los pensamientos, las acciones o las emociones del público. Los procedi mientos verbales más simples son el tono, el volumen y la repetición, como por ejemplo: "socorro, Socorro, ¡SOCORRO!". Las páginas blancas de la guía telefónica muestran un grado relativamente bajo de retórica. Su principal téc nica retórica es el orden alfabético, que consigue el propósito de permitir que el lector encuentre un nombre determinado fácilmente y, con la excepción de destellos ocasionales de letra negrita, el autor no busca influir en el lector para que llame a un número y no a otro. Las páginas amarillas son, desde luego, más retóricas, al pretender producir un efecto sobre el público y usar la visualización de los productos y otras técnicas tipográficas para determinar una decisión. Para trazar la influencia y las adaptaciones de la retórica clásica a lo largo de la historia occidental nos serán útiles algunas definiciones. Una de ellas es la que explica el concepto de retórica primaria. La retóric a prim aria es la con cepción que de la retórica tenían los griegos cuando por primera vez se des-
2. Ver Kenn edy, Comparative Rhetoñc, pp. 1-28.
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LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
cribieron las técnicas retóricas durante el siglo Va. C. La retórica era primaria mente un arte de la persuasión; se usaba primariamente en la vida civil; era primariamente oral. La retórica primaria implica un acto de enunciación en una ocasión específica; es un acto, no un texto, aunque ulteriormente se puede tra tar como texto. La primacía de la retórica primaria constituye un hecho funda mental en la tradición clásica: durante todo el Imperio Romano, cualquiera que fuese la situación real de sus alumnos, los maestros de retórica tenían como meta esencial el entrenamiento de hablantes públicos capaces de persuadir; incluso en la alta Edad Media, cuando quedaron reducidas las oportunidades prácticas de ejercitar la retórica civil, la definición y el contenido de la retórica tal como los expusieron Isidoro y Alcuino, por ejemplo, muestra la misma inclinación civil; el resurgimiento de la retórica clásica en la Italia renacentista vino prefigurada por la necesidad renovada de la retórica civil en las ciudades de los siglos XII y XIII; y el gran período de la retórica neoclásica es el momento en que el hablar en público surge con fuerza pujante en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, tanto en la iglesia como en el Estado. La retórica secundaria, po r otro lado , se refie re a las técnicas retóricas q ue se encuentran en un discurso, en la literatura y en otras formas artísticas, cuando dichas técnicas no se usan por su propósito primario, oral y persua sivo. En la retórica secundaria el acto de habla no tiene una importancia cen tral: ese papel lo acapara el texto. Las manifestaciones más frecuentes de la retórica secundaria son los lugares comunes, las figuras del lenguaje y los tro pos, dentro de obras escritas. Gran parte de la literatura, el arte y el discurso informal se adornan con la retórica secundaria, que puede no ser sino una forma característica del momento histórico concreto. Sin embargo, la retórica secundaria contribuye al propósito del hablante o del escritor, pero indirecta mente o en un nivel secundario. Proporciona maneras de subrayar las ideas o de hacerlas vividas. Alegra la página y alivia el tedio del lector. Puede que muestre el grado de cultura, de elocuencia o de habilidad del escritor, y por ello a menudo hace que éste resulte más aceptable para el público. Ha sido una característica permanente de la retórica clásica, en casi todas
las fases de su el apasar de las formas primarias a las secundarias, en ocasiones se historia, ha llegado invertir el esquema. Este fenómeno se ha bauti y letteraturizzazione. La letteraturizzazione es la zado con el término italiano tendencia de la retórica a cambiar de enfoque: de la persuasión a la narra-
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GEORG E A. KEN NED Y
ción, de contextos civiles a contextos personales, y del discurso hablado a la literatura, poesía inclusive. Este deslizamiento se puede observar en Grecia durante el período helenístico, en la época del Imperio Romano, en la Fran cia hoy: medieval, y en toda Europa el siglos al XVIII. Y también ocu rre la retórica, tal como se desde entiende en los XVI departamentos universitarios, es en gran medida una retórica secundaria 3. La razón primera de la letteraturizzazione de la retórica ha sido proba bleme nte el lugar que se le ha otor gado a esta disciplina en la educación a través de los siglos, y también la escasez de oportunidades para el discurso público y el desarrollo de la escri tura en la sociedad. Asimismo existe una retórica secundaria en otras artes diferentes a la lite ratura. En la Antigüedad la analogía entre la retórica y la pintura o la escul tura fue proclamada en repetidas ocasiones por Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, entre otros, e incluso existe alguna mención a la analogía con la arquitectura. A veces los autores que escriben sobre estas artes toman su ter minología de la retórica. En el Renacimiento y en épocas posteriores, los tra tados de música, de pintura y de otras artes a menudo se basaban en la estructura y las categorías de la retórica clásica. Las técnicas retóricas son asi mismo evidentes en la propaganda política de todas las épocas, en la cual las formas del discurso, la escritura (por ejemplo, las inscripciones), el teatro, el ritual, el arte, la arquitectura y el boato y las obras públicas se combinan para reforzar o para imponer el poder de un régimen determinado. La retórica tradicional es una práctica retórica que aparece en las culturas tradicionales que no usan la escritura y que se hallan relativamente poco con taminadas por la civilización occidental. En un reciente libro George A. Ken nedy (Comparative Rhetoric, Oxford University Press) analiza las formas y funciones de la retórica en estas culturas orales. Entre los temas del libro des tacan el de la retórica de las sociedades tradicionales entendida principalmente como un medio de alcanzar acuerdos, y el de la existencia en todo el mundo de varios niveles del lenguaje formal exigido para el discurso serio. El libro también trata de la retórica en las antiguas sociedades del Oriente Próximo, la
3. El auto r se refiere a la retórica enfocada a la práctica compositiva tal como se enseña en los departamentos de inglés de las universidades norteamericanas. [N. de la T.]
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LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
India y China, donde se conoce la escritura. Aunque las sociedades orales gene ralmente poseen palabras para designar al "orador", y también para referirse a varios géneros de discurso y a veces para técnicas retóricas, y a pesar de que muchas de estas sociedades le reservan a la elocuencia un lugar de honor, la tipificación de las teorías retóricas se halla sólo en sociedades que usan la escri tura, e incluso en ellas la plena sistematización no emerge sino lentamente. Los hablantes no pueden explicar bien cómo hacen lo qu e hacen, y además la habi lidad se adquiere por imitación, no a través de normas. Es el caso de la histo ria de la retórica en Grecia. En la Apología (21e) Platón presenta a Sócrates ridiculizando la incapacidad de los políticos y los poetas atenienses del siglo V para describir lo que sin embargo pueden ejecutar sin problema. La sistematización de las técnicas retóricas, la síntesis de una metarretórica, como a veces se llama ahora, tiene lugar en sofisticadas sociedades letra das. El grado de dicha sistematización varía en función de la necesidad práctica de una instrucción retórica, de la medida en que la sociedad es intros pectiva y de los valores retóricos mantenidos en esa sociedad. La instrucción de Ptahhotep, escrita en Egipto a principios del segundo milenio a. C, se ha considerado en ocasiones como el primer manual para hablar en público 4. En China, durante el siglo III a. C, Han Fei-tzu escribió un libro sobre los pode res políticos donde se incluye una explicación de dos maneras de persuadir 5, y por la misma época en la India, Kautilya compuso una extensa obra sobre política y retórica que presenta rasgos comunes con la teoría retórica griega 6. Una diferencia esencial entre la metarretórica griega y las de otras culturas letradas reside en que la primera desarrolla las teorías retóricas sobre todo para los hablantes de los tribunales, mientras que en otros lugares la retórica judicial no se considera importante. Asimismo, únicamente en Grecia, y por lo tanto en Europa occidental, la retórica se hallaba separada de la filosofía ética y política y conformaba una disciplina específica que llegó a incorpo rarse al sistema educativo. Isócrates y Aristóteles, a pesar de sus grandes dife rencias de pensamiento, son los principales responsables de esta segunda evolución.
4. Ibid, pp. 128-131. 5. Ibid., pp . 162-164. 6. Ib id , pp. 183-185.
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GEORG E A. KEN NED Y
Para intentar comprender la naturaleza de la retórica y de sus manifesta ciones históricas, contamos afortunadamente con descripciones de las circuns tancias y los contenidos de los discursos -y por lo tanto de la retórica tradicional- compuestos antes de cualquier sistematización metarretórica. Tales testimonios existen en el Próximo Oriente, en China y en la India. En Occi dente, la primera literatura griega, y en concreto los poemas homéricos de la litada y la Odisea, ofrecen una clara visión del discurso en una sociedad que todavía no usa la escritura. Los poemas son el resultado artístico de una tradi ción oral que describe grandes acontecimientos de fines del segundo milenio a. C. Probablemente alcanzaron la forma en que hoy los conocemos en el siglo VIII, y se escribieron, tal vez al dictado, durante la centuria siguiente. Por supuesto ninguno de los dos es un testimonio exacto de palabras literales pro nunciadas en realidad. Lo que importa es que el discurso, tal como se presenta en los poemas, proporciona una detallada imagen de lo que alguien podría haber dicho y cómo podría haberlo dicho según las circunstancias imaginadas. Los poemas contienen asimismo observaciones sobre la esencia y funciones de un discurso de naturaleza tradicional. Hallamos más testimonios en otros dos poemas griegos primitivos, la Teogonia y Los trabajos y los días de Hesíodo 7 . La ret óri ca en los po em as ho mé ri co s Los poemas homéricos retratan la sociedad griega antes de la introducción de la escritura. Aquella sociedad tenía su poesía oral: los cantos de los bardos sobre temas heroicos o mitológicos. De qué manera puede crearse y transmi tirse esta poesía es algo que ahora comprendemos relativamente bien gracias a estudios modernos sobre los poetas orales de los Balcanes y de otras áreas Los bardos orales no memorizan los cantos como un todo, sino que los recrean en cada ejecución basándose en elementos comunes: la estructura de los cuentos; temas o anécdotas útiles para relatar situaciones diversas -festi vales, banquetes, sacrificios, duelos, consejos o viajes-, adaptados a las nece-
8
.
7. Sobre la retórica e n la literatura griega antigua, ver Enos, Greek Rhetoric before Arístotle; Ken nedy, New History of Classical Rbetoric, pp. 11-15; John T. Kirby, "The 'Great Triangle' in Early Greek Rhetoric and Poetics", Rhetorica S (1992): 213-228; y Richard P. Martin, Language of Héroes: Speech and Performance in the Iliad (Ithaca: Cornell University Press, 1989). 8. Ver Lord, The Singer of Tales, y J. M. Foley, Theory ofOral Composition.
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sidades del contexto; y fórmulas o repeticiones literales de pasajes enteros, versos sueltos, frases o epítetos, útiles para construir la narración como si de ladrillos se tratase. Un bardo aprende su oficio escuchando a otros bardos, tra tando de imitarlos y haciéndose de un repertorio de estructuras, temas y fór mulas. En el canto de un bardo de verdadero éxito también existe un elemento que ni él ni sus oyentes pueden explicar por completo: su "inspira ción". El bardo siente que un dios -una "musa" en los poemas griegos- le canta a él y canta a través de él. En la sociedad descrita en los poemas homéricos y en otras sociedades tradicionales de todo el mundo, y hasta cierto punto también en sociedades letradas, el hablar en público se aprende siempre de la misma manera. El futuro orador escucha a otros hablantes y adquiere el conocimiento de los hechos del pasado, como un sentido que de las convenciones estilos formales y deasíaquellos elementos resultan efectivos.oratorias, A travésdede los la imitación y la práctica el hablante consigue su seguridad al hablar y adquiere técnicas y repertorios de ejemplos, de frases hechas y de temas. Se entiende en todo momento que el orador homérico habla de manera improvisada, y a veces gracias a la inspiración de un dios. Se dice que Aquiles, el héroe de la litada, apr endi ó de Fénix "a ser decidor de palabras y autor de hazañas" (litada LX 443). Éstos son los do s rasg os dis tintivos del héroe homérico, y Aquiles y Ulises sobresalen en ellos. Puesto que los poemas homéricos, luego de haber sido puestos por escrito en el siglo Vil a. C, fueron el libro de texto en donde los griegos aprendieron a leer, y puesto que fueron venerados casi como libros sagrados de la cultura, la actitud hacia el discurso presente en la litada ejerció un a fuerte in fluenci a en la conce pci ón del orador en la civilización greco-romana. Al igual que en la mayoría de las otras culturas, un hablante elocuente es objeto de gran admiración, pero a dife rencia de esas otras culturas, donde se valoraba la armonía y el consenso, los griegos no sólo toleraban sino que admiraban la disputa abierta. El orador griego -el orador varón-, igual que el atleta griego -varón-, quiere ganar y 9 obtiene honor de la victoria sobre su oponente . La ira, la retribución y los ata-
Sí. Los antiguos griegos proyecta ban esta actitu d en sus dioses, tanto masculinos como femeni nos. Las mortales en la literatura griega antigua, por ejemplo Andrómaca en la litada y Penélope en la Odisea, no muestran esta inclinación.
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ques personales eran aceptables en público. Esto es evidente en los fogosos debates que mantienen Agamenón y Aquiles, incluso con proyectiles de barro, a partir del comienzo del libro I de la litada. La aceptación de debate s reñidos continuó distintiva de la cultura griega y hadebates permane cido comosiendo rasgouna de característica la retórica occidental, excepto cuando dichos se han visto limitados por un gobierno autocrático o por la autoridad religiosa. A diferencia de Aquiles, Telémaco, el hijo de Ulises, se queda en casa, y en los primeros libros de la Odisea se enfrenta con la difícil situación de cómo manejarse con los admiradores que acosan a su madre. No tiene modelo ora torio alguno. En el libro II consigue reunir una asamblea de los hombres de ítaca ante quienes presenta sus quejas, pero le falta la autoridad adecuada para imponerse, incluso aunque la diosa Atenea le dote de un carisma físico con el paso de los años. El orador homérico debe tener autoridad. Esta auto ridad le viene en parte de la posición social que le haya otorgado su naci miento, pero él mismo debe afianzarla por lo que haya hecho, por cómo se comporte, por cómo sea capaz sancionar con hechos lo que dice con pala bras. Puesto que la personalidad es importante, surgen diferentes estilos en la elocución. Menelao habla rápida, clara y simplemente, mientras que Ulises (litada III 212-224). Néstor, el estalla en una verdadera tormenta de oratoria más viejo de los oradores, es locuaz, pero sus palabras son como la miel Cili ada I 247-252). Estas diferencias adquieren importancia a la hora de definir las características de estilo y ejecución en la retórica clásica. Más tarde, los retóricos clásicos se interesaron por definir las categorías de la oratoria: ¿cuándo usar discursos y cómo diferenciarlos según sus distintas fun ciones? Empezando con Aristóteles, la clasificación corriente es la de las formas deliberativa, judicial y epidíctica. Se consideraba que la retórica deliberativa afec taba a la determinación de las ventajas de una acción futura; la retórica judicial, a la determinación de la justicia o legalidad de una acción pasada; la epidíctica, al encomio o vituperio de lo honorable o lo deshonroso. Los poemas homéricos no revelan percepción alguna de tipos diferentes de oratoria ni ningún signo de que, como ocurre en algunas sociedades tradicionales, ciertos dialectos sean considerados más apropiados para ciertos escenarios. Pero en ellos, en los poe mas, sí se usa la oratoria en diferentes contextos. Muchas de estas ocasiones son encuentros personales, más apropiados para la conversación que para la orato ria; sin embargo, cuando en la Odisea se le pide a Ulises que diga quién es, nor-
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LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
malmente contesta con un largo discurso formal, y lo que dice suele sonar abso lutamente ficticio. La mentira es un rasgo endémico de la retórica occidental desde sus comienzos, y esto dio lugar a las repetidas, aunque ineficaces, pro testas de Platón y de otros filósofos de que la única retórica válida era la que manifestaba la verdad. Además de los encuentros informales, la oratoria en Homero se produce también en ocasiones deliberativas formales, a menudo a través un choque abierto de opiniones y alegaciones. Son los encuentros del consejo de los oficiales del ejército; las asambleas de soldados en la litada o de ciudadanos en la Odisea-,y las embaj adas, bi en oficiale s, co mo la recib ida po r Aquiles en el libro LX de la litada, o no oficiales, c om o la del libr o XXIV. Algu nos discursos pronunciados en consejos, asambleas o embajadas son declarati vos; en ellos una persona con alguna autoridad o poder simplemente dice lo que va a hacer: por ejemplo, el anuncio de Agamenón al consejo, en el libro II de la
litada, de qu e pond rá a pru eba al ejército. Otros son deba tes sobre cóm o actuar en una situación determinada. El único juicio que existe en el poema homérico es el cincelado en el escudo de Aquiles, tal como se describe en el libro XVIII de la litada. Pero algu nos discursos son de he ch o llamadas a la justicia y guar dan un cierto parecido con las ocasiones judiciales, como por ejemplo el debate entre Agamenón y Aquiles en el libro I de la litada o las quejas de Telé maco e n el libro II de la Odisea. Aparecen también algunos discursos que anticipan las ocasiones de la oratoria epidíctica posterior, tales como los varios de lamento por Héctor en los libros XVIII y XXIV de la litada, y el discurso de consola ción de Aquiles a Príamo en la litada, libro XXIV (599-620) 10. El libro noveno de la litada co nti ene el qu e tal vez sea el mejor conj unto de discursos de todo el poema. Su estudio interesa porque muestra las dife rencias en cuanto a técnica de tres oradores distintos y la réplica de Aquiles a cada uno de ellos. Algunos de los procedimientos empleados prefiguran las categorías de la retórica clásica. La ocasión es la embajada que envía el ejér cito griego, con el consentimiento de Agamenón, para tratar de persuadir a Aquiles de que regrese al combate. Hay tres embajadores, Ulises, Fénix y Áyax, elegidos por su potencial influencia sobre Aquiles. Él mismo reconoce (IX 204) que ellos son los hombres a quienes él más ama.
10. Ver Ochs, Consolatory Rhetoric.
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Ulises habla primero, y su discurso es el más cuidadosamente organizado del grupo. Consta de cinco partes. Primero, Ulises se dirige a Aquiles para agradecerle su hospitalidad (225-228), intentando establecer un tono cordial. Esto se corresponde con el proemio o introdu cción de un discurso clásico, que busca la atención y la benevolencia del oyente. En segundo lugar, pone de manifiesto su proposición (228-231): las nav es griegas será n dest rui das a menos que Aquiles regrese para ayudar al ejército. El súbito contraste entre la agradable atmósfera creada al pie de la fogata y la realidad de la situación militar introduce una nota de sorpresa. Se puede pensar que Ulises exagera un poco el peligro para conseguir su propósito, pero sólo un poco. En cual quier caso, su retrato de la situación es directo, claro y breve. Luego pasa a la tercera parte, una narración de có mo se ha desa rro llad o el conflicto (232246). Esta parte también es clara y rápida, y en ella se resaltan las acciones de Héctor, rival de Aquiles y caudillo de los romanos. Al final de la narración la amenaza de Héctor a las naves se amplifica en tres cláusulas ("tricolon", en la terminología de la retórica posterior): "cortar los emblemas que coronan la popa de las naves", "prender arrasador fuego en ellas mismas" y "aniquilar a los aqueos junto a ellas, aturdidos bajo el humo". Las cláusulas se ordenan de tal manera que crean un "climax" tanto en significado como en longitud: en griego son cuatro palabras, más cuatro palabras, más siete palabras. La cuarta parte del discurso de Ulises es una exhortación: "¡Venga, arriba si ansias, aun que sea bien tarde, proteger a los hijos de los aqueos...!" (247-248). Esto intro duce la prueba, es decir, las raz one s por las qu e Aquiles deber ía volver a la batalla (249-306). Se dan cinco razones. La primera es ética: más tarde se arre pentirá si no consigue ayudar a los griegos. La segunda podría considerarse como una apelación a la autoridad: el padre de Aquiles, dice Ulises, le ha aconsejado que controle su ira y evite peleas. Las palabras del padre de Aqui les se citan directamente, como si estuviera hablando él mismo. Éste es un recurso dramático que en la retórica clásica se desarrollará como la figura de la prosopopeya. La terc era raz ón es no artística, es decir, no se trata de u na idea que provenga del arte del hablante, sino de una lista de incentivos espe cíficos que Agamenón ofrecerá a Aquiles si éste vuelve. Algunos de ellos están ya preparados, como los siete trípodes, los diez talentos de oro, el regreso de Briseida, la esclava concubina de Aquiles, a quien Agamenón declara no haber tocado, etc. Otros incentivos son las promesas de los premios que
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ganará cuando caiga Troya, tales como veinte mujeres troyanas y la propia hija de Agamenón, que le será dada como esposa. Estas dos listas forman el elemento más largo del discurso. La cuarta razón por la que Aquiles debería volver reside en su misericordia hacia los aqueos y en la gloria que ganará entre ellos si lo hace. Esta apelación a las emociones podría describirse con el término retórico pathos. El recurso emocional es frecuentemente una carac terística del epílogo o conclusión de un discurso clásico. La razón final tam bién tiene que ver con las emociones: las circunstancias presentes ofrecen a Aquiles la oportunidad de matar a Héctor, que se jacta de no tener igual. La argumentación de Ulises se basa en un intento de identificar los intere ses de Aquiles con los de los otros griegos. La pretensión de despertar emo ciones es bastante evidente y los recursos psicológicos son obvios, en particular cuando al final hace ondear la bandera roja de la ostentosa victoria de Héctor en la cara de Aquiles. Las observaciones de Ulises resultan, a fin de cuentas, contraproducentes. En contraste con el discurso de Ulises, formal y cuidadosamente organi zado, la respuesta de Aquiles es personal y bastante digresiva, aunque deja adi vinar un cierto marco estructural subyacente. Después de una cortés disculpa introductoria por ser tan negativo, sus declaraciones se agrupan en tres cam pos: su punto de vista sobre la situación, su reacción a las órdenes específicas de Agamenón y su consejo a los embajadores. Su reacción primordial es que la lucha no lleva a ninguna parte: "Igual lote consiguen el inactivo y el que pelea con denuedo" (318). Estas declaraciones generales se incorporarán a la retórica clásica bajo el nombre de "máximas" o sententiae. Luego introduce un símil, comparándose a sí mismo con un pájaro que lleva a sus crías (323)· Se sirve de la ironía: "Ya tiene [Agamenón] una placentera esposa [Briseida]; que pase con ella las noches y disfrute" (336-337). Los versos empiezan siempre con las mismas palabras, recurso conocido técnicamente como anáfora·, "ni", "ni aunque", "ni siquiera" o "ni así". En cuanto a Héctor, ha mostrado su miedo hacia Aquiles. Ahora Aquiles ya no luchará con él, sino que zarpará rumbo a casa a la mañana siguiente. Esta amenaza no se ha mencionado con anteriori dad y parece el resultado de la referencia de Ulises a Héctor al final de su dis curso. Aquiles se coloca en una posición más defensiva de lo que sería normal, y lo hace porque gracias a la fuerza de los discursos que vendrán a continua ción se irá retractando gradualmente de lo que dice ahora.
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En el segmento siguiente del discurso, Aquiles procede a rechazar las ofer tas de Agamenón una por una. El carácter (ethos) de Agamenón, al que Aqui les considera malvado, es para éste un factor más importante que los regalos ofrecidos o que las apelaciones emocionales realizadas. Su propio carácter, incluso su personalidad, se dejan ver claramente: es voluble, sensible, se siente ofendido, pero también es idealista y, a su manera, tiene principios. Si el discurso de Ulises puede considerarse en general como "patético", la res puesta de Aquiles es en general "ética", es decir, basada en su propio carác ter y en el de Agamenón. No menciona a su padre, pero cita la trágica elección que su madre le había ofrecido: una corta vida, glorificada por la vic toria en Troya, o el regreso infame a una larga existencia. La última parte del discurso de Aquiles es su consejo a los embajadores (421-429). Deberían vol ver al campamento griego y encontrar alguna otra solución al problema. Fénix puede quedarse conFénix Aquiles y decidir quiere volver a Grecia él. A continuación responde a la siapelación de Aquiles con con un discurso largo y muy personal. Sus observaciones contienen dos elementos principa les. El primero es un extenso relato de su vida hasta ese momento y de su relación con Aquiles. El objetivo de dicha narración estriba en colocar a Fénix en el papel de padre de Aquiles y otorgarle esa autoridad. A este pasaje le sigue (497-528) una apelación para que Aquiles, por causas religiosas, mitigue su cólera. El segundo punto del discurso de Fénix es la historia de Meleagro (529-599), que ofrece un paralelismo con la situación de Aquiles: ¿qué le ocu rre a un héroe cuando no cumple su deber? Este elemento es análogo al uso de ejemplos en los oradores posteriores. Al final Fénix resume brevemente sus observaciones principales: si esperas, de todas maneras tendrás que venir en algún momento, pero sin regalos ni honor. La respuesta de Aquiles es breve: tengo suficiente honor, no es apropiado que tomes partido por Agamenón, quédate y comparte mi vida. Pero Aquiles no permanece impasible ante la apelación de Fénix, y el discurso de este último no es contraproducente como lo había sido el de Ulises. Aquiles no dice ya que se irá a la mañana siguiente, sino que a la mañana siguiente deci dirá si debe irse o quedarse. Como es natural, es difícil discernir qué es lo que específicamente, según el poeta, ha producido este cambio de opinión, pero la naturaleza general del discurso de Fénix sugeriría que lo que ha movido a Aquiles es la relación personal entre ellos. Se le hace difícil decirle que no a Fénix y tal vez le haya impresionado el ejemplo de Meleagro. 28
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El tercer embajador es Áyax, quien a lo largo de la litada se ha presentado como un soldado bronco. Su breve discurso no empieza dirigiéndose a Aquiles, sino que se aparta {apostrofe en la retórica clásica) para hablar a Ulises, diciendo esencialmente "vamonos a casa, estamos perdiendo el tiempo". Pero claro está que pretende que Aquiles oiga lo que dice, y pronto pasa a la segunda persona para dirigirse directamente a él (636) y recordarle los incentivos que le habían ofrecido. Termina con una protesta de amor y honor de parte de los amigos de Aquiles. Esta apelación, añadida a la de Fénix, provoca un efecto en Aquiles. Luego se retracta todavía más de su intención declarada de volver a casa, diciéndole a Áyax que aunque su cólera hacia Agamenón no ha menguado, se que dará en Tróade, y que si Héctor invade su campamento, se enfrentará con él. Se puede aprender mucho sobre la retórica clásica en el libro IX de la lit ada. Much os recurso s de invenci ón, dispos ición y estilo ya se us aba n an tes de que alguien los hubiera identificado y les hubiera puesto nombre. El papel del ethos, o carácter, es particularmente fuerte y se ve en tres presentaciones bien diferentes de tres oradores distintos, pero hay momentos en que las declaraciones refuerzan los motivos, lo que en retórica clásica se llamará entimemas. Indi vidu almen te, los discursos dejan claro qu e exis te un senti do de la estructura; como grupo, manifiestan el equilibrio entre ellos: Fénix y Aquiles en el medio, enmarcados por Ulises y por Áyax. La literatura clásica, y dentro de ella la oratoria griega, muestra predilección por el equilibrio y la simetría y por la tendencia a enmarcar los elementos.
litada A pesar de las cualidades artísticas de los discursos, el libro IX de la ejemplifica el fracaso de la retórica para manejarse en una situación de carác ter profundamente personal. Los argumentos basados en cosas prácticas no son persuasivos y el intento de despertar pasiones resulta aquí contraprodu cente. La lealtad y las amistades personales son las que producen la impre sión más honda. En la primera obra de la literatura europea nos damos de bruces con algunas de las limitaciones de la retórica. La re vol uci ón letr ada En la era micénica, a finales del segundo milenio, existió en Grecia una escritura silábica conocida como lineal B, usada para la contabilidad comercial. Durante los siglos XII y XI sobrevino una destrucción generalizada y con ella se perdió el conocimiento de la escritura. Ya en mejores condiciones, hacia el
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siglo VIII, los griegos adaptaron a las necesidades de su propio idioma una forma de la escritura alfabética fenicia. Para el siglo VII, la poesía oral tradi cional se conservaba por escrito en papiros que se importaban de Egipto, y en el siglo VI se publican ya obras nuevas, que se difunden gracias a copias manuscritas. Los libros y los lectores, sin embargo, fueron escasos hasta la segunda mitad del siglo quinto, época en la que aumenta significativamente la alfabetización en Atenas y en algunas otras ciudades, y en la que consta la exis tencia de librerías y de bibliotecas privadas 11 . El incremento del uso de la escri tura en los siglos V y IV se conoce como la "revolución letrada" de Grecia, que ha sido comparada con los cambios que srcinó la invención de la imprenta 12 en la Europa del siglo XV y con la tecnología electrónica del XX . Las causas de la revolución letrada no se pueden aislar con facilidad; se trata probable mente de la combinación de una serie de factores: los griegos se habían per catado del extenso uso de la escritura en el Oriente Próximo y de su utilidad comercial, administrativa, religiosa y literaria; para algunos individuos, las oportunidades de educación y estudio aumentaban si crecían sus posibilidades económicas; las necesidades del imperio militar y comercial ateniense condu jeron a un in cremen to del uso de la escritura pa ra comunicarse a distancia; al crecimiento de la alfabetización contribuyó, en fin, la democracia y la partici pación en asuntos públicos de una parte de la población cada vez mayor. En ocasiones se dejaron oír voces que desconfiaban de los textos escritos. El sofista Alcidamante escribió un opúsculo de tono crítico titulado Sobre los 13 que escriben discursos escntos , y al final del Fedro Platón critica la escritura sobre la base de que destruye la memoria y que un texto escrito no puede defenderse a sí mismo en un diálogo. El efecto de la escritura en la historia de la retórica fue, no obstante, altamente positivo. La escritura hizo posible la cir culación de los primeros manuales de retórica, que se analizarán en el Capí tulo 2, así como la publicación de los discursos de oradores y sofistas, que podían de esta manera leerse, estudiarse e imitarse a placer. Asimismo fomentó la precisión en el uso de las palabras y facilitó que los textos pudieran revi-
11. Ver Harris, Ancient Literacy.
12. Ver Ong , Orality and Literacy y Presence ofthe Word; Havelock, Literate Revolution; y Havelock y Hershbell, Communication Arts. 13. Traducido en Matson et al, Readingsfrom Classical Rhetoric, pp. 38-42.
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sarse y pulirse. Puede que incluso contribuyera a la utilización de oraciones más largas y complejas. La escritura hizo posible que el público pudiera releer los textos, comparar las declaraciones de un pasaje con las de otro, citar con exactitud y estudiar el estilo y la maestría del artista. En general, la escritura facilitó la existencia de recopilaciones de hechos, el estudio de la ciencia y la investigación de muchas materias. Finalmente, conservó el conocimiento del pasado; sin los textos escritos apenas sabríamos nada de la civilización griega Retórica técnica, so fí st ic a y
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filosófica
La época que se vivió en Grecia durante los siglos sexto, quinto y cuarto constituye uno de los momentos más fértiles de la historia. Este período supuso el desarrollo de las bases intelectuales y artísticas de la civilización occi dental, bases que habrían de configurar la filosofía, la ciencia, la literatura y el arte tal como se han definido y estudiado desde entonces. Los pensadores grie gos se esforzaron por dar una explicación no mitológica de por qué las cosas son como son, intentaron sentar principios de validez general y definir las rela ciones de lo universal con lo particular, y para ello emplearon un lenguaje abs tracto desconocido hasta entonces. Por primera vez se sintió la conciencia de las fuerzas naturales y sociales, que fueron objeto de definición y descripción. La retórica era una de esas cosas que los griegos querían definir, y al igual que en otras áreas del saber humano, la descripción de la retórica implicaba un movimiento en dos direcciones: hacia declaraciones generales de reglas apli cables en cualquier situación y hacia la descomposición de los universales en categorías y subcategorías que definieran mejor los particulares. Gracias a este fervor intelectual surgieron tres enfoques de la retórica o líneas permanentes en su tradición que se fueron desarrollando a lo largo de la historia de la Europa occidental. La primera de estas líneas, y la más siste técnica, al ser la teoría retórica de u na matizada, puede denominarse retórica techné, o sea, un manu al de retórica. L a retóric a técnica surgió de la s necesi dades de la democracia en Siracusa y en Atenas, y siempre se preocupó prin cipalmente del discurso público. De los tres factores de la situación comunicativa identificados por Aristóteles (Retórica 1.3.1) -hablante, discurso
14. Para más explicaci ones sob re los efectos de la escritura, con bibliogra fía ad icional, ver Ken nedy, Comparative RhetoHc, pp. 116-117 y 191-192.
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y oyente-, la retórica técnica se centra en el discurso a expensas de los otros dos. Es pragmática, muestra cómo presentar un asunto con eficacia y éxito, pero no pretende juzgar la moralidad del hablante y apenas se ocupa del auditorio. La definición característica de la retórica en esta tradición técnica es la de "arte de la persuasión". La retórica técnica de los siglos V y IV es el ante cedente directo de manuales latinos como el De inventione de Cice rón y la Rhetorica ad Herennium. Su interés po r la vida pública, y sob re to do por los discursos de los tribunales, la hicieron atractiva para los romanos, que a su vez la transmitieron a la Edad Media occidental y de ahí a períodos posterio res. La retórica técnica experimenta repetidos procesos de letteraturizzazione y a menudo queda reducida a guías de composición y estilo. La segunda línea, también producto del siglo Va. C, es la retórica sofística, la retórica tal como la entendían Gorgias y otros sofistas, desarrollada plena mente por Isócrates en el siglo cuarto, revivida durante la Segunda Sofística en tiempos romanos y traspasada al cristianismo por predicadores como Gregorio Nacianceno a finales de la Edad Antigua. La retórica sofística fue una línea más firme en la tradición bizantina que en el Occidente medieval, pero resurge poderosamente durante el Renacimiento. Hace hincapié en el hablante, más que en el discurso o en el oyente, y es la responsable del retrato del orador ideal que conduce a la sociedad a la noble consecución de los ideales nacio nales. Parte de la sofística retórica es deliberativa y parte es epidíctica. Con fre cuencia es ceremonial y cultural más que activa y política, y aunque de tono moral, tiende a no presionar para que se tomen decisiones difíciles o acciones inmediatas. La retórica sofística es por naturaleza un campo fértil para la ampli ficación, las fantasías elaboradas y el refinamiento estilístico, lo que la ha hecho objeto de frecuentes críticas, pero posee cualidades positivas que han asegu rado su supervivencia. Al igual que la retórica técnica, la línea sofística ha expe rimentado a menudo procesos de letteraturizzazione, com o se ve en obras literarias de gran escala dirigidas a la lectura y el disfrute de su elocuencia. La tercera línea, la retórica filosófica, comi enza con las objec ione s de Sócrates a la retórica técnica y a la sofística expresadas en los diálogos de Pla tón. Este tipo de retórica tiende a restarle importancia al hablante y a acen tua r la vali dez del mens aje y su efecto e n el audi tor io. La retóri ca filosófica guarda estrechas relaciones con la dialéctica y la lógica, con la ética y la teo ría política, y a veces con la psicología. Su tema natural es la deliberación
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acerca de los mejores intereses para el auditorio, pero la línea filosófica se encuentra frecuentemente combinada con las líneas técnica o sofística. La Retórica de Aristóteles es una obra clásica dentro de la tradición filosófica. El diálogo de Cicerón Sobre el orador sintetiza las tres tradiciones. En la Edad Media la manifestación más importante de la retórica filosófica se halla en la dialéctica. En el Renacimiento, esta visión filosófica inspira el trasvase de la inventio desde la retórica a la dialéctica. Vuelve a aparecer en su forma más pura con Bacon y Fénelon en el siglo XVII. Las mujeres en la retórica clásica Las mujeres rara vez hablaban en público en la Grecia clásica, pero hay algu nos testimonios de su habilidad retórica y de la importancia de su voz en la sociedad antigua. La mujer griega de la Antigüedad a la que mejor conocemos 15
a través sus propias palabras es laSafo de Lesbos Safo escribió poesía lírica de tema amoroso y nupcial durante primera mitad .del siglo VI a. C, un siglo largo antes de que existiera obra alguna sobre retórica, y es posible que hubiera diri gido una especie de escuela para jóvenes hijas de las clases altas. Su poesía fue muy admirada en la Antigüedad. Los gramáticos de Alejandría incluyeron sus obras en los cánones de la poesía clásica, de la cual se han recuperado en tiem pos modernos extensos fragmentos hallados en papiros escritos en los períodos helenístico y romano. Sus obras, no obstante, no pasaron a códices manuscritos en la alta Edad Media, quizá debido al recelo cristiano hacia la homosexualidad, y por eso hoy las conocemos únicamente gracias a la casualidad de que hayan sobrevivido los papiros y también a través de citas de autores varones del perí odo romano. El autor de Sobre lo sublime, conocido como Longino, que quizá escribía en el siglo II de nuestra era, cita (X 2) un poema corto de Safo y lo alaba por su viveza. Dionisio de Halicarnaso, rétor de finales del siglo la. C, se refiere (Sobre la composición 23) a la "Plegaria a Afrodita" como ejemplo de la elegan cia de estilo. En este poema, Safo le pide a la diosa del amor que vuelva a ella y describe su venida anterior en un carro de oro tirado por gorriones aleteantes:
15. Hay muc has tradu cciones mo der nas de parte de la poesía d e Safo, la más completa de las cuales es la de David A. Campbell en la Loeb Classical Library, Greek Lync, vol. 1; la de Maiy Barnard, Sappho (Berkeley: University of California Press, 1958) es una traducción poética. Para un estu dio general de Safo, ver Williamson, Sappho's ImmortalDaughters.
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"¿A quién", dice Afrodita, "debo convencer esta vez a que se entregue a tu amor? ¿Quién, Safo, te hace sufrir?". El texto griego menciona en este pasaje a Pitho, diosa de la persuasión. Pitho aparece en otros lugares de la poesía de Safo y, de hecho, buena parte de su obra trata directa o indirectamente de la base emo cional de la persuasión amatoria. La habilidad poética y retórica de Safo, al igual que la de otros poetas griegos antiguos, se puede atribuir a su propio genio, a su experiencia y observación, y también a la imitación y adaptación de la poe sía anterior, sobre todo la de los poemas homéricos. Asimismo se han hallado en papiros fragmentos de la poesía de otra mujer, Corina de Tanagra. Se han encontrado partes de un poema que describe una contienda musical entre los dioses de las montañas, y partes de otro en que se presagia el destino de las hijas de Esopo casadas con dioses 16 . Los discursos atribuidos a mujeres en la literatura griega fueron escritos por hombres, pero frecuentemente retratan a la mujer como una habilidosa artesana de la palabra. Entre dichos discursos tenemos las mujeres divinas y huma nas que hablan en la litada y en la Odisea y en las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. La Antígona de Sófocles, en la obra del mismo nombre, es especialmente experta en argumentar cuando debate con Creonte y con Ismene su derecho a enterrar a su hermano. Los personajes de las tragedias de Eurípides —Medea, Hécuba, Helena, Andrómaca y otras- aparecen utilizando técnicas propias de la corriente sofística del momento. Estos personajes feme ninos se presentan en un medio y con un discurso típicos del pasado heroico, en el que las mujeres de la aristocracia podrían haber gozado de una mayor participación en la sociedad que la que luego tuvieron en Atenas durante el período clásico. Las mujeres y las niñas respetables de Atenas vivían recluidas en sus hogares. Muchas aprendían a leer y escribir, y puede que algunas ejer cieran gran influencia a través de sus maridos, hijos o hermanos, pero sus res ponsabilidades principales eran las de esposa y madre; generalmente no comían con los hombres ni tenían demasiadas oportunidades de intercambio intelectual con ellos. Acudían, sí, a festivales religiosos, entre los que estaban las producciones teatrales (donde los papeles femeninos, sin embargo, eran representados por hombres con disfraz). Había algunos juegos atléticos para
16. Para la explicaci ón de Corina, ver Easterling y Knox, eds., con bibliografía.
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las muchachas, pero las mujeres no participaban en las reuniones de la asam blea política ni ocupaban cargo alguno, excepto el de sacerdotisas, y en ese caso, como religiosas que eran, estaban bajo el control de superiores varones. Su testimonio bajosiquiera juramento podía usarseCuando como Aristófanes, prueba, peroenno podían y hablar ni aparecer en un tribunal. Lisístrata Las Tesmoforiantes, imagina a mujeres de la época yendo a la huelga y man teniendo debates políticos, lo hace con una intención abiertamente humorís tica. Las comedias de Menandro, en que se describe la sociedad ateniense de la segunda mitad del siglo IV, parecerían sugerir que hacia esa época las muje res gozaban de mayor libertad de acción que tiempo atrás, y es posible que éste fuera también el caso en las ciudades helenísticas de habla griega17. Una excepción a la vida de reclusión de las mujeres atenienses se encuen tra en la clase de las hetairas, compuesta casi exclusivamente por extranjeras. Esta clase tenía como miembros a mujeres muy variadas: desde personas de gran influencia, como Aspasia de Mileto, que vivió muchos años con Pericles y a quien le dio un hijo; mujeres hábiles en la música y la danza, que actua ban en festivales y simposios; hasta concubinas no ciudadanas que mantenían una relación estable con un hombre, o incluso prostitutas. No hay pruebas de que ninguna mujer estudiara con los sofistas, pero algunas lo hicieron en la intimidad de las escuelas filosóficas, y unas cuantas escribieron obras de temas filosóficos18. Sobrevive un opúsculo, "Sobre la naturaleza humana", de Esara de Lucania, una pitagórica temprana 19. Entre los estudiantes de la Academia de Platón hubo dos mujeres, Lastenia de Mantinea y Axiota de Fliasa, ambas no atenienses (ver Diógenes Laercio 3-46). Nada se sabe de ellas excepto sus nombres. Una mujer llamada Leonción fue miem bro de la escuela filosófica de Epicuro a finales del siglo IV y escribió una obra, ahora perdida, sobre la naturaleza de los dioses, en la que atacaba los postulados de Teofrasto (Cicerón, De la naturaleza de los dioses 1.93).La ora ción LXI del sofista filósofo Dión Crisóstomo es un diálogo entre Dión y una amiga suya sobre la representación de las mujeres en la litada. La filósofa más famosa, Hipatia, vivió al final del período antiguo. Enseñó filosofía neoplató-
17. Ver Pome roy, Women in Hellenistic Egypt. 18. Ver Waithe, History of Women Philosophers. 19. Tradu cido en ibid., 1:20-21.
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nica en Alejandría en el siglo V después de Cristo, escribió comentarios, ahora perdidos, sobre textos filosóficos, y fue asesinada por los cristianos a instan cias del obispo Cirilo 20. Las mujeres que disfrutaron de las mejores oportunidades para influir en los asuntos públicos y que podrían haber tenido la ocasión de hablar públicamente fueron las pocas que llegaron a ser reinas de las ciudades griegas. Por ejemplo, Artemisia, reina de Caria, acompañó a Jerjes en la invasión de Grecia en 480 a. C, y estuvo al mando de un contingente naval en la batalla de Salamina. Heródoto, que muestra claramente su admiración por ella, le atribuye dos breves dis cursos en los que la reina ofrece al rey consejos prácticos y sinceros (Heródoto 8.68 y 102). Una segunda Artemisia sucedió a su marido, Mausolo, en el reinado de Caria en 353 a. C. En su memoria construyó el Mausoleo, una de las siete maravillas del mundo, y patrocinó un concurso de retórica en que participaron los principales sofistas del momento (Aulo Gelio 10.18). Otras reinas griegas posteriores son Cleopatra, que reinó en Egipto en el siglo la. C, según se des cribe en la vida de Antonio, en Plutarco; y Zenobia, reina de Palmira durante el siglo III de nuestra era, que llevó a la corte como consejero suyo al famoso rétor Casio Longino. La más famosa escritora del período bizantino en Grecia fue la princesa real Ana Comnena, que vivió en el siglo XII. Es la autora de una Alexíada, historia ambi enta da en su pro pia época, en cuyo prefacio l a autora habla de su educación en materia de gramática, retórica y filosofía 21. La actitud de Platón hacia las mujeres parece algo ambigua. Hay referen cias de a mujeres en sus diálogos veces negativas,ideal peroenenla las una sus últimas obras, Platón que hablaa de una son constitución que las Leyes, mujeres recibirían educación, participarían en la política y podrían ocupar car gos públicos {Leyes 785b). Ninguna mujer aparece directamente en los diálo gos platónicos, en los que las relaciones emocionales son las de la homosexualidad masculina, pero en el Banquete (201d-212c) Sócrates cue nta una larga conversación sobre el amor filosófico con una sacerdotisa llamada Diótima 22 . Puede que se trate de una persona real, aunque su discurso es,
20. Ibid., 169-195. 21. E. R. Sewter, trad., The Alexeid of Anna Comnena (New York: Viking Penguin, 1979). [Trad. española de R. Díaz en Ana Commeno, La Alexiada, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1989.] 22. Ver C. Jan S wearinge n, "A Lover's Discourse: Diotima, Discourse, an d Desire", en Lunsford, ed., Reclaiming Rbetorica, pp. 26-76.
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claro está, una recreación escenificada de Platón. En Menéxeno (236b-c) Sócrates refiere una conversación con Aspasia, a la cual atribuye la famosa oración funeral por Pericles, y añade que ha sido de ella de quien él ha apren dido dicha yoración, que recitadeseguidamente. La intención de PlatónUna en lec el Menéxeno la interpretación Aspasia se prestan a controversia. tura del diálogo sugiere que la atribución de Platón de un discurso fúnebre ateniense a la no ateniense Aspasia va dirigida a aquéllos que son suficiente mente ingenuos como para escuchar las palabras de un extraño 23. Aristóteles no consideraba la retórica como una facultad limitada única mente a los hombres. En su tratado sobre el tema cita ejemplos de técnicas retóricas atribuidos a mujeres, y en 1.5.6 dice que la felicidad está presente sólo a medias en aquellos estados donde la situación de la mujer es mala. Por otro lado, en la Política 1.13.11 cita con aprobación unas palabras de Sófo cles: "El silencio es un adorno de la mujer" y, en general, parece que tenía opiniones negativas sobre las habilidades intelectuales femeninas. Existen muy buenos y variados estudios recientes acerca de las mujeres de Grecia y de Roma24. El papel público de la mujer era algo más importante en la sociedad romana que en la griega, como se verá en el Capítulo 5. También en Capítulos posteriores se podrán encontrar otras referencias a la mujer en relación con la retórica25. En los períodos renacentista y neoclásico los textos escritos por mujeres empiezan a ser lo suficientemente numerosos como para constituir la base de la explicación de una retórica femenina. Como se dirá a lo largo del libro, existen testimonios de discursos públicos pronunciados por mujeres, entre los que están los discursos epidícticos del Renacimiento, pero la mayor parte de la retórica de las mujeres se encuentra en otros géneros, sobre todo la poesía lírica, la novela, el teatro y las cartas.
23. Ver Susan Jarratt y Rory Ong, "Aspasia: Rhetoric, Gender, and Colonial Ideology", en ibicl., pp. 9-24.
24. Ver sobre tod o Blundell, Women in Ancient Greece; H. Foley, Reflectioits of Women in Antiquity; Keuls, Reign of Phallus; y Lefkowitz y Fant, Women 's Life in Greece andRome. Números espe ciales sobre las mujeres en la Antigüedad son los publicados por las revistas Arethusa 11, n° 1-2 (1978) y Helios 13, n° 2 (1987). 25. Para más información sobr e las mujeres en la historia de l a retórica, ver Glenn, Rhetoric Retold, y Lunsford, ed., Reclaiming Rhetorica.
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CAPÍTULO LA
Π
RETÓRICA TÉCNICA
Las necesidades de la democracia griega provocaron la aparición de los primeros manuales clásicos sobre el arte de hablar en público. Varias ciudades griegas contaban con un gobierno democrático, principalmente la Atenas de los siglos V y IV a. C. A lo largo de un período de más de doscientos años se produjo una serie de cambios políticos que llevaron de un gobierno monár quico a uno aristocrático y finalmente a uno democrático. La democracia ate niense presuponía la participación activa de los ciudadanos adultos varones tanto en la asamblea deliberativa como en los tribunales de justicia. Cualquier ciudadano varón tenía derecho a hablar en la asamblea -que se parecía a una gran reunión municipal-, pero nadie estaba obligado a ello. En los tribunales, sin embargo, los hombres involucrados en un litigio o acusados de un delito debían hablar por sí mismos. Las mujeres eran representadas por un pariente varón. Si por cualquier motivo, como una enfermedad, un hombre no era capaz de hablar por sí mismo, podía hacerlo por él un pariente o amigo. Se llegó incluso a comprar el discurso de un logógrafo o escribiente de discursos, texto que el interesado trataba de memorizar, pero no existían abogados ni nadie que tuviera especial preparación en leyes y procedimientos. Es más, no existía fiscal público; eran los propios perjudicados por un delito, o algún pariente o persona interesada, los que emprendían los procesos judiciales. El número mínimo de componentes de un jurado ateniense era de 201; si el caso era importante, de 501, e incluso más en algunas ocasiones. El procedi miento en la corte de justicia consistía principalmente en un discurso a cargo del demandante y una respuesta a cargo del acusado. Para ello, ambos dirigían discursos ininterrumpidos al jurado. A veces cada uno pronunciaba dos discur sos. La declaración de los testigos se ponía por escrito antes del juicio y se leía en el tribunal. El procedimiento suponía que un ciudadano ordinario era com-
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pétente tanto para acusar como para defender, pero es posible que una persona carente de experiencia previa en el discurso público encontrara difícil dirigirse a un jurado tan numeroso, explicar el caso con claridad y persuadir a sus com ponentes de la justicia que en su opinión merecía. Como se dijo en el Capítulo 1, la sociedad griega toleraba, e incluso promovía, la contienda y la rivalidad hasta un extremo casi desconocido fuera de Occidente, y los atenienses eran particularmente proclives a enzarzarse en litigios. En Atenas los tribunales lle garon a convertirse a veces en una forma de entretenimiento público. Según la información derivada de una obra perdida de Aristóteles, el pri mer intento de proporcionar a un hablante poco habilidoso pautas sobre cómo preparar y pronunciar un discurso ante un tribunal habría ocurrido en Siracusa (Sicilia), donde la democracia de tipo ateniense se introdujo súbita mente en 467 a. C. 1 Los ciudadanos se hallaron envueltos en disputas sobre
propiedades o sobre otros asuntos y se vieron forzados a llevar ellos mismos los casos ante los tribunales. Un astuto siracusano empezó a enseñarles, a cambio de dinero, algunas técnicas simples para que pudieran presentar y argumentar los casos de manera eficiente. Algunos escritores griegos poste riores aluden a dos "inventores de la retórica" sicilianos llamados Córax y 2 Tisias, aunque probablemente se trate de la misma persona . El nombre Córax significa "cuervo" y es ciertamente inusitado en Grecia. Casi con seguridad es un apodo, así que sería mejor llamar al inventor del sistema retórico "Tisias el Cuervo", ya que las enseñanzas retóricas que Platón atribuye a Tisias son idénticas a las que Aristóteles atribuye a Córax. El arte de Tisias se enseñó srcinalmente de manera oral, a cambio de una cantidad de dinero, y después él mismo, o bien alguno de sus discípulos, lo puso por escrito, lo que permitió que se copiaran y vendieran ejemplares de la obra. Algunos de ellos llegaron a Atenas, donde fue reconocida su utilidad, y donde varias personas empezaron también a escribir Technai logón, "Artes del discurso". Para finales del siglo V existía ya una bibliografía técnica de manuales a la que se podía recurrir para afianzar los principios básicos de la
1. Ver Cicerón, Brutus 46-48. Para información más completa sob re los comi enzo s de la retó rica en Grecia, Radermacher, "Artium Scriptores"; ver también Kennedy, New Histoiy of Classical Rhetoric, pp. 30-35, y W.M.A. Grimaldi, "How Do We Get from Corax-Tisias to Plato-Aristotle in Greek Rhetorical Theory", en Johnstone, ed., Theory, Text, Context, pp. 19-43 2. Ver Thomas Colé, "Who Was Corax?" Illinois Classical Studies 16 (1991): 65-84.
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oratoria pública. La mejor imagen del contenido de estas tempranas "Artes" se puede encontrar en el diálogo platónico Fedro, escrito en el segundo cuarto del siglo IV, durante el tiempo en que todavía existían los manuales y en el lugar el que todavía se estudiaban. Al discutir naturaleza de la retórica, Fedro en le recuerda a Sócrates que hay libros sobre lala materia, y Sócrates enton ces repasa su contenido (Fedro 266-2ó7d). Dice que dichos libros indican que un hablante debería empezar con un prooemion o introdu cción, contin uar con una diegésis o narración, y luego presentar testigos, pruebas y probabili dades. Teodoro de Bizancio había sido uno de los autores de estos manuales y Sócrates dice que la división que establece Teodoro incluye la pistis y la epipistis o prueba y prueba suplementaria, seguidas de una refutación (elenchos) y de una refutación suplementaria (epexelenchos). Sócrates señala irónica mente que Tisias y Gorgias enseñaron cuánto más importantes eran las pro babilidades que los hechos, y cómo estas probabilidades podían agrandar las cosas pequeñas, empequeñecer las grandes, envejecer las nuevas, renovar las viejas, y ayudar a discutir cualquier materia con el detenimiento que se qui siera. Esta amplificación se relaciona con asuntos de estilo, y Sócrates conti núa recordando las categorías de dicción que identifican los manuales de Polo, Licimnio y Protágoras. Se habla de vocablos "propios", figurativos y poé ticos, y de los recursos para provocar pathos explica dos en el man ual de Trasímaco. Al final, se nos dice que un discurso debe tener un epílogos o conclusión que contenga un resumen del argumento. No deberíamos colegir del relato de Platón que los primitivos manuales 3 eran discusiones teóricas sobre la naturaleza y los usos de la retórica . Se limi taban a sugerir el esbozo de un discurso en cuatro o más partes, lo que daría claridad a la organización del tema, y probablemente consistieran ante todo en ejemplos de lo que se podría decir en cada una de las partes: cómo ganar la benevolencia y el interés del oyente en el proemio, cómo exponer clara y brevemente el caso en la narración, cómo construir o refutar un argumento en la prueba o cómo recapitular el argumento en el epílogo. Parece claro que los manuales estaban destinados a la preparación de los discursos ante los tri bunales, aunque algunos de los procedimientos se pueden aplicar a los dis-
3. Ver Colé, Oñgins ofRhetoric, pp . 71-94.
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cursos deliberativos de la asamblea. Probablemente no trataran la elección de palabras ni otros asuntos de estilo. Para eso se acudía, según advierte Platón, a las obras de Polo, Licimnio o Protágoras, las cuales a su vez constituían sim ples listas de diferentes tipos de palabras útiles en determinados contextos. La parte más importante de un discurso es por lo general el argumento, y la técnica que enseñan los manuales primitivos se centra en lo que en griego se llama eikos, argumento de "probabilidad". Unas páginas después, Sócrates dice (Fedro 273a-c) que por eikos Tisias entendía lo que "parece" verdad a la multitud, y cita el siguiente ejemplo: Si alguien, débil pero valeroso, habiendo golpeado a uno fuerte y cobarde, y robado el manto o cualquier otra cosa, fuera llevado ante un tribunal, nin guno de los dos tenía que decir la verdad, sino que el cobarde diría que no había sido golpeado únicamente por el valeroso, y éste, replicar, a su vez, que sí estaba solo, y echar mano de aquello de que "cómo yo siendo como soy, iba a poner las manos sobre éste que es como es?" (273b4-cl) Es, por tanto, posible usar la probabilidad desde cualquiera de los dos lados de un asunto. Lejos de condenar la técnica como inmoral, esta capacidad de adaptación atraía a los griegos del siglo V, que se deleitaban con las sutilezas de argumento y con la demostración de que una probabilidad era más probable que otra. Por el contrario, desconfiaban de las pruebas directas, tales como docu mentos y testigos, porque sabían que podían estar sometidas a engaños o sobor nos. Naturalmente, casi toda la oratoria trata de asuntos de probabilidad, no de
certeza, y la mayor parte de las pruebas pertenecen al mundo de lo probable, no al de lo demostrable científicamente. Sin embargo, en general los oradores posteriores prefieren tejer una compleja argumentación en la que se sacan con clusiones probables de una evidencia relativamente sólida, como pueden ser los testigos presenciales, y presentan la personalidad y los móviles de los involu crados en el hecho como factores relevantes. Tanto los oradores del siglo V, que conocemos por los textos conservados, como los discursos contenidos en algu nos escritos dramáticos e históricos de la época utilizan poco la evidencia directa y el carácter o personalidad de los involucrados y prefieren argumentar sus casos sobre de lacualquiera, acción humana: es lo que hubiera creído o qué es lo la queprobabilidad hubiera hecho dadas ¿qué las circunstancias? Los manuales de oratoria aparecen por primera vez en la Grecia del siglo V y han continuado escribiéndose y publicándose desde entonces. Al princi-
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pió una obra de esta clase se llamaba techné logón, "arte de las palabras", y luego, techné rhétoriké. Ars rhetorica fue el nombre que se impuso en latín. La retórica tal como se describe en estos manuales es generalmente fácil de distinguir de la retórica que aparece en otras formas de la tradición clásica: los manuales establecen preceptos para la oratoria pública, a menudo acom pañados de ejemplos, y tienen un interés primario en la retórica judicial, aun que en la Edad Media y el Renacimiento dicho interés se desliza hacia la escritura de cartas, la composición de versos y los sermones. En general los autores de manuales no reconocen como parte de su tarea el mostrarle a un futuro orador qué casos debe aceptar ni cuáles deben ser los límites de una apelación legítima al oyente. Dan por sentado que se tendrá éxito si se siguen las reglas y normalmente no insisten en la cuestión de la veracidad. Su len guaje, característicamente prescriptivo, suele ser fácil de reconocer: "Se debe..." Las expresiones "normalmente" y "suele ser" son necesarias en la frase anterior porque algunos escritos retóricos importantes, por ejemplo, la Institutio Oratoria de Quintiliano, incorporan extensamente material de la tra dición de los manuales, pero lo insertan en una consideración más amplia de la materia. Incluso Aristóteles, como veremos en el Capítulo 4, usa a veces este lenguaje prescriptivo (por ejemplo en Retórica 1.9), y en la segunda mitad del libro III, al ocuparse de las partes de un discurso, expone una ver sión revisada de la retórica de manual. Aristóteles escribía conferencias sobre retórica para los alumnos de su escuela filosófica y presentaba la materia como una disciplina, de manera sistemática, pero su mente inquisitiva tendía, sin embargo, a integrar en una imagen unificada todo lo que encontraba a mano, y esto incluía la retórica de los manuales. Al parecer, él mismo había resumido dichos manuales en un estudio, ahora perdido, Synagógé technón ("Colección de las artes"); además, los usa y los critica en la Retórica. El único manual griego de la época clásica que ha sobrevivido (aparte de los fragmentos de la obra de Aristóteles recién mencionados) es el que se conoce como Retónca a Alejandro4, texto que muestra una evolución ya que pasa de tratar únicamente la retórica judicial a incluir preceptos para la retórica
4. Trad ucid o por H. Rackham en el vol ume n de la Loeb Classical Library, Aristotle, Problems, 2:266-449.
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deliberativa y para la epidíctica. Probablemente su autor fue Anaxímenes de Lámpsaco (380-320 a. C. aproximadamente), que la escribiría un poco antes de que Aristóteles compusiera su Retórica. Lleva una carta introductoria, firmada por Aristóteles, que envía el tratado a Alejandro Magno. Aristóteles fue efecti vamente el maestro de Alejandro, pero la carta es un añadido posterior, y la fal sificación obedece seguramente a la intención de darle mayor autoridad a la obra. Es posible que el tratado srcinal de Anaxímenes sufriera otros cambios aparte de éste para adquirir una apariencia más aristotélica. Aunque el autor, como Aristóteles, identifica tres tipos de retórica —deliberativa, epidíctica y judi cial-, habla de siete especies de oratoria: exhortación y disuasión, encomio y vituperio, ataque y defensa, y examen, que incluye el interrogatorio a un opo nente. Esto aparece en los capítulos 2 a 5. Luego el autor se detiene largamente (capítulos 6 a 28) en asuntos comunes a todas las especies, tales como los tópi cos comunes, la amplificación, la confirmación, la anticipación al otro orador, la ironía, la elección y la colocación de las palabras y unos cuantos recursos de estilo. Lo que dice sobre la confirmación incluye el argumento de probabilidad. Finalmente se revisan las partes del discurso en términos de las siete especies de la oratoria (capítulos 29-37). Al final hay un capítulo de temas misceláneos. La estructura de la Retórica a Alejandro no es tota lmen te satisfact oria y la cuestión de cómo integrar el examen de las partes de la retórica con los tipos de oratoria y las partes del discurso fue un problema para los autores de manuales a lo largo de toda la Antigüedad 5 . Los teóricos del siglo IV -Platón, Isócrates, Aristóteles y Anaxímenes- consideran claramente que la retórica se ocupa de la invención, disposición y elocución. Aristóteles (3.1) agrega que la acción debería añadirse como parte cuarta. El problema de cómo tratar la invención se combinó con la teoría de la stasis de Hermágoras en el siglo II a. C. Se encontraron varias soluciones, pero las partes del discurso, que, según vimos en el Fedro, eran la estructura fundamental de los manuales anteriores, siguieron constituyendo un elemento importantísimo. En el tratado retórico más completo de la Antigüedad, la Institutio Oratoria de Quintiliano, la mayor parte del material relacionado con el contenido y el argumento de un discurso
5. Para una explica ción detallada, ver Manfred Fuhrmann , Das systematische Lehrbuch: Ein Beitrag zur Geschichte der Wissenschaften in derAntike (Góttingen: Vande nhoec k & Ruprecht, 1960).
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se inserta en una explicación de las ocho partes del discurso judicial, expli cación que ocupa los libros IV, V y VI, y que trata de manera ordenada el exordio, la narración, la digresión, la proposición, la división, la confirmación, la refutación y la conclusión (peroratio en latín). A esto le sigue en los libros VIII a X una explicación del estilo, y en el libro XI, un examen de la memo ria y la acción. Al igual que en la mayoría de los manuales latinos, la retórica judicial es, con diferencia, el centro principal de atención, si bie n hay men ciones a los tipos deliberativo y epidíctico. La retórica técnica cobró vida para satisfacer las necesidades de las ciuda des-estado griegas, donde todos los ciudadanos eran considerados iguales y donde se presumía que eran capaces de hablar por sí mismos. En su srcen se asocia con la libertad de expresión y con el amateurismo, primero en los tribunales, pero también en las asambleas políticas democráticas. La libertad de expresión en materia política sufrió un duro golpe con la derrota de los estados griegos a manos de Macedonia en el año 338 a. C, y con el estable cimiento del Imperio Romano bajo Augusto después de la batalla de Accio en el año 31 a. C, aunque sobrevivió en las cortes de justicia a lo largo del perí odo romano. El amateurismo perduró en los tribunales locales de Grecia hasta la época del Imperio Romano; en cambio en Roma, abogados profesionales o "patronos" representaban ya a sus "clientes" en el tribunal. La oratoria pública de Roma, tanto en los tribunales como en el senado y las asambleas, era practicada sobre todo por un número relativamente pequeño de oradores 6 . Los jóve profesionales, muy conscientes de la técnica y de su propio papel nes que aspiraban a la carrera pública estudiaban manuales como la Retórica a Herenio o el tra tado Sobre la invención de Cicerón, qu e es la obra de un joven que recopila para sí mismo el resultado de su estudios de adolescencia. Ambos textos se explicarán detalladamente en el Capítulo 5. La escritura de manuales y tratados técnicos fue frecuente durante la Anti güedad y abarca una gran variedad de temas. Los primeros son obras médicas, que tuvieron su srcen en la escuela de Hipócrates en el siglo V; algunos, por ejemplo, Sobre los aires, aguas y lugares son teóricos, pero otros, como Sobre las
hendas de la cabeza, son man ual es prácticos para méd ico s y cirujanos . Entre los
6. Ver Kenn edy, New History of Classical Rhetoric, pp. 103-106.
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manuales técnicos del siglo IV se hallan las obras de Jenofonte Sobre la equita ción e Hipárquico (consejos al com and ant e de caballería). En los siglos III y II a. C. aparecieron libros sobre geometría y gramática. El más famoso es Elemen tos de geometría de Eucl ides, que data aproxi madame nte del año 300 ; la gramá tica más antigua que ha sobrevivido es la de Dionisio Tracio, escrita a mediados del siglo II y usada en las escuelas griegas durante más de mil quinientos años. También hay obras técnicas sobre agricultura, astronomía, arquitectura, táctica militar, música, interpretación de los sueños, etc. Para la historia de la retórica, sin embargo, los manuales más importantes, aparte de los que se ocupan direc tamente de la oratoria pública, son los progymnasmata, que desc ribe n el sistema de enseñanza de la escritura en prosa, tal como se desarrolló en el período hele nístico y como continuó usándose hasta principios de la Edad Moderna.
Progymnasmata La palabra griega progymnasmata significa "ejercicio s pre lim ina res ". Preli minares, esto es, previos a la declamación practicada en las escuelas de retó rica. El término aparece una vez en la Retórica a Alejandro (28.1436a 25), lo que sugiere que ya en el siglo cuarto se practicaban ejercicios de redacción escrita. Asimismo la Retórica a Herenio, escrita a princ ipios del siglo I a. C , menciona dos ejercicios muy comunes (la narración en 2.12 y la sentencia en 4.56-57). Han sobrevivido cuatro manuales griegos de composición y, ade más, el tratado latino de Quintiliano ofrece explicaciones del asunto (2.4). La práctica de la redacción empezaba en las escuelas de gramática con ejercicios narrativos muy simples, a los que seguían tareas cada vez más difíciles como la prueba o la refutación de algo; estos ejercicios continuaban a veces durante los primeros años del estudio de la retórica 7. El primer tratamiento de los progymnasmata que ha sobrevivido es la obra de Elio Teón, que fue profesor en Alejandría a mediados del siglo I de nuestra era 8. El método pedagógico de Teón consistía en leer un pasaje en voz alta que' los alumnos tenían primero que escuchar y luego tratar de escribir de memo ria; una vez que conseguían dominar esta parte, se les daba a los estudiantes
7. Para una explicac ión detallada, ver ib id., pp. 202-208. 8. Editado, con traduc ción francesa, intr oducción y notas, por M arcel Patillon, Aelius Tloéon, Progymnasmata (París: Les Belles Lettres, 1997).
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un bre ve pasaje pa ra que lo parafraseara n y lo desarrol lasen y amplificasen, o para que intentaran refutarlo. Teón explica y aporta ejemplos de diez ejercicios: la chria (o anécdota), la fábula (como las atribuidas a Esopo), la narración, el lugar común (que trata de las virtudes y los vicios), la écfrasis (o descripción de algo), la prosopopeya (o discurso de personajes), el encomio, la síncrisis (o comparación) > la tesis (primero refutando una proposición, luego arguyendo una proposición) y el argumento para apoyar o combatir una ley. Otra serie de ejercicios de redacción se atribuye, quizá erróneamente, a Hermógenes de Tarso, rétor del siglo II. Este tratado fue la base de una ver sión latina, titulada praeexercitamina, escrita po r el gramá tico Prisci ano hacia el año 500 de nuestra era 9. Pero el más influyente de los manuales de redac ción fue el de Aftonio, escrito a finales del siglo IV 10. El tratado de Aftonio se us ó a lo largo de to do el per íod o bizanti no y alcanz ó gran d ifusi ón dura nte el Renacimiento, cuando Rodolfo Agrícola lo tradujo al latín. Por último, existe un manual escrito por Nicolao de Mira, que data del siglo V de nuestra era. Hacia finales del siglo I a. C, como más tarde, casi todos los estudiantes de Grecia y de Roma practicaban los ejercicios 'progymnasmáticos' en la escuela de gramática o en la de retórica. A través de ellos aprendían de una manera muy estructurada el modo de narrar, amplificar, describir, alabar, criticar, com parar, probar y refutar algo. Más tarde, combinando estas habilidades, podían llegar a componer un discurso. El profesor era quien asignaba los temas que se habían de tratar: el tema libre para las redacciones no se usaba en la edu cación greco-romana. Los progymnásmata son important es para el estudio de la literatura griega y latina de los períodos romano y helenístico porque eran ejercicios que a menudo proporcionaban a los escritores tanto las unidades estructurales de sus obras como las técnicas de amplificación. Entre los mejo res ejemplos destaca el de las Heroídas del poe ta latino Ovidio, qu e no so n sino prosopopeyas versificadas. La práctica del encomio tenía una importancia especial, ya que la oratoria epidíctica llegó a ser un género relevante en el perí odo imperial, aunque no se explicaba en detalle en los manuales retóricos. La investigación erudita y la escritura de manuales técnicos tuvo su srcen en Grecia. Catón el Viejo, Varrón, Celso y otros autores romanos compilaron
9. Tradu cido en Miller et al., eds., Readings in Medieval Rbetoric, pp. 52-68. 10. Traducido en Matson et al., eds, Readingsfrom ClassicalRbetoric, pp . 266-288.
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breves enciclopedias latinas que resumían la información existente sobre varias materias, entre ellas la retórica. Estas obras son los antecedentes de las enci clopedias de artes liberales de Marciano Cápela, Casiodoro e Isidoro de Sevilla, todas ellas durante fuentes importantísimas el conocimiento la teoría retórica occidental la Edad Media. para Maestros y alumnos depodían ampliar sus conocimientos con el estudio del manual ciceroniano Sobre la invención, y con la Retórica a Herenio (q ue también se atrib uía a Cicerón). En la Europ a or ien tal, de habla griega, cumplían esta función las discusiones técnicas sobre retó rica de Hermógenes y los progymnasmata de Aftonio. Tanto en el este com o en el oeste se preferían como textos escolares los manuales divulgativos, con sus reglas simplificadas y aptas para la memorización, y no otras consideracio nes más profundas sobre la materia, como la Retónca de Aristóteles y el tra tad o Sobre el orador de Cicerón. Durante el Renacimiento aparecieron nuevos manuales, que muchas veces iban dirigidos a estudiantes de nivel muy básico y que o bien trataban la retórica como un todo o bien se ocupaban únicamente de los ornamentos de estilo; dichos manuales seguían de cerca las fuentes clá sicas. En las universidades medievales y renacentistas se explicaba retórica generalmente en forma de comentarios al tratado Sobre la invención de Cice rón o a la Retórica a Herenio, per o con el tie mpo los profesores em pez aro n a redefinir la teoría retórica con sus propias palabras, adoptando un enfoque más filosófico y haciendo que los alumnos completaran su estudio con los clásicos. En el siglo XIX, y como parte del movimiento romántico en la literatura y en las artes, se produjo una reacción en contra de la naturaleza tan altamente estructurada de la retórica de manual, con sus reglas de argumentación, de disposición y de estilo. La retórica como disciplina perdió su primacía en el sistema educativo. El siglo XX ha contemplado el resurgir de la retórica, tanto la de tradición clásica como la de un puñado de "nuevas" retóricas. La Retó rica de Aristóteles, con su enfoque filosófico, ha vuelto a recuperar autoridad. Los manuales clásicos, después de haber dominado durante mucho tiempo la enseñanza de la materia, han sido sustituidos por textos introductorios sobre el arte de hablar en público y sobre la composición escrita. Dichos textos sue len adaptar los conceptos, la terminología, la organización y los preceptos de las fuentes clásicas de manera consciente o inconsciente, pero han abando nado como foco de interés la retórica judicial que había caracterizado a sus predecesores, y que ha pasado enteramente al terreno de los abogados.
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CAPÍTULO IA
Π Ι
METÓMICA SOFÍSTICA
Los manuales no fueron el único modo de adquirir habilidades para quien quisiera aprender a hablar y a argumentar en la Grecia clásica. Otra tradición más antigua, la de imitar a un orador de éxito, que no encerraba necesariamente la sistematización consciente de las técnicas implicadas, siguió desarrollándose hasta convertirse en la forma característica del estudio de retórica en lo que podríamos llamar las "escuelas" de los sofistas. La palabra sofista se deriva del adjetivo sophos, que significa "sabio" y podría traducirse como "experto". En el siglo V el término se usaba para alu dir a cualquiera que impartiese clases retribuidas de gramática, retórica, polí tica, ética y otras materias (ver Platón, Protágoras 313c). Entre los más famosos sofistas estaban Protágoras, Gorgias, Pródico e Hipias. Los sofistas eran profesores del arte de tener éxito en la vida civil de los estados griegos. La mayoría de ellosprincipal. no procedía de diálogos Atenas, pero los jóvenes cons Gor Protágoras, tituían la clientela Varios de Platón, como atenienses gias, Hipias Mayor e Hipias Menor, prese ntan un r etrato muy vivo, au nqu e epideixis pri negativo, de ellos. Los sofistas enseñaban sobre todo a través de vadas o públicas, esto es, mediante demostraciones orales que presentaban en un estilo bastante llamativo sus ideas y sus técnicas de confirmación. Estas presentaciones eran a veces dramáticas, como cuando Hipias apareció en Olimpia vistiendo un atuendo que él mismo había confeccionado (Platón Hipias Menor 368b). Algunos de los sofistas, Protágoras en particular, pueden considerarse como filósofos que desarrollaron ideas y publicaron tratados acerca de lo que cabría llamar epistemología, antropología, lingüística y casi todas las materias relacionadas con la vida y las creencias del hombre. Antes de Aris-
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tóteles, sin embargo, lo que hoy consideramos disciplinas independientes dentro de las artes y las ciencias, no se habían definido ni diferenciado, excepto en el caso de la medicina 1 . Eran estudiosos con intereses amplios e interdisciplinarios; proyectaban una imagen de gran confianza en sí mismos, 2 e incluso a veces afirmaban saber de todas las materias . Un punto crucial de su epideixis solía ser la antítesis entre lo qu e los griegos llam aban physis o naturaleza (es decir, aquello que es objetivamente verdad) y nomos, que significa "ley", pero que incluye instituciones, convenciones y creencias, generalmente consideradas en términos relativos. Su vehemente presenta ción de paradojas y planteamientos morales controvertidos ilustraba las grandes posibilidades que la retórica ofrecía para el cambio social y pro porcionaba un camino hacia el engrandecimiento del individuo. Buen ejem plo de esto último son los argumentos de Calicles en el Gorgias de Platón
República en favor del de re ch o o los de Trasímaco en el primer libro de la del más fuerte sobre el más débil. Se diría que la sofística es una evolución típica que se produce en sociedades letradas "sofisticadas" durante épocas de cambio y de enseñanzas filosóficas conflictivas. Al igual que en Grecia, también aparece en la India y en China 3 . Se dice que los sofistas tenían "escuelas" en el sentido de que atraían a seguidores, quienes pagaban la instrucción recibida. Lo que ocurría exacta mente en las escuelas de los sofistas no se conoce demasiado bien, pero lo cierto es que una de las actividades centrales consistía en escuchar al sofista recitar o leer versiones de sus discursos, para luego memorizar o imitar estas obras como modelos de argumentación y estilo, lo que podría haber sido cri ticado por los propios sofistas. Algunos sofistas se enzarzaban en un diálogo a base de preguntas y respuestas parecido a la dialéctica platónica. Los dis cursos que servían de modelo proporcionaban ejemplos de temas y formas de argumento o de estilo que podrían ser útiles en un discurso público.
1. Véase Schiappa, Protagoras and Logos, pp. 54-59. 2. La obra d e los primitivos sofistas griegos ape nas ha sobrevi vido en su forma srcinal; se
conoce sobre todo gracias a la aparición de los sofistas en los diálogos de Platón o a través de citas en las obras de otros autores griegos; Sprague ha traducido los fragmentos conservados: Sprague, ed., Older Sophists. Ver también Cassin, L'Effet sophistique; Jarratt, Rereading the Sophists; Kennedy, New History of Classical Rhetoric; de Romilly, Grands sophistes; y Untersteiner, Sophists. [Trad. española de A. Melero Bellido en Sofistas: testimonios y fragmentos, Madrid, Gredos, 1996.] 3. Ver Kenne dy, Comparative Rhetoric, pp. 158-161 y 179-180.
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Las Tetralogías atribuidas
a
Antifonte
Las Tetralogías de Antifonte constituyen el ejemplo que mejor ilustra cómo la oratoria judicial se podía aprender de los ejemplos de los sofistas. Antifonte es conocido como de sofista y como del el político fue Era ejecutado resultas del fracaso la revolución año 411 oligarca a. C. en que Atenas. tambiéna logógrafo, esto es, una persona que a cambio de dinero escribía discursos para que otros los pronunciaran ante el tribunal. Conservamos tres de estos 4 discursos de Antifonte, todos relacionados con casos de homicidio . Se ha debatido mucho sobre si éste es también el autor de las Tetralogías; la inves tigación más reciente apunta a que dichos textos podrían haberse escrito una generación después de la muerte de Antifonte, pero que se le han atribuido a él porque están relacionados con casos de homicidio y presentan técnicas similares a las suyas 5. Tanto en las Tetralogías como en los discursos de atri bución segura, el hablante basa su argumento en la probabilidad. Por otra parte, los pocos fragmentos que poseemos del discurso que Antifonte pro nunció en su propia defensa cuando fue juzgado por traición, muestran como improbable que él, por su propio interés, hubiese conspirado para derrocar al gobierno 6 . Quienquiera que fuese su autor, las Tetralogías estaban destina das claramente a servir como modelo para la técnica de la oratoria judicial, y consistían en tres grupos que contenían cuatro discursos cada uno, dos de acusación y dos de defensa, en juicios por asesinato imaginarios. No se dan los nombres de las personas involucradas en los casos. imaginada en lugar la primera la lo qu eacompañaba sigue: un hom bre La ha situación sido asesinado en un solitario, Tetralogía el esclavo esque también ha sido atacado y muerto, pero no sin antes declarar que el agresor es el acusado. El juicio en un caso de este tipo se llevaría a cabo ante el Areópago, un antiguo consejo con jurisdicción sobre casos de asesinato preme ditado, compuesto por antiguos altos cargos de la ciudad. No es fácil estimar
4. Se pu ed e consul tar la traduc ción de las obras de Antifonte, srcinales o atribuida s, en la edi Minor Attic Orators, 1:2-309, para la Loeb Classición de KJ. Maidment del volumen dedicado a los
Sopbists, cal Library; y en Antiphon, J.S. Morrison, incluido en Sprague, ed., Older pp.1997). 106-240. Verespañola también Speeches Michael Gagarin, (Cambridge: Cambridge University Press, [Trad. de J. Redondo Sánchez en Antifonte, Andócides, Discursos y fragmentos, Madrid, Gredos, 1991.] 5. Ver Edwin Carawan, "The Tetralogies and Athenian Homicide Triáis", American Journal of Philology 114 (1993): 235-270, y Rhetoric and the Lavo ofDraco, pp . 171-215. 6. Ver Sprag ue, ed., Older Sopbists, pp. 203-204.
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el número de miembros de tal jurado, pero podría haber cien o más. Como no existía el fiscal público, cualquiera que sintiese que había sufrido algún daño podía emprender una acción legal. En este caso el fiscal declara estar preocupado por la contaminación religiosa que infectará la ciudad si un ase sino queda libre. Abre su discurso con el siguiente proemio, que otros hablan tes podrían adaptar con facilidad para introducir cualquier caso que dependiera de pruebas circunstanciales y del argumento de probabilidad: De entre los asuntos legales, cuantos son urdidos por autores accidenta les no son difíciles de probar; pero aquellos que lleven a efecto los idóneos de carácter, que son expertos en causas judiciales, que se encuentran en aquel momento de su madurez en que más capaces son de ejercitar el racio cinio, son tan difíciles de entender como de probar. Ciertamente, ya que por la importancia del riesgo consideraban desde mucho tiempo atrás la impu nidad de las insidias que tramaban, no las emprenden antes que no se hayan precavido de toda sospecha. Por tanto, [miembros del jurado,] es menester que conozcáis tales hechos a fin de conceder el máximo crédito a aquel indicio de probabilidad que pudierais aceptar, cualquiera que éste fuese... Nadie que hubiera estado corriendo el peor de los peligros, con riesgo de su vida, habría dejado escapar un beneficio ya maduro y a su alcance: porque fueron encontrados conservando su ropa. En modo alguno lo mató nadie que hubiera bebido de más: porque habría sido reconocido por sus compañeros de convite. En modo alguno, tampoco, por un insulto: porque no habrían llegado a injuriarse a semejante hora de la noche y en lugar solitario. En modo alguno lo abordó al tomarlo por otro: porque no lo habría matado junto con el esclavo que lo acompañaba. Una vez des echado cualquier tipo de sospecha, el homicidio delata por sí mismo que este hombre murió por una conjura. Por tanto, ¿quién es más probable que se hubiera lanzado contra él, sino quien ya tiempo atrás había padecido grandes perjuicios y era susceptible de sufrirlos aún mayores? Este indivi duo es, pues, el encausado. (1.1.4-5) El orador sigue desarrollando las posibilidades, luego añade la prueba del testimonio del esclavo agonizante para corroborarlas y, finalmente, resume lo que y acentúa importancia erradicarunala narración, corrupcióncon de lala des ciu dad. ha El dicho discurso para un lacaso real habríadeincluido cripción de las personas y las circunstancias involucradas; aquí sólo tenemos proemio, confirmación basada en las probabilidades, pruebas y epílogo. En el
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segundo discurso de la misma Tetralogía es intere sante ver có mo el acusa do maneja el argumento que se acaba de citar. Bajo la ley ateniense, él tiene que defenderse a sí mismo, y responde: "Tampoco es inverosímil, como afirman esos individuos, sino conforme a lógica que quien deambula de noche, a des hora, sea muerto por sus vestidos. En efecto, el hecho de no haber sido des pojado de su ropa no es ningún indicio, porque, si no tuvieron tiempo de quitársela, sino que desistieron por temor a alguien que llegaba, fueron sen satos y no se alocaron, ya que prefirieron la salvación a la ganancia" (1.2.5). Las Tetralogías constituyen ejemplos de una forma de instrucción retórica que floreció en Atenas. No van acompañadas de reglas generales, y presumi blemente se estudiaban en forma escrita y se imitaban. En las páginas inicia les del Fedro de Platón encontramos al joven Fedro estudiando un discurso de Lisias; impresionado al escucharlo la primera vez, dice haber hecho que Lisias lo repitiera varias veces, haberle pedido prestado el manuscrito y ahora estar aprendiéndolo de memoria (Fedro 228a-b). En este caso, que tal vez sea ima ginario, es evidente que no hay explicación de la técnica del discurso hasta que Fedro se encuentra con Sócrates. Hallamos otro testimonio que indica la falta de sistematización de las técnicas y la formación de reglas en la queja de Aristóteles en el tratado sobre las Refutaciones sofísticas (183b-184a) acerca de que el método pragmático de Gorgias consistía sólo en proporcionar discursos a los alumnos para que los memorizaran, algo así como si uno intentara ense ñar el oficio de la zapatería dando a los alumnos una colección de zapatos. Los discípulos de los sofistas no necesariamente memorizaban y reprodu cían discursos enteros. Así como la composición de la poesía oral y la orato ria que había en ella se construyó con bloques de material memorizado adaptado a situaciones variadas, también la oratoria sofística era hasta un punto muy considerable un pastiche, un cosido de lugares comunes, más largo o más corto. Algunos de estos lugares comunes aparecen incluso en dis cursos judiciales reales que se pronunciaron en Atenas, sobre todo en las introducciones y en el tratamiento de algunas cuestiones típicas, tal como la flabilidad de las pruebas obtenidas mediante tortura. Conservamos una colec ción de proemios de Demóstenes, que él y otros usaban cuando los necesi taban. Por otra parte, la explicación de estilo, amplificación y apelación emocional de los manuales, tal como se presenta en el Fedro, sugeriría que los sofistas autores de algunos de dichos manuales recogían en ellos materia-
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les que luego sus alumnos podían incorporar libremente en sus discursos. En el discurso fragmentario Contra los sofistas (12-13) Isócrates compara la ense ñanza de la retórica por parte de algunos sofistas con la enseñanza del alfa beto: el alumno memorizaba como memorizaría letras, y componía discursos con estos elementospasajes como compondría palabraslascon las letras. Sólo que, dice Isócrates, los sofistas ni sabían ni podían enseñar a sus discípulos a combinar los pasajes de manera útil o apropiada, puesto que la composición es un proceso creativo y no algo que observe reglas definidas, como la orto grafía. El uso de lugares comunes de tipo sofista es una característica de la oratoria sofística y también de algunos otros géneros retóricos. En la Edad Media los manuales de epistolografía a menudo contenían fórmulas, como los encabezamientos y las despedidas, que el estudiante podía insertar en una carta. Asimismo durante el Renacimiento existió toda una serie de retóricas
formularias. Las colecciones de anécdotas y chistes que circulan para uso de los hablantes vendrían a ser los sucesores modernos de este tipo de obras. Los sofistas provocaron una revolución en la enseñanza, a la que se resis tieron los pensadores conservadores del siglo V, como podemos ver en la sátira que de los sofistas hace Aristófanes en Nubes. En las escuelas griegas anteriores, la principal actividad, después de la adquisición de las habilidades básicas de lectura y escritura, parece que habría sido la memorización y reci tación de textos poéticos épicos o líricos. No estaba prevista la práctica de la redacción libre ni se alentaba el pensamiento srcinal. Es a los alumnos de las escuelas sofistas a los que, por primera vez, se anima a que escriban redac ciones srcinales, a que practiquen los argumentos y a que pongan en cues tión los valores tradicionales. Gran parte de lo que los alumnos producían era seguramente imitativo, superficial o incluso banal, pero representa un intento de incorporarse activamente a la cultura de su tiempo, una época a la que se ha denominado "la Ilustración griega" 7. Gorgias El más famoso de entre los antiguos sofistas griegos es Gorgias, cuya larga vida se extiende desde aproximadamente el año 480 hasta cerca del 375 a. C.
7. Ver por ejemplo Solmsen, Intellectual Experiments ofthe Greek Enlightenment.
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Gorgias nació en Leontinos (Sicilia), cerca de Siracusa. Al parecer estudió con el filósofo Empédocles, y puede que hubiera conocido a Tisias. En el año 427 fue enviado por su ciudad natal como embajador a Atenas, ciudad que visitó frecuentemente durante el resto de su vida. Su notable estilo oratorio y sus dramáticas escenificaciones atrajeron la atención de muchos. Aunque los recursos que usaba estaban sacados, en buena medida, de la poesía griega y se podían encontrar individualmente en parte de la prosa anterior, él los explotó hasta un grado que no conocía precedentes. En los labios de Gorgias la oratoria se convirtió en un tintineo de palabras rimadas y de ritmos en eco. La estructura antitética, propia de la sintaxis griega, llegó a ser una obsesión. Las cláusulas se construían con paralelismos recurrentes y de modo que las partes tuvieran una longitud similar, haciéndolas coincidir incluso en número de sílabas. Es difícil reproducir estos efectos sonoros en español sin que pierda su verdadero efecto, pero la traducción de la descripción de Gorgias de Helena de Troya puede que sugiera algo parecido: Nacida de padres tan ilustres tuvo la belleza de una diosa, belleza que obtuvo y, sin ocultarla, ostentó. Muchísimas pasiones de amor en muchísi mos suscitó. Con un solo cuerpo muchos cuerpos congregó de hombres orgullosos de sus grandes merecimientos, hombres que poseyeron, unos, riquezas sin cuento, otros, la gloria de una rancia nobleza, otros, el vigor de su fuerza personal, otros, el poder de la sabiduría adquirida. Y llegaron todos movidos por un amor que deseaba la emulación y por un deseo 8
invencible de gloria. (§ 4) Esto es lo que se llama el estilo gorgiano. Los recursos específicos en que se basa se cuentan entre los primeros que fueron anotados en los manuales, schemata en griego quizá por los alumnos del propio Gorgias, y se denominan y figurae en latín; y en español, figuras. En los tra tad os retórico s del siglo IV ya hay explicaciones de figuras como el homoeoteleuton (rima al final de cláu sulas sucesivas), o el parison (longitu d similar de las cláusulas). L os auto res posteriores siguieron tratando las figuras gorgianas en su conjunto, aunque a
8. Traducción del discurs o completo en K ennedy, Alistóle on Rbetoric, pp. 284-288. Ver John Poulakis, "Gorgias' Encomium to Helen and the Defense of Rhetoric", Rhetorica 1 (1983): 1-6, y Edward Schiappa, "Toward a Predisciplinary Analysis of Gorgias' Helen", en Johnstone, ed., Theory, Text, Context, pp. 65-88.
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menudo las consideraban algo torpes 9. En la época de Gorgias fueron imitadas ampliamente por el historiador Tucídides, el orador Lisias y, por ejemplo, tam bién por Isócrates, pero de manera más comedida que su modelo srcinal. ¿Qué se pretendía con gorgianas? en el período de los primeros experimentos conlasla figuras prosa artística y enEstamos los comienzos de la acepta ción de la prosa como género de valor literario. Cabe pensar que Gorgias intentó crear un estilo oratorio elevado para el lenguaje formal, distinto de la lengua cotidiana, aunque corremos el riesgo de desviar la atención de lo que decía, en beneficio de cómo lo decía. Además, según ha explicado Jacqueline de Romilly10, Gorgias veía algo mágico en el discurso, el mismo tipo de magia que aparecía en la poesía religiosa o en los encantamientos curativos de los sanadores. En el Encomio de Helena (§ 8) Gorgias habla del poder de la pala bra: "La palabra es un poderoso soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible, lleva a cabo obras sumamente divinas. Puede, por ejemplo, acabar con el miedo, desterrar la aflicción, producir la alegría o inten sificar la compasión". Las figuras gorgianas deben probablemente considerarse como los recursos específicos por medio de los cuales Gorgias quería produ cir su magia. Son las técnicas que mueven las pasiones o que obsesionan la mente y arrastran al oyente a establecer un acuerdo inconsciente con el hablante. El hecho de considerar a Gorgias como un mago encontraría apoyo en la reacción general que su persona despertó en la Antigüedad: suele apa recer más como retórico inteligente que como filósofo; en Gorgias, el diálogo de Platón, parece incapaz de teorizar o analizar lo que hace. Los discursos de Gorgias no solamente se estudiaban como modelos de estilo, sino que también ilustraban la disposición y el argumento lógico. Su Encomio de Helena, por ejemplo, está dividido en proemio, narración, prueba y epílogo, tal como se establecía en los manuales de la época. Gorgias sos tiene que Helena había abandonado a Menelao y había huido a Troya con París por una de cuatro posibles razones: porque era el deseo de los dioses, porque fue llevada a la fuerza, porque fue seducida con palabras o porque la
9. Las figuras expre same nte a tribuidas a Gorgias por Diodo ro Sículo (12.53.4) son: antítesis, isocolon, parison y homoeoteleuton. Las figuras que se explican en la Retórica a Alejandro son: antíte sis, parisos (=isocolon) y paromoeosis (=homoeoteleuton y otras similitudes fónicas). Ver también Aristóteles, Retórica 3.9.9. 10. Ver de Romilly, Magic and Rhetoric in Ancient Greece, pp. 3-22.
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arrastró el amor. Después Gorgias trata de mostrar que cualquiera que hubiera sido la razón, Helena no debería ser considerada culpable. Algunos estudiosos han entendido que Gorgias era un filósofo serio, que especulaba sobre la naturaleza del ser y sobre las limitaciones del conoci 11 . Gor miento, y que había sido influido por los pitagóricos y por Empédocles gias comparte con estos filósofos el interés por los contrarios, las antítesis y las paradojas. Su tratado Sobre lo inexistente o sobre la naturaleza, que sobre vive en forma esquemática, puede entenderse como un esfuerzo serio en el campo del argumento lógico 12 . En dicha obra Gorgias propone que nada existe; que incluso si algo existe, es inaprensible para el hombre; y que incluso si fuera aprehensible, sería incomunicable. El argumento se apoya en la identificación y eliminación de posibilidades alternativas. En consecuencia, ya que no es posible conocer la verdad racionalmente, se puede argüir que
la función de un orador no consiste tanto en la demostración lógica como en la presentación emotiva, que moverá la voluntad de los oyentes a creer. Así pues, para Gorgias el poder de la persuasión implica el engaño, "el estado mental y emocional de los oyentes a través de reacciones sensoriales que esti mulan artificialmente por medio de palabras" 13 . Aproximarse a Gorgias desde un punto de vista filosófico, aunque valioso como es para relacionarlo con otras evoluciones intelectuales del siglo V, pro bablemente supondría una exageración de su sofisticación intelectual y le atri buiría un poder de teorización que no podemos probar. Gorgias imitaba lo que encontraba en los filósofos, igual que lo que encontraba en los poetas, no como reflejo de una teoría del conocimiento, sino como técnica del discurso. A pesar de que, como muchos otros sofistas de su tiempo, Gorgias tal vez man tenía una posición relativista sobre la verdad y los valores morales, no está claro que le preocuparan las implicaciones filosóficas. Lo que a él le importa, y lo que es característico de la línea sofística de la retórica, es su concepto del
11. Ver, por ejem plo, Untersteiner, The Sophists, pp. 194-205; ver también Bruce McComiskey, Rhe"Gorgias and the Art of Rhetoric: Toward a Holistic Reading of the Extant Gorgianic Fragments",
toric Society Quarterly 27 (1997): 5-24, y los seis artículos del "Panel on Gorgias" publica dos en Philosophy and Rhetoric 30, n° 1 (1997). 12. Traducido en Sprague, ed., Older Sophists, pp. 42-46. 13. Ver Richard L. Enos, "The Epistemology of Gorgias' Rhetoric: A Re-examination", Southern Speech Communication Journal 42 (1979): 49.
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poder del orador para conseguir lo que desea, para empequeñecer lo grande, magnificar lo pequeño, e incluso para que la peor causa parezca la mejor. Es la declaración de que esto se puede hacer lo que abre la discusión sobre la retórica en el Gorgias de Platón, y tal es la técnica que Gorgias ilustró y enseñó a otros al proporcionarles, oralmente y por escrito, modelos de imitación. Para muchos seguidores del sofista, la retórica era un divertido juego que no nece sariamente guardaba relación con la realidad o con la verdad. La sofística como Juego Al final del Encomio de Helena, Gorgias se refiere a l disc urso com o paignion, co mo "juego de niños". Algunas anécdo tas sobr e su vida nos dicen qu e tenía sentido del humor. Otros sofistas eran más serios o se consideraban a sí mismos más importantes, pero un rasgo recurrente de la retórica sofística era el deleite en la paradoja y el juego con las palabras y las ideas. Isócrates (Helena 12) men cio na e nco mios d e la sal o de las abejas, y en tiemp os p os teriores tenemos la Alabanza del cabello de Dión Crisóstomo o la Alabanza de la calvicie de Sinesio. En el Renacimie nto, enco ntr amo s el Elogio de la locura de Erasmo y otros discursos qu e o bie n son abierta ment e h umorí sticos o bien disfrazan algún propósito serio. Los dos discursos sofísticos en el Fedro de Platón, que argumentan que un no amante debe preferirse a un amante, son ejercicios lúdicos, no intentos serios de persuadir, aunque Sócrates se alarme por su inmoralidad inherente. Algunos d e los elem ento s lúdicos de l a sofística pr ovi ene n de un esfuerzo por enseñar métodos retóricos acudiendo a temas que interesen a los estu diantes, para quienes otros asuntos más serios habrían resultado aburridos. El deseo de interesar a las jóvenes mentes en el estudio de la retórica usando temas irreales pero divertidos, es también un rasgo de la declamación tal como se desarrolló en los períodos helenístico y romano. Este carácter lúdico de la sofística refleja asimismo la desilusión por un establishment político o religioso, aparentemente hipócrita y complaciente que rehusa poner en cuestión los valores y las prácticas tradicionales. Un ejemplo extremo de la retórica sofís tica de este tipo es el Modest Proposal de Jonathan Swift, donde se argumenta que en tiempos de hambruna se debe matar y comer a los bebés irlandeses. La parte satírica o lúdica de los primeros sofistas se puede asociar también con su relativismo, implícito en las obras de Gorgias y formulado, en su expresión
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más famosa, en las palabras de su coetáneo de mayor edad Protágoras: "El hombre es la medida de todas las cosas: de las que existen, como existentes; de las que no existen, como no existentes" y también "De los dioses no sabré decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que prohiben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida" (Diógenes Laercio 9.51). A lo largo de l a Ant igü edad existie ron es cuela s filosóficas escépt icas: algunos individuos llegaron a la conclusión de que la vida es un juego que no se debe tomar demasiado en serio. Este punto de vista concuerda con el gran interés de los griegos por el deporte, algo único en las sociedades antiguas. En el Panegírico de Isócrates hay un a analogía entr e los dep or tes y la vida pu blica de Grecia, analogía que se repite en obras posteriores. El carácter lúdico, el relativismo y el escepticismo de los primeros sofistas han atraído a pensadores modernos, y sin duda guardan semejanzas con algunos 14 . movimientos intelectuales postmodernos, sobre todo con la "deconstrucción" Al rechazar el logocentrismo, la creencia en la verdad absoluta, los pensadores postmodernos abren un campo nuevo a una retórica que se parece a ciertos experimentos de los primeros sofistas 15. Por otra parte, la manera que tenían los sofistas de desafiar a sus alumnos y de animarlos a la auto-expresión encuen tra algunas aplicaciones en la enseñanza de la redacción que reciben los estu diantes en nuestros días, aunque otras características de la enseñanza de entonces, tales como el uso abundante de lugares comunes, parecen menos aplicables. Como veremos, sin embargo, poner en cuestión los valores asocia
dos a los primitivos sofistas no ha sido una de las características constantes en la línea sofística de la retórica. La sofística ha servido a menudo como herra mienta del conservadurismo y de la defensa de los valores culturales del pasado. Las enseñanzas de Isócrates constituyen el primer ejemplo. Isócrates Las varia s corrie ntes e influencias d e la retóric a sofística grieg a confl uyen y dan un paso adelante en la obra de Isócrates (436-338 a. C). Isócrates hizo de la retórica la base permanente del sistema educativo del mundo greco-
14. Ver, por ejem plo, los ensayos en Vitanza , ed., Writing Histories of Rbetoríc, 15. Ver, por ejemplo, Mailloux, ed., Rhetoric, Sophistry, Pragmatism.
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romano y por tanto de muchos siglos futuros también, y convirtió a la orato ria en una forma literaria. Sus discursos se suelen considerar como epidícticos, pero esta afirmación necesita ciertas precisiones. Algunos de ellos, como Evágoras, Helena, Busiris y Arquidamo, son ejercicio s retóri cos, discu rsos de alabanza puramente epidícticos. Otros seis discursos anteriores fueron escri tos para que los clientes de Isócrates los pronunciaran en los tribunales de justicia, y son judiciales. Y sus obras má s largas e importantes, Panegírico, Antídosis (Sobre el cambio de fortunas), Filipo y Panatenaico, contiene n pasa jes epidícticos, pero son más bien intentos de influir en la política pública y, por lo tanto, su intención es deliberativa. Isócrates no pronunció en público ninguno de sus discursos, aunque sí se los leía a sus discípulos para oír las críticas que éstos tuvieran que hacerle. Isócrates había nacido en Atenas y conocía a Sócrates y a Platón, pero su pensamiento no se mueve en la dirección dialéctica y metafísica de este último. Habiendo perdido su fortuna familiar en la Guerra del Peloponeso, subsistió durante una época como logógrafo o escritor de discursos por encargo, pero aproximadamente en el año 393 o 392, varios años antes de que Platón fundara la Academia, abrió una escuela para que los estudiantes avanzados profundizaran en su educación liberal y se prepararan para una carrera de liderazgo en las varias ciudades del mundo griego. Entre los más famosos que estudiaron con él se hallan Nicocles, hijo del rey de Chipre, y Timoteo, el más importante general ateniense del segundo cuarto del siglo IV. La escuela de Isócrates se desarrolló a partir de las escuelas de los sofistas, pero a diferencia de otros sofistas él no viajaba, sino que hacía que los estu diantes se desplazaran y se quedaran con él durante un largo período de tiempo. Esto otorgaba a la escuela una estabilidad de la que carecían las Antídosis (§§ demostraciones de otros sofistas. A juzgar por lo que dice en la 287-290), tenía también un interés personal por los alumnos y el desarrollo de éstos en la auto-disciplina, lo que no hacían, que sepamos, otros sofistas. Finalmente, su escuela tenía establecidos claramente sus objetivos y un pro grama de estudios coherente que mantuvo durante más de cincuenta años. llegar a un de conocimiento básico de sus los objetivos dosEsde posible Isócrates a través la lectura de tres de discursos, y los méto Contra los sofistas, Panegírico y Antídosis, si bie n un a com pre ns ió n total de su carrera, de su significación para sus contemporáneos y de sus ideas políticas, nece-
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16 sitaría la lectura completa de sus otras obras . Contra los sofistas es un dis curso programático, compuesto y publicado por Isócrates poco después de la apertura de su escuela. Este texto va dirigido principalmente a diferenciar su propia escuela de las de los otros sofistas, tanto los que mostraban tru
cos para la argumentación como los que enseñaban a hablar en público a través de discursos modélicos y lugares comunes. Compartía con otros la opinión de que se debe empezar con una habilidad innata, que el entrena miento puede pulir, pero no crear. Existen, efectivamente, tres elementos para que la oratoria tenga éxito -que permanecen como rasgos inmutables de la teoría clásica retórica-: la naturaleza, el aprendizaje y la práctica. Es funci ón d el mae str o explicar lo s prin cipi os de la retórica y tam bié n ofrecer un modelo de oratoria para que los estudiantes puedan tomar ejemplo y for marse a sí mismos. Isócrates no usa el término "retórica", quizá a causa de
rhétorikos pa ra referir se a los las críticas socráticas (aunque sí usa el adjetivo hablantes públicos), sino que prefiere hablar de logos, "discurso", y llama a su enseñanza "filosofía", amor a la sabiduría. Con esto se refiere principal mente a una forma de conocimiento más práctica que teórica. Un factor muy importante es, a su juicio, el carácter moral; éste no se puede enseñar, dice, pero el estudio del discurso y de la política puede ayudar a despertar y ejer citar la conciencia moral. Desgraciadamente, el texto que poseemos termina en este punto. Para continuar con la explicación de las ideas educativas de Isócrates, es necesario acudir a la Anttdosis, un largo discurso que publi có hacia el añ o 353 a. C. con objeto de justificar el trabajo de su vida y de contestar a las cre cientes críticas sobre su persona. Tiene la forma de una defensa judicial en un juicio antidosis, un proc edim ient o legal en el qu e se desafía al acu sado a sufragar un servicio público costoso o bien a que intercambie propiedades con otro ciudadano, al que se le ha asignado el deber de pagar el servicio en cuestión. Los atenienses no pagaban impuestos personales, pero el Estado requería que los individuos adinerados contribuyeran a las producciones dra-
16. Existen traducci ones d e los discursos de Isócrates de George Norlin y LaRue Van Hook para la Loeb Classical Library. La explicación, enjaeger, Paideia, 3:46-155; Kennedy, New Histoiy of Classical Rhetoric, pp. 43-49; T. Poulakos, Speakingfor the Polis; y Yun Lee Too, Rhetoric ofldentity in Isó crates. [Trad. española de J. M. Guzmán Hermida en Isócrates, Discursos, Madrid, Gredos, 1979, 2 vols.]
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máticas, la construcción de barcos de guerra y otras necesidades públicas. Un ciudadano que tuviese la obligación de contribuir podía desafiar a otro e intentar probar que este otro era más adecuado que él para correr con los gas tos. supuesto de que Isócrates ama sado El unatexto granpresenta suma deeldinero en suimaginario escuela, pero el cargo que hubiera se le imputa es el de corrupción de los menores que asisten a ésta, al enseñarles a hablar y por lo tanto a jugar con ventaja en contiendas contrarias a la justicia. Isó crates quiere que sus lectores piensen en los cargos que se hicieron contra Sócrates cuarenta y tantos años antes, y se presenta a sí mismo a través de todo el discurso como una figura socrática. La Antídosis es sum amen te verbos a y pu ed e produci r bastan te tedio, pero resulta interesante observar cómo Isócrates introduce pasajes de tres de sus discursos anteriores como "testigos" en su defensa, y también cómo nombra a sus mejores alumnos y cómo discute de manera considerable mente detallada las actividades de uno de ellos, Timoteo. Niega (§§ 32-43) haber participado de manera activa en los tribunales y haber enseñado téc nicas de la oratoria judicial, y asegura (§ 67) que todos sus escritos han ten dido hacia la virtud y la justicia. En la última parte del discurso vuelve a la cuestión de las artes y de su método de instrucción, y reanuda algunos de los asuntos examinados en su discurso Contra los sofistas. Las art es se divi den en el arte de la mente y el arte del cuerpo (§§ 180-185): la primera es la filosofía, que enseña las formas del discurso; la segunda es la gimnasia, que enseña las posturas del cuerpo. Cada una es un antistrophos o com plemento de la otra (§ 182). Este concepto destacará como contraste a los comentarios de Platón y Aristóteles en relación con las artes. Isócrates glo rifica el arte del discurso (§§ 253-257) en un pasaje que toma de su Nicocles (§§ 5-9); advierte contra los peligros morales e intelectuales de la dialéctica y de la filosofía abstrusa, y elabora el concepto de que el estudio y la prác tica del discurso pueden mejorar a los hombres. El argumento radica en que el orador verdaderamente ambicioso, el que se ejercita en la escuela de Isó crates, primero elegirá como materia sólo grandes temas para el bien del
hombre, y segundo, seleccionará como pruebas ejemplos de las acciones nobles de los grandes hombres. Con ello el orador novato se acostumbrará a cont emp lar la virtud y sentirá s u influe ncia, no sól o en la planificación un discurso específico, sino en toda su vida, "de forma que el hablar bien y
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el reflexionar aparecerán al mismo tiempo en quienes preparan sus discur sos con filosofía y empeño" (§ 277)17. Hay que recordar que para el momento en que Isócrates escribió estas palabras, Platón, que era hasta cierto punto su rival como educador, había publicado el Gorgias y el Fedro, y había planteado una consideración de la retórica moralmente austera, que consideraremos en el Capítulo 4. Isócrates nunca menciona a Platón por su nombre, pero está claro que en muchas de sus obras responde a la desconfianza de éste por la retórica. Isócrates y Pla tón mantenían puntos de vista muy diferentes en cuanto a política y educa ción, y parece que la rivalidad entre ellos era bastante afilada. La réplica de Isócrates a las objeciones morales de Platón consiste en hacer más hincapié en el hablante que en la naturaleza del arte. La técnica del discurso no es ni buena ni mala moralmente; sólo los hombres son buenos o malos, y él, Isó crates, podría empezar con un joven bueno y desarrollar sus posibilidades para la bondad con la contemplación de grandes modelos. Esta imagen del orador es un rasgo permanente de la retórica clásica, desarrollada principal mente en siglos posteriores por Cicerón y Quintiliano, quien afirma que sólo un hombre bueno puede ser un buen orador. Como respuesta a la afirmación de Platón según la cual la retórica carece de conocimiento y de tema distin tivo, Isócrates trata de proporcionar el conocimiento de la ética, la política y la historia, y proclama repetidamente que el discurso debe tratar los temas "más elevados", es decir, según él, los asuntos y políticas internacionales. Isócrates dice (Antídosis §§ 295-296) que Atenas es la escuela de los ora dores, porque les mejores por suy porque habilidad, les elbrinda mayor número y laofrece mayor los variedad de premios oportunidades posee mejorel de los dialectos griegos como lengua nativa; por eso no es injusto que todos los grandes oradores deban ser pupilos de Atenas. La afirmación es defendi ble a tenor del papel que la democracia y la historia intelectual atenientes desempeñaron en el desarrollo de la retórica y la elocuencia, aunque disfraza las acciones opresivas e incluso crueles del imperialismo ateniense y el ego ísmo de algunos famosos dirigentes de la ciudad; desde luego éste no es un punto de vista que Platón reconociera como aceptable.
