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3. 4. 5. 6.
Lope de Vega. Salvador Velasco. (8.a edición). TAMBIÉN DIOS VERANEA. G. Arrighi. MAs ALLÁ DE LA NOTICIA. J. R. Lebrato. (2.a edición). HISTORIA DE MANUEL. G. Serrano. (2.a edición).
7.
IGLESIA
8. 9. 10.
CARTAS D IA RI O
11.
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PASIÓN
DE CRISTO.
MARTÍN
DE PORRES.
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ESTADO
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CONCILIO:
ANTE
EL PROBLEMA
DE LA ENSEÑANZA. Zapico.
NIETOS. Sánchez-Guerra.
ARTE
TACRO
MODERNO.
F. Arenas.
Velasco. Agotado. J. Hevia. 12. ROSA DE LIMA. Salvador Velasco. (2.a edición). 13. TOMA TU CRUZ. J. Hevia. 14. Y US UF , E L NI ÑO J UD ÍO . P. de Cuadra. D E DI OS . Jean Girou. 15. S AN TO D OM IN GO , R EV OL UC IO NA RI O 16. P AD RE L O: E L PR IM ER O BI SP O C HI NO . José M.a González. LIBRES PARA PECAR. G. Serrano. 17. 18. D IA RI O D EL R O SA RI O. V OL . n . Salvador Velasco. 19. ¿DÓNDE ESTÁN LOS TESTIGOS? G. Castillo Neira. Agotado. 20. DESARROLLO DE LOS PUEBLOS. T. Urdánoz. 2 1. LA IGLESIA: UNA ESPIRITUALIDAD. J. M. Perrin. (En prensa). 22. DIOS NO CONDENA. Salvador Velasco. 23. DIOS ME VA CERCANDO. Benito Marín. 24. 15 PASOS HACIA CRISTO. L. M.a Iglesias. J.R. Cabal. 25. BETANZOS. Evangelizador de México y Guatemala. 26. SANTO TOMÁS EN MARIOLOGÍA. M.' Cuervo. 27. E L R OS AR IO E N E L A RT E. Secundido Martín. (3.a edición). J. Todoli. 28. ÉTICA DE LOS TRASPLANTES. 29. EL SACERDOCIO EN LA IGLESIA. Armando Bandera. 30. ACAMPA ENTRE NOSOTROS. Jesús Espeja. 31. MIENTRAS EL MUNDO CAMBIA. Alfonso Monleón
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6. 7. 8.
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L OS S IM BA S L L AM AN A M UE RT K L. M.a Iglesias. (2.a edición). T EI LH AR D D E C HA RD IN , ¿ Mi TO O H ER EJ ÍA ? Scaltriti. M AR ÍA , M AD RE D E C RI ST O Y D E L A I G LE SI A. M. Llamera. REFORMADOR CONCILIAR. San Carlos Borromeo. A. Deroo. AUTO CRÍTICA DE LOS FRAILES DOMINICOS. V. V/algrave. PROCESO A LOS DOMINICOS. A. Garijo. EL PECADO. El pecado y SUS motivaciones. J. G. Alvarez. E S TO E S M I C UE RP O. Espeja, Sauras, de Tuya, Solano.
MATERNIDAD
F ra y J e s ú s E s p e ¡a , O . P .
(3.a edición).
.MI CONVENTO. Sánchez-Gnerra.
DIVINA
Y CORREDENCIÓN
MARIANA.
M. Cuervo.
ACAMPA ENTRE
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COLECCION
EDITORIAL VIL
OPE
1. A V A - Pamplona
Censores: Fray
Victorino
Puede imprimirse:
Rodriguez
Fray Cándido
Y Fray
Jesús
Cordero.
Aniz, op., vic. provincial.
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t Mauro, obispo de Salamanca.
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0) Copyright by Editorial OPE, 1969. Impreso
en España
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in Spain.
Editorial OPE. Av. Huid, 18. VILLA VA. Pamplona. (España),
p r ó lo g o
La reflexión tea lógica se centra en la palabra de Dios. El teólogo parte de una verdad revelada)· en el interior de la misma, para des y profundiza lumbrarse ante el mensaje divino, para creer más. De ahí una peculiar actitud en su busqueda científica. El hombre no sólo corre tras la verdad}· ansía dominar las verdades que encuentra y como aprisionarlas en sus categorías mentales; la adquisición plena es un hecho frecuente en el saber humano. Pero no ocurre lo mismo en, el proceso teológico. La verdad revelada es inagotable} y crece más cuan-
9
do uno se aproxima; algo así como la luz cercana que inunda nuestros 010s con su resplandor. A medida que el teólogo avanza en su discurso, se sumerge más en la verdad que ha sido punto de partida; cada paso es un encuentro con ella y una invitación urgente al conocimiento de la misma; el instinto de poseer la verdad total y adecuadamente en esta vida, es una tentación peligrosa, que puede malograr sus especulaciones; ambientado en el mundo de la fe con sus verdades trascendentes, vivirá siempre en tensión hacia la verdad; con esa actitud del Viajero que, al superar un recodo en su camino, descubre horizontes más amplios. La reflexión del teólogo únicamente será válida mientras mantenga su inteligencia abierta, sin limitar los planes divinos a sus pequeños conceptos de hombre. Sólo así el conocimiento teológico será una victoria y una conquista, porque llevará consigo una entrega personal a la v(!rdad revelada y un nuevo compromiso en los designios de Dios, humanamente inabarcables.
en una dirección particular,' quizás se puede definir esta obra como un ensayo. Iluminado por la fe santa, me he entregado a la verdad católica; y guiado por ella, he buscado su proyección en los caminos inefables de Dios que se ha revelado. Al terminar el trabajo, puedo decir que no está concluido; el espíritu sigue ahora más abierto al misterio insondable de la eucaristía, con admiración más profunda y gratitud más humilde. La teología, esa reflexión del creyente en su propia fe, es encuentro con la verdad revelada y apertura hacia su riqueza inagotable. Una protundización laboriosa, que terminará en la visión clara del cielo. El qu(!hacer teológico es en el tondo una preocupación íntima por vivir la disponibilidad y mantener el diálogo con nuestro Dios que nos habla; sencillamente, una forma de encarnar la existencia cristiana: comunión con la verdad divina, que hace surgir en nosotros la esperanza.
