Perspectiva teórica del hecho teatral
La obra de teatro debe ser una imagen justa y vivaz de la naturaleza humana.
John Dryden
Es necesario revalorar la función que el teatro tiene en la sociedad, su legado va más allá de una mera convención artística, es tal la influencia que ha tenido el arte dramático, que ha servido para definir al sujeto a través del término “persona”, palabra de origen latín-etrusco, phersu y del
griego prospora, que significa: cara o máscara usada por un personaje teatral. El arte es fundamentalmente un artefacto cultural, y como tal alude a los procesos culturales que incluyen la creación no sólo de objetos sino sobre todo de significado. Es decir, el objeto artístico es artístico porque lleva una carga significativa que refiere a estructuras culturales profundas, de ahí su carácter metafórico. El teatro es una actividad eminentemente metafórica porque consiste en establecer relaciones para crear una construcción que alude a algo más que a sí misma. En este contexto, situamos al acontecimiento teatral, como la convención artística donde se dan cita los elementos que conforman el drama o hecho humano, donde intervienen: actores frente a un público en un espacio y durante un tiempo. tiempo. De este modo la convención teatral “dobla” cada elemento representante (real) en “otro” representado (ficticio). El público también se desdobla lo mismo
que el actor en personaje, o el espacio y el tiempo reales en otros ficticios. Desde el siglo el siglo IV a. C., el filosofo Aristóteles, sentó las bases en su Poética, de lo que a la postre serían conocidos como “cánones” para representar una obra teatral. Su tema principal es
la reflexión estética a través de la caracterización y descripción de la tr agedia. La palabra poética o poiesis, era para los griegos, componer o dar forma con un propósito. Por otra parte, el termino techne se refería principalmente, a la manera de dar forma a una cosa, es decir, a la habilidad para usar las herramientas y los materiales que dan forma a un objeto. Lo que hoy llamamos artista, se relaciona más con el término poiesis, ya que se refiere a quien, además de dominar una técnica, posee también la facultad de ver en su mente una manera particular de relacionar los objetos, reales o mentales, para construir una forma que exprese y comunique algo que trasciende a la forma misma. Esa manera de establecer relaciones que normalmente no existen es lo que Aristóteles llama metáfora, que alude a aquello que está “más allá de lo que se dice”.
Por esta razón el artista es poeta, porque usa la técnica metafóricamente para decir más de lo que la técnica podría decir por sí sola. Ahora bien, la metáfora que el poeta dramático construye es una metáfora que requiere de una participación total, una contemplación sensible a lo que se ve y se escucha. A lo largo del tiempo, muchas personas han desvirtuado los fines teatrales en meros ejercicios subjetivos con objeto de “desfogar” sus visiones distorsionadas de la realidad. Dichas formulaciones están sujetas a la creencia de que las expresiones artísticas son efímeras e inconsistentes. Tales aseveraciones no carecen de cierta veracidad, dado que, como se mencionó anteriormente, la puesta en escena esta circunscrita a un tiempo dependiente de la duración de la fabula y la escenificación, a la vez condicionada por un ritmo que afecta estos dos elementos. La fabula es la historia o el argumento ficticio. La escenificación es la puesta en escena, que engloba el conjunto de elementos reales representables. El ritmo es el componente que dilata o contrasta las acciones por parte del ejecutante, tiene que ver con la “velocidad” impresa durante
el acto artístico. El arte apunta a la formación del ser humano, lo incluye dentro de una comunidad particular, a través de la cual contribuye a mantener vivo ese sentido de comunidad cada vez menos presente en aquello que es verdaderamente artificial, es decir, la sociedad. ¿Por qué se afirma que la sociedad es artificial? Tal aserción se hace con base en los elementos que configuran a las sociedades, las jerarquías, sus modelos estructurales, el clasismo y las diferentes discriminaciones, además de sus modelos comunicativos. El teatro forma un espíritu compartido ya que el drama requiere del ojo del espectador, ver el acontecimiento dramático significa tanto percibir los elementos en conflicto como reaccionar emocionalmente ante ellos. Hecho que se enunció líneas arriba cuando hablamos del desdoblamiento del público. Todo lo que se construye en escena está en función del público, por esto no sigue un modelo comunicativo lineal como emisor-mensaje-receptor-respuesta. Es más bien triangular, en el que participan dos líneas convergentes: aquella en la que interactúan los actores/personajes y aquella horizontal en que esa actuación se orienta al público. Este modelo comunicativo es exclusivo del teatro, no está presente en otras manifestaciones referentes a la actuación en otros medios como la televisión y el cine, lo cual lo posiciona como un modelo más simplificado y con menos elementos, donde el flujo comunicacional es más breve y concreto. En lo que atañe a los textos teatrales, en ellos se da cuenta de conductas y pensamientos de alguna época en particular. Aristóteles llamó a este fenómeno mímesis, imitación de la vida, el arte de reproducir la vida humana. El dramaturgo, o poeta dramático, no trata de mejorar en sus creaciones la índole humana, es decir busca hallar equivalencias objetivas de experiencias subjetivas. El dialogo es el componente estrictamente verbal del drama, dicho en la representación y transcrito en el texto. Cabe señalar las funciones teatrales del dialogo, mismas que se dan en línea diagonal y apuntan al público, dicho de otro modo, se trata de un paratexto. Las formas discursivas que más
comúnmente adoptan en el texto dramático son el coloquio, diálogo entre interlocutores y el soliloquio, diálogo interno o para sí mismo del personaje. Podemos decir que el acontecimiento dramático ocurre a través de la realización del hecho teatral. La diferenciación medular, radica en que el hecho teatral es un sistema de signos cuya significación está determinada por la combinación dinámica de los significantes teatrales, que incluyen por ejemplo: espacio, luz, objetos y acción. La semiotización del teatro –estudio de los signos en el fenómeno teatral – permitió diferenciar entre lo que ocurre en la puesta en escena, es decir, el hecho teatral y lo que éste significa, o sea el acontecimiento dramático. “En escena las cosas que juegan el papel de signos teatrales, adquieren características especiales que no tienen en la vida real”. Bajo esta premisa, todo lo que
está en el escenario es un signo. Entonces podemos deducir, el acontecimiento dramático sólo puede ocurrir en y a través de la representación. Con esto es posible dilucidar que, asistir a una obra de teatro ―debemos recordar que la literatura dramática es teatro solo hasta que es representada― es un momento irrepetible y especial, ya que la primera impresión que tengamos de ella, impactará de manera mediática nuestro inconsciente, el grado de identificación y afinidad que tengamos hacia el montaje condicionará su trascendencia en la memoria. El gusto está ceñido al nivel de interpretación de los actores y el impacto del contenido, es decir del texto, o la relación intrínseca entre el dramaturgo, el diálogo y el espectador. Además de la escenificación y el grado de penetración de los signos que la conforman. A partir de lo que se ha dicho, es posible vislumbrar que, para apreciar el valor estético del hecho teatral es necesaria una revisión teórica a los conceptos que lo componen. De este modo la manifestación artística que contemplemos no será efímera ni discordante; podremos encontrar en el teatro un medio que nos permita dialogar internamente con el, para que lo humano adquiera el significado espiritual que debe de tener, elevar y nutrir el alma con el alimento del arte, y beneficiarse de el en función de nuestro desarrollo personal.