17. Para más información, ver Terry L. Papillon, "Mixed Unities in the Antidosis of Isócrates", Rhetoric Society Quarterly 27 (1997): 47-62.
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Sería interesante conocer más detalles sobre el programa intelectual de la escuela de Isócrates y la sistematización de la retórica que allí se desarrolló. Un fragmento de Contra los sofistas (16-18) parece indicar que Isócrates enseñaba redacción en términos de lo que luego se conocería como inven ción, disposición y elocución, e incluso puede que él hubiera sido el pri mero en distinguir estas partes fundamentales de la retórica. Recomienda también que "el maestro explique esto de la manera más precisa posible y no omita nada de lo que debe enseñar, y que de lo restante, se presente a sí mismo como un ejemplo de tal calidad, que los formados por él y capa ces de imitarle, aparezcan pronto como oradores más floridos y gratos que los demás". Esta declaración sugiere que Isócrates podría haber dado clases de retórica y podría haber establecido reglas para la redacción. Ciertamente ofreció muchos ejemplos de cómo escribir y cómo hablar. Algunos autores posteriores griegos y latinos mencionan un manual retórico, escrito o por Isócrates para el uso de sus alumnos o por alguno de éstos a partir de la instrucción oral del maestro. Quintiliano, por ejemplo, dice (3.4.11) que los seguidores de Isócrates requerían que la narración de un discurso fuera clara, breve y probable (idea con la que estuvieron de acuerdo muchos rétores posteriores), y que Aristóteles se refiere a Isócrates cuando pone obje ciones a la regla de la brevedad {Retórica 3-16.4). Probablemente las contribuciones de Isócrates a la técnica retórica afectaron más ampliamente al campo del estilo. Al buscar un medio para la expresión de ideas nobles, aunque algo superficiales, desarrolló una prosa extraordinariamente fluida, que contrasta con el áspero estilo de Gorgias. Su dicción es pura y general mente evita términos inusuales o poéticos. Aprovechando el hecho de que está escribiendo y no hablando, Isócrates ensambla estas palabras en lar guísimas oraciones periódicas. Las antítesis, las cláusulas causales y finales, y una inclinación no sólo a introducir declaraciones afirmativas, sino a negar sus contrarias, hacen que los pensamientos se expresen con claridad abso luta. Isócrates es uno de los escritores más fáciles de leer en griego a pesar de la longitud de sus oraciones, porque nunca deja nada por decir y nunca cambia bruscamente de tema. Símbolo del interés por la fluidez es su obse sión de evitar los hiatos, o colisión de sonidos que resulta al yuxtaponer palabras que terminan y empiezan con vocal. Estos rasgos estilísticos influ yeron de manera permanente en la prosa griega.
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Igualmente perdurable fue la creación de una escuela retórica 18. Los suce sores de Isócrates aparecieron no sólo en Atenas, sino en todas las ciudades helenísticas durante los siglos siguientes, y la institución acabó por exportarse a Roma, sobrevivió en Bizancio y reapareció en la Italia renacentista. Después de la época de Isócrates se desarrolló un modelo pedagógico estructurado de manera regular, y consistente a grandes rasgos en siete años de instrucción en una escuela primaria o de gramática, seguidos de varios años de estudio de retórica; después podía seguirse estudios más avanzados en retórica o filoso fía. A fines de la Edad Antigua y durante la Edad Media este sistema evolu ciona hacia el trivium -gramática, retórica y dialéctica-. Aunque los estudiantes griegos y romanos aprendían algo de aritmética y geometría ele mental, y al leer adquirían buenos conocimientos de mitología, religión, geo grafía, historia y política, y aunque los griegos -pero no los romanosestudiaban con regularidad música y gimnasia, val y renacentista era fundamentalmente verbal lay educación retórica. Laantigua, idea demedie Isócra tes de que el lenguaje era la base del liderazgo de una ciudad lo convirtió en el estudio por excelencia del hombre libre, y por tanto, en la principal arte liberal. Sólo en el siglo XIII los programas de estudio se ampliaron e inclu yeron las matemáticas y las ciencias más avanzadas; las disciplinas sociales, entre ellas la historia, no se enseñaron sistemáticamente en las escuelas ni en las universidades hasta el siglo XIX. El discurso más importante de Isócrates es el Panegírico, publicado hacia el año 380 a. C, fecha relativamente temprana en su larga carrera de profe sor. Un número de discursos posteriores, como el Areopagítico o el Panatenaico, son similares, aunque menos afortunados. El Panegírico constituye el ejemplo mejor y el más cuidadosamente ejecutado del estilo prosístico de Isó crates tal como se acaba de describir. Posee mayor unidad de tema, de estruc tura e incluso de adornos que cualquier otro de sus discursos, e ilustra muy bien el propósito de su autor de tratar únicamente los asuntos más grandes e ilustrarlos con las acciones más nobles. Es una propuesta de "panhelenismo", de que todos los griegos deberían unirse contra los bárbaros, tal como habían hecho ante las invasiones persas de principios del siglo V, y de que el lide-
18. Ver Kimball, Orators & Pbilosopbers, pp . 17-21, y Marrou, History ofEducation, pp . 119-136.
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razgo de tal unión le correspondería moral e históricamente a Atenas. Con anterioridad, Gorgias y Lisias habían hablado en Olimpia de panhelenismo, e Isócrates en este discurso se imagina a sí mismo haciendo lo propio. La uni dad de la cultura y de las tradiciones griegas fue durante siglos una especie de grito de guerra que se usó de forma efectiva por parte de los oradores, y que mantuvo vivo el helenismo hasta el final del Imperio Romano. Entre las pr ue ba s de la gr an de za d e Atena s, Isócr ates cita el pa pe l de la "filosofía" co mo él la entiende, y más en concreto del discurso, en un período espléndido (4719 50), cuya traducción aparece en el diagrama de la página 68 . La traducción intenta mostrar cómo se usan algunas de las figuras gorgianas. Existe una constante antítesis o equilibrio de conceptos: dos o más cláusulas o frases aparecen aproximadamente con la misma forma y longitud, y en el srcinal se da un considerable grado de similitud fónica al principio y al final de cada unidad de significado. En la traducción, algunos de estos efectos sonoros se identifican con cursivas. El ritmo de las palabras finales en griego es el del final de un verso heroico: dáctilo más espondeo. No debe desdeñarse otra contribución final de Isócrates a la tradición retó rica. Él es el primer gran "orador" que no ejecutó sus discursos oralmente. Fueron cuidadosamente corregidos, pulidos y publicados por escrito (pero por supuesto no impresos). Isócrates es, por tanto, una gran figura en la revo-
19. El diagra ma trad uce del inglés la versió n del autor, con el objeto de resp etar al máxim o los efectos que él desea señalar. A continuación se ofrece la traducción de Juan Manuel Guzmán Hermida, directamente del griego, en la Biblioteca Clásica Gredos: "Nuestra ciudad dio a conocer la filo sofía, que descubrió todo esto, ayudó a establecerlo, nos educó para las acciones, nos apaciguó, y diferenció las desgracias producidas por la ignorancia y las que resultan de la necesidad, y nos enseñó a rechazar las primeras y a soportar bien las segundas. También honró a la oratoria, que todos desean, envidiando a quienes la dominan. La ciudad sabía que tenemos por naturaleza esta única peculiari dad respecto a todos los animales y que con esta ventaja los superamos en todo lo demás; vio tam bién que es tan mudable la suerte en las demás acciones, que con frecuencia fracasan en ellas los inteligentes y prosperan los necios, pero que los tontos no participan de los discursos hermosos y bien construidos, empresa, por el contrario, de un espíritu bien dotado intelectualmente; y que los sabios y los ignorantes parece que se diferencian sobre todo en esta cuestión; se dio cuenta de que los hom bres de srcen libre no se reconocen por el valor, riqueza o bienes semejantes, sino que se destacan
especialmente discursos, ésta es lanomás de en la educación cada unosino de nos otros y que lospor quesusutilizan bienque la oratoria sólocierta tienenseñal poder sus propiasdeciudades, que son honrados en las demás. Nuestra ciudad aventajó tanto a los demás hombres en el pensamiento y oratoria que sus discípulos han llegado a ser maestros de otros, y ha conseguido que el nombre de griegos se aplique no a la raza, sino a la inteligencia, y que se llame griegos más a los partícipes de nuestra educación que a los de nuestra misma sangre". [N. de la T].
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lución letrada que se mencionó en el Capítulo 1, y gracias a él el discurso se convirtió en literatura, lo que significa un paso hacia la letteraturizzazione de la retórica. estudiosos modernos tradición isocrática dentrose de Los la retórica clásica, distintasuelen de ladistinguir tradiciónuna aristotélica. Esta distinción deriva específicamente de un pasaje del texto de Cicerón Sobre la invención (2.8), donde se habla de las dos "familias" de profesores en el período que siguió a Aristóteles e Isócrates, una interesada sobre todo en la filosofía pero atenta a la retórica, y la otra dedicada por entero al estudio del discurso. Se considera que la tradición isocrática hace hincapié en el discurso escrito más que en el hablado, en el epidíctico más que en el deliberativo o el judicial, en el estilo más que en el argumento, y en la amplificación más que en la fuerza. A esto deberíamos añadir que la tradición isocrática en su forma más pura es una continuación de la sofística y que su método básico de instruc ción, al igual que el de los sofistas anteriores, era escuchar o leer discursos e imitar su invención, disposición y elocución. A diferencia de la tradición aris totélica, los seguidores de Isócrates insisten menos en la teoría y en el apren dizaje de reglas y preceptos abstractos.
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Panegírico de Isócrates (47-50) El amor a la sabiduría, pues, que nos ha ayudado a descubrir y nos ha ayudado a establecer todo lo que hace grande a Atenas, que nos ha educado para los asuntos prácticos y ha hecho amables nuestras relaciones mutuas, qu e ha distinguido las desdic has de la ignorancia d e las de la necesi dad y nos ha enseñado a gua rdar nos contra aqu élla y a resistir contra ésta, [este amor a la sabiduría] NUESTRA CIUDAD ha puesto de manifiesto, y ha honrado la Palabra, que todos desean y que envidian los que no saben, reconociendo, por una parte, que es el rasgo natural que nos distingue de los animales,
y que gracias a la ventaja que nos proporciona sobresalimos por encima de ellos en todas [las demás cosas, y viendo, por otra parte, que en otros campos la fortuna es caprichosa de tal manera que en esos campos los sabios alcanzan el fracaso y los ignorantes alcanzan el éxito, y que no hay hablar noble y artístico para los malvados, sino que este hablar es el producto de un alma sabia, y que los sabios y aquellos que parecen ignorantes difieren completamente en esto, y que aquellos que son educados liberalmente desde el principio no son reconocidos por el coraje ni por las riquezas ni por tales beneficios, sino sobre todo por lo que se ha dicho, y que aquellos que usan bien el lenguaje son no sólo poderosos en sus ciudades, sino también honrados entre los demás hombres; y hasta tal punto NUESTRA CIUDAD ha aventajado al resto de la humanidad en sabiduría y lenguaje que sus estudiantes han llegado a ser maestros de otros, y ella ha hecho que el nombre de Helenes parezca no sólo el de un pueblo, sino el de una inteligencia, y que más se llaman griegos los que comparten nuestra educación que los que comparten nuestra sangre.
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La declamación El término "sofista" se usó regularmente en la Antigüedad para referirse a un maestro de retórica. Aunque algunos maestros dieron clases de retórica o com pusieron manuales para el uso de sus alumnos, su método básico de enseñanza era pronunciar discursos sobre asuntos imaginarios, a menudo señalando los ras gos de su tratamiento del tema, y exigir a los estudiantes que escribieran, memorizaran y pronunciaran discursos sobre asuntos parecidos. En griego un discurso de este tipo se llamaba metete, y en latín, declamatio, de don de se deriva la pala bra "declamación". La declamación es un híbrido de retórica sofística y retórica de manual. Se relaciona con la retórica de manual en que los estudiantes han aprendido los preceptos de la invención, disposición y elocución para usarlos en sus discursos, y en que se solía imaginar que los discursos se pronunciaban ante un tribunal se consideraban una preparación para sofística la oratoria Ladedecla mación, poryotro lado, forma parte de la tradición en judicial. el sentido que los estudiantes aprendían el método a través de la imitación de discursos famo sos del pasado o de los discursos del profesor, en que los discursos eran ejerci cios, no intentos reales de persuadir, y en que a los alumnos se les juzgaba pol la astucia o la novedad de lo que decían o por el adorno de sus discursos más que por la fuerza lógica de sus argumentos. Las demostraciones públicas de declamación atraían a numeroso público en algunas ocasiones, y llegaron a ser una importante forma de entretenimiento en Grecia y en Roma. Según Quintiliano (2.4.41), el uso de casos ficticios a imitación de los tri bunales empezó en tiempos de Demetrio de Falero, que rigió en Atenas entre el año 317 y el 307 a. C. La declamación se introdujo en las escuelas romanas a principios del siglo I a. C, y se dividía en suasoriae, discursos deliberativos en los que el estudiante tenía que imaginar que aconsejaba a un personaje mitológico o histórico -por ejemplo, a Agamenón para que no sacrificara a In genia, o a Alejandro Magno sobre si debía continuar sus conquistas en la India-, y controversiae, forma más com ún, en la que el instructor prop oní a una ley, real o imaginaria, y a partir de ahí construía un caso especial para tasar la ingeniosidad del estudiante -por ejemplo, una ley requiere que una mujer que ha sido violada elija si prefiere que su agresor sea condenado a muerte o si prefiere que se case con ella; el caso especial: un hombre viola a dos mujeres en una noche, la primera exige la condena a muerte, la segunda exige matrimonio-. La declamación no se practicaba como debate; era posi-
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ble que varios hablantes contendieran sobre el mismo tema, en cuyo caso podían todos defender la misma postura y no enfrentarse por tanto con los demás. La mejor información de que disponemos acerca de la declamación romana procede de una obra de Séneca el Viejo, escrita en el segundo cuarto del siglo I de nuestra era, en la que el autor recuerda las actividades de las escuelas de su infancia20. También se conservan colecciones de declamacio nes atribuidas a Quintiliano y a Calpurnio Flaco, que datan de siglos poste riores21. La declamación solía explotar temas relacionados con el sexo, la violencia, los tiranos, los piratas y los problemas entre padres e hijos, presu miblemente como manera de atraer el interés de los adolescentes, pero el resultado fue la creación de un mundo imaginario alejado de las preocupa ciones de los tribunales reales 22. La declamación ha influido en la literatura latina, donde los discursos insertados en la poesía épica, elegiaca y dramática recurren a las habilidades aprendidas en la escuela. Se encuentran buenos ejemplos en las obras de Ovidio y en las tragedias de Séneca el Joven. Para conocer la declamación en Grecia contamos con el manual retórico de Apsines23, con los discursos de Libanio y con la obra de Sópatro a fines de la Edad Antigua. Parece que los maestros griegos preferían los temas históricos más que sus colegas romanos. La práctica de la declamación continuó en el este durante el período bizantino. En Occidente fue desapareciendo durante la alta Edad Media, o bien fue absorbida por la dialéctica, pero reapareció en la baja Edad Media y en las escuelas renacentistas; una versión de esta práctica se desarrolló en las primeras universidades norteamericanas, donde a princi pios del siglo XIX todavía se ofrecía la declamación como parte del programa oficial de estudios y donde se practicaba en las ceremonias de apertura de curso, así como en los programas de las asociaciones para el debate 24.
Román 20. Traducida por Michael Winterbottom para la Loeb Classical Library. Ver Bonner, Declamation; Fairweather, Séneca the Eider, y Sussman, Eider Séneca. 21. Traduci das por Lewis A. Sussman, The Major Declamations Ascribed to Quintilian (Frankfurt: Lang, 1987) y TheDeclamations of Calpurnius Flaccus (Leiden: Brill, 1994). 22. Ver Russell, Greek Declamation, pp . 21-39. 23. Ver Dilts y Kennedy , eds . y trads., ιυ ο Greek Rhetorical Treatises, pp. 77-239. 24. Las "debat ing societies" son organizacio nes estudiantiles estableci das en el sen o de much as universidades de Australia, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros países, encaminadas al ejercicio y
mejora de las habilidades oratorias de sus miembros; entre sus actividades principales se cuenta la organización de concursos de oratoria. [N. de la T.]
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La Segunda Sofística En el siglo I después de Cristo apareció un movimiento, principalmente en griego, pero con algunas imitaciones en latín, al que el sofista Filóstrato deno minó "Segunda Sofística". El propio Filóstrato escribió la historia del movi miento hasta aproximadamente el año 230 25. Filóstrato distingue dos tipos de sofistas: el sofista puro y el sofista filosófico. Los sofistas puros eran profesores de retórica que enseñaban a sus alumnos algo de teoría, pero según cuentan Filóstrato y otras fuentes, parece que su énfasis residía claramente en la decla mación. La propia declamación del sofista ante la clase era la forma principal de instrucción. El caso típico es en el que él se imagina a sí mismo en alguna situación de la historia clásica griega y compone un discurso apropiado para ella. Puede que, por ejemplo, replicara a un discurso conservado de Demóstenes, o quizá incluso tratara de superar el discurso del propio Demóstenes com 26 . poniendo otro sobre el mismo asunto y siguiendo el estilo del modelo El otro tipo de sofista, según Filóstrato, es el sofista filósofo, que usa la ora toria para exponer sus puntos de vista sobre cuestiones políticas, morales o estéticas. Dión Crisóstomo (40-115 aproximadamente) es uno de los primeros ejemplos de este tipo de sofista. Estos sofistas podían también enseñar decla mación, pero por lo general se convertían en oradores famosos y a menudo servían como embajadores de sus ciudades de srcen o hablaban en actos públicos, y al igual que los sofistas anteriores, viajaban extensamente dando demostraciones de su arte. En el siglo segundo de la era cristiana esta forma
artística llegó a yser extraordinariamente popular como forma de sientreteni miento público, algunos sofistas se enriquecieron notablemente, bien es cierto que también desempeñaron una importante función cultural. Los temas más comunes de los grandes sofistas del Imperio fueron los valores cultura les de la civilización griega y su manifestación en el Imperio Romano. Los podemos imaginar como una especie de predicadores de moda que alimen taban la creencia en los valores heredados de la religión y la moral de la forma más pulida y elegante. Contribuyeron de manera significativa a la esta statu quo bilidad de una sociedad cuya meta principal era la preservación del
SecondSophistic y Sage, 25. Traducida por Wilmer C. Wright para la Loeb Classical Library. Ver Anderson, Saint, and Sophist. [Trad. española de M. C Giner en Filóstrato,Vidas de los sofistas, Madrid, Gredos, 1982.] 26. Ver Kenn edy, New Histoiy of Classical Rbetoric, pp. 230-256.
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frente al ataque bárbaro y a los nuevos movimientos religiosos, de entre los cuales el cristianismo era el más amenazante. Elio Aristides fue el más famoso de los sofistas del siglo segundo, y en su obra resurge el elemento mágico celebrado por Gorgias 27 . Los sofistas existieron durante el siglo tercero, pero las guerras y las crisis económicas dificultaron su camino tanto como el de los demás. En el cuarto, con unas condiciones más estables, florece otro grupo de sofistas influyentes, como describe Eunapio en las Vidas de losfilósofos y 28 sofistas . Entre los oradores más importantes del período se cuentan Libanio en Antioquía, Temistio en Constantinopla, Himerio en Atenas, y Sinesio en el norte de África. Aunque la mayoría de estos sofistas pronunciaban realmente sus discursos, ellos también, como Isócrates, escribieron, corrigieron y publi caron las obras de sus más grandes esfuerzos como piezas literarias, muchas de las cuales todavía sobreviven. Durante el período helenístico, cuando el griego llegó a ser el idioma inter naci onal de l Medit errán eo oriental y de Asia Menor, la leng ua habl ada sufrió cambios de pronunciación y vocabulario, y una simplificación de la gramática y la sintaxis, que condujo a lo que se ha llamado koine griega, mejor conocida como lengua del Nuevo Testamento griego. Al mismo tiempo, los profesores de retórica se entregaron de varias formas a un estilo enormemente artificial lla mado "asianismo", que recuerda algo a la técnica de Gorgias. Hacia finales del siglo I a. C. se produjo una reacción que canonizó el estilo prosístico de los ora dores áticos del siglo IV como modelo apropiado para la imitación en el discurso público y también en el discurso académico. Este movimiento es conocido como movimiento aticista, y sus efectos pueden comprobarse en el lenguaje de la Segunda Sofística. El aticismo, en varios grados de pureza, caracteriza la com posición de carácter serio a lo largo del Imperio Romano. Una versión del movi miento persistió en el lenguaje formal durante el período bizantino, a pesar de que el lenguaje cotidiano siguió separándose cada vez más del griego clásico hasta dar lugar al griego moderno. El griego ático como lenguaje formal se podría comparar con el uso continuado del latín en Occidente a fines de la Edad Antigua y la durante la Edad Media, cuando empieza a ser sustituido en el len guaje común por formas primitivas de las lenguas románicas.
27. Ver de Romilly, Magic and Rhetoric, pp. 75-88. 28. Traducidas por Wilmer C. Wright en el volumen de la Loeb Classical Library, junto con Filóstrato. [Trad. española de Francisco de P. Samaranch en Eunapio,Vidas defilósofos y sofistas, Buenos Aires, Aguilar, 1966.]
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La sofística desempeñó un papel intelectual, emocional y ceremonial a finales de la Edad Antigua. Las oraciones de la Segunda Sofística, en particu lar, pertenecen a unos cuantos géneros formales, cada uno de los cuales obe dece aellos un nombre y a ciertas convencionesesdeun estructura contenido. Entre están eltécnico panegírico, que técnicamente discursoy que se pro nuncia durante una festividad; el gamelion o discurso de bodas; el genetlíaco o discurso de nacimiento; el prosfonético, dirigido a un gobernante; el epita fio u oración funeral; y muchas otras formas. Estos géneros son analizados en el manual de un rétor llamado Menandro, que vivió a finales del siglo III29. Tienen en común el tópico de la alabanza o el vituperio, y por ello son sub divisiones de lo que Aristóteles había llamado oratoria epidíctica. La Segunda Sofística es primordialmente un movimiento griego, pero fue imitado en latín, y de hecho ha sobrevivido un número de encomios latinos de emperadores romanos, empezando por el Panegínco de Trajano escrito por Plinio el Joven. Igualmente, la sofística era pagana en srcen y en espíritu, y a menudo los cristianos la criticaron por su celebración de las bellezas de la mitología pagana o por el énfasis que ponía en el estilo, el ornamento o la bri llantez del orador. Pero la Segunda Sofística también influyó en parte de la escritura y de la predicación cristianas en una fecha tan temprana como el siglo II, como se verá en el Capítulo 7. En el siglo IV, primero cuando se toleró el cristianismo y luego cuando éste se convirtió en la religión oficial del Estado, tanto los emperadores como los oradores que los celebraban eran por lo gene ral cristianos. Los Padres de la Iglesia crearon una sofística cristiana, cuya tra dición continuó existiendo en el este, sin perder vigor, a lo largo del período bizantino. También se puede encontrar en la Edad Media occidental. Más tarde fue adoptada con entusiasmo por los humanistas del Renacimiento, tanto para congraciar a un orador o escritor con los ricos o poderosos, como para el puro disfrute de la libre expresión artística. La oratoria eclesiástica francesa del siglo XVII, sobre todo su oratoria fúnebre, forma parte de la tradición sofística, como también los discursos americanos del Memorial Day o el del Día de la Inde pendencia, o el de las ceremonias académicas de fin de curso.
29. Ver Russell y Wilson, ed s. y trads., Menander Rbetor, y Burguess, "Epideictic Literature". [Trad. española de M. García García y J. Gutiérrez Calderón en Menandro, Dos tratados de retórica epidíctica, Madrid, Círedos, 1996.]
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La sofística tiene mala reputación entre muchos críticos. Las objeciones de Platón al relativismo de los primeros sofistas inauguraron esta actitud, y el dis gusto de los austeros cristianos ante el ornato interesado la perpetuó. Hay una verbosidad vacía y una exageración evidentes en las vastas oraciones de Isócrates y de Elio Aristides, con sus impecables normas de lenguaje y expresión. Pero la sofística, como la retórica misma, no es necesariamente depravada o decadente o de mal gusto. Constituye una evolución natural de las sofistica das sociedades letradas que se encuentran en la India y en China tanto como en Grecia. En su historia occidental la sofística ha hecho hincapié en el papel del hablante y en el proceso del aprendizaje del discurso oral o escrito prin cipalmente mediante la imitación de modelos. La imitación es un asunto al que volveremos al explicar la retórica literaria. La sofística es también un lugar dentro del sistema retórico donde hay cabida para el genio y la inspiración, algo que los manuales técnicos son incapaces de crear. En este sentido, la gran obra crítica del movimiento sofista es el tratado De lo sublime, atribuido a Longino y escrito en tiempos de la Segunda Sofística. El redescubrimiento de "Longino" durante el Renacimiento tendría implicaciones importantes para la retórica neoclásica. Si a los sofistas a veces les gustaba sorprender al publico o consentir fan tasías, debe recordarse que la mayoría de ellos consideraba que el orador debía ser un hombre moralmente bueno, y que su tema más frecuente no fue cómo hacer que la causa peor pareciera mejor, sino la celebración de un gobierno ilustrado, el amor a los dioses, la belleza de las ciudades clásicas, los valores de la amistad, el significado del patriotismo, el triunfo de la razón o la artesanía del lenguaje. Sofistas y políticos Los sofistas griegos del período clásico trataron a veces de influir en la política internacional o en la política interna. Protágoras diseñó el código legal para la colonia ateniense de Turios; Gorgias promovió la unidad de los esta dos griegos en un discurso que pronunció en los juegos olímpicos; e Isócrates publicó una serie de discursos destinados a influir en los acontecimientos de su tiempo. El Panegírico, de 380 a. C, contribuyó probablemente a la Segunda Confederación Ateniense de 377. Fuera de esto es difícil trazar influencias directas de los sofistas clásicos sobre la vida política, pero su pre-
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sencia indirecta es significativa a través de la formación que de ellos obtenían sus estudiantes en materia de historia, teoría política y retórica. En tiempos del Imperio Romano los sofistas que habían ganado fama en las ciudades griegas iban con embajadas para defender causas locales ante el emperador o los gobernadores, y a veces conseguían obtener favores para sus comitentes. Dión Crisóstomo, Elio Aristides y otros sofistas del siglo II pro nunciaron importantes discursos ante emperadores, discursos que eran hala gadores en tono pero que también constituían la expresión pública de las cualidades que se esperaban de un gobernante griego, y ejercieron una sutil 30 influencia en la manera en que se debía gobernar . Aunque los emperadores tenían gran poder durante el tiempo de su reinado, gracias al control del ejér cito, de las finanzas y de la administración, también necesitaban apoyos, sobre todo de las clases altas. Los sofistas colaboraban para conseguir y a mantener estos apoyos, mientras que el patrocinio de los juegos, la distribución de comida o dinero, y la construcción de barcos, teatros u otros edificios públi cos, ayudaba a atraer el respaldo de las masas. Todos los emperadores de más éxito usaron el arte y la arquitectura como herramientas de propaganda, según se ve particularmente en el caso de Adriano, que también fue el empe rador que tuvo más conexiones con la Segunda Sofística. El final del Imperio Romano se caracterizó por permitir una indisimulada autocracia militar, pero que todavía necesitaba la adhesión -o al menos la falta de oposición abierta- del vulgo y sobre todo de las clases social y económi camente altas. Los sofistas continuaron supliendo estas necesidades gracias a los discursos públicos, sobre todo en el este de habla griega, y siguieron des arrollando esta función en el período bizantino. Aunque el Imperio Romano en su época última suprimió en general la libertad de expresión, los sofistas y los filósofos gozaban de una tradicional independencia, que quizá unas veces reflejaba el respeto del gobernante por su sabiduría y su elocuencia, y otras su divertido desprecio por la inutilidad de los sofistas. Libanio, Temistio y Sinesio pudieron hablar con bastante franqueza sobre los deberes del gober nante sin que ello fuera motivo de castigo. Con la victoria del cristianismo en
30. Ver, por ejem plo, los cuatro discursos de Dión De la realeza y el Discurso romano de Aris tides, traducidos en sendos volúmenes de la Loeb Classical Library.
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el siglo IV, los obispos cristianos, que heredaron algunas de las funciones de los sofistas y los filósofos, adquirieron una gran autoridad para influir en los gobernantes cristianos, amenazándolos con la excomunión o la condenación. Ambrosio, obispo de Milán, intervino repetidas veces en las acciones de los emperadores durante la segunda mitad del siglo IV, y en 390 excomulgó a Teodosio por ordenar una masacre en Tesalónica. El libro de Peter Brown Power and Persuasión in Late Antiquity: Towards a Christian Empire ofrece una explicación excelente de la influencia de los sofistas, los filósofos y los obispos sobre los asuntos públicos durante el fin del mundo antiguo.
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CAPÍTULO IV IA RETÓRICA FILOSÓFICA
En las sociedades tradicionales no se desconfía expresamente de la retó rica. Ésta parece que habría sido la situación en Grecia antes de la sistemati zación de la disciplina, pero la escritura de los manuales, y la declaración por parte de los sofistas en el sentido de que lo que ellos enseñaban era el arte del discurso, colocaron a la retórica en una posición vulnerable. Ciertas pre sunciones tácitas iniciales empezaron a ser sustituidas por acusaciones desca radas sobre el papel del orador y el poder de la palabra. Además ahora estaba al alcance de cualquiera que estuviese interesado en aprenderla. íntimamente ligada a la democracia y a las nuevas ideas, despertó la hostilidad de los oli garcas y conservadores. La retórica, a causa de su novedad, tendía a experi mentar exageradamente con los argumentos y el estilo. No sólo podía aparecer como vulgar y carente de gusto, sino que parecía tratar a la verdad con indiferencia y hacer que la peor causa pareciera la mejor. Aristófanes encontró en la retórica sofística un terreno fértil para la sátira cómica, como se ve en Nubes y en otras obras. Pero también se produjo una reacción más seria, que provocó lo que puede muy bien denominarse como retórica "filo sófica", que es el punto de vista expuesto por Sócrates, Platón y Aristóteles. Sócrates (469-399 a. C.) se asemejaba superficialmente a los sofistas. Le interesaban poco la física o la astronomía tal como las habían estudiado los filósofos anteriores, y se preocupaba más profundamente por la vida y el jui cio humanos, en la línea de Protágoras y de los sofistas más filosóficos. Al igual que ellos, contribuyó a la sistematización de abstracciones; como ellos, enseñaba de manera oral, se interesaba por las palabras y mostraba cierto gusto por la paradoja. Se distingue de los sofistas en que, al explicar sus ideas, prefiere un método basado en preguntas y respuestas, y no en lecciones o discursos; también por un rechazo de la idea de que el nomos o convención
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era la base del pensamiento y la acción; y por su rechazo del papel retórico y asertivo del sofista. Además, creía que poco se había conseguido con los debates de la democracia ateniense, y dudaba de que la retórica estuviese alcanzando la justicia en los tribunales. Mientras que la retórica de los manua les tenía un srcen democrático y la retórica sofística era políticamente ambi gua, la retórica filosófica fue antidemocrática en principio. Sin embargo, al hablar de las ideas de Sócrates sobre cualquier asunto hay que ir con cuidado, porque al igual que otros grandes maestros de la Antigüedad no dejó escrita ninguna obra donde expusiera sus puntos de vista, que conocemos única mente por los informes de sus seguidores o por las reacciones de sus críticos. El más importante de esos seguidores es Platón (429-347 a. C. aproxima damente), quien tomó muchas de las ideas de Sócrates y las desarrolló a lo largo de cincuenta años en una serie de diálogos, la mayoría de los cuales representan conversaciones de Sócrates. Lo que a menudo se conoce como la "cuestión socrática" es el problema de hasta qué punto estos diálogos mues tran realmente opiniones de Sócrates y hasta qué punto constituyen un vehí culo para las propias especulaciones filosóficas de Platón. Hoy en día, la creencia más común es que el Sócrates histórico subrayó la necesidad de exa minar asunciones y definir conceptos, y que aunque las semillas de muchas doctrinas platónicas, como la de las "formas", el recuerdo y la imitación, se hallaban quizás implícitas en los intereses de Sócrates, Platón se permitió des arrollar sus propias ideas, manteniendo a Sócrates como figura dramática en 1
la exposición de las mismas . Si esto es así, los primeros escritos platónicos serían probablemente más socráticos que los posteriores. Platón es el más grande escritor griego en prosa, maestro de la estructura, la caracterización y el estilo, así como uno de los mayores pensadores de todos los tiempos; quizá también es uno de los más peligrosos al haber sido 2 un influyente "enemigo de la sociedad abierta" . Es un retórico consumado y un artista literario con tantas dimensiones, que cualquier análisis de su obra
1. Ver Guthrie, History of Greek Philosophy, 3:349-355. 2. Ver Karl R. Pop per, The Open Society and Its Enemies, vol. 1: The Spell of Plato, 5a ed. (Prin ceton: Princeton University Press, 1991) Debería recordarse, sin embargo, que las ideas de Platón se atribuyen en gran medida a Sócrates y se expresan en diálogos en los que Platón elude toda respon sabilidad personal por lo que allí se dice; por otra parte, debe recordarse también que la mayoría de estos diálogos son "aporéticos", es decir, carentes de conclusión definitiva.
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está abocado a no llegar a apreciar por completo su verdadero significado y su arte. Todos los diálogos de Platón están tocados por la retórica -en parti cular la República, el Banquete y el Menéxeno contienen interesantes aplica del artepero la Apología ofrece el mejor ejemplo de orador yciones el Gorgias y el Fedro discuten específicamente la naturaleza de lasocrático, retórica, de manera que nuestra explicación se puede limitar a estas tres obras. LaApología de Sócrates de Platón La Apología es la versión que, después de los hechos, expuso Platón de un discurso pronunciado por Sócrates en el juicio del año 399 a. C, que con dujo a su condena por cargos de ateísmo y corrupción de menores y a su pos terior ejecución3. La mayoría de los críticos tienden a pensar que fue compuesta en el primer o en el segundo año después del juicio, al que Pla tón asistió (Apología 386b)4, pero es posible que la obra fuera escrita hacia el 390 a. C. en respuesta a la publicación de la Acusación contra Sócrates (hoy perdida) del sofista Polícrates. En cualquier caso, la Apología es una de las primeras obras de Platón y por tanto una de las más cercanas en tiempo y pensamiento al Sócrates real. Si Sócrates no dijo lo que aquí se le atribuye, al menos el discurso aquí presentado es algo que, en los diez años posteriores a su muerte, se consideraba que habría podido decir. Las líneas iniciales de la Apología establecen claramente no sólo la premisa sobre la que se desarrolla la retórica filosófica, sino también la ambivalencia del orador filosófico con respectounaa la retórica convencional. tes tratando de contrarrestar advertencia formulada porSela presenta acusacióna Sócra para prevenir al jurado de que él era un hablante astuto. Sócrates dice que pronto revelará cuan falto de astucia es, "si no es que acaso éstos llaman hábil para hablar al que dice la verdad" (17b 4-5). Continúa asegurando que dirá toda la verdad, que no hará uso de lenguaje florido, que confía en la justicia de su causa, que hablará con su estilo acostumbrado, sin afectación, y que puesto que nunca antes ha estado en los tribunales, el jurado debería excusar su inexpe-
3. Para los factores políticos del juic io, ver Mogens H. Hanse n, The Trial of Sócrates —[rom tbe Athenian Point of Vieiv (Copenhaguen: Royal Danish Academy of Sciences and Letters, 1995); para los factores religiosos, ver Richard Parker, Athenian Religión (Oxford: Clarendon Press, 1996), pp. 199-207. 4. Ver Guthri e, Histojy of Greek Philosophy, 4: 71-72.
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riencia y considerar sólo si lo que dice es justo o no, porque "éste es el deber del juez; [y] el del orador, decir la verdad" (18a 5-6). Ésta es una imagen del ora dor filosófico coherente con las que aparecen en otros lugares. Sin embargo, también es en parte griego coherente con las según declaraciones de un litigante en buena un tribunal de justicia se puedeconvencionales ver en las intro ducciones de los discursos judiciales, como por ejemplo en el discurso de Antifonte Sobre el asesinato de Herodes (1-3). De la misma manera, al final de su defensa (34c-d) Sócrates rechaza el tipo de apelación emocional de parientes y amigos que generalmente se introducía en el epílogo de un discurso judicial griego, pero incluso al hacer esto se las arregla para introducir una referencia patética a sus tres hijos, dos de los cuales son todavía niños. La razón que esgrime Sócrates para incluir esta referencia es que con ella evita el resenti miento de algún miembro del jurado que podría considerarlo presuntuoso; pero en un discurso perfectamente filosófico, todo esto habría sido irrelevante. La parte comprendida entre el proemio y el epílogo en el discurso de Sócra tes se divide en tres segmentos principales: una declaración del caso, que es el rechazo de Sócrates de los cargos (19a-20d); una explicación del prejuicio que se ha desarrollado contra él a lo largo de muchos años (20d-24b); y final mente, una refutación de los cargos específicos que se le imputan en esta oca sión. La segunda de estas partes constituye una narración, pues la técnica seguida es un muy sincero y vivido relato de la forma de vida de Sócrates en Atenas y sus encuentros con los demás. La técnica en la refutación, por el con trario, es fundamentalmente dialéctica. Meleto, uno de los fiscales, es interro gado en una manera característica de Sócrates según otros escritos de Platón, y sus acusaciones de que Sócrates ha descarriado a los jóvenes y de que es ateo quedan reducidas al absurdo. Aunque no utiliza la terminología de los argumentos de probabilidad, Sócrates alega de hecho que es improbable que él hubiera ejercido intencionadamente una mala influencia en la ciudad en la que vive (25d-26a), y que es improbable que cualquiera llegara a creer en acti vidades sobrenaturales, como el propio Meleto le atribuye a Sócrates, y a la vez no creyera en seres sobrenaturales (27b-e). Sócrates vuelve entonces a los tópicos de la hostilidad hacia su persona y de su situación ante el tribunal, e introduce un excurso en el que manifiesta su filosofía de la vida y explica por qué no puede abandonar esta filosofía ahora, ni siquiera para salvarse de la muerte (28a-34b). Desde el punto de vista de los cargos legales, este excurso 8o
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constituye una digresión (parekbasis), per o una digresión que sostiene un conocimiento más profundo de la situación ética. Tales digresiones "relevan tes" son muy características de la oratoria clásica. El discurso de Antifonte Sobre el asesinato de Herodes con tien e una (64-73); ade más , la "digresión ética " es concretamente uno de los rasgos de los mejores discursos de Esquines, Demóstenes, Licurgo y, en latín, Cicerón 5. La Apología de Platón se co mp on e de tres discursos. E l primer o, ya co men tado, es la defensa de Sócrates. Los jurados han procedido a la votación y lo han encontrado culpable, probablemente por una diferencia de 280 a 221 (36ab). Como la ley no habla de una pena específica, cada una de las partes ofrece a continuación una propuesta sobre el castigo que debe recibir el acusado. La acusación propone la pena capital. Seguramente Sócrates se habría salvado de la muerte si hubiera pedido a cambio el exilio, pero él consideraba esto una traición a su filosofía de vida, y primero solicita que se celebre un banquete en su honor a cargo del gobierno municipal, lo que evidentemente no iba a ser aceptado, y finalmente propone que se le imponga una multa. Este discurso contiene un importante pasaje para la visión que de la retórica filosófica des arrollaría después Platón. Sócrates manifiesta su rechazo a participar en la vida política ordinaria de la ciudad, con sus asambleas y otros encuentros, y declara que prefiere dirigirse a los ciudadanos individualmente, "intentando convencer a cada uno de vosotros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible, ni que tam poco se preocupara de los asuntos de la ciudad antes que de la ciudad misma" (36c 5-9). De esta manera, Sócrates se compromete con la retórica, pero sobre una base individual y no en forma de oratoria de masas. El jurado entonces vota sobre las dos propuestas y elige la muerte por 360 a 141, al verse, algunos de los jurados que previamente habían votado en favor de la absolución, contrariados por la actitud intransigente de Sócrates. Antes de ser conducido a la prisión -el edificio se ha identificado en unas excavaciones cercanas al agora ateniense-, Sócrates aparece pronunciando sus ideas sobre la muerte, que componen el tercer discurso de la Apología. Entre otras cosas, dice:
5. Ver Jam es May, Triáis of Character: The Eloquénce of Ciceronian Ethos (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1996), pp. 28-31.
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Quizá creéis, atenienses, que yo he sido condenado por faltarme las pala bras adecuadas para haberos convencido, si yo hubiera creído que era pre ciso hacer y decir todo, con tal de evitar la condena. Está muy lejos de ser así. Pues bien, he sido condenado por falta no ciertamente de palabras, sino de osadía y desvergüenza, y por no querer deciros lo que os habría sido más agradable oír: lamentarme, llorar o hacer y decir otras muchas cosas indignas de mí, como digo, y que vosotros tenéis costumbre de oír a otros. Pero ni antes creí que era necesario hacer nada innoble por causa del peli gro, ni ahora me arrepiento de haberme defendido así, sino que prefiero con mucho morir habiéndome defendido de este modo, a vivir habiéndolo hecho de ese otro modo. En efecto, ni ante la justicia ni en la guerra, ni yo ni ningún otro deben maquinar cómo evitar la muerte... Pero no es difícil, atenienses, evitar la muerte, es mucho más difícil evitar la maldad... Ahora yo voy a salir de aquí condenado a muerte por vosotros, y éstos, condena dos por la verdad, culpables de perversidad e injusticia. Yo me atengo a mi estimación y éstos, a la suya. (38d-39b) Es necesario advertir que Sócrates culpa a los oradores -y no a los jura dos, ni a nadie más-, de la forma viciada de la retórica que impera en todas partes. Los jurados quedan satisfechos fácilmente oyendo lo que quieren oír, y además esta forma de adulación apela a los aspectos más débiles de la natu raleza humana, pero el orador que se sirve de tal adulación está rebajándose y destruyendo la justicia de un Estado del que forma parte. El Gorgias de Pla tón
Gorgias es uno de los primeros diálogos y por lo tanto relativamente cer cano al pensamiento de Sócrates; probablemente se escribió poco después de la visita de Platón a Sicilia en el año 387 a. C. 6. El diálogo es la puesta en escena de una conversación imaginaria entre Sócrates, Gorgias, Polo y Cáll eles, que habría ocurrido en Atenas a finales del siglo V. Aunque los interlo cutores de la mayoría de los diálogos de Platón estaban muertos para cuando él los retrató, Gorgias todavía vivía en la década del 380, y según informa Ate neo (9.505d), había exclamado: "¡Qué bien sabe burlarse Platón!"
6. Comen tarios de E.R. Dodds , Plato, Gorgias (Oxford: Clarendon Press, 1983). Para más deta lles, ver Guthrie, History of Greek Philosophy, 4: 284-312.
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El diálogo consta de tres partes principales. La primera es una conversación entre Sócrates y Gorgias acerca de la definición de la retórica; la segunda es la conversación entre Sócrates y el seguidor de Gorgias de nombre Polo, y en ella el centro de atención se orienta primero hacia la pregunta de si es mejor hacer el mal o sufrirlo, y de ahí a cómo se ha de usar la retórica; la tercera parte es la conversación con Calicles, en la que se discute el tema aún más amplio de cómo se debería vivir, lo que proporciona un contexto para hablar también de la retórica. Desde el punto de vista de la dramatización, el diálogo en conjunto es un enfrentamiento entre el dialéctico Sócrates y tres retóricos, cada uno de los cuales es más sofístico que el anterior y se halla más alejado de la simpatía de Sócrates. De esta manera la polarización va creciendo a medida que el diá logo progresa. Sócrates pretende llevar la discusión de manera dialéctica, es decir, él plantea cuestiones a las que el interlocutor debe contestar. Partiendo del argumento basado en la respuesta puede luego conducir a su oponente, y en general a la audiencia, hacia el camino de una mayor comprensión. Al igual que en otros diálogos, por ejemplo Menón, es necesario destruir o refutar un conocimiento falso antes de que se pueda proponer y comprobar una hipóte sis mejor. De esta manera este proceso puede llevar a lo que Platón llama "opi nión verdadera" y, en el mejor de los casos, al conocimiento filosófico. La dialéctica es la facultad de descubrir argumentos disponibles para contes tar a las cuestiones propuestas, y en Platón es la única forma aceptable de razo namiento filosófico. Su método consiste en dividir la cuestión y definir los factores involucrados, sometiendo a prueba las diferentes hipótesis a medida que se van proponiendo. En teoría la persona que dirige la discusión no sabe, o por lo menos no con certeza, cuál será la conclusión (ver, por ejemplo, las palabras de Sócrates en la República 3-394d 8-9), pero ciertamente el Sócrates platónico tiene sus predilecciones, y sus hipótesis a menudo funcionan con un sentido de inevitabilidad. Platón diría que esto ocurre porque no se descubren nuevas ver dades, sino que se recuerdan verdades antiguas: todos existíamos antes de nacer y sabemos mucho más de lo que podemos recordar de inmediato. En contraste con la dialéctica, la retórica implica una conclusión arbitraria seleccionada previamente: que el acusado es culpable, o que la asamblea debería seguir cierta política, o que es viable una determinada proposición. El orador elige esos argumentos para probar, o para que parezca que prueba, la conclusión, sea ésta verdadera o no. Platón tenía poca confianza en el pro83
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ceso democrático, en parte por haber sido testigo de sus peores excesos a finales del siglo quinto, y no estaba dispuesto a considerar que el debate de una asamblea, o los discursos de los litigantes ante un tribunal de justicia, fue ran en potencia una forma de dialéctica a gran escala, en la que las hipótesis en conflicto se juzgaran ante una audiencia y en la que se podría hacer justi cia o determinar una política adecuada mediante aclaraciones y compromisos (Demóstenes y otros oradores griegos, por el contrario, comprendieron fácil mente la fuerza del debate y la dinámica en él contenida). Por otra parte, Pla tón no parece reconocer que hay situaciones en las que la dialéctica no funciona, y en las que recurrir a la retórica puede ser la única alternativa. Esto sucede en Gorgias (505b-509c) cuando Calicles se enfada y durante un rato no quiere seguir hablando, y entonces Sócrates se ve forzado a exponer algu nos de sus argumentos en un discurso continuado. En la expo sici ón qu e sigue se igno ran muc hos rasgos fil osóficos impor tantes del Gorgias; aquí el objetivo es enunciar tan clara y simplemente como sea posible lo que el diálogo dice acerca de la retórica. Sócrates le pregunta a Gorgias cómo debe llamársele y qué arte conoce (449a 3). Gorgias contesta que él sabe rhétonké y que debería ser llamado rhétor. Rhétor es un término común que en el siglo V designa a un hablante público o a un político; rhétonké, sin embargo , no se encuentr a en ning ún otro texto anterior 7 . Luego Sócrates, siguiendo su método de definición y división, pregunta qué clase de objetos pertenece al conocimiento que constituye la retó rica (449d 8-9). Gorgias contesta que el conocimiento de las palabras. Entonces Sócrates pregunta sobre qué tipo de palabras: por ejemplo, ¿se incluye el cono cimiento de las palabras que explican a los enfermos cómo pueden curarse? Gorgias dice que no. Si esto fuera el informe de una conversación real que hubieran sostenido Sócrates y Gorgias, tendríamos que calificar de errónea la respuesta de Gorgias. Tal como él aparece en el diálogo, no explica claramente lo que es la retórica, pero su opinión general sobre ella es que se trata de un arte o facultad que puede tocar cualquier asunto y presentarlo de manera per suasiva. Poco después (456b) cuenta cómo él mismo ha acompañado a su her mano médico en sus visitas y ha usado la retórica para los propósitos sobre los
7. Ver Edwa rd Schiappa, "Did Plato coin Rhetorike?", American Journal ofPhilology 111 (1990): 457-470, y la explicación de estos términos en el Capítulo 1.
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cuales Sócrates le está preguntando allí. La posición dialéctica de Gorgias habría salido fortalecida si hubiera sido capaz de comparar la retórica con la lógica, la dialéctica, u otras artes que trascienden a las disciplinas, pero es probable que esto no se formulara con claridad hasta la época de Aristóteles. El Sócrates pla tónico no tiene interés en ayudar a Gorgias con la definición, porque ésta va en contra de sus opiniones filosóficas. Puesto que para Sócrates el conocimiento se fundamenta en la naturaleza y no en la convención, sólo aquellas artes que se construyen sobre el conocimiento tienen validez. La facultad verbal que más generalmente cumple ese requisito es la dialéctica, aunque el diálogo termina por aislar una pequeña función válida para la retórica. Al responder preguntas de Sócrates, Gorgias explica que él entiende la retó rica como un arte que consigue la persuasión por medio de las palabras, y que su esfera es el tribunal de justicia, el consejo, la asamblea y otras reuniones públicas (452e). Luego se ve forzado a añadir que la retórica está ligada a la jus ticia y a la injusticia (454e 8), y que es el tipo de persuasión que produce cre encia, no conocimiento (454e 8). De nuevo estos dos puntos habrían supuesto un error en un debate real: la retórica puede abordar temas diferentes al de la justicia, como mostrará Aristóteles, y el orador se relaciona tanto con el cono cimiento como con la creencia, dependiendo de las pruebas disponibles o de la naturaleza de la materia. Más tarde se pone de manifiesto que Gorgias tiene en poca estima al conocimiento (4590, lo cual es coherente con las opiniones que el Gorgias real expone en el tratado De lo que no es o sobre la naturaleza. Casi de pasada afirma (460a) que si uno de sus discípulos carece de conoci miento sobre una materia, él se lo procurará. Por el contrario, la alta opinión de Sócrates acerca del conocimiento lo conduce a lo que podríamos llamar la falacia del experto, aquélla en la que generalmente un ciudadano educado apa rece como incapaz de tomar decisiones de buena política pública. De forma poco realista Sócrates distingue entre el experto y el orador. Dice, por ejemplo, que si una ciudad está planeando construir una muralla, el retórico se manten drá en silencio, mientras que será el constructor quien dé consejos (455b). Gor gias deja pasar este comentario, perdiendo así la oportunidad de señalar que en un mismo ser humano se dan la existencia de la función retórica y el conoci miento del constructor, punto que después aclarará Aristóteles. Platón retrata a un Gorgias entusiasmado con la retórica, pero más interesado en proclamar su grandeza que en comprender su esencia. Esto puede ser cierto histórica-
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mente; sin embargo Platón permite que Gorgias pronuncie un buen discurso (456a 7-457c 3) en el que distingue claramente entre la retórica como una fuerza amoral, y la moralidad del orador. En opinión de Gorgias, no es justo culpar al maestro de retórica si un discípulo usa inadecuadamente el arte que ha apren dido. El hablante debe cargar con la responsabilidad moral de lo que dice. Sócrates no parece satisfecho con el rumbo que ha empezado a tomar la conversación y le pregunta a Gorgias si él podría hacer de cualquiera un retó rico. Gorgias le contesta afirmativamente, pero de una manera un tanto gratuita señala que la habilidad del orador se pondrá de manifiesto "ante la multitud" (459a 3). Sócrates entonces le pregunta si eso no significa de hecho "ante los ignorantes", a lo que Gorgias responde afirmativamente. El papel funcional de la retórica queda de nuevo oscurecido por la insistencia de Sócrates (o de Pla tón) en la necesidad del saber. La retórica, subraya Sócrates, no necesita hechos, es un instrumento de persuasión que hace que parezca que los ignorantes saben más que los informados (459b 8-c 2). A continuación esto se aplica espe cíficamente al conocimiento concreto de la justicia y la injusticia. Sócrates afirma que puesto que ya se ha admitido que la retórica tiene que ver con la justicia, es incoherente decir que el orador podría usar la retórica para propósitos injus tos (460e 5-46Ib 2). Esto supone una aplicación de la paradoja socrática gene ral de que, si una persona sabe lo que es bueno, lo hará. Por lo tanto, si un orador sabe lo que es justo, no intentará persuadir de lo que es injusto. En este punto, Polo interviene con cierta irritación y señala que Gorgias ha sido demasiado amable con Sócrates y se ha visto en una situación embara zosa al insistir en que él, Gorgias, tenía conocimiento de la justicia y de otros asuntos y que podía enseñar dichos conocimientos a sus discípulos si éstos lo necesitaban (de hecho había sido el propio Gorgias quien lo había afirmado antes). Polo intenta dirigir el proceso dialéctico y se lanza a acribillar a Sócra tes con preguntas sobre su opinión acerca de la retórica. El intento conduce a la tan celebrada comparación entre la retórica y el arte de la cocina (462b466a). La intención del fragmento es probablemente la de sorprender y diver tir, el tono es el de una especie de trabalenguas, lo cual es consecuencia de la personalidad impetuosa de Polo, cuyo nombre significa "potro". Posible mente con Sócrates le habría la imagen a Gorgias,al aigual quienque parece tratar ciertonorespeto. Porexplicado otra parte, la comparación, otras imágenes en Platón, trata seriamente de llegar a la verdad y presenta muy vivi damente la profunda desconfianza de Sócrates respecto a la retórica. 86
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La retórica, dice Sócrates, no es una techné en un sentido real; es decir, no se basa en el conocimiento y la norma, sino que es ernpeina, asunto de experien tribé, cia, una facilidad que se gana mediante el proceso de prueba y error, o bien una destreza, una aptitud para hacer algo, empíricamente adquirida. Otras tres empeinai de este tipo son el argu ment o sofístico (qu e es la habili dad adq uirida para aparentar que se prueba un argumento mediante trucos verbales), la cos mética (que es la habilidad de hacer que la piel parezca joven y saludable mediante la aplicación de polvos y pinturas) y la cocina (que es la habilidad de producir placer mediante la comida). Estas cuatro empeiriai son formas de adu lación (kolakeid) e imáge nes o reflejos ieidold) de cuatro a rtes verdadera s. Dichas artes se dividen en dos guapos: aquellas que operan sobre el alma (psycbé), o políticas, y acuellas que operan sobre el cuerpo, que no tienen un nombre colec
(Psycbé tivo griego, pero"aliento", que podríamos llamara en españolvital cultura física. sig nificaenliteralmente y se refiere la fuerza de un individuo: en los textos de Platón suele traducirse como "alma" y es considerada inmortal; en otros escritores a menudo significa "mente"). Las artes políticas a su vez se subdividen en dos: el arte de hacer las leyes o legislación, y el arte de administrar justicia (es decir, la política de la asamblea y la de los tribunales, respectivamente). Igual mente, la cultura física se divide en dos partes: la gimnasia, o arte de entrenar el cueipo, y la medicina, o arte de curar la enfermedad corporal. Entre las cuatro se establece la siguiente proporción: la legislación es a la administración de justicia, lo que la gimnasia es a la medicina. El primer miembro de cada uno de los pares es normativo y mira hacia el futuro; el segundo es correctivo y endereza lo que antistrophos ha sido dañado en el pasado. Platón los describe (464b 8) como el o complemento del otro, término que ya hemos visto en Isócrates. ARTES VERDADERAS
Del alma: la política Legislación Justicia (normat iva) (correctiva)
Del cuerpo: la cultura física Gimnasi a Medicina (normativ a) (correctiva)
FORMAS DE ADULACIÓN Del alma Del cuerpo Sofística Retórica Cosm étic a Cocina (normat iva) (correctiva) (normativ a) (correctiva)
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En opinión de Sócrates, frente a las cuatro artes verdaderas se hallan las cuatro "artes" de la adulación, que también afectan al alma y al cuerpo. Las dos habilidades de la adulación del alma son: la sofística, que Sócrates define arbitrariamente comodeunaconducta forma, yfingida, inducir la creencia principios o normas acción defalsos, y laa retórica, queenesciertos una forma fingida de persuadir a una audiencia de algo que es justo por medio de la adulación. La primera, normativa, puede compararse con la legislación; la segunda, correctiva, con la administración de justicia. Las dos artes de la adulación del cuerpo son la cosmética, que corresponde a la gimnasia y que hace que el cuerpo parezca saludable y fuerte cuando no lo es, y la cocina, que corresponde a la medicina e intenta corregir las debilidades o enferme dades mediante sentimientos placenteros de bienestar. Las artes verdaderas siempre se basan en el conocimiento y tienden a lo bueno; las artes fingidas o adulaciones se basan en la experiencia y tienden a la consecución del pla cer. El diagrama señala las relaciones y puede ayudar a aclarar cómo las artes, según Platón, son complementarias, concepto de importancia asimismo para la descripción de Aristóteles de la retórica como antistrophos de la dialéctica. La larga exposición que sigue (466b-479e) arranca con el tema sofístico del poder del orador en la comunidad y lleva a la conclusión de Sócrates de que es peor cometer una injusticia que sufrirla, y que una persona que no es cas tigada por sus delitos es peor que otra que sí lo es. En estas circunstancias, Sócrates pregunta (480a2) cuál es el uso eminente de la retórica. Si una per sona obradolamal de verdad, lo único que conseguirá ser las mástécnicas desgrade ciada ha si utiliza retórica para defenderse. ¡Haría mejor enesusar la retórica para aclarar sus delitos y por tanto para librarse de la injusticia (480d)! (El mejor ejemplo literario de esta forma retórica de auto-desaproba ción tal vez se halle en las Confesiones de Agustín). Sócrates también sugiere el uso de la retórica para evitar que un enemigo sea castigado, forzándolo así a languidecer en la maldad de la injusticia (480e-481b). La tercera parte del Gorgias, y la más extensa, es la conversación con Cáll eles, el más violento de los tres interlocutores. Calicles expone su opinión de que la justicia es un asunto de criterio y no de naturaleza (482d 5-6), se burla de la filosofía como una puerilidad huera, y cita la autoridad de Homero para la relevancia del discurso hablado, al que define como un importante camino para que un hombre se defienda a sí mismo (486a-c). En general, Calicles admira el vigor, la energía, la ambición, la obstinación, la falta de preocupa88
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ción por los demás, la auto-confianza, la consecución de lujos y, sobre todo, el éxito. Es un ateniense ambicioso que vive en el siglo quinto, pero que tam bién se habría sentido a gusto en la Italia renacentista o entre los ejecutivos de algunas corporaciones modernas. La retórica es importante para él porque le ayuda a conseguir sus metas. Por su parte, Sócrates admira la justicia, la filo sofía, la continencia, el auto-examen y la simplicidad. La retórica, al menos en sus formas comunes, no le parece una manera aceptable de conseguir estos fines. Por supuesto Sócrates tiene su propia "retórica": él consigue sus propó sitos no sólo mediante argumentos lógicos, sino también a través de la ironía, apelando sutilmente a los mejores instintos de sus oyentes, y en ocasiones tam bién a través de un pathos místic o, y no siemp re es justo con sus opon ent es. En el curso de la discusión, Sócrates le pregunta a Calicles si no hay formas de adulación que persigan el placer sin considerar lo que es mejor o peor (501b 5). Calicles,existen incrédulo ya sobre entera,enadmite sin embargo queo tales formas y también quelaesdiscusión posible influir las almas no de una dos, sino de muchas personas a la vez. Esto conduce a la consideración acerca de la poesía, que Sócrates describe como un discurso público retórico, "¿o no crees que se comportan como oradores los poetas en el teatro?", pregunta (502d 2-3). Puesto que el discurso público es una forma de adulación, no tiene nada de admirable, según Sócrates, pero Calicles observa que algunos oradores mues tran cierta preocupación por los ciudadanos (503a 3), a lo que Sócrates, de manera un tanto inesperada, asiente. Existe, diee, la retórica de la adulación y el discurso desvergonzado ante el público, pero también hay otro tipo de retó rica, "hermosa... que procura que las almas de los ciudadanos se hagan mejo res y se esfuerza en decir lo más conveniente, sea agradable o desagradable para los que oyen. Pero tú no has conocido jamás esta clase de retórica; o bien si puedes citar algún orador de esta especie, ¿por qué no me has dicho ya quién es?" (503a 7-b 3). Este orador será un buen hombre; no hablará impensada mente; siempre tendrá en mente un solo propósito (503d-e). Así pues, ese orador de que hablábamos, el que es honrado y se ajusta al arte dirigirá a las almas los discursos que pronuncie y todas sus acciones, poniendo su intención en esto, y dará lo que dé y quitará lo que quite con el pensamiento puesto siempre en que la justicia nazca en las almas de sus conciudadanos y desaparezca la injusticia, en que se produzca la modera ción y se aleje de la intemperancia y en que se arraigue en ellas toda vir tud y salga el vicio. ¿Estás de acuerdo o no? (504d 5-e 3)
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Ésta es la manifestación primordial de la retórica filosófica que se encuen tra en el Gorgias. Representa un avance considerable sobre el concepto de retórica como adulación que se había desarrollado en el diálogo con Polo, e incluso sobre la aceptación de una clase de retórica mediante la cual el peca dor arrepentido pudiera confesar sus pecados. Como respuesta a la pregunta de Sócrates de si había habido algún buen orador, Calicles menciona los nombres de Temístocles, Cimón, Milcíades y Feríeles (503c 1-2), estadistas de la democracia ateniense del siglo quinto. Sócrates no contesta en ese momento, pero más tarde (515c-517a) vuelve al asunto y concluye que no ha habido un solo político bueno en el Estado de Atenas. La prueba que impone es averiguar si el estadista en cuestión había logrado hacer a los ciudadanos mejores de lo que eran al comienzo de su mandato; todos los estadistas son rechazados -de manera algo ilógica- a causa del modo en que el pueblo se volvió contra ellos. Pero los estadistas no deben temer a la muerte y al juicio, y las páginas finales del diálogo pre sentan el mito de Minos, Radamante y Éaco, jueces del submundo. La conclusión del Gorgias es que un hombre debe estudiar para ser bueno. Los malos han de ser castigados; es necesario evitar la adulación de cualquier tipo; la retórica, al igual que otras cosas, se debe usar solamente por razón de la justicia (527c 3-4). La mayor fuerza del diálogo radica en la insistencia del conocimiento como la verdadera base de una comunicación válida. Su fallo lógico más importante es la renuencia de Sócrates a separar aquellas artes que, como la política, tienen una materia específica, de aquéllas otras, como la retórica, que son facultades del razonamiento aplicables a muchos asuntos. La necesidad de que el orador sea un hombre bueno, había sido algo reco nocido también por Isócrates y los sofistas más responsables, pero ellos a menudo consideraban la verdad como algo relativo a la situación, y sus nor mas eran más flexibles que las de Platón en este diálogo, en donde se pro yecta un ideal poco práctico. Sócrates fue ejecutado por un cargo del que era inocente, mientras que quizás la retórica podría haberle permitido escapar a costa de un poco de adulación al jurado. La retórica filosófica iba más allá de
las posibilidades de la ciudad griega. El reconocimiento de Platón de este hecho se pone de manifiesto en la República, do nd e se toma n muc hos de los conceptos morales del Gorgias, pero en la República su uso se hace nec esa rio para construir un estado ideal con vistas a descubrir la justicia. Asimismo
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dicha obra se ocupa extensamente de las formas adecuadas y de las funcio ne s de la po esí a, lo cual resulta muy pa re ci do a la retórica filosófica. El Gorgias de Platón es cronológicamente el primer ejemplo de la identifiación de la retórica con la adulación y el engaño, una opinión que aparece 8 . La Antigüedad reve de manera recurrente a lo largo de la historia occidental renció a Platón, y su ataque a la retórica planteó un problema a muchos de sus lectores. Los sucesores de Platón en la Academia adoptaron una posición escéptica frente al aparente dogmatismo del maestro, e interpretaron sus diá logos, entre ellos el Gorgias, como exploraciones escenificadas de asuntos que no necesariamente implicaban que existiera una creencia en las aparentes, y a veces extremas, proposiciones de Sócrates o de Platón. La interpretación más común que del Gorgias hicieron los maestros de retórica es que Platón estaba atacando a la retórica que se practicaba en tiempos de la democracia radical de finales del siglo V de la revolución queesaquélla provocó, y que estaba defendiendo la yposibilidad de una oligárquica mejora. Ésta la opinión de Quintiliano, que dice (2.15.30) que Platón dirige su denuncia contra la clase de hombres que usan su facilidad de palabra para propósitos perversos. En el siglo segundo de nuestra era, el gran sofista Elio Aristides compuso tres obras extensas intentando rebatir detalladamente la condena que Platón había hecho de la retórica, y en ellas defiende, desde el punto de vista de la Segunda Sofís tica, a los cuatro estadistas del siglo V criticados por Sócrates. El Pedro de Pla tón El Fedro es uno de los diálogos platónicos del grupo intermedio y fue escrito diez o quince años después del Gorgias9. Se puede observar una rela ción entre la evolución de las opiniones acerca de la retórica en la Academia platónica, y las de Isócrates y sus discípulos, en cuyo caso se podría trazar una secuencia probable que empezara con la obra de Isócrates Contra los sofistas y continuara sucesivamente con el Gorgias de Platón, la Helena de Isócrates, el Fedro de Platón, la Antidosis de Isócrates y las obr as tem pr ana s de Aristó teles en la Academia. Se dice que Aristóteles empezó su enseñanza de la retó rica con la afirmación de que era vergonzoso callar y permitir que Isócrates
8. Ver Swearin gen, Rhetoñc and Irony. 9. Ver Guthrie , Histoiy of Greek Phüosophy, 4: 396-397.
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enseñara (Cicerón, Sobre el orador 3.141). Esta secuencia colocaría la compo sición del Fedro a finales de la década del 370 o a principios de la del 360 a. C. Fedro se cuenta entre los diálogos platónicos más complejos desde el punto de vista literario. Aunque la imagen de la retórica que emerge del diálogo está relativamente clara, el tema se conecta sutilmente con el del amor, y se com 10 plica con la cuestión del valor relativo de la palabra escrita y hablada . En este diálogo Platón va significativamente más allá de las sugerencias del Gorgias acerca del papel positivo de la retórica; en él pone los cimientos para los ras gos básicos de la Retórica de Aris tóteles e integra la retórica en el conju nto de sus ideas filosóficas de una manera no acometida en otros lugares. El tono de la obra es muy diferente al del Gorgias ya desde el comienzo. En lugar de una conversación con tres sofistas con los que Sócrates está en pugna personal, aquí encontramos un diálogo con un joven, por el que Sócra tes se siente poderosamente atraído, el cual le responde cariñosamente. La pri mera mitad del diálogo tiene un penetrante tono erótico. No sólo se discute el tema del amor homosexual, sino que además el diálogo se sitúa en un casi voluptuoso valle de rústica belleza, único en Platón, y si no fuera Sócrates el implicado, no sería difícil imaginar el desarrollo de la escena hacia la intimi dad física. Los amores homosexuales entre hombres y adolescentes eran un hecho común en la sociedad de clase alta en la Grecia clásica, y resultaban no tanto de la orientación sexual de los individuos como de la segregación de los sexos y del culto al cuerpo masculino en el atletismo griego. Fedro tienta a Sócrates y en parte lo seduce a los placeres de la retórica sofística, e incluso le lanza una amenaza de violación (236c 8-d 1). Sócrates a su vez coquetea con él, pero en el curso del diálogo transforma la relación y la eleva a un grado más alto de amor filosófico o, como se ha dado en llamar, platónico. El diálogo se desarrolla en dos partes. La primera se compone de una intro ducción y tres discursos acerca del amor. Fedro ha asistido a una exposición de Lisias en la que dicho orador -al que conocemos principalmente como escritor a sueldo de discursos para clientes que necesitaban intervenir en los tribunales de justicia— había argumentado que un joven imaginario debe acep tar las atenciones de otro que no lo ame pero por el que se sienta atraído físi-
10. Ver G.R.F. Ferrari, Listening to the Cicadas: A Study of Plato's "Phaedrus" (Cambridge: Cam bridge University Press, 1987).
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camente. El resultado sería una relación placentera en la que ninguno de los dos resultaría dañado emocionalmente. Pedro queda vivamente impresionado por la inteligencia de la paradoja y por la elocuencia del discurso, y se procura una copia para memorizarlo. Sócrates lo convence de que se lo lea. No sabe mos si este discurso es una obra real de Lisias o una creación de Platón en el estilo de la sofística erótica. Esto último es probable por la analogía con los discursos homoeróticos del Banquete de Platón. E stá claro qu e Platón se com placía en imitar el estilo de sofistas tales como Protágoras o Gorgias, y puede que también lo hubiera intentado con el estilo simple de Lisias, a quien cono cía personalmente. Lisias ya había muerto cuando se escribió el diálogo. El discurso es excitante tanto para Fedro como para Sócrates, pero desde luego representa la antítesis del punto de vista de Sócrates sobre lo que debería ser la retórica. El discurso es engañoso e insincero, afecta de manera perniciosa al alma de aq ué l a qui en va dirigido y, po r tanto, resulta filosófic amente inm o ral. Sócrates no empieza por esta objeción, sin embargo; lo que él encuentra débil en el discurso es el método, por ser repetitivo y falto de estructura. Esto le lleva a componer un discurso mejor acerca del mismo tema, pero se cubre la cabeza con un velo para no verse violentado por la mirada de Fedro, y además introduce un pequeño cambio en la situación: imagina al hablante enamorado secretamente del muchacho al que se dirige; simular que no lo ama es una tri quiñuela para atraer su atención (237b 4). El discurso de Sócrates se caracteriza por presentar una definición del amor y por proponer una división lógica de la materia -ambos faltanlosenmismos la versión pero discurso. muchos de los argumentos son elementos necesariamente que de losLisias-, del primer Después de hablar, Sócrates se prepara para irse antes de que pueda ser inci tado a cometer algo inmoral (242a 1-2). Cuando está a punto de cruzar el arroyo de camino a casa, y así escapar del incidente, oye la voz divina, que también se menciona en la Apología, qu e le dice qu e no se vaya. Se vuel ve y le confiesa a Fedro que su discurso ha sido terrible porque representa el amor como un mal, cuando el amor es en verdad divino. Se hace necesaria una retractación, pues el muchacho debería aceptar el amor de un amante verdadero. "¿Adonde se me fue ahora el muchacho con el que hablaba?", pregunta. "Aquí está, siempre a tu lado, muy cerca, y todo el tiempo que te plazca", contesta Fedro (243e). Sócrates empieza entonces a pronunciar un segundo discurso mucho más (manta), pe ro la locura no largo. Puede que el amor sea una forma de locura
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es un mal necesariamente. La locura beneficiosa muestra al menos cuatro for mas: la inspiración de los profetas, como el oráculo de Delfos; los ritos de purificación, como los de Dioniso; la inspiración poética de las Musas; y la locura de amor. Para comprender esta última debemos entender el alma, que Sócrates describe míticamente en términos de un auriga y dos caballos alados. Un caballo es espiritual y noble; el otro, físico y malvado. Es natural que el alma se eleve y así, en los intervalos entre sus vidas terrenales, el alma se levanta a través de los cielos para vislumbrar la realidad de la belleza y la ver dad. Cuando el alma nace en un ser humano pierde gran parte de esta visión, pero continúa siendo atraída hacia la belleza, y cuando contempla la belleza en un muchacho, es atraída hacia el amor. El gran peligro consiste en que el caballo malo de la pasión física rebaje a los amantes a un hedonismo sórdido, pero si prevalece el mejor elemento, los dos amantes pueden remontarse jun tos hacia una vida filosófica y ordenada, que es la más sublime de las expe riencias humanas. El discurso de Sócrates vibra con intensidad mística y con la belleza de una imagen que inspira a Fedro y que ha hechizado a los lec tores durante dos mil quinientos años. El tono del diálogo se transfiere así de la astucia sensual de los sofistas a la visión del filósofo religioso. El segundo discurso de Sócrates no se anuncia específicamente en la des cripción de la retórica positiva del Gorgias, en el sentido de que esta última se limita principalmente a la deliberación judicial o pública; pero es coherente con los objetivos establecidos en dicha obra, y refleja la necesidad de dirigirse al alma del oyente, de mejorarla y de moverla hacia la templanza y la virtud. Esto se consigue en gran medida no a través de la dialéctica, a pesar de todas las definiciones y divisiones de Sócrates, sino a través de la fuerza ética del hablante y a través del impacto emocional del mito. El uso del mito es una parte importante de la propia retórica de Platón en muchos de sus diálogos, y el ejemplo más famoso es el mito -algo similar al presentado aquí- de Er en el final de la República. La primera mitad del Fedro es una escenificación del encuentro retórico entre el bien y el mal en el campo del amor. El discurso de Lisias se orienta hacia el mal; el primer discurso de Sócrates supone una victoria aún más signi ficativa de ese mal porque lo que prevalece no es meramente la astucia sofís tica, sino el uso de la dialéctica de definición y división para conseguir fines nocivos. La situación dramática da un vuelco con la intervención de la voz
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divina, que conduce al segundo discurso de Sócrates y a la victoria de la retó rica verdadera y filosófica. Esta súbita inspiración es interesante desde el punto de vista histórico, ya que fuera del platonismo el otro gran campo de la retó rica filosófica es el de la religión, y también en ella el impulso de dar validez a la retórica se suele representar como dependiente de un acto de Dios, que da calor al corazón para que la verdad pueda ser revelada, como veremos en el Capítulo 7. Esta característica no está presente en la oratoria civil de Grecia y Roma; su equivalente sería un vivo sentido de la tradición, visto en la filosofía isocrática del helenismo y también compartido por los oradores de la Segunda Sofística, y en el patriotismo de Demóstenes o de Cicerón. Estas tradiciones pro porcionan al orador una prueba externa de la coherencia y los valores de las ideas, como hace la filosofía en Platón y la religión en los oradores cristianos. La primera mitad del Fedro ilustra formas de retórica y usa ejemplos de la oratoria y de conceptualmente la tradición compositiva basados retórica en la imitación. segunda sofística parte explica la composición y hace unLa buen balance del contenido de los manuales de la época. El primer tema que aparece es el de la escritura de discursos (257c-258e). Lisias es un escritor de discursos. ¿Es esto deshonroso? No necesariamente, dice Sócrates: la deshonra procede de hablar o de escribir mal. Más importante es la cuestión de cómo podemos distinguir estas cualidades. Una breve digresión (258e-259d) nos recuerda seguidamente el escenario físico del diálogo y el hecho de que las Musas combinan la atención hacia las cosas celestiales con el interés en el dis curso humano, simbolizando así la retórica filosófica. A continuación se dis cute detalladamente el asunto de cuáles son los patrones de un buen discurso (259d-274b). En esta parte lo primero que sale a colación brevemente es el tema del conocimiento del orador (259d-26la). ¿Puede contentarse con lo que parece ser verdad? ¿Es necesario que conozca lo bueno y lo bello o sólo lo que parece bueno y bello? Enseguida se concluye que es necesario el cono cimiento y esta cuestión se abandona por el momento en favor de otra: dado que el orador necesita conocimiento, ¿es esto suficiente o se precisa un arte de retórica?; y si se necesita, ¿de qué consta? Sócrates da una definición preliminar del arte de la retórica como "un arte de conducir las almas (psychagogía) por medio de palabras, no sólo en los tri bunales y en otras reuniones públicas, sino también en las privadas, igual se trate de asuntos grandes como pequeños" (26la7-9). Los dos discursos de 95
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Sócrates en la primera parte del diálogo y su opinión acerca de las relaciones entre el hablante y el alma del oyente indican en verdad que una relación entre dos personas puede ser tan retórica como un discurso público. Aunque cabe encontrar aplicaciones privadas en todos los períodos históricos y en todas las formas literarias (por ejemplo, la epístola empieza a surgir como una manifes tación específica de la retórica privada), la teoría retórica clásica limitaba conti nuamente el alcance de la retórica formal al discurso público. Es una lástima, quizás, que las sugerencias de Platón para una aplicación más amplia de la retó rica no fueran recogidas por Aristóteles, pues tal vez se habría prestado más atención a la naturaleza del arte de la retórica y menos a las convenciones de las formas del discurso público. En este punto Sócrates señala que el debate puede desarrollarse en una asamblea pública, pero también entre dos indivi duos, y describe el arte que esto implica como algo, mediante lo cual una per sona puede hacer que todo se parezca a todo, o puede refutar a otro hablante que intente hacer esto mismo. Las similitudes y las diferencias son a menudo cuestión de muy pequeñas distinciones y, por lo tanto, la conclusión es que el orador necesita un conocimiento suficiente para poder realizar dichas distin ciones. Concretamente, debe ser capaz de proponer definiciones (como Sócra tes en sus dos discursos) y de dividir la materia en categorías lógicas (263b 6-9). El discurso de Lisias ilustra tanto el fracaso al intentar este empeño, como el fra caso al ordenar el material y crear una unidad de las partes relacionadas: "Todo discurso debe estar compuesto como un organismo vivo, de forma que no sea acéfalo, ni le falten los pies, sino que tenga medio y extremos, y que al escri birlo, se combinen las partes entre sí y con el todo" (264c 6-9). Éste es probablemente el principio de crítica literaria más influyente de Pla tón, que se reflejará por ejemplo en el requisito de Aristóteles de que la trage dia ha de tener principio, medio y final, y que también será importante para el desarrollo del método crítico de los neoplatónicos de finales de la Edad Anti gua, quienes insistieron en acercarse a los diálogos de Platón y a otras grandes obras literarias como unidades coherentes. La idea se anticipaba parcialmente en el Gorgias (505d 1-2), donde Sócrates no quiere terminar el argumento "sin cabeza", es -para decir, estructurar sin una conclusión apropiada. a definir estas habilidades el argumento y paraSócrates conseguirvuelve unidadcomo dos facultades contrapuestas: la de reunir material disperso en una sola "idea", y la de dividir el material en especies sobre la base de su articulación natural (265d96
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e). A los que saben hacer esto, dice (266c 1), él los suele llamar "dialécticos", aunque no insiste en ese término. Es decir, un "retórico" verdadero haría lo mismo, y la dialéctica y la retórica tienen la misma estructura lógica. El diálogo se dirige seguidamente a una consideración de los manuales retó
ricos existentes, para ver qué rasgos omiten. Los manuales están dedicados, como vimos en el Capítulo 2, a las partes de la oración judicial, a los tipos de dicción y a listas de lugares comunes. Inmediatamente Fedro se da cuenta de que los manuales no consiguen proporcionar una idea de cuándo es apropiado usar esos materiales. Sus autores están preocupados sólo con los prolegóme nos, pero carecen de la dialéctica necesaria para comprender la retórica y dejan que sean sus alumnos quienes alcancen la organización y la unidad del discurso (269b-c). La habilidad retórica, como todo, es el resultado de la combinación de naturaleza, conocimiento y práctica (269d), opinión compartida por Isócrates y por otros retóricos. Para que la oratoria sea excelente se necesita un requi sito adicional: una elevación del intelecto que tienda siempre a la perfección (270a). Ésta proviene de la filosofía e implica concretamente un conocimiento del alma. Está claro entonces, concluye Sócrates, que Trasímaco, y cualquiera que publique un arte de retórica, primero nos describirá y nos hará ver el alma con toda la precisión posible, si es una cosa única y uniforme o múltiple, como la naturaleza del cuerpo. Segundo, describirá qué es lo que el alma hace -o qué ha hecho- a qué otra cosa, de acuerdo con su naturaleza. Y tercero, ordenando los tipos de discurso y los tipos de alma y sus diferentes estados, describirá todas las causas de cambio en el alma, haciendo corresponder cada tipo de dis curso a cada estado, y enseñando qué alma se ve necesariamente persuadida por qué tipo de discurso gracias a qué causa, y qué queda sin persuadir (271a 4-b 5). Esto es el esbozo de lo que Platón concibe como verdadero arte de la retórica. Aunque Sócrates vuelve a formular el arte en términos algo más amplios (271c 10-272b 4), Platón no llega a desarrollar la teoría en detalle. La explicación de los caracteres y las emociones ocupa una parte considerable de la Retónca de Aristóteles, y anticipa el inte rés de los retóri cos británico s del siglo XVIII por la psicología. Parte de la importancia de esta idea reside en que coloca a la audiencia en igualdad total con el hablante y el discurso dentro del acto retórico. El problema más importante que suscita es de tipo práctico, como ocurre muchas veces al evaluar las teorías de Platón. ¿Cómo puede un orador conocer las almas de su auditorio completamente? ¿Cómo puede ajustar su dis-
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curso a la variedad de almas que podría encontrar en el público, incluso con cediendo que un público griego sería más homogéneo que un público moderno occidental? Existe el peligro de inflamar a unos a la vez que se calma a otros. Platón se muestra favorable a la retórica en una situación de uno frente a otro: Sócrates puede tal vez conocer el alma de Fedro, pero generalmente él habla de las almas en términos de género y especie, lo que sugiere que las almas se pueden considerar como tipos más que como individuos. La tenden cia a los estereotipos es un rasgo común del pensamiento griego, bien ejem plificada en los Caracteres de Teofrasto. La solución de Aristóteles consistirá en tratar la psicología según las etapas de la vida y las pasiones dominantes, para así poder llevar a cabo su estudio en términos de psicología de grupo. La explicación del Fedro sobre qué constituye un verdadero arte de retó rica va precedida de algunos comentarios acerca de la necesidad de conoci miento por parte del orador. Después de dicha explicación se vuelve otra vez a este mismo asunto, que queda enmarcado dentro del texto. En los tribuna les, se nos dice, se cree comúnmente que el orador debe probar lo que es plausible y probable, no lo que es verdad (272d 7-32). A continuación Sócra tes sigue describiendo el argumento de probabilidad según lo había expuesto Tisias. Pero, al igual que las pequeñas diferencias dentro de la similitud no pueden ser descubiertas sino por una persona con conocimiento exacto, así también lo probable es una apariencia de lo verdadero y sólo puede ser cono cido si se conoce la verdad (273d-e). Finalmente, la explicación completa del conocimiento y el arte queda enmarcada por una vuelta a la primera cuestión discutida en la segunda mitad del Fedro, la del valor relativo del discurso hablado y la escritura11. Aquí la opinión acerca de la escritura es más negativa que en el pasaje primero. Se narra un cuento egipcio sobre Theuth y Thamus para llegar a la conclusión
11. Por lo tanto , la estructura de la segun da mitad del diálogo serí a esta:
A. Discusión de la escritura (257c-258e); digresión (258e-259d) B. Necesidad de conocimiento por parte del orador (259d-26la) C ¿Es la retórica un arte? (26la-272c) B'. Necesidad de conocimiento por parte del orador (272a-274b) A'. Discusión de la escritura (274b-278b); conclusión (278b-279c) Para una esquematización simétrica algo diferente, ver Paul Friedlander, Plato, (Princeton: Princeton University Press, 1969) 3: 230-242.
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de que la escritura favorece el olvido. Sabemos por el segundo discurso de Sócrates lo malo que es el olvido, pues nos separa de lo bueno y de lo bello. Sócrates añade en este punto que una obra escrita es como una pintura y que no es capaz de hablar. Puede caer en manos de los que no la comprenden y, si es así, no tiene forma de explicarse; y si es maltratada, no tiene manera de contestar. La escritura es efectivamente hermana ilegítima de la verdad o del discurso oral (275d-276a). Si una persona que conoce la verdad y la belleza utiliza la escritura, lo hará tomándola como una especie de juguete para diver tirse (276d). La fuerza de este pasaje consiste en subrayar de nuevo la supe rioridad de la dialéctica, pero esta vez no en el sentido de separación y división, sino en el de proceso de preguntas y respuestas para explorar una hipótesis. La retórica, en cambio, es como la escritura, congelada en la forma de un discurso continuo con una tesis formulada y probada pero sin oportu nidad para las preguntas. Desde el punto de vista literario este pasaje ayuda a unificar el diálogo, porque nos lleva de vuelta no sólo al principio de la segunda parte, sino al comienzo mismo del diálogo, en el que Fedro había aparecido con el texto escrito de un discurso de Lisias, texto que, como quedó demostrado, ponía en evidencia una singular incapacidad de defenderse a sí mismo12. Por último, el pasaje ayuda a restaurar el tono irónicamente jugue tón con el que se había abierto el diálogo. Después de todo, Sócrates no puso su discurso por escrito; Platón, en cambio, sí, y además insinúa que él está divirtiéndose con esta especie de juego. De nuevo vemos el lado paradójico de Platón: el retórico que desconfía de la retórica, el poeta que excluye a la poesía tradicional de su Estado ideal, y el admirador de la dialéctica oral que publica diálogos compuestos con un cuidado extraordinario. Hay otros dos pasajes en las páginas finales del Fedro que merecen aten ción. Uno es la referencia ostensiblemente laudatoria a Isócrates, como un joven y prometedor orador en el momento en que se sitúa la acción del diá logo (278e 8). Es difícil no ver en este detalle un toque de cierta ironía, pues ningún otro orador griego había desarrollado más profundamente las formas escritas de la oratoria y se había encontrado más incómodo con la dialéctica.
12. Este pasaje es una d e las bases de la deconstrucc ión del Fedro en "La Pharmaci e de Platón" de Jacques Derrida, en La dissémination (París: Éditions du Seuil, 1972), trad. Barbara Joh nso n (Chi cago: University of Chicago Press, 1981), pp. 63-171. [Trad. española de J. Martín Arancibia en J. Derrida, La diseminación, Madrid, Funda ment os, 2001 (=1975).]
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El otro pasaje es la imagen final de la retórica filosófica que Sócrates extrae de todo lo que se ha dicho hasta el momento. El fragmento no contiene nada nuevo, pero es un útil resumen del punto de vista de Platón. Aunque la mayo ría de las traducciones lo dividen en una serie de frases cortas, lo que Platón escribió fue una larga oración periódica en la que se hace depender el arte de la retórica del cumplimiento de una serie de pasos previos: Antes de que alguien vea la verdad de aquello sobre lo que se habla o escribe, y llegue a ser capaz de definir cada cosa en sí y, definiéndola, sepa también dividirla en sus especies hasta lo indivisible, y por este procedi miento se haya llegado a conocer a fondo la naturaleza del alma, descu briendo la clase de palabras adecuadas a la naturaleza de cada una, y establezca y adorne el discurso de manera que dé al alma compleja discur sos complejos ya multisonoros, y simples a la simple, no será posible que se llegue a manejar con arte el género de los discursos, en la medida en que la naturaleza lo permita, ni para enseñarlos ni para persuadir, según nos hace suponer todo lo que anteriormente hemos dicho. (277b 5-c 6) Entre las implicaciones de este fragmento está la de que existen varios esti los de discurso, adecuados a distintas circunstancias y audiencias diferentes. Esta idea, que Aristóteles toca brevemente, fue recogida por Teofrasto y des arrollada por autores posteriores en los "caracteres" del estilo, en gran parte bajo la influencia de la versatilidad de oradores como Demóstenes y Cicerón. Aristóteles Aristóteles nació en Estagira, una ciudad al norte de Grecia junto a la fron tera con Macedonia, en el año 384 a. C. Su padre, Nicómaco, era el médico de los gobernantes macedonios, así que a lo largo de toda su vida Aristóteles man tuvo relaciones amistosas con la corte. Llegó a Atenas para estudiar con Platón en el 367 y fue miembro de la Academia durante veinte años. En diferentes áreas de su estudio Aristóteles empezó adoptando muchas de las opiniones de Platón, pero carecía del lado místico de su maestro y era mucho más pragmá tico que él. Por ejemplo, le parecía imposible aceptar la teoría platónica de las "ideas" como una realidad independiente, y no compartía el interés por las matemáticas que caracterizó a Platón durante los últimos años de su vida. Dán dose cuenta sin duda de que no podía esperar suceder a Platón al frente de la escuela, y quizá nervioso por la creciente hostilidad entre Atenas y Macedonia,
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Aristóteles salió de Atenas poco después de que muriese Platón en el 347 y se instaló en Assos (Asia Menor), cerca de Troya, y después en la isla de Lesbos en el 345. En el 343 fue invitado a ejercer como tutor del heredero de Macedonia, Alejandro, que tenía entonces 13 años. Continuó desempeñando esta actividad hasta el año 340, fecha en que probablemente volvió a Estagira. Los macedonios derrotaron a las ciudades estado griegas en la batalla de Queronea en 338, y en 336 Alejandro subió al trono. En 335 Aristóteles regresó a Ate nas y abrió una escuela en un paseo cubierto, o peripatos (de ahí el nom br e "Escuela Peripatética"), del gimnasio público conocido como el Liceo. Allí enseñó hasta el 323, año en que se retiró a Calcis (Eubea) para evitar la hos tilidad hacia los macedonios que siguió a la muerte de Alejandro. Y allí murió en el año 322. Teofrasto lo sucedió al frente de la escuela en Atenas. En la primera época de su carrera, Aristóteles escribió diálogos al estilo de
Grilo, Platón, pero ninguno de ellos ha sobrevivido. El primero de ellos fue el centrado en la retórica, y que toma su nombre del hijo de Jenofonte, muerto en 362 a. C. y objeto de varios encomios 13 . Poco sabemos con seguridad sobre el contenido del diálogo. Quintiliano (2.17.14) dice que presenta argumentos contra la opinión de la retórica como arte, lo que sugiere una semejanza con el Gorgias platónico. Puede que Aristóteles hubiera hablado de los encomios a Grilo en un prólogo y que luego hubiera compuesto un diálogo, ambien tado en el pasado reciente, en el que Grilo y sus amigos habrían discutido hasta qué punto la retórica constituye un arte. Retórica, son infor Las obras de Aristóteles que sobreviven, y entre ellas la mes sistemáticos sobre las ciencias naturales, la metafísica, la filosofía ética y política y otras materias, escritos aparentemente como notas de clase para su uso propio o para el de los alumnos de su escuela, pero no destinados a la publicación. Carecen de adornos literarios, y la mayoría de estas obras habrían sufrido varias revisiones ocasionales a medida que el autor evolucio naba o cambiaba de punto de vista. Tampoco se realizaron revisiones finales, y presentan lagunas e inconsistencias. A pesar de que, precisamente por eso, los textos plantean problemas de interpretación, resultan interesantísimos
13. Ver Anton-Hermann Chroust, "Aristotle's First Literary Effort: The Gryllus, a Lost Dialogue on the Nature of Rhetoric", Revue des étudesgrecques 78 (1965): 576-591, reimpreso en Erickson, ed., Aristotle, pp. 37-51.
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como documentos vivos en los que el lector puede contemplar el funciona miento de la mente del filósofo. El espíritu de la Escuela Peripatética estaba presidido por una estrecha colaboración en la investigación: a instancias del propio Aristóteles, Teofrasto otros ellas discípulos desarrollaron nas de las teorías del maestro,y entre las relacionadas conolarevisaron retórica. algu Aristóteles probablemente escribió el primer borrador de las lecciones de retórica hacia el año 350 a. C. Mientras era todavía miembro de la Académica platónica, y seguramente animado por el propio Platón, empezó a dar una clase pública de retórica que se reunía por las tardes y que intentaba reaccionar con tra las enseñanzas de Isócrates (Cicerón, Sobre el orador 3-141; Quintiliano 3.1.14). La Synagógé Technón, el resumen que hizo de los manuales retóricos anteriores, mencionado en el Capítulo 2, fue compuesta quizá durante la pre paración de estas clases. Es probable que una de las materias que Aristóteles enseñara al joven Alejandro fuera la retórica, y en este momento revisaría tam bién esas notas. El texto que conservamos habría sufrido la última revisión hacia el año 336 a. C, cuando Aristóteles se preparaba para volver a Atenas. Lo que sabemos con certeza es que tal texto nunca se usó como fundamento de las cla ses una vez que Aristóteles abrió la nueva escuela, pero parece verosímil que estuviera a disposición de los alumnos en la biblioteca de la escuela 14. Las obras de Aristóteles, a pesar de las muchas inconsistencias debidas a una composición desarrollada en momentos diferentes, son parte de un sis tema, o red de pensamiento, en evolución 15, y por eso es bueno que el lec
RetóricaAntes tor comprenda cuál es lo estequesistema y quécomo lugardisciplinas ocupa dentro de éldelalaretórica. de Aristóteles, conocemos aca démicas, no se había definido ni organizado claramente. Una de las grandes contribuciones de Aristóteles es la creación de un "mapa del aprendizaje", en el que cada disciplina recibía un nombre ("política", "ética", "retórica", "poé tica", "física", "metafísica", etc.), además de un contenido y un método. Una segunda contribución de importancia fue la primera descripción detallada de la lógica y, en relación con esto, el reconocimiento de que hay disciplinas que
14. Para la cronol ogía, ver Kennedy, Aristotle on Rhetoric, pp. 299-305, y John M. Rist, The Mind ofAristotle (Toro nto: University of Toron to Press, 1989), pp . 135-144. Rist da com o fecha de la última revisión el momento posterior a la vuelta de Aristóteles a Atenas. 15. Ver Abraham Edel, Arístotle and His Phüosophy (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1982), y Anfinn Stigen, The Structure of Aristotle's Thought (Oslo: Universitetsforlaget, 1996).
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sirven como "herramientas" {órgano), las cuales no tiene n conte nido s especí ficos propios, sino que son métodos para enfrentarse con muchos contenidos. Esta contribución fue especialmente valiosa en el caso de la retórica, donde, como vimos al explicar el Gorgias platónico, existía una gran confusión acerca de la función del arte. Aristóteles explica estas "herramientas" en las obras conocidas colectivamente como el Organon, qu e inclu ye la lógica formal, l a demostración científica (apodeixis) y la dialéctica (explic ada en los Tópicos). En la Metafísica (6.1) Aristóteles dice que tod a actividad intelectual se divide en tres categorías: teórica, práctica y productiva. La actividad intelectual teórica se dirige hacia materias como las matemáticas, en las que el objetivo es cono cer; la actividad intelectual práctica se dirige hacia materias como la ética y la política, en las que el objetivo es hacer algo de una determinada manera; la actividad intelectual productiva, hacia construir algo, como un poema o una obra de arte. Las ciencias difieren de las artes en que aquéllas se vinculan con cosas que no pueden ser diferentes a como son: al estudiar matemáticas o física, por ejemplo, intentamos aprender lo que es necesariamente verdad, no lo que es probable. El arte, por otro lado, es una capacidad de desarrollar una posibi lidad basándose en el razonamiento, y opera en el área de lo probable. No se relaciona con objetos que existen por naturaleza o necesidad, sino con el "pro ducirse algo de lo que es susceptible tanto de ser como de no ser" (Ética a Nicómaco 6 A A). Ese "producirse" resulta de la operación de las causas, de las que Física (2.3) se puede encontrar una hay cuatro tipos, según Aristóteles. En la explicación sencilla del concepto de las cuatro causas o maneras en que se dice que las cosas son causadas. La primera es la causa material, como el metal es la causa de los objetos metálicos. La segunda es la causa formal, el modelo o género que causa la forma que adquiere el producto. La tercera es la causa efi ciente, el autor como causa del producto. La cuarta es la causa final, aquélla en razón por la cual se hace algo, como la salud es causa del ejercicio. Aristóteles no explica específicamente cómo se aplican las cuatro causas a la retórica, pero parece aplicarlas él mismo en la explicación. La causa material de un discurso es, en un nivel, las palabras de que se compone, y explica el uso de los diferentes tipos de palabras, pero, de manera más general, considera como material de la retórica los argumentos y tópicos que esas palabras cons truyen, y los explica en detalle. La causa formal, en su sentido más amplio, es la especie a la que pertenece un discurso, y Aristóteles llega a la conclusión de
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que hay tres tipos de retórica: judicial, deliberativa y epidíctica. La causa efi ciente es el hablante, de la proyección de cuyo carácter moral resulta un factor importante para la retórica. La causa final de la retórica en su conjunto es per suadir para un juicio, una acción o una creencia justos, pero cada especie de retórica tiene su propia causa final: lo justo en el caso de la retórica judicial, lo ventajoso de la retórica deliberativa, lo honorable de la retórica epidíctica. ¿Qué tipo de arte es la retórica: teórico, práctico o productivo? Aristóteles empieza el tratado con la declaración de que la retórica es complemento de la dialéctica, conexión que subrayará en otros pasajes de la obra. Desde ese punto de vista, la retórica es una de las disciplinas instrumentales, capaz de tratar de muchas materias. Las disciplinas instrumentales, sin embargo, mues tran diferentes niveles de actividad teórica, práctica y productiva. Cuando Aris tóteles define la retórica al principio del segundo capítulo, propone que sea considerada como "la facultad de considerar en cada caso lo que cabe para persuadir". La palabra traducida como "considerar" es theorésai, y tanto aquí como en otros pasajes Aristóteles considera a la retórica una teoría de la per suasión. Sin embargo, en un momento posterior de este mismo capítulo (1.2.7), la describe como un "esqueje" de la dialéctica y de la parte ética de la política, y en la Ética a Nicómaco (1.2.4-6) se refiere a ella co mo un a de las partes d e la más amplia disciplina de la política, y por lo tanto, como arte práctica. Quintiliano (2.18.2) revisó el problema partiendo de la explicación de Aristóteles y llegó a la conclusión de que es preferible considerar a la retórica como un arte práctica. Aristóteles, sin embargo, también ve en la retórica un arte productiva, sobre todo en el Libro III, donde la compara con la poética. La cuestión del tipo de arte que es la retórica está relacionada con el público al que se dirige Aristóteles. Su escuela atraía no sólo a jóvenes que podían lle gar a ser filósofos, sino también a otros que aspiraban a la carrera política en Atenas o en otros lugares, y a individuos a los que se podría encargar la eva luación de los discursos de los demás. En diferentes pasajes del tratado, Aristó teles parece tener en mente a un público distinto. El comienzo del Libro I se dirige aparentemente a alumnos que han estado estudiando dialéctica y que aquí encuentran a una materiaprácticos relacionada, Otros pasajes, sobre todouna lostransición que contienen preceptos sobrelala retórica. composición del discurso, apuntan al público de sus primeras clases, estudiantes ansiosos de mejorar sus destrezas retóricas. Los que planeaban entrar en la carrera política
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saldrían beneficiados del aprendizaje de la composición de un discurso, pero tal vez era más importante que comprendieran la forma en que otros usaban la retórica y que pudieran juzgar con garantías los discursos que escuchaban. La teoría retórica aristotélica también aporta una base excelente para la crítica y la evaluación del discurso persuasivo oral o escrito 16 . La Retórica de Aristóteles , tal como se conser va, cons ta de tres li bros 17. Con viene que se trate aquí del contenido de cada capítulo, pero el lector debe enten der que la numeración de éstos fue introducida en el texto por Jorge de Trebisonda en el siglo XV, y que srcinalmente el texto de cada libro (cada rollo de papiro) se desarrollaba de manera continuada. Los tres primeros capítulos del libro I presentan un esbozo del punto de vista de Aristóteles acerca de la retó rica filosófica. Aunque no hay referencias a Platón, dichos capítulos ofrecen una respuesta a las objeciones del Gorgias, en el sentido de que la retórica no es un arte, y desarrollan las sugerencias del Fedro sobre lo que constituye una retórica válida. El resto del Libro I y todo el Libro II elaboran detalladamente un sistema de invención retórica. En el Libro III, que quizá era srcinalmente una obra autó noma, Aristóteles añade explicaciones sobre la ejecución del discurso, el estilo y la disposición. Al reconocer que la Retórica, como la mayoría de los tratados de Aristóteles, se escribió en momentos diferentes, evitaríamos imponerle una cohe rencia artifical. Aristóteles no llevó a cabo una revisión final del conjunto, así que las palabras, incluso los términos técnicos, no siempre se usan con el mismo sig nificado, y no siempre el material que se ha desarrollado detalladamente en una parte del tratado, concuerda con las referencias de otros lugares. Además del
16. Ver Carol Poster, "Aristotle's Rhetoric Against Rhetoric", American Journal of Philology 118 (1997): 219-249. Poster llega a la conclusión (p. 244) de que la obra es "un manual para el estudiante instruido en dialéctica que necesita, sobre todo para propósitos de auto-defensa..., convencer a un público ignorante o corrupto o comprender el funcionamiento de la retórica dentro de un estado mal ordenado. Las técnicas descritas son peligrosas y potencialmente dañinas tanto para el hablante como para el oyente, y no deberían ser reveladas al público lector general de los diálogos de Aristóteles, sino enseñadas únicamente en el recinto controlado de la escuela aristotélica, como parte de un corpus esotérico de enseñanza platónico-aristotélica". 17. Entre los estudios convencionale s sobre la Retórica están los de Cope, Introduction to Aris totle's Rhetoric y Aristotle's Rhetoric with a Commentary; y los de William M.A. Grimaldi, Aristotle, Rhe toric I: A Commentary y Rhetoric II: A Commentary (New York: Fordha m University Press, 1980, 1988). Ver también Erickson, ed., Aristotle (antología de trabajos importantes) y Aristotle's Rhetoric (con bibliografía hasta 1970); Furley y Nehamas, eds., Aristotle's Rhetoric; y Rorty, ed., Essays on Aristotle's Rhetoric (con bibliografía). Traducción de Kennedy, Aristotle on Rhetoric (con bibliografía, notas y tex tos y trabajos complementarios).
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problema de clasificación del arte que acabamos de mencionar, hay otras tres incoherencias importantes, que son: (1) la contradicción de las quejas del primer capítulo del libro I, sobre anteriores escritos de retórica, y el material que él mismo trata en el Libro II sobre las emociones, y en el Libro III sobre estilo y disposición; (2) su uso, u omisión, del término topos, y sobre todo su descuido en aclarar la relación de los "tópicos" descritos en el Libro II, capítulo 23, con otros "tópicos"; y (3) los varios grados de énfasis que pone en el entimema, o el entimema y el ejemplo, como bases de la prueb a, y sus relaciones con los modos ético y patético de persuasión. Las incoherencias del texto resultan cier tamente de su composición en distintos momentos y quizá de sus distintos públicos. Algunos estudiosos creen que es posible trazar una evolución desde un primer punto de vista platónico, que limitaría la retórica al argumento lógico, como se ve en los primeros capítulos, hasta una consideración posterior que 18. incorporaría la persuasión ética y emocional, así como asuntos de estilo Aristóteles empieza el Libro I con la relación entre retórica y dialéctica. "La retórica", dice en la primera oración, "es una antístrofa de la dialéctica". Kntístrophos significa "correlación". Hemos visto cómo también Platón e Isócrates consideraban la retórica complementaria o correlativa de otras artes. Las fun ciones de la retórica y la dialéctica, está diciendo Aristóteles, constituyen métodos comparables. Ambas tratan de materias que constituyen temas comu nes del conocimiento, y ninguna se incluye en otra disciplina distinta. Todo el mundo tiene la ocasión de cuestionar o de apoyar un argumento, de defen derse o de acusar a otros, y además los temas se relacionan con una gran variedad de materias. La relación de la retórica con la dialéctica, como objeto de debate, continuará a lo largo de la historia de la retórica occidental. ¿Qué entiende Aristóteles por "dialéctica"? Para él la dialéctica es una forma de actividad intelectual algo más limitada de lo que era para Platón. Superior a ella es la apodéixis o demostración, que es el razonamiento proveni ente de pre misas científicamente verdaderas. La dialéctica, por el contrario, es la forma de razonamiento construido sobre premisas generalmente aceptadas, bien por todo el mundo, bien por la mayoría, o bien por los que tienen alguna autori-
18. Ver Friedrich Solmsen, Die Entwicklung der Aristotelischen Logik und Rhetorik (Berlín: Weidmann, 1929), y William W. Fortenbaugh, "On the Composition of Aristotle's Rhetoric", en Lenaika: Festschrifl für Cari Werner Müller (Stuttgart: Teubner, 1996), pp. 165-168.
