OTRAS PUBLICACIONES DE J. MATEOS
CRISTIANOS EN FIESTA Más M ás allá al lá d e l c r isti is tiaa n ism is m o c o n v e n c ion io n a l 3.a edición. 346 págs.
LOS «DO «DOCE» Y OTROS SEGUIDORE SEGU IDORESS DE JESUS JESU S EN EL EVANGELIO DE MARCOS 315 págs. Ene. en tela
EL ASPECTO VERBAL EN EL NT 175 págs. Ene. en tela
CUESTIONES DE GRAMATICA Y LEXICO EN EL NT 150 págs. (en colaboración con A. Urbán y M. Alepuz) J. Mateos/J. Barreto
EL EVANGELIO DE JUAN An A n á lisi li siss lin li n g ü ísti ís ticc o y c o m e n ta r io e x e g é tic ti c o 2.“ edición. 954 págs.
VOCABULARIO TEOLOGICO DEL EVANGELIO DE JUAN
JUAN JUA N MATEOS MATE OS FERNANDO CAMACHO
EL EVANGELIO DE MATEO LECTURA COMENTADA
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LE L E C T U R A D E L N U E V O T E S T A M E N T O Serie dirigida por JUAN MATEOS p r o f e s o r d e los lo s I n s t i t u t o s Oriental y Bíblico de Roma
Volúmenes previstos: 1. 2. 3/1. 3/2. 4.
El E van gelio de M arcos El Ev ang elio de M ateo El Evangelio de Lucas Hechos de los Apóstoles El Ev ang elio de Ju an . 2.a 2.a ed.
CONTENIDO
I n t r o d u c c i ó n ....... ........... ....... ....... ....... ....... ....... ....... ........ ....... ....... ....... ....... ....... ....... ........ ....... ....... ....... ....... ....... ....... ......
11 11
I.
Genealogía e infancia de Jesús ...................................
17
II.
Preparación ............................................................... ............................. ............................................ ..........
31
III.
Proclamación del reino y revelación del Mesías ...
45
A. B.
47
El I s r a e l m e s i á n i c o ..... ........ ...... ..... ..... ...... ..... ..... ..... ..... ...... ..... ..... ..... ..... ...... ..... ..... ..... Oposición de los dirigen tes e incom pren sión d el p u e b l o ....... .......... ....... ....... ....... ....... ...... ...... ....... ........ ........ ....... ....... ....... ...... ....... ....... ...... ...... ... Las se ñ ales al es de l éx od o del de l M esía s .... ...... .... .... .... .... .... .... .... .... ..
111 145
Re R e s iste is te n c ia de lo s d is c íp u lo s al m e s ia n is m o de ............................. .......................................................... .................... J e s ú s ...................................................................
167
C. IV.
A. B. C.
V.
VI.
V e rd a d er o y falso fa lso m es ia n ism is m o .... .......... ...... .... .... .... ........ ...... .... .... .. C o nd uc ta in div id ua l y c o m u n ita ri a ..... ......... ....... ......... ... ......... Falso Falso m esiani esianismo smo y ambición ambici ón de p o d e r .........
169 169 179
En Jerusalén: Jesús y la institución judía ..........
205
A. B.
E n tr a d a y ac lam la m ac ió n m es ián ica .... ...... .... .... .... .... .... .... .... .... .... ......................... ............... .............. ............... ................ ................ ........ E n e l t e m p l o .................
207 207
C.
F u e r a d el te m p lo ....... ........... ....... ....... ........ ........ ........ ........ ....... ....... ....... ...... ....... ....... ...
209 233
Pasión, muerte y resurrección ....................................
247
A.
249
P lan p a ra m a ta r a J e s ú s .... .......... ...... .... .... .... ........ ...... .... .... .... .... .... .... .... .....
199
ABREVIATURAS DE LOS LIBROS BIBLICOS
Abd ....... ..... Ag .......... ..... Am ......... ..... Ap .......... B a r ......... Cant ....... ..... Col ......... 1 Cor .... ..... 2 Cor
....
Abdías Ageo Amós
3 Jn ......... ...... 3/ Juan Jds ........... ..... Judas Jdt ...........
Lam ......... Cantar de los Cantares Lv ............ Le ............
1.* Corintios ..... 2.* Corintios
1 Cr ....... .... 1.° Crónicas 2 Cr ....... ..... 2.” Crónicas D n .......... .... Daniel Dt .......... ..... Deuteronomio Ecl ......... ..... Eclesiastés Eclo ....... .... Eclesiástico Ef .......... Esd ........ ..... Esdras Est ......... E x .......... ..... Exodo Ez .......... Flm ........ .... Filemón Flp ......... Gál ........ ..... Gálatas G n .......... ..... Génesis Hab ....... Heb ....... Hch ....... ..... Hechos Is .......... ..... Isaías Jr .......... ..... Jeremías
Job ......... J1 .......... Jon ........ ..... Jonás Jos ......... ..... Juan Jn
1 Mac ..... ...... 1.° Macabeos 2 Mac ..... . Mal .......... Me .......... M t ........... ...... Mateo Miq ........ Nah ........ Neh ......... Os ........... 1 Pe ........ 2 Pe ......... ...... 2.* Pedro Prov ....... 1 Re ........ ...... 1 Reyes 2 Re *........ Rom ........ Rut ......... ...... Rut
Sal .......... 1 Sm ....... 2 Sm ....... Sant ........ Sof .......... 1 Tes ...... ...... 1.* Tesalonicenses 2 Tes ...... 1 Tim ..... ...... 1.* Timoteo 2.* Timoteo 2 Tim .....
PREFACIO
El propósito del equipo que colabora en la «Lectura del Nuevo Testamento » es publicar un comentario a cada evangelio, análogo al ya publicado del evangelio de Juan. Sin embargo, ante la dila ción impuesta por el minucioso estudio que requieren tales obras, el público, por una parte, y el editor, por otra, nos han urgido a dar un avance del comentario al evangelio de Mateo que pueda ser utilizado en tanto llega la publicación del comentario extenso. Te niendo en cuenta el vivo interés por los temas bíblicos que existe en España, nos hemos decidido a presentar esta lectura comen tada. El método seguido es el mismo utilizado ya para el evangelio de Juan: el análisis del texto sobre el trasfondo del AT y la consi deración del evangelio como una obra unitaria que permite rela cionar unas partes con otras e interpretar unos pasajes a la luz de otros. Por otra parte, el sentido teológico de las perícopas, expre sado por Mt en lenguaje simbólico, se concluye a partir del len guaje tradicional del judaismo y de las marcas colocadas en el texto por el mismo evangelista. No siempre, sin embargo, dada la reducida extensión de esta lectura, se han podido exponer con todo detalle los pasos del análisis. No poco ha ayudado a la interpretación de Mt la ya hecha del evangelio de Marcos, cuyo comentario mayor se encuentra en su última jase de elaboración. En otra obra de inmediata publicación, «Los ‘Doce’ y otros se guidores de Jesús en el evangelio de Marcos», se exponen los pasos para la determ inación del sentido teológico de las perícopas. A
h
la
ió
de
Alb
INTRODUCCION
I.
REDACCION Y ESTILO
Este evangelio, posterior al de Marcos, sigue el esquema de la vida y actividad de Jesús establecido por su predecesor. Sin em bargo, en ese esquem a fu ndam ental, en que Mt recoge práctica mente todo el material narrativo de Me, inserta gran cantidad de material nuevo; aproximadamente la mitad de Mt no tiene para lelo en Me. Incluso lo que recoge de Me lo reelabora Mt siguiendo líneas bien definidas; elim ina lo concre to o anecdótico, suprim e o cam bia las refe rencias a las em ociones de Jesú s, cre ando un estilo hierático: la figura de Jesús adquiere gran relieve, y lo mismo el punto teológico de cada episodio. En las narracio nes de milagros, en particular, pone en evidencia el encuentro entre Jesús y el cre yente, a veces a expensas de la claridad, por suprimir personajes secundarios a los que después alude (Mt 8,23 suprime «las otras barcas» de Me 4,36, pero en 8,27 menciona «la gente»; en 9,2 omite la mención de los portadores del paralítico y del boquete en el techo [Me 2,4], aunque después menciona «la fe que tenían»). El estilo es muy apto para la catequesis. La intención catequética hace que Mt se interese más por la enseñanza que contienen para la vida de su comunidad que por el hecho milagroso en sí mismo (p. ej., en la tempestad apaciguada describe el miedo de los discípulos, cau sado por su falta de fe, ante la resistencia del paganismo). El material didáctico, tan abundante en Mt (del que sólo poco más de la mitad se encuentra en Le), no aparece disperso, sino
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INTRODUCCION
Los discursos no están arbitrariamente colocados; su tema en laza con el esquema cronológico de la vida de Jesús proveniente de Me. El Sermón de la Montaña ejemplifica «el modo de enseñar con autoridad» (Me 1,22; Mt 7,28-29); el discurso misionero (Mt 10) desarrolla Me 6,7-13; las parábolas del reino amplían las tres que pro pone Me (aunque omitiendo Me 4,26-29); el discurso escatológico (Mt 24-26) dobla la longitud del de Me 13. La misma instrucción comunitaria (Mt 18) toma pie de Me 9,33-37. A diferencia de Me, Mt no explica las usanzas judías (15,2-Mc 7, 2-3; 23,5.24) ni traduce las expresiones arameas (5,22; 27,6 traduci das en nuestro texto). Corrige el estilo de Me; el griego de Mt es mucho mejor, a la vez popular y esmerado, con frecuentes giros semíticos. II.
LINEAS TEOLOGICAS
Jesús aparece en este evangelio como el Mesías Salvador en viado por Dios, el rey de Israel. En contraste creciente con las autoridades judías se debe a la diversa concepción de la mesianidad: Jesús no responde a la idea de un Mesías nacionalista, políti co, liberador del yugo romano y vengador de Israel. El conflicto se exacerba porque Jesús no forma una secta, sino que se pone en contacto con el pueblo entero y discute públicamente la auto ridad de los jefes. La actividad mesiánica y salvadora de Jesús se ejerce en la li beració n del yugo satánico m anifestado en la enfe rm edad y la posesión diabólica. Al mismo tiempo es el intérprete auté ntic o de la ley divina, de la que propone una interpretación radical, liberán dola de la hojarasca de tradición que la sofocaba. Propone la nue va fidelidad, la nueva relación con Dios, que revela como a Padre, y el modo de cumplir su voluntad. Enfoca toda la antigua Ley en
LINEAS TEOLOGICAS
13
15.17-18.23; 4,14-16; 8,17; 12,17-21; 13,35; 21,4-5; 27,9-10), están intro ducidas por fórmulas propias y semejantes y se acercan más al texto hebreo. La figura de los discípulos está idealizada en Mt con relación a Me: no insiste tanto en su incredulidad o en su torpeza, a veces sustituye un rasgo desfavorable por otro halagador (Mt 13,16-17; cf. Me 4,13; Mt 14,33; Me 6,52), aunque no siempre (Mt 16,8; Me 8,17; Mt 16,23; Me 8,33). La comunidad de Mt se encuentra en oposición con los judíos de su tiempo, con los que mantiene una intensa polémica. De ahí sus ataques a la piedad farisea y a la interpretación casuística de la Ley, que delatan ignorancia del significado verdadero de la Es critura. Con esto se conecta la «fidelidad» propia del reino, en contras te con la de los letrados y fariseos (5,21). No hay duda de que los miembros de la comunidad de Mt se veían tentados de volver a la observancia y a las instituciones judías. El «vosotros, en cambio», colocado en medio de una invectiva antijudía (23,8-12), el aviso del cap. 18 a los que, convencidos de su propia superioridad, des prec iaban a los que no com partían los ideales ju dío s, son buen in dicio de ello. Por eso, por muy legales que sean los términos que use Mt, no se puede nunca pensar que pretenda propugnar un re torno al legalismo judío: su ley es la del evangelio, es decir, su m oralidad no es sino la resp uesta al favor de Dios' que ha prece dido; deriva de la adhesión a Jesús, manifestada en la práctica de las bienaventuranzas (5,3-10). No son leyes ni prescripciones, sino princip ios que guían la vida. Desarrolla, además, extensamente el tema de la infidelidad del Israel histórico a su llamamiento: aunque insiste en que el Me sías ha venido para su pueblo (10,5-6; 15,24), pone también de relieve cómo Israel lo rechaza: las autoridades no se interesan
14
INTRODUCCION
para enseñar a la Iglesia a seguir las huellas del Maestro. Su pre ocupación eclesial se nota muy particularmente en 21,43: el reino de Dios se le dará a un pueblo que produzca sus frutos, es decir, cuya conducta y actividad respondan a las exigencias del reino. Así añade a la parábola del banquete de bodas el episodio del hom bre sin traje de etiqueta, que se dirige a los cristianos indignos (22,11-14). La constante mención del reino de los cielos (el reinado de Dios) subraya la dimensión social de la acción salvadora divina. Mt, sin embargo, no identifica al reino con la Iglesia: ésta es tes tigo de la realidad del reino, anuncia a la humanidad su existencia e invita a responder a su llamada.
III.
LUGAR Y FECHA DE COMPOSICION
Mt se dirige a una comunidad de lengua griega y de mayoría judía creyen te. Esto no excluye la posib ilid ad de un origen palestinense. Sin embargo, como más probables se proponen Antioquía, la parte de Siria colindante con Palestina o bien Fenicia (el Líbano actual). Mt supone la destrucción de Jerusalén (añade 22,7). La fecha de composición se coloca alrededor del año 80.
IV.
AUTOR
Desde Papías (hacia el 140) se atribuye el primer evangelio, escrito, según él, en hebreo, a Mateo el recaudador, uno de los Doce. El análisis del texto transmitido, sin embargo, muestra que
PLAN DEL EVANGELIO
III.
15
Proclamación del reino y revelación del Mesías (4,12-16,20). A.
B. C.
El Isra el mesiánico (4,12-11,1). Introducción: Primera actividad en Galilea (4,12-24). Código de la alanza mesiánica: El Sermón del Monte (4,25-8,1). Ambito universal del Israel mesiánico (8,2-9,34). Primera misión del Israel mesiánico (9,35-11,1). Oposición de los dirigen tes e inco mpren sión del pueblo (11,2-13,58). Las señales del éxodo del Mesías (14,1-16,20). Introducción: Identidad de Jesús y muerte de Juan Bau tista (14,1-12). El Mesías e Israel (14,13-36). El obstáculo a la universalidad: La tradición de los ma yores (15,1-20). El Mesías y los paganos. Incomprensión de los discípulos (15,21-16,12). Reconocimiento del Mesías (16,13-20).
IV. Resistencia de los discípulos al mesianismo de Jesús (16,2120,34). A. Verd adero y falso mesianismo (16,21-17,20). B. Conducta individ ual y co m unitaria (17,22-20,16). C. Falso me sianismo y ambición de po de r (20,17-34). V.
En Jerusalén: Jesús y la institución judía (21,1-25,46). A. B.
Intro du cció n: E ntrad a y aclamación m esiánica (21,1-11). En el templo (21,12-23,39). Denuncia del templo y maldición de la higuera (21,12-22). Polémica y denuncia de los dirigentes (21,23-22,46). Denuncia de letrados y fariseos (23,1-36).
16
INTRODUCCION
Entrega a los paganos y suicidio de Judas (27,1-10). Juicio ante Pilato, burla de los soldados, seguimiento de Simón Cirineo (27,11-32). D. Muerte y resu rre cc ión (27,33-28,15). Crucifixión y muerte (27,33-56). Sepultura y guardia del sepulcro (27,57-66). Resurrección: aparición a las mujeres y soborno de los guardias (28,1-15). E. Epílogo: En Galilea. La misión universal (28,16-20).
I
GENEALOGIA E IN F A N C IA DE JESUS ( 1, 2 -2 ,23 )
1 1Génesis Abrahán.
de Je sú s,
M esías, h ijo
de
David, h ijo
1,1. Puede pregun tars e si el prim er versículo de este evangelio es una introducción a la genealogía que sigue o bien el título de la obra entera. La respuesta depende de la interpretación que se dé a la expresión inicial: «Libro de la genealogía ( = árbol genealógico)/de la génesis/de la historia» de Jesús Mesías. La expresión «libro de la génesis» se encuentra dos veces en los LXX, en Gn 2,4a y 5,1. En este último pasaje precede a una descripción de la creación del hombre y la mujer y va seguido de una lista de descendientes, en vez de una lista de antepasados, como es el caso en Mt. En Gn 2,4a la expresión se encuentra entre la descripción de la creación del universo, humanidad incluida (Gn 1,1-2,3), y la segunda narración de la creación del hombre (Gn 2,4bss). La expresión «libro de la génesis» puede aludir así tanto al relato de la creación como al árbol genealógico de la humanidad. Si el evangelista pretende poner en paralelo su expresión con la usada en el Génesis, estaría presentando a Jesús como el nuevo Adán, «el Hombre», y la existencia y obra de Jesús como una nueva creación que trasciende la primera. Ahora bien, la concepción y nacimiento de Jesús es tratado por Mt precisamente como una nueva creación. Tal es el significado de la acción del Espíritu Santo en 1,18-25, en paralelo con la del Espíritu de Dios que aparece en Gn l,ls. Puede, pues, interpre tarse Mt 1,1 como el título del libro. Este va a describir la nueva
de
20
GENEALOGIA DE JESUS
con ecta con la tradición jud ía: «hijo de David, hijo de Abrahán», para significar que en él se cumple la promesa hecha a Abrahán, la bendición para todos los pueblos y la descendencia ilimitada (Gn 17,4s; 18,18; 21,17s), y que a él corresponde el carácter real de David. Nótese la ausencia de artículos (hijo de David, hijo de Abrahán): tanto la realeza como la filiación ab raham ítica, propias de Jesús «el Hombre», serán extensivas a todos sus seguidores (cf. 19,28; 3,9; 8,11). Arduo problema es traducir la expresión de Mt biblos geneseós. «Li bro de la creación» (cf. Gn 2,4a) es demasiado explícito; «libro de la descendencia» (cf. Gn 5,1) da un sentido incompleto; «libro de la his toria» supondría un plural (hebr. toledot; gr. geneseis). En castellano, por otra parte, puede suprimirse la palabra «libro» en un título. Lo más cercano entonces al sentido del original es «Génesis de Jesús Me sías», que puede incluir el origen de Jesús como nueva creación y la nueva creación que se efectúa por su medio. No es seguro que el primer libro del Pentateuco llevase ya en el siglo i el título de «Génesis», pero el término «génesis» de Gn 2,4a y 5,1, así como el concepto de creación en relación con la primera, están en Mt 1,1. Mesías = khristós en griego. Unido al nombre propio «Jesús» es título y designa la misión de Jesús en la historia como Ungido (= Mesías) por Dios. En castellano «Cristo» es únicamente nombre propio, sin que especifique su misión histórica. Mt comienza su evangelio subrayando la conexión de lo que va a narrar con la expectación del pueblo judío en el AT. Llegó ya el Mesías esperado y se llama Jesús. Mt expone la genealogía y el nacimiento del Mesías (1,17.18), título que tiene por sinónimos «Hijo de David» (1,1; 12,23; 21,9), «Sucesor de David» (22,42) y, en boca de extranjeros, «Rey de los judíos» (2,2.4; 27,11.29.37). El reconocimiento de Jesús como Me sías por parte de Pedro (16,16) será el punto central del evangelio. Jesús se declara Mesías ante el sumo sacerdote (26,63) y ésa será la causa de su condenación a muerte (27,17.22).
GENEALOGIA DE JESUS
2Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, 5Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, 4Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, N aasón en g en dró a Salm ón, 5Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, 6Jesé engendró al rey David, David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, 7Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, 8Asaf engendró a Josafat,
22
GENEALOGIA E INFANCIA DE JESUS
u Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacín, Eliacín engendró a Sadoc, 14Azor en ge nd ró a Sad oc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, 15Eliud en ge nd ró a E leazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob 16y Jacob en gen dró a José, el esposo de M aría, de la que nació Jesús, llamado el Mesías. 17 P o r t an t o , la s g e ne ra cio n es d es de A b ra h án a D av id fu e ron en total catorce, desde David hasta la deportación catorce y desde la deportación a Babilonia hasta el Mesías catorce.
Inserción del Mesías en la historia. Hombre entre los hombres. Solidaridad: su ascendencia empieza con la de un idólatra conver tido (Abrahán) y pasa por todas las clases sociales: patriarcas opu lentos, esclavos en Egipto, pastor llegado a rey (David), carpintero (José). Aparte María su madre, de las cuatro mujeres citadas, Tamar se prostituyó (Gn 38,2-26), Rut era extranjera, Rahab extranjera y prostituta (Jos 2,1), Betsabé, «la de Urías», adúltera (2 Sm 11,4). Ni racismo ni pureza de san gre, la hum anid ad como es. En Jesús Mesías va a culminar la historia de Israel. La genea logía se divide en tres períodos de catorce generaciones, marcados por David y por la deportació n a Babilonia. La división en gene raciones no es estrictamente histórica (omisión de tres generacio nes entre Jorán y Ozías, v. 8), sino arreglada por el evangelista
1,18-25: NACIMIENTO DE JESUS
23
de la historia, sino una novedad en ella. Su mesianismo no será davídico (cf. 22,41-46). Mt hace comenzar la genealogía de Jesús con los comienzos de Israel (Abrahán) (Le 3,23-38 se remonta hasta Adán). Esto co rresponde a su visión teológica que integra en el Israel mesiánico a todo hombre que dé su adhesión a Jesús. La historia de Israel es, para Mt, la de la humanidad. El hecho de que Abrahán no lleve patronímico y, por otra parte, se niegue la paternidad de José respecto de Jesús, puede indicar un nuevo comienzo. Así como con Abrahán empieza el Israel étnico, con Jesús va a empezar el Israel universal, que abarcará a la hu manidad entera.
Nacim ie nto de Jesús (Le 2,1-7) 18 Así n a ció Je s ú s el M e sía s: M a r ía , s u m a d r e , e s ta b a d e sp o sada con José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo p o r obra del Es píritu Sa nto. 19Su esposo, José, qu e era hombre justo y no quería infamarla, decidió repudiarla en secreto. 20Pero a pen as tom ó e sta resolución, se le ap areció en sueños el ángel del Señor, que le dijo: — José, h ijo de David , no teng as re p a ro s en llev arte con tigo a María tu mujer, porque la criatura que lleva en su seno viene del Es píritu San to. 21D ará a luz un hijo, y le po nd rás de nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los peca dos. 22Todo e sto sucedió p ara que se cum pliese lo que h abía dicho el Señor por el profeta:
24
GENEALOGIA E INFANCIA DE JESUS
pera la descrita en Gn l,lss. En la prim era (Gn 1,2), el E spíritu de Dios actuaba sobre el mundo material; ahora hace culminar en Jesús la creación del hombre. Esta culminación no es mera evolución o desarrollo de lo pasado; por ser nueva creación se realiza mediante una intervención de Dios mismo. Puede aún compararse Mt 1,2-17 y 1,18-25 con los dos relatos de la creación del hombre. En el primero (Gn 1,1-2,3) aparece el hombre como la obra final de la creación del mundo; en el segun do (Gn 2,4bss) se describe con detalle la creación del hombre, se para do del resto de las obra s de Dios. Así Mt coloca a Jesús, por una parte, como la culminación de una historia pasada (genealogía) y, a continuación, describe en detalle el modo de su concepción y nacimiento, con los que comienza la nueva humanidad. Jesús es al mismo tiempo novedad absoluta y plenitud de un proceso his tórico. La escena presenta tres personajes: José, María y el ángel del Señor, denominación del AT para designar al mensajero de Dios, que a veces se confunde con Dios mismo (Gn 16,7; 22,11; Ex 3,2, etc.). 18. El matrim onio jud ío se celeb raba en dos etapas: el con trato y la cohabitación. Entre uno y otra transcurría un intervalo, que podía durar un año. El contrato podía hacerse desde que la jo ven tenía doce años; el interv alo daba tiem po a la m adura ció n física de la esposa. María está ya unida a José por contrato, pero aún no cohabitan. La fidelidad que debe la desposada a su ma rido es la propia de personas casadas, de modo que la infidelidad se consideraba adulterio. El «Espíritu Santo» (en gr. sin artículo en todo el pa saje) es la fuerza vital de Dios (e sp íritu = viento, aliento), que hace concebir a María. El Padre de Jesús es, por tanto, Dios mismo. Su concepción y nacimiento no son casuales, tienen lugar por voluntad y obra de Dios. Así expresa el evange lista la elección de Jesús para su misión mesiánica y la novedad
1,18-25; NACIMIENTO DE JESUS
25
Se percibe al mismo tiempo el significado que el evangelista atribuye a la figura de María, quien más tarde aparecerá asociada a Jesús, en ausencia de José (2,11). Ella representa a la comunidad cristiana, en cuyo seno nace la nueva creación por la obra continua del Espíritu. La duda de José refleja, por tanto, el conflicto interno de los israelitas fieles ante la nueva realidad, la comunidad cris tiana. Por la ruptura con la tradición que percibe en esta comu nidad (= nacimiento virginal, sin padre o modelo humano/judío), José/Israel debe repudiarla para ser fiel a esa tradición; por otra parte , no tiene motivo alguno real para difam arla, pues su conducta intachable es patente. El ángel del Señor, que representa a Dios mismo, resuelve el conflicto, invitando al Israel fiel a aceptar la nueva comunidad, porque lo que nace en ella es obra de Dios. Ese Israel comprende entonces la novedad del mesianismo de Jesús y acepta la ruptura con el pasado. 20. La apelación «hijo de David», aplicad a a José, indica, en relación con 1,1, que el derecho a la realeza le viene a Jesús por la línea de José (cf. 12,23; 20,30). El hecho de que el ángel se aparezca a José siempre en sueños (2,13.19) muestra que el evan gelista no quiere subrayar la realidad del ángel del Señor. 21. El ángel disipa las dudas de José, le anu ncia el nacim iento y le encarga, como a padre legal, de imponer el nombre al niño. El nombre Jesús, «Dios salva», es el mismo de Josué, el que intro dujo al pueblo en la tierra prometida. Se imponía en la ceremonia de la circuncisión, que incorporaba al niño al pueblo de alianza. El significado del nombre se explica por la misión del niño: éste va a salvar a «su pueblo», el que pertenecía a Dios (Dt 27,9; 32,9; Ex 15,16; 19,5; Sal 135,4): se anticipa el contenido de la profecía citada a continuación. El va a ocupar el puesto de Dios en el blo Va lv del de los ig del d
26
GENEALOGIA E INFANCIA DE JESUS
la tierra, y por eso será el salvador. Respeto de José por el de signio de Dios cumplido en María.
Visita de los Magos 2 1Jesú s nació en Belén de Ju d ea en tiem po s del rey He rodes. En esto, unos magos de Oriente se presentaron en Je rusa lén 2 preg un tand o: — ¿D ónde está ese rey de lo s ju d ío s q u e h a nacido ? P o rq u e hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje. 3Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó, y con él Jeru salén entera; 4convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el Mesías. 5Ellos le contestaron:
6Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un je fe que será pastor de mi pueblo, Israel (Miq 5,1). 7Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran cuándo había aparecido la estrella; 8luego los mandó a Belén encargándoles: — A veriguad ex actam en te q ué h ay de ese n iño y, cu an d o lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle homenaje. 9 C on e ste en ca rg o de l rey , se p u s ie ro n e n c am i no ; d e p r o n to la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta
2,1-12: VISITA DE LOS MAGOS
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templo de Jerusalén (acabado el 63/64 d. C.). Fue nombrado por Roma rey de Judea el año 40 a. C. y conquistó Jerusalén el año 37. No era judío de raza, sino de padre idumeo y, por tanto , no podía ser considerado rey legítimo de Israel. «Magos», es decir, astró logos orientales, que mezclaban su ciencia astronómica con la pre dicción del destino, anunciado, según ellos, en los astros. Llegan a Jerusalén, pero no preguntan por un personaje religioso, sino por «el rey de los judíos», para rendirle homenaje: rey universal. «Preguntand o»: lit. «diciendo». Así en el AT como en el NT se usa el verbo genérico «decir» para indicar tanto una afirmación como u n a t negación o una pregu nta. En las lenguas m odernas se utiliza un verbo específico, en este caso «preguntar», pues lo que los magos proponen es una pregunta. «Hemos visto salir su estrella»: lit. «hemos visto su estrella en la salida». La palabra griega anatolé significa, sin artículo, el punto cardinal, el oriente (por donde sale el sol); con artículo, la salida misma de un astro. Este rey que ha nacido se contrapone al reinante, Herodes. Los judío s no se han percata do del nacim iento del nuevo rey, pero sí los paganos; son éstos los que anuncian su nacimiento al pueblo de Dios. Agitación de Herodes, siempre sospechoso de posibles pre tendientes al trono, y de la ciudad entera, al unísono con el tirano que la domina. Ante la noticia, Jerusalén tiene la misma reacción que el rey, no ve en el que ha nacido un posible liberador. De hecho, el pueblo no hará esfuerzo alguno por encontrarlo. 4-6. Herodes convoca a los m iem bro s del Consejo, excepto a los «senadores», cuyo papel era meramente político. El tema que se pro pone tra tar es religioso. «Letrados», gr. grammateus, derivado de gramma, letra, escrito, libro y, en plural, «letras», ciencia. De signa a los «hombres de letras» o «de ciencia», a los expertos en
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GENEALOGIA E INFANCIA DE JESUS
23,5; 30,9; Ez 34,23s). El pueblo de Dios, del que será pastor el rey nacido, incluye a los magos que han venido a rendirle home naje como a su propio rey: el pueblo del Mesías incluirá a los paganos. «Rendir homenaje» es el significado del gr. proskuneó referido a un rey o a Dios como soberano. Se expresaba en forma de inclinación o de postración. 7-8. Herodes convoca a los magos en secreto, no sus planes sean conocidos. Mt lo caracteriza por su pretende tener el pro pósito de p restar hom enaje al cuando en realidad se propone matarlo. Los jefes del cambio, no manifiestan reacción alguna.
quiere que hipocresía: nuevo rey, pueblo, en
9-12. La «estrella» alude a Nm 24,17: «surg irá un astro de Ja cob y se levantará un hombre de Israel» (LXX). La estrella es figura de la persona misma del rey nacido y los guía al lugar donde éste se encuentra. En Jerusalén, donde ni el pueblo ni los di rigentes esperan al liberador, no es visible. Vuelve a aparecer a los magos cuando se alejan de la capital. «En la casa» ven al niño con su madre. Ausencia de José. En Israel, el rey y su madre constituían la p areja real (cf. 1 Re 2,19; 15,2; 2 Re 10,13; 12,2; 23,31.36; 24,18). La escena subraya la realeza del niño. El homenaje se manifiesta con una postración y dones que expresan sumisión y alianza (mirra e incienso, Cant 3,6; incienso, Lv 2,1-16; Jr 6,20; 17,26; 48,5; Is 60,6; Eclo 39,14; 50,9; mirra, Eclo 24,15). Dios vela por su Mesías, im pid iendo que Herodes sepa dónde está el niño.
Huida a Egip to u Apenas se m arch aro n, el ángel del Se ño r se apa reció en sueños a José y le dijo:
2,13-23: RETORNO DE EGIPTO
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años para abajo en Belén y sus alrededores, calculando la edad por lo que había averiguado de los magos. 17E nton ces se cum plió lo dicho p or el p rofe ta Jerem ías: 18 Un grito se oyó en Ramá,
llanto y lamentos amargos: es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porqu e ya no existen (Jr 31,15). R etorno de E gipto 19Apenas m urió H erod es, el ángel del Señ or se apare ció en sueños a José en Egipto y le dijo: 20—Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Is rael; ya han muerto los que intentaban acabar con el niño. 21Se levan tó, cogió al niño y a su m ad re y en tró en Isra el. 22Al ente rars e de q ue Arquelao reina ba en Jud ea como suce sor de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá. Entonces, avisado en sue ños, se retiró a Galilea 23y fue a esta ble ce rse a un pu eblo que llaman Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los pro fetas: que se llamaría Nazareno. 13-15. Comienza el tríptico . Sigue en prim er térm ino la figura cié José, que se asocia con la del patriarca del AT. Como aquél, José salva a su familia llevándosela a Egipto (Gn 45-46), para vol ver luego a la tierra prometida. En Jesús comienza el nuevo Israel, como lo expresa el texto de Oseas (11,2) que le aplic a Mt: «Llamé
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GENEALOGIA E INFANCIA DE JESUS
de un porvenir, volverán los hijos a la patria» (Jr 31,16s). Con esta perícopa m uestra Mt que la oposición de los poderes enemigos será incapaz de impedir la realización del designio de Dios; que el éxodo comenzado por Jesús llegará a su término para Israel. 19-23. Dios sigue velando po r la su erte de su Mesías. Los que detentan el poder pasan (muerte de Herodes), pero el poder se perpetú a con las mismas cara cte rísticas de cru eld ad (Arquelao). Se ve cómo el término «padre» (sucesor de su padre, Herodes) no indica solamente generación, sino identidad de comportamiento. Galilea no estaba bajo la jurisdicción de Arquelao. Nazaret, pue blo o aldea nunca mencionado en el AT. «Nazareno», gr. Nazóraios, se relaciona con el hebr. ne$er, retoño (Is 11,1: el retoño/vástago de David), asociado con semah, germen, que se aplica también al descendiente de David (Jr 23,5 y 33,15; el vástago le gítimo de David; Zac 3,8: «yo he de traer a mi siervo Germen»; 6,12: «ahí está el hombre llamado Germen, que construirá el templo»). En la tradición rabínica, estos textos se aplican al Mesías futuro. Los personajes que aparecen en el cap. 2 son figuras represen tativas. Los magos (2,lss) representan a la humanidad inquieta y deseosa de salvación, a los hombres capaces de reconocer la in tervención de Dios en la historia y dispuestos a todo para encon trarse con ella. Herodes (2,3) y Arquelao (2,22) son figuras del poder político, celoso de su hegemonía y temero so de que alguien se la arrebate; además, mentiroso e hipócrita (2,7s) y asesino (2,13.16). El pueblo aparece sometido e identificado con el tirano (2,3). Los jerarcas y los intelectuales judíos (2,4) son los que sa ben; conocen las pro mesas, pero no partic ip an de la expectación. Instalados en su posición de privilegio, no desean ni esperan el cambio. Los hechos no suscitan su interés. Contrastan con José
II
PREPARACION (3 , 1-4 , 11)
PREDICACION DE JUAN BAUTISTA
(Me 1,2-8; Le 3,1-18; Jn 1,19-28)
3 1Por aquellos días se pres en tó Ju an B au tista en el de sierto de Judea proclamando: 2—Enmendaos, que está cerca el reinado de Dios. 3A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:
Una voz grita desde el desierto: Preparadle el camino al Señor, enderezad sus senderos (Is 40,3). 4Este Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamones y miel silvestre. 5Acudía en masa la gente de Jerusalén, de toda Judea y de la com arca del Jord án , c on fesab an sus p ecad os 6 y él los b au tizab a en el Jo rd á n . 7 Al v e r q ue m u c h os fa ri se o s y s a du c eo s v e nía n a q u e los b a u tizara les dijo:
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PREPARACION
1-2. Momento histórico indeterm inado. Juan Bautista (ya co nocido como tal aunque no se ha mencionado su bautismo) se pre senta en el desierto de Judea, es decir, en la zona más allá del Jordán. Al añadir «de Judea», muestra Mt que la ruptura con la sociedad (desierto) no saca de la tierra prometida (al contrario Jn 1,28); su concepción teológica ve en la humanidad entera la plenitud de Israel. La actividad de Juan es «proclam ar» como un heraldo, es decir, dar una noticia, cuyo contenido se expresa a continuación: «Enm endaos, que es tá cerca el rein ado de Dios». La cercanía del reinado es la noticia; la enmienda es condición para que sea posible ese reinado. Consiste en el cambio de actitud del hombre respecto a los demás, en la adopción de una conducta ju sta; el momento del cambio se expresa con el térm ino «arrepen timiento». No ha de confundirse éste con la «conversión» (gr. epistrophé), término teológico que designa la vuelta a Dios (el verbo hebr. sub, convertirse, no se traduce en los LXX por metanoeó). En Me y Mt la conversión se expresará por la fe o adhesión a Jesús. Desde el momento en que está presente en el mundo el «Dios entre nosotros» (1,23), es a él a quien habrá que «volverse». Dado que Jesús no ha aparecido aún en la escena, el precursor invita al cambio de vida, como hará Jesús mismo (4,17) antes de darse a conocer. La enmienda o metanoia tiene su raíz en la predicación pro fética. Su paradigma está expresado por Is 1,16-17: «Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien». «El reinado de Dios», que había sido la aspiración de Israel en toda su historia, era objeto de viva expectación en la época. Se pensaba generalmente que se realizaría por medio del Mesías, rey descendiente y sucesor de David, que vencería a los paganos y restauraría la gloria de Israel como nación. Juan Bautista, sin embargo, al exigir la enmienda como condición para el reinado,
3,1-12: PREDICACION DE JUAN BAUTISTA
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sin que nadie haga caso, carecería de sentido, puesto que la voz de Juan encuentra inmediato eco «fuera» del desierto, en Jerusa lén y Judea (3,5). 4. Basándose en el texto de Mal 3,23: «Yo os enviaré al pro feta Elias antes que llegue el día del Señor», la teología rabínica había desarrollado la creencia de que Elias había de llegar como precursor del Mesías, para purific ar a Isra el y prepararlo para el reinado mesiánico (cf. Mt 17,10). Por su vestido y, en particular, por la correa de cu ero a la cin tu ra , Juan se identifica con el profe ta Elias (cf. 2 Re 1,8). Mt precisa de esta m anera su cará cte r de precursor (cf. 11,14; 17,12s). El es quien va a preceder el Día del Señor, es decir, la llegada del Mesías. Se asocia así la cercanía del reino con la proximidad del Mesías. El alimento de Juan no era extraordinario. «Los saltamontes» se vendían también en los mercados. Su dieta confirma, sin em bargo, su ruptura. Juan utiliza el alim ento que tiene a mano, sin depender de la sociedad de la que se ha separado. 5. La resp uesta a la proclam ación de Juan es unán ime: la capital y toda Palestina acuden a su pregón («toda Judea» signi fica todo el país judío; cf. Me 1,5; Le 1,5: Herodes el Grande, «rey de Judea»; Hch 10,37; 26,20); acude también gente de la región cercana al río. Se establecen así dos polos opuestos: Jerusalén, lugar de las autoridades religioso-políticas y centro del culto ofi cial, y el desierto, desde donde se hace oír la voz de Juan. La afluencia masiva a éste es un plebiscito en su favor y en contra de la institución judía; expresa así el pueblo su profundo descon tento con esa institución y sus dirigentes. 6
El bau tism
inmersión en
l
era un rito com ún
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PREPARACION
recibir su bautismo, pero sin propósito de reconocer la injusticia en que viven ni de rectificar su conducta. En vista de la reacción del pueblo, el sistema opresor quiere de algún modo integrar la figura de Juan y el movimiento que ha suscitado. Juan no los acepta, sino que los increpa de manera violenta. «Camada de víboras» caracteriza a las dos categorías como agen tes de muerte. Juan califica así al poder político-religioso en su relación con los hombres. Lo mismo hará Jesús con fariseos y le trados (12,34; 23,33). «Castigo» (lit. «ira»): en las lenguas semíticas y en el griego bíblico es frecuente expresar realidades por los sentimientos que las provocan o que ellos mismos provocan. Juan supone que Dios como rey o, lo que es igual, el Mesías que llega, va a infligir un castigo; los fariseos y saduceos pretenden evitarlo sometiéndose al rito externo, pero sin cumplir la condición exi gida, la enmienda, sin cambiar radicalmente su modo de vida. Mt distingue, por tanto, entre la masa de la gente, que acepta el bau tismo de Juan y cumple la condición propuesta (3,5s), y los círculos influyentes, que no tienen propósito de cumplirla. Pretenden ex presar una ruptu ra con la inju sticia, pero sin corregir su conducta personal. 9-10. Creen que bas ta ser descendien tes de Abrahán para ser salvados. Juan derriba esa seguridad. No cuenta el linaje, sino las obras. La descendencia de Abrahán puede provenir de fuera de Israel. Dios puede suscitarla incluso de lo que aparentemente es incapaz de vida («estas piedras»). Alusión, en boca del Bautista, a la futura entrada de los paganos en el reino de Dios (8,11). Juan espera de la llegada del Mesías un juicio inminente y severo. El fruto bueno es el fruto que corresponde a la enmienda (3,8). No basta n, pues, rito s externos para acoger el rein ado de Dios, se re quiere un cambio de conducta. Quienes no lo hagan, serán exclui dos de él. La condena es la del árbol sin fruto, la destrucción por
3,13-17: BAUTISMO DE JESUS y bajada DEL ESPIRITU
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cambiar de conducta no adquiere verdadera solidez hasta que no esté confirmado por el Espíritu. El bautismo del Mesías efectuará un juicio: para los que se han preparado con la enmienda, será purificación e infusión de Espíritu (fuerza de vida y fecundidad), efecto del favor de Dios; para los que no han cambiado de con ducta, será la destrucción expresada antes, manifestación de la ira divina (3,10). Juan afirma que «no merece ni quitarle las sanda lias al que llega» *. La imagen de q ui tar las sandalias está inspi rada en una antigua usanza matrimonial: cuando un hombre mo ría sin hijos, el pariente más próximo debía casarse con la viuda para dar descendencia al difunto (Dt 25,5). En caso de que no lo hiciera, otro podía tomar su puesto; el gesto simbólico que signi ficaba esta apropiación del derecho del primero se hacía quitán dole una o las dos sandalias. Juan reconoce que el que viene es más fuerte que él y tiene derecho preferente. Se anuncia el tema del Esposo, que supone el de la alianza. El que viene funda una alianza nueva (cf. 26,28) donde él toma el puesto de Dios (el Es poso), por ser «Dios entre nosotros» (1,23). 12. Repite Ju an la idea del juicio con otra imagen: la del la brador que recoge su cosecha. Su trigo, que será reunido, serán los que hayan producido el fruto de la enmienda; el verbo «reunir» recuerda la reunión escatológica de las tribus de Israel. La paja será quemada con fuego inextinguible, que asegura su absoluta destrucción. La figura del Mesías que aparece en las palabras del Bautista correspondía a cierta expectación de Israel. Juan manifiesta su hos tilidad contra los fariseos y la clase dirigente (saduceos). El movi miento iniciado por el Bautista es, por tanto, de raíz popular y espera que el Mesías haga justicia sin demora. A los dirigentes los considera enemigos del reinado de Dios y absolutamente ne
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PREPARACION
— ¿Tú acudes a m í? Si yo so y quien necesita que tú me bautices. 15Je sú s le con tes tó : — Déja lo ya, que así es com o nos toca a n o so tro s cu m p lir todo lo que Dios quiera. Entonces Juan lo dejó. 16Jesú s, una vez ba utiz ad o, salió en seg uida de l agua. En esto quedó abierto el cielo y vio al Espíritu de Dios bajar com o un a pa lom a y posa rse sob re él. 17Se oyó un a voz del cielo: — E ste es m i H ijo, a quien yo qu iero, m i p redilecto.
13. Jesús llega de Galilea con intención de ser bau tizado po r Juan. Este reconoce en Jesús al que había de llegar y se opone a su propósito. Le indica que el Mesías no debe pasar por su bautismo; es él quien debe recibir el bautismo del Mesías, anunciado an tes (3,11). 14-15. Para Juan , la situación es desco nce rtante; no cua dra con la descripción del Mesías hecha antes por él. Jesús quiere cumplir un gesto que es símbolo de muerte, cosa incomprensible para Juan, mostrándose al mismo tiempo solidario de los pecadores que han renunciado a su injusticia; además, no se presenta como juez de los que persisten en ella. La respuesta de Jesús señala a Juan que es con su bautismo cómo uno y otro van a cumplir en todo aspecto la voluntad divina; ésta es la obra que Dios espera de ellos. El gesto que Jesús cumple es, como para la gente, un símbolo de muerte; sin embargo, al no reconocer sus pecados (cf. 3,6), mues
3,13-17: BAUTISMO DE JESUS y bajada DEL ESPIRITU
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más: entregarse a procurar el bien de los hombres, dispuestos a dar la vida como Jesús. El compromiso expresado en este bautis mo recibe como respuesta el don del Espíritu (3,11: bautizar con Espíritu Santo). 16. En cuan to se bautiza Jesús expresando esa aceptación , «los cielos», que figuran la morada de Dios, la esfera divina, «quedan abiertos», asegurando una comunicación ininterrumpida. El com pro miso de Jesús de m orir por salvar a su pu eblo establece para siempre la comunicación de Dios con los hombres. De la esfera divina ve Jesús bajar el Espíritu de Dios en forma de paloma. A diferencia de 3,11, el Espíritu no es llamado «Santo», es decir, no se pone en relación con la entrada del hombre en la esfera di vina ni con la confirmación de su fidelidad. Jesús, exento de «pe cados», no ha estado nunca separado de Dios ni su fidelidad a Dios necesita confirmación. La bajada del Espíritu tiene, por tanto, otro significado. La expresión «Espíritu de Dios» pone en relación al Espíritu con Gn 1,2; también alude a ese pasaje la forma de paloma, pues se concebía el Espíritu de Dios que se cernía sobre las aguas pri mordiales como un ave que vuela sobre su nido. Es, por tanto, el Espíritu creador el que desciende sobre Jesús, indicando que en Jesús la creación alcanza su plenitud. En él culmina la creación del hombre, última obra de Dios en la primera creación. Jesús posee la plenitud humana, es el Hombre acabado (el Hijo del hombre) y, por eso, el Hijo de Dios (correspondencia entre «el Espíritu de Dios» y «el Hijo de Dios»). Ser el Hombre acabado y el Hijo de Dios significan la misma realidad vista, respectivamente, desde su origen humano y desde la comunicación divina que lo constituye Hijo.
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cabo su misión. «Mi predilecto» es alusión a Is 42,1, el texto del Siervo de Dios citado antes. La escena del bautismo representa, por tanto, la investidura del Mesías. Es el Espíritu de Dios el que lo capacita para su misión, que será universal y liberadora. El Espíritu de Dios lleva a su ple nitud la humanidad de Jesús, constituyendo al Hombre y al Hijo de Dios. Es la respuesta divina al compromiso hecho por Jesús de dar la vida para llevar a cabo su misión. Este acto de entrega to tal al servicio de los hombres, cumpliendo el designio de Dios sobre él, lleva al Hombre a su plenitud y a la condición divina.
La prueba (Me 1,12-13; Le 4,1-13) 4 1En tonces fue condu cido Jesú s al de sierto p o r el Esp í ritu, para que el diablo lo tentara. 2Ayunó cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre. 3El tentador se le acercó y le dijo: — Si eres H ijo de Dios, di que las p ied ra s é stas se convier tan en panes. 4Le contestó: Está escrito: «No de solo pan vive el hombre, sino tam bién de todo lo que diga Dios p o r su boca» (D t 8,3). 5 E nton ces se lo llevó el diablo a la ciu da d sa nta, lo puso en el a lero del te m plo 6 y le dijo: — Si eres H ijo de Dios, tíra te a b a jo ; p o rq u e e s tá escrito: «A sus ángeles ha dado órdenes para que cuiden de ti»', y t a m
4 , 1 - 1 1 : LA PRUEBA
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1. La narració n de la tenta ción está íntima m ente ligada a la del bautismo, como lo muestra la repetición de la partícula tem poral entonces (3,13; 4,1.5.10.11). El Espíritu conduce a Jesús a un desierto determinado (el desierto), pero cuya localización no se especifica, al contrario del caso de Juan Bautista (3,1: el desierto de Judea). El desierto adonde es conducido recuerda el del éxodo de Israel, donde el pueblo fue infiel a Dios (Ex 17,1-7); adquiere así un valor teológico. El objetivo del Espíritu es que Jesús sea ten tado. Se trata, pues, de una confrontación entre el Espíritu de Dios en Jesús y Satanás, para demostrar la fuerza del Mesías. Queda así claro desde el principio que Jesús no va a sucumbir a esas tentacio nes. El relato de éstas pretende demostrar solamente cuáles han sido y son las tentaciones propias de los que se arrogan un me sianismo y a las cuales otros hombres han sucumbido. Jesús, sin embargo, no es un Mesías cualquiera (cf. 24,23s), sino el Mesías de Dios. Las tres tentaciones anticipan las propuestas contrarias a su mesianismo que Jesús irá rechazando a lo largo de su vida. 2. El ayuno de Jesús, «cuarenta días y cu arenta noches», no es ritual o devocional; éste cesaba a la puesta del sol. Es un ayuno ininterrumpido. Me l,12s no lo menciona; Le 4,2 evita el término «ayuno». Alude a los ayunos de Moisés (Ex 34,28; Dt 9,9-11) y de Elias (1 Re 19,8), las dos figuras que resumen el AT (la Ley y los Profetas). Dada, sin embargo, la total diversidad de circunstancias, el paralelo subraya únicamente que Jesús no es inferior a las grandes figuras del pasado. Aun físicamente exhausto, vence sin dificultad a Satanás; tal es la fuerza que le ha comunicado el Espíritu. El ayuno de Jesús no es preparatorio ni pretende obtener do nes divinos. El don por excelencia, el Espíritu de Dios, le ha sido comunicado antes. Representa, en cambio, la absoluta fidelidad a
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piedras) no será efecto de un despliegue de poder; se obtendrá continuando en el compartir la generosidad divina (cf. 14,17ss). La tentación quiere inducir a Jesús a obrar en propio beneficio sin contar con el plan de Dios. Sería un ateísmo práctico y una adopción del egoísmo como norma de vida, que destruiría su com pro miso de entregar incluso su vida para salvar el hom bre (3,15; cf. 26,53). 4. Para respo nder al tenta do r usa Jesús un texto de la Escri tura (Dt 8,3). El texto indica que el alimento no es lo único que mantiene la vida del hombre. También la palabra de Dios es para él alimento, pues la vida física no adquiere sentido más que poten ciada por la que Dios comunica. En Dt 8,2s la palabra de Dios que alimenta se pone en relación con el maná; quiere decir que Dios no abandona nunca a sus fieles ni los deja sucumbir en la necesi dad. Jesús sabe, por tanto, que Dios le ha de proporcionar alimento y no teme por su vida. En la fidelidad al plan de Dios está su seguridad. 5-6. Para tentarlo de nuevo, el Adversario se lleva a Jesús a la «ciudad santa», denominación que designa a Jerusalén en cuanto sede del templo, lugar de la presencia divina. Coloca a Jesús en el ale ro del templo, saliente que dominaba los patios del gran recinto. En la creencia judía éste era el lugar donde había de manifestarse el Mesías y hacer su proclama a Israel (S.-B. IV, 873). El había de derrotar inmediatamente a los paganos y restaurar la gloria del pueblo elegido. La tentación es, por tanto , una invitación a acom o darse a las doctrinas mesiánicas en vigor en su tiempo. No sola mente lo invita a encarnar la figura del Mesías triunfador, sino, además, a tirarse desde aquella altura, para cumplir un hecho pro digioso que probase al pueblo que Dios estaba con él. Se apoya
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tal testimonio extraordinario. La presencia de Dios en él se mani' festará con otras señales. La tentación siguiente está estrechamente unida a la anterior. Al ver que Jesús ha rechazado la gloria del Mesías de Israel, el tentador le propone la última y definitiva tentación. El monte altísimo indi ca, en primer lugar, la suprema condición divina, según el simbolis mo del monte como lugar de Dios o de los dioses (cf. Ex 13,3; 24,911: el Sinaí; Dt 11,29; 27,12s; Jos 8,33: los montes Ebal y Garizín, desde donde se pronuncian las bendiciones y maldiciones divinas; 1 Re 18,42: Elias ora en la cim a del Carmelo; Sal 2,6; 43,3; 74,2: el monte Sión; Is 65,7; Jr 3,6.23; Os 4,13, etc.: cultos paganos en montes o colinas). Desde allí domina todos los reinos del mundo. Satanás saca, por tanto, a Jesús de la estrechez de la nación judía, para ofre cerle el imperio universal. Nótese que en aquel tiempo los emperado res romanos se atribuían la condición divina. Satanás ofrece a Jesús el poder en su triple dimensión de riqueza, prestigio y dominio (la gloria del mundo). Puede darlo porque le pertenece. El evangelista califica así de satánicos el poder y la gloria del mundo. La única condición que pone el tentador a Jesús consiste en que le rinda homenaje a él como a su propio soberano. Aquí descubre su juego. Pretende que en lugar de salvar a la humanidad se haga súbdito y agente del enemigo del hombre, frustrando para siempre el de signio de Dios. El pasaje enseña que utilizar el poder, con sus pre supuesto s de riqueza y prestigio, para propagar el reinado de Dios significa traicionar el designio divino que pretende salvar al hombre. El único verdadero salvador es el que, lejos de dominar al hombre, da su vida por él (3,13-17). La pretensión del diablo de ser reconocido por Jesús como soberano indica que la ambición de poder hace al hombre idólatra, pues sustituye al verdadero Dios por otro. La figura de «Satanás», el adversario, encarna el
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PREPARACION
mesiánico; se aplican, por el contrario, a todo israelita y, más en general, a todo hombre. La razón es que la misión mesiánica de Jesús no es exclusiva suya; se extiende a todos sus seguidores. El Mesías es el modelo de Hombre (el Hijo del hombre) (cf. 16,13.16). Sus actitudes y conducta son las que hacen llegar al hombre a su plenitud.
III
PROCLAMACION DEL REINO Y R E V E LA C IO N D EL M E SIA S ( 4 , 12- 16,20 )
A.
