n Qi , HUANCAVO
1972
»Á'S. .
COMISION DE GOBIERNO
t ‘n'DÍ
Adriel Osorio Zamalloa
I ici'-l’ ronidencia:
Juan Julio Quiñe Navarro
lUrovción Universitaria de Evaluariiiii l'cdagógica y Servicios Académil'llUi
Waldemar Espinoza Soriano
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Dirección Universitaria de Planifica ción e Investigación:
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Robles
COMISION DE PUBLICACIONES
Manuel J. Baquerizo Carlos Villanes Cairo Sybila Arredondo G.
Toda correspondencia para “ Anales Científicos” debe dirigirse a : Departamento de Publicaciones e Impresiones, Universidad Nacional del Centro del Perú, Calle Ferrocarril 469 — Huancayo
W A LD E M A R
ESPIN OZA
SORIANO
LOS RUANCAS, ALIADOS DE LA CONQUISTA
Tres informaciones inéditas sobre la participación indígena en la conquista del Perú 1558
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1 5 60
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1561
HUANCAYO, 1971
¿ Y cuáles fueron los hechos causales de ese rápido dominio [de los peruanos por los españoles^ ? Descubrirlos y anali zarlos en toda su amplitud y profundidad, hasta que sus re flejos aparezcan nítidos, es imperativo para la historia pe ruana como para la misma de América, ya que su raza au tóctona fue de origen linico. Porque encuadrar esos he chos puramente en casos de contextura externa — conforme ocurre hasta hoy— , sin penetrar ante todo su fondo psico lógico, es decir, prescindiendo del análisis integral que re clama el estudio de todo proceso evolutivo histórico, deja desimentos que pueden ser, como en este caso, de descré dito o subestimación a los valores espirituales de un pueblo. Y tal cosa parece verse, sensiblemente, cuando historiado res o escritores, por no seguir esos cauces científicos al juz gar tan grave momento evolutivo, han destacado únicamen te la simpleza de que fueron el terror a los caballos y a las armas de fuego con que se presentaron los españoles, que paralizó todo intento de lucha y provocó la sumisión en las gentes del incanato. Felipe de La Barra: 1948; pp. 40-50.
El
escudo
donde
está
resumida
la
Alianza
Hispano-Huanca.
Fue
concedido por Felipe II a solicitud de don Felipe Guacrapáucar. 156*1.
LOS HUANCAS, ALIADOS DE LA CONQUISTA E STU D IO P R E L IM IN A R
IN T R O D U C C IO N
En 1955, cuando el autor fue alumno del doctor Raúl Porras Barrenechea, historiador y maestro insigne, entre los trabajos prácticos de interpretación de textos y de investigación histórica que el gran maes tro pedía, presentamos uno titulado Los auxiliares indígenas de Cajamarca en la Conquista española. Fue un estudio de cuarenta y dos pági nas, escrito a base de unos informes inéditos de los siglos X V I y X V II, que pudimos encontrar en el Archivo de Cajamarca. Desde entonces, nos quedó la idea de poder hallar documentos similares en otros reposi torios acerca de otros grupos étnicos del área andina. El mismo doctor Porras, en 1957, nos dio muchas pautas para su ubicación, estudio y publicación. Cuando una vez — antes de viajar a Sevilla— en setiembre de 1958, le manifestamos nuestro deseo de ver y leer las Informaciones de los curacas don Felipe Guacrapáucar y don Francisco Cusichaca, que él mencionaba en tres notas a su brillante estudio sobre Jauja, Capital mítica. Porras nos d ijo: “ eso y mucho más hallará usted en Sevilla” . Y así fue, porque a fines del mismo año, en noviembre, logramos ubicar las dos Informaciones en el Archivo General de Indias, Sección Audien cia de Lima, Legajo N? 205. Dos Informaciones que, en forma paté tica, demuestran y aclaran cómo y por qué los españoles pudieron apo derarse de un Imperio tan vasto en un tiempo tan breve. He aquí, pues, dos documentos de carácter informativo, a los cua les muy bien les podríamos llamar Las Crónicas de Jauja, o quizá me jor, Las Crónicas de los Huancas. Dos Informaciones notabilísimas, por que gracias a ellas podemos ahora comprender, con gran facilidad, el com plejo problema de la caída del Imperio de los Incas.
