>, la << novedad>> , vienen de un pensamiento específico sobre el poder de las imágenes. Para Warburg, en efecto, la imagen constitu ía un <
tir, las conductas festivas o los códigos de salutación • La imagen, en suma, no se podía disociar del actuar global de los miem bros de una sociedad. Ni del saber propio de una época. N i , desde luego, del creer. Es ahí donde reside otro elemento esencial de la invención war burgiana, el de abrir la histor ia del arte al <
cia mágica - pero tamb ién litúrgica, jurídica o política- de las imágf:nes: << [ ... ] una de las verdaderas tareas de la historia del arte (Kunstgeschichte) es hacer entrar en el marco de un estudio en profundidad a esas creaciones sur gidas en las regiones más il uminadas de la literatura de propaganda político religiosa; en efecto, ésa es la ú nica manera de comprender en toda su exten sión una de las más importantes cuestiones d e la investigación científica sobre las civilizaciones y sobre los estilos (eine der Hauptfragen der stileiforschenden
Kulturwissenschaji) y tratar de aportar una respuesta>> ~.
11
El deslizamiento de vocabulario es significativo: se pasa de una historia del arte (Kunstgeschichte) a una ciencia de la cultura (Kulturwissenschaft) que, al mismo tiempo, abre el campo d e los o bj etos y estrecha el enunciado de los
110 111
112
A. Warburg. 1901 (citado por E. H. Combrich, 1970, p. 153). Este aspecto omnipresente de los trabajos de Warburg ha permanecido desconocido en Fran cia. tanto por los historiadores del arte interesados en la relación entre pintura. gesto y repre sentación teatral (Cfr. P. Francastel, 1965. pp . '201 281. Id.• 1967. pp. 265 -312. A. Chastcl, 1987. pp. 9 - 16) como por los semióticos y los historiadores que trabajan sobre la cuestión misma del pothos y del gesto (Cfr. J. -C. Schmitt. 1990. A.J. Greimas y J. Fontanille. 1991). Por contra, este aspecto no había sido ignorado por J. Huizinga. 1929, pp. 17-76. A. Warburg. 1920, p. '20 1 (trad.. p. 249). Ser'1alemos el bosquejo de Warburg de una Historia de las religiones, citado por E. H . Gombrich. 1970, pp. 71-72. Sobre las publicaciones de la KulturwiSScll.!Chaftliche B,b/,orhek Warburg dedicadas al;~ historia de las religionts, cd. R. Kany. 1989.
44
LA IMAGEN SUPERVIVIENTE
pr·oblemas fundamentales. La Kunstgeschichte cuenta, por ejemplo, que un género de las bellas artes denominado <
imago romana) , de la liturgia medieval y cristiana (práctica de los exvotos en forma de efigies) y de los datos artísticos e intelectuales propios del Quat trocento; el retrato se transfigurará entonces, ante nuestros ojos, convir tiéndose en el soporte antropológico de un <
.: ,'1
miento específico dirigido a las imágenes en el marco -no específico, abierto hasta perderse de vista- de una KulturwissemchaF' 4 • Era necesario abrir el campo de los objetos susceptibles de interesar al historiador del arte, en la medida en que la obra de arte no era ya considerada como un objeto cerrado sobre su propia historia sino como el punto de encuentro diná mico -el relámpago, dirá Walter Benjamín- de instancias históricas hetero géneas y sobredeterminadas. En su magist ral artículo sobre el concepto warburgiano de Kulturwissenschaft, Edgar Wind escribía quf! <
OifebloodY' 5>>. Contra toda idea de una historia autónoma de las imágenes -lo que no quiere decir que haya que ignorar sus especificidades forma les-, la Kulturwissenschaft de Warburg terminó, por tanto, por abrir el tiempo de esta historia. Haciendo grabar en letras capitales la palabra griega que designa a la memoria (Mnemo~ne) sobre la puerta de entrada de su biblio teca, Warburg indicaba al visitante que entraba en el territorio de otro tiempo.