EL ISRA EL ME SIANICO
PRIMERA ACTIVIDAD EN GALILEA
(Me 1,14-15; Le 4,14-15) 12 Al e n t e r ar s e de q u e h a b í a n d e te n id o a J u a n , J e sú s se re tiró a Galilea. 13Dejó N az are t y se estab leció en C afa rna ún , ju n to al m ar, en te rrito rio de Z abulón y N eftalí. 14Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaís:
15¡País de Zabulón y país de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán Galilea de los paganos! 16El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombra de muerte una luz les brilló (Is 8,23-9,1). 17Desde entonces empezó Je sús a pro clam ar:
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EL ISRAEL MESIANICO
para preparar la cita de Isaías que sigue. En ella, el profe ta pro metía la liberación a dos tribus sometidas al yugo extranjero. La perícopa de Isaías anuncia el fin de la opresión y de la guerra por el nacimiento de un niño que ocupará el trono de David (Is 8,23b9,6). «El camino del mar» era el que unía Egipto con Mesopotamia. Galilea «de los paganos» es el país de población mezclada. «La tiniebla» es símbolo del caos e imagen de la muerte; «la luz», símbo lo de vida. En la tierra y sombra de muerte surge repentinamente una luz, como en una nueva creación. Así in te rp re ta iMt la presen cia de Jesús en Cafarnaún: es el liberador que se prepara a la acción. No se precisa aún cuál es el poder opresor del que vendrá a librar. 17. La procla mación de Jesús recoge la del Bautista: pone la misma condición, la enmienda; hace la misma afirmación, la cer canía del reinado de Dios. El que lo proclama en Galilea es «el más fuerte» (3,11); por eso su presencia es ya promesa de libera ción efectiva. A diferencia de Juan, Jesús no asocia su proclama ción a un bautismo en agua ni a rito alguno, ni tampoco anuncia en ella un juicio contra los que no la acepten. Este pregón inau gura la primera fase de la actividad de Jesús, destinada al pueblo; la segunda, centrada en los discípulos, comienza con una frase se m ejante: «Desde entonces empezó Jesús a m anifes tar a sus discí pulos» (16,21).
Llamada de Israel (Me l,16-21a; Le 5,1-11) 18
Cami
ndo junt
l
a r de G alil
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d os h
4,18-22: LLAMADA DE ISRAEL
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serán lo mismo judíos que paganos. Ve a dos hermanos, y Mt in siste en este vínculo de hermandad. Se tiene aquí una alusión a Ez 47,13s, donde se anuncia el futuro reparto de la tierra a partes iguales; la expresión original para indicar la igualdad está muy próxim a de la usada por Mt: «cada uno como su herm ano». La insistencia, pues, en el vínculo de hermandad (más acusado aún que en Me 1,16-2la) indica que la nueva tierra prometida, «el reina do de Dios» anunciado por Jesús inmediatamente antes (4,17), será herencia o patrimonio común de todos sus seguidores, sin privile gio alguno. Los hermanos son designados por sus nombres, Simón y Andrés, pero el prim ero lleva ya una adición: «al que llaman ‘Pie d ra ’ (Pedro)». No se indica que haya s ido Jesús quien le ha dado tal sobrenombre (cf. 16,18). 19-20. La invitación de Jesús a los dos herm anos se expresa con la frase «Venios detrás de mí» (cf. Me 1,17.20); la expresión se encuentra en boca de Elíseo en 2 Re 6,19; por otra parte, la fórmula «irse» o «seguir tras él» aparece repetidamente en la escena de la llamada de Eliseo por el profeta Elias (1 Re 19,19-21). Jesús se pre senta, por tanto, como profeta y su llamada promete la comunica ción a sus seguidores del Espíritu profético. Por otra parte, el oficio de los hermanos (pescadores) y la metáfora de Jesús «pes cadores de hombres» aluden a Ez 47,10, donde se utiliza también la metáfora de los pescadores que recogerán una pesca abundante. El texto griego de los LXX pone a este pasaje en relación con Galilea (Ez 47,8). La mención anterior del mar/lago, la del oficio de pescadores y la metáfora usada por Jesús esclarecen el signifi cado de la frase: Jesús llama a una misión profética, que preten derá atraer a los hombres, tanto judíos como paganos (el mar como frontera), y cuyo éxito está asegurado. La respuesta de los
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La mención del padre pone también esta escena en relación con la llamada de Elíseo (1 Re 19,20).
Sumario de su actividad (Le 6,17-19) 23 J e sú s r e c o r rí a G alile a e n t e ra , en s e ña n d o e n a q u el la s s in a gogas, proclamando la buena noticia del reino y curando todo ach aqu e y en ferm ed ad del pue blo. 24Se hab lab a de él en toda Siria: le traían enfermos con toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los cu raba. 23. Jesús comienza su actividad con una gira po r toda Galilea. Al pueblo oprimido (4,16) tiene que presentar una alternativa. Su actividad es triple: «enseña en las sinagogas», es decir, expone en ellas el mensaje del reino basándose en las Escrituras; «proclama la buena noticia del reino», o sea, fuera de las sinagogas anuncia la cercanía del reino de Dios, en que consiste la buena noticia (4,17); finalmente, «cura toda enfermedad y toda dolencia»: el reino de Dios es salvación para el hombre entero. Son las enfer medades del «pueblo». El término designa a Israel; aún no es «el pueblo de Jesús» (1,21). 24. Su fama se extiende po r toda la provincia de Siria, es de cir, traspasa las fronteras del país judío y llega a las comarcas circundantes. De todas partes le llevan enfermos y él los cura. La variedad de las enfermedades mencionadas por Mt y la proceden
CODIGO DE LA ALIANZA MESIANICA: EL SERMON DEL MONTE
Proclamación del reino: las bienaventuranzas (Le 6,20-23; 14,34-35; Me 9,50) 25Lo siguieron gran des m ultitu de s de gente llegadas de Ga lilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania. 5 1Al ver Jes ús las m u ltitud es sub ió al m on te, se sentó y se le acercaron sus discípulos. 2El tomó la palabra y se puso a enseñarles así: 3 Dichoso s los que eligen s e r po bre s, po rq u e ésos tienen a Dios p o r rey. 4Dichosos los que sufren, p o rq u e ésos van a re c ib ir el consuelo. 5Dichosos los sometidos, p orq u e ésos van a h e re d a r la tierra. 6 Dichosos los qu e tienen h am br e y sed de esa ju sticia, p o rq u e ésos van a ser saciados. 7Dichosos los que prestan ayuda, p o rq u e ésos van a rec ib ir ayuda. 8Dichosos los limpios de corazón, p o rq u e ésos van a ver a Dios. 9Dichosos los que trabajan por la paz, p o rq u e a ésos los va a lla m a r Dios h ijo s suyos. 10Dichos lo que viven pe uido r su fidelidad,
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Como consecuencia de la predicación y de las curaciones, gran des multitudes siguen a Jesús. En ellas hay judíos (Galilea, Jeru salén, Judea) y paganos (Transjordania, Decápolis). La actividad de Jesús rompe las fronteras entre los pueblos. Ante la presencia de las multitudes, Jesús reacciona subiendo «al monte». Este térm ino tenía un valor teológico: simbolizaba el lugar de Dios, la esfera divina, lo mismo entre los judíos que entre los paganos (cf. 4,8). La reacción de Jesús no es de rechazo de las multitudes; desde el monte —nuevo Sinaí— va a promulgar, en presencia de ellas, el estatuto del reino, a definir la nueva alian za y a constituir el nuevo pueblo. Jesús «se sienta», porque la esfe ra divina es su morada estable. Los discípulos se le acercan: los que siguen a Jesús respondiendo a su invitación y han roto con su pasado entran con él en la esfera divina. No sucede como en la antigua alianza, donde solamente el mediador tenía acceso a Dios. Aquí los papeles cambian: Jesús sube al monte como Moisés, mos trando así su ser de hombre, pero es él mismo quien habla en el monte, mostrando su condición divina. No es simplemente un se gundo Moisés venido como Mesías; es el Mesías, el Hom bre - Hijo de Dios, el Dios entre nosotros (1,23), que asume la función de nuevo Moisés. El sermón del monte, que alude a la promulgación de la Ley sinaítica, es la palabra del Mesías, la Torá mesiánica. Es el Hombre-Dios el que establece la alianza (cf. 26,28: «mi alianza»). La subida de los discípulos muestra que ya no hay distancia entre Dios y el hombre; por la adhesión a Jesús, han salvado la distancia que los separaba del reinado de Dios (4,17: el reinado de Dios está
cerca).
Jesús comienza a enseñar dirigiéndose a sus discípulos. Es una enseñanza solemne; la frase introductoria, «tomó la palabra» (lit. «abriendo su boca», semitismo), indica la importancia de lo
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y beneficiosa para su prójimo, que lleva también su correspondien te promesa del futuro. Puede diseñarse, por tanto, el siguiente esquema: — Dichosos los que eligen ser pobres... Dichosos los que sufren... Dichosos los sometidos...
¡
Dichosos los que tienen hambre...
Dichosos los que prestan ayuda... Dichosos los limpios de corazón...
¡
Dichosos los que trabajan por la paz...
—Dichosos los que viven perseguidos... 3. «Los que eligen ser pobres.» El texto griego se pr es ta a dos interp retaciones: 1) pobres en cuanto al espíritu, y 2) pob res por el espíritu. La primera, a su vez, puede tener un sentido peyora tivo («los de pocas cualidades») o bien el de «los interiormente despegados del dinero», aunque lo posean en abundancia. Este último sentido está excluido por el significado del término «po bres» (‘anawim/'aniyim), por la explicación dada por Jesús mismo en la sección 6,19-24 y por la condición puesta al joven rico para seguir a Jesús y así entrar en el reino de Dios (19,21-24). En la tradición judía, los términos *anawim/'aniyim designaban a los pobres sociológicos, que ponían su esperanza en Dios por no encontrar apoyo ni justicia en la sociedad. Jesús recoge este sen tido e invita a elegir la condición de pobre (opción contra el dinero
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y de los textos paralelos de Mt citados más arriba (6,19-24; 19,21-24), el significado de «espíritu» (acto) en la antropología semítica, con trapuesto al de «corazón» (disposición/estado), basta para excluir la interpretación «pobres en cuanto al espíritu». «Tienen a Dios por rey». El griego basileia no significa aquí «reino», sino «reinado» (cf. 3,2). «Suyo es el reinado de Dios» quiere decir que este reinado se ejerce sobre ellos, que sólo sobre ellos (ésos) actúa Dios como rey. La traducción requiere una fórmula que exprese el sentido activo de basileia. Los efectos negativos de la opción por la pobreza (necesidad, dependencia) quedan neutralizados por la declaración de Jesús: «Dichosos». Cuando Dios reina sobre los hombres, se produce la felicidad. Esto significa que esos pobres no van a carecer de lo necesario ni van a tener que someterse a otros para obtener el sustento. La pobreza a la que Jesús invita significa una renuncia a acumular y retener bienes, a considerar algo como exclusivamente propio; estos pobres esta rá n siempre dispuestos a com partir lo que tengan. Así lo explica Jesús en los episodios de los panes (14, 13-23; 15,32-39). Esta es la buena noticia a los pobres, el fin de su miseria, anun ciado por Is 61,1 (cf. Mt 11,5). La opción inicial que propone Jesús realiza lo prescrito por el prim er m andam iento de Moisés. «No te ndrás otros dioses frente a mí» (Dt 5,7). La idolatría que amenazaba a Israel en sus prime ros tiempos se concreta en la posesión de la riqueza (cf. Mt 6,24). Por eso, el enunciado de esta bienaventuranza, como el de las que siguen, es exclusivo: porqu e «ésos», y no otro s, «tienen a Dios por rey». Solamente los que han roto con el ídolo del dinero entran en el reino de Dios. La opción por la pobreza es la puerta de en
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de Dios en su vida. Esta bienaventuranza contrasta con el concepto de pureza según la Ley; la pureza o limpieza ante Dios no se con sigue con ritos ni observancias, sino con la buena disposición hacia los demás y la sinceridad de conducta. La conciencia de la pro pia im pureza retraía de la presencia divina (cf. Is 6,5) y el co razón puro era una aspiración del hombre (Sal 51,12). Para Jesús, el corazón puro no es sólo una posibilidad, sino la realidad que corresponde a los suyos. En el AT, el lugar de la presencia de Dios era el templo (Sal 24,3; 42,3.5; 43,3); su función ha cesado de exis tir: Dios se manifiesta directa y perso nalm ente al hombre. 9. «La paz» tiene el sentido semítico de la pro sperid ad, tran quilidad, derecho y justicia; significa, en suma, la felicidad del hombre individual y socialmente considerado. Esta bienaventuran za condensa las dos anteriores: en una sociedad donde todos están dispuestos a prestar ayuda y donde nadie abriga malas intenciones contra los demás, se realiza plenamente la justicia y se alcanza la felicidad del hombre. A los que trabajan por esta felicidad pro mete Jesús que «Dios los llamará hijos suyos»; es decir, esta acti vidad hace al hombre semejante a Dios por ser la misma que él ejerce con los hombres. Como cima de las promesas se enuncia la relación filial de los individuos con Dios, que incluye recibir la ayuda que él presta y tener la experiencia de Dios en la propia vida. El reinado de Dios es el de un Padre que comunica vida y ama al hijo. Cesa, pues, la relación con Dios como Soberano propia de la antigua alianza, sustituida por la relación de confianza, intimidad y colaboración del Padre con los hijos. 10. La últim a bienaventuran za, que completa la prim era, expo ne la situación en que viven los que han hecho la opción contra el dinero. La sociedad basada en la ambición de poder, gloria y ri
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que las promesas de futuro son efecto de la opción por la pobreza y de la fidelidad a ella. Se distinguen, pues, dos planos: el del grupo que se adhiere a Jesús y da el paso cumpliendo la opción pro puesta por él, y el efecto de esto en la humanid ad. En otras palabras, la existencia del grupo que opta radicalm ente contra los valores de la sociedad provoca una liberación progresiva de los oprimidos (vv. 4-6) y va creando una sociedad nueva (vv. 7-9). La obra liberadora de Dios y de Jesús con la humanidad está vincu lada a la existencia del grupo humano que renuncia c la idolatría del dinero y crea el ámbito para el reinado de Dios. Aunque Jesús dirige su enseñanza a sus discípulos (5,2), las bienaventura nzas se encuentran en te rcera persona, son invitacio nes abiertas a todo hombre. La multitud que ha quedado al pie del monte, pero que escucha sus palabras (7,28), puede considerar se invitada a aceptar el programa de Jesús. La nueva alianza no está destinada solamente a Israel, sino a la humanidad entera. Se gún la concepción de Mt, el Israel mesiánico comprende a todos los pueblos, que pasan a ser hijos de Abrahán (3,9). Por eso, la genealogía del Mesías no comenzaba con Adán, sino con Abrahán (1,2), pues con él se inició la formación de la humanidad según el proyecto de Dios: la integración de la hum anidad en el pueblo del Mesías (1,21), el descendiente de Abrahán, será el cumplimiento de la promesa. En las bienaventuranzas promulga Jesús el estatuto del Israel mesiánico y constituye el nuevo pueblo, representado en este pasaje por los discípulos que suben al monte con él. De ahí que Mt, al con trario de Me (3,13-19), no narre la constitución de los Doce, sino so lamente su misión (10,lss). El número Doce es el del Israel mesiá nico, fundado con las bienaventuranzas o código de la alianza. «Los doce discípulos» (10,2) representan a todos los seguidores de Jesús,
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puesto por Jesús. La persecu ción no es, por tanto , motivo de de presión o desánimo; todo lo contrario, ella dem uestra que la vida de los discípulos causa impacto en la sociedad ambiente, y éste es su éxito. Relacionando estas palabras de Jesús con el conjunto de las bienaventuranzas, puede afirmarse que la vida de la comunidad va produciendo la liberación prometida en los sectores oprimidos de la sociedad y a eso se debe la persecución de que es objeto. 13. La sal, que asegura la incorrup tibilida d, se usaba en los pactos como símbolo de su firm eza y pe rm anencia. En particula r, todo sacrificio debía ser salado, como señal de la permanencia de la alianza (Lv 2,13; cf. Nm 18,19: «una alianza de sal es perenne»; 2 Cr 13,5: «El Señ or... con pacto de sal concedió a David y a sus descendientes el trono de Israel para siempre»), «La tierra» está por la hum anid ad que la habita. Según este dicho de Jesús, los discípulos son la sal que asegura la alianza de Dios con la huma nidad; es decir, de su fidelidad al programa de Jesús depende que exista la alianza, y que se lleve a cabo la obra liberadora prometi da. Si la sal pierde su sabor, con nada puede recuperarlo; si los que se llaman discípulos de Jesús, y tienen delante su ejemplo, no le son fieles, no hay donde buscar remedio. Esos discípulos son cosa inútil, han de ser desechados, arrojados fuera, y merecen el desprecio de los hombres, a cuya liberación debían haber coo perado. El uso del verbo mórainó para indicar que la sal pierde su sabor ( móranthé , «se pone sosa», lit. se vuelve necia) pone esta advertencia de Jesús en relación con 7,26, donde el móros o necio es quien escucha las palabras de Jesús pero no las pone por obra. La comunidad que, en su práctica, traiciona el mensaje no tiene razón de existir.
5,17-20: SE CUMPLIRAN LAS PROMESAS
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que continúa la del Padre (5,9). Así, «los hombres» glorificarán al Padre, es decir, conocerán al único verdadero Dios. Estos dos dichos de Jesús confirman la creación del Israel me siánico: los discípulos son los gara ntes de la alianza y en la comu nidad resplandece la gloria de Dios. Es la comunidad de los que han elegido ser pobres (5,1), se mantienen fieles a este compromi so (5,10), ejercen las obras propias de los hijos de Dios (5,7-9) y dan así ocasión a la liberación de la humanidad (5,4-6). Es la presencia del reinado de Dios en la tierra (5,3.10).
Se cumplirán las promesas 17 ¡No p e ns éis q u e h e v en id o a e c h a r a b a j o la Ley n i los Profetas! No he venido a echar abajo, sino a dar cumplimiento; 18p orq ue os aseguro que a nte s q ue de sapa rezcan el cielo y la tierra, ni una letra ni una coma desaparecerá de la Ley antes que todo se realice. 19 P o r lo t a n to , el qu e se e x im a d e u n o so lo de e so s m a n damientos mínimos y lo enseñe así a los hombres, será lla mado mínimo en el reino de Dios; en cambio, el que los cum pla y enseñe, ése será llam ado g ran de en el reino de Dios; 20por qu e os digo que si la fidelidad v ue stra no se sitú a m uy p o r encim a de la de lo s letrad o s y fariseos, no e n tráis en el reino de Dios. Jesús quiere deshacer un malentendido y una decepción. Quie nes conocen la grandeza de las promesas del AT, que se han tra
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había de realizar el éxodo definitivo, del que el realizado por Moi sés era sólo tipo. De hecho, Mt considera la Ley y los Profetas como profecía del reinado de Dios (cf. 11,13). La misión de Jesús es positiva, no negativa; viene precisamente a dar cumplimiento a las promesas del reinado de Dios contenidas en el AT. 18. Jesús confirm a solemnem ente lo dicho («os aseguro»). Todo lo contenido en la Escritura (lit. «la Ley», otro modo de designar el AT, que pone el énfasis en la obra de Moisés) se realizará (gr. genétai), hasta en sus mínimos detalles, antes que desaparezca el mundo visible. No se trata, pues, en el texto de observar una ley, sino de realiza r una promesa (cf. 6,10: «realícese en la tierra tu designio del cielo», que equivale a la llegada del reino mencio nada inmediatamente antes). El término «la Ley» se refiere en particular al nuevo éxodo y a la entrada en la nueva tierra pro metida. El éxodo liberador comienza con la muerte de Jesús y queda abierto para toda la humanidad. No hay lugar, por tanto, a decepción alguna por lo que Jesús ha dicho. El programa propues to por él es el único eficaz para llevar a cabo el designio de Dios anunciado en el AT. El malentendido que disipa Jesús revelaba una mentalidad particular: la de aquellos que esperaban un reina do de Dios implantado desde arriba, sin colaboración humana. Je sús ha expuesto en su programa (las bienaventuranzas) que esta colaboración es indispensable para crear la sociedad humana justa que es el reinado de Dios y la tierra prometida a la que conduce su éxodo. 19. De ahí la necesidad pa ra los discípulos de pr ac tic ar cada una de las bienaventuranzas antes propuestas. «Esos mandamien tos mínimos»: «esos» (toutón) no puede referirse a los de la Ley, no mencionados antes, sino a los expuestos por Jesús, es decir, a
5,2148: CORRIGE LA LEY Y SU INTERPRETACION
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pro fetas (7,15), los árboles dañados que dan fruto dañado (7,17s), los que invocan a Jesús y actúan en su nombre, pero cometen la iniquidad (7,21-23; cf. 13,41), la cizaña en el campo (13,38), los peces que se excluyen (13,48s), el invitado sin traje de fiesta (22,12s). La imagen del árbol (7,17s) los pone en relación con el dicho de Juan Bautista (3,10): son los que no han hecho una verdadera enmienda, los que no han roto con la injusticia del pasado (3,8). 20. Da Jesús la razón de lo que acaba de decir: la fidelidad de los suyos ha de situarse muy por encima de la de los letrados y fariseos. La fidelidad se entiende de modo intensivo y extensivo, en calidad y totalidad. Es insuficiente el legalismo, que se contenta con guardar preceptos; pero el discípulo no puede ser negligente en la práctica de su compromiso. La puerta para «entrar en el reino de Dios» es precisamente la primera bienaventuranza. A ella se refiere, por tanto, esta fidelidad.
Corrige la Ley y su interpretación (Le 6,27-36) Os h an e n se ña do q ue se m a n d ó a los a ntig u os : «No ma tarás (Ex 20,13), y si uno mata será condenado por el tribu nal». 22P ues yo os digo: To do el que es té pelea do c on su h er mano será condenado por el tribunal; el que lo insulte será condenado por el Consejo; el que lo llame renegado será con denado al fuego del quemadero. 23En con secuen cia, si yendo a pr es e n tar tu ofren da al al tar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, 24de ja tu o fren da allí, an te el alta r, y ve pr im ero a reconc i 21
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31 S e m a n d ó t a m b i é n : « El que repudia a su mujer, que le d é acta de divorcio» (D t 24,1). 32 Pu es yo os d igo: T od o el q ue r e p u d i a a su m u j e r , f u e r a d e l ca s o d e u n i ó n i le g a l, la e m p u j a al adulterio, y el que se case con la repudiada comete adul terio. 33 T a m b ié n o s h a n e ns eñ a d o q u e se m a n d ó a lo s a n tig u o s: «No jurarás en falso» (Ex 20,7) y «cumplirás tus votos al S e ñ o r » (D t, 23,22). 34 Pu es yo o s d igo q u e n o j u ré is en ab so l u t o : p o r el cielo n o , p o r q u e es el trono de Dios; 35 p o r la tie rra t a m p o c o , p o r q u e es el estrado de sus pies; p o r J e r u s a lé n t a m p o c o , p o r q u e e s la ciudad del gran rey; 36 no ju re s ta m p o c o p o r tu c a b e z a , p o r q u e n o p u e d e s v o lv e r b la n c o n i n e g ro u n s o lo p e l o . 37 Q u e v u e s t r o s í se a u n s í y v u e s t r o n o u n n o ; lo que pasa de ahí es cosa del Malo. 38 O s h a n e n s e ñ a d o q u e s e m a n d ó : «Ojo por ojo, diente po r d ie n te » (E x 21,4). 39 Pu es o s digo : N o ha g áis fr e n te al q ue o s a g r a v i a . A l c o nt r a r i o , s i u n o t e a b o f e t e a e n l a m e j i l l a d e r e c h a , v u é l v e le t a m b i é n l a ot r a ; 40 a l q u e q u i e r a p o n e r t e p l e i t o p a r a q u i ta r t e la tú n ic a , d é ja le ta m b ié n la c a p a ; 41a q u ie n te f u e r z a a c a m i n a r un a m i ll a , a c o m p á ñ a l o d o s ; 42 a l qu e t e p i d e , d a l e ; y a l q ue q u i e r e q u e l e p r e s t e s , n o l e vu e l v a s l a e s p a l d a . 43 O s h a n e n s e ñ a d o q u e s e m a n d ó : «Amarás a tu próji m o ...» (Lv 19,18) y od iará s a tu enem igo. 44P ues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, 45 p a r a s e r h i j o s d e v u e s t r o P a d r e d e l c ie lo , q u e h a c e s a l i r s u sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos.
5 ,2 1 4 8 :
CORRIGE LA LEY Y SU INTERPRETACION
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pro p ias del am o r m u tu o. En lugar de casuís tica, Jesú s req u iere la limpieza de corazón, la actitud interior de amor a los demás y el trabajo por la paz, manifestación de esa actitud. La primera antítesis trata del mandamiento «No matarás» (Ex 20,13), «no cometer homicidio», y de la pena que se le asignaba, la condena pronunciada por un tribunal de 23 miembros. Jesús plantea la exigencia desde otro punto de vista. No basta abstenerse de la acción externa; la actitud interna, estar airado con el hermano, merece ya el juicio. Para el reino se requiere la disposición benévola y favorable a los demás (5,8: «limpios de corazón»). La mala actitud interior se manifiesta en el insulto; en el reino de Dios, el desprecio manifestado es reato que requiere un tribunal más elevado que el mismo homicidio, el Consejo su prem o. C uando el insulto lleg a a exclu ir al o tro del prop io tra to («renegado», mór e, cf. Dt 32,6, donde se aplica al pueblo de hijos degenerados), merece la pena definitiva. «El quemadero», la gehenna, tomó su nombre del valle Gehinnon, y era el gran quema dero de basuras de Jerusalén; había pasado a ser símbolo del castigo definitivo, concebido como la destrucción por el fuego. 23-24. Pasa Jesú s a exp one r el lado positivo de la ac titu d de los que trabajan por la paz. Hay que recomponer la unidad rota p o r alguna ofensa, y eso ti ene p rio rid ad so b re todo acto de cult o (cf. 12,7). Inútil acercarse a Dios si existe división. 25. Advierte Jesú s sobre las consecuencias pa ra el que está en falta de no reconocerla ni procurar la reconciliación. Cuando no se ataja la discordia, su efecto recaerá sobre el que no ha querido dar el paso para lograr la paz. 27 30
Con el sexto m
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Hay que optar, por tanto, por la segunda. También el repudio pro cede del corazón no limpio (cf. 15,19). 33-37. El ju ra m en to se pra ctic a en la socieda d po r la falta de sinceridad entre los hombres. En el reino de Dios, donde la sin ceridad es regla (5,8: limpios de corazón), el juramento es superfluo; es más, sería señal de corrupción en las relaciones humanas. «El Malo» es Satanás, ya mencionado en las tentaciones (4,8-10). La falta de sinceridad nace de la ambición. 38-42. La ley del talió n tiene p or fu n da m en to el re n co r y el deseo de venganza, excluidos también por la limpieza de corazón (5,7). En lugar de continuar la violencia, el hombre debe interrum p ir su cu rso p o r todos los m edio s, tra b a jan d o p o r la paz (5,9). Cediendo del propio derecho para interrumpir el curso de la vio lencia se ponen los fundamentos para una nueva relación humana. Prestar ayuda siempre, como corresponde al que vive en el rei no (5,7). 43-48. Ultimo y sup rem o ejem plo de la limpieza de corazón : el amor a los enemigos. En la frase citada por Jesús al principio, el p rim er m iem bro: «am arás a tu p rójim o» es cita de Lv 19,18; el segundo: «odiarás a tu enemigo» pertenece a los principios esenios (cf. Sal 139,19-22). Para los discípulos no hay lugar a distin ciones. Ellos, que sufren la persecución (5,10-12), no pueden de ja rse llevar del odio. Sig ue la p ro p u e sta de las nuevas rela ciones humanas, que excluyen en absoluto la violencia. En lugar del odio, el deseo del bien (amor, oración). «Ser hijo de Dios» significa p arecerse a él en el m odo de o b ra r (cf. 5,9). Los dis cípulos tien en p o r distintivo el amor universal, no pueden conformarse al uso de la sociedad (recaudadores, paganos), que discrimina entre amigos y enemigos.
6,1-18: EL «PADRENUESTRO»
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p e n sa , os lo a s e g u r o . 3 T ú , en c a m b io , c u a n d o d es lim o s n a , q u e no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, 4para que tu limosna quede escondida; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará. s C u a n d o r e c é is , n o h a g á i s c o m o l o s hi p ó c r i t a s , q u e s o n a m i g o s d e r e z a r d e p i e e n l a s s i n a g og a s y e n l a s e sq u i n a s p a r a e x h ib irs e a n te la g e n te . Y a h a n re c ib id o s u re c o m p e n sa , o s lo as e g u r o . 6 T ú , en ca m b i o , c u a n d o q u i e r a s r e z a r , m é t e t e e n tu cuarto, echa la llave a tu puerta y rézale a tu Padre que e s t á e n l o e s c o n d i d o; y t u P a d r e , q ue v e l o e s c o nd id o , t e recompensará. 7Pero, cuando recéis, no seáis palabreros como los paga nos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más c a s o . 8N o s e á i s c o m o e l l o s, q u e v u e s t r o P a d re s a b e l o q u e o s h a c e f a l t a a n t e s q u e s e l o p i d á i s . 9 V o s o t r o s r e z a d a s í: Padre nuestro del cielo, p ro c lá m e s e ese n o m b r e tu y o , 10llegu e tu re ina d o, r e a l í c e s e e n l a t i e r ra tu de s i g n i o d e l c i e l o ; 11 n u e s t r o p a n d e l m a ñ a n a d á n o s l o h o y 12y p e r d ó n a n o s n u e s t r a s d e u d a s , que también nosotros p e r d o n a m o s a n u e s tr o s d e u d o r e s ; 13y no no s d ejes c ed er a la ten tac ión , s i n o lí b r a n o s d e l M a l o . 14
P ue s si p e r d o n á i s s us c u lp a s a lo s d e m á s, ta m b ié n v ue s
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1. En un cia Jesús el principio general: las ob ras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los hombres y, con ello, adquirir una posición de poder o privilegio. Quienes así obran se privan de la comunicación divina, cesa la relación de hijo-Padre con Dios. Como en 5,12, «la recompensa» consiste en el ejercicio del reinado de Dios sobre los hombres. «Obras de piedad»: dikaio sun é denota en el contexto la fidelidad del hombre a Dios (cf. 3,15; 5,20), expresada según la norma farisea, en las prácticas de piedad: limosna, oración, ayuno. 2-4. P rim era obr a de pied ad, la limo sna. «H ipócrita» es el que finge ejecutando una acción que no corresponde a su actitud in terior. La limosna practicada para obtener buena fama entre los hombres obtiene un premio humano, la fama misma. La limosna no debe tener publicidad alguna, sino quedar «en lo escondido», en la esfera del Padre. Su recompensa es la comunicación personal del Padre. Excluye Jesús todo interés torcido en la ayuda al prójimo (5,7.8), según corresponde a «los limpios de corazón». Su premio será la experiencia de Dios en la propia vida (5,8). 5-14. Segu nda ob ra de piedad, la ora ción . La ora ción d e los «hipócritas» pretendía también exhibir ante los hombres su piedad p ersonal, co n la m is m a finalid ad q ue la lim o sn a públic a. Tal o ra ción es inútil, pues no obtiene la comunicación divina («ya han recibido su recompensa»). Esa oración se realiza en lo más pro fundo del hombre, donde no llega la mirada de los demás. «Tu cuarto», el más retirado de la casa, y «tu puerta» («echa la llave a tu puerta») son metáforas para designar lo profundo de la inte rioridad. «El Padre que está en lo escondido» está en paralelo con «vuestro Padre que está en los cielos» (6,1). «El cielo» designa, pues, la esfera div in a in dicando su trasc en d e n c ia e in vis ib ili dad;
6,1-18: EL «PADRENUESTRO»
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en el AT (Jr 3,19; cf. Ex 4,22; Dt 14,1; Os 11,1), pero su sentido era muy diferente, pues el «padre» en la cultura judía era ante todo una figura autoritaria. La expresión «que estás en los cielos» («del cielo») no separa al Padre de los discípulos; indica solamente la trascendencia y la invisibilidad de Dios. El Padre nuestro se divide en dos partes (6,9-10.11-13). La pri mera tiene como centro al Padre (tu nombre, tu reinado, tu de signio); la segunda, a la comunidad (nuestro, dánoslo, etc.). En la p rim e ra p a rte la com unidad pid e p o r la exte nsión del rein o a la humanidad entera. En la segunda lo hace por sí misma. 9b. «Proclámese ese nom bre tuyo». «El nombre» es un sem itismo que designa a la persona en cuanto es designable, es decir, según un aspecto que la caracteriza; supone, por tanto, la manifestación, que, en el caso de Dios, se realiza por su actividad en la historia. Así, en este contexto designa a Dios que obra como Padre, según su calidad expre sada en la invocación. «Santificar» es un semi tismo; en 1 Pe 3,15 se usa este verbo en el sentido de «reconocer» («en vuestro corazón, reconoced al Mesías como Señor»), y el mismo tiene en este pasaje. «Reconocer» corresponde a la manifestación indicada por «el nombre». El uso de agiazó añade, sin embargo, al reconocimiento el sentido de la trascen dencia implicado en la raíz «santo». Es el reconocimiento de una rea lidad excelente y distinta. Para expresar de algún modo este matiz puede utilizarse el verbo «proclamar», que incluye la idea de exaltación. De hecho, esta frase es paralela de 5,16: «glorifiquen» [los hombres] a vuestro Padre del cielo», a través de las obras de los discípulos, que realizan la acción del Padre en la historia. La comunidad pide, por tanto, que la humanidad reconozca a Dios como Padre; por el paralelo con 5,16, sin embargo, es ella
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creando la nueva sociedad y va dando ocasión a la liberación de los hombres. 10b. «Realícese en la tie rr a tu d esignio del cielo». El gr. theléma manifiesta una voluntad concreta que puede referirse al in dividuo o a la historia. La frase formula nuevamente la anterior («llegue tu reinado»; por eso se omite en Le 11,2); significa, por tanto, el cumplimiento del designio histórico de Dios sobre la humanidad, anunciado en 5,18. El término «designio» incluye dos momentos, la decisión y la ejecución, a los que corresponden las especificaciones «en el cielo, en la tierra». La decisión está tomada en el cielo (Dios), pero tie ne que ejecutarse en la tierra. La frase significa, pues, «realícese en la tierra el designio que tú has decidido en el cielo». La pre posic ió n «com o» del ori ginal in dica el deseo de que es e desig nio se realice exactamente como está decidido. La comunidad vuelve a pedir por el mundo; su primera preocu pació n es la m is ió n que Jesú s le confía . Las tres primeras peticiones tienen igual contenido. La expe riencia de vida impulsa a desear que esa vida se extienda. Sólo después pasa el grupo cristiano a preocuparse de sí mismo. 11. «Pan del mañana» o «venidero»: griego epiousion, que, según Orígenes, no se encontraba en la literatura ni en la lengua hablada; lo consideraba acuñado por los evangelistas para traducir un texto arameo. San Jerónimo, por su parte, dudaba de su significado y lo tradujo en latín de manera diferente en Mt 6,11 (supersubstantialem) y en Le 11,3 (quotidianum), sin apoyo alguno en la realidad lingüística del tiempo. El mismo afirma, sin embargo, haber encontrado en el evangelio de los Hebreos (en arameo), como traducción de epiousion, mahar = «del ma ñana», «futuro». De hecho, la forma femenina (té epiousé) se usaba en griego para indicar el día siguiente, «mañana». Por otra parte, Jesús
6,1-18: EL «PADRENUESTRO» «los amigos del novio»). Este es el vínculo que une a los mitin b ro s de la com unid ad, y que se ex p resará en la eu caris tía . 12. Unica petición q ue incluye un a exigencia pa ra la com un i dad. La partícula griega hós indica motivo («que/ya que») más que comparación («como»). El perdón del Padre está condicionado al p erdón m utuo, expresió n del am o r. Q uie n se cierra al am o r de los otros se cierra al amor de Dios que se manifiesta en el perdón. En este pasaje y en 5,14s Mt no emplea el término «pecados», sino «deudas» o «fallos», porque en el evangelio, «los pecados» repre sentan el pasado que queda borrado con la adhesión a Jesús (cf. 9,6). La división en la comunidad impide la presencia en ella del amor del Padre. Se pide, pues, la manifestación continua de ese amor, aduciendo por motivo la práctica del amor que se traduce en el perdón mutuo. «Los deudores» incluyen a los enemigos y perseguidores (5,43ss). La com un id ad p re te n d e viv ir la perfección a que Jesús la exhortaba (5,48). 13. «No nos de jes ced er a la ten tació n» , lit. «no nos haga s en trar/no nos introduzcas»... El arameo no distingue entre las for mas «hacer» y «dejar hacer». El sentido permisivo está exigido p o r el p aralelo co n la frase sig uien te (o m itid a p o r Le 11,4). El sentido es: «haz que no entremos (cedamos/caigamos) en tenta ción» o, de modo más castellano, «no nos dejes ceder a la ten tación» (cf. 26,41). «Tentación» no lleva artículo en el original. No se trata, por tan to, de una tentación única y determinada. El término remite a las tentaciones de Jesús en el desierto, único lugar donde en Mt ha apa recido antes este tema. Allí, «el diablo» o «Satanás» era llamado «el tentador»; aquí, «el Malo» (cf. 5,37); la tentación es su obra. La relación con la escena del desierto aclara el sentido de «tenta
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que excita la ambición. Que el Padre no permita que la comunidad ceda a sus halagos es la petición final del Padrenuestro. Lo con trario sería la ruina de la comunidad de Jesús. En resumen: Después de la invocación inicial, que vincula a cada cristiano con la comunidad de los hijos de Dios, y que in cluye el compromiso de comportarse como hijos de tal Padre, se pid e p o r la extensió n del rein ado del P adre a la h u m an id ad en tera. Con ello, la comunidad pide la eficacia de su misión, pues es ella la que continúa la obra de Jesús. En la segunda parte, bajo la fi gura del pan futuro, se pide la unión y la alegría en la comunidad y la experiencia del amor del Padre en el perdón continuo, com p ro m etién d o se a ex p resar el am o r de u no s a o tro s en el p erd ó n a todos. Finalmente, quiere conjurar el peligro de su ruina; pide al Padre que no la deje ser infiel al compromiso contraído al acep tar las bienaventuranzas. La primera parte se refiere a su trabajo p o r la paz que ya p ra ctica y que le p erm ite in vocar a Dios com o Padre (5,9). En la segunda se reflejan «el corazón limpio», que ex cluye el rencor, y la fidelidad, que considera la persecución como motivo de gozo (5,10-12). La relación del Padrenuestro con las bienaventuranzas es así muy estrecha. Cada parte del Padrenuestro (6,9b-10.11-12) corres ponde a un gru po de bien av en tu ran zas (5,4-6.7-9). Lo m ism o en un o que en otro texto se trata primero de la liberación de la humanidad y sólo después del fruto de la comunidad. El designio de Dios del que habla el Padrenuestro se identifica, pues, con la saciedad de ju stic ia ex p resad a en la c u a rta b ien av en tu ran za (5,6) y co n la feli cidad del hombre por la que trabaja la comunidad (5,9). Esto sig nifica el reinado de Dios y ésta es la experiencia que hace reconocer a Dios como Padre (cf. 5,16). La situación de la comunidad que se pide en la segunda parte
6,19-34:
e x p l ic a
«l o s
q u e
e l ig e n
se r
po b r e s
»
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p ro p ia fid elidad (« no nos dejes ceder») y, al m ism o tie m po, pid e verse libre del Malo, que se identifica así con los perseguidores que ponen en peligro la fidelidad. Se confirma de este modo la interpretación dada de la figura de Satanás en la escena del de sierto (4,1-11). El Malo/Satanás representa el poder opresor, que va a oponerse a que los discípulos lleven adelante el programa de Je sús, como primeramente intentó desviar a Jesús de su mesianismo. 14-15. In siste Jesú s en la nec esida d del perd ón . La unió n en la comunidad es condición esencial de su existencia, pues sólo ella asegura la experiencia del amor del Padre. No es que Dios se nie gue a perdonar; es el hombre que no perdona quien se hace in capaz de recibir el amor. 16-18. T erc era ob ra de pie da d farise a: el ayun o. Como en los dos apartados anteriores (6,2-4.5-6) opone aquí Jesús el ayuno sin cero a la conducta de los hipócritas, que con su aspecto descuidado dan a entender que están ayunando, con objeto de ser admirados p or los ho m b res. El ayuno ha de h acerse en secreto, sirve p ara expresar ante el Padre una actitud íntima. Por ser privación de ali mento, fuente de vida, es símbolo de solidaridad con el dolor de la muerte y expresa su tristeza. Esta tiene que ser interior, no afectada como la de «los hipócritas».
Explica «los que eligen ser pobres » (L e 6,13; 11,34-36; 1 2,22-34)
19 D e ja os d e a m o n t o n a r riq u e za s en la ti er ra , do n de la po lilla y la carcoma las echan a perder, donde los ladrones abren
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siembran, ni siegan, ni almacenan; y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más q u e e l lo s ? 27 Y ¿ q u i é n d e v o s o t r o s , a f u e r z a d e p r e o c u p a r s e , p o d r á a ñ a d ir u n a h o ra so la a l tie m p o d e su v id a ? 28 Y ¿ p o r q u é a n d á i s p r e o c u p a d o s p o r e l v e s ti d o ? D a os cuenta de cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. 29 Y os digo que ni Sa lom ón , en tod o su fa sto, e sta b a ve stido com o cu alq u iera de ellos. 30 Pues si a la h ierb a, q ue hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, la viste Dios así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 31 C o nq ue no a n d é is p re o cu p a d o s p e n s a n d o q u é v ais a co m er, o q ué vais a be b er, o con qu é os va is a v estir. 32 So n los p a g a n o s q u ie n e s p o n e n s u a f á n e n e s a s c o sa s. Y a sa b e v u e s tro P a d r e d e l c ie l o q u e t e n é i s n e c e s i d a d d e t o d o e s o . 33 B u s c a d p r im e r o q u e r e in e su j u s tic ia , y to d o eso se o s d a r á p o r a ñ a didura. 34 T o t a l, q u e n o a n d é i s p r e o c u p a d o s p o r el m a ñ a n a , p o r q u e el mañana se preocupará de sí mismo. A cada día le basta su dificultad.
19-21. Com ienza un a explicación del co nten ido de la p rim era b ienaventuran za, que se extiende h a sta el final del cap ítu lo (6,34). En esta primera perícopa precisa Jesús que la pobreza propia del reino consiste en la renuncia efectiva a la riqueza. La riqueza «en el cielo» es Dios mismo (cf. 19,21). Acumulación de dinero y reino de Dios son incompatibles, pues el que acumula dinero está ne cesariamente apegado a él. El hombre se define por los valores que estima y las segurida
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Lo opuesto a acumular riquezas (19-21) es compartir lo que se tiene, obra de la generosidad o esplendidez. El apego al dinero hace del hombre un miserable; es precisamente el despego que se traduce en el don, el que da valor a la persona. Jesús pone el valor de la persona en el desprendimiento, que manifiesta el amor, su falta de valor en la tacañería, que se cierra al amor. La gene rosidad es condición para la ayuda a los demás y para el cumpli miento de la pobreza a la que Jesús llama. 24. Jesús pen etra ha sta el fondo de las antítesis expue stas an tes (acumular/no acumular riqueza; generosidad/tacañería). Está en juego la fidelidad a Dios o la idolatría. Aunque el hombre pre tenda concordar su fidelidad a Dios con el apego al dinero, esto no es más que apariencia. Su verdadero dueño es el dinero (mammona = la riqueza, el lucro). La opción por Dios y contra el dinero está expresada en la primera bienaventuranza. 25-34. Las tre s períco pas an terio res explicab an el sen tido de la pobreza evangélica (19-21.24) o la condición para poder practi carla (22s). En ésta se explica la segunda parte de la primera b ienaventuran za, cóm o se m an ifiesta el rein ad o de Dios so b re los que hacen esa opción. La opción por la pobreza no conduce a la miseria; produce, en cambio, la felicidad («dichosos») porque el reinado de Dios se ejerce sobre ellos. La figura de Dios-rey se explícita en la de Dios-Padre. Comienza la perícopa enunciando el principio general: el dis cípulo que ha renunciado a todo no está obsesionado por lo ma terial. De los dones que ha recibido de Dios, la vida, a cuyo servicio está el alimento, vale más que éste, y el cuerpo más que el ves tido que lo protege. El Padre, que ha dado lo más, dará también lo menos. A los que han renunciado a la riqueza para ser fieles
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La primera preocupación de los discípulos debe ser que sea rea lidad la justicia del reino. «Que reine su justicia», lit. «el reinado y su justicia (la del Padre)». En la traducción se pueden conectar los términos «reinado» y «justicia» considerándolos como hendíadis. Di kaiosyne puede significar aquí la relación entre los hombres según la voluntad de Dios expresada por Jesús, las justas relacio nes humanas, o bien la relación de los discípulos con el Padre según el programa expuesto por Jesús (las bienaventuranzas), es decir, la fidelidad a Dios. En uno y otro caso el reinado se hace realidad, porque una y otra son inseparables: la fidelidad a Dios se muestra en la fidelidad al hombre, en la labor de la comunidad en el mundo. Jesús, que ha quitado a los discípulos la preocupa ción por el objetivo inmediato, la subsistencia (6,25-32), les recuerda el objetivo primario de la existencia del grupo, el trabajo por la paz (5,9), la extensió n del reinado de Dios (p rim e ra p a rte del Pa drenuestro), que se verifica en la nueva relación humana. Cuando la comunidad trabaja así (5,9), no tiene que preocuparse por su vida material; de ésta se ocupa el Padre. Termina la perícopa con un dicho-resumen con el que Jesús expresa la liberación del agobio. Hay que vivir en el presente, sin agobios por el mañana (cf. v. 27). El mañana se preocupará de sí mismo, no faltará en él la solicitud del Padre. Basta al discípulo enfrentarse con la dificultad día por día, y experimentar en ella la eficacia de su amor.
Avisos. Invitación a la oración (Le 6,37s.41s; 11,9-13)
7
1No juzgu éis y no os juzg arán ; 2p o rq u e os van a juz gar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis la usarán
7,1-12: INVITACION A LA ORACION
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a ofre ce r un a p ied ra? 10O si le pide u n pe scad o, ¿le va a o fre c e r u n a s e r p i e n t e ? 11 P u e s s i v o s o t r o s , m a l o s c o m o s o i s, sa b é i s dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo se las dará a los que se las piden! 12 E n r es um e n : T o do lo q u e q u e r ría is q ue h ic ie ra n lo s d e más por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso sig nifican la Ley y los Profetas.
1-5. En esta sección del discu rso se tra ta de crite rios qu e han de tener vigencia en la comunidad y a los que deben ajustarse los que pretendan pertenecer a ella. Comienza con un severo aviso contra los que rompen toda relación con otra persona, basándose en defectos que en ella encuentran. Dios interrumpe su relación con aquel que la interrumpe con su prójimo (cf. 6,14s). Quien p ractica la crít ica im pla cable pierd e to d a lu cid ez. La viga en el p ro pio ojo es la falt a de am o r con que se ju zga a los dem ás, que impide toda visión objetiva. Sólo con amor se puede ayudar efi cazmente. Jesús previene contra la imitación («hipócritas») del espíritu fariseo, que dictaminaba sobre la bondad o maldad de los hombres (cf. 6,2.5.16) según sus criterios legalistas. Nadie pue de ayudar al «malo» asumiendo la condición de «bueno». 6. Pruden cia. No hay que com unicarlo todo a los ho m bres de mala voluntad. Aunque el discípulo no excluya a nadie de su amor (5,38.43-48), no por eso ha de ser ciego a la actitud de los demás. El perro y el cerdo eran animales impuros; podrían representar a los que no son «limpios (puros) de corazón», es decir, a los que p o r b u sc a r su p ro p io in terés com eten la in ju stic ia co n tra el p ró ji «Lo to lo t Dio t la
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12. La Ley y los Pro fetas ( = el AT), co nsid erad os an tes como profecía del rein ado de Dios (5,17), so n p re sen tad o s ah o ra com o código de moralidad. Jesús resume toda la enseñanza moral de esos escritos en el amor que busca el interés del prójimo como el propio. El amor al prójimo requiere iniciativa más allá de la casuística. El principio no puede considerarse exclusivo de la cul tura judía; representa una norma de moralidad universal. Jesús no viene a fundar una nueva doctrina moral, sino a infundir el Espíritu (3,11); éste hará que el hombre llegue a una entrega tan total como la suya. La Ley y los Profetas eran profecía del reinado de Dios que va a ser realidad por la obra de Jesús y los suyos (5,17s; cf. 11,13). De ellos se deduce también la norma de moralidad que ha de regir en la nueva sociedad humana (el reinado de Dios) y cuya práctica hará posible Jesús comunicando su Espíritu.
Decis ión. Criterios de la fid elida d
(Le 13,24; 6,43s; 13,25-27; 6,47-49) 13 E n t r a d p o r la p u e r ta a n g o sta ; p o rq u e a n ch a es la p u e r ta y amplia la calle que llevan a la perdición, y muchos entran p o r e lla s. 14 ¡Q ué a n g o s ta es la p u e r ta y q u é e s tr e c h o el c a lle jó n q u e llev a n a la v ida! Y p o c o s d a n c o n ello s. 15 C u id ad o co n lo s p r o f e ta s fa ls os , e so s q u e se o s a c er ca n c o n p ie l d e o v e j a , p e r o p o r d e n t r o s o n l o b o s r a p a c e s . 16 P o r s u s fr u t o s l o s c o n o c e r é i s ; a v e r , ¿ s e c o s e c h a n u v a s d e l a s z a r z a s o h i g o s d e l o s c a r do s ? 17 Así, lo s á rb o le s s a no s d a n fr u t o s b u e n o s; los á rb o le s d a
7,13-8,1:
CRITERIOS DE f i d e l i d a d
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vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, por que estaba cimentada en la roca. 26 Y t o d o a q u e l qu e e s c u c h a e st a s p a l a b r a s m í a s y n o l a s p o n e p o r o b r a se p a r e c e al n ec io q u e e d ific ó su c a sa s o b r e are na . 27Cayó la lluvia, vino la riad a, so p laro n los vientos, em b is tie r o n c o n tr a la c a s a y se h u n d ió . ¡Y q u é h u n d im ie n to ta n grande! 28 Al t e r m i n a r J e s ú s e s t e d i s c u r s o , l a s m u l t i t u d e s e s t a b a n i m p r e s i o n a d a s d e su e n s e ñ a n z a , 29 p o r q u e le s e n s e ñ a b a c o n a u toridad, no como sus letrados. 8 1Y a l b a j a r d e l m o n t e lo s ig u i e r o n g r a n d e s m u l t i tu d e s d e g en t e . 13-14. Exp one Jesús la nec esidad de la decisión person al pa ra en trar en el reino (= la vida). No hay que dejarse a rra str a r por lo que todos hacen; hay que salirse de la corriente para atinar con la vida. No es difícil entrar por la puerta angosta; sólo que la mayoría de los hombres, deslumbrados por lo más aparente, ni se da cuenta de que existe. 15-20. Previene Jesú s co n tra el engañ o de las pa labr as. Hay quienes llegan a la comunidad pretendiendo falsamente hablar en nombre de Dios (falsos profetas). Contrasta la suavidad de su len guaje (ovejas) con su realidad interior (lobos rapaces), que los caracteriza como individuos que buscan sin escrúpulos su propio interés. El criterio para distinguirlos es su modo de obrar. Para Jesús, las obras brotan espontáneamente de la realidad interior. No m oldean ellas la ín dole del ho m b re (d o c trin a farisea) sin o que
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ver que la metáfora del árbol que da frutos malos se refiere a los que no han hecho una enmienda sincera, es decir, a los que no han hecho más que exteriormente la opción propuesta por Jesús en las bienaventuranzas (cf. 7,26s). Estos procedieron con la comu nidad cristiana como pretendían hacer los fariseos y saduceos res p ecto al b au tism o de Ju an (3,7): a p a re n ta r la en m ien d a (b a u ti sm o) sin romper realmente con la injusticia del pasado. Denuncia, pues, Mt la infiltración en la comunidad cristiana de la hipocresía fari sea (decir, pero no hacer, cf. 23,3), como lo hará de nuevo en la p eríc o p a siguiente y en o tro s p asa je s (cf., p. ej., 13,36-43; 22,11-14). 21-23. De nuevo, en ot ro sen tido, el pr im ad o de las ob ras so b re las p alab ras. No b a sta el devoto reconocim ie nto de Jesús, hay que vivir cumpliendo el designio del Padre del cielo (cf. 12,50). La adición «del cielo» y el término «designio» ponen este aviso en relación con la primera parte del Padrenuestro (6,9s), que, a su vez, remite a la práctica de las bienaventuranzas. Jesús no quiere discípulos que cultiven sólo la relación con él, sino seguidores que, unidos a él, trabajen por cambiar la situación de la humanidad. Después de enunciar el principio afirma Jesús que serán mu chos los que «aquel día», el que nadie conoce (25,13), lo llamarán «Señor, Señor», aduciendo sus obras para encontrar acogida. Las obras que se citan: «haber profetizado», «haber expulsado demo nios» y «haber realizado milagros», fueron hechas «por/con su nombre», es decir, invocando la autoridad de Jesús. Este, sin em bargo, no las acepta; co nsid era esa s obras, no solam ente sin valo r, sino como propias de malhechores. El término anomia, iniquidad, es el que Jesús aplica a los letrados y fariseos hipócritas (23,28), y la frase de rechazo se encuentra en Sal 6,9, donde los malhe chores son los que oprimen al justo y le procuran la muerte. Esta í t tid tá le j d la t i (15-20).
