conocer
MAX WEBER y su obra 'ancisco
Dopesa
Marsal
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Conocer M AX WEBE WEB E R y su obra Juan F. Marsal
DOPESA
Colección dirigida por Higinio Clotas © Juan F. Marsal Cubierta: Estudio Gráfico, Geest-H»verstad DOPESA Cardenal Reig, s/n Teléfono 3342000 Barcelona-28 Depósito Legal: B. 9258-1978 ISBN: 84-7235-355-9 Primera edición: Marzo, 1978 Printed in Spain Impreso en España Impreso en Ingemesa. Cardenal Reig, s/n. Barcelona-28
Indice
Introducción Introdu cción ......................................................... ................................................................ ....... 7 Cronología .................................................................. 11 ¿Por qué Weber? 13 Weber funcionahst funcio nahsta a ................................................. ................................................. 29 Weber contestado 39 El mundo mu ndo de VVeber ............. ...... ............... ............... ............... ................ ............. ..... 51 Weber de carne y hueso ............... ....... ............... ............... ............... ............. ...... 71 Weber o el intelectual intelec tual polític po lítico o .. 89 Marx, Weber, Freud Freud ................................................. ................................................. 99 Bibliografía 107 .............................
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Introducción
Ciertamente que escribir un pequeño libro sobre un gran autor presupone que éste le haya acompañado a uno durante un gran trecho. Por tanto, lo que se hace no es más que una relectura o meditación escrita sobre un viejo compañero. Nadie puede ponerse a escribir sobre Marx, Weber o Freud de pronto. Tiene que haber un conocimiento previo. Pero entonces, el problema que yo me planteo es el de cuál es mi afinidad, fuera de la profesional como sociólogo, con Max Weber, ese altivo alemán de la época kaiseriana, escritor en difícil de una lengua ya de por sí difícil, académico de moral victoriana, europeo hasta la médula. El caso caso es que la lectura de la obra de Weber pri mero, y la de su biografía después me han acompañado desde mis años de estudiante universitario en Barce lona, aquellos años de turbia penitencia intelectual. Allí en un paquete de sociología alemana idealista y guiltermina que se nos introdujera a través de un inexplicable texto de Freyer, venía Weber en confuso montón jun to con sociólogos germanos de cuyo nombre apenas consigo acordarme como Spann, Ratzenhofer, Oppenheimer, Gumplowicz o Dunkmann. De ese Weber, ni que decirlo, no me quedó nada y al trapero fue a parar su recuerdo junto con los libros de indigesto derecho posi tivo de mi ingenua carrera de jurista nativo. Años adelante, ya en América, reaparec reapareció ió ante mi vis ta un Max Weber muy distinto: el adalid de la «sociolo ln traducción traducción
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gía científica moderna», como la llamara aquí un so ciólogo castizo, el gran teórico europeo del funcionalis mo al decir del norteamericano Talcott Parsons. Otro Weber estaba emergiendo de entre las brumas germá nicas con que lo habían cubierto en mi juventud Freyer o las traducciones germanizantes españolas. Pero tuve que ir a los Estados Unidos, a la entraña del monstruo, para para que la afilada crítica crítica de los los norteamericanos de los los «roaring sixties » me debelaran un Max Weber no sólo tan claro — demasiado demasiado — como el de los funcionalistas sino mucho más rico y contradictorio. La lucha de los latinoamericanos contra la dependencia intelectual de los centros del norte arremetió también contra la falsa imagen blocal del endiosado Weber. Pero aún en la olea da crítica empezó a crecer mi admiración por el tortura do sociólogo alemán en su lucha titánica por dominar la compleja realidad de lo social y aun de la vida. En mi pequeño cubículo princetoniano, princetoniano, la figura de Weber lu chando con angustia con sus fantasmas intelectuales aparecía ante mí, alienado hispano batido por sus pro pios pios fantasmas, fantasmas , como un mitificad mitif icado o Don Don Quijote. Quijote. Pero ya no sólo era el autor de Economía y Sociedad, el perseguidor de los orígenes del capitalismo por las principale principaless civilizacio civilizaciones nes de la humanidad. Tras la obra obra intelectual empecé a entenderlo en su biografía, a en contrar afinidades vitales. Max Weber, antídoto de lo cómodo y lo superficial, autodesignado héroe de la mo ral de la responsabilidad, abogado de causas perdidas, es en verdad el prisionero de la jaula de hierro de su propia propia social socializa izació ción, n, de su propia propia familia familia,, de su clas clasee y de su país. ís. La penosísima lucha lucha por la objetividad objetivid ad científica, que sólo a veces alcanza, es paralela a su neurótico esfuerzo por la represión del goce vital, su enciclopédico conocimiento, sublimación no más de su amargo patriotismo. Ese Max Weber tras la máscara máscara del del gran gran teórico teórico de la sociología, intelectual burgués contradictorio, opri mido por una ética de la que alardeaba, inteligente dialogador con Marx, Freud y Nietzsche pero sin poder hacer la paz con ellos, sigue ahora conmigo y lo cómIntroduccióh
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prendo mucho más más en la medida en que me ayuda ayuda a comprender mis propias limitaciones y las de mis sa beres.
Introducción
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Max Weber, su madre y su hermano Alfrecl.
Introducción
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Cronología
1864 Nace en Er E rfurt, Turin Turingia gia,, hijo hijo de Max Weber, un político alemán, concejal y diputado diputa do por po r el part pa rtiido nacional liberal, y Helene Fallenstein, mujer de honda religiosidad. 1869 La famil familia ia se se tra tr asla sl ada a Berlín Berlín.. 1882 Weber Weber ingresa ingresa en la Univer Uni versida sidad d de Heide Heidelbe lberg rg para par a estu es tudi diar ar derecho. derecho. Toma Toma también cursos de economía, historia y otras materias. 1883 Hace el servicio mil m ilit itar ar en Estr Es tras asbu burg rgo o donde traba gran amistad con sus tíos, los Baumgarten, y en particular con su prima Emmy, que influirán hondamente en sus relaciones personales y en sus valores. 1884 Reanuda Reanuda sus estudi estudios os de dere de recho cho en en las UniverUniversidades de Berlín y Gottingen. Vive en casa de sus padres. 1889 Prese Pre senta nta su tesis doctoral doctor al sobre sobr e historia histo ria de las compañías comerciales en la Edad Media. Inicia su carrera docente en la Universidad de Berlín. 1891 Prese Pre senta nta su habilitac habil itación ión o tesis postdo pos tdocto ctoral ral,, necesaria para la enseñanza en la Universidad, so bre historia his toria agraria agra ria de Rom Roma. 1893 Se casa con Marianne Schnitger, prima prim a por part pa rtee del padre. 1894 Es designad desi gnado o cate ca tedrá dráti tico co de de Economía en la Universidad de Friburgo. 1895 Discurso inaugural inaugura l en la cáte cá tedra dra sobre la política estatal y la economía nacional. 1896 Ocupa la cáte cá tedr draa de de Economí Economíaa en la Univers Universidad idad de Heidelberg. Cronología
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1897 Muere el pad pa dre de Weber poco tiempo tiempo después despu és de una grave discusión con él. Gran crisis depre siva de Weber que lo apartará de la docencia hasta 1918. 1903 Parcial resta re stable blecim cimie iento nto psíquico de Weber. Weber. Fun Fun da con Werner Sombart y Ergard Jaffe el Archiv
für fü r Soziál Wissenschaft.
1904 Viaje de tre tr e s meses a los los Esta Es tado doss Unidos. Unidos. Pro nuncia una conferencia sobre «Capitalismo y so ciedad rural en Alemania» en la Exposición de Sant Louis, Missouri. Aparece publicada La La Ética protesta pro testante nte y el espí
ritu del capitalismo.
1910 Funda Fund a con Tónnies Tónnie s y Simmel la socieda soci edad d alema ale mana na de sociología. 1914 1913 Administra hospitales militares milit ares dura du rante nte la guerra gue rra europea. 19161917 Publica sus trab tra b ajos jo s de sociología de la religión, religi ón, sobre la religión de China y la religión de la In dia, así como sobre el judaismo antiguo. 1918 Retoma Ret oma po p or prim pr imeera vez la docenc docencia ia desde des de 1897 como profesor en un curso de verano de la Uni versidad de Viena. 1919 Acepta la cáte át edra dr a de Economí Economíaa de la Universidad Univer sidad de Munich. Su último curso trató de «Una críti ca positiva del materialismo histórico». 1919 Muere Muer e su madr madre. e. 1920 Muere Muere Max Weber. Webe r. 1921 Es publica pub licada da incompleta incompl eta su obra ob ra fundam fund amen ental tal
Economía y Sociedad.
Cronología
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¿Por qué Weber?
La primera cuestión que un lector puede plantear ante la obra de Weber es la del por qué este académico ale mán de clase alta, mandarín universitario de complejo lenguaje, sigue figurando en las listas bibliográficas junt ju nto o a los los autores auto res de ciencias sociales más indiscuti indis cuti bles bles de este siglo siglo como como Freud, Gramsci, Levi Levi-iS -iStra traus usss o Keynes. Las primeras razones que se me vienen ahora a la mente para justificar esta continuada preeminencia de Weber son tres y muy distintas. En primer lugar, la equivocada idea, sostenida inte resadamente por ideólogos de la derecha, de que Weber es el «Marx de la burguesía». Dicho de otra manera: que Weber refutó a Marx y que sobre todo su obra La La Ética protestante y el espíritu del capitalismo demos tró contundentemente que Marx estaba equivocado. Sin embargo, autores y marxólogos de renombre como el norteamericano Zeitlin sostienen, mucho más ajustados a la verdad, que de ninguna manera Weber se propuso refutar a Marx y que la obra de Weber en muchos sen tidos es un refinamiento y un redondeamiento de Marx. Por otra parte es de notar que La Ética prote pr otesta stante nte y el espíritu del capitalismo es una obra floja, sin duda la más floja de Max Weber, una obra apresurada que ha sido refutada por los historiadores en muchos as pectos. En segundo lugar, la razón política de la preeminen cia de Weber está en que ha sido uno de los autores' ¿Pea- q u é Web W eber er??
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que ha servido de base europea para el lanzamiento del funcionalismo norteamericano, teoría sociológica pre dominante en el mundo desde después de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los años sesenta. Del enorme magma de conocimientos weberianos, los funcionalistas tomaron los que les eran más favorables para pa ra su prop pr opósit ósito o de cons co nstr trui uirr u n a teoría teo ría universal. Crearon para ello un Weber abstracto y metodológico! fuera de su contexto cultural alemán que fuese el um bral de la gran teoría teo ría funcionalis func ionalista ta anglosajona. anglosajona . Es de señalar que este Weber abstracto del funcionalismo no tiene nada que ver con el Weber que fue llevado a Es tados Unidos por los exiliados alemanes del nazismo, como Hans Gerth y Albert Salomón, los cuales destaca ron la vocación política de Weber y su preocupación, no ya metodológica sino propiamente epistemológica, o de teoría del conocimiento, dentro de la tradición idea lista alemana. Es dentro de esta tradición idealista que fue también divulgado Max Weber en el mundo hispanoparlante ya que su obra principal Economía y Socie dad fue traducida en México en los años cuarenta aun que siempre dentro de ese idealista contexto cultural alemán. Así, para el público lector de habla castellana hubo un Max Weber conocido indistintamente dentro de la tradición idealista alemana junto a autores como Hans Freyer u Otmar Spann. Luego años después, en la década del cincuenta, un Weber completamente dis tinto, el Weber de los funcionalistas y la «Sociología científica moderna» que se apartaba de aquella tradi ción idealista alemana que tan influyente fuera en Es paña hasta has ta la guerra gu erra civi civill e incluso en la inmed in mediata iata post po st guerra. Pero hay además un Weber sin introductores de per manente valor. A este es al que nos vamos a referir en este libro independientemente de las dos grandes ra zones políticas de difusión que hemos citado antes. Al problema de la dificultad del lenguaje de Weber te nemos que agregar el de que no llega a la mitad, aproxi madamente, la obra de Weber que está traducida al castellano, dejando mucho que desear las versiones, que ¿Por qué Weber?
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como en el caso de Economía y Sociedad, han sido hechas literalmente desde el alemán y que contienen la postura idealista de los traductores españoles. Dos obras fundamentales, Economía y Sociedad e Historia Econó mica General están traducidas en México (Fondo de Cultura Económica 1942 y, 1944). Hay que tener en cuenta que Economía y Sociedad, que fue publicada un año des pués de la muerte mu erte de Weber, no es propiam prop iamente ente una obra sino un arreglo hecho piadosamente por los herederos de Weber, en particular su esposa, de los apuntes incompletos que quedaron de lo que hubiese sido esa obra. Eso aumenta la dificultad de lectura que ya de sí es bastante considerable. La Historia Económica Gene Gene ral ral tampoco es propiamente un libro sino una recolección de los apuntes de los últimos cursos dados por Weber en la Universidad de Munich. En castellano se encuentra también traducido La La Ética Protestante y el espíritu del Capitalismo (traducido en España en dos ediciones) que es sin duda la obra de Weber de mayor difusión y la única que conoce la mayoría de la gente cuando a Weber se refiere. Están además traducidos en castellano tres ensayos de metodología agrupados bajo el título de Sobre la teoría de las ciencias sociales y que han sido tratados equivocadamente tanto en el mundo anglosajón como en el el español: han ha n sido separados separa dos de las obras sustanciales de preocupación política e ideológica de Weber. Ello se originó en los Estados Unidos; la traducción y edición del sociólogo funcionalista norteamericano Edward Shils inició este tratamiento separando la metodología del resto de la obra de Weber. Weber escribió estos artículos de metodología en revistas separadas pero su redacción coincidió con sus obras fundamentales de tipo político y religioso. Están traducidas también al castellano las dos más famosas antologías en lengua inglesa de Weber que son de signo completamente distinto. En primer lugar, la Teoría de la organización económica y social que fue la antología que hizo Talcott Parsons, el teórico más im porta po rtant ntee del funcionalismo. funcionalismo. Con trein tre inta ta años de difediferencia, se tradujo luego la antología que prepararon el1 ¿Por qué Weber?
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alemán exiliado Hans Gerth y el sociólogo crítico Wright Mills publicada en España en 1972 bajo el título de En sayos de Sociología Contemporánea, con una solapa memorablemente equivocada. No están está n en cambio traducid trad ucidas, as, apar ap arte te de La La Ética Protestante y el espíritu del Capitalismo, que es una obra menor, los otros trabajos de Weber sobre sociología de la religión y que tratan de la religión en la India, China, el judaismo antiguo, etc. Hay una forma que podríamos llamar académica, de organizar la obra weberiana, y es dividirla. Encajar los temas dentro de las especialidades académicas de la sociología como la sociología económica, la sociología religiosa, la sociología política, la sociología jurídica y la sociología del arte y de la técnica. Este tratamiento académico acostumbra a separar también la metodología de la parte sustancial de Weber, a veces dando una destacada importancia a «la teoría general de la acción» como la llamaron los funcionalistas. Sin embargo, este desmenuzamiento de Weber en las diversas casillas académicas no me parece adecuado. Aunque Weber tuvo intereses universales y fue en realidad uno de los hombres del siglo de gran saber enciclopédico que se preocupó por el derecho, el arte, la política, la religión religión o la economía, no es cier ci erto to que no haya una jerarquía de intereses en sus preocupaciones. La hay como en todos los autores. A nuestro juicio las preocupaciones preocupacione s fundamen fund amentales tales de Weber son el poder, o sea la política, la religión y el capitalismo, acompañado todo ello por un aparato metodológico y científico que de ninguna manera puede separarse de aquellas preocupaciones preocupacione s valorativas sustanciales. Veremos más adelante cómo la biografía personal de Weber se entrelaza con estos objetivos intelectuales. La vocación política le viene de la inclinación paterna, la religiosa de la piedad materna, y su interés por el capitalismo, de su condición de alemán insertado en el momento de mayor crecimiento del capitalismo alemán, con cierto retraso respecto de Europa. ¿Por qué Weber?
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Weber en 187ÍÍ. a los catorce años.
¿Por qué Weber?
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La pasión metodológica y cientificista de Weber, por otra parte, empalma directamente con el mundo cultural alemán que en este momento se batia con el positivismo. Weber es un autor deslumbrado fundamentalmente por po r el poder pod er político, o si se quiere más ampliamente amplia mente,, por po r toda forma de dominación. Tanto Tan to es así que este propó pro pósito sito personal person al se traduce trad uce en su obra como uno de los intentos más considerables de insertar la política dentro de un sistema social global. Hay que decir de entrada que la concepción del poder de Weber es de una crudeza absoluta, separándose así de todo almidonamiento jurídico o ideológico. Está en la tradición de la «razón de estado» o del «estado de poder» alemán ( Machstaat ). El poder reposa para Machs taat ). Weber en último término en la fuerza, como la ley, el estado o el liderazgo político. Su definición no deja lugar a dudas a este respecto. Poder es para Weber, La posibilidad de que una persona o un número de pers person onas as reali realice cen n su propia propia volu volunt ntad ad en una acci acció ón comunal, incluso contra la resistencia de otros que partic participa ipan n en la acción ión. Para Max Weber, la ley, separándose de la tradición juridic jur idicista ista,, es la compulsión física o psíquica con inteninte nción de obtener conformidad con el orden. El estado es el monopolio legítimo de la fuerza; la nación, la aspiración a tener un estado propio. (El estado para Weber es la forma actual de asociación política y nada más que eso.) Weber observa que hay una tendencia actual, que él consideraba imposible de detener, hacia la concentración de poder en manos de unos pocos y la separación del poder de aquellos que trabajan para él, como los buróc bur ócrata ratas, s, simila sim ilarr al de la separación separaci ón de los medios científicos de aquellos que investigan. Esto era paralelo a lo que había notado Marx en cuanto a la separación de los obreros de los medios de producción. La atención de Weber al mando per pe r se le lleva a considerar ¿Por qué Weber? Weber?
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muchas veces que el problema de la política es sola mente un problema del liderazgo o de clases dirigentes lo que lo acerca a la concepción autocrática absoluta. Esta rudeza de Weber aparece sobre todo en alguno de sus textos, especialmente en las primeras obras que produjo pro dujo antes ant es de su radical crisis psíquica en medio de su carrera académica. Dice, por ejemplo, refiriéndose a los obreros rurales del Este de Alemania, que reali zaba su examen desde el punto de vista de la razón de estado; éste no es para mí un problema referente a los obreros agrícolas, no pregunto si viven bien o mal y cómo se los puede ayudar. Esta actitud deshumanizada se va a ir diluyendo a lo largo de su vida, a medida que fue aumentando la influencia de otras tendencias intelectuales y políticas. Pero en algún momento Weber había escrito que lo eco nómico es en última instancia, poder, y que la última razón de lo económico es también política. Esa afirma ción, que no siempre mantiene a lo largo de toda su obra, servirá también para que algunos autores funcionalistas se esfuercen por separar lo político del resto del sistema social y de la infraestructura económica, de una forma que de ninguna manera autoriza el total de la obra de Weber. La faceta elitista de la teoría de Weber se vislum bra también en la importan imp ortancia cia que le da a la arist ari stoc ocra ra cia en la formación de una nación. Weber se acerca en esto a otros autores llamados «críticos de la sociedad de masas» como Ortega y Gasset, Elliot o el alemán Lederer. Porque en algunos de los textos de Weber existe una especie de «teología negativa», una exaltación del héroe frente a las masas; o en otros se encuentra una crítica, como en una carta a su madre, a la vida urbana, no desde el punto de vista de la alienación al estilo marxiano sino contraponiéndola a la vida del gentilhom bre rura ru ral. l. Incluso Inclus o en algunas ocasiones, Weber, esfor esf or ¿Por qué Weber?
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zándose por acercarse a la clase obrera, insiste (como lo hace también con los empresarios y otros estratos sociales) en que la forma decisiva de participar en la formación de una gran potencia, de una gran Alemania, era mediante la creación de una aristocracia obrera. Por eso, uno de los aspectos más discutidos de We ber be r es su democrati demo cratismo. smo. Es famosa su conversación convers ación con el general Ludendorff, nada democrático, tal como ha sido recordada por su esposa y que fue utilizada mu chas veces para demostrar el espíritu antidemocrático de Max Weber. Weber: En una democracia, el pueblo escoge un diri gente que goza de su confianza. Entonces el dirigente dice: dice: «Aho «Ahora ra a call callar ar y a obedecer.» obedecer.» A p a rtir de ese momento el pueblo y el partido ya no pueden interFerirse en sus asuntos. General Ludendorff: Podría acostumbrarme a una de mocracia como ésta. tarde el pueblo puede juzgar: juzgar: Si el diri dir i Weber: Más tarde gente ha cometido errores, ¡que lo cuelguen!
