OSWALDO RIVERA VILLAVICENCIO
LEYENDAS Y TRADICIONES QUITEÑAS
QUITO-ECUADOR Leyendas y Tradiciones Quiteñas © Oswaldo Rivera Villavicencio Derechos de Autor: 008542 ISBN9978-975-04
Concepto Editorial Sur Editores Edición de texto: Henrry Bedoya Portada y diagramación interior: Henrry Bedoya
[email protected] Producción Gráfica: Quito Ecuador Octubre 2008 Edición General: Gustavo Garcés Molineros Sur Editores Equinoccio N16-77 y Vicente Solano (Quito) Teléfonos: 2523687 • 2550599
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NOTA DEL EDITOR Sentados alrededor de ovalada mesa de comedor, o de la mesita primorosa, redonda y antigua "la de la abuela", "la herencia", casi siempre después de haber degustado el frugal alimento o la leche caliente con pan negro, esa leche que había que hacer crecer con agua para que alcanzara a las siete bocas y a veces más... con la llegada de los primos "de la capital", en esa época de las familias, de la edad que tienen las familias, cuando el más grande no cruza la línea de la adolescencia, y el más chico ya sabe escuchar y comprender; sentados, esperando la noche y el silencio, cuando la voz maternal se convertía en la portadora de las vibrantes historias, leyendas y tradiciones que estremecerían a su infantil auditorio; como buena quiteña conocía y sabía relatar, un día una leyenda, otro una tradición, para dejar en la memoria de "su público", por siempre, grabadas las Leyendas y Tradiciones. Así el libro que ahora publicamos, quiere acompañar en la mesa a todas las familias, quiere servir de tertulia, quiere ser sobremesa, para que su contenido crezca en nuestro recuerdo y cobre vida. Agradecemos a Oswaldo Rivera Villavicencio el compromiso adquirido con la historia y la memoria de nuestro pueblo al estregarnos hoy el libro Leyendas y Tradiciones Quiteñas
Gustavo Garcés Molineros Editor
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INTRODUCCIÓN Nuestra ciudad capital es rica en acontecimientos históricos, leyendas tradiciones, historietas y hechos populares, surgidos de la entraña social en diferentes épocas. Estas variaciones dan la oportunidad de recuperar las narraciones de los antepasados y revivir subjetiva y objetivamente diversos aspectos y la amable forzosidad con que los temas se anuncian unos a otros con obsesionante inquietud espiritual para conseguir la lectura, estimular la capacidad, ampliar el horizonte ideal y provocar la curiosidad intelectual. Los hechos dan una dirección determinada, el esfuerzo se empeña hacia la contienda desconocida, la historia sirve de guía y la ilación de la realidad con la expresión idiomática, ofrecen impulsos dinámicos a través del tiempo y el espacio. Aspectos reales acompañan a las leyendas y tradiciones, las cuales interpretan el secreto de la naturaleza, el mundo interior y exterior desde donde surge el pliegue de lo ideal de acuerdo con las disposiciones colectivas y los vínculos espirituales de las agrupaciones humanas; por esto, los exámenes históricos advierten que las condiciones intrínsecas se exteriorizan en cada etapa cultural. Los mitos y las creencias tienen su encantamiento y consenso de las colectividades poseedoras del secreto de la naturaleza y el enigma de la conciencia. La leyenda narra y relaciona sucesos maravillosos más que verdaderos. Las tradiciones transmiten noticias y costumbres que pasan de generación en generación entre los pueblos y están acompañadas de fragmentos de la realidad y las experiencias. Mitos, leyendas, tradiciones y creencias entregan materiales para el conocimiento histórico. La historia orienta, desentraña y comprueba los hechos de la ciudad de Quito, dueña de diversos acontecimientos culturales y artísticos, unidos a una cosmovisión amplia. La historia aclara y justifica el surgimiento de obras conservadas entre las más grandes ciudades latinoamericanas. Tradiciones y leyendas disciernen los criterios y las disposiciones psicológicas producidas en el tiempo, el lugar, las variaciones, las energías naturales, los estados de ánimo, los matices de la vida íntima, el medio ambiente, la conjunción del hecho material y el motivo ideal que
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permite coordinar las experiencias que definen actitudes y la manera de apreciarlas. La obra es corta y de lenguaje sugerente, cuyos escenarios invitan a la reconstrucción y animación de los hechos pasados y evocativos. La propia energía de voluntad y mente es conducta propulsora y expansiva de la vida misma y también la fuente de los sucesos y entretenimiento de nuestras circunstancias. Tradiciones y leyendas quiteñas guardan su esencia y el entresijo de materia, vida y espíritu. Nexos y creencias, vínculos y símbolos de las capas sociales, mantienen en sus contornos plásticos, la realidad inseparable y subjetiva que late de manera espontánea y natural en su trasmundo y nunca se pierde el contacto. Obra de historia, costumbres, fantasmas, aparecidos, casas solitarias, episodios abrazados de cortes abstractos, alusiones de sabor indígena y español, hechos pasados de patriotismo, líneas populares, testimonios célebres de precursores y héroes, casos anecdóticos y tradicionales del pretérito, se hallan acoplados al presente porque persisten en la imaginación. La historia de Quito, Patrimonio de la Humanidad, se manifiesta en el objetivo, en sus valores espirituales; es decir, en el modo de desarrollar la cultura, enriquecer y cuidar las aportaciones y potencialidades, relacionando los principios anímicos, las facultades de interacción social y de participación para dimensionar la sabiduría, el arte, el civismo, las leyendas y tradiciones de quitus, incas y españoles, sus callejuelas, quebradas, iglesias centenarias y el prestigio de los grandes hombres y mujeres. Cultura e historia consolidan el desarrollo y el perfeccionamiento gradual, junto al pasado y sus manifestaciones, adecuándolas al presente para reconocer las sorprendentes creaciones destacadas. Este peregrinaje de leyendas y tradiciones quiteñas contribuyen a una mejor integración que confiere unidad básica a toda estructura de los sentimientos y de la inteligencia de los pueblos. (ORV).
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LOS KITWAS EN LAS FALDAS DEL PICHINCHA La tradición afirma que el Viejo y Guagua Pichincha, a través de miles y miles de años, entre azules cielos, sol brillante, bosques, ríos y valles, nos entregan espacios para largas travesías. En sus faldas tantas civilizaciones y sucesos se han inmortalizado frente a la nieve, al rigor del esfuerzo, a la historia y a las antorchas iluminadas de ocasos y auroras. Los habitantes quiteños recuerdan episodios de consolidación indígena, mestiza y blanca, mediante rasgos sencillos y acciones prácticas de bienestar y erradicaciones de los despotismos. Así los pueblos mantienen sus vivencias, relaciones mágicas y bosques acariciadores del agua y del sitio exacto de la línea ecuatorial. Pichincha significa dos nevados: Viejo y Guagua o lugar bueno para hacer llorar el agua; así mismo, dos volcanes de "chincha, volcán y xincha, dos". Están entre valles, cerros y colinas, cerca al Cundorguachana o Nido de Cóndores y la depresión del Ungi y Cruzloma o Puerta de los vientos, ríos y bosques. La leyenda habla de Kitwa (Quito), pueblo predilecto del sol, ubicado en las faldas del Pichincha, símbolo de u n i ó n y dé solidaridad azul y roja. Ahí se eleva el Yavirac, templo al sol y otro el Hanaccauri para venerar a Mama Quilla, la luna. Los Kitwas, sabios y laboriosos, son raíz y altura, sensibles al verdor del maíz rumoroso abriéndose en cada puerta, envuelto en terrestres resplandores. Curiosas tradiciones conservadas por el tiempo, indican que el Jefe Kitwa ascendió al viejo Pichincha y regresó con su Escudo sagrado caído del sol. Reveló que habían cuatro elementos fundamentales de vida: Illa, el fuego; Tixe, tierra; Vira o Huaira, aire; y, cocha, agua vaporosa. Una honda sensación se produjo en el alma del pueblo que supo aprovechar y enriquecer esos principios cada día, esperando mejorar el presente y propiciar el futuro. En tiempos de siembras y cosechas, sus rituales aromaban los campos verdes, sus fortalezas, templos, volcanes y lagunas en honor a la ciudad en la cual se sentía la fuerza solar y la raza cósmica andina.
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Viejo y Guagua Pichincha: piedra y púrpura de historia y tradiciones, se filtran por los ríos y las fuentes. La soledad sentada sonríe a niños, jóvenes y viejos. Las aves pulsan músicas y nuevas geografías de sueños. El maíz y los bosques esconden la presencia de los nidos apegados a los árboles y a las viejas vasijas fundadoras de pueblos. En estas entrañas, al pie del Pichincha, crece el fulgor nuevo junto al maíz y aquellas tradiciones milenarias de encantamiento, amor y unidad férrea que interpretan diariamente los colores en medio del eterno verdor y el trabajo de la ciudad agitada de cóndores y colibríes, de prosperidad celeste, intrincados bosques y el sol en las colinas que escucha el lenguaje del Viejo y el Guagua Pichincha. Los Kitwas vieron extenderse el arco iris bajo los fogones sonrosados de alimentos y rebeldía. Actualmente, también, sus habitantes de antaño y hogaño, impulsadores de templos coloniales, dimensionan a las nuevas civilizaciones y metrópolis de sienes delirantes divulgadoras de arte y ciencia, cuyos zumos conturban los arcanos.
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GUANGOPOLO Y YACU Hace muchos años, tiempo en el que no llegaban todavía los blancos. Al oriente donde vivían los Quitus, lugar en el que se levanta el Haló: allí en sus faldas, había una pequeña población denominada Guangopolo. La gente adoraba al sol, cultivaba maíz, modelaba el barro y regaba sus plantas con el agua de sus manantiales. Por ese tiempo el dios Pachacámag, ordenó a su hijo Jichay, cuide y ayude a su gente. La compañera de Jichay se llamaba Yacu, tenía el cuerpo fresco, el rostro moreno y en su belleza se reflejaba la luz. De la fuente de agua surgía su belleza; era toda dulzura y su corazón daba consuelo. El pueblo vivía feliz trabajando la tierra y aumentando los frutos que alimentaban a sus habitantes. Un día enfermó Yacu y los campos se volvieron tristes y pálidos. Los árboles y más plantas poco conversaban con ella. Jichay reunió a los sabios, mientras el verano azotaba fuertemente. Los sabios alzaron los ojos al sol, a las nubes, a las estrellas. Luego deslizaron sus manos por el cuerpo de Yacu y acariciaron su corazón. La delgadez de su rostro parecía fuente seca e iba envejeciendo. Jichay apenado contemplaba alma adentro a su amada Yacu. Su alma dolorida caía como piedra sobre el campo y las hierbas. La gente angustiada observaba a Yacu y a la tierra desolada. El amor por ella tenía la sensación de ruego y por las hendiduras, el aire hecho súplica mostraba su sonrisa dolorida. May Yachag, el sabio, cuando cayó la noche estuvo solo con Jichay y Yacu, oyó en el pequeño estanque una ruidosa carcajada y tanto duró aquella que ascendió culebreando por las peñas. Era Tutapurig, el enemigo del día, el ladrón que perjudica durante la noche. De pronto, en medio de escandalosas carcajadas descendió alrededor de Yacu y arrastrándose con una cola enorme se perdió en el horizonte nocturno.
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Arriba en los peñascos la sombra de Tutapurig retumbaba...Abajo, en la planicie reinaba la inquietud y el sobresalto de la gente, sobre 11 todo de May Yachag y Jichay. Hasta la soledad enferma saludaba con el viento nocturno y con el maizal que parpadeaba triste. El sabio iluminado con los ojos de Yacu, dijo: "Jichay traed todas las vasijas y las llevaremos al peñón". El sabio ordenó, además, trasladar leña e hizo arder las vasijas. Cuando apareció nuevamente Tutapurig, quemó su rostro con agua hirviendo. "Llegará el amanecer y las auroras curarán a Yacu, añadió May Yachag, el sabio." Así sucedió. Pasaron los días y la gente feliz se dedicó a cultivar la tierra porque el agua regresó rauda a fecundar los campos. Transcurrieron los años, Jichay y Yacu, amados por la gente del pueblo eran felices. Yacu como fuente azul daba vida a los campos y Jichay regaba las sementeras y las cuidaba con amor y sacrificio. Yacu, todos los días derramaba el agua sobre los prados que cubrían los declives. Mientras esto sucedía, llegó un día el mensajero del dios Pachacámag, Era Ku, ser sagrado, quien enfermo requería del cuidado de Jichay y Yacu. Ku, a veces, centellaba un instante, revoloteaba aturdido, tornábase azul y gris. El frío enfermaba su cuerpo. Así pasaron los días y Ku se sentaba triste dispuesto a sufrir. Yacu le consolaba invitándole a preparar la tierra para la siembra. "Nada le parece bien decía Jichay. Debemos llamar al sabio". Por las tardes Ku miraba a lo lejos...El río le parecía oscuro y solo escuchaba el sonido del viento entre los árboles. A veces, se alegraba cuando el sol caía fuertemente en los arroyos. May Yachiag, habló con Yacu y Jichay: "Hay que encender el fuego. Traeremos la leña olvidada en el peñasco y la depositaremos en la planicie".
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Ku necesitaba liberarse.... Al día siguiente, luego de la consulta al sabio, Jichay llevó a Ku al arroyo y le bañó. Después Ku estuvo tan cansado que se quedó dormido. Entre sueños y voces sintió Ku que Yacu le ofrecía de beber. Calmó su sed pero volvió a entristecerse. Mientras tanto el sabio encendió el fuego cerca del arroyo. Yacu le alumbró con su mirada y acarició a la flor roja del cacto. Sus hojas se retorcían hasta convertirse en fuego. Yacu las soltó en el agua de la fuente y las aguas mancháronse de rojo. Del rostro de Yacu cayeron lágrimas mientras Ku se alegraba al mirar la laguna encantada que hervía. En ella se baño varias veces... la delgada silueta de Ku se reflejaba en la fuente de agua pura que hervía. El agua medicinal le había curado. Ku alzó la cabeza con sonrisa de felicidad y todos quedaron maravillados Las personas mayores del pueblo iban delante preparando el camino para que pase Ku. Los niños le seguían haciéndole fiesta. Junto a él iba Yacu, Jichay y el sabio, oyendo el sonido de la fuente. De vez en cuando regresaban a mirar el agua que reverberaba por los rayos del sol. Ku al ver el Haló sintió que alguien le llamaba. , Y desde entonces, al pie del Haló existe todavía Guangopolo que significa fuente sagrada de agua pura que hierve y cura las enfermedades. Dicen los campesinos que se han multiplicado las fuentes de agua caliente y Ku, Yacu y Jichay, cuidan eternamente las aguas; y a veces, cantan desde el lugar donde crece la flor roja del cacto escondido en las quebradas. *******
GLOSARIO: Jichay: regador, el que suelta la semilla, el que riega, el que derrama agua. May Yachaq: sabio. Pachacámaq: el creador, el Dios supremo. Tutapuriq: que anda por la noche, el ladrón. Ku: ser sagrado.
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Guangopolo: Población al pie del Haló que significa fuente sagrada de agua pura que hierve. De Pwava: fuente de agua pura; Kir Dios sagrado y pulum ti: hervir.
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QUITUMBE: FUNDADOR DE QUITO Quitumbe vino del sur o tal vez vivió siempre entre montañas, tierras verdes, agua fresca, contornos predilectos del Pichincha y los horizontes quiteños donde construyó fortalezas y templos para adorar al Sol, a la Luna y aclarar y comprender las leyes cósmicas y los designios de los dioses. Cuentan los antepasados y los viejos sacerdotes de varias épocas acerca de su vida, de sus caminos y oscuros matorrales, de su brazo esculpidor de peñascos, a fin de que sea más brillante el Sol y los valles tengan agua cristalina y brote el maíz para los suyos, se ensanchen los corazones entre las flores y las frutas hasta cuando sonría el misterio mágico de la Luna. El rostro de Quitumbe parecía la corteza de los árboles viejos. Se agradecía al Sol por darles alimentos. En el Yavirac palpitaban los astros, danzaban las mujeres brindadoras de chicha en cántaros rojos y los danzantes coronados de plumas amarillentas, ofrecían la música de los pingullos y levantaban las lanzas. El Yavirac consagrado al Sol conmovíase en medio de equinoccios y solsticios. El rostro de Quitumbe adelgazábase con el frío y el reflejo del fuego absorbía la majestad del cerro y los cabuyos. Las chucas rastreaban las sonrisas de las quebradas acariciadas por las fuentes de sus alrededores alegradas por colibríes, patillos, quillicos y cóndores. Quitumbe recordaba a su esposa Ylira y entre los árboles surgía un aire de tristeza, su alma se retorcía y enrojecida seguía adelante trabajando por los suyos. Continuamente los cóndores entre las montañas le confortaban cuando atravesaban las cumbres. En armonía con los regímenes cósmicos enseña a sembrar en septiembre (quilla raymi), observa el brote de las hojas, su crecimiento, floración y la mazorca tierna, primer alimento. El júbilo se siente en la madurez del maíz y la cosecha. Los rostros agradecen a la Luna, al Sol y a la Madre Tierra con danzas, comidas y bebidas. El amor trasciende entre las familias reales y la población.
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Pasaron muchos años y Quitumbe miraba a las cordilleras andinas que relumbraban intensamente, la luz atraía a los súbditos en hileras solemnes, entonces sintió satisfacción por haber enseñado a cultivar la tierra: terrazas, sistemas de riego, la ciencia de los astros, los tallados en piedra y barro, la explotación de los recursos naturales, la organización económica y social, fueron fundamentos esenciales. Ylira, su fiel esposa, esperaba a Quitumbe, en compañía de su hijo llamado Guayanay (golondrina), quien ayudaba a su madre. Era fuerte e inteligente. Cuenta la leyenda que Ylira envejecida y desesperada decidió quitarse la vida, se llenó de arrebatos, de rojizos ocasos y los dioses la cubrieron de rosas silvestres, las aves con rumor de aguas y el latir de las montañas se unían en las cañadas. Se expandió al fin, como aurora resplandeciente en las llanuras; y, el sol andino en melancólico silencio, esparcía la luz al filo de los barrancos. Guayanay en cambio fue salvado por un cóndor que le dejó en una isla. Sufrió espantosos años de soledad y hambre en medio de los trópicos, hasta que conoció a Ciguar, hija de un jefe isleño de belicosos habitantes quienes apresaron al joven. La doncella burló a los guardias y entregó a Guayanay una hacha de plata con la cual luchó y alcanzó la libertad. Desde entonces, Ciguar y Guayanay, luego de largas travesías llegaron a la tierra del maíz, se alimentaron de frutos tiernos y cultivaron plantas de hermosas hojas, largas y verdes. El rey Quitumbe, tuvo a su hijo Tome nacido en Quito y ya doblegado por la edad, murió recordando a Ylira y su hijo Guayanay. Su sabiduría laboriosa se eleva por las cumbres andinas y sus verdes valles. Quitumbe, fundador de Quito, arrulló montañas, irrigó los suelos, defendió los bosques y sus ríos, tuvo muy cerca los cóndores, colibríes y gorriones, inquietos en el zumo vegetal. Construyó pucarás sobre los cerros y montes, escrutó la escultura cósmica del Yavirac, se refrescó en el aroma de las hierbas medicinales, acarició a los pastores cubiertos de ponchos rojizos buscando las leñas de los montes. Abrazándose a los últimos rincones, dejó antorchas que trazaron sobre las aguas el nombre de Quitumbe.
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El perfil de Quitumbe eleva la ciudad de piedra fortalecida junto a las nubes y a sus nobles guerreros. La luz del maíz es el signo de concordia y rito entre los dioses, su rostro hierve en los arroyos, ríos; y, las auroras no se desprenden al mirarlo. En las faldas del Pichincha, Quitumbe representa el alma de los Quitus difundiéndose por las puertas más anchas de los Andes.
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LA LAGUNA DE IÑAQUITO Los primitivos Kitwas o Quitus, según la leyenda, recibieron consejos de Quitumbe y sus sacerdotes iniciados en el culto al Sol, a fin de cultivar la tierra, construir viviendas, intercambiar productos, fabricar canales, conchas, adornos para sus mujeres, aprovechando la madera y fibras de sus árboles, los productos de ríos y mares. La alegría se demostraba en las danzas femeninas frente a los soberanos que se servían chicha de maíz. Los templos destinados a la adoración, las cumbres y estribaciones andinas les brindaban paz y libertad para que el trabajo produzca mejor con amor, sea bueno y útil para sus vidas porque el creador los dispensaba todo con verbo cósmico. Cuando llegaron los incas, los Quitus decidieron luchar, no querían ser sometidos, defendieron su tierra hasta morir. Transcurridos miles de años, se encontraron riquezas históricas y arqueológicas localizadas en Cotocollao (1500-500 a.C.) y vinculadas con sus habitantes que vivieron en una extensión de 26 hectáreas, en número de 700 u 800 personas dedicadas a la agricultura. Las habitaciones median 8 metros por 5 y estuvieron ubicadas por grupos de 7 y 8 casas lo cual sugiere unidad férrea. Los Cotocollaos y Quitus de otras zonas se enriquecieron con su trabajo y tuvieron alimentos, leñas, tejidos, joyas. De este modo, se extendieron desde Pambamarca hasta Malchinguí y Cochasquí donde actuaba el famoso guerrero Nazacota Puento, oriundo de Cayambe y una mujer llamada Quillacu dedicada al culto de la luna y esposa del Sol. Ellos enfrentaron a los invasores cusqueños. La ñusta Quillacu con intenso valor sacrificó al emisario inca que fue en busca de paz, pero ella ordenó empalizarlo y amarrarlo por las continuas mentiras hechas en Tiocajas, igual destino tuvieron los soldados de la escolta inca. Pasados los tiempos se encontró otra riqueza arqueológica ubicada en la actual Avenida Occidental y Mariana de Jesús. Son vestigios de nuestra cultura que tiene una extensión de 45 hectáreas que datan de
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1800 años a.C., perteneciente a la civilización Quito-Cara, consistente en viviendas, armas, acueductos, cerámica, etc. Posiblemente está ciudad fue "sepultada por la ceniza volcánica del Pululahua". A este sector se denomina "ciudad Metrópoli: Patrimonio Arqueológico". Ahí se encuentran "vestigios del primer Quito aborigen, situado en la quebrada del río Rumipamba", por ello, se logró protegerlo adecuadamente. Quito, pueblo antiguo amó la paz, fue contemplativo y espiritual. Eran sabios y creativos, no querían la guerra, al contrario, se relacionaban con la naturaleza, la conocían para amándola extraer sus alimentos y vivir aplicando la inteligencia y el amor. Cuenta la leyenda que la esposa Ylira y su hijo Guayanay, habían quedado lejos, mientras Quitumbe consolidaba el reino de los Quitus, situado en las laderas del Pichincha. Ylira, cansada de esperarlo se quitó la vida, en medio de gran tristeza cubierta de azules reflejos andinos. Más tarde murió Quitumbe y fue honrado por los quiteños al pie de una enorme piedra, símbolo del pueblo donde se levantó el santuario consagrado a Ylira. Después de siglos, la imagen de Ylira se extiende por los valles como gota de esencia deshaciéndose en el cielo y se pierde a puro dar aroma. Es visión para unos, para otros es Ylira. Su semblante entre nubes y montañas es alma que los Quitus la veneran. Añade la leyenda que Ylira es energía percibida con emoción entre los Kitwas. El Pichincha enjuga la humedad del valle de Iñaquito (agua del hondón) en donde la laguna iba secándose. Los sabios imploraron a sus dioses pero veían que la laguna desaparecía poco a poco. Ylira con aleteos de pájaros, junto al sitio secó la laguna, la convertía en pradera cara al cielo. La leyenda todavía se escucha hecha misterio por las colinas sagradas del Pichincha y del valle de Iñaquito. La imagen de Ylira siempre aparece entre nubes y lluvias, su envoltura blanca deambula entre las constelaciones, fuegos vegetales, bosques,
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plumajes rojos, comarcas escondidas y en el orden celeste dispuesto por el tiempo.