:~:
Il3
II4 II5
A. Warburg. 1902a. pp. 65-102 (trad . p . 101-135) . Cfr. C . Didi-Huberman. 1994. pp . 381- 1·32. Cfr. E. Wind, 1934, p. V, donde se dice ya que este término es prácticamenle <
NACHLEBEN, OLA ANTROPOLOGiA DEL TIEMPO:
WARBURG CON TYLOR
Este otJ'O tiempo tiene por nombre <
intentaba reunir la investigación de archivo y la biblioteca con el fin de 116 comprender sus sedimentaciones y movimientos de tierras • Ése es tam bién el probl e ma fundamental que Warburg intentó afrontar sobre el terreno mismo -y en e l tiemp o muy corto- de su expt:riencia india. Asi, pues, antes de interrogar a la noción de supervivencia en el contexto de una <
u6
Cfr . A. Warburg. 1932. 11. pp. 670 -673 (entrada Nachleben der Antikedel índice. la más larga de todo el volumen) . Cfr. H . Meier. R. Newald y E. Wind (dirs.). 1934.
117
Cfr. O. Oidi Huberman, 1998c, pp. 138 - 162.
LA IMAGEN SUPERVIIVIENTE
espontáneo de su propia lengua: no escribe Nachleben, ni tampoco Fortleben o Urleben. Escribe suruival, en inglés, como haría el propio Warburg en algunas 118 ocasiones • Ello constituye un significativo indicio de una cita, de un prés tamo , de un desplazamiento conceptual: lo que cita Schlosser - lo que, antes que él, Warburg había tomado y desplazado- no es otra cosa gue el suruivol del gran etnólogo británico Edward B. Tylor. Al abandonar súbitamente Europa para marchar a Nuevo México en 1895, Warburg no efectuaba un <
Kulturwissenschafi de Warburg y la science ofculture de Tylor. Una y otra, en efecto, tienen como proyecto el superar la sempiterna oposición - que Lévi-Strauss constatará críticamente todavía un siglo más 122 tarde - entre el modelo de evolución que exige toda historia y el espacio de intemporalidad que a menudo se atribuye a la antropología. Warburg abrió el campo de la historia del arte a la antropología no sólo para reconocer en ella nuevos objetos de estudio sino también para abrir su tiempo. Tylor, por su parte, pretendía proceder a una ope ració n rigurosamente simétrica: comenzó por afirmar que el problema fundamental de toda <
!18
J. von Schlosscr. 19 11, p. JO (trad ., p. 8) . Cfr. A. Warburg. 1927a, p. 38. etc.
119 120
E. 11. Gombrich, 1970. p. 16. K.W. Forster. 1996. p. 6 , ignora sencillamente a 'fylor en la
121 122
<
F. Saxl , 1929 - 1930. p. 326.
47
l. LA IMAGEN-FANTASMA
este desarrollo no se podía reducir a una ley de evolución formulable según el modelo de las ciencias naturales' 23 , y que el etnólogo no podía compren de r lo que quiere decir <
<<[ .. . J cuando
S<'
pretende explicar las leyes gen c a·alcs d el movimi ento int e
lectually cultural en general) , resulta ventajoso e n la práctica el centrar las investigacio n es en docum e ntos tomados de la antigüedad (amonganliquunan
re/ics) y q ue n o tengan más que un escaso interés a ctual >>
12
-l .
Ciertamente, Warburg no debía desmentir este principio metodológico de la inactualidad: lo que constituye el sentido de una cultura es a menudo el síntoma, lo impensado , lo anacrónico de esa cultura. Y henos aquí ya en el tiempofantasmal delassuperoivencias. Tylor lo introduce teóricamente al inicio de
Prinutiue Culture. constatando que los dos modelos concurrentes del << desatTo llo de la cultura>> - la <
miento. Un viaje a México, precisamente. Entre marzo yjunio de 1856 Tylor había recorrido México a caballo. observando y tomando millares de notas. Publicó en 1861 su diario de viaje -sus propios Tristes trópicos- en el que, alternativamente , entran en escena, como para su propia sorpresa, mos quitos y piratas, caimanes y misioneros, trata de esclavos y vestigios aztecas, iglesias barrocas y atuendos indios , temblores de tierra y uso de armas de fu ego, maneras de mesa y maneras de contar, objetos de museo y combates 26 callejeros' ••• Anahuac es un libro fascinante porque en él asistimos al aso m