El autoritarismo de estas afirmaciones apasionadas —¡tan —¡tan de Weber!— Weber!— no dan idea cabal, sin embargo, embar go, de la totalidad de la concepción que tenía Weber de la de mocracia. En realidad Weber creía en la democracia como un instrumento útil de minimización del poder, como el único freno eficaz al autoritarismo del Kaiser y de la burocracia alemana; esto constituyó una de las obsesiones de toda su vida. Weber estaba preocupado por po r el proceso proce so que él considera con sideraba, ba, como otros otr os muchos procesos históricos, histór icos, irremediab irrem ediable, le, «de «de expropiación expropiació n po lítica» en el sentido de que los súbditos o los ciudada nos eran separados no solamente de los medios de pro ducción sino también de la investigación científica y del poder pod er político. Weber creía contr co ntrad adict ictor oriam iamen ente te que la única forma de oponerse a ese proceso de burocratización del mundo y de racionalización imperable era me diante un parlamentarismo democrático al modo de lo ¿Por qué Weber?
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que él entendía que había sucedido en Inglaterra y los Estados Unidos, forma que, aunque fuese cesarista y estuviese dominada por un grupo dirigente, tenía que contraponerse a la fuerza despersonalizadora de la bu rocracia. Ante el proceso de burocratización —que Weber lla ma «la nueva servidumbre»— él sin embargo adopta una actitud que podríamos calificar de ambigua. Por un lado cree que es la expresión de la marcha racionalizadora del mundo occidental pero, por otro lado, lo considera una verdadera dictadura «la dictadura del funcionario», que a su juicio era la dictadura del futuro y no la dictadura del proletariado como creían los marxistas. Pero Weber cree también que el fenómeno de burocratiz buro cratización ación no solamente solam ente es exclusivo exclusivo del capitali cap italis s mo sino que es propio de lo que él llama «imperialismo socialista». Hay que agregar, además, que Weber, en el período períod o que fue admi ad minis nistra trado dorr de hospitales militares militare s en la Primera Guerra Mundial, se esforzó en mejorar la administración burocrática que le correspondió como la forma de modernizar la administración frente a la ar bitra bit rarie rieda dad d y el tradicio trad icionali nalismo smo del apar ap arat ato o esta es tata tall de la Alemania guillermina. El otro gran tema de Max Weber es la religión y la ética religiosa, concretado en sus investigaciones sobre las grandes religiones de la India, la China y el judais mo. La motivación personal por el tema empalma con la profunda religiosidad de su madre que contrasta con el mundanismo realista de su padre. Weber sostuvo la superioridad de una «moral de la responsabilidad» que se contraponía a la «moral de úl timos fines» de los revolucionarios y utopistas. Weber entendía así la moral de la responsabilidad según mani fiesta en una de sus cartas de juventud: El asunto no me parece tan grave si en vez de pre guntamos dogmática y moralmente quién tiene razón y quién está en un error pensamos más bien: dado el conflicto presente ¿cómo puedo resolverlo causan¿Por qué Weber?
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do el mínimo daño interior y exterior a todos los im pli plica cad dos? os? Evidentemente es un enfoque pragmático, liberal, que se distancia de una moralidad absoluta; una mora lidad convencida de la victoria final, de la verdad pro pia y del err e rro o r ajeno ajen o que es lo que él critic cri ticaa en la moral de los últimos fines. Sin embargo, al final de su vida hará algún esfuerzo por conciliar ambas morales. La preocupación fundame fund amental ntal de Weber por po r cum cu m plir pli r con esa moral de la responsabilidad no sólo se refleja en su vida personal sino en sus estudios sobre la moral y la religión. Es lo que llamaría una «ética económica práctica», una acción conducen cond ucente te a fines que, a su jui ju i cio, era una racionalización de los intereses, propia del puritanism puri tanismo. o. El puritanismo, como saben hasta los más superfi ciales conocedores de Weber, es un tema central de su obra. La ética protestante, la ética de las sectas protes tantes (no de la ortodoxia protestante como el anglicanismo), es para Weber la única moral de las grandes religiones conciliables con el éxito en este mundo, con el éxito económico. Por ello fue una de las causas his tóricas del capitalismo. Para Weber, lo místico ultra mundano y lo racional mundano son, en principio, opuestos. Pero la idea de la predestinación protestante hizo posible conciliar la orientación ultramundana reli giosa con el éxito económico, al considerar que éste era un síntoma de predestinación. Esta interconexión ori ginaria entre las instituciones del capitalismo y la ética prot pr otes esta tant ntee es tal que en la situación nortea no rteame merica ricana na Weber observa muy agudamente que el exclusivismo de la secta protestante es en sus orígenes el modelo que siguen las asociaciones exclusivas de status norteame ricanas. Weber, por cierto, nunca hizo (como han hecho, bajo su advocación, advocación, sus epígonos antim an timarx arxist istas) as) una in terpretación materialista marxista en el sentido de que «la causa» del capitalismo fuese la ética protestante. Lo único que Weber afirmó desde su pluricausalismo me todológico es que una de las causas infaltables en un ¿Por qué Weber?
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Max. \llr \l lr e d y Karl W eber, en en 187 1879.
¿Por qué Weber?
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análisis de los orígenes del capitalismo, tenía que ser la ética de las sectas protestantes y que sin ella, sin su ingrediente, no se habría producido el capitalismo como no se produjo en otros contextos de condiciones mate riales similares, tanto o más avanzadas que las occiden tales, como en la China o la India. Hay que notar además cómo el análisis de la ética prot pr otes estan tante te y de las éticas de las grandes religiones religiones ultraterrenas está mezclado con las convicciones morales weberianas. Para Weber el mundo es un conjunto para dójico c irracional en lucha permanente; una lucha po liteísta por últimos valores en los cuales no se puede decidir racionalmente. Por eso, pensando políticamen te, la única solución que Weber encuentra es separar la política (una política regida por el poder crudo y las razones de estado) de una ética de valores absolutos que no da opciones. El mundo que sigue esta lucha politeísta politeís ta es para Weber Weber un mundo irracional, un mun do insano. El único camino viable es para Weber el pro ceso de racionalización (que para él significa sobre todo seguir una lógica instrumental de medios a fines) en el que los medios estén adecuados a los fines, repre sentado, sobre todo, por la ciencia. Weber era un con vencido cientificista, seguro del valor racional de la ciencia, aunque su radio fuese limitado; en la tradición liberal de los filósofos ilustrados, estaba convencido de que la religión, que a veces había aportado porciones de libertad (como en el caso del cristianismo frente a la división en castas) exigía sin embargo el «autosacrificio del intelecto». Lo que era absolutamente inacepta ble ble.. No así la cienci ciencia. a. En palabras pala bras suyas: suyas: La ciencia es una vocación organizada en disciplinas especiales al servicio de una autoclarificación y un conocimiento de hechos interrelacionados. No es el don de gracia de adivinos y profetas que dispensan valores sagrados y revelaciones ni tampoco correspon de a la contemplación de sabios y filósofos sobre el sentido del Universo. A pesar de las limitaciones autoimpuestas por su ¿Por qué qu é Weber? Weber?
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metodología, la ciencia es para él el único saber capaz no solamente de dar conocimientos prácticos para re solver los problemas del hombre en el presente sino capaz de ofrecer el camino que pueda encontrar la reso lución de los problemas del futuro. En cambio, creía que los conocimientos morales y religiosos ultramun danos son como el saber mágico que pueden dar una solución, y desde luego un consuelo, en un momento determinado pero que no tienen un hiato con futuros problema prob lemass como lo hace la racionali racio nalidad dad instr in strum umen enta tall de medios adecuados a fines de la ciencia. El tercer gran tema de Weber es el capitalismo. El interés por el capitalismo llevó a Weber a rastrear com parativa para tivamen mente te sus orígenes en los contextos contex tos sociales de las grandes religiones mundiales. Esta tarea gigantes ca, comparable a muy pocas, tiene una motivación pa triótica. Como han señalado algunos autores como el inglés Giddens, nace de su preocupación por el «capi talismo retrasado» alemán y la forma en que éste se estaba dando. Por contraste (como habían hecho los filósofos franceses de la Ilustración con una China que apenas conocían) Max Weber usa a los Estados Unidos. Los Estados Unidos, presentados como la forma de sociedad capitalista más antitradicional, como una acep tada mezcla de aristocracia y plutocracia en la que We ber, como paradigma, paradig ma, no quiso ver los los defectos y las alienaciones que lleva inserta. Weber critica poco a la sociedad norteamericana, que conoció directamente, por poco tiempo, en un viaje de tres tre s meses; meses; por ejemplo, destaca el desperdicio de bienes y la situación de los negros que notablemente le preocupan menos que los judíos —estos últimos eran un tema mucho más alemán— y a los que se refiere como una «casta», sola mente de pasada, al tratar de las castas de la India. Es de destacar en cambio el marcado prejuicio antirruso de Weber, nacido del nacionalismo alemán, que aparece en muchos lugares de su obra. Al llegar a este punto, es preciso notar las diferen cias fundamentales con Marx. No hay que engañarse ¿Por qué q ué Weber?
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por po r similitudes simili tudes terminológicas terminológ icas y metodológicas parci pa rcia a les. El desacuerdo entre Weber y Marx es de fines, no de medios. Muchas veces coincidirán en el análisis pero hay un punto en que la diferencia es esencial y es que mientras para Marx el capitalismo era irracional e in deseable, para Weber el capitalismo era la forma uni versal de modernización y la expresión más alta de ra cionalización del hombre occidental. A la búsqueda de este capitalismo racional, que él consideraba como el antídoto para eliminar los residuos tradicionales y los obstáculos arbitrarios y patrimonialistas de la sociedad alemana, Max Weber exaltará una y otra vez la evolución histórica de Inglaterra y, sobre todo, la de los Estados Unidos. En esa exaltación cabe también el empresario (sobre todo el empresario de la edad de hierro del capitalismo) que Weber verá como un verdadero revolucionario, alimentado por una ética del éxito que echará de menos en los literatos chinos o en los brahmanes de la India. Es de notar que la exaltación weberiana de los Esta dos Unidos, un tanto utópica (en el sentido de ficticia) en cuanto que se utilizaba para hostilizar los aspec tos antimodemos y antiburgueses de la sociedad alema na keiseriana, se convierte luego, navegada y transpor tada a los Estados Unidos por autores americanos como Talcott Parsons, en un análisis autoencomiástico de sí misma. La obra de Weber no es, sin embargo, la obra com pacta pa cta y unita un itari riaa que nos han querid que rido o p rese re sen n tar ta r tanto ta nto sus epígonos como sus adversarios. En realidad es una obra contradictoria, llena de ambigüedades y de para dojas, como las convicciones mismas de su autor. En ella es posible encontrar orientaciones muy diversas si se las entresaca del total de su obra como hicieron tan to unos como otros. Por ejemplo, su diferencia casi ab soluta con Marx respecto a la valoración del capitalis mo dentro del proceso histórico occidental, se pierde al tratar los problemas de estratificación en los que realmente Weber se convierte casi en un redondeador de la obra de Marx. En materia de estratificación ¿Por qué qu é Weber?
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social, sin quitar importancia a la clase social dentro de la sociedad capitalista, en lo que sigue literalmente a Marx, introduce un refinamiento en cuanto a destacar la importancia que tiene el prestigio social y las asociaciones de prestigio o de status dentro de las clases. Para Weber, en último término, a diferencia de lo que sucede en las sociedades tradicionales, patrimoniales o de castas, lo que predomina en la sociedad capitalista es el mercado y la clase. Aunque destaca la importancia que tiene el consumo, el honor y el prestigio social dentro de una situación de clase. No es lícito, en base a We Weber ber,, desde lueg luego, o, hacer hac er lo que hicieron los teóricos funcionalistas de la estratificación al contraponer un orden social de prestigio a un orden social de clases. Otro de los aspectos de mayor envergadura en los que emergen las profundas contradicciones weberianas es en su división de la historia. Pues si bien Weber insiste en algunos textos en una visión típicamente conservadora de la historia como una alternación entre períodos extraordinarios o de carisma y períodos ordinarios o de burocratización, sin embargo esa concepción cíclica es contradicha en otros textos en los que Weber presen pre senta ta a la historia his toria unilinealmente, como un proceso irremisible hacia la burocratización o la racionalización del mundo, de una forma tan irremediable como la que él criticaba en la historia progresista del marxismo, desde el reino de la necesidad al reino de la libertad. En éste como en tantos otros temas vemos a un Weber contradictorio que oscila entre una concepción conservadora, como la de los críticos de la sociedad de masas, y una visión negativa de profeta del desastre en que el mundo marcha pesimistamente hacia «la noche polar» y «la jaula de hierro» sin libertad; tan inexorablemente como Marx, otro gran hijo de la Ilustración, verá la marcha en sentido opuesto a la liberación y el reino de la libertad. La obra sustancial de Weber se complementa con una metodología propia, a la que nos referiremos con más detalle en el próximo apartado, ya que han sido los sociólogos funcionalistas los que más la han exalta¿Por qué Weber? Weber?
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do. La metodología de Weber parte de lo que ha sido llamado «el enfoque Robinson Crusoe» en el sentido de centrarse en el individuo y sus motivaciones. Otra ca racterística de esta metodología es oponer al monocausalismo (que ejemplifica en la interpretación materia lista de la historia) un pluricausalismo, que refleja el politeísmo de valores, en el que no se puede d a r prio pr io ridad a causa alguna. En este sentido las ideas solas no causan nada pero son, como las llama, «las guarda gujas de la historia» que dan la dirección a las causas materiales y económicas que, en último término, son las que empujan el proceso. En su metodología, Weber destacará la neutralidad valorativa, uno de los caballos de batalla de los metodólogos funcionalistas. Es decir, la necesidad de que el analista social se coloque en una situación de total in dependencia respecto de sus propios valores y motiva ciones ideológicas. Esto podrá alcanzarlo pocas veces, por po r ejemplo, en el análisis de la nación y el nacionalis mo a los que considera cortio fenómenos ambiguos a pesar pes ar de ser él un confeso nacionalista. Los caminos de la perspectiva metodológica weberiana le llevan a nudos irresolubles. Por eso configura el método o artilugio de los «tipos ideales» que es una especie de construcción utópica con las variables más sobresalientes de cualquier situación social. Es una es-, ped pe d e de construcc const rucción ión hipoté hip otética tica para pa ra ver ve r los los aspectos más destacados de un fenómeno social en su totalidad que aun carecen de verificación. Pero ni la sociología comprensiva de motivación in dividual, ni el pluricausalismo, ni la neutralidad válorativa, ni la construcción de los tipos ideales, pueden ser tratados independientemente de la totalidad de la obra y de las preocupaciones de Weber por los aspectos sus tanciales de su país y de su tiempo. Lo otro es desmon tarlo hasta su desconocimiento, deshumanizarlo.
¿Por qué Weber?
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Weber We ber funcionalista funciona lista
Ya hemos dicho anteriormente que una de las razo nes políticas de la influencia de Weber consiste en ha ber be r sido una de las bases europeas europ eas de lanzamiento lanzamie nto del del estructural-funcionalismo norteamericano, corriente que domina las ciencias sociales hasta mediados de la década de los sesenta en un intento de construir, como Comte un siglo antes, una única ciencia social válida de carácter universal. Este intento se quiebra intelec tualmente con las crisis internas del mundo capitalista de los años sesenta. En realidad, el proyecto funcionalista norteamerica no no es más que la culminación de todo el esfuerzo de la sociología del orden que nace con el hundimiento del absolutismo durante la Revolución Francesa. Hay que tener en cuenta que la sociología nace oficialmente con Comte, el cual recoge parte del pensamiento revo lucionario de los filósofos de la Ilustración a través del magisterio de su maestro Saint Simón, pero con él nace también el intento del pensamiento contrarrevoluciona rio de reconstruir el orden que había sido barrido por la Revolución Francesa. El intento comtiano y, en gene ral el de toda la sociología del orden, no es como se ha creído, a veces equivocadamente, un intento contrarre volucionario en el sentido de tratar de reponer la situa ción anterior, el mundo de la alianza del trono y el altar. Es un intento ecléctico que intenta conciliar algu nos elementos modernizadores de la filosofía de la Ilustración con elementos conservadores del pensamien to contrarrevolucionario francés que surge a raíz y en Weber funcionalista
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contra de la Revolución Francesa. La teoría de la socio logía del orden toma también elementos del evolucio nismo inglés representado particularmente por la obra de Spencer. Pero la sociología del orden desde media dos dos de la centuri cen turiaa pasada tiene que enfre en frenta ntarse rse al desafío de la sociología mixta. La sociología marxiana es en verdad la continuadora directa del proyecto revolucio nario de la filosofía de la Ilustración y se desentiende por po r completo comple to de las preocupacio preocu paciones nes conserv con servadora adorass de la sociología del orden. Es más, se enfrenta a ellas. El pensamient pensa miento o marxista, marxista , en cuan cu anto to a las clases sociales, sociales, a la relación entre estructura y superestructura, o al papel de la utopía, utopí a, es un pensamie pen samiento nto revolucionario revolucion ario completamente irreconciliable con el plan estabilizador de la sociología del orden. En el siglo xx la antorcha del liderazgo de la socio logía del orden pasa a Estados Unidos. La sociología norteamericana tenía por su lado una tradición propia de la cultura anglosajona con mayor énfasis en los as pectos empíricos y positivos que la filosofante filosofan te sociolo sociolo gía del orden europea. El envite norteamericano arran ca en los años cuarenta y culmina en los años sesenta con figuras teóricas como Merton y Parsons y metodo lógicas como Lazarsfeld. La ciencia social norteameri cana traslada de Europa alguno de los elementos que le son favorables. Las bases europeas del funcionalis mo norteamericano son fundamentalmente la sociolo gía del francés Durkheim, del que se toma la necesidad de la separación de la sociología de la psicología y el énfasis en el aspecto normativo de la sociedad; la an tropología inglesa como la de Malinowski y RadclifeBrówn de la que se loman los conceptos centrales de estructura y función; y, sobre todo, en lo que más nos concierne aquí, la teoría weberiana. De Weber, del mar proceloso del pensamie pen samiento nto weberiano, se recibe recib e sólo lo que es conveniente para el renovado gran proyecto de la teoría del orden. Pasa así a través de la traducción y la selección que hizo Talcott Parsons montando un Weber simplificado y unitario, el Weber de la llamada teoría de acción social que es el que van a conocer mi Weber funcionalista funcionalista
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les de estudiantes de las ciencias sociales de todo el mundo en el período de alta influencia norteamericana, política, m ilitar ili tar e ideológic ideológicaa de los años cincuenta cincuen ta y sesenta. De Weber se toma una determinada teoría y una determinada metodología y se deja todo lo demás. El ejemplo clásico de ello es la antología de que fue autor Parsons. En el aspecto teórico se destaca en Max Weber la llamada «sociología comprensiva» o «teoría de la ac ción social», denominaciones ambas que Weber mismo nunca utilizó como lema. La teoría de la acción social está unida sobre todo al nombre del gran teórico funcionalista norteamericano Parsons quien sostiene en su obra fundamental La La estructura estru ctura de la acción acción social social que hay una confluencia en el pensamiento occidental de di versos pensadores clave como el economista inglés Alfred Marshall, el italiano Wifredo Pareto, el sociólogo francés Emilio Durkheim y el propio Weber, hacia una teoría conjunta de la acción social que vendría a ser una especie de teoría al más alto nivel de abstracción, válida para todas las ciencias sociales y toda circuns tancia histórica. Pero veamos lo que dice Weber sobre lo que es la acción social: La sociología interpretativa o comprensiva considera al individuo y su acción como su unidad básica. Como su átomo, si puedo permitirme emplear excepcional mente esta discutible comparación. Desde esta pers pect pectiv iva, a, el indi indivi vidu duo o cons constit tituy uyee tambié también n el límite límite su su perior perior y es el único único depos deposita itario rio de una cond conduc ucta ta sig ig nificativa... En general, en sociología, conceptos tales como «estado», «asociación», «feudalismo», etc., desig nan categorías determinadas de interacción humana. En consecuencia, la tarea de la sociología consiste en reducir estos conceptos a «acciones comprensibles», es decir, sin excepción, aplicables a las acciones de hombres individuales participantes. Esta es la perspectiva weberiana, que un tanto iró Weber funcionalista funcionalista
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nicamente Gerth y Mills llamaran «el enfoque Robinson Crusoe» de la sociología, y que Weber adopta a trechos. Pero esa sociología comprensiva no nace por generación espontánea. En realidad, es parte de la bata lla de Weber con la tradición idealista alemana y con la escuela historicista-idealista dominante en las ciencias del hombre en su época, contrarias a la perspectiva po sitivista que entonces se introducía en Alemania. El po sitivismo cientificista suponía la extensión de los prin cipios de la lógica de la investigación científica a las ciencias del hombre frente a la tradición idealista de separar las ciencias del hombre de las ciencias natura les o las ciencias del espíritu de las ciencias de la na turaleza como las denominaron los neokantianos. We ber. aunque aun que conserva algunos elementos de la tradición tradic ión idealista, quiere terminar con el concepto nacionalista y romántico del individuo como un mero espécimen, el mero documento de un ser global superior llamado na ción o espíritu del pueblo. Ese es el sentido que tiene el individualismo social weberiano tal y como aparece en la definición de la acción social a la que nos hemos referido antes. Este y no otro valor tiene «la captación de sentido» que Weber propugna para el análisis de los fenómenos sociales. Pero en manos de los sociólogos funcionalistas esas motivaciones culturales de la postura weberiana tienen otro objetivo. Pues lo que hacen es contraponer una so ciología individualista a lo que llaman una concepción colectivista de la sociología que creen encontrar resi dualmente en el sociólogo francés Durkheim y sobre todo en las corrientes socialistas. Estamos otra vez ante la utilización del pensamiento weberiano como un arie te contra la tradición intelectual socialista que amena zaba el esfuerzo de la sociología del orden y su filosofía básicamente básic amente individualista individual ista y liberal. liberal. La interpretación funcionalista de la sociología de Weber hace hincapié desmedido en su sociología del de recho y en el aspecto normativo de su visión social. Ese es el estilo de interpretación no sólo de Parsons sino Weber funcionalista funcionalista
W eb er a los los dieciocho dieciocho años.