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EL TAMBOR Quito, la nueva capital incaica gobernada por Huayna Cápac, prosperó con obras viales, agrícolas, construcción de caminos, templos, acueductos, plantaciones de hierbas medicinales, códigos morales, creación de postas o correos llamadas Chasquis y ceremonias especiales en las siembras y cosechas. La comunicación se efectuaba a través de los quipos y Huayna Cápac restauró las calzadas de Quito e inventó relojes agrícolas de piedra. El espíritu del inca se engrandeció con las tierras verdes, bosques, árboles, frutas y el esplendor del cielo límpido de Quito. Pero los Shyris, guerreros del norte, incursionaban en los territorios ocupados por los incas; entonces, Huayna Cápac, abrió numerosas campañas dirigidas por los mejores generales. El soberano iba adelante "con una placa de oro cóncava concentradora de los rayos del sol sobre la mota de algodón que hacía arder la hierba seca". Atacó a los caranquís, cayambís y otavalos, persiguió a los capitanes Píntac, Cantoe y Nasacota Puento. Muchos indígenas murieron entre los juncos del lago Yahuarcocha que se tiñó de sangre. Pintac logró continuar su lucha mediante las guerrillas, contra los invasores, hasta rendirse. Huayna Cápac, con inaudita crueldad, ordenó degollar a Pintac e hizo con su piel un tambor. Siembras y pequeñas luces atesoraban porfiadamente los cercos y las masas de piedra y de fuego de sus adversarios. Los rasgos de Pintac traspasaban horizontes y las mazorcas de maíz absorbían los tibios lienzos del ocaso. Cuenta la tradición que se escuchaba la voz de su amada Quilago, princesa que con su amor animó a Pintac hacia la lucha contra los incas. Batallas crepitantes desfilaban junto al espectro adormecido y la leyenda vibra por las montañas andinas con la aurora a cuestas, alargando las raíces vitales.
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Afirman los historiadores que la leyenda del tambor se extendió y atravesaba colinas y pueblos destrozando las estacas de oro que el inca había dispuesto como límites. Huayna Cápac en Caranquí al disfrutar la paz, tenía continuos insomnios y pesadillas al escuchar el sonido del tambor hecho con la piel de Pintac. El inca de espíritu vehemente, a fin de retirar de su mente la figura de Pintac, hizo tratos con Viracocha, todo fue imposible, ni los grandes sabios o amautas, ni las hierbas medicinales lograron detectar el mal. Las sensaciones ocupaban su alma y la voluntad disminuía. En momentos bebía chicha de maíz blanco y mezclaba con canela e ishpingo en vaso de oro para desprender la imagen de Pintac. En medio de esas tensiones, Huayna Cápac, atacó y destruyó los sitios de Cochasquí donde las mujeres quiteñas ayudaban en la fabricación de armas extraídas de los ríos. Se devastaron las fortalezas de Guanchalá y Chángala, pero del espíritu del inca, nunca se desprendió el rostro de Pintac.
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EL ÚLTIMO OBSEQUIO DE ATAHUALPA Atahualpa, creador de nuestra nacionalidad, hijo de Huayna Cápac en una princesa caranquí, desarrolló su educación junto a su padre y sus maestros Rumiñahui, Quisquiz, Soposopangui y otros sacerdotes y amautas. Perfeccionó sus conocimientos administrativos y militares logrando prosperidad del Reino de Quito. Fuerte y disciplinado, ágil guerrero, "sabio y discreto" fue reconocido por jefes y soldados. Por su rostro varonil, belleza marcial e inteligencia escudriñante, fluía gentileza y respeto, cuando se congregaban todos los súbditos en el Yavirac para los ofertorios en tiempos de siembras y cosechas. Transcurrido los tiempos afrontó las guerras urdidas por su hermano Huáscar, soberano del Cusco. Atahualpa lo venció y fue dueño del Tahuantinsuyo. En su reino realizó obras sociales, agrícolas y viales, políticamente propició unión y bienestar del reino. Constantemente recibía avisos sobre los blancos que habían llegado a Tumbes y Piura con Francisco Pizarra y varios españoles. Atahualpa en Cajamarca los recibió amistosamente admirando sus caballos, corazas y vestiduras relucientes de sus soldados. El emisario de Pizarra dialogó con Atahualpa y se comprometió recibirles al día siguiente. El inca les ofreció chicha aromática en vasos de oro y envió al jefe español por intermedio de Hernando de Soto, presentes valiosos. A Pizarra le preocupaba el plan trazado para apoderarse de Atahualpa y sus tesoros en Cajamarca. Atahualpa ingresó el 16 de noviembre de 1532, majestuoso en medio de sus vasallos, acomodado en ondas de oro, custodiado por príncipes, generales y súbditos, mientras los españoles ocultos esperaban la señal de ataque, después que el padre Valverde dialogara con Atahualpa y escuchara acerca del Emperador Carlos I, dueño de las tierras y que debían adorar a la cruz, someterse a la Biblia, a Dios y al Papa Alejandro VI.
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Fastidiado Atahualpa respondió que el Dios cristiano no debía permitir la muerte de su hijo divino en la cruz, nosotros no podemos matar al sol. Llevó la Biblia al oído y la arrojó al suelo porque nada oía. En cuanto a las tierras nuestras, el Rey vuestro no puede quitárnoslas ya que no son de él. De inmediato los españoles atacaron a los indígenas desarmados produciéndose la terrible matanza sin piedad. Los indígenas fieles al soberano formaban murallas humanas, pero Atahualpa fue apresado y enjuiciado por ser hijo bastardo, por asesinar a Huáscar, atacar a la religión cristiana, no respetar a los reyes y a los representantes de la iglesia. Transcurridos los meses, Francisco Pizarro, decidió dialogar con Atahualpa sobre el contenido del rescate que se enviaría al rey español y que Atahualpa quería mejores días para su reino dado "el falso culto como para negociar con España algunas técnicas o materiales que le parecían apetecibles". Por esto se recuerda el pensamiento de Atahualpa "sobre los dogmas tradicionales como aquel que atribuía al oro y la plata de origen divino" y "reaccionó para desnudar su imperio de aquellos metales y desaparecer su culto de raíz" y que "podía cambiarlos esos metales con productos nuevos y otros adelantos comerciales". La leyenda dice que al dialogar Atahualpa, escuchaba que algo tintineaba cerca a la pared y parecía una boca de agua que le invitaba a recordar al Reino de Quito, relacionándola con acueductos ocultos que bajaban de las montañas del Pichincha, canales llamados "vircus" fabricados por su padre y adornados con planchas de oro. Atahualpa asociaba las cosas ocultas con animales apodados "urcas". En cambio, Francisco Pizarro, escudriñó el interior de su habitación y sintió que su delirio por el oro se había convertido en planchas que crecían y las apretaba sobre su pecho, las absorbía esforzándose por calmar su conciencia, pero una cosa deforme le trastornaba y aparecía una mueca misteriosa de dolor.
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Terminado el diálogo, el inca le dio el último obsequio: eran las "urcas" de oro que él mantenía en secreto y las llevaba mientras se bañaba en Cajamarca. Aceptadas por Pizarro, ellas aumentaban en el interior del español y ni al deshacerse del objeto pudo salvarse porque continuaba el contacto físico con alguna entidad esotérica o enigmática que hubo de acompañarla toda la vida. De la misma manera persistió el acto macabro del suplicio a la horca en contra de Atahualpa hasta cuando Pizarro muere atravesado por las espadas conquistadoras, en su propio palacio el 26 de junio de 1541.
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LOS AHLLAHUASIS Los Ahllahuasis eran casas o residencias de las vírgenes o vestales del Sol, mansión de doncellas segregadas para el servicio sagrado de los incas. Después de la fundación de Quito, se propició el mestizaje y tanto en las ñustas como en las demás del incario hubo discriminaciones y vejámenes; no obstante, existió una viva curiosidad de tratar a los hombres blancos. Las indígenas colaboraron con los conquistadores: ora concubinas y ora mujeres nobles llegando hasta el matrimonio. Las vírgenes del Sol y otras mujeres al iniciarse la traición de Cajamarca contra Atahualpa, fueron liberadas por Hernando de Soto y se las entregó a los soldados españoles. Juan José Vega en su obra "La Guerra de las Viracochas", participa de las humillaciones y engaños que sufrieron al ser destrozados los ahllahuasis. Las casas de las Vírgenes del Sol en Quito se ubicaron en Chillogallo y otros lugares, según testimonio de Alonso Borregán (1545) y eran atendidas por atractivas Pallas por orden de Gonzalo Pizarro. Los Ahllahuasis quiteños estuvieron rodeados de montes, unos cóncavos y otros convexos, según el ángulo de luz. Casas de piedra entre árboles, nubes resbaladizas y abundantes arroyos, alegraban a los españoles dueños de brillantes aceros. Las ñustas quiteñas consagradas al Inti, perdieron sus adoratorios, en cambio escuchaban los sonidos de las botas negras de campaña. Alrededor de los fogones quedaron los torsos desnudos de las vírgenes y sus ojos rojizos de ira. La tradición recuerda las mansiones indígenas adornadas de vasijas de oro, de pieles de oveja, suelo tapizado y colgantes telas. No faltaron las botijas conservadoras del agua fresca. Todo fue destruido menos el oro. Varias indígenas nobles recibidas en matrimonio se destacaron. La hija de Huayna Cápac, Francisca Coya, fue casada con el español Diego de Sandoval. Se pondera de su alta jerarquía: "Salía de su casa a la iglesia, la acompañaban señoras hijas de caciques que le echaban mantas por el camino donde había de pasar para que no pusiese los pies al suelo y al
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irse fuera de la ciudad la llevaban en andas acompañada de los señores caciques que habían en la tierra". Se recuerda la progenie mestiza de Sebastián de Benalcázar que nunca se casó como otros españoles, pero procreó en indígenas quiteñas que fueron legitimadas por monarcas peninsulares. Entre ollas figuran: Catalina, María y Magdalena. En contraste con estos episodios, ha pasado de labio en labio la disparidad conocida por Atahualpa antes de su muerte acerca del mancillamiento a las vírgenes del Sol, quienes le confesaron haber sido violadas por los hombres blancos y una de ellas se había lanzado al abismo. Atahualpa entristecido, dijo: "Nunca huarmis, el odio y la violencia os han atacado, la mentira os ha mordido, la brutalidad os ha vencido. No importa, vuestro corazón sigue siendo leal. El amor de la mujer es noble e invencible". Una de las ñustas holladas a traición llamada Jizilla guardó su importancia, trabajó los campos y se sacrificó por los suyos. Entre ritos ceremoniales recordaba a los Ahllahuasis y sus calles polvorientas, telares, aposentos y la caída de las hojas en medio del vuelo de colibríes y gorriones escoltados por los cóndores. La tradición recuerda a Jizilla rebozante y con un retazo rojo en la memoria, recorría sembríos abrazada del curiquingue sagrado. Arrinconaba su dolor y emigraba hacía mágicos sueños por las faldas de su pueblo dormido en la montaña. Y Jizilla aprendió a hablar con los antepasados, explicaba la razón de los relámpagos, leía los signos del sol y de la luna, descifraba los colores de los frutos, interpretaba los sueños, predecía el porvenir de los suyos. La tradición relata que ella habita en las mesetas alimentándose diariamente de maíz, junto a sus vasijas de barro. Dicen los antepasados que su silueta se expande por las colinas del Ande.
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SACRIFICIO DE LA LLAMA SAGRADA Huayna Cápac, inca quiteño reverenciaba al Sol como principio que vivifica la tierra. Su estirpe sagrada ordenaba la marcha del mundo material, moral, político, social y económico. Puso los cimientos indiscutibles del incario y reunió numerosos pueblos bajo su dominio. Amautas, sumos sacerdotes, Huillac-Umus, entre consagraciones rituales dialogaban con sabiduría y prudencia; pero algo presentía el soberano en sus sueños. El sentimiento del deber, las intuiciones y dolencias eran curadas con hierbas frescas. Decidía en bien del incario frente a las Pallas o vírgenes de los menesteres sagrados. Pero lo que más le consolaba era el amor de su esposa quiteña, elevada a la calidad suprema de Coya de estirpe divina, hija de Cacha y que más tarde seria la madre de Atahualpa. En medio de angustias, tuvo noticias de que en algún momento llegarían a su territorio hombres blancos desconocidos que ultrajarían a su imperio. De inmediato preguntó a sus amautas y sacerdotes, ellos le indicaron la dirección por donde ingresarían sugiriendo que debemos prepararnos porque tenemos súbditos fuertes para utilizar las lanzas, piernas ágiles igual a la de los venados y corazones valerosos y leales. Ellos defenderán las tierras con inteligencia y corazón. Conocidas las opiniones, ordenó Huayna Cápac, realizar un solemne "sacrificio de una llama sagrada" en las cumbres del Panecillo o Collado del Sol para saber si se cumplía la profecía de Viracocha. Pasaron los días y el inca en sueños veía rostros blancos con armas y penachos de colores en los sombreros. Crecía la aflicción en la mente del inca, nubes de humo le adormecían. Los súbditos no se desprendían, mientras Coya sufría llena de tristeza. De todas las partes acudían a cuidarlo y las Pallas soplaban en su rostro hojas aromáticas.
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Otras predicciones escuchó el inca de parte del astrólogo quiteño Chaicó-chasquí, inquieto y misterioso recién llegado, quien entregó un cofre hermético, en nombre de Pachacámac, pidiéndole lo abriese. Así lo hizo el soberano y del interior salieron nubes de moscas que desaparecían por el aire. Al interpretar este acontecimiento, esos insectos habían causado calamidades y se aproximaba la muerte del inca. La invasión de los hombres blancos sucedió más tarde y la leyenda del solemne sacrificio de la llama sagrada se expandió convertida en fuego de volcanes y rayos que quemaron las extrañas de los blancos. La leyenda cuenta que al pasar por las colinas donde se sacrificó la llama, un oficial español fue "fulminado por un rayo y convertido en piedra calcinada". Pasados los días y los meses Huayna Cápac, ordenó que su corazón "fuese enterrado en Quito en un vaso de oro por el amor que tuvo a su reino".
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CHILLOGALLO El pueblo de montañas azules y quebradas, ubicado en las faldas del Pichincha, se llamó Kitwa (Quito) y sus habitantes adoraban al sol, a la luna y al Dios Kon, creador de los elementos fundamentales de la vida: fuego, tierra, aire y agua. Los señores del gobierno eran los Shyris, hacedores de leyes cósmicas, hablaban el shilli panu o urapanu. Vivían adentrados en la naturaleza, en los conocimientos y pacíficas convivencias asimilando las "energías críticas llamadas "mana" o espíritu. El quiteño Huachi (saeta) descendiente de los Kitwas reinaba pacíficamente, en vez de la guerra prefería la paz. Atendía los requerimientos de su pueblo. Pidió al Dios Kon le favoreciese subir al cielo (Jahuapacha) para embellecer la vida de la tierra llamada Chillogallo, sin codicia ni ambición. Desde entonces trabajó con las comunidades satisfaciendo las necesidades tanto en la época del brote de las hojas, la floración, la época de la mazorca tierna y madura del maíz como el tiempo de las cosechas. No faltó el agradecimiento a los dioses con fiestas, abundantes bebidas y danzas. La celebración del Intiraymi se efectuaba en la cumbre del Yavirac, en homenaje a los varones y el culto a la luna lo hacían las mujeres en la colina de San Juan, denominada Hanacauri o cordero manso. En medio de árboles, arroyos y siembras, meditaba Huachi, dispuesto a cuidar de sus súbditos. La luz del Jahuapacha (cielo), acercó a una mensajera de alas plateadas quien le llevó donde la Luna para que purificase su corazón. Pasó el tiempo y a su regreso miró detenidamente la llanura de Chillogallo que significa "envoltura de cielo" por su fertilidad en la altura. Chilli Huayllu o Chillogallo viene de Chilly: frío y Huayllu, hondonada. Huachi se admiró del progreso alcanzando y observando a los suyos dedicados al trabajo, con su luz propia se envolvió en los resplandores.
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Aconsejó a los súbditos defiendan la tierra con inteligencia y corazón para que no sean vencidos ni desdichados. Todos pensaron en Pachacámag que les daba luz, vida y les invitaba a purificarse en medio de cantos, danzas, vasijas y maizales picoteados por los colibríes y otras aves. La leyenda cuenta que el nombre Chillogallo: hondonada fría de Quito o tierra negra muy alta, se relaciona también con el Mariscal Antonio José de Sucre, quien escuchó el canto de un gallo anunciador del triunfo de Pichincha. Por esta circunstancia quedó el nombre de Chillogallo. Tanto el trabajo de Huachi, shyri quiteño, como el acontecimiento de la independencia alcanzada por el Mariscal Sucre, retiene la luz y clarinada del Pichincha. Conservarlas en el corazón y en la mente, contribuye a reconocer el origen de los nombres nacidos de la libertad, de nuevos caminos y del trabajo que enaltece a la ciudad.
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SUMAG: PRINCESA DEL ITCHIMBIA El Centro Cultural Itchimbía, hermoso mirador de la capital, a dos mil metros de altura, es hoy Palacio de Cristal, cuya imagen proyectada se debe a los vidrios de diez milímetros colocados en paredes y ventanas. Refleja soñolientos espacios por los cuales se observan los rincones de Quito, armonizándose el pasado y el presente. Abarca escenarios para actos culturales de teatro, danza, conferencias, presentaciones artísticas, eventos académicos, números folklóricos; incluyéndose parqueaderos y otros servicios. Permite disfrutar los contrastes de la ciudad, los caminos del sol, sus épicas laderas, sus piedras y las colinas, auténticos recados de los Andes. Desde épocas remotas los Quitus dominaron las alturas. Eran sabios y astrónomos, cultivadores del maíz y conservadores de mitos y aves atractivas como el cóndor y el colibrí y de variadas hierbas medicinales para vencer las enfermedades. El sol era parte de la fisonomía de la ciudad y sus habitantes legaron la energía cósmica o quinta esencia "de la gran alma denominada "mana" que acariciaba las brechas de los Andes sobre un fondo de estrellas fluyentes por las vértebras de luz en busca de cristalinas esperanzas. El Centro Itchimbía, rodeado del Panecillo o Yavirac, El Placer, el huanacauri (San Juan) y otras colinas que desde el fondo azul y el camino del sol, permiten recordar a los grandes señoríos que salvaguardan sus tierras, congregándose en medio de vasijas, armas de piedra, bronce y del maíz tostado a fuego lento. Sus casas eran sencillas y acogedoras. Itchimbía, significa neblina del camino de altura y cuenta la leyenda que una princesa india, llamada Sumag, a pesar de ser resguardada por los súbditos, perdió su sendero, trasformado en nubes espesas. La angustia aumentaba cuando el cielo oscuro era ascua de ceniza. Cargada su fardo suspiraba y gemía. Su boca era fruta temblando frente a las vasijas, a los nidos abandonados y arbustos acariciadores de pequeñas fuentes. Sumag, era una liebre acurrucada.
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Entre voces y búsquedas se aclaró el horizonte, el rostro de la princesa del Itchimbía con esplendor imprevisto, ascendía junto a los pequeños árboles y los cántaros de oro que su morada reflejaba. Al fondo de los patios las nubes como anímales de lana se perdían en el infinito. Los súbditos en medio de representaciones alegóricas agradecían al sol por el aparecimiento de la princesa. Desde entonces, en el país de la Mitad del Mundo y de neblina del Itchimbía, las personas se comunicaban con el Yavirac, el Huanacauri y los observatorios astronómicos o aras equinocciales para que mejoren los tiempos de siembras y de cosechas. Añade la leyenda que cuando Sumag pasaba coloreaban los frutos y una pequeña colina aumentaba su altura, se incrementaban los cereales, los arbustos y el maíz. Hasta ahora, aparece el rostro de Sumag en los horizontes absorbiendo las nubes y la savia vegetal. Su rostro es un lienzo con lluvia y el suelo seco un corazón de tierra y adobe coronados de colibríes. En la colina memorable el sol marca su rostro y la leyenda se extiende con el viento consumiendo la hojarasca y el temblor del nido de pájaros. Cuanta riqueza oculta la civilización andina. Nuestro Itchimbía con su semblante cósmico sonríe a la ciudad de Quito, afirmando su azul desparramado y asombroso.
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LA PRIMERA CASA QUITEÑA DE HUÉRFANAS La altiplanicie andina, centro de la civilización indígena, atrajo a diversos pueblos por la línea equinoccial o camino del Sol, donde encontraron lugares más favorables para la existencia humana. En la zona ecuatorial se entrecruzó y se formó una raza cósmica. Con el transcurso de los tiempos se sorprendieron los Quitus, luego los incas y españoles, con sus formas de vida; y, se unieron entre serios problemas económicos, sociales y religiosos. Luchas intensas sacrificaron a distintos grupos conquistadores obedeciendo a impulsos hegemónicos. En el caso de la conquista de los incas, los Quitus estuvieron desalentados y nació Cacha "enviado en forma de centella o luz" para la familia Duchicela. Cacha demoró la defensa contra Huayna Cápac, | ubicándose en Cochasquí hasta su muerte. Le reemplazó Hualcopo junto a Nazacota y Pintac. Todo fue en vano en las fuerzas quiteñas y solamente hubo cierta paz con el matrimonio de Paccha y Huayna Cápac. De esta descendencia quiteña surge María Duchicela en época de la Colonia. Mujer de extraordinaria belleza y reflexión: pensaba en el camino del sol, en la luz del cielo. Jesús habitaba su mente y corazón. A través del éxtasis hablaba con Dios purificándose con la elevación de propósitos cristianos.
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María Duchicela, recordaba a los reyes indígenas, sus tradiciones y costumbres, entre las cuales sobresalían las formas de enterrar a los muertos en sepulcros construidos con piedras y tierra de figura piramidal que parecía una tola. La puerta ubicada al oriente y cerrada con pared doble, solo era abierta cuando moría un rey. Sus cuerpos embalsamados llevaban insignias reales y tesoros. El nicho contenía piedrecillas de diversos tamaños y colores que indicaban la edad y los años del reinado. Estos acontecimientos llevaban a María a la cristiandad y al amor por los demás desprendiéndose de lujos. Recibía el torrente de luz de Jesucristo unida a la amistad de Mariana de Jesús, dotada de santidad
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inmarcesible. Sacrificadas las dos de ideales superiores se dedicaron a servir a Jesús. María Duchicela purificaba su alma con sinceridad, piedad y abnegación. Cada día aumentaba su esfuerzo para no apartarse del camino de Dios. Mariana de Jesús contribuyó para resolver un litigio que María Duchicela mantenía con los yaruquíes sobre los cacicazgos. María Duchicela guardaba en su sangre la costumbre de sus antepasados indígenas, relacionadas con los oficios y los corpahuasis o refugios nocturnos donde se enseñaban formas de vida y a cocer los alimentos. Estas operaciones unidas a las costumbres españolas ampliaban el mundo de la fe enriqueciendo el alma de María Duchicela. Sus prácticas cristianas se hicieron tradición para beneficiar al prójimo. María llevó una vida de santa. Con su propio dinero fundó una casa para huérfanas, la primera en la historia ecuatoriana, prueba de generosidad cristiana, cualidad inseparable de la fe y de los mandatos de Jesucristo para bien de los demás.