123 12+
125
E. B. Tylor. 1871. l. p. 13 )' 23 - 62 (trad . l. pp. 17 y 29-80) .
/bid. . l. p. 14-3 (trad . l. p. 187).
lb1d. . l. pp . 14 - 16 (~rad . l. pp. 18-21 ). C fr . /d.. 1881. pp. 373 - 4-00. do nde Tylor se interroga
de <
n o(' a o n e~
~ ua-vival fue dada por Tylor en
126
LA IMAGEN SUPERVIVIENTE
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4. Puntas de flecha en obsidiana. México. prehistoria. Según E. B. Tylorl Anohuac, Lond res, 1861 , p. 96.
bro continuo de su autor: asombro de que una misma exper·iencia, e n el mismo lugar y en el mismo momento, pueda vehicular ese nudo de anacronis
mos, esa mezcla de cosas pasadas y cosas presentes. Así. las fiestas de la Semana Santa en México actualizan conmemoraciones heterogé neas . :nitad crist ianas mitad paganas; así, el mercado indio de Grande actualiza un sis tema de numeración que Tylor creía que no se podía ya encontrar más que en los manuscritos precolombinos; así, los ornamentos de los antiguos cuchillos sacrificiales están próximos a los d e las espuelas de los vaqueros mexicanos ·~-' (r. .,¡'!JS· 4-5) ... Ante semejante panorama, Tylor descubre la extrema variedad, la verti ginosa complejidad de los hechos de cultura (a lgo q ue sentimos también cuando leemos a Frazer); pero descubre igualmente algo m ás pertubador todavía (y algo que no se aprecia en Fraze r) : el j uego vertiginoso del tiempo en la actualidad, en la <
127
historiador de ca da una de sus observaciones . La co mplejidad
/b1cl.. pp . +i -5·1- · 85 -89. F..ste
an;~cronismo res 11lt~ par tit: llbrmt·ntt• ~l.' miblt> en el siso!'ma
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ilum·¡¡cionrs d!' la obr·a (d'r. $ohn· todo PI' · 11 0 · Ji l . 2~0 22 1. 23Gl.
1
49
l. LA IMAGEN-FANTASMA
!1. /\guijones para peleas de gallos. Mex1co. siglo XIX. Según E. B. Tylor. Anahuac, Londres. 1861, p. 254.
<
degrado/ron. sururvol, re¡oit•al. modifico/ron) so n otras tant as forma!> :.egü n la:. c uales se relacionan las partes de la red com pl eja de la c ivilización. Basta echa r un vistazo a los de talles vulgares (tri!'iol detoils) de nuest ra vida cotidiana para d a r nos c u e nta ele en CJilé m e did
U que n o
co n oce más que su propio t iempo es incapaz de explicarse lo que ve ta n sólo mirando en su habitación. Allí ('Stán la madrcs('lva de AsirÍ(I. la
no·· de lis de
Anjou: una cornisa con un marco a la griega rodea e l techo: el estilo Luis
XIV r el
estilo Renacimiento. de la misma familia. se reparten la decoración
del espejo. Transformados. transportados o mutilados (trmt.1ormed. >hiftedor
muttlated) . estos elemento;) del arte conse¡v¡¡n todavía la huella de (5irll Clll'!)' fhrtr lwfr>!J' plam_~) 5lampeJ upon them):
';'SI.
~u historia
sobre objetos más antiguos.
la historia es toda\'ia ma)\ cltficil de lt>er. no dehemo!l ronclui •· de ello c¡ue no la tenga n >>
12/l
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Id.. 18¡ 1. l. p . ¡(, (¡rad . l. l'fl· ·w ~1).
