Robert Je sso p
El futuro del Estado capitalista
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CATARATA
Robert Jessop
El futuro del Estado capitalista Introducción de Juan Carlos Monedero
CATARATA
SERIE REVERSOS DEL LEVIATÁN DIRIGIDA POR JUAN CARLOS MONEDERO
DISEÑO DE CUBIERTA: ESTUDIO PÉREZ-ENCiSO TRADUCCIÓN D£ ANTONIO DE CABO Y ANfZA GARCIA. REVISIÓN TÉCNICA DE JUAN CARLOS MONEDERO THE FUTURE OF THE CAPITAUST STATE
POLITY PRESS LTD.. CAMBRIDGE, 2003
Para Ngaí-Ling
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN. EL ESTADO MODERNO COMO RELACIÓN SOCIAL; LA RECUPERACIÓN DE UN CONCEPTO POLITOLÓGICO DEL ESTADO, XIII Juan Carlos Monedero PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA. Robert Jessop XLI AGRADECIMIENTOS LUI ABREVIATURAS LV INTRODUCCIÓN 1 CAPÍTULO 1. CAPITALISMO Y TIPO DE ESTADO CAPITALISTA 13
1. El capital como relación social 14 2. La acumulación como principio de socialización 26 3 . El capital, el Estado y los regím enes de políticas ('policy regim es’) 42 4. Sobre los arreglos espaciotem porales 55 5. Gobernanza y metagobernanza 59 6. Observaciones finales 61
CAPÍTULO 2. EL ESTADO NACIONAL DE BIENESTAR KEYNESIANO 67
1.
El fordism o atlántico 68
3 . Los ENBK 71 3 . Rasgos distintivos del EN BK como Estado nacional 85
4. El ENBK y el arreglo espaciotem poral del fordism o atlántico 5. C risis 97 6. La m ediación discursiva de la crisis 1 1 1 CAPÍTULO 3. EL ESTADO COMPETITIVO SCHUMPETERIANO 117
x. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
El posfordism o y la economía basada en el conocimiento 119 Viejas j' nuevas contradicciones en el posfordism o 137 El impacto de la globalización 139 Políticas schum peterianas y competitividad 14,6 La construcción del Estado competitivo como respuesta 151 Discurso y cambio discursivo 16 2 Su correspondencia con el posfordism o i 63 Observaciones finales 170
CAPÍTULO 4 LA REPRODUCCIÓN SOCIAL Y EL ESTADO DE TRABAJO 173
1. Consideraciones prelim inares 174 3. Enfoques alternativos a la reform a del Estado de bienestar 3 . La especificidad del Estado de bienestar en el fordism o atlántico i 83 4. Hacia el Estado de trabajo 188 5. Consumo colectivo y Estado competitivo 300 6. Conclusiones 307 CAPÍTULO 5. LA POLÍTICA ECONÓMICA DEL REESCALADO ESTATAL 213
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.
El Estado nacional 314 Crisis en el carácter nacional del EN BK 216 La política económica de escala 319 Escalas de com petencia ^3 i Tendencias en el Estado a 38 Contratendencias dentro del Estado 348 Reescalado y ENBK: el caso de Europa 252 ¿Sigue habiendo un papel para el Estado nacional? 359 Observaciones finales 363
CAPÍTULO 6. DE LA ECONOMÍA MIXTA A LA METAGOBERNANZA 265
i. 2:. 3. 4. 5. 6. 7.
Las bases m ateriales de los m ecanism os de gobernanza 267 Fallos del mercado y fallos del Estado 375 La gobernanza del fordism o atlántico y m ás allá ^83 ¿Fallos de la gobernanza? 289 Metagobernanza 293 Fallos en la metagobernanza 2;97 Conclusiones finales 3 oo
CAPÍTULO 7. ¿HACIA REGÍMENES POSNACIONALES DE TRABAJO SCHUMPETERIANOS? 303
1. z. 3. 4,. 5. 6.