|.„n. ni .mm. concreto de nuestro país, la visión de que ciento se........ o «Otenla y ocho españoles con setenta o setenta y ocho caHln nyu
;C óm .. explicarse que un puñado de invasores españoles ha-
y'\, .I.Mr„ta.Ío a miles de soldados andinos, y luego ^ I ,,.,n.anosy ,C óm o pudo un grupillo de lan poderoso? ¿Cómo explicar el avasallamiento del Tahua liiiMiivii (in uno o dos años a lo más? , , - jcuatro han sido las respuestas, pero dos de ellas las mas di-
1) La ayuda divina denamada sobre los espanoles. 2 ) L i , ,.c ia i^ » U u .a l d . .o . e o „ ,u i .« d o „ ., y » s„u e,a d „ . M .L .l c : ventaja armamentista, estratégica, l,„ÍH„.o exagerado del Estado Inca, que convirtio en autómatas a ^ os ,,il,ut«rio 3 andinos, al extremo de que caída la se vino todo abajo. Y 4 ) la s i t u a c i ó n social y política de Hcinos señoriales conquistados por los emperadores . Uno de los historiadores más sagaces que han estudiado este ult problema es Alejandro Lipschutz. En s u estudio ^ 1963 dio tanta importancia a este asunto que lo anahzo «^^e ' .«ente en la Tercera Parte de su libro. Así, por primera vez, hizo re„„I,ur el eolaboracionismo de los señores étnicos, quienes lo hicieron pan, vengarse de antiguas rivalidades intersenoriales y taxnbien para Llvaguardar el status socio-económico en que se desarroUaron dentro .1., h!; estructuras andinas, y asimismo por la oposicion que reinaba ,,,.ntro de las clases sociales dominantes. Dicha cdaboracion señoría |',u, muy acentuada en los pueblos de organización estatal, com o el Taliuantinsuyu. En cambio, en las regiones sm estos oposición al conquistador español fue muy dura en C y ' „y por e je m p l o -. En éstos, “ la resistencia del campesino libre ío n lr a el señorialismo intruso, en defensa de su terruño de sus cos^ ...mbres, de su lengua y de sus dioses [fu e] c a p a z de desarrollar „«ln su lucha, [un ] valor grande e inquebrantable ( 1 ) . El providencialismo surgió el año mismo de la muerte de AtaInuilpa. Los españoles justificaron la Caída del Imperio Inca con arI
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Lipschutz: 1863, III Parte.