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de Bendix, quien hizo una biografía intelectual de We ber, que influyó académicamen acadé micamente te dura du rant ntee mucho tiem tiem po po. Ciertamente Cierta mente que Weber, Weber, que estudió derecho, le da una importancia considerable. Pero nunca está se parad par ado o el análisis de la sociolo sociología gía del derecho del total de su obra y de ninguna manera el sistema normativo y el derecho ocupan el área central que le atribuyen los autores funcionalistas. Weber estudia el derecho como una manifestación más del para él irre misible fenómeno de racionalización y burocratización que se da en el mundo occidental. Lo estudia como uno de los factores que lleva a la forma capitalista final; también destaca el papel que juegan los juristas como grupo dirigente y élite intelectual en la creación de un derecho de tipo universalista que sirve al desarrollo del capitalismo. Es más, en ninguna parte de la obra de Weber el sistema normativo y particularmente el dere cho se sobrepone a las formas crudas de poder. Hay en cambio en los autores funcionalistas un prejuicio en beneficio beneficio de los los aspectos normativos normativ os del sistema siste ma social, social, por los los aspectos en que el poder po der se legitima con el asen as en timiento de los gobernados. Weber por el contrario, tan to en el análisis de la ley como del estado o de la nación, tiende a subrayar su sesgo coactivo en contraste con las interpretaciones miríficas de los juristas de su tiempo. En la tradición funcionalista, Weber es también el autor de una «revolución metodológica» que se separa de toda filosofía básica y de toda teoría del conocimien to. Esta «revolución metodológica» weberiana, extra polada de su obra ob ra sustantiv susta ntiva, a, distorsion disto rsiona, a, si se quiere, recrea sus auténticos objetivos. Esta «metodologización» de Weber se basa en tres o cuatro puntos funda mentales. En primer lugar, el énfasis en el llamado «punto de vista del actor». Ya hemos visto anteriormente como Weber, para desligarse de la tradición idealista alema na que despersonalizaba al individuo, insistió en que en última instancia el individuo debe ser analizado en sus Weber funcionalista
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propia pro piass motivaciones y debe ser se r comprend com prendido ido (debe (deb e ser captado el sentido de sus actos); esta diferencia distin gue a las ciencias sociales de las ciencias de la natura leza. Pero en manos de sus epígonos funcionalistas la captación de sentido subjetiva es una escapatoria para no hacer planteamientos estructurales del total del sis tema social capitalista al modo de los que había hecho Marx. Esto está perfectamente claro en el análisis de la estratificación social en el que se tiende a dividir al sistema de clases en varios rangos u órdenes distintos como el de clase económica, prestigio o poder. La es tratificación social deviene entonces en un fenómeno de escalas de prestigio según la opinión que los propios partic pa rticipa ipante ntess individuales tienen de su situación en la escala social en vez de establecer de entrada un sistema de clases en base a índices objetivos. Otro de los puntos fuertes de la interpretación funcionalista y uno de los puntos más debatidos, de la, aho ra sí, filosofía weberiana de las ciencias sociales es el de la llamada «neutralidad valoraliva». En uno de los artículos sobre metodología que escribiera simultánea mente a otras investigaciones sustanciales, Weber dice lo siguiente de ella: El tratamiento científico de los juicios de valor puede no solamente comprender y analizar los fines e idea les que los subyacen; puede también juzgarlos crítica mente. Esta crítica puede... ser nada más que un jui cio formal lógico de los juicios de valor e ideas dados históricamente y una comprobación de los ideales de acuerdo a los postulados de la consistencia interna de acuerdo a los los fines deseados... Puede Puede la persona particip participante ante tomar tomar con concien cienci ciaa de los los últim últimos os standars standars de valor que no se le hacen explícitos a ella misma o que puede necesitar en un orden a ser lógica... En En cuanto a que si la persona que exprese esos valores debe adherir a esos últimos standars es asunto per sonal de ella; ello comprende voluntad y conciencia y no conocimiento empírico. (Subrayado nuestro.) Weber funcionalista
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La neutralidad valorativa fue para Weber un modo de defensa frente a la intervención de la burocracia y de la «policía del conocimiento» del régimen kaiseriano en la vida intelectual. Fue en realidad un arma en la lucha por la libertad intelectual. Pero en la tradi ción funcionalisla se rellena de un sentido muy distin to. Se convierte en un aval de lodo lo que es proclama do como ciencia y sin tomar precauciones contra la filtración de las valoraciones individuales, que deben ser cxplicitadas, y el etnocentrismo del investigador. Al contrario de lo que suponen los cientificistas funcionalistas ello constituye un elemento distorsionador de toda investigación científica, de lo cual el investigador y el mero lector deben ser prevenidos. En los epígonos más vulgares, la neutralidad valorativa no constituye, como en los grandes teóricos del funcionalismo, un va lor de la investigación o de la ciencia misma sino que se transforma en un escudo de cualquier interpretación que se haga ex cátedra y que por tanto deba ser acep tada por ¡iat. Otro de los conceptos centrales de la metodología weberiana que pasa a la escuela funcionalista son los «tipos ideales». Weber escribe y define así el tipo ideal en uno de sus ensayos sobre teoría de la ciencia: Se obtiene un ideal tipo al acentuar unilateralmente uno o varios puntos de vista y encadenar una multi tud de fenómenos aislados —difusos y discretos— que se encuentran en gran o pequeño número y que se or denan según los precedentes puntos de vista elegidos unilateralmente para formar un cuadro de pensamien to homogéneo. Hay que tener en cuenta que el tipo ideal —como señalaran algunos críticos— es la escapatoria que halla Max Weber para no comprometerse del todo ni con la perspectiva perspec tiva subjetiv sub jetivista ista de la socio sociolog logía ía comprensiva ni con el análisis estructural (importante en parte de su obra, por ejemplo, en la estratificación social). WéWeber funcionalista
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La familia Weber: Arth ur, K lara , Alfred. Alfred. Lili, Lili, la la m adre. Karl. Ka rl. el pad p ad re y Max. Ma x.
ber be r encue en cuentra ntra en el tipo ideal ideal la manera man era de estable esta blecer cer provisionalmente provisionalme nte tendencias para pa ra cons co nstru truir ir hipótesis hipó tesis que eviten el dilema subjetivista-estructuralista. Pero en manos de los funcionalistas el concepto de tipo ideal es desarraigado de toda la teoría del conocimiento de la tradición idealista y de las preocupaciones weberianas y se convierte simplemente en un artilugio metodológi co que muchas veces es utilizado no como una «tenden cia para construir hipótesis» sino como reificador. Es decir, el tipo ideal en manos de los científicos sociales funcionalistas convierte las hipótesis en verdaderas rea lidades que son utilizadas ideológicamente; como en el caso de la ética protestante o el sistema de clases basa do en el prestigio. Por último, nos hemos de referir al pluricausalismo que es parte tan importante de la teoría del conoci miento weberiano. Max Weber, que no puede optar por alguno de los grandes sistemas de valores, que es inca paz paz de elegir entre en tre las grandes grand es cosmovisiones cosmovisiones que lu lu chan en un mundo que ve como irracional, se niega Weber funcionalista
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también a optar científicamente, a dar prioridades a unas causas sobre otras como lo hiciera Carlos Marx o incluso Nietzsche. Es absolutamente falso que, como afirmaron algunos, Weber dé primacía a los factores culturales dondé los marxistas habían dado una prima cía a los factores materiales o económicos; tan falso como que Weber siguiese una interpretación espiritua lista del capitalismo para oponerse a una interpretación materialista de éste. En realidad, a lo que sí se opone Weber es a una interpretación materialista monocasual. Lo que sucede es que en este punto como en tantos otros, no acepta la monocasualidad y lo que hace es aceptar una totalidad de concausas entre las cuales no se atreve a decidir. Los intereses o el poder son sólo en penúltima instancia la causa de los fenómenos polí tico-sociales. Pero a la vez, dirá también Weber, las ideas son «las guardaagujas de la historia» que orienta rán un fenómeno histórico hacia un lado o hacia otro. El pluricausalismo de Weber, que es una floración de sus inseguridades y de las contradicciones filosóficas fundamentales de su vida, se cuela también en su me todología, metodología que en realidad es una teoría del conocimiento de raigambre inconfesamente filosófica. Pero el pluricausalismo weberiano, fruto de su profun da inseguridad v de sus conflictos valorativos c ideoló gicos, se transforman, en manos de los seguros punta les de la sociología del orden, en un artefacto para oscurecer la simple complejidad cuando ésta es estruc turalmente clara. Así, los autores funcionalistas repeti rán una y otra vez que el capitalismo no es propiamen te un sistema social sino parte de un sistema industrial general del cual forman parte tanto los sistemas socia listas como los capitalistas. Pero esto no lo dijo nunca Weber aunque su posición ideológica difiriese radical mente, en cuanto a los fines, de las tesis marxistas.
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El Weber influyente del funcionalismo, y en cierta ma nera raptado por él, alcanza su cénit en la postguerra bajo la influencia del del estructural-fu estruct ural-funcio ncionalis nalismo mo anglo sajón. Pero a mediados de la década de los sesenta co mienza una reacción contra el Weber mitificado por los funcionalistas. En el XV congreso de la sociedad alema na de sociología celebrado en 1964 en Heidelberg, en el centenario del nacimiento de Weber, se detecta ya claramente esta reacción crítica contra ese Weber. En esa reunión de la sociedad alemana de sociología hay una división muy clara entre los autores norteameri canos que se centran en la obra concreta de Weber objetivándola de cierta manera y tratándola abstracta mente con independencia de su situación histórica y de sus valores e ideología personal, y, por otro lado, los estudiosos alemanes que insisten muy críticamente en la peligrosidad y los gérmenes autoritarios existentes en la obra de Weber o bien, simplemente, en sus condi cionamientos históricos y nacionales alemanes. En otra parte del mundo, bien distinta, en Latinoa mérica, se produce una reacción crítica aún mayor con tra el Weber funcionalista. A mediados de los años sesenta los científicos sociales latinoamericanos que ha bían partici part icipad pado o activame acti vamente nte en lo que se había hab ía llama do después de la guerra «la recepción de la sociología científica» (en realidad, de la sociología empírica anglo sajona) y que había sido un ariete eficaz para limpiar la cultura latinoamericana del saber social tradicional y especulativo, empiezan a reaccionar también contra Weber contestado contestado
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la llamada sociología científica. Porque a su juicio jun to con los elementos empíricos y metodológicos que significaron un avance indiscutible para la ciencia so cial del mundo de habla española vinieron también ele mentos ideológicos. En esta utilización ideológica de la teoría se destaca, desde luego, la utilización de la obra de Weber extrapolada de su conjunto histórico para servir ser vir sólo como umbra um brall del funcionalismo. Entre En tre las críticas a Weber es clásica ya la del sociólogo ar gentino Elíseo Verón a la que nos referiremos segui damente. Hay que tener en cuenta que Verón se sitúa en el mismo terreno que la interpretación funcionalista y está por tanto ceñido por la misma ideología, por el mismo sistema de ideas. Es en cierta manera una con traideología ya que Verón combate al Weber funcionalista en sus mismos términos abstractos y teóricos con independencia de su marco histórico y de sus condi cionamientos personales, a diferencia de lo que hicie ron los sociólogos alemanes del congreso de Heidelberg. Verón, siguiendo al Weber de Economía y Sociedad, se remonta al nivel más abstracto. Empieza refirién dose a la acción social (la acción humana referida a otros) distinguiendo entre una acción mecánica de mera relación de estímulo-respuesta, que es el objeto único de los conductistas, en la cual la acción humana es idéntica a cualquier otra acción, correspondiente a las ciencias de la naturaleza, y, por otro lado, la conducta humana orientada a fines que es según Weber la ma teria de las ciencias sociales. En este último tipo de acción —a diferencia de la acción refleja anterior— la relación entre causa y efecto pasa por un proceso inter no del hombre, es decir por su conciencia, en el cual el individuo, el actor, hace una representación antici pada de su acción y elige elige un curso cu rso u otro, otr o, de acuerd acu erdo o a los fines que se ha propuesto. Sólo la acción orienta da a fines es una acción propiamente social; lo otro es una acción natural o refleja. Esta teoría de «la ac ción social orientada a fines», a juicio del sociólogo argentino, tomada por los funcionalistas, deviene en Weber contestado
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M ax y M aria ar ian n n e VVeber.
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una traducción de cómo percibe la acción social el hombre común; es decir, es una teoría del sentido co mún en el que el participante de la acción intenta po nerse en el punto de vista del actor tal como él lo en tiende. Pero lo que no es posible hacer es pasar de esa interpretación de la acción social individual a la acción colectiva; un salto indebido que no da Weber pero sí los teóricos funcionalistas cuando interpretan el senti do de la acción de unidades colectivas, como pueblo o clase social, por el mismo procedimiento que el sentido común anticipa la acción v el sentido subjetivo de la acción social individual. Verón critica esta adopción del punto de vista del actor considerándolo científica mente innecesario o inaplicable. Porque lo que sucede es que la conciencia no selecciona como una caja vacía sino que lo hace en base a la experiencia pasada del actor o del observador. Esta operación de atribución o «captación de senti do» del otro participante en la acción es lo que se lla mará un poco pedantemente «la operación Verstehen» de Weber. El crítico sudamericano sostiene que esta atribución de sentido subjetivo en una acción de otro no puede ser más que, como sostuvo Weber, de carác ter individual y no colectivo. Lo que hace que en defi nitiva la sociología pase a depender de la psicología; la sociología se disuelve en una psicología más. Pero lo que sostiene Verón enfáticamente es que Weber está equivocado en cuanto a que el sentido de la acción sólo puede ser subjetiv sub jetivo o e individual. individual. Para Verón Verón la acción acción social tiene un sentido supraindividual y objetivo. Weber había intentado soslayar esta objeción al ne gar que su interpretación fuese psicológica. Sostiene entonces que el objeto particular de la sociología y de las ciencias sociales es un tipo especial de acción, la acción racional, y lo que se trata de captar no son las conexiones psicológicas sino las conexiones lógiconormativas entre los actores que intervienen en una determinada acción. Esta salvedad de Weber no consi gue validar el meollo de la sociología comprensiva ni la llamada atribución de sentido weberiana pues lo que Weber contestado
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se hace con esa intuición o comprensión (que le viene a Weber de la tradición filosófica idealista) no es una inferencia científica. Es imposible construir una socio logía científica dentro de la tradición idealista. Lo interesante también es que cuando la sociología comprensiva de Max Weber navega a los Estados Uni dos y se inserta dentro de la gran teoría de la acción social del funcionalismo se abandona la comprensión o la intuición de la filosofía idealista alemana pero se mantiene el principio de la ideología individualista y anticolectivista a que nos habíamos referido anterior mente. El caso es que Weber no era un individualista radi cal, como lo sen muchos de los sociólogos anglosajo nes, y que entre sus ambiciones estaba el escapar de la tradición filosófica idealista. Weber atrapado en el dile ma positivismo-idealismo encuentra la escapatoria en los llamados «tipos ideales» que no son un artefacto metodológico aislado sino que son una especie de sali da epistemológica de sus propias aporías. El tipo ideal no se aplica ni al individuo ni a un grupo de individuos (de los que según Weber se podría sacar un promedio). El tipo ideal es incongruente con la teoría del sentido subjetivo ya que es imposible de aplicar, según Weber, la captación de sentido subjetivo al análisis de unida des sociológicas o a sociedades enteras. Precisamente por po r eso los los tipos ideales ideales son son modelo modeloss abstr ab stract actos os que tratan de utópicos cursos de acción. Pero el peligro no está en Weber sino en sus epígonos que reifican los tipos ideales para convertirlos en construcciones for males que luego en el análisis se manipulan como si fuesen realidades sociales. Verón subraya enfáticamente, en contra de la línea de la teoría weberiana de la acción social orientada y de la captación de sentido subjetivo, que la sociología sólo aparece cuando deja de usarse «el punto de vista del actor» y que la ilusión de la captación inmediata no es más que eso, una ilusión que se basa en datos sobre normas que el observador sabe que se cumplen en tal situación. Estas normas son, precisamente, las Weber contestado contestado
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normas sociales institucionalizadas. Por eso, un mar ciano o un antropólogo no pueden comprender una si tuación social, en que intervienen factores de otra so ciedad hasta que no se acaba de entender el sistema normativo por el que aquella se rige. En realidad con eso se comete el error, que ha sido tantas veces desta cado, de pensar que el actor social está siempre «exce sivamente socializado», es decir, que va a comportarse siempre de acuerdo al sistema normativo institucional que el observador ingenuo cree que se cumple en todo fía t la problemática relación caso. Se resuelve así por fíat entre el actor y el sistema social que no es tan armo niosa ni tan ordenada como el funcionalismo supuso. Verón por último, como otros científicos sociales, latinoamericanos y europeos, busca una alternativa en tre la hasta entonces predominante sociología funcionalista y la teoría de la acción social, y la encuentra en la semántica de la acción. La conducta es tomada como un mensaje que puede ser analizado no por un solo código, el código de las normas institucionales oficia les, sino por múltiples códigos y que puede ser objeto de múltiples lecturas sin tener en cuenta para nada el punto pu nto de vista del actor. actor . Por último, último , afirm af irmaa Verón, hay que destacar claramente —y esto empalma con la tra dición estructura] sociológica marxista— que el sistema de normas, si es que se trata de apelar a él, es en todo caso supraindividual, nunca individual ni subjetivo, y conduce a la infraestructura del sistema social que las ha engendrado. Es decir, que nos remite a la relación entre infraestructura y supraestructura de la tradición marxista y también freudiana. Pero aparte de esta crítica interna a la teoría weberiana, en el mismo terreno que la versión funcionalista, se generaliza a partir de los años sesenta una crítica que podríamos llamar política. Esta crítica tiene un precedente prece dente brilla bri llante nte en el análisis análi sis que Lukács, el filóso fo húngaro, hace en 1954 en El asalto a la razón razón a todo el proceso de racionalismo burgués, proceso que a su juicio culmina en el nazismo, nazismo, incluyendo en él a la so ciología del período que él llama del imperialismo guiVVeber eber cont co ntes esta tado do
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llermino. Es curioso que la crítica de Lukács y otras críticas similares que le suceden, al poner patas arriba a Weber, vienen a coincidir con sus antípodas, los que se empeñaron en hacer de la figura contradictoria de Weber la figura monolítica del «Marx de la burguesía». Lukács cree que, en el fondo, la sociología del perío do imperialista alemán pasa de ser una filosofía de la historia, al estilo decimonónico, a convertirse en una asignatura auxiliar de la interpretación histórica bur guesa romántica y racionalista. Pero Lukács ve claro que Weber no es una figura co mún, que no es un peón más dentro de esa concepción romántica y racionalista como usualmente lo habían venido tratando los historiadores alemanes de las ideas. Para el filósofo comunista, Weber es el autor de la for ma más sutil de refutar el marxismo. Y cree que el es fuerzo de los que como Weber hallaron esas vías más sutiles corresponden en el campo político al revisionis mo y reformismo de la social-democracia que propug naba por aquel entonces la evolución pacífica de la de mocracia hacia el socialismo y la formación de una alianza entre el progresismo burgués y los partidos pro letarios. Ambas cosas eran pecado para Lukács. Artera en Weber, según Lukács, es la utilización del relativismo. Porque aunque Weber y otros autores como Simmel o Sombart aceptan la interdependencia entre los factores reales y materiales, sigue rechazando la in terpretación materialista de la historia que, a juicio de Lukács, es el meollo del pensamiento marxista. We ber, aunque aunq ue rechaza conscientemente conscie ntemente la tradición trad ición i rra rr a cionalista, viene en definitiva a parar a posiciones irracionalistas por caminos más retorcidos. Pero lo que sí es cierto es que tanto Weber como otros autores de la sociología del período imperialista alemán rechazan el concepto de plusvalía en la acumulación primitiva del capital y para ello buscan el origen de la formación del capitalismo en factores ideales o en factores de tipo social como pueden ser la ética protestante o el papel de los intelectuales. Lo que es inaceptable en Weber, dice Lukács, es identificar el proceso de racionaliza Weber contestado contestado
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ción con la racionalidad capitalista como un destino universal. Lukács no cree que Weber fuese un demócrata, por lo menos no en el sentido en que él lo interpreta. Lo único que creía Weber era que la democracia era la forma más adecuada de expansión del imperialismo alemán; de que el pueblo alemán era un Herren He rren Volk, un pueblo de señores. Para ello cita un texto de Weber muy claro en este sentido: Sólo un pueblo políticamente maduro puede ser un pu pueblo seño señori rial al... ... Sólo los pueb ueblos los seño señori rial ales es tie tienen la misión de intervenir en el mecanismo de las ruedas del desarrollo universal. Si intentan hacerlo los pue blo bloss que no pose poseen en tal cualid lidad, ad, no sólo se se rev revela ela contra ello el seguro instinto de las demás naciones, sino que, además, aquellos fracasarán también interiormente en el intento... La voluntad de impotencia de lo anterior que los literatos predican no es compatible con la voluntad de poder en el mundo que tan clamorosamente se grita. El alegado democratismo de Weber se reduce para Lukács a ser partidario de un cesarismo bonapartista eficaz que, obviamente, el filósofo comunista rechaza. En el aspecto metodológico, la crítica implacable de Lukács se centra en señalar algo de cierta importancia: cia: que el pluricau pluri causalis salismo mo de Weber, Weber, que hemos señaseñ alado anteriormente, sustituye las relaciones causales y las prioridades sociales por meras analogías históricas formales. En muchos sentidos, Weber oscurece la historia con una verdadera orgía de definiciones formales y de comparaciones históricas formales. Para Lukács, como para otros críticos, Weber desintegra la realidad social objetiva reduciéndola a un mero objeto de captación de sentido individual y privándola del sentido histórico colectivo que tiene sin duda para cualquier pensador marxista. Porque, como dijimos antes, para Lukács la libertad o neutralidad valorativa de Weber no es más que una Weber contestado
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Casa de la madre de Weber en Heildelberg. l.andslrasse n." 17. lili el primer piso, la habitación de la derecha correspontle al estudio de Weber entre 1910 v 1919.