7,13-8,1: CRITERIOS DE FIDELIDAD
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han sido las bienaventuranzas. Se descubre una alusión a los in dividuos retratados en la perícopa anterior (21-23). Jesús ha habla do como maestro; su doctrina expresa el designio del Padre sobre los hombres (7,21). Toca al hombre no sólo entenderla, sino lle varla a la práctica. De ello depende el éxito o la ruina de su p ro pia vida. Las multitudes que lo habían seguido antes de comenzar el dis curso (4,25) han escuchado la exposición de Jesús y su reacción es de asombro. Acostumbrados a la enseñanza de los letrados, que repetían la doctrina tradicional apoyándose en la autoridad de los antiguos doctores, notan en Jesús una autoridad diferente. No se apoya en la tradición; expone su doctrina interpretando, corrigien do o anulando las antiguas prescripciones. La alusión a los letrados, mencionados en el discurso (5,20), es polémica. Ante la enseñanza de Jesús, la de los letrados ha perdido su autoridad. Lo que ellos p ro pon ían co m o trad ició n divin a deja de a p a re c er ta l a los ojo s de las multitudes que han escuchado a Jesús. La doctrina oficial cae en el descrédito. Se cierra el contexto del discurso mencionando que grandes multitudes siguen a Jesús después de su enseñanza, en paralelo con las que lo siguieron hasta el lugar del discurso (4,25; 5,1). La enseñanza tan nueva y radical de Jesús no ha hecho disminuir su p o pularidad.
AMBITO UNIVERSAL DEL ISRAEL MESIANICO
Cura a un leproso
(Me 1,40-45; Le 5,12-16) 2 E n e s t o s e le a c e r c ó u n l e p r o s o , y s e pu s o a s u p l ic ar l e : — S e ñ o r, si q u ie re s p u e d e s lim p ia r m e . 3Extendió la mano y lo tocó diciendo: — ¡Q uiero , q u e d a lim p io ! Y e n se g u i d a q u e d ó l i m p i o d e l a l e p r a . 4 Je sú s le d ijo: — C u id a d o co n d e c írse lo a n a d ie ; eso sí, ve a p r e s e n t a r t e al sacerdote y ofrece el donativo que mandó Moisés, para que les conste. Esta escena está separada de la anterior, como lo muestra la orden de Jesús al leproso: «Cuidado con decírselo a nadie», que resultaría imposible de colocar en un contexto de multitudes que siguen a Jesús (8,1). El leproso es el prototipo del marginado. La lepra, en sus múltiples variedades de erupciones de la piel, además de ser repelente por su apariencia, era considerada como causante de impureza religiosa; es decir, el hombre afectado de tal enfer medad no podía tener acceso a Dios. En Jerusalén, lugar del tem plo y del culto oficia l, no tenían e n tra d a lo s leprosos, q u e h a b ría n impurificado la ciudad santa. Les estaba prohibido acercarse a los sanos. Este hombre, sin embargo, ve en Jesús la posibilidad de salir de su marginación y, contra lo que estaba mandado, toma la iniciativa y se acerca a Jesús, esperando de él la curación.
8,5-13: EL CRIADO DEL CENTURION
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impedía la relación humana y la relación con Dios. Jesús distingue entre la impureza física (la enfermedad) y la religiosa, y no acepta la segunda. La enfermedad no separa al hombre de Dios, porque no viene de él ni es efecto de un castigo divino o maldición, como se pensaba en el judaismo. Jesús no quiere que se divulgue la noticia. Recomienda al hombre que cumpla con los ritos de puri ficación, para que conste oficialmente su curación y pueda ser aceptado por la sociedad en que vive. Jesús distingue, pues, dos aspectos de la Ley: uno religioso, que él no acepta ni respeta; otro social, como código de costumbres que organiza una comunidad humana; como tal, manda respetarla, p ara h ac er posib le la integració n del h o m b re en su m edio . Con su acción niega Jesús el valor religioso de las prescripciones de la Ley y relativiza las instituciones israelitas. Este episodio puede relacionarse con el compendio hecho por Jesús de la moral del AT (7,12). Si la conducta prescrita por la Es critura puede resumirse en el buen comportamiento con los demás, caen por tierra todos los preceptos rituales. Nótese que antes del discurso no se mencionan leprosos entre los enfermos curados por Jesús (4,24). El leproso es figura de todo marginado por motivo religioso. De ahí el episodio siguiente.
El criado del centurión
(Le 7,2-10; Jn 4,43-54) 5 Al e n t r a r e n C a f a r n a ú n s e l e a c e rc ó u n c e n t u r i ó n 6 r o gándole:
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a f u e r a , a l a s t i n i e b l a s . A l l í s e rá e l l l a n t o y e l re c h i n a r d e dientes. 13Y al ce n tu rió n le d ijo: — V ete ; lo q u e h a s c r e íd o , q u e se te c u m p la . Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Jesús vuelve a Cafarnaú n, ciudad donde se había instalad o (4,13). La escena que sigue tiene relación con la anterior. El centurión pagano es tam bién reli giosam ente im puro, p o r no p e rte n e ce r al pueblo de Israel. No se debía e n ta b la r conversació n con paganos ni mucho menos ir a su casa (cf. Hch 10,28). El pagano ruega a Jesús por un criado que tiene en casa paralítico con grandes do lores. Después del episodio del leproso, que muestra que Jesús no respeta las prohibiciones de la Ley sobre lo impuro, hay que in terpretar la reacción de Jesús como positiva: está dispuesto a ir a casa del pagano y curar al enfermo. La salvación que Jesús trae es universal y no reconoce fronteras entre hombres o pueblos. El centurión, en su respuesta, se declara indigno de recibir en su casa a Jesús. Es consciente de su inferioridad como pagano, pero eso le da ocasión p ara m o stra r la calidad de su fe. Ac ostum brado a ser obedecido, ve en Jesús una autoridad absoluta capaz de sacar al hombre de la parálisis. No hay acción de Jesús con el enfermo, el centurión le pide solamente una palabra. Alude Mt a la misión entre los paganos, que, sin haber tenido contacto directo con Jesús, experimentan la salvación que de él procede. El hecho de no ir a la casa adquiere entonces todo su relieve. La presencia física de Jesús no es necesaria. La salvación de los paganos se realizará a través del mensaje. La fe del pagano suscita la admiración de Jesús y da pie al contraste con la poca adhesión que encuentra en Israel. Jesús ve
8,14-17:
c u r a c io n e s
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Los israelitas, que tenían derecho prioritario para entrar en el reino, por su falta de fe, es decir, por no reconocer en Jesús al «Dios entre nosotros» (1,23), serán excluidos del reino. «El llanto y el rechinar de dientes» es una figura usada por Mt para indicar la frustración definitiva (cf. 13,42). La fe en Jesús es condición necesaria y suficiente para ser ciudadanos del reino; se derriba la b a rre ra en tre Israel y los o tro s pueblo s. Jesús responde al centurión y su palabra tiene eficacia inme diata (13). En el contexto de la misión entre los paganos, Mt mues tra la eficacia de la palabra/mensaje de Jesús para sacar al hombre de su estado sin esperanza.
Curaciones
(Me 1,29-34; Le 4,38-41) 14 Al lle g a r J e sú s a ca sa de P e d ro e n c o n t ró a l a s u eg ra e ch a da con fiebre, 15le tocó la m an o y se le pasó la fiebre; ella se levantó y se puso a servirle. 16 Al a n o c h e ce r le lle v ar o n m u c h o s e n d em o n ia d o s ; c o n su p a la b r a e x p u ls ó a lo s e s p ír itu s y c u r ó a to d o s lo s e n fe rm o s , 17 p a r a q u e s e c u m p l i e s e lo q u e d i j o e l p r o f e t a I s a í a s : E l t o m ó n u e stra s dolen cia s y q u itó n ue stra s e n fe r m e d a d e s (Is 53,4).
14-15. Pedro es llamado p or su sobre no m bre, ya m encionado en 4 18. «Servir a Jesús» ( = c ola bo rar con Je sús) se ha af irma do
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el intento de Jesús de liberar a Pedro de esa concepción que le impediría el verdadero seguimiento. Basta su contacto «en la mano/brazo», símbolo de la actividad, para liberarla. La perícopa cuadra bien en este contexto, donde Jesús acaba de derribar la b a r re ra que sep a ra b a a p uro s de im p u ro s (2-4), a israe litas de paganos (5-13). P ara la m is ió n pagana que va a com enzar, es n e cesario liberar al discípulo de su mentalidad nacionalista. 16-17. E fec to de la p ala b ra de Jesú s, ya exp ue sto an tes (vv. 8.13) a propósito de la curación del pagano y que se verificará después (8,32) con unos endemoniados también paganos. La fuerza de Jesús está presente en su palabra. «Los espíritus» son agentes que des person aliz an al ho m b re y que Mt aún no defin e. Jesú s cu ra a todos los enfermos. Mt ve en esto el cumplimiento de Is 53,4, que trata del Siervo de Yahvé. No se atiene, sin embargo, ni al texto hebreo ni a los LXX; modifica significativamente el texto del profeta (he breo: «soportó n u estro s su frim ien to s y cargó co n n u estro s dolo res»; griego: «él lleva nuestros pecados y sufre por nosotros»); habla simplemente de «tomar/quitar» (para el sentido de bastazó en aoristo, cf. 3,11). El contexto del cántico del Siervo, que trata de sus sufrimientos y muerte (Is 52,13-53,12), muestra que Mt alude a la pasión y muerte de Jesús; será entonces cuando él quite las dolencias y enfermedades de la humanidad. Aparece el sentido que Mt quiere dar a las curaciones: son expresión de la salvación in tegral que efectuará Jesús.
Seguir a Jesús
(Le 9,57-62)
8,18-22:
s e g u ir
a
j e s ú s
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en territorio pagano. Jesús se dispone a salir de los límites de Israel. «Un letrado», cuya doctrina ha desacreditado Jesús con su dis curso en el monte (cf. 7,29). El letrado reconoce en Jesús un maes tro superior a sí mismo y se ofrece a seguirlo sin condiciones. Aparece por primera vez en Mt la expresión «el Hijo del hom bre». No a rtic u lad a («h ij o de hom b re») sig nif ic a «hom bre », in di viduo de la especie humana; el doble artículo «el Hijo del hom bre» indic a un icidad y excele ncia : es «el H om bre » acabado, el modelo de hombre, por poseer en plenitud el Espíritu de Dios (3,16). El H om bre ( = el Mesías) tiene un a m isión qu e cum plir, cuya urgencia no le permite descanso. El letrado supone que el camino de Jesús tiene un término. Jesús lo niega: toda su vida, hasta el momento de su muerte, va a ser una pura entrega, sin instalación ni descanso. Tal es el camino «del Hombre». El discí pulo ha de p a rtic ip a r en esta m isió n del m aestro . «el Hombre», lit. «el Hijo del hombre». Esta autodesignación que usa Jesús puede corresponder al arameo bar-nas (sin artículo)/bar-nasa (con artículo )/bar adam, o bien al hebreo ben-’adam. Tal incertidumbre acerca de la expresión original recomienda cautela en la interpretación del apelativo, pues en los dos últimos casos excluiría incluso la alusión a Dn 7,13, mientras enlazaría con Gn l,26s. La expresión aramea significa en todo caso «individuo de la especie humana», «hombre». La Pesitta siríaca traduce con bar-nasa el anthrópos griego indeterminado. Con artículo, bar-nasa podría designar al hombre en general; además, con o sin artículo, se usaba como perí frasis de «yo». Si a principios de siglo esta última posibilidad fue ne gada por Dalman, estudios más recientes, apoyados en material más extenso, han concluido en sentido contrario. La fórmula griega ho huios tou anthrópou, doblemente articulada,
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suponer que la construcción del etiópico traduzca el bar-nasa arameo. Las Similitudes presentan a este «hombre» como a un ser celeste sin ninguna preexistencia terrestre; aunque su aspecto es humano, es en realidad un ser angélico escondido en la esfera divina, que debe aparecer un día en toda su gloria ante los elegidos. Su única conexión con el mundo de los mortales se coloca en el último futuro: juzgar al mundo, destruir a los enemigos de Dios y liberar a su pueblo (el judío). Nada más ajeno a la escatología del NT y a la men talidad de Jesús que el mesianismo apocalíptico de Henoc. Si Jesús hubiera querido pre senta rs e como el Hijo del hombre desc rito en las Similitudes, ha bría oscurecido su misión asocián do la con elem en tos que la contra decían. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que este supuesto título trascendente, tan frecuente en boca de Jesús, en el relato evangélico nunca suscita admiración, oposición ni siquiera curiosidad; para amigos y enemigos pasa completamente inadvertido. Resulta muy extraño, ade más, que sea este pasaje (8,20), que describe la incomodidad en que Jesús vive y que ha de esperarse el discípulo, el que elija Mt para in sertar por primera vez un título tan sublime. En otros, en cambio, como la Transfiguración (17,1-8) y, sobre todo, en 28,18-20, que puede inter preta rse como el cu mplimiento de la profecía de Dn 7,13, no ap arec e en absoluto. Es inexplicable también que tal supuesto título no se aplique nunca a Jesús en las profesiones de fe de la Iglesia apostólica. Se le llama Mesías, Hijo de Dios, Señor, Rey, Esposo, Palabra, Cordero, León de Judá, Servidor de Dios, Elegido, Santo y Justo, segundo Adán, pero ja m ás «el Hijo del hombre». Mientras Jesús se opone a la divulgación de su título de Mesías (16,20), él mismo emplea la designación «el Hombre» sin escatimarla, desde mucho antes de haber propuesto a los Doce la pregunta decisiva (16,15). Por otra parte, todos los dichos en que aparece «el Hombre» se entienden perfectamente si la expresión se sustituye por el pronom bre «yo». La sustitución ha sido hecha por los mismos evangelistas en diferentes ocasiones; compárese Le 6,22 con Mt 5,11; Le 12,8s con Mt
8,18-22:
s e g u ir
a
j e s ú s
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lista no pretende mostrar que «el Hombre», como designación, tiene raíces anteriores: cf., en cambio, Jesús-Emmanuel (1,21-25), Nazareno (2,23), el Siervo (12,17-21). Y había textos que se prestaban a ello, por ejemplo, Sal 80,18. Esto quita probabilidad a que la expresión contenga alusiones bíblicas. Siempre se encuentra en los evangelios en boca de Jesús, hasta el extremo de que Mt 16,21, en estilo indirecto, cambia «el Hombre» por «él», rehuyendo (cf. Me 8,31) el empleo de la perífrasis. No es la ún ica perífrasis que usa Jesús para designarse; cf. 9,15, «el Esposo»; 11,27, «el Hijo»; 12,41s, «el que es más que Jonás/Salomón», pero en los sinópticos es cie rtam ente la más frec uen te y característica. La usa con frecuencia cuando hace una predicción acerca de sí mismo, su destino, su vocación. Nunca introduce un dicho («el Hombre dice») ni la emplea para dar autoridad a sus palabras. Su futura gloria no le compete en cuanto «el Hombre»; lo asombroso y paradójico es lo contrario, que «el Hombre» vaya a sentarse a la derecha de Dios 26,64 (cf. Ef 2,5s). La designación «el Hijo» puede tener un timbre de auto ridad (11,27), «el Hombre» no. Es un antitítulo que denota solidaridad e identificación con los hombres (cf. la kénosis de Flp 2,7); es «el Hombre» el amigo de recaudadores y descreídos (11,19), el que ha ve nido a servir y a dar su vida (20,28). La autodesignación de Jesús es un testimonio de su dedicación a la Humanidad. Esta denominación corresponde a Jesús en virtud de la bajada del Espíritu sobre él; la aparición de éste en forma de paloma, que alude al Espíritu creador, significa precisamente que su obra en Jesús con siste en terminar en él la creación del hombre, en llevarlo a la ple nitud de lo humano (cf. 3,16). Jesús es «el Hombre» porque posee el Espíritu de Dios. Por ello, la denominación es extensiva: aunque de signa primordial y principalmente a Jesús, se aplicará a todos aquellos que reciban de él el Espíritu (cf. 3,11) y, siguiendo a Jesús, lleguen a la plenitud humana. «El Hombre» se opone a «hombres/hombre» (cf. 17,22; 26,24), que designa a los que no poseen el Espíritu de Dios, a los que, con su
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tarse. De hecho, «abandonar al padre» (4,22) significa independi zarse de la tradición transmitida por él. Jesús no tiene padre hu mano y el discípulo ha de renunciar al propio. «Enterrar al padre» indica la veneración, el respeto y estima por el pasado que repre senta. La orden de Jesús puede significar que el discípulo, que ya lo sigue, tiene que desentenderse de ese pasado, romper su depen dencia de tradiciones humanas (cf. 23,9). «Los muertos» mencio nados en primer lugar son los que profesan esas tradiciones; «sus muertos» son figura de las tradiciones mismas. El mundo de la tradición es un mundo de muerte. La tradición muerta engendra muertos. El discípulo mostraba, por tanto, no haber roto definiti vamente con su pasado, considerarlo aún como un valor positivo. La mención del padre pone este episodio en relación con la llamada de Eliseo, que pidió permiso a Elias para despedirse de su padre (1 Re 19,20). La diferencia está en que en el AT la tra dición (el padre) estaba viva, mientras que para Jesús está muerta. La escena remite, pues, a la llamada de Simón y Andrés (4,19); la invitación que hace Jesús a seguirlo ofrece al mismo tiempo la comunicación del Espíritu.
Calma el temporal
(Me 4,35-41; Le 8,22-25) 23 Su bió Jes ú s a la b ar ca y sus d iscíp ulo s lo sigu ieron . 2* De p r o n to se le v a n tó u n te m p o r a l ta n f u e r te q u e la b a r c a d e s a p a recía en tre las olas; él d o rm ía. 25 Se ac erc aro n los discíp ulo s v lo despertaron gritándole: — ¡A uxilio , S e ñ o r, q u e p e re c e m o s!
8,28-9,1:
l o s
d o s
e n d e m o n ia d o s
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El término «seísmo/terremoto», que no se aplica al mar, señala la oposición al viaje de Jesús y los discípulos; simboliza la resis tencia del paganismo a la misión. Mt no ha señalado que Jesús se echara a dormir. Sin embargo, los discípulos lo encuentran dormido. El sueño de Jesús, que sim boliza su ausencia , in dic a solam en te que los dis cípulo s no so n conscientes de su presencia hasta el momento del peligro. El miedo de los discípulos ante la resistencia del paganismo muestra su falta de fe. Jesús se dirige a ellos antes que a la tempestad, cuya causa eran «los vientos» y el mar. Se admiran «los hombres», término contrapuesto a «el Hijo del hombre/el Hombre» (v. 20); son los que aún no poseen el Espíritu y, en la estrechez de su experiencia, no pueden comprender al HombreDios. Su pregunta es una puerta para la fe. La perícopa presenta numerosos paralelos con la siguiente, don de Jesús libera a los endemoniados gadarenos. Estos salen a su encuentro como si esperasen su llegada, quieren impedir su acción y le suplican que no los atormente. Todo esto supone que la tierra de los gadarenos sabía ya quién llegaba y para qué. Nótese, además, el paralelo entre «los vien tos» (26) y los «démones» que expulsará Jesús (31). Estos datos confirman que la tempestad que se opone a la ida de Jesús a Gadara representa la resistencia y oposición del paganismo a re cibir el mensaje de Jesús. Son «los demonios» del país pagano los que provocan la tempestad para impedirlo. En este enfoque se explica también el pánico de los discípulos, que han seguido a Jesús en la misión (23). Esta les parece superior a sus fuerzas. Ante la hostilidad del paganismo, la comunidad de Jesús (la barca) parece que va a ser d estru id a. La p resencia de Jesús, sin em bargo, aunque aparentemente inactivo («dormir» puede significar el tiem d é d cf 9,24), b la i
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30 U n a g r a n p i a r a d e c e r d o s e s t a b a h o z a n d o a d i s t a n c i a . 31L os dem on ios le rog aro n: — Si n o s e c h a s, m á n d a n o s a la p ia r a . 32Je sú s les d ijo : — Id . Salieron y se fueron a los cerdos. De pronto la piara en tera se precipitó al mar, acantilado abajo, y murió ahogada en el agua. 33 Los po rq u eriz o s saliero n hu ye nd o, llega ron a la c i u d a d y l o c o n t a r o n t o d o , i n c l u y e n d o l o d e l o s e n de m o n i a d o s . 34 E n t o n c e s la c i u d a d e n t e r a s a li ó a d o n d e e s t a b a J e s ú s y , al verlo, le rogaron que abandonase su territorio. 9 1S u b i ó a u n a b a r c a , c r u z ó a l a o t r a o r i l l a y ll eg ó a s u p ro p ia c iu d a d .
Gadara, en el lado oriental del lago, a unos diez kilómetros al sur de la desembocadura del Jordán. Los endemoniados salen al encuentro de Jesús desde el cementerio. Viven con los muertos, están en la condición de muertos en vida. A su impureza como paganos añaden la del co n tac to con la m u erte. Como se ha n o ta do, salen al encuentro de Jesús como si supieran que había de llegar (conexión con la perícopa anterior). Son muy violentos y era peligroso p a sa r p o r aquel cam in o. E ste rasgo in dica que lo s end e moniados no representan simplemente al pueblo pagano de Ga dara, sino a una parte de él que vive marginada en condición inhumana (en el cementerio) y en rebelión respecto a la sociedad. Representan, pues, a una clase oprimida. Estos endemoniados se resisten a la acción de Jesús, como lo indican sus gritos: «¿Qué tienes tú contra nosotros?». Reconocen al mismo tiempo su con
9,2-8: CURA A UN PARALITICO
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Jesús no pronuncia palabra, pero los demonios («démones», tér mino pagano) conocen su derrota. Había allí a distancia una piara de cerdos; se trata evidente mente de país pagano. El cerdo era animal impuro. La piara es numerosa, representa un capital considerable. En el judaismo del tiempo, el cerdo era símbolo de Roma, el poder pagano que do minaba al pueblo judío (cf. Sal 80,14). La piara representa, pues, al poder político, posesor de la riqueza y opresor del pueblo. Los demonios, impuros, vuelven a su lugar natural, los cerdos impuros. El espíritu de violencia de los oprimidos procede de la violencia del sistema opresor. En la liberación que hace Jesús se encuentra la ruina del sistema opresor (los cerdos que perecen en las aguas). Toda la ciudad sale al encuentro de Jesús (34), frase en paralelo con la del principio (28): los dos endemoniados salieron del ce menterio al encuentro de Jesús. El paralelo indica que los habi tantes de la ciudad estaban poseídos del mismo espíritu. Ruegan a Jesús que se marche de su territorio. Continúa la oposición ex p resad a p o r la tem p estad (8,24) a la acti vidad de Jesú s en te rr i torio pagano. Era «la ciudad», cuyo orden social se encuentra ame nazado por la actividad de Jesús, la que se conmovía hasta sus cimientos (8,24: tem po ral/terre m oto ) e intentaba su m ergir la barca. Jesús vuelve a su ciudad. No menciona Mt el nombre de Cafarnaún. «Su propia ciudad», Israel, se opone a «la ciudad» pa gana que le ha pedido que se marche.
Cura a un paralítico
(Me 2,2-12; Le 5,17-26)
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Dos veces han aparecido ya paralíticos en este evangelio (4,24; 8,6). Ahora va a explicar Mt la causa de la parálisis y el poder de Jesús para curarla. El «paralítico», el hombre incapaz de toda ac tividad, es el muerto en vida. Curar a un paralítico es dar al hom bre la p osibili dad de cam in ar, de elegir su vid a, de eje rc e r su actividad. Son varios los que presentan el paralítico a Jesús, y Jesús «ve» su fe. Sin embargo, se dirige sólo al paralítico para anunciarle que sus pecados están cancelados. «Los pecados» en Mt significan el pasad o p ecad or del ho m bre, an tes de su en c u en tro con Jesús. La fe en Jesús, que es la adhesión a él y a su mensaje, cancela el p asado p ecad o r del hom bre, le da u n a nueva o p o rtu n id a d de vid a; significa un nuevo comienzo. Existe en el texto una aparente in coherencia: mientras Jesús «ve la fe de ellos», dirige sus palabras únicamente al paralítico. Dado que la fe es la que obtiene la libe ración del pasado, esto significa que la figura del paralítico incluye las ae sus portadores; representa así a los hombres en su condi ción de muerte y en su deseo de salvación. Los portadores expre san el anhelo por encontrar salvación en Jesús; el paralítico, la situación concreta de los hombres. Jesús lo exhorta a confiar («Ani mo») y lo llama «hijo», término que se aplica a los israelitas (15,26). Jesús considera a este hombre como miembro de Israel. Aparecen los letrados hostiles a Jesús (3) y cuya enseñanza se apoya en la tradición. Sin expresarlo en voz alta, juzgan que Jesús bla sfem a, es decir , que in su lta a Dios atrib u y én d o se u na funció n divina. Jesús intuye lo que piensan y los desafía proponiendo la curación del paralítico como prueba de su autoridad para perdo nar pecados. El sujeto que posee la autoridad es «el Hombre» (cf. 8,20), el Hijo de Dios (3,16s), que es el «Dios entre nosotros» (1,23). La doctrina sobre la trascendencia de Dios había excavado tal abismo entre él y los hombres, que resultaba imposible para
9 ,9 -1 3 :
LLAMA A MATEO
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es una condición que puede extenderse a otros. De hecho, como aparecerá más tarde, el destino del «Hombre» será el de sus dis cípulos (16,24s); su autoridad será comunicada a los suyos (18,18).
L lam a a M ateo
(Me 2,13-17; Le 5,27-32) 9 C u a n d o s e m a r c h ó J e s ú s d e a ll í, vio a l p a s a r a u n h o m b r e l la m a d o M a te o , s e n t a d o a l m o s t r a d o r d e lo s i m p u e s t o s , y le dijo: — S íg u e m e. Se levantó y lo siguió. 10 S u c e d i ó q u e e s t a n d o é l r e c l i n a d o a l a m e s a e n l a c a s a acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se recli n a r o n c o n é l y s u s d i s c íp u l o s . 11 Al v e r a q u e l l o p r e g u n t a r o n l os f a r i s e os a l o s d i s cí p u l o s : — ¿ P o r q u é ra z ó n co m e v u e s tr o m a e s tr o c o n los r e c a u d a dores y descreídos? 12Je sú s lo oy ó y d ijo : — N o n e c e s ita n m é d ic o los s a n o s, sin o lo s e n f e rm o s . 13 Id m e j o r a a p r e n d e r l o q u e s i g n i f i c a «.misericordia quiero y no sacrificios» ( O s 6,6); p o r q u e n o h e v e n i d o a l l a m a r a ju s t o s , sino a pecadores. 9. El episod io simb ólico del pa ralítico , en el qu e se ofrece la sal vación a todo hombre sin distinción, se concreta en la llamada de
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dadores y pecadores y se reclinan con ellos. La comida-banquete es figura del reino de Dios (cf. 8,11). La escena significa, por tanto, que también los excluidos de Israel van a participar de él. La lla mada de Mateo ha abierto a «los pecadores» o impíos la puerta del reino de Dios, actualizado en el banquete mesiánico. La «lle gada» de los «recaudadores y pecadores» para estar a la mesa con Jesús y los discípulos en el acto de perfecta amistad y comunión, indica que también ellos han dado su adhesión a Jesús y consti tuyen un nuevo grupo de discípulos. Su fe/adhesión ha cancelado su pasado, son hombres que van a comenzar una nueva vida. No es condición para el reino la buena conducta en el pasado ni la observancia de la Ley judía. Basta la adhesión a Jesús. Nótese que el término «pecadores/descreídos» no designaba sólo a los judíos irreligiosos, que hacían caso omiso de las prescripciones de la Ley, sino también a los paganos. La escena abre, pues, el futuro hori zonte misionero de la comunidad. 11-13. Oposición de los fariseos, los que pro fes ab an la ob ser vancia estricta de la Ley se guardaban escrupulosamente del trato y del contacto con las personas impuras (pecadores). Se dirigen a los discípulos y les piden explicaciones sobre la conducta de su maestro. Responde Jesús mismo con una frase proverbial sobre los que necesitan de médico. Denuncia la falta de conocimiento de la Escritura que muestran los fariseos, que no comprenden el texto de Os 6,6 (cf. Mt 12,7). Dios requiere el amor al hombre antes que su propio culto (cf. 5,23-24). Esto invierte las categorías de los fariseos, que cifraban su fidelidad a Dios en el cumplimiento exacto de todas las prescripciones de la Ley, pero condenaban se veramente a los que no las cumplían (cf. 7,lss). La frase final de Jesús tiene un sentido irónico. «Los justos», que no van a ser llamados por él, son los que creen que no necesitan salvación.
9 , 1 4 -1 7 :
CADUCAN LAS INSTITU CION ES DE ISRAEL
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15Jes ús les co n tes tó : — ¿ P u e d e n e s t a r d e lu to lo s a m ig o s d el n o v io m ie n tr a s e l n o v i o e st á c o n e l l o s ? L l e g a r á e l d í a e n q u e l e s a r r e b a t e n a l n o v io y e n t o n c e s a y u n a r á n . 16 N a d i e e c h a u n a p i ez a d e p a ñ o sin estrenar a un manto pasado, porque el remiendo tira del m a n t o y d e j a u n r o t o p e o r . 17 T a m p o c o s e e c h a v i n o n u e v o e n o d r e s v i e j o s , p o r q u e , s i n o , r e v i e n t a n l o s o d re s : el v i n o s e derrama y los odres se echan a perder; no, el vino nuevo se e c h a en o d r e s n u e v o s , y a s í l a s d o s c os a s s e c o n s e rv a n .
Juan Bautista está ya en la cárcel (4,12). Según la presentación que ha hecho Mt, Juan no ha pretendido hacer discípulos ni fun dar escuela; su papel era de mero precursor (3,11). Aparecen aho ra, sin embargo, «los discípulos de Juan», que mantienen su adhe sión a él. «Discípulos» son los que siguen la doctrina de un maes tro; éstos han conferido a Juan ese papel. Quieren perpetuar su figura y doctrina, absolutizándolas, contradiciendo a su carácter de p re c u rso r. De hecho, no ll am an a Jesú s «M ae stro». La práctica religiosa de los discípulos de Juan se ha asimilado a la de los fariseos. El papel renovador de Juan y su oposición a los fariseos, a quienes calificó de «camada de víboras» (3,7), han sido olvidados por sus discípulos. Estos han integrado a Juan en el antiguo sistema. Reprochan a Jesús no atenerse a la tradición ascética de los grupos observantes de Israel. Consideran indiscu tible que para formar a los discípulos hay que imponerles una severa disciplina. La respuesta de Jesús enfoca la cuestión desde un punto de vista completamente distinto. Compara su convivencia con los
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que es amistad con él. Siendo el ayuno expresión de tristeza, es incompatible con la presencia de Jesús. Llegarán días, sin embar go, en que el ayuno esté justificado, cuando los discípulos se vean p riv ad o s de la p resen cia del am ig o («el día en que les a rre b a te n ai novio»). La pregunta de los discípulos de Juan mostraba su extrañeza y escándalo porque Jesús no imponía a sus discípulos la disciplina ascética tradicional. Jesús les explica ahora la razón usando dos comparaciones, la de la pieza de paño nuevo en un vestido viejo y la de los odres y el vino. Lo viejo y lo nuevo son incompatibles; todo compromiso lleva al fracaso y a la ruina de ambos. Con su p re sen cia com ie nza u n a época de novedad rad ical. Esta perícopa está íntimamente ligada a las anteriores y cons tituye el centro de esta sección. Jesús llama al reino de Dios a «los pecadores», térm in o que in clu ye a los pag ano s en su signific ado y en la futura realización del reino. Jesús afirma que en la comuni dad mesiánica (Mesías-Esposo) no se va a imponer a sus discí pulos la p raxis religiosa ju d ía. Las an tig u as in stit u cio n e s y p rá c ticas, que pertenecen a la tradición cultural de un pueblo, no pue den adaptarse en absoluto a la universalidad de la comunidad mesiánica. Lo mismo que para entrar en el reino la única con dición es la adhesión a Jesús, así lo es también para pertenecer a él. Jesús libera a los futuros discípulos procedentes del paga nismo de toda dependencia de la cultura judía. El antiguo Israel ha pasado, y sus instituciones con él. Es de notar que Jesús considera el ayuno no como una práctica religiosa, sino como expresión personal de tristeza. Es un hecho lo que puede llevar a los discípulos a ayunar: la ausencia del Es poso, que te n d rá lu g ar en su Pasió n y m uerte. U na vez re su cita do , su presencia será continua (28,20). El ayuno no tiene relación con Dios: como las lágrimas, es una expresión de la tristeza, que el
9,18-26: LA SITUACION DE ISRAEL
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20 E n esto u n a m u j e r q u e s u fr ía d e flu jo s d e sa n gre de sd e hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el bord e d e l m a n t o , 21 p e n s a n d o : « C on só lo t o c a r l e el m a n t o , m e sa l varé.» 22 Je sú s se vo lvió , y al v e rla le d ijo : — ¡A nim o, h ija ! T u fe te h a sa lv a d o . Y desde aquel momento quedó curada la mujer. 23Jes ús llegó a casa del pe rs o n aje y al ve r a los flau tistas y e l a lb o r o t o d e l a g e n t e , d i j o : 24— ¡ F u e ra , q u e la m u c h a c h a n o h a m u e r t o , s i n o q u e duerme! E l l o s s e r e ía n d e él. 25 C u a n d o e c h a r o n a l a g e n te , e n t r ó J e s ú s, c o g ió a l a m u c h a c h a d e l a m a n o y e l l a se l e va nt ó . 26 L a n o t i c ia d e l h e c h o s e d i v u l g ó p o r to d a a q u e l l a c o m a r c a . La fórmula inicial «mientras Jesús les hablaba» indica la unión temática entre esta perícopa y la anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simple mente se levanta y lo sigue con sus discípulos. Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús (20). Padece una enfermedad (flujos de sangre) que la hace impura. La Ley le prohibía terminantemente tocar a cualquier per sona, para no comunicar su impureza. El número «doce», aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. La mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de
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EL ISRAEL MESIANICO " ,T y»
la llama «hija». Israel reconoce su situación de pecado. La frase «tu fe te ha salvado/curado» incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico (9,2). El término «hija», que se aplica figuradamente al pueblo per sonificado en su capital (Zac 2,11 LXX; 9,9), pone a esta mujer en relación con «la hija» del jefe. Ambas son figuras de Israel; la p rim e ra d escribe la causa de su m al, su exclu sivism o; la segunda, simboliza que ese mal lleva al pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El «padre/jefe» ha sido incapaz de mantenerla en vida. Para Jesús, sin embargo, esa muerte no es necesariamente defini tiva. Utiliza para designar a la hija el término «muchacha» o «mo cita» (korasion), que designa a la jovencita apta ya para el matri monio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (18: «mi hija») a la de independencia (24.25: «mu chacha»). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo. Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús (23s). Israel vuelve a la vida como futura esposa («muchacha»). Jesús es «el esposo» (9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza (26,28). La fama de Jesús se extiende.
Los dos cie gos
27 C uan do se m arc hó de allí, al p a sa r lo sig uiero n do s cie gos pidiéndole a gritos: — T en c o m p a s ió n d e n o s o tr o s , H ijo d e D avid . 28Al lleg ar a la casa, se le ac er ca ro n los ciegos; Je sú s les
9,27-31:
l o s
d o s
c ie g o s
00
ración y lo aclaman reconociéndolo como Hijo de David. Este título ha aparecido encabezando la genealogía de Jesús (cf. 21,9), ju n to con el de h ijo de A brahán (1,1). Es la heren cia que le co rre s ponde p o r la ascend en cia de José, pero su re alid ad es m uy supe rior a ella. El mismo negará en el templo que el Mesías sea «hijo/ sucesor» de David (22,41-46). El no tiene padre humano y no se define, por tanto, por la ascendencia de José. Su dependencia de la tradición de Israel se rompe por el nacimiento virginal. Nacido por obra del Espíritu y teniendo por Padre a Dios, se define como el Mesías Hijo de Dios (cf. 16,16; 26,63) y como «el Hombre». Acla marlo como hijo de David significa no conocer su verdadera rea lidad, considerarlo un Mesías nacionalista (cf. 20,30). Solamente después de su entrada en Jerusalén, cuando haya cumplido la pro fecía de Zac 9,9 sobre el Mesías no violento (21,4s) y haya hecho la denuncia del templo que manifiesta su ruptura con la institución ju d ía (21,13), te n d rá este títu lo su v erd ad ero sen tid o m esiánico y será aceptado por Jesús (21,15s). Aquí son ciegos los que lo acla man como hijo de David; en el templo serán precisamente aquellos a quienes él ha curado de su ceguera. Jesús no reacciona ante la aclamación de los ciegos. «La casa» es símbolo de su comunidad y allí se le acercan los ciegos. Jesús se refiere solamente a la peti ción implícita que le han hecho («ten compasión de nosotros», en relación con 5,7). Ante la fe de los ciegos, toca sus ojos y pronuncia una frase en todo semejante a la que dijo al centurión («Según la fe que tenéis, que se os cumpla»). Dar vista a los ciegos era uno de los signos de la salvación definitiva, anunciada por los profetas, como símbolo de la liberación de la tiranía (Is 29,18ss; 35,5.10; 42,6s; 49,6.9s). Las tinieblas se desvanecen ante la revelación de Dios (cf. Is 60,1).
Et m udo
32 M ie n tra s sa lía n lo s c ieg os, le p r e s en t a ro n a un e n d e m o n i a d o m u d o . 33 E c h ó a l d e m o n i o y e l m u d o h a b l ó . L a m u l t i t u d decía admirada: — J a m á s se h a v is to c o sa s e m e ja n te e n Is r a e l. 34E n cam bio , los farise os d ecían : — E c h a a los d e m o n io s co n p o d e r del je fe d e lo s d e m o n io s.
Estrecha conexión de esta perícopa con la anterior y, a través de ella, con el episod io de la m u jer y la hija del jefe. Sigue el con texto de la liberación de Israel de la muerte. El término griego kóphos significa sordo, mudo y sordomudo; aquí se subraya la mudez. Este hombre es incapaz de comunicación. Su enfermedad no es física, sino causada por un demonio. En el episodio de los gadarenos (8,28-9,1), único en que se ha descrito la liberación de endemoniados, el demonio equivalía al espíritu de violencia. Aquí, «estar endemoniado» significa cerrarse a la comunicación. Nuevo símbolo de Israel, que se cierra en sí mismo. La curación del sordo mudo (cf. 11,5), como la de los ciegos, alude a Is 35,5, texto profético que anuncia el éxodo definitivo, la vuelta de los rescatados p o r el S eñor (Is 35,10). Com o la causa de la ceguera era la con cepción del Mesías como Hijo de David, la mudez se debe a la mentalidad exclusivista, consecuencia del nacionalismo que implica esa concepción del Mesías. Para el éxodo definitivo, en el que Jesús, el «Dios entre nos otros» (1,23), toma el puesto atribuido a Yahvé en el AT, se requiere, p o r tan to , re n u n c ia r al nacio nali sm o exclu siv is ta . Isra el tiene que abrirse a la humanidad. Pero esta exigencia de Jesús a Israel vale
9,32-34:
e l
m u d o
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ma el principio con la curación del criado del centurión pagano, que da ocasión para que Jesús afirme la integración de los paga nos en el pueblo elegido, sin más condición que la fe en su persona. La curación de la suegra de Pedro es una tentativa para hacer salir al discípulo de su mentalidad nacionalista, obstáculo a la misión entre los paganos. Con un texto de Is 53,4, modificado por Mt, se expresa la misión de Jesús: liberar a los hombres de todos los males que los afligen. La sección termina con el viaje a la región de Gadara (8-18-9,1), en el que se muestra la oposición del paganismo a la salvación que Jesús le ofrece, porque ella derriba el tipo injusto de sociedad que lo caracteriza. La segunda sección (9,2-34) tiene en el centro la perícopa del Esposo (9,14-17), que anuncia el cambio de alianza y la insuficiencia de las instituciones de Israel para ser el marco de la alianza nueva. Antes de esta perícopa central hay un tríptico: curación del para lítico, que explica la causa de la situación de la humanidad («los pecados») y cóm o Jesú s no solam en te b o rra el p asad o pecador, sino que infunde al hombre nueva vida; la llamada de Mateo, el «re caudador/pecador» (9,9), concreción de la salvación universal figu rada por la curación del paralítico; la admisión de «pecadores» al reino de Dios, simbolizado por la comida en casa de Jesús, y la p ro testa de los fariseo s (9,10-13). Está seguida por otro tríptico: la resurrección de la hija del jefe con el encla ve de la m u je r con flu jo s (9,18-26), ín tim am en te unido a la curación de los dos ciegos (9,27-31) y a la del mudo (9,32-34). El primer episodio indica la razón de la situación des esperada de Israel: su exclusivismo, significado por la Ley sobre la impureza que impedía su curación. Los dos últimos exponen
PRIMERA MISION DEL ISRAEL MESIANICO
(Me 6,34; 3,13-19; Le 10,2; 6,12-16) 35 R e c o r r í a J e s ú s t o d o s lo s p u e b l o s y a l d e a s , e n s e ñ a n d o en las sinagogas, proclamando la buena noticia del reino y curando todo achaque y enfermedad. 36 V iendo a las m u ltitud es , le dio lás tim a d e ellas, po rq u e andaban maltrechas y derrengadas como ovejas sin pastor. 37 E n t o n c e s d i j o a s u s d i s c í p u lo s : — L a m ie s es a b u n d a n te y lo s b r a c e r o s p o c o s; p o r eso , 38 r o g a d a l d u e ñ o q u e m a n d e b r a c e r o s a s u m i es . 10 1Y l l a m a n d o a s u s d o c e d i s c í p u l o s , l es d i o a u t o r i d a d sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad. 2 L o s n o m b r e s d e l o s d o ce a p ó s t o l e s s o n é s t o s : p r i m e r o Simón, al que llaman Pedro, y su hermano Andrés; Santiago Z e b e d e o y s u h e r m a n o J u a n ; 3 F e l ip e y B a r t o l o m é , T o m á s y M a te o el r e c a u d a d o r , S a n t ia g o A lfe o y T a d e o , 4 S i m ó n el F a n á tico y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. 35,38. En pa rale lo con 4,23, com ienza aq u í u n a nueva sección del evangelio (9,38-11,1), constituida sobre todo por la instrucción a los Doce para la misión. 9,35-38 constituye la introducción a la misión y al discurso y describe la lastimosa situación de Israel a los ojos de Jesús. Se abre con un sumario de la actividad de Jesús (35), que des
9,35-10,4:
pr im e r a
Mi s i o n x
de l
i s r a e l
m e s iá n ic o
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que colaboran en su misión. La alusión indica que comienza el tiempo escatológico, la etapa final de la historia, inaugurada con la presencia de Jesús y la cercanía del reinado de Dios. La petición se dirige al dueño de la mies, el Padre. Jesús no pid e al Padre que envíe segadores, p ero recom ienda a los discípu los que lo hagan. Es una manera de prepararlos a la misión que sigue. La petición les hará tomar conciencia de la necesidad y los dispondrá a responder a la llamada de Jesús. 10,1-4. Mt no desc ribe la ins titu ció n de los Doce. Su pue sto lo ocupan las bienaventuranzas, donde establece el estatuto de la nueva alianza y, por tanto, funda el nuevo Israel. «Sus doce dis cípulos», nombrados por primera vez, son, por tanto, la figura representativa del Israel mesiánico. El número doce alude a la p len itu d escato ló gic a de Israel. En su estad io fin al, el pueblo ele gido comprende tanto a israelitas como a «pecadores» e incluirá también a los paganos. Para la misión, los hace participar de su autoridad sobre «los espíritus inmundos». Es la primera vez que aparece en Mt esta expresión, aunque se ha mencionado a los «espíritus» que Jesús expulsaba en 8,16. Se repetirá en 12,43.45. El texto de 8,16 prueba que estos espíritus equivalen a «los demonios». Jesús capacita a los discípulos para vencer la resistencia al men saje opuesta por las ideologías que dominan al hombre. Según la construcción del texto, parece que los espíritus inmundos están también en relación con las enfermedades. Esto mostraría que estas enfermedades son efecto de la adhesión a ideologías contra rias al plan de Dios (cf. 8,14-15). Los doce discípulos son llamados ahora los doce apóstoles o enviados (sólo aquí en Mt). Esto significa que la misión es propia
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EL ISRAEL MESIANICO
calificativo «el fanático» o «zelota», por pertenecer, como Simón Pedro (8,14s), a círculos nacionalistas exaltados. El último de la lista es Judas Iscariote, el traidor. Su figura volverá a aparecer en el relato de la pasión (26,14.25.47; 27,3).
In str u c c io n e s
(Me 6,7-13; Le 9,1-6) 5 A estos doce los envió Jes ús con esta s in stru cc ion es : — N o to m é is el c a m in o d e los p a g a n o s n i e n tr é is en c iu d a d d e s a m a r i t a n o s ; 6 m e j o r es q u e v a y á is a l as o v e j a s d e s c a r r i a das de Israel. 7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de b a ld e . 9 N o o s p r o c u r é i s o r o , p l a t a n i c a l d e r i l la p a r a l le v a r l o e n l a f a j a ; 10 n i t a m p o c o a l f o r j a p a r a el c a m i n o , n i d o s tú n i c a s , ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sustento. 11 C u a n d o e n t r é i s e n u n p u e b l o o a l d e a , a v e r ig u a d q u i é n hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis. 12Al e n tr a r en un a ca sa, salu d ad . 13Si la casa se lo m erece , l a p a z q u e l e d e s e á i s se p o s e so b r e e l l a ; s i n o s e l o m e re c e , vuestra paz vuelva a vosotros. 14 Si a lg u n o no o s re c ib e o n o o s e sc u ch a , a l s a li r d e su ca sa o del pu eb lo sac ud ios el po lvo de los pies. 15Os ase g uro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Go-
10,16-33:
PERSECUCIONES
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obras se realizan con «las ovejas descarriadas de Israel»; son, por tanto, una expresión de la ayuda que el discípulo debe prestar (5,7). Jesús añade un aviso: la idea de lucro ha de estar ausente de esta actividad (8). Se hace, por tanto, con «limpieza de corazón» (5,8), sin segundas intenciones. La opción por la pobreza que ha hecho el discípulo (5,3) ha de ser bien visible (9.10). No deben llevar dinero alguno, tampoco pro visiones (alforja), ni dos túnicas o sandalias, como la gente aco modada. La prohibición de llevar bastón simboliza la renuncia a toda violencia, incluso en defensa propia (cf. 5,39). El desprendi miento absoluto del discípulo se funda en su confianza de que no faltará el sustento. Jesús los exhorta a la confianza que había de tener el discípulo en el Padre del cielo (6,25-34). La misión es un trabajo por el que se busca que reine la justicia del Padre (6,33); éste se ocupará de lo demás. «Se merece» recibir al enviado (11) quien está abierto al men saje del reino, es decir, los que no se conforman con la situación existente. Los Doce enviados son mensajeros de paz (cf. 5,9) y trabajar por ella es su labor. Esto se refleja en su saludo (12s). Hay, sin embargo, quienes rechazan este mensaje. En tal caso los enviados deben desentenderse de ellos con un gesto simbólico, usado al abandonar tierra pagana (14). Jesús anuncia un juicio que será más severo para los que no acogen el anuncio del reino, que p ara las ciu dades paganas p ro v erb ialm en te m ald ita s (15).
Persecuciones
(Me 13,9-13; Le 21,12-17)
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EL ISRAEL MESIANICO
23 C u a n d o o s p e r s i g a n e n u n a c i u d a d , h u i d a o t r a , p o r q u e os aseguro que no habréis acabado con las ciudades de Israel antes que vuelva el Hombre. 24 Un d iscípu lo no es m ás qu e su m ae stro , ni u n esclavo m ás q ue su a m o. 25 Ya le b as ta al d iscípu lo con se r com o su m a e s t r o y a l e s c la v o c o m o s u a m o . Y s i a l c a b e z a d e f a m i li a l e h a n p u e st o d e m o t e B e l c e b ú , ¡ c u á n t o m á s a l o s d e s u c a s a ! 26 C o nq ue no les c o já is m ie do , p o r q u e n a d a ha y c u b ie rto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba sa b e rs e ; 27 lo q u e o s d igo de n o c h e , d e c id lo e n p le n o d ía , y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea. 28 T a m p o c o t e n g á i s m i e d o d e l o s q u e m a t a n e l c u e r p o p e r o n o p u e d e n m a t a r l a v id a ; t e m e d s i a c a so a l q u e p u e d e a c a b a r c o n v i d a y c u e r p o e n e l f u e go . 29 ¿N o se v en d e n u n p a r d e g o r r io n e s p o r u n o s c u a r t o s ? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa v u e s t r o P a d r e . 30 P u e s d e v o s o t r o s , h a s t a l os p e l o s d e l a ca b e z a e s t á n c o n t a d o s . 31 C o n q u e n o t e n g á i s m i e d o , q u e v o s o t r o s v a léis más que todos los gorriones juntos. 32 E n c o nc lu sió n : P o r to d o el q u e se p r o n u n c ie p o r m í a n te los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Padre del cielo; 33 p ero al q ue m e niegu e a n te los h o m b res, lo neg aré yo a mi vez ante mi Padre del cielo. La situación de los discípulos en medio de la sociedad será como la de hombres inermes ante enemigos despiadados. Así como la perícopa anterior trataba de la actitud de los discípulos y su trabajo por la paz (cf. 5,3.7-10), en ésta se describe la persecución
10,16-33: PERSECUCIONES
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les faltará un momento (19-20). El mensaje causará divisiones tre mendas en la misma familia. Unos delatarán a otros, y harán que sean condenados a muerte (21). La sociedad no soportará a los discípulos. La salvación está en mantenerse firmes hasta el final. Para el discípulo, esta clase de muerte no es un fracaso, sino un éxito que corona toda su vida (22). Si se encuentran perseguidos en una ciudad, deben huir a otra. No fa lta rán ciu d ades an tes de «la llegada del H om bre» (23). E sta llegada se refiere sin duda a la destrucción de Jerusalén (cf. 26,64), cuando terminará el plazo para la proclamación del mensaje a Israel como pueblo. El destino del discípulo es el mismo de su maestro. Si éste ha sido rechazado por los círculos fariseos como enemigo del orden querido por Dios (agente del demonio), lo mismo y más sucederá con ellos (24s). La sociedad se defenderá del mensaje de Jesús con toda clase de insultos y calumnias (cf. 5,11). 26-31. Instru cció n sobre el tem or, que de sarro lla la últim a bien aventuranza (5,10). Ante la amenaza que supone la sociedad, no hay que amedrentarse. El mensaje no puede ocultarse, y procla marlo es la labor de los discípulos. No les recomienda Jesús que se enfrenten con los perseguidores, pero sí que no cesen por nin gún motivo de propagar el mensaje. Lo que un tiempo ha estado escondido, tiene que llegar a saberse en todas partes (26-27). No hay motivo para vivir en el miedo, pues los hombres pueden su p rim ir la vid a físic a (el cuerpo), p ero no la p erso n a (psukhé = el yo vivo, consciente y libre). Jesús vuelve a insistir en que la muerte no es una derrota (28; cf. 10,22). En caso de que hubiese que te mer a alguien, ese temor estaría justificado sólo respecto a Dios Creador, el único que podría destruir al hombre. Sobre «el fuego»
No paz, sino e sp a d a s
(Le 12,51-53; 14,26-27) 34 N o p en sé is q ue h e v en id o a se m b r a r p az en la tie rr a : n o h e v e n id o a s e m b r a r p a z , s in o e s p a d a s ; 35 p o r q u e h e v e n id o a e n e m i s t a r a l h o m b r e con su padre, a la hija con su m adre, a la nuera con la suegra; 36 así qu e los e n e m ig o s de uno serán los de su casa (Miq 7,6). 37 E l q ue q u ie re a su p a d r e o a su m a d re m á s q u e a m í, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más qu e a m í, no es dign o d e m í; 38 y el q ue no coge su cru z y m e s i g u e , n o e s d i gn o d e m í . 39 E l q u e e n c u e n t r e s u v i d a , l a p e r d e r á , y e l q u e p i e r d a su vida por mí, la encontrará. 40 El q ue os recib e a v o so tros , m e re cibe a m í, y el qu e m e r e c i b e a m í r e c i be a l q u e m e h a e n v i a d o . 41 E l q u e r e c i b e a u n p r o f e ta en c a lid a d d e p r o f e ta t e n d r á re c o m p e n s a d e p ro f e ta ; el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompen s a d e ju s t o ; 42 y c u a l q u i e r a q u e le d é a b e b e r a u n q u e s e a u n vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su calidad de discípulo, no perderá su recompensa, os lo aseguro. 11 ‘ C u a n d o t e rm i n ó d e d a r i n s t ru c c i o n e s a s u s d o c e d i s cípulos, Jesús se marchó de allí, para enseñar y predicar por aquellos pueblos. 10,34-39. Je sú s disip a un m ale nte nd ido (cf. 5,17). La paz q ue él trae (cf. 5,9) se basa sobre la opción contra la riqueza, el pres
10,34-11,1: NO PAZ, SINO ESPADAS
10‘)
contrar» significa reservarse, tener para sí. El discípulo no debe tener un apego a su persona que lo lleve a reservarse su vida, debe saber darla. El que se desentiende de la necesidad del mun do y busca su comodidad o seguridad, ése se pierde. El que se arriesga, ése se encuentra. Son nuevas formulaciones de la salva ción (22.32) y del peligro de perderse por el miedo (26.28.33). 40-42. La fidelidad de los discípu los los hace se r po rtad or es, p a ra el que los ac oge, de la p resen cia de Jesú s y del Padre (40). La bendición que obtiene el que los acoge está en proporción con la clase de acogida que les haga. Acoger significa compartir lo que se tiene con la persona a quien se acoge; es la generosidad la que da valor a la persona (6,22s). La última afirmación de Jesús p resen ta una ap a ren te in cong ruencia p o r el paso de la terc e ra p e r sona a la segunda, que debería estar incluida en ella: «Quien da de beber a uno de estos pequeños...en calidad de discípulo...os lo aseguro.» Lo normal sería que dijese «a uno de vosotros, que sois pequeños», pues ellos so n los doce dis cípulos de Jesú s (10,1; 11,1). Con esto indica Mt que los discípulos no son realmente doce ni se limitan a los que vivían de hecho con Jesús, sino que esa cate goría es más numerosa y que Jesús habla de toda época. Los doce mencionados por sus nombres representan a la entera comunidad de Jesús, pero no la agotan. Lo característico del discípulo es ser «un pequeño», uno que no pretende la grandeza mundana se gún el contenido de la primera bienaventuranza (5,3). Dar un vaso de agua fresca, en el clima caliente y seco de Pa lestina, era una muestra de verdadera hospitalidad. Jesús se remite al AT; el dicho «quien recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta» se refiere a los ejem plo s de E lias y Elíseo n ar ra d o s en 1 Re 17,9-24 y 2 Re 4,8-37.
