Emprendedores desde chiquitos Nunca es demasiado pronto para plantar la semilla de la cultura empresarial Por Lourdes Esquivel
Cuando acudí a la escuela de mi hijo Andrés para recibir información sobre el plan de estudios correspondiente a su primer año de educación preescolar, me sorprendí al enterarme que, además de recortar, iluminar y hacer palitos, cursaría una materia llamada Pequeños Empresarios. Pensé que se trataba de un juego, pero mi asombro aumentó paulatinamente en los siguientes meses cuando reconocí en mi pequeño de cuatro años a un verdadero aprendiz de emprendedor. Con gran entusiasmo, Andrés comenzó a programar sus días de venta durante el recreo. Preguntaba cuáles eran los ingredientes necesarios para preparar merengues meren gues o cuánto costaba la bolsa de galletas que dividiría en cinco partes iguales para vender a sus compañeros. Juntos diseñamos una presentación que atrajera la atención de sus pequeños clientes potenciales, asimismo planeamos la mejor estrategia estrate gia para anunciar sus productos y hasta preparamos un comercial para promover su mercancía. Mientras Andrés sostenía su charola de merengues supersónicos y cantaba el jingle que él mismo había compuesto para su presentación, mis pensamientos se transportaron a mi propia niñez, cuando la idea de crear o administrar un negocio pertenecía definitivamente al mundo de los adultos, y frecuentemente era una opción limitada a las personas que heredaban una empresa, a los que no querían estudiar o a quienes no encontraban mejor forma de invertir su jubilación. El mundo realmente se transforma todos los días y el de hoy pertenece, sin duda, a los emprendedores; a los creadores de ideas novedosas, de conceptos y de estrategias en cualquier ámbito de la vida productiva. Y cuanto antes se cultiven esas habilidades, mucho mejor. No se trata de que todos los niños tengan que convertirse forzosamente en empresarios cuando crezcan, comenta Claudine Costes, directora técnica del Colegio Ovide Decroly, a donde acude Andrés. Los conceptos conceptos que conocen a través del juego, les abren los ojos sobre la importancia importancia del ahorro, les ayudan a valorar el esfuerzo requerido para ganar el dinero. Aquí se dan cuenta de que ganar diez, 15 o 20 pesos implica mucho trabajo, añade. Gracias al curso de Pequeños Empresarios, los niños cuidan más lo que compran con sus ganancias, desarrollan su creatividad y practican la generosidad y la solidaridad. Los niños más grandes apoyan a los l os chiquitos en su día de venta. Además, todos t odos los pequeños donan al Teletón las ganancias que obtienen durante los primeros cuatro meses del ciclo escolar, afirma la profesora. Mercados para microemprendedores
Año con año, desde 1990, los niños empresarios del Ovide Decroly han aprendido aprendido a reconocer reconocer las preferencias de sus compañeros y saben que si no venden a un precio justo se quedarán con sus productos, pues el recreo cumple con todas las características de un mercado real.
El profesor Arturo Vergara, maestro titular de la materia Pequeños Empresarios, explica que los niños descubren, jugando, las leyes del mercado, la evolución del comercio, las ventajas y desventajas de las diversas formas de ahorro y el funcionamiento de las áreas básicas de un negocio. Y cada año visitan una fábrica para complementar sus conocimientos. Si bien la cultura empresarial se promueve desde hace varios años en instituciones de nivel medio superior y superior como el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), donde diversas carreras incluyen la materia Empresarios, no deja de llamar la atención ver a estos 120 niños de entre cuatro y 13 años de edad, que cursan desde Kínder II hasta sexto de primaria, interesándose por conocer la cotización del dólar, el valor de un centenario, las opciones de inversión y los rendimientos en las cuentas de ahorro que ofrece cada banco. Claudine Costes comenta que al comprar y vender, los niños aplican matemáticas, lógica y aprenden a valorar opciones y a tomar decisiones. Anualmente realizamos la Feria del Ahorro e invitamos a diferentes instituciones bancarias para que instalen sus stands en el patio del Colegio. Es sumamente interesante ver a los niños planteando una serie de preguntas muy acordes con la mentalidad de un inversionista. Según el profesor Arturo, a los pequeños realmente les entusiasma la idea de ser empresarios. La elaboración de sus comerciales es una exhibición de talentos. Cantan, bailan, actúan, algunos traen su grabadora, eligen su música, se disfrazan y pasan al frente para promover su producto. Cada jueves, los niños del grupo al que le corresponde la venta, llegan orgullosos a la escuela con su letrero, sus cinco pesos para dar cambio y su mercancía, tan diversa como su imaginación: empanadas, flanes, ensalada de frutas, verduras frescas con sal y limón, esquites, aguas frescas... El orgullo de trabajar
Ovide Decroly promueve que estas actividades de formación empresarial se realicen también fuera del colegio. La profesora Claudine explica que a los niños se les pide que hagan sus ventas en vacaciones, con los vecinos y familiares, y que descubran así que esta iniciativa se puede aplicar toda la vida. Como apoyo a este esfuerzo, la escuela contrata a pequeños empresarios de quinto o sexto año para que realicen actividades de apoyo durante las vacaciones. Por ejemplo: cuando vienen los padres de familia a pedir informes de la escuela, ellos se encargan de ofrecerles información y explicarles nuestro sistema. Vienen dos horas solamente y se les paga un salario. Lo importante es darles la oportunidad. Durante su primer año escolar, Andrés aprendió errando y acertando. Un día regresó con toda su mercancía y entendió que los malvaviscos no son del agrado de sus compañeros, mientras que otra vez comprendió que el hecho de que las palomitas costaran un peso no significaba que tendría que entregar las palomitas junto con la moneda. Sin embargo, indudablemente, los días que regresó con su canasta vacía y la satisfacción de haber hecho una buena venta, fueron mayoría. Tal vez Andrés elija tener un negocio propio cuando sea grande, tal vez no, pero por lo pronto... ¡yo ya tengo un emprendedor en casa!