Salamanca,
1 de enero, 1969.
En el VII Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en junio último, tuve que presentar el dogma católico sobre la permanencia de Cristo en la eucaristía. Reflexioné sobre nuestra fe. Escuché las palabras del Maestro, situándolas' en el contexto donde El mismo las pronunció: esa historia admirablede salud que revela el deseo comunional de Dios para con nosotros. Fruto de aquellas reflexiones son las páginas que siguen .. Ciertamente de la cuestión;
10
no hay aquí un tratado completo ni siquiera un estudio exhaustivo 1l
1.
P A R A U N A IN T E R P R E T A C IO N
DOGMA.
DEL
El mismo Dios creador ha revelado sus designios a la humanidad. Es lógico pensar que la revelación viene condicionada por la naturaleza histórica del hombre, creado por Dios. Este condicionamiento ha de ser norma común para acercarnos al mensaje divino. La vida no es algo estático. El hombre, como ser racional, se abre continuamente a nuevas adquisiciones intelectuales y experiencias afectivas. Por eso en el correr de la historia surgen 15
mentalidades distintas que definen a diversas épocas. A la hora de entablar diálogo con el hombre, Dios cuenta con esa mentalidad cam biante; y ella es la única pantalla adecuada para proyectar la confidencia divina. La revelación es "para nosotros"; no puede ser inter pretada prescindiendo de sus destinatarios. Por otra parte, los distintos acontecimientos de esa historia se suceden en un dinamismo que los aúna y liga en dependencia causal: lo pasado provoca de algún modo el momento" presente, y el ahora explica lo que ha de venir más tarde. Unidad dinámica, que se manifiesta con claridad en la evolución progresiva del conocimiento humano: somos deudores de quienes nos han precedido, y nuestros triunfos intelectuales son punto de partida para generaciones venideras. De acuerdo con esta marcha ascendente de la humanidad, la revelación divina hecha en la historia, incluye también diversos momentos que se superponen y explicitan, caminando hacia una manifestación total, aún no realizada. Cada una de estas eta pas trae nueva conquista, una victoria en el conocimiento de la verdad; pero siempre en un contexto mental bien preciso y dentro del dinamismo histórico en que la revelación se inscribe. Al hablar de revelación, es conveniente refe16
rirse también al Magisterio de la Iglesia. La misma palabra de Dios que habló' por los profetas, se encarna en la jerarquía eclesial y en la vida de la comunidad creyente. Si queremos beber con exactitud esa verdad proclamada y vivida, no podemos abstraer tampoco de la historicidad. Este principio elemental, y básico en sentido estricto, para acercarnos a cualquier verdad revelada o definida, ha de ser igualmente ley para reflexionar en el misterio eucarístico.
El Concilio de Tren to proclamó el dogma de la presencia real permanente de Cristo en la eucaristía, mediante una conversión admirable. Como proclamación dogmática ha de tener un valor inmutable, pero como proclamación en un momento histórico no está exenta de limitaciones anejas a todo acontecimiento revelador. Inevitablemente, las fórmulas en que esa verdad se expresa, quedan de algún modo circunscritas a la mentalidad de aquella época. Pero esta formulación, tal corno la entendieron los Padres Tridentinos, condiciona de tal modo al dogma que negarla podria acarrear la negación de la verdad definida. Han pasado varios siglos desde el Concilio de Trento; nosotros 2
17
pertenecemos a otra época histórica; Y desde una mentalidad bien distinta, podemos enjui-;ciar las categorías empleadas en el Concilio así como buscar formulaciones más asequibles a nuestro mundo actual. El teólogo es el hombre comprometido entre la palabra de Dios y la generación humana en que vive; de acuerdo con toda la revelación destinada al hombre histórico, también la verdad eucarística definida en el siglo XVI, deberá expresarse hoy en formas nuevas. Pero en esta adaptación, habrá que partir siempre de la enseñanza conciliar como de una verdad definitivamente adquirida, y respetar la esencialidad dogmática de la formulación tal como se entendió entonces. Si, faltos de este sentido histórico, rechazásemos sin más las fórmulas interpretadas según la mente del Concilio, negariamos también el dogma católico. Es lícito, por ejemplo, buscar nuevas expresiones que trasmitan a un mundo fenomenológico Y existencialista la verdad que hace cuatro siglos se expresó con la palabra "transustanciación". Pero salta a la vista la dificultad de una sustitución fiel a la verdad ya adquirida; Y sólo la jerarquía, responsable de esa verdad católica, será juez seguro en la búsqueda de nuevas formulaciones. El Mag'isterio de la Iglesia es el sacramento de la palabra divina: signo eficaz que hace 18
I
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presente entre nosotros una verdad revelada en un tiempo ya pasado. Consiguientemente sus declaraciones han de situarse en el dina~ mismo de toda la revelación. La verdad profesada en el Concilio de Trento sobre la presencia real permanente de Cristo resucitado en la eucaristía, sólo puede entenderse dentro de una economía salvífica: Dios se ha acercado gradual y progresivamente a los hombres como Salvador, prometiéndoles su presencia personal y permanente en la plenitud de los tiempos; como término de una larga espera, realiza por fin sus promesas en la Encarnación del Verbo y en la Eucaristía. En este contexto, lógicamente el dogma eucarístico debe estar sometido a las leyes constantes que cualifican esos encuentros de Dios con los hombres en toda la historia de salvación: El se presencializa de algún modo; pero esa presencia se ordena a un diálogo en que el hombre comulga personal y subjetivamente. Por eso las teofanías del Antiguo Testamento se hacen bajo palabras o símbolos fácilmente asequibles al conocimiento humano. En esta línea se sitúa también el misterio de la Iglesia, la gran revelación de los tiempos nuevos. Ante todo es presencia de Dios institución ya dada verticalmente, que d~be ser acogiqa como un don del cielo. Pero a la vez, 19
carnación, fuente universal de vida para la Iglesia, la humanidad y el cosmos.