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dad en el asunto (ver Tópicos 1.1). Aristóteles dice que la dialéctica es útil de tres formas: como entrenamiento intelectual para la argumentación, para deter minar la verdad sobre algún asunto en discusiones no estructuradas, y en rela ción al estudio de varias disciplinas intelectuales(Tópicos 1.2). El primer uso adopta la forma de los ejercicios que se practicaban en la escuela de Aristóte les, donde un alumno lanzaba una proposición del tipo "El placer es el único bien", y otro tenía que refutarla a base de preguntas a las que se pudiera con testar con un sí o con un no. El segundo uso se emparienta con la argumenta ción de los diálogos socráticos. El tercero implica, en el que razona, la habilidad de suscitar dificultades en las dos caras de un asunto, clarificando así el pro blema, y también facilita el desarrollo de las premisas sobre las que se pueden construir las disciplinas. LaPolítica de Aristóteles, por ejemplo, comienza con las premisas de que todo Estado es una comunidad, de que una comunidad se establece para la consecución de algún bien, y de que los hombres actúan para obtener lo que ellos consideran bueno. Estas premisas se fundamentan en un acuerdo general, no se desarrollan dentro de la ciencia de la política y sólo se pueden demostrar mediante un proceso que deje ver que son probablemente verdad. Es característico del sistema de Aristóteles que la dialéctica, como la retórica, sea más un arte de comunicación, que el descubrimiento de una nueva verdad; en los Tópicos, por ejemplo, se presupone por lo general que el estu diante, en el papel de orador, tiene una hipótesis que probar, pero no aparece involucrado en una discusión abierta. Este rasgo de la dialéctica aristotélica con 19
tribuyó a que fuera rechazada pordeel explicar método de científico en ellasiglo XVIIes. seme Aristóteles tiene buen cuidado qué manera retórica jante a la dialéctica, pero apenas dice nada sobre cuáles son sus diferencias. Toma la retórica como la habían entendido los sofistas e Isócrates, y al principio la deja casi reducida a dialéctica, pero todavía quedan algunas diferencias. Una es formal: la retórica se expresa en un discurso continuado, mientras que la dia léctica adopta la forma de debate de preguntas y respuestas. La retórica por lo general se dirige a un público amplio y el orador ha de tener en cuenta las reac ciones de los oyentes; la dialéctica suele implicar el argumento de un individuo frente a otro y también el acuerdo o la refutación. Existen asimismo diferencias en cuanto al tema: la dialéctica generalmente trata de cuestiones filosóficas o,
19. Ver Kapp , Greek Foundations ofTraditional Logic, pp. 60-74.
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cuando menos, generales; la retórica, de cuestiones concretas o prácticas. La dia léctica es rigurosa y constmye cadenas de argumentos; la retórica es popular y expansiva. El estoico Zenón comparaba la dialéctica con un puño cerrado y la retórica con una mano abierta (Cicerón, Orator 113), analogía citada posterior mente por muchos otros autores. Según se afirma en la Retónca, la retórica se limita a la vida civil y a tres tipos de discurso: judicial, deliberativo y epidíctico. Puesto que Gorgias e Isócrates habían considerado la retórica como un arte del discurso político, Aristóteles se cuida mucho de demostrar que es una herra mienta y no un arte sustantivo de la política, aunque sí la considera como una herramienta cuya aplicación es política. En laPoética (capítulo 19) se percibe la presencia de la retórica en los discursos de la tragedia y la epopeya tanto como en la oratoria, pero éstos son análogos al discurso político. La última diferencia, y quizá la más importante, es que en la oratoria y en la poesía la retórica des pierta una emoción (correcta o incorrectamente), cosa que no hace la dialéctica, y además, el buen carácter del hablante tiene un papel vital en la retórica, mien tras que en la dialéctica sólo importa el argumento. Si la retórica es una forma de la dialéctica, los manuales, en opinión de Aris tóteles, se quedan desgraciadamente muy cortos. Los manuales eran inadecua dos a causa de su preocupación por la oratoria judicial, en detrimento de la forma más noble: la oratoria política; también por el énfasis que ponen en las partes de la oración y en las emociones; y sobre todo porque olvidan la esencia de la retórica: hispisteis, palabra que se puede traducir como "formas de prueba" ono"modos deesperar persuasión". retórica,lleguen entendida es útilsi porque se puede que losLaoyentes a unacorrectamente, conclusión válida la ver dad no se presenta de manera que la gente pueda comprenderla, y además por que hay personas a las que es difícil instruir. La habilidad para argumentar las dos caras de un mismo tema, le facilita al hablante la comprensión de los pun tos fuertes y débiles de un caso. Por otra parte, el individuo debe ser capaz de defenderse a través de la palabra, cosa característica de la sociedad humana. La palabra puede producir grandes daños, como casi todas las cosas buenas. Después de las declaraciones introductorias del capítulo 1, Aristóteles empieza el capítulo 2 con la definición de retórica como una "facultad[dynamis] de teori zar lo que es adecuado en cada caso para convencer". Dynamis es el término filosófico que Aristóteles usa para "capacidad potencial", pero también significa "poder" o "habilidad", y a menudo se ha traducido como "facultad". Las palabras "en cada caso" distinguen a la retórica, que trata de gente, ocasiones y hechos 108
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particulares, de la dialéctica, que trata de universales. Los modos de persuasión, dice Aristóteles, son de dos tipos, átechnoi y éntechnoi (1.2.2). Los átechnoi modos sin arte, no artísticos o externos- están fuera del arte del orador, que tiene que usarlos, no inventarlos. Abarcan las pruebas que dan los testigos libres, las pruebas conseguidas de esclavos por medio de la tortura, los contratos escritos y otras pruebas directas que se explican detalladamente en el capítulo 15 del Libro I. Bajo la influencia de los manuales técnicos, con su enfoque judicial, Aristóteles no considera las pruebas externas disponibles para los hablantes deliberativos o epidícticos, tales como el tema de la ocasión en la que hablan. Las pruebas éntechnoi -mo do s "entécnic os", artísticos o internos de persu asi ón- son de tre s tipos, que podríamos llamar éthos, pathos y logos. Derivan de los tres elementos del acto de habla: el hablante, la audiencia y el discurso, respectivamente. El ethos es el carácter personal del hablante según se proyecta en el dis curso; deberíael aparecer como hombre digno confianza. opinióneldeorador Aristóteles, éthos se debeunestablecer a travésde del discurso En y no debe ser un asunto de autoridad o de la reputación previa del orador (1.2.4), porque sólo el ethos proyectado de esta manera es artístico. La autoridad del hablante debería ser análoga al papel de un testigo y en ese sentido sería átechnos, algo no crea do pero usad o po r el orador. Aristót eles no señala este punto específicamente, quizá por no parecerle necesario dada la situación común de los tribunales griegos, donde los litigantes solían ser personas sin una reputación especial y donde algunos de ellos les compraban el discurso a los logógrafos o escritores profesionales. Entre los deberes del logógrafo estaba la creación artística de un éthos creíble para su cliente. El pathos se pr od uc e com o mo do de pr ue ba art ística cu an do las men tes de la audiencia son movidas a la emoción: los oyentes llegarán a conclusiones diferentes cuando están enojados que cuando están complacidos. Aristóteles reconoce que él había criticado este asunto en los autores de manuales, que lo trataban de manera exclusiva, y promete que lo abordará de nuevo con más detalle, como efectivamente lo hace en el Libro II. A continuación dedica todo el resto del capítulo 2 a lo que hemos llamado el logos, o modo de prueba que se encuentra en el argumento y que es lo más carac terístico de la retórica tal como él la entiende. En el capítulo primero se dijo que el logo s era la materia de los entimema s, pe ro a quí se hace una clasificación bipartita paralela a la de la dialéctica. Se remite al libro sobre los Tópicos para obtener más información. La argumentación, dice Aristóteles, puede ser inductiva,
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basada en el uso de paradeigmata o ejemplos; o deductiva, en forma de entimema. Un caso de argumentos sacados de ejemplos sería la referencia a ocasio nes de la historia griega en las que un líder popular hubiera solicitado escolta para establecerse como tirano, lo que el orador puede comparar con una situación similar que se estuviese produciendo en el momento del discurso. La conclusión general "así pues, cualquiera que busca escolta busca la tiranía" puede aparecer expresamente o quedar implícita. Más tarde (1.9-39) se nos dice que la prueba basada en el ejemplo se ajusta más a la oratoria deliberativa que a la judicial, puesto que debemos predecir el futuro sobre la base de nuestro conocimiento del pasado. En el capítulo 20 del Libro II vuelve al asunto del uso de ejemplos, que pueden clasificarse como "históricos", o como "inventados". El caso que se ha mencionado sobre el tirano serviría para el tipo histórico. Los ejemplos inven tados son de dos clases: la parábola o comparación, como cuando Sócrates ridi culiza la elección de funcionarios públicos por sorteo, comparando el proceso con la elección de atletas o pilotos por sorteo; y la fábula, que es un ejemplo his tórico imaginario tal como los de las fábulas de animales de Esopo. Aristóteles dice que él está a favor de usar entimemas donde sea posible y luego añadir un ejemplo a manera de testigo. Si el hablante coloca los ejemplos primero, necesita unos cuantos para establecer la conclusión general que se deduce de ellos. Pero el orador podría decir: "No se debería dar escolta a Dionisio, porque el que busca escolta busca la tiranía. Si no me creéis, mirad el ejemplo de Pisístrato". Aquí una observación general, que se podría haber establecido por inducción, se declara en forma de entimema, en el cual las premisas se consideran como generalmente aceptadas, y luego se ha añadido un ejemplo concreto para consolidar lo dicho. En un pasaje de Analítica Priora (2.23) Aristóteles admite que la prueba basada en el ejemplo puede adquirir la forma silogística, y en otro lugar de la Retórica (2.25.8) hace del ejemplo uno de los tipos de premisas sobre las que se constru yen los entimemas. Es posible que su opinión sobre este punto variase con el tiempo, o también que usara el término parádeigma en dos senti dos diferentes 20. Isócrates usa la palabra entimema (por ejemplo en Evágoras 10) para desig nar un pensamiento o idea expresada por un orador. En Analítica Pnora (2.27) Aristóteles le da al vocablo el significado técnico de silogismo basado en pro-
20. Ver Gerard A. Hauser, "The Example in Aristotle's Rhetoric: Bifurcation or Contradiction?", Philosophy and Rhetoric 1 (1968) 78-90, reim pres o en Erickson, Aristotle, pp. 156-168.
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habilidad o en signos. Así que cabría esperar que su uso fuera corriente en la dialéctica, que trata de probabilidades, pero en los Tópicos -la explicación de Aristóteles de la dialéctica- entimema se usa sólo para referirse a un arg ume nto retórico (8.14, 164a 6), mientras que a los argumentos dialécticos se los deno mina silogismos. Parece como si Aristóteles hubiera pensado que aunque la argumentación en la retórica, igual que en la dialéctica, descansaba en gran medida en el uso de silogismos, era preferible llamar a los argumentos retóri cos con un nombre diferente para indicar el contexto lógico de la oratoria, menos riguroso. Ciertamente los entimemas se pueden reducir a argumentos silogísticos, pero su forma de presentación no es siempre la del argumento for mal. En concreto el orador suele suprimir una de las premisas (Retórica 1.2.13). Por ejemplo, "Dorieo ha vencido en una competición en la que el premio es una corona, porque ha ganado en los juegos olímpicos" es un entimema que, en su forma completa, consistiría en la premisa mayor, "El premio en los jue gos olímpicos es una corona"; la premisa menor, "Dorieo ha ganado en los jue gos olímpicos"; y la conclusión, "Dorieo ha vencido en una competición en la que el premio es una corona". En 2.22.3 Aristóteles dice que no es necesario recorrer "todos los pasos" en un entimema, y que las conclusiones no tienen por qué extraerse sólo de "premisas necesarias". En términos aristotélicos, cual quier argumento silogístico en un contexto retórico es un entimema, esté expre sado por completo o no. La mayoría de las veces los entimemas toman la forma de una declaración seguida de una razón, o son expresados en la forma "si algo es así, entonces otra cosa tam bién es a sí". La omisió n de una prem isa pu ed e tener el efecto psicológico de complacer a los oyentes al apelar a su inteligen 21 cia y puede contribuir a que se identifiquen con el que habla . Aristóteles señala categorías dentro de los entimemas atendiendo a dos cri terios. Un criterio es el material de las premisas: si se trata de probabilidades o bien de signos; el otro criterio responde al tema que se discute. Muchos de los entimemas de un discurso son efectivamente asuntos pertenecientes a la teoría política, a la economía, la estrategia militar, etc. Por lo general prefiere no llamarlos "tópicos" y se refiere a ellos como idia, "especificidades", aun que hoy se suelen conocer como "tópicos especiales" o a veces "tópicos" a
21. Ver Lloyd F. Bitzer, "Aristotle's Enthymeme Revisited", Quarterly Journal of Speech 45 (1959): 399-408, reimpreso en Erickson, Aristotle, pp. 141-155.
III
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secas. La retórica, por supuesto, se sirve de ellos, pero son más característi camente retóricos los que Aristóteles llama al principio koinoi topoi, "tópicos comunes", que carecen de tema específico y que no le dan al oyente infor 1.2.21 se identifica sólo uno, el mación sobre ninguna clase de cosas. En koina, tópico del más y el menos, pero en 1.3 y en 2.18-19 aparecen cuatro "cosas comunes": lo posible y lo imposible, el hecho pasado, el hecho futuro y la magnitud (lo más y lo menos, lo grande y lo pequeño). Un ejemplo de este último es lo que más tarde se llamaría argumento afortiorv. si la más difí cil de dos cosas es posible, también lo es la más fácil; e igualmente, si la menos probable de dos cosas ha ocurrido en el pasado, probablemente la más probable ha ocurrido también. Además, el capítulo 23 del Libro II pre sentará una tercera clase de "tópico". Este tercer tipo implica estrategias de argumento tales como el argumento por opuestos, por definición, por división y otros muchos, y han recibido el nombre de "tópicos dialécticos". El tercer capítulo empieza con una identificación de los elementos del acto de habla: hablante, discurso y oyente. Los retóricos modernos añadirían otros facto res entre los que se encuentra la ocasión, factor que podría haberle sido útil a Aristóteles en la discusión que sigue, pero que él habría considerado -igual que considera a la autoridad del hablante-, como elemento no artístico. Seguidamente define las tres clases de retórica sobre la base de los tres tipos de auditorio a los que un hablante se puede dirigir en un discurso: jueces de una acción pasada, jueces de un a acción futura y espectadores. Ésta es la más influyente de todas las divisiones de la Retónca de Aristóteles. Antes de Aristóteles se habí an rec ono cid o varias especies de oratoria, como las acusaciones, defensas, discursos fúnebres y otras, pero no se habían clasificado en géneros. Se puede ver que Aristóteles intentaba que su clasificación fuera universal por los términos universales en los que se asienta srcinalmente. El oyente de un discurso, dice Aristóteles, debe ser un juez o no serlo. En el segundo caso el oyente se describe como un theóros, espectador. Si el oyente es un juez, se le pide o bien que juzgue un hecho pasado (¿Hizo X esto? ¿Fue ilegal este acto?) o bien que juzgue sobre lo que se debería hacer en el futuro (¿Sería ventajosa la política propuesta? ¿Debería adoptarse?).
Estas dos posibilidades son respectivamente las situaciones de la oratoria judicial (dikanikd) y deliberativa (symbouleutiká), y cada una tiene su causa final: los liti gantes pretenden establecer lo que es justo o injusto; el hablante deliberativo se preocupa fundamentalmente de establecer qué acciones serán beneficiosas, o por
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lo menos no perjudiciales, para la audiencia. Quizá el hablante tendría algo que decir sobre la justicia, pero ésa sería una consideración secundaria. Todo esto se esquematiza en el texto de manera incisiva. En los capítulos 4 a 8 del Libro I se examinan detalladamente los distintos temas, objetivos y contenidos de la retó rica deliberativa; en los capítulos 10 a 15 se consideran los materiales de la retó rica judicial: los incentivos para obrar inadecuadamente (10-11), los estados mentales de los que lo hacen (12), los tipos de personas perjudicadas (12), la cla sificación de las acciones justas e injustas (13) y la evaluación comparativa de las acciones injustas (14). En estos capítulos Aristóteles resume muchos contenidos específicos (idid), princ ipalme nte políticos y éticos, que , seg ún él, tien en qu e ser conocidos por el orador. Esto nos recuerda efectivamente la declaración del sofista en el Gorgias de Platón de que si un estudiante no supiera suficiente de una materia, Gorgias tendría que enseñársela. El tratamiento de la situación, cuando el hablante no es un juez, es menos satisfactorio. Aristóteles llama a este tipo de discurso "epidíctico", es decir, "demostrativo", y dice que se refiere al tiempo presente, a diferencia del judi cial, que se fija en el tiempo pasado, y del deliberativo, que se fija en el futuro, aunque el hablante puede recordar a la audiencia hechos del pasado o hechos que se proyecten hacia el futuro. Sin embargo, en un pasaje poste rior (2.18.1) admite que el espectador de un discurso epidíctico es de alguna manera el juez de la efectividad de dicho discurso. En general, Aristóteles con sidera la epidíctica como la alabanza o el vituperio de una persona, y dice que la causa final de este tipo de discursos es la demostración de lo honora ble o de lo vergonzoso. Así pues esta categoría describe los discursos fúne bre s de aqu el tipo de discu rso sofístico que Gorgi as e Isócrat es ejemplificaban con encomios. En la explicación de la epidixis del capítulo 9 el tema se amplía un poco para dar cabida a la alabanza de dioses, animales y objetos inani mados (1.9-2). Los deslices del tono moral de la retórica filosófica se mani fiestan claramente por primera vez en este capítulo, al incluir consejos prácticos sobre cómo desarrollar una alabanza. Por ejemplo, dice Aristóteles que al alabar hay que aprovecharse de las semejanzas "siempre en el sentido de lo mejor. A sí,
al qu e es ir acu ndo y furioso co mo franco, al arrogante como magnifícente y digno", etc. (1.9.29). Es también en este capítulo cuando el tono prescriptivo asociado a los manuales retóricos se hace palmario, y se llega incluso a la utilización del verbo en segunda per-
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sona; por ejemplo: "Si no hallas motivos bastantes , deberás 22 hacer comparaciones con los demás, como lo hacía Isócrates..." (1.9-38) . Aristóteles admite (1.9.35) que la retórica epidíctica y la deliberativa se super ponen e insinúa que la diferencia reside a menudo en el estilo. Esto se confir mará con la explicación del estilo epidíctico en el Libro III, capitulo 12. Una gran parte de lo que comúnmente se llama oratoria epidíctica es deliberativa, pero escrita en estilo epidíctico. En muchos discursos de Isócrates, por ejemplo, el objeto del discurso es llegar al público (en el caso de Isócrates, a los lectores) para que juzguen sobre políticas futuras para Atenas o para Grecia. Y paralela mente, tanto los discursos judiciales como los deliberativos suelen contener pasa jes epidícticos; po r ejemplo, los ataques personales de Demóstenes a Esquines en los tribunales griegos, y la alabanza de Cicerón a Pompeyo en la asamblea romana para asegurar la aprobación de la ley Manilia. Parte de la oratoria cris tiana es deliberativa, aunque muchas veces contiene pasajes epidícticos de ala banza a Dios; otra parte es predominantemente epidíctica: el sermón misionero intenta convertir a los paganos a la nueva fe con el fin de que las acciones de los oyentes se correspondan con las enseñanzas del cristianismo, pero una homilía cristiana, dirigida a los creyentes, que intenta profundizar en el entendimiento y en la fe de éstos y no tanto empujarlos a acciones específicas, se puede consi derar epidíctica. Un discurso de salutación a un dignatario visitante, un discurso de agradecimiento, tal como el de Cicerón al senado a la vuelta del exilio, o dis cursos de enhorabuena en los cumpleaños o casamientos, que eran muy comu nes a finales de la Edad Antigua, entrarían dentro de la epidíctica de Aristóteles, como también entrarían los modernos discursos ceremoniales del Memorial Day, el Cuatro de Julio y las graduaciones en la universidad, así como los funerales. En muchos momentos de la historia, la alabanza y el vituperio han constituido la principal forma de discurso bajo gobiernos autocráticos, pero han permitido que el orador consiga otros fines. Tales discursos, entre los que se encuentran los encomios de funcionarios públicos, suelen intentar, al menos en parte, incitar al oyente a emprender una acción futura o, cuando menos, a que adopte un punto de vista sobre una acción posible. En ese sentido, dichos discursos responderían lógicamente al concepto que tiene Aristóteles de oratoria deliberativa, pero la cla-
22. Traducción español a ligeramente modificada para mostrar la segunda perso na de que habla el autor [N. de la T.].
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sificación de Aristóteles reconoce el hecho de que tales discursos son totalmente diferentes en estructura y en estilo de la oratoria del debate político. Perelman y Olbrechts-Tyteca en su Tratado de la argumentación. La nueva retómca (pp. 9596) insinúan que la epidíctica no encierra controversia y tiende hacia la adhesión creciente a un valor aceptado. Otra manera de verla es como "retórica performativa" (o de representación) caracterizada por su vinculación a las ocasiones for males 23. El concepto aristotélico de la epidíctica se deriva de los géneros de discurso que eran comunes en su tiempo, y necesita de una generalización que incluya los rituales, las representaciones y la retórica de ocasión que se encuen tra en todas las culturas del mundo. Gran parte de la poesía oral tradicional es epidíctica, y muchos géneros poéticos también lo son, sobre todo la poesía lírica en forma de odas o sonetos que celebren alguna ocasión, describan una obra de arte, alaben a un amante o ataquen algún vicio, o a un enemigo. El segundo libro de la Retórica se abre con un a vuelta a la explicació n de acerca del carácter del orador y de las emociones del público como modos artísticos de persuasión 24 . Los capítulos 2 a 11 detallan las emociones útiles para un hablante en todas las especies de la retórica, y constituyen el testimonio más antiguo de una sistematización de la psicología humana. La explicación de las emociones se distribuye en pares de opuestos: la ira y la calma, la amistad y la enemistad, etc. Los capítulos 12 al 17 tratan del ethos o carácter, enfocándolo según las edades de la vida: juventud, vejez, madurez; y según cómo afectan el nacimiento, la riqueza y el poder. Aunque en 1.3 y en 2.1 Aristóteles identifica el ethos con la proyección del carácter del hablante, aquí el ethos se considera en abstracto, sin aplicarlo a la retórica. Aparentemente los capítulos 2 a 17 fueron escritos srcinalmente en un con texto ajeno a la retórica y después incorporados a la obra como una especie de apéndice a la explicación del ethos y el pathos25. El capí tulo 18 regr esa a la consideración de los rasgos dialécticos de la retórica, y siguen explicacio1.2.3-5
23. Ver Walter H. Beale, "Rhetorical Performative Discourse: A New Theory of Epideictic ", Philo-
sophy andy Rhetoric 11 (1978): 221-246. de Perel man seLa citanueva por laretórica, traducc ión e spaño Ch. TratadoLadeobra la argumentación. Perelman L. Olbrechts-Tyteca, tr. de Juliala,Sevilla Muñoz, Madrid, Gredos, 198924. Ver William W. Fort enbau gh, Aristotle on Emotion (London: Duc kwort h, 1975), y "Aristotle on Persuasión through Character", Rhetorica 10 (1992): 207-244. 25. Ver Wisse, Ethos and Pathos, pp. 38-39.
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nes sobre los temas mencionados en 1.2-3: las "cosas comunes" de lo posible y lo imposible, el hecho pasado y futuro y la magnitud, en el capítulo 19; el ejemplo, en el capítulo 20; la máxima como forma de entimema, en el capí tulo 21; los entimemas, en el capítulo 22; y una lista de veintiocho topoi de entimemas, es decir, estrategias dialécticas, en el capítulo 23. Este capítulo contiene referencias históricas a sucesos ocurridos al final de la década de 340 y a principios de la de 330, y probablemente es la parte de la obra que se escribió más tarde. El Libro II termina con una explicación de los entimemas reales y falaces en el capítulo 24 y con las técnicas de la refutación en el capí tulo 25. Al final del libro Aristóteles dice que todo lo que se contiene en los Libros 1 y 2 tiene que ver con el pensamiento (dianoia) de un discurso. En la terminología desarrollada por las escuelas retóricas de los siglos posterio res, se dice que estos libros están dedicados a la heuresis o inventio, la pri mera de las cinco "partes" o "cánones" de la retórica. La última frase del Libro II es la siguiente: "Réstanos ahora hablar acerca de la expresión (lexis) y de la composición (taxisy. Esto es sorprende nte, puesto que nada en los dos primeros libros ha preparado al lector para una explicación de ese tipo, y las observaciones de Aristóteles en el capítulo pri mero del Libro I parecían negar la relevancia de dichos asuntos. El Libro III se escribió probablemente como una obra independiente, y es posible que fuera un editor quien lo añadiese a la Retórica cuando el tratado se publicó finalmente 250 años más tarde. Sin embargo, no hay razón para dudar de que Aristóteles escribió lo queI yahora es el III,suexcepto los pasajes de conexión con los Libros II. Por otraLibro parte, interés tal porvez el estilo y la dis posición es evidente en la Poética y en otras obras. La adición del Libro III al plan srcinal de la Retórica resulta coherente con la tendencia de la obra, ya observada, de ir de un austero punto de vista filosófico a unas explicaciones que incorporan muchos rasgos de la retórica tal como la entendían otros. Aunque el Libro III presenta en parte características de los manuales de com posición, las teorías del estilo y la disposición que pone de manifiesto son considerablemente más profundas de lo que se encuentra en otros lugares. En 3.1 Aristóteles hace dos observaciones interesantes. La primera es la propuesta de que la pronunciación del discurso debe considerarse parte de la retórica. Aristóteles esboza el contenido de una posible explicación de la pro nunciación, que hasta el momento nadie había escrito: el uso de la voz para n6
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expresar emociones diferentes, que se relaciona con el volumen o megethos, el tono o harmonía, y el ritm o o rhythmos. Aristóte les no considera el tema de la pronunciación muy importante o digno, ya que se vincula con la actua ción, pero su discípulo Teofrasto desarrollará la indicación del maestro y com pondrá ese tratado que aquí se reclama 26 . Aristóteles parece estar a la defensiva, por cuanto esto supone un paso más en el alejamiento de la retó rica filosófica. No podemos olvidarnos de la pronunciación, dice: Pero como todas las materias que se refieren a la retórica se relacionan con la opinión, se ha de poner también cuidado , y lo justo es ciertamente debatir acerca de los hechos mismos, de suerte que todo lo que queda fuera de la demostración es superfino. Con todo, al mismo tiempo es potencialmente importante, como ya hemos dicho, a causa de los vicios del auditorio. (3-1.5) Un segundo punto importante de 3.1 es la distinción entre el lenguaje de la poesía y el de la prosa, que incluye el rechazo de las cualidades "mágicas" del lenguaje del tipo que enseña Gorgias. La poesía se desarrolló primero, y de ahí que la prosa adquiriera una fuerte calidad poética cuando se llevaron a cabo los primeros intentos de crear un estilo artístico de la prosa, pero Aris tóteles dice que incluso las formas poéticas de su tiempo se estaban alejando de la dicción afectada. Inserta una referencia a la Poética para los interesados en más detalles acerca del asunto. También en la Poética (por ejemplo, en el capítulo 22) opta por un estilo de composición claro y sencillo. El capítulo 3 empieza con una explicación del estilo (lexis), primero en el sentido de la elección de palabras, con una declaración de lo que Aristóteles llama arete, 'Virtud, excelencia". Esta dicción se define como ni "vulgar ni más pretenciosa de lo debido, sino la adecuada". Si no hay claridad en el estilo, no se cumplirá su propósito; si no hay adecuación, no será artístico. El concepto de término medio entre los extremos es una característica de la doctrina de la ética aristotélica que también encuentra su aplicación en la retórica. Sin embargo, Aris-
26. Ver William W. Forte nbau gh, "Theop hrastu s on Delivery", Rutgers University Studies in Classical Humanities 2 (1985): 269-285.
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tóteles desea claramente que el estilo artístico sea distinguido o no familiar, y para ello es clave el uso apropiado de la metáfora. En su opinión la metáfora es especialmente importante en la prosa, porque el uso de otras formas del len guaje poético -términos inusuales, palabras compuestas, neologismos, etcparecería forzado, mientras que la metáfora es un recurso natural del lenguaje y puede servir de base para la claridad, la elegancia y la distinción. En el capítulo 3 se da una lista de varios vicios en el uso de palabras, y en el 4 se explica el 27 símil, que Aristóteles considera un tipo subordinado de metáfora . En el capí tulo 5 se explica la composición de frases y oraciones, empezando con el ele mento del hellenismos o corrección gramatical en griego. El capítulo 6 ofrece una lista de maneras concretas para conseguir elonkos, "elevación, solemnidad", en la composición, y el capítulo 8 explica la virtud deto prepon, "adecuación, pro piedad" en la composición. Las cualidades del buen estilo que Aristóteles estu dia por separado serán recompuestas por su discípulo Teofrasto en el tratado Sobre el estilo, y con el tiempo llegarán a constituir la lista convencional de las cuatro virtudes: corrección, claridad, ornato y adecuación28. Todas se explican de una u otra manera en cada uno de los estudios posteriores sobre el estilo. En conexión con las virtudes del estilo, Aristóteles estudia el ritmo de la prosa y la sentencia periódica en los capítulos 8 y 9. El interés por el ritmo se había desarrollado a finales del siglo V y era un asunto importante para los maestros de prosa del siglo IV como Demóstenes. El ritmo en griego clásico está relacionado con la proporción de las sílabas largas y breves, no con la recurrencia acento. intentó formular rít mica como del punto medioAristóteles entre la regularidad rítmicaundelprincipio verso ydela prosa ausencia completa de ritmo. Este punto medio se encuentra en los pies métricos llama dos péanes, y Aristóteles recomienda que se empiece una oración con una sílaba larga seguida de tres breves y que se termine con tres sílabas breves seguidas por una larga. Aunque es posible hallar dichos ritmos en la prosa artística griega (y latina), y aunque otras explicaciones posteriores del ritmo también recomienden estos pies métricos, es más frecuente encontrar otras combinaciones. Parece que Aristóteles ha establecido una norma demasiado estrecha, derivada por su principio predilecto del término medio. La explica-
27. Ver McCall, Ancietit Rhetorical Treatises ofSimile and Comparison, pp . 24-53. 28. Ver Kenne dy, New History of Classical Rhetoric, pp. 85-87.
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ción del período en el capítulo 9 distingue entre el estilo suelto, en el que las oraciones o las cláusulas se enlazan mediante conjunciones coordinadas, y el estilo periódico, compuesto por unidades con principio y final claros y de tamaño tal que sea percibido con facilidad por el oyente o el lector. Cree que un período tiene dos oraciones o cláusulas, que pueden ser paralelas o idén ticas en cuanto al sentido, o bien antitéticas, y cita ejemplos de los discursos de Isócrates, pero no se detiene en el análisis de oraciones complejas como la de Isócrates citada en el Capítulo 3, u otras comunes en escritores posteriores. Los capítulos 10 y 11 continúan la exposición del ornato con un examen más pormenorizado de la metáfora, y subrayan lo que Aristóteles llama "poner ante los ojos", "saltar a la vista", como medio para hacer vivido el estilo. El capítulo 12 explica las diferencias entre el estilo oral y el escrito, y entre losque estilos adecuados a cada debería una de las de retórica. escrito, incluye la epidíctica, ser tres másespecies pulido que el oral, El y elestilo estilo y argumento de la oratoria judicial debería trabajarse con más detalle que el de la deliberación, que él compara a la pintura de paisajes, que se debe con templar a distancia. Muchos tratadistas antiguos de retórica señalan la analo gía entre la retórica (o la poesía) y las artes. La segunda mitad del Libro III -los capítulos 13 a 19- explica la taxis, "dis posición" de las partes de un discurso. Aristóteles parte de un punto de vista coherente con la retórica filosófica expuesta al principio del Libro I, diciendo que sólo hay dos partes imprescindibles, la exposición o proposición y la prueba o persuasión. Ridiculiza las varias partes que exponen los autores de manuales, pero de repente, tal como hace en otros lugares, modifica sus aus teros pronunciamientos en favor de la práctica del momento, y reconoce que "a lo máximo" puede haber proemio, proposición, prueba y epílogo, y en los capítulos siguientes incluye también la narración. En esta explicación tiene en cuenta los discursos epidícticos, judiciales y deliberativos. Al exponer la prueba como parte del discurso (3-17; ver también 3-16.6) identifica las cua tro amphisbéteseis, "temas sob re los qu e cabe un l itigio": si el he ch o tuv o lugar realmente, si causó algún daño, si era de importancia, y si era justo. Ésta es la referencia más antigua a lo que acabaría llamándose la determinación de la stasis o "cuestión sobre la que se debate" en un discurso. Aristóteles no dice mucho sobre el tema, pero otros tratados retóricos posteriores hacen de la sis un elemento fundamental para la argumentación.
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Los discípulos de Aristóteles en la Escuela Peripatética, sobre todo Teofrasto, sucesor suyo como director de la institución, continuaron el estudio de la retó 29 rica que él había emprendido y modificaron algunos de sus elementos . Como se mencionó más arriba, Teofrasto escribió tratados sobre pronunciación y estilo, desarrollando las ideas de Aristóteles en la Retónca III, y proba ble men te creó el concepto de epiquerema o argumento retórico expresado por completo, en contraste con el entimema o argumento falto de una premisa. Puesto que Aristóteles no publicó su tratado sobre retórica, sus ideas fue ron difundidas principalmente por tradición oral gracias a sus discípulos. Según el geógrafo del siglo I Estrabón (13-609), después de la muerte de Aris tóteles las obras no publicadas fueron sacadas de su biblioteca y llevadas a Asia Menor, do nd e se gua rda ron y olvid aron hasta que fueron redes cubi ertas a principios del siglo I a. C, época en la que fueron trasladadas a Roma, donde se editaron y publicaron. Puede que estos hechos sean exagerados -quizá existían algunos ejemplares de la Retórica-, pe ro en genera l se confir man por la ausencia de referencias directas a la obra, anteriores al tratado de Cicerón Sobre el orador, escrito en 55 a. C. A partir de en to nc es ap ar ec en citas ocasionales de la Retórica en autore s griegos y latinos 30 , pero la obra quedó ensombrecida por el gran número de nuevos tratados y manuales sobre la materia, publicados desde el siglo II a. C. hasta el final de la Edad Antigua, sobre todo por aquellas obras que tratan aspectos de la retórica no aborda stasis y las figuras de dicción. En el dos por Aristóteles, como la teoría de la Retórica, que se leían siglo XIII se escribieron dos traducciones latinas de la primordialmente por la explicación de la política y la ética, pero el tratado careció de verdadera importancia para la enseñanza de la retórica hasta que fue redescubierto y traducido al latín por Jorge de Trebisonda en el siglo XV e impreso por vez primera en el XVI.
29. En William W. Forten baugh et al., eds., Theophrastus ofEresus (London : Brill, 1992) se reco gen y se traducen testimonios de los escritos de Teofrasto sobre retórica. 30. Ver Friedrich Solmsen, "The Ari stotelian Tradition in Ancient Rhetoric", American Journal of Philology 62 (1941): 35-50 y 169-190, reimpreso en Erickson, ed., Aristotle, pp. 278-309.
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Formas de prueba en la Retórica de Aristóteles I. Demostración científica Qapodeixis). II. Demostración probable (jdialektike): RETÓRICA (desgajada de la dialéctica y de la parte ética de la política): A. Modos artísticos de persuasión (1.2): 1. Ethos del hablante (2.1); 2. Pathos o emoción del público (2.2-17); 3. Logos o argumento del discurso (1.2): a. Deductivos: entimemas (2.22): i. Ftientes: probabilidad y signos (infalibles y falibles) (1.2); ii. Tópicos: a. especiales Odia) (1.2) b. comunes (koina) (1.2, 2.18-19) c. dialécticos (topoi) (2.23) b. Inductivos: ejemplos (2.20) i. Históricos ii. Inventados: parábola; fábula B. Modos no artísticos de persuasión (1.15): 1. Leyes; 2. Testimonio de testigos; 3. Contratos; 4. Testimonio de esclavos bajo tortura; 5. Juramentos Especies de retórica Distinguidas por la función del público (1.3): I. Jueces: A. Del pasado: Judicial: Asunto de justicia (1.10-14) B. Del futuro: Deliberativa: Asunto de provecho (1.4-8) 1. Contenidos (1.4): modos y maneras; guerra y paz; defensa; importaciones y exportaciones; legislación 2. Objetivo (1.6-7): la felicidad; el bien 3. Contexto (1.8): democracia; oligarquía; aristocracia; monarquía II. Espectadores: Epidíctica: Asunto de honor; Alabanza y vituperio (1.9)
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La tr ad ic ió n filosófica de sp ué s de Ari stó tel es Es po sib le trazar l a línea de una tradi ción "fil osófica" modificada du ra nt e los siglos posteriores a Aristóteles. Los diálogos platónicos Gorgias y Fedro, que eran bien conocidos, ayudaron a los profesores de filosofía del siglo II a. C. en sus ataques contra la retórica, motivados en parte por la creciente popu laridad de las escuelas retóricas no sólo entre los griegos sino también entre las clases altas romanas. La Escuela Estoica, fundada por Zenón en la genera ción siguiente a la de Aristóteles, le concedió a la retórica un reducido lugar en su programa de estudios como compañera de la dialéctica. Diógenes Laercio (7.42-43) resume las opiniones de los estoicos acerca de la retórica. Los estoicos también contribuyeron de manera importante a la lógica y a la teoría lingüística, aportando entre otras cosas la distinción entre los tropos -como la metáfora- y las figuras de dicción, un gran número de las cuales ya había reci bido nombre y definición a finales del siglo II a. C. Por su parte, la Escuela Epicúrea despreció la retórica hasta que Filodemo, un filósofo epicúreo del siglo I a. C, le dedicó su atención, criticando las opiniones de los otros y exponiendo una teoría de la retórica epidíctica artística en una obra que ha sobrevivido sólo parcialmente en un papiro enterrado en la erupción del Vesubio 31 . Las expresiones más importantes de una de.las versiones de la retórica filo sófica en el mundo de habla griega a finales de la Edad Antigua vinieron de los filósofos neoplatónicos, que consideraban que las obras de Platón y Aris tóteles esencial entre primordialmente ellas, y que crearon programapara de estudiostenían en eluna quearmonía la retórica se usaba comounejercicio entrenar la mente. Sobre la teoría de la stasis y el estilo preferían como tex tos básicos los escritos retóricos de Hermógenes (siglo II de nuestra era), en detrimento del tratado de Aristóteles, y bajo su influencia se compusieron una serie de prolegómeno, o intro ducci ones a los textos herm ogén icos , qu e defen dían la legitimidad que le correspondía a esta materia dentro del campo de la enseñanza. Los neoplatónicos estudiaron también el Gorgias y el Fedro de Platón, y escribieron comentarios sobre ellos, buscando sus concordancias
31. Robert Gaines está prep arand o una nueva edición y traducción de Sobre la retórica de Filo demo. Para la retórica en otras escuelas filosóficas helenísticas, ver Fortenbaugh y Mirhady, eds., "Peripatetic Rhetoric", y Kennedy, Art of Persuasión, pp. 290-299 y 321-330.
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mutuas en cuanto al contenido, y también las conexiones de ambos con el nuevo sistema de pensamiento platónico-aristotélico. La síntesis neoplatónica de la retórica filosófica y la retórica de manual siguió ejerciendo influencia a lo largo de la Edad Media griega 32 . En el Occidente de habla latina, el texto de mayor importancia para las relaciones de la filosofía y la retórica fue la introducción que Cicerón colocó al frente de su tratado Sobre la invención, escr ito hacia el añ o 89 a. C. El pasaje aparece citado o imitado a menudo desde fines de la Edad Antigua hasta el Renacimiento. Cicerón era muy joven cuando lo escribió, y a pesar de que declara ser srcinal, lo que expresa en esta obra está sacado casi por entero de fuentes griegas: Muchas veces me he preguntado si la facilidad de palabra y el excesivo estudio de la elocuencia no han causado mayores males que bienes a hom bres y a ciudades. En efecto, cuando considero los desastres sufridos por nuestra república y repaso las desgracias acaecidas en otros tiempos a los más poderosos estados, compruebo que una parte considerable de estos daños ha sido causada por hombres de la más grande elocuencia. Mas cuando empiezo a investigar en los testimonios literarios esos aconteci mientos que por su antigüedad están ya alejados de nuestra memoria, me doy cuenta de que es la elocuencia más que la razón la que ha servido para fundar muchas ciudades, sofocar muchas guerras y establecer muchas y muy firmes alianzas y amistades inviolables. Así, tras largas reflexiones, el análisis me ha llevado a concluir que la sabiduría es casi siempre perjudi cial y nunca resulta útil. Por ello, quien descuida el estudio noble y digno de la filosofía y la moral y consagra todas sus energías al ejercicio de la palabra, se convierte en un ciudadano inútil para sí mismo y perjudicial para su patria. Por el contrario, quien se arma con la elocuencia no para luchar contra los intereses de su patria sino para defenderlos, éste, en mi opinión, será un hombre muy útil tanto para los propios intereses como para los intereses públicos y un leal ciudadano. (Sobre la invención 1.1) [Trad. de S. Núñez. Madrid, Gredos, 1997]. Muchos años más tarde, después de haber adquirido una vasta experien cia política y tras haber estudiado filosofía de manera intermitente, Cicerón
32. Ver Kenned y, Greek Rhetonc under Chrístian Emperors, pp. 52-132.
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compuso el diálogo Sobre el orador, qu e aco met e la síntesis de la retórica filo sófica y la retórica de manual, sirviéndose de Platón, de Aristóteles y de fuen tes técnicas, que incorporó dentro del concepto del orador como estadista y líder social, concepto de srcen sofista. Para la formación de esta figura ideal es imprescindible el conocimiento de la filosofía y de la ley, ciertos patrones morales, y el compromiso con las mejores tradiciones de la sociedad romana. Esta obra tuvo mucha influencia sobre Quintiliano, que escribió un siglo des pués, aunque Quintiliano se muestra menos favorable que Cicerón a los estu dios filosóficos formales. Y Sobre el orador es también una de las fuentes para la explicación de la retórica que aparece en el libro cuarto del tratado Sobre la doctrina cristiana de San Agustín, que se estudi ará en el Capítu lo 7. La dialéctica y la retórica en la Antigüedad El concepto aristotélico de la retórica como complemento de la dialéctica arraig ó con fuerza y pe rd ur ó entr e los filóso fos. Además , la filosofía ejerció un influjo importante en la enseñanza y en la práctica de la retórica a través del estudio de los tópicos dialécticos. En ocho ocasiones se encuentra el lec tor de la Retórica con referencias a los Tópicos, el tratado de Aristóteles sobre la dialéctica, al que el autor remite para información suplementaria sobre asuntos de argumentación. La referencia en Retórica 2.22.10 dice qu e "resulta entonces evidente que, lo mismo que en los Tópicos, es necesario, ante todo, disponer sobre cada materia particular de lugares escogidos acerca de las cosas son posibles y más oportunas. en cuanto a de los lahechos suce den deque improviso, la investigación hay queY desarrollarla mismaque manera, atendiendo no a indefinidos, sino a los que son pertinentes a aquello de que trata el discurso". Topos en griego significa "lugar", y un "tópico" lógico o retórico es por lo tanto un lugar para encontrar un argu mento. Puede que Aristóteles haya tomado el concepto de los "lugares" de los manuales donde se encontraban ejemplos de argumentos de probabilidad u otras técnicas retóricas 33 , o bien puede que el significado se derive del sistema mnemónico, en el que se establecían lugares para colocar imágenes de pala bras o ideas que debían ser recordadas (ver Tópicos 8.14 163b 28).
33. Ver Colé, Origins ofRhetoric, pp . 88-89.
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Los Tópicos de Aristóteles es una obra dividida en ocho libros, que tiene como apéndice el tratado sobre las Refutaciones sofisticas. En el Libro I distin gue la demostración científica del razonamiento probable o dialéctico y, como queda dicho, explica que el conocimiento de los tópicos es útil para el entrena miento mental, para el debate y para el establecimiento de las premisas de las ciencias. Las proposiciones son de tres tipos, éticas, físicas y lógicas, y forman la base del razonamiento inductivo o deductivo. El razonamiento deductivo es el más importante y adopta la forma de silogismo. Cada proposición o problema lógico implica cuatro predicables: definición, propiedad, género y accidente (1.4 101b 25). Éstos se encuentran en diez "categorías": esencia, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, posición, estado, actividad y pasividad (1.9 103b 20-24). Aristóteles también escribió un tratado llamado Categorías, que contiene una lista parecida aunque no idéntica. Los silogismos se pueden conseguir por cua tro vías: la provisión de proposiciones, la habilidad para distinguir los diferentes significados de una palabra, el descubrimiento de las diferencias, y la investiga ción de las semejanzas (1.13 105a 20-34). Los Libros II a Vil ofrecen una colec ción de tópicos relacionados con accidentes, género, propiedad y definición, en ese orden. Por ejemplo, un tópico es ver si tu oponente ha tratado el género como accidente: blanco, pongamos por caso, no es un accidente de color, sino un miembro del género color. Las categorías intervienen en tales asuntos en cuanto, por ejemplo, el color blanco es una esencia (en griego "alguna cosa") y también indica una cualidad. El libro octavo de los Tópicos aconseja sobre el razonamiento: cómo formular o refutar cuestiones en un debate. Así pues, el tra tado de los Tópicos trata tanto del hallazgo o invención de argumentos, como de su evaluación, lo que se conoce como "juicio". La dialéctica -y argumentación de tesis- fue un ejercicio importante en las escuelas filosóficas griegas del período helenístico. Los predicables y las cate gorías demostraron su utilidad en muchos campos, por ejemplo en el estudio de la gramática, que concitó un especial interés en los estoicos. También se aplicaron al estudio de la retórica. La teoría de la stasis desarrollada por Hermágoras en el siglo II utiliza los conceptos de definición y cualidad, y un manual retórico posterior, el de Casio Longino, usa las categorías como una especie de lista para sugerirles a los estudiantes lo que podrían decir al des arrollar una narración o un argumento. Cicerón explicó los tópicos dialécticos en Sobre el orador (2.162-73), y ade más co mp us o un breve tratado, l lama do
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también Tópicos, que se presenta como una versión latina de la obra de Aris tóteles del mismo título, pero que está sacado en gran parte de la lista de tópi cos de la Retórica 2.23 o de fuentes estoicas. Siguiendo la línea general marcada por Aristóteles, Cicerón divide la argumentación en dos artes que él llama arte de la invención o tópicos, y ciencia del juicio o dialéctica. Su visión general iba a colocar bajo la retórica a ambos, a la invención y al juicio. La dialéctica no era asunto que atrajera especialmente a los romanos, que la consideraban abstrusa y dada a nimiedades, algo que debía dejarse a los poco prácticos griegos. A finales de la Edad Antigua encontramos la excep ción de Boecio, que era cónsul romano en el año 510 y que ocupó otros altos cargos, pero que terminó siendo acusado de traición y ejecutado en 524. Fue uno de los últimos pensadores occidentales que conocían bien el griego. Se interesó sobre todo en las obras lógicas de Aristóteles, algunas de las cuales tradujo al latín. También escribió un tratado con el título de De topicis differentiis, cuyo cuarto libro constituye una explicación de la retórica como forma dialéctica especial aplicada a cuestiones políticas. Se analizará esta obra más pormenorizadamente en el Capítulo 9. Aunque parece que Boecio no cono cía la Retórica de Aristóteles, su obra introdujo en la tradición medieval de Occidente una forma de retórica filosófica. Se trata de una obra muy abstracta, que no intenta ofrecer aplicaciones prácticas, pero que atrajo poderosamente a los filósofos escolásticos, y que incluso llegó a convertirse durante el siglo XIII en el texto básico para enseñar teoría retórica en la universidad de París. También encontramos una forma de la tradición filosófica de la retórica en el Didascalion de Hugo de San Víctor, escrito en el siglo XII, y en el tratado Sobre la reducción de las artes a teología, escrito por Buenaventura en el XIII. Durante los períodos renacentista y neoclásico resurgieron otros enfoques filosóficos de la retórica, como se explicará en los Capítulos 10 y 11.
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CAPÍTULO ¥ LA RETÓRICA EN LA ÉPOCA ROMANA
Se considera que la etapa clásica de la historia griega terminó con la derrota que Macedonia infligió a los estados griegos en la Batalla de Queronea en 338 a. C, seguida del corto reinado de Alejandro Magno, muerto en 323. Aristóteles y Demóstenes, los más grandes oradores de la democracia ate niense, murieron ambos en 322. Los tres siglos siguientes se conocen como la Época Helenística; aunque Atenas y otras ciudades griegas mantuvieron parte de su autonomía local; el poder en el Mediterráneo oriental, Asia Menor y el Norte de África estaba en manos de los generales griegos de Alejandro, que gobernaban como reyes de Macedonia, Pérgamo, Siria, y Egipto. En el curso de los siglos II y I a. C, Roma, consolidado ya su poder en el Medite rráneo occidental, intervino en los asuntos de la cuenca oriental, derrotó a los gobernantes asiáticos, y a las ciudades griegas, y, hacia 30 a. C. había ya incor porado toda el área en calidad de provincias del Imperio Romano. La época helenística constituye el momento en que la lengua y la cultura griegas se extienden por Oriente. Escuelas griegas de gramática, retórica y filo sofía aparecieron en Asia y el Norte de África, y la retórica griega entró en con tacto con el judaismo y, posteriormente, con el cristianismo. Fue en este mismo periodo cuando la teoría retórica griega, tal como se exponía en escuelas y manuales, desarrolló las estructuras y contenidos que la caracterizarían perma nentemente. Esto incluye la división definitiva de la retórica en cinco partes, a saber, invención, disposición, estilo, memoria, y pronunciación; el desarrollo de la teoría de la stasis, o definición; y la identificación de tropos y figuras, estas últimas dividas en figuras de pensamiento y de lengua. En el siglo II a. C. los romanos empezaron a estudiar retórica y a escribir sobre ella en latín, bebiendo de fuentes griegas. Por desgracia, no quedan tratados ni manuales de retórica
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de los siglos III y II a. C; lo que sabemos de su desarrollo viene a través ele alguna que otra cita, o de referencias en escritores posteriores. Hermágoras Probablemente, la contribución más importante a la retórica técnica de este periodo fue el manual del retórico griego Hermágoras de Temnos. Poco se sabe del autor, y su trabajo se perdió a excepción de lo que se puede recons truir a partir de las referencias que encontramos en De Inventione, de Cice rón, la Rhetorica ad Herennium, y estudios posteri ores sobre la inven ción retórica. Hermágoras definió la tarea del orador como "tratar la cuestión polí tica propuesta tan persuasivamente como fuera posible" (véase Sexto Empí rico 2.62). Trató la invención con el mayor detalle; disposición y estilo se 1 tratan más brevemente bajo la denominación "economía" ; probablemente 2 . Hermá también habría una breve explicación de la memoria y la elocución goras es la primera fuente conocida del tratamiento en cinco partes de la retó rica. Dividió las cuestiones políticas en dos tipos: tesis, que son generales (por ejem plo, "¿Es justo mata r a un tirano?"), e hipótes is, o casos específicos (po r ejemplo. "¿Mataron justamente Harmodio y Aristogitón al tirano Hiparco?"). En su análisis de la hipótesis, Hermágoras explicó más detalladamente la impor tante teoría de la stasis, o cómo determinar la cuestión de la que se trata en un caso, un tema que Aristóteles {Retórica 3.17.1) y otros escritores más tem pranos habían tocado sólo brevemente.
La stasis (en latínPorstatus o constitutió) la propo ión básica quenegar el orador pretende demostrar. ejemplo, un hombreesacusado desic asesinato puede haber matado a la víctima. Esto es una stasis conjetural, o stasis de hecho. O puede admitir la acción pero afirma que era legal (quizá si se hizo en defensa propia), lo que constituye una stasis de definición. O puede intentar justificar la acción de otra manera, argumentando, por ejemplo, que no fue intencionada mente y que la muerte fue accidental (stasis de cualidad). La teoría es mucho más compleja de lo que muestran estos ejemplos; algunos aspectos serán con-
1. Véase Robert S. Reid, "Hermágoras' Theo ry of Prose: Oikonomia in Dionysius of Halicarnasus", in Advances in the Histoiy o/Rbetoiic, ed. Richard L. Enos, Fort Worth, Texas Christian University, 1996, pp. 1:9-24. 2. Para un estudio más extenso, véase Kennedy, Art ofPersuassion, pp . 303-21; Dieter Matthes, "Hermágoras von Temnos", Lustrum 3 (1958), pp. 58-214 y 262-87.
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De Inventione de Cicerón, qu e es siderados más adelante cuando se examine el trabajo más antiguo que se conserva en el que aparezca la teoría de Hermágoras. Éste subrayaba que el asunto central de la retórica técnica era la oratoria judicial, aunque la stasis se puede aplicar a otros géneros de oratoria pública, y ofrecía a los profesores de retórica un cuerpo de materiales cuidadosamente organizado para presentar a sus alumnos. Retóricos posteriores, de los cuales Hermógenes, en el siglo II d. C, es el más importante, inventaron nuevas mane ras de organizar la determinación de la cuestión de la que se trataba. La teoría de la stasis siguió siendo el núcleo de la invención retórica hasta el final del Renacimiento y continúa teniendo algunas aplicaciones en la actualidad. La retórica en Roma Roma comenzó siendo una pequeña ciudad-estado gobernada por reyes. De acuerdo con la tradición, el último rey fue destronado en el año 753 antes de Cristo y fue reemplazado por una "República" con oficiales electos, un senado consultivo, y asambleas legislativas. La República romana no era, sin embargo, una democracia ni en el sentido griego ni en el moderno del tér mino: durante la mayor parte de su historia fue una oligarquía en la que miembros de las familias nobles y ricas controlaban el gobierno. De vez en cuando ocurrían levantamientos populares que incrementaban gradualmente los derechos de las clases más bajas. A finales del siglo II a. C. comenzaron a emerger líderes populares, irrumpieron las facciones y las guerras civiles, y con la dictadura de Julio César, a mediados del siglo I, el gobierno constitu cional colapso y fue reemplazado después de 30 a. C. por el gobierno de un solo individuo, el emperador Augusto y sus sucesores. El discurso público y el debate en el senado, las asambleas legislativas, y los tribunales fueron elementos fundamentales de la República romana. Como en otras sociedades tradicionales, la destreza en la oratoria se aprendía después de escuchar e imitar durante largo tiempo a los oradores más ancianos. En el siglo II a. C, sin embargo, algunos jóvenes romanos ricos comenzaron a visitar Gre cia para estudiar retórica y filosofía, y, a mediados de siglo, habían llegado a Roma algunos profesores griegos de retórica; pero la actitud general de los gru pos poderosos romanos era negativa con respecto al estudio de la retórica. La destreza en el discurso constituía una posible amenaza para la oligarquía del senado. En l6l a. C. el senado autorizó la expulsión de Roma de filósofos y
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rétores, y en fecha tan tardía como el 92 a. C. los censores publicaron un edicto contra la enseñanza de la retórica en latín 3. Ninguno de estos esfuerzos parece haber tenido mucho éxito y, ya a mediados del siglo I, las escuelas de retórica y la práctica de la declamación eran aspectos centrales de la educación romana. El De Inventione de Ciceró n Cicerón (106-43 a. C.) fue el más grande orador romano y el mayor escri tor latino de retórica. Se conservan cincuenta y ocho de sus discursos y más de novecientas cartas que ofrecen detalles íntimos de su carrera, así como una serie de obras pensadas para introducir la filosofía griega contemporánea entre los romanos, poco dados a la filosofía, más siete obras sobre retórica. De Inventione fue escrito en torno al 89 a. C, cuando Cicerón era muy joven, y aunque pretende presentarse como srcinal, en su mayor parte expone el sistema de técnica retórica que había estudiado en su adolescencia 4. Quizá lo escribiera sobre todo para sí mismo, a manera de repaso de las teorías que había estudiado. Sin embargo, de entre todos los escritos de Cicerón sobre retórica, durante mil años, desde la antigüedad hasta el Renacimiento, fue éste el más leído. Se escribieron numerosos comentarios sobre él, y fue la mayor autoridad para todo el conocimiento posterior sobre inventio retórica, como se verá en el Capítulo 9· Su popularidad se debe a que, a diferencia de otras obras retóricas de Cicerón exceptuando los prefacios, es un manual escolar que establece la terminología y los preceptos de la retórica de una manera fácil de ser memorizados y aplicados. Cicerón había planeado similares mono grafías dedicadas a las otras partes de la retórica, pero no las llevó a cabo en su momento, y llegó a considerar insatisfactoria esta obra temprana en com paración con la experiencia que adquirió más tarde en la práctica oratoria o con la visión más noble del orador que más tarde defendió. El primer libro de De Inventione comienza con la introducción filosófica, de la cual se cita una parte en el Capítulo 4. "La sabiduría sin la elocuencia", dice,
3. Véase Kennedy, New History of Classical Rbetoric, pp. 102-17, y para un desarrollo más amplio de este punto, Kennedy, Art ofRhetoric, pp . 3-102. 4. Para la fecha de composici ón, véase Kennedy, Art ofRhetoríc, pp . 103-11. Traducción [al inglés] de De Inventione de H.M. Hubbe ll en la Loeb Classical Library. Hay traduc ción espa ñola de S. Núñez en Cicerón, La invención retórica, Madrid, Gredos, 1997.
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"hace muy poco para beneficiar a los estados, pero la elocuencia sin sabiduría hace demasiado daño y nunca es de provecho". Ofrece una historia especulativa del desarrollo de la sociedad humana, probablemente inspirado en la filosofía estoica. Debió de haber habido un líder con capacidad para persuadir, que sacó a la humanidad de sus condiciones primitivas, pero tales hombres no se intere san por los detalles diarios de la administración, y una clase inferior de hombres, hábiles para el discurso, se dedicó a disputas insignificantes. Con el paso del tiempo, se acostumbraron a estar del lado de la mentira. Así los espíritus más nobles se apartaron para dedicarse a la especulación filosófica. No se mencionan nombres en concreto, pero presumiblemente Cicerón pensó que este proceso describía la historia de Grecia considerada desde tiempos de sabios como Solón, a los sofistas, seguida por la crítica hecha por Sócrates y sus sucesores. Según Cicerón, hombres de estado romanos como Catón, Lelio y Escipión Africano com binaron mejor la sabiduría y la elocuencia. Esa introducción acaba con un pane gírico de la elocuencia de Gorgias e Isócrates, y así deriva en la tradición sofística: De ella vienen los mayores provechos para el estado, si la sabiduría está presente como moderadora de todas las cosas; de ella, para los que la han alcanzado, vienen la gloria, el honor y el prestigio; con ella también se garantiza la más cierta y segura defensa de nuestros amigos. Me parece que aunque los hombres son más bajos y débiles que los animales en muchos aspectos, los sobrepasan en que tienen la habilidad de hablar. Así me parece que el hombre ha ganado algo maravilloso que supera a otros hom bres de adquiere la mismanomanera que la humanidad a losarte, animales. Ya que se sólo porennaturaleza y práctica,supera sino por no es irre levante que nosotros veamos lo que tienen que decir aquellos que nos han dejado preceptos sobre la materia.
civilis Comienza entonces el tratamiento técnico declarando que la retórica es vatio, una parte de la política. Su función es hablar de una manera adecuada para persuadir al auditorio. En aquel momento Cicerón no conocía de primera mano la Retórica de Aristóteles, y por ello se pierden muchas de las sutiles distinciones que Aristóteles hace; sin embargo, atribuye a Aristóteles -"que hizo mucho para mejorar y adornar este arte"- la opinión de que la función del orador atañe a tres clases de materias: epidíctica, deliberativa, y judicial (1.7). Sus partes, según "la mayoría de las autoridades", (1.9) son la invención, la disposición, el estilo, la memoria, y la pronunciación. La inventio es la búsqueda de la verdad o de lo que l
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es como la verdad, para hacer probable un caso. La disposición(dispositio) es la distribución ordenada de lo que se ha encontrado. El estilo(elocutió) es conse guir las palabras adecuadas para lo que se ha hallado. Lamemona es retener con
(pronuntiatid) fuerza loscuerpo temas adecuado y palabras.al La pronunciación controlen de lala mente voz y el tema y a las palabras. Las partesesdeella retórica tal como Cicerón y otros las describen son claramente artificios pedagó gicos para sugerir al estudiante las etapas de la preparación de un discurso. El resto de la obra se dedica a la invención. Cicerón comienza con la teo ría de la stasis tal como la desarrollara Hermágoras, y usa el término latino constitutio para describirla. Constitutio, dice, es el primer conflicto entre las dos caras de un caso, que resultan de rechazar una acusación -por ejemplo, "Tú lo hiciste", y la respuesta, "Yo no lo hice"-. Hay cuatro clases deconstitu tio en el sistema ciceroniano: coniecturalis, cuando el hecho está en cuestión, definitiva, cuando se debate la definición de la acción (por ejemplo, asesinato u homicidio); generalis, cuando hay una cuestión de naturaleza, cualidad, o clasificación de una acción, y translatio, cuando se cuestiona la jurisdicción de un tribunal. Estas constitutiones se tratan en el libro 1, y de nuevo en el libro 2 en este orden. Los casos son simples: sobre una única cuestión, o comple jos: sobre varias cuestiones (1.17). Las controversias implican bien un razona miento (in ratione), bien documentos escritos (in scnpto) (1.17). El sistema, tal como se esboza, se propone ayudar al estudiante a encon trar lo que debe decir. Después de considerar la naturaleza del caso, el estu diante debe volver a la cuestión básica de la que se trata, una explicación de la cuestión, la determinación de lo que ha de decidir el juez, y qué argumento se puede prever para esa decisión. Para hacer esto último el estudiante debe investigar las circunstancias, loci en latín. Cicerón deja los detalles de un lado por el momento y sigue con el siguiente paso, que es disponer las partes del discurso en orden. Hay seis partes en su sistema: exordio, narración, división, confirmación, refutación y conclusión (1.19). El resto del Libro 1 toma estas partes en ese orden, describiendo las cualidades que cada una de ellas debe tener y algunos de los argumentos que pueden usarse. A lo largo de la obra es interesante notar la manera en la que los retóricos del período helenístico habían adoptado, modificado, omitido o expandido las doctrinas retóricas desarrolladas en la Grecia clásica. Se mantiene la disposición del estudio siguiendo las partes del discurso, como era el caso en los manuales anteriores.
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Aunque el tratamiento de los argumentos deriva indirectamente de Aristóteles, y se acepta su distinción de tres especies de retórica, en cambio la teoría de tres modos de persuasión -ethos, pathos, logos- es aparentemente desconocida para Cicerón, y también desconocida para sus profesores en aquel momento. El exordio (1.20-26) prepara al auditorio para recibir el discurso y debe hacer a cada uno de los oyentes benevolus, attentus, docilis; es decir, bien dispuestos al orador, atentos y receptivos. Hay cinco clases de casos: el honorable, el extraordinario, el humilde, el dudoso, o el oscuro, y el exordio debe adaptarse a cada tipo. En algunas clases de casos en que no hay problema especial, el exordio puede ser una simple introducción, pero en los demás casos se nece sitará de insinuatio, qu e con disimulación o con rodeo s se introducirá furtiva mente en la mente de cada oyente. Al considerar la sugerencia de Cicerón sobre cómo hacer a un juez bien dispuesto, atento, o receptivo, comenzamos a ver cómo los retóricos habían creado un sistema de lugares comunes, que difieren de los argumentos dialécticos de Aristóteles. Hay, dice Cicerón, cuatro loci, "lugares", para buscar la buena voluntad: en el carácter del orador, como una modesta descripción de acciones y servicios pasados, o en los infortunios del orador; en el carácter de los oponentes, si son odiados, malvados, o impopula res; en el carácter de los jueces, rindiendo tributo a su valor, sabiduría o pie dad; o en el caso mismo: puede ser alabado o puede ser despreciado el caso del oponente. De forma similar, Cicerón hace relación de argumentos que inci tarán la atención y receptividad, con los tópicos para usar en la insinuatio. La narración (1.27-30) debe presentar el caso y la razón para la disputa, pero puede también incluir una digresión extra causam, más allá de los estre chos límites, bien para atacar a alguien del otro bando, bien para hacer una comparación, bien para divertir al auditorio. Una narración debe tener tres cualidades (lo que en otros tratadistas se llaman "virtudes" de la narración): debe ser breve, clara y probable (1.28). Por ejemplo, será clara si los hechos son descritos en el orden en que ocurrieron y si se usan palabras claras. Como se notó en el Capítulo 3, estos requisitos podrían proceder de Isócrates. La división, o partición, (1.31-33) es de dos clases: el orador puede pre sentar los asuntos los que hay acuerdoque condeben el oponente y lo que en disputa, o puedeenenumerar los puntos ser probados. En queda este último caso, es importante ser breve, completo y conciso. Cicerón nota que en la filosofía hay más reglas para la división que aquí no son relevantes.
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La confirmación (1.34-77) es la parte del discurso donde, argumentando, hacemos "nuestro caso" de seguro crédito, autoridad, y fuerza. El material para la argumentación aquí es bien de un tipo general o bien útil sólo en un tipo par ticular de oratoria, y se deriva de argumentos concernientes a personas o con cernientes a acciones. Los atributos de persona son nombre, naturaleza, modo de vida, fortuna, hábito, afección, estudios, consejo, hechos, casos y oraciones. Los argumentos para cada uno se definen y estudian por orden. Los tres últimos, por ejemplo, tratan del comportamiento, experiencias, o palabras en el pasado, el presente, o el futuro. Los atributos de la acción son de cuatro clases: conec tados directamente con la acción, conectados con la ejecución de la acción, uni dos a la acción, o consecuencias de la acción. Cada uno tiene sus loci. Por ejemplo, para encontrar argumentos relacionados con la ejecución de la acción el estudiante debe considerar lugar, tiempo, ocasión, manera, y facilidad. Todos los argumentos derivados de estos loci, dice Cicerón (1.44), serán pro bables o necesarios, es decir, irrefutables. El argumento necesario toma usualmente la forma de dilema, enumeración, o simple inferencia. Las probabilidades, tal como se usan en la argumentación, son signos, credibilidades, juicios oficia les o comparaciones. La forma del argumento es bien inductio, inducción, o ratiocinatio, dedu cci ón (1.5 1). Se dan ejemplos de cada uno , y Cicerón consi dera largamente cuántas partes tiene una ratiocinatio. Aunqu e aquí está trat ando de lo que en griego se llaman entimemas y silogismos, no usa esos términos; su práctica es encontrar un término latino siempre que sea posible. Su propia opi nión (1.67) es que la ratiocinatio en su forma comple ta tiene cinco part es (lo que en griego se llama epicheirema): proposi ción, razón, suposición, razón para la suposición, y conclusión; en la teoría de Cicerón (no en su práctica, donde son frecuentes entimemas de dos partes) como mínimo debe tener tres partes: premisa principal, premisa menor, y conclusión. Al finalizar su estudio de la prueba, Cicerón de nuevo advierte (1.77) que otras dificultades de la argumen tación examinadas por los filósofos no son adecuadas al orador. La refutación (1.78-79) es de cuatro clases: como mínimo no se admiten las premisas; se muestra que no sigue la conclusión; se ataca la forma de la argu mentación como inválida; o se presenta un argumento más fuerte contra el que el oponente ha presentado. Se dan ejemplos de cómo llevar a cabo cada clase de refutación. Los argumentos son deficientes si son completamente fal sos, demasiado generales, demasiado comunes, controvertidos, evidentes,
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controvertibles, vergonzosos, ofensivos, contradictorios, inconsistentes o adversos al propósito del orador. Se explica cada falta. La digresión, según Cicerón (1.97), había sido colocada por Hermágoras en este lugar del discurso, entre la refutación y la conclusión. Puede consistir en la alabanza o el vituperio de individuos, en la comparación con otros casos, o en algo que acentúe o amplifique el tema que se trata. Por ello, no es lite ralmente una digresión. Cicerón critica este requisito como regla formal y dice que tal tratamiento debe estar entretejido con el argumento. Irónicamente, las digresiones éticas de la clase que aquí se describen son muy características de sus grandes discursos, por ejemplo, Pro Caelio y ProMilone, y apare cen regu lar y efectivamente en ese preciso lugar de la estructura del discurso. peroratio por los La conclusión (1.98-109), más frecuentemente llamada escritores romanos, tiene tres partes: resumen o enumeración; incitación o
conquestio, o compasi ón desperta da por indignación contra el oponente; y la el orador. Se dan argumentos para cada una de ellas. Aquí como en toda la obra, Cicerón trata al orador, ya acusador ya defensor, como el sujeto del caso, no como abogado de un cliente. Esto es porque se basa en la teoría griega, que refleja la práctica de los tribunales griegos. En Roma, en la mayor parte de los juicios, los oradores eran patroni, o abo gad os, figuras simila res a los barristers del sistema legal británico, que planeaban la acusación o la defensa, y dirigían los casos en el tribunal. En los años posteriores, Cicerón mismo desempeñó a menudo esta función, la cual era un desarrollo del sistema romano de patróncliente de tiempos anteriores, donde los miembros de las clases altas social o económicamente defendían los intereses de sus subordinados. Se suponía que no se pagaba a los abogados en el tiempo de Cicerón, pero éstos a menudo recibían apoyo político, favores, e incluso regalos de sus clientes. En la introducción al segundo libro del De Inventione (2.4) Cicerón pre tende haber utilizado una variedad de fuentes. Puede que haya leído algunas de ellas, pero lo más probable es que las conociera principalmente a través de un maestro cuya identidad desconocemos. A continuación ofrece un breve resumen de la historia de la retórica, que incluye el desarrollo de una tradi ción y por otra profesores isocrática, posteriores. que dice (2.8) fueron unidas en segundo un único cuerpoaristotélica de doctrina El propósito del libro es describir "argumentos específicos de confirmación y refutación para usar en cada clase de discurso" (2.11).
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Cada inferencia, dice Cicerón (2.16), se deriva de la causa, de la persona implicada, o del acto mismo. Se examinan entonces las cuatro clases de constitutio y sus argumentos para la retórica judicial. La stasis de cualidad, que él con sidera la más importante y complicada, se deja para el final (2.62-115). Se divide en dos partes: argumentos legales (2.62-68) y argumentos jurídicos, o argumen tos de equidad, que tienen un complicado sistema de subdivisiones (69-115). Una cuestión jurídica implica absolutos de bueno o malo, o argumentos supuestos que implican circunstancias parcialmente externas. Los argumentos supuestos se usan cuando la acción se ataca o se defiende sobre la base de las circunstancias bajo las que se ejecutó, más que por su legalidad o corrección en sí mismas. Hay cua tro subdivisiones: una acción se puede defender en comparación con otras accio nes; echando la culpa de la acción al acusador; echando la culpa a otra persona; o por confesión. Hacer recaer la responsabilidad sobre otro puede comprender la causa d eenlalaacci la acción misma.haber La confesión ed e tomarpor la forma purgación, queónelo orador pretende actuado enpuignorancia, acci de dente, bajo fuerza, y en todo caso niega la intención de daño; o puede tomar la forma de deprecación, o ruego de perdón. Cada una de las categorías tiene argu mentos apropiados para usar tanto en la acusación como en la defensa. Se examinan entonces las controversias que impliquen documentos escri tos (2.116-54). Ya había establecido la distinción entre evidencia razonada y escrita en 1.17; se trata de la versión hecha por Cicerón de la distinción esta blecida por Aristóteles entre prueba artística y no artística. Cicerón examina los argumentos bajo los nombres de ambigüedad, conflicto entre la letra y el espíritu de la ley, conflicto entre dos o más leyes, razonamiento por analogía donde no cabe específicamente ninguna ley, y definición. Hasta este punto su estudio ha tenido en cuenta sólo la retórica judicial. La retórica deliberativa ha sido considerada brevemente (2.155-76). Cicerón (2.156) observa que el "fin" o propósito en la oratoria judicial es la equidad, que, dice, es una subdivisión de un tópico mayor, el honor. Es consciente de que Aristóteles había considerado la ventaja o utilidad de una política como el objetivo de la oratoria deliberativa, pero él mismo prefiere decir que es el honor y la utilidad. En la epidíctica es el honor únicamente. Lo que es hono rable se encuentra en las cuatro virtudes cardinales tal como las definían los filósofos helenísticos: sabiduría, justicia, fortaleza y templanza, cada una de las cuales se convierte en un tópico. Lo honorable, cuando va unido a la utilidad consiste en tales cosas como la gloria, el rango, la influencia, y la amistad 136
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(2.166). Se puede ver cómo habría funcionado esto en un discurso real en el De Lege Manilia, del 69 a. C. De Inventione finaliza con un brev e exa me n de la alabanza y el vituperio en la oratoria epidíctica (2.177-78). No había tradi ción de oratoria epidíctica en ylasus República romana, y por ello el género era de poco interés para Cicerón contemporáneos. Termina aquí el examen de la invención que realiza Cicerón. Se centra en los recursos del discurso, principalmente del discurso practicado en el tribunal de jus ticia, generalmente en el orden en que un estudiante podría usarlos en la compo sición. Las formas de argumentos y temas de la dialéctica están presentes, pero organizados en un sistema destinado a enseñar la oratoria legal a los estudiantes. Ese sistema, sin embargo, está basado en las condiciones de la ley y el procedi miento en Grecia, no en Roma. Se ve la forma en que los litigantes hablan en su propio nombre, lo que generalmente no habría sucedido en Roma; e incluso la teoría de la stasis, a la que tanta atención se presta, no era enteramente aplicable a los procedimientos romanos. En los casos civiles, en Roma, se celebraba una audiencia preliminar de una alegación ante el pretor, el cual determinaba si el caso era procesable y hacía una declaración de qué asuntos tenían que ser determina dos por un jurado. La teoría de la stasis, sin embargo, tuvo aplicabilidad a algunos juicios criminales, y el uso que Cicerón hace de ella se pue de ver en alguno de sus casos, especialmente en Pro Milone. Su práctica, y la de otros oradores madu ros, desde luego era mucho más inventiva y flexible que ninguna de las sugeridas en De Inventione, que es un árido man ual para el principiante, y especia lment e para el que comenzaba a practicar la declamación en una escuela de retórica. Al declamar sobre casos imaginarios en las escuelas, se esperaba que los estudiantes siguieran las reglas para la invención, que incluían la deter minac ión de la cuesti ón de la que se trataba, la disposición, el estilo, la memoria y la pronunciación tal como se encontraba en los manuales y la explicaban sus profesores. La Rhetorica
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Ya que Cicerón no escribió sus primeros estudios sobre disposición, estilo, memoria, y pronunciación, podemos recurrir, como hacían los estudiantes de retórica en la Edad Media y el Renacimiento, a otro antiguo manual que tra taba de esas materias. Éste es la Rhetorica ad Herennium, un tratado escrito por Cornificio, desconocido si no fuera por esta obra, y dedicado al desco nocido Herennio. Su estudio de la invención guarda muchas similitudes con
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la de Cicerón en De Inventione, y presenta por ello, probab lemente , las ense ñanzas del mismo profesor o de la misma escuela, y sugiere lo que Cicerón habría tenido que decir sobre las otras partes de la retórica. Fue compuesto algunos años después que De Inventione, qui zá en tor no al 84 a. C. A lo larg o de la Edad Media y hasta el siglo XV se creía que el tratado era obra de Cice rón y se lo llamaba frecuentemente Rhetorica Secunda. Aunq ue, com o Cice rón, el autor no había adaptado la teoría retórica al proceso legal romano y no ofrece un estudio del ethos, los valores romanos aparecen en mayor grado en esta obra que en De Inventione. Esto es verd ad princi palmen te en el extenso estudio de la dignitas, qu e es un térmi no para la orn ame nta ció n (4.19-68) 5. Uno de los atractivos que presenta la Rhetorica ad Herennium para el estudiante de retórica, además de su completa descripción de la materia, es la existencia de una excelente edición, con texto latino, traducción, y notas, de Harry Caplan en la serie de Loeb Classical Library 5bis. La Rhetorica ad Herennium se divide en cuat ro libros. Los dos pr ime ros se dedican a la invención judicial, pero integran el material del libro segundo de Cicerón en un único estudio de la prueba. El libro 3, tras tratar la retórica deliberativa y judicial, examina las partes restantes de la materia que habían alcanzado un status canónico en aquel tiempo. El estudio de la dispositio, o disp osici ón, es muy corto (3 .16-18). El aut or dice que hay dos clases, una que surge de las reglas de la retórica, y otra que se acomoda a las circunstancias. Las reglas de la retórica, desde luego, han dispuesto que haya un exordio, una narración, etc., y la principal razón de que el examen sea tan corto es que estas partes del discurso ya han sido tra tadas en detalle. Ahora se nos dice, sin embargo, que es posible variar este orden si, a juicio del orador, es más efectiva otra disposición. Uno podría, por ejemplo, querer empezar con la consideración de un argumento muy fuerte hecho por el oponente, o con la narración. De hecho, tanto los oradores grie gos como los romanos hacen esto. En el curso del primer siglo a. C. la nece sidad para todas partes del discurso del orden prescrito se convirtió en un
5. Véase Patrick Sinclair, "A Study in the Sociology of Rhetoric: The Sententia in Rhetoríca ad Herennium", American Journal of Philology 114, 1993, pp. 561-80. 5bis. Hay edición del texto latino con estudio , traducció n castellana, y notas de Jua n Francis co Alcina, Barcelona: Bosch, 1991; y otra de Salvador Núñez, Madrid, Gredos, 1997.
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importante tema de estudio entre las escuelas de Apolodoro de Pérgamo, que enseñaba que siempre se debía seguir el orden prescrito, y Teodoro de Gadara, que era más flexible (La disputa es un buen ejemplo de las pedantes 6 polémicas que a menudo surgían entre profesores rivales de retórica) . El estu dio de la disposición en la Rhetorica ad Herennium finaliza con un párrafo sobre el orden de los argumentos dentro de la prueba y la refutación. Los más fuertes debían ir al principio y al final, y los más débiles, en el medio. En lugar de seguir con el estilo, el autor reserva esa materia para un libro aparte y ocupa el libro 3 con su estudio de la pronunciación y la memoria. Esta disposición, imitada por Jorge de Trebisonda en la nueva retórica más importante del siglo XV, resulta principalmente del deseo del autor de tratar el estilo más detenidamente, y en particular de incluir numerosos ejemplos de su propia com posición. Quizá también le influyera el hecho de que el estilo era el tema que otros trataban de forma monográfica; algunos lectores sólo estarían interesados en ese tema y encontrarían útil si estuviera escrito en un rollo de papiro aparte. Al haber decidido tratar el estilo al final, el autor también revierte el orden de la memoria y la pronunciación. Su estudio de la pronunciación (3.19-27) es el primero que tenemos, a excepción de la breve mención que hace Aristóte les al principio del libro 3 de su Retóñca. Divide la pronun ciación en vocis figura y corpons motus, una distinción que probablemente se srcinara en el ahora perdido estudio de Teofrasto sobre la materia. La cualidad de la voz se apoya en magnitudo, o volumen , firmitudo, o estabilidad, mollitudo, o flexibi lidad. El volumen depende en buena parte de la naturaleza pero puede ser mejorado por la práctica. La estabilidad -la habilidad de hablar durante largo tiempo sin enronquecer- se preserva cultivándola. La flexibilidad también requiere ejercicio y lleva consigo tres tonos o estilos: sermo, o conversación, contentio, o debat e, y amplificatio, o amplificación. Cada un o de los ton os se subdivide, y se dan reglas para conseguir esto. Una analogía con los estilos de oratoria, que se tratan en el siguiente libro, es aquí evidente y tiene mayor desarrollo en el estudio que hace Quintiliano de la pronunciación. El movimiento físico, o gesto, se coordina con los tres tonos, y se dan consejos sobre cómo usar cara, brazos, manos, cuerpo, y pies. En momentos de amplificación patética, es incluso adecuado darse una palmada en el muslo y sacudir la cabeza.
6. Véase G.M.A. Grube, "Theodorus of Gadara", American Journal ofPhilology 80 (1959), pp. 337-65.
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El estudio de la memoria (3.28-40) es el mejor tratamiento de esta materia que se recoja en ningún tratado antiguo. La mnemónica tiene una historia que aparentemente comenzó en el siglo V a. C. A lo largo de los siglos la materia fue explorada en una serie de tratados, además de tratársela algo en manuales retóricos7. La mayor parte de la explicación de esta obra es sobre el sistema "artificial" de escenarios e imágenes que un estudiante puede usar para memorizar cualquier clase de discurso. Un escenario familiar al estudiante es la base física, y puede imaginarse como un tablero de la mente. Contra este escenario el estudiante proyecta imágenes que simbolicen las ideas o las palabras del dis curso en el orden en que aparezcan. Cuando el estudiante hable, esta imagen se revive en la mente para sugerir los pensamientos o palabras. El sistema fun ciona, y todavía hoy tiene algún uso, pero es incómodo para memorizar un texto largo, y probablemente es más útil para ejercitar la memoria hasta el punto en que pueda ser capaz de recordar una composición sin ayuda, o como modo de recordar al pie de la letra algún pasaje particularmente difícil. Los antiguos oradores usaban algunas veces notas, pero la lectura de un texto escrito era considerada ineficaz en contextos legales y políticos y normalmente se evitaba. Existen numerosos testimonios antiguos del gran potencial de la mente humana para recordar palabra por palabra, en una sociedad que era mucho más oral que la nuestra y que daba un gran valor a esa habilidad. El Libro 4 de la Rhetorica ad Herennium consiste en una introducción qu e defiende la decisión del autor de escribir sus propios ejemplos ilustrativos de estilo (elocutio), seguidos de una explicación de las clases de estilo, sus vir tudes, y su ornato. Puesto que probablemente había más escrito sobre estos temas que sobre cualquier otro punto de la retórica, en los siglos posteriores, y ya que los términos latinos usados por el autor no se convirtieron siempre en la terminología usual, su tratamiento del estilo tiene menos autoridad que sus observaciones para otras partes de la retórica, aunque nos dé una buena idea de la materia tal como se entendía en el siglo I a. C. y ha sido proba blemente la parte más leída de esta obra desde la antigüedad. Tres clases de estilo se distinguen (4.11-16): elgravis, o alto, mediocns, o medio, y adtenuatus, o bajo. Ésta es la exposición más antigua que se conserva
7. Véase Blum, Antike Mnemotechnik, y Yates, Art of Memory.
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de lo que se convirtió en un rasgo permanente de los estudios tradicionales sobre el estilo. Quizá se srcinara en el perdido tratado de Teofrasto sobre el estilo y hubiera sido codificado por los retóricos griegos de los siglos III y II a. C. Cada estilo se ilustra con un pasaje (sobre un tema romano) compuesto por el autor. Además, las tres clases de estilo tienen sus correspondientes defectos, que pue den ser llamados el hinchado, el descuidado, y el magro, y cada uno de ellos se ejemplifica. No se le dice al lector cuándo usar cada uno ni cómo combinarlos. El autor pasa a tratar las cualidades que debería exhibir el buen estilo (4.17-18). Éstas son las que Aristóteles y Teofrasto llaman "virtudes". Mientras que este término no se usa -de hecho la única palabra general aplicada a ellas es res, que significa "cosas"- el autor sí habla de viña o "vicios" de es tilo . Las cualidades que él aprueba son una revisión del sistema de Teofrasto, más conocido hoy a través del De oratore y Orator de Cicerón, y de la Institutio
elegantia, compositio, y dignitas. de Quintiliano. El estilo, dice, debería tener Elegantia podrí a ser traducida co mo "gusto". Consiste en dos cosas, correcta latinidad y claridad de expresión. Se recordará que Aristóteles había identifi cado claridad (con propiedad) como la virtud de estilo y había tratado de la corrección un poco más adelante en su obra. La corrección y la claridad fue ron las dos primeras virtudes del esquema de Teofrasto. La compositio, sin embargo, no se corresponde directamente con ninguna de las virtudes de Teofrasto. Es una distribución pulida de las palabras y se define como el evi tar una serie de faltas, como el hiato excesivo o la aliteración. La dignitas, o distinción del estilo, es la ornamentación y consiste en el uso de figuras del discurso, divididas en figuras de elocución y figuras de pensamiento, pero no se usa ni el término griego schéma ni el latin o figura-, los recursos se llaman exornationes. Lo qu e sigue es la descri pción más antigua que se conserva de las figuras de elocución. Se les da nombre latino a cuarenta y cinco figuras, que se definen e ilustran, y algunas se subdividen. Algunas veces se hacen repetitio, la pri comentarios sobre los efectos de una figura: se dice que la mera de las figuras mencionadas, tiene encanto, gravedad, y vigor, pero no se hace el esfuerzo de ir más allá de esto para explicar la psicología de la figura. Las diez últimasusual figuras aquellas se desvía del significado de laconsisten palabra en (4.42). Éstasensonlaslasque quela lolengua griegos, y más tarde los romanos, llamaron "tropos", o "cambios", el más importante de los cuales es la metáfora. Diecinueve figuras más se describen de manera similar.
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Los conceptos de tropos y figuras están ausentes en Aristóteles, aunque, desde luego, describe la metáfora y otros recursos del estilo que se incluirían entre ellos. No tenemos fuentes adecuadas para reconstruir la historia de la cla sificación y nomenclatura de tropos y figuras, pero probablemente procedan de la obra de los gramáticos helenísticos y d^ios filósofos estoicos interesados en el lenguaje. Una vez comenzado, sin embargo, el proceso se convirtió en uno de los intereses mayores de los retóricos griegos y latinos; los tratados retóricos estudiaron las figuras por extenso, y se publicaron manuales dedicados exclusi vamente a las figuras. A menudo, "estilo" vino a significar el uso de tropos y de figuras, una concepción que se encuentra a lo largo de la historia de la retórica. LaRhetorica ad Herennium est abl ece el sistema téc nico de la retórica clá sica en sus cinco partes tradicionales, con su énfasis característico en la ora toria judicial, en la explicación de la teoría de la stasis, y en su forma manualizada. Muchos otros manuales le siguieron; la mayor parte, como los primeros griegos, fueron efímeros, y reemplazados pronto por la obra de otro profesor. Algunos de los escritos del tiempo del Imperio Romano sobrevivie ron, sin embargo, y algunos fueron estudiados por lectores medievales y rena centistas. Entre éstos están los tratados de Apsines y Casio Longino, en griego, y las obras colectivamente conocidas como los Rhetores Latini Minores, que se estudiarán más adelante en este Capítulo. Si la historia posterior de la retó rica clásica estuviera representada únicamente por estas obras, se trataría de un estudio muy árido. Afortunadamente, algunas obras de intelectuales de más talla merecieron haber sobrevivido para darnos una comprensión más profunda del papel de la teoría y práctica retórica en la cultura clásica. Aquí consideraremos brevemente los más importantes.
De Oratore, diál ogo de Cic eró n Cicerón tuvo una carrera afortunada en la política y en los tribunales, que cul minó en su elección como cónsul en el 63 a. C. Su política era conservadora, orientada a defender las tradiciones de Roma y la constiaición de la República Romana, pero abierta a la cooperación y al compromiso con las varias clases socioeconómicas de su tiempo, lo laqueconjuración Cicerón llama una concordia Como cónsul, consiguió deshacer de Catilina, pero cuatro ordinum. años más tarde Julio César, Pompeyo, y Marco Craso se unieron en un triunvirato que anuló muchas garantías constitucionales. Cicerón fue obligado al exilio durante
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un año; y aunque tras su vuelta pudo ejercer como abogado en los tribunales, se le excluyó de cualquier actividad política. Para ocupar la mente, continuó con algunos de sus estudios anteriores. En el 55 a. C. escribió una de sus obras más estimadas, el diálogo De oratore, en el que trató de hacer una síntesis de las tra diciones filosóficas, sofísticas y técnicas de la retórica tal como él las entendía, y proyectar una visión ideal del orador como líder y protector de una sociedad justa y ordenada 8 . En una carta de aquellos años (Ad Familiares 1.9-23) dice que ha escrito a la manera de los primeros diálogos de Aristóteles y ha tratado de abarcar la teoría oratoria de todos los antiguos, tanto los aristotélicos como los isocráticos. La Retónca de Aristóteles ya se había pub lic ado ent onces . Cicerón la había leído, y adapta algunos conceptos aristotélicos, como los tres modos de persuasión, que no se encuentran en su obra anterior. Además, De oratore pre senta profundas reminiscencias de Platón en el uso del diálogo como marco, y ofrece una respuesta a alguna de las críticas que Platón hace a la retórica. En la ficción dramática, la fecha del diálogo es el 91 a. C. Los protagonis tas son los más importantes oradores de ese tiempo, a los que Cicerón había conocido cuando era joven, y especialmente Lucio Licinio Craso, que es el portavoz del pensamiento de Cicerón. En el libro 1 la cuestión que se exa mina es el conocimiento que se requiere de un orador. Craso sostiene que un orador debería ser capaz de hablar sobre cualquier tema y para ello haber estudiado filosofía, política, historia, y leyes. Escévola piensa que este ideal es inalcanzable y subraya la necesidad de un conocimiento técnico de la ley. Antonio limita las habilidades del orador a la de usar el lenguaje y la argu mentación con efectividad en los tribunales y en las asambleas públicas. Antonio es el principal interlocutor en el libro 2. Entre otras cosas, trata de la invención retórica, la disposición, y la memo ria en térmi nos mne mot écn icos. Más importantes en su estudio son las fuentes de la persuasión: "Toda la teoría de la oratoria depende de tres fuentes de persuasión: que probemos (probemus) que nuestro caso es verdade ro; que nos ganem os {conciliemus) a aquellos que nos escuchan; que despertemos sus mentes {ánimos...vocemus)
8. La única trad ucci ón [al inglés] de la que se di spo ne es la de E.W. Sutton y H. Rackham en la Loeb Classical Library. Presenta varios aspectos poco satisfactorios. James May y Jakob Wise preparan una nueva versión para Oxford University Press. [Hay traducción al castellano de Marcelino Menéndez Pelayo, Diálogos del orador, en Obras completas de Marco Tulio Cicerón. Tomo II , Madrid, Suce sores de Hernando, 1914; y, más reciente, de J. J. Iso Echegoyen, Madrid, Gredos, 2002.]
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a las emociones que el caso demanda" (2.115). Ésta es la versión que da Cice rón de los tres modos de persuasión de Aristóteles, aunque con una sutil dife rencia: la concepción aristotélica del ethos era esencialmente "racional",
concillare 9de orientada una impresión de confianza; el auditorio Ciceróntambién está dirigi do más bien aa despertar simpatía por parte del . Cicerón ajusta su concepción del ethos a los procedimientos romanos al hacerlo aplicar tanto al carácter del orador como al del cliente (2.182). En una obra posterior titu lada Orator (69) reaparece una versión del concepto a la que se le da el nom bre de officia oratoris, "los de be re s del orador", a saber, probare, delectare, y flectere; es decir, pro bar , deleitar, y mover 9bis . Estos deberes se identifican con los tres estilos: bajo para la prueba, medio para el placer, y alto para la emo ción. Los deberes del orador también los examina Quintiliano (12.10.58-9) y se elocuencia convierten cristiana en un importante el tratado Agustín sobre la del cuartoconcepto libro de en De doctrinade San christiana. Craso de nuevo es el principal interlocutor en el libro 3, y da una explicación larga y no técnica del estilo, estructurada de acuerdo con las cuatro virtudes teofrásticas de corrección, claridad, ornamentación, y propiedad. Estas materias se retoman en mayor detalle en el tratado De oratore, que es especialmente impor tante por su exposición de la composición y el ritmo de la prosa. Cicerón, como los sofistas griegos, estaba convencido, por su experiencia personal, del poder y la riqueza de la oratoria. Era, en su pensamiento, una ver dadera forma de arte, no en el sentido de una colección de reglas sino de un producto de la imaginación creativa. Hizo mucho por clarificar el estudio del estilo retórico, y en sus discursos se le considera como el más grande estilista latino en prosa. También se interesó personalmente en los estudios filosóficos, y estaba convencido de que un hombre de estado, para ser eficiente, necesi taba un profundo manejo de la lógica, la ética, y la filosofía. De oratore es una elocuente muestra del ideal de un ciudadano-orador que dominó la cultura del mundo grecorromano en aquellos momentos en los que hubo un gobierno rela tivamente ordenado y libertad de expresión. La obra influyó sobre la concep ción romana de la retórica hasta el final de la antigüedad, pero fue conocida en
9. Véase Wise, Ethos and Patbos, pp. 233-36. 9bis. Hay tradu cció n al castellan o de E. Sánchez Salor (Madrid: Alianza, 1991). [Hay tamb ién e di ción bilingüe latin-castellano en la colección Alma Mater].
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la Edad Media sólo en versión incompleta. La importancia del redescrubrimiento del texto completo en el siglo XV se ve en el hecho que De oratore fue el primer libro impreso en Italia (1465). Su influencia posterior fue considera ble, y continúa siendo un trabajo fundamental en la historia de la retórica. LaInstituto
oratoria
de Quintiliano*
Marco Fabio Quintiliano (ca. 39-96 d. C.) fue el autor del tratado retórico más extenso que se conserva de la antigüedad: los doce libros de la Institutio oratoria, o La educación del orador. Quintiliano nació en España pero se educó en Roma y ejerció como orador en los tribunales romanos. Alrededor del 71 d. C. el emperador Vespasiano le asignó una cátedra oficial de retórica pagada por el emperador, el primer nombramiento de tal clase en la historia. Quintiliano impartía clases a grandes grupos de estudiantes y dirigía sus ejer cicios de declamación. Al retirarse de la enseñanza, en torno al 92 d. C, pasó dos años de investigación y revisión de sus clases, y publicó su única obra conservada -algunas otras se perdieron- alrededor del 95 d. C. La Institutio es princi palmen te un tratad o de retórica técnica, un e xten so manual que expone la teoría al uso de la invención, la disposición, el estilo, la memoria, y la dicción, en ese orden y en gran detalle, con sus propios y sensatos comentarios y revisiones 10 . A menudo comienza una nueva sección con una visión histórica de las diferencias de opinión que encuentra en auto ridades anteriores, e intenta exponer un juicio razonado de lo que es mejor. Su examen de las distintas opiniones sobre la stasis (3.6) es un buen ejemplo de su método. Quintiliano era un hombre paciente, dedicado a la buena enseñanza, el pensamiento claro, moderado, la expresiónrazonable, natural, y la lealtad al Imperio. Define la retórica (2.15.34) como la bene dicendi scientia, "el conocimiento del bien decir". El uso del término scientia no implica bene, por otra parte, implica que la retórica sea una ciencia exacta; el uso de excelencia artística y bien moral, ya que a lo largo de su obra un tema cen tral suyo es que el perfecto orador debe ser, sobre todo, un hombre bueno (véase especialmente el prefacio al libro 1 y 12.1).
10. Tra duc ció n [al inglés] de D. A. Russell en la Loeb Classical Li braiy. [Traducción al cas tellan o de Alfonso Ortega Carmona, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1997-2001. 5 vols.l.Para un estudio más detallado, véase Kennedy, Art of Rhetoric, pp . 487-514, y New History of Classical Rhetoric, pp. 177-86.
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retórica a un sistema educativo integral. Éste quizá sea el aspecto más significativo de su obra. La retórica es para él, siguiendo a Cicerón, la pieza central de la instrucción de los dirigentes de la sociedad, y del ciudadano Quintiliano incoφ ora la
responsable. En el libro 1 examina las primeras lecciones de lengua, empezando con el niño recien nacido. Sigue al niño a la escuela del gramático y en el libro 2 llega a la escuela del rétor. La instrucción se considera aquí por extenso en térmi nos de los ejercicios de declamación tanto teóricos como prácticos, que Quinti liano considera sólo como un medio de instruir a los oradores para la vida pública. A menudo critica la artificiosidad y los excesos de la declamación de su propio tiempo (v.g., 2.10). Quintiliano era un educador humano, con una sincera preo cupación por sus estudiantes; creía que debían ser tratados como individuos, alen tados a superarse, y tratados con respeto. En los primeros libros Quintiliano principalmente se dirige a padres y maestros; en los libros siguientes cada vez más se dirige directamente al estudiante. El duodécimo y último libro considera al ora dor adulto. ¿Qué conocimiento necesita de leyes e historia? ¿Qué casos deben ser aceptados? ¿Cómo debe redondear su carrera? ¿Cuándo debe retirarse? El sistema de retórica que Quintiliano expone desde el libro 3 hasta el 11 contiene muchos detalles que no se sabrían de otra manera, pero en la mayor parte de los casos no representan innovaciones propias. En varios puntos de su De inventione de Cice obra ajusta la teoría griega (como se ve, por ejemplo, en rón) a las condiciones reales de la oratoria romana. Los cambios producidos en la teoría desde el tiempo de la Rhetorica ad Herennium son más evidentes en el tratamiento del estilo, aunque la deuda con Cicerón sea grande. Añade un capítulo sobre las sententiae (8.5), los dichos directos o epigramáticos q ue se habían popularizado en las escuelas de retórica del primer Imperio, un largo capítulo sobre la composición (9.4), sacado en parte de la obra más tardía de Cicerón, Orator, y un capítulo sobre la copia, o cómo asegurar la "abundancia" de ideas y palabras (10.1). El examen que hace Quintiliano sobre qué libros debe leer el estudiante para adquirir copia le lleva a la crítica literaria. Ya en esta época, libreros y maestros habían establecido listas de los escritores más recomendables para cada género, incluida la oratoria, y revisa estas listas con juicios mem orables, pero la cuestión principal a lo largo de este capítulo es qué tipo de literatura puede ayudar más a perfeccionar la pericia del orador. La finalidad última de la educación para Quintiliano es formar a un gran orador. Este orador debe ser moralmente bueno, la ética nunca se aleja de la
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mente de Quintiliano; pero el orador que imagina forma parte más de la tra dici ón sofís tica, tal co mo la con cib e Isócrates, q ue d e la tradic ión filosófica de Platón y Aristóteles. En lo que Quintiliano hace hincapié (12.1) es en la habi lidad del orador para guiar, influir e incluso dominar una situación. De este orador se espera que sepa algo de filosofía, y que sea bueno en el razona miento, pero Quintiliano tiene poca simpatía por la filosofía tal como la enten dían en su tiempo. Identifica la filosofía profesional con disputas triviales o, aún peor, con la oposición social y política al estado, como la ven los filóso fos cínicos (los hippies de la antigüedad). La elocuente descripción de Quintiliano del orador ideal no estaba apenas afectada por el hecho de que el principado romano, o el gobierno imperial, hubiera reemplazado a la República dos generaciones antes de su nacimiento, que había traído un gobierno autocrático y la censura de prensa, aunque se preservara la estructura del gobierno republicano en el senado y en los tri bunales. Quintiliano tenía una deuda personal con el emperador, y servía como tutor de los herederos de Domiciano (4.1), al que adula de una forma convencional (10.1.92). Su contemporáneo, el historiador Tácito, en su Dialo gas de oratoribus, lament aba la falta de opo rtu nid ad para una or atoria polít ica en este periodo. Quintiliano, por el contrario, tenía grandes esperanzas depo sitadas en la oratoria, incluso la de un orador de mayor talla que Cicerón (12.11) Ése sería un muy gran orador, puesto que Cicerón estaba muy cerca del ideal de Quintiliano. Quintiliano ignora las reacciones contra las ideas y estilo de Cicerón del primer Imperio -por ejemplo, las que aparecen en los escritos de Séneca el Joven- y se reafirma en la imitación de su obra como la base de la gran retórica. "Cicerón", dice en una notable sentencia, "no es el nombre de un hombre, sino el de la elocuencia" (10.1.112). La defensa que hace Quintiliano del estilo ciceroniano resultó ser un pode roso testimonio en el Renacimiento, el momento en el que los humanistas buscaron recuperar las normas clásicas de estilo. De la misma manera, su defensa del ideal oratorio contribuyó a la supervivencia de la formación de oradores como principal consideración en las escuelas desde finales de la antigüedad hasta bien entrada la Edad Media, momento en el que las opor tunidades de hablar en público fueron desapareciendo. Con seguridad su influencia varía a lo largo de los siglos y es un factor menos constante que la influencia del De Inventione y de la Rhetorica ad Herennium. La Institutio
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oratoria era dem asi ado extensa para qu e la usara n los estudi antes co mo manual, pero los principales eruditos y maestros la leyeron de forma frag mentada. A finales de la antigüedad, la explotaron los escritores retóricos de recensiones, de los que Julio Víctor es quizá el mejor ejemplo. Tras el periodo carolingio, el texto de la obra de Quintiliano se conoció principalmente en una forma mutilada, pero aún así, ejerció una poderosa influencia, especial mente como texto educativo. En el siglo XV, como veremos, se recobró el texto completo, desde entonces su influencia fue grande, a veces excediendo la de Cicerón. Para Hugo Blair, en la segunda mitad del XVIII, la formulación más autorizada de la retórica clásica era aún la de Quintiliano. ElDiálogo
sobre los oradores
de Tácito*
Unos pocos años más tarde de la publicación de la
Institutio de Quintiliano,
el historiador Cornelio Tácito (ca. 56-115 d. C), uno de los más admirados ora dores de su tiempo, publicó un breve diálogo que ofrece una vivida imagen de las condiciones de su tiempo y merece la consideración de los estudiosos de la historia de la retórica. Podría ser, al menos en parte, una reacción negativa al optimismo de Quintiliano. El Diálogo sobre los oradores se propone describir una asamblea de importantes oradores romanos en el 75 d. C, durante el reinado de Vespasiano 11 . Curiato Materno, claramente el portavoz de Tácito, ha abandonado la vida pública, cansado de la corrupción presente, y escribe tragedias de tema histórico que le permiten expresar su crítica del gobernante de una manera en la que no podría hacerlo como orador. Piensa que se ha producido una gene ralizada "decadencia de la elocuencia". Esto lo niega Apro, un ambicioso orador más joven que ha sido capaz de aprovechar las circunstancias contemporáneas. Un tercer interlocutor, Mésala, responde a Apro oponiendo la elocuencia del pasado y criticando la del presente como el arte de un actor más que de un ora dor. Materno le mega a Mésala que explique las causas del declive; y éste no duda en atribuirla a "la pereza de la juventud, la negligencia de los padres, la ignorancia de los maestros, y el olvido de la antigua disciplina" (28.2). Quejas similares se encuentran en obras anteriores: por ejemplo, en el prefacio al tra tado sobre la declamación de Séneca el Viejo y en el capítulo introductorio del
11. Traducción de William Peterson en la Loeb Classical Libraiy y de Hermán W. Benario en la BobbsMerrill Library of the Liberal Arte, Indianapolis, 1967. [Traducción de J. M. Requejo, Madrid, Gredos, 1981.]
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Satiricen de Petronio. Mésala continúa con tras tand o la educ ació n de los tie mpos antiguos con las escuelas contemporáneas de declamación, con sus materias des pegadas de la realidad. Parte del texto falta aquí; cuando éste continúa es Materno quien habla. Culpa del declive de la elocuencia a la falta de materias para la gran oratoria que existían en el tiempo de la República. Los desórdenes y tensiones avivan la llama de la gran oratoria, pero no son ya necesarios bajo el gobierno del Imperio. Un factor adicional es que los tribunales son ahora más prácticos y justos y dan menos espacio a un orador. No hay en el Diálogo sobre los oradores un ataque directo al principado, ni una queja explícita de una pér dida de la libertad de expresión, pero se puede leer entre líneas para ver que, al menos, esto es lo que opina Materno, y que, claramente todos los interlocu tores, a excepción de Apro, sienten nostalgia del tiempo de la República. La mujer en la vida pública romana Las mujeres romanas gozaban de gran independencia en comparación a la que habían tenido las atenienses. Si bien no podían votar ni desempeñar car gos, pudieron, a lo largo de la historia romana, participar libremente en la vida social, e incluso algunas de ellas habían sido muy bien educadas. Los únicos escritos de una mujer romana que se conservan son cuarenta versos de poesía elegiaca escritos por Sulpicia a finales del siglo I a. C, conservados en las obras de Tibulo. Tratan del amor hacia un joven y son admirados por su sentimiento y falta de artificiosidad. Algunas mujeres romanas de la clase alta ejercieron una considerable influencia en los asuntos públicos a través de sus maridos, hermanos, e hijos; los ejemplos más famosos son Cornelia, madre de los tribunos Tiberio y Gayo Graco; Livia, la orgullosa y dominante esposa del emperador Augusto y madre del emperador Tiberio; y Agripina, 12 esposa del emperador Claudio y madre de Nerón . Valerio Máximo (8.3) menciona tres mujeres romanas que pronunciaron dis cursos públicos en el siglo I a. C: Amasia Sentía, Gaya Afrania, y Hortensia, hija del famoso orador Hortensio. Entre las esclarecidas opiniones de Quintiliano
12. Véas e J.P.V.D. Balds on, Román Women, Oxford, Clarendon Press, 1962, y Richard A. Bauman, Women and Politics in Ancient Rome, Routledge, 1992. Para Cornelia, véase las vidas de los Gracos de Plutarco; para Livia, las biografías de Suetonio de Augusto y Tiberio y los primeros libros de los Anales de Tácito; y para Agripina, las biografías de Suet onio de Clau dio y Nerón y los últi mos libros de los Anales de Tácito.
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estaba la recomendación de que las mujeres debían ser instruidas tanto como fuera posible, pero principalmente para que pudieran contribuir a la educación de sus hijos (1.1.6-7). Alaba el estilo de las cartas de Cornelia y dice de Hortensia que el discurso que pronunció ante Octavio, Antonio y Lépido "se lee aún y no como mero cumplido a su sexo". El discurso buscaba la reducción del tributo impuesto a las 1.400 mujeres más ricas de Roma en el 43 a. C. Se conserva una versión de éste en griego en las Guerras Civiles de Apiano, escritas en el siglo II de nuestra era. Ya que sabemos por Quintiliano que el discurso pudo haber sido leído en torno al año 95 de nuestra era cuando publicó su Institutio oratona, es probable que la versión de Apiano sea una traducción del srcinal latino, aunque quizá abreviada. Si así fuera, sería el único testimonio que nos queda de la oratoria de una mujer en el periodo clásico. Según Apiano (4.32-34), Hortensia dijo así: En aquello que correspondía a unas mujeres de nuestro rango solicitar de vosotros, recurrimos a vuestras mujeres, pero en lo que no estaba acorde, al ser ultrajadas por Fulvia [esposa de Antonio], nos hemos visto empujadas a acudir, todas juntas, al foro, por su causa. Vosotros nos habéis arrebatado a nuestros padres, hijos, maridos y hermanos acusándolos de que habíais sufrido agravio por ellos; pero si, además, nos priváis también de nuestras propiedades, nos vais a reducir a una situación indigna de nuestro linaje, de nuestras costumbres y de nuestra condición femenina. Si afirmáis que habéis sufrido agravio de nosotras, igual que de nuestros esposos, poscribidnos también a nosotras como a aquéllos. Pero si las mujeres no os declaramos enemigos públicos a ninguno de vosotros, ni destruimos vuestras casas, ni aniquilamosque a vuestros ejércitos o condujimos a otros contra vosotros o impedimos obtuvierais magistraturas y honores, ¿por qué participaremos de los castigos, nosotras que no participamos en las ofensas? ¿Por qué hemos de pagar tributos nosotras que no tenemos participación en magistraturas, honores, generalatos, ni, en absoluto, en el gobierno de la cosa pública, por las cuales razones os enzarzáis en luchas personales que abocan en calamidades tan grandes? ¿Porque decís que estamos en gue rra? ¿Y cuándo no hubo guerras? ¿Cuándo las mujeres han contribuido con tributos? A éstas su propia condición natural las exime de ello en toda la humanidad, y nuestras madres, por encima de su propio ser de mujeres, aportaron tributos en cierta ocasión y por una sola vez, cuando estabais en peligro de perder todo el imperio e, incluso, la misma ciudad, bajo el acoso cartaginés. Pero entonces realizaron una contribución voluntaria, y a costa de sus tierras o campos,o dotes o casas, sin las cuales cosas resulta impo sible la vida para las mujeres libres, sino sólo con sus joyas personales, sin
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que éstas estuvieran sometidas a una tasación, ni bajo el miedo de delato res o acusadores, ni bajo coacción o violencia, y tan sólo lo que quisieron dar ellas mismas. Y además, ¿Qué miedo tenéis ahora por el imperio o por la patria? Venga, ciertamente, la guerra contra los galos o los partos y no seremos inferiores a nuestras madres en contribuir a su salvación, pero para luchas civiles no aportaríamos jamás nada ni os ayudaríamos a unos contra otros. Pues tampoco lo hicimos en época de César o Pompeyo, ni nos obli garon a ello Mario ni Cinna, ni siquiera Sila, el que ejerció poder absoluto 121 sobre la patria,.y vosotros afirmáis que estáis consolidando la república ™. Bajo los gobiernos autocráticos no hay clara separación entre los poderes legislativo, judicial y administrativo como la que hay en uno republicano o en otro democrático. Los triunviros eran dictadores que hacían y administraban las leyes, y se sentaban como tribunal a escuchar peticiones. Los emperadores romanos hicieron lo mismo, aunque frecuentemente remitían asuntos a un con sejo, lo que continuó siendo la práctica de los reyes del Medioevo y el Renaci miento. El discurso de Hortensia es judicial y apela a la justicia. Ella comienza con una cuestión de procedimiento, señalando que las mujeres a las que repre senta han intentado resolver la cuestión a través de la mediación de las mujeres, y apoya su petición de justicia citando la tradicional concepción de la posición de la mujer. Confirma el patriotismo de las mujeres, anticipando una posible objeción de los triunviros, con un famoso incidente de las Guerras Púnicas, e insiste en que cualquier agravio que se haya hecho a los triunviros (ella no reco noce ninguno), las mujeres no son culpables y los presuntos agravios han sido reparados con las proscripciones (muerte o exilio) de los hombres. Los triunvi ros se enfurecieron con las mujeres y ordenaron que las echaran, pero hubo un levantamiento popular a su favor, y al día siguiente el número de mujeres que iban a ser gravadas se redujo a cuatrocientas y se impuso en su lugar un impuesto general a los ciudadanos, residentes extranjeros, y sacerdotes. El cor pus de Her móg ene s El retórico griego más influyente de los tiempos del Imperio Romano fue Hermógenes de Tarso, que comenzó su vida como un prodigio de la sofística a mediados del siglo II de nuestra era y a quien se le atribuyen cinco manua-
12bis. Traducción al castellano de Antonio Sancho Roy o en Apiano, civiles (libros III-V), Madrid, Gredos, 1985, pp. 133-135.
