Paidós Biblioteca de psicología profunda
Serge Leclaire Desenmascarar lo real •
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BIBLIOTECA DE PSICOLOGIA PROFUNDA
1. Karen Hornay LA PERSONALIDAD NEUROTICA DE NUESTRO TIEMPO
23. Harry Guntrlp ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD E INTERACCION HUMANA
2. Anna Freud El YO Y LOS MECANISMOS DI! DEFENSA
24- Hanna Sega! INTRODUCCION A.U. OBRA DE- MELAHIE KLEIN
3. C. G. Jung PSICOLOGIA Y RELIGION
25. W. R. Blon APRENDIENDO DE LA EXPERIENCIA
4. C. G. Jung PSICOLOGIA Y EDUCACION
26. E. Jones LA PESADILLA 27. L. Grinberg, M. Langer y E. Rodrigué PSICOANALISIS EN LAS AMERICAS El proceso anall!lco Transferencia y contratransferencla
5. J. C. Flilgel PSICOANALISIS DE LA FAMILIA 6. C. G. Jung LA PSICOLOGIA DE LA TRANSFERENCIA
28. Carlos A. Pa;:
7. C. G. Jung
ANALIZABILIDAD
SIMBOLOS DE TRANSFORMACION
29. C. G. Jung PSICOLOGIA Y SIMBOLICA DEL ARQUETIPO
B. C. G. Jung ENERGETICA PSIOUICA Y ESENCIA DEL SUEfW
30. A. Garma NUEVAS APORTACIONES AL PSICOANALISIS DE LOS ;>UEllOS
9. E. Krls PS ICOANALISI S Y ARTE \0. C. G. Jung y R. Wllhelm EL SECRETO DE LA FLOR DE ORO 0
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31. Arminda Aberastury APORTAylONES .AL PSICOANALISIS DE NIACÍS •
. 1l, O .. Rank • . EL MITO ·DEL NÁCIMIENTQ·. DEL: HE~OE •2 •• C . G • ••11nq y W. Pau ll • LA INTERPRETACION DE LA NATURALEZA Y LA PSIOUE 13. W. R. Blon ATENCION E .INT.ERPRETACION
32. A. ·Garme · · · • EL ºPSICOANÁLISIS ·Teorla; cllnica y técnlc¡¡ 33. R. W. Whlte EL YO Y LA REALIDAD EN LA TEORIA PSICOANALITICA 34. M. Tracrenberg • LA CtRCUNCISION Un estudio pslcoanalftico sobre las mutileclonea genitales
14. C. G. Jung ARQUETIPOS E INCONSCIENTE COLECTIVO
PSICOANAUSIS DEL ARTE ORNAMENTAL
19. L. Grinberg CULPA Y DEPRESION Estudio psicoanelltico 20. A. Garma PSICOANALISIS DE LOS SUEÑOS 21. O. Fenichel TEORIA PSICOANALITICA DE LAS NEUROSIS 22. Marie Langer MATERNIDAD Y SEXO
EL OBJETO EN PSICOANALISIS
Con una contribución de Juan· David Nasio·
LA FUNCION DE!. ORGASMO •
16. C. G. Jung FORMACIONES DE LO INCONSCIENTE
18. A. Garma
DESENMASCARAR LO REAL
35. W. Reich
15. o. Rank El TRAUMA DEL NACIMIENTO
17. H. Racker ESTUDIOS SOBRE TECNICA PSI COAN AL ITICA
SERGE LECLAIRE
36. J. B1eger SiMBIOSIS Y AMBIGOEOAO 3 7. J. Sandler, Ch. Dare y A. Holder EL PACIENTE Y El ANALISTA
38. M. Abadl y otros LA FASCINACION DE LA MUERTE • Panórame, dinamismo y prevención del suicidio 39. s. Rado PSICOANALISIS DE LA CONDUCTA 40. Anna Freud NORMALI DAD Y PATOLOGIA EN LA NIÑEZ 41. A. Garmo : EL DOLOR DE CABEZA Génesis psicosométlca y tratamiento psicoanalltlco 42, S. Lectaire DESENMASCARAR LO REAL El obj1'to en palcoanéllsls
Volumen 42
EDITORIAL PAIDOS BUENOS AIRES - BARCELONA
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SEAN REALISTAS, PIDAN LO IMPOSIBLE
...
Así se pudo leer, escrito sobre los muros de una primavera, lo que desde hacía ya algunos años era dicho por Jacques Lacan en un lugar que nos complacíamos entonces en imaginar confidencial y cerrado: lo real, es lo imposible. En el pantano, ya había arrojado esta piedra: el objeto, por él cifrado a, era localizable sólo en la estructura. y en el registro de ·· lo real. Una especie -por aotifrase- de sustancia del sujeto escindido, resto de la articufación significante, verdadera "causa del de· seo", el ob/éto a, ese ·residuo, se impone como piedr~ ~ngular ~e la prácti~·a psic.oanalítica: piédr.a de.rJesecho, debe convertirse en la pie: dra bas<1l. ·
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·
IND l CE Título del original francés D~MASQUER LE Rl!EL Un essai sut l'objet en psychanalyse
Publicado por EDITIONS DU SEUIL © Ediüons du Seuil
Versión castellana de VJCTOR FfSCHMAN
IMPRESO EÑ LA ARGENT INA (PRINTED 1N ARGENTINA)
· 1. .¿Ser psicoanalista?. . 9 . L ~o real·er la .c4ra.y· en el texto,
i .. la. reimpresión,
10
~1- ~esplaza~iento: d~ un:cen~ó ·de .gra~eda'd.
3. El falo como juntura con lo real.
1982
18
25
11. Un semestre en Vincennes, · 33 f?e la cas!ración al objeto,
34
l. Donde las cosas-" no se arreglan",
34
2. El cuerpo del que la "cosita" puede ser separada, 3. La semiaprenhensión de la letra, L
Queda hecho el d ~P6sito · que previene la Ley N! 11 723
. a reproducción total o ar . 1 d . id~ntica o modificada, :Ser~:= a e ~:te .libro, en ·cualquier fonna que sea mimeógrafo, impreso, etc., no por el "multigraph": reservados. Cualquier utilización de~ epor e~1torcs, viola derechos serlos preyiamcnte soliciln~a .
autoriz~~ma,
~istema
4. El fantasma del objeto ,
47
51
5. La conjuración de lo real, 6. La imposible medida,
58
66
Metáfora y falo, por Juan David Nasio, ~
Copyright de todas las ediciones e n caste11 ano by EDITORIAL PAJDOS S.A.l.C.F.
Defonsn 599. 3er. piso
Buenos Aires ISBN 950 _ 12 _ 4042 _ 8
40
76
lll. Tres observaciones, 89 l. Jéróroe o la mucr~e en la vida del obsesivo,
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110
2. Philon o el obsesivo y su deseo, 3. Duroc o el punto de vista económico en psicoanálisis.
126
1 •
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1
' ¿SER PSICOANALISTA?
.·
lo.
·o esenm¡:¡scarar real es el trabajo ·del psicoáúafüta. . ¿Lo 'real? Es lo que resiste, insiste. existe irreductiblemente y se da, sustrayéndose, como goce, angustia, muerte o castración. Es fácil imaginar que toda la dificultad reside en su evocación, ya que con lo real sucede lo· mismo que con esos ánimalitos inteligentes que, invariablemente. se alejan cuando se les ordena que acudan. Se necesita astucia, por lo menos en tres ocasiones: en primer lugar, para reconocerlo y no conf unáir la presencia con la realidad; luego, para llamarlo, ya que escapa al nombre y se debe recurrir a la ilusión para fingir capturarlo; por último, se requiere también astucia para no dejarse capturar ni contentarse con el dispositivo elaborado. suele considerar que el psicoanalista está interesado, en pri· mer' Jugar, en la puesta en escena de lo imaginario o, también, en la arquitectura del orden simbólico 1 ; se olvida, sin embargo que, en última instancia, se trata de problemas que no exigen ninguna competencia psicoanalítica particular. ya que se observa a menudo, en relación con ellos, que la pericia de los literatos, de las personas de teatro, mitólogos o lógicos, es mayor que la del psicoanalista. En efecto, en última instancia, a éste sólo se le pide, frente a cualquier problema, que sepa reconocer la falta que ordena su lógica y encierra su fuerza
Se
' Para los conocedores de Lacan, señalo de inmediato que, en In medida en que la instancia de lo real se nos impone desde un primer momento, es :i la "robusta" trilogía de lo simbólico, lo imoginario y lo real que hago referencia; pero ello no indica en absoluto que la prefiera a la referencia al significante, al significado y al objeto.
absolutamente constrictiva En la Ir d .. , . es conceptualizada como ~stración· a ic10~ psicoanalítica, esta falta segura a través de los solidos edifici~s ~:~ etect.arla. en fonna (casi) duda, una cierta pericia en el ejercí . d ª1 conc1e~c1a se requiere, sin caba recién. ero e a astueta tercera que evo-
1
Como ejemplo y prueba de esta diíicuJt d o real, present::iré tres relatos d a para desenmascarar J963; prueba al menos ara a e casos que redacté en 1956, 1958 y hasta. el final Jos tres :Osayo;~:~~~o~u~ tengan la curiosidad de Jeer c~nstituyen el contrapunto clínico~ U e los q~~ las observaciones sin_ duda, que por fiel y hasta lite~al n lector critico podrá apreciar. me1or de los casos. es present d 6 que sea, la observación, en el al texto o, incluso, simplement~ a : .lo para otorgar un cierto estilo ponder a Jos_ temas principale , p ra. apuntalar Ja coherencia Y respsíquica, el deseo, la muerte s anunciados por los títulos: la fuerza intento ser se le plantea u : tDe todas maneras, al lector que hoy cons1'derar que estos texto n .rn errogante·. l'E n q~é sentido se puede tf.enos aquí enfrentad~s s~:s-o no s.on- ps1coanalíticos? ª blema de primordial im ort . . d7 un pr1.mer momento, con un pro.. psicoana~ítico "?Si se !s oªnn~ia: posrb!e calificar un texto como ¿por qué? Para decirlo d~ ot~~ ~o%'"ma af1!·~~tiva, ¿en qué? Si no?mera proposición, ¿qué lugar , f o .. ~ refrrrendonos a nuestra pritexto? · · · ' que un~ion, puede · tener Jo· real en un
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LO -REAL EN LA CÚRA y .EN. EL TEXTO
Se habrá adivinado que Ja 1 . , . . . de casos" es intencional Se sueel ecc101~dcomo e1emplo de fres '.'relatos de u n caso es un texto destinad · e cons1 1:rar' en . efee to, que l a reseña ~r~se~tar, fielmente, lo que sucede en el psicoanálisis propiament Freud, ."no ex iste ningún mede. re o. sin ~mbargo, como lo escribió de un análisis Ja fuerz ro ~ue permita transmitir en el rehto p a persuasiva que su g d 1 ,. . ' . a_ra 1agrario, los informes literales r e e anahsis mismo. l~srs no serfon de ninguna a d " c~~plt:tos de las sesiones de aná· s1va ., se relaciona de aJg·u' yuda . ienso que esta "fuena persuat . . .. ' n mo o con Ja "f b uerz~ a solutamente consnct1va. (de la castración) a la ' . se escnbe -pero también en lo que me h: referido reciéu. En lo que ~º\~nces, algo esencial al psicoa1121~:iss~?1ce- sobre el psicoanálisis, .u rrse. En forma parndó "ica a . rsmo parece perderse o escac1ón. el problema de las 11 '. p ra situar. en una primera aproxima el . ·1· . re acrones entre el t . (1 psrcoana isrs y el psicoanális· . exro. a palabra) sobre is propiamente dicho, intentaré deJi-
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.~ Reproducimos las "1re•
b . ' Se comprende que serÍa º¡~erva~1ones'" al final de la obra. ~ll~n~euee~~· pr.e~,~rnta a otro cJlnico-cs~~i~~~eCJnl:~· n~un~ue mu7 interesante, •iue le J
f~r ~in,o ri;~1~i~~.º~ ~e~t~~~:: ~~ :~lor d~J psíco~~~11~am;s~o~aÜda~ 1~el~~~~i~
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la cscrfll1ra, no le dari;i lu posfbiiíd~~b1ddo a que, persever:indo en esra vía · ª e una respues1a inmedillta.
mitar, precisamente, lo que escapa, se pierde o "no pasa''. Como se ha podido observar, parto de la hipótesis de que ese ''algo esencial" que se pierde tiene que ver con Jo real o, en otras paJabras (cuya pertinencia justificaré en los textos de ''Un semestre en Vincennes"), tiene que ver con el objeto. Veamos qué sucedió con ello en cada una de las cbservaciones de Jérome, de Philon y de Duroc_ La observación de Jéromc es, sin duda, Ja que permite locaJizar con mayor certeza la insistencia de lo real y la extrema angustia que suscita, con la horrorosa representación de la licuefacción de un cadáver. Al reconsiderar "La muerte en la vida del obsesivo", pienso que la relativa legibilidad de lo real en este texto no es ajena a su carácter de bosquejo y de incompletud, en el que la acumulación de las notas. observaciones e interrogantes prevalece sobre lodo verdadero intento de elaboración teórica,.. Sin embargo, no podría decir hoy si en este texto la "fuerza absolutamente constrictiva" que rige la neurosis obse\ siva de féréime está red1.1cida a un elemento del análisis entre otros o si, por el contrario, es aislada, crucial, aunque a la espera de ql!~ _se la examine, como parecería indicarlo este pasaje: "En el punto en el que nos encontramos, s1,1bsíste un problema: saber por qué este horror de la descomposición del cadáver, que parece un sentimiento tan nátural y común, se encuentra. en este caso, i!1vestido sin duda ~on una ·función parficular en el ·núcleo de las faJ)tasías de Jérqme, en el" cen- · tTo ·de su análisjs. · P.or. el momento Qe-jaremos .abierto ~ste problema. ya que ¡E, qúe nos i~teresaba·mostrar con este fragmento·cUnic.o es el terror que domina 4ue se siente condenado a 'vivir hnstu que la muerte sobrevenga'". · Dos sueños de horror, recordémoslo, son los que introducen y !'lo:>tienen este tema crucial. El primero es el sue·ño de la mómia: .. Nos encontramos en una amplia sala a- l~ que rodea una galería cubierta cortQda sin duda por una.loggiá; atmósfera de claroscuro. Llevado por cuatro hombres, avanza un sarcófago abierto; se distingue con claridad ·y muy próxima una momia perfectamente conservada en sus ·ven· dajes. Pero, repentinamente, cuando Ja procesión avanza, la momia se derrite; en el sarcófago sólo hay ahora un líquido rojo y el horror que éste suscita se eclipsa ~nte la certeza de que 110 es sino el ungüento utilizado para embalsamar .el cuerpo". · El otro sueno es el del asesinato de un ''hombre que sabe''. El relato es el siguiente: "En el entrepuente de t1h barco se encuentra un homhre que va a ser asesinado porque sabe. Me alejo para no ver. Me siento molesto por el hecho de que el cadáver será descubierto sin que yo haya dicho nada; su agenda. parecida a la mía, quedó entre sus cosas. Luego, en la bodega del barco. se descubre su cadáver hinchado, cubierto de agua y de lodo. Se intenta sacarlo, pero los que lo transportan se ven entorpecidos por un laberinto de tablas verticales. Lo llevan de un lndo a otro de la bodega. Estfi hinchado. rígido. ennegrecido, es muy feo y huele muy mal. De un momento a otro puede reventar. Imposible escapar. El cfldáver nos bloquea entre las tablas levantadas. Me siento asqueado y con ganas de vomitar. Me
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despierto completamente alterado". Se observa con bastante nitidez que este último sueño, que en el texto al que me refiero presento sin analizar. pone en escena una representación desesperante de alguien que "enmohéce" en el interior del cuerpo materno; y es comentado en el desarrollo de la observación por una especie de parto dramático (al final de una sesión) de Ja " nada" de una crisis visceral. a la que se considera como cólico nefríttco, sin ningún otro antecedente ni secueja. Pero sin detenernos más tiempo en el problema de las relaciones de Jérome con el cuerpo materno, interroguémonos con mayor insistencia acerca de la representación central de-un delgado saco de piel que está por romperse Es. nos dice Jérome, el límite de lo innombrable; representarse Ja ruptura, para gozar sin duda con ello, ejercitarse en producirla o evitarla constituye, según parece, el punto en el que el terror se hace tan intenso que determina que la coacción (para producirlo o evitarlo) sea tan fascinante como insuperable Por otra parte, el propio Jéróme lo dice excelentemente con estos términos: "La situación más atroz que imagina es la de encontrarse repentinamente. al abrir un placard, ante u11a cosa informe, un objeto desconocido, no identificado, que lo sorprende a uno .antes de poder designarlo como c;adáver; podría, añade. ver una pirámide de ellos a plena luz si!' emocionarse, pero debe evitar a 10.da costa descubrir uno solo en un sótano (por supµesto) bajo· el haz de so ~ámpara , cosa si h nombre de· formn incierta". .En resumen. " Ja si1uaciól'\ más .atroz que imagina " (y, :en ºel _e-aso de e~te oosesivo: eon~idero qúe. también 'Ja más atractiva) es la repres~nlación una sitm1ción en la que s.e 1evelc, finalmente, la · insuficiencia del poder de Ja palabra, como si ignorase -o supiese demasiado bien- que el orden simbólico (o literal, o significante) se constituye sólo a partir de una falta. Sin duda, un rasgo específico de la estructura obsesiva es el de fijar alrededor de una representación de muerte el problema del punto en el que la palabra falta : por otra parte. es más "normal" {pienso que en este caso la palabra en· cuentra ::.u utilización correcta), interrogar la función dél término fa). tante o de la faJta constirutiva de la posibilidad 1 misma de la palabra refiriéndola al sexo y, precisamente, al falo, del que ninguna "pre· sencia", logra ocultar la falta. En el transcurso de est¡¡ obra tendremos oportunidad de referirnos en forma más explícita a la función del falo. Pero volviendo al examen crítico de la observación de Jéróme, en la perspectiva del problema planieado, es decir de la puesta en juego de lo real en la rnra psicoanalítica. ¿qué podemos decir acerca de ello? En el plano del psicoanálisis propiamente dicho, y a posteriori, creo haber logrado manrcncr parcialmente una "apertura" suficiente que. en e l caso de este sólido cocod rilo obsesivo. permitió que el horror no fuese evocado sólo en la serenidad del palabrería. sino que la angustia e incluso el terror irrumpiesen en el análisis mismo; lo aprueban, al menos. Jos "movimientos de fondo" literalmente viscerales que se pro·
ae
' En relación con ello. vcanse la5 palabras de jérómc sobre la preocupación de .. reencontrar Ja posibilidad de utiliwr todas las po~1bilidodes ...
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bo decir en relación con esta apertura, du·eron en su transcurso .. .De acie~tes silencios, algunas preguntas qu~ para logt"arladse ~q~~~~~t~s de menor resistencia y, sobr~¿od~, insistentes a!rede or ~ reductora, quiero decir toda trad~cc1 n e evitar toda mterp~.1ac1.~n .,. Se verá luego que esta aprobac16n comesus palabras en có igo .-~s1 . ue el desenlace de la cura podría cor.r~ chn1co q me en la crítica de 1os análisis d ida que le otorgo ni es igualmente um or borar en parte, no . , de Philo-' y de Duroc. mo que-redacté sobre el pstcoanaSi interrogo ahora. ~I texto t~uerte en la vida del obsesivo, me . d él como "nudo" del . . de Duroc en relacton con a lms textualmente s1tua o en •· Jo parece que lo que es. . 1 licuefacción de un cadáver como po análisis, la representac1~n. ?e.. a es considerado, en realidad, en marror de atracción y de repu s1on ' nstrucciones que proliferan a su a ~ medida bajo el ángulo de l~sl~o movimiento perpetuo, clausura obsl~ dedor (vendas, tumbas, ci;p. '. t o" (su "inqaiétantc étrangeté") · nada) que en su aspecto ~trues r_.. e entonces en la denuncia de Mi crítica de mi te~to pod~1a. resu~~~u~do para poner de manifiesto su tono afable, casi humonstico, a orno una defensa contra un fanlo irrisorio del dramal qu.e .~Pª~~c~~ se puede desconocer y que son tástico o un "e~lr·ado; •r:i~no cú~nta ·de to real evocado: · los únicos ·que po nao ar .
y
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· . . . PhºI. a la que me hé . . del análisis de 1 on . . El eje de la secuencia . 1 bras consecutivas a m1 1 . en las primeras pa a "·Mº d referido se revea ya • \ lo une a su madre: 1 1er a, interrogación r~ferente al r~~cu o que . . . .6 . esperada en boca de Ph1lon, se como si fuese asunto tuyo. -Por medio de esta exclamac1 in prehencler Y que, sin embargo, manifiesta algo esencial que no pue º·~posterior confirma que el térno quiero dejar escapar . El com~ntan 's importante: "Col\lienza con mino excremencial no es el elem~to simbiosis. Si, en su mirada la mirada; es como un~ c~mum n. au~e unda mirada". En este caso, (de Ja madre) hay algo as1 como ~n g. . dad bnjo la cobertura de lo real, en su inq.~i~t~nte y ext~:n~·a;:º~~m:erro~. como en ~1 caso de la mirada es casi vtS1ble. No e simplemente amenaza ' oción desmcu1 a qu • ' d Jérome. sino de ~na em • . ) 3 Phi Ion bajo el dominio .e una 1 con hacer derretir (en agnmas tos sin embargo, la acción de . · • En otros momeo · · "Por insondable a fl icct~n. . . d ba·o ·el signo de la :ingusua: mirada sobre el es interroga a J " (el ·•e la mirada) es el que la · · to de ese temu u ' t otra parte. e\ surg1mten t de nuestras entrevistas". Se tra a. señala el comienzo de la ~a~o~daar eue él siente acogedora y amistosa en esas ocasiones_. de m1 ~d~be; q el escrúpulo de responder con. un y ante la que se impone e . y o el ue debena adoptar, pten· rostro rígido. más bien ev~~1vo.' ta~~~:n pa~ él un interrogante. una sa un analista. Esa acog1 a iepr .
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..ca
d f1uludo Du~ Vnkcimliche fue 1raduc1~0 • En írancés. el articulo. d~'Lfre.u !clanlc ex1~añciu"). mientras que en a . ' / te étra11g.ete ( a inqu1 T] como: Fi11qu1c ~ni f titulado "lo siniestro". [ . traducción cspano ª uc '
- _preciso. • Más sim· iera con e\ golpe mas que no se logra cerrdt' ~1 ~~~ Philon no sabe cómo aceptar l~ cast{aplernente, podem~s .ec'~ tiempo en su análisis no busca na a sa v? ción. pero que, m1sm es.' a\ evocar• aunque lo haga para ~l, eso, aunque 'sustituyo la representac1on con su cortejo de e[ us1on • e comun1. e del cuerpo de la .mdaddr~ incaliCicable carencia en la que se impon , insondable oscurt a , a absoluto, lo real. . .
seguridad, pero también una amenaza. Así, aclara del siguiente modo Ja esencia de la situación por medio de un sueño habitual que .retoma como fantasía: "Alguien se me acerca, dice, fijándome la mirada (en me /ixant du regard). Es un hombre Me esfuerzo incfefinidamente por rechazarlo, pero, pese a todo, se aproxima; comienzo a golpear repetidas veces sobre esa jeta; cuanto más rápidos son-mis golpes, más se acerca y vuelve hacia mí como un punching-ball movido por un resorte. Parece insensible, y su rostro muestra una sonrisa sarcástica. La angustia me invade ... " Es en ese momento cuando, en los sueños, despierta temblando. En mi examen crítico y restrospectivo creo locaJizar, en la evocación de esta (doble) mirada insostenible e inextinguible, que ningún golpe puede desviar, un tiempo esencial de este psicoanálisis en el que lo real -aunque en es.te caso diré más precisamente el objeto- es puesto en juego por el h·abajo de la cu1·a. Debo decir que en ese momento ni lo desconocí verdaderamente ni tampoco lo situé verdaderamente como tal. En u·n análisis segundo de mi texto puedo encontrar una prueba en favor de la apertura de mi escucha, cuando lo interrogo acerca del soporte de esa mirada (padre, madre, hermano) y concluyo evocando la enigmática "mirada del Otro''. Debo decir que lo que entreveo aquí .e·s que lo que mira ·a . Ph.ilon, do11dequiera que · ~sté, es.la falla misma de.este gran Otro (.lugar·en· el que, se supone, se agrupa el ord.en . ~imbólico , literal O· significnnt.e) , . cuya apertúra Jo ra·sc.ina bajo la especie (SOllS l)espece). de· la ·mirada. Digo '.'bajo la especie" de la mirada ya que podría presentarse, en uri contexto difet ente, bajo otra especie de objeto, excrementa! por ejemplo, o bajo forma de compromiso, de un esfínter del iris.' Ello me per~ite, en la actualidad, formular la siguiente interpretación que considero corree~ ta: esencial y resistente dificultad. para Philon es la aporía de esta falta del Otro; intenta cerciorarse (o ·al menos. asir algo) acerca. de ella a !ravés del velo aguje·reado y brillante que es la mirada, ya que no ac~pta verla (tal como la brillantez. sin embargo, lo invita a hacerlo) en el falo y en la castración que él implica. De todas formas, y en su conjunto, mi análisis y, con n1ayor razón aún, mi texto, se alejaron progresivamente de ese momento privilegiado,. lo que determinó que· la interpretación se viese sensiblemente deformada En efecto, en Jugar de limitarme a Ja escucha fiel de lo que se decía, inserté una representación que, pese a que no estaba completamente fuera de lugar, constituyó, de todas maneras. un agregado complaciente; me reliero al tema del "santuario''. A la atopía ele una falla constitutiva del lugar del Otro, ele esta carencia creadora de un orden simbólico la convierto en un lugar secreto, sagrado, sin duda;' al hacerlo, sin embargo. participo de una fantasía muy común de tipo obsesivo y anulo parcialmente el texto de lo real que manifiesta su carácter completamente irreductible a través de la evocación del ojo
la
:; En relación con las "especies'' de objeto, véase más adelonte "Un semestre en Vincennes", pág, 60. G Cf. "Un semestre en Vincenncs''. pág. 58.
l~ ;ha~~i8 s:~~l:r~o.
med~~ntedla repres~~~a~t~~
l , t a al parecer, ilustra, podríaEn el caso Ange J?ur~¿t~ :~~t~: \~ real. probablem.ente pa.ra mos decir que ~una, e,l,~:'oc es inquebrantable, se halla irremed1aanularlo o .dom1.o_arlo: el umbral de la puerta gue no puede franb\emente inmoviltzado ante ás plena que un muro. Hace ya se le presenta_ m celo para no consumar su maq uear ' cuya abertura d . liega su industrioso un diez años que esp d c'ón· retrocede por entero. ~om0 trimonio". No por r.alta. e ere.e i~ns~ -y lo explico en otra parte de f óbico ante un espacio ~1rge~Óbico tiene una relación ejemplar CO}_'l lo esta obra 7 _ que e\ o?1eto ' 1 l . absolutamente angustio~o rea], .asumiendo~ en cierta.'1urm~·b.:lov~ º~n la tcrminolog~a. }ªc~ 1 ª: del -oJ;>jeto .propram7nte d1cld1~,h~ ~s innombrable por definic1on y ~lh na. Este ob)e~o prop1a~ent~ ~e. o ·eal. .. . : . .. . . se anCln ·\ó quo me_rece s~i.: \Jama~o '· rt-la~ión con: el. caso de Ouroc .. Ahora bien. _fue ·cur10.samente hc1:1b. •e poclido tener otras preocu'poca en la que u tes '\' . de Es que Lacan, en una e I te nacional de Psicoana is1s paciones. me refiero ª.1 c~~gri;s~ ~nterrogó, perplejo. a:e_rca ·de 1~ tocolmo en 19~3. se i.nte1.1ogo ·eto en este psicoanáltsis. En la dificult1:1d dt: la localtzac16n de\ obJ 1 . cto de lo real falla u obs· esenta como e impa ' 1 e . · práctica . el o b¡eto se p_r ~ ue Ouroc las introduce es ta .~u táculo , pero la profusión c;on . ~ ~e encuentra -en otra parte: Su nos lleva a sospechar que el o~J~ \ obstáculo \a barrera contra \a pasión. escribía yo. es. la de eng~rb;oluto derrib.arla o destruirla. sino. que va a chocar; no le mteresa en ªt, allí sensible resistente; que puepor. el contrario. comprobar que es.~ la. manten~r\a en una perpct\18 de de algún modo. palparla •. acariciar 1 'ancla con una montaña que ' · suena - con 1Cl macizo • rd cond e no creo· que tenga mue bo que presencia: sea sólc roca .. . " En ~~ actua.~I a ~e realicé en ese moment? a.cerca corregir de la interpretacmn . pa~c1. q a v·rdaderu experiencia .1nc~s de esta ''pas1on •. que relacione ~on un _1; s· ·me fallarla añadir solo ·-o a la edad de tres ano . ' . lo por tuosa vivida por e 1 ntn 1 del hechu incestuoso vivic . . íundamcntal cr·a :sc11sible de la proh1lnJo esencial'. "El carácter • (o Angc Duroc fue la experr·encia de a ausen a si exceptuamos e 1 goce ción El rasgo más notable de cst~ cs~~nd~ lr-i ía1ta de defensa, de una · · d d:i la expenencic ' ·b ) de una la angustia), es. sm L1 • • • • iera es necesario dcrn :ir · . barrera inexistente (~u.e 111 .s1q~ temcntc múltiples barreras. al cuiley burlad:i ... Al edificar caos an
d:
;e
ª.
~
Cf. "Un semestre en
Vinccnncs", pág. 02 ·
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dar sus 'muros' con amor, Ange Duroc defiende, en pri111er Jugar, su n?mbre; se esfuerza, sobre todo, por recrear el obstáculo de lo prohib1do:. Pºr hacer contmuamen~e sensible la defensa de Ja que su placer carec10, po~ cerrar~ par~ decirlo en forma precisa, la brecha sacrílega que .lo prec1p1tó !n~~ a/la ele/ placer. Realizar esa prohibición en forma sens~ble se conv1rllo en su pasión". Pero esta interpretación era sólo parcial.
El p~oble~a pl~ntcado .por este psicoanálisis sigue siendo et de una especie de mvas16n masiva de la cura por parte del síntoma. En este análisis, al igual que Duroc en su vida, chocamos con un obstáculo aparentemente insuperable; en ese momento me resignaba a ello, e~ocando con Freud la "roca" profundamente arraigada de la c.a~tr,:ic1ón con la q~e choca en definitiva, nos dice Freud, todo análisis . En la actualidad y con mayor perspectiva, considero, sin embargo, que no logré modificar fa organización Jibidinal de Duroc debido a una fall ida localización del lugar del objeto en su análisis. Si e?":º lo afirmo, el trabajo del psicoanalista es el de evocar lo real , e; fac1 l de comprender que en este caso la dificultad se originó en el hecho
<;mu dt· fl.~ychai111/yse,
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Disponemos ahora de algunos elementos que, si bien no nos permiten responder. nos permiten al menos plantear en forma más precisa el problema inicial referente a Ja posibilidad de un texto psicoanalítico. En primer lugar, recordando la distinción entre el psicoanálisis propiamente dicho y el escrito (o la palabra) sobre el psicoanálisis. A través de la crítica de tres observaciones, intenté ilustrar el hecho de que una empresa psicoterapéutica e~ ver~aderament_e ~si coanalítica sólo a partir del momento en el que el ob¡eto, como md1ce sin nombre de fo real, es ¡iuesto en juego. Como criterio de lo psicoanalítico, esta formulación me parece más precisa o, en todo caso, más operativa que la invocación de un sistema o de un lugar, como P?r ejemplo el inconsciente, o, también, de procesos tales como la resistencia y la transferencia. A través del ouevo examen y de la cótica de estas tres curas creo que se puede observar que, según que se tenga mayor o menor éxito en este trabajo de "desenmascarar Jo real", se produce, o no. alguna mutación en la organización libidinal. del paciente. En el punto en el que nos encontramos, se puede ob¡etar sin duda, que los conceptos de real y de objeto son aún oscuros: estoy de acuerdo, pero -la ambición de esta obra es la ele aportar los elementos para constr1:1ir1os. Por el momento, sólo ·he querido localizar su f ugiliva e inquietante presencia en Ja cura y señalar que a través de las construcciones que no podemos menos que sop~mar o sugerir, lo ésen'cial, ·1a "füerza·pers~asiva'', absolutamentf! constricii_va-,.se encuentra -precisamente allí." ·· · · · Pero, ¿qué deéir ahora dé un escrito sobre psicQanáli~is? Si el psicoanálisis es. efectivamente. una empresa que se caractenza por la puesta en juego de Jo rea.l y, como Jo veremos luego, la revelación de todas las tentativas lendientes a reducir lo insostenible que él cons· tituye, creo que para hablar con pertinencia del problema rel~cionado 1.;on el escrito sobre el psicoanálisis es conveniente, en un primer mo1 mento, determinar las relaciones de Ja escritura con lo real. º Sólo puedo hacerlo a grandes rasgos, pese a que, como pueden imaginar, el problema exigiría un trabajo particular. 11 El texto actúa con lo real en fonna similar a Ja de la tela de araña con el espacio que ordena Y en el que despliega su trampa. la escri1u~a de una so~a .letra es u~a operación que resuelve a su modo la relación con el ob¡eto al obstruir con su trazo la falla sin nombre en la que subsiste k) real. Ningún texto puede poner en juego lo que su textura misma intenta tap~r,: ningún artificio de escritura puede desbaratar verdaderamente la in9 Quizás hubiese sido más convincen1e si. como lo sugería un amigo, hubie· se compnrado análisis de hombres y de mujeres en lugar de torna_r como cjem~lo sólo tres análisis de hombres. Pienso en efecto que la aprchens1~11 de la muizr en lo real -su relación con el objeto (con el rato. con la castnm(ln)- plantea un problema suplementario al analist~, h~sla u~. pu1110 tol que al.gunos .. ubs~ lutnmentc clarividentes, resumen la ~1tuac16n d1c1cnJo que la lllUJCT t:~ tna11ali7.ahlc. •0 Véase también "Un semestre en Vinccnnes", ptígs. 50-51 . l l Cf S. Leclaire, "Le réel dans Je lcxtc" en Uttérutllr<', n" 3, Larousse 1971. pág~. 30-32.
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irinseca función de revest· tm1ento del t t · d partir e estas palabras que co -d ex o .. No se debe deducir tura; lo que digo es que todo te~~ ero ~1 texto como una superestrui falta y que por sí mismo sólo s~ o1dena como ocultamiento de la ella. El "verdadero" o el "buen ~eue :, hacer aparecer apariencias de :ceptar las exigencias que caracteri~~ e~ aque~ cuyo autor ha sabido ext? se encuentra aligerado a a ~s~ntura; de este modo 1 duc1r ruptura o carene· tanto de los artificios destinados , e ia como de J b a reprosu ~oher~ncia; su valor se origina =~ s~ ~ecargas tendientes a afirmar no esm1e?te ni oculta su fun . e ngo_r ~e su organización u entonces similar a Ja fineza de ~1ón de revest1m1en10. Su beUeza s;r.e real quedaría por de-Jeer (dé-lía ~eJaLen la que la inquietante aura Jex10 sobre el psicoanálisis se ;:e~ ~ f~u~ se puede esperar de un ugar, que constituya un texto verd d as1 ~JI de formular: en primer sec~ con Ja falta: luego, que trateª ero,. a1ustado a su relación intrfndec1r, de la constanre necesidad y d~{ectl1vadmente de psicoanálisis, es ' icu ta de evocar lo real.
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2. EL DESPLAZAMIENTO DE UN
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CENTRO DE GRAVEDAD
·. . La 1:ev:Iación, en la situáció : , literal (significante) consºtú . ps1co~nal111ca, _Cle la falla del ordc . . ral e~ti_ei:d~ - y te;dremos ?~ ~ esen_cia! .de J~ cura. Por orden lite~ . . ex.am1n~t' ~te probJema~ el fe:6~:ente la ?P~rtunidad ~e volver u . bma~orio de Jas letras ~significante ·"º de fo estr~ctura,' el juego co¡ntodas las construcciones r _s)' que constituye el arma¡¡:ón d de~ psicoanalista no debe ~~res~ntat1~as (o significativas). El trabaj~ el Jl,l~go literal (significante)~· s~~o ~~ d ar~o, el de dejarse. capturar por constituye s'u .motor y en . e acer aparece1 fa carencia q está mejor ubicado q~e el ci~_rto malo~o. su "causa absoluta" Nad~= zando ps1coan ISia para s b 1 , expresa con simplicidad . d a er o que un anali~o pue~en hablar directamente ~~a~ o compru_eba que "fas palabras ace mas que afirmar que la mue t a muerte ni del sexo", lo que no de fo real. en ese lugar de Jo i re y_el sexo participan, por su parte efectivamente, es lo que descu~~~~a11b!e, CJ?lre falta Y palabra. Esto: lapsus. la~ fallas de los discur l reud al mterrogar los olvidos los sos, os errores Y tropiezos. ' Lograr que esta falta a erróneo considerarlo comgarezc_a plantea muchas dificl11tades Y sería rente cuando, inesperadame~tn JU¡°go agr~dable .. nadie queda indifeun fantasma se atraviesa "n e . e ~uelo Jnlta ba10 sus pies o cuando · e su camino· ame 1 f It d gen 1 a angustw, la cólera e l terror 1 ' , . a a a e palabras, surEn el caso de f ér6me Jo' q ·. as lagrimas o J¡¡ risa incontenible nomb!·e o el ··movimi~nto du: /urJ'~. era el terror a~te una forma si~ de P~tlon, la efusión de un solJ~n ? f ·de _una angustia orgánica; en el da m1rada'' o la rabia mezclada z~o~n a~til cuando aparecía Ja "seguncenar; en el de Duroc el , . miedo ante el ojo que no podh el recuerdo. Pienso qu~ 1 verttg~ angustioso había quedado sólo e ' con b t a expresión de efe t d n . e o e ruptura caracteriza as nnte exactitud e l mo mento esencial de la cura: en efecto. en
- él se manifiesta algo heterogéneo al buen orden literal: ninguna letra puede hacer decente lo innombrable de un cadáver putrefacto, nada puede domesticar el salvajismo (o ~ crueldad) de un ojo abierto y sin fondo. D e este modo, y en relación con el orden del sistema de relaciones que las letras (significantes) constituyen, el afloramiento de Jo real se produce, efectivamente, como ruptura. Los ejemplos sugestivos a los que recurrí para ilustrar este momento esencial de la _ cura podrían hacer creer que necesariamente Jo acompaña algún carácter patético o dramático: no es así. Por el contrarfo, parecería que la ruptura. en Ja que reside, en realidad, la eficacia de la intervención interpretativa, puede producirse también en el silencio: se comprueba entonces, a posteriori, una mutación cuyos fundamentos son difíciles de JocaJizar. Ella puede p roducirse también -se trata del caso más corriente- en el ílorecimiento de una red significativa que se descubre; en ese caso, la modificación que se produce es atribuida al descubrimiento de estos nuevos sentidos, ignorando y ocultando al mismo tiempo el objeto, ese a.lgo completamente diferente, sin nombre ni .sentido, que ha sido su verdadero eje. Ello determina que en este último caso, el más frecuente, una interpretación, incluso "equivocada" desde el punto de vista de la coherencia literal, puede ser eficaz, eºn la medida en la que Ja inter~enci6a ha puesto en.juego, .en ci~rto . mo.do, lo real bajo la forma del 11.Jgar-teniente del objeto.1 : . E~ .la 'trad.ici6_n. psicoanalítjca. lo que se re!a¿iona en mayor m~-. dida con fa revelación de la cart:ucia se !forna a·nálisis de fo castración. Sin duda, todo el problema consiste en ponÚse de acuerdo acerca del contenido que se Je debe otorgar al concepto psicoanalítico de castración: se verá luego que ºen uff semestre en Vincennes i)!tenté, al menos, ºreunir los datos del problemá. Por el momento, me contentaré con parafrasear lo que pude formular al término de un trabajo precedente 13 : el falo, en relación con el cual se debe pensar la castración, debe ser concebido -si se me permite esta expresión deficiente que se contrapone a una "sana'' conceptualización-. al mjsmo tiempo, como letra de la falta y como único emblema posible del objeto: su situación. absolutamente única, lo convierte en el único lazo de unión que existe enti:e la red de Jos términos literales (significantes) y lo "completamt:nle diferente" de la falta; correlativamente. podemos decir que es la clavija maestra del despliegue literal. en la medida en que éste se basa en una carencia incalificable. La castración es prácticamente la puesta en juego de esta relación imposible entre el objeto-falta y la letra; como tal, constituye el modelo de toda articulación y se encuentra implicada como lastre de real en cualquier relación literal. Se observa que, contrariamente a una práctica enfadosamente difundida, la castración, lejos de que se la deba pensar de manera pedestre, en i1 En rel:ición con este concepto de tugar-lcniente del obje10. que. según creo, constitu ye el ünico modo de "presencia-aubcncin" di!) objeto, del que, para ser estricto. sólo se puede hablar como obje10-falta; véase '"Un semestre en Vinccnnes", págs. 69-70. 1~ Cf. Psycfia11alyser, cap. 7, pág. 163.
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términos anatómicos, como si se.1.ratase de una enfermedad, exige, por el contrario, que se la considere como el tiempo esencial de una correcta determinación de los hechos de la palabra y del sexo. El acto específicamente psicoanalítico de la interpretación con· siste. como lo he señalado, en un efecto de ruptura; sin embargo, se debe señaJar desde ya que, contrariameote al acto taJ como lo define Lacan y que se caracteriza por una especie de cortocircuito en el que el significante parece significarse a sí mismo, la interpretación se caracteriza por la puesta en Juego de la imperfección de la letra, la revelación de la falta sobre la que fracasa toda aprehensión literal. Por otra parte, pienso que los pasajes al acto en Jos momentos fecundos del análisis, frecuentes. masivos y, sin embargo, mal apreciados a menudo, deben ser comprendidos como un modo de rechazo, o de compensación, de las brechas abiertas por la cura en el buen orden literal del que participan las construcciones fantaseadas. Pero exjste otro aspecto, mucho más importante, de la intervención interpretativa así concebida: · me refiero a su efecto de transgresión o, de modo más general, a sus relaciones con el goce y con la relación incestuosa. Debemos exaininar este punto' con- mayor detenimiento: aún hoy, y siemyre, sin duda, será así, la revelación de la falta, resorte efi~z. de·ta jnterpretación, es vivida como inaceptable ·Y escandalósa. A justo título. Debemos recqrdar aquí que el g'?ce, al -qµe Illecafóncam~te· se desctibe como posesión .del ·cuei:po de l{I madre, st!. define, precisamenie, como prohibido, Del mi:.1110 modo 'en que ·lo real sólo puede ser evocado como f.alta en relación con la red literal, faJta que, al mis· mo tiempo, le es completamente ajena y que, sm embargo, co_nstituye su rasgo esencial, el goce sólo puede ser concebido a partir de Jo. prohibido (o lo prohfüído formularse sólo como respuesta a Jo absoluto del goce); sólo queda, entonces, hablar de lo prohibido. Como ya Jo he señalado, lo interilicto (/'interdit) es, esencialmente, el propio dicho (dii) Basta considerar al dicho en su relación con Ja falta que le permite constituirse como tal para comprender que la red literal (sig· nificante) se despliega como una defensa contra su propia reabsorción por parte de la falta. Al igual que una obra arqwtectónica, en la medida misma en Ja que lucha intrínsecamente contrá la gravitación y el vacío, da acceso, cuando es lograda, al abismo que encierra y oculta al espacio, del mismo modo el orden literal (y sólo él) abre y obstruye las puertas del goce En esta perspecttva estructural. el "cuerpo de la madre" debe ser considerado como la representación metafórica de un fantaseado continente primordial, de un libro, de un texto del que otro ha surgido por la intervención del falo. En este sentido, señalaré al pasar que falo no es sólo pene y que es, antes que nada, la imposible letra de la falta. La "posesión" del cuerpo de la madre. en relación con la que comúnmente se evoca el goce, debe ser comprendida, entonces, como conocimiento (término que confluye en este caso con su "sentido bíblico") del secreto de la fecundidad, o de la "vida", es decir, precisamente, de la íalta gracias a la que el falo cumple su runción y a través de la cual todo texto (construcción literal) existe
Esta formulación, que intenta, simplemente, ser riguro sa, n? como ta1. . bar. o ue la estructura escamotea 1a rea1t· debe hacer pensar d~~o t:~lgu~o~ ~egos de palabras: se lo reencuentra dad del cuerpo me ian . -como lo haremos
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de la tercera o. para ser más prcUtilizo este término co~o mc1on1m,1n oportunidad· quiero decir qor " mirada en 1uego en es o · ciso, d~ 1a .cuar1a . a la de su madre -Y la otra. deben mclo1r: In mia, ~uy 'e ·oc11das l!S el feto macerado. 1:; Una de cuyas orm:is ' H
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términos anatómicos, como si se tratase de una enfermedad, exige, por el contrario, que se la considere como el tiempo esencial de una correcta dete!minación de los hechos de la palabra y del sexo. El acto específicamente psicoanalítico de la interpretación consiste, como lo he señalado, en un efecto de ruptura; sin embargo, se debe señalar desde ya que, contrariamente al ª-cto tal como lo define Lacan y que se caracteriza por una especie de cortocircuito en el que el significante parece significarse a sí mismo, la interpretación se caracteriza por la puesta eñ juego de la imperfección de la letra, la revelación de la falta sobre la que fracasa toda aprehensión literal. Por otra parte, pienso que los pasajes al acto en los momentos fecundos del análisis, frecuentes, masivos y, sin embargo, mal apreciados a menudo, deben ser comprendidos como un modo de rechazo, o de compensación, de las brechas abiertas por la cura en el buen orden literal del que participan las construcciones fantaseadas. Pero existe otro aspecto, mucho más importante, de la intervención interpretativa así concebida; me refiero a su efecto de transgresión o, de modo más general, a sus relaciones con el goce y con la relación .incestuosa_. Debemos examinar este punto con mayor detenimiento: aún hoy, y siempre, sin duda, será así, la revelación d~ .)a falt~. resorte eficaz ·de la inierpretación, es vivida como inaceptable Y.escandalosa. A justo título: :Debem~ · recordar : aquí tju~ el go~e,. que · rnetafóri~ameñte se describe como. posesión del cuerpo éle la madre; ·se define, precisamente,· como prohibido.· Del mismo modo en que lo real sólo puede ser evocado como falta en relación con la red literal, falta que, al mis· rpo tiempo, le es completamente ajena y que, sin embargo, conslitu· ye rasgo esencial, el goce sólo puede ser concebido a partir ~e lo prohibido (o lo prohibido formularse sólo como respuesta a lo .absoluto del goce); sólo queda, entonces. hablar de Jo prohibido. ~orno ya lo he señalado, lo interdicto (l'interdit) es, esencialmente, el propio dicho (dit) . Basta considerar al dicho en su relación con la falta que le permue constituirse como tal para comprender que la red literal (significante) se despliega corno una defensa contra su propia reabsorción por parte de la falta. Al igual que una obra arqujtectónica, en Ja medida misma en la que lucha intrínsecamente contra la gravitación y el vacío, da acceso, cuando es lograda, al abismo que encierra y oculta al espacio, del mismo modo el orden literal (y sólo él) abre y obstruye las puertas del goce. En esta perspectiva cstructmaJ, el "cuerpo de Ja madre" debe ser considerado como Ja representación metafórica de un fantaseado continente primordial, de un libro, de un texto del que otro ha surgido por la intervención del falo. En este sentido, señalaré al pasar que falo no es sólo pene y que es, antes que nada, la imposible letra de Ja falta. La "posesión" del cuerpo de la madre, en relación con la que comúnmente se evoca el goce, debe ser comprendida, entonces, como conocimiento (término que confluye en este caso con su ."sentido bíblico") del secreto de lo fecundidad, o de Ja "vida", es decir, precisamente, de la falta gracias a la que el falo cumple su función y a través de la cual todo texto (construcción literal) existe
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de ruptura; ahora bien, es evidente u . esenciales del psicoanálisis ya no 5 [. e. en 1ªi a~tualidad los efectos psíquica de los psicoanalistas de IInlt?n a nivel de Ja economía efectos pueden ser situirdos P~ ols aac1ent~s. Considero que estos liar y• por el otro a nivel de lar un a o,,a .nivel .de estructura famiE 1 ' propia practica psicoanalítica . · n o que se refiere a la familia 1 h h Ja actualidad la realidad de la esce ' e . ec. o, p~r e1emplo de que en
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concretamente a través del consu/t:~ prtn1f!1~a llenda a revelarse más no .ana tlico que en el marco de la habitación de los padres indic el desplazamiento de un centro ad, efect1vdamente, algo relacionado con . e grave ad.