50
LA IMAGEN SUPERVIVIENTE
Es significativo que este ejemplo de supervivencia -uno de los primeros que ofrece Primitiue Culture- se refiera a los elememos formal es de una orna mentación, a esas <
vencias, su << poder>> mismo , co mo dice Tylor , sale a la luz en la tenacidad de cosas minúsculas , superfluas, irrisorias o anormales. Es en el síntoma recu rrente y en el juego, es en la patología de la lengua y e n el inco nsciente de las formas, donde yace la supervivencia como taL Por ello Tylor se intere saba por los juegos infantiles (arcos, hondas, carracas , tabas o naipes: supervivencias de viejas prácticas muy serias, de guerra o de adivinación), lo mismo que Warburg más tarde se interesará por las prá cticas festivas del Renacimiento . Interrogaba a los rasgos del lenguaje , los dichos , los prover bios y los modos de salutación' 32, como Warburg quiso hace r más tarde para la civilización florentina. 129 130 131 132
Cfr. la obra contempo ránea de C. Sernpcr. 1878-1879.
E. B. Tylor. 1871, l. p. 64 (md . l. p. 82).
/bid., l. p. 63 (trad. 1, p. 81).
lblfl., l, pp. 63- 100 (trad. l. pp. 81-130).
l. LA IMAGEN- FANTASMA
Pero. sobre todo, Tylor se interesaba por las sup enivencias desde el ángulo más específico de las supersticiones. La definición misma d e l concepto antrop ológico derivaba, en su opinió n , del sentido tradicional, latino, de la supersl1lio: << Podría mos no sin razón aplicar a tales hechos la calificación de supersf1c1ones. una ca lificació n que sería legitimo extender a toda una masa de supervive n cias, y la etimo logía de esta palabra, superstición, que parece haber significado or igi nariamcn tc lo que persiste de las antiguas épocas. la hace muy adecuada para expresar la idea de supervivencia . Pero hoy día este término implica un reproche ( .. . ] Para la ciencia etnográ fi ca es absolutamente indispensabl e introducir un término como el de supervivencia, destinado simplemente a designar el hecho histórico>> ' ~B.
Es fácil, entonces, comprender por qué el análisis de las superviven cias, en Primitive Culture, culmina con un largo capítulo dedicado a la magia , la astrología y todo lo relacionado con ellas' 34 . ¿Cómo no recordar ese punto culminante en el Nachleben derAntike que constituye, en Warburg, el análisis de las manipulaciones astrológicas en los frescos de Ferrara o en los propios escritos de Martín Lutero 135 ? En ambos casos - y no hablamos todavía de Freud- es la falla e n la conciencia, la falta de lógica , el sinsentido en la argumentación, lo que, en cada ocasión, abre en la actualidad de un hecho histórico la brecha de sus supervivencias. Antes que Warburg y Freud, Tylor admiraba en los << detalles triviales>> (trivial details) una capacidad de hacer se n tido -o más bien síntoma, aqu ello que llamaba también landmarks- de su propia insigni ficancia. Ant es que Warburg y su interés por el <
133 134135 136 137
lbrd.. 1, pp. 64 65 (trad. l. p. 83).
lbrd.. l. pp. 101-144 (trad . 1, p. 131 - 188).
A. Warburg. 19 12 y 1920.
E. B. Tylor, 1871 . 11. pp. 1-327 (trad. 11. pp. 1 466).
/bid., 1, pp . 145 2 17 (t rad. 1, pp . 189-276).
52
LA IMAGEN SUPERVIVIENTE
<
frívolt~s
e incluso de un
t~bsurdo
que
presenta peligros y malas influencias. Per-o he elegido este género de pruebas de un modo intencionado ya que, a través de mis investigaciones, he podido convencerme de cuántas veces nos ocurre el tener algo que agradecer a los locos. Nada resulta más curioso que ver, mientras permanecemos en la superficie del asunto , cuánto debe a la necedad, al espíritu conservador exa gerado , a la superstición obstinada, la preservación de los vestigios de la his toria de nuestra especie, vestigios que el utilitarismo práctico se habría apre surado a eliminar sin el menor remordimiento>> '
38
.