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ACCIÓN HUMANITARIA DE ESPEJO Los antepasados de la Colonia, recuerdan al quiteño Eugenio de Santacruz y Espejo (1747-1795): médico, jurisconsulto, precursor de la independencia, escritor rebelde, periodista y administrador del Hospital San Juan de Dios o de la Misericordia, creado en 1565 por el presidente de la Real Audiencia, Fernando de Santillán. Espejo, visionario por una patria liberada, fustigó a los regímenes políticos de la Colonia con sus panfletos de dramática intensidad. Su vida patentiza una desvelada consagración por la libertad e influyó en la conciencia americana. Habitantes de épocas pretéritas que le conocieron y le trataron en los barrios del centro de Quito, recuerdan su andar pausado y firme, su tratamiento humanitario y el espíritu gallardo y mirada penetrante frente a las autoridades españolas. Su rostro al sol conjugó las mejores esencias de las auroras. Guió sus pasos por las polvorientas calles difundiendo su evangelio de Libertad. Puso especial ternura en el tratamiento de los enfermos y sabiduría médica al analizar las condiciones psicológicas y fisiológicas del enfermo. Examinó las inclinaciones con vehemencia generosa, así como la evolución de las buenas tendencias demostrando serias investigaciones y sutil sensibilidad. Era médico consagrado, a pesar de los obstáculos presentados por ciertos profesionales de ese tiempo. El año 1781 fue encarcelado por sus ideas de libertad. Su hermana Manuela realizó las gestiones en el despacho de su defensor el Dr. Juan Boniche. Ella conocía a los centinelas, a los espías y el calabozo húmedo donde lo encarcelaron. Pocos días después hubo la orden del presidente de la Real Audiencia para que se trasladara a atender a una enferma grave descendiente del español Alonso Pretel, llamada María de la nobleza real. Algunos soldados controlaban al médico Espejo que iba a su casa del Mesón, con el fin de retirar los instrumentos y atender a la enferma. Los vecinos del barrio, compungidos y contritos miraban a los soldados con
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aire de protesta exteriorizando sentimientos de indignación, mientras Espejo curaba a la joven. A los pocos meses, Espejo quedó libre, la joven María se curó totalmente. Los padres agradecieron al galeno, quien encarnaba solidaridad limpia de cálculos políticos y sociales. El pueblo admiraba la personalidad y la fama por la insobornable probidad y sus luchas contra la administración española cargada de desigualdades. Su espíritu precursor imprimió valiosas reformas sociales y científicas a través de su acción combativa. Cuenta la tradición que la joven María Pretel decidió perennizar la figura del médico Espejo, no solo con la piedad ferviente de religiosidad, sino con una acción secreta y sencilla, la cual prevaleció muchísimos años en el espíritu de los quiteños. María se trasladó al Hospital San Juan de Dios donde laboraba el Dr. Espejo, ahora calle Rocafuerte y García Moreno. En el exterior del edificio norte, parte alta y al pie de una ventana rectangular, adornada con pequeñas divisiones de madera llamadas bastidores que todavía existen, dejó una canasta diminuta de mimbre en cuyo interior la tarjeta decía: "Al Dr. Espejo con eterna gratitud". Dicho reconocimiento y testimonio escrito duró mucho tiempo hasta cuando en los arreglos exteriores del hospital se confundieron la canasta y la tarjeta. Las huellas se constatan al pie de la ventana y el especial distintivo de cada uno de los bastidores. Estos recuerdos hechos tradición exigen sumo miramiento al médico precursor de la independencia e iluminado de grandes proyecciones de libertad, justicia e imperecedera fuerza de redención de nuestros pueblos.
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EL CORCOVADO Rodrigo de Salazar, español de Toledo, llegó a Quito desde el Perú, casado con la indígena Ana Palla y sus dos hijos María y Armando. Vino ilusionado de los tesoros y encomiendas que luego los consiguió, al recibir los solares de tierras, incluidos sirvientes indígenas, gracias a las valiosas recomendaciones de Pedro La Gasea. Transcurrido mucho tiempo, un domingo 29 de mayo de 1547, Rodrigo de Salazar y sus conjurados dieron muerte a Pedro Puelles, poniendo la ciudad bajo las órdenes de La Gasea. Afirma la historia que Rodrigo de Salazar el Corcovado por su deformidad, insinuó a su hijo Armando, sacerdote franciscano, la construcción de una capilla en la iglesia de San Francisco, llamada Santa Marta, localizada al lado izquierdo del Altar Mayor para reparar el crimen cometido contra Pedro de Puelles. Este español ocupó importantes puestos en la administración colonial: fue capitán y Alcalde en reemplazo de Francisco Marmolejo, adquirió casas en la Plaza Mayor y encomiendas en Otavalo. Tuvo problemas por establecer tachas a los jueces, luego fue nombrado Capitán General de Quito y juró fidelidad al Rey. Además, fue comisionado para controlar a los indígenas que se apropiaban de los terrenos en Uyumbicho. En 1551 vuelve a la función de Alcalde, retirándose luego a sus trabajos particulares de Quito y Otavalo. Hombre polémico y misterioso, su deformidad le volvió autoritario, humillador a débiles y arbitrario en la posesión de bienes materiales. Era calculador y escurridizo, buscó poder, explotó a los indígenas, su ambición tendía puentes para preparar su retirada. Más tarde, reveló extraños comportamientos, cada noche al acostarse la ansiedad le atenazaba y fuerzas desconocidas perturbaban sus quehaceres. Uno de sus allegados miró los objetos que le rodeaban y llevado por la intuición le preguntó si la máscara de su cuarto le hacía daño. Salazar le contestó que no. Preocupado por su estado de salud decidió deshacerse de la máscara y la vendió. Por conversaciones se supo que algo similar había sucedido
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en la casa del comprador. Sin embargo, en la habitación de Rodrigo de Salazar, resonaban golpes, se oían estallidos luminosos y de vez en cuando algunas telas fueron misteriosamente rasgadas. Esta historia hecha leyenda indica que la máscara fue nuevamente vendida a una señora delicada de salud y empeoró. En conocimiento de la siniestra fama de la máscara, volvió a ser vendida. Contaban los vecinos de Quito y Otavalo, con mueca escéptica que la máscara acarreaba cosas raras y decidieron colocar flores al pie de la máscara para apaciguar los maleficios. Rodrigo de Salazar vivió angustiado, le atacaron pesadillas espantosas: la puerta de su casa se entreabría y él despertaba sobresaltado. Se trasladó a Otavalo, lugar de sus extensas propiedades. En sus recorridos llegó a una casa adornada de plantas y atraído llamó a la puerta, se abrió de par en par y saludaron unos ancianos amablemente. Ellos explicaron que mantenían la casa porque los arrendatarios siempre la abandonaban en razón de que oían llamar a la puerta y nadie aparecía. Los ancianos aseguraban que ellos también observaban una silueta de un hombre que entraba y desaparecía, no demostraba agresividad alguna. Por esto, mi esposa y yo hemos decidido no arrendar la casa y vivir hasta cuando podamos. La leyenda añade que el Corcovado con su máscara hechizaba la casa, sorprendiéndose, a veces, que se iban las pesadillas y se recuperaba. Empero, invocaba ardientemente a sus hijos y al acostarse oía ruidos extraños y bañado de sudor jadeaba cada vez más fuerte. Pocos meses después, Rodrigo de Salazar, ya anciano, conversó a los indígenas que le servían acerca de los sueños extraños: se veía caminando por una carretera y en el horizonte un desconocido parecía esperarle. A los pocos días la muerte no había faltado a la cita, lejos de toda premonición.
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LA SANTA En este Quito heroico de calles estrechas, iglesias y tradiciones, se eleva la ciudad de piedra y barro, abrazada de intensos soles, aguas frescas y seres santos y profanos. Historias y leyendas conjúganse en los telares del tiempo, henchidas de aliento eterno. Entre surcos benditos surge la vida delicada de Mariana de Jesús, Azucena de Quito (1618-1645) con hechos sorprendentes. Su vocación cristiana cubre al corazón contemplativo. Su ternura y sus rezos coronados de rosas y espinas, respiran plegarias. La personalidad orientada a Dios y a sus maestros, sorprendía. La eucaristía era elemento destinado a su vida física y su espíritu acariciaba al cielo iluminador de azucenas. El don profético y las obras caritativas y prodigiosas conmovieron. Su alma se entreabría y su presencia afloraba entre trinos y oraciones. Se afirma que en su presencia un negro pretendió victimar a su mujer, intervino Mariana y todo cambió al vitalizar la paz conyugal; así mismo, "volvió a la vida a una indígena ahorcada por su marido". Mariana de Jesús tenía una mirada límpida, dulce y fraternal. En estos dos casos, su tranquilidad confiere sacrificio y alta elección espiritual. Su formación cristiana demuestra equilibrio físico, mental, deslumbramiento y concentración psíquica para con la fe en Cristo, apaciguar la vida introduciéndose en casos sorprendentes. Su santidad estremeció en el ambiente social y religioso por la tenualidad doliente de su alma. Decidió ser ermitaña del volcán Pichincha. Al compás de su guitarra enseñó a los niños la doctrina cristiana. Sus ayunos y penitencias asombraron a las familias quiteñas y de otras ciudades. Cuando la ciudad padeció enfermedades, plagas, flagelos y terremotos, Mariana de Jesús, se ofreció frente al pueblo como mártir para salvarlo. Los temblores cesaron enrojeciéndose la esquina de su corazón, al pie de la capilla de la Virgen de Loreto. Mariana desconcertada por la mala administración de los gobernantes y la serie de movimientos militares que alteraban la paz ciudadana,
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profetizó que la patria se acabaría por los malos gobiernos: sentencia que todavía se escucha en los apremiantes problemas del país. Aseguran que los pobres le pedían algo de comer y un día se constató, dicen los antepasados, que Mariana salió con su canasta pequeña llena de pan blanco y éste aumentaba sin medida. El hambre disminuía a través de la música de sus ojos, la sonrisa celeste de sus labios y el temblor de sus manos alojadas en los delantales panaderos. Mariana de Jesús fue beatificada el año 1850. Posteriormente declarada Santa por Pío XII. En1946 la Convención Ecuatoriana la concedió el título de Heroína Nacional. Más tarde, el 19 de octubre del año 2005, fue inaugurada la obra escultórica de Mariana de Jesús por el Santo Padre Benedicto XVI y trabajada por el escultor Mario Tapia de Cotopaxi-Ecuador y la asistencia de autoridades eclesiásticas y civiles del Vaticano y Ecuador. La obra tiene 5.85 metros de alto y un peso de 30 toneladas. El escultor Mario Tapia estudió en la Academia de Bellas Artes de Carrara (Toscana). La obra se eterniza en el Vaticano en calidad de brillante triunfo internacional conseguido por el escultor ecuatoriano.
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LOS AJUSTICIADOS DE SAN BLAS La parroquia de San Blas, placeta llamadas Cuchipamba del Quito colonial, se originó con el fin de bautizar y cristianizar a los indígenas, en una explanada pequeña de tierras secas. Durante mucho tiempo indígenas, mestizos y blancos, vivían de las labores comerciales, rodeados de lomas al oriente y occidente. Los habitantes humildes bordeaban las calles cargados de esperanzas debajo de las hiedras negruzcas. La tradición recuerda a Diego Figueroa, quiteño, alcalde de indios, quien construyó la iglesia de San Blas, fundó las parroquias de Chillogallo y la Magdalena. Esfuerzo y visión expandidos por las calles, acaso un códice antiguo que describe las frondosidades llevando cortejos de alegrías y nuevos sucesos abriéndose al progreso orlado por perfiles de luz. Con los años San Blas se transformó en sector comercial. Se observaban diariamente las consignaciones de frutas traídas de Perucho, Puéllaro, Guayllabamba, Zámbiza y más lugares. Se vendían naranjas, limas, guabas, aguacates, legumbres. Después se construyeron casas españolas, viviendas indígenas y mestizas, escuchándose el ruido de las carretas, las caballerías, pero también crecía la pobreza compacta de los braseros y ollas de barro bajo los aleros. La tradición sostiene que en San Blas, vivían familias adineradas: Luisa Ortiz en 1526, dueña de una casa en la calle principal; María Vergara en 1676, Joaquina Vivas y Francisca Barco Nolivos. Más tarde se levantó la primera Plaza de Toros en 1894. Actualmente se leen los nombres de la Avenida Pichincha, la calle Briceño, Pedro Fermían Cevallos, la calle Oriente, el Vergel y se recuerdan las fruterías de San Blas. El barrio de San Blas intervino patrióticamente en los levantamientos de las Alcabalas, Los Estancos, la Revolución del 10 de Agosto de 1809 y
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del 2 de Agosto de 1810, junto a los próceres que lucharon por la independencia. El barrio demostró extremos de heroicidad en villas y circunscripciones vecinas. San Blas, continuó trabajando a pulso de las fruterías y travesuras de niños y jóvenes, al asistir a la riña de gallos, a recoger las manzanas, buscar gorriones en los tejados y escuchar oraciones y cantos en las iglesias. Cuenta la tradición que un día los vecinos de San Blas o llamada también Cachipamba (sembrado de sal), en movimientos inusitados observaron un hecho trágico efectuado por los españoles en esta plaza donde solían poner la horca para los malhechores. Ahí se vio el ajusticiamiento a tres inocentes, entre ellos un sacerdote que pedía justicia y en prueba de su inocencia gritó: "Se secará este lugar y jamás crecerá la hierba". "Somos inocentes". El acontecimiento todavía camina hecho recuerdo. La inocencia asciende por horizontes grises y circula cada mañana rememorando a aquellos ajusticiados que trabajaron por San Blas y Quito dejando sudores de redención.
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EL ÁRBOL CASPI-CARACHA La ciudad de Quito y otras del Ecuador, son dueñas de importantes hierbas medicinales y árboles de los cuales se extraen bálsamos, resinas, aceites, medicamentos, gomas, sahumerios y tantas maravillas. En este respecto, se recuerda el árbol frondoso poco conocido de color verde claro, llamado molle que ofrece frutos pequeños y pegajosos de color rojo y negro. Los indígenas lo siembran en los caminos de la serranía por ser ornamentales o porque su resina cura enfermedades y con la pimienta se hacen más fuertes las bebidas. Árboles y arbustos crecen en estas tierras y son sus frutos apetecidos; así: la guaba verde, larga y angosta de corteza dura y meollo blanco semejante al algodón y cubierta de almendra negra y fragante. Otras frutas, como hemos indicado, curan las enfermedades o sirven de alimentos: achira, nabo, rábano, espárragos, etc. Se reconoce las lecciones perdurables de la naturaleza y en todas las épocas se registran casos de dolor y sensaciones extrañas que se calman en las mañanas limpias de sol y cuando regresa ese dolor, solo es tolerable la esperanza. Cuentan los mayores que Jorge Santy, quiteño de sepa, enfermó gravemente, nada ni nadie aliviaba su enfermedad. Su ánimo antes alegre disminuyó, su cuerpo sangraba, largo tiempo pasaba en cama. Era atendido con pinchazos, ocasionalmente salía a recibir el sol y el aire para refrescar sus pústulas diseminadas por el cuerpo o sarna emperrada. Como hemos dicho, el enfermo salía de vez en cuando en camilla rodante, los médicos le atendían, su color cobrizo y la cabeza pelada indicaban la sonrisa lívida. Absorbía los sudores de los enfermos y abrumado por el peso de su situación orgánica replegábase angustiado con el gesto breve y el silencio punzante. Jorge Santy, difícilmente toleraba su estado de salud y descifraba enigmas. Los insomnios y la soledad demostraban la mansedumbre de su voz. Un amigo de hace tiempos lo visitó y le contó una breve historia a manera de crónica o anecdotario lo cual atenuó su impaciencia y dolor.
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Al poner sus pensamientos en orden, Juan Montero que así se llamaba, relató a su amigo que existe un árbol denominado caspi-caracha (caspi: cosa dura y caracha: sarna) causante de las sarnas, ataca a los humanos que pasan por debajo de ellos o sencillamente toman sombra produciéndose la sarna incurable con hinchazón del cuerpo. Le indicó Juan Montero que la enfermedad se cura con el humo del árbol cortado o quemado y de cualquier cosa que también se queme. "Decía, se da al paciente un poco de agua, en que se haya puesto la ceniza de la hoja o palo del mismo árbol que le causó el mal". Poco tiempo después, Jorge Santy se mejoró. El árbol caspi-caracha curó el mal, por esto se afirma: "Lo cierto es que todo lo extraordinario se hace a los principios increíbles y parece maravilla o porque es raro o porque todavía no se descifra su arcano natural".
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El VALLE DE CARAPUNGO Quito, ciudad de contrastes, espacios verdes, secos y amarillos, hermanada de libertad interior india, mestiza y blanca, sorprende por su historia, optimismo y rebeldía. La inquieta fruición de sus pueblos es susceptible de vivencias, ideales, aspiraciones abiertas en línea directa de trabajo frente a la naturaleza fértil y seca pero agitada en germinación y florecimientos. Nos referimos a la parroquia Calderón o Carapungo, unida actualmente a Quito, con más de cien mil habitantes. Planicie progresista que recibe el sol tibio al compás de una palpitación cordial de esfuerzos y aspiraciones parecidas a las burbujas de luz, entre artesanías y variadas especies de maíz. Extensión fresca y seca, hace sonreír a las crudas realidades amables y emprendedoras. De aquello que percibimos con sabor íntimo, absorbemos las fortalezas, sintetizamos conjuntos tradicionales, desmenuzamos sensaciones, contemplamos matices, orígenes, arraigadas costumbres, esenciales alimentos que llegan del ambiente y del alma. Carapungo, significa puerta o entrada grande o también valle de los señores (cara: señor y pungo: valle); es decir, puerta de entrada a la realidad o al sueño, a la tierra y al trabajo para abrir caminos orientados a las siembras y a las cosechas. El señor del Valle de la estirpe de los Quitus, tenía fuerza poderosa nacida del sol con el propósito de cultivar el maíz, la quinua y otros granos que constituían comida, bebida y medicamentos. El Señor del Valle enriqueció el sector pidiendo agua junto a los Amautas que sugerían cultivar la tierra con inteligencia y corazón. La puerta del Gran Señor se abrió para todos acompasándose el desvelo y la visión del trabajo, la alegría y el gozo con vibración de sol que paseábase por los caminos. Soñaba regar sus tierras secas ardiendo entre las trenzas oscuras de los árboles, mientras en su corazón quedaba un sedimento melancólico.
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En sus sueños escuchaba el ruido del agua deslizarse por los suelos y esa fortaleza siempre estuvo en pie. Su empeño misterioso tambaleaba al igual que las raíces agonizantes. El afán del alma serena sube acompañado del viento y de las plumas ceremoniales polvorientas. La leyenda dice que una tarde primaveral, los Amautas pensaron en la palma aguashi que atraía al agua que recorría lejos o cerca en calidad de ojo de agua o arroyo. Esta palma crecía donde había el líquido vital y al secarse alguna fuente se sembraban palmas y volvía a correr el agua en sitios altos y bajos y al recogerla siempre era dulce y exquisita. Desde entonces, en Carapungo se siente la aspiración del Gran Señor de la Puerta Grande que aparece como surtidor y el viento acaricia su rostro, se alborota su ánimo secreto y la luz blanca y amarilla se baña en el remanso.
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TULIPE: VALLE SAGRADO Antiguos Pobladores relatan sobre la existencia de un pueblo misterioso llamado Tulipe, dueño de restos arqueológicos y pertenecientes a los indígenas yumbos. Se encuentra al noroccidente de Quito, cerca de Nanegalito y de clima subtropical donde se asentó una civilización milenaria encerrada por centros ceremoniales, en los cuales se honraba a los dioses. Tulipe, viene de "tul o tol: tolas y pe: agua, es decir, "agua que baja de las tolas". La línea equinoccial o camino del sol, inspiró al pueblo Tulipe a disfrutar del clima y de los dones terrestres en medio de ríos y cascadas. Ahí, se abren las praderas en resoplidos verdes y los encantamientos parpadean de líquidas sustancias reventándose en el hondo de la tierra y el viento. Solo les perturban el vuelo de las aves y la escarcha nocturna resonante en las distancias. Los investigadores explican que se "Construyeron siete estructuras hundidas, dos semicirculares, dos rectangulares, una cuadrada, otra poligonal y circular. A estas estructuras llegaba el agua a través de una red planificada de acueductos". La "función de estos espejos naturales, según se cree, era astronómica y religiosa. Desde este centro, los shamanes, los yachajs o sabios observaban el escenario estelar y celebraban ritos de purificación, sanación, iniciación, fertilidad y agradecimiento". Además, "las construcciones piramidales circundaban al centro ceremonial". Los indígenas eran reflejo de creencias, trabajo, paz y demostraban vivir vinculados a la naturaleza. Tulipe, es delirio orográfico, valle misterioso y sagrado, custodiado de ríos y frutos del subtrópico. La vegetación cubre con un manto verde a las hierbas medicinales, al agua fresca y a las piedras de las entrañas de los cerros. La cascada del río Tiniche es como una sonrisa que se extiende y se afirma con la luz del cielo. La leyenda revela e invita a pensar en las rampas de acceso y sus graderíos por los cuales se efectuaban rituales que entusiasmaban la imaginación de los sacerdotes para alcanzar la eterna lumbre, acompañados de arbustos, botijas, pájaros amarillos, siembras de maíz, 46
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además, pectorales y otras insignias deslumbrantes que resplandecían en las alturas del Pichincha. La leyenda añade que la cascada que forma La Chorrera del Guardián, perteneciente al río Tiniche, es "piedra con forma humana; si el guardián sonríe, el cuerpo se purifica, pero si está enojado la persona que se mete al agua cae enferma". La leyenda entre encantamientos ensancha las meditaciones porque el valle secreto se eleva entre el sol y el amor, engendradores de todo consuelo. El agua da vida y las sombras indican el motivo del temor y del regocijo. Actualmente, los pobladores viven alegres en el valle sagrado. Trabajan en la producción agrícola, ganadería y el turismo. Tulipe, paraíso natural, invita a la recreación, a la pesca deportiva. Ofrece platos típicos de la zona y productos de las fincas. El turista aprovecha la diafanidad del aire y de todo cuanto alienta el dominio de la serenidad y la facultad de visión. Tradiciones y leyendas fusionadas con la naturaleza, ruinas arqueológicas, las vasijas de barro, el imperio vegetal y las actuales primicias de sus habitantes de diversas extracciones sociales, demuestran laboriosidad y encauzan ideales y realidades para esparcir semillas y cosechas, al ritmo de la sencillez del labriego. Tulipe, valle mágico, morada de secretos, nubes y agua, hace que la luz mire a la piedra, al árbol, al calor del maíz y a los colibríes enlazados cósmicamente dentro del tiempo y el espacio cada día.