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. Me expl1co: si para ilustrar este bl . s1dad con la que se manif' t pro. ema, se considera la curio1 nen los niños" se puede c~es a ~eterna interrogación "de dónde vie· siendo práctic~ente tan vi:ro. ar q.u; e~ la edad madura ésta sigue duda, las formas en las ue se e m~a~1s ec a co.mo en Ja infancia; sin Ja interrogación sobre lo~ orí manifiesta son diferentes; por ejemplo: investigación mícrocóspica d;~nes, sobre la transmisión de la vida, la químico de los sustratos genéti~~:C°;esos ~e /ecundación. el estudio prueba que el problema choc . ero, a tn de cuentas, se comcomo el "germen" caro a F eª ~on .algo. real que se escabulle, inmortal del alma· (psyché) e J ~ u 0 inasible como se suele decir acerca práctica psicoánalÚicaua e'!:~~;;a qu~ se~ el. grado de te'orjzación de· !a f!C~ptado: me refie.ro 8 ' ue eñ t~ .~c ~ mdud~bJ~ Y co~e11temente. efectos, atracción (elec¿ión ..de·oi~e~~l~s!s 1e l.a Yl<(a s~~al Y"de'.sus. dram.iento, el orden caractéristico bei" ~ , um6.n , concepc16n Y engen. luta sobre Jos hechos de organización b~se~ prevalece en. fo~1a absod~pende esencialmente el hecho del el iolo~1ca. Ahora ~1en, ¿de qué d1ferencia de Jos fenómenos de n .ese~ s1. no es, pre:1~a?Jente -a orden. lireral (signifiéanre)? Co ec~s1~ad e m:luso de mstmto--- del n_itiva. la dimensión del deseo s~~ o emostro Laca!1 en forma defi. cimiento de la primacía de 1 p~ed~ ser. concebida en el recono~ebe comprender perfectarne:1eor~a;~ac1ón hte~a~ (significante) Se t1va se revela como la puest q n todo analJS1s Ja escena primiy, más precisamente, de Ta ~oe~ escena d7, tiempo ~e Ja concepción rroga. De este modo cuandp e1a :oncepc1on del su1eto que se inte. o nos situamos en una pe . . 1' . ana 1t1ca, la "escena 'primitiva" d e rspechvq ps1cosólo a través de la representaéio:º %º~ t: ser reco!1slruida a posteriori dose en Ja cópula y de la p e t e_ os persona1es parentales uniéna en Juego de los ele mentas b.1oqu1mi· cos: d e be ser reconstruida t u s6·, deseo, es decir, con elemen~~s il~~ y antes. q~e. nada. en términos ele ciones inconscientes· en res Jales (s1gru_f1cantes) y representatica que presenra un.a opera~i~eni/ l~na versión f igurati11a y dramá/erencia. estructural que d nb io/ g1ca, se pasa a la versión de reEl . escu re o real de u 'ó . proceso de engendramiento debe . '~ª op~rac1 n /1teral. lo que se produce en la revel . - ser situado pnmord1almente como la faltJ en Ja articulación lite;~i',on, por medio del falo. de Jo real de Ya hemos señalado que ¡0 duce una mutación d 1 q~e en el transcurso de la cura proe a economrn es la puesta de manifiesto de lo
ró
real. En esta misma 'línea de una función desencadenante o incluso "generadora" de lo real, se podría formular la siguiente hipótesis que, para su desarro1lo, exigiría otro trabajo: el resorte de un hecho de producción (engendramiento de un igual-no igual) podría ser representado en forma figurada como el clivaje o el desdoblamiento producido en una cadena por el desbloqueo del eslabón heterogéneo y virtual que, en lugar de Ja falta y más resistente que los otros, mantiene la coherencia del conjunto. Pero. al margen de este momento crucial de la revelación traumática, tanto si se lo designa escena primitiva como interrogación acerca de lo real en Ja articulación literal. existe un hecho indudable: me refiero al carácter violento e intolera-
ble de esta puesta de mani/iesto del punto de ruptura: aflora bien, la única función de la cura psicoanalítica es la de producir/a, y no existe ninguna posición libidinal, ninguna construcción fantaseada cuya disposición no se encuentre. precisamente, regida y fijada por un punto de real, cuyo vacío todo tiende a ocultar, cuya falla toda tiende a decir y contradecir. Pienso que en ese sentido se puede manifestar que la práctica psicoanalítica es i11cestuosa en su esencia: en efecto, en relación con lo que designé como la yersión de referencia, estructural, de la escena prim.itiva, el "lugar óriginario" se sitúa· a nivel ·~e Ja falta y del eslabón virtual que·cpnsolida su realidad abjetal: el acrminan que lo real. su único y verdadero ordenador, seél situado en ella, íirme y seve· ramente, f ucra del alcance de todo cuestionamiento indiscreto. Comc1 podremos demostrarlo luego,'" es Ja dimensión de lo ~agrado lo que· 10
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Cf. "Un semestre rn Vmccnnes'', pág. 58.
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interviene en estas manifestaciones en las ne su absoluta coacción al mismo . · que lo real, como tal, impomc:teo, necesarios para la tranqu~~~~aºd;ue s~, ocultami~nto o escaqwera. Era entonces natural ue 1 . . • un ord~nam1enlo'' cualf uese en cierto modo "sacrai!ada~' m~~uc1ón que nge la vida sexual 1 . s1, no debemos sorprendernos ante el hecho que desde ha estaba depositado el secreto ~e a gunos l~tros el santuario en el que cia divina, haya sido algo pro~ un~ pat~midad ? de una vida, de esenmiliar se limita a perdurar ~· esacraltzada, Ja institución fap~rpe.~a el culto de los misteri~s dJ!ªfaºvfe ser el lugar en el que se mzac1on en la que un ejercicio re 1 d da, no es más que una orgacon los imperativos económi . gua o de las cosas sexuales confluye misma el custodio y la sustra~~i~n e~ resumen, ya. no garantiza por sí por deseo de saber o avidez de o e un .real o~1m.potente y aquel que ya no se engaña con ella. g ce abnga curiosidad en ese sentido,
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Sin embargo, debemos entendern 1 . he descripto como desplazam· t d os en o que se refiere a lo que tendo decir que la escena de;e.~ o e un centro de gravedad: no preoperar Y que en ella ya nad cuarto de los padres" haya dejado de en .elque para la mayor aªrt:e represen_t_e; se~fa d~sconocer el teatro escena primitiva como pr~lo ~e lo~ ntnos sigue repres~ñtándose Ja nada de su actúalidad. L ~o d~ la .tra~edia edípica que ·no perdió s~~ación psicoanalític~ :: lq~e . e~c71 bo se_ bas~ en el. an.áli~is d~ .la nr ·en la actúalidad .a1g' ~ q~e com~robe·que·.de .n·ada servía refe-: una representación . . . de cuno· . si'da.d ,. d e .e11cuentros maonific , . .de .mves.ugac1on, de un coito entre los padres terro~:f1cos a la
':11º
¡ · · invesltgactón a la q I · a misma que se realiza en e /' l ue nos re erimos es coanálisis. Es evidente ere~ a "ad, y. fundamentalmente, en el psi·
111 que me he referidd val ' que ~l e1emplo de la escena primitiva "Ed'ipo" o, también de la "e, en cierto . . del t 'ó .. modo ' co mo metonun1a a l'f ' cas rac1 n . en efecto . 1 d' , na 1 ico se ha convertido e l 1 . ' s1 e ivan psicoc~rre_ l!I confrontación con lon r:al uga~ .e~ el que efectivamente transr1enc1a ~ctual no se puede efectu' es . ac1l comprende.r que en la expeo a Ja rivalidad edípica quº ar nf.inguna referencia a la castración • lí . " no se re iera en pr1·m . 1 1 p Stcoana tica. Una vez más ello n .' . e1 ugar, a a escena marca de los acontecimiento~ d lo q~1ere decir, en ~bsoluto, que Ja a su manera. determinante· y e os iecuerdos de Ja infancia no sea que no han hecho más ue' yara ser rigurosos, debemos cn.ciert? modo, Jos elcm~ntos c~:i~·s~ en la ~structura, corpori7.ando, na1es, situaciones y vínculos. y c1ones ba10 Ja forma de los perso-
i~ser~,
deci~
De todas maneras ' cons1ºd ero que el desplazamiento de la figura-
i~
ción hacia la estrUctura que acabo de señalar constituye un hecho portantísiroo en la realización del destino del psicoanálisis: su desconocintlento, por roínimo que sea, llevaría a la situación, absurda para un psicoanalista, de no poder ya desenmascarar lo real.
3. EL FALO COMO JUNTURA CON LO REAL Debemos considerar ahora los efectos del desplazamiento en el propio campo psicoanalítico. Como lo acabo de señalar, no es esencialmente en las fantasía:s transferenciales donde se actualiza la interrogación frente a la estruc.tura edípica sino, sobre todo, en el hecho del dicho que surge en sesión y de las fallas que se producen en él, testigos del eje de la estructura. A la escucha de los tropiezos en los que se insinúa lo real , el psicoanaHsta. en su sillón, parece estar efectivamente en el lugar del que espía . Me detendré en la representación del psicoanalista como ..Y.oyeur sólo para señalar que, en la ocasión. su atención (flotante) estaría verdadc!ramenfo al acecho de }a carencia del discurso o, lo que es lo mismo, del falo que así .su función. Pero representarse l.as cosas así -nos llevaría, paradójieamente, a retomar la primada de la versión fig1u-rativa del complejq .de 'Edipo, cuyo carácter ideológico creo haber de. mostrádo;. es más .correcto .a~dr que el psicoanaLi'$~a es '(en el h1g;ar_ de). wia oiejct. · ·El 'hecho de ·qÚe ésta, eventualmente. ·sepa ·ver. oír ·o hablar. que adorne una cabeza pensante y se encuentre suspendida de un cuerpo desennte no mejora en absolut0 sino que, en algunos casos, · compromete su virtud esenci!ll de lugar-teniente de objeto, sordo, ciego y m'udo pero ·adaptado a su función de "incitador
r~alíia
perfeetament~
del decir''. Capturado bo)' ~n las redes del éxito ~el psicoa1:1.álisis, el psil;o.analísta puede sin duda alguna sobrevivir aún duran~ un cierto tiempo sí se dedica a confirmar, para satisfacción de la mayoría, que lo r•eal al que ha conducido el descubrimiento del inconsciente ha sido per· fectamente dominado y será mantenido aún a distancia, debidame1nte encubierto siempre que se lo encierre ahora en el mito edípico: pe ro, al actuar de este modo. es decir, por ejemplo. conservando como actual la ficción de una familia de otra época, debe saber que contribuy•e a remendar las construcciones de la jdeologfa aún dominante pese a su total desgaste. Los que pretenden seguir haciendo psicoanálisis --v no ya contra-análisis- deben saber, necesariarnente, qué quiere ckcir ser psicoanalista, deben desprenderse, al menos. de los modos ele pensar prepsicoanaliticos y tener la dignidad, cuando se sientan en sul sillón, de no considerarse como un concepto ideológico. quiero decir como algo del orden de un "buen sujeto", de tina "persona humana", o también de un doctor en Edipo; ser psicoanalista quiere decir. en primer lugar, no tornarse por nada, lugar abierto a lo real. dispues to a actuar como fogar-tenicnte del objeto y. por qué no, de la oreja. Examinemos lo que arriesga si lo desconoce.
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1 11 1
En Ja actualidad, tanto si lo des . si lo sabe como si lo ignora el s· ea. como s1 no lo desea, taruo 1 especie de encargado de la ~olu!- co~n~hsta se ?a convertido en una n.os, sin duda, rechazan esa ubic~c~ón e os co~fl1ctos psíquicos. Algus11uados en una función. pero se . en, un ugar, el hecho de estar ~edios para hacerlo. E~ efecto la~eces1tana al menos que tuviesen los 11.dad del inconsciente. de la si~gular:.r~~~s~s, en nom?~e de la originac1sa':l1cnte, las afirmaciones acerca de la . e su .c~n.d1c16n o, más preanal1sta salvo en lugares mar inal impo~1bilida~ de ser psicoe °; esos Jugares y funciones ~e lo es, no p~rm1ten evitar la captura asignarles. Para ser psicoanaGsta e~º contn.buye, en la ac.tualidad, a que no. se debe adherir al lugar e~ el necesario saber, en primer Jugar, cualquiera que éste sea· empe que uno se encuentre capturado sula de estilo, lo escnci~I resid:c~~ara q~e sea alg~ más que una cláu~ en la economía de las fantasía 1 que se logre evitar verse implicado uno. Pero ello es más difícil ~e~ as que se regu~an los deseos de cada fingen creerlo; el desplazamien~ ~ ¡ue mut:hos, incluso psicoanalistas. de manifiesto nos pennitfrá seº, e centro d7 ~ravedad que he puesto este hecho. ' gun creo, fac1h1ar la comprem,ión de
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•
. Jmaginemos., por ejemplo que el . . . ~larid~d que su .consultorio se' ha ps1~oanal1sta no comprenda con interpreta la "versión. de refe.1 :o~vert1do en e l teatro ~n el que se · · ,· enc1a de la escena · ·· · as . . 1, segu1~a mirando, a través de la f .,. ~r~m.it1va; de ser .cuarto de los padres'' ·s, ,. . s amasias.de ~u pac1enn~· hacia· ''el . . · , ID ...omprendc · · .. . · encuentl'a en cierto modo .allí insta!· r. ~ue, .s1 no presta atención, se grado, entonces Je mostrara' c f' ctclo JUnto con un sillón:. de buen ' on mura a su · ¡ · senta en una escena en la que él m· . pac1e?te ~ que se reprepresente. Se me dirá que la a is.~o ignora. malignamente, que está ·. cusac1on es al · · · coanahstas, pese a todo, son lo suficie go ex,c~s1va y que Jos psicaer en ~s? trampa; acepto de buen r ntemente lucidos como para no algu~a d1f1cultad en sü cjei;-ciCio cotii ado que la mayor parte entrevé ':JO cierro "malestar" en la á t' iano,-ta l como lo señala, al menos pr e tea que 1 1 · · construcciones supuestamenie teó . . os co ~q~1os eruditos Y las embargo, sefialar aquí algunos /teas mten~an ehmmar. Quisiera. sin en el sillón: son diversos y sól ignos rel.ac1onados con este malestar 0 me referiré a tres series. Pienso, en primer lugar e f . cio sin duda calculado po . n e 1 amaso silencio del analista: silentambién que. es un sile~cio ri~~gue~o prndente; pe:o debemos adm itir ~s absolu tamente neófito o co m~ ~·ya que el psicoanalista, salvo si deci1· ni. sobre todo c.:ómo de~.P,et.1mente ingenuo. ya no sabe qué acerca de lo que quie~e
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otros, los menos, intervienen casi deliberadamente hablando al lado de to que debería ser una interpretación, como si, hartos de ser capturados en su papel de psicoanalistas, se descartasen 11 (defaussaient) para provocar al otro a decir mejor. Es en el mismo sentido, de rodeo de una dificultad mal reconocida, que entiendo el recurso cada vez más frecuente en un tercero; en el momento designado como "fin de la cura", se suele sugerir su continuación o su conclusión con otro psicoanalista, se avala o íncluso se suscita la referencia simultánea a otr~ psicoanalista para emprender un trabajo bajo control. Se trata de dos formas habituales de "pasarse la pelota"; pienso que el hecho de recurrir a una segunda referencia. psicoanalítica corresponde a un intento de superar el impasse que se: constituye cuando uno se deja capturar in situ en la escena edípica. Por último, me parece que un signo notable del mismo impasse: está representado por el hecbo de que los psicoanalistas prácticamente ya no pueden discurrir acerca de su práctica salvo bajo la forma ~e relatos ex cathedra. de controles instituidos bajo la mirada de un supervisor o, también, en el marco de parejas psicoanalíticas horno o heterosexuales. Correlativamente, pienso que corresponde señalar la creciente importancia que asume en las curas la puesta en juego im. plícita 6 explícita de lo .que sucede en otras escenas, quiero d6cir en otros divanes. Del mismo ·modo. en el transcurso de un psicoanálisis, es· suficiente con que e1 objeto· amad~· se encuentte ya· (o llegue a) acostado.(arse). t~mbién él, en un . diván para ·que, a· sll vez,_ y con todo su peso, Ja fascinación de -los ~nigrnas y de los misterios se im:tale en el otro diván; este hecho es tan cierto que en la actualidad· se observan análisis e!l los que las redes de alianza de los divanes frt:cuentados por los amigos y amantes sustituyen las relaciones de parentesco. Pero volvamos a un IJlayor rigor: ¿Qué quiere decir $er psicoaf!alista, no tomarse por nada, lugar abierto a lo real, dispuesto a se~r lugar-teniente de objeto? ¿Cómo se puede evitár el ser un participanle activo en la estructura de las fantasías en las que se regula la economía de Jos deseos de cada uno? El problema sólo puede concebirse corre_ctamente a partir del momento en el que se reconoce que Ja fan:. tasía es lo que fundamenta la síngularidad de una persona y const ituye la armadura de lo que se designa como individuo. En resumen, el psicoanálisis reemplaza mediante la fantasía lo que comúnmente se designaba como ''sujeto": la sinp;ularidad de la construcción de \lln aparato de deseo reemplaza al referente subjetivo. Ello no quiere decir que e n el psicoanálisis no corresponda referirse a Ja idea de sujeto: simplemente. se la debe concebir de un modo completamente diferente. Como todos pueden saber leyendo Scilicet, donde tiende a formu· larse la doctrina de Ja Ecole Freudienne de París, el "sujero que Freud introduce bajo el término de l chspa/tung es introducido, precisamente, sólo como dividido y nos exige la constitución de Ja lógica de esta ausencia de un sujeto 'pleno'"; además, "el sujeto se constituye (a i;
Término 1om::ido óe F. Perricr.
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partir de la operación signif no pudiendo saber: no hay ~~a~~~, como lo señalaremos Juego) como sabe~ del Otro, concebido como Jeto del sab:r (ya que el saber es el rela~ón con el s~gnificante del l ~:X). El SUJeto s~ determina sólo en ]~calizable en el mtervalo de la ;e e ~e.puede dec1r que es el efecto f1cabJe con una superficie síem re pa tlc1on o topológicamente "identi~ zado sobre una superf1"c1'e p y engendrada por un corle" (r 1· . ifi ' corte que c r ea 1~Jf ca? te); ~I rasgo unario, significa o~s ~t?e la mejor figuración del 1 ~~e?~'ª· o d1feren te de sí mismo .. e . e uno cootable, siendo pura 1a tv1s1óo o en Ja diferencia de sí' ~ su!eto sólo podrá instituirse en menre esci_ndid~ y-es aprehensible ~;smo ';, E l sujeto es fundamentaJ~os de fading, ligados al latido en / en su emergencia en momenesap~ecer". Un paso adelante :; ipse d~ lo_ que aparece sólo para J:e;t~ce~'~.el momento de desaparicli~nu~1e~a~1~n del sujeto consiste s· . . o Jeto a y la construcción de l UJeto con la puesta en tgnificante debe duplicar su efe 1 a fantasía: ''es en tanto que el que el sujeto surge como exclu"dc odyl querer significarse a sí mismo aparece co~p sujeto, pero su de~aº ~.~ampo que él determina· des con Ja acción de un objeto su ·lª~1c~~n se produce sólo en relacióri'· . una presencia y de una ausen/g' o m1c1almeote corno aitemancia de
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f;J¡~; :nttié~fadba. a_l interroga~~~ ;:d~s:l ~~F~~to d\Ja ~antasía, res-
:...-CZ" . n ~ ~ º. !eto. a,. én Ja rnedida en la ro, e_ su1et? está en que se hace .radicalmente . - . ~a secuencia s1gu1ente lo .
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: ~ aoad1endo e'l_t~ru~ino esenc!át e~:res~ .~7. un ~do más qescriptive, pot e~ta~ capturado en las· r. . . f~lo.. .-El ~bJeto de la nepesidad .. en Objeto del deseo: el seno ::~iones ne· I~ demand_a, se corivü:ri~ d~ la deman~a oral, hace s~rgh-J e~º rea:, al conv~rtirse en significante c1 n del fa.fo es la que debe se . . e seno ob3eto erótico. y la fun~~ta tra_nsmutación ·del objeto den;~nos ~~dm? soporte para formalizar neces1 .ad en objeto de deseo L Jrnens1ón de la demanda hac ble, mientras que la función f~l~~;g1r 1~ del deseo en su aspecto i~asi~ enlazar el deseo con a uelJo sera el operador que. permite un" ca;:ipo del objeto a del ~ue el ~u~. por ~tra parte, ·se define coino {e . Estas. formulaciones, extrai~~et~ estncta~ente hablando es el corto~!og1a hace contrapunto a ·¡~ ~n con1unto textual l~ en el que algo andas en su rigor. Será suf' . óg1ca . .pueden parecer, sin duda te~g~ que el sujeto del que se tra:Ciente_ :on que el lector profano re~ unif1cante, pleno y estable sino a en psicoanálisis no es un referente ~~~o d~~ecto del significan;e, esc~~~d~e t~i~-~t~·i 7)a , por el contrario, . ' J o ' que aparece sól aparecer y, sobre todo ~orrelativa al establecimiento d;J qu~ su instauración es estrictament~ 1ugar del habitual referente subjet?r en en el que aparece el deseo En a qo~, e~ su permanencia, cons/i:y es¡,la ~anta~ía: soporte del de~eo, . on~1.ene aquí decir al o .· e a singularidad del individuo p¡icoa~altt1camente como di~po~~s acerca de la fantasía. concebid~ e ecto e la operación significante i;o e~ el que el sujeto escindid~ , e articula con el obJºeto produc'd , 1
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en Scilh•ct n? 2· - éd d '
23
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como resto: "Es allí -en ~sa falta del Otro-, donde el objeto (resto o caída de la operación significante de división del sujeto) se pondrá a cubierto. constituyendo la ex-sistencia del sujeto que permanece sus-· pendido al Otro bajo esta forma: nada es seguro, salvo que él .oculté1 este objeto, y el objeto del deseo existe como esta nada de la que el Otro no puede saber qué es todo aquello en lo que él consiste. Esta nada en tanto que oculta al Otro se convierte en la envoltura de todo objeto ante el cual la pregunta del sujeto no puede menos que detenerse, en la medida en que él mismo se convierte en imaginario; tal es el Jugar a. Se observa al menos, según creo, que la fantasía, en el sentido psicoanalítico del término, se construye a partir del juego de relaciones .que-se instauran entre el sujeto del inconsciente y el objeto del deseo; esta construcción que sostiene al deseo se realiza, en sum:a, entre la nada que rodea al objeto y Ja división inherente al sujet10, o, para decirlo de otro modo, entre lo real y el efecto del significante. Qoizá potlamos expresar ahora en qué consiste el hecho de ser psicoanalista, es decir, de ubicarse en una situación de no ser implicado en la estn1t:tura de las fantasías en las que se regula la economía ide _ los deseos de cada cual. Examinemos como ejemplo la muy comítn. fontasía- de Jos orígenes, ya. que .es ~lla, precisame¡ite, la que se t!n.cuentra µnplicada en· el tema de la escena primitfva a la que· ya t11os . 'hemos ·ref.er.ido; conoc.emós su dispositivo que. fija la pregunta entre. un punto de origeñ, ·lugar-tenienle·áe objeto proyectado en el pasádp, y un punt~ actúa! que constiluiría su despliegue y con el que el sujeto . que interroga se identifica habitualmente: ¿de dónde he nacido? La formulación rpás general de las fantasías de los oríge11es: "se ha nacido de x" ilustra acabadamente el aspecto de evidencia o incluso de verdad que reviste toda fantasía; pero, si nos dejamos dominar por él, desco1.10cemos el aspecto del deseo que fundamentalmente sostiene. La fantasía de Jos orígenes se encuentra implicada en todo uparato de deseo; junto con las fantasfas de seducción y de castración, forma parte de lo que Freud situó como fantasías originarias (Urplumtasíe), y, como Jo señalan correctamente J Laplanche y J. B. Pontalis, 19 el. origen del que se trata es, efectivamente,. el del deseo. Es indudable que no existe ninguna vida de deseo posible salvo en la medida en Ja que la falta que constituye su clave se presenta como la piedra basal: piedra, lugar-teniente de objeto, que marca el origen, apariencia concreta en la que el sujeto se apoya entre falla y vado, entre letra (significante) y real. Para cada uno su piedra, cristal raro o simple ladrillo en la que parece asentarse la construcción de su deseo. A veces, ella aparece en algún recuerdo encubridor o fantasía fundamental, manifiesta y oculta en la construcción, como el fusil del cazador ocuho en los trazos de un dibujo-enigma: es quizá la fl or amarilla, o, más bien la miga de pan de gusto fabu loso, en el ejemplo prínceps del recuerdo
u Scu1I, 1970, págs. in J. Laplanche y J. B. Pontalis, "Fantasmc originuire et fanta~me d1es ori· gines··, en Les Tcmps Modernos. n? 215, págs. 1833-68.
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¡-
e~cubridor que Freud nos comunica al final de su autoanálisis 20; es, s10 duda, el. bl~'!co de la ropa interior que aparece en el recuerdo de la escena prim1ltva, reencontrado o reconstruido por el hombre de /os lobos. Pero •. cualquiera que sea, se debe comprender claramente que que c~nvterte a esta piedra en la función "original" o "basal" es su mtegrac1ón o su aprehens16n a posterion en su esrructura de la fantasía de los orígenes; para decirlo de otro modo esta representación. o esta. letra (signi!icante) no ocupa ese lugar en ~¡ recuerdo encubridor deb~do a _que S1gmund_ Freud íue concebido_una noche en la que se h~bta cocido Y consu~td? algú~ pa_n maravilloso; ocupa ese lugar deb.1_do a que un acontec1m1ento hb1dina1, una conjunción literal, fueron f 11ad_os en esta representación lugar-teniente de objeto, debido a que. en cierto modo, la miga de pan ~ 1 fue recuperada por la estructura de la fantasía de los _orígenes P?.ra _ocupar el lugar del "punto de origen". E_n Jo 9ue se refiere a la f11ac16n de un acontecimiento Ubidinal, Ja hipotética r~construcc1ón ~e su desarrollo tiene poca importancia, ya que lo que importa _es articular su configuración literal: se comprueba. entonces, que la palabra, Ja representación, el "significante" miga de 1Jclrr conserva, en el momento en que se Jo evoca, toda su vivacidad Y su. pode~ de ~bertura prometida al goce, hasta i:epresentar en forma alucm~tor1a su olor Y. su gusto ~abuloso; del mismo modo, en el caso del hombre_ de los lobos, la representación de lo blanco 'lleva consigo - un¡1 an~usHa ~e. mu7rte_ imposible d.e suprimir. No q,uiero de~ír é:on · e_Uo. 9ue la construcción d.e deseo, el aparatEJ ·fantaseado· se base Úclu- . s1v~ Y ver~adt:ratneme en un único término Iu.gar-teI1íente-de objeto.:. Ou1:~0 sena lar solamente .que en un momento dado del trabajo psicoanaht1co, momento q1,1e, sin. duda, puede prolongarse indefinidamente, u~ punto entre otros se presenr::i como más iosisrente; más sensible y, co~? taJ. debe ser analiz~do; ~~ali~~do, es decir situado en su implicac1on en un proceso de 1dent1f1cacion, en su reJación con lo real en su valor de goce. '
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Ser psico~nalista es s_er capaz de percibir los intervalos que separan Jos annórucos del sonido producido, de distinguir la sombra tanto d~ su modelo como de. su soporte: en el conjunto evocado, no confundir el rectierdo con. dme_ro contante y Ja miga con el buen pan. Por supuesto, podem~s 1magmar un psicoanalista erudito y culto que se 1~terese en lo~ diferentes modos de plantar repollos, pero resulta difícil de concebir que crea que los niños nacen de ellos. Sin embargo esto _es lo que le ocurre -sin duda a pesar de sí mismo- al psico· analist~ que se encuentra implicado en la fantasía de los orígenes y que_ refiere a una. escena originaria el "comienzo" de Ja historia de su paciente. Y t~mb1~n de la suya propia . Repitámoslo: no se trala de negar Ja pert.menc1a del recurso a una temporalidad lineal y simple· mente vectorizada en el orden biológico, quiero decir de concebir su0
~ S. Freud. Uber Deckerim1erungen {Acerca de los recuerdos encubrido-
0
re~), Gw
l. págs. 531.;54_ ~ ~e observa que en alemán luib, que significa miga, es estrictamente homof6nico de Le1b, que s1gnific¡1 cuerpo. 1
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mariamente que el tiempo se desarrolla lisa y llanamente desde el pasado hacia el futuro, con puntos actuales localizables en función de un punto de partida y un punto de llegada; pero debería ser claro, al menos para el psicoanaüsti. que un origen es concebible sólo como cons· tituido a posteriori, y quizá tampoco: se lo puede concebir sólo bajo la reserva de un análisis que revele su atemporalidad o, simplemente, su captura en una estructura fantaseada. ¿Ser psicoanalista consistiría, entonces, en liberarse de la captura por parte de toda construcción fantaseada? Se reconoce allí una imagen muy di[undida del psicoanalista· un sabio de la época moderna. liberado de sus "complejos" y amo de su deseo o, incluso sin deseo~ esta imagen, evidentemente, es sólo una contrafantasía, del tipo de las que pretenden perversamente mantener fuera de juego al deseo mismo cuyo soporte ellas constituyen.~~ Ser psicoanalista es, en la cura, encontrarse en la posición de evocar lo real. En relación con Ja ri;:P-resentación que, en la fantasía, ocup1:1 el Jugar del objeto. podemos decir que ella realiza, a su manera. un::i especie de articulación con lo real; de este modo, hemos situado e:l cadáver en putrefacción en el análisis de Jérome y la segunda mirada en el e.Je Philon; en el. recuerdo encubridor de Freud ?e trata, sin qud21, de la miga de pan y en la escena originaria del hombre de los ºlobos,_ . lo blanco -(la rqpa .interior) ..El - h~chq .de que un·a a11g!J~lia mort?I. · de que utl éxtasis fabu(oso o.de que un terror pánico.esrén p~ofunda- . mente entrelazados con ·c notablemente fija; se tt:ata, sin duda, de una amcula· ciqn, aunque anquilosada. Ahora bien, es precisamente e~ ~s~a· a~ticu Jación donde el psicoanálisis debe poseer la mayor ílex1b1hdad: no corresponde nj eludir su rigidez a través e.Je la educación de una apti· tud compensatoria en algún otro lugar, ni tampoco bloquearla m•?· diante algún artificio, bajo el pretexto de que es molesta y puede. a menudo, ser dolorosa, ·perjudicando así una buena y confortable adaptación a lo artificial de un real ''integrado''. Lo que hace ·falta en el lugar del objeto por donde pasa necesariamente la art~culac1ón con lo real es una especie de cartílago (o de cardán s1 recurnm~s a una 1~a gen mecánica) cuyas característic_as sean, tal.e~ que reahce, efect1vamentc, la juntura entre el orden lucra! (s1gnif 1cante). ~or un lado, y lo real absolutamente heterogéneo poi· el otro. Cualquiera sea su representación. esta juntura tiene un solo nombre: es el falo. Aceri::a del falo puedo decir que es, simultáneamente, letra y objeto ~ 3 ; contrariamente a Jos otros objetos que son t1picamentc, -según Lacan, el seno, el excremento, la vista y la voz. el falo (no el pene), y sólo él. es el :i: En relación con este terna. véase ··Le bonhr11r considéré commc conlre· fantasme. ou du désir des anges". en Rec/11.:rches er Débots 1970, Desclée de Brou\ver, "Qui au bonheur", p;ígs. 124-121!. ~ Cf P~)'chc111alyscr, pútt. lM
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signo de la falta de objeto, de acuerdo con la expresión de Nasio 2 ' ; en elló participa eminentemente drlo real. Pe ro también es, simul· táneamente, y sólo él, símbolo de la letra, "significante metafórico por excelencia", escribe Nasio, símbol o del significante concebido, según Lacan, como representando al sujeto para otro significante. De ese modo, y al participar eminentemei1te tanto de lo real como del orden literal (significante), puede garantizar, y sólo él puede hacerlo, el rigor de una división que mantiene a lo completamente· diferente (heterogéneo en el sentido de Bataille) del lado de lo real. Es sobre esta divi· sión que se basa Ja temática de Ja castración. Corresponde absolutamente exigirle a un psicoanalista que sepa mantenerse en relación con la función fál ica. Ese saber no se mide a nivel doctrinal , sino en la capacidad, en u.n trabajo psicoanalítico, de liberarse de las representaciones que en el lugar del objeto alimentan Ja fantasía o sostienen al sujeto en su hendidura (re/ente). Trabajo interminable, ya que ese lugar, esa falta, está hecho para ser llenado; que un lugar-teniente de objeto, término insistente de fijación y de ·obturación . sea desalojado de él no garantiza en absoluto que otro no tienda en forma totalmente natural a instalarse: de ese modo, en el análisis del hombre "de los lobos es posible reconstituir una secuencia en la que Ja mirada reemplaza a la representación de los· lobos inmó- . viles, 'f 1\lego lo Manco a la mii~da misma; en c;ida uno de esos mo- · mentos. se.reabre y luego_se. domina.. se@ como sea, .el vértigo de la . . angusti~. . 3erfa. s~mamenle ingenuo ~uponer ,que_el .fali;>," que clirige·. eu túúu casu la ·acción que eye desarrolla e.n ese rugar próximo a lo real. pueda, de un modo u. otro, estar instalado en él. Se requiere haber hollado todos los guijarros de ese lugar en el que el suelo vacila paru conocer. de un modo diferente al del' saber, cuáles son las fuerzás rádi: cales y contradictorias en las que nos encontramos tomados. ¿Ser psicoanalista? En Ja engañosa permanencia del sillón es, en todo momento, volver a serlo.
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UN SEMESTRE EN .VINGENNES · Este texto expone un trabajo .realizad~ en el. ~egundo semestT~ del año 1969-1970 en el Departamento de Ps1coanáhs1s del Centro Umversitario Experimental de Vincennes (Parls V I 11) · Su publicación es un home!laje tod~s los que lo ap~yaron c1?n su presencia, animaron con su interes, estimularon con s~ contradicción, perturbaron con sus intervenciones o, sabotearon, incluso, con su celo apasionado. Constituye, también, una prueba de las contribuciones originales que puede suscitar un trabajo psicoanalítico realizado fuera de los se· rrallos habituales; ]amento que trabajos tan espontárieos como los. de Michel y María Bottin, que investigacio~es tan pers~nales Y. s~ttles como las de Anne-Marie Leclaire y de N1colas Passans (m~ limito a mencionar Jos que contribuyeron activamente en el traba10 de este semestre) no hayan podido figur.ar en ~ste volu~en, ~ero celebro,.que el riguroso trabajo de Juan David Nas10 sob~e Metáfora Y falo ~e presente eminentemente a las otr~s voces,. sin las que esta empn-sa hubiese sido imposible de concebtr y realizar.
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Cf. pág. 82.
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r De Ja castración al objeto 1 1. DONDE LAS COSAS ~'NO SE ARREGLAN" El tema de Ja castración, qüe elegí como argumento del trabajo de este semestre, se impone en el punto ~e nuestro trayecto al que he!11os Il~g~do. ~demás del interés de este concepto específicamente ps1coanal!t1c? -mterés cuya actuaJidad intento hoy demostrar en for~a alg?_ md1n:cta- debo señalar de inmediato Ja importancia de su d1me~s10n a 01vel de la práctica. A diferencia de la referencia crucial al Ed1po, de la que les he hablado el año pasado y en relación con la cual Lac;a~ reco_rdaba :~cientemente que no servía e n forma direct~ en la p_ra~!Jca. ps1coanal1t1ca, la referencia a Ja castració:i sirve siempre. Y ?J Limite, incluso, casi excc~ivamente.
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Temática de la castración
, En _una ptimera aproximación. podemos decir qu~ no exis.te nin-. gun c?nJ~nto --:: del c_ap1~ulo VI
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parte del cuerpo representa al .sexo y el corte o Ja separación son r~pre sentados sin ningún disfraz; en algunos casos, incluso, el süeño f 1gura directamente al sexo como la parte separada. Pero cualquier parte del cuerpo puede cumplir la misma función, sin revestir la importancia capital del "jefe"; un miembro, brazo o pierna, o un dedo, como en Ja alucinación del hombre de los lobos cuando era niño: el diente que cae figura también a menudo al sexo separado, al igual que la oreja cortada o a rrancada; en forma sumamente simbólica, el ojo puede figurar acabadamente al sexo, y en el mito, la pérdida de la vista, el enceguecimiento del hombre es el castigo privilegiado del crimen incestuoso. Es inútil. creo, proseguir esta enumeración. En un grado mayor de desplazamiento, Ja parte del cuerpo separada o separable puede ser ella misma representada; en primer lugar, mediante el cuerpo entero. preferentemente pequeño: el "pequeño'', el niño. representa al órgano genital, como lo señala Freud (pág. 310) en el párrafo ya citado de la Traumdeutung. Pero también una vestimenta, sombrero o zapato, un accesorio, paraguas o lapicera (incluso la cartera) pueden hacerlo y servir para figurar la parte del cuerpo separable. . A decir verdad, no existe ningún límite para Jos desplazamientos o sustituciones posibles; y e.n la medida en la que cu?lquier conjunto . organizado, auto, tren, texto, puede figürar· fácilmente un c\.ierpo., la rueda o el. vagón que se sepai:an, la palabra .que Ja ha son perfectamente r~prcscofativos de una: op'eración de castración. También aquí es posible i1rn1giuar o descubrir una multitud de. ejemplos. · La representación también puede contentarse con poner el acento en el hecho del corte o de la separación: lfcto de cortar, de hacer una incisión (cirujano. leñador. etc.) o, én forma más salvaje, de d_espcdazar; también, e~ la amovibilidad de una pieza lo que se subraya, corno en .las representaciones apreciadas por el pequeño Hans del carácter desmontable y susceptible de ser nuevamente montado de las canillas instaladas por el plomero. Por último. y de un modo al que se debería calificar como más abstracto. la castración puede ser representada mediante su resultado., es decir, la pérdida de un objeto precioso, la separación en relación cor.i una persona o un pais. En esos casos, es particularmente apreciable: la intervención del sentimiento de la irreversibilidad, aceptada o no, pero esencial en la delimitación de lo que concierne a la castración El que sueña es condenado a muerte. va a ser ejecutado: ya está. lo irreparable es consumado. O. si no, se despierta para comprobar que se trataba sólo de un sueño, o el sueño continúa: e ntonces es sólo eso: busta con acomodarse y es como si yo no cstuvicst.: muerto, ya que la cabeza se atornilla o se pega nuevamente. Esta dimensión de In irreversibilidad, criterio de verdad o sanción capital que el sueño intenta acomodar para convertirla en "oigo que se arregla siempre'' constituye la mejor introducción posible al problema de la castración. al que hemos elegido como tema.
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r hecho estructural. En ese caso. Ja estructura es definida -volveremos
La castración, concepto estructural de la diferencia Antes de desarrollar el problema de Ja castración propiamente dicho, quisiera señalar el interés general del problema así planteado. En efecto, como dije al comienzo, el valor o el interés del concepto de castración no se. Limita sólo al plano de la técnica psicoanalítica, de la práctica de la cura o inclu§_o de Ja teoría: el problema de la castración según creo, tiene un interés absolutamente actual a nivel de un cierto est~do de lo que Freud habría designado como civilización. Si hay algún concepto creado por el psicoanálisis cuya naturaleza sea tal que lleve a interrogarse tanto a los profesionales del pensamiento como a todos aquellos que, sabiéndolo o no (es decir todo el mundo) utilizan conceptos, ése es el concepto de castración: por el hecho mismo de que no funcionaba antes de la era psicoanalítica. Con anterioridad al advenimiento del psicoanálisis, la castración era sólo un concepto veterinario o, en el mejor de los casos, quirúrgico. Sin embargo, antes de esta digresión introductoria, no será inútil recordar. brevemente. las conclusiones a las que hemos llegado a través del estudio de la represión. Habíamos. llegado a interrogarnos acerca del -problema rouy general de la fisura (clivage), que se volverá a plantear cuarid.o cxaminem9s lo relácionado con la sepa.ración que la. . cast~ación implica. En efecto, a partir de Freuci la represión puede -. ~~¡. concebipa comq una ba~tera q·ue, desde .u~ ·punto 'de vi!!ita· tópiCo, · separa al ·consciente ·y a l prcconscieRte, ppr un Jadó, y al ioeonscicnte por el otro, podemos considerar, también, que ·desde un punto de vista económico instaura una separación de los campos en los que se ejerce la actividad pulsional, dividida, a su vez, en dos grandes corrientes, pulsiones de vida 'y pulsiones de muerte. · El examen profundo del concepto de pulsión de muerte es el que nos habia conducido, siguiendo a Freud, ·a examinar el problema esencial de la -repetición. En relación con ello, consideramos necessrio insistiJ ace1ca del hecho, muy simple, de que la formalización de la re~etició~ pone en juego tres términos y no dos. En efecto, el enfoque ps1coanalit1co del hecho de la repetición permite comprobar que el primer término, T1, al que podemos imaginar como modelo de .un gesto (ílexión del meñique de la mano izr¡uierda, por ejemplo) ~t: presenta como modelo o antecedente sólo después de la fijación del segundo término, T .! (repetición del mismo gesto) : designemos a este rnodelu, así planteado por retroacción: T tr · Todo psicoanaHsta conoce p:rre:tamente ese mecanismo de retroacción; sin embargo, debemos anad1r que ese T 11·, modelo del gesto, planteado a pusteriori, es, a su vez, diferente del modelo virlulll y supuesto por anticipación: T 1, , antes de que el gesto "repetitivo" haya sido efectuado. Para decirlo de otro modo ..el modelo, o término antecedente de la repetición sólo puede conceb1~s.e a su vez j:Omo escindido o "hendido". A través de la puesta de man1f iesto de dtc desmarque ya he tenido oportunidad de señalar q~e, .entre t~das Jas disciplinas, el enfoque psicoanalítico tiene el priv1leg10 de situar al que en é l se interrsa en contacto directo co/l el
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a examinar este punto-- como el conjunto de elementos que se des.. pliegan alrededor de la falta, situada a partir de la fisura, donde se encuentran y enfrentan las energías pulsionales fundamentales. Las distinciones que recordé en esa oportunidad y que permiten localizar los elementos mínimos constitutivos del hecho estructura1 son: en primer lugar, la marca, o la letra, y su repetición (lo. que Lacan formaliza como significante s. y s~) y que se presentan s1muktáneamente en este caso, como instancia de lo repetitivo e intervalo del "d~ma~que"; por otra parte, y sin entrar en esta articulación literal, lo que designé como el otro de la letra, es decir el objeto, en t.é1iminos lacanianos a minúscula, que es siempre rechazada en relación con la serie de letras; finalmente, como último término, el sujeto, $ en la terminología lacaniana, función necesaria para que sea P,osiblle concebir una articulación entre dos órdenes totalmente heterogeneos: por un lado, podríamos decir, el "desorden" d el objeto o del re~to y, por e l otro, el orden literal; articulación también erit.r~ la sem1aprehensión de Ja letra sobre la energía pulsional y Ja función de esco:ndrijo del objeto en relación con lo real, o con lo radical
~ l . C. Milner, ·'Le point <.lu signiíiant .., en Cahiers pág. 78.