gumentos carismáticos. En tal sentido, no algunos sino todos los con quistadores pensaron que Dios lo había determinado así, para poner fin al despotismo dictatorial de los incas. En todas las crónicas de la Con quista, y también en las posteriores, se hallan dichas meditaciones. Tal sucede en las de Jerez, Sancho, Cieza, Pedro Pizarro y hasta en la del culto Acosta. Para los conquistadores, fue la ayuda de la Virgen y de Santiago Apóstol la que determinó la caída del Imperio Inca ( 2 ). Acos ta, por ejemplo, creyó que el Imperio se desplomó víctima de sus peca dos nefandos, ya que Huáscar fue el fruto del incesto entre dos herma nos, es decir, de una unión ilícita, contra la Ley Natural. El Imperio acabó, pues, por orden de Dios para terminar con la idolatría e implan tar la religión católica ( 3 ) . La superioridad racial del europeo, esgrimida como argumento pa ra revitalizar la leyenda de la fácil conquista, brotó también en el siglo X V I. Pero fue en el X V III, y más todavía en el X IX , cuando cobró ver dadero valor. Morton, por ejemplo, en 1829 publicó un libro titulado Crania Americana (F iladelfia), donde sostuvo que las cabezas de los indígenas comunes del Perú acusan un claro índice de estupidez, salvo las testas de los incas ( ! ) . De éstos d ijo: “ los cráneos de la raza de los incas presentan una decidida superioridad en las facultades intelec tuales con otras razas del pueblo común del Perú” . Y lo curioso fue que su criterio aún rigió en 1870 ( 4 ) . Como consecuencia de esa teo ría, otros explicaron el fin del Imperio negando y desvirtuando el valor del indígena. Los imaginaron como a guerreros pusilánimes y acom plejados frente al invasor armado venido de España. Pero el com plejo de la superioridad racial quedó desvanecido, más tarde, con las inves tigaciones serias de la Antropología científica. Quedó demostrado que no fue sino una de las muchas y fútiles vanaglorias de los conquistado res y de los europeos en general. Quedó aclarado, pues, que cualquier razonamiento invocando el fetichismo, la superstición o la inferioridad racial y cultural del peruano es tan anticientífico y tan falso como las baladronadas de los españoles, quienes creyeron en la ayuda celestial. Uno de los abanderados de la tesis de la inferioridad racial y cul tural de los peruanos, como factor primordial para la ruina de su Im2 3 4
Hen-era, 1615, Dec. V . Lib. II. Cap. X II. Acosta, 1590, pp. 199, 246. Lipschutz, 1963, p. 178.
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luo el norteamericano Ch. F. Lummis. Para este escritor, el sólo Uvc.Uo (le haber estado el Perú poblado por “ indios” fue ya una prueba pnlinnria de su inferioridad total. Los vio imposibles de crear un Rei,M. y peor todavía una República como la actual de Estados Unidos, por que ]¡i vida andina — dijo— fue sencillamente tribal. No vale la pena Hegiiir comentando las atrabiliarias y prepotentes teorías de Lummis, propiiiH de su mentalidad segregacionista e imperialista, porque la Arqueolofjríu y la Etnohistoria las han destruido. Sin embargo, hay que anoInr que para Lummis la población andina fue de las más inferiores y em brutecidas del mundo, por la sencilla razón — según él— de “ reo ser nub que indios” . Negó la existencia de incas y de curacas y, despecti vamente, a todos los habitantes no los vio sino como a “ una tribu de indios” (4 a ). Otro de ios argumentos, muy mentados y estudiados, para demos trar la fácil destrucción del Imperio, fue la división que existió entre cl E jército y la clase dirigente en dos bandos: los de Huáscar y los de Alaliualpa, que vale decir entre anan y urincuzeos. Desunión que llevó consigo una cruel y larga guerra civil, de la que se aprovecho Pizarro, ayudando al uno contra el otro, y viceversa, hasta hacer desa parecer a los dos y quedarse él como único gobernador de todo el lerritorio. No cabe duda que de las teorías hasta ahora en boga, esta lia sido la aceptada como la más lógica y natural de todas. Pero también hubo hombres que se preguntaron ¿cóm o es que los ai'aucanos, los chichimecas y otras tribus de cultura marginal no pudie ron ser conquistadas con la misma sencillez que el Perú y M éxico? Esto ya se interrogaron Cieza en 1553 y Acosta en 1590. Y , en realidad, 8U estudio es fundamental para comprender la caída del Imperio Andin o . No hay que olvidar que los araucanos recién fueron vencidos entre 1860 y 1870. Autores tan antiguos como Cieza y Acosta, y otro tan moderno co mo es Lipschutz, sostienen que los araucanos no fueron subyugados fá cilmente, no fueron conquistados “ nunca” por los españoles, porque no formaron señoríos. No tuvieron rey a quien obedecer, jamás estuvieron .sometidos a dominio extranjero. Fue una gente libre. Su régimen sociopolítico-económico de nomadismo les incitó a resistir y les posibilitó la
4a Lummis, 1959, III Parte. Cap.