se abre al mundo para realizar la presencia de Dios en la humanidad, como testimonio sensi ble, que debe renovarse continuamente según la mentalidad mudable de los hombres. Jesucristo la comparó al fermento destinado a fecundar toda la masa. Pueblo de Dios en marcha, de la misma presencia divina que la define , brota el imperativo misionero.
Seria inexacto reducir la presencia permanente de Cristo en la eucaristía a una relación personal o subjetiva de los hombres creyentes' antes e independientemente de esa comunió~ ~umana, Cristo está presente como don objetIVOdel Padre. Pero esta presencia real carecería igualmente de sentido, si la despojásemos de su ordenación hacia la otra presencia sub jetiva. Como todas las revelaciones de Dios en la historia, como la misma Iglesia, en grada sumo y extraordinario la eucaristía es presencia de Cristo ya dada, pero que aún se está haciendo: presencia objetiva permanente bajo las especies de pan y vino, para conseguir la comunión subjetiva en todos los hombres.
Esto mismo ocurre en la eucaristía, expresión perfecta de la Iglesia peregrinante. Cristo resucitado que se hace presente y permanece en este sacramento, es ante todo un don gratuito Y objetivo, como las demás presencias o intervenciones divinas en la historia salvífica. Pero esta presencia permanente no es cerrada en sí misma; se abre hacia otra presencia sub jetiva Ypersonal, en la que el hombre entabla comunión viva con Dios. La primera es lo que, e n lenguaje sacramental, llamaríamos "res et sacramentum", realidad causada por el rito externo Y a su vez ordenada al efecto último -"res tantum"-, la comunión del hombre con Dios. No en vano esa presencia permanente se realiza bajo símbolos de pan Y vino, relativos a la nutrición humana. podríamos incluso decir que la presencia objetiva está realizando síempre de algún modo esa otra presencia sub jetiva Y personal: según veremos, en la eucaristía se actualiza el misterio santo de la En-
Las pagInas que siguen no son una investigación sobre el contexto y génesis de las declaraciones tridentinas. Tampoco una exposición escolástica de la presencia real. Sólo traen unas líneas generales para situar este dogma dentro de la historia salvifica, como el término donde se hacen realidad todas las promesas. Fuera de esa economía histórica, vivida con fe, es inaceptable la verdad definida.
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La Iglesia, reunida en el Concilio de Trento, proclamó su creencia tradicional en la eucaristía: presencia real del Señor Jesús en .este sacramento, mediante la conversión del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo 1. En un tercer canon habla de la permanencia· sacramental: "Realizada la consagración, el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesucristo l can. 1 sobre la Eucaristía dice así: "el que niegue 1 E que el santísimo sacr.amento de la Eucaristia contiene ver25
permanecen en el admirable sacramento de la eucaristia no sólo mientras se comulga, sino también antes y después, en todas las hostias y partículas consagradas que se reservan después de la comunión" 2.
Consiguientemente, declara: "En el sacramento santo de la eucaristia, Cristo, Unigénito Hijo de Dios, ha de ser adorado con culto externo de latria; manifestaciones de este culto son las fiestas especiales celebradas en su honor, la costumbre laudable y universal de llevarlo solemnemente en procesión, y la exposición pública del sacramento para veneración de los fieles" 3.
Estas declaraciones de la Iglesia sobre la presencia permanente de Cristo en la eucarisdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre junto con el alma y divinidad de Nuestro Sefior Jesucristo y en consecue?-ciaa Cristo integro; diciendo que (cuerpo, ~angre, etc.) estan presentes en el sacramento sólo como en una señal, en figura o con su eficacia, sea excluido de la comunión" (Conc. Trid., Cánones de ss. Eucharistiae sacramento Dz. 883-1651-). ' Y el can. 2 habla de la conversión: "el que afirme que en el santísimo sacramento de la Eucaristía permanece la sustancia de pan y vino juntamente con el cuerpo y la sangre. de Nuestro Sefior Jesucristo, y el que niegue aquella maraVIllosa y singular conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre -conversión que la Iglesia católica llama muy acert~damentt:; transustanciación-, sea excluido de la comumón" (Ibld. Dz. 884-1652). Ibid., can. 4, Dz. 886 (1654) . 2 3 Ibid., can. 6, Dz. 888 (1656). 26
tía y sobre el culto que le es debido, fueron aprobadas unánimemente por los Padres Conciliares el 11 de octubre de 1551~.Sobre ellas no hubo discrepancias en las anteriores congregaciones generales del Concilio. Ante las actuales inquietudes teológicas, podemos preguntarnos cuál es el verdadero sentido de esta profesión. Aunque la permanencia es una verdad distinta de la presencia real y de la conversión eucaristicas, va íntimamente ligada a esos dos puntos, como un paso más en el interior del Único dogma. La permanencia no es más que la presencia real continuando en el tiempo; y a esta presencia se llega por la conversión admirable del pan y del vino. Una interpretación simbólica o realista afectará igual e inevitablemente a las tres verdades. Como manifestación histórica de la palabra divina, el Concilio de Trento debe ser inter pretado en su marco temporal: unas circunstancias que provocan la definición conciliar, y unas categorías mentales bien precisas en que esa verdad definida se encarna. Sabido es que la doctrina reformada del siglo XVI fue el motivo fundamental que reunió • Concilii Tridentini Acta, ed. Soco Goerres., T. VII, P. IV, Vol. 1, Friburg. Brisg. 1961, p. 204.