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Historia romana III. Gueiras
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les de retórica. Desconocidos en su mayoría en occidente hasta el Renaci miento, alcanzaron consideración como autoridad entre los griegos, compa rable a la del De Inventione de Cicerón en Eur opa occidenta l, y a lo largo del periodo bizantino se escribieron introducciones y comentarios sobre Los cinco tratados conforman un corpus retórico completo, aunque tresellos. de ellos sean de dudosa autenticidad y se escribieran más tarde. Los dos tratados indudablemente auténticos y los más srcinales son Peñ staseon (o Sobre la 15 stasis) y Peñ ideón (o Sobre los tipos de estilo) . La teoría de Hermógenes sobre la stasis se parece a la que encontramos en De Inventione, per o con mucha s diferencias en de talle. En vez de cuatro catego rías coordinadas (hecho, definición, cualidad, y transferencia), subordina cada una de las clases a la anterior. Una alegación puede ser infinita o finita. Si es infi stasis de nita, la cuestión puede ser definida o indefinida, en cuyo caso requiere definición. Si es definida, puede estar cualificada de alguna manera por las cir cunstancias, en cuyo caso requiere stasis de cualidad, o puede no estarlo. Si no lo está, el orador puede tener la esperanza de negar la jurisdicción del tribunal (transferencia). El estudiante de declamación -el lector al que Hermógenes se dirige- deber seguir la secuencia, para supuestamente terminar con la conclusión de que el caso no puede ser acometido. Sabemos que los sofistas del Imperio se debatían en ásperas controversias sobre la stasis adecuada para casos ficticios. La otra parte de la retórica a la que Hermógenes hace una contribución ori ginal es la teoría del estilo. Había dos escuelas de pensamiento sobre estilo en la época romana. Una de las tradiciones era que había tres clases de estilo, a saber, el alto, el medio y el bajo, a veces ampliadas a cuatro, como se presenta en Peñ hermeneias o Sobre el estilo de Demetrio. En griego usualmente se lla maban "caracteres" de estilo (con el significado de "sellos, formas", no de carácter moral). Ésta es la tradición tal como la encontramos en la Rhetoñca ad Herennium y en los escritos de Cicerón y Quintiliano; que con tin uó con su autoridad en occidente, tal como se ve, por ejemplo, en el Libro 4 del De doc trina cbristiana. La otra opi nió n sob re el estilo, qu e se encu entr a princ ipal mente en los escritores griegos, es la de que hay una forma ideal de estilo, compuesta de las diversas cualidades o virtudes combinadas de distintas mane-
13. Traducción de Peñ stasis de Malcolm Heath, Hermógenes on Issues, Oxford, Clarendon Press, 1995, con comentario; traducción de Peñ ideón de Cecil W. Wooten, Hermógenes on Types of Style, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1987.
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ras. Dionisio de Halicarnaso desarrolló esta teoría, tal como se ve en su obra Sobre la composición literaria. Un tratado del siglo II d. C, erróneamente atri buido al gran sofista Arístides, continuó con el intento de definición de una variedad de cualidades del estilo. Peñ ideon de Hermógenes es una compleja
respuesta a esta tradición. Las ideas o formas de estilo que describe son clari dad, grandeza, belleza, rigor o terribilidad, estilo caracterizado, verdad y gra vedad o fuerza, pero algunas de éstas se subdividen hasta llegar a un total de veinte ideas de estilo. Los ejemplos se toman de los escritores griegos clásicos, especialmente de Demóstenes, que ocupa en el pensamiento de Hermógenes el puesto de orador ideal. El concepto de "idea" o forma de estilo quizá venga del uso que hace Isócrates de esa palabra, pero se puede relacionar fácilmente con las ideas platónicas. Los escritos de Hermógenes sobre la stasis y sobre las ideas atrajeron los instintos categorizadores de los neoplatónicos, los principa les líderes intelectuales de los siglos III, IV y V en el mundo de habla griega. Las obras de Hermógenes eran poco conocidas en el Imperio latino occi dental, y a su vez los escritos latinos, incluso los de Cicerón, se conocían poco en el mundo de habla griega. Las dos culturas se fueron sepando gradualmente con el paso de los siglos, hasta que en la temprana Edad Media muy, muy pocos en la Europa occidental sabían griego y sólo unos pocos en Bizancio sabían algo de latín. Finalmente, un griego que emigró a Italia, Jorge de Trebisonda, intro dujo las ideas sobre el estilo de Hermógenes en Europa occidental en 1426, y pronto se hicieron ampliamente conocidas en los círculos literarios. Las obras de Hermógenes de nuevo se convirtieron en textos escolares, y las "ideas" mismas ejercieron un considerable influjo en la literatura renacentista 14 . Un gran número de obras retóricas, manuales, y comentarios, nos ha quedado de fines de la antigüedad. Cristian Walz compiló muchos de los textos en diez volú menes en su Rhetores Graeci. De algunos existe una trad ucción al inglé s, entre ellos hay traducciones de las obras de Hermógenes arriba citadas, manuales del Anó nimo Segueriano y Apsines en Two Greek Rhetoncal Theatnses de Dilts y Kennedy, y tratados sobre el género epidíctico en Menander Rhetor de Russel y Wilson14bLs.
14. Véase Patterson, Hermógenes and the Renaissance. I4bis. En español, contamos para el Peñ ideon de Hermógenes con las traducciones de A. Sancho Royo, Sobre los tipos de estilo y Sobre el método del tipo Fuerza, Sevilla, 1991; hay otra de Consuelo Ruiz Montero, Sobre lasformas de estilo, Madrid, 1993; existe también traducción española de los Ejercicios de retóñca de Teón, Hermóg enes y Aftonio, de M a Dolores Reche Martínez , Madrid, Gredos, 1991; Sobre los géneros epidtcticos de Menandro ha sido traducido por Francisco Romero Cruz, Salamanca, 1989.
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Rhetores
Latini
Minores
De los últimos tiempos del Imperio Romano hay un número de manuales retóricos que resumen en su totalidad o en parte el sistema de la retórica clá 15 sica. Se conocen a sus autores con el nombre de Retóricos latinos menores . Julio Víctor, a quien se hizo referencia en el apartado dedicado a Quintiliano, es uno de ellos. Otro es Aquila Romano, que escribió un tratado sobre cuarenta y ocho figuras de estilo más. Sulpicio Víctor tomó su título de Quintiliano pero se nutrió de fuentes griegas ahora perdidas para reestructurar la teoría, bajo los tres deberes de intelección, inventio, y disposición. Fortunaciano com pus o su Ars Rhetorica en forma de pre gunt as y resp uest as. El aspe cto más inusua l q ue presenta es su teoría del ductus, o trata mient o de la intenci ón del orador, q ue Jorge de Trebisonda tomó en el siglo XV. De Inventione de Cicerón fue com en tado por Victorino, quien muestra el influjo de la filosofía neoplatónica, y tam bién por Grillio; ambos comentarios se usaron algo en la Edad Media. Los Rhetores Latini Minores se estud iaron en la Edad Media princi palme nte po rq ue sus obras eran más breves y fáciles de entender que las fuentes más tempranas, pero también porque limitaban la retórica a un campo más restringido que Cice rón o Quintiliano y, por ello, estaban más de acuerdo con los intereses prácti cos de la época. Sus contenidos sugieren algo de la función de los estudios retóricos en el Imperio occidental en los siglos IV y V Aunque estos tratados pe rt en ec en m ás (> me nos a la tradición cice roniana, ha y tam bién signos de un mayor influjo griego. Sus contenidos en gran parte se constriñen al examen de
stasis. Casi ha des la retórica judicial, con un fuerte énfasis en la teoría de la aparecido la atención a la memoria y a la dicción, e incluso ha decaído el inte rés en el estilo, excepto por las figuras de elocución. Estas características probablemente reflejen, al menos en parte, las condiciones cambiantes de la sociedad: la formación en la argumentación escrita se estaba haciendo más stasis continúa importante que la formación en el discurso. La teoría de la siendo útil para planear una defensa o una acusación, pero los procedimientos en los tribunales ahora excluyen las alocuciones introductorias o conclusivas de 16 amplio alcance con las que Cicerón había alcanzado su fama .
15. Halm, e<±, Rhetores Latini Minores. 16, Véase Micha el Leff,"The Material of the Art in Latin Handbooks of the Fourth Century A.D.", en Vickers, ed., Rhetoric Revalued, pp. 71-76.
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ElArs Grammatica de Do nat o La disciplina de la gramática se desarrolló paralelamente a la de la retórica en los periodos helenístico y romano, y los contenidos de ambas a menudo se superponen 17 . Las escuelas de gramática ofrecían al estudiante la instruc ción que necesitaba antes de entrar en la escuela de retórica, y algunos indi viduos enseñaron las dos disciplinas. El gramático romano más famoso fue Elio Donato, que vivió en el siglo IV de nuestra era, y cuyas obras fueron los textos gramaticales básicos para la Edad Media. También escribió comentarios sobre los poetas latinos Terencio y Virgilio. El Ars Minor de Don ato, su obra más leída, se limita al exa men d e las oc ho partes del discurso (nombre, pronombre, verbo, etc.), pero su más amplia Ars Grammatica va más allá de las cuest ione s estrictamente gramaticales para e xa minar, en el libro 3, los barbarismos y solecismos como faltas de estilo, así como buena parte de los ornamentos de estilo también tratados por los retóricos. Un barbarismo es un error en la forma, ortografía, o pronunciación de una palabra (en inglés, por ejemplo, pronunciar la t en "often" o deletrearla sin la 0; un sole cismo es un error en el uso de una palabra (por ejemplo, decir "inferir" por "implicar" o viceversa). La opinión de Donato es que las figuras de pensamiento pertenecen a la retórica; sin embargo incluye en la gramática las figuras de elo cución. No da una definición general de figura, pero nombra, define e ilustra con un solo ejemplo cada una de las diecisiete figuras de elocución, de las cua les al menos algunas hoy resultan familiares a los estudiantes: prolepsis, zeugma, hipozeuxis, silepsis, anadiplosis, anáfora, epanalepsis, epizeuxis, paro nomasia, schesis onomaton, parho moeon, homoep toton , homeoteleuto, polyptoton, hirmos, polisíndeton, y dialyton. Los nombres griegos se han hecho de uso común en latín, reemplazando los intentos de traducción de la RhetoHca ad Herennium y de las obras de Cicerón. Des pu és de tratar estas fig uras, Donato continúa con los tropos, que dice son expresiones transferidas del sig nificado "correcto" a otro, por razones de ornamento o de necesidad. Un tropo es "necesario" si no hay una palabra adecuada en buen uso. Se nombran y defi nen trece tropos, cada uno de ellos es ilustrado con un ejemplo latino; muchos de los términos están aún en uso hoy: metáfora, catacresis, metalepsis, metoni-
17. Véase Kaster, Guardians
ofLanguage.
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mía, antonomasia, epíteto, sinécdoque, onomatopeya, perífrasis, hipérbaton, alegoría y homoeosis. El tratamiento que hace Donato de los tropos y figuras tuvo gran autoridad y fue sustancialmente repetido en los manuales por Beda el Venerable y otros escritores posteriores. Ya que se estudiaba más la gramá tica que la retórica, y a menudo a partir del texto de Donato, su estudio hizo que estos ornamentos de estilo se hicieran conocidos en los siguientes siglos aun a estudiantes que no estudiaban retórica como una disciplina por separado. La retórica técnica (y la gramática) es técnica y, a menudo, árida. En la anti güedad tenía que ser aprendida de memoria por los estudiantes adolescentes, aunque sus estudios se animaban con la práctica de la declamación, con sus temas extravagantes de piratas y doncellas forzadas. Los manuales imponían reglas, regularizadas y codificadas -y por ello no ofrecían ni sutileza ni deli cadeza-. Interesante a este respecto es la manera en que la retórica clásica tradicionalmente consideraba el estilo como un conjunto de ornamentos añadidos a las ideas que la invención había proporcionado y la disposición ordenado, no como parte integral del discurso. Por el contrario, debe señalarse uno de los puntos fuertes de la enseñanza clásica de la retórica. Tenía un concepto de la unidad del material: trataba del argumento en su totalidad, de todo el discurso, y, en el caso de Quintiliano, de la educación en su totalidad. Como tal, tendía a equilibrar una preocupa ción obsesiva por las otras disciplinas verbales, a saber, la gramática, la dia léctica, y la poética, con palabras, versos sueltos, cortos pasajes, o argumentos. La exigencia que hacía Platón de un discurso vivo se filtró en los retóricos mientras que éstos se atuvieron a su principal deber, la enseñanza del arte de hablar en público.
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CAPÍTULO VI LA RETÓRICA OTEMAMIA
Tal como quedó explicado en el Capítulo I, la palabra "retórica" en su prin cipal acepción se refería a las características del discurso oral. En oposición, "literatura", derivada de la palabra latina "letras", se refiere propiamente al dis curso escrito. El concepto moderno de "literatura" como conjunto de obras publicadas de calidad estética se derivó del término "belles lettres" en el siglo XVII en Francia y en el XVIII en Inglaterra 1. En Grecia y en Roma no había un equivalente exacto para el término "literatura" en este sentido. Su lugar lo ocupaba la suposición tácita de que los géneros literarios tradicionales -poe sía épica, lírica, y dramática, por ejemplo- tenían un especial prestigio. Los únicos géneros en prosa que vinieron a ser considerados como inherente mente "literarios" eran la oratoria, la historiografía, y algunos escritos filosófi cos, como el diálogo. Esta concepción prevaleció a lo largo de la Edad Media y del Renacimiento, y éstas eran las formas literarias estudiadas por la crítica hasta el siglo XVIII, momento en que la novela y otros géneros comenzaron a emerger para merecer también la atención de la crítica. Recientemente, sin embargo, el concepto de "literatura", así como el de género y canon, se han vuelto problemáticos como implícitamente elitistas y sexistas. La retórica puede considerarse anterior a la literatura en el sentido de que el discurso oral precede al uso de la escritura en miles de años. La escritura fue inventada -en el Oriente Próximo, China, y otros lugares- para satisfacer necesidades comerciales y religiosas, y únicamente más tarde fue usada con propósitos literarios, primero para la poesía, y más tarde para la prosa. Durante largo tiempo, la composición y la publicación continuaron siendo
1. Véase Williams, Keywords, pp. 150-54.
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orales; los textos escritos preservaban una versión particular de un poema oral. Aun cuando, en los siglos VI y V a. C. en Grecia, los poetas comenza ron a componer por escrito, la mayoría de los textos se representaban o reci taban oralmente, y, sólo más tarde, circularon de forma escrita; a lo largo de la Antigüedad, la mayor parte de los lectores, aun en privado, leían en voz alta. Los escritores eran plenamente conscientes de la necesidad de tener en cuenta el hecho de que sus obras se oirían. Una señal de esto es la preocu pación por el ritmo en la prosa escrita. Buena parte de la literatura griega es, en cierto sentido, discurso público, qu e req uie re ser pro nun ci ad o, y que cump le con funciones religiosas y polí ticas en la sociedad, similares a las de los discursos. La épica de Homero y las tragedias y comedias griegas se representaban en festivales; buena parte de la poesí a lírica griega per ten ece a los géne ros de himnos hime neo s, odas a los vencedores en los juegos atléticos, exhortaciones a la virtud militar o moral, y similares, todos los cuales requieren la recitación. La literatura griega temprana, imitando a la sociedad de la que formaba parte, hacía mucho uso de las formas de oratoria. Sólo tenemos que pensar en los "discursos" de los poemas homéricos o de los dramas griegos. La trans cripción de discursos y debates formaba también parte de la escritura histó rica griega desde el comienzo con las obras de Herodoto y Tucídides. El uso de oratorias las obras literarias continuó a lo de la Antigüe dadformas y se imitó en losen siglos siguientes, especialmente en largo el Renacimiento y a comienzos de la época contemporánea. Además, la ficción de oralidad, que refleja la prioridad del habla, se ha conservado en el lenguaje moderno: los poetas "cantan", los polemistas "se atreven a hablar", y a todos los escritores se los cita diciendo que "han dicho" algo. Si la literatura ha tenido una fuerte deuda con la retórica, la retórica también ha tenido una deuda considerable con la escritura y la literatura. Fue la revolu ción letrada de los siglos V y IV a. C. en Grecia la que hizo posible la composi ción de los primeros manuales y la preservación de los discursos de los grandes oradores para que fuesen estudiados e imitados por lectores posteriores. El estilo innovativo de Gorgias se derivaba de la imitación de los recursos de la poesía. Los escritores de retórica, comenzando por Aristóteles, tomaban constantemente ejemplos de fuentes literarias para la invención y el estilo, y el uso apto de citas de la poesía ha sido una efectiva técnica retórica a lo largo de la historia.
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Con el uso creciente de la escritura para la composición y publicación en el siglo IV a. C, se comienza a hacer evidente un desplazamiento gradual de la atención de los estudio retóricos al arte oral, hacia la atención al arte escrito. Este proceso se repite a lo largo de la historia y afecta a la retórica tal como se enseña en las escuelas, se describe en los manuales, y se practica en la composición. Ha creado una "literatura retórica", y se le ha dado el nombre de letteratunzzazione: 2 la "literaturización" de la retórica . La mayor parte de los discursos griegos y lati nos que se conservan se publicaron después de su pronunciación, a menudo de forma revisada para mejorar su efectividad. El resultado era la adaptación para los lectores de la retórica oral primaria a una retórica literaria secundaria. A Isócrates le faltaba el vigor y el valor para hablar en público; el fue el primero en escribir y publicar discursos que nunca habían sido antes pronunciados públi camente, y al hacerlo ayudó a convertir la oratoria en un género literario. Sus discursos muestran una gran amplificación y falta de preocupación por un efecto inmediato en indican el receptor, mismo tiempo que su suavidad sonido patro nes rítmicos que seal esperaba que fueran leídos en vozdealta por yotros. La oralidad continuó siendo una característica principal de la sociedad gre corromana a lo largo de su historia; el orador continuó siendo el grado más alto de excelencia tal como lo concebían los sofistas, Cicerón, y Quintiliano; el fin último de las escuelas de retórica era la formación para hablar en público. En esto, como en otros respectos, la sociedad antigua era altamente tradicional. No obstante, los retóricos comenzaron a prestar gradualmente más atención a la lec tura y a la composición escrita. Una de las razones para esto es que el debate público sobre asuntos políticos había declinado en Grecia después del siglo IV con la pérdida definitiva de independencia de republicano las ciudades-estado históricas, declinó en Roma con el colapso del gobierno en el siglo I a. C. yLa aplicación de la ley romana a través del mundo clásico redujo las oportunidades de logros puramente retóricos en los tribunales, como Tácito explica en su Diá logo de los oradores. Los ejercicios de declamación perdían a menudo contacto con la realidad contemporánea, un hecho que lamentan Quintiliano, Tácito, y otros. Aunque la declamación a menudo ejercitaba la agilidad verbal, a menudo vino a ser considerada como forma de entretenimiento. Las habilidades que los
El térm ino italiano letteratunzzazione para este fenóme no se srcinó con Florescu, p. 43 2. y passim.
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estudiantes aprendían en las escuelas de retórica serían más útiles para que escri bieran que para que hablaran, especialmente si se experimentaban más tarde en la composición literaria. La influencia de la retórica en la composición literaria es una característica notable de la literatura griega y de la romana, desde el siglo I a. C. a la Antigüedad tardía, como se ve en el uso de los tópicos, en la pre sentación del ethos y del pathos, en los pat ron es de disposición , en la aplicación de ejercicios progymnásticos y características de la declamación, y especialmente en el uso de tropos, figuras, y sententiae. Sólo en el caso del gén ero epidíctico, el más artificial y literario de los géneros retóricos, se expandió el campo de la oratoria algo, para ser explotada por los oradores de la Segunda Sofística en Gre cia y en Asia Menor. En su forma más extrema, la que se encuentra, por ejem plo, en los discursos de Himerio en el siglo IV, la oratoria epidíctica de los sofistas se convirtió en poemas en prosa, que llenaban un vacío literario en un periodo en el que la composición srcinal en verso estaba en declive. La manifestación más clara de la letteraturizzazione es la pre ocu pac ión de los retóricos en los periodos helenístico y romano por la composición literaria, por la imitación de modelos literarios, y por el desarrollo de la crítica retórica. Esta preocupación se ve particularmente en las monografías sobre el estilo, que son los estudios más comunes que se conservan del siglo I a. C. al siglo II de la era cristiana. El creciente interés por el estilo comenzó con el declive del papel político del discurso público y con el auge del papel de las escuelas retóricas en la educación a lo largo del mundo de habla griega y latina. Sobre el estilo de Dem etr io La más antigua de las monografías que se conservan sobre el estilo es pro bablemente el tratado Peri Hermeneias, literalmente "Sobre la expre sión" per o comunmente conocido como Sobre el estilo5. Tradicionalmente se le atribuyó a Demetrio Faléreo, un filósofo peripatético y estadista ateniense de fines del siglo IV a. C, pero tanto referencias que se hacen en la obra como algunos de los contenidos hacen esta atribución imposible. Se escribió probablemente
3. Tradu cción de W, Rliys Roberts, revisada por Do reen C. Innes , en volu men de la Loeb Classical Library junto con la Poética de Aristóteles. Una palabra más común en griego para estilo es lexis, pero esa palabra a menudo se limita a significar "dicción, elección de palabra". Demetrio podría haber querido un término que incluyese tanto dicción como composición.
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a mediados del siglo la. C, después de la publicación de la Retórica de Aris tóteles, que se cita tres veces, y antes de la emergencia del aticismo, que no se menciona. La atribución a Demetrio Faléreo podría resultar del hecho de que el nombre del autor fuese también Demetrio. La introducción srcinal del tratado puede haberse perdido; en el lugar en el que el texto comienza el autor estudia las oraciones periódicas, basándose en la descripción de Aristóteles, pero introduciendo una distinción en tres tipos: conversacionales, históricas, y retóricas. Se considera que el periodo histórico es el término medio entre los otros dos. El resto del tratado consiste en el estudio de cuatro estilos: bajo, alto, elegante, y fuerte, en términos de dicción, composición, y tema, cada uno de ellos con su correspondiente estilo imperfecto, y cada uno de ellos ilustrado con ejemplos de la poesía y la prosa griegas clásicas. El auto r critica a escritores anterio res, prob ab le me nt e Teofrasto y sus seguidores, que reconocían dos estilos, y alto, para y que consideraban los otros como intermedios.sólo Demetrio ofrecebajo preceptos la buena composición escrita, pero su obra es también de una fina crítica litera ria, basada en un concepto implícito de "gusto" (véase, v. gr., 67, 137, y 287). La suya es la obra más antigua que se conserva que distingue entre figuras de pensamiento y figuras de elocución, y la primera en usar muchos términos técnicos que se han convertido en la denominación standard de las figuras Un asunto srcinal en la obra de Demetrio es el estudio de la composición epistolar (223-35). Las cartas, se nos dice, deben estar escritas en una mezcla de los estilos bajo y elegante y son como una de las partes de un diálogo. Hay un corto pasaje sobre las cartas en el manual retórico latino tardío de Julio Víctor pero aparte de éste, el tema fue sorprendentemente olvidado en los textos anti guos sobre gramática o retórica, a pesar de la gran importancia que tenía la correspondencia en la Antigüedad, el desarrollo de las burocracias, y la publi cación de colecciones de cartas de importantes autores o atribuidas a ellos, como Platón, Isócrates, Demóstenes, Aristóteles, Cicerón, Plinio, y muchos
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.
5,
4. Para un estudio más amp lio, véase Kennedy, New History of Classical Rbetoric, pp. 88-90; G.M.A. Grube, A Greek Critic: Demetrius on Style, Toronto, University of Toronto Press, 1961; Doreen C. Innes, "Demetrius", en Kennedy ed., Cambridge History of Litermy Criticism, 1:196-98; y D.M. Schenkeveld, Studies in Demetrius, Amsterdam, Hakkert, 1964. [Traducción castellana de José García López, Demetrio, Sobre el estilo, Madrid, Gredos, 1979J 5. Julius Víctor, en Halm, ed., Rbetores LatiniMinores, pp . 447-48; véas e tambié n p. 589.
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otros. Se compilaban colecciones de cartas modelo, fragmentos de las cuales se conservan en papiros, y hay unos cuantos breves manuales sobre epistolografía, que identificaban tipos de cartas con ejemplos 6 , pero la retórica de la com posición de la epístola no fue de interés principal hasta la Edad Media. Dionisio de Halicarnaso Dionisio fue un retórico griego que llegó a Roma en torno al 30 a. C, donde enseñó composición y escribió una historia de Roma y una serie de obras sobre el estilo que, como la monografía de Demetrio, pueden ser leídas tanto como ins trucción para la composi ción e n prosa, para maestros y estudiantes, com o crítica literaria de los textos clásicos para los lectores. La más importante de estas obras es una serie de tratados titulados Sobre los oradores Áticos -en el que examina a Lisias, Isócrates, Iseo, Demóstenes, Hipérides, y Esquines- y un tratado titulado Sobre la composición1. La intr oduc ción a esta última obra es el prim er tra tami ento en griego del movimiento aticista, el intento de restaurar el estilo según los idea les del periodo clásico que se convirtió en objetivo principal de los sofistas en los siguientes siglos. Dionisio también traza un esquema de las distintas etapas del desarrollo histórico de la prosa griega del siglo V al IV, que culmina con la maes tría de Demóstenes. Distingue varios tipos (charactéres) de estilo y trata de las virtudes necesarias y suplementarias del estilo, pero también considera la auten ticidad de los discursos, el tratamiento del tema, las circunstancias empleadas en distintas partes de un discurso, y el uso del éthos y del pathos.
Sobre la composición es la exposición más detallada que tenemo s de có mo los griegos cultos reaccionaban ante las bellezas de su lengua nativa. Este tema, en la opinión de Dionisio, debía fascinar a la juventud y sería, más que la argu mentación, el más adecuado objeto para su estudio. En ninguna de sus obras muestra Dionisio mucho interés por la retórica como arte de persuasión; para él es un tema estético, literario. Considera el agolpamiento, forma, y adecua-
6. Trad ucción de Abraham J. Malherbe, "Ancient Epistolary Theorists", Obio Journal o/Religious
Studies 5 (1977): 3-77. 7. Trad ucció n de Step hen Usher en la Loeb Classical Library. Para un estudio, véase Dor een C. Innes, "Dionysius of Halicarnassus", en Kennedy ed., Cambridge History of Literary criticism, 1:26771. [Trad. Castellana de Vicente Bécares Botas, Dionisio de Halicarnaso, La composición literaria, tra ducción, notas e introducción, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1983. Reedición en D. de H., Tres ensayos de critica literaria, Madrid, Alianza Editorial, 1992}
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ción de las frases; las cuatro fuentes del "encanto" y "belleza": melodía, ritmo, variedad, y propiedad; y las tres clases de "armonía"; la austera, de la que Píndaro y Tucídides ofrecen ejemplo, la "pulida", ilustrada por Safo e Isócrates, y la "bien combinada", tal como se encuentra en Homero y Demóstenes. Los estudios que hace Dionisio del estilo marcaron un avance sobre la teo ría simplista de las tres clases de estilo tal como se encontraba, por ejemplo, en la Rhetorica adHerennium. Este acerc amien to fue con tinu ado por los retó ricos griegos posteriores, especialmente por Hermógenes en su obra Peri Ideón, qu e se ex ami nó en el Capítulo V, Cánones e imitación La palabra griega kanón significa "una regla de filo der ech o", y ta mb ié n "una unidad de medida" o un "modelo". Dionisio {Carta a Pompeyo 3) dice que Heródoto es el mejor "canon" para la escritura histórica en griego jónico, así como Tucídides lo es para el griego ático; fuera de estos ejemplos, la pala bra no se aplica mucho ni en griego ni en latín a autores u obras, hasta que fue tomada por los cristianos en el siglo IV para referirse al canon de los libros de la Biblia: aquellos que se consideraban fruto de la inspiración divina. Sin embargo, es evidente un proceso de canonización de textos en Grecia, primero informalmente en la aceptación de los poemas homéricos y hesiódicos como los clásicos de la cultura, y más tarde formalmente cuando los bibliotecarios de Alejandría confeccionaron listas de clásicos literarios, ordenados por géne ros. de estas mejor a través hace Entre QuintilianoSabemos (10.1.46-84 para listas los escritores griegos,dely repaso 85-131 que paradelosellas latinos). las obras de Plutarco se cuenta un tratado espúreo Sobre los diez oradores grie gos, y un canon de diez -Antifonte, Andócides, Lisias, Isócrates, Iseo, Demós tenes, Hipérides, Licurgo, y Dinarco- se convirtió en tradicional, aunque su srcen sea incierto. Cicerón, Dionisio, y Quintiliano parecen no conocerlo; omiten referencia a algunos oradores del canon y tratan de otros que no están en este canon de diez, por ejemplo Gorgias y Demetrio Faléreo. Más importante que la existencia de un canon formal de oradores era la opinión, adoptada por los seguidores del aticismo, de que los grandes logros de la literatura griega, incluyendo la oratoria, había que encontrarlos en el pasado, en las obras de Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Heródoto y Tucídides , Platón y Jenofo nte, y en los principa les orado res, especi alment e
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Lisias, Esquines, y Demóstenes. Hubo escritores clásicos griegos que llevaron a la lengua griega y a los géneros de la literatura a su desarrollo más alto. Desde entonces, se pensaba que la calidad había decaído. La forma de reco brar estos niveles era a través de la "imitación" de estos clásicos. La pala bra "imitación" en g riego es mimesis, qu e se usa en varios sentido s. Para Platón, el mundo visible que nos rodea era una mimesis de una realidad no mate rial, eterna, de las "ideas". En la Poética de Aristóteles, mimesis se usa para signi ficar la imitación de una acción en el argumento de la tragedia; y más generalmente se dice en griego que las artes "imitan" a la realidad. Para Dionisio de Halicarnaso, sin embargo, y para los retóricos romanos generalmente, mimesis en griego e imitatio en latín es el método pedagógico para aprender a escribir a través de la cuidadosa imitación del estilo de los modelos aprobados. El tema se trata en una obra de Dionisio, Sobre la imitación, conser vada sólo en parte , y de manera más completa en Quintiliano (10.2), que reconoce posibles escollos si la imitación se practica de manera demasiado rígida. Cicerón es para él el mejor modelo, pero se deben imitar las mejores cualidades de una variedad de mode los, dependiendo del tema, y además la debilidad en algunas formas de estilo puede corregirse a través de la imitación de pasajes fuertes en esas características. Un estudiante cuyo estilo sea árido y seco debería, por ejemplo, practicar imitando pasajes floridos, mientras que otro que tiende a una ornamentación excesiva debe ría buscar modelos de estilo bajo. El panorama que Quintiliano ofrece de las lite raturas griega y latina no tiene la intención de ser un estudio suplementario sobre crítica literaria; es una serie de autores sugeridos para que los estudiantes que quie ran desarrollar su copia, o "provisión", de temas y palabras pudieran imitar.
Sobre lo sublime de Lon gin o El más admirado estudio en griego sobre el estilo es el tratado Peri Hypsous, o Sobre lo sublime, atribu ido en el mejor manuscr ito a "Dionisio o Longino" y "Dionisio Longino" 8. En el Renacimiento y a principios de la edad contemporá-
8. Traducción al inglés de D.A. Russell, 'Longinus' On Sublimity, Oxford, Clarendon Press, 1965; versión revisada en Rusell and Winterbottom, eds. Ancient Literary Criticism, pp. 460-503; también de W. Hamilton Fyfe, revisada por D.A. Russell, en el volumen de la Loeb Classical Library junto con la Poética de Aristóteles. Texto y comentario de D.A. Russell, Oxford, Clarendon Press, 1964; estudio de Russell en Kennedy, ed., Cambridge History of Literary Criticism, 1: 306-11. [Traducción al castellano de José García López en Demetrio, Sobre el estilo. 'Longino,' Sobre lo sublime, Madrid, Gredos, 1979·]
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nea se suponía que el autor era Casio Longino, un retórico del siglo III después de Cristo, famoso en su propio tiempo y autor de un Arte retórica parcialmente conservada. Por comodidad, los estudiosos modernos se continúan refiriendo al escritor como Longino, pero rechazan la atribución a Casio Longino y consi deran que este tratado fue escrito por otro escritor desconocido del siglo I o, más probablemente, del II después de Cristo. Sobre lo sublime no fue muy conocido hasta finales del XVII, cuando Nicolás Boileau-Despréaux, un influ yen te poe ta y crític o neoclásico, publ icó en Franc ia una traducci ón francesa con comentario. Esto comenzó el culto de "lo Sublime", que continuó a lo largo del siglo XVIII y al que se hará referencia en el Capítulo XI. Sobre lo sublime tiene l a intenci ón explíci ta de ayuda r al joven estud iante a entender la elevación de estilo a través del estudio e imitación de los gran des modelos literarios. "Lo sublime", dice Longino en el prefacio, es como una elevación y una excelencia en el lenguaje, y que los grandes poe tas y prosistas de esta forma y no de otra alcanzaron los más grandes honores y vistieron su fama de inmortalidad. Pues el lenguaje sublime conduce a los que lo escuchan no a la persuasión, sino al éxtasis. Ya que en todas partes lo mara villoso, que va acompañado de asombro, es siempre superior a la persuasión y a lo que sólo es agradable. Pero si la acción de persuadir depende la mayoría de las veces de nosotros, las cualidades de lo sublime, sin embargo, que propor cionan un poder y una fuerza invencible al discurso, dominan por entero al oyente. La experiencia en la invención, la habilidad en el orden y en la disposi ción del material no se hacen patentes ni por uno ni por dos pasajes, sino que las vemos emerger con esfuerzo del tejido total del discurso. Lo sublime, usado en el momento oportuno, pulveriza como el rayo todas las cosas y muestra en un abrir y cenar de ojos y en su totalidad los poderes del orador. (1.3-4) Aunque aquí Longino establece una diferencia entre sublimidad y persua sión retórica, hace uso de numerosos conceptos retóricos a lo largo de la obra. En el capítulo 8, identifica cinco fuentes de sublimidad: el poder para concebir grandes pensamientos y el uso de una emoción fuerte e inspirada (patbos), los cuales son aspect os de la inv enc ión retórica; y las figuras, elec ción de palabras, y composición o disposición de las palabras, que son tres aspectos del estilo retórico. Pone especial énfasis en Platón y Demóstenes como modelos estilísticos y compara a Demóstenes con Cicerón (112.4), una de las pocas referencias a Cicerón hechas por un retórico griego.
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La admiración por el tratado de Longino deriva de su descripción de "genio", en la que usa y supera los conceptos retóricos ordinarios, y de la fina crítica lite raria que se encuentra en su examen de pasajes de la literatura griega, entre ellos un poema de Safo (10.20), que de otro modo hubiera desaparecido, y la cita (9.9) del primer Libro del Génesis como ejemplo de sublimidad, algo que no tiene para lelo en un griego pagano. La obra termina (44) tratando del "declive" de la elo Diálogo sobre los oradores cuencia, que recuerda algo al que encontramos en el de Tácito. Aquí Longino rechaza lo que llama "la explicación generalmente men cionada", es decir, la falta de libertad política y la falta de recompensa política. La causa fundamental, concluye, es la codicia, el orgullo, el amor al lujo, y la ociosi dad que puede decirse que han nublado nuestra percepción, vuelto la ambición del deber cívico por el beneficio personal, y han erosionado los valores culturales. Retórica y poética Se pueden añadir aquí unas pocas palabras sobre la relación entre retórica y poética tal como se percibía en la Antigüedad. Se encuentra crítica literaria en una variedad de contenidos en las literaturas griega y latina. Ejemplos tempranos incluyen la comedia de Aristófanes Las ranas, que compara los estilos de Esquilo y Eurípides, y el diálogo de Platón Ion, que trata de la inspiración poética. Aris tóteles, que definió por primera vez muchas de las disciplinas del saber, fue el autor del primer tratado sistemático de poética. En el capítulo 19 de esa obra afirma que lo que en su tratado sobre retórica se ha dicho acerca del razona miento, es decir, demostración y refutación, el uso de emociones, y argumentos acerca de lo que es importante o no se puede aplicar igualmente a la composi ción de discursos en la tragedia. A la inversa, un pasaje de la Retónca (3.2) remite al lector a la Poética para más información sobre las clases de palabras. La lectura y el análisis de la poesía constituían una importante actividad en las escuelas griegas y romanas de gramática, y los aspectos técnicos de la poe sía -los principios de versificación y la identificación de tropos y figuras- se examinaban en las obras sobre gramática. Esta tradición continuó bien entrada la Edad Media y, junto con algunas partes de la retórica, contribuyó a las Artes
Poetriae, qu e se exami nar án e n el Capítul o IX. Varios filósofos he leníst icos, sin embargo, siguieron a Aristóteles escribiendo tratados de poética; la única de estas obras que sobrevive es la de Filodemo, parte de la cual se rescató entre los papiros enterrados en la erupción del Vesubio en el año 79 de nuestra era.
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Las especulaciones sobre la poesía, y, en especial, la pérdida de la obra de Ars poética Neoptólomeo de Paros, son las principales fuentes de la versificada de Horacio, escrita hacia finales del siglo I a. C. Ésta también fue una impor 9 tante fuente para los estudios medievales sobre la poesía . El estudio de la retórica fue un aspecto central de la educación en la Anti güedad, y la teoría retórica fue desarrollada más completamente y más amplia mente entendida que la teoría poética. No es de sorprender, por tanto, que los comentarios sobre los textos clásicos de los romanos y de los bizantinos hagan gran uso de los conceptos retóricos. Ejemplos de ello incluyen los largos comen tarios de Eustacio sobre los poemas homéricos, y los de Servio sobre la Eneida de Virgilio. Se escribieron también comentarios sobre oradores, que se conser van principalmente en forma de notas marginales en manuscritos. Los griegos aplican a menudo la teoría retórica de Hermógenes a la explicación del texto. En general, la poética puede ser considerada paralela y superpuesta a la retórica. Ambas comparten una preocupación por el estilo, como la elección de palabras, tropos, figuras, estructura de la oración, y ritmo. Los estudios de la poesía en la Antigüedad se centran en su mayor parte en la épica y en el drama, donde los discursos se atribuyen a los personajes, y tanto retórica como poética por tanto se pre ocu pan del éthos y el pathos y de la ade cua ció n de lo que se atribuye a los personajes. El "decorum", que corresponde a la propie dad como virtud del estilo retórico, es un tema central en el poema de Hora cio y en la crítica literaria posterior que deriva de su obra. La retórica tiene sus géneros de oratoria deliberativa, epidíctica, y judicial; la poética considera la convenciones de la poesía elegiaca, lírica, trágica, cómica, y pastoral. Final mente, los ejercicios de progymnasmata -es pec ial men te las fábulas, narracio nes, descripciones, y comparaciones- eran preparaciones para el estudio de la retórica, pero también eran preparatorios para la composición poética.
9. Sobre los poe tas helenísticos, véase Kennedy, ed., Histoiy ofLiterary Criticism, 1: 200-219.
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CAPÍTULO VII LA RETÓRICA JUDEOCMISTIANA
El judaismo, el cristianismo, y, fuera de la tradición occidental, el budis mo y el islam, son las religiones del mundo. Se basan en escritos sagrados, y desarrollaron la predicación como rasgo distintivo de sus rituales. Éste no era caso profetizaban, del paganismo; paganos oficiaban rituales y algu nas elveces perolosnosacerdotes predicaban. El cristianismo, en particular, tenía el mandamiento de predicar el evangelio. Buscaba convertir al mundo por la gracia de Dios y por la apelación a milagros, testimonios, sermones, biografías de santos, epístolas, y otros recursos o demostraciones; con el ejem plo de una manera de vida, con el martirio como necesidad final; y más tarde en su historia por el uso de la retórica, de la arquitectura, escultura, pintura, música, y procesiones. Este capítulo examinará algunos rasgos retóricos del Antiguo y del Nuevo Testamento, y la relación entre cristianismo y retórica clásica durante los cuatro primeros siglos de la era cristiana, que culminan en el influyente tratado de San Agustín, De Doctrina Christiana 1. La retórica en el Antiguo Testamento Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en periodos distintos (parte del texto quizá en fecha tan temprana como 900 a.C, otras partes en fecha más tardía como el siglo III), no en la secuencia en la cual aparecen
1. Además de las obras citada s a continuació n, véase Cochrane, Christianity and Classical Cul ture; Dodds, Pagan and Christian; Goodspeed, History of Early Chñstian Literature; Jaeger, Early Christianity; y Norden, Agnostos Theos, y Antike Kunstprosa, 2:451-79. Las citas de la Biblia en el ori ginal son de la Revised Standard Versión tal como se imprime en la Oxford Annotated Bible, Nueva York, Oxford University Press, 1962. [Para esta traducción las citas son de la Sagrada Biblia, Barce lona, Herder, 1974, duodécima edición].
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ahora, y son a menudo el producto de la redacción, o composición de edito res a partir de material más antiguo, que era a veces, distinto en forma y pro pósito. Lo que ahora se conoce como "crítica formal" ha traído consigo el reco nocimiento de tipos de narración bíblica, profecía, poesía, y literatura sapien cial y de su Sitz irn Leben, o asentamiento en la sociedad, lo que supone el propósito para los que fueron escritos y los a menudo diferentes propósitos para los que fueron usados2. En la Antigüedad, el filósofo judío Filón (circa 30 a.C-45 d.C), el obispo cristiano Agustín (354-430 d.C), y otros eruditos judí os y cristianos hicieron uso de su formación en retórica para interpretar el Antiguo Testamento. Los intérpretes judíos y cristianos del Renacimiento, entre ellos Martín Lutero, también lo hicieron, pero la crítica retórica de la Biblia se desvaneció en el periodo contemporáneo con el declive de la retórica como disciplina, sólo par ser revivida con el renacimiento de los estudios retóricos en el último tercio del siglo XX. Hay ahora un sustancial corpus de investiga ción que aplica los conceptos de la retórica clásica, y las técnicas de la crítica literaria moderna tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento 3. Tomando el Nuevo Testamento en la forma en la que se conserva, la evi dencia de la influencia de la retórica comienza en el primer capítulo del Génesis, en el que la creación se describe inicialmente no en términos de la acción divina, sino de su discurso: "Y Dios dijo, 'Hágase la luz'; y se hizo la luz". Una de las pocas referencias a las escrituras judías hechas por un escri tor pagano es la cita de este pasaje en el tratado retórico de Longino Sobre lo
sublime (9.9)· En contraste con la creación por enunciación, el capítulo segun do muestra una tradición distinta en la que Dios, como los dioses paganos, obra, formando al hombre, por ejemplo, del lodo de la tierra. Quienquiera que fuese el que compusiera el primer capítulo, tenía un fuerte sentido del poder del discurso y, en particular, del discurso con autoridad de Dios. La técnica retórica fundamental del Antiguo Testamento es la aserción de la autoridad. Dios ha dado su ley a su pueblo. Están convencidos por ser Él quien es, por lo que ha hecho por ellos, de cómo los castigará si las trasgreden y de cómo su palabra les fue revelada. En el Nuevo Testamento el mensaje de Dios se
2. Véase Hayes, ed., Oíd Testament Form Críticism. 3. Véase Warner, ed., Bible asRhetoric; Watson, ed., Persuasive Artistry; y Watson y Hauser, Rhetorical Criticism of the Bible.
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difunde de una nación a todos los individuos del mundo. La autoridad es una analogía no artística del éthos de la retórica clásica. Se confirma con los milagros y se sostiene con el pathos del recuerd o del sufrimiento pa sado por el pueb lo, y con su miedo de un castigo futuro o la esperanza de una recompensa futura. En su forma más pura, la retórica judeo-cristiana muestra alguna similitud con la retó rica filosófica: afirma ser la simple enunciación de la verdad, no contaminada por adornos, lisonjas, o argumentaciones sofísticas; difiere de la retórica filosófica en que esta verdad es conocida a través de la revelación o establecida a través de signos enviados por Dios, no es descubierta a través de la dialéctica y del esfuer zo humano. Sin embargo, como la retórica filosófica griega, la retórica judeo-cris tiana vino a usar gradualmente rasgos de la retórica clásica para dirigirse a oyen tes educados en las escuelas de retórica, las cuales aparecieron en Palestina des pués de que Alejandro conquistara oriente. El judaismo en el periodo helenístico ya muestra algún influjo de la retórica clásica, y pronto los cristianos fueron adap tando recursos de la retórica clásica de acuerdo a sus necesidades. El cuarto capítulo del Éxodo ofrece una valiosa muestra de la retórica tal como se encuentra en el Antiguo Testamento. Dios ha confiado a Moisés la misión de sacar de Egipto a los hijos de Israel, pero Moisés desconfía de su habilidad para persuadirlos. "Pero, dice, no me creerán ni oirán mi voz, sino que dirán: No se te ha aparecido el Señor" (Éxodo.4:l). Es consciente de su falta de autoridad per sonal. La respuesta del Señor es típica de la tradición posterior; es una serie de signos o milagros que demuestran la autoridad de su misión; una vara arrojada al suelo se convierte en una serpiente, pero Moisés la recoge y de nuevo se con vierte en vara; una mano se cubre de lepra y vuelve a recobrar su aspecto; las aguas del Nilo se convierten en sangre. La autoridad se confirma por milagros, y éste, más que el uso de argumentos lógicos, será el modo básico de persuasión. Moisés, sin embargo, no está conforme. "Oh, mi Señor", dice (Éxodo 4:10), "No soy elocuente, ni siquiera después de que hablas con tu siervo me siento menos embarazado y torpe de lengua". El Señor replica (Éxodo 4:11-12), "¿Quién hizo la boca del hombre? ¿O quién formó al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No he sido yo? Anda, pues, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de hablar". predicador asíesserá un vehículo a través cual se loexpresará mensaje de El autoridad. Si no Moisés, puede ser Aaróndel si Moisés instruye,uny de hecho Aarón se convierte en el "orador" de los judíos. Se reconoce en la prác tica la habilidad natural, pero el orador judeo-cristiano, al menos en teoría, tiene
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poca necesidad de la práctica o del conocimiento del arte como se requiere del orador en la tradición clásica. Sólo necesita la inspiración del Espíritu. Moisés debe volver a Egipto e intentar persuadir al Faraón de que deje salir a Israel. En este esfuerzo se manifiesta otro rasgo distintivo de la retórica judeocristiana. El éxito de Moisés depende enteramente del grado en que Dios per mita que oiga el Faraón. "Cuando vuelvas a Egipto", le dice el Señor (Éxodo 4:21), "mira que hagas delante del Faraón todos los portentos para los cuales te he dado poder. Yo endureceré su corazón y no dejará partir a mi pueblo". Y así es. Moisés no persuade al Faraón hasta que los egipcios están completamente despojados y deseosos de la partida de los judíos. La persuasión se produce cuando Dios está dispuesto, y no mediante argumentos verbales, ni aún de la autoridad de Moisés. De forma similar, en la opinión de muchos cristianos, Dios debe actuar, mediante la gracia, para mover los corazones del auditorio antes de que los individuos puedan recibir la Palabra, y si derrama su gracia, la verdad del mensaje será reconocida por su autoridad y no por su argumentación lógi ca. En su forma más pura y fundamental, por tanto, los modelos básicos de prue ba en la retórica judeo-cristiana son la gracia, la autoridad, y el logos, el mensa je divino que puede ser entendido por los humanos. Éstos se correpo nden en parte, respectivamente, con elpathos, ethos, y logos de la retórica aristotélica. La mente humana necesita la razón, o algo que tenga la forma de una razón, para creer o actuar, y los entimemas son comunes en la Biblia. Los Diez Mandamientos del Éxodo 20:2-17 ofrecen ejemplos al estar cinco de ellos apo yados por algún razonamiento. Cuando el Señor proclama, "Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud", añade un testimonio de su autoridad. El mandamiento de no hacer imagen de escultura se sigue de una explicación y de una amenaza y una promesa, "Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera o cuarta generación de aquellos que me aborrecen. Y que uso de misericordia hasta la milésima generación con los que me aman y guardan mis mandamientos". De forma similar, el mandamiento contra tomar el nombre de Dios en vano se transforma en un entimema con la adi ción, "porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nom bre del Señor Dios suyo". El mandamiento de guardar el sábado se sigue de una premisa menor explicativa y de una conclusión, "Por cuanto el Señor en seis días hizo el cielo, y la tierra, y el mar, y todas las cosas que hay en ellos,
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y descansó el día séptimo; por esto bendijo el Señor el día del sábado y lo santificó". Finalmente, "Honra a tu padre y a tu madre", con la razón "para que vivas largos años sobre la tierra que te ha de dar el Señor". Los discursos del Antiguo Testamento a menudo contienen llamamientos al juicio del pasado, la narración de la acción en el futuro, y la alabanza o vitupe rio, así que, con algunas excepciones, no son fácilmente clasificables en los géne ros clásicos de oratoria judicial, deliberativa, y epidíctica. La forma más caracte rística de discurso extenso en el Antiguo Testamento es el discurso-alianza, un discurso construido sobre el presupuesto de una alianza entre Dios y el pueblo de Israel. El patrón general del discurso-alianza es, en primer lugar, reforzar la autoridad del Señor recordándole al auditorio lo que Él ha hecho; en segundo lugar, añadir nuevos mandamientos; en tercer lugar, concluir con una adverten cia de lo que sucederá si son ignorados. En cierto sentido, el Antiguo Testamento en su totalidad podría considerarse un extenso discurso-alianza, que consiste en la narración de las acciones de Dios para con su pueblo, sus mandamientos, y las advertencias de los profetas cuando el pueblo se aparta de su deber. Dentro del Antiguo Testamento hay, sin embargo, muchos ejemplos específicos de discursosalianza. El Deuteronomio se compone en gran parte de tres discursos (cap. 1-4, 5-28, y 29-30), cada uno de los cuales contiene la narración de lo que ha sucedi do en el pasado, los mandamientos, y las advertencias de las consecuencias de la desobediencia, o las promesas de bendiciones por la obediencia. El patrón puede también observarse en ejemplos más cercanos a la situación de la alocución pública clásica. Un ejemplo es el discurso del capítulo veinti cuatro del Libro de Josué. Éste consiste en la narración de lo que Dios ha hecho en la historia judía, puesto en boca de Dios mismo y por tanto pronunciado por una autoridad elevada (24:2-13). Josué entonces añade su propio precepto: "Ahora, pues, temed al Señor y servidle con corazón perfecto y sincero... esco ged hoy a quien debéis antes servir... que yo y mi casa queremos servir al Señor" (24:14-15). El pueblo acepta los ejemplos de Josué porque tienen autoridad y están de acuerdo en que ellos servirán al señor que ha hecho lo que el Señor ha hecho. Josué entonces recuerda al pueblo que su Señor es un Dios celoso, y que los hace comprometerse completamente con la alianza, de la que erige una piedra como testigo. El discurso-alianza del primer Libro de Samuel 12 sigue el mismo patrón general, pero lo prec ede una introducción personal. Una carac terística del discurso-alianza es que cualquiera que sea la ocasión específica, el
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mensaje básico del judaismo -la alianza con Dios- se incorpora al discurso. Ésta sobrevive como rasgo en cierta predicación cristiana, en la que cualquiera que sea el texto o el punto de partida del orador, el mensaje tiende a reducirse a un sólo tema de predominante importancia, el núcleo del evangelio, que "Dios envió al mundo a su único hijo para que a través de él tengamos vida eterna". Una segunda forma de alocución del Antiguo Testamento es la profecía El capítulo veinticuatro del Libro de Ezequiel muestra cómo un discurso-alian za puede ser adaptado a las circunstancias de la profecía. La profecía del advenimiento del Mesías en Isaías, por ejemplo, se convirtió en la base de autoridad para la Cristiandad con la predicación de los Apóstoles y la com posición de los evangelios. Los estudiosos de la crítica formal distinguen varios tipos distintos de profecía en el Antiguo Testamento. Uno de ellos es la "profecía del desastre", que normalmente consiste de una palabra intro ductoria, una indicación de la situación, una predicción del desastre, y una caracterización concluyente. Así, hay una analogía con el proemio, la narra ción, la prueba, y el epílogo de la oratoria clásica basada en la lógica natural del desarrollo de ideas. Otra clase de profecía es la "profecía de salvación", y hay también algunas formas secundarias, incluida una basada en la situación 5 de un juicio, como se ve, por ejemplo, en Isaías 41:21-19 . La retórica epidíctica pura del Antiguo Testamento está representada por los dicursos en alabanza de Dios. En el Éxodo 15 el canto de alabanza es entonado por Moisés y el pueblo tras cruzar el Mar Rojo, y muchos de los
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Salmos son cantos de alabanza. Los salmos también ilustran rasgos de estilo que son característicos de la epidíctica bíblica. Uno de ellos es el paralelismo, un recurso básico de la poesía hebrea y del lenguaje elevado en muchas otras culturas en todo el mundo. Por ejemplo, considérese el Salmo 80: 8-11: Una viña arrancaste tú de Egipto, y, expulsadas las gentes, la plantaste. Preparástele el suelo, echó raíces y llenó la tierra.
4. Véase Joshu a Gitay, "Rhetorical Criticism and th e Prophet ic Discourse", en Watson, ed., Persuasive Artistry, pp . 13-24, y Margaret D. Zulick, "The Agon of Jeremi ah: O n the Dialogic Inve ntio n of Prophetic Ethos", Quarterly Journal ofSpeech 78 (1992), pp. 125-48. 5. Véase Eugene March , "Prophe cy", en Hayes ed., Oíd Testament Form Criticism, pp. 157-75.
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Cubriéronse los montes de su sombra, y los cedros de Dios de su follaje. Hasta el mar extendiera sus sarmientos; sus retoños llegaban hasta el río. El segundo verso de cada versículo es paralelo al primero, lo explica o lo expande. Es así una analogía poética al uso de los entimemas que se encuen tran en el lenguaje discursivo. Nótese también el uso de la alegoría, en el caso de la "viña" traída de Egipto. Las imágenes de los Salmos y de Isaías, sacadas de la naturaleza o de la vida agrícola, son la fuente de gran parte del lengua je poético de los himnos y pr edicaciones cristianas. Hay muchos ejemplos, el más famoso de los cuales sea quizá el Salmo 23, "El Señor es mi pastor". Las imágenes de esta clase al principio parecían muy exóticas y oscuras a los lec tores griegos y romanos, pero se convirtieron en recurso característico del estilo cristiano, y la interpretación alegórica fue aceptada temprano como un 6 instrumento necesario para la exégesis bíblica . El libro de los Proverbios, que en su presente forma es probablemente una de las últimas partes del Antiguo Testamento, tiene un especial interés retóri co en que incluye una serie de preceptos para el buen discurso. Éstos se pare cen y quizá se derivan en parte de la literatura sapiencial egipcia, como la Instrucción de Ptahhotep1. Los pre cep tos retóricos de los Proverbios, au nq ue no sistemáticamente organizados, ofrecen reglas similares a las de Ptahhotep: por ejemplo, silencio inicial cuando nos enfrentemos con un ataque verbal: "El prudente se calla" 11:12), y,comedimiento: como dice el Eclesiastés (3:7),suave hay "tiempo de callar, y (Proverbios tiempo de hablar"; "La respuesta quebranta la ira; las palabras duras excitan el furor" (15:1); fluidez: "Son agua profunda las palabras que salen de la boca del varón; la fuente de la sabidu ría es torrente caudaloso" (18:4); y especialmente verdad: "El que dice verdad, ése es fiel testigo; mas el que miente es testigo fraudulento" (12:17); y final mente, la necesidad de un estilo agradable: "el que tiene dulzura en el hablar conseguirá mayor fruto" (16:21), "son un panal de miel las palabras elegan tes, dulzura del alma y vigor de los huesos" (16:24). Cuando en el siglo XV
6. Véase Whitman, Allegory, pp. 58-68. 7. Véase Kennedy, Comparative Rhetoric, pp. 128-31 y 133-35. Hubo también alguna influencia de las ideas clásicas sobre los conceptos judíos de sabiduría; véase Wilken, ed., Aspects ofWisdom.
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Judah Messer León escribió, en hebreo, una descripción de la retórica del Antiguo Testamento que usaba conceptos clásicos griegos y latinos, tituló su obra El libro del fluir del panal de miel 8. La retórica en el Nuevo Testamento Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego por y para hablan tes de griego, muchos de los cuales estaban familiarizados con el discurso públi co en griego, o habían sido educados en escuelas griegas. Emplean, así, algunos de los rasgos característicos de la retórica clásica combinados con las tradiciones judías y están modificados por las creencias y valores del Cristianismo. Los servicios del Sabath judío en el periodo helenístico (es decir, los tres últi mos siglos antes de Cristo) y en tiempos posteriores, incluían la lectura de leccio nes de las Escrituras, seguida de la interpretación de los pasajes leídos y de exhor taciones a la congregación a seguir la ley o a afanarse en la excelencia moral. Esta forma de predicación, bastante informal y espontánea, compartida por los dife rentes miembros de la congregación, es antecedente de la homilía, el sermón informal de las iglesias de los primeros cristianos. La homilía también estaba influ ida por formas griegas, especialmente la diatriba, o exhortación moral, de los filó sofos estoic os y cínicos, y más tarde por los méto dos de la filosofía neopl atónica 9. En el capítulo IV del Evangelio de Lucas, se describe cómo Jesús llega a Galilea y enseña en las sinagogas en la manera que se acabamos de descri bir. En Nazaret lee la lección del día, que es la profecía de Isaías sobre el Mesías. Cuando interpreta lo que ha leído: "La Escritura que acabáis de oír hoy se ha cumplido" (Lucas 4:21). Se murmura contra él, pero rehusa hacer milagros aquí para demostrar su autoridad en su propia tierra y con alguna dificulad se escapa de la ciudad. Más tarde, en Cafarnaúm, de nuevo enseña en el Sabath, "Y estaban asombrados de su doctrina, porque hablaba como quien tiene autoridad" (Lucas 4:32). Esta vez, de acuerdo con el evangelista, confirma su autoridad expulsando un demonio inmundo de un hombre, y la reacción de la congregación es: "¿Qué es esto? Con autoridad y poderío manda a los espíritus inmundos, y ellos salen" (Lucas 4:36). Se pueden encon trar versiones similares en Mateo, capítulo IV, y Marcos, capítulo 1.
8. Rabinowitz, ed. y tracl., Book ofthe Honeycomb's Floto. [El libro del fluir del panal de miel.] 9- Véase Lieberman, Hellenism injewish Palestine; Stowers, Diatríbe; y Thyen, Stil der judischhellenistische Homilie.
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Como resultado de la predicación de Jesús en las sinagogas, éste atrajo a muchedumbres de todas partes del país y, de acuerdo con Mateo (5:1), les predi có el Sermón de la Montaña. El sermón puede ser un documento compuesto más tarde por uno de los seguidores de Jesús basándose en varios sermones y dichos; en Lucas, material verbalmente similar aparece en distintos contextos. El Sermón de la Montaña es, sin embargo, el ejemplo más amplio de la predicación de Jesús tal como se veía en la iglesia primitiva. Consiste en cinco partes, la primera es una introducción poética, las Bienaventuranzas, con su marcada anáfora, o repetición de la misma palabra inicial en cada frase. En segundo lugar viene una aserción no muy distinta de la de un proemio clásico (5:13-17). Después hay una declaración de la relación de la doctrina de Jesús con la ley judía (5:17-48), seguida de una serie de preceptos sobre dar limosna, orar, ayunar, etc (6:1-7:20). Finalmente, hay un epílogo con una fuerte advertencia, y una parábola que compara a los que construyen sobre la roca de la sabiduría autorizada y los que construyen sobre la arena de la ignorancia (7:21-27). Aunque algunos elementos evocan la retórica clá sica, las técnicas empleadas, como la parábola, son tomadas en gran parte de las tradiciones judías del discurso. La cualidad persuasiva del discurso viene princi palmente de la autoridad proyectada por el hablante, vista especialmente en su relación con la ley, pero se añaden confirmaciones a las Bienaventuranzas y los preceptos de la segunda mitad del discurso, creando así entimemas; por ejemplo, "No pongáis vuestros tesoros en la tierra, porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón" (6:19-21). Se describe en los evangelios que Jesús está versado en la argumentación. Sus encuentros con los fariseos muestran su habilidad incluso en la dialéctica (por ejemplo, Mateo 15:1-9 y 22:15-22). La base de la persuasión que le atribuyen a Jesús los evangelistas, que escriben una generación o más después de su muerte, es muy similar a la que encontramos en el Antiguo Testamento. En Marcos, por ejemplo, Jesús se ima gina a los cristianos llevados a un tribunal y dice: Entre tanto vosotros estad sobre aviso: Os entregarán a los sanedrines y azotarán en las sinagogas, y seréis presentados por causa de mí ante los gobernadores y reyes, para que deis delante de ellos testimonio. Mas pri mero ser de predicado el evangelio a todas lasennaciones. Cuando, pues, llegarehaeldecaso que os lleven para entregaros sus manos, no discurráis de antemano lo que habéis de hablar; sino hablad lo que os será inspirado en aquel trance; porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu
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Santo. Entonces el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y les quitarán la vida. Y vos otros seréis aborrecidos de todo el mundo por causa de mi nombre. Mas quien estuviere firme hasta el fin, éste será salvo (Marcos 13:9-13). Puede que Marcos haya proyectado sobre Jesús una profecía de lo que ocurrió entre la muerte de Jesús y el tiempo en el que Marcos escribe. Entre los puntos que deben ser notados en este pasaje está la importancia del tes timonio hasta el momento del martirio y en él, el hecho de que no se requie ra una elocuencia especial, porque como en el Éxodo, Dios dará las palabras; y en la asunción aparente de que los discípulos no pueden esperar persuadir a sus jueces con lo justo de su causa: ésa es tarea de Dios, y, como con el Faraón, él parece tener la intención de endurecer sus corazones. Todo esto es contrario a las concepciones del aorador clásico, que esperaba usar su elo cuencia para vencer la oposición sus ideas. El término que se utiliza para "predicar" en Marcos 13:10 y comúnmente en el Nuevo Testamento es kérysso, que literalmente significa "proclamar". Es lo que un heraldo (keryx) hace con un mensaje, con una ley , o con un m and a to. El mensaje es un kérygma, o proclama ción, y constituye e l evangelio (euangelion), o "buena nuev a"). La predi caci ón cris tiana dentr o de esta tradición, que aún existe, no es, así, persuasión, sino proclamación, y se basa en la auto ridad y la gracia, no en la prueba. Agustín dice (DeDoctrina Christiana 4:21) que un buen oyente se enciende con las Escrituras no tanto por analizarlas dili gentemente como por pronunciarlas con energía. La verdad de las Escrituras debe ser aprehendida por el oyente, que no probada por el hablante. De manera algo sorprendente, y en contraste con el uso de kérygrna, la iglesia pri mitiva adoptó la palabra griega pistis para significar: "fe cristiana". En griego clásico, los significados de pistis varían entre "confianza, fe, persuasión"; fue, sin embargo, la palabra usada por Aristóteles para la prueba en retórica, y este uso se hizo general entre los maestros de retórica. La aceptación de pistis para significar "fe cristiana" por la iglesia primitiva, implicaba al menos que la fe procedía de oír un discurso, y ofrecía una posibilidad futura para la aceptación de la retórica clásica dentro del discurso cristiano 10 .
10. Véase Kinneavy, Origins of Chrístian Faith.
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Un repetido mensaje de los evangelios es que no todos comprenderán: a algunos les falta la fortaleza para el evangelio. En la parábola del sembrador (Marcos 4) algunas semillas caen junto al camino, otras sobre pedregales, otras entre espinas, y otras en buena tierra. La parábola termina así: "Quien tenga oídos para oír oiga"; pero aun los discípulos no entenderán, y tendrá que serles explicada la parábola. Para la generación posterior a Jesús había ironía en el fracaso en creer de aquellos que le escucharon o vieron, y esta ironía se desarrolla más de otras maneras, particularmente en el evangelio de Mateo. El primero será el último, el último será el primero; el humilde pode roso, el poderoso humilde; el que ama la vida la perderá, el que deja su vida la salvará; y así sucesivamente (e.g. 16:25, 183, 20:26-28, 23:11). En estas afir maci one s, y tamb ién en l as Bienav entur anzas, hay una su til pe ro fund amen tal llamada, especialmente dirigida a aquellos de clase socio-económica baja, que se hicieron cristianos y se identificaban con los selectos. Estas paradojas se convierten en parte permanente del estilo cristiano de predicación, así como las vividas metáforas contenidas en las proclamaciones en primera per sona tan características del evangelio de Juan: "Yo soy el pan vivo" (6:51); "Yo soy la puerta de las ovejas" (10:7); "Yo soy la verdadera viña" (15:1); y otras. La crítica retórica a los evangelios y a otras partes del Nuevo Testamento, a menudo empleando algunas técnicas de crítica formal, crítica literaria, e histo ria social, ha hecho grandes progresos a finales del siglo XX: disponemos de un sustancial cuerpo de erudición 11 . Un importante objetivo de la crítica retórica es intentar textos bíblicos como con un antiguo auditorio habríaclásica oído, yyaesopor significaoír unlos auditorio familiarizado la práctica de la los retórica el estudio en la escuela, ya por la experiencia en el mundo seglar. Entre los pri mitivos cristianos había mucha gente simple con poca educación formal, pero había muchos otros que habían tenido alguna formación en lengua griega y retórica, y en las sofisticadas comunidades de habla griega como Antioquía, Mileto, Éfeso, Corinto, Alejandría, Atenas y Roma, la mayor parte de los oyen tes tendrían algunas expectativas de cómo un discurso debía ser dispuesto y pronunciado. Los evangelios y las epístolas se leían en voz alta en las iglesias cristianas, y la congregación necesariamente los recibía como discurso.
11. Véase Kennedy, New Testament Rhetoric; Watson, ed., Persuasive Artistry; y Watson y Hauser,Rhetorical Criticism oftheBible.
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En el caso de los evangelios, sus cuatro autores emplean técnicas retóricas algo diferentes, que resultan de su propia educación y de los auditorios a los que se dirigían 12. El evangelio de Marcos se probablemente el primero y es un ejemplo de "retórica cristiana radical", que depende de la autoridad con poco interés en la argumentación lógica. Mateo parece haber usado el evangelio de Marcos como una de sus fuentes, pero se inclina "más a apoyar la proclamación con el razonamiento. Es notable que las afirmaciones sin apoyo de razonamien to en Marcos, a menudo se convierten en entimemas en el texto de Mateo. Mateo parece estarse dirigiendo a un auditorio judío algo culto que habla griego. Lucas era médico y muy culto, probablemente había estudiado algo de retórica. Escribía para un auditorio del que formaban parte los griegos y, él usa el griego más elegante de los evangelistas. Su evangelio se parece a la historiografía o a la biografía griega más que ninguno de los otros. El evangelio de Juan, escrito más tarde que los otros, a los que usa en parte como fuente, aparentemente esta ba dirigido a los miembros de una secta cristiana de Asia Menor, y tiene una elo cuencia distintiva, derivada a menudo de la metáfora, y evidente desde sus pala bras introductorias: "En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios". El concepto de "el verbo" como significado y razón inherente en la existencia, se encuentra en la filosofía griega, de la cual Juan tenía algún conocimiento. Luego identifica el Verbo con Cristo. El evangelio de Juan lleva consigo tres factores de la retórica cristiana identificados anteriormente -gracia, autoridad, y el mensaje "proclamado" a la humanidad- y ha legado una imagen que ha sido elaborada por los predicadores cristianos a lo largo de los siglos. Los apóstoles Se pueden encontrar ejemplos de la predicación en la iglesia cristiana primi tiva en los Hechos de los Apóstoles, tradicionalmente atribuidos a Lucas. Por desgracia, esta atribución puede no ser enteramente histórica. Muchos estudio sos del Antiguo Testamento creen que los Hechos estaban influidos por las con venciones de la escritura historiográfica griega y que los discursos de los Hechos, como los que se encuentran en la historiografía griega, son reconstrucciones de lo que podría haber sido dicho, no evidencia de lo que realmente fue dicho.
12. Véase B urton L. Mack y Vernon K. Robbi ns, Patterns of Persuasión in the Gospels, Sonoma, 1989, y Vernon K. Robbins, Jesus the Teacher: A Socio-Rhetorical Interpretation of Mark, Philadelphia, Fortress Press, 1984. Calif., Polebridge,
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Puede que sea así, pero los discursos no son oraciones clásicas; en general están de acuerdo con las tradiciones retóricas judías y las que se estaban desarrollan do en la cristiandad primitiva como se ve en otros textos. El discurso de Esteban (7:2-53), que enfurece al príncipe de los sacerdotes y precipita el primer marti rio, es similar en su estructura a la retórica del Antiguo Testamento tal como la vimos en el discurso de Josué y puede estar derivado de una homilía judía. Ofrecía un ejemplo para la retórica de mártires posteriores y es un analogía cris tiana de la apología de Sócrates. Hay también en los Hechos siete discursos atri buidos a Pedro y seis atribuidos a Pablo. El discurso de Pablo es una despedida en Mileto (Hechos 20:18-35); sus discursos durante el juicio al que le someten al final del libro, y el primer discurso de Pedro en el que propone el reemplazo de Judas (1:16-33) tienen características especiales, pero el resto cae en la categoría de lo que se conoce como el "sermón misionero", el equivalente cristiano del discurso-alianza judío. Algunos ejemplos se pueden considerar brevemente. En el tercer capítulo de los Hechos, Pedro, después de sanar a un cojo, se dirige al pueblo desde el pórtico de Salomón en Jerusalén. Comienza con el milagro que acaba de hacer: "la fe que viene de Jesús le ha dado esta per fecta salud en presencia de todos vosotros" (3:16). Al explicar cómo puede ser esto, Pedro recapitula la profecía del Mesías y de la vida y de la muerte de Jesús. Le advierte al pueblo de que se arrepienta y apoya esta advertencia con la autoridad de Moisés, y al final vuelve al milagro que Dios ha hecho. Los elementos retóricos son así los familiares de la autoridad de la ley, la pro fecía y su cumplimiento, y las advertencias para el futuro. Más simple en su estructura es el sermón que da Pablo en un Sabath en la sinagoga de Pisidia, en Antioquía (13:16-41). Se ha leído la ley y extendido una invitación a hablar, y Pablo se levanta. Diserta sobre la historia judía y la profecía del advenimiento del salvador. Proclama que Jesús es ese salvador y apoya su afirmación con la profecía de dos salmos. Y finaliza con una adver tencia a aquellos que no creen. El único milagro que se cita es la resurrección de Jesús de entre los muertos. El más famoso de todos los sermones misioneros es el de Pablo en la "Colina de Marte", el Areópago de Atenas (Hechos 17:22-31) 13. Aquí se adapta el men-
13. Véase Frederick F. Bruce, The Speeches in the Acts of the Apostles, Londres, Tyndale Press, 1942; Bertil Gártner, The Areopagus Speech and Natural Revelation, trad. Carolyn H. King, Uppsala, Gleerup, 1955; y Ned B. Stonehouse, The Areopagus Address, Londres, Tyndale Press, 1950.
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saje a oídos griegos: no es la profecía del Antiguo Testamento la que se cum ple, sino la propia búsqueda de los griegos del dios desconocido, que es el Dios de la humanidad. Pablo no intenta el razonamiento dialéctico de un orador o un griego: proclama pero ladijeron" proclamación apoyaviene con una filósofo cita griega: "como algunoseldeevangelio, vuestros poetas (17:28).seLuego la consabida llamada al arrepentimiento y la advertencia del juicio. Hasta este punto, se ha mencionado repetidamente a Dios, pero no a Jesús, al que única mente se refiere al final como el hombre a través del cual vendrá el juicio. Dios ha asegurado esto al resucitar a su hijo de entre los muertos, para que tenga mos el milagro como un signo, pero su verdad depende, como la proclamación en su totalidad, de la voluntad de aquellos presentes que acepten la autoridad de Pablo. La afirmación de que Jesús resucitó de entre los muertos no les habría parecido totalmente imposible a los griegos familiarizados con las historias de descenso de Ulises, Teseo, Heracles, y Orfeo al averno y su retorno; asimismo, el estoicismo, el primer movimiento filosófico de aquel periodo, abrigaba ideas monoteístas no enteramente inconsistentes con el cristianismo. Las escuelas retóricas eran comunes en las ciudades helenizadas de Oriente cuando Pablo era niño, y podría haber asistido a alguna, como lo habían hecho algunos otros judíos. Uno de los más famosos retóricos del siglo anterior, Cecilio de Caleacte, era judío. Pablo cita a poetas griegos y cierta mente estaba familiarizado con las convenciones retóricas de los discursos en los tribunales romanos, las enseñanzas orales de los filósofos griegos, y las convenciones de la escritura epistolar griega. Algunos estudiosos de la Biblia ven en sus epístolas un influjo de la disposición de los contenidos, las argu mentaciones, y figuras del discurso de la retórica clásica que también apare 14 cen en las diatribas de los filósofos estoicos y cínicos . La Epístola a los Gálatas, por ejemplo, puede ser analizada en términos de exordio, narración, proposición, prueba, y epílogo; y las estructuras retóricas convencionales y los recursos de invención y estilo también se encuentran en muchas de sus otras epístolas. Lo que Pablo tiene que decir sobre la retórica en sus Epístolas,
14. Véase Joh ann es Weiss, Beitrage zurpaulinischen Rbetorik, Góttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1897, y Rudolf Bultmann, DerStil derpaulinischen Predigt unddie cynisch-stoiche Diatribe, Góttingen: Van denhoeck & Ruprecht, 1910. Para un juicio más negativo de la deuda de Pablo para con las fuentes clási cas, véase C. Joachim Classen, "St Paul's Epistles and Greek and Román Rhetoric", Rhetorica 10 (1992), pp. 392-44, y R. Dean Anderson, Ancient Rhetorical Theory and Paul, Kampen, Kok Pharos, 1996.
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sin embargo, (p. 120) anticipa históricamente lo que se encuentra en los evan gelios y en los Hechos. Probablemente el pasaje más importante es la intro ducción a la primera Epístola a los Corintios. Había facciones en la iglesia de Corinto, y la predicación de Pablo aparentemente había sido criticada por filo sóficamente simplista (3:1-4). Como réplica dice: Porque los judíos, por su parte, piden milagros, y los griegos, por la suya, quieren ciencia; mas nosotros predicamos a Cristo crucificado, lo cual para los judíos es escándalo, y para los gentiles es locura; si bien para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo la virtud de Dios y la sabi duría de Dios. Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres; y lo que parece debilidad en Dios es más fuerte que los hombres. (Cor. I 1:22-25) El mensaje se proclama, no se prueba; es persuasivo para aquellos que son lla mados o elegidos por Dios. Pablo emplea un oxímoron, "la necedad sabia", que irónicamente contradice las expectativas de los que buscan una sabiduría racional. Continúa con un llamamiento a los menos afortunados de la congregación: Considerad, hermanos, vuestro llamamiento, como no sois muchos los sabios según la carne, ni muchos los poderosos, ni muchos los nobles; sino que Dios ha escogido a los necios según el mundo, para confundir a los sabios; y Dios ha escogido a los flacos del mundo, para confundir a los fuertes. Y a las cosas viles y despreciables del mundo, y a aquellas que no son, para destruir las que son, a fin de que ningún mortal se jacte ante su acatamiento. De él os viene lo que sois vosotros en Cristo Jesús, el cual fue constituido por Dios para nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención. De modo que, como está escrito, "El que se gloría, en el Señor se gloríe". (1.26-31) Esta extensa oración tiene la estructura de un silogismo. Su intensidad emocional se basa en la constante repetición y en la manera en la que juega con la paradoja del sabio y el necio, el débil y el fuerte. Pablo afirma que es todo parte del plan divino, y se resume todo en una figura, Cristo. Nada más importa. Pablo continúa su apología: Yo, pues, hermanos, cuando fui a vosotros a predicaros el testimonio de Dios, no fui con sublimes discursos, ni sabiduría. Puesto que me propuse no saber otra cosa entre vosotros, sinoa Jesucristo, y éste crucificado. Y cuando me pre senté a vosotros, lo hice con debilidad, temor, y mucho temblor. Y mi modo de hablar, y mi predicación, no fue con palabras persuasivas(peitbois) de
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humano saber, pero sí con demostración de espíritu y virtud. Para que vuestra fe (pistis) no estribe en el saber de hombres, sino en el poder de Dios. (2.1-5) Pablo probablemente aquí se compara con sus rivales, el más convencionalmente elocuente Apolo (véase Hechos 18:24-28). Pablo afirma que como orador él no es nada; sus palabras no son persuasivas en cuanto palabras; todo descansa en Dios. Continúa: Esto no obstante, hablamos sabiduría entre los perfectos; mas una sabi duría una sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, des tinados a perecer; sino que hablamos la sabiduría de Dios, misteriosa, que ha permanecido oculta, la cual predestinó Dios antes de los siglos para glo ria nuestra. Sabiduría que ninguno de los príncipes de este siglo ha enten dido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Según está escrito: Lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó a hombre por pensamiento, lo tiene Dios preparado para aquellos que le aman. A nosotros, empero, nos lo ha revelado Dios por medio de su Espíritu; pues el Espíritu todas las cosas penetra, aun las más íntimas de Dios. Porque, ¿qué hombre conoce los pen samientos de otro hombre? Sólo el espíritu del hombre, que está en él, los conoce. De la misma manera, nadie más que el espíritu de Dios conoce los pensamientos de Dios. Nosotros, pues, no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que es de Dios, a fin de que conozcamos las cosas que Dios nos ha comunicado. Las cuales hablamos, no con palabras señaladas por sabiduría humana, sino con palabras enseñadas por el Espí ritu juntando lo espiritual a lo espiritual. (2:6-13) Este dialéctico pasaje, con su sucesión de entimemas, parece rechazar toda la filosofía y retórica griega. En lugar de la retórica, el cristiano paulino puede confiar en Dios, tanto para que le suministre las palabras como para que con siga la pers ua si ón si esa es la vol unt ad de Dios. En lugar de la filosofía mu n dana existe una filosofía más alta, sólo débilmente aprehendida por los seres humanos. Buena parte de la obra de la exégesis cristiana en los siglos siguien tes se construye sobre la asunción de que hay una sabiduría en las Escrituras, deliberadamente oscura, que los hombres pueden, en parte, llegar a entender con la ayuda de Dios. La idea de San Agustín y de muchos otros exégetas cris tianos era que Dios había ocultado deliberadamente esa sabidurá para guar darla de aquellos que eran indiferentes a ella, pero que permitiría a aquellos que buscaran la verdad encontrar un camino para entenderla.
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Apologistas y polemistas El gobierno romano en general toleraba los muchos cultos religiosos que se encontraban a lo largo del Imperio siempre que éstos a su vez tolerasen a los otros y no pareciesen presentar ninguna amenaza a la autoridad civil ni al orden público. Los cristianos, sin embargo, hacia la mitad de siglo ya se habían hecho sospechosos y fueron intermitentemente perseguidos durante doscientos cin cuenta años debido a sus profecías sobre el advenimiento del fin del Imperio Romano, al concepto erróneo que tenían los romanos sobre lo que sucedía durante los servicios religiosos cristianos y la negativa cristiana a hacer sacrificios al culto de los emperadores deificados. Había, sin embargo, un extendido males tar en la opinión pública romana, provocado por las guerras, la crisis económi ca, la opresión política, los desastres naturales, y las epidemias, que creaba un agotamiento cultural y la búsqueda de significado hiera de la vida presente. El cristianismo parecía ofrec er esper anza a los des esp era dos y a los descont ento s, y el número de cristianos crecía. Después de un intento final de sofocar el cris tianismo a principios del siglo IV, los gobiernos romanos se rindieron. En el 313 d. C. el emperador Constantino publicó el Edicto de Milán, sobre la tolerancia hacia los cristianos. Subsecuentemente, la Iglesia se hizo más mundial e hizo su aparición el fenómeno de un cristiano con buena educación, como por ejemplo el poeta latino Ausonio. Durante el siglo IV la situación legal de la Iglesia pasó de ser objeto de persecución, a la tolerancia, a la oficialidad, y finalmente a la posición de autoridad religiosa exclusiva, cuando Teodosio prohibe los cultos paganos en el 392 de nuestra era. Muchos templos paganos se convirtieron en iglesias cristianas. El culto de los viejos dioses sobrevivió en privado o entre la gente del campo (pagant) dura nte dos o tres siglos, per o con poc a influe ncia. Con su victoria política, la Iglesia comenzó a ejercer una fuerte influencia sobre los gobernantes del estado, y éstos a su vez comenzaron a usar aspectos del cris 15 tianismo para asegurar y extender su poder en la sociedad . En el siglo II, cuando el cristianismo crecía en muchas partes del Imperio y los oficiales romanos lo observaban hostilmente 16 , algunos cristianos cultos pro curaron defender la nueva religión en obras escritas dirigidas a los griegos y
15. Véase Brown, Power and Persuasión, y Cameron, Christianity and the Rhetoric ofEmpire. 16. El ejemplo más antiguo es Plinio el Jov en cu and o era el gob ern ado r de Bitinia; véase su correspondencia con el Emperador en Epístolas 10.96-97.
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romanos influyentes y cultos, haciendo uso de ideas de la filosofía griega, emple ando técnicas de la retórica clásica, y buscando refutar las acusaciones y rumores dirigidos contra la nueva religión. Estos "apologistas" probablemente no espera ban que sus argumentos convirtiesen a su auditorio o a sus lectores al cristianis mo -eso podría suceder únicamente por la gracia de Dios-, pero podían esperar mejorar la imagen pública del cristianismo. Las acusaciones que se hacían contra los cristianos eran a menudo atroces calumnias, que se derivaban de los rumores sobre lo que sucedía en un ritual cristiano, como la alegación de que los cristia nos se reunían al alba para matar a niños pequeños, beber su sangre, y comer su carne. Alrededor del año 125, un griego llamado Cuadrato compuso una defen sa del cristianismo y la presentó al emperador Adriano en una de sus visitas a Atenas, centro de escuelas de retórica y filosofía. El único fragmento de esta obra que se conserva (en Eusebio, Historia de la Iglesia 4.3.2) insiste en que los mila gros de Jesús eran auténticos y atestiguados por muchas personas. Más filosófi cas en tono, son las obras que se conservan de Justino Mártir, que escribe su Apología, o Apología de los cristianos, en torno al 180 d. C. en Alejandría, usan do referencias a los filósofos y poetas griegos para apoyar sus afirmaciones de que el culto y la doctrina cristiana eran inocentes, razonables, y morales 17 . Probablemente sea Taciano el apologista griego que hizo mayor uso de las téc nicas de la retórica clásica. Compuso su Oración a los griegos alrededor del 167 d. C. En su mayor parte es una invectiva contra las afirmaciones griegas de superio ridad intelectual y moral, y es una extraña mezcla de inteligencia sofista y piedad cristiana. Busca mostrar que Moisés era anterior y más grande que Homero y que los griegos aprendieron de los no griegos la mayor parte de lo que proclaman saber, pero lo dice con figuras de elocución, atención a la composición, y citas de los poetas griegos. Aun la lengua griega no escapa a su crítica, y hay unas cuan tas palabras desagradables sobre la retórica griega: "Habéis inventado la retórica para la injusticia y la calumnia, vendiendo el libre poder del habla, y a menudo representando algo ora como justo, más tarde como no tan bueno, y [vosotros habéis inventado] el arte de la poesía para describir batallas y los amores de los dioses y la corrupción del alma". (1.2c) El uso de la retórica para denunciar la retó-
17. Hay traducció n inglesa de las obras patrísticas estudi adas en este capítulo en los volú men es de Ancient Christian Wñters series (New York, Newman Press); y en la serie Fathers oftbe Churcb, Washington, D.C., Catholic University of America Press. [Traducción española de varios Padres de la Iglesia en Biblioteca de Autores Cristianos.1
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rica no es raro en los escritos cristianos, pero, desde luego, se encuentra también a menudo en algunos escritos filosóficos, comenzando por los diálogos de Platón. La apología de Taciano no es un caso único. Otro ejemplo de aproximadamente la misma época es la Carta a Diogneto de un autor desconocido que ataca el paga nismo y los artificios judíos con un estilo artificial y antitético. La época de los apologistas fue la de la Segunda Sofística. Los grandes sofis tas de la época prestaron poca atención a la nueva religión, pero en sus cele braciones de la religión y de la cultura griegas se puede ver una nota defensi va contra las nuevas ideas que se estaban infiltrando en la sociedad. Alrededor del año 178 un filósofo platónico llamado Celso se alarmó ante lo que veía como la amenaza del cristianismo para la sociedad romana y su seguridad, e intentó comprobar el crecimiento de la nueva religión y persuadir a los cris tianos de que se hicieran ciudadanos más responsables en una obra titulada La verdadera enseñanza. El text o srcinal se ha per did o, supr imido más tard e por la Iglesia, pero inspiró la respuesta de Orígenes, Contra Celso, que se publicó en el año 248 y que a menudo se considera el más importante de los tratados apologéticos cristianos. Volveremos a Orígenes más adelante. Los apologistas también aparecieron en latín, en el que dieron un nuevo vigor a la composición literaria por la intensidad de su sentimiento contra el paganismo. El primer gran representante de la invectiva cristiana es Tertuliano (circa 160-225), natural de Cartago, que ejercía como abogado en Roma y se convirtió al cristia nismo, y, más tarde, volvió a África para dedicarse a la causa cristiana. Entre sus obras apologéticas están el fiero llamamiento A los infieles, que se declara en con
Apologéticas, tra represión del acristianismo, y el de escrito en el año 197 de nues tra de era,laque se dirige los gobernadores las provinicias romanas e intenta refu tar los argumentos en contra de los cristianos en términos judiciales. Tertuliano también escribió sobre temas morales y doctrinales y atacó a los grupos heréticos. Cuando Tertuliano se convirtió al cristianismo no dejó de ser un retórico. No sólo ejercita en su totalidad las técnicas estilísticas de la retórica, como las figuras de la elocución, sino que sigue las reglas de la oratoria judicial como la base de la estruc tura de sus obras, hace uso de la teoría de la stasis al definir las cuestiones, y toma tópicos tradicionales, o encuentra sus equivalentes en las Escrituras 18.
18. Véase Robert D. Sider, Ancient Rhetoric and theArt ofTertullian, London, Oxford University Press, 1971, y Timothy D. Barnes, Tertullian: A Histoñcal andLiterary Study, Oxford, Clarendon Press, 1971, pp. 186-232.
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Casi desde el principio, el Cristianismo se dividió en sectas con diferentes cre encias sobre teología y los sacramentos. Cada uno de estos grupos se conside raba a sí mismo ortodoxo, y a los otros, herejes; disputaban con acritud sobre cuestiones triviales, y aseguraban que sus oponentes se quemarían en el Infierno. Algunos de los principales pensadores cristianos, entre ellos Tertuliano y Orígenes, fueron acusados de herejía por sus oponentes dentro de la Iglesia. Se conserva muy poco de los escritos de los grupos que llegaron a ser juzgados, puesto que fueron suprimidos por la ortodoxia triunfante, pero existe un consi derable corpus de obras que ataca las herejías, en las que se pueden encontrar las enseñanzas de éstas. El primero de los principales polemistas cuyos escritos se conservan es Ireneo, un griego de Esmirna que llegó a ser obispo de Gaula en la segunda mitad del siglo II. Su tratado Contra las herejías no sólo ataca los grupos que se habían desgajado sino que incluye una temprana presentación sis temática de la doctrina ortodoxa cristiana. Una obra posterior y más larga de la misma clase es la Refutación de todas las herejías, que escribió Hipólito, obispo de Roma, hacia el año 200, pero la mayor parte de los grandes escritores cris tianos, entre ellos Agustín, se dedicaron a atacar a la herejía. La predicación Había cuatro formas principales de predicación en la Iglesia primitiva: el sermón misionero, la predicación profética, la homilía, y el sermón panegíri co. Las primeras tres se tratarán aquí, la cuarta más adelante en este mismo capítulo. El sermón misionero tenía como objetivo la conversión de los que no eran cristianos a la nueva fe. Los mejores ejemplos tempranos de este tipo se encuentran en el Libro de los Hechos, del que se trató anteriormente. La pro fecía, continuación de la tradición judía, se menciona ocasionalmente (por ejemplo, Hechos 11:27). Se caracter izaba p or la inspiraci ón, co mo el "hablar en lenguas", y la podía practicar cualquiera en cualquier tipo de circunstancia. No se conserva ningún buen ejemplo a menos que usemos el término para des cribir la llamada Segunda epístola de Clemente a los Corintos. Ésta no es una epístola ni la obra de ningún autor conocido; las imágenes que se usan en el capítulo séptimo sugiere que podría tratarse de un sermón pronunciado en Corinto en el segundo cuarto del siglo II de nuestra era en un día en que la ciudad estaba atestada de visitantes con ocasión de los juegos. Se toman pasa jes de las Escrituras y del Antiguo y del Nuev o Testamento y se ofrece una exé-
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gesis. Hay algo de interpretación alegórica. La lengua, aun cuando no se cita la Biblia, es a menudo bíblica. No hay ni diseño ni estructura claros, pero las diversas citas y temas se ensartan para conformar una exhortación a la vida cristiana, de énfasis más en lo moral que en lo ideológico. La grandeza de la salvación impone a la humanidad deberes, en la opinión del autor, que no se atreve a rehusar por miedo al castigo. La unidad se consigue principalmente a través de los repetidos llamamientos al arrepentimiento, que se hacen más insistentes a medida que se aproxima el final de la obra. Es este tono el que justifica denom inar a esta obra un ejemplo del ser mó n profético. La tercera y más importante forma de predicación cristiana era la homilía. Homilía es un a pala bra griega qu e significa "reun ión, conversa ción", o dis curso informal, que vino a usarse para describir una interpretación oral de un texto de la Escritura. La palabra se usa también en latín, aunque el vocablo
(oratió). latino sermo también significa "conversación" y no un sermón formal La estructura de una homilía estaba determinada por el orden de las palabras en el texto que se elucidaba, al que se podía añadir material de otros textos. En su forma más natural, la homilía está libre de artificio y no aspira a una exposición sistemática de la teología. El orador simplemente le dice a la con gregación lo que necesitan saber para entender el texto y aplicarlo a sus vidas. En el contexto del cristianismo primitivo el orador sería ordinariamente un obispo, cuyo cargo, como el de un sofista, le daba el derecho a hablar, y la congregación estaría formada por catecúmenos (personas que se preparaban para su admisión en la Iglesia) o miembros ya bautizados. A medida que la Iglesia gradualmente comenzó a emplear una retórica más artificial dirigida a públicos cultos, algunas homilías dejaron de ser simples palabras en estilo, estructura, o contenido, dirigidas a corazones sencillos. Alr ede dor de l añ o 165, cu an do la Seg und a Sofística estab a en pl en o floreci miento, Melito, obispo de Sardes, compuso un sermón sobre la Pascua que es una homilía, ya que se basa en un texto, pero se caracteriza por un estilo lite 19 rario exuberante, reminiscente del de Gorgias el sofista . Así es como comienza Melito:
19· Véase Campbell Bonner, The Homily on the Passion by Melito, Bishop of Sardis, Londres, Christophers, 1940, y A. Wifstrand, "The Homily of Melito on the Passion", Vigiliae Christianae 2 (1948), pp. 201-23.
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Se ha leído esta narración del éxodo hebreo, y las palabras del misterio han sido clarificadas, cómo el Cordero ha sido sacrificado y cómo el pueblo ha sido salvado. Aprended entonces, caros míos, cómo el misterio pascual es nuevo y viejo, eterno y transitorio, corruptible e incorruptible, mortal y eterno: pero nuev o de acuerdo con el Mundo, viejo de acuerdo con la Ley, transitorio en prefiguración, eterno en gracia, corruptible por el sacrificio del Cordero, incorruptible la vida del en Señor, mortal por supor enterramiento la tumba, inmortal por la resurrección de entre los muertos. El texto está en prosa, pero la distribución de las palabras como en versos muestra la afinidad del estilo a la poesía hebrea. Menos exuberante en estilo pero más sofisticada en contenido es la homilía ¿Qué hombre rico se salva? de Clemente de Alejandría, la cual data del 200 d. C. aproximadamente. Clemente era un griego culto, estudioso del Platonismo, que llegó a ser profesor de la escuela catequística cristiana de Alejandría. En sus numerosos y a menudo elegantes escritos, Clemente comenzó a hacer serio uso de la filosofía griega y a encaminarse hacia el Platonismo cristiano del siguien te siglo. El sermón de Clemente es una homilía sobre Marcos 10:17-31 y se diri gía a la próspera congregación que encontraba bastante incómodos los pre ceptos bíblicos contra la riqueza. Después de un proemio en el que compara a los ricos con los atletas, una oración, y una lectura del texto, Clemente se aden tra en la exégesis. Los pasajes ostensiblemente simples, dice, requieren a menu do una atención más detenida que los oscuros. Al decirle al rico que venda todo lo que tiene para dárselo al pobre, dice Clemente, Jesús no está hablando lite ralmente riqueza, sinohomilía ¡exhortando al hombre desnudar su esalma de sus pasiones! de El laestilo de esta es antitético, y ela pensamiento a menudo complejo. La mayor parte de las citas vienen de la Biblia, pero hay algunas refe rencias a la filosofía pagana (por ejemplo, en el capítulo 11).
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Orígenes La historia de la homilética, y de la predicación en general, se relaciona estre chamente con la historia de la hermenéutica, la ciencia y método de la exégesis o inteipretación de textos. Lo que la dialéctica es a la retórica en la retórica aris totélica, la hermenéutica es a la homilética en la retórica cristiana. La figura más importante en el desarrollo de la hermenéutica cristiana y el más grande pensa dor cristiano entre Pablo y Agustín fue Orígenes (circa 184-254), que pasó su vida en tiempos de agitación y persecución en Egipto y Palestina. Es principalmente por la erudición de Hermógenes por lo que la homilía abandonó su estructura descuidada, aun cuando conservara un estilo sencillo de expresión, y adquirió la complejidad de análisis de un texto en varios niveles de significado 20. La inter pretación alegórica era fundamental para el método de Orígenes, y aquí tenía el método de inteipretación de los filósofos estoicos y neoplatónicos para con la poesía griega, y la que del Antiguo Testamento hacía el filósofo judío Filón. En el libro cuarto de su tratado De Principas, Sobre los primeros principios, Orígenes examinó la interpretación de la Escrituras. Su estudio fue amplia mente conocido tanto en griego, en Oriente, como en en latín en Occidente, en la traducción de Rufino. Orígenes consideraba que la Biblia estaba inspi rada por Dios en todos sus aspectos. De la misma manera que un hombre consta de cuerpo, alma, y espíritu, así la Escritura tiene tres niveles similares, disp uest os intencio nalm ente por Di os para l a salvación del ho mb re (4.1.1 1). El nivel corpóreo es el de la letra, el significado literal, y se dirige a aquellos que son aún niños en el alma y que no reconocen todavía a Dios como su padre. Este nivel de significado, sin embargo, imparte edificación (conoci miento de la ley religiosa y de la historia, por ejemplo). La interpretación es del alma cuando un pasaje se interpreta para que tenga una aplicación espe cífica pero no literal para el auditorio al que se dirige. Éste podría a menudo considerarse como el nivel moral. Orígenes tiene menos que decir sobre este nivel, pero cita a Corintios I, 9:9, donde Pablo aplica a su propio ministerio un precepto del Deuteronomio en contra de poner bozal a la boca de un buey; "¿Será que Dios se cuida de los bueyes? ¿Acaso no dice esto por nosotros?"
20. Véase C. W. Macleod, "Allegory and Mysticism in Origen and Gregory of Nyssa", Journal of Theological Studies 22 (1971, pp. 362-79; R. W. Smith,ArtofRhetoric in Alexandria, pp . 92-94; y Whitman, Allegory, pp. 58-77.
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Finalmente, la interpretación es espiritual cuando reconocemos en ella las ver dades esenciales del cristianismo. Éste nivel puede llamarse teológico. Ya que toda la Biblia se consideraba inspirada, toda ella contiene el nivel espi ritual. Orígenes pensaba, sin embargo, que había muchas cosas en las Escrituras que no podían de ninguna manera ser interpretadas de forma literal. Pasajes de otra manera incomprensibles incluyen metáforas y figuras que tienen que ser interpretadas alegóricamente. Orígenes llama a estas figurastypoi, o tipos (4.1.9), y explica su función: "Dios ha dispuesto, como si dijéramos, que ciertos escollos y ofensas e imposibilidades debían introducirse en el centro de la ley y de la his toria para que no podamos, al ser dispersados en todas direcciones por la natu raleza atractiva del lenguaje, o salimos completamente de la verdadera doctrina, al no aprender nada digno de Dios, o al apartarse de la letra no vengamos al conocimiento de nada más divino" (4.1.15) La oscuridad así alerta la atención del lector y alienta a la meditación. A Orígenes no le preocupaba la posibilidad de que muchos significados diferentes se pudieran encontrar en un solo texto cuan do se interpretara alegóricamente, porque podermos estar seguros de que la ins piración de la Escritura contiene muchos más significados de los que podamos alguna vez penetrar (4.1.26). Ni tampoco le turbaba la posibilidad de una inter pretación eiTÓnea, ya que, por definición, el significado espiritual es una porción del mensaje universal del cristianismo, que ofrece una prueba de validez. Orígenes concluye su estudio (4.1.27) diciendo que no debemos preocuparnos por las palabras y el lenguaje, pues cada nación tiene el suyo, sino mirar el sig nificado de las palabras, recordando, al mismo tiempo, que hay cosas que no pueden ser expresadas por medio de palabras del lenguaje humano y que se manifiestan directamente a través de su aprehensión. La verdad del mensaje cris tiano la capta el espíritu sin que tenga que razonar sobre ella. Esta aprehensión es entonces reforzada y explorada por el estudio de la Escritura, donde el signi ficado existe a un nivel inmediatamente lógico, pero donde hay uno o más nive les de significado paralelos y más altos, que los cristianos pueden esperar perci bir. Tal concepción abre las puertas al misticismo y a la alegoría, pero es incon sistente tanto con la retórica cristiana tal como habrá sido definida antes, como con el uso del en las obras de Platón,podrían que Orígenes conocía muy bien. Los tres niveles de mito interpretación de Orígenes ser rebautizados como lógico, ético, y emocional. En ese caso, podrían pensarse como las contrapartidas her menéuticas a los modos de la persuasión retórica:logos, éthos, y pathos de
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Aristóteles. La insistencia de Orígenes en buscar en un texto la intención de Dios más que el significado literal, puede ser comparada con esa parte de la teoría de la stasis que exploraba el tema de la intención contra la letra de una ley. Orígenes aplicaba su teoría hermenéutica en las homilías y comentarios a los libros de la Biblia. Contamos con veintiuna homilías en griego y otras 186 en latín traducidas por San Jerónimo (circa 348-420) y po r Rufino de Aquilei a (354-411). Como las homilías de otros famosos padres de la Iglesia, años des pués se leían en las iglesias en lugar de sermones srcinales. Algunas parecen estar dirigidas a una congregación general, otras a catecúmenos, otras a pequeños grupos de discípulos. De acuerdo con Ensebio (Historia de la Iglesia 6.36), Orígenes permitía que se tomase al dictado taquigráficamente sus dialexeis, o disquisiciones, l as cuales, año s más tarde, pron unc ió en públi co en Cesárea, Palestina. ( Se habí a des arro lla do un sistema taquigráfico e n el siglo I a.C. que se usó ampliamente durante el Imperio Romano tanto en grie go como en latín.) Ocasionalmente, es posible comparar el tratamiento del texto bíblico hecho por Orígenes en una homilía, con su tratamiento en un comentario. El contenido es generalmente similar, pero el estilo diferente. En la homilía el orador se cuida de persuadir a su auditorio no sólo para que entienda y crea el texto, sino para que viva de acuerdo con él; mientras que los comentarios se limitan generalmente a la exposición de los significados. Los tres niveles de significado examinados en Sobre los primeros principios pueden ser ilustrados todos en las homilías, pero el énfasis lo hace sobre los niveles moral y espiritual. Las homilías, de un estilo simple, generalmente clá sico, están llenas de apelaciones directas, imperativos, e interrogaciones retó ricas para mantener el contacto con el auditorio. La estructura es esencial mente la del texto, pero consigue a veces una considerable intensidad emoti va. Esto será por la naturaleza espiritual del material y por el hecho de que, ya que todo el texto está inspirado, los grandes rasgos del mensaje cristiano están implícitos en cada estrofa. Gregorio Taumaturgo Desde el año 230 de nuestra era hasta su muerte en el año 254, Orígenes fue la cabeza de una escuela de estudios cristianos en Cesárea, Palestina. Uno de sus alumnos fue Gregorio de Ponto, comúnmente distinguido de muchos otros Gregorios por el nombre de Gregorio Taumaturgo, "el Hacedor de prodi-
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gios". Gregorio nació alrededor del año 215, estudió retórica en latín en Ponto, y a la edad de unos catorce años fue enviado a la famosa escuela de leyes roma na que se había establecido en Beirut. Por sus conexiones familiares terminó, en lugar de Beirut, en Cesárea, y entró a la escuela de Orígenes. Permaneció allí ocho años antes de volver para desempeñar un papel importante en la cris tianización de su provincia. Al partir de la escuela de Orígenes, alrededor de 238 d. C, Gregorio pronunció un discurso cuyo texto sobrevive. Es el primer ejemplo verdadero de oratoria epidíctica cristiana, uno de los pocos discursos que sobreviven del siglo III, y el único ejemplo existente de un discurso grie go de despedida. A pesar de un movimiento general de alejamiento de las convenciones retóri cas a medida que se despliega el discurso, no puede haber duda de que Gregorio se proponía crear un discurso epidíctico a la manera de los sofistas. El estilo, por el que se disculpa diciendo que ha estado estudiando durante varios años latín y derecho, no oratoria griega, es el típico griego afectado de un sofista inepto, lleno de oraciones elaboradas y de amplificaciones. El proemio, la parte más sofista, utiliza los lugares comunes de las escuelas retóricas, que incluyen la inexperien cia del orador y la analogía entre la oratoria y la pintura. Hay ecos de Homero, Eurípides, Demóstenes, y Platón y una cita (141) del oráculo de Delfos. Aunque el punto de vista sea ciertamente cristiano, al cristianismo lo trata como una filo sofía, y no hace mención de Cristo. Es francamente la clase de discurso que un estudiante que hubiera acabado la escuela de un sofista daría como tributo a su
maestro, si éste fuera un cristiano y si el auditorio estuviese compuesto de indi viduos educados tanto en el cristianismo como en la retórica sofista. Es claro que cierta tensión existía entre la retórica y la religión en la sociedad en la que vivía Gregorio. Intenta enfrentarse a este problema con una definición cuidadosa. Dice (4-5) que no es el caso que los filósofos cristianos no se intere sen por la belleza y precisión en la expresión de sus pensamientos, sino más bien que dan un segundo orden de prioridad a las palabras, y que de cara a la elec ción entre cultivar el santo y divino poder del pensamiento, o centrarse en el dis curso, eligen lo primero. Orígenes, dice Gregorio (74), había usado todos los recursos del discurso para persuadirlo de que se uniera a la escuela, aunque él consideraba la enseñanza de los retóricos como una cosa pequeña e innecesaria (107). De hecho, Gregorio encontró que el amor y la influencia moral de Orígenes eran lo más persuasivo de éste (84). Trata a Orígenes como casi divino
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(10, 13) y describe su relación con él como similar a la de David con Jonatán en el Antiguo Tes tamen to (85). Gregorio criti ca po r ext enso a los filósofos pag ano s (160-69)· Son irracionales, eligen doctrinas al azar, y se adhieren a ellas irracio nalmente sin considerar la evidencia, en oposición a los filósofos cristianos, más objetivos y amantes de la verdad. Orígenes en particular, dice, ha animado a sus alumnos a que estudien ampliamente todos los escritores a excepción de los ateos y a que saquen conclusiones sobre la base de la evidencia. Sería interesan te saber qué pensó Orígenes de ese discurso. Su reacción pudo haber sido nega tiva: nos queda una carta de Orígenes a Gregorio, probablemente escrita después de dicha oración. Es tiempo, dice Orígenes, de que Gregorio avance desde la filo sofía al cristianismo, y de que se comprometa con Cristo y con Dios 21.
Ensebio El discurso de Gregorio no es un sermón, y, por tanto, no es un ejemplo de predicación cristiana, pero sirve de introducción a la cuarta forma de pre dicación, la epidíctica cristiana, también llamado sermón panegírico. Éste tipo de sermón es principalmente conocido desde el siglo IV, cuando se unieron cristianismo y vida pública. A diferencia de otras formas de predicación, no tiene antecedentes judíos. Una figura temprana en la epidíctica cristiana fue Ensebio (260-340 d. C), formado en la misma escuela de Cesárea que Orígenes había dirigido, y que es la autoridad máxima para el conocimiento de Orígenes. Después de escapar de las persecuciones de los primeros años del siglo IV, Eusebio se convirtió en el obispo de Cesárea, y más tarde en amigo y consejero de Constantino, el primer emperador cristiano. Su obra más famosa es su Historia de la Iglesia en diez libros, que incluye un sermón pane 22 gírico que pronunció en Tiro, probablemente en 326 o 327 . Ostensiblemente honra a Paulino, obispo de Tiro, por la reconstrucción de la iglesia de allí, que había sido destruida durante las persecuciones. Eusebio dice que todos los gobernantes de la Iglesia pronunciaron panegíricos a la asamblea de la iglesia rededicada. "Uno de moderado talento", es decir, él mismo, que había
21. Véase Henri Crouzel, Grégoire le Thaumaturge: Remerciement a Origene suivi de la lettre d'Origene d Grégoire, París, du Cerf, 1969. 22. Traducción de J. E. L. Oulton y H. J. Lawlor en la Loeb Classical Library, Eusebius, Ecclesiastical History, 2: pp. 398-445. [Trad. española de A. Velasco Delgado en Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002 (=1973)·]
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preparado la disposición de su discurso, se adelantó. Esto probablemente quiere decir que había premeditado sus circunstancias y su orden, pero quizá no su expresión, por lo que confiaba en la inspiración improvisada y en su experiencia. Probablemente una caso, transcipción taquigráfica momento de su pronunciación;seen hizo cualquier el discurso fue escrito,enpuliel do, y publicado en la Historia de la Iglesia (10.4). Aunque Ensebio llama panegírico a su discurso, éste tiene algunos de los ele mentos del encomio sofista. No se nos dice nada de Paulino sino que había diri gido la reconstrucción de la iglesia. La iglesia misma, sin embargo, se describe en detalle (10.4.37-46), en lo que podemos ver un ejemplo de écfrasis. La igle sia visible y material se hace contrapartida de la más grande e invisible iglesia espiritual. El discurso tiene un fuerte movimiento religioso, y los temas que se tratan eran cuestiones de vida o muerte para el orador, que había sido testigo de las persecuciones y de la victoria de su fe. En esta ocasión recapitula simbólica mente la historia completa de la cristiandad y la ve justificada. Hay a menudo grandes ventajas para un orador cuando está en contra de algo al mismo tiem po que a favor; Ensebio explota esto al decir que las frustaciones del diablo fren te al poder de Cristo lo llevaron a atacar la reconstrucción de la iglesia. Esto lleva a una comparación (síncrisis en retórica) entre Cristo y Satán (10.4.14); pero Cristo es la piedra angular, y el diablo resulta de nuevo frustrado. Un segundo sermón panegírico de Ensebio es el discurso que pronunció en 23 el año 336 de nuestra era en honor del trigésimo jubileo de Constantino . Los primeros diez capítulos parecen estar dirigidos a la corte, y celebran el gobier no del emperaddor y sus virtudes teológicas, políticas, y morales. Se pasa por alto que el emperador había llegado al poder por medio del engaño, la violen cia, y hasta el asesinato; los panegiristas cristianos no eran menos dados a la adulación que los paganos. Hay muy poco uso de la Escritura aquí, pero tam poco el discurso observa los tópicos específicos del encomio clásico. La segun da mitad (caps. 11-17) se dirige a Constantino y es un sermón sobre la gloria de Dios, pensado para dirigir a los no iniciados en la verdad y para enseñarles la base religiosa de las acciones de Constantino. Esta parte del discurso se nutre más de fuentes de las Escrituras y hace un fogoso ataque de los cultos paganos.