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resistencia ( 5 ) . Si hubieran estado estructurados en señoríos, como sí lo estuvieron los de México y el Peni, se hubieran derrumbado rápida mente; porque entregado el rey absoluto estaba cedido todo. Entre los araucanos no hubo maceguales ni mitayos ni yanaconas. A llí, los jefes no fueron hereditarios sino elegibles, según la valentía y la fuerza. Allí, el jefe no habló en forma personal, sino que su palabra fue la expresión del pueblo y su sentir el sentimiento de la masa. Lipschutz sostiene también com o lo sostuvo Cieza en 1553, que para entender y explicar el ocaso de los Imperios americanos, es im prescindible estudiar el estado social de los diversos señoríos étnicos del mundo andino y el séñorialismo feudal traído por los españoles. Porque de las fuerzas que se originaron del encuentro de esas dos estruc turas mentales, dependió la caída rápida del Imperio. Del encuentro an tagónico, y hasta cierto punto incomprensible, de esas dos estructuras mentales se originó la Conquista ( 6 ) . En tal sentido, nosotros debemos analizar cuál fue la situación po lítica de los Curacazgos o señoríos étnicos que compusieron el Imperio del Tahuantinsuyu. ¿Qué pensaron los jatuncuracas de los incas? ¿Cómo juzgaron la política económica y social impuesta desde el Cuzco? ¿Estuvieron contentos con la Conquista Incaica? ¿U ocultamente an siaron su liberación? ¿Qué actitud tomaron los jatuncuracas y señoríos étnicos ante los españoles? ¿Cómo los recibieron? ¿Qué vieron en ellos ? Sólo después de contestar a estas interrogantes, podremos compren der que la leyenda de la fácil conquista es sólo una mera leyenda. La fácil conquista, descubriremos entonces, que se debió a la rivalidad nacio nalista de las etnías andinas y a la oposición de éstas al dominio del Cuzco. Además, la historia social ha aclarado que las sociedades no seño riales, las organizadas sin estratificación clasista, son las que resisten al señorialismo intruso e invasor. Son las que defienden su cultura, tierras y lengua hasta desarrollar una lucha larga y valiente, a veces hasta morir en aras de la libertad. En cambio, las etnías estructuradas en señoríos, com o sucedió en los Andes, se desenvuelven en un am biente contrario. Pero, este movimiento propio de los señoríos, hay 3 6
Lipschutz: 1963, pp. 180-181. Ibid. p. 150.
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d.'Hciil.iMflo en fuentes inéditas; porque los cronistas españoles so lí, lo Iiu'iicionuron muy opacada y ligerísimamente. l»„.lcmos afirmar que los españoles callaron la asistencia y alxan,,i. .I<- los señores étnicos, con un fin preconcebido: no perder las encoSi ellos hubieran manifestado que el Tahuantm suyujue conMuiHtado por los mismos indígenas para entregárselo a los españoles, en;con qué derecho hubieran reclamado gratificación de servicios „ In Corona? Incluso Cieza de León, el sereno Cieza, disimulo mucho ,1 ,.„laboracionismo de los señores étnicos. Para él hubo vanos facloroH, pero ninguno tan favorable como la rivalidad pohtiea entre Ih.áscar y Atahualpa, y el favor de la Divina Providencia desde lue( 7 ) . En cambio, las alianzas señoriales con las cuales se beneiició Hernán Cortés, no fueron calladas. Bernal Díaz del Castillo las ...cncionó varias veces; y Acosta, cronista que publico su obra en 1590, Pue eran providencia del Señor, que cuando fueron los primeros españoles, hallaron ayuda en los mismos in dios, por haber parcialidades y grandes divisiones. . . M ayuda de los de la provincia de Tlascala, por la perpetua enemistad que tenían con los mexicanos, dio al marques don Fernando Cortés, y a los suyos, la victoria y senono de M éxi co, y sin ellos fuera imposible ganarla ni aun sustentarse en Quien estima en poco a los indios, y juzga que con la ventaja que tienen los españoles de sus personas y caballos y a r m a s ofensivas y defensivas, podrán conquistar cualquier tierra y nación de indios, mucho menos se engana. A llí está Chile, o por m ejor decir Arauco y lucapel, que son dos valles que ha más de veinte y cinco anos que con pelear cada año y hacer todo su posible, no les han po dido sanar nuestros españoles cuasi un pie de tierra. Si Moctezuma en México, y el inga en el Perú, se pusie ran a resistí,- a los españoles la entrada, poca parte fuera Cortés ni Pizarra, aunque fueran excelentes capitanes, para hacer pie en la tierra ( 8 ) . 7
“ Por los cuales pecados y otros que estos indios cometen ha
I P á r r a f o de Cieza citado por Lipschutz 1963, P1! Acosta, 1590, Lib. V IL Cit. por Lipchutz, pp. 149-150.