27
al Concilio. Los Padres se propusieron princi.,. palmente decla,rar la fe católica, combatiendo a los reformadores. Con esta intención, en varias ocasiones se orillaron temas discutidos entre las distintas escuelas teológicas, para condenar al error común. Ya en particular, este fue sin duda el objetivo, al proclamar los cánones citados sobre la eucaristía. En la congregación general del nueve de octubre de 1551 se trató de la presencia real. en cada una de las partes del pan y del vino; algunos Padres, apoyados en la filosofía escolástica, querían incluir en la definición dogmática la presencia real de Cristo en las distintas partes de las especies sacramentales incluso antes de su división o separación; pero un obispo, expresando la intención común de los vocales conciliares, salió al paso: "el Sínodo no trata de consagrar opiniones de escuela sino únicamente profesar la fe contra los herejes" 5 ; y así el Concilio definió la presencia real de Cristo en cada partícula de las especies sacramentales, una vez divididos el pan o el vino consagrados 6.
Atendiendo a la doctrina reformada proOt. Oongreg'ación General del 9 de octubre de 1551: Trid. Acta, 1 . c., p. 189. o Ot. "Can. de ss. Eucharistiae sacra.mento", can. 3, 5
en Conc.
Dz, 885 (1653), 28
puesta al examen de los Padres Con~iliares, parece que, en líneas generales, la tesIS fundamental de la proclamación tridentina fue el realísmo de la Encarnación con todas sus consecuencias eclesiales. Puede resultar extraña esta afirmación, mas no por ello es inexacta. Dios ha querido salvar al hombre por el hom bre; y .estaverdad, encarnada plenamente en el hecho de Cristo, se refleja también en la doctrina católica sobre la Iglesia, los sacramentos y la vida cristiana. En su Encarnación, el Verbo se ha hecho realmente hombre para siempre; la humanidad asumida recibe el mismo ser del Verbo, y jamás será abandonada; Dios se ha interiorizado en la humanidad de modo que es su humanidad. Análogamente Cristo resucitado se ha entregado para siempre a la Iglesia: ya está presente de un modo real en el pueblo santo que aún camina, bajo formas sacramentales aptas para el hombre sensible; las estructuras de la Iglesia -magisterio, sacramentos- son como asumidos para hacer presente entre nosotros al Señor resucitado; la gracia -aspecto comunional de la Iglesia- es la misma vida de Dios que transforma objetiva y realmente al hombre, introduciéndole en comunión salvadora. Toda la vida cristia,na, la justificación, es un diálogo entre el Dios vivo que nos ama y el 29
hO~b~e que libremente responde bajo el impUl so dIVInO. La definición dogm' t· f d a Ica sobre la eucaristía e~~e~:~n~:lmente ~roclama este realismo en 1 - la IglesIa. Es la preocupación de ~s ~adres Conciliares, como se aprecia en la ~ lectura de las Actas del Concilio El aSln~Pl' a 181Sherm . t· . dentro de 1 eneu lCO de esas declaraciones ta a mentalidad en que fueron redacdas, nos llevaría a la conclusión de hablar de ". que, al cía]" y" pres~~cIa real, verdadera, 8ustan.. converslOn de toda la sustancia" el ~O~CllIOquería expresar todo e] realismo o~tor~::i~~s~edla pr:sencia y de la conversión euca pues realidad d:: de la c?nsag.ración, ya no hay Cristo' h pa? y del VIlla,SIlla la realidad de " '. a habIdo en la consagración un cam b10radICal de la r l'd dI· ea 1 ad del pan en la realidad e cuerpo del Señor Precisamen te para salvar este realismo los 7
o 7 ~. SCHILLEBEECKX h . las dIstiJ.?-tas expresiones' ~mPI~aJxammado detenidamente e~J.?0nPrImero sobre la r . as en la redacción del lItlVa real yPS~~f~CI~lreal. L~ fo~mulación defidlera y "verdadera, realmente" "real nCIamente , aSl como "verdamente", "verdader~ y sultave~azmente::, "~ustancial y realtas en anteriores redaccion~CIalmeJ.?te. formulas propues~~st~ddr~s por defender el reili:~~eJ(~~ ICahP!eocUpaCiónde g el
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2 (965) PP. 136-173' partíCula TiJtdSc~nft voor theologie" :pe articu.lo, junto' con otro ~~~nce ;ean1se pp. 144 Y 147;' Isma revIsta, pueden encontr a o e ano 1966 en la ~Padafi.odl La presencia de Cri8t~rs:n en eEIlibro, ~raducido al za ucaristla n 1968; sobre 1 t ed F páginas 33 y 39) . e pun o que ahora nos intere'sa v'. ax. .' eanse 30
Padres emplearon la palabra "transustanciación" como apta para definir la conversión eucarística; la interpretación de su auténtico sentido aparece en otras expresiones de la primitiva Iglesia: pan y vino que se transforman, se transmutan, se transelementan 8 ; la fórmula de santo Tomás es bien realista: "conversión de todo el ser" Si después del Concilio de Trento, el Magisterio ha insistido en la conveniencia de mantener la palabra "transustanciación" no es por un desmesurado culto a los sonidos de tiempos pasados, sino más bien para salvar el cambio ontológico y radical que los Padres Conciliares definieron con esta expresión. Hoy, situados en otra mentalidad bien distinta del siglo XVI, podemos preguntar nos sobre el valor o funcionalidad de esta fórmula para presentar el dogma en ella definido; sin embargo, el realismo expresado por el Concilio de Trento en las expresiones "sustancia", "sustancialmente", "transustanciación" es una exigencia inmutable y permanente de la fe católica. 9.