B. O P O S I C I O N D E L O S D I R I G E N T E S E INCOMPRENSION DEL PUEBLO
E m is a r io s d e Juan B a u ti s ta y elogio de Ju an
(Le 7,18-35) 2 J u a n se e n te ró e n la cá rc el de las o b r as q u e h a cía el Mesías y mandó dos discípulos a preguntarle: 3—¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro? 4Jesús les respondió: — Id a c o n ta r le a J u a n lo q u e e s tá is v ie n d o y o y en d o : 5 Ciegos ven y c o j o s a n d a n , leprosos quedan limpios y sordos oyen, muertos resucitan y p o b r e s reciben la buen a n otic ia (Is 26,19). 6 Y ¡dichoso el qu e no se esc an da lice de mí! 7Mientras se alejaban, Jesús se puso a hablar de Juan a las multitudes: 8 — ¿ Q u é s a l is t e is a c o n t e m p l a r e n el d e s i e r t o ? , ¿ u n a c a ñ a sacudida por el viento? ¿Qué salisteis a ver si no?, ¿un hom b r e v e s tid o c o n e le g a n c ia ? L os q u e v is te n c o n e le g a n c ia , a h í los tenéis, en la co rte de los reyes. 9 E nto nc es, ¿a q ué salis teis?, ¿a ver un profeta? Sí, desde luego, y más que profeta; 10es él de qu ien es tá esc rito: Mi ra, y o te en vío m i m e n s a j e r o p o r delan te; é l p r e p a r a r á t u c a m i n o a n t e t i (Mal 3,1)
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y dicen: «¡Vaya un comilón y un borracho, amigo de recau dadores y descreídos!» Pero la sabiduría de Dios ha quedado ju s tif ic a d a p o r su s o b ra s .
2-6. Ju an B au tista e stá en la cárc el (cf. 4,12). Allí se e n te ra de las obras que realiza el Mesías, a quien él había reconocido en su b autism o (3,14). Po r m edio de dos dis cípulos, le m an d a recado. Los discípulos de Juan han aparecido antes (9,14); apegados al estilo de vida fariseo, no comprendían a Jesús. Juan se sirve de ellos p a ra p ro p o n e r a Jesús una p re g u n ta q ue revela su p ro p ia in deci sión: «¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?» «El que había de venir» fue la expresión utilizada por Juan para anunciar la llegada del Mesías-Esposo (3,11). La pregunta remite, p o r tan to , d irec tam en te a aquel pasaje, y esto expli ca su sentido. Juan había anunciado un Mesías cuyo bautismo tendría carácter de juicio; separaría a los que habían respondido a su predicación, siendo para ellos la efusión del Espíritu; pero, por otro lado, para los que no habían practicado la enmienda, en particular para los círculos de poder, fariseos y saduceos (3,7ss), significaría la des trucción (fuego). Esta idea central de juicio fue desarrollada por Juan con la imagen del hacha puesta a la raíz del árbol (3,10) y del labrador que reúne el trigo y quema la paja (3,12). Nada tiene de extraño, pues, que a n te la activ id ad de Jesús, quien h a sta ah o ra no se ha enfrentado directamente con las minorías dominantes ni da sen tencia condenatoria, sino que soporta la oposición (9,11-13.14), Juan se pregunte si verdaderamente es el Mesías o si es otro el que va a realizar el juicio que se espera. Juan concibe a un Mesías que va a actuar con la fuerza y va a derribar a los que ejercen el poder.
11,2-19: EMISARIOS DE JUAN BAUTISTA
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Termina Jesús su exposición con un aviso, que es al mismo tiempo una bienaventuranza: «Dichoso el que no se escandalice de mí» (6), es decir, el que acepte su modo de obrar y, con él, su p erso n a y m is ió n. E s un aviso y u n a recom endació n a Juan. Se re fleja aquí el diálogo entre Juan y Jesús con ocasión del bautis mo (3,14s). Juan no entendía que el Mesías solicitara su bautismo, y Jesús le hizo comprender que este símbolo de muerte resumía la voluntad del Padre sobre ellos dos. Pero Juan no ha terminado aún de entender lo expuesto entonces por Jesús. 7-15. Dada la res p u esta a los em isarios de Jua n, Jesús hace su elogio ante las multitudes. Sus preguntas van en crescendo. Juan no ha sido un hombre que haya contemporizado con los poderosos (cf. 3,7-12) ni haya v acilad o an te la violenc ia (cf. 1 Re 14,15); tam po co ha vivido en el lujo (alusión al vestido y modo de vida de Juan, 3,4). Claramente, el pueblo consideraba a Juan un profeta (cf. 21,26), p ero Jesú s va m ás allá: es m ás q ue p ro fe ta (9), p o r se r el p re c u rso r del Mesías. Lo apoya con un texto (10) que combina dos del AT. Su primera parte corresponde a Ex 23,20. Juan va a preparar el éxodo definitivo, que será obra del Mesías, y cuya tierra prometida es el reinado de Dios. Todo el texto se inspira también en Mal 3,1. «Tu camino» es en Mal 3,1 el camino de Yahvé; en Mt se aplica a Jesú s; él, como es «Dios en tre no sotros» , va a con du cir el éxodo (10). Con introducción solemne («Os aseguro»), establece una contrapo sición: afirma la excelencia de Juan sobre todos los personajes históricos que lo habían precedido, pero, al mismo tiempo, afirma que el más pequeño en el reino de Dios (alusión a los discípulos, a los que en 10,42 ha calificado de «pequeños») es más grande que él. Marca así Jesús la diferencia entre la época del AT y la que
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realidad y exige la enmienda (3,2; 4,17), es decir, la cesación de la injusticia (cf., por ej., Is l,16s), los círculos de poder se ponen en contra y usan la violencia contra él. De hecho, Juan, anunciador del reino (3,2), está ya en la cárcel (11,2) y crece la oposición a Jesús (9,3.11.14.34; 10,25); pronto se decidirá su muerte (12,14). Fi nalmente, da Jesús el rasgo definitivo de Juan (14). En la doctrina de los letrados se afirmaba que Elias había de preceder al Mesías p ara re sta u ra rlo todo (17,11). Jesú s afirm a q ue es Ju a n quien en carna la figura de Elias. Lo propone como algo que deberían ad mitir sus oyentes («aceptadlo si queréis»). Jesús no intenta demos trar esta afirmación: aceptarla supone un cambio de mentalidad, pues J u a n /E lia s, en lu g ar de h ab e rse p re sen ta d o com o u n a figura de autoridad, está en la cárcel, perseguido. Por eso, esta verdad no puede ser admitida más que por los que han renunciado a es p e r a r un rein o de Dios que se im pone desde el cielo de m odo p ro digioso (14). Es precisamente por la dificultad de aceptar esto para los que están imbuidos de la ideología mesiánica tradicional, por lo que Jesús añade la advertencia: «Quien tenga oídos, que escu che» (15). 16-19. Jes ús sigue ha bla nd o a las mu ltitud es, y va a h ac er un a dura crítica de los que no aceptaron a Juan ni lo aceptan a él. No critica a la multitud que lo escucha, pues va a referirse a terceras p erso n as (w . 18s: d ijero n , dicen). De ah í la trad u cció n «esa cla se de gente». El griego genea (cf. genesthai, genos) significa ante todo el clan o la familia, la estirpe. En el NT, el término asimila el sentido de dár (arameo), dór (hebreo), que es doble: 1) cronológico, «período de tiem po», «edad» (traducid o también por aión) y, por metonimia, los indivi duos que viven dentro de un determinado período de tiempo, «genera ción»; 2) ético, grupo de individuos que se comportan de determinado
11,20-24: RECRIMINA A LAS CIUDADES
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de la cultura judía (9,14-17) y su aceptación de los recaudadores y pecadores en el rein o de Dios, ro m p ien d o los esquem as religio sos. Quieren desacreditarlo. Toman pretexto de su vida no ascética para ridiculizar su comportamiento («un comilón y un borracho») e in tentan difamarlo por tratar con gente despreciada («amigo de re caudadores y pecadores»). La campaña difamatoria intenta cubrir los verdaderos motivos de la oposición a Juan y a Jesús. En el v. 19, Jesús se designa como «el Hombre», expresión de p ro fu n d o contenid o te ológico. «El H om bre» acabado, el p o rta d o r del Espíritu de Dios, no se sale de la sociedad como Juan para llevar una vida peculiar. Siendo «el Hombre» la cima de lo hu mano, no se avergüenza de ser hombre y asumir lo que es común a todo hombre. Con esto rechaza Jesús que la praxis ascética sig nifique una ascensión en la perfección humana. La pobreza que él p ropon e y p ractica no signific a priv ación v o lu n taria de lo nece sario. La sabiduría de que habla Jesús se refiere, sin duda, al plan de Dios. El lo va actualizando con «las obras del Mesías» que pro vocaron la pregunta de Juan Bautista (11,2), es decir, con la libe ración del pueblo, la supresión de su estrechez nacionalista, la curación de sus deficiencias. A la campaña difamatoria de sus ene migos (cf. 5,11) opone Jesús los hechos de su actividad. Para todo hombre de buena voluntad, son éstos el criterio de juicio.
R ecr im in a a las c iu d a d es
(Le 10,13-15) 20 S e p u s o e n t o n c e s a r e c r i m i n a r a la s c i u d a d e s d o n d e h a b í a
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de escuelas rabínicas y centros de cultura religiosa. Su indiferencia está en relación con la descrita antes bajo la imagen de los niños que no hacen caso a sus compañeros (ll,16s). Ambos datos indi can que la invectiva a las ciudades mira, sobre todo, a los círculos intelectuales que van a mencionarse a continuación (11,25). La enmienda fue la exigencia expresada por él ante la cercanía del reinado de Dios (4,17). A pesar de los hechos que acreditan la cercanía del reinado, esas ciudades no han cambiado de vida. «Enmendarse» (metanoeó) significa cesar de practicar la injusti cia y comenzar una vida justa. Debe cambiar la calidad de las re laciones humanas; pero nada ha cambiado en esas ciudades. No han dado el paso preliminar para el reinado de Dios (20). No han hecho caso de los hechos objetivos (20-21: egenonío) que han po dido presenciar, fruto de la actividad de Jesús. Corozaín estaba a unos 3 km. al norte de Cafamaún; Betsaida, a unos 10 km., en la desembocadura del Jordán. La comparación que hace Jesús acusa a estas ciudades de ser más rebeldes a Dios que las ciudades paganas del Norte, bien conocidas. Isaías había p red ich o la ru in a de T iro y Sid ón. U sando la im agen del «día del ju ic io », afirm a Jesús que el d estin o de la s ciu d ad es p aganas será más llevadero que el de las judías (21-22). «El sayal y la ceniza» eran símbolos de arrepentimiento (cf. Dn 9,3ss; Jon 3,6-8). El caso de Cafarnaún, ciudad donde Jesús se había instalado (4,13), es aún más grave. No sólo es más rebelde que los paganos; Jesús la considera peor que Sodoma, prototipo de ciudad maldi ta (cf. 10,15), por haber ignorado la nueva realidad que en ella se ha manifestado (23-24). Para describir su ruina usa Jesús unos ver sículos de la sátira de Isaías por la caída de Nabucodonosor. Este es precipitado del vértice de la gloria al vértice de la miseria (Is 14, 13.15). Se deduce de esta perícopa que Mt ve en Galilea una resis tencia encarnizada al mensaje de Jesús. La buena noticia encontra
11,25-30:
a c e r c a o s
a
m i
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h a s e sc o n d i d o e s t as c o s a s a l o s s a b i o s y e n t e n d i do s, s e l as has rev elado a la gente sencilla; 26sí, P ad re, be n d ito seas, p o r haberte parecido eso bien. 27 Mi P a d r e m e lo h a e n t re g a d o t o d o ; al H ijo lo c o no c e só lo e l P a dr e y a l P a d r e lo c o n o c e s ó l o e l H i j o y a q u e l a q u i e n e l H i j o s e l o q ui e r a r e v e l a r . “ A c e rc ao s a m í to d o s l o s q u e e s t á is r e n d i d o s y a b r u m a d o s , q u e y o o s d a r é r e s p i r o . 29 C a r g a d c o n m i y u g o y a p r e n ded de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro resp iro, 30 pu es m i yug o es llevad ero y m i ca rg a ligera. La expresión introductoria «por aquel entonces» enlaza de algún modo esta perícopa con la anterior. Después de la recriminación a las ciudades que no responden aparece la respuesta favorable de la gente sencilla. Por contraste con la invectiva anterior, en esta períc o pa Jesús alab a al P adre p o r lo que está sucedie ndo. A pare ce el Padre como el Señor del universo. Jesús bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías (11,2.19). La revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías, después de los episodios de los panes (16,17). Se trata, pues, de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías. La revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y autoritaria. Sin embargo, el Padre ha querido ha cerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza de co razón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir
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conforme con la situación en que vive. No es culpa de Jesús, sino del hombre. El que se tiene por «justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la llamada de Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está cerrado a la revelación del Padre (25s). La frase de Jesús «mi Padre me lo ha entregado todo» está en relación con la designación «Dios entre nosotros»: Jesús es la presencia de Dios en la tierra. También con la escena del bautismo, donde el Espíritu baja sobre Jesús y el Padre lo declara Hijo suyo. La posesión de la autoridad divina fue afirmada por Jesús en el episodio del paralítico (9,6). La relación íntima entre Jesús y el Padre la establece la comunidad de Espíritu. Por eso nadie puede conocer al Padre sino aquel a quien el Hijo comunique el Espíritu, que establecerá una relación con el Padre semejante a la suya. Es decir, el conocimiento de Dios de que se glorían los sabios y entendidos, que se adquiriría a través del estudio de la Ley, no es verdadero conocimiento. Este consiste en conocerlo como Padre, experimentando su amor, y sólo se consigue esta experiencia por la comunicación que hace Jesús del Espíritu que recibió (27). De ahí que invite a todos los que están cansados y agobiados por la enseñanza de esos sabios y entendidos. El se presenta como maestro, pero no como los letrados, dominando al discípulo; él no es violento (cf. Zac 9,9), sino humilde (cf. Dn 3,87), en contraposición al orgullo de los maestros de Israel. Su enseñanza es el descanso (cf. Jr 6,16), después de la fatiga del pasado (28s). Jesús invita a aceptar su yugo, imagen de las exigencias que se derivan de su mensaje; su yugo es llevadero, no como el de la Ley propuesta por los letrados, y su carga es ligera (cf. 23,4). Estudiar la Ley debía servir para acercarse a Dios; Jesús invita a acercarse a él directamente; su persona es el medio (la Ley) y el término (Dios). Invita a romper con otros maestros y a aceptar su enseñanza.
12,18: ARRANCANDO ESPIGAS EN SABADO
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— ¿N o h ab éis leíd o lo qu e h izo D avid cu an d o él y su s hombres sintieron hambre? 4Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la ofrenda, cosa que no les estaba perm itida ni a él ni a sus h om bre s, sino só lo a los sa cerd otes. 5 Y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precep to en el tem plo sin incurrir en culpa? 6 Pues o s digo que hay algo más que el templo aquí. 7Si comprendierais lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no con den aríais a los que n o tienen culpa. 8 Porqu e el Hom bre es señor del precepto. El contraste expresado antes entre Jesús como maestro y los maestros de Israel (11,2830) va a explicitarse ahora. Jesús suprime la carga insoportable de la observancia del sábado y la Ley misma del descanso festivo. Para entender todo el alcance de estas perícopas hay que tener en cuenta que el sábado representaba la síntesis de la Ley. Según los rabinos, observar el sábado equivalía a observar la Ley entera, y el precepto del descanso tenía él sólo más peso que todo el resto de la Ley junto. Al desligar Jesús a sus discípulos de la observancia del sábado, los desliga de la Ley entera. La perícopa está íntimamente unida a la anterior por la identidad de fórmula inicial. La sección comienza con la imprecación a las ciudades (11,20: «enton ces») y se continúa por las conexion es temporales hasta 12,21 (cf. 12,22: «entonces», cf. 12,38). 1. Jesús marcha por los sem brad os. Los discípu los son m encionados sólo a continuación. El itinerario de Jesús es el de los suyos. Al contrario que Me y Le, Mt señala que los discípulos sien-
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de la historia de David (1 Sm 21,lss), quien, ante la necesidad propia y la de sus hombres, se permitió contravenir a lo expresamente prescrito en la Ley (Lv 24,9). «Panes de la ofrenda», cf. Ex 25,30; 40,4; Lv 24,5s; 1 Sm 21,1; 1 Re 7,48; 2 Cr 4,19. La argum entación de Jesú s se basa hasta este momento en que la necesidad del hombre es razón suficiente para ignorar ocasionalmente un precepto de la Ley. Con esta comparación pone la obligación del sábado, que para los rabinos era la máxima, a la altura de un precepto ritual secundario. 5. Jesús añade otro argum ento («¿No hab éis leído?»), ahora a partir de la Ley, es decir, de los libros de Moisés. En la frase distingue entre el día de sábado (gr. tois sabbasin) y el precepto del descanso (gr. to sabbaton). No sólo el hombre puede eximirse de la obligación en caso de necesidad; la Ley misma relativiza el precepto del descanso. De hecho, el trabajo en el templo era mayor en los días festivos que en los días ordinarios, pues aumentaba el número de ofrendas (Nm 28,9s). La obligación del culto a Dios prevalece sobre la del descanso. La ley del descanso —y, en consecuencia, la Ley entera— no es un absoluto. 68. Conclusión del argum ento anterior. Si el temp lo exime de la obligación del descanso, hay aún una realidad superior al templo, Jesús mismo. Reprochando a los fariseos no saber interpretar la Escritura («si comprendierais»), confirma lo dicho con una cita de Oseas (6,6): es Dios mismo quien relativiza la obligación del culto, anteponiendo al mismo el servicio al hombre. «Misericordia» (gr. eleos) significa el amor que se traduce en ayuda (cf. 5,7). «Sacrificio», las prescripciones cultuales en general y las del sábado en particular. En consecuencia, la censura hecha por
12,914: EL HOMBRE DEL BRAZO ATROFIADO
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precedencia sobre el precepto del descanso. Es él quien realiza el designio de Dios, no los que subordinan el bien del hombre a los preceptos legales.
El hombre del brazo atrofiado (Me 3,16; Le 6,611) 9
Se m arch ó de allí y fue a la sinag og a de ello s. 10Ha bía allí un hombre con un brazo atrofiado; para poder acusar a Jesús, le preguntaron: — ¿E stá p erm itid o curar en sáb ado? 11 El les re sp on dió : — S u p o n g a m o s que uno de v o so tr o s tien e una ov eja , y que un sábado se le cae en una zanja, ¿la agarra y la saca o no? 12 Pues ¡cuánto m ás vale un hom bre qu e una oveja! Por tanto , está permitido hacer bien en sábado. 13E nto nc es le dijo al hom bre: — E x tien d e el brazo. Lo exten dió y qu edó san o y norm al com o el otro. 14Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con él. La controversia continúa en la sinagoga. «Brazo», gr. kheir, que significa «brazo» o «mano». En este contexto, donde el hombre ha de extenderlo (13), ha de interpretarse como «brazo», símbolo de la actividad. «Atrofiado», lit. seco, reseco, sin vida.
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vitud a la Ley. Cambio de valores y de criterio: para él, el valor supremo es el hombre, y el criterio de moralidad, el bien del hombre. Ellos, en cambio, ponen la Ley por encima del hombre, indiferentes al mal que esto pueda causar. Como en Me, el hombre del brazo reseco es la única persona presente en la sinagoga además de Jesús y los fariseos. No hay un público que reaccione ante la curación. Este hombre representa al pueblo mismo, cuya actividad e iniciativa están atrofiadas por el peso de la Ley y de sus preceptos. El hombre sometido a la Ley tiene sus posibilidades mermadas, no se desarrolla. La obligación del sábado, como se ha dicho, representa a la de la Ley entera. Es ella la que tiene al pueblo paralizado, incapaz de actividad propia. La Ley externa, que determina la vida del hombre, no le deja espacio para su creatividad. Jesús libera al pueblo de este yugo. Esto explica la reacción homicida de los dirigentes. Jesús emancipa al pueblo de su dominio, ejercido mediante la Ley, y le da libertad y capacidad de acción. No se trata solamente de la emancipación del hombre de la tutela religiosa, sino, desde el punto de vista de los fariseos, de una subversión social.
El siervo elegido 15 J es ús s e e n te ró y s e m a rc h ó de allí. Lo s ig u ie ro n m u c ho s y él los curó a tod os, 16m an dá nd oles qu e no lo descub rieran. 17Así se cu m plió lo que dijo el pro feta Isaías:
Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él pondré mi espíritu
18
12,1521: EL SIERVO ELEGIDO
este pasaje, todo hombre necesita ayuda (cf. 5,7; 12,7). Les prohíbe hacer pública su actividad. 1721. Mt ve en esta actitud de Jesús el cum plim iento de un texto de Isaías (42,14) que trata de la figura del Servidor de Dios. No utiliza el texto griego (LXX) ni traduce exactamente el hebreo. Adapta el texto del profeta a su propia teología. El término griego pais, «chico», significa lo mismo «hijo» que «siervo». El paralelo de las escenas del bautismo (3,16s) y la transfiguración (17,5) hacen prevalecer el sentido de «hijo». El Padre lo presenta al mundo («Mirad»). «El elegido» es también título mesiánico de Jesús (cf. Le 9,35; 23,35). «Mi amado», «mi predilecto» corresponden a las designaciones dadas por la voz del cielo en el bautismo (3,17: «a quien yo quiero, mi predilecto»). «Mi amado» es prácticamente sinónimo de «hijo único» (cf. Gn 22,2). El Espíritu de Dios, en perspectiva de AT, es Dios mismo en cuanto fuente de vida y energía. Se comunica al hombre para capacitarlo en vista de una determinada misión. El paso de tiempos pasados (v. 18a, en cast. presente intemporal) a futuro (18b21) muestra dos tiempos: el de la elección de Jesús y el de su investidura para la misión. También en la escena del bautismo llega Jesús al Jordán dispuesto a hacer su compromiso hasta la muerte y, por tanto, consciente de su misión mesiánica. Es al salir del agua cuando recibe la investidura. La misión para la que lo capacita y a la que lo impulsa el Espíritu es anunciar el derecho a las naciones. La obra salvadora del Mesías no se circunscribe al pueblo de Israel. 18. Relacionando este d icho con las curaciones narradas antes, que son el cumplimiento de este texto profético, aparece que «el derecho» o nueva norma de justicia resume el principio de Jesús: la ayuda al hom bre e stá por encim a de la Ley. La relativi
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nio de Dios; Dios no quiere al hombre para sí, sino para la humanidad (12,7); el derecho que Jesús propugna coincide con las relaciones ideales entre los hombres. La aspiración universal por una sociedad justa encontrará su fundada esperanza en este Mesías. Mt describe en este pasaje su idea del Mesías. Es aquel que, gracias a la abolición de la Ley mosaica, que paraliza al hombre y crea el obstáculo entre Israel y los demás pueblos, llega a establecer una humanidad justa. Esto se hace por la fuerza del Espíritu que en él habita y actúa. Mt responde aquí a la tercera tentación del desierto. No será el Mesías un ambicioso que busca el litigio y usando la fuerza se disputa con otros el poder ni que pretenda apoyarse en la popularidad con las masas (19); su labor será paciente y buscará promover el bien de los débiles, sin perder nunca la esperanza (20). Su camino será el del amor desinteresado que cura y ayuda al hombre. La descripción de Mt, respuesta a la tercera tentación, previene a los discípulos sobre cómo han de promover también ellos el reinado de Dios (cf. 6,10.13).
Lo acusan de magia (Me 3,2030; Le 11,1423; 12,10; 6,4345) 22Le acercaron en ton ces un end em oniad o ciego y mudo; él lo curó y el m ud o h ab laba y veía. 23 To da la m u ltitud decía asombrada: — ¿N o será éste el H ijo de D avid? 24 Per o los fa rise o s, al o ír e sto , dijer on : — S i é ste ech a los d em on io s no es m ás q u e con p od er de Belcebú, el jefe de los demonios. 25Jesú s, sabien do lo que p ensab an, les dijo:
12,2237: l o a c u s a n d e m a g ia
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su lto contra el E spíritu no tend rá perdón . 32 Es decir, al que hable en contra del Hombre se le podrá perdonar; pero el que hable en contra del Espíritu no tendrá perdón ni en esta edad ni en la futura. 33O decla ráis san o el árbo l y san o el fruto , o de clará is dañado el árbol y dañado el fruto; porque el árbol se conoce por el fruto. 34 ¡Camada de víboras! ¿C óm o pu eden ser bu enas vu estras palabras siendo vosotros malos? Porque lo que rebosa del corazón lo hab la la boca: 35 el qu e es b uen o saca cosa s b ue na s de su almacén de bondad; el que es malo saca cosas malas de su almacén de maldad. 36 Y os digo que el día del ju icio los ho m br es darán cu en ta de toda palabra falsa q ue hayan pro nu nciad o, 37p ues p or tus palabras te absolverán y por tus palabras te condenarán. 22. Nueva sección. En Mt, los dem onio s son los agentes del «diablo» o «Satanás», el poder. El influjo de Satanás en el hombre consiste en infundirle la estima y el deseo del poder al nivel que sea, la sumisión a él y la creencia de que el reinado de Dios se realiza usando la fuerza. Se justifica así el ejercicio de la violencia en el terreno individual y social. Esta ideología hace al endemoniado ciego y mudo. Es tipo del Israel, el pueblo que vive en la tiniebla (cf. 4,16; 9,2731), es decir, en la opresión. La ideología del poder, que se concreta en el ideal mesiánico, impide a Israel la comunicación con los demás pueblos. Nótese la terminología de Mt; en lugar de «expulsar» al demonio, Jesús
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23. La reacción de las mu ltitu des es po sitiva (cf. 7,28s; 8,1). Aquí la expresión de Mt es m ás universal: «toda la m ultitud» (lit. «todas las multitudes»); el asombro es general y provoca una reacción que no habían provocado antes otras obras de Jesús (11,4s). La pregunta de las multitudes refleja la creencia contemporánea sobre el Mesías. Se creía que Dios haría llegar la nueva edad en cualquier momento por medio de un Mesías que habría de ser el verdadero sucesor de David y al que se llamaba a menudo «el Hijo de David», no tanto por su genealogía cuanto por su misión. Se pensaba que existía ya, pero que su identidad permanecería oculta hasta que llegase el momento señalado para su aparición. Entonces se manifestaría por señales y portentos. Las obras de Jesús dan origen a la pregunta. Las masas esperaban ser liberadas de la opresión ejercida por los dirigentes. De ahí que la obra realizada por Jesús, que saca al individuo del dominio de la ideología oficial, les suscite la idea del Mesías. 24. Los fariseos proponen una interp retación diferente de la actividad de Jesús: realiza su actividad como agente del jefe de los demonios. Los que pretenden quitarle la vida (12,14) ven un peligro en la opción de la gente. Si Jesús obtiene esta popularidad, su propósito falla. Tienen que anular su fama: acusación de magia, castigada con la muerte. No lo han dicho de modo que Jesús pudiera oírlo, difunden la calumnia entre la gente (25: sabiendo lo que pensaban). «Belcebú», nombre antiguo de una divinidad cananea (cf. 2 Re l,2ss). Es aquí un m odo popular e insultante ( = «señor del excremento») de llamar a Satanás (cf. v. 26). Para Mt, Satanás es una designación con valor teológico, el Enemigo del hombre y del plan de Dios. La acusación de los fariseos se hace en categorías supers-
12,2237: l o a c u s a n d e m a g ia
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2930. Otra con secu encia. Si Jesú s está saquean do la casa del fuerte (= Satanás), es señal de que ya ha vencido al fuerte. Su victoria ha sido su compromiso mesiánico: en vez de buscar la gloria ha aceptado morir para salvar al hombre y ha recibido el Espíritu de Dios (3,15s). Jesús no ha sido tocado por la ambición de poder (4,111). El portador del Espíritu de Dios es inmune a la propuesta del espíritu inmundo. De ahí que pueda saquear su casa, liberar a la gente de la sumisión al sistema religioso que los esclaviza. Sólo el que es libre puede liberar. «Satanás» aparece encarnado en la institución judía. No pretende Jesús asumir el poder, tomar el puesto de los que dominan, sino vaciarles la casa. En esta empresa no caben neutralidades; quien no opta por Jesús se pone en contra suya; «reunir» denota la reunión del Israel escatológico; «dispersar» la ruina de la esperanza de Israel (cf. Ez 34,13.16; Is 40,11; 49,6). 31. Todo pecado es rem isible, excepto la mala fe. El pecado r puede reconocer su situación, pero el que obra con mala fe se niega a reconocerla. Hablar mal de Jesús por no descubrir en él al Hombre, tiene perdón: los educados en otra mentalidad no comprenden la libertad que concede, ni su labor de liberar a los oprimidos por la institución judía; podrán, sin embargo, llegar a ver y rectificar. Pero los que a sabiendas llaman obra diabólica a la liberación del hombre, cuando una de las líneas maestras del AT es que Dios detesta la opresión y se pone en favor del pobre y oprimido, no tienen perdón, porque por intereses bastardos defienden lo contrario de lo que saben. Israel mismo tuvo su origen en la acción liberadora de Dios, pero ahora sus dirigentes se oponen a toda acción liberadora. Son ellos los que usan la violencia contra el reinado de Dios (cf. 11,12; 12,14).
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3637. «Palabra falsa», gr. rema argón; el adjetivo denota lo que eS ineficaz, estéril, inútil; de palabras, las que no expresan lo que ¿ebieran, por no corresponder a la realidad: embusteras, calumniosas; cf. Eclo 23,15: palabra injuriosa, insulto. La verdad o falsedad de las palabras, no sólo las obras, deciden el destino del nombre. En realidad, las palabras son también obras con las q^e puede hacer bien o dañar. La calumnia que acusa a Jesús de plagia pretende impedir la liberación del pueblo y que éste conozca al verdadero Dios.
La señal de Jonás (Me 8,1112; Le 11,2426.2932) 38E nto nce s, en resp uesta , algu no s de los letrad os y fariseos je dijeron: — M aestro, q u erem os ver una señ al tuya p erson al. 39E l les con tes tó : — ¡U na gen te perversa e id ólatra, y exig ien d o señ ales! Pues señal no se le dará ex ce p to la señ al de Jo ná s pr ofe ta. 40 Po rq ue si tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del mons ffUO(Jon 2,1), también tres días y tres noches estará el Hombre en el seno de la tierra. 41Los ha bitan tes d e N ínive se alzarán a carearse co n esta clase de gente y la condenarán, pues ellos se enmendaron con ja pred icación de Jon ás, y hay m ás q ue Jon ás aquí. 42La reina del S ur se p on drá en pie p ara carea rse con eSta clase de gente y la condenará, pues ella vino desde los confines de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay
12,3845:
l a
s e ñ a l
de
j o ñ a s
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niegan valor teológico a las que ha realizado anteriormente, lo mismo a «las obras del Mesías» (11,2) que a la liberación del endemoniado (12,22). Para ellos, lo que Jesús dice y hace carece aún del refrendo divino. La señal daría ese refrendo a las obras y a la autoridad de Jesús. Conexión con la segunda tentación del desierto (4,57). Implícitamente afirman que en tal caso estarían dispuestos a creer en él. 3940. Jesús rechaza de plano su petic ión. Los increpa. «Esta gente» designa ante todo a los fariseos y letrados, pero detrás de ellos al pueblo que está bajo su influjo y acepta su doctrina (11,16). «Malvada/perversa», palabra usada en v. 34 y que alude a Satanás: son enemigos de Dios. «Idólatra» (lit. «adúltera»), cf. Os 2,lss; 5,3s; Jr 3,6ss; Ez 23; Sal 73,27; etc., donde la infidelidad de Israel a Dios y a su alianza por seguir falsos dioses se expresa bajo la imagen del adulterio. «No se le dará», la indeterminación es teológica, es Dios mismo quien no les dará la señal. Una salvedad hace Jesús. Se les dará la de Jonás profeta. Compara el tiempo que media entre su muerte física y su manifestación vivo a los discípulos a los tres días y noches que estuvo Jonás en el vientre del monstruo. No se menciona la vuelta a la vida, pero está insinuada. Jesús habla a los que buscan acabar con él (12,14); no todo acabará con su muerte. Es «el Hombre» quien va a estar en el seno de la tierra, pero por un brevísimo período. «El Hombre» posee una calidad de vida que no puede ser vencida por la muerte. 41. «Para carearse», lit. «en el juicio (ju nto) con». Una de las formas de juicio en la cultura judía era el careo (rib): dos antagonistas, enfrentados, exponían cada uno sus argumentos, venciendo el que los presentara más fuertes. La sentencia no era más que
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Jonás y un rey mucho más sabio que Salomón. La culpa de «esta clase de gente» es mayor que la de sus antepasados. El ejemplo de Salomón y la reina compara lo sucedido entonces con lo que sucede con Jesús: los paganos muestran mayor sensibilidad que los judíos y dan mejor respuesta a la invitación de Dios. El pasaje está en relación con varios anteriores, en primer lugar con el del centurión, donde se comparaba la fe de un pagano con la de Israel (8,513). También con la invectiva contra las ciudades galileas, comparándolas con las paganas (11,2024). Finalmente, con la acción de gracias de Jesús (11,2530): los «sabios y entendidos» de aquel pasaje están representados aquí por los fariseos y, en particular, por los letrados. Estos constituyen «la gente malvada e idólatra». La «sabiduría» es la mencionada en 11,19. 4345. Este apólogo se aplica a cada individuo particu lar («un hombre»); de hecho, Mt precisa en 12,46 que Jesús habla «a las multitudes». El paso insensible de un destinatario a otro (de fariseos y letrados a las multitudes) muestra que son los primeros quienes infunden a la gente el espíritu inmundo del que Jesús la libera. «Lo echan de», lit. «sale», pasiva lexical del verbo «echar» ( = ser echado). Se prefiere esta traducción para no dar la impresión de que el espíritu inmundo sale por propia voluntad. El hombre no puede vivir sin motivación ni objetivo. Quienes, gracias a la actividad de Jesús, se han liberado de la ideología de letrados y fariseos, pero no dan su adhesión decidida a Jesús, caerán en un estado mucho peor que el anterior. «Siete» indica la totalidad. La posesión diabólica llega a su máximo y es definitiva. Dentro de la narración evangélica, el apólogo tiene aplicación a lo sucedido con Jesús (21,3341). Las multitudes, que habían hecho caso de Juan Bautista (3,5s; 14,5) y mostrado apego a Jesús
12,4650:
m a d r e
y
h e r m a n o s
de
j e s ú s
13 1
— ¿Q uién e s m i m ad re y q u ién es son m is h erm an os? 49Y señaland o con la man o a sus discípu los, dijo: — Aquí están m i m ad re y m is h erm an os. 50 P orque cu a lquiera que lleva a efecto el designio de mi Padre del cielo, ése es hermano mío y hermana y madre. Señala Mt que el apólogo anterior estaba dirigido a las multitudes. «La madre y los hermanos». Se incluía entre los «hermanos» a los parientes próximos en línea colateral (primos hermanos, segundos, etc.). En esta perícopa, donde los familiares de Jesús no son mencionados por sus nombres, «la madre» representa a Israel en cuanto origen de Jesús; «los hermanos», al mismo Israel en cuanto miembros del mismo pueblo. Israel se queda «fuera», en vez de acercarse a Jesús. Este rompe su vinculación a su pueblo. Su nueva familia está abierta a la humanidad entera; la única condición es llevar a efecto el designio de «su» Padre del cielo, que se concreta en la adhesión a Jesús mismo (cf. la correspondencia entre 3,17: «Tú eres mi Hijo», pronunciado por la voz del cielo, y «el designio de mi padre del cielo»). El designio del Padre, aceptado por Jesús con su bautismo y para el cual el Padre lo capacita con el Espíritu, consiste en que el hombre se comprometa hasta el final en la obra salvadora. Todo aquel que se asocie a este compromiso de Jesús queda unido con él por los vínculos más estrechos de amor e intimidad: se constituye así la nueva familia, el nuevo pueblo universal. La escena ha estado preparada por las reiteradas alusiones a la respuesta de los paganos y a la infidelidad de Israel (8,1012; 11, 2024). La sección comenzó con las dudas de Juan Bautista (11,3),
Discurso en parábolas (Me 4,120.3034; Le 8,415; 13,1821) 13 1Aqu el día salió Jesús de casa y se sen tó jun to al lago. 2 Se congregaron alrededor de él grand es m ultitud es de gente; él entonces se subió a una barca y se quedó sentado allí; toda la multitud se quedó en la playa. 3Les habló de muchas cosas en parábolas: — S alió el sem b rad o r a sem brar. 4 Al sem b rar, u n os granos cayeron junto al camino; vinieron los pájaros y se los comieron. 5 Otros cayero n en terreno roc oso , d ond e apen as tenían tierra; como la tierra no era profunda, brotaron en seguida; 6 pero en cu an to salió el so l se abr asaron y, por falta de raíz, se secaron. 7Otros cayeron entre zarzas; las zarzas crecieron y los ahogaron. 8Otros cayeron en tierra buena y fueron dando fruto: un os, ciento; otro s, sesenta; otro s, treinta. 9 ¡Quien tenga oídos, que escuche! Mt sitúa el discurso de las parábolas el mismo día de los sucesos anteriores; quiere, por tanto, enlazarlo con ellos. De hecho, la mención del reinado de Dios que sufre violencia se halla en 11,12, y el tema central de las parábolas será precisamente el reinado de Dios. Puede decirse, por tanto, que el discurso (13,152) y la escena de Nazaret (13,5358) terminan la sección. «La casa» de la que sale Jesús representa el círculo de sus discípulos de la escena anterior (cf. 13,36). Su salida está en relación con la del sembrador (3b). Sale a la orilla del mar, que es
13,117: d i s c u r s o e n p a r a b o l a s
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les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. “ Se cum ple en ellos la profecía de Isaías:
Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que veáis no percibiréis: 15 Porque está embotada la mente de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is 6,910). 16 ¡ D ic ho so s, en ca m b io , v u e st ro s o j o s p o rq u e v en y v u e stros oídos porq ue oyen! 17Pu es os osegu ro qu e m ucho s profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron. 10. Aparte con los discípu los. La pregu nta de éstos es explícita (cf. Me 4,10). No ven la razón de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan, por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos. 11. La razón de la diferencia en tre los discípu los y la gente es que aquéllos han recibido un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado» indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor, a Jesús mismo, que ejerce en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23; 9,6). La palabra «secreto/misterio», usada en el AT a partir de Daniel, denotaba una realidad de los tiem-
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aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús. 12. Dicho proverbial: ante el m ensaje, hay quienes lo asim ilan y producen los frutos correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado la enseñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o «Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,810), encarnado para la gente que lo escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo su posible asimilación (13,19). En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos: «obtener», «ganar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir» (cf. 16,7.8; 25,29). En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a la correspondencia a la invitación hecha en las bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido. 1315. Jesú s ma nifiesta la razón de su enseñan za en paráb olas. Responde a un hecho: que las multitudes no perciben ni comprenden. Jesús no las fuerza. Hasta ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido; falta así la base para continuar la exposición del mensaje en toda su amplitud y radicalidad.
13,1823: PARABOLA DEL SEMBRADOR
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cípulos (13,3643), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo —algún aspecto de la ideología del judaismo— que los incapacita para aceptar la enseñanza contenida en ellas (13,31s.33.44.45). 18 E sc uc ha d ah ora v o so tr o s la pa rá b ola d el sem b ra do r: 19Siem pre que u no esc uc ha el m en saje del reino y no lo en tiende, viene el Malo y se lleva lo sembrado en su corazón; eso es «lo sembrado junto al camino». 20«El que recibió la semilla en terreno rocoso» es ese que escucha el mensaje y lo acep ta en segu ida con alegría; 21 pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto surge una dificultad o persecución por el m en saj e, falla. 22 «El que rec ibió la sem illa en tre zarzas» es ese que escucha el mensaje, pero el agobio de esta vida y la sed uc ción de la riqueza lo ah oga n y se qued a estéril. 23 «El que recibió la semilla en tierra buena» es ese que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta. 18. Sin reproche algun o (cf. Me 4,13), Jesús explica a los suyos la parábola del sembrador. Lo que siembra el sembrador es el mensaje del reino contenido en las bienaventuranzas, en particular en la primera y la última: la opción que hace entrar en el reino (5,3) y la situación de persecución que la fidelidad a esa opción comporta (5,10). Constituye el núcleo de «los secretos del reino» (13,11).
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2021. Caso del hombre superficial qu e, aunque haga la opción, no se mantiene fiel a ella (5,10); corresponde al que edificó su casa sobre arena (7,26s; cf. 26,31). 2223. Las pre ocu pac iones de esta vida y la seducción de las riquezas están explicadas por Jesús en 6,2534; también ellas hacen ser infiel a la opción inicial (5,3; cf. 19,2325). El último caso, el de la tierra buena, corresponde al que fundó su casa sobre roca (7,24s). Se observa el fuerte sentido del verbo «entender»: significa «abrazar, hacer suyo, tomar por norma de la propia vida». La parábola y su explicación exponen, por tanto, las posibles actitudes con que un hombre puede presentarse ante el mensaje. Son un aviso de Jesús. No da él por descontado el éxito; éste depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a implantarse sin la colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de modo repentino; necesita ser acogido por el hombre y producir en él el fruto correspondiente. El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace faltar estar libre, en primer lugar, de la estima y ambición del poder (19). En segundo lugar, necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él pase lo que pase (20s). En tercer lugar, el hombre tiene que desprenderse de todo agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad (22). Jesús indica, por tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el mismo individuo. 24Les p rop us o otra parábola: — S e p arece el rein ad o de D io s a un h om b re q ue sem b ró sem illa buen a en su finca; 25 m ientr as to d os dorm ían llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó.
13,3135: EL GRANO DE MOSTAZA Y LA LEVADURA
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Terminado el aparte con sus discípulos, vuelve Jesús a dirigirse a las multitudes (cf. 13,34). El término con que Mt introduce esta parábola y la siguiente («propuso», gr. paretheken) se encuentra en Ex 19,7 y Dt 4,44, donde Moisés propone al pueblo la Ley que lo obliga. Se trata, pues, de principios fundamentales para el reinado de Dios. Mt omite la parábola de la «tierra automática» de Me 4,2629 y la sustituye por la del trigo y la cizaña. Al decir «otra parábola» la pone en conexión con la del sembrador. Pero así como ésta no trataba directamente del reino, sino de las actitudes del hombre ante el mensaje del reino, en la de la cizaña, en cambio, trata directamente del reinado de Dios. La presencia de malas hierbas en un campo es cosa normal. El rasgo peculiar de la parábola es que se atribuya a un enemigo, también sembrador, que actúa clandestinamente («mientras dormían»). La cizaña tiene fuertes raíces, entrelazadas con las del trigo, y, al arrancarla, podría arrancarse el trigo al mismo tiempo. Es imposible eliminar lo malo sin daño de lo bueno. En el reino hay que tolerar la presencia de lo bueno y lo malo, como Dios la tolera en su creación (5,45), respetando la libertad de los hombres. Hasta la cosecha hay que tener paciencia y dejar que crezcan ju ntas. La cizaña se m anifiest a cuando el trigo da fruto (cf. 3,8.10; 7,1719; 12,33; 21,43). Correspondencias entre 3,12 y 13,30: uso del verbo «quemar» (katakaió) y de «granero» (apothéké). Jesús corrige, pues, la visión del judaismo, formulada por Juan Bautista, de un juicio inmediato y definitivo. Este no se verificará en la época histórica del reino. Los obreros, en cambio, pretenden que el juicio se realice inmediatamente. 31 Les prop uso otra parábola:
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3132. Segu nda parábola preceptiva que corresp on de a Me 4,30 32. Comparada con la profecía de Ez 17,23, a la que se enlaza por la mención de los pájaros, muestra su sentido polémico: El reinado de Dios no será un gran cedro que domina a todos los árboles del bosque, sino un modesto arbolito que sube por encima de las legumbres de un huerto. No procederá de lo ya existente (cogollo del cedro, Ez 17,22); es una planta nueva. Para ponderar la pequeñez de algo se comparaba con el grano de mostaza. Contraste entre la pequeñez de la semilla y el árbol que resulta. A este modesto árbol confluirán los pueblos paganos (los pájaros). Jesús se opone así frontalmente a la esperanza de grandeza y de dominio universal propia del mesianismo nacionalista. Israel no dominará a las demás naciones ni el reinado de Dios tendrá en la historia la figura de un gran imperio. Por eso habla en parábolas, porque la multitud, imbuida de nacionalismo, no podría aceptar la exposición abierta de esta realidad. 33. «med io quintal»: lit. «tres sata». El saton era una medida de unos 14 kilos; en total, unos 42 kilos de harina, cantidad enorme para un pellizco de levadura. En la traducción se ha buscado un equivalente aproximado que dé la sensación de gran cantidad. «Tres medidas», sin indicar de algún modo su gran capacidad, no expresaría la oposición que establece el texto, paralela a la del grano de mostaza con el árbol que resulta. Eficacia de la levadura en la masa. Todo acabará por realizarse. La pequeñez del grano de mostaza y la levadura y su efecto desproporcionado coinciden con lo expresado en 5,17s. Todo se realizará a partir de los mandamientos mínimos. La levadura no se confunde con la masa, pero actúa sobre ella. Esta parábola completa la del grano de mostaza. No solamente hay hombres que
13,3643: a c l a r a c i ó n d e l a s p a r a b o l a s
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logia mesiánica nacionalista que espera la restauración gloriosa del reino de Israel. «Las cosas escondidas» corresponden al secreto del reino (13, 10). Nunca se había dado una revelación semejante del reinado de Dios. Estas parábolas revelan un concepto de Dios muy diferente del que aparece en el AT. No es el Dios triunfador, sino el Dios humilde; dentro de la historia su obra no es esplendorosa, sino modesta (mostaza); no se hace sin obstáculos, sino entre ellos (cizaña). El amor es al mismo tiempo fuerte y débil. Termina aquí la instrucción a las multitudes. 36 Lu ego d ejó a la gen te y se fue a casa. L os d iscíp u los se le acercaron a pedirle: — A cláranos la p aráb ola de la cizañ a en el cam p o. 37 E l les co n te st ó : — El que siem b ra la b u ena sem illa es el H om b re; 38 la fin ca es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizañ a so n los s ecu ac es del M alo; 39 el ene m igo que la siem bra es el diablo; la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los áng eles. 40 Lo m ism o que la cizañ a se en tresa ca y se qu em a, suce derá al fin de esta edad; 41el H om bre enviará a sus ángeles, escardarán de su reino todos los escándalos y a los qu e practican la iniqu idad 42y los arrojarán al horno encen dido ; allí será el llanto y el rec hina r de dien tes. 43 E nto nces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Quien tenga oídos, que escuche.
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38. «Ciudadanos del reino, secua ces del Malo»: en am bos casos se emplea la locución semítica «hijos de» (cf. 8,12). Podría traducirse en uno y otro caso «partidarios», pero 8,12 induce a pensar que se trata, con referencia al reino, no sólo de «partidarios», sino de «ciudadanos/súbditos». Es curioso que la buena semilla no sea el mensaje, sino «los ciudadanos del reino». Esta expresión había aparecido en 8,12, pero aquí no se refiere a los israelitas, sino a los que han hecho suyo el mensaje de Jesús. Son los que cumplen el programa anunciado en las bienaventuranzas (5,310), código del reino. Frente a éstos, que trabajan por la paz (5,9) y colaboran en la obra de salvación, aparecen otros, sus antagonistas, «los secuaces del Malo», es decir, los que siguen el programa opuesto, sintetizado en las tentaciones de Jesús: los partidarios del poder, el prestigio y la riqueza. De hecho, el que hace surgir en el mundo la oposición al programa de Jesús es «el diablo», encarnación del poder en todas sus manifestaciones. La victoria del reinado de Dios no es, pues, inmediata; encuentra un constante antagonismo (cf. 5,10). Este no es un mal que existía ya antes, sino nuevo, subsiguiente a la siembra hecha por el Hombre. No puede identificarse, por tanto, con los sistemas existentes, sino con las desviaciones que aparecen bajo el nombre cristiano. El pasaje está en relación con el de los «falsos profetas» (7,1520); son los árboles que dan frutos malos (7,17s). La contradicción dentro de la comunidad cristiana existirá siempre mientras dure su etapa histórica, y no hay que empeñarse en solucionarla antes de tiempo. La separación se hace en la etapa pos histórica inaugurada por «el fin de esta edad», que es al mismo tiempo su culminación (cf. 24,3; 28,20). No ha de confundirse simplemente con «el fin del mundo». Tie-
13,4452: e l t e s o r o e s c o n d i d o y l a p e r l a f i n a
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42. «El horno de fuego», imagen de la esca tología judaica, equ ivalente a la de la gehenna (5,22: «el quemadero»). «El llanto y el rechinar de dientes», suerte destinada al Israel infiel, cf. 8,12; además, 13,50; 22,13; 24,51; 25,30. La fase poshistórica del reino se llama «el reinado del Padre» (cf. 26,29). 43. «El resplando r de los ju sto s» , cf. Dn 12,3; Eclo 50,7. «Los justos» equivalen a «los ciu dadanos del reino» ( = la buena se m illa). No son ya «los justos» del AT (cf. 1,19; 13,17; 23,29), sino los que han practicado una fidelidad bien superior a la de los letrados y fariseos (5,20), por atenerse a las bienaventuranzas promulgadas por Jesús. «El reino del Padre de los justos»: éstos son, por tanto, los llamados «hijos de Dios», los que han trabajado por la paz (5,9). Se delimita el significado de «los secuaces del Malo»; son los que se han opuesto al desarrollo y felicidad del hombre por pretender poder o por desentenderse del prójimo. Jesús añade un aviso (43b), mostrando la importancia de la explicación dada. Esta es una advertencia a los suyos. En realidad, cualquier discípulo puede convertirse en cizaña: basta que ceda a la instigación del «diablo», al ansia de poder y prestigio en la comunidad. La suerte que le espera es la destrucción. 44 Se p arec e el rein ad o de D ios a un teso ro e sco n d ido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél. 45S e parece tam bién el reinad o de D ios a un com erciante qu e b usc ab a perla s finas; 46 al enc on tra r una perla de gran
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OPOSICION DE LOS DIRIGENTES
4446. Las parábolas del tesor o y de la perla contienen una misma enseñanza: que el compromiso total que exige el reino no se hace por un esfuerzo de voluntad, sino llevados por la alegría de haber descubierto un valor insospechado e incomparable. La renuncia a todo lo que se posee no es, por tanto, un acto ascético, sino espontáneo. El mensaje y la experiencia del reino relativizan todo valor hasta entonces conocido. Ambas parábolas se inspiran en el lenguaje sapiencial (cf. Prov 2,4; 3,14s; 8,18s; Job 28,18; Is 33,6). El reinado de Dios está escondido en el mensaje y la actividad de Jesús; en ellos anuncia su cercanía; quien los comprende entrega a ese mensaje su entera existencia, porque descubre en él el tesoro que puede enriquecr toda su vida. Estas dos parábolas proponen de nuevo la opción por la pobreza expresada en 5,3, como lo muestra la frase repetida «va a vender todo lo que tiene» (vv. 44.46; cf. 19,21); el tesoro y la perla son la experiencia del amor de Dios (5,3: «ésos tien en a Dios por rey»; cf. 6,20; 19,21), que causa una profunda alegría. 4750. La últim a parábola lleva tam bién su explica ción. El contenido coincide con la del trigo y la cizaña. La oposición de «buenos» y «malos» (gr. kala, sapra) corresponde a la de los árboles buenos y malos de 7,1519 (cf. 12,33); «los «malos» son los falsos profetas, los lobos con piel de oveja, los que siguen a Jesús sólo en la apariencia, pero persiguen objetivos inconfesables. En la explicación (48) son llamados «los malos/malvados», siempre en relación con «el Malo». Su destino es también el fuego destructor (50; cf. 13,42). La frustración definitiva del hombre («llanto y rechinar de dientes») es perder la vida para siempre. La parábola propone a los discípulos la suerte final, para orientarlos en la decisión presente. Los únicos que llegan a la vida son los que producen fruto.
Lo desprecian en su patria (Me 6,16; Le 4,1630) 53 C u an do a c ab ó e s ta s p ar á bo la s s e m a r c hó J es ús de allí, 54fu e a su tierra y se p uso a enseñ ar en la sinag oga de ellos. La gente decía impresionada: — ¿De d ón d e saca éste ese sab er y e so s m ilagro s? ^ ¿ N o es éste el hijo del carpintero? ¡Si su madre es María y sus herm an os de San tiago, José, Sim ón y Judas! 56 ¡Si sus h erm anas es tán todas con n osotros! E nton ces, ¿de dón de saca éste todo eso? 57 Y se esca nd alizab an de él. Jesú s les d ijo: — S ó lo en su tierra y en su casa d esp recia n a un p rofeta. 58N o hizo allí m uch os p rod igios p or su falta de fe. Mt, como Me (6,lb6), no nombra a Nazaret, dice «su tierra» (lit. su patria). Diferencias con Me: no llama a Jesús «el carpintero», sino «el hijo del carpintero» (55). Suaviza la frase de Me «no pudo hacer allí ningún prodigio» (58). Tampoco menciona que lo siguieran los discípulos (no está en relación con la misión, como en Me 6,7) ni el día de sábado (la cuestión del sábado ha terminado en Mt con 12,114). Esta escena pone el punto final a la enseñanza de Jesús «en las sinagogas» (4,23; 9,35). Resume, por tanto, la actitud de Israel (54: «su tierra/su patria») frente a Jesús al término de su actividad en Galilea. Pronto la dejará del todo para comenzar su cam ino (19,1). La escena es paradigmática: resum e la crisis de fe plan teada a partir del cap. 11 (cf. 11,6: «dichoso el que no se escandalice de mí», y 13,55).