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OTRAS CAUSAS DE LA CAIDA DEL IM P E R IO
Además de la rivalidad señorial, que para nosotros fue la principal, hubo también otras de carácter bélico y sicológico que generaron el cli ma propicio para la fácil Conquista. Pero éstas, repetimos, fueron de índole secundaria. Tales como el poder destructivo de las armas de fuego, el cual jugó un papel preponderante frente a las armas primitivas de los Andes. La pólvora, lanzada hasta diez metros por el mosquete y el arcabuz, representaron un elemento m il veces superior y se impuso sobre las lanzas, hondas, mazas y porras de los soldados cuzqueños. No admitió comparación. El caballo fue otro auxiliar poderoso del conquistador. Tribus en teras, en el Norte de Sudamérica, se sometieron sólo ante la presencia de la bestia, porque la creían fiera que actuaba en connivencia con los españoles. De ahí que, solamente al mentar su nombre y ver su figura, temblaban de espanto. Así sucedió con Diego de Rojas en su Entrada a Chicuana, cerca de Tucxmián, en 1542-1543. En el Perú ocurrió lo mismo en los primeros momentos de la invasión europea. Ya en el siglo X V I hubo un hombre sabio que se preocupó por des cubrir las verdaderas causas de la destrucción del fabuloso Imperio del Tahuantinsuyu. Este hombre fue Pedro de Cieza de León, quien dejó sentadas las bases casi científicas de este com plejo problema, en forma tan brillante que todavía siguen en pie. Efectivamente, Cieza fue el primer cronista y el primer historiador que meditó sobre las causales de la caída de los incas, las cuales enumeró a través de sus obras, excepto en La Guerra de Las Salinas. Cieza había observado que las tribus de cultura marginal en Popayán y en Cartagena, a pesar de tener sus pueblos en comarcas de fácil acceso a la Conquista, tanto geográfica conao climáticamente, siempre ha bían permanecido indomables. Y observó también que los peruanos, no obstante ser numerosos y tener sus ciudades en sierras y riscos casi inaccesibles, habían sido domados en brevísimo tiempo. Cieza se propu so buscar las raíces de este hecho sociológico e histórico, que lo apasio naba. Meditando día tras día, llegó a descubrir que los pueblos de Cartagena y Popayán, habían sido behetrías, o m ejor dicho tribus, sin organización estatal, sin rey, sin emperador. Por lo tanto, según Cieza, se habían criado flojos, ociosos, perezosos y, sobre todo, libres de suje-
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. y ,l<,minio; acostumbrados a la vida nómada detestaban someterse ni 11. 1 vii io (li- gente extraña. Entonces, los pueblos de baja cultura, los .......ivlll/,n.l..s, concluía Cieza, los no organizados política ni económica.n.'iilr, luli.nihun la libertad y la defendían hasta morir. I.i, Icrtilidad de los campos de Popayán y de Cartagena obstacu11/,.., grúa parte, el proceso de la Conquista. Estas tribus, vencidas un
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Ericr From m : 1963.
