Examen Final - Fani Uber

Daniela no sabía porque estaba allí. Un impulso la había hecho arreglarse e irse hacia la facultad el viernes por la noche, donde se celebraba una fiesta de casi de fin de curso. Era casi porque aún quedaban algunas semanas para acabar los exámenes pero la gente ya necesitaba alguna distracción  para aliviar las tensiones tensiones propias de final final de curso. Eran poco más de las 11 pero ya había gente bailando con lo que parecía que debía ser ya la tercera copa en la mano. Había tanta gente que era imposible caminar en línea recta y tenía que ir sorteando a la multitud. El ambiente cargado de humo no aliviaba. Parecía ser la única no fumadora... <>.

- ¿Esa es la típica voz que oyen los personajes de los libros que leo? Siempre había creído que era el subconsciente subconsciente -se susurró a sí misma. <> -contestó la voz jovialmente.

- No sé de qué estás hablando... si se puede decir que una voz hable conmigo -contestó mentalmente, pero frunciendo el ceño a la vez. Esta vez la voz no la contradijo y se preguntó si había sido la mente que le jugaba malas pasadas. La chica castaña iba saludando con la cabeza a algunas personas que conocía de vista y cuando estaba a punto de darse por vencida de no sabía qué vio una cabeza rubia. El corazón se le desbocó y la voz volvió: <> -con voz petulante. Daniela no sabía si el tono insolente se lo había

imaginado ella o es que la voz hasta disponía de diferentes entonaciones y modulaciones. María aún no la había visto a ella pero no estaría mucho. Daniela se acercaba más despacio y se dio cuenta que estaba sonriendo ampliamente más que nada por que le empezaron a doler los músculos de la mandíbula. La joven rubia estaba atando la chaqueta vaquera a su bolso y cuando levantó la vista descubrió a su compañera, que ya solo estaba a metro y medio. Más tarde, al recordarlo, pensaría que había tenido la impresión de que su corazón tocaba la batería. Pero en ese momento solo pudo sonreír, casi más con los ojos que con la boca, y salvó la distancia que las separaba. - Ei... -le dio dos besos a la guapa castaña-. Creía que tú no ibas de esto. - Ei... Ya ves, me ha dado el puntazo, pero estaba a punto de irme ya -contestó entrecerrando los ojos a causa del humo. El rostro de María se ensombreció unos segundos pero se recompuso enseguida. - Venga mujer, ahora que acabamos de encontrarnos quédate un ratito -poniendo morritos.

- Jeje está bien, está bien -la verdad es que en ese momento no tenía ningunas ganas de irse -, pero el ambiente me agobia bastante. Nos tomamos una copa y luego me voy. - Jejeje bueno, ya veremos. Vamos a la barra a pedir. La barra quedaba a la espalda de Daniela, por la dirección en la que había venido. Estaba a la derecha de la entrada. Se giró y enseguida notó las manos de María en su cintura, para que la gente no las separara. Daniela se puso nerviosa y le pisó un pie a un chico, aunque agradeció que el muchacho no fuera demasiado sobrio. María debía ir bastante pegada a ella a juzgar por el aliento que notaba en parte de la nuca y la oreja izquierda. Daniela al principio había pensado que era un chico por al lado del cual pasaban pero en ese momento el chico se había girado hacia otra parte y ella seguía notando el aliento. María se acercó aún más a Daniela al pensar que esta le quería decir algo. La morena casi se atragantó y más aún al oír en su mente la voz que se reía. <>.

Rápidamente se le ocurrió decir algo: - ¿Y tus amigas? Es raro que ninguna de ellas no esté, ¿no? - Pues Eva tenía que venir más tarde con su novio y Laura se ha ido enseguida a buscar al que llama "su futuro novio". - Ajaaaa... Ya veo porque me has pedido que me quede -con cara de pícara. Se había parado y se había girado casi enteramente para mirar a la cara a la rubia -. Me has usado para no quedarte sola. <>.

María abrió los ojos como platos al pensar que Daniela hablaba en serio pero enseguida vio que su compañera se carcajeaba a su costa. - Jajaja ¡que mala! No, pero aunque ellas hubieran estado conmigo te habría invitado a una copa. A Daniela eso la pilló por sorpresa y no pudo evitar que su corazón bailara dentro de su pecho. <>. - Ya sé que no te haces mucho con ellas -añadió María, poniéndose a su lado, ya que habían llegado a la barra. - No es eso, es que... -Daniela se encogió de hombros -. Bueno, simplemente no me hago, tienes razón. Aunque tampoco me hago con mucha más gente. María que estaba detrás de varias personas esperando su turno sonrió: - Lo sé, y me extraña -le contestó poniéndole la mano en el brazo -. Yo a veces tampoco sé por qué me hago con ellas -respondió riéndose por lo bajo -. No, la verdad es que son majas, al menos con quien les interesa... María aprovechó un hueco que acaba de dejar otra chica y se metió en él. - ¿Qué quieres tomar? - ¿Es mucho pedir que me dejes invitarte? María inflando las mejillas y asintiendo cómicamente con la cabeza le dijo: - Bastante, jeje. Esta va mía. La próxima si quieres invitas tu. - ¿La próxima? No estoy segura que beba más de una copa... - Bueno, nadie ha dicho que tenga que ser hoy -dijo María, a la vez que levantaba las cejas. Daniela tardó unos segundos en reaccionar, hasta que su compañera le dio un codazo porque se

- Jeje está bien, está bien -la verdad es que en ese momento no tenía ningunas ganas de irse -, pero el ambiente me agobia bastante. Nos tomamos una copa y luego me voy. - Jejeje bueno, ya veremos. Vamos a la barra a pedir. La barra quedaba a la espalda de Daniela, por la dirección en la que había venido. Estaba a la derecha de la entrada. Se giró y enseguida notó las manos de María en su cintura, para que la gente no las separara. Daniela se puso nerviosa y le pisó un pie a un chico, aunque agradeció que el muchacho no fuera demasiado sobrio. María debía ir bastante pegada a ella a juzgar por el aliento que notaba en parte de la nuca y la oreja izquierda. Daniela al principio había pensado que era un chico por al lado del cual pasaban pero en ese momento el chico se había girado hacia otra parte y ella seguía notando el aliento. María se acercó aún más a Daniela al pensar que esta le quería decir algo. La morena casi se atragantó y más aún al oír en su mente la voz que se reía. <>.

Rápidamente se le ocurrió decir algo: - ¿Y tus amigas? Es raro que ninguna de ellas no esté, ¿no? - Pues Eva tenía que venir más tarde con su novio y Laura se ha ido enseguida a buscar al que llama "su futuro novio". - Ajaaaa... Ya veo porque me has pedido que me quede -con cara de pícara. Se había parado y se había girado casi enteramente para mirar a la cara a la rubia -. Me has usado para no quedarte sola. <>.

María abrió los ojos como platos al pensar que Daniela hablaba en serio pero enseguida vio que su compañera se carcajeaba a su costa. - Jajaja ¡que mala! No, pero aunque ellas hubieran estado conmigo te habría invitado a una copa. A Daniela eso la pilló por sorpresa y no pudo evitar que su corazón bailara dentro de su pecho. <>. - Ya sé que no te haces mucho con ellas -añadió María, poniéndose a su lado, ya que habían llegado a la barra. - No es eso, es que... -Daniela se encogió de hombros -. Bueno, simplemente no me hago, tienes razón. Aunque tampoco me hago con mucha más gente. María que estaba detrás de varias personas esperando su turno sonrió: - Lo sé, y me extraña -le contestó poniéndole la mano en el brazo -. Yo a veces tampoco sé por qué me hago con ellas -respondió riéndose por lo bajo -. No, la verdad es que son majas, al menos con quien les interesa... María aprovechó un hueco que acaba de dejar otra chica y se metió en él. - ¿Qué quieres tomar? - ¿Es mucho pedir que me dejes invitarte? María inflando las mejillas y asintiendo cómicamente con la cabeza le dijo: - Bastante, jeje. Esta va mía. La próxima si quieres invitas tu. - ¿La próxima? No estoy segura que beba más de una copa... - Bueno, nadie ha dicho que tenga que ser hoy -dijo María, a la vez que levantaba las cejas. Daniela tardó unos segundos en reaccionar, hasta que su compañera le dio un codazo porque se

acercaba el camarero. <> - Licor 43 con batido de chocolate. María frunció el ceño. - ¿Eso está bueno? - Mmmmm, mucho. Te lo dejaré probar. María asintió una vez con la cabeza y se giró ya que el camarero esperaba que le hiciera su pedido. Cuando María ya hubo pagado y le dio su vaso a Daniela la cogió de la mano y se fueron al otro lado de la entrada, justo al lado de las paredes, donde parecía haber algo más de espacio. - Aquí el humo a lo mejor te da un poco más de tregua. Y cuando empiece a molestarte nos vamos fuera. - Gracias pero no te molestes por mi, María. Tu podrás quedarte aquí y seguir con la fiesta. María la miró unos segundos fijamente pero no dijo nada. En ese momento empezó una canción actual muy marchosa y sensual. María abrió los ojos y sonrió a Daniela. - A bailar. Daniela puso cara de miedo y dio un paso atrás. María soltó una carcajada echando la cabeza hacia atras. A Daniela el cuello blanco de María le recordó a Drácula. ¿Por qué diablos pienso en Drácula ahora?

- No te t e voy a obligar -siguió hablando la rubia. - Uff, te lo agradezco. Mira con esta canción no puedo evitar mover los pies, pero sólo eso, ¿vale? María asintió con la cabeza sonriéndole y le cogió una mano, mientras con la otra sostenía su copa,  para bailar bailar delante de ella. Daniela tuvo unos minutos para volver a pensar en la mirada que le había dedicado María en la cuál  parecía que iba añadir algo pero finalmente finalmente se había quedado quedado callada. callada. ¿Qué iba a decir? Si yo lo decía porque creo que se lo pasa bien aquí...

- Toma, prueba... -le ofreció su vaso a María, la cual también le ofreció el suyo. - Mmmm, ¡está buenísimo! Tenías razón. Luego me pediré esto. - No puedo decir lo mismo del tuyo -con toda la cara arrugada por el sabor. Ella ya sabía que no le gustaba el vodka pero había hecho un esfuerzo para probarlo de nuevo -. Por cierto, ¿no te va a sentar mal si mezclas? María levantó los hombros: - Quizá si. Bueno, si no es hoy lo pediré otro día. - Bueno si te apetece podrás ayudarme a acabarme mi vaso. Yo no estoy acostumbrada y me va a costar. Estuvieron un rato más bailando y bebiendo, hasta que Daniela ya no podía más y se apoyó contra la pared. María enseguida dejó su vaso en el suelo, sin acabar, y le cogió la mano a Daniela para llevársela fuera, pero ésta la paró antes de que diera un paso. - María tu puedes quedarte aquí y divertirte. Yo ya estoy cansada. Además, seguramente tus amigas deben buscarte. - Si estuvieran interesadas en encontrarme me habrían llamado al móvil, y de momento no han dado señales de vida. Y yo también necesito salir un rato a tomar el aire. Además, quiero que tomes un

rato el aire antes de que cojas el coche. - Pero si estoy bien. Ni siquiera me he acabado la primera copa. María la ignoró y la llevó a la calle. Fue a sentarse al césped unos metros más allá de la entrada,  junto a la pared del mismo edificio donde se celebraba la fiesta. - ¡Que cabezota eres! - Lo sé. Mira, de verdad, si estás harta de mi aguanta veinte minutos más y luego dejo que te vayas. Pero ahora siéntate aquí. Daniela se había quedado con los ojos como platos. - ¡María! No digas tonterías. Te agradezco que te preocupes por mi. Sólo lo decía porque creo que te lo estabas pasando bien ahí dentro. María había apoyado la espalda contra el muro y Daniela se había sentado delante pero a su izquierda. Sus piernas casi se rozaban. - No seas tonta. Me lo estoy pasando muy bien contigo. Daniela se sonrojó pero gracias a la oscuridad la otra chica no pudo verlo. - Gracias, yo también me lo estaba pasando genial, sólo que ya no aguantaba el ambiente de ahí dentro. - Ya, ni yo. Siguieron charlando y bromeando. Se sentían muy bien, tanto que no se dieron cuenta que pasaba el tiempo. - Oye ¿y qué música te gusta? Las dos habían cambiado varias veces de postura y ahora María se encontraba tumbada con la cabeza apoyada en las piernas cruzadas de Daniela. Ésta le acariciaba el pelo liso y la rubia intentaba hacer una pulsera con las hierbas del césped. - Jeje, me da la impresión de que con la música no coincidimos demasiado. Creo que lo que me gusta a mi no tiene nada que ver con lo que te gusta a ti. - ¿Ah si? ¿Y qué se supone que me gusta a mi? -dejó por un momento de concentrarse en la pulsera y sonriendo echó la cabeza hacia atrás para intentar verle la cara. No era fácil porque las farolas quedaban por detrás de Daniela y su cara quedaba sumida en las sombras. - Bueno... por algunas de las canciones que has bailado allí dentro creo que sobre todo la música comercial. ¿Me equivoco? -Umm, no, la verdad es que no... -ahora fue ella la que se sonrojó -. Bueno ¿y a ti entonces qué música te gusta? - Pues me gusta el jazz, por ejemplo... Y grupos como Texas, The Pretenders, Tracy Chapman... - Bueno, Texas los conozco y me gustan varias canciones. The Pretenders y la otra que has dicho quizá he oido algo, pero ahora mismo no me suena. Podrías escribirme algunos títulos para no olvidarme. - Hecho. - Y de jazz también. Tengo curiosidad. - Jeje, vale. Hablaron de muchas cosas y no se cansaban, siempre había algún tema del que hablar. Ahora María estaba apoyada de nuevo contra la pared y Daniela estaba entre sus piernas, apoyada contra su estómago.

