Col·lecció «Estudis sobre la traducció» Núm. 19
TEXTO BASE – TEXTO META Un modelo funcional de análisis pretraslativo TRADUCIDO Y ADAPTADO DEL ALEMÁN POR CHRISTIANE NORD
CHRISTIANE NORD
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BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques NORD, Christiane Texto base – texto meta : un modelo funcional de análisis pretraslativo / traducido y adaptado del alemán por Christiane Nord — Castelló de la Plana : Publicacions de la Universitat Jaume I, D.L. 2012 p. ; cm. — (Estudis sobre la traducció ; 19) Bibliografia ISBN 978-84-15444-05-3 1. Traducció. I. Universitat Jaume I. Publicacions. II. Sèrie 81’25 CFP
Publicacions de la Universitat Jaume I és una editorial membre de l’UNE, cosa que en garanteix la difusió i comercialització de les obres en els àmbits nacional i internacional. www.une.es.
Qualsevol forma de reproducció, distribució, comunicació pública o transformació d’aquesta obra només pot ser realitzada amb l’autorització dels seus titulars, llevat d’excepció prevista per la llei. Dirigiu-vos a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necessiteu fotocopiar o escanejar fragments d’aquesta obra. Direcció de la col·lecció: Frederic Chaume Varela © Del text: els autors, 2012 © De la present edició: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2012 © Il·lustració de la coberta: Der heilige Hieronymus im Gehäus, 1514, Albrecht Dürer (1471-1528). Kupferstich-Kabinett, Dresde. Texto revisado por Judit Samblás Gómez Edita: Publicacions de la Universitat Jaume I. Servei de Comunicació i Publicacions Campus del Riu Sec. Edifici Rectorat i Serveis Centrals. 12071 Castelló de la Plana Fax: 964 72 88 32 http://www.tenda.uji.es e-mail:
[email protected]
ISBN: 978-84-15444-05-3 http://dx.doi.org/10.6035/EstudisTraduccio.2012.19
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Levý compara este proceso con un juego estratégico: ...ya que el proceso traslativo tiene la naturaleza de un juego basado en el CONOCIMIENTO DE TODAS LAS INFORMACIONES; el proceso es, pues, un juego en el que cada movimiento posterior se ve influido por el conocimiento de decisiones previas y de la situación que resulta de las mismas (Levý [1967]1981, 220; trad. C.N., mayúsculas en el original).
En este sentido, la concepción de la traslación como proceso circular puede compararse con un concepto moderno de la Hermenéutica, según el cual el «círculo de la comprensión» se entiende como la interdependencia del movimiento de la tradición con el movimiento del interpretante. (cf. Gadamer 1972, 250 ss.).
3. FACTORES DEL ANÁLISIS PRETRASLATIVO 3.0. Consideraciones generales Como hemos explicado ya varias veces, la función comunicativa es el criterio decisivo de textualidad, al que están subordinados los aspectos semánticos y sintácticos del texto. Por lo tanto, incluso los enunciados carecientes de coherencia o cohesión serán considerados como «textos» por los receptores siempre y cuando cumplan una función comunicativa. Los textos base con los que se enfrenta el traductor en la vida profesional tienen muchas veces defectos semánticos o sintácticos, y a pesar de ello están destinados para una función comunicativa (que normalmente cumplen) y deben ser traducidos. En estos casos, el traductor –como cualquier otro receptor– va a detectar los defectos, corrigiéndolos «automáticamente» en su mente durante las fases de comprensión y transferencia, gracias a su competencia receptiva y a su bagaje de conocimientos generales. Por consiguiente, la función comunicativa del texto base, derivada de los factores de la situación en que tiene que «funcionar», es de fundamental importancia para nuestro análisis. A los factores situacionales los llamamos «extratextuales», en oposición a los factores «intratextuales» relacionados con el propio texto (en el sentido amplio presentado arriba, es decir, incluyendo los elementos no verbales).13 Los factores extratextuales pueden aparecer «verba-
13. Los términos fueron acuñados por Schmidt (1976, 114), quien también distingue entre factores extra e intratextuales en su «juego idealizado de la acción comunicativa».
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lizados» en el texto, en cuyo caso hablamos de «metacomunicación»: p. ej., en la frase «Mañana voy a hablarles sobre el análisis de texto» se verbalizan el emisor (primera persona del singular), el medio (hablar = medio oral) y el tiempo de la comunicación (mañana = el día después de producirse el enunciado metacomunicativo). La interrelación entre los factores extra e intratextuales se expresa en la siguiente fórmula14: ¿Quién trasmite para qué y a quién a través de qué medio, dónde, cuándo y por qué un texto con qué función?
¿Sobre qué tema ofrece qué información (presuponiendo qué), en qué orden, usando qué elementos no verbales, qué palabras, qué tipo de frases y qué tono,
con qué efecto? Según su relación con la situación comunicativa o con el propio texto, estas preguntas se refieren al análisis de los factores extra o intratextuales. Los factores extratextuales o situacionales se analizan pidiendo informaciones sobre el emisor o redactor (¿quién?), la intención emisora (¿para qué?), el destinatario (¿a quién?), el canal o medio transmisor (¿a través de qué medio?), así como el lugar, tiempo y motivo (¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?) de la comunicación. La totalidad de las informaciones obtenidas acerca de esos factores puede proporcionar la respuesta a la última pregunta relativa a la función textual (¿con qué función?). Los factores intratextuales se analizan preguntando por la temática (¿sobre qué tema?), el contenido (¿qué información?), la información presupuesta como conocida en los destinatarios (¿presuponiendo qué?), la composición o macroestructura (¿en qué orden?), los elementos no-verbales que acompañan
14. La fórmula se basa en la llamada «fórmula Lasswell» (cf. Kalverkämper 1981, 69), que ya remonta a Hermágoras de Temnos (siglo II a.d.C.). Su utilidad para el análisis pretraslativo fue comprobada ya por Katharina Reiss (1974) y Hildegund Bühler (1984). Nuestra interpretación de las preguntas ha sido estrictamente traductológica. La especificación de los factores intratextuales será justificada detalladamente en el cap. 3.2.0., aquí solo está pensada para proporcionar una visión global del modelo analítico. Quisiéramos subrayar la distinción entre intención emisora, función textual y efecto (cf. 3.1.2.a).
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al texto (¿usando qué elementos no-verbales?), las características del léxico (¿qué palabras?), de la sintaxis (¿qué tipo de frases?) y de prosodia y entonación (¿en qué tono?). El efecto es un factor global que abarca la interdependencia entre los factores extra e intratextuales. Ante la experiencia empírica de que la situación es anterior al texto y determina la selección de los medios intratextuales, nos parece natural empezar por analizar las características extratextuales en un procedimiento que se llama «top-down» (de arriba hacia abajo). A veces, ya el paratexto, es decir, los elementos verbales y no verbales que acompañan el texto (nombre y apellido del autor, informaciones bibliográficas referentes al lugar y año de publicación, número de tirada, denominaciones de género como novela o acta) nos proporciona detalles sobre los factores extratextuales, y entonces tanto los receptores de la cultura base como el traductor-receptor se forman un horizonte de expectativas que en la propia lectura o bien se confirma o se corrige. De no ser así (por ejemplo, en el caso de textos antiguos, cuando se sabe poco o nada sobre la situación productiva o la recepción del TB), se podrá invertir el proceso (entonces será «bottom-up», desde abajo hacia arriba): analizando las características intratextuales –también en un procedimiento recursivo y circular– se infieren, en lo posible, las condiciones extratextuales de un texto.15 En la aplicación práctica veremos que normalmente se combinan ambas formas de recepción, con lo que se establecerá una vez más el carácter recursivo del proceso. A continuación presentaremos primero los factores extratextuales del análisis textual, y después los factores intratextuales, para concluir ilustrando la interdependencia de ambos con ayuda de algunas representaciones gráficas. Cada capítulo comenzará con una revisión breve del estado de la cuestión en la Traductología alemana.
3.1. Los factores extratextuales Después de aclarar algunas cuestiones básicas referentes al marco sistemático del análisis, presentaremos primero los factores situacionales de la comunicación, centrándonos en su importancia traductológica.
15. Para este procedimiento, Crystal y Davy (1969, 81s.) proponen complementar la pregunta Apart from the message communicated, what other kind of information does the utterance give us? por una lista de trece «sub-questions», como por ejemplo: Does it tell us which specific person used it? (individualidad); Does it tell us where in the country he is from? (regionalidad); Does it tell us which social class he belongs to? (sociolecto), etc. (cf. también House 1981a, 39).
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3.1.0. Consideraciones generales A)
ESTADO DE LA CUESTIÓN
Todos los autores que discuten el análisis textual en la traducción tienen en cuenta los factores extratextuales (sobre todo emisor, intención emisora, receptor y función textual), si bien con distinta profusión y peso. Katharina Reiss, por ejemplo, siempre insiste en la importancia de tipo y función textuales, mientras que Koller limita el aspecto pragmático a la direccionalidad (siguiendo a Neubert [1968]1981). Wilss (1977) destaca la «relación entre emisor y receptor» y el «papel social» de los dos en la comunicación, mientras que Thiel (1974b, 1978a) subraya la importancia de las «presuposiciones cognitivas» cara al receptor. Los factores de la situación comunicativa en sentido estricto (es decir lugar y tiempo, a veces el motivo de la comunicación, en Thiel 1974a además el medio) no suelen tratarse separadamente sino como «presuposiciones situacionales», que incluyen, sin embargo, no solo las características de la situación comunicativa del TB dado, sino también el bagaje cultural de emisor y receptor, respectivamente (cf. Reiss 1974a). El emisor y la intención emisora16 se integran, en la mayoría de los estudios, en una sola categoría. En nuestro modelo analítico los consideramos como factores autónomos, ya que su influencia sobre los factores intratextuales puede ser distinta. Por una parte, algunos textos o, de hecho, todos los textos escritos por el mismo autor muestran ciertas características que denotan su biografía (edad, origen geográfico y social, nivel de formación, etc.) y que no dependen de una intención determinada. Por otra parte, distintos emisores podrían expresar la misma intención usando medios estilísticos iguales o similares. Esta distinción es importante para la traducción porque, al menos en los textos no literarios, los elementos idiosincrásicos suelen ser menos importantes para el receptor del TM que las características intencionales aunque pueden causar dificultades de comprensión para el traductor. La intención emisora tiene una analogía en las expectativas del receptor, esto es, en la intención con la que este recibe el texto. Si no hay informaciones extratextuales al respecto, las expectativas del receptor son casi siempre difíciles de reconstruir por parte del traductor, sobre todo en los casos en que el traductor se encuentra a una gran distancia temporal, espacial y cultural respecto
16. El término intención textual empleado por algunos autores no nos parece aceptable porque no es el texto el que tiene la intención sino el productor/emisor del mismo.
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a la situación comunicativa original. A pesar de ello, puede ser interesante para el traductor contrastar las (supuestas) expectativas del receptor del TB con las del destinatario del TM. No parece muy razonable, sin embargo, introducir las expectativas receptivas como factor autónomo, ya que no son disociables de la individualidad del receptor.
B)
SITUACIÓN EXTERNA O INTERNA
Al clasificar los factores situacionales como factores extratextuales, hay que subrayar que se trata aquí de los factores la situación real, en la que el texto funciona como instrumento comunicativo, y no de una situación ficticia (por realista que sea y aunque venga descrita por el autor con todo lujo de detalles). Según nuestro criterio, las características de una persona que habla en un texto ficcional no pertenecen a la dimensión del emisor, sino que tienen que considerarse como un factor intratextual. El autor del texto figura como emisor-redactor de la historia, y el hablante ficticio es un emisor secundario (E’).17 Algo parecido ocurre con los llamados tipos de texto «complejos» (Reiss / Vermeer [1984]1996). En ellos, suele haber un texto-marco en el que están insertados textos pertenecientes a otros géneros («intratextos»). Los textos del tipo complejo no aparecen solamente en el ámbito de la literatura, sino también, por ejemplo, en artículos periodísticos, cuando se citan literalmente enunciados de otras personas. También en estos textos, el emisor del textomarco no es idéntico al emisor de la cita. Ejemplo 3.1.0./1 En informe publicado en un periódico español se reproducen literalmente partes de un discurso pronunciado por el Rey Juan Carlos en Nueva York con motivo de la entrega de un doctorado honorario. El Rey es el emisor de la cita, mientras que para el texto-marco lo sería el corresponsal. En la traducción del
17. Al comentar la pragmática emisora en el contexto de la fórmula Lasswell, Reiss (1984) menciona a Judy, la autora ficticia de las cartas en la novela Daddy Long-Legs, de Jean Webster. Pero Judy no es la emisora del texto novelístico ni la autora real de estas cartas: ambos papeles le incumben sin duda a la escritora Webster, cuya intención emisora es la responsable de todo lo que hace el personaje ficticio Judy. Dentro de la situación ficticia de intercambio de cartas, sin embargo, Judy es emisora y autora de las mismas, pero se trata de una situación «interna» del mundo ficticio representado en la novela. En otro trabajo, la propia Reiss (1980b) caracteriza a Judy como «emisora secundaria» dentro de una «situación comunicativa interna».
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texto, la diferencia de las situaciones y de las posiciones de ambos emisores se manifestará en los medios estilísticos empleados.
Tratándose de textos-marco, sean ficcionales o no, es recomendable un análisis situacional específico de las componentes textuales, siguiendo el esquema circular. Las informaciones sobre la situacionalidad del texto insertado suelen darse en el texto-marco.
C)
MARCO SISTEMÁTICO
Si queremos abarcar el conjunto de la situación de un texto mediante un modelo que sirva para el análisis de cualquier texto, con cualquier posible objetivo de traducción, debemos plantear la cuestión fundamental siguiente: ¿Qué información sobre los diferentes factores puede ser de importancia para la traducción? Neubert ([1968]1981: 60) enumera los siguientes datos sobre los interlocutores que serían relevantes para la traducción: «edad, origen, ambiente social, nivel de formación, etc.». Vermeer ([1974b]1983, 23) propone una matriz relacionando actitud, estatus, rol, estrategia, comportamiento y acto comunicativo con las características del tipo de situación en que se comunican, a fin de poder demostrar conformidad o divergencia en el comportamiento de los interlocutores. Schmidt (1976, 104) lista los siguientes componentes de la situación de los interlocutores: (a) las condiciones socioeconómicas (rol, estatus, situación económica), (b) las condiciones socioculturales y cognitivointelectuales (conocimientos derivados del texto y bagaje general, formación, experiencia, modelos de la realidad) y (c) las condiciones biográfico-psíquicas (disposición y aptitudes, situaciones biográficas actuales, planes, intenciones). Gülich / Raible (1977, 28) sostienen que también influyen en el acto comunicativo «la afonía, la serenidad y el mal humor», y la idea que el hablante y el oyente tienen uno del otro. Esa relación, de ningún modo exhaustiva, deja claro que el análisis de la situación de un texto no se puede hacer sumando preguntas, sino que lo que buscamos son las categorías con las que comprendemos el mundo y, con ello, también el «mundo» de un texto, su situación histórica. Wittgenstein dice en su Tractatus que «los hechos en el espacio lógico son el mundo» (1963, 11), esto es, los hechos se conforman mediante la lógica, que los enlaza y constituye la totalidad de las relaciones posibles («mundo»). Esto es válido también para la situación en la que se sitúa un texto.
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• Las categorías fundamentales son espacio y tiempo. La categoría temporal comprende también la concepción histórica que el mundo tiene de sí mismo. La primera cuestión básica se refiere, pues, a las dimensiones espacial y temporal de la situación. • La situación de un texto siempre forma parte de la cultura humana. En segundo lugar hay que preguntar, por lo tanto, cuáles son las características culturales de la situación del texto. • En su mundo, el texto tiene una función que justifica su textualidad. La tercera cuestión básica apunta a la relación entre situación y función comunicativa del texto. Esa función se sitúa en el marco supracultural, posiblemente universal, de las funciones de la comunicación en general (véanse Reiss / Vermeer [1984]1996). De acuerdo con los modelos de K. Bühler ([1934]1950) y Jakobson (1960), constatamos cuatro funciones básicas de la comunicación: (a) la función referencial o representativa, centrada en el objeto (referente) o el contexto al que se refiere el texto; (b) la función expresiva o emotiva, centrada en el emisor, en sus emociones y en su actitud hacia el referente; (c) la función apelativa (también llamada operativa o persuasiva), centrada en la orientación del texto hacia el receptor; y (d) la función fática, que sirve «para establecer, prolongar o terminar la comunicación entre emisor y receptor, para comprobar si el canal funciona, para atraer la atención del interlocutor, o para asegurar su atención continua» (Jakobson 1960, 355).18 Además del espacio, el tiempo y la cultura, es la influencia de estas funciones19 básicas la que constituye el «mundo» de un texto. Estas funciones forman el marco sistemático para la multiplicidad de posibles preguntas que se pueden plantear en relación con los factores situacionales de nuestro modelo
18. Jakobson (1960) complementó las tres funciones principales del signo lingüístico propuestas por Bühler (símbolo/representación, síntoma/expresión y estímulo/apelación, cf. 1934) con las funciones fática, poética y metalingüística. A nuestro parecer, las dos últimas no son realmente funciones de igual nivel y pueden subsumirse a las de Bühler, mientras que la función fática, que se refiere al «medio de contacto», nos parece faltar en el modelo de Bühler (y también en la tipología textual de Reiss [1971]2000, 2002, basada en este modelo). 19. Además de su uso en la clase de traducción (cf., entre otros trabajos, Nord 1994, 2001b) hemos aplicado nuestro modelo «cuatrifuncional» al análisis y la comparación intercultural de títulos (Nord 1993), al análisis de la traducción de textos bíblicos (Nord 2002, 2009c) y a una estilística comparada alemán-español (Nord 2003).
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analítico (véanse los cuestionarios al final de cada capítulo, que han de entenderse como ejemplares, no exhaustivos).
3.1.1. El emisor A)
LA DISTINCIÓN ENTRE EMISOR Y REDACTOR
En los diagramas 1 y 3, el emisor y el productor textual figuran como roles distintos. Aunque en la mayoría de los casos coinciden en la misma persona (p. ej., en los textos literarios, libros técnicos, comentarios y artículos periodísticos individuales), la diferenciación nos parece importante para el análisis pretraslativo.20 Gran número de textos (pragmáticos) no nombran al autor, p. ej., folletos de información para el paciente, textos publicitarios o leyes. En cada uno de esos casos existe un emisor que, aunque no se mencione explícitamente, podrá ser identificado analizando la situación comunicativa. El emisor de una ley es el cuerpo legislativo estatal, el de un anuncio comercial suele ser la empresa que ofrece el producto o servicio. El hecho de que no se nombre el autor nos puede llevar a la conclusión de que o no es relevante como persona o –según el género– no quiere ser identificado. En los casos en los que junto al nombre del emisor se publica el del redactor (cf. ejemplo 3.1.1./1), este no suele aportar ninguna intención comunicativa propia. El emisor de un texto es, por lo general, la persona (o institución) que usa el texto con el fin de enviar un mensaje a alguien y/o para producir un efecto comunicativo21, mientras que el redactor es el que lo escribe –sea por iniciativa propia o sea de acuerdo con las instrucciones del emisor–, cumpliendo con las reglas y normas de textualidad que rigen en su respectiva comunidad lingüístico-cultural. A veces, la maquetación del texto o la composición gráfica corresponden a otro experto e incluso hay casos en los que el texto es
20. Los traductólogos consultados no hacen esta distinción. Reiss habla o bien del autor o escritor (1974a, 1980a) o bien del emisor, Thiel y Wilss suelen referirse al emisor, Bühler, al autor; Cartellieri habla del «originador» (en alemán: Originator) al referirse a la persona de la que proviene el texto, sin aclarar si es el emisor o el redactor del texto. 21. El emisor no debe confundirse con el medio. En la revista GEO, por ejemplo, no es la redacción de la revista la emisora de un reportaje que lleva el nombre de la autora, sino la periodista que lo escribió. Es ella la que quiere comunicar sus impresiones al público lector y podía haber publicado el texto en otro medio.
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presentado al público por otra persona distinta (p. ej., una presentadora del telediario, un actor, etc.). Ejemplo 3.1.1./1 Un folleto turístico de la ciudad de Múnich indica como editor la Oficina de Turismo de la ciudad de Múnich y como redactor del texto (también en las versiones en inglés, francés, español, portugués e italiano, cf. cap. 5.3.) un tal Helmut Gerstner. El emisor del texto es, pues, la oficina de turismo, que pretende informar a los turistas y hacer publicidad de la ciudad; el redactor adopta la intención emisora y formula el texto según las normas del idioma alemán y las convenciones del género, siguiendo sus propias preferencias estilísticas donde sea posible. Sin embargo, estas últimas no serían relevantes para una traducción equifuncional del texto, por lo cual deberían mencionarse, debajo de las versiones traducidas, los nombres y apellidos de los traductores porque son ellos y no Helmut Gerstner quienes responden de la redacción de los textos meta.
Si queremos saber si el emisor y el redactor son la misma persona (o no), podemos recurrir al paratexto (p. ej., indicación de fuentes, referencia bibliográfica, etc.). Si se menciona solamente el nombre del autor, puede suponerse que será también el emisor. Sin embargo, esto no se puede formular como regla general, como muestra el ejemplo siguiente. Ejemplo 3.1.1./2 En su libro Estudio sobre el cuento español contemporáneo (Madrid 1973), Erna Brandenberger elige el relato «Pecado de omisión», de Ana María Matute, como ejemplo del tipo de cuento que ella denomina «de cámara rápida». Para la versión alemana del libro, Brandenberger, como emisora-traductora, tradujo el cuento al alemán con la intención de ilustrar precisamente las características típicas de tal forma de relato. Sin embargo, si el mismo cuento se publicase en una antología de escritores españoles modernos, sería la autora la que actuaría como emisora, y, por lo tanto, en la traducción sería suya la intención que determina la estrategia traslativa.
La situación del traductor puede ser equiparable a la del redactor. Aunque debe cumplir las instrucciones del emisor o iniciador, se le permite normalmente un cierto margen personal, en el que puede –mientras no contravenga las normas y reglas de la lengua y cultura meta– dar rienda suelta a su propia creatividad estilística y preferencias personales. Pero, naturalmente, no está obligado a aprovechar esta «libertad»: también puede decidirse a imitar las características compositivas del TB, siempre y cuando las mismas no colisionen con las normas textuales de la CM.
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Otro aspecto de la pragmática emisora es la cuestión de si el texto tiene más de un emisor (p. ej., monólogo opuesto a diálogo, pregunta-respuesta, debate, cambio de papeles entre emisor y receptor). En tal caso, se deberían investigar los datos correspondientes a cada emisor.22
B)
¿CUÁLES SON LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE EL EMISOR?
Los traductólogos que estudian la pragmática emisora destacan los siguientes aspectos: «el papel del autor en la redacción del texto» (Reiss 1974a), «la posición del emisor cara al receptor, esto es, su papel social» (Wilss 1977, Thiel 1978), «el ambiente social» en que vive el emisor (Cartellieri 1979). Vermeer [1974a]1983, 23) pone especial énfasis en la distinción entre el «estatus» (= posición del emisor en una comunidad cultural, lingüística y comunicativa) y el «rol» del hablante en el acto comunicativo concreto. Como el «rol» está ligado a la situación y no a la persona, preferimos tratar este aspecto en conexión con la intención emisora (cf. cap. 3.1.2.). A nuestro parecer son significativos todos los datos que en el marco establecido por el tiempo, el espacio, la cultura y las funciones básicas de la comunicación contribuyan a echar una luz sobre la intención del emisor, los destinatarios específicos a los que se dirige, el lugar, tiempo y motivo de la redacción del texto. También son de importancia aquellos datos que indiquen las características intratextuales (variantes individuales de dialecto regional y social, presuposiciones, etc.) que pueden esperarse en el texto. Al final del capítulo propondremos un cuestionario que puede servir de lista de mínimos. Ejemplo 3.1.1./3 (a) Para la comprensión de un texto redactado en castellano es importante saber si el autor es español o hispanoamericano. Cuando un peruano como Mario Vargas Llosa escribe para un periódico peninsular, seguramente utiliza –consciente o inconscientemente– americanismos. (b) En una edición de cuentos cubanos publicada en España (Narrativa cubana de la revolución, Madrid 1971), algunos cubanismos se explican en una nota a pie de página; por ejemplo duro: «moneda de un peso cubano», o ñeques: «sorpresas, golpes imprevistos». Para el traductor, esto es importante no solo en la fase de comprensión, sino po-
22. Crystal y Davy (1969, 69s.) estudian este aspecto bajo el epígrafe de «participación en el discurso». Ponen especial énfasis en la diferencia entre comunicación escrita y hablada, admitiendo, sin embargo, que el diálogo no se limita a la lengua hablada, ya que existen diversas formas de diálogo por escrito (p. ej., correspondencia).
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siblemente también en la fase de transferencia, en caso de que el encargo requiera la conservación del efecto que el libro tiene para el lector peninsular. (c) En el caso de la écloga «Crisfal», hay que interpretarla de forma más naturalista y literal cuando se supone que su autor fue Cristovão Falcãos que cuando se la atribuye a Bernadim Ribeiro, en cuyo caso el texto debe entenderse como alegoría (cf. Strelka 1978, 49). Porque, como señala Kayser (1962, 36), algunas palabras tienen un impacto muy distinto cuando sabemos que vienen de un autor que efectivamente sufrió prisión por su amor y tuvo que renunciar a su amada al verse esta forzada a retirarse al convento de Lorvão.
C)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES SOBRE EL EMISOR?
En primer lugar, se pueden obtener las informaciones sobre el emisor o los emisores (y, en su caso, sobre los productores del TB) analizando el paratexto (datos bibliográficos, texto de la portada o contraportada, prólogo o epílogo, notas, etc.). El nombre del autor de por sí ya puede implicar otras informaciones que pertenecen al bagaje general del traductor-receptor o que, en su caso, pueden ser obtenidas de otras fuentes, por ejemplo sobre su clasificación literaria, sus intenciones artísticas, sus temas preferidos, el público destinatario al que suele dirigirse, su estatus, etc. Con el nombre de una personalidad política se asocian conocimientos sobre su afiliación ideológica, su posición, su imagen pública. Puesto que tales conocimientos son específicos de las culturas, no pueden presuponerse en los destinatarios meta. Entonces el traductor tendrá que pensar en un posible déficit informativo, susceptible de impedir la comprensión textual, en cuyo caso debería proporcionar informaciones complementarias. Ejemplo 3.1.1./4 Cuando El País publica un comentario de Fraga Iribarne, el lector español sabrá –con solo leer el nombre– que Fraga Iribarne pertenece al Partido Popular y que fue ministro de Información y Turismo durante el régimen franquista. En una traducción del texto para los lectores de un periódico alemán, esta información implícita debería explicitarse, por ejemplo, en forma de una aposición al nombre, ya que de otro modo el receptor del TM no podrá comprender correctamente el texto.
Otras informaciones sobre el emisor pueden inferirse de los datos disponibles sobre los otros factores situacionales (individuales o combinados). Si son informaciones precisas, las llamamos «datos», si no son nada más que supuestos, hablamos de «indicios» (Fig. 5). Partiendo de los datos sobre el me-
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dio, el tiempo y la función textual, p. ej., en el caso de una esquela publicada en el periódico local del día X, se pueden sacar conclusiones sobre el emisor (familiares y amigos del difunto, empresa en la que trabajaba); analizando el lugar de publicación del texto se puede deducir en qué parte de un área lingüística extensa se ha redactado el texto (p. ej., España / Hispanoamérica / Perú); o según el medio se puede precisar el estatus del emisor (p. ej., revista científica: especialista). A veces incluso se puede preguntar al propio emisor o a una persona relacionada con él. Otra fuente es el propio texto. Como ya hemos indicado, puede ocurrir que ni el paratexto ni la situación proporcionen información suficiente. Entonces hay que analizar los rasgos lingüísticos del texto para ver si permiten conclusiones sobre el emisor. Por ejemplo, el empleo de formas dialectales puede denunciar el origen (geográfico o social) del redactor (no necesariamente del emisor, a no ser que sea idéntico al redactor); elementos procedentes de una variedad histórica de la lengua pueden decir algo sobre la edad del emisor, etc. Pero claro está que este análisis corresponde al ámbito de los factores intratextuales (p. ej., el léxico).
D)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre el emisor: 1. ¿Quién es el emisor del texto? 2. ¿Es el emisor también redactor del texto? Si no, ¿cuál es el estatus del redactor frente al emisor (dependencia de directivas, libertad creadora, redactor-experto, especialista de la disciplina)? 3. ¿Cuáles son las informaciones inferibles del paratexto (clasificación temporal, origen geográfico y social, formación, estatus, relación con el tema del texto, etc.)? ¿Se presuponen otros conocimientos como parte del bagaje general del receptor del TB? ¿Se puede consultar personalmente al emisor o a alguien relacionado con él? 4. ¿Cuáles son las informaciones que proporcionan los otros factores situacionales (medio, lugar, tiempo, motivo, función textual)? 5. ¿Qué expectativas pueden derivarse de los datos e indicios obtenidos del análisis de la pragmática emisora a) respecto a los otros factores extratextuales: intención, receptor, medio, lugar, tiempo, motivo y función textual; b) respecto a las características intratextuales?
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3.1.2. Intención del emisor A)
LA DISTINCIÓN ENTRE INTENCIÓN, FUNCIÓN Y EFECTO
En cuanto a la pragmática emisora, no era muy fácil identificar los datos necesarios para el análisis. Con respecto a la intención, en cambio, el caso parece mucho más claro. Nos preguntamos: ¿Cuál es el efecto o la función que quiere lograr el emisor mediante el texto? En los trabajos traductológicos que tratan este tema, parece haber alguna confusión respecto a los términos intención, función y efecto. H. Bühler (1984), por ejemplo, equipara la «intención del autor» con «intención y efecto». A nuestro entender, sin embargo, el efecto es algo que se debe analizar desde la perspectiva del receptor en su situación, mientras que la intención se define desde el punto de vista del emisor. La función textual, como la habíamos caracterizado arriba, se deriva «desde fuera» de la configuración de los factores situacionales, entre los cuales figura también la intención emisora, y se «atribuye [al texto] dinámicamente, en el uso (emisión :: recepción)», como dice Vermeer [1979]1983, 80). Por lo tanto, la pregunta «¿Qué es lo que pretende E con el texto?» no se puede asociar con la función textual, como lo hace Wilss (1977). Es cierto que en muchos casos se asocian determinadas intenciones con un tipo textual, pero estas no siempre se convierten en funciones. Algunos textos antiguos, como conjuros o epopeyas, se recibirán hoy en funciones claramente distintas de las relacionadas con la intención de sus emisores. En el caso ideal, se corresponderían los tres factores intención, función y efecto, es decir: la intención emisora señalada en la situación comunicativa es aceptada como función por el destinatario, y se manifiesta tan inequívocamente en el texto que se produce el efecto deseado en el receptor. Sin embargo, la distinción metodológica de los tres factores es de importancia traductológica porque su análisis separado permite procedimientos distintos (conservar, cambiar, adaptar) en la traducción. Porque cuando hay que conservar la intención emisora (ligada a la cultura base), tenemos que aceptar muchas veces un cambio de funciones o efecto, y viceversa. Para el traductor, es importante conocer la intención del emisor porque determina la redacción del texto respecto al contenido (tema, selección de las informaciones) y a la forma (p. ej., macroestructura, medios estilísticoretóricos, forma de citas, empleo de elementos no verbales, etc.), que, a su vez, señalan el género.
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Ejemplo 3.1.2./1 Mediante el prospecto farmacéutico, la empresa quiere informar al usuario (médico/paciente) sobre el medicamento, dando a la vez instrucciones para el uso adecuado (médico: prescripción / paciente: posología). Por ello, se lo encarga a un redactor, quien elige las formas de redacción prescritas por la ley de productos farmacológicos y/o convencionalizadas en este género. Cuando el receptor (el paciente, el médico o incluso el traductor) lee un texto así, reconoce el género señalado por las formas empleadas infiriendo la intención emisora de informar al receptor y dar instrucciones al uso. Por lo tanto, en este caso, la intención emisora está asociada convencionalmente con el género textual, y el efecto será también convencional.
La intención es también importante en relación con el principio de lealtad (cf. cap. 2.1.4). Aunque cambie la función textual, el traductor no debe contravenir la intención del emisor (con tal de que pueda averiguarla). Las informaciones obtenidas acerca de la intención pueden aportar datos e indicios sobre otros factores extratextuales, tales como el destinatario (p. ej., el efecto que el emisor pretende ejercer sobre el receptor), el medio (p. ej., sobre el medio más idóneo o convencional empleado para la materialización de la intención) y la función textual (p. ej., interrelación entre intención y género), así como, especialmente, las características intratextuales (p. ej., la macroestructura, el uso de elementos retóricos, etc.).
B)
¿CUÁLES SON LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE LA INTENCIÓN EMISORA?
¿Qué tipos de intención puede tener un emisor? Hay casos en los que un emisor «se comunica» consigo mismo escribiendo un texto para ordenar sus pensamientos o aliviar la memoria, o garabateando algo distraídamente (= con intención cero) durante una conversación telefónica. Estos casos no parecen tener importancia para la traducción. En la comunicación normal con dos o más interlocutores, las posibles intenciones se corresponden con las funciones básicas de comunicación descritas arriba (3.1.0.c). Podemos distinguir, por lo tanto, entre una intención referencial, por la que el emisor quiere informar al receptor sobre un estado de cosas; una intención expresiva, por la que el emisor quiere decirle al receptor algo sobre sí mismo o sobre su actitud frente a las cosas; una intención apelativa, por la que el emisor quiere motivar al receptor a tomar una posición o actuar de una manera determinada; y una intención fática, por la que el emisor simplemente quiere establecer, mantener o dar por terminado el contacto con el receptor.
