LA GUERRA DE LOS PUTOS Traducción Margarita Martínez
1.-L AS ESCALERAS DE LA R UE UE A NDRÉ NDRÉ-A NTOINE NTOINE Hablaba con un acento que me pareció al comienzo norteamericano, después español. Su madre me la presentó como Conceiçao do Mundo. Comprendí enseguida que que no era una travesti como las demás. Su madre la ayudó a sacarse una capa de plumas de pavo real que le llegaba hasta los tobillos. Su madre era al mismo tiempo su chofer; volvió a salir con la capa para estacionar el auto. Conceiçao avanzó desnuda, en tacos aguja. Nunca había visto una mujer tan hermosa, aparte de que era un hombre. Poseía una cabellera roja llameante que caía sobre sus ojos de ágata, y la piel mate de las mujeres caribes sobre una nariz apenas negroide. Su boca era carnosa, con labios pintados de naranja; tenía los ojos maquillados a la manera de las negras del sur de los Estados Unidos, con diferentes polvos fluorescentes. Era imberbe. Sus senos eran puntiagudos y firmes. Bronceada, no conservaba ninguna huella del traje de baño. Entre su pelvis tupida y sus piernas divinas pendía la más maravillosa pija del mundo. Tenía la medida de un antebrazo y el grosor del puño cerrado de un niño de doce años. Después de haberse sacado muy pausadamente un largo guante de satén negro, me tendió la mano, que besé bastante intimidado Es usted Pogo Bedroom? –me preguntó. –Soy su amigo –respondí sonrojándome– se está preparando. –Que se apure –me dijo– no es mi único cliente Pogo Bedroom. Saqué de mi bolsillo dos billetes de quinientos francos, la suma convenida. Ella no sabía dónde guardarlos, no tenía cartera. Los dobló en cuatro y se los puso en el interior de uno de sus zapatos. Se sentó en el sofá Chesterfield de mi biblioteca, con las piernas abiertas y 1
–Dios mío –suspiró– apretándome los hombros–. ¿Hay otros humanos civilizados en la Luna? –Que yo sepa, no. ¡Ah! Sí. Un enano asiático, pero no es peligroso. Insiste en recordarme que es mi esclavo, aunque se pretende el arquitecto de la Nave. –¿Es el asiático New-New, también llamado “el Perro Pomelo”? –Absolutamente. Sólo puede ser él. –Cuénteme qué ha visto. –¡Preferiría que antes me dé noticias de la Tierra! –No tenemos tiempo, ¡cuénteme primero todo lo que ha visto en la Luna! Hice el esfuerzo de contar en orden cronológico, y lo más rápido posible, todo aquello de lo que había sido testigo desde mi despertar en la Luna, pero mi lengua se petrificaba, no llegaba a articular. Me dormí como una masa inerte. ***
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4.-CONCEIÇAO DO MUNDO Me desperté en la cama de una clínica de estilo norteamericano; las enfermeras que me rodeaban eran solamente hombres. Uno de ellos me hizo aspirar un frasco de “poppers”, otro me acomodó la almohada. Sentía que me volvía a hundir en la oscuridad cuando me pincharon el brazo. –Es ultracaína, para que se despierte solamente el tiempo necesario para mantener una conversación. Mi salvador se había sentado en el borde de la cama. Despierto brutalmente por la droga, lo inspeccioné. Era como cualquier puto de mi edad. Me sonrió muy ampliamente. “¡Usted es nuestro primer héroe de la Luna!”. Los enfermeros salieron de la habitación, dejándonos solos. –¿Cómo se siente? Me tendió su estuche de cigarrillos de laca verde. –Es habano cultivado en Venus. Era una verdadera loca; tenía un uniforme seguramente diseñado por Courrèges. –¿Se acuerda de mí? Me encontré con usted en el Café de Flore en mil novecientos setenta y cinco. No me había equivocado: era el viejo gigoló canadiense de un viejo puto de la moda. –Me llamo Louis du Bois. ¡Qué lejano me parecía aquel mundo! –¿Dónde está Conceiçao do Mundo? –Está bien. En libertad. –¿Y Vinicio da Luna? –Posiblemente sea pasado por armas. Su juicio no puede demorar. Esperamos todavía a algunos miembros del jurado que se encuentran en galaxias lejanas. –¿Seguimos estando en la Luna? 81