- ¿Vives con tus padres? -preguntó María a la castaña, que se quitó el coletero y se dejó suelto el  pelo rizado. - No, vivo sola. - Guau, ¡eso debe molar! - Bueno, eso es relativo... Vivo sola porque mi abuela, que cuidó de mi desde los 7 años y con la que he vivido hasta hace 3 años, murió. Y mi abuela me crió porque mis padres murieron cuando yo tenía 7 años. María se quedó rígida detrás de Daniela. - Mierda... lo siento Daniela... lo siento... de verdad... yo no tenía ni idea. Joder, ¡que bocazas soy! La chica morena se incorporó y se ladeó para mirar a la cara a la otra chica. - María, precisamente por eso... ¡no lo sabías! Tranquila, no pasa nada. - Pero yo... es que... - Ei, ei, venga, no te preocupes. Lo de mis padres está superado y lo de mi abuela... bueno, fue un duro golpe pero... también lo he superado. Volvió a inclinarse sobre María y ésta la rodeó con los brazos apretando brevemente. Daniela le cogió una mano y también ejerció una leve presión, agradeciendo el contacto. Era cierto que lo había superado pero no había vuelto a hablar de ello y se le había formado un nudo en el estómago. Estuvieron algunos minutos calladas pero se había pasado la incomodidad del momento y volvieron a empezar a hablar y reír como si nada hubiera pasado. - ¿María? María, ¿eres tu? Dejaron de reír un momento y María reconoció la voz. Dos personas que se dirigían a la fiesta se habían parado al oírlas. - Si, Eva, soy yo. Que pronto vienes, ¿no? Ésta se acercó y el que se suponía que era su novio se quedó cerca de la calzada fumando. - ¿Pronto? ¿Has visto la hora que es? En eso que Daniela miró su móvil para ver la hora. - Ostras! Jajajaja... Tia, son las cuatro y veinte! - ¿¿Qué?? Jajaja joder que rápido ha pasado el tiempo. - ¿Qué hacéis vosotras aquí? -preguntó Eva, preguntándose cuántas copas se habían bebido. - Pues nada, nos hemos puesto a hablar... y hasta ahora -levantó los hombros, mirando a Eva y Daniela alternativamente. - Bueno, ¿te vienes dentro con nosotros? A María le sentó fatal que su amiga sólo se refiriera a ella para preguntar si iba a la fiesta, y que no tuviera en cuenta a Daniela. - No, paso. - ¿Por qué? -Eva se giró unos segundos hacia su novio porque éste había silbado por lo bajo en señal de que se diera prisa y Eva le hizo un gesto con la mano para que esperara unos minutos más. - No me apetece Eva, estoy bien aquí. - Joder tia, ahora que vengo yo...

María se incorporó e interrumpió a su amiga imaginando lo que diría a continuación: - Ei ei ei, ¡para! Tu has desaparecido con tu novio toda la noche y a Laura tampoco la he vuelto a ver. Si no hubiera sido por ella -dirigiendo una breve mirada a Daniela- me habría largado a las doce. Así que ahora no me vengas con exigencias. - Bueno pues haz lo que quieras -ya se estaba girando para unirse de nuevo a su novio -pero tendrás que esperar hasta que yo me canse. - Me iré a pata si hace falta -de nuevo se apoyó contra la pared. - Yo puedo acompañarte -habló de nuevo Daniela. Las dos la miraron, como si por un momento hubieran olvidado su presencia. - Pero ¿tu no has dicho que vives donde los cines? - ¿Y? Te llevaré en coche, no a cuestas -levantó las cejas. - Jajaja -se rió María por la ocurrencia -. Está bien -volviéndose de nuevo hacia Eva -. Eva ya lo has oído. No necesito estar pendiente de ti. - Muy bien. Adios. María refunfuñó por lo bajo: - ¡Será estúpida! ¿Ves? En momentos como este es cuando me pregunto por qué soy amiga suya. - Bah, ni caso tia. A los pocos minutos María ya no se acordaba de Eva y volvía a hablar alegremente con Daniela: - ¿Sabes? Voy a suspender Historia económica y social -ya se había hecho a la idea y lo aceptaba. - ¿No lo llevas bien? - Más que nada es que no lo llevo. - Bueno, si quieres te ayudo durante estas semanas... - ¡Que va! No vale la pena. Ya me he resignado a recuperar en septiembre. - ¿Que no vale la pena? No, no te permito que te des por vencida. Yo te ayudaré. Quedamos todos los días, o seis días o cinco días pero tu no te rajas. A María la idea de ver a Daniela cada día aunque fuera para estudiar no le pareció nada mal. En una noche la había conocido más que en todo el curso, y realmente no sabía por qué, porque era una chica encantadora. Además, ahora ya acabarían las clases y sólo tendrían que acudir a la universidad  para hacer los exámenes. Después de la noche que había pasado charlando con ella no tenía ganas de perder el contacto tan rápido. - Está bien, pero habrás perdido el tiempo conmigo para nada. - No. A mi también me servirá para repasar. Empezaba a clarear y los árboles se recortaban suavemente contra el cielo. María bostezó. Daniela se levantó y le dio las manos a María para ayudarla a levantarse. - Venga, te llevo a casa. María guió a la otra chica para llegar hasta su casa. Daniela aparcó el coche delante de un garaje que tenía vado y puso los cuatro intermitentes. - Gracias por traerme. Daniela, que al aparcar había parado el coche y se había ladeado hacia la rubia, le cogió las manos y se las estrujó suavemente, contestó sonriendo: - No hay de qué, chica.

- Oye... ¿tienes plan para mañana? Bueno, ya puedo decir hoy... por la tarde. - Jejeje, estudiar cielo, y tu deberías hacer lo mismo. - Ufff, lo sé pero... - Si, ya, sábado por la tarde, el buen tiempo... no apetece. - Eso, menos mal que me entiendes, jeje. - Claro, a ver si te crees que yo disfruto estudiando... -María levantó las cejas poniendo en duda el comentario de su amiga -. Mira, si quieres empezamos hoy. Son tres semanas María, y vale la pena. Piénsalo. - Tienes razón... -ya lo había pensado-. Si, ya habrá tiempo para hacer más cosas. - Claro que si. - Vale, ¿pues a qué hora quedamos? - ¿A las cinco en mi casa, te va bien? - Perfecto. - ¿Quieres que venga a buscarte? - No, no, ya vendré, tranquila. Gracias. Daniela le dio la dirección exacta y antes de salir del coche María le dio un beso en la mejilla. - Nos vemos luego -Antes de entrar volvió a saludar con la mano y se fue directa a la cama. Daniela sólo tardó diez minutos en llegar a su casa e imitó a su nueva amiga. Daniela se despertó sobre las doce. Su primer pensamiento lo dedicó a María, y sonrió. Abrió todas las ventanas para que entrara la luz, se dio una ducha rápida y se puso a hacer algo de comida. Luego salió a comprar algunas cosas. Iba pensando en la noche pasada y en lo mucho que le había gustado estar con su compañera de clase. Y en la alegría que le dio encontrársela sola. Durante todo el curso habían hablado pero nunca habían entablado amistad. Quizá también era por las amigas de María, las cuales no le hacían mucha gracia. María al principio también le había parecido como las otras. Pensaba que sería la típica chica guapa engreída, porque guapa lo era, y mucho, pero había acabado aceptando que ella no era como las demás. Parecía tan sencilla. Le sonaba a tópico pero le parecía que eran amigas de toda la vida. Iba tan ensimismada que no pudo evitar chocar contra el carro de compra de otra mujer. - Lo siento -respondió sonrojándose.  Ay María, María.

Daniela no lo sabía pero María también pensaba en ella. Se había despertado algo más tarde que su compañera pero en lugar de levantarse se había quedado en la cama remoloneando y reflexionando sobre la noche anterior hasta que su madre la llamó para que bajara a comer. Sabía que sus amigas eran de las que reñían a sus padres si éstos las despertaban al mediodía para que fueran a comer,  pero ella no, no lo soportaba, y le había pedido a su madre expresamente que si no había bajado ella  por su propio pie que la despertara. Era el único momento que podía comer con su familia, y a diferencia de otra gente de su edad, a ella le importaba.  No pudo evitar sonreír al recordar el momento en que se habían encontrado en la fiesta. Le entusiasmó de tal manera el verla allí. Se comparó con un globo, el cual una vez lleno de aire, si lo sueltan sale revoloteando por el aire. El alborozo que sintió era como si la hubieran henchido de aire, y si la hubieran soltado habría salido despedida como un globo. Agradeció que sus amigas no

hubieran estado por allí en toda la noche. Le gustó de verdad conocer un poco más a su compañera de clase. Cuando eran casi las cinco menos cuarto, sonó el portero automático. Pensó que si era María llegaba pronto, pero no esperaba a nadie más. - ¿Quién es? -preguntó jovialmente Daniela. - María -contestó en el mismo tono la rubia. - Jeje, sube. Daniela pensó que la otra chica llamaría al timbre en menos de un minuto, pero la sorprendió tardando un poco más. No había utilizado el ascensor. - Hola, ¿es demasiado pronto? - No, ningún problema. Pasa. La recién llegada le dio un beso en la mejilla a la otra joven. Lo primero que observó María al entrar fue la cantidad de luz que entraba en la casa. Al ver el edificio vio que éste era de los antiguos, y los asimilaba oscuros, como el de sus abuelos. Pero en cambio el de Daniela era muy luminoso. - ¡Guau! ¡Cuánta luz! - Si, a mi abuela nunca le gustaron los pisos oscuros. Y yo soy igual -le sonrió. Bueno, te enseñaré la casa. - Aja. Espera soltaré esto -refiriéndose a la mochila. - Si, puedes dejarlo sobre la mesa. Desde el salón la fue guiando por la cocina, le enseñó el baño y las dos habitaciones. - Es pequeño pero a mi abuela y a mi nos bastaba. Y ahora que estoy sola, más todavía. Y los muebles... bueno, son los que tenía ella. Algo anticuados aunque ella era bastante moderna para la edad que tenía. Y yo no tengo necesidad de cambiarlos. - Está muy bien, me gusta. Es muy acogedor. - Jeje, gracias. Daniela se paró en la cocina cuando volvían al salón. - María. - ¿Si? Daniela había abierto la nevera. - ¿Quieres tomar algo? Mira, he comprado varios tipos de refrescos porque no sé qué te gusta beber, he comprado café, algunos zumos y... tengo té. - ¿Has comprado todo eso para mi? -abrió los ojos como platos -. ¡No tenías porque molestarte! - Si hubiera sido por mi sólo habrías bebido agua... bueno, y té, y leche claro -hizo una mueca mirándola -. ¿Qué más da? -levantó los hombros -. Anda, pílla lo que quieras y al tajo. - Si señora. Mientras María esperaba a que Daniela se reuniera con ella en el salón se dirigió hacia la gran librería que ocupaba una parte de la pared. Observó los títulos hasta que vio uno que le hizo abrir los ojos como platos. - Ohhh. ¡Daniela! ¿¿Este libro es el Grande Histórico?? -con cara de alucinada. Daniela, que salía de la cocina secándose las manos sonrió y asintió.

- Este libro es muy difícil de conseguir -Daniela asintió una vez -. Y muy caro -María miraba ora el libro ora a su compañera, como si dejando de mirar el libro este fuera a desaparecer. Daniela asintió dos veces esta vez. - Bastante. Pero es el único "capricho" que he tenido en mi vida. Y si tu conoces el libro sabes el valor que tiene, no sólo económico. - Si, si, perfectamente. Esto... ¿podría ojearlo un momento antes de empezar? -María se retorcía las manos nerviosa. Daniela alzó las cejas divertida. - Claro. - Nunca pensé que llegara a verlo en persona -siguió clavada delante del libro, sin hacer ademán de ir a cogerlo -. Y mucho menos que podría cogerlo -al fin pareció darse valor. Durante unos minutos acarició suavemente las hojas antiguas y observó las imágenes. Daniela se había sentado a su lado en la mesa del salón y la observaba. No podía evitar sonreír. María se había emocionado, y lo entendía. Poca gente sabía el valor que tenía la obra. María cerró finalmente el libro y lo colocó con mucho cuidado en la estantería. Al volver a la mesa le puso una mano en el hombro a la chica castaña y le habló: - Muchas gracias. Es magnífico. - Lo sé. No hay de qué. - ¿Puedo preguntarte cómo lo conseguiste? -había alzado los ojos desde sus manos apoyadas en la mesa hasta la cara de Daniela, aunque seguía con la cara algo inclinada. - No te lo vas a creer... -la rubia alzó del todo la cara -. Una familia lo había tenido un montón de años en una caja y como no sabía el valor real que tenía lo querían vender, aunque fuera por menos de veinte euros... -María abrió ahora la boca en un gesto de grito silencioso -. Sabían que algún valor tenía, por el hecho de ser antiguo, pero no sabían cuánto. Yo navegando por internet me enteré y... Aquí está. Tuve mucha suerte porque encontré el anuncio enseguida que lo pusieron -hizo una  pausa, durante la cual bajó la vista a sus manos imitando a la otra. La levantó unos segundos antes de volver a hablar pero la bajó de nuevo -. Quizá pienses que tenía que haber avisado a la familia sobre lo que estaban a punto de vender -por un momento pensó que era muy importante lo que  pensara María sobre lo que había hecho -pero tendrías que haber visto lo ricachones que eran. Y encima vendían una obra sin intentar informarse del posible valor. Pero que conste que les pagué cinco veces más de lo que pedían, más que nada porque sentía remordimientos, no por ellos, sino  por el libro -María sonrió. - Pues bien que hiciste tia, si yo hubiera estado en tu lugar habría hecho lo mismo jejeje... - Bueno, siento disgustarte, pero toca estudio. - Manos a la obra. Durante dos horas Daniela estuvo hablando, explicándole la lección a María. Ni siquiera abrió el libro para nada. Lo hizo de una forma tan amena y agradable que la rubia no notó las vueltas que daban las agujas del reloj. De vez en cuando ésta le hacía alguna pregunta pero seguía absorta la enseñanza. - ¿Quieres que hagamos un descanso? -preguntó Daniela. - ¿Ya? - Llevamos dos horas sentadas y creo que las dos necesitamos estirar las piernas un poco. - ¿Qué? ¡Las siete y cuarto! -mirando el reloj -. Tienes razón -se levantó y se desperezó, levantando los brazos hacia arriba todo lo que pudo. - Yo voy un momento a la cocina...