Este realismo es también algo esencial cuando hablamos de la permanencia de Cristo en la eucaristía, aun fuera de la celebración litúrs Of. PABLO VI, Ene. Mysterium AAS. 57 (1965) 766-67. 9 Of. III, 75, 4 C y ad 3.
jídei,
3 de sep. 1965:
31
gica. El mismo Cristo Dios nece en este sacrame~ to . ~.hombre, permasia y a la humanid d VIVIfIcandoa la Iglea.
Hemos hablado de la historicid mento ambiental d ad como eleDios se ha manifest ~ la ~alabra reveladora, cunstancias históric:s o segun las dist:ntas cir bla por la Iglesia s ,'Y de modo analogo haegun las nec 'd res de cada época P . eSI ades y erroo definida en u~ dorte~o~adoctrina profesada e elmlllado m . . t'onco es inevitabl omento hISemente pa . l exigencias o motI" rCla según las vaclOnes pa t· mo. Parr>ial no s '1 r Iculares del mis~, o o porqu del Credo no apa e muchos artículos , recen en la d f' . " tlca sino tambI' , e IllIClondogmá, en porque se d t . to negado por el e· es acara el aspecrror en cu t·· otras circunstancias a b' es IOno exigido por segundo término m. Ientales, relegando a o sencIllament al [,0, otros aspect e pasando por os no men esenciales al dogm a. os verdaderos y .¡.
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Esta ley alcanza igual ción de Trento sobre l men~e.a la declarareformadores qUe n ,~eucanstI~. Contra los cilio proclamó la ega an. ~l realIsmo, el ConconverslOn su t ' presencia real perman s anclal y la pación primera y casi e~t~, Esta fue la preocuverdad que tambI" llIca de los Padres. Es , , en se recoge el . bollco en que esa r l' d aspecto SIrnea I ad se presenta; pero las 32
circunstancias de aquel entonces, ante todo exigían una profesión del realismo, aun a costa de dejar un poco en sombra la eucaristía-signo. Quizás la teología postridentina no ha desarrollado adecuadamente este aspecto sacramental, con perjuicio para una visión completa y exacta del misterio. La teología actual ha puesto de relieve esta dimensión simbólica del organismo sacramental. Puede ser que por ahí se encuentre un filón para que la mentalidad existencial de nuestros diasacoja más fácilmente la presencia personal de Cristo en la eucaristía. Ya se han propuesto algunas teorías en esta dirección; y conviene que siga la búsqueda de ex presiones aptas para presentar hoy la doctrina católica. Sin embargo, cualquier formulación nueva deberá mantener en todo caso el realismo profesado en el Concilio de Trento. Indudablemente, hay que observar la mentalidad fenomenológica de nuestro mundo; pero la verdad sobre la eucaristía es ya un don adquirido, punto de partida, anterior a todo diálogo. Reconozcamos la declaración tridentina en su realidad profunda y en sus limitaciones. Por una parte, es ya victoria conseguida, verdad definitivamente proclamada; pero al mismo tiempo, es victoria abierta a los hombres 3
33
de hoy; verdad, que debe ser acogida por un mU,ndobien distinto del siglo XVI. Tan injusto sena condenar a priori los nuevos intentos para entablar diálogo, como inexacto reducir la euc.~ristía a un signo, bajo pretexto de adaptaclOn. Ambas posiciones extremas olvidarían lamentablemente la hístoricidad de la declaración dogmática 10.
Ahora ya podemos recibir la doctrina sobre la p~~manencia eucarística, definida por el C~nc1110en los cánones anteriormente transcntos. Como la conversión y la presencia debe ser entendida en todo su realismo: des~ P.Uésde la consagración, ya no hay pan o vino, SInOcuerpo y sangre de Cristo; presencia real y personal del Señor, que no se limita al momento de la comunión sino que trasciende al sacri.ficio y banquete propiamente dichos; presenCIa permanente, que exige de los hombres culto debido sólo a Dios, dentro y fuera de los actos litúrgicos. Estamos en el corazón del misterio salvífico tierra santa que trasciende las posibilidades d~ humanos raciocinios. Hay que acercarse apo10
T ln el cap. 5 de~ "Decreto sobre la Eucaristía" el Con~~~~ e 1rento ma~tIene con claridad el equilibrio'· a este é~iSfom~~~'~aJ~ro d~l~o ;~es~~(O de latría porque ahí está mas (Dz. 878 -1643~). e para que nosotros lo eoma34
yados en la palabra divina, palabra "que se justifica a sí misma" pa.labra que el Salvador reactualiza en la Iglesia, mediante el Magisterio, "eco perenne de la voz de Cristo" 11;
12.