Tendencias y aclaraciones 304 El tipo ideal de RPTS 307 Sobre el uso de los tipos ideales 3 is Estrategias alternativas dentro del RPTS 3.17 Posfordism o y el RPTS 3 s;6 La solución a la paradoja de Offe: capitalism o y Estado de bienestar 334
ÍNDICE DE CUADROS 339 ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS 341 BIBLIOGRAFÍA 343 ÍNDICE TEMÁTICO 359
¡n t r o d u c c j ó n
EL ESTADO MODERNO COMO RELACIÓN SOCIAL: LA RECUPERACIÓN DE UN CONCEPTO POLITOLÓGICO DEL ESTADO JUAN CARLOS MONEDERO
1. LA Q U IEBRA DE L A H EG EM O N ÍA N E O LIB E R A L (O fA L A FU ERZA AH O RCAN ’) Una de las escasas ventajas de las crisis económ icas es que clarifican la discu sión sobre la sociedad. En verdad, esto, que se constata desde los años treinta del siglo pasado, valdría para toda la ciencia social, perm itiéndonos afirm ar que el verdadero saber social avanza no tanto "a hom bros de gigantes” como "a lomos de crisis” . Más en concreto, estos m om entos de "peligro” y "oportuni dad” (como rezan los dos ideogramas con que la caligrafía china se refiere a este concepto), tienen la virtud de que los actores, con demasiada frecuencia ocultos en la teoría y la práctica, em erjan con toda su fuerza para aumentar su influencia social y política. Em presarios, grupos de presión, periodistas cor porativos, banqueros con sus nom bres y apellidos, patronales, foros transna cionales y políticos de todo signo expresan sus opiniones, aprem ian reuniones y pretenden forzar la aceptación estatal de sus opciones. También el "gran público” , si bien de m anera desagregada, deja caer sus opiniones, al igual que lo hacen los sindicatos —en su pluralidad—-y diferentes francotiradores mediáticos que raramente responden sólo a sus análisis. Curiosamente, esta reemergencia de los actores que debilita las explicaciones estructurales o que pone en cuestión el automatismo de las instituciones (especialmente del mercado) tenía como XIII
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objetivo central 'llam ar a la prudencia” con el fin de lograr una intervención pública que evitara pérdidas a los muy concretos capitales privados. Son momentos —y de ahí la luz que desprenden— en que se da la vuelta a mucho de lo dicho y defendido anteriorm ente, con el objetivo de lograr trenzar la comunión entre los intereses particulares y los intereses generales, de recordar lo "inconveniente” de "confundir” las necesidades "objetivas” del sistema con "dem agógicas” exigencias que pretendan cobrar al sector fin an ciero o inm obiliario sus excesos o sus aventuras. Momentos de socializar las pérdidas al tiempo que se olvida que las ganancias se privatizaron. En ese d is curso, cargar al erario público los errores o la rapiña del capital financiero durante los últimos veinte años se explica con razones "científicas” , recurriéndose a una profunda lógica económica —con frecuencia incom prensible, quizás por esa profundidad—, mientras que denunciar ese quehacer como una form a sutil de robo cae dentro de la demagogia propia de teorías conspirativas poco elegantes y arcaizantes. Llegado el caso, la protesta de los responsables del caos financiero bien podría articular una nueva "revolución de colores” , mientras que las m anifestaciones de los trabajadores que vieran perder pensiones o ahorros no pasaría de ser un "problem a de gobernabilidad” . Con una celeridad pasmosa, los m ism os argumentadores que acusaban al Estado de dirigista, tentacular, hipertrofiado, impotente, parasitario, asfixiante, estrangulador de la iniciativa privada, aniquilador de la competencia, responsable del subdesarro11o, corrupto e ineficiente, pasaron a reclam arle —esto es, al erario p ú b lic o salidas intervencionistas. Curiosamente no eran neomarxistas los que gritaban Bringing the State Back In , sino que este grito de guerra venía de "Wall Street y de antiguos teóricos neoliberales. La retórica de la intransigencia que acusaba al Estado de fútil —inútil en com paración con la em presa privada—, arriesgado —agravador de problemas— y perverso —generador de nuevos d esp erfecto sdejaba paso a un armonioso discurso de salvataje1 . La crisis económica norteam ericana que estalló en septiembre de 2008 marcó un punto de inflexión en la hegemonía de las recetas neoliberales. Desde la crisis del arreglo keynesiano en los años setenta, la frase de Lincoln que afirmaba que "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiem po” , parecía un pío deseo vista la generalización del fraude y el selecto y reducido grupo que había visto m ultiplicar su fortuna a niveles in sos pechados en cualquier otro momento de la humanidad2. El Consenso de . Washington (consenso por su aceptación acrítica por los gobiernos del grueso del orbe), el thatcheriano pensam iento TIN A (There is No Altemative), el fin de XIV