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forma más sutil de irracionalismo. Para decirlo con sus propias palabras la fase más alta de irracionalismo pues lo irracional se trasvasa del del método (como había sido usado por el liberalismo) a los valores últimos que son colocados indistintamente en la misma canasta. El famoso «politeísmo de valores» de Weber hace que conciba el mundo como éticamente irracional. De esta manera, señala Lukács, el individuo se convierte en juez inapelable entre esa pugna de valores que se desenvuel ve ante sus ojos. Finalmente, mantiene que en Weber se produce una anticipación del existencialismo y que anticipa ya la filosofía existencial. En el congreso de Heidelberg encontramos además un trabajo fundamental de Hcrbert Marcusc sobre «In dustrialización y capitalismo en la obra de Max Weber» que es sintomático de toda otra crítica a Weber que alcanzará su apogeo en el radicalismo y las revolu ciones contraculturales de los años sesenta. No se trata ya de hacer una crítica al Max Weber luncionalista o al Max Weber de la sociología alemana imperialista desde un punto de vista del marxismo ortodoxo o del estructuralismo. Marcuse, en el trabajo de Heidelberg, como en lo fundamental de su obra, se coloca no sólo contra la razón capitalista sino en general contra toda la evolución de la razón técnica occidental. Marcuse cree que en Weber se produce una conca tenación fatal entre industrialización, capitalismo y autoconservación nacional; que para Weber la industriali zación es el destino del mundo moderno y convierte la razón capitalista en razón histórica universal. Marcuse cree que, equivocadamente, Weber hace de la ra cionalidad formal o racionalidad capitalista una racio nalidad histórica. Pero la razón técnica, dice Marcuse, no es neutral, es histórica. Marcuse, en ventaja sobre otros críticos de Weber, escribe desde su inserción en la sociedad capitalista más más avanzada: los Estados Esta dos Unidos. Unidos. En cierta cie rta manera, man era, Marcuse ve los resultados de una evolución que Weber no pudo observar en vida. Porque Marcuse sostiene, y parece difícil difícil refutar refu tarlo lo hasta ha sta el presente, prese nte, que no se Weber contestado
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trata ya del capitalismo ascético —del capitalismo de la edad de hierro al que se refería Weber en sus estuética protestan prote stante te y el origen origen del capitalis dios sobre La ética mo —sino de un capitalismo que ha entrado en su eta pa destru des tructo ctora ra que, como dice Marcuse Marcuse en otra ot ra obra, practica practi ca «la represión repre sión excedent excedente» e» y el derroche derro che de bienes. La que se ha llamado en inglés affluent society o bien, bien, entre en tre nosotros, noso tros, la sociedad de consumo. consumo. Marcuse capta muy bien que la democratización que Weber preconiza desde una Alemania bloqueada por residuos tradicionales patrimoniales es la toma del poder por la burguesía. En todo caso, en sus momentos de desesperación, Weber preconiza, a falta de esa toma de poder por la burguesía que en Alemania le parece basta ba stante nte difícil, difícil, un cesarismo cesari smo democrático, democr ático, un populispopu lismo, que es irracional y arbitrario, tanto o más que durante el régimen patrimonial. Pero el filósofo Marcuse se da también perfecta cuenta que la última preocupación de Weber es una preocupación por po r el poder. La racionalidad racion alidad formal form al de la empresa, o del derecho, o del Estado, no tiene en su vértice la irracionalidad del dominio carismático; la cumbre de todo este aparato equilibrado de racionalidad histórica culmina en una mera situación de poder, en un mero acto de fuerza. Exactamente igual que en Hegel, donde el monarca era el vértice arbitrario del aparato racional, aquí, en el cesarismo plebiscitario, es la autoridad la que se coloca en el vértice de la racionalidad formal burguesa. Todo ello no quita que Marcuse reconozca que Max Weber vio genialmente la peligrosidad de la razón técnica. Y por eso recuerda uno de los textos más aplastantes de Weber: Junto con la máquina sin vida (la organización burocrática) está realizando la labor de construir la morada de la esclavitud del futuro en la cual quizá un día han de verse los hombres —como los felagas en el estado egipcio antiguo— obligados a someterse, im poten potentes tes a la opre opresi sión ón,, cuan cuando do una una admi admini nistr strac ació ión n Weber contestado
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puram purament entee técni técnica ca y bu buen ena, a, es decir, ecir, raci racion onal al,, un unaa administración y provisión de funcionarios llegue a ser para ellos el último y único valor, el valor que debe decidir sobre el tipo de solución que ha de darse a sus asuntos. Marcuse reconoce en Weber la capacidad de autocrí tica y el valor de sus atisbos pesimistas sobre las posi bilidades bilidade s aniquila aniq uilador doras as de la razón técnica. Recono Reconoce ce que la teoría sociológica de Weber con todas sus limi taciones ideológicas y valorativas es superior a toda «pseudoconcreción sin teoría propia» es decir que Marcuse critica, más que la teoría weberiana, el pseudoem pirísmo pirí smo entonces entonce s dominante domin ante en la sociología sociología anglosajo anglo sajo na y en todo el mundo de su influencia, que luego al canzaría a los propios países de la órbita soviética. Pero lo que capta también Marcuse con gran intui ción es que el orgulloso burgués que Weber llevaba dentro, que captó muchos de los aspectos negativos de la racionalidad, no puede finalmente superar su iden tificación con la razón burguesa. Ésta es en realidad la jaula ja ula de hierro hie rro de dell pen pensam samiento iento weberiano; sus limita lim ita ciones como intelectual y sus debilidades como hombre de una clase.
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El mundo de Weber
Weber no se entiende sino como parte del mundo cultural político e ideológico de la Alemania de su tiem po. po. Todo Todo intento inte nto de cons co nstru truir ir una teoría weberiana flo flo tando en el aire constituye una falsificación o, por lo me nos, una reificación de su pensamiento que debe ser advertida. En efecto, las influencias principales sobre el pen samiento de Weber son alemanas, como la idea del ac tor o individuo libre que se remonta a Kant, o el con cepto de la historia que empalma con los historiadores economistas como Knies, Schmoller, Wagner o Brentano, que fueron llamados los «socialistas de cátedra» y con cuyas finalidades eticas Weber, mucho más influi do por el positivismo científico, no coincidía. Otras in fluencias típicamente alemanas son las de los neokantianos que participaron tan activamente en la polémica metodológica de su tiempo, como Windelband y Rickert de los que Weber tomó su idea de la división de las ciencias, unas regidas por leyes nomotéticas como las ciencias naturales y otras, las ideográficas, como la historia. Por otro lado se aprecia en Weber también la influencia considerable de Dilthey y Jaspers en el con cepto de la comprensión o captación subjetiva de sen tido. Pero pocas influencias dentro de la cultura ale mana alcanzan la que tiene Nietzsche, que sostuvo una especie de individualismo aristocrático. No obstante, de algunos de los conceptos éticos y de las finalidades Weber disintió explícitamente. Mas en el tono pesimis ta y en el estilo catastrofal de su pensamiento, asoma la El mund o de Weber
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influencia del Zaratustra nietzscheano. Entre los ami gos muy especiales de Weber, entre las personas que más le influyeron, debemos destacar sobre todo al so ciólogo Simmel cuya condición judía lo marginó siem pre pr e de la cultu cu ltura ra académica alemana. De su sociolo sociología gía sistemática Weber tomó la idea de las formas sociales que luego transformó en el concepto (central en su me todología y en su teoría del conocimiento) de los tipos ideales. Otra figura importante en la cosmología de Weber es el economista Werner Sombart con el que tiene en común la preocupación por los orígenes del capitalismo aunque disintiesen en algunos puntos importantes. Som bart ba rt creyó creyó que los los judíos judío s habían había n sido una un a de las causas principales de la aparición aparic ión del del capitalismo, aspecto aspe cto con con el que disintió Weber pues en sus estudios de sociolo gía de la religión mantiene que los judíos no tenían, a diferencia de los puritanos, una religión orientada mun danalmente al éxito sino que separaban dos mundos claram cla ramente ente:: el del éxito éxito económico y el de la religio sidad. Entre el círculo íntimo de Weber también hay que situar al estudioso de la religión Troeltsch, con quien compartió temas de sociología de la religión. Otro autor, también marginal en el mundo académico de su tiempo en Alemania, el también sociólogo Robert Michels, que por su inclinación socialdemócrata fue apar tado del mundo académico oficial, tiene en común con Weber la idea del predominio oligárquico en cualquier organización, incluidas las organizaciones socialistas; tesis qiie repetirá Weber reiteradamente a lo largo de su obra. Otras figuras de su círculo de influencia eran juri ju rist stas as destacados destacad os como Jellinek. Hay que tene te nerr en cuenta que la formación profesional originaria de We ber be r fue la de juri ju rist staa y que algunas de sus mejores mejore s pá ginas son precisamente las dedicadas a sociología del derecho. Esta disciplina no forma un cuerpo separado de sus teorías centrales (como sostiene equivocadamen te el sociólogo norteamericano Parsons) sino que cons tituye un ejemplo de la evolución general de la racio nalidad occidental. El mundo de Weber
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VVeber VVeber e n 1917.
El mun do de Weber
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El círculo de Weber alcanza su cénit de los años 1906 a 1910 en Heidelberg en cuya universidad era cate drático y en cuya casa se realizaron intensas discusio nes intelectuales. El grupo en torno a los Weber reu nió a figuras tan importantes de la cultura alemana de su tiempo como su hermano Alfred, Karl Neumann, Paul Hensel, Ferdinand Tónnies, Karl Vossler, Karl Lowenstein y Georg Lukács, además de los mencionados anteriormente. Es de notar que este círculo y otros de la vida inte lectual de la Alemania de su tiempo eran posibles gra cias a la estructura de la universidad alemana; una uni versidad que se había enriquecido, como todo el país, con la prosperidad de la paz bismarckiana y que permi tía a los profesores practicar lo que ha sido llamado el «ocio eficaz». El típico catedrático alemán de aquel en tonces era de clase alta o de clase media alta y tenía una mansión con criados. El status, el ocio y la falta de presión p a ra publi pu blica carr le perm pe rmití itían an la realización de obras sobre temas no directamente impuestos como son los estudios sobre la religión y que son tan importan tes en ese período no sólo en Weber sino también en otros autores como Troeltsch o Sombart. La situación en el aspecto económico de los profesores alemanes es similar a la del profesorado universitario norteameri cano después de la segunda guerra mundial pero con la diferencia que mientras los norteamericanos, que tienen también un alto nivel de vida, están muy presionados par p araa publ pu blic icar ar p o r las institu ins titucio ciones nes que los patro pa trocin cinan an o amparan, la universidad alemana guillermina era mu cho más respetuosa con la autonomía del profesor y po p o r tan ta n to no había hab ía presió pre sión n alguna alg una y los intelectua intele ctuales les alemanes podían seguir la orientación que fuese más de su gusto. Hay que tener en cuenta que en este período, la cul tura alemana vivía aún de la herencia humanista e historicista típica de la Alemania romántica aunque ya estaba bajo el desafío del socialismo, cultura marginal ésta que contaba con figuras de la importancia de un Kautski o un Bemstein. El mundo de Weber
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Por otra parte, se produce en esa época la penetra ción del positivismo científico que estaba en su cénit en el mundo anglosajón. Su intento era cubrir cientí ficamente todos los saberes incluidas las ciencias del hombre. En cierta manera Weber es uno de los intelec tuales alemanes que tomó partido por la universaliza ción de la ciencia. La objetividad se convierte en una verdadera pasión en la producción intelectual de Weber, por po r lo menos en el plano manifiesto. manifiesto. El mundo político de la Alemania de Weber se mué ve bajo tres tr es corrientes corriente s principales: conservadurismo, conservadurismo, liberalismo y socialismo; de todas ellas encontramos ele mentos, en diversas dosis, en la producción intelectual de Weber. Hay que tener en cuenta que su generación estaba bajo lo que él llamara «la maldición del epigonismo». Es decir, era una Alemania en que la ge neración anterior, o las dos generaciones anteriores, habían construido casi todo; era un mundo muy cerrado en que la política, la Realpolitik de Bismarck, había dejado todo hecho y en que el liberalismo en tusiástico derivado de la revolución de 1848 se había venido aguando y derivando hasta convertirse en el «liberalismo nacional bismarckiano». Precisamente el padre pad re de Weber que tant ta ntaa importa imp ortancia ncia jugará jug ará en su vida como marco de referencia y postura dialéctica, era un político que pertenecía precisamente a esa ten dencia del liberalismo nacional bismarckiano. Weber, que en un principio partió de las ideas políticas pater nas, de una posición conservadora muy similar a la de su padre, va sin embargo a través del tiempo afinan do su crítica contra Bismarck y mucho más aún contra el Kaiser Guillermo II, al que consideraba un improvi sado y un advenedizo. Por eso quizás deriva hacia con vicciones bonapartistas; para acabar rápidamente con la política kaiseriana que él creía equivocada y retró grada. Weber a los veintitrés años es propiamente un «libe ral-social» más progresista que lo que había sido en años anteriores. Sin embargo, a los treinta años es de nuevo El mundo de Weber
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un nacionalista imperialista. En su discurso inaugural de la cátedra de Friburgo dirá lo siguiente: En lo esencial, los frutos de todos los esfuerzos económicos, sociales y políticos presentes beneficiarán a las generaciones futuras, no a las generaciones vivientes. Si nuestra labor puede y debe tener sentido, sólo puede intentar proveer para el futuro, es decir para nuestro nuestross suce suceso sore res. s. Sin emba embarg rgo, o, no es posib sible elaborar ninguna política económica sobre la base de optimistas esperanzas de felicidad. La Lascia ciate ogni sp spe era ran nza (abandonad toda esperanza) está escrito en la puerta del futuro desconocido de la historia humana. No es un sueño de paz y felicidad para el hom hombre. bre. El probl problem emaa no es qué qué sentirán sentirán los hombres del futuro sino qué será de estos hombres; éste es el problema que nos ocupa cuando pensamos más allá de las tumbas de nuestra propia generación. Y, en realidad, este problema se halla en la base de toda labor económica y política. No No luch lucham amos os por el futuro futuro bienestar bienestar del hom hombre; bre; dedeseamos inculcar aquellos rasgos que nos parecen esenciales de todo lo que es humanamente grande y no ble ble en nuestra natur naturale aleza.. za.... En últim últimaa insta instanc ncia, ia, los proc proces esos os del desar desarroll rollo o econó onómico ico son son luch luchas as por el pod poder. er. Esta escala escala de valo valore ress defi defini nitiv tivaa la const constitu ituye yen n las «razones de estado» y con ellas medimos también nuestras reflexiones económicas. Sin embargo, el nacionalismo de Weber no es un nacionalismo reaccionario pues ya desde sus primeros escritos ataca lo que él entiende que es el papel retrógrado de los terratenientes prusianos o «junkers». Su posición es claram cla ramente ente favorable al indust ind ustria rialism lismo o occioccidental. No es raro que en cierta manera esta pasión de* Weber sea similar a la del catalanismo progresista es pañol de principios princ ipios de siglo pues la situación situaci ón de com promiso prom iso social social y político era er a muy similar simil ar en Alema Alemania nia y España. La Alemania kaiseriana funcionó a base de un compromiso político entre los terratenientes centra listas prusianos y los industriales del oeste de AlemaE1 mundo mu ndo de Weber W eber
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nia. En pocos autores se ve tan clara y tan apasionadamente la lucha entre la Alemania del este y la Alemania del oeste como en Weber, decidido partidario de la Alemania occidental que considera que la Alemania del este, con su tradición militar y burocrática era perniciosa para el sueño de la gran Alemania, que desde luego no vio en el período crítico de la vida nacional que le tocó vivir. Weber tuvo también ciertos coqueteos con el cristianismo social y al final de su vida hasta con la social democracia a la que se había manifestado hostil durante casi toda su existencia. Su antiutopismo, su carácter aristocratizante, su énfasis en la selección de dirigentes más que en las masas, lo mantuvieron apartado siempre de la filosofía básica de todo movimiento político popular con los que no obstante en algunas ocasiones coqueteó. Puede decirse en general que las convicciones políticas de Weber a lo largo de su vida van haciendo un lento avance hacia una postura más democrática. Democrática, aun con todo, en el sentido weberiano que no tiene nada que ver con la democracia directa sino con una democracia representativa y parlamentaria. Lo que sucede es que el nacionalista Weber, para el que lo más importante era que Alemania fuese una gran potencia, pote ncia, creía cre ía que el parla pa rlam m ento en to con su minimización minimización del poder y del despotismo burocrático era un camino mucho más directo a la grandeza que el que estaba siguiendo la Alemania guillermina. No es de extrañar que sea este mismo y extraño demócrata el que se entusiasme con la «hermosa guerra» europea del 14 para decepcionarse poco tiempo después con los fracasos alemanes. Se ha dicho de Weber que su exagerado nacionalismo lo podría haber llevado al nazismo; sin embargo, su tradición intelectual y su individualismo, heredero de la Ilustración, habría hecho esto absolutamente im posible. Incluso Inc luso al final de su vida, decepcionado por po r la marcha de Alemania, Weber hace una evolución sor prende pre ndente nte,, ya señalada señalad a p o r Lukács, Lukács, hacia lo dionisíaco y existencial. La idea de carisma, que había nacido de El mundo de Weber
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estudios de la ética protestante, evoluciona hasta leñarse de un contenido vitalista (que corresponde a as propias experiencias vitales de Weber) y que en los iltimos años de su vida le acerca a los grupos marginales. Este acercamiento de Weber a estos grupos marginales forma parte de su contradictorio talante pues durante toda su vida hizo causa a favor de lo más opuesto los valores que él mismo había sostenido para su nación. Fue abogado acérrimo de causas perdidas típicamente liberales, como la situación de los académicos judíos judío s (caso de su íntimo ínti mo amigo Simmel) o de los uniun iversitarios socialistas, como su también amigo Michels. Eso es lo que le dio fama de figura intemperante y difícil; una especie de don Quijote alemán. Hay que tener muy en cuenta también el contexto político alemán en que se desenvolvió desenvolvió la vida de Weber. Weber. El transcurso de su vida acaeció dentro de los frutos de la exitosa industrialización y prosperidad de la política bismarckiana. El capitalismo industrial alemán, sin embargo, estaba retrasado en su desarrollo respecto del resto de las potencias europeas. Ello tuvo sus consecuencias. Por de pronto, el capitalismo no nace de ninguna ruptura liberal burguesa del orden tradicional patrimo patr imonial nial preceden prec edente te como había pasado pasa do en Francia o en Inglaterra, sino mediante un compromiso entre los restos de la estructura social y política tradicional y los nuevos elementos que aportan sobre todo los empresarios industriales del oeste alemán. En época de Weber el liberalismo alemán, con toda su fuerza mítica del siglo xix, está ya en franco declive y ha sido reemplazado por la política bismarckiana de la que Weber disiente. Uno de los problemas principales, al igual que en España, aunque de otro volumen, consiste en la de bilidad bilida d de la burguesía burgu esía indus ind ustria triall frente fre nte a la estr es truc uctu tura ra social tradicional. Weber, como el progresismo catalanista de su tiempo, opta por una política de incremento de la conciencia burguesa frente a la sociedad tradicional alemana representada por los terratenientes prusianos y el espíritu prusiano en general. Por eso uno de los clamores más constantes de Weber es contra el íu s
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Vista desde el halcón de la casa de los abuelos maternos de VVeber, en Heidelberg.