23. Véase Harold A. Drake , In Praise of Constantine: A Historical Study and New Translation of Eusebius' Tñennal Oration, Berkeley, University of California Press, 1976.
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Los grandes maestros del sermón panegírico son los tres Padres de Capadocia, Gregorio Nacianceno (área 329-89), su ami go Basilio el Grand e {área 330-79), y el hermano menor de Basilio, Gregorio de Nissa (área 331-95). Greg orio de Nacianzo y Basilio estudiaron retórica y filosofía juntos en Atenas en la década de los 50 del siglo IV. Uno de sus maestros fue el pagano Himerio, cuyas artificiales declamaciones y oraciones sobreviven; otro de ellos fue Proheresio, que era cris tiano, aunque su escuela parece haber diferido muy poco de las de los otros maestros paganos 24 . Los tres de Capadocia estaban íntimamente familiarizados con la literatura griega clásica, en especial con las obras de Platón. Los tres eran maestros de la prosa griega, siendo Gregorio Nacianceno el más ornado, Basilio el más medido. Prácticamente todas las figuras de la elocución y todos los recur sos retóricos de la composición se pueden ilustrar con sus sermones, tratados, y numerosas cartas; también recibieron la influencia de la teorías retóricas de la argumentación y de la disposición, y probablemente de las teorías de la memo ria y de la elocución, aunque nos falta evidencia directa. Sin embargo, los tres cri tican repetidamente la retórica clásica como algo de poca importancia para el cris tiano/y ninguno de ellos hizo, ni aún intentó seriamente, una síntesis de la teo ría retórica clásica y de la cristiana para describir su propia práctica. Tuvieron más éxito en unir la filosofía griega con la teología cristiana. Gregorio Nacianceno Quedan cuarenta y cuatro oraciones de Gregorio Nacianceno 25 . Cierto número de ellas tratan de ocasiones específicas de su vida o de acciones relacionadas con miembros de su familia. Otras son doctrinales, como el semión sobre el bautismo (40) o los cinco sermones "teológicos" que predicó en Constantinopla en 380. Dos (4 y 5) son invectivas contra el emperador Juliano, que intentó restablecer el paga nismo, y son interesantes por la indignación de Gregorio ante la prohibición que hace Juliano de que los cristianos enseñen literatura clásica o retórica. Ocho dis cursos son encomios que muestran fuerte influencia de la estructura y de los tópi cos de obras como las que pronunciaban los sofistas del periodo, o se describía en el manual de epidíctica del retórico Menandro. Las oraciones funerales por el padre de Gregorio, su hermana Gorgonia, y su hermano Cesario, así como su
24. Véase Kennedy, Greek Rhetoric under Christian Emperors, pp. 135-49. 25. Véase Rosemary R. Ruether, Gregory of Nazianzus: Rhetoric and Philosopher, Oxford, Clarendon Press, 1969.
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encomio de Basilio, están especialmente cercanos a los modelos sofistas. La últi ma quizá sea la pieza maestra de la oratoria cristiana sofística, un extraordinario tour de forcé, repleto de sutiles varia cione s sobre tema s familiares, figuras de elo cución, comparaciones retóricas, reminiscencias de Platón y de la historia y mito logía griegas, y una peroración emocional. El siguiente pasaje muestra algo del equívo co, o al me nos de la complejidad, de lo que sentía Gregorio sobre el lugar de la elocuencia y de la erudición pagana en la vida de Basilio: Una vez que hubo recibido la suficiente formación en casa, como no que ría descuidar ninguna forma de excelencia ni ser sobrepasado en diligencia por la abeja que recoge lo que hay de más útil de cada flor, se apresuró en ir a la ciudad de Cesárea [en Capadocia] para asistir a sus escuelas. Me refiero a esta nuestra ilustre ciudad, ya que ella fue también la guía y señora de mis estudios, y no menos la metrópolis de las letras que de las ciudades que ellaPrivarla gobiernadey su quesupremacía se han sometido a su poder [como capital vincia]. en las letras sería despojarala de de su pro dis tinción más lícita y singular distinción. Otras ciudades se enorgullecen de sus otros adornos, nuevos o viejos, dependiendo, en mi opinión, de sus anales o de sus monumentos. La marca característica de la ciudad, como las marcas de identificación sobre armas o juegos, son las letras. Lo que siguió, dejad a aquellos contar la historia que lo intruyeron y sacaron provecho de su instrucción. Dejad que ellos digan de su consideracióna los ojos de sus maestros y compañeros, como él se igualara a aquéllos y sobrepasara a éstos en toda forma de erudición. Dejad que digan qué gloria consiguió en un corto tiempo a la vista de todos, tanto la gente común como los gobernantes de la ciudad, exhibiendo una erudición superior a sus años y una constancia de carácter superior a su erudición. Él era un orador entre oradores aún ante la cátedra del sofista, un filósofo entre filósofos incluso sobre cuestiones de teoría filosófica. Y, lo que constituye el más alto atributo a los ojos de los cristianos, él fue un sacerdote aún antes de obtener el sacerdocio. De esta manera todos cedían ante él en todo. Con él, la elocuencia era sólo un accesorio, y espigaba de ella sólo lo que sería útil a nuestra filosofía, ya que su poder es necesario para la exposición del pensamiento. Porque una mente incapaz de la expresión es como el movimiento de un paralítico. Pero la ilosofía f era su ocupación prin cipal, porque intentaba separarse del mundo, unirse con Dios, y obtener las cosas de arriba por medio de las cosas de abajo, y adquirir, a través de los bienes 26. (13) que son inestables y pasan, aquellos que son estables y que permanecen
26. Tom ado de McCauley, trad., Funeral Orations, pp. 37-38.
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Gregorio continúa describiendo sus años pasados juntos en Atenas, "el hogar de la elocuencia, Atenas, una ciudad para mí, si para alguien, verdadermente dorada, patrona de todo lo que es excelente". Basilio mismo no es tan entusiasta de las glorias de la elocuencia. {Sobre Pronunció varios sermones panegíricos, pero incluso en uno de ellos Gordio mártir I4 2d- l43 a) menospr ecia las reglas del enco mio que él a veces emplea. Como predicador es mejor conocido por sus homilías, en especial Hexahemeron, un a serie sob re los seis días de la creac ión. Una obr a de co n siderable interés es su discurso A los jóvenes sobre cómo se deberían beneficiar de la literatura griega21. Ésta se sitúa en la tradición general de la exclusión de los poetas que hace Platón de su estado ideal, pero asume un punto de vista moderado: la literatura pagana debe ser leída con provecho por los cris tianos, pero debe hacerse una cuidadosa elección para evitar historias mito lógicas contrarias a la verd ad y a la moralida d. Se apr ueb an fragmentos de poemas de Homero, Hesíodo, y Teognis, y la Elección de Heracles de Pródico. Nada se dice del estudio de la oratoria o del estilo de la prosa. Juan Crisóstomo El orador cristiano en lengua griega más admirado es Juan Crisóstomo ("Juan de la boca de oro", 347-407), alumno del sofista pagano Libanio y más tarde patriarca de Constantinopla. Una parte de sus panegíricos sobrevive, de los cua les siete sobre San Pablo son los más famosos, pero se encontraba más cómo do en el terreno de ladehomilía. Aún así,yelnoestilo manierismos de la retóri ca clásica eran parte su naturaleza, podíay los resistirse a las exuberantes comparaciones, rimas, y paralelismos 28 . Sus homilías más notables son proba blemente las veintiuna que tituló Sobre las estatuas, pronunciadas en 377, que ilustran su compasición y su responsabilidad social en un tiempo de crisis polí tica. Reconoce que el estilo puede ser útil para aliviar el tedio del auditorio y
27. Traducc ión al francés de Fernan d Boulenger, Saint Basile, aux jeunes gens sur la maniere de tirerprofit des lettres hélléniques, París, Les Belles Lettres, 1952. [Trad. española en Cómo leer la lite ratura pagana, Madrid, Rialp, 1964.] 28. Véase Thomas Ameringer, "The Stylistic Influence of the Second Sophistic on the Panegyrical Sermons of Saint John Chiysostom", Catholic University of America Patristic Studies 2 (1922); Harry M. Hubbell, "Chiysostom and Rhetoric", ClassicalPhilology 19 (1924), pp. 261-76; y Maiy A. Burns, "Saint John Chrysostom's Homilies On the Statues: A Study of Their Rhetorical Form", Catholic Uniuersity of America Patristic Studies 22 (1930).
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para asegurar la variedad, y dice, "Cuando cuidamos a los enfermos, no debe mos ponerles una comida preparada sin orden ni concierto, sino una variedad de platos, para que el paciente pueda elegir lo que le gusta. Así debemos pro ceder en laadornado; colación espiritual. Como somos débiles,pruebas, el sermón debe seretc., varia do y estar debe contener comparaciones, paráfrasis, de 29 modo que podamos elegir lo que aprovechará a nuestro espíritu" . La práctica retórica de Gregorio de Nacianzo y de Juan Crisóstomo, y en menor grado la de Basilio y Gregorio de Nissa, va considerablemente más allá de lo que parecen tolerar en teoría, La razón de esto es en parte su educación; estaban tan completamente imbuidos en los ejercicos escolares con el uso de las figuras de elo cución y los recursos de comparación, que éstos se habían convertido en una segunda naturaleza paraellos. En parte sus auditorios eran responsables. Crisóstomo intentaba en vano evitar que las congregaciones aplaudiesen en la iglesia (véase
Homilías 30.4=60, p. 225 Migne). No debemos acusar a cristianos tan conscientes como Gregorio y Juan de dar gusto a la plebe, pero estaban preocupados por mover los corazones de su auditorio e inspirar sus vidas; sus sermones estaban frecuente mente dirigidos a sofisticadas congregaciones urbanas, y los recursos de la retórica sofística se habían convertido en las señales a las que respondía su auditorio, y a tra vés de las cuales se cumplían mejor sus propósitos. Esta tendencia constituyó una victoria para la retórica clásica. Los ambiciosos jóvenes cristianos no dudaban en estudiar en las escuelas de retórica, y, a medida que avanzaba el siglo IV, las comu nidades cristianas contaban más y más con personas cultas. Un caso ilustrativo, y el más clásico de los predicadores del siglo IV, fue Sinesio de Cirene (circa 370-413), que llegó a ser obispo cristiano con el con cierto de que podía quedarse con su mujer y conservar su creencia filosófica neoplatónica de que los espíritus humanos existían antes del nacimiento. Entre sus obras hay un notable discurso epidíctico, Sobre la realeza, pronun ciado ante el joven emperador Arcadio en el año 400, animándole a ser un gobernante a imagen de Dios. Tales "discursos reales" eran una tradición entre los sofistas. Su humorístico encomio de la calvicie también se conserva. Su tratado titulado Dión se llama así por el sofista Dión Crisóstomo, y comien za con él, pero se convierte en una apología del modo de vida griego de
29. On the Obscurity ofProphecies (56, p. 165 Migne), según la traducción al inglés de Ameringer (véase la nota 28), p. 28
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Sinesio, y de su interés en la filosofía y la retórica. Intelectual y moralmente, Sinesio era superior a muchos sofistas, pero mantuvo el sentido de la cultura tradicional y conservó su independencia 30 . Los Padres Latinos A fines del siglo IV, los líderes de la Iglesia griega habían llegado a un acuer do con la cultura clásica que hizo posible que algunos cristianos pudiesen beber de la rica tradición del pensamiento filosófico griego y utilizar las formas de la retó rica clásica, pero no se había hecho ninguna reconsideración teórica de una retó rica cristiana griega. La consideración de este tema se continuará en el Capítulo VIII. En el Occidente que hablaba latín la situación era algo diferente. Había, mucho antes del cristianismo, alguna hostilidad romana hacia la cultura griega, que nunca se había desvanecido completamente. Por ejemplo, Julio Agrícola, gober nador de Bretaña a fines del siglo I d. C. y protagonista de una biografía que escri bió su yerno, Tácito, siempre permaneció agradecido a su madre "por evitar que se adentrara en el estudio de la filosofía más de lo que convenía a un senador romano" (Tácito, Agrícola 4.4) La enseñanza de la retórica se había encontrado con una hostilidad inicial en Roma en el siglo II y a comienzos del I a. C, pero en la época de Augusto la retórica se había aclimatado enteramente a lo largo del Imperio Romano. A diferencia de la filosofía, parecía ser útil, concreta, y viril. La desconfianza en la filosofía y la aceptación de la retórica se refleja a menudo en los escritores latinos cristianos. Además, es un hecho notable que de los ocho más grandes Padres Latinos de la Iglesia, cinco (Tertuliano, Cipriano, Arnobio, Lactancio, y Agustín) habían sido maestros profesionales de retórica antes de con vertirse al cristianismo, mientras que los otros tres (Ambrosio, Hilario, y Jerónimo) habían sido cuidadosamente entrenados en las escuelas de retórica. Tertuliano (circa 160-225 d. C.) tenía una profunda desconfianza en la filo sofía griega; fue él quien formuló la famosa pregunta "¿Qué tiene Atenas que ver con Jerusalén?" {Sobre laprescripción de los herejes 7), pero la frase que sigue a estas preguntas, y el contexto en su totalidad, muestra que lo que realmente le preocupaba era la manera en que los argumentos filosóficos se habían conver-
30. Traducción de Augustine Fitzgerald, The Essays and Hymns of Synesius of Cyrene, 2 vols. (Londres: Oxford University Press, 1930). Véase Kennedy, Greek Rhetoric under Christian Emperors, pp . 35-45, y Momigliano, Conflict between Paganism and Christianity, pp. 126-50.
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tido en la base (p. 168) de las herejías o del agnosticismo. Tertuliano escribió con respeto de Demóstenes y Cicerón (Apologeticus 11 y 15-16), y nunc a criticó 31 directamente la retórica como tal . Los cristianos no deberían enseñarla; pero pueden y deben estudiarla (Sobre la idolatría 10). Ya he mos visto cuan i nten sa mente coloreada por la retórica estaba la propia escritura de Tertuliano. Tanto Cipriano (A Donato 2), qu e escribía a me di ad os del siglo III, co mo Arnobio (Contra las naciones 1.58-59), que escribía a finales del siglo, distin guían la retórica secular de la cristiana, afirmando que en ésta importaba el tema y no el estilo; aunque Arnobio consideraba que los silogismos, entimemas, etc. eran de utilidad para un controversista cristiano. Ambrosio (circa 337-97) se anticipaba a Agustín en encontrar la elocuencia en las Escrituras, en especial en lo que él llamaba el estilo "histórico" del evangelio de Lucas (Sobre Lucas, pró lo go 1). Él mis mo era un or ado r de gran fuerza, tant o en la forma de la homilía, donde sigue el método exegético de Orígenes y muestra la influencia de Basilio, como en el sermón panegírico, como en sus oracio nes fúnebres por los emperadores Valentino II y Teodosio. Éstos son los pane 32 gíricos cristianos más antiguos que se conservan en latín . De todos los Padres, San Jerónimo (circa 348-420) fue el que se sintió más dividido entre un gusto por el estilo o el amor a la elocuencia, y la creencia de que el arte de la retórica era un producto mundano, sin verdadera importancia para un cristiano y posiblemente enemiga de la vida cristiana. Su más impor tante logro fue su traducción latina de la Biblia, y dice que las traducciones de la Escritura, para hablar más directamente a la humanidad en general más que a los retóricos o a los filósofos, deberían evitar las cualidades literarias delibe radas (Epístolas 48). Es característica de Jerónimo la historia que narra en la larga epístola a Eustaquio 33 en la que, imitando a Tertuliano, se pregunta, "¿Qué tiene que ver Horacio con los Salmos, Virgilio con los Evangelios, Cicerón con el apóstol?" (Epístolas 22.29); no deberíamos beber de la copa de Cristo y de la de los demonios. Jerónimo describe cómo había intentado aislarse de la erudi ción pagana, pero que no podía renunciar a su biblioteca. Ayunaba, y luego leía
31. Véase Ger ald L. Ellsperm ann, "The Attitude of the Ear ly Christian Latin Writers toward s Pagan Literature and Learning", Catholic University of America Patristic Studies 82 (1949), pp. 23-42. 32. Trad ucció n de McCauley, en Funeral Orations. 33. Traducción al inglés de F.A. Wright en la Loeb Classical Library, Jerome. Select Letters, pp. 52Transactions 129. Véase también Arthur S. Pease, "The Attitude of Jerome toward Pagan Literature", of the American Philological Association 50 (1919), pp. 150-67.
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a Cicerón. Cuando leyó a los profetas del Antiguo Testamento, su estilo lo sublevó. Se angustió y enfermó; se hicieron preparativos para sus funerales. De repente, moribundo, tuvo una visión (22.30) en la que parecía estar atrapado entre el cielo y el tribunal del juicio final. Se tiró al suelo y apartó sus ojos del juez celestial, que le pre gu ntó cuál era su "condición". Jeró nimo replicó que era un cristiano. "Mientes", respondió. "Tú eres un ciceroniano, no un cristiano; 'porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón' [Mateo 6:21]". Los cir cunstantes rezaron para conseguir su perdón, y Jerónimo mismo prometió corregirse; "Señor, si alguna vez tengo libros seculares, si alguna vez los leo, te he negado". Como San Pedro, es dudoso que pudiera cumplir su promesa. Lactancio Dos escritores latinos intentaron reformulaciones de la retórica en térmi nos pudieran, quizá, resolverEl algo de las entre las que se {circa sen 250tían que cristianos como Jerónimo. primero de tensiones ellos es Lactancio 320), cuya obra cumbre fue escrita cuarenta años antes del nacimiento de Jerónimo. Aunque los valores literarios de Lactancio fueron apreciados en la Antigüedad, la síntesis que intentaba no fue comprendida totalmente hasta el Renacimiento, momento en el que emergió como un fundador del humanis mo cristiano, "el Cicerón cristiano". Lactancio era un profesor de retórica norteafricano que alcanzó fama y fue nom brado por el emperador Diocleciano para enseñar retórica latina en la ciudad de Nicomedia en Bitinia, de habla griega, la capital oriental del Imperio antes de la fun dación de Constantinopla. Allí se convirtió al cristianismo y perdió su cátedra bajo el opresor Galerio, pero más tarde Constantino lo nombró tutor de su hijo Crispo. Lactancio es el maestro de un hernioso estilo de prosa ciceroniana y estaba muy familiarizado con la literatura latina y con la filosofía clásica. Como cristiano, veía en la filosofía numerosas supersticiones y errores que necesitaban refutación, pero también veía un reflejo de la misma verdad divina revelada, con mayor autoridad, en la Biblia. Le preocupaba a Lactancio que los paganos cultos no le prestaran seria atención al cristianismo a causa del estilo iletrado en el que estaban las Escrituras, y a causa de que los apologistas cristianos defendían su fe con profecías y reve laciones, que parecían absurdas a muchos intelectuales. Por ello tomó para sí la misión de exponer los principios de la doctrina cristiana en un estilo que ganara el respeto de los lectores más exigentes, con argumentos basados en la eviden cia de escritores griegos y latinos, y no solamente en la Biblia. El resultado más
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importante de este esfuerzo fue el tratado en siete libros titulado Institutiones Divínete, completado alrededor del 313 de nuestra era 34. El momento era crucial. Constantino había decre tado la tolerancia del cristianismo y mucha s personas, por primera vez, estaban comenzando a prestar seria atención a la nueva fe. Los capítulos introductorios de los distintos libros de las Institutiones Divinae contienen el estudio del objetivo y métodos de Lactancio, y de éstos y de otros pasajes (v. gr., 3-13) emerge una retórica filosófica cristiana. Aunque Lactancio pro bablemente había leído a Platón, sus fuentes principales son los escritos de Cicerón y de los neoplatónicos de su tiempo, y otras fuentes latinas secundarias. La posi ción básica de Lactancio no es muy diferente de la de Aristóteles: si la verdad es vencida, sólo debemos culparnos a nosotros mismos; si se asegura la atención del auditorio una vez, la verdad puede ser demostrada, y la buena voluntad prevale cerá. Para Lactancio, desde luego, la verdad es la verdad divina, el Verbo. No recha za tutela la inspiración, la revelación, la conversión milagrosa, reclama gr., 6.1.1) la del Espíritu Santo, peroniasocia la intervención divinay en el acto(v.retórico con el reconocimiento que hace la mente de la verdad cuando se presenta efectiva mente. El orador cristiano, por tanto, puede hacer mucho. El pasaje en el que este punto de vista se resume mejor es el capítulo introductorio al libro tercero. Aunque era un hombre culto, razonable, y elocuente, Lactancio no fue un pod ero so pensador. Su obra proba blem ente tenía mayor atra ctiv o para un a audiencia dispuesta favorablemente a una religión adoptada por la corte, pero que no estab a dispuesta a dejar de lado todo lo que la educación y la tradi ción le había enseñado a admirar. La síntesis de Lactancio no satisfizo a un cristiano como del Jerónimo, que yestaba preocupado afirmaciones contradictorias cristianismo de la aún erudición clásica.por Unalasrespuesta más afortunada y más ampliamente aceptada iba a ser la de Agustín. San Agustín Aurelio Agustín nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste, a unas doscientas millas al suroeste de Cartago en el límite del desierto de Numidia
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34. Trad ucid o al inglés por Mary Francis McDonald, Lactantius, The Divine Institutes, Washing ton, D.C., Catholic University of America Press, 1964. [Trad. española de E. Sánchez Salor en Lactan cio,Instituciones divinas, Madrid, Gredos, 1990, 2 vols.] 35. Sobre la vida de Agustín, véase Brown, Augustine ofHippo. Entre las obra s sobr e Agustín y la retórica, además de las que se citarán, están Wilfrid Parsons, "A Study of the Vocabulary and Rlietoric of the Letters of Saint Augustine", Catholic University of America Patrístic Studies 3 (1923) y Joseph Finaert, Saint Augustine rhéteur, París, Les Belles Lettres, 1939.
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En las Confesiones, completadas alrededor del 400, ha dejado un retrato de su desarrollo psicológico, religioso, e intelectual desde su nacimiento hasta su madurez. Aunque Mónica, su madre, era una devota cristiana y tenía una fuer te influencia sobre él, Agustín había cumplido los treinta años cuando aceptó completamente el cristianismo. Después de sus estudios primarios en Tagaste, fue enviado a la ciudad más importante de Madaura para comenzar la retóri ca. Su padre, sin embargo, quería más para él y decidió retenerlo en casa un año mientras se reunía el dinero para pagarle los estudios retóricos en Cartago. Éstos comenzaron en el 370 y continuaron durante tres años, ya que planeaba una carrera de abogado en los tribunales {Confesiones 3.4.6), pero en este punto ocurrió el primer paso en lo que eventualmente fue su conversión al cristianismo: "En el orden normal de mis estudios llegué a un libro de un cier to Cicerón, cuya lengua casi todos admiran, pero no del mismo modo su cora
Hortensius, zón. Pero hay Ese un libro llamado que contiene una exhortación a la filosofía. libro suyo cambió mi percepción y cambió mis plegarias, a Ti, oh Señor", (Confesiones 3.4.7). Extrañamente, dada la alabanza de Agustín, el diá logo Hortensius es una de las pocas obras de Cicerón que los escribas medie vales desatendieron, de modo que no se ha conservado. Como Agustín continúa explicando, lo que le agradaba en Cicerón era el con sejo de amar la búsqueda de la sabiduría, aunque lo que le hizo detenerse fue la ausencia del nombre de Cristo. Bajo la influencia de su madre, fue el cristianis mo a donde tendió a buscar la "filosofía"; así se volvió, aparentemente por pri mera vez, a la lectura seria de las Escrituras. Y le desanimaron completamente. Esto en parte puede resultar de la versión que leyó: el conocimiento que Agustín tenía del griego no era muy bueno; la traducción de la Biblia de Jerónimo aún no había sido hecha, y Agustín leyó las Escrituras en una versión más antigua e inferior. Pero aún con una versión mejor de la Biblia habría quedado insatisfecho. El objeto principal de su educación hasta ese momento había sido el cultivo del gusto literario. Lo que encontró en la Biblia le parecía "indigno de ser compara do con la dignidad de Cicerón" (3.5.9) Insatisfecho con el cristianismo, volvió sus ojos al maniqueísmo, que combinaba algunos rasgos del cristianismo con un dua lismo del bien y el mal, derivado del zoroastrismo. Dice (4.1.1) que desde los die cinueve años a los veintiocho se descarrió, y descarrió a otros. Lo que quiere decir es que continuó en su asociación con los maniqueos y que vivía de su profesión de maestro de retórica, enseñando declamación, primero en Tagaste (4.4.1-7), y después del 376 en Cartago (4.7.12). Cuenta sólo un poco sobre su escuela (4.2.2205
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3) pero afirma cuan interesado estaba en hacer dinero y que aunque enseñó cómo salvar al culpable, no enseñó cómo condenar al inocente. Cicerón había recomendado el mismo principio (De Officiis 2.51). En 383 Agustín decidió ir a Roma y enseñar retórica allí. Algunos amigos le recomendaron encarecidamente que lo hiciera, y afirma que le persuadieron, no los salarios más altos y la mayor gloria que allí ganaría, sino que la discipli na estudiantil era allí mejor que en Cartago (5.8.14). Aproximadamente por ese tiempo empezó a no satisfacerle el maniqueísmo y a interesarse por la filosofía Académica, por la que él entiende la tradición escéptica que se halla en las obras filosóficas de Cicerón. Pasó menos de un año en Roma (5.12.22-13.23). Aunque su escuela parece haber tenido éxito, y la disciplina era ciertamente mejor que en Cartago, no estaba realmente satisfecho con la situación. Cuando al gran orador pagano Símaco le pidieron nominase un candidato para la cáte dra de retórica de Milán, Agustín se presentó. Símaco lo oyó declamar y le dio el nombramiento. Así Agustín llegó a la ciudad que era la capital administrati va del imperio occidental y mucho más cristianizada que Cartago o Roma en aquel tiempo. En Milán enseñó retórica durante dos años académicos (384-86), pero también oyó los sermones de Ambrosio, obispo de Milán, y disfrutó de su amistad, y de él aprendió el método de explicar el Antiguo Testamento figura tivamente, lo que hizo posible que aceptara las Escrituras por completo. La búsqueda espiritual e intelectual de Agustín culminó en el verano de 386 con los hechos sucedidos en el jardín que describe en el libro octavo de las Confesiones, donde tuvo lugar el acto voluntario que lo hizo cristiano a sus propios ojos. Una consecuencia de esa conversión fue su dimisión de la cátedra de retórica, pero dimitió discretamente, esperando hasta el otoño y alegando como razón su pobre salud (9.2.2-4 y 9.5.13). Con un grupo de parientes y amigos se retiró al campo para dedicarse a la meditación, el estu dio, y la conversación, de lo que resultó una serie de diálogos filosóficos que comprenden: Contra los académicos, Sobre la vida feliz, y Sobre el orden. En la primavera del 387 volvió a Milán y fue bautizado por Ambrosio el domin go de Pascua. En los siguientes años fue a Ostia, a Roma, a Cartago, y a casa, a Tagaste. En 391 fue ordenado sacerdote en Hipona y en el año 395 consa grado obispo allí, cargo que mantuvo hasta su muerte en el año 430. La producción de Agustín de sermones, comentarios, tratados, y cartas fue enorme y se conserva en gran parte. Aquellos que están más directamente relacionados con la retórica se revisan en los siguientes párrafos. 206
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En la primavera del año 384, quizá como preparación para comenzar a enseñar en Milán, Agustín planeó una serie de manuales sobre las artes libe rales. Aparentemente completó el que trataba de la gramática, aunque no se conserva. En el caso de las otras artes, incluyendo la retórica, escribió algu nas notas, aunque sólo aquellas sobre la dialéctica se conservan. Existe un pequeño fratado en latín sobre la retórica que en uno de los manuscritos se atribuye á Agustín; tiene alguna importancia por la información que da sobre la teoría de la stasis de Hermágoras, pero probablemente no es de Agustín El diálogo Sobre el orden es un estudio temprano sobre la divina providencia en términos que recuerdan al Agustín de la composición anterior de un panegí rico (1.9.27). Culmina con la descripción de los estudios introductorios apropia dos para aquellos que deseen entender el orden del universo y vivir de acuer do con la ley de Dios. El conocimiento, dice Agustín (2.9.26), viene de la auto
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ridad y a través de la razón, y la razón abarca una exposición de las siete artes liberales de gramática, dialéctica, retórica, aritmética, música, geometría, y astro nomía, todas en parte purificadas de elementos paganos. La dialéctica, que ha de estudiarse antes que la retórica, trata de cómo enseñar y cómo aprender, en ella la razón revela su naturaleza, aspiraciones, y potencias. Pero como las per sonas normales siguen sus sentimientos y sus costumbres, para que a ellos les llegue la verdad es necesario no sólo hacer uso del razonamiento lógico, sino despertar sus emociones. Aquí sitúa el territorio de la retórica, que describe como una figura alegórica sentada con el regazo lleno de encantos que esparcir sobre la muchedumbre, para influirlos por su propio bien (2.1338). Nos encon traremos con una alegoría parecida en el tratamiento algo posterior que hace Marciano Cápela de las artes liberales. Lo que se dice en Sobre el orden puede considerarse como los pensamientos preliminares de Agustín en el invierno que transcurrió entre su conversión y su bautismo. Iba a ser seguido de considera ciones más profundas sobre el papel de la retórica en la sabiduría cristiana. El diálogo Sobre el maestro (DeMagistró) se term inó en tor no al 389- De sd e Sobre el orden, pero el comienzo el tono es más religioso y cristiano que en las referencias a Cicerón y Virgilio aún le brotan naturalmente a Agustín. El argumento básico es negar la posibilidad de comunicación humana a través de
36. Véase Otto A. L. Dieter y William C Kurth, "The De Rhetoríca of Aurelius Augustinus", Speech Monographs 35 (1968), pp . 90-108, y Miller et al., eds., Readings in Medieval Rhetoric, pp. 6-24.
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signos racionales (palabras) sin un conocimiento de la verdad (Dios). La per suasión no puede ser conseguida por medios retóricos a menos que la verdad sea conocida primero o revelada simultáneamente por la gracia divina. Agustín escribió muchas obras de controversia o polémica destinadas a refu tar las herejías. Sus antagonistas fueron primero los maniqueos, más tarde los donatistas, y al final de su vida los pelagianos. En torno al año 400 de nuestra era. compuso un tratado que atacaba al obispo donatista llamado Petiliano. (El donatismo era una austera secta cristiana que requería el rebautismo de cual quiera que se uniese a ella). En réplica, el gramático Cresconio tomó la causa de Petiliano y atacó a Agustín. Éste compuso los cuatro libros de Contra Cresconio alrededor del 406. Cresconio no había sólo atacado los argumentos de Agustín sino que había criticado que su elocuencia y dialéctica no son cristianas, y a este punto es al que Agustín dedica las tres cuartas partes del libro primero. A su jui cio, ni la elocuencia ni la habilidad en el debate son no cristianas, lo que busca probar a través de numerosos ejemplos tomados de las Escrituras, especialmen te de Jesús y de Pablo. La elocuencia, dice (1.2), es la facultad de hablar o expli car adecuadamente lo que sentimos. Se ha de usar cuando hemos contemplado la verdad. La utilidad de la elocuencia está en función de la utilidad de lo que se dice, el hablante es comparable al soldado: no podemos dejar de tomar las armas para luchar por el estado sólo porque algunas veces las armas se usen contra el estado. El verdadero disputador busca primero asegurarse que no le están engañando (1.19), luego intenta usar el conocimiento de parte de la ver dad que tiene su auditorio. Aunque Agustín no explica aquí cómo ha de descu brirse el conocimiento de la verdad, se hace claro por su método que su con secuencia con la Escritura es una prueba importante. Un cristiano puede usar la dialéctica y la retórica, pero un obispo cristiano debe hacerlo. No puede con sentir que continúe el error, y su responsabilidad no se limita a su propia igle sia, sino que se extiende al mundo que le rodea. Como es a menudo el caso, Agustín propone sus ideas vigorosamente y se enfrenta a Cresconio con dureza, pero sin hacer uso de la descalificación personal; su interés principal es mostrar la inconsistencia del punto de vista de su oponente y ponerlo cara a cara con sus dilemas. Por ejemplo, si el propio Cresconio no es un dialéctico, ¿por qué se
dedica a la dialéctica? Y si lo es, ¿por qué se opone a la dialéctica (1.16)? Algunos de los contenidos adelantan el libro cuarto de De Doctrina Cbristiana, y en uno de los pasajes (1.20) hay incluso una alusión a la existencia de diferentes clases de estilo, un tema fundamental de su obra posterior. 208
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De Doctrina Christiana es la princ ipal con tri buci ón de Agustín a la historia y a la teoría de la retórica 37 . Por la referencia que hace a ella en sus Retractationes (2.4.1) y en otras partes, parece pro bab le que los primero s dos tercios de la obra (hasta 3.25.35) los escribió en los primers meses de 397, no mucho después de que fuese nombrado obispo de Hipona. Anteriormente, había enseñado a los catecúmenos; como obispo se esperaba que predicara regularmente a la congregación cristiana. El resto de la obra se completó en 426 o 427. Es así una obra completamente madura, y sus consideraciones sobre la retórica representan las opiniones de Agustín hacia el final de una vida de estudio y predicación cristianos. Lo que dice acerca de la retórica cristiana está generalmente de acuerdo con su propia práctica en la predicación homilética. No estudia los sermones panegíricos y no practicó la epidíctica cristiana. En un corto prólogo, Agustín declara que escribe preceptos para tratar las Escrituras que serán útiles a los maestros, y procede a una praemunitio, o anti cipación de las objeciones que pueden hacerle. Una categoría de objecciones es que todo lo que debe ser sabido acerca de las oscuridades de la Escritura será revelado por la asistencia divina al predicador o al maestro. La respuesta de Agustín es que estas objeciones son una forma de orgullo, y llevan a la posi ción extrema de la que nadie tendría que ir a la iglesia o leer las Escrituras: "La condición humana se vería rebajada si Dios no hubiese deseado administrar su palabra a los hombres por medio de los hombres" (Prólogo 6). El libro primero comienza con la declaración de que hay dos cosas necesa rias en el uso de las Escrituras: descubrir qué es lo que hay que entender allí, y enseñar lo que tiene que ser aprendido allí. El primer tema se trata en los libros primero a tercero, el segundo, en el libro cuarto. Los temas corresponden a la dialéctica y a la retórica, respectivamente. En opinión de Agustín toda doc trina se ocupa de "cosas" y "signos" (1.2). Un objeto natural como una piedra es una "cosa", pero puede ser "signo" de otra cosa, como cuando en el Génesis 28:11 Jacob pone una piedra debajo su cabeza. La distinción se convierte en la base para encontrar distintos niveles de significación en el texto sagrado. El
37. La mejor edici ón del texto latino es la de Guilelmu s M. Green, Sancti Aureli Augustmi Opera, Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, LXXX, 6.6, Viena, Hoelder-Pichler-Tempsk, 1963. Las citas en el srcinal son de la traducción de D. W. Robertson Jr., Saint Augustine, On Cbristian Doc trine, Library of Liberal Arts , Indian apolis y Nueva York, Bobbs-Me rrill, 1958. La mejor reflexión sobr e la obra es la de Marrou en Saint Augustin. [Hay edición bilingüe de Fr. B. Martín O. S. A., en Obras de S. Agustín, tom o XV, Madrid, B. A. C, 1957, por la que se hace n la mayoría de las citas].
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libro primero se dedica a las cosas. Algunas han de disfrutarse, otras usarse, otras disfrutarse y usa rse (1.3). La cosa q ue ha de disfrutarse e s la Trinidad: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, a los que se dedican las secciones que van de la 5 a la 21 (según la numeración de la traducción de Robertson) [y de la española de la editorial BAC]. Entre las cosas que deben usarse están cuatro cla ses que debemos amar: las que están por encima de nosotros, nosotros mismos, los que son como nosotros, y los que están por debajo de nosotros. Éstas se desarrollan en las secciones que van de la 22 a la 38. La dirección del pensa miento de Agustín emerge claramente al final del libro 1 (1.39-40), donde dice que la esencia y el fin de las Escrituras es el amor de Dios. Toda la dispensa ción temporal se hizo para que pudiéramos conocer e implementar este amor, y la base de toda interpretación de la Escritura es el amor: "El que piense haber entendido las divinas escrituras o alguna parte de ellas, y con esta inteligencia no edifica este doble amor de Dios y del prójimo, aún no las entendió, pero quien hubiera deducido de ellas una sentencia útil para edificar la doble cari dad, aunque no diga lo que se demuestra haber sentido en aquel pasaje el que la escribió, ni se engaña con perjuicio, ni miente" (1.40). Los libros 2 y 3 se dedican a los signos. Los signos son naturales o con vencionales; conocidos, desconocidos, o ambiguos; literales o figurativos. Dios ha dado signos desconocidos y ambiguos "para quebrantar la soberbia con el trabajo y para apartar el desdén del entendimiento, el cual no pocas veces esti ma en muy poco las cosas que entiende con facilidad" (2.7). Lo que se busca con dificultad descubre con mayor placery (2.8) La se ciencia es elqué tercero de los siete pasos sehacia la sabiduría (2.9-11), Agustín pregunta conoci miento era necesario para el maestro cristiano, de la misma manera que Platón, Aristóteles, Cicerón y Quintiliano habían considerado qué conocimiento era necesario para el orador cívico. El orador, para Agustín, necesita, en primer lugar, un conocimiento completo de las Escrituras. Así puede usar aquellas cosas que están claras para explicar aquellas que no lo están. Toda enseñanza que implique la fe se declara abiertamente en las Escrituras, puesto que es necesaria para la vida cristiana. Si sabemos esto, tenemos la base para expli car lo qu e es osc uro (2.14). En los capítu los que sigue n Agustín cons ide ra el conocimiento de las lenguas, los números, y la música. Cuestión más delicada es el conocimiento de la literatura y la filosofía. ¿Debe estudiar el cristiano las letras paganas? Sí. "No debemos pensar que no deberíamos aprender a leer porque se dice que Mercurio fue el inventor de
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las letras" (2.28). Se dice que las doctrinas corrientes entre los paganos impli can bien instituciones (2.36-40), bien cosas perceptibles (2.41-58), éstas, ya a través del cuerpo, ya de la razón. A Agustín no le gusta la sofística y critica la argumentación por la argumentación (2.48), pero piensa que la inferencia válida fue instituida por Dios, y luego observada por los humanos (2.50). La definición, la división, y la partición son parte del orden de las cosas (2.50). El cristiano tiene todo el derecho a tomar las ideas verdaderas de los platóni cos y transformarlas como se hizo con "el oro egipcio" (2.60). Agustín sugie re que sería útil tener un índice de los varios signos que se usan en las Escrituras, sugerencia que iba a ser retomada por estudiosos posteriores y que produjo colecciones de distinctiones corr ient es en la Edad Media 38 . El libro 3 trata de los signos ambiguos. Cuando la interpretación literal pro duce ambigüedad, deben consultarase las reglas de la fe tal como se encuentran "en lugares más abiertos de las Escrituras y en la autoridad de la Iglesia" (3.2). Hay considerable daño en las interpretaciones demasiado literales (3-9): "La letra mata, mas el espuitu vivifica", como dijo Pablo (Corintios II 3:6). Si se hace una admonición para algo útil o bueno, ésta no es figurativa (3-24). Los signos figu rativos no tienen el mismo significado en todos los pasajes (3-35); hay que juz gar el contexto. A Agustín no le preocupa que algo pueda ser leído en un pasa je que no responda a la intención del autor (3-39) Lo que es importante es la intención de Dios, que previo lo que se encuentre en el pasaje y más. La regla de la fe y el contexto son las mejores guías para la interpretación de la Escritura. Como último recurso, se puede usar la razón, pero es peligroso (3-39). El libro 3 finaliza (42-56) con una crítica de las "Reglas" de Ticonio. Éstas son categorí as del lenguaje figurativo que se parecen a los tópicos, unas más que otras. Por ejemplo, la tercera regla, "de las promesas y de la ley", trata de asuntos del espí ritu y de la letra, y la cuarta regla de asuntos de la especie y el género. Completado su examen del descubrimiento del significado de la Escritura, en 39 el libro 4 Agustín vuelve a la enseñanza de lo que se ha descubierto . Este libro cuarto se divide en seis partes: una breve introducción (1-5), una descripción de la elocuencia cristiana (6-26), un examen de los deberes del orador aplicados a
38. Véase Chamberlin, Increase and Multiply, pp . 34-43. 39· Coment ario de la Hermana Theres a Sullivan, "S. Aureli Augustini Hipponie nsis Episco pi De Doctrina Christiana Liber Quartus", Catholic University of America Patristic Studies 23 (1930).
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la Escritura y a la predicación (27-33), un examen parecido de las tres clases de estilo (33-58), una consideración del ethos (59-63), y una conclusión (64). Agustín no establece todas las reglas de la retórica. Son útiles, dice (4.2), pero aprenderse en otra parte. Sin embargo, resume muchas de ellas en undeben característico pasaje: ¿Quién se atreverá a decir que la verdad debe hallarse inerme en sus defen sores contra la mentira, y que por tanto, los que intentan persuadir falseda des deben saber cómo hacer a sus oyentes benevos, atentos y dóciles en el exordio; y los defensores de la verdad han de ignorarlo? ¿Deberán hablar breve, clara, y plausiblemente [en la narración], mientras que los defensores de la verdad hablan de forma que cansan a sus oyentes y se hacen difíciles de entender a sí, y lo que dicen dudoso? ¿Quién dirá que los que inculcuan la mentira han de saber exponerla con brevedad, claridad y verosimilitud, y los otros que cuentan las verdades de tal modo han de hacer que produzca hastío el escucharlas, trabajo el entenderlas y por fin repugnancia al adoptar las? ¿ Quién dirá que aquellos, al hablar moviendo y empujando al error los ánimos de los oyentes, los han de aterrar, contristar, alegrar y exhortar con ardor; y éstos defendiendo la verdad han de dormitar con languidez y frial dad? ¿Quien será tan insensato que así sienta? Ocupando un puesto medio el arte del discurso y sirviendo en gran manera para persuadir las cosas buenas o las malas, ¿por qué los buenos no se dedican a conseguirle para que sirva a la virtud, cuando los malos le emplean en uso de la iniquidad y del error para defender vanas y perversas causas?. (4.3) Agustín continúa diciendo que la retórica la deben estudiar los jóvenes y aquellos que no se dediquen a algo más importante, pero el orador cristiano debe ser consciente de que puede olvidar lo que debe decirse mientras consi dera la maestría del discurso (4.4). De hecho, el estudio de reglas no es en abso luto necesario, puesto que la elocuencia se puede aprender a través de la imi tación de modelos elocuentes (4.5). La imitación, por supuesto, había sido un instrumento fundamental para los retóricos clásicos, que se basaban en un canon de modelos como los que trata Quintiliano (10.1). Agustín sustituiría ese viejo canon con un canon nuevo de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia. La descripción de la elocuencia cristiana (4.6-26) comienza con la afirmación de que el expositor y maestro de las Escrituras debe enseñar lo bueno y extir par lo malo. Hay, así, tanto una forma positiva como otra negativa, lo mismo que las había en las tres especies de la oratoria cívica. Agustín anticipa aquí la expo-
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sición que hará más adelante de los deberes del orador, diciendo que el maes tro cristiano debe "conciliar a los que se oponen, mover a los remisos, y ense ñar a los ignorantes de su materia" (4.6). En la consideración que sigue, encuen tra muchos ejemplos de las técnicas de la retórica clásica en los escritos de Pablo y en el Libro de Amos en el Antiguo Testamento, "Pero al buen oyente no es tanto lo que le instruye el examen diligente de un pasaje, como lo excita pro nunciado con entusiasmo. Porque estas palabras no fueron inventadas por la industria humana, sino que emanaron sabia y elocuentemente de la mente divi na, no intentando la sabiduría que a ella le siguiese la elocuencia, sino que la elocuencia no abandonara la sabiduría" (4.21). Por lo que respecta a las virtudes de estilo, tal como se ven en las Escrituras o las practica el cristiano, la clariad es la única verdaderamente importante (4.23), aunque la adecuación se había notado antes (4.9). El ornato y la corrección gramatical, las otras dos virtudes tra dicionales del estilo, no son de gran importancia para Agustín (4.24). A continuación (4.27-33) viene la consideración de los tres deberes del orador -enseñar, deleitar, y mover- que Cicerón había desarrollado a partir de los modos de prueba aristotélicos. Enseñar es, por supuesto, el más importan te, pero Agustín sostiene que es necesario deleitar a los oyentes para reternerlos como oyentes, y conmoverlos para impulsarlos a hacer lo que esté bien. Conmover se hace equivalente a la persuasión (4.27). Además, "Cuando se enseña lo que ha de hacerse y se enseña para que se haga, en vano se incul ca que lo que se dice es verdadero, en vano se le agrada con el modo de decir lo, si no lo aprende para practicarlo". (4.29). La persuasión no se abandona así enteramente a Dios. Finalmente, el orador necesita tanto la experencia como la guía divina: "El que quiere saber y enseñar, aprenda todas las cosas que deben ser enseñadas. Adquiera el arte de decir que conviene al orador sagra do, pero en el momento mismo del discurso piense que a una mente buena la conviene más lo que dice el Señor": (4.32). En este punto Agustín cita el conocido pasaje de Mateo (10:19-20): "Puesto que no sois vosotros los que habláis entonces, sino el Espíritu de vuestro Padre, que habla en vosotros". En las secciones que van de la 33 a la 58, Agustín conecta los tres debe res del orador con las tres clases de estilo, como Cicerón había hecho en oratore: enseñar con el estilo llano, deleitar con el medio, y conmover con el alto. Se dan ejemplos de cada uno de ellos, tanto procedentes de las Escrituras como de los Padres (Cipriano y Ambrosio). Los tres estilos deben mezclarse, "pero todo el discurso se dice que está en el estilo que se use más en él" 213
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(4.51). Concluye. "Es el oficio universal de la elocuencia en cualquiera de estos estilos hablar de una manera que lleve a la persuasión; y la finalidad de la elocuencia es persuadir de lo que hablas. En cualquiera de estos tres esti los si un oradornoelocuente de manera a la persuasión, sin persuasión, se habrá habla conseguido el fin adecuada de la elocuencia" (4.55). pero Al tratar el quinto tópico, el carácter (4.59-63), Agustín señala que la vida del orador, tal como la conozcan los oyentes, tiene mayor peso que cualquier gran deza de estilo. Así revive elethos como factor principal en la retórica, aunque no el éthos proyectado sobre el discurso, que es lo que Aristóteles había considera do. Cicerón había transmutado esa cualidad en el segundo deber del orador, deleitar. Para Agustín, elethos son las obras cristianas, la vida del maestro, y el punto hasta el que está de acuerdo con su propia enseñanza, tal como la cono ce el auditorio. El éthos así se convierte en autoridad moral. Bajo ciertas circuns tancias, sin se embargo, mal hombre puedereconoce convertirse un buen Quintiliano habría un sorprendido. Agustín que enpuede haberorador. alguien capaz de hablar bien pero incapaz de pensar algo que decir. Tal orador puede tomar sermones elocuentes compuestos por otro y pronunciarlos ante su con gregación, como se hizo a menudo en los siglos siguientes. Así, "si un hombre elocuente y malo compone un sermón en el que se anuncia la verdad, el cual ha de ser predicado por otro premioso pero bueno, se verificaría entonces que el uno da lo que le era ajeno y el otro recibe del ajeno lo suyo". (4.62). Esta doc trina, srcinal de Agustín, ha reaparecido en la crítica moderna desde el punto de vista de que el valor de una obra de arte no depende de la moralidad del autor. Se pueden hacer varias observaciones sobreDe Doctrina Christiana en con junto. En primer lugar, no se ocupa ni de la predicación misionera, ni de la pane gírica. Lo que Agustín considera es la enseñanza de los ya adeptos al cristianismo, los que están recibiendo la instrucción preparatoria para el bautismo (catecúme nos) y la predicación homiléctica dirigida a una congregación cristiana en el tem plo. La función de la elocuencia cristiana en estos contextos es hacer más profun da la comprensión y convertir la fe en obras. Aunque había terminado la perse cución y el cristianismo era la religión oficial del estado, había muchos cristianos que no tenían la intensidad y la dedicación de la de los primeros cristianos. En el pensamiento de Agustín también está, siempre presente, el peligro de que algu nos cristianos se sientan atraídos por las falsas doctrinas de las sectas heréticas. En segundo lugar, la retórica cristiana, tal como la concibe Agustín, es una retórica popular. El cristianismo se dirige a todas las clases y condiciones de vida, y el maestro cristiano o el predicador debe ser capaz de instruir y conmover al 214
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analfabeto e inculto, tanto como al sofisticado y erudito. La importancia de la retórica procedía sin duda para Agustín de su formación como retórico 40 . En terc er lugar, Agustín trata de do s tem as relac ion ado s: en los libros 1,2 , ycon3 con el descubrimiento del significado de se las sugirió Escrituras, y en el Libro la exposición de ese significado. Como anteriormente, éstos4, corresponden a la educación clásica de la dialéctica y la retórica. En los estu dios religiosos se les da normalmente los nombres de hermenéutica y homilética, respectivamente, y son las artes de la exégesis y de la predicación. En cuarto lugar, la inventio retórica tal co mo la desc ribe Agustín se limita a la exposición de las Escrituras y de su significado para la vida cristiana, especialmente para el cultivo del amor de Dios y del prójimo. En la retórica cristiana la prueba deriva de la palabra autorizada de los textos sagrados, y de la autoridad moral del hablante, no de la argumentación. En la práctica, el testimonio de los testigos y los ejemplos de los santos eran también impor tantes medios de persuasión, pero éstos no se tratan aquí. Agustín coincide en la argumentación con otros cristianos sobre materias de doctrina, pero su concepción de la retórica y la predicación dejó abierta a la dialéctica todo el área de la disputa religiosa que se cultivó mucho en los siglos posteriores. En quinto lugar, los asuntos de estilo juegan un papel mayor que la inventio en la versión agustiniana de la retórica cristiana. El cuarto libro de De Doctrina Christiana ayu dó a canonizar l a conc epci ón d e que la retórica es en gran parte un a sunto de estilo. Inclus o la exéges is cristiana está más fuertemen te influida por el factor del estilo que figurativos. por el razonamiento, ya que mucha exégesis implica la interpretación de signos Peter Brown ha señalado qué caracterís tico era esto de un escritor de la Antigüedad tardía: "Nadie habría hecho tal culto del velar su pensamiento. Tal hombre vivía entre otros peritos que habían esta do sumergidos demasiado tiempo en demasiado pocos libros. No necesitaba ya ser explícito; sólo significados ocultos, palabras raras y difíciles y elaborados cir cunloquios, podían salvar a sus lectores del aburrimiento, del fastidio, de la pér dida de interés en lo obvio que aflige al hombre demasiado culto. Él creería... que la mera dificultad de una obra literaria la hacía más valiosa" 41.
40. Véase W. R. Joh nso n, "Isocrates Flowering: The Rhetoric of Augustine", Philosopby and Rhetoric 9 (1976), pp. 217-31. 41. Brown, Augustine ofHippo, pp . 259-60.
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En sexto lugar, aunque la retórica cristiana tal como la describe Agustín tiene un tema definido, no la distingue como un arte de la retórica secular. Es característico de él desnudar las instituciones y las artes de sus asociaciones
Dios, hasta paganas. la Ciudad el Imperio Romano y los escritos deEnAgustín sobre de gramática, dialéctica, música, retórica,se ytrata otrasasí, mate rias muestran igualmente su esfuerzo por hacerlas religiosamente neutras, sus 42 ceptibles de ser utlizadas por un cristiano para fines cristianos . En séptimo lugar, De Doctñna Christiana ha sido considerada a veces c omo un repudio de la tradición sofista 43. Esto es verdad sólo en parte. En común con la mayoría de los cristianos y con los paganos, inclinados a la filosofía, Agustín rechazaba la ampulosidad vacía y las formas triviales de la declamación que se practicaba en las escuelas de retórica de los últimos años del Imperio. Por otra parte, se conservan ciertas características de la sofística, entre ellas el énfasis en la función del orador, así como en la imitación y el estilo. La concepción que de la retórica tiene Agustín pertenece en gran parte a lo que hemos llamado la tra dición técnica de los manuales, con algunas características de la tradición sofís tica, y un a exi gencia de la ver dad característica de la tradición filosófica. Finalmente, De Doctrina Christiana ejemplifica los do s firmes princ ipi os críticos que han apreciado más los retóricos que los gramáticos y dialécticos: la interpretación no debe basarse sólo en la comprensión del contexto en el que una palabra o pasaje aparece, sino también en el significado global o en la estructura de la obra en la que aparece. El cristianismo, con conciencia de su mensaje, será consecuente en todo con un tema.
De Doctrina Christiana resultó ser una autorizada concep ción de l a retó rica cristiana para muchos escritores medievales. Entre otros, Rábano Mauro, Tomás de Aquino, Alan de Lille, Humberto de Romanos, Roberto de Basevorn, Hugo de San Víctor, y Pedro Lombardo, bebieron de ella; y su influencia continuó años más tarde, por ejemplo, en Fénelon. La defensa agustiniana de la oscuridad de las Escrituras se convirtió en una parte de la teoría poética desde Petrarca al siglo XVI. Agustín hizo posible que los cris tianos apreciaran y enseñaran la elocuencia sin asociarla con el paganismo, y al hacerlo enriqueció la literatura y la crítica cristianas.
42. Véase ibid., p. 266. 43. Véase, por ejemp lo, C. S. Baldwin, Medieval Rhetoric, p. 51.
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CAPÍTULO VIII LA RETÓRICA GRIEGA EN LA EDAD MEDIA
El conocimiento de la retórica clásica sobrevivió a lo largo de la Edad Media, de forma precaria a veces, tanto en oriente -en el Imperio Bizantino de habla griega- como en la Europa occidental, donde el latín continuó siendo la lengua de la religión y dealgún la erudición. Hasta eldelRenacimiento, los eruditos griegos muy raramente tenían conocimiento latín y los eruditos occidentales eran igualmente ignorantes del griego. Las dos tradiciones eran algo diferentes: en oriente, principalmente la rama sofista fue la más fuerte, con alguna influencia filosófica del neoplatonismo. Hablar en público era un factor importante para la cohesión del Estado, y los oradores recibían honores. Muchos discursos se publicaron para su lectura pública. Los escritos sobre retórica en gran parte tomaron la forma de comentarios sobre tratados anteriores. En occidente, se continuó la tradición de manuales de la retórica latina en nuevas obras y se produjeron manuales sobre la composición de epístolas, poesía, y predicación, un desarrollo menos evidente en oriente. Los escritores occidentales compusie ron panegíricos en prosa y poesía encomiástica, pero al orador no se le dio un papel de liderazgo en la sociedad, como sucedía en oriente. Algunas de las razones de la diferencia entre oriente y occidente son claras. La sofística y la filosofía estaban mucho más fuertemente establecidas en la zona griega del Imperio Romano que en occidente. La aplicación seria de la oratoria epidíctica al cristianismo comenzó en oriente, como se ve en los discursos de Gre gorio Nacianceno y de Juan Crisóstomo, y continuó a lo largo de la historia de Bizancio. Por el contrario, la oratoria epidíctica era algo menos practicada en occidente, donde el interés en la retórica estaba conectado tradicionalmente al estudio y la práctica de la ley y de los procedimientos legales. En oriente el gobierno romano tuvo continuidad, con el resultado de una mayor continuidad cultural que en occidente: las funciones educativas y culturales que desempeña217
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ban los sofistas griegos en los últimos años de la Antigüedad las continuaron desempeñando a lo largo de la historia de Bizancio una vez que se adaptaron al cristianismo. Aunque hubo serias amenazas para la supervivencia del Imperio Oriental (por ejemplo, de los árabes en el siglo VIII y de los Cruzados en el XIII), sobrevivió en efecto hasta la conquista turca en 1453- El Imperio Romano Occi dental no sobrevivió como tal a partir del siglo V. En oriente, el griego se conti nuó hablando, aunque el dialecto popular se apartaba significativamente de la lengua formal oficial. En occidente, los nuevos gobernantes trajeron nuevas len guas con ellos, aun cuando el latín continuó siendo importante en toda la región
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A causa de las amenazas para la supervivencia de la cultura griega y de la iglesia griega, la civilización bizantina era a menudo nerviosa, defensiva, y estaba intimi dada por su pa sa do clásico. En el caso de la retórica, e l con ser vadurismo bizantino se ve en la continuada imitación de los modelos clásicos y en la adhesión a los textos clásicos tardíos, especialmente los de Hermógenes, y en la conservación de las formas sofísticas de la oratoria. La mayor importancia de Bizancio en la historia de la retórica, y de la literatura, es en cuanto conservadora y transmisora de los textos griegos clásicos. El periodo de mayor peligro para la supervivencia de los textos fue el siglo VIII, en el que el movimiento Iconoclasta en la Iglesia destruyó obras de arte o se vol vió en contra de la cultura clásica en general. Las obras griegas que no copia ron y conservaron los escribas, en este periodo se perdieron definitivamente, a excepción de algunos descubrimientos fragmentarios en papiros enterrados en las arenas deconvirtió Egipto oa Bizancio bajo la erupción del Vesubio. Constantino (la moderna Estambul) en la capital oriental del Imperio Romano en el año 324 de nuestra era y fue refundada de nuevo como Constantinopla en el 330. Tras la muerte de Teodosio en el 395, el Impe-
1. Para un tratamiento más detallado de la retórica bizantina, véase Kennedy, Greek Rhetoric under Christian Emperors, pp. 265-303. Otras consideraciones valiosas son las de Thomas Conley, "Byzantine Teaching on Figures and Tropes: An Introduction", Rhetorica 4 (1986), pp. 335-74; Hunger, "Aspekte der griechischen Rhetorik von Gorgias bis zum Untergang von Byzanz", Akademie der Wissenschaften, Wien, philosophische-historische Klasse, Sitzungsberichte 277, n° 3 (1977), pp. 3-27; Geo rge
in Byzantine Rhetoric "Functionbizantinos in L. Kustas, Studies and Evolution"; y Maguire, Art and Eloquence Se pu eden enco ntrar textos dey retóricos en Walz, Byzantium. Rhetores Graeci; algunas otras ediciones se citan a continuación, pero hay muy pocas disponibles en inglés. Entre los trabajos básicos sobre la literatura bizantina están Hunger, Hochsprachlicheprofane Literatur, y Beck,Byzantinische Kirche und theologische Literatur. Véase también Ostrogorsky, History of the Byzantine State; Hussey, ed. Cambridge Medieval History, IV; Norwich, Byzantium; y Kazhdan, ed., Oxford Dictionary) of Byzantium.
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rio Romano se dividió permanentemente en dos mitades, la oriental y la occi dental, y mientras que, en el curso del siglo siguiente, las zonas occidentales se sumieron bajo el control de los gobernantes germánicos, el Imperio Oriental emergió como el único vestigio del poder romano. La historia bizantina en los años subsiguientes se divide usualmente en tres periodos. El primero no pre senta una ruptura tajante con la Antigüedad. En él se incluye la vigorosa época de Justiniano (527-65) y finaliza con el sitio de Constantinopla por los árabes en el año 717. El segundo periodo emerge gradualmente para convertirse en un renacimiento del saber en el siglo IX, contemporáneo del renacimiento carolingio en occidente. Este desarrollo continuó en el siglo X durante el reinado del emperador-erudito Constantino VII Porfirogéneta y alcanzó su climax en el siglo XI, el tiempo del principal escritor bizantino, Miguel Pselo. Se percibe un cierto declive en el siglo XII, que sin embargo produjo a la historiadora clasicista Ana Comnena y a Eustacio, autor de un enorme comentario sobre la épica homérica. Se puede decir que este segundo periodo finalizó con la caída de Constantino pla frente a los Cruzados latinos en 1204. El periodo final incluye el rescate griego de Constantinopla en 1261 y el subsiguiente renacimiento cultural bajo la dinastía de los Paleólogos, que facilitó la transmisión del saber griego a occi dente. La caída de Constantinopla frente a los turcos en 1453 marcó el final de la historia bizantina y, por ende, de la romana. A lo largo de su historia, el estado bizantino, como en sus últimos años el Imperio Romano, fue una autocracia, con jerarquías paralelas y superpuestas en los gobiernos civil, militar, y eclesiástico. La administración fue continuada por una burocracia altamente desarrollada de escribas -de ahí el[en usocastellano, del término "bizantino" en el inglés para "bizantino" describir losseméto dos burocráticos como es sabido, adjetivo aplica a "discusiones baldías, intempestivas o demasiado sutiles", Diccionano de la RA.E.]. Una impotante función de la educación formal fue el entrenamiento de los futuros burócratas y líderes de la Iglesia y del Estado. Las escuelas de gramática Como herederos de la lengua, la literatura, y la religión de la Grecia clá sica, los eruditos bizantinos buscaron transmitirlas tan inalterables como fuera posible a las futuras generaciones. La verdad había sido revelada y los méto dos de estudio habían sido canonizados, pero era difícil mantener esos nive les. Las escuelas de gramática enseñaban los rudimentos de la lengua griega, "progymla lectura de los textos griegos, y ejercicios para la composición,
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násmata". La edu caci ón secundaria, al lí do nd e existía, siguió ten ien do com o base las escuelas de retórica. Un reducido número de estudiantes podría con tinuar ent onc es e stud iand o dialéc tica como intro ducción a la filosofía, com pletando de esta manera un programa análogo al trivium de occidente 2 . Hay quadrivium5. La testimonios ocasionales de la existencia de un equivalente al adición más significativa a las asignaturas de la educación clásica fue el estu dio de la Biblia y de los Padres de la Iglesia. El libro de los Salmos del Anti guo Testamento, en su traducción griega, se convirtió en un libro de lectura escolar básico; no obstante, los estudiantes más adelantados continuaron estu diando a Homero y a los otros poetas, a Platón y a los oradores. La gramática griega frecuentemente se enseñaba con el manual de Dionisio de Tracia, escrito alrededor del año 100 a. C. Continuó siendo el manual de mayor autoridad para el conocimiento de la lengua clásica durante mil qui
progymnásmata, los nientos años y se le hicieron muchos comentarios. Los ejercicios de composición examinados en el Capítulo V, se estudiaban más a menudo por el texto de Aftonio 4, al que también se le hicieron comentarios. Ejemplos tempranos de estos comentarios son uno de Juan de Sardes, del siglo IX, y otro de Juan el Geómetra, del X. La primera de estas obras no contiene ninguna referencia al cristianismo, sin embargo la segunda toma sus ejemplos de Gregorio Nacianceno. La incorporación de escritores cristianos al canon lite rario fue un proceso que continuó a lo largo del periodo bizantino. Se conser van numerosos ejemplos de progymnásmata bizanti nos, a me nu do interesantes. Los de Nicéforo Basilaces, por ejemplo, escritos a mediados del siglo XII, combinan composiciones sobre Zeus y Áyax con otras sobre Sansón y la Virgen, y una ethopoiía sobr e lo qu e el dios del Averno, Hades, dij o cu an do Lázaro se levantó de entre los muertos. (Los teólogos cristianos no negaron, en general, la existencia de lo dioses paganos, que consideraban demonios.) Las diversas formas de progymnásmata -narr acion es, chrías, encomios, compara ciones, etc.- ejercieron una influencia directa sobre la composición literaria y
2. Véase Georgi na Buckler, "Byzantine Educatio n", en Baynes y Moss, Byzantium, pp . 200-220; y Browning, Studies in Byzantine History, Literature, and Education. 3. Véase Clarke, Higher Education, p. 133. 4. Traducción al inglés en Matson et al, eds., Readings from Classical Rhetoric, pp. 266-88. [Contamos con la traducción al castellano de Dolores Reche Martínez en Teón. Hermógenes. Aftonio, Ejercicios de retórica, Madrid, Gredos, 1991, pp. 207-731.
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fueron incorporados a las homilías o a las historias de las vidas de los santos como una forma de amplificación. Buen ejemplo de una sinéresis, o compara ción en forma literaria, es el ensayo de Teodoro Metoquites (cima 1260-1332), 5 Sobre Demóstenesy Anstides . La ethopoiía, o personif icación, influyó en la com posición de epístolas, a menudo revisadas y publicadas como creaciones litera rias 6. Otro ejercicio favorito fue la ékphrasis, o descripción, a la qu e a me nu do se le dio un tratamiento cristiano, como la descripción de una iglesia o de una obra de arte. Probablemente el ejemplo más famoso, y ciertamente el más ambi cioso, fue la obra Sobre los edificios de Procopio de Cesárea (d. 565), con una celebrada descripción de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla 7. Procopio parece haber concebido la obra como encomio del constructor de la iglesia, Justiniano, al que no admiraba, pero pensaba que era prudente elogiarle. Las escuelas de retórica En el siglo IV de la era cristiana, se podían encontrar maestros de retórica en cada una de las ciudades del Imperio Romano, y los estudiantes viajaban muchos kilómetros para disfrutar de un estudio más avanzado con los grandes sofistas de Atenas, Antioquía, o Constantinopla, entre otros centros. En los siglos V y VI Gaza, en Palestina, era un centro principal de estudios retóricos dirigidos 8 por Zósimo, Procopio, y Coricio, algunas de cuyas obras se han conservado . Entre sus composiciones hay panegíricos, ekphráseis, monodias en prosa, y comentarios sobre los oradores áticos. Los rotores de Gaza eran cristianos y con tribuyeron a la intregración de los modelos cristiano y pagano de estilo, y ofre cieron ilustrativos ejemplos tanto de los cristianos como de los clásicos paganos. Justiniano cerró las escuelas filosóficas de Atenas en el 529, pero el efecto de tal acción probablemente ha sido exagerado por los historiadores modernos, que gustan de vincularlo al establecimiento del monasterio en Monte Cassino, Italia, en el mismo año, para fijar el fin de las instituciones educativas clásicas y el comienzo de las medievales. Más significativo en ese momento fue la decisión de
5. Hay traducción al italiano de Marcella Gigante, Theodorus Methocites: Saggio critico su Demostene ed Aristide, Milán, Istituto Editoriale Cisalpino, 1969.
Idéologie10et (1976), ceremonial; 6. Véase Rustas, "Function and Byzantine Evolution ",Letter", p. 59; Karlsson, y A. R. Littlewwood, "An 'Ikon of the Soul': The Visible Language pp. 197-226. 7. Traducción de Dewing y Downey en la edición de Procopio de la Loeb Classical Library, vol. 7. 8. Véase Glanville Downe y, "The Christian Schools of Palestine", Harvard Library Bulletin 12 (1951), pp. 297-319 [La Nueva bistoría de Zósimo ha sido traducida al castellano en Greclos].
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Justiniano de terminar con el requisito de que las municipalidades, durante el Histona Secreta Imperio, pagaran los salarios de los maestros (véase Procopio, 26.5); muchas ciudades probablemente no podían asumir los costes en ese periodo de general declive económico. Por tanto, si bien en algunas de las prin cipales ciudades se podían encontrar maestros particulares de gramática y retó rica, la educación formal fue languideciendo durante los tres siglos siguientes. Lo que Dionisio de Tracia y Aftonio eran para las escuelas de gramática, lo era Hermógenes para el estudio de la retórica a lo largo del periodo bizantino. La popu laridad de sus obras procedía de varias de sus cualidades. En primer lugar, sus prin cipales (y genuinos) tratados Sobre las stáseis y Sobre las ideas tenían una utilidad potencial en la enseñanza de la argumentación y del estilo, útil en cualquier forma de composición o de discurso. En segundo lugar, Hermógenes era fuertemente clasicista. Su gran modelo retórico era Demóstenes, que más que ninguno otro pare cía combinar todas las "ideas" de estilo. Este clasicismo constituyó un atractivo inicial para los primeros estudiosos bizantinos, pero la aceptación de la autoridad de Hermógenes, especialmente a mediados del periodo bizantino, ayudó a perpe tuar el clasicismo, en el que se incorporaba la admiración por Demóstenes en un momento en el que las condiciones sociales y políticas eran radicalmente diferen tes de las que Demóstenes había conocido. En tercer lugar, Hermógenes era siste mático, específico y generalmente claro. Definía sus términos, daba ejemplos, y, sobre todo, era dado a la categorización y a las subdivisiones de conceptos de forma que se podía esperar que los estudiantes los memorizasen. Este enfoque un tanto pedante sintonizaba con la mentalidad bizantina, que transcurría por simila res canales jerárquicos en la teología, la filosofía, la ley, el gobierno burocrático, las ceremonias de corte, y otros aspectos de la vida. Hermógenes había combinado detalles complejos en un sistema unificado que era paralelo a la concepción bizan tina de la vida humana como un microcosmos de la vida eterna. Sus veinte formas de estilo se podían mezclar, combinar, y variar para producir un caleidoscopio de efectos estéticos que congeniaba con el gusto bizantino por el color, el símbolo, y la expresión mística, como se puede ver, por ejemplo, en los mosaicos. Un buen ejemplo de la aplicación de las ideas de Hermógenes sobre el estilo se puede ver en las homilías de Focio, aún cuando Focio nunca menciona a Hermógenes por su nombre 9 . Focio, Patriarca de Constantinopla de 856 a 867 y de 878 a 886, fue el eru-
9. Cyril Mango, ed . y trad., The Homilies of Photitis, Patriarch ofConstantinople, Mass., Harvard University Press, 1958.
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dito bizantino más importante del siglo IX, y responsable en gran parte del reno vado estudio de los clásicos en este periodo de renacimiento cultural En particu lar, su Lexicón ofrecía a los lectores un diccionario del griego ático que facilitaba el uso anacrónico del estilo alto en toda comunicación seria. Los tratados de Hermógenes fueron objeto de numerosos comentarios a lo largo del periodo bizantino. Para su trabajo sobre las stáseis, por ejemplo, entre los comentarios está uno del siglo V del filósofo neoplatónico Siriano 10, y de más o menos la misma época son los comentarios de Sópatro y de Marcelino. Del siglo XI son los de Juan Doxópatro, y del XIII el comentario de Máximo Planudes, un erudito y poeta que también comentó la obra de Hermógenes sobre las ideas de estilo y otras dos obras más atribuidas a Hermógenes, Sobre la invención, y Sobre el método, basándose principalmente en comentarios ante riores. Para el trabajo sobre las ideas hay de nuevo un comentario de Siriano, y un comentario anónimo que probablemente data del siglo X y que deriva de material anterior, añadiendo, sin embargo, referencias a los escritores cristianos, principalmente Gregorio Nacianceno, así como el comentario más cristianizante de Juan Sículo del siglo XI 11 y, de nuevo, el comentario de Planudes. La mayor parte de los comentarios comienzan con un prolegómenon, o intro ducc ión, al estudio de la retórica, similar a las introd uccio nes a la filosofía com puestas por los neoplatónicos 12 . Consideran la definición y las partes de la retórica, y su historia antigua en Grecia. También hay varias obras bizantinas sobre las figu ras de la elocución que muestran la influencia de Hermógenes, así como sinopsis de las teorías de Hermógenes hechas por Miguel Pselo, Jorge Pleto, y otros. Aunqueenlasretórica, obras delosHermógenes los bizantinos mayor autoridad escritos de constituían Dionisio depara Halicarnaso y de laMenandro Rétor y otros manuales y tratados, estaban a la disposición de los estudiosos en algunas bibliotecas y se combinaron a veces en un único gran manuscrito. El Parisinus Graecus 11 Al, copiado en el siglo X y ahora conservado en la Biblioteca Nacional de París, es un vasto compendio de textos retóricos; incluye la Retórica de Aristóteles, Sobre el estilo, de Demetrio, las obras retóri cas de Dionisio de Halicarnaso y del Pseudo Arístides, el manual de Alejandro sobre las figuras de elocución, el manual retórico de Apsines, y otras obras.
10. Hug o Rabe, ed., Syriani in Hermogenem Commentaria, Leipzig, Teubner, 1892. 11. Véase Kustas, Studies in Byzantine JRbetoríc, pp. 20-22. 12. Véase Hugo Rabe, ed., Prolegomenon Sylloge, Leipzig, Teubner, 1931.
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Una característica poco común de la enseñanza bizantina, y una de las pocas innovaciones a la teoría del estilo heredada de Hermógenes era la cre encia de que la oscuridad puede ser a veces una virtud. Aretas de Cesárea en el siglo X fue el autor de un tratado titulado A aquellos que nos han acusado de oscuridad, en el qu e afirma que sus detractores no enti ende n cu án do d eb e usarse la oscuridad. Juan el Geómetra en el siglo XI dio un paso más para decir que no todo caso de oscuridad es un vicio, sino que incluso puede ser una 13 virtud, afirmación que encuentra eco en escritores posteriores . Las oscurida des de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia, y así mismo de los filósofos griegos, dadas las interpretaciones alegóricas que se examinaron en el Capí tulo VII, justificaban esta concepción. La verdad religiosa, consideraban, estaba escondida tras un velo de lenguaje oscuro para protegerla de lo profano y para darle el valor la labor para entenderla requería, y los escritores bizantinos imi taron ese estilo. Además, podía ser peligroso expresar demasiado claramente algunas verdades seculares que podían, sin embargo, decirse de manera que aquellos que estaban en sintonía con el autor las pudieran entender. Las escuelas retóricas no eran tan comunes como las escuelas de gramá tica, y la declamación no parece haberse practicado tan ampliamente después del siglo VI. Algunos escritores bizantinos, sin embargo, escribieron declama ciones como ejercicio literario, de las que algunas se han conservado, como las de Jorge Paquimeres, que vivió en el siglo XIII y que también compuso progymnásmata. En su quin ta dec lam aci ón, fiel a la tradi ción de los sofistas, se imagina cómo Demóstenes aconseja a los atenienses qué hacer en cuanto a la toma de Elatea por parte de Filipo. Las obras de Platón, incluidas Gorgias y Fedro, eran muy estudiadas en el pri mer periodo bizantino, cuando los neoplatónicos cristianos y paganos domina ban las escuelas de filosofía. La teoría crítica y estética neoplatónica tuvo una importante influencia en el arte y en la escritura bizantinas 14 . Hermias de Ale jandría escribió un comentario sobre el Fedro a mediados del siglo V, y Olympiodoro otro sobre el Gorgias a fines del VI 15. En periodos bizantinos posteriores Aristóteles fue más leído que Platón, principalmente por el lugar de sus obras
13. Véase Kustas, Studies in Byzantine Rhetoric, pp. 63-100. 14. Véase Coulter, Literary Microcosm. 15. Para los textos, véas e Hermias, In Platonis Phaedrum Scholia, ed. P. Couvier, París, 1901; (reimpresión, Nueva York: Olms, 1971), y Olimpiodoro, In Platonis Gorgiam Commentaria, ed. L.G. Westerink, Leipzig, Teubner, 1970.
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lógicas en el plan de estudios, pero había también entusiastas platónicos, entre los que destaca Miguel Pselo. La Retórica de Aristóteles se consideraba parte del Órganon, o colec ción de sus trata dos de lógica, y se leía ocas iona lmen te en esa conexión 16 . Dos comentarios bizantinos sobre la Retórica se han conservado, probablemente fechados a mediados del periodo bizantino, pero hay poca señal de influencia directa de las ideas de Platón y Aristóteles sobre la retórica. La edu cac ión su per ior en C ons tan tin opl a Una escuela de estudios superiores, que los estudiosos modernos llaman la Universidad" se había organizado en Constantinopla por edicto de Teodosio II (Codex Theodosisi 14.9.2) en el añ o 425. El profes orado lo fo rmaba n diez instructores de gramática, cinco de retórica griega, diez de gramática latina, tres de retórica latina, dos de leyes, y uno de filosofía. El plan de estu a
diosdeeratodos notablemente diseñado formar a lostiempo jóvenes para pues tos los nivelessecular, del gobierno. Nopara se sabe cuánto subsistió esta institución. No es probable que subsistiera más allá del siglo VIII y puede que colapsara, o se fuera desvaneciendo, en fecha mucho más temprana. La idea, encontrada en algunos libros antiguos sobre Bizancio, de que "la Universidad" sobrevivió con una serie de refundaciones y reformas hasta 1453, carece de sustancia. No hubo tradición de continuidad de educación superior en Cons 17 tantinopla, ni tampoco apoyo continuado del gobierno . Hubo profesores particulares de filosofía y de retórica y de otras materias, y ocasionalmente algunos de ellos consiguieron apoyo oficial, como León el Filósofo en el siglo IX y Miguel Pselo en el X. Pselo y Jifilino, un eminente estudioso de las leyes, fueron las cabezas de escuelas rivales, y Constantino IX Monómaco intemno en la disputa entre ellas, y pronto concedió un subsidio para una escuela de leyes bajo la dirección de Jifilino, y para una escuela de retórica dirigida por Pselo; pero el sistema pronto se derrumbó 18 . Nuestra mejor fuente de infor mación es el Elogio Funerario de Pselo en ho no r de Jifilino. Miguel Pselo (1018-circa 1078) era un oficial en la corte, orador, filósofo plató nico cuyas ideas filosóficas fueron condenadas por la Iglesia, y autor de numerosas
16. Véase Thoma s Conley, "Aristotle's Rhetoñc in Byzantium", Rhetorica 8 (1990), pp. 29-44. 17. Véase Hussey, Church and Learning, pp . 51-72, y Speck, Kaeseiiicbe Universitat. 18. Véase Wanda Wolska-Conus, "L es école s de Pselos et de Xiphilinu s", Travaux et Mémoires 6 (1976), pp. 223-43.
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obras, de las que la Chronographia es la más conocida, una histori a basta nte p er sonal de su tiempo. También escribió sobre temas científicos y filosóficos y com puso un resumen en verso de la teoría retórica de Hermógenes. La versificación de los escritos técnicos era común tanto en oriente como en occidente como ayuda para la memorización de los contenidos. La importancia de la retórica sofista en el pensamiento de Pselo emerge en un discurso que compuso sobre el carácter retó rico de Gregorio Nacianceno. El discurso emplea la teoría de las ideas de Hermó genes y se modela por los ensayos de Dionisio de Halicarnaso sobre los antiguos oradores. Encuentra que Gregorio es el ejemplo de todas las "ideas" de estilo; cada una de las cualidades se trata por orden. Los principales discursos de Pselo son las tres oraciones funerarias sobre distinguidas figuras contemporáneas, Cemlario, Leicudes, y Jifilino. En la Chronographia (6.41) dice que la enseñ anza se divide en dos partes, retórica y füosofía. Describe como su objetivo personal modelar su lengua para la elocuencia a través del discurso retórico y purificar su mente a través de la füosofía (6.107). Otras afirmaciones que hace en sus epístolas están de acuerdo con este objetivo. Al escribir a un corresponsal acerca de Hermógenes, dice, "Quizás conoces la filosofía y la retórica, per o no sabes unirlas; hay un a retórica filosofante y una filosofía retorizante"; y en otro lugar, "Así como Platón combina en el Timeo la teología, escribo yo filosofía por medio de la retórica y me mejoro en las dos por medio del uso de ambas" 19. Esto refleja la tradición d e la retórica füosófica pero es una visión más noble que la que se mantenía generalmente en Bizancio. Probablemente más continua que "la Universidad" fue la Escuela Patriarcal de Constantinopla, de la que se tiene noticia por primera vez en el siglo VII y que se conoce mejor desde el XII, momento en el que a sus tres maestros de Escri turas se unió un cuarto, el maestro de los rétores 20 . El profesorado de la Escuela Patriarcal en ese tiempo tenía importantes funciones en la oratoria pública: pro nunciación de panegíricos, oraciones funerarias, y otros discursos oficiales, que fueron publicados y conservados. Entre los maestros de los rétores estaban Nicéforo Basilaces y Eustacio, este último mejor conocido por su comentario sobre los poemas homéricos, en los que hace uso de los conceptos de estilo de Her mógenes 21 . Constantinopla dominaba la cultura bizantina, pero había otros cen-
19. Véase Kustas, "Function and Evolution", p. 69. 20. Véase Robert Browni ng, "The Patriarchal School o f Constantinople in the Twe lfth Century", Byzantion 32 (1962), pp. 167-202, y 33 (1963), pp. 11-40. 21. Véase Lindberg, Studies in Hermógenes andEustathios, y Wirth, "Untersuchungen zur byzantinischen Rhetorik".
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tros de educación, entre ellos Antioquía, Nicea, y Tesalónica. Había también importantes monasterios que copiaron manuscritos y conservaron los textos clá sicos a lo largo de los siglos siguientes en Asia Menor y Grecia, y en las islas. El griego ático Aunque una literatura popular -como se ve, por ejemplo, en simples y a menudo anónimas vidas de santos, y en la poesía popular- se compuso durante el período bizantino en el griego contemporáneo de la época, la lengua oficial del Imperio Bizantino era el griego literario de la Antigüedad, conservado artificial mente por las personas cultas durante más de mil años 22. Aunque generalmente llamado "ático", en contraste con el demótico, o lengua de la vida diaria o el habla de la gente inculta, esta lengua formal tenía sus orígenes en la Koiné griega del periodo helenístico, que se encuentra en el Nuevo Testamento. Lo refinaron los hablantes aticistas y los escritores de la era cristiana, lo reforzó continuamente la atención prestada a los modelos de la prosa verdaderamente ática, como Demostenes y Platón, así como la prosa aticisante que escribieron Arístides, Libanio, Gre gorio Nacianceno, y otros de la Antigüedad tardía, y se expandió algo con la inclusión de palabras y frases de la poesía. Se le permitió a la pronunciación seguir un desarrollo natural, pero los escritores bizantinos, entre ellos Pselo, por ejemplo, trataron repetidamente de reafirmar los patrones léxicos y gramaticales del griego clásico para la escritura en el estilo alto. Y Ana Comnena "no gusta de registrar aún los nombres de los bárbaros, por miedo de que puedan manchar las páginas de su historia"23. Se esperaba que los escritores serios siguieran las convenciones de los géneros literarios clásicos y que salpicaran sus obras con alusiones a los clási cos griegos y a la Biblia. A consecuencia de la falta de cambios en el lenguaje for mal, es a veces imposible fechar una obra literaria bizantina, a menos que se tengan fuentes de referencia externas de ella o de su autor. El uso anacrónico del griego aticista para toda comunicación seria, incluyendo la composición de epístolas privadas, como el uso de lenguas formales en otras cul turas, agudizó la división entre los cultos y los incultos. Lo hizo posible la conti nuación de la gramática tradicional y la educación retórica, fomentada por la Iglesia, que derivaba su autoridad de las Escrituras griegas y de los escritos de los Padres,
22. Véase R. M. Dawki ns, "The Greek Language in the Byzantine Period", e n Baynes & Moss, Byzantium, pp. 252-67. 23. Ibid., p. 257.
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y que ansiaba conservar el conocimiento de su lenguaje. El extraordinario valor que se le daba a la lengua clásica y al estilo, que excedía al papel del latín en occidente, fue parte de una búsqueda de estabüidad cultural y de permanencia de cara a la destrucción mundo clásicolosy árabes a los peligros de turcos sociedades extranjeras, que com prendían losdel eslavos al norte, al sur, los al este, y varias hordas de "latinos" semibárbaros al oeste. Además, los requisitos de su uso ayudaron a ase gurar el poder político y social de aquellos que tenían acceso a la educación. Funciones de la retórica en Bizancio Una de las razones de que los estudios retóricos no cambiaran significativa mente a lo largo del periodo bizantino es que hubo pocos cambios significativos en la necesidad de la retórica, de sus funciones y sus formas tal como las perci bían los dirigentes de la sociedad. La retórica en la mayor parte de las culturas había sido a menudo un instrumento de conservación del orden establecido, más que de cambio. El conocimiento de la lengua y de las formas correctas era en Bizancio el prerrequisito para una carrera en la Iglesia y en el Estado, y las acti tudes adquiridas con ese conocimiento eran extremadamente conservadoras. En tal situación, y considerando el mayor interés de la Iglesia en la lengua que en el contenido de los clásicos, es fácil ver que el estilo sería el aspecto más importante de la retórica. El estudio de la teoría de la stasis mantuvo vivo el lado lógico de la materia hasta cierto punto, y los bizantinos estudiaron la lógica aristotélica sin llegar a desarrollar esta materia en la disciplina escolástica tan fundamental para losdeliberada estudiosos occidentales disposición reconocer la oscuridad como una virtuddeldemedievo. estilo, enSucontraste con a la insistencia de Aristóteles en la claridad, es uno de sus raros temas, paralelo al uso de la retórica para retardar, más que para facilitar, el cambio político y social. Pero incluso este concepto se derivaba del tratado sobre las ideas de Hermógenes y de la estética y de la exégesis de la Biblia de la Antigüedad tar día, en vez de ser enteramente nuevo, y tenía cierta contrapartida en el pensa miento de San Agustín y de otros escritores occidentales. El Imperio Bizantino tenía un senado y un sistema de Cortes, que en ambos casos descendían de las instirticiones del Imperio Romano, pero ni la oratoria judicial ni la deliberativa eran formas principales de discurso en oriente. La fun ción de los discursos públicos en Bizancio era presentar al público las decisio nes y fortalecer la lealtad a la Iglesia y al Estado a través del uso de formas epidícticas. El año eclesiástico presentaba, especialmente en Constantinopla, una 228
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serie de oportunidades para los sermones panegíricos, muchos de los cuales se han conservado, así como muchos de los discursos fúnebres sobre personajes famosos. Ambos tipos se modelaban fundamentalmente sobre las grandes obras de Gregorio Nacianceno, que se estudiaban como clásicas. Miles de homilías, literalmente, también se conservan, a menudo deudoras de Juan Crisóstomo, otro clásico para los bizantinos; algunas son altamente retóricas y otras están compuestas en la forma más sencilla de la antigua homilía. Se hicieron también colecciones de homilías. León el Sabio, emperador del año 886 al 912, parece 24 haber influido especialmente en la creación de estas colecciones . Fuera de las funciones específicas de la Iglesia, aunque no fuera de su influen cia, hay numerosos discursos epidícticos que se pronunciaron en ocasiones publi cas. El grupo más importante está formado por los encomios que del emperador y de los miembros de la familia imperial compusieron los oradores oficiales 25. Se con servan ejemplos de todos los periodos, entre ellos el encomio de Anastasio I hecho por Procopio de Gaza, los encomios de Pselo a la emperadora Teodora, a Constanino EX Monómaco, y a Miguel Vil Ducas, y los enc omios de Nicetas Coniates a Isaac II y Alexis III. Hay también encomios de los patriarcas, entre ellos el que hizo Eustacio a Miguel III (1170-78). Otras discursos epidícticos toman la forma de dis cursos fúnebres en honor de personajes ilustres, y monodias, o lamentos en prosa, como el de Pselo por Andrónico Ducas, hijo de Constantino X. La monodia era una forma clásica de la que se pueden encontrar modelos entre las obras de Arístides (por Esmirna después de un terremoto) y Libanio (por la muerte de Juliano el Após tata). Hay también prospbonéticos, o discursos de bienvenida oficial, propémpticos, o discursos de despedida, y genethlíacos, o discursos de cumpleaños, y otras muchas formas, la mayor parte de las cuales se describen en el manual de Menandro Rétor. Además de discursos reales, había discursos escritos dirigidos a perso najes influyentes en la tradición del ^4 Nicocles de Isócrates, y autobiografías retóricas, para las que el primer discurso de Libanio fue un modelo 26 . El estatismo de la retórica bizantina no significa que el periodo no sea importante en la historia de la retórica. Las escuelas de gramática y retórica
24. Véase Beck, Kirche und theologische Literatur, p. 546. Beck considera los sermones panegí ricos y las homilías de cada periodo. 25. Para una exposició n detallada, véase Hunger, Hochsprachlicheprofane Literatur, pp. 120-45. 26. Ibid., pp. 145-57.
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de Bizancio y las composiciones de los oradores bizantinos conservaron la retórica clásica como una tradición viva durante mil años. Gracias a los estu diosos y escribas bizantinos sobrevivieron los escritos y las ideas griegas para ser de llevados a Italiacultural, para su cuando estudio lae mayor imitación, y para un fac tor la tradición riqueza y laconvertirse motivaciónenhicieron posibles altos niveles de cultura en el Renacimiento, precisamente cuando por culpa de la conquista turca la civilización bizantina había acabado. Bizancio es una cápsula del tiempo en la que los maestros de retórica sellaron lo mejor del pasado tal como ellos lo veían, incluyendo las obras de Platón y Aristóte les. La Iglesia se hizo cómplice de esta conservación por interés en el status quo, aunque había cierto desagrado por el saber mundano, especialmente entre los monjes. La Iglesia Griega no amaba los clásicos, pero amaba la len gua del Nuevo Testamento y de los Padres de la Iglesia. El estudio de la retó rica se había convertido en uno de los caminos para el conocimiento de las Escrituras y de la literatura patrística. La última figura importante en la retórica bizantina fue Jorge de Trebisonda. Nacido en Creta en 1395 y educado en la retórica griega, llegó a Italia en 1416 y trajo con él la tradición de Hermógenes, desconocida en occidente. Combinando este conocimiento con la tradición ciceroniana de occidente, en 1424 publicó, en latín, el primer tratado completo de retórica del Renaci miento, Rhetoricorum Libri V, o Retórica en cinco libros. Obra que se difun dió más ampliamente, ya más entrado el XV cuando se introdujo la imprenta. Desde este momento clave, las historias de la retórica europea oriental y occi dental empezaron a converger.
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CAPÍTULO IX
LA RETÓRICA LATINA EN LA EDAD MEDIA
Aunque el estudio de la retórica sobrevivió triunfantemente a la victoria del cristianismo sobre el paganismo tanto en occidente como en oriente, casi sucumbió al colapso de su medio ambiente nativo a medida que las ciudades del Imperio se iban destruyendo o despoblando al enfrentarse con el ataque bárbaro que comenzó a principios del siglo V. Con el fin de las vidas cívica y económica ordenadas, no sólo desapareció el apoyo público a la educación, sino que declinaron las razones para que existiera una educación retórica en su forma tradicional. Se mantuvieron pocos consejos en los que un orador pudiese hablar, y los procedimientos legales se alteraron; de otra parte, los reyes bárbaros adquirieron con facilidad un gusto por la alabanza en prosa o verso latino, aun cuando no entendieran lo que se decía. La pobreza, el miedo, y las deficientes comunicaciones se hicieron endémicos; se destruye ron las bibliotecas; los libros se deterioraron y no se volvieron a copiar; y el conocimiento del griego se fue desvaneciendo a lo largo de occidente. Pero la retórica clásica no murió. Probablemente, se podían encontrar unos pocos maestros particulares de gramática y retórica la mayor parte de las veces en las ciudades de Italia y de la Galia. A mediados del siglo VI Casiodoro intro dujo las artes liberales en las escuelas monásticas. La prosa y la poesía de los siglos VI y VII muestran algún conocimiento de la retórica clásica, y brindan ocasiones para el discurso persuasivo. Para el siglo VIII, los primeros destellos de una nueva vida cívica aparecieron en Italia: Venecia en la relativa seguridad de su laguna, había comenzado a elegir a sus dogos y a controlar sus propios asuntos. En los IX y X, Pisa, Pavía, Bolonia, y otras convirtieron en siglos importantes centros comerciales, y para el ciudades siglo XI italianas el movise miento comunal había creado asambleas, consejos, y tribunales con un sistema jurídico en much as municipalidades italianas. Fue en este escenario, no total-
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mente diferente del de las ciudades-estado de la Antigüedad, donde la retórica reemergió como una materia práctica de estudio en las escuelas italianas y en la Universidad de Bolonia en el periodo entre los siglos XI y XIV. Al norte de los Alpes, en los siglos IX y X la época caronlingia trajo a la Europa occidental el primero de varios "renacimientos" que encontraron un lugar para la retórica en las escuelas sobre la base de la necesidad de administradores, maes tros, y clérigos letrados. Aunque el progreso no fue en absoluto continuo, la res tauración de la educación en la época carolingia eventualmente dirigió las escuelas catedralicias de los siglos XI y XII, en las que la retórica era una disci plina regular dentro del marco del estudio de las artes liberales. La retórica encon tró aplicación en la litigación, en la disputación religiosa, en la composición de epístolas oficiales, en la predicación, y en la poesía. El De Inventione y la Rhetorica adHerennium fueron objeto de nue vos comentarios en este peri odo, y hu bo un renaciente interés en las otras obras de Cicerón y en la de Quintiliano. Con el desarrollo de las universidades en el siglo XII, la dialéctica vino a dominar la edu cación superior, especialmente en París y Oxford, y la retórica se estudió princi palmente como aneja a aquella. La obra de Boecio sobre los tópicos reemplazó a los escritos de Cicerón como autoridad favorita para la retórica, y los nuevos manuales de predicación se compusieron con énfasis en el desarrollo temático de los argumentos. El siglo XIII, momento en el que la filosofía escolástica alcanzó el apogeo de su popularidad, fue en cierto sentido el punto bajo de la retórica clásica en muchas partes de Europa, a pesar de la recuperación de la Retórica de Aristóteles en su traducción latina de aquel momento. El siglo XIV, sin embargo, vio un estudio renacido de Cicerón, no sólo en las ciudades italianas, sino en Francia e Inglaterra, mostrado otra vez en los nuevos comentarios sobre las auto ridades tradicionales, De Inventione y laRhetonca ad Herennium 1.
1. Las obras más importante s para el estudio de la retóri ca occidental de la Edad media son C.S . Baldwin, Medieval Rhetoric; Bolgar, Classical Heritage y "The Teaching of Rhetoric in the Middle Ages", en Vickers, ed., Rhetoric Revalued, pp. 79-86; Copeland, Rhetoric, Hermeneutics, and Translation; Curtius, EurOpean Literature and the Latin Middle Ages; Haarhoff,Schools ofGaul; Laistner, Intellecual Heri tage y Thought and Letters; McKeon, "Rhetoric in the Middle Ages"; Milleret al,, eds. Readings in Medieval Rhetoric; Murphy, Rhetoric in the Middle Ages; Paetow, "Arts Course at Medieval Universities"; F.J. Raby, A History of Secular Latin Poetry in the Middle Ages, 2 vols. Oxford, Clarendon Press, 1957; Rand, Founders of the Middle Ages; Reynolds, Medieval Readings; Riché, Education and Culture; Taylor, Medieval Mind; y Ward, Ciceronian Rhetoric. Ver también los relevantes artículos, con bibliografía, de The Dictionaiy of the Middle Ages, 13 vols., ed. Joseph R.Strayer, New York, Scribners, 1982.
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Marciano Cápela El programa medieval de siete artes liberales se remonta a la enkykliospaideia: la educación completa de la Grecia clásica, que estaba incluida en la amplia for 2
mación de artes algunos Cicerón . En emb arg o,cultural las siete eran romanos un ide al como que estaba en la me nte ladeAntigüedad, los filósofos,sino un programa de lecturas y estudio para adultos ociosos (liben), no una serie de niveles de estudio escolar, que es en lo que se convirtieron a fines del medievo. La gramática y la retórica eran las dos etapas de la educación en la Antigüedad, sufragadas ambas durante el Imperio Romano con fondos públicos en las ciuda des, cualquiera que fuese su tamaño; pero la dialéctica, la tercera arte del trivium (como se vinieron a denominar los estudios verbales), era una introducción a la filosofía, que sólo unos pocos emprendían. Para aprender las artes cuantitativas que se convirtieron en el quadrivium medieval -aritmética, geometría, astrono mía, y teoría musical- se habría requerido un estudio independiente. En los siglos II y I antes de Cristo, los prácticos romanos comenzaron a com pilar exposiciones sobre la erudición griega y a crear las primeras "enciclope dias". Catón el Viejo compuso una para su hijo, con secciones sobre medicina, agricultura, retórica, y quizá otras materias. Varrón, contemporáneo de Cicerón, escribió una enciclopedia sobre las nueve artes liberales, que incluía no sólo la gramática, la dialéctica, la retórica, la geometría, la aritmética, la astronomía, y la música, sino también secciones sobre medicina y arquitectura. En el siglo I de nuestra era Celso compuso otra enciclopedia. Todos estos textos se han per dido excepto la sección sobre medicina de la obra de Celso. La primera enci clopedia que se conserva es la obra de Marciano Cápela, escrita en Cartago entre 410 y 439, y por tanto contemporánea del De Doctrina Christiana de Agustín. El contenido procede de las fuentes usuales. En el caso del tratamiento de la retórica, contenida en el libro quinto, su principal fuente es el De Inventione de Cicerón, al que se le añade una exposición de las figuras de la elocu ción basada en el manual de Aquila Romano y algún otro material. Los lectores modernos han reaccionado frecuentemente con disgusto ante la obra de Marciano Cápela, pero las mismas características que la hacen menos atractiva hoy, contribuyeron a su popularidad en la Edad Media. El título es Sobre las bodas de Filología y Mercurio, y los libros primero y segundo son una fantás-
2. Sobre la historia de las artes liberales, véa se Kimball, Orators & Pbilosophers, pp. 13-42.
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tica y pesada alegoría en que la Sátira cuenta a Marciano cómo Mercurio deseaba una esposa, y siguiendo el consejo de Apolo, decidió casarse con Filología 3. Se introducen toda clase de figuras divinas y alegóricas, las más importantes de las cuales son nueve doncellas que son personificación de las siete artes liberales. En los libros que siguen, cada una de las doncellas presenta su disciplina: gramática, dialéctica, retórica, geometría, aritmética, astronomía, y música, en este orden. Existían dos tradiciones sobre el orden de los estudios en el triviurn. En las escue las de la Antigüedad, la retórica ordinariamente seguía a la gramática y precedía a cualquier estudio de la dialéctica, y ese orden es el seguido por Casiodoro y otros; Marciano, sin embargo, sigue a Varrón al hacer que la dialéctica sea puente entre la gramática y la retórica. Boecio y sus seguidores también tratan la retórica en ter cer lugar, lo que refleja una visión filosófica de que el conocimiento se descubre en primer lugar a través de la dialéctica, y luego se expresa a través de la retórica. Las partes técnicas de la obra de Marciano están escritas en un estilo sen cillo, aunque pedante, pero las partes alegóricas están en el latín altamente artificial y oscuro que se tenía por elocuencia en la Antigüedad tardía. Parece que a los lectores medievales les encantaba la alegoría, excusaban por ello su paganismo, y se deleitaban en tratar de penetrar la oscuridad. Los libros téc nicos les atraían por su superficialidad: el tratamiento de las artes era conciso, autorizado, y memorizable. En cualquier caso, la popularidad de la obra es indudable: al menos se conservan 243 manuscritos en bibliotecas europeas. Un porcentaje significativo de éstos viene de los siglos IX y X, la época Carolingia, cuando el triviurn y el quadrivium come nza ron a emerger y se escri bieron comentarios sobre la enciclopedia de Marciano. La influencia de Marciano ayudó a convertir la retórica en una parte de las artes liberales medievales, aunque parte menor. El objetivo de la educación clásica era principalmente formar ciudadanos eficientes; Marciano muestra poca consciencia de ello. Su objetivo parece a menudo el de demostrar su erudición personal; pero si se pudiera imaginar un producto de los estudios que describe, éste sería el producto de un filósofo aficionado. A juzgar por las
3. Detallado estudio de Stahl et al, Maiiianus Capella, vol. 1; traducción al inglés en el vol. 2. [Existe una traducción al castellano de Pedro Rafael Díaz y Díaz, "Marciano Cápela: 'Libro V: La retó rica' (Traducción y notas)", Florentia Iliberritana. Revista de estudios de Antigüedad clásica 2 (1991), pp . 117-1591.
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referencias que a él se hacen, el libro de Marciano sobre la retórica fue una de las partes menos populares de su obra. Afortunadamente, dejó claro a dónde se podía dirigir el lector para encontrar un tratamiento más autorizado, a saber, a Cicerón, a quien menciona con el más alto elogio. Casiodoro Marciano era pagano, y su autoridad no hubiera asegurado la superviven cia del estudio formal de la retórica en la Edad Media, si sus plantemientos no hubieran sido retomados por Casiodoro cien años más tarde. Aun la gran autoridad de Agustín, probablemente no habría sido suficiente para asegurar un lugar para la retórica en la formación religiosa, si Casiodoro no hubiera creado un sistema de mínimas exigencias intelectuales y que se hubiera impuesto mediante la disciplina de la vida monástica. Nacido en la Italia Meridional alrededor de 480, Casiodoro había recibido una buena educación y ejerció altos cargos en la Rávena de los reyes ostrogodos, al mismo tiempo que Boecio. Pero después de las victorias del griego Belisario, se retiró a un monasterio que él mismo había fundado en el extremo más suroccidental de la Península Itálica. Esta institución fue notable por el énfasis que ponía en la conservación de los textos, tanto cristianos como seculares, y en la educa ción de sus monjes. Además de recoger, editar, copiar, y comentar los textos, Institutiones DiviCasiodoro compuso, alrededor del año 551, una obra llamada narum etHumanarum Lectionum, o Introducción a las lecciones divinas y huma
nad. Se convirtió en una obra básica de referencia y en manual educativo durante siglos, e encontró en casi todas las biblioteca medievales. Casiodoro habla a sus monjes sobre la importancia de los estudios seculares de la siguiente manera: Podemos comprender mucho en la literatura sagrada, tanto como en los intérpretes más eruditos, a través de las figuras de elocución, mucho a través de las definiciones, mucho a través de la dialéctica, mucho a través de la cien cia aritmética, mucho a través de la música, mucho a través de la ciencia de la geometría, mucho a través de la astronomía; por eso no es influctuoso tocar brevemente en el libro que sigue los elementos de la instrucción sentados por los maestros seculares, es decir, las artes y las ciencias, junto con sus divisio-
4. Jones , ed. y trad., Introduction to Divine and Human Readings. La siguiente cita [en el texto srcinal] viene de Jones, p. 127.
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nes, para que aquellos que hayan adquirido conocimientos de esta suerte pue dan tener un breve resumen, y para que aquellos que quizá no hayan podido hacer extensas lecturas, puedan aprender algo en el examen compendioso. Sin ninguna duda, el conocimiento de estas materias, tal como opinaban nues tros Padres, es útil y no se debe evitar, ya que se encuentra esparcido por todas partes en la literatura sagrada, como lo estaba en el srcen de la perfecta sabiduría universal. Cuando estas materias hayan sido restauradas para la lite ratura sagrada y enseñadas en conexión con ella, nuestra capacidad de enten der mejorará en todos los aspectos. (Institutiones 2.27 1) Claramente, muchos de los monjes de Casiodoro tenían poca o ninguna formación en materias tales como la gramática o la retórica, mientras que él mismo consideraba que el tener algún conocimiento de ellas era esencial para el entendimiento de las Escrituras. La clase de conocimiento que debía espe rarse, sin embargo, era muy limitada. En el libro segundo, después de un corto capítulo sobre la gramática basado en la obra de Donato, pasa a la retórica, que no se trata en mayor detalle (2.2.1-17). Las fuentes citadas son el De Inventione y el De Oratore de Cicerón, Quintil iano, A gustín, Marciano, y dos de los Retóricos Latinos Menores: Fortunaciano y Victorino. Aunque Casiodoro había mencionado con anterioridad las figuras de la elocución como un tema común a la gramática y a la retórica (2.1.2), su estudio de la retórica está principal mente dedicado a resumir la teoría de la stásis y de la argumentación. Así se destaca su lado lógico, pero no hace nada para ilustrar cómo se puede aplicar este conocimiento al estudio de las Escrituras, o a la enseñanza del cristia nismo. La aridez del examen de la retórica en todas las enciclopedias de la alta Edad Media se comprueba en el fracaso para adaptar su teoría a los usos más comunes de su época: la predicación, los panegíricos dirigidos a los gober nantes, y la composición poética. Su interés estaba en la conservación de alguna memoria de la retórica tal como se había enseñado y usado antes. Boecio Se mencionó a Boecio en el Capítulo IV como una importante figura en la transmisión de la retórica filosófica a la Edad Media, pero su sistema retórico merece más atención aquí, tanto por sus cualidades intrínsecas, como porque se convirtió en la autoridad entre los maestros escolásticos de la baja Edad Media. Boecio nació en el 480, el mismo año que Casiodoro, de una noble familia romana, y, como Casiodoro, había desempeñado un alto cargo bajo Teodorico, 236
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rey ostrogodo de la Italia septentrional, pronunciando panegíricos en la corte y hablando en lo que pasaba por ser un senado. En el año 522 fue acusado de conspirar contra el rey a favor del emperador oriental, fue puesto en prisión, y ejecutado en el 524. En la Consolación de la Filosofía, escrita en una combinación de prosa y poesía, imagina elocuentemente la visita que le hace la Filosofía mien tras está en prisión y la consolación que le ofrece. Los oradores clásicos habían alardeado de poder doblar el corazón más tenaz, pero Boecio aquí no dirige su elocuencia a Teodorico o a sus amigos de la corte, como había hecho Séneca el Joven, cuando fue exiliado quinientos años antes. Como Sócrates en el Fedón, se prepara para la muerte. Como muchos otros en la Antigüedad tardía, se vuelve de la vida civil a la contemplación de la vida eterna. Hemos visto que su amigo Casiodoro se retiró de la vida pública a la monástica, y que Gregorio el Grande, cincuenta años más tarde, también dejó su cargo en Roma por el claustro. Boecio fue uno de los últimos romanos que conocieron bien el griego y que tenían acceso a una biblioteca de literatura filosófica griega. Sus intro ducciones, traducciones, y comentarios fueron la fuente del conocimiento de la lógica aristotélica, incluidos los tópicos, a lo largo de la Edad Media. Su obra sobre retórica más importante es el libro cuarto de De Topicis Differentiis 5, Sobre las Diferencias de los tópicos, siendo un título que podría traducirse por las differentiae la bas e de la categ oriza ción en l as divisiones lógicas de un a cuestión. Los tres primeros libros de esta obra consideran los tópicos dialéc ticos; el libro cuarto extiende la consideración a la retórica. Las fuentes prin cipales son la Tópica de Aristóteles, y el Delnventione y la Tópica de Cicerón, y una obra sobre los tópicos del filósofo sofista griego tardío Temistio. El obje tivo de Boecio es identificar el lugar de la retórica dentro de una teoría del conocimiento, distinguirla de la dialéctica, y catalogar los tópicos retóricos. El resultado es un examen teórico de interés filosófico más que un manual prác tico. Afirma (1206c 26) que no hay una "tradición de los autores antiguos sobre este tema", pero eso no es totalmente cierto. Aparentemente descono-
5. Traducci ón y estudi o de Stump, Boethius' De Topics Differentiis, Ithaca, Cornell University Press, 1978. Stump también ha publicado una traducción del comentario de Boecio In Ciceronis Tópica, Ithaca, Cornell University Press, 1988. La Speculatio sobre el conocimiento de la retórica de Boecio es una corta versión de De Topicis Differentiis, vol, 4; traducc ión en Miller et al, eds., Readings in Medieval Rhetoric, pp. 69-76. Véase además Michael C Leff, "Boethius' De Differentiis Topi cis, Book IV", en Murphy, ed., Medieval Eloquence, pp. 3-24, con una exte nsa bibliografía.