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Hay que constatar que en la mayoría de los casos los emisores no se dejan guiar por una sola intención, sino que pueden tener diversas intenciones combinadas en un orden jerárquico de importancia. Puede ocurrir que, por razones pragmáticas, la jerarquía de intenciones del TM se diferencie de la del TB.
C)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES SOBRE LA INTENCIÓN EMISORA?
La intención del emisor no suele ser accesible al receptor inmediatamente, por lo que debe tratar de obtener la información explícita o implícita correspondiente analizando las características intratextuales (cf. cap. 3.2.). En el análisis extratextual, los factores situacionales (p. ej., emisor, receptor, medio, lugar, tiempo, motivo y función textual) pueden aportar muchos datos o indicios sobre la intención emisora. Como subraya Vermeer ([1979]1983, 69), habría que considerar asimismo los fenómenos paraverbales, como la excitación o indignación del emisor. Para averiguar la intención es muy importante el rol que asume el emisor en o con su texto frente al receptor y que puede ser distinto de su estatus real. Así, puede darse el caso de que un emisor intelectualmente superior al receptor se sitúe al nivel de este, adoptando un papel cooperativo, para ganar la confianza del otro. Es decir, en este caso, el rol asumido indica la intención emisora. Tiene especial importancia el análisis de la intención emisora en los textos literarios, en los que no suelen darse asociaciones convencionales entre género e intención, así como en los textos que expresan opiniones personales (p. ej., comentarios políticos). En el análisis de tales textos se deben tener en cuenta, por ejemplo, la biografía del autor, sus demás obras, las fechas o circunstancias que le han influenciado, o su clasificación literaria. El traductor está sin duda obligado a utilizar todas las fuentes de investigación disponibles, limitándose, sin embargo, a los aspectos inmediatamente relacionados con el TB concreto. Debería esforzarse, por lo menos, por lograr el nivel de conocimientos presupuesto por el autor en el destinatario original. En los textos literarios, no se exigirá la actitud de un filólogo, pero sí la de un receptor crítico. Ejemplo 3.1.2./2 (a) Bertolt Brecht es un representante de la literatura comprometida alemana. Si el receptor sabe que el relato «Medidas contra la violencia» (véanse los ejemplos 3.1.9./1 y 3.2.9./1) se publicó por primera vez en 1930, tomará este dato como una indicación de que el autor intenta advertir a sus lectores contra la violencia nazi (= intención apelativa). (b) La publicación de un texto en la
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página de opinión del periódico (que en periódicos de cierta categoría está separada de las páginas dedicadas a noticias o reportajes), puede ser considerada como una clara señal de que la intención del emisor es comunicar su opinión acerca de unos acontecimientos políticos recientes (= intención expresiva). (c) En un texto designado como «receta de cocina», se podrá suponer que la intención del emisor es la de informar al lector sobre los ingredientes necesarios y la manera de preparar un plato (= intención referencial). Otro sería el caso si se insertara un texto así en una unidad superior, p. ej., en una novela.
A veces el mismo emisor nos da a conocer su intención: Ejemplo 3.1.2./3 En un prólogo, el autor peruano Mario Vargas Llosa escribe sobre la intención que le guiaba al escribir la narración Los cachorros (Barcelona 1980, p. XI): «Quería que Los cachorros fuese una historia más cantada que contada y, por eso, cada sílaba está elegida tanto por razones musicales como narrativas; no sé por qué, sentía que, en este caso, la verosimilitud dependía de que el lector tuviera la impresión de estar oyendo, no leyendo: la historia debía entrarle por los oídos. Estos problemas, digamos técnicos, fueron los que me absorbieron.»
D)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre la intención emisora: 1. ¿Se ha pronunciado el emisor explícitamente sobre su intención en relación con el texto en cuestión? 2. ¿Cuáles son las intenciones convencionales asociadas con el género al que pertenece el texto? 3. ¿Qué informaciones sobre la intención emisora pueden obtenerse analizando otros factores situacionales (emisor –sobre todo su rol–, receptor, medio, lugar, tiempo, motivo)? 4. ¿Qué expectativas pueden derivarse de los datos e indicios obtenidos del análisis de la intención emisora a) respecto a los otros factores extratextuales: receptor, medio y función textual; b) respecto a las características intratextuales?
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3.1.3. Receptor/destinatario A) IMPORTANCIA DEL RECEPTOR
En la literatura traductológica sobre el análisis de texto, el receptor/destinatario del texto base constituye un factor pragmático importante, cuando no el más importante. Se discuten su papel comunicativo (Wilss 1977), sus expectativas hacia el emisor (Thiel 1974a, 1980), su bagaje de conocimientos (Thiel 1978), su entorno social (Cartellieri 1979), su relación con el tema presentado en el texto (Cartellieri 1979) y con los signos lingüísticos (Reiss 1980a). Koller (1979) incluso considera el receptor como el factor pragmático por antonomasia. Siguiendo a Neubert ([1968]1981), distingue cuatro tipos de TB, según la pragmática receptora: (a) textos «orientados específicamente hacia la LB», (b) textos «orientados predominante pero no exclusivamente hacia la LB», (c) textos «no específicamente orientados hacia la LB» y (d) textos «orientados hacia la LM». La especificación del tipo de receptor puede ir unida al género o también ser independiente del mismo. Así, para los textos de divulgación científica, Wittich (1979, 769) diferencia grupos receptores totalmente diferentes: niños, jóvenes, mayores, y, entre estos últimos, lectores con una formación escolar de 10 años y especialistas con formación universitaria.23 Aunque la importancia del receptor está comúnmente aceptada en la teoría, es el factor que se descuida con más frecuencia en la práctica de la traducción. Ejemplo 3.1.3./1 En su artículo «Translation as a Decision Process» (1967, 1174, nota 2), el traductólogo checo Jiři Levý menciona su libro Umĕni překladu («La traducción literaria»). En la versión alemana del artículo, la referencia sigue en checo, aunque existe una traducción del libro al alemán, cuyos datos bibliográficos hubieran sido de mayor utilidad para el lector alemán que los del original.
23. Strelka también subraya la importancia de la orientación hacia el receptor: «Cuando Boccaccio interpretaba la `Divina Comedia’ para los contemporáneos florentinos de Dante, pudo dejar implícitos muchos de los detalles biográficos e históricos que nosotros hemos de explicitar hoy, porque ya no son tan evidentes.» (Strelka 1978: 59s., trad. C.N.)
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B)
DIFERENCIAS ENTRE LOS RECEPTORES DEL TB Y DEL TM
El traductor identifica en su análisis de texto aquellos elementos determinados por la orientación del texto hacia un destinatario de la CB. Ya que el texto meta se dirige a receptores de la CM, tiene especial importancia la adaptación de estos elementos a la nueva situación meta. Ejemplo 3.1.3./2 El TB es una noticia publicada en un diario español, que se dirige a un amplio público de lectores españoles no especificado. El texto está dotado de diversos elementos que lo hacen atractivo para los lectores: un encabezamiento llamativo con subtítulo informativo, diversos «entretítulos» cortos que dividen el texto y dos pequeñas fotos subtituladas con citas del mismo texto. La necesidad de atraer el público es típica del género y de un texto destinado a un público poco específico. En una traducción encargada por un periodista alemán que precisa de la información contenida en el texto, los elementos de atracción serían superfluos.
El receptor del TM se diferencia del receptor del TB, ante todo, por su pertenencia a otra comunidad lingüístico-cultural. En ese sentido, una traducción no se puede nunca dirigir al «mismo» receptor que el original.
C)
DISTINCIÓN ENTRE RECEPTOR-DESTINATARIO Y RECEPTOR SECUNDARIO
En primer lugar, hay que hacer una distinción entre el receptor-destinatario del texto y otras personas que reciben el texto por casualidad aunque no está dirigido directamente a ellas, como por ejemplo el público que asiste a una mesa redonda o los televidentes que ven un debate parlamentario televisado. En algunos casos, se trata de destinatarios indirectos o secundarios, p. ej., cuando un político contesta a una pregunta de los periodistas, dirigiéndose, en realidad, al público de posibles votantes. Por ello, el traductor tiene que darse cuenta, en tal caso, de cuál de los dos o tres grupos de receptores es el destinatario principal al que va dirigido el texto. También puede ocurrir que el mismo traductor/intérprete tenga un receptor secundario. Cuando en una interpretación el interlocutor de la CB tiene conocimientos pasivos de la lengua meta o cuando la traducción de un texto se publica en una edición bilingüe, los receptores del TB pueden ser, al mismo tiempo, receptores secundarios del TM. En este último caso, debería ser más
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bien la regla (y no como ahora, la excepción) que se permita a los mediadores comentar su trabajo en un prólogo y epílogo.
D)
¿CUÁLES SON LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE EL DESTINATARIO?
Cuando el traductor, según el proceso normal del esquema circular, sabe ya a qué destinatario meta se dirige su traducción, puede tratar de averiguar las correspondientes características del receptor del TB: edad, sexo, nivel de formación, entorno social, procedencia geográfica, papel social cara al emisor, etc. Ejemplo 3.1.3./3 En un reportaje publicado en una revista juvenil sobre los peligros de la drogadicción, el lenguaje y la composición están concebidos para el receptor juvenil. Para que el texto atraiga la atención de los jóvenes y sea efectivo en la prevención de estos peligros, se utilizan expresiones juveniles y pertenecientes a la jerga del mundo de la droga. En una traducción del texto que, a su vez, se dirija a los jóvenes, se puede expresar el contenido con los medios correspondientes de la lengua meta. Sin embargo, si la misma traducción (con la jerga juvenil) aparece en un suplemento de un periódico de gran tirada, cuyos lectores son mayoritariamente adultos, no será ni entendida ni tomada en serio.
De especial importancia para el análisis traductológico son las presuposiciones24 cognitivas (el bagaje de conocimientos generales y específicos de la cultura a que pertenece, de ciertos temas y materias) que tiene el receptor. De acuerdo con su estimación del bagaje del receptor, un emisor/redactor no solo seleccionará los elementos lingüísticos adecuados, sino que también presentará el contenido de una manera determinada, dejando implícitas las informaciones que presupone como conocidas en los receptores, explicitando, incluso con redundancia, las informaciones consideradas como «nuevas», etc. Uno de los principios de una comunicación eficaz es que no se debe exigir al receptor ni demasiados ni demasiado pocos esfuerzos en la comprensión de un texto.
24. En los receptores del TM, los conocimientos sobre traducciones anteriores del mismo texto pueden formar parte de estas presuposiciones. La historia de la recepción de una traducción (por ejemplo la de la Biblia por Casiodoro de Reina) puede tener una influencia decisiva sobre la recepción de cualquier traducción posterior.
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En lo que se refiere a los temas de actualidad, por ejemplo, la situación del receptor del TM puede diferir considerablemente de la del receptor del TB por la simple razón de que la traducción es posterior a la recepción original. Ejemplo 3.1.3./4 Para un lector español, el título «Nuestra integración en Europa», encima de un comentario de El País de febrero de 1984, no era un título temático destinado a aportar información sobre el contenido del texto, sino un título que simplemente hacía referencia al debate en curso sobre los problemas agrícolas de una futura integración española en el Mercado Común. Para un lector alemán o francés, que en 1984 no pensaban todavía en este tema, una traducción literal del título habría despertado la expectativa de que el comentario tratara la cuestión de que «nosotros» (¿los alemanes, los franceses?), «tendríamos que integrarnos (¿más?) en Europa» (cf. la discusión del texto en Nord 1986a).
Como ya hemos indicado, no solo la emisión sino también la recepción de un texto son guiadas por una intención específica. La intención del receptor no debe confundirse ni con sus expectativas hacia el texto, que son parte de sus presuposiciones cognitivas, ni con su reacción o respuesta ante el texto, que tiene lugar después de la recepción y que, por ello, forma parte del efecto. La información obtenida mediante el análisis de la pragmática receptora permite, a su vez, sacar conclusiones sobre la intención del emisor, el lugar y tiempo de la comunicación (p. ej., edad y origen del receptor), la función textual (a base de la intención receptiva) y las características intratextuales (presuposiciones, expectativas). Igual que en el caso del emisor, un receptor ficticio tampoco forma parte de la situación comunicativa externa, sino de la interna. Sin embargo, incluso externamente, un texto puede dirigirse a diferentes destinatarios posibles. Ejemplo 3.1.3./5 Las cartas que Günther Weisenborn, escritor y miembro de la oposición contra el régimen nazi, escribió desde la prisión tienen una sola destinataria, perfectamente definida y mencionada en el encabezamiento: su mujer. Cuando estas cartas, junto con algunas canciones y poemas además de las respuestas de la mujer, se publican en el libro Einmal laß mich traurig sein («Una vez déjame estar triste», editado por E. Raabe, con la colaboración de Joy Weisenborn, Zúrich, 1984), el público destinatario se abre a todos aquellos que se interesan por documentos y testimonios personales de la oposición contra los nacionalsocialistas. Si un joven regalara a su novia ese libro en nuestra época, ya que también contiene cartas muy tiernas de amor, las condiciones receptivas cambiarían de nuevo completamente, y aún más en el caso de una traducción al inglés, holandés o español.
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Por ello, el traductor debe analizar no solamente las características del receptor del TB y sus relaciones con el texto base, sino también las de los destinatarios del TM, cuyas expectativas, conocimientos y papel comunicativo influirán en la organización estilística del texto meta. Cuanto más exclusiva es la orientación del TB hacia unos receptores concretos, menor será la posibilidad de hacer una traducción-instrumento (cf. 3.1.8c). En estos casos, el texto meta solamente puede «documentar» la comunicación manifiesta en el texto base, pero sin cumplir una función análoga. Sería absurdo, por lo tanto, exigir que las últimas palabras de Franco dirigidas «a los españoles» se traduzcan en función instrumental (¡o «equivalente»!) como si fueran las últimas palabras de cualquier otro dictador dirigidas a sus compatriotas.
E)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES SOBRE EL DESTINATARIO?
Como en el caso del emisor, los datos sobre el destinatario pueden inferirse de las características intratextuales y del paratexto (p. ej., de una dedicatoria). También pueden deducirse de las informaciones obtenidas sobre el emisor y su intención, así como de los factores situacionales, tales como el medio (cf. el ejemplo 3.1.3./2), el lugar, el tiempo y el motivo (cf. el ejemplo 3.1.3./3). A su vez, los géneros estandarizados suelen asociarse con expectativas receptoras también estandarizadas. Ejemplo 3.1.3./6 En una receta de cocina, el ama de casa suele esperar una información sobre la preparación de un plato determinado, ya que lee la receta precisamente con esta idea. Centra su atención en el contenido (datos sobre ingredientes, instrucciones), sin hacer caso a la forma textual. Por ello, estos textos suelen redactarse según las convenciones del género, no solo en lo que se refiere a la macroestructura (primero la enumeración de los ingredientes, después las instrucciones, en alemán por orden cronológico), sino también en lo que concierne a la sintaxis (alemán: construcciones de infinitivo; inglés: imperativos; castellano: pasiva refleja, hoy también infinitivos), e incluso a la terminología (p. ej., «a medio fuego» o «hasta que la pasta esté al dente»). Por consiguiente, el lector no se fijará en forma textual, salvo en los casos en que esta no corresponda a las convenciones (por ejemplo, si la receta está escrita en verso, si falta la enumeración de los ingredientes, etc.).
La influencia de la expectativa del receptor puede incluso causar una actitud de tolerancia particular: puede ocurrir que el turista que en un restaurante extranjero lee un menú (mal) traducido a su lengua no se moleste (como lo
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haría en su propio país) sino que más bien se divierta con las faltas ortográficas y gramaticales siempre que obtenga información suficiente sobre lo que puede comer y beber.25 Normalmente, el emisor o redactor tomará en cuenta las expectativas de los receptores; pero hay también ocasiones en que las pasa por alto o se las salta deliberadamente con el fin de escandalizar al lector, concienciarlo de algún esquematismo mental, etc.
F)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre la pragmática receptora: 1. ¿Qué información sobre el receptor del TB se desprende del paratexto? 2. ¿Qué datos sobre el receptor se desprenden del análisis de la pragmática y de la intención emisoras? 3. ¿Qué informaciones sobre el destinatario del TB (sus expectativas, su bagaje de conocimientos, etc.) pueden obtenerse analizando otros factores situacionales (medio, lugar, tiempo, motivo y función textual)? 4. ¿Existen informaciones sobre la reacción del receptor del TB, que tengan relevancia para la traducción? 5. ¿Qué expectativas pueden derivarse de los datos e indicios obtenidos del análisis de la pragmática receptora a) respecto a los otros factores extratextuales: intención emisora, lugar, tiempo, motivo y función textual; b) respecto a las características intratextuales?
3.1.4. Medio/canal A)
COMUNICACIÓN ESCRITA Y COMUNICACIÓN ORAL
El concepto de medio transmisor (Thiel 1974b), o de canal (Reiss 1984), tiene muchos aspectos. Cuando hablamos de «medio», nos referimos, de un
25. En la didáctica, podríamos aprovecharnos de esta tolerancia, al menos en las primeras fases de la formación y en la traducción inversa, al formular el encargo de tal manera que se pueda aceptar cierta cantidad de interferencias o formas no perfectas de la lengua meta.
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modo muy general, al vehículo que conduce el texto al lector; en la teoría de la comunicación, «canal» se utiliza para referirse a las ondas sonoras o el papel impreso. Al traductor, sin embargo, no le interesan tanto las diferencias técnicas como más bien los aspectos de la perceptibilidad, del almacenamiento de datos o de las condiciones de interacción. En primer lugar, hay que distinguir entre comunicación oral y escrita,26 distinción que afecta, entre otros, los siguientes aspectos, relevantes no solo para la producción sino sobre todo para la recepción del texto: la presentación del contenido (grado de explicitación, composición lógico-argumentativa), los medios verbales y no verbales de expresión (estructuración de las frases, medios cohesivos, registro, estructuradores, uso de medios expresivos no verbales como gesto o mímica). Son de especial relevancia las referencias deícticas (tiempo, lugar), clarísimas en la comunicación oral, pero que han de explicitarse extra o intratextualmente en la comunicación escrita. Ejemplo 3.1.4./1 Expresiones deícticas como aquí, junto a mí u otras que se relacionan con el emisor como yo, todos nosotros, el que me precedió en el uso de la palabra, se comprenden perfectamente en la comunicación oral. Pero en la comunicación escrita no pueden decodificarse correctamente sin tener en cuenta la información acerca del tiempo, lugar, emisor, receptor, etc., dada, por ejemplo, en las referencias bibliográficas o en el propio texto.
Sin embargo, no todos los textos pueden categorizarse como exclusivamente orales o escritos, ya que hay textos que reproducen en forma escrita lo hablado (p. ej., el acta de la declaración directa de un testigo), así como también hay textos escritos que se comunican oralmente (p. ej., discursos o conferencias). Por ello, Crystal / Davy (1969, 68ss.) introducen el concepto de «medio complejo», que comprende: (a) textos hablados para ser escritos, p. ej., un dictado, (b) textos escritos para ser hablados, p. ej., el telediario, e incluso subclasificaciones como «textos escritos para ser leídos en voz alta, como si estuvieran escritos» (discurso ceremonial).27
26. La distinción entre «lenguaje oral» y «lenguaje escrito» que hace Reiss (1984), refiriéndose al medio, nos parece poco adecuada, ya que el «lenguaje oral» puede también emplearse en textos escritos, p. ej., en diálogos ficticios o en una carta. 27. House (1981a, 43) afina la categoría de «medio complejo», al menos en lo que se refiere a textos escritos, para los que establece subclasificaciones como «textos escritos para ser hablados como si no fueran escritos» o «textos escritos para ser leídos en voz alta como si hubieran sido oídos», etc.
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Ya será evidente que para nuestros propósitos no basta una mera clasificación del medio utilizado, sino que sería conveniente enfocar las características del medio, como, por ejemplo, la coincidencia o discontinuidad de las situaciones productiva y receptiva, comunicación indirecta o directa («cara a cara»), espontaneidad de la producción textual, posibilidades de retroalimentación, uni o pluridireccionalidad, etc.
B)
¿CUÁLES SON LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE EL MEDIO?
En la comunicación oral, muchas veces son los medios técnicos de la transmisión (p. ej., teléfono o micrófono) los que influyen en la producción, recepción y comprensión del texto. En la comunicación escrita, cuando hablamos de «medio» nos referimos al medio de publicación, p. ej., revista, diario, libro, colección de libros, etc., incluyendo también subclasificaciones como «página de economía» o «suplemento literario» (en el medio «periódico»). La dimensión del medio es importante porque aporta información sobre las características y la identidad del público destinatario. Así, el público de un periódico nacional no es solo más grande, sino que incluye a personas de distintos niveles de educación e información, con distintas expectativas en cuanto a la calidad estilística de un texto, en comparación con los lectores de una revista especializada para médicos, o, más específicamente, para neurocirujanos. Una edición de bolsillo de precio módico de una novela se dirige a un público más amplio que un costoso facsímil de la primera edición del «Quijote». Una carta personal se dirige a un receptor único y perfectamente conocido, una carta comercial estandarizada va destinada a todo socio potencial de la empresa en cuestión, mientras que un cartel expuesto en un tablero en la calle se dirige fundamentalmente a cualquier persona que pase por allí y sepa leer. Además, la caracterización del medio permite sacar conclusiones sobre la intención del emisor (p. ej., en un cartel o en una tarjeta postal) y el motivo de la comunicación (p. ej., en una nota necrológica en el periódico). Por ser sometido el medio a cambios históricos y a diferencias culturales, los datos obtenidos indican a veces el lugar y el tiempo de la producción textual. Es cierto que el medio limita el abanico de posibles funciones textuales. Sin embargo, las expectativas del receptor, derivadas de sus experiencias con el medio en cuestión, pueden verse malogradas en un caso especial si el medio se usa para fines «ajenos». Por ello, no es correcta una equiparación automá-
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tica de medio y función textual, sobre todo teniendo en cuenta que los medios pueden cumplir diversas funciones en distintas culturas. En el caso normal, sin embargo, el medio determina la expectativa del receptor en relación con la función textual. De un folleto turístico sobre una ciudad o región esperamos que tenga las funciones «información + publicidad». En un libro-guía o en una enciclopedia esperamos que la información –incluso sobre lo negativo– tenga prioridad, mientras que en una revista ilustrada a color, la función de entretenimiento desempeña un papel importante, junto a la función informativa. Comparemos las primeras frases de tres publicaciones sobre la ciudad de Sagunto: Ejemplo 3.1.4./2 a) Situado a orillas del Mediterráneo, entre feraces tierras pobladas de naranjos, se levanta la histórica ciudad de Sagunto mostrando a la clara luz de Levante la noble estampa de sus muros milenarios, testimonio vivo de su glorioso pasado. Sagunto fue encrucijada de caminos y de culturas. Cartagineses, romanos, visigodos y árabes dejaron abundantes muestras de su paso por la ciudad, cuya valerosa defensa contra Aníbal, general cartaginés, fue ensalzada como ejemplo de heroísmo por los historiadores latinos de la época. (Folleto de la ciudad de Sagunto, ed. por el Ministerio de Cultura y el Excmo. Ayuntamiento de Sagunto, 1977). b) Sagunto. Situación geográfica: El gran geógrafo Scilio Ytálico al describir Sagunto, decía: «No lejos de la playa, se levantan los muros hercúleos de Sagunto sobre una empinada colina, a los cuales dio célebre nombre Zazinto, sepultado en lo alto del collado». Su situación, desde los tiempos remotos, está enclavada en el último promontorio de la Sierra La Calderona, unida por el N. con la Sierra Espadán, que corresponde al Idubeda Mons que, según Ptolomeo, separaba el Oriente del Occidente ibérico, o sea la Celtiberia de la Edetania. El griego Polibio dijo que: «Esta ciudad se encuentra al pie del monte que separa los celtíberos de los demás íberos, distante siete estadios del mar»; y, en efecto, Espadán termina junto a Sagunto, y aun podría considerarse el castillo como el último monte de la indicada sierra. Su situación es de 39º, 38’ y 34» de latitud norte, y de 3º, 25’ y 14» de longitud sur. Apoyado sobre este cerro coronado por su histórico castillo, cual pétrea corona de gloria, según frase elocuente de nuestro paisano, el canónigo y poeta Dr. Zahonero, está edificada la ciudad, como un collar que adornase el espléndido valor de sus vetustos torreones, tantas veces ensangrentados y otras tantas veces enriquecidos por su heroísmo. (Dr. Esteban Blanco Ximénez; Guía turística; Sagunto, 1961; pp. 7-8; después de un preámbulo rimado tomado del Canto 1º de «Las ruinas de Sagunto», de Villarrota) c) Historia. En el s III era una población íbera, de los edetanos, que posiblemente albergaba a una colonia de comerciantes griegos. Los cartagineses, empeñados en conquistar la Península, firmaron un tratado con Roma (h.
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226 a. C.) por el que fijaban el Ebro como frontera de sus intereses. Sagunto, al S. de este río, se alió con los romanos. Pero Aníbal aprovechó su lucha con los turboletas, enemigos tradicionales de los saguntinos y que habitaban en lo que es la actual Teruel, para intervenir, y puso sitio a la ciudad, que, tras un duro asedio de ocho meses, fue conquistada (219 a. C.), y sus supervivientes quedaron reducidos a la esclavitud. Roma intervino entonces enérgicamente, lo que desencadenó la II guerra púnica. [...] (Salvat Universal; Diccionario enciclopédico; Salvat Editores, S.A.; Barcelona, 1987; tomo 18; p. 75).
El análisis pretraslativo debe tener en cuenta sobre todo aquellos elementos informativos o estilísticos cuyas características se deben precisamente al medio utilizado, tratando de averiguar si son universales o específicas de la cultura base. Esto es importante, sobre todo, cuando el TM ha de realizarse a través de un medio distinto al del TB.
C)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES SOBRE EL MEDIO?
El medio se puede comprobar fácilmente a primera vista, al menos cuando se tiene en las manos el original del texto y no un manuscrito escrito a máquina, una fotocopia o un anexo electrónico. En este último caso (hecho que ocurre con frecuencia en la práctica de la traducción profesional), el traductor debe pedir información detallada sobre el medio, ya que es bastante difícil identificarlo partiendo exclusivamente del análisis intratextual. A veces, el emisor elige el medio de acuerdo con su intención, y en otras ocasiones el número de posibles medios se reduce por las condiciones de lugar y tiempo, sin olvidar que, asimismo, la elección del medio puede depender de convenciones culturales. Algunos medios se prefieren para determinados objetivos comunicativos (p. ej., carteles o anuncios periodísticos para propósitos publicitarios, folletos-trípticos para informaciones turísticas, etc.).
D)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre el medio o canal: 1. ¿Procede el texto de una comunicación escrita u oral? ¿Por medio de qué canal se presenta?
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2. Si se trata de un texto escrito, ¿a través de qué medio de publicación llega el texto al receptor? ¿Hay informaciones extratextuales sobre el medio? 3 ¿Qué informaciones sobre el medio o canal pueden obtenerse analizando otros factores situacionales (emisor, intención emisora, motivo o función textual)? 4. ¿Qué expectativas pueden derivarse de los datos e indicios obtenidos del análisis del medio a) respecto a los otros factores extratextuales: intención emisora, destinatario, motivo y función textual; b) respecto a las características intratextuales?
3.1.5. Lugar A)
LUGAR DE PRODUCCIÓN Y LUGAR DE RECEPCIÓN
La dimensión espacial solo ha sido comentada explícitamente por H. Bühler (1984) y Reiss (1984), quienes se basan en la fórmula Lasswell. Evidentemente, la cuestión de la ubicación del TB les parece trivial a la mayoría de los traductólogos. Por esto, probablemente, Reiss (1974a) y Thiel (1978a) combinan las dimensiones temporal, espacial y de motivo en una dimensión denominada globalmente «trasfondo geográfico, histórico y sociocultural» (Reiss 1974a), y las «condiciones (situacionales) implícitas» (Thiel 1978). No obstante, nos parece necesario considerar individualmente esos factores que pueden tener relevancia distinta para textos o géneros diversos. Además, dentro de nuestro marco sistemático, el tiempo y el espacio son categorías básicas de la situación histórica de un texto. La dimensión espacial se refiere sobre todo al lugar de la producción textual, por ejemplo a la situación actual del emisor y del redactor. Pero tiene también importancia para el receptor (véanse ejemplos 3.1.1./4, 3.1.3./4). La dimensión espacial es de particular importancia en los textos redactados en una lengua con variantes geográficas (p. ej., español europeo / latinoamericano: peruano, argentino, colombiano..., inglés británico / norteamericano / indio / australiano, etc., cf. ejemplo 3.1.1./3a). Si esa lengua es la LB, la dimensión espacial indica la variante lingüística empleada; si, por el contrario, es la LM, la dimensión espacial puede dar una información sobre la variante lingüística que ha de emplearse en la traducción.
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Ejemplo 3.1.5./1 La edición portuguesa del folleto editado por la Oficina de Turismo de la ciudad de Múnich (ver cap. 5.3.) fue aceptada como correcta por un grupo de profesores de traducción procedentes del Brasil, mientras que otro grupo procedente de Portugal analizó el texto durante mucho rato, clasificándolo finalmente como «comprensible, pero no idiomático». En este caso, el análisis de la pragmática local no pudo aportar ningún dato aclaratorio. El texto fue producido en Múnich para lectores «portugueses», sin saberse bien si fue por un traductor de lengua materna (¿brasileña?) o por uno de lengua alemana, ya que no se especifica el nombre del traductor en el texto. Por lo visto, el emisor/iniciador (la Oficina de Turismo) no era consciente del problema. En la versión alemana de este folleto, el lugar de recepción (Múnich) hace suponer que el texto ha sido escrito en la variante lingüística de Alemania (y no de Austria o Suiza).
Para la comprensión e interpretación de un texto, la pragmática espacial puede también ser significativa cuando el lugar de la producción textual se debe considerar como el centro de una «geografía relativa». La distancia o importancia de otros lugares mencionados en el texto pueden expresarse en relación con ese centro. El traductor debe tener en cuenta que pueden existir grandes diferencias entre la «geografía relativa» del TB y la del TM. Ejemplo 3.1.5./2 (a) Así, hay que comprender el concepto «declive Norte-Sur» desde el punto de vista de los países industriales desarrollados del norte del planeta. (b) La distancia entre Madrid y Sevilla es mucho más corta desde la perspectiva de un tejano que desde la de un madrileño. (c) Los nombres de lugares, regiones y tribus que aparecen en los Hechos de los Apóstoles (cap. 2, 9-11) no pueden cumplir la función de delimitar el «horizonte del mundo judío» sino cuando se toma Siria como lugar de producción textual y no Jerusalén, donde sucedió el acontecimiento de Pentecostés (cf. Roloff 1981, 44s.).
B)
¿CUÁLES SON LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE LA DIMENSIÓN ESPACIAL?
Es natural que en la dimensión espacial no solo importen las circunstancias lingüísticas sino también las de tipo político-cultural. Un texto publicado en un país con censura de prensa y literaria tiene que leerse «con otros ojos» respecto a los textos escritos en países sin esas restricciones, si bien también en estos a veces se escribe «entre líneas». En algunos casos, es necesario conocer no solo la nación o región, sino el lugar preciso de la producción textual, para poder entender correctamente las indicaciones deícticas contenidas en el texto (cf. ejemplo 3.1.4./1). Esto es
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válido tanto para el TM (normalmente recibido en la cultura meta) como para el TB.28 Ejemplo 3.1.5./3 En el caso de artículos periodísticos, el lugar de aparición del periódico suele identificarse con el lugar de redacción. En las informaciones enviados por corresponsales desde el extranjero, el nombre del autor y / o del lugar –»N.C. informa desde X»– se sitúan al principio del texto. De esa manera el lector puede comprender correctamente una frase como «En el aeropuerto los viajeros se aprestan a tomar el último avión antes de su cierre definitivo.» También en una traducción son importantes tales indicaciones, que pueden, en caso necesario, integrarse en el propio texto («En el aeropuerto de X...»).
Las informaciones obtenidas sobre el lugar de la producción textual permiten, pues, sacar conclusiones acerca de la afiliación cultural del emisor, así como sobre el receptor, el medio (en el caso de medios limitados a un lugar determinado), el motivo (al menos en conexión con la dimensión temporal) y sobre las características intratextuales (p. ej., variantes lingüísticas regionales, expresiones deícticas).
C)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES SOBRE LA DIMENSIÓN ESPACIAL?
Por lo general, los datos sobre la dimensión espacial se hallan en el paratexto (referencias al lugar de publicación, a la editorial, a la primera edición) o en la literatura especializada (p. ej., en caso de obras literarias). A veces, tal información se supone que forma parte del bagaje de conocimientos del receptor (p. ej., en el caso de publicaciones de organizaciones e instituciones internacionales, o de un escritor de la llamada literatura universal). Como en
28. Puesto que la pragmática espacial afecta sobre todo el trasfondo cultural de emisor, receptor, temática, etc., desempeña un papel particularmente importante en la traducción literaria. Popovič ([1977]1981, 105) describe el enfrentamiento de dos sistemas culturales en una traducción literaria de la manera siguiente: «En los textos literarios nos encontramos con la oposición entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. Esta oposición se refiere a la relación del individuo o de un grupo con el mundo, reflejando la organización ontológica de individuos y grupos. [...] Visto esquemáticamente: (a) El impacto de la cultura base es más fuerte que el de la cultura meta. (b) El impacto de la cultura meta es más fuerte que el de la cultura base. (c) El impacto de las dos culturas tiene la misma fuerza. Esta tensión se muestra en la traducción literaria como expresión del factor espacio. Si es muy acusada, hablamos de la ‘exotización’ de la traducción. Se hace particularmente patente en la traducción de temas y géneros literarios que no existen en la cultura meta.» (Trad. C.N.)