C.
LAS SE ÑA LE S DEL EXODO DEL MES IAS
IDENTIDAD DE JESUS Y MUERTE DE JUAN BAUTISTA
(Me 6,1429; Le 9,79) 14 1Por aqu el en ton ces oy ó el tetrarca H erod es lo que se contaba de Jesús 2y dijo a sus servidores: — E se es Juan B a u tista; ha resu citad o y por eso los p o d eres actúan por su medio. 1 P or qu e H e r od es ha b ía m a n d a d o p re nd er a Ju an y lo ha bía metido en la cárcel encadenado; el motivo había sido Herodías, m ujer d e su herm ano F elipe, 4 pu es Juan le decía q ue no le estaba permitido tenerla por mujer. 5 Q u ería q uita rle la v id a, p er o tu v o m ie d o d e la g en te , qu e lo tenía por p r o fe ta .6 El día del cum pleaño s de Herod es danzó la hija de Herodías delante de todos, y le gustó tanto a Herodes 7 que ju ró darle lo qu e p idiera. 8 Ella, in stigad a po r su m adre, le dijo: — D am e ahora m ism o en u n a b an d eja la cabeza de Juan Bautista. 9 El rey lo sintió; pero deb ido al ju ram ento y a los in vitados o rden ó qu e se la dieran, 10y ma nd ó deca pitar a Juan en la cárcel. “ Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la muchacha y ella se la llevó a su madre. 12 S u s d is cí p u lo s r ec o gie ro n el ca d áv er , lo en te rr ar on y fu e ron a contárselo a Jesús.
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
pió hermano (Lv 20,21; cf. 18,16). En la narración de Mt, el nombre del hermano «Felipe/Filipo» es dudoso históricamente. El primer marido de Herodias se llamaba también Herodcs y era hermanastro de Herodes Antipas. Filipo el tetrarca, hermano también de Herodes, se casó con Salomé, hija del primer matrimonio de He rodías. El punto que interesa a Mt es que la unión de Herodias con Herodes era adulterina. El miedo al pueblo impide a Herodes matar a Juan; lo mismo pasará a las autoridades judías respecto a Jesús (26,35). Desde el punto de vista narrativo, el episodio no presenta dificultad. Hay que preguntarse, sin embargo, si Mt no le da un sentido teológico. De hecho, la imagen del adulterio es la consagrada en los profetas para la infidelidad a Dios (cf. 12,39). El episodio presenta además paralelos con el de la hija de Jairo: a la dualidad padre/hija corresponde aquí la de madre/hija. A la hija (9,18; 14,6: thugatér) se la llama en ambas ocasiones «la muchacha» (9,2425; 14,11: to korasion). El paralelo entre la hija de Jairo y la de Herodias hace probable que también ésta represente al pueblo de Israel sometido a la autoridad de sus dirigentes, representados allí por Jairo y aquí por la madre que toma las decisiones. El sentido teológico sería, pues, éste: los dirigentes judíos (Hero días) han dado su fidelidad a Herodes, que representa el poder tiránico y asesino; Con eso se han hecho infieles a Dios. El pueblo (la hija), sometido a ellos, se esfuerza también por complacer a Herodes. No tiene iniciativa ni decisión propia, depende en todo de los dirigentes (la madre). Juan Bautista denuncia este connubio ilegítimo entre los dirigentes judíos y Herodes; contesta el derecho de éste a ejercer su mandato. Los dirigentes (la madre) convencen a sus partidarios en el pueblo (la hija) de que pida la muerte de Juan. La opinión popular está, pues, dividida: por una parte, «la mul-
EL MESIAS E ISRAEL
Acoge y da de comer a cinco mil (Me 6,3044; Le 9,1017; Jn 6,114) BA1 enterarse Jesús, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Las multitudes lo supieron y lo siguieron por tierra desd e las ciud ad es. 14Al desem bar car vio Jesús una gran multitud, le dio lástima de ellos y se puso a curar a los en ferm os. 15Caída la tard e se acercaron los d iscípu los a decirle: — E stam os en d esp o b la d o y ya ha p a sa d o la hora; d esp id e a las multitudes, que vayan a las aldeas y se compren comida. 16Jesú s les con testó : — N o n ecesitan ir; d ad les v o so tro s de com er. 17E llo s le rep licaro n: — ¡S i aquí n o ten em o s m ás q ue cin co pan es y d os peces! 18L es dijo: — T ra édm elos. 19M andó a las m u ltitud es q ue se reco staran en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez se los dieron a las m ultitudes. 20 Com ieron tod os hasta qued ar saciado s y recogieron los trozos sobrantes: doce ce stos lleno s. 21 Com ieron unos cinco mil hombres adultos, sin mujeres ni niños. 22E n seguida o bligó a los d iscípulos a que se embarcaran
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que los han mantenido en la miseria. A «comprar» Jesús opone «dar»: son los discípulos los que tienen que dar de comer a la gente. Ellos estiman que no tienen lo suficiente. «Cinco» panes, en relación con los cinco mil hombres (21). Cinco panes y dos peces suman siete, el número que indica la totalidad. 1921. «Recostarse» para com er era propio de los hom bres libres y era la postura adoptada para la comida pascual, en recuerdo de la liberación de Egipto. Jesús coge todas las provisiones que tiene el grupo y pronuncia la bendición. Como en Me, ésta representa la acción de gracias a Dios por el pan; se desvincula el pan de sus posesores humanos para considerarlo como don de Dios, expresión de su generosidad y de su amor a los hombres. Repartir el pan y los peces significa prolongar la generosidad de Dios creador. Cuando se libera la creación del egoísmo humano, sobra para cubrir la necesidad de todos. La saciedad está en relación con la promesa de 5,6; se realiza la liberación de los oprimidos propia del reino de Dios. Las sobras, que llenan doce cestos, indican que compartiendo puede saciarse el hambre de Israel. La escena está en relación con el éxodo: lugar desierto, falta de comida, gente saciada inesperadamente. Se pensaba que el Mesías había de cumplir el éxodo, la liberación definitiva. Jesús propone en este episodio su modelo de éxodo. La gente ha salido de las ciudades (13), es decir, de la sociedad israelita (alusión a las ciudades que Jesús increpaba, 11,20). Es éste el punto de partida del éxodo. Al maná corresponden los panes y los peces que sacian a la multitud. No es un fenómeno prodigioso como aquél, sino una lección que da Jesús: el amor manifestado en el compartir todo lo que se tiene asegura la abundancia y libera de la esclavitud a la sociedad injusta. Este episodio se opone directamente a la primera tentación. «El diablo» había propuesto a Jesús la solución milagrosa para el hambre. Jesús rechazó la tentación. La solución
14,23b33:
anda
s o b r e
e l
agua
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amor manifestado en el compartir, que continúa la generosidad de Dios y hace sobreabundar sus dones en beneficio de todos; la tierra prometida significa las comunidades del Espíritu. Se explica también el sentido de la opción por la pobreza (5,3); «los pobres» son aquellos que no se reservan nada, sino que ponen lo que tienen a disposición de los que lo necesitan. Se cumplen aquí los dichos de Jesús sobre la generosidad (6,22s) y sobre la providencia del Padre (6,2534). 2223a. Jesús obliga a sus discíp ulo s a embarcar. Quiere ale ja rlos del escenario de la señal m esiánica y del contacto con la multitud. El se encarga de despedirla. Ahora es el momento, después de haber saciado su hambre (cf. v. 15). Sube al monte solo (cf. v. 23) a orar; primera vez que habla Mt de la oración de Jesús (la segunda y última será la de Getsemaní, 26,36ss). El paralelo con Getsemaní y la ocasión de popularidad que se ha presentado hacen pensar que la oración de Jesús tiene que ver con la tentación del mesianismo triunfal. El hecho de obligar a los discípulos a embarcarse, separándolos de la multitud, insinúa que Jesús ora por ellos, para que no cedan a la tentación de un Mesías de poder.
Anda sobre el agua (Me 6,4552; Jn 6,1521) ^ C aída iba ya muy vaba vien to dand o po r
la tard e, seg uía allí so lo. 24 M ientras tan to la barca lejos de tierra, maltratada por las olas, porque lleco ntrar io. 25 De m adru gada se les a cercó Jesús anel lago. 26Los d iscíp u los, v ién do lo and ar por el
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
— ¡Q ué p oca fe! ¿P or q ué h as d u dad o? 32 En c u an to su bie ron a la ba rca ce só el vien to. 33 Los de la bar ca se po stra ro n an te él diciend o: — R ealm en te eres H ijo de D ios. 23b26. Nuevo m om ento de la jornada, que coinc ide, sin em bargo, con el de v. 15. Son dos momentos no lejanos de la misma tarde. «Muy lejos de tierra», lit. «muchos estadios»; el estadio medía unos 185 metros. «Andar sobre el agua» era atributo propio de Dios (cf. Job 9,8; 38,16). La reacción de los discípulos es de incredulidad. No reconocen en Jesús al «Dios entre nosotros» (1,23). De ahí que quiten toda realidad a su presencia, considerándolo un fantasma. Rechazan la posibilidad de un hombreDios. : «La barca» de los d iscíp ulo s es figura de la com unidad. Jesús los envía «a la otra orilla», adonde habían ido con él (cf. 8,28), es decir, a país pagano. La misión debe hacerse repartiendo el pan con todos los pueblos, como acaban de hacer en país judío. «El viento» contrario, que les impide llevar a cabo el encargo de Jesús, representa la resistencia de los discípulos a alejarse del lugar donde está la esperanza de un triunfo, de que Jesús se convierta en el líder de la multitud. Consideran lo sucedido en el reparto de los panes como una acción extraordinaria exclusiva de Jesús, no como el efecto de la entrega personal, norma de vida para el discípulo. 27. Jesús se da a con ocer. La palabra «¡Animo!» disipa el temor provocado por la aparición. «Soy yo», fórmula de identificación con que Dios se revelaba en el AT (cf. Ex 3,14; Is 43,1.3.lOs); a ella corresponde la exhortación «no tengáis miedo». Pedro desafía en cierto modo a Jesús. Lo llama «Señor» y le pide que «le mande» ir a él: cree en el poder «milagroso» de Jesús, no en la fuerza del
14,34-36: c u r a c i o n e s e n g e n e s a r e t
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tervención milagrosa de Dios desde el cielo que resuelve la situación desesperada del hombre. El de Jesús es diferente: estando con él, el hombre se basta a sí mismo (cf. 19,26), ya está salvado. En cuanto Jesús sube a la barca cesa el viento, es decir, la oposición y resistencia de los discípulos. El viento era la búsqueda del triunfo humano. «Los de la barca», que representan a la comunidad cristiana, reconocen que Jesús es «Hijo de Dios». Nótese la ausencia de artículo. No se trata de «el Hijo de Dios» según la concepción tradicional, ni tampoco de un título exclusivo. Jesús es «Hijo de Dios», pero ha demostrado que también ellos pueden llegar a serlo.
Curaciones en Genesaret (M e 6,5356)
;
34 T e rm in a d a la tr a ve sí a t o m a r o n t ie rr a e n G e n e sa re t. 35 L o s hombres del lugar, al reconocerlo, avisaron por toda la com arca, y le llevaron los en fe rm o s,36 rog án do le qu e les dejara tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que lo tocaron se curaron. i.': • . • . . v. • • Llamaban Gennesar a una pequeña llanura muy fértil, limitada al norte por las cercanías de Cafarnaún y al sur por Magdala. Genesaret podría ser un pueblo situado en aquella comarca. De hecho, la barca no llega a la orilla pagana; los discípulos no están preparados para la misión. Por eso, Jesús tendrá que repetir el episodio de los panes, enseñarles de nuevo cómo han de ejercer la misión, ya directamente en medio de los paganos (15,3239).
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
2—¿Se puede saber por qué se saltan tus discípulos la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer? 3El les replicó: — ¿Y se p u ede sa b er por qué o s sa ltá is v o so tr o s el m an d am iento de D ios, en n om bre de vu estra tradición ? 4 Porque Dios dijo: « Sustenta a tu padre y a tu madre» y « quien deja
en la miseria a su padre o a su madre tiene pena de muerte»
(E x 21,17). 5 En cam bio, v oso tros dec ís q ue e l qu e declara a su padre o a su madre: «Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al tem plo» 6 ya no e stá ob ligad o a sustentar a su padre; así, en nombre de vuestra tradición, habéis invalidado el mandamiento de Dios. 7 ¡H ip óc rita s! Qué b ie n p r of etiz ó d e v o s o t r o s Isa ía s c ua n do dijo:
Este 8 pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; 9 el culto que me dan es inútil, pues la doctrina que enseñan son preceptos humanos (Is 29,13). 10Y llam an do a la m u ltitud , les dijo: — E scu ch ad y en ten d ed : 11 N o m a n ch a al h om b re lo que entra por la boca; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre. 12Se acercaron en ton ces los disc íp u los y le dijeron: — ¿ S ab es que lo s fa riseo s se han e sca n d a liza d o al o ír esa s palabras? 13R esp on d ió él:
15,120: LA TRADICION DE LOS MAYORES
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Se plantea en este relato una cuestión crucial, la de la tradición que se hace pasar por interpretación auténtica de la Escritura. Se toca en este pasaje el tema de lo puro e impuro. Aunque aparentemente anticuada, es importante comprender el sentido profundo de esta distinción. Las prescripciones sobre la pureza legal presuponían que el contacto con el mundo exterior podía impurificar al hombre; la pureza/impureza establecía, además, una distinción entre objetos o personas. La observancia de esta ley llevaba a la idea de que para mantenerse en contacto con Dios era necesario precaverse del contacto con el mundo y con ciertos hombres. En efecto, extendida a las personas, esta ley creaba una discriminación entre hombres puros e impuros, atribuida a la voluntad de Dios mismo. Dentro de Israel, los israelitas que no cumplieran exactamente las prescripciones de la tradición eran considerados impuros por los fariseos, pero los paganos lo eran por el mero hecho de no ser israelitas. La ley de lo impuro establecía, pues, la superioridad de Israel sobre los demás pueblos y prescribía la separación absoluta de ellos. Encerraba a Israel en un ghetto exclusivista. Se explica que los grandes episodios referentes a los paganos, el del centurión (8,513) y el de la cananea (15,2128), con el segundo episodio de los panes (15,3239), se coloquen después que Jesús ha suprimido la barrera de la impureza (8,24; 15,120). El tema de fondo es, pues, aquí qué es lo que realmente separa al hombre de Dios. 19. «Entonces» enlaza esta períco pa con la anterior. Jesú s se encuentra en el mismo territorio donde ha estado curando. «Fariseos y letrados de Jerusalén»: comisión llegada del centro de la institución judía, con objeto de censurar la actitud y conducta de Jesús.
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to con el mundo exterior, impurificaban los alimentos y éstos, al entrar en el hombre, causaban a su vez su impureza. 3. Jesús no defiend e a sus discípu los, sino que ataca a los ce n sores. Ellos cometen una transgresión mucho más grave, al poner la tradición por encima del mandamiento divino. Jesús la llama «vuestra tradición», negándole con ello todo valor revelado. Prueba Jesús su aserto general con un ejemplo, el del cuarto mandamiento. «Sustenta»: el verbo «honrar» (gr. timaó) no significa solamente dar muestras de respeto a los padres, sino impedir que caigan en una condición deshonrosa, en este caso, la miseria. «Mantener en una condición honrosa» significa, por tanto, ayudar económicamente/sustentar. «Deja en la miseria», según Ex 21,17, donde la raíz hebr. qll tiene el sentido de «privar de lo suyo» (cf. Ex 20,12; Dt 5,16; Lv 20,9). La pretendida piedad hacia el templo, autorizada por la tradición, se opone al mandamiento divino. Oposición entre el templo y el hombre; según el mandamiento, el bien del hombre es lo primario (cf. 12,7). Dios no quiere propiedad para sí; quiere al hombre para el hombre (cf. 12,37). 79. Jesús saca la conclu sión. Son unos farsan tes («hipó critas») y a gente como ellos se aplica el texto de Isaías 29,13. Su enseñanza (propia de los letrados) atribuye a Dios lo que son preceptos humanos («vuestra tradición»). Jesús niega toda autoridad divina a la doctrina de letrados y fariseos. 1011. Jesú s enu ncia an te la mu ltitud el prin cipio general. Mt cambia la redacción de Me: en lugar de «lo que sale del hombre» pone «lo que sale de la boca». En todo caso, no es el contacto con el mundo exterior lo que mancha al hombre, sino su propia
15,2128: LA MUJER CANANEA
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del Señor, los árboles de la vida, son sus piadosos. Su plantío ha arraigado para siempre; no serán nunca arrancados mientras dure el cielo.» De modo parecido en los escritos de Qumrán. Jesús niega que la piedad farisea centrada en la observancia de la tradición sea cosa de Dios; es contraria a Dios, quien se encargará de arrancarla (cf. 5,20). Con su recom endación: «dejadlos», independiza a sus discípulos de la autoridad de los fariseos y de su tradición. Piensan ser guías de los ciegos (cf. Rom 2,19s) y en eso ponen su orgullo. Pero los pretendidos guías son ciegos ellos mismos. Su ceguera consiste en poner la Ley y su interpretación por encima del hombre, contrariamente al plan de Dios (12,114). 1519. Tom a la palabra Pedro y con su pregunta, que se refiere a v. 11, muestra la incomprensión del grupo. Jesús se la reprocha con dureza. «A estas alturas», gr. akmén, aún, todavía, pero más fuerte que oupó; dado el significado de akmé, «cima», la expresión idiomática «a estas alturas» (= todavía) traduce bien el griego. «Incapaces de entender», gr. asunetoi, casi «insensato, necio»; hay que conservar, sin embargo, la alusión a «entender», pues el término alude a 13,14: Jesús asimila la condición de los discípulos, en particular de Pedro, su portavoz, a la del pueblo cuya mente está embotada. Los discípulos, representados por Pedro, participan, por tanto, de la mentalidad farisea, creen en el privilegio del pueblo judío, no se abren a la universalidad. El lugar de la pureza o impureza no es el mun do, sino el corazón, lo interior del hom bre (cf. 5,8: «dichosos los limpios de corazón»). «Lo que sale por la boca» expresa la decisión interior del hombre, que lo lleva a toda maldad contra su prójimo. Define Mt la esencia del pecado; éste no consiste en transgredir una prescripción ritual o externa. Nada exterior puede
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
— S eñ or, H ijo de D avid, ten co m p a sió n de m í. Mi h ija tie ne un demonio muy malo. 23 El no le co n testó palabra. E nto nc es los d iscípu los se le acercaron a rogarle: — A tiénd ela, que vien e d etrás gritan do. 24 El le s rep licó : — Me han en viad o só lo para las o v eja s d escarriad as de Israel. 25Ella los alcanzó y se puso a suplicarle: — ¡S ocórrem e, Señor! “ J e sú s le co n t e st ó : — N o está b ien q u itarle el pan a lo s h ijo s para ech árselo a los perrillos. 71Pero ella repuso: — C ierto, Señor; p ero tam b ién lo s p errillo s se com en la s migajas que caen de la mesa de sus amos. “ J e sú s l e d ijo : — ¡Q ué grande es tu fe, m ujer! Q ue se cu m p la lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija. 2122. La violen ta ruptura de Jesú s con la doctrina oficia l, descrita en el episodio anterior, lo lleva a salir del país judío. «Cananea»: se llamaban cananeos los fenicios que vivían en el territorio ocupado después por los hebreos. Esta designación arcaica indica que la mujer, aunque pagana, vive entre las israelitas (Me, «griega», es decir, pagana, «fenicia de Siria»). Por eso se dirige a Jesús llamándolo «Hijo de David»; muestra
15,2931: c u r a c i o n e s
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Existe un paralelo con el caso del endemoniado sordo y mudo (12,22). En ninguno de los dos pasajes se dice que Jesús expulse al demonio, pero el individuo queda curado. En ambos casos, el demonio o ideología que posee a la persona es la del privilegio de Israel (12,23; 15,22: [e l] hijo de David); tam poco la mujer cree en la igualdad de Israel y los paganos; ella misma se considera inferior. La respuesta brusca de Jesús la lleva a afirmar que la compasión está por encima de la discriminación entre pueblos. Sólo entonces Jesús cura a la hija. El caso de la mujer es semejante al del centurión que impide a Jesús entrar en su casa. Uno y otra se consideran inferiores a Israel, pero, a pesar de eso, ambos reconocen en Jesús una bondad que supera los límites de este pueblo. Esta fe obtiene la curación. Por eso, la frase final en cada episodio (8,13; 15,28) es la misma. La cananea y su hija, como el paralítico y sus portadores, son dos personajes que representan a un mismo actante, aquí el paganismo. El estado de la hija figura la condición de los paganos, poseídos por una ideología contraria a Dios; la petición de la madre representa el anhelo de encontrar salvación en Jesús.
Curaciones 29 J es ú s s e m a rc h ó d e a llí y lle g ó j u n t o a l la go d e G alilea ; sub ió al m on te y se qu edó sen tad o allí. 30 Acud ieron grand es multitudes llevándole cojos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros muchos enfermos; los echaban a sus pies y él los curaba. 31La mu ltitud estaba adm irada viendo que los m udos h a-
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
Las curaciones que hace Jesús corresponden a «las obras del Mesías» mencionadas por Jesús con ocasión del recado de Juan Bautista (11,25; cf. Is 35,5s; 29,18s).
Da de comer a una multitud (Me 8,110) 32Jesús llam ó a su s d iscíp u los y les dijo: — M e da lá stim a de la m u ltitu d , p orq u e llevan ya tres d ía s conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen por el camino. 33Los d iscípu los le preguntaron: — Y en un d esp o b la d o , ¿de d ón d e v a m o s a sacar pan b a stante para hartar a una multitud tan grande? 34Je sús les p regu ntó: — ¿C uántos p an es ten éis? Contestaron: — S iete y u n o s cu a n to s p esca d ito s. 35M andó a la m ultitu d que se rec osta se e n la tie r r a ,36 tom ó los siete panes y los pescaditos, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos; los discípulos se los daban a las m ultitud es. 37T odos com ieron hasta quedar saciados y recogieron los trozos sobrantes: siete espuertas. 38 Com ieron cu atro m il hom bres a du ltos, sin m ujeres ni niñ os. 39 L ueg o d e sp id ió a la s m u lt itu d e s, se e m b a r có y lle g ó a la comarca de Magadán.
16,14: UNA SEÑAL DEL CIELO
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(siete, cuatro mil; cf. 14,17.21, cinco y cinco mil, con alusión al Espíritu). La salvación se ha dado antes de comer el pan. Los discípulos se plantean directamente la cuestión de tener que alimentar ellos a la multitud. A pesar de la experiencia del episodio anterior, no se creen capaces sin ayuda de otros. «Se recostaron» (35), de nuevo la postura de los hombres libres. «En la tierra», alusión a 5,5: «porque éso s van a heredar la tierra»; son libres e independientes porque la adhesión a Jesús los ha sacado de su condición de sometidos. La saciedad (37: «quedaron satisfechos») está en relación con 5,6. Saciar el hambre es la primera exigencia de la justicia (cf. 14,20). El hecho de que quedan saciados por obra de los discípulos muestra que la obra liberadora de Dios se hace por medio de hombres, a partir de Jesús. La acción de gracias tiene el mismo significado y los mismos efectos que la bendición de 14,19. La denominación «hombres adultos» (38) tiene el mismo valor que en 14,21: son los hombres dotados del Espíritu. Encontrándose entre paganos, no necesita Jesús mandar por delante a sus discípulos. No hay peligro de entusiasmos mesiánicos nacionalistas. Magadán, localidad desconocida, como la Dalmanutha de Me (8,10).
Una señal del cielo (Me 8,1113; Le 12,5456) 16 1Se acercaro n los fariseo s y sad uc eos y le pidieron para tentarlo: — M uéstran os u na señ al q u e ven ga del cielo. 2 El les resp on dió:
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éstas no corresponden a la idea mesiánica que ellos profesan. Repiten la segunda tentación del desierto (4,6); ellos encarnan a Satanás. La mala fe con que hacen la pregunta explica la presencia de los saduceos, quienes, instalados en el poder, no se caracterizaban por su expectación mesiánica. Sin embargo, las señales que realiza Jesús corresponden a los textos proféticos (cf. 11,5) y a la tipología del éxodo (14,13ss). La habilidad de ellos para prever el tiempo por sus señales contrasta con su ceguera para percibir las señales que se van realizando a lo largo de la actividad de Jesús. 4. El versículo reprodu ce 12,39 y ha de ser interpretado a su luz. Con la repetición del episodio muestra Mt la oposición creciente de sus adversarios, que ahora son toda la clase dirigente; al mismo tiempo, hace ver que tampoco las señales mesiánicas paralelas a las del éxodo de Egipto son capaces de convencerlos. Se muestran cada vez más escépticos. Evidentemente, no es éste el Mesías que ellos esperan, el que libera a los pobres, sino otro que confirme su posición de prestigio y poder. Tampoco admiten la integración de los paganos. Ahora están ya convencidos de que toda pretensión de Jesús es falsa, pues no respeta los rasgos esenciales de su teología. «La señal de Jonás», en este contexto, incluye el arrepentimiento de los paganos y su aceptación por parte de Dios (Jon 34), que tendrán lugar como efecto de la muerte de Jesús (cf. 27,54).
La levadura de fariseos y saduceos (Me 8,1421)
16,512: LA LEVADURA DE FARISEOS Y SADUCEOS
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12 E n t on c es co m p r en d ie ro n q u e no lo s pr ev en ía c on tr a la levadura del pan, sino contra la doctrina de los fariseos y saduceos. El episodio no tiene lugar en la barca (sí en Me 8,1421), sino una vez llegados a la orilla pagana del lago. El aviso de Jesús menciona a los fariseos y saduceos, que han aparecido en el episodio anterior. La levadura se asocia inmediatamente con el pan; los discípulos se dan cuenta de que no han llevado pan y se muestran preocupados por ello. Reproche de Jesús: «gente de poca fe», alude a 6,30, la primera vez que aparece esa expresión. Los discípulos deberían haber aprendido a no preocuparse excesivamente por el sustento. Por otra parte, tampoco han comprendido el sentido de los episodios de los panes. Jesús los menciona explícitamente, contraponiendo la escasez de medios y la abundancia resultante. Vuelven a repetirse las cifras y la distinción entre «cestos» y «espuertas», términos palestinense y pagano respectivamente, mostrando de nuevo el carácter propio de cada episodio. Repite Jesús para terminar el aviso inicial. Mt hace así tema central de la narración la doctrina de fariseos y saduceos. Teniendo en cuenta lo anterior (16,14), esta doctrina pretende que el Mesías ha de realizar señales tan espectaculares como las del éxodo de Egipto. El tema de los panes concreta la señal del cielo en un portento semejante al del maná (el maná, pan del cielo, cf. Ex 16,15; Nm 11,79; Sal 78,24; Nch 9,15). El deseo de señales espectaculares para la manifestación del Mesías corresponde a la primera y segunda tentación del desierto (4,17). Si los discípulos participan de la expectación de los adversarios de Jesús, no podrán
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16Sim ón Pedro tom ó la palabra y dijo: — Tú eres el M esías, el H ijo de D ios vivo. 17Je sús le resp on dió : — ¡D ich oso tú, S im ó n , h ijo de Jonás! P orque e so no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo. 18Ahora te digo yo: Tú eres P iedra, y sob re esa ro ca vo y a edificar mi Iglesia, y el poder de la muerte no la derrotará. 19Te daré las llaves del reino de Dios; así, lo q ue ate s en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo. 20 Y pr oh ibió term inan tem en te a los d iscípu los dec irle a nadie que él era el Mesías. 13. El paso a la parte pagana del lago (16,5) tenía por obje to salir del territorio judío. Cesarea de Filipo era la capital del territorio gobernado por este tetrarca, hermano de Herodes Antipas (cf. Le 3,1). Para proponer a sus discípulos la cuestión de su identidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico. Primera pregunta: cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre Jesús («el Hijo del hombre» = «el Hombre»), El Hombre es el portador del Espíritu de Dios (cf. 3,16s); por contraste, «los hombres» en general son los que no están animados por ese Espíritu, los que no descubren la acción divina en la realidad de Jesús. «El Hombre/este Hombre»: la expresión se refiere claramente a Jesús, en paralelo con la primera persona («yo») de la pregunta siguiente (15). Este pasaje muestra con toda evidencia que Mt no interpreta «el Hijo del hombre» como un título mesiánico. Resultaría ridículo que Jesús, cuando va a proponer a los discípulos la pregunta decisiva, les dé la solución por adelantado; incomprensi-
16,1320: RECONOCIMIENTO DEL MESIAS
lí>3
Las palabras de Pedro son una perfecta profesión de fe cristiana. Mt no se con ten ta con la exp resión de Me 8,29: «Tú eres el Mesías», que Jesús rechaza por reflejar la concepción popular del m esian ism o (cf. Le 9,20: «el Mesías de Dios» = «el Ungido por Dios»). La expresión de Mt la completa, oponiendo el Mesías Hijo de Dios (cf. 3,17; 17,5) al Mesías hijo de David de la expectación general. «Hijo» se es no sólo por haber nacido de Dios, sino por actuar como Dios mismo. «El hijo de Dios» equivale a la fórmula «Dios entre nosotros» (1,23). «Vivo» (cf. 2 Re 19,4.16 [LXX]; Is 37, 4.17; Os 2,1; Dn 6,21) opone el Dios verdadero a los ídolos muertos; significa el que posee la vida y la comunica: vivo y vivificante, Dios activo y salvador (Dt 5,26; Sal 84,3; Jr 5,2). También el Hijo es, por tanto, dador de vida y vencedor de la muerte. 17. A la profesión de fe de Simón Pedro respon de Jesús con una bienaventuranza. Llama a Pedro por su nombre: «Simón». «BarJona» puede ser su patronímico: hijo de Jonás; se ha interpretado también como «revolucionario», en paralelo con Simón el Fanático o zelota (10,4). Jesús declara dichoso a Simón por el don recibido. Es el Padre de Jesús (correspondencia con «el Hijo de Dios vivo») quien revela a los hombres la verdadera identidad de éste. Relación con 11,2527: es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el Hijo quien revela al Padre. Pedro pertenece a la categoría de los sencillos, no a la de los sabios y entendidos, y ha recibido esa revelación. Es decir, los discípulos han aceptado el aviso de Jesús de no dejarse influenciar por la doctrina de los fariseos y saduceos (16,12) y están en disposición de recibir la revelación del Padre, es decir, de comprender el sentido profundo de las obras de Jesús, en particular de lo expresado en los episodios de los panes (cf. 16,9s). Han comprendido que su
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
piedras que se arrojan). La «roca», en cambio, gr. petra, es símbolo de la firmeza inconmovible. En este sentido usa Mt el término en 7,24.25, donde constituye el cimiento de «la casa», figura del hombre mismo. De hecho, los pasajes de 7,24s y 16,1618 están en paralelo. En el primero se trata de la vida individual del seguidor de Jesús; en el segundo, de la vida de su comunidad. La primera se concibe como una casa; la segunda, como una ciudad (iglesia) (cf. 27,53), es decir, como una sociedad humana. Puede expresarse el paralelo de este modo: 7,2445 escuchar y practicar sus palabras [sensato]
16,16.1718 profesar la fe en Jesús [piedra]
el hombre funda sobre la roca su casa
Jesús funda sobre la roca su ciudad
ataque (elementos)
ataque (la ciudad enemiga)
victoria (no caerá)
victoria (no la derrotará)
En el primer caso, la roca es la praxis del hombre, consecuencia de su adhesión a Jesús; en el segundo, la fe en Jesús como Mesías
16,1320: RECONOCIMIENTO DEL MESIAS
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En este pasaje expone Mt su tratado sobre la fe en Jesús. Esta es la que permite la construcción de una sociedad humana nueva, la «iglesia de Jesús» o Israel mesiánico (cf. ekklesia, la asamblea del Señor del antiguo Israel, Dt 23,24; Juc 20,2), que equivale al reinado de Dios en la tierra, al reino del Hombre (13,41). Su base inamovible es la fe en Jesús como Mesías hijo de Dios vivo. Todo el que dé tal adhesión a Jesús será «piedra» utilizable para la construcción de la ciudad. «El poder de la muerte», lit. «las puertas del Abismo», o reino de la muerte. Se representa el reino de la muerte como una ciudad rival, como una plaza fuerte con puertas que representan su poder y que combate la obra de Jesús (cf. Is 38,10; Job 38,17; Sal 9,14; 107,18; Sab 16,13). «No la derrotará» indica la victoria sobre la muerte, la indefectibilidad de la ciudad de Jesús, la permanencia del reino de Dios; pero no solamente en su etapa terrestre, sino incluso a través de la muerte misma, Jesús es el dador de vida («el Hijo de Dios vivo») y su obra no puede estar sujeta a la muerte. Se refleja aquí el contenido de la última bienaventuranza, que anunciaba la persecución para los que son fieles a la opción propuesta p or Jesús (5,1 Os). También otro s pasajes, por ej., el ya citad o de 7,24s y el de 10,28, sobre no temer a los que pueden matar el cuerpo. 19. Con dos imágen es para lelas se describen ciertas funciones de los creyentes. En la primera, el reino de Dios se identifica con la iglesia o comunidad mesiánica. Continúa la imagen de la ciudad con puertas. Los creyentes, representados por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizará en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el
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LAS SEÑALES DEL EXODO DEL MESIAS
de borrar el pasado de injusticia permitiendo al hombre comenzar una vida nueva en la comunidad de Jesús. Otro pasaje que explica el alcance de la autoridad que Jesús concede se encuentra en 18, 1518. Se trata allí de excluir a un miembro de la comunidad («atar») declarando su pecado. Resumiendo lo dicho: Simón Pedro, el primero que profesa la fe en Jesús con una fórmula que describe perfectamente su ser y su misión, se hace prototipo de todos los creyentes. Con éstos, Jesús construye la nueva sociedad humana, que tiene por fundamento inamovible esa fe. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. Los miembros de la comunidad pueden admitir en ella (llaves) y así dar a los hombres que buscan salvación la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo. 20. La fórmu la que Jesús prohíbe divulgar no es la mism a que Pedro ha expresado, sino más breve: que es el Mesías. Esta expresión aislada daría pie al equívoco: la gente la interpretaría en el sentido corriente, del Mesías davídico nacionalista y violento.
IV
RESISTENCIA DE LOS DISCIPULOS AL MESIANISMO DE JESUS ( 16,21 20 ,34 )
A.
VERD ADER O Y FALSO ME SIANISM O (Me 8,319,1; Le 9,2227)
Predice la Pasión 21 D esde en ton ces em pezó Jesús n m anifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día. 22E nton ces Pedro lo tom ó ap arte y em pezó a increparlo: — ¡Líb rete D ios, Señor! ¡N o te p asará a ti eso! 2?Je sús se vo lvió y d ijo a Ped ro: — ¡V ete! ¡Q uítate de en m ed io , Satanás! E res un trop iezo para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la humana. 24E nto nc es dijo a los discíp ulo s: — E l que q u iera ven irse co n m ig o , q ue ren iegu e de sí m ism o, qu e cargue c on su cruz y en ton ces m e siga. 25 Porqu e si uno quiere salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vid a po r m í, la enc on trar á. 26 Y lueg o, ¿de q ué le sirve a uno ganar el mundo entero con pérdida de vida? ¿Y qué po-
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VERDADERO Y FALSO MESIANISMO
su medida a los que lo siguen y de él reciben el Espíritu. Al omitirlo, Mt indica que Jesús informa a sus discípulos sobre su destino personal; de ahí el cambio del verbo «enseñar» por «mostrar/manifestar» (cf. Me 10,32). También se debe a ello la precisión de «ir a Jerusalén», que coloca el episodio en un marco histórico y temporal concreto. «Senadores»: gr. presbuteroi (lit. «ancianos»; el latín senator deriva de senex, sénior, «anciano»). Eran los miembros del Gran Consejo (Sanhedrín) pertenecientes a la aristocracia seglar, constituida por los grandes terratenientes; formaban el núcleo del partido saduceo. «Sumos sacerdotes»: la aristocracia sacerdotal, constituida por los altos cargos de la jerarquía, cuyo primado era «el sumo sacerdote». Pertenecían, como los senadores, al partido saduceo. «Letrados»: el tercer grupo del Gran Consejo, miembros en su mayoría del partido fariseo (cf. 2,4). El Gran Consejo, representante de todas las clases dirigentes, poder del dinero, líderes religiosos e intelectuales, va a pasar a la acción contra Jesús. El destino de éste está señalado por la muerte; ésta va a ser la última palabra de los dirigentes, su intento de destruir al Hombre, y la pronunciarán en nombre de Dios, de «su» dios. Pero Dios mismo la desautorizará resucitando a Jesús, dándole de este modo la razón a él, no a «sus representantes». Con la resurrección, Dios va a refrendar la palabra y la actividad de Jesús, poniéndose en contra de quienes lo han condenado. El verbo «tenía que» (gr. dei) indica una necesidad que entra dentro del designio divino. Este consiste en que Jesús salve a su pueblo (1,21) aun a costa de su vida misma. No es que Dios quiera y haya decidido la muerte de Jesús, sino que ésta es inevitable dada la oposición de los dirigentes al mesianismo que él encarna. Jesús Mesías, cuya misión consiste en liberar de la opresión reli-
16,2128:
p r e d i c e
l a
pa s ió n
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23. La respu esta de Jesús m anifiesta el colmo de la indignación. Pedro encarna a Satanás, es decir, sus palabras concretan la tercera tentación del desierto (4,10). En el encuentro con sus enemigos, Pedro lo tienta a que sea un Mesías poderoso y vencedor. Jesús lo rechaza con el mismo imperativo con que rechazó a Satanás: «¡Vete!»; la segunda parte: «¡Quítate de en medio!», se refiere a Pedro como obstáculo que impide su camino. Explica Jesús por qué Pedro es obstáculo: «tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres». «Tu idea», gr. phroneis, «piensas, tienes un modo de pensar». «La idea de Dios» es la expresada por la voz del cielo en el bautismo de Jesús, donde el Mesías aparece como el Hijo de Dios cuyo propósito de cumplir su misión hasta la muerte es aceptado por el Padre y que asume así los rasgos del siervo de Dios (cf. 3,17); son los elementos que constituyen «los secretos del reinado de Dios» (13,11). «Los hombres» son los mencionados en 16,13, los que no descubren el mesianismo de Jesús. Pedro ha comprendido el mesianismo, como lo ha mostrado en su brillante profesión de fe (16,16), pero no acepta sus consecuencias. La fe que profesa queda en el intelecto, no se hace praxis. Su caso es más grave que si no hubiera entendido (cf. 7,21.26). Encarnando «al diablo» (4,3.6), reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, pero pretende encauzar su mesianismo hacia el poder y el triunfo. La oposición de Pedro continuará; así lo indica el paralelo entre «empezó Jesús a manifestar» (21) y «empezó (Pedro) a increparlo» (22). La oposición culminará en las negaciones (26,2975). 24. Jesús se dirige a los discípu los para expone rles las condiciones del seguimiento. «Venirse conmigo» indica el acto de adhe-
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VERDADERO Y FALSO MESIANISMO
Para exponer una serie de argumentos, el castellano usa «porque» sólo en el primero; los restantes se introducen con adverbios o locuciones aditivas: «además/y luego/y después», o bien «en primero/segundo/tercer lugar». 1) Perder la vida por él es asegurarla para siem pre (25). Por lo tanto, hay que estar dispuesto a arriesgarla. «Salvar su vida»: el gr. psukhé puede traducirse, como semitismo, por «vida» o por el pronombre reflexivo («salvarse/ponerse a salvo»). Significa poner al seguro la propia vida temporal, evitar la muerte por todos los medios. Quien así obra, viviendo para su propio interés, perderá la vida, es decir, no tendrá vida después de la muerte. En cambio, quien se arriesga a perder la vida por causa de Jesús, ése la conservará (cf. 10,39). El argumento opone, por tanto, lo efímero del primer resultado a la permanencia del segundo. El valor supremo del hombre, la vida, sólo se asegura si uno está dispuesto a perderla por causa de Jesús. 2) Aunque uno ganase el mu ndo entero ( = .riqueza, gloria, poder), la vida es efímera y no podrá disfrutar de ella por mucho tiempo (cf. Le 12,15.20; Sal 49,78). El verbo kerdainó carece de connotación bélica, pertenece al lenguaje de los negocios (cf. 25, 16.17.20.22). Por el primer argumento y por éste se ve que los discípulos no tenían intención de arriesgar su vida, sino más bien esperaban que el Mesías les procuraría una buena posición. 3) Habrá una reivindicación final de los que lo sigan (cf. 25, 3146). Acaba Jesús el discurso con un colofón independiente de lo anterior (ningún enlace gramatical; nueva fórmula introductoria) en
17,113: TRANSFIGURACION
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4 E nto nc es intervin o Pedro y le dijo a Jesús: — S eñ or, vien e m u y b ien que este m o s aquí n osotro s; si quieres, hago aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elias. 5 Tod avía estaba hab lando, cuan do una nu be lum inosa los cubrió con su sombra, y dijo una voz desde la nube: — E ste es m i H ijo, a q u ien yo q u iero, m i p red ilecto . E scu chadlo. 6 Al oírla cayeron los d iscípu los de b ruces, aterrad os. 7Jesús se acercó y los tocó diciéndoles: — L evantaos, n o ten g áis m ied o. 8 Alzaron los ojo s y no vieron m ás q ue al Jesús de an tes, solo. 9 M ientras bajab an de la m onta ña , Jesús les m andó: — N o c o n téis a n ad ie la v isió n h a sta q ue el H om b re resu cite de la muerte. 10Los d iscípu los le pregun taron: — Y ¿por q ué d icen lo s letra d o s q u e p rim ero tien e que v e nir Elias? 11 E l les co n tes tó : — ¿D e m o d o qu e tien e q ue ven ir E lias a p on erlo tod o en orden ? 12P ues os d igo que E lias vino ya y, en vez de reco no cerlo, lo trataron a su antojo. Así también el Hombre va a padecer a manos de ellos. 13 L os d is cíp u lo s c om p r en d ie ro n e n to n c es q ue se refe ría a Juan Bautista.
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VERDADERO Y FALSO MESIANISMO
municación divina (cf. 5,1), el «monte alto», no determinado, indica una manifestación divina, la más importante que los discípulos van a recibir en el evangelio. «El monte altísimo» a que el tentador llevó a Jesús era el de la manifestación del falso dios a través de la gloria de todos los reinos del mundo; en este «monte alto» se manifestará la verdadera gloria, la que procede de Dios vivo, capaz de infundir una vida que supera la muerte. 2. Mt explica en qué con siste la transfiguración. «Su rostro brillaba como el sol» hace visible la gloria de los justos en el reino de su Padre (13,43). Recuerda al mismo tiempo el resplandor del rostro de Moisés (Ex 34,2935). También los vestidos resplandecen como la luz; el brillo y la blancura son propios de la esfera divina (cf. 17,5: nube luminosa; 28,3). 3. La aparición de M oisés y Elias se hace en ben eficio de los discípulos. Representan la Ley y los Profetas, que habían anunciado el reino de Dios (11,13) y a los que Jesús viene a dar cumplimiento (5,17). Ellos hablan con Jesús, no con los discípulos. La Ley y los Profetas están orientados hacia la figura del Mesías. Moisés y Elias fueron los dos hombres de quienes se dice que hablaron con Dios en el m onte S inaí (E x 33,17ss; 1 Re 19,913). Ahora, en este «monte alto», ante los discípulos, hablan con Jesús, el HombreDios. El estado glorioso de éste, que representa la condición definitiva del hombre en el reino de Dios, era el objetivo del AT y el cumplimiento último de las promesas. 4. Pedro se dirige a Jesús. Su pro pu esta enlaza la visión con la fiesta de las Chozas, que tenía un fuerte carácter mesiánico y nacionalista. Pedro propone una síntesis entre Jesús Mesías y el AT. Coloca a Moisés y Elias no subordinados a Jesús, sino en el mismo plano que él («una para ti, una para Moisés y una para Elias»).
17,1-13: TRANSFIGURACION
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Jesús (3,17) y que señalan su unicidad; ningún personaje del AT puede comparars e con él. Añade la voz el im perativo: «escuchadlo a él». Jesús sustituye a Moisés, integrando en sí la figura del pro metido profeta escatológico (cf. Dt 18,15). La única voz que hay que escuchar es la suya. El AT queda relativizado: así como Moisés y Elias no dirigían la palabra a los discípulos, así éstos no deben escuchar más que a Jesús. El AT conserva validez sólo en cuanto sea interpretado desde la realidad Jesús, o sea, compatible con su enseñanza. Jesús es el único legislador, maestro y profeta. 6. La reacción de los discípulos es de profundo miedo, que se expresa en el gesto de caer de bruces a tierra (cf. Dn 8,17); expre san el miedo a morir por haber recibido un oráculo divino, según la creencia del AT (Is 6,5; Dn 10,15.19). Siguen pensando en las antiguas categorías; son víctimas de la ideología religiosa que han recibido y no conocen a Dios. 7. Jesús, que lleva en sí la presencia divina (1,23), se acerca a ellos y los toca, como tocaba a los enfermos y a los muertos (8,3.15; 9,25-29); los invita a levantarse, como había hecho con la hija de Jairo (9,25). Estos discípulos, miembros del Israel mesiánico, están en la misma situación que el antiguo Israel. 8. «Al Jesús de antes, solo», lit. «a un m ismo Jesús, solo». La construcción griega au ton lesoun suele interpretarse como aramea (pronombre proléptico). Los ejemplos que se citan, sin embargo, llevan siempre el nombre articulado, mientras aquí se omite el ar tículo ante «Jesús». La omisión del artículo ha ocurrido en Mt so lamente en la presentación de Jesús antes de su nacimiento (1,1. 16.18), siempre calificada por «Mesías» (1,21.25 no cuentan), y en la primera noticia que de él tiene Herodes (14,1), casos perfecta mente naturales.
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falsas, como si su muerte se hiciera innecesaria. En cambio, des pués de su muerte, cuando la calidad de su mesianismo no deje lugar a dudas, el relato de esta visión podrá iluminar a los demás sobre la experiencia de la resurrección de Jesús. Es la única vez que Mt emplea el término «visión», que se usaba para visiones pro féticas (Gn 15,1; Ex 3,3; Dn 2,19; 4,10; 7,2; Job 7,14). Estos tres discípulos serán los que presencien la oración de Jesús en Getsemaní (26,37). Lo que han presenciado debería servirles para en tender la realidad que se oculta bajo la angustia de la muerte. 10. Los discípulos han com prendid o el alcance mesiánico de la transfiguración e intentan compaginar lo que dicen los letrados acerca del Mesías con la realidad de Jesús. 11-12. Jesús alude a Mal 3,23s, texto que menciona la vuelta de Elias, pero lo explica a continuación. La vuelta de Elias ha de interpretarse figuradamente y el resultado de su misión no será triunfal. Lo mismo sucederá con las profecías mesiánicas: todo as pecto triunfa l que a ellas se atrib uya es falso. Al afirmar Jesús que Elias ha venido ya, echa por tierra la doctrina mesiánica de los letrados sobre una restauración gloriosa. La misión del nuevo Elias, que consistía en preparar al pueblo, ha sido impedida por los que no lo reconocieron y lo trataron a su antojo, dándole muerte. Estos son los dirigentes judíos, fariseos y saduceos, a los que Juan se opone desde el principio (3,7), y los miembros del Gran Consejo que no han reconocido a Juan como enviado divino (21,23-27). La realización del plan divino sobre Israel depende de la respuesta de éste a Dios. Dios no se impone forzando la libertad humana ni exime al hombre de su responsa bilidad. 13. Mt explicita el dato que en Me queda sólo insinuado. La anunciada vuelta de Elias se ha verificado con la aparición de Juan
17,14-20: EL NIÑO EPILEPTICO
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m uc ha s en el el agua. 16Se lo lo he tra íd o a tu s disc ípu los y no han sido capaces de curarlo. 17Je sú s co nt es tó : — ¡G e n te s in fe y p e r v e r t i d a ! ¿ H a s t a c u á n d o t e n d r é q u e estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo aquí. 18Jesú s inc repó al dem onio y salió; salió; en aque l m om en to qu e dó curado el chico. 19Los 9Los discípu los se acerc aron a Jesú s y le pre gu nta ron aparte: — ¿ P o r q u é r a z ó n n o p u d i m o s e c h a r l o n o s o t r o s ? 20Les co n test te st ó : — P o r q u e t e n é i s p o c a fe. fe . O s a s e g u r o q u e si t u v i e r a i s fe como un grano de mostaza le diríais a ese monte que se mo viera más allá y se movería. Nada os sería imposible. 14-15. Esta Es ta narra ción, ció n, colocada po r los tres tre s evangelios evangelios sinó pti cos inmediatamente después de la transfiguración, está, por tanto, en relación con ella y, en consecuencia, con el problema del mesia nismo, que viene tratando Mt desde 16,13. Mt combina en la figura del hijo una multitud de datos: está «lunático» o «epiléptico», es decir, tiene períodos en que pierde el control; «sufre terriblemente», es decir, los ataques tienen para él consecuencias muy dolorosas; lo llevan a caer a menudo en el fue go y en el agua. Estas precisiones, narrativamente superfluas pero que Mt, a pesar de abreviar notablemente el texto de Me, no ha suprimido (cf. Me 9,22), han de tener un sentido particular. De
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VERDADERO Y FALSO MESIANISMO
pera pe racc ione io ness p e rió ri ó d ica ic a s («ep (« epil ilép épti tico co») »):: b u s c a s a lir li r d e su s itu it u a c ión ió n desesperada usando la violencia («fuego, agua»), según modelos del AT (Elias, Moisés). Se transparenta el espíritu zelota, que pro voca rebeliones armadas que llevan al pueblo al fracaso. 16-18. Los discípu disc ípulos, los, que sigue n con la idea de los hom ho m bres bre s (16,23), es decir, que profesan aún el mesianismo de los letrados, no son capaces de liberar al pueblo. La invectiva de Jesús se dirige sobre todo a los discípulos, pues el pueblo, representado también por el padre, tiene fe en Jesús («de rodillas», «Señor») y desea salir de su situación. 19-20. Los Los discípu disc ípulos los se ex traña tra ñan n de no habe ha be r sido capaces cap aces de expulsar el demonio. De hecho, Jesús les había dado la autoridad pa p a ra h acer ac erlo lo (10,1); es la p rim ri m e ra vez q u e se les ofre of recc e la ocas oc asió ión, n, y fracasan. La razón es su falta de fe; esto es lo que hace fracasar la misión. Un mínimo de fe (cf. 13,31) sería suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios. La imagen del mon te se repite en términos parecidos en 21,21, donde se refiere al monte sobre el que está edificado el templo. Es posible que con tenga aquí la misma alusión. La imagen escriturística (cf. Is 49,11; 40,4ss; 54,10) indica la supresión de obstáculos a la acción de Dios. El monte (Jerusalén, la doctrina oficial) se interpone en el camino del reinado de Dios. Con la verdadera fe o adhesión a Jesús y a su mensaje mesiánico, que comporta el cumplimiento de las condicio nes para seguirlo (16,24), serían capaces de todo. Algunos mss. añaden el v. 21, tomado de Me 9,29.
B.