María se levantó y volvió frente a la librería para mirar el resto de libros que poseía la dueña de la casa. A veces se le escapaban miradas hacia el Grande Histórico. Daniela volvió a los diez minutos con una bandeja variada de alimentos para picar: galletitas saladas, patatilla, galletas rellenas de limón, etc. - Jolin tia, no tenías que haberte molestado -la recriminó María. - Psss, yo tenía ganas de picar algo. Si tu no quieres comer nada no lo hagas, no estás obligada jeje. - Claro, claro, ¿ahora crees que podré resistirme? - Jaja... ¿Volvemos al trabajo? -se sentaron las dos de nuevo -. ¿Tienes alguna duda sobre lo anterior? -al negar María, Daniela contestó -. Yo realmente he acabado de explicarte el primer tema... - ¿Ya? -la interrumpió. - Jeje si, ¿qué más quieres? -sonrió -. Lo que quiero ahora que hagas es un resumen de un folio como mucho de lo que te he explicado, ¿vale? -En ese momento sonó un mensaje en el móvil de María. - Jejeje, mira, es Eva. Me dice que si voy a dar una vuelta con ellas. Ya se ha olvidado de lo que me ha dicho hace unas cuantas horas... Un momento que le contesto, ¿vale? - Si, tranquila. "Chicas, no puedo, estoy estudiando. Quizá otro día, ¿vale? Xao!"

- Vale, ya está, un resumen me has dicho, ¿no? Vamos allá -María cogió una hoja blanca de su carpeta y un bolígrafo del estuche. Pensó durante unos momentos y se puso a escribir. Daniela la observaba hacer, o se levantaba para ir a la cocina o cogía su libro de lectura. Al cabo de veinte minutos María puso el punto final en la mitad de la segunda página. - Listo -Daniela dejó su libro y fue a coger la hoja para leerla. Le gustó la síntesis que la chica había hecho. - Muy bien, es un buen resumen. Ahora esto será el  Resumen Tema 1 -escribiéndolo en la parte de arriba de la primera página a lápiz -. Ahora de esta hoja quiero que hagas un borrador, o un esquema, lo que mejor te vaya. De esta manera echándole un vistazo recordarás los puntos clave, y leyendo el resumen podrás desarroyarlo, ¿lo entiendes? - Si, si. Me parece bien. Nunca había pensado en hacerlo de esta manera. Aunque por mucho que hubiera querido hacerlo así lo que no entendía es lo que tu me has explicado sin abrir el libro. Buena profesora, si señor -cogió otra hoja para disponerse a hacer lo que le había dicho la castaña. - Jejeje -se sonrojó -. El mérito no es todo mío. Lo has pillado rápido, sólo necesitabas que te lo explicaran de otra manera -esta vez fue María la que se sonrojó. - Y yo que le echaba las culpas al profesor pensando que me tenía manía... -Daniela puso los ojos en  blanco. La "alumna" trabajó durante diez minutos más y le dio la hoja directamente a la "profesora"  para que diera el visto bueno. - Perfecto. Si seguimos así hasta el día del exámen, que lo tienes bien porque es el último, te lo sacas de calle. - ¿Tu crees? -Daniela asintió repetidamente -. Genial. Mañana es domingo, ¿hay clase? - ¿Me pegarás si te lo insinúo? -la miró de reojo Daniela. - Jajaja no, creo que podré soportarlo. - Ufff -suspiró ruidosamente Daniela, a modo de guasa -. Menos mal. Las dos recogieron las cosas de la mesa.

- ¿Quieres que te acompañe a casa? - Daniela, vas a coger complejo de taxista jaja. No, me voy con el urbano, ¿vale? - Como quieras -levantó los hombros -. Hasta mañana entonces. Espera, antes de que se me olvide, apúntate mi móvil por si acaso -intercambiaron números -. Ven cuando quieras, ¿vale? No creo que me mueva de aquí en todo el día. Si lo hiciera te aviso para que no vengas y te encuentres con que no estoy. - Muy bien "profe" -Daniela puso los ojos en blanco ante la mención del mote -. Jeje, hasta mañana -volvió a darle un beso en la mejilla. - Adios, cuidado por el camino -Al cerrar la puerta Daniela fue despacio al sofá, pensando en la chica que se acababa de ir. De nuevo sonrió. Al día siguiente el timbre de la casa de Daniela sonó poco antes de las cuatro y media. El día se le había hecho largo a la morena y no sabía por qué razón. Por la mañana se había ido un par de horas a pasear con la bicicleta, había repasado un rato, había tejido una chaqueta que tenía a medias, había hecho la comida... Pero así y todo le parecía que las horas pasaban lentas. ¿Será María? Sólo puede ser ella porque no se me ocurre nadie más...

- Hola María, ¿qué tal? - Hola guapa -dijo, dándole un sonoro beso en la mejilla -. Bien, he pensado que como dijiste que viniera cuando quisiera... sería buena hora ya. - Si, claro, va bien. No hacía nada en especial.  Me estaba aburriendo ya . María dejó las cosas sobre la mesa y se sentó. Daniela observó que María volvía a mirar el Grande  Histórico otra vez. El día anterior también la había visto varias veces con la mirada puesta sobre el libro. Hizo como si no se hubiera dado cuenta. - El miércoles tenemos el examen de Tendencias historiográficas. ¿Necesitas tiempo para estudiarlo? - No, lo llevo bien, es uno de los más fáciles para mi. - Muy bien, entonces de momento seguimos quedando cada día, ¿no? Y si necesitas algún día para otra asignatura ¿me lo dices? - Si, si, ningún problema, por las mañanas puedo dedicar las horas a los otros exámenes. - Genial pues. Vamos allá. Por cierto, ya sabes donde está la nevera -le hizo un gesto con la cabeza, dándole a entender que fuera ella a coger algo si quería. - De momento no me apetece nada. Se pusieron igual que el día anterior, Daniela a hablar y María a escuchar, ésta tomando algunas notas sobre fechas o nombres concretos. El tema era un poco más corto que el del día anterior y por eso acabaron antes. Incluso María hizo el resumen y el borrador y aún era pronto. Después de recoger los libros y hojas se pusieron a hablar y sin darse cuenta se trasladaron al sofá. - Este cubre-sofá es precioso. ¿Dónde lo has comprado? - Lo hice yo hace varios años. - Wowwwww -María abrió los ojos como platos, mirando alternativamente a su amiga y a la ropa que cubría el sofá-. ¡Hay que tener maña para hacer esto! - Jajaja, cuando le coges el truco no es tan complicado. Mi abuela me hizo el que tengo en la cama,

¿te fijaste? -María asintió repetidamente con la cabeza-, y yo hice este. Ahora lo tengo así pero en invierno me meto entre el sofá y esto y me sirve de manta. - Seguro que es caliente -esta vez fue Daniela la que asintió repetidamente con la cabeza. Siguieron hablando un rato más hasta que María se dio cuenta de la hora que era. - Uff, tengo que irme. En casa estarán a punto de cenar -Daniela la miró interrogativamente -. No, no hace falta que me lleves jeje, otro día ya te lo pediré. Antes de que María saliera Daniela le dio algo. - ¿Qué es? - Algunos discos de la música que me gusta. Hay algunos más de los que te había dicho. Escúchalos cuando tengas tiempo, y ya me los devolverás. Quiero que le dediques más tiempo a estudiar que a escuchar música ¡eh! -le dijo con un dedo levantado, como si la estuviera riñendo. - Si, "profe" -se carcajeó la rubia -, hasta mañana -De nuevo se despidieron con un beso en la mejilla. El lunes María se presentó en casa de Daniela un poco más pronto que las tardes anteriores, y cuando habían acabado el tema se pusieron a hablar y se les volvió a pasar el tiempo muy rápido. El martes no fue muy distinto a los demás. Cuando estaban sentadas en el sofá María recordó que le tenía que devolver uno de los cd que su amiga le había prestado y se levantó para cogerlo. - Ah, gracias. The Gift. ¿Qué tal? -le preguntó sonriendo Daniela. - Gracias a ti. Hay algunas canciones que me han encantado. - Déjame pensar... "Colours of the rainbow are... red... orange... Y las dos se pusieron a cantar a la vez. "... green... yellow... blue... indigo and vio, vio, violet... The sky is blue" - Jajaja, si, esta es una de las que más me ha gustado. Y también... Real, My lovely mirror, Driving you slow, etc. Ella tiene una voz fantástica. - Me alegro que te haya gustado. Finalmente se despidieron hasta el día siguiente y quedaron en verse en clase, ya que tenían el examen de Tendencias historiográficas. María ya estaba en clase con sus amigas cuando Daniela llegó. Ésta le sonrió y le levantó la mano  para saludarla. Se fijó en que la rubia tenía el ceño fruncido hasta que la vio y le devolvió el gesto. La chica rubia había discutido con sus amigas de buena mañana, al menos con Eva, que era la que más se picaba. Ésta le había preguntado por qué ahora pasaba tanto tiempo con Daniela, a ver si es que ahora se divertía más con ella. - ¿Estás celosa Eva? - ¿Yo? ¿Por qué debería estarlo? - Eso me pregunto yo. Porque desde que has llegado no has dejado de meterte con Daniela... - Es que me extraña que ahora prefieras quedar con ella que... - Me ayuda a estudiar, Eva. ¿Te ofreciste tu cuando te dije que iba a suspender Historia económica y social? No. Recuerdo que dijiste "Pues ponte las pilas tia". - Yo no... - No me vayas a decir que no dijiste eso porque lo recuerdo perfectamente. Y ya me había hecho a

la idea cuando se lo comenté la noche de la fiesta a Daniela y ella se ofreció a ayudarme. Y ¿sabes qué? Todo lo que me explica lo entiendo y se me queda -hizo como si siguiera leyendo los apuntes  pero se giró de nuevo hacia ella -. Ah, y me lo paso genial con ella, aunque te parezca extraño. No es la chica sosa que te habías imaginado -ahora ya no podía concentrarse para leer. La cara de mala leche que tenía gracias a Eva fue sustituida por una sonrisa. Cuando Daniela ya se había sentado María se levantó para ir a saludarla. - Hola... -se agachó un poco para darle un beso en la mejilla y se puso en cuclillas delante de ella. Eva y Laura en el otro lado de la clase se miraron -. ¿Cómo estás? Daniela tenía el brazo derecho sobre el pupitre adjunto a la silla, y la mano izquierda entre las rodillas. - Bien, ¿y tu? - Bien... - ¿Seguro? -al preguntárselo llevó su mano izquierda a la mejilla de María y con el dedo pulgar trazó un círculo. Hizo un esfuerzo enorme para no mirar a las dos amigas de la rubia. María por su  parte se emocionó con el gesto y tuvo que hacer un esfuerzo para no ladear la cabeza y apoyarla sobre la mano de su amiga. - Bueno... ya he discutido con Eva... - ¿Por qué? - Porque se estaba metiendo contigo y preguntándome por qué ahora pasaba más tiempo contigo todo lo decían en susurros. La aludida en cuestión estaba algo lejos como para oirlas pero había más gente alrededor e inconscientemente hablaban flojo. - Siento que por mi culpa... - No, no, ahí sí que no. Esto no es por tu culpa. Es ella. Así que no te preocupes. - María, intenta hablar con ella. A lo mejor cree que las has abandonado o... algo así -Daniela meneaba la cabeza de un lado al otro. - Pero si ya le he dicho que me ayudas a estudiar. - No sé, tu vuelve a hablar con ella -en ese momento entró el profesor en el aula. Daniela lo miró y luego volvió a mirar a su amiga -. Suerte. - Igualmente -dijo incorporándose -, nos vemos por la tarde, ¿no? - Claro, a la hora que quieras. María fue a sentarse a su sitio y en voz baja les pidió a sus amigas que la esperaran después del exámen. Estuvo casi una hora y media. Daniela hacía unos quince minutos que se había ido. Eva y Laura habían salido bastante antes, una detrás de la otra. Después de recoger sus cosas se dirigió hacia la cafetería, donde sabía que encontraría a sus dos amigas. - Hola, ¿cómo os ha ido? - Pss, bueno, podría haber ido mejor -tanto Eva como Laura contestaron más o menos lo mismo -. Bueno, ¿qué querías? - Me gustaría saber qué os pasa, o mejor dicho, qué te pasa Eva con Daniela. Te he dicho que me ayuda a estudiar y a ti parece que te sabe mal. Y lo que más me jode es que ni siquiera la conoces,  porque en todo el curso no te has molestado en hacerlo. - Ya te he dicho que me parece extraño que ahora te juntes tanto con ella, nada más... - Ya, pero es que yo no voy a dejar de ser vuestra amiga sólo porque ahora ella también sea mi amiga... Me cae muy bien, y si no podéis entenderlo...