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LA TRADICIÓN DEL MAÍZ Impresiona escuchar a viejos habitantes de Sangolquí, breves historias, leyendas y cuentos de sus sectores rodeados de ríos y barrancos. Los recuerdos fluyen reconociendo imágenes y valores de antaño y hogaño a ritmo de cultivos de guabas, raíces venosas de la tierra, variedad de frutas, siembras y cosechas del maíz y más cereales, junto a la vasija y a los cuadros costumbristas. Actualmente, impactan los grandes centros comerciales y casas solariegas parpadeantes de intensas lluvias, soles abrasadores, jardines y árboles que sueltan largos suspiros acariciando el vuelo de colibríes y pájaros. Todavía se enciende el paisaje de un colorido preponderante que mueve la existencia diaria de sus entornos. Los viejos habitantes todavía tienen olor a campo, amables y risueños están hechos al humo y al tabaco. Abarcan pensamientos y colores diluidos sobre los maizales. Alegría y entusiasmo gotea en el ambiente entre verdes y rubias matas alumbradas de maíz blanco para ser preparadas en comidas y bebidas. Quito, desde edades inmemorables cultivó el maíz a nivel ritual constituyéndose en tradición milenaria que alimentó a los conquistadores en sus diversas formas: mazorcas tiernas o maduras, tortillas, tamales, humitas, chicha, etc. Se ponderó al maíz como grano sagrado de América, hallado por Colón en la isla Fernandina y conjugados en templos, palacios, residencias y decoraciones en calidad de testimonios prehispánicos. En Sangolquí y sus alrededores predominó el maíz robusto y el pequeño. Sangolquí significa sitio de mucho maíz de la tribu, viene de ja: mucho y de sumo y am: maíz y de gol: tribu y ki: sitio. Grano sagrado extendido en las llanuras al contacto del cielo azul y las atalayas antiguas desde donde se cuidaba la sementera llena de símbolos, magia y vientos atareados por sostener las mazorcas con agua abundante. Cuenta la tradición que frecuentemente, con motivo del deshoje de las mazorcas de maíz acudían autoridades y campesinos a recoger el grano 48
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de oro. Júbilos y fiestas, comidas y bebidas alegraban las sementeras. Había alabanzas, chicha, priostazgo, algunas mujeres amamantaban sus hijos y los pájaros volaban rozando los labios del aire con picotazos suaves adheridos a las cosas que se aman, crecen y se cosechan. De pronto los jóvenes encuentran mishas de maíz con hijuelos; es decir, otras mazorcas pequeñas unidas a la mazorca grande, lo cual estimula al deshoje y hasta significa suerte cuando canta el gallo y el sol reluce cual bronce puro. Es una casualidad favorable, ventura estremecida a manera de plegarias. El júbilo brilla en los ánimos y se apura el chugchi, o sea el volver a recoger las mazorcas enterradas u otras que han quedado para los chugchidores despreocupados. El chugchi se une a la suerte de haber hallado la misha. Esta acción hasta ahora desempeña funciones especiales secretas que subsisten hechas tradiciones. Los milenarios maíces parecen suspendidos junto al sol y a la lluvia. La suerte de las jóvenes de Sangolquí, continúan en las raíces despiertas sobre la tierra. La tradición dice que por segunda vez llegó la suerte a las doncellas, cuando en otro deshoje del maíz, al remover las mazorcas enterradas encontraron una porción de oro en la vasija. Los viejos habitantes del cantón cuentan y miran el peso de las auroras y el viejo matiz de los sueños. El río de recuerdos salta y se ilumina con las mazorcas guardadas hace tiempo en redomas doradas de los Andes.
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PEDRO TOAPANTA Y LOS CABALLOS Los caballos de la conquista española y de otros países europeos, representan valor esencial porque aportan positivamente en la civilización americana; así se explican las duras realidades que sufrieron los primeros caballos en pantanos del litoral y en las breñas de los Andes, cuando fueron traídos por los conquistadores: Pizarra, Almagro, Benalcázar, Alvarado y otros peninsulares. La historia afirma sobre el temor de los indígenas frente a los caballos. Su presencia al comienzo de la conquista ocasionó terror y superstición; en cambio, a los españoles victorias, llegándose a sentir los "huesos cansados de los corceles que blanquearon los caminos de los conquistadores" en medio de grandes fortunas, escenarios nuevos, hazañas, fundaciones, ríos, valles y conjuntos de formas geológicas erguidas entre piedras y montañas. Los peninsulares al mirar la reacción de los indígenas quiteños frente al caballo, idearon trucos para mantener latente el miedo. Muertos los corceles de inmediato eran enterrados, a fin de que conserven el miedo y sus creencias. Con esta idea, los españoles tenían la seguridad de que el indígena descuidaría su rebeldía y aprovecharían para someterlos a los excesivos trabajos y a las más duras condiciones. Transcurridos los tiempos, los indígenas vencieron el miedo al caballo, los atacaron y los vieron caer y morir. Les cortaban las cabezas y las patas enviándolas a sus pueblos como trofeos y animaron a sus compañeros para que se percaten que los caballos morían. Los indígenas quiteños en las guerras preparan trampas u hoyos cubiertos de hierbas y malezas con el objeto de hacer caer a los caballos e inutilizarles. Los destrozaban y confeccionaban con la cola y las crines estandartes para la guerra. Más tarde, se familiarizaron con especial admiración y cariño. Cuenta la leyenda que el español Diego Méndez, tenía una encomienda al norte de Quito con sembríos de maíz y era aficionado a los caballos cuidados por un indígena huérfano, quien le servía desde 50
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niño como su brazo derecho, sabía leer y escribir. Pero, a veces, los hijos de Diego Méndez le envidiaban porque Pedro Toapanta que así se llamaba, impedía el maltrato a los caballos. Diego Méndez, hubo de armonizar los puntos de vista y, discretamente, Pedro puso en conocimiento las ideas que había escrito sobre cómo atender a los caballos y los jóvenes con murmullo de admiración reconocieron el trabajo de Pedro. A la hora indicada, todos escucharon a Pedro acerca de la forma de tratar y cuidar a los caballos, refiriéndose a los jinetes y a quienes utilizaban los carruajes. Daba a conocer las formas de evitar el dolor producido por las mordazas, el mal uso de los frenos, de las riendas de cabezada, el uso exasperante del látigo. Aclaraba sobre las cabezadas de las riendas cortas que lastiman las partes bajas de las orejas dando muestras del malestar del animal al levantar la cabeza y ser castigado a correazos. La tradición relata que diego Méndez consolidó las indicaciones y sugerencias de Pedro Toapanta. Los dos posteriormente dieron a conocer mediante escritos accesibles al lector y con dibujos ilustrativos las formas de tratar a los caballos, lográndose la aceptación en Quito y en los países vecinos de Colombia y Perú. Sus nombres trascendieron y también el cariño demostrado para con los caballos.
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LOS SECRETOS DEL PULULAGUA Cuentan los antiguos pobladores del sector del Pululagua que en épocas remotas hubo fuertes movimientos de tierras. Corríase la voz y los recuerdos se regaban entre los habitantes. Iban y venían los comentarios incrustándose en las arrugas cordilleranas llenas de aves pequeñas; y, a veces, el raudo y majestuoso vuelo del cóndor perdido en el azul infinito. Pululagua, es una población alegre, pintoresca y tranquila rodeada de prados y colinas. En estos tiempos, los habitantes tuvieron la impresión de que temblaba la tierra, mientras inauguraban los hornos de cal, la reserva ecológica administrada por el Ministerio del Medio Ambiente, festejaban también la siembra de papas y chochos. De inmediato, Francisco Jaya explicó que el Pululagua era volcán inactivo. Algunos propietarios rezaban y tranquilizándose luego se arrebujaban en sus frazadas debido a la nubosidad del sector. El Pululagua está situado al norte del Monumento Mitad del Mundo, es hermoso rincón científico, agrícola y turístico cercano a Quito. Ahí vivieron los Quitus, los incas y después (1825) se establecieron los monjes dominicos para buscar tesoros, cristianizar y cultivar las tierras. Francisco Jaya, recuerda la historia de la conquista española, señalando que los realistas se desviaban de los caminos por la espesa nubosidad; pues difícilmente encontraban a los patriotas. Añadía Jaya que el Pululagua está cargado de extrañas energías y un gran poder de atracción que mantiene y los ahuyenta. Para algunos investigadores, Pululagua viene del Kichwa que quiere decir "humo del agua"; otros afirman que significa "roca que echa espumajos" de pulu ti: hervir, ri: el y pocanchi a waj: roca. Dándose a entender que la roca vierte agua evaporada. Bosques, arbustos, follajes verdes, senderos nublados, gorriones y colibríes descifran las hierbas. Impactan a los visitantes las orquídeas, las fuentes termales, los escapes del gas del cerro Pandaña, la variedad de mariposas del monte Moraspungo y San Isidro. 52
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En Lulubamba hay huellas de asentamientos humanos: hoyas e instrumentos cerámicos, semejantes a los de Rumicucho. En el cerro Chivo crecen orquídeas, bromelías, musgos, helechos. Se observan en varias partes lobos de páramo, osos de anteojos, conejos, venados, etc. Relata Francisco Jaya que los monjes dominicos y algunos shamanes visitantes de otros tiempos oían rumores al mirar objetos voladores y energías de los espíritus religiosos, junto a los arroyos transparentes y secretos extraños en las rutas inciertas y en los ojos del agua que cubrían a las hojas caídas. Todavía perdura la leyenda de las ruinas del antiguo monasterio y de los cerros llenos de nubes y objetos voladores. Los pobladores rezan, se persignan y hacen rogativas. Sus vibraciones son energías despertadoras de zonas interiores del ser humano, cuya voluntad es fuente generadora de poder a nivel subconsciente. Las leyendas guardan imágenes envueltas en velos que fijan luces, sombras, destellos interiores receptivos y creativos capaces de ofrecer concentraciones, dado el lenguaje mágico con soporte de ciertos conocimientos. Todavía vibran los espíritus en el viejo monasterio dominico.
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EL ARTE DEL LIBERTADOR BOLÍVAR El Libertador Bolívar es una de sus estadas en Quito, conoció y trató al pueblo de la ciudad y a familias importantes y recibió apoteósicas manifestaciones por su obra redentora. Corría el año 1826. Cumplidos informes y trámites administrativos fue invitado a una cena. Entre significativos ofrecimientos de los anfitriones, Bolívar pensaba en Manuelita Sáenz que estuvo lejos. Alegre y fluido en la conversación hizo derroche de arte dancístico con gallardía, seducción, plasticidad y ritmo demostrando deleite interior y válvula de liberación. La casa solariega estuvo situada en la calle Miraflores y Concepción, actualmente García Moreno entre Mejía y Olmedo. En estos tiempos es dueño el doctor Simón Bonilla Cortés y tiene el número N7-34, antes 1334. Residencia en la que bailó Bolívar evidenciando dominio auditivo y visual en diferentes formas de baile europeo y americano con carga simbólica y expresiva. El doctor Simón Bonilla Cortés, guarda celosamente el recuerdo histórico de la suntuosa fiesta realizada en honor a Bolívar. El epígrafe o inscripción, expresa: "En esta casa bailó Bolívar". "Estudios históricos del Centro Cultural Antena, 1987". Acontecimiento social en el que se resume el valor del baile y las características del Libertador como quehacer estético satisfactorio. El secreto de esa voluntad estuvo en la raíz de la personalidad por la cual brotaba una amplia gama de matices y cambios de estados emocionales. Los investigadores sobre esta faceta del Libertador determinan la seguridad de los movimientos y el dominio expresivo, fluyente y comunicativo. Para Bolívar el baile tenía don recreativo, educativo y creativo, reveladores de la capacidad de adentrarse en el ritmo musical, en los sonidos graves, agudos y las escalas cromáticas simples y la sucesión de arpegios. Resaltaba el estado de ánimo de la pareja y los movimientos apropiados.
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La demostración artística del Libertador fue excepcional por la flexibilidad, elegancia rítmica que advertía acentuadas tendencias hacia lo cerebral, lo lírico, intimista y las secuencias perceptivas. Terminada la fiesta, el Libertador agradeció con refinada cultura. Los pocos asistentes que quedaron comentaban junto al anfitrión acerca de la amenidad social, la admiración a Bolívar convertido en la esperanza de los pueblos. Ya en la intimidad, una pareja repasaba los pasos demostrados por Bolívar, sucediéndose un hecho que ha quedado como tradición entre los quiteños. La exaltación de los movimientos impulsó a una dama repetirlos, ocasionándose la caída y ruptura de los huesos de la pierna: gritos, dolores y la presencia del médico pusieron la nota final de la fiesta. En síntesis, quedó la importante tradición histórica del baile del Libertador Bolívar, con líneas ondulantes, mixtas y zigzagueantes, cuya producción estética surgía intensamente como actividad recreativa o un refugio expansivo que ayudaba a sobrellevar los momentos monótonos, preocupantes y amargos en su vida de patriota y estadista. Este pasaje cultural quedó como cifra tradicional e histórica, junto a la inolvidable presencia del Libertador Bolívar en la ciudad de Quito.
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DIANA EN LOS CAMPOS AGRÍCOLAS DE SUCRE Historias y tradiciones reconocen el valor continental de Antonio José de Sucre (1795-1830) venezolano, héroe que independizara a nuestros pueblos en las batallas de Pichincha, Ayacucho, Tarqui, Panusla y en otros movimientos sofocados con su espada en calidad de estratega, político, estadista y gobernante. Sus victorias las puso al servicio de la libertad, los derechos humanos y la justicia. Amó a Quito con inalterable pasión y vive perdurable en nuestros pueblos, ciudades, montañas, instituciones educativas y riscos andinos. Casó con Mariana Carcelén y Larrea, Marquesa de Solanda, quiteña que llenó el corazón del Mariscal e impresionó por su belleza. La conoció en Latacunga y después del triunfo de Pichincha en Quito. El amor de Mariana le dio fuerzas, cerca o lejos, alentó en la labor independentista. La tradición indica que Sucre luego de tantos servicios militares en varios países, resolvió hacer vida de hogar. Las propiedades de su esposa no estuvieron administradas adecuadamente. El Mariscal buscó la paz en los sectores de Machachi y los Chillos, trabaja en las haciendas de Chisinche, Turubamba, Conocoto y en otros bienes menores de Santa Ana y Chillogallo. El Mariscal asciende y desciende por valles y montañas, despliega actividad agrícola en medio de los contrastes de la vegetación junto a los habitantes y se acentúa la paz en la vida matrimonial. Los campesinos se enorgullecen al mirarlo tenaz en las siembras y cosechas: papas, trigo, cebada, maíz, ganadería, son atendidos a fines del año 1828 y principios de 1929. Solamente le entristecía las ambiciones de poder que anhelaban la disolución de la Grancolombia por los propios militares que lucharon junto a él. Los agricultores de ese tiempo y sus descendientes ponderan de los conocimientos de Sucre sobre el cultivo de tierras, la preparación de suelos según los declives, los grados de erosión, la humedad destinada a las fertilizaciones, las precipitaciones atmosféricas y sus cambios. 56
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El Mariscal Sucre realizó proyectos para Machachi porque algunos sitios eran secos ganadería. Construyó acueductos que hasta manteniendo verdes los campos. La tradición estímulos ofrecidos para el mejoramiento de diversos sistemas de cultivos.
aprovechar el agua de y quería perfeccionar la ahora sirven a la región señala sus labores y los la producción, aplicando
El 20 de octubre de 1829, Sucre recibe la visita de Bolívar, ambos recorren las propiedades. Le felicita el Libertador por sus trabajos de campo. En cambio Sucre se da cuenta de la "bilis negra" que afectaba a Bolívar. El Libertador toca el tema de la Grancolombia que se deshacía en medio de apetencias políticas; pues, el general Córdova habíase levantado en armas. Bolívar le solicita asistir al Congreso Admirable de Bogotá en enero próximo. El Mariscal sale de Quito el 12 de noviembre de 1829 para afrontar la descomposición de los pueblos. A pesar de rechazos militares, Sucre es nombrado Presidente del Congreso y por mandato se traslada a Venezuela y encuentra tenaz oposición, se lo prohíbe ingresar porque piensan los militares venezolanos que la presencia de Sucre produciría trastornos políticos. Los tinglados urdidos con anterioridad por sus enemigos, caínes y sicarios, se efectúan. El Mariscal es asesinado, al regreso a Quito, el 4 de junio de 1830 en Barruecos. América se indigna y también el Libertador al expresar con lágrimas: "Colombia entera y la mitad de América deben a tan heroico bienhechor. "Así terminó su vida ejemplar de diamante y acero, juntándose al nimbo del guerrero, a la fe del héroe y la virtud del justo". La nobleza, la lealtad, la dignidad y el espíritu humanitario permanecen hechos cumbres de libertad. Su virtud se enguirnalda y es infinita vibración entre dianas y campanas de victoria frente a las sombras de caínes y sicarios. Sus acciones realizadas en Quito, suenan hechas tradiciones. Todavía se escuchan entre los habitantes del campo y en sus descendientes la grandeza del Mariscal: Sucre asumió la voz campesina de amor y paz por
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la tierra perennizando la labranza, el olor a hierba, el ritmo de surco en veneros de alborada.
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PANTEÓN DE LOS PROTESTANTES En tiempos de duendecillos y discrepancias religiosas, sucedió algo que conmovió a los quiteños. Se trataba de una mujer joven que atendía y servía al coronel Phincas Stauton, Vicecanciller de la Universidad de Ingham, Nueva York, naturalista y dibujante gráfico de la expedición científica, presidida por James Orton, F.S. Williams, P.V. Myers y A. Bushnell, el año 1867. La joven Sofía, por su atractivo llamaba la atención de los vecinos, era bondadosa y cumplía su deber sin remilgos para el científico Stauton. Pasaron los meses y el coronel enfermó gravemente. La joven se preocupó por el estado de salud. Los médicos poco podían realizar para su mejoría. La casa ventilada, con fuente de agua y jardines, se veía triste. Sofía angustiada, de vez en cuando salía a la plaza, miraba los pequeños edificios con expresión tensa. El coronel agonizaba. La historia relata que los indígenas enterraban a sus muertos en un sitio llamado Ayazamana. Más tarde, los españoles tenían sus cementerios junto a las iglesias donde se enterraban a las autoridades españolas. Se recuerda que se erigió una capilla en la esquina de la Virgen de Santa Prisca. Ahí fue enterrado el cadáver del Virrey Núñez de Vela, un 19 de enero de 1546 y los demás cadáveres caídos en la Batalla de Iñaquito. Posteriormente se enterraban a los indígenas, mestizos, negros en el sitio denominado Ullaguangahuaico, frente al Panecillo (Hijuelo Sentado) y detrás del Hospital de la Misericordia. Antes el médico Eugenio Espejo prohibió que los muertos sean enterrados en las iglesias. Siguiendo con nuestro relato, Sofía y los científicos buscaron un espacio para sepultar al coronel. Ella entraba y salía, dábase vueltas y se sentaba apoyando la cabeza en las manos y levantaba sus ojos para fijarse en el difunto. Los científicos y Sofía fueron al cementerio de El Tejar, pero de repente oyeron con sorpresa voces airadas por las calles y protestas de los sacerdotes cristianos: "Aquí no pueden sepultar a perros 59
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protestantes". Uno de los científicos, James Orton, hombre de recia personalidad, junto a otros amigos decidieron trasladarse a las autoridades para resolver la situación. El problema se agravó y las autoridades eclesiásticas se negaban en darles atención. El frío de la noche golpeó con fuerza a los asistentes al duelo, hasta que alguien sugirió acudir a la máxima autoridad, es decir, al presiente Gabriel García Moreno. James Orton y Sofía explicaron al presidente el caso. Sofía destacó sobre la muerte que debe ser respetada en tan penosa ocasión. El presidente García Moreno indicó que lo entierren "allá lejos de la ciudad al pie del rollo de la picota, en el descenso al segundo plano del Ejido, lugar en que, desde allotempore -dice el historiador Luciano Andrade Marín- era señalado para arrojar en él a la intemperie, los restos de los animales, de los reos y excomulgados porque allí era sitio principal de los fusilamientos; además de la plazuela de Santa Clara, en tiempo de la naciente República". El científico muere el 8 de septiembre de 1867. Desde entonces, el espacio quedó como sitio reservado para sepultar a los protestantes religiosos. La historia recuerda las abundantes lágrimas de Sofía y las penalidades que sufrieron los científicos compañeros de Phincas Stauton. Eran tiempos de contrastes pero la muerte no era igual para todos.
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RECUERDOS CIENTÍFICOS DE ANTAÑO Varios inquietos por la ciencia en la época colonial quiteña, cultivaron los conocimientos organizándolos en sistemas de ideas o conjuntos ordenados de proposiciones. Racionalidad y objetividad se enlazaron para describir hechos incorporando teorías convertidas en herramientas de la inteligencia, del análisis y la aplicación, según los fenómenos observados y experimentados. Oportuno recordar a Fray Martín de Victoria quien llegó a Quito con Sebastián de Benalcázar y sacerdote que en abril de 1535 edificó una choza que sirvió de templo y escuela en la Plaza Mayor para la enseñanza de religión, gramática castellana y quichua. Poco tiempo después Juan Griego, enseñó a los criollos a leer y escribir dentro de la iglesia mayor. Así mismo, el sacerdote García Sánchez, estableció otro centro educativo. Luego los dominicos abrieron una escuela popular tendiente a divulgar el idioma autóctono, hasta que en 1558 los franciscanos crearon el colegio San Andrés y al no poder sostenerlo lo refundieron los agustinos en el Colegio Nicolás de Tolentino. En este empeño educativo y científico, las ciencias racionalizaron las experiencias explicándolas a través de enunciados, conceptos, realidades en términos de sus componentes. Así Cieza de León describe la costa ecuatoriana; y, Dionisio Alcedo Herrera, vigésimo presidente de la Real Audiencia de Quito, inicia la cartografía quiteña, diseña el primer plano de la ciudad y publica un libro histórico-geográfico que sirvió a los estudiosos de la Misión Geodésica francesa y española. Estos sabios geodésicos en 1535 dilucidaron sobre la forma de la tierra, adoptando la unidad básica de la medida universal del metro, redactaron informes científicos, publicaron libros valiosos de geografía, efectuaron estudios acerca del levantamiento de las pirámides de Caraburo y Oyambaro al señalar los términos de base del primer triángulo geodésico calculado en la llanura de Yaruquí; así como la idea de levantar un monumento cercano a Quito y que designara el paso de la línea Ecuador en lo que actualmente es el Monumento de la Mitad del Mundo. 60
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Pedro Vicente Maldonado, riobambeño, matemático, físico y geógrafo (1709-1748) proyectó vías de comunicación, trabajó en el mapa del Reino de Quito, publicó su libro "Relación", fue acogido por la Academia de Ciencias. Igualmente, sobresale Espejo en la ciencia médica, leyes, investigación social, periodismo y por ser precursor de la independencia, junto al quiteño José Mejía Lequerica, prócer que integró las Cortes de Cádiz y Antonio Ante, autor de la obra "Clamores de Fernando Vil" y participó en las luchas independentistas. La Academia Científica Pichincha (1765), hizo observaciones astronómicas y fue precursora de la Sociedad Amigos del País, impulsada por Espejo. Marcial Coronado, cirujano quiteño, colaboró con la Misión Geodésica. Miguel Antonio Rodríguez, respaldó y esclareció la reforma filosófica explicando las leyes de gravitación de Newton porque en esos tiempos se ocultaban los conocimientos científicos. El Obispo José Pérez Calama, presidente de la Real Audiencia de Quito, el 26 de febrero de 1791, elaboró con Espejo los sistemas para mejorar la situación del pueblo, renovó el plan de estudios, donó a la Universidad de Santo Tomás 560 volúmenes de su biblioteca y 20 al colegio San Fernando. También apoyó a la Sociedad Patriótica Amigos del País, cuando Espejo era bibliotecario, puso el Obispo a disposición la imprenta en la que fue su primer impresor Raimundo Salazar. La imprenta fue inaugurada el 30 de noviembre de 1791 con su Director Pérez Calama y Secretario Espejo. Más tarde, se editó en Nueva York la Geografía del Ecuador del doctor Manuel Villavicencio, quiteño. Con los años surgen otras figuras científicas, lejos de las ideas de la Colonia, al contrario abiertas a la verificalidad de las hipótesis, aseguradoras de los procesos, sobre bases de mejores sistemas y organismos en crecimiento La utilidad de la ciencia se la concibe como consecuencia de la objetividad y la comprobación, siempre y cuando los responsables la empleen axiológicamente en beneficio de la humanidad.
