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Arqueología de la Antigüedad Tardía Cristina Arias Jordán
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I. Los protagonistas de las incursiones 1.1. Introducción: ¿Quiénes eran los vikingos?1 1.2. La Era Vikinga 1.3. El barco vikingo II. Las incursiones vikingas en la Península Ibérica 2.1. Fuentes 2.2. Las diversas oleadas de ataques vikingos a la Península Ibérica 2.3. Consecuencias de las incursiones III. Bibliografía
Para este apartado véase BOYER, Régis, La vida cotidiana de los vikingos (800-1050) , París, 1992 (edición española: Palma de Mallorca, 2000), pp. 21-34; GRAF OXENSTIERNA, Eric, Los vikingos , Barcelona, 1977, pp. 17-44; ALMAZÁN, Vicente, Gallaecia Scandinavica. Introducción ó estudio das relacións galaico- escandinavas durante a Idade Media , Vigo, 1986, pp. 13-24. 1
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Antes de analizar las incursiones vikingas en la Península Ibérica, debemos echar un breve vistazo a quienes fueron sus protagonistas, los hombres del Norte o normandos 3. Es importante el medio geográfico del que procedían, Escandinavia 4, región septentrional de Europa que en el momento que nos atañe aún estaba fuera de la órbita de la Cristiandad, es decir, constituía una de sus periferias. Esta región era vagamente tenida en cuenta por los romanos 5, que pensaban que era una isla y la llamaban Scandia o Escatinavia , y que formaba parte de esas regiones desconocidas que adoptan características misteriosas y mágicas –fenómeno común en la mentalidad antigua-. Dada su situación, Escandinavia había permanecido más o menos aislada, a pesar de que gran parte de los pueblos que desde el siglo V penetraron en el Imperio Romano habían salido de esas tierras poco antes del cambio de era, y existía un antiguo comercio de pieles y otros productos (desde el Bronce Nórdico tuvo gran importancia el comercio de ámbar con las regiones bálticas). En cualquier caso, se trata de una región de geografía singular, en la que abundan tanto zonas montañosas y boscosas como los lagos y pantanos, y con costas muy accidentadas, especialmente en su vertiente Norte, jalonada por numerosos fiordos (lechos de antiguos glaciares en los que penetra el mar). El clima es subártico pero, a decir de muchos autores, sorprendentemente benigno dada su altitud, debido
Para este apartado véase BOYER, Régis, La vida cotidiana de los vikingos (800-1050) , París, 1992 (edición española: Palma de Mallorca, 2000), pp. 21-34; GRAF OXENSTIERNA, Eric, Los vikingos , Barcelona, 1977, pp. 17-44; ALMAZÁN, Vicente, Gallaecia Scandinavica. Introducción ó estudio das relacións galaico- escandinavas durante a Idade Media , Vigo, 1986, pp. 13-24. 3 Así (northmanni ) es como en un principio se les llamó en Europa occidental, aunque a partir de la creación del ducado de Normandía (911, siendo Rollón el primer duque) llamaremos normandos únicamente a los oriundos de dicha región. Es por esto que la mayoría de los especialistas prefieren reservar el adjetivo normando a estos últimos. Otras denominaciones presentes en las fuentes latinas son lordemani o lordomani , mientras que los musulmanes los llamaban madjus (“adoradores del fuego”, infieles). 4 Esto comprende las actuales Noruega, Suecia y Dinamarca, e incluye culturalmente las otras regiones en las que se establecieron poblaciones escandinavas, a saber, Islandia, islas Feröe y Orcadas, Groenlandia y parte de Finlandia. 5 ALMAZÁN, V., Gallaecia Scandinavica. Introducción ó estudio das relacións galaico- escandinavas durante a Idade Media , Vigo, 1986, pág. 13. 2
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probablemente a las corrientes marítimas que rodean la zona, procedentes del Golfo de México6. Las precipitaciones son muy abundantes (en forma de lluvia y de nieve), pero sin duda el fenómeno más llamativo que se produce en estas tierras es el relativo a la luz solar, ya que en verano el Sol prácticamente no se pone, mientras que en invierno su aparición es mínima. Todo esto influye poderosamente en las creencias y mentalidad de los pueblos nórdicos. La zona escandinava fue poblada hace unos 12.000 años, y hacia 3.000 a. C. se comienzan a cultivar las tierras (debido, tal vez a una primera afluencia de gentes indoeuropeas, como señalan algunos autores 7). La Edad del Bronce, situada entre 1500 y 400 a. C. en estas latitudes, trae consigo un doble fenómeno; por un lado, la posible invasión de pueblos de lengua y cultura germánicas y, por otro, un increíble florecimiento cultural, formando parte del círculo del Bronce Nórdico. Es en este momento cuando ya se perciben los rasgos fundamentales de la religión germánicaescandinava. Desde 400 a. C. aproximadamente esta región entra en la Edad del Hierro, fase en la que permanecerá hasta el inicio de la Era Vikinga (finales del siglo VIII), y durante la cual esta civilización recibirá influencias fuertemente célticas en un primer momento (entre 400 a. C. y el cambio de era), romanas después (0 a 400) y finalmente germánicas continentales (400-800)8. A lo largo de todas estas fases que acabamos de describir someramente, se van conformando la cultura, creencias y mentalidad propias de los vikingos. No debemos dejar de lado dos importante aspectos culturales. El primero de ellos es la lengua, perteneciente al grupo germánico septentrional y que los filólogos llaman “normánico antiguo”9; con posterioridad al período vikingo se dividirá en dos subgrupos, a saber, el occidental (noruego e islandés) y el oriental (sueco y danés) 10. El segundo factor al que he de referirme es la existencia de un sistema de escritura ALMAZÁN, V., op. cit ., pág. 14. BOYER, R., La vida cotidiana de los vikingos (800-1050) , Palma de Mallorca, 2000, pág. 30. 8 Ibidem , pág. 31. 9 Sus rasgos se han conservado muy bien en el islandés moderno, debido al aislamiento de su habla. Véase BOYER, R., op. cit., pp. 33-34, 45 y siguientes. 10 ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 22-24. 6 7