CONDUCTA CONDUCTA INDIVID IND IVIDUA UA L Y COM UNITAR IA Pr P r e d ic e n u e v a m e n te la P asió as ión n
22M ientras ientras ca m inab an jun to s p o r Galil Galilea ea les les dijo Jesús: —Al — Al H o m b r e lo v a n a e n t r e g a r e n m a n o s d e los lo s h o m b r e s y 23lo m ata rán , pero al te rce r día resu cita rá. Ellos quedaron consternados. De nuevo en Galilea. Han vuelto del territorio de Cesarea (16,13). Segunda predicción de la muerte-resurrección, muy distinta de la pr p r im e ra (16,21). (16,21). Usa J e sú s la d e n o m ina in a ció ci ó n «el H ombr om bre» e»,, de v alor al or extensivo. Lo que afirma toca, por tanto, en primer lugar a él, pero también a sus seguidores (cf. 10,17). No menciona lugar ni perso najes concretos (16,21: Jerusalén, senadores, etc.); sus asesinos se rán «hombres». Repite que la muerte no es lo definitivo; en breve tiempo se manifestará la vida. La oposición entre los «hombres» y «el Hombre» (el Hijo del hombre) es común en los evangelistas. Si el Hombre se caracteriza po p o r p o seer se er el E s p í ritu ri tu de Dios, «los hom ho m b res» re s» son so n los que qu e care ca recc en de él y no comprenden ni secundan el plan de Dios (16,13.23). Aquí son «algunos hombres» (sin artículo), que representan, en el caso de Jesús, a las autoridades judías. La forma griega egerthésetai no es necesariamente pasiva, sino media (cf. 17,7). Jesús, el HombreDios (1,23), lleva en sí la vida que le permite levantarse de la muerte. La reacción de los discípulos no es de fe-adhesión; quedan de solados ante la perspectiva de la muerte. Tampoco los que han es
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— A los lo s e x t r a ñ o s . Jesús le dijo: — O s e a , q u e los lo s s u y o s e s t á n e x e n to s . 27 S in e m b a r g o , p a r a no escandalizarlos, ve al lago y echa el anzuelo; coge el primer pe p e z q u e s a q u e s , á b r e l e la b o c a y e n c o n t r a r á s u n a m o n e d a ; cógela y págales por mí y por ti. 24. «El impu im puesto esto del templo»: lit lit.. «las «las didrac mas», ma s», impu im puesto esto anual que todo judío de Palestina o del extranjero había de pagar al templo desde los veinte años (Ex 30,11-13; 38,26; cf. Neh 10,33s). Dos dracmas = medio segel, sege l, equivalente a dos días de jornal. Se cobraba el impuesto en la segunda quincena de marzo (Adar); en Nis N isán án (abr (a bril il), ), que qu e s e ñ a lab la b a el com co m ienz ie nzo o del a ño litú li túrg rgic ico o , ten te n ía que qu e estar cobrado. La Pascua no estaba lejos. La pregunta de los recaudadores a Pedro espera respuesta afir mativa, pero dejando abierta la posibilidad contraria. Los sacer dotes y algunos rabinos pretendían estar exentos de pagar el im pu p u e sto st o . Dado Da do que qu e a J e s ú s se le lla ll a m a m a e s tro tr o , p o d ría rí a p r e t e n d e r el mismo privilegio. 25-26. Pedro, sin más, respon de afirm ativa m ente, ente , m ostra ndo nd o su concepción de un Mesías que respeta y continúa las instituciones de Israel. No le penetran las predicciones que ha hecho Jesús de su muerte (16,21; 17,22s); a pesar de la increpación de Jesús (16,23) y de la transfiguración (17,lss), su idea sigue siendo la humana (16,23). Jesús le da la lección, ampliando el caso a los tributos reales. «Los reyes de este mundo», expresión judía corriente en oposición con «el rey del cielo»; «a los suyos», lit. «de sus hijos», cf. 8,12. Se refiere a los súbditos de su reino; son los extraños/ extranjeros, es decir, los pueblos sometidos, los que pagan el tri
18,1-5: EL MAS GRANDE EN EL REINO
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pre p re s e n ta a la c om u n ida id a d c ris ri s tia ti a n a . Aun en m edio ed io de u n a soci so cied edad ad exigente y explotadora, el Padre la proveerá de lo necesario (6,8.32). De todos modos, Pedro no ha de pagar el impuesto con lo que tiene el grupo. El hombre no tiene que privarse de lo que necesita pa p a r a d a rlo rl o al tem te m plo. pl o. E l m á s g r a n d e en el r e in o
(Me 9,33-37.42-48; Le 9,46-48; 17,1-2) 18 1En aquel mo m ento se se ace rcaron los discípulos a Je sús y le preguntaron: —V — V a m o s a v e r, ¿ q u i é n e s m á s g r a n d e e n el r e i n o d e D ios? io s? 2El llamó a un criadito, lo puso en medio 3y dijo: —O — O s a s e g u r o q u e si n o c a m b i á i s y o s h a c é i s c o m o e s to s chiquillos, no entráis en el reino de Dios; 4o sea, que cual quiera que se haga tan poca cosa como el chiquillo éste, ése es el m ás g ran de e n el rein o de D ios; ios; 5 y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí. 1. Este episodio está estre cha m ente ligado ligado al an terior ter ior («en («en aquel momento») y se verifica en la misma casa donde estaban Jesús y Pedro. Es la casa que representa la comunidad de Jesús. Comienza así una instrucción que tiene como punto de partida la pre p reg g u n ta de los disc di scíp ípul ulo o s. El r e in o de Dios es la c o m unid un idaa d c ris ri s tiana; los discípulos, según la mentalidad del judaismo, suponen que hay en ésta diferencias de rango.
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quiera, sino de la clase representada por el que Jesús ha colocado en el centro. «Hacerse como los chiquillos/servidores» significa renunciar a toda ambición personal. Siendo este cambio condición para entrar en el reino, está en relación con la opción expresada en la primera bienaven turanza (5,3), que es la que permite entrar en el reino; lo mismo, con la fidelidad exigida en 5,20 y con «renegar de sí mismo», condición para el seguimiento (16,24). «Se haga tan poca cosa», el verbo gr. tapeinoó, como el adjetivo tap einos, no significan la humildad psicológica, sino la sociológica, la condición humilde. El paso a lo psicológico se hace añadiendo un complemento de interiorización, por ej., «de corazón» (cf. 11,29), o con palabra compuesta (tapeinophrosuné). En la comunidad cristiana, la grandeza se juzga por criterios opuestos a los de la sociedad. El que sirve, no el que manda, es el más grande. Toda ambición de preeminencia o de dominio queda excluida. 5. El chiquillo/se rvidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe acompañar al discípulo en la misión (cf. 10,14: «si alguien no os recibe/acoge»; 10,40); ella hace que el discípulo lleve consigo la presencia de Jesús. E v ita r el escándalo
(Me 9,42-48; Le 17,1-2) 6 E n ca m bio, al que esca nda lice a uno de estos peq ueñ os que creen en mí, más le convendría que le colgasen al cuello una rueda de molino y lo sepultaran en el fondo del mar. 7¡Pobre mundo por los escándalos! Porque forzosamente llegarán los escándalos, pero ¡ay del hombre por quien viene el escándalo!
18,6-10: EVITAR EL ESCANDALO
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precio de «los pequeños», considerados como inmaduro s e insigni ficantes. En boca de Jesús expresa lo que deben ser los mismos discípulos. «El escándalo», en este contexto, significa precisamente el des precio de «los pequeños» (v. 10) por parte de los que prete nden ser «más grandes» (v. 1). Son los pequeños los que son verdadera mente grandes. La ambición de otros miembros de la comunidad causa en los pequeños la pérdida de la fe en Jesús: los que habían creído encontrar en la comunidad el ámbito de la igualdad y liber tad se ven desengañados por la actitud de los ambiciosos. Tan grave es este escándalo que mejor sería para el individuo perder la vida que cometerlo. El proto tipo de los que escandalizan ha sido Pedro (16,23: «Eres un tropiezo/escándalo para mí»). El escándalo nace de la idea hu mana del Mesías triunfador y autoritario. Esa doctrina justifica la pretensión de auto rid ad sobre los demás. 7. «¡Pobre mundo!»: en Mt, el mundo no tiene sentido peyora tivo. Significa: 1) el universo; 2) la tierra, espacio donde vive la humanidad (4,8; 13,35.38; 16,26; 24,21; 25,34; 26,13); 3) la humanidad misma, los hombres (5,14; 18,7). En estos dos últimos pasajes, el mundo es receptor, sea de la luz que irradian los discípulos, sea de los escándalos. Si los discípulos escandalizan ( = decep cionan/ chocan, poniendo en peligro o apagando la fe de los humildes) por su ambición de prestigio y poder, la humanidad es la víctima, pues el mensaje de Jesú s queda oscurecido o anulad o (cf. 5,13: la sal que pierde su sabor). La expresión griega puede traducirse, según los contextos, por «¡Ay del mundo!», con sentido de amenaza, o «¡Pobre mundo!», con el de lamentación. En este contexto es el segundo sentido el que prevalece. El sentido de amenaza aparece inmediatamente des
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a los pequeños se apoya Jesús sobre esa imagen: los pequeños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo (10: mi Padre; 14: vuestro Padre). 11. Algunos mss y versiones intercalan aquí el v. 11, tom ado de Le 19,10 (cf. Mt 9,13). La o veja p erd id a
(Le 15,3-7) 12 A v er, ¿ q ué o s p a re c e? S u po n e d q ue un h o m b r e tie n e cien ovejas y que una se le extravía; ¿no deja las noventa y nueve en el m on te p ar a ir en bus ca de la extra viad a? 13Y si llega a encontrarla, os aseguro que ésta le da más alegría que las nove nta y nueve qu e no se ha n e xtrav iado . 14Pues lo mismo: es voluntad de vuestro Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos pequeños. «A ver»: giro idiomático castellano usado para proponer una pregunta que in troduce un te m a diferente o un nuevo desarrollo del mismo tema (inexistente en griego). Hasta ahora se había tra tado de no escandalizar a los pequeños mostrando superioridad y desprecio hacia ellos. Ahora, del cuidado que merecen. La parábola está c on stru ida sobre el verbo «extraviarse» (12: «se le extravía»; «la extraviada»; 13: «no se han extraviado»). El peligro de uno hace aumentar el amor por él y su salvación causa mayor alegría. El lugar de salvación para el individuo es la comunidad; fuera de ella está en peligro de perderse.
18,15-35 PERDON DE LAS OFENSAS
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vosotros dan el mismo parecer en la tierra acerca de cual quier asunto por el que hayan pedido, surtirá su efecto por o br a de mi P ad re del cielo, 20pues do nd e está n dos o tres reunidos apelando a mí, allí, en medio de ellos, estoy yo. 21E nton ces se ad elan tó Pe dro y le pregu ntó : — Señor, y si m i h erm ano m e sig ue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces? 22Jes ús le co nte stó : — Siete veces , no; se te n ta y sie te . 23Y esto p o rq u e el rein ad o de Dios se pare ce a u n rey que quiso sald ar cu entas con sus em pleados. 24P ara em pezar, le p rese n taro n a uno que le debía m illo nes. 25 Como no ten ía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mu je r, sus hijos y to d as sus posesiones, y que p a g ara n con eso. 26El em pleado se echó a s us pies suplicán dole: — Ten paciencia conm ig o, que te lo p ag aré todo. 27El señor tuvo lástim a de a que l emp leado y lo dejó m ar char, perdonándole la deuda. 28Pero, al salir, el em plead o e nc on tró a un co m pañ ero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: — Págam e lo que m e debes. 29El co m pañ ero se echó a su s pies suplicán dole: —Ten paciencia conm igo, q ue te lo pagaré. 30P ero él no q uiso , sino fu e y lo m etió en la cárce l ha sta que pagara lo que debía. 31Al ver aquello sus com pañ eros, qu ed aron con sternad os
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1) Los dos únicos manuscritos m ayúsculos en favor de la om isión son importantes, pero ambos pertenecen a la recensión alejandrina, con una versión copta y Cirilo de Alejandría. La gran mayoría de códices mayúsculos, prácticamente todos los minúsculos, versiones ítalas, Vulgata, sirias y algunas coptas, armenia, etiópica y georgiana contienen el complemento; también los Padres latinos y Crisóstomo. El testimonio de Orígenes y Basilio es irregular, citando de ambos modos, probable mente según las conveniencias de la predicación. 2) La estructura literaria impone también esa lectura: la pregunta de Pedro (v. 21) reproduce exactamente los términos del v. 15 (lit. «peca contra ti tu hermano»/«pecará contra mí mi hermano»); el futuro «pe cará», iterativo, se refiere al aoristo «peca/pecare» (un solo acto) de v. 15. El v. 15 tiene relación con 35, que es su correlativo: «si tu herma no te ofende», «si no perdonáis cada uno a su hermano». La pregunta de Pedro (v. 21) es literariamente un inciso que expone la extensión del perdón ya mencionado en v. 15. Así como w . 1-14 forman una unidad dominada por los términos equivalentes: «chiquillo» (vv. 2.3.4.5) y «pequeños» (6.10.14), los vv. 15-35 forman otra, construida sobre «tu/mi/su hermano» (vv. 15a.15b.21.35). La perícopa 1-14 empieza y termina en plural (v. 3: «os aseguro»; v. 14: «vuestro Padre»). La perícopa 15-35 empieza y termina en singular (v. 15: «si tu hermano»; v 35: «cada uno a su hermano»). La cesación de la responsabilidad respecto al hermano (v. 17: «con sidéralo, etc.») no se explica más que en el caso de una ofensa personal, de un conflicto entre dos miembros de la comunidad. Si se tratase de otra clase de pecado afectaría a la comunidad entera y sería ésta la que tendría que manifestar su ruptura. La perícopa 15-35 se divide, por tanto, en dos partes: vv. 15-20, obli gación del ofensor de reconocer su culpa y aceptar la reconciliación, más las sanciones contra el que se niega a restablecer la unidad; vv. 21-35, obligación del ofendido de perdonar, sin límite, y la sanción para el que no perdona. La conexión se hace con la pregunta de Pedro (v. 21), que interpreta todo lo anterior en términos de «perdonar». Se
18,15-35 PERDON DE LAS OFENSAS
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un miembro de la comunidad, que nadie sabe más que éste, ha de considerarse responsable de atraer a la unidad al culpable. 16-17. En caso de que el ofensor no qu iera reconocer su falta, algunos otros miembros pueden apoyar la oferta de reconciliación. Mt cita Dt 19,15. Se mueve en ambiente judío. Si el individuo tam poco acepta el arbitraje y se niega a resta blecer la unidad, el ár bitro será la comunidad entera. Si fracasa el in tento, el ofendido se desentiende del ofensor, lo considera como un extraño para sí. El uso de los términos «pagano» y «recaudador» es sorprenden te, dado que Jesús era llamado amigo de pecadores y recaudado res (11,19). Pero el texto no habla de individuos, sino de situacio nes. Jesús no aprobaba la situación de recaudadores y pecadores, aunque no la consideraba definitiva y les ofrecía la posibilidad de salir de ella. Sin embargo, esas situaciones eran objetivamente de er ro r e injusticia: el pagano equivale al que no conoce al verda dero Dios; el recaudador, al que, conociéndolo, hace caso omiso de su voluntad. 18. Se dirige Jesús a la com unidad, repitiendo las palab ras di chas a Pedro como primer creyente (16,19). Todos los que profesan la misma fe en Jesús pueden decidir sobre admitir o expulsar de la comunidad. Se ve que Pedro en aquella escena era prototipo de la comunidad misma. La decisión humana está refrendada por Dios. 19-20. Jesús repite el mismo principio con otra s palabras. La traducción de este pasaje es difícil.
«Dan el mismo parecer», el aoristo sum phonésósin indica un acto puntual y significa la manifestación de una opinión concorde. En la
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21-22. Se discutía sobre el número de veces que había que per donar, y solía proponerse el número cuatro como cifra máxima. Pedro va más allá, pero se mueve aún en el plano de la casuística. La pregunta de Pedro se refiere directamente al v. 15. La respues ta de Jesús juega con el término «siete» propuesto por Pedro, alu diendo a Gn 4,24 (cántico de Lamec): «si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec vald rá por sete nta y siete». El perd ón debe extenderse hasta donde llegó el deseo de venganza. La expresión griega es defectuosa, como la de los LXX en Gn 4,24 (correctamente debería decirse hebdomekontakis heptakis = setenta y siete veces). O los LXX tradujeron mal el texto hebreo (cambiando 77 por 70 veces 7), o bien «siete» es una abreviatura de «siete veces» (70 ve ces más 7); así Orígenes y la Vulgata. 23-34. El sentido de la paráb ola es claro. «Empleados» (23): lit. «siervos/esclavos». En la concepción de la corte oriental, donde el rey era señor absoluto, todos los miembros de la corte, por alta que fuera su categoría, se consideraban siervos del rey (1 Sm 8,14; 2 Re 5,6; Mt 25,14-30). En este pasaje, un siervo que debía millones al rey era ciertamente un personaje importante. «Millones»: lit. «diez mil talentos». El griego « talanton» era original mente un peso de oro, plata o cobre de 26 a 36 kilos. Más tarde, una moneda de altísimo valor, variable según las regiones; se trata en todo caso de una cantidad enorme, imposible de pagar. 28. «Algún dinero»: lit. «cien denarios». El denario era el jo r nal de un obrero. 32. «¡Miserable!»: lit. «siervo malvado». En las invectivas, el castellano suele omitir el nombre, dejando sólo el adjetivo. Es lí cito hacerlo aquí porque el concepto «siervo» no tiene relación con lo que sigue, donde no se habla más de actividad. «Miserable» con
19,1-12: EL REPUDIO
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3 Se le acercaro n uno s fariseos y le preg un taron p ara po nerlo a prueba: — ¿Le está p e rm itid o a un o re p u d ia r a su m u je r p o r cu al quier motivo? 4El les contestó: — ¿No habéis le íd o aquello? Ya al prin cipio el c re ad o r lo s hizo varón y hem bra (Gn 1,27), 5y dijo: «Por eso dejará el hom bre a su padre y a su m adre, se unirá a su m u jer y será n los dos un solo ser » (Gn 2,24). 6 De m od o qu e ya no son dos ,
sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido que no lo separe un hombre. 7Ellos insistieron: — Y ento nces, ¿ p o r qué p rescrib ió M oisés darle a cta de div o rcio cuando se la repudia ? (Dt 24,1). 8El les contestó: — P o r v u estra ob stin ació n , p o r eso os con sintió M oisés re p u d ia r a v u estras m u je res, p ero al p rin cip io no e ra así. 9 Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegal— y se casa con otra, comete adulterio. 10Los disc ípu los le repli ca ro n: — Si ta l es la situ ación del h o m b re con la m u je r, no tra e cuenta casarse. 11P er o él les d ijo : — No todos pueden con eso que habéis dicho, sólo los que ha n recibido el don. 12Hay eu nu co s qu e salieron así del vien tre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quie nes se hacen eunucos por el reinado de Dios. El que pueda con eso, que lo haga.
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vamente de la naturaleza del matrimonio, en el contexto de la crea ción del hombre y, por tanto, del plan primordial de Dios sobre él. El hombre siente por la mujer un amor preferente que deja en segundo término el del padre y la madre. La consecuencia de la unión es que hombre y mujer constituyen un solo ser (en gr. sarx, que designa a la persona en cuanto mortal) (Gn 1,27; 2,24). La con secuencia es clara: un hombre no puede anular la obra de Dios. 7-9. Los fariseos vuelven a la carga, cita nd o a Moisés (Dt 24,1). La respuesta de Jesús es radical: Moisés cedió a la condición del pueblo oponiéndose al plan de Dios. Jesús identifica a los fariseos con el pueblo, haciéndolos exponente de su obstinación. No todo lo que se contiene en la Ley responde a la voluntad de Dios, ni todos los pasajes de la Escritura tienen el mismo valor. «Por vuestra obstinación»: lit. «por vuestra dureza de corazón». «Corazón», semitismo para designar la interioridad del hombre, inteli gencia, voluntad y sentimientos (cf. 5,8). La frase correspondería en castellano a «pertinacia/testarudez incorregible» del que se obstina en su actitud. «No hablo de unión ilegal»: inciso paralelo de 5,32 con el mismo significado. Aunque gramaticalmente mé no significa excepción (sería ei mé), resulta equivalente por estar incluido en la oración condicional. Puede traducirse «salvo el caso de», o bien, intercalando un verbo de decir, «no hablo de». Sobre el significado de porneia, véase 5,32. Como en este pasaje, si se tradujera «adulterio/prostitución» se crearían contradicciones en el texto: 1) Anteriormente (w. 4-6) ha excluido Jesús toda posibilidad de divorcio y, en su respuesta a la objeción farisea (v. 8), se ha opuesto a la excepción mosaica. Si en v. 9 admitiese el divorcio en un caso, habría vuelto atrás para adherirse a la opinión de la escuela rabínica de Shammai, en contradicción con v. 6.
19,13-29: BENDICE A UNOS CHIQUILLOS - EL JOVEN RICO
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hecho, la única razón que propone Jesús para abstenerse del ma trimonio es el reinado de Dios, que, en su expresión plena, es la nueva sociedad humana que él viene a comenzar. También Jesús siente la urgencia de esa dedicación: por eso invita a ella a los que se sientan llamados. B endic e a unos chiquillo s
(Me 10,13-16; Le 18,15-17) 13 Le a c e rc a ro n e nto n c e s u n o s c h iq u illo s p a r a p usiera las m anos y rezara p o r ellos; los discípulos ña ba n, 14pero J es ús d ijo: — D eja d a los chiquillos, no les im pidáis que se a mí: porque los que son como ellos tienen a Dios 15Les imp us o las m ano s y siguió su cam ino.
q ue les i m les rega acerquen por rey.
Estos chiquillos, presentados por gente innominada, continúan los de 18,2-5 (cf. 14: «los que son como ellos»; 18,5: «un chiquillo como éste»). Son, por tanto, figura de los discípulos que toman por norma el servicio. La frase «porque los que son como ellos tienen a Dios por rey» (para la traducción, cf. 5,3) pone la actitud de los «chiquillos», la de servicio, en relación con la primera y última bienaventuranza. La opción por la pobreza (5,3), que elim ina toda causa de injusticia, y la fidelidad a ella (5,10), son la plataforma para dedicarse a un servicio eficaz de los demás (cf. 5,7.9). E l joven rico
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—Todo eso lo he cum plido. ¿Qué m e falta? 21J es ús le de cla ró: — Si quieres se r u n h o m b re, vete a v en d er lo que tie nes y dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza; y, anda, sí gueme a mí. 22Al oír aquello, el jov en se fue entriste cid o, p ues ten ía m u chas posesiones. 23Jesú s d ijo a sus di scíp ulo s: — Os aseguro que con d ificu ltad va a e n tra r un rico en el reino de Dios. 24Lo rep ito : Más fácil es que en tre un ca m ello p o r el ojo de una a g u ja que no que e n tre un ric o en el reino de Dios. 25 Al o í r a q ue llo , lo s d is c íp u lo s se q u e d a ro n e n o rm e m e n t e impresionados y decían: — E n tal caso, ¿quién puede su b sistir? “ Jesús se les quedó m irand o y les dijo: — H u m an am ente eso es im posible , pero con Dios todo es posib le . 27In terv ino e nton ces P edro: — Pues m ira, n o so tro s ya lo hem os d ejad o to do y te h e mos seguido. En vista de eso, ¿qué nos va a tocar? 28Je sú s les di jo: — Os aseguro que cuan do llegue el m undo nuevo y el H om bre se siente en su tro n o de gloria, tam b ién vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce trib u s de Israe l. 29Y todo aqu el que po r mí ha de jad o casa, o h e rm a n o s o h erm a n as, o p a d re o m adre, o h ijos
19,16-29: e l j o v e n r i c o
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observancia de los mandamientos es consecuencia de esa relación personal: los m andam ientos son bu enos porq ue expresan la volun tad del Bueno (Am 5,4.6.14.15; Miq 6,8). La relación personal de que habla Jesús se tenía en el AT con Dios; ahora, con Jesús mismo. El joven está aún en el primero y debe atenerse a la voluntad de Dios tal como le fue manifestada. Si se decide a seguir a Jesús, conocerá una manifestación más pro funda de esa voluntad.
«Vida eterna» o «vida» (v. 17) se refieren al mundo futuro. El tér mino «salvación» aplicado a la vida eterna es más helenístico que se mítico. En Le 1,47, la Pesitta siria traduce «Salvador» ( s ó t c i ) por «vivi ficador» ( m a h y á n á ) . La distinción es importante para interpretar la perícopa. Sobre el significado de «salvarse» en Mt, cf. 9,21.22. 18-19. Inte rca lan do una nueva pre gunta, subraya Mt la calidad de los mandamientos exigidos para obtener la vida eterna, es decir, la salvación final. Enuncia solamente los que tocan al prójimo (Ex 20,12-16; Dt 5,16-20; 24,14): es la relación con los hombres la que determina la relación con Dios. Como Me y Le, pone en último lugar el que se refiere a los padres, indicando que el amor al círcu lo familiar es un caso particular del amor a la humanidad. Como compendio, añade la regla del amor al prójimo en general (Lv 19, 18; cf. Mt 7,12). Con su respuesta, muestra Jesús que para obtener vida eterna o salvación final no se requiere la adhesión a él; los mandamientos pro puesto s form ulan la honradez elemental según el concepto de toda cultura o filosofía humana. La ética salva al hombre. Así se expresará en el juicio de las naciones, es decir, de los paganos que no conocen a Jesús ni la ley de Moisés (25,32).
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men de la Ley, que basta para obtener vida eterna (v. 16), pero conserva al hombre en el infantilismo (cf. Gál 3,24; 4,1-5). Idiomáticamente puede traducirse «si quieres ser un hombre» o, utili zando la forma dinámica en lugar de la estática (cf. 13,12), «si quieres hacerte un hombre». «Que Dios será tu riqueza»: lit. «que tendrás un tesoro/riquezas en el cielo». «Cielo» no debe interpretarse en sentido local, es símbolo de Dios mismo (cf. 5,12); la seguridad del que lo deja todo está en Dios (cf. 6,20). Jesús propone al rico la opción expre sada en la primera bienaventuranza (5,3), condición para entrar en su grupo. El joven debe deshacerse de lo que tiene sin esperanza de re torno («dar a los pobres»); dejada la seguridad de la riqueza en contrará otra seguridad superior (6,25-34). Jesús le propone la opción entre dos señores, Dios y el dinero (6,24; cf. Sal 73,25s); lo llama a la nueva fidelidad (5,20), al amor a todo hombre, como el Padre del cielo (5,48). Jesús exige la condición y la fidelidad ex pre p re s a d a s en la p r im e ra y ú l tim ti m a b ien ie n a v e n tu ra n z a (5,3), q u e c o rresponden a las condiciones del seguimiento (16,24). 22. El joven jove n no respo nde nd e a la invitación. Se va triste tri ste , en su misma condición de joven, incapaz de llegar a la madurez. Ha oído el mensaje, pero la seducción de las riquezas lo ha ahogado (cf. 13,22). 23-24. « E n tra tr a r en el reino» equivale equiva le a segu se guir ir a Je sús sú s (v. (v. 21). 1). «El reino» designa la comunidad mesiánica (cf. 16,18s: mi igle sia = la comunidad del Mesías = el reino de Dios), que ya desde esta tierra tiene a Dios por rey (5,3; 19,14). Con la hipérbole del camello y la aguja Jesús afirma categóricamente la práctica impo sibilidad de que los ricos renuncien a la riqueza para hacerse discípulos.
19,16-29:
e l
jo v e n
rico
Dios» Dios» (cf. 19,21 fin); p a ra e sta st a tare ta rea, a, las condiciom condic iom tes (v. 21).
«ni «ni ... ........ .
26. Jesú Je súss resuelve resue lve la dific di ficul ultad tad de los discípulos: discíp ulos:
L o s j o r n a l e r o s d e l a v i ñ a
30 P er e r o to t o d os o s , a u n q u e s ea e a n p ri r i m e ro r o s , s e rá r á n úl últim o s , y a u n que sean últimos, serán primeros, 20 ‘porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a con tratar jornaleros para su viña.2Después de ajustarse con ellos en el el jorn al de cos tum bre , los m and ó a la viña. viña. 3 Salió o tra vez vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin tra b a j o 4 y les le s d i j o : —-Id t a m b i é n v o s o t r o s a m i v i ñ a y o s p a g a r é lo q u e s e a ju j u s t o . 5Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Saliendo a última hora, encontró a otros parados y les dijo: —¿ — ¿ C ó m o e s q u e e s t á i s a q u í el d í a e n t e r o s in t r a b a j a r ? 7Le respondieron: — N a d i e n o s h a c o n t r a t a d o . El les dijo: ( — Id tam bién vo sotro s a la viña. 8Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encargado: —L — L l a m a a los lo s j o r n a l e r o s y p á g a le s e l j o r n a l , e m p e z a n d o p o r los lo s ú l t i m o s y a c a b a n d o p o r los lo s p r i m e r o s . 9Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jor nal en tero. 10Al 0Al llegar los prim ero s p en sab an que les daría n más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11Al 1Al recibirlo se pusiero n a pr o tes tar co ntra el prop ietario: 12 E stos últim os h trab aja do sól ho los los has
iñ a 19,30-20,16: l o s j o r n a l e r o s d e l a v iñ
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La traducción exige una explicación detallada. «Todos», lit. «mu chos», traducción del arameo sagi'in (= hebreo rabbi rab bim m en sentido inclu sivo de totali to talida dad d discre dis creta, ta, cf. cf. Is 53,1 ls) ls ) que, articu art icula lado do o no, no, puede significar «todos». El arameo koll denota totalidad integral («todo/el todo»); la totalidad discreta («multitud de individuos que forman un todo/todos») se dice «(los)muchos»; cf. 20,28; 26,28. El paralelismo de 19,30 con 20,16, con el que forma inclusión y donde el artículo marca la totalidad, obliga a esta interpretación. Los adjetivos «primeros, últimos» están ambos en el predicado, lit.: «todos (sujeto) serán (cópula) primeros últimos (predicado) y últimos primeros prim eros (predicado)». Hacer Ha cer de «primeros» «prim eros» sujeto su jeto no está es tá justif jus tifica icado do gramaticalmente. Existe, pues, un predicado complejo, en el primer miembro, «últimos «últimos primeros». Podría traduc tra ducirse irse:: «todos «todos serán (al mis mo tiempo) últimos y primeros». La presencia del segundo miembro, sin embargo, obliga a buscar otra solución. El predicado principal es el adjetivo que ocupa el último lugar en cada miembro; miembro; suprimiendo suprim iendo los intercalados se tendría: «todos «todos serán... últimos y (todos serán)...primeros», con lo que la frase hace perfecto sentido. ¿Cómo interpretar los adjetivos intercalados? Existe una equivalencia entre adjetivos y participios; no sólo fun cionan éstos como adjetivos (así en castellano), sino también viceversa, los adjetivos como participios (cf. Rom 1,17, dikaios, dikai os, y 5,1, dikai dik aioth othent entes; es; 1 Cor 1, 1,2, hagios y hegi he gias asme meno noii); cuando esto ocurre, el adjetivo puede adquirir las modalidades de subordinación propias del participio; las más comunes son condicional (Le 18,7), concesiva (Mt 7,11) y causal (Sant 1,26). Utilizando esta posibilidad y tomando los adjetivos como concesivos, la frase adquiere sentido y cuadra perfectamente con la pa rábola que sigue, expresando la perfecta igualdad existente en la co munidad cristiana: «y/pero todos todos serán, aunque primeros, últimos, y aunque últimos, primeros». 20,1. ,1. La viña era sím bolo del pueblo pue blo de Dios Dios,, antes ante s Isra el (cf. Is 5,7; Sal 80,9s.l5s); ahora lo es del nuevo pueblo de Dios,
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jo rn a l p a ra todo to dos. s. N ótes ót esee q u e la m e n o r c a n tid ti d a d de t r a b a jo no se debe a negligencia, sino a la hora de la llamada. «A media mañana»: mañan a»: lit lit.. «alre dedo de dorr de la terc era er a hora», es de de cir, «a eso de las tres». El mundo antiguo dividía el día en doce horas de luz (salida a puesta del sol) y doce de noche (puesta a salida). En consecuencia, la longitud de las horas variaba según las estaciones: más cortas las del día en invierno y más largas en verano. «Las tres» = «media mañana/hacia las nueve» en nues tro cóm puto; para lelam lela m ente, en te, v. v. 5 «a mediodía» (gr. «hacia las las seis»), «a media tarde» (gr. «hacia las nueve»), y v. 6 «a última hora» (gr. «hacia las once»). «Ves «Ves tú con co n malos mal os ojos» (15): (15): lit. «el «el ojo tuyo malva m alvado do es». es». «Ojo malvado», semitismo = envidia, tacañería (cf. 6,22). El modis mo castellano enlaza con el primer significado. «Los «Los primero prim eros» s» (16): (16): el colofón re pite pi te (cf. 19 19,30 ,30) la la clave de lectu ra de la parábola, la igualdad en el reino de Dios Dios ( = comu nidad cristiana). La respuesta positiva de los que aceptan trabajar en la viña, que significa la dedicación al servicio del hombre, equivale al se guimiento de Jesús. El don que a todos se da es el Espíritu, en pa p a rale ra lelo lo con co n lo suce su ced d ido id o con co n J e sú s en el b a u tis ti s m o (3,16). (3,16). Los m o mentos sucesivos de la llamada pueden indicar también la entrada de los paganos en la iglesia. Los israelitas, llamados en primer lu gar, no pueden considerarse superiores a los nuevos miembros de la comunidad.
C.
FALSO M ESIA NIS M O Y AMBICION DE PODER Tercer anuncio de la muerte y resurrección
(Mt 10,32-34; Le 18-31-34) 17 M ie n tr as ib a s ub ie n do a J e r u sa l é n se llev ó J e sú s a p a r te a los Doce y les dijo por el camino: 18—M irad, estam os s ub iend o a Je rus alén y el H om bre será entregado a los sumos sacerdotes y letrados: lo condenarán a m ue rte 19y lo en treg ará n a los paga nos, pa ra que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará. Comparado con los dos precedentes (16,21; 17,22s), el tercer anuncio de la muerte-resurrección omite la idea de inevitabilidad (16,21: «tiene que») y de inm inencia (17,22: «lo van a entregar»). Se añade la condena a muerte, atribuida a los sumos sacerdotes y letrados, y la entrega a los paganos, que tiene un propósito de finido: que sea burlad o, azotado y crucificado. Sin embargo, la victoria de la vida sobre la muerte está asegurada. Jesús habla al Israel mesiánico («los Doce»). Quiere hacerles ver que los jefes religiosos de Israel y los doctores de su Ley son los enemigos mortales del Hombre. El escenario será Jerusalén. El Israel me siánico deberá romper con las instituciones del antiguo Israel, que han traicionado a Dios. De hecho, la misión se dará en Galilea para el mundo ente ro (28,16-20). Petició n de lo s Z ebedeos. Cura a dos ciegos
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FALSO MESIANISMO Y AMBICION DE PODER
—Mi trago lo p asaréis, pero el sen ta rse a m i d erecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; será para aquellos a los que mi Padre se lo tiene preparado. 24 Los o t r o s diez, qu e lo h a b ía n o íd o, se in d ig n a ro n c o n t r a los dos herm ano s. “ Jesú s los reunió y les dijo: — S abéis que los jefes de la s naciones las tiran iza n y que los grande s las oprim en . 26No será así entre vo sotros; al con trario , el que qu iera su bir, sea se rvido r vue stro 27y el que qu iera s er prim ero sea esclavo vuestro. 28Igual que el H om bre no ha venido a que le sirvan, sino a servir dando su vida en rescate por todos. 29 Al salir de Jericó lo siguió m ucha gente. 30Había dos cie gos, sentados junto al camino, y al oír que Jesús pasaba, se pusieron a g rita r: — ¡Ten co m pasión de n o so tro s, Señor, H ijo de David! 31La m ultitu d les reg aña ba pa ra q ue se callaran , pero ellos gritaban más: — ¡Ten co m pasión de n o so tro s, Señor, H ijo de David! 32Jes ús se detu vo , los llam ó y les dijo : — ¿Qué qu eréis que haga p o r vosotros? ■' 33Le co n te s ta ro n ellos: — S eñor, que se nos a b ra n los ojo s. 34Jesús s intió lás tim a y les tocó los ojos; al m om en to rec o b ra ro n la vista y lo siguieron. Se tiene aquí un tríptico: 20,20-24; 20,25-28; 20,29-34. La primera y la tercera unidad se corresponden, pues los dos ciegos son figura de los dos hermanos y, en general, de los discípulos. La unidad
20,20-34: p e t i c i ó n d e l o s z e b e d e o s
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dos discípulos siguen interpretando la subida de Jesús a Jerusalén como un acontecimiento triunfal y quieren ser asociados al ejer cicio del poder, ocupando los primeros puestos en el reino. Se ve el distinto sentido que tiene la subida a Jerusalén para Jesús y para los discípulos: para él es subir a la gloria (cf. 26,64) a través de su muerte por los hombres (26,28); para ellos, subir hacia la gloria humana. 22-23. La res pu esta de Jesús a los dos herm anos hace ver que éstos no habían comprendido el sentido de su realeza ni, por tanto, de su mesianismo. La manera de estar asociados a ella es parti cipar de su pasión y muerte. «Pasar el trago», lit. «beber la copa», locución semítica figu rativa (cf. Is 51,17; Lam 4,21) que, como la castellana, denota una pru eba dolorosa. Conceptualmente, basta ría traducir «pasar la prueba», pero la frase idiomática «pasar un trago» es más fiel, por in spirarse en la misma m etá fo ra de «beber». La copa o trago volverá a aparecer en Getsemaní, donde Jesús experimentará gran dificultad en aceptar la prueba (26,39). Esta copa será la que ofrezca a los suyos en la cena (26,27). El será rey en la cruz, a través de su pasión y muerte, y ellos deben aso ciarse a su suerte; se manifiesta el sentido extensivo de la expre sión «el Hombre»/«el Hijo del hombre» (17,22; 20,18). Los dos discípulos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder, como los antiguos israelitas daban la vida por conquistar la tierra prometida. Jesús, en cambio, va a hablarles de dar la vida como servicio (20,28), y esto ellos no lo aceptarán (cf. 26,40s.43). Jesús les asegura que pasarán por su misma prueba, según el compromiso que todo discípulo hace al seguirlo (16,24). Sin em bargo, ocupar los prim ero s puesto s no depende de él, sino del Padre. No es que éste tenga a algunos predestinados para ello, la
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FALSO MESIANISMO Y AMBICION DE PODER
jefes y grandes del mundo están deste rra das de la comunidad me siánica. La grandeza o la primacía no son consecuencia del domi nio, sino del servicio (cf. 18,4). Jesús va a demostrar su realeza dando su vida para liberar a los hombres (28); aquel cuyo servicio se parece más al de Jesús es el que está más cerca de ese rey y ocupa el primer puesto en su comunidad. El mismo se pone por modelo. La realización de «el Hombre» no se verifica porque so meta a otros y sea servido por ellos, sino porque él mismo sirve dando su vida en ese servicio. Vuelve a aparecer la segunda con dición del seguimiento: «cargar con la cruz» (16,24). El fruto de este servicio y muerte es liberador para la humanidad.
«Por todos», lit. «por muchos», cf. 19,30. Es de notar que esta frase de Jesús está recogida en 1 Tim 2,5s, donde, en griego no sem ítico, «el Hijo del hombre» se interpreta por «hombre» (Pesitta: barnasa) y «por muchos», «por todos» (huper pantón en lugar de anti po ll ón). «A servir dando su vida», lit. «a servir y dar su vida»: la segunda oración es una coordinada modal, que no designa un acto independiente del primero (ambos verbos en infinitivo aoristo), sino la manera cómo el servicio se lleva a efecto. 29-34. Itin erario Trans jordan ia (19,l)-Jericó (20,29). Jesús en tra en la fase final de su éxodo. Recorre el itinerario del antiguo pueblo para en trar en la tierra pro m etida, pero, m ientras para éste fue un itinerario de violencia y de muerte, para Jesús es un camino de amor que culminará en el don de su propia vida. Su muerte será la entrada en la verdadera tierra prometida, el reino del Padre. Los dos ciegos corresponden a los dos hermanos. La pregunta de Jesús a la madre (v. 21: «¿Qué quieres?») se corres pon de con la que dirige a los ciegos (32: «¿Qué queréis?»). El título «Hijo de David» (30.31), a la expresión «cuando tú reines» (v. 21). «Sen
20,20-34: p e t i c i ó n d e l o s z e b e d e o s
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(cf. Is 42,6s) y relaciona a este texto con 4,16 confirmando el sen tido figurado de la ceguera. La curación corresponde a las obras del Mesías (Mt 11,5), según los textos proféticos (Is 29,18ss; 35,5.10; 49,6-9a). Liberados de su ceguera, provocada por el falso concepto del Mesías, los discípulos pueden seguir a Jesús.
V E N ¡ E RU S A L E N: ¡ E S U S V L A I N S T I T U C I O N /UDIA ( 21 . 1-25 , 46 )
A.
ENT RA DA Y ACLAMACION ME SIAN ICA (Me 11,1-11; Le 19,28-38; Jn 12,12-19)
21 1Cuando se acerc aba n a Jeru sa lén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús mandó a dos discípulos, 2diciéndoles: — Id a la aldea de en fre n te y e n c o n traré is en seguida una b o rrica a tad a , con u n pollino; d esatad lo s y traéd m elo s. 3Y si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita, pero que los devolv erá c u an to antes. 4 E sto oc urrió p a ra que se cum pliese lo que dijo el profeta: 5D ecid a la ciu dad de Sió n: Mira a tu rey que llega, sencillo , m on ta d o en un asn o, en un pollino, hijo de acémila (Is 62,11; Zac 9,9).
6 Fu eron los discíp ulos e hic iero n lo que dado Jesús; 7 traje ro n la bo rrica y el pollino, les cima los mantos y Jesús se montó. 8La mayoría se puso a alfombrar la calzada con sus mantos;
les ha bía m an pusieron en de la gente otros la al
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ENTRADA EN JERUSALEN Y ACLAMACION MESIANICA
ción la borrica y el pollino, a pesar de la inverosimilitud histórica. La cabalgadura de los reyes de Israel era la muía (1 Re 1,33). El texto profético a que alude se compone de Is 62,11 y Zac 9,9, citados libremente. «A la ciu dad de Sión», lit. «a la hija de Sión» (Is 62,11): mo dismo poético hebreo (bat Siyón, Zac 9,9; cf. 2,14; Jr 4,31) que personifica a una ciudad con sus habitantes. En castellano queda personificada por el im perativo «mira» en singular. El texto de Is 62,11 introduce en el profeta un oráculo de sal vación, pero el modo como ésta se va a realizar se especifica aquí con el de Zac 9,9: no será un rey guerrero ni violento; su cabal gadura, en efecto, no es propia de reyes, sino de gente pobre, aun que fue la de los patriarcas de Israel (Gn 49,11; 22,3; 44,3). Tal es el rey de Israel querido por Dios. 7. «se montó»: el texto griego añade «encima de ellos», que pu ed e referirse a los m anto s o a la borric a y el pollino. 8-9. La reacción de la m ultitu d es co ntra ria al simbolismo del borrico; la acción de exte nder los m an tos en el suelo recuerd a el episodio de 2 Re 9,4s.l3, donde los colegas de Jehú le ceden el poder para pro cla m arlo rey. La realeza que espera n de Jesús es guerrera. A eso corresponde la aclamación «el Hijo de David», que se dirige a Jesús como rey mesiánico, descendiente y sucesor de David en el trono y restaurador de la monarquía de Israel. A ella contestará Jesús en el templo (22,41-46). La frase «Bendito el que viene, etc.» está tomada de Sal 118,25s, donde sirve como aclamación al vencedor. Los dos hosannas pueden ser paralelos o aclamatorios; en cam bio, si el segundo co ntiene una petición, según su sentido original, hay que dar a la preposición griega en el valor de ek: «Salva, por favor, desde lo alto» (cf. 3,3).
B. EN EL TEMPLO (Me 11,15-19; Le 19,45-48; Jn 2,13-22) 12 J e sú s e n t ró e n el te m p lo y se pu so a e c h a r a to d os los que vendían y compraban allí. Volcó las mesas de los cam b istas y los pu estos de los que vendían palom as, 13diciéndole s: — E scrito está: «Mi casa será casa de oración », pero vos otros la convertís en una cu eva d e b a n d id o s (Is 56,7). 14 En el templo se le acercaron ciegos y cojos y él los curó. 15Los sumo s sac erd otes y los letrad os , al ver los m ilagros qu e hacía y a los chicos que gritaban en el templo «Viva el Hijo de David», 16le dije ro n ind igna dos : — ¿O yes lo que dic en ésos? Jesús les replicó: — Sí. ¿N unca habéis le ído aquell o: «De la boca de los sen cillos y de los n iñ os d e pec h o has s a c a d o una a l a b a n za »? (Sal 8,3). 17 Y d e já n do lo s p la n ta d o s, s alió f ue ra de la c iu d a d h a sta Betania y pasó la noche allí. 12-13. El gesto de Jesús den uncia como ilegítimo el comercio en el tem plo y, po r la alusión que co ntiene a Zac 14,21: «Ya no habrá mercaderes en el templo del Señor aquel día», indica la llegada de los tiempos mesiánicos. En particular derriba las me sas de los cambistas, exponente del pago del tributo al templo. El gesto de Jesús toca, por tanto, un punto neurálgico: el sis tema económico del templo, con su enorme aflujo de dinero pro
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EN EL TEMPLO
mada», semitismo para expresar lo que algo debe ser y cómo debe ser considerado. La misión del templo era ser lugar de encuentro con Dios, pero el afán de lucro lo ha convertido en una cueva de bandidos, el lugar donde se almacena el botín fruto del expolio del pueblo. La cita de Jr 7,11 se encuentra en un oráculo de infi delidad y desastre. Al denunciar Jesús la realidad malvada del templo, alude a su destrucción (cf. Jr 7,12-15). 14. La curación de ciegos y cojos perten ece a las obra s del Mesías (11,5) y son señal del éxodo definitivo (cf. Is 35,5s). La alusión a la profecía muestra que la ceguera y la cojera son fi guradas; estos inválidos que están «en el templo» (cf. 2 Sm 5,8b) son figura del pueblo sometido a esa institución, el pueblo que no ve ni puede caminar, es decir, que no conoce alternativa ni tiene fuerzas para salir de la opresión en que lo mantiene la en señanza oficial. Jesús lo libera de la doctrina que le han inculcado, descubriéndole un horizonte nuevo y dándole la posibilidad de po nerse en camino. La cita del Salmo está elegida por la mención de los «sencillos», que alude a 11,25, donde se afirma que son ellos los que reciben la revelación del Padre. Los sumos sacerdotes y letrados que protes tan, representan a «los sabios y entendidos» a quienes se oculta el designio de Dios. Al mismo tiempo, el término «los chicos» alude al chico de 17, 18, figura del pueblo, al que Jesús libera de la doctrina mesiánica de los letrados que lo llevaba a la desesperación y a la muerte. 15-16. Reaccionan las autorida des del tem plo (sumos sace rdo tes) y los representantes de la Ley (los letrados). Las familias sacerdotales monopolizaban el comercio del templo; la interpre tación de la Ley imponía las obligaciones cúlticas que explotaban al pueblo. No pueden soportar la liberación que efectúa Jesús y
21,18-22: LA HIGUERA MALDITA
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tensión, sino que los califica implícitamente de enemigos de Dios (cf. Sal 8,3b LXX: «por causa de tu s enemigos, para de rribar al enemigo y al rebelde»). La alabanza del salmo va dirigida a Dios, aquí a Jesús, según la equivalencia que establece Mt (1,23). Jesús acepta que se proclame la calidad mesiánica de sus acciones. La aclamación de los chicos es la misma de la multitud anterior (21,9). 17. Jesús no esp era respues ta. Tampoco pasa la noche en la ciudad donde los dirigentes le son enemigos.
La hig uera m a ld ita
(Me 11,12-14.20-24) 18 A la m añana siguiente, cuando volvía a la ciudad, sintió ham bre. 19Viendo una higu era ju n to al cam ino, se acercó, pero no encontró nada más que hojas; entonces le dijo: — N unca ja m á s b ro te fru to de ti. Y la higu era se secó de rep en te. 20Al verlo, los discíp ulos p reg u n ta ro n adm irad os: — ¿Cóm o es que la hig uera se h a secado de rep en te? 21Je sú s les con testó : — Os aseguro que si tu v ierais u n a fe sin reservas, no sólo haríais esto de la higuera; incluso si le dijerais al monte ese «q uíta te de ah í y tíra te al m ar», lo h aría , y 22 tod o lo que pi dieseis orando con esa fe lo recibiríais. 18-20. Comienza el segundo día que pasa Jesú s en Jerusalén. La higuera, con mucha apariencia, pero sin fruto, está en paralelo
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EN EL TEMPLO
«Decir al monte ese» no es una oración, sino una orden. Re presenta la decisión del discípulo de rom per ra dic al y definitiva mente con la institución judía, como ha hecho Jesús. Esta actitud y la confianza en su eficacia serán las que derriben el sistema enemigo. No hay sistema opresor, por fuerte e inconmovible que parezca, que no pueda ser vencido por esta fe. Nótese el paralelo entre los cerdos (figura del sistema opresor pagano) que se tir an al m ar (8,32) y el monte (sis tem a opresor ju dío) al que se manda que se tire al mar (21,21). 22. El texto de la últim a frase puede dividirse de dos maneras: 1) todo cuando pidieseis en la oración/creyendo/lo recibiríais; 2) todo cuanto pidieseis/en la oración creyendo/lo recibiríais. En la prim era altern ativa, «pedir en la oración» es frase redundante (n in gún otro texto la presenta). En la segunda, en cambio, el inciso es condicional, según el v. 21 (tener fe cualificada, condición para que la orden tenga efecto/se conceda la petición): todo cuanto pidieseis, si en la oración tuvierais esa fe (participio presente), lo recibiríais. El demostrativo «esa» corresponde a la cualificación de la fe en v. 21 («sin reservas»), pues no se trata de una fe cualquiera, sino de la que excluye vacilación. En forma más castellana (usando forma verbal en lugar de nom inal): «todo cuanto pidieseis, orando con esa fe, lo recibiríais». Denuncia de los dirig en tes
(Me 11,27-33; Le 20,1-8) 23Llegó al tem plo, y m ien tras e nse ñab a, los sum os sac er dotes y los senadores del pueblo se le acercaron preguntán
21,28-32: p a r a b o l a d e l o s d o s h i j o s
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23. Es el pa rtid o sadueeo el que se acerc a a Jesú s apenas en tra en el templo: la aristocracia sacerdotal y la seglar; son ellos, los socialmente más privilegiados, los primeros en temer la po pularidad de Jesús. Los sumos sace rdotes, auto rid ades religiosas legítimas, aparecen en primer lugar. Quieren saber dos cosas: qué clase de autoridad se arroga Jesús para hacer lo que hace y el origen de esa autoridad. En realidad, la segunda pregunta explica la primera. Ellos, que detentan el poder oficial, exigen una prueba ju rídica. Han olvidado el caso de los profe tas, que tenían auto ri dad directamente de Dios. 24-25a. La preg unta que les prop one Jesús apun ta directam ente a la cuestión de la autoridad. Juan había ejercido su actividad sin credenciales jurídicas, y no sólo al margen de la institución, sino denunciándola (3,7ss). Ellos no respondieron a la predicación de Juan, pero ahora les pide que se pronuncien: ¿tenía o no Juan autoridad divina para hacer lo que hacía?; es decir, ¿puede haber una misión divina que prescinda de lo jurídico? 25b-27. Se encuentran en un callejón sin salida. Saben que no gozan de la simpatía de la gente y que pronunciarse contra Juan puede acarrearles graves consecuencias. Su re spuesta delata su mala fe. Parábola de lo s dos hijo s
—28A ver, ¿qué os parece? Un h o m b re ten ía dos hijo s. Se acercó al prim ero diciéndole: «Hijo, ve hoy a tra b a ja r en la viña». 29Le co ntes tó: «No quiero»; pe ro desp ués tuvo rem or dimiento y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Este contestó: 30
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EN EL TEMPLO
«Tuvo remordimiento», gr. m e tam eléth eis, que no hay que confundir con metanoeó, «arrepentirse». «Por supuesto, señor», lit. «yo, señor», en griego y en hebreo fórmula enfática de asentimiento que pide una correspondencia castellana; se elige una sin verbo, como en el original. Nótese la cortesía («Señor») del hijo desobediente (cf. Eclo 3,7). «La voluntad/designio del Padre» (cf. 7,21; 12,50). Los adversarios de Jesús responden según el claro contenido de la parábola, pero Jesús les lanza inmediatamente la aplicación, que los pone por debajo de las dos categorías más despreciadas de Israel; recaudadores y prostitutas. En el AT, el conjunto de Israel era el hijo de Dios (Os 11,1; Ex 4,22). Ahora Jesús distingue en Israel dos clases de hijos, que representan a las dos categorías que se distinguían en tiempos de Jesús: los pecadores y los justos (cf. 9,13). Los primeros eran los que no observaban la ley y hacían caso omiso de las prescripciones rabínicas (recaudadores y pros titutas), quienes, según la doctrina del judaismo, no tenían parte en el mundo futuro; los segundos, los que se preciaban de observar la Ley (aquí, los jefes del pueblo). El «hoy» de la parábola indica que Dios pide una decisión en un tiempo o plazo determinado. La última frase se refiere a la situación del momento. Tampoco ahora, después del tiempo transcurrido y viendo el cambio ope rado por Juan en los pecadores, han querido comprender el ca rácter divino de su misión. Son las supremas autoridades, entre ellas las religiosas, las que no cumplen la voluntad de Dios. Bajo la respetuosa actitud de los dirigentes hacia Dios, se es conde su absoluta infidelidad hacia él. La parábola, que denuncia esta hipocresía, es, al mismo tiempo, una llamada a la conversión.
21,33-46: l o s v i ñ a d o r e s p e r v e r s o s
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hicieron con ellos lo mism o. 37P or últim o les envió a su h ijo, diciéndose: —A mi h ijo lo resp e tará n . 38Pero los lab rad ore s, al v er al hijo, se dijero n: —E ste es el h e red ero: venga, lo m atam o s y nos quedam os con su herencia. 39Lo ag arra ron , lo em pu jaro n fue ra de la viña y lo m ata ron . 40Vamos a ver, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? 41Le co n te sta ro n: —H a rá m o rir de m ala m u e rte a esos m alvados y a rre n d a rá su viña a otros que le entreguen los frutos a su tiempo. 42Je sú s les d ijo : —¿N unca habéis le íd o en la E s c ritu ra : La p ied ra que desecharon lo s co n str u cto res es ahora la piedra angular. E sto lo ha hec ho el Señor: ¡qué maravilla para nosotros!? (Sal 118,22-23).
43P or eso os digo que se os qu ita rá a voso tros el reino de Dios y se le dará a un p ueb lo q ue p rod uz ca sus fruto s. 44Ade más, el que caiga sobre esa piedra se estrellará, y si ella cae sobre alguno, lo hará trizas. 45 Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cu en ta de q ue iban p o r ellos. 46 Au nque e stab an de seando echarle mano, tuvieron miedo de las multitudes, que lo tenían por profeta.
