El enfoque enunciativo
Ana M. Paruolo (Editora) Norma A. Andrés Mónica Berman Sergio Etkin Pablo Leona
Índice A modo de Prólogo Pretexto Paruolo Ana M.
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Emile Benveniste y la Teoría de la enunciación Sergio Etkin
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La deixis Norma A. Andrés
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Modalidades Mónica Berman
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Ideología y Sujeto en el discurso Pablo Leona
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Enunciación y Polifonía Ana M. Paruolo
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Bibliografía
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Notas
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Índice A modo de Prólogo Pretexto Paruolo Ana M.
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Emile Benveniste y la Teoría de la enunciación Sergio Etkin
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La deixis Norma A. Andrés
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Modalidades Mónica Berman
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Ideología y Sujeto en el discurso Pablo Leona
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Enunciación y Polifonía Ana M. Paruolo
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Bibliografía
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Notas
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A MODO DE PRÓLOGO Este libro tiene como pretensión mostrar un enfoque que cuestiona, en cierto modo, el carácter de asistematicidad del Habla propuesto por Saussure en el Curso de lingüística general . Aun cuando se mantenga la distinción metodológica entre lo observable (prácticas del lenguaje) y el objeto teórico que se construye para explicarlo (lengua) se piensa que este objeto comporta de una manera constitutiva indicaciones referidas al acto de hablar, es decir que contendría una descripción general y una clasificación de las diferentes situaciones de discursos posibles e instrucciones sobre el comportamiento lingüístico –ciertos tipos de influencias que se pueden ejercer al hablar, roles que podemos ejercer o imponer a los otros-. otros-. Numerosos lingüistas y filósofos del lenguaje ya habían investigado el tema, pero podríamos decir que es a partir de Emile Benveniste, Oswald Ducrot, Catherine Kerbrat Orecchioni, Dominique Maingueneau, Mijaíl Bajtin, Julia Kristeva, Gerard Genette Genette que estableceremos los ejes de nuestro nuestro estudio estudio sobre sobre el enfoque enunciativo. Frente a un enunciado enunciado cualquiera, cualquiera, nos hacemos preguntas como: ¿Quién?, ¿Quién?, ¿a quién?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?, dijo quien dijo, aquello que dijo. La Teoría de la enunciación se ocupa de las marcas en el enunciado acerca del momento, sujeto, modo, emociones, intenciones: las huellas de su enunciación. Este libro pretende mostrar cómo a partir de distintos postulados teóricos se pueden aportar aportar elementos para la teoría y el análisis del discurso. Comienza con un aporte sobre los componentes componentes que se ponen en en juego en todo acto de de comunicación, y cómo cómo a partir de su jerarquización se construyen los diferentes tipos de discursos y se establecen algunas nociones acerca de la terminología utilizada en el desarrollo de esta teoría. Sergio Etkin trabaja sobre la teoría y sus orígenes, estableciendo un panorama del estado de situación desde el enfoque del enunciativismo de Emile Benveniste. Norma Andrés, expone el tema de la deixis, su sistematización y cómo a partir de estos indicadores, se pueden reconocer reconocer las huellas del locutor y alocutario, tiempo y espacio de enunciación, y qué efectos de sentido producen en los discursos las combinaciones de dichos elementos. Mónica Berman, se ocupa de un tema bastante complejo: las modalidades, a partir de distintos distintos puntos de vista analiza la actitud del enunciador enunciador frente a su decir o frente a los otros. Pablo Leona, trabaja la inscripción del sujeto en su enunciación y las determinaciones que permiten al lector o a los alocutarios establecer el mayor o
menor grado de distanciamiento, cercanía, compromiso, juicios de valor que pone entre él y sus dichos un enunciador. Por último, un artículo sobre Polifonía que trata los distintos modos en que los textos se relacionan entre sí y cómo dichas relaciones producen efectos de sentido diferentes, cada vez que se puede dar cuenta de la presencia de otra u otras voces en su entramado. Ana M. Paruolo
PRETEXTO Antes de hablar sobre las diferencias terminológicas para la mejor compresión de la Teoría de la enunciación, mencionaremos el Esquema de comunicación, propuesto por Roman Jakobson, en Ensayos de Lingüística general (1956) en su artículo: Lingüística y Poética en el cual habla de los polos del lenguaje, metonímico y metafórico, que ya han sido tratados en el libro Perspectivas sobre el lenguaje y propone un esquema con seis componentes que se encuentran presentes en todo acto de comunicación, ampliando el esquema de Bühler que se limitaba a tres funciones: emotiva, connotativa y referencial.
Contexto /Referente
Emisor/Destinador
Mensaje
Receptor/Destinatario
Canal/Contacto Código La jerarquización de alguno de los componentes de este esquema, determina la función del lenguaje que predomina, lo cual no significa que desaparezcan los demás componentes. Si predomina el referente, estaremos frente a la función referencial (textos informativos, con predominio de la tercera persona, por ejemplo el discurso periodístico: Se allanó un taller mecánico que encubría un desarmadero). Si predomina el receptor, estaremos frente a la función apelativa o connotativa, (los discursos persuasivos, por ejemplo la publicidad y la propaganda política, organizados en base a la segunda persona y el modo imperativo: Compre ya). Si se hace hincapié en el emisor, estaremos frente a la función emotiva (textos en los que se manifiesta la actitud del sujeto, con presencia de la primera persona del singular y a menudo, de interjecciones, pero no necesariamente pues Stanislavsky -según Jakobson- tenía un ejercicio para sus actores que consistía en decir la frase “Esta tarde” con alrededor de cuarenta matices emocionales distintos); si se privilegia el código, estaremos frente a la función metalingüística (en esta función se inscribe la crítica literaria); si se privilegia el mensaje, estaremos frente a la función poética. “¿En qué consiste el criterio lingüístico empírico de la función poética? En concreto ¿cuál es el rasgo inherente indispensable de cualquier fragmento poético” i Para reconocer el elemento de la lengua cuya presencia resulta indispensable en toda obra poética, debemos considerar dos elementos básicos que se utilizan en una conducta verbal: la
selección y la combinación, teniendo en cuenta que la función poética traslada el principio de equivalencia del eje de la selección al eje de la combinación, elevando la equivalencia al rango de proceso constitutivo, “Lo que da su esplendor al lacónico mensaje de victoria de César es la simetría de los tre s verbos disilábicos con consonante inicial y vocal final idénticas: Veni, vidi, vici” ii . Si se privilegia el canal o contacto, estamos frente a la función fática (sin sentido o fórmulas ritualizadas, solamente para mantener el contacto o el canal de comunicación abierto: -Hola ¿me escucha? Y del otro lado del teléfono: -¡Ajá!). Esta función es la primera que adquieren los niños, ya que están dispuestos a comunicarse antes de estar capacitados para enviar y recibir información. En los años ochenta, Catherine Kerbrat Orecchioni reformula el esquema propuesto por Jakobson multiplicando por dos el constituyente código -uno del lado del sujeto emisor y otro del lado del sujeto receptor quienes para movilizar los conocimientos que poseen de su lengua para un acto enunciativo, hacen funcionar reglas generales que rigen los procesos de codificación y decodificación – Dicha movilización de conocimientos y de reglas, teniendo en cuenta las competencias de cada sujeto, dará como resultado dos modelos: de producción y de interpretación . Las competencias lingüística y paralingüística (mimo-gestuales) no se pueden separar puesto que la comunicación oral es multi-canal, cuando hablamos seleccionamos diversas categorías de soportes formales (lengua, gestos, mímica, etc.) Los sistemas semióticos pueden ser usados alternativamente, coocurrentemente o privilegiando uno de ellos. Las competencias culturales e ideológicas tienen relación con la “enciclopedia” de cada sujeto o sea los conocimientos del mundo y de los otros, y con los sistemas de evaluación e interpretación del universo referencial. Las determinaciones psi (psicológicas) cumplen un papel importante en las operaciones de codificación y decodificación e inciden en las elecciones lingüísticas. Las restricciones del universo del discurso son filtros que limitan las posibilidades de elección y dependen de las condiciones concretas de la comunicación y de las características temáticas y retóricas del discurso (las restricciones del género). Los niveles de enunciación, pueden superponerse en la instancia emisora por ejemplo cuando se refieren otros enunciados. El emisor puede ser complejo, por ejemplo en una campaña publicitaria (enunciador y agencia), o en la comunicación teatral el autor es relevado por otros que lo interpretan (director, actores, iluminador, escenógrafo, vestuarista, maquillador, etc.) La instancia del receptor es compleja, ya no se trata de un receptor único – como el propuesto por el esquema anterior- sino que puede haber varias capas de recepción, por ejemplo en la entrevista por radio: el entrevistado, los oyentes; en la comunicación teatral: el público, los otros actores. El receptor puede complejizarse
ya que tanto los directos como los indirectos pueden estar presente o ausentes físicamente, pueden o no tener la obligación o responsabilidad de responder, la respuesta puede o no ser inmediata. RECEPTOR alocutario o destinatario directo
no alocutario previsto por el locutor o destinatario indirecto
no previsto receptores adicionales
Los receptores, pueden ser reales, virtuales o ficcionales y además: presente + locuente (intercambio oral cotidiano) presente + no locuente (conferencia magistral) ausente + locuente (comunicación telefónica) ausente + no locuente (casi todas las comunicaciones escritas)
El referente es exterior al mensaje y rodea a la comunicación, pero a la vez se inserta en ella, una parte está concretamente presente y es perceptible en la comunicación (lo que se entiende por situación de discurso), a la vez otra parte se convierte en contenido del mensaje y por último, el referente se refleja en la competencia ideológica y cultural de los sujetos. El canal es el soporte de los significantes, y éstos de las significaciones, a su vez funciona como un filtro suplementario, ya que debido a su naturaleza, incide en las elecciones lingüísticas. Los protagonistas de una comunicación van modificando, adaptando o ajustando su código al del otro, ya que todo acto de habla supone realizar un esfuerzo para ponerse en el lugar del otro.
ESQUEMA DE COMUNICACIÓN REFORMULADO
REFERENTE Competencias lingüísticas y paralingüísticas paralingüísticas
Competencias lingüísticas y paralingüísticas paralingüísticas Codificación
EMISOR
Decodificación MENSAJE
RECEPTOR
Canal Competencias ideológicas y culturales Determinaciones Determinaciones psi Restricciones del universo del discurso Modelo de Producción
Competencias id eológicas y culturales Determinaciones Determinaciones psi Restricciones del universo del discurso Modelo de Interpretación
Algunas consideraciones consideraciones acerca de la terminología Enunciación Según Oswald Ducrot (1984) es necesario establecer una convención terminológica, ya que “enunciación” sirve para denominar una multitud de cosas diferentes, para el lingüista la actividad lingüística es “el conjunto de procesos psicológicos y fisiológicos que posibilitan la producción del habla, en un individuo dado, en un punto particular del espacio y del tiempo, forman parte de ella todo lo que Austin denomina “actos locutorios” y “actos perlocutorios”, es decir al mismo tiempo los actos que producen el habla, considerada como el punto de realización final de aquellos y los que la motivan (englobándola como instrumento en una estrategia de conjunto)” iii El autor de esta actividad es llamado por Ducrot “sujeto hablante” cualquiera cualquiera sea el contenido de lo que diga. “Imaginemos entonces que X pretendiera ser el portavoz de Y. Se supone que el sacerdote es en algunas circunstancias el portavoz de Dios: un funcionario subalterno puede presentarse como el portavoz de un funcionario superior cuyas órdenes ejecuta; cuando recitamos o leemos un texto que confesamos no haber escrito personalmente somos también portavoces. Esto no va a impedir que consideremos a X como sujeto de las palabras que ha pronunciado efectivamente (sin dejar de atribuírselas a Y) ni que nos interesemos por las motivaciones y los mecanismos que se ponen en juego para que X cumpla la actividad lingüística que fue la suya” iv . A diferencia de la actividad lingüística que es un proceso de producción del enunciado, “enunciación” es el hecho mismo de que el enunciado haya sido producido, el acontecimiento histórico en que consiste su aparición. El concepto de enunciación no implica la noción de un autor, menos aún el que el enunciado se dirija a otra otra persona. Se trata de la mera ocurrencia de una frase en en la lengua, lengua, efectivizada, en una forma particular, en un punto y un momento particulares. Interpretar un enunciado es leer en él una descripción de su enunciación; el sentido de un enunciado es cierta imagen de su enunciación, imagen que no es objeto de un acto de aserción, de afirmación, sino que se “muestra”, se percibe el enunciado como dando prueba de que su enunciación tiene o características particulares. Los personajes o los grupos de personajes que se vinculan con la enunciación, son el locutor -al que Ducrot llama autor- y el alocutario -a quien se dirige el locutor en su enunciación-, estos dos seres no poseen una realidad empírica “entendiendo por ello que su determinación forma parte del sentido del enunciado, y no puede efectuarse si no se comprende ese sentido, mientras que el oyente y el sujeto hablante pueden revelarse se presenta como portavoz de Y, llamaré Y al locutor, aunque no sea el sujeto sujeto hablante. En cambio, si Y habla por sí mismo, es a la vez sujeto hablante y locutor. Ahora bien, es evidente que hay que comprender lo que
dijo X para adivinar a quién se atribuye el habla, para adivinar quién es su locutor, en el sentido que acabo de conferir a este término” v . El segundo aspecto en la calificación de enunciación que, constituye el sentido del enunciado es hacer comprender la enunciación como productora de efectos jurídicos, es decir, como fuente de creación de derechos y deberes de los interlocutores, no se puede describir el sentido de un enunciado sin especificar que sirve para el cumplimiento de diversos actos ilocutorios como la promesa, la aserción, la orden, la pregunta. Afirmar esto equivale a reconocer que el enunciado comenta su propia enunciación presentándola como creadora de derechos y deberes. Decir que el enunciado enunciado equivale a una orden es decir decir que su enunciación se presenta en él como poseyendo el poder exorbitante que consiste en obligar a alguien a actuar de tal o cual manera, decir que es una pregunta es decir que su enunciación se da como capaz por sí misma de obligar a alguien a hablar, y a elegir, para ello, uno de esos tipos de habla que se han catalogado como respuestas. “En resumen, si efectuar un acto ilocutorio equivale a pretender que su enunciación tiene el valor de un contrato que liga a los interlocutores y si el sentido del enunciado incluye una mención de los actos ilocutorios que se cumplen gracias a él, entonces es preciso decir que todo enunciado representa su enunciación, especificando los diferentes contratos que la enunciación produce” vi .
Diferencia entre enunciado y oración Una serie lingüística producida por un locutor constituye un enunciado, es decir que el enunciado es una serie efectivamente realizada (una entidad concreta), una ocurrencia particular de entidades lingüísticas, lingüísticas, ese locutor al producirla se presenta asumiendo la responsabilidad de la misma. Dos sujetos diferentes pueden asumir la responsabilidad de una misma oración puesto que la oración es una entidad abstracta y formal, no pertenece a lo observable, sino que es un elemento del objeto teórico –lengua- que se construye con la finalidad de dar cuenta de lo dado. A.M.P.
Benveniste y la teoría de la enunciación El enunciativismo y la teoría enunciativa de Émile Benveniste Dentro de las posiciones teóricas que enlazan con Saussure a la vez que se distancian críticamente de él, evidentemente tiene un lugar especial y casi paradójico la postura de lingüistas que, a partir del contacto más cercano con Saussure, se orientan hacia la enunciación, esto es, hacia “el conjunto de actos que efectúa el sujeto hablante para construir en un enunciado un conjunto de representaciones comunicables”. vii Nos referimos a los enfoques enunciativos propuestos, desde los años ’20, por algunos discípulos directos de Saussure, como A. Sechehaye viii y Ch. Bally. ix Dentro de este marco, nos detendremos en la versión de la teoría de la enunciación que ofrece el lingüista Émile Benveniste (1902-1976). Benveniste entronca con Saussure en tanto que discípulo del lingüista comparatista Antoine Meillet −quien, por su parte, fuera discípulo de Bréal, también impregnado de las ideas enunciativistas, x y del propio Saussure (entre 1881 y 1891) −. Émile Benveniste, junto con André Martinet (1908-1999), son considerados dos de las figuras más influyentes de su generación dentro de la lingüística francesa. Los dos coinciden en colaborar, en los años treinta, con el Círculo Lingüístico de Praga y en plantear enfoques estructurales para el estudio del lenguaje, que tienen en cuenta tanto la dimensión histórica de las lenguas, como el lugar central de la comunicación a la hora de analizar los fenómenos lingüísticos.
1. Dos planos de la lengua, dos lingüísticas distintas Benveniste representa un hito fundamental dentro de la llamada “teoría de la enunciación”, toda una tradición de reflexión sobre la subjetividad en el lenguaje que caracteriza a la lingüística francesa. Sus ideas son presentadas en una serie de artículos y de reportajes, publicados entre los años 1946 y 1970. Benveniste parte de una crítica a Saussure: la oposición saussureana entre lengua y habla debe ser sustituida por una nueva diferenciación, que está “inscripta” dentro de la lengua como dos dimensiones suyas. Se trata de la distinción entre el sistema de la lengua, como universo cerrado, y la enunciación: “El signo y la frase son dos mundos distintos y que requieren descripciones distintas. Instauramos en la lengua una división fundamental, del todo diferente de la que Saussure intentó entre lengua y habla. Nos parece que hay que trazar a través de la lengua entera una línea que separe dos especies y dos dominios del sentido y de la forma, por mucho que sean –y he aquí una de las paradojas del lenguaje– los mismos elementos los que residen de una parte y de otra, dotados sin embargo de diferente estatuto. La lengua tiene dos maneras de ser lengua en el sentido y la forma.
Acabamos de definir una; la lengua como semiótica; hay que justificar la segunda, que llamamos la lengua como semántica” (“La forma y el sentido en el lenguaje, pp 225-6).
Estos dos planos de la lengua, el “semiótico” y el “semántico”, son pensados como abismalmente distintos , al punto de que se proponen para su estudio dos disciplinas diferentes : “Cuando Saussure definió la lengua como sistema de signos echó el fundamento de la semiología lingüística. Pero vemos ahora que si el signo corresponde en efecto a las unidades significantes de la lengua, no puede erigírselo en principio único de la lengua en su funcionamiento discursivo. Saussure no ignoró la frase, pero es patente que le creaba una grave dificultad y la remitió al ‘habla’, lo cual no resuelve nada; es cosa precisamente de saber si es posible pasar del signo al ‘habla’. En realidad el mundo del signo es cerrado. Del signo a la frase no hay transición ni por sintagmación ni de otra manera. Los separa un hiato. Hay pues que admitir que la lengua comprende dos dominios distintos, cada uno de los cuales requiere su propio aparato conceptual. Para el que llamamos semiótico, la teoría saussuriana del signo lingüístico servirá de base para la investigación. El dominio semántico, en cambio, debe ser reconocido como separado. Tendrá necesidad de un aparato nuevo de conceptos y definiciones.” (“Semiología de la lengua”, pp 68-9).
En otro lugar de este último artículo, diferencia Benveniste dos “criterios de validez” distintos, uno para lo semiótico y otro para lo semántico, que corresponden a dos “facultades mentales” diferentes: lo semiótico activa la facultad de comprensión, definida como la capacidad de captar la identidad y la diferencia por comparación con elementos ya conocidos; lo semántico, la facultad de reconocimiento, en tanto que habilidad para asignarles sentidos a enunciados que, por su carácter histórico, son siempre únicos, nuevos, inéditos. Mientras que los signos lingüísticos o bien se reconocen como pertenecientes al sistema de cada lengua particular, o bien se rechaza su pertenencia a dicho sistema; los discursos se comprenden o no se comprenden: se captan las relaciones entre locutor e interlocutor, las relaciones conceptuales entre los términos, las connotaciones, las resonancias históricas, culturales, emotivas, estéticas, etc., que dan textura a un discurso, o no se captan. Desde otro punto de vista, Benveniste distingue, como si se tratara de “mundos diferentes”, “las condiciones de empleo de las formas”, que son las reglas que gobiernan el uso de los signos lingüísticos (reglas semióticas o del sistema de signos), de “las condiciones de empleo de la lengua”, es decir, las reglas, tan permanentes, estables y necesarias como las prim eras, que condicionan el uso de la lengua misma (reglas semánticas o del discurso). xi Para Benveniste, mientras que el estudio del componente semiótico de la lengua cuenta con un amplio desarrollo de teorías para su estudio, a saber, las gramáticas estructurales que llegan hasta el límite de la oración, edificadas a partir de los lineamientos impartidos por Saussure, el componente semántico de la lengua carece aún de una elaboración teórica que permita explicarlo adecuadamente: por lo tanto, semejante teoría, o sea,
una teoría de la enunciación, está, para él, por construirse y constituye su propio programa teórico. Benveniste proyecta que la enunciación puede estudiarse al menos desde tres puntos de vista distintos: (1) el nivel fonético, es decir, el de la producción fonético-articulatoria de los enunciados, dado que este aspecto material, si se quiere, de la enunciación es también de índole concreta e histórica, ya que cada acto articulatorio es nuevo cada vez que se produce y es irrepetible; (2) el nivel de lo que él llama la “significancia”, esto es, el de las conexiones entre los sentidos y las palabras que los vehiculizan –concepto que desarrolla este autor en su artículo “Semiología de la lengua” (1969) y que ya había postulado antes en su conferencia “La forma y el sentido en el lenguaje” (1967): se trata aquí de “ver cómo el ‘sentido’ se forma en ‘palabras’, en qué medida puede distinguirse entre las dos nociones y en qué términos describir su interacción. Es la semantización de la lengua lo que ocupa el centro de este aspecto de la enunciación, y conduce a la teoría del signo y al análisis de la significancia”; y (3) el nivel de las categorías formales que surgen de la enunciación y, que a la vez, la conforman, es decir, el plano de lo que denominará el “aparato formal de la enunciación” (cf. “El aparato formal de la enunciación”, pp 83-4). En Francia, el estudio del nivel fonético y fonológico alcanzará un notable desarrollo por obra del lingüista A. Martinet, antes mencionado, en el marco de su lingüística funcional y de su concepto de la doble articulación del lenguaje. Benveniste, por su parte, se dedicará a desarrollar los otros dos aspectos de la enunciación que marcan, según él, los métodos que deberían seguirse para una exposición teórica del nivel semántico de la lengua.