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propio, las runas11, configuradas ya a finales del siglo II de nuestra era como un alfabeto de 24 signos, llamado fuþark , aunque durante el siglo VIII se reduce el número de signos y, desde 850 aproximadamente, queda establecido en 16 (nuevo fuþark ). El aspecto más relevante de la escritura rúnica es que constituye la principal fuente directa (escrita) para el conocimiento de esta cultura. Desde el punto de vista religioso12, Escandinavia se mantenía pagana en el momento de iniciarse las incursiones vikingas. Su religiosidad era profundamente naturalista y animatista, existiendo unas divinidades mayores y otras menores. Las primeras (los dioses propiamente) se dividen en dos grupos: los Æsir o Ases (con atributos básicamente –aunque no exclusivamente- guerreros, siendo los principales Óðinn, Þórr y Týr) y los Vanir o Vanes (más relacionados con la fertilidad, la tierra y el placer, y poseedores de la magia chamánica sejðr ; los más importantes son Freyr, Freyja y Njörðr). Las divinidades menores son seres sobrenaturales que habitan en el entorno, destacando los jötnar o gigantes, los enanos o gnomos, los álfar o elfos, los landvættir (literalmente “espíritus del país”, protectores de bosques, montes, etc.), las nornir o nornas, las dísir o disas y las valkyrjur o valquirias, entre otros. Los pueblos escandinavos entraron en contacto con el cristianismo a lo largo del siglo IX, por una doble vía: primeramente, en el extranjero durante los viajes comerciales e incursiones; en segundo lugar, mediante la llegada a Escandinavia de misioneros y comerciantes cristianos. Sin embargo las primeras conversiones regias no tienen lugar hasta el siglo X, y al pueblo le costó aceptar la nueva religión, razón por la cual se han mantenido muchas de las tradiciones de origen pagano prácticamente hasta nuestros días. Primero fue cristianizada Dinamarca, dada su mayor proximidad al continente; después Noruega 13 y Suecia y por último Islandia,
DILLMANN, François-Xavier, “Les runes. L’écriture des Vikings”, Les Dossiers d’Archéologie , 1992, 170, pp. 20-29; BOYER, R., op. cit., pp. 41-44; ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 16-19. 12 Para este aspecto son de gran interés los trabajos de BERNÁRDEZ, Enrique, Los mitos germánicos , Madrid, 2002; y DÍEZ DE VELASCO, Francisco, “Religiones de los pueblos del centro, norte y este de Europa”, en V.V. A.A., Historia de las religiones de la Europa antigua , Madrid, 1994, capítulo XII, pp. 503-543. 13 El principal artífice de la cristianización de Noruega, a finales del siglo X, fue el rey Óláfr Haraldsson, canonizado posteriormente como san Olaf u Olao. Véase ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 51-57. 11
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donde la cristianización no es definitiva hasta mediados del siglo XI; por esto se considera tradicionalmente la fecha de 1050 como final de la Era Vikinga. Por tanto, la cristianización fue un elemento clave para entender la entrada de Escandinavia en la órbita occidental, es decir, en el ámbito de la Cristiandad, integrándose en la posterior historia de Europa. Desde el punto de vista social 14, el elemento básico de la sociedad vikinga era el bóndi (plural bœndr ), es decir, el hombre libre que posee una pequeña granja en la que lleva a cabo una actividad agrícola y ganadera. Estos bœndr también se dedican en ocasiones al comercio, y serán los que realicen los viajes comerciales y de saqueo. Además de ellos, existe un pequeño grupo de nobles, la figura del jarl , cercana a la monarquía pero sin gran peso social. Por último, también se nos habla de “esclavos” ( þræll ), mas en realidad no podemos pensar en la tradicional concepción de esclavo, sino más bien en individuos semilibres, capturados en expediciones, que realizan actividades de tipo doméstico, agrario, etc., y que pueden liberarse mediante el pago de una suma o en virtud de los servicios prestados. Respecto al término “vikingo”, hay que decir que es llamado de este modo (vikingr ) el comerciante escandinavo que actúa en Occidente, mientras que aquel que actúa en Oriente (Rusia, Bizancio, Asia) es denominado varego ( væringr ). Más adelante hablaremos de estas dos posibles rutas. En cualquier caso, Se ha discutido acerca de la etimología de vikingr . Tradicionalmente se ha dicho que proviene de vik , “bahía” en normánico antiguo, dado que es en las bahías o estuarios donde los vikingos se ocultaban para atacar de improviso una población 15. Sin embargo otros autores defienden su procedencia del vocablo latino vicus (“centro comercial”)16.