Laura abrió la boca casi por primera vez respecto a ese tema. - Yo lo entiendo -Eva la miró como si la hubiera traicionado y Laura se encogió de hombros -, pero a ver si volvemos a quedar un día de estos las tres juntas, ¿no? - A mi me parece bien -respondió María -, seguro que a Daniela no le importa que me coja un día libre -mirando a Eva -. ¿Qué dices Eva? ¿Nos olvidamos de esto y quedamos un día? Eva, ahora que veía que Laura no estaba a su favor, no tenía más remedio que aceptar. - Está bien, ¿cuándo? ¿Viernes o sábado? Finalmente decidieron quedar el viernes por la tarde. María esa misma tarde se lo comentó a Daniela al ir a su casa. - ¿Te importa si el viernes no estudiamos? - Tranquila, lo llevamos bien, puedes descansar. - Aunque... yo he quedado con ellas a las siete de la tarde. Quizá antes podríamos quedar... - Como tu quieras, cielo, yo estaré aquí, así que ven cuando quieras -Daniela se levantó para ir a por un vaso de agua -. Estaba pensando... que si por la mañana quieres aprovechar también puedes venir. - Ah, vale, me parece bien -realmente le parecía fantástica la idea que había tenido Daniela. El viernes por la mañana se habían visto a las diez en casa de María. Daniela le dijo que iría a  buscarla y que no le pusiera pegas. Al mediodía ya habían acabado un tema. María estaba recogiendo sus bolígrafos de manera ausente. Daniela que venía de la cocina y pasaba por detrás de ella le puso una mano en el hombro y se inclinó para mirarla a la cara. - ¿Pasa algo? María negó con la cabeza y se encogió de hombros. - Nada, me gustaría que te apuntaras al plan de hoy... - Jeje, no creo que sea muy buena idea... al menos de momento. Pero gracias -y le dio un beso en la mejilla -. Quizá con el tiempo no tendrá ningún problema conmigo y podremos quedar... - Tienes razón. Daniela puso música y la rubia se reclinó en la silla. Parece que no le apetece irse. Y a mi no me apetece que se vaya.

- ¿María? - ¿Mmm? - ¿Te gustaría quedarte a comer conmigo y después estudiamos un rato más, hasta que decidas irte? A María pareció gustarle la idea porque se le iluminó el rostro. - Si, claro, buena idea. Por la tarde las tres amigas habían ido al cine y luego a comer una hamburguesa. A María la película le había gustado aunque a ratos tuvo que concentrarse mucho porque pensaba en Daniela. Le habría gustado que estuviera allí con ella. Miró muchas veces el móvil, deseando que la morena le hubiera mando un mensaje o incluso que le hiciera una llamada perdida. Después de cenar y de hacer un rato de sobremesa Laura acompañó primero a Eva y luego a María. Aparcó en un sitio libre y apagó el motor.

- Gracias por traerme Laura. Ha estado bien, ¿no? - Si, y Eva estará tranquila unos días, supongo. - Jeje eso espero. Algún día, más adelante... me gustaría que conocierais a Daniela... -María miraba de frente, por la luna delantera, a los coches que iban y venían. - 66 -sonrió Laura. - ¿66? ¿Por dónde me sales ahora? - Desde que nos hemos visto hoy por la tarde hasta ahora has dicho su nombre 66 veces. Bueno... si no he perdido la cuenta, porque seguro que Eva diría que más veces. - ¿Su nombre? ¿De quién...? -se había girado de repente hacia su amiga. Intentaba recordar lo que había dicho exactamente. Daniela -. ¿Daniela? - Si María, si... - Ah, no me había dado cuenta... - Ya... ¿María? - Dime -se giró de nuevo hacia Laura. - Sólo quería decirte que a mi no me importa que tu y Daniela os veáis tanto... Seguro que es muy  buena chica. - Lo es, Laura, de verdad -hablaba apasionadamente y Laura lo captó. - Y también que... si tu sientes algo más... yo lo acepto. - ¿Algo más? -esta vez María giró cabeza y cuerpo incluido hacia la otra chica -. ¿Qué...? ¿De qué...? - Vale. Ya veo... - Por Dios, Laura, ¿qué ves? ¿De que puñetas hablas? - María, hablo de que a ti te gusta Daniela. Pero aún no lo sabes. - ¿Qué me gusta...? ¿Daniela? Claro, ya te he dicho que es un encanto de tía y... - No me refiero como amiga... Si no como algo más. María meneaba la cabeza de un lado al otro sin entender aún a su amiga. De pronto notó que algo se abría camino en su mente, aunque despacio. Pero empezaba a entender algo y levantó la cabeza como un resorte hacia la chica. - Yo... ¿a mi...? - Si. Vamos, si no ¿me puedes decir porque repites su nombre tantas veces? - Porque... - ¿Y por qué no has dejado de mirar el móvil? ¿Y por qué se te ilumina la cara cuando la ves, como el otro día en clase? - Ahh -suspiró como si le hubieran dado un susto. Eso la había pillado por sorpresa. Ni siquiera ella sabía porque no podía dejar de mirar el móvil. Ahora que empezaba a encajar las piezas se había quedado atolondrada y su amiga la miraba con una sonrisa irónica. - Ay María. Estás más en la parra de lo que pensaba -María no salía de su asombro-. Me parece que esta noche vas a dar muchas vueltas. Venga, entra en casa. Ya nos veremos el lunes, que hay examen. - Si... si... Mmm... Gracias Laura, por todo -abrió la puerta y estaba a punto de salir cuando se volvió de nuevo hacia su compañera -. Mmmm... ¿Eva sabe...?

- No, a ella le extraña un poco tu actitud pero aún no ha atado cabos... Y tranquila, no le daré pistas. - Gracias -se inclinó hacia su amiga y le dio un beso en la mejilla. Se fue directa a su habitación y se puso el pijama, aunque le pareció que tardaba una eternidad en meterse en la cama. Era como si caminara dentro de una burbuja y ésta no pudiera avanzar más deprisa. Daniela. Sólo hacía una semana de la fiesta y parecía que habían pasado meses. Hablaban como si hiciera siglos que se conocían y María se había sorprendido contándole cosas que a las otras había tardado más en contar. No es que fueran secretos, pero sí cosas de su vida que no contaba a cualquiera. Sus sueños, sus pesadillas. Y Daniela no se había reido nunca de ella y siempre la escuchaba. Una semana. Y nunca había tenido tantas ganas de pasar el tiempo con nadie como con ella. Ahora se daba cuenta. Cada tarde había empezado a ir más pronto, y luego cuando acababan el estudio se ponían a hablar, muchas veces más de una hora. Daniela. Me... me... Le costaba aceptarlo pero no tenía más remedio. Su amiga le había abierto los ojos. Me gusta. Me gusta. Sonrió al pensarlo y ver que no pasaba nada raro en su habitación. Me gusta. Joder. Es la puta verdad. La tia me gusta. Ahora entiendo porque cuando la veo tengo ganas de darle un beso en la mejilla. Y porque me gusta tanto que me acaricie una mano. O la cara. El otro día en clase casi me muero. Ahora se obligó a ponerle palabras. Suspiró profundamente. Y susurró: - Me... gusta. Daniela me... gusta. Pensó de nuevo en lo guapa que era Daniela y se sonrojó. Sola en su cama y se estaba ruborizando  porque pensaba en la belleza de su amiga. Los ojos color miel. La piel fina y algo tostada. Su sonrisa. El pelo rizado castaño. Y... su cuerpo. Al principio se negó a reconocerlo pero acabó aceptando también que se había fijado en su figura. En todo. En cómo le quedaban las camisetas. En cómo le sentaban los pantalones. Suspiró de nuevo. Dios mío. Esto me está soprepasando. Intentó calmarse y no seguir pensando pero ahora su mente se había desbordado. Nada, estaba a merced de sus pensamientos y tenía que esperar a que el sueño viniera por si sólo. Daniela por su parte se había aburrido bastante desde que la rubia se fuera de su casa y tuvo que coger la bicicleta y salir para despejarse un rato después de cenar. También había estado más  pendiente de lo normal del móvil, pero no sabía que esperaba. María no tenía porque mandarle ningún mensaje. ¿Entonces que quería? Pedaleó y pedaleó. Quiso cansarse para que la noche no se le hiciera tan larga. Llegó a su casa sudada y cansada casi a la misma hora que María a la suya. Se duchó y se metió en la cama. Donde, gracias a Dios, o al cansancio que se había procurado, se durmió enseguida. María después de comer le pidió a su madre si la acompañaba a casa de Daniela. - Gracias mamá. Por la noche nos vemos -llamó al automático y esperó a que su amiga le abriera la  puerta de abajo. - Hola... -María le dio el beso en la mejilla. Le había dado muchas vueltas respecto a cómo tenía que actuar a partir de ahora, y había llegado a la conclusión de que si cambiaba Daniela se iba a dar cuenta. - Hola cariño, ¿qué tal lo pasasteis anoche? - sonrió y le puso una mano en el hombro al cerrar la  puerta y girarse para ir hacia la mesa grande. - Bien, muy bien. Fuimos a... - No lo preguntaba por cotillear eh! Sólo... por saber si lo habías pasado bien -María captó que la  primera vez Daniela había preguntado cómo lo habían pasado, en plural, y que ahora sólo se había referido a ella sola. También se dio cuenta que la castaña se había sonrojado. - Jajaja no me importa contártelo. Como te decía, fuimos al cine y luego a comer una hamburguesa. Y luego Laura me acompañó a casa -omitió que hubiera hablado un rato con Laura. Hablaron de la  película y de lo que había hecho Daniela. Ésta también calló que hubiera querido cansarse al

máximo para poder dormirse cuanto antes. María cogió la cesta que llevaba y sacó un plato envuelto en papel albal. - ¿Y esto? - Pues... mi madre. Que ya le caes genial y aún no te conoce. Y todo por hacer que me vuelva tan aplicada jaja. - Ohh -volvió a sonrojarse -. No tenía por qué molestarse. - Es de chocolate con nueces. - Mmmm, ¡guay! -y fue a la cocina a por un cuchillo -. Pues esta noche te acompaño y de paso saldré a saludarla y a darle las gracias, si te parece bien. - No te sientas obligada, Daniela. Si quieres venir otro día a mi casa... -lo que realmente pensaba María era que le parecía genial que fuera esta noche. - No, me va bien esta noche. Ningún problema -y cortó un buen trozo para María y otro para ella. Estudiaron hasta terminar otro tema y comieron un par de trozos más pequeños. Luego se sentaron en el sofá y Daniela cogió el Grande Histórico porque sabía que a la rubia le haría ilusión. Estuvieron mirándolo y comentándolo un buen rato hasta que decidieron irse a casa de María. Cuando ya salían del coche María avisó a su amiga: - Mmm Daniela. Ni se te ocurra tratarla de usted ¡eh! - Jaja, lo procuraré. Cuando entraron la madre de María estaba metida en la cocina y fueron a saludarla. - Hola mamá. Mira, esta es Daniela. Mari Carmen, la madre, abrió los brazos y con una gran sonrisa abrazó a la amiga de su hija y le dio dos besos. - Por fin te conozco hija. María me ha hablado mucho de ti. - Mucho gusto Mari Carmen. Y gracias por el pastel. ¡Estaba riquísimo! No tenía... no tenías que haberte molestado -miró a su amiga con cara pícara. - No es nada. Con lo que tu estás ayudando a mi hija... Bueno, te quedarás a cenar, ¿no? ¿O te espera alguien? - Yo... - Nadie la espera -saltó María -, a no ser que tuvieras a alquien escondido en una de las habitaciones -le sacó la lengua. - Jeje, no, no tengo nada que hacer... Está bien. Gracias. Mari Carmen siguió trasteando dentro de la cocina y las chicas se fueron al salón, donde estaba el  padre de María, Martín. Daniela también lo saludó y descubrió que era muy bromista y guasón. Observó a María con sus padres y vio que se llevaba genial con ellos. Le gustó esa camadería. Luego las dos chicas pusieron la mesa juntas y la mujer llevó a la mesa las fuentes de ensalada, sanjacobos y la bandeja con las tortillas de queso individuales. Cuando estaban cenando, los padres de María le contaban anécdotas a Daniela sobre su hija, la cual se sonrojaba frecuentemente por las cosas que contaban sus padres. Se preguntaba que pensaría de ella Daniela. Estuvieron bromeando un rato más hasta que Mari Carmen hizo una pregunta:

- Bueno, ¿y tus padres de qué trabajan Daniela? - Mamá... -susurró María con los ojos abiertos y las manos atenazando los cubiertos. Daniela miró a la madre de su amiga, a la cual tenía enfrente, y luego a la chica rubia, a la que tenía al lado. - ¿Qué...? - María... -Daniela le cogió una mano acercándose a ella, hasta que notó que se aflojaba su presión, y entonces la rubia la miró. Parecía que estaba a punto de echarse a llorar -. Ei, cielo, venga cálmate... - ¿He dicho algo...? -antes de que María se alterara de nuevo, Daniela contestó. - Un momento Mari Carmen, por favor... -volvió a girarse hacia su amiga y al ver que seguía con la misma cara de remordimiento, como si hubiera sido ella la que había hecho algo malo, la abrazó -. Venga cariño, que no pasa nada. Estoy bien ¿vale? -la acunó un minuto entero más y luego le dio un  beso en la mejilla. - Daniela yo... no le había contado nada y... ahora no pensé que... - Shhh, venga. Yo estoy bien. De verdad -seguía girada hacia ella y le agarraba los hombros -. Mírame. Todo está bien, ¿vale? - Está bien, si... Los padres de María seguían la escena sin hablar, se habían quedado mudos. - Lo siento mamá...-Daniela seguía cogiéndole la mano izquierda por encima de la mesa. Se lo agradeció mentalmente. - Mis padres murieron cuando era pequeña -les dijo a ambos y volvió a mirar a María. La madre había abierto la boca y se había sonrojado. Martín había bajado la mirada al plato -. No pasa nada Mari Carmen, no lo sabíais y es normal que preguntaras... -María la miró y esperó porque aún no había acabado -. Mi abuela me crió y murió hace tres aöos. Estoy bien y no quiero que os sintáis mal. ¿María? -ésta la miró -. Sigue comiendo por favor -la rubia empezó a negar con la cabeza pero Daniela la cortó -. Por favor. -María no podía resistirse. - Vale, vale... -. Por ti... - Mari Carmen, Martín, por favor, continuad -y empezó a contar anécdotas suyas para aliviarles el  pesar. Acabaron riendo todos, incluida María. Después quitaron la mesa. - Daniela, ¿quieres subir un rato a mi habitación? -jugaba con la pulsera que llevaba, señal de que estaba nerviosa. - Claro, vamos... -Daniela le pasó un brazo por encima de los hombros a la otro chica y María le  puso la mano en la cintura. Sentía la piel caliente de su amiga por encima de la camiseta. Mari Carmen salió de la cocina para decirle algo a su hija pero al verlas subir así y riéndose se refrenó. María abrió la puerta de su habitación y le dijo a su amiga que entrara. La habitación era grande. A

la izquierda de la puerta había un armario empotrado, la cama grande tenía la cabecera pegada a la  pared de la izquierda y enfrente de la cama, en la pared de la derecha de la puerta había una estantería enorme con un montón de libros y discos compactos. En la pared contraria a la puerta había una ventana grande y justo debajo un escritorio bastante grande en el que había un ordenador y aún quedaba espacio libre. Daniela se acercó a la estantería para curiosear. - Ahora me da vergüenza poner música de la mía... -María se había sentado al borde la cama y la observaba. - Jajaja María, eso es una tontería. Cada cual tiene sus gustos. - Bueno, busca a ver si por una remota casualidad encuentras algo que no conoces o si hay algo que te guste y ponlo. - ¿Paramore? -Daniela se giró hacia la rubia. Ésta se quedó esperando a ver si decía que lo conocía . No me suenan. -Vaya, quizá puedo sorprenderte... Es una banda joven que toca rock alternativo. -Daniela se giró y le sacó la lengua, luego abrió el compartimento para meter el cd y tuvo que sacar antes el de Tegan and Sara. - ¿Qué te parecen? - La primera vez me quedé un poco a cuadros, pero lo escuché un par de veces más y cada vez me gustan más canciones. Las dos chicas se tumbaron en la cama, mirando al techo. Daniela tenía los brazos extendidos y María se atrevió a estirar la mano para acariciarle los dedos. Daniela le cogió la mano y con el dedo  pulgar le acariciaba desde la muñeca hasta el dorso. Hablaban poco pero como siempre, el silencio no era incómodo. Dejaban que la música las envolviera. A Daniela le estaba gustando este grupo. - Son buenos. María sonrió. - Me alegra saber que te gustan. María se puso de lado, mirando a su amiga. Seguían cogidas de la mano y con la mano izquierda ahora libre María se la puso a modo de cojín debajo de la mejilla. - Daniela -ésta ladeó la cabeza -, siento lo de antes de... Ahora fue la morena la que se puso de lado. Sus caras estaban a menos de veinte centímetros. - María, no quiero que te sientas mal cada vez que alguien me pregunta por mi familia... Yo lo acepto. Ya estoy acostumbrada -le había puesto su mano libre por encima del hombro y le acariciaba el pelo mientras intentaba consolarla. - ¿Puedo hacerte una pregunta? - Claro -susurró Daniela.

- ¿Cómo...? -arrugó la frente, buscando las palabras -. ¿Cómo puedes ser tan fuerte? Daniela sonrió ante las palabras de la otra chica. - Estoy segura de que tu eres más fuerte de lo que crees... Sólo que no has tenido que demostrártelo -María empezó a negar con la cabeza, en la medida que su mano por una parte y la de Daniela por la otra le dejaban -. ¿Qué debía hacer? ¿Abandonar? -era una pregunta retórica -. Fue duro, sobre todo lo de mi abuela, ya que lo de mis padres fue cuando era muy pequeña... Así y todo maduré más rápido que los demás niños. Y lo de mi abuela me hizo acabar de madurar de golpe. Yo siempre había sido responsable y trabajadora, pero de pronto tenía que seguir igual yo sola. Ahora... estoy segura que tanto mis padres como mi abuela estarían orgullosos de mi. - Estoy segura de ello -dijo con énfasis su amiga. La otra chica le dio un beso en la frente. Estaban tan cerca. María creía que después del beso Daniela se había quedado aún más cerca, y le seguía acariciando el pelo. Podría quedarme así todo la vida. Podría haberlo dicho en voz alta porque Daniela pensaba lo mismo. Respiraban el mismo aire. Las dos miraban por encima de la otra para no mirarse a los ojos mucho tiempo. Seguían escuchando la música. - ¿Puedo... puedo volver a poner esa canción? - Jeje, claro... Es mi preferida.  Decode. - ¿Ah, si? Pues de momento también es la mía. María creía que después de levantarse para volver a poner la canción Daniela se tumbaría lejos de nuevo, pero la sorprendió acercándose tanto como antes y de nuevo le acarició el cabello. María se estaba quedando dormida y Daniela se dio cuenta. Las horas en vela de la noche anterior la acosaban ahora. Abría los ojos de vez en cuando pero cada vez con menos frecuencia. - Cielo, me voy a ir... - Mmm... -abrió los ojos y los tenía entornados. Podría decirle que se quedara. Pero no dijo nada. Quizá porque tenía miedo a una negativa. - Puedes quedarte en la cama. Tus padres aún están abajo y no me importa bajar sola. Desperezándose María negó con la cabeza. - No, no, de todas maneras voy a bajar para darles las buenas noches. - Ah, vale. - Ei... toma -María se acercó al aparato de música y sacó el cd que acababan de escuchar -, ya me lo devolverás. - Gracias -levantó las cejas. Bajaron y Daniela fue al salón para despedirse de ellos y prometerles que iría a verlos de nuevo. - Gracias por la cena. Buenas noches. Se dirigieron a la puerta. María cruzó los brazos sobre su pecho. Estaban ya en verano pero por las

noches refrescaba bastante. Al verla así Daniela la abrazó. Le puso una mano en la cintura y la otra  por encima de los hombros. - Venga, entra, no vayas a resfriarte. - Hasta mañana -le dio un beso en la mejilla. Daniela asintió. - Ven cuando quieras.

A la mañana siguiente Daniela se despertó sobre las nueve y media y holgazaneó en la cama hasta las diez. Ya harta se levantó y se enfundó unas bermudas anchas que le llegaban hasta las rodillas, una camiseta de tirantes y unas sandalias, y se hizo una coleta. Después de tomarse un vaso de leche sin nada y comerse una tostada intentó leer un rato los apuntes para el exámen del día siguiente aunque sin mucho éxito. De todas maneras no pasaba nada, lo llevaba bien. Llevaba un rato queriéndole mandar un mensaje a María sin decidirse a hacerlo. A lo mejor aún dormía y quizá la despertaba. Cuando ya eran las doce menos veinticinco empezó a escribirlo. Lo  borró y volvió a escribir varias veces hasta que se decidió por un  Buenos días preciosa. Espero no despertarte. Había pensado en ir un rato a la playa a tomar el sol. Te apuntas? Luego podemos venir a comer a mi casa y estudiamos por la tarde. Si te apetece paso a buscarte. Si no, un beso y hasta la tarde.

Soltó el móvil a su lado, en el sofá, y lo miraba cada diez segundos aproximadamente. En menos de cuatro minutos recibió un mensaje y casi se le cae el aparato al suelo por las prisas al cogerlo.  Me apunto! En quince minutos estaré lista. Muaks!

La morena ya dejó los apuntes aparcados y cogió un par de toallas y volvió a quitarse la ropa para  ponerse el biquini. Decidió no esperar más e irse a casa de la rubia. La esperaría en el coche. Cuando aún faltaban tres minutos para los quince, María abrió la puerta de la calle y miró. Le levantó la mano y después de desaparecer unos segundos dentro de la casa salió. - Hola. ¿Por qué no has entrado? -inclinándose hacia ella para darle un beso en la mejilla. - Para no meterte prisa -sonrió, encogiéndose de hombros. - Sólo quería depilarme. Por cierto, ya estaba despierta e intentaba repasar para el exámen de mañana. Daniela hizo una mueca. - Yo igual pero... psss. Menos mal que lo llevo al día todo. En la radio del coche sonaba  Live a lie, de Default y Daniela tamborileaba con los dedos sobre el volante. Llegaron a la playa en menos de quince minutos. Vieron bastantes coches aparcados. La gente tenía ganas de salir a tomar el sol. Buscaron un sitio un poco apartado, cerca de la entrada a la arena. A un lado tenían una red de volleyball y unos chicos se pasaban la pelota. Extendieron las toallas y se sentaron, aún con la ropa

 puesta y observando. Pasaban algunas personas corriendo o caminando por la orilla. Había algunos niños y mayores haciendo volar cometas. A los pocos minutos, cuando el sol ya calentaba María se quitó los vaqueros cortos y la camiseta que llevaba. Era bastante blanca de piel. Daniela sólo se quitó la camiseta y se tumbó con las  piernas flexionadas. Las dos se miraban disimuladamente. El biquini de María era verde césped, y le sentaba de miedo, pensó Daniela. Los pensamientos de María eran por el estilo. Su amiga sólo se había quitado la camiseta pero el hecho de ver el biquini naranja contrastado con la piel algo más morena que la suya y el vientre liso la ponían nerviosa. Daniela seguía con la coleta puesta pero algunos mechones se le habían soltado. María tenía unas ganas irresistibles de colocárselos detrás de la oreja pero se contuvo. La pelota de los chicos que jugaban a volley se acercó a ellas y les pasó muy cerca, quedándose algo por detrás de ellas. Daniela se había dado cuenta de que lo habían hecho a propósito. - Eh, rubia, ¿nos devuelves la pelota? -era el mismo chico que la había tirado.  Así que van a por ella, y no supo por qué empezó a picarse.  Es normal, es guapísima, se dijo de

mala gana. Creía que María les seguiría el juego pero se sorprendió al oirla. - Tu eres el que la has tirado, así que ven tu a buscarla -y se apoyó sobre los brazos. Los amigos del que había tirado la pelota empezaron a reirse y a éste no le quedó más remedio que ir a buscarla. - Eh, ¿os apetece jugar? Nos falta gente... -hacía girar la pelota sobre un dedo, jactándose de su  pericia. María y Daniela se miraron sonriendo, poco afectadas por las habilidades del chico. - No, gracias, sólo hemos venido a tomar el sol -contestó Daniela, poniéndose una mano a modo de visera para que el sol no la deslumbrara. El joven se encogió de hombros y se reunió con sus amigos, que seguían riéndose de él. Ninguna de las dos podía saberlo pero las dos estaban contentas de que la otra no hubiera aceptado el juego del chico. Daniela finalmente se quitó las bermudas, dejando al descubierto el resto de cuerpo escultural que tenía. María se giró para ponerse boca abajo. Ufff, creo que iré al agua . - ¿Vamos a probar el agua? - Aja. Las dos se dirigieron a la orilla sorteando a la gente y observadas algo descaradamente por los chicos, que ahora utilizaban la pelota de volley como balón de fútbol. La primera en meter los pies en el agua fue María. El agua fría la hizo echarse atrás. Daniela se rió de ella. - No me digas que está fría. - Yo casi que no paso de aquí...

- Me da a mi que vas a pasar, y de largo. María miró a su amiga y cuando vio las intenciones de la morena fue caminando hacia atrás con las manos en alto. - No, no... La morena iba tras ella y María abrió los ojos como platos. - Jejeje, que es broma -sacándole la lengua. María aún no se fiaba y se mantenía lejos de ella por si acaso -. ¿Volvemos a la toalla? - Tu primero -cediéndole el paso con un brazo. Daniela se mofó de ella. Volvieron a tumbarse un rato más en las toallas. Daniela buscó la manera de poder acariciarle aunque fuera el brazo. Se estaba dando cuenta de que cada vez más necesitaba el contacto físico con la otra chica. Al cabo de poco más de una hora decidieron irse a casa porque tenían hambre, sobre todo María, aunque no lo dijo. Daniela hizo tallarines a la carbonara y María puso la mesa. Alargaron un poco más de lo normal la sobremesa porque ninguna de las dos tenía ganas de estudiar, hasta que Daniela se puso firme y se obligó a empezar. Una vez puestas, la concentración era máxima y pudieron dar dos temas en poco tiempo. Cuando acabaron, como siempre se pusieron a hablar de cualquier cosa. Se acercaba la hora de la cena y María sabía que tenía que despedirse. No tenía excusa para quedarse más tiempo. Al menos Daniela se ofreció a acompañarla hasta casa y eran diez minutos más a su lado. Al salir del coche ya la echaba de menos.

María ya estaba en clase, con Laura y Eva, que como siempre llegaban más pronto para tener el mejor sitio, es decir, para poder sacar las chuletas sin que las viera el profesor. Eva se fue al baño, ya que los nervios le hacían ir al baño más de lo normal. Laura aprovechó la ausencia de la otra chica: - ¿Pensaste en lo que te dije el otro día? La rubia la miró y luego volvió a mirar al frente. - Si... -sonrió -, y creo que te quedaste corta -volvió a mirarla. Laura levantó una ceja: - ¿Ah, si? ¿Y eso? - Estoy coladísima -levantó ambas cejas-. ¡Dios! Me tiene... Es... es... Joder Laura, estoy... no sé... - La palabra es enamorada.