2. Las operaciones y los tipos de unidades de la semiótica y de la semántica. Definición de enunciación Benveniste vincula con el plano semiótico, como su “operación” constitutiva, las relaciones paradigmáticas y, como su unidad de análisis, el signo lingüístico. Las operaciones de comprensión que supone, como señalábamos antes, el componente semiótico se realizan en el nivel de las redes de asociaciones en las que entran los signos lingüísticos en sus relaciones recíprocas, que son, para él, relaciones de “conexión”. A tal operación y a tal unidad de análisis, les contrapone, en el plano semántico, lo sintagmático y la palabra, respectivamente: el sentido semántico se realiza en el sintagma y por él, en la medida en que es preciso prestar atención a cada combinación de palabras específica y concreta para interpretar los sentidos que ellas ponen en juego. Las relaciones sintagmáticas son caracterizadas por como relaciones de “sustitución”. La palabra es, entonces, para Benveniste “la unidad mínima del mensaje y la unidad necesaria de la codificación del
pensamiento. El sentido de la frase es en efecto la idea que expresa; este sentido es realizado formalmente en la lengua por la elección, la disposición de las palabras, por su organización sintáctica, por la acción que ejercen unas sobre otras. Todo está dominado por la condición del sintagma, por el nexo entre los elementos del enunciado destinado a trasmitir un sentido dado, en una circunstancia dada.” (“La forma y el sentido en el lenguaje”, p 227). Hecha esta oposición de partida entre semiótica y semántica, y en procura de una teoría para la dimensión semántica de la lengua, esto es, la dimensión discursiva y enunciativa, Benveniste comienza por definir la enunciación: la caracteriza en términos de acto, de proceso, y la diferencia del texto o de los enunciados concretos, es decir, de los productos de ese proceso intercambiados por los participantes de cada acto de comunicación. La enunciación es definida como “un acto individual de utilización” que consiste en “poner a funcionar la lengua” a través de semejante acto (“El aparato formal de la enunciación”, pp 82-3). La enunciación es “el acto mismo de producir un enunciado y no el texto del enunciado (...) Este acto se debe al locutor que moviliza la lengua por su cuenta. La relación entre el locutor y la lengua determina a los caracteres lingüísticos de la enunciación. Debe considerársela como hecho del locutor que toma la lengua por instrumento, y en los caracteres lingüísticos que marcan esta relación.” (op. cit.).
3. Caracterización de los planos semiótico y semántico: función cognitiva y función enunciativa de la lengua Como decíamos, Benveniste hace corresponder el plano de lo semiótico, el plano del signo lingüístico saussureano, a la función del lenguaje privilegiada, en general, por las posturas hegemónicas en el campo de la lógica anteriores a J. L. Austin, según las cuales las proposiciones describen estados de cosas en forma verdadera o en forma falsa. Así, Benveniste hablará de un “uso cognitivo de la lengua” o de su “función representativa” y lo equiparará a la significación como denotación –habla de “designación”–, xii en la cual, con la terminología de Saussure, a cada significante le corresponde un único concepto. De acuerdo con Benveniste, a esta dimensión es preciso oponer tajantemente el plano de lo semántico, esto es, el plano de la enunciación y del discurso, de donde se originan ciertas formas lingüísticas que sólo tienen un sentido en la medida en que están referidas a los participantes del intercambio verbal y a su situación de comunicación. Pero el acto mismo de la enunciación genera ciertos signos que son completamente independientes del “uso cognitivo de la lengua”. En otras palabras, hay entidades lingüísticas propias de la lengua en su uso como instrumento de descripción del mundo, xiii y signos, también constantes y necesarios, pero que se refieren a los elementos fundamentales del proceso de enunciación: sus
participantes y sus circunstancias de tiempo y de lugar. xiv Estas dos clases de signos son, para Benveniste, tajantemente diferentes, pertenecen a dos mundos de realidades lingüísticas diferentes y deben ser estudiados por dos tipos de disciplinas diferentes: las teorías gramaticales y las teorías de la enunciación, respectivamente (cf. “El aparato formal de la enunciación”, pp 86-7). Benveniste entiende estos signos de la enunciación como “metalingüísticos”: tendrían un carácter primigenio, que consistiría en el hecho de que están referidas a la situación de enunciación, en la medida en que “yo” significa “el que está hablando” u “hoy”, “el día en el cual yo estoy hablando”. Los conceptualiza como “metalingüísticos” justamente en el sentido de que son formas de hablar (palabras) que se refieren al hablar (al enunciar). Desarrollaremos con más detalle estas propiedades semánticas de los signos de la enunciación (oponerse a las categorías léxicas, ser signos constantes y necesarios, ser signos metalingüísticos, etc.) más abajo. Podemos hacer corresponder, entonces, el concepto de función cognitiva de la lengua (plano semiótico) con el de denotación, significado primero o central de una palabra, y el concepto de funcionamiento enunciativo de la lengua (plano semántico), con el de connotación, en tanto que un plus de valores subjetivos que se agregan a ese núcleo duro de significado conceptual. Se trata, repetimos, de “dos dominios o dos modalidades de sentido” drásticamente diferenciados. El sentido semiótico es un “sentido cerrado sobre sí mismo y contenido, en cierto modo, en sí mismo”, un sentido único y conocido “desde antes”, podríamos decir, más allá de cada enunciación, si se domina el sistema de la lengua de la que se trate (recordemos la propiedad de reconocimiento que le atribuye Benveniste al plano semiótico). En cambio, el sentido semántico es el sentido histórico de las palabras: supone un plus de significación, implica connotaciones, debido a que cada situación histórica en que ocurre cada acto comunicativo es nueva, única, inédita, y a que cada sintagma verbal, si lo consideramos como organizado por un cierto sujeto enunciador y destinado a otro u otros sujetos, los interlocutores del hablante, en un cierto momento espacial y temporal, también es singular y novedoso, esto es, no tiene un significado dado de antemano que pudiera reconocerse, sino un sentido que es necesario interpretar y entender en función de esa situación histórica y de esa enunciación en particular. xv El sentido semántico es el resultado “del encadenamiento, de la adecuación a la circunstancia y del ajuste de los diferentes signos entre ellos. Es absolutamente imprevisible. Es un abrirse al mundo” (cf. “Estructuralismo y lingüística ”, pp 23-4). En resumen, Benveniste considera como perfectamente encaminada la parte de la lingüística que se dedica al estudio del plano semiótico de la lengua, pero como un proyecto, como algo por hacerse, la otra parte, la lingüística de la enunciación, que –repetimos– toma como un programa propio. Expondremos a continuación las propiedades más relevantes que Benveniste adjudica al plano de lo
semántico, a través de las cuales va definiendo el objeto de estudio y los métodos de su teoría de la enunciación.
4. Propiedades del signo semántico 4.1 Lo semántico como territorio de la referencialidad Para Benveniste, el nivel de la referencialidad depende de la enunciación, dado que el evocar objetos del mundo ocurre y se ubica dentro de un marco de referencias, en función de las coordenadas subjetivas, temporales y espaciales que configuran cada acto de comunicación. Toda evocación de objetos reales a través del lenguaje gira alrededor del yo como centro de referencias: o son cosas que están o que estuvieron o que estarán en el lugar donde un “yo” habla ahora, o sucedieron en otro lugar y en otro tiempo que el locutor sitúa en relación con esa instancia efectiva de enunciación, o le fueron contadas por alguien que, en un momento anterior, fue locutor y efectuó todas estas mismas operaciones, etc., etc.: “En la enunciación, la lengua se halla empleada en la expresión de cierta relación con el mundo. La condición misma de esta movilización y de esta apropiación de la lengua es, en el locutor, la necesidad de referir por el discurso y, en el otro, la posibilidad de correferir idénticamente, en el consenso pragmático que hace de cada locutor un colocutor. La referencia es parte integrante de la enunciación. Estas condiciones iniciales van a gobernar todo el mecanismo de la referencia en el proceso de enunciación” (“El aparato formal de la enunciación”, p 85).
Los referentes son un elemento de lo semántico en la medida en que se establecen a partir de las intenciones y de las motivaciones comunicativas del locutor y a partir de las relaciones intersubjetivas que unen al locutor con su interlocutor, mientras que, en el plano semiótico, siempre se trata de un sistema cerrado de interrelaciones entre signos lingüísticos: si un mensaje verbal fuera una mera suma de signos, parece querer decir Benveniste, todos sacaríamos de él los mismos resultados, todos interpretaríamos lo mismo, situación que dista mucho de ser la más frecuente; nuestros mensajes no pueden reducirse “a una sucesión de unidades por identificar separadamente; no es una suma de signos la que produce el sentido es, por el contrario, el sentido concebido globalmente, el que se realiza y se divide en ‘signos’ particulares, que son las palabras. En segundo lugar, lo semántico carga por necesidad con el conjunto de los referentes, en tanto q ue lo semiótico está, por principio, separado y es independiente de toda referencia. xvi El orden semántico se identifica con el mundo de la enunciación y el universo del discurso.” (“Semiología de la lengua”, pp 67-8). También en su conferencia “La forma y el sentido en el lenguaje”, desarrolla Benveniste su concepto de significancia, como el tipo de sentido que
surge del discurso, un sentido que no emerge de la suma de los sentidos individuales de cada una de las palabras que se combinen en un sintagma, sino de una intención de comunicación, primera y prioritaria, que se realiza en palabras organizadas sintagmáticamente: “la noción de semántica nos introduce en el dominio de la lengua en uso y en acción (...). Ya no se trata, esta vez, del significado del signo, sino de lo que puede llamarse lo intentado, lo que el locutor quiere decir, la actualización lingüística de su pensamiento. De lo semiótico a lo semántico hay un cambio rotundo de perspectiva (...) Lo semiótico se caracteriza como una propiedad de la lengua, lo semántico resulta de una actividad del locutor que pone en acción la lengua.” (“La forma y el sentido en el lenguaje”, p 226). Esa suma, reiteramos, si fuera una operación cuasi-matemática o absolutamente lógica, arrojaría siempre un resultado idéntico. Todos los hablantes de una lengua conocemos el sentido individual de cada palabra y de cada frase hecha de nuestra lengua, pero esto no nos asegura, ni mucho menos, una comprensión de cada frase que recibamos en cada situación: “aun comprendiendo el sentido individual de las palabras, bien puede, fuera de la circunstancia, no entenderse el sentido que resulta de la reunión de las palabras; es una experiencia corriente que muestra que la noción de referencia es esencial” (“La forma y el sentido en el lenguaje”, pp 2289). Esto es así porque cada situación de comunicación, factor determinante de la referencia y del sentido semántico, es “una condición única, cuyo conocimiento no puede ser suplido por nada” (ibíd.), en la medida en que es histórica, única e irrepetible. Las frases que se producen en su ámbito son, por lo tanto, igualmente diferentes cada vez, igualmente singulares e inéditas, y requieren, en consecuencia, una interpretación nueva, que les es específica: “la frase es cada vez un acontecimiento diferente; no existe más que en el instante en que se la profiere, y se borra en el acto; es un acontecimiento evanescente” (ibíd.). Por ello es que permanentemente confundimos sentidos, no entendemos alusiones, presuposiciones, dobles sentidos, ambigüedades, “indirectas”. La denotación y la connotación, el sentido léxico primero y los sentidos contextuales, el signo y la palabra semántica, están en una tensión permanente: en cada acto de comunicación, reconocemos los primeros y tenemos que comprender los segundos, darles valor, interpretar qué función tienen en esa situación en especial: “Lo que se llama polisemia no es sino la suma institucionalizada (...) de tales valores contextuales, siempre instantáneos, aptos continuamente para enriquecerse, desaparecer –en una palabra, sin permanencia, sin valor constante Todo recalca así el estatuto diferente de la misma entidad léxica, según se la tome como signo o como palabra. De ello resultan dos consecuencias opuestas: por una parte, se dispone a menudo de una variedad bastante grande de expresiones para enunciar, como se dice, ‘la misma idea’ (...) Por otra parte, pasando a palabras, la idea debe sufrir el constreñimiento de las leyes de su unión; hay aquí por necesidad una mezcla sutil de libertad en el enunciado de la idea, de constreñimiento en la forma de dicho enunciado, que es la condición de toda
actualización del lenguaje. Es en virtud de su coadaptación como las palabras contraen valores que no poseían en sí mismas y que hasta contradicen los que poseen en otras partes (...) Así el ‘sentido’ de la frase está en la totalidad de la idea percibida por una comprensión global; la ‘forma’ es obtenida por la disociación analítica del enunciado empujada hasta las unidades semánticas, las palabras. Más allá, las unidades no pueden ser ya disociadas sin cesar de desempeñar su función. Tal es la articulación semántica” (ibíd.).
En síntesis, los sintagmas que emitimos y que recibimos son provocados, según Benveniste, por un cierto “estado de cosas (...), la situación de discurso o de hecho a la que se refiere y que jamás podemos ni prever ni adivinar” (ibíd.). Dicho de otro modo, “el locutor reúne palabras que en este empleo tienen un ‘sentido’ particular” (ibíd.), palabras que tienen una “función” específica, en un sintagma particular, que está ligado a un contexto, que es único. Lo semántico es, pues, el plano de los “referentes”, desde el momento en que estos son definidos por este autor como “el objeto particular al que la palabra corresponde en lo concreto de la circunstancia o del uso” (ibíd.).
4.2 Lo semántico como sedimento cultural Lo semántico absorbe y retiene, según este enfoque, la historia completa de una cultura: es una suerte de sedimentación de todo lo que ha vivido lingüísticamente una sociedad humana, un sustrato vital para la formación de la subjetividad ya que abre el acceso al mundo de conocimientos que cada cultura ha conquistado a lo largo del tiempo. En su movimiento de renovación permanente, que acompaña la expansión de los conocimientos, de las técnicas, de los hábitos, que va produciendo una cultura, la lengua se reconstruye a sí misma sobre la base de sí misma, se amplía y se transforma a partir de lo que era, a partir de un movimiento que surge de sí, de los nuevos signos y de las nuevas interpretaciones de signos que se van necesitando y se van construyendo. Con este aspecto cultural, empalma Benveniste la cuestión de la diacronía o de la evolución histórica de las lenguas: mientras que, para Saussure, por su índole asistemática, la diacronía sólo tiene un lugar precario dentro de una lingüística general concebida como una ciencia rigurosa y debe ceder el primer puesto a la sistematización de las lenguas en sincronía; para Benveniste, la historia de la lengua, dado que se integra al sistema de la lengua por formar parte de su componente semántico, constituirá, con pleno derecho, una parte del objeto de estudio de la lingüística. Benveniste sostiene, de la definición saussureana de lengua, su característica de ser algo social: “una lengua es primero que nada un consenso colectivo” (“Estructuralismo y lingüística”, pp 23-5). Este consenso social supone, desde la adquisición de la lengua materna en nuestra niñez, el aprendizaje de la propia cultura: “el niño nace en una comunidad lingüística, aprende su lengua,
proceso que parece instintivo, tan natural como el crecimiento físico de los seres o de los vegetales, pero lo que aprende (...) es el mundo del hombre” (ibíd.). Con el desarrollo de la “facultad natural” de la lengua –que es también una idea saussureana–, xvii se adquiere la cultura de la propia comunidad: “La adecuación del lenguaje al conjunto de los datos que le incumbe traducir, la adecuación de la lengua a todas las conquistas intelectuales que permite el manejo de la lengua (...) el proceso dinámico de la lengua, que permite inventar nuevos conceptos y por consiguiente rehacer la lengua, sobre ella misma en cierto modo. Pues bien, todo esto es el dominio del ‘sentido’. Por lo demás, están las clases elementales de sentido, las distinciones que la lengua hace constar o no, así las distinciones de color, por tomar un caso clásico. No hay dos lenguas que organicen los colores de la misma manera. ¿Difieren acaso los ojos? No, es la lengua lo diferente. Por consiguiente, algunos colores no tienen ‘sentido’ en cierto modo, otros, en cambio, tienen demasiados, y así por el estilo (...). Todo lo que es del dominio de la cultura participa en el fondo de valores, de sistemas de valores (...), tales valores son los que se imprimen en la lengua” (ibíd.).
Como decíamos antes, esta “polisemia”, esta “panoplia semántica”, de las que habla Benveniste, la acumulación de sentidos en el mismo signo, más allá de su sentido primero o de “designación”, es resultado de un proceso acumulativo y de índole ante todo cultural. Así explica este autor que la parte más importante de las palabras de toda lengua carguen con una multitud de sentidos distintos: son capas que se van acumulando a partir de sus distintos usos que ha hecho de ellas toda una cultura, un concepto cercano a la noción bajtiniana de polifonía: “Los diccionarios yuxtaponen cantidad de cosas muy dispares. (...) entonces topamos con cuestiones fundamentales: ¿Cómo es que la lengua admite esta ‘polisemia’? (...) La lengua arrastra toda suerte de datos heredados; la lengua no se transforma automáticamente a medida que la cultura se transforma. Y esto es justamente lo que provoca a menudo la panoplia semántica (...) una estratificación de cultura que deja rastro en los diferentes empleos posibles. Todos éstos están comprendidos hoy por hoy por la definición de la palabra, porque son aún susceptibles de ser empleados con su verdadero sentido en la misma fecha. Vemos aquí el correlato de una definición acumulativa de las culturas. A nuestra cultura de hoy está integrado todo el espesor de otras culturas” (ibíd.).
4.3 La dimensión semántica es metalingüística De la suma de la dimensión semiótica y la dimensión semántica en la lengua, deriva Benveniste su función metalingüística, es decir, su capacidad para hablar de sí misma y de cualquier otro sistema de signos, rasgo constitutivo y definitorio de la lengua, el que la diferencia de todos los otros sistemas de signos y justifica su predominio frente a ellos. Este predominio se desprendería de la doble manera de significar, que sería propia de la lengua: su significancia semiótica y su significancia semántica. Esta doble significancia es la que habilita a la lengua para
“hablar” acerca de sí misma, es decir, tener una función metalingüística. Es en estos términos que Benveniste interpreta el concepto saussureano de la lengua como norma de todas las demás manifestaciones del lenguaje y como modelo de su proyectada semiología: “La naturaleza de la lengua, su función representativa, su poder dinámico, su papel en la vida de relación, hacen de ella la gran matriz semiótica, la estructura modeladora de la que las otras estructuras reproducen los rasgos y el modo de acción (...) La lengua combina dos modos distintos de significancia, que llamamos el modo semiótico por una parte, el modo semántico por otra. (...) Los demás sistemas tienen una significancia unidimensional: o semiótica (gestos de cortesía) (...), sin semántica; o semántica (expresiones artísticas), sin semiótica. El privilegio de la lengua es portar al mismo tiempo la significancia de los signos y la significancia de la enunciación. De ahí proviene su poder mayor, el de crear un nuevo nivel de enunciación, donde se vuelve posible decir cosas significantes acerca de la significancia. Es en esta facultad metalingüística donde encontramos el origen de la relación de interpretancia merced a la cual la lengua engloba los otros sistemas.” (“Semiología de la lengua”, pp 66-8).
Retomaremos la cuestión de la función metalingüística de la lengua al analizar las propiedades definitorias del signo semántico, dado que el hecho de que la lengua tenga una función metalingüística deriva, de acuerdo con este autor, de las formas de la enunciación son metalingüísticas ellas mismas.
4.4 Lo semántico como el espacio de las categorías formales de la enunciación Benveniste explica que lo semántico se incorpora a la lengua bajo la forma de “categorías elementales del discurso”: se refiere ante todo a los deícticos personales, temporales y espaciales, que sólo pueden estudiarse en el marco de una teoría de la enunciación que analice el uso del lenguaje a partir del discurso. Dos de los artículos en los cuales teoriza sobre estas categorías más sistemáticamente son los titulados “La naturaleza de los pronombres” (1956) y “De la subjetividad en el lenguaje” (1958). Los rasgos característicos, que van a ir repitiéndose en las sucesivas presentaciones de este tema, aparecen en estos artículos todos juntos.
4.4.1 La oposición entre formas deícticas (signos semánticos) y nociones léxicas (signos semióticos) Las formas deícticas se oponen a las palabras que designan objetos de la realidad extralingüística o, con los términos de Benveniste, nombres que se refieren a nociones léxicas . Las formas de la enunciación son pragmáticas: refieren a los que usan la lengua en el momento en que la usan:
“Entre yo y un nombre que se refiera a una noción léxica, no hay solamente las diferencias formales, muy variables, que impone la estructura morfológica y sintáctica de las lenguas particulares. Hay otras, derivadas del proceso mismo de la enunciación lingüística y que son de naturaleza más general y más profunda. El enunciado que contiene yo pertenece a ese nivel o tipo de lenguaje que Charles Morris llama pragmático, que incluye, con los signos, a quienes lo usan.” (“La naturaleza de los pronombres”, pp 172-3).
Las “nociones léxicas” o los “signos nominales” son conceptuales, esto es, refieren a un universo de discurso, a una clase y a todos sus miembros. El concepto de mesa, denotado por el signo semiótico “mesa”, es una noción léxica. Esto implica que ella refiere a todas las mesas del universo, no a una en particular y a todas las demás no. La palabra “mesa”, para designar a una mesa en particular, exige el agregado de una forma de la enunciación: formas como un artículo definido, un pronombre demostrativo, un pronombre posesivo: sólo cuando decimos “Ponelo en la mesa”, “Apoyalo en esta mesa” o “Esta es mi mesa”, las mesas en cuestión se vuelven particulares e individuales y no universales: esta mesa que está en esta situación, la mesa histórica, individual, única, irrepetible. Los signos de la enunciación actualizan, según este punto de vista, los significados que las nociones léxicas contienen en forma virtual: “Cada instancia de empleo de un nombre se refiere a una noción constante y ‘objetiva’, apta para permanecer virtual o para actualizarse en un objeto singular, y que se mantiene siempre idéntica en la representación que despierta.” (“La naturaleza de los pronombres”, p 173). Hay, entonces, dos clases de signos en la lengua: los que sirven para lo universal, para el concepto (los signos semióticos), y los que sirven para lo particular, para la especificación y para la individualización (las formas semánticas). Ambos son absolutamente irreductibles porque tienen formas diversas de referir: unos refieren a conceptos, “No hay concepto ‘yo’ que englobe todos los yo que se enuncian en todo instante en boca de todos los locutores, en el sentido en que hay un concepto ‘árbol’ al que se reducen todos los empleos individuales de árbol. El ‘yo’ no denomina, pues, ninguna entidad léxica. ¿Podrá decirse entonces que yo se refiere a un individuo particular? De ser así, se trataría de una contradicción permanente admitida en el lenguaje, y la anarquía en la práctica: ¿cómo el mismo término podría referirse indiferentemente a no importa cuál individuo y al mismo tiempo identificarlo en su particularidad? Estamos ante una clase de palabras, los ‘pronombres personales’, que escapan al estatuto de todos los demás signos del lenguaje.” (“De la subjetividad en el lenguaje”, p 182).
En síntesis, las formas semánticas son realidades discursivas; los signos semióticos, en cambio, son “signos nominales”, cuyos significados son conceptos que se refieren a “objetos” de la realidad: “¿[ yo o tú refieren] sólo una ‘realidad de discurso’ (...) Yo no puede ser definido más que en términos de ‘locución’, no en términos de objetos, como lo es un signo nominal” (“La naturaleza de los pronombres”, pp 172-3).
4.4.2 Las formas semánticas son únicas La unicidad de la referencia deíctica es una consecuencia de su oposición a las designaciones nominales en tanto que denotadoras de conceptos: como señalábamos antes, las nociones léxicas designan universalmente, esto es, son conceptos que se refieren a una totalidad de objetos de la misma clase: por ejemplo la palabra “mesa” se refiere a todas las mesas, de todos los lugares, de todos los tiempos; en cambio, el deíctico personal yo se refiere, cada vez que se usa, a una única persona: la que, como se observaba antes, se ha apropiado o ha asumido la lengua al producir un discurso. Este rasgo de unicidad es derivado por Benveniste de la dependencia de los deícticos respecto de la situación de enunciación, que, por su naturaleza concreta e histórica, es única e irrepetible: “Yo tiene su referencia propia, y corresponde cada vez a un ser único, planteado como tal. (...) De nada sirve definir estos términos y los demostrativos en general por la deixis, como se hace, de no agregarse que la deixis es contemporánea de la instancia de discurso que porta el indicador de persona; de esta referencia extrae el demostrativo su carácter cada vez único y particular, que es la unidad de la instancia de discurso a la cual se refiere.” (“La naturaleza de los pronombres”, p 173-4).