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Tener en cuenta la castración Debemos intentar delimirar ahora con mayor precisión las modalidades en las que la realidad de la castración entra en juego en el trabajo de pensamiento más cotldiano. A decir verdad, como lo veremos de inmediato, Jo hace, por lo general, de un modo completamente degradado: del mismo modo en que las representaciones pulsionales inconscientes entran en juego en forma reducida e n Ja actividad consciente, igualmente y por lo general. los juegos de las diíerencias intervienen en la actividad del pensamiento sólo como simulacros. Examinemos, por ejemplo, la representación común de ideas tales como fisura. hendidura o. más en general, de discriminación. Fisura, me parece, evoca de inmediato imágenes geológicas o mineralógicas. figuras de línea, superficie o plano, alrededor de las cuales se construye un orden, una organización o incluso una historia (geológica por ejemplo) • hendidura evoca más precisamente una operación de separación, que se realiza a havés de una fis\fra que le preexiste. Discriminación es la instauración o la utilización de distinciones, en relación con las cuales, y al parecer - independientemente del campo· en el que opera, desde el colol' de la piel d iferencias genéticas, desde la détimltación de ·zon.as geográficas a la determin·ación· de un campo científico~ el proceso puede ser. renovado indefinidame_nte, .cal como suéede: con la bipariiCión ~e ún fr!lgmenfo g~o·fileh:ico de r.ecta; Se observa allí td carñcter de
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ampliamente de él, es absolutamente h eterogéneo al orden literal, Y la única forma en la que podemos evocar la no relación que lo separa de \a letra es Ja de invocar la posición irremecliablemente separada, per· dida que es la suya,. es decir perfectamente irrecuperable. Podemos observar que esta separación radical entre el objeto y la letra :s muy diferente del proceso de discriminación tal como ,se lo practica comúnmente; la distinción operada entre la capa calcarea o la capa volcánica de un terreno determinado se encuentra en un suelo común, cabe señalarlo, que es el del modo de constitución de las. ro~as, iY l~ distinción se realiza en el marco ñomogéneo de la geolog1a, mcluso s1 ella pone de manifiesto una cierta heterogeneidad r~l~tiv~ del terrenc1 considerado! Lo mismo ocurre en el caso de las d1stmc1ones puesta.so en juego en todos los campos científicos. De todas manera~, la post·· bllldad de establecer una distinción, por notable que sea, y pienso, por ejemplo en el aislamiento de alguna nuc)eoproteína, es posible sólo en la m~dida en la que la absoluta heterogeneidad es (implícita o ex·· plícitamente) reconocida como existente: ah?ra .bien, ella se l?caliza sólo a ntvel de castración, es decir. de temat1zac16n de la pérdida del objeto en relación (o n~relación) con el conjunto lit:ral. Por o~ru parte. todo lo que intento comunicar a través del ti-abaJo qu~ ~ros1g;> en telación con las hipótesis y conceptos fundamentales del ps1 coa ~a Jisis señáia, constanfemente. la asimetría fundamental que G Bata11le J·esumió perfectamente en- las. categorías de homogénea: y de i1eter~gé ·neo, lo que ·to condujo ~ pron:iover la creación de ia cie!lcia t!e 1;1 heteiología. por mi parte, y. sigu¡endo a Lacan, he destru:aúo esa as1metría tanto en relación con la heteronomia del ínconscienté Y de 1 consciente como de la antinomia radical de las pulsiones de muert•e y de las pulsiones de vida. La ~astración e~. efectiva~cnte: la tom.a en consideración, sin rodeo y sm compromrso, de lo 1rrac1onal por excelencia que es el objeto a. Pero debemos añadir. y no es lo menos importante, que el movimiento más natural y espontáneo cotre siempre el riesgo de atenuar, ocultar, disfrazar o incluso negar, fingiendo reducirla, esta heterogeneidad fundamental, cuya evidencia, sin embargo, es revelada por todo - análisis. Del mismo modo en que la actividad consciente se basa en la represión del hecho inconsciente, en que las grandes empresas en. le1s que se manifiesta la energía pulsional de vida _se basan :n. un v1gc~ roso relegamiento de las pulsiones de muerte. la mte~s~ ac11v1dad cogitativa tanto como práctica, en Ja que impera el dt~tmgo, sólo ~usca obtener, a través de admirables simulacros de fisura , el sufocam~ent? o. al menos, el relegamiento en un sobreseimiento astuto de la mcornoda reali
con el clivaje o, también, del cuerpo del que la "cosita'' puede se.r - separada. De este último nos ocuparemos en el día de hoy.
en la medida en la que la solidez que así se pretende honrar. a través del culto de la conciencia, del orden o, incluso, de la "razón", es sólo un vanQ intento de conjuración o de negación del de (s) orden que implica el espacio del goce. Por ello. el estudio del concepto psicoanalítico de castración atañe en forma inmediata a todos aquellos que agotaron los pasatiempos de la práctica del "cualquiera que sea" (n'importe quoi) que instaura Ja utilización de los simulacros de fisura; a todos aquellos que se interesan, por ello mismo, en las posibilidades de un cálculo exacto.
2. EL CUERPO DEL QUE "LA COSITA" PUEDE SER SEPARADA En el curso precedente, intenté mostrar cuál era el interés general del problema de la castración; precisamente, como la aplicación de todo proceso de discriminación tenía sentido, podía pretender alguna eficacia sólo en la medida en Ja que se-te-conocía la fisura esencial, en el que se basa toda otra distinción posible: la del objeto en relación con la articulación literal, tematizada como castración. . Se puede considerar que, al actuar de ese modo, me alejé en algo de la estricta acepción psicoanalítica .del concepto de cast.fación y que,. a mi manera, c¡ií en la desviación qut<· Fre4d. dem.tnciaba yJJ. en 19~3 • . la .de ·Una exáger:Áda exfensión de la i"ctea de castración . . fa cier.tO ·que · lá importancia del concepto inc.ita a cllci'y.. precisamente', lo qué iriten taba destacar era la importancia crucial de la castración. Pero volv~mos a consideraciones de un orden psicoanalítico m4s estricto. Freud escribió así. en 1923, en una nota• añadida al relato del análisis del pequeño Hans que, "sin dejar de reconocer la exis· tencia de todas estas raíces del complejo (es decir: el nacimiento, se· paración del cuerpo de la madre: el.destete ~-pérdjda dE una part~ del cuerpo materno-: por último, la pérdida regular de las heces). considero necesario hacer constar que el nombre de "complejo de castración". debía limitarse a los estímulos y efectos relacionados con la pérdida del pene". Por otra parte, la definición más rica del concepto de castración se encuentra en el texto del hombre de los lobos: "Las heces, el niño, el pene, constituyen así una unidad, un concepto inconsciente -sit venia verbo--. el concepto de una cosita que puede ser separada del cuerpo º''. Considero que cada térmfoo de esta definición merece un comcntnrio y creo que este trabajo nos ocupará durante algunas semanas; tanto si se trata del "concepto de una cosita" (das Kleine) , a tr:ivés del cual nos veremos llevados a delimitar el concepto psicoanalítico de objeto, como si se trata de la separación misma a la que, a decir verdad, ya nos hemos referido en relación • S. Frcud. "Analysc d·une phobie chcz un petit gan;on de cinq ans", en Cinq psyc:fwna/yses. ruF, p:íg. 95; r.w , VII. 116. ~.
/bid .• "Extrait de l'histoire d'une névrosc infantile.", en Cinc¡ psyd1u11a-
lyses, PUF, pág. 389; GW, X II , 116.
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El estudio de la castración no; obliga, y ello no debe sorprender· nos, a considerar lo que a menudo se tiende a eludir, es decir el problema del cuerpo. La castración, en efecto (y Fr~ud se preocupa ~or _ recordarlo), no es en su abstracción o su generaltdad una separación o una fisura es la separación de una cosita del cuerpo. ¿Pero qué cuerpo? ¿Cómo se debe c~ncebil' ~se cuerpo d~l que la famosa cosita puede ser separada? A pnmera vtsta _es muy .simple, y allí se origina sin duda toda la dificultad; en efecto, st se nos mte~>- ga a qut:marropa acerca de lo que es el cuerpo, aparentemente nad11e tiene dificultad alguna en responder. Es decir, todo el mundo tienie una cierta idea acerca de lo que se trata. Es muy simple, precisamente; se ve, se toca, es concreto. . , y además todos saben en mayor o menor medida, cómo esta hecho 'el cuerp~ y cómo rudciona. No hace falta seguir estudios ~le . medicina; la anatomía y la fisiología qi.1e se apre~de°: en la .escue.la bastan, por Jo general, para un conocimienlo aprox1m~h~o equ1valen:te al de los médicos de Moliere. Existe, además, In cunos1dad que tocio él mundo ·siente en rel~éión cort su cuerpo; así, no todos saben cómo . funciona un m.otor a explosión, pero t9clos .tienen una cierta idea.de .. la íorma· en ·q1:1e e.stá organizaqo el cuerpo. . . . . . Evidentemente; pera los más ctiriosu~ u :.~bios, .los detalles ~el funcionamiento adquieren mayor precisión. Ellos no se ocupan s~~o de la organización del t~acto digestivo, sino que se interes~n .tambH!n en el proceso de la digesti6n,'es 9ecir, en los proce~os .~uurucos que determinan que los alimentos ingeridos senn luego d1~endos y, p~sr.~ riormente, asimilados y eliminados. En el límite, a nivel d.e la as1m!lación o de la constitución de los tejidos, el interés se orienta hacia Jo más íntimo de los procesos, que se sitúa a nivel bioquímico. A decir verdad, el grado de saber no modifica demasiado el p1~<> blema. Para todos, el funcionamiento del cuerpo tiene un nom~·re, se llama: vim. Pero, precisamente. a partir de esa pal~bra, la vida, surge alguna dificultad; debido a que inmediatamente, tan pront~ corno se la pronuncia, aparece el horizontt: ele la muette. aunque s~ intente concebirla como una detención del funcionamiento de la máqurna, una dimensión de displacer o de angustia es introducida en lo que inicialmente se presentaba. como extremadamente simple. '.an pronto co~?º se reflexiona, el más familiar de los /Ltgares se convierte en extrmw: el misterio de la vida o el horror de l:i muerte son invocados. Basta una nada para que el cuerpo se encuentre virtunlmente _deshabitac~o_: en ese momento. es sólo un esqueleto, carne. un dcspo,10 por ant·1c1pado; y dc.iando ·a los anatomistas de los anfit~atros el. cuid~d~ de ocuparse de él. el interés se reduce a otra instancia, de estilo. a111m1:;ta. vitalista, espiritualista, o más científicament~, a ~ma in~tanc1a que .corresponde al dominio de una formación sociológica o, incluso Y sobre
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todo, que corresponde si nuevo comodín de nuestra civilización: la psique. Todo ocurre como si "la inquietante extrañeza" (/'inquiétante ótrangété) de nuestro lugar más familiar requiriese en forma urgente Ja concepción de otroJugar, reconocido y garantizado por todos o, al menos, por un grupo, al que se designa como alma, principio vital, espíritu, céluJa o cuerpo social o, mejor aún, el compendio de todos esos lugares: la vida psíquica. Lo que acabo de señatar en esta forma iogeoua es sólo uno de los caminos que conduce a la extraña evidencia de que ese lugar absolutamente simple del cuerpo, imagen misma de la unidad o de la totalidad. es un doble lugar; para ser más precisos, es el lugar del doble. Pienso que no hace falta decir nada más para convencer acerca de la pertinencia de esta fórmula: de todas maneras, y por supuesto, en el día de hoy me limitaré a ello. Ya el año pasado, en el transcurso de otra tentativa de hablar del cuerpo, me referí a esta imagen del doble, a través de la forma inquietante del ectoplasma; poco tiempo después, el teléfono sonó dr noche y escuché que una voz. que pretendía ser neutra. repetía uniformemente; "No hay más ectoplasma en el número que usted discó" • ¿Qué negación o, por el contrario, q1,1é forma de reconocimiento del Jable me era así devuelta bajo Ja forma de un chiste? O. también. qué· quiere decir el paciente Uamado ·esquizofrénico éuyas palabras se 'me han relaui~o: s~ encuentra en tm estado de asomatognosia, .es decir, qlle se ~ncqentra e·!l un estado e~ el que nQ sient~.cl cuerpo, y dice al rrtédico que· to inte1:roga: "Pero es.e cuerpo que no sjento má:s no es el cUt:rpu del que se ocupa la medicina". Es un "analizando". muy avanzado en el trabajo psicoanal~tico, el que formula en cierto modo Ja respuesta (espero que sepa perdonar mi indiscreción): se sorprende retrospectiv~mente ante su dificultad, en el transcurso de una sesión matinal
cuya importancia en la teoría psicoanalítica es evidente; pero lo hizo, sobre todo, para comprobar que no se sabía gran cosa sobre él. Por otra parte, y para d'!_t cuenta del hecho del placer. se limitó siemp~e a la utilización de lo que he designado como Ja metáfora energética: ·el cuerpo es considerado como un aparato que funciona de acuerdo con los principios de la termodinámica. tendiente siempre.a establecer un nivel de tensión interna lo más bajo posible. Las fuerzas en juego en la máquina, por supuesto, son las energías pulsionales; ellas son procluciclas por diferentes tipos de ex<¡i taciones. int~rnas esencialment~, pero, también, indirectamente externas. Esqueroáncamente, esas excitaciones aumentan el grado de las tensiones inherentes al aparato, cuya función es, precisamente, la de reducirlas o mantenerlas. en un nivel constante. lo más bajo posible. Son entonces esas operaciones de descarga las que producen el fenómeno del pla~~r; del mismo modo en que inversamente, y en fom1a muy esquemat1ca. Freud lo reconoce, los aumentos de tensión producirían displacer. Esta metáfora de un cu.e rpo concebido de acuerdo con el modelo de una máquina termodinámica con objetivos h?~eo~táticos. es, . evidentemente. insuficiente; más aún, se presta a ut1hzac1ones s1mphstas y abusivas. Me pareció que n para superar el impass~ relativo de esta metaíora energética, fascin3J1te ppr su simplicidad, bastaba. con desplaz.ar el acento de. la idea de te!'lsión hacia la de. diferenc!a; el impo.sse desaparece: el ·hechq -del placer depende enton~es de. u~:J~eg_o de d~ferencias ·y no ya de un- sistema de eargas. · · . . . . '. Pero demos un paso más: me parece que el térmmo 1.hfcrem.. 1a, de: gran difusión en la actualidad. no es suficiente para dar cuenta Je li:1 especificidad del hecho del. plac~r ~al corno se pr~du~e en ~se dobl~'. lugar que es el cuerpo. Descnpuvamente. ~I termmo rnptu.ra e .. . adecuado para · marcar el hiato en el que consiste. el f uera-del-uernpo del placer. Así, en la serie continua de. las sensaciones recog1~as por el conjunto de los órganos .de los seo!tdos y que son algo. as1 corn~ 1 regularmente integradas, en un ord~n homogene~, a la s:ne paralelc1 aunque menos articulada de sensaciones cenestés1c_as, se impone otro orden de experienda, en relación con el cual nmgu~o ?e los tér minos descriptivos de las sensaciones habituales es .realmente a~e· cuado, ya que todos son imágenes pobres: sensac16n. es~~lof~10. "emoción ... a Jos que, por lo general. se acompaña ~n el cahf1~at1vo de indefinible. Focalmeme. en respuesta al contacto mas o menos inmediato con el cuerpo de otro, hay e~ un punto preci~o del.. cuerpo. un labio o Ja lengua, un efecto indefinible que se arra1~a, f1¡a, difunde. hasta determinar el desvunecimiento uc to
o Véase más adelante "Duroc o el punto de vista económico en psícoan:i lisis". pág. 126.
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los términos del registro sensorial ordinario, como corte, quemadura, pinchazo, torcedura, describen correctamente el tiempo inicial de ta efracci6n " traumática", pero son totalmente insuficientes para dar cuenta del dolor propiamente dicho, cuya irradiación y difusión no conocen límite alguno, ni siquiera verbal: el grito, nuevamente, reemplaza a Ja palabra..
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Dejemos de lado, sin embargo, el ejemplo excesivamente fácil de la experiencia de un dolor, " traumáfico" o no, para considerar por un momento, en forma algo detallada, llJl placer corriente, el de fumar. Sé perfectamente que en ese caso se trata sólo de un placer sustitutivo en relación con otros, más directamente sexuales. que evocaba sólo con los juegos de lengua; poco importa, sin embargo, ya que la inves· tigaci~n psicoaoaHtica nos demuestra evidentemente que todo placer, por directamente sexual que sea, es siempre sustitutivo y que, en lo fundamental, es sólo la reactivación del recuerdo de una satisfacción. La primera bocanada del cigarro que se enciende es, si no la mejor, al menos la promesa (6 ya el recuerdo) de otra, casi exquisita; no se trata realmente del reconocimiento del gusto o del olor de la hoja de tabaco, embriagadora como el " Habano" o fuerte como el " Brasil", ·sino, más bien, del juego mediante el <.J..Ue t:onstántei;rie!Jte nos aproxi· · mamo's,. delimitamos, reencontramos. sin asirfo nunca el "sutil aroma'' . ·~e la hoja': · ese jueg~ alrededor d_e un objeto inasjblé es el q~e cons. t1tuye realment~ ·cJ. placer, Tampoccr el. g1,1sto azucarado.. fa sensnoión agria; el' olor· áspero son- los. que dcscncadenai1" por. sí mismos 'et fenómeno del placer; lo que lo hace es el pequeño vértigo que se origina en el no del todo igual en el que se reconoce el mismo tabaco. El movimiento de estas pegueñas variaciones que hacen que u!) conjunto sea ina.s ible 'en relación con el recuerdo o las expectativas, e~· el que ·determma que en el curso continuo de las sensaciones identificables (diña casi ·reproducibles a voluncad) se produzca una ruptura o. simpleme~te, algo que no entra 'en. el sistema.de coordenadas propiamente seno;or1ales. La ruptura del placer es eso: por discreta que sea en el ejemplo mencionado, de todas formas y por naturaleza, es sin límites: nada la separa, en realidad, de los grandes "éxtasis'' amor9so~. Me bastó a.nalizar un ejemplo de placer muy anodino. el de fumar, para hacerles entrever adónd~ quiero llegar hoy. ¿Adónde? A la comprobación de que el placer depende de un efecto de ruptura y que, como tal, tiende a producir una disolución del orden orgánico ... La sabiduríu consuetudinari:i, por otra parte, enseña que hay que en· tregarse a ellos ... con la mayor moderación. Pero no vayamos demasiado rápido. Lo que quiero decir es que. en relación con Jas funciones de l?s ó.rganos que intervienen en el placer de fumar -gusto, olfa· to, resp1rac16n- nada implica una finalidad biológica. Si consideramos, . ~e acuerdo .c on una perspectiva biológica, que e l olfato debe permitir una locahzación del registro de los olores, realizando una selección, una orientnción, eventualmente un reconocimiento; que el gusto, en íorma si.milar, debe servir para distinguir un hongo venenoso de otro apreciado como comestible, o más simplemente a(in, para
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estimular, al.igual que el olfato, la secreción de los jugos digestivos; si tenemos en cuenta, por último, el hectro de que la respiración (y píenso en Jos que tragan, es decir, inhalan el bumo) participa de los procesos vitales esenciales de la oxigenación y de la eUminación dt:l gas carbónico, comprobamos la evidencia del hecho de que fumar no sirve de nada, si olvidamos que en algunos quizá produce fisiológicamente una excitación cortical. Pero si dejamos de lado esta acción estimulante, fumar no sirve para nada, salvo al placer, precisamente. El ejemplo hubiera sido aun más demostrativo si se hubiese consid•!rado el placer de la bebida, en el que no intervienen en absoluto lm; necesidades vitales de la nutrición o de la hidratación. Muy por el contrario: desde el punto de vista fisiológico, tanto la bebida como el cigarrillo acarrean sólo riesgos graves, en algunos casos vitales: cirrosis, polineuritis, cáncer del pulmón. En resumen, en este punto obse:rvamos, una vez más, lo que se suele decir corrientemente acerca de los placeres, es decir, que "no son buenos para la salud". De allí a pen.sar que lo que se cgnsidera como "malo para Ja salud" es malo en sí o, incluso, pecaminoso, hay, evidentemente, sólo un paso que habitualmente se da y todo. entra en el ord~n: el hábito -carente de mqderación, por supuesto. es decir, el hábito · a secas- de \os placeres es amoral, asocial, etc . Los bebedores, libertinos, fumador·cs, droga'dos son unidos en' la . misma condena infamante Q en 1a misn'la com.{lasión beneyolente (aunque armada) . por. los. defensores de to·da: . calaña de.la ~·buena': salud, ·física . ...· Y-.moi:al, por ~up(¡esto. ~El a)1co· hol mata lentamente", afirmaba un slogan publicitario de la . liga an· tiaJcohólica; algunos psiquiatras (que no tienen necesariamente alma policíaca) respondieron: .!' Poco nos importa. no estamos apurado·s~'·
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Pero, para retomar ahora nuestro interrogante inicial acerca. de la naturaleza de este cuerpo de que la cosita se separa para reabzar la operación de castración, cabe comprobar que, en la me
r el desorden, como en toda máquina, se ongma en ]a faUa o en la alteración de una pieza; la función de la ciencia médica es La de ubicarla yL"cn la medida'' de sus medios, repararla o mitigarla Por otra parte, cada uno de estos mismos lugares, "cualquier punto del cuerpo", puede convertirse en el Jugar de una excitación de tipo-sexual, es virtualmente una "zona erógena". Y cada una de estas zonas tiene sólo una función que es siempre la misma: producir placer mediante el efecto de ruptura que se manifiesta en ellas; la suma de las pequeñas variaci0f1es que señalan que nada se adecua por completo en relación con el recuerdo, con el olvido, con la promesa de la expectativa, que nada coincide con los puntos de referencia del orden orgánico; Ja suma de estas variaciones constituye la ruptura en la que se produce el placer. Aquí el único orden que existe es el de una equivalencia de funciones; asegurar, en un punto cualquiera del cuer· po, la posibilidad de una ruptura que se inscribe en la estricta Jerarquía orgánica como una tentativa de disolución, como una amenaza de ruina. Tal es el cuerpo: u11 co11;11nto de lugares en los que el orden se presenta como· con/liclivo. En él el lugar se revela como .lo que es, el encuentro o la coincidencia áe fuerzas anti116micas; es fácil de ·concebir ·que en· relaéión con esta concepción rigurosa del lugar, la· repre· ~entadón de una sup~rficie (aun sr se la <;ons1dera desde un primer momento' ~orno doble (az) .en ]a. que se inscrtbiñan ordenarían pimtos Y figuras: constituye <;Ó]o un compromjso ·adecuado par:i estimular los ejercicios de la intuición.
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A través del cuerpo. y en forma similar. el orden muestra ser sólo la "medición" de la dimensión de lo inconciliable entre esas dos caras que tienden, según S. Freud. una, a realizar unidades cada ve~ ma· yores (pulsiones de vida): la otra a restablecer el estado orgánico primordial (pulsión de muerte). Es evidente que todos aquellos que, en el campo que sea, asumen como profesión la tarea de garantizar el orden de las cosas. acaso de instaurarlo ·o iricluso de descubrirlo, tienen generalmente la prudencia. por no decir Ja debilidad, de consi· derar solamente una sola de las fuerzas que puede asegurarlo. la im· perialista pulsión de vida. Es a partir del cuerpo así concebido como conjunto de lugares en los que el orden se muestra conílictivo. que deberemos precis[1r lo que caracteriza a lu cosi ta que se separa de él para marcar el corte ele la castración.
3. LA SEMIAPREHENSION .. DE LA LETRAT Hemos descripto la experiencia de placer como un fenómeno de ruptura que interviene en Ja coherencia de las r~ferencias orgánfcas: ta- :iuma de pequeñas variaciones entre la percepción. el recuerdo y la expectativa produce este efecto de anulación de un orden, efecto que se revela como ilimitado en su naturaleza. Añado solamente que es el acmé de la difusión o de la intensidad de esa ruptura el que ~.e esconde a través de un fenómeno fisiológico: el o rgasmo. Lo que intenté describir, precisamente. es la "excitación de tipo sexual" a la que Freud se refiere para caracterizar la posible función erógena die un punto cualquiera del cuerpo. Sin embargo, en relación con el r1!· gistro sexual propiamente dicho, el ejemplo desarrollado, el del placer de fumar, se sitúa en una dirección concreta, autocrítica o perversa. Por ello, para evitar posibles confusiones, considero conveniente profundizar el análisis de un placer de boca puramente sexual. Tan- pronto como el cuerpo del otro, o el otro cuerpo, interviene. el juego ele las variaciones que he descrip~o es, en c~erto ~odo. mag·. nificado. Evidentemente, ya no se trata solo de la d1ferenc1a entre la • Q.Crccpción de un color rosa lila, el contacto .con una ranur~ o auln con una delicada rugosiqad y aquello que e.s o\v1dado,.1JO reencontrad10. o ~ún esperado, de impresipnes. sin embargo tan precisas; .se .t r~t~~ . sobre totlt>. de la foa.sible precisión. 'de lo co~cretó del ótro : ¿a qutt:nde los dos pertenece est::i. lengua. este· Jaóio. de dónde surge 'entonces· 1a barrera emreau.ierta de los dientes? Es también el orden singular secreto y f1S1ológicamente aberrante el que determina que el borde al.ejado de Ja lengua de uno confluya aparentemente cort la· nuca y que en d caso dd otro la comisura de los labios repercuta electivainente detrás de la oreja o, incluso, en la envidad del brazo. No se trata solamente de esas variaciones puntiformes entre la percepción locali· - za ble de un color y el recuerdo que éste evoca confusamente en el uno. lo inasible del gusto que el otro percibe. de esas conexiones secretas de cada uno: entran en juego también, o ya. a nivel de ese contacto muy concreto, la disolución del or..den psicológico. de la unidad de la conciencia de un tú y de un yo: esas diferencias. esas aberraciones. esas rupturas. son las que hacen el juego del amor y el lugar del placer en el cual no existe ninguna parte del cuerpo que no pueda participar.
Deberíamos dar ahora un paso más y, sin perder Je vista el objetivo Je nuestro trabajo -la cast ración- intentar elucidar otro punto • Es imposible reproducir en cast~llnno el !ucgo d,e ~•tlabr:is q~e pern;1i1c !a expresión "mi·prise": mi-príse scnrn1prchcns16n; 11w(lrt~c equivoco. 1T.I ; Al haber sido dedicado parcialmente esle curso a retomor remas ya eicoue~tos acerca del cuerpo y del hecho del placer, lnsis1iremos aquí sólo sobre los fragmenlos que aportan algunas precisiones acerco del temn de la letra en ~us relaciones con el goci:.
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que pone en juego (\uestra caracterización del placer como efecto de ruptura. En más de una oportunidad, en otras ocasiones, me he referido a la dimensión de la memoria; es posible observar que, en los diferentes ejemplos desarrollados, el intervalo en el que se produce el placer se abre entre un recuerdo (más o menos inaccesible) y la inmediatez muy precisa (y situable) de la percepción. Ese recuerdo, así cabe creerlo, debe ser una experiencia de satisfacción que se asemeja en mucho a la experiencia de placer considerada: en la perspectiva psicoanalítica, el placer de beber sólo puede ser concebido mediante Ja puesta en juego de un recuerdo que, precisamente. es el de la satis· facción de beber. Si no se quiere entrar en la perspectiva fantaseada, que ya he señalado en muchas oportunidades, y que consiste en imaginar "en el origen'' una primera cualquiera cosa (placer, apaciguamiento, trauma), el problema que se plantea es el del modo de inscripción de una ruptura, es decir, el del registro de un~ experiencia de placer. Las idéas de inscripción, cÍ~ registro, imponen a todos, aparei:itemente, en forma casi inesistible, imágenes de lugares en los que se marcaría la huella: una piedra, una hoja de papel, un libro (un "registrcf'). Pero si se cpnsidera, como lo hemos .sugeriqo la última vez, · . que .el "lugar'J, en rigor. es sólo· el en·cuentro ·de fuerzas antinómicas, y que el ctJerpQ -sólo puede ser concebido como un ·conjunto de·"luga- . . res":. s.e ·comprueba mlly pronto que· río se puede-.iny0car legítitnarnente. ñingún·sustrato en el que se mod¡;laría, c·omo en una·superficie mt!l! · ble. la huella de la experiencia de -placer. De ese modo 1 Ja idea de inscripción es subvertida por com~leto y debemos. reconsiderar, a partir de esos datos, la noción de huella. · En el trabajo psicoanalítico se impone la ' ' huella mnémica inconscjente'', tal como la designa Freud; Jo que podemos decir con mayor seguridad es que funciona como algo indeleble, imborrable. Pero en este punto es importante que evitemos reintroducir, sobre la base de la expresión "huella imborrable". la noción de sustrato y la imagen de una figura trazada en la roca. Conviene limitarse a Jo que el concepto de huella mnémica destaca, es decir, el hecho de que algo relacionado con una experiencia de placer f U'iciona como un referente cuya prevalencia no puede ser anulada por nada. Lo que se designa como recuerdo de una experiencia de placer es sólo (ni más ni menos) ese referente gracias al cual el intervalo puede producirse y el placer renovarse. Es lo que permite que el contacto tan preciso de Ja ranura de los incisivos no se fije en, una simple muestra anatómica de los arcos dentales. sino que se abra hacia el placer. en re/erencia. precisamente, a una "huella mnémica inconsciente". tanto si ésta es relegada en el pasado como recuerdo que debe ser reencontrado como si es proyectada hacia el futuro como objetivo a alcanzar.
Esta huella es lo que designo como una LETRA.
Todo el problema planteado por la letra, problema sobre el qui~ convendría detenerse durante un momento, puede resumirse en el contraste entre la equíval~ncia de las f?ncion~s de cada letra , !unci?'ne~en sí mismas contradictol'ias, y la singularidad que caracteriza, sm embargo, a la letra. Lo que quiero decir al referirme a la equivalencia de las ÍUTil· cienes concierne a la relación de la letra con el efecto de r:uptura: por un lado, ella es un término necesario, el referente prec1.samente en relación con el cual se produce el interv:alo; p~r el otro! sm embargo, cada letra cumple esa función de. refere~te debido, pr~1sam~nt~. a su cualidad de " huella" (mnémica inconsciente), es decir, de mdiee de otra ruptura virtual .' quiero decir: no actual. Podemos observar qlhe esta relación de la letra con el efecto de ruptura es al menos dobk~. si no contradictoria; en efecto, por un lado, y como referente, la letra permite que se abra el intervalo del placer, pero, por el otro, Y. como índice de otra ruptura, se presenta como el término que ha ,fi1ado Y cerrado en cierto modo la operación de apertura. Se trata as1 de una función ambigua, de aperturn y de cierre, que toda letra cumple en forma si'multánea. · . Pero fo más agµdo del problema plan!eado .Pºr 1~ l~tra no. reside, ·~egún creo en la ambigüedad de .esta función. simultanea de apert\I r.a y de cierre' en rela~ión cqn la dime!lsipn .cJ;el goce. si~o ei;i el .cdntr~~te : entre el· hecho de· que cualqui~r letra cumple con las .mJ~mas_ fu.n~10-. · ncs (representar al suieto -del inconsciente- . par~ otra .. de acuerc~o con la fórmula de Lacan ~) y el hecho de que1 al m1sn:o ttempo, cad~· letra se caracteriza por su si11g¡¡/nridad. Lo que const1tuye su espeict· ficidad debe ser buscad<;> en relación con el as17ecto obturador de 1~ función literal: quiero decir que no es cualq~1er rupt1;1ra la que es fijada por una letra dada. y que no es cualquier re.fe:ente el ~ue _es puesto en juego en la experiencia dada de plac~r. St me reftero al mismo ejemplo del beso, precisamente al contacto ~e una lengu~ con los incisivos, la ''huella mnémica inconsciente'' reactivada por ese. 1ueg? se encuenh·a, por su parte, eleetivamente vinculada con (o, me1or d1· cho es vinculante de) un placer bucal. que puede ser re~resentado co~o el contacto de la lengua con los relieves de· la mama; st nos m:antenemos en este plano descriptivo, podemos imagina; que lo que ~e fija en (o que fija) el instante de placer .. es algo .as1 c~i;tº la fra~¡a del gesto. movimiento de succión o bosque10 de ar_t1c~1lac~o~. Ul~a de n· tal, por ejemplo: D. E.s ella la .~u~ el b~so ".reac tiva ; s1 imaginamos ciue ~1 mismo se convierte en pnmero - <,Y qué gesto d~ amor no lo es?- se íijará a su vez como referente
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"El significante es lo que representa al sujeto pura otro significante".
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acerca del cuerpo en fonna general, al definirlo como un conjunto de lugares en los que todo orden se presenta como radicalmente conflictivo: en su singularidad, se caracteriza así como .un compendio de letras, una especie de libro, cerrado por un Jado y fijado en Ja estricta jerarquía de su orden orgánico, abierto por el Q.tro al placer de una lectura del goce. Es en relación con ese cuerpo y, más precisamente, con Ja red de las letras que debe ser situada Ja operación de la castración.
Antes de concluir este bosquejo de un estudio de la función de la letra y, también, antes de abordar el muy difícil problema planteado por el concepto psicoanalítico de objeto (conceptc h•caniano de objeto a) , desearía detenerme un poco más en el examen ele dos puntos. El primero concierne a Jo que se ha designado como el escrito. Como lo señalé recién, esta palabra evoca irresistiblemente. la huella dejada por la pluma en Ja superficie de papel. El problema es el de saber qué representa ese tipo de escrito en relación con lo que el psi· coanálisis hace aparecer corño escrito, es decir, Ja huella ·mnémica inconsi;:1ente ctiya copilación constituye l?ropiamcnte hablan~o el inconsciente. Hemos· dicho lo .suficiente acerca de lo que caracterfza a ·.. esta es_cri.tiira· ofrecida. 9 _fa. lectura del ·psicua'ttalisi.a. como p1mi poder· situar, en algunas p¡ilabras, los datos de un problema. . scnalado recién En relaéión con la inscripción y con la huella, que, para concebir correctamente lo relacionado con el escrito en el inconsciente, era necesario realin1r una especie de inversión. Precisaré ahora mi pensamiento señalando que las letras y su sistema cons· tituyen, en sí mismos. }Q que ·he designado como un lugar, en esle caso el inconsciente, entendiéndose bien qué lugar debe ser considerado, en todo rigor. como encuentro de fuerzas antinómicas, se puede concebir entonces fácilmente que un conjunto de letras, cuya ambi·. güedad funcional es conocida en el caso de cada una de ellas (como dos vertientes, una de abertura y otra de cierre) , forma una red de doble faz que consti tuiría verdaderamente el rpodelo de una super/icie, Es aquí donde se opéra la inversión. en la medida en la que la red de letras es la que constituirá en sí misma el "sustrato". No ·cabe ninguna duda. según creo. de que sólo cuando r:.e tome en considera· ción el modelo de toda superficie que pone necesariamente en juego la actividad de escribir 0 será posible tratar correctamente Jos problemas de la escritura. Para ser breves, a partir uc esta concepción que se ofrece evidentemente :i la metáfora, diré que la operoción de escritura, en el sentido común del término, consiste probablemente en una especie de trabajo de "raspadura" que tendería, sin nunca lograrlo. a desoxidar en parle lo que se presenta como una superficie, para lograr que reaparezca su trama, que es el escrito propiamente dicho:
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11 Desde este mismo punto de vista se debería retomar el problema de las rclnciones con el cuerpo del que escribe.
el corpus i~consciente . . ~esde otro punto de vista. de interpretación de 1~ act1V1dad _de escr1b1r, bast~ con considerar el deseo de permanen;ia que s_ubt1endc ~ todo escrito (se impone aquí Ja evocación del caracter estrictamente unborrable de la huella mnémica inconsciente;1 para poder pensar razonablemente que el trazado de una letra sobre el ~apel. ti~nde siempre a rep;csentar el corte indeleble en que consist1e la inscripción en el corpus mconsciente. En es~a. perspectiva. q.ue se impone necesariamente al psicoana. list~, la actJv1dad de escnb1r se ~resenca como una tentativa de reproducir o de re-presentar el texto mconsciente; el fracaso inevitable de e:.ta tentativa tlebe fijar por si mismo las reglas correspondientes al ejercicio de la escritura.
El segundo punto que se mantuvo en suspenso y con el cual quisiera concluir concierne al orgasmo. Me he referido ya a ese fenómeno fisiológico como lo que esconde el acmé del proceso de ruptura y, en cierto modo, pone término al efecto
Quisiera tomar como pretexto dos interrogantes planteatlos al tfrmino del curso precedente. El primero se refería al carácrer particulurmentc obluruclor de mi palabra; algunos consideran que el objetivo pedagógico inscripto en mi forma de actuar (al menos es lo que se me ha tlicho) es pm· ticulnrmente oclt1sivo y. por ello. contradictorio con lo que ucbe1 Í:I ser una palabra que se refiere r~I psicounáhsis 51
La segunda objeción señalaba que, apresado por esa misma preocupación pedagógica, yo tendía a abordar en forma poco rigurosa Jos verdaderos problemas; que, en resumen. me repetía y me reíugiaba en el desanollo de un cierto número de temas conocidos por Ja mayo· ría, en particular en el trabajo sobre los juegos de articulación literal que muchos tienden a considerar como una especie de imagen de marca de la escuela lacaniana. Desearía partir de un examen de estas-dos objeciones y se podrá comprobar que estos_temas no dejan de estar relacionados con el problema de la castración que nos ocupa.
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Responderé de inmediato, como hubiese podido hacerlo si esos interrogantes no me hubiesen sido planteados en el extremo del corredor. De este modo, para responder a la objeción referente al carácter obturador de mi palabra, pienso que conviene interrogarse acerca del efecto denuociado. Diré simplemente que cuando se la recibe en cierta forma, cualt¡uier palabra (incluso la más poética) puede .ser objeto de este tipo de objeción; es decir que sierrpr~; en todo momento, es posible convertir a cualquier paJabra en algo ab.solutamerite inmo.vi· .. !izado. Ell.o dep!!nde .de la '.'naluralez;i misrn.a" de la palabra .. · · · Ahora bien, intef'lto hablarles-, prccisamente,'é:ie esta. "nat1:1raleza''.;'. forma t~l que siempre haya algo que "no funcioe.intento hacerlo na", con la certeza de que si se releen las notas que algunos toman con tanta diligencia, será imposible utilizarlas, como si se tratase de un cúrso. hecho y derecho. en .un trabajo universitario, o en un trabajo destinado a un instituto psicoanalítico. . De todas maneras, la palabra o, para hablar en forma aun más elemental, la letra, r:iunca es, en sí misina, intrinSecamente obturadora. Esto es lo que intenté señalar en la última clase. Lo que he dicho es que, artificialmente aislada de sus conexiones, la letra s~. pr~se?ta bajo un doble aspecto: que cumple en si misma una func1on hm1tativa en relación con el goce pero que, al mismo tiempo. tiene una función de abertura en relación con ese mismo goce. · Ahora bien, Ja objeción que se me hizo consis.te. al parecer. en una comprobación, la del hecho de que las palabras que aqd pronuncio son oídas o incluso recogidas en el papel o en cinta magnética Y que en su captación, registro o toma se privilegia su aspecto obturador. Ante esta comprobación u objeción, mi respuesta es sj~ple: hablar o escribir es 1 necesariamente, exponer la palabra que articulamos a una serie de av atares que van desde el malentendido hasta la insondable "comprensión" de todas las "buenas voluntades"; nada podrá impedir que algún lector convierta a "Extreme brajse du ci~l. . '°" en un "cromo" y no sólo eso, sino también que goce con ello o, 10ch1so, enseñe una lectura semejante. Quiero decir que rungún dispositivo,
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R. Char. L'Alouella.
por malJarmiano --o lacanian<>- 'que sea podrá impedir que algujen se apodere del texto y de sus palabras para colocarlas en buen orde:n en los estantes de madera de teca de su vitrina cultural. Pero, despw!s - de todo, poco importa: ninguna rígidificación de Ja palabra pod1rá anular su intrínseca complicidad con Jas vías del 0aoce. ¿Existe ento1nces un "buen uso" de las palabras? ¿Existe acaso u na forma de hablar, ~na fonna de escuchar que garantizaría el respecto de la doble función de las letras que componen las palabras? Sería tan ingenuo como vano realizar aquí alguna justificación o demostración basada en esta caracterizacióñ, necesariamente parcial, de la función de la letra. Re· cuérd~nse los otros té"?}nos constitutivos de lo que designé como el espacio del goce y tamb1en lo que expresé al término del último curso, es decir que es imposible proseguir el esclarecimiento de las relaciones de, la !etra con .el goce antes de confrontarse en mayor medida con otro termino esencial de la estructura. el objeto. Antes de emprender el estudio del concepto de objeto. quisiera rcspooder, en forma incidental, a otro interrogante que se me ha plante~do a menudo: ¿Por qué utilizo el térmfoo letra en lugar del térm1!1º. lacaniano "~jgnificante"? A decir verdad, Jo he explicado 1~n mult1ples oportunidades·; PC?r ~o tanto. responderé rápidamente. .:, _El- t€rmino de signjfic~te fue tomado por Lac.an del campo Jimgu1.st1c? y sabemos hasté! .qué punto el campo lingüístico· es limitado, · en tooo ·casó di.feren'te. del campq ·p$icoanalítiéo. La utiHiaciqn· del tér. ·mino si~ifiéante qoe Lacarr propone ·en psicoanálisis va· tnás ·allá ide Ja utilización que impera en su campo de origen. ·Ahora bien, por i mportante que sea a nuestro alrede
• Al abordar el concepto ?e .ab.jeto. responderé al mismo tiempo, as1 lo espero, a la segunda objeción a la que me he referido, es dec:ir. a la de que habría llegado el momento de ocuparse de los conceptos más "duros", los más difíciles de manejar, aquellos cuya utiliwción provoca los deslices más frecuentes, los mayores errores. , .se trata. P.ºr supuesto, del objeto en el sentido psicoanalítico idel termmo, es deci r, del que tiene una función en la economía del deseo, un lugar en la estructura que se despliega alrededor del goce. A primera vista, hablar del objeto es íácil, ya que la palabra, que el rigor de la utilización psicoanalítica no limita, evoca Jo que aparentemente se presenta como más concreto. más fácil de asir, más inmediat:imcnte accesible. Se podrá comprobar muy pronto que esto es sólo una ilusión que, por otra parte, es absolutamente específica de la 53
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í función del objeto y que el tipo ~e eviden~ia que pat:ce a~ompaña; toda compreiisión del objeto debena ser escrito c~mo eVlden~1a ~on a. La especificidad de la utilízación psicoanalítica de un t~rrmno tan corriente como el de objeto reside en el_ c?ncep~o d~ objet~ . de la pulsión. Ello no quiere decir que en la b1bltograf1a p~1coanah11ca no se utilice la palabra en la acepción má~ amplia obJ~lo de amor, o más filosófica de objeto como correlativo de sujeto; sin embargo, la original idad del aporte del psicoanálisis consiste, innegable.~ente, en ese término indispensable para el funcionamiento de Ja puls_1on que es el obieto. ~orno sabemos, además, que el concepto de p_uls1?? es ~er daderamente un concepto nuevo impuesto por la invest1gac10n ps1coanalitica, se aceptará sin dificultad que el objeto en juego en la pulsión exige que se le atribuya una atención particular. La pulsión, recordémoslo, es la "fuerza" en el sentido ps_íquico y. como tal, una forma de "concepto limite", seg~n la expre~16n de Freud, en!re lo físico y lo psíquico. Ya he"?5'~ tenido. opo~tumdad de considerar el doble aspecto, conflictivo o. incluso, anunom1co'. ele esl? "'presión" o fuerza animadora y de precisar qu~ el enfoque ps1connah· ticó coosidL1·a que está compuesta por dos comentes opuestas: las poi. ~ iones. C!e' vida y las pulsiones de muerte. .Pero antes .
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ta sea la implicación de la necesidad en la fuerza que tiend<: al placer, ella no puede justificar una confusión de los dos regjs.. t.ros, lo que, pura y simplemente, conduciría a la negación de l concepto de pulsión. Además. cabe recordar aquí que, en el mismo contexto de una elaboración de la teoría de las pulsiones, Freud afirma que "el objeto es el elemento más variable en la pulsión . que no está ligado originalmente a ella y que sólo logra articularse en función de su aptitud para permitir la satisfacción" (po.r satisfacción, entiéndase la producción de placer) . Si no se trata de un objeto "natural", originariamente definido, debemos intentar reconocer, entonces, los factores que contribuyen a la determinación del objeto, a su elección, a su fijación; éste es el otro· aspect() en el que se comprueban Jos efectos de una tendencia que pretend1~ ser "historicista" y que intenta determinar a través de una recons.trucción de acontecimientos o de accidentes históricamente determinables los elementos constitutivos de la "elección" o de la fi. jación del objeto. Desgraciadamente, esta orientación de investigación típicamente psicoanalítica choca a menudo con la conce_p· . ción muy aproximativa e incierta que ~s posible tener tanto acerca de ·las fuerzas en juego (pulsiones) colllo de los elementos verdE1deramente constitutivos y decisivos de una determinación incon!i· ciente; de .ese modo, esa linea de investigación conduce, por lo gener~l, a la .reconstrucción . Ügurada e ingenua de uo sainete su~ ' puestar.nen\e traufylático el que el objeto aparecería ·para. fijarst:. A decir · verdad, es un poco.· 10 que nice en otras , oportunidadei;, pero hoy intento ir más lejos y pienso que sólo interrogando con mayor insisrencia el concepto de pulsión me será posible lograrlo.