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es decir, el derecho y la justicia; los criados enviados por Dios representan a los profetas; su repetido envío señala la constante llamada de Dios a la conversión; el Hijo y heredero es Jesús el Mesías. 34-35. «El tiem po de la vendimia», lit. «el tiem po /m om en to de los frutos». Dios pide cuentas a los dirigentes; envía dos grupos de criados, que pueden corresponder a los profetas de antes y después de la deportación a Babilonia. Los malos tratamientos que sufren por parte de los labradores marcan una progresión ascen dente: apalear, matar, apedrear, mostrando el empeoramiento pro gresivo de las relaciones del pueblo con Dios. Tanto en el judaismo como en el cristianismo primitivo se habla de la lapidación de los profe ta s (cf. 2 Cr 24,21; Mt 23,37). 36-37. El segundo grupo de criados, más num eroso que el pri mero, sufre los mismos malos tratos. Los dirigentes tampoco res ponden a su mensaje. La histo ria de Isra el está dom inada por la infidelidad a Dios. Pasa un período de tiempo («por último»). El dueño está seguro de que a su hijo lo respetarán; Dios espera siempre una respuesta del hombre. «El Hijo» es clara alusión a Jesús mismo (cf. 2,15; 3,17; 4,3; 8,29; 14,33; 16,16; 26,63; 27,43-54). 38. La expectación del dueño se ve defrau dada. Los labrad ore s reconocen inmediatamente al hijo; no hay vacilación, pero deciden matarlo. Su crimen no es consecuencia de un error trágico; tienen plena conciencia de la gravedad de su acción. Quieren ser ellos los únicos dueños y señores de la viña, del pueblo de Dios. La pará bola se refiere dire cta m ente a los dirigen tes de Israel, pero indirectamente toca también al pueblo, en cuanto éste se deja arrastrar y participa de la infidelidad de sus dirigentes. Así sucederá en el juicio ante Pilato (27,20).
22,1-14: LOS INVITADOS A LA BODA
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los dirigentes desechan, que se identifica con el Hijo al que ex pu lsan fuera y matan, será la que corone el nuevo edificio, figura del nuevo pueblo de Dios. No se hace esto por iniciativa de Jesús, sino de Dios mismo, y para los que lo presencian es algo absolu tamente insólito, pues invierte los valores establecidos en la socie dad israelita. 43. Recoge Jesús el juicio dado po r sus adversarios (v. 41) y lo aplica a ellos mismos. La viña representaba el reinado de Dios. Este va a ejercerse sobre otro pueblo (en singular), es decir, sobre el Israel mesiánico, en el que se integrarán todas las naciones. Es la adhesión a Jesús como Mesías Hijo de Dios vivo (16,16) la que funda el nuevo edificio y constituye el nuevo pueblo. 44. Si este vers ículo es original (cf. Le 20,18), repr es en ta una síntesis de Dn 2,44s, con un trasfondo de Is 8,14, y expresa el fracaso de toda oposición al designio de Dios que se cumple en Jesús, constituido en piedra angular (cf. 7,21-23). 45-46. En lugar de los senadores aparecen ahora los fariseos. Su deseo de prender a Jesús se ve detenido por la opinión de las multitudes. Estas piensan de Jesús lo mismo que habían pensado de Juan (cf. 21,26; 21,11). La expectación mesiánica expresada en la entrada en Jerusalén no acaba de cuajar. Los in vitad o s a la boda
(Le 14,15-24) 22 rábolas:
1De nuevo tom ó Je sú s la p ala br a y les ha bló en pa
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10Los criad os salieron a los cam inos y reu nie ron a tod os los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. 11Cuand o en tró el rey a ver a los co m ensales, rep aró en un o qu e no ib a ve stido de fiesta, 12y le dijo: —Amigo, ¿cóm o has e n tra d o aq u í sin tra je de fiesta? El otro no desp egó los labios. 13E nto nc es el rey dijo a los servidores: —A ta dlo de pies y m an o s y a rro ja d lo fu era, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 14Porq ue hay m ás llam ado s qu e escogidos. 1-2. Esta parábola resp ond e a la actitud que m ue stran los su mos sacerdotes y fariseos después de oír las dos primeras. Dios como rey ha aparecido ya en 6,10; 18,23; la figura del hijo del rey se asocia inmediatamente a Jesús. El reinado de Dios se presenta, por tanto , bajo figura de un banquete de bodas. Jesús mismo se ha presentado como «el Esposo» (9,15) y «el hijo» ha aparecido en la parábola anterior (21,37s). 3-4. «Los criados», en plural, remiten también a los de esa pa rábola y, como ellos, pueden representar a los profetas (21,36). El llamamiento es tema frecuente en Mt (cf. 2,7.15; 4,21; 9,13; 20,8; 25,14). La invitación es rechazada conscientemente («no quisieron acudir»). La insistencia del rey enviando otros criados muestra el amor de Dios a Israel, el pueblo que había elegido. El banquete está a punto, con magnificencia real. 5-6.
Nuevo y definitivo rechazo de la invitación. Unos reaccio
22,1-14: LOS INVITADOS A LA BODA
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11-13. Escena final inesperada. El rey no solía comer con sus invitados, sino aparte, pero iba a saludarlos. «Vestido/traje de fiesta», lit. «traje de boda», es decir, traje apto para una boda. Ahora se llama «traje de boda» al de los esposos, en particular al de la novia; los invitados asisten en traje de etiqueta o de fiesta. En el contexto de Mt, el traje de fiesta se identifica con cum plir las condiciones de la adhesión a Jesús (5,3-10; 16,24), es decir, con la nueva fidelidad del reino (5,20). Sin ella, no se puede per manecer en la comunidad (cf. 5,19). Han sido invitados «buenos y malos», pero nadie puede seguir en su condición de «malo». La suerte de los miembros del Israel mesiánico que no respondan al llamamiento recibido será igual a la del antiguo Israel (cf. 8,12). 14. «Porque hay más llamados que escogidos», lit. «porque muchos son llamados, mas pocos escogidos». La partícula griega gar enlaza di rectamente con lo que precede, explicándolo. La traducción literal re sulta entonces incomprensible, pues de los invitados (v. 10: la sala llena) sólo uno ha sido expulsado; la conclusión obvia sería: «muchos son llamados y la inmensa mayoría escogidos». Tampoco se resuelve el problema conectando este colofón con la primera parte de la parábola, pues ninguno de los antiguos invitados era digno del banquete (v. 8) y el dicho habría sonado: «muchos son los llamados y ninguno escogido». Resultaría además incongruente que Mt enlazara con «porque» la primera parte al colofón, sin hacerlo no tar de alguna manera. Hay que buscar, pues, una solución filológica, que puede encon trarse teniendo en cuenta el modismo semítico para establecer la com paración de superioridad. Es conocido que, en vez de usar un compa rativo, en hebreo y arameo la superioridad se expresa mediante una oposición de contrarios, por ejemplo: Rom 9,13: «a Jacob amé, mas a Esaú odié» = «amé a Jacob más que a Esaú»; Le 14,26: «odiar a su
Tributo al César
(Me 12,13-17; Le 20,20-26) 15 S e r e ti ra r o n en to n ce s los f ar is eo s a e l a b o r a r u n pla n p a r caza r a Jesús con una pre gu nta . 16Le en via ron a sus discípulos con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: —M aestro , sabem os que eres sin cero y que enseñas el ca mino de Dios con verdad; además, no te importa de nadie, p o rq u e tú no m iras lo que la g en te sea. 17P o r eso, dinos qué opinas: ¿está permitido pagar tributo al César o no? 18C alando Jesú s su m ala in ten ción , les dijo: —¿P or qué m e ten tá is, h ip ó c rita s ? 19E n señ ad m e la m one da del tributo. Ellos le ofreciero n u n de na rio 20y él les pre gu ntó : — ¿D e quién son e s ta efigie y e s ta leyenda? 21Le res po nd ier on : —Del C ésar. Entonces les replicó: —Pues lo que es del C ésar devolvédselo al C ésar, y lo que es de Dios, a Dios. 22So rpren dido s al oír aqu ello, lo de jaro n allí y se m ar charon. 15-16. Los fariseos, conocidos ob se rvan tes de la Ley, buscan entonces desacreditar a Jesús ante el pueblo o hacerlo prender por las tropas ro manas, haciendo que Jesús pro nuncie una decla ración comprometedora. La delegación que envían, además de sus propios discípulos, compre nde a los hero dia nos, ju díos partidario s de la monarquía de Herodes, simpatizantes del poder romano. Se
22,15-33: t r i b u t o a l c e s a r - l a r e s u r r e c c i ó n
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tributo, se enajena al pueblo y pierde su crédito ante él; las auto ridades encontrarían el camino despejado para poder prenderlo (cf. 21,46). Si, por el contrario, sostiene que no estaba permitido, inmediatamente sería detenido como sedicioso por la autoridad romana. La pregunta renueva implícitamente la tercera tentación del desierto («¿Por qué me tentáis») (cf. 4,8-10). Esperan en rea lidad que Jesús se declare como un Mesías nacionalista que pre tende conquistar el poder en rebeldía contra Roma. La presencia de los herodianos aseguraría la denuncia. Jesús pide una moneda del emperador (un denario), que lle vaba su efigie y en la que estaba inscrito su nombre. 21. Para com prender pren der la resp uesta ue sta de Jesús Jesú s hay que tener ten er pre pre sente la diferencia entre el verbo utilizado por sus adversarios: «p ag ar/d ar /dar ar trib t ributo uto al César», César», y el que usa Jesús: «Dev «Devol olved ved al César lo que es del César.» La imagen y leyenda de la moneda muestran quién es su propietario. La idea de ellos es un robo; pro p ro p o n en no p a g a r el t rib ri b u to , p e ro q u ed á n d o s e con co n el d ine in e ro del César. No basta negarse a pagar el tributo, hay que salir de la dependencia económica, rechazando el dinero del César («devol ved»); así no se le reconocerá por Señor ni habrá que pagarle tributo. Cuando ellos sean capaces de renunciar a ese dinero y a la riqueza que les procura, podrán ser fieles a Dios, a quien deben devolver el pueblo que le han robado. Respecto al César, deben renunciar a su dinero, que los mantiene sometidos a él; respecto a Dios, al dominio del pueblo, al que tienen sometido con la ex plo pl o tac ta c ión ió n econ ec onóm ómic icaa en n o m b re de Dios (cf. 21,13. 21,13.38 38). ). E s la am b i ción de los dirigentes, su amor al dinero, la que da pie al dominio romano y crea la injusticia en Israel. 22.
La reacción es, es, natu ralm ente, en te, de de sorpres a. Ellos prete nd ían
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cero, cero, y así ha sta el séptimo . 27F inalm ente m urió la m ujer. MPues bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de los siete va a ser mujer, si lo ha sido de todos? 29Je sú s les co n tes tó : —E — E s t á i s m u y e q u iv o c a d o s , p o r n o c o m p r e n d e r l a s E s c r i tu ras ni el el p od er de Dios. Dios. 30P orque cu and o llegue llegue la resu rrec ción ni los hombres ni las mujeres se casarán, serán como ángeles del c ie lo .31Y ace rca de la la resu rrecc ión de los m ue rtos , ¿no h ab éis leído lo qu e os d ijo D ios: ios: 32 «Yo «Yo s o y e l D i o s d e Ab A b r a h á n y el D i o s d e I s a a c y e l D i o s d e J a c o b » ? (Ex 3,6). No es Dios de muertos, sino de vivos. 33 AI o ír í r e st s t o , l a s m u l ti ti t u d e s q u e da d a ro r o n i m p r e si s i o n a d as as d e s enseñanza. 23-28. Segundo ataqu e, ahora po r pa rte del pa rtido rtid o saduceo, al que pertenecían los sumos sacerdotes y los senadores (cf. 21,23), aristocracia religiosa y seglar, conocidos por su riqueza. Rechaza ba b a n la tra tr a d ició ic ión n o ral ra l en la que qu e se h abía ab ía d e s a rro rr o lla ll a d o la d o c trin tr in a de la resurrección, y no admitían más vida que la presente. Su horizonte se limita al éxito (dinero, honor, poder) en este mundo. Son los materialistas de la época. Para ellos, el AT no solamente no conocía la existencia de una vida después de la muerte, sino que, además, contenía disposicio nes que la hacían absurda (cf. Dt 25,5s). Por eso se acercan a Jesús con un caso que afirman ser real, pretendiendo poner en ridículo la creencia en la vida más allá de la muerte. La doctrina farisea de la resurrección se prestaba a estos ataques, pues con sideraba el estado futuro como la vuelta a una vida terrena, pero en condiciones de plena felicidad.
22,34-40: l o s d o s g r a n d e s m a n d a m i e n t o s
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de la vida después de la muerte, sin esperar, como proponían los fariseos, a la fecha lejana del fin de la historia. 33. La reacción reacc ión de las m ultitud ult itud es es idéntica idén tica a la reg istra da después del sermón del monte (7,28), subrayando la novedad de la enseñanza de Jesús y la autoridad con que la proponía.
Lo L o s d o s g r a n d e s m a n d a m i e n to s
(Me 12,28-34; Le 10,25-28) 34 L os os f ar a r iiss eo e o s , a l e n t e r a rs r s e d e q u e J e sú sú s h ab a b ía í a ta t a p a d o la la bo b o c a a los lo s s a d u c e o s , f o r m a r o n g r u p o , 35 y u n o d e e llo ll o s , q u e e ra ju j u r i s t a , le p r e g u n t ó p a r a t e n t a r l o : —3 — 36 M a e s t r o , ¿ c u á l e s el m a n d a m i e n t o p r i n c i p a l de la Ley? Le y? 37E l le co nte stó : — « A m a r á s a l S e ñ o r tu D io s c o n t o d o tu c o r a zó n , co n to d a 6,5).. 38E ste es el el m and am ien tu a lm a , con to da tu m ente» (Dt 6,5)
to principal pri ncipal y e l p rim e ro ,39pero hay un segundo no menos im p o r t a n t e : «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18). 40De estos do s m an da m ien tos pen den la Ley Ley en tera y los los Pro fetas. 34-36. A diferen dife rencia cia de Me, Me, el ju ris ri s ta que pre gu nta nt a a Jesú Je súss es es un delegado de su partido y pretende ponerlo en dificultad. Pide solución a una cuestión muy discutida entre los rabinos. Precisa mente la determinación de la importancia relativa de los manda mientos era rechazada por algunos rabinos, pues ponía la Ley en manos de los hombres, determinando para el pueblo cuál era la
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fuerzas» por «con toda tu mente», palabra que, en hebreo, sería sinónima de «corazón». «Corazón», toda la interioridad del hombre, y «mente», el aspecto racional de osa interioridad, participan en la adhesión a Dios que se llama «amor». El «alma» (psuké) es la fuerza vital; con toda ella ha de orientarse el hombre hacia Dios, pues pu es el a m o r no es m ero er o s e n tim ti m ien ie n to, to , sino si no d ire ir e cció cc ión n de vida. vid a. P a ra la Ley antigua, ése era el mandamiento primero y principal, que los dirigentes han quebrantado sin cesar, como lo ha expuesto Jesús en las parábolas anteriores (21,28-22,14). Ser el mandamiento pri p rim m e ro sign si gnif ific icaa que qu e es el que qu e d a el s e n tid ti d o a tod to d o lo dem de m ás. ás . P ero er o hay una dimensión tan importante como la del primer mandamien to, la expresada en Lv 19,18. Los dos son inseparables: quien da su adhesión a Dios ha de conformar su conducta a la conducta de Dios, el gran bienhechor del hombre. La observancia de estos dos mandamientos habría hecho de Israel una sociedad justa, pero el proyecto de Dios ha fracasado (21,13). En su enunciado de los dos mandamientos, Jesús enfrenta a sus adversarios no con dos textos legales, sino con la persona de Dios y con la del prójimo (cf. 19,17). 40. Jesú s no se pierde pie rde en casu ísticas, ística s, ni con sidera side ra la Ley Ley com un conjunto de preceptos, sino como una totalidad. La única ma nera de comprenderla e interpretarla está en centrarla en esta doble fidelidad a Dios y al hombre. De la ignorancia de este eje esencial ha procedido la situación lamentable en que se encuentra Israel. La originalidad de la respuesta de Jesús no está en enunciar los dos mandamientos, bien conocidos por la tradición judía, sino en la equiparación de uno y otro y en la centralidad que les asig na: el resto de la Ley son sólo corolarios de esta orientación fun damental de la vida.
22,41-46: e l s u c e s o r d e d a v i d
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que voy a hacer de tus enemigos e s t r a d o d e t u s p i e s ? (Sal 110,1).
45E nton ces, si David David lo llam a S eño r, ¿cómo p ue de s er su cesor suyo? 46Ningun o fue capaz de resp on de r nada ; y desde aqu el día nadie se atrevió a hacerle más preguntas. 41. Jesús pasa al ataque, tocand o el punto pu nto neu rálgico de la expectación mesiánica, pendiente desde la manifestación que lo acompañó en su entrada en Jerusalén (21,9.15). 42. «¿D «¿De quién qui én es sucesor?», suces or?», lit. «¿De «¿De quién qu ién es hijo?» (par (p araa la variedad de sentidos del semitismo «hijo», cf. 8,12). Mt 1,1 ha afirmado que Jesús era descendiente de David por ser hijo legal de José (1,16.20). Por otra parte, las promesas hechas a David sobre su descendencia incluían la sucesión en el trono (cf. 2 Sm 7,76; Is 9,6; 11,1; Sal 2,6; 89,29s.36-38) y tal era la idea de los fa riseos. La pregunta que hace Jesús incluye, por tanto, ambos aspectos. Ahora bien, si Jesús declara a continuación (v. 45) que la opinión de los fariseos es incompatible con el texto de Sal 110,1, ¿en cuál de los dos aspectos asp ectos lo es? O niega que el Mesías Mesías (= ( = Jesús Jes ús mismo) sea de la estirpe de David, contradiciendo a Mt 1,1, etc. (inadmisible en la lógica del evangelista), o niega que el Mesías sea simple sucesor de David, que, aunque sea su descendiente, vaya a restaurar la monarquía, sucediendo a David como rey de Israel. Nó N ó tese te se q u e J e sú s no se p ro c la m a M esías es ías a n te los fari fa rise seos os.. Su pr p r e g u n ta es teó te ó rica ri ca,, sin si n alus al usió ión n algu al guna na v e rba rb a l a su pers pe rso o n a . No pre p re te n d e , pues pu es,, d e fin fi n ir su p ro p ia d igni ig nida dad, d, sino si no r e c t ific if ic a r cie ci e rta rt a s ideas sobre el Mesías. La argumentación de Jesús se basa única
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Atribuir al pasaje la intención de mostrar una oposición entre dos estados sucesivos de Jesús, el de su vida terrestre y el de su exaltación, carece de fundamento en el texto; éste, a pesar de te ner a disposición todos los datos en la cita del salmo, no hace uso de ellos en absoluto (sí lo hará en 26,64). No se pregunta cuál es la relación entre el Mesías y Dios (ni utiliza la invitación divina «siéntate a mi derecha» ni menciona el título de «Hijo de Dios»), sino únicamente cuál es la relación de David con el Mesías. La interpretación ha de tomar como punto de partida la única opo sición que existe en la perícopa («Hijo/Señor de David»).
D e se n m as c a ra a le tr a d o s y fariseos
(Me 12,38-40; Le 11,37-52; 20,45-47) 23 1E nton ces Jesús, dirigiéndose a la m ultitu d y a sus disc ípu los, 2 de claró : — En la c á te d ra de M oisés han tom ad o asiento lo s letra d o s y los fariseos. 3Por tanto, todo lo que os digan, hacedlo y cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pe ro no hacen. 4Lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los hombres, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo. 5Todo lo hacen para llamar la atención de la gente: se ponen distin tiv o s o sten to so s y b o rlas g rand e s en el m anto; 6 les e nc an tan los pr im ero s pue stos en los ba nq ue tes y los
23,1-36: DESENMASCARA A LETRADOS Y FARISEOS
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el santuario no es nada, pero jurar por el oro del santuario obliga»! 17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es m ás: el oro o el sa n tu a rio que con sagra el oro? 18O tam bién: «J ur ar po r el alta r no es nada, pero jurar por la ofrenda que está en el altar obliga». 19 ¡Ciegos! ¿Qué es má s: la of re nd a o el a lta r, que h ace sag rad a la ofrend a? 20Quien ju ra p or el altar, ju ra al mism o tiem po po r todo lo que está encima; 21y quien ju ra p o r el san tua rio , ju ra al m ism o tiem po po r el que h ab ita en él; 22y quien ju r a p o r el cie lo, ju r a p o r el tro n o de Dios y p o r el que está sentado en él. 23 ¡Ay d e v o so tr os , le t ra d o s y f ar is eo s h ip ó c r it a s, qu e p a gáis el diezmo de la hierbabuena, del anís y del comino y descuidáis lo más grave de la Ley: la justicia, el buen cora zón y la lealtad. ¡Esto había que practicar!, y aquello..., no d eja rlo. 24 ¡Guías ciegos, que filtrá is el m osq uito y os trag áis el camello! 25 ¡Ay d e v o so tr os , l e tr a d o s y f ar is e o s h i p ó c ri ta s , q ue l im piáis p o r fu era la copa y el plato , m ie n tra s d e n tro rebosan de ro bo y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego! Lim pia prim ero la copa por dentro, que así quedará limpia también por fuera. 27 ¡Ay d e v o so tr o s, l e tr a d o s y f ar is e os h i p ó c ri ta s , q u e o parecéis a los sepulcros encalados! P o r fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muerto y pod redum bre; 28lo mismo vosotros: po r fuera apa rentáis ser honrados, pero por dentro estáis repletos de hipocresía
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En este capítulo quiere desengañar Mt a aquellos que piensan que la doctrina de letrados y fariseos es compatible con el cris tianismo. Presenta en primer lugar una denuncia de letrados y fariseos, dejando al descubierto la opresión que ejercen sobre el pueblo y su ansia de prestigio y poder (1-12). Prosigue la denuncia con siete «ayes», que ponen en evidencia la hipocresía de la doctrina que proponen (13-31). Sigue una breve invectiva (32-33) y termina con una amenaza profética, que anuncia su ruina (34-36). 1. Para em pezar, Jesús no se dirige a letrados y fariseos , sino a la gente y a sus discípulos. Su denuncia pretende abrirles los ojos para que conozcan la calidad de los que se proclaman maes tros y se liberen de su yugo. 2. En Dt 18,15.18 se an unciaban profetas como los sucesores de Moisés. El puesto de los profetas lo han tomado los doctores de la Ley y sus observantes. Se ha sustituido la referencia a Dios, propia de los profeta s, por la refere ncia a un código minuciosa mente comentado e interpretado, que ahoga al hombre en la ca suística. Recuérdense los 613 mandamientos que se distinguían en la Ley, todos obligatorios por igual. 3. Los puntos suspensivos indican la ironía de la frase. El se gundo miembro neutraliza al primero, pues nadie hace caso de maestros sabiendo que son hipócritas. Esta interpretación se con firma por el hecho de que Jesús ataca no sólo la conducta, sino también la doctrina de los fariseos (15,6-9.14; 16,12; 23,13.15.16-22). No puede, por tanto , estar recomendando que hagan lo que dicen. 4
«L
fardos pesado
«l
rga ligera» de Je
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conservar en la memoria» la ley de Moisés; consistían en unos colgantes que llevaban escritos ciertos pasajes de la Ley (Dt 11,1322; 6,4-9; Ex 13,11-16.2-10) y eran el cumplimiento material de Ex 13,9.16; Dt 6,8; 11,18 («meteos estas palabras mías en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo, ponedlas de señal en vuestra frente»). Se colgaban en la frente y en la muñeca los días de trabajo para la oración de la mañana y se pronunciaba una bendición a Dios. Los fariseos devotos las llevaban puestas todo el día, y más grandes de lo ordinario, para ostentar su fide lidad a la Ley. No existe equivalente exacto en nuestra cultura, lo más apro ximado serían los distintivos ostentosos de la propia piedad o consagración a Dios. La traducción más cercana al original será: «se cuelgan amuletos anchos/insignias/distintivos ostentosos»; el objetivo de aquella exhibición ha de ser explicado. 7-8. «Señor mío», «monseñor», significado de «rabbí» en la época de Jesús; era título dado a los maestros eminentes de la Ley. De ordinario se traduce «maestro», pero en este texto, donde Mt opone el término hebreo al griego, es mejor conservarle su sentido de título. 8. Aunque el texto no lo indica, esta s pa labras de Jesú s están dirigidas a sus discípulos. Jesús insiste en la igualdad entre los suyos. Nadie de su comunidad tiene derecho a rango o privilegio; nadie depende de otro para la doctrina: el único maestro es Jesús mismo: todos los cristiano s son «hermanos», iguales. De hecho es Jesús solo quien puede revelar al hombre el ser del Padre (11,27). Esta es la verdadera enseñanza, que consiste en la experiencia que
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«Unos a otros»: gr. hymin , «a vosotros», modismo hebreo y arameo ( = g r . allelous) que indica reciprocidad; también se interpreta como dativo ético, «os», de sentido prácticamente equivalente. Otra lectura, h ym on , «vuestro». 10. El térm ino usado por Mt significa el con sejer o y guía es piritual. Lo mismo que el título de Maestro, Jesús se reserva tam bién éste y previene contra toda usurpación. Es él, en cuanto Me sías, el que señala el camino y es objeto de seguimiento. 11. Estab lecida la diferencia entre el com porta m iento de los rabinos y el de los discípulos (8-10), define Jesús cuál es la ver dadera grandeza, en oposición a las pretensiones de los letrados y fariseos; prescribe el espíritu de servicio, en contraste con la falta de ayuda de los maestros de la Ley a los que tienen que cumplirla (v. 4). 12. Contra el dese o de pre em inen cia, enu ncia Jesú s el principio que ha de orientar a su comunidad. El sujeto no indicado de los verbos «lo abajarán, lo encumbrarán» es Dios mismo. El principio enuncia, por tanto, un juicio de Dios sobre las actitudes humanas. La estima que pretenden los rabinos ante los hombres, es deses tima a los ojos de Dios. 13-33. Los siet e ayes. La hip ocresía de que Je sús acusa a le trados y fariseos es la expresada en v. 3: son los que dicen y no hacen; pero, además, pretenden ser fieles a Dios por practicar observancias mínimas, mientras son infieles en lo principal. 13.
El reino de Dios ha sido anun ciado por Juan B au tista y
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16-22. Ser ciegos y guías de ciegos (cf. 15,14) lo m uestran por la enseñanza moral que proponen. En 5,33-37 excluía Jesús todo juram ento en la nueva comunidad. Ahora se refie re a la praxis dentro del judaismo y señala que el mismo nombre de Dios queda cuestionado por la casuística. Ignoran que el juramento tiene una esencial relación con Dios, representado por el templo, el altar, el santuario o el cielo. Ellos hacen profano lo que es sagrado: hacen del templo un mero edificio; del altar y del cielo, una realidad en sí mismos. Los juramentos que ellos consideran válidos son su persticiosos, como si algo inanim ado pudiese imponerse al hom bre. El verd adero juram ento tiene siempre una relación con Dios mismo, sean cuales sean los términos en que se exprese. 23-24. Denuncia Jesú s cómo letrados y fariseos ap aren tan una pretendid a fidelidad a Dios hasta en lo mínimo, m ie ntras omiten lo esencial, el amor al prójimo, explicitado en «justicia, buen co razón y lealtad». 23. «Esto... dejarlo»: sólo esta traducción literal da el sentido de las palabras de Jesús, que establecen una oposición entre lo obligatorio y lo secundario. Lo primero se enuncia con frase afir mativa; lo segundo, con negativa. Los puntos suspensivos marcan la oposición. «No dejarlo»: Jesús no se dirige a sus discípulos, sino a los fariseos, que se consideraban obligados al diezmo por estar prescrito en la Ley de Moisés. Su ceguera expresa una perversión religiosa total («tragarse el camello y filtrar el mosquito»). 25-26.
La denuncia: no solam ente om iten lo esencial, sino que
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EN EL TEMPLO
peores. Sus protestas de adhesión a los profetas y justos asesina dos no son más que otra manifestación de su hipocresía. Mt pone en boca de Jesús la invectiva pronunciada por Juan Bautista contra fariseos y saduceos (3,7; cf. 10,16): son agentes de muerte, destina dos a perecer. 34-36. Ellos van a pe rse gu ir a los discípulos de Jesús, como antes han perseguido a los enviados de Dios en el AT. A esta uni formidad de conducta se refiere la terminología veterotestamentaria «profetas, sabios y letrados». La persecución tendrá lugar tanto en Palestina como fuera de ella. No se puede esperar de ellos otra cosa; van a dar remate a las iniquidades cometidas desde el prin cipio de la humanidad; toda esa sangre va a recaer sobre ellos. Se perfila en el horizonte la destrucción de Jerusalén y la disper sión del pueblo, que se aliará con sus jefes contra Jesús (27,20ss).
L a m e n to p o r Jerusalén
(Le 13,34-35) 37 ¡ Je ru sa lé n, J e ru s a lé n , q ue m a ta s a los p r o fe ta s y a p e dreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido! 38Pues m irad , vuestra casa se os que dará de sie rta ( J r 7,14), y 39 os d igo q ue ya no vo lveré is a ve rm e hasta que exclaméis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Sal 118,26).
C.
FUERA DEL TEMPLO
P roceso h is tó r ic o d e l rein ado d e Dios
(Me 13,1-37; Le 21,5-33; 17,26.30.34-36) 24 1Jesús salió del tem plo; m ien tras iba de cam ino se le acercaron sus discípulos y le señalaron los edificios del tem plo, 2pero él les repuso: — ¿Veis todo eso, v erd ad ? Os aseguro que lo d e rrib a rá n hasta que no quede ahí piedra sobre piedra. 3Estando él sentado en el monte de los Olivos, se le acer caron los discípulos y le preguntaron a solas: — Din os c uándo va a o c u rrir eso y cuál será la señal de tu venida y del fin de esta edad. 4Jesús les contestó: —C uidado con que alguno os e x tr a v íe ,5 p orq ue van a venir muchos tomando mi puesto, diciendo: «El Mesías soy yo», y extraviarán a mucha gente. 6 Vais a oír estru en do de ba tallas y noticias de guerras. Mirad, no os excitéis, que eso tiene que suceder, pero no es todavía el fin. 7Porque se alzará nación contra nación y reino contra reino, habrá hambre y terremotos en diversos lugares, 8pero todo eso no es más que los primeros dolores. 9 Os treg ará al suplici atará mi
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FUERA DEL TEMPLO
ha h abido d e s d e qu e el m u n d o es m u n d o (Dn 12,1) ni la habrá
nun ca m ás. 22Si no se ac orta se n aqu ellos días, nad ie esc ap aría con vida; pero por amor a los elegidos se acortarán. 23 Si alguno os dice entonces: «Mira, aquí está el Mesías», o «Míralo, allí está», no os lo cre áis; 24p o rq u e s ald rá n m esía s falsos y profetas falsos, con tal ostentación de señales y por tentos, que extraviarían, si fuera posible, a los mismos elegi dos. 25M irad q ue os he prev enid o. 26 Si os insisten: «Mira, que está en el desierto», no vayáis; «Mira, que está en el sótan o» , no os lo creá is; 27po rq u e igual que el relámpago sale del levante y brilla hasta el poniente, así oc u rrirá con la llegada del H om bre. 28D onde se reún en los b u itre s, está el cadáver. 29
I n m e d i a ta m e n te de sp ué s d e la a n g u s ti a d e a qu e llo s d ía s
el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estre llas caerán del cielo, los astros se tambalearán (Am 8,9); y entonces brillará en el cielo la enseña del Hombre; y to d a s las razas de la tierra se golpearán el pecho viendo llegar al H o m b r e s o b r e las n u be s (Dn 7,13-14), con gran poder y majes
tad; 31y env iará a sus ángeles con trom p eta s so no ras y reun i rán a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a hori zonte. 32 A p a r ti r d e la h ig u er a a p re n d e d el se n tid o de aq u ella p a rá b o la : C uando ya la ra m a se pone tie rn a y b ro ta n la s ye as, deducís que el veran o está cerca. 33Pues lo mismo:
24,1-44: p r o c e s o
h isto r ico
43Ya com pre nd éis que si el hora de la noche va a llegar el no le de jaría a b rir un b oq uete bién v osotros p re p a ra d o s, q u e gará el Hombre.
d e l r e in a d o d e d io s
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du eño de casa su pie ra a qué ladrón, se quedaría en vela y en su casa. 44Pues estad tam cu an d o m enos lo penséis lle
1-2. Jesús sale definitivam ente del templo. Los discípulos invi tan a Jesús a fijarse en la construcción. La respuesta, sin embargo, es una predicción de la ruina total. 3. Ninguna reacción de asom bro ni de pro testa o dolor por par te de los discípulos, sino una pregunta. Sin embargo, no inquieren sobre el porqué o el cómo, ni pretenden averiguar quién va a ser el agente de la destrucción; sólo les interesa el cuándo. Parece como si la predicción de Jesús fuese para ellos algo esperado, y sienten la urgencia de saber el momento en que va a verificarse. La urgencia se muestra en el tenor de la pregunta: no llaman a Jesús «maestro»; al contrario, casi le dan una orden: «dinos». Para entender la actitud que se refleja en la pregunta hay que considerar la expectación escatológica de la época. El profeta Da niel señalaba un período de setenta semanas de años para la lle gada de la restauración de Israel y la destrucción de sus enemigos (Dn 9,24-27). La profecía se refería a los acontecimientos de la época macabea. Sin embargo, ante el fracaso de aquella restaura ción y el hecho de que Israel había vuelto a caer bajo el dominio extranjero, se había reinterpretado la profecía. El imperio destruc tor que sometía al pueblo de los santos se identificó con el imperio
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nerse la edad de la historia (este mundo) a la edad después de la historia (el mundo futuro); el punto de intersección sería el del fin del mundo presente. Sin embargo, en el judaismo la oposición podía establecerse entre la época histórica de opresión de Israel y la futura y defini tiva, también histórica, del reino mesiánico. La expresión «el fin de esta edad» se encuentra en boca de Jesús (13,39.40.49; 28,20), y solamente aquí en boca de los discípulos. Hay que preguntarse si uno y otros le dan el mismo sentido. Para am bos significa el fin de la inju stic ia y el comienzo del reinado de Dios en todo su esplendor. Para Jesús, esto coincide con el fin de la historia; para los discípulos, por el contrario, según el contexto cultural explicado antes, será un acontecimiento histórico que inaugurará el reinado de Dios en Israel. La pregunta presupone, por tanto, que los discípulos, ante el anuncio de la catástrofe nacional, la ven como el momento en que, por intervención milagrosa de Dios, va a cambiar el rumbo de la historia. La «venida» de Jesús significa para ellos la instau ración del reino mesiánico glorioso, que coincide con el cambio de época (en gr., un solo artículo). 4-8. En esos versículos deshace Jesús el equívoco late nte en la pregunta : la destrucción del templo no significa la llegada del reino mesiánico como lo esperan los discípulos. Por eso han de estar precavidos contra la aparició n de num erosos falsos mesías, que pretenderán usurpar su puesto y tendrán muchos seguidores. Las noticias de guerras no deberán provocar su entusiasmo, como si el momento del cambio para Israel estuviera cerca. «Todavía no es el fin», es decir, no es el momento de la instauración gloriosa
24,1-44: p r o c e s o
i ii s t o r i c o
d e l r ein a d o d e d io s
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La salvación individual no coincide con la social. La maduración del individuo, por su entrega total y su constancia, es más rápida que la de la humanidad en general. Con estos que resisten hasta el fin se lleva a cabo la misión universal; sólo cuando ésta haya dado su fruto llegará el fin para la humanidad, es decir, la inau guración del reino de Dios definitivo (13,43: «el reino del Padre»), el fin de la historia. En esta primera sección (vv. 4-14), Jesús no ha contestado a la pregunta de los discípulos, sino qué ha deshecho el equívoco la tente en ella. Una cosa es la destrucción del templo y otra la inau guración gloriosa del reinado de Dios. Este tiene su época terrena (13,41; 16,28: el reinado del Hombre), pero no puede llamarse glo riosa: es la del grano de mostaza, la del trigo que coexiste con la cizaña. 15-28. Pasa Jesú s a respon de r a la pre gunta acerc a de la señal. Para describirla toma una imagen del profeta Daniel («el execrable devastador»), que designa una invasión militar de Palestina, la que se verificó en la guerra contra Roma. La única manera de escapar al desastre será la huida, y Jesús encarece su necesidad y su ur gencia (16-18). Una lamentación (19) subraya la magnitud del de sastre que va a abatirse sobre Jerusalén; las atrocidades que los soldados cometían con los niños pequeños y las embarazadas eran proverbiales. La fuga no toca sólo a los suyos, sino a todos los judíos; por eso pide a los suyos que rueguen porque no caiga en sábado, cuando los judíos piadosos podían tener escrúpulo de ca minar más de lo permitido. Será la calamidad más grande que ha conocido ni conocerá nunca la humanidad (21). Su magnitud no
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llegada se identifica con la misma destrucción de Jerusalén (cf. 26, 64). Distingue aquí «su llegada» de «el fin de esta edad». Termina el pasaje con un dicho, al parecer proverbial (cf. Job 39,27-30), que pone en relación la llegada del Hom bre con la ruina y el saqueo de Jerusalén. 29-31. Comienza la descripción de los acontecim ientos propios de la época histórica que sigue a la destrucción de Jerusalén. Estos se describen bajo la imagen de una conmoción cósmica. Las figu ras del sol que se hace tinieblas, etc., se encuentran en los profetas para describir la caída de los im perios o rein os enemigos de Dios (Is 13,10, de la caída de Babilonia; 34,4, de la ruina de Edom; Ez 32,7-8, de la desolación de Egipto; J1 3,3; 4,15). La época histórica que seguirá a la caída de Jerusalén, el siste ma opresor que se ha hecho enemigo de Dios rechazando a su Mesías, estará caracterizada por la caída de otros regímenes opre sores. La mención de sol, luna y estrellas alude a las naciones paga nas, quienes los tenían por dioses (cf. Dt 4,19s). La destrucción de Jerusalén ha marcado el principio de una liberación progresiva de la hu m anida d (cf. v. 8: «principio de dolores»). La acción del Hom bre en la historia será la de ir derribando a todos los enemigos del hombre. Cada uno de esos acontecimientos es una «llegada» del Hombre, que en ella manifiesta su gloria y su poder. La señal o enseña del Hombre convocará a los dispersos de Israel entre las naciones (Is 11,12), ahora del Israel mesiánico que es su comuni dad. Las naciones que los han perseguido («todas las tribus de la tierra», cf. Zac 12,10.14) mostrarán su pesar, reconociendo el triunfo del Hombre. También la imagen de la trompeta se refiere a la acción de congregar a los suyos (cf. Is 27,13) de los cuatro vientos (Zac 8,7-8; Dt 30,4). La llegada del Hombre no indica el fin
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h isto r ic o
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de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos» (el verano, tiempo de la cosecha). En primer lugar, da Jesús la señal de la in minencia, que se refiere a los acontecimientos de la ruina de Jerusalén. Aquella señal (parale lo e ntre vv. 15 y 33: «cuando veáis») de destrucción lo es, al mismo tiempo, de esperanza: está a las puertas el momento cuando el rein ado de Dios se transfiera a otro pueblo. Esto significa la entr ada de los paganos en el reino, que seguirá a la destrucción de Jerusalén; el obstáculo para la realiza ción del reino universal era la institución judía. Jesús predice el tiempo en que esto ha de verificarse: dentro de su misma generación. Coincide este dicho con el de 16,28, la inauguración del reinado del Hombre, que se extenderá hasta el fin de la historia (cf. 13,41) y dejará paso al reinado del Padre (13,43). 36-44. En cambio, hay otro acontecimiento cuyo mom ento no puede ser precisado. Sólo el Padre puede determ inarlo. Este es el momento del «fin» individual y del «fin» de la historia, que depen den de la maduración del individuo y de la humanidad. Este fin supone para el individuo una entrega como la de Jesús, que lo constituye en hijo de Dios; por eso sólo el Padre, que es el término de esta relación, puede apreciar cuándo el hombre ha llegado a su pleno desarrollo como hijo. Pasa Jesús a precisar el carácter de su «llegada», descrita antes de forma figurada en vv. 30s, y cuyo día y hora son desconocidos. Esta será inesperada para la inmensa mayoría. Como en tiempos de Noé, la humanidad, distraída en sus asuntos, no verá acercarse la ruina. Los discípulos, en cambio, que saben que ese día se acer ca, deben estar vigilantes.
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madurez y salvación afrontando la persecución y el odio y dando la vida, sin desanimarse por la maldad del mundo ni por las defec ciones de otros. La época que comienza con la destrucción de Jerusalén (el rei nado del Hombre) verá la caída sucesiva de otros sistemas opre sores, que significarán el triunfo del Hombre. Lo mismo que la prim era fue efecto de la condena de Jesús, el Mesías pacífico, y de la elección del camino de la violencia (27,20s), así la caída de los otros sistemas será efecto de la persecución y muerte de los dis cípulos. Su obra irá produciendo la maduración de la humanidad.
R e s p o n s a b ilid a d d e los d is c íp u lo s
(Me 13,33-36; Le 12,41-48) 45 ¿ D ón de e s tá ese em p l ea d o fiel y s en sa to , e n ca rg a do p o r el señor de dar a su servidumbre la comida a sus horas? 46Dichoso el tal e m ple ad o si el se ño r, al llegar, lo e n c u en tra cum plien do c on su obligación. 47Os ase gu ro qu e le co nfia rá la administración de todos sus bienes. 43 P ero si el c a na lla d el e m p le ad o , p e n sa n d o qu e su s eñ o r tard ará , 49empieza a m altr a tar a sus com pañeros y a com er y be be r con los bo rra ch os , 50 el día que m eno s se lo e sp era y a la ho ra que no ha p revisto, llegará el seño r 51y lo p o nd rá en la calle, mandándolo a donde se mandan los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Parábola de la s diez muchach as
25 1Ento nc es se p are ce rá el reino de Dios a diez m uch a chas que cogieron sus candiles y salieron a recibir al novio. 2Cinco eran necias y cinco sensatas. 3Las necias, al coger los candiles, se dejaron el aceite; 4las sensatas, en cambio, lleva ron alcuzas de aceite además de los candiles. 5 Como el novio tard ab a, les en tró sueño a toda s y se d u r mieron. 6A medianoche se oyó gritar: — ¡Que lle ga el novio , salid a recibirlo! 7 Se d e s pe rta ro n t od a s y se p u sie ro n a d e s pa b ila r los c an diles. 8Las necias dijeron a las sensatas: — D adnos de v u estro aceite, que los candiles se nos apagan. 9 Pero las sen satas co ntes taro n: — P o r si acaso no hay b a s ta n te p a ra todas, m e jo r es que vayáis a la tienda a comprarlo. 10M ientras ib an a c om pr arlo llegó el novio: las que es ta b an p re p a ra d a s e n tra ro n con él al b a n q u e te de bodas, y se ce rró la pu erta . 11Cuand o po r fin llegaron las otra s m uch a chas, se pusieron a llamar: — Señor, señor, ábrenos. 12Pe ro él re sp on di ó: —Os aseguro que no sé q uién es sois. 13Po r tanto , esta d en vela, que no sab éis el día ni la ho ra.
P arábola de los m illon es
(Le 19,11-27) 14Es com o u n h om bre que, al irse de viaje, llam ó a sus em plea do s y los dejó en carg ad os d e sus bienes: 15a un o le dejó cinco millones, a otro dos, a otro uno, según sus capaci dades; luego se marchó. 16 E l q u e r ec ib ió c in co m i llo n es fu e e n se g uid a a n eg o c ia r con ellos y ga nó o tro s cinco ; 17el qu e rec ibió d os hizo lo m is m o y ganó o tro s dos; 18en camb io, el que recib ió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 19 Al c a bo d e m u c h o tie m p o v olvió el s eñ o r d e a q ue llo s em plea do s y se pus o a sa ld ar cu en tas con ellos. 20 Se ac ercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo: — Señor, cin co m illones m e d ejaste; m ira , he ganado o tro s cinco. 21S u se ño r le respo nd ió: — Muy bien, em pleado fiel y cum plid or. H as sido fie l en lo poco, te pondré al frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor. 22Se acercó luego el que h ab ía recibido dos m illone s, y dijo: — Señor, dos m illones m e d e ja ste; m ira, he ganado otros dos. 23Su se ño r le respo nd ió: M bi l d fi l lid H id fie l
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empleado inútil, echadlo fuera a las tinieblas: allí será el llan to y el rechinar de dientes. Otra parábola para inculcar el sentido de la responsabilidad: los dones que cada uno ha recibido no pueden estar ociosos; hay que hacerlos fructificar al máximo. Lo intolerable es la pusilani midad y el miedo al riesgo, que na».e en la parábola de un falso concepto del Señor (25). Es la idea expresa Ja c’.n 13,12, donde se refería a la fecundidad de la tierra buena y a Ir esterilidad de la mala. Para los «millones», cf. 18,24.
Ju icio d e las n aciones y
r eivin dicación d e los disc íp u lo s
31Cuan do el Ho m bre llegue con su esp lend or aco m pañ ado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria 32 y reun i rán ante él a todas las naciones. El separará a unos de otros, como un p as to r sepa ra las ovejas de las cab ras, 33y po nd rá a las o vejas a su de rech a y a las c ab ras a su izquie rda. 34 E n tonces dirá el rey a los de su derecha: — V enid , b en d itos de m i Padre; h e re d ad el reino p re p a rad o p ar a vo sotro s desd e la creación del m und o. 35Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui e x tra n je ro y m e recogisteis, 36e stuve desnudo y m e
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— Señor, ¿cu án d o te vim os con h a m b re o con sed, o ex tranjero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? 45 Y él les co nte sta rá : — Os lo aseguro: Cada vez que d e ja ste is de h acerlo con uno de éstos tan pequeños, dejasteis de hacerlo conmigo. 46E stos irán al castigo d efinitivo y los ju sto s a la vida d e finitiva. Esta grandiosa escena es complementaria de la «venida» descri ta en 24,30s. Allí se había presentado la venida del Hombre en el aspecto de salvación para los suyos; aquí, Mt afronta el problema de la suerte de los paganos. «Todas las tribus de la tierra» (24,30) corresponden a «todas las naciones» (25,32). En ambos casos es «el Hombre» el que llega, con gloria, y acompañado de sus ángeles o mensajeros. Se trata de la época histórica después de la destruc ción de Jerusalén, como se ha visto en 24,29. Por eso no es el jui cio de los judíos, ya encomendado al Israel mesiánico en 19,28, sino únicamente de los paganos. La denominación «el rey» (34) co rresponde a la época del reinado del Hombre (cf. 13,41), el rey de la historia, que se inaugura con la destrucción de Jerusalén (cf. 16,28) y dura hasta el fin de esta edad. La suerte de los paganos depende de cuál haya sido su actitud ante «el Hombre»; si han estado de su parte, tendrán vida eterna (34-36), que equivale a la posesión del reino. La mención del Padre (34: «Benditos de mi Padre») indica que heredan el reino del Padre, la etapa poshistórica del reinado de Dios. Ante la pregunta asombrada de los beneficiados (37-39), el Hom br id tific (c l ie ) de h ío
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ha ido apareciendo en el evangelio («Diablo, Satanás, el Malo»), es siempre el símbolo del poder opresor. «Sus ángeles/mensajeros» son sus agentes. La supresión de todo poder opresor será la obra del Hombre en la historia (cf. 24,29-31). La frase final (46) puede estar inspirada en Dn 12,2, donde se des cribe la suerte final con una oposición semejante. Sin embargo, en todo este episodio Mt omite la mención de la resurrección, como corresponde a un juicio sucesivo en la historia y no a la descrip ción de una escena final. La vida eterna es vida definitiva; su con trario es castigo definitivo. El adjetivo gr. aiotiios no denota en prim er plano la duració n, sino la calidad. El castigo definitivo es la muerte para siempre.
VI
PASION, MUERTE, RESURRECCION ( 26 , 1-28 , 15)
A.
PLAN PARA MATAR A JESU S
(Me 14,1-2; Le 22,1-2; Jn 11,45-53)
26 1Cu ando acab ó este discu rso, dijo Jesú s a sus discí pulos: 2—Dentro de dos días se celebra la Pascua, como sabéis, y entregarán al Hombre para que lo crucifiquen. 3Los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se re unieron por entonces en el palacio del sumo sacerdote, que se llama ba Caifás, 4 y decidieron p ren de r a J esú s a traición y d arle m uerte, 5 aun qu e dijeron : — D u ran te las fiestas no, que p o d ría a rm a rs e un tu m u lto en el pueblo. Por última vez usa Mt la fórmula que indica el paso de discurso a narración (cf. 7,28; 11,1; 13,53; 19,1). No señala cambio de lugar. El anuncio de la proximidad de la Pascua está puesto en boca de
La unción en B etan ia
(Me 14,3-6; Jn 12,1-8) 6
E s ta n d o J es ús en B e ta nia , en c asa d e S im ó n el le pro so , 7se le acercó una m uje r llevando un frasco de pe rfum e de mucho precio y se lo derramó en la cabeza a Jesús, que estaba reclinado a la mesa. 8Al ver aquello, los discípulos dijeron indignados: — ¿A qué viene ese derro ch e? 9 Podía h a b e rse vendido p o r mucho y habérselo dado a los pobres. 10Jes ús se dio cu e n ta y les dijo: — ¿P o r qué m o lestáis a esta m u je r? E s tá m uy bien lo que ha hecho conm igo; 11a esos pob res los tenéis siem pre e ntr e voso tros; en cam bio, a mí no me vais a te ne r siem pre. 12Cua n do ella derramaba el perfume sobre mi cuerpo, me estaba pre p a ra n d o p a ra la se p u ltu ra . 13Os aseguro que en c u a lq u ier p a rte del m u n do donde se pro clam e e sta b u e n a no ticia, se recordará también en su honor lo que ha hecho ella. 6-9. El perfum e es símbolo del am or (Cant 1,12). Ante el an un cio de la muerte de Jesús, la figura de la mujer representa a aque llos que con su amor-adhesión se identifican con esa muerte. Son los discípulos, que no la entienden ni se solidarizan con ella (16,22; 17,23; 20,21s), quienes protestan contra el gesto de la mujer. Quie ren oponer el servicio a los pobres a la adhesión a Jesús que va a morir, sin darse cuenta de que la aceptación de esa muerte es la que permite la redención de los pobres y la única que capacita
2 6 , 1 4 - 1 6 : j u d a s v e n d e a j e s ú s
251
morir; cuando él no esté, esa adhesión/amor hay que mostrarla a los pobres, que toman su puesto (25,40). El gesto que la mujer cumple tiene su lugar propio en el momento de su sepultura. Mos trar el amor y la adhesión a Jesús cuando haya muerto será la prueba de la fe en su resurrecció n, anunciada por él en cada pre dicción de su muerte (16,21; 17,22s; 20,18s); de que, para el dis cípulo, esa muerte no es el fracaso de Jesús ni de su misión. 13. Esta adhesión de am or es parte del mensaje, de la buena noticia que ha de predicarse a todo el mundo.
J u das v e n d e a Jesús
(Me 14,10-11; Le 22,3-6) 14 E n t o nc e s u n o d e los D oce, J u d a s I sc a r io t e, f ue a v e r a los sum os sac erd otes 15y les pro pu so: — ¿C uánto está is d isp u esto s a d a rm e si os lo entrego? E llo s qu e daron en darle trein ta m o n e d a s d e p la ta (Zac 11,12). 16Desde en tonc es an d ab a bu sc an do ocasión pro picia p a ra en tre garlo . Al contrario que en Me, es Judas quien pide dinero por entre gar a Jesús. Es el hombre que no ha hecho la opción por la pobre za (5,3), y el afán de dinero lo ha llevado a traicionar el mensaje (13,22). El precio que los sumos sacerdotes ponen a Jesús se en cuentra en Zac 11,12 (LXX) (cf. Mt 27,9s). Las treinta monedas de
B.
LA PASCUA DE JE SU S La pre p a r a c ió n
(Me 14,12-16; Le 22,7-13) 17 E l p r im e r d ía de lo s A zim os se a c e r c ar o n lo s dis cí pu lo s a Jesús y le preguntaron: — ¿D ónde quieres que te p rep a re m o s la cena de P ascua? 18El c onte stó: — Id a la c iu dad, a casa de F ulano, y dadle este recado: «El Maestro dice que su momento está cerca y que va a cele b r a r la Pascua en tu casa con sus discípulo s». 19Los discípulos cu m pliero n las instru cc ion es de Jesús y p re p a ra ro n la cena de Pascua. A n u n cio de la traición
(Me 14,17-21; Le 22,21-23; Jn 13,21-30) 20Ca ída la ta rd e se p us o a la m es a co n los D oce. 21M ien tras comían, dijo: —Os aseguro que u n o de v o so tro s m e va a en tre g ar. 22 E llo s, c o n s te r na d o s, e m p e z ar on a r e pli ca r le u n o t ra s otro: — ¿Acaso soy yo, Señor?