4.4.3 Las categorías de la enunciación son formales, esto es, vacías de contenido A partir de la oposición entre formas de la enunciación y signos semióticos, Benveniste deriva otra propiedad más: estas categorías de la enunciación son estrictamente formales, porque, según él, son vacías, son aptas para ser llenadas por la referencia a distintos sujetos hablantes, en contraposición con las formas léxicas o de función denominativa: “El lenguaje propone en cierto modo formas ‘vacías’ que cada locutor en ejercicio de discurso se apropia, y que refiere a su ‘persona’” (“De la subjetividad en el lenguaje”, p 184). Por esto es, que sólo las nociones léxicas, por tener un contenido constante, se relacionan con la posibilidad de integrar proposiciones verdaderas o falsas. Nótese además que, al exponer su idea de que los signos semánticos son formales y vacíos, Benveniste insiste en hablar de su “apropiación” por parte del hablante: el dar cada vez contenido a estas formas vacías de la enunciación implica un acto de apropiación, asumir la lengua, activarla o habilitarla por el hecho de usarla, ya que, según este autor, “para que la palabra garantice la ‘comunicación’ es preciso que la habilite el lenguaje, del que ella no es sino actualización” (“De la subjetividad en el lenguaje”, p 180). Con estas formas vacías, agrega Benveniste, ha resuelto el ser humano el problema de su comunicación con sus semejantes: comunicarse implica hablar de la realidad con los signos semióticos (describir el mundo en términos de verdad y falsedad, la función informativa, o cognitiva o representacional del
lenguaje) y hablar de los que hablan, hablar acerca de lo dicho, hablar sobre la lengua, hablar sobre el hablar con las formas semánticas (con la famosa terminología que aplica R. Jakobson, se englobarían en esto todas las otras funciones del lenguaje: la función fática, la función expresiva, la función conativa, la función metalingüística, la función poética): “Es, con todo, un hecho a la vez original y fundamental el que estas formas ‘pronominales’ no remitan a la ‘realidad’ ni a posiciones ‘objetivas’ en el espacio o en el tiempo, sino a la enunciación, cada vez única, que las contiene y hagan reflexivo así su empleo. La importancia de su función se medirá por la naturaleza del problema que sirvan para resolver y que no es otro que el de la comunicación intersubjetiva. El lenguaje ha resuelto este problema creando un conjunto de signos ‘vacíos’, no referenciales por relación a la ‘realidad’, siempre disponibles, y que se vuelven ‘llenos’ no bien un locutor los asume en cada instancia de su discurso. Desprovistos de referencia material, no pueden usarse mal; por no afirmar nada, no están sometidos a la condición de verdad y escapan a toda denegación. Su papel es ofrecer el instrumento de una conversión, que puede denominarse la conversión del lenguaje en discurso.” (“La naturaleza de los pronombres”, p 175).
4.4.4 La enunciación como actividad de apropiación Como surge de las citas anteriores, vemos que con este rasgo de formalismo, de tratarse de signos vacíos, asocia Benveniste permanentemente otra de las características que atribuye a las formas de la enunciación: que cada discurso implica una apropiación de la lengua por parte del hablante. Benveniste habla de adueñarse de la lengua en el sentido de que al mismo tiempo que la usamos nos instituimos como ejes de las referencias personales que hagamos, y fijamos el momento y el lugar en que hablamos como ejes de referencia de todas las indicaciones de tiempo y de lugar que hagamos a lo largo de nuestro enunciado: “El hábito nos hace fácilmente insensibles a esta diferencia profunda entre el lenguaje como sistema de signos y el lenguaje asumido como ejercicio por el individuo. Cuando el individuo se lo apropia, el lenguaje se convierte en instancias de discurso, caracterizadas por ese sistema de referencias internas cuya clave es yo, y que define el individuo por la construcción lingüística particular de que se sirve cuando se enuncia como locutor.” (“La naturaleza de los pronombres”, p 175). “En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la lengua, como un proceso de apropiación. El locutor se apropia el aparato formal de la lengua y enuncia su posición de locutor mediante indicios específicos, por una parte, y por medio de procedimientos accesorios, por otra. (...) El acto individual de apropiación de la lengua introduce al que habla en su habla.” (“El aparato formal de la enunciación”, pp 84-5).
4.4.5 Las formas de la enunciación son metalingüísticas y reflexivas
Como señalábamos en el apartado 4.3, el ámbito de lo semántico es metalingüístico porque las formas de la enunciación son metalingüísticas, encarnan la capacidad inherente a la lengua de hablar acerca de sí misma y de los demás sistemas de signos, porque ellas nos hablan acerca del hablar –acerca de quién le habla a quién, de cuándo habla el que habla, de dónde habla el que habla–; por oposición a ellas, las nociones léxicas, propias del “uso cognitivo de la lengua”, refieren al mundo extra-lingüístico: “La enunciación es directamente responsable de ciertas clases de signos que promueve, literalmente, a la existencia. Pues no podrían nacer ni hallar empleo en el uso cognitivo de la lengua. Hay pues que distinguir las entidades que tienen en la lengua su estatuto pleno y permanente y aquellas que, emanadas de la enunciación, sólo existen en la red de ‘individuos’ que la enunciación crea y en relación con el ‘aquí-ahora’ del locutor. Por ejemplo, el ‘yo’, el ‘eso’, el ‘mañana’ de la descripción gramatical no son sino los ‘nombres’ metalingüísticos de yo, eso, mañana producidos en la enunciación” (“El aparato formal de la enunciación”, pp 86-7). En otras palabras, las formas deícticas, por oposición a las nociones léxicas, son reflexivas, dado que se refieren a su propio uso.
4.4.6 Las formas semánticas involucran relaciones tan constantes y necesarias como las de los signos semióticos Otra propiedad típica es la de que esta asociación entre las formas deícticas y las instancias de discurso (o situaciones de enunciación) es, según Benveniste, constante y necesaria. La referencia de los deícticos se obtiene ubicando a los participantes de cada acto comunicativo concreto en su situación de enunciación y no hay otra forma de obtenerla –de aquí su carácter necesario. Afirmaciones como la de que “el lenguaje no dispone sino de una sola expresión temporal, el presente” (“El lenguaje y la experiencia humana”, pp 77) o la de que “esta presencia en el mundo que sólo el acto de enunciación hace posible, pues (...) el hombre no dispone de ningún otro medio de vivir el ‘ahora’ y de hacerlo actual más que realizarlo por inserción del discurso en el mundo” (“El aparato formal de la enunciación”, p 86), entre muchas otras, refuerzan con claridad este carácter de lo que es necesario por no existir otra opción para su realización. A la vez, todos los hablantes hacemos esto siempre de la misma manera y de un modo común: ni cambiamos esta forma de referir, ni tenemos cada uno una forma propia de hacerlo : xviii así como las nociones léxicas se apoyan en una relación constante entre significantes y significados en el nivel del signo, y de los distintos significantes entre sí y los distintos significados entre sí en el nivel del signo completo integrado al sistema de la lengua, las formas de la enunciación se llenan de una manera constante con un mismo tipo de referencia: la referencia a los
participantes de la enunciación y a las coordenadas espacio-temporales en que ella se lleva a cabo: por una parte, surgen del uso de la lengua, son absolutamente subjetivas, hasta el punto que son la condición de posibilidad de que exista una subjetividad; por la otra, no su empleo no es ni arbitrario, ni caprichoso, ni contingente, ni azaroso, ni individual: todos las usamos igual; su carácter es, antes bien, como expondremos más adelante, intersubjetivo: “La presencia del locutor en su enunciación hace que cada instancia de discurso constituya un centro de referencia interna. Esta situación se manifestará por un juego de formas específicas cuya función es poner al locutor en relación constante y necesaria con su enunciación.” (“El aparato formal de la enunciación”, pp 84-5). Esta característica de las formas de la enunciación, representadas por las formas deícticas, es decisiva para entender por qué, en un enfoque basado en la enunciación, este tipo de formas son indudablemente susceptibles de un estudio sistemático y científico, posibilidad que les hubiera negado Saussure, quien confinaba todo lo discursivo y lo histórico al terreno del habla, individual, contingente y caprichosa por definición. Benveniste es sumamente insistente con esta idea de la índole sistemática de las formas de la enunciación, y suele agregar la advertencia de que, sin este recurso, la comunicación humana sería poco menos que imposible: “El empleo tiene, pues, por condición la situación de discurso, y ninguna otra. Si cada locutor, para expresar el sentimiento que tiene de su subjetividad irreductible, dispusiera de un ‘indicativo’ distinto (...), habría prácticamente tantas lenguas como individuos y la comunicación se tornaría estrictamente imposible. El lenguaje ataja semejante riesgo instituyendo un signo único, pero móvil, yo, que puede ser asumido por cada locutor, a condición de que no remita cada vez sino a la instancia de su propio discurso. De suerte que este signo está ligado al ejercicio del lenguaje y declara al locutor como tal.” (“La naturaleza de los pronombres”, p 175). “Necesariamente idéntica en la forma (el lenguaje sería imposible si la experiencia cada vez nueva debiera inventarse, en boca de cada quien, una expresión cada vez distinta), esta experiencia no es descrita, está ahí, inherente a la forma que la trasmite, constituyendo la persona en el discurso y por consiguiente toda persona en cuanto habla.” (“El lenguaje y la experiencia humana”, p 70-1). “La lengua debe por necesidad ordenar el tiempo a partir de un eje, y éste es siempre y solamente la instancia de discurso. Sería imposible desplazar este eje de referencia y plantarlo en el pasado o en el porvenir; no puede ni imaginarse qué sería de una lengua en que el punto de partida de la ordenación del tiempo no coincidiese con el presente lingüístico y donde el eje temporal fuera, él mismo, una variable de la temporalidad.” (ídem, pp 76-7).
4.4.7 La marcas de la enunciación como un dato universal Como una consecuencia del rasgo de sistematicidad, Benveniste vincula también con esta actividad de apropiación que es la enunciación, el carácter
universal de las formas deícticas, esto es, su presencia indispensable en todas las lenguas conocidas: “Todas las lenguas tienen en común ciertas categorías de expresión que parecen responder a un modelo constante. Las formas que adoptan estas categorías quedan registradas e inventariadas en las descripciones, mas sus funciones sólo aparecen con claridad si son estudiadas en el ejercicio del lenguaje y en la producción del discurso (...) en toda lengua y en todo momento, el que habla se apropia el yo.” (“El lenguaje y la experiencia humana”, p 70-1).
Sin embargo, distingue entre categorías universales presentes en todas las lenguas –éstas serían completamente necesarias y constantes– de las realizaciones lingüísticas concretas, que serían particulares de cada lengua: así, para este autor es universal la categoría de persona o la categoría de tiempo presente; sin embargo, no es indispensable que en todas las lenguas se expresen a través de pronombres y en el sistema verbal, como se vehiculizan fundamentalmente, por ejemplo, en español.
4.4.8 La intersubjetividad : las formas deícticas son inversibles, complementarias y “semelnativas”
También del carácter formal y vacío de las formas lingüísticas de la enunciación, deriva Benveniste –primero, en un artículo temprano y, luego, en “De la subjetividad en el lenguaje”– otra de sus propiedades: son formas reversibles porque suponen un cambio constante de roles en la alternancia intersubjetiva del diálogo, dado que “ yo en la comunicación cambia alternativamente de estado: el que lo oye lo vincula al otro, de quien es signo innegable; pero, cuando habla a su vez, asume el yo por cuenta propia.” (“El lenguaje y la experiencia humana”, pp 70-1): “Otra característica es que ‘yo’ y ‘tú’ son inversibles: aquel que ‘yo’ define como ‘tú’ se piensa y puede invertirse a ‘yo’, y ‘yo’ se vuelve un ‘tú’. Ninguna relación parecida es posible entre una de estas dos personas y ‘él’, puesto que ‘él’ en sí designa específicamente nada y nadie.” (“Estructura de las relaciones de persona en el verbo”, 1946, p 166).
De acuerdo con Benveniste, entonces, yo se vuelve tú/vos/usted y tú/vos/usted se vuelven yo; son formas complementarias porque dependen recíprocamente: no hay yo sin tú/vos/usted, ni tú/vos/usted sin yo: “Yo plantea otra persona, la que, exterior y todo a ‘mí’, se vuelve mi eco al que digo tú y que me dice tú. La polaridad de las personas, tal es en el lenguaje la condición fundamental (...) no pasa de ser una consecuencia del todo pragmática. Polaridad (...) cuyo equivalente no aparece en parte alguna, fuera del lenguaje. Esta polaridad no significa igualdad ni simetría: ‘ego’ tiene siempre una posición de trascendencia con respecto a tú; no obstante, ninguna de los dos términos es concebible
sin el otro; son complementarios, pero según una oposición ‘interior/exterior’, y al mismo tiempo son reversibles. Búsquese una paralelo a esto; no se hallará. Única es la condición del hombre en el lenguaje” (“De la subjetividad en el lenguaje”, p 181).
Con lo de “semelnativo” –“semel” es una palabra latina que significa “una vez”– Benveniste alude a que las referencias de las formas de la enunciación nacen una sola vez, son únicas, son fugaces, como la temporalidad misma, en el sentido de que cada “yo” que “nace” y que cada presente que “nace” se inauguran cada vez que se inaugura un acto de comunicación y terminan tan pronto como el hablante cede su voz a otro (por un cambio en el turno de habla, porque cita directamente las palabras de otros, etc.). De este modo, cuando se repita la palabra “yo” por segunda vez, se inaugurará un segundo yo que no se refiere al mismo hablante que el primero. El signo semántico “se renueva con cada producción de discurso” (“El aparato formal de la enunciación”, p 86), “se reinventa” determinado por los cambios de hablantes, ya que cada yo que habla, cada presente en el que se habla, cada lugar en el que se habla son, una vez más, de índole histórica y, en consecuencia, únicos: “Este presente es reinventado cuanta vez un hombre habla porque es, al pie de la letra, un momento nuevo, no vivido aún.” (“El lenguaje y la experiencia humana”, p 77). Las formas de la enunciación se activan en el momento mismo en que la lengua es puesta en funcionamiento por el hablante y, en consecuencia, se desactivan tan pronto como el acto de comunicación alcanza una culminación, aunque sea provisoria, momento en el cual se alternan los roles de hablante e interlocutor y todas estas formas se invierten: “el estatuto de estos ‘individuos lingüísticos’ [‘pronombres personales’, ‘demostrativos’] procede del hecho de que nacen de una enunciación, de que son producidos por este acontecimiento individual y, si puede decirse, ‘semelnativo’. Son engendrados de nuevo cada vez que es proferida una enunciación, y cada vez designan de nuevo” (“El aparato formal de la enunciación”, p 86). Como surge de las citas anteriores, Benveniste repite insistentemente que exclusivamente el lenguaje humano exhibe este tipo de reversibilidad y de complementariedad.
4.4.9 Las formas de la enunciación constituyen la subjetividad humana Llegamos, por fin, al rasgo central, por sus implicancias filosóficas, propio de estas categorías de la enunciación: son ellas constitutivas de la subjetividad . Benveniste advierte que en base a estas mismas formas de la enunciación es que se construye la experiencia subjetiva, el nivel de lo vivido por cada individuo. Toda nuestra experiencia pasa por el filtro del lenguaje y, al mismo tiempo, deja sus marcas en él, tanto en los enunciados particulares que producimos, como en el
sistema de la lengua en su conjunto a través de estas categorías de la enunciación: no habría concepto de yo si no habláramos de un yo, no habría concepto de presente si no lo situáramos en referencia al momento en que hacemos uso de la lengua: “Son categorías elementales que son independientes de toda determinación cultural y donde vemos la experiencia subjetiva de los sujetos que se plantean y se sitúan en el lenguaje y por él.” (“El lenguaje y la experiencia humana”, pp 70). “Es en la instancia de discurso en que yo designa el locutor donde éste se enuncia como ‘sujeto’. Así, es verdad, al pie de la letra, que el fundamento de la subjetividad está en el ejercicio de la lengua. Por poco que se piense, se advertiría que no hay otro testimonio objetivo de la identidad del sujeto que el que así da él mismo sobre sí mismo (...) El lenguaje es pues la posibilidad de la subjetividad, por contener siempre las formas lingüísticas apropiadas a su expresión, y el discurso provoca la emergencia de la subjetividad, en virtud de que consiste en instancias discretas. (...) La instancia de discurso es así constitutiva de todas las coordenadas que definen el sujeto.” (“De la subjetividad en el lenguaje”, p 182-4). “Su papel [el de las formas deícticas] es ofrecer el instrumento de una conversión, que puede denominarse la conversión del lenguaje en discurso. Es identificándose como persona única que pronuncia yo como cada uno de los locutores se pone sucesivamente como ‘sujeto’.” (“La naturaleza de los pronombres”, p 175).
La constitución de la subjetividad se basa, para Benveniste, en el diálogo, es decir, en el carácter inversible y complementario de las formas de la enunciación, puesto que la conciencia de la propia individualidad y de la propia identidad sólo puede vivirse como un “contraste” con un otro, con alguien diferente: ese yo y ese otro sólo pueden ser el yo y el otro de la comunicación verbal, el hablante y su interlocutor: el diálogo constituye a las personas (cf. “De la subjetividad en el lenguaje”, pp 80-1: “Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje funda en su realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de ‘ego’. La ‘subjetividad’ de que aquí tratamos es la capacidad del locutor de plantearse como ‘sujeto’.” El mismo planteo hecho a propósito de la subjetividad en términos personales, reaparece en la concepción benvenisteniana del tiempo en tanto que un resultado de una “inserción del discurso en el mundo”, es decir, en tanto que producido en el acto de enunciación y como consecuencia de él: “Podría creerse que la temporalidad es un marco innato del pensamiento. Es producida en realidad en la enunciación y por ella. De la enunciación procede la instauración de la categoría del presente, y de la categoría del presente nace la categoría del tiempo. El presente es propiamente la fuente del tiempo. (...) A partir de este presente continuo, coextensivo con nuestra presencia propia, se imprime en la conciencia el sentimiento de una continuidad que llamamos ‘tiempo’; continuidad y temporalidad se engendran en el presente incesante de la enunciación que es el presente del ser mismo, y se delimitan, por referencia interna, entre lo que va a volverse presente y lo que acaba de no serlo ya.” (“El aparato formal de la enunciación”, p 86).
A modo de síntesis final, valga este fragmento de Benveniste, que condensa en un solo lugar prácticamente todos los rasgos de las formas de la enunciación que hemos ido analizando como propiedades distintas: “Una dialéctica singular es el resorte de esta subjetividad. La lengua suministra a los hablantes un mismo sistema de referencias personales que cada uno se apropia por el acto del lenguaje y que, en cada ocasión de su empleo, no bien es asumido por su enunciador, se torna único y sin igual, y no puede realizarse dos veces de la misma manera. Pero fuera del discurso efectivo, el pronombre no es más que una forma vacía, que no puede adherirse ni a un objeto ni a un concepto. Recibe su realidad y su sustancia del discurso nada más. El pronombre personal no es la única forma de esta naturaleza. Algunos otros indicadores comparten la misma situación, en particular la serie de los deícticos. Al mostrar los objetos, los demostrativos ordenan el espacio a partir de un punto central, que es Ego, según categorías variables: el objeto está cerca o lejos de mí o de ti, está orientado así (delante o detrás de mí, arriba o abajo), visible o invisible, conocido o desconocido, etc. El sistema de las coordenadas espaciales se presta así a localizar todo objeto de no importa qué campo, una vez que quien lo ordena se ha designado a sí mismo como centro y punto de referencia. Entre las formas lingüísticas reveladoras de la experiencia subjetiva, ninguna es tan rica como las que expresan el tiempo (...) quisiéramos mostrar sobre todo que la lengua conceptualiza el tiempo de muy otro modo que la reflexión” (“El lenguaje y la experiencia humana”, p 71).
LA DEIXIS por Norma Alicia Andrés ENUNCIACIÓN, SUBJETIVIDAD Y DEICTIZACIÓN La enunciación es la puesta en funcionamiento de la lengua por un acto individual de utilización. No es el habla en el sentido de Saussure sino que se refiere al acto mismo de producir el enunciado. Es el acto por el cual el hablante moviliza la lengua por su cuenta, toma la lengua por instrumento y la convierte en discurso. El locutor es el primero que se introduce ya que, por medio de la enunciación que produce, hace que la lengua se efectúe en una instancia de discurso. Pero en cuanto se declara locutor y asume la lengua, implanta al otro delante de él, postula un alocutario. La presencia del locutor en su enunciación hace que cada instancia de discurso se convierta en un centro de referencia interna. La referencia al sujeto parlante es siempre en relación con la enunciación que cada vez es única e irrepetible Salga de mi vista
Es un enunciado producto de una enunciación que puede haber utilizado un único locutor en diferentes oportunidades o bien distintos locutores en oportunidades diversas. El enunciado es el mismo pero la enunciación tiene marcas, señales, índices que establecen la situación como única e irrepetible. En esta ocasión, el jefe se lo ha dicho a su empleado. Es el jefe quien implanta su yo, se coloca como locutor y como tal se dirige a un tú, que es su empleado aquí, en la oficina, en este momento. El usted implícito en la desinencia verbal y el mi son signos que no tienen una referencia plena pero que por medio de la instancia del discurso se han llenado de significación resolviendo el problema de la comunicación intersubjetiva. Así el que habla se apropia de ese yo que en el inventario de las formas de la lengua es un dato léxico como cualquier otro, pero puesto en acción por el discurso inserta la presencia de la persona sin la cual no hay lenguaje posible. Cuando el pronombre yo aparece en un enunciado evoca explícitamente o no el pronombre tú para oponerse en conjunto a él y así se instaura una experiencia humana y revela el instrumento lingüístico que la funda. Cuando se lo pronuncia, se lo asume. Así, el pronombre yo de elemento de un paradigma se transmuta en una designación única que produce cada vez una persona nueva. Este yo en la comunicación cambia alternativamente de estado: el que lo oye lo vincula al otro, de quien es signo innegable, pero cuando habla, lo asume por cuenta propia
Resumiendo podemos decir que el locutor se pone como sujeto cuando se identifica como persona única que pronuncia yo y lo hace por medio de un signo único pero móvil que le da la opción a cada locutor de asumirlo con la condición de que cada vez que sea usado remita a su propia instancia de discurso. Esta propiedad es la que funda el discurso individual en el que cada locutor asume por su cuenta el lenguaje entero. Y lo hace mediante un juego de formas específicas cuya función es poner al locutor en relación constante y necesaria con su enunciación. A ese juego de formas los denominamos deícticos, palabra que proviene del verbo griego deiknúo que significa señalar, exponer, poner a la vista, mostrar con la mano Son términos abiertos cuya referencia no está fijada de antemano ni se mantiene constante sino que se establece crucialmente cada vez que cambian el hablante, el oyente o las coordenadas espacio-temporales de los actos de enunciación. La interpretación de estas expresiones referenciales gira alrededor del centro deíctico de las coordenadas espacio-temporales del contexto deíctico YO, AQUÍ, AHORA Para considerar una unidad como deíctica deben combinarse las propiedades de referencialidad y egocentricidad. Es muy importante también la relación entre la deixis y la mostración gestual. Referir deícticamente muchas veces consiste en mostrar o indicar y para ello el término correspondiente es acompañado por una mirada o un ademán, un movimiento de cabeza, o un señalamiento con el dedo índice
CLASES DE DEIXIS 2.1. DEIXIS PERSONAL La SUBJETIVIDAD es la capacidad del locutor de plantearse como sujeto. Se define como la unidad psíquica que trasciende la totalidad de las experiencias vividas que reúne y que asegura la permanencia de la conciencia. El fundamento de la subjetividad se determina por el estatuto lingüístico de la persona. Es ego quien dice ego y lo hace dirigiéndose a alguien que en su alocución será tú. Esta condición de diálogo es la constitutiva de la persona. Los pronombres personales constituyen especies diferentes según el modo de lenguaje del que sean signos. Unos pertenecen a la sintaxis de la lengua (él, ella, ellos, ellas, ello), otros son característicos de las instancias del discurso (actos discretos y cada vez únicos merced a los cuales la lengua se actualiza en la palabra de un locutor).
