"Heridos, volvemos a Cristo\u201d
Juli\u00e1n Carr\u00f3n, La Reppublica, 4 de abril de 2010
Nunca hab\u00edamos sentido todos tanto desconcierto como el que nos provoca e doloros\u00edsimo caso de la pedofilia. Desconcierto por nuestra incapacidad para responder a la exigencia de justicia que aflora desde lo profundo del coraz\u00f3n
La exigencia de responsabilidades, el reconocim iento del mal cometido, el reproche por los errores consumados en el modo de gestionar el caso, todo parece insuficient frente a este mar de mal. Parece que nada basta. Por ello, se entienden las reaccione irritadas que hemos visto estos d\u00edas.
Todo ello ha servido para presentar ante nuestros ojos cu\u00e1l es la naturaleza de nuestra exigencia de justicia. No tiene fronteras. No tiene fondo. Es tan profunda co la herida.
Tan infinita que no puede ser colmada. Por eso es comprensible, a\u00fan despu\u0 reconocido los errores, el sufrimiento impaciente de las v\u00edctimas, e incluso la desilusi\u00f3n: nada basta para satisfacer su sed de justicia. Es como si estuvi\u00 tocando un drama sin fondo.
Desde este punto de vista, parad\u00f3jicam ente los autores de los abusos se encu ante un reto semejante al de las v\u00edctimas: nada es suficiente para reparar el cometido.
Esto no quiere decir que se les exima de sus responsabilidades, y menos a\u00 condena que la justicia pueda imponerles.
Si esta es la situaci\u00f3n, la cuesti\u00f3n m \u00e1s candente \u2013que nadie p
como inexorable: \u201c\u00bfQuid animo satis?\u201d. \u00bfQu\u00e9 puede saciar nuestra
este punto llegamos a experimentar de forma muy concreta nuestra incapacidad, genialmente expresada en el Brand de Ibsen: \u00abDios m \u00edo, resp\u00f3nde que la muerte me engulle: \u00bfno basta entonces toda la voluntad de un hombre p conseguir una m\u00ednima parte de la salvaci\u00f3n?\u00bb. O dicho de otro m toda la voluntad del hombre realizar la justicia que tanto deseamos?
Por esto, incluso los m\u00e1s exigentes, los m\u00e1s \u00e1vidos de justicia, no s fondo de s\u00ed mismos con esta exigencia de justicia, sino m iran de frente su pro incapacidad, que es la de todos. Si esto no sucediese sucum bir\u00edamos a una in
a\u00fan m\u00e1s grave, a un verdadero \u201casesinato\u201d de lo humano, pues para
pidiendo a gritos justicia, seg\u00fan nuestra m edida, deber\u00edamos hacer c nuestro coraz\u00f3n. Olvidando a las v\u00edctimas y abandon\u00e1ndolas a su
El Papa, con su audacia que desarma, parad\u00f3jicamente, no ha sucumbido a est reducci\u00f3n de la justicia que la identifica con cualquier medida. Por una parte, reconocido sin vacilaciones el mal cometido por sacerdotes y religiosos, les ha exhortado a que asuman sus responsabilidades, ha condenado el modo err\u00f3ne gestionar el caso por el miedo que algunos obispos han tenido al esc\u00e1ndalo, ha expresado todo el desconcierto que sent\u00eda por los hechos y ha tom ado las m necesarias para evitar que se repitan.
Pero, por otra parte, Benedicto XVI es bien consciente de que esto no es suficiente para responder a las exigencias de justicia por el da\u00f1o infligido: \u00abs\u00e borrar el mal que hab\u00e9is soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vi vuestra dignidad\u00bb. As\u00ed como tampoco el hecho de cumplir las condenas arrepentimiento y la penitencia de los autores de los abusos ser\u00e1n nunca sufic para reparar el da\u00f1o causado a las v\u00edctim as y a ellos mismos.
El \u00fanico modo de salvar \u2013 para considerarla y tom\u00e1rsela en serio- to de justicia es reconocer la verdadera naturaleza de nuestra necesidad, de nuestro drama. \u00abLa exigencia de justicia es una petici\u00f3n que se identifica con el persona. Sin la perspectiva de un m\u00e1s all\u00e1, de una respuesta que est\u0
modalidades existenciales experimentables, la justicia es imposible\u2026 Si fuera
eliminada la hip\u00f3tesis de un m\u00e1s all\u00e1, esa exigencia ser\u00eda inn (Luigi Giussani). \u00bfY c\u00f3mo la ha salvado el Papa? Acudiendo al \u00fanico salvar. A Alguien que hace presente el m \u00e1s all\u00e1 en el m\u00e1s ac\u00e1 carne. \u00ab\u00c9l mismo v\u00edctima de la injusticia y el pecado. Como vosotr heridas de su sufrimiento injusto. \u00c9l comprende la profundidad de vuestro dol
persistencia de su efecto en vuestras vidas y vuestras relaciones con los dem incluyendo vuestra relación con la Iglesia».
Acudir a Cristo, por tanto, no es buscar un subterfugio para escapar de las exigenci de la justicia, sino el único modo para realizarla. El Papa acude a Cristo, evitando un escollo verdaderamente insidioso: el de separar a Cristo de la Iglesia porque ésta tendría demasiada porquería para poder comunicarlo. La tentación protestante siempre está al acecho. Hubiera sido muy fácil, pero a un precio demasiado alto: perder a Cristo.
Porque, recuerda el Papa, «en la comunión de la Iglesia nos encontramos con la persona de Jesucristo». Por eso, consciente de la dificultad de las víctimas y de los culpables para «perdonar o reconciliarse con la Iglesia», se atreve a rezar para que acercándose a Cristo y participando en la vida de la Iglesia, puedan «llegar a redescubrir el infinito amor de Cristo por cada uno de vosotros», el único capaz de sanar sus heridas y de reconstruir su vida.
Todos, incapaces de encontrar una respuesta para nuestros pecados y los pecados d los otros, estamos ante este desafío: aceptar nuestra participación en la Pascua que celebramos en estos días, el único camino para que vuelva a florecer la esperanza
[Sin Cristo la condena es sólo una venganza. Cristo es necesario para el culpable, qu tiene una oportunidad de encontrarlo siguiendo el camino del arrepentimiento, en e cumplimiento de su condena; y para la víctima, cuya sed de justicia sólo por Él pued ser saciada].