254
LA PASCUA DE JESUS
—T om ad, com ed; esto es m i cuerpo. Y cogiendo una copa, pronunció una acción de gracias y 21 se la pasó, diciendo: —Bebed todos, Mpues esto es la sa ng re de la alianza m ía , que se de rram a p or todos pa ra el pe rdó n de los pecados. 29Os digo que desde ahora no beberé más de este producto de la vid hasta que llegue el día en que lo beba entre vosotros, nuevo, estando yo en el reino de mi Padre. 30Y desp ués de c a n ta r saliero n p ar a el m on te de los Olivos. 17-19. «El prim er día de los Azimos» ( = panes sin levadura) (cf. Ex 12,14-20) indica en este texto la tarde de la víspera de Pas cua. Son los discípulos los que recuerdan a Jesús que ha de ser preparada la cena. Manda a todos los discípulos (Me: dos) a dar el recado a un desconocido. «Su momento» es el de su muerte. 20-25. «Los Doce» se identifican con «sus discípulos» (cf. v. 18); se ve el valor simbólico del número, que designa al grupo como el Israel mesiánico. Jesús anuncia la traición, provocando la tristeza y la inseguridad de ellos; «mojar en la misma fuente» era gesto de amistad e intimidad. 24. Oposición en tre «el Hom bre» («el Hijo del hom bre») y «ese hombre», es decir, entre el portador del Espíritu de Dios (3,16) y el que carece de él (cf. 17,22s). Al entregar al Hombre a la muerte, Judas elimina de sí mismo todos los valores propios del Hombre y pretende acabar definitivamente con ellos. Renuncia para siem pre a su ple nitu d humana. Prefiere el din ero a su propio ser. La
26,17-30:
la
e u c a r is tía
255
pensable para la vida. Al mismo tiempo, era sím bolo de la Ley. Al identificar Jesús el pan con «su cuerpo» sustituye el código de la alianza antigu a po r el de la suya: la norm a de vida pa ra el dis cípulo es él mismo, su persona y su actividad. Invita a los discí pulos a comer el pan, es decir, a asim ilarse a su persona; es una expresión del seguimiento (cf. 16,24). La bendición que pronuncia Jesús pone este relato en relación con el primer episodio de los panes (14,19). La entrega de los discípulos a la gente, simbolizada por el reparto del pan, se hace posible por esta entrega de Jesús a ellos y la identificación de ellos con Jesús. Al darles este pan, simboliza Jesús su entrega a ellos por amor; ellos, a su vez, deberán entregarse a todos en el pan que repartan. Mt no constata que los discípulos comiesen el pan. La copa es símbolo de la pasión y muerte (cf. 20,22). La acción de gracias pone el relato en relación con el segundo episodio de los panes (15,35s). 28. «Esto es la sangre de la alianza mía»: única división gram a ticalmente satisfactoria de la frase, según el estilo de Mt; cf. 7,24: «estas palabras mías», en gr. mou tous logo us tou tous; 16,18: «la Iglesia mía», en gr. mou ten ekklés ia n. «De la alianza mía», en gr. mou tés di at hékés. Jesús Mesías, el Emmanuel (1,23) o «Dios entre nosotros» (1,23), no habla de la iglesia de Dios (hebr. qahal Yahweh) ni de la alianza de Dios, sino de su Iglesia y de su alianza. Es la alianza que él mismo ha pro mulgado en las bienaventuranzas (5,3-10). Que esa sangre es la suya queda claro por la segunda parte: «que se derra m a po r to dos», alusión evidente a la Cruz. Jesús invita a todos a beber de la copa, es decir, a asimilarse a
256
LA PASCUA DE JESUS
mismo, el derecho y la justicia; cf. Is 5,7). El amor nuevo es el vino que ha ofrecido en su copa y que los discípulos aún no han bebido; te ndrá plena re alidad en su m uerte, y consiste en el ser vicio a los hombres hasta dar la vida (20,28). Tal ha de ser el fruto del Israel mesiánico (cf. 21,41). Podrá beberlo a partir de su muer te, por la que entrará en el reino del Padre, etapa poshistórica del reino de Dios (cf. 13,43), cuando deje el Espíritu (27,50). Serán los discípulos, el nuevo Israel, quienes, siguiendo a Jesús, produz can ese amor. Jesús glorificado ( = en el reino de su Padre) expe rimentará la existencia de ese amor estando en medio de sus dis cípulos en el ejercic io de la misión (28,20: «yo estoy con vosotros hasta el fin de esta edad»). Será un compartir, una comunión ínti ma: ellos experimentarán el amor de Jesús, que ha dado la vida por ellos, y podrán ofre cerle el am or que los lleva a dar la vida por los hombres. 30. El m onte de los Olivos fue el lugar desde donde Jesús an un ció la ruina de Jerusalén y el triunfo del Hombre (cf. 24,3ss). Es su pasión la causa de esa ruina y de ese triunfo.
C.
PR EN DIM IEN TO Y CONDENA
P redic e las negaciones de P edro
(Me 14,27-31; Le 22,31-34; Jn 13,36-38) 31E nto nc es Je sú s les dijo: — E s ta m ism a noche vais a fa lla r todos p o r causa m ía , p o rq u e e stá escrito: « H erir é al p a s to r y se d ispe r sa rá n las o v e ja s d el rebañ o» (Zac 13,11). 32 Pe ro cu an do re su cite iré po r delante de vosotros a Galilea. 33Le re pu so Pe dro : —A unque todos fallen p o r causa tuya, yo ja m á s fallaré. 34Je sú s le d ec laró : —Te aseguro que e sta m ism a noche, an tes que el gallo cante, me negarás tres veces. 35P ed ro le replic ó: —A unque tenga que m o rir contigo, ja m á s te negaré. Y los demás discípulos dijeron lo mismo. 31-32. En el cam ino anuncia Jesús a los discípulos que van a fallar aquella misma noche. El hecho estaba descrito en la pará bola del sem brador (13,21): son los que no tienen raíces y se aco bardan antes las dificultades o la persecución. El texto de Zac 13,7 está puesto en futuro («Heriré») y en sin
258
PRENDIMIENTO Y CONDENA
Existe una oposición entre «renegar de sí mismo» y «renegar de Jesús». Lo primero es condición para el seguimiento (16,24) y sig nifica renunciar a toda ambición y preeminencia personal. Quien no reniega de sí mismo acabará renegando de Jesús. Tal es el caso de Pedro. 35. El discípulo desm iente rotun da m ente a Jesús. Este no lo conoce suficientemente. Estaría dispuesto incluso a dar la vida para m ostrar su fidelidad. Pedro arra stra a los demás discípulos. Consigue que los discípulos no hagan caso a Jesús, sino a él.
La oración en el h u e r to
(Me 14,34-42; Le 22,39-46) 36Jesús llegó con sus d iscípulos a un h ue rto q ue llam ab an Getsemaní, y les dijo: — Q uedaos aquí, m ie n tra s yo m e voy a o ra r. 37Y llevánd ose a P edro y a los dos h ijos de Zebedeo, em pezó a e n triste ce rse y a a n g u stia rse . 38E n to n ces les dijo: — Me m uero de tristez a. Q uedaos a q u í y e sta d en vela con migo. 39Adelantándo se un poco, cayó r os tro en tie rra y se puso a orar diciendo: — P adre m ío, si es posible, que se aleje de m í ese trago. Sin embargo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quie
26,36-46:
la
o r a c io n
en e l
h u er to
259
36-37. Es la segunda vez que Jesú s ora en Mt (cf. 14,23). La escena presenta el reverso de la medalla de la transfiguración. Los testigos de la angustia de Jesús son los mismos tres discí pulos que lo fueron de su gloria. Allí habían podido percibir el estado final del que entrega su vida por amor a los hombres. Aquí, confortados por aquella visión, deberán solidarizarse con la muerte de Jesús, que es modelo de la de todo discípulo. 38. «Me muero de tristeza»: lit. «muy tri ste/tr istís im a está el alma mía hasta la muerte». «El alma mía» = «yo/mi persona.» Se describe una tristeza que podría causar la muerte («hasta»); giro castellano: «morirse de tristeza». La expresión de Jesús «Me mue ro de tristeza» corresponde, según el original, a Sal 42,6; se des cribe allí la situación de un israelita en ambiente pagano; su gran dolor es ver a su Dios menospreciado por los paganos que no creen en él. Tal es la angustia de Jesús. No rechaza la m uerte por sí misma, que había aceptado a p artir de su bautismo (3,15s) y que él mismo había propuesto por modelo a los Zebedeos (20,22). Su angustia y su petición brotan de ver cómo el Padre va a ser ultrajado y considerado como un Dios falso (Sal 42,4: «¿Dónde está tu Dios?»). Los hombres espe ran un Dios que demuestre su potencia. Si Jesús muere conde nado como un criminal, despreciarán al Dios de quien se fiaba. Para el sistema de poder, el Dios impotente aparece como falso. Se revela aquí lo más profundo del misterio del amor de Dios y de su designio. Aparecen aquí la fuerza y la debilidad de Dios. Por ser puro amor, no tiene más fuerza que la de su amor mismo. Al ofrecerse
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PRENDIMIENTO Y CONDENA
una muerte como la suya. A los ojos del mundo, Jesús no va a ser liberado ni reivindicado. Los enemigos van a triunfar y su dios va a ser considerado como el verdadero. También ellos, seguidores de Jesús, deben aceptar esa situación como propia; su destino será el mismo de Jesús. Es la copa/«trago» (cf. 20,22) que les ha ofre cido en la eucaristía (26,28). 39. La petición de Jesús es condicionada («si es posible»). Re conoce no penetrar hasta el fondo del designio divino. Por eso se remite a él («no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»). Invoca a Dios como Padre suyo; su oración se realiza en la mayor confianza y compenetración. 40-41. El sueño de los discípulos indica su falta de identifi cación con Jesús. Este se lo reprocha y no sólo les advierte que estén en vela, como antes (v. 38), sino que, además, los incita a orar para no ceder a tentación (cf. 6,13). La tentación es la del mesianismo triunfante, tal como fue propuesto a Jesús en el de sierto (4,1-11). El espíritu animoso puede aludir a las bravatas anteriormente pronunciadas por Pedro (vv. 33-35). 42-44. «Realícese tu designio» es fórm ula que repite la de 6,10. Jesús se identifica con ese designio. Los discípulos, en cambio, duermen de nuevo; no hacen caso alguno a Jesús. Frases como «tenían los ojos pesados/cargados» (43) o semejantes se encuen tra n en el AT-LXX (2 Sm 13,25; 14,26; Sir 8,15; J1 2,8), connotando ininteligencia. La falta de comprensión de los discípulos es la causa de su indiferencia y de su no identificación con la muerte de Jesús. Este los deja. Sigue orando, compenetrado con el Padre.
26,47-56:
e l p r e n d im ie n to
261
Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo de tuv iero n. 51 Uno de los que es tab an con él tiró de m ac he te y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. “ Jesús le dijo: —Vuelve el m achete a su sitio, que el que a h ierro m ata a hierro muere. 53¿Piensas que no puedo acudir a mi Padre? El pondría a mi lado ahora mismo más de doce legiones de ángeles. 54Pero ¿cóm o se cum pliría en tonces la Es critu ra, que dice que esto tiene que pasar? v Jesús dijo en tonces a las m ultitudes: — ¡Con m achetes y palos habéis salido a p ren d erm e , com o si fuera un bandido! A diario me sentaba en el templo a ense ñar y no me detuvisteis. 56 Todo esto oc ur rió pa ra que se cu m plier a lo que esc ribie ron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. 47. Mt subraya que Jud as era uno de los Doce, es decir, del Israel mesiánico. No llega una tropa organizada, sino una multi tud armada. Ha sido enviada por las dos categorías que se habían confabulado para dar muerte a Jesús (26,3). 48-50. La con traseña que da Ju das para reco nocer a Jesús y prenderlo es el beso. Llama a Jesús «rabbí»; es el único personaje que lo hace en este evangelio (26,25.49). Con este término, que equipara a Jesús a los doctores de la Ley, muestra Judas su falta
262
PRENDIMIENTO Y CONDENA
51-54. Uno de los que están con Jesús, cuya actitu d delata la de cualquier discípulo, pretende recurrir a la violencia para im pedir el prendim ie nto. Los discípulos siguen sin com prender el mesianismo de Jesús. No aceptan su muerte, que consideran una derrota. «El siervo» (determinado) del sumo sacerdote es su re presentante ; el discípulo quiere atacar en él al jefe que representa la institución. Jesús lo hace cesar de su actitud, recordándole que la violencia engendra más violencia. La frase que sigue, acerca de pedir ayuda al Padre, refleja la voluntad de Jesús a la que había renunciado en la oración para seguir el designio del Padre (v. 39). El plan alternativo que se ofrecía a Jesús era, pues, la intervención milagrosa de Dios, impi diendo con ella que el curso de los acontecimientos llegase hasta sus últimas consecuencias. Pero Jesús ha renunciado ya a ese plan. Las doce legiones aluden a Israel; Dios habría forzado a Israel a reconocer al Mesías por medio de una intervención deslumbradora (cf. 16,1: señal del cielo). La Escritura que tiene que cumplirse es la del siervo de Dios (Is 52,13-53,12), figura a la que hacía alusión la voz del cielo en la escena del bautismo de Jesús (3,18). El discípulo pensaba que el prendimiento de Jesús era contra rio al plan de Dios; tenía la idea del Dios que es poder y siempre triunfa. Creía que Jesús estaba inerme y necesitaba defensa. Con su respuesta, Jesús le hace ver que el Padre vela por él (cf. 10,30), que tiene a su disposición la potencia de Dios y podría defen derse solo. De hecho, Jesús, cuya respuesta al amor del Padre ha sido tan plena que se ha comprom etido a dar su vida por llevar a cabo su
26,57-68:
a n t e e l c o n s e jo
263
ha alcanzado su plenitud. Su m uerte va .a ser la pe rfecta m ani festación del amor del Padre a los hombres. 55-56. Jesús reproc ha a la m ultitud su conducta con él. Mul titudes lo escuchaban en el templo (21,23); las autoridades no se atrevían a desafiarlas (21,46) y hacen prender a Jesús a traición (26,4). Esto muestra su mala conciencia. Como había predicho Je sús (v. 31), todos los discípulos fallan. Los que pretendían haberlo dejado todo para seguirlo (19,27) ahora lo dejan a él. Aquel acto no había desembocado en una adhesión sin condiciones.
A n te el C o n se jo
(Me 14,53-65; Le 22,54-55.63-71; Jn 18,12-14.19-24) 57Los qu e de tuvie ron a Jesú s lo con du jero n a casa de Caifás el sumo sacerdote, donde se habían reunido los letrados y los se n a d o re s.58Ped ro lo fue siguiendo de lejos has ta el pa la cio del sumo sacerdote, entró dentro y se sentó con los guar dias para ver en qué paraba aquello. 59Los sum os s ac erd ote s y el Conse jo en p leno bu sca ba n un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte, pe ro no lo e n c o n trab a n a p e s a r de lo s m uchos falsos testigos M que com parecían. F inalm ente com parec ieron dos 61que decla raron:
264
PRENDIMIENTO Y CONDENA
67E nton ces le escu pie ron a la ca ra y lo golpea ron, o tros le da ba n bo fetad as, 68diciendo: — Adivin a, M esías, ¿quién te ha pegado? 57-58. La escena inicial p rese nta la conducción a la casa o palacio de Caifás. Reaparecen los letrados, tercer grupo inte grante del Gran Consejo. Pedro lo sigue de lejos; no es un seguimiento propio de discípulo. En el palacio del sumo sacerdote se sienta entre los subordinados, los agentes del poder que ha decidido la muerte de Jesús (26,4). No está seguro del desenlace. Todavía es pera algo im previsto que im pida esa m uerte. 59-61. Las sup rem as auto ridades no tienen una sola acusación que presentar contra Jesús. Desde el principio buscan un testimo nio falso, un pretexto para llevar a cabo su propósito de matarlo. Su esfuerzo se revela infructuoso, hasta que en el último momento se presentan dos (número suficiente para un testimonio válido; cf. Dt 19,15). Acusan a Jesús de querer destruir el santuario de Dios, el lugar sacrosanto, y de pretender reconstruirlo en tres días. Je sús había predicho la destrucción del templo (implícita ya en 21,13), pero no por obra suya. Serán ellos mismos los culpables de la ruina de la nación, pero quieren hacerlo responsable a él. «Tres días», modo proverbial de indicar un corto plazo, hace alusión a la resurrección; señala el mínimo intervalo que va a mediar entre la muerte y la vida. La última acusación, que se incluye entre los falsos testimonios, delata los rumores que se propalan contra Je sús, presentándolo como enemigo de la institución judía que pre tende sustituir el templo, orgullo y símbolo de Israel. Expresa,
26,69-75:
n e g a c io n e s d e p e d r o
265
migos del Hombre, pero van a ver su triunfo. Anuncia Jesús una visión a partir del presente. Con la alusión a Sal 110,1, se declara Señor de David (cf. 22,44), afirma su condición divina y que Dios hace causa común con él contra ellos, sus enemigos. Con esto acusa de ilegítima y enemiga de Dios a toda la institución judía, concreción de Satanás en el evangelio (cf. 12,29). Pero además les anuncia la llegada del Hombre sobre las nubes del cielo (cf. 24,30). Esta frase es una nueva predicción de la destrucción de Jerusalén (cf. 21,41; 22,7). Será ésta su primera venida, que se continuará en la historia con otras muchas, para afirmar el triunfo del Hombre sobre otros sistemas opresores (24,29-31). Al anunciar su sesión a la derecha de Dios, Jesús no se ha lla mado «el Mesías», figura mitificada, sino «el Hombre», el expo nente máximo de la humanidad. Que el hombre proclame su con dición divina es una blasfemia insoportable para los oídos de los que establecían la más absoluta separación entre el hombre y Dios (cf. 9,3). El gesto de rasgarse las vestiduras era señal de dolor y luto (cf. Is 37,1). Ya han encontrado un motivo válido para darle muer te. No se cuestionan ni por un momento su propia postura. Ellos llevan sin duda alguna la razón y dictaminan desde su posición de poder lo que es o no blasfemia contra su dios. Unanimidad en la sentencia. 67-68. El odio acum ulado se desata en ultrajes. Con ellos quie ren invalidar la profecía que Jesús acaba de pronunciar.
266
PRENDIMIENTO Y CONDENA
Y en segu ida ca ntó un gallo. 7SPed ro se aco rdó de las pa la b ra s de Jesús: «Antes que cante el gallo me n eg arás tre s ve ces». Y saliendo fuera, lloró amargamente. Pedro no está en la sala del tribunal, sino fuera en el patio, pero también es acusado. Las dos prim eras acusaciones se las hacen dos criadas. La primera llama a Jesús «el Galileo». La ne gativa de Pedro es pública («delante de todos»). Deja el círculo donde estaba y se va al portal, donde también hay gente. Allí, otra criada denuncia ante todos su pertenencia al grupo de Jesús «el Nazareno» o «Nazoreo». Esta vez Pedro niega tener noticia de ese Jesús; reniega absolutamente haber sido su discípulo. La tercera vez intervienen todos los presentes. El acento de Pedro lo pone en relación con el Galileo. Acosado, refuerza su negación con mal diciones y juramentos; vuelve a negar tener noticia alguna de Jesús. El número tres indica lo definitivo. El gallo era conside rado como animal diabólico, por cantar en la noche. Su canto representa el triunfo del mal, pero recuerda a Pedro las palabras de Jesús. Sale fuera por segunda vez (cf. v. 71). Primero se había quedado en el portal, ahora deja el palacio; el recuerdo de las pala bras de Jesús le hace rom per radicalm ente con la in stitu ció n cuya ideología mesiánica profesaba antes. Su llanto es de arrepen timiento. Lo llevan a P ilato
(Me 15,1; Le 23,1-2; Jn 18,28-32)
27,3-10:
s u ic i d io d e ju d a s
267
—H e pecado, entregando a la m u erte a un inocente. Ellos le contestaron: — Y a nosotros, ¿qué? ¡Allá tú! 5 En tonces a rrojó las m oned as h acia el sa ntu ario y se m ar chó; luego fue y se ahorcó. 6Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: —No está perm itido echarlas en el teso ro, p o rq ue son p re cio de sangre. 7Y, después de llegar a un acuerdo, compraron con ellas el Cam po del Alfarero, pa ra c em en terio de fo ras tero s. 8 Po r eso aquel c am po se llam a to dav ía hoy «Campo de San gre». 9 E n tonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado segú n la tasa de lo s h ijos d e Israel, 10 y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había mandado el Señ or.»
3-5. Episodio propio de Mt (cf. Hch l,18s). Juda s sien te re mordimientos ante lo hecho; las treinta monedas de plata eran el precio de su traición, recibido de los sumos sacerdotes (26,14-16). Confiesa haber pecado. La retractación del delator, que reconoce a Jesús inocente, debía hacer reconsiderar todo el juicio celebrado antes. El presunto reo debía ser puesto en libertad y el delator condenado a muerte. Sin embargo, los dirigentes no hacen caso de la retractación de Judas. Este ha sido solamente un instru mento. Ellos han construido su caso contra Jesús y van a llevarlo adelante. El propósito de darle muerte era anterior a todo juicio
268
PRENDIMIENTO Y CONDENA
encuentra en el paralelo que Mt establece entre este texto profético y el de 2,18, como lo indica la identidad de la frase introductoria («entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías»). Judas, que representa al pueblo infiel a Dios y al Mesías, corresponde a los hijos de Raquel cuya muerte provoca el amargo lamento.
A n te Pilato. La acu sación
(Me 15,2-5; Le 23,2-5.9-10; Jn 18,33-38) 11Jesús com pareció an te el go be rnad or, y el go be rna do r lo interrogó: — ¿Tú eres el rey de los ju d ío s? Jesús declaró: —Tú lo estás diciendo: 12M ientras d uró la acu sac ión de los sum os sa ce rdo tes y sena dore s no replicó nada. 13Ento nce s le pregu ntó Pilato: — ¿No oyes c uá n to s cargos p re s e n ta n c o n tra ti? 14No le co nte stó a una sola p reg un ta, de su erte qu e el go b e rn a d o r e sta b a su m a m e n te ex tra ñ ad o . Jesús ante el gobernador. Este está al tanto de la acusación que se le hace, distinta de la de blasfemia propuesta en el tribunal judío, e in te rroga a Jesús. El títu lo que Pilato, pagano, da a Jesús es el mismo que le dieron los magos al entrar en Jerusalén (2,2). La respuesta de Jesús muestra también cierta reserva. No puede
27,11-26:
CONDENA A MUERTE
269
— D eja en paz a ese inocente, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya. 20A p es ar de todo , los sum os s ac erd ote s y los senad ore s convencieron a las multitudes de que pidieran a Barrabás y que muriese Jesús. 21El g ob erna do r tomó la pa lab ra: — ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Contestaron ellos: —A B arra b á s. 22P ilato les p reg un tó: — Y ¿qué hago con Jesús, a quien llam an el M esía s? Contestaron todos: — ¡Que lo crucifiquen! 23 Pilato repuso: — Pero ¿qué ha hecho de m alo? Ellos gritaban más y más. — ¡Que lo crucifiquen! 24Al ve r Pila to qu e to do e ra inú til y que, al co ntr ar io , se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos cara a la gente, diciendo: — Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! 25El pu eblo en tero co ntes tó: — ¡N osotros y n u e stro s h ijo s respon dem os de su sangre ! “ Entonces les soltó a Barrab ás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.
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PRENDIMIENTO Y CONDENA
su aviso y es sensible a él. El recado de la mujer de Pilato prepara la confesión del centurión y los guardias (27,54). «Deja en paz», lit. «nada para ti y para el justo ese», es decir, no tengas que ver con ese inocente. Como es Pilato quien lleva la inicia tiva, la fórmula «deja en paz» reproduce perfectamente el sentido (cf. 8,29). 20-23. Las m ultitu des, que habían sim patizado con Jesús, pero que nunca le habían dado su plena adhesión, son manipuladas por los dirigentes, el partido saduceo. Se cumple lo anunciado por Je sús en el apólogo de 12,43-45. La condición de las masas va a ser mucho peor que antes. Ahora van a ser cómplices del asesinato del Mesías (cf. 21,39); arrastradas por sus dirigentes, van a perder el reinado de Dios (21,43). La manipulación produce su efecto. Ante la pregunta de Pilato, la multitud opta por Barrabás contra Jesús y pide para el Mesías la muerte infamante. A pesar de que el juez declara la inocencia del acusado, el fanatismo de la masa, llevado al colmo, pide con más fuerza su muerte; ella misma se priva de toda esperanza de liberación. El Mesías debía efectuar su éxodo, llevando al pueblo a la liberación definitiva. Ellos mismos lo re chazan y se condenan a la esclavitud. Los jefes han conseguido inculcar a la masa las ideas que convienen a sus intereses. 24-26. Pilato, pa ra eximirse de toda resp onsabilidad en la de cisión, hace un gesto conocido en la cultura judía (cf. Dt 21,6-8; Sal 26,6a; 73,13b). El que, como juez, puede y debe evitar la in justic ia , por miedo al posible tu m ulto se deja presionar y la co mete. Queda caracterizada la «justicia» del poder político: entrega a la muerte a un inocente sabiendo que lo es. A este poder le
La L a b u r l a d e l o s s o l d a d o s
(Me 15,16-21; Le 23,26; Jn 19,2-3) 27 A c o n ti t i n u a c ió ió n , lo lo s so s o ld l d a d o s de d e l g o b e r n a d o r l l e v ar aro n a Jesús a la residencia y reunieron alrededor de él a toda la com pañía. “ L o desn ud aron y le le echaron encima un m anto es ca rlata; 29 de spu és tren za ro n un a co ron a de espino, se se la pu sieron en la cabeza y en la mano derecha una caña. Doblando la rodilla ante él, le decían de burla: — ¡ S a lu d , r e y d e l o s j u d í o s ! 30Le 0Le escup ieron, le qu itaro n la cañ a y se pu siero n a p egarle en la cabeza. cabeza. 31T erm ina da la bur la, le qu itaro n el m an to, le p u s i e r o n s u r o p a y s e lo l l e v a r o n p a r a c r u c i f i c a r l o . 32 Al s a li l i r e n c o n t ra r a r o n a u n h o m b r e de d e C ir ir e ne n e qu q u e s e ll lla maba Simón y lo forzaron a llevar la cruz de Jesús. Los soldados paganos parodian una entronización real. Ridicu lizan en Jesús la esperanza mesiánica de Israel. Ahora más que nunca, el deseo de independencia y hegemonía que abrigaba el ju daismo puede ser objeto de irrisión; han rechazado al Mesías y no les queda más que la esclavitud. Quitar a Jesús sus vestidos significa despojarlo de su identidad. Ellos lo revisten de otra, que no es la suya, y ésa es objeto de burla. 32. La figura de Simón Cirineo contr co ntr as ta con la de Simón Sim ón Pe Pe dro; mientras éste ha renegado de Jesús (26,69-75), aparece aquí la
D.
MU ERTE Y RESUR RECCION
Crucifixión y muerte
(Me 15,22-41; Le 23,27-49; Jn 19,17-30) 13 C u a nd n d o ll ll e g a ro ro n al al lu l u g a r ll ll a m a d o G ól ó l g ot o t a ( qu q u e q u ie i e re re de cir «La C alav era» ), 34le d i e r o n a b e b e r vino mezclado con 69,22); 22); Je sú s lo pro bó , pe ro no q uiso be be rlo. 35Des h i e l (Sal 69, pu p u é s d e c r u c i f i c a r l o se s e r e p a r t i e r o n su ropa echando suertes (Sa l 22,1 22,19) 9) 36 y lue go se s e n ta ro n allí a c us tod iar lo . 37 E n c im im a d e s u c ab a b ez e z a c ol o l o c ar a r o n un u n l et e t r er e r o co co n la la a c u sa sa ción: e s t e e s j e s ú s , e l r e y d e l o s j u d í o s . 38C rucificaro n en ton ces con él a dos bandidos, uno a la derecha y el otro a la iz quierda. 39Los que pa sa ba n lo inju ria ba n , y decían, m e n e a n d o l a ca c a b e z a :
40— ¡Tú que d estru ías el san tua rio y lo reco ns truías en tres días! Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz. 41 Así t am a m b i én é n lo lo s s u m o s s a c er e r d o te te s , e n c o m p a ñ í a d e l o s letrados y los senadores, bromeaban: 42—Ha salvado a otros y él no se puede salvar. ¡Rey de Israel! Que b aje a h o ra de la cruz y le creere m os. 43¡Había p u e s t o e n D i o s s u c o n f i a n z a ! Si de verdad lo quiere Dios, q u e
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MUERTE Y RESURRECCION
denominación se aplicaba a los nacionalistas fanáticos (zelotas) que combatían con la violencia el régimen establecido. 39-44. Escena Esc ena de de los los ultra ul tra jes , pro nunc nu nciad iados os po r tre s grupo gru poss de gente. En primer lugar, por la gente cualquiera, los que pasan po p o r allí. al lí. La a c u sac sa c ión ió n h e c h a e n el juic ju icio io p o r los fals fa lso o s tes te s tig ti g o s (26,61) se ha difundido entre el pueblo. Este fue, sin duda, el ar gumento esgrimido por los sumos sacerdotes y senadores para pe p e r s u a d i r a la m a s a a p e d ir la c ruc ru c ifix if ixió ión n de J e s ú s (27,20). Los habitantes de Jerusalén ven en él un peligro para la institución de la que vive la ciudad. Jesús tiene que probar su pretensión de ser Hijo de Dios ba ja j a n d o de la cru cr u z . P a r a la gen ge n te, te , la salv sa lvaa ción ci ón c o n s iste is te e n p o n e r al seguro la vida física (cf. 16,25); la prueba de ser Hijo de Dios con siste en escapar de la muerte. La frase está redactada como las dos primeras tentaciones del desierto: «si eres Hijo de Dios» (4,3.6). El dios de ellos es el dios del poder, el que se impone al hombre y lo domina. Si fuese Hijo de Dios lo demostraría con un acto de poder. No pueden concebir que Jesús dé su vida volun tariamente (cf. 26,53). Para Pa ra los los que lo insu ltan, la voz voz del del Padre: Pad re: «Este es mi Hijo», queda desmentida por la crucifixión. Jesús no es Hijo ni es amado po p o r Dios. Al s e r u l t r a j a d o J e sús sú s , q u e d a v ilip il ipee n d iad ia d o el P a d re . El segundo grupo que lo insulta está formado por las tres ca tegorías del Gran Consejo, el órgano directivo de Israel. Como los anteriores, le echan en cara su impotencia. Este es el gran escán dalo para los hombres, para quienes la razón se demuestra con la fuerza. Jesús ha pretendido salvar al pueblo, liberarlo de la opresión, y él mismo ha acabado en el patíbulo. Su fracaso de
27,33-56: c r u c i f i x i ó n
y m u e r te
2755 27
dios diferente. Todos ven en la muerte la derrota de Jesús y, por tanto, la del Dios en quien confiaba. Todos están contra Jesús: los sumisos al poder, que repiten sus argumentos (39s); el poder mismo, que celebra su fracaso (4143); los rebeldes al poder, que pretenden conquistarlo (44). Para nadie que acepte la dialéctica del poder es comprensible la muerte de Jesús.
Desde el mediodía hasta la media tarde toda la tierra estuv o en tiniebla s. 46A m edia tar d e gritó J esú s m uy fue rte: — El E l i , E l i, l e m á s a b a k t a n i . (Es decir: D i o s m í o , D i o s m í o , ¿ p o r q u é m e h a s a b a n d o na n a d o ? [Sal 22,2]). 47Al 7Al oírlo, alg un os de los que e sta ba n a llí decían: — A E l i a s l l a m a é s t e . 45 I n m e d ia i a ta t a m e n t e u no n o d e e l l o s fu fu e co c o rr r r ie ie n d o a c og o g er er u n a esponja, la empapó d e v i n a g r e y, sujetándola a una caña, le 69,22). 49 Los d e m ás d ec ían: ía n: d i o d e b e b e r (Sa l 69,22). — D é ja lo , a v e r s i v i e n e E l i a s a s a l v a r l o . “ Jesús dio otro fuerte grito y exhaló exha ló el el espíritu. espírit u. 51E ntonc es la co rtina del san tua rio se rasgó en dos, de de a rrib a a aba jo; la tier ra tem bló, las las rocas se raja ro n , 52las 2la s tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían m ue rto re su citaro n; 53después que él él resucitó, salieron de las la s tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a 45
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MUERTE Y RESURRECCION
del sol que se irá verificando en la historia (24,29) y que simboliza la caída de los imperios opresores. Corresponde, por otra parte, a la ceguera de Israel, manifestada en los ultrajes a Jesús de la escena anterior; Israel no ve en Jesús al Justo que sufre y a cuyo lado está Dios. 46. El grito de Jes ús continú co ntinú a su tristez tris tez a y angus an gustia tia de Get semaní (26,38). Por el contenido del Sal 22,2, cuyo principio cita (cf. otra cita del mismo salmo en 27,35), representa al mismo tiempo la seguridad absoluta de Jesús acerca de su destino per sonal sona l (cf. Sal 22 22,30 ,30: «a m í me da d a rá vida»). Los dos asp ec tos to s se combinan. Jesús no duda de la resurrección que en variadas oca siones ha predicho, pero la angustia que revela el grito muestra su perplejidad sobre la eficacia de su muerte en la historia. El tremendo escándalo de que Dios no salga en defensa del Mesías rey de Israel, es el que causa la incredulidad del pueblo (cf. 27, 39-43). 47-49. In ter pret pr etac ac ión ió n equivocada o irón ica del del grito de Jesús. Jesús . Ven en él la confesión de su fracaso. Según la doctrina del judais mo, Elias debía haber venido para preparar el camino del Mesías (cf. 17,10). Piensan que ahora, ante su fracaso, Jesús llama a Elias pa p a r a que qu e lo s a q u e de la s itu it u a c ión ió n en que qu e se e n c u e n tra tr a . La rea re a c c ión ió n de los presentes es una manifestación más del odio, significado po p o r el v inag in agre re (Sal (S al 69,22). 69,22). En la e scen sc enaa de la c ruz ru z , la p r i m e r a a c ción fue dar a Jesús vino mezclado con hiel; la última, vinagre en una esponja. El odio no ceja, lo acompaña hasta el último mo mento. Los demás comentan con escepticismo y sarcasmo sobre el tema de Elias. Para ellos, como para los que ultrajaban antes
27,33-56:
c r u c ifix i ó n
y m u e r te
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de las tinieblas que la preceden, son tan diversos en los diferentes evangelistas que se impone la conclusión de que son figuras que expresan el significado teológico del acontecimiento. Adoptando este punto de vista, hay que preguntarse todavía si el santuario de que habla Mt es el del templo de Jerusalén o es Jesús mismo. Por el terremoto que lo sigue, el rasgarse de la cortina adquiere el valor de una teofanía. Ahora bien, en la circunstancia que se describe, ésta no puede tener lugar en la ciudad, sino en la cruz de Jesús. Es precisamente la efusión del Espíritu la que consti tuye la teofanía que ahora se describe figuradamente. El santuario donde Dios se escondía es Jesús mismo. Con su muerte, de la que brota el Espíritu, se revela plenam ente (« rasgarse en dos») el mis terio de Dios. La expresión «de arriba abajo», que alude al cielo y a la tierra, muestra que en esa muerte se revela al mismo tiempo el Dios del cielo, el Padre, y el Hombre-Dios, el Hijo, el Dios entre nosotros (1,23). La presencia de Dios está en Jesús, su comunica ción activa se hace a partir de Jesús, de quien brota el Espíritu. La frase explica, pues, figuradamente, lo ocurrido en la muerte. En la cruz tiene lugar la teofanía definitiva, en la que Dios se revela a los hombres de una vez para siempre. Se revela en su debilidad y en su fuerza. La debilidad se ma nifiesta en Jesús muerto y ultrajado: el que ha dado la vida para dar vida al hombre, ve su amor rechazado. La fuerza de Dios está disponible en el Espíritu que Jesús deja a la humanidad; pero el Espíritu mismo no es una fuerza avasalladora, espera la aceptación de los hombres. Esta es la calidad del amor divino: su entrega a la humanidad lo hace vulnerable, pues su éxito depende de la li bertad del hombre
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MUERTE Y RESURRECCION
sobre el que se funda la vida de quien pone en práctica el men saje de Jesús (7,24) o sobre el cual funda él su comunidad (16,18), el «rajarse las rocas» indica sin duda que, a partir de la muerte de Jesús, no existe para la humanidad más fundamento sólido para construirse que Jesús mismo y su palabra. Todos los antiguos sis temas y seguridades se desmoronan. AI mismo tiempo, las hendiduras de las rocas podrían signi ficar el lugar de refugio para los hombres aterrorizados por la teofanía de la cruz (cf. Is 2,10.19.21, donde se trata precisamente de una teofanía que va a humillar a los orgullosos y arrogantes). Dios ha desechado a su pueblo (Is 2,6) y también los ídolos van a pasar sin remedio. El «rajarse las rocas» puede ser por eso una señal de juicio contra Israel y los paganos. 52-53. La terce ra señal, la resurre cción de los cuerpo s de mu chos santos, indica la llegada de los tiempos mesiánicos. El Espí ritu exhalado por Jesús infunde en los hombres la vida que supera la muerte. Jesús vence la muerte y da la libertad de la vida. El sepulcro ya no es el estado final del hombre, la fuerza de la muerte está quebrantada. «Los santos» no son personajes del AT (cf. 13,17: profetas y justos); está n en relación con el Espíritu Santo (3,11): son los que han recibido ese Espíritu por seguir a Jesús. El hecho de que la resurrección de éstos se conecte con la muerte de Jesús y su aparición se verifique después de la resurrección de Jesús, vin cula íntimamente muerte y resurrección. Lo mismo que para ellos, la muerte de Jesús es su resurrección, es decir, la vida de Jesús continúa a través de su muerte física, aunque la manifestación se hará solamente «al tercer día». La resurrección de «los santos» ( = «los consagrados po r el Espíritu») m ues tra que los tiempos
27,57-61: s e p u l t u r a
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55-56. Otra presencia al pie de la cruz: las m uje res. Los dis cípulos, que habían huido en Getsemaní (26,56) y, en particular, Pedro, que ha negado a Jesús (26,69-75), están ausentes. Las muje res, sin embargo, se quedan lejos de la cruz, como Pedro seguía a Jesús de lejos (26,58). Este rasgo común muestra que las mujeres representan tendencias que existen entre los discípulos. Como ellos, han seguido a Jesús hasta Jerusalén, pero lo que sucede las des concierta: su distancia de la cruz muestra su estado de duda. Hay tres mujeres: María Magdalena, mencionada por primera vez; María, pariente de Jesús, presentada a través de sus hijos (cf. 13,55); la tercera, aparecida antes en persona, es la madre de los Zebedeos, que soñaba con el reino glorioso de Jesús como Me sías (20,20s). Las dos primeras serán testigos de la sepultura, re cibirán el mensaje de la resurrección y se encontrarán con Jesús (27,61; 28,1.9s). No así la madre de los Zebedeos; su presencia ter mina en la cruz, que desmiente radicalmente su expectación del Mesías glorioso. Las mujeres representan, pues, tres grupos de simpatizantes de Jesús y sus actitude s an te el apare nte fraca so de éste: los nuevos (María Magdalena) y una parte de los antiguos (la madre de San tiago y José) le conservan su adhesión, a pesar del choque que supone para ellos su muerte; otra parte de los antiguos, los que esperaban el triunfo (la madre de los Zebedeos), se apartan para siempre de él. La confesión de los paganos contrasta con la burla de los ju díos (27,40.42: «si eres Hijo de Dios»). El mensaje de Jesús va a quedar estéril en Israel, que sigue aferrado a su falso mesianismo, mientras va a ser aceptado por los demás pueblos. Comienza la vic toria de Dios en el mundo. La confesión del centurión y sus com
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MUERTE Y RESURRECCION
57. La frase in trod uc toria «caída la tarde» está en paralelo dentro del relato de la pasión con la que introduce la Cena (26,20). El «cuerpo» de Jesús que va a ser sepultado es el que ofrecía a sus discípulos (26,26). Por otra parte, la expresión cierra el día comenzado en 27,1 («al amanecer»), Mt crea una tensión en el texto: José es un hombre rico y, por otra parte, se había hecho discípulo de Jesús, o lo había sido. De hecho, Jesús exigía para seguirlo el abandono de la riqueza (19,21) y afirmó repetidamente ser prácticamente imposible que un rico entre en el reino de Dios (19,23.24). José, por tanto, aunque haya aceptado la doctrina de Jesús, no la ha llevado a la práctica, no lo ha seguido. Podría compararse al hombre necio que escucha las palabras de Jesús, pero, por no ajustar a ellas su vida, edifica sobre arena (cf. 7,26). 58-60. Obtiene sin dific ultad el cuerpo, lo envuelve en una sá bana limpia y lo coloca en un sepulcro. Este es, por una parte, nuevo; por otra, pertenece a José. La frase «tallado en la roca» puede alu dir a Is 51,ls (LXX): «Mirad la roca sólida que tallas teis, la cantera que perforasteis: mirad a Abrahán vuestro padre, a Sara que os dio a luz» (hebr.: «la roca de donde os talla ron , la cantera de donde os extrajeron»). El texto, aun el de los LXX, pone en paralelo la roca y la can tera con Abrahán y Sara, cuya fecundidad ha dado origen al pue blo. Jesús es colocado en esa roca, él es el descendiente de Abrahán (1,1); de la nueva fecundidad del Espíritu nacerá el pueblo mesiá nico universal, la verdadera descendencia de Abrahán. El sepulcro es nuevo porque nadie ha muerto como Jesús, con servando la vida en la muerte. Aunque hecho por José para sí, no
27,62-28,10:
l a g u a r d ia e n e l s e p u l c r o - r e s u r r e c c i o n
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relación con Jesús, pero el hecho de su muerte las tiene paraliza das. No tienen fe en la resurrección.
La gu ardia en el se pu lc ro
“ A la m aña na siguiente, pasado el día de la Preparac ión, los sumos sacerdotes y los fariseos acudieron en grupo a Pi lato 63y le d ije ro n : — Señor, nos hem os a c o rd a d o de que aquel im p o sto r, es tand o en vida, anu nc ió: «A los tre s d ías res uc itaré» . 64P or eso manda que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado de la muerte. La última impostura sería peor que la primera. 65 P ila to conte stó : — Lle vaos u n a gu ard ia; id voso tro s y a seg urad la vigilan cia como ya sabéis. 66 Ellos fue ron , sella ron la losa, y con la gu ar dia as eg ur aro n la vigilancia del sepulcro. La preocupación de los dirigentes (reaparecen los fariseos, au sentes de todo el relato de la pasión) les hace ignorar el precepto festivo, cuyos más encarnizados defensores eran precisamente los fariseos (12,1-14). Informan a Pilato de las palabras de Jesús mien
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—V o sotras no tengáis m iedo. Ya sé que b u sc áis a Jesús el crucificad o; 6 no es tá aq uí, ha re su citad o, com o ten ía dicho. Venid a ver el sitio donde yacía, 7y después id aprisa a decir a sus discípulos que ha resucitado de la muerte y que va de lante de ellos a Galilea; allí lo verán. Esto es todo. 8 Con m ie do , p ero c on m u ch a a le gría , se m a rc h a ro n a to da p risa del sep u lcro y c o rriero n a a n u n ciárse lo a los discípulos. 9 De p ro nto Je sús les salió al en cu en tro y las salu dó diciendo: — ¡A legraos! Ellas se acercaron y se postraron abrazándole los pies. 10Je sú s les d ijo : — No tengáis m iedo; id a a visa r a m is h e rm a no s que vayan a Galilea; allí me verán. 1-7. El prim er día de la sem ana (lit. «el uno de la sem ana») hace alusión, como en todos los evangelistas, al primer día de la creación (Gn 1,5). Comienza el mundo nuevo, la creación defini tiva. Las dos mujeres, las mismas que habían sido testigos de la sepultura, han observado el descanso judío; no han roto aún con la institución que ha crucificado a Jesús. Van a visitar el sepulcro y esto las hace testigos de los sucesos. El temblor de tierra, como en la crucifixión (27,51), es señal de la teofanía o manifestación divina. Anticipadas por la oración de Getsemaní y la transfiguración, la muerte de Jesús y su resu rrección muestran los dos aspectos complementarios de la misma teofanía: la muerte a manos de sus enemigos manifiesta el amor que da su vida (debilidad del amor); el sepulcro vacío, señal de la
28,11-15:
soborn o
d e l o s g u a r d ia s
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en Galilea para después de la resurrección había sido dada por Jesús camino de Getsemaní (26,32). El ángel la confirma. «Esto es todo» (7), lit. «he aquí, os he dicho», fórmula conclu siva como, en estilo oratorio, «he dicho». 8. Al co ntrario que en Me, el miedo está m ezclado de gran alegría, y van a cumplir el encargo, pero ellas mismas tienen un encuentro con Jesús. El saludo de éste («alegraos») es el ordinario de la cultura griega, traducido en 27,29 por «salud». En este con texto, sin embargo, recuerda la recomendación de Jesús a los dis cípulos pa ra el tiem po de persecución (5,12): «alegraos y regoci jaos, que Dios os va a dar una gran recom pensa». La recompensa allí anunciada es la vida que supera la muerte, visible ahora en Jesús. 10. Jesú s las exhorta a no temer. Su resurre cción es sólo causa de alegría. Repite el encargo del ángel y llama a los discípulos «sus hermanos». Ahora, cuando está disponible el Espíritu, puede lla marlos así: el Espíritu los hace hijos del mismo Padre.
Soborno de los guardias
11 M ie n tra s la s m u j er es ib an de c am i no , a lg u no s de la g u a r dia fueron a la ciudad e informaron a los sumos sacerdotes de todo lo sucedido. 12Es tos se reu nie ron con los sena do res, deliberaron y dieron a los soldados una suma considerable,
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MUERTE Y RESURRECCION
13-15. Encargan a los soldados que difunda n un ru m or y les prom eten su apoyo ante Pilato, si fuese necesario. El gobern ador es vulnerable después de la sentencia que le han obligado a pro nunciar (27,26). Los pretorianos eran mercenarios y están dispues tos a ser sobornados. Aceptan el dinero como lo había aceptado Judas (26,14-16). Insiste Mt en el poder corruptor del dinero, arma del sistema opresor. Con dinero se habían apoderado de Jesús; con dinero quieren im pedir la fe en él: el dios falso se opone al Dios verdadero (cf. 6,24). El efecto del rumor llega hasta los tiem pos de Mateo.
EPILOGO
EN
g a l il e a
: LA MISION
u n i v e r s a l
(Me 16,14-18; Le 24,36-39; Jn 20,19-23; Hch 1,9-11) 16 L os o nc e d is cí pu lo s f u e ro n a G a lile a a l m o n t e d o nd e J e sús los hab ía citad o. 17Al verlo se p o st ra ro n an te él, pe ro e llos m ism os d ud aro n. 18Jesús se acercó y les ha bló así: —Se m e ha d ado plen a a u to rid a d en el cie lo y en la tie rra . 19 Id y haced d iscípulo s de tod as las naciones, bau tizadlo s p a ra consag rárselos al Padre y al Hijo y al Esp íritu Santo “ y ense ñadles a guardar todo lo que os he mandado; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin de esta edad. 16.17. «Los once discípulos»: falta uno, Juda s el tra idor, repre sentante del Israel histórico que ha pedido la crucifixión de Jesús. El Israel mesiánico se forma sin integrar al antiguo pueblo como tal. La expresión «los once discípulos», que excluye la existencia de otros discípulos (cf. 10,1: «sus doce discípulos»), muestra cla ramente que el número es simbólico y que «los Doce/Once» abar can a todos los discípulos de Jesús, fuese cual fuese su número. En relación con la defección del Israel histórico está la ida a Galilea. Jerusalén, capital de Israel, queda atrás y no va a ser objeto de misión. La misión en Israel la han hecho Jesús (15,24) y los discípulos (10,6). Ahora que Israel ha rechazado al Mesías, la misión se dirigirá a los paganos. Galilea es el punto de arran
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EPILOGO
la muerte para llegar a este estado. Como Pedro en 14,31, no se sienten capaces de realizar en sí mismos la condición divina que ven en Jesús. 18-20. D ura nte la vida m ortal de Jesús, «el Hombre» hab ía tenido potestad «en la tierra» (9,6); ahora, después de su resurrec ción, sentado a la derecha del Padre (26,64), su autoridad, como la de éste, se extiende a tierra y cielo. A través de la cruz ha llegado a la plena condición divina. En virtud de esa autoridad universal, los manda en misión al mundo entero. Va a realizarse la promesa de Dios a Abrahán (Gn 17,4s; 22,18); toda la humanidad va a constituir el Israel definitivo. «Id» muestra que Galilea es el punto de partida. La misión con siste en hacer discípulos, en proclamar el mensaje de Jesús para que los hombres sigan sus enseñanzas, aprendan su mensaje y lo practiquen. Para ello, el primer medio es el bautismo. En el evangelio han aparecido dos bautismos, el de Juan, con agua, y el de Jesús, en su aspecto positivo, con Espíritu; en su aspecto negativo (atribui do por Juan Bautista y que no pertenece a la misión), con fuego (cf. 3,11). El bautismo con agua es signo de arrepentimiento y en mienda (3,6.8); sólo el bautismo con Espíritu vincula con el Pa dre, con Jesús y con el Espíritu mismo. «Para consagrárselos», lit. «hacia el nombre de». Mt no confunde las preposiciones eis y en; eis indica la vinculación personal ( = n om bre) que se produce en el bautismo: el hombre queda vinculado al Espíritu, que completa su ser y lo pone en la línea del «Hombre» (cf. 3,16); por ser el Es píritu, exhalado por Jesús en su m uerte, el mismo E spíritu de Jesús, vincula a él porque produce la unidad de Espíritu; pero el
28,16-20:
la
m is ió n
u n iv e r s a l
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que remitirse al término entolé, «orden, mandamiento, encargo», de la misma raíz. Ahora bien, la única vez que aparece «manda miento» sin referirse a los del AT (cf. 15,3; 19,17; 22,36.38.40) es en 5,19, donde denota las bienaventuranzas. Estas son los manda mientos de Jesús que toman el puesto de los de Moisés. Por otra parte, la frase «todo lo que yo os he mandado» es la misma que se usa a menudo para referirse a la antigua Ley (cf. Ex 23,22; 25,21; 29,35; 34,11.18.32; 40,16; Dt 1,41; 6,1.3, etc.). Jesús encarga a los suyos enseñar el código de la nueva alianza (cf. 26,28), que se com pendia en las bie naventuranzas propuestas en su prim er discurso (5,3-10). Nótese la oposición entre 5,19: «el que se exim a de uno de estos mandamientos mínimos y lo enseñe así a los hombres» (motivo de exclusión del reino), y la totalidad que exige Jesús en la enseñanza y observancia: «todo lo que os he mandado». Los que van a enseñar esto a las naciones han de practicarlo (cf. 5,19: «el que lo pra ctica y enseña»). La com unidad, con su modo de obrar y su fidelidad al mensaje de Jesús, constituye la escuela de iniciación para los nuevos adeptos. La última frase de Jesús es una promesa que mira sobre todo a la misión. No van a estar solos en ella, Jesús va a acompañar los en su labor (cf. Ag 1,13). Así se cumplirá el contenido de su nom bre, Emmanuel: «Dios en tre nosotros» (1,23). Ju ntos van a beber el vino nuevo de la entrega to ta l (cf. 26,29). Tal situación du rará hasta el fin de esta edad, que coincide con el del mundo, es decir, durante todo el tiempo del reinado de «el Hombre» en la historia (13,41). Después quedará solamente el reinado del Padre (13,48; 26,29), fase definitiva del reinado de Dios.
INÜIC É GE N E R A L
P r e f a c i o ............................................................................................
9
INTRODUCCION
I. II.
R edacció n y e s t i l o ............................................................ L ín ea s t e o l ó g i c a s ...............................................................
I II . IV. V.
L ug ar y fe ch a de com posición ................................... A u t o r ...................................................................................... Pla n de l e v a n g e lio ............................................................
11 12 14 14 14
I. GENEALOGIA E INFANCIA DE JESUS (1,2-2,23) G enealogía de J e s ú s ..................................................................... N acim ien to de Jesú s, 23.— V is ita de los M agos, 26. Huida a Egipto, 28.—Matanza de los inocentes, 28.—Retorno de Egipto, 29. II. PREPARACION (3,1-4,11)
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INDICE GENERAL
Ambito universal del Israel mesiánico: Cura a un leproso, 80.—El criado del centurión, 81.—Curacio nes, 83.—Seguir a Jesús, 84.—Calma el temporal, 88.—Los dos endemoniados, 89.—Cura a un paralí tico, 91.—Llama a Mateo, 93.—Caducan las institu ciones de Israel, 94.—La hija del personaje y la m u je r con flujos. La situac ión de Israe l, 96.— Los dos ciegos, 98.—El mudo, 100. Primera misión del Israel mesiánico: Instruc ciones, 104.—Persecuciones, 105.—No paz, sino es padas, 108. B.
Oposición de los dirigentes e incomprensión del p u e b l o .......................................................................................
111
Emisarios de Juan Bautista y elogio de Juan, 111.— Recrimina a las ciudades, 115.—Acercaos a mí, 116.—Arrancando espigas en sábado, 118.—El hom b re del brazo a tro fia d o , 121.— El siervo ele gido, 122.—Lo acusan de magia, 124.—La señal de Jonás, 128.—Madre y hermanos de Jesús, 130.—Dis curso en parábolas, 132.—Lo desprecian en su pa tria, 143. C. Las señ ales de l é x o d o d el M e s í a s .................................. Identidad de Jesús y muerte de Juan Bautista, 145. El Mesías e Israel: Acoge y da de comer a cinco
145
INDICE GENERAL
B.
Conducta individual y comunitaria
291 179
Predice nuevamente la Pasión, 179.—En Cafarnaún: el impuesto del templo, 179.—El más grande en el reino, 181.—Evitar el escándalo, 182.—La oveja per dida, 184.—Perdón de las ofensas, 184.—El repudio, 188.—Bendice a unos chiquillos, 191.—El joven rico, 191.—Los jornaleros de la viña, 196. C. Falso m e s ia n is m o y a m b ic ió n d e p o d e r .....................
199
Tercer anuncio de la muerte y resurrección, 199.— Petición de los Zebedeos. Cura a dos ciegos, 199. V. EN JERUSALEN: JESUS Y LA INSTITUCION JUDIA (21,1-25,46) A. E n t r a d a y a c la m ació n m esián ic a
207
B. En el t e m p l o ....................................
209
La higuera maldita, 211.—Denuncia de los dirigen tes, 212.—Parábola de los dos hijos, 213.—Los viña dores perversos, 214.—Los invitados a la boda, 217.— Tributo al César, 220.—La resurrección, 221.—Los dos grande s m and am ientos, 223. — El suces or de David, 224.—Desenmascara a letrados y fariseos, 226.—Lamento por Jerusalén, 232.