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. Sabemos que al realizar este mismo trabajo Freud se vio llevado a distinguir cuatro términos que "utiliza en relación con el concepto de pulsión" y que son: presión, meta, objeto. fuentt~ . Sabemos que la meta de una pulsión se define, en el marco de la · metáfora energética, como la supresión del estado de tensión pmducido por la excitación que se manifiesta en la fuente pulsional: más rigurosamente. y más simplemente, podemos decir junto con Freud que la meta es el placer; no nos detendremos más en esta referencia. El obje10 de la pulsión es, precisamente, lo que intentamos definir. " Por fuente de la pulsión , escribe Freud . entend1ernos el proceso somático. . . cuya e~citación se encuentra repr•~ sentada en la vida psíquica por la pulsión" Podemos observar aquí la dificultad con la que tropieza Freuu al conceptualizar su descubrimiento; en efecto, como ya tuve oporrunidad de señalarlo, 11 afirma. y en ello reside su descubrimiento, la originalidad del concepto de pulsión, límite entre lo somático y lo psíquico. es decir 01 somático ni psíquico. Ahora bien, hablar de proceso somático supone ya referirlo a uno de esos marcos pre-psicoanalílicos y. e n consecuencia. tender a anular el descubrimiento de la dimensi6n 11
Ct' Psyclranlllys
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en Ja que se inscribirá el concepto de pulsión. Aunque no siempre freud logra superar esa referencia a marcos que él mismo declaró perimidos, cabe señalar la forma en que logra arreglárselas en relación c&n este problema de la "fuente pulsional": él afirma que, al fin de cuentas, al psicoanalista sólo le interesa la realidad psíquica, _es decir, el plano de Jos "representantes (psíquicos)", y que se puede dejar perfectamente de lado el problema (planteado, según creo, en ténninos prepsicoanaliticos) de uh "proceso somático". De todas maneras, este problema de la fuente destaca el hecho señalado por J. ta planche y J. B. Pontalis de que, según Freud, el problema general de la fuerza pulsional está relacionado fundamentalmente con el concepto de " representante (psíquico)". Es aquí, en particular, donde se puede comprobar la pertinencia y medir la importancia para la historia del psicoanáJisis de la introducción por parte de Lacen del término de significante en el lugar incierto del representante psíquico: en la línea del descubrimiento de Freud, el problema es considerado en el nivel mismo en el que se plantea , en sus propios términos, sin remisión previa a ningún sustrato ideológicamente súpuesto, en este caso una ".organicidad ". en relación con la cual hemos visto el sentido que convenía atribuirle. De los cuatro términos que Freud distingue, ·debemos examinat ahora la presión, ta· fuerza misma de la pulsi6n: ~1 .'~aspe?to. de . presi&n", escrib!'l Freud , .''có.nst_íluye uñ¡i propi~dacf general de \as pulsiorie~ .in~luso;. su eseñcia'!·. ~ora bien. nos: bastará recor~ar aqui breven¡ente lo· que he ·co111entallo · e.u múl· tiples oportunidades, el hecho de q1,1e en Au-dela du principe de plaisir (Más allá del principio del placer) ,12 Freud caracteriza a esta " fuerza que· nos in«ita constantemente hacia adelante" como el efecto de " la diferencia entre la satisfacción ·obtenida y la satisfacción buscada". "La esencia misma de la pulsión ", parn retomar la expresión f reudiana, puede definirse entonces, efectivamente, y de la fom1a más .rigurosa, con r!!Íerencia a una red de · letras (sistema significante) tal como lo be descripto. Ahora tendremos una mayor posibilidad, después de haber considerado a la pulsión como presión o fuerza pulsional, como un éfecto del sistema literal (red de diferencias), de desentrañar más netamente la funció'n del objeto (pulsión). Recordemos, primero, lo que ya hemos dicho en modo muy formal: la articulación literal, como una operación de división efectuada sobre determinadas cifras. produce un resto, y este· resto se presenta entonces como lo que no entra, lo que no puede entrar en el sistema del que cae. Más sugestivo que el ejemplo de la división es el de Jo irracional, puesto de manifiesto por la medición de Ja diagonal del cuadrado a partir de una medición del lado: no exisie ninguna común medida entre la Jiagonal y el lado y todo intento de encontrar una conduce a
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la producción de un resto irreductible. El objeto se caracteri:~a parcialmente como un resto expulsado de la medida (ratio, razón) de las letras. Desde este punto de vista, el producto, o resto de la operación de articulación literal, caído fuera del orden intrínse1::0 del sistema de la letra, puede ser considerado como "perdido". El tema del objeto perdido no es específicamente psicoanalítico; sin. embargo, el intervalo que hemos caracterizado como constitutivo de la posibilidad del placer y el "referente" en relación con el cual se instaura la diferencia implican en sí mismos algo del orden de una· "pérdida". En una concepción figurada y. en realidad, muy difundida, de este recuerdo olvidado, se peine siempre en juego Ja idea de un objeto ligado a la satisfacción 1supuestamente primera y, como tal, perdido o. al menos, imposilole de reencontrar. En esta representación, es la pérdjda "objeth•a" la que sería el 'Componente principal de la determinación del referente. A decir verdad, es siempre como perdido que el objieto interviene en este punto crucial de la economía del placer; en Ja descripción prínceps que Freud proporciona del deseo (dispositivo pulsional) que anima al sueño. lo que es puesto de inmediato en juego ·es la imagen ·mnémica del "primer" objeto de satis[acción y el obj:to mismo es evocado sólo como !alta.ni~. Tal como lo · demostro .claramente Lacan, ~odo el usq· ps1coaoah.tico del término de objetq. se centra alred¡;dqr de la eviqencja cij.nica · de que: en ·análisis .el.. obieto' s91?. ªl?ªr~ce ·_como perdid.o, o fallante. · . . . Pero la idea de · pérdida , cabe recordarlo, debe ser entendida como una caída en el vacío, fuera de todo orden de referencia posible, muy precisamente, como decía antes, fuera del. alcance de la red literal. Toda la dificultad, a partir de entonces, reside en el hecho de que ya izo es posible deshacerse de él: nada más
embarazoso que esta escoria qLle no puede entrar en ningún otden
u S. Freud, ··A u-dela du principe de plaisir", en Essais de psyclranalysc, Payot, 1970, pág. 50; cw, 41.
y -que, de todas maneras . es diferente del vacío en el que ac.abo de imaginarlo como caída. En relación con la organización pulsional que nos rige, el objeto es tan perdido y presente c1:>mo Jo es para los suyos un muerto (¡querido d~aparecido!) , por más ceremoniosamente enterrado que haya sido. So me dirá que. de ser así, ·se debería cncontrnr en el juego de la vida pulsional el equivalenle de los ritos funerarios, ya que no es posible exponerse a vivir bajo Ja constante amenaza de los fantasmas de objetos. Me limitaré a responder que lo esencial de nuestras relaciones con el objeto corresponde. precisamente. a ello: una conjuración ritual de los efectos de su condición de presencia perdida a los que se siente como amenazadores. Parece que en ello co1~ siste, en realidad, la religión, la verdadera, tan secreta como umversaJmente observada : Ja variedad de los ritos que se pueden observar depende sólo de la especie en la que se practica la comunión. Por especie se debe entender, en este caso, tanto la apariencia como la categoría de los diversos "cubre fantasmas" (ca-
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' che-dfantfJmes) qu~ ~on todos los lugar-tenientes de objeto Al po rán ercer, quaza. que recurro a uí a , . . gu?os para comentar y adornar lo ue q . un? fantas1a d1vert1da por el contrario co ·d q qu7 quiero decir acerca del objeto: ns1 ero que al introducir la t r 'ó 1 ' m: limi~o a comprobar lo más cotidiano d e 1g1 ~ ~ e ritual . e toda practica. y no eXJste ninguna forma m. problema del objeto. as pertanente de abordar el núcleo del Pero algo es indudable· me refiero a d especies se caracteriza, en ia ráctica que ca a una de las ruesdta en juego .de la dimensión pde lo la o d emostró bnllantemente Georges Bataille que las "co' mo gra as es~án constituidas por una opcració~ de pérdida" ~;sEslla supone afirmar que cono d · o . zco e antemano el carácter sagrado de : ' r:~:r,~~: ~o'!ue i~oro la acogida que desde tiempo inmemorial . ar pro ana ores, es decir, como le debe ocurrir a todo ps1conn ista verdadero, la de ser él mismo, a su vez, rechazado.
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LA CONJURACJON OE LO REAL
En la actualidad. existen algunas f~rmas de arte po en·forma acabada lo q~e puede ser un "cubre fantasm~" ~~~ . ¡Jós .en~ .tr~t~ de. cons~ucc1.on~ compues.tas de elementqs ele~ JI . e los_ desechos despt:rd1gados . en lqs. terrenos: baldíos· 0 que enao 1os tachos de bAsura· · · d -· d · · . · un cu:.id ro d ti: b1c1c)et¡¡, unn tapA e ino oro, un. r~sorte ox1.dado combinados eon algunos otros restos pa~a co?stttu1r un obJeto de exposición; se trata de cuadros ~ue reunen 'co~ arte''. restos ·div~rsos, trapos. pedazos. de metales • ta!11b!~n. de JOyas cmceladas con chatarra de desecho Ello. no s1gn1fica com d • ··· detrito sea ~1 b. o se . po ria suponer, que consideramos que el 1 •. o Jeto mismo; cuanto más, se puede considernr ue a pos1c1~n expulsada del resto concreto, su falt~ de función y qde ~~~a so~ omólogos al lugar y a la función del objeto en Ja estrucdaciÓn o e~u~n:stas obra~ 'óde arte pop nos ofrecen es Ja reacomo- compos1c1 n que se expone de . . duna especie de presentación del . objeto cuya función que . • . pue e parecer para· . .
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G. Bataille. Lo Part mnudite éd d M' · :.'í • in extenso es1e bcllfsimo írogmento '10~ad~ d '".~¿•· P .>4 Conviene citar :.iqui de Sade. "Lettre ouverte ¡¡ , · ' e n va eur d'usagc'' de D. A. F Gallimard 1970 pág 59 ~iEesl camarades acrueJs". en Oeu11res cumpletes, t. 11, · • · · concepto de i:ue po · permite subrayar Ja identidad elemental b- _ r us eYtr<1n/eros (hcterogénec1) 1e11va e los excrementos (esperma. menstruación orina materi¡¡s fecnles como sagrado. d'1v1·'00 0 ·rr ) Y e todo aquello- que ha sido considerado • marav1 oso· como · d puede mencionar un cadáver a media~ , . caroc 1cnst1co e ei.ta uniúad se en ima s6bana luminosa.. E 1 f dt.:scompuesto errando de noche envuelto nota: "Ln identid:id de n·atu:a~ei~ª&J;~:J~º cie hall:t tlco~pañad.o por. In siguiente Y excremento. no tiene nada ~e u ~unt~ e vrs.ra p~1col~g1co, de Dios estan hotbrtundos a los problem q P edd choc;ir n fa. mt~hgcnc1a de quienes 1 El cadáver no es mucho más re°s P onten os por 0 hrsroria de las religiones. yecta su horror es considerado ~ugnanlc qdue la mierda, Y el espectro que pro· 1.:omo sagrn o !!un por los teólogos modernos''.
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dójicamente estética, es la de poner en escena la muestra de lo . que no seriamos capaces de ver. Es posible que algunos hayan visto en u na exposición reciente una curiosa moquette, muy fle. xible y suave, armada con un- conjunto regular de grandes ventosas de caucho que se comprimen ante el peso de los pies como si se tratase de falsos senos qoe se hallan. Corpiños o taparrabos, el velo del fantasm a parece en ese caso tejido con un material propio del objeto fetiche. Pero es tiempo de volver a los datos daj psicoanálisis. Como se recuerda. en el sentido estricto que le otorgó la escuela kleiniana, eJ objeto de la p ulsión, considerada necesariamente como pulsión parciaJ, se convirtió en objeto parcial; se trata esencialmente, cabe subrayarlo, de "partes del cuerpo, reales o fantaseadas, y de sus equivalentes simbólicos". Es a partir de este concepto de objeto parcial que Lacan profundizó el concepto psicoanalítico de objeto para convertirlo en el objeto a. En su curso del año 19651966, consagrado precisamente al o.bjeto, Lacan enumera cuatro tipos fundamentales de objeto: el seno, el excremento, la mirada, la voz. Del mismo modo en que puedo hacerlo aquí sobre l~ base de su e'nseñanza. él insiste en el hecho de que el carácter parcial del objeto no· supqne. ninguna suma p a~ici6n pára coostrilir alguna unidad totalizada, sino que. por el contrario, en é l -se basa la fántasía· de una totálidatl .: Del objeto ·oral, ajemplanneóte el. seno, subraya predsamente el c·arácte1' separado en relación· con el ·eón~ junto fantaseado del cuerpo de· la madn:. El objeto cxcrcmencial constituye el modelo más sugestivo de lo que es el objeto considerado como desecho: la elabora.ción lacaniana en este punto se arti· cula estrechamente 'con la problemática freudiana e intenta profunqizar la exploración (hacia la relación con el falo y con el sujeto. de la vía abierta por la muy conocida ecuación: pene = neces niño) . Es en relación con la mirada considerada como objeto de Ja pulsión escoptoíílica que Lacan ·desarrolla las ideas más nuevas: su alcance puede ser comprendido mejor si recordamos su análisis de la función del cuadro, precisamente en contrapunto de M. Foucault, de las Meninas de Velázquez como "trampa para la mirada'' En lo que se refiere a la voz. tan importantt> ~n la práctica psicoanalítica, nada dijo en ese· curso. Sería posible ejercitarse buscando en los ejemplos que he sugerido acerca d~ los cubre-fantasmas e.Je objeto Ja implicación de un objeto preciso entre~ los tipos distinguidos por Lacan- ello sería particularmente f úcil en el caso del excremento y, Je la mirada; sin embargo, no es en esto en lo que desearía detenerme por el momento. En relación con lo que he dicho acerca del status del objeto, es decir que se presenta como una presencia perdida, cuyo carácter fantasmático debe ser siempre ocultado, parece plantearse un im· portante interrogante: ¿Jos objetos enumerados por Lacan son una forma de recuperar o de nombrar la presencia perdida misma o. por el contrario, son "las especies" o apariencias que los psicoana··
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listas pueden· adoptar para conjurar "psicoanalíticamente" la insistencia amenazadora de lo que ha sido perdido? Se me objetará aquí, quizá, que, en todo caso, ello no tiene importancia o, incluso, que la pregunta no es pertinente: en la medida misma, exactamente, en la que sabemos (o deberíamos saber) en psicoanálisis --como lo he repetido en múltiples oportunidades- que en el inconsciente no puede haber distinción alguna entre una supuesta realidad subyacente y una representación que la manifestaría o la expresaría. Este argumento es sin duda válido para todo lo que se 1nscribe en la red literal y pienso que Ja apariencia fantasmática, al igual que Jos diferentes hábitos (especies) con las que se adorna son del orden de Ja letra , tal como la hemos definido. Sería un grave error teórico extender esta apreheJlSión de la letra (significante) al objeto mismo, que no puede de n ingún modo ser alcanzado. Debemos mantener entonces firmemente aquí, pero, sin duda, sólo aquí. una distinción entre el objeto y las "especies'' necesariamente literales mediante las que se opera la conjuración de su irrecuperable aus~ncia. Veremos que esta pérdida irremcdiabfc no deja de relacionarse con la castración ·y que, en el fondo, Ja única función del psicoanalista es la de recordarla a los que se han vi~to tentados ·de olvid¡¡rl~ o, incluso, de fingir que se la hac;e. des~ubrir a aquellos que simulan que no saben. Mai1tengo así el i.n.terrogante ?.lanieado en· lo .· ref.erente ¡:il $tatüs de los cuatro ·tipos de· objetos ·enumerados por Lacan y lo ·respondo· de · im:ÍleC:liato, clasificándolos en la categoría de . las especies·, debido a qué cada uno de ellos se localiza sin· dificultad en el sistema líteral; y, además, debido a que s91o si se _pone eJ acento sobre la posibilidad· -o la efectividad- de su separación de un conjunto corporal aparece su valor de representación de lo que verdaderamente es Ja pérdida del objeto. Por otra parte, basta "Con considerar que, en otra perspectiva, cada uno de estos pedazos de cuerpo puede también cumplir la función de una letra o, para decirlo de otro modo, ser considerado como un significante y funcionar legítimamente como tal. Encontramos aquí tematizada en forma diferente la am· bigüedad fundamental H de toda parte del cuerpo que.-alternativa o simultáneamente, puede ser considerada como letra (significan· te) o como objeto, No se debe creer por ello que rechazo la distinción entre las ''especies" de objeto eminentemente psicoanalíticas: en parte. ellas son tradicionales y, de todas maneras, pertinentes; · simplemente, quiero otorgarles un status exacto, para evita r toda confusión en la práctica, como ya se observa debido al florecimienlo, en los mercadillos del pensamien to psicoanalítico de artículos de pacoti lla, presenta<.los todos como objeto a mim'1scula. Se observa. además. que la enumeración tacaniana nada dice acerca del objeto de la pulsión genital: considero que, efectiva-
mente, en la serie de las pulsiones, la que pone en juego inmediatamente al aparato genital merece un lugar particular, en Ja medida en la que la excitación de tipo sexual que caracteriza a la erogeneidad se encuentra allí, si así puede decirse, en su lugar. ¿Constituye ésta una razón rnfieiente para considerar a la zona genital sólo como el lugar de confluencia o de reunión de todas las pulsiones parciales? No lo creQ así, ya que la realidad anatómica del sexo, inmediatamente diferente, no puede ser eludida. La ejemplarid!td del objeto, del esperma, para decirlo todo, es, entonces, mayor: producto, resto, todo y nada en sí mismo, irrecu· perable, per o, sobre todo, muy difícil de borrar en sus efectos, germen inmortal como diría Freud. En la forma de considerrur este dichoso producto, "fuente de vida", semilla de toda memoria , se observa, sin dificultad, el proceso de sacralización; la intervención del Santo Espíritu en el proceso de concepción del niño D ios expresa con mucha elegancia, sin duda, la forma en que se produc1~ un encuentro, sin que pueda formularse su articulación, entre 1.a red literal y lo real del objeto, entre el verbo y la carne. En forma más frgurada pero. pese a las apariencias, mi:Ís cien~ífica, podemos decir qüe es la "ge" que falta al gen (gene) para convetti~se en u:n ".ge.gene", en la i~rminol9gía ·~sha~ok"."' la que señ,ala con· 111ª.Y°'f exactituc;l el lugar y la función de real del objeto, objeto que, pri~ cisarrien te; aparece sóló ~n su ~re~to, el gegene. Tcido_lo · que. puede. . decirse acerca de la fálta (incluso en ·esta forma bromista o alusiva) sólo puede pretender cierto rigor bajo la condición de nio reducirlo a un retiro momentáneo y reversible de una letra; por 1!l contrario se la debe considerar como una ausencia radical, verdaderament~ innombrable, es decir fuera del a lcance de toda letra. De todas maneras, las diversas especies de objeto e'stán destinadas · a ocultar la sombra terrorífica de este innombrable. Me he esmerado en el intento de delimitar el difíciJ concepto de objeto debido a que, según creo, el psicoanálisis es la única disciplina que pone inmediatamence en juego al objeto; ello in· cluso, es lo que lo caracteriza. Perdido, innombrable. ¿cómo se manifiesta entonces en· el proceso de una cur~? Es lo quisiera mos- · trar ahora. Considero que es posible localizar la manifestación del objeto sea en forma directa, bajo la forma de una presencia fantasmática y sumamente angustiosa o, también, de una aluciJ11ación extraña y aislada o, si no, por lo general. como una construcción literal particularmente fija a la que no sé si se la debe caracterizar como altamente significante o insignificante y que a:segura el revestimiento del espíritu (fantasma) con un tejido de sig· nificaciones. Por supuesto, estas significaciones articuladas en redes sutiles deleitan a todos los conocedores (cabezas pensante·s) que practican de este modo, a su manera. la variedad literaria (o
" La ambigilcdad que ya hemos señalado concernía a Ja funt:ión biológica y er6gcna que asume en forma simultánea toda parte del cuerpo.
• Nombre de personajes extraterrestres, prorngonistas de un ciclo teh:vi· sivo en Francia. [T.)
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r literal) del culto destinado a honrar y conjurar el espectro del objeto. Tres ejemplos, tomados, una vez .más, de los análisis publica~os por Freud, me permitirán, creo, ilustrar de qué modo se localiza al objeto en una cura. Como espectro, en primer lugar: en efecto, es precisamente de ese modo como aparecen los lobos en ~na pesadilJa del niño que Juego será e l que todos los psicoana· hstas conocen como el hombre de los lobos; 1 " en su sueño se ob· servan lod.os los ras~o~, o casi, que caracterizan el e$tereotipo de la presencia faotasmat1ca: la noche, la aparición, Ja blancura, el t~rror d.e una pr~senc ia fascinante e insostenible; sin embargo, a ?1ferencia de Ja imagen popular del fantasma que sólo tiene agujeros ~ara m~~car el lugar de los o;os, los- lobos se distinguen por su ?"1rada f11a; pero la abertura es representada en el sueño me.d1anre Ja ventana que se abre por sí sola en forma terrorífica. Ev_ide~temente, podría evocar otros ejemplos recogidos en forma mas directa, en los que la aparición fantasmática se bosqueja como una forma humana, en el hueco de una puerta, prodigiosamente real Y presente, borrando incluso toda distinción posible entre el estado de sueño y el ~e vigilia: pero prefiero no recurrir a ft.ng· cnerHos. de observación pers.onalcs ya que en Vincennes se los ha· . utilizado en f~rma i~diséreta. El ejemplo d~ la pesadilla del fiom· bre de los,-lobos "( ta fobi.a. de. fos tobos· conse·cútiva 'pod.r.fa inyitarnos1. tamp1én, a mtenógar las relacione$· ·del obj~to ·róbico 'con 'el Objeto tal como lo hemos definido; no creo que podamos' lmccrlo paso a paso, como convendría. Pero lo que podemos señalar, de todas. maneras, es que. ~or la ,intcnsida9 de la angusti~ que suscita el ob1e10 fób1co. pareccna ser que su carácter, aun siendo concreto. ~o logra en .a bsoluto ocultar Ja presencia perdida del objeto a smo que, por el contrario, es elegido electivamente para represen· tarla, recordarla o incluso imponerla. . La manifestación alucinatoria es evidentemente más rara (en aná· lisis) que la del objeto fóbico; sin embargo. merece ser menciona· da, ya que el análisis Jel hombre de los lobos nos ofrece una . por otra parte ejemplar: un día. mientras se divertía cortando un árbol con un cuchillo. el niño observó (con un terror imposible de ser expresado). que se había cortado el dedo meñique de la ma· no Y. que a éste lo sostenía sólo un pedazo de piel : sólo más tarde, al m1.rar nuevamente su mano. comprueba que está igual que sicm· pre. mtacta. f-reud, sin duda. interpreta esta alucinación como una forma de '' reconoc~miento de la castración"; pero lo que nos mtere~.ª. en e7!ª man_1festuc1ón. es la visión alucinatoria y terrorífica , en directo . podnamos decir. del objeto a punto de perderse. de separarse del cuerpo; por un lado, el objeto es representado /1aio rn especie /11ndame11tal, una parte del cuerpo ~· colmo de refina1
~ S. freud. "Extrait de l'histoire d'une névtose infantilc'', en Cinq PUF, págs. 325·420: cw. 27-157
d11ma/yses,
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miento, se presenta bajo una apariencia prodigiosamente real,_ en el lugar mismo de l a realidad del dedo no cortado; por otra parte, y casi al mismo tiempo. lo irreversible del corte está prácticamente presente a través de una angustia desmesurada y relegado al rango de las percepciones sin objeto: el objeto a se revela en forma e1emplar en ese clásico "sin objeto" de la alucinación. Cabe señalar que fue en relación con esta secuencia del trabajo de Freud gue Lacan retomó y promovió el concepto de repudio (forclusion) : es repudiado, nos dice, lo que es rechazado del orden de lo sim· bólico y que, como tal, tiende a reaparecer en Jo real. No puede menos que llamarnos Ja atención Ja analogía existente entre el mecanismo del repudio, en el que un elemento es arrojado fuera del orden literal (una forma de "agujero en el significante") para reaparecer. inasible, en el orden de lo real, y el proceso de "gé· nesis" del objeto como caída o resto de la operación de articulación literal. Del mismo en que hubiésemos debido profundizar la relación del objeto fóbico con el objeto a_ deberíamos examinar aguí ~ómo se articula el mecanismo del repudio con la posición ~structural del objeto: al parecer. y sin que podamos añadir nada más por ahora, el repudio consiste en una duplicación, o una falta singular, de es~a · disposición estructurante q~e produce el obje~o como -resto perdii:lo. eje !-ie toda realidad y "causa· del deseo". .. Sin embargo, · la. cura la instancia ~eJ. obj~lo se manifiesta. por ·lo· general1 bájo Ja· especie· de una constrúcción literal Ello puede parecer paradójico. en la medida en la que htwo:. definido constantemente al objeto como irreversiblemente separado de la letra o, si no, extremadamente trivial, en la medída en la que nada ,puede ser localizado si no lo es como letra. Debo precisar, entonces, de qué modo una construcción literal puede cumplir con esa función de "cubre fantasma " del objeto y de qué modo se distingue entonces de las otras· construcciones literales. Siempre en relación con el hombre de los lobos, en el primer congreso de l'Ecole Freudienne caractericé al "amarillo rayado de negro" como un significante eje del análisis: conduce canto a la mariposa que fue uno de los primeros objetos fóbicos como a la avispa que el sujeto amputa en alemán de su inicial W para convertirla en su propia inicial Espe (S.P) y también a la imagen de una especie de pera cuyo nombre ruso, Gruscha. lo remire al nombre homonímico de una de las sirvientas que desempeñó un papel importante en su infancia: este amarillo y n¿~ro constituye así, al parecer. una articulación literal (y colorida) a cuyo alrededor gira lo que se relacmna con el tema de la castración. Este resorte del análisis, que ilustra en íorma acabada Jo que designé postenormente como la práctica de la letra, me parecía aclaratorio y "amarillo rayadci de negro" me parecía adecuado como ejemplo de construcción literal. Me sorprendió en tonces oír que Lacan. en el transcurso de la discusión, manifestaba su aprobación ( !) en forma muy am· bigua. reconociendo igualmente la importancia del "amarillo rayado
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de negro" en el proceso de la cura , y lo citaba como ejemplo de lo que es ... el objeto a. Es posible que podamos aprehender en este caso, en efecto, lo que distingue una representación específicamenle "cubre fantasma" de otra, más ordinariamente representativa de la escisión subjetiva en la economía literal. Creo que la particular irreductibilidad de la representación es la que señala su vinculo privilegiado con el objeto; es_posible observar que el término de Ja irreductibilidad evoca en sí mismo el lugar del objeto en relación con el ~onjunto literal. Pero corresponde precisar en qué consiste esta irreductibilidad en el trabajo analítico: quiero decir con ello que una representación como "amarillo rnyado de negro" conservará su pregnancia intacta cualesquiera que sean las significaciones que el análisis revele, o sea: sexo femenino (mariposa), seducción (gruscha) o deseo de castración (avispa). Contrariamente a otros "significantes", malaria, por ejemplo, cuya acción sobre la economía Jibidinal del paciente puede modificarse a través del esclarecimiento de la red de las significaciones en las que está inscripto: soplo. espíritu, alma, una representación como "amarillo rayado de negro", por su parte, conservará, al parecer, una parte de ~u impacto fantaseado. Tal es, en mi opini6n, el aspectO distintivo de Ja 'c9nstrucci6n Jiteral que cumple la funcíón de "cubre fantasma" del objeto. El ejemplo de la represent&ción .específica que· desenc'adena 'j.ostantánea :e ii'reductlbl.ern~nte -el de. · Sf'O' ele! hombre de· Jos Jobos, ·es décir: una mu\er agachada que ofre~ ce· a la mirada nalgas prominentes. ilustra· en f9rma más que elocuente la pertinencia de lo que se designa elípticamente aunque, en esta oportunidad, con mucha pertinencia, como objeto. Un análisis de esta representación electiva revela, además, en forma más precisa y detallada, las relaciones del objeto con la red literal: Si' plantea· mos junto con Freud el problema de saber cómo esta representa· ción se ha fijada, nos vemos llevados nuevamenle a tomar en consideración la escena primitiva. Sabemos de qué modo la reconstruyó Freud: "El niño acababa de dormirse en su pequeño lecho en el cuarto de su~ padres y se despertó. . . de tarde quizás a las 5 ... el hecho de que -los padres se hubiesen retirado apenas vestidos para una siesta diurna coincidiría con ta hipótesis de que se trataba de una calurosa jornada de verano. Al despertarse fue testigo de un coitus a lergo repetido tres veces; pudo ver tanto el órgano de ~\I madre como el miembro de su padre y com~.~en?ió el proceso tanto como su sentido". Para dar cuenta de la liJaCtón de la imagen de la mujer agachada no creo que sea suficientemente e~plícito decir que el conjunto de la escena tenia un carácter traumático y que los detalles, en particular la posición de la mujer, habían causado en el niño una "gran impresión". Creo, y ya he tenido Ja oportunidad de decirlo, que es posible analizar en forma más profunda la fijación de esta representación: lo que se designa como trauma consiste en realidad en una ruptura de la organización literal que rige el deseo, por "infanti!" que sea. Se produce una
especie de catástrofe y, como se puede observar en un cerremo1to, se abre bruscamente un abismo hacia el vacío. En la organizaci16n libidinal de un niño de un año y medio, evidentemente inestable, es-fácil de concebír que el espectáculo de una escena amorosa en~re Jos padres sea de naturaleza tal como para provocar una dislocación - instantánea. Del mismo modo en que el náufrago se aferra a lo que encuentra a su alcance, el niño, precipitado en las fisuras de la catástrofe, se engancha de lo que puede reconocer. Pero se de-be comprender perfe~arnente que lo que se disloca en ese caso es una red lite ral, es decir, una cierta economía libidioal, y que lo que aparece, ~e revela en las fisuras de la red, es Ja innombrable, la insoportable falta; cualquier representación parcial que se presente, siempre que sea coherente y reconocible, un pedazo · de cuerpo, pero también una pieza de vestimenta o de amobJamiento puede servir entonces para ocultar ese horror de lo innombrable; ese fragmento de coherencia Hteral es el que se ''fija", investndo de todo el _poder de conjuración de lo real (falta) del objeto. El espectáculo de Ja grupa materna funcionó así para el niño, en la catástrofe de la escena primitiva, como el recurso, la boya salvadora que impidió la caída ·con (o hacia) el objeto; en el espacio pe lo perdido. ·
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. ·Por medjo aeJ ánálisis Clel ·proceso· de fijación de un eJe~ento representativo, hemos llegado, al parecer. ar núcleo de un problema planteado por el psicoanálisis: el de· la función de Ja letra en relación con la posición crucial del objeto. En efecto, favorecidos por \ma situacióñ crítica, vemos bosquejarse el tipo de relación que existe entre dos elementos de la estructura, la letra y el obj1~to. He ins~~tido ant~riormente en forma muy extensa a~erca de 1~ hetérogenidad del objet.o. caído fuera del reino dominante del sistema literal. lo que nos permite considerar ahora el cipo de relación (o de ao relación) que existe de hecho entre el sistema litera 1 y el orden de lo perdido. Se mé dirá .. sin duda, que no se trata de nada diferente de lo que Lacan tematizó desde hace mucho tiempo alrededor de la falta de significante 'f de Ja función verdaderame:nte ordenadora de ese "menos uno" . Es cierto, pero, en lugar de inducir a concebir esa falta como ausencia de una letra en un c:onjunto al que fant~seadamentc sería posible representarse como completo, el acento puesto sobre el objeto (también desde hace dos años por el propio Lacan), impide, al parecer, que su pérdida sea redoblada, e:i decir anulada. "El menos \Jno" acentúa la refeirencia al orden literal, mientras la evocación del objeto marca desde un prímer momento la heterogeneidad de la falta. Al poner el acento sobre el objeto, la pérdida, la ausencia y la jaita se imponen como reales. en lugar de ser relegados mediante un juego sutil de riecu· pcración literal al rango de los conceptos de moda o de las preocupaciones místicas. No cabe ninguna duda -y recuerdo asi lo
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que comencé a decir al comienzo del semestre- que !oda o~ga nización tiende a privilegiar al elemento literal o, mas precisamente, a alterar la función de la letra, al afirmar, confirmar y redoblar su papel de "cubre fantasma" del o~jeto . Ya que bab:~n comprendido, creo, que además de su f unc1ón de rep~e~entac1on del sujeto (escindidad) para otra letra, toda letra parhc1pa esencialmente y simultáneamente de la relación con Ja falta (más generalmente hablando. con lo heterogéneo) es decir, muy precisamente, de Ja función caracterizada como "cubre fantasma" del objeto. Por lo tanto, sólo a través de una condensación de fórml1la podemos decir que una representación dada (en realidad construcción literal), ''nalgas de mujer prominentes", es el objeto a: la fórmula desarrollada es que ese conjunto literal se distingue por Ja intensidad y la permanencia que se originan en su función de "cubre fantasma" del objeto. Todo desconocimiento del orden tle lo real y, correlativamente toda invocación abusiva de la "realidad" .-··comporta de hecho' una grave alteración del sistema literal , una especit:: de perversión del conjunto del espacio del goce. Nada más común; uno . · sé niega ~ reconocer la falta como real o. lo_ que es lo mismo. no ·se quieré tene!·la en cuenta; en ese caso, la función de "cubre f ~n'. · tasrna·~ del qbjeto, asumida por la .letra se .ve acentuad~ y .todas la~ . pa.l·a·bfa{ liberadas del pes·o. de . lo· r'ea! ,sacrosant~ "Jibért.ad".~ . no son" más qt1e 'los organiz.adores ele la gran ilusión. Al re'"7scubrir . el objeto, el psicoanáfüis puede contrariar tlurante. un cierto tiempo aún el reino de una libcrl:id que co11siste en _decir Y en hacer' cualquier cosa, siempre que sea posible fondamentarlo en 'una reHgión, es decir, en un disposiuvo de conjuración d~ lo real en el que los hábitos
curso de 1968, Lacan los presentó bajo la forma de un grupo die transformación, Si ~ S:i o, humorísticamente, como un cuadrúoedo, $ a . cuyas cuatro patas se ejercitó en permutar circularmente para for-
. ma 1izar cua tro dº1scursos ra dºtea1es: -Si ~ -S:: es la estructura del dis-
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curso del Amo, en el que S1 significante mayor, se encuentra en posi.6 . • . $ St . c1 n prioritaria; - ~ - es la del discurso-del histérico en el aue el
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sujeto $, se encuentra en la oosición dominante;
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la posiS:: S1 ción en la que se desenvuelve el discurso del analista, regido por el objeto a, discurso que es ef que más nos interesa aquí; por último, S·· a $ es la estructura del discurso .universitario, en la que el sa-
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6. LA LMPOSlBLE MEDIDA
ber, S2, es el que ·se encuentra en primera posición. Este animalito de cuatro patas ·me gusta; el dispositivo me pare1;e admirable y ~u funcionamiento óptimo. Mis reservas conciernen sólo a.l hec~o de que c~nsagra ."a su .manera la primacía del discurso. del Amo, en_ la medi~a e~ la. que _tiende.~ ubicar ."en el punto de origef! ", ~º~º.lo ~ontiesa el propio Lacan,'.la artículación s;.~ s~; es 'a. partir de-ella que se .su_éle concebir, por un lado; un efectó, el sujeto $, p•or· el otro, un p·roducto o résto, a. Sin duda,·este modo de proceder· •es correcto o, al menos imposible de evitar; pero constituye, precisamente, el terreno en el que se basa una cierta prevalencia de hecho .del discurso del Amo, de acuerdo con la más pura tradición inspirada en San Juan que conduce inevitablemente a Jos discípulos a un nuevo idealismo. En realidad, me pregunto si el psicoanalista no tendría interés en ubicar, como Goethe, la acción ''en el origen"; eUo le recordarla, al menos, la posición básica de a en el discuti>a analítico y facilitaría su comprensión de lo que enseña Lacan.
. F'.s posible que algunos hayan quedado peri;lejos c':1ando, al término del curso precedente, evoqué Ja f antas1a de liberta.d e indiqué en dos palabras cómo se basaba en el escamoteo del ob¡et~; me expresé en forma un poco elíprica y antes de "hacer el balanc~ del problema de Ja castración quisiera detenerme. poco mas en esta práctica casi universal y profunujeto (hendido [refendu l). A lo largo clel
Pero volvamos a los diferentes escamoteos de cada uno de k>s términos de la estruct\lra. Podríamos ejercitarnos en situar sus formas en cada uno de los cuatro discursos radicales y es posible que obse:rvemos, en ese caso, que Ja posición "3" es la que parece predisponer a ello. La palabra escamoteo, que me pareció adecuada para indicar esa manera de no tener en cuenta un término de la estructura, evoca la práctica del ilusionista, lo que no necesariamente está fuera de lugar, pero, quizá, no sea suficiente. Considero que escamoteo, precisamente, es esa forma de dejar de lado un término esencial, de negarse a saber nada sobre él y de mantener como única relación con él la de la ignorancia, del desconocimiento, o del olvido: se observa así cómo mediocres melómanos, virtuosos del escamoteo, logran escandir un ritmo de vals en una música de cúatro tiempos, bajo el
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pretexto de que pt11a bailar, es mejor. Puesto que el escamoteo .no es equivalente cuando afe.cta a uno o a otro término, debemos considerar las diferentes eventualidades. No me detendré en absoluto en los escamoteos que afectan a S1 . Q. a s•. ya que el muy simple hecho de que conciernen :ólo á uno de Jos dos términos de una repetición los deja siempre c~JOS Y qu~. ~m ambos casos, se llega prineipalmente a una. interrogación. má~. ms1stente de Ja diferencia entre S1 y S:: que constituye la dup11cac1on; de ese modo, el histérieo, fascinado por el significante dominante, _se esfuerza por lograr que ese "amo" se deslice hacia la ped~ntert.a, interrogando constantemente la diferencia de los sexos. y el ps1c~~na1ista, amenazado por el saber, se orienta ferozmente con la bru1ula de la castración. Me detendré en mayor medida en la eventualidad del esc~moieo del sujeto. Ello me permitirá precisar mejor de lo que he pod1do hacerlo hasta el momento la naturaleza y la función del sujeto en el espacio del goce. He definido al sujeto H; como .función de conmuta- .. ·· cjón alternante, consistente sólo en esa alternativa que puede representarse comó operándose entre una fase de apertura Y. una. fase de clausura; o, también; como operánclose entre las dos funciones. de aoertura· y de· cierre de la letra, en.relación ·cbn el goce. Ahora bien, es" evidente. que no se. put:de conc~~ir ~1 término ·~ub~etivo .Y,, .'P?r 1.o. ta~to, .su "hendidurá1 ' fuera- d~ su reración -con :1a art1culac1on: 1_1teral. y coo w "encamación" que es la palabra · ('pu.role). Teµer -en cut;nta la posición subjetiva signfüca ~ener en. cuenta el hecho de que las cosas sólo yúeden decirse a medias (o en partida doble) , con el soporte, precisamen!e. del sujeto; Lacan ·lo _recor~ó en. el. transcurso de este año al introducir Ja expresión de semi-decir (m1-d1re). Ahora alguna fantasía 'tan universalmente difundida co~o di~í bien, si cilmente ..reductible, ésta es la completud; nada p\lede unpe9.ir. aparentemente, la compulsión a proyec:tar sobre. toda cosa. una for~a de totalidad esférica que tiene el nombre de uruda~, ple?Itud, homogeneidad o, más insidiosamente., coherencia, pertinencia;_ fórmulas como "todo por la unidad" o anhelos- como "siempre que esto se mantenga" resumirían con bastante exl!ctitud el sentido de esa compulsión Ya he dicho, y no puedo menos que recotdal'lo_ hoy. que la determinación de un campo científico participa. tanto s1 se lo reconoce como si no se lo reconoce , de ese anhelo. ,[erviente d~ ~nida? o de coherencia. Pero en esa universa] compuls10n en constituir ~m dades plenas y finitas, nadie puede tampoco impedir!~ ~ psicoanahsL.a reconocer los esfuerzos de una pasión de desconoc1m1ento, es decir de la muy insistenle tendencia a reducir al sujeto a un término _esci?-dido, como por ejemplo un ''yo", un sujeto-soporte de l~ conc1en~1a 0 del conocimiento. Por supuesto, correlativamente a la mstaurac16n de ese sujeto "pleno" se despliega una palabra obturadora, muerta, en la que sólo cuenta ]a cara inmovilizada de la lett·a; esa palabra
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infinitamente manipulable es la que rige entonces un espacio funcional perfectamente adaptado a la regulación de todos los conflictos y encargada de la sustracción de tódo goce. Creo que ustedes bat1 reconocido en mi descripción la estructura del "discurso universita·· rio", al que se reduce lo que aproximativamente se designa como c!en~ia, en tanto que en ella,_ el saber, S2, es ubicado en posición priorita~ta. El escamoteo del sujeto, al mismo tiempo reducción y eliminación, representa, como sabemos, la condición misma de un discurso que pretende ser cientifíco; mediante esta disposición se elaboran las condiciones de un juego literal al que ya no obstaculiza la coacción de la verdad y que se caracteriza por Ja maniabilidad casi perfecta a Ia que debemos, cabe decirlo, ''los prodigios de la ciencia". El escamoteo del ' objeto, cuya función, determinante en la organización típicamente relígíosa de las formaciones sociales ya tuv1e oportunidad de1 señalar, exige un examen muy atento. En efecto, la dificultad reside en concebir en qué consiste el escamoteo de una falta, err· ]a medida en la que lo que se designa como objeto sólo tiene una historia en tanto que perdido y sólo puede ser situado como. ca1:encia. Recordamos nuesfro paciente enfoque del concepto die • ~b¡eto qu~ nos lle~ó a definirlo como un término fuera de curso, cuya ~ndestruct1ble. reahda9 ·~e falta produce un efecto de presencia· farnta~mática, ~xtraña e inguiet1:1nte._ De ese. modo, el escamoteQ del ob- . jeto e& el ocultamiento de .]a falt~', una .fq.rma ·de . anulación de ki· real. Con' la reset':'a rle gi.1e, ~l _fin dé· .cu.enta, n.ada resiste· af poderkl disolvente de_ lo real; aunque inten tásemos tapiat el abismo con wn bloque de granito. de todas formas, e inevitablemente, se produciría muy ptonto algú.n prodigio ·que lo desplazaría. lo desfutegraría en un polvo incandescente o lo haría desvanecerse en un humo fostorescente. Para lograr mantener a distancia. para derrotar al espíritu maligno, se requiere al menos la afirmación solemne de la primacía - del verbo. Se reencuentra aquí el discurso del Amo y el Padre Dic1s bajo todas sus formas. Lo que quisiera resaltar aquí es el hecho de que_ la primacía acordada a la articulación literal S1 - S:.t como originaria y ordenadora del espacio del goce ss basa, en realidad. en el carácter insoportable y completamente heterogéneo del término r'eal, el objeto·falta; para decirlo de otro modo', este último es e] que manda. Observamos aquí, una vez más, y es una formulación indudablemente más radical, un plinto crucial del descubrimiento de Freud: la n:>presión, "piedra basal" de la vida psíquica, se opera a partir del carácter inadmisible, ' ' inconciliable" de un representante psíquico. El único modo de concebir lo que Freud conceptualiza como "represión originaria" (Urverdrangung) es el de atenerse a la descripcjón die negativa por parte ele un sistema a hacerse cargo de un representante psíquico ~; el hecho de que el Tepresentante (Vorstellungs-Reprasentanz) sea no recibido o inadmisible no afecta en nada la incompati1
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Cf. Psyclwnalyser. pág. 1.36.
S. Freud, "Le refoulement", en Metapsyclwlogie, Gallimard, coll. 1déets,
pág. 48, G\V, )(. 250.
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r bilidad así señalada. Los diferentes términos que puedan con_notar esta incompatibilidad (en alemán: Vnvertriigl~chkeit, .vn_v~reinbar keit), tales como inaceptable, insoportabl~ o ~cluso mv1~1~le son sólo formas de expresa!' la irreductible heterogeneidad de l~ vida psíquica". Lo que causa la represi~n originaria, o,_ para decirlo de otro modo, lo que sostiene el despli_egue ~el espacio del goc~, ~al qu~ podemos designar en forma más imprecisa pero con F.reud: vida ps1quica") es, efectivamente, lo real ina?misible del o?¡eto-falta. Lacan no articula nada diferente cuando dice que el ob¡eto ..es causa del deseo. lnversamente, podemos decir que lo que cae bajo la acción de la represión originaria es el objeto-falta y que ese dispositiv? matricial condiciona luego la organización de la represión secund~na o represión pro?iamente dicha; en térm_in~s fre~d~an~s, es P~!nc1palmente Ja •·fuerza Je atracción'' de lo repr1m1do ortgtnartO (ent1endase ahora el término objeta\) la que permite dar cuenta del ~echo de que una _representación (entiéndase: "cubre fantasma·~· de objeto o representación de objeto parcial) cae a su vez bajo ta acción de la operación ~e represión. En resumen, Jo que caracterizo como escamoteo del ob1eto participa fundamentalmente del proc~so de .r~presió'.1~ originaria Y ~e comprender_á sin dificultad que el ps1coaná.lts1s no ue~e otra (~c1ón ~ue }a de situat· y demostrar sin pausa sus· efectos a mvel de la. represión secundaria. . . Se plañtea· aquí un ·p~obie~a; el.mismo ·
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coanalít~c~,. el objeto-~alta {cuya puesta en juego inmediata constituye la especif1c1dad del discurso analítico) importa sólo en tanto d b. Ah . que e e. ed f d · uera e 1uego. ora bien, el d iscurso-amo precisamente e•· qu orgamzado como tal para afirmar-el predominio del orden ló · ·' "d · ., · . g1co y ommar en c1ert? mo?~ _mqu_ietant~ a-topía del objeto-falta. Hablar del ps1coanal1Sts 11:np1t~a as1 ...n~esariamente, que el que habla de él tenga alguna expenenc1a del discurso psicoanalítico" en otras palabra~ del psicoanálisis, ya que, de no ser así, y tanto lo ?esea como s1 no lo desea, queda capturado en un discurso-amo 0 incluso, en un discurso universitario. Pero ello no basta. Suponiendc; q~e. el que habla del psicoanálisis logre evitar las trampas de la trans· m1s1ón de un saber, Jo que. como hemos d icho, no es muy difícil, debe lograr tener en cuenta, entonces, su inevitable captura en el discurso· amo, para no ser simplemente su portavoz. ¿Cómo? Ese es el núcleo del problem~ ., Sólo p~ede lograrlo si interroga, a partir del discurso· a~n9, la _func1on del objeto; ello. evidentemente. afecta la economía de d!cho discurso, y el primer efecto es el de cuestionar su autosuficiencia. Interrogar el lugar y la función del objeto, rechazar obstinada· ment~ todos los modos de escamotearlo conduce inevitablemente al que mt.en:og_a. a relativizar su ciega obediencia al discurso-amo. Tal es_ la d1sc1~lma a la que inyita eJ psicoaná\is.is aJ que se compromeºte en ese ca~1~0: lo r~l-falta y la mascara del objeto se imponl!n enfonce.s e11 pos1ctón domrnante. · . . . · .