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los casos de los otros factores extratextuales, también pueden obtenerse informaciones sobre la dimensión espacial a base del análisis intratextual. Otros indicios pueden inferirse de la información acerca del emisor (¿dónde vivió o trabajó?), del receptor (¿qué información cultural específica forma parte de su bagaje?), del medio (¿está ligado a una determinada cultura?) o del motivo (¿se trata de un motivo específico de la CB?).
D)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre la pragmática espacial: 1. ¿Dónde se ha producido o emitido el texto? 2. ¿Se pueden obtener informaciones acerca de la pragmática local analizando el paratexto y el entorno textual? ¿Se da por supuesto en el receptor del TB un bagaje específico en cuanto a la dimensión espacial? 3. ¿Qué informaciones sobre la pragmática local pueden obtenerse analizando otros factores situacionales (emisor, receptor, medio, motivo)? 4. ¿Qué expectativas pueden derivarse de los datos e indicios obtenidos del análisis de la intención emisora a) respecto a los otros factores extratextuales: emisor, receptor, medio y motivo; b) respecto a las características intratextuales?
3.1.6. Tiempo A) IMPORTANCIA DE LA PRAGMÁTICA TEMPORAL
Son H. Bühler (1984), Reiss (1984), Thiel (1980) y Cartellieri (1979) quienes mencionan explícitamente la dimensión temporal del TB. En el caso de Cartellieri, sin embargo, la segunda parte de la pregunta «¿cuándo se desarrolla la acción?» se refiere a la «situación temporal interna» (cf. cap. 3.1.0.b). Otros autores incluyen la dimensión temporal en las «condiciones situacionales». En nuestro modelo, sin embargo, la pragmática temporal se trata separadamente y en detalle, por pertenecer a las categorías básicas del marco sistemático. Toda lengua está sometida en su empleo y sus normas a constantes cambios. Por ello, el momento de la producción de un texto es, entre otras cosas,
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una señal previa importante para la variedad histórica de la lengua manifestada en el texto, no solo en cuanto al uso, sino también en lo que se refiere a la dimensión semántica, porque los cambios lingüísticos suelen depender de cambios socioculturales del medio ambiente. Esos cambios afectan también la tipología textual. Algunos géneros están relacionados con un determinado período histórico (p. ej., el oráculo o las epopeyas de la Antigüedad y los partes meteorológicos o las series televisivas de nuestra época). Según la edad del texto, el receptor/traductor espera encontrar características muy diversas en un determinado género. Puede ocurrir, incluso, que el receptor no esté «al día», esperando formas que ya no se usan. Ejemplo 3.1.6./1 En algunos géneros modernos se ha ido imponiendo el criterio de economía y de espacio. Es muy evidente este hecho no solo en los titulares de periódicos sino, especialmente, en las informaciones del «teletexto», donde podemos encontrar fórmulas tan telegráficas como: «No problema nieve en carreteras red estatal».
Junto a los aspectos lingüísticos, la dimensión temporal puede servir para aclarar el trasfondo comunicativo del emisor y del destinatario, con lo que nos aporta algunas claves para la comprensión de la intención emisora. Tratándose de textos que informan sobre la actualidad, tales como noticias de prensa, comentarios periodísticos, partes meteorológicos, etc., el factor temporal es decisivo para decidir si tiene sentido traducirlos o qué función podrían tener en una traducción. Ejemplo 3.1.6./2 En las clases de traducción, muchos profesores parecen preferir todavía los informes periodísticos como material didáctico, porque consideran que los estudiantes están más familiarizados con los temas tratados y su correspondiente vocabulario. En la práctica profesional, sin embargo, estos textos se traducen muy raramente, porque han sido producidos para el día en cuestión, con lo que al día siguiente ya están obsoletos. Una traducción de esos textos no tiene sentido si no es como traducción-documento y para fines muy específicos.
Para referencias intratextuales al momento de la producción textual (p. ej., adverbiales como hoy, durante este año etc.) vale lo dicho respecto a la dimensión espacial. Un texto que ha sido «exportado» de su situación original a otra nueva no puede entenderse correctamente a no ser que su pragmática temporal se indique claramente, sea en un párrafo introductorio, una referencia bibliográfica detallada o mediante explicitaciones en el propio texto.
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Ejemplo 3.1.6./3 En el International Herald Tribune del 9 de enero de 1990 apareció la siguiente noticia: «NEW YORK. – The hopes entertained that the grippe was relaxing have been destroyed by the mortality returns of yesterday (Jan. 7), which show an increase of nearly 100 over the toll given three days ago, with 134 deaths traceable to the epidemic.» No había motivo de preocupación: la noticia se encontraba en la columna 100, 75 and 50 years ago, y data del año 1890.
Puede ser importante (para el receptor-traductor), sin embargo, conocer las convenciones textuales también de estos géneros, como muestra el ejemplo siguiente. Ejemplo 3.1.6./4 Cuando hace algunos años la autora de este libro estaba en Madrás (hoy: Chennai), hojeando el periódico de la mañana a la hora del desayuno, se sorprendió al leer que «hoy por la tarde colisionaron dos trenes» en alguna parte de la India. Estaba claro que la noticia fue escrita la noche anterior y el autor, en su propia situación, tenía razón diciendo «hoy por la tarde» y «colisionaron», pero para mí, en mi situación «hoy por la tarde» era futuro. En un periódico alemán, sin embargo, se hubiera escrito «ayer por la tarde», porque existe la convención de que, al escribir su artículo, el periodista se pone en la situación de los lectores, y no al revés.
En la traducción de ciertos textos de uso práctico, hay que controlar si la pragmática temporal del TB todavía vale para el texto meta, como en el ejemplo siguiente. Ejemplo 3.1.6./5 Cuando se traduce un folleto turístico, hay que tener en cuenta que las informaciones sobre las horas de apertura, precios o informaciones específicas, como «cerrado por reformas», deben ser válidas también en el momento de la recepción del TM. Por ejemplo: a los turistas extranjeros que quieren visitar España se sigue informando en guías y folletos (traducidos) que se puede entrar en las Cuevas de Altamira «con cita previa». Pero cuando se viaja allí se puede constatar que desde hace muchos años existe una bella e informativa exposición con reproducciones de las pinturas rupestres, pero que las cuevas no pueden ser visitadas más que por científicos que tengan un proyecto de investigación.
La dimensión temporal tiene influencia directa o indirecta sobre los factores extratextuales tales como emisor (contemporáneo del receptor/traductor
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o no, presuposiciones situacionales, etc.), intención (cf. el ejemplo 3.1.6./2), receptor (expectativas, distancia temporal entre los receptores del TB y del TM), medio (tipos de medio históricos o modernos), motivo (actualidad) y, sobre todo, las características intratextuales (p. ej., presuposiciones, variante histórica del idioma, elementos deícticos).
B)
TRADICIONES Y CONVENCIONES TRASLATIVAS
La dimensión temporal no se relaciona solo con el momento de la producción y recepción del TB, sino también con la situación del TM porque ambas están igualmente determinadas por sus respectivos contextos temporales. Por ello tenemos que abordar también la cuestión de las tradiciones existentes en la traducción de textos clásicos, así como los problemas relacionados con re- traducciones de textos antiguos. La relevancia de la dimensión temporal para la traducción de textos como La Ilíada de Homero, el Rey Lear de Shakespeare, o del Quijote, depende del escopo traslativo. Popovi ([1977]1981, 103s.) diferencia entre la «traducción sincrónica» hecha por un contemporáneo del autor y la traducción moderna de una obra antigua, que puede ser «recreativa» (actualizando el lenguaje) o «conservadora» (utilizando un lenguaje arcaizante). Depende de la tradición traductológica dominante cuál de las dos formas se considera como más adecuada. Refiriéndose a la recepción actual de las obras de Homero en Alemania, claramente influenciada por las traducciones de Johann Heinrich Voss (1751-1826), Vermeer ([1981]1983, 100) apunta lo siguiente: Gracias a las traducciones e imitaciones de las formas poéticas clásicas, el verso hexámetro ha adquirido carta de naturaleza en la cultura alemana y ya no se considera como una innovación. Sin embargo, tiene connotaciones que eran ajenas al hexámetro conocido por los griegos, pues crea una distancia frente al texto que connota «clasicismo», incluso posiblemente «arcaísmo»; en cualquier caso, el hexámetro alemán es «extraño» y, por ello, «inusual». (Trad. C.N.)
En este caso, la tradición ha conducido a un lenguaje típico de las traducciones o «traduccionés» (en inglés: translationese), que suele ser aceptado, sin reservas críticas, como «característico del género». Otro caso similar que se presenta en Alemania es el del «lenguaje bíblico» basado en la traducción de Martín Lutero. Al creyente acostumbrado a la fuerza estilística de las for-
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mas arcaicas de la versión luterana (aunque no las entienda en todo caso), le parecerá «inadecuada» cualquier adaptación de los textos bíblicos a la lengua «normal» de nuestro tiempo (véase, por ejemplo, Stolt 1981, 185s. y Fuchs 1985, 108s.). La otra cara de la moneda es que ciertas traducciones que reproducen (como el original) la jerga de un momento histórico específico parecen envejecer más rápidamente que los propios TB, como demuestra Kloepfer (1967, 96s.) con un pasaje tomado de una traducción alemana de 1965 de la comedia Epidikus, de Plauto, cuyo lenguaje ya les parecería completamente ridículo, si no incomprensible, incluso a los lectores jóvenes de hoy. Por otra parte, parece problemático traducir (hoy en día) un texto antiguo de manera arcaizante, empleando la variante de la lengua meta empleada en la época de origen del TB, «como si» el texto hubiera sido traducido sincrónicamente. La traducción que el escritor alemán Rudolf Borchardt (1877-1945) hizo de la Divina Comedia, de Dante, a lo que él consideraba el alemán del siglo XIV, no llega a tener el mismo efecto sobre el receptor moderno que el original tuvo sobre el suyo, fundamentalmente porque la lengua alemana ha cambiado mucho más profundamente en los últimos quinientos años que la italiana (cf. Stackelberg 1978, 16s.).
C) ¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE LA DIMENSIÓN TEMPORAL?
En muchos casos, la pragmática temporal puede deducirse de la fecha de publicación del texto o de otras informaciones del paratexto. Hay textos, sin embargo, que no se publican hasta años después de haber sido escritos. Cuando el momento de la producción textual no se menciona en el texto mismo y tampoco forma parte del bagaje de conocimientos que se le supone al receptor, será necesario acudir a literatura especializada para delimitar en lo posible el período de tiempo en el que pudo haber sido escrito (p. ej., un determinado período de la vida del autor, antes o después de una determinada fecha, etc.). También ayuda el análisis de otros factores situacionales (p. ej., receptor, medio, motivo) y de las características intratextuales.
D)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre la dimensión temporal:
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1. ¿Cuándo se ha escrito / publicado / emitido el texto? ¿Se pueden desprender algunas informaciones sobre la pragmática temporal del paratexto? Los datos sobre la dimensión temporal, ¿se consideran parte del bagaje de conocimientos del receptor? 2. ¿Qué problemas fundamentales pueden surgir de una distancia temporal entre las situaciones del TB y del TM? 3. ¿Qué informaciones sobre la pragmática temporal pueden obtenerse analizando otros factores situacionales (emisor, receptor, medio, motivo, función textual)? 4. ¿Qué expectativas resultan de los datos e indicios obtenidos del análisis de la pragmática temporal a) respecto a los otros factores extratextuales: emisor e intención emisora, receptor y expectativas receptoras, medio, motivo y función textual; b) respecto a las características intratextuales?
3.1.7. Motivo A)
LA IMPORTANCIA DEL MOTIVO
Ninguno de los traductólogos consultados trata explícitamente el motivo que lleva a la producción o recepción de un texto determinado, aunque este factor probablemente está incluido en lo que Reiss (1974a) denomina «situación histórica», en las «condiciones situacionales implícitas» de Thiel (1978a) o en lo que Thiel (1974a) sugiere con la cuestión «¿por qué razón?», si bien no trata el problema en detalle. Mentrup, sin embargo, en el contexto de sus estudios lexicográficos (1982), incluye la cuestión «¿por qué?» en su enumeración de preguntas analíticas, la que nosotros interpretamos como cuestión relacionada con la pragmática del motivo comunicativo. El modelo de Gülich / Raible (1977, 30) también señala el motivo como factor importante. En primer lugar hay que hacer una distinción entre el motivo por el cual se produce el texto y la ocasión para la cual se produce (p. ej., unos versitos para el 70 cumpleaños del abuelo, las letras para una canción navideña). En el primer caso, nos referimos al redactor/emisor y su motivación para la producción textual, en el segundo, al receptor y su motivación para la recepción. El motivo no es siempre tan fácil de averiguar como en las notas necrológicas o los anuncios de venta, informaciones o comentarios periodísticos,
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actas o críticas de teatro. Muchas veces existe una relación convencional entre el (tipo de) motivo, el género y el medio: por determinados motivos se suelen producir determinados tipos de texto, utilizando con preferencia determinados medios (p. ej., diario, formulario, carta). Así, tras la muerte de una personalidad política o cultural, aparecerá una nota necrológica en la prensa. Estas ocasiones –sean únicas, repetidas o estandarizadas– pueden clasificarse en «tipos de motivo». La pragmática del motivo puede aportar algunas claves sobre otros factores situacionales. Por ejemplo, es normal que sean los periodistas deportivos los que informen sobre la final de un Mundial (emisor). Una nota necrológica en el periódico informa a los lectores y, quizás, les invita a estar presentes en los servicios funerarios (intención), y normalmente va dirigida a los amigos y familiares del difunto, y no a cualquier lector del periódico (receptor). También el momento y lugar del hecho que sirve como motivo proporcionan, a veces, una indicación acerca del lugar y momento de la producción textual. El motivo puede anunciar ciertos rasgos convencionales en el texto que, a su vez, guían las expectativas del receptor. En función del género, serán las siguientes características intratextuales las que pueden ser determinadas por el motivo de la comunicación: contenido (si el motivo se menciona explícitamente en el texto), vocabulario y sintaxis (p. ej., en una carta de condolencia), estructuras suprasegmentales (p. ej., la prosodia típica de un discurso) y elementos no verbales (p. ej., margen negro alrededor de una nota necrológica).
B)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE EL MOTIVO?
El motivo está relacionado estrechamente con la dimensión temporal pero no debe ser confundido con esta. La dimensión temporal pertenece claramente a la situación comunicativa en sentido estricto, mientras que el motivo enlaza la situación comunicativa con un acontecimiento exterior o anterior a ella. El motivo no siempre se manifiesta directamente en el texto. A veces existe una relación indirecta cuando un determinado acontecimiento da lugar a que un emisor se plantee otra cuestión que entonces va a conformar el tema de su texto. Ejemplo 3.1.7./1 El 12 de marzo de 1984 apareció en el periódico El País un comentario con el título «El Día de la Mujer». El título alude al motivo y no al tema, que era la situación de la mujer trabajadora en España en 1984. Para el lector del texto, el motivo era presupuesto como conocido (el 8 de marzo es el Día Internacio-
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nal de la Mujer) ya que se había comentado con frecuencia durante los días anteriores, de manera que no tenía dificultad para comprender la función del título. Si el texto es traducido, será el motivo de la traducción (además de la pragmática temporal-local) lo que hay que tener en cuenta, porque unos pocos días más tarde, la fecha aludida habrá sido desplazada por otras noticias más recientes. Una traducción literal del título podría entonces llevar a los lectores a creer que el texto trata de la problemática (general) del «Día Internacional de la Mujer».
Para el traductor, el motivo es tan importante como la dimensión temporal, ya que debe contrastar el motivo para la producción del TB con el motivo para la producción del TM, considerando el impacto que la diferencia entre ambos tendrá en las decisiones traslativas. Como el motivo comunicativo del TB tiene que buscarse normalmente en el entorno del emisor/redactor, las informaciones sobre el motivo del TM se dan en el entorno del iniciador, esto es, se pueden desprender muchas veces del encargo de traducción. A diferencia de la dimensión temporal, sin embargo, la influencia del motivo sobre las características intratextuales suele ser de tipo indirecto. Los puntos de referencia que señalan el motivo concreto para la producción o recepción textual provienen de los factores situacionales como el medio (p. ej., páginas informativas del periódico), el lugar y el tiempo (en relación con el bagaje general del receptor, cf. el ejemplo 3.1.7./1), y especialmente la función textual, en cuanto se indique por señales previas (designación del género (p. ej., acta), características típicas de ciertos géneros (p. ej., margen negro), etc. El emisor y la intención emisora solo suelen permitir conclusiones indirectas sobre el motivo.
C)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre el motivo: 1. ¿Por qué se ha producido / emitido el texto? ¿Se encuentran informaciones sobre el motivo comunicativo en el paratexto? ¿Se presupone como conocido el motivo en el receptor del TB? 2. ¿Se ha producido el texto para una ocasión concreta? ¿Será leído u oído una vez, con frecuencia o regularmente? 3. ¿Qué problemas resultan de la distancia entre el motivo del TB y el del TM?
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4. ¿Qué información sobre el motivo puede obtenerse analizando otros factores situacionales (emisor, receptor, medio, lugar, tiempo, función textual)? 5. ¿Qué expectativas se derivan de los datos e indicios obtenidos del análisis de la pragmática del motivo a) respecto a los otros factores extratextuales: expectativas del receptor, emisor e intención emisora; b) respecto a las características intratextuales?
3.1.8. Función textual A)
LA RELACIÓN ENTRE FUNCIÓN TEXTUAL Y GÉNERO
Por «función textual» se entiende la función comunicativa (o la combinación de funciones comunicativas) de un texto en una situación concreta, constituida por la constelación específica de los factores extratextuales (papel del emisor e intención emisora, receptor y expectativa receptora, medio, lugar, tiempo y motivo). Algunas funciones textuales se dan con tanta frecuencia que las estructuras de los textos empleados al efecto se convencionalizan, caracterizando así ciertos géneros (cf. cap. 1.2.3). En otras palabras, un género es la manifestación textual de un determinado tipo de acción comunicativa. El concepto de función textual se refiere al aspecto situacional de la comunicación, mientras que el concepto de género se centra en el aspecto estructural del texto-en-función. En realidad, es como mirar las dos caras de una moneda: no pueden separarse pero tampoco son la misma cosa. Como ya hemos indicado, los tipos de texto pueden clasificarse en varios niveles de generalización. Por ello, no es sorprendente que algunos autores califiquen como tipo de texto un «reportaje periodístico», un «sermón» o una «resolución», mientras que otros prefieran una categorización más general de «tipo informativo», «tipo expresivo» o «tipo operativo» (cf. Reiss [1971]2000, 2002). La función textual es un factor central en la mayoría de los modelos analíticos, aunque las distinciones entre género, función textual y tipo de texto no son siempre claras. Thiel (1974a) considera «pregunta», «promesa», «reproche», «petición», etc., como funciones comunicativas de frases, pero no plantea el problema en relación con textos. Aunque naturalmente no sería posible presentar una lista exhaustiva de funciones, pensamos que estas funciones pueden también asignarse a textos u otros enunciados que no tengan forma
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de frase (en Nord 2003 hemos tratado de desarrollar una estilística comparada basada en las funciones de actos comunicativos).
B)
LA LITERARIEDAD COMO FUNCIÓN TEXTUAL ESPECÍFICA
Vamos a ilustrar el concepto de la función textual como una configuración determinada de los factores situacionales tomando los textos literarios como caso ejemplar. El emisor de un texto literario suele ser un autor individual que ha producido el texto personalmente y que, muchas veces, se conoce como literato29 en el contexto literario de su comunidad cultural. Su intención no es transmitir una representación fiel de la realidad, sino que pretende aportarle al receptor (indirectamente) sus opiniones personales sobre la realidad, por medio de la presentación de un mundo alternativo y ficticio.30 El texto literario se dirige a un receptor que suele disponer de una expectativa determinada por sus experiencias literarias y que domina el código literario.31 Los textos literarios suelen transmitirse por escrito (= medio), si bien a veces se incluyen en la literatura ciertos textos transmitidos oralmente (como las sagas o los cuentos de hadas). Los factores situacionales (lugar, tiempo y motivo) no desempeñarán un papel decisivo en la comunicación literaria intracultural, pero, en la perspectiva intercultural de la traducción, tienen importancia como portadores de rasgos culturales específicos tanto de la situación base como de la situación meta (cf. Nord 1989, 1997a, 80ss.). Si se acepta el impacto decisivo que la intención específicamente literaria del emisor y la expectativa también «literaria» del receptor tienen sobre la función y el efecto de un texto literario, hay que reconocer asimismo que la literariedad, esto es, la cualidad de ser literario, es claramente una propiedad pragmática asignada a determinados textos por los emisores y receptores en
29. Cuando Kayser (1962: 15) critica a Croce, lamentando que en su Critica e Storia della Poesia no considere como «poesía» a Horacio, Byron, Camões y Molière, sus mismas palabras denuncian que los textos literarios suelen identificarse con sus autores. En el caso de literatura traducida, escrita por autores no conocidos en la cultura meta, este hecho causa a veces problemas de recepción. 30. Cf. de Beaugrande / Dressler 1981, 192. La reproducción mimética del mundo se complementa con el elemento de la expresividad (cf. Plett 1979, 15); la función emotiva del lenguaje (según Jakobson 1960) tiene prioridad sobre la referencial. 31. Schmidt (1970a, 65) subraya que ciertos textos literarios (p. ej., la poesía visual) solo pueden ser entendidos por lectores que dominen determinados métodos interpretativos para hacerlos «significativos».
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situaciones comunicativas específicas. Las características intratextuales del texto literario no son literarias como tales, sino que son interpretadas como literarias por parte del receptor (individual), en función de determinadas señales previas, y teniendo como telón de fondo su específica expectativa individual y cultural (p. ej., el nombre del autor, clasificaciones como «novela» o «cuento», etc.).32 En relación con la traducción o la traducibilidad de la literatura, un concepto dinámico de literariedad parece ser más satisfactorio, debido a su orientación cultural, que un concepto estático basado exclusivamente en las propiedades lingüísticas del texto.
C)
LA IMPORTANCIA DE LA FUNCIÓN DEL TB PARA LA TRADUCCIÓN
El principio fundamental del funcionalismo traductológico es la orientación hacia la función del texto meta. Hemos argumentado que un cambio de función es el caso normal, mientras que la preservación de la función a través de la mediación intercultural es el caso especial (cf. cap. 2.1.1.), por lo cual podría parecer superfluo un análisis detallado de la función del texto base. Sin embargo, cuando además de la funcionalidad del TM se exige también una actitud leal, frente al emisor del TB (cap. 2.1.4.), entre otros, y su intención (que es un factor constitutivo de la función del TB), el traductor solo puede controlar la compatibilidad del escopo traslativo con el TB existente después de analizar la función del TB. Si una traducción es una oferta de información (secundaria) sobre la oferta de información del texto base, puede haber dos formas fundamentales de relación entre TB y TM, que corresponden, en cierta medida, a los dos métodos de traducción que, desde Cicerón, han dividido a los teóricos de la traducción en dos campos: los defensores de la «fidelidad» y los seguidores de la «libertad». Según este concepto, el TM (como oferta de información) puede ser (a) un documento de un acto comunicativo previo, en el que se hizo, por medio del TB, una oferta de información a unos receptores pertenecientes a la cultura base; o (b) un instrumento comunicativo en un acto comunicativo nuevo realizado
32. Como lo expresa Titzmann (1977, 72s.): «Si el texto no está marcado por tales señales, corre peligro de ser considerado por el usuario como un texto no literario. Estas señales pueden darse extratextualmente: p. ej., el anuncio de un texto ‘literario’ en un catálogo de librería, la publicación en una revista literaria etc.» (Trad. C.N.) Lo mismo se puede aplicar en muchos casos a la ficcionalidad del contenido.
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en la cultura meta, o sea una oferta informativa para un receptor meta, para la cual el TB proporciona el material informativo. De acuerdo con estas dos relaciones, distinguimos dos tipos de traducción: (a) la traducción-documento y (b) la traducción-instrumento.33 La traducción-documento reproduce, en lengua meta, una comunicación realizada entre comunicantes de la cultura base, mientras que la traduccióninstrumento sirve de herramienta comunicativa independiente en un acto comunicativo realizado entre el autor o emisor del TB y los receptores de la cultura meta. Una traducción documento representa el TB-en-situación o algunos aspectos específicos del mismo para los receptores de la cultura meta, de manera que estos son conscientes de ser observadores de un acto comunicativo ajeno del que ellos mismos no forman parte. Por ejemplo, en una traducción palabrapor-palabra o interlineal se reproducen las estructuras del sistema de la LB para fines lingüísticos. Además, pertenecen al tipo de traducción-documento la traducción literal (o grammar translation), la traducción filológica y la traducción «exotizante», que en un texto literario representa el color local de la cultura base, que les parece «exótico» a los lectores de la cultura meta. La traducción-instrumento, en cambio, es un instrumento comunicativo «sui generis» destinado a lograr un propósito comunicativo, sin que los receptores meta sean conscientes de tener delante una traducción. Este tipo de traducción comprende tres formas: (a) la traducción equifuncional, en la que la función del TM es la misma que la del TB (p. ej., en la traducción de correspondencia comercial o de los manuales de uso); (b) la traducción heterofuncional, que se elige si el TM no puede cumplir las mismas funciones que el TB porque la situación meta no las permite (p. ej., la traducción de una sátira social, como la de A Voyage to Lilliput, de Jonathan Swift, como libro infantil); y (c) la traducción homóloga, con la que se pretende producir un texto (por regla general, poético) que, en el contexto literario de la cultura meta, constituya un homólogo o parangón del TB (p. ej., las traducciones alemanas de los poemas de Baudelaire que hizo Walter Benjamin).
33. La distinción entre traducción-documento y traducción-instrumento se parece, en cierto sentido, a la diferenciación de House entre «overt translation» (traducción abierta) y «covert translation» (traducción cubierta) (1981a, 188s.). House afirma, sin embargo, que la función del TM depende del género al que pertenece el TB. En nuestro modelo, la función del TM está determinada por el escopo traslativo (en cuanto este sea compatible con el principio de lealtad). Incluso en la traducción-instrumento, la función del TM no tiene que ser idéntica a la función del TB (House habla de «equivalente»), sino solo compatible con ella.
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En el marco de nuestra concepción de «compatibilidad», la condición para una traducción-instrumento es que la intención comunicativa del autor o emisor base no se dirija única y exclusivamente al receptor de la CB, sino que también pueda incluir a un receptor de la CM, de tal manera que la oferta de información dada por el TM esté contenida en la del TB. Si esto no es posible, se puede siempre elegir la estrategia de traducción-documento. En la mayoría de los casos, una traducción-documento incluiría una «documentación» de la situación original, por ejemplo en el paratexto, para avisar al receptor meta que se encuentra ante una traducción de este tipo.
D)
¿CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE LA FUNCIÓN TEXTUAL?
La fuente más importante es, otra vez, el paratexto, ya que cuando un texto está clasificado como «noticia», como «instrucciones para el uso» o como «anécdota», el receptor puede recurrir a su experiencia lectora para averiguar la función textual convencionalmente asociada con tales géneros (véase lo que dicen de Beaugrande / Dressler 1981, 188s. acerca de la «intertextualidad»). Claro está que tal clasificación automática puede ser errónea si la designación ha sido utilizada, voluntaria o involuntariamente, de forma inadecuada. Pero, por regla general, se puede suponer que estas designaciones se emplean para servir de guía al receptor en la comunicación. Si no hay ninguna denominación textual con la que se podría relacionar una o varias funciones textuales determinadas, la función textual debe inferirse de la configuración de los factores extratextuales. Por ese motivo, el análisis de la función textual es el último paso en el análisis extratextual, cuando el traductor-analista ya dispone de muchos datos o indicios sobre todos los otros factores. Como ya hemos visto en el ejemplo de los textos literarios, la intención emisora y la expectativa receptora son los factores centrales, pero también los factores emisor (p. ej., un candidato a la presidencia), medio y lugar (p. ej., un discurso en la plaza pública de un pueblo de montaña), tiempo (poco antes de las elecciones parlamentarias) y motivo (la campaña electoral) delimitan el número de posibles funciones textuales. Las relaciones pragmáticas entre emisor, receptor, medio y motivo proporcionan al traductor una serie de señales previas indicadoras de una función particular. Su expectativa se verá confirmada o desmentida durante el análisis de las características intratextuales que sigue. Si el análisis intratextual indica una función distinta a la esperada habrá dos posibles explicaciones: o bien el autor del texto original ha violado adrede las normas y convenciones del
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género en cuestión, o bien el traductor ha interpretado las señales previas de manera errónea. En el último caso debe repetir el proceso de análisis de la función textual sobre la base de las señales pragmáticas previas.
e) Cuestionario Las siguientes preguntas pueden ayudar a obtener información relevante sobre la función textual: 1. ¿Cuál es la función textual pretendida por el emisor? ¿Existen en el paratexto indicaciones claras de la función pretendida, p. ej., en forma de una denominación de género? 2. ¿Existen indicaciones que sugieren que el TM podrá tener para el receptor meta una función específica distinta de la intención emisora? 3. ¿Qué informaciones sobre la función textual pueden obtenerse analizando otros factores situacionales (intención emisora, receptor, medio, motivo)? 4. ¿Qué expectativas se derivan de los datos e indicios obtenidos del análisis de la función textual a) respecto a los otros factores extratextuales: emisor e intención emisora, receptor y expectativas receptoras, medio, lugar, tiempo y motivo; b) respecto a las características intratextuales?
3.1.9. La interdependencia de los factores extratextuales De los cuestionarios presentados para el análisis de los distintos factores extratextuales se desprende ya la interdependencia, por una parte, de los factores extratextuales entre sí y, por otra parte, la de los factores extratextuales con los intratextuales. Los datos e indicios relacionados con un factor se deducen de lo que se sabe sobre los otros factores. Por ello, el orden de los pasos analíticos no es completamente arbitrario. En todo caso debería elegirse un orden adecuado para los fines didácticos del modelo. Lo decisivo es, sin embargo, el principio de la recursividad. El análisis de los factores no es un procedimiento unidireccional, sino un proceso recursivo, en el que las expectativas formadas se van confirmando o corrigiendo, por lo cual se amplían los conocimientos existentes y se modifica a su vez la comprensión. Ese principio es válido no solo en el análisis global y en el
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de los factores específicos, sino que desempeña un papel importante también en el procesamiento (análisis y traslación) de las partes integrantes del texto, cuando, por ejemplo, el traductor, al volver a analizar las microestructuras de un párrafo determinado antes de traducirlo, se da cuenta de que debe corregir algunos resultados analíticos y traducciones anteriores. El análisis extratextual desarrollado en el capítulo 3.2 se ilustrará mediante un texto ejemplar, del que solo citaremos, por ahora, los datos del paratexto y las dos primeras frases. La interdependencia de los factores extratextuales se presenta en un diagrama (Fig. 5), en el que las flechas se usan para mostrar el curso del proceso analítico. Los datos seguros que llevan de un factor a otro se marcan por una línea continua, mientras que los indicios menos seguros están representados por una línea discontinua. Debido a que aún no hemos analizado los factores intratextuales, no existen flechas que conduzcan del área intratextual al extratextual (cf. Fig. 6). Ejemplo 3.1.9./1 Bertolt Brecht: Maßnahmen gegen die Gewalt Als Herr Keuner, der Denkende, sich in einem Saale vor vielen Leuten gegen die Gewalt aussprach, merkte er, wie die Leute vor ihm zurückwichen und weggingen. Er blickte sich um und sah hinter sich stehen – die Gewalt. […]34 La narración aparece en una antología de relatos modernos alemanes, Deutschland erzählt, editada por Benno von Wiese y publicada en 1965 por la editorial Fischer Verlag en Fráncfort del Meno y Hamburgo, en la serie Fischer Bücherei. El libro contiene una bibliografía, en la cual encontramos la siguiente referencia al relato en cuestión (pág. 329, trad. C.N.): Bertolt Brecht (nacido en Augsburgo el 10 de febrero de 1898, muerto en Berlín el 14 de agosto de 1956). «Maßnahmen gegen die Gewalt», reproducido de: Versuche, cuaderno 1, Suhrkamp Verlag Berlín/Fráncfort/M. 1959, págs. 25-26. Primera publicación: Versuche, cuaderno 1, Gustav Kiepenheuer Verlag, Berlín 1930.
A partir del paratexto, el lector se entera del nombre del emisor que es, al mismo tiempo, productor del texto (Bertolt Brecht), así como de sus datos biográficos: 1898-1956. De ello puede deducirse con seguridad que el texto fue escrito entre 1898 y 1956 (= TIEMPO1). El entorno textual aporta además el año de la primera edición; esto significa que el texto debió producirse antes de 1930 (= TIEMPO2). Se dirige por ello a un receptor, del que el actual receptor (p. ej., un
34. «Medidas contra la violencia». Al dirigirse a un gran auditorio pronunciándose contra la violencia, el señor Keuner, hombre pensativo, se percató de que la gente se esquivaba y se marchaba de la sala. Se volvió y vio que a sus espaldas estaba: la Violencia. [...] (Trad. C.N.)
