EL LENGUAJE JURÍDICO CESÁREO RODRÍGUEZ AGUILERA (Reporte de lectura)
“Sin
el
lenguaje
no
habría
habido
entre
los
hombres
ni
república,
ni sociedad, ni contrato, ni paz, en mayor grado del que estas cosas pueden darse entre los leones, los osos y los lobos” .
(Thomas Hobbes) “Singular herramienta de trabajo: bien y cumplidamente con voces y palabras mandar y hacer derecho de manera buena, llana y paladina”, así inicia su obra el crítico de arte,
jurista, escritor y político español, cuya obra data del año 1969, en la que plasma de manera
práctica
y
sencilla
el
“todo
del
lenguaje
jurídico”.
Durante siglos, los seres humanos solo nos comunicábamos mediante el lenguaje oral (gritos y gestos). El lenguaje se destaca como una de las características propias del hombre, elevándolo sobre los animales (sin raciocinio); de ahí que, el lenguaje aparece como un medio de comunicación entre los seres humanos, surgiendo así la escritura como medio de permanencia de lo actuado por el hombre, convirtiéndose en una evolución de la comunicación humana, aunque el lenguaje escrito carece de la rapidez y agilidad del lenguaje oral, comunicarse de manera escrita conlleva un trabajo superior, tiene mayor elaboración, pues debe ser claro, crítica, analítico, con discernimiento y por tanto lógico. Si nuestras herramientas son las palabras y por tanto somos ingenieros de las mismas, ¿deberíamos ser gramáticos?, la respuesta pude ser muy subjetiva, sin embargo, es ineludible la idea de hablar y escribir correctamente como abogados, empero, debemos evitar el gramaticalismo, pues el lenguaje debe de ser fluido, es decir, vivo y dinámico, cálido y palpitante, puesto que conozco “personas” que ejercen de manera directa el
derecho en la cotidianidad de su labor y pierden la esencia misma de esta herramienta, pareciera que es el todo superior frente a la aplicación propia de la lucha por el derecho. La semántica nos permite, por tanto, entender que las palabras evolucionan en su significación, por lo que si conocemos las palabras, podremos redactar ordenando ideas y acontecimientos de forma adecuada, dándonos ese estilo tan conocido del lenguaje del abogado, mismo que a su vez, desarrollan de manera muy particular cada uno de los juristas en su actuar laboral, es decir, se convierte en un acto de libre creación creación,, debiendo estar conscientes de la importancia de apoyarnos en ello para realizar una función social verdaderamente útil.
Jueces, abogados postulantes, catedráticos del derecho, Legisladores, Funcionarios Públicos, todos sin excepción necesita de la técnica jurídica, es decir, utilizar los términos jurídicos propiamente dichos para hacer del derecho un idioma bien hecho, donde la pretensión y el resultado sean los mismos, es materializar pues la idea de que se tenga un exacto contenido y la más adecuada expresión jurídica dentro de la función del abogado. El lenguaje de la norma, es propio e intrínsecamente un resultado de la organización social de cada Estado, por lo tanto, debe ser el correspondiente a cada sociedad. Toda ley, debe ser sobria en su amplitud de preceptos, la actual codificación (recopilación) de leyes, debe ser (en teoría lo es) ordenados sistemáticamente, en lenguaje claro y de fácil entendimiento, es decir, una adecuada ley, bien escrita (en el sentido más amplio), será mejor entendida y aplicada, que una confusa, lo que permitirá garantizar la seguridad jurídica, de ahí la relevancia de que la actividad legislativa se realice de manera adecuada, es decir, “el legislador debe hacer la ley según derecho, clara y terminante, y ordenada de modo que sea en beneficio del pueblo”.
Cabe destacar que uno de los grandes problemas del País es la aplicación de la Ley, para ello tienen que ser adecuadas, conocidas, pues solo a través de ello se consolida el estado de derecho de un País, pues la corrupción, la arbitrariedad, la violencia, por señalar algunas, es el alto costo que se tiene por desconocer una sociedad sus derechos y obligaciones. Retomando que el instrumento de trabajo del profesional del derecho son las voces y las palabras, es decir, que un abogado debe ser un buen orador y escritor porque así lo exige su actividad laboral, por lo que deberá comprender y vivir el derecho, lo que constituye la plenitud del método, es decir, es adentrarse a la realidad social, pues el derecho es la superestructura que de ella emana. Derecho no es otra cosa que una lucha constante y el abogado debe estar a la vanguardia de esa lucha, es también seguridad y libertad, de ahí que la confrontación con los que no quieren un verdadero estado de derecho. “Aquel que conoce el poder de la palabra presta mucha atención a su conversación. Vigila
las reacciones causadas por sus palabras, pues sabe que ellas "no retornarán al mismo punto sin haber causado su efecto" (Florence Scovel), el abogado debe tener un lenguaje funcional, alejado de inútiles adornos, pues como orador, debe hablar con solidez y no envilecerse en un estilo decimonónico. Sobriedad y claridad es lo que debe envestir el lenguaje hablado y escrito del jurista. Saber redactar es un principio del que en el País todo abogado debería tener formación (por nuestro sistema jurídico –hasta hace poco meramente escrito), sin embargo, la tendencia es oral y para ello habrá que tener la
capacidad de discernir y elaborar su discurso de manera uniforme, es decir, deberá su exposición ser sucinta y uniforme, con claridad y precisión, ello por las nuevas reformas ya vigente y las que están por llegar en materia de derecho en nuestra nación. Para lo anterior, se debe saber interpretar y razonar, así que el derecho objetivo, es decir, hay que ordenar las razones que justifiquen la procedencia de la aplicación del texto legal y saberlo expresar y solicitar, para poder materializar un verdadero fundamento de derecho. Partiendo de la idea de que todo ordenamiento debe ser justo y que el juez no solo manda, también produce derecho, además de que la ley se compone de unos términos gramaticales y que la semántica puede variar, se determina que aplicar la ley supone en esencia, conocerla, entender su significado, interpretarla, adentrarse en su finalidad y decidir con ella una solución al conflicto, a criterio personal, en esta parte el autor se centra sobre manera en la función del juzgador (quizá porque gran parte de su labor fue en esta área). La interpretación legal, reviste importancia en tanto que permite buscar el fin de la ley, así como entenderla mediante las palabras que la componen, lo anterior más allá de los métodos interpretativos (gramatical, lógico, histórico y sistemático). Es decir, el juzgador, ha de mandar y hacer derecho, bajo un criterio de lo justo, con conocimiento de la técnica, con estudio y reflexión del caso que decide y claridad en el derecho que fija. Por lo tanto, la palabra jurídica, como sentimiento y expresión colectiva, como herramienta de combate en la lucha por el derecho, se muestra así en toda su trascendencia. Es decir, todo abogado, debe asumir la conciencia social, de hablarle a su pueblo con un lenguaje asequible, aunque con los tecnicismos requeridos, pero también con términos usuales del más amplio y adecuado entendimiento, de manera buena, llana y paladina. “La grandeza de una nación depende, en un sentido real, de lo bien que hablan sus
ciudadanos. Las cosas buenas se desarrollan a partir de un pueblo que sabe realmente cómo usar el lenguaje y qué lo usa bien”