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las ideologías, el auge de conceptos que cantaban el fin del conflicto social (glo balización, gobernabilidad, gobernanza, transparencia) o la aceptación del liberalismo económico por parte de la socialdem ocracia y cerrando así el cír culo abierto con su asunción del liberalism o político (la llamada tercera vía) eran otros tantos hitos en ese paseo triunfal de lo que Susan Strange llamó capi talismo de casino3. Una de las victorias del neoliberalism o fue p roscribir el pensam iento crí tico bajo la acusación de arcaísmo, carecer de fundamento o ser reo de teorías conspirativas de la historia. De ahí que no es extraño que el recurso al nobel de economía y vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, se convirtiera en una salida socorrida en el debate mediático. Stiglitz afirmaba en medio del torrente de la crisis inm obiliaria norteam ericana y poco antes de que arrastra ra también al sector financiero: El mundo no ha sido amable con el neoliberalismo, esa caja de sor■ presas de las ideas que se basa en la noción fundamentalista de que los mercados se corrigen a sí mismos, asignan los recursos con eficiencia y sir ven bien al interés público. Este fundamentalismo del mercado estuvo detrás del thatcherismo, la reaganomía y el denominado "consenso de Washington", todos ellos a favor de la privatización, de la liberalización y de los bancos centrales independientes y preocupados exclusivamente por la inflación [...] El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha estado respaldado por la teoría económica. Y, como debería haber quedado claro, tampoco está respaldado por la experiencia histórica. Aprender esta lección tal vez sea un rayo de luz en medio de la nube que ahora se cierne sobre la economía mundial4. El neoliberalism o pretendió un nuevo arreglo económico allí donde el acuerdo keynesíano había dado sólidas señales de debilidad a mediados de los setenta. Es importante entender que por lo común, prim ero vienen los pasos reales de la economía, y luego el acomodo social a la nueva realidad creada (por ejemplo, fue la economía real la que fue internacionalizando su actividad; luego, como un hecho consumado, los Estados debieron buscar un nuevo modo de regulación para esa nueva circunstancia). La debilidad de la clase obrera (en parte vinculada al propio éxito de sus demandas durante el siglo XXI y al mayor nivel de vida alcanzado), la falta de respuesta política de los partidos de la izquierda y la propia impotencia de los Estados nacionales ante una economía que se estaba globalizando dejó el camino abierto para la implantación del XV
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nuevo modelo. Pero al Igual que ocurrió con la crisis de los años treinta, una pregunta quedaba abierta con los aprietos teóricos y prácticos del keynesianismo: ¿se trataba de una crisis en el modelo o una crisis del modelo? El neolibe ralismo siempre obró como si se tratara de una crisis dentro de un modelo que aún era válido. En otra dirección, Robert Jessop explica en El futuro del Estado capitalista que el hecbo de que las soluciones dentro del capitalismo cada vez estrechen más su abanico, perm ite suponer que las contradicciones internas propias del sistema invitan a considerar el segundo escenario. No se trata de la enésim a anunciación de la crisis definitiva del capitalis mo, sino de la consideración, con rigor científico, de la im posibilidad del capi talism o de desarrollar su lógica sin agotar a las sociedades que lo sostienen. A la carrera de obstáculos que marcó la crisis asiática de 1997 y 1998, siguió la bancarrota rusa, el llamado efecto tequila en México, el ajuste en Europa previo a la entrada en vigor del euro, el hundimiento del importante fondo Long Terra Capital Management, el default argentino, el hundimiento de las empresas punto.com, los diferentes rescates bancaríos, la quiebra de Enron y Arthur Andersen, las quiebras de Lehmans Brothers, de M erril Lynch, de A JG , el res cate urgente de bancos, la inyección ingente de capitales a grandes empresas automovilísticas, inm obiliarias, etc. A este accidentado viaje hay que sum ar el agotamiento de los tres grandes recursos tradicionalm ente usados dentro del acuerdo capitalista para salir de la crisis: el endeudamiento público, el endure cimiento de los procesos