Véase el capítulo “La sociedad vikinga” en BOYER, R., op. cit ., pp. 53-72. ALMAZÁN, V., op. cit ., pág. 62. 16 BOYER, R., op. cit ., pág. 28. 14 15
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Se denomina Era Vikinga 17 al período en que los vikingos ejercen su actividad comercial, saqueadora y colonizadora. El comienzo se suele establecer en junio de 793, cuando tiene lugar el saqueo de la abadía benedictina de Lindisfarne, la “Isla Santa”, en la costa de Northumbria. En dicho ataque la abadía fue destruida, algo que causó una gran conmoción; fue el primero de una innumerable serie de golpes de mano que los escandinavos llevarán a cabo durante aproximadamente dos siglos y medio. Sin embargo parece probado que éstos ya frecuentaban desde hacía mucho tiempo los itinerarios marítimos y fluviales de la “ruta del Oeste”, del mismo modo que la “ruta del Este” era ya harto conocida por los suecos. Por tanto, el saqueo de Lindisfarne no es más que una fecha de referencia, como suele ocurrir en la tradición historiográfica. Respecto al final de la Era Vikinga, como ya he mencionado anteriormente, se suele establecer hacia 1050, momento en que se da por finalizado el proceso de cristianización de Islandia. Dentro de la Era Vikinga se pueden distinguir cuatro etapas 18: a) 800-850: período de tanteos y pequeños golpes de mano, realizados en cierta medida al azar y en lugares ricos y vulnerables por carecer de defensa, ante todo monasterios, abadías y ciudades abiertas. b) 850-900: es la etapa más importante, pues los escandinavos, conscientes de su fuerza, organizan mejor las expediciones y amedrentan a las poblaciones, a las que imponen condiciones (frente a ellos distinguimos a los adversarios incapaces de defenderse, que aceptan las peores condiciones, de aquellos dispuestos a resistir, como la España islámica o el Sur de Inglaterra). Es el momento en que se producen los mayores ataques19 sobre las costas francesas, británicas y, cómo no, también hispánicas. Los dos mayores hitos de esta fase son la progresiva instauración del sistema de los danegelds (“pago a los daneses”, tributo que los vikingos reclamaban, para reembarcarse, a los reyes pusilánimes, como el inglés Etheldred II y el francés BOYER, R., op. cit ., pp. 21-28. No hay que perder de vista que las fechas dadas son, en todo caso, aproximadas. 19 Es en este momento cuando se hace célebre en los monasterios occidentales la conocida plegaria que reza: A furore normannorum libera nos, Domine . 17 18
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Carlos el Simple, entre otros) y la definición, ya de forma clara, de las principales rutas. Por tanto, es un período de intensísima actividad, en el que se buscan los puntos seguros y los mejores emplazamientos para hacer escalas e intercambios. c) 900-980: es el momento de las instalaciones y las colonizaciones sistemáticas. Así, los escandinavos se establecen en Islandia (colonizada por una mezcla de noruegos e irlandeses entre 874 y 930) y después en Groenlandia, en Normandía, en la región inglesa de Danelaw 20, en el sur de Irlanda y en las regiones eslavas situadas alrededor de las actuales Novgorod (a la que llamaron Hólmgarðr) y Kiev (denominada Kœnugarðr) 21. En cualquier caso, no se trató de una colonización verdadera, pues los escandinavos se adaptaron en estas regiones a un gran número de condiciones (marcos feudales, religión cristiana, etc.). d) 980-1050: esta fase ya sólo atañe a daneses (hacia el noroeste) y suecos (hacia el sureste). Los primeros intentan adquirir la supremacía sobre el conjunto de Escandinavia y Gran Bretaña con Sveinn el de la Barba Hendida y su hijo Knútr el Grande, algo que sólo consiguen durante unos pocos años. Los segundos emprenden varias expediciones, atestiguadas por inscripciones rúnicas, hacia el Asia lejana, sin resultado aparente. Los escandinavos siguieron dos rutas principales 22, como ya hemos anunciado. La del Oeste, de los vikingos, era conocida como vestvegr , y era seguida principalmente por noruegos y daneses. Tenía dos variantes mayores: una hacia las Islas Británicas, Islandia, Groenlandia y eventualmente Vinnland, en algún lugar de la península del Labrador; la otra va a lo largo de las costas de Francia y la Península Ibérica, y atraviesa el estrecho de Gibraltar (Njörvasund) para dirigirse, bien hacia África del Norte, bien a la Francia meridional e Italia, pudiendo terminar en Bizancio. Existía también una ruta del Norte que sólo utilizaban los noruegos, y que desde el sur de la actual Noruega, bordea sus costas hasta el cabo Norte y atraviesa el Esta región es llamada así porque allí imperaba la ley (law ) de los daneses (danes ). De hecho, fueron los varegos suecos los fundadores del principado de Kiev, germen de Rusia. A su vez, la misma Rusia toma el nombre de estos suecos o r ū s (aún en finés actual Suecia es llamada Ruotsi ). 22 BOYER, R., op. cit ., pág. 25 20 21
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Mar Blanco para recalar en Murmansk o en Arkhangelsk. Por último, estaba la ruta interior al Báltico, transitada especialmente por los suecos, que explotan el ámbar; ésta última ruta desemboca directamente en la ruta del Este. La ruta del Este (austrvegr ), de los varegos o r ū s, era utilizada por los suecos, como ya hemos dicho, y partía de Riga para tomar el complejo de los ríos y lagos rusos y llegar, a la altura de la actual Odessa (llamada Aldeigjuborg en normánico antiguo), al Norte del Mar Negro; éste era atravesado en dirección Sur hasta Bizancio. Allí enlazaba con las grandes rutas provenientes del Extremo Oriente, y es probable que los varegos las siguieran. Los factores23 que, a partir de un momento dado, movieron a los vikingos a realizar las incursiones han sido largamente discutidos por historiadores y arqueólogos. Básicamente se concretan en la debilidad de los lugares atacados, la increíble rapidez y movilidad del barco escandinavo (que más adelante analizaremos), el exceso de población en ciertos puntos de Escandinavia unido a ciertos reveses en la producción agraria (el suelo cultivable no era muy extenso), el derecho de primogenitura (que dejaría a los hijos menores si bienes, pero este punto no está muy claro) y, al parecer el factor principal, el establecimiento de mercados y rutas comerciales de gran envergadura. Respecto al modo de realizar las incursiones, es importante señalar que en el barco eran transportados víveres, materiales para comerciar (pieles, pescado seco, marfil de morsa, piezas de artesanía y orfebrería, etc.) y caballos. Se buscaba una bahía o ensenada donde embarcar, que servía de “fuerte”, de punto desde el que se penetraba en el interior. A partir de ese momento los vikingos podían dedicarse a una doble actividad, bien al comercio, bien al expolio, escogiendo para esto último, como ya hemos señalado, los lugares donde más riqueza se concentraba y que, al tiempo estaban más desprotegidos :monasterios, iglesias y abadías; no obstante
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ALMAZÁN, V., op. cit ., pág. 20.