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traductor de 40 años, de la década de los 2010) está casi a dos generaciones de distancia (= trasfondo cognitivo y expectativas del RECEPTOR R-TB1 / R-TB2). El lector puede estar seguro (dato) que el texto está escrito en alemán. Puede suponer (indicio) que está escrito en alemán moderno, aunque no «modernísimo» (= CARACTERÍSTICA INTRATEXTUAL), y que es un texto literario (‡ FUNCIÓN TEXTUAL). El lector alemán que tenga un conocimiento enciclopédico mínimo del autor, cuyas obras pertenecen al canon literario, esperará un texto literario de claro compromiso político (‡ INTENCIÓN). También sabrá que las primeras obras de Brecht se publicaron entre 1918 y 1919. Por ello, la fecha de producción de este texto debe situarse entre 1918 y 1930 (= TIEMPO3). Esto, junto con el título del texto y la información sobre la pragmática temporal, da una pista sobre el motivo para la producción textual: la inminente amenaza de los nazis, lo que nos lleva a una conclusión sobre el lugar de la producción textual y, posiblemente, sobre la primera recepción (= LUGAR1), confirmada por el conocimiento enciclopédico de que Brecht no abandonó Alemania hasta 1933. Ni del paratexto, ni de otras fuentes externas pueden obtenerse informaciones sobre la intención específica que pretendía lograr Brecht con este relato. El título sugiere que el autor quiere proponer al lector unas «medidas contra la violencia», lo que lleva a la expectativa de que el texto constituye una especie de «instrucción». Sin embargo, y con vistas a la función literaria que se le supone al texto, es poco probable que haya sido escrito en la forma convencional de los textos instructivos. Tampoco puede obtenerse mucha información sobre los destinatarios. Parece que el texto fue escrito originalmente para aquellos contemporáneos de Brecht interesados en ensayos literarios (Versuche = ensayos; = MEDIO1), que tenían más o menos el mismo bagaje de conocimientos que el autor (al menos en lo que se refiere a la situación política alemana), y que esperaban del autor una actitud crítica hacia esa situación (= MOTIVO1). La moderna edición de bolsillo de Fischer Bücherei (= MEDIO2), en cambio, se dirige a receptores que por su edad, bagaje, intereses políticos y literarios, así como por su trasfondo sociocultural y su situación actual, son completamente diferentes, y cuya comprensión e interpretación serán asimismo diferentes ( MOTIVO2). El encargo de traducción debería especificar la perspectiva receptora que debe adoptar el traductor o cuál de los dos tipos de receptor del TB puede tomarse como modelo para la traducción. Esta decisión servirá de base para el siguiente paso, es decir: la determinación del escopo del texto meta, de la función que el texto meta puede cumplir (p. ej., informar a los lectores extranjeros acerca de un escritor «histórico» alemán, advertir al receptor en una situación N
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análoga, informar a los receptores en una situación similar sobre cómo Brecht advertía a sus lectores alemanes en 1930, etc.).
Fig. 5: La interdependencia de los factores extratextuales
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La decisión sobre las posibles funciones del TM también depende del medio previsto para el texto meta. El texto base se transmite por dos medios diferentes, los cuales, a su vez, delimitan a los dos grupos receptores. Lo que tienen en común es que el texto se transmite por escrito. Este hecho habría que tenerlo en cuenta si el texto meta fuera traducido para una presentación oral (p. ej., para una emisión radiofónica). El segundo medio podría incluir también como posibles receptores a extranjeros que sepan alemán (= R-TB3). El lugar exacto de la producción textual no se menciona en la referencia bibliográfica; sin embargo, las informaciones obtenidas sobre la pragmática de emisor y tiempo pueden indicar que el texto fue escrito en Alemania. Ya que la función textual de «texto literario» se asocia con frecuencia con el contenido ficticio, se puede considerar que el lugar de la producción textual no será importante para la deixis intratextual. Los lugares de publicación pueden, por lo tanto, ser utilizados solamente para la delimitación de los grupos de receptores, que serían identificados como habitantes del Reich alemán (en el caso del LUGAR1) y de la República Federal de Alemania (en el caso del LUGAR2). El tiempo de la producción textual ya se limitó al período entre 1918 y 1930. El tiempo de recepción debió haber sido posterior a 1930, con lo que, sumado a la dimensión del motivo, nos aporta una indicación sobre la función textual (que sería una especificación adicional de la función general del texto literario). La definición del motivo como inminencia de la violencia nazi delimita un poco más tanto la dimensión de la intención (hacer pensar, advertir al lector sobre la necesidad de tomar medidas personales contra la violencia) como el grupo de destinatarios (lectores para los que la historia brechtiana tiene algo de instructivo y que probablemente no serían simpatizantes de la ideología nazi). Al mismo tiempo, otras (pretendidas) funciones ya no son tan probables (p. ej., enseñar alemán), aunque no se puede impedir que un receptor atribuya a un texto una función diferente a la pretendida. Sin embargo, una traducción destinada a la enseñanza de idiomas tendría muy poco sentido en este caso. Con esto hemos delimitado, en lo posible, también la función textual, sin tener en cuenta aún el género («parábola») en el que se podría incluir esta historia. Un análisis extratextual como este no aporta ningún dato inequívoco sobre las características intratextuales y solo nos da una vaga idea del contenido (alusión a la violencia, pretensiones de poder, posibles reacciones de la gente ante las mismas). Este análisis no pretende ser completo: en vistas a la recursividad del modelo, que impide un «fin» absoluto del proceso de análisis, tampoco puede serlo. Sin embargo, lo que hemos tratado de mostrar es que un análisis pura-
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mente externo de la situación comunicativa de un texto, que en un principio nos parecía totalmente oscuro, puede aportar una base para el análisis de las características intratextuales.
3.2. Factores intratextuales 3.2.0. Nociones básicas A)
LA ESPECIFICACIÓN DE LOS FACTORES INTRATEXTUALES
La fórmula Lasswell amplificada y modificada, que habíamos elegido como punto de partida para el modelo analítico, solo dedica dos preguntas al texto como tal (¿qué? y ¿cómo?), abarcando así los aspectos tradicionales de contenido y forma. Los lingüistas no han llegado todavía a un acuerdo sobre la cuestión de si se pueden o deben separar estos dos aspectos textuales.35 Para el enfoque traductológico, sin embargo, las dos categorías me parecen demasiado extensas como para servir de base para el análisis de texto. Entonces, ¿cuáles son los factores intratextuales que hay que analizar para la traducción? Partiendo de la hipótesis de que el análisis es la inversión de la síntesis textual, miremos cómo un emisor llega a producir un texto: Un emisor suele iniciar el proceso comunicativo porque desea enviar un mensaje a un receptor. Usamos el concepto de mensaje en el sentido más amplio, incluyendo peticiones u órdenes, preguntas o señales indicativas de querer tomar contacto, en fin, todo aquello que corresponda a las funciones básicas de la comunicación humana. Con este mensaje, el emisor se refiere a un segmento de la realidad extralingüística que va a constituir el tema del texto. Una vez decidido el tema, selecciona las informaciones que considera novedosas o de interés para el receptor, las que, a su vez, formarán el contenido del
35. Podemos comprobar en cualquier texto que, por una parte, un fenómeno relacionado con el contenido, como la coherencia semántica, también se manifiesta de manera formal (p. ej., en los medios cohesivos como anáfora o catáfora). Por otra parte, la forma también influye el significado, informando al lector sobre la actitud del hablante, su evaluación de las informaciones y sobre su intención cara al destinatario (cf. Franck 1973, 38). Pero vemos también que en muchos ámbitos de la comunicación (p. ej., especializada) el significado propio de la forma es muy limitado (cf. Wilss 1977b, 673) y que en ciertos encargos de traducción hay que dar un peso distinto a los aspectos de contenido y forma, no podemos renunciar a un análisis separado de contenido y forma en el análisis pretraslativo. Si el encargo demanda, por ejemplo, una traducción-resumen, no es necesario analizar detalladamente los elementos formales del TB.
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texto que intenta producir. Para lograr una redacción adecuada del mensaje, ha de tener en cuenta el bagaje de conocimientos del receptor. Puesto que desea que el texto sea «informativo», tratará de establecer un equilibrio entre la información presuntamente «nueva» para el destinatario y la que puede presuponer como conocida y que por lo tanto no explicitará. Estas presuposiciones no se verbalizan en el texto sino que están implícitamente presentes. Después de decidir sobre el tema, el contenido y las presuposiciones, el emisor decidirá el orden en que han de presentarse las informaciones verbalizadas y la forma en que deben ser interconectadas. Se trata de la composición textual, que comprende, a su vez, la macroestructura del texto en su conjunto (capítulos, párrafos, etc.) y la microestructura de oraciones y frases. La composición se manifiesta frecuentemente en los aspectos estético-formales del texto, que subsumimos bajo el epígrafe de elementos no verbales: puntos y aparte, títulos o numeración de capítulos, asteriscos, maquetación, ilustraciones, tablas, iniciales, tipos de letra; en la comunicación oral, son elementos no verbales las expresiones faciales o los gestos y ademanes. Estos elementos pueden servir para varios propósitos. Los elementos más importantes para transmitir el mensaje son los verbales: el léxico, la sintaxis y las llamadas características suprasegmentales, es decir, entonación y prosodia, que sirven, entre otras cosas, para destacar o focalizar algunas partes del texto. Todos estos elementos no solo tienen una función informativa (denotativa), sino también estilística (connotativa). Como ya se ha puesto de relieve, los factores intratextuales están condicionados en gran medida por los factores situacionales (el origen geográfico del emisor, las exigencias espaciales del medio elegido, las condiciones temporales y locales de la producción textual, etc.), por las convenciones genéricas o por la intención comunicativa específica del emisor. También tenemos que considerar el hecho de que las decisiones estilísticas son con frecuencia interdependientes, de manera que, por ejemplo, cuando el emisor decide emplear un estilo nominal en el área del léxico, naturalmente se ve afectada la selección de las estructuras sintácticas. Analizando el proceso de producción textual desde la perspectiva emisora, distinguimos, pues, ocho factores intratextuales: tema, contenido, presuposiciones, composición, elementos no verbales, léxico, sintaxis y características suprasegmentales, siendo los tres últimos los rasgos lingüístico-estilísticos. El análisis práctico ha demostrado la efectividad de ordenar los factores de la forma en que lo hemos hecho. Sin embargo, no existe una razón tangible que impida cambiarlo, dado que el principio de recursividad permite volver a cualquier paso del análisis.
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La separación de los factores es un recurso metodológico. En la práctica, forman un sistema intrincado de interdependencia, como queda ilustrado en Fig. 6. Por ejemplo: el tema puede determinar la composición textual (p. ej., el orden cronológico de los acontecimientos en un reportaje) o la selección de elementos léxicos (p. ej., terminología legal en un contrato), y la inserción de elementos no verbales puede influir en la composición del texto que, a su vez, afecta a la selección de las estructuras sintácticas, etc. En la aplicación práctica del modelo no será siempre necesario recorrer, paso a paso, todo el proceso de análisis intratextual. En algunos encargos, por ejemplo, bastará enterarse de que la formulación del texto es «convencional», mientras que en otros casos se requiere un detallado análisis incluso de morfemas y fonemas. Ejemplo 3.2.0./1 Si un texto estandarizado, como un parte meteorológico, debe ser traducido de tal manera que el texto meta corresponda a las convenciones vigentes en la cultura meta para este género, no es preciso analizar todos los detalles intratextuales del texto base, después de haber estipulado que estos son «convencionales». En tal caso, los rasgos estilísticos del TB pueden considerarse irrelevantes para la traducción.
Veremos que en algunos géneros, el análisis se centra en determinados aspectos intratextuales, mientras que en otros, estos aspectos serán convencionales y, por ende, previsibles. Esta consideración nos abre la posibilidad de esquematizar la aplicación didáctica del modelo, lo que permitirá dar al análisis pretraslativo su lugar en la enseñanza de la traducción, sin por ello exigir muchas horas a expensas de los ejercicios prácticos.
B)
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
Como en la parte extratextual del análisis, conviene pasar revista brevemente a las distintas posturas que se han adoptado respecto a los aspectos intratextuales en la literatura traductológica. Todos los estudios incluyen como factor importante la referencia del texto a la realidad extralingüística. Por regla general, tema y contenido no suelen tratarse como factores separados (p. ej., en Wilss 1977, Reiss 1984); algunas veces solo se menciona uno de los dos (p. ej., el contenido en Thiel 1974a, 1978b; el tema en Cartellieri 1979, Thiel 1980, Wilss 1980a y H. Bühler 1984).
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Las presuposiciones se mencionan explícitamente solo en Reiss 1984. Koller no emplea el término, pero parece hacer referencia al aspecto de las presuposiciones en la sección titulada «Características del contenido» (1979, 213), en la cual desarrolla una tipología de textos basada en el criterio de si el contenido del texto está vinculado o no al ambiente de la cultura base. Thiel (1974a) sostiene que el traductor debe averiguar los «conocimientos específicos exigidos para la comprensión del texto», con lo que también parece referirse a la cuestión de las presuposiciones. La composición textual es un aspecto enfatizado particularmente por Thiel en varios de sus artículos. Wilss trata este factor en un ejemplo práctico (1977, 641), refiriéndose a la «composición temática» del texto. Clasifica los párrafos introductorios, las citas, las secuencias temáticas, etc., como segmentos textuales separables. Los elementos no verbales no se tratan en los estudios citados, probablemente porque los autores se basan en un concepto estrictamente lingüístico del texto. Únicamente Thiel (1978a) subraya la importancia de la «estructura textual formal» y de los «marcadores ópticos». Las características léxicas y sintácticas suelen incluirse en los capítulos sobre los aspectos lingüísticos o estilísticos del análisis de texto. Se mencionan, por ejemplo, las figuras retóricas tales como metáforas, símiles, neologismos, elipsis, etc. (cf. Wilss [1977]1982), los registros (Thiel 1974a), las convenciones genéricas (Reiss 1974a, Cartellieri 1979) y la «organización artística» de los textos literarios (Reiss 1980a), rasgos que afectan tanto al léxico como a la sintaxis. Los elementos prosódicos, la rima y el ritmo, que Koller incluye entre las características estético-formales, se clasificarán, en nuestro modelo, como características suprasegmentales. La especificación de la función lingüística dominante, que Koller (1979), siguiendo a K. Bühler, considera como uno de los pasos más importantes en el análisis pretraslativo,36 no se puede efectuar, a nuestro modo de ver, dentro del marco estrictamente intratextual, sin tomar en consideración las características extratextuales.
36. En el modelo analítico de Koller (1979), el primer paso es la clasificación del texto según la «función lingüística dominante». A nuestro parecer, sin embargo, la función dominante de un texto o de determinados segmentos textuales no puede efectuarse sino como resultado de un análisis detallado de todos los factores intratextuales. La correlación cuasiautomática de la función lingüística dominante y el método traslativo, propagada tanto por Reiss (1971) como por Koller (1979), solo tiene sentido en el marco de una concepción teórica basada en la equivalencia.
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Al analizar las características lingüísticas de un texto concreto, nos damos cuenta de que su valoración depende de la función que tienen en el texto: hay rasgos que dependen de las condiciones situacionales que el emisor no puede controlar ni cambiar (p. ej., tiempo y lugar de la redacción, el trasfondo sociocultural del mismo emisor) o de una decisión técnica tomada antes de iniciarse el proceso de redacción (p. ej., la selección del medio o del público destinatario), otros vienen dictados más o menos estrictamente por las convenciones del género, así que durante el análisis intratextual el traductor tiene que recurrir constantemente a los factores extratextuales analizados previamente (principio de recursividad). En tercer lugar, la decisión del emisor por una de varias alternativas de expresión posibles en el marco de las condiciones dadas, puede estar determinada por la intención de provocar un efecto comunicativo específico en el receptor. Esta interdependencia entre factores extra e intratextuales se representará en una matriz (Fig. 7), que puede servir de esquema modelo para el análisis pretraslativo en la clase de traducción.
C)
EL CONCEPTO DE ESTILO
El componente semántico del texto –aportado esencialmente por los elementos léxicos– se analiza a nivel textual, lo que facilita la desambiguación de estructuras y elementos ambiguos (tanto verbales como no verbales) mediante los mecanismos de coherencia y cohesión. El aspecto semántico del texto está, por tanto, comprendido en las categorías de tema, contenido y presuposiciones. Las categorías de composición, elementos no verbales, léxico, sintaxis y características suprasegmentales, por otra parte, se refieren principalmente al aspecto formal-estilístico del texto. En este punto sería útil explicar el concepto de estilo empleado en este estudio. El estilo de un texto es la manera en que la información se presenta al receptor. Es decir, el término no se utiliza aquí en un sentido valorativo (como cuando hablamos de un estilo «claro» o «bello», cf. Crystal y Davy 1969, 9s., o de que algo o alguien «tiene estilo»). Tampoco lo entendemos en el sentido de «desviación» de una convención o norma literaria, como Popovič [1977]1981, 102, lo que equivaldría a decir que podría haber textos desprovistos de estilo. Este concepto entra en conflicto con la observación empírica de que existen desviaciones sin valor estilístico, así como valores estilísticos que no se deben a desviaciones (cf. Spillner 1981, 62).
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El concepto de estilo empleado se refiere a la selección de entre varias alternativas de expresión, que puede depender tanto de las normas y convenciones como de la intención del emisor. En ambos casos, el estilo nos dice algo sobre el emisor y su actitud, y sirve para guiar la recepción del texto. Para poder comprender un signo estilístico, sacando de él conclusiones acerca de la actitud del emisor, el receptor necesita conocer los «códigos estilísticos», que forman parte de la competencia textual. Este conocimiento se basa en el hecho de que la mayoría de interacciones comunicativas están convencionalizadas y se efectúan según patrones más o menos estrictos. En la comunicación normal, un conocimiento intuitivo o preconsciente de los códigos estilísticos sería más que suficiente para garantizar la comprensión del texto. El receptor-traductor, en cambio, necesita un dominio consciente de tales códigos expresivos, tanto en la lengua base como en la lengua meta, para poder analizar la función de los elementos estilísticos usados en el TB y decidir si son adecuados, como tales, para cumplir la función meta o si deben adaptarse. Parece ser una ventaja que, al menos en el área de las culturas occidentales, gran parte de las categorías estilísticas empleadas todavía hoy tienen su origen en la retórica antigua y se han adoptado, aunque con variaciones en cuanto a su efecto, en diversas culturas.
3.2.1. Tema A)
CONSIDERACIONES GENERALES
El tema es de importancia fundamental en todos los estudios teóricos analizados, aunque aparece bajo denominaciones diversas. Wilss (1977, 1980a); Cartellieri (1979) y Thiel (1980) hablan de «tema» o «temática», H. Bühler (1984) de «núcleo temático del significado», Reiss (1980a), refiriéndose al ensayo orteguiano Miseria y esplendor de la traducción, identifica un «potencial adicional de sentido», aunque en otro trabajo posterior (Reiss 1984) combina tema y contenido preguntando «¿De qué habla el emisor?». Wilss (1977) clasifica el tema del texto como categoría pragmática, pero no justifica esta clasificación. Al decir que el tema, como un leitmotiv, puede ser reconstruido cognitivamente analizando la coherencia, se refiere, de hecho, a un factor intratextual. Cartellieri (1979), en cambio, discute la importancia sociológica del tema, que pertenece definitivamente al aspecto pragmático. Además de Reiss (1980a), que demuestra su análisis usando un texto concreto como ejemplo, solo Thiel toca explícitamente los métodos de análisis
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temático. Señala que para algunos tipos de texto (su ejemplo es una resolución) las convenciones textuales exigen que el tema se indique en el título o en alguna parte del texto. Para el traductor, el análisis temático es importante por las siguientes razones: 1. Un texto que tiene un solo tema dominante puede considerarse como coherente (cf. Hellwig 1982, 162). Si un texto no trata un tema o una jerarquía de temas compatibles, sino un número de asuntos diferentes, hablamos de una «combinación de textos». Plett (1979, 102) menciona las interpelaciones parlamentarias como un ejemplo de combinación textual con diversos temas. Un cambio de tema puede señalarse por elementos no verbales. Tal variedad temática puede originar problemas de traducción si va unida a una variedad de condiciones situacionales (p. ej., en lo que se refiere al bagaje de conocimientos generales de los receptores). Por ello, hay que analizar los temas respectivos de cada segmento en las combinaciones textuales. 2. Si el tema está vinculado a un contexto cultural particular (cf. Popovi, [1977]1981, 105), surge el problema de las presuposiciones culturales y su relevancia para la traducción. Hay temas vinculados a la cultura base y temas universales, como señala Koller (1979, 213); pero también puede ocurrir que el tema del TB pertenezca a la cultura meta (o a lo que el emisor imagina que es la cultura meta). Incluso puede darse el caso de que el contexto cultural no sea real sino ficticio (y entonces, más o menos realista o incluso utópico). 3. Con la delimitación del tema se limita el número de posibles objetos de referencia (cf. Thiel 1980), lo que permite al traductor decidir si posee los conocimientos especializados (incluyendo la terminología) requeridos para la comprensión y traducción del texto, para realizar, en su caso, las investigaciones previas que se precisen. 4. Ya en la fase del control de compatibilidad, el análisis del tema aporta indicaciones sobre si una traducción funcional y leal es factible. 5. Después del análisis temático puede identificarse la función del título. Los títulos temáticos, caso muy corriente en nuestra cultura en los textos científicos (cf. Graustein / Thiele 198, 10), se pueden traducir muchas veces literalmente, considerando las convenciones sintácticas (cf. Nord 1990b y especialmente 1993b).
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6. La determinación del tema permite sacar, en ciertos casos, conclusiones sobre los factores extratextuales (p. ej., emisor, tiempo, función textual), si el análisis situacional no los ha podido aclarar suficientemente. Por otra parte, algunas expectativas sobre el tema formadas a lo largo del análisis externo, se pueden confirmar –o corregir– en esta fase del análisis interno.
B)
CÓMO OBTENER LAS INFORMACIONES NECESARIAS SOBRE LA TEMÁTICA
Como ya hemos mencionado, las convenciones vigentes para algunos géneros parecen exigir que el título, o la titulación (o sea, el título principal junto con los subtítulos y/o sobretítulo), represente una especie de programa temático. Además, el tema de un texto puede formularse en un lead o «arranque» introductorio convencional en las informaciones periodísticas (cf. Lüger 1977, 49ss.), o en la primera frase del cuerpo textual, que puede considerarse entonces como una especie de «frase tópica» que parafrasea la esencia temática del texto. Ejemplo 3.2.1./1 Václav Klaus y Vladimir Meciar discuten hoy el futuro de la federación checoslovaca LOS HÚNGAROS DE ESLOVAQUIA PIDEN LA AUTONOMÍA J. M. MARTI FONT. Praga. (Enviado especial). Las consecuencias de las elecciones en Checoslovaquia empezaron a salir a flote ayer. La minoría húngara en Eslovaquia dio los primeros síntomas de rebelión y pidió ya una «autonomía territorial», mientras el presidente Václav Havel insinuó la posibilidad de retirar su candidatura a la reelección. Por su parte, los vencedores de las elecciones, el conservador checo Václav Klaus y el populista eslovaco Vladimir Meciar discutirán hoy sobre el difícil futuro de la federación. [...] (El País, 09-06-1992, pág.3). Ejemplo 3.2.1./2 La tortuga y la liebre REUTER, Washington Expertos norteamericanos comparan la carrera espacial entre las dos superpotencias con la fábula de la tortuga y la liebre. La primera sería la Unión Soviética y la segunda Estados Unidos. [...] (El País, 16-08-1985, pág.16).
Esto vale no solo para títulos que constituyen un resumen condensado del texto, sino también para títulos descriptivos, por ejemplo de textos literarios.
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Ejemplo 3.2.1./3 El título El siglo de las luces (cf. cap. 5.1.) informa sobre el tema de la novela. En los títulos de las traducciones inglesa y alemana (Explosion in a Cathedral / Explosion in der Kathedrale) se cita el nombre de un cuadro que desempeña un papel simbólico en la novela. El lector, sin embargo, no puede reconocer la cita (antes de haber leído la novela) y va a interpretarla, probablemente, como una indicación del tema o del contenido. Esta interpretación le llevará a una clasificación (errónea) del libro como «libro policíaco».
Cuando el tema no se describe en el título, puede ser deducido mediante la reducción de las estructuras macrotextuales a las proposiciones básicas o unidades informativas, que constituyen una especie de resumen o condensación del texto. A veces, el cliente pide al traductor una versión comprimida del texto en la lengua meta, es decir, una traducción-resumen, que puede también emplearse en la enseñanza de traducción para comprobar si los alumnos han comprendido el texto. Sin embargo, solo condensando y resumiendo no se llega en todos los textos al tema real, ya que en algunos casos este se esconde detrás de un tema aparentemente prioritario. En estos casos, se puede inferir el tema analizando otros factores intratextuales, especialmente el léxico (cf. el ejemplo de Miseria y esplendor de la traducción en Reiss 1980a mencionado en 3.2.1.a). Un concepto utilísimo para el análisis temático, concretamente en el nivel del léxico, es el de la isotopía. La isotopía temática de un texto consiste en una «cadena» formada por varios elementos léxicos o lexemas entrelazados entre sí por una o varias características semánticas (semas) que tienen en común. Los lexemas unidos por isotopía constituyen un «nivel isotópico» que puede, a su vez, indicar el tema del texto. Pueden existir varios niveles isotópicos en un texto, complementándose entre sí o formando una jerarquía de temas y subtemas. Ejemplo 3.2.1./4 De Asturias, su naturaleza. Verdes valles, verdes lomas, bosques de alma verde. Asturias es la consagración eterna de lo verde, el camino para huir de lo cotidiano. Un paraíso natural donde el mar y la montaña rivalizan en belleza, donde el hombre y la tierra se integran en perfecta armonía. (Anuncio de la Consejería de Obras Públicas, Turismo, Transportes y Comunicaciones, Oviedo) Una isotopía se constituye a base de los lexemas naturaleza / verde / paraíso natural, otra de la oposición de rivalizar e integrar en perfecta armonía.
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Además, el tema de un texto puede ser deducido aislando los conceptos temáticos y analizando su distribución y densidad en el texto, como Gerzymisch-Arbogast (1987, 111) demuestra utilizando textos económicos norteamericanos.
C)
COMPETENCIA LINGÜÍSTICA Y HORIZONTE COMUNICATIVO
El análisis de los medios cohesivos y de coherencia empleados en un texto no suele bastar para una comprensión completa de la temática. La coherencia explica las relaciones entre los elementos de un texto, pero no explica la relación entre el texto y la realidad extralingüística a la que hace referencia. La comprensión se logra mediante la coordinación de la información verbalizada en el texto con alguna forma o manifestación de la realidad en general o de una realidad particular, conectando o asociando la nueva información aportada por el texto con el bagaje de conocimientos almacenado en la memoria. ¿Cómo funciona esto? Scherner (1984, 68s.) especifica cuatro factores fundamentales que facilitan al lector la comprensión de un texto: (a) el «horizonte» de emisor y receptor, esto es, el conjunto de los conocimientos acumulados en la memoria; (b) su «competencia lingüística», (c) la «situación» tal y como la perciben el emisor y el receptor; (d) el «contexto», esto es, el entorno verbal de un elemento textual. La situación se ha tratado ya en relación con el análisis extratextual, y el contexto se produce por los medios de cohesión y coherencia presentados en el cap. 1.2.1. Pero, ¿cómo pueden contribuir al proceso de comprensión la competencia lingüística y el horizonte comunicativo? Vamos a ilustrar el procedimiento mediante la siguiente anécdota adaptada de Scherner (1984, 59s.): El comerciante Meisl llega a Viena para asuntos de negocios por primera vez en su vida, y por la tarde desea ir al famoso Burg-Theater. Pregunta a la señorita de la taquilla: «¿Qué dan esta noche?» A lo que la chica responde: «Noche de epifanía o lo que queráis.» «Pues bien», replica Meisl, «yo preferiría La Condesa Maritza.»
Meisl tiene la competencia lingüística adecuada para entender la información recibida. Pero su horizonte no incluye el conocimiento de que se trata del título de una comedia de Shakespeare. Tampoco está enterado de que no suele ser la audiencia del teatro la que decida la obra que ha de ponerse en escena, ni sabe que el Burg-Theater no es una ópera.
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El lector comprende el contenido de una expresión asociando la información recibida de elementos léxicos y sintácticos del texto, por medio de su competencia lingüística, con el bagaje de conocimiento almacenado en su horizonte, amalgamándolos en un nuevo conjunto. Cuando no tiene experiencia propia de lo que está leyendo, establece analogías entre la nueva información y la información conocida. Símiles y metáforas pueden facilitar este proceso. El principio de combinar la nueva información con el conocimiento existente también se aplica a los textos de ficción, incluso a la ciencia ficción. Estas consideraciones son especialmente importantes para el traductor. Como la constitución de horizontes no se debe solo a las idiosincrasias individuales, sino que depende también de las influencias específicas de la cultura, el traductor no puede ser nunca un observador desinteresado, como apunta acertadamente Scherner (1984, 60). En cambio, debe considerarse como un observador interesado y participante, el cual, tras haber entendido intuitivamente el texto, ante el trasfondo de su propio horizonte, intenta encontrar una justificación intelectual para su comprensión intuitiva. Cuando se traduce un texto escrito en una lengua extranjera, se pueden además presentar dificultades de comprensión debido a una competencia lingüística y cultural inadecuada.
D)
CUESTIONARIO Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar el tema textual: 1. ¿Se trata de un texto homogéneo, temáticamente coherente, o de una combinación textual? 2. ¿Cuál es el tema del texto (o de cada uno de los componentes de la combinación)? ¿Existe una jerarquía de temas compatibles? 3. ¿Corresponde el tema deducido por el análisis interno a las expectativas creadas por el análisis situacional? 4. ¿Se verbaliza el tema en el texto (p. ej., en una «frase tópica» o en un párrafo introductorio) o en el paratexto (título, prólogo, etc.)? 5. ¿Requieren las convenciones de la cultura meta que el tema se verbalice en alguna parte del texto meta o su paratexto? 6. ¿Está vinculado el tema a un contexto cultural específico (cultura base, cultura meta u otras)?
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3.2.2. Contenido A)
CONSIDERACIONES GENERALES
El análisis del contenido textual no ha sido tratado aún de manera satisfactoria en los estudios teóricos. Los conceptos de contenido, significado, sentido, etc., siguen siendo vagos, y hay pocas consideraciones metodológicas al respecto.37 El análisis del contenido enfoca sobre todo los elementos léxicos (Thiel 1978; Reiss 1984), llevándose a cabo en forma de resumen (Thiel 1978) o de paráfrasis (H. Bühler 1984). Cuando el traductor tiene un buen dominio de la LB, incluyendo las reglas y normas de textualización, no le será difícil averiguar el contenido del texto. En la clase de traducción, sin embargo, cuando la competencia lingüística de los alumnos todavía no es perfecta, sería conveniente verificar la comprensión intuitiva mediante algunos procedimientos metodológicos, que vamos a tratar en lo que sigue.
B)
LA PARÁFRASIS EN EL ANÁLISIS DEL CONTENIDO
Por «contenido» entendemos la referencia del texto a los objetos y fenómenos de una realidad extralingüística, que puede ser también ficticia. Esta referencia se manifiesta sobre todo en la semántica de las formas léxicas y sintácticas (palabras y oraciones, tiempo, modo, etc.) usadas en el texto, que, complementándose mutuamente, reducen la ambigüedad las unas de las otras y forman en su conjunto una unidad coherente. Por ello, el punto de arranque para el análisis del contenido debe ser la información aportada por los elementos lingüísticos conectados en la superficie textual mediante los medios cohesivos. Puesto que a este nivel estará concluido (en lo posible) el análisis de la situación comunicativa, el significa-
37. En el contexto del análisis del contenido, Thiel habla de «información semántica» (1974a, 1978b) que se manifiesta en una «estructura semántica», entendida como «el conjunto de las relaciones semánticas entre los elementos lingüísticos del texto». Reiss (1974 a) demanda que el análisis del contenido clarifique el «objeto de referencia» al que se refiere el texto. Según ella, el análisis de los significados de palabras, frases y el propio texto (1980a) debe llevar a la identificación del «sentido». Cartellieri (1979) propone las siguientes preguntas para analizar el contenido: ¿Se ubica el contenido en el ámbito de varias áreas temáticas? ¿Existen relaciones entre estas áreas y sus terminologías? Con «área» se refiere obviamente a disciplina, por lo cual esta pregunta pertenece realmente al factor temático.
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do del texto puede averiguarse utilizando el conocimiento extratextual como «filtro» (cf. Kalverkämper 1981, 44). Para analizar el contenido de textos de estructura sintáctica y/o semántica compleja, proponemos reducir la complejidad por medio de una paráfrasis simplificadora en forma de «unidades informativas», que pueden formularse sin consideración de las estructuras sintácticas dadas en el texto. Sin embargo, deberían anotarse las relaciones lógicas entre dichas unidades (p. ej., causalidad, posterioridad, condicionalidad), en cuanto explícitamente verbalizadas en el texto. Este procedimiento permite al traductor identificar (y, en su caso, explicitar) las presuposiciones, detectando (y compensando) los defectos en la coherencia, que son frecuentes en los textos.