2.1.1. PERSONA ELENA – Parece que usted está decidida a aumentarme la edad a la fuerza ... no sé si se habrá dado cuenta que entre usted y yo hay un montón de años de diferencia MADRE – Sí, válgame Dios. Salta a la vista. Usted es una señora muy joven. Per o ya está casada. .. tiene su hogar ... en fin, ya tiene la vida hecha xix
Las dos interlocutoras, cuando les corresponde hacer uso de la palabra, se apropian de la instancia del discurso instaurando la categoría del alocutario, que en este caso es usted. El usted que se repite en ambos casos significa la persona a quien se dirige la enunciación, que en el primer caso se refiere a la madre y en el segundo, a Elena. Debido a la instancia comunicativa en la que participan, los roles se han invertido y quien era el locutor se ha vuelto el alocutario y viceversa. Esto nos lleva a poder afirmar, en general, que el enunciado que contiene yo pertenece a ese tipo o nivel de lenguaje que denominamos pragmático, lo mismo sucede con tú. Las instancias de su empleo no constituyen una clase de referencia puesto que no hay objeto definible como yo al que pudieran remitir idénticamente estas instancias. La realidad a la que se refieren yo o tú es tan solo una realidad de discurso. Yo puede ser definido solo en términos de locución, nunca en términos de objeto. Yo significa la persona que enuncia la presente instancia de discurso que contiene yo, instancia única por su definición válida solo en su unicidad. La forma yo no tiene existencia lingüística más que en el acto de palabra que la profiere. Por lo tanto en este proceso hay una doble instancia conjugada: • Instancia de yo como referente • Instancia de discurso que contiene yo como referido. A partir de esto podemos definir de la siguiente manera a yo y a tú Yo es el individuo que enuncia la presente instancia de discurso que contiene la instancia lingüística yo Tú es el individuo al que se dirige la alocución en la presente instancia de discurso que contiene la instancia lingüística tú Esta referencia a la instancia de discurso constituye el rasgo que une a yo/tú una serie de indicadores participantes. De todo esto se infiere que la persona es propia de las posiciones yo y tú. Dos son las características de las dos primeras personas: • Unicidad específica: Yo y tú cada vez que se utilizan son únicos, irrepetibles. Él puede ser una infinidad de sujetos o ninguno
Inversibilidad: Yo puede volverse tú y tú se invierte en yo. Nunca podría hacerse esto mismo con cualquiera de estas dos personas y él, ya que él designa específicamente nada y nadie. 2.1.1.1. Uso de la segunda persona en Argentina •
El español como otras lenguas romances ha desarrollado formas especiales para gramaticalizar el tratamiento. La forma usted deriva de Vuestra Merced. Se coloca el pronombre en posición posverbal, acompañando al Imperativo, cuando se quiere lograr un efecto contrastivo Termine usted de una vez el balance
También es contrastivo en el Indicativo cuando se lo coloca en posición posnominal, detrás de un sintagma sujeto. Los estudiantes de tercero, están ustedes muy bien preparados para el Concurso de Poesía.
Pero usted puede ser colocado detrás del verbo en Indicativo y no tiene valor contrastivo. ¿Cómo puede usted hacer de este modo las cosas?
En la Argentina, Costa Rica, Nicaragua y Guatemala, el sistema pronominal de segunda persona es el siguiente:
SINGULAR CONFIANZA FORMALIDAD
PLURAL VOS USTEDES
USTED
2.1.1.2. Su jeto arbitrario en segunda persona La segunda del singular puede usarse fuera de la alocución y hacerla entrar en una variedad de impersonal. Esto hace que se defina al tú como el no yo. Tiene referencia genérica porque remite a todo un grupo de individuos, en estos casos se interpreta como cualquiera o todo el mundo. Cuando estás cansado, pensás que todo el mundo debería estar durmiendo
En este enunciado, el sujeto se interpreta en general como un yo encubierto También se usa en ciertas construcciones especiales en las cuales la lectura genérica se ve favorecida por la presencia de ciertos elementos denominados
activadores de genericidad, entre los que se encuentran las estructuras condicionales y ciertas construcciones adverbiales antepuestas a. Si te dicen una cosa así, te hunden. b Imagináte , cuando te tratan mal, te bloqueás.
En ciertos contextos es posible interpretar en sentido impersonal el posesivo singular de segunda persona al igual que su correspondiente clítico te o el sujeto elíptico de 2ª persona singular Se pueden parafrasear colocando de uno en lugar de tu a. Cuando tu familia está en peligro, te ponés en guardia. Cuando la familia de uno está en peligro, uno se pone en guardia
2.1.2. NO PERSONA La tercera persona trae una indicación de enunciado sobre alguien o algo, pero no referido a una persona específica. El elemento variable y propiamente personal falta aquí. Entonces la tercera no es una persona, es más, tiene la función de expresar la no persona. La tercera persona es en virtud de su estructura misma la forma no-personal de la flexión verbal Por no implicar persona puede adoptar cualquier sujeto o no tener ninguno y este sujeto nunca será planteado como persona. Este sujeto agrega una precisión necesaria para la inteligencia del contenido pero no para la determinación de la forma. 2.1.2.1. Usos deí cticos Los de tercera pueden también presentar un uso deíctico, pero incluye la llamada deixis ad oculos que los asemeja más a los demostrativos, exige la presencia de un gesto que acompaña lo dicho. Veamos este breve pasaje de una obra de Pirandello. PADRE.-- Por supuesto, como usted ve, ella no es aquella niñita con las trenzas sobre la espalda El drama surge ahora, señor. La miseria, señor. Apenas falleció el padre r egresan aquí sin yo saberlo, por la simple estupidez de ella... xx
El padre está hablando con el director y alrededor de ambos están la hijastra y la madre. La presencia del alocutario se hace visible en usted y en el vocativo señor. En dos oportunidades dice ella. Si el locutor no acompaña la expresión con
el ademán correspondiente, el segundo ella se vuelve confuso. Solo porque señala a la madre, uno comprende de quién está hablando. En los dos casos, por supuesto, el uso es deíctico. La deixis típica para los de tercera persona se ve en situaciones como las siguientes: •
Aquí, elemento adverbial Aquí, el señor Muñiz
•
Sintagma nominal acompañado de un ademán con el que se señala a sí mismo ¡A este cura!
2.1.3. PLURAL En el pasaje al plural se plantean otros problemas. El tránsito del singular al plural no es una simple pluralización. La unicidad y la subjetividad del yo contradicen la posibilidad de una pluralización. Nosotros no es una multiplicación de objetos idénticos sino una yunción entre un yo y un no-yo. El resultado es una totalidad nueva y de un tipo particularísimo ya que sus componentes no son equivalentes sino que hay un yo que somete al elemento no-yo en virtud de su cualidad trascendente. Nosotros puede ser: Yo + vosotros = forma inclusiva. Aquí es tú el que sobresale Yo + ellos = forma exclusiva. Aquí yo es el subrayado.
2.1.3.1. Plurales f icticios en primera del plural Se los denomina así porque el locutor procura demostrar que ha participado junto con otros, que son su alocutario y/o la no persona, del hecho al que se refiere el enunciado. 2.1.3.1.1. Plural de modestia o de autor Generalmente es utilizado por escritores y conferenciantes que consideran altanero o demasiado familiar el uso del yo en público. El hablante se refiere a sí mismo con la primera persona del plural. La concepción de la argumentación que aquí se defiende no es normativa. No intentaremos saber, por lo tanto, si los argumentos que utilizan los participantes, en el debate son aceptables, racionales o lógicamente válidos, sino que nos interesaremos más
bien en los efectos que estos argumentos producen en el desarrollo de la interacción. Para ello, se observará si el argumento de autoridad es aceptado o no por el interlocutor y, cuando no lo sea, se observará cómo justifica este último su rechazo. xxi
2.1.3.1.2. Plural mayestático Se usa nos con sentido de singular en ocasiones solemnes. Antiguamente lo utilizaban reyes y emperadores y en la actualidad es empleado en ciertos documentos fundamentalmente eclesiásticos. El uso de la pluralidad afecta a los pronombres posesivos, es por eso que se utilizará nuestro en lugar de mi. Nos os bendecimos y os damos nuestro perdón
2.1.3.1.3. Plural sociativo Se utiliza familiarmente con significado de segunda persona del singular ¡Qué ricas empanadas que estamos comiendo!
Quien las come es el alocutario, quien generalmente es un niño, un anciano o un enfermo 2.1.3.1.4. Inclusión del locutor, por afinidad con el agente real, en una acción de la que no ha participado ¡Qué partidazo! ¡Cómo ganamos, eh! El equipo argentino actuó de primera.
2.2.4. LOS APELATIVOS Es un término del léxico que se emplea en el discurso para mencionar a una persona 2.2.4.1. Vocativos 2.2.4.1.1. Vocativos de apelación pura Se usa para llamar la atención del oyente • Nombre común ¡Bomberos! •
Frases nominales Los de esa ventana, dejen de mirar
Pronombre acompañado de aposición
•
Usted, patrón, ¿por qué tiene que echar al chico?
Pronombre con imperativo verbal
•
¡Vos calláte!
2.2.4.1.2. Vocativos de tratamiento Se usa para dirigirse al alocutario con máxima cortesía 2.2.4.1.2.1.Cortesía formal •
Uso de usted como apelativo
Por favor, usted, pase al consultorio. •
Tratamientos como Vuestra Señoría o Vuestra Eminencia que presuponen el tratamiento de Vos, desde el siglo XVI fueron sustituidos por la tercera persona, lo que hizo que vuestro fuera reemplazado por su ( su señoría, su excelencia, sus majestades. su alteza imperial, su santidad )
a. Félix -- Alteza, ... No me atrevo a interpretar esas palabras xxii b. Don Lope -- Esta es, Señor, la mayor temeridad de un villano, que vio el mundo, y vive Dios que a no entrar en el lugar tan aprisa. Señor, Vuestra M ajestad, que había de hallar luminarias puestas por todo el lugar xxiii •
Ocupaciones ( gobernador, doctor, profesor)
Juárez – ¡Yo no pienso ceder, profesor! Rivas – Yo, tampoco, doctora xxiv •
Nombres que denotan edad (s eñor, señora, caballero, doña) a. Méndez – Hábleme sin rod eos , señora. Ya sabe que usted nunca me cansa. ¿Necesita usted ...? xxv b. Eh doña, no deje de comprarme lo que le muestro
2.2.4.1.2.2. Cortesía informal • •
Vos o ustedes Nombres de parentesco ( Papá, pa, viejo, padre, abuelo, abu, abue, nono, opa) -- ¿No andarás en un mal paso, hijo? -- No, madre – le digo --, me voy al trabajo. ¿A dónde quiere que vaya? xxvi
•
Apodos ( flaco, chabón, pendejo, pendex, borrego, nabo, imbécil, nene) a. Mujer --- Bueno, mándense a mudar de aquí. ¡A ver si llamo a la comisaría! ¡Atorrantes! xxvii b. Aurelia -- ¡Abre, canalla, gandul, tonto! Sé que estás ahí. ¡Abre, hombre! Verás qué cosas hace Max ahora. Ese es un hombre y no tú, zascandil, que no vales para nada... Abre xxviii
•
Nombres que connotan trato íntimo ( amigo mío, camarada, colega, amor mío) Y me agrada muchísimo, amor mío, pero no hasta esos extremos
2.2.4.1.3. Vocativos retóricos Apela a una entidad no personal o inanimada como los objetos de la naturaleza Dulce tarea es contemplarte, noche que me has acompañado sin descanso xxix
2.2.4.2. En primera y tercera persona a. Ay, yo, qué desgraciado soy b. La niña, vaya una guerra que estás dando c. ¿Qué quiere el señor?
2.2. DEIXIS POR OSTENSION Como ya dijimos anteriormente, el lenguaje está organizado de tal forma que permite a cada locutor apropiarse la lengua entera designándose como yo. En
torno al sujeto tomado como punto de referencia se organizan las relaciones espacio-temporales que indican la deixis Esto no me parece correcto; aquí hay gato encerrado Ahora voy al despacho del jefe y allá lo aclararé
El locutor, que es un empleado de oficina, identifica una situación al mismo tiempo que indica que está cerca de donde se encuentra con esto y aquí . Por eso es que el despacho lo señala con allá. Y como al mismo tiempo que se pronuncia la instancia del término se lleva a cabo un gesto que designa al objeto, por eso lo denominamos deixis por ostensión .
2.2.1. DEMOSTRATIVOS Son deícticos cuando muestran los objetos ordenando el espacio a partir de un punto central que es EGO (yo). El objeto está cerca o lejos, orientado hacia delante o atrás, hacia abajo o hacia arriba, visible o invisible, conocido o desconocido. Una vez que quien lo ordena se designa a sí mismo como centro y punto de referencia, el sistema de las coordenadas espaciales se presta a localizar cualquier objeto.
CERCANÍA ESTE ESTA ESTOS ESTAS ESTO
MEDIANÍA ESE ESOS
ESA ESAS ESO
LEJANÍA AQUEL AQUELLA AQUELLOS AQUELLAS AQUELLO
Tienen UN VALOR ESPACIAL porque se acompañan obligatoriamente con un gesto que designa al objeto o por lo menos con una mirada dirigida ostensiblemente hacia el denotado. Esto hace que solo se lo pueda interpretar correctamente en la situación concreta de la comunicación. Dos son los rasgos semánticos básicos que combinan: • Identificación referencial • Localización deíctica Por eso afirmamos que son unidades deícticas personales y locativas al mismo tiempo ya que toman como centro al EGO que habla y a partir de este punto cero del contexto deíctico expresan cercanía, grado intermedio o lejanía. En algunas ocasiones se utiliza aquí y/o este para señalar aquello que está junto al locutor; del mismo modo, ese y ahí para señalar algo que está cercano al
alocutario. Aquel y allí indican localizaciones distintas de las ocupadas por el locutor o por el alocutario. Aquí duerme mi Manolo. ¡Ya se puede figurar cómo cuido yo este cuarto! Ahí, en ese armario que está junto a usted, puede colocar su ropa. Voy a la cocina, allí le prepararé la cena
Pero en general se los puede considerar como tres círculos concéntricos que se alejan del centro deíctico siendo el propio hablante quien determina sus límites
2.2.1.1 Usos anaf óricos y cataf óricos xxx •
El demostrativo sigue obligatoriamente a su antecedente cuando está dentro de un mismo enunciado . Cuando Pedro se encuentra con Juan, este siempre lo saluda
•
Es muy frecuente en la prosa analítica y en laS narraciones usar aquel para referirse al más distante y este, para el más cercano. Se trata de un uso anafórico y al mismo tiempo deíctico ya que los demostrativos son correferentes con sus respectivos antecedentes. Como vemos, la estructura temporal del discurso se reinterpreta como lejana o cercana en el espacio con respecto al centro deíctico de la enunciación Divididos estaban caballeros y escuderos, estos contándose sus vidas y aquellos, sus amores xxxi
•
Demostrativo catafórico con subsecuente oracional Aunque no se pueda demostrar deben creer esto: Dios existe .
2.2.1.1.1. Situaciones en las que se prefiere un demostrativo anafórico: •
Si el antecedente es una frase referencial que denota una entidad humana, se usa el pronombre personal mientras que si es una entidad animada no humana o un objeto, empleamos el demostrativo. Cuando conseguimos forzar el armario, este se abrió de golpe
•
Cuando se desea evitar que se produzcan ambigüedades en la interpretación de los enunciados Juan y Pedro no se entienden porque este es de izquierda
Juan y Pedro no se entienden entienden porque aquel es de izquierda
2.2.1.2. Pronombres demostrativos neutros Son expresiones referenciales con un valor deíctico locativo. Identifican: • entidades de primer primer orden (personas a quienes se las trata peyorativamente, objetos) Pero, ¿cómo te puede gustar? Eso no es una mujer sino un zafarrancho. Quiero eso •
entidades de segundo orden (acontecimientos, ( acontecimientos, situaciones, estado de cosas del mundo físico) Esto sí que es una máquina ¡Qué auto!
•
Entidades de tercer orden ( proposiciones, ideas) Eso es una magnífica idea
2.2.1.2.1. Relación con el artículo definido Los demostrativos comparten dos de los valores de lo: • Lo individuativo con denotación absoluta Identifica una entidad individual o compleja no humana de la que se predica una proposición o una propiedad. a.¿Qué estás estás mirando? mirando? Eso negro negro b. Eso de hierro que está ahí,¿qué es? c. Dejá de hacer eso que te está matando
Se lo emplea: •
Cuando va acompañado por una frase nominal específica Eso de la moneda única
•
Modificado por por frases preposicionales preposicionales introducidas por otras preposiciones diferentes de de Eso con colores tan estrafalarios y sin gusto
•
Cuando va acompañado por una proposición adjetiva que incluye una preposición Esto de lo que estamos hablando no tiene que saberlo nadie
•
Lo factivo
Se lo utiliza •
Cuando precede a oraciones en infinitivo o a oraciones con morfemas de tiempo introducidas por la conjunción que Eso de que lo llamen tonto a uno
2.2.1.3. Pronombres demostrativos pospuestos Se coloca detrás de un sustantivo que va precedido por el artículo definido. Mientras el artículo definido se encarga de la identificación, el demostrativo se hace cargo de la deictización, aporta un valor deíctico locativo, adquiere el significado deíctico puro propio de los adverbios pronominales de lugar. Al final compré las rosas esas
Tiene por función restringir y definir la referencia de los sintagmas nominales, o sea la relación entre las expresiones nominales y las entidades a las que los hablantes aluden por medio de tales expresiones. El rasgo de definitud xxxii que caracteriza al artículo, a los pronombres personales y a los demostrativos sirve para restringir la construcción de una interpretación adecuada por parte del receptor. Si el referente al que el hablante pretende aludir es perceptible o identificable de forma unívoca para el receptor en la situación de habla, el contenido de unicidad del artículo definido es suficiente para hacer posible un uso deíctico, quizás reforzado por un gesto de señalamiento del objeto
2.2.2. ADVERBIOS DEMOSTRATIVOS LOCATIVOS Y NOCIONALES ¿Doble marca? Todos los adverbios demostrativos son deícticos puros. Son opacos o sea que necesitan el gesto para completarlos aquí, ahí, allí, acá, allá, así
2.2.2.1. Adverbios locativos o de lugar CERCANIA AQUÍ CERCANÍA ACA
MEDIANIA AHÍ
LEJANIA ALLI LEJANÍA ALLA
Se dan algunos casos en que los que hemos reconocido como deícticos plenos no se usan como tales. Para que se los pueda considerar deícticos es necesario relacionarlos con el eje de referencia, el que obligatoriamente debe ser el hablante. • De los adverbios nominales, los transitivos como encima, debajo, delante, detrás de, dentro, fuera, enfrente, alrededor, cerca y lejos, antes, después son no deícticos. Se comportan como deícticos cuando se omite el referente ( deixis por defecto ), porque se da por sobreentendido que el referente es el sujeto de la enunciación La casa ya está cerca, pronto llegaremos. •
En cambio los direccionales o intransitivos arriba, abajo, adelante, atrás, adentro y afuera son básicamente deícticos. El gato está escondido detrás de la silla .
Esto señala que la silla está entre el hablante y el gato y en relación con su subjetividad utiliza la expresión referencial detrás de. •
Para identificar el espacio deíctico no se puede dejar de tener en consideración la deixis analógica en la que un determinado espacio deíctico evoca por analogía otro espacio deíctico Iremos aquí de vacaciones
Este aquí va acompañado por un movimiento del dedo índice que señala el lugar exacto hacia donde el grupo familiar se dirigirá. Le duele mucho aquí
Está hablando de otra persona y mientras lo hace, en vez de utilizar la palabra correspondiente, usa el deíctico mientras con sus manos se toma el estómago.
2.2.2.2. Adverbio nocional o de modo 2.2.2.2.1. Con la apoyatura de un gesto a Es así de grande b. Había así de gente
2.2.2.2.2. Uso simbólico a. Yo no soy así b. Recuérdalo así como era de joven
2.3. DEIXIS TEMPORAL 2.3.1. NOCIÓN DE TIEMPO LINGÜÍSTICO De una u otra manera una lengua siempre distingue tiempos, categoría elemental donde vemos la expresión subjetiva de los sujetos que se sitúan en el lenguaje. Para llegar al tiempo específico de la lengua habrá que reconocer sucesivamente dos nociones diferentes de tiempo. El tiempo físico: es un continuo uniforme, infinito, lineal. Cada individuo lo mide de acuerdo con sus emociones y el ritmo de su vida interior. Nuestro tiempo vivido que corre sin retorno tiene puntos de referencia y se sitúa en una escala reconocida por todos que corresponde al tiempo crónico. Es el tiempo de los acontecimientos el que responde a determinadas condiciones necesarias: • Un acontecimiento resulta tan importante que sirve de punto cero del cómputo, se vuelve el momento axial. • A partir del eje de referencia los acontecimientos se enuncian mediante los términos opuestos antes de, después de • Se fijan unidades de medida que tiene por finalidad nombrar los intervalos constantes entre la reiteración de fenómenos cósmicos (días, semanas, meses, estaciones, años) Todas las sociedades humanas han instituido una división del tiempo crónico fundado en la recurrencia de fenómenos naturales: los calendarios de las diferentes civilizaciones son la muestra.. Los acontecimientos a partir de eje establecido se han producido antes o después de un acontecimiento de tal magnitud que ha logrado modificar el curso de la historia. De este modo un acontecimiento
puede ser perfectamente localizado en la cadena crónica por su coincidencia con tal o cual división particular. Pero indudablemente, el tiempo crónico fijado en un calendario es ajeno al tiempo vivido y no puede coincidir con él. La experiencia humana del tiempo se manifiesta por la lengua y el tiempo lingüístico es irreducible al tiempo crónico y al tiempo físico. Tiene su centro generador y axial a la vez en el presente de la instancia de la palabra. Cuando un locutor emplea la forma gramatical del presente sitúa el acontecimiento como contemporáneo de la instancia de discurso que lo menciona. Este presente no puede ser localizado en una división particular del tiempo crónico, es reinventado cada vez que se lo pronuncia es un momento nuevo, no vivido aún. Por lo tanto la temporalidad lingüística se realiza en el universo intrapersonal del locutor como una experiencia subjetiva imposible de transmitir. Pero, y esto es lo importante, esa temporalidad que es propia del locutor, cuando enuncia su discurso, es aceptada como suya por su interlocutor, quien identifica la temporalidad del locutor con la temporalidad que informa su propia palabra cuando se vuelve locutor. Es así como el tiempo del discurso funciona como un factor de intersubjetividad.