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Lo que describíamos en forma sumaria, al comienzo de este semestre,. como ''espacio d~l goce" ~e presenta en forma más precisa co~n?
s1_s1emq en el que la FALTA constituye la ·pieza esencial. El
priv1leg1Q del enfoque psicoanalítico es el de considerar prioritariamente la nat_uraleza y los efectos de la falta y. poi' lo tanto, renunciar de!>de un primer momento a elaborar un sistema que .. cualquiera qui~ s~?· se basa, como sabemos, en todos los casos. en una forma de exclus1on de la falta. La. tarea del psi9oanálisis será siempre la de situar los modo~ _de reducción de la dimensión de la falta. en relación con c_sla ·Íttnc_10n, e~ pl~namente_ ¡ust1ficado pensar que durante mucho tiempo aun. qu1za siempre. habrá necesidad de psicoanalistas. . Pero, si éste es, ne~esariamente, un trabajo que debe ser reiniciado perpetuamente, existe también otrn trabajo cuyo progreso deb1e poder marcarse. el que consiste en actuar de modo tal que no nos contentemos con quedarnos con la buen abierta ante la falta, con el pretexto de que se trata de una arquitectura más moderna de la fortalez11 de lo indecible: el hecho de que una utilización obsesiva de las palabras, en el campo del tliscurso-amo, relegue la falta fuera de su p~dcr no autoriza a afirmar. en consecuencia, que la palabra no concierne a _la falta. Co~vendría aquí realizar un balance de lo que y.a hemos t..l1cho y, .en pnmer lugar, de lo referente al hecho de que l:a letra no posee ~mguna apreh~nsión en relación con d elemento al que hemos caractenw
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' o . .incluso, como fa)ta. Pero, si nos negamos a contentarnos con c::.te modo tradicíonal de señalamieñto que consiste en "circunscribir" la falta o, también, en "rodearla", podemos decir que este lugar se caracteriza positiva e intrínsecamente por la posibilidad que ofrece de una. sustitución indefinida de letras. Este lugar puede caracterizarse también por la posibilidad de ser ocupado al mismo tiempo por dos o más letras, sin que se produzca ningún efecto de exclusión o. incluso, por la posibilidad de no asignar ninguna letra sin que por ello el Jugat sea anulado. Inversamente, podemos decir que es el lugar de la imposible fijación de toda letra. Vemos ya cómo se especifica la importancia crucial del objeto para el sistema estructural en la medida en la que, correlativamente a lo que acabamos de decir acerca de su inagotable polimorfismo o de su no identidad radical. se observa también que sería imposible concebir toda sustitución o desplazamiento de letra sin la intervención de un "grano de objeto": tan pronto como esta onza de rea], por modesta que sea . falta4 __ vemos cómo la letra se reduce a un sistema de signos sin equívoco y el trazo se fija en una huella absolutamente muda en lo relacionado coµ el goce. El go_ce, en efecto, cabe recor.darlo, es la inasible e irreductible realidad de esa falta , que es nada menos que el motor del sistema estructural. . . · Exi~te. si~ duda, una·d.ificultad fundamental q\le impide concebir "literalment~ ''. -esa 'falta, .asirla conceptualme:ite .(el"\ alemán~ begrifflicli ergreijfen): . en lá medida en la que. ~I tóneepto mismo ·consiste en uná especie de unidad funcional que se consttuve a partir de un movimiento de sustitución en el que los términos son privilegiados en relación con el intervalo o la diferencia que permite ese ju~go . Se trata no sófo de una dificultad, sino también, y a decir verdad, de una imposibiJidad~ hasta un punto tal que . la idea misma de l.a imposibilidad (o de_posibilidad) se basa en esa relación de la letra con Ja falta: lo-imposible designa la falta de apreltensión de la letra sobre el objeto y, como tal, señala el tipo de relación más importante del sistema, es decir, Ja articulación, considerada imposible, con lo diferente, con lo "radicalmente otro", en una palabra, con lo heterogéneo. Esta articulación imposible no debe ser concebida como un fracaso, salvo, por supuesto,.desde el punto de vista del discurso-amó; por el contrario. se la debe concebir como la garant1a, la única, del "buen funcionamiento··, quiero decir conflictivo, del sistema estructural. El enfoque psicoanalítico busca única y fundarnentalmente S\1perar el "olvido" que tiende naturalmente a recubrir lo imposible, a deslindar para cada uno el lugar de Ja falta, desierto, liza o arena en la que se encuentran, enírentan y nacen dos f uetzas antinómicas. El falo es el lugar y el nombre de ese encuentro y la cascración designa Ja articuhición-imposible en la que se afirma el insuperable corte entre lo heterogéneo amorfo de la falta y el orden literal que intenta indefinidamente producir su medida.
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Para ex.aminar el tema del falo se requeriría otro semestre· m1• contentaré entonces con bosquejar e l trazado y los nudos de reiJ que deberíamos recorrer para deslindar aquello que, por carecer de otra palabra, designaré aún como concepto. En la actualid"7id nadie considera ya el falo sólo como pene; sin embargo, el órgano' anat6· micamente situa_ble tam~ién f?rma parte del concepto de ralo en el que deberemos considera:_.. sun~ltaneamente, un~, función biológica o quizá dos (órgano de reproducción y de excrec1on), una función erógena _ (ór~ano ~e goce ? zona erógena por excelencia) y una función simbólica, digamos simplemente de representacíón de] hecho de sexo 0 también, del goce. Desde un primer momento, nos veríamos llevadc1~ a in_terrogar~os acerca ~~ 1~ insi~tencia de los términos que evoca 0 la s1multane1dad o Ja comc1deoc1a en un mismo lugar: se dirá del falo que es "al mismo tiempo" letra y objeto. que cumple "al mismo ti~mp~" dos funciones contradictorias (hacia el goce y hacia la supe'r· v1ven:1a), ~ue es, ''en un mismo lugar", pr~sencia y ausencia. Se tratana de interrogar. entonces, tanto los hechos de contradicción deantinomia o, mejor aún, de heterogeneidad, como los hechos de' ericu.entro (simultaneidad, coincidencia) en un mismo lugar o en un . mismo nom?re: el falo. En forma más específica, habría que interrogarse. por e1emplo, acerea de las relaciones del falo con ta falta y, e n . primer lugar, cómo·fo acabo de señal.ár, acerca los modos de articulación de. una ·presehcia . .anatómica .del 'pene ·con el ·v21ler de fa11:a· · · . del falo:· habría· que precjsar, también. las relaciOnes del ·ralo. ¡;or -un lado; con el objeto-falta, y, pór el otro, con la falta de tetra; pot últi· · mo, las relaciones del falo con la articulación literal misma y con iel sujeto escindido. Se puede apreciar desde ya la dificultad qve sed.a necesario superar para no convertir este concepto· clave en· un concepto pseudo-englobante.
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Pero, ya que, en realidad, a falta del examen del concepto de falo, acabamos de consagrar un semestre al tema de la castración, · ¿cómo podemos resumir. hoy, nuestro camino, para dejar a cada uno, al menos, ·algunos instrumentos destinados a su orientación en el espacio en el que sólo puedo dejarlo pt!rdido? La castración, decía antes, es la articulación imposible en la que se afirma el insuperable corte entre Jo heterogéneo amorfo de la íalta y el orden literal que intenta indefinidamente producir su medida. Asumir Ja castración es, si no mirar de frente, al menos tener en cuenta la imposible medida del goce. lEs muy simple y, al mismo tiempo, algo que siempre
--· falta. Cotidianamente, el ttabajo del psicoanalista apunta, en el transcurso de la vida personal de cada uno, a resituar las cosas en una perspectiva · conflictiva en la que la ilusión de las "soluciones" sea reubicada en su justo lugar: es el juego del deseo y de la muerte el que sostiene con el correr de los días la primacía de lo imposible. Quizá se me replique que no se requieren en absoluto analistas para recordarlo, ya que no faltan las voces que se quejan ante la imposi- bilidad de la tarea de la vida. Sin duda; pero cabe preguntarse si el modo de la queja no es, fundamentalmente , un llama,90, o también una respuesta a la eterna "solución'' de una felicidad, de un paraíso, de un Dios que existiría en algún Más Allá armonioso, poblado por ángeles músicos, donde el cordero jugaría inocentemente con el lobo y los bienaventurados se encontrarían liberados tanto del deseo como de Ja muerte. Podemos, sobre todo, preguntarnos si el celo del catecismo no se ha hecho más trivial, sin perder nada de su poder de fascinación, bajo Ja íorma de todas las soluciones cotidianas que. como sabemos, son tan numerosas, variadas, y algunas.veces espectaculares, como falaces. Toda "solución" pretende intrínsecamente una eliminación del conflicto mientras que, en realidad . .no hace más que desplazarlo. alejarlo, oegan faltan Sl!puestos·psitóarialistas que participan, sin siquiera comprenderlq. en. la promoción. de:· los nuevos paraísos.: ¿No son ellos, . ac¡aso, los ·niodernos encihgados de 'la solllción de todos los ooriflÍct~s., en fu .familia, la emprc:;a, la sociedad? · ·
nerme en estos problemas, dejando a cada uno, según las_exigencia~ de su deseo, la preocupación de mantener su mirada sobre lo que nc1 se ofrece a ella. Por el momento :ne bastará con haber señalado que: hacer frente a Ja castración es, habiendo reconocido que todos deben1 afrontar Jo imposible, saber que comprometerse en las vías de lo posi.. ble consiste en avanzar, como corresponde, cojeando.
El oroceso psicoan11lista, por el contrario, a través del desciframiento de Ja red edípica, tiende a conducir al· que se introduce en él a enfrentar la castración, es decir, a poder considerar la íalta sin des· viarse de ell.a de inmediato. Sin duda, no he completado como hubiese sido conveniente, lo que tenía que decir, retomando paso a paso los elementos de los que habíamos partido para interrogar la castración, y muchos problemas pueden quedar en suspenso: ¿Cuáles son las relaciones de la "cosita" caracterizada por Freud como concepto inconsciente, con el falo'? ¿·El cuerpo es sólo un conjunto literal o participa tambíén, pero entonces dt? qué modo, del objeto-falta? ¿Cómo concebir la separación Cde la cosita) a partir de lo que considero esencial, es decir. el irreversible corte entre e] objeto-resto y el sistema de las letras, y cómo conjugar esa "fisión" radical con los otros dos órdenes de fisura que son. por un lado, el intervalo de la repetición , o diferencia entre s, y s~ y, por el otro, con la fisura inherente a Ja "hendidura" del sujeto? Todos e:stos problemas se reencontrarían en el transcurso
mente heterogénea, se articula con el jt1ego regulado de las diferencias? Considero más importante. almque poco usual en este lugar, dele74
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Como veremoS" luego, este sujeto es el efecto imposible " disyun· tivo de dos campos convergentes. el de la lógica, lógica de significantes y el del lugar, lugar del cuerpo. En esa articulación se ubicará el iiecho del sexo, hablado en el silencio de la lógica, coll>?rizado eni el continente del lugar. Hecho inabordable por parte del sujeto con ell que es confrontado, se encuentran uno frente al otro en el mismo lugar: el de lo imposible. Ahora bien, pensamos que el falo representa y significa ese lugar y su articulación.' sea como signific~te que representa al sujeto ausente, sea como signo de todos los objetos del sexo faltante. Nuestro trabajo considerará este doble valor del falo , en algünos casos como metáfora y en otros como metonimia, para adelanta i~ que co~e. finalmente, la alternancia del campo del si~nif.icante, traducible por la doble función de abrir ~ d_: cerrar el c1rcu1to d_el goce. El discurso psicoanalítico debe oscilar constantemente segun esta única alternancia; ninguna otra puede existir en él. Jntentaremo:s seguirla.
Metáfora y falo· Por Juan David Nasio El falo señala, en la calle de Mercurio, la dirección deLburdel .. . Desde cierto punto de vista, la deformación de un texto se asemejo a un homicidio. La iiificulrad no reside en perpetrar el crimen sino en disimular sus huellas. Freud, Moisés y la religión mo11oteísta.
Este texto es una metáfora. En consecuencia, contrariamente a la práctica habitual en un texto que habla de la metáfora, no habrá ejemplos. El es su propio ejemplo. Para decirlo de otro modo, este texto, al igual que todo enigma, invita al intérprete, quien se verá enfrentado con la siguiente alternativa: hacerlo desaparecer, para hallar luego otro enigma y, entonces, eJ text0 ao se cerrará o, si no, dejar que persista. instaurando el saber. Además , sí comprendemos que la metáfora es, antes que nada, sustitución y mediación, este estudio como metáfora quiere ser una forma del pasaje que toda práct.ica psicoanalítica. debe realiza(: de la met~fora a~ falo y a.1 Qbjet9 faltan te . . Al i~al qu.e ~odo. p_a~je. de vaiv.én ininte.rrumpido; ·ta metáfora· es· 18 altern?ncia de un pun·to. al ofro. T:iJ es su ambigüed~d ·y tambiér~ su tenacidad simbólica. La introducción de la metáfora y de la metonimia en el campo psicoanalítico no es una importación conceptual del terreno de la r~tó rica. Por el contrario, el sujeto del inconsciente es el qtle destruyó las fronteras que limitaban lo que podía ser el ·c~mpo de la retórica. Una metáfora no es una fi~ra de estilo del lenguaje: por ser lenguaje, ella es el estilo de un sujeto que sólo existe en y por su representante, Este es ~n hecho de estructura. es decir: un sujeto, hecho del lenguaje. nP. la retórica sólo Queda Ja nebulosa de un saber oue. al considerar 11 la metáfora a nivel de los semantemas, niega ese lusi:ar vacío rlel suieto v. al considerarlo imposible, lo abandoni¡. F.n efecto. sólo comprendiendÓ .la estnictura metafórica comn un ~i«tr.ma de sustituciones de significantes con la produc.ción ele un ~fer. to de significación 1 podemos dar cuenta de su valor en la constitución dividida del sujeto del inconsciente y de su representación. Más precisamente. y para afirmarlo sin deformaciones retóricas. no existe nineuna metáfora sin sujeto y toda metáfora es el suieto metaforizado. • Los conceptos aquí expuestos provienen en parte de las reílexiones oue nos inspiró la lectura del seminario "La lógica de la fantasía". que el doctor Lacan realizó en 1966-1967. Las notas de estos seminarios fueron tomadas por r. Nassif y publicadas en Lettres de /'Eco/e freutlienne (Nos. 1, 2, 3, 4 y 5); Scilicct, N• 2·3, éd. du Scuil, presenta también un texto que puede servir como rcfcrencin: "Pour une ln~ique du fantasme" . pógs. 223-273. 1 T. Lncan, Ecrit:s. éd. du Seuil, pág. 5 t 5. [Hay versión castellana: Lccturci cstructuratista de Freud, México. Siglo XXI. 1971.1
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J.
Las huellas de nuestro camino dibujarán Ja figura topológica del ocho' int~riQr del campo del sujeto t~l como ·la formuló Lacan y cuy1a constitución recordaremos: ca·da intervalo entr~ esas· hu-ellas lo hará desap.a~ecer y cada una cultar~ss P · bofrat1'1S - instaurando M sujeto del inCO!lsciente. · Realicemos el primero de . estos pasos. La operación constitutiva de la ~xistencia de la serie lógica y de la instauración del status dd sujeto del inconsciepte es el corte producido. ~~r la vacil~ción de~ elemento qué compone _la cadena en una repet1c~on -~etroact1va ten~tente a la anulación de la cadena misma. Esta vac1lac1on del que repite e:s un movimiento conjugado de una tendencia 'progresiva y de otra r-emr activa: el trazo que se repite regresa sobre el precedente p3ra retoms1r luego, diferente, sobre sí mismo, provocando un. corte, un interva!o ~n el que ~I sujeto se sumerge al desaparecer ba10 el peso de la ~ns1:s tencia de la serie. -La posibilidad del sujeto de ser representado, simultáneamente a su desaparición, permite que la operación de r~petición continúe en su· discontinuidad fundamental. Aquí el sujeto, en tanto que tiene su " lugar-teniente suturador de la falta". es alternativamente el sostén de ese movimiento redoblado de la repetición, y su efeclt:>. Para decirlo de otro modo, la incidencia significante que marca y divide al sujeto se realiza bajo esta forma de ciclo abierto de la repetición de retorno. Esta función determinante del corte, constituyente del sujeto Y del movimiento de la cadena de significantes es en mayor medida re~ " ... ese puro sujeto se sit(ia en In articulación ~· p~ra ser más pr~cisos, en la disyunción del cuerpo y de.I goce", J. Lacan. 7 de 1umo _de 1967, ~~m.1.narlo "La logique du fantasme" , notas. En relación con esle tema, vease tamb1en Pour un\: logique du fontnsme", en Scífícl!I, n• 2-3, págs. 224 Y 249.
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presentable en las dimensiones que nos ofrece el espacio topológico que susceptible de ser d~scripta por el lenguaje. E.l aporte de Ja topología para la comprensión de la instauración del su1eto y de sus representantes es estrictamente de carácter estructural;_ e~lo quiere decir q~e, si las relaciones del sujeto con la cadena s?n log1cas, es la topol~gia la que, lejos de hacer analogías imagina. nas, logra representar f 1elmente el orden lógico del mundo simbólico por el que el sujeto es incidide y redoblado. El acto del corte, de ese modo, escinde por la línea del medio la superficie unilateral, sin derecho ni revés -llamada banda de Moebius-, q.ue figura al sujeto dividido (fig. 1). Este corte producido en el unico borde de la banda (o, lo que es lo mismo. en su única superficie) mostrará que esta última deja de ser unilateral y se convi:rte en bilateral, es decir que la banda desaparece tan pronto como existen dos bordes. El corte presenta entonces la figura del doble broche Cfig. 2) . J. Lacan consideró dos conclusiones que deben ser deducidas ~e esta proposición topológica: en primer lugar, el trazado de la hendidura de~ corte sobre la superficie de la banda es tal . que el corte en acto es igual a la banda o, en otras palabras, el suielo es e/. aorte; en'. segundo lu~ar, ·la banda deja d'e ser lo que 'es. desaparece c:omo _de
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Figura
Figura 2
Para de~irlo de otro modo, el sujeto desaparece y es significado: se ha produc1do un cambio. El sujeto, diferente, reduplicado, ha sido causado. por. el corte significante. Que el sujeto cambie quiere decir que el s1gn1f1cante es su causa, y es su causa, precisamente, la que lo representará para los otros significantes. Nos encontr amos en presencia de un aclo, constituido por la repetición en la cadena, con el efecto
de un sujeto que no se está allí en-donde está representado sino que es a través del significante que lo representa y lo engendra. . Esta reducción del sujeto a su causa, sin que él sea su prop1a causa puede ser efectuada sólo bajo la condición necesaria de un sis-
tema ';mperfecto de sig11i/icarzles en el que haya un signi/icante que falta. El Otro se define como .este ~a~po ª que e~i~te alre~ed~r de una ausencia, expresada en la 1mpos1b1hdad de definirse a st mismo. Como serie lógica de significantes en repetición, el lenguaje da lugar a un product~ que no sólo no. le pertenece'. cuando no logra integrarlo a su medida --et _uno-- smo q~e. pre~1samente p~r estit razón, se le impone y lo domina al convertir al universo del discurso en un no-universo, un universo fallado. A partir de ese producto de lenguaje -que no es más que un significante que se pierde al transgredir la cadena- se ha instaurado una falta, y el Otro se convierte en esclavo de la heterogeneidad de su producto. Aquí "producto" contiene todas las implicaciones conceptuales que lo caracterizan como producto de un acto de trabajo, el acto de trabajo de los significantes en acción. Pero se trata de un acta altenado porque la elección del Otro se reduce a la prohibición de recuperar su pérdida, de colmar su ausencia. Est~ p~rdida es la que .el sistema de Ja caden~ afronta para hacer continua la función constituyente def corle en la p'roducción ·de uri. efecto ..el .sojet~. · y de un producto, este signific~n,te par~icul3:r .. La· conse.cuencia inmediata de ra falta de ui:i significante es el ma¡1·· tenimiento de la serie tensa y viviente, ·lo que -significa qúe el lenguajE: puede actualizarse y·vivir en y por su falta sin que pued:i significarse a sí mismo. En efecto, la escisión ya no es sufrid.a sólo por el sujeto; la repetición recae sobre el campo mismo del Otro, instaurando el fenómeno de la alienación: ·•la alienación a la luz de la repetición ... es la opera<.:.ióñ que convierte al otro en un campo marcado por la misma finitud que el propio sujeto. El Otro como tal . . . es en cierto modo fracturado del mismo modo en que el sujeto es marcado por el doble lazo de la repetición.'" La infinitud imposible del campo del Otro, su-imposibilidad, indica ejemplarmente la dimensión del goce. Ella es la que nos ubica frente a la escena en la que se desenvuelve el "drama de la subjetivización dd sexo'', cuyo conflicto radical reside en el hecho de que el lengt1aje del inconsciente sólo puede decir su falta a través de la metáfora. El determinismo de la falta. que causa al sujeto y marca el camp·o del Otro instituye la estructura necesaria pora que se produzca una metáfora: la existencia de una barra que separa el orden consciente del
ª Preferimos, por un lado, emplear la categol'la de campo para calificar al Otro cuando se trata de acentuar su impureza lógica basada en el hecho de que no puede fijar sus propios limi1es y, por otra parte, reservar el atribulo de lugar para referirnos al Otro como cuerpo. ' J. Lacan se minario "La Jogique du fanlasme", 15 tic fchrcrn de 1967. notas: c.f. también el informe acerca de este seminario. r. Nassif Le1;plr'~11. ITcole ;reudienne de Pom. n· 3 pág. 12. 1967. 1'1) ~1,0 ~ <::>
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orden inconsciente, Toda sustitución d . mar la falta será una brecha en la cens~ eformac1?n que intente coJ. que da raz6n al sistema. La barra de re ra ~ un crzm_en_ frente a la ley para superar provi~oriamente c pre~1ón ~abra sido franqueada c~nfrontación del sujeto con ~/he~~ol~ ~at1sfacc16n·de t!n síntoma, la ª!1rmación, cada sustitución una rese~c·sexo. Cada cr~en será una ftcante que aparecerá en el en ,.Pd ia ~e la ausencia. El sigfli· . 'd uncia o, trazo incontable t repnmi o, es el significante metafó . E , , ' re orno de lo significante que no puede ser dich neo. ste ultimo sustitutivo del borradas.. sobreimpresas que habrºa: se mudestl~adcomo las hueUas mal Es t ~ s1gn · ü' ' icante, escrito o enun que . d es 10 ar . . . , de encrucijada de los tres 1 era o, se cons1Itu1ra en el punto del inconsciente: la cadena ~t~~:~tos fundam.entales de la estructura temos separar los 11ilos que se~ Jote, el ob1eto a Y.~l sujeto. lntendefinir finalmente a este s·gn·r·ºu an en esta encruc11ada para poder 1 t 1can1e como falo.
l. Significante metafórico y cadena . . En el plano de separación del
. anuncrndo Y. de la enunciación," que el deseo de1 Otro es u~ cni entre ese momento de ~scansíón en el ª. la pregunta 'del sujeto, ·y. el !rpa en 1~ respuesta que~! .Otro. anticipa· f_1cac1Qncs de la frase, surgirá c:O~l:~to en. el que se ~1e·rra!1 las .s.ígni- ._ ~.nuevo significante cargádo de si J~}~nst~a.d ·de fuerza de. la.verdad. nificados engañosos. Signific '6 . gn1 ic.nc1ones en la inar de lo:.; sio. 1 teri_alidad de este significant~~ ~s~ue, JJ~cc en ~l no sentido
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¿Cómo comprender el mom t . Otro al plano manifiesto o m, en. o rnl rsmo del pasaje del campo del • as s1mp cmente, cómo comprender esa :; Cf. el gráfico, J. tacan, Ecrits, pág. 817.
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operación de sustitución que, de acuerdo con lo que hemos dich~, no sería, estrictamente hablando, el reemplazo de un elemento med1ante otro, sino, más bien, la significación de la ausencia fundamental en Ja cadena? Podemos decir con todo rigor que el significante que susti tuye a] otro elidido no lo reproduce ni tampoco lo significa; por el contrario,. el retorno de lo reprimido es en mayor medida la presencia, marcada en el enunciado, del signHicante que representa la falta de ese signifi· cante ausente, más que la regeneración del significante faltante. Pero volvamos nuevamente al proceso esencial de Ja articulación de la serie, de donde nacerá este significante privilegiado. El efecto de la incidencia del retorno del que se repite, sobre sf, sobre su propia huella, es el surgimiento de un "más". Este más tiene Ja naturaleza de un trazo y es determinado a partir del par mínimo de significantes que configura esa repetición retroactiva. No corresponderá a la dimensión del uno, será incontable y tendrá la ventaja . -en ''más" [en "plus"] (literalmente), a diferencia del objeto perdido, de representar la función del sexo corno reprimido y de'se'r el índic'e de su enigma. Para decirlo de otro modo, vemos surgir un significante ·particular de Ja diferencia del doble lazo re.petitivo que será, en el cas:o .de la metáfora -y •. (:ie' ese mod9, tambiéQ, de toda estructuración ele Jos formaciones del inconsciente-. ~l significante. que se manifesta1:a . er1 .et enuriciado, enccn:aflc:i· por la lotalidad cerrada de Jos . significados. de las frases. · Laean Jo defitii6. como "el slgnific·ah.te en. exceso''. c9á-' secuencia pura de la impureza de un'a estruct'ura für.mal sostcnída un· la puesta en acto de la repetición redoblada. De ese modo, el signifi~ante metafórico, sustitutivo o "en exceso" será el 'único acceso al orden· inconsciente. Según la fórmula que · Lacan ha precisado S ($) el signi· ficaote "en exceso" es indicado por S - fuera del .paréntesis que señala la .barra de la represión. El represeñta la finitud del campo-ele! Otro. ·Para decirlo todo,' a este significante sustitutivo lo designami0s como falo, significante del goce imposible. Como veremos luego, la acción ínterpretativá compprt~ la perspectiva de hacer del significante metaíórico el significante que representará la falta de la que sufre el Otrp ( ilJ) y. por ello, el significante que tiene el privjJegio de representar al sujeto para ott·os significantes.
2. Significante metafórico y objeto la posición de cierre del significante metafórico en relación GOn la falta del campo del Otro tiene el valor de un destino terminal,, al que designaremos como objeto. Es ali! donde el goce intenta realiu1rse que un peuazo del cuerpo, separado, se apodera del sujeto en la fijeza de las significaciones subjetivas. Pedazo que, siendo producido desde el lugar del Otro, no es mensurable por ningún universo del discmso ni medida de nada en absoluto. No existe ningún universo -medida-
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de todas las cosas, de~ido a que, como ya lo hemos dicho, Ja heterogeneidad absoluta del objeto, de su producto, es inc0ñmensurab1e. La imposibilidad de ser retomado por el discurso lo convierte en una pérdida irreparable, en un producto de desecho y en un elemento que tenJerá permanentemente a reintegrarse para reclamar el goce irrealizable y limitado por Jas barreras del placer. Una metamorfosis constante al servicio de esa tendencia de retorno convierte al objeto en algo tan heteróclito que nunca logra reintegrarse a la cadena. Se establece un ciclo cuyo resultado es el de que siempre algo se pierde y se separa del orden simbólico. Basta la repetición de una demanda enunciada por el sujeto para que se instale un resto, un menos y, consecuentemente, la enunciación articulada del deseo. Esa falta, a nivel del Otro, asumirá la función de causa de su deseo. La causa se despli:ga como ausencia debi~o ~ que ese resto, esa nada que es el objeto, esta fuera de alcance; sera siempre otra cosa y su lugar será siempre una falla. Ese es su carácter de objeto real por ser imposible. Pese a que no es representativo de nada ya que no puede ni siquiera (y sobre todo) significar su propia falta. reconocemos en el objeto la presencia parcial del lugar c:!el Otro del que. ha nacido. En .realidad, podríamos decir que si el cuerpo es un conjunto de significante· de los que el o~jeto a es un representante parci.al. un pe,dazo sepai:aqo, el Otro -como cuerpo-- es· el Otro del objeto a.· · · Se.ñalarein~s brevemente ql!e. eri lo .·qu~ se réfi.t:re ·a sus rela<;ion~·s 'de pareja. con el Otro., el" o~jeto compóna do~ registros·: product9 jJer-. dido de Ja- repetición significante y cau:>u tlt!I deseo instaurado; y un solo lugar: la falta. Aislado en su alteridad. no put!de realizar sustitución y, en consecuencia. no puede representar al sexo reprimido. Siendo "inconmensurable al sexo", el objeto tampoco puede ser significado por nin· gún .~ignificante . . Nuncá habrá metáfora del objeto: él mismo es el punto final ~e la producción del Otro. EJlo no quiere decir que no sea inagotable o incluso interminable. El discurso, que no puede medir lo "sin medida''. t:stá necesariamente obligado a calificarla a través tan diversu como lo son las formas que puede asumir el objeto. EstrUl:tura f antn seada que, como sabemos, inmoviliza y sostiene Ja dialécti~a del dt:sco con su función ilusoria, en la medida en la que el objeto -al desapurccer del campo de lo real- tiene la propiedad de ser algo que signi· fíca algo para el su1eto. La intensa relación en el sentido de esta representación es la única conjunción-disyunción posible. en la que la división a). La trumra qu1; liende una metáfora ul suj1::co. que cree inventarla. o al Jeclur
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como lo veremos luego, esa propiedad de !ijación del. objeto poeta, e;:. 'gnificados y fija al sujeto. En realidad , el ob1eto, en que se . IJ~l enas'una metáfora allí donde se ofrece enriquecido y pleno ' r ' [ roa s1m1 ar or . ·¡· -dos es sólo la nada, el soporte de una anlas1a. de s1gni ica ' .. . , l d 1 ob'eto al que le añadiremos un calJI1canvo mas: e .. e ~o.Ested dJ s l~s renovaciones constantes de sus estados de f11ac1ón. tróp1c?, ªr a de toda alteridad posible. De cada forma mutante tendr_a º7r~a trazos metonímicos que sellarán el ciclo del ~eseo. habra una mh m~s visto -que el ob¡eto no es representante, es decir que Ahor.~ b1e~~ \significante que lo represente (el significante sólo pueoo exis;:s~~t~ al sujeto) ; sin embargo, en el m~mento en el que ~l de rep de la cadena simbólica deja el aguiero de una c•usenc1a objeto nace · · d lf 1 . da y se constituye como objeto de la falta, designa o por e a o marca · · · denota de Ja castración El punto de desvanec1m1ento que . . d d l d t como signo la falta de objeto está constituido .por un s1~0, re:ulta o e a e en· . de la significación: un significante se fI1a, de1a de representar al 6 ~~·~ y se convierte en el signo que refiere el .objeto al momento en el ~e este último ~s otra cosa. El signo del objeto es lo que rep.r~senta q . ara alg·uien y el significante componente de este signo es . · 'ó ·nr · J otra cosa P todo trazo .metonímico que imprimir.á en 1.ma .concate~ac1 n 1 in1ta e . . . movimiento del .deseo. ' . R. am'Ós pai:a delimitar ~on ñiay0r precisión Jo c¡ue·.eoncierne. ~~uros eje~ de n·uestro trabajo: la relación éntre el ob¡eto a Y el ~;ºEste producto inágotable. esta causa inasible, es un pedazo .fata t. e emerge en el lugar Jel corte significante en el .que el suJelO ~:ne~e~~o. Ningún significante hará referem:ia a su ausencia; sm.~mbar· la rah~ que él constiluye es contorneada por un borde que s1rv~ de 0 ~~rea. Este borde que ciñe a Ja falta como u.n p~nto Y ?enot~ a\ ob1eto en su progresión metonil!lica es el falo. Es decir que ~l; ob17t,o no es representable. pero. como falta. es localizable. La func1on f.al.1ea con· siste en ser la única denotación de esta parte del cuerpo negat~v.n:ada ~~ la que el aoce puede encontrar su punto. Estamos en cond1c10ne_::. cufirmar, e~tonces. que el falo no es el objeto-fa!ta: es lo qu: lo ~eszgna. En ello resitle el único valor del objeto, es dec~r .. el de ser el ob¡eto d~\ discurso psicoanalítico; éste construye su d?m1mo. en el molde que di~ buja el conjunto de los vestlgios que el obJ.et~ de¡a dur.ante sus tr~ns formaciones Todo discurso que quiera resutu1r esa realidad del de~eo. es decir que pretenda ser un discurso psicoanalítico, ?ebe correr cu.nstantemente sobre los túneles, en cuvo interior Yen busqueda de .lo imposible el deseo se desliza. se produce, se crea, se ocult~. Peto e~~t! discurso sólo puede tener acceso a esos vestigios metonímicos a travcs
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hemos dicho, cumplirá Ja función del representante del sexo y la de ser el índice de su enigma. . . Podemos. co?Iprender ahora porque el significante en exceso, sigmf1caate sustitutivo, puede ser, en su ambigüedad, tanto significante del campo del tachado. ( ~ ~ como el signo de la falta de objeto. F~I? presente, as1,. como s1gmf1cante del goce -significante meta· fot:1co por excelencia- y como signo del obieto imposible.
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. . Emprende~e~1os ahora el análisis del privilegio que detenta el sig· mf1cante rnetafor~ co de producir el efecto de significación, es decir, de representar al ;uJeto para o~ro signi ficante. Antes, sin embargo. nos detendremos aun en la función opacante del objeto en su propensión a encarnar eJ goce, para desarrollar el otro efecto de Ja metáfora el más reconocido Y ~obre el que Jos retóricos han puesto particularm:nte el acento: me refiero al efecto de significado. En la medida en que una metáfora parece indicar, mejor que todo otro ~rngrnenro. de un te~to, una elección.intencional. una "invención", e l su.1eto del dicho o sujeto del enunciado reconocerá en ella el fruto ~e un ''y~" [jel. El sujeto se piensa cread~r cuando, en realidad, sorne· .t1do al discurso _del_ Otro.' es él __el que e.s creado, lo que significa sim· pl~mente que rpngun SUJeto eltge o "inventa" una -roe¡áfora: el Otro es el que "foventa".por y a· fravés de sí, · · · · · ,
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11'~n:i~se..una: mét~fora CO~'? jueg~ e·iriterca~Oio de·si~~iíicadÓs
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que pretende ser SlJ . interprete Y el su1eto que la ha emitido! Cada uno la habrá convertido en _una comparación figurada, en una analogía. La tentativa de reducir el int_e~val~~ de te1:1sión entre la metáfora y el resto del texto, para una a_mp_h_f1cac1on.hac1a ~uev?s significados, y no como incongruencia entre s1gn_1f1cant~s, determmara q~e el sentido ~ue irrumpe en la fisura producida poi. el e_fecto metaf~nco asumit Ja lorma de una figura. El sujeto ?e la conc1enc1a se aferra a este efecto de significado y, al asirlo como ~magen, como _una puesta en escena de los personajes de un sueño. se incluye a sf m1smo en el argumento o. mejor dicho, incluye su propio cuerpo.
El ef~cto de signjficado enceguecerá al sujeto de la conciencia con la luz deslu"mbrante de una imagen. Ja de su propjo cuerpo, transformando al sujeto en objeto. Este reconocimiento es su desconocimiento redoblado; ignora que su reconocimiento es un desconocimiento o. en ~tras palabras, niega el desconocimiento que provoca el efecto de sen· t1do de la metáfora.
~~nstruir una metáfora, tomarla como imagen, es una puesta en rcpe.11c1ón de la fo1:rnación del yo 1Moi] en la medida en la que el yo se o_n g1na. en las pas1on~s por la imagen alterada del cuerpo. El yo se sabe .diferente de la imagen que le vuelve, lo que, precisamente, le permite reco~ocerse. Necesito a otro frente a él para saber que no se ~n cuentra al11 y. de ese modo. se cree idéntico a sí mismo. En realidad el es sólo las líneas invercidas de su propia imagen, es el objeto, no e~
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nada; "ese sujeto que cree posible acceder a sí mismo al designarse 80 en el enunciado no es nada más que un objeto semejante '. Esa es la causa del extraordinario poder de seducción de la metá· fora. bella figura que arroja al que la recibe (y, en particular, al que la "crea") en el laberinto de los espejos en los que el cuerpo reina en la redonda perfecci6n de una esfera. Pero se trata de un laberinto articulado, absolutamente lógico, con leyes y reglas que lo determinan._ Sin embargo, es un orden "pervertido" por la naturaleza de los ciernen·· los que lo componen, es un laberinto de espejos_en los que la palabrai se refleja para hablar de sí misma, como si el Otro pudiese gozar con1 la verdad. La imagen es tomada como objeto y un orden lógico pervertidc1 se instaura: el orden lógico de la imagen y del saber. La figul'a, por así decirlo, sería el objeto fetiche de esta lógica pervertida y es ella In que hace desaparecer la falta; Ja cadena pierde por un instante, el ins· tante del placer, la tensión de la diferencia. La falta ya no es falta. eslti colmda por el objeto. El placer encuentra aquí su lugar: es el engaño de un goce que, en realidad, nunca llegará. El placer es su límite, el . objeto su tapón: objeto de placer . Podemos pe~ar entonces que el efecto deJ sigh_ificado de la metá· fota ~s ese objeto-imagen. Puede lle11ar el vacío que.se abre en e.l intervalo de · 1a repeLición significante Y. ~onverti.r la palabra meta~ fórica en tina palabra eroii.zacfo para et qué 1a enuncia, ºc qmo pará _el que busca iCientidad de sus múltiples sentidos. El cuerpo, f úente de las catexias narCisistas, otorga· a esta palabra todo su akance übidinaJ.
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3. Significante metaf6rico y sujeto; acerca de la ·verdad Debemos definir aquí más estrictamente lo que ya hemos entre· visto como efecto de significación, es decir, el privilegio . que tiene el significante metafórico de particularizar la sutura del sujeto en la cadc!na para convertirlo en un referente de la falta y hacer del sexo un enigma. La metáfoi:a es el testigo más fiel del hecho de que· el Otro alie· nado es el que fostaura la verdad y el que la traiciona a partir dt!) momento en el que debe ser dicha en el enunciado, Todo enunciado contiene implícitamente en su significación la pregunrn: "¿Quién habla?"; y, pese H que el discurso del inconsciente c~s un discurso sin palabras, silencioso yo que no dice de qué habla, sabemos que es éJ quien habla. para hablar del hecho del sexo. Pero habla con metáforas, se redobla en síntomas, al garantizar, con el capital precario que posee, el hecho de que la verdad pueda ser dicha, pero só lo dicha a medias. La polisemia de un significante, ~u no univocidad, convierte a la alternativa verdadero-falso. en la medida en la que se trata de referirla G
J. Lacan,
Ecrils, pág. 828.
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al significado de la proposición, en una cosa muerta •• debido ª.su im~ sibilidad de ser resuelta; ella sigue siendo una apona. Un nusmo dilema sin salida consiste en contraponer la verdad a la metáfora "mentirosa"; un discurso supuestamente cienttfico debe mantener aparentemente puro el rigor de una demostración conceptual, sin mancillarla con el vicio de una metáfora. Aun en el campo psicoanalítico, un síntoma es considerado frecuentemente como una máscara engaño~a que se debe arrancar para que surja, así, la verdad oculta. Tanto si se trata del concepto en su desarrollo lógico <:<'mo del ef~to de significados que produce una metáfora o, tambtén, del sentido .de un síntoma, .todos tienden a' ocultar la abertura que ofrece la smgularidad del significante metafórico. En otras palabra~. t~end~n a n~gar el hecho de que la verdad consiste sólo en unas m1ga1as sin sentido, las huellas deformadas después de Ja realización del crimen, el cri· men que comete el Otro al mutilar la verdad como dicha. Creemos por ello que dicha por una metáfora la verdad es menos velada que dicha en la coherencia de un discurso del saber. La verdad, entonces, sólo puede ser enunciada o , para ser más exactos el enunciado es el orden de presencia de la verdad. Pero será n~cesario convertir el enunciado en una fonnulación enigmática. Si definimos el enigma como el enunciado que, ep su .COrtlJ><>: sición, comporta .u n .iJ:idic(e que. constituY.e la r~ferencia de-~ª _enunciacióit, E · (e11) 7 , podemos comprender, entonces •. la acc~óq ·mte~re..tativa como la operación que tonsistfrá en convertir el enunc1adoenigma en otro enunciado a partir de este í.ndice. El si~ni!i~artte me; tafórico. despojado de la sombra del abamco de los .s1g01fscados de la metáfora, será el indice que permitirá la e:onvers16n al ~egundo enunciado, compuesto por Jos significantes residuales del ob1eto del deseo. Decir que el significante metafórico, índice del enigma: lleva el efecto de signijicación, nos conduce a pensar que la función de. interpretación debe realizarse sobre él p'r oduciendo un efecto de verdad 8 • De este modo, el placer que puede provocar el hecho de decir o recibir una metáfora se anula cuando se pone al descubierto el enigma que ella encierra en su significante. Ese ''grano de verdad", del que habla Freud, en la discordancia de su inexactitud o en su impute2.a material, se separa del texto como un intervalo de tensión entre la congruencia que lo incluye Y su incongruencia. Grano ori'ginal, simple hasta la ceguera "de lo muy conocido" o bien última letra de una cifra que se debe leer al revés. Singularidad que comporta la del orden inconsciente del sujeto. Representa la impureza y la finitud del sistema, la existencia de la barra y Ja posibilidad de su transgresión. Nos deja Ja puerta abierta para embrollamos con los "mil hilos" de la verdad. Granos, partículas, cifras originales, todos son pequeñas f órmu· 1 J Lacan, "Le désir et son interprétation", seminario del 14 de enero de !959, infonne de J. B. Pontalis, Bul/. de psycl1ologie, XJII. n! 6, pág. 329. ~ J. Lacan, ''La logique du fantasrne", seminario del 14 de diciembre de 1966, nota3,
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las infinitas, sin sentido, todas son las coordenadas de un mitema. Estos granos son la verdad. No existe ninguna "esencia verdadera" que deba ser descubi~ta entre las malezas de las "formas". La única anterioridad de la verdad es su antecedencia lógica al sujeto. Señalado esto, el significante metafórico retorna al Otro como n:ensaje invertido.- Estos granos tienen Ja fuerza de la verdad porque tienen la fuerza de ser la causa material del sujeto. El significante articu~ado es el ''ser de verdad". Eficiencia del ~ignificante que duplica al su1eto a través del acto de una repetición retroactiva, acto que no encie~ra nada más que la c?11sa material y su efecto. Material, pero, a.ciernas. cwsente, ya que el intervalo tle la Jiferenc1a entre dos significantes es el corte que, al escindir el sujeto, lo causa. lo produce como efecto y lo constituye en real. El lugar de la causa es la ausencia y el significante su materia. Ahora bien, si hemos dicho que el efecto de significación del significante metafórico es e l efecto de verdad, podemos completar ahora diciendo que este efecto.. consiste en la causación ausente que recaerá sobre el sujeto. Para decirlo todo, el representante que so· porta al sujeto para otros significantes es el que Jo causa. Paraíra. s~a.nd? la fórmula lacaniana sobre el . significante, di.remos: un sigmf1cantc es. lo que prod11ce al sujeto para otros significantes..
.· ~~mo~ vudtu as1 a· ia ·escena del Jis~urs~ del Otro en ·er qu~ l:t repettctón instaura la c11dena pr0Jucic11Jo al sujeto como efecto y al objeto como producto. La proóucción, ~omo yt1 hemos ~!icho. es acto de producción sostenido por el vacío que queda. l:.s ºese lug:ir Je intervalo en· él que el- ~ujeto es puro-corte y en el q111.. el ub¡ctu es falta. lo que designamos corrio Jugar de lo re~I. lugar en d que todo es otra cosa. tocio es nada. Pero para ir un po1,;o más lejos y dclimitnr un entrecnicc que sigue abierto. debemos decir que estos dos términos ºconsiderados como v1:1cío causan, .también ellos. la articulación significante. que, a su vez. los hace, en ac.tu, tan reales como imposibles .. Ahora bien. si retomamos la idea y<.1 bosqui:jm.la según la cual el significante metafórico, :;ignificaute en cxcc~0. es "un'' significan· te que representa al sujeto para otros significantes y que esos "otros s1gmficantes" son las marcas metonímicas Jel dc~co. podemos coinci· dir en reconocerle al f
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cierra. Al referirse al mito, Lévi-Strauss dice: ·'No existe ningún final verdadero del análisis mítico, ninguna unidad secreta que se pueda asir al cabo del trabajo de descomposición. Los temas se desdoblan hasta el iniinito. Cuando se cree que se los ha discernido unos de otros y que se los tiene separados, se comprueba de inmediato que se vuelven a unir. La unidad del mito es sólo tendenci~ y proyectiva ... " t1 Del mismo modo, encontraremos siempre nueyos enigmas, nuevas metáforas; no existe ninguna significación absoluta; por el contrario; la significación es signiilcación de un imposible. El significante metafórico, ante el ejercicio de la acción interpretativa, representará -del mismo modo en que dejará de representar- al sujeto para dejar su status a los otros. El efecto de la interpretación será la volatilización de la metáfora "primera" y otros brotarán en el seno de una combinatoria de sustituciones. El falo será siempre cada huella. cada significante; nos dibujará poco a poco la figura topológica de la banda de Moebius, sin fin. La ilusión será Ja de creer en un límite. Corno dicen los topólogos, la hormiga proseguirá dirigiéndose lentamente a la búsqueda de un borde de referencia que nunca encontrará. No existe ning(m desciframiento de metáfora sin encontrar al falo y encontrar al falo es · encontrar d vaivén de Ja muerte .
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TRES . .OBSERVACIONES ..
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·l<.ecapitulandb, ·y para riu . te1minar, pod.cmos resumir la!l· relaciones del significante metafórico con la cadena, con el objéto y con el sujeto a p~rtir de la fórmula de la metáfora refiriéndolas al esquema del discurso· del A!llo que Lacan desarrolló en su seminario de los años 1969-1970:
S' S"
$"
- · s·(+)
Esquema de la metcíforu
s· (
+ )f11nción
de i11teroretacíó11
Esquema del discurso del Amo o Efecto de verdad. Que se debe leer: S' es el significante metafórico o significante en exceso que representa al sujeto $ para otro significante s·· que, por su parte, denota al objeto imposible a.
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C.
Lévi·Slraus~.
Le Cm et le Cuit , París. Plon, 196-1. pJg 13.
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J ~ROME
o LA
MUERTE EN LA VlDA DEL
OBSEsrvo" .
Si hubiese pevado ·un poco lJlenos aún, si hubiese trabajado con mayor intensidad. esta noche, sin duda, hubiese podido presentarles un li!1do trabajo, bien construido. como el pórtico acabado. limpio y neto de un templo, con césped .Y flores a su alrededor; les pido perdón, estamos construyendo todavía y se. amasa aún sobre el césped. Peto ya pienso en el epígrafe que recibiría al visitan1e y debo optar entre dos palabras, precisamente las que me orientaron h;acia este tema. En El hombre de las ratas. Freud escribe: "Para resolver sus conflictoc,, Jos obsesivos necesitan antes que nada la posibilidad de la muerte", y ustedes recuerdan , quizá. la deliciosa frase que se encuentra algunas líneas más arriba: " . .. y en su imaginación , ma taba constantemente gente · para poder expresar sus condolencias a los padres del difunto". El otro epígrafe lo recortaré arbitrariamente de un seminario de mayo de 1955 -hace justamente un añ~; se inicia con la pregunta de Edipo: "¿Es entonces cuando ya no soy nada cuando llego a ser verdaderamente un hombre?" 1 Comunicnción presenrada n la Société fram;:aise de Psychanalyse el 28 de m_nyo de 1956 y publicada ínicialmenrc en La Psycha11a/yse. n~ 2, PUF, 1956. pags. 111- 140.