conquista del Perú. Los pocos ríos — dijo— fueron los únicos medios de vida. Abandonarlos,^ significaba el frío, el hambre y la muerte. A l habitante de la Costa, no le quedó otra cosa que seguir habitando en ellos, a trueque de su libertad. Con suma aflicción manifestó Cieza que si los indígenas de Arma, Arcerma y Popayán hubieran tenido una geo grafía y una organización estatal com o la peruana, sin duda alguna hu bieran aceptado servir y tributar a los nuevos amos. Para Cieza fue una verdadera desgracia que Cartagena y Popayán no hubiesen sido conquistadas por los Incas. D ijo eso porque en la zona mencionada abundaban los lavaderos de oro, ese oro al que tanto buscaban los esjiañoles, y al que no querían beneficiar los nativos. Otro hecho que coadyuvó, según el mismo Cieza, para la breve caída del Imperio fue la unidad lingüística del territorio andino. Co mo el runashimi era hablado en todas las provincias del Perú, los es pañoles pudieron penetrar por cualquier parte de ellas, sin mayores es torbos de los que ofrecía la geografía. También halló y reconoció Cieza, com o otra causa a los miles de indígenas auxiliares o amigos que asistieron a los españoles con víveres, ganado y cargadores, entre los cuales enumeró principalmente a los chachapuyas, cañares y huancas, aunque, fatalmente, sin dar detalles de cada uno de ellos. Estos auxiliares, según Cieza, no fueron otra cosa que naciones descontentas con el dominio del Cuzco, del cual que rían liberarse, deseosos de no remitirle más tributos. Con ello Cieza reconoció, tácitamente, que entre los diversos Reinos que integraron el Imperio Incaico, no hubo conciencia cívica, como resultado de los se tenta u ochenta años de la existencia del Imperio. Cieza, a todo esto, lo manifestó muy oscura y ligerísimamente. Pero así y todo, se deja entender que cada Reino aún seguía, en 1532, abrigando un odio re cóndito pero disimulado contra los dominadores del Cuzco. También se deja entender que cada Reino continuaba considerándose distinto a los demás que formaban el Imperio. De ahí que a los españoles los recibie ran como a libertadores y no como a invasores; aunque después se darían cuenta de que no habían variado nada; únicamente habían cambiado de amo, y no precisamente para mejorar. Además de ello, Cieza sostuvo que la misma sicología del hombre andino, permitió y favoreció la en trada de los españoles. Para Cieza, el peruano antiguo fue versátil y variable, porque se mostraba favorable y seguía y servía a quien le obli-
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|.jiilin liiK^di'lo. Desgraciadamente, no dejó más explicaciones sobre este tii'iiiilo latí iiiijiortante. OUv.a tuinbicn descubrió causas de carácter sentimental o románlii'ii, i|ii(^ ruvorecieron la destrucción del Tahuantinsuyu. Le asombraba |ii iiniif i'ii IiiH pallas y ñustas del Cuzco que se entregaron sin vacilacioiin« II In voluptuosidad del español, al extremo de que estas mujeres “ iiiiIIiiIhih” y “ gemían” cuando los mancebos europeos corrían peligro il(' iiiiierlc en las batallas. Las mujeres — dice el príncipe de los ri'oiiÍHlMM— se habían enamorado de los invasores y, por lo tanto, habían lli'giulo a transformarse en sus más fervorosas y amorosas amigas, enculiiidoniH y favorecedoras. Este hecho, tan real por lo humano, manil icHla nuestro cronista, significaba que la mentalidad peruana, en el lapH(i de la Conquista, se desenvolvía en medio de grandes oposiciones que, .1 la larga, acabaron por implantar el pleno dominio político y económic.o do España sobre el