explicar cómo la cultura científica se desarrolla tal y como lo hace. Tales intereses son reconocidos como meros construc tos teóricos reflexivamente imputados a los datos y como meros intentos explicativos en absoluto definitivos e inmutables; los intereses son sólo categorías que se utilizan para organizar y estructurar un material empírico. Frente a estos argumentos, una serie de autores contestan desde posiciones etno metodológicas sosteniendo que la reflexividad es una característica esencial del discurso y que, en consecuencia, es imprescindible analizar los métodos mediante los cuales se construyen explicaciones sobre intereses de manera tal que puedan alcanzar el estatus de descripciones externas sobre el conocimiento. Para huir de semejante debate, Callón y L aw sugieren en el texto que nos ocupa una tercera dimensión para conceptualizar el problema de los intereses. A esta dimensión la van a llamar «enrolamiento» o «formación de redes». En esta tercera vía, los intereses son conceptualizados como estrategias mediante las cuales unos actores enrolan o consiguen la adhesión a sus propios proyectos de otros actores. La atribución, manipulación y el intento de transformación de los intereses es una de las estrategias por las que se propone y se genera un orden provisional, un orden social, una realidad más o menos estable. Superar la tensión entre la escuela de E dimburgo y la posición etnometodológica, llevará a autores como Callón o L atour a explorar las posibili dades que ofrecen fórmulas provenientes de la semiótica a la hora de entender cómo se relacionan y constituyen todas las entidades que forman parte de un mismo proyecto o formación cultural. A continuación, nuestro volumen recoge tres textos (Law, 1986; Latour, 1991b; y Callón, 1992) que pueden leerse como el desarrollo y profundización de la vía que se comienza a perfilar como alternativa en el anterior: la formación de redes. Son tres textos que muestran lo que significa en toda su amplitud y generalidad radicalizar el principio de simetría propuesto por Bloor, y utilizarlo con todas sus implicaciones, ventajas y desventajas en el análisis sociológico. Así, las páginas escritas por L aw son un excelente ejemplo de cómo abordar el tema del poder y del control a distancia a partir de una simetría generalizada que presta idéntica atención al papel que los no humanos y los humanos tienen en el estableci-
miento, consoli dación e implementación permanente del mencionado poder y control a distancia. La incipiente vía que vemos aparecer en el primer texto de esta compilación se perfila como un trabajo desarrollado en el ámbito específico de la sociología de la ciencia, pero que puede contribuir a bosquejar las principales nociones de una teoría del control social que atienda a una temática tan importante y clásica en la sociología como puede ser la del poder. Latour, por su parte, profundiza en esta misma temática, pero enfatizando especial y vehementemente el papel que la tecnología, de una manera particular, y lo no humano, de una manera general, puede jugar en las explicaciones sobre la dominación y en las explicaciones acerca de como ésta es lograda y sostenida regularmente. Para Latour, sólo es posible entender la dominación y su ejecución cotidiana si nos alejamos de la preocupación exclusiva por las relaciones sociales e intentamos inscribir, entender y definir a éstas en una dimensión mayor que permita incluir, de alguna manera, a los actores no humanos. Estos, y sólo éstos, nos proporcionan otros registros y repertorios para entender y explicar la sociedad como totalidad duradera; para dar cuenta de la estabilidad y la dominación; para analizar el poder en sus expresiones más cotidianas y minúsculas. El texto de Callón cierra esta trilogía. Sus páginas poseen el interés de perfilar, de una forma bastante definitiva, las propuestas de Law y L atour en la medida en que no sólo abunda en los planteamientos esbozados por estos autores, sino que sus páginas dan una definición clara de lo que es un actorred y, por tanto, una pista bastante evidente de cómo podemos utilizar o convertir la tecnología en un instrumento de análisis sociológico. La reflexión de Cal lón ti ene la virtud de poner sobre la mesa el procedimiento por el que hacer de la tecnología una herramienta explicativa del cómo se logra el orden social y se construyen determinadas reali dades. E l actorred significa describir ciertas dinámicas en términos totalmente diferentes a los utilizados usualmente por los sociólogos. Significa, esencialmente, dos revoluciones en nuestro pensamiento social. En primer lugar, implica que los elementos no humanos comparten con los actores humanos un papel de primer orden en nuestros análisis, descripciones y explicaciones de la realidad social. En segundo lugar, implica adoptar como pun-
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to de partida en tales análisis una posición que no es por sí misma y a priori ni natural ni social ni tecnológica. Sencillamente, el punto de partida ha de ser siempre,una asociación de elementos heterogéneos, una asociación, por supuesto, que tras determinados procesos de purificación puede mostrar distribuciones o agrupaciones de entidades en polos enfrentados como los representados por la eterna tensión entre sociedad y naturaleza o naturaleza y tecnología. Es decir, lo social, lo natural lo tecnológico no son categorías dadas y preestablecidas que nos proporciona o pone a nuestro alcance el entorno; estas categorías son efectos, productos, emergen de redes siempre compuestas por entidades heterogéneas. El texto de Singleton y Michael (1993) ejemplifica lo que podríamos llamar una segunda generación de análisis dentro de lo que ha sido la radicalización del principio de simetría. Como indicábamos en los apartados cuatro y cinco de estas claves de lectura, la propuesta de Singleton y Michael representa un tipo de trabajo en el que se asume tanto la capacidad y potencia explicativa del principio de simetría generalizada como la pertinencia de algunas de las críticas que éste ha recibido. El trabajo de Singleton y Michael constituye, al mismo tiempo, un intento de aplicar este principio y superar sus críticas. E n esta medida puede entenderse como una derivación o bifurcación respecto a la radicalización original. En este caso, los autores en cuestión intentan describir actoresred que encierran o contienen indeterminación, ambivalencia y multiplicidad, sin que por eso la solidez o durabilidad del actorred se vea afectada. Es más, sus análisis intentan argüir que si estos actoresred se pueden sostener e incluso pueden existir es, precisamente, gracias a esta ambivalencia, multiplicidad e indeterminación. Lee y Br own (1994), en una lí nea parecida a la marcada por Singleton y Michael, elaboran una de las críticas más sólidas que hasta el momento se ha sostenido contra la radicalización del principio de simetría. En su texto denuncian los efectos ideológicos que de manera encubierta, sutil, e incluso acrítica se vehiculan en la mencionada radicalización. Para estos autores, radicalizar el principio de simetría ha conllevado como efecto perverso la asunción inmediata, en materia de pensamiento social, del discurso de la democracia liberal, sin que sea posible, ni de hecho ni de derecho, el menor espacio para 46
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la crítica a tal discurso. Su objetivo no es, sin embargo, argumentar o fundamentar la inviabilidad o incapacidad analítica