Esta aceptación no equivale a una fácil actitud pasiva de la inteligencia humana. Precisamen te porque se nos declara una verdad inabarcable, somos continuamente invitados a la profundización reflexiva sobre nuestra fe. Pero esta reflexión será válida y útil después de aceptar, libremente e iluminados de lo alto, la verdad que Dios nos presenta. Sólo así el esfuerzo racional es apto para vislumbrar y saborear la riqueza inagotable de la verdad revelada. La teología que no se ambienta en la fe, que no sirve para creer más, para deslumbrarnos ante la grandiosidad del misterio, puede resultar nociva. La reflexión sobre la presencia real permanente de Cristo en la eucaristía y la búsqueda de una presentación adecuada para el mundo de hoy deben partir y terminar en una entrega religiosa, un acto de culto y adoración a Cristo resucitado presente en la comunidad eclesial. . Con el deseo de gustar y hacer de algún 11 PABLO VI, Homilía al XVII Congreso Nacional Italiano, celebrado en Pisa el 10 de junio de 1965: AAS. 57 (1965) 590. jidei, 3 de septiembre de 1965: AAS. 12 Ene. Mysterium
57 (1965) 766.
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modo comprensible el misterio eucaristico, reflexionaremos teológicamente. Para ello volveremos a la revelación: la presencia real y permanente de Cristo entre nosotros es un hecho cuya explicación es la voluntad libre y amante de Dios; esta voluntad se ha manifestado en las intervenciones divinas que jalonan ascensionalmente la historia, anunciando y preparando la institución eucarística. Quizás contemplando esta línea progresiva de revelación, podamos encontrar un camino para vivir mejor nuestra fe y exponer a los demás nuestra creencia.
3. 36
A C A M PO EN TR E N OS O TR OS .
Cristo instituye la eucaristía como "nueva alianza" Así da a entender que este sacramento ha de ser integrado en el marco de la historia salvífica, cuyo centro es la alianza de Dios con su pueblo. El Concilio de Trento habla de la "nueva pascua", ya anunciada de algún 13.
13 Ya son conocidas las distintas variantes en los relatos: "esta es la sangre de la alianza que es derramada por muchos" (Me. 14, 24); la tradición paulina habla de "una alianza en mi sangre" (Le. 22, 20; 1 Cal'. 11, 25); Mateo añade que esta sangre será derramada por muchos "para remisión de los pecados" (Mt. 26, 28).
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mOdo . t' en la pascua de los hebreos 14 . La eucans la .es el cumplimiento de una promesa; solo ' con.ocIel1dolo prometido en la p nmera .. alIanza pOdremos deducir la realidad de 1a nueva. ' Deseo comunional
Hay una idea central en la revelación santa q.uerecorre la historia como una llamada p ~ slstente: Dios qUierehacer de la humanidad e:u ~nor~da, :l.lugar donde los hombres comulguen ~ vI~a dlVll1ay le ofrezcan culto filial de ob _ dlenCIa, e Este deSignio va encarnándose paulatinamente ,. '. ,en distintas fases ' de acuerdo con la . vondlclOn histórica del hombre En 1a P1emtud d .. del .tIempo, dando sentido a las etapas preceentes, el encuentro deseado llega a ' dad d f' ·t· ser real1e mI lvamente adquirida en el Verb ue s~ encarna. La permanenCia de Cristo °reqsu c'"ad ~v o e~. 1a eucaristía es el misterio de laEncarnaclOn continuado en la 1 . ... g1eSla peregrIna, DIOSCon nosotros, el Emmanu 1 de, rv ' t l' 1•.n ... a Iza o bajo formas sensl'bles aptassacra1 para OShombres que aún peregrinamos en la carne. L .
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Ss. XXII
Dz. 938. 40
D
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Dios interviene en la historia de los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob fueron testigos de esas intervenciones, que dirigían sus caminos hacia la creación de un pueblo elegido. Siquem, Betel, Berseba son distintos lugares de encuentro. La presencia de Dios que viene y se retira, propia de la etapa patriarcal, parece más esta ble en los relatos del Exodo. Moisés experimentó muy de cerca esta asistencia de Dios. La nube, la gloria, la tienda de reunión, el arca del testimonio, son signos de un Dios trascendente que, sin embargo, se acerca al pueblo para vivir en una tienda con los hombres, Es la tienda del encuentro: "lugar fijado para mis entrevistas contigo" 15. Leyendo el Exodo, se saca la impresión de que la presenCia de Dios, localizada de algún modo en el tabernáculo, es más bien pasajera y dinámica que permanente y personal. Pero la tienda de reunión es anuncio del templo, nuevo signo de presencia, que surgirá en la historia del pueblo elegido. Desde esa tienda, Dios prometió: "acamparé en medio de los hijos de Israel y seré su Dios" Ui.
Los israelitas caminaron hacia la tierra prometida. Como un gran tesoro llevaban el arca d e s s. M is sae
s acr if ici o,
cap.