María se quedó parada unos segundos. - ¿Tu crees? -volviendo a mirarla de nuevo con ambas cejas levantadas. - Si, tía, totalmente. - Pues no tiene nada que ver con lo de Álvaro -refiriéndose al chico del cual creía que había estado enamorada. En ese momento volvió Eva y ellas hicieron como si siguieran leyendo apuntes, aunque María se había quedado mirando la misma frase sin saber lo que leía. Finalmente guardó los apuntes en su carpeta y se quedó mirando la pizarra. Pocos minutos después entró Daniela. Laura tosió disimuladamente y María, ya con una sonrisa en los labios, se levantó y fue a dónde ella se había sentado. - Hola... -parecía que se quedaba sin palabras cada vez que la veía. - Buenos días -la besó en la mejilla. Daniela se sentó en la silla y cuando María iba a ponerse en cuclillas delante de ella le tiró del brazo e hizo que se sentara sobre sus piernas. - ¿Bien?  Ahora si, pensó María.

- Bien -dijo finalmente, sonriéndole. El profesor no les dejó mucho tiempo para hablar porque decidió entrar en ese momento. María tuvo que volver a su sitio muy a su pesar.

El resto de la semana se sucedió rápidamente. Exámenes por la mañana y estudio por la tarde. A las dos chicas se les hacía corto el tiempo que estaban juntas y ambas se preguntaban qué sucedería cuando se acabaran los exámenes. Pero ninguna de las dos se atrevía a preguntárselo a la otra. El viernes Daniela le preguntó si sus amigas le habían dicho algo para salir de nuevo ese fin de semana. - No, a una semana de acabar los exámenes ahora son ellas las que quieren estudiar. - Pues yo creo que este fin de semana nosotras ya lo finiquitaremos -le dijo mirándola de soslayo. - ¿Ah, si? -a María eso le sentó como una patada en las espinillas. ¿Qué haría el resto de la semana entonces? ¿Qué excusa le podía poner para seguir viéndola cada día? - Pero si quieres podríamos continuar con un repaso general y si tienes alguna duda... - ¡Si, mejor! -María se turbó por si la súbita alegría había sido demasiado evidente -. Que tengo miedo de que después de todo me quede en blanco a la hora de la verdad. Daniela estaba demasiado absorta en su propio entusiasmo para advertir el de María.

- Te lo sabes María, te irá bien, ya lo verás. Ese día Daniela había decidido darle una sorpresa a María. Le iba a dejar el Grande Histórico para que lo mirara en casa. Por eso lo había cogido del estante y lo había metido en el coche, para cuando acompañara a la chica a casa dárselo. Sólo esperaba que ésta no se diera cuenta que no estaba en la estantería y le preguntara por él. María se había dado cuenta de que algo era diferente, aunque no le había prestado demasiada atención porque prefería dedicarla toda entera a su amiga,  bueno y al estudio. Como siempre las horas pasaron demasiado rápidas y encima María cada vez tenía que hacer un esfuerzo más grande para escuchar la lección y no dejar volar la imaginación mientras miraba a la otra chica. Uff, que boca, y que ojos... Daniela también explicaba la lección con ahínco, para seguir el hilo de lo que estaba diciendo y no perderse en los ojos de María. Cuando Daniela acabó de hablar se miraron durante unos segundos de más hasta que ésta reaccinó y se levantó acariciándole la cabeza a la rubia: - Venga va, a por el resumen. María pareció despertar de su ensoñación: - Si, el resumen... Daniela se tumbó en el sofá, mirando el techo. Oía a María dar golpes con el bolígrafo en el papel,  parecía buscar la inspiración. - Si te has quedado con alguna duda dímelo, ¿eh? - Si, claro... estaba pensando en otra cosa.  En ti y en lo que pasará después del último examen. Daniela también estava pensativa. ¿Qué debía hacer? ¿Decirle lo que sentía a su amiga y arriesgarse a perder su amistad? No, ahora que tenía una amiga de verdad no quería perderla. Pero por lo que veía María estaba bien en su compañía, y sabía que la apreciaba. Pero eso es una cosa y que sienta algo por mi es otra. <>  Eso es imposible. <<¿Quién lo dice?>> Sólo hace tres semanas que nos "conocemos", aunque hayamos ido todo el curso a la misma clase.  No puede ser que en tan poco tiempo me haya enamorado de ella... <>

- ¡Anda y...! -enseguida que se dio cuenta que había hablado en voz alta se tapó la boca. - ¿Qué pasa, Daniela? -le preguntó la otra chica girándose hacia el sofá, aunque no veía a la morena, solo el respaldo-. ¿Estás bien? - Si, si... -levantándose del sofá -, es que quería sacar pescado de la conservadora y se me había

olvidado -contestó lo primero que se le ocurrió dirigiéndose a la cocina -. ¿Quieres comer o beber algo más? María hizo una mueca. - No, no, gracias... -Daniela ya estaba en la cocina y la oía trastear. ¿Debía ser verdad lo del  pescado o era una excusa? Quizá la estoy molestando, pasándome tantas horas aquí. La entristeció la idea pero empezó a recoger sus bártulos. Daniela volvía en ese momento. - ¿Qué haces? ¿Ya has acabado? -se sentó a su lado. - Si, si... -contestó algo ausente. Daniela entrecerró los ojos y le puso una mano en el brazo. - ¿De verdad? -María al ver la mano de ella en su brazo se paró un instante. - Si... bueno, no, pero es mejor que me vaya... No quiero molestarte más. - Ei, ei, ei, para. -Esta vez le cogió los dos brazos suavemente. María la miró a los ojos. Se perdía en ellos -. A mi nunca me molestas. Y cuando digo nunca es nunca. - ¿De verdad se te había olvidado sacar pescado? ¿O era una excusa? Daniela sonrió y meneó la cabeza soltándole los brazos y dejando las manos sobre sus piernas, observándolas. - Mmmm, realmente no era eso... pero al final lo he sacado para mañana -levantó de nuevo la cabeza para mirarla -. Estaba pensando en algo y he hablado en voz alta, nada más. Pero tu no me molestas -acercándose a la rubia para darle un beso en la mejilla-. Y ahora me gustaría que continuaras con el resumen -se quedó esperando a que la chica sacara de nuevo sus cosas. María también había dejado las manos sobre sus piernas y se las miraba. Unos segundos más tarde levantó la mirada para observar a la otra chica: - Sabes... sabes que si necesitas algo puedes contar conmigo, ¿verdad? -se mordía el labio inferior. A Daniela le encantó el gesto en general y acercándose de nuevo la giró hacia ella y la abrazó. - Por supuesto -, le susurró al oído. A María esto le provocó un escalofrío aunque la morena no  pareció notarlo -. Estoy segura de ello, y te lo agradezco -, se separó un poco de ella y le dio otro  beso en la mejilla y mirándola a los ojos -, algún día te lo contaré. María de nuevo sacó sus cosas y continuó con el resumen mientras Daniela había encendido la tele y con el volumen bajo seguía la predicción del tiempo. Vaya, puede que llueva este fin de semana. Cuando María acabó se pusieron a hablar, como siempre, perdiendo la noción del tiempo, hasta que el estómago de la rubia se quejó. - Vaya, si es hora de cenar. ¿Quieres quedarte y comer pan y charcutería? -seguía sentada con la cabeza rubia en su pierna. - Si, me parece bien -sonriendo. Y si me pidieras que te limpiara toda la casa también te diría que si, solo por quedarme un rato más.

- Mmmm... ¿tienes que avisar a tu madre de que no te haga la cena? -levantó las cejas. - No, hoy mis padres se iban al cine y comían por allí. - Jolin, y si no te hubiera invitado ¿habrías cenado sola en tu casa? La rubia se encogió de hombros. - No sería la primera vez -incorporándose -, y tampoco quiero que te sientas obligada a invitarme  puso la mano donde había tenido la cabeza y dio un leve apretón, haciéndole cosquillas a su amiga . Vaya, vaya, si tienes cosquillas. - ¿Yo cosquillas? -poniendo cara de santa. Y cuando se levantaba y le daba la espalda a la rubia dijo -, para mi es un placer invitarte. Y no lo hago porque me sienta sola y tu seas mi única amiga mirándola a los ojos, a la vez que le cogía las manos para levantarla. Pusieron la mesa entre las dos y siguieron charlando mientras cenaban. Luego vieron una película de la tele, y cuando acabó Daniela le dijo que la acompañaba a su casa. Te diría que te quedaras a dormir pero...

A la vez, María pensaba que si le hubiera pedido que se quedara a dormir le habría dicho que si encantada, aunque Daniela durmiera en la habitación de su abuela y ella en la de Daniela.  Bueno, alguna excusa se me ocurrirá para poder dormir una noche con ella.

Cuando llegaron a casa de María, Daniela salió un momento del coche para ir al maletero. - Espera un momento -al volver traía el Grande Histórico con ella. María se había quedado con la  boca abierta. - Pero... ¿qué haces? ¿Por qué lo llevas en el maletero? - Jeje, para dejártelo unos días. A María se le abrieron los ojos como platos. - Oh, no, no, no. No puedo aceptarlo Daniela, no, no... -se había echado hacia atrás, pegando la espalda a la puerta. - Venga ya, María, sólo te lo dejo unos días. - Es demasiado valioso y... - Lo he decidido y no me lo llevaré a casa -poniendo el libro sobre las piernas de María y cruzándose de brazos. Sabía que María se negaría al principio pero al cabo de diez minutos la acabó convenciendo. - Gracias -inclinándose para darle un beso en la mejilla -. Nos vemos mañana. - Claro, cuando quieras, guapa. Daniela volvió a casa y cuando se estaba poniendo el pijama recibió un sms. Antes de mirar el movil ya tenía una sonrisa en la cara. Como no sea María me voy a llevar un chasco... Pero si no, ¿quién puede ser?

Cogió el movil de la mesita de noche y leyó: Ufff, no me puedo creer que tenga este libro en casa!  En mi habitación! Eres genial, muchísimas gracias. Un beso enorme y que sueñes con algo bueno :-D Si sueño contigo...

-pensó la morena...

Se tumbó boca abajo con los brazos apoyados en la cama y contestó:  Anda ya, no será para tanto. Pero si con eso eres feliz, disfrútalo :-D Besitos! P.D: Que tus sueños sean aún mejores que los mios.

A la mañana siguiente Daniela se despertó y vio que hacía sol.  De momento parece que no va a llover. Así que aprovechó para irse a dar una vuelta en bicicleta y de paso comprar madejas de hilo  para hacer una manta como la que tenía sobre la cama y sobre el sofá. Ya tenía dueña. Sonrió al  pensar en su nueva amiga. ¿Debe haberse despertado ya? Jejeje, teniendo el Grande Histórico en su casa lo raro sería que hubiera dormido.

María sí había dormido, aunque poco. Por la noche, después de ponerse el pijama estuvo mirando el libro varias horas, no podía dejarlo para irse a la cama. Cuando lo hizo soñó con el mismo libro y con Daniela. Al soñar con el libro había soñado que el libro desaparecía del escritorio y se despertaba a menudo para comprobar que seguía ahí. Pero al soñar con Daniela había soñado que estaba entre sus brazos, simplemente sintiendo su respiración y los latidos de su corazón y por nada se hubiera despertado. Se despertó porque oyó a su madre levantarse y no pudo resistirse para dar un salto de la cama e ir a contarle lo del libro. La encontró en el baño lavándose la cara. - Buenos días. - Hola cariño, que pronto te levantas hoy, ¿no? ¿Pasa algo? - Jeje no, no. Bueno si, pero es una cosa buena -dijo la joven sonriendo ampliamente. - ¿De qué se trata? - Mira, ven, ven -le cogió de la mano y la arrastró hasta su habitación -, ¡ayer Daniela me prestó el Grande Histórico! ¿Te lo puedes creer? -abriendo la ventana y la persiana para que la habitación se refrescara. - ¿No me digas? -la madre sabía de qué libro se trataba porque María le había hablado mucho de él. Después de hojearlo brevemente se había sentado en la cama de su hija mientras ésta hablaba: - Vaya, es alucinante. Daniela es genial -ahora miraba absorta el libro. - Si, parece muy buena niña. - Lo es, lo es... Mari Carmen miraba sonriendo a su hija, aunque esta no lo notaba. Si lo que siente no es amor, no sé que debe ser.

Al bajar la madre de María a la cocina se encontró a su marido:

- Buenos días, cariño -dándole un beso en la boca -. Creo que nuestra hija se ha enamorado.

María se pasó la mañana delante del texto antiguo, con el sol calentándole la cara y el aire fresco entrando por la ventana abierta. Sólo bajó cuando su madre la llamó para que pusiera mesa y comer. Cuando ya había recogido la mesa y había ayudado a su madre en la cocina llegó Laura,  preguntándole si podía acompañarla al centro comercial a comprar algo para el cumpleaños de su hermana. María no quiso negarse y ya que aún era pronto y no podía ir a casa de Daniela aceptó. Lo que sí hizo fue coger su mochila y así Laura ya la podría dejar en casa de Daniela. Estuvieron dando vueltas por un montón de tiendas y no pararon de hablar, sobre todo María, el tema de conversación de la cual había variado de "Daniela" a "Daniela y el Grande Histórico". Laura no dejaba de reir para sí misma ante ese hecho, ya que nunca había visto a su amiga tan emocionada con una persona. Mientras estaban yendo de tienda en tienda se había nublado en cuestíon de minutos y había empezado a llover considerablemente. Por suerte el coche estaba en el parking subterraneo y no se mojarían. Cuando ya eran cerca de las cuatro y media de la tarde María no debaja de mirar el reloj y Laura lo notó: - Has quedado con ella, ¿no? -ante el gesto afirmativo de su amiga añadió: -. Pues vamos, ya tengo lo que necesitaba. Laura la dejó en casa de Daniela y dijo que iba a estudiar también. Ya se verían en clase el lunes. Cuando llegaron había amainado lo suficiente como para que María no se mojara al salir del coche e ir hasta el portal. La tarde transcurrió como la mayoría, sin muchas ganas de estudiar pero obligándose a ello, hablando de un montón de cosas, sobre todo del Grande Histórico. La chica rubia no dejaba de comentar cosas del libro que le habían parecido curiosas. Había vuelto a llover intermitentemente mientras María estaba en casa de su amiga pero la temperatura no había descendido. Cuando eran poco más de las seis Daniela ya había acabado un nuevo tema y sólo le quedaba el último. - Nos queda un tema, ¿quieres que lo acabemos hoy o prefieres que lo dejemos para mañana? -Ella  prefería darlo al día siguiente, así seguía teniendo excusas para ver a María, pero ésta quizá ya tenía ganas de acabar. - Mañana, mañana, mañana, mañana... -repitió veloz, a la vez que estiraba los brazos y las piernas.  Así tengo excusa para venir.