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"Allí se inicia -nos dice Lacan- la continuación de la historia: el más allá del principio del placer". A_ falta de edificio, debería proponerles al menos un plano: se trata apenas de u n ca1co; júzguenlo. En una primera parte, me referiré a lo que sabemos o. al menos, a lo que hacemos; Juego, intentaré reconstituirles mí diálogo con Jérómc, aunque reemplazando mis silencios y mis exclamaciones, mis "a1á" y mis "ejem" mediante fórmulas más desarrolladas; en una terce_ra parte, si todavía tenemos algún deseo de emprender un proyecto semejante, discutiremos acerca del plano que convendría elegir,
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Lo que sabemos se inicia con una historia algo simple, algo tonta, como las que se cuentan en el diván o en los diarios. "Se trata de un analista muy reputado que hora tras hora tiene la amabil1dud de recibir y escuchar a sus ilustres clientes; ese día estaba un poco cansado y se quedaba todo el tiempo en su sillón; personas jóvenes y amables. adiestradas para esa tarea, se ocupaban de cada paciente cuando se levantaba y ubicaban luego al siguienté. Eran •as cinco y el ·obsesivo que allí yaéía ilaplaba . ~ucho; 1a. hor~ .concluy~. c~mo de costumbre, y ri~es1ro paciente. parlieula~!11enie satis'~etho de. sí mismo; .concluye con· estos· :tér-minos: m~ parece que fue. una buena sesión;· J1,.1e1?0, retomando en eco anticipado una frase que habitualmente provenía del sillón, añade al levantarse: 'Dejaremos aquí'. Tuvo la impresión de que su terapeuta e-stabu mús frío que Je costumbre: al parecer dormía. Pero no, está pálido.· realmente frío; la inquietud reina, Jos jóvenes se agitan; se llama a un colega que acutle, 1.:scucha y dice: hace ya tres horas. por lo menos, que falleció". · Todo el mundo conoce esta histori.a a Ja que llamaremos ·¡a historia del paciente de las cinco, evitando nombrar así aquello & lo que alude, Pt-ro no debemo~ desdeñarla; detengámosnos un momento en lo que nos ensel1a. Hay otras más ingeniosas. dirán ust~des, y estoy de acuerdo: per(, ésta tiene el mérito de ser "sorprendente " . No podría decirles con certeza cuál es su origen, pero se podría apostar sin mucho riesgo de equivocnrse que nació en un diván; desde entonces, parece ser que todos los pacientes del mundo la conocen o la vuelven
Es indudable que se jrata de u na forma particular de las fantasías de muerte del analista que aparecen con una constanda notable en nuestros pacientes. ¿Qué significa esta fantasía inocente, si se la put!de calificar como tal? Ustedes lo saben tan bien corno yo, quiero decir como el paciente que, tampoco él, nada ign ora acerca de nuestra literatura analítica ya clásica. Recordaré entonces las diferentes claves que nos permiten habitualmente comprtmder -si de comprender se trata- lo que nos dice nuestro paciente cuando nos habla de muerte. En primer Jugar. es evidente que, al imaginarnos muerto, Jo que quiere es matarnos: "Entonces, usted quiere matarme". le r 1esponderán los que comprenden; Jos ingeniosos Je p reguntarán: "¿Nunca soñó que su padre sufría algún accidente mortal?". a menos que, astutamente, sugieran: "El otro día usted imaginaba que yo tenía barba, como su padre". En resumen. es indudable que a través de esta historia nuestro paciente nos manifiesta, por un efecto de transferencia, su agresividad. que desea. nuestra mueirtc tal como deseó la de su padre. a menos que la terna; por otra pa1 te, todo enfermo lúcido nos Jo dirá por sí solo. Pero la historia del paciente de lss cinco nos confirma también en nuestro saber ·referente a V1Uchos otros aspectos; pór ejempl9. que el analista es un sefior que a menudo calla, guc ~abla . . poco, Que a. vete.s gua·r
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Cocodrilo. . . sí. Cuero de cocodrilo, como el de su agenda; no me gusta ese cuero. Está bien, puede que yo sea el cocodrilo. Pero, después de todo, y tocamos aquí el probtema de Ja identif icacióo, ¿por qué no sería él, el paciente, quien fuera el tronco de árbol muerto, acostado tranquilamente, a veces silencioso o incluso adormecido. como el analista? ¿Por qué no sería él esa cosa inerte y amenazadora? Ciertamente, el analista calla, pero también son muchos los pacientes que se hacen los muertos ... y nos lo dicen. Lo que puede prolongarse así durante mucho tiempo. Pero, felizmente, la tradición impone que sea el analista imperturbable quien tenga Ja última palabra, como Jo señala otra historia que, según creo, fui uno de los primeros en recoger en nuestro grupo y que sería en sí misma también muy instructiva. Ustedes la conocen: se trata del analista de gran experiencia Ctt.Ya técnica consiste en repetir la última palabra de Ja frase del paciente, hasta que un día retoma en eco el "pluff" que concluye actingout el último. ·Equivocadamente o no, se considera, así, que es el analista el que· debe tener la última palabrá. Sin embargo, ·creo que el ejemplo del cocodrilo es particul?rmente interesante, ya que reúne en una breve ..secucncia, af_rededor def silencio, del sueño ·y de la · l!lueqe',_ tuda· una serie de temas. familia'r~s. p~ra . el que· int~rpt.eta: . objetivación, ."anaJidad" ~me · refie~o al negro) ,:amb ivalen~ia, idei~-· . tifi~ación. agresividad-pasividad, .incorporación y .vuyt:urii;mu. Ülras tantas claves, cada una de las cuate~. por sí sola, podría servir como guía para una interpretación que conservaría todo el valor d( las explicaciones mediante · un mito. Hasta el momento, · no he tenido otra ambición más que la de ·r ecordarles la -frecuencia y la trivialidad de esas fantasías de muerte del analista -(¿qué paciente no · les ha hecho tener un accidente de auto?) - y evocar así 'nuestros rilodos más comunes de comprender analíticamente lo que se refiere a la muerte. Parece, así, que cuando el analista oye pronunciar Ja pala.bra . muerte o la descubre en alguna representación simbólica del dis· curso de su paciente, recurre automáticamente a una de Jns tr.es claves siguientes: -deseo y temor de la muerte, -identificación con el muerto, -representación simbólica de la muerte. Luego, según sus gus tos, su humor o la necesidad, interpreta en uno u otro de estos tres registros con ayuda de una de las tres claves. Para mayor claridad, retomaré brevemente cada una de estas perspectivas. En primer Jugar, deseo y temor de la muerte, Se trata, printi· palmente, de un deseo de asesinato, deseo de asesinato del padre, es decir, de un deseo de matar Después de ttn breve período de análi5is, todo el mundo sabe que ha deseado matar a su padre y
acostarse con su madre. Se trata. sin duda, de un punto de primerísima importancia sobre el que convendría volver. Freud nos recuerda si (en Totem eJ Tabou ,) [Tótem y tabú] que, en la neurosis obsesiva: "En la base de Ja prohibición se encuentra generalmente un mal deseo un deseo de muerte formulado contra una persona amada"_ Nos dice también que el temor de Ja muerte propia y también ta de Jos otros es sólo la consecuencia de ese mal deseo. "Nosotros admitimos", escribe también, "que esa tendencia a matar existe realmente". Así. la tendencia a matar, que fue confundida muy pron~o con la agresividad, constituye el centro de todo lo que s.e refiere a esta perspectiva: asesinato del padre, temor de la propia m~erte Y de la de Jos otros, miedo neurótico de la muerte, culpa relacionada con ese mal deseo. En un segundo registro, podremos reunir todo lo qu~ se nefiere al tema de la identificación con el muerto. En relación con E:tlo la fuente. freudiana es igualmente explícita en Totem er Taboiu y, s'obre todo, en Deuil et Méla11coiie (La aflicción y la 1?elancolía) ." Sin embargo, en el nivel que por el momento nos interes;a. es en cJ texto de Fenichel 4 donde podemos enconlrár las form 1u1~doncs gue _mejor. resumen el. "~a~er" psic~anal}t!co , co~ún de ·base~ "To~o ello demuestra que existe una· 1dcnt1f1c?c1ón con . .~1 muei:to. y que. es. percibida. l;>~j'O 1~ forma' de ~na . inc.o rporac10n oral 'sin1ilar. aunque inenos grave,' a la· que ·se produce· et! · el ·cais.o de la melancolía" y. más adelante: "En . conclusión,· podemu:s uec1r que el duelo se caracteriza por la introyección ambivalente del objeto perdido". En esca perspectivo y después de ?lr~s. ex~elentes autores, podríamos dedicarnos a profundizar la s1gn!!1ca~1~n ~el concepto de identificación: se habla a menudo de 1dent1f1cac1ón con un padre muecto, con un hermano o una hermana: de ese modo, y. más allá de su ilustración mitológica, podria~1os ~r.atar_. de desentrañar todo lo que recubre el concepto de 1dent1flcac1on: introyección e incorporación, introyección parcial, objeto introyt!Ctado aliado al yo o al superyó según los casos, problemas todos que dejaremos momentáneamente de lado . Tampoco nos detendremos en el problema del trabajo ~Jel duelo, al que D. Lagache contribuy6 con un cst.ud10 etnológico basodo en la más fiel tradición freudiana,0 lraba¡o del que nos promete para un fu tu ro muy próximo el complemento clínico.r. En un tercer rubro , por último, podrfamos agrupar todo I? que la experiencia analítica nos ha enseñado acerca de las cq u1-
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~ S. Freud, Totem et Tabou. Payo1, 1967, pág. 87; cw\ IX. 90: 3 S. i:reud. "Deuil et mélancolie", en M
"Jdées". págs. 147, 174; cw. X. 427-4116. t o . Fenichel. La Théorie psycha11nfy1i1111e úes 111h1roscs. PUF, 1~66 [Hay versión castellana: La teoría psitOo/lalítica úr las 1111uroi;is. Buenos Aires. Paidós, 197 l, 4a. cd.) '· Revue /ran~·aise de psycl1011alyse. t938, n• 4. plig. b93. 11 n. Lagachc. "Deuil parhologiqu.:" en La l'syd1111111ly~e. n" 2, l'UI. 1957
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valencias simbólicas de Ja muerte, así, y como ya lo hemos señalado, el silencio. el sueño, la inmovilidad, pero también la otra orilla, el más allá del río, como toda la iconografía que constituye e l reino de los muertos o que se relaciona con él: figüras yacentes. cadáveres más o menos corroídos como nos muestran las estatuarias de fines del siglo xv. esqueleto, cráneo, hoz, carro. También podríamos reunir o deslindar todo lo q ue diversos autores expertos anaHzaron en relación con el tema d e los ritos funerarios. Pero tampoco es éste el camino que emprenderemos hoy. _ Dejo de lado estos temas apasionantes si me limito a evocar lo c¡ue ustedes esperaban qui1á ver desarrollar, debido a que me parece, en una paJabra. que en relación con el problema que nos ecupa y con excepción de freud, todo el interés de los analistas se centró principahnente en el tema de la muerte, como si se mtcnlase, tematizándola, ocultarla mejor; mientras que lo que nos proponemos esta noche es reintroducir el problema de Ja muerte. tal como se plantea, por ejemplo. en el o~sesivo. Algunos pensarán sin duda que se trata sólo de una querella de ¡jalabras y que el pr.oblema de la muerle puede ser asf ·sólo un tema de disertación. Es evidente, per.o, precisamente, lo qite tlesearíamos ev)tar es esa manera de ocultar l!n problema . y, debo cqnfesarlo. la dificultad comienza allí. "Tratafi:lo.s todas nu~stra·s fuerzas de: ~lejar Ja mu.erie, eli· minarla de nue~tra· vida. Hcnios jntenta
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un término de J. Lacan, tenemos allí al cuarto personaje cuya pre· sencia salta a la vista; se encuentr a extendido, acostado, entera· mente expuesto, cerrado, termin ado, completo: es el único al qui: se ve en tal desnudez. Es el muerto pero, -precisamente porque se Jo ve extendido y completo, la partida se organiza en función suya: él está con aquél q ue conduce el juego y los adversarios se sitúan e!! relación con é l, jugando sobre su fuerza o sobre su debilidad -ya q ue aunque muerto, las tiene - según q ue el adversario vivo se sitúe antes o después de él. Pero dejemos aquí el bridge y regresemos junto aJ diváñ. Ese día Jéróme estaba de buen humor y discurría sobre e l arte y el modo que tenían los ingleses de desembarazarse radicalmente de sus súbditos asesinos: en l nglaten·a se los cuelga. . . Ustedes conocen los sentimientos que acompañan habitualmente esos temas capitales. pero en esta oportunidad Jo que más llama la atención a Jérqme es la fórmula q ue pronuncia el juez cuando dicta su sentencia: " ... es condenado a ser colgado del.cuello, hasta que la muerte sobrevenga". Y bien, en mi caso, añade, es como si me hubiesen dicho l1 ll día: · Vi11irás hasta que la m!1erte sobrel)~nga. ·
J.éróme vive .a_sí, !?ajo e1 peso -de·. ésa :C:9ndéna. Si · en· cierto sentido es evidente que todos viviremos hasta nuestra muerte, de todas maneras .es curioso seniirsclo recordar así cuando, más bien. desearíamos olvidarlo. Pero más sorprendente aún es oirlo bajo ~a forma de un edicto, como si se tratase del propio Adán en el .1ardín del Edén cuando Eva acababa· de comer la manzana. Entont.:~s. nos dice la Esc~itura:. ·•Los ojos de ambos se ahl'iet'on y slllptc.ron que 1.:staban desnudos". Y el Eterno en su cólera dijo n,l hombre: "Ganarás el pan con el sudor de tu frenie ... hasta que regreses a la tierra. porque de ella fuiste tomado .. '." Adán· Jt:> sabía, puesto que D10s Je habfa dicho: "Del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal no comeréfs ni lo tocaréis, bajo pena de muo::rtc':, Ahora bien, ¿por qué Jérome se siente p:1rticularmente condef!ado como Adán: Vivirás hasta que la muerte sobre11enga?
l lnbía pensado por un momento. ante la sugerencia de uno de nuestro!= amigos, en tomar como un tema de análisis dínico In función del mueno en el bri
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¿,Y por qué. sobre todo. vive así como un condenado a prisión perpetua. expiando su vida hasta la muel'te? Es una ele las pn:guntas que me planteé después de tantos otros que se inlct·csai·on en el mundo del CJbsesivo. Ciertamente, podríamos encontrar en Jérome, ampliamente dc:sarrollado. el tema
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lo suficientemente vivo como para darle tres años después una hermanita que nació tan negra como una negra. . . u -otra cosa, tanto llamaban la atención sus abundantes cabellos negros. Jérome, en algunas ocasiones. hubiese preferido verla muerta y no viva, objeto para meter en una caja o quemar, como lo señalaron muchas fantasías, antes de que la matase pura y simplemente en su recuerdo, olvidándola; en efecto, la reencontramos sólo después de algunos meses de anáHsjs. No es menos evidente que Jéróme nunca pudo hacer nada mejor en su crecimiento que asumir la forma, la apariencia y Ja voz de su padre, al no haber podido llegar a ser su hiío como, sin duda. lo habría deseado: me relata así una escena particularmente dramática: tiene 12 6 13 año~ y se trata de un viejo revólver que ~a encontrado; discusión en la mesa. disputa con su padre que 11teralmente se derrumba llorando; desde ese día, Jérome se promete que nunca volverá a enfrentar a su padre en su vida. Es cierto, por .último, que en eJ transcurso del primer año de análisis Jérorne perdió a su padre, quien desde hacía mucho tiempo atrás morfa de un cáncer; él esper::iba resignado; anticipándolo a veces, la llegada de ese fin, y una vez más. ante el lecho de muerte, se pudo observar cómo había _logrado 1:eprodudr su imagen: Juºego- el padre· fue enterrado en la bóveda de la famili~ .que nu_estro . paci~nte · ~aoía "arrcglad9''. . poe9 tiempo· ~nt~s. reali· _ .zandq per~onalmente la reducción de los cuerpo~ que ·allí• se en- . . . coniraban. No debemos detenernos aquí y apres':!rºar nuestra com;lusión. Por el contrario, quisiera aprovechar esta . ocasión para i'lnalizar la actitud de lérome ante el cadáver; como punto centt'al de ese fragmento de observación, me refiriré a un sueño de la infancia. que me relató en el transcurso de su tercer mes de análisis; se trataba· de un sueño -que lo habfa impresionado mucho y cuyo recuerdo, aparentemente. nunca había perdido. En la cunlinuación de la cura tuvimos la oportunidad de volver a él en múltiples oporrunidades, precisamente como si se tratase de una especie de plataforma giratoria, de nudo fundamental que conservará siempre una parte de irreductible misierio. Nos encontramos en una nmplia sala a la que rodea una galería cubierta cortada sin dud:J por una loggia; atmósfera de claroscuro. Llevado por cuatro hombres, avanza un s~1rcófago abierto: se distingue con daridac.I y muy próxima una momia perfectamen· te conservada en sus vendajes, rero, repentinamente, cuando la procesión avanza, la 1no111ia se derrite; en el sarcófago sólo hay ahora un líquido rojo y el horror que éste suscita se eclipsa ante la certeza de que no es sino el ungüento utilizado para embulsamur el cuerpo. Tal es el sueño de la momia. Si ustedes lo desean. nos detendremos un poco en este sueño,
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lo que me servirá como rodeo para proseguir el análisis de la implacable condena a vivir. . , ~ Se trata de un sueño muy antiguo, me aclara Jerome, quien me lo contó con toda la objetividad e indiferencia de un observador imparcial. ¿Lo soñó en muchas oportunídades o lo recordó e1n múltiples ocasiones para alimentar sus fantasías? No puede con_ . . testarme. Pero lo que recuerda es que el sueño fue anterior o posteno1r a una visita al departamento de antigüedades egipcias ?el Louvr,e:; hacía ya mucho tiempo que deseaba poseer una momia. Adem?:s, la historia egipcia le interesa al igual que todo lo que permita aclarar el problema de los orígenes; le gustan los á~boles genealógicos, las grandes síntesis históricas; lo que desearta saber con exactitud es aquello de lo que él es el término, el producto, el resultado, lamenta no poseer en su familia una gaJeñ_a de anlepa.sados cuyos retratos podría observar: entonces, por que no Ramses 11, ya que es de él de quien se trata. · Evoca también los misteriosos subterráneos de las pirámides, debemos decir que· le gusta tanto como a los doce .años pase13r por las catacumbas cr por las g1:utas; su~ña si~~pre. con ciudad1és subterráneas y disfruta la angtlstta de la pe~ple¡1~ad· cuando se encuentra. en. fa ntasía, en alguna· encrucijada subterráne~ donde se .abren." siele pi.lert~~ - mrsterÍ0$3S. ·. . . . ·. . Pero de lo que más- a menudo ·me· ha hablado. es de la so_rpresa y Ja satisfacción qu« lo domina al contempla~ ~ lu n~om 1~ en su apariencia humana; testigo de un pasado vert1gmoso. mmovil, prQtegida, conservada, la momia es la imagen misma de lo que perdura. . En otro sueño, especiíicaba y precisaba así I? q.ue I~ fa~cma ba: en una gruta monumenlal descubre una esplendida. f1gurn yacente de mármol negro cuya cont~mplación lo maravill:r . Es la imagen misma de la perfección de una forma acabada , dd'n1t111a, que ignora el tiempo. En otro sueño, por último, ve a un guerre:ro que ha encontrado Ja protección ideal: se transformó en un hombre de alquitrán, es decir. recubierto por una armadura. perfecta. resistente a la acción de la inh!mperie y que. además. llegado el caso puedt:: &t::r utilizadd 1.-omo un proyectil particularmente mortífero. lérome se plantea a menudo el problema del movimiento. Y la imagen de la momia animada por los que la llevan representa en forma excelente el movirnicnto pasivo, sufrido globalmente por la acción de los otros. Correspondería aquí. evidentemente, que nos rrfiramos a Jos movimientos complejos del hombre .en el tren. y, sobre todo, del hombre en su auto; cada viaje en auto, me dtc~, es, al mismo tiempo que la satisfacción de encontrarse en un~ ca¡a bien cerrada, la posibilidad constantemente presente del a~c1dente mortal. Pero nos llevaría demasiado tiempo extendernos aqu1 acerca del complejo motor ele\ hombre y de su motor. Prefiero relat~rles A
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r la siguiente im~en muy sugestiva que me proporciona Jér6me : "Yo, para mantenerme, es necesario que girf! a 3.000 revoluciones por minUto". Y cuando dice "para mantenerme" expresa. de ese modo, su preocupación por esa coherencia. esa unidad que estima en tal medida debido a que teme, en todo momento. disolverse en algo q~e no serf~ sólo un despedazamiento, sino algo completamente dJferente. G1rar a 3.000 revoluciones por minuto es realmente para él uoa eiigencia vital. ya que ese ritmo es el único que le otorga las apuiencias y las propiedades de un sólido. ..Si me -detengo un instante, me dice también otro paciente, temo convertirme en polvo", ' 'ese polvc, del que estamos hechos'', añade. Tanto cuando se trata de la coacción del movimiento interno como de Ja. pasividad de Ja motilidad externa o de su desplazamiento en el espacio, lo que observo en ese movimiento, al que se considera como imagen de Ja vida, es que, en todos los casos es vivido en forma pasiva. ' Y así oc~rre en toda su vida: Jérome vive por procuración: Je gusta organizar -por otra parte, ése es su trabajo- animar las empre~as que visita, organizar reunion~s. viajes, puestas en escena. ~stá dtspuesto a todo siempre que "quede fu~a de Ja cosa". Seme1ante a Jconéforo, cuya f~ntasía de lá ciudad· encantada 11 he relatado ·en otrá obra', vive sólo en el interior de Jos muros de 5u ciudad Y:su hor~or por _lo . teaJ ·es -sagrado·.·." E~!aba ~ ·oriOas ·del' lago de. ..Garda, me· dice un día Jérome; el lugar, sin duda, era admirable. pero yo me sentía insensible; créame, más me emociono ante una linda tarjeta postal o ante las fotos de mi viaje".
¿Po~ qué, dirán ustedes, recordamos aquí a propósito -de Jérome lo que sabemos de todos los obse,sivos: su gusto por las estatuas, sus problemas automovilísticos, o su· forma de tomar sus vacaciones con una Leica? PreciS
"La fonction imaginaire du doure dans la névrose obsessionnelle". en p.r~chiofriqucs, 1955 éd. de l'Archc, págs. 193-220.
Eritretiem
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Pero, atención, Jérome me lo ha dicho, nos encontramos aquí en los límites de lo innombrable; sólo un delgado saco de piel nos separa alJá del terror. Es lo que me expresa más claran:iente aún, en un sueño más reciente que le!> entrego textualmente stn profundizar su análisis. En el entrepuente de un barco se cncu~ntra un hombre qu1! va a ser asesinado "porque sabe". Me aleJO para no ver. Me siento molesto por el hecho de que el cadáver ser~ descubierto sin que yo haya dicho nada; su agenda, parecida a la,~fo. quedó entre sus cosas. Luego, en Ja bodega del barco, se descubre s11 cadáver hincbado. cubierto de agua y de lodo. Se intenta sacarlo, pero los qui! lo 1ransportan se ven entorpecidos por un laberinto de tablas verticales. Lo llevan de un lado a otro de la bodega. Está hinchado, rígido, ennegrecido, es muy feo y huele muy mal. De un momento a otro puede reventar. Imposible escapar. El cadáver nos bloqueu entre las tablas levantadas. Me siento asqueado y con ganas de vomitar. Me despierto completamente alterado, En el centro de ese mundo, encontramos un delgado saco de piel a pu11i0 de reventar. Anota bier., ~i pudimos llegár hasta este puoto -es porq~e s_u-. pimos· esperar y ho ··c9mprend11nos'.' demasiado en camino. En efecto, nos .divertimos durante largas. · i;esione::i. con su~ño~ y _fai}tal-ía!; de tniei:nbr.os d!spersos,_ de. man.os y .de pies cortados, de calderas u Jo Petiot y de humo agrio; se trataba, ·l!n tot!u~ t::>O:> casos. de penes cortados por. un padre que él hubiese deseado amenazador. todo destinado al analista dispuesto a regalarse con el surgimiento de ese material· discurríamos acerca de ello cortésmente, correcta· mente. en 5uma. indiferentemente; la angustia no estaba allí. Ella hizo irrupción de un modo completamente difcrence, comcl pueden adivinarlo. nos encontrábam"s ·en el quinto- me~ de análisis cuando, un día. me habló acerca de la "incomunicabilidad" del hiato que separa dos cuerpos. Las palabras que utilizamos para ccr municarnos son sólo vibraciones sonoras: se siente aislado, vacío y frío, amurallado, sin nada verdadero que decir. Sin duda, se ha· bía sentido ao.nmovido al ver a su padre enfermo pero no pued{: decir nada acerca de esa emoción. Ver a su padre moribundo, m<' l-Onfesó más tarde. ver la carne que sufre, aunque ::.ea en películas. oír el grito, ya que no se trata de una pulabra del agonizante que: se queja, le resulra simplemente intolerable. be dín me habló con un 1ono intermedio enire el reportaje y l
¡1
.f; , ·' .
cree que va a morir. Luego, superando su dolor, se "desdobla" de inmediato siguiendo una técnica familiar, aunque en este caso heroica, y se arrastra hasta la clínica donde se encuentra su mujer. Lo examinan y el médico _diagnostica una crisis de cólico nefrítico y admira su coraje. Ningún antecedente, nada en la radiografía. Ninguna secuela. Me relata ese "movimiento de fondo" en la sesión siguiente. , El terror . Jo domi~ó un día en una sesión en que casi se '1.ab1a adormecido; et ruJdo de una moto que pasa Jo sobresalta; lo siente como una fuerza que sale de su Vientre y lo desgarra; evocn !os momento~ en los que despierta sobresaltado y el pánico que lo invade hasta que logra reagruparse, reencontrarse, resituarse. En sus sueños, también, abandonando los temas tradicionales de castración, ~e un féretro que se entreabre, en otros. a su padre muerto q~e revive por un momento para decirlo: .. ¡Vaya! Eres tú"_ . Y, .~m ~mbar~o, .como ya he señalado, Jérome no era "impresron~ble ; sin vacilaciones, se había sacrificado para hacer las reducciones de los cue!'pos del sepulcro de su familia. Un cadáver es sólo una cosa, un objeto com!) cualquier otro, me dice. Los cadáveres intactos o reducidos a polvQ, poco le importan. mientras que lo que litei:almente le e~ insoportable son. las etapas intermedias. D~rante su caw¡-verio vfo algunos cadáveres congelados· que· eran ap1lad~s como tabl¡:¡s: '.'~so. me dejaba frío". comentó. . · ·· . . .P.erp 1~ ·situación ~ás atro~ .que. imagina es: l'a de e'ncontrarse re~cnt111am~nte. al abrir un placard, ante una cosa informe; un ob1eto desco~ocido, no identificado, que lo sorprende a uno antes de poder des1gnar!o como cadáver: podría. añade ver una pirámide de ellos. a plena luz shr em.ocionarse, pero debe evitar a toda costa d_est:ubm uno s?Jo en un sótano (por supuesto) bajo el haz de su lampara, cosa sm nombre de forma incierta. . Estos temas no son agradables, lo acepto y ustedes me perdonarán por haber citado textualmente a Téróme. ¡La clínica, de la que somos can golosos, tiene esas exigencias! . Nos encontramos, efectivamente, allí ante los perfumes con refleJOS de purpura que sirvieron para embalsamar a Ramsés IJ Los dis-pensaré de imágenes aun más crudas después de relatarle:. el ~unoso dei-.censo de un tranv1a en cuyo transcur~o pisó y se Nsbalo, no con aquello en Jo que ustedes piensan sino con una especie <.le montón de tripas que recordaba también. un feto macerado . . detengámonos aquí. .. ~uizá compi·~ndamos mejor, ahora, lo que rodean las fortit1ca~1ones de la ciudad y las puertas blindadas de las galerías subterraneas. Ya que, en efecto. no es quizá /uera de los muros donde se e!1cuentra fo amenaza de u11a criatura plena de alracti11os o de un 11.1ez con grandes tijeras . . Todo ese montón de piedras evoca efectivamente la sepultura. P~r. (rltimo, para expresarnos en una fórmula breve, y, quizás. algo m1hfar, recuerden que si un día, en el examen oral deJ segundo 100
nivel del tercer año del ciclo preparatorio de los siete años de escolaridad del Instituto del Psicoanálisis. alguien les pregunta en re-Jaci6n con los mecanismos de defensa: "¿De qué soñ las vendas?" Deberán responder, sin vacilar: "Las vendas son el objeto de los cuidados qonstantes del obsesivo víctima del temor a la licuefacción''. Hemos caído nuevamente en Jugares comunes. Hace ya mucho tiempo, me dirán ustedes, que Cll.nocemos el horror que le inspira al hombre el cadáver de su semejante. Es cierto, y añadiré que Jérome, sin duda, lo sabía como ustedes antes del análisis, del mismo modo que cualquiera sabe antes de todo análisis que ha tenido cdos de su hermano y que estuvo apasionadamente enamorado de su madre. Quizá pensarán. por último, que hubiésemos podido abordar el problema de la muerte a través de un sesgo diferente al del cadáver. Es posible, pero .11or mi parte, no tengo ninguna certez::i1 y, de todas maneras, debemos admitir que ése es el camino por el que Jérome nos condujo en su ~nálisis. En el punto en el que nos en_contramcis, sµb~iste un problema: · saber por qué .este horrQ1'. de. Ja descomposición del c¡¡dáver, que parece un' sentimiento tan natural y comúi:i •. se encuentra en este ·caso,· irwes.tido sin· duda· coñ una. ·función particular .er:i el· mideo de las fantasías de féróme. en el centro "de· l?u·aná.hsis. Por·el-momento dejaremos abie1 to este problema. ya que lo que nos ínte- · resaba mostrar con este fragmento clínico es el terror que domina al que se siente c~ndcnado a "vivir hasta que la ¡nuertc sobrevenga". · En su análisis de .. lo síniestro", Freud nos recuerdB' que ese ttnor es muy similar á la angustia; en ese sentido, debemos admitir . que en la bibliografía analítica ºse ha dejado aparenteroen e de lado la angustia fundamental de la muerte en beneficie> de la angusfr:1 "original" del· trauma de nacimiento. Hemos deslindado así una imagen formadora ..polo de atracción o de repulsión, que Jéróme nos revela como un nudo di! su ~l!r El analista puede suponer con pertinencia que esa . ima~en se .!ncuentra predestinada al mismo destino que la momia, descubie·rta, expuesta, y luego disuelta. Pero, por el momento. ella se encue11tr~ 'rllf. expuesta ante nosotros; apro:vcchémoi,)o. Retomemos por un momento t] tema familiar de la fi¡,:ura yacen te que recubre Ja tt1mba; las masas de piedra son enormes '! el todo estú tallado en grandes monolitos; aquí la tumba está totalmente cerrada; lodo ello se encuentra en una gruta a la que se llev a través de un subterráneo que se inicia en un terreno baldío cubi1e1to de residuos. jérome asocia en cierto modo e<;e sueño con el recuerdo de una cólera incomprensible que lo dominó cuando, por un instante, se le prolnbió llegar al altor de una virgen negra que se encuemoa en una cripla bajo el coro de una catedral 101
r
qu1S1era,. P.~se a todo. rr:cuperar LA POS!Bll! DAD de utilizar todas mis pos:btltdades.
La suerte está echada.
¿No está acaso ya en la tumba? ... o casi, apn!>iunado ~asta que la muerte sobrevenga. Me dice, constantemente, que no · uene futuro, sino un pasado que debe ''liquidar". un retraso que debe re~up~rar_; esci'.1chenlo: "Me gustaria estnr al día alguna vez; me gustana hqu1· dar todos· los ex¡)ediemes qu_c se acu~ulan a mi izqu~erda para_ ~o der. finalmente, respirar; éuan
.
Es indudable tanto si se trata de identificación como s1 no es a~1 . qut! lérórne quisi~ra estar ya muerto y. sobre todo, que vÍl'e 1.omo
si ya estuviese muerto.
·
Es el término de una
..
c~tirpe, no puede tener h1JOl).
1
términos ~voyeuristas": "cómo quiere que salga de esto: soy como ese hombre qu.e no puede encontrar sus anteojos porque sin ellos no,, ve. . Es. ~1erto que el que Jos tiene sobre la nanz tampoco los ve ; o tamb1en, comentando su espera: "Soy como un ciego que antes de recuperar la vista quisiera saber lo que va a ver". .. En otras ocasiones, por último. se expresa como un filósofo:
Su sueño sin duda . es el de ser estructurado como esa tumba: en efecto, nada puede proteger con mayor seguridad . la inquietante fragilidad del "saco de piel." al que se s!ente reducido ~n algunas oportunidades, cuando. al igual que. _Adan, ve. que esta desnudo. Cáscara de alquitrán o cuerpo petnf1cado, recmto cerrado de ~u cautiverio o sala subterránea, intimidad del cuarto o del consultono del analista. tumba. mausoleo. 1:.atedral construida sobre una cripta. nunca nada será lo suficientemente pesado, lo suficientemente hermético, lo suficientemente bien estructurado como para ocultar lo que no se debe ver. corno para impedir que no se difunda lo que debe ser conservado y escondido. De ese modo, Jérome se acuesta en mi diván junto con su tumba. Cuando la entreabre para hablar~e de ultratumba. al parecer tiene sólo una ambición, la de persuadirme de que
mingos".
-
e::. la cul· mi nación, la conclusión, yc.1 tenninaclu. no 'hay. porvenir para ~l Y lo que le queda por vivir está ya ocupado por tar~as que debe ~eal!zar por expedientes que debe clasificar. por negoc~o~ que debe h_q~1dar por problemas que debe poner di d1a; en los via¡es todo .e~ta a1 reglado de antemano y sólo se· siente vivir un poco cuando via1a en <1t1to, de noche, cuando descubre en d campo de sus faros una ruta que ·se abre siempre a nuevos peligros mortaks . . . un poco como el análisis. lconéforo, más categóricamente :_.iún que lér?me, afirt"!1ab
Qui:á t_enga , 1~ oportunidad en otra reunión de exE_oner en forma mas s1stema11ca el caso de Jéróme y su feliz e\olución· pero por.. h?~· _Y limitándome al tema central de la muerte expresa.do en el __ v1viras hasta que la muerte sobrevenga", detendré mi relato ehmco ~n- ~ste deseo de reencontrar la posibilidad de utilizar todas sus pos1b1ltdades. Medi~nte esas p~labras, Jérome tiene el mérito de proponer la categ~r1a d: Jo posible en nuestra experiencia analítica y siguién· dolo a el dire, de buena gana, que se puede concebir la estructura obsesiva como rechazo reiterado de la posibilidad tí/tima de .m pro·
pia muerte.. Lo. que eq·u1vale a una falsa aceptación antic1pf>da qlle intenta al _que la soporta en algo ya terminado · .. · Sin duda alguna,· ~eberíamos. retomar aquí nuestro epígrafe . Para ~·eso~v~1: sus co~rctos,. los obsesivos ne~esi\a"n: :iAtcs _que na!
~ ~omo
les había ~rumetido. no podt1~ ahora lrnt.:cr nada mej01'
qm situar unn _vez mas el problema que mtentamos abordar. Sabe·
mos que a traves de los ~íntomas se nos plantean interrogantes. Compararé entonces el sueño de lérumc cun la fantasía de Isa· bcllc q.u~. como lo adivinan. es una histérica. Ln pregunta angustio· ;,a, casi insoportable surge en lsabelle. en el límile de u11 sentimiento de dt:spe ·~onalización en una cxtra11;;i in v a~or;1 cxpe1i1.ncia ccnesté· \03
sica: ella es como una serpentina coloreada, de aquell~s que en .la fiesta del día anterior desarrolló en guirnaldas al arro1ar confettis; pero en lugarlde desenrollar-el disco, se lo aprieta e n .su centro Y él se convierte en un cono frágil, pico o cráter que se amma ahora con un movimiento de vaivén al mismo tiempo que Ja angustia la sumerge. La serpentina de Üna noche, papel frágil y coloreado plantea,
en hueco o en relieve, la pregunta de Tsabelle.
1 . 1
.
Totalmente diferentes, las vendas de Jérome: es su n;o1D1a. Llámame "roa rnie" le decía a los cuatro años..a su madre apretandose contra su seno llámame "ma mie" (literalmente: mi amiga) Y seré feliz: y para que dure la felicidad de "ma mie" se hizo el muerto de ''ma míe" y momia (momie). _ Sin duda, todos saben que en el diccionario de los suenos, la momia puede significar también "p~ne'\ evocar l~s ve~das de las circuncisiones tardías; pero ese sentido Jo enco~tre. ~rec1same,ot~ en el caso de Víctor, un histérico cuyo padre habta v1V1do su~ ult~os meses en una cáscara de yeso y que,-a los siete años, fue c1~cunc1.so al mismo tiempo que su hermano delante de la madre, la viuda inconsolable. :No creo que la momia de Jérome, que .con ~rantles ,dificultades encierra en sus vendas oleadas· de angustia sea el equivalente ?~l. vendaje de Víctor Y,,. ?eg(tn <:reo, todo. la distingue de. la ·serpentina ·de ··1sab.elle. . '. · . · : · · · · · · · .' · · · · · . · · :· : . En efedo, la pregunta. ·~ue plni1tea· JsabeHé; en huecó o. en relieve. desplegando toda su angustia, puede formularse en nuestro · sobrio lenguaje:
¿SOY. hombre o nwi~1.?
La pregunta que nos plantea Jérome conteniendo. a dura~ penás su terror entre ·Ja figura yacente de mármol y el hqmdo informe podría articularse así:
¿Estoy mue;to o vivo?
1
·¡
Pueden ver, creo, que mientras lsabelle habla de. su sexo, Jérome, por su parte. habla de su existencia como lo obsei:vó J••Lac:an: en íorma general err lo referente al histérico y al obses1v~. He aqu1 entonce~. en boca de Jsabclle o de Jfrome,
d.ecidido admitir. sólo qos pulsiones fundamentales, el Eros y la pulls16n de destrucción . .. La meta de Eros es estable~er unidades cada vez ma.yores para conservarlas; la meta de la otra pulsión, por d contrano, es la de romper todas las relaciones, destruir todas las cosas. T~~emos derecho a pens.ar que la meta final de la pulsión de destrucc1on es llevar lo que v1Ve al estado inorgánico· por ello la designamos: pulsión de muerte" ' ' . L~ he citado u~ texto de Freud tomado del Compendio; prosigue: ... La analogia de nuestras dos pulsiones fundamentales nos U~va a la regi6!1 de lo inorgánico hasta el par contrastado que allí rema: la atracción y la repulsión"; en una nota añade que Empédocles de Agrigento "ya habría adoptado esta forma de considerar las fuerzas fundamentales o pulsiones, opinión contra la que tantos analistas se rebelan aún". He ci.tado es.te t:xfo un po~o· rudo de 1938 en lugar de otms, m~s freud1anos, s1 as1 pu.~de decirse, de los años 1920-192 1. porque s~nala una .c~rteza que diez y ocho años de lucha contra tantos anahstas no h1c1eron más que consolidar. Toda la historia del análisis lo .demuestra: "Para encontrar un repr~sentante. ~e Eros no tenemos la menor dificultad (cito a Freud'); por el contrano, nos .contentamos ya con poder encarar Ja tendencia a la· destr~c~ióJi a la que el odió aóré camino, como repteseñtante de_ la ·.Pulsión ~e . mt1erte. qe la q~e es muy .d ifícil hace·rse .una ·idea mas o .menos concreta '.>. 11 : • • • • • • • • • • • Ahora bien, me parece que 1éréime nos ay1~da,. precisa;nen;e, a· hacemos una idea más o menos concreta de la pulsión de muerte y de su papel en Ja dinámica de Ja neurosis obsesiva. Cuando a su gusto se cadaveriza, ct1ando se aisla y se protege, se anuJa o se fragmenta en múltiples miembros u osamentás, ¿no nos mu.estra, acaso, Ja fuerza que lo hace tender a Ja estabilidad de lo inorgánicó bajo el aspecto de la figura yacente de mármol o de aq~él, más incierro. de la "momie de ma míe" (liter.: momia de mi amiga)? [T.]. No necesita en absoluto una mayor unidad que . ta suya, ya que, como piedra, ella se conservará. Si )érome se ve como figura yacente o momia, es también debido a que se quiere perdurable y, por qué no, eterno. El tiempo es· para él como el paisa¡e que pudo contemplar durante sus vacaciones: s6~o lo v_e verdaderamente y goza cuando mira la foto que tomó; 'lSJ , no vive en el presente, y lo repite constantemente, sino que lo que hace es medir el tiempo; en ese sentido, ustedes comprenden que el .pasado es de más fácil manejo que el futuro que, por otra pa1rte. existe apenas como tal. Es indudable que su muerte no detendd en nada el tiempo cronométrico y eso es lo que le importa. Es verdade.ramente un tiempo espacializado el que mantiene la prórroga de l,a vid~ como ~n marco, para el cual la muerte es sólo un mojón fronterizo ya virtualmente alcanzado. 9
s_Frcud,
"Le Moi
Cl
le Ca", en Essais di! psyc/1anolyse. Payot. 1970.
pág. 213.
105
1 Los amores eremos, más fuertes que la muerte, surgen también en ese medio y en ese espacio. No podemos dejar de evocar aquí la posición religiosa que, como sabemos, se asemeja en más de un aspecto a la neurosis obsesiva. El temor de la muerte se encuentra en su horizonte común. Si en Totem et Tabou, Frcud insiste sobre todo en el "no matarás". que responde a algún deseo "natural'', es posible considerarlas a ambas como dos formas de ac;omodar la muerte para convertirla en nada más que el fin cle una etapa en una aventura que debe proseguir más allá. Para Jérome, el tiempo cronométrico de su vida ya está colma· do: sólo le resta liquidar las tareas acumuladas, lo que no puede darle respiro alguno; como el que se siente cerca de su fin, pone orden en su vida, indefinidamente. En más de una oportunidad, lé· róme nos señala en forma absolutamente clara que ese mundo espacializa
¿) si
110 h11hic~e
m1cido?
¡,Si no hubiese nnciclu; :ií 110 huhil!sC tenido tm cuerpo v onn frwma solidez y l:Onsistencin· !> i no lwbil!SC sido m~ís qLtC un dc~eo í11~[ltisfet:ho, un IÍQt1i
1
la representación del mundo en el que no ha b na . nac1'do l Pero en .d d . , rea 1J a -pregunta repentinamente- ha n .d ¿Advino realmente a la vid:i? aci o realmente hoy? b Nos encontramos nuevament e en e1 um _ral del laberinto, al borde de la pirámide o . reciente, es como el· ge~e~~ ºº·u~ ~~ra recurrir_ª una imagen más menores detalles Jos planos deq la c~u~~~e _perfect~~cnte y en sus que ase ta: sabe exacta· mente lo que puede hacer para l . f vilizado como una estatua . Las purl1~n ar ... Pero permanece s1ones de muerte · ·1· inmo-• a un general en el lugar en 1 mmov1 izan as1 al ucto/utaque (actaque). e que se encuentra. impidiéndole pasar Esta pregunta fundamental de J• 0 que la acompaña nos sitúa una er ~e Y 1a angustia "cósmica" bajo una luz quizá más viva, vez mas la pregunta del obsesivo,
Ser o no ser.
1érome no era aeneral. · d era un buen militar·"' tenía 'a:~~id~o estamente., subteniente, pero quizás en demasía ~xponía ; . .d. comprendia a sus hombres, fue un prisionero· 'ex~elente t: p1.op1a ~~rsona. I?mante cinco años po~ y c.;onfer.enéias espectÓc~~~sl:a J¡~~;o ce~ huir: orlgbanizaba gruvapor . . . · . ' · una· pa a ·ro, a todo · . .Pero'un dfá. en .un. gra n d ~sor·den, ']'A'· . . cl·ome fue· libe d . . . . . bundeó
~Hl
te:í;~~
!>~·:i~c~~t:·n~:n~~~:~~~a~ente.
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1 U""O · - ' mue fJ as veces con ese epif.odio, del siauien1e modo c., . sono frente a una gran bestia hirsuta y corpul~nta n la qu~ roi.:n e sinb~uercr. Van a pelear; de acuerdo, hasta Ja muerte pe. · · en 1011ia De acuerdo dcc'a ' que Jo amennzab:i con su am~trall~d·o~; ~~~apt~cqa~.i~nm. eª unt alemán amablemente s' · ' ma cs. pero ese Cl1t'l1Cl1tr; ~~~a~~~~~J'lC: y en otra persecución que le recordaba exp rc~ión de ,t:ókra ni'c 1111?1 mbe a
o~~ e~cuc.n!r:i
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Jérome, en esa ruta, había descubierto, sin duda, que i:!taba solo, muy desprovisto y que no había podido llevar su tumba. Es sin duda horrible ver cómo se Licua un cadáver a través de un ataúd abierto, pero para JérOme no es menos pavoroso ver un hombre vivo cuando él mismo está fuera de su tumba. ¡Hace falta decirles que nunca pude llevar a Jérome a campo abierto para encontrarme con él en la situación privilegiada en la que ya no hablaba de ultratumba sino que callaba realmente! Creo que disponemos allí del bosquejo figurado de una teoria de las relaciones del obsesivo con su semejante que, a la espera de que alguien la profundice, puede resumirse en algunas imágenes; he aquí tres situaciones que llegado el caso pueden guiar nuestra práctica: La primera: )ér8me nos habla "en diferido" -de acuerdo con una expresión que no le pertenece- desde el interior de su pirámide. Inútil responderle "en directo'', sólo recibe, también, en diferido.
La segunda: Jéróme lo transforma a u'n o en tronco de árbol muerto, entreabre las tablas de su ataúd y les habla. pero con la
condición· de que se hagan los muertos. Si hablan. la prisió'n se
....'•1¡,
.. '.
. ..•1
·vuelve a
cerr~r.
.
. ~a tercer'!': .ustedes sé encuenrran íreme a ·frente, es.. decir que.
·· P'?l' casualidad,· .-él olvida cerra1; su-.
prisió~·
cu·ando .responden .al
~aso·prec~dente. F.n. ese caso. tanibién. de nada ·sirve mole~tal'&e, ya. que es ''en broma", no es ''en serio". Estas tres _imágenes son quizás algo simples, pero atenuaré su excesivo rigor con otro sueño en el que J~rorne condensaba en pocas imágenes aquello de lo que se trataba: es también· una antigua pesadilla: mata a alguien, afectuosamente. agarrándolo por el cuello y pegándole en· el cráneo. Pero el otro no termina de morir y, cuando su situación es ya bastante mala. pide que se le deje vivir .. . ¿Es demasiado tarde? Nuestras reglas técnicas podrían formularse a menudo en cuadros de este tipo. Así, querría recordarles bajo e::. te pretexto técnico la excelente fantasía del cocodrilo que les relaté al comienzo. lo que me permitiría decir que, pr~cticarnenie y "en lo concreto" de In sesión, si el obsesivo puede estar muerto, el analista. por su parte, 10 como lo recuerda Lacan en su discurso de Viena, se hace el muerto y al nctuar de ese modo, y sabiéndolo, cr~o que utiliza la técnica correcta con el obsesivo y le permite. de ese modo. levantar la tapa de su tumba y arriesgar una mirada antes de arriesgar unu palabr«.