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LA CASA DE LA LOMA GRANDE En la Loma Grande del Quito Colonial se encuentra la Casa No.726, antes y hoy 8369, calle Rocafuerte entre Zaldumbide y Fernández Madrid. Los habitantes recuerdan que se percibían los perfumes de los geranios y variadas flores. Se escuchaban el lamento de las guitarras y la agitación nocturnal de jóvenes con amplias capas que llamaban la atención. Todavía existen pórticos y altillos, zaguanes incrustados de huesos, corredores enladrillados, escaleras de piedra, aleros de madera y habitaciones de tortuosos dinteles coloniales. Actualmente, algunos espacios se hallan derruidos, permanece el sabor del sol, la lluvia y los recuerdos pasan airosos. Aquí vivieron familias importantes: Sanz de Ruiz, Sanz de Puertas, Sanz Muñoz, quienes heredaron de sus padres, Juan Pablo Sanz. Más tarde la adquirió José M. Gómez de la Torre con amplios traspatios, donde se cultivaban frutas y legumbres. Es reliquia colonial y todavía se salvan ciertos elementos constitutivos y jardines por los cuales el anhelo tenía un amuleto de balcones y promesas. El centro histórico de la capital fluye con sus tradiciones, templos y callejas donde se oyen leyendas en medio de las torres, cúpulas y testimonios prodigiosos de barrocos decorativos, reminiscencias mudejar, techos rojos andaluces y decorados platerescos. La Casa de la Loma Grande, recibió a personajes populares: Pablo Ocioso, La Pastusa, el Huaco, el Monge y a varios pregoneros de sabor provinciano. Los pulsos humorísticos se movían a la luz de los cirios dominicanos y cerca de los atardeceres quiteños se reflejaba el agua de los pilones de piedra y las declaraciones románticas se escurrían entre las mozuelas que ostentaban el romero bendito. La leyenda cuenta que un joven huérfano, empleado de la casa enfermó gravemente y perdió el conocimiento. Al abrir sus ojos miró en el fondo del jardín a un anciano bondadoso quien le entregó un fajo de hierbas medicinales para su curación. En esos momentos solo la luz desafiaba a la melancolía acariciando el rostro del joven como un halago.
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El anciano cubrió el cuello del enfermo con una manta roja de poderes terapéuticos y desapareció. Pasaron los días y el joven huérfano resolvió averiguar por el anciano con el propósito de agradecerle. Los vecinos al ser consultados expresaron que el médico del vecindario llamado Ricardo Miño, había muerto hace años. La leyenda de la Casa de la Loma Grande, es conocida por relatos transmitidos de generación en generación. Los geranios rojos del contorno de la casa destruida por el tiempo invitan a rememorar en charlas hogareñas con los más típicos detalles. Dicen que al escucharlas, el alma respira de nuevo y juntan un mundo disperso de fantasmas, imágenes y fugaces claridades ajetreadas por el vehemente afán de dotar un nuevo sentido a la vida o acaso interiorizar el misterio desvelado en el tiempo y en el espacio.
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EL ÁRBOL DE CAPULÍ Y EL SABIO LA CONDAMINE En las tierras de Quito y sus alrededores abundan árboles que ofrecen frutas exquisitas como las almendras quitenses, las guabas, capulíes, ciruelas de corteza verde, limones, la pichinchilla propia del Pichincha de flor roja, figura de trompetilla, cuyo fruto parece una uva larga y sabrosa. Se necesitan espacios extensos para nombrarlos y caracterizarlos. Recordemos los cacahuates preferidos por el científico La Condamine que vivió en Quito y se servía tostado al recorrer las calles, también la nuez quítense de cáscara dura que fuera apreciada por el académico. Árboles pequeños y grandes enriquecen la flora y son elementos valiosos de la economía doméstica e invitan a protegerlos, conservarlos, aprovecharlos juiciosamente y reponiéndolos considerar el suelo de los valles y las estribaciones andinas que entregan vastas extensiones de florestas y frutas de sabores singulares, alegrados por aves de diferentes especies. El sabio La Condamine ponderó sobre el capulí (Prumus Salicifolia) que crece en suelos profundos, contribuye a favor de la economía forestal y el desarrollo en general. Su corteza lisa o rugosa, sus ramas, hojas y su fruto dulce y apetecible atraen favorablemente. El capulí, a más de esos beneficios tiene la madera, primordial en el combustible, la leña y el carbón. Impacta en el paisaje interandino gracias a su frondosidad, estatura y ramas bifurcadas tomando distintas direcciones. El capulí es filtro que purifica el aire debido a la asimilación clorofílica. Por el follaje se obtiene mayor evaporación de la atmósfera. Se aprovechan las raíces profundas absorbedoras del nitrógeno del aire. Por el capulí y otros árboles tenemos arroyos, ríos y lagos. El capulí es reconocido por su fruto dulce, color rojo y negro y es llamado "árbol del paraíso", elogiado por el sabio La Condamine, quien lo contempló insistentemente en sus viajes, lo "midió geométricamente y lo dibujó con su propia mano". 64 Amó a este árbol por su frondosidad, su fruto y la celeste alegría de las cosas acariciadoras en su espíritu viajero cubierto de interés natural y la 65
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estrecha relación con la ciencia y su madera, llegando a constituirlo parte vital del paisaje andino. Allá por el año 1743, La Condamine, indica que el árbol de capulí "se eleva grueso con cerca de nueve varas de circunferencia, hasta una altura de ocho varas muy derecho sin la mínima rama y abre una copa de inmensa anchura perfectamente redonda". Añade que de "en medio de la copa sale solo y desnudo el tronco, poco menos grueso, cosa de cinco varas y abre la segunda copa, poco menor en la misma figura. Sale de ésta más delgado el desnudo tronco, cosa de otras cinco varas y forma la tercera y última copa menor en figura algo piramidal, elevándose todo él de 32 varas". La leyenda participa que después de mucho tiempo a los árboles de capulí de las comarcas quiteñas llegó un huracán o torbellino y arrasó a los árboles, ocasionando males a sus verdes ramas y hojas. Las aves por el fondo de los valles vuelan sin las delicias de los frutos de los capulíes. Los antiguos mitos se entristecen en medio de las tibias arborescencias. Los habitantes observaron que el huracán arrancó las raíces, desde entonces, en la mayoría de los suelos quiteños disminuyen los frutos. En las raíces y arterias verdes, los árboles buscan las celestes alturas y la hierba menuda se acurruca entre las sombras, recordando la figura del sabio La Condamine, arrimado al árbol de capulí.
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HÉROE INDÍGENA OLVIDADO La conquista española y la repartición de tierras, produjeron serios problemas indígenas, por lo cual hubo de suceder el abandono a regiones agrestes o al trabajo doméstico esclavizante de las mujeres y el abuso laboral de los hombres en las haciendas. Con el paso de los tiempos, se despertó la rebeldía, sacudiéronse los ánimos y surgió la conciencia de libertad frente a la ruina material en que sumía el imperio español. Aparecieron numerosos levantamientos y Sucre concentraba sus ejércitos para la independencia. Los indígenas y mestizos asediaban a las guarniciones realistas, mientras el cumanés organizaba y adiestraba a sus tropas estratégicamente. Entonces, surge la figura de Lucas Tipán, indígena nacido en Sangolquí, quien desde joven actuaba por la causa independentista y mantenía relaciones directas con los rebeldes quiteños. Su espíritu combativo heredado de sus antepasados le puso al frente de la acción infundiendo valor a los jóvenes de la región. Lucas Tipán actuó en el Servicio de Inteligencia de la Campaña de Pichincha, abriendo caminos básicos para las fuerzas patriotas, junto a Joaquín de Soto y el coronel Vicente Aguirre, con quienes realizó el plan de Sucre calificado como el "Gran Proyecto" que aspiraba evitar derramamiento de sangre hermana y conseguir la deserción de jefes militares realistas y sus tropas. Convenció al general Mires para la entrega de noticias secretas realistas por las cuales se produjo la deserción realista entre el 18 y 23 de mayo de 1822. El empeño patriótico de Lucas Tipán recorrió desfiladeros abruptos, encarnó ideales y acciones, cristalizó anhelos animando a los pueblos predestinados a ser libres. Abrió nuevos senderos para alimentar las semillas de redención, a fin de que crezcan esfuerzos altivos y cumplir con la justicia y la libertad. Lucas Tipán es héroe de Pichincha, merece reverente unción, su servicio y personalidad que pone de manifiesto el signo permanente de la República y una altiva tradición de Patria, encarnada en el triunfo. 67
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El coronel Vicente Aguirre, escribe el 8 de julio de 1824: "Lucas Tipán me traía reservadamente avisos sumamente importantes que sirvieron para salvar con armas, caballería y hombres que yo remitía al general Antonio José de Sucre". Después de la Batalla de Pichincha, Lucas Tipán fue nombrado por el Intendente Valdivieso, Gobernador de Sangolquí, el 3 de julio de 1824. En Lucas Tipán late la noble tradición, cuyo ejemplo es huella sagrada de patriotismo y del rebelde y leal mensajero de documentos secretos para la causa. Peregrinaje heroico en momentos difíciles de la Patria, cuya responsabilidad brilla con dimensión inolvidable en la historia ecuatoriana.
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EL CURIQUINGUE Ernesto y Carlos, previo permiso de sus padres, decidieron salir de Quito hacia las colinas del Pichincha. Los padres conocedores del lugar les previnieron de cuanto debían evitar para que tenga éxito la excursión. Los niños que por su edad conocían los caminos no demostraron angustia ni timidez. Atravesaron bosques, ascendieron por pequeñas colinas en medio de la algarabía de mirlos, gorriones, quindes, tórtolas y otras avecillas. Los riachuelos y el viento de los cerros desplegaban las hojas imponiendo su majestad en los sembríos al pulso de la semilla libre. Los niños alegres dialogaban, se servían sus viandas, recordaban sucesos, coleccionaban plantas. El silencio, a veces, les indicaba las cosas invisibles, escuchaban voces misteriosas cuando en las fuentes arrojaban piedrecillas al sitio donde se produce el espanto. Aconteció algo inusitado: un ermitaño cariñoso les invitó a recorrer algunos sitios. Les relató cuanto sabía, especialmente sobre el curiquingue, cuyas alas rozan los riscos, las montañas y se alimenta de insectos y carne tierna de animales pequeños. Decía el ermitaño: han de saber niños que el curiquingue es ave sagrada de los incas, con su color pardo claro, manchado de amarillo o de color de oro, vuela por los valles, sus alas rozan las montañas, estrechan senderos, agitan el viento de los árboles. Han de saber que es ave de sol, de rocío celeste, luz prendida en las rocas, en los arbustos, en las fiestas indígenas y en las mazorcas del maíz. Su vuelo absorbe sillas de piedra, arroyos y colinas. Es milenario sol, invencible pájaro sagrado que deja su mensaje en medio de las chozas humeantes. Los niños miraron como el curiquingue volaba en círculos y suaves aletazos, mientras el ermitaño señalaba un espacio donde la luz enrojecía el suelo reflejándose en los rostros infantiles. El curiquingue surcaba los cerros y planeaba en el fondo azul de los arroyos. Los niños volvieron los ojos al ermitaño y había desaparecido. Atrás de la cueva la imagen de una diosa subía y bajaba por las faldas del Pichincha. 69
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A la tarde, los niños regresaban emocionados: una bandada de pájaros estimulaba el recuerdo de las palabras del ermitaño. Pensaban que la figura del ave con sus alas de oro continuará volando por los valles y en curvas simétricas se fundirá en violeta disolvente entre la paz, los bosques, los tejados, la hojas caídas y las plumas ceremoniales. Los niños relataron a sus padres lo acontecido, sobre todo, la novedad del curiquingue pocas veces visto. Los niños demostraron el dominio de si mismos y la intrepidez de lanzarse con su luz propia, firmeza y valor. Recordarán el aparecimiento del ermitaño que les causó una sensación extraña. Estarán presentes las plumas brillantes del curiquingue que enriquece las regiones de Quito con su azul palpitante en las llanuras y el color de las delicias pasajeras esparciendo de las vasijas el maíz y el ruido de los pájaros.
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EL AGENTE No.40 Precursores, próceres y héroes quiteños se impusieron en la independencia, principalmente en Pichincha, junto a Antonio José de Sucre: estratega, visionario, hombre de principios y sentimientos humanitarios. Se ha dicho: "Todo en Sucre es doliente: hasta la gloria; todo es triunfal: hasta la muerte". Múltiples personajes contribuyeron al triunfo de Pichincha. Recordamos a un héroe olvidado: Joaquín de Soto, alma del Servicio de Inteligencia del Mariscal Sucre y tenía el No.40. Militaba también en calidad de teniente de artillería del ejército español. Poco se conoce sobre su origen. Sucre se refirió a él en carta del 17 de mayo de 1822: "...Amado paisano y amigo" por lo cual se desprende que fue venezolano y para otros, militar ecuatoriano. Su patriótico tributo le consagra héroe de la victoria de Pichincha y el Mariscal Sucre le confió una responsabilidad significativa del "Gran Proyecto" que consistía en concienciar, convencer y desertar a las tropas realistas y a sus jefes para evitar derramamiento de sangre entre hermanos. Faltaban pocos días para la Batalla y Soto consiguió la deserción de numerosos militares realistas. Sucre de inmediato en carta de mayo de 1822, reconoció su acción iluminada y talentosa. Su participación no fue solamente desertar a las tropas realistas. Soto enviaba al Mariscal Sucre avisos de las operaciones enemigas, las medidas de defensa, sobre las fortificaciones españolas realizadas en la ciudad. Despachaba en secreto armas de fuego, sables, municiones, piedras de chispa con el famoso indígena Lucas Tipán. Además, los fusiles, carabinas y más armas de los ejércitos patriotas se arreglaban en los talleres realistas con el ingenio de Joaquín de Soto. Por más prolijas que fueron las actividades secretas del agente No.40, fue descubierto y Aymerich entabló juicio, pero salió libre. Estas contribuciones fueron calificadas por parte de Cestari como sublimes en la victoria de Pichincha.
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El Mariscal Sucre analizó la participación de Soto: le inspiraba confianza, reservándole tareas de aliento y de especiales vehemencias patrióticas y de hazañas notables. El Consejo de Gobierno (1824) dirigido por el general Santander le concedió el grado de capitán de la Media Brigada de Ecuador. Las cualidades de pensamiento, acción, amor patrio y ser autor de grandes proyecciones de unción cívica y libertad demostraron que nunca se arredró ante los peligros. Murió pobre, dejó montepío a su mujer Josefa Betancourt. Su sacrificio y riesgo, enjoyó nuevos ideales de libertad, entrelazó delirios andinos entre los combatientes patriotas, encendió la vibración de cumbres, atenuó el dolor social y alcanzó a segar la esclavitud. La historia de sus esclarecimientos y el color de la Bandera, elevan el signo de su espíritu en nuevas gestaciones del héroe ignorado, hechas leyendas filtradas en el azul del horizonte quiteño, del país y de América.
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LA CASA No.1212 La investigación histórico-urbanística ha adquirido relevancia al coadyuvar con elementos de cohesión social. La tradición cuenta que cuando Sebastián de Benalcázar repartió los lotes a 204 españoles, estuvo entre ellos un señor de apellido Carrasco que luego vendía telas. Pasados los tiempos y tantas y tantas generaciones, en la actualidad la familia Carrasco continúa con esta actividad comercial. La calle se ubica en la esquina nororiental con los nombres de calle Miraflores, luego Concepción y hoy García Moreno y Mejía esquina No. 1212. Las construcciones en ese entonces eran sencillas de tapial, adobe o ladrillo "pastelero en el piso y techumbre de paja". Transcurridos los años, en la casa habitaron Hernando Gamarra, Pedro de Loma y Zorrilla, Valentín Chiriboga Villavicencio, Francisco Xavier León, quien le arrendó como residencial (1875) al presidente de la República, Antonio Borrero, constituyéndola en casa presidencial. En esta vivienda funcionó el Hotel Paris y la primera confitería Europea. Vivieron también la familia Andino y Salgado. Además, los escritores Manuel J. Calle y Luís Alfredo Martínez organizaron ahí la edición de la "Revista Quito". Experimentados urbanistas describen el sabor francés de las casas de ese sector con aleros "decorados de ménsulas, cornisas, molduras, balcones en las plantas altas con hierro forjado". Predominaron los historicismos eclécticos con la introducción de detalles "Artdeco". La casa No.1212, hoy del Dr. Henry Carrasco ha sido reconstruida (1998) con levantamientos de "muros portantes, necesarios para sostener la bóveda construida en lugar del tumbado y cambio en los aleros, de sus elementos decorativos, sus ventanas y puertas". Prevalece en la reconstrucción armonía y movimiento del área del sector, los espacios absorben líneas estéticas que logran identificar raíces históricas, el espíritu colonial donde la serenidad se diluye y se advierte sobre las líneas, alas afectuosas, colores que reaniman, sobriedad revitalizadora y alegría afirmándose los elementos característicos del centro histórico quiteño, con trazos luminosos que conforman entornos culturales andinos. 73
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Hechos curiosos relatados sobre la casa No.1212 inquietan nuestro entendimiento. Poderes extraños comprometen energías físicas y sensaciones. Trátase de poderes internos viajantes y que después se estabilizan las influencias opuestas separándose del interior, del exterior y del medio ambiente. Sorprenden y obligan a pensar en lo sobrenatural difícil de acogerlo y aclaran el sitio exacto de las cosas y el concepto de sus proporciones. La leyenda responde a estados individuales y permite acceder a circunstancias supraindividuales del aire comprimido, notándose que descienden produciendo imperceptibles sonidos en las habitaciones. La leyenda habla de misterios y secretos desbordados de la imaginación, pero la razón es accesible para buscar la realidad transformándola en energía positiva que existe en las ondulaciones magnéticas contactadas con la naturaleza.
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POR LAS CALLES DE QUITO Sergio Mejía Aguirre, músico y poeta capitalino, bohemio y fotógrafo, es creador de varias canciones populares como pasillos de fina sensibilidad. Los menesteres de la pluma, la música y la fotografía fueron llamamientos sociales que purificaron las angustias y entristecieron las quejas amorosas en los balcones quiteños, al compás de sus composiciones musicales, tal el caso de "Negra Mala". La poesía y la música de Sergio Mejía Aguirre, dan la oportunidad para consignar las experiencias acumuladas de su vida bohemia; no obstante, su ensoñación arrobadora y las vivencias románticas fortalecen su espíritu y ejercen atracción en la profesión fotográfica y musical. Es poeta condecorado y autor de una pieza dramática. Episodios sociales y amorosos transmitidos por la memoria colectiva, identifican apreciaciones y disfrutes de los momentos alegres y las emociones sencillas del poeta y compositor que acentúan aquellos brotes líricos del pasillo "Negra Mala": "....Ni siquiera tu recuerdo/ vuelve ahora a consolarme/ porque creo que se ha muerto/ con el frío de estas tardes". La tradición ha difundido que Sergio Mejía Aguirre fue nombrado teniente de reserva por Don Eloy Alfaro, el 24 de Abril de 1910. En ese entonces, Mejía tenía 16 años. Se recuerda también que más tarde compuso el Himno a los Bomberos y que al festejarlo se quemó los dedos, hecho sin mayor importancia, lo cual ocasionó un nuevo festejo de sana diversión. La tradición pondera que el artista estuvo atento por repasar una composición musical. Pasados los días, dialogaba con sus amigos sobre el particular e insistía en cumplir con ese compromiso. De pronto, un muchacho sorprendió con golpes a la puerta entregándole una misiva. La leyó Mejía y se lo requería para un trabajo profesional de fotografía de un monasterio quiteño. No hubo reticencia alguna frente al pedido por parte de los compañeros y el fotógrafo decidió trasladarse a cumplir con su deber. Después de atender con su obligación conoció y se prendó de una novicia radiante y bella. Inés que así se llamaba, abandonó el noviciado para amar al poeta y fotógrafo toda su vida. 75
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Se unieron dos dimensiones humanas capaces de revelar el sentido de la existencia en perspectivas insondables de amor y encantamiento de la música que elevó el alma de la novicia. La tradición envuelta en aurora se expande en los viejos barrios de la ciudad y atraviesa las dormidas callejas junto a las vidas agitadas y deslumbrantes. Hay algo eterno en el poeta, músico y fotógrafo en minuciosas huellas de amor y transita su ser y los recuerdos en estado latente de la historia quiteña.
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EL TROMPETA DEL PRESIDENTE ELOY ALFARO Sucedió en tiempo de don Eloy Alfaro, cuando hizo la entrada triunfal en Quito, el 4 de septiembre de 1895 y escuchó entre las multitudes un toque de trompeta ofrecido por un adolescente de 15 años, vecino del barrio La Recoleta. Las ovaciones entusiastas de un pueblo delirante, las aclamaciones y la emoción del Viejo Luchador confundíanse con las brisas del Panecillo. El júbilo hubo de silenciarse poco a poco y el rostro de Alfaro adquirió un rojo y amarillo persistentes. Poco tiempo se mantuvo en los asistentes el suspenso, mientras se oía la entonación de la trompeta de aquel adolescente que lo hacía a la perfección y robaba la atención de la multitud. Fue asombrosa la reacción de don Eloy Alfaro que pronto abrazó a Jerónimo Buitrón, joven trompeta y ordenó presentarse para entregarle algunas responsabilidades. Continuó el recibimiento en medio de alegrías, gritos frenéticos de libertad, campanadas, flotación de banderas, bandas de música, tambores y gozos alborozados que estremecían a la ciudad. Se pronunciaban vivas a los soldados liberales, se desprendían guirnaldas, globos y flores. La silueta del general Alfaro, advertía nuevas auroras de advenimientos renovadores que penetraban en la ciudad y en las ojivas de las casas y los templos al compás del grito: "Quito, Luz de América". Cuentan los viejos de aquel tiempo que el padre de Jerónimo, llamado Pedro Buitrón, ejercía el oficio de maestro de capilla, cuya afición se apegó en su hijo, quien entre las calles estrechas y retorcidas buscaba sitios especiales para sus repasos de la trompeta; a veces, envuelto en capa roja que impresionaba a las gentes de los barrios quiteños. Sus estudios musicales eran continuos en medio de soles esplendorosos o tiempos nublados, fríos cortantes y verticales que se unían a los latidos imperceptibles de su corazón. Acariciaba la trompeta como si se hubiese sumergido en un submundo extraño. 76
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A pocos días llegó a su casa un soldado, preguntó por Jerónimo Buitrón. Contestó el joven con expresiva emoción. Supo que el presidente Alfaro solicitaba su presencia. Una vez en el palacio, con especial cortesía saludaba con todos y el ordenanza le encaminó a su destino. De un suntuoso salón apareció la autoridad y le entregó el nombramiento oficial de trompeta del general Eloy Alfaro, aclarándole sobre sus deberes y obligaciones que debían cumplir. Desde entonces, Jerónimo Buitrón perfeccionó el arte, constituyéndose en soldado ejemplar que con su trompeta haría despertar a la Patria en actos de elevado civismo y defensa a la nación. En las transformaciones liberales, obras educativas, militares, científicas, sociales, estuvo el trompeta Jerónimo anunciando inauguraciones y victorias. Acompañó al Viejo Luchador con admiración porque le inspiraba ideales, le encaminaba a transmitir la ebullición de sangre nueva al pueblo. Horas de expectación en riscos, valles, selvas, calles y triunfos liberales ofrecía la trompeta de Jerónimo. Luchó Jerónimo en los movimientos internos de 1897, 1898, Chasqui de 1906. Estuvo cerca de las reformas constitucionales, en la conquista del laicismo y en tantas fechas luminosas pregonando los hechos de libertad, justicia y la auténtica redención social. Jerónimo Buitrón lanzó su trompeta al aire, siempre altivo elevó el canto radioso de delirio cívico o aquellas angustias de las contiendas de alborada, estimulando al pendón que del valor tremola. Su trompeta humedecida por sus labios fue rosa roja abierta a los acordes, a los silencios musicales y de exultación a la Patria. La leyenda de Jerónimo revive el valor de Alfaro: mente y brazo de la libertad. Cuentan los abuelos que el trompeta Jerónimo las vísperas del 10 de agosto de 1906, había sido ascendido y decidió muy por la mañana acercarse al presidente Alfaro para agradecerle. Así fue, nadie tenía conocimiento del particular, hasta que le miraron sus compañeros dirigiéndose junto al presidente a la inauguración del Monumento de los Próceres de la Independencia, el 10 de agosto de 1906. 78
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Al Monumento se lo descubrió con especial solemnidad, iniciándose el acto con el musical silencio del trompeta Jerónimo Buitrón. En él se vertía el canto a los héroes, el fulgor de Patria, el cielo en ritmos, las auroras andinas, el crótalo de ríos y orquestas de los mares. Quedó flotando un ambiente de paz, fervor cívico, libertad y floreció en luz la solemnidad de ese día. Ahí el recuerdo de los héroes y precursores es fuego de acción y preludio de futuras alboradas. Pasaron los años y la fama de Jerónimo se hizo leyenda. La música de sus silencios aseguran ser escuchados en la Plaza de la Independencia y en su barrio de la Recoleta. Otros sostienen que en el patio de su casa un árbol tiene la forma de su trompeta y de las ramas al viento se extienden sus melodías.
