Alimentación de la Abeja Melífera con Jarabe de Azúcar Por Daniel G. Pesante, Ph.D. Apicultura Tropical
En ocasiones se recibe solicitud de información para aclarar dudas o plantear reservas que algunas personas tienen sobre el uso de la azúcar blanca granulada en la alimentación de la abeja melífera, en esencia por ser ésta un producto refinado. Dependiendo de la ótica con la que se mire, esta duda o cuestionamiento puede tener o no cierta lógica. La azúcar blanca granulada, principalmente de caña de azúcar, pero también proveniente de remolacha, aunque en muchas partes del globo terráqueo se utiliza sirope de maíz alto en fructosa, se diluye en agua y se le suministra a las abejas para en esencia simular un flujo de néctar para aumentar la producción de cera y la postura de huevos por parte de la reina. En el caso de la azúcar blanca granulada, esta mezcla se confecciona utilizando una parte de azúcar y una parte (volumen) de agua, para generar una solución o jarabe al 30% de azúcar, que se suministra una vez en semana por el tiempo requerido. La razón principal de su uso es estimular la construcción de panales y un aumento en población, durante momentos en los que no hay entrada significativa de néctar a la colonia. Ambos procesos son sumamente importantes para el desarrollo efectivo de la colonia. El jarabe se provee a la colonia a razón de un litro de jarabe al 30% a la semana, unos dos ciclos de cría antes del flujo de néctar principal y se concluye justo al momento en que inicia el flujo de néctar (6-8 semanas después). También se puede suministrar el estímulo en otros momentos del ciclo anual, cuando se interese aumentar la producción de cera y la postura de la reina. En su defecto, la colonia no da inicio a la construcción de panales o aumentar la población hasta que de comienzo uno de los dos o en ocasiones tres flujos de néctar del año. Si se divide una colonia para obtener otra u otras unidades y no se hace en o justo antes del flujo de néctar, con gran probabilidad la colonia no desarrolle en una forma efectiva, lo que lleva a que en ocasiones se debilite demasiado y perezca. El único flujo de néctar predecible es el de primavera, que en nuestra área da inicio a mediados de febrero, pudiéndose adelantar o atrasar una o dos semanas. Es oportuno considerar que la abeja melífera ha evolucionado explorando, afinando (por selección natural) y utilizado un nicho muy específico en el ecosistema, como parte del cual almacena y utiliza miel como fuente primaria de energía, y para propósitos prácticos, exclusiva. La miel de abejas tiene una composición promedio de 80% de azúcar, principalmente compuesta por dos azúcares simples o monosacáridos. Pocos animales pueden utilizar, en una forma efectiva y sostenida, este tipo especializado y concentrado de fuente de energía. Aunque hay que hacer la salvedad que las abejas no consumen miel de abeja como tal, éstas almacenan esa fuente de energía como miel, pero la diluyen antes de su consumo. A través de todo el globo terráqueo se producen miles de tipos de mieles que van de oscuro a completamente transparente, evidencia de las grandes diferencias o variaciones que hay en composición de algunos de los elementos del néctar y por lo tanto de la miel; sin embargo, el por ciento de azúcar no varía tanto entre mieles. La variación principal atribuible al por ciento de azúcar de la miel viene como resultado de la humedad del medioambiente durante el proceso de maduración de
la miel y es muy poco lo que tiene que ver con la abeja melífera como tal (aunque puede haber algo de variación inherente, entre especies y sub-especies). Mientras más seco el ambiente alrededor de la colonia, más baja la humedad relativa, y mayor el contenido de azúcar de esa miel o sea más bajo será el contenido de agua. Por otro lado, el contenido de minerales, que es lo que principalmente imparte color, (dejando a un lado los pigmentos de origen vegetal) varía significativamente entre mieles, estando presente en concentraciones más altas en mieles más oscuras y ausente de mieles completamente transparentes, aunque la norma es que el valor esté en un punto intermedio, pero altamente variable. El contenido de minerales de la miel de abejas, depende del contenido de minerales del néctar y éste a su vez de factores como la especie de planta que produce el néctar, la composición de especies de plantas nectaríferas del área, o índice de diversidad de especies de la comunidad apibotánica, la mineralogía del suelo y el pH del suelo, que dependiendo del mismo serán los minerales que estén disponibles para la planta, estando unos disponibles a pH alto (alcalino) y otros a pH bajos (ácido). Hay miel oscura, resultado de permanecer tiempo prolongado en panal oscuro, pero que como néctar o si fuese almacenada en panal recién producido sería más clara o clara. Esa miel no necesariamente tiene más minerales, son pigmentos que adquiere del panal debido a la alta cantidad de propóleos, combinado con el efecto del tiempo. Por otro lado, la miel expuesta a la luz se va tornando más oscura, irrespectivo del contenido de minerales. La azúcar blanca granulada es una fuente concentrada del disacárido sucrosa, y como fuente