Entre fantasma y síntoma, la noción de supervivencia sería, en el ámbito de las ciencias históricas y antropológicas, una expresión específica de la hue lla139. Warburg, como ya sabemos, se interesaba por los vestigios de la Anti güedad clási ca, vestigios que en absoluto se podían reducir a la existencia objetual de restos materiales sino que subsistía n igualmente en las formas, los estilos, los comportamientos, la psique. Es fácil, igualmente, compren der su interés por los survivals de Tylor. En primer lugar, designaban una
realidad negatiull: eso que en una cultura aparece como un deshecho , como una cosa fuera de éooca o fuera de uso (así. los boti florentinos son testimo nio, en el siglo XV, de una práctica ya separada del presente y de las preo cupaciones <
138 139
/bid., l, p. 142 (trad. l. p. 185). Cfr. id.. 1874. pp. 137- 138.
Id.• 186ga. pp. 83-93./d., 186gb, pp. 522-535· Cfr. M. T. Hodgen . 1936, pp. 67 -107.
l. LA IMAGEN-FANTASMA
53
cuya eficacia pudo reconocer Warburg a través de su naturaleza de intrusa y de intrusión -de síntoma- en la argumentación lógica del predicador de la Reforma 140 . No puede sorprendernos, por tanto. que la fortuna crítica de los surcJiuals tylorianos se refi rie ra en primer lugar a los fenómenos de lacre encia: es en el ámbito de la historia de las religiones donde este concepto hallará sus más numerosas aplicacio n es'+'. Algunos estudios arqueológicos de larga duración -que anticipan lo que Leroi-Courhan llamará los <
140 141
142
A. Warburg, 1920. pp 199 -303 (lrad .. pp . 245-294).
Cfr .. por ejemplo , S. A. Cook, 1913. pp. 375 - 412. A. Weigall . 1928. P. Sainryves, 1930.
C. J. Laing. 1931. Sobre la fortuna critica del suroival tyloriano, cfr. M.T. Hodgen. 1936.
pp. 108-139· Cfr.. por ejemplo. L. C. C. Clark 1934. pp. 41 -47 . A. Leroi-Gourhan , 1943. pp. 9-113.
DESTINOS DEL EVOLUCIONISMO, HETEROCRONÍAS
1 Es forzoso constatar, sin emba rgo, que la noció n de supervivencia nunca ha tenido buena prensa -y no sólo en historia del arte-. En la época de Tylor, se acusaba al suruival de ser un concepto dem as iado estructural y abstracto , un concepto que d esafiaba toda precisión y toda verificación fácticas.
La obje
ción positivista consistía en preguntar: ¿cómo hace usted para datar una supervivencia ' 43 ? .. . Ello implicaba una mala co mprensión de un concepto que estaba d estinado precisamente a calificar un tipo no << histó rico>> -en el sentido trivial y fáctico- de temporalidad. Hoy día se acusaría al survival de ser, m ás bien, un concepto demasiado poco estructural: un concepto, para decirlo todo , marcado por el sello evolucionista y, por ende, fuera de época y fuera de uso, un viejo fantasma cientifista característico del siglo. Eso es lo que se cree espontáneamente poder inferir de una antropología moderna que, de Marcel Mauss a Claude Levi- Strauss, habrá producido la necesaria reorientación de conceptos etnológicos demasiado marcados por el esen cialismo (a lo Frazer) o por el empirismo (a lo Malinowski). Pero cuando examinamos las líneas críticas mismas, n os damos cuenta de que las cosas son más complejas y presentan más matices de lo que parece. Lo que está en discusión no es la supervivencia en sí misma , sino más bie n un cierto valor de uso que de ella hicieron algunos etnógrafos anglosaj ones de finales del siglo XIX. Mauss, p or ejemp lo , no dudaba en r eivindicar el término : el tercer capítulo de su Essaisurledon se titula <
143
Cfr. M. T . Hodgen, 1936, pp. 140-174·
l. LA IMAGEN-FANTASMA
55
estos principios [en los que se instituye el 'intercambio de t·egalos'] en los derechos antiguos y las economías ant iguas >> '14 . Explicaba en él que los principios del don y el contra-don valen co mo <
hombres más primitivos tienen un inmenso pasado tras de si; la tradición difusa. la supervivencia , juegan, pues, un papel incluso entre ellos>> ¡,~f.>.