Ejemplo 3.2.2./1 Resumen del contenido de la novela El Tesoro de Miguel Delibes en una reseña: «Arando la tierra un labrador encuentra casualmente un tesoro celtibérico que va a conmocionar la vida de un pueblecito. Dada la noticia, una expedición de arqueólogos se dirige al lugar, donde los campesinos, que los miran con sospecha, dan paso a su propia codicia. [...]» La segunda frase se podría transformar en unidades informativas de este tipo: «Se da la noticia del hallazgo. Un grupo de arqueólogos se dirige al lugar. Los habitantes del pueblo los miran con sospecha. Dan paso a su propia codicia...» (Énfasis C.N.) Mediante esta paráfrasis se hace evidente que la llegada de los arqueólogos al pueblo no se menciona explícitamente y que, además, la estructura sintáctica de las oraciones relativas subordinadas (donde..., que...) no corresponde a la estructura semántica, que da igual importancia a las acciones descritas en las unidades informativas, coordinándolas.
Atención: las unidades informativas parafraseadas forman un nuevo texto que, en ningún caso, es idéntico al original. Las paráfrasis pueden usarse solamente con el fin de simplificar las estructuras textuales, haciéndolas más transparentes. En el ejemplo 3.2.2./1 hemos usado paráfrasis sintácticas o «re-transformaciones» (según Wilss 1980b, 72). Al parafrasear las estructuras léxicas, hay que tener en cuenta el contenido connotativo que se debe preservar, o al menos anotar, en el texto parafraseado. En todo caso, el punto de partida para la traducción no debe ser la paráfrasis simplificada sino el texto original.
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MEDIOS COHESIVOS
Los medios cohesivos que aparecen en un texto, tales como anáforas, catáforas, sustituciones, recurrencias (repetición literal de unidades de idéntica referencia extralingüística), paráfrasis (expresión del mismo contenido en forma diferente), proformas (p. ej., pronombres personales o posesivos), etc. (cf. Halliday / Hasan 1977, 14ss., y similarmente Beaugrande / Dressler 1981, 48ss.), pueden aprovecharse en el análisis el contenido. En el caso de referencias ambiguas, por ejemplo, se pueden explicitar las sustituciones pronominales para que el contexto quede más claro. Ejemplo 3.2.2./2 Una información turística distribuida en la Catedral de Sevilla comienza con la siguiente frase: «Bienvenido sea Vd. a la visita cultural de la Catedral de Sevilla, que se efectúa en horarios distintos de los de Culto, períodos en que todo su espacio está vedado para otras actividades, entre ellas el recorrido turístico...» (Énfasis C.N.) Los elementos marcados por letra cursiva explicitan, en español, las referencias para las que, en un idioma sin concordancias gramaticales, tendrían que repetirse los elementos sustituidos por pronombres: «Esta visita se efectúa.. Durante los horarios de culto... Estas actividades incluyen...» La traducción inglesa del mismo texto muestra claramente la culturalidad de las formas cohesivas del TB, que no funcionan muy bien en inglés: «Welcome to the cultural visit of the Cathedral of Sevilla, which takes place at a different time than the masses, periods in which all its spaces are forbidden for any other activities, including the tourist itinerary.»
La culturalidad de las formas cohesivas se muestra también en el ejemplo 3.2.2./2. En español se prefiere una paráfrasis o variación estilística (pasos fronterizos en vez de visitantes) para crear cohesión, mientras que en la primera traducción (2b) el lector inglés no reconocería border crossings como sustitución de visitors, esperando más bien una información nueva en la segunda frase. Pero como la segunda frase es una paráfrasis de la primera, el pasaje queda incoherente. El problema podría solucionarse insertando un elemento catafórico al final de la primera frase (p. ej., dos puntos) o un elemento anafórico al principio de la segunda frase, como This means (2c). De manera semejante habría que solucionar el problema en una traducción al alemán (2d). Ejemplo 3.2.2./3 a) España ha tenido durante el mes de julio medio millón menos de visitantes que en las mismas fechas del año pasado. Los pasos fronterizos han descen-
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dido un 7,2% sobre los 7.356.809 registrados en julio de 1984 (El País, 21 de agosto de 1985, pág.29). b) Spain recorded half a million visitors less in July than in the same month last year. The number of border crossings decreased by 7.2 percent from the 7,365,809 registered in July 1984. (Trad. literal C.N.) c) Spain recorded half a million visitors less in July than in the same month last year, when 7,365,809 border crossings were registered. This means a decrease of 7.2 percent. (Trad. C.N.) d) Spanien verzeichnete im Juli dieses Jahres eine halbe Million weniger Touristen als im gleichen Monat des Vorjahres, als 7.365.809 Besucher registriert wurden. Das ist ein Rückgang um 7,2 %. (Trad. C.N.)
La experiencia demuestra que las paráfrasis, particularmente en los TB de lengua extranjera, pueden ocasionar dificultades considerables de comprensión. Hartmann (1970, 40) habla de «procedimientos de traducción» intratextuales. El traductor puede aprovechar este fenómeno en su análisis del contenido textual. En algunas culturas, sin embargo, las convenciones estilísticas generales o de género demandan una preferencia de las paráfrasis frente a las recurrencias (Nord 1986b). Ejemplo 3.2.2./4 En un artículo periodístico español (cf. ejemplo 3.1.3./4), la variación en las referencias a la entrada de España en la Comunidad Europea (ingreso en la CEE, ingreso en el Mercado Común, integración en Europa, incorporación, adhesión al Tratado de Roma o entrar en la Comunidad) no tiene un significado informativo, sino que corresponde al principio de variación estilística que se observa en el lenguaje periodístico español y que puede incluso crear problemas de comprensión (p. ej., Mercado Común no hace referencia al mismo objeto que Comunidad Europea).
D)
CONNOTACIONES
La información verbalizada en un texto incluye no solo el contenido denotativo sino también el connotativo, esto es, la información expresada mediante el empleo de elementos lingüísticos marcados como pertenecientes a un código determinado (nivel estilístico, registro, estilo funcional y dialecto regional o social, valores afectivos, juicios implícitos, etc.). Eligiendo un elemento específico con preferencia de otro, entre un número de posibles alternativas, el autor le asigna a su texto un significado secundario que no puede analizarse en detalle sino en conexión con los valores estilísticos del léxico,
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de las estructuras sintácticas y de las características suprasegmentales. Por ello sería conveniente en este punto del análisis, «marcar» provisionalmente aquellos elementos textuales que intuitivamente se clasifican de connotativos. A veces, la categoría extratextual de la función textual (la función convencional de una columna periodística, como en el ejemplo 3.2.2./4) ha despertado ya cierta expectativa, en la que puede basarse la intuición. Ejemplo 3.2.2./5 Bajo el título de «El rojo y el verde», Juan García Hortelano escribe en El País del 22 de julio de 1979: «Es un hecho conocido que el hombre de ciudad anhela vivir en el campo. Otro hecho conocido es que el hombre de campo anhela vivir en la ciudad. Parece mentira que tantos se hayan equivocado tanto durante tantos siglos. Ahora que la sociedad industrial desarrollada ha logrado la metrópoli abomina de ella, le espanta esa aglomeración proletaria que ha creado. [...] No se necesitan más de dos minutos de reflexión para percatarse de que la única tendencia sensata es la del hombre rural, que huye a poco que puede del verde y en dirección al rojo infierno de la ciudad, porque conoce lo que el verde representa. Debe de ser desesperante pertenecer a esa retaguardia de la humanidad que aún no ha conseguido liberarse de la Naturaleza y oírles entonar la bucólica a unos tipos que confunden la Naturaleza (y, encima, la llaman Madre) con su campito de fin de semana o sus arenitas de veraneo. Ni un mes iban a durar, si se cumpliese su anhelado retorno a la tierra. [...]»
Algunas connotaciones y juicios implícitos pertenecen a la competencia lingüística porque se han asociado con el uso general de toda la comunidad lingüística o, al menos, de determinados grupos regionales y sociales de tal manera que se registran en un diccionario de la lengua. Juicios implícitos en el texto citado: equivocarse (VOX: «tener o tomar [una cosa] por otra juzgando u obrando desacertadamente), infierno (VOX: «lugar destinado por la divina justicia para eterno castigo de los réprobos»), proletario (VOX: «adj.fig. Plebeyo vulgar»). Tienen connotaciones estilísticas, por ejemplo, las expresiones entonar la bucólica, unos tipos (y el contraste estilístico entre las dos), retorno a la tierra (alusión a Rousseau) y los adjetivos antepuestos como el rojo infierno, su anhelado retorno. Por otra parte, pertenecen al «horizonte», es decir, al bagaje general y cultural del receptor, aquellas connotaciones que se asocian con algunas palabras en un determinado contexto, refiriéndose a una actitud personal frente al fenómeno designado o basándose en el conocimiento de determinadas situaciones sociales, políticas, históricas, etc. En el texto citado: verde (juzgado como «bueno» por la gente de la ciudad y «malo» por la del campo), campito de fin de semana (dicho en oposición irónica a la verdadera vida rural), retaguardia (en sentido figurado y en combinación con esa y que
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aún no ha conseguido liberarse...). Los paralelismos de las dos primeras frases también contienen una connotación que ilustra la actitud irónica del autor.
E)
LA «SITUACIÓN INTERNA»
La información contenida en el texto puede ser «fáctica», esto es, basada en los hechos que se consideran convencionalmente como «realidad» por emisor y receptor, o «ficticia», o sea, que se refiere a un mundo diferente, imaginado o inventado por el autor. La distinción entre fáctico y ficticio no tiene importancia inmediata en el análisis del contenido, pero llega a ser importante para la traducción en lo que se refiere a las presuposiciones (cf. cap. 3.2.3.). Ficcionalidad o facticidad son propiedades pragmáticas que se asignan al contenido de un texto por parte de los interlocutores. Su definición depende de la noción de realidad y de las normas de textualidad que prevalecen en la sociedad en cuestión. Si la noción de realidad cambia, un texto concebido como fáctico puede ser leído como ficcional, o viceversa. Si leemos hoy Un mundo feliz de Aldous Huxley o 1984 de George Orwell, podemos llegar a la conclusión de que las situaciones ficticias descritas se han convertido, al menos en parte, en realidad. A pesar de ello, un análisis del contenido tendría que especificar si la situación interna del texto es idéntica o no a la externa. Si no es el caso, la situación interna deberá ser analizada separadamente, usando el mismo cuestionario de preguntas básicas aplicadas para el análisis extratextual. Este suele ser el caso en los textos ficcionales, así como en los textos fácticos de tipo complejo que tienen incorporados textos de otra categoría (intratextos), como los textosmarco ya mencionados. En una situación interna se puede presentar un emisor interno (narrador), que puede adoptar varias actitudes o perspectivas hacia la narración, y un lector u oyente «implícito», así como condiciones temporales y de lugar también internas; asimismo pueden darse informaciones sobre el medio usado, el motivo de la comunicación y la función asignada al texto insertado. La situación interna, al igual que la famosa muñeca rusa, contiene a veces sucesivas situaciones insertadas. Los factores situacionales de un intratexto se suelen mencionar explícitamente en el texto-marco, mientras que la situación interna de un texto ficcional (es decir, la situación ficticia en la que se desarrolla la acción) muchas veces tiene que deducirse de indicaciones escondidas o sugerencias, p. ej., nombres de personas y lugares, referencias a realidades culturales específicas, elemen-
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tos dialectales en un diálogo, etc. Sin embargo, existen casos en los que un análisis de la situación externa aporta información sobre la situación interna, como se observa en el siguiente ejemplo.
Ejemplo 3.2.2./6 En uno de sus relatos escritos en su exilio francés (= tiempo y lugar de la redacción), el escritor argentino Julio Cortázar se refiere a un ambiente urbano que no identifica explícitamente, pero sí indirectamente, describiendo lo que el narrador-protagonista ve a través de la ventana de su bloque de apartamentos: un sucio tablero de ventanas con su letrero «Hôtel de Belgique». Esta referencia no es crucial para la interpretación del relato, que trata del problema de la rutina diaria y de la falta de sentido de la vida en una sociedad moderna. La descripción podría servir para cualquier gran ciudad del mundo occidental. Pero describiendo (o pretendiendo describir) lo que ve desde su propia ventana, el autor da un «toque personal» a la historia, haciéndola más auténtica. Esto puede ser importante para el traductor cuando tiene que decidir cómo va a traducir la descripción de una situación rutinaria a la hora del desayuno: «tomamos café con leche». Puede poner, en inglés, «we drink our morning coffee» (neutral), o «we have our coffee with milk» (exotizante, aunque sin referencia a una cultura específica), o «we have café au lait» (exotizante, con referencia explícita a la cultura francesa), o incluso «we have our ham and eggs» (adaptación orientada hacia el receptor).
F)
CUESTIONARIO Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar el contenido: 1. ¿Cómo se verbalizan los factores extratextuales en el texto? 2. ¿Cuáles son las unidades de información? 3. ¿Hay alguna diferencia entre las situaciones externa e interna? 4. ¿Existen lagunas de cohesión y/o coherencia en el texto? ¿Pueden llenarse sin utilizar información o material adicionales?
Otras preguntas que pueden aclarar el contenido se mencionarán en los siguientes capítulos.
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3.2.3. Presuposiciones A)
DEFINICIÓN
Hay que distinguir entre tres tipos de presuposición que se mencionan en la literatura especializada lingüística: (a) la presuposición lógica, que se refiere a la veracidad o existencia de lo representado en el texto (cf. Ebert 1973, 57), (b) la presuposición filosófica de Frege, que es la condición necesaria para que el texto tenga referencia y la frase disponga de un significado coherente (cf. Black 1973, 57), y (c) la presuposición pragmática presumida implícitamente por el hablante, que, a su vez, da por seguro que el oyente la presume también. La comunicación solo tendrá éxito si el hablante y el oyente dan por supuesta una cantidad suficiente de presuposiciones comunes (cf. Schmidt 1976, 105). Para el análisis traductológico, nos limitamos a las presuposiciones pragmáticas. La anécdota mencionada arriba (3.2.1.c), por ejemplo, puede «funcionar» solamente para un receptor que conozca el título de la obra de Shakespeare. El que cuente la anécdota, por lo tanto, presupone este conocimiento en el oyente. Es normal que en la comunicación oral no se verbalicen las condiciones de la situación, presupuestas como conocidas por los interlocutores, aunque sí se tienen en cuenta tanto con respecto al contenido como con respecto a la forma de lo que se dice. El hablante puede, por ejemplo, bajar la voz cuando el objeto de la información es una persona presente en la habitación, puede utilizar frases simples o complicadas, o formulaciones codificadas, puede indicar un objeto con un gesto en vez de verbalizar la referencia, etc. Las informaciones provistas por la situación incluyen, muchas veces, las llamadas realidades culturales o realia, es decir, las especificidades de una cultura determinada. Balcerzan (1970, 8) comenta las dificultades debidas a presuposiciones culturales que surgieron en la traducción del Canto General, de Pablo Neruda, al polaco: Ejemplo 3.2.3./1 Quand Neruda écrit: «las mariposas de Muzo», il faut préciser «les bleus papillons Muzo»; lorsqu’il écrit: «jaracandá», il faut ajouter «arbre violet de jacarandá». Car pour le poète qui voit tous les jours (donc connait par l’examen immédiat du monde réel) le bleu éclatant et l’arbre de «jaracandá» couvert de fleurs violettes, cette couleur est renfermée dans le nom même; nous, nous devons l’expliquer à notre lecteur.
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De los cambios significativos en el efecto que la explicitación de una información implícita, sobre todo en un texto poético, puede tener sobre el receptor hablaremos en el capítulo 3.3.c. Las presuposiciones comprenden, pues, toda aquella información que el emisor considera (= presupone) como parte del «horizonte» de los receptores. Si el receptor quiere comprender un texto, debe estar en condiciones de «reconstruir» las presuposiciones hechas por el emisor, activando sus conocimientos previos, su «preinformación», como la llama Bastian (1979). Preferimos el concepto de «presuposición», porque encuadra mejor en la perspectiva emisora que hemos adoptado para el análisis intratextual. Además, el término subraya el aspecto dinámico que implica la orientación activa hacia el receptor, por parte del emisor, en un proceso de producción textual. Las presuposiciones pueden incluir no solo los factores y condiciones de la situación y las realidades específicas de la cultura correspondiente, sino también hechos de la biografía del autor, conocimientos acerca de teorías estéticas, géneros textuales usuales y sus características, disposiciones métricas, detalles temáticos, motivos, lugares comunes e iconografía de un cierto período literario, ideología, religión, filosofía y conceptos míticos, las condiciones culturales y políticas de una época histórica, los medios y formas de representación o la situación educativa de un período dado, o la historia receptiva de un texto. Una de las convenciones sociales de la comunicación es que un enunciado no debe ser ni trivial ni incomprensible, por lo que el emisor ha de apreciar de antemano la situación, el bagaje de conocimientos generales del receptor y la importancia de la información que va a transmitir en el texto, con el fin de decidir sobre los elementos que puede (o debe) presuponer. Esta norma comunicativa (expresada también por la máxima griceana Be relevant!) es válida no solo entre el emisor y el receptor del TB, sino también entre el traductor-redactor y el receptor del TM. El traductor debe tener en cuenta que un elemento informativo no mencionado en el TB por ser considerado «trivial» para el receptor original puede ser indispensable para el receptor del TM por no formar parte de su horizonte cultural y que, por lo tanto, debe verbalizarse en el texto meta (o al revés).
B)
CÓMO IDENTIFICAR LAS PRESUPOSICIONES EN EL TEXTO
Una presuposición es, por definición, una pieza informativa no verbalizada, no explicitada, así que no es fácil de identificar en el texto. Leyendo el
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texto base, el traductor (familiarizado con la cultura base) idealmente comprende la información presupuesta sin darse cuenta de ello, tal como lo haría un receptor normal del TB. Para identificar las presuposiciones a pesar de estas dificultades, el traductor analiza, en primer lugar, el mundo cultural al que se refiere el texto. En este punto, hay que tener en cuenta la distinción entre los textos fácticos y los ficcionales. Los textos fácticos pretenden describir la realidad (mejor dicho, el modelo de realidad adoptado por la cultura en cuestión), mientras que los textos ficcionales no tienen esa pretensión, o, al menos, no la tienen de la misma forma que los textos fácticos. La diferencia reside en la relación que se supone como existente entre el texto y la «realidad». Los textos ficcionales son, evidentemente, tan reales como los textos fácticos, y puede encontrarse una información ficticia (p. ej., una mentira) tanto en los textos fácticos como en los ficcionales (cf. Grabes 1977). La categorización de un texto como fáctico o ficticio no depende primariamente de la estructura lingüística del texto, sino del juicio que se forman del texto el autor y, sobre todo, el lector. Clasifican el texto de acuerdo con el concepto de realidad que prevalece en su cultura y que, naturalmente, viene determinado por las convenciones filosóficas y sociales. Un texto concebido como fáctico por el emisor puede ser entendido como ficcional por el receptor (o viceversa), si este tiene una concepción cultural diferente de lo que es «real». En este contexto podemos volver al criterio de la vinculación cultural de un texto, defendido por Koller (1979). Cuando el TB está vinculado al mundo de la CB, es de suponer que, debido al principio de que no suelen verbalizarse las trivialidades, habrá informaciones sobre este mundo presupuestas en el texto. Cuando, por otra parte, el TB contiene referencias al mundo de la CM, con las que no se puede suponer que el destinatario original esté familiarizado, podríamos considerar lógico que el autor verbalice cierta cantidad de información que, a su vez, le podría parecer trivial al receptor meta. Si el TB hace referencia a un mundo que está «equidistante» de los receptores del TB y del TM, es menos probable que surjan problemas de traducción del contraste de presuposiciones implicadas en el TB y el TM. En esos casos, el tema tratado en el TB puede considerarse como «universalmente comunicable», como señala Koller (1979, 13), o al menos como «transculturalmente comunicable», esto es, entre las dos culturas involucradas en el proceso de traducción. El nivel de explicitación varía de acuerdo con el tipo de texto y la función textual. En este contexto, es interesante hacer notar que en los textos ficcionales la situación suele describirse de forma más explícita que en los textos fác-
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ticos. Si la comprensión de textos fácticos se basa en el hecho de que emisor y receptor comparten un mismo modelo de realidad, el texto ficcional tiene que comenzar por crear su modelo de realidad a lo largo de la narración, sea imitando un modelo existente, sea inventando otro ficticio, que puede estar relacionado en alguna medida con un modelo auténtico. Incluso pueden crearse mundos ficticios (p. ej., en cuentos infantiles, donde hablan los árboles o el osito va a la escuela) que están en oposición a las normas tradicionales de «realismo». Sin embargo, es preciso que el mundo ficticio de los textos ficcionales también tenga alguna similitud o analogía con la realidad de los receptores porque, de otra manera, les estaría vedado el acceso al mundo textual. Las informaciones sobre la situación interna que se dan implícitamente, p. ej., utilizando nombres propios, dialectos regionales o sociales para caracterizar los personajes del mundo interno del TB, pueden ser extremadamente difíciles de transmitir al texto meta porque en un texto literario a veces no es adecuado el uso de sustituciones, traducciones explicativas o notas a pie de página. Ejemplo 3.2.3./2 En el cuento «Pecado de omisión», de Ana María Matute (cf. ejemplo 3.1.1./2), los personajes se clasifican por sus nombres. El protagonista, un muchacho de pueblo que a pesar de sus capacidades no tiene ninguna oportunidad de demostrar su valía, se llama simplemente «Lope». A su compañero de colegio, cuyo padre quiere que estudie derecho, se le conoce con nombre y apellido: «Manuel Enríquez». Su tío, el alcalde del pueblo, ocupa un lugar destacado al tener nombre y dos apellidos: «Emeterio Ruiz Heredia». El maestro del colegio se llama «don Lorenzo». El simple pastor, con el que Lope tiene que cuidar el ganado en el monte, no tiene siquiera nombre individual: «Roque el Mediano».
Esas informaciones escondidas no pueden ser «explicadas» al receptor del TM sin correr el riesgo de perder el encanto literario del texto. Afortunadamente, la mayoría de los autores no se limitan exclusivamente a las caracterizaciones implícitas, sino que verbalizan algunas explícitamente, como lo hace también Ana María Matute en el texto mencionado.
C)
REDUNDANCIA
Cuando la misma información se verbaliza en diversas ocasiones a lo largo del texto (en forma de explicación, repetición, paráfrasis, resumen, tautología, etc.), hablamos de «redundancia» o, más bien, de «redundancia situacio-
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nal», que se emplea para reforzar la comprensibilidad del texto (cf. Vermeer [1974a]1983, 5, quien la diferencia de las «redundancias exigidas por el sistema lingüístico»). La teoría de información explica la redundancia como un medio de contrarrestar el ruido. En un texto, su función es la de ayudar a la comprensión frente al «ruido» de la oscuridad, de la irrelevancia o del pensamiento complejo (cf. Newmark 1981, 77). Por ello, el grado de redundancia presente en el TM tiene que ajustarse a las posibilidades de comprensión que tienen los destinatarios meta con su específico bagaje cultural. Pero también puede estar determinado por convenciones culturales, p. ej., en lo que se refiere al grado deseado de «comprensibilidad» de un texto.
D) INDICADORES DE PRESUPOSICIONES
La posible cantidad de presuposiciones presentes en el texto se puede calcular partiendo de la «distancia» de los receptores del TB y TM frente al ámbito cultural del tema, así como analizando el nivel de explicitación y de redundancia. Aparte de ello, existen pocos caminos para descubrir las presuposiciones hechas en un texto base. Bastian (1979, 93) sostiene que los textos contienen ciertos «elementos de cristalización» que indican las presuposiciones y que, como propone Helbig (1980, 262), pueden estar asociados con determinadas estructuras sintácticas o léxicas, tales como el gerundio, el infinitivo, las construcciones pasivas, los verbos modales o las valencias lexemáticas. Ejemplo 3.2.3./3 «Juan fue esperado en la estación. Pedro le abrazó fuertemente.» El verbo esperar exige dos actantes, que semánticamente serían definidos como agente y paciente. Ya que en la primera frase solo se verbaliza el paciente, Pedro (sujeto de la segunda frase) se considera automáticamente agente de la primera frase. En un texto constituido por las dos frases, la coherencia se basa en la presuposición del agente.
Los siguientes factores intratextuales pueden proporcionar también señales que indican la existencia de presuposiciones: tema, contenido, léxico, sintaxis y características suprasegmentales. La combinación de una entonación específica con una determinada estructura sintáctica, por ejemplo, puede indicar la omisión de la negación, caracterizando el sentido de la frase como irónico, como en «¡Buena se había llevado!» A veces, los elementos no verbales, como una foto que muestra «la bellísima casa antigua bien conservada, situada en el
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centro de la ciudad», ilustran las condiciones situacionales presupuestas (por ejemplo, que centro de la ciudad significa «muchísimo tráfico»). El análisis de las dimensiones extratextuales también puede revelarnos la información presupuesta, como ya se ha apuntado anteriormente. Por su competencia en la cultura meta, el traductor deberá ser capaz de comprobar el grado de comprensibilidad de la información verbalizada desde el punto de vista del receptor del TM. De esta manera, va a descubrir tanto la información que falta como la que está de más con vistas al bagaje de conocimientos de los destinatarios meta, y tratará de compensar estos «defectos» en su traducción.
E)
CUESTIONARIO Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar las presuposiciones: 1. ¿A qué modelo de realidad se refiere la información verbalizada en el texto? 2. ¿Existen referencias explícitas a la realidad en el texto? 3. ¿Existen alusiones implícitas a un determinado modelo de realidad? 4. ¿Contiene el texto redundancias que puedan ser superfluas para el receptor del TM? 5. ¿Cuáles de las informaciones presupuestas en el TB deben explicitarse para el receptor del TM?
3.2.4. Composición A)
CONSIDERACIONES GENERALES
El aspecto de la composición textual se trata detalladamente en Thiel (1974b, 1978, 1980), que considera que la macroestructura informativa (composición global, orden en que se suceden las unidades informativas) se compone de una cantidad de microestructuras. De acuerdo con la autora, los segmentos textuales que forman la macroestructura están delimitados, primordialmente, por la continuidad o discontinuidad de los tiempos verbales. Los otros autores no consideran la composición textual con suficiente detalle. En el marco de un análisis pretraslativo, la composición textual, en cuanto a la macro y a la microestructura, es un factor relevante por las razones siguientes:
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1. Si un texto está compuesto por segmentos textuales, estos pueden requerir estrategias traslativas distintas, según sus diversas funciones. 2. Debido al papel importante que desempeñan tanto el principio como el final de un texto en su comprensión e interpretación, hay que analizar la forma en que precisamente estas partes guían el proceso de recepción y el efecto comunicativo del texto. 3. En algunos géneros existen convenciones macro y microestructurales. El análisis de los rasgos convencionales de la composición textual, por lo tanto, puede aportar informaciones sobre el género al que pertenece el texto y sobre la función textual. 4. En los textos complejos o incoherentes, el análisis de las microestructuras informativas puede servir para encontrar la información básica o el tema del texto.
B)
RANGOS TEXTUALES
Como hemos indicado arriba, un texto base puede formar parte de una unidad de rango superior, que hemos llamado combinación textual. Así, un relato o un artículo científico pueden publicarse en una antología o una colección, en las que los otros textos constituyen un marco de referencia, y una novela puede formar parte de una trilogía o tetralogía. Entre los textos que constituyen una combinación pueden existir relaciones o referencias de diverso tipo.38 En la traducción de combinaciones textuales, el trabajo se reparte muchas veces entre varios traductores, que tienen que cooperar para que la traducción termine por formar un conjunto coherente. Ejemplo 3.2.4./1 La versión alemana del Manual de Lingüística editado por André Martinet (Martinet 1973) fue hecha por dos traductores: los capítulos 1-25 por J. Rehbein, y los restantes por S. Stelzer. Cada uno de los 51 ensayos es un texto independiente, pero a la vez forma parte de una unidad global cuyas características ambos traductores han de tomar en consideración.
38. Valga como ejemplo de una combinación de textos interrelacionados el Panchatantra en idioma sánscrito, cuya narración principal incluye varias fábulas independientes pero vinculadas con aquella por la justificación de ilustrar una situación o un conflicto mencionado mediante el ejemplo de otro similar.
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La inclusión de un texto en una unidad de rango superior se suele señalizar en el título, que puede considerarse como una hiperfrase o frase metacomunicativa reducida (p. ej., Antonio Machado: Juan de Mairena. Precedido de «Apuntes inéditos»; Silvina Ocampo: La furia y otros cuentos, cf. Nord 1993b, 55). En el máximo nivel, tal hiperfrase no es imprescindible, ya que la información acerca de la situación comunicativa se puede deducir de los datos extratextuales. Si el análisis extratextual muestra, sin embargo, que la situación del TM difiere considerablemente de la del TB y que el receptor del TM no puede inferir suficiente información sobre la situación del TB, el traductor podrá verse obligado a iniciar su traducción con alguna especie de hiperfrase (en forma de introducción o prólogo). Ejemplo 3.2.4./2 En los periódicos alemanes, los comentarios extraídos de otros diarios suelen ir acompañados de hiperfrases introductorias, en las que se glosan lugar, medio y temática de la cita en cuestión, al estilo de «El discurso del presidente Reagan en la ONU es comentado por The Times (Londres)» (Süddt. Zeitung, oct. 1985, trad. C.N.). Estas hiperfrases tienen una forma específica y suelen ser bastante elípticas. En el International Herald Tribune, por ejemplo, los textos de otros periódicos se imprimen en una columna especial bajo la rúbrica de «Other Comments», y van firmados con el nombre y lugar de la publicación de referencia. Por ejemplo: «Asiaweek (Hong Kong)». En El País, las citas de otros periódicos rubricadas en la «Revista de prensa» no se introducen con una hiperfrase sino con el nombre de la publicación citada: THE ART NEWSPAPER. Expo 92. «Falta de interés y escaso presupuesto son los débiles pilares de británicos y estadounidenses hacia la exhibición de obras de arte en la Expo 92. [...].» Roger Evan, Londres, 8 de abril (El País, 9-4-92).
C)
MACROESTRUCTURA
Las frases metacomunicativas del tipo de «A dice (a B)» pueden señalar el principio de un texto insertado o «intratexto» (cf. ejemplo 3.1.0./1), separándose así los diferentes niveles de comunicación. Esto es particularmente importante en la traducción, porque, como ya hemos señalado, cada nivel de comunicación puede requerir un análisis situacional propio. Uno de los aspectos cruciales del análisis de la macroestructura es, en todo caso, la cuestión de si existen o no intratextos insertados en el TB. En la categoría de los intratextos se incluyen las citas, las notas a pie de página y los ejemplos (en textos científicos, como el presente libro). En este
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contexto, la tarea principal del traductor es la de encontrar la función que cumplen los intratextos en el texto-marco. Aunque algunos factores extratextuales (receptor, lugar, tiempo, medio) puedan ser idénticos para el texto insertado y el texto-marco, la función debe analizarse separadamente (cf. los estudios sobre citas en la traducción, en Nord 1990a y 1990b). Ejemplo 3.2.4./3 Las citas, como otros textos, pueden tener una función informativa, expresiva, apelativa o fática. La función de una cita es básicamente independiente de la del texto-marco, aunque parece existir una cierta correlación entre el tipo de texto y la función predominante de las citas que aparecen en él. Por ejemplo, encontramos mayor número de citas informativas en los textos científicos y técnicos que en los ensayos literarios, donde abundan las citas expresivas que defienden la opinión del propio autor, y las apelativas (citas «de prestigio») que reproducen las opiniones de autoridades célebres como Aristóteles o Cervantes para impresionar al lector.
Las notas a pie de página, que se insertan en un texto meta con el fin de añadir explicaciones complementarias, también pueden considerarse como intratextos. Teniendo en cuenta que el efecto que tiene un texto con notas a pie de página difiere del de un texto sin notas, el traductor tiene que considerar con sumo cuidado si no serían más adecuados para el tipo y función del texto meta otros procedimientos, como, por ejemplo, traducciones explicativas o sustituciones. La relación entre el intratexto y el texto-marco puede compararse con la que existe entre los títulos y el texto al que pertenecen. Un título es un metatexto que nos dice algo acerca del texto que sigue, y que puede cumplir diferentes funciones comunicativas (cf. Nord 1995). Ejemplo 3.2.4./4 El título del capítulo XVIII del Quijote no solo informa al lector sobre el contenido del capítulo sino que lo evalúa al mismo tiempo, atrayendo así la atención del lector: «Capítulo XVIII donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas.»