2.3.2. LOCALIZACIÓN TEMPORAL Este presente se desplaza con el progreso del discurso sin dejar de ser presente y constituye la línea divisoria con el pasado, momento en que el acontecimiento ha dejado de ser presente y exige ser evocado por la memoria, la retrospección, y el futuro, momento en que el acontecimiento todavía no se ha producido, va a estarlo y por eso surge en prospección. Expresar el tiempo, entonces, significa localizar un acontecimiento sobre el eje antes / después con respecto a un momento T0 tomado como referencia. Mientras la temporalidad retrospectiva se manifiesta desde siempre, la prospectiva se temporaliza en fecha reciente en tanto previsión de experiencia.
PROCESO PROCESO ANTERIOR
CONCOMITANTE A TIEMPO 0
Pretérito Perfecto Simple del Indicativo Pretérito Imperfecto del Indicativo Pretérito Perfecto Compuesto del Indicativo
Presente
PROCESO POSTERIOR Futuro Imperfecto del Indicativo Presente del Subjuntivo
Pero en el discurso, la temporalidad del locutor es aceptada como propia por el interlocutor. El tiempo del discurso funciona como un factor de intersubjetividad que permite de ese modo la comunicación lingüística Solo se pueden juntar el tiempo crónico y el tiempo lingüístico cuando están ubicados dentro de un conjunto de coordenadas espacio-temporales. Desde el presente, el tiempo 0, se puede ir hacia atrás o hacia delante solo dos días Si consideramos que anteayer y pasado mañana no tienen expresión léxica independiente, nos quedan solo ayer y hoy. Lo mismo sucede con próximo y último. Cuando por razones pragmáticas el locutor debe alejarse más de dos días, utilizará dentro de o hace. Aunque son expresiones propias del tiempo crónico, siguen siendo indicios del distanciamiento subjetivo El cuadro siguiente lo ejemplifica. ANTERIORIDAD SIMULTANEIDAD POSTERIORIDAD NEUTRALIDAD
Ayer Anteayer El otro día La semana pasada Hace un rato Recién Recientemente
En este momento Ahora
Mañana Pasado mañana El año próximo Dentro de dos días Desde ahora Dentro de poco En seguida
Hoy El lunes Esta mañana Este verano
2.3.2.1. Usos no deícticos • Presente genérico: Es una forma temporal propia de enunciados correspondientes a cierto tipo de discursos como máximas, textos teóricos, textos jurídicos. • Presente histórico: Es el empleado en un relato, en lugar del Pretérito Perfecto Simple con el cual alterna sin dificultad. El locutor narra como si comentara.
3. SISTEMAS DE ENUNCIACIÓN O TIPOLOGIA DE DISCURSOS 3.1. HISTORIA Pero en un texto escrito no es ya el signo del presente lingüístico salvo que se le anexe una correspondencia explícita con una división del tiempo crónico Y lo
mismo pasa con el pronombre de persona. Cuando se pasa a la narración es necesario reajustar las coordenadas espacio-temporales. Por eso la lengua recurre a una serie de términos distintos que se refieren a los objetos reales y a los tiempos y lugares históricos
DISCURSO PERSONA OSTENSION
Yo Aquí Ahora SIMULTANEIDAD Hoy Ayer
T I E M P O
Anteayer ANTERIORIDAD Hace tres días La semana pasada El último verano Mañana Pasado mañana POSTERIORIDAD La semana próxima Dentro de cuatro días
HISTORIA Él Allá Entonces Ese día El día anterior La víspera El día anterior Tres días antes La semana anterior El verano anterior El día siguiente Dos días después La semana siguiente Cuatro días después
A partir de que la relación entre tiempos gramaticales no bastan para dar cuenta de la organización de las diversas formas temporales en el sistema verbal, Benveniste llega a la conclusión de que los tiempos del verbo se distribuyen en dos sistemas distintos y complementarios disponibles para cada hablante y que corresponden a dos planos de enunciación diferentes: la historia y el discurso. Para él estos dos tiempos no están realmente en concurrencia en la medida en que surgen de dos sistemas distintos de enunciación. La enunciación histórica narra los acontecimientos pasados sin ninguna intervención del hablante en el relato. No puede usar otra persona que la tercera El tiempo verbal que se utiliza como centro del proceso en la esfera del pasado es el Pretérito Perfecto Simple del Indicativo.
RETROSPECCIÓN (PROCESO ANTERIOR) Pretérito Pluscuamperfecto del Indicativo
SIMULTANEIDAD Pretérito Imperfecto del Indicativo Pretérito Imperfecto del Subjuntivo
PROSPECCIÓN (PROCESO POSTERIOR) Condicional simple del Indicativo Pretérito Imperfecto del Subjuntivo Futuro perifrástico ( ir a + infinitivo)
3.2. DISCURSO En la enunciación discursiva, alguien se dirige a alguien, se enuncia como hablante y organiza lo que dice en la categoría de la persona. Ocupa el lugar de la historia cuando cita el discurso de otro en términos de acontecimiento (Discurso Indirecto) Como ejemplo veamos un pasaje de La isla desierta de Roberto Arlt Es la parte final de esta obra en un acto, en la cual los empleados de una oficina que han sido enviados desde el sótano hasta un décimo piso con ventanal que da al puerto, sueñan, ayudados por Mulato, con la idea de viajar hasta una isla paradisíaca y don Manuel, el más reacio, acaba de tomar la decisión de marcharse de la oficina. MULATO – Ved cuán noble es su corazón. Ved cuán responsables son sus palabras. Ved cuán inocentes son sus intenciones . Ruborizaos, amanuenses. Llorad lágrimas de tinta. Todos vosotros os pudriréis como asquerosas ratas entre estos malditos libros. Un día os reencontraréis con el sacerdote que vendrá a suministraros la extremaunción. Y mientras os unten con aceite la planta de los pies , os diréis:¿Qué he hecho de mi vida? Consagrarla a la teneduría de libros.” Bestias.<...> Señores, procedamos con corrección. Cuando don Manuel declaró que él era el chismoso, una nueva aurora pareció cernirse sobre la humanidad. Todos lo miramos y nos dijimos:”He aquí un hombre probo; he aquí la estatua misma de la virtud cívica y ciudadana”. Don Manuel, usted ha dejado de ser don Manuel. Usted se ha convertido en Simbad el Marino MANUEL – Ahora lo que hay que buscar es la isla desierta EMPLEADO 2º -- ¿Y nosotros? ¿Y a nosotros nos van a largar aquí?
MULATO – Vengan ustedes también TODOS – Eso ... vámonos todos xxxiii
El mulato se dirige a los empleados usando como vocativo amanuenses , primero y bestias al final. Elige vosotros para enfatizar lo que a este conjunto de tú (deíctico puro) los espera en el futuro. Confronta la segunda persona con él en empleo deíctico para señalar a don Manuel, quien ha tomado una decisión contrastiva. Retoma la segunda persona modificándola por ustedes y utiliza la misma relación anterior: se dirige a los empleados y habla de don Manuel. En esta oportunidad se retrotrae al pasado para relatar el acto de confesión de don Manuel y el efecto logrado en los oyentes que se vuelve nosotros (ustedes y yo, nosotros inclusivo) En un momento anterior el mulato y los empleados estuvieron juntos mientras en el momento de la decisión siguen separados. Termina dirigiéndose a don Manuel y utiliza el Pretérito Perfecto Compuesto para marcar la vigencia en el presente del cambio producido en el viejo empleado. Don Manuel utiliza el genérico “ hay que buscar ” que se podría parafrasear busquemos. La ambigüedad hace pensar en la elección de don Manuel y el mulato con la exclusión del resto. Entre pregunta y respuesta se llega al nosotros inclusivo que toma a todos los empleados y al mulato sin distinción. El camino va desde el interrogativo ¿Y nosotros?, reforzado por el locativo aquí y el prospectivo van a largar , sigue con la propuesta lanzada hacia la segunda ustedes y concluye con la aceptación final :el demostrativo eso acompañado por el imperativo y reforzado por el cuantificador todos. De la inseguridad y la duda se ha pasado a la convicción conjunta de la importancia de la decisión que se ha tomado. En este ejemplo vemos cómo el mulato se ha colocado como centro de referencia y todas las coordenadas espacio-temporales giran a su alrededor. La segunda persona que alternativamente han sido o los empleados o don Manuel a lo largo de la alocución se ha vuelto un ustedes y yo =nosotros inclusivo Todos nos vamos a ir. El aquí de la oficina se opone al allá de las posibles islas. El ahora de la indecisión, a la toma de conciencia anterior de don Manuel y al futuro despreciable de los que no se atreven a cambiar. Los deícticos permiten que el locutor se relacione con su enunciación y nos permiten reconocer los efectos que logra en los alocutarios. Para eso cada locutor pone en juego todas las posibilidades que el lenguaje le brinda haciendo de su enunciación un acto único e irrepetible.
Modalidades
por Mónica Berman
La red léxica que reúne a los términos modalidades, modal, modalización es utilizada de múltiples maneras y en muchas ocasiones, remite a cuestiones diversas con la consecuente aplicación de los términos en ámbitos ambiguos o inadecuados. La gramática tradicional también los utiliza en los marcos de la categoría verbal de modo, actitud del hablante respecto del enunciado, matices del pensamiento, etc. Si se hace un poco de historia habrá que reconocer la influencia de la filosofía en la gramática. De acuerdo con lo que planteaba la primera, era posible considerar los juicios como asertóricos, problemáticos y apodícticos. Los primeros eran neutros, es decir, no modalizados, de ellos podía predicarse verdadero o falso. En cambio, tanto los juicios problemáticos, en los que el hablante no se comprometía, y se construían desde el lugar de la duda o de la incertidumbre, como los apodícticos (obligación/ necesidad) eran considerados modalizados. En este terreno las interrogaciones y las órdenes quedaban excluidas por no tratarse de juicios. Charles Bally xxxiv mucho tiempo después deja de restringir la noción de modalidad a los juicios mencionados y por ende, la noción además de plantearse de un modo más sistemático, se hace más abarcativa. Define la modalidad como “la forma lingüística de un juicio intelectual, de un juicio afectivo o de una voluntad que un sujeto pensante enuncia a propósito de una percepción o de una representación de su espíritu” xxxv A partir de su concepción se considera que la modalidad es lo que expresa la “actitud del hablante” con respecto al contenido de una proposición. De este modo la frase tendría dos componentes: 1) el dictum, que corresponde al contenido representado, es la proposición que la oración transmite y 2) el modus o la modalidad que remite a la operación psíquica que tiene por objeto al dictum. La relación entre dictum y modalidad no es constante pero sigue una gradación de lo explícito a lo implícito o sintético ( la modalidad incorporada al dictum). Es decir, habría enunciados fuertemente modalizados, otros que se hallan menos marcados y otros sin marca de modalidad. Es necesario que usted se vaya. Debería irse Váyase.
Mímica ( de echar a alguien)
En todos estos casos el dictum es el mismo, lo que varía es la modalidad. Bally piensa que la modalidad está siempre presente. Aun cuando no esté marcada, entonces llueve correspondería, según el autor, a ( yo compruebo que) llueve . En esta concepción la noción de modalidad aparece extremadamente ampliada. No hay enunciado que no esté modalizado aun cuando la modalidad no esté marcada sino implícita. En todo enunciado, según esta perspectiva, subyace el enunciador planteando su postura frente a lo que dice. La lingüística y la gramática hicieron sus aportes para seguir avanzando en este terreno. Revisaremos algunos modos de abordar la cuestión. Maingueneau xxxvi inicia el tema afirmando “Penetramos en uno de los dominios menos estables, uno de los más confusos también de la teoría de la enunciación; lamentablemente el análisis del discurso está obligado a recurrir a él constantemente. Aquí nuestras ambiciones serán todavía extremadamente modestas” luego de presentar su organización concluye “Todos estos problemas son de una complejidad aterradora, pero el análisis del discurso haría evidentemente grandes progresos si estos fenómenos todavía muy oscuros encontraran su explicación en una teoría sintáctica coherente” Inserta entre sus enunciados fuertemente modalizados una distinción para clasificar modalidades Maingueneau siguiendo a Meunier , a su vez inspirado en Halliday, distingue las modalidades de enunciado, las modalidades de enunciación y la modalidades de mensaje. Estas últimas remiten al valor modalizador de ciertas transformaciones sintácticas y por lo tanto, en el marco de este trabajo, no serán consideradas. Modalidades de enunciación.
Exigen una relación entre los protagonistas de la comunicación. Una frase no puede recibir más que una modalidad de enunciación que puede ser declarativa, interrogativa, imperativa, exclamativa y que especifica el tipo de comunicación entre el hablante y el o los oyentes. Es decir, los tipos corresponden a las clases de oraciones según la actitud del hablante que postulan algunos modelos gramaticales tradicionales. Algunas de estas modalidades tienen marcas lingüísticas definidas y universales, por ejemplo, la interrogativa y la volitiva propia de órdenes o pedidos. La interrogación en español puede marcarse a través de un pronombre interrogativo o del desplazamiento de un elemento lingüístico a la primera posición de la oración y la entonación ascendente: ¿Qué hora es?
¿Contó los días?
En el caso de las modalidades volitivas se marcan a través del modo verbal (imperativo) verbos modales y operadores pragmáticos: Abrí la ventana. Por favor, ¿podrías abrir la ventana?
Modalidades de enunciado.
Maingueneau sostiene, en este caso, que son una categoría lingüística menos evidente porque no se apoyan en la relación hablante/ oyente sino que caracterizan el modo en que el hablante sitúa su enunciado de acuerdo con diferentes parámetros: verdad, falsedad, probabilidad, certidumbre, verosimilitud, en este marco se consideran las modalidades de enunciado lógicas: Es posible que mi amigo venga hoy. Mis amigos estarán seguramente en la fiesta.
Si por el contrario se relacionan con juicios del tipo lo feliz, lo triste, lo útil , etc. se las considera modalidades de enunciado apreciativas Por suerte mis amigos están en la fiesta. Lamentablemente mi ex está en la fiesta.
Daniel Romero afirma que un enunciado puede tener al mismo tiempo una modalidad lógica y apreciativa, no podrían en cambio admitirse dos modalidades lógicas porque el enunciado sería contradictorio. Es cierto que Pablo viene a la fiesta y me preocupa. Es cierto y lamentable que Pablo haya reprobado su examen #Es verdad y probablemente Pablo aprobó su examen.
En cambio es posible que un enunciado tenga dos modalidades apreciativas siempre y cuando estas sean de distinta naturaleza. Me preocupa pero es una suerte que Pablo llegue hoy a Buenos Aires
Las modalidades de enunciación y de enunciado pueden combinarse siempre que se respeten las restricciones. ¿Será posible que, por suerte, haya terminado el examen?
Romero afirma que los elementos lingüísticos que sirven de soporte a las modalidades de enunciado son diversos y que, por ende, es muy difícil clasificarlos, ya que entran en juego desde los modos verbales, los operadores pragmáticos, los adverbios de enunciación, etc. Esta complicación que surge para establecer algún tipo de orden se da porque contrariamente a lo que esperaba Maingueneau no puede resolverse desde lo sintáctico, sino que se cruzan en este ámbito cuestiones diversas, rasgos prosódicos, léxicos, sintácticos, pragmáticos. Otro modo de clasificación de las modalidades es el siguiente: a)las que refieren a la relación hablante- oyente que se establece en el acto de la enunciación y que tienen que ver con lo interlocutivo. b)las que refieren a la relación del hablante con su enunciado. El primer tipo de modalidades puede pensarse, tal como lo planteaba Benveniste, desde los procedimientos accesorios de los cuales se sirve el enunciador para influir de algún modo en el comportamiento de su alocutario. En este marco la interrogación es una enunciación construida para suscitar una “respuesta”, la intimación establece una relación viva e inmediata entre el enunciador y el otro, en una referencia necesaria al tiempo de la enunciación y la aserción que tanto en su sesgo sintáctico como en la entonación apunta a comunicar una certidumbre y es la manifestación más común de la presencia del locutor en la enunciación. Estos tipos se construyen para que el otro responda, para que el otro haga o para presentarle una certeza. Esta construcción de la influencia en el interlocutor se especificará en una teoría de los actos de habla y este aporte para trabajar las modalidades será fundamental porque la introducción de esta perspectiva va a desarticular la equivalencia entre el tipo de oración clasificado de acuerdo con la actitud del hablante y la relación interlocutiva tal como eran planteadas las modalidades de enunciación. Con respecto al segundo tipo de modalidades, implican al locutor frente a lo que dice. Hace calor.
Es una constatación, y se presenta en tanto modalidad de enunciado, en grado cero, esto significa que la aserción no está matizada. Sí lo está en el caso “Por suerte hace calor” Habíamos visto hasta ahora que cuando el locutor se implicaba frente a su decir podía hacerlo proponiendo su dictum como verdadero, probable, posible ( lo que se llamaban modalidades de enunciado lógicas) o calificándolo como feliz, lamentable (modalidades de enunciado apreciativas) etc. Ahora bien, en la búsqueda de sistematización y de explicaciones, el trabajo focalizado en una clase de palabra (los adverbios) contribuye a aportar más datos con respecto a las modalidades. Entre los adverbios, pueden distinguirse tipos diferentes según el alcance, es decir, a quien modifiquen. Pueden funcionar como constituyentes de frase o como introductores del locutor dentro del enunciado, que a su vez, se dividen en adverbios de enunciación y adverbios de enunciado. Empecemos por los primeros: Juan habló sinceramente.
El adverbio “sinceramente” modifica únicamente al verbo, es un circunstancial. Tanto uno como otro, pertenecen al mismo nivel oracional. Cuando estamos frente a los constituyentes de frase no modalizan el enunciado. Observemos qué ocurre con los que introducen al locutor dentro del enunciado: a) los adverbios de enunciado: modifican al enunciado al nivel de la oración. Es la actitud del hablante frente al contenido del enunciado. La relación del locutor con su enunciado que puede postularse a través de juicios apreciativos o evaluativos. Felizmente Juan habló.
El locutor se postula como “feliz” frente a lo que dice. Le provoca felicidad el contenido de la proposición, es decir, que Juan haya hablado. b) los adverbios de enunciación tienen que ver con la situación de interlocución, califican la enunciación. No hablan del contenido del enunciado.
Sinceramente Juan habló bien.
El hablante se propone sincero, asegura que hablará con sinceridad. El test para probarlo es “Te digo”. Sinceramente te digo que Juan habló bien.
La calificación del hablante es para su propia enunciación. Francamente el tema de las modalidades es complejo.
El locutor indica que va a ser franco en su decir, no postula opinión respecto del contenido. Lo que no puede decirse es “Falsamente” o “Poco sinceramente” porque la palabra no se denuncia a sí misma como mentirosa. Es decir que en este marco se amplían las posibilidades de la modalización ya que encontramos que se puede modalizar tanto el contenido de la proposición como el propio acto de enunciación. Presentaremos ahora otro modo de organizar, de clasificar las modalidades. xxxvii Recordemos que el enunciado se divide en dos componentes: a) la proposición o dictum, que puede ser objeto de una aserción y como tal, es verdadera o falsa. 1.
La primera comedia romana se enlaza con la griega
b) la modalidad o modus, que la modifica en tanto expresa alguno de los siguientes significados: certeza, probabilidad, posibilidad, obligación, necesidad, permiso, volición, intención, duda 2.
Es posible que la comedia romana se haya enlazado con la griega Ojalá que la comedia romana se enlace con la griega Es necesario que la comedia romana se enlace con la griega.
La modalidad, marca privilegiada de la subjetividad del hablante en el enunciado, puede ser entendida de acuerdo con diferentes alcances. Mientras que todo enunciado tiene marcas temporales y aspectuales, no todos están necesariamente modalizados. De este modo 1. es un enunciado modalmente neutro, puesto que carece de marcas de modalización, el hablante se hace cargo de su enunciado presentándolo como verdadero. Por el contrario, en los ejemplos de 2. que están modalizados, el
hablante explicita su opinión acerca del contenido, en tanto lo considera, posible, deseable o necesario. A diferencia de lo que planteaba Bally no todos los enunciados están modalizados. En este marco la modalidad presenta diferentes manifestaciones que se conectan con distinciones que se entrecruzan:
El tipo al que pertenece la oración principal: Las oraciones pueden clasificarse en tipos sintácticos: declarativa, interrogativa, imperativa, exclamativa, optativa o desiderativa. Se agrega la ponderativa Es necesario aclarar, sin embargo, que esta caracterización que dividía las oraciones según la actitud del hablante, es decir, un sistema de tipos de oraciones, es regida por un criterio sintáctico y por eso como vimos al principio, se las debe definir por sus propiedades formales distintivas. Pero las categorías semánticas, los actos de habla, no coinciden siempre con las categorías sintácticas, los tipos de oraciones. La noción de acto de habla, remite a los propósitos del hablante al realizar su emisión. Ahora bien, una directiva, en tanto acto de habla puede ser realizada a través de distintos tipos de oraciones: Cerrá la puerta. (Imperativa) Te ordeno que cierres la puerta. (Declarativa) ¿Cerrarías la puerta? (Interrogativa. Es un acto de habla indirecto) Es decir, no hay necesariamente correspondencia entre los actos de habla y los tipos de oraciones. Es una lástima que no venga a la fiesta (Declarativa) ¡Qué lástima que no venga a la fiesta! (Exclamativa) Vení a la fiesta (Imperativa)
En el caso de las oraciones ponderativas (di Tullio- Masullo) que no son equivalentes a cualquier declarativa (no pueden ser interrogadas, ni aparecer en imperativo, ni ser negadas) el elemento que indica el alto grado puede ser (a) suprasegmental, (b) morfológico, (c) sintáctico: (a) Juan tiene la casa. (b) Juan me re gusta. (c) Juan se caminó todo para conseguir el repuesto.
La modalidad puede estar dada a través de una entidad pragmática, como es el acto de habla, o a través de un tipo de oración, en donde entra en juego lo sintáctico. Pero no es la única manera en que pueden manifestarse las modalidades, también pueden hacerlo a través del modo gramatical, a través de auxiliares modales, los disyuntos (adverbios y subordinadas adverbiales que modifican a la oración en su conjunto)
Los operadores que tienen alcance sobre la oración: Los operadores modales inciden en el orden de las palabras, en el énfasis prosódico con que están marcadas y en otras propiedades formales distintivas. Ojalá (que) llegue pronto. ¡Lástima que no haya llegado a tiempo! Bien que podría haberse apurado.