despotismo burocrático. Weber dirá una vez que lo que le preocupaba a él no era la dictadura del proletariado (que no creía posible) sino «la dictadura del funciona rio». Cuando se refería a este funcionario no hay duda alguna que se refería al funcionario prusiano. Pocas veces está esto tan claro como en el discurso que pronunciara en la exposición universal de Saint Louis, Missouri, durante su viaje a los Estados Unidos. Pues para Weber los junkers son plebeyos, advenedizos, pequeña pequ eña burgue b urguesía. sía. Lo cont co ntra rario rio de una un a aristo aris tocra cracia cia que él cree necesaria para toda gran potencia: potencia: lo contrario es la deseable personalidad cosmopolita que necesitaría una Alemania que para él era demasiado pequeño-burguesa y rural. Pues Weber creía que lo que necesitaba un país era tener, como los Estados Unidos, que toma tantas veces como modelo, una mezcla de aristocracia y plutocracia; una aristocracia auténtica que sea en de finitiva «democratizable» en el sentido de ser capaz de dirigir a las masas. Weber, que era un demócrata auto E1 mundo mu ndo de Weber W eber
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ritario, no creía en un individualismo contrario a las masas pero tampoco creía en la capacidad popular para dirigirse a sí mismas. En el discurso de Sant Louis, remarcará que se acerca el fin de la sociedad rural. Cosa que en Estados Unidos estaba a la vista pero que no era aún así en Alemania donde todavía el poder de la tradición y del espíritu prusiano podían trabar el desarrollo hacia esa forma más alta de racionalidad occidental que, como sabemos, era para Weber el capitalismo. Se enfrentan pues en la Europa continental el capitalismo y la tradición histórica en una dialéctica que representa uno de los ejes de sus análisis históricos europeos. Esta vez, como tantas otras, se ve cuál es el sentido del democratis democratismo mo de Weber: Weber: un freno fr eno al autor aut oriitarismo burocrático y a los advenedizos militares. Tam bién se da cuenta, cuen ta, como alemán, de la dist di stin inta ta situación situ ación de los Estados Unidos, que pueden permitirse un desarrollo hasta cierto punto independiente por el fuerte papel de los empres emp resario arios. s. La situació situ ación n es muy dist di stin inta ta de Alemania, que, rodeada por naciones hostiles, hace que sus ciudadanos tengan que llevar siempre lo que él llama «la cota de malla»: Estos problemas son desconocidos en los Estados Unidos —dice Weber en su discurso de Sant Louis— y es probable que esta nación tal vez nunca se enfrente con alguno de ellos. No posee una antigua aristocracia; en consecuencia, no existen las tensiones causadas por el contraste que forman la tradición autoritaria con el carácter puramente comercial de las condiciones económicas modernas. Se congratula justificadamente por la adquisición de este inmenso territorio, en cuyo centro nos encontramos ahora, con la que cree haber dado un verdadero sello histórico a sus instituciones democráticas; sin esta adquisición, con unos vecinos poderosos y belicosos, se vería obligada a vestir la cota de malla como nosotros, que siempre conservamos en el escritorio la orden de movilización en caso de guerra. Las ambiciones y aspiraciones de Max Weber, al fin El mundo de Weber
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y al cabo, son las de un epígono crítico de la política bisma bis marcki rckiana ana y se van diluyendo ante los erro er rore ress béli cos y políticos de la Alemania guillermina. Por eso We ber, ap apar arte te de razones intelectuale intele ctualess y personales perso nales,, de cepcionado, se va acercando al final de su vida a secto res marginales al establishment alemán como los cris tiano-sociales o la social-democracia e incluso a los judíos y a cierta cie rtass expresiones estética esté ticass existencialistas. existencia listas. Pues hay que reconocer que pocos momentos en la his toria de Europa y de su país fueron menos favorables para par a los sueños de la gran potencia alemana alem ana o de la t ra ra dición liberal de respeto a la personalidad individual. Al final de su vida, los frutos de la racionalización y de la amenazadora burocratización rodean el pensamiento pesimis pesi mista ta de Weber p o r todas partes. par tes. Ése es el aspecto que más le preocupa de la revolución socialista, de la que no entiende sus aspectos centrales y que ve sólo como una nueva avalancha de burocratización que, para colmo, se produce en Rusia, uno de los enemigos de Alemania y una de las fobias constantes de Weber. Fren te a estas realidades atenazantes del presente —como los filósofos del siglo xvm hicieran con la China y otros países lejanos que conocían sólo de oídas— Weber Web er idea liza la evolución capitalista de Inglaterra y los Estados Unidos' con los que construye un modelo ideal, un pa radigma, y de los que ignora sus aspectos alienantes y dañinos. Esto es notorio en su análisis de la estra tificación social y el papel del racismo en los Estados Unidos al que sólo hace una referencia de pasada con ocasión de analizar las castas de la India para su socio logía de la religión. En cambio en su estudio de las cla ses sociales en Estados Unidos da una importancia ex traordinaria a los judíos como una etnia marginal que, sin embargo, es capaz de generar un sentido de misión que resulta a la larga positivo no solamente para su gru po étnico étnic o sino p ara ar a la nación misma en la que está es tá in serta. En este punto, como en otros, la perspectiva fun damentalmente nacionalista alemana de Weber se im pone sobre el análisis objetivo de lo que está delante. Este peso del bagaje intelectual, cultural y político El mundo de Weber
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Max VVeber y Ernst Toller en Lauenstein.
de Alemania en su vida se refleja en su ideología o, mejor aún, en los diversos niveles de su ideología. (To memos aquí ideología tanto en un sentido neutro de sistema de ideas propias con un sentido de valores o, en un sentido negativo, de reflejo de intereses de clase o económicos subyacentes.) Tenemos un primer nivel de pensamiento en Max Weber en que el gran teórico alemán aparece sobre todo como un estadista táctico, intensamente político, preo cupado por los intereses de su país. Un tipo de preocu pación política que recub rec ubre re a todas tod as las demás preocup preo cupa a ciones. Es este Weber patriota el que hace manifes taciones exageradas de nacionalismo, y aun de imperia lismo, que han sido tomadas generalmente fuera de contexto por sus críticos para presentarlo como un exégeta del imperialismo de la burguesía o un anti-Marx, con prescindencia de otros elementos contradictorios. De todas maneras, el Weber ideólogo político o intelec tual político es, ante todo, un conservador antiutópico. Sin embargo, es curioso notar que el antiutopismo de Weber sólo afecta a las doctrinas que él rechaza, como la utopía socialista. En realidad, como veremos, Weber, El mundo de Weber
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en el estudio del carisma, reconocerá la fuerza de la uto pía (o lo que él llamará lla mará «lo imposible») para pa ra hace ha cerr lo posible en el mundo; pero solamen sol amente te en los ideales que a él le son caros. Pero hay además un segundo nivel más profundo de la ideología rectora del pensamiento de Weber. Este es el nivel de un Weber que tiene que hacer la elección existencial entre dios y demonio. Es la historia de un descreído respetuoso que se había quedado sin Dios. La ciencia a la que Weber adhirió como tabla salvadora no puede rellenar los valores que las religiones de salvación portan; lo único que la ciencia puede hacer, y eso le parece mucho a Weber, es clarificar la toma de conciencia del individuo en una determinada situación. En un artículo aparecido en Tübingen en 1924 sobre sociología y política social, Weber escribe sobre el papel de la ciencia: No No con conocemos idea ideale less que pued puedan an dem demostar ostarse se cient cientííficamente. Seguramente, la tarea más ardua es trazar la raya desde nuestro propio pecho en un período de cultura que es tan subjetivo. Pero no tenemos ningún paraíso soñado ni ninguna calle de oro que ofrecer ni en este mundo ni en el próximo, ni en el pensamiento ni en la acción; y es un estigma de nuestra dignidad como hombres que la paz de nuestras almas no pueda ser nunca tan grande como la paz de aquel que sueña en tal paraíso. Es de este Weber más profundo que muchos autores alemanes exiliados en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial tomaron su énfasis en la lucha por la libertad personal frente al Homo Economicus y la racionalidad burocrática. El filósofo alemán Albert Salomón, uno de esos exiliados, sostuvo que Weber llegó a construir una verdadera «teología negativa de la historia» en el lugar vacío dejado por Dios. Weber se tiene que enfrentar durante su vida con una situación muy parecida a la desintegración del cristianismo que enfrentara Comte, que tamE1 mundo de Weber
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bién vivió vivió preo pr eocu cupad pado o p o r la reconstr reco nstrucc ucción ión de un o r den parecido al anterior a la Revolución Francesa. La lucha por la libertad y la dignidad personal weberiana ño es conciliable, dados sus propios prejuicios por los radicalismos y utopismos de izquierda que apriorísticamente considerará como estériles; toda moral de últi mos fines, daña a la postre a aquellos que participan de ella. La herencia realista bismarckiana, su carác ter de epígono maldito de la Realpoli Rea lpolitik tik se traba una y otra vez en su esfuerzo por entender la función de la utopía en el sistema social. Si de alguna manera lo llegó a entender entend er es por un camino muy distinto: distinto: a través del entendimiento del rol del carisma y de los dones extraordinarios en las religiones de salvación. Esta lucha de Weber por mantener por lo menos un sector de la humanidad en lucha por la dignidad y en posesión de la liberta libe rtad d individual al margen del ineluc table proceso de burocratización, se refleja en el siguien te texto de uno de sus escritos políticos: Esta pasión por la burocratización... es desesperada... Estamos en medio de un desarrollo del cual el mundo no llegará a conocer nada más allá que individuos sis tematiz tematizados. ados. El problema central centr al por po r tanto tanto no es cóm cómo pode podem mos ir más más allá y acelerar acelerar este proc proces eso o sino sino más bien bien cóm cómo nos pode podem mos parar pa rar ante ante esa esa maqui maquinari nariaa para mantener una humanid humanidad ad entera en medio edio de esa parcelación del alma y de la supremacía de la vida buroc burocráti rática. ca. Convencido como estaba Weber de lo inevitable del proceso proc eso de racionalización racionali zación buro bu rocr cráti ática ca e incluso inclus o de que el capitalismo racional burocrático era la expresión má xima del proceso de racionalización de occidente, Weber aparece como un Don Quijote de causas perdidas; un parti pa rtida dario rio del solitari soli tario o heroísmo hero ísmo del hombre hom bre extr ex trao aor r dinario luchando contra las aspas de molino de un pro ceso histórico que él mismo había definido como irre mediable. El mundo de Weber
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Wolfgang Mommsen que en 1959 publicó un libro política capital, muy discutido, sobre Max Weber y la política alemana; 1890-1920, ha hecho un análisis muy serio del sistema de ideas y de los valores de Weber. Mommsen cree que el casuísmo y pragmatismo do minante en la enciclopédica obra de Weber Economía y Sociedad está está basado en la filosofía de la historia per sonal de su autor. Esto es tanto más llamativo por cuan to se opone a la expresión explícita de Weber de que es imposible científicamente una filosofía de la historia universal. Y en este sentido Weber atacó tanto a Comte como a la idea del progreso que la consideraba una idea pseudorreligiosa. Y atacó también a la teoría marxista de la historia aunque aceptase el marxismo como una religión depositaría de una ética de la convicción. Por esa misma razón, la imposibilidad científica de una filosofía de la historia, disintió tanto de los herederos de Hegel y el romanticismo alemán y su idea del desa rrollo del espíritu nacional como de las teorías morfo lógicas de etapas culturales como las de Spengler que tanta difusión tendrían en la Alemania de entreguerra. Este rechazo manifiesto de Weber de la filosofía de la historia puede verse desde dos perspectivas. Una está basada bas ada en las razones explícitas de Weber para pa ra recha zar las cosmovisiones y las agrupaciones de valores como interpretaciones no científicas de la realidad. Esto lo hace, por otro lado, en el sentido que lo utiliza Mommsen, porque la idea de un proceso histórico predeterminable se oponía al concepto de personalidad del idealismo alemán y de Nietzsche, que era el concepto del propio Weber. Porque, para Weber, lo importante, lo que marca la historia, es la decisión personal que opta entre diferentes dioses en pugna. El que maneja en definitiva su propia vida domina así el mundo con creto: es el único únic o capaz de dominarlo. Es la típica típ ica moral nietzscheana de la decisión. Pero en Weber no es la aceptación de la mera existencia la que arrastra al in dividuo; no es la existencia la que domina, como en Nietzs Nietzsche che,, sino una elección elección racional individual a la que la ciencia ayuda a tomar con conciencia clara. El mundo de Weber
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Desde este punto de vista, Weber llega a lo que cons tituye el esquema dialéctico fundamental de su filoso fía de la historia: la lucha lucha entre entr e el hombre de cultura, el hombre racional, y el técnico o experto, el hombre del orden, que se refleja en un nivel macrosociológico en la alternación entre el carisma y la burocracia. El interés por el carisma le llegó a Weber a través de sus estudios de la sociología de las religiones mun diales a los que había llegado en su búsqueda de la for ma específicamente histórica del capitalismo occidental. La religión no es nunca para Weber superestructu ra o reflejo de otras realidades, sean económicas, so ciales o personales, como en Marx o Nietzsche. La reli gión es una fuerza por sí misma ya que no la causa histórica primera (lo que rechazaba desde su pluricausalismo), uno de los grandes motores de la historia. Para él, el ejemplo máximo es el puritanismo cuyo as cetismo mundano es una de las concausas decisivas en la aparición del capitalismo como fenómeno único en el mundo. Es a través de los orígenes de la religión que Weber entrevé el papel de la utopía, aunque entreverada siem pre con su perspectiva perspe ctiva individualista indiv idualista en el sentido sent ido de que «son los individuos los que han hecho la historia universal». La utopía —que Weber nunca la llama así pues esta est a palabr pal abraa tiene una denotación peyorativa re re servada para los extremismos de izquierda— es la «ener gía espiritual» del carisma. Escribe Weber sobre la fuer za del carisma en Economía y Sociedad Sociedad:: La fuerza del carisma descansa sobre la fe en la re velación y en los héroes, sobre la condición afectiva de la importancia y del valor de una manifestación de carácter religioso, moral, artístico, científico, polí tico o de cualquier otra naturaleza, sobre el heroísmo, ya se trate de las tesis o de la guerra, de la sabiduría del juez, de la gracia mágica, etc. Esta fe transforma los hombres a partir del interior y se esfuerza por modelar las cosas y los sistemas según su voluntad re volucionaria. El mundo de Weber
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YVeberen el castillo de Lauenstein, en 1917.
El mundo de Weber
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Es evidente pues que en el concepto de carisma se aúnan, en Weber, su individualismo y su entendimiento del papel de lo utópico. Aunque parezca escandaloso, en lo carismático están todos los elementos para una teoría de la utopía. Lo que es una verdadera paradoja en un autor tan medularmente empapado de la tradi ción conservadora. Pero como ya hemos dicho anterior mente, en Weber se encuentran elementos no siempre armonizados de las tres grandes corrientes político-in telectuales telectua les de su tiempo en Aleman Alemania: ia: el conserv con servadu aduris ris mo, el liberalismo y el socialismo. En esa visión de la lucha dialéctica fundamental entre carisma y burocra cia, Weber se inclina, sobre todo al final de su vida, hacia el carisma y se opone a los intentos de burocratización del mundo y a la racionalización por medio del sistema burocrático al que, por otra parte, consi dera la forma más avanzada del racionalismo capita lista. Pero ¿cómo se entiende esa posición weberiana a favor del carisma, lo espontáneo y lo extraordinario »¡ él entendía que existía un proceso ineluctable hacia la racionalización, en una visión un tanto lineal de la his toria universal? Se trata, como dirá Weber en otra oca sión, de una lucha incierta. Pero al no aceptar claramente, y rechazar a veces explícitamente, un desarrollo lineal de la historia uni versal que va desde el carisma, pasa por la tradición y culmina en un mundo racional y burocratizado, Weber se inclina por una visión de la historia regida incierta mente por el gesto de los grandes hombres. Pero esta idea, muy similar a la de Nietzsche, no desemboca en un individualismo aristocrático como en el caso de ese filósofo. Porque Weber, aunque cree en los grandes hombres, cree en ellos sólo cuando están con las ma sas y no contra ellas. Weber es, ya lo hemos dicho, políticam políti camente ente un demócra dem ócrata ta auto au tori rita tario rio y un creyente convencido del papel de la personalidad en una época hostil. Por eso cree en la democracia parlamentaria y plebiscit pleb iscitaria aria frente fre nte al auto au torit ritar arism ismo o kaiseriano. kaiserian o. La aspiración política máxima de Weber puede reE1 mundo mu ndo de Weber We ber
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sumirse en su su frase: «una libertad liber tad tan grande como como sea posible por una dominación tan grande como sea posib posible» le».. Este personalismo person alismo le lleva lleva,, en el análisis político, a insistir en las cualidades carismáticas personales del dirigente político y a desentenderse de cualquier forma de democracia directa o colectiva. La dramática separación entre ética y política, y el dualismo insalvable entre ambas, que de ninguna manera consigue superar, llevan a Weber a la aceptación de los valores puramente personales que a la postre tienen que traducirse en principios de cultura nacional. Weber aparece en el trazado de Mommsen como el «burgués con conciencia de clase»; lo mismo ocurre en el tratamiento de Marcuse o de Lukács. Pero de ninguna manera Weber era un reaccionario. Weber, un tanto arcaicamente para la época que le tocó vivir, creía en la iniciativa individual y en el espíritu de com petencia petenc ia de la edad de hierro hie rro del capitalismo. De ahí su antisocialismo fundamental, de ahí también su idealización de los orígenes del capitalismo anglosajón. Sus ideales se expresan bien en este texto: El postulado trascendental de toda ciencia humana es... que somos hombres civilizados, dotados de la ca paci pacida dad d y de la volu volunt ntad ad de tomar tomar posic sición ión de manera consciente ante el mundo y de darle un sentido. Aparec Aparecee ahí como lo que fue: fue: un liberal arist ar istoc ocra ratizante, un pesimista heroico y, en definitiva, un individualista en la tradición liberal sobre la que construyó todo ese complejo edificio casuístico de terrible sintaxis, ese orgiástico formalismo que constituye una de las piezas fundamentales, y más difíciles, de la ciencia social occidental de nuestro siglo.