- Pues entonces resumen, borrador y lo dejamos por hoy -se levantó para ir a la cocina y le despeinó el pelo a la rubia cuando pasaba por detrás de ella. Cogió un par de vasos y batido de chocolate y después de llenar los dos vasos dejó la botella y el otro vaso delante de María. - Gracias -le sonrió. No se había tocado el pelo después de que Daniela la despeinara y lo tenía todo alborotado, cosa que hizo sonreír a la joven morena. Después de haber acabado el resumen y el borrador jugaron a parchís y hablaron. María ayudó a su amiga a hacer pizzas caseras ya que tenía masa y siguieron contándose mil cosas, como si no llevaran tres semanas hablando de todo. Cerca de las once y media María se fue para coger el último urbano. Aunque le hubiera gustado esta vez no dejó que Daniela la acompañara. Tuvo suerte  porque en cuanto entró empezó de nuevo a llover. Mientras iba sentada en el bus mirando por los

cristales llenos de gotas de lluvia pero sin ver, pensó que al día siguiente iría al supermercado a comprar cosas para la cocina de Daniela, ya que siempre la invitaba a comer. Cuando Daniela se quedó sola en casa tuvo ganas de empezar la manta que le regalaría a la guapísima rubia. Se acomodó en el sofá con todas las madejas e hilos que necesitaría y puso el canal de música de la tele. Parecía mentira que se sintiera tan sola cuando se iba esa chica. Cuando murió su abuela se sintió sola durante un tiempo, pero a medida que lo iba superando se acostumbró a la soledad y no le importaba. Pero ahora era diferente. En cuanto María salía por la puerta la casa se quedaba vacía y el silencio le caía encima como una losa. Pues sí que me ha dado fuerte.

¿Qué haría si María no sentía lo mismo que ella? ¿Simplemente intentar continuar con la amistad? Ella prefería una simple amistad, por grande que fuera, a no tener nada. Ya apreciaba demasiado a su compañera de clase para pensar en olvidarse de ella. María iba pensando más o menos las mismas cosas cuando llegó a su casa. Saludó a sus padres y se fue a su habitación. La puerta estaba entornada y antes de abrir del todo ya había notado un aire frio que no procedería de una habitación cerrada. No es que hiciera frio pero si la ventana hubiera estado cerrada el aire no sería tan fresco. ¡La ventana!

En cuestión de milésimas de segundo sabía que lo que vería al encender la luz no sería nada bueno. Y no lo era. Por un momento no pudo reaccionar ni hacer nada, sino solo mirar el tomo antiguo mojado sobre el escritorio, del agua que había entrado cuando había llovido por la tarde. Los cristales también estaban llenos de gotas, y el resto de escritorio también parecía que había sido regado. También en milésimas de segundo recordó que por la mañana había hecho sol y que por eso había dejado la ventana y la persiana abiertas, que había bajado a comer con la intención de subir de nuevo pero que entonces había llegado Laura y se había ido a comprar con ella, y que luego había ido directamente a casa de Daniela. ¡Daniela!

- Ahhhhhhhhhh! -entonces salió el grito que se le había quedado atascado en el pecho. Desde que había entrado en la habitación no habían pasado más de cinco segundos, por eso sus padres al oírla saltaron del sofá y subieron corriendo, pensando que en la habitación había alguien más. María había caído de rodillas y lloraba desconsolada. Su madre enseguida entendió el motivo y le hizo una señal a su marido para que bajara de nuevo. Éste encogiéndose de hombros se dio la vuelta y salió de la habitación. Mari Carmen primero cerró la persiana y la ventana y luego se arrodilló junto a su hija poniéndole un brazo por encima. María seguía con las rodillas y los antebrazos en el suelo, con la cabeza entre los brazos. Su madre sabía como debía sentirse. Siempre había sido una chica muy responsable con las cosas, sobre todo si se las prestaban, y ahora la chica de la que se había enamorado le prestaba un libro de gran valor y por su culpa éste ahora no valía para nada. ¿Qué pensaría Daniela de ella? La mujer mayor sabía que no había palabras que pudieran consolar a su hija en esos momentos, por eso simplemente la siguió abrazando y esperó a que se calmara por si sola. Finalmente los sollozos fueron dando paso a los suspiros, entonces María levantó la cabeza y miró a su madre. - Debo ir a su casa -su madre, que ya lo imaginaba, asintió. La acompañaría.

En el coche había intentado calmarse pero cada vez que recordaba la escena vivida hacía menos de media hora las lágrimas afloraban de nuevo a sus ojos. En cuanto llegaron María le dio las gracias a su madre y le dio un beso. Le dijo que se fuera a casa y que ya la llamaría para ir a buscarla de nuevo si llovía. Si no iría caminando. La rubia abrió la puerta del coche y la cerró de nuevo, quedándose unos segundos debajo de la lluvia sin sentirla. Cruzó a la otra acera al mismo tiempo que una pareja de mediana edad entraba en el portal del mismo edificio al que ella iba. Antes de que se le cerrara la puerta consiguió poner la mano y entró. Se quedó unos segundos parada, mientras se habituaba a la luz que acababan de encender la pareja. Estos la miraron unos momentos extrañados,  pensando que sería un gamberro, pero enseguida la reconocieron de haberla visto más veces entrar y salir. La saludaron mientras entraban al ascensor y con un gesto le preguntaron si quería subir, pero la chica no tenía ganas de que la observaran mientras el ascensor subía lentamente y señaló la escalera, dirigiéndose hacia ella. La pareja se encogió de hombros y dejaron que la puerta se cerrara. Por una parte quería llegar cuanto antes al quinto piso, pero por otra tenía miedo de ver a Daniela,  por eso subió despacio pero sin detenerse. La luz se apagó cuando iba por el tercero pero no le importó y con la mano en la barandilla siguió subiendo. Cuando llegó delante de la puerta seguía llorando, se tomó unos segundos para respirar profundamente y pulsó el timbre. Daniela seguía enfrascada en la tarea de tejer la manta cuando sonó el timbre y al principio se quedó  paralizada ya que a esas horas era extraño que alguien fuera a una casa si no lo esperaban, pero enseguida pensó en María. Aunque no la había llamado por el interfono, quizá había encontrado la  puerta abierta, pero otra persona no podía ser. Mientras cavilaba en eso guardó rápidamente todos los utensilios y fue a abrir la puerta. Se quedó con los ojos abiertos como platos al encontrarse a la  joven rubia empadada, pero aún más cuando vio que estaba llorando. Al instante pensó que algo malo le había sucedido y la agarró de los brazos fuertemente: - María, ¿qué ha pasado? -al ver que esta no le respondía sus manos fueron a sus hombros y a su cara histéricamente, observando si veía algún signo extraño de que le hubiera sucedido algo malo -. María, por lo que más quieras -tirando de ella para que entrara en casa. Entonces la recién llegada rompió a llorar de nuevo, a la vez que intentaba decir algo coherente, pero la morena no entendía ni una palabra. Primero debía procurar que se calmara, si no podían pasarse así media hora, así que la llevó a su habitación y la sentó en la cama, mientras le daba un beso en la mejilla. Luego fue al cuarto de baño a por una toalla grande y empezó a secar el pelo y la cara a su amiga, mientras ésta tenía la mirada fija en un punto delante de ella. Se dirigió a su armario y cogió una camiseta manga larga, porque aunque no hacía frío quizá su cuerpo sí lo había cogido al mojarse, y volvió delante de la rubia para quitarle su camiseta mojada. El sujetador también estaba mojado y sensentó un momento a su lado para desabrocharlo de atrás y la cubrió con la toalla. Uff, vaya por dios... Daniela, ¡céntrate! Tiró la camiseta y el sujetador al suelo y frotó vigorosamente la espalda y los brazos de la otra chica para que se secara. Tuvo que quitarse el pudor para frotarle el pecho y la barriga. Volvió al armario y de un cajón cogió un sujetador que supuso que le estaría bien a la rubia además de unos calcetines. María no podía creerse que Daniela se preocupara tanto por ella, secándola y cambiándola de ropa. Si supiera lo qué ha pasado... Pero María era incapaz de hablar en esos momentos. La morena le  puso el sujetador y la camiseta y se inclinó un momento hacia ella para acariciarle la cara.  No sé qué ha pasado pero no soporto verla así. Los pantalones y las zapatillas también estaban mojados y se apresuró a quitárselos, por suerte las bragas estaban secas. Se cercioró de ello tocando a ambos lados, a la vez que se sonrojaba. De nuevo fue al armario para coger un pantalón de chandal y unas zapatillas de estar por casa que ella tenía de repuesto para cuando ponía a lavar las que llevaba habitualmente.

Cuando María estuvo vestida de nuevo la llevó al sofá y se sentó con ella en medio de sus piernas  para abrazarla por detrás. La cabeza de la rubia descansaba sobre su hombro izquierdo y sus mejillas casi se tocaban. Se giró un poco y le besó la mejilla, si bajaba un poco más tenía la línea de la mandíbula al alcance para besarla.  Daniela, ¡basta! Volvió a mirar al frente y esperó a que María quisiera hablar. Pero ésta en esos momentos quería cualquier cosa menos hablar. Tenía la boca de la chica que le gustaba a escasos centímetros. Sólo tenía que ladear un poco la cabeza y levantarla. Pero no sabes como va a reaccionar ella, y has venido aquí a hacer algo.

 No es que hubiera olvidado a qué había venido, pero al percatarse de que quizá su amiga estaba esperando una respuesta sintió tristeza de nuevo por lo que pasaría a continuación. Respiró hondo y se incorporó, para girarse un poco hacia la morena y mirarla a la cara. Ésta la miraba, aunque no  parecía tanto expectante como preocupada. ¿No podría ser todo una pesadilla y que al Grande  Histórico no le hubiera sucedido nada? Estaba reflexionando sobre si llamar a su madre para  preguntarle por el libro, quizá sólo era su imaginación que le había jugado una mala pasada. Meneó la cabeza, no, ella había visto el tomo, con sus páginas mojadas, pero no había querido tocarlo, esperando que al no hacerlo "algo" volviera a convertir el libro en lo que era antes de esa mañana. Las lágrimas brotaron de nuevo en sus ojos al recordar las imágenes vividas anteriormente. Sólo hacía poco más de una hora que había entrado en su habitación, pero parecía que había pasado una eternidad. La chica morena al ver las lágrimas frunció el entrecejo mientras con sus dedos intentaba  pararlas. - Cariño... María inspiró una vez más, profundamente, para darse fuerzas: - Daniela... -la aludida esperó, no quería decir nada para no quitarle las fuerzas a la otra chica,  porque veía que para ésta era difícil empezar -. Ha pasado algo con el Grande Histórico - Ah, eso era, ¿cómo no se me ha ocurrido antes? -Intentó interrumpirla pero ésta le puso un dedo sobre sus labios. Ahora que había empezado tenía que acabar -. Soy una estúpida y no merezco que me  perdones, ni siquiera la atención que me has dedicado desde que he llegado aquí -Después de esto  bajó la mirada, fijándola en sus manos. Daniela esta vez no intentó interrumpirla, no serviría de nada porque se había lanzado a hablar -. Sé que es practicamente imposible encontrar de nuevo este libro y que alguien quiera venderlo, pero haré lo que sea. Aunque quizá tu no puedas perdonarme nunca pero lo haré -volvió a suspirar al acabar. Levantó su mirada para encontrarse con la de Daniela. Creía que la vería enfadada, o al menos llorando, pero nada, simplemente la miraba, y no sabía qué pensar. - Ay María, María... -Daniela le volvió a acariciar la mejilla -. Me habías asustado muchísimo. Creía que te había pasado algo.. -sacudió la cabeza al imaginarse qué cosas le podían haber sucedido. - Pero... -esta vez fue Daniela quien le puso un dedo en los labios y la rubia levantó una ceja. - Cariño, si tu estás bien ¿qué me importa a mi el libro? -María la interrumpió de nuevo. -¡Pero Daniela! -ésta volvió a taparle la boca. - Si, María, es un libro imposible de encontrar y con un alto valor pero ¿y qué? - ¿Cómo que y qué? -la miraba con los ojos abiertos como platos. Daniela sonrió ante la visión y la rubia arrugó la frente, preguntándose cómo podía sonreír Daniela en esa situación. - María, ¿no te das cuenta que tu para mi eres mucho más importante que el libro? -la rubia se quedó mirándola, sin entender que querían decir esas palabras -. María, sólo es un libro -al ver que