1, 1; lli
Ex. 30, 6. Ex. 29, 45. 41
de la alianza, signo de Dios presente y operante en favor del pueblo. Cuando se establecieron en Caná, libres ya de sus enemigos, David quiso edificar un tem plo donde Yavé tuviera su residencia. Pero el profeta Natán habló en nombre de Dios: "hácete saber Yavé que El te edificará casa a tí; Y que cuando se cumplieren tus días y te duermas con tus padres, suscitaré a tu linaje des pUés de tí, el que saldrá de tus entrañas, y afirmaré tu reino" 17. Se habla de una asistencia permanente de Dios sobre el pueblo. Dado el contexto mesiánico de la profecía, podría pensarse, a la luz de la revelación posterior, que en Cristo, Dios levantará el templo verdadero, el lugar de su residencia en favor del pueblo, para siempre. El rey Salomón edificó el templo. En él entronizó el arca del testimonio y la tienda de la alianza 18. En la consagración solemne del nuevo edificio, se dirigió a Yavé: "te he construido casa donde residas, lugar de tu morada para siempre" 1!1. Dios manifestó sensiblemente su aceptación de la nueva morada; la nube y la
42
1 .7
11 Sam. 7, 11-12.
18 19
Cf. 1 Re., 8, 1-4. 1 Re. 8, 13.
gloria, signos de su presencia, que en otro tiempo cubrían la tienda del desierto, llenaron el templo de Salomón 20. Es verdad que Dios no queda circunscrito al templo; así lo reconoce el rey en su plegaría m. Sin embargo, Yavé escogió esta morada para que el puebla le encontrase fácilmente: "en él estará mi nombre" 22. Salomón cree que, edificando el templo, ha cumplido la profecía de permanencia, hecha por Dios a David " 2 ; pero el Señor le da a entender que dicha promesa sigue en pie, y que el templo edificado no es más que anuncio profético de su cumplimiento futuro 23. En adelante el templo de Jerusalén será para los judios el lugar de la presencia divina. A él acude todo el país para contemplar "el rostro de Dios" 2.\. Las grandes festividades reunían en Jerusalén multitud de peregrinos y el templo era el centro de la vida del pueblo. 20
1 Re. 8, 10-13 ..
"Los cielos y los cielos de los CIelos no son capac~s de contener te ; cuánto menos esta casa que yo te he edIfIcado" (I Re. 8, 28). 21
22
22 23
1 Re. 8, 29. Cf. 1. Re. 8, 17-25. Cí. 1 Re. 8, 12-13....
2j. Los salmos reflejan bien estos sentImIentos del pueblo desterrado: "mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo; cuándo vendré y veré la faz de Dios" (sal. 42, 3; cf. Ex. 23,
15-17; 34, 20, 23, 24;
Dt. 16, 16;
31, 11). 43
promesas divinas En El se realiza el plan de Dios sobre la humanidad: su permanencia entre los hombres para siempre, el nuevo tem plo comunional anunciado. Son muy significativas las expresiones em pleadas por S. Juan: "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria" 31. El mismo Verbo, que es Dios eterno según los primeros versos del Prólogo, se introduce en el tiempo habitando entre los hom bres: se ha hecho carne, esa realidad tan caduca que es el hombre; se ha hecho hombre sin dejar de ser Dios Una presencia personal y permanente: la divinidad no abandonará jamás el cuerpo, la humanidad asumida, en la encarnación 33. El verbo "habitó" (w1rI vwa-ev) significa pro piamente "plantar una tienda", "habitar bajo una tienda". El paralelismo de los versos 14-18 30.
Sería muy interesante ver cómo Israel, en las distintas vicisitudes de su historia, mantiene viva esta fe en el templo, presencia de Yavé. Los profetas, junto con la afirmación de que Yavé está en los cielos, anuncian un futuro templo espiritual, que será la morada permanente de Dios: "será lugar donde habitaré siempre en medio de los hijos de Israel" 25; "pondré mi santuario en medio de ellos por los siglos; pondré en medio de ellos mi morada; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo" 26. Dios hapla por el profeta Zacarias: "salta de gozo, regocíjate, hija de Sión, porque llegaré Y habitaré en medio de tí" 27; Y Ezequiel define la nueva ciudad restaurada: "su nombre será desde aquel dia: Dios está allí" 28. Antes ya, Isaías había hablado de Cristo como el Emmanue1, "Dios con nosotros" 29. Esta era la significación exacta del templo.
32.
l
30
"El Verbo
-San
se hizo
carne"
Pablo dice que Cristo es el SI de las
;e', Ez, 43, 7; el profeta ve cómo la gloria de Yavé llena la nueva edificación (43, 5). 2, Ez. 37, 27. Hay que leer los vs. 2~-28para ver la relación de esta prOfecía con la. de Nata? (Ir Sa. 7, 11-16). Este paralelism~. ti.ene gran lml?ortancla sobre todo en la perspectiva meSlamca de EzeqUlel)... , ,,' ' Zac. 2, 14; Joel termina su vatlcmlO: Yave morara 27 en Sión" (3, 21). 2li
29
Ez. 48. 35, Is. 7, '14.
"Cuantas promesas hay de Dios son en El si" (lICor.
1, 20). 31 32
Jn. 1, 4.
La expresión "se hizo carne" ha de ser interpretada El a la luz de l Jn. 4, 2 Y II Jn. 7; cf. M. E. BorSMARD, Prólogo de S. Juan, Madrid 1967, p. 82. 33' Ya es bien conocida la expresión tradicional "lo que el Verbo asumió una vez, no lo abandonó jamás" (quod Verbum semel assumpsit, nunquam dímisit) (Cf. l. DAMASCENO, De jide ort., Lib. IrI, cap. 28: Po:. 94, 188, nota i?6). El Verbo asumió para siempre la humallldad. Esta doctnna ca~ólica Cef. Dz. 14, 73, 144) explicada por Santo Tomás (IIr, 50, 2 Y 3) tiene suma importancia para. el.?-tenderadecuadamente la presencia de Cristo en la eucanstIa (ef. Conc. Tríd., Decret. de ss. Eucharistia, cap. 1, Dz. 874; Y can. 1, Dz. 833).