Ha llegado el momento. creo. de hacer un balance y de ronsiderar una última vez nuestro discurso antes de que se deslice a los abismos de un silencio reflexivo, para florecer o disolverse en él. 111
"Lu chosc írcudicnne". en Ecril~. éd. du Seuil. 196ó, p.igs 401-4i ti, t
"º
.. <.Peto, en realidad, hacer el balance de qué? . 0 1 om111dos o de los interrogantes abiertos? . <, e os problemas Los hice visitar el cantero y 1 · 1 é h. . iston~s. ~e obsesivos. Les he hablado de la-muerte, del ti:~ re at negación; han visto cocodrilos mom'a po.' ~e·~ª pos1b1hdad y de la Quizás era necesario ui , ' s, p1~am1 es y fetos macerados. que nos habla Freud y qu~ ~u~: leara sacrtledgo l~van_tar ese velo del muerte e s1lenc10 . .. Sa lgamos del desorden de los otro lado de las candilejas. _ camannes Y ubiquémonos del Bajemos el telón. y ahora, esperando que se vuelv 1 pectáculo que se les ha prometido a a evantar .un día en el essobre su tela lo que se prepara del ¿trqule dno han visto'. dibujaremos que resume el drama que se está e~s a º
° ···
Edipo; en la encruci¡'ada de los caminos, · hace fa Es/inge.
2
que no sea él quien tenga que decidir. Se reserva sófo el privilegio de exponer - a quien quiera escucharlo-- su duda y, sobre todo. el de impugnar, anular Ja decisión del otro. Junto con la de ser amado y la de llegar al fracaso, es una de sus tres grandes pasiones. De una larga observación. reproduciremos aquí sólo un extracto literal de sesión: se relaciona con el vínculo que une a Philon con su madre.
PHI LON O EL OBSES IVO Y SU DESEO ' Desde que una joven apasionada maldij~ Y santificó mis labios (ya que toda consagración las encierra a ambas) evité con b~stante superstición abrazar a ninguna, por miedo a e¡crccr sobre ella alguna iníluencia íatal. Goethe. D1chtu11g und IVarheit.
Un velo. tan transparente como infranquea~le, parece separar
al sujeto obsesivo del objeto de su deseo. Cualq~1era sea el. ~ombre con que se to designa . muro de luz, de a~go?on o
.I¡ ~
realidad. b la nunca· . , una no1.:he con la que ama sin 1ograr a razar .• Pasa1a ¡ , -· u talle sus su roano más pesada que una roca. no ograra cemr s • 1 • á h ¡ de ella.. si ' por ventura. a, labios habladores no llegar n asta os , modo d encante se desvanece y su deseo se apaga toma de a1gun ' 1 • te ·pone allí ·de inmediato, Más. dcspiu el ubscsil'o. ya conocido por. su _caracter Y escr~p o mundo, modelo perfecto: podríamos decir del hombre t:n su p
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maturación esencial· · de sus semet 1 Así nadn distingue ordinariamente a Pht1on a OJOS f • d d e; nteran de que recuen a a j~tes; t~dos ~~- sorpre~ en ~~f; ~st~ed e un ejemplo de equilibrio?" ps1coanahl>ta. t. Cómo t:S pos1Tb, ado Y se abrigaban grandes espe· Es cierto, Ph1lon parec.:e equt t r . o· . oco ~1 Soltero tiene alrededor de treinta anos. ne muy p ranzas en e · , · f ragmcnto de su de su historia, pese u que eleg1 re 1atar aqu1 un discurso. f . ., J ··neo hiiºus· su~ padr.cs murieron E ' l te ·ero de una ami 1ta e c1 - . 1 d s ~ r.c . des ués del otro con pClco 1!1lcrva o ~ hat:e casi 4t11ncc.: anos. uno 1 d ~ be. qué hacer en l:t vida, y. para diferencia. Su proble1m~ es ~nart:t~~as \as alternativas ante las que es reconocerlo. basta :on im~~ y su más tierna cITI eleg11_ nunca. a e~~ el 'uego de palahras no cit.: buen grado. para ~11'a1_ un poco ~ - . J se ha mo. ¡q-,q, P 1! · .)S.)·
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t. Phi Ion había odiado a su padre, deseado compartir el lecho de su madre, tenido celos de sus hermanos? Sí, sin duda. Pero el análisis se hizo más arduo cuando se trató de determinar de qué forma, en particular. ¿Me equivoco al considerar que los e1emento5 del complejo de Edipo se han convertido ya en "ideas recibidas"? Podemos observar que, incluso fuera de los círculos psiquiátricos. el deseo del niño por su madre, de la niña por su padre, y las rivalidades correlativas de 1.:sas pasiones, son invocadas como argumentos y no ya como problemas. · . . y ~ in embargo! si nos tomam9s . el trabajo de detenernos en esa . idea at'm ayer nueva que .es la dél deseo del niño por su madre, no cabe nii1guna.tlnda _de que· surgirán •in\erroga'ntcs, los mismos que. én épocas-~ª- historíéaS. invocaban los. que gritaban escandnli!=ados. · El uso es cierto, absorbió esta idea · y la adaptó muy pronto a . las e'(igencias de la expansión de un comercio intelectual cada vez mas aLtivo. "El apego hacia la madre" se eom irtió en la forma conceptua 1 decente. Surgida de esta evolución; la idea es cómoda y ~e la utiliza a discreción. El homose:--ual, como sabemos, permanec~ 'apegildo·· .tJ su madre, el esquizofrénico .lo es1á en demnsía, el ob· . sesivo lo estuvo en forma desmedida, el perverso -con excesiva precocidaJ y así sucesivamente. Pocas son los historias de enfermos en las que. por su exceso o su defecto, por positivo o negativo. no se invoque 't.:1 apego hacia la madre'. Me encont~aba reflexionando acerca del poder de fascinación de las ideas nuevas y de las ya aceptadas cuanc.lo Philon. hace pocos dios, me volvió a decir que no lograba romper e<.e apego hacia su madre cuyo marca volvía a encontrar a nivel de un mtcnto amoroso. Mi oído. el verdadero, se abrió. Sin duda, Philon sabia desde hacia mucho tkmpo, y mucho .mtes de comenzar un análisis, que lil intcrrognci611 acerca de su vocación religiosa caracteriza a los que no han logrado resolver un excer.ivo apego hacia la persona de su madre. Ahorn bien, puesto que el problema, aparentemente, estaha rcsueltu por ese saber, él, prácticamente, ya no lo planteaba, se limitaba a lo sumo a invocarlo, 1.:omo
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li 6 con mi madre". La idea de ligaz6~ vilegiado, de todo l~ que me . g . ta. "¿Cómo se anudó esa hmc agradó y prectsé asi mi pregun · gazón?'.. • - desarrolló mi pregunta. La transcribí Esta es la secuencia que 'ó l haber sido alertado por una extemporánea.mente, co~o excepc:·t~· ~omento de silencio; vacila en exclamación mtroductona. u~ co ' \ se disculpa con una pala~ra y decirme lo que acaba de surgir en e • dice, casi de inmediat.o: I" r comme si fª te regardait] . '"Mierda como s1 fuese asunto tuy? -t • , . "Comienza E'n boca' de Philon. es poco habitual. Y. cob~~suªsí en su micomunión una s1m ios1 . ' con la mirada; es como un d '. ada Es como si hubiese en· rada hay algo as{ co~o un~ segun a m~ no .encontraba en mi padre. 10 .qu contrado en mí la s~usfa~ción d e Se trataba de un acuerdo Como si yo te hubiese sido oecesano . . . . . a Se me ocurre la secreto, de una complicidad, de una conmvenc1 .
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palabra: intimidad secreta. b 1 moción- se trata. sobre todo, "Pero -y su voz se tur a por a e d den.J por ambas partes. . .
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perdido2" ·. · . · ·. ·a señala;· sutih\1 énte. cÓn ·su tono . . Se delienc u~1 !liqmento P~:i1te del. c~njunto de esta secuencia: habitual que se d1slmgue tetan perm1Lirá quizá terminar por sa· ' 'Digo cualqu~er .~osa · · · ? {:.e .~~~a carta era como el a~uncio del ber lo que digo · Y contl?\ · d l empresa comun. Ya no hundimiento. la conf~sión del fracaso. e.nfco objetivo, el de ser la tengo objetivos .. . st, ya no te?g~ m1 u , . ue mi madre necesita . . umca cosa q . dÓ relatar~ es un pasa1e algo Sigue un breve pasa¡e. que nol ~ue madre como único objeto. literario cuyo tema sigue siendo e e su y prosigue: , do en el que me complazco "'-Me gusta hablar as1. ~s ese mun cho ·Es estéril, esa com· . . . zo me siento, me escu . t d conmigo mismo. go • b·~ al expcnerme busco agra ar. placcncia! Pero eso ~lt! gus~a tado1 red~ce a eso. Ser al mismo Quer!a agradar a m1 mad~c, t~e mi madre; el que ella ama, la que tiempo el vasall? y e\ sobetano ·¿ ma mirada apa5ionada. El o amo. cómplices secretos. un_1 os e odl s mio soy todo suyo Es Y , b' . ·ado Mi bien ama o e . b i círculo esta 1en cc11 · mismo replegado so re rn 1 la serpiente que se muerde la coa. yo propio pene. . , or último, ya que en él puedo "El análisis me agrada, continua p t os dos· pero me vuelve hablar de mi madre. exponernos . noso rcJe?) y con una vao?'" (ca vo11s regar · · · ·. eso: , ¿Es asunto suy . . , 1 de esta secuencta. riante más cortés. cerraba el d1rcu º. ñadirle por el momento nin· Tal cual. apenas ampula o Y s1~ ~mento como término de re· guna interpretación. propongo este ra
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ferencia. Desde un punto de vista de estricta técnica analítica, convendría subrayar y analizar principalmente la exclamación del comienzo; sin embargo, nuestro objetivo no es aquí esta preocupación técnica. Por el momento, nos detendremos en mayor medida en el ·"contenido" de este fragmento, en Ja medida en la que articula en forma relativamente clara y accesible para todos Jo que llamaré abara el complejo nodal del obsesivo. Como la mayor parte de los obsesivos, Philon fue el hijo preferido de su madre. Ello le permite conservar, a través de todas la.s dificultades de su vida , una inquebrantable y secreta confianza que:: nada puede alterar real.mente. Es el lugar paradisíaco de muchas fantasías, Ja residencia maravillosa de los viajes imaginarios, el santuario que se encuentra en el centro de las murallas fortificadas, qu1e no puede ser violado sin riesgo de muerte. Es la nostalgia de una felicidad indecible, d e un goce excepcional y perfecto. Hace falta realmente haber cometido algún delito para estar hoy definitivaimente desterrado de ese universo que yace en el cenn·o de la ros1a mítica. ¿Quién es Phi\on? Un sujeto predestinado, distinguido de sus semejantes. de sus hermanos por ·algún signo de l des tino, tanto para su' desgracia como para su fel ic idad. Como lo. escribe Goethe, él es -=-en ciérto sentido--· un favotito de los dioses. De ese modo·, y secretamente, se reconoce el obsesivo: Philon no es una excepcióni . -. . ·¿ Qué .encontr~rrios ei1~9~ces -e~ et._sa~tua1'.io- s!, gr!!~ias: a" ~lgun~ astucia o alguna malicia . c9nio las. que se .suelen ·describir en los cuentos y bajo la excusa de un psícoan~Jisis, nos aproximamos a él? Philon lo dice: " El que ella ama, la que él ama, secretos cómplices unidos en una. mirada apasionada". No repliquemos diciendo .que se trata sólo de una_ fantasía de la imaginación fértil de nuestrb M. roe: ·si se lo dijésemos se quebraría bruscamente en lágrimas. estallaría en sollozos en forma tan absolutamente repentina, tan desesperada y ran violenta que nos sorprenderíamos tanto y quizá más que él, inmovilizados por el estupor, conio ante uno de los prodigios que constituyen la dialéctica de los cuen tos. Philon insiste en ello: "Es totalmente verdadero. por ambas partes", y luego, sobre ' todo "eso no es asunto .nuestro" (9a ne nous regarde pas). Por lo general, el obsesivo es un· ser de fachada y de ilusión; es secreto, todos Jo saben, pese a que se expone, discurre y raciocina sin preocuparse aparentemente por lo q ue se le pueda responder, siempre que se le responda; en ese sentido es un indiferente , un egoísta absoluto, un ser poco vital. Cuántas veces repite, sin embargo, a quien quiera oírlo, que es un desollado vivo, un sensible, más intuitivo que todos los toscos con los que se codea. Lo que dice asi lo vemos a c ielo abierto en sus insondables penas, en sus sollozcis ridículos, pueriles, inesperados, conmovedores, que surgen cuando se pone en duda la realidad sagrada del san tuario. T ocamos aquí Ja perspecüva sacrílega. Sé que conviene dedr que desde hace mucho tiempo todos hemos superado esos temore:s 113 .
iroitivos a los superstidosos Y abismales para dcjár~elos ~ algun~s t~~as nuestras luces nos hubi'escn a los soñadores. y• sm em argo. s1 'le o ¿por qué -me prcliberado tan completaminted de~ett~~;e~~c~ac~a' la madre" para resugunto-- esta moneda c mo l'd d está también la "relación madremirlo todo? Sé qu_e. en la ac ua i at ósfera de nursery que el incesto hijo", más tranqu1h~adorpa er: su a mde todas maneras nuestra invesen su contexto trágico. rosigamos
que no sea necesario, vacaciones "motivadas" de programa compulsivo. "Es necesario que" o "debo" constituyen los comunes denominadores de toda actividad del obsesivo. "Mi único objetivo, dice también Philon, es ser la única cosa necesaria para mi madre" o. en forma más clásica, en el papel de Tito que cita de buen grado:
ligación. d Ph'I abe señalarlo, no se alude a "acos1 En las palabra~ ~ ~~·? cNo creo que sea por Ja crudeza de tarse con su madre . c. Por q . d y también muchos otros) ' los términos (los ha emp~a~.~ a :e~~e º~sta expresión, que parece sino, ~ás simplementleh ~01 d~I incesto, no corresponde a Ja verdad resu1TUr vulgarmente e ec
Podríamos, sin duda, continuar el análisis de todos los otros pasajes del discurso de Philon cuyos fragmentos he citado y -encontraríamos en ellos otros temas de refle~1ón como, por ejemplo. 1:·1 problema de la vocación, Ja duda a través de la cual cuestiona el pacto sagrado, la imagen de la serpiente que se muerde la cola. Si:n embargo, creo que nuestras observaciones, muy parciales. serán me>· mentáneamente suficientes para comenzar a articular lo que constiituye el complejo nodal del obsesivo. En el centro, hemos comprobado. la madre como ser de deseo. No debemos olvidarlo nunca si tenemos alguna curiosidad por la búsqueda del. tesoro que nos propone el obsesivo. Existen. sin duda, mil y una causas para que una madre m:i esté sat\sfecha, y ello, si bien nó basta para crear un niño obsesi~c1, 'Cs absolutamente indispensable. Para ·c. rear un obsesivo bueno y ge:ouino e6 necesario r:ealmente., de .una forma o de o.~ril, que el 'niño sea marcado ..,-Philon no's lo ha .dicho a menudo- con el sallo mde·leblt: del deseo .insatisfed10 de la madre. Es esa Ja experiencia primera. inefable. con la que ~e m1cia 1.o historia del . obsesivo. En ese preciso mom~nto se Jetiene para él la hbtoria del res~o del mundo. él sa le del tiempo corriente par.:i ingresar en la duración indefinida que marca las horas de su micro~ t;Osmos. Después de todo. es fácil de c;oncebir· no es poco favor, desde anre:; haber articulado el deseo, verse colmado por Jos favores de su madre, convertirse en el objeto degido de su amor, incluso anres de haberlo de:.eado ) esperado y verse ast colmado rná:. allá de tod:1 medida. Freud afirma que, contta~iamente 1:1 h.1 historia del histérico. )1J hislOria del obsesivo se inicia con una satisfacción sexua l precoz dificil de reencontrar. Es indudable que en e l contexto pasional qui~ acabamos de describir. en el que el niño se convierte en el elegido coartadas de expe riencia:;
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de su exper iencia. h bl es de una "comunión, de una ef uAquello de lo que ~o~ .~ ; d , mos por supuesto, detenernos s1ón dichosa en una mira a . o na ' ue mira intensamente a en el espectáculo encantador de~ lact~;t:,~ sobre sus rodillas. Pero su madre que lo tiene sentado d~ ante r·eeles a las palabras de Philon, ' r· . te y no senamost i . da'' y nos dice con clan·. esto no sena su icien ya que él _nos' habla de "una ~egunc.a .;;~:~néia a Sll 'piidre. Imagino dad que se trata·e~ e.se cas_o. e. una t~do· lo· que puede circular por ' CC')IJ'l lejo- de Edipo, celos, . ya, por haberlo yo m1~1!1º expenm_en . 0 . . nuestras é¡¡~ezas erucl)ta~: ..Pdadre, Etd1p_P,e o p~efiero seg.uir el leX'to · · "da d • ma's vale .escon erse, e c. · si. ella· h u b'iesc agres1v1 d' . r "Es como . que cons Por último el hecho fundamental. ·~~g~bsesiva es la siguiente tituye verdatleramcnte .la dav~ di.~:e ps~~~1necesario". Como sabemos. observación: "Como ~' yo le ~u 1' , do del obsesivo que escape a no existe fragmento al~uno e m~n .J d No existe ningún placer la más invasora concc1on de la neces1 a . 114
... Me he creado w1 placer necesario: verla cada día, amarla, gustarle.
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rotestas asqueadas o repulsiones
secu~darias, de ne~ac1ones, ue:tr: no pretendo que se lo reencuentra electivas. Cuando digo reenc . . t olvidado No· alrededor de ese t' d de un acontec1m1en o · ' . f bl en e l sen 1 o d' 1 -y el momento de gracia me a e secreto, el tabernaculo se isue ve onfluye con la onda viviente de --que sigue siendo lo que es- e los recuerdos olvidados. . á . d como f, ·¡ llegar hasta allí: se requiere ser tan r p1 o No es ac1 a una abertura En este caso, ya tenaz y paciente cuando se present un temor y ~na cólera que no desde las primeras. palabras apa~e~en sunto tuyo!" (comme si ~a son fingidos: "¡Mierda, como s1 uestc a~a sólo de una coincidencia te regardait!). N<;>, cr~am~s qut: :~ :Sta de la mirada (regard). Por de palabras, tamb1en itera mden familiar es el que señala el t el surgimiento e ese tema otra. par e, or arte de nuestras entrevistas: se tr.ata, en ue él siente acogedora y amistosa y conuenzo. de la may. p esas ocasiones ..de m1 ~r~d~ q el escrúpulo de responder con un ante la 9~e se 11~po~e e e .er Y tal como el que debería adoptar, rostro ng1do. lfo'ªs bien evas~vo, e resenta-- ara él un interrogante, piensa, un analista. Esa ª.cogida r p ~ , aclara del siguiente una segurid~d. pero t~bién. tina ~m;~~~~:de ~~ sueño habllual que modo la esencia d.e la situación P dice' fi¡'ándome la mi. . { t ·a· "Alguien se me acerca, , . f' 1 retoma como an ª~ ·. . . d) E hombre Me esfuerzo mde 1rada (er.i me fi~ant ~u re~ar • sse~~ todo . s~ ~proxima; comienzo.. nidamente p9t rech~z.ar\~, .pl!ro,. pe . . cu~to .más· rápidos son niis' " o golpear repetidlls veces sofre ~sa_J~t~ como un pu11ching-bal\ mogolpes, más se acerca y vue ~e ac~~1;1'~ su rostro muestra una son-. vido por un resorte. Parec7 inscns.1 Es en ese momento risa sarcástica. La ang.ustia .me . mva e .... cuando en los sueños, despierta temblando. ayor h. ac·ta • . · · d 1 hermano m ¿Se tratll de la 1'.:irad~ de~pr~~1at1:v:dae indefinible de su padre el niñito bueno o, me1or aun, b ~ n:ir algo frío rigurosamente ima través de cuya dulzura sle a dna p~so d. da modelos de la mirada placable? No lo sé; son as os. sm u , del Otro que él no alcanza. 1 d 1 que me Sin resolver nada por el momento, les he re ata o o #
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dijo Philon. . d. d 10 . tentar una explicación teórica de . Podemos ahora. sin u . este fragmento de. anális·iJ. d d oner que este extracto lite1 al de No tengo la m~:nm e sup • sobre todo en farma explí· un momento de s;s1~nl 1.,~ntcng~efno~~~!ivo· considero, sin embargo, cita. toda la teona e . eseo l. otros u:de ser esclarecedor. Tamque este ejemplo, es~ogido e~~.~ ue sola experiencia cHnica ali· poco tengo la audac1~ de ~re 1 c~n teórica que les propongo. Sigo mentó e hizo nacer a art1cu a i •rienda puede ser fecunda sólo estando convencido de que una exp~ hipótesis de trabajo. en la medida en la que pone a prue a una en al nas palaentonces, gu b No Ante s- de proseguir rJebo1 reconlar, .6 d' . a en la que me aso. bras la concepción de la evo uc1 n e 1p1c . debido a que porque difiera de la que todo el mundo conoce, sino
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algunos matices y prec1S1ones articulados por T. Lacan- le abren a este esquema edípico una utilización clínica más amplia y estricta. El complejo de Edipo, podríamos decir. da cuenta de la evolución que, progresivamente, reemplaza a la madre como persónaje central primordial mediante el padre ·como referencia última y principal. Habiendo definido de ese modo el movimiento general de esta evolución, conviene distingufr eo ella tres fases. En un primer momento, es la madre como ser de deseo la q¡ue es el personaje central. El sujeto se identifica con el objeto del deseo de Ja madre. Sin que le sea posible tener en cuenta la complejidlad de ese deseo, el niño, aparentemente, retiene de él sólo un esquema simplista: "Para gustar a la madre. es necesl!_rio y basta, niño o niña, con ser el falo". Recuerdo al pasar, que el falo. en ese caso, no se reduce al aspecto físico de la realidad significada, sino que posee desde ya, al igual que para la madre, su valor simbólico y significante. Tal es entonces el primer momento: "Para gustar a la madre es necesario y b~rstá con ser el falo": · La etapa siguiente es Ja más import~nte y compleja. aquella en cuyo nivel surgen Ja mayor parte de los accidentes que generan la neurosis: Resumáinosla en su. evolución normal. El sujeto siente muy pronto· que la madre no · se . satisface· con la primera solución y s·e · desliga .r~pidamente _de su identificación ·que, por con.traste, se leap!irece como· ir:isatisfactpria. Esa msátisfacción_ y la ·,persistencia . .del. Jeseu ue la madre lo remiten a utra cosa. ¿Qui! es l!:.a utru <:osa? Este es el enigma crucial que le plantea al. niño el deseo de la madre. Es así que aparece realmente en la vida del niño, incluso antes de especificarse en su naturaleza, una · referencia. un símbolo que c21pta el deseo de la madre. De ese modo se presenta en el plano de' la experiencia el terqero otro. ¿Quiere decir esto que el tercero otro al que alúdim9s ·aparece sobr~ todo como persona? No. El análisis imás escrupuloso, por el contrario, muestra que ese tercero otro, ese paidre, aparece sobre todo como u11 ser al que se hace referencia . (por lltra parte, para despreciarlo u honrarlo) . pero al que se hace referencia como a una ley. En la práctica cotidiana, es el "papá dijo" .. . 1:> el "se lo voy a decir a papá ... " d~ la madre con problemas de autoridad. Ahora bien, antes de aparecérsele como privador. castrador o todo Jo que se quiera, el padre aparece ante el niño como rcferenicia, si no como amo de Ja madre. Y si de algún modo el falo simbólico, significa11fe del deseo, se encuentra presente en esa referencia d e la madre a su hombre, para el niño, y para su imaginación, el padre aparece antes que nada como privador o castrador en relación con la madre y no con él. Para moverse con facilidad en todo lo relacionado con el complejo de castración, es importante captar esto correctamente. El alcance de ese segundo momento del complejo de Edipo consistt: en ese acceso del niño, a través de la mediación del deseo de la madre. a la ley del padre como lugar del falo simbólico, en tanto que, apa· rentemente, lo sustrae y lo guarda. El padre se revela como negativa 1
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y como referencia. Es también el momento en el que el obíeto del deseo aparece en su complejidad de objeto sometido a la ley del otro. En una fórmula, f. Lacan dice que esa etapa descubre "la relación de la madre con la palabra del padre". El tercer momento es más simple. El padre no es sólo portador de la ley, posee también un pene rea/. En una palabra, el padre es el que tiene el falo y no el que lo ,es. Para ello, sin duda, se requiere que el padre en cuestión no sea ni excesivamente impotente ni excesivamente neurótico. En ese tercer momento, entonces, el padre se revela ya no sólo como lugar simbólico, sino también como poseedor real de un pene. La evolución puede completarse con Ja nueva identificación y el surgimiento del ideal del yo. Tanto pata el varón como para la niña, éste es el momento en el que renuncian a todo vestigio de la identificación primera con el "falo que le gusta a mamá" para convertirse, "como un grande'', en el que lo tiene, o en la que no lo tiene y lo esperará de un hombre. De eS'e modo, y como lugar del falo. el padre reemplaza a la madre como sujeto principal y normativo de la evolución La madre,. de personaie .central que era, se con~ierte en· mediadora. No se trat:i más parp el njño de ser o no ser falo sino de tenerlo o de no tenerlo. ¿ euál .ftie. el· de.st.ino · tle Philon a través. de estas etapas ·y cómo· llego ser el queº hemos apreridit.lo a cónoecr? No cabe n;nguna duda un poco lo que piensa cuando nos dice: "Mi único objetivo es el de ser Ja única cosa necesaria para mi madre". Su única preocupación es la de gustarle; se complace en ello. Sin ir a buscar siquiera en la sutileza de los sueños la confesión de su identtficación global con el falo, se describe como reaccionando ante ciertas emociones a trav~ de una rubefacción . c..le una especie de calor y de congestión difusos que lo hacen crisparse y endurecerse por completo. Esa reacción global, esa forma de ser total, en cierto modo monolítica, no se limita a la actividud muscular. No puedo detenerme en todo aquello que en la forma de ser de Philon evoca la sati:.facción inherente a esa fase primitiva de identificación con el objeto dd deseo de la madre: Ja enumeración sería o..:xccs1vnmente larga Me parece indudable. entonces, que de ese tiempo prímt>ro conserva una nostalgia que llcgn incluso a mantenerlo en un sueño del que no puec..le salir; pero no menos indmlabk es que no ha alcanzado el tercer estadio, aquel en el que, desligado Íemprc, lamenta sus est.illiuos No se siente igual a esos machos que poseen mujen:s: ello no
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Je .~orresponde aún y oye casi la voz que le dice: "cuando seas gran·· de .. Entonces se rebel~. protesta, alega su superioridad, su intcJi. gcnc1a,.,pero de ?ada s~rve: lo siente perfectamente; no es aún "un grande , ~o se s~ente m poseedor ni dueño de su sexo. . . ¿Que ~~cedió entonces en ese segundo momento que debe perm1t1:Jc .ª1 nmo abrirse al mundo del deseo y de la iey, a través de la med1ac1ón de Hi madre? Parece casi excesivamente simple decirlo .. en. l~g.ar de Ja insatisfacción, correlato natural de una identificació;; pr~m1t1va con el falo, en Jugar de esa insatisfacción que lo incite 11 orientar su mirada haci~ las .relaci?_nes de la madre con el enigma del padre, en lug~; de esa. 1nsat1sfacc1on Philoo encontró la satisfacción. l Por que. ~uy simplemen te, debido a que su madre trasladab13 sobre él su propio . deseo, c:_o~ toda la inconsciente y perturbador.a ter~ura de una mu1er neuroticamente insatisfecha. Es apenas nece:sano detallar cor~elativamente el rigor moral del padre, su encante,, su b?ndad, su can~ad qu~ en~erraban una virilidad demasiado parsi.n:omosamente medid~ y e1erc1tada en cíerto modo a desgano bajo d signo d~J pecado .. Phtlon lo resume con las siguientes palabras: "Es como s1 ella hubiese encomrado. en mí Ja satisfacción de lo que n•o encontraba en mi padre". He recordado. recién el modo en .el que nuestro héroe describe Y. evoca es~ experiencia privilegiada. que Jo coli:nó más allá de toda ~did~ Y..de. Ja que:: ºéonsl!rva "la .más pro.fuñ9a ~o5talgia. De5de. en-· tonces, vive co1110· en una prisión biénamada. Su madté qile debía ' s~r la mediadora y la· guía. se impuso como meta y com~ objeto." El ~11:c~lo se cerró en una efusión exquisita precisamente cuando s.e in1c1aba el movimiento hacia el deseo. . Ese movimiento prosigue. indefinidamente estéril-. agotador. en la esfera perfecta de Ja mira.da materna. De ahora en adelante, toJo pallará a través de ese· velo protector. Phi Ión siente Ja palabra de ~·lt padre como un eco, capta su mirada como si se tratase de una fot1:J R_eencontremos finalmente el deseo de Philon cautivo de ese pequeno mundo encantado.
De?emos recordar aquí la originalidad del deseo en relación ccm la necesidad y la de~an.da. ~I de.seo es lo propio de lo imaginario y se concibe como med1ac16n s1gn1f1cat1va de una antinomia f undamental, lo que .sólo puede ser esclarecedor si se plantea que Jo propio ~e la .nece51dad es el hecho de tdcanzar el objeto y satisfacerse con el, mientras que la demanda apunta hacia el ser desfalleciente del Otro Al igual que todos los niños. Philon mantenía relaciones mixtas con su madre, tanto en el plano de Ja necesidad -porque está lejos de s~r ya autónomo-- como en el plano de Ja demanda. ya que el reconoc11rncnto del ser es el fruto de una larga paciencia: desde el momento en que Philon, como sus semejantes , vivía en esa doble espera, entraba por ello mismo en el campo imaginario del deseo 119
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mediador, interrogador, exigente, en relación con su madre. Ella mis· ma, presa entonces en las redes del deseo de su hijo, nueva y secretamente solicitada, siente resurgir su propio deseo y su insatisfacción particular. Esas son las condiciones generales, fáciJmente reconocibles, que favorecen el cortocircuito evolutivo que da lugar a la neurosis obsesiva. La madre responde a la esperanza de su hijo manifestando su deseo. El deseo naciente del hijo, apenas salido de Ja exigencia de la necesidad o de la espera de la demanda, se encuentra así, repentinamente, desligado. confirmado y, más aún, satisfecho. El deseo del obsesivo, tan precozmente despertado coino prontamente satisfecho, llevará más que cualqukr otro deseo los estigmas de su prematuración. Conservará antes que nada el carácTer de exigencia elemental de la necesidad. Llevará también, en forma indeleble, la marca de la insatisfacción· inherente a toda demanda. Planteado esto en tém1inos generales, volvamos al análisis de Philon. Semejante a muchos otros obsesivos, en su· edad temprana -imaginaba todo tipo de historias; su vida de sueño y de deseo se alimentaba tanto con los accidentes de su experiencia como con las leyes aún oscuras· del mundo de los ''grandes" . Las hazañas del héroe, lm; sufrimicntqs. del cautivo . humillacto excitaban. tnás q~e · su imaginación: En sus jue8,bS re~Uzaba . proe:zas,. le gusta_ba ~arnbién que - ·~U~.'jóvenes i:omp.añerós .Jo pisoteasen. · vagamente cons~ienfe de ~lle deshorcfaba así los límites de l::i inocencia 'coovenienle para los ñifios. Fue así que me habló un día de una historia edificante· que, en et flotar de mi atención, tuve alguna dificultad en somprender si había surgido de alguna revfata bienpensante o de. su prime.r libro de · lectur.:i. Era la historia de Gonzaga, que-murió-como-mártir-en-los· países-bárbaros. No revelaré nada más acerca de esJa maraviJlosa y terrible historia, ya que comprendí muy pronto que el bienaventurado Gonzaga era un antepasado venerado que habfa verdadera.mente vivido, sufrido y muerto hacía casi veinticinco lustros. Posteriormente me habló poco de él. Lo interrogué: reconoció q1:1e Gonzaga fue secretamente su héroe: a los cinco años pensaba if!genuamente que debía ir a pie a los lejanos P.aíses bárbaros en los que se llega a ser mártir y, para lograrlo más tarde, se obligaba a realizar largas caminatas que asombraron y, una vez que el secreto fue develado, divirtieron a la familia enternecida. ¿Philon el elegido no era un predestinado? Examinemos las fuentes de ese sueño de niño. El padre de Philon era un hombre honesto, sensato y razonable como pocos pero. además, pariente y devoto del héroe; en su memoria, llamó Gonzaga a su ultimo hijo. En su juventud, ¿lo atrajo tambié n el riesgo de las misiones le.ianas? Muchos indicios pem1iten suponerlo. En todo caso, se convirtió en tm m
En su marido ella conocía y veneraba al pariente del mártir; a l:a contingencia muy honesta y muy estimable que era para ella su ma1rido viviente, se le conjugaba en sueños un Gonzaga de luz y de muerte. Esa fue la coyuñtura de la que nacieron los hijos. Se adaptaron virtuosamente'a ella y cada uno, por su parte, se explicó a suma· nera esa paternidad híbrida. De ese modo, el pequeño Philon, sin duda el más dotado de todos, supo reconocer a través de los mitos de las tribus y los álbumes de familia el verdadero objeto de la-pasión de una madre tan razonable y modesta. Su instinto seguro no lo engañaba. Y la madre pudo reconocer en su pequeño PhHon al verdadero hijo de su amor, la lu1z de su sueño, el objeto mismo de su deseo. La "complicidad secreta" está allí. A través de su madre bien amada, Philon había buscado siempre la felicidad, si no el placer. En un primer momento, y para agr.adarle, él fue su cosa, "el-totalmente-ídéntico-al-deseo-de-mamá", piodrfamos decjr falo, abstractamente o, más concretamente, algo que debía encontrarse del lado de papá. Pero muy pronto, con la intuitiva certeza de la infancia, descu5rió de qué sueño de amor mamá hácía su ley y alimentaba ~u vida: eT héroe ~ártir. . Y desde- entonces,· para agradar. a mamá, · para ·intentar sobre .todo reencontrar la referencia pa.tema,. hizo del mártir .el .compal)ero ·de ~u i'triagípac1ón. Su deseó· nacient!! se satisfacía ·.momentáneamente · · · con ello,. ta.nto más ,cuanto qué ~e ese modo. vivía el mismo si.ieno que su madre. Unidos en un mismo sueno, se convirtieron pronto en l os verdaderos esposos de esa honrada familia: compartían igualmente el mismo "ideal": sus ·deseos . al igual que sus sueños, confluían. Lleva do por la beatitud, Philori entraba en la gran fantasía que es la vida del obsesivo; niño modelo e hijo incestuoso, realizaba su deseo com-· partiendo el de su madre; ambos esta.han satisfechos. · · Debemos interrogarnos ahora acerca del destino de la dcma11,cJa en Philon. Compartiendo el sueño. el deseo y, en cierto moJo, el lec'ho de su madre, ¿era acaso reconocido como sujeto por Ja mirada de los.. otros? Por derto que no; a lo sumo, y una vez más, lo era por los ojos de su madre, tan ciegos, por otra parte. · Fue, sin duda, un niño satisfecho, rélativamentc feliz, au ....¡ue profundamente ansioso. Pero ese reconocimiento por parte de ~ina madre ciega no podía bastar. Lo comprobó poco a poco. La estima de Jos maestros hacia el buen alumno que era lo engañó durante mucho tiempo y deseó seguir siendo siempre el excelente alumno. Pero llega la edad en que esta situación es difícil de mantener: los maestros no pueden compartir el deseo de Philon y de su madre y lo dejan que se las rebusque, elegir. Philon, sin embargo, interroga, busca a todo precio hacerse reconocer, guiar. Pero apenas encuentra un conse~ero -y .h~~la mu· chas va que incita constantemente a todos a asunur esa pos1c1on- de inm~diato lo lamenta, despreciativo sí éste ignora su fantasía. inquieto. por el contl·ario, si el consejero perspicaz le dice que salga 1
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r de ella, satisfecho, por último, si logra seducirlo, ya que conoce el poder de su encanto. Es aquí donde conviene recordar (para comprender algo de esta inagotable intriga que todos conocen en otros Philon) que al soñar con Gonzaga, Phílon 110 esperaba, en el fondo, que su madre soñase con ál sino, por el contral'io, que le revelase lo que ella habia
encontrado que /ude mejor -que ese sueño. E~ a su padre, el testigo (mártir) viviente, a quien correspondía reconocer a Philon, ayudarlo a liberarse de las primeras trampas de su deseo. hacer de él, después de todo, un hombrecito. Pero su madre no favoreció en nada ese acceso, más bien se opuso a él, ¡y con cuánto celo bien intencionado! En lugar de ese recurso necesario, de esa abertura verdaderamente vital, Philon conoció como única respuesta et cosquilleo del deseo de su madre, un sueño en el cual comulgar, la satisfacción csterilizante de un anhelo compartido. De ese modo, a partir de esa experiencia primera y privilegiada ya no le es posible pretender que se lo reconozca sin evocar el placer consecuente a ese recurso primitivo; ya no puede demandar sin que >surja el deseo: no existe ni una parcela de· demanda que escape a la exuberancia f~ntaserida del deseo mas vio·lento. él mis.mo que. fue . prematuramente colmado. · Podemos decir así.i¡uc para Philon .la c}emmúla. movimret1to f.un• · damental del ·sér h·acia el rccotiocimiento, es. l'ivida exdusi11añ1ente. de acuerdo con la modalidad propia del deseo. La consecuencia na~ tural de ello es que el deseo -convertido así en sustituto fantaseado de la búsqueda del ser- es condenado por esa confusión a ser etcr-. namente inaccesible. Por último. el deseo así confundido, por otra parte, resulta marcado intensamente por. el componente nat\.lral de la necesidad y se manifiesta en el obsesivo con los caracteres particulares de irremediabilidad, impaciencia e insistencia propios de la necesidad. Tal es la ambigüedad del deseo del obsesivo: cautivo de la interrogación existencial que Jo subtiende.' su deseo es impot~nte para recobrar su autonomía. su valor mediador entre la necesidad y la demanda; estéril. prolifera en el gran sueño que es su vida. Manifiesta de ese modo la bllsqueda desolada de un otro que pueda reconocerlo y c/evvfrerlo al mismo tiempo a su deseo su libertad Esto es Jo que percibimos a través de sus p:1siones y de sus síntomas. Ph~l?n cludu. fracasa apasioncH.lamente; ello sorprende. llama la atenc1on, despierta intcrrognntes en el que cae en la trampa del interés que Philon quiere suscita r· es allí donde se ocultan el placer Y In esperanza. Aparentemente, su único medio para romper su esfera encantada , su bola
,.., ..
Pero, ::.1 bien es cierto que la esperanza existe, el anhelo que Ja manifiesta no es completamente sincero. Philon es demasiado astuto. Sabe ya que existe un Amo perfecto, inobjetable, el único, Ja Muerte. y. sin embargo, pese a que sabe que si lo reconocíese ganaría su salvación, también en relación con ello procede con rodeos y, para escaparle, haciéndose el muerto, se ofrece bipócritamente incluso antes de haber vivido: "¿Por qué habrás de llevarme, Je dice en su sueño, puesto que ya estoy como muerto?" - Y de ninguna manera es eso todo, ya que vivir de deseo únicamente no es impensable, por el contrario. aunque sea algo cansador. En algunas ocasiones, y como todos esos alegres vividores, Philon desearía hacer nacer, vivir y agotar Ja aventura de un bello deseo, con la seguridad posterior de descubrir Juego otro, más intenso aún. Pero no cabe 5iquiera plantear esa posibilidad. Vivir tal aventura supone, antes que nada, una posibilidad de aproximación -por débil que sea- a un otro viviente y cálido. Precisamente, eso es lo que no puede existir en el mundo del obsesivo; Philon y su madre, míticamente unidos en Con.zaga, han dado u luz ·a un pueblo de sombras· dóciles, dobles indefinidamente rcpetidds pero .se ban separado (es la raz6n misma de su unión) de todo otro sujeto: de todos Jos. otros súes de deseo. Philon no ha ·saljdo nunc~ ·de la .órb~ta _del. deseo ~e su· m.adre: igf!Orll litetalrtjente que SU pédre, O que !qdo Olf"O Sujeto, pueda Vivir de deseo; pueda alimentar ::.uerlu:> difere11t~ del ::.uyo. Pero ningún deseo puede sostenerse en el aislamiento de un !.ueño solitario. Así, e\ masoquista alimenta su pasión con el sueño sádico que tendría su co~pañero, aunque corra el riesgo de ser decepcionado. Más simplemente aún, el que desea a una mujer querría convertirse en el objeto de sus sueños: los dos sueños coinciden sólo ·rara. vez, pero, de todas maneras, son necesarios para que- viva el deseo. Por último, en Ja época en que el amor era galante, el cortejo apasionado del suspirante era concebible sólo si éste tenía la plena seguridad de que el .objeto de su pasión desempeñaba el papel de una mujer ferozmente reticente, de acuerdo con las costumbres. ¿Es posible imaginar hoy un cortejo clásicamente galnnte a una muje1 ·liberada? Tanto si lo es como si dice ser tal, ello supone una estrategia diferente. Es así como se debe entender la fórmula de que el otro es 11ece · sario para el ma11tenimie11tu del deseo. Ahora bien, Philon. cau tivci ele su única pasión. ignora /undm1u!11Jnfm<'n/e al otro como ser d~· deseo. Sin embargo. para que viva su propio deseo, el otro es nece·· sario. En este callejón :.in salida , todo sirve entonces p
evaporarse, la Muerte el de aparecer como testigo de verdad. Para evitar esa ruina, retoma sin pausa el agotador trabajo de reducir a nada lo que vive, y de dar al resto Ja apariencia de una vida efímera. Esa búsqueda imposible del otro es el rasgo más notable del deseo del obsesivo. De este modo, el círculo está bien cerrado: el deseo primitivamente satisfecho reemplaz6 a la demanda; permanece aislado en un sueño solitario poblado por sombras, llamando sin pausa al otro e~cluido y, sin embargo. necesario. Tal aparece, en el análisis de Philon, su deseo.
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Debernos concluir ahora. ¿Qué ventajas presenta esta formulación? Responderé de inmediato que, por mi parte, considero que son dobles, teóricas y prácticas. Teóricamente, y ·en primer lugar, considero que ella pone a nuestro alcance la posibilidad fundamental de retomar los problemas en · su nivel específicamente psicoanalític~ el de Ja libido y el deseo. En vna pcrspectiv<¡ de investigación , el análists de este caso permite introducir algunas precisiones y confirmacionl!s en los proble- · nias íund.ánienta le~ de l'a rte.urosis obsésiiva. La impr.ecisa aunque copi"toL \•defusión.'' precoz · de . las pu1slones en la histarra del obsesivo cneuentra· confirmación e ilustración en 111 satisfacción libidinal prematura, que bloquea el circuito de Ja demanda, único soporte racional de lo que corresp9ndc a la pulsió11 de muerte. Este enfoque nos. permitiría también, sin duda, articular finalmente ·el enigma del tiempo del obsesivo, tiempo cautivo del deseo en mayor medida que cuálquier otro. Al pasar, hemos evocado la luz que proporciona el estudio del deseo del obsesivo al problema de la muerte tal como se le plantea. Desde un punto de vista teórico más fomediato, la referencia a estos conceptos fundamentales de deseo y Jibido. su esclarecimiento progresivo creb.e permitir situar mejor respectivamente . los conceptos de uso e:orriente: tanto si se trata de las referencias tópicas, para precisar las relaciones constitutivas del yo y del deseo, como 5i se trata de las referencias dinámicas para insistir acerca de la dimensión propiamente libidinal de la transferencia. Desde un punro de vista práctico, por último, que, supongo. nos interesa a todos en forma primordial , considero que este enfoque teórico central sobre el deseo puede sernos de gran utilidad . El nos sitúa plenamente en el nivel de la neurosis y nos lleva a prestar atención al campo mixto de deseo y demanda que constituye la transferencia que se establece con el obsesivo. La referencia ni "deseo'", e n mayor medida que la referencia a la teoría de la transferencia o a la estructura del yo, abstracta en su elaboración, no exige recurso alguno a nuestra ciencia libresca. El deseo está allí, inquietante o sc
terapéutico, ~ama del discurso, susta~cia de las fantasías y de los . suenos, esencia de la transferencia. Al interesa:nos en el deseo, entonces, nos encoptramos prácticamente en e! mve_l de una l?roblemática específicamente terapéutica. Ahora bien, s1 todo paciente neurótico --es bien sabido-- plan·· tea una pregunta al terapeuta, si le dirige de ese modo, fundamental-· mente una demanda implícita de reconocimiento, el obsesivo lo hace,, por .su Pª!te, a su manera, particularmente difícil de resolver por ser mtenc1~nalmente confusa.. Nuestr~ análisis, creo, Je permite aD terapeuta disponer de los medios para orientarse en el campo de esEi demanda de curaciones o de ayuda. El deb~ tener en cuenta el hecho de que, para el obsesivo, ya no hay demanda alguna que no estE~ marcada por ~I sello del deseo. Vulgarmente hablando -pero Jiteralmente también- querer hacerse reconocer se ha convertido para é~ en .querer hacerse besar. Y hace todo lo posible para llegar a es13 s1tuac1ón. Para evitar ser engañado, ¿es suficiente con no responder nunc:a responder. muy poco, de costado, como lo hacen, instintivamente1, s1 m~ perm1.ten la expre~ión, el psiquiatra experimentado y tambié1,1 el pst
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- 3. OUROC O EL PUNTO DE VISTA ECONOMlCO EN PSICOANALISIS l A la memoria de Yves G11iguen.