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también atacaban núcleos de población. Esta forma de proceder implica que su radio de acción no se limitaba a las zonas costeras, sino que en muchas ocasiones penetraban hacia el interior 24. Una vez conseguidas las riquezas que estimaban aceptables, regresaban al punto de embarque e iniciaban el viaje por mar hacia una nueva región en la que enriquecerse. Porque el objetivo en las expediciones (que eran a la par comerciales y de saqueo) no era otro que “adquirir riquezas”, como atestiguan numerosas inscripciones rúnicas. Este carácter de comerciantes de los vikingos había sido hasta hace pocos años ignorado por la historiografía, más atraída por la romántica imagen de bárbaros y bandidos; sin embargo, como Régis Boyer señala, era el principal factor de los viajes que emprendían25.
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No podemos pasar por alto uno de los factores tecnológicos que propiciaron la expansión marítima de los vikingos, y que no es otro que sus característicos barcos, uno de los iconos que más rápidamente se asocian a los escandinavos en la imaginería occidental. Es común leer u oír el nombre de drakkar aplicado a estas embarcaciones, pero el empleo de este término, como bien señala Régis Boyer, es erróneo, pues los vikingos jamás llamaron así a sus barcos. Dicha palabra, drakkar , no es más que la deformación francesa de drekar , plural de dreki (“dragón” en antiguo normánico), y se refiere a las figuras zoomorfas con las que estaban decoradas las proas de los barcos
Esto fue más fácil en regiones como Francia y Centroeuropa, debido a la navegabilidad de sus ríos, pero, como veremos más adelante al analizar las incursiones en la Península Ibérica, aquí también alcanzaron numerosos puntos del interior. 25 Este autor insiste a lo largo de su obra en que un vikingo podría ser representado “con la balanza de pesar la plata picada en una mano y la espada de doble filo en la otra”. 26 Para este apartado véase DURAND, Frédéric, “La construction navale et la navigation des Vikings”, Les Dossiers d’Archéologie , 1992, 170, pp. 2-7; BOYER, R., op. cit ., pp. 105-150; ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 65-76; y ELLMERS, Detlev, “Los barcos de los vikingos”, Catálogo de la exposición “Los vikingos y sus predecesores” , Madrid, 1980, pp. 28-31; ATKINSON, Ian, Los barcos vikingos , Madrid, 1990. 24
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vikingos. En realidad los escandinavos poseían diversos términos para referirse a sus embarcaciones, siendo los más comunes knörr , skeið y langskip . El origen de estos knerrir (plural de knörr ) es muy antiguo, pues ya desde varios siglos antes del inicio de la Era Vikinga encontramos antecedentes 27 que presentan ya los rasgos fundamentales (casco formado por planchas que se superponen unas a otras, con una característica forma de proa y popa levantadas y casi simétricas, y con un remo-timón atrás, a estribor). Por otra parte, teniendo en cuenta la accidentada orografía de las tierras escandinavas y su abundancia en lagos y fiordos, es comprensible que el barco desempeñó un papel fundamental en esta sociedad, algo atestiguado también por la abundancia de dioses y diosas, tanto de época vikinga (Njörðr) como pre-vikinga (Nerthus, Nehalennia, etc.), cuyas atribuciones principales eran la protección de los que viajaban por mar. Podemos conocer el proceso y las técnicas de construcción de estas embarcaciones a través de algunos textos escritos y de documentos como el tapiz de Bayeux (que lo ilustra ricamente); pero sin duda el aporte de la Arqueología ha sido fundamental, y gracias a multitud de hallazgos, tanto en mar como en tierra, de barcos enteros o fragmentados, podemos saber con gran exactitud cómo eran. Los barcos hallados en Oseberg, Gokstad, Skuldelev y muchos otros yacimientos constituyen interesantísimos ejemplos de ello. La primera fase de construcción consistía en tallar, con un hacha y de una sola pieza, la quilla, normalmente hecha de roble; la roda y el codaste se fijaban con remaches de metal o clavijas de madera. Después se disponían las planchas, que se cubrían parcialmente la una a la otra y se unían con remaches, mientras los intersticios se llenaban con cáñamo empapado en alquitrán. Para asegurar la estabilidad se disponían transversalmente varengas diestramente talladas para adaptarse a la forma interior de la quilla. A continuación reforzaba la estructura mediante los baus (unas vigas transversales que mantenían separadas las varengas) y unas piezas que se disponían longitudinalmente cortando la cuaderna, además de la
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Buen ejemplo de ello es el barco hallado en Nydam, Dinamarca, que podría re montarse al siglo VI.