Los adjuntos que modifican a la oración: Los disyuntos (como acabamos de ver, adverbios y subordinadas adverbiales) aportan información modal Lamentablemente, no vino a la fiesta. Aunque parezca mentira, no apareció en mi casa.
Las lenguas presentan importantes diferencias en la expresión de la modalidad. Por lo tanto la tipología lingüística deberá establecer distinciones a partir de:
Nociones semánticas sobre las que se construye el sistema de la modalidad como por ejemplo: a) modalidad epistémica o deóntica: auxiliares poder, deber . La modalidad epistémica ( posibilidad, probabilidad o necesidad) y la modalidad deóntica (obligación o permiso) El maestro puede llegar al pueblo (en tanto, tiene permiso para hacerlo
o es
posible que lo haga)
El maestro debe llegar al pueblo (en tanto tiene la obligación o la
posibilidad de hacerlo)
b) valoración o evaluación: gracias a Dios, menos mal, por suerte, etc. c) “evidencial” para indicar que el hablante no se compromete con la verdad. El maestro habría llegado al pueblo el viernes.
Marcadores modales que pueden ser de diferentes tipos: prosódicos, léxicos y gramaticales ( o una combinación de ellos) Entre los elementos gramaticales se destacan los auxiliares modales y el modo, que es la gramaticalización de la modalidad. Pablo puede/ debe aprobar el examen. Que Pablo apruebe el examen.
Clases de palabras a las que pueden pertenecer los marcadores modales léxicos. Son transcategoriales: adverbios, adjetivos, sustantivos, expresiones interjectivas: Probablemente, Pablo apruebe el examen. Es probable que Pablo apruebe el examen. Es una probabilidad que Pablo apruebe el examen. Lástima que Pablo no haya aprobado el examen.
Como acabamos de ver, son estas múltiples posibilidades de manifestación que poseen las modalidades las que hacen tan complejo el tema en cuestión. Este es tan sólo un acercamiento, una introducción que habrá que seguir trabajando.
Ideología y sujeto en el discurso por Pablo Leona Las lecturas críticas del modelo lingüístico saussuriano se orientaron hacia la rectificación de lo que se ha llamado la “amputación” (prescripta desde las páginas fundamentales del Curso) del sujeto como punto de vista (psicológico, ideológico, estético, etc.) de cualquier enunciado real (noción también soslayada por la escuela de Ginebra). A continuación, se presentan dos de tales intervenciones. 1
En Marxismo y filosofía del lenguaje xxxviii , Voloshinov xxxix afirma que en la práctica discursiva la conciencia lingüística del hablante (y del receptor) no se relaciona con la lengua como un sistema objetivo de formas incuestionables y normativamente idénticas sino con el lenguaje en cuanto conjunto de los posibles contextos de uso de una forma lingüística dada. Lo que se entiende por sistema de la lengua es el producto de una reflexión sobre el lenguaje que no se da en la conciencia del hablante nativo de una lengua determinada que tenga el propósito inmediato de hablar. De acuerdo con esto, un hablante de la lengua materna (y no un lingüista) no se enfrenta a la palabra extraída del diccionario (a un signo con un significado y una referencia determinados), sino a la palabra que forma parte de los enunciados más diversos pertenecientes al consorcio lingüístico A, al consorcio B, al consorcio C xl , con los cuales comparte la lengua. Al hablante no le importa la forma lingüística como una señal estable y siempre igual a sí misma, sino como un signo en permanente cambio , y apropiado para las condiciones concretas de una situación dada. Contra la concepción saussuriana, que concibe el significado del signo como algo estable, en tanto emanado de las relaciones opositivas que contrae dentro del sistema (social) de la lengua -su valor-, para Voloshinov el sentido de una palabra se define plenamente por el contexto ideológico de su ocurrencia, como consecuencia de lo cual una palabra tendrá tantos sentidos como diversos sean sus contextos de uso. Tal contexto es ideológico no en un sentido metafísico o psicológico (como una emanación del ser o de la conciencia), sino en la medida en que se lo razone como la manifestación en acciones, gestos y palabras propios de la interacción social organizada. La naturaleza de tal organización, por su parte, no puede sino ser económica; de tal modo, las relaciones de producción (y la formación político-social condicionada directamente por aquellas) determinan todos los posibles contactos entre los hombres, incluyendo las formas y modos de
su comunicación verbal que, a su vez, determinan tanto las formas como los temas de las manifestaciones discursivas xli . De lo anterior se sigue que el tema (toda realidad que llega a formar parte del horizonte social de una época por las relaciones que guarda con sus presupuestos socio-económicos) de un signo (de un enunciado) está siempre afectado por una acentuación valorativa de carácter ideológico y de rango sociológico. Como las distintas clases sociales en pugna comparten una misma lengua, en cada signo ideológico se cruzan tantos acentos como intereses sociales existen. El signo ideológico es, dice Voloshinov, multiacentuado, y llega, por eso, a ser la arena de la lucha de clases. Esto último se verifica claramente en la voluntad distorsionadora con la que la ideología dominante pretende desconocer el carácter dialéctico de la semiótica verbal, negando la lucha ideológica entre las diversas acentuaciones de un signo con la intención de imponer como dada (como natural) la acentuación específica que es funcional a sus propios intereses de clase. Por cierto, las valoraciones de un tema ideológico interesan también a la conciencia del individuo (que, por ello mismo, es concebible como ideológica), que al absorverlos y hacerlos propios los transmuta en una suerte de acentos individuales, no obstante lo cual el acento valorativo es siempre interindividual. Aún así la palabra no pierde su unidad ni se desintegra en los contextos correspondiente a su uso; la unidad no se asegura, desde luego, tan sólo por la unidad de su composición fonética, sino también por el factor de unidad propio de (común a) todas las significaciones. Voloshinov señala entonces que el problema principal de la significación es resolver dialécticamente (en vez de soslayarla, como hace el estructuralismo) la conciliación entre la polisemia fundamental de la palabra con su unidad necesaria a la comunicación. A menudo, los contextos de uso de una misma palabra están contraorientados; un caso obvio de tal contraposición son las réplicas de una discusión: en tal caso, una misma palabra figura en dos contextos, opuestos y en colisión; en la medida en que la discusión sigue siendo posible, la palabra se revela como integración (parcial) de sus múltiples acentuaciones. En la realidad, todo enunciado concreto en una u otra forma, y en diferentes grados, expresa una conformidad con algo o una negación de algo. Considérense lo que ocurre con el conjunto de sustantivos que denotan la adhesión a los diferentes partidos del sistema político nacional xlii : peronismo, comunismo, radicalismo, liberalismo,... ¿Cuál es el acento ideológico valorativo de cada una de esas palabras? Ciertamente, dependerá de si aparece en el contexto de un(os) enunciado(s) cuya orientación general adscribe, es indiferente o está en las antípodas de la formación ideológica en cuestión: La comunidad organizada, el diario Clarín, un té canasta de las Damas de Sociedad de Pilar, una asamblea de la
FUBA, un congreso de la Cuarta Internacional , un discurso de campaña de Solá, la tesis de un estudiante norteamericano especializado en Argentina, etcétera. Para atestiguar la polisemia derivada de la (en potencia, infinita) pluriacentualidad de la palabra, es de particular interés el caso en el que la injuria es convertida por el destinatario en término de identificación con valoración afectuosa: tal lo que sucede cuando Evita comienza a llamar a las bases que asisten a los actos oficiales “ mis grasitas/ cabecitas/ descamisados xliii ”. Asimismo, hacia fines de la década del ochenta se volvió corriente que las hinchadas de fútbol (la de River en primer lugar) comenzaran a identificarse como colectivo utilizando (invirtiendo y, por lo tanto, neutralizando en su intención hiriente) los vocativos que hasta entonces habían sido patrimonio exclusivo de las demás hinchadas: Soy bostero.../ gallina.../ leproso.../ cuervo... xliv .
2 En La enunciación (1980), también Kerbrat-Orecchioni denuncia la necesidad de completar el programa del Curso (por supuesto, llevándolo más allá del límite que el principio de no contradicción y la satisfacción de las condiciones epistemológicas dentro de las cuales la lingüística podía aspirar al status scientae le imponían a Saussure) en los siguientes términos: Hay dos frentes desde los que atacar la noción de lengua como código al que deben remitirse todos los hechos de habla: -[E]n Saussure, quien concibe la lengua como un “tesoro” externo a los individuos, quienes se la apropian por memorización [...] la hipótesis es la de un código único. Ahora bien, un objeto tal no tiene ninguna realidad empírica. La “lengua” no es sino un mosaico de dialectos, sociolectos e idiolectos, y la lingüística debe dar cuenta de esos diferentes “lectos”, sin perjuicio de integrarlos, pero sólo en un segundo tiempo, en un objeto abstracto al que a veces se lo llama “diasistema” -Por otra parte, se trata de repensar la antinomia lengua/habla en términos dialécticos [...] subsiste el misterio sobre la manera en que la “lengua” se manifiesta en el “habla” durante un acto comunicativo individual, y ya es tiempo de preguntarse sobre los mecanismos de esta conversión del código en discurso y sobre las propiedades de un “modelo de actualización”(en sus dos vertientes: de producción y de interpretación) que tendría como objetivo dar cuenta de ellos. xlv
En el libro desarrolla la idea de que los subjetivemas son, junto a los deícticos y las modalidades, marcas de la inscripción ideológica (en el sentido amplio del término) del sujeto de la enunciación en el enunciado. Para Kerbrat, la
atención debe dirigirse hacia las particularidades que conciernen a los usos individuales del código común, palpable toda vez que el sujeto de una enunciación debe optar, ante la necesidad de verbalizar un objeto referencial, entre un modo objetivo del discurso (cuya característica es la de tratar de disimular la presencia de una subjetividad enunciadora) y un modo subjetivo (en el cual el enunciador aparece, explícita o implícitamente, como la fuente evaluativa de la enunciación). La posibilidad de hacer un análisis de la presencia del sujeto en su enunciado exige una definición eficiente de las unidades que la soportan y un principio de calsificación. La localización de las unidades “subjetivas”, compromete sobre todo la intuición del analista. Esa intuición puede apoyarse en comprobaciones como las siguientes: - Mientras la clase denotativa de los términos objetivos tiene límites de relativa estabilidad, la de los términos subjetivos es un conjunto fluido: la pertenencia de x a la clase de los viceministros, los zurdos, los ex conscriptos [aun cuando, utilizados metafóricamente, estos términos se subjetivicen] o aun de los objetos porosos es admitida o rechazada más unánimemente –y puede verificarse con mayor facilidad- que su atribución a la clase de los imbéciles o de las delikatessen. - Cuando predican sobre objetos presentes en la situación de comunicación (oral, sobre todo), las expresiones objetivas están desprovistas de todo valor informativo (son totalmente redundantes y, por ello, antieconómicas, excepto en los casos en los que la redundancia tenga un valor retórico –enfático o sarcástico- o argumentativo –justificación causal de un juicio subjetivo): (1)Usted no está calificado para ejercer el puesto. [De hecho] Viste una remera con la cara de Jim Carrey y lleva un alfiler de gancho en la nariz. (justificación causal) (2)¡Te pintaste los ojos y te pusiste la blusa verde! (enfatización, según el caso, elogiosa o crítica) - Algunos lexemas parecen fuera de lugar en determinados tipos de discurso (científico, lexicográfico, etc.) que se pretenden objetivos. Es imposible, por caso, encontrar una definición de “guanaco” en términos tales como : (3) m. Mamífero taimado, de unos 13 decímetros de altura hasta la ridícula cruz, y poco más de largo desde el pecho hasta el extremo de la curiosa
grupa; cabeza más bien feúcha con orejas largas aunque seductoras; ojos negros, brillantes y tiernos, etc. Estas observaciones permiten tomar consciencia de que el eje de oposición subjetivo/objetivo no es dicotómico sino gradual: las unidades de la lengua están ellas mismas (en la lengua) cargadas con un peso mayor o menor de subjetividad. Por ejemplo [+OBJETIVO]
cordobés
azul
duro
insensible
[+SUBJETIVO]
Por otra parte, el porcentaje de subjetividad varía de un enunciado a otro en la medida en que las unidades pertinentes desde este punto de vista pueden estar presentes en mayor número o con mayor densidad. Se define como subjetivema a toda unidad significante cuyo significado presenta el rasgo [subjetivo] xlvi y cuya definición semántica exige la mención de (la posición ideológica de) el sujeto que ha optado por ella. Según la clasificación funcional, pueden ser subjetivemas los sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios.
Sustantivos axiológicos xlvii Para denominar a un individuo x [Chamamé], puede decirse xlviii : (4) “Chamamé es cabo segundo” el término enuncia una propiedad objetiva del denotado, fácilmente verificable como verdadera o falsa. (5)“Chamamé es un imbécil/ un genio” estos sustantivos suman dos tipos de información, indisociables: - una descripción del denotado - un juicio evaluativo, de apreciación o depreciación, aplicado a ese denotado [es decir, al referente] por el sujeto de enunciación. En la medida en que los términos “imbécil”/ “genio” implican una evaluación de Chamamé, que se corresponde con los sistemas de a(de)preciación del hablante; en la medida en que, aunque Chamamé permanezca invariable, de una enunciación a otra se podrá optar por uno u otro término; en la medida, en fin, en que deberán
ser evitados en todo discurso con pretensiones de objetividad, en el que el hablante se rehúse a tomar posiciones respecto de Chamamé, pueden considerarse como portadores semánticos de un rasgo semántico [subjetivo], es decir, como subjetivemas. En la medida en que los axiológicos le permiten al hablante ubicarse nítidamente en relación con los contenidos de su enunciación, conviene evitar escrupulosamente su uso en ciertos tipos de discurso con pretensiones de objetividad [jurídico, científico, lexicográfico]. Más allá de esos casos, la mayoría de los enunciados que se producen en una lengua natural se caracterizan por la presencia más o menos masiva de términos axiológicos, y los comportamientos lingüísticos, por la preocupación constante de erigir una barrera terminológica entre el bien y el mal. Algunos parámetros válidos para la descripción de los axiológicos son las siguientes a) El rasgo peyorativo/ elogioso recibe un soporte significante específico: los sufijos peyorativos “-acho/a” (“pueblo”/ “pobl acho”); “-aco” (“libro”/ “libr aco”); “ejo/a” (“animal”/ “animal ejo”);“-ete” (“viejo”/ ”vej ete”); “-ucho” (“médico”/ “medic ucho”); “-astro” (“político”/“politic astro”). Ocasionalmente, los diminutivos tienen valor despectivo y los aumentativos, elogioso. b) El rasgo axiológico se localiza en el nivel del significado de la unidad léxica, el cual se define por su relación triangular con el significante, por un lado, y con el denotado, por el otro vs. [máquina/ batata]. (6)[auto/ tutú/ vehículo] vs. [xeneixe/ bostero] (7)[boquense / hincha de boca] (8)[riverplatense/ hincha de river] vs. [millonario/ gallina]
Los términos de cada primer conjunto sólo se oponen entre sí por las variedades de lengua a las que perten ecen (registro más o menos coloquial, cronolecto más o menos vigente, etc) xlix ; en cuanto al juicio apreciativo del hablante, puede considerárselos no marcados. En cambio, cualquiera de esos términos se oponen a los dos de los segundos conjuntos por el hecho de estar éstos últimos marcados positiva y negativamente. c) El valor axiológico de un término puede ser más o menos estable o inestable. Un término neutro puede axiologizarse o ser invertido su valor habitual:
(9)No me fastidia el espectáculo de un abogado, de un ratero, de un coronel, de un tonto, de un lord, de un tahúr, de un político, de un rufián. l Según Kerbrat, tal como cualquier palabra, inserta en un co(n)texto apropiado o acompañada de determinados significantes entonacionales o gráficos específicos, puede resultar investida por una connotación (des)valorizadora inédita, así también, en el límite, la totalidad de los sustantivos (de los verbos y de los adjetivos) ingresa(n) en la clase de los axiológicos.
Adjetivos subjetivos Son objetivos los adjetivos del tipo nativo/ extranjero ; monolingüe/ políglota; monógamo/bígamo; y todos los adjetivos cromáticos o “de color”. En la opción por ellos, el hablante da información sobre el referente (lexicalizado por el sustantivo al cual modifican) pero no sobre su posición personal al respecto. Por otra parte, toda vez que, además de enunciar alguna propiedad del objeto al que determinan, los adjetivos testimonian la valoración del hablante frente al objeto, debe analizárselos como subjetivemas. Según la índole de esta segunda información, se clasifican en tres tipos: - Adjetivos evaluativos axiológicos. Su uso varía según la naturaleza particular del sujeto de la enunciación, cuya competencia ideológica reflejan, e implica una doble norma referida a: • la clase de objeto al que se atribuye la propiedad (no son fieles en el mismo sentido una pareja, un amigo, un perro y un instrumento); • el sujeto de la enunciación y sus sistemas de evaluación estética, ética, moral, etcétera (no hay identidad entre el sentido de fiel para Otello y para Desdémona) El referente denotado por el sustantivo que determinan es objeto de un juicio de valor, positivo o negativo, que implica una toma de posición, favorable o no, del enunciador. Como los sustantivos axiológicos, hasta los adjetivos no marcados en la lengua pueden axiologizarse en ciertas condiciones de uso y, en cambio, los adjetivos marcados pueden ver invertirse su connotación usual. Es, pues, el contexto el que se encargará de especificar el valor axiológico del término: (10) ¡Maldición, va a ser un día hermoso!.
- Adjetivos evaluativos no axiológicos Comprende a todos los adjetivos que expresan una evaluación cualitativa o cuantitativa (sobre el tamaño, edad/antigüedad, peso, costo, temperatura, etc.) del objeto denotado por el sustantivo al que determinan. Su uso se basa, por ello, en una doble norma: inherente al objeto al que se atribuye la cualidad (se entiende que frío/a tiene un valor distinto si se refiere a una cámara frigorífica, un helado, un día de primavera, una ducha, etcétera); • específica del hablante (en razón de lo cual pueden ser considerados subjetivos: no es raro que la temperatura objetiva de una ducha fría sea diferente para dos personas) •
Otros ejemplos: poco, barato, alto, importante, pesado, flaco, bastante, etc. - Adjetivos afectivos (enuncian al mismo tiempo una propiedad del objeto y una reacción emocional del sujeto frente a tal objeto; indican un compromiso afectivo del enunciador): admirable, espantoso, cruel, exasperante, aburrido, enternecedor, etcétera: (11) Los espejos y la paternidad son abominables porque multiplican y divulgan al visible universo. li
Verbos subjetivos Aparte del hecho de que todo enunciado puede llegar a interpretarse como subjetivo, es evidente que algunos verbos son intrínsecamente subjetivos, es decir, implican una evaluación cuya fuente siempre es el sujeto de la enunciación. La subjetividad en los verbos puede implicar un juicio axiológico y/o modalizador. - En el caso de los verbos intrínsecamente axiológicos, la evaluación del enunciador puede referirse al proceso denotado por la acción del verbo o bien a alguno de los actantes lii involucrados en la acción referida por el verbo. a) Evaluación del proceso denotado (y, de contragolpe, de uno y/u otro de sus actantes): (12) Hollywood, por tercera vez, ha difamado a Robert Louis Stevenson liii = ha hecho una mala adaptación.
(13) Uno empieza por asesinar a un hombre, continúa asaltando bancos, llega incluso a faltar al precepto dominical y termina postergando las cosas para mañana liv (Thomas de Quincey) En la medida en que un verbo de ese tipo implica una evaluación hecha por el enunciador sobre el proceso denotado (y de rebote sobre el agente – Hollywood (De Quincey) — responsable) De naturaleza axiológica: la descripción del proceso se hace en términos desvalorizadores (irónicos) podemos considerarlo(s) como elemento(s) de la clase general de los peyorativos. Como sus homólogos adjetivos y sustantivos, los verbos están marcados como peyorativos cuando la connotación axiológica se inscribe sobre un significante especializado (por ejemplo, un afijo: apretujar / sobajar por apretar / sobar )- y/o cuando existe en el léxico una serie de parasinónimos que sólo se oponen sobre este eje (por ejemplo: abrevar / libar / catar / sorber / tomar / ingerir / tragar / emborracharse/ escabiar / alzar [empinar ] el codo/ colar [se]/ despachar / zamparse, etc.) Algunos ejemplos de verbos que implican todos una evaluación más o menos nítida o difusa (generalmente depreciativa) del proceso denotado son: los verbos “de decir” como ulular, graznar, vociferar, cacarear, chillar, eructar, etc. heder, apestar es decir, oler [algo] mal (según el enunciador) perpetrar, cometer actos necesariamente malos (según el enunciador) reincidir en actos o hábitos repudiables (para el enunciador) claudicar dejar de hacer lo correcto (para el enunciador) fracasar , en la medida en que siempre es materia opinable y el “fracaso” puede no ser tal para aquél a quien el enunciador se lo imputa infligir algo malo o injusto (según el enunciador) a alguien revolcarse en rebajarse a algo que es repudiable (según el enunciador) degenerar devenir en algo peor (según el enunciador) b) Evaluación de uno y/u otro de los actantes comprometidos en el proceso denotado (y, con más frecuencia, de su objeto) merecer : X merece Y = Y pertenece (en general) a la categoría de lo bueno. servirse de/ aprovechar Y = Y pertenece (en general) a la categoría de lo bueno.
correr el riesgo : X corre el riesgo de Y = Y pertenece (en general) a la categoría de lo malo. exponerse a Y = Y pertenece (en general) a la categoría de lo malo. infligir X inflige Y a Z Y = Y pertenece (en general) a la categoría de lo malo. soportar idem confesar idem
-
Son verbos intrínsecamente modalizantes lv (cuando la evaluación es en términos de lo verdadero/ incierto/ falso):
a) los verbos “de juzgar”: si se comparan
(14) Juan critica a María por haberlo delatado (15) Juan acusa a María de haberlo delatado Es claro que sólo en el primer caso el enunciador admite como necesariamente verdadero “María delató a Juan”. b) los verbos “de decir”: si el enunciador toma lvi implícitamente posición respecto
de la verdad/falsedad de lo afirmado por un enunciador enunciado; por ejemplo: •
el verbo pretender : en la oposición (16) Juan dice que hizo lo que le habían pedido/ Juan pretende que hizo lo que le habían pedido. Sólo el segundo enunciado tiene carga subjetiva: el enunciador implica que, a su juicio (no al de Juan), es falso/incierto que Juan haya hecho lo que le habían pedido.
•
los verbos reconocer, confesar, admitir : antónimos de pretender , implican que en (17) Juan confiesa/ admite/ reconoce que hizo lo que le habían pedido. el enunciador presupone como verdadero que Juan haya hecho lo que le habían pedido.
•
el verbo pretextar : igual que pretender comporta un sema enunciativo subjetivo, pero en este caso el enunciador impugna como incierto o falso la validez explicativo-causal de una proposición: (18) Juan pretexta que así lo hizo porque así se lo habían pedido.
•
el verbo contradecirse.