El punto de vista económico en psicoanálisis es un tema difícil de encarar; desde un primer momento nos veremos obligados a realizar una especie de trabajo de desbroce para intentar reencontrar el nódulo de este punto de vista freudiano que, como sabemos, constituye, con los puntos de vista tópico y dinámico, la perspectiva metapsicológica. La dificultad de este enfoque se debe. en primer lugar, al hecho de una cierta desviación del término de economía. Con absoluto tigor, el punto de vista económico debería ser considerado como relacionándose con la producción. la distribución. la circulación y el intercambio de bienes, de valor o. mejor aún, de símbolos; el estudio económico intenta deslindar los factores y las esrructuras que regulan la producción y los intercambios. Ahora bien, en los escritos freudianos, como es natun¡l. no se trata en absoluro de "bienes" o "v;:ilores", sino de "fuerzas'' y, por ello, el conjunto de problemas ecoñómicos se plantea en tétm.inos estratégicos: movimi~ntos de tropas, fuerz~. de batallones por ejemplp. Si aiiad!mos a esta_· desviación el recúerdo de ·ta~ pt imeras hi"pólesis freué:lianas sobre ej aparato psí_qliico. será" fácil de comprender por qu_é ºel ·punt9 de vista económico en psicoanálisis ha intentado expresarse siempre no en términos de economía sino. mús bien. en un vocabulario estratégico o energético. Parece entonces necesario, inevitable, comenzar estudiando lo que, de hecho, se presenta en Ja· tradición analítica como punto de vista económico. incluso antes de saber si es deseable y útil introducir una perspectiva económica tomada en su sentido propio de investigación de las reglas que presjden la producción y el· intercambio de los bienes, de los valores. de los símbolos. Para decirlo de otro modo. comprobamos. en primer Jugar. que por el momento. el problema económico planteJ antes que. nada el de la ''fuerza psiquica" Es cierto que ese desplazamiento de sentido de lo económico a lo energético.es sólo Ja expresión de una dificultad plenamente sen::.ibk para el clínico. Todo una lista terapeuta conoce. en ciertos casos. ese sentimiento Je manejar, con su más pertinente interpretación, sólo un sable de papel: experimenta de ese modo la escasa acción qiu.? tiene a veces su pnl:ibra sobre ln organización psíquica del paciente. De la decepción que constJtuve esta experiencia . tao freudiana rn ~u modelo. nace la nl!cesidacl Je recurrir a alguna "verdad más verdadera". m(ls ''eficaz.": se incrimina entonces la "íu..:rza uc las pulsiones" y se rnvoca. para conjurarla. la "vivencia" de In transfercn· 1 Conícrcncia pronunciatla c11 f:.1'(1/t11i (11t ~~ydúutria11e el 26 de mor10 dt: 1963 y puhlicadn por primcrn vez en l'Evolutío11 psychiaJrique, éditions l'rival Didicr, n" 2 1965 págs. 189-210.
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cía; se procede as{, sin duda, ¡para restituir una cierta vida a nuestra intervención! Pienso que los temas que de ese modo surgen de nues· tros fracasos nos indican claramente la vía a seguir; ante las respuestas que proporcionamos frente_ a la comprobación de n~estra acción incierta, ante nuestra referencia a la fuerza de las puls1ones, debemos comportamos como analistas. Analicemos. Comprobamos entonces que, en realidad, cuando el analista habla de "punto de vista económico" no hace más que traducir en el lenguaje meta psicológico una dimensión fundamcntal de su. experiencia cotidiana que lo deja a menudo más o menos desprovisto de_ medios. Así, por ejemplo. yo, ante Ange Duroc. Duroc es inquebrantable, se halla irremediablemente inmovilizado ante el umbral de la puerta que no puede franquear, cuya abertura se le presenta más plena que un muro. Hace ya ~iez ~ños _que despliega su industrioso celo para no consumar su matrunonio. T1eoe así a su esposa, al alcance de su mano, lo más cerca posible, excitándose en secreto. Si acudió al análisis es, sin duda. incitado por el temor de que su esposa (por otra parte tan '.'co~prensiva" -es decit tan complaciente-) utilice sus derechos leg111mos (anle los o¡os de los hombres corrio ante la mirada de Dios) para romper· un _matrimonio blanco. Ya que es ev_idente, creo que no h~ce falta &;c1rlo; que ·Ange. al igual qoe su . mu¡c~, considera .que en el Co11do as1 esta bien. Sabe, él .al menos, que encu~ntra lo m5s int~nso _de su ,g9cc eni Ja retenGión. en e( OCUJtartlie.nto. d~ SU . deseo; CU fa negación fero2: ·del de s1,.1· mujer. t;!Videritt; que '_~n ·el análisis enc~entra. t:mto ·1~1 coartada como el aguijón que cosquillea su placer: en el se s1tua cad~1 vez ·más cerca (¡ya que el análisis progresa constantemen1e!) má:; cerca del acto en el que, por un momento. sucrificaria deliberadamente l:i constancia de su períecta erección: i hay algo más apasionante que ese acercamiento indefinido, asíntota deliciosa! . . . Es necesario que también yo Jo amenace con romper nu_estro con1ra10 para que se sienta un poco perturbado en la excelencia de su goce . Del mismo modo en que Ange Ouroc choca incansablemente. pretendiéndose desolado y secretamente encantado. ~nte el riesgo d•:: revelar su deseo o de despertar el de su esposa (sm duda Y en re·lación con este último punto, no existe, en realidad. un riesgo exce·· sivo), del mismo modo mi acción analítica, por variada que sea (me ocuparé nuevamente de esto en seguida) choca con la constanci:1 del síntoma v la intangibilidud de "no tocar" que él expone Y que me contrapone~ En una palabra, podríamos deci~. el ~nálisis h~ "avanzado" pero -¿fiel a qué?- Duroc se. mar'll1~ne 1?ual a !;1 mismo. ilusión de roca. El problema económico esta al~1; ~n esa insistencia repetitiva del síntoma del pucicnte, en L"Se equ1libr10 que se m;intiene inmutable pese a la revelación (parcial. si no total) de. su sentido; en ese sentimiento, también, que C)o.pcrimenta el analista de chocar con algo petrificado, sordo a nuestras p~l?bras. en d qu<.! todos los sentidos abiertos permanecen como proh1b1dos. Comprendo, sin du
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tes que nada que analice en mayor medida ese sentimiento; es cierto, y Jo haré un poco más adelante. Pero quisiera. pese a todo, recordar que al cabo de su larga experiencia Freud evoca esos casos de análisis en los que "todas las derivaciones, todas las relaciones, todas las distribuciones de fuerzas se afirman invariablemente como fijas, rí· gidas".' "Una vez más (nos había dicho un poco antes en ese mjsmo texto ª) podemos observar la Importancia del factor cuantitativo, una vez más comprobamos que el análisis sólo dispone de ciertas canti· dades determinadas, limitadas de energía, que deberán confrontarse con las fuerzas adversas, Y todo ocurre como si.... Ja victoria debiese corresponder a los batallones más fuertes" ... "El resultado final depende siempre de una relación relativa entre las fuerzas en lucha."• La definición de la vida psíquica desde un punto de vista económico se resume aproximadamente, tanto al comienzo como al final de la obra, en el hecho de que sería la resultante de un equilibrio móvil de fuerzas contrarias, si no contradictorias: es en ese juego de fuerzas que el analista, como terapeuta, estaría implicado. Detengámonos un momento en el n·odulo del pensamiento freudiano sobre este tema para subrayar la lógica y las paradoías de su desarrollo .. En el Esquisse (Proyecto)~ se ·afirma simplemente el propósito de ."introducir los fenómenos de la conciencia en la estructura -de la psicología cuantitativa" 'y el sentido de· la investigación . .como escribe~ '_Fli yss/ es. el de '.'qe~cu~rir
de psychanalyse, l, 1939, nt l, pág. 28; cw.
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exacerbación de esas excitaciones". Ejemplo: el placer sexuaL ·•como en esos actos acompañados de placer están en juego grandes cantidades de excitación o de energía psíquica, designamos a las consid1eraciones relacionadas con ello con el nombre de económicas." En forma más general: "Podemos decir que el aparato psíquico sirve para controlar las excitaciones e irritaciones de origen externo e i1n· terno". En la concepción freudiana del aparato psíquico, esas excitadones provenientes del exterior chocan con una "barrera" sólida y no plantean, en lo q~e se refiere a su naturaleza, problemas inmediatos; sin embargo, no ocurre lo mismo en relación con las excitaciones de origen interno que no chocarían con ninguna "barrera" constitujda y que, además, plantean en relación con su naturaleza problemas sumamente espinosos. Encontramos aquí el ''concepto fundamental" en psicoanálisis de pulsión , de la que se dice~ que se la debe comprender como "una excitación en el sentido psíquico": aparece como un "concepto límite entre lo psíquico y lo somático, como un representante psíquico de las excitaciones emanadas del interior del cuerpo y que llegan al alma, como el grado de trabajo impuesto a 'lo P.SÍquico cómo consecuencia de su vínculo con lo somático''. "La pulsi15n actúa cbm_o. una fuerza ponstante- . .. cuya met.a es inmutable", es dec.ír, "satisfác~rse : .. con la .sup,resión del e~tado de · tensión que teina en la Tu~nte. pulsional misma". t!S· decjr. a·_nivel' eje! :proécso· somátic~ que la s1,1btlende. pero del que difiere. A .dÍferencia· de meta inmutable. su objeto (que le sirve como medio para alca'n zar su meta) "es el factor más variable. que primilivamente le está Jiga.do sólo por su propiedad de hacer pol!ible la -satisfacción": al límite (y cabe subrayarlo) el objeto de la pulsión "es· susceptible de s~r cambiado a volunrad''. Por último, y esto (siempre en e l mismo tciüo) nos interesa .en forma fundamental: "Se entiende por presión (puus· sée) de ·una pulsiÓn el clcmcn!O motor. ~a t:antidnú tk ím:rl!01 u lu medida de trabajo exigido que ellu representa. Este curól·h:r Je presión es una particularidad general de las pulsiones y con~t11uyc: in· 11 cluso su esencia" . Hasta aquí todo sería relativamente simple. si no suti:.íiu.:101 io. y el espíritu menos dotado para la mecánica o la p~icologia podría representarse fácilmente el tunc1onamiento del ''aparato . pr.(quico" regulando bajo el signo del placer la descarga de las tensiones acumuladas. Pero freud nos aclv~erte que ''no valen
su ··
~ S. Freud. "Pulsions et dcstin des pulsion~". en Métapsyclwlogie. C~al\i mard. pág. H; c.w. X. 2 t l. n S. freud, ibíd.. págs. 18 a 20; cw. X. 214-215. 1n S. freud. /ntroduction 1) la psychanalyst!, Payol, t970, pág. 263; cw. XI. 29l.
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lin:titarse aJ solo examen d~_las pulsiones ~exuales, libidinales. Jas más e_v1~entes de las fuerzas en. juego en la vida psíquica. Freud no puede hmltarse a es~ punto de vista. monista que siguió siendo el de Jung; por el contrario, desde el comienzo hasta el final de su obra sostiene con gran dificoltad, aunque sin renunciar nunca, Ja existencia de otro tipo de pulsiones, cuyas manifestaciones clínicas son djfíciJes de aprehender. "Pulsiones del yo", luego "pulsiones de muerte'' Freud m~ntiene es~ncialmente ese dualismo pulsional· que. en el marc~ de la primera tópica, contrapone las pulsiones sexuales a las pulsione~ de :?~servación del yo. "cuya existencia", dice Freud, "no es ev1dent: y, en el marco de la segunda tópica, Ja misma libido o "P,uls16n ?e vida" a las "pulsiones de muerte", cuya función es la de conducir nuevamente todo lo dotado de vida orgánica al estado inani~ado" i:.i pero "de las cuales, añade, es sumamente difícil hacerse una idea más o menos concreta". n Freud, sin cn:ibargo, no se hace ninguna ilusión; pese a que se preo~upa por reafmnar a lo largo de toda su obra ~u pumo de vista dualista, sabe que el término necesario de "pulsión de muerte tiene, por lo general, pocos adeptos y, debemos admitirlo no se ha im-· puesto siquiera e_ntre l?s psicoana)istas". 11 Esta ~esiste~cia es perfectamente comp~e~s1ble s1. pensamos en In paradoja qve surge al hacer e~trar en .el n~arco de las pulsiones (entendidas siempre espontán.eamente. COmO :Se"X\laJes)_' i;:sta' Olrl:l pres.ión .. no menos orgánica en SÜ. f~ente. constante en su fuerza orientada hacia ·e.I objetivo más inva- · nable posible, y ·que sólo tiende a ,:educir ·1as tensiones vitales en forma radical y definitiva, es decir, a llevar la vida a la muerte. . E!. placer. re~ord.amos. fue caracterizado como ligado a la ex· per1encia de la d1smmución de las tensiones. Cómo no imaginar. entonces, con absoluta lógica, que encuentra su realización más com~Jeta en el ~Jercicio soberano de las pulsiones de muerte cuyo obje- ttvo es precisamente el de reducir todas las tensiones a cero. Freud c?nsidera así "absolutamente verosímil que el principio de placer $1rVa al ello como brújula en su lucha contra Ja libido cuya intervención perturba el curso de la vida''. 1º ¡Cómo expresar con mayor nitidez I~ paradoja .qu~ dic.i~ndo q~e "so!1 las pul5Tones sexuales las que im· p1d:11 una dismmuc1on de nivel e 1rtrodocen nueva~ tensiones'', 1 " para decirlo de otro modo que es la libido la que impide alcanzar el placer! Al extremo de que, "el principio de placer. considerado hasta el momento como iJéntico :11 principio de Nirvana ... 1endria como fun· ción la Je poner al organismo psícofisiológico en guardia conlrn l:is 11 S. Freud. i/1id., Payot, 1949, pág. 380; cw. XI. 'ió7. '" S. F'reud. "Le Moi et Je <;a", en cssa1s de Psychana/v,e P:iyot 1970, pág. 21J, GW, '.JI(. 269. . ' 13 S freud, 1bid.. pág. 213; cw, )1.111, 271. 11 • S. Frcud, "l\nalyse terminée et analyse íntcrm111:iblc", en Revue frun \at~e ~e psyc11ana/ne, IQ39. XI. 1934. n• l. páj:(. 30: G\~. XVI, 90. 1 • " S. Frcud. ''Le J\l oi et le <;n", en F ·sscm ele p:;ydwna/ysl!, P:ivot. 1970. pag~. 218-219: cw. XllJ. 275. 1 " S. 1- rcud, il>u/.
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exigencias de las pulsiones vitales. es decir, de la libido. que intentan perturbar la extinción natural de la vida"." "Pero, y aquí Freud se detiene, esa concepción no pu:de ser j~~.. ta."·~ "La experiencia clínica nos muestra constantemente que ex1~;. ten tensiones agradables y disminuciones desagradables .. : El. pla~r y el displacer no pueden ser reducidos a~ aumento ~ ..¡ª d1smmuc16n respectiva de u~a ~tidad llamada tensión de exc1tac1ón, pese a que dependen en gran medida de ese factor." De ese modo, Freud, e11· frentado con el problema económico planteado por el placer del masoquista, nos invita a tomar en consjderación algunas característic~1s "cualitativas" de la excitación pulsional y precisa Ja distinción nec1esaria entre el principio del Nirvana, q11e traduce la tendencia a las pulsiones de muerte, y el principio de placer, finalmente relativizad10, que sustenta, pese a todo, la causa de la libido. ¿Pero qué ocurre, entonces, con el "punto de vista económic?'', es decir, el punto de vista del placer-displacer en esta perspectwa ligeramente alterada en la que el place~ no es. f!'ás que ate'!'pera5Jo 0 incluso develado como una forma suttl y deliciosa de la d1f1cultad de vivir? En realidad, la idea del placer permanecerá siempre ligadla, en Ja teoría analítica, -y en mayor ·o menor medida, a la imagen de · Ja disminución de .una cantidad de· excitatión. En el espíritu del ~na· lista pe~istirá la hipótesis f reudian~, es decir, de que lo que circula en ta vida psíquíca son cantidades, fuetzas. Una vez más! <;Orno dii-iá Freud; podemos observar la importancia -y 'añadiría ·1a insistenc1adet factor cuantitativo. Pienso poder for~ular desde ya que una primera reflexión ana· lítica acerca del surgimiento del concepto de uerza psíquica" n~s revela el carácter de metáfora de este elemento que funda, en realidad, el punto de vista económjco.' No por ello cabe. menos~~ciarl~: Es decir que parece, por el momento, que Ja~ expres_16n .de fuen:a. se impone clinic~mente en el .momento de la exper1enc1a de los limites de nuestra acción, que ella encuentra ~n forma absolut.amente natural, y que se conjuga luego con una cierta representac16~ del aparato psíquico a la que Freud, p~r otra parte. gustaba califica; como ''ficción".19 El carácter metafórico del conc~pto de fuen.a 1~s1quica indica sólo Ja referencia a sus fuentes, es decir, la comprobación de los límites de nuestra acción. Reconsiderar esas fuentes me parece necesario, incluso indispensable s1 no queren:ios deslizar ~a metáfora hacia sus implicaciones mecanicistas, susceptibles de fascinarnos p~r su carácter más fácilmente analizable. en resumen, la cupla es mas fácil de analizar cuando se refiere a fuerzas mecánicas que cuando se trata de sexos. más o menos bien distribuidos o ~onjugados ..La metáfora energética que parece domina el punto ?e vista e~o~ónrn:o nos remite así a lo que ella designa, quiero decir a los ltm1tes de
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S Freud. "Le probléme économique du masochí~me", en Re11ue /run-
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S. Frcud, ibíd.
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Acerca de los pacientes que se mantienen con obstinación en la supuesta incomodidad de sus síntomas, se suele decir, habitual mente, que de un modo u otro, deben encontrar placer en ello. El análisis se mueve precisamente en la dimensión contradictoria que se encuentra en el nódulo del problema que planteamos. " No sé, observaba recientemente un paciente, si encuentro algún placer en mantener esta situación, pero lo que sé es la energfo que dedico a ello". Me indicaba así el camino. Dejemos de lado el concepto de resistencia que sería ndecuado aquí ya que, podríamos comprobarlo muy pronto, es sólo una fo rma particular del concepto de fuerza psíquica. Retomemos entonces ahora, con plena libertad. la .historia de. .Ange Duroc e intetrogu~monos sobre la nnturaleza
ese modo se garantiza, desde un principio, una especie de goce "básico". Pero sobre todo. y de una manera perpetuamente excitante,, todo ocurre como si el análisis fuese a conducirlo cada yez más lejos:, cada vez más cerca de la nteta . . . Lo siente, lo dice y goza con ello , elogia las maravillas de la cura. Cáspita: belo aquí instalado, en efec:· to, en los cómodos rieles de una asíntota ideal que lo aproximará al "acto" sin alcanzarlo nunca. Sólo después de algunos meses de análísis {en la actualiaad ya han transcurrido algunos años) Ange se decidió a relatarme el acontecimiento notable que significó para él sü primera "noche de amor'": las circunstancias fueron Jas corrientes : una compañera de trabaj(), una cena, mejor que lo habitual en esa época de guerra, en 1942, t~I cuarto de la amiga. Los preludios habituales, luego se desvisten, ne acuestan, pero a lo )argo de toda la noche se detienen en los prelliminares: ella se desencadena progresbiamente en la excitación creciente de su espera, él se vuelve casi priápico, incapaz de tomar la menor iniciativa, petrificado literalmente por el horror. obligado, al límite, a defenderse contra una amenaza " de-que-se-lo-haga penetrante" . N unc@. salvo en sueños. estu~o tan cerca del abismo. Hizo falta más tiempo aún para que. i:elatase el recu~rdo e11cubri9or. que· es también un recuerdo clave contr!J el que choca su análisis. Tiene. tres .áñt>s,·aún hijÓ.úniCo;º la mádre se e ncuentra _en ·el ~o~ienio de · l..!n · em~arázo que culminará con el nacimiento' de una hennani1ta. Esa madre, poco tiern·a y meticulosamente limpia, se ocupa a fondo de su higiene íntima. Con regularidad se entrega al rito de Ja itTigación ¡ lo celebra en . la cocina. en cuyo piso eJttiende una amplia frazada ; los instrumentos son desplegados; ella · conduce entonces lo principal. su hijo, ya que , alega. él no puede quedarse solo en el cuarto vecino. Se extiende, entonces, apretando contra sf a su peq1ue- · ño Ange. y Ja operación comienu en Ja· inmovil.idad de un ge-ce silencioso. El conserva el recuerdo de W'l& efusi6n disolvente, del pl•·~r inefable de un contacto envolvente con la exclusión específica de toda emoción propiamente genital; recuerda también el aliento quizás algo precipitado de su madre, el ruido del agua (de la que, p:>co tiempo después, tuvo fobia) . de un olor insulso, de su curiosidad contrar iada. por último, cuando quiso ICYantarse para ir a ver. La esce na, sin duda, fue reproducida en múltiples ediciones, regularmente a la hora de la siesta, siempre en ausencia del padre, pero en su recuerdo prácticamente todo se agolpó como en una celebrac:ión única . CuaÍauiera que sea su índice de realidad histórica , ese recuerdo encubridor, ese recuerdo clave, representa el equivalente de un inct~sto consumado y podemos decir, para resumir, que alrededor de los tres años An!le vivió la experiencia de acostarse con su madre: no. e.abe señalarlo: a nivel de la experiencia común de compartir su lec;ho, sino como término principal de un eje rcicio erótico; no cabe ning;una duda, e n efecto, de que las " curaciones" constituían para esa mujer
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nuestro saber· y de nuestra acción. Pero Latención! Reconocer estos límjtes en sus form as (lCtuales no quiere decir que les rendiremos culto ni tampoco que 1os erigiremos como muros de nuestra propia prisión. La "fuerza de las pulsiones". considerada incluso como referencia a alguna experie ncia de límite, sigue siendo para nosotros un problema: precisamente el que deseo abrir y plantearme aquí.
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el equivalente apenas disfrazado de un coito ideal en el que el instrumento de la intromisión era una prótesis. Debemos intentar precisar, entonces, en detalle, de qué forro~ Ange vivió esa experiencia, intentar determinar, en resumen, con las elaboraciones secundarias dominantes, los puntos originales más sensibles. La impresión principal e inmediata sigue siendo la de efusión, de disolución; inmediatamente después, con un mínimo de distancia, es de efracción, de ruptura. Este concacto inefable -que hemos reencontrado en el análisis a través de un prurito difuso- parece cuestionar la existencia de su límite, de su "saco de piel", como si estuviese a punto de disolverse en un océano, de desaparecer en él. Domina entonces, muy rápidamente, la preocupación de la barrera que, en rneños, se derrumbará en el borde del canal en el que el tranvía de su mfancia se sumerge, es Ja preocupación por la carrocería de su auto que puede raspar , el temor de una inyección, 1a amenaza de una herida; en resumen, la obsesión o la fascinación ante Ja efracción. ante la ruptura. En el otro polo del análisis de este recuerdo (quiero decir, a alguna distancia de esa reconstrucción de una cierta experiencia sensible a través de la fantasía, el sueño ...o el síntoma psicosomático), se impone Ja 'dimensión fundamental del deseó .ele esta mujer, su .ma'drc, a quien nada det-iene_ en su ejer_cicio pervertido y que parece orientarse con una evidente preferen_cia h·acia la celebrac,ión de1.rit_1J de la siesta más que_hacia la ·posibllio~ d·dcl lecho conyugal. Ella ha convertido verdaderamente a su niño, en la oportunidad, en un falo "al' alcance de la mano" que Olorga, por orra parte. lo esencial de su valor erótico al instrumento sustitutivo que es la cánula utilizada. 'fo fue fácil reencontrar la huella de su padre. En 'el análisis, en un primer momento apareció como muerto ·(poco tiempo después del matrimonio de nuestro pacicme). Ese padre prostático, luego urém1co, habría muerto. según consideraba Ange, por negligencia y por los excesos de una vida sensual dispersa, ya que desde muy pronto, según parece, había renunciado a violentar el acceso difícil a los placeres conyugales. No podemos decir que fuese un padre ausente, sino, más bien, que muy pronto dejó que se deteriorase el ejercicio de sus derechos. del mismo modo en que Ange recuerda aún cómo, a los siete años, despierto hasta la mitad de la noche, esperaba el regreso de su padre evitando dormirse hasta que lo hubiese oído regresar. Así, desde esa época -y ello no ha cambiado- el placer de ;\ngc permanci;ió inmovilizado en lo que podríamos designar como d culto del muro. Su pasión. Jo hemos visto, es la de erigir el obs· táculo. la barrera contra la que va a chocar: no le interesa en absoluto derribarla o destruirla. sino, por el contrario, comprobar qut:: está allí. sensible, resistente; que puede, de algún modo. palparla, acanciarla, mantenerla en una perpetua presencia: sueña con lo nrncizo, con el &ncla. con una montaña 4ue sea sólo roca ... En Gibraltt:r, visita s11 fontasín. plro un vértigo angustioso lo invade cuan·
do, sobre la pasarela, franquea el espacio que lo lleva de la roca a su barco. Desde los tres años, por otra pat·tc, ya había comprendido cuál seria el objeto de su pasión: en una oportunidad, cuando d·~s pués del almuerzo (se trataba. sin duda, de una jornada sin curaciones), su madre se había dirigido a charlar con una vecina, saltó en dirección de la puerta que había quedado entreabierta y la cerró resueltamente; se necesitaron muchas horas para convencerlo de que cediese. De ese modo, realizaba en forma sensible la erección de la barrera necesaria, la que debe separarlo del deseo activo de su madre y, nl mismo tiempo, por supuesto, de su deseo por su madre. Puedo decir ahora que el carácter f undamenial del hecho inc:estuoso vivido por Ange Duroc fue la experiencia de la ausencia sensible de la prohibición. El rasgo más notable de esta escena. si exceptuamos el goce (o la angustia) es. sin duda. la experiencia de la folla de defensa, de una barrera inexistente (que ni siquiera es necesario derribar), de una ley burlada. Volveremos a examinar luego (:ste doble problema, por un lado del valor y del sentido de lo prohibido. por el otro de Ja función reveladora de una ausencia sensible de Jo prohibido. Por el momento, bastará con que aprehendamos clnramente, en ésta .experiencia, la fuente misma de la (uerza de Ange, de esa energía feroz que anima en secreto su goc:e inmóvil,. contra la que tenemos el sentimienio de chocar, co·mo Freud. con la "roca'' pro. fucidamente arra·i.gada del temor a la castr,ación. Al edificar· cons1tan. temente · m<iples barreras. al .cuidar sµs .:'mu·ras" 'con amdr. i\nge Duroc defiende. en primt;r ·lugar, su nombre. se esfuerza. sobrc"todo. por recrear el obstáculo de lo prohibido, por hacer continuamente sensible la defensa de la que su placer careció. por cerrar, para decirlo en forma precisa. la brecha sacrílega que lo precipitó más allá clel plucer. Realizar esa prohibición en forma sensible se convirtió en c;u pasión. . Me parece que avizoramos aquí lo que,. sin ayuda de me1aps.1cologfa alguna, podemos designar en nuestra experiencia como la fuente de una fuerza , digamos la fuerza misma. Ella aparece en todo su poder de fijación, al mismo tiempo que se consuma In violación de la ley; se difunde como un~ lava en fusión que sumerge todo en el mismo momento en el que se disuelve la palabra prohibidora que. al ocultar comúnmente el cráter. nos permite cotidianamente continuar danzando sobre el volc~n.
En "Más allá del princ1p10 del placer". Frcud nos propone por lo menos dos definiciones de Ja fuerza que nos interesa. sugestiva~ r11nbas. La primera. la más "fito:.ófica''. prefigura la hipóte~is de una reestructuración quizá necesaria de In idea de conflicto en el sentido de una oposición esencial y activa entre las pulsiones Je vida v las pulsiones de muerte, tal como se la describe en Analyse terminé11 135
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et analyse interminable (Análisis terminable e interminable) ~'O: Freucl subraya "Ja situación paradójica que determina que el organismo viviente se defienda con toda su energía contra las influencias (peligros) que podrían ayud~rlo a alcanzar su objetivo por el camino más corto ... " n Pese a que en el texto alemán la palabra energía figura sólo como adjetivo, conviene, según creo, -senalar los dos términos de paradoja y energía . Más "clínica" es la segunda proposición sigujente: "La pulsión reprimida nunca renuncia a tender a la satisfacción completa, que l:Onsistiria en la repetición de una satisfacción primaria ... ; nada puede poner fin a ese estado de tensión permanente ... ; la diferencia entre la satisfacción obtenida y la satisfacción buscada es la que constituye esa fuerza motriz, ese aguijón que le impide al organismo contentarse con una situación dada, cualquiera sea ésta pero que, utilizando la expresión del poeta: 'indomable, lo incita constantemente hacia adelante' (¡Ja expresión, cabe observarlo, es puesta en boca de Mefistófeles!). El camino hacia atrás, hacia Ja satisfacción completa, se encuentra por to general cortado .. . de modo tal que al organismo sólo le queda avanzar en la otra .dirección, sin esperanza, sin embargo. de culminar el proceso y de pooer alcanzar nunca la meta'.'-'~ De ese modo, ·se ob~erva con claridad que ''presión", la "pulsión", Ja foeiza motriz se· sitúan, clínicamente, bajo el' signo de Ja· diferencia. (diferencia .entre la: sati!'rfacción obtenida y· la buscada) y '.teóricamente,- en ·Ja· dimensión de la paradoja (no. existe ninguna -esperanza de alcanzar la ·meta buscada), diría quizá~ más bie n, en la dimensión de la antinomia. en la medida en que las pulsiones de vida son irteductibles a las pulsiones de muerte . El ~lemento privilegiado, y que ·YO subrayo, en la historia de Ange, esta experiencia incestuosa. parece ser efectivamente un carácter común y necesario en la génesis de las neurosis obsesivas, aunque se presenta en ellas bajo formas más o menos aparentes. En ese caso, he elegido destacar este aspecto nodal del análisis en la medida en la que su particuJor claridad nos conduce con mayor fa. cilidad que en orros casos a la raíz misma de la experiencia de la diferencia, a la -dimensión de la antinomia fundamental. Ella nos desarrolla en plena 'luz y en forma casi experimental Jos efectos de una falla "concreta", podríamos decir. del orden simbólico. Si dos puede, un momento. ser sólo uno, si el sentido del tiempo puede a la hora de la siesta invertirse y permitir un retorno hacia atrás, precisamente hacia allí desde donde se viene, si no existe más una diferencia entre el íalo paterno y el niño, si por último, el objeto del padre y del niño se confunden, no queda entonces ningún lugar para el sueño y el inconsciente; porque habitualmente se hace el amor con
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:o S. Freud, "Analyse ierminée et analyse interminable". en Revue /ron· de psychanalyse, XI, 1939, n! I, pág. 30: cw. XVL 90. " S. Frcud, ·•A u-dela du principe de plaisir", en Essais tic psychuna/yse, Payol, 1970, pág. 50; C•W. XIII. 41. '" S. Freud, ibíd., pág. 53; cw, XIII. 44.
la madre sólo en sueños y es el privilegio del inconsciente el de usar de ese modo el tiempo, la diferencia y la contradicción. Lo menos que podemos decir de la experiencia incestuosa de Ange es que constituye una especie de cortocircuito entre el sueño y la realidad, entre los circuitos lógicos de tipo secundario, entre el consciente y el inconsciente, para citar sólo algunos términos antinómicos. (Señalemos. al pasar, que el término Kurzschluss [cortocircuito] surge en la pluma de Freud en el momento en el que subraya la paradoja de la lucha del organismo contra el objetivo natural, es decir, la antinomia de las corrientes pulsiooales.) Señalemos desde ya que lo que habitualmente mantiene en la experiencia individual la dimensión de la irreductibilidad de la ausencia de común medida (asf, entre el sujeto y el objeto, entre el yc1 y el otro, la vjda y la muerte, etc.) es, precisamente. la prohibiciór.1 del incesto. Esa prohibición es la instauración del orden que debe ocultar el horror y el absurdo; ella crea el "placer atemperado" cuyo ejercicio nos sustrae cómodamente las ~a.radojas de una vida luchan· do contra ella misma, de un deseo que apunta sólo hacia un señuelo, de una búsqueda sin esperanza alguna. Ahora bien, en Ja historia de Ange Ja experiencia del cortoc'ircuito reemplazó a la prohibición sin su función normativ:i. Examinemos las consecuencias:· una · prolongada historia mortótona y pro~aic'a · de 'repeticiones, po.co fieles en su· lógica,· rígidas .en- su .e~tructura . y .veremos- que los ·elemenlos. ha·n· Sidb sobredcterm iRailos·en ·gr.an _medida por· ello. -Asi. se _rcp.i1e11· ·· y se demuestran en su conducta .conyugal la úi:.lancia que existífl · . entre sus pudres, el escaso deseo de ta madre, la desafección del p.ndre. Más precisamente, se repiten tamb.ién las disposiciones de la e:;cena inicial en )as que el compañero es mantenido al lado, al ~lcance de Ja mano, pero debiendo ignorar todo Jo que ocurre en la zona ,genital. En forma similar. se perpetúa el estado de tensión que, a decir verdad. nunca fue calmado. Es en los límites de estos confim:s estrechos que se desarrollará la vida libidinol de 11uestro sujeto: .c1:rrará puertas para separarse de su madre del mismo modo en que construirá muros con los que gozará al palpar con delicia los Jímiws de su resistencia; gozará, por último, con la ambigüedad de su paP'el primero, sea de instrumento necesario para el goce de su madre ·'º: si no, de pareja precoz cuya impotencia fue sustituida oportunamente por la cánula utilizada como instrumento. Pero, 3demás, se concederá la compensación de un camino de estilo perverso. Le gustan las bombachas de mujeres, las ropas interiores. la vestimenta femenina. Sitúa la fu ente de ese goce en un juego voyeurista que lo llevaba alrededor de Jos cuatro años, en el campo. a espiar a sus vecinitas en el momento en el que, en la naturaleza, siempre en el mismo Jugar, ellas satisfacían sus necesidades; de ese modo comprobaba que. si bien de adelante no eran iguales (lo q~1e no deseaba saber). detrás era muy parecido y funcionaba del mismo modo. Conjugaba entone-e!' en sus juegos la excitación anal (ya descripta) con una forma de estirar en la forma más ajustada posible su ropa hasta que, de ade-
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]ante. se asemejase a las niñas. Con la veshmenta fe~enina., la ilusión _ es más perfecta, la excitación mayor . ·.: pero tamb1en aqw el pla~er es sólo permitido y alcanzado en sueno. Además de una negación evidente del problema de la castración, podemos observar có~o sur~e aJU una especie de pasión por lo "mism?", un horror ~e. la d1ferenc1a que nos introduce al aspee.to m~~ sensible de la pos1c1ón de ~n~e, ya que así se afüma otrn d1.mens1on de. su placer: encon.trar lo m1,s· roo" borrando las diferencias o reduciendo, como se dice. a ~m~n deno'minador.- A ello Jo predispone, evidentement:, . su experiencia de cortocircuito: puesto que él realizó el acto proh1b1do, puesto que unió, según cree, en forma sensible, los irred~ctibles, puesto . que resolvió la antinomia, ¿cómo resistir a la tentación e.le reproducir el espejismo basta el infinito? Encontra~?s el f undame~to ~e esta ten· 1 Y qu7 ~e dencia a Ja repetición que Freud cahf1ca de demoma~a ilustra con exuberancia en obras novelescas como, por e¡emplo, E~1x1rs du diable (Los elixires del diablo) o, tam_bién, .L'Elu (El elegido). en la medida en la que se basan en una se~1e de 10cestos consumado.s hastii el punto de que sólo pueden concluir a t:avés de un. acontecimiento sagrado. único capaz de suspender el c1~lo de las mfernales repeticiol)eS. ¿Debemos ?ec.if entonces qu~ _es. ·s1emp.re. es,a parte de incesto realizado le que anima la compuls1on de 1:epet1clon en cada u~o? No estoy lejos de· cre:rlo. . '.. , . . . Al haber expemrtent~do ·ef cortom~~tto. el. Ange:-Du_roc, ~lente, en cierto modo. que encaro~ la ley; ~es cierto que,. por un .momento. ocupó su lugar. Su situacion quedo ~es~e entonces pref1g~ra~a y adquirió la impresión de que si no continuo asumiendo por ~L m1.~mo esa función, si la abandona por un solo momento, n? habra pata él deseo ni ley. puesto que· nadie podría ya, ~alvo el, actuar como garante de lo irreductible ... i EL es como el diablo.
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Dutoc , acosado por el temor de los temas homos~xuales. pro.testó el otro dfa dic iendo que no .es posible afirmar que el e~ msens1~le 8 Ja mujer. ya que la víspera se había sen tido profunda~ente emoc10· nado al· contemplar en un álbum la estatua de una bamsta acos.1ada Ese involuntario humor nos subraya también cómo su mundo t1emk a asemejarse a la ciudad de Pompeya cuya vid.a fue activa y comercio fue floreciente, y que aún hoy sigue igual, ~ero al reves podríamos decir. por la fuerza de atracción y ~e sugestión dd desva· r¡ecimienro petrificado. Sin duda , podemos decu , desde u? ~unto de vista de psicólogo. que la vida económica de Duroc es practtcame~te inexistente (señalemos. al pasar, que la ecCtOl)mía _ rural es .. p~7c1saob¡'eto de su vida prol'esiona l); :.us "mtcrcamb1os son men te. el 1 insignificante~. pero no se queja, ya que se satü.face con os equ1vn
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lentes litográficos (o fantaseados) que constituyen lo esencial de Jos bienes que circulan eñ su pequeño mundo cerrado. Lo que bloquea la vida de Ange Duroc es la ausencia vivida de lo• prohibido y todo ocurre como si esa carencia hubiese abierto am· pliamente las compuertas de una fuerza petrificada. Se mañifíesta aslí con claridad que la función habitual de lo prohibido, precisamente, es la de fijar esa energía. Digamos más precisamente, abandonando la metáfora energética, que lo prohibido en acción es el principio die la potencia. Lo prohibido aparece como fijación de algo que, libre, actúa como fuerza antes de fijarse de otro modo. Si por alguna razón esta prohibición se revela ineficaz, vemos cómo se difunde en forma incontinente un proceso de fijación, que en el caso de Duroc es petrificante, pero que en otros casos fragmenta y lleva al extreme>, alrededor de mil puntos de fijación, una especie de agitación perpe· tua a la manera de un movimiento browniano. Recordemos que, de las intuiciones de Breuer, Freud retuvo y conservó Ja distinción entre la energía libre del proceso primario, 11a que anima el campo del inconsciente. y la energía ligada (tónica) d1el proceso secundario qu.e rige el sistema consciente-preconsciente. Hoy como ayer sigue así planteado el problema de la naturaleza del ·'víncu· lo" o .. para ser . más precisos , del contenido que se le debe dar aJ concepto de f ijacíón en la vida j:>s-íquica. Para , .. ''fij¡ir": nuestras ideas utilizaré la imagen · más simple · posible. la de ' 1á cola de pegari su· poder fijador ·se ejerce en· ambo~ . labios de la hendidura ·e inteñta ocultar h1 rotura del vnso que . :1 . difer_encia de los enamorados en éxtasis, de uno se ha convertido en dos. No discutiré para saber si el pasaje del unq al dos . e inver~;a. mente, es de orden cuantit;:lt1vo o de orden cualitativo (.aunque sería interesante connotar lo que distinguirá uno del otro) : me contenturé con subrayar aquí el único carácter de "diferencia", el que distingue el uno del dos, y cada uno de los términos del dos. Por el momento, no veo mejor definición de la fijación que Ja de decir que ella es. siempre, tentativa de aprehensión de una ''diferencia" o , también, ocultamiento de la antinomia. Intento señalar con ello que la p•rohibición del incesto constituye, en "'llUestra experiencia como en toda experiencia la fijación de la referencia. una especie de modelo ne:cesario. Las antinomias que esa prohibición fija y oculta son múltiples y recordaré aquí sólo la de la naturaleza y la de la cultura, ya que constituye el principio de la obra de Lévi-Strauss, pero no me extenderé sobre su catálogo (sangre y nombre. biológico y psíquico por ejemplo), ya que la enumeración no añadiría nada al hecho fundamental de que la prohibición indica y recuerda lo irreductible. Como el lenguaje del que es coextensivo en la experiencia d el hombre (y también aquí recuerdo n Lévi-Strauss), el símbolo de Ja antinomia tiene como función mayor , Lacan ha insistido en ello en grado suficiente, la de instaurar. al mismo tiempo que la ley. el deseo. Si algo merece el nombre de fuerza en la vida psk¡uica. pirnso qu.:: n() es posible aptt>henderlo mejor que t!n este punto, al principio mismoi del 119
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deseo o de Ja ley. Parece que todos los avatares de esta " fuerza" se manifiestan en condiciones estructuralmente aoáJogas y, también, que la aprehensión clínica se opera en general (y con mayor comodidad) a nivel de un fenl5meoo de fijación. En cuanto a la fijación, aparece efectivamente así como la elección de un eje. Pero cabe recordar que un eje es-Siempre virtual y que su alma está vacía. Tal es la malignidad de estos temas "concretos" como la "fuerza de las pulsiones", ¡lo conducen a uno directamente a los ejercicios más abstractos! Pero no cedamos al vértigo y, como se dice. afirmémonos en Ja rampa . .. me refiero a la de nuestra experiencia. Ahora bien, en una perspectiva tanto clínica como metapsicológica, son las REPRESENTAC CONES las que constituyen los ejes; son ellas las que aseguran las funciones de fijación en la vida psíquica. Observemos que el término de " representación " evoca la ilusión del placer , la que tiende a hacer nuevamente presente el objeto inaccesible de la satisfacción. Ello ocurre tanto ea alemán, idioma en el que el eco de la palabra repercute en el espacio: "meter delante" ( vorstellen) , como en francés (represeñtación •) donde, vibrando en el tiempo, querría hacer preseme el momento perdido en el pasado. ¿ Hace falta recordarlo? Son (as representaciones, en su extrema divei:sidad , ·lo que nos vernos 1\evados a manejar en el. análisis: es. a través de .ellas ·que pas~n Ja realídad de nuestra acción · y la ilusión de nuestro podS!r .. f,n .efecto , .su fiel c;:omp~dre .. el AFECTQ . es ~ólo. . fo connQtación .a contrapekl 9e un movimiento oe represeli~ácio- . . nes y, eJi;;más, queda sometido ~I mismo al .riesgo de otra captura represen1ativa. Reproduzco entonces a continuación dos eiemplos de "representación" . Ange. no sin reticenciás, nos manifiesta asi Ja repres!!ntación, .insistente, de la bombacha: es fascina nte. Su ''fuerza" es mágica y Ja ·emocíón (afecto) que la connota es viva. ¡Ello no q:mstituye una razón para estar emocionados ·nosotros; o para convertirnos en magos! Más vale, en este caso, seguir siendo analistas para ser capaces de discernir, en esta representación, lo que Ange pone en ella, con qué la llena, quién la ocupa y se asienta en ella, para decirlo de otro modo. con qué se encuentra catectizada (besetz). En primer lugsr, él se ubica en ella en ·el Jugar de su hermana , de su madre, hace desaparecer su sexo de la vista. adopta ·la :ipariencia de una mujer, afirma la similitud para negar la d iferencia , dice, en resumen, que. pese a que sabe. quisiera no saber nada de la posibilidad de la castración; además, reencuentra en ella Ja f\.mción del instrumento, del accesorio, ayuda necesaria de su impotencia de antaño. Pero, sobre todo , lo que fija a la bombacha en su funci ón privilegiada es el hecho de que, además de las contradicciones e incoherencias de estas determinaciones, indica y oculta el lugar de la diferencia, es decir. la fuerza del vacío. Podemos decir desde ya que la "catexia" (ocupación: Besetzwzg) es algo así como la suma o la recopilación de elementos heterogéneos. •·afectos'' inclui
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Representante por· excelencia, el poder del nq_mbre se basa c:n ta permanencia que instaura y a la que remite constantemente; no es trad ucible, salvo, precisamente, en forma irrisoria, como ese personaje de Hoffmann, el artista capilar Schoofeld, que del otro Jacto de los Alpes se convierte e n Belcampo. Sólo el nombre es lo "m~s mo", es Ja ocasión de señalarlo, como testigo sensible de Ja permanencia. Pero la fijación de Duroc al suyo es doble. Se trata, por u n lado, del signo de Ja permanencia a través de las peripecias de las generaciones, y su patronímico constituye para él la suficiente y " trivial" ref~rencia al padre que le permitió no ser psicótico. Su nombre ejerce así su función y, garantizándolo con su perennidad, marcando su origen, asume felizmente, podríamos decir como un sacramenl10, Ja trivialidad de la copulación que lo engendró y las fallas del deseo que lo rodeó. Pero, por otra parte, podemos decir que Ange se fiijó (/ixé) muy pronto a su patronímico por el valor mctafórico de la palabra, consideró a su nombre como una indicación cómoda de su destino y dejándose guiar, fascinar quizá por la ambigüedad del signo, encuenh·a en él su razón primera, más secreta, de mimar (mimes), para su propio placer , la permanencia de la roca. Llegamos aquí a la esencia misma de la representación y de la . fijacíón ya que, estructuralmente .. Ja . oposición. de los fonema~ que constituyen la palabra señala electivamente, eh su conjunción misima, Jo irr.éductible óe· las o·posi.cion!!s. que C?oni:iota y ~a falta ·que las .u1n·e .. · La. ''phlaora'.' es el '.'representante" privilegiado entre todo~, ·símbc) ld · en sí mi sino de la antinomia: de ese modo; se convierte efectivamente en significante tanto verbo como acción, para todos aquellos que viven y atesriguan, significándola, 13 falla constitu•iva de su estado. Pese a que ello implicaría un ligero desvió de nuestro. proyecto, deberíamos intentar describir las modalidades de nuestra acción analític;a, presentar las vías de la MOD IFICACl ON que podemos introduch- por medio d& la interpretación. Mencionaré entonces sólo dos breves ejemplos. El primero recordando cómo la expresi6!1 psicosomárica .cutánea de un prurito difuso fue bloqueada repentmamente por la muroducción de la representación "saco de piel" como "límite", o tam:- . bién como ''continente" por ·medio de la expresión ''sentirse mal o bien en su piel " o en la del otro. El segundo al señalar cómo el horror de la palabra "estropeado" (estropié) pronunciada por su madre nos condujo a esta divertida secuencia: en el halo de sus quejas por no progresar (piétiner), de Ja referencia a su placer de espiar (épier), la palabrá (estropié) , e lla misma paradójicamente estropeada en ''etrospié", (est-trop1-cepied) nos condujo a la representación de un pie (pied) aislado que figuraba. como una protesta de or1opédico, en un sueño. De ese modo develamos el tem3 del falo postizo. Es así, en realidad, que progresa la cura, por el desp\azami~:ntu de las fijaciones de una representació n a ot ra , mediante la escucha y el descubrimiento de los juegos jocosos del signi fi cante. 141
· ¿Hemos logrado, como lo-deseábamos, tomar una cierta distancia en relación con la metáfora energética y, sobre todo, hemos logrado situar mejor los elementos de una economía psíquica? ¡Sin _ duda, no hemos hecho nada más - y hubiese podido ser de otro modo-- que proponer otro sistema de representaciones que reemplaza la metáfora denunciada! Pero lo que me importaba era lograr deslindar el concepto de fuerza de sus implicaciones mecanicistas y " anales", para comprender mejor la especificidad de una "fuerza psíquica", la misma que sostiene, en último análisis, la "potencia" en el sentido en el que la entendemos, quiero decir "sexual". Quisiera haber logrado distraer nuestros espíritus estudiosos de la alternativa cantidad/calidad y habemos permitido reencontrar la esencia de la diferencia que las funda doblemente, haber logrado que se entienda que la fuer za es antes que nada la capacidad de asumir las antinomias, y que la antinomia es la dimensión agente de nuestra experiencia.
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Este libro se te.rminq de de agosto de 1982. en los callcres ¡¡raf1cos de LA
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Junio 845. Buenos Aires.
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