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regala. En el centro se instalaba el pie del mástil, en forma de pez, y en él se hundía el mástil. El último paso en la construcción era instalar una especie de plataforma delante y eventualmente detrás para delimitar una cala. Una vez construido el barco, era imprescindible esculpir la figura de proa, que no era fija (se podía quitar y poner); normalmente representaba la cabeza de un animal o un monstruo, y su función era espantar a los malos espíritus. Había que colocar la vela, de vaðmál 28, rectangular y hecha de paños cosidos unos a otros. Además en la parte superior de la borda se hacían unos orificios para introducir remos, por lo que el barco podía ser impulsado tanto mediante éstos como a vela. Por último estaba el timón, un remo de mango corto y de pala ancha fijado detrás, a estribor, por un atadero de cuero y articulado en ángulo recto sobre una barra muy fácil de manipular. Por tanto nos encontramos ante una nave de reducido calado (lo que permite maniobrar fácilmente tanto en aguas poco profundas como en alta mar), con capacidad para unos cuarenta tripulantes, ligera, de suave navegación y muy rápida, a lo que se añade el hecho de que se podía transportar fácilmente por tierra. Todo esto hace del knörr un instrumento de primera magnitud para realizar viajes, tanto pacíficos como con carácter de incursión. Hay que decir que existían diferentes tipos de barcos, aunque el knörr o skeið sea el más común, ya que es apto tanto para comerciar como para atacar. Así, nos encontramos con la ferja (barco de pesca normal), la skúta (barco de cabotaje de múltiples usos) y el karfi o langskip (literalmente “barco largo”, nave de guerra, más rápida). Pero, en cualquier caso, el término común para designar a cualquier barco será knörr o skeið . Ahora que nos hemos aproximado un poco a las gentes que llevaron a cabo las incursiones y a las causas que los movieron a ello, pasaremos a analizar propiamente su paso por la Península Ibérica.
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El vaðmál era un tejido producido en Escandinavia y utilizado como moneda de cambio.
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Ante todo hay que recordar que las fuentes de que disponemos para el estudio del paso de los escandinavos por la Península Ibérica son básicamente escritas, y carecemos de vestigios arqueológicos. Esto se debe al hecho de que una incursión como las que llevaban a cabo los vikingos no deja huella arqueológica, pues en Hispania no se establecieron en ningún punto fijo (algo que, como hemos visto, sí ocurrió en otras regiones, como Gran Bretaña, Irlanda, etc.). De este modo, estas incursiones sólo se detectan arqueológicamente a través de niveles de destrucción en algunos enclaves que fueron arrasados (ciudades como Sevilla, y también muchos monasterios e iglesias en la zona Norte, como San Cibrán de Logo o Santa Eulalia de Curtis) 30 y de fortificación de puntos abiertos y anteriormente atacados. Respecto a esta última posibilidad, en la zona gallega se conservan múltiples restos de construcciones (murallas, torres de protección, etc.) cuyo fin no era otro que repeler los ataques vikingos 31, como sucede en la ría de Arousa, junto al río Ulla, o en la iglesia de San Martín de Mondoñedo (convertida casi en fortaleza)32. Así pues, salvando estas excepciones, debemos ceñirnos a lo que nos cuentan autores contemporáneos o posteriores a los hechos, y podemos distinguir tres tipos de fuentes escritas según su procedencia, a saber, árabes, cristianas y nórdicas. Las fuentes árabes han sido minuciosamente estudiadas por diversos autores, como Dozy, Lévi-Provençal o Sánchez Albornoz, y se han editado diversas traducciones. Son de gran valor por la precisión de datos, lugares y fechas, que, cotejados con las otras fuentes, nos ayudan a aproximarnos mejor a la realidad de
DOZY, Reinhart P. A., Los Vikingos en España , Madrid, 1987 (esta obra se publicó por primera vez hacia mediados del siglo XIX, pero su antigüedad no es impedimento para que el resultado sea un magnífico estudio de las fuentes sobre el tema, válido aún hoy en la mayoría de sus aspectos); ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 79-84. 30 ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 100-102. 31 En las excavaciones llevadas a cabo en la catedral de Santiago de Compostela se encontraron restos de torres defensivas mandadas hacer por los obispos Sisenando y Cresconio en momentos de ataques vikingos. ALMAZÁN, V., op, cit ., pág. 118. 32 Ibidem , pp. 94 y 103-106; ALLAN, Tony, Viki ngos. La batalla al final de los tiempos , Madrid, 2002, pág. 14. 29
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estas incursiones. Como ya hemos mencionado anteriormente, en estos escritos los vikingos son llamados madjus , mayus o machus (“adoradores del fuego”). Los principales autores hispano-árabes que nos hablan de ellas son Ibn al-Cutia (relata los primeros ataques, de 844), Nowâirî, Ibn Adharî, Becrî (estos tres nos hablan tanto de los ataques de 844 como de la segunda oleada de 858-861, y el segundo de ellos también de la tercera oleada de 966-971), Ibn Hayyán (relata los segundos ataques, 858-861), Ibn Jaldun (nos habla de la tercera oleada, 966-971) y Edrisi (aporta datos de las últimas incursiones del siglo XI). Como podemos comprobar en los fragmentos traducidos por Dozy33, estos autores son muy prolijos en su descripción de los ataques. Las fuentes cristianas del Norte peninsular también son de suma importancia, pues algunos de sus autores pudieron ser testigos oculares de los hechos 34. Aunque no son tan prolijos como los autores árabes, también introducen gran precisión en las fechas, lugares y otros datos. Los escandinavos son llamados en estas fuentes normanni , o preferentemente lormanni , lordomani , leodemanni , etc. Los textos en que se mencionan los ataques vikingos son el Chronicon Albeldense (escrito hacia 881); la Chronica Alfonsi III o también llamada Sebastiani (mandada hacer por Alfonso III de Asturias, que reinó entre 866 y 910, y continuada por el obispo Sebastián de Salamanca; junto con la Albeldense, describe los ataques de 858-861); la Chronica Sampiri (escrita por Sampiro, notario y luego obispo de Astorga entre 1035 y 1041, que continúa la de Alfonso III hasta 982); la Chronica Silensis (escrita hacia 1115 por un mozárabe); el Chronicon Regnum Legionensium o Pelagii (compilación de crónicas, de 982 a 1109); la Historia Compostellana (mandada hacer por el obispo Gelmírez hacia 1140); por último, el Chronicon Iriense (sólo cubre los hechos hasta 982). Otros autores franceses como Dudon de Saint-Quentin nos hablan de las incursiones en la Península Ibérica, y además existen documentos que las mencionan, como una carta de Alfonso V, fechada el 29 de octubre de 1024 35.