Perú. Finalmente, otro factor descubierto por Cieza, y que contribuyó poderosamente a la Conquista española, fue la división del Imperio entre (los pretendientes al trono: Huáscar y Atahualpa. Luchas intestinas que •Hcpararon las opiniones de los orejones y del pueblo, favoreciendo en for ma activa el triunfo de los invasores. De modo que cuando Pizarro a|trcsó a Atahualpa, los partidarios de Huáscar celebraron su cautiverio y mimaron a los peninsulares; los endiosaron y los creyeron hijos del A|»o Con Tisce Huiracocha, y no titubearon en llamarles huiracochaciinu. Para Cieza, lo que sucedió en el Perú, después de la muerte de lluuina Cápac, fue lo mismo que experimentó el Imperio de Alejandro .M(!guidamente del deceso de éste: se desintegró ( 1 0 ) . En este estudio preliminar no analizaremos todas las causas de la caíihi dcl Imperio. No hablaremos ya más de la desunión entre Quito y i;l Cuzco, ni tampoco de la alianza de Manco Inca con Pizarro en 1533.'14, dos decisivos factores para la fácil Conquista. La amplitud de cHlos puntos, merece un ensayo especial. Ahora sólo discurriremos .s<>brc la alianza de un señorío étnico, es decir, de la alianza hispanoiiiianca.
10 iit»,
IB
Cieza, 1553, Cap. X II. — Cieza, 1554c, p. 113, 317. — Espinoza Soriapp. 53-58,
LAS F U E N TE S
Las fuentes peruanas para el estudio de las alianzas señoriales, pa recen ser mas abundantes de las que existen para el análisis del mismo tema en México. Y cosa feliz, todos los manuscritos — salvo los informes de Cusichaca y de Guacrapáucar y algún otro — se guardan en d i versos archivos del Perú, hecho que facilita la investigación científica por parte del historiador andino. En México%e conocen, por ejemplo, para la interpretación de este asunto, las crónicas de Chimalpain Cuauhtlehuanetzin, de Fernando de Alva Ixtlilxochitl, ambos del siglo X V II, y el llamado manuscrito de Tlatelolco de 1528. Una selección antológica de las cuales se halla en El reverso de la Conquista, de Miguel León Portilla ( 1 1 ) . No son crónicas que se dedicaron a na rrar únicamente el colaboracionismo de los aztecas a favor de los espa ñoles, pero, por haber sido escritas por indígenas, ofrecen abundantes citas para su comprensión. En el Perú,, el número de crónicas, infor maciones y visitas al respecto, las superan enormemente. Es posible que las publiquemos en esta misma serie. Para el mundo Maya, en cambio, las fuentes de esta índole casi no existen, salvo algunos párrafos de Los libros de Chilan Balam de a Relación de las cosas de Yucatán de Fray Diego de Landa, y de las IJamadas Relaciones de Yucatán de 1579-81. Para el Perú no existen textos en runashimi que nos cumuniquen la V is io n de la Conquista, como sí ocurre en México, en cuyo idioma nativo transmitieron el profundo sentir de sus almas frente a la inva sión española. Todas las Informaciones que hasta ahora hemos halla do, fueron escritas en castellano, a pesar de que sus autores no supie ron hablar mas que el runashimi o algún otro huahuashimi. Pero co mo ellos no sabían escribir, se vieron obligados a solicitar los servi cios de algún f u n c i o n a r i o español para que las redactara, de confor midad a la versión que les transmitían a través de un intérprete. Pre cisamente, las Informaciones de Guacrapáucar y de Cusichaca, de que ahora tratamos, pertenecen a este género. Don Felipe Guacrapáucar y don Francisco Cusichaca fueron dos curacas principales de la nación huanca, quienes, en 1558, aunados 11
León Portilla, 1964.
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