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del prólogo de S. Juan con los capítulos 33y 34 del Exodo, nos autoriza a pensar que el evangelista, empleando esta expresión, hace referencia al tabernáculo o tienda del desierto, en que Dios se hacía presente a los hijos de Israel El Verbo Encarnado es el tabernáculo auténtico y verdadero, lleno de gloria divina: "hemos visto su gloria" 35. 34.
Es el templo no hecho por manos de hom bre, que Dios había prometido a David por el profeta Natán 36. El templo que Cristo levanta en su muerte y resurrección: "destruid este templo (se refiere a la vieja edificación de Jerusalén) y en tres días 10levantaré (los tres :14, El P. Boismard ha señalado bien este paralelismo: la idea de la presencia divina domina en el relato del Exodo (33, 15-16; 34, 9) Y S. Juan escribe en el Prólogo: "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn. 1, 14); como prueba de esa presencia divina, Moisés pide a Yavé que le muestre su gloria (cf. Ex. 22, 18), Y S. Juan escribe: "nosotros hemos visto su gloria" (1, 14); Dios responde a Moisés: "nadie puede verme y vivir... mi rostro no se puede ver" (Ex. 22, 20, 23), Y S. Juan recoge esta idea: "a Dios nadie le ha visto" (1, 18); en el relato del Exodo, Yavé consiente en revelarse a Moisés, y en su Prólogo, S. Juan afirma que ha visto la gloria del Hijo único (v. 14). Oí. M. E. BOISMARD,
El Prólogo
de San Juan,
pp.
199-200.
Jn. 1, 14. Seguramente S. Juan está pensando, cuando escribe esto, en la escena deslumbrante de la TransfiguO., c., p. 86; J. PUPONT,Essai ración (cf. M. E. BOISMARD sur la christoZogie de saint Jean, Brujas 1951, p. 279. La gloria que cubría el tabernáculo (Ex. 29, 42; Núm. 14, 10; 16, 19 Y 42; 20, 6) Y más tarde el templo (I Re. 8, 10-11; I I Par. 5, 13-14; I I Par. 7, 13) se manifestó plenamente en el Verbo Encarnado. "Yavé te edificará casa a ti" (lI Sam. 7, 11). Hablando 36 del cuerpo de Cristo muerto y resucitado, S. Marcos dice que es el templo no hecho por manos del hombre (cf. 14,58).
días de su muerte); El hablaba del templo de su cuerpo" 37. San Mateo refiere que, al morir Cristo, el V~l? del templo judío, signo de la presencia dIvma, se rasgó en dos, pues habia terminado ya su función profética ante la realidad pre38 sente. • Desde ahora la humanidad de Cristo resucItado será el lugar de comunión y de encuentro. En este contexto el Señor Jesús ofrece la eucaristía. "Esta es mi carne que se entrega
por vosotros".
Muy posiblemente la palabra empleada en la consagración de la Ultima Cena para el pan f~era "carne" y no "cuerpo". Litúrgicament~ sm embargo, la Iglesia prefirió la forma "esto es mi cuerpo", para evitar una interpretación peyorativa que en la mentalidad griega tenía la palabra "carne" 39. San Juan, en el relato de la promesa, ha conservado las palabras originales del Maestro, que no han variado bajo el uso litúrgico < 0.
35
46
:1 , 38
CL
Jn.
2, 19-21.
27, 51.
39 S. Pablo opone "carne" a "~spíritu"; para él la carne e(sf.1aRcausade las malas tendenCIaSque inducen al pecado .c,.[) ,?~. 8, 1-13.~Gal. 5, 16-25) .. .. SI no comelS la carne del Hijo del hombre y no be bels s~ sangre, no ~endréis vida en vosotros; el que come ~~ caIne y bebe mI sangre. tiene la vida eterna ... Porque .. carne es verdadera comIda v mi sangre es verdad era bebIda" (Jn. 6, 53-56).'
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"Esta es mi carne". Expresión paralela a la otra del Prólogo: "el Verbo se hizo carne"; Jesucristo habla de una carne "entregada", es decir sacrificada y resucitada. Así las palabras del Señor: "esta es mi carne entregada por vosotros" se refiere al cuerpo de Cristo asumido por el Verbo y exaltado en el misterio pascual. Es lo que afirma el dogma católico: "des pués de la, consagracíón, está presente el verdadero cuerpo de Cristo, que nació de la Virgen, y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la Cruz, y está hoy sentado a la derecha del Padre" '1 . La eucaristía es el sacramento, signo eficaz, del cuerpo asumido por el Verbo y resucitado para siempre. En ella persisten la Encarnación y la Resurrección. Ahora se comprenden mejor las palabras de la encíclica Mysterium fidei: "mientras se reserva la eucaristía en iglesias y oratorios, Cristo es verdaderamente el Emmanuel, es decir, Dios con nosotros"~.
41 Conc. Rom., Iusiur. Bereng. Tur. 11 febr. 1079,Dz. 700; en la enc. "Myst. fidei", l. c., p. 774. En el Radiomensaje a los fieles del Perú con motivo del VII Congr. Euc. Nac., 30 de agosto de 1965,Pablo VI profesaba claramente esta fe: en la eucaristía está presente "el mismo Verbo hecho carne": AAS 57 (1965)807. Enc. "Myst. fidei", p. 771. 1.2
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4.
~ ~ E lP A N Q U E Y O D A R E ES MI CARNE»
En este contexto bíblico, Cristo instituye la eucaristía: "Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió, y dándolo a los discípulos, dijo: tomad y comed, éste es mi cuerpo (Mt. 26, 26; Mc. 14, 22). San Lucas y san Pablo añaden: "éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía" (Le. 22, 20; 1. Coro 11, 25).