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LA GUARAGUA El barrio La Guaragua situado al occidente de San Blas, entre las calles Guayaquil, Galápagos, Caldas y Venezuela, tenía pocas casas, en cuyos lados los habitantes describían sus experiencias y correteos callejeros por donde iban y venían las tramas circunstanciales, las frases ingeniosas evocadoras de la existencia al compás de charlas y episodios quiteños que conmovían y alegraban a los vecinos. Los antepasados recuerdan del barbero Francisco Suárez (1768), de Ignacio Viteri, Pedro Becerra, Manuel Rojas, Manuel Cornejo, Águeda Moncayo, dedicados al comercio, al trabajo de oficinas o al consumo de las fruterías de San Blas. También evocaban los pleitos con los vecinos cercanos a la Plaza del Teatro, denominada antiguamente "Puente de Otavalo" que era un corral donde se encerraba al ganado para el desposte. Más tarde, el presidente Villalengua analizando el gusto de los quiteños por los programas taurinos, construyó una plaza y una galería para que las personas observen los toros. Posteriormente se edificó el hermoso Teatro Sucre, centro de arte y cultura. En las calles Oriente y Galápagos, sector de La Guaragua que significa "peña de dormir" o también "lugar pintoresco tachonado de estrellas" y más allá de la Venezuela, se observó especial progreso, en cuyas cimas se desparramaban inquietudes juveniles conturbadoras del alma colectiva animada por el humorismo acogedor y los arrebatos de sus pobladores. Recuerdan los vecinos del barrio que el año 1872 se dieron de palos Alejandro Egas Caldas, padre del pintor Camilo Egas, con el doctor Carlos Gómez Díaz, hecho suscitador de comentarios atrayentes o de enemistades persistentes que no se escapaban de las críticas y aclaraciones. En estas calles de historietas y leyendas, el azul quiteño ardía sobre las casas o la lluvia intensa mezclaba los anhelos, acogía aspiraciones y anegaba las viejas y nuevas palpitaciones, hasta tamizar cierta sabiduría afirmándola como vertiente interior de tradiciones. Sol y lluvia entretejían y fundían la vida acariciando las escenas de amor y de misterio,
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Pulsar ese material del pasado evocándolo dentro de sus signos sociales, pintorescos y legendarios, significa guardar los hechos populares de sus habitantes, el colorido de la época, los sentimientos y el grado de preocupación e interpretación. El barrio La Guaragua se llamó de esta manera hasta 1940 y quedaron las ejecutorias y los recuerdos, las aventuras, las pequeñas grutas, las siluetas de los troncos visibles en las noches aterciopeladas. Los vecinos relatan acerca de dos jóvenes acostumbrados a trasnocharse en las pequeñas cuevas sirviéndose licor y haciendo honor a la Guaragua o peña de dormir. Transcurridas las horas, entre sombras tenues y difusas de las velas, habíanse dormido y despiertos ya decidieron regresar. Al salir de la cueva, en medio de un misterio, vieron una sábana santa que les cubría y les rozaba. El joven más fuerte no perdió el conocimiento, en cambio el otro con mueca horrible de espanto se desmayó. Recobrado que hubo la razón, nuevamente miró la sábana santa. A duras penas lograron abandonar la calle solitaria y retornar a sus casas. Cuentan los pobladores que uno de ellos, Gabriel Torres, más tarde se entregó al estudio de los fenómenos celestes; es decir, a la astronomía, destacándose a escudriñar los astros mediante estudios científicos y aprovechando el Observatorio Astronómico creado por el presidente Gabriel García Moreno, el año 1875.
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UN PERSONAJE IRREVERENTE A veces en tiempos del Quito colonial sucedían hechos que perjudicaban a las iglesias al llevarse del tabernáculo los vasos sagrados valiosos sumiendo en la desesperación a sacerdotes, monjas y a la población. Las autoridades eclesiásticas excomulgaban a sacrílegos y encubridores que cometían estos atracos y se pronunciaban proféticas maldiciones en voz alta. En otros casos el hurto, a más de las denuncias los afectados recurrían a medios secretos llamando a los espíritus reveladores de influjos invisibles o contactos que repercutían en fenómenos de materialización conversando directamente entre ellos y emitiendo fluidos luminosos en la oscuridad. Los tiempos cambian y presentan circunstancias graciosas, irreverentes y dañinas que llegan a los oídos reconcentrándose en barrios los rumores y aciertos que de alguna manera desacreditan los entornos sociales o impactan humorísticamente en la imaginación. Allá por el año 1948, un quiteño necesitado con fundadas esperanzas, resolvió situar y acomodar la imagen religiosa de la Virgen María en la esquina de la calle Bolívar e Imbabura, a determinada altura y sitio estratégico con candado especial y más seguridades. Nuestro personaje estudió el ambiente cristiano de los fieles y cuantas personas piadosas ingresaban diariamente a la iglesia. Era joven inquieto, inteligente, pobre y estudioso que con extraña habilidad asumió el riesgo. Cada mes recibía la limosna ofrecida por la imagen y no mal gastaba el dinero. Constantemente se le veía concentrado en sus estudios. Nadie sabía el secreto pero si que era estudiante aprovechado. Demostraba preocupación, cuando lejos de la imagen religiosa los sacerdotes se acercaban. Temía ser descubierto. Hubo de oír los sermones y algunos puntos vinculados con su situación de zozobra bajo el ojo escudriñador de los sacerdotes. Pensaba y tenía la convicción de abandonar el secreto que ni sus padres lograban descubrir.
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Pasaron los tiempos y nuestro personaje terminó sus estudios y retiró la imagen de la Virgen María desapareciendo la irreverencia y el comportamiento profano, dedicándose a trabajar. Queda el escrúpulo, el ánimo fervoroso, la comprensión que ha ido propagándose como anecdotario de posible justificación o de perdón por irreverente procedimiento. Nuestro personaje ha dado la oportunidad de recordarlo en medio de los sectores de la ciudad llena de diversiones, de espíritus románticos, secretos, arrepentimientos y horas de expectación y sobresalto que alegran o entristecen en nuestros tiempos. En el otear del denso y brumoso panorama de la vida, se rubrica la intención y proyección. En sitio de la imagen y la aspiración se entrecruzan y se buscan como medios para alcanzar algo porque el sol alumbra a todos en el gozo o en las lágrimas.
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ALGO ESTÁ ESCRITO EN EL COLIBRÍ Quien no ha mirado las fiestas de los colibríes en los jardines quiteños y el vuelo del cóndor por las montañas del Pichincha y el Antisana. Colibríes chupando el néctar de las flores y cóndores horizontalizados en el azul infinito. El cóndor andino, símbolo del Escudo nacional, mide 1.20 metros de largo y hasta tres metros con alas extendidas. Vuela a enormes alturas y se alimenta de carne dañada. Pico y cola registra 1.60 metros y su peso rebasa de 26 libras. Su color es negro azulado a excepción de las remeras y coberteras que son blancas o grisáceas. El cuello y la cabeza los lleva desnudos, tiene finas plumas de color blanco. El cóndor vuela 50km.diarios, su tiempo promedio de alimentación es de 75 minutos por día. El cóndor macho se distingue de la hembra por la cresta muy visible y el color café de los ojos. La hembra tiene ojos rojos, pone un huevo cada tres años y en 58 días de encubamiento compartido nace el polluelo. Un cóndor vive hasta 50 años. El colibrí llamado picaflor es pequeño, no sobrepasa los 5 cm.; con su diminuta lengua se alimenta del néctar de las flores, su pico es fino, largo y su plumaje es verde. En el cuello y espalda vibran los colores azul y amarillo, vive en lugares silenciosos. Su aleteo es veloz y su silbido agudo parece el pulso cordial del valle o el suspiro azul de los jardines. La leyenda cuenta que el cóndor miró al colibrí. Le pareció un astro diminuto alegrando la floresta; entonces, pidió al colibrí le acompañase a un viaje por las alturas. El colibrí voló...voló y voló. Los dos eran héroes planetarios, viajeros alucinados que llegaron al arco iris. El cóndor pintó en el colibrí la eternidad de los colores verde esmeralda, azul y amarillo. La leyenda añade que el cóndor regresó al valle y con el alma extendida sobre la tierra, escribió tres palabras en el cuerpo del colibrí: esperanza, amor universal y abundancia. 84
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Esta historia nos recuerda cuando los Quitus disfrutaban del mito del colibrí que significaba esperanza y proyección al infinito; y, cuando la princesa Toa iba a contraer matrimonio con Hualcopo Duchicela, soñó en un colibrí posado en una mata de maíz. La leyenda dice que el cóndor regresó al valle, batió sus alas con dirección a las colinas quiteñas. La vacía inmensidad del cielo azul cobijó al colibrí absorbiendo el verde esmeralda, el azul y amarillo, mientras resplandecía en el picaflor: la esperanza, el amor universal y la abundancia. Insiste la leyenda que el cóndor en medio de la majestad andina, depositó dentro de sus alas la solidaridad encontrada en el colibrí, la planta, el lucero y las deslizó hechas rocío iluminado de fulgor eterno.
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UNA NOCHE DE LUNA El arte en sus diferentes manifestaciones desempeña papel fundamental y trasciende tanto que se convierte en tradición permanente por su impacto en la sociedad. Esto sucede en el famoso quiteño de Santa Prisca, Carlos Chávez Bucheli, músico y compositor: autor de himnos y obras populares de gran proyección como "Una Noche de Luna", "Ecuador Amazónico" y tantas composiciones, fruto de serios estudios realizados en el Conservatorio Nacional de Música. Del ámbito musical y literario confluyen dominios líricos y armónicos reveladores. La influencia artística surge de sus padres y sus maestros Domingo Brescia, Traversari, Sixto M. Duran, Francisco Salgado. Conquistó aplausos y reconocimientos por sus obras musicales y su voz de tenor, cuyo tratamiento especial causó sensaciones impresionantes en el público, principalmente en la aplicación de concepciones derivadas de sonatas. El anecdotario afirma que en una de sus actuaciones en el Teatro Sucre, al escuchar sus composiciones, un personaje que había asistido a la función, después de terminado el acto y la canción "Una Noche de Luna", letra y música de Carlos Chávez, comedidamente le indicó que no había pronunciado los versos "al pie de tu ventana soñolienta mi guitarra". El compositor le contestó que originalmente creó el pasillo con las frases; "al pie de tus vergeles". El reclamante hubo de disculparse. Carlos Chávez, nació en Quito un 24 de junio de 1895. Fue director de orquestas y bandas, recorrió algunas provincias de sierra y costa, en las cuales demostró su capacidad creativa y profesional, fundó semanarios y otros periódicos. En el desenvolvimiento musical analizó los efectos del arte y su valoración con idealización profunda y técnicas en la combinación de los sonidos y la proporción en los ritmos y las melodías. Carlos Chávez, compuso la letra y la música del himno "Naciones Unidas" dedicado al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, con ocasión de celebrarse el aniversario en junio de 1942. El
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Departamento de Estado envió la composición al Centro Internacional de Música de la Unión Panamericana para su divulgación. Se lo comunicó al compositor en los siguientes términos: "Reciba los agradecimientos personales del señor Presidente, de los Departamentos de Estado, por esa expresión de simpatía hacia la causa de la democracia y la libertad; y que las relaciones de amistad que unen al pueblo ecuatoriano con el pueblo de los Estados Unidos de Norte América, perduren eternamente". Estos y otros acontecimientos se han transmitido de generación en generación hechos tradición y que enaltecen al país; por éstos, el valor musical de Carlos Chávez Bucheli todavía se escucha en sus canciones. Recordemos algo de la letra del pasillo "Una Noche de Luna": Una noche de luna taciturno te miraba/ y en tus ojos mitigaba mis pesares; / al pie de tus vergeles soñolienta mi guitarra/ te enviaba en frases trémulas mis lúgubres cantares. / Adiós mujer, no olvides los tiernos juramentos, /cuando en mis brazos, lívida, no olvides me dijiste; / mis besos y mis lágrimas son negros pensamientos, / por eso soy tan pálido, por eso vivo triste".
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LEYENDA DE LA RONDA Echar un vistazo a la calle La Ronda, estrecha y tortuosa de nuestro Quito cargado de tradiciones y leyendas, invita a recordar y deambular por sus alrededores flanqueados de quebradas, vestigios, caminos, conductos grisáceos, casas y patios bordados de geranios. La colina desprendida de la Avenida 24 de Mayo, produce punzante sensación y fantástica influencia de historia de la calle Maldonado sobre el puente nuevo o Túnel de la Paz que palpita ondulatoriamente y se bifurca con terrazas y macetas floridas, recibidoras del reflejo de las tejas arrugadas por el tiempo. Construcciones y calles rodean a La Ronda alborotada de viajeros y comerciantes que estremecen la paz y el silencio de la calleja. El tiempo se duerme junto al saboreo consciente de ideas, de inquietudes inapaciguables de esperanza y un cielo acogedor. Las casas de fachada puntiaguda se miran calladamente. La historia llama a la puerta y descubre secretos cuando abajo se escucha las aguas del Machángara acompañadas de árboles y aves ambulantes. Los historiadores afirman que La Ronda se levantó sobre las ruinas prehistóricas de los Quitus y al pie del Yavirac o Hijuelo Sentado. Los españoles la acoplaron a sus intereses urbanísticos; por esto, La Ronda viene de "rondar o dar las vueltas alrededor de una cosa vigilándola". Proviene también del "viejo término castellano o espacio que hay entre la parte interior del muro y las casas de la ciudad, villa o fortaleza". Los indígenas llamaron al sector Ullaguanga-huayco o río de los gallinazos que descendía de la Chorrera (Jatuna) del Pichincha designada con el nombre de Jerusalén, quebrada que fuera rellenada después. Antes debió ser un gran arroyo para uso doméstico y lugar en donde lavaban sus ropas los indígenas. Más tarde, se denominó La Ronda hasta cuando el presidente García Moreno construyó el puente de los gallinazos para que por ahí pase la carretera nacional. Esta calle, además, adquirió importancia porque servía para el traslado de los enfermos del sur que ingresaban al Hospital de la Misericordia.
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La Ronda fue calle de tradicional bohemia, serenatas y de poetas que en ella habitaban o asistían a declamar o leer sus composiciones poéticas, ofreciéndolas a bellas mujeres. Surgía el desvelo, la evocación y la variedad inagotable del amor y el humorismo quiteño. El sol de La Ronda dora las casas, se ennegrece la piedra, corre el agua que llueve, pasan las nubes por el horizonte y después el cielo se alegra. Sus habitantes laboriosos y los turistas sienten el sol teñido de rojo, embrujado como un juglar observador que alcanza la reverencia agradecida de La Ronda, llevándose el sol de la Mitad del Mundo y las sonrisas de los balcones de nuestra calle estrecha y tortuosa de eternos resplandores. La leyenda participa que entre los poetas que vivían en La Ronda, se destaca la vida de un vate modernista altivo, la melena le caía sobre los hombros como un bosque enlunado o de estrellas milagrosas ceñidas de arrebol y de gorriones al borde del estanque. En su alma se esparcía la redención social. En sus horas de reflexión, anduvo acompañado de su perro. Llamó la atención de sus vecinos cuando enfermó de fiebre tifoidea. Un sol ardiente oprimió su corazón y su mirada empurpuró al hospital. Una monja le atendió durante su enfermedad y leyó los versos del poeta: "No llores antes que el sepulcro frío, / guarde oculto mis lívidos despojos; / clava en mi tus pupilas amor mío, / quiero llevar tu imagen en mis ojos". Murió el poeta y trastrocaron su cadáver con el de un indígena que falleció también ese día. Robaron sus despojos y dice la leyenda que le hicieron fritada, la misma que fue vendida en el estadio El Arbolito de la ciudad de Quito.
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SÍMBOLOS EMBLEMÁTICOS QUITEÑOS Aves y flores de los huertos y valles quiteños, todavía estremecen como si fueran a desprenderse del cielo o de la tierra. Asombran y se vuelven leyendas y tradiciones: el ave no queda en su viejo nido, la planta pasa de semilla a raíz, de raíz a tallo, de tallo a flor y de flor a fruto. El colibrí y el taxo son símbolos representados por la belleza de alas trinantes matizadas; y por las savias jugosas que endulzan sus frutos. Dones primigenios iluminados de avecillas y huertos resplandecientes. Quito Metropolitano ha resuelto, previas investigaciones botánicas y otras de la Fundación Ornitológica Ecuatoriana y de la Fundación Jocotoco, exaltar al colibrí Zamarrito Pechinegro y a la flor de taxo, como símbolos emblemáticos de la ciudad el 23 de junio del año 2005, mediante resolución C-0482. El nombre científico de este colibrí es eriocnemis negrivestis, ave endémica de Quito en peligro de extinción, escurridiza y solitaria y que habita entre los pliegues de las laderas del Pichincha, y registrado en 1850. La flor de taxo denominada pasiflora, taxonia quitensis o flor de la pasión se la inscribió en 1842 con su nombre científico tacsonia quitensis que crece y florece en el ecosistema de Quito y sirve de alimento, ornamentación y en jardinería. LOS COLIBRÍES. Los colibríes en general, viven en parques y quebradas, se distinguen por la cola larga de pico espada y matiz diverso, abundan en la Carolina, el Parque Metropolitano, Itchimbía, Cumbayá, Nayón, Monte Olivo, Panecillo, San Rafael, Tumbaco, Nono, Pomasqui, La Merced, Cotocollao, Haló, Cutuglahua y Yanacocha. Impacta el colibrí Alizafiro y el Zamarrito Pechinegro de matices variados surcando alrededor del néctar de las flores y las fuentes sonríen al maíz, a los chaparrales y bosques. Sus colores hinchan auroras y picotean a los horizontes con ternura. El colibrí Puntiblanca Pechipúrpura, vive en los sectores occidentales (900-1.600 metros de altura).Su nombre científico es Urosticte Benjamine. Su plumaje es diferente de la hembra, el macho es de pechera púrpura brillante, la hembra "es de pecho blanco moteado de verde". Se lo mira en las religiones de Mindo y Tandayapa y Nanegalito, 90
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mide hasta diez centímetros, sus nidos son como bolitas de musgos camuflados en el interior de los bosques. Gustan de flores blancas de los guabos. Viven entre la neblina y se agitan "como polinizadores". Ecuador tiene el 40% de las especies de colibríes de Alaska y Tierra de Fuego. Los colibríes aletean 80 veces por segundo, abren el algodón de las patitas esperando insectos, vuelan por los bosques a 3.000 metros de altura y también descienden a los jardines. Necesitan 145 calorías, su promedio de vida es de 8 años, se reproducen una vez por año, la hembra pone máximo dos huevos y el nacer el polluelo tiene el tamaño de un fréjol, pesa 0.5 gramos. En el país existen 180 especies volando en los peldaños del follaje. EL ZAMARRITO PECHINEGRO. Es emblema arraigado en florestas y jardines, vive vinculado al metálico y fugaz resplandor de la ciudad, refleja combinación de colores: verde morado, pico largo, patas de blanco plumaje, petirrojo amarillento, más oscuro que el gris azulado, tiene los colores nobles del arco iris. Vuela por los bosques, su trino inquieto surge desde el fondo de los senderos para anunciar su aleteo y chupar la savia de las flores, al ritmo de la azul odisea del agua, del picoteo aéreo hecho flecha de luz. El Zamarrito Pechinegro, vestido de inocencia saluda a huertos y jardines con afanes elásticos en su pico y los azules movimientos de los aromas. Su hábitat es Yanacocha, desciende entre los árboles hasta los bebederos. Verlo saciar su sed es cuadro viviente agujereado de cielo derritiéndose en los arroyos azules y revoloteando de luz al saludar a la tierra, sus vuelos son tesoros y delicias pasajeras. Afirman los investigadores que el ambiente del colibrí Zamarrito Pechinegro es Yanacocha que abarca una superficie de 964 mil hectáreas de bosques, orquídeas, árboles de papel, espacios húmedos y poca presencia humana. LA FLOR DE TAXO. Es flor emblemática de Quito, se extiende por los cuatro costados de la ciudad y algunos cantones. Es ornamento, alimentación y jardinería. Suave distintivo de la cultura quiteña que consta en pinturas del siglo XVIII, solemnizadora de dulcedumbres y rosales, alegra los sueños
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familiares, las dulzuras añejas y el corazón de las piedras, las tapias y el rostro de verdes estanques. La tradición afirma que el taxo produce una cariópside (fruto seco) de color verde amarillento claro y suave, cubierto de un "fino vello sedoso corto. En su interior contiene una pulpa fogosa agridulce aromática y fresca de color rosa-carne con varias semillas negras pequeñas más largas que anchas". Con el jugo se preparan refrescos que mezclados con leche se obtiene una bebida exquisita y nutritiva. El Taxo es enredadera de tallo cilíndrico, velloso y hojas ovaladas. Su flor tiene color verde con tres lóbulos, el cáliz tuberoso y en pétalos blancos y rosados, pálidos, sus estambres soldados, su ovario alargado, el fruto ovoide, color amarillo al madurar las semillas son anaranjadas y comestibles. El taxo para los investigadores cura el insomnio, las depresiones, jaquecas nerviosas, disenterías y daños estomacales de los niños. El colibrí Zamarrito Pechinegro y la Flor de taxo, son símbolos emblemáticos que encarnan y enriquecen la avifauna quiteña, enraizados en nuestro ser social cual símbolo o divisa representativa de un pueblo amante de la naturaleza y la libertad, al figurar la práctica natural de principios vivos y altivos, promovedores de identidad, autoestima, ecuatorianidad, a ritmo de matices y frutos, iluminaciones de aves y flores. En los símbolos emblemáticos quiteños del colibrí y el taxo, palpita el sol ecuatorial, el tambor y el cántaro, el maíz milenario, las montañas andinas reflejándose en sus valles que acarician las aguas de sus ríos dulcificadores de la luz en la tierra. El colibrí Zamarrito Pechinegro y la Flor de Taxo, dejan el aroma de las lilas, el color blanco-amarillo del taxo y su alimento. Ellos son animación y grito cívico. Cada muestra emblemática, es testimonio vivo de los pueblos y el fuego sagrado de la Patria.