El mundo mun do de Weber
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Primera página del manuscrito de La Política como profesión, 1919. El mundo de Weber
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Weber de carne y hueso
Si bien es cierto que cualquier estudio de un ser humano no es válido si no combina biografía, historia y sociedad ello nunca es más claro que en el caso de Max Weber. Pues en Weber las figuras familiares se entrelazan con sus valores personales y con sus orientacionSs intelectuales de forma tan evidente que ha per mitido a un historiador norteamericano, Arthur Mitzman, hacer una historia de Weber, La La Jaula Jaula de Hierro, Hierro, que es casi una biografía psicoanalítica. Por otra parte, los documentos que se tienen sobre la vida de Weber, aunque no completos, son suficientes. Por un lado la piadosa piados a biografía cons co nstru truida ida por po r su fiel fiel esposa MarianMarianne; por otro, sus cartas juveniles y una correspondencia epistolar abundante a familiares y amigos con la que es posible construir una historia en profundidad de su vida. Desgraciadamente, la mujer de Weber destruyó unas notas autobiográficas escritas por Weber durante su gran crisis psíquica, que duró muchos años y que ha bría br ían n sido —conociendo el cará ca ráct cter er autocrít auto crítico ico y analí ana lí tico de Weber— una pieza de material psicológico ines timable, sin duda muy superior a cuantas tenemos aho ra de ese tiempo e incluso a las que pudo manejar su contemporáneo Freud. Weber, en su angustia vital, parece que intenta tras cender no sólo a la historia de su generación y de su país sino la de sus propios prop ios antepasad antep asados. os. Era hijo hi jo por ambas ramas familiares de protestantes expulsados por el catolicismo de sus respectivos países. Los de parte de su padre, convertidos en forzosa minoría, devinieron Weber de carne y hueso hueso
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verdaderos magnates. Particularmente su abuelo pater no aparece como un verdadero modelo del empresario capitalista que tanto influirá luego en las ideas de We ber; igual cosa ocur oc urre re con su tío pate pa tern rno o Karl Ka rl Davi David d Weber que fue el que continuó con los negocios de lino de su abuelo en Bielefeld. Este idealizado empresario austero y creativo se opone a la mundanidad enrique cida que Weber verá con tan malos ojos en su propio padre. padr e. El padr pa dree de Weber no debió ser se r una un a persona pers ona vulgar. Jurista y magistrado en Erfurt, un lugar de poca significación, hizo una carrera política bastante afortu nada, primero como concejal en Erfurt, luego como con cejal en Berlín, a donde se trasladó a los pocos años del nacimiento de Max (que era el hijo mayor), más tarde como diputado prusiano y miembro del Parla mento alemán. Se puede decir, pues, que el padre de Weber prosperó en Berlín. Fue muy amigo de Treitschke, uno de los intelectuales de mayor influencia, pane girista de la política de Bismarck. Vivieron en Charlottenburg, uno de los suburbios más elegantes de Berlín, en un ambiente lujoso, propio de un político de la exi tosa élite nacional liberal bismarckiana. Hubo en casa de su padre reuniones con intelectuales de nota con los cuales el padre de Weber dialogaba en plano de igual dad. Sin embargo, éste vino a representar a los ojos de su hijo, cada vez más, el tipo de político hedonista en absoluta equiescencia con el statu quo que en su casa mandaba con un patriarcalismo despótico que en cierta manera compensaba su frustración en el plano público. En contraste con ello, la madre de Weber, Helene Fallenstein, es un ejemplo de la religiosidad y de la piedad pied ad prot pr otes estan tante te que produ pro dujo jo esa carac car acter teríst ística ica aver sión a lo sexual y lo vital casi absoluta y que ella acos tumbraba a justificar por una experiencia desafortu nada de su juventud. La madre de Max Weber era casi el envés del padre. Una persona culta, reprimida, libe ral, procedente de una familia de creencias protestan tes profundamente arraigadas, de maestros y de peque ños funcionarios de profundas convicciones democráti Weber de carne y hueso hueso
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cas a las que se mantuvieron fieles, como vemos en otros sectores de la familia como los Baumgarten. Max Weber, el sociólogo, mantuvo una correspondencia con su madre muy continuada e intensa y a trechos increí blemente erudit eru ditaa hasta ha sta su muerte mue rte un año antes ante s de la del sociólogo. La madre de Weber fue una persona con preocupaciones huma hu manit nitaria ariass por po r los los obreros obrero s berline ber lineses que contrastaba con el desapego de su padre por los problemas sociales y su sumisión a las «razones de Estado». La madre de Weber vivió dedicada a sus hijos. El distanciamiento entre los padres fue bastante 'evidente; desde temprana edad, a Max no se le pudo escapar la mala relación entre ellos. Algo interesante de señalar es la importancia de ser hijo mayor y en cierta manera —como testimonia la correspondencia confidente de su madre— en quien ésta descargaba la frustración de una relación conyugal que funcionaba mal y también una cierta responsabilidad respecto a sus hermanos (entre los cuales por cierto se hallaba Alfred que luego fue un distinguido sociólogo de la cultura). Las desavenencias entre los padres obligaron al niño Max, desde muy pronto, a tener que elegir entre ambos. Su elección, y no sorprendentemente, fue en primer lugar por su padre y su ética de éxito que representaba la virilidad de Alemania frente a la ética de conciencia de su madre, a la que no consiguió entender hasta después del período de mayor intimidad con la familia materna durante su servicio militar en Estrasburgo. Weber fue un niño enfermizo que padeció una meningitis cuya convalecencia, podríamos decir, fue prolongada por el excesivo cuidado de su madre con quien tuvo una relación claramente edípica. Fue un niño erudito, un ávido lector precoz que escribía ensayos históricos a los trece años y que se había leído a los clásicos tanto romanos y griegos como a los propios alemanes, como Goethe, para compensarse de la frustración de una enseñanza formal que le resultaba a la vez que fácil poco inteligente. Es también notable que sus biógrafos señalen sus preferencias por las novelas históriWeber de carne y hueso
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cas de Walter Scott cuyos protagonistas vendrán a re pre p rese sent ntar ar los héroes héro es que Weber a dm irar ir aráá toda su vida. Fue desde su temprana niñez muy crítico de su propio mundo infantil y muy consciente, tanto de las debilida des de la escuela como de las trampas de la familia victoriana típica que era su propia familia. La impresión que conservaron sus profesores de él fue más bien des favorable; como un niño mimado, rebelde y respondón, y con poca vida física que compensase una vida intelec tual desmesurada. La primera elección a favor de su padr pa dree se refle re fleja ja en algunos de sus ensayos juveniles en Reaí politik ik bislos que, con ingenua traslación de la Reaípolit marckiana, marckian a, critica a Cicer Cicerón ón por su falta de energí energíaa y por no haber ejercido la fuerza contra el rebelde Catilina. A los dieciocho años, en pleno período de identifi cación con su padre, Max Weber inicia sus estudios de derecho en la universidad de Heidelberg, una universi dad que en esos años era en Alemania comparable en prestig pres tigio io a la de Berlín. En este períod per íodo o inicial de iden ide n tificación con su padre ingresa en las fraternidades de duelos tan comunes en las universidades alemanas de su tiempo. Practica esgrima e intenta incluso destacarse atléticamente, lo cual nunca logrará del todo. El niño enclenque y de biblioteca que había salido de la casa pater pa terna na,, se convierte, según los que lo recuer rec uerda dan n en tonces, en un hombre robusto y macizo al que no le falta la típica cicatriz del duelista. Sin embargo, a los diecinueve años, a raíz de que tiene que ir a hacer su servicio militar como oficial de complemento en la plaza de Estrasburgo, toma contac to con los Baumgarten; familia por parte de su madre ya que Ida Fallenstein estaba casada con Hermán Baum garten que era profesor de historia en la universidad de Estrasburgo. Este período, en el que Weber alterna la vida intelectual con lo que él llamó «la estupidez animal de la vida militar» (a la que por otra parte, muy weberianamente, justifica en sus funciones) es crucial en su vida. Pues la familia de los Baumgarten vino a constituir un antimodelo de lo que era su propia fami lia; un algo distinto que contraponer al quebrado am Weber de carne y hueso
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biente bient e familia fam iliarr de su casa cas a pater pa terna. na. Pues en muchos sentidos el matrimonio de Hermán Baumgarten y su esposa Ida eran la antítesis de lo que representaba su casa. Hermán Baumgarten era un historiador liberal que con un pequeño grupo conservaba muy alto el es píri pí ritu tu del 48 de los patr pa trio iota tass liberales libera les burgueses burg ueses y se oponía, por lo menos íntimamente, a la evolución de la Alemania guillermina hasta el punto de renunciar a toda particip part icipació ación n política. Por o tra tr a part pa rtee su esposa Ida Id a es la que hizo comprender a Weber la ascética y la creencia evangélica de su madre y también la que le interesó por po r prim pr imer eraa vez vez en la religión, interés inte rés que sería ser ía desdes pués una de las preocupaciones preocupac iones intelectuales intele ctuales perm pe rman anenentes de Weber. La elección que había hecho entre sus padres pad res a favor de su padre pad re tambale tam baleaa en el período perío do de Estrasburgo. Se inicia entonces una tensión interna que no conseguirá resolver en el largo período que va de 1886 a 1892, lapso en el que tiene que vivir en casa de su padre, pad re, dependiend depend iendo o económicament econó micamentee de quien rechaza cada vez más. La importancia que tuvieron los Baumgarten y en particular su tía Ida se refleja en esta carta escrita a raíz de la muerte de su tía: Si dijera que tu madre fue una segunda madre para mí —le escribe a su prima Emmy— tú sabrías entonces, queridísima amiga, mejor que nadie, lo verdaderamente cierto que es esto. Me siento totalmente incapaz de sustraer de mi vida las profundas impresiones e influencias morales que, para la formación de mi personalidad, recibí en tu casa con todas sus consecuencias, sin ver que todo lo que es querido y elevado de mi mi vida com comienza a tambalears tambalearsee El que que haya otras cosas y tareas aparte del cumplimiento del deber en la profesión externa del hombre, lo aprendí a distinguir vagamente bajo el impacto de la personalidad de tu madre, y sólo lo comprendí del todo más tarde, cuando se me abrieron los ojos dentro de mi propio círculo familiar. Por otra parte, durante este período, Max Weber mantuvo una relación amorosa platónica con su prima Weber de carne y hueso
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Emmy, que era una persona muy delicada psíquica y físicamente y que continuó con el mismo carácter has ta su casamiento con Marianne pocos años después. Uno de los aspectos más notables del impacto de la relación con su madre y su aversión sexual es, según constancia que dejó en su biografía su esposa, que We ber be r se mantuv man tuvo o casto ca sto dura du rant ntee todo el período perí odo de Heieidelberg. A los veinte años Max Weber regresa a Berlín para continuar sus estudios en la universidad, hecho en el que influyó sin duda la decisión de su padre de sus traerlo a la encontrada influencia de los Baumgarten. Permaneció en la casa paterna, encontrando en el tra bajo ba jo compulsivo la forma for ma de esca es capa parr a la tensión tensi ón de la elección entre sus padres, tensión de la que no se libe ró hasta la gran crisis psíquica de 1897. De lo que sig nificaba el trabajo para Weber como escapismo psico lógico queda buena constancia en esta carta: Cuando finalmente llegué a una armonía interior (a través del matrimonio) después de largos años de profund profundaa ago agonía, ía, tenía tenía una una profun profunda da depr depres esió ión. n. Esto sto no le ha sucedido a mi mente porque, por medio de un trabajo continuo, no he dejado descansar mi sis tema nervioso ni mi cerebro. Aparte de la necesidad natural de trabajar, no me siento inclinado a permi tirme una pausa significativa en mi trabajo; pienso que mientras no esté seguro de que ha pasado la eta pa de conv conval alec ecen enci ciaa no pued puedo o arriesga arriesgarme rme a transfor mar la serenidad presente —que disfruto con el sen timiento de una felicidad nueva— en relajación. Weber se casó en 1893 con Marianne Schnitger que era prima por parte de su padre. En la etapa berlinesa fue profesor interino en la universidad de Berlín. Con vertido en un Hércules de la erudición ganó también las oposiciones estatales a la carrera de abogado que entonces se exigían. En ese período es en el que la ten sión de Weber llega a su máximo al sentir sobre sus espaldas la presión familiar, cuando su madre desearWeber de carne y hueso
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YVeber en Lauenstein.
Weber de carne y hueso
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ga sobre su hijo mayor las infelicidades y las injusticias de una vida familiar patriarcal y despótica. Esta ten sión entre los aspectos paterno y materno es una duali dad que llevará toda su vida dentro de sí y que se reflejará en su producción intelectual. En cierta ma nera Weber pensará en su patria como si fuese su pro pia familia, intenta inte ntand ndo o liberar libe rarla la por po r el camino de la libertad contra el despotismo del Kaiser que vería re flejado en el despotismo de su padre. Su lucha por el equilibrio familiar es vivida como una lucha nacional. Los años previos a 1893 en que sale de la casa pater no para casarse son quizás los años más amargos de la tortuosa vida íntima de Max Weber. Recordemos que había sido traído de vuelta a casa de sus padres, en Berlín, merced a la presión de su padre. Tiene que vivir en Berlín dependiendo económicamente de éste y te niendo que soportar su autoridad. Uno de los rasgos más notorios de la neurosis de Weber es su incapacidad para pa ra acep ac epta tarr las dos unidades unida des de afecto, padr pa dree y madre. madre . Es ésta una de las características de los hijos enfermos de matrimonios erosionados. Solamente los sanos son'capaces de tomar a ambos padres como lo que son; los enfermos como Max Weber sienten que tienen que ele gir entre uno u otro trabando así su propia vida. Du rante este período, Weber pasa por las obligaciones for males de ingresar en el cuerpo de abogados, hacer la te sis postdoctoral y otros informes académicos; su pro ducción se centra sobre todo, en el estudio de Alemania y concretamente de la Alemania del Este. Prusia repre sentaba el establishment de de la Alemania de aquel enton ces, los junquers, los terratenientes, que él identifica con su padre. Tan fuerte es la presión de sus propios conflictos psíquicos sobre sus análisis sociológicos que llega, al escribir acerca de los campesinos de la Alema nia del Este, a la conclusión totalmente equivocada para pa ra un hombre hom bre de su formación, que la razón de su emigración no eran las condiciones económicas (noto riamente inocuas) sino el ansia de libertad de los hijos de los campesinos. Es un caso claro en que a través de Weber de carne y hueso
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fallos de un análisis se filtra un factor emocional del autor. Es evidente que la casa de sus padres en Charlotten burgo repres rep resen entab tabaa para pa ra él una verda ve rdader deraa cárcel de la que quería huir mediante la conquista de la libertad a la que se refería en sus estudios sobre los campesinos. El camino de la libertad de su propia historia indi vidual lo busca a través de su matrimonio con Marianne que se celebrará en 1893 y que será seguido luego por po r su trasla tra slado do a Friburgo Frib urgo donde había hab ía ganado una cátedra de economía. Pero no es un camino de rosas puesto puest o que Weber se va a llenar llen ar de culpabilidades culpabilid ades por no haber sabido enfrentar a su padre en defensa de su madre, por romper su antigua relación platónica con su prima prim a Emmy y aun a un con Marianne su esposa, por po r habe ha ber r la obligado a romper con un novio anterior para casar se con él. La carta de declaración de Weber a su esposa refleja toda la represión libidinal que viene arrastrando desde su niñez. Aunque estusiástica no deja de tener ribetes depresivos: Iq
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El rítmico oleaje de las pasiones alcanza gran altura —l —le escr escrib ibee Weber a Maria arian nne— ne— y a nuestro nuestro alrede alrede dor todo está oscuro —ven conmigo camarada de ele vado espíritu, sal del puerto tranquilo de la resigna ción hacia alta mar donde los hombres se forman en la lucha de las almas y el pasado se aleja de ellos... Pero reflexiona: en la mente y en el el corazón del del mari mari nero debe haber claridad cuando todo está ardiendo bajo bajo él. No pode podem mos tolerar tolerar ning ningun unaa capi capitu tula lació ción n fan fan tástica ante las maneras, oscuras y místicas, de nues tras almas pues cuando el sentimiento se subleva debes encadenarlo para poder gobernar la nave con sobriedad. Es evidente que Weber no había podido soltar la pesada ancla de culpabilidad culp abilidad que cargar car garaa en u n solo bloque con la de su madre, ma dre, su prima prim a y su propia pro pia esposa. Sobre todo su madre que se convierte en una especie de madre-dios masculino y femenino al mismo tiempo. Weber de carne y hueso
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Todas esas tensiones aparecen en los informes y te sis de la producción intelectual de Weber de ese tiempo y patentizan la lucha interna dramática entre la ética del deber y la ética de la libertad y la rebelión. Pocos tramos de una obra de creación intelectual pueden mos trar una interconexión tan grande como la de este pe ríodo de Weber entre lo manifiesto —los análisis sobre la Alemania de su tiempo— y lo latente —su propia y agónica biografía. Su «matrimonio de camaradas» fue un matrimoniomisión más que un matrimonio de amor. Weber no pudo pu do p a rar ra r la máquin má quinaa de la evasión p o r el traba tra bajo jo y la aversión a lo sexual que le venía de su madre. Como sabrán después sus biógrafos, en realidad Max Weber no consumó nunca su matrimonio con Marianne. Llega a Friburgo tras dificultades con su padre, que intrigó con el ministro de educación para retener a We ber be r en Berlín. Sea como sea, parte pa rte para pa ra Friburgo. Este período perí odo no es casual; es el período en que se acerca más, aunque vagamente, a las ideas socialistas. Weber y Sombart se acercan a los planteamientos socialistas, aunque Sombart es más radical que Weber. Pero en definitiva ninguno de los dos podría integrarse en una corriente política e intelectual enfrentada al establishment alemán. Pues tanto Weber como Sombart estaban demasiado inmersos en él como para separarse, tal cual lo habían hecho Marx y Engels —lo recuerdan en el Manifiesto— para unirse a la otra clase, la clase anta gonista. Su posición recuerda en estos años a la del joven que se acerca a Cristo pero no puede seguirlo porque sus riquezas y su vinculación con el régimen vigente entonces en Judea no le permiten abandonarlo todo y seguirlo como Cristo le pide. En 1897 se produce la gran crisis psíquica de Weber que venía amagándose desde año atrás. Desde primeros meses del año, Weber se había trasladado a Heidelberg donde había sido nombrado catedrático. Era un lugar que le agradaba profundamente, su carrera estaba en su cénit y era considerado como uno de los mejores Weber de carne y hueso
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economistas jóvenes de Alemania. En este momento los Weber deciden invitar a su madre a pasar con los hi jos jos unos días de tranqu tra nquilid ilidad. ad. Pero el pad padre re no lo acepta. Considera que todavía tiene un cierto poderío sobre la madre. Max Weber se opone a que su padre viaje pero éste se empeña en ir también. Entonces tiene lugar en casa de Weber hijo, una violenta discusión en que éste descarga sobre su padre toda la ira reprimida, la frustración y el complejo de culpa de no haber defendido a su madre cuando debía. Cree entonces que al déspota hay que enfrentarlo y lo echa de su casa. El padre de Weber fallec fallecee siete meses meses después de una hemorragia gástrica y, a partir de entonces, Weber em pieza pieza a sentirse senti rse febril y amenazado. amenazado. La crisis se acelera y se convierte en una verdadera enfermedad psíquica. No puede dormir, se le paraliza parte del cuerpo, la enseñanza se convierte en una verdadera tortura. Él mismo lo ha escrito en este texto en que reconoce que tiene que parar la máquina: Esta enfermedad tiene sus compensaciones. Ha vuelto a abrir en mí el lado humano de la vida, que mi madre solía encontrar a faltar. Y lo ha puesto al descubierto en un grado hasta ahora desconocido para mí. Podía aclarar, con Georg Gabriel Borkman que «me ha liberado una mano de hierro». Antes, mi condición morbosa se expresaba a través de una dedicación frenética al trabajo científico, el cual me parecía un talismán... Ahora lo veo con toda claridad. Sé que enfermo o sano, nunca volveré a ser el mismo. Ha desaparecido para siempre la necesidad de sentirme abrumado de trabajo. Ahora mi máximo deseo es vivir mi vida humanamente y dar a mi amor tanta felicidad como pueda. No creo estar en peores condiciones para enfrentarme a mi tormento interior, naturalmente teniendo en cuenta siempre mi condición, la cual, en todo caso, requerirá mucho tiempo y reposo para mejorar de modo permanente. Evidentemente, como ha escrito up comentarista, la naturaleza tanto tiempo violentada toma su venganza. Weber de carne y hueso