exclusiva de energía puede llevar a algunas personas a pensar que, transfiriendo al insecto especializado, el concepto del posible efecto poco o no saludable al ser humano, la azúcar blanca granulada podría ser una fuente no adecuada de alimento para la abeja melífera. Y muy bien puede que lo sea, por lo que se entiende las posibles dudas que genera en algunas personas, pero al momento no hay evidencia que lo sustente. Hasta que no se pruebe de una forma contundente y reproducible, no se puede decir que suministrar jarabe de azúcar, hace daño a la abeja melífera. Una forma efectiva de disipar esta duda sería alimentando un grupo de no menos de 25-30 colonias (en igualdad de condición de desarrollo poblacional) con jarabe de azúcar refinada siguiendo prácticas de manejo apícola estándar, y otro grupo de 25-30 colonias sin el jarabe de azúcar refinada, para evaluar su desarrollo poblacional, cantidad de miel almacenada, susceptibilidad a plagas y enfermedades, de cada uno de los dos grupos, esto a través del tiempo, por unos tres a cinco años para ver si efecto a largo plazo. Datos curiosos: - Alimentar abejas melíferas con jarabe al 30%, pero utilizando azúcar morena (azúcar de caña - no refinada), es perjudicial a éstas, causándoles diarrea. Alimentar con miel de abeja, cuya procedencia es desconocida, abre la posibilidad de trasmitir a las abejas de esa colonia (y eventualmente diseminar por el resto del apiario y del área) enfermedades y parásitos de otras áreas geográficas, por lo que se recomienda que nunca se utilice miel de abejas para alimentar abejas melíferas, cuando la procedencia de la miel y el estatus clínico de las abejas que la produjeron es desconocido. Aún así, alimentar con miel de abejas obtenida previamente de las mismas colmenas tiene un efecto principalmente de mantenimiento o sea de sostener la población para que ésta no merme. Para que surja un efecto estimulativo, la fuente del carbohidrato tiene que simular un flujo de néctar (5-20% azúcar). Aún cuando la miel sea de las mismas colmenas del apicultor, no es factible diluir la miel para generar una solución estimulativa al 30% ya que inmediatamente luego de la dilución se activan levaduras naturalmente presentes en la miel, fermentándose la solución en el alimentador lo que llega a causar problemas significativos de pillaje, con la consecuente pérdida de abejas, reinas, daño a panales y posible diseminación de enfermedades y parásitos a colonias aledañas. Por otro lado, alimentar con jarabe de azúcar durante el flujo de néctar se considera una forma de adulteración de miel siendo almacena en ese momento, por lo que se debe evitar su uso a toda costa una vez el flujo de néctar da inicio. 2
En el trópico, por pequeña que sea, siempre hay una fuente de polen, para sustento de los miembros de la colonia o sea lo que entra va siendo consumido, pero no entra en suficientes cantidades para ser almacenado. Lo mismo se puede decir del néctar, aunque a diferencia del polen, en ocasiones éste se convierte en limitante. Del polen, las abejas obtienen la puente principal de proteínas, vitaminas, grasas y minerales. La otra fracción de la dieta proviene del néctar, de la que obtienen la energía principalmente en forma de dos hidratos de carbono sencillos, levulosa y dextrosa. Hay cantidades menores de otros azúcares monosacáridos e inclusive de varios disacáridos, pigmentos de origen vegetal y minerales. Luego de los componentes energéticos, que contabilizan aproximadamente un 80%, el restante por ciento viene principalmente del agua (±16-19%), y una pequeña fracción atribuible a pigmentos naturales, coloides proteicos, enzimas y minerales. Si las abejas se alimentaran exclusivamente del jarabe de azúcar (blanca refinada u otra fuente refinada como la de remolacha o el sirope de maíz alto en fructosa) y no lo suplementaran con los componentes que provienen del polen y néctar, muy bien podría llevar a sospechar que las abejas puedan tener una dieta incompleta o desbalanceada, por lo menos durante los momentos en los que no hay entrada néctar, lo que en teoría y desde la óptica y condición fisiológica del ser humano, puede llevar a pensar que ese tipo de alimentación podría ser no optimo o hasta perjudicial para las abejas durante esa época. Inclusive que se pueda manifestar algún deterioro (efecto a largo plazo) en la abeja, aún cuando se deje de alimentar con el jarabe e inicie un flujo de néctar. Al momento no se ha podido observar algo que sugiera que en la abeja melífera se perciba el mismo efecto nocivo que tiene en el ser humano. En otra vertiente del tema, en áreas templadas, en las que se ponen en práctica dos tipos diferentes de alimentación, la estimulativa, en la primavera, que es idéntica a la que se contempla arriba en el trópico. Y una alimentación de mantenimiento, en el otoño, en la que se utiliza jarabe al 50%, confeccionado a base de dos partes de azúcar y una de agua. Esta alimentación de mantenimiento se le provee a abejas melíferas en zonas templadas, en el otoño, justo después de que se les cosecha toda la miel a la colonia, momento en el que como resultado del frío ya no hay posibilidad de floración y por lo tanto no hay forma de