la otra iba a replicar se apresuró a continuar -, si, vale, el Libro de los Libros, pero ya está. Y tu eres una persona -le había cogido la mano y le dio un beso en el dorso. La joven no sabía que pensar -. Desde que empezamos a hablar hace tres semanas, la noche de la fiesta, mi vida ha cambiado muchísimo. Antes no me molestaba la soledad, estaba bien con ella, pero desde entonces creo que... -agachó la mirada, mirando la mano que tenía entre las suyas -, creo que me he hecho adicta a tu sonrisa y a tu risa -Eso ya eran palabras mayores. Hasta entonces podían haber sido palabras de una chica a su amiga a la que aprecia muchísimo, pero lo que acababa de decir era algo más fuerte. María seguía observándola incapaz de que de sus pensamientos surgiera una idea coherente. ¿Qué me está diciendo? Que... que... Daniela suspiró porque ahora era ella la que tenía dificultad para  poner palabras a sus pensamientos. Además, quizá María la rechazaba, y entonces la perdería. Se obligó a mirarla a la cara: - Lo que estoy intentando decirte es que... -¿Qué debía decir? ¿Me gustas? Eran dos simpleas  palabras que no hacían justicia a lo que realmente sentía. Lo que de verdad quería hacer era besar esos labios, los miraba fijamente sin poder apartar la mirada de su boca. No sabía cómo pero la distancia que había entre ellas se iba acortando. ¿Era ella la que se acercaba a la rubia? ¿O era María la que se estaba inclinando hacia ella? Por un momento fue consciente de que su espalda seguía en contacto con el respaldo del sofá, por lo tanto era María... ¡Oh, María! ¿Va a besarme? A ver si está disimulando y luego en el último momento me va a abofetear... Pero la miró un momento a los ojos y ella también parecía hipnotizada. Faltaban solo unos centímetros para que sus labios se unieran, no existía nada más excepto el aire que compartían. Daniela se incorporó un poco para salvar el espacio que quedaba entre ellas y por fin sus labios se rozaron. María pensó en pétalos de lirio. Daniela en suave algodón. Fueron solo unos segundos, tras los cuales se separaron para mirarse a los ojos. ¿Realmente eso acababa de suceder? Las dos querían repetir, había sido un simple beso pero todo había cambiado desde ese momento. Ahora fue María la se inclinó hacia delante para atrapar de nuevo los labios de Daniela. Esta vez la lengua de la rubia pidió permiso para entrar y la lengua de Daniela le dio la  bienvenida, conociéndose. La morena levantó su mano para ponerla en la mejilla de María, acariciándola con el pulgar. Las dos lenguas se investigaron e investigaron la otra boca desconocida, sin dejar un rincón, hasta que necesitaron separarse para recuperar el aire. Muy lentamente se separaron, sin realmente querer hacerlo, mirándose a los ojos. María sonrió y Daniela la imitó. - Mmm... ¿qué decías? -preguntó la rubia poniendo una cara pícara. Daniela sonrió otra vez. - ¿Quieres que te lo repita? - Jeje, me gustaría pero dame unos minutos para recuperar el aire -La morena se rió silenciosamente. María se apoyó en el sofá de lado, muy cerca de Daniela y le cogió la mano, y ésta se ladeó un poco para poder mirarla-. Daniela, tu también me gustas -no pudo evitar sonrojarse. La morena abrazó tiernamente a María. Luego siguieron hablando pero también besándose, ya que sus  bocas se llamaban la una a la otra. Cada vez que se separaban se avergonzaban por el hecho de no  poder resistirse. Al cabo de varias horas María se acordó de su madre, y de que debía llamarla para que la fuera a buscar, ya que caía una lluvia fina pero constante. - Mmm, María ¿y si te quedas a dormir? -lo había dicho como si nada, pero realmente estaba nerviosa -. Es que ahora hacer venir a tu madre a estas horas... -luego pensó en que si no se ofrecía ella para acompañarla sería un poco raro -. Bueno, yo puedo acompañarte pero no la hagas venir a ella -María sonrió. ¡Por finnnnn! - ¡Claro! -se dio cuenta de que había sonado demasiado eufórica y cambió el tono -. Me gustaría. ¡Me encantaría!

Mientras María llamaba a su madre, Daniela fue preparando la habitación y le dejó algunos pijamas suyos encima de la cama para que eligiera. Mientras tanto ella se puso el suyo. Cuando María acabó de hablar Daniela salió de la habitación con la excusa de hacer algo en la cocina para que la rubia  pudiera cambiarse tranquilamente. Se le ocurrió que podía ir sacando algunas cosas para el desayuno, así si María se levantaba antes, cosa que esperaba que no sucediera, podría desayunar. Cuando creyó que había pasado un tiempo prudencial se dirigió de nuevo a la habitación, no sin antes asegurarse que María ya se había cambiado por completo. La encontró tumbada en la cama, con la sábana hasta la cintura y mirando el techo. La rubia la miró y sonrió mientras esta se sentaba en la cama y se quitaba las zapatillas. - Sigo pensando en buscar el libro para ti -Daniela se giró de golpe -. Y no vayas a decirme que lo olvide, no me vas a hacer cambiar de opinión. - No va a servir de nada, ¿no? -la rubia negó enérgicamente con la cabeza y la morena se encogió de hombros. Se tumbó muy cerca de la rubia, las dos mirándose a los ojos -. Mmm, ¿me das un beso? La rubia olvidó el libro por completo y sonrió. - ¿Lo dudas? -acercándose. Se besaron tiernamente durante varios minutos, para volver a separarse con la respiración entrecortada -. ¿Sabes qué? Fue Laura la que me hizo ver que me gustabas un... montón -se sonrojó porque con las dos últimas palabras estaba dejando claro que no era un simple tonteo, pero las palabras ya salían y no las había podido retener. La morena se incorporó un poco mirándola con las cejas levantadas. - ¿En serio? - Vaya, el día que fuimos al cine, cuando me acompañó a casa me dijo que había pronunciando tu nombre como sesenta y pico de veces -volvió a sonrojarse; tenía que haber dicho menos veces. - Jejeje pues yo esa noche estuve tentada de enviarte algún mensaje, o esperaba que tu me mandaras alguno. Se me hizo larga la tarde y tuve que irme a montar en bici, quería cansarme para luego  poder dormir. - ¡Joder! Y yo que estuve mirando el móvil toda la noche por si me escribías y también con ganas de decirte algo. - Vaya dos... -estaban de lado las dos, igual que aquella noche en casa de María. Las dos lo recordaban -. También te hubiera pedido que te quedaras a dormir antes de hoy, pero... me daba  palo, por lo que pudieras pensar. - Jaja, y yo queriendo quedarme y esperando si algún día me lo pedías. - Que tontas somos -Daniela tenía una mano en la cintura de la rubia y la movía suavemente de arriba a abajo. María asintió, mientras le tocaba el pelo a la joven y le acariciaba el cuello. Estuvieron así bastante rato, hasta que a las dos les costaba mantener los ojos abiertos. Daniela se giró un momento para apagar la luz y volvió a colocarse en la misma posición, acercándose más si cabe a la chica que desde hacía tan poco tiempo le quitaba el sentido. - Buenas noches, María -le besó suavemente en los labios. - Buenas noches, Daniela -dijo acomodando su mejilla en el hombro de la otra chica.

Habían pasado solo un par de horas cuando Daniela se despertó porque María hablaba en sueños. Por la voz supo que la chica estaba teniendo una pesadilla. - El libro... Daniela... ¡no!

- María, tranquila -la mecía levemente para ver si se tranquilizaba sin despertarse. Parecía que volvía a dormir profundamente cuando María volvió a hablar. - No... no... la ventana... abierta... ha llovido... - Shh, venga cariño, es solo una pesadilla -la sacudió un poco más fuerte y la chica acabó despertándose. - ¿Qué...? -quiso incorporarse. - Tranquila pequeña, estás en mi casa, ¿recuerdas? -María reconoció la voz enseguida y se tranquilizó. - Mmm, si... que alegría despertarme junto a ti -ronroneó. - ¿Ah si? Mmm, a mi también me gusta. - Daniela, bésame... - Por supuesto... -e incorporándose hizo lo que la rubia y ella deseaban. María colocó el brazo izquierdo por debajo de su cintura así que la única manera de colocarse era o manteniendo su peso sobre el brazo derecho, que se le iba a cansar de un momento a otro, o colocándose encima de la rubia. Optó por lo segundo, ya que la primera opción las llevaría a separarse, y en ese momento no quería ninguna de las dos, y María le puso las dos manos en la cintura para ir recorriendo su espalda y los lados de arriba a abajo. Luego cogió la cara de su amiga entre sus manos y siguió besándola apasionadamente. Algún movimiento que hizo María debajo de Daniela excitó a ésta, que gimió. - ¿Qué pasa? -preguntó la rubia, temiendo haber hecho que no gustara a la otra joven. - María... -se quedó quieta encima de la rubia apoyando los brazos a cada lado de ésta, y sentía su respiración muy cerca -... no quierto meterte prisa ni que hagas nada que no quieres hacer, pero deberíamos parar, para ir a darme una ducha fría o... - ¿Tu... tu quieres parar? Yo... a mi me estaba gustando y... Lo que intento decir es que es la primera vez con una chica y no quiero parar, pero si eres tu la que necesita que paremos... -Daniela no la dejó seguir hablando porque la besó profundamente. Al cabo de unos minutos preguntó: - ¿Me dejas que encienda la luz? Quiero verte... -la rubia sonrió. - Me da vergüenza, pero si, yo también quiero verte... Daniela empezó a moverse encima de la otra chica, que pronto comenzó a suspirar. - Oh, Daniela... -susurró. - Si, cariño, ¿te gusta? -la rubia en lugar de responder le buscó los bajos de la camiseta del pijama y la levantó hacia arriba para quitársela. Necesitaba recorrer su piel con las manos. Daniela solo paró un momento para quitarse la camiseta por los brazos y para además quitar la de su amiga. Volvió a colocarse sobre ella, para sentir su piel caliente y seguir besándola. Las dos sentían los pechos de la otra, cosa que hacía que se excitaran más y más. María puso sus brazos entre los dos cuerpos para  poder tocar los pechos de la morena, cosa que hizo que dejaran de besarse, pero Daniela seguía moviéndose rítmicamente. Como ya había podido observar cuando la vio en bikini, tenía unos  pechos medianos bien formados. Cuando la rubia pellizcó levemente los pezones de la chica notó como ésta ejercía más presión con su pelvis así que se dedicó a ese menester durante unos minutos, hasta que no fue suficiente y la atrajo más hacia si para lamerle los pechos. Quería sentir cada centímetro de piel con sus manos, con la lengua. - María, mmm... -la rubia empujó a su amiga hacia un lado para luego colocarse ella encima y mientras empezaba a moverse como lo había hecho la otra alternaba los besos con las caricias en los  pechos, el vientre plano... Pronto no fue suficiente. - ¿Puedo? -preguntó María cogiendo el pantalón del pijama de Daniela, con intención de bajarlo. La

morena tenía prisa por desprenderse de la molesta ropa y levantando el culo se bajó el pantalón hasta aquí donde le llegaban las manos estiradas, para que la rubia acabara de quitárselo. Al llegar el turno de las bragas María miró a su amiga levantando una ceja y ésta hizo el mismo gesto, mientras María sonreía. La chica rubia se quedó hipnotizada unos segundos mientras miraba el cuerpo de la otra chica. Cuando la morena la cogía de un brazo estirándola hacia ella reaccionó y comenzó a acariciarla desde el vientre hasta la punta de los pies, evitando a propósito su monte de venus. La lengua rápidamente sustituyó a las manos y Daniela empezó a perder el control. María evitó los genitales hasta que la morena no pudo más. - María, por favor... - Ya va, preciosa, no seas impaciente -mientras sonreía. Ahora si, acercó una mano y acarició  primero el vello, las ingles... Daniela levantaba la pelvis intentando profundizar el contacto. María fue bajando la mano y despacio separó los labios vaginales para introducir el dedo medio. ¡Que húmeda! María se excitó al ver lo que había provocado en la otra chica. La morena suspiró sonoramente. - Oh, por dios... ¡mmm! - Creía que eras atea -dijo la rubia sonriendo, mientras sacaba y volvía a introducir el dedo. - Lo que sea, cariñommm, lo... que... sea... Otro dedo, por fav... mmm María no se hizo de rogar y añadió un dedo más, imprimiendo una velocidad constante, mientras le  besaba el vientre y los muslos, pero era difícil por la posición hacer las dos cosas a la vez así que se dedicó solo a la penetración mientras veía como la morena se excitaba y movía cada vez más rápido su pelvis. Así ella también aumentó la velocidad hasta que la otra joven gimió largamente: - Si, si, si, siiiii -y se quedaba quieta, mientras mantenía el aire en su interior para soltarlo al cabo de varios segundos. María había dejado los dedos en el interior de la vagina y los movía mientras Daniela aún tenía las contracciones del orgasmo -. ¡Wowww! Ha sido alucinante -mientras tiraba de María hacia si misma y la besaba. - ¿De verdad? -le preguntaba incrédula mientras la miraba expectante. - Te lo aseguro -volvió a besarla -. Y ahora es mi turno -empujó a la rubia hacia un lado y ella se  puso encima. Dudó unas milésimas de segundo -. María, tu has dicho que era tu primera vez con una chica... - Aja -respondió mientras acariciaba los muslos de la chica que estaba sobre ella. - Pero... no eras virgen, ¿verdad? - No, pero... ¿por qué lo preguntas? - Porque... esta es mi primera vez... en general, y hasta ahora he seguido mi instinto, pero tengo miedo de... -la rubia tiró de ella hasta acercarla a su boca y después de besarla, con la cara de la morena aún entre sus manos, le respondió: - Oye cariño, esto no es un concurso para ver quién lo hace mejor. No te preocupes por nada, tu sigue tu instinto que hasta ahora ha sido genial -y volvió a besarla. Y de esta manera Daniela exploró y experimentó, procurándole placer a la chica que la había cautivado en tan poco tiempo. Se amaron hasta que por la ventana empezó a clarear y entonces se acomodaron abrazadas la una a la otra para dormir hasta que acabaran el sueño o hasta que el deseo las hiciera repetir de nuevo lo que habían vivido durante esa lluviosa noche de principios de verano.