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La sumisión somática practicada desde su niñez resul ta ya insoportable y Weber en cierta manera hace una regresión a la infancia en la que su esposa Marianne cumple la labor de cuidar del niño enfermo, labor que antes cumpliera su madre. En el plano externo, su enfermedad psíquica de We ber be r es tra tr a tad ta d a como se trat tr atab abaa la de un académico de clase alta. Se le da un permiso para no enseñar aunque se le pagan todos sus sueldos; finalmente se le sustitui rá en la cátedra manteniéndole igualmente todos sus haberes. Hace viajes a Venecia, Córcega, Roma, Suiza. Pero no puede leer una línea del campo de su especia lidad. Pasa un tiempo en una institución psiquiátrica donde establece algunas amistades con otros enfermos y donde aparece en él también la tentación del suicidio, tentación que recubre de consideraciones morales. El proceso de la crisis de Weber es un proceso desi gual que tiene diversas recaídas. En 1902, cinco años después de su inicio, empieza a recuperarse y puede leer algún artículo de su especialidad. Lee entonces algunas de las obras de Simmel que más le interesa ban. Se repone repo ne lentamente lenta mente.. Lo que no puede hace ha cerr es reintegrarse a la cátedra pues es eso, precisamente, lo que le produce mayores resistencias psico-físicas. En 1904, ya en trance de franca recuperación, We ber be r hace el viaje de tres meses por los Estados Estad os Unido Unidoss que ha sido tan exagerado por los sociólogos nortéame ricanos. Weber no escribió en los Estados Unidos Lu Lu Ética protestante sino que hizo únicamente algunos re toques y recogió algunas citas que obtuvo en la biblio teca de la Universidad de Columbia. Su buena disposi ción hacia los Estados Unidos, al que consideraba «un pueblo maravilloso» maravilloso» a pesa pe sarr de todas sus equivocacio equivocacio nes, parte de una predisposición ciertamente anticipa da. En ese viaje, además de estar en la exposición de Saint Louis, estuvo en Chicago, Oklahoma, Nueva Or leans, Carolina del Norte, Virginia, Filadelfia, Washing ton, Baltimore y Boston. Ciertamente, Weber vio las lacras de la sociedad americana, particularmente el ra Weber de carne car ne y hueso hueso
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cismo y el malgaste de bienes que serían tan evidentes en años posteriores. Pero contempló los USA con ojos de patriota alemán. Vio en los Estados Unidos la erupción de una gran nación, cosa que no acababa de ver en su propio país. USA para Weber significó lo que había significado Inglaterra para los liberales in gleses de anteriores generaciones de alemanes: el país que había sabido oponer la democracia a la burocracia; io que, como sabemos, era la preocupación capital de Weber. De retorno a Alemania, va incrementando su vida intelectual y su interés político. Incluso a raíz del estallido de la revolución rusa se pone a estudiar ruso y publica un trabajo sobre ella viciado por su caracte rística rusofobia. Pero, a pesar de que ha retomado totalmente su trabajo con la pluma, no se siente capaz de enseñar. Eso sí, está plenamente envuelto en política universitaria y defiende con su habitual impetuosidad a los colegas perjudicados por las injusticias del siste ma académico alemán como el socialdemócrata Michels y el judío Simmel. En 1908 realiza un estudio de la fá brica de lino lino de su abuelo en Westfalia con la intención de estudiar la psicología industrial bien en línea con sus preocupaciones teóricas. De 1906 a 1910 su casa es el centro de intensas dis cusiones intelectuales. Hay entre sus muchos asisten tes figuras destacadas como su íntimo amigo Simmel o el médico, luego devenido filósofo existencial, Jas pers, que tanto tan to influiría infl uiría en la obra ob ra y en la ideolog ideología ía en sus últimos años. También encontramos entre los asistentes al círculo de los Weber en Heidelberg al que luego sería famoso filósofo comunista húngaro Georg Lukács que haría años después una de las críticas más fuertes de la doctrina weberiana. Su actividad va creciendo y en 1908, junto con Som bar b artt y Jaffe, funda la Sociedad Socioló Sociológica gica Alemana Alemana y emprende diversos compromisos editoriales alguno de los cuales aparecerían después de su muerte integrando su obra fundamental Economía y Sociedad. Sociedad. Weber de carne y hueso
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Al estallar la guerra mundial, Weber todavía es ca paz de un entusias entu siasmo mo adolescente, patrióti pa triótico; co; la llama la «guerra grande y maravillosa». En esa guerra se hace cargo de la administración de hospitales militares en los cuales, a pesar de sus ideas sobre la burocracia, o quizás por ellas, opta por fomentar una burocracia efi ciente. Pero a medida de que la guerra va yendo peor para par a Alemania Alemania se convierte en un profet pro fetaa de la catá ca tás s trofe; hace gestiones oficiales en Berlín, en Viena y Budapest y acaba convencido del sesgo equivocado de la guerra y de la necesidad de encontrar un fin hono rable a la misma. En 1918, tras diecinueve años de ausencia de la cá tedra, da un curso de verano en la universidad de Vie na en el que expone su sociología de la religión bajo el interesante título de Una crítica positiva a la concep ción materialista de la historia. Sin embargo, las clases las da con grandes dificultades y padece angustia e in somnio que solamente puede calmar con sedantes. En el aspecto externo, sus clases constituyen un ver dadero acontecimiento por lo que hay que usar la mayor aula disponible. Asisten enorme cantidad de alumnos y gran parte de sus propios colegas. Weber se ha convertido en una figura intelectual nacional. Se le ofrecen toda clase de cargos una vez que se ha pronunciado por la república e incluso es admirado por po r los los jóvenes por po r su independenc indepe ndencia ia y su c arác ar ácte terr re re belde. Finalmente Finalme nte acepta ace pta una un a cáted cá tedra ra en la universid univ ersidad ad de Munich, de la que era rector su buen amigo Brentano, y da allí sus últimas lecciones que son luego pu genera ral. l. blicadas bajo ba jo el título títu lo de Historia económica gene En 1920, fallece a consecuencia de una neumonía a la temprana edad de 56 años dejando la mayor parte de su obra inacabada. Estos son los datos externos de la última etapa de la vida de Weber. Sin embargo, desde la tremenda crisis psíquica de 1897 se había hab ía ido convirtie con virtiendo ndo en un hom ho m bre diferente. difere nte. Su nacionalismo se torn to rnaa desespera dese sperado do y se hace más pesimista. La ineluctabilidad de la raciona lidad de Occidente es contemplada cada vez más como Weber de carne y hueso
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El mundo de VVeber fue casi en su totalidad un mundo «coronado». Eos reyes de Europa en 1910.
Bismarck, pa p a d re de la
Realpolitik. Weber de carne y hueso
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una decadencia inevitable. Tanto o más en sus aspectos negativos que en sus aspectos positivos. Su distanciamiento de la política es cada vez mayor y aumenta su introspección. Incluso uno de los aspectos más abstrusos de su producción, como son los artículos de meto dología, que publica por esos años participando en las activas polémicas metodológicas de su tiempo, pueden ser contemplados a la luz de su propio biografía. La idea de la neutralidad valorativa que predomina en todos ellos puede interpretarse, según Mitzman, como un in tento de eliminación de todos los restos de culpabili dad parricida que le habían llevado a la catástrofe psí quica. Pues de esta manera no tiene, como científico, que enfrentarse con la política de los junkes que representaban, en el ámbito interno, a su propio padre. Aparte de interpretaciones tan arriesgadas, aunque posibles, posibles, hay elementos suficientes en documentos documento s y en confesiones personales para sostener que se va produ ciendo un cambio vital en Weber el cual va saliendo de la «mano de hierro», de la ascética del trabajo, para ceder a los impulsos sexuales que habían sido frenados por po r la herencia here ncia ascética mater ma terna. na. La progresiva progr esiva libera libe ra ción de Weber en ese sentido le lleva a sostener rela ciones extramaritales con una joven de Heidelberg des de 1914 hasta su muerte. Por otro lado contempla con interés la revolución contracultural que aparece poco antes de la primera guerra europea en la propia ciudad de Heidelberg. Efectivamente, una ola de bohemia in vade entonces Europa y en particular la vieja ciudad alemana. Incluso su mujer Marianne participa de los incipientes movimientos feministas. Pero la actitud de Weber ante todos los fenómenos existenciales es toda vía muy ambivalente. Acepta el feminismo en cuanto supone la liberación del autoritarismo, pero no el ero tismo en sí al que considera como «la rendición de la ética al impulso» y que le resulta inaceptable. Es por aquel entonces, precisamente, que un discípulo de Freud aparece en Heidelberg y tiene gran éxito entre el círculo de amigos de Weber, quienes estaban afecta dos por muchos problemas personales. La reacción de Weber de carne ca rne y hueso hueso
Weber ante ese protofreudismo es demasiado violenta para pa ra no ser se r sospechosa. sospechosa. Reacciona Reacciona contra co ntra esos anticianti ci pos de Freud Freu d como si fuesen a fomenta fom entarr una un a vida relarela jada. Teniendo en cuenta cue nta los los propios problemas problem as sexuales de los Weber recuerda mucho un mecanismo de defensa del yo; como si Weber estuviese defendiendo su superego sobre el reprimido ello. En verdad, la hostilidad de Weber a una ética del placer, a pesar de suí alegatos, se va debilitando. Es interesante recordar la carta que le escribe We ber be r a este discípulo de Freud cuando presen pre sentó tó un manuscrito para publicar en el Archiv Archiv y que Weber rechazó: ’ Todas las éticas, cualesquiera que sea su contenido material, se pueden dividir en dos grandes grupos. Una exige al hombre demandas que por lo general no es capaz de cumplir, excepto en los momentos cum bres bres de su existe isten ncia cia, y que dirig irigen en su esfu esfueerzo rzo hacia el infinito: la ética ética del héroe. La otr ot ra es lo sufisuficientemente modesta para aceptar la naturaleza normal de cada cada uno como máxima exigencia: exigencia: ética ética de la mayoría. Creo que sólo la primera categoría, la ética del héroe, puede llamarse idealismo, y a esta categoría pert perten enec ecee la étic éticaa del viejo iejo,, inqu inqueb ebra rant ntab able le cristi cristiani anissmo, y la ética kantiana... Pero, en cuanto que la «ética psiquiát psiquiátrica rica» » sólo exig exige: e: «admite lo que eres», eres», lo Weber de carne y hueso
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que has deseado, realmente no formula ninguna de manda nueva de naturaleza ética. El confesor y el ministro de viejo estilo no tenían otra misión de he cho... que precisamente ésta; en la terapia freudiana ésta es una cuestión de remozamiento de la confe sión —con una técnica algo distinta—. Sólo que la meta aquí es todavía menos ética que en el caso de la vieja indulgencia A pesar de estas invectivas, hay que reconocer que la hostilidad de Weber a una ética del placer se ablan da. Ello se muestra en el creciente interés de los últi mos años de su vida por el carisma como una ética dis tinta de la ascética calvinista. Es entonces que entran en el centro de su interés los nuevos dioses del carisma: Tolstoi, Nietzsche, George. También en la última etapa de su vida se amplían sus experiencias a otros círculos. En Italia conoce a grupos de bohemios marginados que forman comunidades de anarquistas, comunistas, vege tarianos o freudianos. Su actitud hacia esos grupos es compasiva e incluso a algunos de sus miembros les pres pr esta ta ayuda legal legal y personal pers onal cuando encue en cuentr ntran an difi cultades con el régimen alemán legal y político. En 1914 ve conexiones entre el misticismo de Tolstoi y el mun do erótico. Este Weber, que todavía no ha superado sus bloqueos psíquicos, dominado p or los sentimient sentim ientos os de caballero caballe ro sidad y compasión, es un caballero aristócrata que se plan pl anta ta cont co ntra ra un sistema, sistem a, el sistema sistem a político guillermiguillermino, que considera inepto y suicida. Su actitud indepen diente ejerce una enorme atracción entre los jóvenes que buscan en él al hombre mucho más que al mensa je, mensaje men saje que apenas apen as compren com prenden den porq po rque ue es tan ta n dis dis tinto y procede de un solitario. En los últimos años de su vida Weber morirá rodeado de prestigio en los sectores revolucionarios y juveniles que aunque no par ticipaban de sus ideas vieron su magnitud como hom-* hre.
Weber de carne y hueso
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Weber o el intelectual político
Se ha dicho muchas veces que Weber fue sobre todo un animal político, un hombre lleno de pasión política: que sus preocupaciones fundamentales fueron políticas antes que intelectuales. Esto es cierto pero, sin embar go, no es suficiente. Porque, ¿qué clase de pasión po lítica era la de Weber? ¿Era la pasión política del ad ministrador, del político profesional, del político hono rífico, del buscador de prestigio? Ciertamente ninguna de ellas. La gran tarta de la praxis política es fraccionable en varias porciones destacadamente distintas. Lo que Marx Weber fue inequívocamente fue un intelec tual político. Se han dado muchas y contradictorias definiciones del intelectual. Para algunos, especialmente en el mundo comunista, es todo trabajador no manual, para otros, es el titulado universitario, para otros aún, es funda mentalmente el literato. Pero, ¿cómo se puede aplicar esto a los intelectuales ágrafos de las tribus detectados por po r los antropólogos? antropó logos? Para Pa ra un sector sec tor muy grande gran de de los mismos intelectuales sólo son intelectuales aquellos que siguen la tradición ética de la izquierda, aquellos es critores que como ha dicho el novelista mexicano Car los Fuentes, son enemigos natos del sistema, impagables porta po rtado dore ress del desorden, desor den, etern ete rnos os descontento desco ntentos. s. Ésta És ta se ría la función que cumple el escritor. Sin embargo, los pocos investigadores empíricos como Wright Mills que han trabajado el mundo del intelectual, sostienen que no hay correlación alguna entre el radicalismo político y la creación cultural. O di Weber o el el intelectual intelectu al político político
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cho de otra manera: que hay intelectuales de derechas y de izquierdas, conservadores y revolucionarios. Los intelectuales políticos son una especialidad de intelec tuales: «los «los especialista especi alistass en símbolos y estados esta dos de la conciencia política». Lo que Althusser llamará «profe sionales de la ideología». Del amplio grupo de los intelectuales se separan pues los no creado cre adores res,, los técnicos mentale men tales, s, la amplia capa de lo que los rusos llaman la inteligentzia, o sea ilos obreros intelectuales, por último los intelectuales ar tistas en cuya ideología, tan cierta como la de los inte lectuales políticos, se mezclan otros factores —un cier to pathos estético— que no es tan coherentemente polí tico como el de los ideólogos. Entre los intelectuales políticos los hay que no escri ben, como pueden pued en ser se r los conseje con sejeros, ros, desde las socieda des anónimas hasta los casinos de pueblo, los opinadores, los escritores anónimos. Los más claros de todos ellos son los que tienen producción escrita, a los que a veces en habla castellana se les llama «publicistas». Weber es uno de estos últimos. ¿Cuál es el poder de los intelectuales, de los ideólo gos? Comte sostuvo siempre que los creadores intelec tuales forman el poder espiritual; son los autores de creencias y de valores. Por otro lado los teóricos con servadores como Tocqueville y Burke desconfiaron de ellos como uno de los elementos cruciales que fomenta ron la Revolución Francesa. Para Shils o para Althus ser el hombre es un animal ideológico. Es absolutamen te falso que existan en la acción humana hechos sepa rados de las ideas. Los hechos del hombre son orienta dos por imágenes y de ahí el poder de los que constru yen esas imágenes, los mapas totales de la situación. Ellos son lo que el economista norteamericano Boulding llama los image-makers, los hacedores de imáge nes. Son aquellos que hacen los argumentos de las di versas guerras en que los soldados de la acción social partic pa rticipa ipan n sin darse da rse cuenta. cuenta . Este poder de construcción de imágenes no ha esta do siempre en las mismas manos; a veces lo han tenido Weber o el el intelectua in telectuall político
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W'eber en 1919
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los magos, a veces los clérigos, a veces los filósofos, pero pe ro nunca nunc a ha sido despreciable desprec iable porque porq ue el mundo de la acción social y política lo necesita. Necesita del ré gimen establecido, de la «legitimación simbólica» y de los revolucionarios de la utopía en el sentido intencio nal que ha dado a esta palabra el sociólogo Horkheimer: la anticipación de una alternati alte rnativa va a la situación presente. presen te. Incluso Inc luso se da entr en tree los conservadore conse rvadoress los cua les lo único que hacen es desplazar la utopía a un plano moral de reforma individual como a veces lo intentó Weber en su etapa más conservadora. Son ideologías tanto las mentalidades difusas de los primitivos, prim itivos, que no tienen intelectuales intelectua les conocidos que firmen, como no firmaron los arquitectos de las cate drales, como las ideologías intelectualmente firmadas y expresas de nuestra sociedad industrial. En muchos sentidos, es estéril la batalla de las in terpretaciones espiritualistas y materialistas de la di námica histórica. Hay siempre una infraestructura eco nómica y social condicionando la superestructura pero ello solamente como dijera Engels en su carta a Bloch «en último término»; en medio queda una relación muy compleja, queda un tramado que es en el que se desen vuelve el intelectual. Por eso el teórico comunista ita liano Antonio Gramsci, que ha sido uno de los mejores estudiosos de la intelectualidad, ha escrito que la rela ción entre los intelectuales y el mundo de la producción no es inmediata, como ocurre en los grupos socia les fundamentales, sino que es mediata, aunque en gra do diverso, a través de todo el tejido superestructural del que los intelectuales son funcionarios. Esto es una interpretación mucho más sutil que la combativa que tuvieron que sostener, por razones de polémica inme diata, Marx y Engels en sus panfletos políticos. Pero hay más. Las ideologías no son únicas. No hay una ideo logía de los dominadores frente a la ideología de los dominados. Porque la sociedad se divide en diversas clases y grupos sociales, cada uno de los cuales tiene una ideología. Como han señalado autores como Althusser y Poulantzas, muchas veces algunas de las fraccio Weber o el intelectual político
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nes del sistema social, como el sistema educativo, se convierten en refugio de ideas e ideólogos que están en desacuerdo con la mayoría del establishment. Esta opinión es bastante coincidente con la idea del estrato intersticial de Mannheim pero este estrato intersticial no tiene el sentido autoencomiástico que tenía en la obra de Mannheim, o en los epígonos de Mannheim, en el sentido de que los intelectuales son superiores al resto de los grupos sociales. Esas fracciones de la in telectualidad constituyen verdaderos grupos ideológi cos primarios, como familias. En este sentido, Max We ber es también tamb ién un buen ejemplo porque porq ue fue un ideólo ideólogo go desde un estrato intersticial con su grupo ideológico primario, primar io, su círculo y sus marcos de referencia, que a veces estuvieron de acuerdo, y otras veces no, con el régimen dominante en la Alemania de su tiempo. Los intelectuales son uno de los estratos sociales más discutidos. Para algunos, son los típicos sostene dores de los regímenes establecidos, sus racionalizadores; para otros son la lanza del cambio social. Los ideó logos conservadores, ya desde la época de la Revolución Francesa, los observan como un verdadero peligro para el orden. En Estados Unidos, donde han sido muy es tudiados, los conservadores les echan en cara su su puesta puest a hostilidad hostilida d a lo práctico, práctic o, su irreligiosidad, su anticomunismo. El fundamentalismo evangelista ele mental del pueblo norteamericano está en la base de algunas de las ideologías contraintelectuales más pode rosas de nuestro tiempo, como la teoría del fin de las ideologías según la cual a medida que se industrializa un país se van abandonando las ideologías. Sus autores, los ideólogos, serían entonces propios de períodos de transición y tienen que ser sustituidos por los exper tos... que, claro está, nada tienen que oponer al sistema. Ha habido también una versión de exportación para América Latina de la teoría del fin de las ideologías y es la llamada «rémora de los pensadores». Según ella (con absoluta prescindencia de la relación con los cen tros imperialistas) la falta de desarrollo de América Latina es debida a la existencia de los pensadores con Weber o el el intelectual in telectual político político