suplementar con néctar y polen fresco la dieta basada totalmente en hidratos de carbono refinados. Con este abasto de energía, las abejas pasan parte del otoño, todo el invierno y la primera parte de la primavera, hasta que aparecen las primeras flores. Dependiendo de la zona geográfica (altitud y latitud), esto puede representar desde varias semanas hasta 4-5 meses. Durante este tiempo la reina disminuye e inclusive suspende totalmente la postura de huevos dependiendo de cuán baja sea la temperatura ambiental. La utilización de una fuente de energía basada exclusivamente, y en forma prolongada, en azúcar refinada puede llevar a pensar que en ese ambiente y bajo esas condiciones, sea más factible que la abeja melífera se vea perjudicada de no recibir componentes en pequeñas pero posiblemente importantes cantidades, lo que puede afectar negativamente el desarrollo de larvas y por lo tanto la condición de salud de obreras, zánganos y la reina. Esto suena lógico (cuando contemplado desde la óptica de la fisiología del ser humano y extrapolándolo a la de un insecto especializado en la utilización de una dieta alta en energía), y puede que ocurra bajo condiciones de zona templada (o altura), pero al momento no hay evidencia que lo apoye. Una posible explicación puede ser que los micro-componentes necesarios para hacer “completa” la dieta estén ya presentes en el panal, de la miel que se almacenó previamente allí o de los propóleos, y sean circulados por la colonia en aquellos momentos que sólo hay jarabe de azúcar. O que ya estén presentes en la propia abeja o en el polen. O muy bien puede ser que para la abeja melífera eso no sea un elemento significativo. Si se desea disipar la inquietud se puede añadir 0.5 gr. de solución electrolítica con vitaminas por litro de jarabe a prepararse, accesible en casas agrícolas. Esto constituye un jarabe de azúcar fortificado. Como también se puede optar por no utilizar el jarabe hecho a base de azúcar blanca, remolacha o de maíz alto en fructosa.
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Poniéndolo en perspectiva con relación a otros eventos que al momento se están observando, es posible que sea más lo que se deja de ganar, que lo que se pueda “perder”, al desistir de alimentar en forma suplementaria con jarabe de azúcar o jarabe de azúcar fortificado u otra fuente refinada de hidrato de carbono. Por un lado, dependiendo de cuándo se haga la división o se capture el enjambre, la colonia bien podría tomar más de un año en lo que se desarrolla, lo que puede llevar a que la misma desmerezca y perezca, por no contar con suficientes abejas para procurar un abasto de alimentos que le permita sobrellevar las épocas adversas del ciclo anual. Levantar la población de la colonia a un nivel alto es una de las formas más efectivas que tiene el apicultor de que las propias abejas atiendan los elementos asociados a situaciones de plagas y enfermedades. Un aumento poblacional sobre las 15,000 abejas representa un número y proporción cada vez más alto de obreras disponibles para atender eventos que van más allá de las necesidades básicas de la colonia. Hay dos comportamientos importantes que se benefician de este aumento poblacional, el de higienidad, tanto de la celda como de los individuos, lo que aumenta las probabilidades de que las propias abejas mantengan las enfermedades y plagas a un nivel por debajo del cual no sean problemas significativos. Y el de recolección de néctar y su transformación en miel, que a su vez afecta la producción de cera y la construcción de panales. Colonias con una población baja, consistentemente confrontan más problemas con el manejo de enfermedades y parásitos, lo que incide en su capacidad recolectora y almacenadora de miel, y en la capacidad de sobrevivencia de la misma. Definitivamente existen elementos que al momento están teniendo mucha relevancia (negativa) en la abeja melífera, por ser impactantes e incidir directamente en la sobrevivencia de la colonia. Siendo el más importante; cómo la fisiología e inmunología de la abeja se está viendo comprometida como resultado de la carga de agroquímicos y contaminantes ambientales que el propio ser humano ha venido utilizando y acumulando en el medio ambiente, llevando a que anualmente se estén experimentando mortandades de un 20 a un 40 por ciento en colmenas de abejas melíferas. Esto último está amenazando esa especie de himenóptero polinizador tan importante, lo que potencialmente puede llevar a que la abeja melífera continué bajando su densidad poblacional a niveles más preocupantes. Según se contempla la información disponible, se percibe que alimentar con azúcar blanca granulada, no necesariamente es una idea caprichosa o algo que pueda ser potencialmente perjudicial a la abeja melífera. La evidencia con la que se cuenta y lo que se conoce de lo que se observa en la colonia, por lo pronto, no apoya esa duda pueda ser validada. Le corresponde a la persona evaluar los costos y beneficios reales de involucrarse o no en la práctica de alimentar la colonia con jarabe confeccionado con azúcar u otra fuente refinada de hidratos de carbono.
Generado Mayo 2011
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