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ALGO EN LOS CIELOS DE QUITO Esta vez no fueron los Marcianos recordados y representados por el quiteño Leonardo Páez que asustaron a los habitantes de la capital, sino los ovnis u objetos voladores no identificados; en ocasiones vistos como naves espaciales de procedencia extraterrestre y probables hasta los actuales tiempos. Varios habitantes aseguran haberlos visto en lugares apartados, breñas y sitios resplandecientes al descender del espacio a planicies desde el azul infinito. Los ovnis despertaban curiosidad, moviéndose a través de algún marco de referencia despejado. Los ovnis ubicados en valles o pequeños montículos bajan al galope para detenerse sobre las cumbres terrestres o cerca de gentes humildes que les han observado en faldas cubiertas de espinos hondeándose en los horizontes, así como blanqueando las ciudades reventadas de luz blanca. Relatan los habitantes haberlos visto, entre ellos una familia Arroyo del sur de Quito en excursión con una hija Carolina todavía adolescente. Al llegar al lugar previsto Carolina fue rodeada de un color amarillo fuerte. Su padre pateaba las piedrecitas del suelo y todo fue un paisaje maravilloso. La hija con el resplandor amarillo gozaba del ambiente, parecía que el sol estuviere quemando su corazón, mientras los padres observaban los arroyuelos y a los campesinos que de vez en cuando atravesaban apurados con sus animales. De Carolina se desprendía el color amarillo e iba deprimiéndola el color y sus padres no le daban importancia. Terminada la excursión decidieron encaminarse a la ciudad. Inesperadamente, ese brillo amarillo descompuso el ánimo de Carolina al mirar un platillo volador. El padre paró el carro tratando de abrirse paso y fueron impedidos. Después en una zona de observación, una voz sonora indicó que solo podían pasar quienes tuvieren tarjetas rojas y verdes. Esto molestó a la familia y se cubrieron con el amarillo que les descompuso la vista. En estos ajetreos los guardias escrutaron las tarjetas y buscaron evidencias de posibles falsificaciones. Al no hallarlas les dejaron pasar. 93
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Todo parecía normal, pero Carolina había desaparecido. Alborotos, fantasmas blancos, confusiones irrumpían en medio de ridículas vestiduras de hombres de otras edades. Al salir de ese laberinto los padres de Carolina dieron voces de alarma, pidieron auxilio a las autoridades de la ciudad para que se busque a su hija desaparecida. Varios meses pasaron en vano. Nada se supo, a pesar de investigar a escala nacional e internacional. Los padres pensaban que Carolina estuvo fuera de cualquier alcance, tal vez estaría encerrada, muerta o escondida. Entre lágrimas, situaciones desconocidas y sin ningún resultado, surgían formas titilantes, intermitencias, imaginaciones tenebrosas, gestos y otros comentarios. Pasaron los meses y por algún detalle se conoció que Carolina fue confiada a enigmáticos estudios científicos por extraterrestres. Carolina ya en tierra presentaba la clave de la verdadera naturaleza de los viajeros espaciales. Sus padres enfermaron y al mirarla un escalofrío recorría por sus venas. Ella demostraba nerviosismo agudo y poco a poco recobró la confianza, demostró felicidad y sonreía libre de opresiones misteriosas. La leyenda cuenta que Carolina en actitud furtiva llevaba un paquete parcialmente cubierto de una tela verde, ahí se encontraba un pequeño diamante que si lo perdía regresaría a los espacios extraterrestres y si lo retenía podría comprar alguna riqueza, perfeccionar sus estudios y desarrollar su vida. Los ovnis vistos en territorio quiteño dieron origen a toda suerte de mitos y leyendas, visitas y extraños fenómenos. La opinión más frecuente sigue en nuestros tiempos relacionando a la tierra como centro de comunicaciones y seres extraedores de energías magnéticas de nuestro planeta. Se dice que durante pocos minutos que dura el viaje por el tiempo de los seres insólitos, existen ovnis que podrían adueñarse de nuestras ciudades o tal vez nos ayudarían en la prosperidad de nuestros pueblos o que esas naves podrían haberse desintegrado en el transcurso de las visitas a la tierra.
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Historietas Quiteñas
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas EL RELOJ DE SOL DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL Las investigaciones históricas entregan hechos científicos sobre el Reloj de Sol de la antigua Universidad y de la "elegante columna espiral salomónica" que revela su valor especializado y relevante al adoptar el meridiano de Quito de acuerdo con los conocimientos geográficos y las líneas localizadas en la Universidad de San Gregorio Magno que "fija un punto de referencia en la azotea de esa Universidad; y, otro punto para que constituya línea de posición determinada en el vértice de la torre de la Merced". "La columna soportaba al reloj de sol, piedra fundamental quiteña sobre la cual se levantó la geografía y la historia del río Marañón o Amazonas". Unidos los puntos se obtuvo la posición exacta del meridiano de Quito, tomado como base los trabajos misioneros, la geografía y columna erigida mucho antes de 1736 y que sirviera al meridiano de Greenwich y los trazos de las cartas geográficas de Frite, Bouger, Maldonado y Alcedo de Herrera. Los científicos franceses y españoles, insistimos, trazaron en la torre de La Merced el punto norte de la línea meridiana; el punto sur se localizó en la torre de la Iglesia de San Sebastián. Para la base de los triángulos geodésicos de Yaruquí, señalaron un punto fijo en Caraburo y otro en Oyambaro, "estableciendo la línea básica de la triangulación". De esta manera quedó establecida "convencionalmente la línea meridiana en Quito para los fines geodésicos franceses, línea que por más de un siglo se la usó para todas las determinaciones geográficas de nuestro país con el propio nombre de Meridiano de Quito porque se refiere al círculo meridiano que imaginariamente toca ambos polos de la tierra y corta en ángulo recto el círculo ecuatorial o Ecuador del planeta". (Luciano Andrade Marín). Los científicos señalaron ese punto alusivo, primero valiéndose de una columna de ladrillo que luego se la sustituyó por "un pilar espiral o columna salomónica semejante a las columnas que sustentan el frontispicio de la Iglesia de la Compañía". Sobre esta columna salomónica se colocó un reloj de piedra, señalador posicionario de la línea meridiana. Los Académicos Pichinchenses colocaron una inscripción que expresaba: "Perdido el gnomon (antiguo
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas instrumento de astronomía con el cual se determinaba la altura del sol) y borrado por la injuria del tiempo aquella línea meridiana que los Académicos trazaron en 1736". Esta placa desapareció, también la columna y reloj debido a las reconstrucciones de la antigua Universidad, hasta que en 1915, gracias al destacado historiador Luciano Andrade Marín, se logró recaudar y colocar en el patio sur de la nueva Universidad Central, estos símbolos clásicos de la ciudad que enrumban y abren otros caminos con el propósito de ser eficaces y probar nuestros conocimientos. En la placa constan las siguientes frases: "Hora Quítense", "Mientras el Sol alumbra a la piedra, podréis contar muchas horas", "Obra de los Académicos Pichinchenses, 1766". La significación de Quito, "Llamada con propiedad el Reloj de Sol de la Universidad, debe ser respetado como verdadero símbolo clásico de nuestra incomparablemente histórica ciudad". Reminiscencias dignas de considerarse para la estructura histórica que da vida y movimiento a las actuales potencialidades de investigación, transformación y enriquecimiento científico de las nuevas generaciones universitarias prestas a la supremacía del espíritu y a otras realizaciones de superación. El Reloj de Sol, la Columna Espiral Salomónica y la línea meridiana de la Mitad del Mundo representa la presencia vital de América y de otros continentes, encaminados a la unidad de los pueblos, a su proyección integradora y a la solidaridad que soñaron grandes estadistas como el Libertador Bolívar, a fin de engrandecer al hispanismo y promover la armonía, el bienestar y nuevos rumbos dentro de las soberanías y principios fundamentales del derecho internacional. La ciencia y sus atributos deben ser guardados con celo, ellos son interactuantes que estimulan y forman mentalidades útiles en la medida en que son empleados para el porvenir de los pueblos, adoptando una actitud libre, con el afán de comprender la naturaleza, remodelar la sociedad y enriquecer la liberación de nuestra mente, en clara condensación de probabilidades para que la ciencia sea lazo que una a las personas con la naturaleza y las nuevas proyecciones de redención social.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas MONUMENTO A LOS HÉROES Antes de 1888 el Congreso de la República intentó levantar un monumento a los héroes de la Independencia para rendirles permanente homenaje por haber entregado sus vidas y lección de Libertad: cauce generoso de heroísmo y sacrificio. Precursores y héroes merecen inmortalizarse por su dimensión paradigmática en razón de sus acciones de justicia, luz y libertad fecundadas con sangre generosa de patriotas. Por esos tiempos solamente en las rutinas conmemorativas, los soldados arrastraban los cañones hasta el Panecillo y echaban salvas con motivo del 10 de agosto de 1809, el 2 de agosto de 1810 y otras fiestas cívicas. Este anhelo de 1888 de crear el Monumento a la Libertad no tuvo fondos. Solo después de diez años con el triunfo del liberalismo en 1895, don Eloy Alfaro, a través del Congreso puso en práctica la feliz idea determinando un "fondo único especial del uno por ciento sobre las rentas de todas las municipalidades cantonales durante un quinquenio" y se colocó la primera piedra el 22 de octubre de 1898 en la Plaza Mayor, a un lado de la pila de agua que por años había servido de "abrevadero de la quiteñidad". De 1898 a 1903 se acumularon los fondos suficientes para el Monumento. Hubo proposiciones de artistas franceses como el célebre creador de la Estatua de la libertad y otros italianos. Fue Francisco Durini, quien se hizo cargo de la construcción desde Italia y su montaje en Quito. Los constructores Lorenzo, Francisco y Pedro Durini ya habían emprendido trabajos de esta naturaleza embelleciendo la capital ecuatoriana. Participaron, además, los señores Flori de Carrara, Giovanni Corsori, A. Cirla y Figle de Milán. Se utilizó granito, mármol y bronce, Se retiró la pila central. El 10 de agosto de 1906, después de que el Viejo Luchador sofocó en Guayaquil un levantamiento, se inauguró uno de los más bellos monumentos de América. Hubo especial júbilo nacional, particularmente de las autoridades del Municipio de Quito, del Comité Ejecutor del Monumento, presidido por Gustavo Larrea, Francisco Andrade Marín y Carlos R. Tobar. El Monumento costó más de cien mil sucres.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas Acontecimiento prototípico de ideales y acciones reverentes, cuyos hechos forman el espíritu de patriotismo donde se aviva el fuego sagrado y el culto a la unidad ecuatoriana. El Monumento a los Héroes está en las más altas cumbres iluminando a la Patria con anhelo de redención. Inauguración Don Eloy Alfaro al inaugurar el Monumento a los Próceres de la Independencia, manifestó: "Terminada la magna lucha prevalecieron los sentimientos de fraternidad entre peninsulares y latinoamericanos: el Ecuador fue la primera de las naciones emancipadas que, movida por filial afecto, buscó la reconciliación con la Madre patria. "Ni de ésta ni de nuestros padres la culpa del formidable duelo que dio por resultado la independencia: España siguió la senda del extraño derecho de gentes de aquella época; y la América, sintiendo llegado el momento de su emancipación resolvió conquistarla con la espada. Cada cual luchó por sus ideales; y el triunfo y la gloria de los americanos, probaron al mundo que era también dignos hijos de la heroica Madre de Cides y Velardes. España nos dio cuanto podía darnos, su civilización; y, apagada ya la tea de la discordia, hoy día sus glorias con nuestras glorias, y las más brillantes páginas de nuestra historia, pertenecen también a la historia española". Acto cívico de materia y espíritu que trasciende de reconocimiento y se intensifica como lección de claridad de aquellos precursores y héroes, incrustándose en las auroras, en las colinas del Pichincha, en los bosques aledaños de la Plaza de la Independencia, en la mente y corazón del pueblo ecuatoriano que todavía espera un nuevo venero de alborada para seguir alimentando diariamente los caminos de la libertad.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas SAN SEBASTIÁN, EL BARRIO MÁS ANTIGUO Tantos historiadores e ilustres quiteños recuerdan al barrio San Sebastián, uno de los más antiguos de Quito que lleva el nombre del español Sebastián de Benalcázar. Afirman que el nombre se debe a su entrada a Quito, después de las constantes luchas, largos recorridos con sus banderas desplegadas, los soldados contusos, cansados y los restos de sus provisiones. Llegó Benalcázar a un lugar seco y alto, cerca del río Machángara, donde sus soldados calmaron la sed y se cautivaron mirando al Panecillo y las ruinas que dejara Rumiñahui. En San Sebastián, se efectuó la "fundación de hecho de la ciudad de Quito. Luego vino la fundación de derecho". La inteligencia del español y del guerrero revelaba propósitos semejantes a lienzos infinitos de contrastes, frente a la mirada penetrante y antagónica de los indígenas. Con el nombre de Sebastián de Benalcázar quisieron los quiteños eternizar después al barrio denominándolo Sebastián y no a otros barrios como el Sagrario, Santa Bárbara que los peninsulares tenían especial devoción. Cautelosamente y cansado el español recorrió los caminos polvorientos junto a los soldados jadeantes. Poco a poco el barrio se desarrolló según las características urbanas y sus fortalezas naturales, en las cuales los pobladores ejercían el comercio por el norte y sur, venciendo la topografía, así la quebrada de los Gallinazos, el Mesón, la actual calle Maldonado, la Recoleta, sector transformado en huertos aprovechados con las aguas del Machángara. Se añadían las calles Loja, antes calle Vinculada o calle larga de San Sebastián que sirvió de entrada obligatoria para ingresar al centro en donde se levantó una cruz de piedra (Loja y García Moreno) y otros lugares populares llamados establos o corrales. Igualmente, se construyó la iglesia de San Sebastián en 1568 y el convento de la Recoleta o del Buen Pastor, antes capilla de Santo Cristo, año 1698. Lugares de satisfacción espiritual que conferían estímulos y emociones con el mundo interior y exterior de los fieles. Después de largo tiempo, con el avance del comercio y la explotación política y económica, abundaron los testimonios de la sed infinita de oro y
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas plata; sin embargo, el barrio y sus partes aledañas, bosques y quebradas, desarrollaba la vida dulce, amarga y los cambios surgían de acuerdo con los intereses sociales y las crudezas de la existencia. El convento de la Recoleta o del Buen Pastor fue entregado a las monjas por el presidente García Moreno en 1870 para funcionamiento de un reformatorio y colegio, hasta que el presidente Alfaro en 1909 lo expropió para construir el Palacio de la Exposición. Posteriormente se destinó a museos militar y colegio, actualmente funciona el Ministerio de Defensa Nacional. De esta manera, el barrio de San Sebastián es uno de los sectores históricos más atrayentes de resplandores andinos. Autoridades coloniales, republicanas, municipales, urbanizaciones, han trabajado por el barrio y la ciudad, entre ellas el Dr. Francisco Andrade Marín (1840-1936) quien hizo labor incansable. Construyó en San Sebastián varios puentes, canalizó y tapó la quebrada de Jerusalén con la ayuda de Alfaro, abrió la calle Ambato, entre otras obras. En la actualidad se han construido: asentamientos de barrios, parques, jardines, actos culturales, monumentos, bustos, afianzamientos del Centro Histórico, creación de escuelas, colegios, universidades, San Sebastián cuenta en este tiempo con cerca de 10.000 habitantes. Sus casas antiguas acertadamente conservadas. Las gentes del barrio suben con suspiros a cuestas las calles cargadas de sol o lluvia, junto a los niños escabullidos debajo de los aleros. Los ambientes quiteños del barrio gozan del cielo ecuatorial y de la vieja y nueva ciudad, acariciando su cálida geografía, su rebeldía milenaria, la modernidad y sus formas de vida, anunciadoras del fervor mesiánico de un mundo mejor.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas LA ALAMEDA La Alameda quiteña fue creada por el entusiasmo del Corregidor de Quito, Francisco Sotomayor, español amante de los álamos europeos y de los sauces de la ciudad que necesitaba un espacio de paseo y recreación. El año 1596 se autorizaron los trabajos, ubicándolos en un triángulo natural que forma la actual Alameda. Los indígenas la llamaron "Chuquihuada o Punta de Lanza" y por ahí salían a sus labores, sea el norte o el sur. Con el tiempo se efectuaron remodelaciones. El trabajo fue abandonado y solamente se la recordó luego de 150 años. La Alameda no consta en los antiguos planos de Quito, hay noticias en los datos de la distribución de solares cuando se sitúa la Plaza Mayor, con Juan Díaz Hidalgo, encargado del gobierno de Quito. Posteriormente, con la llegada de los Académicos Franceses y Jorge Juan y Antonio de Ulloa, se produce el ordenamiento ciudadano (1737) en presencia del presidente de la Real Audiencia de Quito, Dionisio Alsedo y Herrera. En la administración de Ramón Joaquín Maldonado, Corregidor de la ciudad, se resuelve continuar la construcción, en septiembre de 1746. Más tarde, la Academia Pichinchense, insiste en la obra y Juan de Zelaya, presidente de la Real Audiencia (1767), emprende en la construcción. En 1876, el presidente de la Real Audiencia, Juan J. Villalengua y Marfil, autoridad progresista, sin gravar al pueblo, dota a la Alameda de una portada de tres arcos y tres columnas salomónicas de piedra, arregla la laguna, planta árboles ornamentales y amplía los jardines. El año 1800 Juan Pío Montúfar engalana los espacios con representaciones de figuras humanas paseantes, adornadas de trajes y sombreros típicos. En 1875, el presidente García Moreno, ordena la construcción del Observatorio Astronómico; luego de algunos años, se levanta el Monumento al Libertador Simón Bolívar (1935) imprimiéndose resplandor de libertad eterna a su personalidad continental. El año 1892, el presidente Antonio Flores, se ocupó por mejorar los jardines de la Alameda, aprovechando la presencia de famosos horticultores: Enrique Fusseau, francés y Santoliva, italiano. Fusseau injertó las primera rosas y más plantas que llamaron la atención.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas Antonio Flores extendió a la Alameda más al norte, mantuvo el jardín botánico del padre Sodiro, dividió la laguna mediante un puente de cal y piedra, alegró el ambiente con botes y plantas ornamentales, construyó el "Churo", "popular mirador quiteño". La Alameda ha pasado por diferentes épocas: autoridades y ciudadanos han vertido amor y conocimientos en jardines, bustos y plantas que brindan alegría, sombras y belleza. El hombre con su inteligencia presta los medios para el mejor desarrollo frente a los desafíos actuales del urbanismo. Embellecer jardines y plantas son arquitectura del paisaje abierto al público; es ordenación geométrica y natural que ornamenta a los monumentos y casas solariegas, complementándose con monumentos, bustos y pilas. Épocas históricas que debemos recordarlas y cuidarlas porque la belleza que entregan da vida, resplandor y armonía.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas EL FÚTBOL QUITEÑO El deporte en el tiempo y en el espacio es alumbramiento que encumbra los pueblos. Los valores y sus elementos se preparan, se forman y tienen buena salud. Las competencias encienden ideales, fortalecen la unidad y permiten acendradas proyecciones deportivas para el desarrollo del cuerpo y de la mente. En este contexto, la historia del fútbol quiteño, exhibe grandes figuras y dirigentes. La tradición conserva el esfuerzo deportivo extendido en pequeños y grandes escenarios: unos improvisados, otros cuidados con esmero, gracias al impulso de sus deportistas. El fútbol, deporte de masas delirantes se condensa en la contienda, la integración y en el dominio que acoge, califica y acredita técnicas y colores. En los equipos sobresale la juventud e históricamente los rasgos tradicionales que permanecen en la entraña quiteña. La tradición señala que el juego del fútbol llegó a Ecuador por el entusiasmo de los hijos de una familia cacaotera guayaquileña que estudiaba en París. Luego llegó a Quito al barrio San Sebastián. En 1916 nació el Sport Club Quito que tuvo los escenarios en La Tola, la Plaza Grande, El Ejido y la Plaza del Teatro. Se recuerda uno de los encuentros más importantes del fútbol, entre los equipos de Quito y Guayaquil: el Sport Club Quito con camiseta roja, amarilla y pantalones azul y el Guayaquil Sport con uniforme de color azul y blanco que se impuso a tos quiteños: 4-0 en El Ejido. Después de varias experiencias futbolísticas, surgieron en Quito varios equipos, entre los cuales se los recuerda: al América, Libertad, Crack, Olmedo, Gladiador, Liga Deportiva Universitaria, Gimnástico, Constitución, Sacramento, Aucas y tantos otros. Los encuentros deportivos eran singulares entre cerveza y cerveza, comidas sabrosas tradicionales, el infaltable puro, los llapingachos, empanadas y cuyes ofrecidos por la familia Maya. No faltaron las bromas y la sal quiteña del Lluqui Endara y el Sordo Piedra de estridente broma y jovialidad. En ellos y otros personajes de la fiesta futbolística, el humorismo como desahogo aportaba libremente unido a la risa del alma y el arte de vivir.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas Pasados los tiempos apareció El Arbolito, escenario de grandes fiestas futbolísticas. El presidente Carlos Julio Arosemena Tola, apoyó con 300 mil sucres para la construcción del estadio El Arbolito, inaugurándose en un campeonato nacional de fútbol el año 1948. Poco tiempo después, se construyó el Olímpico Atahualpa. El Alcalde Jacinto Jijón y Caamaño adquirió el terreno, luego el Alcalde Alfonso Pérez Pallares financió la obra y la culminó José Chiriboga Villagómez, inaugurándose el 22 de noviembre de 1951 con partidos nacionales y extranjeros. El costo del Olímpico Atahualpa ascendió a 50 millones de sucres. Varios quiteños le denominaron "elefante blanco". Actualmente resulta pequeño para la hinchada quiteña y la del país.
I Leyendas y Tradiciones Quiteñas DILIGENCIAS, COCHES Y AUTOMÓVILES A veces, renunciamos a recuperar el contacto con nuestro pasado; no obstante, inesperadamente, lo restituimos para reafirmar el desarrollo de las personas, su mundo y el despliegue de los procesos históricos del progreso. Se habla del piruro indígena o hilador de la lana y regulador del movimiento giratorio. Pasados los tiempos, aparece la carreta que requería un camino que condujese del centro a las canteras del Pichincha. En época de Rodrigo Núñez de Bonilla, se observaron las carretas con "ruedas toscas de madera", tiradas por indios y bueyes. Luego las autoridades y familias las utilizaron hasta que el presidente del Cabildo Antonio Morga, trajo a Quito el primer coche produciendo júbilo increíble entre los quiteños. Pasaron muchos años (1828) y el general Vicente Aguirre, exhibió un segundo coche tirado por muías y lo utilizó cuando iba a su ingenio de azúcar de Mindo y a Los Chillos donde funcionaba su fábrica de tejidos. La irresistible preocupación de progreso instaló las diligencias de cabina cerrada para seis pasajeros, movidas por caballos y muías y el cochero que repartía constantes latigazos. Las diligencias demoraban de Quito a Riobamba cuatro días con descansos en el Chasqui, Ambato y Chuquipogyo. Los coches tirados por caballos sobrevivieron hasta 1940 compitiendo con los automóviles. En estos días el Alcalde Paco Moncayo ha puesto en actividad algunos coches de paseo en el centro de Quito. La civilización marca la historia, las formas de vida y los acontecimientos, necesidades y viajes para aumentar la comodidad. En este ámbito aparecen los automóviles en Quito. Carlos Álvarez Gangotena, compró un carro marca Dion Bouton en la exposición de Paris (1901) y lo trajo en piezas a Quito en tiempo del presidente Leónidas Plaza, pero el automóvil se movió apenas y el señor Plaza hubo de regresar a pies a Carondelet. El segundo automóvil de marca norteamericana adquirió (1904) Pablo Isaac Navarro, dentista que atendía en la esquina de las calles García Moreno y Bolívar. El tercer automóvil adquirió el Dr. Kingman.