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sus ideas espiritualistas y aristocratizantes que se opo nen a un desarrollo industrial y progresista. Por otro lado están los que atribuyen al intelectual un papel predominante en el cambio social. Lo que Wright Mills, el máximo sociólogo contestatario nor teamericano, tomándolo de Lenin, llamó «agentes del cambio estructural». Según Mills, en base a su análisis de la revolución cultural de 1968, los intelectuales y las minorías marginales vendrían a sustituir a los obreros en la vanguardia de cambio. Para él los obreros en los países centrale cen traless se han ha n aburgu abu rguesa esado do y se han ha n identif ide ntifi i cado con el sentido burgués. Es indudable que los ideólogos, los intelectuales polí ticos, se refieren fundamentalmente a la autoridad y al poder po der político. Un sociólogo sociólogo nortea no rteamer merican icano, o, Lewi Lewiss Co ser, ha construido una tipología de las relaciones de los intelectuales políticos con el poder. Los que están en el poder como los jacobinos y los primeros bolche viques; los que son consejeros del poder como los fa bianos ingleses ingleses y el «brain-trus «bra in-trust» t» de Roosevelt; Roosevelt; los le gitimadores del poder como los ideólogos bajo Napo león y los revisionistas polacos en la época Gomulka; los críticos morales del poder como los profetas bíbli cos, los dreyfussards, los abolicionistas americanos; y por po r último últim o los utopis uto pistas tas que se a p arta ar tan n o retir re tiran an del del sistema político y aspiran a uno totalmente distinto, real o imaginario. Gramsci dividió a los intelectuales en dos grupos: los conservadores o tradicionales y los intelectuales or gánicos o revolucionarios, que ocupan su lugar en el parti pa rtido do de una clase avanzada. Más allá de exageradas loas y críticas, el intelectual político es funda fu ndame mental ntalme mente nte débil. débil. Es políticamente política mente débil porque su base social y económica lo es; porque su poca vinculación, su falta de raíz en una clase social y un grupo político, lo hacen muy endeble a los emba tes. Hay una inflación literaria del papel y del poder del intelectual. Este poder está debilitado también por su propia ca pacidad pacida d de «apresu «ap resuramie ramiento» nto» de las ideas; porque, porq ue, como Weber o el intelectual político político
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ha escrito Goldmann, «sobreestima la proximidad de la realización». Precisamente este desaparecido sociólogo francés es el que ha hecho a nuestro juicio el análisis más fino del papel del intelectual político tomando como base los jansenistas franceses del siglo pero generalizándolo a todos los demás. Porque como vio diáfanamente también el norteamericano Kadushin en sus investigaciones sobre las relaciones entre los inte lectuales y la guerra del Vietnam, no siempre el intelec tual se anticipa a la acción política. Muchas veces su toma de conciencia es posterior a la acción y en este caso tanto como cuando la anticipa, su visión tiende a ser ambigua: una un a visión visión trágica que da un sí y un no a los problemas políticos que se le echan en cara. Como ha dicho un novelista mexicano contemporá neo, lo único que le permiten al intelectual —las más de las veces— es ser un entrometido. Entonces ¿por qué se le tolera? Se le tolera porque no se pueden me dir las consecuencias difusas de lo que escribe. Lo cual es muestra tanto de su debilidad como de su potencia. El sociólogo barcelonés Pinilla de las Heras, que es tudiara con gran sagacidad el fenómeno de la frustra da revolución cultural francesa de 1968, ha contempla do también esa doble faz de la acción del intelectual en la vida pública. Pinilla señala la imposibilidad de poder pod er hacer hac er una «revolución «revolución en la generalidad», generalidad», de con seguirse una transformación estructural empezando la casa por el tejado de la ideología política o de las con cepciones culturales. Pero por otro lado está la fuerza imprecisa de su capacidad de anticipación de futuro. Hay —escribe Pinilla de las Heras sobre la ideología de la revolución cultural francesa— por un lado lado uto ut o pías y aspiraciones aspiraciones que sólo serían serían hacedera hacederass si tos se res humanos fuesen ángeles; pero hay también aquí las fuente fue ntess y la creatividad en que beberán muchos mucho s refor refo r madores durante años. Aparte de su obra científica y de sus análisis objeti vos más logrados, la producción y la vida de Max Weber encaja completamente en esa problemática del intelec tual político a que nos estamos refiriendo. En Wex
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ber b er se pulsa puls a toda esa ambigüedad ambigüe dad trágica. Porque prod pr oduc ucto to de las influencias encontra enco ntradas das del conservadurismo, liberalismo y socialismo de la Alemania de su tiempo, participa en parte de la tradición crítica de la izquierda pero otras veces es un legitimador del poder en su forma más cruda, como razón de estado, como Machstaat. Machstaat. Sin duda Max Weber creía en el poder espiritual de los intelectuales y en el de sus creencias y valores. Desconfiaba también de los intelectuales revolucionarios como lo hicieran los grandes pensadores conservadores como Tocqueville y Burke. Por otra parte Weber tendió a exagerar el papel de las ideas en la orientación de la acción en el más alto nivel teórico y también en sus análisis de la sociología de la religión. Pero Max Weber parece a veces un refugiado en el estrato intersticial; alguien con visión trágica, que dice sí y no al mismo tiempo, que ha perdido su base originaria burguesa y no encuentra un nuevo pie social en las nuevas clases proletarias o simplemente industriales. Aunque tampoco pueda encontrarlo en una aristocracia que sabe que en Alemania ha dejado de existir y nunca podrá po drá ya reinar. reina r. De ahí su desespera dese sperada da voltereta volt ereta ideológica hacia el cesarísmo bonapartista y la democracia plebiscitaria. pleb iscitaria. Weber no corresponde exactamente con ninguno de los tipos de intelectuales políticos de Coser. Pues aunque nunca estuvo en el poder —y se lo pidieron en el tramo final de su vida— fue en ocasiones consejero del poder, su legitimador; otras en cambio, fue crítico y aun a veces utopista, un utopista conservador nostálgico. No fue para Alemania de su tiempo un intelectual típicamente tradicional aunque tampoco fue un intelectual orgánico insertado en un partido de vanguardia. Los pocos contactos que tuvo con grupos de vanguardia fueron con pequeños partidos intelectuales que no pasaron de escarceos. Max Weber es la estampa misma del intelectual. Profeta tonante pero débil, sin filisteísmos respecto a su clase social pero sin perder las raíces culturales burguesas ni su dependencia económica, apresurándose Weber o el intelectua l político político
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Max YVeber. Oleo de Otto Neumann, 1920.
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siempre demasiado y sobreestimando la proximidad de la realización, aunque fuese en la catástrofe. Realmente no costaría nada situar a este burgués psíquicamente enfermo junto a las figuras trágicas de los intelectuales jansen jans enist istas as del del siglo siglo xvn xv n que magistralm magis tralmente ente enma en marrcara Goldmann. En su quehacer de intelectual se pueden encontrar también estériles apelaciones a la «revolución en la generalidad» junto a una gran capacidad de anticipación respecto a alguno de los fenómenos más aherrojantes de nuestro tiempo como la burocracia, el poder militar o el imperialismo. Una contradictoria figura de intelectual si las hay.
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Marx, Weber, Freud
Se dice que los teóricos de la famosa escuela de Frankfurt sostenían que toda la sociología puede reducirse en último término a los nombres de Marx, Weber y Freud. En cuanto a Marx ello parece indiscutible. Marx significa la radical transformación de la perspectiva social y la introducción de una dinámica revolucionaria frente a la entonces dominante sociología del orden mediante la introducción de ciertos conceptos claves como las. clases jpci jp ciai aie$ e$ y la lucha de clases que para p ara Marx arx son el nudo cardinal de la historia según estampó en la prim pr imera era página del «M «Mani anifie fiesto» sto».. La distinción distinci ón entre en tre estructura y superestructura es otro hilo conductor de su teoría social. Pues según él el modo de producción condiciona el proceso de la vida social, política y espi ritual en general. Como el mismo Marx escribió: no es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, contrario, es el ser socia sociall el que determina determ ina su conciencia. Todo esto significó un giro copernicano que hizo imposible en adelante una historia inmanente de las ideas. Y también es capital la inserción marxiana del futuro en su análisis del presente, es decir, la idea de que la sociedad capitalista, que es de la que se ocupó específicamente Marx, iba a terminar en el futuro abolida pasándose entonces del del reino de la necesidad al reino de la libertad. Porque como todo gran clásico de las ciencias sociales, Marx Marx es muchas cosas: no solamente solam ente es uno de los pilares de la teoría social contemporánea Marx, Weber, Freud
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sino que su obra contiene también una concepción del hombre y una moral. Una moral que es de rechazo del sistema que analiza, a diferencia de lo que hicieron los economistas ingleses clásicos o los funcionalistas americanos que encontraban que la sociedad que analizaban era el mejor de los mundos posibles. El sistema social de Marx termina pues con una utopía que es una anticipación del futuro en el que la sociedad capitalista, injusta e inmoral, desaparece y es sustituida por la sociedad socialista. Tampoco es discutible la importancia de Freud. (De jemos apar ap arte te su endeble teoría teo ría social y antropológi antro pológica ca llena de un psicologismo o un solipsismo trasnochado en el que lo social se desarrolla dentro de lo psicológico o teñido de elementos evolucionistas y funcionalistas completamente inadmisibles hoy.) Lo importante de Freud es que, al igual que Marx, descubre una nueva porción de la realida rea lidad d humana hum ana.. Porque Porq ue Freu Fr eud d llevó a cabo una tercera revolución después de la de Copémico y Darwin al descubrir que el hombre no es ni siquiera dueño de su propia casa, como él mismo escribió. El umbral cruzado por Freud tiene su hito más notorio, en prim pr imer er lugar, en el descub des cubrim rimien iento to de la sexualidad infantil; el hecho de reconocer que el sexo es importante en el ser humano desde la infancia y que el niño no es el ángel de la literatura piadosa sino como él mismo dijo «polimórficamente perverso». Otra revolución freudiana es reducir la distinción entre lo normal y lo anormal, de cualitativa, como había sido en la literatura tradicional, a cuantitativa, a una mera cuestión de grado. En el camino de su análisis, Freud encontró también el inconsciente, descubrió que lo psíquico no termina en lo consciente. Su concentración en el sexo como causa sigue la misma táctica que habían seguido Marx y Engels de concentrarse en una causa importante, totalmente abandonada, como estrategia de investigación y llamado propagandístico para su estudio. La influencia de todos estos conceptos freudianos en las ciencias sociales es innegable. Las ideas del yo, del superyo y del ego, las tipologías libidinales y, en lo Marx, Weber, Freud Fre ud
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metodológico, la importancia de la entrevista en profundidad y el método de casos y de historias de vidas junt ju nto o a los otros otr os aspectos aspe ctos del investigado, están es tán incorinc or porados pora dos a las ciencias ciencias sociales merced a Freud. En el campo de la sociología del conocimiento, la distinción entre un mundo manifiesto y un mundo latente, hará de Freud, junto con Marx, uno de los «dos grandes maestros de la sospecha», de la desconfianza de las realidades de fachada. Es dable señalar que en la sociología de la familia, Freud coloca su utilización de los problemas probl emas sexuales en el cent ce ntro ro de la formación de la psique psiq ue humana. Freud, desde luego, no se quedó en el mero análisis sino que desde el punto de vista de sus valores y de su prof pr ofund undo o human hu manism ismo o int i nten entó tó también tam bién la tran t ransfo sforma rmació ción n de la realidad; una realidad que para él se limitaba a lo individual pero que intentó transformar mediante la terapia analítica que supone partir revolucionariamente de «los motivos de la enfermedad» en vez de las causas anatómicas de lo psíquico. Pero no fue él sino «la izquierda freudiana», sus discípulos más radicales, los que saltaron de la terapia a una concepción libertaria de la sociedad. Pero ¿qué es entonces lo que hace Max Weber junto a estos dos titanes de las ciencias del hombre? Desde luego su aporte es menos claro, menos rotundo, pero no obstante bien apreciable. En primer lugar tanto o más neuróticamente que Freud o Marx, Max Weber aporta su pasión por el conocer, su obsesión por la «ratio cognoscendi». Quien no crea en la capacidad de la inteligencia para captar objetivamente la realidad que nos circunda no puede sentir nada en común con Weber. Toda su orgía de definiciones y de precisiones no tiene ningún sentido salvo para pa ra aquellos que comulgan con la pasión pasi ón intelectual. intelectua l. El mismo Weber lo escribió en cierta oportunidad: Todo ser que es incapaz de ponerse anteojos, por decirlo así. y de limitarse a la idea de que el desatino de su alma depende de la necesidad de realizar tal cirMarx, Weber, Freud
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cunstancia, y precisamente ésa, en tal lugar y en tal manuscrito, sencillamente hará mejor en abstenerse del trabajo científico. Nunca sentirá lo que puede llamarse «la experiencia vivida» de la ciencia. Sin es tas singulares tentaciones de las que se burlan quie nes permanecen extraños a la ciencia, sin esta pasión, sin esta seguridad... de saber quién es capaz de rea lizar esta conjetura, nunca poseerás esa educación del sabio. Los críticos más severos de Weber y su obra, como Mommsen, no han dudado en señalar la batalla ince sante de Weber en pro de la integridad intelectual y la objetividad científica, hasta el punto de alcanzar lo grandioso en su esfuerzo por asegurar un distanciamiento y una libertad interior en relación con los acon tecimientos políticos inmediatos. Ése es el sentido últi mo de su idea de la «neutralidad valorativa» que tan manoseada ha resultado por sus epígonos de ambos la dos del Atlántico. Esa obsesión por la objetividad, tan weberiana, sin la cual no existirá nunca verdadera cien fia t como han hecho los cia no puede aceptarse por fiat cientificistas. Por supuesto ni siquiera Weber alcanza la objetividad. Sólo lo hace en algunos de sus análisis, como en el de la nación, a pesar de ser él un naciona lista, o en su aceptación del papel central de las clases sociales, a pesar de no ser un marxista. Otra aportación importante de Weber es la signi ficación de lo político, del poder y de la burocracia, que él analiza con absoluta crudeza y sin ambajes ideoló gicos, y su inserción en el sistema social. Weber es el gran sociólogo de la política que le otorga en el sistema social, una autonomía como no lo había hecho ninguno de los sociólogos anteriores preocupados más que nada por po r la sociedad como un todo. todo. Weber es también uno de los poquísimos sociólogos que no caen en la tentación del sistematismo y de la ahistoricidad, pues, en contra de lo que sucederá en los teóricos del funcionalismo, en él se estudia la historia Marx, Weber, Freud
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W ebe r en el el lecho lecho mortu m ortu orio , 1920.
Marx, Weber, Freud
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y el sistema a la vez. La sociedad es sistema e historia al mismo tiempo. Weber conserva la llama del enciclopedismo y del saber, como Marcuse le reconocerá, en el sentido de que es sobre todo un teórico social no tentado, como los empiristas, por falsas pseudoconcreciones. Weber es un hombre universal que defiende el saber enciclo pédico co cont ntra ra lo que es tan frecue fre cuente nte en los científicos sociales: lo que Ortega y Gasset llamara el bábaro es pecialismo. pecialismo. Weber es un mar de saber como es un mar de con tradiciones, en el cual, junto a tendencias irreempla zables como su obsesión por la objetividad —base de toda ciencia—, el papel de lo político o de la fuerza de la historia, se traslucen sus emociones y prejuicios. Weber es una figura cósmica de la cual hay que sacar unas cosas y desechar otras. Fue como ha dicho uno de sus críticos un hombre que siempre defendió lo opuesto a lo que le era natural, que prefería repre sentar la opinión que le resultaba difícil, como si la prueba de la conducta moral estuviera en no escog escoger er nunca lo que correspondiera a su propia naturaleza y pudiera lograr lograrse se sin resistencia interior. Éste fue We
ber. Un Unaa figura verdad ver dadera erame mente nte patét pat étic icaa cuy cuyos os hallaz gos analíticos fueron hechos en contra de sus más pro fundas convicciones. Lo que no se puede hacer nunca con Max Weber, y lo que contradice toda su contextura intelectual, es precisamente reducirlo a una figura local, indiscutible, uniforme, como hicieron los funcionalistas, que hicieron de él un teórico de la acción social o los antimarxistas que lo convirtieron en un Marx de la burguesía. Tal cosa es forzar hasta lo inaceptable su figura. Un Weber que para seguir siendo aquel que defendía siempre lo opuesto a lo que estaba inclinado, escribirá al final de su vida que el mundo intelectual de su tiempo había sido modelado fundamentalmente por Marx y Nietzsche, dos figuras que le son en muchos sentidos contrapuestas, que están en contra de su sis tema de valores. Marx es uno de los autores de la historia y del futuMarx, Weber, Freud
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ro, una figura dura, optimista, científica, pero sin va cilaciones. En cambio Weber y Freud tienen mucho más en común. Ambos son pesimistas burgueses. El talante de la visión freudiana del mundo es muy coin cidente con la de su gran contemporáneo alemán Max Weber. El héroe de Freud, capaz de vivir sin ilusiones, se da la mano con el pesimismo heroico de Weber. El princ pr incipio ipio de la realidad reali dad de aquél aqué l con la moral mora l de la responsabilidad de éste. Ambos adoptan la misma acti tud desilusionada ante la inexorabilidad de nuestra ci vilización en su camino hacia un futuro de jaula de hie rro. Ambos, en resumen, participan de la misma visión trágica, de la misma concepción dualista del mundo, típica de fin de siglo. Como los jansenistas, que eran aristócratas o funcionarios de la corona francesa, We be b e r era er a un vástago de la burgues burg uesía ía alemana aleman a imperial imperia l y Freud un médico con clientela burguesa y con el status de referencia de la clase profesoral a la que Weber orgullosamente pertenecía. La jaula de hierro que prevén para el futuro de la humanidad no es más que la proyección de su propia jaula jau la de hierro, hierr o, de su presente, pres ente, de su propio contorno conto rno social, en la que ellos se sienten atrapados. Con figuras tan ambivalentes y geniales como Weber y Freud lo que hay que hacer es sacar de ellos lo más valioso y permanente para todos nosotros. No es justo ni útil hacer deporte con sus errores y aprovecharse de sus condicionamientos personales y sociales exhibien do sus aspectos más negativos y olvidando sus hallaz gos imperecederos.
Marx, Weber, Weber, Freud
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Máscara mortuoria.
Marx, Weber, Freud
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" Esta Estamos mos en medi medio o de de un d e s a r r o llo ll o d e l c u a l mundo no ll e g a r á a co n oc er nada nada más a l l á g-K. dividúos sistematizados". Max Weber (1B64-192Q)