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cía la Retórica de Aristóteles y los prolegomena comp uest os por los griegos a manera de introducción a la retórica de Hermógenes, pero podía haber encontrado un examen del tema en la Institutio de Quintiliano. Boecio distingue la dialéctica de la retórica en varios aspectos. La dialéctica examina sólo una tesis general; la retórica investiga las hipótesis que implican cir cunstancias particulares. La dialéctica se restringe a preguntas y a respuestas; la retórica construye un discurso continuo. La dialéctica usa silogismos completos; la retórica se contenta con entimemas en los que se omite una proposición. En la dialéctica, una persona propone una tesis, y otra, el que interroga, juzga el argumento; en la retórica el juez es alguien distinto del oponente. La descripción de Boecio de un entimema como silogismo truncado ayudó a convertirlo en la visión general en épocas posteriores. Su fallo para diferenciar la retórica de la dia léctica, limitada al argumento lógico, sobre la base de que el uso del éthos y del
pathos la per suas ión retórica, es sobre una eno rm e fragilidad, serias implicacio nes paraenconsideraciones posteriores la invención. Esto co es notro signo de su falta de conocimiento de la Retórica de Aristóteles, o de su desinterés por obras latinas tan fundamentales como el De Oratore de Cicerón y el tratado de Quinti liano. Fue quizá una inadvertencia, ya que más adelante (1208c 6-8) define la fina lidad de la retórica como el enseñar y conmover, y uno de los pocos ejemplos que cita del uso de un tópico, es el argumento de que Catilina conspiró contra el Estado porque era una persona marcada por la bajeza de los vicios (121b 11). No hay un reconocimiento, sin embargo, del carácter y autoridad del orador como características importantes de la retórica y no de la dialéctica, o de que las emo ciones pueden ser movidas con otros medios distintos del argumento. La visión que tiene Boecio de la retórica se resume en el siguiente párrafo: El genus de la retórica es el conocimiento. Hay tres species de retórica: judicial, epidíctica, y deliberativa. La materia es la cuestión política, que se denomina "caso". Laspanes de esta materia son las cuestiones (por ejem plo, las formas de stáseis). Las partes de la retórica son la invención, la dis posición, el estilo, la memoria, y la elocución. Su instrumento es el discurso. Las partes del instrumento son el exordium, la narración, la división, la con firmación, la refutación, y la peroración. Su trabajo es enseñar y conmover. El que realiza este trabajo (esto es, el agenté) es el orador. Su función, (o fin) es hablar bien, algunas veces persuadir. (1211b 18-28) Esta última puntualización había sido explicada antes (1208c 22-33): Boe cio distingue entre un fin interno, "en el orador", de haber hablado bien, y un
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fin externo, "en el otro", como haber persuadido a un auditorio. Gran parte del resto del libro se dedica a la explicación de los tópicos útiles en varias for mas de stásis. La consideración de Boecio, aunque breve, es bellamente sis temática. No es sorprendente que atrajera a los escolásticos de París en el siglo XIII, cuando la obra se convirtió en el texto básico de retórica. Isidoro La cuarta figura que contribuyó a la pervivencia de parte del conocimiento de la retórica clásica en la alta Edad Media fue Isidoro de Sevilla (circa 570Orígenes, o Etimologiae, que, como 636). Fue el autor de una vasta obra titulada las obras de Marciano y de Casiodoro, se usó como una enciclopedia de la eru dición antigua a lo largo de los siglos sigLiientes. Esboza el trivium y el quadrivium en los tres primeros libros. La bre ve exp osici ón de la retórica (2.1 -22) 6 se basa en la de Casiodoro y es en realidad una serie de recortes de varios temas con poca organización. Los capítulos más largos se dedican a la teoría de la stásis, al silogismo, y a las figuras de elocución y de pensamiento. Se inserta un capítulo sobre la ley entre el apartado dedicado al silogismo y el dedicado al estilo, lo que implica que Isidoro pensaba que la inventio retóri ca era útil en los tribunales de su época. Quizá Isidoro escribía principalmente para la edu cación del episcopado español, que se veía implicado, en mayor grado que en 7 otros lugares, en la toma de decisiones legales y políticas . Aplicaciones de la retórica en la alta Edad Media La retórica clásica, tal como se entendía en la alta Edad Media, encontró una limitada aplicación práctica en varias formas orales y escritas. Gran parte de la predicación era entonces sencilla, pero en los principales centros eclesiásticos y políticos había necesidad de que el predicador demostrase tener conoci mientos de teología, exégesis bíblica, y quizá de alguna habilidad retórica. El Segundo Concilio de Vaison en el año 529 extendió el derecho de hablar en público de los obispos a los sacerdotes y, en carencia de sacerdote, un diácono
6. Traduc ción al inglés de la sección d e la obra de Isid oro dedic ada a la retórica en Miller et al, eds., Readings in MedievalRbetoiic, pp. 79-95. Para un estudio véase Fontaine, Isidore de Séville. [Tra ducción española medieval de hacia el siglo XTV; editada por Joaquín González Cuenca, Las etimolo gías de San Isidoro Romanceadas, Salamanca-León, Universidad de Salamanca, 198 3, 2 vols. También traducción moderna en la BAC] 7. Véase Ward, Ciceronian Rhetoric, pp. 84-85.
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podía leer una homilía de los Padres. El tratado de San AgustínDe Doctrina Christiana fue una obra fundamental para establecer una tradición de predica ción homilética, pero su influencia no fue grande antes del periodo carolingio. Obra más ampliamente leída, pero que contribuyó a reducir el papel y la influencia de la retórica, fue laCura Pastoralis, o Cuidado Pastoral, de Grego rio el Grande (papa de 590 a 604). Se convirtió en un manual básico en la administración eclesiástica. Aunque Gregorio subraya la importancia de predi car y de adaptar un sermón a la congregación, restringe sus comentarios al con tenido de los sermones y nada dice de sus cualidades retóricas 8. Gregorio había ejercido un alto cargo en Roma, había servido como embajador en Constantinopla, había jugado un papel político como Papa, y había alentado la actividad misionera. Él mismo escribía en un latín altamente retórico, pero su actitud hacia la literatura clásica era negativa, tal como se puede apreciar en una cele brada en la que reprende al Obispo Desiderio por enseñar gramática y poesíaepístola {Epístolas 11.54). Antes del periodo carolingio, la retórica se estudiaba con unos pocos maes tros particulares y en algunas escuelas monásticas, abiertas al público pero des tinadas principalmente a la enseñanza de aquellos que iban a entrar a la iglesia. La consideración de la teoría de la stásis y las formas de argumento, como el silogismo, se superponían a la dialéctica y podían servir como introducción a la disputación teológica para aquellos que participaban en esa actividad. Las defi niciones de la retórica dada por las enciclopedias y por Boecio la asocian con la vida civil, y especialmente con los procedimientos legales, que principal mente tomaban la forma de vistas de una causa ante un oficial civil o eclesiás tico, ocasiones en las que el juez y el peticionario necesitaban tener algún conocimiento de la ley, del hablar en público, y de la argumentación. La mejor imagen de los usos prácticos de la retórica judicial en el siglo VI, así como de los peligros y trastornos en ambas partes, puede encontrarse en la Historia de los Francos de Gregorio de Tours, terminada en 5949. Para citar un ejemplo, Gregorio ofrece una completa narración del juicio de Pretextato, obispo de Rouen, ante un tribunal eclesiástico. Aunque no se permitían largas alocucio nes, son evidentes la aplicación de la teoría de la stásis y las formas retóricas
8. Véase Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 292-97. 9. Tradu cción de Ernest Brehaut, History ofthe Franks by Gregory, Bishop o/Tours, New York, Norton, 1969, y de Lewis Thorpe, A History ofthe Franks, New York, Viking Penguin, 1976.
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de argumentación 10 . Otra aplicación de la retórica se plasmaba en los discursos de los embajadores enviados entre los reyes que guerreaban, y entre los oficiales de la Iglesia. Nuestro conocimiento del discurso público en la alta Edad Media es bastante limitado; es probable que hubiera más ocasiones para él que lo que puede ser docu mentado en las fuentes conservadas. Es, sin embargo, significativo que desde finales del siglo V hasta el comienzo del Renacimiento, nadie, en la Europa Occidental, a dife rencia de la situación en Oriente, pareciera haber adquirido fama como orador civil. Los progymnasmata, ejercicios sistemáticos de comp osic ión, se con ocí an en occidente en la alta Edad Media. Algunos maestros podrían haberlos conocido a través del segundo libro de la Institutio Oratoria de Quintiliano. El manual de progymnasmata atribuido a Her móg ene s fue tradu cido al latín por el gramático Prisciano alrededor del año 500; se dice que se encontró con otras obras de Pris11 ciano en numerosos manuscritos y, así, habría sido ampliamente usado . Des chnas, cribe cómo escribir fábulas, narraciones, encomios, comparaciones, personificaciones, y otros tipos de composición; y los escritores de la alta Edad Media estaban familiarizados con estas formas. Se conocen fábulas de esta clase atribuidas a Esopo por las tempranas compilaciones latinas de Babrio y de Fedro, y la lectura y composición de fábulas en prosa y en poesía era popular a lo largo de la Edad Media. Los ejercicios de la narración y la personificación habrían sido útiles en la formación de un historiador como Gregorio de Tours, y el ejercicio de encomio para la poesía de alabanza, se encuentra en todos los periodos. La poesía latina en la Antigüedad tardía aplicó un exhaustivo conocimiento de retó rica y explotó los géneros retóricos en la composición de la poesía panegírica y en los principios de disposición y estilo en todas las formas de composición. A lo largo de la Edad Media, la poesía siguió siendo campo principal para la retó rica. Entre los importantes poetas retóricos cuyas obras se han conservado están Ausonio y Claudiano en el siglo IV y Sidono Apolinar en el V. Esta tradición con tinuó aún en los días más oscuros que siguieron. El mejor ejemplo de fines del siglo VI y de comienzos del VII es Venancio Fortunato, que en la corte de los 12 reyes merovingios compuso poesía panegírica con notable habilidad .
10. Estudi o de George Kennedy, "Forms and Functions of Latín Speech", Medieval and Renaissance Studies, ed. G. M. Masters, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1984, 10, pp . 45-73. 11. Hay una traducció n de los Ejercicios Preliminares de Prisciano en Miller et al, eds., Readings in MedievalRbetoric, pp. 52-68; sobre su com ún uso , véas e D. L. Clark, "Rhetoric and Literature in the English Middle Ages", Quarterly Journal of Speech Communication 45 (1959), p. 24, y Ward, Ciceronian Rhetoric, p. 79. 12. Véase Judit h W. George, Venantius Fortunatus, Oxford, Clarendon Press, 1992.
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Beda El papel de la Retórica en Gran Bretaña durante los siglos VII y VIII se puede vislumbrar en los escritos de Beda el Venerable (673-735). Sus homi lías muestran cómo aplicaba su conocimiento de la retórica a la predicación, pero la única de sus obras que trata directamente de la retórica es un pequeño libro titulado Sobre los tropos y figuras15. Estaba des tin ado a ayu dar a los lec tores de la Biblia a identificar estos recursos, y las ilustraciones son entera mente bíblicas. Las fuentes de Beda eran Donato y Casiodoro. Historia eclesiás Más interesantes son las referencias al discurso en la gran 14 tica del pueblo británico de Beda . La predicación misionera se ve en la des cripción que hace Beda de la llegada a Gran Bretaña en 597 del monje Agustín, que llegó a ser arzobispo de Canterbury. El rey pagano Ethelberto concedió una audiencia al misionero en una isla, en un descampado (1.25), y Beda describe vivamente cómocantaban Agustín letanías y sus acompañantes con el rey, mientras precedidos de avanzaban una cruz depara plataencontrarse y de una ima gen pintada de Cristo. Todos entonces se sentaron, y Agustín predicó "la pala bra de la vida" al rey y a su familia. Aparentemente, Beda no contaba con fuentes de lo que Agustín dijo, aunque cita la respuesta en la que el rey se niega a aban donar las tradiciones de su pueblo, pero concede a Agustín lo necesario para la subsistencia y la libertad de predicar. Beda describe las actividades misioneras que Wilfredo llevó a cabo más tarde en Frisia (5.19). Se puede encontrar alguna información adicional más sobre la predicación misionera de esta época, en el norte, en las vidas de santos y en epístolas, como las de Bonifacio. Parece claro que la retórica similar ya ala medios de los externos primitivosdecristianos, la apelación a laeraautoridad persuasión.con dependencia de Los sínodos de la Iglesia ofrecían ocasión para el debate, como el de Whitby en 664 en el que el Obispo de los escoceses, Colman, contendió con el mismo Wilfredo, defensor del Obispo de los sajones occidentales Agilberto, sobre la ver dadera fecha de la Pascua, teniendo al Rey Osway como juez. Beda da una ver sión de los discursos d e amba s parte s (3-25), y se pue de ver qu e Wilfredo en particular poseía considerable habilidad en la argumentación. El rey reduce la
13. Traducc ión en Miller et al., eds., Readings in MedievalRbetoric, pp . 96-122. Sobre su influen cia posterior, véase Verónica Fraser, "The influence of the Venerable Bede on the Fourteenth-Century Occitan Treatise Las Leys d'Amors", Rhetorica 11 (1993), pp . 51-61. 14. Bertram Colgrace y R. A. B. Mynors, eds. y trad., Bede's Ecclesiastical Histoty of the English People, Oxford, Clarendon Press, 1969.
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cuestión al tema de si San Columbano, que había traído el cristianismo a Esco cia, tenía alguna autoridad especial en su fecha para la Pascua, que se pudiera comparar con la de San Pedro, que Wilfredo había invocado. El obispo Colman tuvo que admitir que no tenía, y el rey declaró que Wilfredo había prevalecido y ordenó a la Iglesia que observara la fecha ortodoxa para la Pascua. Beda mismo nunca parece darle un alto valor a la elocuencia. Como cristiano, indudablemente confiaba en el poder del espíritu para creer en la verdad. Valo raba, sin embargo, la educación, en la que había incluido las artes liberales y alguna literatura profana. Por ejemplo, describe cómo (4.2) Teodoro, primer arzobispo aceptado por toda la Iglesia inglesa en el año 669, fomentaba las artes liberales, y cómo él mismo como abad en Jarrow desempeñó un papel princi pal en los esfuerzos educativos en Northumberland. El estudio de la retórica declinó, sin embargo, en Gran Bretaña durante los siguientes doscientos años, quizá en parte por la austera influencia de los monjes benedictinos
15 .
La época carolingía El mapa político de Europa cambió a fines del siglo VIII por las conquistas militares en Francia, Alemania, e Italia del rey franco conocido en la historia como Carlomagno, que llegó a ser coronado en Roma como el primer "Emperador Sacro Romano" el día de Navidad del 800. No pudo revocar la descentralización del gobierno, pero sí controló el poder de los nobles, mantuvo un grado de cum plimiento de las leyes, elevó el nivel de vida, y mejoró la educación. Como resul tado, los siglos EX y X en Francia y Alemania c onoc ier on un modesto renacimiento cultural después de la Edad Oscura en arte, educación, y literatura. Muchos de los mejores manuscritos de los clásicos latinos que se conservan se copiaron en este periodo, usando la nueva letra minúscula, fácilmente legible; y aparecieron nuevos escritos sobre retórica que continuaron basándose en los clá sicos, pero que comenzaron a adaptar la tradición a las necesidades de la época.
Menino En 781, Carlomagno invitó a Alcuino, Albino en latín {circa 732-804), para que se hiciera cargo de la Escuela Palatina en Aachen (Aquisgrán), Alemania. Alcuino
15. Véase Luke M. Reinsma, "Rhetoric in England: The Age of Aelfric, 970-1021", tion Monographs 44 (1977), pp. 388-403.
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se había formado en Gran Bretaña con el sucesor de Beda, y llevaba consigo la tradición de erudición antigua que había languidecido en el continente. No sólo enseñó a muchos miembros de la corte de Carlomagno, sino que parece haber contribuido al De Litteris Colendis, el decreto del Emperador que alentaba la edu cación verbal, publicado alrededor de 79516. El objetivo del decreto era alentar a las iglesias y monasterios a ofrecer instrucción en gramática y retórica para que sus miembros pudieran alcanzar una completa capacidad para leer y entender la escritura sagrada. Aun entre los eclesiásticos, el nivel de alfabetización era bajo; un clérigo alfabetizado era ciertamente una meta importante para el futuro, pero a Carlomagno le preocupaba sin duda la educación de los futuros funcionarios de la administración imperial El fin principal era la enseñanza de la gramática, pero el decreto menciona "figuras, tropos, y otras cosas como ellas, comúnmente encontradas en las sagradas escrituras". Aunque no se hicieron provisiones ofi ciales para el cumplimiento del decreto, éste contribuyó a mejorar las oportuni dades educativas que ofrecía la Iglesia. Llegado el momento, las escuelas monásticas como la de Bec, en Normandía, y Bobbio, en Italia, y escuelas cate dralicias como las de Chartres y Reims, en Francia, se convirtieron en importan tes instituciones educativas. Aunque la retórica no recobró su antigua influencia, tuvo una posición fija como nexo entre la gramática y la dialéctica, que las con trovertidas necesidades de la Iglesia elevaron gradualmente al de la más impor tante de las artes liberales en el periodo medieval posterior. Hacia el final de su vida, Alcuino escribió suDisputación sobre la retórica y sobre las virtudes en forma de un diálogo entre Carlomagno y él mismo17. Aun que poco leída en los siglos siguientes, esta obra es importante como primer intento de considerar los usos seculares de la retórica en la Edad Media. En las páginas iniciales Carlomagno señala que la fuerza del arte de la retórica se simenta enteramente en que trata de cuestiones civiles. Él mismo participa de tales asuntos a diario y por ello le gustaría que Alcuino le abriese "las puertas del arte retórica de la sutileza dialéctica". En lo que sigue, Carlomagno hace bre ves preguntas que Alcuino responde, con acuerdo del rey, y algunas veces con su comentario. Aunque probablemente el diálogo nunca tuvo lugar en tal forma, es posible que Alcuino hubiese examinado con Carlomagno la necesidad de la
16. Véase Luitpold Wallach, "Charlemagn e's De Litteris Colendis and Alcuin: A Diplomatic-Historical Study", Speculum 26 (1951, pp. 288-305. 17. Wilbur S. Howell, trad., The Rbetoric of Cbarlemagne and Alcuin, Princeton, Princeton Un iversity Press, 1941.
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enseñanza de la retórica, y sabría que contaba con la aprobación real. La utili dad práctica de la materia se menciona de nuevo al final de la sección tercera; y Alcuino adaptó, en algunos puntos, específicamente la retórica judicial de la 18
Antigüedad las esfuerzo circunstancias contemporáneas . Es posible, sin embargo, la obra comoa un de Alcuino para animar a Carlomagno a recrear un sis leer tema de procedimientos legales similar al de la época romana. Aunque se hace la distinción entre tres clases de oratoria (5), el estudio de hecho se limita a la retórica judicial. No se menciona que la retórica tuviera aplicación a la predica ción, a la composición de epístolas, o a la composición poética. El diálogo ofrece una breve sistematización de la inventio retórica derivada del De Inventione de Cicerón, comp leme ntad a con material extraído del manual de Julio Víctor para los temas que Cicerón no trata. En contraste con Boecio, Alcuino subraya la función del carácter y de la autoridad en la persuasión (véase, por ejemplo, 26). Se ainserta breve quedar pasaje reducida sobre el la discurso sofístico (35) para mostrar los absurdos los queunpuede controversia dialéctica. Tal tipo de controversia aparentemente se había puesto de moda en la corte, hecho que preanunciaba el desarrollo del escolasticismo. Sobre el tema de la 19 memoria, Alcuino cita a Cicerón (39) pero desconoce los sistemas mnemónicos . Tiene considerablemente más que decir sobre la elocución (41-43), que había 20 sido descuidada por los escritores medievales anteriores , lo que revela que la alocución pública tenía alguna importancia en su tiempo, y recomienda ejerci cios prácticos para hablar. Carlomagno replica que le parece que los jóvenes deberían, desde una edad temprana, tener práctica en esta clase de discurso que es tan importante en los casos civiles y en los negocios seculares. Esto puede significar que Alcuino había reintroducido la declamación en los estudios retóri cos y aquí atribuye la aprobación de ello a Carlomagno. Después de tratar las cinco partes de la retórica, Alcuino concluye con una breve consideración de las cuatro virtudes cardinales, a saber, la prudencia, la justicia, la fortaleza, y la tem planza, que también se basan en Cicerón y aquí se recomiendan como un buen tema para la práctica en el discurso (44). Así, sin notarlo expresamente, se ofrece algún material para el panegírico y se puede entender que Alcuino recomienda las cualidades del gobernante ideal en su patrono.
18. 19. 20. Enders,
Véas e Wallach, Alcuin and Cbarlemagne, pp . 73-82. Sobre la mem oria en la Edad Media, véas e Carruthers, Book of Memory. Las teoría s retóricas sobre la pron unci aci ón influenciaron al drama medieva l; véas e Jod y Rhetoric and the Origin of Medieval Drama, Ithaca, Cornell Universit y Press, 1992.
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Rábano Mauro Un segundo escritor importante sobre retórica en la época carolingia fue Rábano Mauro (778-856), discípulo de Alcuino. Era germano de srcen y llegó a ser abad de Fulda, en la proximidad de Frankfurt, donde escribió un manual de liturgia eclesiástica y su práctica para los germanos que entraban en el sacerdocio. El tercer libro de esta obra, De Clericorum Institutione, o Sobre la educación de los clérigos, es el principal tratado de predicación de la Alta Edad Media 21 . En primer lugar, hay capítulos cortos sobre cada una de las artes liberales. El que se dedica a la retórica (3.19) señala que es útil no sólo para las cuestiones civiles sino para la disciplina eclesiástica, y subraya que debe ría formar parte del trivium de los estudio s introductorios, pero que no se debería permitir que centrara la atención del predicador adulto. Lo que sigue (3-27-39) consiste en gran parte en fragmentos escogidos del De Doctrina
Christiana de Agustín en el ord en en que apar ecen e n el texto de éste, entre los que está la exposición de los tres tipos de estilo y de los deberes del ora dor, con préstamos de Casiodoro y de Gregorio Magno. La mayor parte de la predicación era, desde luego, homiléctica, pero se conserva un ejemplo de un sermón panegírico de Rábano sobre el Encomio de la Santa Cruz. Notker de San Galo La adaptación de la retórica clásica a las necesidades medievales la intentó más extensamente un monje germano del monasterio de San Galo llamado Notiker, que probablemente debe identificarse con Notker Labeo, que vivió Nueva Retórica, un breve alrededor del año 950 al 1022. Fue el autor de una tratado que reorganiza la doctrina clásica tradicional de una manera srcinal, la ilustra con la Escritura y la vida contemporánea, y ofrece terminología en alemán para los monjes germanos que tenían una reducido conocimiento del latín 22. En el prefacio, Notker, que había traducido el Matrimonio de Filología y Mercurio de Marciano Cápela al alemá n, lamenta la pérd ida de "Rhetoric a"
21. Traduc ción de 3.19 en Miller et al., eds., Readings in Medieval Rbetoric, pp. 125-27. Para un estudio, véase Murphy, Rbetoric in the Middle Ages, pp. 82-87. 22. Por el momento no contamos con una traducción impresa de la obra de Notker, pero hay un buen examen de ella en tres artículos que citan algunos pasajes en inglés: Otto A. L. Dieter, "The Rhetoric of Notker Labeo", Papers in Rhetoric, ed. Donald C Bryant, Iowa City, University of Iowa Press, 1965,pp. 27-33; Jaffe, "Antiquity and Innovation"; y Bennett, "Function of Adaptation in Notker's Rhetorica", pp. 171-84. Para el texto latino, véase Paul Pier, ed.,Die Schriflen Notkers undseiner Schule, Freiburg, J.C B. Mohr, 1982, 1, pp. 643-84.
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en términos alegóricos: "Es difícil describir cómo era ella, porque ha pasado mucho tiempo desde que dejó de existir". Esboza una teoría cíclica de la his toria de la retórica, comenzando con una natural elocuencia srcinal, luego (a lo largo del periodo clásico) el elreinado artificial", y, finalmente pués de que ésta se extinguió, retornodede"sula hija elocuencia natural en su prodes pia época 23 . Había llegado el momento de una nueva sucesión, como él la presenta, que va a tomar la forma del estudio del "material" de la retórica y del "arte" del discurso controversial. Notker concebía la retórica como fundamen talmente ocupada de la resolución de cualquier controversia. Su finalidad es reconciliar las diferencias, alcanzar consenso sobre la norma política sabia, y demostrar quién es merecedor de ser elegido para un cargo civil o religioso. Aunque el último punto es bastante infrecuente, al imaginar, como lo hace, dis cursos de alabanza de los candidatos a un cargo, estos objetivos son, desde luego, las funciones judicial, deliberativa, y epidíctica de la retórica tradicional. Notker consideraba que la retórica era aplicable a las actividades monásticas en la escritura, el estud io, y las relac iones co mun ale s, así co mo para ayud ar a entender las diversas clases de conocimiento de las que un monasterio era responsable 24 . A pesar de todo el interés intrínseco de su obra, parece ser único en sus concepciones y fue poco conocido fuera de San Galo. Hay otras varias figuras significativas en el despertar de la retórica clásica de la época carolingia, demasiadas para que puedan examinarse en este resu men. Alcanzar mejor conocimiento de la retórica ciceroniana era objetivo de algunos que buscaron textos más fidedignos nuevas25y. Poseía mejores maestros copias. Servato Lupo delosFerriéres es un ejemplo edelhicieron siglo IX un texto fragmentario de Quintiliano y escribió al Papa en busca de una ver sión completa. En el siglo X Gerberto de Reims, que llegó a ser el Papa Sil vestre II en 999, consiguió los textos de De Oratore, Tópica, y discursos de 26 Cicerón, y revivió la práctica de la declamación en su escuela .
23. Véase Jaffe, "Antiquity and Innovation", 172. 24. Véase Bennett, "Function of Adaptati on in Notker's Rhetoríca", 183. 25. Véase Charles H. Beeson, Lupus of Ferriéres: Scribe and Textual Critic, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1930. Las cartas de Lupus (véase esp. Ep. 62 y 103) describen sus enseñan zas; véase Gordon W. Reginos, The Letters of Lupus Ferriéres, The Hague, Mouton, 1966. 26. Véase Harriet P. Lattin, trad., The Letter of Gerbert, with His Papal Privileges, New York, Columbia University Press, 1961; véase también Henri Focillon, The Year 1000, New York, Ungar, 1969, pp . 127-61.
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La retórica en la Italia Medieval El latín sobrevivió en lo que se llama "latín vulgar", como lengua hablada en Italia hasta bien entrada la Edad Media, y, con él, algún estudio de las artes verbales del periodo clásico. La adaptación de éstas al italiano no era difícil. Como se mencionó anteriormente, la vida civil se restableció en las ciudades italianas en los siglos IX y X, con lo que se creaban necesidades prácticas para el discurso y la escritura civil. Y, por el contrario, los eruditos italianos no desarrollaron el interés absorbente por la dialéctica y la teología sistemática que llegó a dominar el estudio de las artes liberales en la Europa septentrional. Un italiano de particular interés en la historia de la retórica fue Anselmo de Bésate (circa IOOO-IO6O), que se había formado en la retórica secular, y que, alre dedor de 1047, escribió una obra titulada Rhetonmachia, o La batalla de la Retó rica, en tres libros 27. Anselmo tenía una personalidad similar a la de algunos de los humanistas italianos posteriores: tenía mucho que decir en alabanza de su saber, moralidad, y logros, y se muestra ambicioso, combativo, y susceptible. Su Rhetonmachia toma la forma d e una invectiva con tra la ignora ncia d e la retórica y las fallas morales de su primo Rotilando, y de una defensa del propio saber y moralidad suya. Llama a su obra controversia (como aquellas de las escuelas romanas) y la presenta como modelo de retórica judicial, basado en las enseñanzas del gramático latino tardío Servio y de Cicerón, Victorino, Grilio, y Boecio. En el libro primero ataca la forma y el estilo de una epístola de Rotilando basándose en los principios retóricos y en la validez de la afirmación de Rotilando, que dice entender la retó rica mejor que él, y finaliza atacando las pretensiones de virtud moral de Rotilando. El libro segundo comienza con un sueño en el que Anselmo ve las figuras alegóri cas de la Dialéctica, la Retórica, y la Gramática en el Elíseo; ellas le piden que vuelva a la tierra ya que los seres humanos sin él no conocerán sus respectivas posibili dades. El resto del libro segundo es una defensa contra las acusaciones morales que imagina que ha hecho Rotilando contra Anselmo. El libro tercero es un ataque a la personalidad de Rotilando y finaliza con un epílogo en el que Anselmo afirma que su obra ha ilustrado, a pequeña escala, la amplia enseñanza de las autoridades retó ricas del pasado. La obra parece haber tenido poca o ninguna inflencia sobre los
27. Véase Beth S. Bennett, "The Significance of the Rhetorimachia of Anselm of Bésate to the Histoiy of Rhetoric", Rhetoñca 5 (1987), pp. 231-50 . No hay una versión inglesa; el texto latino se encuentra en el volumen 2 de la Monumenta Germaniae Historiae: Gunzo, "Epístola ad Augienses", und Anselm von Bésate, "Rhetorimachia", ed. Karl Manitius, Weimar, Herm ann Bóhlaus, 1958.
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escritos retóricos posteriores, pero permite vislumbrar cómo un erudito veía los usos del discurso y de la escritura en la Italia del siglo XI. La retórica clásica era principalmente un arte oral que enseñaba cómo com poner y pronunciar un discurso ante un auditorio real. Aunque éstas condi ciones existieron hasta cierto punto en la Italia medieval, el uso del arte de la persuasión en la escritura, especialmente en las peticiones, epístolas, y docu mentos de archivo era algo más importante. En el siglo XI el renovado interés por las leyes romanas y por su conocimiento, comenzó a oscurecer a la retó Compendio de Jusrica en el estudio de la comunicación civil o eclesiástica. El tiniano, desconocido en la Europa occidental en la alta Edad Media, adquirió influencia importante en la jurisprudencia. La Bolonia del siglo XII produjo a Irnerio, que primero enseñó retórica y las otras artes, pero más tarde se con virtió en la más grande autoridad medieval sobre derecho romano. Para satis facer las necesidades de los abogados, notarios, y funcionarios eclesiásticos, la disciplina de la retórica se dedicó a la creación de un arte retórico para la com posición de epístolas, conocido como dictamen oars dictaminis. Los manuales de
Dictamen
Las sociedades jerárquicas letradas del mundo desarrollan convenciones de cortesía del discurso, usadas en los ceremoniales de corte y en la carta. Los pri meros ejemplos pueden encontrarse en la correspondencia política y comercial de Oriente Próximo durante el segundo milenio a. C. Era importante usar el título correcto para dirigirse a un superior, nombrar a la persona de mayor categoría primero, ya sea destinatario o escritor, y a menudo incluir el deseo de que el destinatario esté bien y asegurarle la buena voluntad del que escribe. Conven ciones similares pueden encontrarse en las antiguas cartas griegas, en las que algunas veces se daba a la salutación un desarrollo retórico. Los ejemplos más conocidos son las primeras líneas de las epístolas de San Pablo; por ejemplo, "Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios, y Sostenes, el hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesu cristo, llamados a ser santos, y a todos los que en cualquier lugar invocan el nombe de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y de nosotros. Gracia y paz de la parte de Dios Padre nuestro, y de Jesucristo nuestro Señor". (Cor. I, 1:1-2). Los tratados retóricos griegos y latinos, que se centraban en la oratoria judi cial, normalmente omiten el tratamiento de la retórica de las cartas; las princi pales excepciones son cortos pasajes en la obra griega de Demetrio Sobre el estilo
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(223-35) y el manual latino tardío de Julio Víctor (cap. 27). Hay, sin embargo, varios manuales breves griegos dedicados a clasificar los distintos tipos de car tas, y que dan ejemplos de cómo escribirlas28; probablemente se usaban para entrenar a losformal escribasdeencartas Oriente. Puede que existiera algoenasígran en latín, composición probablemente se aprendía partepero por la la imitación de modelos de cartas. La Edad Media le daba gran valor al respeto por el rango y al uso de las palabras apropiadas en el discurso formal tanto escrito como oral. Una extensa correspondencia se producía en la corte papal, las cor tes de los gobernantes y de los nobles, los eruditos, y aquellas personas que bus caban privilegios o la reparación de una injusticia. Para ser efectivas, dichas cartas debían observar las supuestas convenciones usuales entonces para que estuvieran bien escritas. Para ayudar a satisfacer esta necesidad, los maestros medievales desarrollaron una nueva clase de enseñanza retórica, el arte retórico
dictamen dictare, que de escribir significaesta dic tar una cartacartas a unconocido escriba)29.como Algunas de las (del obraslatín de dictamen posteriores 30 ban escritas en verso, presumiblemente para facilitar la memorización. El estudio formal del dictamen parece haber comenzado en primer lugar en la escuela del monasterio de Monte Casino en la Italia Meridional, y aparente mente su primer gran maestro fue Alberico, que vivió alredor de mediados del siglo XI. Las Flores de Retórica de Alberico se ocupan principalmente del estilo de las epístolas, su Breviarium del contenido y la forma, además del uso del ritmo en la prosa31. En el siglo XII, eldictamen, como la ley, se enseñaba en la Uni versidad de Bolonia. Los preceptos retóricos clásicos sobre las partes de una ora ción y lasdefiguras de se la adaptaron elocución tal se encuentran los manuales latinos clásicos retórica a lacomo estructura epistolarenbásica: lasalutatio, o saludo, con los nombres y títulos del destinatario y del remitente en la secuencia apropiada; la captatio benevolentiae, o exordio, diseñada para hacer al lector atento, receptivo, y bien dispuesto; lanarratio, que explica los hechos y la situa-
28 Véase Abraha m J. Malherbe, "Ancient Epistolary Theorists", Obio Journal ofReligious Studies 5, no. 2 (1977), pp. 3-77. 29. Véase Camargo, Ars Dictammis; Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 194-268; y Wieruszowski, Politics and Culture. Un estudio clásico es el de Rockinger, Briefsteller und Formelbücher. 30. Véase Martin 114 Camargo, Velis: Versified Artes Dictammis and Late Medieval Writing Pedagogy", Rhetonca (1996),"Si ppDictare . 265-82. 31. Traducción de Flores de retórica de Alberico en Miller et al, eds., Readings in Medieval Rhe toric, pp . 131-61; un tratado anónimo bolones del siglo XII está traducido en Murphy, ed., Three Medieval Rhetorical Arts, pp. 1-25.
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ción; la petitio, o petición específica, demanda, o anuncio; y una relativamente sencilla conclusio. Alberico presta la mayo r atenci ón a las dos primeras part es. El dictamen se ocu pab a principalme nte de las conve ncion es de la corres pon dencia diplomática legal, de tanto civil como corte papal buscaba altos yniveles precisición y deeclesiástica. dignidad enEnlasparticular, epístolas lacom puestas y recibidas allí. Había, así, una demanda considerable de personas que conocieran las formas correctas de comunicación, y el arte se enseñaba en las escuelas y universidades, y se describía en numerosos manuales. También había catálogos de títulos para ser usados al dirigirse a los destinatarios, así como "for mularios", o colecciones de lugares comunes para usar en las cartas, y como los manuales griegos de progymnasmata, las obras sobre el dictamen a menudo incluyen modelos para su imitación. Esto, por ejemplo, es verdad de los tratados de Adalberto Samaritano y de Hugo de Bolonia, dos de los más famosos escrito res sobre él a comienzos del siglo XII. Alrededor de mediados del siglo XIII el ars dictaminis, com o estudio en la Universidad de Bolonia, fue reempl azado po r el ars notana, qu e se ocupab a de cómo un notario deb e comp oner d ocumen tos legales, comerciales, y diplomáticos; esto comprendía las reglas del dictamen, aun que con una orientación legal. En el siglo XIV, Pedro de Labrancha, capitán de el commune de Bolonia, reunió a la pobl ació n y le anun ció qu e la retórica era indis pensable a los Estados y a las gentes, pero que había dejado de estudiarse en la universidad. Iba, por tanto, a dar a un erudito llamado Bartolino una cátedra de retórica, con un salario de treinta libras al año. Debía dar dos cursos al año sobre la Rhetonca ad Herennium, enseñar dictamen y a hablar en público, "para qu e tanto la gente común como los literatos, o una persona cualquiera, puedan apren der el arte de él" 32. Mientras tanto, el estudio del dictamen había comen zado tam bién en Francia, en la que se favorecía un estilo más artificioso 33, y en Inglaterra, en la que Pedro de Blois introdujo al plan de estudios en Oxford a fines del siglo XII y más tarde se estudió como ayuda para la composición en inglés 34. Aunque los manuales de dictamen se dedic aban a la composición de epísto las, a menudo definían el arte de forma amplia como el arte de la escritura, y dis-
32. Véase Ward, Ciceronian Rhetoric, pp. 69-70. El comentario de Bartolino a la Rhetonca ad Hererinium, bas ado en sus clases, se conserva; véase Ward , Ciceronian Rhetoric, pp. 70-72. 33. Véase Paetow, "Arts Course", pp. 80-8 7. 34. Véase Martin Camargo, ed., Medieval Rhetoñc o/Prose Composition: Five English Artes Dictandi and their Tradition, Binghamt on, N.Y., Medieval and Renaissance Texts and Studies, 1995.
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tinguían varios géneros, entre los cuales estaban la poesía cualitativa, la poesía prosódica, y la prosa rítmica, antes de concentrarse en la última como la apro piada para la composición de epístolas. Desde Aristóteles, los escritores sobre retórica habían reconocido que la buena prosa debía ser rítmica. Sin embargo, desde la Antigüedad tardía, la percepción de la cantidad de las sílabas cortas y largas, qu e era la base del metro e n el griego y el latín clásico, fue dis min uye ndo y la reemplazó una percepción creciente del acento prosódico, como el que se encuentra en la poesía moderna. Los esquemas de acentuación se convirtieron en la base de un nuevo sistema de prosa rítmica, que reemplazó al sistema cuanti tativo descrito por Cicerón y Quintiliano. El nuevo sistema de prosa rítmica se llama cursus-, consiste en el fluir rítmico de la acentuación en ciertas sílabas al final de una frase, cláusula, y oración, y sus tres principales formas se pueden ilustrar por las frases en inglés "hélp and defénd us", [ayuda y defiéndenos] que es el cur
sus planus; "gov érned d sánctified", [g obern ado santificado], que es tardus; y "punished foranour offénses", [castigado pory nuestras ofensas], queeles cursus el cursus velox. Desarrollado primero en latín, el cursus fue imitado en la prosa for mal en inglés y en otras lenguas en la Baja Edad Media y en el Renacimiento; es, por ejemplo, un rasgo característico de la King James Versión de la Biblia inglesa 35. Aunque el dictamen es el desar rollo más distintivo de la retórica medieva l ita liana, las circunstancias de la vida en las ciudades italianas requería una variedad de formas de discurso; entre éstas estaban las discursos fúnebres, los discursos para ocasiones académicas, y otras clases de epidíctica, así como los discursos de los embajadores, y algo de oratoria judicial. Los escritos sobre retórica en el siglo XIII incluían modelos para tales discursos y reglas para su composición 36 . Guido Faba Qcirca 1190-1244), autor de un importante manual de dictamen, también escribió modelos de cartas y de discursos 37, y se pueden encontrar modelos de dis 38 cursos en otras obras destinadas a la instrucción de los funcionarios municipales . Una de las obras más interesantes es la Rhetorica Novissima (1235) del excéntrico y agresivo Boncompagno de Signa, con la que pretendía, modestamente, sustituir
35. Véase A. C. Clark, Cursus; Croll, Style, Rhetoric, and Rhythm, pp . 303-59; y Jan son , Prose Rhythm. 36. Véase Ward, Ciceronian Rhetoric, pp.316-17. 37. Véase Charles B. Faulhaber, "The Summa Dictaminis of Guido Faba", en Murphy, ed., Medie val Eloquence, pp . 85-111. 38. Véase Hertler, Poetasliteratur Italiens; Kristeller, Renaissance Thougbt, pp. 105 y 155-56; y N. Rubenstein, "Political Rhetoric in the Imperial Chancery", Médium Aevum 14 (1945), pp . 21-43.
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a Cicerón39. Consta de trece breves "libros" sobre el srcen de la ley, las partes de la retórica, los exordios, las narraciones, los argumentos, el panegírico e invectiva, y la memoria. Gran parte de ella está escrita en la forma de preguntas y de defi niciones. Aunque la obra se aplica a la composición de epístolas, el material era útil para un abogado ante el tribunal. Con anterioridad, Boncompagno había com pilado una colección de modelos de salutaciones para las caitas, y también una Rota Veneris o Rueda de Venus, que es un manual sobre cómo escribir cartas de amor. Otro signo del interés por la retórica judicial en el siglo XIII italiano es el Ars Arengando o el Arte de la arenga, de Jacques de Dinant, que aparentemente era un monje y maestro de retórica en Bolonia a fines del siglo XIII 40. Consta de un breve poema introductorio y extractos de la Rhetoñca ad Herennium sobre las partes de la retórica y la forma de la retórica judicial. Dinant también escribió sobre el dictamen y compu so el primer comentario de largo alcance a la Rhetoñca ad Herennium. Brunetto Latini (1220-94), maestro de Dante, escribió un tratad o en francés sobre las artes liberales, llamado TrésoiM, en el que tradujo al italiano frag mentos de De Inventione de Cicerón y tres discursos de Cicerón. S us obras mar can el comienzo del estudio de la retórica en las lenguas vernáculas. La enseñanza de la retórica técnica en Italia en la Baja Edad Media es un imp ort ant e ant ece de nte del florecimiento de la retórica en Italia en el Renaci miento. Los humanistas de los siglos XIV y XV añadieron su gran entusiasmo por los modelos clásicos y su familiaridad con muchos más textos, a un arte de hablar y escribir vivo que ya había adaptado algunos de los rasgos de la retórica ciceroniana a las necesidades contemporáneas. La retórica en la Francia medieval Los siglos XI y XII representaron en muchos aspectos en Francia el momento culminante de la cultura medieval: el periodo de los más grandes logros en el arte
39. Véase Murphy, Rhetoric in theMiddle Ages, pp. 253-55, y Ward, Ciceronian Rbetoiic, pp. 12629, 291-92, y 317. 40. Véase André Wilmart, "L'Ars arengandi de Jacques de Dinant avec un appen dice sur ses ouvrages De dictamine", Studi e Testi 59 (1933), pp. 112-51; Emil J. Polak, A Textual History ofJacques Dinant's "Summa Dictaminis" (Ginebra: Droz, 1975); y Ward, Ciceronian Rhetoric, pp. 316-17. Sobre
arengandi el desarrollo del inarsMedieval en los Rhetoñca siglos XIV10y (1992): XV en España, véase Mark D. Johnston, "Parliamentary Oratory Aragón", pp. 99-117. 41. Traducci ón de la sección sobre la re futación en Miller et al., eds., Readings in Medieval Rhe toric, pp. 253-64. [En el siglo XIV se tradujo el Tesoro de Latini al español. En algunos mss. se atribuye la obra al rey Alfonso el Sabio].
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y la arquitectura, de la fundación de la Universidad de París, del florecimiento de la filosofía escolástica, y de las obras srcinales de la literatura vernácula 42 . Como resultado de la conquista normanda de Gran Bretaña en 1066, se establecieron fuertes lazos culturales entre Francia e Inglaterra, y el renacimiento de los estudios retóricos en estos países se hizo sentir más tarde también en España 43. El estudio de la retórica en Italia puede haber contribuido al aumento del inte rés por la disciplina en las escuelas francesas del siglo XI. Lanfranc, por ejemplo, nacido en Pavía alrededor de 1005, se formó en retórica y en leyes en Italia antes de ir a enseñar a Bec en Normandia. Llegó a conocer a Guillermo el Conquista dor y terminó su vida como arzobispo de Canterbury de 1070 a 1089. Pero las escuelas del noroeste de Francia, y especialmente la escuela catedralicia de Chartres, ya le estaban prestando seria atención al tnvium y al quadrivium cuando Lan franc llegó allí44. La figura principal en el ascenso de Chartres fue Fulberto, obispo desde 1006 a 1038. Lo siguieron otros distinguidos maestros durante el próximo siglo y medio, entre ellos Bernardo, su hermano Teodorico, y su discípulo Juan de Salisbury45. El estudio más amplio sobre las artes liberales, tal como se entendían en la Edad Media, es probablemente el que se encuentra en la enorme e incom pleta enciclopedia de Teodorico, el Heptateuchon, escrita a mediado s del siglo XII y aún sin publicar 46. La Institutio Oratoria, aunque era conocida a través de un texto fragmentario, fue popular en Chartres, especialmente su tratamiento de la educación elemental y de la gramática 47. Quintiliano influyó en la enseñanza de Bernardo y Juan y éste frecuentemente lo citó en sus principales obras, el Metalogicon y el Policraticus. Se copiaron discursos de Cicerón y se estudiaron exhaus tivamente, y se leyeron también las colecciones antiguas de declamaciones; entre estas estaba la obra de Séneca el Viejo y las declamaciones erróneamente atribui das a Quintiliano. Hay alguna evidencia de que se practicó la declamación sobre temas ficticios en algunas escuelas durante el siglo XII 48. De Inventione de Cice Teodorico fue también autor de un comentario al de 49 rón, única obra de la que hay edición moderna , y su mención aquí permite
42. Véase esp. Haskins, Renaissance ofthe Twelfth Century. 43. Véase Faulhaber, Latín Rhetorical Theory. AA. Véase Taylor, Medieval Mind, pp. 298-307. 45. Bliese, "Study Rhetoric in the Century". 46. Véase Gillian Evans, of "The Unco mple tedTwelfth ' Hept ateu ch' of Thierry of Chartres", History ofUniversities 3 (1983), pp. 1-13. 47. Véase C S. Baldwin, Medieval Rhetoric, pp. 169-72. 48. Véase Ward, Ciceronian Rhetoric, pp. 121-22. 49. Véase Karen M. Fredbo rg, Latín Rhetorical Commentaries by Thierry of Chartres, Toronto, Pontifical Institute of Medieval Studies, 1988.
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decir algo acerca de la tradición de los comentarios sobre retórica 50. Aunque se escribieron comentarios sobre los escritos de Marciano Cápela, Boecio, y otros cuantos textos, el De Inventione de Cicerón era indi scuti blemen te el favorito hasta mediados del siglo XII, momento en el que los comentarios de la Rhetorica ad Herennium, qu e se creía ento nces de Cicerón, come nza ron a reempl a zarla. Los primeros comentarios al De Inventione qu e se conservan son los de Victorino, que datan del siglo IV, y de Grilio, escritos a comienzos del siglo VI. Éstos, especialmente los de Victorino, se estudiaron a lo largo de la Edad Media e influyeron en otros comentarios posteriores, que se hicieron comunes desde comienzos del siglo XII. Un gran número de comentarios hechos entre los siglos XII y XVI se conservan manuscritos, a menudo un único manuscrito de cada obra. Se srcinaron en las clases de los maestros en las escuelas de toda la Europa occidental, pero los autores los revisaron y editaron dándoles una forma más completa de cara a sus lectores, tanto alumnos como profesores. Algunos son bastante elaborados, con extensos prefacios, citas de un lema -palabras o frases del texto- y una detallada explicación del mismo, a menudo con ejemplos o con digresiones sobre asuntos relacionados de interés para el escritor. Además de estos exhaustivos comentarios, hay también manuscritos que contienen De Inventione y la Rhetonca ad Herennium con extensas notas marginales. Los comentarios permiten entrever cómo se enseñaba la retórica en el siglo XII y en épocas posteriores y cómo este conocimiento parecía relevante en 51 esta época. Como ha demostrado John Ward , los comentarios ofrecen un tipo de ilustración general sobre el pasado y el presente, incluyendo las cos tumbres, prácticas, clásico y de la época nea; examinan la leyy literatura canónica ydella pasado civil, los usos monásticos, la contemporá naturaleza del tiempo, la relación entre la letra y la intención del autor, y cómo se imparte la enseñanza; aplican las cuestiones retóricas a situaciones bíblicas o religio sas; ofrecen a los eclesiásticos una formación vocacional para la memoriza ción de los textos y para su pronunciación, para la exégesis de las escrituras, el debate teológico, la escritura de epístolas y documentos, la oratoria deli berativa en los concilios y sínodos, en la iglesia y en la política de Estado, y la pronunciación de los sermones. De particular importancia era su posible aplicación a los casos legales en los que participaban clérigos. Algunos ejem-
50. El principal estudio sobr e este tema es la obra de Ward, Ciceronian Rhetoric. 51. Ward, Ciceronian Rhetoric, pp. 65 y 279-305.
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píos de peticiones del siglo XII en la ley eclesiástica se han conservado; se basan en la argumentación de la letra de la ley, muestran la estructura de la oratoria judicial clásica, y hacen algún uso de las figuras de la elocución, pero son por lo demás de un tipo muy simple 52 . La tradición de Boecio de subordinar la retórica a la dialéctica contó con adhesiones a lo largo de la Edad Media y se hizo más fuerte a partir del siglo XI. Fulberto de Chartres hizo un resumen del libro IV de Boecio De Differentiis Topicis, y Abelardo escribió un comentario sobre él. Hubo también críticos más agu dos de la retórica. En el siglo XI, por ejemplo, Onulfo de Speyer desaconsejaba el uso de las figuras de la elocución y criticó los debates retóricos como enemi gos de la paz y de la tranquilidad cristiana 53. En el siglo XII, en su alegoría en verso de las artes liberales, Anticlaudianus, Alain de Lille redu jo la retórica al adorno vistoso 54 . Un estatuto de 1215, que describe el plan de estudios de la joven Universidad de París, indica que la retórica era sólo tema de clases fuera 55 de los cursos obligatorios y que debía estar basada en Boecio . Los textos de las obras lógicas de Aristóteles, en su traducción latina, eran fundamentales para la enseñanza de la filosofía en París y en todas las demás universidades, y se hicieron esfuerzos para adquirir las traducciones latinas de las otras obras de Aristóteles, de las que se tenía noticias por los comentaristas arábigos, o que se pensaba existían en Bizancio. En torno a 1240, Germán el Alemán hizo una traducción latina de un comentario arábigo de la Retórica de Aristóteles atribuido a Al-Farabi. Muy poco después, la propia Retóñca se tradujo por primera vez. Ésta de se Mesina, conoció aunque como lael "antigua traducción", veces atribuida a Bartolomé nombre del traductor algunas no se conoce con certeza. Alrededor de 1270, Guillermo de Moerberke hizo una segunda tra ducción, ampliamente difundida y que se conserva en numerosos manuscritos. Guillermo, nacido en Flandes, era miembro de la orden dominicana y había pasado varios años en áreas de habla griega; había aprendido la lengua, y Tomás
52. Véase H. Silvestre, "Dix plaidoires inédits du XIP siécle", Traditio 10 (1954); pp. 373-97, y Ward, Ciceronian Rhetoric, pp. 118-19. 53. Ward, pp. 107-16. 54. Véase Traducci ón deCiceronian fragmentosRhetoric, de esta obra en Miller et al., eds., Readings in Medieval Rhetoric, pp. 22-21. 55. Véase Bliese, "Study of Rhetoric in the Twelfth Century"; P. Osmund Lewry, "Rhetoric at Paris and Oxford in the Mid-Thirteenth Century", Rhetorica 1 (1983): pp . 45-63; y Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 94-95.
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de Aquino le había encomendado la traducción de los textos de Aristóteles. Ade Política y de la más de la Retórica, produjo versiones bastante literales de la Metafísica de Aristótele s y de algu nos de los coment arista s griegos de Aristóte les. Unos diez años después, Egidio (o Giles de Roma, como a veces se le llama) escribió un comentario latino basado en la versión de Guillermo. El énfasis de Retórica de Aristóteles este comentario, junto con el hecho de que se agrupe la con otros textos encuadernados en volúmenes manuscritos de Aristóteles, parece esclarecer que la Retórica se leía en los siglos XIII y XIV principalmente como un tratado moral y político debido al tratamiento de esos temas en los Libros 1 y 2, y a que se usaba poco para el estudio de la retórica 56. Tomás de Aquino (1224-74) fue el más famoso e influyente de los filósofos escolásticos de París. No se puede afirmar que tuviera mucho interés por la retó rica, pero estaba familiarizado con el De Inventione de Cicerón, qu e cita al tra tar de la ley57 y la justicia, la ley natural, la consuetudinaria, y otros temas relacionados . En su Summa Theologica 1.9-10 examina el uso de la metáfora en las Escrituras, y también si en la Biblia una palabra puede tener más de un significado. Su conclusión, que era en sustancia la misma interpretación que Agustín había avanzado en De Doctrina Christiana, es qu e la metáfora es un ins trumento de la poesía, que llama la menor de todas las ciencias, pero que la doc trina sagrada requiere que la verdad se vele como ejercicio para las mentes reflexivas y como defensa contra el ridículo de los no creyentes. También con cluía que una palabra en las Escrituras puede tener un sentido literal, uno ale górico, uno tropológlco, y uno analógico, este último vinculado a la gloria eterna. Nota, sin embargo, que algunos teólogos combinaron el alegórico y el analógico en uno solo. En otra parte de la misma obra (2.2) estudia la memoria, basándose en la Rhetonca ad Herennium, per o su interés en la memoria, co mo 58 el de la mayor parte de los pensadores medievales, era ético, no retórico . Las artes poéticas La contribución más característica de la Edad Media latina son los nume rosos y extensos comentarios al De Inventione y a la Rhetonca ad Herennium, los manuales de composición de epístolas Cars dictaminis), los manu ales
56. Véase Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 97-101. 57. Véase Ward, Ciceronian Rhetoric, p. 289. 58. Véase Yates, Art of Memory, pp . 50-81.
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sobre versificación (ars poetriae), y los man ual es sobre la pred icaci ón temá tica (ars praedicandt). Las dos primer as se han exami nad o y, conclui ré este capítulo con una breve consideración de las dos últimas. Los poetas medievales, ya escribieran en latín, ya en las lenguas vernáculas, se hab ían formad o e n las artes liberales de gramática y retórica, en las qu e h abí an aprendido el uso de tópicos y argumentos, los principios de la disposición y de la amplificación, los nombres y usos de los tropos, las figuras de la elocución, el concepto de los estilos alto, medio y bajo, el uso de los tópicos y de las formas de argumentación, y las convenciones de los géneros literarios. En gran parte, la habilidad de una obra para aplicar y variar esta enseñanza, para emplear la ale goría , y para incorporar alusiones a la literatura bíblica y clásica, era lo que la hacía parecer "literaria" a los ojos y oídos del público medieval. La obra de Erich Auerbach Literary Language and Its Public in Late Latin Antiquity and in the Míd-
ale Ages es un estudio básico de muchas de estas características de la composi ción. Los jóvenes estudiantes de gramática y retórica, que usualmente tenían la edad de los estudiantes de los primeros años de enseñanza media en Estados Uni dos [doce años], tenían práctica en la composición latina en prosa, siguiendo las líneas de los tradicionales progymnásmata, y en la compo sició n en ver so. Se les podía, por ejemplo, asignar que compusieran un poema en elogio de la golon drina. Toda la enseñanza y todos los ejercicios eran en latín. En los siglos XII y XIII, se comenzaron a componer manuales de versificación 59. El Ars Poética de Horacio (siglo I a. C.) se estudió durante de toda la Edad Media y se convirtió en modelo de manuales posteriores; éstos repiten algunos de sus preceptos, pero omiten el estudio del drama, que ocupa una gran parte de la obra de Horacio. El primer manual medieval de poesía que se conserva es el Ars VersificatoHa de Mateo de Vendóme, que enseñó gramática en Orleans y en París a mediados del siglo XII60. Mateo escribía para los estudiantes de enseñanza primaria, a los que pre sentaba definiciones y temas junto con un estudio de las formas de las palabras, el uso de las figuras y tropos, las faltas de estilo, y la ejecución en conjunto del tema. La Poetña Nova de Godofredo de Vinsauf, escrita a comienzos del siglo XIII, se dirigía a alumnos más avanzados y estaba escrita en verso, con lo que ejem-
59. Véase Faral, Artspoétiques; C. S. Baldwin, Medieval Rhetoiic, pp. 183-205; Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 135-93; Kelly, Arts o/Poet?y and Prose; y Purcell, Ars Poetriae. 60. Traduc ción de Ernest Gallo, en "Matthew o f Vendóme: Introd uctory Treatise on t he Art of Poetry", Proceedings of the American Philosophical Society 118 (1974), pp. 51-92.
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plificaba algunos de los principios que asentaba 61 . Geoffrey comienza con algu nas observaciones generales: las ideas de un poema deben planearse detallada mente y sus partes disponerse antes de escribirlo; entonces, el arte poética debe usarse para vestir el material con palabras. En lo que sigue examina la disposi ción; la amplificación por el uso de repeticiones, perífrasis, comparaciones, apos trofe, disgresión, y pasajes descriptivos; los ornamentos del estilo, divididos entre "difíciles", tales como la metáfora y la metonimia, y "fáciles", que son las figuras de pensamiento. A continuación sigue el estudio del decoro, del tratamiento apropiado de personas y cosas, y del metro. Finalmente, vienen secciones sobre la memoria y la elocución; el estudio de la inventio está disem inad o a lo largo de la obra, principalmente en la forma de ilustraciones a lo que se debe decir. Una tercera obra es la de Juan de Garlandia, que critica a otros gramáticos por tener una visión demasiado limitada del tema. Su tratado se titula Sobre
el arte en prosa, métrica, y rítmica, y se divide en las sigui entes part es: la do c trina de la inventio; el mé tod o de selección del material; la disposició n y orna mentación del material; partes de las cartas, y errores en la composición de cartas; amplificación y abreviación; memoria; y ejemplos de cartas y de la composición métrica y rítmica 62. Entre las demás artes poéticas están las obras de Gervasio de Melkey y de Eberardo el Alemán 63. Colectivamente, estas obras son interesantes porque son la creación de un género innovador de enseñanza retórica; porque los poetas medievales -los autores de los romans franceses y Chaucer , po r ejem pl o- las habían estudiado usado técnicas, aunque realizacióny,definalmente, los gran des poetas puedany irhabían más allá de sus lo que proponen estosla manuales; porque anticipan el desarrollo de la crítica literaria del Renacimiento.
61. Tradu cción d e Margaret F. Nims, The Poetria Nova of Geoffrey of Vinsauf,Toro nto, Pontifical Institute of Medieval Studies, 1967, reimpresión en O. B. Hardisonjr. et al., eds., Classical and Medie val Literary Criticism, New York, Ungar, 1974), pp. 383-404; también la traducción de Jane B. Kopp, "Poetria Nova", en Murphy, ed., ThreeMedieval Rhetorical Arts, pp. 27-108; véase también Marjorie C. Woods, "A Medieval Rhetoric Goes to School—and to the University; The Commentaries on the Poe tria Nova", Rhetorica 9 (199D, pp . 55-65. Geoffrey t ambi én escribió un tratad o de dictamen; véase Martin Camargo, "Toward a Com pren hensi ve Art of Written Discourse: Geoff rey of Vinsauf and the Ars Dictaminis", Rhetorica 6 (1988), pp. 167-94. 62. Tradu cción de Traugott Lawler, TheParisiana Poetria offohn Garland, New Haven, Yale Uni versity Press, 1974); véase Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 175-80. 63. Véase William M. Purcell, "Eberhard the Gemían and the Labyrinth of Learning; Grammar, Poesy, Rhetoric, and Pedagogy in Laborintus", Rhetorica 11 (1993), pp. 95-118; y las obras citadas en la nota 59.
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Las artes de predicación Otra actividad medieval que adapta la doctrina clásica a sus propias necesida des era la predicación 64. Como se mencionó con anterioridad, Rábano Mauro había usado el tratado de Agustín De Doctñna Christiana, y llegó a ser ampliamente conocido en la Edad Media, pero los elevados conceptos estilísticos de Agustín esta ban fuera del alcance de la mayoría de los predicadores medievales. La Cura Pastoralis de Gregorio el Grande tuvo mayor influencia pero no contenía una teoría de la predicación. Su aspecto retórico más importante era la insistencia de Gregorio en la importancia de adaptar un sermón a sus oyentes. A excepción de estas obras, en la alta Edad Media parede haber habido un declive de la predicación paralelo al de las otras artes. Cuando éstas revivieron en el siglo XI, también lo hizo la predica ción. Uno de los sermones más efectivos que se predicaron en la Edad Media fue el que el Papa Urbano II pronunció en el Concilio de Clermont en 1095 y que pre cipitó la Primera Cruzada 65. Los manuales de predicación comenzaron a aparecer en el siglo XII, y del siglo XIII al XV se compilaron en gran número. Durante este periodo, la predicación se convirtió en un arte popular en toda la Europa occiden tal. Este fenómeno puede asociarse al surgimiento de nuevas órdenes de predica dores, entre ellas los franciscanos y los dominicos, la difusión del misticismo, la influencia de la escolástica, y una mejora general del nivel cultural 66. Las primeras etapas del desarrollo se representan en las obras de Guiberto de Nogent (pirca 1084) y de Alan de Lille (circa 1199). El Libro sobre la manera en la que un sermón debe ser pronunciado de Guiberto, escrito com o introducción a su comentario del Génesis, examina el propósito de la predica ción y las formas de la interpretación de las Escrituras, de las que se distinguen cuatro tipos: histórica o literal, alegórica, tropológlca o moral, y analógica o mística 67. Estos cuatro niveles son el desarrollo de los tres niveles que distin guía Orígenes. Aparecen primero en latín en el siglo IV, y, con algunas varia 68 ciones menores, se convierten en principios básicos de la exégesis .
64. Véase C, S. Baldwin, Medieval Rhetoric, pp. 228-57, y Murphy, Rhetoric in tbe Miedle Ages, pp . 269-355. 65. El arzobispo Baldrico tr anscribió una versión del discurso que se pued e encontra r en Ponti-
ficorum Romanorum Vitae de J. M. Watterich, Leipzig , 1862; reimpresión , Aalen: Scientiae, 1966, 2, p p. 599-603. 66. Véase Caplan, OfEloquence, p. 42. 61. Traduc ción en Miller et al., eds., Readings in Medieval Rhetoric, pp . 162-81. 68. Véase Harry Caplan, "The Four Senses of Scriptural Interp retatio n and the Medieval Theor y of Preaching", Speculum 4 (1929): 282-80, reimpresió n en Caplan, OfEloquence, pp . 93-104.
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Se ha mencionando anteriormente a Alan de Lille como el autor de un poema alegórico sobre las siete artes liberales titulado Anticlaudianus. Su tra tado Sobre el arte del predicador fue fuert emente influido por la Cura Pastoralis de Gregorio el Grande 69 . Gran parte de la obra consiste en modelos de cómo amonestar a los pecadores, en los que Alan parece seguir un método sistemá tico de distinguir diferentes significados de una palabra y apoyar cada uno con citas de otros pasajes de las Escrituras. Sus divisiones lógicas recuerdan los tópi cos de la retórica tal como se encuentran en Cicerón o en Boecio, pero no tiene nada que decir a cerca de la organización de un sermón o en cuanto a su estilo. A comienzos del siglo XIII empiezan a aparecer los manuales de predica ción "temática", quizá primero en Inglaterra, con los manuales de Alejandro de Ashby y de Tomás Chabham de Salisbury 70 . Estas obras adaptan las partes de la oración tal como se describen en la Rhetorica ad Herennium a las nec e sidades los predicadores dirigen de una de manera muy similar que a laseque las a las ada pta ban a las ars congregaciones dictaminis las medievales, necesidades de los escritores de epístolas y a los que las recibían. Las obras reflejan un interés por la forma y la técnica de los sermones, no sólo por los contenidos, y anuncian la predicación "temática" que se haría popular en la Universidad de París y en las otras en unos años 71 . Se entiende por "temática" la predicación que es sistemática, lógica, en contraste con la informalidad y falta de estructura de la homilía. El tema toma la forma de un cita de la Escri tura. El predicador entonces divide el tema en una serie de cuestiones. Toma cada una de estas divisiones, que pueden ser tan numerosas como el número de palabras de la cita. A su vez, toma cada una de estas divisiones, para inter pretarlas con otras citas de la Escritura y aplicarlas a la vida de su congrega ción. El Arte de amplificar sermones de Ricardo de Thetfor d (circa 1245) describe ocho modos de amplificar las divisiones del tema. La predicación temática no se dirigía a convertir a la congregación. Se supo nía que la congregación creía en Cristo, como la gran mayoría de la gente en la Europa Medieval. El predicador los instruía sobre el significado de la Biblia, poniendo énfasis en la acción moral. De la misma manera que el dictamen com-
69. Traducción de parte en Caplan, OfEloquence, pp . 228-39. 70. Véase Murphy, Rhetoric in the Middle Ages, pp. 310-26, y Georgina Donavin, "De Sermone Ser monen Fecimus: Alexander of Ashby's De Artificioso Modo Praedicandi", Rhetorica 15 (1997), pp. 279-96. 71. Véase Davy, Sermons univérsüaires.
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binaba características de la retórica, el estatus social, y la ley para satisfacer una necesidad que se percibía en la composición de cartas, así los manuales de pre dicación se basaban en una variedad de disciplinas para delimitar su nueva téc nica. La exégesis de la era unadededefiniciones, ellas; la lógica escolástica era otra: se la predicación temática, conBiblia su sucesión divisiones, y silogismos puede considerar una forma más popular de disputación escolástica; una tercera era la retórica tal como se conocía desde Cicerón y Boecio, como se aprecia en las reglas para la disposición y el estilo. Hubo también alguna influencia de la gra mática y de otras artes liberales en la amplificación de las divisiones del tema. Los manuales de predicación eran muy comunes en la baja Edad Media y en el Renacimiento. Ninguno de ellos, sin embargo, había circulado tan amplia mente como para convertirse en la obra básica del tema. Un ejemplo fácilmente accesible de un manual bajomedieval sobre predicación, representativo del género, es La forma de predicar de Roberto de Basevorn, qu e data de hacia 1322 72. El inte rés principal de Roberto es el método de construir sermones temáticos. En el prólogo compara el método de predicación sobre cada tema con la lógica, que es el método de silogizar sobre cada asunto. Define la predicación como "la per suasión de la multitud, con una moderada duración de tiempo, para la conducta digna"; es, por tanto, moral e instructiva. Sigue una breve consideración (caps. 2-5) sobre quién puede ser un predicador y una descripción (6-13) de métodos anteriores de predicación: los de Cristo, San Pablo, Agustín, Gregorio el Grande, y Bernardo de Claraval. Esta sección termina con una cita del Papa León: "Esta es la virtud de en la elocuencia: hay ajeno ella que no puedanossermueven alabado.a ¿Quién dudará decir que lanada sabiduría y la aelocuencia juntas más de lo que cada una sola haría? Así, debemos insistir en la elocuencia y sin embargo no apartarnos de la sabiduría, que es la mejor de las dos". La afirma ción se deriva de las observaciones que hace Cicerón en el prefacio a De Inventione y coincide con las enseñanzas de Agustín. De hecho, Roberto cita la formulación de Agustín de los deberes del predicador, que se derivan de los deberes del orador tal como los formula Cicerón: enseñar, deleitar, y conmover. El núcleo del tratado de Roberto consiste en veintidós "ornamentos empleados en los sermones más cuidadosamente ingeniados". Éstos son una extraña mezcla
72. Traducción de Leopold Krul en Murphy, ed., Three Medieval Rhetorical Arts, pp. 109-215; selecciones reimpresas en Bizzell y Herzberg, eds., Rhetorical Tradition, pp. 439-60.
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de instrumentos que tienen sus antecedentes en la retórica clásica relacionados con la invención, la disposición, el estilo, y la pronunciación, pero todos ellos apli cados a la presentación de un tema, sus divisiones, y la amplificación de las divi siones. Se ofrecen ejemplos, y el tratamiento de la mayor parte de los ornamentos implica un proceso adicional de división. El cuarto ornamento, por ejemplo, es la "introducción" (31). Puede formarse por la autoridad, por el argumento, o por ambos juntos, y cada uno de éstos puede a su vez dividirse. Quince de los orna mentos, dice Roberto (50), se aplican a la forma de ejecución del sermón. Los últi mos siete contribuyen a su belleza. Ellos son los "colores" incluyendo las figuras retóricas, para las que remite al lector al libro IV de la Rhetonca ad Herennium\ la moderación de la voz tal como la describe Agustín; el gesto tal como lo describe Hugo de San Víctor; el humor como lo describe Cicerón; la alusión a las Escritu ras; una firme impresión, que parece ser la repetición sistemática de una alusión a un pasaje de las Escrituras; y la reflexión, consideración de quién habla a quién, qué es lo que se dice, y durante cuánto tiempo. El tratado de Roberto parece haber sido una ayuda práctica para la composición de la clase de sermón que se apro baba en su tiempo. Menciona a Oxford y a París como los dos centros de predi cación, cada uno de ellos caracterizado por un estilo ligeramente diferente. Aristóteles dividía el tema de la retórica en las cuestiones que no reque rían un juicio del auditorio y en las que lo requerían. Las primeras era epidícticas. Las segundas o implicaban juicios sobre el pasado, lo que constituía la retórica judicial o del futuro, que constituía la deliberativa. La adaptación de la retórica clásica a la baja Edad Media parece requerir una base diferente para su distinción. Para esa época, sería más cierto afirmar que el arte de la retórica se consideraba bien oral, o bien escrito. Si era oral, sus principales formas eran las de la predicación y de controversia oral, aunque hemos visto en Italia la aparición de ocasiones para la retórica política y para la legal, y éstas probablemente existían, hasta cierto punto, en los demás países. Si era escrita, la retórica podía estar en verso o en prosa. Si estaba en verso, here daba algunas de las tradiciones de la epidíctica antigua y de la poética y se manifestaba en los tópicos, tropos, y figuras. Si estaba en prosa, se encontraba mejor en laMedia epístola. las tres formas más características retórica en de la baja Edad eranAsí, la predicación, la epidíctica, y las cartas.deEn ninguna estas áreas avanzó de forma significativa la teoría o la crítica; en las tres for mas se idearon sistemas que se consideraban útiles para la época.
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De los tres elementos del acto retórico -hablante, discurso, y oyente- el hablante, característico de la corriente sofista de la retórica, perdió terreno en occidente en la Edad Media, aunque la tradición se conservó en oriente. El discurso mismo, el núcleo central de la tradición técnica o de manual, conti nuó siendo central en el pensamiento occidental, actitud esta probablemente reforzada por el estudio medieval de la gramática y de la dialéctica. En los escritores de dictamen y de pred icac ión se muestr a algo del interés de l oyente. La retórica filosófica está representada en la Edad Media principal mente por la concepción de algunos pensadores, especialmente los filósofos escolásticos, de que la retórica era una parte de la dialéctica.
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CAPÍTULO X LA RETÓRICA CLÁSICA EN EL RENACIMIENTO
La vida cívica en Italia sirvió de marco a un notable renacimiento de la retó rica clásica en toda Europa en los siglos XIV, XV, y XVI 1. Se recuperó en occi dente el conocimiento del griego y de la literatura griega, y con ella tratados retóricos y discursos. Importantes obras retóricas latinas, que durante mucho tiempo se habían creído perdidas, fueron descubiertas en manuscritos en monas terios de lugares apartados; se hicieron, en considerable número, traducciones, comentarios, y nuevas obras; y, finalmente, la invención de la imprenta facilitó en gran medida la difusión de su aprendizaje 2. De Oratore, Brutus, y Orator de Cicerón en 1465 y Delnventione, Rhetonca ad Herennium, y el tratado compl eto de Quintiliano en 1470 estuvieron entre los primeros textos impresos. Los humanistas italianos Losenconocidos como humanistas de estos avances, pri mero Italia, y después en todas lasfueron áreas los de agentes Europa Occidental. Un huma nista no era un filósofo humanista, sino un maestro o un estudiante avanzado de las disciplinas que en conjunto se conocían como studia humanitatis,
a
1. Desde q ue se publicó la primera edición de este libro , han aume ntad o en gran núme ro las publicaciones sobre la retórica renacentista, aunque no haya una sola obra que cubra todos los aspec tos del tema. Entre los instrumentos bibliográficos están "The Renaissance," de Don P. Abbot en Horner, ed., Present State of Scholarship, pp. 84-113; Murphy, Renaissance Rhetoric: A Short-Title Catalogue; y Plett, English Renaissance Rhetoric and Poetics. Véase también C. S. Baldwin, Renaissance Literary
Theory, Bolgar, Classical Heritage; L'Ágeed.,deRenaissance l'eloquence;Eloquence; and Renaissance Rhetoric in Fumaroli, Howell, Logic England; Renaissance Rhetoric; Mack, ed., Murphy, Plett, ed., Rhetorik; Sonnino, Handbook to Sixteenth Century Rhetoric; y Vickers, Ln Defence of Rhetoric, pp. 25493. Buena parte de las obras del siglo XVI se encuentra en microfichas en British and Continental Rhe toric and Elocution y en Murphy, ed., Renaissance Rhetoric: A Microfiche Collection ofKey Texts. 2. Véase Eisenstein, Printing Press as an Agent ofChange.
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saber, gramática, retórica, historia, poesía, y filosofía moral, todas ellas estudia 3 das sobre la base de los modelos y de las teorías clásicas . Estas disciplinas vinieron a constituir el plan de estudios básico que comenzó en las escuelas y se extendió a los cursos de artes de las universidades. Con la excepción de algu nos escritores notables como Petrarca (1304-74), los humanistas italianos nor malmente se ganaban la vida ya fuera enseñando retórica, o cualquier aspecto de los estudios clásicos, ya trabajando como secretarios de un príncipe, de un papa, o de un commune. Dentr o de esta función, poní an en práctica su con o cimiento de la retórica, en particular del dictamen, en la compos ición de cartas y de discursos. Los más famosos humanistas italianos, Coluccio Salutati (13311406), Leonardo Bruni {circa 1370-1444), y Poggio Bracciolini (1380-1459), sir vieron como secretarios de la cancillería papal y de la República Florentina. Lorenzo Valla (1407-57) fue secretario papal y también enseñaba retórica en Roma. Poliziano (1454-94) fue tutor de los hijos de Lorenzo de Medid, y dio clases de literatura griega y latina a grandes grupos de estudiantes en Florencia. En su función, los humanistas italianos resultaron una continuación de los maestros de gramática y de retórica, y de los notarios de la baja Edad Media. Lo nuevo era el extraordinario entusiasmo por la literatura clásica que se extendió entre estos funcionarios en los siglos XTV y XV, análogo al interés en la arqui tectura clásica, la escultura, y en otras artes, que se aprecia en el mismo periodo. Este clasicismo no había caracterizado la cultura italiana anterior y parece haber venido de Francia, donde una admiración por los modelos clásicos se encuen tra ya en la escuela de Chartres, tal como se vio en el Capítulo IX. En cualquier caso, los humanistas italianos estaban embriagados con el lenguaje y la literatura de la Antigüedad, y ansiaban recuperar para el conocimiento todo lo posible sobre ella, y hacer de ese conocimiento la base de los ideales gemelos de sabi duría y elocuencia de la cultura de su época; cosa que consideraban como el despertar de un largo letargo 4. Los dos factores, retórica y clasicismo, se reforza ban mutuamente, ya que cuanto más aprendían los humanistas sobre los clási cos, más descubrían que la retórica era la disciplina que había creado las formas,
3. Para esta definición de huma nis mo, véase Kristeller, Renaissance Thought, p. 9. Sobre el humanismo en general, véase Garin, Italian Humanism, y Seigel, Rhetoric and Philosophy. Sobre los humanistas, véase Pfeiffer, Classical Scholarship: From 1300 to 1850, que incluye bibliografía. 4. Sobre los ant ece den tes franceses, véase Kr isteller, Renaissance Thought, p. 94; sobre la elo cuencia como ideal, véase Hannah H. Gray, "Renaissance Humanism: The Pursuit of Eloquence",/owrnal ofthe History of Ideas 24 (1963), pp . 497-514.
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dispuesto los contenidos, y ornamentado las páginas que admiraban y se esfor zaban en imitar. Se confirmó que la retórica no era el árido estudio del trivium medieval, o las enseñanzas técnicas de De Inventione, sino un arte nue vo y cre ativo, característico de los seres humanos en su más alta potencialidad. Se puede decir que los humanistas se parecían a las figuras más importantes de la Segunda Sofística, que eran también maestros, admiradores de los clásicos, oradores, y escritores de epístolas, y que revivieron la tradición sofística que se había man tenido viva en el Oriente de habla griega. La oratoria latina reemergió como una forma fundamental de la comunicación humana en la Italia del Renacimiento. Como se ha visto, en la baja Edad Media hubo oratoria política, académica, judicial y de ocasión. Con el Renacimiento, la cantidad de esta oratoria aumentó considerablemente y la calidad mejoró también de forma notable. La calidad llevaba consigo la latinidad, de la que se alcanzaron de nuevolaaltos niveles de gramática y de La vocabulario, el control deldeestilo, pero también efectividad retórica del todo. elocuenciay era un ideal la época: se publicaron, se leyeron y se copiaron discursos u obras en forma de discurso. Por ejemplo, La alabanza de la Ciudad de Florencia de Leonardo Bruni, com puesta con el espíritu de la segunda sofística y pronunciada alrededor de 1403, fue ampliamente admirada y la imitaron Candido Decembrio para Milán, y Eneas Silvio Piccolomini para Basilea. La obra más famosa del Renacimiento en forma oratoria es, sin duda, el Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirándola de 1487. Buena parte de la oratoria renacentista que nos ha llegado trata de la alabanza o del vituperio y se conforma con los límites de la epidíctica 5
clásica , menos en Florencia y en Venecia y en las otras ciudades libres donde se había desarrollado alrededor de 1400 un nuevo sentido de responsabilidad cívica y de apreciación de la libertad. La oratoria, así como la composición de epístolas, historias, diálogos, y poesía, adquirió una finalidad política práctica, que se hizo principalmente retórica en las manos de los eruditos. Dentro de la Iglesia, las for mas medievales de predicación desaparecieron gradualmente, y se adaptaron los modelos clásicos, con atento estudio de los problemas teóricos que llevaban, especialmente en el periodo posterior a 1450 6. Considerando los usos que los humanistas y sus sucesores hicieron de la retórica, no sorprende que el estilo les pareciera, más que la inventio, la parte más import ante de la dis ciplina.
5. Véase Hardison, Enduring Moment. 6. Sobre la oratoria política, véas e Barón, Crisis of the Early Italian Renaissance; sobre la epi díctica en la Iglesia, véase McManamon, Funeral Oratory, y O'Malley, Praise and Blame.
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Petrarca, en muchos aspectos el fundador del movimiento humanista, concibió una síntesis de la sabiduría y de la elocuencia en la expresión oral, tanto en los contextos cívicos como en los académicos, y esta concepción fue retomada por 7
algunos de sus sucesores, entre ellos Coluccio Salutati y Lorenzo Valla . Sus esfuer zos a la larga fracasaron; la devastación y la ruptura causada por las invasiones francesa, alemana, y española en el siglo XVI frustraron la iniciativa política ante rior, y por ello revivió entre muchos educadores italianos el sentimiento heredado de la Edad Media de que la retórica era esencialmente una disciplina que debían estudiar los muy jóvenes o absorberse en la estética de la crítica literaria; pero durante unos dos siglos la retórica reivindicó el título de reina de las artes. Puede decirse que la recuperación de textos cruciales para el renacer de la retó rica clásica había comenzado con las traducciones latinas de Aristóteles hechas en el siglo XIII, aún cuando éstas no se aplicaron inmediatamente a usos retóricos. El descubrimiento que hizo Petrarca en 1345 en Verona de un manuscrito de las antes desconocidas cartas de Cicerón a Ático, Quinto, y Bruto trajo a la vida la carrera del más grande orador romano con un intimismo entonces desconocido y contri buyó al interés en el Renacimiento por el papel del individuo en el Estado y la complejidad de los problemas del orador. El siglo XIV también vio los comienzos de una recuperación del conocimiento del griego en Italia. El amigo de Petrarca, Giovanni Boccaccio (1313-75), entre cuyos escritos están el Decarnerón y una obra sobre la mitología clásica, estudió griego con un calabrés llamado Leonzio Pilato y se aseguró el nombramiento de su maestro como profesor público de esa len gua en Florencia en 1361. Más influencia tuvo Manuel Crisoloras, que llegó desde Constantinopla a Italia como embajador y enseñó griego en Florencia de 1396 a 1400. Leonardo Bruni combinó su activa vida como canciller en Florencia con el estudio de los clásicos, traduciendo el Gorgias, el Fedro, y otros diálogos de Pla tón, así como los discursos de Demóstenes y Esquines, al latín. Tuvo aún mayor influencia la traducción latina que hizo Marsilio Ficino de todas las obras de Pla 8 tón, comenzada en 1463 y completada alrededor de 1470 . En términos de efecto inmediato sobre el conocimiento renacentista de la retó rica y en el entusiasmo por los estudios clásicos, los descubrimientos más impor-
7. Véase Seigel, Rhetoñc and Philosophy, Scaglione, Classical Theory of Composition, pp. 14344; y Ronald G. Witt, Collutio Salutati and His Public Letters, Ginebra, Droz, 1976. 8. Sobre la recup erac ión de los textos, véase Pfeiffer, Classical Scholarship: From 1300 to 1850, pp. 3-66.
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tantes fueron los de Poggio. Ya había descubierto manuscritos de algunos de los discursos de Cicerón, cuando en 1416 en San Galo, en Suiza, encontró, sucio y olvidado, un antiguo manuscrito del texto completo de la Institutio Oratoria de Quintiliano, asídecomo un manuscrito de algunos los comentarios 9 a los discursos Cicerón, y otras obras . Desdede la alta Edad Media, de losAsconio textos de Quintiliano disponibles contenían importantes lagunas, específicamente al comienzo del libro 1, al final del libro 5, los libros 6 y 7, partes de los libros 8, 9, 10 y 11, y el final del libro 12. La obra de Quintiliano gozó de una enorme popu laridad en los siglos XV y XVI como autoridad tanto para la retórica técnica como para la educación. Su teoría educativa afectó profundamente a las escuelas de artes liberales, como la Vittorino da Feltre en Mantua (fundada en 1423), y su teo ría retórica influyó en muchos escritores 10. No es sorprendente, dado el entu siasmo por Quintiliano, que algunas reacciones fueran negativas -algunas veces en contra de su identificación del orador con el hombre bueno, a veces en con tra de su definición de la retórica como el saber hablar bien, a veces contra su descuido de la dialéctica 11. El canon de los principales tratados retóricos latinos se completó en 1421 cuando Gerardo Landriani, obispo de Lodi, encontró un manuscrito completo de De Oratore, Orator, y Brutus de Cicerón. Las dos pri meras obras se habían conocido durante siglos sólo en versiones mutiladas; el Brutus era totalmente desconocido. De Oratore inspiró una serie de diálogos sobre la elocuencia durante los dos siguientes siglos 12. Sería posible escribir una historia del pensamiento retórico renacentista según el sucesivo impacto de las obras redescubiertas: Quintiliano, Cicerón, y los tratados griegos, especialmente Sobre la composición de Dionisio de Halic arnaso, Hermóge nes, Sobre el estilo de Demetrio, y finalmente Sobre lo sublime de Longino. S e imprimier on varios tr ata-
9. Para la descri pción de Poggio de su descubri mient o de Quintiliano, véase Ph yllis G. Gordan, ed. y trad., Two Renaissance Book Hunters: The Letters ofPoggius Bracciolini to Nicolaus de Niccolis, New York, Columbia University Press, 1966, pp. 193-96. 10. Véase F.H. Colson, "Knowled ge and Use of Quintilian afte r 1416", en su edición d e M. Fabii Quintiliani Institutionis Oratoriae Líber 7, Cambridge University Press, 1924, pp. lxiv-lxxviiii. 11. Entre los escritores de los que se trata en este capítulo, uno de los críticos de Quinti liano fue Trebisonda, cuyo dominio de la enseñanza de la retórica en Italia amenazaron los admiradores de Quintiliano; que lo atacó"Episodes por su olvido de la dialéctica; yin Vives, que rechazó su definición orador. VéaseRamus, John Monfasani, of Anti-Quintilianism the Italian Renaissance: Quarrels del on the Orator as Vir Bonus and Rhetoric as the Scientia Bene Dicendf, Rhetorica 10 (1992), pp. 119-38. 12. Para una lista parcial, véase Bernard Weinberg, ed., Trattati di poética e retorica del cinquecetito, 4 vols. Bari, Giuseppe Laterza, 1970-74, 1, pp. 566-81.
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dos griegos desconocidos anteriormente en occidente, junto con la Retórica de Aristóteles, en una popular edición de Aldo Manucio en Venecia en 1508. Los human ista s aprend ier on el griego princip almente con griegos llegados a Italia en el siglo XIV y a comienzos del XV. Este proceso tuvo el comple mento de los viajes de los occidentales a Grecia en busca de manuscritos: Giovanni Aurispa (1376-1459) y Guarino de Verona (1374-1460) están entre los más importantes de esos viajeros. La amenaza cada vez mayor contra Constantinopla, que terminó con la caída de la ciudad en poder de los turcos en 1453, hizo urgente el esfuerzo por conservar y traducir al latín todos los escri tos griegos que se pudieran encontrar. Los eruditos judíos preservaron el conocimiento del hebreo a lo largo de la Edad Media. En el Renacimiento, algunos judíos aprendieron las artes libe rales y comenzaron a aplicar la retórica clásica a la interpretación del Antiguo Testamento y a escribir obras sobre la predicación judía y sobre la composi ción de epístolas. La obra más importante es El libro del fluir del panal de miel, de Judah Messer León (1475), un manual de retórica ciceroniana en hebreo con ejemplos y aplicación a la Escritura. La muj er en el mov imi ent o hu ma ni st a Las mujeres participaron activamente en la sociedad de la Italia renacen tista 13. Algunas, principalmente las de familias ricas, asistían a las escuelas con los niños, o se les enseñaba en casa, donde aprendían latín, y estudiaban las otras artes liberales. Las mujeres también asistían a las conferencias de los famosos humanistas que se han mencionado con anterioridad. Aunque no se sepa de ninguna mujer autora de un tratado retórico, varias pronunciaron dis cursos epidícticos en ocasiones públicas que mostraban conocimiento de la retórica, algunos de los cuales se publicaron. Los discursos de Battista Malatesta, Constanza Varani, y de Ippolita Sforza en el siglo XV, y de Cassandra Fedele en el siglo XVI se han traducido al inglés 14 . En 1487 Fedele dirigió un
13. Véase especialme nte su papel en II Libro del Cortegiano, de Baltasar Castiglione; Charles Singleton, trad, The Book of the Courtier, Nueva York: Anchor, 1959· Sobre el tema en general, véase Glenn, Rbetoric Retold, ch. 4; Levin and Sullivan, eds., Political Rhetoric; y las obras que se citan en las siguientes notas. 14. Véase Margaret L. King and Albert Rabil Jr., eds., Her Immaculate Hand: Selected Works by and about the Women Humanists of Quattrocento Italy, Binghamton, N.Y., Medieval and Renaissance Texts and Studies, 1983, pp. 35-50 y 77.
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discurso a los estudiantes y al profesorado de la Universidad de Padua sobre el valor de la sabiduría humanística. Entre otras mujeres humanistas se 15 encuentran las dos hermanas Nogarola, Isotta y Ginevra , y Laura Cereta, autora de una carta contundente, dirigida a un imaginario oponente mascu lino, en defensa de la educación liberal de la mujer 16. La humanista más famosa de Francia fue Christine de Pisan (1356-1431), hija del médico de la corte de Carlos V. Escribió poesía lírica, mantuvo corres pondencia sobre controversias literarias con los principales intelectuales, com puso un elogio de Juana de Arco, y escribió tratados sobre el gobierno. En su obra más famosa. La ciudad de las mujeres, toca el tem a de la retórica al tra 17 tar el discurso adecuado a reinas, princesas, y damas de la corte . En Inglaterra, en el siglo XVI, las princesas reales recibían una sólida educa ción destinada a su preparación para los asuntos públicos y para hablar en público. Juan Luis Vives, que instruyó a la futura reina María, fue el más impor tante erud ito human ista del país en ese mo men to. Lady Jan e Grey y la futura reina Isabel recibieron instrucción de Roger Acham, el educador más importante de la época. Isabel adquirió un magnífico conocimiento del griego y del latín y conti nuó leyendo a los clásicos toda su vida. Entre sus discursos, tres de ellos están en latín, uno de los cuales pronunció en la Universidad de Cambridge en 1564 y dos en Oxford en 1566 y 1592. En el discurso de Cambridge cita a Demóstenes y se refiere a una anécdota acerca de Alejandro Magno 18. Jorge de Trebísonda De los emigrantes griegos llegados a Italia, el más importante para la his toria de la retórica fue Jorge de Trebísonda (1395-1472), que introdujo los 19 escritos de Hermógenes y de la tradición retórica bizantina a occidente . Ape llidado Trebísonda por un abuelo que vino de la ciudad griega de ese nom-
15. Véase Margaret L. King, Womeri of the Renaissance, Chicago, University of Chicago Press, 1991, pp. 195-98. 16. Tradu cción en Bizzell and Herzberg , eds., Rhetorical Tradition, pp. 495-98. 17. Tradu cción de Sarah Lawson, The Treasure ofthe City ofLadies, Nueva York, Viking Pengu in, 1985; excerpta en Bizzell y Herzberg, eds., Retorical Tradition, pp . 488-93. Véase Jen ny R. Redfern "Christine de Pisan and The Treasure ofthe City ofLadies: A Medieval Rhetorician and Her Rhetoric", en Lunsford, ed., Reclaiming Rhetorica, pp. 73-92. 18. Véase Geo rge P. Rice, ed., The Public Speeches o/Queen Elizabeth: Selections from Her Official Addresses, Nueva York, Columbia Universit y Press, 1951, pp. 47-48 y 72. 19- Este estu dio se basa en Monfasani, George ofTrebizond.
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bre a orillas del Mar Negro, Jorge nació en Creta y vino a Italia en 1416 para trabajar en la biblioteca del humanista veneciano Francesco Bárbaro. El patro nazgo de influyentes venecianos continuó siendo importante para él a lo largo de carrera.retórica Algunospracticados detalles depor su los vidahumanistas pueden ayudar a clarificar de su actividad del siglo XV. los tipos Trebisonda había recibido una sólida preparación en la gramática del griego clásico y en retórica, pero al llegar a Italia tuvo que comenzar a aprender latín. Pronto se distinguió y se convirtió en uno de los mejores estilistas latinos de su tiempo. En fecha tan temprana como 1421 pronunció discursos en latín en Vicenza -En alabanza de la elocuencia20 y En alabanza de Cicerón. Probable mente en esta época enseñó griego en clases particulares y completó una sinop sis en latín de la obra de Hermógenes Peri ideión. En 1426 publicó un tratado en latín Sobre la dulzura del discurso, basado en el tratamiento que hace Hermóge nes de la glykythes, y fue contratado para la cátedra pública de latín en Vicenza. Destituido al final del año siguiente por razones desconocidas -podía ser muy difícil en las relaciones personales, y como muchos otros de su época era pronto en participar en acerbos debates-, se dedicó a la enseñanza privada y a la com posición de su obra más importante, Rhetoricorum Libn Vo Los cinco libros de la Retónca, publicado en 1433 o 1434. Esta es la primera nueva retórica de gran alcance del Renacimiento; integraba la tradición retórica de Dionisio de Halicarnaso y Hermógenes con las fuentes latinas al uso, con ejemplos de Cicerón y de Virgilio. Trebisonda mismo lo consideraba un tratado que rivalizaba con el de Quintiliano, que estaba entonces en la cima de su popularidad. También se atre vió a criticar el estilo latino de otros, entre ellos el del humanista Guarino de Verona, autor de un importante comentario sobre laRhetorica ad Herennium. Esto lo comprometió en largas disputas. En 1437 publicó suRéplica a la invectiva de Guarino y defensa de su propia Retórica. Mientras tanto, había pronunciado el Discurso fúnebre por Fantino Michiel delante el Dogo y el senado de Venecia, y había completado su Compendium, un tratado sobre las partes del discurso basado en la gramática de Prisciano. Ésta se convirtió en una obra popular para la enseñanza de la gramática latina por todo el resto del siglo. En 1437 Trebisonda se trasladó a Bolonia, donde podría haber enseñado retó rica en la universidad, y donde pronunció su Discurso en alabanza del Papa 20. Texto in ibid., pp. 365-69.
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Eugenio TVante el mismo Eugenio y la corte papal , qu e ent once s estaba asen tada allí. También publicó una carta en griego al emperador de Bizancio, que es el primer documento en lo que vino a ser una obsesiva visión apocalíptica de la unión de las iglesias oriental y occidental bajo un sultán turco convertido al cris tianismo. En 1440 publicó su Isagoge Dialéctica, o Introducción a la Dialéctica, que es el primer manual humanista de lógica. Trebisonda consideraba la dialéc tica como una materia menor, útil para entrar en el campo más importante de la retórica; de ella se podía aprender algo del proceso de razonamiento como base para el estudio de la inventio. Irónicamente, la Isogage se hizo popular en la Europa del norte del XVI entre aquellos interesados en quitar la inventio de la retórica. En 1440 Trebisonda estuvo en Florencia, donde enseñó poesía en la universidad y dio clases particulares de griego y de latín, lógica, retórica, y filo sofía. La corte papal estaba entonces también en Florencia, y Trebizonda comenzó a trabajar allí como secretario. También escribió un comentario sobre el Pro ligarlo de Cicerón y com plet ó la traduc ción del Contra Eunomio de Basi lio. Ésta fue hecha por encargo del Cardenal Besarión, otro emigrado griego, que iba a convertirse en uno de los más feroces adversarios de Trebisonda. En 1443 Trebisonda se trasladó a Roma y al año siguiente juraba su cargo de secretario en l a corte apostólica. Este vínculo, con algunas interrupciones, du ró buena parte del resto de su vida. Dedicó la mayor parte de su tiempo a la tra ducción de las obras griegas que aún no estaban disponibles en latín, una activi dad en la que el nuevo papa, Nicolás V, estaba muy interesado. Trebisonda trabajó sobre los escritos científicos de Aristóteles, las leyes de Platón, los sermo nes de Juan Crisóstomo y de Gregorio Nacianceno, y otras obras. De esta forma, hizo accesibles a occidente los modelos clásicos de la epidíctica griega cristiana. También realizó una nueva traducción del discurso de Demóstenes Sobre la corona, un a d e las al me no s seis del siglo XV, y de la Retórica de Aristóteles, en la que introdujo la división en capítulos que aún se sigue usando en las edicio nes modernas. En 1455 volvió para servir bajo un nuevo papa, Calixto III. En 1457 Trebisonda participó en la controversia entre los platónicos y los aris totélicos que hacía furor en aquella época. Los humanistas en general despre ciaban el escolasticismo por vano y árido, y Aristóteles sufrió porque había sido la autoridad filosófica preferida de los escolásticos. Las obras de Platón estaban disponibles en griego en ese momento y parcialmente en latín y atraían el entu siasmo de los humanistas. Trebizonda entró en la controversia del lado de Aris tóteles y publicó una Comparación de las filosofías de Platón y de Aristóteles, a
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la que el Cardenal Besarión replicó con una obra titulada Contra el calumnia dor de Platón (es decir, contra Treb ison da). Treb ison da afirmaba qu e esta anti patía hacia Platón se se srcinaba por el tratamiento que hace Platón de Gorgias en el diálogo de suesediscurso nombre, En y por que sus de propias ideas sobre como se ven en alabanza la elocuencia y enla elretórica, prefaciotala sus Cinco libros de la Retórica reflejan parcialmente las de los sofistas griegos. Aun que tradujo la Retórica de Aristót eles y admirab a a su autor, su teoría retórica tenía más deuda con Hermógenes y con otros escritores griegos tardíos. En 1460, Trebisonda dejó Roma para ejercer como profesor de retórica y de humanidades en Venecia, pero volvió a la corte papal en 1464 cuando su antiguo discípulo, Pietro Barbo, fue elegido Papa bajo el nombre de Pío II. Constantinopla había caído en 1453, lo que volvió a despertar la esperanza de Trebisonda de con vertir al sultán turco al cristianismo, proyecto que le llevó más tarde a imprudentes actividades. En 1465-66 realizó una visita secreta a Constantinopla, pero ni pudo ver al sultán ni mucho menos persuadirle del destino religioso que Trebisonda vislum braba. Las autoridades de la Iglesia desaprobaron contudentemente los esfuerzos de Trebisonda de ejercer una diplomacia personal. A su vuelta empeoró su situa ción al publicar un discurso dirigido al sultán titulado La eterna gloria del autócrata, como resultado del cual estuvo preso cuatro meses en el Castillo de Sant' Angelo, en Roma. Puesto en libertad permaneció en Roma, en donde siguió participando en el debate de Platón contra Aristóteles y en otras controversias; y murió en 1472 o 1473. Sería un error describir su carrera como típica; su apocalíptico entusiasmo religioso fue único, pero las actividades de este infatigable retórico y sofista tuvie ron casi todos los aspectos de la vida profesional de un humanista del Renaci miento, con la excepción del descubrimiento de nuevos manuscritos latinos. Ese esfuerzo había sido en gran parte completado por otros. Trebisonda, sin embargo, jugó un papel central en traer los clásicos griegos a occidente. Cuando Trebisonda llegó a Italia, los maestros de retórica ya habían comen zado a mejorar significativamente la comprensión de la retórica clásica en la forma de comentarios o de monografías, pero sólo dentro de la tradición cicero niana. El comentario de Antonio Loschi sobre los once discursos de Cicerón y el tratado ciceroniano de Gasparino Barzizza Sobre la composición son ejemplos de ello21. Trebizonda adoptó la estructura de la tradición ciceroniana y su forma com-
21. Véase Scaglione, Classical Theory of'Composition, pp . 134-35.
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pieta de las cinco partes de la retórica. La estructura de su Rhetonca es la de la Rhetorica ad Herennium, aun que con un libro adicional . Expandió este marco con un considerable material de otros escritores romanos, entre ellos Quintiliano, aunque Trebisonda cita a Quntiliano sólo para criticarlo, y a partir de material griego; poco viene de Aristóteles, aunque sea continuamente citado. El libro 1 comienza con un corto prefacio sobre la utilidad de la oratoria en la sociedad, evocadora de la tradición sofista de la antigüedad, o del famoso prefa cio del De Inventione de Cicerón 22. La retórica se definía entonces como "una ciencia de la vida cívica en la que, con el acuerdo del auditorio hasta donde sea posible, hablamos de cuestiones civiles". Trebisonda define lo que quiere decir por cuestiones y las clases de oratoria, y luego retoma las partes de un discurso: exordio, narración, y "contienda" o prueba, que subdivide en división, confirma ción, y refutación. Esto lleva a la cuestión del status, que completa el libro 1. El
Peri staseos de El libro 2 es ennogran parte paráfrasis del de Hermógenes, Trebisonda adopta el una método de división Hermógenes. libro 3 se aunque titula "Sobre la argumentación"; aquí Trebisonda incorpora en la retórica una conside rable cantidad de material sobre dialéctica, como los veintidós tópicos dialécticos derivados de Temistio, Boecio, y Pedro Hispano. El libro finaliza con un estudio de la peroración. El libro 4 trata de la oratoria deliberativa, de la oratoria demos trativa, de la intención del orador, de la disposición, la memoria, y la pronuncia ción. El libro 5 se dedica al estilo. Comienza con un prefacio en el que Trebisonda explica que el estilo, a diferencia de la inventio, se pu ed e enseñar f ácilmente a Sobre los jóvenes: la opinión de Dionisio de Halicarnaso en el prefacio a su obra la composición. En lo que sigue, trata la s tres clases de estilo de la tradición cice roniana, que considera una visión amplia del tema, y las "ideas" de Hermógenes, que traduce como formae, que considera un anál isis más avanz ado y sutil del asunto. El tratado de Trebisonda está firmemente asentado en la tradición clásica de la retórica técnica. Está escrito en un buen latín clásico; sus ejemplos son clá sicos, tomados de Cicerón en los primeros libros, pero ampliados para incluir la poesía griega y latina, y los escritos históricos en el último libro. La contribución de Trebisonda es su manejo de las fuentes griegas, su habilidad para organizar el material en un todo con consistencia, y su pulido estilo latino, que le ganó la con fianza de los lectores humanistas. Él, por su parte, no tenía ideas srcinales sobre
22. Véase Monfasani, George of Trebizond, pp. 370-72.
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la retórica, pero como persona que tenía frecuentes ocasiones para hablar en público, tenía un sólido instinto para lo que era importante. Su obra fue amplia mente estudiada en toda la Europa occidental, primero en manuscritos y luego en una serie de ediciones impresas, y a menudo fue citada durante un siglo des pués de su muerte, momento en el que muchos otros retóricos y las fuentes grie gas en las que se había basado, eran fácilmente accesibles. Como se ha visto a través de la carrera de Trebisonda y de los otros humanis tas, la retórica en Italia se había convertido de nuevo en un rasgo característico de la educación en las artes liberales, de forma análoga a lo que había sido en la Anti güe dad , rivalizando con la gramática y con la dialéctica, que le había he cho som bra en la Edad Media. Trebisonda enseñó retórica varias veces a niños, a estudiantes universitarios, y a veces a adultos, como lo hicieron otros en su época; pero una vez que el entusiasmo humanista por la retórica empezó a desvanecerse, fue en las escuelas, en compañía todavía de la gramática y de la dialéctica, y en las etapas introductorias de los cursos universitarios de arte, donde se ofreció la mayor parte de la instrucción retórica. Debe subrayarse que los estudiantes de retórica en el Renacimiento eran en su mayor parte niños; aun los estudiantes uni versitarios eran en la época considerablemente más jóvenes que hoy. Así, un típico manual de retórica intentaba ser simple, claro, y susceptible de ser memorizado. Buen ejemplo de ello es el algo posterior Elementorum Rhetorices Libri II de Felipe Melanchthon, la principal fuente del Arte or Crafle ofRhetoryke de Leonard Cox, el primer manual retórico en inglés. Aunque escrito por uno de los principales inte lectuales del siglo XVI, se dirige a dos adolescentes q ue h an estado estu diando dia léctica dos años y que ahora necesitan una sencilla introducción a la retórica. La naturaleza elemental de la mayor parte de los estudios retóricos del Renacimiento contribuyó a que la Retónca de Aristóteles no llegara a ser u n texto fundamental. Se hicieron nuevas traducciones de ésta al latín y a las len guas vernáculas, y los profesores universitarios algunas veces explicaron sobre el texto. Un importante ejemplo de esto último son las conferencias que John 23 Rainolds dio en Oxford en la década de los setenta del XVI . Partes de la Retó rica influyeron sobre las teorías de la poética, de la política, o de la filosofía moral, pero no se compuso ninguna retórica verdaderamente aristotélica en el
23. Véase Green, Rainolds's Oxford Lectures. El único manuscrito que se conserva contiene sólo las conferencias de los nueve primeros capítulos de Libro I.
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Renacimiento 24 . Cicerón, la Rhetorica ad Herennium, y Quintiliano conti nua ron siendo las autoridades últimas, y cuando los profesores universitarios daban clase sobre los textos retóricos, era uno de éstos el escogido. Además, Platón disfrutóformaba de una gran en la Italia renacentista, y la oposición a Aristóteles parte popularidad de la veneración a Platón. Los diálogos italianos sobre retórica de Francesco Patrizzi (publicados en 1562) son platónicos y vigorosamente anti-aristotélicos; adelantan una versión de las ideas de Sócra Fedro2=). tes en el Gorgias, sin intentar ningún desarrollo de los conceptos del Sperone Speroni, aunque más moderado, prefirió la expresión moderna a la retórica antigua en su Dialogo della retorica de 1542 y se preg unta ba si la for mación del orador latino era realmente una disciplina apropiada para la expre sión en otras lenguas. A muchos les parecía que la creciente importancia de las lenguas vernáculas era un argumento más en estas controversias. Así, el entusiasmo por la retórica se fue desvaneciendo en Italia después de 1500, excepto en el caso de la predicación. Las condiciones políticas eran ahora bastante poco favorables a la oratoria deliberativa, y se reafirmó la ten dencia de la retórica a tomar un tinte literario. El vivo interés por desarrollar un nivel que rivalizara con los clásicos, reforzó esta corriente, lo que produjo un importante corpus de crítica literaria que llegó a ser influyente también en Francia y en Inglaterra. La Poética de Aristóteles se había conocido en la baja Edad Media en su versión latina, pero como la Retórica, ejerció bastante poca influencia hasta que una nueva traducción de Giorgio Valla en 1498 la trajo de nuevo a la atención pública. Subsiguientemente, una serie de obras exa minaron cuestiones presentaron reglas en italiano para Entre la composi ción de los géneros críticas clásicos,y especialmente la épica y el drama. los más importantes escritores sobre poética están Trissino, Minturno, y Castelvetro
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Fíchet y Traversagni La popularidad del tratado retórico de Trebisonda inspiró otras maneras de apr oxi mar se a la retórica en la se gunda mitad del si glo XV. La Retónca de Gui-
24. Un posible ejemplo es De Natura Logicae de Jacopo Zabarella (1533-89); véase W. F.
Edwards, "Jacopo Zabarella: Renaissance Aristotelian'sauView of Rhetoric Poetiy and Their Relation to Philosophy", en Arts Alibéraux etphilosophique Moyen Age, pp.and 843-54. 25. Véase Eugen io Garin, "Note su alcuni aspetti delle retoriche rinascime ntali e sulla Retorica del Patrizi", Testi umanistici sulla retorica: Archivio di filosofía 3 (1953), pp. 7-53. El artículo tambié n hace referencia a Speroni. 26. Véase Weinberg, Histoiy ofLiterary Criticism in the Italian Renaissance.