Eso era un modo de decir que las sociedades <
144 14.5 146 147
M. Mauss. 1923 - 1924. pp. 228 -257. /bu/., p. 228. Id.• 1903. p. 372 . Id., 1913. p. 155.
LA IMAGEN SUPERVIVIENTE
Mauss criticaba también , con clarividencia, la que sigue siendo la otra trampa fundamental de todo análisis de las supe2-vivencias: lo que se podría llamar el arquetipismo. que conduce no a la simplificación de los modelos del tiempo sino a su pura y simple negación , a su disolución en un esencia lismo de la cultura y de la psique. La pieza maestra de semejante trampa es el señuelo que constituye la percepción analógica. Cuando las semejanzas devienen seudomorfismos, Cl;!ando sirven , además. para extraer una signi ficación general e intemporal, entonces, desde luego , el suruival se convierte 8 en una mistificación, en un obstáculo epistemológico' 4· . Señalemos ya que el Nachleben warburgiano ha podido ser en diferentes ocasiones interpretado y utilizado para tales fines. Pe ro el esfuerzo filológico de Warburg. super cepción de las singularidades, su tentativa constante de tirar de todos los hilos , de identificar cada brizna -aunque sabía muy bien que unos hilos se le escapaban, otros se habían roto y otros corrían bajo tierra-, todo ello aleja al Nachleben de cua1quier esencialismo. La anamnesis sintomática decidi damente no tiene nada que ver con la generalización arquetípica. La crítica de Lévi-Strauss -en el capítulo introductorio de su Antropología
estructural- parece mucho más dura. Y es que es más radical, pero precisa mente por ello más parcial y hace gala, a veces, de inexactitudes hasta hacerse sospechosa de mala fe. Lévi-Strauss comienza por marchar tras los pasos de Mauss: critica el arquetipismo y su uso erróneo de las analogías sustancializadas, de los seudomorfismos de uso universal 149 • Ahora bien, es al propio Tylor adonde va a buscar sus huellas. El arco y la flecha no forman una <
14.8 149 150
Id., 1925. pp. 522-523. C. Lévi-Strauss. 1949. p. 6. lbul.. p.7.
l
l. LA IMAGEN -FANTASMA
57
dos en experiencias concretas >>; una afirmación que él 'mismo invalida unas páginas m ás adela nte al reservar a Tylor un papel casi fundador e n la eva luación de << la naturaleza inconsciente de los fenóm enos colect ivos>>' 5' . Pe ro T ylor segui rá siendo. a sus ojos . el pra ctica nte de una et n o logía carente de tod a preocupación histórica: le basta co n citar un breve pasaje d e Researches into the EarJy Histo:;' ofMankind (r865), sin tene r e n cuenta el titulo mismo de la obra y sobre todo si n reconocet· que, seis años más tarde, ~
~
1
1
Tylor desa t·rollaba en su Primitiue Culture un a reflexi ó n sobre la h istoricidad de las sociedades primitivas que Lévi- St rauss está decidido a n o otorgar más que a Franz Boas'52 . En rg52, el auto r d e la Antropología estructural e nu ncia rá una tesis sob re la historicidad << fuera de alcance >> de los pueblos primitivos que es una paráfrasis totalmente inconsciente de los párrafos tylorianos citados más arriba' 53 • Todo e llo d eja intacta la cuestión de fondo: se trata de saber q ué quiere decir <