DOZY, R. P. A., op. cit . Como, por ejemplo, el autor de la Crónica Albeldense (ALMAZÁN, V., op.cit ., pág. 81). 35 DOZY, R. P. A., op. cit ., pp. 51-54. 33 34
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Por último están las fuentes nórdicas (principalmente sagas), menos abundantes y más imprecisas, escritas más tardíamente que las anteriores, pero que arrojan datos de gran interés al describir batallas en la costa atlántica y otros lugares, también en al-Andalus. Las sagas que mencionan específicamente las incursiones en tierras hispanas son la Óláfs saga o Saga de Olaf (perteneciente al Heimskringla ), la Orkneyinga saga (Saga de los condes de las islas Orcadas) y la Knytlinga saga (Saga de la dinastía del rey Canuto -Knútr-). En todas ellas hallamos multitud de topónimos y antropónimos que nos remiten a enclaves y personajes identificables en las fuentes árabes y cristianas.
Es importante señalar que, dada la situación de la Península, ésta se halla en un punto clave para las comunicaciones marítimas 36, ya desde la Prehistoria, lo que ha facilitado ancestrales contactos con el mundo atlántico. Por otra parte, debido a la orografía, la cornisa cantábrico-atlántica peninsular ha estado muy volcada a dichos contactos. Independientemente de ello, hay que decir que la península Ibérica se halla en la ruta natural procedente del Mar del Norte y que, una vez atravesado el Canal de la Mancha y rodeada la península de Armórica -el gran Finis Terrae galo-, continúa hacia el Suroeste para acabar cruzando el Estrecho de Gibraltar y llegando al Mediterráneo. Por tanto es comprensible que los escandinavos, siguiendo su vestvegr o Ruta del Oeste, acabasen recalando aquí. Los autores que han estudiado las incursiones vikingas en la Península Ibérica distinguen claramente en ellas cuatro etapas u oleadas 37:
Para este asunto resultan muy interesantes las actas del coloquio Los Finist erres atlánticos en la Antigüedad. Época prerromana y romana , de V.V.A.A., Gijón, 1996. 37 ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 85-120; DOZY, R. P. A., op. cit .; ZOZAYA, Juan, “Razzias vikingas en la España islámica”, Revist a de Arqueología , 1981, 2 (6), pp. 32-41; MARTÍN, José Luis, “Los adoradores del fuego en la Península”, Historia 16 , 1979, 4 (41), pp. 92-95; GARCÍA CORRALES, Enrique, “Los vikingos invaden Sevilla. Interrogantes ante un hecho histórico poco contado por las crónicas”, Histor ia 16 , 1995, 20 (235), pp. 25-32; CARRETIÉ GONZÁLEZ, Gabriel, “Los vikingos y el País Vascongado. Últimos hallazgos”, Kobie 36
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- Primera oleada (844): los vikingos llevaban desde el comienzo del siglo IX saqueando y asolando las regiones costeras de la Europa atlántica; tras pasar por los Países Bajos, las Islas Británicas y Francia, y siguiendo esa ruta natural de la que hemos hablado, tocó el turno a las costas hispánicas. Según las fuentes, en el año 844 partió del Garona una flota normanda que, tras una tempestad, llegó a las costas asturianas. Fue saqueada toda la costa cercana a Gijón y después los escandinavos desembarcaron junto al Farum Brigantium (Torre de Hércules), en La Coruña, pero hubieron de retirarse sin haber provocado grandes estragos, ya que el rey Ramiro I envió contra ellos tropas que les hicieron frente y les quemaron setenta barcos. Expulsados de Galicia, los vikingos continuaron hacia el Sur para continuar sus actos de piratería; de este modo llegaron poco después al estuario del Tajo y, ya en territorio musulmán38, saquearon la ciudad de Lisboa durante trece días. De aquí continuaron hasta Cádiz, penetraron por el Guadalquivir y el 29 de septiembre llegaron a Sevilla. El saqueo e incendio de esta ciudad, que duró varios días, ha sido prolijamente descrito por varios autores musulmanes, reflejo del pánico que sembró este hecho en todo al-Andalus. También hubo saqueos en Medina Sidonia, Cádiz y Coria del Río. El número de embarcaciones que arribaron a Sevilla varía según los autores, pero en cualquier caso imaginamos que el volumen de la flota sería considerable, aunque no es probable que navegasen de un modo compacto, sino que varias flotas independientes se unirían para determinados ataques. Por tanto, destruyeron Sevilla, cuyos habitantes se refugiaron en Carmona y pidieron ayuda a Córdoba, y ‘Abd al-Rahman II envió un gran ejército. Tras varias semanas de correrías por la región, los vikingos fueron derrotados; muchos cayeron, y los que quedaban huyeron y continuaron hacia el Mediterráneo. Sin embargo un pequeño grupo quedó aislado en territorio musulmán y pidió la paz, que les fue concedida, estableciéndose en Isla Menor, cerca de Sevilla; estos vikingos que Paleoantropología , 1992-1993, 20, 287-292; LINDEBERG, Inga, “Los vikingos en el reino de los francos y en la Península Ibérica”, Catálogo de la exposición “Los vikingos y sus predecesores” , Madrid, 1980, pp. 26-28. 38 Es probable que los musulmanes ya hubiesen tenido relaciones con los escandinavos, hasta entonces amistosas, pues según Ibn Dihya, en un relato copiado por Maccari, en 821 ‘Abd al-Rahman I había enviado una embajada a un rey normando. DOZY, R. P. A., op. cit ., pág. 14.