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llaume Fichet fue el primer tratamiento del tema impreso en Francia (1471), y un desafío directo a la influencia de Trebisonda. Fichet tuvo a su cargo la biblio teca de la Sorbona de 1468 a 1471 y patrocinó la introducción de la imprenta en Francia llevando a tres impresores desde el Rinuna a París. prime ros libros que se imprimieron fue, precisamente, versiónUno de de laslos clases de retórica que Fichet había dictado a lo largo de muchos años, primero en Aviñón, más tarde en París 27. En una carta al Cardenal Besarión, Fichet le comu nica su alarma al descubrir ciertos "georgianos" en París que estaban situando a Trebisonda como un segundo Cicerón y amenzaban con enseñar retórica con copias manuscritas del tratado de Trebisonda. Parece probable que un factor importante del interés de Fichet por imprimir era el deseo de que circulara su propia obra, y contrarrestar con ella la influencia de Trebisonda 28 . Ciertamente la RhetoHca de Fichet es muy diferente 29. Consiste en una Prae-
fatio y en tres libros: uno s obr e retórica judicial, otro sob re retórica deliber ativa y demostrativa, y, finalmente, un libro sobre estilo. El contenido se deriva en gran parte de la tradición ciceroniana de De Inventione, Rhetorica ad Herennium, y Victorino, con adicio nes de los estud ios medieval es sobr e dialéctica. S in reconocerlo, Fichet incluye algunas ideas de Hermógenes que conoce a través de Trebisonda 30 . El material es, sin embargo, una refundición de la forma siste mática y lógica de la escolástica medieval, compatible con el ambiente acadé mico francés. La obra consiste casi en su totalidad en una serie de definiciones, divisiones, definiciones de categorías subordinadas, y a menudo más división y definición. Se construyen en ella muchas nuevas relaciones lógicas y se introdu cen multitud de nuevos términos técnicos. El efecto es muy árido, ya que no se ofrecen ejemplos de técnicas retóricas, pero hay motivos para creer que Fichet ilustraba sus clases con citas de los clásicos. En el prefacio se queja de lo mal que se entendía la retórica en París, una ciudad que debería ser, dice, la moderna Atenas o Roma, e indica que su enseñanza intenta ser práctica. La elocuencia hará los cargos y recompensas accesibles al estudiante y hará posible la propa-
27. Véase Jacqu es Monfrin, "Les lectures de G. Fichet et de J. Heynlin", Bibliothéque
d'huma-
nisme28.et Véase renaissance 17 (1955), pp. Press 7-23 yas143-53. Eisenstein, Printing an Agent ofChange, p. 399n. 29· Para una desc ripció n más detallad a, véase George Kennedy, "The Rhetorica of Guillaume Fichet", Rhetorica 5 (1987), pp . 411-18. La obra no se ha vuelto ha reeditar y se conserva sólo en un manuscrito y en algunos de los ejemplares impresos srcinales. 30. Véase Monfasani, George ofTrebizond, p. 322.
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gación de la religión cristiana en el extranjero. En el libro 2 ofrece un inusual mente largo tratamiento de la oratoria deliberativa y demostrativa. Poco después de la impresión de su obra, Fichet se trasladó a Roma. Gui llermo Publicó Tardiff emergió entonces como de el principal maestro de retórica en dos cortos compendios retórica que continuaron dando París. énfasis como Fichet a la oratoria civil, pero eliminaba aquellas elaboradas definiciones y divisiones escolásticas, y adquiría una deuda con el humanista italiano Lorenzo Valla, lo que no había sido así en el caso de Fichet 31. Una segunda persona que enseñó y publicó un nuevo acercamiento a la retó rica en el siglo XV fue Lorenzo Guillermo Traversagni, un italiano que visitó Inglaterra y completó allí en 1478 su Margerite Castígate Eloquentie. El título puede traducirse como "Las perlas de la retórica purificada", y la obra también se conoce como Nova Rhetorica. Más tar de en se ñó e n París y allí co mpus o su Epitome de un tratado más largo 32; Traversagni se diferencia de otros escritores humanistas de retórica examinados anteriormente en que su objetivo principal fue adaptar la enseñanza retórica ciceroniana a las necesidades de los lectores, los escritores, y los hablantes cristianos de su propia época. Ilustró la teoría con las Escrituras y favoreció un estilo casto y modesto, con poca ornamentación. Ciceronianos y anticiceronianos La prosa de la baja Edad Media muestra dos estilos contrastantes 33. Uno se carac teriza por el uso de las figuras clásicas de elocución, pero no es muy clásico en la composición y emplea libremente palabras que se encuentran sólo en el latín medie val. Este es el estilo en prosa de la predicación homiléctica, las vidas de santos, los tratados de devoción, y los discursos de las crónicas. El uso de este estilo subsistió en el Renacimiento en la instrucción elemental e influyó en la poesía y la prosa en lengua vernácula. El otro estilo de la baja Edad Media es el estilo de las cancillerías y de las facultades de derecho, asociado con el dictamen. En esta tradición se evi taban los tropos y las figuras por poéticas y artificiales, pero se aplicaban otros aspec tos de la retórica, en especial las reglas para la estructura del discurso.
31. Véase Franc o Simone, "Robert Gaguin e il suo cená culo umanistico", Aevwn 13 (1939), pp. 410-76. 32. Traduc ción de Roñal H. Martin, TheEpitoma Margante Castígate Eloquentie of Laurentius Gulielmus Traversagni de Saona, Leeds, Leeds Philosophical and Literaiy Society, 1986. 33. Véase Croll, Style, Rhetoric, and Rhytbm, pp. 255-85.
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Los humanistas, en su conjunto, reaccionaron en contra de estos dos estilos medievales tardíos por faltos de elegancia, e intentaron devolver el latín escrito y hablado a su nivel clásico de elocuencia como medio de comunicación inter nacional 34 . Variaban entre ellos, sin embargo, en el grado en el que insistían en Cicerón como piedra de toque. Los humanistas de comienzos del siglo XV, entre ellos Leonardo Bruni, Poggio Bracciolini, Jorge Trebisonda, Guarino de Verona, y Lorenzo Valla, pertenecían al movimiento clasicista sin considerar a Cicerón como el único modelo de corrección. El final del siglo XV y el comienzo del XVI es el período de los ciceronianos más doctrinarios, de los que Pietro Bembo y su discípulo Christophe de Longoeil son probablemente los mejores ejemplos. Buscaban no usar ninguna palabra latina que no se encontrara en Cicerón, así como imitar su composición en las oraciones. Mario Nizzoli (Nizolius) publicó su Lexicón Ciceronianum en 1535, con el qu e ofrecía un a obr a de r eferenc ia en la que se podía comprobar el uso para mantener la dicción ciceroniana pura. Hubo reacciones contra este ciceronianismo extremo en el estilo: el famoso Ciceronianus de Erasmo en 15 28 es el alega to más famos os en defensa de un estilo latino clásico pero flexible. Erasmo derivaba su vocabu lario latino de una amplia variedad de autores antiguos e intentaba que el latín siguiera siendo una lengua vigorosa, viva, y útil. J. C. Escalígero y otros ata caron a Erasmo, pero sus ideas tuvieron una gran influencia. Una reacción más general contra el estilo ciceroniano apareció en la segunda mitad del siglo XVI. La figura central de este movimiento fue Justo Lipsio (1547l606). Se sentía fuertemente atraído por la prosa latina de los escritores del pri mer imperio, que fueron en su propia época anti-ciceronianos. El conciso, epigramático, pero sencillo latín de Séneca el Joven era uno de sus modelos; el estilo más complejo, a veces cargado de oscuridad, de Tácito era otro. Éstos y otros escritores latinos en prosa, entre ellos Salustio, se convirtieron en los mode los de algunos de los escritores latinos de fines del siglo XVI y comienzos del XVII y su influencia se extendió del latín a la prosa barroca de las lenguas ver náculas, como se ve, por ejemplo, en los escritos de Montaigne en francés. Los términos "aticista" y "asianista", que se toman prestados de las controversias lite rarias del siglo I a. C. para describir a los anti-ciceronianos y a los ciceronianos, 35 respectivamente, no parecen descripciones apropiadas del estilo renacentista .
34. Véase Scott, Controversies, part 1, y M. L. Clarke, "Non Hominis Nomen, Sed Eloquentiae", en Dorey, ed, Cicero, pp. 89-95. 35. El tér mino "barroco", toma do de la crítica artística, es ace ptabl e como descrip ción del estilo de prosa no ciceroniano, pero no hay una teoría retórica barroca; véase Wilbur S. Howell, "Baroque Rhetoric: A Concept at Odds with Its Setting", Philosophy and Rhetoric 15 (1982), pp. 1-23.
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Ya que la retórica, aun cuando sólo en una forma elemental, era parte fun damental de la educación en el Renacimiento, no sorprende que algunas veces se le encontraran aplicaciones más allá de la expresión oral y de la escritura. Platón, Aristóteles, Cicerón, Quintiliano, y otros escritores de la Anti güedad a veces establecieron analogías entre la oratoria, la pintura, y la escul tura, y los escritores renacentistas sobre arte a menudo usaron conceptos retóricos de estilo e imitación y adaptaron términos retóricos a sus teorías estéticas. La retórica les ofrecía un instrumento práctico y ampliamente com prendido por la crítica. Entre estos escritores se encuentran Paoli Pini, autor del Diálogo de la pintura (1548), Lodovico Dolce , auto r de un a obra titulada de forma similar (1557), y Francisco Junio, autor de La pintura de los antiguos (1638). Junio era cuñado del erudito clásico holandés Gerardo Vossio, autor de varios tratados sobre retórica, de los que se tratará más adelante en este capítulo, y de un largo tratado Sobre la naturaleza y la creación de las artes y de las ciencias qu e incluye el est udio de la pintu ra en tér mino s de retórica. La analogía entre retórica y música no se exploró mucho en la Antigüedad, aunque Quintiliano le dedicó un capítulo a la música (1.10) en términos de ethos y pathos. Los escritores renacentist as retom aro n el tem a y lo elabo raron . Nicolás Vicentino en 1555 comparó al músico con el orador que habla en voz alta o en voz baja, lenta o rápidamente, para mover los ánimos de su auditorio. En Ale mania, Joachim Burmeister escribió una introducción a la composición musical; la segunda edición de 1601, bajo el título de Musicus Autoschediastike, alab a la música como la forma más alta de oratoria. En 1601 difundió esta idea en su Música Poética, que hace uso de las divisiones retóricas e identifica una serie de figuras musicales basadas en las figuras de elocución que se estudiaban en las escuelas. Otros escritores del siglo XVI continuaron este acercamiento a la música como una retórica secundaria 36 . Johann Sebastian Bach estaba familiari zado con estas teorías, y hay alguna evidencia que sugiere que aplicó su cono cimiento de Quintiliano a la composición de una de sus obras 37 .
36. Véase Claude Palisca, "Ut Oratoria Música: The Rhetorical Basis o f Musical Mannerism", e n The Meaning of Mannerism., ed. F. W. Robinson and S. G. Nichols Jr., Hannover, N. H., University Press of New England, 1972, pp. 37-65; G. J. Buelow, "Music, Rhetoric, and the Concept of the Affections: A Selective Bibliography", Music Library Notes 31 (1973), pp. 250-59; y Brian Vickers, "Figures of Rhe toric / Figures of Music", Rhetorica 2 (1984), pp. 1-44. 37. Véase Úrsula Kirkendale, "The Source of Bach's Musical Offering: The Institutio Oratoria of Quintilian",Journal of the American Musicological Society 33 (1980), pp. 88-141, y Warren Kirkendale, "On the Rhetorical Interpretation of the Ricercar and J. S. Bach's Musical Offering', Studi Musicali 26 (1997): 331-76.
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Retórica y dialéctica La retórica filosófica en el Renacimiento está representada por los continuos esfuerzos para describir los métodos adecuados de predicación, y por los esfuer zos de los maestros de dialéctica en reafirmar la supremacía de su disciplina y en limitar el campo de la retórica. Este último movimiento, centrado principal mente en Alemania y Francia, es paralelo a la reducción de la retórica al estilo en Italia y, así, conduce a similares resultados, pero por razones completamente diferentes. Evoca la crítica que Platón hace de la retórica, a la que se refieren algunos dialécticos del Renacimiento, pero se preocupa principalmente por el método y por la validez lógica, no por la verdad filosófica o científica. Sus formuladores, sin embargo, eran doctrinarios clasicistas que encontraban sus con ceptos y autoridades para reformar el sistema de enseñanza de la dialéctica y la retórica en fuentes clásicas, y que presentaban sus enseñanzas como una vuelta a los después del escolasticismo de la baja Media. Enclásicos Italia, en el segundo cuarto del siglo XV, se Edad despertó un aparente interés por redefinir la relación de la dialéctica y la retórica en las artes liberales entre aquellos cuyo principal interés estaba en la retórica. En la Edad Media la retó rica generalmente se situaba entre las dos más importantes artes, la gramática y la dialéctica. A medida que el interés por la retórica aumentó en Italia en los siglos XIV y XV parecía que se necesitaba una nueva estructura educativa. La solución que ofrecía Trebisonda al problema era producir una obra sencilla introductoria sobre dialéctica, destinada a ser preliminar al serio estudio de la inventio retórica , y ade más inclui r un libro sobre la argument ación e n su ext enso tratado de retórica. El humanista Giovanni Tortelli parece también haber inten tado redefinir la relación entre la dialéctica y la retórica por este tiempo 38 , pero la concepción más extrema fue la del distinguido humanista Lorenzo Valla. Lorenzo Valla y Rodolfo Agrícola Lorenzo Valla (1407-57) fue rival de Trebisonda, le oscureció en popularidad como maestro de retórica en Roma, y, como él, simó al Papa de secretario Realizó una fundamental obra de erudición sobre los textos de la historia
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38. Véase Monfasani, George ofTrebizond, p. 38. 39. Véase Pfeiffer, Classical Scbolarship: From 1300 to 1850, pp. 35-41, y Nancy Struever, "Lorenzo Valla: Humanist Rhetoric and the Critique of the Classical Languages of Morality", en Murphy, ed , Renaisance Eloquence, pp. 191-206.
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romana de Livio y sobre el Nuevo Testamento, tradujo la historia de Tucídides al latín, y escribió una serie de estudios titulados Elegantiae Latini Sermonis, la obra que quizá influyó más en su época en el redescubrimiento de las normas gramaticales y léxicas del latín clásico. Valla fue el admirador de Quintiliano más entusiasta que se pueda hallar en el Renacimiento, y fue un crítico del aristotelismo y del escolasticismo. Además de sus obras filológicas, escribió sobre filo sofía y religión. Escribió su Dialéctica en los años 1430, po co ant es de la Introducción a la Dialéctica de Trebisonda 40 . En su obra Valla asumió el con cepto de la demostración lógica de Quintiliano (5.10) y absorbió enteramente la dialéctica en la disciplina retórica. "¿Qué otra cosa es la dialéctica", pregun taba, "sino una especie de confirmación y refutación? Éstas son partes de la invención; la invención es una de las cinco partes de la retórica. La lógica es el uso del silogismo. ¿Acaso el orador no usa del mismo? Sin duda lo hace, y no sólo esto, sino también el entimema y el epiquerema, además de la induc ción" 41. Continúa argumentando que de los tres deberes del orador -enseñar, deleitar, y conmover- la tarea del dialéctico era sólo el primero, enseñar. La siguiente etapa en la redefinición de la relación entre la dialéctica y la retórica llegó una generación después en la obra del erudito holandés Roelof Huusmann, comúnmente conocido por la versión latina de su nombre, Rodolfo Agrícola (1444-85) 42 . Después de estudiar en Erfurt, Lovaina, Colonia, y París, fue a Italia alrededor de 1468 para estudiar leyes, pero se convirtió al modo de vida de un humamista italiano, con su énfasis en el estudio de los clásicos. Durante su estancia en Italia comenzó De Inventione Dialéctica, en tres libros, y la completó a su vuelta a Alemania en 1479. Además de esta influyente obra, Agrícola tradujo los Progymnásmata de Aftonio al latín. Como se vio en el capítulo VIII, éste había sido el principal manual retórico de composición usado en Bizancio durante siglos. Agrícola hizo por Aftonio lo que Trebisonda por Hermógenes, y durante los siguientes doscientos años 43 los escolares de Europa occidental estudiaron el texto de Agrícola .
40. El trat ado de Valla sobr e dialéctica se con oce tam bién corno Dialectical Disputatons against the Aristotelians y como Repastinatio ("Revisión") Dialectice et Philosophie. La edición de Basilea de 1540 de la Opera Omnia de Valla se ha vuelt o a editar (2 vols. Turín, Bottega d'Erasmo, 1961). 41. Cita de Monfasani, George ofTrebizond, pp . 304-5. 42. Véase Mack, Renaissance Argument, y Joh n Monfasani, "Lorenzo Valla and Rudol ph Agrí cola", Journal of the History ofPhüosophy 28 (1990), pp. 181-200. 43. Véase Dona ld L. Clark, "The Rise and Fall of Progymnásm ata in Sixteenth and Sevente eth Centuiy Grammar Schools", Speech Monographs 19 (1952), pp. 259-6 3.
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El De Dialéctica Inventione de Agrícola 44 comienza con un corto prólogo en el que inmediatamente deja claro que la retórica -que no menciona por su nom bre, pero que la representa por los deberes del orador ciceroniano- es, desde su punto de vista, una parte subordinada de la dialéctica. El primer y correcto obje tivo del discurso es enseñar. La enseñanza implica la exposición y la argumenta ción, y la argumentación implica el razonamiento probable a partir de algo bien conocido, hasta algo menos conocido. Al hacerse esto, es más útil comprender los asientos de los argumentos, llamados loci (por ejemplo, tópicos dialécticos). A continuación, el capítulo 2 procede a definir un locus y a mostrar cómo se usa en el argumento: "Esta parte del tema, que implica pensar el término medio o argumento, es lo que los dialécticos llaman invención; hay otra parte que se llama juzgar", o juicio, cuya función es evaluar todas las formas de silogismo que se usan en la invención, y rechazar aquéllas que no estén de acuerdo con la reali
lociy tratados dad. En los Cicerón siguientesy capítulos librose1conocían Agrícola aconsidera Aristóteles, Temistio del (como través delos Boecio) describe por su propia lista de veinticuatro: definición, género, especie, propiedad, todo, parte, etc. Hay un considerable parecido entre las listas de tópicos de los diferentes autores, pero no hay acuerdo sobre un canon. Aunque los tres libros de Agrícola se dedican sólo a la inventio, no al juicio, vuel ve al tem a del juicio en la intro ducción al libro segundo e indica que el contenido se deriva de Aristóteles, Cice rón (especialmente Tópica 6), y de Quintiliano (3-35). El libro 2 se dedica a la dialéctica en un sentido más amplio y al lugar que en ella ocupa la inventio. El fin de la dialéctica es habla r con prob abi lid ad del tema propuesto. El deleitar y conmover se subordinan a esto. El material de la dialéctica es la pregunta, y se examinan sus divisiones. Entre ellas está la teoría de la stasis. El instrumento de la dialéctica es el discurso, y Agrícola considera las partes de un discurso, para el que prefiere una división en cuatro partes: exordio, narración, confirmación, y peroración. Agrícola presenta este material con abundantes ilustraciones tomadas de Cicerón y de otras fuentes clásicas. El tercero y más breve libro se dedica al affectus, aquello por lo qu e la mente es impulsada a buscar y a evitar alguna cosa. Se ocupa de las emocio-
44. Lothar Mundt, ed., Agrícola, De Inventione Dialéctica , Tübinge n, Niemeyer, 1992. La edición srcinal (Colonia, Gymnicus, 1539) se ha reeditado en Monumenta Humanística Bélgica, vol 2 (Nieuwkoop, de Graff, 1967). El texto también es accesible en microfilm en British and Continental Rhetoñc and Elocution, rollo 8, núm ero 92.
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nes y de lo que en un orden más tradicional se habría encontrado en los estu dios retóricos sobre la disposición de algunas de las partes del estilo. Agricola no examina los ornamentos del estilo, que se dejan así para ser el tema de un arte de retórica mucho más limitada. Una de las contribuciones importantes 45 de la obra es su consejo sobre cómo leer y entender los textos . La obra de Agricola tuvo una gran influencia. Philipp Melanchthon (14971560), líder protestante y amigo de Lutero, adoptó la división de la dialéctica y la retórica de Agricola en su popular Elementorum Rhetorices libri II (1946) 46 , aunque su obra anterior Institutiones Rhetoricae había tratado el jui cio y la disposición como partes de la retórica 47 . Erasmo aprobó las opiniones de Agrícola, y son un importante precedente de la obra de Petrus Ramus, que se tratará más adelante en este capítulo. En las etapas posteriores del Renacimiento en Alemania, el tratado retórico más importante fue el Systema Rhetoricae de Bartolomé Kecker mann, una 48 obra de más de setecientas páginas que se publicó en Danzig en 1606 . Keckerman se volvió hacia la tradición ciceroniana, al prestarle más atención a la inventio, espec ialme nte en l a seg und a mitad de la obra, titula da Rhetorica Specialis, qu e contiene un extenso e inusual estudio de cómo desper tar las emociones como cuestión central del acto retórico. La obra de Keckermann se estudió mucho en la Europa septentrional y en Inglaterra, donde fue libro de texto en las escuelas disidentes hasta el final del siglo. Erasmo Una figura principal que contribuyó con su autoridad a la enseñanza de la retórica desde un punto de vista más literario que dialéctico fue Desiderio Erasmo (1469-1536). Nacido en Rotterdam, estudió en París, vivió varios años en Inglaterra, visitó extensamente Italia, y pasó los últimos veinticinco años de su vida principalmente en Basilea, Suiza, y a poca distancia en Friburgo, Alemania.
45. Véase Mack, Renaissance Argument, p. 120. Para un estudio de los primero s escritos en ale mán sobre retórica, véase Helmut Schanze, "Problems and Trends in the Histoiy of Germán Rhetoric to 1500", en Murphy, ed., Renaissance Eloquence, pp. 105-25. 46. El texto se encuentra en British and Continental Rhetoric and Elocution, rollo 14, número 126.
47. Véase es R. McNally, 33-48. 48. No hayJam edición mod erna "Melanchton's ni traducción; Earliest para un Rhetoric", estudi o deen laFisher, obra, ed., véaseRhetoric, Conley, pp.Rhetoric in the European Tradition, pp. 157-59 y 184; véas e tambié n Jos eph S. Freedma n, "The Career and Writings of Bartholomew Keckermann (d. 1609)", Proceedings of the American Philosophical Society 141 (1997), pp. 305-64.
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Fue así el más internacional de los humanistas, y acertadamente se llamaba a sí mismo un "ciudadano del mundo". La obra de su vida fue el renacimiento de la piedad cristiana a través del estudio de los clásicos, y su más grande logro, la edición del Nuevo Testamento griego. Hizo mucho también por el estudio de los Padres de la Iglesia, y editó varios de ellos, cuyos nombres han aparecido en esta historia -Orígenes, Crisóstomo, Jerónimo, y Agustín- así como autores clá sicos, entre ellos Demóstenes. Fue, sobre todo, un gran escritor por derecho pro pio: Su Elogio de la locura y sus Coloquios merecen ser considerados como las últimas grandes obras de la literatura latina. Aunque Erasmo conocía en profun didad todo el sistema de la retórica clásica, la única parte de la disciplina a la que hizo una contribución fundamental fue al estilo. Su objetivo fue lograr y enseñar una destreza sólida del latín como instrumento flexible y sutil de la comunicación y de la educación49. En esto sus pautas se basaban en el sentido común y en la utilidad, como se puede ver en su influyente Ciceronianus de 152850. Entre otras importantes publicaciones de Erasmo están sus obras sobre la composición de epístolas, De Conscribendis Epistulis51, y sobre la predicación, Ecclesiastes sive de Ratione Concionandi, que trasladó desde la teoría de la pre dicación de fines de la Edad Media a la retórica clásica y a la homiléctica. Más influyente fue el tratado de Erasmo de 1511, De Duplici Copia Rerum et Verborum, o De Utraque Verborurn ac Rerum Copia. Comúnmente se le llama sim plemente Sobre la copia 52. La palabra copia puede traducirse por "abundancia". La principal fuente clásica del concepto es el primer capítulo del libro décimo de la Institutio de Quintiliano, donde se identifican dos tipos de "copia": abundancia de temas o de ideas, y abundancia de palabras. Erasmo propone cómo conseguir esta facilidad en el escribir prosa latina. En el libro 1 trata de la abundancia de pala bras, que se consigue simplemente por el uso imaginativo de tropos y figuras, para lo que cita ejemplos de fuentes clásicas latinas, entre las que está, aunque no exclusivamente, Cicerón, y por el estudio de fórmulas, que muestran cómo la misma idea puede expresarse de diferentes maneras. En parte es un tourdeforce,
49. Véase Marjorie O. Boyle, Erasmus on Language and Method in Theology, Toronto, University of Toronto Press, 1977.
Controversies, 50. cción, véase 2, pp.Writing", 19-130. en Murphy, ed., Renais51. Para Véaseuna Juditradu th Rice Hend erso Scott, n, "Erasmus on the Artparte of Letter sance Eioquence, pp . 331-55, y "Erasmian Ciceronians; Reformation Teachers of Letter-Writing", Rbetoñca 10 (1992), pp . 273-302. 52. Traducción de Craig Thomp son, Collected Works of Erasmus, Toronto, University of Toronto Press, 1978, 24, pp. 284-659.
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como cuando Erasmo muestra (1.33) ciento cincuenta maneras de decir (en latín) "Tu carta me gustó mucho" y doscientas formas para: "Te recordaré mientras viva". El libro 2 trata de la abundancia del pensamiento, ele la que cita diez métodos; por ejemplo, tomar algo que se puede expresar brevemente y en términos generales, y expandirlo y separarlo en sus partes constituyentes, o explorar las causas, o enu merar las circunstancias concurrentes. Erasmo amplió su obra en las tres revisio nes que de ella hizo, y en parte resulta confusa por la estructura de la exposición; pero los maestros inmediatamente vieron la utilidad del tratado para la enseñanza de la composición, y se continuó reimprimiendo hasta finales del siglo XLX. Fue también objeto de comentarios y se tradujo a las lenguas vernáculas. Muchos otros textos sobre estilo se escribieron en el siglo XVI. Entre los manuales sobre tropos y figuras que se han reimpreso y se usaron en las escuelas de muchos países durante largo tiempo, están las Tabulae de Scbematibus et Tropis de Pedro Mosellano, publicadas por primera vez alrededor de 1529, y el Epitome Troporum ac Schematum Susenbroto, de alrededor de 1540 53.
del maestro alemán Jua n
Juan Luís Vives Vives (1492-1540) nació en España pero le enviaron a los diecisiete años fuera por miedo a la Inquisición, y nunca volvió. Estudió en París con Erasmo, enseñó en Lovaina y Oxford, sirvió como tutor de la futura reina María de Ingla terra, y murió en Brujas. En su obra enciclopédica De Tradendis Disciplinis, o Sobre la transmisión del conocimiento, atacó al escolasticismo com o una influencia corruptora sobre las disciplinas humanísitcas, y rechazó la concep ción clásica de la retórica por irrelevante 54 . Vives puso de relieve la importan cia tradicionalmente concedida a la retórica, la autoridad de los escritores clásicos (principalmente romanos, pero también los griegos que habían sido introducidos por Trebisonda), y los asuntos morales y filosóficos que implicaban a la retórica, tal como se entendían en la época, pero intentó hacer un comienzo adecuado a las necesidades de su tiempo. Siguiendo a Agrícola, consideraba la inventio co mo un a parte d e la dialéctica, y, de hecho , todas las partes tradicio nales de la retórica excepto el estilo {elocutio) le parecía que las compartía con
53. Véase T. W. Baldwin, William Shakespeare's Small Latine, 2, pp. 138-75, y Joseph X. Brennan, "Joannes Susenbrotus: A Forgotten Humanist", Publications ofthe Modern Language Association 75, no. 5 (Diciembre 1960), pp. 485-96. 54. Traducción de Foster Watson, Vives on Education, Cambridge, Cambridge University Press, 1913.
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DeRatione otras artes 55. También escribió un tratado sobre la retórica en tres libros, Dicendi (1532), qu e contie ne una detallada y sistemática inves tigación sobre el estilo, comenzando por la dicción y la composición en el libro 1, tratando la ornamentación en el libro 2, y ofreciendo ejemplos de composición retórica en el libro 356· Vives también rompió con la tradición en su obra sobre la com posición epistolar, De Scnbendis Epistolis57, en la que rechazaba la estructura retó rica enseñada por el dictamen y recom endab a una vuelta al mode lo de la s caitas de Cicerón, y urgía la simplicidad y la brevedad en la escritura de las cartas 58. Los retóricos ingleses del siglo XVI A comienzos del siglo XVI la enseñanza de la retórica en las escuelas de gra mática inglesas, como la de Saint Paul, Westminster, o Eton, continuaron en la tra dición ciceroniana del tnvium medieval, per o gradualme nte nuevo s manua les en latín llegados del continente comenzaron a ejercer influencia. estu vieron inmediatamente disponibles De Copia de Erasmo y los Entre escritoséstos de Agrícola, Melanchton, Mosellano, y Susenbroto. La primera obra en inglés que trata la retó rica es quizá el poema alegórico The Pastyme ofPleasure (1509) {El pasatiempo de placen de Stephen Hawes 59 . El tratamiento alegórico de la retórica comenzó con Marciano Capella en el siglo V, y "Lady Retórica" hace alguna q ue otr a apa rición en la literatura y el arte medieval. Los capítulos 7-13 de la obra de Hawes ofrecen una versión de las cinco partes de la retórica de la tradición ciceroniana en rima, con un ataque en el capítulo 9 a los detractores de su reputación. A mediados del siglo XVI, comenzaron a aparecer manuales de retórica en inglés 60 . Que tales obras se escribieran es una prueba de que algunos maestros
55. Véase Do n Abbott, "La Retórica y el Renacimient o: An Overview of Spanish Theory", e n Murphy, ed., Renaissance Eloquence, pp . 95-104; Emilio Hidalgo-Serna, "Ingenium and Rhe toric in the Work of Vives", Pbilosophy and Rhetoric 16 (1983), pp. 228-41; y "Metaphorical Language, Rhetoric, and Cómpreloensio: J. L. Vives and M. Nizolio", Pbilosophy and Rhetoric 23 (1990), pp. 1-11. 56. José Manuel Rodríguez Peregrina la ha traducido en su tesis doctoral Juan Luis Vives. De Ratione Dicendi. Libri Tres. Edición Crítica, traducción, introducción, notas e índices, Universidad de Granada, 1994. 57. Charles Fantazzi, ed. y trad., Vives, De Conscribendis Epistolis, Leiden, Brill, 1989. 58. Véase Judi th R. Hen ders on, "Defining th e Genr e of the Letter: Jua n Luis Vives' De Conscri bendis Epistolis",Renaissance and Rejormation 7 (1983), pp. 89-105. 59. William E. Mead, ed., The Pastime ojPleasure by Stephen Hatves, London, Oxford University Press, 1928. 60. Véase Walter J. Ong, "Tudor Writings on Rhetoric", Studies in the Renaissance 15 (1968), pp. 39-68, y Roselyn L. Freedman, "A Bibliography of Sixteenth-Century English Rhetoric", Rhetoric Society Quarterly 11 (1981), pp. 118-36.
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de escuela ingleses reconocen por primera vez la necesidad de formar a sus 61 alumnos en la composición y en la apreciación del inglés . Este sentimiento fue contemporáneo de la afirmación nacionalista bajo los Tudor, que incluía la independencia de la Iglesia Anglicana de la romana y la sustitución de la misa latina por una liturgia en inglés. Las nuevas retóricas inglesas se derivaban y basaban en fuentes continentales, y su principal interés hoy es que muestran colectivamente cómo se enseñaba la retórica cuando los grandes escritores de la edad isabelina, incluyendo a Shakespeare, eran jóvenes estudiantes. La primera retórica en inglés fue The Arte or Crafie ofRhetoryke [El arte o téc nica de la retórica] de Leonard Cox, publicada alrededor de 1535. Cox era entonces maestro en la "Reading" escuela de gramática pero había viajado extensamente por Europa central, conocía a Erasmo y a Melanchton, y había enseñado en diferentes ocasiones gramática griega y latina en Praga, Cracovia, y otros lugares. Puesto que el latín era no solamente la lengua internacional de erudición, sino el medio de toda educación, un maestro podía esperar encon trar empleo en distintos países. La Rhetoryke de Cox es en parte tradu cción de las Institutiones Rhetoricae de Melanc hton de 1521 y en parte un come ntar io d e Cox sobre aspectos de la retórica, siguiendo una guía de estudio complilada por uno de los alumnos de Melanchton 62 . El manual de Melanchton que usó fue una obra temprana (1521) escrita antes de que Melanchton adoptara la concepción de Agrícola de que la inventio no era pro pia men te una parte de la retórica. Siguiendo la primera versión de la obra de Melanchton, Cox identificó cuatro partes de la retórica -juicio, inventio, disposición, y est ilo - y trataba principal mente de la inventio, y sienta un méto do ba sad o en tópic os dialécticos com o la definición, la causa, la división, la similitud, y la diferencia. Aunque identifica cuatro tipos de discurso -lógico, demostrativo, deliberativo, y judicial- hace que la oratoria lógica sea la base de los otros tipos. El resto de la obra se dedica a la disposición en los términos de las partes tradicionales del discurso. Aunque Cox no trata del estilo, Richard Sherry satisfizo esta necesidad algunos años después en A Treatise ofSchemes and Tropes, Gathered out ofthe Best Grammarians and Oratours (1550) [Un tratado de esquemas y tropos tomados de los
61. Véase Crane, Wit and Rhetoñc in the Renaissance. 62. Frederic I. Carpenter, e<±, Leonard Cox's "The Arte or Crafie of Rhetoryke", Chicago, University of Chicago Press, 1899; reimpresión, Nueva York: AMS, 1973; véase Howell, Logic and Rhetoñc in England, pp . 90-95.
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mejores gramáticos y oradores], con una traducción de la obra de ErasmoSobre la Educación de los niños como apéndice. La segunda edición de 1555 era una ver sión bilingüe latín-inglés con un subtítulo diferente, Profitable for All That Be Studious ofEloquence, in Especial for Such as intodos Grammar Scholes DoelaReede Most Eloquent Poets and and Orators los que [Provechosa para estudien elocuencia, y en especial para aquellos que en las escuelas de gramática lean a los más elo cuentes poetas y oradores]65. Las dos ediciones contienen diferentes ejemplos de una declamación que usa tropos y figuras. Entre las fuentes de Sherry están Erasmo y Mosellano. Estudia las figuras y los tropos primero desde una perspectiva gra matical, y luego desde una oratoria, con ejemplos contemporáneos ingleses para cada uno de ellos. En 1577 Henry Peachem publicó una obra más elaborada,The Garden ofEloquence [El jardín de la elocuencia], que define muchos tipos de len 64 guaje figurado, con ejemplos clásicos, bíblicos, y propios . Tiene una fuerte deuda con el manual latino de figuras y tropos de Susenbroto y con elTreatise de Sherry. La primera retórica de amplio alcance fue el Arte of Rhetorique [Arte retó rica] de Thomas Wilson, de la que se publicaron ocho ediciones entre 1553 y 158565. Wilson también fue autor de la primera lógica en inglés, The Rule of Reason [La norma de la razón], publicada en 1551. Nacido en torno a 1523 y educado en Eton y Cambridge, tuvo una vida accidentada: sufrió un exilio en Italia durante el reinado de María, y juicio y torturas por parte de la Inquisi ción en Roma, pero volvió triunfalmente a la Inglaterra de Isabel I, que le encomendó embajadas en Portugal y en los Países Bajos y le nombró conse jeroElprivado secretario de Arte ofyRhetorique de estado. Wilson Murió no es en un 1581. libro de texto para uso en la escuela. Lo compuso para personas como él: jóvenes que se adentraban en la política, en la abogacía, o en la iglesia66, a los que intentaba ofrecer un mejor entendimiento de la retórica que el que iban probablemente a obtener de los
63. Herbert W. Hildebrandt, ed., A Treatise ofSchemes and Tropes, Gainesville, Fio., Scholars Fac símiles and Reprints, 1961; véase Howell, Logic and Rhetoric in England, pp. 125-31. 64. R. C. Alston, ed., Garden ofEloquence, Menston, Inglaterra, S colar Press, 1971; véas e Howelll, Logic and Rhetoric in England, pp. 132-37. 65. Thom as J. Derrick, ed. Arte of Rhetorique by Thomas Wilson, Nueva York, Garland, 1982; véase Howell, Logic and Rhetoric in England, pp . 98-110. 66. Véase Richard J. Schoeck, "Lawyers and Rhetoric in Sixteenth-Century England", en Mur phy, ed., Renaissance Eloquence, pp . 274-91, especialmente pp. 285-87, y Mark E. Wildermutyh, "The Rhe toric of Wilson's Arte: Reclaiming the Classical Heritage for English Protestants", Philosophy and Rhe toric 22 (1989), pp. 43-58.
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estudios en las escuelas de gramática, y al mismo tiempo impartir algunos de los valores éticos de la literatura clásica y de los valores morales de la fe cris tiana. Sus ideas religiosas protestantes se expresan a menudo vigorosamente, en especial en el "Prólogo al Lector" que se añadió a la edición de 1560 y en las siguientes ediciones, y en el prefacio, en el que refunde la introducción del De Inventione de Cicerón en un a forma cristiana par a arg umen tar que l a elocuencia le fue dada por Dios primero, pero que perdida más tarde por el hombre, entonces Dios la "reparó" en forma de regalo del arte retórica. La retórica que describe es de la inventio, disposición, est ilo, memoria, y pr o nunciación en el punto más alto de la tradición ciceroniana, dispuesta de una forma viva y legible con ejemplos y consejos prácticos. Entre sus fuentes están la Rhetorica ad Herennium, Quint ilian o, Agrícola, Melan chton , Sherry , y otros. Se imprimieron varias otras obras de Wilson. Una de las más interesan
Orations of Demosthenes [Tres discursos de Demóstenes] tes es una su Tbree 1576, traducción de las Filípicas de Demóstenes, en la que Filipo de de Macedonia se convierte en la figura de Felipe II de España y la petición de Demóstenes de que se interviniera en Macedonia se convierte en una alego ría que exhorta a la intervención contra España en los Países Bajos. Entre otras retóricas inglesas de mediados del XVI están la Foundacion of Rhetonke [Fundación de la Retórica] (1563) de Richard Rainolde, un conjunto de declamaciones con análisis comparativo, destinada a que los estudiantes las imitaran, y The English Secretary [El secretario inglés] (1586) de Ángel Day, que clasifica tipos de cartas, con ejemplos, ofrece un estudio de tropos y figuras basado en el manual de Susenbroto, y enumera los deberes del secretario. La retórica tal como se enseñaba en las escuelas, y en especial la parte de la misma que se dedica al estilo, se aplicaba a la composición en todas las len guas europeas. La influencia de la retórica clásica en la literatura inglesa puede atestiguarse en numerosos libros valiosos 67 . Es un importante tema para enten der el arte de los grandes escritores del siglo XVI al XVIII, de entre los que destaca Shakespeare, cuyas obras son de forma concreta uno de los logros de la retórica clásica. Desde sus primeros estudios, Shakespeare no sólo era cons ciente de las reglas y convenciones de la retórica, a las que a menudo alude
67. Véase , por ejemplo, Vickers, Classical RhetoHc in English Poetry; y Crane, Wit and Rhetoric in the Renaissance.
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directamente y que algunas veces satiriza, sino que las explota hasta sus últi mos límites en su composición para fines artísticos 68 . Hasta la llegada del movimiento romántico, la poesía no era cuestión de libre expresión sino una aplicación y desarrollo del pensamiento de los en límites de las artes de gramática, retórica y dialéctica del tal poeta como dentro se entendían la época. En el último cuarto del siglo XVI todas las obras descritas perdieron terreno ante los retóricos ramistas. Roland Macllmaine había traducido el manual de lógica de Ramus al inglés en 1574. En 1577 Gabriel Harvey publicó (en latín) su Ciceronianus, un discurso en el qu e describ e cóm o había sido un servil seguidor de Cicerón, más interesado en el estilo ornamental que en la sus tancia, y cómo se había convertido al ramismo. Petras Ramus La persona cuyas enseñanzas influyeron más en la historia de la retórica de los siglos XVI y XVII fue Petrus Ramus (1515-72)69. En lengua francesa, y en muchos catálogos de bibliotecas, su nombre es Pierce de la Ramee. Ramus pasó la mayor paite de su vida en París, donde se convirtió en director del Collége de Presles y en profesor de elocuencia y de filosofía por nombramiento real en el Collége de France. Había sido alumno de Juan Sturm, o Esturmio en París, y aprendió de él el concepto de "método", que se deriva del tratamiento que Hermógenes hace de las stáseis y del estilo. Ramus tomó la cuestión de la relación entre retórica y dialéctica en el punto en que la dejó Agrícola, la redujo a un método de enseñanza, y con ello redujo aún más el campo de la retórica. Su dialéctica, como la de Agrícola, se divide en inventio y juicio. La primera se basa en la teoría de los loci (tópicos). En la segunda se incluyen la dispositio, o disposición, tradicionalmente la segunda paite de la retórica pero que aquí se transfiere a la dialéctica, y aparentemente tam bién absorbe la memoria, aunque esa parte de la retórica fue abandonada. En sus Institutiones Dialecticae de 1543 Ramus dice qu e Ornar Taló n ofre cerá una obra complementaria sobre retórica. Talón, en latín Taleus (circa 151062), fue profesor de los colegios de París y estuvo asociado estrechamente con
68. Por lo que par ece, Shak espear e estaba familiarizado con la Rbetoríca cid Herennhim, algu nas de las obras de Cicerón, el manual de figuras de Susenbroto, el De Copia de Erasmo, y quizá la Institutio; véase T. W. Baldwin, William Sbakespeare's Small Latine, 2, pp. 69-238. 69. Véase Ong, Ramus, Method, and the Decay qf'Dialogue; Meerhoff,Rbéloiique etpoétique au XVL' siécle en France; y Peter Sharratt, "Recent Work on Peter Ramus (1970-1986)",Rhetorica 5 (1987), pp. 7-58.
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Ramus durante la mayor parte de su vida. En 1545 publicó unas Institutiones Oratonae bajo su prop io nombre, pero depe ndí an claramente de los principios ramistas. El título se deriva de Quintiliano, que probablemente ejerció más influencia sobre la retórica ramista que cualquier otra autoridad, pero es irónico que en Quintiliano el significado era "Laeducación de un orador", pero que no pueda decirse que ni Ramus ni Talón se hubieran interesado seriamente por la formación del orador. Querían formar a los niños para que escribieran en latín con tropos y figuras de la forma más segura que se pudiera lograr. Sin embargo Ramus fue aparentemente famoso como orador colorido y elocuente. Además de la versión de 1545 hay una Rhetonca de 1548 en un libro, otra Rhetonca de 1562 en dos libros, y edic ione s de 1567 y 1569, escritas de spués d e la muerte de Talón 70. Se eliminó el nombre de Talón, y la parte de Ramus en la obra fue aumentando en cada una de las ediciones, paralelamente a sus escritos sobre dialéctica. Al buscar un "método" parece haber intentado en primer lugar dividir el tema de acuerdo con las categorías clásicas que se hallan en Quinti liano, a saber, naturaleza, arte, y práctica, pero en la edición de 1548 y en las posteriores la retórica se divide, como las demás artes del método ramista, en dos partes: en este caso, elocutio, o estilo, y pronunciatio, o pronu nciaci ón. Cada una de éstas se divide a su vez en dos partes: la elocutio en tropos y en figuras (éstas últimas se dividen en figuras de elocución y figuras de pensamiento), y la pronunciatio se divide en voz y gestos. Estos temas pu ed en encont rarse e n Quintiliano, aunque Ramus omite muchos otros puntos, entre ellos las virtudes de estilo, las sententiae, la amplificación, y la copia . La definición q ue Ramus da de la retórica, doctñna bene dicendi, es una adaptac ión de la scientia bene dicendi de Quintiliano, quería decir muc ho men os a Ramus que a Quintiliano. La hostilidad de Ramus hacia Quintiliano, por la incomprensión suya de enten der que la retórica era sólo cuestión de estilo y de pronunciación, fue llevada al extremo cuando Ramus escribió un ataque contra él titulado Argumentos en 71 Retórica contra Quintiliano (1549) . Es una obra malhumorada y autocomplaciente que muestra falta de comprensión histórica y de juicio crítico.
70. Sobre los escritos retóricos de Talón y Ramus, véase Ong, Ramus, Method, and the Decay of Dialogue, pp . 270-92. Se pu ede n encont rar los textos en British and Continental Rhetoric: A Microfiche Collection of Key Texts. 71. Carole Newlan ds, trad., Arguments in Rhetoric against Quintilian, con una extensa intro ducción y bibliografía de James J. Murphy, Dekalb, 111.Northern Illinois University Press, 1986.
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Ramus, Talón, y otros enseñaron retórica a los niños de la edad de un estu diante de los primeros años de la enseñanza media; la claridad, la simplicidad, y un contenido que pudiera memorizarse eran rasgos deseables en tal género de enseñanza. Hubiera sido una aplicación lógica de la teoría de Ramus estudiar pri mero dialéctica y luego aprender retórica, como sugería el manual de Agrícola, pero Ramus y la mayoría de sus sucesores continuaron enseñando retórica antes que dialéctica. Los conceptos, definiciones, y materiales de estilo, tal como los enseñaba Ramus, y mucho de lo que dice sobre la dialéctica, se deriva de varias autoridades clásicas; sus obras están escritas en un buen latín clásico, y el objetivo de sus obras pedagógicas es enseñar cómo escribir un latín lógico y elocuente. En este sentido, la retórica ramista estaba asentada firmemente en la tradición clásica. Los críticos de Ramus y de sus seguidores, sin embargo, han notado varias carac terísticas principales del ramismo que niegan o vician los principios sobre los que se basaba la retórica clásica. La retórica clásica era esencialmente civil y oral; el ramismo no es ninguna de las dos cosas. El intento de los humanistas italianos de recrear una retórica cívica o un discurso que fuera útil en los tribunales de justicia y asambleas no tenía ningún interés para Ramus. A pesar de todo su aire clasicista, lo que describía era un curso elemental que no es más que una continuación del tnvium medieval . La pronu ncia ción en teoría conti nuó siendo parte de su siste ma, pero tenía poco que decir sobre ella, y sus sucesores normalmente la omitieron. Más fundamentalmente, su visión global de la dialéctica y de la retórica no se cen traba en el discurso y el debate, sino en la escritura y en las imágenes visuales. El atractivo del ramismo para los maestros ingleses y de la América colonial fue considerable; tuvo alguna influencia en Francia y en España, menos en Ita lia y en Alemania. Ramus se hizo protestante casi al final de su vida y murió en la masacre de los hugonotes del día de San Bartolomé en 1572, lo que le elevó a la estatura de una especie de santo protestante. Lo que es quizá más importante, su énfasis en la dialéctica era consecuente con sus sentimientos 72 puritanos sobre la predicación y el pensamiento llano . El curso de retórica en Harvard College (fundado en 1636) se basaba en el enfoque ramista. Se publi caron muchas ediciones de la obra de Ramus, y se escribieron otras retóricas
72. Véase John C. Adams, "Alexander Richardson's Puritan Theory of Discourse", Rhetoríca 4 (1986), pp. 255-74, y "Ramist Conceptions of Testimony, Judicial Analogies, and the Puritan Conver sión Narrative", Rhetoríca 9 (1991), pp . 251-68.
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en latín o en las lenguas vernáculas que adaptaban sus ideas. En Inglaterra, se publicaron entre otras el Rhetory el Ciceronianus de Gabriel Harvey en 1548 73, laArcadian Rhetorike de Abra ham Frau nce en 15 88 74, y Rhetoricae Libri Dúo 75 en 1598, que conoció varias ediciones a lo largo del siglo XVII . Uno de los atractivos que el ramismo presentaba para los maestros, además de sus impli caciones religiosas, fue su "orden"; la objeción que se le hacía era su superfi cialidad y la permanente atracción hacia la tradición ciceroniana, cuya fuerza 76 permaneció en muchas escuelas y universidades . La retórica en España y Méjico En la España medieval continuó esporádicamente en parte el estudio del trivium tal co mo lo descr ibe Isidor o de Sevilla. La prim era retórica esp año la del Renacimiento fue la Retórica nueva de Tulio de Enrique de Aragón (13841434), traducción de la Rhetorica ad Herennium, En el siglo XV Alfonso de Palencia introdujo la nueva retórica de Trebisonda, del que había sido alumno, y en 1511 Hernando Alonso de Herrera publicó una edición en espa ñol para uso de los estudiantes de la Universidad de Alcalá de Henares; en el siglo XVI el debate entre ciceronianos y anti-ciceronianos ocupó a algunos de los erudi tos espa ñole s; asimismo, el ramismo tuvo una te mpra na influencia 77 .
73. El texto del Rbetor de Harvey está en British and. Continental Rhetoric and Elocution, rollo 4, número 39. Traducción del Ciceronianus de Gabriel Harvey de Harold S. Wilson y Clarence A. Forbes en University ofNebraska Studies in Humanities, vol. 4 , Lincoln, University of Nebraska Press, 1945. 74. Véase Ethel Seaton, ed., TheArcadian Rhetorike by Abraham Fraunce, Oxford, Basil Blackwell, 1950, y Howell, Logic and Rhetoric, pp . 318-41. 75. Para la obra de Butler, véase British and Continental Rhetoric and Elocution, rollo 2, número 17; véase también Howell, Logic and Rhetoric, pp. 318-41. 76. Véase Jos eph S. Freedman , "Cicero in Sixteenth- and Seventeeth-Centu ry Rhetoric Instruction", Rhetorica 4 (1986): 227-54. Lanham, Electronic Word, pp. 157-59, atribuye la moderna especialización de las disciplinas académicas a la influencia del ramismo. Esto es una exageración; Aristóteles había comenzado el proyecto y Ramus estaba ya olvidado en el XIX, cuando la especialización emer gió como parte de un esfuerzo en aplicar el método científico a los estudios humanísticos. 77. Véase Luisa López Grigera, "Introduction to the Study of Rhetoric in Sixteenth-Century Spain", Dispositio: Revista Hispánica de Semiótica Literaria 9 (1983), pp. 1-18, y su libro La retórica en la España del Siglo de Oro (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1994). Francisco Sánchez introdujo el ramismo en su Organum Dialecticum et Rhetoricum de 1579; véase Alfonso Martín Jimé nez, "Rhetoric, Dialectic, and Literature in the Work of Francisco Sánchez", Rhetorica 13 (1995), pp. 43-59. Para un breve estudio de otros tratadistas españoles de retórica, véase Robert W. Smith, "Retó rica en España: A Checklist in the Histoiy of Spanish Rhetoric", Central States Speech Journal 26 (1975), pp. 221-36. Véase también Harry Caplan y Henry H. King, "Spanish Treatises on Preaching: A Book List", Speech Monographs 17 (1950), pp. 161-70.
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A finales del siglo XVI los jesuítas adoptaron una Ratio Studiorum, o plan de estudios, que concedía un lugar significativo al estudio de la retórica. El manual retórico aprobado fue De Arte Rhetorica Libri Tres del jesuíta español Cipriano Suá78
rez, que se publicó por primera en 1562 . Los estudiantes de las escuelas los jesuítas comenzaban con el vez estudio de la gramática latina y seguían con un de curso de "humanidades", lecturas en latín, que les llevaba al estudio de la retórica. En su prefacio, Suárez explica que los textos básicos de retórica -De Inventione, Rhetonca ad Herennium, et c.- eran demasiado dif íciles para estos estudiantes, y que él no podía encontrar libros que llevaran gradualmente a los estudiantes a com prender los principios de la oratoria. Así, su objetivo era ofrecer un libro de texto para los principiantes en el estudio de la retórica. En el libro 1, estudia la inventio, en él ofrece dieciséis tópicos para la argumentación y las reglas para la amplifica ción. El libro 2 trata de la disposición, la teoría de las stáseis, el juicio, los conflictos de letra y espíritu, los silogismos, los entimemas, la inducción, los ejemplos, los epiqueremas, los sorites, y el duerna. El libro 3 se dedica a la ornamentación, con tres tipos diferentes de palabras, el ritmo en la prosa, la memoria, y la pronunciación. La obra es un resumen de la teoría retórica clásica, escrita de una manera sencilla y con continuidad de pensamiento. Más adelante en el siglo XVI se compusieron guías para comprender la obra de Suárez: un Compendium, o resumen, y Tabulaey o listas de reglas y definiciones. En 1688 se ampliaron los materiales para el estu dio de la retórica en los colegios de los jesuítas con el Manuale Rhetonun, una especie de comentario y ampliación del srcinal de Cipriano Suárez con explica ciones más detalladas y ejemplos. Estos manuales conocieron diversas reimpresio nes y los colegios jesuítas continuaron usándolos como manuales para enseñar retórica durante un siglo más. Otra obra de autoridad fue De Eloquentia Sacra et Humana, que publi có por primera vez en 1619 el jesuíta francés Nicolás Caussino, y que se reirnprirnió en numerosas ocasiones en Francia y Alemania. Es un enorme tratado de más de mil páginas, del que no hay edición moderna. Se dice que es raro por su extenso tratamiento de las emociones 79 . La cristianización de los nativos del Nuevo Mundo fue parte de la política de la España Imperial casi desde el princio de la conquista. Luis de Granada (1504-
78. Véase Lawrenc e J. Flynn, "The De Arte Rhetorica of Cyprian Soarez, S. J.", Quarterly Journal ofSpeech 42 (1956), pp . 367-74, y "Sources and Influence of Soarez' De Arte Rhetorica", Quarterly Jour nal oJSpeech 43 (1957), pp. 257-65. 79 Para un estudio de los contenidos, véase Co nley, Rhetoric in theEuropean Tradition, pp. 15557 y 182-83.
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88), el autor de un a larga obra sobre la predi caci ón contrarref ormista en Europa791™, también compiló un Breve tratado, un corto manual que trata sobre cómo adaptar el mensaje cristiano a los paganos de América 80. En el segundo cuarto del siglo XVI, los frailes franciscanos de la Nueva España, en un primer momento, intentaron fusionar los rasgos culturales europeos e indígenas en su predicación y en la enseñanza, pero este enfoque no encontró la aprobación de la Iglesia y fue abandonado. La Universidad de Méjico, fundada en 1553, adoptó el plan de estudios europeo al uso, enseñando en latín, y promovió la creción de una élite cultural hispanoamericana que dominó la sociedad durante siglos. A su llegada a Méjico, en 1572, los jesuítas fundaron un colegio, y estipularon que la retórica debía enseñarse basándose en Aristóteles, Cicerón, y Quintiliano. A comienzos del siglo siguiente, Bernardino de Llanos compiló una antología de textos retóricos y poéticos para la enseñanza de los jesuítas, Illustrium Auctorum
Collectanea, que incluía la ahor a oficial retórica de Cip riano Suárez. Varios jesuí tas compusieron en Méjico nuevos tratados de retórica en español o en latín; como ejemplos se citarán la Breve Instrucción y Suma RethóHca de Predicadores de Domingo Velázquez (1625) y De Arte RhetoHca (1646) de Tomás González 81 . G. J. Vossío El gran erudito clásico holandés Gerhard Johann Vossius publicó varias obras sobre retórica a comienzos del siglo XVII que se usaron ampliamente en Europa y Gran Bretaña y que se reimprimieron numerosas veces. El primero (l606) fue su voluminoso Institutiones Rhetoncae, revisado y abreviado (aun así tenía más de cuatrocientas páginas) en Rhetorices Contractae (1621), de nue vo revisada y abreviada (a unas cien páginas) en Elementa Rhetoncae (1626)82. Vossio fue un vigoroso oponente del ramismo que tuvo mucho que ver con la supervivencia de la tradición clásica en la retórica y que utilizó la Retónca de Aristóteles más
79bis. Ecclesiasticae Rhetoricae, sive de ratione concionandi: libri sex, Lisboa, 1575; traducción al castellano de Josef Climent, Los seis libros de la Retórica Eclesiástica o de la manera de predicar, Bar celona, Imprenta de Juan Jolís y Bernardo Plá, 1778. World, the New 80. 9-15. in New Spain", Texte: Revue de Critique et 81. Véase Véase Abbott, Don PaulRhetoric Abbott, in "Aztecs and Orators:pp. Rhetoric de ThéoHe Littéraire 8/9 (1989), pp. 353-65, y para más detalle, véase Rhetoric in the New World de Abbott. 82. No hay edicion es mode rna s ni trad uccio nes de las obras retóricas de Vossius. Para un estu dio, véase C. S. M. Rademaker, Lifeand Work of Gerhardus fohannes Vossius, Assen, Van Gorcum, 1981, y Conley, Rhetoric in the European Tradition, pp . 159-62 y 185-86.
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que muchos otros tratadistas de la época, buscando reconciliar la teoría retórica aristotélica con la ciceroniana. Cita la definición aristotélica de retórica, estudia el ethos, el logos, y elpathos como medio de persuasión, y tiene muc ho que decir acerca de laslaemociones pautas aristotélicas, pero también trata en profundidad teoría de siguiendo la stasis las y los tropos y las figuras. Francis Bacon En Inglaterra, la figura más importante en la historia de la retórica a comien zos del siglo XVII fue Francis Bacon (1565-1621), canciller y heraldo de una nueva edad de la ciencia 83. Bacon fue un distinguido orador en la Cámara de los Comunes y en los tribunales de justicia, posición que le dio un entendimiento de la retórica primaria similar a la de Thomas Wilson pero desconocido para otros de los escritores tratados anteriormente. Ben Jonson dijo de él: "Dominaba cuando hablaba, y enfadaba y complacía a sus jueces a su voluntad. Ningún otro hombre tenía sus afectos más en su poder. El miedo de todo el que lo oía era que él decidiera poner fin" 84. Sirvió en la Cámara de los Comunes en un momento en el que los debates políticos reales sobre cuestiones importantes produjeron grandes discursos por primera vez en inglés, y por ende en la histo ria moderna. Entre los temas a debatir estaban la política religiosa de la corona, los privilegios de la Cámara de los Comunes, y el control de las finanzas. Bacon estudió aspectos de la retórica en varias de sus obras, pero su visión se puede limitar a lo que dice en TheAdvancement of Learning [El avance del saben de 1605 y su traducción latina aumentada de 1623, De Dignitate et Augmentis Scientarum85. El avance del saber es un ambiguo e imaginativo intento de rees tructurar el conocimiento humano sobre los principios racionales a fin de que sean útiles para el mundo moderno con su nuevo interés por la ciencia. Su obra se convirtió en la base para la organización del conocimiento en la Encyclopédie frangaise del siglo XVIII, y su influencia se ve en las enciclopedia s y en los catá-
83. Véase Marc Cogan, "Rhetoric and Action in Francis Bacon", Pbilosopby and Rhetoric 14 (1981), pp. 212-33; Vickers, Francis Bacon y "Bacon, Rhetoric, and Ornam ent of Words", en Fisher, ed., Rhetoric, pp. 49-65. ' 84. Citado por Wallace, Francis Bacon, p. 4. 85. Hay numerosas ediciones modernas de TheAdvancement of Learning y una traducción inglesa de De Dignitate et Augmentis en Joh n M. Robertson, ed., The Philosophical Works of Francis Bacon, London, Routledge, 1905. [Traducción al castellano de TheAdvancement of Learning de María Luisa Balseiro, El avance del saber, Madrid, Alianza, 1988. Las citas siguen la traducción castellana.]
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logos de las bibliotecas. Existen similitudes entre el sistema de Bacon y la teoría del conocimiento aristotélica y los sistemas medievales de conocimiento de Hugo de San Víctor y de Buenaventura, pero era muy necesaria una redefinición del papel de la retórica en la gran aristotélica expansión del conocimiento queretórica se produce en el Renacimiento. La concepción de la relación entre y dialéctica no estaba enteramente clara: reflejaba distintas etapas en su pensamiento y no estaba planeada en detalle, y había llegado a ser divisoria en la época de Bacon, especialmente al haberla confundido el ramismo con su fácil solución para el problema de la retórica y de la dialéctica. Aunque la únca mención directa a Ramus en El avance del saber (2.17.12) sea favorable, claramente Bacon critica el ramismo en su estudio del "método" (2.17.1) por "pobremente indagado", y, de hecho, ofrece una respuesta mucho más satisfactoria a Ramus que la de los que, en el siglo XVII, simplemente se volvieron a la tradición ciceroniana. Bacon dividió el saber humano en tres partes: historia, que se basa en la memoria; poesía, que se basa en la imaginación; y filosofía, que se basa en la razón. Las estudia por orden. Presta más atención a la filosofía y la divide en divina, natural, y humana. La filosofía humana es o bien segregada (la que trata de los seres humanos en cuanto individuos), o bien congregada (la que trata de los grupos sociales). El estudio de los individuos supone ya el cuerpo (medicina, cosmética, deportes, o artes sensuales), ya la mente. El acerca miento de Bacon a la mente es funcional, y aquí distingue entre las funciones intelectuales y las morales. Las funciones morales incluyen cuatro artes: inven-
tío, juicio, escritura memoria), y tradición o transen tres tradere, misión. El custodia arte de la(mediante tradición la(del latín o la "entregar ") se divide partes: estudio del órgano de transmisión, que es el discurso y la gramática; estudio del método de transmisión, que es la lógica; y estudio de la ilustra ción de la transmisión, que es la retórica, que se trata en el capítulo 18 del libro 2. La retórica es, dice Bacon, "una ciencia excelente, y excelentemente bien trabajada". Aunque inferior en abstracción a la sabiduría, como Dios le dijo a Moisés en el Éxodo 4:16, ella es "lo más poderoso", para la que se cita también la autoridad de los Proverbios de Salomón. Bacon continúa: La elocuencia la que prevalece en la vida activa. En cuanto a su cultivo, la emulación de Aristóteles con los retóricos de su tiempo, y la experiencia de Cicerón, hicieron que en sus obras de retórica se superasen a sí mismos. Por otra parte, la excelencia de los modelos de elocuencia que tenemos en las ora ciones de Demóstenes y de Cicerón, unida a la perfección de los preceptos, ha
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duplicado el progreso de este arte; por consiguiente, las deficiencias que voy a señalar más bien se referirán a ciertas recopilaciones que pueden servir al arte a modo de criadas, más que a las normas o empleo del arte mismo. (2.18.1) Se le da a la retórica un lugar seguro en la estructura del saber, igual en importancia al de la lógica, debido a su gran utilidad práctica. No se dice nada del estilo, que no es central en la retórica del esquema de Bacon. El trabajo fun damental sobre la disciplina se atribuye a las autoridades clásicas, en especial a Aristóteles; Cicerón contribuyó con la "experiencia", y el arte se ilustra mejor en los logros de Demóstenes y de Cicerón, es decir, en la oratoria política, ya sea deliberativa o judicial. A lo largo de su obra, Bacon se dirige directamente a las fuentes clásicas y la mayor parte de sus ilustraciones son clásicas, aunque hay ocasionalmente referencias contemporáneas. Da especial importancia a las fuentes griegas por considerarlas principales, y en el libro 1 (2.9) se había refe rido a Cicerón como "el primero, o el segundo orador", corrigiéndose a sí mismo al pensar en Demóstenes. Bacon creía que su propia contribución a la retórica sería cubrir las "deficiencias", es decir, "las lagunas", que no errores, en el sistema fundamental de la retórica griega, que continuaba siendo válido. A continuación, Bacon define "la función y oficio de la retórica" como "aco modar la razón a la imaginación para mover mejor la voluntad" (2.18.2) 86. La defi nición se centra en la función de la retórica, en su pro pós ito primero, no en sus manifestaciones secundarias en literatura. También clarifica que el factor propó sito es esencial a la retórica e introduce el concepto de imaginación como retóri camente significativo. Platón, Aristóteles, Quintiliano, Longino, y otros escritores de la antigüedad tuvieron algo que decir sobre el papel de la imaginación en la retórica, y los tratadistas de poética lo estudiaron en casi todas las épocas; Bacon la vuelve a traer como un concepto retórico importante, y con ella la atención al papel del auditorio. La imaginación del orador, apoyada por los argumentos lógi cos, conmueve la voluntad del auditorio para que actúe o para que crea. El audi torio iba a seguir siendo importante en las teorías retóricas neoclásicas. Bacon continúa explicando que los mismos factores que entorpecen el juicio de la razón -sofismo, impresión, y afecto- son los mismos factores que se usan
86. Más desa rrol lado en la edición latina: "munus rhetorica e non aliud quam ut rationis dicta mina phantasiae applicet et commendet ad exercitandum appetitum et voluntatem", o "el deber de la retó rica no es otro sino aplicar y recomendar los dictados de la razón a la imaginación para mover la emo ción y la voluntad".
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igualmente "para confirmarla e impulsarla": "El fin de la retórica es llenar la ima ginación para que secunde a la razón, y no para que la oprima". (2.18.2). Bacon sigue con una breve crítica de las objecciones de Platón a la retórica en Gorgias y cita aprobándola una observación del Fedro, lo que muestra que tiene en mente estas obras al escribir. La retórica no puede seguir siendo acusada de hacer que lo peor parezca mejor. Aristóteles tenía razón en situar a la retórica entre la lógica, por una parte, y la ética y la política, por otra, "porque las prue bas y demostraciones de la lógica son indiferentes e iguales para todos los hom bres, pero las pmebas y persuasiones de la retórica deberían diferir según los oyentes" (2.18.5). Como había pedido Platón, "hablando uno de la misma cosa a varias personas a varias personas, a cada una de ellas le hablara de diverso modo", asunto para el que Bacon recomienda "el mejor estudio". Bacon no hace referencia a las cinco partes de la retórica ciceroniana o la mayor parte de las otras categorías, tal como se enseñaban en las escuelas. Son consideraciones secundarias a la esencia de la retórica filosófica. En la última parte del capítulo 18 -desarrollada ampliamente en De Augmentis Scientiarum (6 .3 )- cons ider a las "deficiencias" específicas de Aristóteles. Éstas, a primera vista, son algo decepcionantes, pero la utilidad que tenían para un orador practicante como Bacon era considerable, y son elaboracio 87 nes de los tópicos descritos por Aristóteles o Cicerón . Las primeras son "coloraciones del bien y del mal, simples y comparativos, como antes he mencionado, son los sofismas de la retórica". Un ejemplo de un sofisma com parativo es "Lo que se alaba es bueno; lo que se vitupera es malo". Esta perogullada puede refutarse, dice Bacon, porque los hombres alaban lo malo por ignorancia, mala fe, celo por una causa, o debilidad de carácter. En segundo lugar están los "antitheta", o argumentos a favor o en contra, como el conflicto entre la letra y el espíritu de la ley. La edición latina detalla cua renta y siete de estos argu ment os. En tercer lugar están los lugares com un es a usar dentro de un discurso en el prefacio, la conclusión, la digresión, la transición, o la excusa. Bacon dice que son de especial ornamento y efecto, pero son más útiles a un orador improvisado para mantener el fluir y la estructura de un discurso.
87. Véase Wallace, Fruncís Bacon, pp. 205-18.
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La obra de Bacon ejerció alguna influencia en la teoría retórica durante los dos siglos siguientes, pero su influencia general sobre pensadores posteriores animándoles a la especulación filosófica sobre la retórica fue más importante que ninguna de sus doctrinas específicas. En su obra, la corriente filosófica de la retórica, la menos fuerte desde la Antigüedad, se recuperó, y comenzó a emerger con nueva madurez en la época de la ilustración.
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CAPÍTULO XI LA RETÓRICA NEOCLÁSICA
En los siglos XVII y XVIII la retórica experimentó nuevos avances que fueron tanto clásicos como no clásicos, supusieron tanto una vuelta a una mejor com prensión de la retórica, como un desvío de los supuestos filosóficos y cívicos de la retórica clásica. Al considerar estos avances se tiene en cuenta la influencia que la nueva ciencia, en especial la nueva lógica de Descartes y Pascal en Francia, y la de Locke y de los empiristas británicos, tuvo en la comprensión y en la expo sición de la retórica. La obra de los gramáticos de Port Royal afectó directamente a la enseñanza de la lógica en las escuelas de Francia, Gran Bretaña, y América, mientras que las nuevas concepciones de la retórica sólo influyeron lentamente en la enseñanza de los niveles elementales, que con frecuencia se ciñó a la tra dición ciceroniana o a las listas de tropos y figuras de la retórica ramista. Index El Rhetoncus de 1625 de Thomas Farnaby, en su srcen un manual de retórica cice roniana, se reimprimió numerosas veces y se usó mucho en las escuelas de Gran Bretaña y América durante más de un siglo, aunque las últimas ediciones reduje ron la obra a una retórica ramista de tropos y figuras1. Sin embargo, es posible también aproximarse a los nuevos avances desde el punto de vista del movimiento neoclásico que floreció en Francia durante el rei nado de Luis XIV (1643-1715) y llegó a Inglaterra después de la restauración de Carlos II en l6602. Este enfoque es apropiado en un estudio de la tradición clá sica, ya que la historia de la disciplina en este periodo es análoga al renovado clasicismo patente en la literatura, y al movimiento neoclásico en la arquitec-
1. Véase Ray Nadeau, "Talaeus versus Farnaby on Style," Speech Monographs 21 (1954), pp. 59-62. 2. Dos obras básicas sobr e la retórica en este peri odo son la de Fumaroli, L'Áge de l'éloquence (de la que se prepara una traducción al inglés), y la de Howell, Eighteenth-Century British Logic and Rhetoric.
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tura, la escultura, y la pintura. Aunque en un primer lugar el conocimiento del griego, que recuperaron los humanistas de los siglos XIV y XV, produjo tra ducciones latinas de las obras griegas, en los siglos XVI y XVII se populariza ron traducciones de mérito literario al italiano, al francés, y al inglés, y se generalizó la conciencia de la superioridad estética y de la srcinalidad de la literatura griega. Este nuevo conocimiento hizo posible la literatura clasicista de los siglos XVII y XVIII, tal como se ve en las obras dramáticas de Corneille y Racine en Francia, y de Dryden y de Addison en Inglaterra, que imitaban los modelos griegos, en contraste con la deuda mayor de Shakespeare para con las formas romanas y medievales. En el caso de la retórica, se puede apreciar el neoclasicismo helenista en la preferencia entre los intelectuales por Platón y Demóstenes más que por Cicerón y Quintiliano, ya evidente en Bacon, y en un nuevo papel para la retórica primaria en la oratoria francesa e inglesa. Al mismo tiempo, latín perdió terreno frente al francés en la educación, ya que los elestudios retóricos se centraban cada vezy al másinglés en preparar para el dis curso oral y para la escritura en la lengua vernácula, aunque el latín se siguió usando a lo largo del siglo XVIII en la erudición y en algunas obras de refe rencia. Los diccionarios de términos técnicos de Ernesti, publicados en Leipzig 3 en 1795 y 1797, y que todavía se usan, son buenos ejemplos de ello . El clasicismo del siglo XVII recibió el apoyo oficial de la Academia Francesa, fund ada en 1635. Entre los objetivos de l a Academia d esde su fundació n, esta ba la publicación de obras de autoridad sobre la lengua francesa, la retórica, y la poética 4. La parte más esencial del programa, un diccionario del francés, final mente apareció en 1694. Oliver Patru, que fue nombrado miembro de la Aca demia en 1640, que aparentemente esperaba encargarse de la retórica y al que en ocasiones se le llamaba "el Quintiliano francés", nunca llegó a producir más que un plan de trabajo informal. Al menos dos tratados aparecieron bajo el título La Rhétoriquefrangaise, un a de Rene Bary en 1659 y otra de "sieur" Le Gras e n 1671. Aunque ambas intentaban presentar una amplia visión de la disciplina y adaptarla a la lengua francesa y a las circunstancias de la vida del siglo XVII -por ejemplo, la división de la retórica en las dos formas contemporáneas de la pre dicación y de la oratoria judicial- ninguna de ellas era una expresión imagina-
3. J. C T. Ernesti, Lexicón Technologiae Graecorum Rbetoricae, Leipzig, 1795, y Lexicón Technologiae Latinorum Rbetoricae, Leipzig, 1797, ambos reeditados, Hildesheim, Olms, 1962. 4. Véase Davidson, Audience, Words, and Art.
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tiva ni creativa del nuevo clasicismo. Más influencia tuvieron los dos tratados de Rene Rapin de 1648, los cuales representan la tendencia de la retórica a caer en la composición literaria en su desarrollo del concepto de belles lettres, aferrán 5 dose ambos a la tradición latina . La consideración de las bellas letras se convir tió en parte básica de los estudios de retórica en la Francia del XVII, como se puede ver en los escritos de Lamy, Fénelon, Rollin, y de otros que serán exami nados más adelante, y llegó a Inglaterra en el siglo siguiente, al ser tema central de estudio para Blair y otros 6. Con el tiempo, las bellas letras se convirtieron en la "literatura" que se estudiaría en las universidades modernas. Durante el siglo XVII, se produjeron importantes avances en la lógica que tuvieron un efecto sobre la retórica. El punto de arranque de estos avances fue el Discurso del método de Rene Descartes (publicado en 1637), del que se dirá más en este capítulo, cuya manifestación más específica fue la Lógica de Port
Royal de 1662, en su mayor parte obra de Antoine Arnauld, miembro del gmpo jansenista qu e había fundado un colegio a las afueras de París7. Otro escritor que contribuyó al nuevo programa fue Pascal, con la obra titulada L'Espritgéométn8 que, también conocida como L'Art depersuader (1664) . El efecto de estas obras fue plantar un desafío a la retórica tradicional. Dicho de forma extrema, la nueva lógica afirmaba que el único método sólido de investigación era el de la geome tría, que procede de axiomas evidentes a conclusiones umversalmente aceptadas. Los "tópicos" de la dialéctica y de la retórica carecían de utilidad para descubrir la verdad o demostrarla. El papel de un orador que intentaba dominar la comu nicación no era válido, y conmover las emociones de un auditorio, inaceptable. El aspecto positivo de la nueva lógica era el establecimiento de comunicación necesitado por el surgimiento de la ciencia moderna; su lado negativo fue su apa rente ignorancia de las realidades psicológicas en política, leyes y religión, y de la existencia de un tipo especial de retórica evidente en los escritos filosóficos y científicos en contradicción con sus afirmaciones de certeza y objetividad.
5. Véase Howell, Eighteenth-Century British Logic and Rhetoric, pp. 503-35. 6. Véase Warnick, Sixth Canon. 7. Véase Howell, Logic and Rhetoric in England, pp . 342-63, y Davidson , Audience, Words, and Art, pp. 57-108. 8. Véase Davidson, Audience, Words, and Art, pp. 109-40, y Kathleen M. Jamieson, "Pascal vs. Descartes: A Clash over Rhetoric in the Seventeenth Century", Communication Monographs 43 (1976), pp. 44-50.
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La retórica de las mujeres en los siglos XVII y XVIII Hubo considerable oposición a que las mujeres estudiaran las artes libera les en este periodo, aunque también hay evidencia de que algunas mujeres de clase alta adquirieron conocimientos de retórica. Las mujeres constituyeron una parte significativa del auditorio de los predicadores de moda; a menudo leían sermones y eran jueces entendidas en la elocuencia del público. En el París del siglo XVII algunas mujeres de espíritu independiente comenzaron a tener elegantes salones en los que entretenían a amigos y admiradores de ambos sexos y animaban tertulias sobre literatura, artes, e ideas de su tiempo, al mismo tiempo que promovían reformas en la ley de familia para darles a la mujeres un mayor control sobre sus vidas. Fue en este ambiente en el que emergió una retórica propia de las mujeres en los salones y en la literatura, a la que sus detractores masculinos le dieron el nombre de préciosité?. Como movimiento la laspréciosité aba a nombrar la pur eza del len guaje, al mismo tiempolingüístico, que explotaba metáforasexhort para evitar espe cíficamente cualquer cosa que les pareciera una referencia indecorosa al cuerpo o a la sociedad, lo que provocó crítica por su mojigatería. La farsa de Moliere LesPrécieuses ridicules (1659) es un a sátira mor daz d e la len gua y de las ideas sobre el amor y la sociedad que eran corrientes en los salones feme ninos. Pero el styleprécieux tuv o un a fuerte influencia sobr e Corneille y otro s dramaturgos y se encuentra en muchos pasajes donde se tratan el amor o la virtud moral en un lenguaje metafórico. Como movimiento literario, la préciosité fue res pon sab le de qu e las muje res crearande nuevas literarias, a menudo compuestas la colala boración varias formas personas. Las más importantes de éstasmediante son el retrato, composición, y la máxima, pero algunas mujeres también colaboraron en la escritura de novelas que empleaban el estilo lingüístico de la préciosité. Muy Clélie, hisfamosas son las novelas de Madeleine de Scudéry, especialmente toire romaine, una voluminosa obr a public ada en diez entregas entre 16 54 y 1660, que utiliza el estilo de la préciosité, y qu e trata mu cha s de las cuest io nes que trataban las mujeres en los salones. En anticipación del futuro papel intelectual de las mujeres en la sociedad, algunos padres hicieron que sus hijas se instruyeran, como sus hijos, en litera-
9. Véase Roger Lathuillere, La Préciosité: Étude historique et linguistique, Ginebra , Droz, 1966, y Dorothy A. L. Backer, Precious Women, Nueva York, Basic Books, 1974.
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tura y retórica, y en gramática latina y lenguas modernas. Un caso documentado es el de Beata Rosenhane (1638-74), hija de un diplomático sueco que dirigió cículos intelectuales en Suecia, Alemania, y Francia. Se conservan sus libros de ejercicios, que muestran cómo adquiría el conocimiento de la inventio retórica, 10 con los tradicionales loci, y el estilo . En Italia, se permitió a veces que las muje res estudiaran en las universidades, y una mujer, Elena Lucrezia Carnario Piscopia, recibió el título de doctor en filosofía por la Universidad de Padua en 1678. En Inglaterra, algunas mujeres en el siglo XVII comenzaron a reclamar el derecho a hablar en público. La más famosa es Margaret Fell, una cuáquera que en 1666, mientras estaba en prisión por sus actividades religiosas, publicó un folleto titulado Womerís Speaking Justified, Provea, and Allowed by the Scnptures11 [El que hablen las mujeres justificado, probado, y permitido por las Esentu ras]. Un estudio temprano de la retórica de una mujer inglesa se encuentra en A
Serious Proposal to the Ladies, Part II [Una sena propuesta a las damas. Parte IH (1697) de Mary Astell. Dedicó unas veinticinco páginas a mostrar cómo las muje res pueden educarse para hablar y escribir aun sin recibir la clase de educación que se les daba a los hombres. Recomienda a las mujeres que lean el Art of Spe aking [Arte de hablan de Lamy y muestra con ocer a los gramáticos de Port Royal12. Una tercera mujer con buena preparación retórica fue Margaret Cavendish, Duquesa de Newcastle. Entre otras obras, publicó Orations of Divers Sorts, Acommodated to Divers Places [Discursos de distintas suertes, acomodados a diversos lugares] en 1662. Se trata de una especie de novela que consiste en los discursos de hombres mujeres en imaginaria, el poder de la elocuencia y la yseparación de una los ciudad sexos. Las mujeresque del ilustran siglo XVII publi caron obras de teatro y poesía, y argumentaron en los prefacios su derecho para hacerlo. Son buenos ejemplos los prefacios de Aphra Behn a sus comedias The Lucky Chance [la ocasión afortunada^ y The Dutch lover [Elamante holandés], y el prefacio de Anne Finch, Condesa de Winchelsea a sus Poems15.
10. Véase Stina Hanso n, "Rhetoric for Sevente enth-Cen tury Salons: Beata Rosenhan e's Exercise Books and Classical Rhetoric", Rhetorica 12 (1994), pp. 43-65. 11. Véase Bizzell and Herzberg, eds., Rhetorical Tradition, pp. 670-85. 12. Véase Christine M. Sutherland, "Outside the Rhetorical Tradition: Mary Astell's Advice to Women in Seventeenth-Century England", Rhetorica 9 (1991), pp. 147-63, y "Mary Astell: Reclaiming Rhetorica in the Seventeenth Century", en Lunsford, ed., Reclaiming Rhetorica, pp. 93-116. 13. Para estos text os, véase R. C. Davis y Laurie Finke, ed s., Literary Criticism and Theory, Nueva York, Longman, 1989, pp. 290-97 y 315-20.
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Bernard Lamy El tratado retórico más srcinal que apareció en Francia en el XVII fue De VArt deparler, o Sobre el ane de hablar, que publicó anónimamente Bernard Lamy en 1Ó75. Lamy buscó el anonimato para protegerse a sí mismo y a la orden religiosa a la que pertenecía, de ser acusado de tener influencia de Descartes, cuyas ideas religiosas eran objeto de vigilancia por la Iglesia. En 1676 se publicó en Londres una versión inglesa del libro de Lamy, con algunas diferencias con el texto fran cés14. Los traductores, que no fueron identificados con certeza, atribuyeron el ori ginal a los "Messieurs du Port Royal". Lamy no era miembro del grupo de Port Royal, pero se había beneficiado en parte con sus ideas sobre el lenguaje y la lógica, y los lectores fácilmente aceptaron la nueva retórica como contrapartida de la bien conocida Lógica de Port Royal y de las gramáticas, lo que incrementó mucho su venta. La edición inglesa se reimprimió repetidamente en el siglo XVIII pero sin incluir las revisiones que Lamy hizo más tarde al texto francés. Aunque Lamy admiraba y cita a Cicerón, Quintiliano, y Agustín, su manual no es una obra tradicional. Se desestima a Aristóteles sin prestarle gran aten ción. La influencia del ramismo es débil, la del método cartesiano, fuerte, y hay muchos puntos de contacto con la Lógica de Port Royal. Lamy reorganizó la estructura de la retórica para comenzar con un estudio del lenguaje: los órga nos de la voz y del habla; las partes del discurso; la necesidad de usar las pala bras en su propio sentido. Pero el lenguaje, reconoce, no es lo suficientemente rico como para ofrecer términos para todas las ideas; así, en la segunda parte considera los tropos y, a continuación, las figuras como expresivas de las emo ciones. La tercera parte de la obra trata de los sonidos, la articulación, y la pro nunciación. La cuarta parte examina el estilo en un sentido más amplio: la imaginación, la memoria, y el juicio como la base de un buen estilo; los tres niveles de estilo: alto, bajo, y medio; las diferencias entre los estilos del orador y del predicador, del historiador y del poeta. Sólo en la sección final de la obra toca los medios de persuasión, la inventio de prue bas , tópi cos dialécticos, y la disposición del discurso en partes. Aunque el discurso es el asunto de la obra, Lamy tiene mucho que decir sobre la poesía y la versificación.
14. Para el texto de la versió n inglesa, véase Harwo od, ed., Rhetoric of Tbornas Hobbes and Ber nard Lamy, pp. 131-377. Véase también Warnick, Sixth Canon, pp. 18-34. [Se tradujo al castellano en el siglo XVIII:Discurso en que se da una idea del ane de persuadir por el R. P. Bernardo Lamy, y tra ducido del francés por el Dr.donjoseph de la Lglesia, Madrid, Manuel Martín, 1779.1
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En un pasaje Lamy brevemente formula lo que se puede llamar el dogma de la estética neoclásica. En la versión inglesa, el texto dice: Un discurso es bello cuando está compuesto de acuerdo con las Reglas del Arte; es grande cuando es más que ordinario [sic] perspicuo; cuando no hay una sola equivocación; ninguna frase es ininteligible; ninguna expre sión es ambigua; cuando está bien dispuesto, y se guía la mente del Lector directamente al final del plan, sin la remora o impedimento de palabras impertinentes. Tal claridad, como una Antorcha, disipa toda oscuridad y hace que todo sea visible15. Boileau y "Lo sublime" Poco después del pasaje que se acaba de citar, Lamy se refiere con acepta
Sobre lo Sublime, ción al un tratado buido a Longino. A en esta1674, obra, co noci da durante siglo, se le había prestadoatri poca atención hasta que, el poeta y crítico francés Nicolás Boileau-Despréaux la tradujo al francés con introduc Réflexions cntiques sur ción y notas. En 1694 continuó con una serie de ensayos, 16 quelquespassages du Rhéteur Longin '. La familiaridad con Sobre lo sublime trajo a la crítica retórica neoclásica un elemento muy necesario: una teoría del genio y de la inspiración para elevarse desde las pedantes reglas de composición sin contradecirlas. Esto era particularmente valioso para aquellos críticos, como Boileau, que intentaban defender la grandeza de los clásicos en el debate entre Anti guos y Modernos, que Jonathan Swift más tarde llamó "La Batalla de los Libros", una disputa ardientemente batallada a fines del XVII y comienzos del XVIII 17. El interés por "lo sublime" creció en Francia, Inglaterra, y Alemania y finalmente traspasó los límites neoclásicos para entrar en la estética del romanticismo 18 . El principal tratamiento en inglés fue la obra del orador parlamentario Edmund Burke, titulada A Phüosophical Enquiry into the Origins ofOur Ideas ofthe Sublime and the Beautiful (1757)19. Burke igualaba lo sublime con las emociones más fuer-
15. Harwood, ed., Rhetoric ofThomas Hobbes and Bernard Lamy, p. 329. 16. Véase Monk, Sublime, cap. 1, y Warnick, Sixtb Canon, pp. 74-94. 17. Véase Highet, Classical Tradition, pp. 261-88. 18. Véase Abrams, Mirror and the Lamp, pp. 70-78. 19. Edición moderna de J. T. Boulton, London, Routledge, 1958. [Se tradujo al castellano a comienzos del XIX: Indagación filosófica sobre los orígenes de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, traducido del inglés por Juan de la Dehesa, Alcalá, Oficina de la Real Universidad, 1807.]
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tes que pueda sentir la mente y veía sus fuentes en las ideas de dolor y peligro; todo lo que sea temblé de alguna manera, se relaciona con los objetos tenibles, u opera de manera análoga al terror, y, además, lo asocia con la inmensidad, la oscu ridad, el infinito y la magnificencia, tanto en la naturaleza como en el arte. Por el contrario, lo hermoso es lo que causa amor o una pasión similar al amor, como la pequenez de talla, la proporción, la suavidad, y la gracia. Algunos de estos con ceptos evocan las "ideas" de Hermógenes de "grandeza" y "belleza". La predicación La historia de la retórica cristiana en el Renacimiento y comienzos del periodo contemporáneo es un tema demasido complejo para intentar anali zarlo en detalle en este libro20. No sólo se pronunciaron miles de sermones en latín y en todas las lenguas vernáculas, sino que también se publicaron y leyeron ávidamente; la mayor parte de las obras generales sobre retórica tie nen algo que decir sobre la predicación, y cientos de otras se dedican princi palmente a la predicación. Cualquier estudio general sobre el tema necesita considerar las diferencias entre la predicación católica y la protestante, y, den tro de cada grupo, las diferencias entre conservadores y liberales, jesuítas y jansenistas, luteranos y calvinistas, anglicanos y disidentes. El De Doctrina Christiana de Agustín continuó inspirando a muchos teóricos de la predica ción. El método temático de los escolásticos medievales cayó en desgracia. Agrícola, Melanchton, y, especialmente, Erasmo, hicieron fundamentales con tribuciones. Entre las cuestiones teóricas estaba el grado en que la predica ción debía intentar mover las emociones del auditorio y la cuestión, relacionada con ésta, del grado en que la ornamentación, y, por tanto, los tro pos y las figuras clásicos, tenían un uso apropiado en la predicación. Los cal vinistas favorecían, en general, un estilo sencillo pero al mismo tiempo lleno de la pasión del Espíritu Santo. Los pensadores católicos de la Contrarreforma estaban más inclinados a combinar la tradición de la retórica ciceroniana con la profecía del Antiguo Testamento para crear un estilo alto cristiano. La epidíctica cristiana alcanzó su nivel más alto de elocuencia en la segunda mitad del siglo XVII en Francia cuando los oradores eclesiásticos, entre ellos Louis Bourdaloue y Jean-Baptiste Massilon, alcanzaron una enorme fama. El más 20. Para un bue n estudio en inglés, véas e Shuger, Sacred Rbetoríc, especialmente pp. 55-117.
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grande de todos ellos fue Jacques-Bénigne Bossuet (1627-1704), en cuyos ser mones dramáticos el pecado está en guerra con la virtud y la vida con la muerte, y cuya predicación combinaba los rasgos retóricos del Antiguo Tes 21
tamento, los de Cicerón con los de los Padres de la Iglesia
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La predicación de moda en la Francia del XVII es el telón de fondo de la nota ble formulación de la retórica filosófica que lleva a cabo Frangois de Salignac de la Mothe Fénelon, titulada Dialogues sur Véloquence general et celle de la chaire en particulier, escrita a fines de la déca da de los 1670 (pe ro publica do pos tum ame nte en 1718)22. Como sugiere el título, Fénelon trata de la retórica en general, aunque le preste particular atención a la elocuencia en el pulpito (la chairé). Aunque, como arzobispo de Cambrai, tenía un especial interés en el tema, la predicación era la forma de oratoria más importante en la Francia del XVII. En la moda de pre dicación elaboradamente ornamentada, Fénelon vio peligros análogos a los que Platón había visto en la sofística, por lo que sus Diálogos son una versión neoclá sica del Fedro. Los interlocutores se identifican como A, B, y C. A corresponde a Sócrates y expresa las que serían aparentemente las ideas del propio Fénelon; es erudito y habla con autoridad, pero no tiene mucha srcinalidad. B es un joven apasionadamente interesado en oír a los predicadores de moda y, como Fedro, fácilmente impresionable por adornos y oropeles. C tiene sólo un pequeño papel en los dos primeros libros, que se dedican principalmente a la retórica en general, pero presiona fuertemente a A en el tercer diálogo para que logre la comprensión de la retórica primitiva cristiana y su relevancia para el predicador moderno. La obra tiene elegancia y unidad e introduce muy bien las cuestiones, pero carece del encanto de un diálogo platónico genuino. Las fuentes de las que beben A y C son principalmente Platón, Aristóteles, y Agustín. Los modelos de elocuencia noble que se citan son Demóstenes, Cicerón, y algunos otros griegos y romanos, orado res bíblicos, y los Padres de la Iglesia. No se nombra a los viciados predicadoressofistas contemporáneos, pero Isócrates se toma repetidamente como el modelo
21. Véase Jacques Truchet, La Prédication de Bossuet, París, du Cerf, 1960. Bossuet estudió esta teoría de la predicación en su Panégyrique de Saint Paul; véase J. Lebarq, ed., Oeuvres oratoires de Bossuet, Lille, Desclée de Brouwer, 1891, pp. 302-4. 22. Edición y traducció n [al inglés! de Wilbur S. Howell, Fénelon's Dialogues on Eloquence, Princeton, Princeton University Press, 1951. Las referencias a páginas en el texto son a la traducción de Howell. Véase Warnick, Sixth Canon, pp. 50-57.
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clásico de sus defectos. Se disfrazan o se hacen de forma indirecta las referencias a las controversias recientes, como cuando A parece usar a Cicerón y Agustín con tra la retórica ramista en el libro 2 (p. 92). Sin embargo, se menciona favorable mente la traducción de Boileau de Longino, y de Boileau se deriva claramente la admiración por Sobre lo sublime qu e se manifiesta a lo largo de la obra. La retórica, tal como la entiende Fénelon, es retórica primaria: oral y per suasiva; se centra en la función, en el efecto sobre el auditorio. "¿Por qué hablar", pregunta A, "si no es para persuadir, para instruir, y para proceder de tal modo que el oyente se acuerde de lo que dices?" (p. 58). B piensa que la simple persuasión está bien para la gente común, pero que "los caballeros tie nen oídos más refinados" (p. 61). A admite que hay dos objetivos a la hora de hablar, persuadir y deleitar, lo que recuerda más la afirmación de Horacio (Artepoética 333-44), qu e a sobre la finalidad de la poesía, enseñar y deleitar los deberes del orador de Cicerón, "Pero", dice A, cuando buscan deleitar, tienen otro objetivo, más distante, que es, sin embargo, el principal. El buen hombre quiere complacer sólo para exhor tar a la justicia y a las otras virtudes haciéndolas atractivas. El que quiere su propio interés, su reputación,su fortuna, sueña con complacer sólo para ganarse la reverencia y la estima de los hombres que pueden satisfacer su codicia y su ambición. Así, aunque su caso se pueda reducir como el del buen hombre a la persuasión como el único objetivo que tiene el que habla; pero el hombre egoísta desea deleitar para adular, y adula para inculcar lo que convien a su interés, (pp. 61-62) El concepto que tiene Fénelon del orador es similar al de Platón: debe lle var una vida sencilla, estar libre de pasiones y de egoísmo. La gente le honra y le acepta como autoridad: En el diálogo donde hace que Sócrates hable con Fedro, Platón muestra que el gran defecto de los retóricos es que se afanan por el arte de per suasión antes de que entiendan, a través de los principios de la filosofía, lo que son las cosas de las que deberían querer convencer a los hombres...El orador estará obligado a saber lo que es el hombre, cuál es su destino, cuá les son sus verdaderos intereses; de qué está hecho el hombre, es decir, cuerpo y alma; cuál es la verdadera manera de hacerle feliz; cuáles son sus pasiones, qué excesos han cometido, cómo pueden regularse, cómo se puede animarles de forma útil para que vivan en paz y vivan en sociedad... Así Platón muestra que el papel del verdadero orador pertenece sólo al filó-
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sofo. Es así que debemos interpretar todo lo que dice en Gorgias contra los retóricos; es decir, contra la clase de persona que idea su propia arte de dis curso y de persuasión, sin tomarse ningún trabajo en cuanto a los princi pios de los que se debe querer convencer a los hombres...Cicerón
virtualmente dijo lo mismo, (pp. 82-83) De esta manera finaliza el diálogo del primer día. En el libro 2, Fénelon toca la invención, la disposición, el estilo, la memoria, y la pronunciación, tomando como criterio de excelencia la verdad y la naturaleza y la persuasión del auditorio, sin ningún apego por las reglas rígidas de composición. A afirma que "toda elocuencia puede reducirse a probar, a retratar, y a impactar" (es decir, se puede reducir al logos, el éthos, y elpathos). "Todos los pensami entos brillantes que no llevan a ninguna de estas tres cosas son un engaño" (p. 92). El núcleo de la retórica no está ni en la dialéctica ni en el estilo, sino en la persuasión. Así, se le da alguna prominencia a la pronunciación, a menudo poco tratada en los manuales retóricos: "Todo el arte del buen orador consiste sólo en observar lo que la naturaleza hace cuando no es estorbada. No hagáis lo que los malos oradores hacen cuando se esfuerzan siempre en declamar y no en hablar a sus oyentes. Por el contrario, cada uno de vuestros oyentes debe suponer que estás hablándole par ticularmente a él" (p. 104). Se burla del sistema común de la predicación temática, con sus múltiples y áridas divisiones: "Los antiguos no dividían el discurso. Pero dis tinguían cuidadosamente en él todas las cosas que había que distinguir; asignaban cada cosa a su lugar; y consideraban cuidadosamente en qué lugar debían poner cada cosa para que pudiera tener efecto" (p. 112). En el libro 3, Fénelon trata de la predicación. El argumento se construye sobre lo que Agustín había dicho en De Doctrina Christiana. Se repasa pers picazmente la historia de la retórica cristiana primitiva, se reconoce la influen cia del estilo viciado sobre Tertuliano y sobre otros escritores, y se recomienda encarecidamente la predicación homilética de los Padres de la Iglesia como modelo en contenido, disposición, y estilo. Fenélon hizo un uso constructivo de la insistencia de los gramáticos de Port Royal en la integridad lógica del diseño de un discurso, pero sin sacrificar el impor tante papel del orador y del auditorio en el discurso. No muestra ningún interés inventio en el viejo sistema de tópicos como base de la sólo noento los menci ona, sino que insist e en que el orado r debe tener un oratoria. profun doNoconocimi de su tema. En el caso de la predicación, este conocimiento puede ser cuestión de certeza, aunque en otras formas de oratoria debe ser de probabilidad. En contraste
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con los ramistas, piensa que la retórica es en primer lugar una cuestión de inventio. El estilo y la pronunciación son importantes para llevar a cabo su función, y el concepto que tiene Fénelon de la retórica se extiende a toda la literatura, incluida poesía, pero la retórica en daba sí misma más que técnica deliberativa literaria. El gobierno laautocrático de Luis XTV no muchaesocasión a lala oratoria en Francia, y esto fue disimulado por Fénelon. Como la mayoría de los tratadistas de retórica anteriores a los tiempos modernos, él piensa en un orador que pro nuncia un discurso dado sin interesarse por la situación de debate en la que el intercambio lleve al compromiso o al consenso; con todo eso es lo que se dibuja como resultado de las preguntas y respuestas de los personajes de su diálogo. Los Diálogos de Fénel on aparec ieron desp ués de su muert e en num eros as ediciones francesas y se tradujeron al alemán, al español, al holandés y al inglés 22bis . La influencia de la obra en Gran Bretaña fue considerable. William Stevenson publicó una traducción libre al inglés en 1722, que se reimprimió varias vec es, y apa rec ier on do s nueva s tradu ccio nes e n el siglo XIX. Las ideas de Fénelon fueron recogidas en sus obras por varios escritores ingleses que 23 hicieron contribuciones importantes a la retórica . Filosofía y retórica: Descartes
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Locke,
Vico, Hume, y Kant
La relación de la retórica con la nueva ciencia, tal como se entendía en la época, fue muy debatida en el siglo XVII. Bacon había reconocido el valioso papel de la retórica en las relaciones humanas. Descartes, en busca de la certeza filosófica, tenía más dudas. En la Parte I de su Discurso del método (1637), habla de su temprana estima de la elocuencia y su posterior conclusión de que aque llos que poseen mayor poder de razonamiento, y aquellos que disponen con más habili dad sus pen sam ien tos para expresarlos de forma clara e inteligible, tie nen la mejor capacidad de persuadir, aunque nunca hayan estudiado retórica. Su • adopción de un modelo matemático del conocimiento le hizo rechazar la argu mentación probable, y, por ende, tanto la dialéctica como la retórica, tal como se entendían tradicionalmente. En la práctica, sin embargo, como muchos filósofos, y con una aparente vergüenza, encontró que le era necesario usar métodos retó ricos para comunicarse con un público general. Entre sus técnicas estaba el uso
22bis. Diálogos sobre la eloquencia en general y sobre la sagrada en particular con una caña escrita a la Academia Francesa, Madrid, Ramón Ruiz, 1795. 23. Véase Howell, Eighteenth-Century British Logic and Rketoric, pp. 518-19.
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del francés en lugar del latín, el uso de la narración autobiográfica del desarrollo de su pensamiento, y el uso de imágenes y de la forma dialogada24. Se podría decir que Thomas Hobbes se movió en la dirección opuesta a Des cartes. Muy al comienzo de su carrera, cuando era tutor de un joven noble, hizo una traducción latina de la Retónca de Aristóteles que más tarde rehizo en una versión inglesa, publicada anónimamente en 1637 bajo el títuloA Bnefofthe Art of Rhetonque [Epítome del Arte de la Retónca]25. Ésta es la primera aparición de la Retórica en inglés, aunque se trate de un esquema desarrollado de los contenidos, con omisiones y adiciones, más que una traducción. Más tarde, en sus obras mayores, Hobbes llegó a ver a la retórica como una amenaza para la sociedad, que levantaba las pasiones del vulgo, y en el quinto capítulo de su obra más famosa, Leviathan (1651), atacó en particular el lenguaje metafórico por sin sentido, ambiguo, y causante de contienda, sedición, o rebeldía26.
Royal Society El que equivalente Academia Francesa fue la de de Lon dres, comenzóinglés comodeunlagrupo informal poco antes mitad del XVII y que recibió un estatuto de Carlos II en 1662. En contraste con los intereses lingüísticos y literarios de la Academia Francesa, la Royal Society tenía más interés en la ciencia; pero era fundamental para ese interés el desarrollo de una nueva lógica: el razonamiento inductivo y el método científico, y el estu dio de la lógica en el siglo XVII necesariamente suponían la cuestión de cuál era el terreno de la retórica. Varios miembros de la Royal Society tenían algo que decir sobre la retórica27, y entre ellos el más famoso filósofo de la época, John Locke. Locke había dado varias conferencias sobre retórica en Oxford en 1663, pero no sabemos que dijo entonces. En susobre obra elmásentendimiento famosa, An Essay Concerning Human loUnderstanding [Ensayo humano), parece primero estar de acuerdo con algo como l a retórica filosó fica que Platón describe en el Fedro. Tendría tres legítimas funciones: "Pri mero, manifestar los pensamientos o ideas de un hombre a otro. En segundo,
24. Véase Carr, Descalces and the Resilience ofRhetoric, y Dalia Judovitz, Subjectivity and Representation in Descames, Nueva York, Cambridge University Press, 1988. 25. Harwood, ed., Rhetorics of Thomas Hobbes and Bernard Lamy, pp. 33-128. Como se observó en el Capítulo X, John Rainolds había dado clases sobre la Retórica de Aristóteles en Oxford en el siglo
Latina Rhetoric et Paraphrasis in Aristotelis anterior, y en 1619 Goulston publicó Versio 26. Véase JameThomas s P. Zapp en, "Aristotelian and Ramist in Thoma s Hobb es'Rhetoricam. s Leviathan: Pathos versus Ethos and Logos", Rhetorica 1 (1983), pp. 65-91, y Denis Thouard, "Hobbes et la rhétorique: Un cas complexe", Rhetorica 14 (1996), pp. 333-39· 27. Véase Howell, Eighteenth-Century British Logic and Rhetoric, pp. 448-502.
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hacer esto con tanta facilidad y rapidez como sea posible; y, en tercero, tras mitir el conocimiento de las cosas" (3.10.3). Sin embargo, al tocar el tema de "el abuso de palabras", concluye (3.10.34) con una punzante invectiva contra la retórica, que recuerda a la que se hace en el Gorgias de Platón: Ya que el ingenio y lo fantástico tienen más éxito en el mundo que la ver dad escueta y el verdadero conocimiento, los dicursos en lenguaje lleno de figuras y alusiones dific con la nueva cienciailmente se admitirán como una imperfección o un abuso de la verdad. Confieso que en los discursos donde buscamos más el placer y el deleite que la información y el perfeccionamiento, tales ornamentos como los que de ellos se toman poco pueden pasar por fal tas. Pero si habláramos de las cosas tal como son, debemos conceder que toda el arte de la retórica, excepto el orden y la claridad; toda aplicación artificial y figurativa de las palabras que la elocuencia ha inventado, no son para otra cosa que para insinuar ideas equivocadas, mover al s pasiones, y por tanto confun dir el juicio; y, en verdad son perfectos engaños; y, por tanto, no importa cuan loables o permisibles las presente la oratoria en las arengas y discursos al vulgo, ciertamente, en todos los discursos que pretenden informar e instruir deben evitarse por completo; y donde importen la verdad y el conocimiento, no pue den considerarse como otra cosa sino como una gran falta, ya del lenguaje, ya de la persona que haga uso de ellas. Cuáles y cuan variadas sean, será aquí superfino notar; los libros de retórica que abundan en el mundo instruirán a aquellos que quieran informarse; yo solo no puedo menos que obseivar cuan poco preocupa a la humanidad la conservación y el perfeccionamiento de la verdad y del conocimiento; puesto que se prefiere y se protege a las artes de la falacia. Es evidente cuánto estiman los hombres engañar y engañarse, ya que la retórica, ese poderoso instrumento de euor y de engaño, tiene sus profeso res establecidos, se enseña públicamente, y se ha tenido siempre en gran repu tación; y no dudo que se pensará que es gran atrevimiento, si no brutalidad, en mí el haber dicho tanto contra ella. La elocuencia, como el bello sexo, tiene demasiados encantos manifiestos como para que sufra que se hable en contra de ella. Y es en vano encontrar falta en esas artes del engaño, cuando los hom bres hallan placer en que los engañen. El lector podría entretenerse en identificar la docena o más de tropos y de figuras que se hallan aparece en este en pasaje en yqueenLocke denuncia italianos, su uso. y las exca El neoclasicismo el arte la arquitectura vaciones arqueológicas comenzaron de forma seria en el XVIII, pero la vida cívica e intelectual se encontraba entonces en una decadencia generalizada en
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Italia. Una figura extraordinaria, sin embargo, emergió y ocupó un importante lugar en la historia de la retórica: Giambattista Vico (1668-1744), que fue profe sor de elocuencia latina en la Universidad de Ñapóles. Sus clases conservadas en apuntes de sus alumnos, fueron publicadas bajo el título de Institutiones Rhe-
toricae\ en ellas se expone la tradición clásica como reacción a las ideas de otras autoridades retóricas de su época 28 . También pronunció en ocasiones, tanto cívi cas como académicas, discursos epidícticos en Ñapóles, y escribió poesía epidíctica. Uno de sus discursos académicos, que dio lugar a un libro, se publicó en 1709 y se conoce como Sobre el estudio de los métodos de nuestro tiempo 19. Aquí, en oposición a Descartes y a los gramáticos de Port Royal, argumenta que el estudio de la lógica destruye la mente de los jóvenes porque no les permite desarrollar un pensamiento srcinal; sólo debe seguirse después de haberse ejer citado en el uso de metáforas, memoria, y composición retórica imaginativa. La obra más importante de Vico es la Scienza Nuova, o Nueva Ciencia (1725, con revisiones posteriores), escrita con el propósito de contrarrestar la "nueva ciencia" de Francia e Inglaterra 30. Aquí, argumentando contra Descartes y Locke, explica que el lenguaje precede al pensamiento; ya que el lenguaje es la mate ria de la retórica, la retórica es fundacional y la base de cualquier comprensión de la cultura humana. Bosqueja una serie de etapas en el desarrollo de las civi lizaciones, comenzando con el mito de la sabiduría poética, a través de la cual se ordena la experiencia del mundo, lo que lleva a una etapa ulterior del pen samiento abstracto. Este enfoque anticipaba las ideas de los modernos antropó logos. También distingue cuatro tropos dominantes en el desarrollo social: en 31
primer lugar yestá la metáfora o fábula metonimia, sinécdoque, finalmente la ironía, cuando, aelcontinuación pensamiento vienen se hacela filosófico y la reflexivo 32. Los retóricos de su época ignoraron la obra de Vico, que no tuvo nin guna influencia hasta que fue redescubierta en los siglos XIX y XX.
28. Para el texto , véas e Fausto Nicolini, ed., G. B. Vico Opere, vol. 8, Bari, Laterza, 1941. 29. Véase Don ald P. Verene, Vico on the Study Methods of Our Time, Ithaca, Cornell University Press, 1990. 30. Traduc ción d e Thomas G. Bergin y de Max H. Fisch, The New Science of Giambattista Vico, Ithaca, Cornell University Press, 1948. 31. Véase Danie l M. Gross, "Metaphor and Definition in Vico's New Science", Ithaca, Cornell Uni versity Press, 1948. 32. Dispone mos ahora de una extensa bib liografía sobre V ico; véase especial mente Michel Mooney, Vico in the Tradition ofRhetoric, Princeton , Prince ton University Press, 1985, y Donald P. Verene, Vico's Science of Imagination, Ithaca, Cornell University Press, 1981.