Los paréntesis que comentan el mismo texto (como decíamos, por así decirlo o en resumidas cuentas) tienen también una función metatextual o metacomunicativa en la que se manifiesta la orientación (extratextual) del emisor hacia el receptor por medios intratextuales. En el propio texto, la macroestructura se define a partir de un punto de vista semántico. Las delimitaciones jerárquicas de los segmentos textuales (ca-
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pítulo, párrafo, oración compleja, oración simple, etc.) no pueden aportar más que una orientación superficial. Como ya hemos indicado, un análisis detallado del primer y del último párrafo de un texto largo aporta muchas veces el hilo conductor para el análisis de todo el texto. Las características encontradas en estos dos segmentos importantes pueden verificarse después en el resto del texto (cf. ejemplo 3.2.4./5 y también cap. 5.2.). El principio y el final de un texto pueden tener determinadas características verbales o no verbales que se han convencionalizado en algunos tipos de textos, como la moraleja al final de una fábula (véanse Gülich / Heger / Raible 1979, 107) o como la expresión Érase una vez... al principio de un cuento. El final no se indica tan frecuentemente como el principio (la palabra fin al final de una película recuerda la época en que se marcaba el final del texto con finis). Pero el final inminente de un texto puede señalarse mediante la transición hacia un nivel superior de comunicación (p. ej., una recapitulación). Así, en la fábula The lover and his Lass, de James Thurber, la moraleja («Laugh and the world laughs with you, love and you love alone») establece una comunicación directa entre emisor y receptor. El ejemplo de la fábula muestra que algunos géneros se caracterizan por una macroestructura particular y por indicadores estructurales específicos, así como por determinadas expresiones de conexión («conectores») entre los segmentos. Otro ejemplo es la carta, con los segmentos textuales convencionales de fecha, dirección, saludo, mensaje y despedida. En una traducción-instrumento, el traductor debería observar las convenciones vigentes en la cultura meta para el género en cuestión.
D)
MICROESTRUCTURA
Tanto en la macroestructura como en la microestructura tenemos que distinguir entre las estructuras formales y las semánticas o funcionales. Según el aspecto formal, diferenciamos los siguientes niveles: (a) el primer nivel es el de la metacomunicación; (b) el segundo nivel está constituido por las unidades macroestructurales como los capítulos y los párrafos; (c) el tercer nivel será el de las oraciones complejas y simples; (d) el cuarto nivel lo ocupan las partes de la oración y sus interrelaciones, como la estructura tema-rema (ETR). Desde un punto de vista semántico-funcional, podemos distinguir: (a) la macroestructura: principio, parte principal (incluyendo los intratextos), final; (b) las unidades informativas, p. ej., las acciones o descripciones de la trama
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de un relato; (c) las relaciones lógicas, p. ej., causalidad, finalidad, posterioridad, etc. Las «oraciones» se definen en los textos escritos como la unidad entre dos puntos, dos signos de interrogación o exclamación, etc., y en los textos hablados, como la unidad entonatoria delimitada por dos intervalos prolongados. A pesar de todas las posibles reservas ante esta definición, la división en oraciones permite una primera aproximación a la microestructura de un texto y nos llevará a su análisis sintáctico. En un segundo paso, el analista tiene que comprobar si la división formal en oraciones corresponde a la división semántica en unidades informativas.39 A veces, las oraciones complejas han de subdividirse en varias unidades informativas, pero puede ocurrir también que varias oraciones (p. ej., cuando contienen muchas redundancias) constituyan una sola unidad informativa. En los textos narrativos, las unidades informativas pueden coincidir con los pasos de la trama. Una de las características intratextuales de la composición textual puede ser, en este sentido, el orden cronológico indicado por los tiempos del verbo. Stempel (1971, 65) habla de la diacronía de un texto narrativo y propone establecer un «perfil diacrónico» textual. El cambio del orden cronológico de las unidades narrativas produce suspense, mientras que una narración estrictamente cronológica se ve caracterizada por un flujo tranquilo de la información.
Ejemplo 3.2.4./5 El primer párrafo de la novela corta La isla, de Juan Goytisolo, muestra cómo el autor usa el instrumento de la composición con el fin de producir un suspense, a pesar de presentar las unidades informativas por orden cronológico. Hemos indicado entre paréntesis la información que el lector (español) recibe y la que infiere, marcando por signos de interrogación las preguntas que el lector se pone al seguir leyendo. Los elementos marcados por signos de exclamación son los que confirman las expectativas del lector. «Cuando aterrizamos [narrador personal, ¿aeropuerto?, ¿dónde?], el campo [paisaje agrario, ¿dónde?] estaba inundado de sol [¿sur?, ¿verano?]. Habíamos
39. Puesto que para la traducción, la estructuración formal de un texto en oraciones (que corresponde a normas lingüístico-culturales) no es muy idónea, Vermeer (1970, 386s.) recomienda una división en «segmentos textuales», lo que permite la inclusión de oraciones incompletas o no bien formadas. Estos segmentos textuales son unidades funcionales del texto, que pueden ser o bien oraciones o bien otras unidades gramaticales y cuya longitud no está definida.
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dejado atrás el cielo sucio y achubascado [contraste, ¿negativo?] de Madrid [entonces no es verano, sino sur, ¿sur de España?] y, al bajar a la pista [aeropuerto], me puse [protagonista, en primera persona] las gafas ahumadas [sol fuerte, no hay sombra]. Un hombre con gorra blanca se acercó a ofrecerme cacahuetes, avellanas y almendras [Mediterráneo, ¿España?]. Me acordé [recuerdos ¿de una visita anterior?] de mis paseos con Rafael [¿amigo?, ¿marido? ➝ ¿narrador femenino?] por Gibralfaro [¡Sur de España!] y le compré un cucurucho. La azafata nos guió por una pérgola cubierta de plantas trepadoras [aeropuerto pequeño, ¿Málaga?]. En la terraza había una docena de extranjeros [narrador/a no es extranjero/a] y entré en la sala de espera. Poco a poco, me acostumbraba al acento familiar [recuerdos ¿de niñez?, ¿narrador/a español/a?] de los empleados y al oír los gritos de un maletero –de voz ronca y como aguardentosa y, no obstante, dulce y casi suave [emoción positiva]– sentí que el corazón se ponía a latir más aprisa [afición al lugar, ¿alegría?] y, con una precisión que me sorprendió a mí misma [¡narradora!] comprendí –y era una certeza que me llenó de alegría [!]– que estaba de nuevo [!] en Málaga [!].
Una composición que sigue el curso de la acción representa una estructura análoga a los objetos y situaciones del mundo real («ordo naturalis»). No depende de las estructuras lingüísticas y, por ende, no presenta problemas insolubles para el traductor, a no ser que exista una distancia considerable entre las dos culturas involucradas. Esto es válido también para los diálogos, que pueden ser considerados como una secuencia (cronológica) de varios monólogos (cf. Gülich / Heger / Raible 1979, 31). En cambio, las estructuras compositivas que no siguen el «ordo naturalis» están determinadas, tanto al nivel macro como microestructural, por las normas lingüístico-culturales, apareciendo indicadas por elementos de cohesión lingüística, como renominalización, conjunciones adversativas, etc., o por la métrica, el ritmo y otras figuras que pueden ayudar a estructurar el texto. En lenguas con aspectos verbales (p. ej., el español), los textos pueden ser estructurados por medio de la llamada «puesta en relieve» (en francés: mise en relief): las acciones puntuales o perfectivas, expresadas en pretérito perfecto, forman el primer plano ante el trasfondo de las acciones y descripciones durativas o imperfectivas. En otras lenguas que no tienen aspectos verbales (p. ej., el alemán), un relieve puede ser logrado mediante la distribución de la información en oraciones principales o subordinadas (cf. párrafo 5.2.4c). De esta manera, algunas unidades informativas reciben más peso comunicativo que otras, lo que también lleva a una estructuración del texto.
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E)
ESTRUCTURA TEMA-REMA (ETR)
La organización semántica de las unidades informativas en tema y rema (ETR = estructura tema-rema), que pertenece a la microestructura de un texto, es independiente de las estructuras sintácticas, aunque se combina frecuentemente con ciertos rasgos sintácticos. Ordenando las unidades informativas en una especie de progresión temática, el escritor produce al mismo tiempo una macroestructura específica. Es decir, la ETR es un enlace entre la composición microestructural y la macroestructural. Este no es el lugar para tratar en detalle todos los aspectos problemáticos de la ETR (véase, entre otros, Brown y Yule 1987, 126ss., y GerzymischArbogast, 1987, 27ss.). Para el análisis pretraslativo, nos podemos limitar al aspecto contextual de la ETR. Desde este punto de vista, se definen los conceptos como sigue: el «tema» es aquella parte de la información presentada en una frase o unidad informativa que puede ser deducida del contexto verbal o no verbal, es decir, la información conocida, mientras que el «rema» es la parte no deducible del contexto, es decir, la información nueva. Con independencia de su función gramatical como sujeto o predicado, o de su posición al principio o al final de la frase, el «tema» representa la información almacenada en lo que Brown y Yule (1987) denominan «presupposition pool», o sea el depósito de presuposiciones. Esta información consiste en el bagaje de conocimientos generales y de los datos obtenidos tanto del contexto situacional del discurso como de la parte anterior del mismo texto. Cada participante dispone de un depósito de presuposiciones que va creciendo a lo largo del discurso. De acuerdo con la distribución de la información conocida y la información nueva en un texto, tenemos que distinguir entre diferentes formas de progresión temática (cf. Daneš 1978, 188s.), que caracterizan la estructura argumentativa del texto. No existe duda alguna de que la dinámica comunicativa de un texto que tiene una progresión temática lineal, en donde el rema de una frase constituye el tema de la siguiente, es totalmente distinta de la de un texto que tiene un tema continuado con diversos remas (cf. cap. 5.2.) o un tema bifurcado. La ETR puede considerarse como universal semántico, mientras que las estructuras de focalización (p. ej., «fue él quien me lo dijo») u otras formas de poner de relieve una parte determinada de la oración son medios de realizar la ETR a nivel fonético y sintáctico específicos de los idiomas.
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F)
MARCADORES COMPOSITIVOS
La macroestructura de un texto se indica, en primer lugar por señales no verbales que definen los segmentos del texto escrito y hablado, formando unidades amplias, como números de capítulos o párrafos en los textos escritos y pausas o cambios de entonación en los textos hablados. Además, se usan marcadores léxicos, como expresiones adverbiales al principio de la frase (primeramente, luego, al fin y al cabo), o en posición focalizada (por una parte / por otra [parte]). En los géneros que suelen componerse según un «ordo naturalis» convencional (p. ej., reportajes, instrucciones en recetas), el análisis de tema y contenido ya permite algunas conclusiones acerca de la composición textual. Las microestructuras se indican mediante estructuras sintácticas (distribución de frases principales y subordinadas, consecutio temporum, paréntesis, etc.), elementos léxicos (p. ej., catáforas) o características suprasegmentales (estructuras focalizadoras, puntuación, etc.).
G)
CUESTIONARIO
Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar la composición de un texto: 1. ¿Es el TB un texto independiente o está insertado en una unidad mayor de rango superior? 2. ¿Está señalada la macroestructura del texto por indicaciones ópticas o de otro tipo? 3. ¿Existe una composición convencional para el género al que pertenece el texto? 4. ¿Qué forma de progresión temática manifiesta el texto?
3.2.5. Elementos no verbales A)
CONSIDERACIONES GENERALES
Todos los signos tomados de otros códigos no lingüísticos y que se usan para complementar, ilustrar, clarificar o intensificar el mensaje del texto se clasifican como «elementos no verbales». Estos desempeñan un papel com-
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plementario en el lenguaje verbal, a diferencia del lenguaje de signos que reemplaza el código verbal. Los elementos no verbales, tal como nosotros empleamos el término, incluyen tanto los elementos paralingüísticos de la comunicación directa (p. ej., gestos, ademanes, calidad de la voz, etc.) como los elementos extralingüísticos pertenecientes a un texto escrito (fotos, ilustraciones, logotipos, símbolos, mayúsculas, maquetación, etiquetas, etc.), mientras que las características de entonación y prosodia y las señales gráficas que las representan en la comunicación escrita (puntuación, el uso de los diferentes tipos de letra, como bastardilla o cursiva) se subsumen bajo la categoría de «características suprasegmentales». En el ejemplo 3.2.5./1 se combinan distintos tipos y tamaños de letra y una maquetación específica para llamar la atención del receptor. Ejemplo 3.2.5./1
La selección de elementos no verbales depende en muy alta medida de la orientación hacia el destinatario. De los autores que se ocupan del análisis pretraslativo, solamente Thiel (1978a, 1978b, 1980a) subraya la importancia de los elementos no verbales, poniendo especial énfasis en los indicadores formales de la composición textual. Esto se deberá, al menos en parte, al estrecho concepto de texto que tienen los otros autores y que no incluye más que los elementos verbales.
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B)
FORMAS Y FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS NO VERBALES
Según el medio empleado, hay que distinguir entre distintos tipos de elementos no verbales. Algunos acompañan al texto verbal (p. ej., maquetación, ademanes), otros lo complementan (p. ej., tablas, diagramas), y otros constituyen una parte textual independiente (p. ej., dibujos de una tira cómica) o incluso reemplazan ciertos elementos verbales (p. ej., los puntos suspensivos que sustituyen a una palabra tabú). En la comunicación oral es frecuente el uso de gestos o ademanes (hacer un guiño o una mueca irónica) y los movimientos corporales (inclinar la cabeza, señalar con el dedo). Leonhard (1976, 42) distingue entre los movimientos expresivos, usados más o menos involuntariamente para expresar sentimientos o actitudes y los movimientos comunicativos, usados intencionadamente con un significado específico. Mientras que los primeros, según algunos autores, son más o menos universales, con ciertas diferencias temperamentales y algunas convenciones culturales, los últimos pertenecen a códigos culturales. Así, en una interpretación simultánea, puede darse el caso de que el intérprete tenga que verbalizar determinados movimientos realizados por el hablante, si existe el riesgo de que los receptores los interpreten mal. Estos solo ven los gestos o ademanes del hablante, que interpretan según sus propias pautas culturales. La interrelación de elementos verbales y no verbales es particularmente importante en el teatro. Bassnett-McGuire (1978, 165) apunta que las obras en las que la palabra está subordinada al movimiento (cita los casos de Feydeau y Goldoni, Noel Coward y el teatro del absurdo) son menos difíciles de traducir que las obras en las que existe un delicado equilibrio o tensión entre la palabra y los movimientos. Tal equilibrio puede considerarse como una característica textual que debe ser reproducida por el traductor en el TM si el escopo lo exige. En la comunicación oral puede ocurrir que el oyente no perciba todas las expresiones faciales o corporales del orador porque se encuentra a gran distancia (p. ej., en un mitin electoral en la plaza pública). Hay también géneros en los que las convenciones impiden el uso de elementos no verbales. En estos casos, los elementos no verbales suelen sustituirse, en mayor o menor medida, por signos suprasegmentales, como intensificación o disminución del ritmo, u otros medios prosódicos, que, a su vez, pueden incluso convertirse en convenciones específicas del género (p. ej., en un sermón). En la comunicación escrita no pueden usarse gestos y ademanes, pero, evidentemente, dicha carencia debe compensarse de alguna manera. Esto se logra, por una parte, mediante la selección de elementos verbales específicos,
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sobre todo de aquellos que representan a la prosodia en el texto escrito (dos puntos, raya, negrita), y, por otra, mediante la adición de medios no verbales, p. ej., ilustraciones (una foto del autor, una caricatura ilustrando el tema, un dibujo que demuestre el uso de un aparato). Puede ocurrir que los elementos no verbales aporten una información más importante para el lector que el mensaje transmitido en el texto. Un pequeño número impreso en la etiqueta de una botella de vino puede ser en sí mismo de poco interés, pero al «connaisseur» le dice más sobre la calidad del vino que la misma denominación de origen. La gama de los elementos no verbales utilizados en la literatura va de los antiguos acrósticos a los medios tipográficos que encontramos en los poemas de Klopstock o Stefan George, Apollinaire o E.E. Cummings. Pero no solo se utilizan en literatura; así, el tipo gótico usado para el encabezado del diario conservador alemán «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (FAZ) no solo subraya una actitud tradicionalista, sino que también aporta alguna información sobre la proveniencia filosófica e ideológica del periódico. Como muestra el ejemplo 3.2.5./2, se usa incluso en la presentación del periódico en la web. Ejemplo 3.2.5./2
Los elementos no verbales pueden ser convencionales en algunos tipos de texto, como las líneas cortas típicas de los textos poéticos o «la letra pequeña» en un contrato. Así, por ejemplo, el espaciamiento amplio entre los párrafos del texto de Alejo Carpentier analizado en la quinta parte de este estudio (cap. 5.1.) es poco común en un texto científico, por lo que el lector esperará un texto literario. Evidentemente, la presentación de un texto no siempre depende de la intención comunicativa el autor o emisor, sino muchas veces es el editor o un técnico de la editorial quien decide sobre la organización formal del texto. No obstante, el efecto que producen dichos elementos sobre el receptor sigue siendo el mismo. Si el objetivo de la traducción requiere una equivalencia del efecto, el traductor debe, en su análisis, tener en cuenta toda clase de elementos no verbales.
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En las instrucciones de uso o de montaje de un aparato, los dibujos o diagramas constituyen suplementos convencionales o incluso una parte integral del texto. En algunos casos, podría ser conveniente que el traductor intentara realizar las instrucciones él mismo con el fin de comprobar la coherencia entre los elementos verbales y no verbales y la funcionalidad del texto. El análisis de los elementos no verbales suele aportar informaciones sobre la composición textual (p. ej., párrafos, cambio del tipo de letra), presuposiciones (p. ej., puntos suspensivos), léxico (p. ej., un gesto que indica ironía) y características suprasegmentales (p. ej., líneas cortas en un poema). Entre los factores extratextuales, son sobre todo la intención del emisor y la función textual los que se señalan por medio de determinados elementos no verbales.
C)
LOS ELEMENTOS NO VERBALES EN LA TRADUCCIÓN
Igual que el uso de los elementos verbales, el empleo de los elementos no verbales se rige por normas y convenciones culturales. En el marco de su análisis pretraslativo, el traductor considera cuáles de los elementos no verbales del TB pueden o deben ser preservados y cuáles deben adaptarse a las normas y convenciones de la cultura meta. Así, un emblema que se utiliza con una connotación positiva en la cultura base puede asociarse con un valor negativo en la cultura meta; las convenciones de la cultura meta pueden quizás impedir la representación gráfica de una información determinada; o las normas del género pueden exigir una representación no verbal en lugar de verbal, etc. Será preciso justificar tales cambios ante el iniciador. Aunque casi siempre acepta cambios en los elementos lingüísticos del texto (en fin, tienen que ser «traducidos»), los clientes del traductor muchas veces no ven la necesidad de hacerlo en los elementos no verbales, ya que la adaptación de material no verbal supone gastos extra que prefieren evitar. No es difícil descubrir los elementos no verbales del texto base, ya que suelen ser obvios y, a veces, incluso previsibles, en determinados medios y géneros. Pero es importante analizar en cada caso la función de estos elementos. Así, en un texto español, las comillas pueden indicar un significado irónico (representando, al mismo tiempo, una determinada estructura prosódica), un neologismo no aceptado por la Real Academia o una palabra citada (en cuyo caso pueden señalar una reserva mental del emisor, que podría expresarse por un guiño del ojo en el discurso hablado).
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CUESTIONARIO Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar los elementos no verbales: 1. ¿Qué elementos no verbales se encuentran en el texto? 2. ¿Qué función tendrán en relación con las partes verbalizadas del texto? 3. ¿Depende su empleo de una convención textual? 4. ¿Están determinados por el medio o canal? 5. ¿Son específicos de la cultura base?
3.2.6. Léxico A)
CONSIDERACIONES GENERALES
Las características del léxico en un texto desempeñan un papel importante en todos los trabajos traductológicos consultados. Los autores subrayan la relevancia de los aspectos semánticos, estilísticos y formales. Basándose en un concepto semiótico de la sintaxis, Thiel (1974a, 1978b) y Wilss (1980a) centran su interés en la interrelación entre las estructuras léxicas y sintácticas. Los otros autores presentan ejemplos en los que ilustran los aspectos específicos del léxico, tales como: el nivel estilístico o registro al que pertenecen las palabras (Thiel 1974b, 1978a; Reiss 1974a, 1984; Koller 1979), la formación morfológica de las palabras (Wilss [1977]1982; Thiel 1978, [1978]1981), figuras retóricas como metáforas o repetición de elementos léxicos (Wilss 1977; Thiel [1978]1981). La selección de las palabras para un texto depende tanto de los factores extratextuales como de los intratextuales, por lo cual permite también conclusiones acerca de los otros factores intratextuales. Por ejemplo, las características léxicas de tipo semántico y estilístico (p. ej., connotaciones, campos semánticos, registros) pueden arrojar luz sobre el contenido, el tema y las presuposiciones, mientras que analizando las características formales y gramaticales (p. ej., clases de palabras, morfología) el traductor va formando una hipótesis sobre las estructuras sintácticas y suprasegmentales.
B)
DETERMINANTES INTRATEXTUALES DEL LÉXICO
Como es lógico, son sobre todo el tema y el contenido los que determinan la selección de elementos léxicos. Según el tema, algunos campos semánticos
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estarán representados por más elementos que otros, configurando cadenas isotópicas a lo largo del texto. Analizando un texto del escritor y premio Nobel alemán Günter Grass, Fröland (1978, 275ss.) habla de palabras temáticas, que constituyen claves escondidas del verdadero tema del texto. En los textos literarios, dichas claves aparecen implicadas, por ejemplo, en los nombres propios (cf. ejemplo 3.2.3./2), sobre todo si son nombres descriptivos (p. ej., «Cándido», «Doña Perfecta», «Ángel Guerra»). Hay que analizar también, desde el punto de vista de la semántica textual, los aspectos morfológicos (sufijos, prefijos, composiciones, acrónimos, siglas, etc.), la fraseología, los usos figurativos (metonimia, metáfora), etc. Los análisis componenciales (cf. Newmark 1981, 30), las pesquisas etimológicas y los estudios lexicológicos comparativos pueden también ser de utilidad cuando no está claro el significado de determinadas palabras, especialmente de los neologismos (cf. Nord 1983, 1984).
C)
DETERMINANTES EXTRATEXTUALES DEL LÉXICO
El léxico puede también servir para ilustrar la interdependencia de los factores extra e intratextuales (cf. Fig. 7). Las características léxicas suelen reflejar claramente los rasgos específicos de la situación en que se emplea el texto y también de los interlocutores (cf. Crystal y Davy 1969, 81s.). Los factores extratextuales no solo crean el marco de referencia para la selección de las palabras, sino que también se verbalizan, directa o indirectamente, en el texto. La pragmática emisora influye sobre todo en los siguientes aspectos. En primer lugar, hay que ver si se confirman en el texto las expectativas –derivadas de la información extratextual– sobre la persona del emisor (origen temporal, geográfico y social, educación, estatus, etc.) y sobre su papel comunicativo, incluyendo también las informaciones verbalizadas o presupuestas sobre posibles emisores internos, por ejemplo en el caso de citas o diálogos ficticios. Si el análisis confirma las expectativas, estas características deben considerarse como no intencionales. En caso contrario, es de suponer que el emisor, al actuar en contra de las expectativas receptoras, quiso producir un efecto comunicativo específico. En los casos en que existe poca o nula información externa sobre el emisor, el análisis de los aspectos pragmáticos del léxico empleado puede aportar algunas claves sobre su persona. Otra cuestión que se plantea es si el autor se refiere a sí mismo en el texto. En tal caso, el uso de la primera persona del verbo, de expresiones como «a
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mi modo de ver», etc., le da al lector la impresión de que el emisor se está dirigiendo a él directamente. En los textos fácticos se puede suponer que la primera persona se refiere al autor real. En algunos tipos de texto existen formas convencionales de autorreferencia; en los textos científicos, por ejemplo, se suele emplear la primera persona del plural o la tercera persona del singular («el autor», «el que firma» cf. cap. 5.1.3). Ejemplo 3.2.6./1 En los textos ingleses, «the author» puede hacer referencia a una persona masculina o femenina. En alemán o español, el traductor debe usar la especificación «Verfasserin» o «autora», respectivamente, si se trata de una mujer.
En los textos ficcionales, tenemos que pensar también en un «narrador implícito» que no es idéntico al autor. Ejemplo 3.2.6./2 En la novela corta de Juan Goytisolo «La isla» (cf. ejemplo 3.2.4./5), el lector se encuentra con un narrador que habla en la primera persona del singular. Su experiencia literaria podría llevarle a la conclusión de que un autor masculino «normalmente» crea narradores masculinos (mientras que no se considera tan «normal» que una autora se esconda detrás de una narradora). Sin embargo, en el texto mencionado no existen claves sobre el sexo de la persona que habla hasta que casi al final del primer párrafo el lector se entera, leyendo la expresión «que me sorprendió a mí misma», de que se trata de un narrador femenino. En una traducción alemana o inglesa no sería posible introducir en esa frase una distinción de género («mich selbst», «to myself»). Afortunadamente, en el párrafo que sigue, un taxista se dirige a la hablante llamándola «misis» (sic), de manera que los lectores alemanes o ingleses obtienen, después de todo, la información necesaria.
Partiendo del análisis de la intención emisora, hay que preguntar cómo esta se refleja en el léxico o –si no existe información extratextual– en qué sentido el uso del léxico la especifica. La intencionalidad se manifiesta en aquellas características léxicas que no se derivan de las condiciones situacionales específicas o de normas y convenciones o que incluso representan una desviación intencional de las mismas, o sea, precisamente en aquellos casos en que se puede preguntar: ¿Cuáles habrán sido el interés concreto y el propósito preciso que pudieron impulsar al autor a usar precisamente esa expresión, esa figura, esa palabra (cf. también ejemplo 3.2.2./4)?
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Ejemplo 3.2.6./3 Muchas veces, el lenguaje sirve para camuflar el significado real de un acontecimiento, como se muestra en el siguiente párrafo de un artículo sobre el «double speak»: «Attentive observers of the English language also learned recently that the multi-billion-dollar stock market crash of 1987 was simply a ‘fourth-quarter equity retreat’; that aircrafts don’t crash, they have ‘uncontrolled contact with the ground’; that janitors are ‘environmental technicians’; that it was a ‘diagnostic misadventure of a high magnitude’ which caused the death of a patient in a Philadelphia hospital, not malpractice; and that Ronald Reagan wasn’t really unconscious while he underwent minor surgery, just in a ‘non decision-making form’.» (The Sunday Times, 7-1-1990).
Para identificar la intención del emisor, parece recomendable analizar el grado de «originalidad» del léxico utilizado en el texto. Con respecto a símiles y metáforas, esta es una práctica común (Newmark, por ejemplo, distingue cuatro tipos de metáforas: «fosilizadas», «estandarizadas», «de reciente creación» y «originales»; 1981, 32), que también se puede aplicar a otras figuras estilísticas, tales como la adopción de palabras de otras áreas del léxico (p. ej., lenguaje técnico en un texto literario), de otros registros (p. ej., palabras de una jerga en un texto formal) o incluso de dialectos, o el uso metonímico de palabras (p. ej., «el Pentágono» para el Ministerio de Defensa estadounidense). En todos estos casos, el traductor tiene que analizar si el empleo de las palabras es habitual o, al menos, convencional para determinados géneros o si, por el contrario, debe considerarse como original o, incluso, extravagante. El análisis de los elementos léxicos puede mostrar con frecuencia que una característica estilística funcional es sintomática para todo el texto, afectando no solo al campo del léxico sino también al contenido, a la composición, a la sintaxis, etc. Si el encargo de traducción requiere preservar tal rasgo funcional, cualquier decisión personal del traductor ha de subordinarse a este objetivo. Tiene que preocuparse por que las características estilísticas empleadas en el TM sirvan para conseguir el propósito pretendido en la lengua y cultura meta, lo que a veces no se logra traduciendo, simplemente, una metáfora de la LB por otra de la LM. Lo que el traductor transmite, pues, no es el rasgo estilístico como tal, sino la «intencionalidad semántica del autor» (Schmidt 1971, 41), es decir, las razones que le han inducido a transmitir, mediante la selección de ciertas palabras, precisamente esta información y lo que ella significará para el lector. Esto puede ser de particular importancia en los textos ficcionales, ya que en estos el autor hubiera podido elegir cualquier detalle informativo que encuadrara en las condiciones situacionales. Por ello, la decisión por una
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información determinada en vez de otra suele ser una señal significativa para desvelar la intención (estilística, literaria) del autor. Un texto puede contener no solo claves implícitas sobre la intención emisora, sino también expresiones explícitas o fórmulas metacomunicativas con las que el emisor anuncia su intención. Ejemplo 3.2.6./4 a) («Advertencia preliminar» del autor en Manuel Seco, Gramática esencial del español. Introducción al estudio de la lengua, Madrid: Aguilar, 192, p. IX): «Este libro se propone iniciar al hablante de lengua española en el conocimiento reflexivo de esta.» b) «Con la colección TEXTOS, Editorial Planeta se ha propuesto ofrecer al público una serie de documentos que, por la personalidad de sus autores, por la importancia de su contenido, o por el impacto que su aparición causa en la opinión pública, son de lectura imprescindible para la cabal comprensión de los problemas socio-políticos de nuestro tiempo.» (Contraportada del libro de Eduardo Haro-Tecglen, Diccionario político, Colección TEXTOS/2, Barcelona: Planeta).
La orientación hacia el receptor también se refleja en la selección del léxico, como, por ejemplo, en el uso de palabras pertenecientes a estilos o registros específicos no determinados por la pragmática emisora (cf. H. Bühler 1982, 429, y Wilss 1977, 637). La pragmática receptora puede asimismo manifestarse en ciertas expresiones mediante las cuales el autor se dirige al público (estimado lector), usando las formas adecuadas de tratamiento, además de otras formas pronominales que incluyen emisor y receptor (en español nosotros / se). Ejemplo 3.2.6./5 En el siguiente párrafo tomado del relato «La señorita Cora», de Julio Cortázar, la creciente intimidad entre la enfermera y el muchacho moribundo se refleja en el tratamiento utilizado, pasando de m’hijito + usted + le a querido / Pablito + voseo + te. «Pero sí, m’hijito, estoy aquí, quéjese todo lo que quiera, pero no se mueva tanto, yo le voy a mojar los labios con este pedacito de hielo en una gasa, así se le va pasando la sed. Sí querido, vomitá más, aliviáte todo lo que quieras. Qué fuerza tenés en las manos, me vas a llenar de moretones, sí, sí, llorá, si tenés ganas, llorá, Pablito, eso alivia, llorá y quejáte, total estás tan dormido y creés que soy tu mamá.»
El medio influye sobre todo en el nivel estilístico de los elementos léxicos (coloquial o formal), la formación de palabras (especialmente palabras económicas como las usadas en mensajes cortos o en periódicos) y expre-
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siones deícticas específicas (p. ej., en las instrucciones de uso que acompañan la máquina en cuestión). Ejemplo 3.2.6./6 El lenguaje periodístico español moderno abunda en siglas y palabras compuestas. Siglas: GRAPO o grapo, incluso en plural: los grapos (= Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre o miembro de la Organización), GEO (= Grupos Especiales de Orden), crudos OPEP (= Organización de Países Exportadores de Petróleo o adjetivo que se refiere a la Organización), pecé (por PC = partido comunista), peneuve (por PNV, Partido Nacionalista Vasco, de ahí «peneuvista»). Palabras compuestas: medioambiental (= que se refiere al medio ambiente), peine cortapelo, marcapasos, abrefácil, guardería canina, cama-nido, bebé-probeta, radionovela, cantautor, ferrobús, etc. (cf. Nord 1984, la ortografía es la usada en el corpus de 1983).
La influencia de la pragmática local sobre el léxico se manifiesta no solo en los elementos deícticos y las referencias a la situación interna, sino también en los elementos léxicos que señalan el trasfondo cultural, como los nombres propios, o los términos institucionales y culturales (cf. Newmark 1981, 70ss.). Ejemplo 3.2.6./7 En el relato «El sol», de Miguel Delibes, cuya trama se desarrolla en España, el autor usa algunos símiles («el sol blanco como de plata derretida», «sentía sobre sí los rayos del sol como un baño de plomo derretido») difíciles de comprender para un lector de la Europa septentrional acostumbrado a tener del sol una imagen positiva, asociándolo con el calor y la vida misma y, al menos en la cultura alemana, con el color del oro y no de la plata (que se usa para la luna). Para el autor y sus lectores españoles, sin embargo, es normal que en el verano el sol se convierta en algo peligroso que la gente trata de evitar.
El aspecto temporal también se refleja en los elementos deícticos, en las referencias a las condiciones temporales internas o en elementos léxicos marcados como pertenecientes a una determinada época. Este último aspecto es particularmente significativo tanto para la traducción de textos antiguos como para la de los textos cuyo lenguaje se considera «modernísimo». En los textos antiguos no esperamos modernismos, y en un texto moderno, las palabras anticuadas tienen un valor estilístico específico. Traduciendo un texto antiguo, el traductor tiene dos opciones estratégicas, de acuerdo con el encargo de traducción: o se decide por una versión
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«sincronizadora», es decir, traduce el texto base como lo hubiera hecho un contemporáneo del autor, u opta por una «actualización», traduciendo el TB al lenguaje moderno de la cultura meta. Como resulta muy difícil para un traductor de nuestro tiempo formular un texto en un lenguaje anticuado que suene auténtico, habría, por lo menos, que tener cuidado en no utilizar un léxico marcadamente moderno. Ejemplo 3.2.6./8 En la traducción alemana de la novela Aurora roja (1904), de Pío Baroja, que se desarrolla a principios del siglo XX, la palabra «oficina» se tradujo por el equivalente anticuado «Amtsstube» en vez del moderno «Büro», marcando así el relato como perteneciente a un tiempo pasado.