•
el verbo jactarse.
c) los verbos “de opinión”: el enunciador asume una actitud evaluativa ante la
actitud intelectual del enunciador enunciado: (19) Juan sabe que lo están buscando (y para el enunciador es verdadero que lo están buscando) (20) Juan imagina/alucina que lo están buscando (y para el enunciador es falso que lo estén buscando) (21) Juan cree/ piensa/ está convencido de / está seguro de que lo están buscando (y para el enunciador no existe certeza de que lo estén buscando)
Enunciación y Polifonía
POLIFONÍA
por Ana M. Paruolo
Cuando hablamos de Polifonía, podemos decir como una primera aproximación, que se trata de un aspecto particular del enfoque enunciativo. Los fenómenos que han sido englobados bajo el nombre de Polifonía (poli: muchos/-as, fonos: voces) son aquellos que registran la relación -explícita o secreta - que un texto tiene con otro u otros, dentro de una secuencia discursiva. Esta relación o interacción, se encuentra en textos orales y escritos, en todo tipo de discursos (científico, literario, político, periodístico) y constituye una suerte de enrejado en el que los recursos participan para orientarse hacia los otros discursos u oponerse a lo ya dicho, lo ya escrito. Para reconocer las múltiples voces que un texto tiene, mencionaremos a continuación una serie de fenómenos sobre los cuales mucho se ha discutido en el campo teórico.
Ruptura de la isotopía estilística Isotopía El término isotopía pertenece al campo de la Física y define la calidad de isótopo, del griego. ισοσ (isos), igual y τοποσ (topos), lugar. El isótopo es un nucleido que tiene el mismo número atómico que otro, cualquiera que sea su número másico. Todos los isótopos de un elemento tienen las mismas propiedades químicas. Extrapolada del campo científico al cual pertenece, la noción ha sido analizada por A.J.Greimas quien ha tratado de definir desde el punto de vista formal, unidades de discurso mayores que un enunciado. Desde este enfoque, lo que garantiza la existencia de la isotopía es la repetición de algunos elementos semánticos de un enunciado a otro, como un haz de categorías justificativas de una organización paradigmática. La isotopía designa la iteratividad a lo largo de una cadena sintagmática de unidades de contenido, que aseguran la homogeneidad del discurso. La noción de isotopía como las de coherencia y cohesión, están basadas en la existencia de redundancia, de reiteración o de repetición de elementos similares o compatibles que van armando la red isotópica.
Ruptura Se tomará el término ruptura, como la acción y efecto de separar con más o menos violencia las partes de un todo, quebrar o hacer pedazos una cosa: un hueso, una taza, un discurso. En el caso de una lengua o un discurso, la pertenencia a un género, a un estilo determinado, a un lecto, es quebrada a menudo por uno o varios términos que se refieren a variedades distintas. Esta “presencia” opera como una cuña, que fractura o quiebra la homogeneidad del texto y produce diferentes efectos de sentido. Los efectos de sentido producidos por la ruptura o fractura de la isotopía estilística, operan como símbolo de prestigio, erudición, ideología, punto de vista del enunciador, pertenencia cultural, estrato social. Y suelen subrayar el aspecto “concepción del mundo” a partir de la fricción que se produce por el contraste de las redes isotópicas. Las marcas que vehiculizan este recurso, pueden ser unidades que remiten a distintos estados de lengua (arcaísmos), grupos diferenciados tanto por la geografía (dialectos), por la edad (cronolectos), por el estrato social (sociolectos); la presencia de un registro coloquial dentro de un texto formal; de palabras extranjeras; de términos cultos en un texto en donde predominan términos en lunfardo; de otra materialidad (fragmentos de diarios o publicidad) formando parte del cuerpo de una novela; la escritura entre líneas en donde no se espera; la disposición de las palabras en el espacio de la hoja; o la contaminación de códigos (literal e icónico), como ocurre en la poesía vanguardista con los caligramas o poemas “con forma” Sudaba como si una fuerza misteriosa lo hubiera centralizado en el trópico [...] El astrólogo, embutido en su sillón forrado de raído terciopelo verde, diserta cruzado de piernas, mientras que Barsut, en traje de calle, se obstina en tratar de conservar sin que se fragmente el largo cilindro de ceniza en que se convierte su cigarrillo. Hipólita, sin sombrero, permanece recostada en la silla hamaca. Su mirada verdosa está fija en la oreja arrepollada del Astrólogo y su mongólico semblante... Barsut, a momentos, detiene los ojos en el peinado rojo de la joven, que en dos lindos bandós le cubre la punta de las orejas. El astrólogo baraja pensamientos. Roberto Arlt, Los siete locos
Dominique Maingueneau lvii bajo el nombre de interferencias léxicas también cuestiona el carácter unitario y homogéneo del discurso. Las interferencias pueden circunscribirse al léxico o abarcar unidades más amplias, se clasifican en: - interferencias diacrónicas: provienen de la presencia en un mismo discurso de palabras que pertenecen a estados de lengua diferentes, por
ejemplo una palabra como “fierro” –perteneciente a la gauchesca - en el cuento El brujo postergado de Jorge L.Borges. - interferencias diatópicas: es la presencia de palabras que se usan en áreas diferentes: “choco” (perro en la zona de Cuyo en la República Argentina) en un texto en español de Buenos Aires - interferencias diastráticas: contraste entre lexemas de niveles de lengua diferentes uso de lengua familiar en un texto publicitario, por ejemplo. - interferencias diafásicas: utilización de términos científicos, poéticos, etc. En otro tipo de discurso Las interferencias léxicas no deben dar la impresión de que las palabras intervienen en un discurso como unidades plenas que poseen una carga semántica fija, dada de antemano. El análisis del discurso debe apuntar a integrarlas en el funcionamiento de un texto y no limitarse a señalar una sucesión desordenada de efectos de sentido.
Intertextualidad La intertextualidad es el armado de un corpus de textos que el lector puede conectar con el que tiene frente a sus ojos, este corpus tiene límites flexibles e indefinidos y se irá expandiendo en la medida en que sus lecturas se expandan, es decir en la medida en que aumente su competencia, tanto cultural como ideológica. La intertextualidad hace estallar la linealidad del texto, relacionándolo con otros que forman una red referencial ausente o con mínimas presencias que el texto atrae, y que opera como una suerte de orientación, a la que llamamos efecto de sentido. Desde lo más a lo menos explícito, la intertextualidad se presenta bajo la forma de la cita marcada por lo general gráficamente (comillas, itálica, bastardilla) Existen distintos tipos de cita, de los cuales se mencionarán sólo algunos: Cita de autoridad La cita de autoridad es de uso frecuente en textos argumentativos, con este tipo de cita el proponente pretende validar su propio argumento, es decir que si X dice que P y X es una autoridad en la materia, la cita de las palabras del otro autorizado, aceptado, con capital simbólico, funciona como garantía de su argumento. Cuando se utiliza en el discurso académico, se considera como una muestra de rigor científico. En el caso específico de los epígrafes, suelen garantizar la inscripción en un canon generalmente reconocido por la sociedad o los posibles receptores. En el
caso de los escritores, es común enmarcar sus textos de este modo, aunque algunas veces el epígrafe esté citado en tono irónico. Lo demás es silencio. Shakespeare, La tempestad Augusto Monterroso Lo demás es silencio La vida y obra de Eduardo Torres
Para la cita de autoridad existen dos casos: el de la autoridad manifestada directamente por el interlocutor, informador o fuente de afirmaciones y el de la autoridad citada por el interlocutor con el fin de apoyar sus afirmaciones. Como ocurre con la argumentación ad hominem (sobre la persona), la argumentación de autoridad actúa sobre las imágenes de los argumentadores. La autoridad mostrada : si el interlocutor es una fuente creíble (en la credibilidad tiene mucho que ver la apariencia, alguien prolijo, bien vestido, que se expresa bien, tendrá mayor credibilidad que alguien que presente una apariencia contraria) Por otro lado, si el interlocutor es veraz, tal vez porque aparenta modestia o tiene capital simbólico, quién se atrevería a contradecirlo, "el que calla otorga" dice un viejo refrán. Para resumir, cuando la autoridad se manifiesta, lo que dicen los locutores se tiene como verdadero. En los casos de autoridad citada , citar a esos locutores es decir la verdad. Con los enunciados realizativos la autoridad es puramente lingüística, si alguien dice "Prometo que iré a la fiesta" ha prometido ir, este es un uso corriente que cualquier hablante de una lengua pone en práctica. Si el presidente de una sesión del Congreso declara "Se abre la sesión" ipso facto la sesión se abre, no hay posibilidad de error pues sus enunciados están investidos por la autoridad que le otorga una institución. Si un testigo de un hecho delictivo afirma "Le disparó por la espalda" tiene crédito porque estuvo allí . Y si alguien dice "Me duelen los pies", se lo considera como creíble pues tiene un acceso privilegiado a la información, ya que nadie puede saberlo mejor que él. Existen en la sociedad fuentes autorizadas por sus roles sociales y su carisma personal, además los profesionales o expertos y también actores anónimos como "la sabiduría de los ancianos", "los proverbios chinos", la Ciencia, la Opinión: "La mayoría de los funcionarios del F.M.I piensa que la situación argentina mejora. Luego la situación mejora". A veces las expresiones connotan discursos que pueden gozar o dejar de hacerlo, del crédito propio de un ámbito específico, por ejemplo ciertos enunciados como "especificidad del objeto" o "pertinencia del material", "represión del significado" que tienen validez en el ámbito académico y aún dentro del mismo, en disciplinas diferentes.
Alusión, este fenómeno –considerado como una forma de intertextualidadrequiere de mayor destreza o competencia por parte de los receptores, ya que muchas veces, puede pasar desapercibida si no hay puntos de contacto entre las competencias o no se comparte el mismo imaginario. En el ejemplo siguiente, es necesario “haber visto alguna vez” “haber recogido con la mirada” –significado del verbo latino legere: leer- las palabras de César Vini, vici, vici , su traducción: vine, vi, vencí, para leer en este texto no sólo la alusión, sino también el rasgo de ironía en: llegó, vio y fue siempre vencido... EPITAFIO * Aquí yace Eduardo Torres quien a lo largo de su vida llegó, vio y fue siempre vencido tanto por los elementos como por las naves enemigas. Monterroso, Augusto, Lo demás es silencio.
El teórico francés Gerard Genette, en su libro Palimpsestos lviiidefine la intertextualidad como una forma de transtextualidad, agregando a la cita y a la alusión una tercera forma, el plagio, fenómeno que será explicado más adelante.
¿Cómo se citan o refieren los enunciados? Los enunciados referidos, como las interferencias léxicas lix , tienen en común el hecho de romper la continuidad del discurso, de introducir desajustes, de abrir el discurso en otras direcciones. Un texto no es una unidad homogénea en relación con la cual los enunciados referidos o las interferencias debieran ser considerados como “parásitos inoportunos”, por el contrario estos fenómenos constituyen una de las leyes de funcionamiento de todo discurso y son absolutamente indisociables de él. El modo de referir las palabras de otro en las gramáticas tradicionales, tiene dos formas principales: el discurso directo y el discurso indirecto. Discurso directo
El discurso directo introduce las palabras de otro tal cual fueron dichas o escritas, tiene marcas gráficas como los dos puntos y las comillas o los guiones del diálogo, conserva las marcas de su enunciación y los límites entre el discurso que
refiere y el referido, son nítidos. La presencia de este tipo de enunciados en un discurso autentifica los enunciados citados, supone mayor objetividad y no tiene casi, intervención del enunciador, claro que la selección del fragmento a citar y su inclusión en otro contexto, refuerza la idea de que la objetividad en estado puro no existe, y aún en el discurso periodístico cuyo objetivo es presentar los hechos tal como ocurrieron, actúa como un efecto de sentido más. Menem dijo: “¡No renunciaré al ballotage, no huiré de las responsabilidades!”
Discurso indirecto
El discurso indirecto refiere las palabras del otro, pero con mayor intervención del enunciador, pierde su autonomía, generalmente cambian los tiempos verbales, se subordina sintácticamente al discurso citante y se borran las marcas de la enunciación (cambio de shifters, neutralización de los giros expresivos, normalización de las oraciones, “relleno” de las elipsis). Supone una interpretación del discurso del otro y al hacerse cargo del discurso citado se ponen de manifiesto las posiciones ideológicas o afectivas. En los años 20, el lingüista soviético Voloshinov había observado la existencia de una oposición discursiva en el interior de los textos literarios a propósito de la cita, a partir de la cual el enunciado que cita puede o no entrar en continuidad: la lengua del narrador y de los personajes puede ser semejante o diferente. Los enunciados pueden sufrir transformaciones, el discurso del narrador puede asimilarse al de los personajes que presenta, por ejemplo en Dostoievski; en el estilo indirecto existe una tendencia a asemejar el enunciado citado al enunciado que cita, pero esto no es exclusivo de los textos literarios, puede encontrarse en todo tipo de discursos: Menem había dicho que no se bajaría de las elecciones y aseguró que no huiría como un cobarde .
Contaminación de voces
Cuando los límites del discurso citado y del discurso citante son inciertos, hablamos de contaminación de voces. Son formas híbridas, entre las cuales mencionaremos el Discurso indirecto libre, la Construcción incidental y el Discurso directo no regido. Para registrar la contaminación de voces, es necesario reconocer el contacto fluido entre el discurso citado y el citante, ya que no existen marcas gráficas ni de subordinación habituales.
Discurso Indirecto Libre
No se puede reconocer una fuente enunciativa única, ya que el narrador y el personaje hablan al mismo tiempo. Había sido una villanía de Wells empujarlo dentro de la fosa, y todo porque no le había querido cambiar su cajita de rapé por la castaña pilonga de él, de Wells, por aquella castaña vencedora de cuarenta combates. ¡Qué fría y qué pegajosa estaba el agua! Un chico había visto una vez saltar una rata al foso. Madre estaba sentada con Dante el fuego, esperando que Brígida entrase con el té. Joyce, James Retrato de un artista adolescente.
Construcción incidental
También llamada discurso citante en el discurso citado, es un modo de referir indirecto y suele presentar un verbo de decir en posición intercalada, a veces entre comas, que permite su articulación sin subordinación sintáctica Dominga de Adviento, una negra de ley que gobernó la casa con puño de fierro hasta la víspera de su muerte, era el enlace entre aquellos dos mundos. Alta y ósea, de una inteligencia casi clarividente, era ella quien había criado a Sierva María. Se había hecho católica sin renunciar a su fe yoruba, y practicaba ambas a la vez, sin orden ni concierto. Su alma estaba en sana paz, decía, lo que le faltaba en una lo encontraba en la otra. Márquez, Gabriel García Del amor y otros demonios
Discurso Directo no regido
Se trata de un enunciado incrustado dentro de otro, sin comillas que separen los distintos registros: Tales recuerdos enternecían a Rosendo Maqui. ¿Por dónde se encontraría Benito? ¿Viviría aún? Esperaba que viviera todavía lo creía así con el fervor que depara el afecto. Su vieja mujer llegaba a asegurar que cualquier rato asomaría de regreso, alegre y fuerte como si no hubiera pasado nada. Ella rememoraba a su Benito frecuentemente, diciendo que era el hijo que más lágrimas le había costado. Quizá por eso lo quería más intensamente, con esa ternura honda que produce en las madres el pequeño travieso y el mozo cerril en quien se advierte al hombre cuyo carácter hará de su existencia una dura batalla. Maqui no deseaba recordar la forma en que se desgració Benito, y menos cómo él, austero alcalde, había dejado de ser justo una vez. Alegría Ciro, El mundo es ancho y ajeno
Cabe destacar que en los fragmentos citados, las formas no se encuentran aisladas, sino en una intrincada red que dificulta el análisis. Addenda
En el marco de la teoría de la enunciación, autores como Berrendoner lx , 1981, Ducrot lxi , 1984, Reyes lxii , 1984, 1994, han estudiado la ironía como un acto de desdoblamiento polifónico. Sus estudios parten de Sperber y Wilson lxiii (1984) quienes consideran que la ironía guarda semejanza con el discurso citado y puede ser analizada como una mención que se comporta como un eco, de una situación, de un pensamiento, de un enunciado pronunciado anteriormente, de una actitud, etcétera, que ha sido formulada para mostrar su pertinencia, su falta de precisión, su carácter de absurdo. Según Ducrot en los enunciados irónicos un locutor (L) presenta su enunciación como si expresara el punto de vista del enunciador (E), aunque se sabe que no se responsabiliza de este punto de vista y que, además lo considera inadecuado o absurdo. L sólo es responsable de sus propias manifestaciones mientras que se atribuyen a E los puntos de vista expuestos en estas manifestaciones. Para remarcar que L es diferente de E, L recurre a una evidencia situacional, al conocimiento compartido, a la entonación, etc. Así pues, la ironía sirve para construir un discurso que crea su propio espacio de enunciación, donde el enunciador legitima su voz al separarse del discurso citado; donde crea un contraespacio propio, distinto de otros espacios posibles. La conexión entre mis palabras y sus orejas tan atentas como las de Van Gogh (que por oír perdió una de ellas, con el resultado que conocemos: desde entonces se le conoce como Vincent Van), esa conexión por supuesto soy yo mismo. Ahora que lo recuerdo (casi lo olvido: soy un amnésico que escribe sus memorias), no olvidaré ser breve. Guillermo Cabrera Infante, “Ser o no ser breve” en Vidas para leerlas
La ironía como estrategia, implica generalmente, una crítica dirigida contra el destinatario, contra una tercera persona, contra una situación o contra el propio orador –autoironía- algunos autores como Leech lxiv (1983) sostienen que es un modo de romper las reglas de cortesía sin ser descortés.
Dimensión dialógica del discurso argumentativo Cuando los discursos entablan relaciones, operan en una dimensión dialógica que adquiere distintos matices. En el libro Perspectivas sobre el lenguaje se ha hablado sobre Mijaíl Bajtín, quien entre otras cosas, sostiene que la
pluralidad de estilos llega a su punto culminante en la novela, ya que este género puede incluir e integrar géneros primarios y secundarios; literarios y extraliterarios, lxv estableciendo de ese modo, un diálogo con los discursos preexistentes. Podríamos pensar entonces, que la dimensión dialógica se expande y así como la relación es anafórica -hacia atrás, con los discursos preexistentes- los discursos actuales se podrán relacionar con los discursos futuros. Con la aparición de la novela “polifónica”, un nuevo tipo de novela, las voces están en libertad para hablar de modo subversivo o chocante sin que el autor se interponga entre el personaje y el lector -fenómeno llamado carnavalización- ya que es durante el carnaval, fiesta popular y colectiva, cuando se invierten las jerarquías, se subvierte el orden imperante: el rey se transforma en mendigo y el mendigo en rey, el loco en sabio y lo sagrado se profana, es “el desplazamiento carnavelesco del hombre de su vida normal, de su medio; la pérdida por él de su lugar jerárquico” lxvi Preguntas y encadenamientos
Cuando nos encontramos frente a un discurso argumentativo, es frecuente no sólo la presencia de encadenamientos sino la postulación de un alocutario lxvii al cual el texto se dirige y que se busca convencer. Estas “presencias” pueden ser explícitas y algunas veces aparecen bajo la forma de pregunta - monólogo interiorque el enunciador se hace (a veces respondiéndose a sí mismo como si fuera otra voz) y que coincide con la demanda de los alocutarios a los que se la traslada, otras, se produce un distanciamiento, en el caso de un profesor frente a su clase, esto permite un doble juego, incluir a los alumnos y a la vez mantener la autoridad. Se debe tener en cuenta que si la autoridad es autoreferencial, puede resultar riesgoso y aparecer como un contramodelo, abriendo una brecha demasiado grande entre el profesor y los alumnos, provocando un rechazo por parte de estos últimos. Facundo toma el camino de Mendoza, llega, ve y vence, porque tal es la rapidez con que los acontecimientos se suceden. ¿Qué ha ocurrido? ¿Traición, cobardía?. Nada de todo esto. Un plagio impertinente hecho a la estrategia europea, un error clásico por una parte, y una preocupación argentina, un error romántico por otra, han hecho perder del modo más vergonzoso la batalla. Sarmiento, Domingo F. Facundo
Según Perelman y Olbrechts-Tyteca lxviii (1958 y 1977) el argumento de autoridad establece una relación entre una persona y sus acciones, sus juicios, sus
obras. Según estos autores el argumento de autoridad se construye a partir de un razonamiento de tipo inductivo, pero la eficacia del argumento estará condicionada a la aceptación por parte del auditorio. Bajo la forma de la arenga, la proclama o el discurso de campaña electoral, la presencia del “otro” se hace explícita bajo la forma del vocativo: Queridas compañeras, queridos compañeros. Queridos hermanos de provincia, queridos argentinos. Venimos a cerrar la campaña para las elecciones internas del Partido Justicialista de nuestra provincia y lo hacemos en un día muy caro para el corazón de los peronistas: hace 80 años nacía una extraordinaria mujer, que ha trascendido la frontera de los tiempos. Eva Perón pertenecía a esa raza de soñadores que señalan el camino de las grandes utopías. Discurso pronunciado por Eduardo Duhalde, cierre de campaña, elección interna del Partido Justicialista bonaerense. Lanús. Provincia de Buenos Aires 7 de mayo de 1999. Compañeros: A nadie, y menos a nosotros, le pasa desapercibido la honda trascendencia de los momentos que vivimos: ¡graves e inquietantes momentos! No hace falta una gran sagacidad para contemplar el perfila cada vez más acentuado y claro de las corrientes de fuerzas presentes, la corriente de fuerzas regresivas, antihistóricas, reaccionarias, que se polarizan con ritmo acelerado frente a éstas, el torrente histórico vital de fuerzas creadoras, reprimidas descarada o sórdidamente por los que quieren hacer retroceder el curso ascendente de la historia. Manifiesto de los intelectuales catalanes (octubre de 1936) ¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! Sarmiento, Domingo F. Facundo
TRANSTEXTUALIDAD Gerard Genette en los comienzos de su investigación llama paratextualidad a los fenómenos que ponen en relación unos textos con otros, y sostiene que el objeto de la poética no es el texto considerado en su singularidad, sino el architexto o architextualidad del texto, es decir el conjunto de categorías generales o trascendentes: tipos de discursos, modos de enunciación, géneros literarios, etc. del que depende cada texto singular. En su libro Palimpsestes
(1962) amplía los conceptos que se manejaban hasta entonces y llama transtextualidad, a los fenómenos que exceden el espacio del texto que se tiene a la vista o al oído, abarcando bajo esta denominación las formas de paratextualidad, intertextualidad, architextualidad, hipertualidad y metatextualidad.