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quedaron se convirtieron al Islam, fundaron familias y se dedicaron durante varias generaciones a la elaboración de quesos 39. - Segunda oleada (858-861): En tiempos de Ordoño I, sucesor de Ramiro I, los vikingos volvieron a atacar el Norte de la Península. En 858 entraron por la ría de Arousa, vía de fácil penetración y jalonada de múltiples playas, que les sirvieron como punto de base 40 desde el que asaltar los distintos lugares. Además al fondo de esta ría está Iria Flavia, antigua sede episcopal y puerto más próximo a Santiago de Compostela. De este modo saquearon Iria Flavia y todo el clero de esta ciudad se refugió en Compostela, que estaba amurallada y fue sitiada por los escandinavos. Los habitantes de este enclave les pagaron un tributo para librarse del saqueo, mas los atacantes quisieron, aún así, entrar en la ciudad. Fue entonces cuando llegó el conde Pedro al frente de un ejército, enviado por Ordoño I, poniéndolos en fuga y levantando el sitio. Esta derrota debió de ser considerable, pues de los cien barcos que traían los vikingos sólo les quedaron sesenta y dos. Nuevamente partieron hacia el Sur e intentaron desembarcar en la costa portuguesa, pero los musulmanes presentaron batalla y se apropiaron de dos de sus barcos. Los sesenta restantes consiguieron llegar hasta el Guadalquivir y luego hasta Algeciras, ciudad que saquearon y cuya mezquita fue incendiada. Tras algunas incursiones por el Norte de África, atacaron la costa de Murcia, llegando hasta Orihuela. Pasaron el invierno en la costa francesa, cerca de Camargue, y al emprender el regreso, según cuentan los cronistas árabes, siguieron por la costa penetrando hasta Pamplona, probablemente tras remontar el Ebro, y allí hicieron prisionero al rey García, que tuvo que pagar un rescate de 90.000 dinares para poder ser liberado41. Hay que decir que en el año 905 Alfonso III de Asturias mandó construir un castillo para defender mejor la catedral de Oviedo de los ataques de los vikingos. ZOZAYA, J., ar t. cit., pág. 37; GARCÍA CORRALES, E., art. cit ., pág. 28, MARTÍN, J. L., art. cit ., pág. 93. En la incursión de 844, cuando atacaron al-Andalus, habían utilizado con este propósito Isla Menor, un islote del Guadalquivir próximo a la desembocadura del río Tinto. 41 DOZY, R. P. A., op. cit ., pp. 36-37; ALMAZÁN, V., op. cit ., pág. 95; ZOZAYA, J., art. ci t., pág. 38. 39 40
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- Tercera oleada (966-971): Los primeros duques de Normandía tuvieron que sostener una guerra contra el rey de Francia para afianzar sus dominios. El duque Ricardo I Sin Miedo , nieto de Rollón, tuvo que contar con la ayuda de noruegos y daneses para ello, ayuda fácil de obtener pero de la que era difícil deshacerse, pues una vez ganada la guerra gracias a un ejército de daneses paganos, éstos no aceptaron las condiciones de paz y querían seguir saqueando. Ante esta situación, Ricardo les aconsejó ir a Hispania, por lo que en 966 zarparon de Normandía estos daneses divididos en varias bandas. Dirigieron sus primeros ataques contra las costas musulmanas de Portugal, primero a Alcacer do Sal y después a Lisboa, pero en ambos lugares sufrieron graves pérdidas, ya que los musulmanes de al-Andalus estaban ya bien preparados contra los ataques vikingos. Simultáneamente, una de las bandas penetró por la ría de Arousa y atacó Compostela, cuyo obispo Sisenando, hombre con grandes dotes militares, hizo grandes esfuerzos42 por defender la región de los ataques vikingos. En 968 aparece frente a la ría una flota de cien naves bajo el mando de Gundræd (Gunderedo en las fuentes hispánicas) y estos atacantes se dirigieron hacia Iria Flavia. Sisenando organizó un ejército que se enfrentó a los vikingos en un lugar llamado Fornelos o Frosnellos, y en dicha batalla el obispo fue muerto. Tras esto camparon a sus anchas por Galicia, saqueando y destruyendo muchas iglesias y monasterios, tanto en regiones costeras como en el interior. Esto fue así hasta que tuvieron que enfrentarse a Rudesindo, anteriormente obispo de San Martín de Mondoñedo, al que fue encargada la administración de la diócesis de Compostela y que fue nombrado lugarteniente del rey en Galicia. Consiguió formar un ejército que, junto a las huestes que el rey envió bajo el mando del conde Gonzalo Sánchez, logró vencer a los escandinavos en 971, estando Gundræd entre los muertos. Los demás huyeron, aunque, a pesar de estar muy
En 966 Sisenando pidió permiso al rey Sancho para mejorar las fortificaciones de Santiago de Compostela y tenerla preparada para un posible ataque de los escandinavos, permiso que le fue concedido. DOZY, R. P. A., op. cit ., pág. 44. 42