El motivo para la comunicación puede influir, asimismo, en la selección del léxico, requiriendo un nivel de estilo determinado (p. ej., en un mensaje en un funeral) o las fórmulas o fraseologismos correspondientes. Este aspecto puede ser importante si se intenta utilizar el texto meta en una ocasión distinta a la que se dio en la producción del texto base. La función textual se refleja frecuentemente en la selección de los elementos léxicos, sobre todo cuando se correlaciona con un determinado género textual. Ciertos géneros, como los documentos legales, se caracterizan por un léxico arcaico. Otros manifiestan una proporción elevada de tecnicismos. Los estilos funcionales de ciertos tipos de texto indican al receptor que el emisor quiere subordinar la forma al contenido con el fin de producir un determinado efecto textual (cf. cap. 3.3.d). Alternando estilos funcionales, el autor puede señalar que pretende dar funciones diferentes a las partes del texto o que tiene un interés estilístico específico. Ejemplo 3.2.6./9 En la novela Niebla, de Miguel de Unamuno (Unamuno 1979, cf. también cap. 5.2.), el tío de Eugenia, que es un defensor del esperanto como lengua universal, da el siguiente consejo a un admirador de su sobrina: «Cuando escriba a Eugenia, lo haga escribiendo su nombre con jota y no con ge, Eujenia». En una traducción literal esa recomendación pierde su función de exigir una ortografía fonética. En inglés, el tío podría recomendar escribir «Ugenia», que se pronuncia igual que «Eugenia», y en alemán, donde «eu» se pronuncia «oi», podría sugerir «Oigenia».
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D)
CUESTIONARIO Las siguientes cuestiones pueden ayudar a analizar el léxico empleado: 1. ¿Cómo se reflejan los factores extratextuales en el uso del léxico (dialectos regionales y sociales, variedades lingüísticas históricas, selección de registros, léxico específico del medio usado, fórmulas convencionales determinadas por el motivo o la función)? 2. ¿Qué elementos léxicos usados en el texto indican la actitud del emisor y su «interés estilístico» (p. ej., marcadores estilísticos, connotaciones, figuras retóricas, tales como metáforas y símiles, neologismos individuales, juegos de palabra)? 3. ¿Qué campos léxicos (terminología, metalenguaje) están representados en el texto? 4. ¿Hay clases de palabras (nombres, adjetivos) o derivaciones (palabras compuestas o prefijadas, apócopes) que se presentan con una elevada frecuencia en el texto? 5. ¿A qué nivel de estilo corresponde el léxico usado en el texto?
3.2.7. Sintaxis A)
CONSIDERACIONES GENERALES
Los aspectos formales, funcionales y estilísticos de la sintaxis se destacan en casi todos los estudios sobre el análisis pretraslativo, pero no suelen ser tratados de forma sistemática. Los autores mencionan los siguientes aspectos sintácticos, refiriéndose tanto a las estructuras convencionales en ciertos géneros (p. ej., imperativos en textos instructivos ingleses) como a las seleccionadas intencionalmente para producir un efecto específico sobre el lector: la construcción y complejidad de las oraciones (Wilss 1977), la distribución de oraciones principales y subordinadas en el texto y la longitud de las frases (Thiel 1978, [1978]1981), las estructuras tema-rema (Thiel 1974a) y las formas cohesivas (H. Bühler 1984). A pesar de la herencia común de figuras retóricas griegas y latinas, como paralelismos, quiasmos, preguntas retóricas, etc., el efecto de estas figuras puede variar de acuerdo con las diferentes estructuras lingüísticas. Por ejemplo, las estructuras hipotácticas complejas se suelen considerar como forma idónea para describir pensamientos complejos. En alemán, sin embargo, las
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frases hipotácticas pueden parecer más complicadas e intrincadas (en parte porque el verbo se pone al final de las frases subordinadas) que, por ejemplo, en español, donde la sintaxis tiene un carácter fundamentalmente lineal-aditivo y donde ciertas estructuras subordinadas pueden fácilmente sustituirse por construcciones con gerundio, participio o infinitivo. Según el principio de recursión, el análisis sintáctico aporta información sobre las características del tema (p. ej., tema simple frente a tema complejo), la composición textual («puesta en relieve», orden de los detalles informativos), las características suprasegmentales (intensidad, prosodia, ritmo, tensión). Algunas figuras sintácticas (p. ej., la interrupción de una frase: aposiopesis) pueden indicar presuposiciones. Por otra parte, los rasgos específicos de la sintaxis pueden también depender de los factores pragmáticos de intención, medio y función textual.
B)
CÓMO ANALIZAR LA SINTAXIS
El traductor obtiene una primera impresión de la sintaxis típica de un texto y su función comunicativa analizando el tamaño (medio) de las oraciones, el tipo de oraciones (oraciones afirmativas, interrogativas, exclamativas, elípticas),las construcciones no finitas equivalentes a una oración subordinada (infinitivos, participios pasados, gerundios), la frecuencia de inclusiones en paréntesis, la distribución de oraciones principales y subordinadas (parataxis / hipotaxis), la conexión de frases por conjunciones, adverbios temporales, sustitución pronominal, etc. Después del análisis de las oraciones principales y subordinadas, se procede al rango inferior de las partes de la oración y los sintagmas, analizando, por ejemplo, el orden de los componentes (como sujeto, predicado, complementos directos/indirectos) o de las palabras (p. ej., la posición de los adverbios), la focalización (según las normas específicas del idioma: mediante el orden de las palabras, la entonación, la focalización, etc., el «relieve» del texto (producido por el uso de los tiempos y aspectos del verbo, por ejemplo, en español). En el cap. 5.2. demostraremos que se puede obtener una base sólida para la interpretación del texto analizando la estructura tema-rema (ETR), la distribución de oraciones principales y subordinadas y de las construcciones no finitas y el «relieve» del texto determinado por los tiempos y aspectos del verbo. Además de las figuras de la retórica clásica, son las desviaciones de las normas y convenciones sintácticas las que producen efectos estilísticos espe-
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cíficos, sobre todo –pero no exclusivamente– en los textos literarios. En estos casos, el traductor debe comenzar por analizar la forma y función de la desviación estilística, antes de decidir, de acuerdo con el encargo de traducción, si –y cómo– puede transferirla a la cultura meta. Ejemplo 3.2.7./1 En su relato «Los cachorros», el autor peruano Mario Vargas Llosa mezcla la sintaxis narrativa con la del estilo directo y el indirecto libre: «Y un día, toma, su mamá, corazón, le regalaba ese pic-up, ¿para él solito?, sí...». En el análisis sintáctico se puede separar la frase narrativa que se ajusta a las normas sintácticas («Y un día su mamá le regalaba ese pic-up») de los elementos insertados del estilo directo («toma», «corazón», «sí») y del estilo indirecto libre («¿para él solito?»). Utilizando este análisis del TB como base de la síntesis del TM, la traducción no es difícil: «And one day, here you are, his mummy, darling, gave him that record-player, for himself alone?, yes...» O en alemán: «Und eines Tages, schau mal, schenkte ihm seine Mama, da, mein Kleiner, dieses Grammophon, ganz allein für ihn?, ja...» (Trad. C.N.)
Las características sintácticas también dependen de los otros factores intratextuales, especialmente del contenido y de la composición (p. ej., la distribución de detalles informativos en el texto y en las frases), del léxico (p. ej., preferencia de construcciones verbales o nominales), y de las características suprasegmentales (sobre todo las relaciones entre focalización y entonación). Entre los factores extratextuales, los que afectan más a las características sintácticas son la intención, el receptor, el medio (p. ej., hablado frente a escrito), y la función (p. ej., estructuras sintácticas convencionales).
C)
CUESTIONARIO Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar la sintaxis: 1. ¿Son las frases largas o cortas, coordinadas o subordinadas? ¿Cómo están conectadas? 2. ¿Qué tipos de oración aparecen en el texto? 3. ¿Corresponde el orden de los constituyentes de las frases a la estructura tema-rema? ¿Existen algunas estructuras focalizadoras o desviaciones del orden normal de las palabras? 4. ¿Se emplean figuras retóricas sintácticas, como paralelismos, quiasmos, preguntas retóricas, paréntesis, aposiopesis, elipsis, etc.? ¿Qué función tienen en el texto?
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5. ¿Existen algunas características sintácticas determinadas por la orientación hacia el receptor, por las convenciones textuales o por el medio? ¿Van a impedir la función del texto meta exigida por el encargo de traducción?
3.2.8. Características suprasegmentales A)
CONSIDERACIONES GENERALES
Las características suprasegmentales trascienden a las unidades segmentales léxicas y sintácticas, y, fundiéndose con unidades superiores como frases, párrafos y textos, forman un conjunto que produce el «tono» específico del texto. La manera de materializarse este tono depende, ante todo, del medio o canal por el que se transmite el texto. En los textos escritos, las características suprasegmentales se señalan mediante elementos ópticos, como las letras cursivas, anchas, negrillas, entrecomillados, guiones, paréntesis, etc.40 En los textos hablados (tanto los producidos espontáneamente, p. ej., una contribución a un debate o una declaración como testigo de un accidente, como los leídos en voz alta, p. ej., conferencias, noticias radiotelevisivas), las características suprasegmentales están indicadas por elementos acústicos como tonalidad, modulación, variaciones en altura y agudeza, etc. (cf. Crystal y Davy 1969, 24ss., que limitan las características «no segmentales» a los textos hablados). A nuestro modo de ver hay que tener en cuenta que también los textos escritos leídos en silencio tienen una «fisionomía» fonológica evidente para el lector atento, que aporta información adicional sobre la intención emisora y otros factores. Esto no se pondrá en duda en cuanto que se refiera a la poesía o determinados géneros de prosa literaria, pero nos atreveríamos incluso a afirmar que vale para cualquier texto, dependiendo, entre otras cosas, de las convenciones estilísticas y textuales. Es importante distinguir entre las características suprasegmentales, en su función de caracterizar la organización verbal del texto, y los elementos para-
40. La maquetación del texto, como por ejemplo la combinación de texto e imágenes, el formato de los párrafos o de títulos y encabezamientos, que a veces también tiene un efecto sobre el nivel suprasegmental (p. ej., señalar una pausa mediante apartes más grandes que los usuales, ver el análisis en el cap. 3.2.5.), se clasifican como «elementos no verbales» porque su influencia sobre la realizacíón fonética es más bien indirecta.
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verbales que acompañan al texto, como los gestos y ademanes. Además, hay que diferenciar los rasgos sicofísicos y físicos del habla (p. ej., la calidad o emocionalidad de la voz) de los que resultan de factores biográficos (como origen, edad, estatus, dialecto regional o social, etc.), por una parte, y de las características funcionales controlables, por otra, que dependen de la intención emisora o de otros factores situacionales, como la relación entre emisor y receptor.41 Los estudios sobre el análisis pretraslativo no mencionan las características suprasegmentales explícitamente. Las características estético-formales señaladas por Koller (1979, 214), que comprenden rima, ritmo, etc., parecen incluir este aspecto, pero no se diferencian suficientemente de los medios léxicos y sintácticos empleados para dar al texto un carácter estilístico específico.
B)
PROSODIA, ENTONACIÓN Y FOCALIZACIÓN
Bajo el concepto de entonación se entiende «la totalidad de diferentes rasgos melódicos en un enunciado comprendido entre dos pausas», que comprende los rasgos generales de la altura del sonido así como la modulación, el ritmo, la fuerza y la tensión de la voz y las pausas» (cf. Crystal y Quirk 1964, 44ss.). La entonación como elemento de la organización textual sirve fundamentalmente para indicar las estructuras informativas y dividir el flujo discursivo en unidades tonales separadas por pausas. Las unidades tonales suelen corresponder a las unidades informativas. Otra función de la entonación es señalar el núcleo semántico o foco de una frase. Además, la entonación ayuda a clarificar los diferentes significados posibles de una frase (p. ej., seriedad o ironía en un enunciado como «¡Pero, qué inteligente eres!»). El significado indicado por la entonación es independiente de las unidades léxicas y semánticas, a las que no está subordinado, sino coordinado porque manifiesta la actitud del hablante hacia el mensaje y, en este
41. Cuando son independientes del texto concreto que se está analizando, los «efectos vocales no lingüísticos» o «ruidos de fondo» (cf. Gutknecht y Mackiewitz 1977, 96), como la calidad de la voz que permite identificar a una persona, los reflejos fisiológicos como toser o estornudar o tener una voz ronca, pertenecen a la pragmática emisora (cap. 3.1.1.). Aunque pueden aportar información sobre el emisor, su estado físico y psíquico, etc., estos aspectos no se consideran como intencionales o funcionales (a diferencia de una tosecilla pensada para atraer la atención de alguien). Si esas calidades vocales son fingidas, se consideran como «elementos de un código alternativo» (Thürmann 1977, 24), clasificables en la categoría de «elementos no verbales».
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sentido, su función puede ser comparada con la función estilística de las estructuras léxicas y sintácticas, y solo puede analizarse en relación con estas. En algunos géneros, la entonación caracteriza el tono particular de un texto. Tomando como ejemplo la traducción de la parábola del hijo pródigo, Stolt (1978, 38ss.) muestra que cuando se emplea un tono de cuento en lugar de un tono didáctico, no solo disminuye la credibilidad del mensaje sino que cambian también otros factores como, por ejemplo, la estimación de los lectores, la intencionalidad del texto y la impresión transmitida de la personalidad y autoridad del emisor. Al contrario que Gutknecht / Mackiewicz (1977, 79s.), incluimos las pausas en la categoría de características suprasegmentales, aunque, como Crystal y Davy (1969, 34) señalan correctamente, estas no son verdaderamente «supra»segmentales porque se manifiestan en secuencia con los otros segmentos y no simultáneamente con ellos. De un punto de vista funcional, sin embargo, la posición, la longitud y otras características de las pausas en un texto no pueden separarse de la entonación, ya que su influencia sobre la melodía y el ritmo es evidente. Sin embargo, tenemos que hacer una distinción entre las pausas que son una característica suprasegmental y las que tienen una función puramente fonológica (p. ej., con vino opuesto a convino) o las que sirven para una función paralingüística (p. ej., no decir nada porque no hay nada que decir, opuesto a omitir algo para ocultar la verdad, cf. Vermeer 1972, 111s., 122). El análisis de las características prosódicas es de particular importancia para el intérprete porque facilita la comprensión del contenido y de la composición textual. Siendo un instrumento textológico (Harweg 1974, 127) para indicar las relaciones de coherencia entre las frases, los signos de focalización le ayudan al intérprete simultáneo, especialmente en alemán e inglés, a anticipar las partes todavía no escuchadas del enunciado. Además, las pausas –estén vacías o llenadas con sonidos como ¡ummm!– dividen el flujo discursivo y dan un respiro al intérprete. Por otra parte, la focalización contrastiva en oraciones paralelas puede revelar la intención del hablante. En las frases «Juan ha encontrado hoy un billete de cien euros» y «Pedro ha encontrado hoy un billete de cincuenta euros», la focalización en la forma «Juan» y «cien» contrasta paradigmáticamente con la focalización en «Pedro» y «cincuenta». En cambio, si la primera frase se complementa con «Encontró ayer la felicidad» se dará un contraste sintagmático entre «hoy» y «cien euros», así como entre «ayer» y «la felicidad», respectivamente. La focalización contrastiva también puede ser de gran utilidad para el intérprete porque limita las posibilidades de continuación textual, con lo que hace más fácil pronosticar los segmentos siguientes. Claro que los pro-
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cedimientos analíticos deben automatizarse en las prácticas de interpretación, ya que el intérprete no dispone de mucho tiempo para pensar en los problemas de la focalización contrastiva en el proceso traslativo. La focalización dentro de la palabra puede servir para diferenciar los significados (p. ej., paso, pasó), mientras que la focalización dentro de un sintagma sirve para enfatizar determinadas unidades (p. ej., un chico inteligente / una chica inteligente, el contraste entre un chico inteligente / un chico estúpido se produce automáticamente en español a base de la posposición del adjetivo), y la focalización dentro de una oración casi siempre significa énfasis. Algunas formas de prosodia oracional están ligadas convencionalmente a determinados tipos de oración (pregunta, paréntesis, frase incompleta, etc.) o a determinadas intenciones retóricas. Existen también entonaciones «típicas» de algunas formas de discurso, por ejemplo la de los reportajes radiofónicos sobre un partido de fútbol. Los trabajos sobre las características suprasegmentales que hemos consultado no suelen referirse expresamente a una determinada lengua. De hecho, sin embargo, suelen basarse en las características fonológicas del propio idioma del autor. Essen, por ejemplo, implícitamente se refiere al alemán cuando distingue tres formas de entonación (1979, 209ss.): la «entonación terminal» relajadora de la tensión (en afirmaciones, peticiones, exclamaciones y preguntas que exigen una explicación adicional), la «entonación progrediente» mantenedora de la tensión (en las oraciones elípticas), y la «entonación interrogativa» intensificadora de la tensión (en las preguntas que precisan una decisión). A nuestro entender, la validez «supralingüística» de estas hipótesis no se ha comprobado todavía.
C)
EL RELIEVE MELÓDICO DE LOS TEXTOS ESCRITOS
Los aspectos estilísticos relativos al ritmo, la melodía, las aliteraciones, las asonancias, la rima, etc., siempre han desempeñado un papel importante en el análisis de los textos literarios y, en efecto, su importancia en la traducción literaria no se ha puesto nunca en cuestión (cf. Basnett-McGuire 1978, 165, que habla de ritmos subtextuales, «undertextual rhythms»). Sin embargo, los aspectos de prosodia y entonación, que se observan en los textos hablados y en la literatura, también pueden desempeñar un papel importante en cualquier tipo de texto escrito. Esto se hace patente cuando una frase que hemos leído (y comprendido) de una manera determinada de pronto adquiere un significado distinto cuando se lee con «otros ojos», o sea con otra
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entonación o poniendo el acento en otro elemento. El receptor de un texto va activando en la lectura una especie de imaginación acústica, que evoca en él la imagen de un relieve melódico. Hay que hacer una distinción entre una entonación regular y una entonación original, determinada por el léxico específico, las estructuras sintácticas y suprasegmentales y los signos de puntuación escogidos por el autor para guiar la imaginación acústica del lector. Claro está que esta depende de muchos factores individuales. Un texto determinado no evocará necesariamente la misma imagen sonora en todos los lectores.
D)
LA REPRESENTACIÓN VISUAL DE LAS CARACTERÍSTICAS SUPRASEGMENTALES
El relieve melódico de un texto se representa en la escritura por los siguientes medios verbales y no verbales: la selección y el orden de palabras, las onomatopeyas, las características tipográficas, como cursiva o negrilla, las desviaciones ortográficas (véanse los ejemplos tomados de la obra de Nathalie Sarraute, en Tophoven 1979, 129: le soooleil, les vaaacances), las comillas, los subrayados y la puntuación. Las posibilidades de utilizar la puntuación intencionalmente dependen de las normas específicas de cada lengua. Por ejemplo, en alemán y en inglés, las normas sintáctico-formales de la puntuación (especialmente para comas) son muy estrictas. Por ello, hay menos oportunidades de utilizar la coma como un instrumento de diferenciación estilística que en español, donde las comas se usan principalmente de acuerdo con criterios semánticos, prosódicos y rítmicos. En este caso, la coma es más indicadora del final de un cierto recorrido del discurso que del final de una unidad sintáctica formal (frase principal o subordinada). Sin embargo, incluso en aquellas lenguas que tienen un complicado sistema de reglas al respecto, la puntuación puede considerarse, en principio, como una característica estilística. Behrmann (1982, 30) señala que la puntuación y el estilo ortográfico, a la manera por ejemplo de Klopstock o Stefan George, produce una «fisionomía ortográfica» del texto. En este sentido, podemos distinguir, siguiendo a Stenzel (1966, 8s.), entre dos tipos de puntuación: los signos de puntuación «sintácticos» o «discursivos» (punto, coma, signos de interrogación o de exclamación), que sirven de señales convencionales para guiar la comprensión del texto, y los signos de puntuación «estilísticos», que aportan «elegancia y expresividad» al enunciado. Tanto los signos de puntuación convencionales como los estilísticos se em-
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plean principalmente como medios de «visualizar» la entonación y prosodia en la escritura. El análisis de las características suprasegmentales puede aportar datos sobre el contenido (p. ej., una focalización «irónica») y el tema (p. ej., el tono «solemne» de un sermón funerario), así como sobre las presuposiciones (p. ej., una interrupción de la melodía oracional que indica una alusión) y la composición (p. ej., pausas, focalización de las partes remáticas del enunciado). También facilita información sobre los factores extratextuales, como emisor, intención, lugar, motivo y función textual.
E)
CÓMO ANALIZAR LAS CARACTERÍSTICAS SUPRASEGMENTALES
La afectividad y la expresividad se reflejan con frecuencia en la selección del léxico. Algunas palabras, p. ej., afirmaciones como realmente o naturalmente, parecen atraer la focalización sobre sí, mientras que otras, como las partículas modales en alemán (doch, ja) o un pues intercalado en español, precisamente por ser átonos ellos mismos, guían el acento hacia otras partes del enunciado, produciendo un relieve melódico particular. Algunos medios sintácticos también sugieren una entonación específica, por ejemplo, las estructuras de focalización («Fue Juan quien me lo dijo»), o las inclusiones entre paréntesis enunciadas en una línea de modulación más baja o más rápida que el resto de la oración. Las enumeraciones asindéticas se caracterizan por una mayor velocidad que las enumeraciones polisindéticas («Estaban allí Pedro, Juan, María, Pablo» opuesto a «Estaban Pedro y Juan y María y Pablo»). La entonación contrastiva paradigmática o sintagmática, si no se apoya en elementos léxicos o sintácticos, suele producirse automáticamente por el mismo contexto. Si este no es suficientemente claro, pueden utilizarse elementos gráficos, como el subrayado, el espaciado, las letras cursivas, comillas, etc. Si esos elementos no se usan solamente para la focalización sino también para otros fines, pueden surgir dificultades de interpretación (cf. el párrafo 5.3.4.e). Ejemplo 3.2.8./1 En español, las comillas se utilizan no solo para indicar ironía, focalización, etc., sino, al menos en medios de comunicación conservadores o por parte de puristas lingüísticos, para indicar neologismos aún no reconocidos por la Real Academia de la Lengua. Por ello, la función de las comillas debe analizarse detenidamente en cualquier TB español.
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Finalmente, la imagen sonora de un texto también está determinada por las estructuras tema-rema. Como el elemento temático sirve de conector entre las oraciones, está muchas veces en la posición inicial, mientras que el rema forma el final de la oración. Una inversión de tema y rema causa sorpresa o produce cierta tensión entre las dos oraciones, que también se ve reflejada en el relieve melódico del enunciado. Para el traductor, estas consideraciones sobre fonología y entonación son de particular importancia porque la imaginación acústica del lector está determinada por los moldes de su lengua nativa. Cada receptor lee un texto basándose en el conocimiento intuitivo de los hábitos de entonación y focalización de su lengua. Por ello, el traductor tiene que analizar primero la imagen sonora del texto base para transponerla de manera funcional a la lengua meta. Ejemplo 3.2.8./2 El capítulo final de la novela La isla, de Juan Goytisolo (véanse los ejemplos 3.2.4./5 y 3.2.6./2) comienza con las siguientes frases: «El día siguiente amaneció desvaído, gris. Las nubes escurrían como churretes sucios sobre la playa de la Carihuela y los pájaros atravesaban el cielo en bandada y giraban de vez en cuando al compás del viento, igual que un remolino. Herminia me subió el café a las doce y dijo que Rafael se había marchado.» (Los subrayados indican las asonancias y la cursiva, las unidades fónicas focalizadas). La historia de un verano termina con el principio del otoño, cuyos primeros síntomas desagradables se describen mediante sonidos onomatopéyicos, y un ritmo bastante monótono producido por las asonancias de [u] y [a], pasando la [i] de las sílabas tónicas a las átonas. La tristeza de la situación se expresa ya mediante la focalización de desvaído, gris, al final de la primera frase. La posición final de a las doce, que por su función temática debía haber merecido una posición inicial, parece intensificar la monotonía del ritmo. En la traducción que hemos producido para la versión inglesa de este libro, tuvimos que sustituir las asonancias (románicas) por aliteraciones (germánicas). La secuencia de vocales oscuras se transformó en una secuencia de consonantes sibilantes. Puesto que las vocales oscuras parecen corresponderse con emociones melancólicas, sobre todo cuando están en posición focalizada, pusimos gone en vez de left para terminar la frase. Las mismas consideraciones pueden aplicarse a la versión alemana, salvo que la focalización de la hora se produce precisamente por la posición inicial. (a) The next day was dawning, faded and grey. The clouds swept like filthy frazzles over the beach of La Carihuela, and flights of flushed birds crossed the sky, whirling to and fro with the wind. Herminia brought me the coffee up at twelve o’clock and told me that Rafael had gone. (b) Der nächste Tag brach an, fahl und grau. Die Wolken fegten wie schmutzige Fetzen über den Strand von La Carihuela, die Vögel zogen in Schwärmen
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über den Himmel und drehten sich hin und wieder mit dem Wind wie in einem Wirbel. Um zwölf brachte Herminia mir den Kaffee herauf und sagte, Rafael sei nicht mehr da.
En el ejemplo siguiente, el efecto onomatopéyico se combina con un juego de palabras. Por una parte, se imita el ruido del tren, que está partiendo lentamente, aumentando la velocidad hasta ir a un ritmo monótono hacia su destinación. Por otra parte, el personaje que está en el tren se está moviendo hacia su destino. En la sustitución progresiva de cada vez por cada ver (= cadáver) se anuncia la muerte inminente del personaje (cf. Nord 1993a, 108). Ejemplo 3.2.8./3 «Cara de Ángel abandonó la cabeza en el respaldo del asiento de junco. Seguía la tierra baja, plana, caliente, inalterable de la costa con los ojos perdidos de sueño y la sensación confusa de ir en el tren, de no ir en el tren, de irse quedando atrás del tren, cada vez más atrás del tren, cada vez más atrás, cada vez más atrás, cada vez más atrás, más y más cada vez, cada ver cada vez, cada ver cada ver cada ver cada ver cada ver...» (Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente)
F) CUESTIONARIO Las siguientes preguntas pueden ayudar a analizar las características suprasegmentales: 1. ¿Qué características suprasegmentales se manifiestan en el texto? ¿Cómo están representadas gráficamente? 2. ¿Son específicas de un género o de una función textual? 3. ¿Aportan algunas claves sobre el estado habitual, emocional o psicopatológico del emisor? 4. ¿Cuáles son las unidades prosódicas? El relieve melódico, ¿indica la intención emisora de clarificar, acentuar o focalizar algunos elementos del discurso? 5. ¿Corresponden las características suprasegmentales a la estructura tema-rema del texto? 6. ¿Exige el encargo de traducción la adaptación de las características suprasegmentales a los hábitos de la lengua meta?
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3.2.9. La interdependencia de los factores intratextuales Igual que los factores extratextuales, los factores intratextuales están íntimamente ligados entre sí. Por ello, el análisis no siempre puede efectuarse siguiendo un orden estricto, ya que la información obtenida sobre un determinado factor suele aportar también algunos datos o indicios acerca de las características propias de otros factores. Con el fin de ilustrar la interdependencia de los factores intratextuales, volveremos a la historia ya presentada en el capítulo 3.1.9. La hemos traducido precisamente para este fin (= escopo). La interrelación de los factores se representa en Fig. 6. Ejemplo 3.2.9./1 Bertolt Brecht: «Medidas contra la violencia» Al pronunciarse contra la violencia ante un gran auditorio, el señor Keuner, hombre pensativo, se percató de que la gente retrocedía y se marchaba de la sala. Miró en derredor y vio que a sus espaldas estaba... la Violencia. -¿Qué has dicho? -le preguntó la Violencia. -Me he pronunciado en favor de la violencia -contestó el señor Keuner. Más tarde, cuando el señor Keuner había salido, sus alumnos le preguntaron por su espinazo. -No tengo espinazo para que me lo rompan -dijo-. Yo tengo que sobrevivir a la violencia. Y el señor Keuner les contó la siguiente historia: Un día, en el tiempo de la ilegalidad, apareció un agente de la autoridad en la casa del señor Egge -hombre que había aprendido a decir no- mostrando un documento expedido en nombre de aquellos que dominaban la ciudad, en donde constaba que cualquier casa en la que tuviera a bien asentarse le pertenecería, que toda la comida que demandara se le debería dar; que cualquier hombre que se le pusiera por delante debería servirle. El agente se sentó en una silla, pidió de comer, se lavó, se echó en la cama y, cara a la pared, preguntó: «¿Serás mi criado?» El señor Egge le cubrió con una manta, espantó las moscas y veló su sueño; y así, como en ese primer día, siguió obedeciéndole durante siete años. Pero, por mucho que hiciera por él, una cosa hubo de la que se guardaba muy bien: decir una sola palabra. Pasados los siete años, en los que el agente había engordado de tanto comer, dormir y ordenar, este falleció un buen día. Entonces, el señor Egge lo envolvió con la consumida manta y lo arrastró fuera de la casa, limpió la cama, albeó las paredes, y respirando aliviado respondió: «No.»
Este texto trata del comportamiento adecuado ante la violencia. El protagonista, el señor Keuner, es un personaje ficticio que también aparece en
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otras historias brechtianas, de ahí que se introduzca como alguien conocido por el lector. Se puede suponer que el nombre Keuner es una distorsión de keiner («ninguno»). El señor Keuner, caracterizado por el epíteto hombre pensativo, muestra un comportamiento peculiar, ya que si bien se manifiesta contrario a la violencia en público, niega esa convicción al enfrentarse personalmente a ella. A sus alumnos, que se extrañan de esa falta de carácter, les explica su comportamiento contando una parábola sobre un tal señor Egge, que evita el enfrentamiento con una violencia todopoderosa, sobreviviendo a ella por medio de un sometimiento aparente a su representante. El relato parafrasea el tema sugerido en el título: «medidas» («no medidas», en un sentido irónico) contra la violencia, y el contenido determina la composición del texto. Se trata de un texto-marco en el que está insertada una parábola, aunque la historia-marco no vuelve a aparecer al final de la historia porque se supone que el lector va a sacar sus propias conclusiones. Así, la narración se compone de dos partes formalmente unidas por el elemento catafórico la siguiente historia. El tema y el contenido tienen una fuerte influencia en el léxico. En la primera parte, la palabra «violencia» aparece cinco veces, dos veces en sentido abstracto y tres veces en función de alegoría (indicada en la traducción española por la mayúscula o, en la respuesta del señor Keuner, por el uso de la preposición «a» ante el complemento directo). En la segunda parte, no se menciona explícitamente, pero el concepto se parafrasea en diferentes formas. Un documento «extendido en nombre de aquellos que dominaban la ciudad» autoriza al agente como representante de la violencia, justificando su comportamiento en casa del señor Egge, comportamiento caracterizado por los verbos exigir, pedir, ordenar. El campo semántico de servidumbre representado por las palabras pertenecer, criado, obedecer, hacer por él y la descripción de lo que hace el señor Egge (le cubrió, espantó las moscas, veló su sueño) forman el polo semántico opuesto. La coherencia entre ambas partes de la historia está basada en la presuposición de que la violencia emana de los que están en el poder y que es algo malo o inmoral, a lo que un ciudadano crítico (= alguien que haya aprendido a pensar o a decir no) debe oponerse. Sin este conocimiento, el lector no estará en condiciones de comprender por qué los discípulos preguntan por el espinazo (metáfora de carácter o dignidad) del señor Keuner, o por qué el período se denomina tiempo de la ilegalidad. Las paráfrasis que caracterizan el léxico exigen una sintaxis específica, la que, a su vez, clarifica el contenido (p. ej., las frases paralelas que describen el poder del agente). La repetición de las mismas palabras y de estructuras similares recuerda al lector el lenguaje formalista jurídico, lo que da aún más auto-
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ridad al mensaje expresado. En el original alemán, el nivel estilístico elevado se caracteriza fundamentalmente por los elementos sintácticos (p. ej., un orden de palabras arcaico), mientras que la traducción española tiene que pasar esas claves al léxico. Las expresiones expedido en el nombre de aquellos que dominaban la ciudad o tenga a bien aposentarse están concebidas para dar un toque anticuado a esta parte del texto, que contrasta con el lenguaje cotidiano usado para describir las acciones del agente.
Fig. 6: La interdependencia de los factores intratextuales
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La sintaxis determina también el relieve melódico del texto. En las frases paralelas, los verbos claves pertenecer o servir se sitúan en una posición focalizada. La relación entre la sintaxis y las características suprasegmentales se muestra claramente en el último párrafo, en la construcción pero por mucho que hiciera por él, una cosa hubo de la que se guardaba muy bien: decir una sola palabra, donde se invierte el orden natural de las palabras (hubo una cosa que...) para producir un contraste sintagmático entre una cosa y decir una sola palabra. En la frase Yo tengo que sobrevivir, el pronombre personal también tiene función focalizadora: son los que saben pensar, los que han aprendido a decir no, los que tienen que sobrevivir a la violencia, evitando los sacrificios inútiles. Hemos presentado solo algunos ejemplos de la interdependencia de los factores intratextuales, que están representados en el gráfico 6. Igual que en Fig. 5, las flechas representan solo las relaciones existentes en el texto analizado, por lo que no pueden generalizarse.