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El gran filósofo escocés David Hume era un admirador de la retórica clá sica y uno de los filósofos más elocuentes. En su ensayo OfEloquence [De la Elocuencia] (1734) lame nta el est ado de l a oratoria en su época 33 . "Aun si somos superiores en filosofía, somos todavía, a pesar de todos nuestros refi namientos, inferiores en elocuencia". Esto es extraño, pensaba, ya que "de todas las naciones civilizadas y cultas, Inglaterra sola posee un gobierno popular, o admite en la legislatura asambleas numerosas tales que se pueda suponer que se ha cimentado en la elocuencia. Pero, ¿qué ha hecho Inglate rra para vanagloriarse de este particular?" La elocuencia antigua, pensaba, "era infinitamente más sublime que la que prefieren los oradores modernos". En los labios de "nuestro moderados y calmos oradores" el juramento de Demostenes por todos los que cayeron en Maratón, o los patéticos pasajes de los dis cursos de Cicerón contra Verres, sonarían absurdos. Igualmente absurda parecería la vehemente pronunciación de los antiguos oradores. Hume examina tres razones para explicar este fracaso en la elocuencia, y las encuentra a todas insatisfactorias. Es verdad, admite, que el procedimiento legal moderno y las reglas de la evidencia ponen impedimentos a la oratoria judicial, pero era la oratoria deliberativa en la Antigüedad la que elevó más el genio y dio ancho campo a la elocuencia. Es también verdad que las cos tumbres modernas, "o nuestro superior buen sentido, si se quiere, hacen a nuestros oradores más cautos y reservados que los antiguos, al intentar infla mar las pasiones, o elevar la imaginación de su auditorio". Pero, según Hume, las modernas no torrente deberíandetener este efecto. oradores antiles guos,costumbres "se aceleraban con tal lo sublime y lo Los patético, que no dejaban a los oyentes tiempo para percibir el aritificio con que les engaña ban". "De todos los productos humanos", continúa, "los discursos de Demostenes nos presentan modelos que se acercan más a la perfección". Algunos afirman que los desórdenes de la Antigüedad dieron amplia materia para la elocuencia, a lo que Hume replica, "Sería fácil encontrar a un Filipo en los tiempos modernos; pero, ¿dónde encontraríamos un Demóstenes?" Una vez así rechazadas estas razones, la única conclusión es que los ora dores actuales simplemente o no se esfuerzan, o carecen del genio y del jui-
33. T. H. Green an d T. H. Grose, eds., Philosophical Works of David Hume, Aalen, Scientia Verlag, 1964, 3, pp. 163-74; véase Adam Potkay, The Fate ofEloquence in the Age ofHume, Ithaca, Cornell University Press, 1994, caps. 1-2.
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CÍO del pasado: "Algunos intentos afortunados de esta naturaleza podrían des
pertar el genio de la nación, excitar la emulación de la juventud, y acostum brar nuestros oídos a una elocución más sublime y más patética que la que nos ha entretenido hasta ahora". En las presentes circunstancias, "estamos satis fechos con nuestra mediocridad, porque no hemos tenido experiencia de nada mejor". Hume concluye con una observación específica sobre los oradores modernos: "Su gran afectación de discursos extemporáneos los ha hecho rechazar todo orden y método, que parece ser requisito del argumento, y sin los que no es apenas posible producir una convicción completa de la mente". El ensayo de Hume, aunque no esté argumentado tan convincentemente como muchos otros de sus escritos, es una interesante mezcla de temas de la retórica clásica y del XVIII, que son eco de algunos de los que se pueden encontrar en El diálogo sobre los oradores de Tácito. Se com bin an aquí aspec tos del debate entre Antiguos y Modernos; la corriente sofística de la retórica clásica, con su admiración del orador; el efecto de la nueva lógica sobre la retórica; el interés por lo sublime y la identificación del genio con el estilo elevado; y el atractivo de la elocución. El perfeccionamiento de los discursos que deseaba Hume ocurrió en la oratoria inglesa de la segunda mitad del XVIII y comienzos del XIX. El reto de las grandes cuestiones que surgían de la adquisición de un vasto imperio, y de las Revoluciones Americana y Francesa, trajo la respuesta de los más elo cuentes debates políticos desde la antigüedad, e importantes casos debatidos ante los tribunales de justicia exigieron un despliegue oratorio. Bien puede ser que de hecho los oradores se esforzaran por alcanzar un nivel más alto de elocuencia, ayudados por la mayor atención a la educación retórica y por las rivalidades entre las distintas facciones. Un visitante francés, Amédée Pichot, publicó en 1825 sus observaciones sobre la elocuencia inglesa del XVIII y comienzos del XIX, en la que distinguía los tres estilos que se podían oír en los tribunales de justicia: el estilo inglés, sencillo y centrado en el tra tamiento de cuestiones técnicas; el irlandés, ñorido, emocional, y poético; y 34 el escocés, que combinaba los estilos de los otros dos . Entre los grandes ora dores de este periodo están Thomas Erskine, James Macintosh, Edmund Burke, Charles James Fox, William Pitt el Joven, y, a comienzos del XIX,
34. Véase la rese ña del Voyage histoñque et littéraire de Pichot que hace el gran crítico francés C A. Sainte-Beuve en las Oeuvres de éste, París, Gallimard, 1956, 1, pp. 122-34.
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George Canning y Lord Brougham 35 . El discurso de Burke On the Conciliation with the Colonies [Sobre la conciliación con las colonias] y la serie de discur sos del procesamiento de Warren Hastings por corrupción como gobernador de la son obras clásicasse deconvirtió la literatura EnIndia, Alemania, la retórica en lainglesa. víctima del esteticismo román tico y de la idea liza ción de la poes ía. Emm anu el Kant, cuya influ encia do mi nó la filosofía alemana a lo largo del XIX, expresó la relación de esta manera: Las artes del discurso son la retórica y la poética. La retórica es el arte de despachar un asunto serio del entendimiento como si fuera un libre juego de la imaginación; la poesía el de conducir un libre juego de la imaginación como si fuera un serio asunto del entendimiento. Así, el orador anuncia un asunto serio, y, con el propósito de entretener a su auditorio, lo conduce como si fuera un juego con ideas. El poeta promete sólo un juego entretenido con ideas, y, sin embargo, por el entendimiento que allí se encuentra se aveza tanto como si la promoción de su asunto hubiera sido su única intención36. Kant, a continuación, describe la oratoria como la explotación de la debili dad de los oyentes y desecha el arte retórico por no merecerle ningún respeto. Principales tratados retóricos europeos del siglo XVDEt Antes de pasar a tratar los más importantes desarrollos de la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, un tema de especial interés para los lectores ameri canos, es deseable hacer breve mención de algunos de los tratados más impor tantes que se escribieron en el continente. La mayoría de ellos son obras extensas, escritas en las lenguas vernáculas, para los maestros de lengua y escrftura y como contribución al desarrollo a la literatura nacional de sus autores, y que adaptaban la tradición clásica a las necesidades que se percibían en la época. Francia continuaba dominando la escena internacional en la primera mitad del siglo. El Traite de Véloquence de Claud e Buffier, publ ic ad o en 1728 , es la obra de un jesuíta familiarizado con las ideas de Descartes y de Locke y que deseaba mantener un lugar para la retórica dentro de las actividades
35. Chau ncey A. Goodr ich, profes or de retórica en Yale, compil ó en 1852 una anto logía d e dis cursos de éste y de otros oradores, acompañada de ensayos críticos, obra que se estudió mucho en América; véase A. Craig Baird, ed., Essaysfrom Select Britisb Eloquence, Carbondale, Southern Illinois University Press, 1963. 36. Kant, Critique ofjudgement, tracl. de James C Meredith, Oxford, Clarendon Press, 1961, pp. 184-85.
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humanas 37 . Se centra en la naturaleza y consecución de la verdadera elocuencia en contraste con lo que sólo parece ser elocuente, y pone énfasis en el talento natural y en la práctica más que en la observación de las reglas. Se tocan la inven ción y la disposición, pero la mayor parte de la obra se dedica al estilo, mediante el cual se puede mover al espíritu a la fe y a la acción. El estudio incluye algu nas observaciones sobre la vivacidad, un tema retomado más tarde por los retó ricos ingleses. Hacia el final de la obra, Buffier trata de la retórica judicial y de la predicación, con ejemplos franceses de los diferentes géneros y con observacio nes críticas sobre Aristóteles, Cicerón, y Quintiliano. Buffier es también el autor de un tratado sobre los sistemas de memoria, que se reeditó muchas veces. Mucho más ampliamente conocido fue el Traite des études: De la maniere d'enseigner et d'étudier les Belles-Lettres, de Charles Rollin, publicado por pri mera vez en 1726, con muchas reediciones posteriores y repetidas traduccio 38
nes al inglés, italiano,reducir e incluso al ruso . Rollin era un educación que alintentaba el papel de la memorización de reformador coro en las de la escuelas y alentar al estudio del francés al mismo nivel que el latín, y fue tam bién autor de un libro de texto sobre la historia antigua que se usó extensa mente en Europa, Inglaterra y América hasta fines del XIX. Su tratado sobre retórica, como el de Lamy, se relaciona estrechamente con el estudio de la lengua, e ilustra cómo analizar textos ejemplares franceses. Constituye un paso más hacia un enfoque primordialmente literario del tema, alentado por la necesidad de enseñar composición en las escuelas y por el relativamente limitado papel de la oratoria en la Francia autocrática. Un paso adelante crucial en la comprensión de la retórica en Francia comenzó con el tratado Des Tropes, que publica César-Chesneau Du-Marsais en 1730. Su subtítulo puede traducirse como, "Algunos de los distintos sentidos en los que se puede tomar una palabra en la misma lengua". Éste culminó con la tendencia de considerar la retórica como el estudio de los recursos literarios de
37. No hay ninguna edición moderna . Para un estudio, véase Conley , Rhetoñc in the European Tradition, pp . 194-97 y 229-30, y Kathleen S. Wilkins, A Study ofthe Works of Claude Buffier, Ginebra, Instituí et Musée Voltaire, 1969. 38. No hay ninguna edición moderna. Para un estudio, véase Conl ey, Rhetoñc in the European Tradition, pp . 201-3 y 230-31, y Barbara Warnick, "Charles Rollin's Traite and the Rhetorical Tradition of Smith, Campbell, and Blair", Rhetorica 3 (1985), pp. 45-65. [El trata do se tradujo al castellano en el siglo XVIII:Modo de enseñar y estudiarlas bellas letras...traducido al castellano por Da. María Cathalina de Caso, 4 vols, Madrid, 17551.
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estilo, que comenzó en Francia con Ramus, y que se convirtió en la orientación básica del estudio del tema en las escuelas francesas hasta que lo reemplazó el Traite genérale desfigures du discours de Pierre Fontanier después de 182139. Aunque la obra de DuMarsais se tradujo al inglés, los retóricos de la Inglaterra de fines del XVIII, en la que la oratoria tenía significativo papel en la vida pública, consideraban la retórica de forma más cercana al sentido clásico, con una aplicación secundaria a la composición literaria. El resultado fue la división entre la comprensión europea de la retórica como materia del uso de tropos y figuras principalmente, tomada por los maestros de inglés en Inglaterra y Amé rica, y una tradición americana viva entre los maestros de retórica que conside raban la retórica como discurso civil, derivada de las fuentes clásicas y de otros retóricos ingleses del XVIII. Esta división ha continuado hasta el siglo XX, aun que nuevos enfoques han comenzado a encontrar maneras de salvarla.
El más importante tratado alemán sobre retórica en el XVIII fue probable mente el de Johann Christof Gottsched, Ausführliche Redekunst, "Arte com pleta de retórica", publicada por primera vez en 173640. Presenta la retórica tal como se la entendía en la tradición clásica, pero con ideas que venían de Lamy, Rollins, y de otros como para ponerla al día, y con especial atención a la lengua y escritura alemana. La segunda parte de esta larga obra consiste en traducciones al alemán e imitaciones de discursos y cartas clásicas. Se leyó mucho en Alemania y en la Europa oriental a lo largo del XVIII41. En España el nuevo tratado retórico más significativo del siglo XVIII fue la obra de Gregorio Mayánsy Sisear, profesor de jurisprudenciaen la Universidad de Valen cia. Su Rhetórica de 1757 dedica libros a lainventio, que incluyen la teoría de la stasis y los tópicos dialécticos, a la disposición, con un quinto libro sobre compo sición de preguntas y respuestas, conversación, cartas, diálogos, inscripciones, y escritura histórica42. Como Rollin en francés y Gottsched en alemán tenían como objetivo mejorar la composición en sus lenguas nacionales, Mayáns estaba muy
39. Véase Gérard Genette, Figures of Literary Discourse, trad. de Alan Sheridan, Nueva York, Columbia University Press, 1982, pp. 103-26. 40. Véase Joac him Birke, ed., Ausgewahlte Werke Hrsg. vonj. C. Gottsched, Berlín, de Gruyter,
1987, 7: 59ss. 41. Sobre la historia de la retórica en Alemania desde el siglo XVI al XX, véase Schanze, Rbetorik. 42. Véase Antonio Mestre Sanchís, ed., Obras completas de Gregorio Mayáns y Sisear, vol. 3, Valencia, Consellería de Cultura, 1984; hay una valiosa reseña que describe el contenido de la obra de Rosalind J. Gabin en Rhetórica 5 (1987): 198-206. Para un est udio adicional , véase Do nald P. Abbot, "Mayáns' Rhetórica and th e Search for a Spanish Rhetoric", Rhetórica 11 (1993), pp. 157-79.
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interesado en el desanollo del español literario. Ilustra sus doctrinas con refranes españoles y con la literatura no dramática del Siglo de Oro español, así como con fuentes de la Antigüedad, y critica el manierismo del XVII. Aunque Mayáns mante nía frecuente correspondencia con los líderes intelectuales de otros países, su Rhe-
tórica no parece haber sido muy conocida fuera de España e Hispanoamérica La teoría retórica en la Inglaterra del siglo XVDH: Ward, Sraítfa9 y Campbell
Sheridan,
43.
Lawson,
Durante el siglo XVIII en Inglaterra, se distinguen claramente cinco corrientes distintas en la retórica. Una de éstas es el renacimiento de la tradición técnica, principalmente ciceroniana. Una segunda fue el peculiar Movimiento Elocutivo, que comparte algunas de sus características con la sofística. Una tercera fue la retórica filosófica neoclásica en cierto modo similar a la que desarrolló Fénelon, con raíces en Platón. Una cuarta fue la retórica belletrística, que adapta algunas de las características de la retórica tradicional al estudio de la literatura, Una quinta, qu e contrasta c on la tercera, fu e el intent o de crear una nu eva filosofía retórica basada en la nueva lógica, con la adición de una nueva psicología como la desarrollada por los filósofos empíricos británicos que alababan de palabra la retórica clásica pero se diferenciaban de ella de modo fundamental. La primera corriente se puede ver en la enseñanza de la retórica a nivel ele mental, que continuó de forma muy similar a como lo había hecho a lo largo del Renacimiento, a veces dentro de la tradición ciceroniana, a veces limitado al estudio de tropos y figuras 44. En el nivel más avanzado se ejemplifica en las lecciones de John Ward en el Gresham College de Londres, que se publicaron en 1759 bajo el título A System ofOratory [Sistema de oratoria} 4^. Las cincuenta y cuatro lecciones de Ward pusieron a la oratoria ciceroniana en el camino de una manera pedantesca. Aunque había leído a Fénelon, era insensible a su espíritu, y aunque sabía de las críticas al sistema de los tópicos, los describió
43. Para un listado de otras retóricas e spaño las, véase D on P. Abbot, "A Bibliography of Eighteenth- and Nineteenth Century Spanish Treatises", Rbetorica 4 (1986), pp. 275-92.
Art of Rbetoric Easy 44. un Unaejemplo popul ar fueeslaFigurae de Joh nGrammaticae Holmes's The et Rbetoricae LatinaMade Carmina (1755); de retórica un textociceroniana sobre figuras Donatae (1702) de Nicolás Burton; véase Britisb and Continental Rbetoñc and Elocution, rollo 2, número 15; véase también la Introduction to tbe Classics (1718), en ibid., rollo 1, número 7. 45. John Ward, A System ofOratoiy Delivered in a Course of Lectures Publicly Read at Gresham College, 1759; reeditado, Hildesheim, Olms, 1969.
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a la antigua usanza. En el momento en que fue publicada, se alabó la retórica de Ward y se usó como manual en las universidades americanas, aunque fue pronto oscurecida por nuevos estudios, por lo que no se reeditó. 46 La segunda corriente retórica en el XVIII fue el Movimiento Elocutivo . La elocutio era el término latino para designar el estilo, pero srcinalmente sólo sig nifica "hablar en voz alta", y su derivado elocución se adaptó como término para la pronunciación o la lectura en voz alta [en cambio en castellano, el dic cionario de la R.A.E. define "elocución" en su primera acepción como "Manera de hablar para expresar los conceptos", y en su segunda como "Modo de ele gir y distribuir los pensamientos"]. La pronunciación, que se divide en control de la voz y uso de gestos, era la quinta parte de la retórica clásica, pero los retó ricos medievales y renacentistas la habían dejado caer en el olvido. Empezó a revivir un interés en ella con el esfuerzo por conseguir niveles más altos de pro nunciación en la en predicación el teatro del Or XVII. primeras obras of sobre gestos retóricos inglés sony en la Chirologia, the Las Natural Language the Hand [Chirologia, o el lenguaje natural de la mano] y Chironomia, Or the Art ofManual Rhetoríc [Chironomia, o el arte de la retorica manual] (1644)47. El jesuíta francés Louis de Cressoles escribió un tratado latino sobre la pro nunciación a comienzos del siglo XVIII. Pero más influencia tuvo el tratado del protestante francés Michel Le Faucher, tituladoTraite de Vaction de Vorateur, ou de la pronuntiation et du geste, publicado poco después de su muerte en 1657. Fénelon también estudió la pronunciación como importante parte de la retórica, pero su interés en la elocución floreció en su mayor parte en las Islas Británicas, donde su mayor defensor fue el irlandés Thomas Sheridan, padre del dramaturgo Richard Brinsley Sheridan. Thomas Sheridan intentó establecer una escuela de correcta lengua inglesa, que esperaba atrajese estudiantes de Inglaterra, Irlanda, Gales, Escocia, y de las Colonias Británicas, y que contribuyese al cultivo de un inglés correcto. Dio numerosas clases y publicó varias obras, de las que su Course ofLectures on Elocution [Curso de lecciones sobre la elocución] (1762) fue la más conocida48. Para Sheridan, la única parte de la retórica antigua que real mente importaba era la pronunciación. Atrajo mucha atención, y el resultante
46. Véase Howell, Eighteenth-Centwy British Logic and Rhetoríc, pp. 145-256, y Frederick W. Haberman, "English Sources of American Elocution", en Wallace, ed., History of Speech Education, pp. 105-26. 47. Jam es W. Clearly, ed., Chirologia and Chironomia byjohn Buhver, Carbondale, Southern Illi nois University Press, 1974. 48. Reedit ado, Nueva York, Benjamín Bloom, 19 68.
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Movimiento Elocutivo tiene una historia en Gran Bretaña y América que llega incluso al siglo XX. Las manifestaciones de la elocución son una parte de la corriente sofística de la retórica clásica. El Menexeno de Platón se sup on e qu e se recitaba anualmente en Atenas durante los periodos helenístico y romano, y los oradores griegos de la Segunda Sofística repetían sus mejores discursos con los gestos adecuados a lo largo de todo el Imperio Romano. Sheridan le prestaba poca atención a la gesticulación, a pesar de lo importante que fue para los elocucionistas. Como tratamiento exhaustivo de ese tema, que se completaba con un sistema de notación escrita para usar como guión del discurso, Gilbert Austin la publicó en 1806 bajo el título Chironomia: ora Treatise onRhetoncalDelivery [Chironomia o Tratado sobre la pronunciación retórica ]49. La tercera corriente, dentro de las líneas de la retórica filosófica, está mejor representada en la obra de John Lawson, que enseñó retórica en Dublin y que
Lectures pronunciadas Concerning Oratory, Delivered in Lawson Trinity College publicó en 1758 {Lecciones sobresus la oratoria, en Trinity College^ consi deraba que la retórica era "la Sierva de la Verdad" y tenía como objetivo res ponder a las objecciones de Locke retomando la concepción de Bacon de que la retórica, aunque inferior a la sabiduría en excelencia, era superior en el uso común: impartir la verdad, Lawson afirmaba que era necesario "suavizar la severidad de su aspecto" y así "tomar prestados los adornos de la retórica". Al tratar las partes de la retórica, Lawson intentaba reconciliar a Bacon con Aris tóteles, y en el tratamiento de los tópicos notó las objeciones que a ellos se habían hecho, aunque creía que eran útiles para los principiantes. Conside raba que el estudio de la retórica en su tiempo se orientaba principalmente a perfeccionar la elocuencia en la lengua inglesa, y especiamente en la predi cación. El estilo era una parte importante, pero Lawson despreciaba más bien los artificios como los tropos y las figuras, y no aprobaba el creciente interés por la elocu ción. Má s interesa nte quizá e s su decimoct ava conferencia. Aquí se aleja de la Retórica de Aristóteles y del De Oratore de Cicerón como fuen tes principales, para usar el Fedro de Platón, del que ofrece un resumen. Dice que el Fedro contiene "los preceptos fundamentales de la retórica, aumenta-
49. Mary M. Robb y Lester Thomssen, eds., Chironomia by Gilbert Austin, Carbondale, Southern Illinois University Press, 1966. 50. E. Neal Claussen y Karl R. Wallace, eds., Lectures Concerning Oratory by John Lawson, Car bondale, Southern Illinois University Press, 1972. Véase Howell, Eighteenth-Century British Logic and Rbetoíic, pp . 616-31.
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dos más tarde y reducidos a un sistema regular por Aristóteles, al que escri tores posteriores tienen poco nuevo que añadir; aun la elocuencia y la expe riencia (en palabras de Bacon) o de Tulio (el nombre que le daban a Cicerón los neoclásicos) no hicieron mucho más que adornarlas". Lawson finaliza su conferencia con un entusiasta elogio del estilo poético de Platón y con un poema de su propia composición, modelado sobre el popular mito de la elec ción de Heracles, en la que al joven Platón se le presenta el dilema de elegir entre las dos figuras alegóricas de la Filosofía y la Poesía. Elige a la Filosofía pero es recompensado con el don de la poesía también. Las Lecciones de Lawson rápidamente se reimprimieron cuatro veces, pero la obra no tuvo tanto uso como el que merecía y pronto fue oscurecida por otras. En 1958 se descubrieron en una biblioteca escocesa dos colecciones de apuntes de alumnos sobre las clases de Adam Smith sobre la retórica y la bellas letras. Smith, que más tarde se haría famoso con su obra pionera sobre el capi talismo, The Wealth ofNations [La riqueza de las naciones (1776 ), había da do estas clases cuando enseñaba filosofía moral en la Universidad de Glasgow en 1762-63, probablemente elaborando clases que había dictado en Edimburgo con anterioridad 51 . Las clases de Smith son las primeras manifestaciones de la retórica belletrística qu e se con ozca , la cuarta de la s corri entes retóricas qu e se mencionaron anteriormente. Aunque las clases no se publicaron hasta 1963, ejercieron influencia sobre los que las habían oído, entre ellos Hugh Blair, que más tarde daría clases sobre el mismo tema en Edimburgo. Smith comienza, como Lamy, haciendo observaciones sobre la naturaleza y la historia del lenguaje. Describe los libros de figuras de lengua como generalmente "muy tontos". La belleza no consiste en el uso de figuras; el estilo es hermoso cuando una cosa se describe ordenada y apropiadamente y se da a entender el sentimiento del autor. Aquí es evidente la influencia de Locke. A continuación se tratan los estilos de prosa inglesa de Jonathan Swift, Joseph Addison, y Lord Shaftesbury, seguidos de juicios sobre sus otros autores, antiguos y modernos, con especial atención en primer lugar a los escritores de historia, y luego a los poe tas. En este pu nt o del curso e l estudiante debería tener una co mpre nsió n del len-
51. John M. Lothian, ed., Lectures on Rhetoric and Belles Lettres Delivered in the Universüy of Glasgow by Adam Smith, Carb onéa le, Southe rn Illinois Press, 1971; tamb ién J. C. Bryce, ed., Glasgow Edition ofthe Works and Correspondence ofAdam Smith, vol. 4, Nueva York, Oxford University Press, 1983. Véase Miller, Formation of College English, pp. 178-204.
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guaje, el estilo, la narración, la caracterización, y los géneros literarios. Las últimas diez clases se dedican a la oratoria. Aunque preparar a los alumnos para hablar en público era uno de los objetivos que Smith anuncia, se concentra en darles una comprensión de la gran oratoria clásica, especialmente de las obras de
inventio o de Demóstenes y de Cicerón, y no ofrece un estudio sistemático de la la disposición. Los manuscritos divergen en este punto. Smith pudo haber conti nuado con observaciones sobre la oratoria inglesa del pasado reciente. La quinta corriente retórica consistió en el esfuerzo sistemático por crear una nueva teoría sobre la base de la obra de los filósofos empíricos ingleses, en espe cial sobre la de Hume. Locke concebía la mente como una página en blanco sobre la que la experiencia (la empeiria griega) escribe; el conocimiento viene en parte de la experiencia, parte de la reflexión sobre la experiencia. Hume y otros aña dieron a esto el principio de asociación: la mente saca sus conclusiones de la aso ciación de parecidos, contigüidades, o causasy ytristeza, efectos.deseo Las pasiones se despiertan en la mente ya por afectos directos (alegría y aversión, esperanza y temor) o por afectos indirectos asociados con los objetos y sus causas. Estos con ceptos y otros relacionados con ellos constituyen una teoría de la naturaleza humana y del conocimiento humano que tiene implicaciones para la retórica. En Elements of Cnticism [Elementos de Crítica] (1762) Henry Homes (Lord Kames) aplicó el nuevo saber al estilo retórico. El pensamiento contemporáneo sobre la psicología también influyó en A Course of Lectures on Oratory and Composition [Curso sobre oratoria y composición] (1777) de Joseph Priestley 52. Más significativos, sin embargo, fueron los estudios de George Campbell, profesor de teología en la Universidad de Aberdeen, que intentó "explorar la naturaleza y encontrar allí los principios que subyacen en ella y explicar el arte de la retórica" 53. El resultado fue The Philosophy ofRhetoric [La filosofía de la Retórica], publicada en 1776. El libro 1 se titula "La naturaleza y fundaciones de la elocuencia", el libro 2 "Las funda ciones y propiedades esenciales de la elocución", por la que Campbell entendía estilo, y el libro 3 "Las propiedades discriiiiinatorias de la elocución", que desarrolla la teoría de Campbell de la "vivacidad" de ideas, la cualidad, en su teoría, principalmente responsable de la atención y de la fe.
52. Vincent M. Bevilacqua y Richard Murphy, eos., A Course ofLectures on Oratory and Cnticism. by Joseph Priestley, Carbondale, Illinois University Press, 1965. 53. Véase la introdu cción del editor Lloyd F. Bitzer a The Philosophy of Rhetoric, de George Campbell, Carbondale, Illinois University Press, 1963, p. xxviii. Véase Miller, Formation of College English, pp. 205-26.
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Campbell se apartaba radicalmente de la estructura tradicional, así como de la terminología y de muchas de las ideas de la retórica clásica, aunque trata otras, como los papeles de los oradores y de los oyentes y las virtudes esti lísticas de la pureza y de la perspicuidad 54 . Ocasionalmente, cita ejemplos de la literatura clásica y de los retóricos clásicos, como Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, pero al menos cita también otras tantas veces a los escritores mod ern os. Si n embargo , pens aba qu e su obra estaba directamente vinculada a la tradición clásica en la retórica. En la introducción (pp. L-LI) esboza las fuente empíricas del arte retórica. El primer paso, dice, es la naturaleza: había oradores antes de que existiesen retóricos. El segundo es la observación, los comienzos de la ciencia crítica de descubrir modos de argumentar o formas de discurso. El tercer paso es comparar los varios efectos, favorables o desfa vorables, de las tentativas de discurso, descubrir con qué particular propósito se adapta cada tentativa, y en qué circunstancias sólo se usan. El cuarto es el escrutinio de aquellos principios de nuestra naturaleza a los que las varias tentativas se adaptan y por los que, en cualquier caso, sele puede atribuir su éxito o deseo de éxito... Las observaciones y reglas que nos han transmitido aquellos distinguidos nom bres del mundo civilizado, Aristóteles, Cicerón, y Quintiliano, las han tra ducido por su mayor parte críticos posteriores, o las pusieron en ropajes modernos y una nueva disposición. Por lo que respecta al cuarto y último paso, se puede decir que nos lleva a un nuevo territorio, del que, aunque haya habido algunas incursiones con éxito dentro de sus fronteras, no esta mos aún en completa posesión. Campbell llega así no a negar la retórica clásica, sino a ir más allá y completar la comprensión de la misma. Cuando da su definición de elocuencia al comienzo del libro 1, "ese arte o talento por el que el discurso se adapta a su fin", inmedia tamente cita a Quintiliano para apoyarla en una nota y sigue para decir que esco gió esta definición por dos razones: "exactamente corresponde a la idea de Tulio [Cicerón] del perfecto orador; y se adapta mejor al tema" de su propia obra. La obra de Campbell se estudió extensamente, también en América donde se imprim ieron más de treinta edicio nes y do nd e se usó frecuen temen te co mo manual universitario. Su efecto a largo plazo fue ofrecer una retórica moderna
54. Véase Warnick, Sixth Canon, pp . 62-68 y 116-20.
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que satisfizo a muchos profesores y estudiantes, y que redujo su dependen cia de las fuentes clásicas, no necesariamente para las formulaciones clásicas de las reglas como las que se encuentran en Quintiliano, sino para los estu dios más especulativos sobre retórica de Platón y de Aristóteles, y la de Cice rón en De Oratore. Se creía amp lia men te e n el XVIII, au n los def enso res de "los Antiguos" lo hacían, que la filosofía moderna había hecho notables pro gresos que superaban a los del pasado. La reputación tanto de Platón como de Aristóteles sufrió en esta época, y Campbell parecía ofrecer una teoría básica de la retórica construida sobre lo mejor del pensamiento moderno. Hugh Blair La formulación más definitiva de la retórica neoclásica, que combinaba las características de las distintas corrientes que se acaban de tratar, vino de Hugh Blair (1718-1800). Blair, como Hume, Smith, y Campbell, era parte de la Ilustra ción escocesa, un grupo de intelectuales que trajeron una nota de sentido común desapasionado y de razón a la filosofía y a la literatura del XVIII, y una nota de imaginación liberal al áspero calvinismo del Norte 55. Blair era un ministro presbi teriano que también era Profesor Regio de Retórica y Bellas Letras en la Univer sidad de Edimburgo (un profesor "regio" es aquel cuyo puesto está patrocinado por el Rey.) The Lectures on Rhetonc and Belles Lettres {Lecciones sobre retóñca y Bellas Letras], que Blair publicó en 1783, se habían pronunciado repetidas veces 56 durante más de veinte años, aparentemente con pocas revisiones . Hoy en día, se conoce a Blair casi únicamente por sus lecciones sobre retó rica, pero había publicado antes una edición de las obras de Shakespeare en ocho volúmenes y otros estudios literarios. El título, Lecciones sobre retóñca y Bellas Letras, reflejaba el título de su labor como profesor, pero "Lecciones sobre Bellas Letras y Retórica" sería una mejor descripción. Sus intereses literarios se ven claramente desde la introducción, donde comienza con tópicos "belletrísticos" importantes para sus contemporáneos: gusto, crítica, genio, sublimidad, y belleza. A continuación pasa a la historia del lenguaje, con especial atención al
55. Véase Horner, Nineteenth-Century Scottish Rbetoric. 56. Harold F. Harding, ed., Lectures on Rbetoric and Belles Lettres by Hugh Blair, 2 vols., CarEigbbondale, Illinois University Press, 1965. Para un estudio de las lecciones de Blair, véase Howell, teentb-Century Britisb Logic and Rbetoric, pp. 648-74; Miller, Formation of College Englisb, pp. 227-52; y Warnick, Sixth Canon, pp . 68-71 y 111-16.
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desarrollo y a las posibilidades del inglés, que culmina en su estudio del estilo, que incluye los tropos y las figuras clásicos. Se centra en un pequeño número de recursos de estilo, que trata en profundidad, y evita la pedantería de listas sin sentido. Cita ejemplos de la poesía griega, latina, e inglesa y concluye la primera mitad de su curso con cuatro lecciones sobre el estilo de Addison, que analizan específicamente los artículos del Spectator, y con una lección sobre Jonathan Swift. Éstos son los mismos dos autores que Adam Smith, a cuyas clases había asistido Blair, tomó como modelos de buen estilo. El segundo volumen de lecciones, tal como se publicó, trata de la retórica primaria -su historia, sus tipos, la oratoria del senado, el tribunal, y el pulpito, las partes del discurso y de su argumentación, y la pronunciación. Tres temas ocupan nueve de un total de cuarenta y siete lecciones. Se analizan seleccio nes de Demóstenes, parte del discurso de Cicerón a favor de Cluentio, y un sermónsobre del la Obispo de Atterbury. La "retórica filosófica""Lase verdadera ve en el elocuen énfasis de Blair importancia de la verdad en la oratoria: cia", dice, "es el arte de poner la verdad a la luz más favorable para la con vicción y la persuasión" (vol. II, p. 104). "Convicción" es el término usado pol los retóricos británicos para referirse a la demostración lógica, mientras que "persuasión" incluye factores éticos y emocionales. La doctrina de los tópicos, o loci, se desdeña por ofrecer poca ayuda práctica (II, p. 180). La corriente filosófica de la tradición retórica es así evidente en las enseñan zas de Blair, pero también lo es la corriente sofística. Considérese el siguiente pasaje de la Lección 34, "Los medios para perfeccionar la elocuencia": Ser un orador elocuente, en el sentido propio de la expresión, es mucho mejor que ser un logro común o fácil. En verdad, componer una florida arenga sobre cualquier tema popular, y pronunciarlo para entretener a un auditorio, no es un asunto muy difícil. Pero aunque se le deba alguna alabanza a esto, sin embargo la idea, que me he esforzado en dar de la Elocuencia, es mucho más alta. Es un gran esfuerzo de los poderes humanos. Es el Arte de ser per suasivo y de dominar el Arte, no de agradar al gusto solamente, sino de hablar tanto al entendimiento como al corazón; de interesar a los oyentes hasta tal punto que los atrapemos y los llevemos con nosotros; y dejarlos con una pro funda y fuerte impresión de lo que han oído. ¿Cuántos talentos, naturales y adquiridos, deben concurrir para llevar esto a la perfección? Una imaginación fuerte, viva, y cálida; pronta sensibilidad del corazón, junto con un sólido jui cio, buen sentido, y presencia de mente; todo perfeccionado por una grande y larga atención al Estilo y a la Composición; y apoyado también por externas y sin embargo importantes cualificaciones, de una manera grácil, una presen-
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cia no desgarbada, y una voz llena y entonada. ¿Cuan poca razón de maravi llarse de que un perfecto y acabado orador sea uno de los personajes que más raramente se encuentren? No desmayemos, sin embargo, entre la mediocridad y la perfección hay una amplia gama. (II, pp. 226-27) Ésta es la versión de Blair de la alabanza del orador que hacen Gorgias, Isócrates, Cicerón, y Quintiliano. Vuelve entonces a la cuestión sobre cómo perfec cionar la oratoria. La naturaleza debe otorgar el talento; el arte debe cultivarlo. El carácter de la persona y la disposición son importantes. Sólo un buen hom bre puede ser un buen orador, como mantenía Quintiliano. Lo segundo en importancia es un fondo de conocimientos generales, entre los que están la poe sía y la historia. A continuación sigue la imitación de buenos modelos y el ejer cicio de la composición y el discurso, y finalmente, el estudio de la crítica. Aquí son útiles los escritores sobre retórica de la Antigüedad, pero intentaron hacer demasiado para formar unabrir orador mediante todo lo que, en verdad, puede hacersea es caminos parareglas. asistir "Mientras e iluminar que al Gusto, y para señalarle al Genio el curso que debería seguir" (II, p. 243). "De todos los escri tores antiguos sobre el tema de la oratoria, el más instructivo y útil" es Quinti liano, "aunque algunas partes de su obra contienen demasiado del sistema técnico y artificial que entonces estaba en boga" (II, pp. 244-45). En la lección treinta y cinco Blair vuelve de la oratoria a las Bellas Letras para tratar la idea de que los Antiguos eran superiores o iguales a los Moder nos en genio, o en creación imaginativa, pero que ha habido notables avan ces en la ciencia moderna; y para tratar los principales géneros de la literatura moderna. El resultado es insertar el estudio retórica primaria la mitad de un estudio más amplio del lenguaje y dedelalaliteratura en formaenescrita, para integrar la retórica dentro de las bellas letras. Las lecciones de Blair se estudiaron extensamente a ambos lados del Atlán tico. Se sabe que más de cincuenta ediciones del texto completo se publica ron en Gran Bretaña, y la obra se tradujo al alemán, al francés, al español, al italiano, y al ruso 56bis . Se publicaron muchas otras ediciones en América, donde
56bis. La trad ucci ón al caste llano es d e Jos é Luis Munárriz, Blair, Lecciones sobre la retóríca y las
Bellas Letras, 4 vol., Madrid, Oficina de D. Antonio Cruzado, 1798-1801, de ella se hicieron varias edi ciones a lo largo del siglo XEK. El traductor realizó un Compendio de las lecciones sobre la retóríca y las Bellas Letras de Hugo Blair, Madrid, Ibarra, 1815, que también se reeditó en el XLX. La traducción, bastante libre y que intercala ejemplos de la literatura española clasica, tuvo amplia difusión en España e Hispanoamérica. En la Universidad de Buenos Aires era texto obligatorio en el curso de ingreso a la Facultad de Derecho a mediados del siglo XIX.
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la obra fue el libro de texto retórico más comunmente usado durante la pri mera mitad del siglo XIX 57. Richard Whately El que, con reservas, puede llamarse el último tratado importante inglés neo clásico de retórica es Elements of Rhetonc [Elementos de retórica] de Richard Whately, publicado por primera vez en 1828 cuando Whately enseñaba econo mía política en Oxford, y fue extensamente revisado en ediciones posteriores después de que su autor se convirtiera en arzbispo anglicano de Dublín en 1831. Su estudio aquí se basa en la versión más completa, la séptima edición de 1846 58. El subtítulo de la obra de Whately, Comprising anAnalysis oftheLaws of Moral Evidence and of Persuasión, with Rules for Argumentative Composition andElocution [Que comprende un análisis de las leyes de la evidencia moral y de la persua
sión con reglas para la composición argumentativa y para la elocución], da una indicación de los contenidos y de la tendencia de la obra. En una extensa intro ducción Whately dice que el territorio de la retórica en sus límites extremos incluye toda composición en prosa, y que sus límites más estrechos se limitan a hablar persuasivamente. Propone "adoptar un punto medio entre estos dos extremos; y tratar de la "Composición retórica" general y exclusivamente, conside rando la Retórica (en conformidad con la muy justa y filosófica opinión de Aristóteles) como vastago de la Lógica" (Introd. 1, p. 4). El cuerpo principal del libro se divide en cuatro partes: I, "Del dirigirse al entendimiento, con la idea de producir con vicción (incluyendo la Instrucción)"; II, "Del dirigirse a la Voluntad, o Persuasión"; III, "Del Estilo"; y IV, "De la Elocución o Pronunciación". Whately había publicado con anterioridad Elements of Logic [Elementos de lógica]. La función de la lógica, pensaba, era juzgar la validez de los argumentos, mientras que la retórica inven taba (es decir, encontraba argumentos para probar una proposición) y los dispo nía. Describe la llamada a las emociones como compartida con la poesía. Su estudio del estilo considera tres virtudes: perspicuidad, energía o vivacidad (de Campbell), y elegancia o belleza. Al tratar de la elocución desdeña los sistemas artificiales de Sheridan y Austin e intenta instruir para una pronunciación natural.
57. Véase Warren Guthrie, "The Develop ment of Rhetorical Theory in America 1635-1850", Speech Monographs 15 (1948): 61-71. 58. Dougla s Ehninger, ed., Elements of Rhetonc by Richard Whately, Carbonéale, Illinois University Press, 1963.
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En su introducción a los Elements ofRhetoric de Whately, el editor, Dou gla s Ehninger, hizo una serie de importantes observaciones sobre la obra. En primer lugar, se trata de una retórica predominantemente eclesiástica. Whately no tiene nada decir al de predicador la retórica civil; principal objetivo de la retórica en su las opi nión que es armar para lael tarea de trasladar a su congregación indisputables doctrinas del cristianismo y armar al controversista cristiano para que defienda la evidencia de la religión contra los ataques de los agnósticos y de los deístas. En segundo lugar, la obra persistentemente se centra en la argu mentación oral, aunque Whately sí da consejos prácticos sobre los ejercicios de composición escrita, especialmente en las introducciones a las posteriores edi ciones. En tercer lugar, los Elementos estaban concebidos como un libro intro ductorio de texto universitario, no como un tratado filosófico. Ehninger también subraya el desarrollo de la obra a lo largo de seis revisiones y su calidad des igual, y está de acuerdo con otros críticos en que las mejores partes son la intro ducción y los estudios de la "convicción" y de la "pronunciación". Aunque los Elementos de retórica se usaron algo como libro de texto en Gran Bretaña, fueron especialmente populares en América, donde reeemplazaron a las obras de Blair y de Campbell en algunas universidades. Sus obser vaciones sobre la composición de la introducción, influenciadas por el movimiento romántico de su tiempo, animaban a los profesores a abandonar temas fijos, imitaciones, y amplificaciones como se practicaban anteriormente y a asignar composiciones libres basadas en la experiencia de los alumnos: Whately parece haber sido el primero en proponer el tema de redacción, "Qué hice durante mis vacaciones de verano". Los primeros tratados retóricos americanos Los puritanos introdujeron la retórica ramista en los planes de estudio de Harvard en el siglo XVII. A mediados del siglo XVIII las lecciones publicadas por Ward, tratadas anteriormente, se convirtieron en los textos aprobados en varias de las nuevas universidades de la colonia. El estudio de las lecciones de Ward trajo la retórica ciceroniana de Ward a las colonias en un momento en que la oratoria y el debate público estaban a punto de experimentar un notable desarrollo en el curso de los grandes acontecimientos que dieron lugar a la República Americana. La primera enseñanza srcinal de la retórica en América fue la serie de lecciones sobre retórica que dio John Witherspoon
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en Princeton como parte de un curso sobre filosofía moral y elocuencia, que era requisito para todos los estudiantes desde 1769 59. Witherspoon nació en Escocia en 1722 y fue compañero de clase de Hugh Blair, pero se convirtieron en oponentes en la controversia sobre la educación y el gobierno de la iglesia. Ambos eran ministros presbiterianos, pero Blair, teó logo moderado, intentó llevar la cultura inglesa al más agreste mundo escocés e imponer sacerdotes intelectualmente ilustrados a las congregaciones locales. Witherspoon estaba a favor de un calvinismo más estricto, de la influencia local en la elección de ministros, y de la libertad individual de conciencia. La orien tación que Blair le daba a la retórica era elitista,belletrista, y preocupada por la crítica literaria; la de Witherspoon era cívica, populista, y conectada con la polí tica y la ética. Aunque admiraba la literatura y el saber, Witherspoon concebía la retórica como una formación práctica en la composición, la argumentación, yencontró el discurso. Nombrado del College New Jersey (Princeton) una América enrector ebullición política.ofFormó a Madison, a Burr,eny 1768, a otros líderes de la Revolución, tomó la causa de la Independencia Americana, y firmó la Declaración de Independencia como delegado de Nueva Jersey. La palabra "retórica" aparece raramente en las lecciones de Witherspoon. Su término preferido era "elocuencia". Cita a Aristóteles, Cicerón, Longino, Ward, Lamy, Fénelon, Rollin, Burke, y otras fuentes (no se habían publicado aún las lecciones de Blair), y su orientación es ampliamente clasicista, pero sus ense ñanzas eran srcinales en varios sentidos. En la Lección VI, por ejemplo, critica la división que Ward hace del estilo en bajo, medio y sublime y prefiere hablar de tres clases de elocuencia y de composición: sublime, sencilla, y mixta. La Lección XIV toca entonces los temas de la oratoria, que se dividen en la elo cuencia del pulpito, del tribunal, y de lo que él llama asambleas "promiscuas" (es decir, mixtas). A lo largo de sus lecciones, Witherspoon muestra sensibili dad para las especiales necesidades de los estudiantes americanos que estudia ban composición y discurso en las circunstancias de su época. Witherspoon dio sus lecciones, al menos intermitentemente, durante un periodo de veinte años. Murió en 1794. Las clases se publicaron en susWorks
59. Véase Thomas Miller, e<±, TheSelected Writings ofjohn Witherspoon, Carbondale, Southern Illinois University Press, 1990, pp. 38-47 y 231-318, y "John Witherspoon and Scottish Rhetoric and Moral Philosophy in America", Rhetorica 8 (1992), pp . 381-403; véas e tambi én Howe ll, EighteenthCentury British Logic and Rhetoric, pp . 671-91.
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en 1800-1801 y en ediciones de sus lecciones sobre filosofía moral en 1810 y 1822, pero nunca llegaron a ser textos populares. La mayor parte de los profe sores preferían las Lecciones de Blair porque estaban más cuidadas, y, con el fin del periodo revolucionario, la retórica belletrista se consideraba un importante estudio para mejorar el gusto en un país subdesarrollado culturalmente. La retórica primitiva americana más clásica es la que se describe en las lec ciones que dio en 1806 John Quincy Adams, el primero en tener la cátedra de retórica y oratoria en Harvard. "Un tema que ha agotado los genios de Aristóte les, Cicerón, y Quintiliano", decía el futuro presidente, "no puede requerir ni admitir mucha más ilustración. Seleccionar, combinar, y aplicar sus preceptos, es el único deber que les queda a sus seguidores de todas las épocas, y obtener 60 una perfecta familiaridad con sus instrucciones es llegar a la maestría del arte" . En las siguientes lecciones Adams se dirige a menudo a Quintiliano como su fuente; desdeña a Platón en la Lección 3 como un "caos intelectual". Aunque estaba familiarizado con Blair y con otros modernos, su presentación se basa en las autoridades clásicas e incluso expone la teoría de los tópicos (Lección 9). Por el contrario, la referencia que hacen los profesores americanos de retó rica a la autoridad clásica es a menudo accesoria. Como era la queja del pro fesor John McVikar de Columbia en 1833, el estudio de los clásicos y el estudio de la retórica se fueron a la deriva: "Los alumnos del actual segundo curso no saben nada del De Oratore de Cicerón", lamentaba 61 . El Romanti cismo rechazaba la creencia de que el arte se pudiera basar en reglas y en imitaciones de modelos canónicos, el Movimiento Elocutivo llamó la atención de los estudiantes y del público, y la teoría retórica se convirtió en un aspecto de las bellas letras y de la composición en inglés. En el transcurso del siglo la cátedra Boylston, a pesar de la intención del fundador, se convirtió primero en una cátedra de bellas letras, y finalmente en una cátedra de poesía. Filología y retórica Al mismo tiempo, sin embargo, la filología clásica avanzó rápidamente, pri mero en Alemania, después en Gran Bretaña y en América. Entre las impor-
60. Véase J. Jeffrey Auer y Jerald L. Banninga, eds., John Quincy Adams: Lectures on Rhetoríc and Oratory, 2 vols., Nueva York, Russell and Russell, 1962, 1:28-29. [Se tradujo al castellano en el siglo XIX: Curso de lecturas sobre Retorica i Oratoria por John Guincy [sic]Adams i traducido al castellano por Vicente Bellivian, Londres, Impre nta de R. Greenla w, 18831. 61. Véase Wallace, ed., History ofSpeech Education, p. 164.
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tantes publicaciones del siglo XIX está la compilación de los Rhetores Graeci de Christian Walz, publicada en nueve volúmenes de 1832 a 1836; la obra de referencia de Richard Volkmann, Rhetorik der Griechen und Rómer in systematischer Übersicht; laIntroduction to Aristotle's Rhetoric [Introducción a la Retórica de Aristóteles], seguida de un comentario del texto griego, que editó J. M. Sandys después de la muerte de Cope; y The Attic Orators [Los oradores áticos] de R. C. Jebb. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche comenzó su carrera como profesor de filología clásica en la Universidad de Basilea; entre los temas sobre los que daba clase en el periodo comprendido entre 1872 y 1874 están la oratoria griega y la retórica griega y romana. Algunos de los apuntes de sus clases se conservan y se han traducido al inglés 62 . En ellos Nietzsche defiende la retórica contra las críticas de Platón, Kant, y de otros filósofos y da una visión del tema basada en 63 . las fuentes clásicas y en recientes estudios hechos en Alemania
62. Véase Ca role Blair, "Nietzsche's Lecture Notes on Rhetoric: A Translation", Philosophy and Rhetoric 16 (1983), p p. 94-129, y Sander L. Gilman, C arole Blair, y David Parent, eos., Friedrich Nietzs che on Rhetoric and Language, Nueva York: Oxford University Press, 1989. 63. Véase Vickers, In Defence of Rhetoric, pp. 459-64. Vickers se toma especial trabajo en refutar los malentendidos en la interpretación que hace Paul de Man de las ideas sobre la retórica de Nietzsche.
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CAPÍTULO LA
Χ Π
RETÓRICA CLASICA EN EL SIGLO XX
La retórica clásica ha continuado ejerciendo su influencia en el estudio y la enseñanza de la retórica en el siglo XX. Se han publicado nuevas ediciones, tra ducciones, comentarios, y estudios de los textos clásicos, con significativos avan ces en la comprensión de sus de su influencia, ha explorado la tradición clásica a través de contenidos la historia yoccidental cada vez yensemayor detalle. Existe ahora un Instituto para la Tradición Clásica en la Universidad de Boston, que patrocina congresos, una revista, y otras publicaciones. Dos sustanciales cam bios marcan el papel de la retórica clásica en el pensamiento moderno: un cam bio des de lo práctico a lo teórico, y un cam bio des de un e nfoque principalmente en los discursos públicos, hacia una amplia variedad de géneros de discurso, tanto orales como escritos. Pero estos dos cambios han encontrado resistencia. Desde los manuales más antiguos de retórica de Grecia hasta el Renacimiento, los manuales y tratados clásicos se estudiaron directamente como ayudas prácti cas para la composición oral y escrita. Esto es particularmente evidente en lo que toca al De Inventione y a la Rhetonca ad Herennium en la Europa occidental, y al corpus de Hermógenes en Bizancio. Durante mil años éstos han sido los manuales con autoridad sobre los que los profesores de las escuelas y universi dades daban clase y escribían comentarios, y los que ofrecían reglas para la com posición practicada por los estudiantes, y los que más tarde en su vida ellos aplicarían al discurso y a la escritura. Aún a comienzos del periodo moderno, cuando Aristóteles, Cicerón, Quintiliano, y otras autoridades clásicas se estudia ban como fuentes suplementarias para adquirir destrezas del hablar en público, las clases sobre retórica continuaban refiriéndose a las fuentes clásicas para obte ner consejo práctico, y los nuevos textos retóricos que se publicaban a menudo tenían con ellos una fuerte deuda en su orientación. Además, mientras que el griego y el latín siguieron formando parte de los planes de estudio de las escue-
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las y universidades, multitud de estudiantes leyeron los discursos de Lisias, de Demóstenes, de Cicerón, y de otros oradores como ejemplos de elocuencia, cuya influencia se puede rastrear en los discursos públicos. En el XVII se atacó el uso de los "tópicos" o loci de la teoría clásica de la inventio, y el movimiento román tico del XEK rechazó la composición hecha sobre las reglas tradicionales de la invención, disposición, estilo, y memoria, así también el uso de los ejercicios de rutina que se encuentran en los progymnasmata; se animab a en cambi o a la com posición libre, a la espontaneidad, y a la expresión individual. El Movimiento Elocutivo, sin embargo, mantuvo viva una teoría clasicista de la producción, y los estudiantes de composición y de literatura continuaron aprendiendo los nombres de los tropos y figuras como medio para identificar formas de expresión. En el siglo XX, los retóricos clásicos se continuaron estudiando a causa de sus contribuciones a la teoría del discurso, y como base del análisis de los tex tos clásicos, medievales, renacentistas, y modernos compuestos por autores que habían estudiado retórica clásica y que se dirigían a lectores que estaban fami liarizados con sus convenciones. La retórica clásica es hoy un instrumento de uso común para la interpretación de la Biblia, tal como se vio en el Capítulo VII, y para la interpretación de la literatura del Renacimiento en las lenguas vernácu las. El extensamente consultado Manual de Retóñca Literana de Heinri ch Lausberg ofrece a los estudiantes de literatura europea los conceptos clásicos para el análisis de la literatura post-clásica. Las historias de la retórica de este autor y de otros ayudan a los estudiosos a la comprensión del papel histórico del discurso, como también de los estudios sobre el discurso en la sociedad occidental. El siglo XX ha sido testigo de un enorme desarrollo de formas de comunica ción nuevas, que resultan de avances tecnológicos como la radio, la televisión, y los medios electrónicos. El desarrollo de esta "oralidad secundaria", como a veces se la llama, ha estado acompañado de la creación de una nueva teoría para interpretar la comunicación de masas, dentro de organizaciones y de pequeños grupos, y más allá de lo cultural, a menudo en lo relativo a cuestiones políticas, de propaganda, de marketing, de género, y de otros fenómenos sociales. Para lela a ésto ha sido la emergencia de la nueva lingüística, de la semiótica, de la crítica y de la teoría literaria y cultural, de algunas de las cuales se puede decir que tratan de formular una teoría general de directamente la retórica. Laa retórica clásica, como teoría del discurso, a veces ha contribuido estas disciplinas, a veces como un sustrato no reconocido por ellas, a veces como el obstáculo con tra el que reaccionan los escritores de las nuevas disciplinas. Un reciente libro
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de Richard A. Lanham sugiere que los cambios tecnológicos pueden, de hecho, marcar una vuelta a algunas de las condiciones bajo las que floreció la retórica 1 clásica, dándole nueva relevancia en la era electrónica . La retórica y la composición en inglés Para algunos profesores de inglés, la retórica clásica ha continuado pro porcionando una útil base teórica y práctica en la enseñanza de la redacción. Probablemente, el libro de texto mejor conocido con este enfoque es Classical Rhetoric for the Modern Student [Retórica clásica para el estudiante contemporáeno] de Ed ward P. J. Corbett 2. Kathleen E. Welch ha investigado la reemergencia de la retórica en el siglo XX, así como las aplicaciones moder nas de la retórica clásica a la enseñanza de la composición en The Contemporary Reception of Classical Rhetoric: Appropriations of Ancient Discourse [La
recepción contemporánea de la retórica clásica: apropiaciones del discurso de la Antigüedad]. Distingue dos "escuelas": la "escuela tradicionalista", cuyos presupuestos encuentra Welch en el racionalismo y el pragmatismo, que separa la retórica clásica de las circunstancias históricas de las que surgió, para elevarla a una teoría umversalmente aplicable; se basa en el uso de fórmulas y categorías, como los tres tipos de retórica y las tradicionales partes del dis curso, y puede parecer elitista en sus esfuerzos por mantener las normas del uso del lenguaje formal. Desciende de la retórica técnica tal como se describió anteriormente, pero valora la Retórica de Aristóteles como la mejor formula ción de se la teoría retórica; pero en cambio, la que retórica Welch llama "Escuela léctica" basa "no en descubrir una 'realidad' palpable", sinoDia en concentrarse por el contrario "en construcciones epistemológicas contemporá 3 neas que puedan a su vez producir una interpretación de la retórica clásica" . También valora la Retórica de Aristóteles, pero como descripción de un arte flexible, práct ico, y produ cti vo en lugar de pur am en te te órico. L a "Escuela Dia léctica" desconfía de los cánones tradicionales, incluye en su área de estudio la televisión, el cine, y la "oralidad secundaria", e intenta ser activa ocupando a los estudiantes en los procesos de lectura, audición, y escritura. Puede pen-
1. Véase Lanham, Electronic World, en especial cap. 2. 2. Publicado srcinalmente en Nueva York, Oxford University Press, 1965, y reeditado varias veces. 3. Welch, Contemporary Reception, p. 11. Welch identifica ejemplos de los libros de texto repre sentativos de cada escuela y una bibliografía de libros relevantes.
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sarse que es descendiente moderna de la corriente sofística histórica de la retó rica por su relativismo, su amor por la experimentación, y su preocupación por lo oral y lo visual Las revistas sobre los estudios de composición, de inglés, de retórica, y del discurso continúan conteniendo artículos que debaten acerca de las ventajas del uso de la retórica clásica por los estudiantes modernos. El campo de batalla está principalmente dentro de los departamentos de Inglés, donde cuestiones de política, raza, y género sexual han afectado la investiga ción y la enseñanza, tanto de la literatura como de la composición. El renacimiento de la retórica Los estudios de retórica han gozado de un renacimiento en el último ter cio del siglo XX. Esto se puede ver en numerosos aspectos: en la publicación de un gran número de libros y artículos con la palabra "retórica" en el título, aunque usen en muchos la aparición de nuevas aso ciacionesla profesionales quey distintos celebran sentidos; congresosenanuales o bienales,entre las que están la International Society for the Histoiy of Rhetoric y la Rhetoric Society of America, así com o grupo s dent ro de las principales o rganiza ciones en los estudios de inglés y de comunicación; y la aparición de nuevas revis tas, como Philosophy and Rhetoric, Rhetoric Review, Rhetoric Society Quarterly, y Rhetorica, qu e publican artículos y reseñas relaciona dos con l a retórica clásica, su tradición, y sus aplicaciones. Dos recientes obras de referencia hacen accesible una gran cantidad de información sobre la retórica, tanto his tórica como teórica. El más extenso es el Historisches Wónerhuch der Rhetorik [Diccionario histórico de retórica\, proyectado para completar ocho volúmenes, editado por Gert Ueding y otros en sus oficinas de Tübingen. Una obra más compacta es la Encyclopedia of Rhetoric and Composition: Communication from Ancient Times to the Information Age [Enciclopedia de retórica y composición: la Comunicación desde la Antigüedad hasta la Era de la Infor mación], edit ada po r Ther esa Enos. Entre los libros recien tes que eval úan el renacimiento de los estudios retóricos está The Rhetorical Turn.· Invention and Persuasión in the Conduct oflnquiry, edita do por Herbert W. Simon s 4 , y The Recovery of Rhetoric: Persuasive Discourse and Disciplinarity in the Human Sciences, ed it ad o po r R. H. Roberts y J. M. M. Good 5 .
4. Public ado en Chicago, Universit y of Chicago Press, 1990. 5. Publicado en Charlottesville, University Press of Virginia, 1993·
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Las "nuevas" retóricas Entre las nuevas aproximaciones al estudio de la retórica en el siglo XX, algunas obras teóricas no escritas como libros de texto han conseguido espe cial reconocimiento entre los profesores de retórica, aunque estas obras han sido bast ant e me no s apre ciada s por los crít icos literarios y los filósofos con temporáneos. Todas ellas pueden describirse como no-clásicas, en el sentido de que se centran en el discurso moderno y en construir una nueva teoría de la retórica, aunque muestran su deuda para con la tradición clásica, y sus autores estaban sólidamente formados en griego, latín, y retórica clásica. La menos clasicista, y en muchos sentidos la menos satisfactoria, de estas tres aproximaciones se encuentra en The Philosophy ofRhetoric de I. A. Richard s, que se srcinó en una serie de cursos en Biyn Mawr College en 1936. Richards afirmaba que la retórica debería ser "un estudio de los malentendidos y de sus remedios" 6 , y rechaza a Campbell, Whately, y otros, que se acercaron al tema filosóficamente, pero nunca desarrolló las implicaciones filosóficas, políticas, o psicológicas de su definición. El libro de Richards es casi en su totalidad un estudio del "malentendido" a nivel lingüístico, en especial como resultado de la metáfora. Quizá la innovación más influyente del estudio de Richards sea su introducción de los términos "tenor" y "vehículo" para describir cómo funciona la metáfora: el "tenor" es lo que se quiere decir mediante la comparación inhe rente a la metáfora; el "vehículo" es lo que se dice literalmente con las palabras que se usan. Desde que Richards escribió esto, muchos investigadores, desde una variedadcon de otros campos, han ytratado la metáforaeny su relación tropos, todos,deendescribir distinto cómo grado,funciona se han convertido víctimas de la letteraturizzazione. Román Jako bso n, un gran lingüista con escaso conocimiento de retórica, fue responsable de la idea de que hay sólo dos tropos básicos: la metáfora, que se basa en una relación de equivalencia, y 7 la metonimia, que se basa en una relación de contigüidad . En 1970, seis inves tigadores de la Universidad de Lieja, que se llamaban a sí mismos Groupe pi, publicaron una obra titulada bastante presuntuosamente Rhétonque genérale,
6. Véase I. A. Richards, The Philosophy of Rhetoric, London, Oxford University Press, 1936, p. 3. 7. Véase Román Jak obso n, "Two Aspects of Language and Two Types of Aphasic Dis turbanees", en Jakobson y M. Halle, eds., Fundamentáis of Language, La Haya, Mouton, 1956, pp . 53-82. Cf. la crítica de Vickers a Jakobson como uno de los que contribuyeron a "atrofiar" la retórica, In Defence of Rhetoric, pp. 442-48.
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que es un estudio complejo y científico de los tropos, utilizando el término "retórica" en su sentido más limitado8. Una voz de cordura en el campo de la lingüística retórica fue Gérard Genette enLas figuras del discurso literario, que 9 trabaja dentro de la tradición francesa que procede de DuMarsais , pero, pro bablemente, el mejor estudio moderno de la metáfora, y ciertamente el más deudor de la retórica clásica, es el de Paul Ricoeur:The Rule ofMetaphore: Multi disciplinary Studies ofthe Creation ofMeaning in Language10. Una comprensión más amplia de la retórica se encuentra en los escritos de Kenneth Burke, en especial, en Counterstatement [Respuesta] (1931), con su "Lexicón Rhetoricae",Grammar ofMotives [Gramática de motivos], y Rhetoric of Motives (1950). Burke es un escritor difícil, a veces excéntrico, que desarrolló sus ideas a lo largo de su vida, pero su obra es más merecedora de llamarse una "filosofía de la retórica", más que otros escritos que llevan ese título, en el sen tido tiene fuertes bases dialécticas, políticas, éticas, y Studies psicológicas. Su obra de másque clasicista es probablemente of Religión: in LogoThe Rhetonc logy11, que es un análisis retórico de las Confesiones de Agustín y capítulos del Libro del Génesis. En Grammar ofMotives12 Burke describe el mejor instrumento crítico que conoce, el quinteto de acto, escena, agente, agencia, y propósito, conceptos que van más allá de la identificación srcinal de Aristóteles de hablante, discurso, y auditorio, aunque Aristóteles es la autoridad que Burke cita más en su obra. En Rhetonc ofMotives15 (p. 43) Burke define la función "realista" de la retórica como "el uso del lenguaje como medio simbólico de inducir a la cooperación en seres que por naturaleza responden a los símbolos". Ésta, pen saba, "tenía sus raíces en una función esencial del lenguaje mismo, una función que es completamente realista, y que continuamente está renaciendo". Mientras que Richards consideraba la retórica como fuente de malentendidos, Burke la veía como la esperanza de un entendimiento, que funcionaba mediante la "iden tificación", y como una base potencial para la paz.
8. Publi cado en París, Larousse, 1970. 9. Alan Sheridan, trad., Figures ofLiterary Discourse, Nueva York, Columbia University Press, 1982. 10. Traduc ción d e Robert Czerny, Toronto, University Press of Toront o, 1977. 11. Publi cado en Boston, Be acon Press, 1961; reimp reso en Berkeley, University of California Press, 1969. 12. Publ icado srci nalmente e n Nueva York, Prentice-Hall, 19 50; reimp reso en Berkeley, Univer sity of California Press, 1969. 13. Publi cado srcin almente en Nueva York, Prentice-Hall, 1945; reim preso en Berkeley, Univer sity of California Press, 1969.
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Una tercera obra innovadora sobre retórica de mediados del siglo XX fue La Rhétorique nouvelle, de Cha'im Per elman y Lucie Olbrec hts-T yteca , pu bli cada por primera vez en 1958 14. Perelman era un estudiante de jurisprudencia yunsefenómeno acercaba puramente a la retóricalingüístico desde unay posición legalsentido más que como literario. filosófica Tanto en yeste como en los detalles de su presentación, ésta es la obra más clasicista, y primordialmente aristotélica, de las obras que se han tratado en esta sección. Perelman distingue la argumentación, que siempre está dirigida a un auditorio, de la prueba formal, que no lo está, y a diferencia de la mayor parte de los retóri cos modernos, hace un uso significativo de la teoría de los loci, o "tópicos", loci de cantidad y de calidad, como fuentes del argumento, que se dividen en y en aquéllos que ayudan a identificar y ejemplificar los hechos. Las figuras de elocución, dentro de su teoría, no sólo son recursos literarios que dan viveza y variedad, sino que tienen una función cognitiva al establecer conexiones entre las cosas. Como Burke, concebía la retórica como una fuerza para la mejor comprensión en un mundo que sufría por el fanatismo, la opresión, y la guerra: "La teoría de la argumentación ayudará a desarrollar... la justificación de la posibilidad de una comunidad humana en la esfera de la acción" (p. 514). Las teorías de Richards, Burke, y Perelman y Olbrechts-Tyteca constituyen, todas, fuertes reacciones a las circunstancias de las décadas de los treinta y de los cuarenta: la depresión económica, el fascismo, y la Segunda Guerra Mundial. No está claro si continuarán considerándose clásicos de la retórica, pero debería recordarse que la retórica de Platón, Aristóteles, Cicerón, y Quintiliano y las de los retóricos franceses y británicos del periodo neoclásico fueron también, en buena parte, producto de las circunstancias del tiempo en que se compusieron. La teoría crítica en el siglo XX Se pueden decir algunas palabras de otros movimientos críticos del siglo XX que influyen en las modernas concepciones de la retórica. La mayor parte tiene sus raíces o sus analogías en el pensamiento grecorromano. La semiótica es el estudio de los signos, principalmente los signos lingüísticos, y cualquier sistema de códigos qu e transmitan signif icado. Los fundado res mode r14. John Wilkinson y Purcell Weaver, trads., The New Rbetoric: A Treatise on Notre Dame, In., Notre Dame University Press, 1969.
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Argumentation,
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nos de la semiótica fueron el filósofo americano Charles Sanders Pierce, y el estu dioso suizo Ferdinand de Saussure. El estudio de los signos, sin embargo, comenzó en Grecia, de la que el Cratilo de Platón es un importante texto primi tivo, y en la que Aristóteles y los filósofos helenísticos y otros posteriores, conti nuaron el interés por el tema. Los semióticos han sido siempre conscientes de la historia de su disciplina y han incluido frecuentemente en sus escritos un trata miento de los enfoques clásicos 15. Sus intereses, sin embargo, han sido principal mente lingüísticos y cognitivos, y raramente dan lugar a la retórica en sus sistemas semióticos. Una excepción a esto es Umberto Eco. En Teona de la semiótica des cribe la retórica como "sobre-codificación", es decir, como una red de asociacio nes invocada por los usos lingüísticos o por el intercambio de códigos, y examina "el trabajo retórico" con los conceptos clásicos de inventio, disposición, y estilo 16. Lo que le falta a este estudio es una consideración de cómo la "sobre-codifica ción" tal como la entiende, puede conseguir la persuasión ética y emocional. La semiótica se preocupa de las estructuras y códigos, o de los sistemas de sig nos; la han aplicado antropólogos, de los que el más conocido es Claude LéviStrauss, al estudio de las estructuras que se pueden descubrir bajo la superficie de la sociedad, por ejemplo, en los sistemas de parentesco o de tabú, así como en el lenguaje. El estructuralismo es ciertamente descendiente de la retórica clá sica, aunque no se le considere así. La conceptualización de la retórica en Grecia se caracterizaba porque identificaba y nombraba códigos y estructuras del dis curso como funciones sociales y políticas, como se ve, por ejemplo, en los tipos de retórica deliberativa, y epidíctica lasejemplo partes del y en los tipos de estilojudicial, apropiados a diferentes contextos., en Otro del discurso, estructuralismo antiguo es la crítica alegórica, que interpretaba textos literarios y religiosos a la luz de ciertas ideas fundamentales simbolizadas por las imágenes del texto, expli cando así las oscuridades, o respondiendo a las objeciones que presenta una lec tura literal. La interpretación alegórica en Grecia comenzó en el siglo VI a. C. y a menudo tomó la forma de identificar a los actores de la épica griega con las fuer zas de la naturaleza, de manera que la litada se pu ed e leer com o un a lucha entre
15. Véase, por ejemplo, Tzvetan Todorov, Theories of the Symbol, trad. Catherine Porter, Ithaca, Cornell University Press, 1982), y Roy Harris y Talbot J. Taylor, Landmarks in Linguistic Thought: The Western Tradition from Sócrates to Saussure, London, Routledge, 1989. 16. Véase Umberto Eco, A Theory of Semiotics, Bloomington, Indiana University Press, 1979, pp . 134 y 276-88.
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la luz y la oscuridad, el sol y la luna, el fuego y el agua, más que entre griegos y tróvanos, o entre Aquiles y Héctor; Atenea es la personificación de la sabiduría, Afrodita, del sexo 17. La interpretación alegórica se convirtió más tarde en un ins trumento fundamental de la exégesis cristiana de la Biblia, como se describe en el capítulo VII, y siguió siendo popular a lo largo de la Edad Media. Los otros dos movimientos críticos modernos que se pueden conectar con el estructuralismo son la crítica marxista, tal como emergió en el siglo XX, y el New Criticism angl o-am eric ano. La crítica marxista es estructuralista por cua nto encuentra en la literatura signos de la lucha de clases. Los historiadores de la Antigüedad tienen mucho que decir de las luchas de clase y de la esclavitud, y algunos estudiosos modernos han aplicado los principios marxistas a la interpretación de la literatura clásica, pero los críticos de la Antigüedad no leían la literatura en término s de la lucha de clases. El New Criticism, con el que tanto Richards como Burke tienen alguna conexión y del que el manual de más autoridad es Understanding Poetry de Brooks y Warren, publicado por primera vez en 1938 18, tenía un interés dominante por descubrir las estructuras de las imágenes que daban unidad a una obra literaria. Los críticos modernos lo han aplicado extensamente a la interpretación de la literatura clásica, pero no era una forma de interpretación que practicaran los griegos ni los romanos, New Criticism se puede a pesar de todo su interés en los tropos y las figuras. El describir como formalista; es decir, en contraste con e l marxi smo estaba inte resado en las formas estéticas de los textos más que en su significado político o social. En este sentido, es heredero de la crítica de la Antigüedad tal como se ve en la Poética de Aristóteles. Aristóteles se interesaba principalmente por cuestiones de género, argumento, y lenguaje, y no tenía nada que decir del Neosignificado político, social, o religioso de la literatura que estudiaba. El Anstotelismo, qu e floreció en especia l en la Universi dad de Chicago, aplicaba 19 los principios aristotélicos al estudio de la literatura posterior a Aristóteles . Los muy admirados libros de Wayne C. Booth The Rhetoric ofFiction y A Rhetoric oflrony repr esen tan un estadio más ecléctico de este enfoque.
17. Véase Whitman, Allegory, pp. 14-57. 18. Cleanth Brook s, Jr. y Robert Penn Warren, Understanding Poetjy, Nueva York, Henry Holt, 1938 y posteriores. 19. Véase , por ejemplo, Eider Oson, ed., Añstotle's Poetics and English Literature, Chicago, University of Chicago Press, 1965.
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El New Criticism se oponía a la crítica biográfica tal como se practicaba en los siglos XIX y XX, interpretando los textos sobre la base de las circunstancias de las experiencias de la vida de sus autores y, a la inversa, reconstruyendo las biografías de los autores a partir de pistas que aparezcan en sus textos. La crí tica biográfica en este último sentido la practicaban en el periodo helenístico en Grecia los partidarios de la escuela peripatética. En la biografía de Eurípides, que se conserva sólo fragmentariamente, Sátiro reconstruía la vida del poeta a partir New Cnticism también de incidentes que aparecen en sus obras dramáticas. El presentaba objeciones a la interpretación sobre la base de la intención del autor en razón de que esta intención rara vez se puede saber, y de que era, de hecho, irrelevante; el significado de la obra es el significado que puede encontrar un lector inteligente y culto en el texto. Este principio se ha desarrollado más en lo que se ha llamado reader-reception theory. Los críticos literarios de la Antigüe dad rara vez fueron víctimas de la aplicación ciega de la "falacia intencional". Aristóteles, en la Poética, encontraba las fuentes de la tragedia y de la comedia en el texto de la obra dramática, no en la intención del autor, y otros críticos de la Antigüedad parecen seguir sus pasos. Esto puede resultar de la opinión de que los textos poéticos están, en algún sentido, "inspirados", como lo entendía, por ejemplo, Longino, y así no eran del todo productos conscientes del arte de un escritor. Pero la crítica retórica clásica trabajaba bajo el supuesto de que las técnicas retóricas que se encontraban en un discurso eran todas parte del arte consciente del orador en su esfuerzo por conseguir la persuasión. La teoría crítica de la segunda mitad del siglo XX se llama a menudo "postestructural", y se encuentra en su forma más extrema en la deconstrucción tal como la practican Jacques Derrida, Paul de Man, y sus imitadores. De Man tiene mucho qué decir de la retórica en sus libros y ensayos, pero Brian Vickers ha 20 revelado cuan desinformado y desorientador es su tratamiento de la retórica . Derrida, por el contrario, es un poderoso pensador, versado en la lengua, la lite ratura, y la retórica griegas clásicas. En "Plato's Pharmacy", larga sección de su libro Dissémination21, ofrece una brillante lectura del Fedro, en la que deconstruye el argumento de Platón contra la escritura al mostrar que la escritura está "siempre dispuesta" a ser inscrita en el discurso, al mismo tiempo que juega con
20. Vickers, In Defence ofRbetoric, pp. 453-70. 21. Tradu cción d e Barbara Joh nso n, Chicago, Unive rsity Press of Chicago Press, 1981, pp . 63-171.
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los significados que tiene pharmakon en el diál ogo de "cura" y "vene no". Las analogías más cercanas a esto en la retórica y la filosofía clásica se encuentran en la sofística y el escepticismo -en el argumento de Gorgias de que "nada existe", por ejemplo, o en la sofística los experimentos en hacer "que la peor causa parezca la mejor", y en el amor de la sofística por la paradoja y el juego. El Nuevo historicismo, desarrollado por Stephen Greenblat y otros en su estudio de la literatura renacentista, se parece a la crítica marxista en su explo ración de las cuestiones políticas y sociales, a las que añade las cuestiones de género sexual. Hay sólo unos cuantos ejemplos de esto en la Antigüedad. Agustín usa el historicismo en los libros 2 y 3 del De Doctrina Christiana, que incluye (3.20) una explicación de la poligamia en el Antiguo Testamento sobre la base de las necesidades prácticas de la época de los patriarcas. Hay un importante contenido de crítica social en la literatura clásica, como el ataque deRomano. Platón contra la democracia, o la crítica Tácito a la autocracia Imperio La esclavitud era endémica en el de mundo clásico, Aristótelesdel la justificó co mo natural {Política 1.4). Rara vez se basaba en la raza, ya que la mayor parte de los esclavos griegos y romanos no se distinguían racialmente del resto de la población. Hubo algunos ataques contra la institución de la esclavi tud por inhumana, por ejemplo, en la Epístola cuarenta y siete de Séneca el Joven. El prejuicio cultural contra grupos extranjeros, en especial los asiáticos, es evidente en las llamadas que Isócrates hace a los griegos contra los bárbaros, e incluso de forma más descarada en las Sátiras del poeta romano Juvenal. Los ejemplos más llamativos de la crítica antigua al tratamiento de la mujer
Hécuba y la Medea. No hay ape se encuentran en el drama, en especial en la nas crítica literaria feminista en la Antigüedad; se puede leer algo entre líneas en las alusiones que hace Safo a los poemas homéricos; y el discurso sexagé lit simo primero de Dión Crisóstomo se acerca a una lectura feminista de la ada. La crítica literaria feminista em erg e en el Renac imie nto, e n los escritos de Christine de Pisan, por ejemplo, y las feministas modernas han explorado las voc es de las mujer es e n la literatura de la Ant igü edad , la Edad Media, el Rena cimiento, y la época moderna en las obras que se han citado en este libro. La retó rica co mp ar ad a Se han seguido estudios comparativos en numerosas disciplinas -en la antro pología, la literatura, la fisiología, y la política, por ejemplo- como método de identificación de lo que es común y lo que es único a fenómenos particulares
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tanto físicos como sociales. La literatura comparada, como disciplina humanística definida, comenzó en los años veinte en Europa y se ha desarrollado en las uni versidades americanas y extranjeras. Su presupuesto fundamental es que los ras gos distintivos de la literatura que no están necesariamente claros para un lector a partir del estudio de un sólo texto, autor, o movimiento literario en una lengua nacional, se pueden descubrir a través de la comparación de textos o de movi mientos en dos o más literaturas nacionales. Se ha interesado en la historia de la crítica, y ha sido generalmente ecléctica en su utilización de los métodos críticos, dependiendo de lo que ofrezca un mejor entendimiento de los textos que quiere examinar. Los estudiantes de retórica en los últimos años han empezado a darse cuenta de que la retórica comparativa tiene posibilidades similares y que puede ser especialmente importante en el mundo actual, en el que se desarrollan con rapidez las comunicaciones entre culturas. Hay, por supuesto, un componente comparativo en el estudio de la retórica griega y romana, o en el de la retórica antigua y la moderna, pero la retórica, tal como se ha estudiado en Europa y en América, es la retórica que se ha definido y descrito en Europa y América. ¿Qué similitudes y qué diferencias hay entre las tradiciones retóricas del resto del mundo, en particular, entre las ricas tradiciones de China, Japón, India, y Oriente Próximo, o también entre las culturas tradicionalmente orales de África y el Sur Comparative Rhedel Pacífico y entre los indígenas australianos o americanos? La toric de George Kennedy intenta ofrecer un punto de partida para este estudio, para complementar la presente obra sobre la tradición occidental, y para intentar probar la aplicación general de los conceptos de la retórica clásica, y revisarlos, si es necesario, con ellafinretórica de formular una teoríaestán general de la retórica. Los artí culos y libros sobre no occidental empezando a aumentar en número, y los estudiosos de la retórica muestran cada vez más una consciencia de que queda más que aprender sobre la retórica de lo que se encuentra estric tamente dentro de los límites de la tradición occidental22.
22. Un valios o libro anteri or es Oliver, Communication and Culture in Ancient India and China.
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BIBLIOGRAFÍA
En esta bibliografía se incluyen las monografías y los estudios publicados en revistas que se citan de manera abreviada en las notas, así como otras obras generales útiles para el estudio de la historia de la retórica. Otras refe rencias, incluyendo ediciones y traducciones modernas, y artículos que tratan autores u obras concretas, se citan de manera completa en las notas corres pondientes. Se han consignado además, las traducciones al español existen tes de las obras citadas.
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3 66
LA RETÓRICA CLÁSICA Y S U TRADICIÓN DESDE
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ANTIGÜEDAD
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367
ÍNDICE ONOMÁSTICO
Aarón 171. Abelardo 256. Academia 35, 60, 91, 100. Academia francesa 304, 305, 315.
Amos, libro de 213. Amplificación 32, 41, 44, 47, 53, 67, 139, 159, 221, 258, 259, 262, 263, 293, 296.
Adalberto el Samaritano 251. Adams, J. Q. 335. Addison, Joseph 304, 326, 330. Affectus ISA. Aftonio 47, 48, 220, 222, 283. Agrícola, Rodolfo 47, 283, 284, 285, 287, 288, 289, 291, 292, 294, 310. Agripina 149. Agustín de Hipona 206. Alberico de Montecassino 250, 251. Alcidamante 30. Alcuino 19, 243, 244, 245, 246. Alegoría 156, 175, 192, 207, 234, 256, 258, 291. Alejandría, Biblioteca de 163Alejandro de Ashby 261. Alejandro Magno 44, 69, 127.
Anaxímenes de Lámpsaco 44. Andócides 163. Anselmo de Bésate 248, Antifonte 51, 80, 81, 163. Antistrophé, antistrophos 62, 87, 88. Antítesis 50, 57, 64, 66, 93. Apiano 150. Apolodoro de Pérgamo 139Apóstoles 174, 180. Apsines 70, 142, 153, 223. Aquiles 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 345. Aquino, Tomás de 216, 257. Aretas de Cesárea 224. Argumentación 27, 42, 48, 50, 61, 107, 109, 111, 115, 119, 124, 125, 126, 134, 143, 154, 162, 172, 177, 180, 197, 211, 215, 222, 236, 240,
Alemania, retórica en 282, 320. Al-Farabi 256. Ambrosio 76, 201, 202, 206, 213. América, retórica clásica en 333, 335.
241, 242, 256, 258, 275, 282, 284, 296, 314, 330, 333, 334, 343.
Aristides, Elio 72, 74, 75, 91. Aristófanes 35, 54, 77, 166. 369
GEORGE A. KENNEDY
Aristóteles 17, 20, 21, 24, 31, 33, 37, 40, 43, 44, 48, 49, 53, 62, 64, 67, 73, 77, 85, 88, 91, 92, 96, 97, 98,
Aurispa, Giovanni 270. Ausonio 185, 241. Austin, Gilbert 325, 332.
100, 101, 102, 103, 104, 105, 106, 107, 108, 109, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 117, 118, 119, 120, 121, 122, 124, 125, 126, 127, 128, 131, 133, 136, 139, 141, 142, 143, 144, 147, 158, 161, 164, 166, 178, 193, 204, 210, 214, 223, 224, 225, 228, 230, 232, 237, 238, 252, 256, 257, 263, 268, 270, 273, 274, 275, 276, 277, 281, 284, 297, 299, 300, 301, 308, 311, 315, 321, 325, 326, 328, 329, 332, 334, 335, 336, 339, 342, 343, 344, 345, 346, 347. Arnauld, Antoine 305. Ars arengandi, 253. Ars dictaminis. Ver Dictamen 249, 251, 257, 261.
Bach, J. S. 281. Bacon, Francis 33, 298, 299, 300, 301, 302, 304, 314, 325, 326. Barbarismo 155. Bartolomé de Messina 256. Baiy, Rene 304. Barzizza, Gasparino 274. Basilio Magno 197, 198, 199, 200, 202. Beda 156, 242, 243, 244. Behn, Aphra 307. Bellas letras 305, 326, 329, 331, 335. Benedictinos 243. Bernardo de Chartres 244, 254, 256, 266. Bernardo de Clairvaux Besarión, cardenal 273, 274, 278.
Artemisia 36. Artes liberales 48, 207, 231, 232, 233, 234, 243, 244, 246, 248, 253, 254, 256, 258, 261, 262, 269, 270, 276, 282, 306. Artespoetriae 166, 258. Asianismo 72. Aspasia 35, 37. Astell, Mary 307. Aticismo 72, 161, 163. Ático, griego 72, 163, 223, 227. Áticos, oradores 72, 221, 336.
Bizancio 41, 273, 283, 337. Blair, Hugh 148, 305, 326, 329, 330, 331, 333, 334, 335. Boccaccio, Giovanni 268. Boecio 126, 232, 234, 235, 236, 237, 238, 239, 240, 245, 248, 255, 256, 261, 262, 275, 284. Boileau-Despréaux, Nicolás 165, 309. Bolonia, Universidad de 232, 250, 251. Bossuet, J.-B. 311. Bracciolini, Poggio 266, 280.
370
LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
Bruni, Leonardo 266, 267, 268, 280. Buenaventura 126, 299. Buffier, Claude 320, 321.
147, 148, 152, 153, 154, 155, 159, 161, 163, 164, 165, 202, 203, 204, 205, 206, 207, 210, 213, 214, 232,
Burke, Edmund 309, 319, 320, 394. Burke, Kenneth 342, 343, 345. Burmeister, Joachim 281. Campbell, George 323, 327, 328, 329, 332, 333, 341. Cánones 33, 116, 163, 339Captatio benevolentiae 250. Carácter. Ver Ethos 28, 29, 42, 52, 58, 59, 61, 72, 104, 108, 109, 115, 133, 144, 152, 214, 226, 238, 245, 301, 331. Carlomagno 243, 244, 245. Casiodoro 48, 231, 234, 235, 236, 237, 239, 242, 246. Catón el Viejo 47, 131, 233. Caussin, Nicolás 296. Cavendish, Margaret 307.
233, 235, 236, 237, 238, 245, 247, 248, 252, 253, 254, 255, 257, 261, 262, 263, 265, 268, 269, 272, 273, 274, 275, 277, 278, 280, 281, 284, 286, 288, 291, 292, 297, 299, 300, 301, 304, 308, 311, 312, 313, 318, 321, 325, 326, 327, 328, 329, 330, 331, 334, 335, 337, 338, 343. Ciceronianismo 280.
Cipriano 201, 202, 213, 296, 297. Claudiano 241. Clemente de Alejandría 190. Cleopatra 36. Comnena, Ana 36, 219, 227. Composición 32, 33, 43, 46, 48, 53, 54, 72, 92, 95, 102, 104, 105, 106, 116, 117, 118, 137, 139, 140, 144, 146, 158, 153, 157, 162, 165, 166, 167, 159, 170, 160, 174, 161, 186, 187, 197, 207, 217, 219, 220, 221, 222, 227, 232, 236, 241, 245, 249, 250, 251, 252, 253, 257, 258, 259, 262, 263, 266, 267, 269, 270, 272, 274, 275, 277, 279, 280, 281, 283, 286, 287, 288, 289, 291, 292, 305, 306, 309, 313, 317, 321, 322, 326,
Cecilio de Caleacte 182. Celso 47, 187, 233. Cereta, Laura 271. Chabham, Thomas 26l. Chartres 244, 254, 256, 266. Chaucer 259. Chria 47. Cicerón 17, 20, 32, 33, 35, 45, 48, 63, 67, 81, 92, 95, 120, 123, 124, 130, 131, 132, 137, 138, 141,
327, 330, 331, 332, 333, 334, 335,
100, 102, 108, 114, 125, 126, 128, 129, 133, 134, 135, 136, 142, 143, 144, 146,
Constantino 185, 195, 196, 203, 204, 218, 219, 225, 229. 371
GEORG E A. KENN EDY
Constantinopla 72, 197, 199, 203, 218, 219, 221, 222, 225, 226, 228, 240, 268, 270, 274. Controversiae. Ver también Declama ción 69· Copia 146, 164, 286. Córax. VerTisias 40. Coricio 221. Cornelia 149, 150. Cornificio 137. Cox, Leonard 276, 289. Cressoles, Louis de 324.
164, 165, 194, 202, 221, 222, 224, 227, 268, 271, 273, 286, 291, 299, 300, 304, 311, 318, 327, 330, 338. Derrida, Jacques 346. Descartes, Rene 305. Deuteronomio 173, 191. Dialéctica 32, 33, 50, 60, 62, 65, 70, 80, 83, 84, 85, 88, 94, 97, 99, 103, 104, 106, 107, 108, 109, 111, 121, 122, 124, 125, 126, 137, 156, 171, 177, 191, 207, 208, 209, 215, 216, 220, 232, 233, 234, 235, 237, 238,
Crisoloras, Manuel Crisóstomo, Juan 199, 200, 217, 229, 273, 286. Crítica marxista 345, 347. Cursus 252. Day, Ángel 291. Deberes del orador 144, 211, 213, 246, 262, 283, 284, 312. Decembrio, Pier Candido 267. Declamación 46, 58, 69, 70, 71, 130, 137, 145, 146, 148, 149, 152, 156, 159, 160, 205, 216, 224, 245, 247, 254, 290. Deconstrucción 59, 346. Demetrio 152, l60, 161, 162, 223, 249, 269. Demetrio Faléreo 69, l60, 161, 163.
240, 244, 245, 248, 256, 264, 273, 275, 276, 278, 282, 283, 284, 285, 287, 292, 293, 294, 299, 305, 313, 314, 339. Diálogo 17, 30, 32, 33, 35, 36, 37, 41, 50, 56, 82, 83, 84, 85, 90, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 99, 101, 124, 142, 143, 148, 149, 157, 159, 161, 166, 205, 207, 244, 245, 274, 281, 311, 312, 313, 314, 319, 347. Diatriba 176. Dictamen 249, 250, 251, 252, 253, 261, 264, 266, 279, 288. Diégésis. Ver Narración 41. Digresión 45, 81, 95, 133, 135, 301. Dinant, Jacques de 253. Dinarco 163.
Democracia 17, 30, 31, 39, 40, 63, 77, 78, 90, 91, 121, 127, 129, 347. Demóstenes 53, 71, 81, 84, 95, 100, 114, 118, 127, 153, 161, 162, 163,
Dión Crisóstomo 35, 58, 71, 75, 200, 347. Dionisio de Halicarnaso 33, 153, 162, 164, 223, 226, 269, 272, 275. 372
LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
Dioniso Tracio 46. Diótima 36. Dispositio. Ver Ordenación 132, 138,
202, 217, 221, 226, 227, 232, 240, 242, 245, 248, 249, 250, 251, 252, 253, 255, 257, 261, 263, 347.
292. Dolce, Lodovico 281. Dominicos 260. Donato 155, 156, 202, 236, 242. Du Marsais , C.-C. 321. Écfrasis 47, 196. Eclesiastés 175. * Egidio 257. Elocutio. Ver Estilo 132, 140, 287, 293, 324. Emociones. Ver Pathos 97, 106, 108, 115, 117, 144, 166, 207, 238, 284, 285, 298, 305, 308, 309, 310, 332. Empédocles 55, 57. Enciclopedias 48, 233, 236, 240, 298. Encomio. Ver Epidíctico; Panegírico 24, 44, 47, 56, 58, 73, 101, 113,
Epistolografía 54, 162. Epitaphios. Ver Oratoria fúnebre Erasmo 58, 280, 285, 286, 287, 288, 289, 290, 310. Ernesti, J. C. T. 304. Esara de Lucania 35. Escalígero, J. C. 280. Esclavitud 172, 345, 347. Escolástica 228, 232, 254, 260, 262, 278. Esopo 34, 47, 110, 241. España, retórica en 295. Esquilo 34, 163, 166. Esquines 81, 114, 162, 164, 268. Estoicos 122, 125, 142, 176, 182, 191. Estructuralismo 344, 345. Ethopoeia. Ver tam bién Prosopopoeia
114, 196, 197, 198, 199, 200, 220, 221, 229, 241, 246. Enrique de Aragón 295. Entimema 29, 106, 109, 110, 111, 116, 120, 121, 134, 172, 175, 177, 180,
Ethos 109, 121, 133, 138, 171, 172. Euclides 46. Eunapio 72. Eurípides 34, 163, 166, 194, 346. Eusebio de Cesárea 195. Eustacio 167, 219, 226, 229. Exégesis 175, 184, 188, 190, 191, 215, 228, 239, 255, 260, 262, 345. Éxodo, libro del 171, 172, 174, 178, 299. Ezequiel, libro de 174. Faba, Guido 252. Fábula 47, 110, 121.
184, 202, 238, 283. Epidíctico 37, 45, 60, 67, 108, 109, 113, 114, 119, 153, I60, 194, 200, 229. Epílogo 27, 41, 52, 56, 80, 119, 174, 177, 182, 248. Epiquerema 120, 283. Epístola. Ver Dictamen; Epistolografía 96, 162, 169, 179, 182, 183, 188,
373
GEORGE A. KEN NED Y
Farnaby, Thomas 303· Fedele, Cassandra 270. Fell, Margaret 307.
Grillo 248, 255. Guarino de Verona 270, 272, 280. Han Fei-tzu 21.
Fénelon, Frangois 33, 216, 305, 311, 312, 313, 314, 323, 324, 334. Fichet, Guillaume 277, 278, 279. Ficino, Marsilio 268. Figuras 19, 55, 56, 66, 120, 122, 127, 135, 141, 142, 154, 155, 156, 160, 161, 165, 166, 167, 182, 186, 187, 192, 197, 198, 200, 223, 226, 233, 234, 235, 236, 239, 244, 247, 248,
Harvard College 294. Harvey, Gabriel 292, 295. Hawes, Stephan 288. Hermágoras de Temnos 44, 125, 128, 129, 132, 135, 207. Hermógenes de Tarso 47, 48, 122, 129, 151, 152, 153, 163, 167, 191, 218, 222, 223, 224, 226, 228, 230, 238, 241, 269, 271, 272, 274, 275,
250, 256, 258, 259, 263, 267, 279, 281, 286, 287, 290, 291, 293, 298, 303, 308, 310, 316, 322, 325, 326, 330, 338, 342, 343, 345. Filodemo 122, 166. Filón 170, 191. Filóstrato 71. Finch, Anne 307.
278, 283, 292, 310, 337. Heródoto 36, 163. Hesíodo 22, 199Himerio 72, 160, 197. Hipérides 162, 163. Hipócrates 45. Hipólito de Roma 188. Hipótesis 83, 84, 99, 107, 128, 238.
Focio 222. Fontanier, Pierre 322. Fortunaciano 154, 236. Franciscanos 260, 297. Fraunce, Abraham 295. Génesis, libro del 166, 170, 209, 260, 342. Gervasio de Melkay 259. Godofredo de Vinsauf 258.
Historiografía 157, 180. Hobbes, Thomas 314, 315. Homero 25, 88, 158, 163, 186, 194, 199, 220. Homes, Henry 327. Homilía 114, 176, 181, 188, 189, 190, 191, 193, 199, 202, 229, 240, 261. Homosexualidad en Grecia 36. Horacio 167, 202, 258, 312.
Gorgias de Leontinos 17, 32, 55, Granada, Luis de 296. Gregorio de Tours 240, 241. Gregorio el Taumaturgo 193.
Hortensia 149, 150, 151. Humanistas 73, 147, 248, 253, 265, 266, 267, 270, 271, 272, 273, 275, 276, 279, 280, 286, 294, 304. 374
LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
Hume, David 314, 318, 319, 327, 329. Imitación 21, 23, 34, 58, 69, 72, 74, 78, 95, 147, 158, 160, 163, 164, 165, 212, 216, 218, 230, 250, 251, 281, 331.
Insinuatio 133· Inspiración 23, 74, 94, 95, 163, 166, 172, 188, 192, 196, 204, 309. Invención 29, 44, 45, 48, 64, 67, 69, 105, 123, 125, 126, 127, 128, 129, 131, 132, 137, 138, 143, 145, 156, 265, 158, 283, 165, 284, 182, 313, 222, 238, 263, 321, 338. Ireneo 188. Ironía 27, 44, 89, 99, 179, 317. Isabel I de Inglaterra 271, 290. Isaías, libro de 174, 175, 176. Iseo 162, 163. Isidoro de Sevilla 19, 48, 239, 295.
Juan Crisóstomo. Ver Crisóstomo, Juan 199, 200, 217, 229, 273, 286. Juan de Garlandia 259. Juan, Evangelio de 179, 180. Judah, Messer León 176, 270. Julio Víctor 148, 154, 245, 250. Kant, Emmanuel 314, 320, 336. Kautilya 21. Kérygma 178. Koiné 227. Lactancio 201, 203, 204. Lamy, 321, Bernard 322, 326,305, 334.307, 308, 309, Lanfranc 254. Latini, Brunetto 253. Lawson, John 323, 325, 326. Le Faucher, Michel 324. Le Gras 304. Libanio 70, 72, 75, 199, 227, 229. Libertad de expresión 45, 75, 144,
Jenofonte 46, 101, 163. Jerónimo 201, 202, 203, 204, 205,
149. Licurgo 81, l63. Lipsio, Justo 280. Lisias 53, 56, 66, 92, 93, 94, 95, 96, 99, 162, 163, 164, 338. Livia 149. Llanos, Bernardino de 297. Locke, John 303, 314, 315, 316, 317,
286. Jesucristo 183, 249. Jesuítas 296, 297, 310. Josué, libro de 173, 181.
320, 325, 326, 327. Lógica. Ver Dialéctica 32, 53, 57, 69, 85, 93, 97, 102, 103, 122, 144, 172, 174, 180, 225, 228, 237, 261, 262,
Isócrates 21, 32, 44, 54, 56, 58, 59, 60, 61 , 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 72, 74, 87, 90, 91, 97, 99, 102, 106, 107, 108, 110, 113, 114, 119, 131, 133, 147, 153, 159, 161, 162, 163, 229, 311, 331, 347.
375
GEORG E A. KEN NED Y
273, 278, 282, 283, 289, 290, 292, 294, 299, 300, 301, 303, 305, 308, 313, 315, 317, 319, 323, 330, 332.
Metáf ora 118, 119, 122, 141, 142, 155, 180, 257, 259, 317, 341, 342. Milán, edicto de 185, 267.
Logógrafos 109. Logos 17, 61, 109, 121, 133, 172, 192, 298, 313. Longino 33, 36, 74, 125, 142, 164, 165, 166, 170, 269, 300, 309, 312, 334, 346. Longueil, Christoph de Loschi, Antonio 274. Lucas, Evangelio de 176, 177, 202. Lupo de Ferriéres 247. Lutero, Martín 170, 285. Macllmaine, Roland 292. Malatesta, Battista 270. Marcelino 223. Marciano Cápela 48, 207, 233, 234, 235, 236, 239, 246, 255, 288. Marcos, Evangelio de 176, 177, 178,
Mimesis. Ver Imitación 164. Moisés 171, 172, 174, 181, 186, 299. Monodia 221, 229. Montaigne, Michel de 280. Narración 19, 23, 26, 28, 41, 45, 46, 47, 52, 56, 64, 80, 119, 125, 132, 133, 138, 170, 173, 174, 182, 190, 212, 238, 240, 241, 275, 284, 315, 327. Neoclasicismo 304, 316. Neoplatonismo 217. New Criticism 345, 346. Nietzsche 336. Nogarola, Isotta y Ginevra 271. Notker de San Galo 246, 247. Oratoria fúnebre 73. Orígenes 187, 188, 191, 192, 193,
179, 180. Mateo de Vendóme 258. Mateo, Evangelio de 176, 177, 179, 180, 203, 213. Máximas 27. Melanchthon, Philipp 285. Memoria 30, 36, 45, 46, 53, 127, 128, 131, 132, 137, 139, 140, 143, 145, 154, 156, 197, 236, 238, 245, 253, 257, 259, 275, 291, 292, 296, 299, 308, 313, 317, 321, 338. Menandro el rétor 73, 197, 223, 229.
194, 195, 202, 260, 286. Oscuridad 59, 192, 209, 216, 224, 228, 234, 280, 309, 310, 344, 345. Ovidio 47, 70. Oxford, Universidad de 20, 232, 251, 271. Pablo (Apóstol) 181, 182, 183, 184, 191, 199, 208, 211, 213, 249, 262. Panegírico 59, 60, 65, 68, 73, 74, 131, 188, 195, 196, 197, 199, 202, 207, 209, 217, 221, 226, 229, 236, 237, 244, 246, 253.
376
LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
Panhelenismo 65, 66. Paralelismo 55, 174, 199París, Universidad de 126, 254, 256, 261. Pascal, Blaise 303, 305. Pathos 27, 41, 89, 109, 115, 121, 133, 160, 162, 165, 167, 171, 172, 192, 238, 281, 298, 313. Patrizzi, Francesco 277. Patru, Oliver 304. Peacham, Henry Pedro (Apóstol) 181, 203, 216.
147, 156, 161, 163, 164, 165, 187, 192, 194, 197, 198, 199, 210, 220, 224, 225, 226, 227, 268, 273, 274, 277, 281, 282, 301, 304, 311, 312, 315, 316, 325, 326, 329, 335, 336, 343, 346, 347. Plinio el Joven 73, l6l. Plutarco 36, 163. Poética 94, 102, 104, 108, 116, 117, 156, 164, 166, 167, 175, 177, 216,
Pedro de Blois 251. Pedro Hispano 275. Pedro Lombardo 216. Perelman, Chai'm 115, 343. Pericles 35, 37, 90. Petrarca 216, 266, 268. Petronio 149Piccolomini, Eneas Silvio 267.
236, 245, 259, 263, 276, 277, 279, 300, 304, 312, 317, 320, 345, 346. Poggio Bracciolini. Ver Bracciolini, Poggio 266, 269, 280. Poliziano 266. Port Royal 303, 305, 307, 308, 313, 317. Préciosité 306.
Pichot, Amédeé 319. Pico della Mirándola 267. Pilato, Leoncio 268. Pini, Paolo 281. Pintura y retórica 20. Pitagóricos 57. Planudes, Máximo 223. Platón 17, 21, 25, 30, 32, 35, 36, 37, 40, 41, 42, 44, 49, 50, 53, 56, 58,
Predicación 73, 169, 174, 176, 177, 178, 179, 180, 183, 188, 189, 191, 195, 209, 212, 214, 215, 217, 232, 236, 239, 240, 242, 245, 246, 258, 260, 261, 262, 263, 264, 267, 270, 277, 279, 282, 286, 294, 297, 304, 310, 311, 313, 321, 324, 325. Presentación 50, 57, 111, 160, 188, 263, 335, 343.
60, 62, 63, 74, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100,
101, 102, 105, 106, 113, 122, 124,
143, 166, 204, 230, 300, 323, 344,
Pretextato de Rouen 240. Prisciano 47, 241, 272. Procopio de Cesárea 221.
377
GEORGE A. KENNEDY
Procopio de Gaza 229. Pródico 49, 199. Proemio 26, 41, 52, 56, 80, 119, 174,
Retórica deliberativa 24, 43, 104, 113, 136, 138, 278. Retórica for ense . Ver Retórica judicial
177, 190, 194. Progymnasmata 46, 48, 167, 241 , 251, 338. Protágoras 41, 42, 49, 59, 74, 77, 93. Proverbios, Libro de los 175. Prueba 26, 41, 46, 52, 56, 83, 87, 90, 95, 106, 108, 109, 110, 119, 121, 134, 136, 138, 139, 144, 172, 174, 178, 182, 183, 192, 208, 213, 215,
Retórica judicial 43, 245, 45, 248, 48, 104, 113, 136,21, 154,24,240, 253, 263, 278, 321. Rh etores Latini Minores 142, 154. Richards, I. A. 341, 342, 343, 345. Roberto de Basevorn 216, 262. Rollin, Charles 305, 321, 322, 334. Rosenhane, Beata 307. Royal Society 315.
275, 288, 301, 308, 343. Quintiliano 17, 20, 43, 44, 46, 63, 64, 69, 70, 91, 101, 102, 104, 124, 139, 141, 144, 145, 146, 147, 148, 149, 150, 152, 154, 156, 159, 163, 164, 210, 212, 214, 232, 236, 238, 241, 247, 252, 254, 265, 269, 272, 275, 277, 281, 283, 284, 286, 291, 293, 297, 300, 304, 308, 321, 328, 329, 331, 335, 337, 343. Rábano Mauro 216, 246, 260. Rainolds, John 276. Ramee, Pierre de la. Ver Ramus, Petrus 292. Ramus, Petrus 285, 292, 293, 294, 299, 322. Rapin, Rene 305.
Safo 33, 34, 163, 166, 347. Salmos, Libro de los 220. Salutati, Coluccio 266, 268. Scudéry, Madeleine de 306. Segunda Sofística 32, 71, 72, 73, 74, 75, 91, 95, 160, 187, 189, 267, 325. Semiótica 338, 343, 344. Séneca el Joven 70, 147, 237, 280, 347. Séneca el Viejo 70, 148, 254. Sermón de la montaña 177. Servio 167, 248. Sforza, Ippolita 270. Shakespeare 289, 291, 304, 329. Sheridan, Thomas 323, 324, 325, 332. Sherry, Richard 289, 290, 291. Sidonio Apolinar
Retórica comparada 347. Retórica cristiana 180, 191, 192, 201, 209, 214, 215, 216, 310, 313.
Símaco, Quinto Aurelio 206. Símil 27, 118. Sinesio de Cirene 200.
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LA RETÓRICA CLÁSICA Y SU TRADICIÓN DESDE LA ANTIGÜEDAD
Sócrates 17, 21, 32, 36, 37, 41, 42, 53, 58, 60, 62, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99,
100, 110, 131, 181, 237, 277, 311, 312. Sofistas y sofística 30, 32, 33, 34, 35, 36, 49, 50, 51, 53, 54, 57, 58, 59, 67, 69, 71, 72, 73, 74, 75, 77, 78, 79, 87, 88, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 112, 124, 131, 147, 151, 153, 160, 186, 187, 189, 194, 196, 198, 199, 200, 211, 216, 217, 226, 237, 264, 267, 274, 311, 319, 323, 325, 330, 340, 347. Solón 131. Speroni, Sperone 277. Stasis 44, 119, 120, 122, 125, 127, 128, 129, 132, 136, 137, 142, 145, 152, 153, 154, 187, 193, 207, 228, 284,
Tácito 147, 148, 159, 166, 201, 280, 319, 347. Talón, Omer 292, 293, 294. Guillaume 279Temistio 72, 75, 237, 275, 284. Teodoro de Bizancio 41. Teodoro de Gadara 139Teodoro Metoquites 221. Teofrasto 35, 98, 100, 101, 102, 117, 118, 120, 139, 141, 161. Teón 46, 47. Tertuliano 187, 188, 201, 202, 313. Timoteo 60, 62, Tisias 40, 41, 42, 55, 98, Trasímaco 41, 50, 97, Traversagni, Lorenzo 277. Trebisonda, Jorge de 105, 120, 139, 153, 154, 230, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 282, 283, 287, 295. Tardiff,
Trivium 65, 220, 233, 234, 239, 246, 254, 267, 288, 294, 295. Tropos 19, 122, 127, 141, 142, 155, 156, 160, 166, 167, 242, 244, 258, 263, 279, 286, 287, 289, 290, 291, 292, 293, 298, 303, 308, 310, 316, 317, 322, 323, 325, 330, 338, 341, 342, 345. Tucídides 56, 158, 163, 283. Valla, Giorgio 277, Valla, Lorenzo 266, 279, 280, 282, 283.
298, 322. Sturm, Johannes 292. Suárez, Cipriano 201, 202, 213, 296, 297. Sublime 74, 94, 164, 165, 170, 269, 309, 312, 318, 319, 334. Sulpicia 149. Sulpicio Víctor 154.
Susenbroto, Joannes 287, 288, 290, 291. Swift, Jonathan 58, 309, 326, 330.
Taciano 186, 187.
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GEORGE A. KEN NED Y
Varani, Constanza 270. Varrón 47, 233, 234. Vico, Giambattista 317. Victorino 154, 236, 248, 255, 278. Vittorino da Feltre 269· Vives, Juan Luis 271, 287, 288. Volkmann, Richard 336. Vossio, G. J. 281, 297.
Walz, Christian 153, 336. Ward, John 323, 324, 333, 334. Whately, Richard 332, 333, 341. Wilson, Thomas 290, 291, 298. Witherspoon, John 333, 334. Zenobia de Palmira 36. Zenón 108, 122. Zósimo de Gaza 221.
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