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Luego Cristóbal Gangotena (1905). También el señor Archer Harman, constructor del ferrocarril, trajo un mercedes. Pocos años después llegaron otros automóviles de Enrique Gangotena, Manuel Jijón Azcázubi, Juan Manuel Lasso, Fernando Fernández, Juan Francisco Game. El 7 de marzo de 1906 se instaló una agencia "La Veloz", en cuya inauguración estuvo don Eloy Alfaro y varios socios. Los pasajes costaban: 5 sucres a Machachi, 10 a Latacunga, 15 sucres a Ambato, veinte a Riobamba. "La Veloz" no duró mucho tiempo debido a las malas carreteras. En 1912 hubo la orden de matricular los vehículos y ya recorrían tranvías por las calles quiteñas.
Cotopaxi (Relatos)
LOS ILLINIZAS Y SUS LENGUAS DE FUEGO Los lllinizas, picachos situados en la cordillera occidental de los Andes, se elevan arrullados por el infinito azul de la provincia de Cotopaxi. Junto a ellos, se levanta la parroquia Toacaso que significa "Volcán" de rocas dividido o derretido en dos por el fuego". En lengua atacameña colorada, llliniza quiere decir "vamos varón". En los lllinizas los vientos se atropellan o se deslizan en confusión vertiginosa. Quien está cerca de ellos, tiene la impresión de que la vida parece detenerse en blanca soledad. El valle lejano ofrece contrastes de tierra desértica y mágicos verdores. Los chaparrales se retuercen formando columnas, cuyos aromas describen sobre las rocas milenarias, íntimas brasas que prolónganse por el interior de los picachos. Durante La Colonia, habitantes de Toacaso aseguran haber observado salir lenguas de fuego de la mitad de los lllinizas. Coba Robalino, párroco de Toacaso, escribió: "En medio de los dos hay una quebrada profunda de afiladas rocas, y, de vez en cuando, los vivientes del lado Sur Occidental de los dos cerros ven salir de ella grandes llamaradas de fuego". El monte del lado norte tiene 5.162 metros de altura sobre el nivel del mar; en cambio el otro, cercano a la zona de Toacaso, situado al sur, mide 5.305 metros. El aire lleva sobre su piel el azul infinito y un peso enarenado de caminos para refrescar el fuego interior. Coloraciones onduladas surgen de ese interior inescrutable hasta impregnar de brillo misterioso el perfil de los picachos. Los tonos azules del espacio y los verdes de las faldas convocan a contemplar las nieves de sus cumbres. Las chuquiraguas resguardadas por las aves y los vientos vibran al mirar el paso de los ascensionistas. La envoltura gris de las nubes se alejan y llega el color escarlata provocador del placer visual, del calor, del valor y del coraje hasta seducir al color blanco sobrio y al amarillo y azul llenos de sensaciones cálidas y comunicativas. Después, vientos coleccionistas de huellas, de nieves y sucesos sorben auroras y ocasos.
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La leyenda indica que Mama Tungurahua, mujer del Cotopaxi, atacó al joven "Catsungumi" o llliniza menor hasta destrozarlo. La reacción del Cotopaxi fue violenta contra su mujer, quien ayudada por su amante Altar, lanzó enormes cantidades de fuego produciendo cataclismos. El Cotopaxi se vio obligado a hundir al Altar y lo desapareció. Quien mira a los lllinizas piensa en la rectitud tallada, semejante a las promesas firmes; reflexiona en la vibración del aire que invita a la solidaridad universal; medita en la comprensión de dos seres como ejemplo de fraternidad; y, cavila en el fuego que conserva y expande auroras de amor y redención. Hay una voz confidencial y amiga, hecha de luz y calor generoso que fortalece el dominio de sí mismo para mantener el carácter despierto y firme encaminado a las grandes realizaciones. Por esto, se dijo: "Si conocerse a sí mismo es una regla de sabiduría, dominarse es un principio de victoria". En el año 1888 los hermanos Carrel de Italia ascendieron al llliniza mayor. En 1912 el australiano Franz Hiti, Nicolás Martínez y Alejandro Villavicencio, conquistaron la cima del llliniza norte. Aquellos sintieron la belleza de sus formas, lejos del interés personal, del afán por la fortuna, el porvenir o la gloría. Lo bello es armonía, produce admiración y amor: fuentes de solidaridad y bondad que alimentan la voluntad y señalan el recto camino del bien. Amemos la belleza y la hermandad de los picachos. Sus lenguas de fuego, por misteriosas, alumbran secretos, traspasan el aire, acarician las sombras para señalarnos el camino por donde avanzan las auroras creadoras del supremo idealismo, base sobre la cual se estimula la dignidad del hombre y la lucha permanente por el mejoramiento del prójimo.
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JUANA TIPANTASIG (Relato) Era una niña con inquietudes de pájaros y piel dorada por el sol. Vivía arropada hasta el cuello con su pacha o rebozo debido al frío de los valles y los páramos. Escuchaba a sus padres sobre los continuos conflictos de las comunidades. Así se formó y creció. Los días y los años transcurrieron entre siembras, cosechas, pastos y alegrías. Su trabajo sensible al barro, al tapial, a la cocina se extendía en las haciendas. Gustaba de arrojar las piedras al agua y atender a los animales domésticos. Manos ásperas, sonrisa de espiga madura, eran aprovechadas en los quehaceres y en la cosecha de los maizales. Transfigurado su gesto ofrecía su risa burlona y la rebeldía se escapaba entre el humo de la choza. En los rincones donde se acumula el viento y el sol, apretaba la tierra y en sus ojos quedaba un sabor asustado sorbiendo el vuelo quemante de las águilas. Corría el año 1776: corregidores coloniales, alguaciles y escribanos públicos elevaban los tributos, los diezmos y primicias. Mitas y obrajes oprimían la vida indígena. Ella con los puños cerrados respiraba, apretaba los dientes, levantaba el rostro; y, la mirada ardía de tanta sequedad y tristeza en los huesos. Levantaba la arena y la dejaba caer para suavizar alguna llaga. Ruidos y ventisqueros los sentía en silencio como el traqueteo del engaño y lo enterraba diariamente. Yo recordaba haber visto las huellas del trabajo en el sueño, en vientos de semblantes oscurecidos por la historia. Caminé y aladeando los portillos, quedó una sombra mirando los caminos y registrando los cabuyos. La historia persistió en un mundo extraño y turbulento que iba apagándose concentrado en el rescoldo tibio de los últimos crepúsculos. La historia era cielo gris, efigie entumecida y amarga. Escondí los secretos que buscaban estrellas palpitantes y enramadas donde los cuerpos se alejan de las tinieblas y se sienten sobre las piedras. Allí el sol enterró lágrimas y heridas. Ella oyó a sus padres sobre los levantamientos indígenas de Licto y Quilca, donde murieron clérigos, encomenderos y el doctrinero Martín
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Aguirre. Supo del alzamiento de Pimampiro, el de Cuenca, allá por el año 1715 contra los jesuitas. Se concentraba al saber de los alzamientos de Guamote y Columbe. Se llamaba Juana Tipantásig, mujer de Tomás Ati de la región de Anchiliví. En la noche sentía el sudor del trabajo. Soñó que su rebeldía caía de bruces sobre la hierba. Vino a su imaginación las bodegas ajenas correadas de un cielo de vestiduras negras. Yo desde hace días, miro a Juana vigilando la choza entre duras costras de barro. Del fogón apagado sale a recorrer sitios pelados y se eleva en éxtasis de rebeldía. Anduve cubierto de polvo, ella por cerca de los tapiales rastreaba los caminos y recordaba la prepotencia de las autoridades. Sentía, además, las sordas venas de sangre en el patio al compás de los pasos del alguacil invisible. Escucho que una acequia corre desde su corazón y golpea las líneas del pequeño sembrado. Juana cuida el árbol de fuertes raíces y le duele el manantial que apartaron de su vida y hasta le falta el aire que refresque a la espina de sus reflexiones. Su preocupación es sustancia gelatinosa que riégase en la reverberación de la tierra. Juana Tipantásig, se aproxima a la gente e indica que toquen los cuernos, bocinas y tambores. Llegan de Cusubamba, Panzaleo y Mullihambato. En Anchiliví, su tierra de origen, la gente protesta: ¡"Es imposible pagar tantos tributos a los alguaciles!". Los indígenas con palos y hoces, azadones y piedras, descalzos, con los pantalones enrollados hasta las rodillas demostraban rabia. Las mujeres junto a ellos, con voluntad enhiesta constituían cuadros fantasmales: gritos trepidantes penetraban en los cabuyos, Anchiliví era sol que golpeaba al valle y se agrandaba el signo del fuego en cada rostro. A veces, el silencio era de hierro y el grito olía a laurel. Aves rojas volaban por el aire. Valles y páramos abrazaban a las gentes, las raíces de los arbustos les daban ánimo. Juana extendió sus pasos contra lobos hambrientos. Su gesto indicaba la ira desenterrada. El ambiente como bandera roja cubría la región. En el fondo del valle, los pencos eran sedimentos desprendiéndose entre las siluetas rebeldes. Hasta por los resquicios se filtraba la esperanza y por los chaguarqueros
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flotaba el polvo. El viento atrapaba las sementeras que solo pudo engalanarlas la labor agrícola y los torsos galopantes de mujeres y hombres. La tiniebla de los siglos les obligaba a erguir la frente y forjar el rito final a los dioses con espanto y desgarrar la cólera roja en los sembríos. Y salían otras que estuvieron en el corazón de los cabuyos. Hasta sus rostros llegaba el resplandor de águilas y cóndores a medir las palpitaciones y el ardor de las antorchas sobre los pequeños montículos de arena. Todas las cosas de la tierra excitaban la rabia que hallábase en los caminos como brasas ardientes entre los muslos elásticos de los indígenas. Juana fatigada con el cabello suelto, dispuso el ataque. Fijó sus ojos a la gente. No temblaba, exhalaba un tufo amargo. Descargó el peso de su cuerpo hacia delante, mientras el sol cortaba los caminos y alumbraba intensamente a los cántaros y a la leña hecha filo de contienda con aire de chuquiraguas. Atrás quedó el vellón de lana. Los alientos indígenas se apegaban al borde de las quebradas y los rastrojos absorbían los gritos. Juana se refresca en el pogyo para entre torbellinos azules regresar a la lucha. Su ira resbalaba al tapial y era manojo de espinas agazapadas ensanchándose con su esfuerzo pulido de rojo y el reflejo hundíase en los anacos negros. Entre lienzos de polvo desaparecía la silueta de Juana, clavándose el coraje de espino en los riscos. Las comunidades movidas por caciques y Juana, se lanzan contra los recaudadores, quienes les amenazaban con el azote, la cadena, el cepo o la confiscación de sus tierras. Blandieron los palos, dieron muerte a los alguaciles asentistas. Avanzaron a Mullihambato tratando de incendiarlo. Sonidos de campanas, bocinas, coparon los reductos del viento. Juana llevaba en sus manos hoces y el fermento espeso de su sangre semejaba aquellas piedras con aroma de furia. Movimientos relámpagos crecían en su perfil enrojecido y en cada paso enterraba su ira que se volvía semilla olfateando el sudor de la justicia. De Latacunga llegó el corregidor y empezó a combatirlos, siete caciques desaparecieron, entre ellos Juana Tipantásig. Ubicado su cuerpo, se lo arrastró y se lo arrojó a una quebrada profunda. En las
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colinas se elevó su perfil entre los árboles y el cielo malva. Los pájaros y las águilas eran guijarros de sol cuidándola. Las montañas con sus alas azules guardan su rebeldía y en las tierras se siembran la ruda para espantar a los lobos. En las rocas aparecen los musgos. Danza Juana con arrebato cuidando la vieja historia de la tierra y su gente. En canastas de esplendor celeste, Juana ofrece la geografía transparente llena de rebeldía y justicia. El bledo se ha incrustado en su pacha o rebozo con aquella ternura de trigo pero surcada por cenizas de donde nacerán las mieses con agua perpetua y hachas de piedra. Pasaron los tiempos y la rebeldía de Juana se prendió en el barrio de San Sebastián de Latacunga con el levantamiento de Antonio Chicaiza. También en Isinliví se envenenaron los quesos y la leche para que muriesen los recaudadores. En estos levantamientos no solo fue acusado Pedro Latacunga, sino el padre Fernando Terán, cura de Zumbagua de espíritu revolucionario y hermano de Baltasara Terán. Juana Tipantásig, vive en lllina, cerro varón de Anchiliví, junto al cerro Tionis, hermana hembra. Entre sonidos de las mazorcas y las gradientes, su silueta asciende por los riscos manejando el hacha de piedra. Las águilas alborotadas escriben el nombre de Juana con esplendor de sol, arriba en las cumbres. Gorriones y tórtolas, planeando círculos iluminan las montañas, llevándole mazorcas y chicha, frutas y granos, el humo del chamizal y la sonrisa de las cebadas rubias. Las aves sueltan sus alas y decoran la figura de Juana Tipantásig. El Cotopaxi, cava y esparce su manto y ella resplandece con su hacha de piedra alumbrando caminos pintados de justicia por los siglos de los siglos.
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FILIACIÓN SECRETA A vista y paciencia de unos vecinos de la ciudad, un gendarme exigió a Juan que abandone el sitio donde componía y descomponía sus cosas. El gendarme recibió una mirada enrollada de rabia, los vecinos se incomodaron porque él no molestaba a nadie. "Eres un salvaje", tarareó Juan y vio que el tráfico se hizo difícil al ritmo del contrapunteo con el mundo exterior, entre resentimientos, anhelos, percepciones y pensamientos. Juan es un hombre sonreído a veces y ocupado en patear la basura, duerme en cualquier parte. Cuando el sol sale a las colinas, se calienta a orillas de la fuente concentrándose en el blanco pálido de su sonrisa. En ocasiones se irrita, hay que cuidarse para no enojarlo. Le ofrecen pan, dulces y tabaco. Desprevenido sale a las calles, enlaza rumbos y a su regreso se mueve como trompo. Regocijado escucha las voces de los niños y les recita coplas con dificultad. La vocalización incesante tiene acentos vertiginosos y lastimeros. Las inquietudes de Juan empalman con gestos, sonrisas, signos, todos adheridos a la vida y a los sueños de molusco solitario. El ritmo de sus versos llama la atención, no relaciona los detalles pero se siente feliz cuando secretamente mira televisión en alguna casa, reparando las imágenes y sus efectos táctiles. Al despertar repasa el espacio donde duerme y el aire de la mañana le refresca y sus 25 años revelan tenaz agitación. Mientras se encamina, los zapatos viejos apretados dificultan el ascenso a la colina. En esos momentos un pájaro levanta su vuelo y se hunde en la verde geografía cercana a la ciudad. A la tarde sudoroso y extraño marcha por los oscuros rincones de las calles, escucha la alegría de los niños, lee nuevamente sus escritos y su voz entrecortada les confunde. A veces es rechazado del lugar que ocupa entre sombras de los adoquines. El impulso se descompone en el trasfondo de la realidad y de sí mismo, su desesperación señala las condiciones precarias, tal vez su
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alienación es fruto de privaciones que una sociedad desarrollada aísla a nuestro personaje. Revisa sus escritos apegándose a las afecciones que encuentra. Siente desconfianza y explora visiones, notas dolientes y sabe que el lenguaje encierra sentimientos de frustración y desamparo. La realidad de alienado nos señala sus raíces e influencias del entorno, Muestra su dolor de vivir con gestos de protesta insinuante y misteriosa. Un día Juan Abandonó la ciudad y su pequeña colina verde donde gozaba con sus fantasías. Su ropa sucia, sus zapatos llenos de barro restablecían su vitalidad. Alguien dijo que había desaparecido con los ojos asombrados, llevando una mochila llena de papeles. Los niños le extrañaban mirando los espacios abandonados donde frecuentaba. La ausencia deambulaba al señalar su rumor corporal y su perfil llagado. De esto hace ya mucho tiempo. El sol se regocija en las huellas, en la piel dispersa entre horizontes, en sus manos entreabiertas, en su rostro transfigurado y sonrisa burlona. Atrás quedaron las búsquedas, los vecinos recordaban su voz de protesta, el amor a los niños, las anomalías de la vida moderna, las maneras de sobrevivir con la atracción de las contradicciones. Es peregrino sin laureles, con fiebre de colinas y angustia sin sexo. Nada intercepta sus pasos, anda atrapado de ademanes, la multitud apiñada le mira. El piensa que le aclaman porque busca estrellas en las cáscaras. Viejo ya se destierra frente a los árboles, entreteje fugas, las hojas suben por las nubes y caen los sudores cansados. Alguien se refresca en la fuente y escucha cuentos de hadas y coplas al viento, no le sorprende los harapos, juega con una flor, pone los labios en el agua y mira el rostro del anciano, su imagen tiembla y una mujer le contempla reclinada. Aumenta la algarabía de los niños y el aire de una ciudad secreta revuelve los cabellos. Las voces se van por las copas de los árboles y un niño se queda con el corazón temblando como tambor batiente que algún momento acarició los pies desnudos del anciano. Parecía un sueño y el
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rostro vetusto se entrecruzaba blanqueando las barbas en medio de un vuelo de palomas sonriendo en los estanques. El niño triste se cuelga al recuerdo, pocas personas hablan silenciosamente, pero el niño sonriente y preocupado abraza a la mañana junto al rostro del anciano que hace burbujas de colores. Los versos de Juan describen hasta el absurdo y en borbotones la marginalidad portadora de un dolor alienado deja ecos de sueños. Desolación y espontaneidad son secretos furtivos acompañados de esa especial sensación de sentirse irreal y fantasma engendrado por varias circunstancias. Hay golpe psicológico que no escapa a las pruebas insólitas de la naturaleza que agrava la existencia. Solamente se transfiguró y se hundió en un solo ruido de colinas y calles. Parece una desgarradura que se alista en la mochila sin esperanza, no obstante, la brisa y el sol se extienden con el asombro de observar una pequeña sombra y una lágrima oscilantes de liberación. La repisa del cuadro con una luz colorea el silencio del techo, la niebla confunde el rostro anciano y el viento no puede desaparecerlo. El recuerdo en el pico de los pájaros palpa el lugar de nacimiento y los polvorosos adioses que engendran resplandores de fuego y alimentan las crujientes aguas que arrojan redes de eternidad, sombras y semillas para aumentar nuevas vidas. En sus colinas se abrirá un plateado silencio el cual conservará su mochila llena de oscuras guirnaldas de profecías. La tonalidad roja y naranja se precipita y se fugan los papeles. El niño hace dibujos sobre el tapiz de la hierba y saborea copias. La franja de luz aureola el rostro de alguien supo iluminar las letras doradas y le entregó las flores que se cierran y más colinas olvidadas que cubren el rostro del anciano que había muerto abrazado su mochila para perpetuar en ceremonias rituales su existencia.
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Bibliografía WOLF Teodoro: "Geografía y Ecología del Ecuador, Edit. CCE-Qulto,1975 CARRERA Andrade jorge: "El Camino del Sol".-Colec. Luna Tierna, Quito 2005 TOBOADA Terán Alvaro: "Mesoamérica", Edit.CCE, Quito, 1982 TERÁN Francisco:"Páginas de Historia y Geografía", Edit.CEE, Quito, 1973 MURGUEYTIO Reinaldo: "Yachay-Huasi", Edit. CCE, Quito, 1966 VILLAGÓMEZ Yépez Jorge: Geometría de la Historia" Edit.CCE 1973, Quito. ANDRADE R. Luis: "Hacia la verdadera historia de Atahualpa", Edit.CCE, Quito, 1980. REVISTA CCE: Antropología Ecuatoriana", Quito, 1984 DESCALZI Ricardo: "Real Audiencia de Quito" 1978 ANDRADE MARÍN LUCIANO: "Historietas de Quito", 2003 RIVERA Villavicencio Oswaldo: "Ecuador: Provincias y Capitales", Edit. Garuyalde, Quito, 2004.
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NOTA DEL EDITOR .................................................................................................... 3 INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 5
Leyendas y Tradiciones Quiteñas ........................................ 7 LOS KITWAS EN LAS FALDAS DEL PICHINCHA ................................................. 9 GUANGOPOLO Y YACU .......................................................................................... 11 QUITUMBE: FUNDADOR DE QUITO..................................................................... 14 LA LAGUNA DE IÑAQUITO .................................................................................... 17 EL TAMBOR .............................................................................................................. 19 EL ÚLTIMO OBSEQUIO DE ATAHUALPA ........................................................... 21 LOS AHLLAHUASIS ................................................................................................. 24 SACRIFICIO DE LA LLAMA SAGRADA ............................................................... 26 CHILLOGALLO ......................................................................................................... 28 SUMAG: PRINCESA DEL ITCHIMBIA ....................................................................30 LA PRIMERA CASA QUITEÑA DE HUÉRFANAS ............................................ ...32 ACCIÓN HUMANITARIA DE ESPEJO ....................................................................34 EL CORCOVADO .......................................................................................................36 LA SANTA ..................................................................................................................38 LOS AJUSTICIADOS DE SAN BLAS .......................................................................40 EL ÁRBOL CASPI-CARACHA.................................................................................. 42 El VALLE DE CARAPUNGO .................................................................................... 44 TULIPE: VALLE SAGRADO ..................................................................................... 46 LA TRADICIÓN DEL MAÍZ ...................................................................................... 48 PEDRO TOAPANTA Y LOS CABALLOS ................................................................ 50 LOS SECRETOS DEL PULULAGUA ....................................................................... 52 EL ARTE DEL LIBERTADOR BOLÍVAR ................................................................ 54 DIANA EN LOS CAMPOS AGRÍCOLAS DE SUCRE ............................................. 56 PANTEÓN DE LOS PROTESTANTES ..................................................................... 58 RECUERDOS CIENTÍFICOS DE ANTAÑO ............................................................. 60 LA CASA DE LA LOMA GRANDE .......................................................................... 62 EL ÁRBOL DE CAPULÍ Y EL SABIO LA CONDAMINE....................................... 64 HÉROE INDÍGENA OLVIDADO .............................................................................. 66 EL CURIQUINGUE .................................................................................................... 68 119
121 EL AGENTE No.40 .................................................................................................... 70 LA CASA No.1212 ..................................................................................................... 72 POR LAS CALLES DE QUITO ..................................................................................74 EL TROMPETA DEL PRESIDENTE ELOY ALFARO ............................................ 76 LA GUARAGUA ........................................................................................................ 79 UN PERSONAJE IRREVERENTE .............................................................................81 ALGO ESTÁ ESCRITO EN EL COLIBRÍ .................................................................83 UNA NOCHE DE LUNA ............................................................................................85 LEYENDA DE LA RONDA .......................................................................................87 SÍMBOLOS EMBLEMÁTICOS QUITEÑOS ............................................................89 ALGO EN LOS CIELOS DE QUITO .........................................................................92
Historietas Quiteñas ........................................................... 95 EL RELOJ DE SOL DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL .........................................97 MONUMENTO A LOS HÉROES...............................................................................99 SAN SEBASTIÁN, EL BARRIO MÁS ANTIGUO .................................................101 LA ALAMEDA .........................................................................................................103 EL FÚTBOL QUITEÑO ............................................................................................105 DILIGENCIAS, COCHES Y AUTOMÓVILES .......................................................107
Cotopaxi (Relatos) ............................................................ 109 LOS ILLINIZAS Y SUS LENGUAS DE FUEGO ....................................................111 JUANA TIPANTASIG (Relato) ................................................................................ 113 FILIACIÓN SECRETA ............................................................................................. 117
Bibliografía ........................................................................ 120 Índice .................................................................................. 121