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debilitados, antes de regresar a sus lugares de origen intentaron una invasión en la costa occidental de al-Andalus, siendo nuevamente repelidos por el ejército califal. - Cuarta oleada (1008-1038): El hecho de que la resistencia encontrada en Galicia fuera cada vez mayor pudo ser condicionante para que los vikingos decidieran esta vez atacar otro punto de la costa gallega 43, de modo que esta cuarta oleada de incursiones se produce en la zona Suroeste de Galicia y el Norte de Portugal, con la desembocadura del Miño como centro. Diversas crónicas y documentos evidencian una incursión vikinga en la región de Braga en 1008. Sin embargo, mucho más devastadora fue la que en 1015 remontó el Miño hasta llegar a Tuy, ciudad que fue saqueada y destruida por los escandinavos 44. Desde cuatro o cinco años antes el célebre noruego Óláfr Haraldsson había estado arrasando las costas holandesas, británicas y francesas, y todo apunta a que esta incursión en Galicia y la destrucción de Tuy también fueron obra suya, como indican diversas fuentes45. Estos vikingos fueron expulsados por Alfonso V, tal como él mismo expone en una carta fechada en 1024, a la que ya hemos hecho referencia. La siguiente incursión tuvo lugar en 1028, de nuevo en Galicia, donde la situación era políticamente inestable tras la subida al trono de Bermudo III, habiendo luchas civiles entre diversos bandos. En ese momento los vikingos irrumpieron en la ría de Arousa, y varios historiadores piensan que al mando iba un danés, Ulf, apodado el Gallego ; tanto la Knytlinga saga como Saxo Gramático en su obra Gesta Danorum hablan de él y dicen que saqueó Galicia 46. Al parecer este Ulf, desde aproximadamente 1032, después de haber obtenido un gran botín, se convirtió en mercenario de un noble gallego llamado Rodrigo Romariz durante el alzamiento contra Bermudo III, y el obispo de Compostela, Cresconio, envió un poderoso
Hemos visto cómo la primera oleada de incursiones se concentró en la costa Norte gallega, así como la segunda y la tercera tuvieron como principal escenario las Rías Baixas, especialmente la de Arousa. 44 De hecho, cuando Tuy fue reconstruida cambió de emplazamiento, pasando a situarse en un otero, desde donde poder llevar a cabo una defensa más efectiva. ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 110-111. 45 DOZY, R. P. A., op. cit ., pp. 51-63; ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 112-115. 46 DOZY, R. P. A., op. cit ., pp. 65-66; ALMAZÁN, V., op. cit ., pág. 116. 43
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ejército contra ellos, que puso en fuga a Ulf y sus tropas, algo que debió ocurrir hacia 1038. Después de esta incursión los escandinavos sólo regresan de forma puntual. En algunos casos vuelven a aparecer como mercenarios de nobles gallegos en diversos conflictos del reino, como el levantamiento contra doña Urraca. Otras veces sí llevan a cabo acciones de pirateo, pero son, como digo, bastante puntuales, y sus ejecutores ya no son noruegos ni daneses, sino sus descendientes de las Islas Británicas y Orcadas –como un tal Sigurd que a principios del siglo XII saqueó Lisboa y Alcacer do Sal en su camino hacia Tierra Santa-. En cualquier caso, estas acciones no van más allá de mediados del siglo XII.
En un principio las flotas vikingas cogieron por sorpresa a los habitantes de las regiones que atacaban, pero, a medida que éstos tomaron conciencia del peligro, se mostraron cada vez más preparados para dichos ataques desde el punto de vista defensivo y militar, de modo que los mismos vikingos tuvieron que realizar sus incursiones en otros lugares más indefensos y vulnerables o donde no se hubiera conocido aún de primera mano la fuerza de sus acometidas. Así, en el Norte peninsular observamos cómo se construyen multitud de estructuras defensivas y se fortifican innumerables enclaves ante los ataques de los escandinavos, al tiempo que los reyes y los poderes nobiliarios y eclesiásticos intervienen para frenarlos. Otra de las consecuencias es el traslado definitivo de la sede episcopal de Iria Flavia, ciudad costera de la ría de Arousa, a Compostela, más al interior y por tanto menos vulnerable. El obispo Teodomiro de Iria Flavia, quien supuestamente descubrió la tumba de Santiago, ya se hizo enterrar en la nueva
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iglesia construida en Compostela, pero el traslado de la sede no se hizo de forma oficial47 hasta que comenzaron las primeras incursiones vikingas. En el ámbito musulmán 48 los ataques normandos propiciaron el refuerzo del ejército, especialmente en los puntos costeros –que ahora estarán bien guarnecidos-, y la creación de una potente flota de guerra para defender las costas y que será la base de un floreciente comercio. Además ciudades como Sevilla fueron dotadas de nuevas murallas. Por otra parte, el paso de los vikingos por tierras hispánicas dejó honda huella en la memoria popular, al igual que en la toponimia 49. Ejemplo de ello son dos pequeñas localidades, una en León, cerca del límite con la provincia de Zamora, llamada Lordemanos (esto nos lleva al hecho de que los escandinavos no se ceñían sólo a la costa, sino que llegaban a penetrar muy al interior), y otra en Portugal, muy cercana a Coimbra, llamada Lordemão. Vemos, pues, que estos hechos no fueron baladíes, sino que causaron un gran impacto en las poblaciones que fueron a la vez víctimas y testigos, y al mismo tiempo sus mismos protagonistas también guardaron memoria de ellos.
ALMAZÁN, V., op. cit ., pág. 94. MARTÍN, J. L., ar t. cit ., pág. 93. 49 ALMAZÁN, V., op. cit ., pp. 119-120. 47 48
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