3.3. Efecto A)
CONSIDERACIONES GENERALES
En nuestro modelo, el efecto comunicativo es una categoría relacionada con el receptor. Al enterarse del contenido y de la forma del texto, el receptor los compara con sus expectativas, derivadas, a su vez, del análisis de los factores situacionales y de su bagaje de conocimientos anteriores. De este modo, se produce en él una impresión, consciente, inconsciente o subconsciente, que llamamos «efecto». La categoría del efecto, por consiguiente, transgrede los límites de los factores extratextuales, por una parte, y de los intratextuales, por otra, integrando los dos aspectos. El efecto se refiere, pues, a la relación entre el texto y los receptores, y su análisis pertenece al área de la interpretación y no a la de la descripción lingüística. Entendemos por «efecto» el resultado (provisional o definitivo) del proceso comunicativo entre emisor y receptor. En un diálogo, afectará a ambos interlocutores, mientras que en un proceso unidireccional el efecto solo actúa sobre el receptor. Cambia su relación social con el emisor, su nivel de conocimientos o su estado emotivo, y puede incluso influenciar sus acciones futuras. Ninguno de estos aspectos (relaciones sociales, emociones, conocimiento, ac-
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ciones) sigue siendo igual, si bien uno de ellos –según la función textual– puede verse más afectado que otro.42 La categoría del efecto también incluye las consecuencias43 a medio o largo plazo que la recepción de un texto tiene para los lectores, aunque son muy difíciles de pronosticar para el traductor. Por ejemplo, tras oír un sermón, unos feligreses pueden verse conmovidos (efecto inmediato), otros lo están en tan alto grado que ofrecen una limosna muy generosa para la lucha contra el hambre al día siguiente (efecto a medio plazo), e incluso puede haber otro grupo que cambie su modo de vida de forma radical (efecto a largo plazo). De ahí que tengamos que distinguir varios grados y tipos de efecto. Sin embargo, esta categoría no incluye el efecto «histórico» de un texto, esto es, la historia de su recepción y la de traducciones anteriores que un traductor de textos antiguos, como la Biblia o las obras de Shakespeare, Dante o Goethe, no debe ignorar. Son aspectos que pertenecen a la dimensión temporal (cf. cap. 3.1.6.b). Para que un texto tenga «efecto» es indispensable que el receptor sea susceptible de ser influenciado durante y mediante el proceso comunicativo. Debe ser «impresionable», capaz de tomar decisiones y de ser motivado para la actuación. La categoría del efecto se basa, pues, en la premisa de que las palabras o textos pueden y deben tener un efecto real sobre los receptores, por lo que es una categoría básicamente pedagógica o didáctica. El efecto de un texto está determinado tanto por los factores extratextuales como por los intratextuales, así como por la combinación de determinados factores situacionales con determinadas características textuales. En los siguientes párrafos nos referiremos solamente a las tres relaciones más impor-
42. Gülich y Raible (1977, 30ss.) equiparan el efecto con la «reacción», haciendo una distinción entre enunciados que pretenden lograr una reacción o acción consecutiva y otros que no tienen esa intención. En cualquier caso, podría haber una reacción (o no-reacción) esperada o inesperada. Según nuestro modo de ver, no parece imaginable que un texto no provoque ninguna reacción o que esté incluso destinado a provocar ninguna reacción. También una indiferencia frente a las informaciones del texto o la interrupción de la lectura por desinterés serían reacciones. 43. A diferencia de Gülich y Raible, Grosse hace una distinción estricta entre el efecto y la reacción de los receptores, dividiendo esta última en el proceso de decisión y las acciones que se derivan de este: «Cuando digo a un amigo: ‘Te advierto que no te encuentres con X. X es un estafador peligroso, no confíes en él.» esta advertencia puede dar un susto a mi amigo, lo que sería el efecto del acto modales de advertir. Ni la semántica ni la pragmática pueden pronosticar la decisión que va a tomar el amigo; el proceso de decisión es un objeto de la psicología. [...] Si mi amigo me comunica su decisión puede constatar que mi enunciado tiene la consecuencia de ser aceptado o rechazado. Por lo tanto tenemos que distinguir entre el efecto, el proceso de decisión y la consecuencia.»
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tantes que pueden desempeñar un papel central en un proceso comunicativo: la relación entre la intención emisora y el texto, la relación entre el receptor y el mundo representado en el texto (= mundo textual), y la relación entre el receptor y el estilo manifiesto en el texto.
B)
LA RELACIÓN INTENCIÓN-TEXTO
Uno de los factores más importantes que guía el efecto textual es la intención emisora. Partimos de la idea de que todo emisor, confiando en que su texto sea leído, pretende producir un determinado efecto en el receptor, que no quiere dejar al azar. La intención del emisor es una anticipación teleológica del efecto. Teniendo como objetivo ese efecto, el emisor/redactor quiere que los elementos intratextuales empleados en el texto sean idóneos para lograrlo. Pero el efecto solamente se producirá si la anticipación se ha reflexionado lo suficiente y si el redactor es capaz de emplear de manera adecuada los elementos intratextuales que tiene a su disposición. Ese problema afecta fundamentalmente al redactor textual (y, por ende, al traductor como redactor del texto meta), sea o no sea él mismo el emisor. El traductor tiene que anticipar el efecto que debe lograr el texto. Depende del encargo de traducción si el efecto del TM sobre el receptor de la cultura meta debe ser el mismo que tenía –o tiene– el TB sobre el receptor de la cultura base. La anticipación adecuada del efecto pretendido no solo exige que el redactor domine muy bien la materia en cuestión y, en caso del redactor-traductor, la cultura meta, sino también que tenga mucha imaginación práctica en relación con las posibles consecuencias de las acciones lingüísticas, que disponga de la capacidad de hacer suya la perspectiva del receptor meta y de sentirse responsable por lograr un resultado satisfactorio en un proceso social. La reflexión de la intención emisora es un fenómeno de gran importancia social y ética, donde está en juego la futura posición social del autor (y también la del traductor). El éxito de este proceso social depende, en gran medida, de la intensidad y calidad de la reflexión sobre el efecto pretendido. En el análisis pretraslativo, la cuestión de si –y cómo– se materializa la intención emisora en los factores intratextuales (especialmente en el contenido y las características estilísticas) es el punto de partida para la interpretación del texto.
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C)
LA RELACIÓN RECEPTOR-MUNDO TEXTUAL
El receptor compara la representación del «mundo textual», esto es, aquella parte del «mundo» extralingüístico de la que trata el texto, con sus expectativas, que, a su vez, están determinadas por su bagaje de conocimientos, su horizonte y su disposición emocional influenciada por las condiciones situacionales (p. ej., medio, lugar, tiempo y motivo) que la hacen susceptible para un efecto textual determinado. Este fenómeno es bien conocido en la comunicación de masas, pero puede aplicarse a otras formas de comunicación. La elección del tema ya puede ser suficiente para producir un determinado efecto. Un tema tabú puede escandalizar al receptor, un tema popular le puede agradar, un tema extraño puede exigir mucha concentración pero puede también desagradar o provocar desinterés, etc. Cuanto más extraño sea el tema, tanto mayor será la posibilidad de que el lector no lo comprenda o no tenga interés en leer el texto. Este aspecto es de particular importancia para el traductor, ya que si pretende atraer la atención del receptor por un tema extraño, se verá obligado posiblemente a crear puentes, usando un tema familiar que facilite el acceso del lector a una temática poco conocida. Debido a que el tema se menciona frecuentemente en el título de un texto (cf. cap. 3.2.2.), este podría ser el lugar más idóneo para crear tal puente para la comprensión. Lo mismo vale para el contenido, sobre todo en los textos ficcionales en los que el emisor, por decirlo así, ha elegido, de entre una variedad infinita de «informaciones» acerca de un personaje o un acontecimiento, un detalle específico que considera como más idóneo para lograr el efecto (en este caso: la interpretación) pretendido. Ejemplo 3.3. /1 En el texto presentado en el ejemplo 3.2.8./2, la información «fin del verano» está verbalizada por los detalles descriptivos de la atmósfera otoñal (nubes, vuelos de pájaros, el viento), aunque la narradora acaba de despertarse y está recostada en la cama de su casa. Las excursiones playeras han sido un pasatiempo preferido de los protagonistas a lo largo de la historia, de manera que los detalles mencionados son una señal para el lector de que el fin del verano es, al mismo tiempo, el fin de una cierta forma de vida. La última frase, en la que se comprueba la ausencia de Rafael, parece señalar el punto final.
Las presuposiciones también pueden determinar el efecto que produce un texto sobre el lector. A mayor conocimiento que se presuponga, más «denso» será el aspecto del texto. El traductor debería tener esto en cuenta si decide explicitar en el TM una información implícita en el TB que no puede presuponerse
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como parte del bagaje de conocimientos del receptor meta, como ilustra el ejemplo 3.2.3./1. Se producirá un efecto totalmente diferente si, por ejemplo, el color de las flores y de las mariposas, que Neruda presupone conocido en sus lectores, se describe explícitamente en el texto. Esto es, probablemente, un problema peculiar de la traducción literaria, y menos importante en la traducción de textos no literarios. La relación entre el mundo textual y la expectativa del receptor es de particular importancia en la traducción porque allí suele existir una distancia cultural, aparte de las distancias espacial y temporal, que tiene que superarse. Si esa distancia es mayor para el receptor del TM que para el del TB, podemos suponer que el efecto será distinto para cada uno de ellos. El encargo de traducción tiene que especificar el grado de alteridad o familiaridad que el texto debe tener para el receptor del TM.
D)
LA RELACIÓN RECEPTOR-ESTILO
Si la selección de los elementos intratextuales está determinada por la anticipación del efecto, la categoría del efecto –en lo que se refiere a su componente intratextual– debe considerarse como una categoría retórica en el sentido clásico, en la que las calidades efectivas de un texto se asocian con determinados principios estilísticos (virtutes elocutionis) –p. ej., la aptitud (aptum), la perspicuidad (perspicuitas) o el adorno (ornatus) –, categorías estilísticas (figurae elocutionis) y registros (genera elocutionis), además de ciertas cualidades estilísticas globales del texto, p. ej., «solemnidad» o «popularidad». El redactor del texto (también el redactor-traductor) tiene que dominar estos instrumentos retóricos, mientras que el receptor no precisa de un conocimiento teórico de la retórica. Ni siquiera es deseable que lo tenga, ya que en este caso podría «inmunizarse» contra el efecto retórico pretendido. Para el traductor, el dominio de las figuras retóricas y de la forma en que funcionan en las culturas base y meta es de doble importancia. En primer lugar, el análisis de las cualidades retóricas del TB puede aportarle alguna información sobre la intención emisora. En segundo lugar, como ya hemos indicado, tiene que «relativizar» la impresión intuitiva y personal que le produce el TB y que, por definición, es subjetiva y está determinada por las condiciones de su propia situación, mediante el análisis de las características retóricas del texto. El efecto retórico de un determinado factor intratextual no puede analizarse aisladamente, sobre todo en lo que se refiere a las dimensiones de léxico, sintaxis y características suprasegmentales, donde la interacción de efectos es tan
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fuerte que es muy difícil, a menudo, identificar el efecto de una determinada forma estilística específica. Una anáfora, por ejemplo, aumenta la tensión del texto no solo por la repetición de una palabra o expresión al principio de la frase (léxico), sino también a través del paralelismo (sintaxis) y de la particular figura melódica (características suprasegmentales) que produce. Ejemplo 3.3./2 No sé cómo acabó el día. No recuerdo cómo transcurrió la cena, ni de qué habló Borja, ni qué dije yo. No recuerdo, siquiera, cómo ni cuándo nos despedimos del Chino. Solo sé que al alba, me desperté (Matute 1979, 242). Las tres frases negativas paralelas («no sé», «no recuerdo», «no recuerdo») producen una tensión progresiva («ni siquiera»), reforzada por la creciente longitud de las frases y que culmina en el contraste positivo («sólo sé»). Entre la primera y la segunda frase se observa una variación formal en los elementos iniciales (aunque los dos verbos son sinónimos), mientras que la segunda y la tercera frase están unidas por la repetición anafórica «no recuerdo». En la última frase, la autora repite el elemento inicial de la primera frase, variando solamente las conjunciones («cómo» / «qué»). La combinación sintáctica, léxica y de entonación, con su ritmo acelerado, produce un efecto melódico especial que es muy difícil de reproducir en otra lengua. En la versión inglesa que proponemos tuvimos que introducir un pequeño cambio en la segunda frase para mantener el principio de los segmentos crecientes. (a) Ich weiß nicht, wie der Tag zu Ende ging. Ich erinnere mich nicht, wie das Abendessen verlief noch wovon Borja sprach noch an das, was ich sagte. Ich erinnere mich noch nicht einmal mehr, wie noch wann wir uns vom Chinesen verabschiedeten. Ich weiß nur, dass ich im Morgengrauen erwachte… (Matute 1967, 162) La traducción alemana no logra el mismo efecto dinámico como el original porque no tiene en cuenta la interdependencia de léxico, sintaxis y ritmo. Para conseguir un efecto parecido a los paralelismos, hay que renunciar sobre todo al verbo sich erinnern an. (b) Ich weiß nicht mehr, wie der Tag zu Ende ging. Ich weiß auch nicht mehr, wie das Abendessen verlief oder wovon Borja sprach oder was ich selbst gesagt habe. Ich weiß nicht einmal mehr, wie oder wann wir uns vom ‘Chinesen’ verabschiedeten. Ich weiß nur noch, dass ich frühmorgens erwachte…» (Trad. C.N.) (c) I don’t know how the day ended. I don’t remember how we had dinner and what Borja said or what I talked about. I do not even remember how we said goodbye to Chino. I only know that I woke up at dawn. (Trad. C.N.)
Los efectos de los distintos elementos textuales no siempre coinciden de tal manera que apuntan al mismo efecto o se potencian incluso recíprocamente. Si se quiere averiguar el efecto global de un texto, hay que analizar la ga-
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ma de efectos posibles en cada factor. Comparándolos, se podrá identificar el efecto dominante pretendido por el emisor. En la mayoría de los casos, incluso el efecto divergente de algún elemento textual encaja en el efecto global. Por ejemplo, si en un texto determinado una metáfora fuera concebida para lograr, al mismo tiempo, los efectos de docere (= enseñar), de delectare (= producir un deleite estético) y de movere (= provocar una reacción específica en el lector), hay que analizar también los efectos que pretenden obtener en el mismo texto un clímax, un símil, una asonancia o una pregunta retórica. Si en todas estas figuras domina el efecto de movere, este mismo efecto también se atribuirá, por ejemplo, a una perífrasis que en otro texto hubiera tenido el efecto de docere. Esta consideración es de particular importancia para el traductor, ya que tiene que considerar no solo el efecto específico de cada uno de los elementos o figuras retóricas, sino también su «acción concertada» en el conjunto textual. En la comunicación intercultural, la relación entre receptor y estilo debe analizarse con vistas al código estilístico específico de la cultura en cuestión. El efecto que una figura retórica tiene sobre un receptor específico –con sus expectativas específicas en cuanto a convenciones de género, principios estéticos, etc.– depende del grado de «originalidad» o «convencionalidad» (es decir, previsibilidad) que tiene dentro del sistema literario y cultural correspondiente. La estandarización de numerosas funciones textuales en géneros y tipos de texto lleva, en cierta medida, a una estandarización del efecto comunicativo asociado con tales géneros. Sabiendo esto, el autor se sirve de los elementos intratextuales convencionales de un género textual esperando poder así lograr el efecto convencional. El receptor, por su parte, reconociendo las formas convencionales, estará «dispuesto» para el efecto convencional. La función textual será, por ello, el factor pragmático más adecuado para compensar o contrarrestar cualquier divergencia intratextual de la norma, de manera que al final se logra el efecto asociado convencionalmente con la función textual a pesar de tal divergencia. Tomando como ejemplo un caso muy frecuente: las instrucciones de uso que acompañan a los aparatos electrodomésticos son muchas veces muy defectuosas. Sin embargo, podemos suponer que en la mayoría de los casos cumplirán la función de «instruir al receptor a utilizar el aparato» pretendida por el emisor, produciendo, por lo tanto, el efecto deseado de «aptitud para utilizar el aparato en cuestión» en el receptor (suponiendo que este aporte un mínimo de comprensión tecnológica...).
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E)
TIPOS DE EFECTO
Considerando esas relaciones centrales, podemos establecer tres tipos de efecto, que, hasta cierto grado, permitirán una esquematización del análisis. Para evitar el peligro de una tipología rígida, que metería el texto en un corsé, caracterizaremos los tipos señalando simplemente los dos polos entre los que se sitúa el efecto en cuestión. Tipo I: efecto pretendido / efecto divergente Después del análisis extratextual de la intención emisora, la interpretación de los factores intratextuales puede tener dos posibles resultados: o bien el texto logra, de hecho, el efecto pretendido por el emisor, o bien el texto produce un efecto no conforme a las intenciones del emisor. En la comunicación intercultural, este aspecto es de particular importancia porque la intención emisora del original suele estar orientada hacia un destinatario de la cultura base y no hacia el receptor meta. Tipo II: distancia cultural / proximidad cultural El efecto que el mundo descrito en el texto tiene sobre el lector depende de la distancia cultural. En la comunicación intercultural hay, grosso modo, tres relaciones posibles: a) El mundo textual corresponde a la cultura base, que el emisor presupone como conocida en el receptor del TB. Este reconoce su propio mundo real (= distancia cero o proximidad), mientras que el receptor del TM percibe un mundo ajeno al suyo (= distancia cultural). b) El mundo textual no corresponde a la cultura base. Ya que el R-TB no puede identificar el mundo textual con su mundo real, el emisor explicita las características del mundo textual y esta descripción ayudará también al receptor del TM. En este caso, ambos tienen una distancia cultural frente al mundo textual, aunque no siempre la misma. Un caso especial sería un mundo textual que corresponde a la cultura meta, en cuyo caso el receptor del texto meta tendría una distancia cero (aunque hay que distinguir la cultura meta vista por un miembro de la cultura base de la «real» o, más bien, de la cultura meta vista con los ojos de un miembro de la misma). c) El mundo textual corresponde de hecho a la cultura base, pero el emisor lo ha «desculturizado» explícitamente, generalizándolo («hace mucho
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tiempo, en un país remoto»). Este nivel de generalización reduce la importancia de los detalles culturales. El efecto puede ser de distancia cero tanto para el receptor del TB como para el del TM. Tipo III: convencionalidad / originalidad Los tipos de efecto derivados de la relación receptor-estilo se caracterizan en función de la matriz representada en Fig. 7. Cuanto más previsibles (de acuerdo con la función textual) sean las características textuales, más convencional será su efecto. En cambio, todos los elementos textuales determinados por las características individuales del emisor o por su particular intención producirán un efecto más original. Los aspectos de tiempo, lugar y motivo ganarán en importancia con el aumento de la distancia entre la situación de producción y la de recepción textuales. Esto vale tanto para la comunicación intracultural como para la intercultural y, por ende, para la traslación. El efecto de los textos estilísticamente muy convencionalizados (como recetas o leyes) se basa sobre todo en el mensaje que transmiten, y la única función de las formas intratextuales es la de señalar la función textual. Tienen importancia para el efecto comunicativo solamente aquellas características estilísticas que no correspondan a las normas textuales, indicando, por consiguiente, una función diferente (o suplementaria) no convencional. Ejemplo 3.3./3 Una ley escrita en verso probablemente perdería su carácter vinculante y podría ser considerada como una parodia divertida. Un manual en verso, por el contrario, podría ser aceptado como tal manual, pero con un efecto adicional de divertir al lector. La mezcla de formas convencionales pertenecientes a distintos tipos de texto puede, por lo tanto, producir efectos sorprendentes (cf. cap. 5.1.5.).
Para el análisis del efecto de estos textos altamente convencionalizados, podría proponerse el siguiente procedimiento: de acuerdo con las convenciones de género, las casillas de la matriz presentada en Fig.7 se rellenan con las características típicas de la función textual correspondiente. Como carecemos todavía de descripciones exhaustivas de los rasgos lingüísticos de los géneros, el gráfico rellenado no puede ser más que un ejemplo que no se debe generalizar. En otro grupo de textos, la organización estilística no es enteramente convencional, pero está al servicio de la función textual pretendida (por ejemplo, en los folletos turísticos o comentarios periodísticos). El efecto de estos textos también se basa fundamentalmente en la información aportada, ya que las
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características estilísticas individuales tienen una función subsidiaria de señal previa para el receptor. Sin embargo, en algunos textos, los rasgos estilísticos tienen que considerarse como elementos funcionales más o menos autónomos, que están destinados a lograr, junto con los detalles informativos, el efecto pretendido (p. ej., en textos literarios o de publicidad). En estos casos, el efecto no depende solo de lo que se dice sino también del modo en que se dice (cf. cap. 5.2.4.). Una incongruencia de los factores puede producir efectos específicos. Una falta de correspondencia entre el contenido y la forma puede, por ejemplo, indicar ironía (cf. cap. 5.2.). También la parodia, por poner otro ejemplo, se caracteriza por una discrepancia entre el contenido y la forma, pero también por una incongruencia entre la función textual y la expectativa receptora: porque en ella se usan las formas preferidas por un autor determinado, cambiando el contenido por uno trivial o humorístico. Finalmente, hay que mencionar los textos cuyo efecto se deriva casi exclusivamente de los medios estilísticos y retóricos usados por el autor, mientras que el aspecto del contenido pasa a un segundo plano. El poema «Das ästhetische Wiesel» (La comadreja esteta), de Christian Morgenstern, junto con su traducción al inglés (Morgenstern / Knight 1975, 8s.) y una versión española, puede servirnos de ejemplo ilustrativo:
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MEDIO
RECEPTOR
INTENCIÓN
EMISOR
factores extratex.
factores intratex.
información del día anterior en el diario
simplificación en texto oral
tema científico en revista científica
presuposiciones exageradas para presumir
conocimiento de la posición política del emisor
PRESUPOSICIONES
«Como ustedes saben perfectamente...»
eufemismos, contenido coloreados
perspectiva personal, valoración, opinión
CONTENIDO
referencia al identificación mundo del receptor con la perspectiva del receptor
tema provocador, escándalo político
temas preferidos, especialización
TEMA
composición típica de formulario
nota explicativa a pie de página
clímax para producir suspense
orden cronológico para receptores infantiles
LÉXICO
ESTILO
gráfico en vez de estadística en televisión
ilustraciones aptas para niños
fotos desconcertantes
léxico de prensa: «viaje papal»
tuteo o tratamiento formal
léxico connotativo
gesticudeixis persolación típica nal, idiolecto de gente del Mediterráneo
COMELEM. NO POSICIÓN VERB.
gritos rítmicos en manifestación
cualidades habituales de la voz, tono
SUPRASEGM
elisión de artículo en telegrama
voz alta al hablar por micrófono
órdenes, entonación imperativos, «infantil» subjuntivo
estilo indirecto para distanciarse
sintaxis sencilla por falta de educación del emisor
SINTAXIS
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FUNCIÓN
MOTIVO
TIEMPO
factores extratex.
factores intratex.
evitar comentario personal en instrucción
tema navideño: dulces y golosinas
tema relacionado con la temporada
TEMA
pocas presuposiciones en contrato de venta
conocimiento del ritual
condiciones temporales de la comunicación
PRESUPOSICIONES
orden lógico en argumentación
orden cronológico en un acta
composición del drama clásico
ilustración en instrucciones de uso
expresión triste del gesto
esvástica
COMELEM. NO POSICIÓN VERB.
hexámetro
SINTAXIS
terminología en texto especializado
entonación solemne, ceremoniosa
SUPRA SEGM.
construccio- entonación nes impertípica de cuento sonales en leyes
fórmula bautis- interrupción mal de la frase por emoción
léxico y sintaxis típicas de una época histórica, uso de palabras obsoletas
LÉXICO
ESTILO
Fig. 7: La interdependencia de los factores extra e intratextuales
evitar valoración en noticia periodística
detalles biográficos en sermón funerario
noticias del día
CONTENIDO
Ejemplo 3.3./4 A weasel perched on an easel within a patch of teasel But why and how? The Moon Cow whispered her reply one time: The sopheesticated beast did it just for the rhyme. (Max Knight)
Ein Wiesel saß auf einem Kiesel inmitten Bachgeriesel Wisst ihr weshalb? Das Mondkalb verriet es mir im Stillen: Das raffinierte Tier tat’s um des Reimes willen. (Christian Morgenstern)
Una rata, vestida de bata, comió una patata. ¿Cómo sabremos por qué? La vaca lunar, bajito, bajito, me lo quiso contar: El genial animal lo hizo por el versito. (Trad. C.N.)
Si la traducción trata de reproducir el efecto, el contenido es prácticamente intercambiable mientras se preserve el principio formal de la estructura. No importa que sea una comadreja sentada en un guijarro en el chorreo de un riachuelo, sino que puede ser cualquier animal haciendo cualquier cosa en cualquier lugar. Lo esencial son las rimas (como se ve en nuestra versión castellana). Por ello, el traductor norteamericano Max Knight presenta cuatro «alternativas» para las primeras tres líneas del poema, en las que nos hemos inspirado para nuestra traducción. A ferret nibbling a carrot in a garret...
A mink sipping a drink in a kitchen sink...
A lizzard shaking its gizzard in a blizzard...
A hyena, playing a concertina, in an arena…
Los tipos de efecto basados en las tres relaciones fundamentales descritas pueden observarse en cualquier texto. Esto vuelve a demostrar que la equivalencia (en el sentido de efectos iguales del TB y TM) no es un criterio muy práctico para una traducción. El traductor necesita saber exactamente cuál es el tipo de efecto que debe «mantenerse igual», ya que la preservación de la distancia cultural (relación receptor-mundo textual) implica muchas veces un cambio en la interpretación (relación intención-texto). Además, el efecto del texto meta depende en gran medida del tipo de traducción elegido, ya que una traducción-documento –a diferencia de la traducción-instrumento– nunca puede lograr el mismo efecto comunicativo que el original.
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4. APLICACIONES DIDÁCTICAS DEL MODELO En este capítulo nos ocuparemos con las aplicaciones didácticas del modelo de análisis textual pretraslativo. Después de unas consideraciones generales, en las que proponemos, entre otras cosas, una formulación estándar de un encargo didáctico de traducción, abordaremos el empleo del modelo para la selección de textos y materiales didácticos, la sistematización de problemas y procedimientos de traducción, el control de la progresión en el aprendizaje y la evaluación de soluciones traslativas.
4.0. Consideraciones generales A)
LA TRADUCCIÓN COMO DESTREZA Y COMO EJERCICIO EN LA CLASE DE IDIOMAS
En primer lugar, debemos hacer una distinción metodológica entre la enseñanza de traducción como «destreza propia» (Bausch 1977, 522) en el marco de la formación profesional de alumnos que ya disponen de suficientes conocimientos en las dos lenguas, y la traducción como un ejercicio usado en la enseñanza de lenguas extranjeras. En las clases de idiomas, la traducción directa se suele emplear con el fin de comprobar si los alumnos han comprendido el texto base, y la traducción inversa se utiliza para ver si saben producir un texto correcto en la lengua extranjera, enseñando, al mismo tiempo, ciertas habilidades técnicas, p. ej., el uso de los diccionarios. Además, la traducción es una forma de comparar o contrastar los dos idiomas y de adquirir conocimientos metalingüísticos. En nuestras consideraciones acerca de la aplicación didáctica del modelo elaborado, nos referiremos fundamentalmente a la formación de futuros traductores profesionales, que se practica en las escuelas o facultades universitarias de traducción o interpretación (u, hoy día, de mediación lingüística). Nos vamos a concentrar, en primer lugar, en el desarrollo de la competencia traductora, mientras que la adquisición y el control de la competencia lingüística tendrán una importancia secundaria.44
44. Por debajo de un determinado nivel de competencia lingüístico-cultural, una adquisición de competencia traductora no tiene sentido, como demuestran claramente los ejemplos tomados de un experimente llevado a cabo por Königs (1986), en el que unos alumnos alemanes con insuficientes conocimientos del español tenían que «pensar en voz alta» al traducir un texto a su lengua materna. Si se hubieran dado cuenta de que tanto las expresiones no idiomáticas como la mezcla inconsistente de nombres propios alemanes y nombres traducidos al español se debían al
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A pesar de eso, no queremos despreciar por completo la traducción como ejercicio en la clase de idiomas. No importa que consideremos la traducción como destreza independiente o como instrumento de aprendizaje, sino que se defina claramente el objetivo educativo. Para este fin, las siguientes consideraciones pueden ser de utilidad tanto en la formación de traductores como en la enseñanza de idiomas, especialmente si en esta se incluye también el desarrollo de unas habilidades traslativas fundamentales. Sin embargo, la aplicación de este modelo en la enseñanza de lenguas extranjeras solo tiene sentido si no se limita al análisis lingüístico del texto base, señalando los pasajes difíciles y analizando las intenciones del autor y su consiguiente verbalización. Si los alumnos preguntan a su profesor: «¿Quiere usted que traduzcamos literal o libremente?» (cf. Reiss 1977, 544) es evidente que no saben lo que es una traducción profesional. Muchos de los alumnos que quieren formarse como traductores profesionales han asistido antes a clases de idiomas en las que se practica la traducción como método pedagógico. De ahí que antes de enseñarles a traducir profesionalmente, hay que procurar que revisen el concepto de traducción que han adquirido en la enseñanza de idiomas.
B) ANÁLISIS DE TEXTO Y ENCARGO DE TRADUCCIÓN
En la formación de traductores, el modelo de análisis pretraslativo ha de combinarse con un encargo de traducción didáctico que defina el objetivo traslativo, o sea, la función que debe cumplir el texto meta. Los requisitos formales de un encargo didáctico se explicarán más abajo. El uso del modelo analítico se enseñará en un curso propedéutico, donde se puede practicar a partir de textos en lengua materna (p. ej., con el encargo de transformar una noticia de prensa en una carta personal o de «traducir» un artículo enciclopédico en una ponencia presentada a los compañeros de clase. El esquema de Fig. 8 (elaborado a base del ejemplo 4.0./2a y el texto reproducido en el ejemplo 3.1.4./2a) muestra como el modelo se puede formalizar de acuerdo con la representación esquemática del proceso traslativo (Fig. 4): en un primer paso, se rellena la columna derecha utilizando los datos conseguidos por el análisis del encargo de traducción. En el segundo paso,
hecho de que el TB era ya una traducción del alemán, habrían tratado sin duda alguna determinados pasajes «problemáticos» del texto de otra manera (p. ej., re-traduciéndolos literalmente).
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sigue el análisis del texto base, cuyos resultados se escriben en la columna izquierda del esquema.
ANÁLISIS DEL TB
TRANSFERENCIA
PERFIL DEL TM
A. FACTORES EXTRATEXTUALES E: Ayuntamiento de Sagunto P: S. Bru y Vidal
añadir nombre y apellido del traductor
E. Ayuntamiento de Sagunto (1) (Autoridad) / P.: TRL (3)
publicidad e información (‡ género)
¿información apta para publicidad? (p. ej., altos hornos)
aumentar atractividad del lugar, apelatividad indirecta (‡ léxico, contenido)
turistas hispanohablantes, bagaje «normal» sobre España
compensar déficits del bagaje cultural (historia, geografía)
turistas ingleses, poco bagaje sobre España, interés (7,9) ‡ presuposiciones, léxico
MEDIO
folleto tríptico, fotos color, tipo de letra pequeñísima
limitaciones de espacio para texto, ¿portada en qué idioma?
igual que TB, no hay posibilidad de alterar maquetación
LUGAR
rec.: en Sagunto, paseando por el recinto del castillo
función guía: nombres en castellano
rec. en Sagunto, paseando (8), ‡ léxico, sintaxis
TIEMPO
prod.: anterior a 1977 rec.: posterior a 1977
controlar validez de las informaciones
prod. verano 1986, rec. a partir de verano 1986
MOTIVO
reapertura del castillo después de obras renovadoras
¿añadir información sobre motivo del TB en TM?
aumento de turistas ingleses (7), ‡ receptor, contenido, función
FUNCIÓN
igual que intención: información y publicidad
jerarquía funcional: información prioritaria
ante todo información, ya que R está ya en Sagunto
EMISOR
INTENCIÓN
RECEPTOR
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ANÁLISIS DEL TB
TRANSFERENCIA
PERFIL DEL TM
B. FACTORES INTRATEXTUALES TEMA
presente y pasado de Sagunto
distancia cultural para historia y monulos receptores meta mentos de Sagunto (4), ‡ presupos.
CONTENIDO
situación geográfica / castillo, puerto, industria / fiestas
controlar número de habitantes, nombres de los Santos
información completa del TB (11) según intención y función del TB
PRESUPOSICIONES
p. ej., Reconquista, nombres de santos, Huerta Valenciana
explicar realidades culturales y nombres de los monumentos
geografía de España conocida por viaje hacia Sagunto
COMPOSICIÓN
10 párrafos no motivados por el contenido (‡ contenido)
mejorar la segmentación del texto para hacerlo más claro
adecuada a la función textual: lo más clara posible
ELEMENTOS NO VERBALES
fotos, escudo; texto en tres columnas debajo de las fotos
compensar expansiones explicativas reduciendo redundancias
fotos como en TB, tipo de letra no puede reducirse más
LÉXICO
castellano pseudoliterario, connotativo, redundante
adaptar léxico a convenciones de CM
inglés británico (?), léxico convencional, informativo
SINTAXIS
largas oraciones hipotácticas, paréntesis, aposiciones
simplificar sintaxis, segmentar frases demasiado largas
sintaxis convencional, no muy compleja (‡ lugar de recepción)
SUPRASEGMENT.
ningunas
¿subrayar nombres propios? (negrita)
para lograr la función pretendida: legibilidad
C. EFECTO COMUNICATIVO según función textual: agrado, motivación para volver a Sagunto, aumento de conocimientos
EFECTO
escopo: efecto convenciónal y que corresponda a la intención; aprovechar apelatividad de distancia cultural
agrado, ganas de volver y de recomendar la ciudad a otros turistas, aumento de bagaje cultural
Fig. 8: Análisis del TB y del encargo traslativo
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