Paratextualidad Como el prefijo griego παρα (para) lo indica, los fenómenos de paratextualidad son formas que se encuentran junto, paralelas a los textos, aunque no siempre en situación de afinidad y que entablan un diálogo con el cuerpo principal del texto, por ejemplo: los epígrafes: y los animales fornican directamente, y las abejas huelen a sangre, y las moscas zumban coléricas Pablo Neruda, Residencia en la tierra
La brevedad Con frecuencia escucho elogiar la brevedad y, provisionalmente, yo mismo me siento feliz cuando oigo repetir que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Sin embargo, en la sátira 1, I, Horacio se pregunta, o hace como que le pregunta a Mecenas, por qué nadie está contento con su condición, y el mercader envidia al soldado y el soldado al mercader. Recuerdan, ¿verdad? Lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos, largos textos en que la imaginación no tenga que trabajar, en que hechos, cosas, animales y hombres se crucen, se busquen o se huyan, vivan, convivan, se amen o derramen libremente su sangre sin sujeción al punto y coma, al punto. A ese punto que en este instante me ha sido impuesto por algo más fuerte que yo, que respeto y que odio. Monterroso, Augusto, Movimiento Perpetuo
los epílogos:
Fe de erratas y advertencia final En algún lugar de la página 45 falta una coma, por voluntad consciente o inconsciente del linotipista de turno que dejó de ponerla ese día, a esa hora, en esa máquina; cualquier desequilibrio que este error ocasione al mundo es responsabilidad suya. Salvo por el Índice, que debido a razones desconocidas viene después, el libro termina en esta página, la 151, sin que eso impida que también pueda comenzar de nuevo en ella, en un movimiento de regreso tan vano e irracional como el emprendido por el lector para llegar hasta aquí. Monterroso, Augusto, Movimiento Perpetuo
los prólogos: Agradecimientos Este libro jamás habría podido ser escrito sin la generosa ayuda y la asistencia permanente de don Eugenio Pereda Salazar, entomólogo, don Alberto Jiménez R., domador, y don Luis Reta, experto en costumbres de las aves nocturnas que aparecen en el texto; y mucho menos sin el libre acceso que las autoridades del Jardín Zoológico de Chapultepec, de la ciudad de México, permitieron al autor, con las precauciones pertinentes en cada caso, a diversas jaulas y parques del mismo, a fin de que pudiera observar in situ determinados aspectos de la vida animal que le interesaban. La reconocida modestia de otras personas que lo auxiliaron con su invaluable consejo las inclinó a pedirle no ser mencionadas aquí. Sintiéndolo, el autor cumple su deseo. Monterroso, Augusto, La oveja negra y demás fábulas.
Son fenómenos de paratextualidad las fajas que cruzan la tapa mencionando otros títulos del mismo autor, premios recibidos, etc TEXTO INÉDITO PARA INAUGURAR LA BIBLIOTECA CALVINOlxix .
Se considera como fenómeno de paratextualidad la figura del comentador , en algunos textos compilador , que aparece como nota al pie, o marcada con asterisco como en el caso del ejemplo siguiente, que cumple otro rol actancial: EPITAFIO * Aquí yace Eduardo Torres quien a lo largo de su vida llegó, vio y fue siempre vencido tanto por los elementos como por las naves enemigas. *El padre Benito Cereno, cura párroco de San Blas tiene depositado, en la urna funeraria correspondiente, el epitafio de Eduardo Torres. Compuesto por el propio Torres, será grabado algún día en su lápida. Contra su deseo, casi todo lo suyo empieza a conocerse antes de su muerte, que esperamos aún lejana. Otros eruditos samblasenses consultados quisieron ver en este epitafio, aparte de las acostumbradas alusiones clásicas
tan caras al maestro una nota más bi en amarga, cierto pesimismo ineludible ante la inutilidad de cualquier esfuerzo humano. lxx
Intertextualidad Como hemos mencionado más arriba, Genette agrega a la clasificación primitiva (cita y alusión) el plagio, este fenómeno consiste en “tomar prestado” pero sin declararlo, las palabras de otro en forma literal. Para el reconocimiento de esta forma, se requiere de un lector avezado ya que el plagio no tiene, como la alusión, ninguna connotación gráfica ni referencia, y es bastante frecuente que estas dos formas aparezcan contaminadas: El interior de la casa, iluminado por dos ventanas abiertas a la mar grande, estaba arreglado con el preciosismo vicioso de un soltero empedernido. Todo el ámbito estaba ocupado por una fragancia de bálsamos que inducía a creer en la eficacia de la medicina. Había un escritorio en orden y una vidriera llena de pomos de porcelana con rótulos en latín. Relegada en un rincón estaba el arpa medicinal cubierta de un polvo dorado. Lo más notorio eran los libros, muchos en latín, con lomos historiados. Gabriel García Márquez Del amor y otros demonios
Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. Gustavo A. Bécquer Rimas - VII
Arquitextualidad La arquitextualidad o architextualidad (de arché, αρχω: el primero, dar origen [a algo], comenzar [algo]) es la relación del texto con el conjunto de categorías generales a las que pertenece, como géneros literarios, tipos de discurso, modos de enunciación. Por ejemplo Poemas de Álvaro de Campos II Tabaquería y otros poemas con fecha , de Fernando Pessoa es un libro de poemas, responde a lo que se enuncia en el paratexto. En La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez nos encontramos frente a una novela –también responde a su paratexto- pero es un tipo particular: novela histórica y el oxímoron que enuncia el título puede hacer dudar, ya que si bien se trata de una novela, el nombre Perón tiene su referente en la historia. La percepción genérica, entonces, parece determinar el horizonte de expectativas del lector y, de algún modo, la recepción de la obra, pero en algunos
casos la articulación paratextual y la inscripción en las categorías generales suele ser engañosa, por ejemplo Ensayo sobre la ceguera de José Saramago, un lector frente a ese título podría pensar que se trata de un ensayo y no de una novela.
Metatextualidad La metatextualidad es la relación que entabla un texto con otro ya existente, a veces sin citarlo siquiera, generalmente se denomina comentario. La metatextualidad es una relación crítica por excelencia, a continuación se menciona un caso específico: la crítica literaria. El escribir propio y ajeno es una constante de sus textos; se manifiesta casi festivamente, despojado, casi con liviandad, lo que no quiere decir que falte la dimensión frustrante que acompaña la mejor tradición de los relatos de la incapacidad. Eso se ve bien en el cuento “Leopoldo (sus trabajos)”, un verdadero clásico de la imposibilidad, lo mismo que en el autobiográfico “Llorar a orillas del río Mapocho”, texto en el cual el límite que presenta el escribir tiene el peso que implica la traducción, la obligación, el exilio y el hambre, casi lo mismo que pudo hacer de Cervantes un Cervantes y que, en la ocasión, no hacía todavía de Monterroso un Monterroso. Noé Jitrik, “Buscar el vértigo existencial en Monterroso” en Refracción
Hipertextualidad Es la relación que mantiene un texto con otro anterior, del cual deriva por transformación (directa o simple) o por imitación (transformación indirecta). El Ulises de Joyce remite a La Odisea de Homero, es una transformación simple o directa, Joyce hace transcurrir la acción en Dublín, en apenas unas horas - de las ocho de la mañana del día 16 de junio de 1904 hasta las primeras horas del día siguiente- en lugar del periplo que le lleva a Ulises varios años de viaje por islas y mares remotos hasta su regreso a Ítaca. Borges en el cuento El brujo postergado realiza una transformación del Enxiemplo XI del Libro del Conde Lucanor et Patronio del Infante Don Juan Manuel, un clásico de la literatura española medieval, adecuándolo al siglo XX, mencionando la fuente como nota al pie y utilizando el término “derivó”. El mismo tipo de transformación podría pensarse para Antígona Vélez de Leopoldo Marechal, en relación con Antígona de Sófocles. Una transformación indirecta es La Eneida de Virgilio pues no se traslada la acción de Ogigia a Cartago y de Itaca al Lacio, el héroe se llama Eneas y no Ulises y se cuenta una historia distinta en el afán de constituir un poema épico nacional con un origen ilustre -para la época Grecia era ese origen-.
Parodia El sistema aristotélico considera cuatro formas en la Poética: acción alta en modo dramático, la tragedia; acción alta en modo narrativo, la epopeya; acción baja en modo dramático, la comedia; acción baja en modo narrativo, la parodia (παρôδια). La parodia es considerada como un desvío con una mínima transformación, en la novela Yo El Supremo de Augusto Roa Bastos (novela histórica en clave paródica) se parodia el discurso de la historia. Travestimiento Es una transformación en el estilo y tiene función degradante, es típico el travestismo popular en la fábula. El zorrito incumplidor
A Juan León el zorrito, zalamero, un apoyo de pan le requería: -¡Yo daré a tus cachorros la amnistía y tendrán lo que es suyo el día primero! Igualmente al Gorila más cabrero perseguir a los leones ofrecía y acabar con Juan León les prometía si una torta ganaba con esmero. Pero el zorro Arturín era mañoso y aspiraba a la larga o a la corta con el pago a los dos hacerse el oso. Y pasa el tiempo y eso es lo que importa porque el zorro, al final, por ambicioso, quedará sin el pan y sin la torta. Zooneto de Lope de la Barca, García, Revista de humor político, junio 1958 lxxi
Transposición Transformación seria (amplitud textual) con cierta ambición estética o ideológica, Pierre Menard de Borges, Bartleby y Cía de Enrique Vila-Matas. Las formas más tradicionales son la traducción y el resumen. Pastiche Es la imitación de un estilo sin función satírica “Homenaje a Roberto Arlt” en Prisión Perpetua de Ricardo Piglia Caricatura
Pastiche satírico en donde se imita exagerando los rasgos, como en la gráfica, por ejemplo A la manera de... de Conrado Nalé Roxlo en este texto se imita el estilo de varios escritores. Continuación Imitación seria 2da. parte de El lazarillo de Tormes , texto anónimo como El Lazarillo... pero publicado un año después.
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Notas i
Jakobson, R (1983) “Lingüística y Poética” Ensayos de lingüística general , Madrid, Cátedra : pp 39-40 ii Op. Cit. pp 41 iii Ducrot, Oswald (1984) El decir y lo dicho, Buenos Aires, Hachette, pp 188 iv Op. cit.iii pp. 188 v Op.cit. iii: pp 189 vi Op.cit. iii pp 189 vii
Cf. Encyclopédie Philosophique Universelle , Vol. Notions, tome 1, PUF, Paris 1990; en Internet, http://www.ai.univ-paris8.fr/CSAR/Hdr.GB/Vol2Trav/09Enonci.pdf , con acceso el 1 de junio de 2003; traducción nuestra). viii Sechehaye cuenta como el primero en proponer una teoría enunciativa del lenguaje en su Essai sur la structure logique de la phrase (1926). Cf. Encyclopédie Philosophique Universelle, Vol. Notions, tome 1, PUF, Paris 1990; en Internet, http://www.ai.univ paris8.fr/CSAR/Hdr.GB/Vol2Trav/09Enonci.pdf , con acceso el 1 de junio de 2003; traducción nuestra. ix Charles Bally, por su parte, emplea la palabra “enunciación” como término técnico de la lingüística hacia 1920 y desarrolla, desde el año 1932, su “teoría general de la enunciación”. “Para Bally, el lenguaje no tiene fronteras netas: la entonación, la interjección, lo gestual (lo arbitrario y lo simbólico no están ausentes de su enfoque), son intermediarios entre el lenguaje y la acción. Es que, como la acción transforma el entorno físico, la enunciación es un acto psíquico que transforma las representaciones mentales tanto del locutor como del auditorio. Para los enunciativistas, la estructura misma del lenguaje es el reflejo de las condiciones que lo constituyen; de aquí se siguen las funciones que aquel cumple.” (Encyclopédie Philosophique Universelle , Vol. Notions, tome 1, PUF, Paris 1990; en Internet, http://www.ai.univ-paris8.fr/CSAR/Hdr.GB/Vol2Trav/09Enonci.pdf , con acceso el 1 de junio de 2003; traducción nuestra). x Bréal incide fuertemente también sobre Sechehaye y Bally: su obra Essais de sémantique se publica en el año 1904. En todos estos enfoques enunciativistas está presente el intento de derivar los fenómenos gramaticales más relevantes de los aspectos centrales de la situación de comunicación. El “padre común”, aunque sólo el antecedente más inmediato, de toda esta tendencia en Francia es el historiador, filológo y filósofo romántico Ernest Renan (1823-1892) (cf. Encyclopédie Philosophique Universelle, Vol. Notions, tome 1, PUF, Paris 1990; en Internet, http://www.ai.univ paris8.fr/CSAR/Hdr.GB/Vol2Trav/09Enonci.pdf , con acceso el 1 de junio de 2003; traducción nuestra. xi Cf. Benveniste, E., “El aparato formal de la enunciación”, pp 82-3. xii Cf. Benveniste, E., “Estructuralismo y lingüística”, p 25: “[Si se considera la palabra francesa homme, se tiene por una parte] el empleo del término como designación; por otra, los nexos de que es susceptible esta palabra homme, y que son numerosos. Por ejemplo, el honnête homme, concepción que data de cierta fase del vocabulario, que se remonta a un aspecto de la cultura clásica francesa. Al mismo tiempo, una locución como je suis votre homme se refiere a la edad feudal. Ahí tiene usted una estratificación de cultura que deja rastro en los diferentes empleos posibles. Todos éstos están comprendidos hoy por hoy por la definición de la palabra, porque son aún susceptibles de ser empleados con su verdadero sentido en la misma fecha.”. xiii Tomamos, en un sentido bastante laxo, como referidos a un mismo fenómeno, términos como “uso cognitivo de la lengua”, “función representativa”, “función informativa”, “descripción de la realidad extralingüística”, “contenido proposicional”, etc., es decir, todo lo que remite al plano del dictum de un enunciado, con prescindencia de sus modalizaciones.
xiv
Tanto el rechazo por el logicismo como el interés por la temática de la referencialidad son característicos de todos los enunciativista. Para Renan, por ejemplo, “el juicio es la forma natural y primitiva del ejercicio del entendimiento; la idea, como la entienden los lógicos, no es más que un fragmento de este ejercicio”; para Meillet, “no se trata de lógica, sino del sentimiento a expresar y de la acción a ejercer sobre un interlocutor”; o para Sechehaye, “la lógica no está en las cosas; está en nosotros, en lo que pensamos a propósito de las cosas”. xv La oposición ducrotiana entre significado y sentido no es planteada en esos términos por Benveniste. xvi Benveniste despliega esta idea en su conferencia “La forma y el sentido en el lenguaje”: “todo lo que concierne a lo semiótico tiene por criterio necesario y suficiente el que pueda ser identificado en el seno y en el uso de la lengua. Cada signo ingresa en una red de relaciones y de oposiciones con otros signos que lo definen, que lo delimitan en el interior de la lengua. Quien dice ‘semiótico’ dice ‘intralingüístico’. Lo propio de cada signo es lo que lo distingue de otros signos. Ser distintivo y ser significativo es lo mismo. De ello resultan tres consecuencias de principio. Primero, en ningún momento, en semiótica, se ocupa uno de la relación del signo con las cosas denotadas, ni de las relaciones entre la lengua y el mundo. En segundo lugar, el signo tiene siempre y solamente valor genérico y conceptual. No admite, así, significado particular u ocasional; todo lo que es individual queda excluido; las situaciones de circunstancia han de tenerse por no dadas. Terceramente, las oposiciones semióticas son de tipo binario.” (op. cit., pp 224-5). xvii Cf., por ejemplo, el siguiente fragmento, en el cual Benveniste rechaza la noción del lenguaje como instrumento: todos los instrumentos son artificios que pueden inventarse o no; el tener una lengua, como sostenía Saussure, es connatural al ser humano: “la comparación del lenguaje con un instrumento [de comunicación] –y con un instrumento material ha de ser, por cierto, para que la comparación sea sencillamente inteligible– debe hacernos desconfiar mucho, como cualquier noción simplista acerca del lenguaje. Hablar de instrumento es oponer hombre y naturaleza. El pico, la flecha, la rueda no están en la naturaleza. Son fabricaciones. El lenguaje está en la naturaleza del hombre, que no lo ha fabricado.” (Benveniste, E., “De la subjetividad en el lenguaje”, pp 179-80). xviii Kerbrat-Orecchioni retiene, en su definición de deícticos puros, este rasgo indicado por Benveniste; según ella, “para recibir un contenido referencial preciso los pronombres personales exigen del receptor que tome en cuenta la situación de comunicación y ello de manera necesaria y suficiente en el caso de ‘yo’ y ‘tú’ (tú, vos/usted): son deícticos puros; necesaria pero no suficiente en el caso de ‘él, ellos’ y ‘ella(s)’, que son a la vez deícticos (negativamente: indican simplemente que el individuo que denota no funciona ni como locutor ni como alocutario) y representantes (exigen un antecedente lingüístico).” ( La enunciación, p 52). xix
Gorostiza, C. (1974) El puente. Buenos Aires, Kapelusz, 123 Pirandello, L. (1974) Seis personajes en busca de un autor Buenos Aires, Barros Merino, .65 xxi Doury, M.. “El argumento de autoridad en situación: el caso del debate mediático sobre astrología” En: (1998) Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje, 17-18, 103 xxii Buero Vallejo, A. (1989) Casi un cuento de hadas, Buenos Aires, Abril, 79 xxiii Calderon de la Barca, P.(1969) El alcalde de Zalamea. Buenos Aires, Sopena Argentina, 118 xxiv Fernández Tiscornia, N. “Exámenes”. En: (1991) Guiones televisivos . Buenos Aires, Colihue, 164-165 xxv Buero Vallejo, A. (1989). Irene o el tesoro, Buenos aires, Abril ,, 131 xx
xxvi
Sueiro, D. “Mi asiento en el tranvía” En: (1991) Cuentos españoles contemporáneos , Buenos Aires, Colihue, 174 xxvii Gorostiza, C. (1974) El puente, Buenos Aires, Kapelusz, 52 xxviii Buero Vallejo, A. (1984) Irene o el tesoro, Buenos aires, Abril, 134 xxix Bernardez F. L.. “La noche”. En: Bernardez, F. L.(1979). La ciudad sin Laura, Buenos Aires, Kapelusz, 25 xxx Anafórica es la relación correferencial que existe entre un pronombre y su antecedente. Catafórica es la relación correferencial que existe entre un pronombre y su subsecuente xxxi Cervantes Saavedra, M. de.(1958) Don Quijote de La Mancha. Barcelona , Juventud, 624 xxxii La definitud consiste en la indicación de que el referente del sintagma nominal puede identificarse sin ambigüedad en el contexto de uso Esta condición es considerada requisito de unicidad xxxiii ARLT, R. (1974) .La isla desierta, Buenos Aires Kapelusz, 50-51 xxxiv Charles Bally “Syntaxe de la modalité explicite”, Cahiers Ferdinand de Saussure (1942) xxxv Ch, Bally (1942) p.3 xxxvi Maingueneau D. “Las modalidades” Introducción a los métodos de análisis del discurso xxxvii La siguiente presentación es la que ha propuesto Angela Di Tullio en el seminario “Gramática y enunciación” dictado en el marco de la Maestría en Análisis del Discurso (FFyL. UBA) xxxviii Publicado en la Rusia soviética de 1929 -es decir, escasos trece años después de la publicación del Curso- y en polémica declarada contra el “objetivismo abstracto” del modelo saussuriano (una de cuyos más profundos errores es la ruptura entre la lengua y su capacidad ideológica). xxxix Es probable que en nombre encubra, en realidad, el de Mikhail Bajtín (1895-1975). Docente, escritor e influyente teórico ruso, alrededor suyo se congregaron varios intelectuales que, eventualmente y ante sus conflictos con el estalinismo, le prestaban su firma para publicar. xl A la imagen del consorcio puede relacionársele la de la segmentación del universo discursivo en campos discursivos. Maingueneau [1999] define como tales a los espacios en los que un conjunto de formaciones discursivas está en una relación de competencia en sentido amplio, delimitándose recíprocamente: esto sucede con las diferenes escuelas filosóficas o estéticas y corrientes políticas que se enfrentan, explícitamente o no, en cierta coyuntura. El campo (un campo puede incluir subcampos) no es una estructura estática sino un juego de equilibrios inestables entre diversas fuerzas que, en cierto momento se balancea para tomar una cierta configuración. Un campo no es homogéneo: siempre hay dominantes y dominados, posicionamientos centrales y periféricos. xli Cfr. con el apunte “El problema de los géneros discursivos”, en el primer cuadernillo (pp 57). xlii Lo mismo vale para los apelativos que tienen en común el rasgo [encuadramiento político partidario del individuo en el partido x]: peronista, comunista, radical, liberal, etc.
Recuérdese la boutade de Borges cuando le preguntaron si en su juventud había sido rosista: “Eso no es cierto –contestó; por otro lado, tampoco he sido antropófago ” xliii Por supuesto, la valoración axiológica positiva está soportada también por el posesivo y, en los dos primeros casos, por el sufijo diminutivo, sendos índices afectivos. xliv Esto se hizo luego extensivo a toda una serie de prácticas semióticas alentadas por la industria del cotillón futbolístico: gorros con forma de cabeza de chancho, con forma de gallina, llaveros con forma de cuervo, etc. Últimamente, el centrodelantero riverplantense Cavenaghi festeja sus goles aleteando con sus brazos en jarra: como una gallina. xlv La enunciación, pp.10-11. xlvi E, internos a ésta, los rasgos [afectivo] y [axiológico]. xlvii La palabra “axiológico” supone la distribución de los lexemas subjetivos en posiciones relativas al eje neutral -o no marcado-, según sean portadores de un rasgo evaluativo del tipo bueno/malo; de tal modo, lo que se analiza es en qué términos el enunciador considera bueno/malo al objeto denotado por el término. xlviii En ambos casos, los enunciados tienen referencia absoluta , es decir, la decodificación de x [de Chamamé] sólo involucra tomar en consideración a tal objeto x, sin el concurso de ninguna otra información o conocimiento sobre la circunstancia de la enunciación. xlix Kerbrat considera estas diferencias como “connotaciones estilísticas”. l J.L. Borges, Arte de injuriar (1933). Inmediatamente, el autor anota: “ Algunas palabras, en esa buena enumeración, están contaminadas por las vecinas ” li J.L. Borges, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (1940). lii En este caso, se entiende por actantes las funciones de sujeto (agente) y objeto (paciente) de la acción del verbo. liii J.L. Borges, El Dr. Jekyll y Edward Hyde, transformados (1932). liv En esta cita de De Quincey la gradatio de las acciones enumeradas (empieza por, ... continúa..., llega incluso a...y termina... ) entra en contradicción con su valoración: el efecto cómico se produce porque el crescendo de los conectores enumerativos es invertido por el diminuendo axiológico de los verbos (o las expresiones verbales) correspondientes. lv Ver el artículo XXX, en las pp. XX de este mismo cuadernillo. lvi Al grado cero (o no modalizado) de los verbos de decir corresponden, por ejemplo, decir, afirmar, declarar, sostener , etc. lvii Maingueneau, D (1989) Introducción a los métodos de análisis del discurso , Buenos Aires, Hachette lviii Genette, Gerard, Palimpsestos, Madrid , Taurus, 1989. Trad. Celia Fernández Prieto (Palympsestes, París, Seuil, 1982) lix Op- cit i pp 137 lx Berrendoner, A (1981) Élements de pragmatique linguistique, París, Minuit lxi Ducrot, O (1984) Le dire et le dit , París, Minuit, El decir y lo dicho Barcelona, Paidos, 1986 lxii Reyes, G (1984) Polifonía textual. La citación en el relato literario , Madrid, Gredos. Op cit ii lxiii Sperber, D y Wilson, D (1978) «Les ironies comme mentions ». Poétique, 36: pp 399412