de obtención de beneficios del Sur y el uso intensivo de la naturaleza. El neoliberalism o articuló un modo de regulación —un acuerdo de garan tía del orden social— y un régim en de acumulación —un sistema de garantía de la reproducción económica. En térm inos gramscianos, logró articular: (1) un bloque histórico que garantizó la cohesión de los grupos dominantes y la con fianza social ~~el ámbito de las ideas y de la conciencia; (2) el poder del Estado y de las instituciones; (3) la acumulación económica. Devolviendo el marco teóri co a la práctica, se vio cómo fue en Am érica Latina donde el esquema neolibe ral empezó a hacer agua. El académico y Vicepresidente boliviano Alvaro García Linera, afirm aría que el neoliberalism o perdió en la frontera del cambio de siglo sus tres principales herram ientas para construir la hegemonía; el Estado, la calle y la batalla de las ideas5. Se había roto con la rutinízación del neolibe ralismo, ese consenso que lo había vuelto intocable durante tres décadas. Al igual que ocurrió en 191.7, la acción colectiva no suele esperar a los teóricos. Si, como escribió Gram sci, en Rusia se hizo una revolución "contra el capital” (cuestionando la teoría marxista de la revolución), en Am érica Latina se hizo XVI
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una revuelta contra el neoliberalism o pese a que todos los marcos teóricos hablaban de la im posibilidad de tal transform ación. La ciudadanía dejó de aceptar como correctas las ideas*, se batió en la calle hasta convertirla en su territorio y, finalm ente, alcanzó el poder del Estado a través de la vía electoral. Estados Unidos, enredado en la guerra de Irak y dirigido por la doctrina neocon (más preocupada por las relaciones con Israel y el mundo árabe que por el mundo latino) perdió su patio trasero y abrió una nueva senda hacia un mundo pluripolar. Gomo dem ostrarían las quejas europeas o chinas contra los EE UU al calor de la crisis de 3008, cuando se pierde capacidad económica, los argu mentos pierden tam bién cuando no contundencia, al menos sí parte de su gla mour. El colapso del neoliberalism o a finales de 3008 fue general: financiero, alimentario, monetario, inm obiliario, energético y laboral. Una sociedad que había hecho de un caníbal un símbolo amable (el Hannibal Lecter del Silencio de los corderos), parecía ahora devorarse a sí misma. Esto no permite afirm ar el fin del capitalismo, pero sí augurar muchas dificultades a la economía de casi no, en el momento más bajo de su popularidad en la opinión pública (esto es, con una pérdida de legitimidad que abre perspectivas de desafección). De cual quier forma y como agenda de investigación, siguen quedando abiertas varias preguntas: ¿es posible construir un acuerdo social y económico que garantice la reproducción social en los marcos capitalistas heredados? ¿cuáles son sus condiciones? ¿cuáles sus herram ientas? Ese marco de estudio es el que p re senta Robert Jessop en El futuro del Estado capitalista.
3. EL ESTADO Y SU TEO RÍA: COM PORTAM IENTOS R ECU R R EN TES6 Si en 1985 el Estado se reivindicaba como objeto de estudio con el bien cono cido libro de Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol, Bringing the State Back In7, no es menos cierto que, al tiempo, toda una tradición politológica basada en el marxismo se dejaba de lado con una intencionalidad que hoy pode mos definir como alevosa. Esa "amnesia teórica” , como la definió Zizeck, dejaba fuera del análisis los trabajos sobre el Estado de autores de gran relevancia como Poulantzas, Miliband, Offe, Block o Therbom. Las omisiones de determinados autores —una constante en el quehacer académico que termina por forzar una homogeneización del pensamiento— sirvieron para ir vaciando de cuerpo real a ese concepto, de manera que, finalmente, al calor de los cambios imputados a la globalización, terminaría siendo caracterizado como una "categoría zom bi"8. XVII
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Sin embargo, no deja de ser cierto que usar el concepto de Estado sin refe rencias de tiempo y espacio es igualmente una manera de forzar el análisis. Guando Maquiavelo tuvo que definir la organización política emergente, nece sitó recurrir a una nueva palabra, sfcaío, porque las viejas como regnum, res publica o polis, no le servían. Nuevas realidades reclam an nuevos conceptos. De ahí que Jessop, saliéndose de estériles discusiones sobre la ortodoxia, haya enfrentado esa tarea concretando el ámbito de estudio —el Estado capitalista— y asentando su análisis sobre nuevas bases m etodológicas. "Lo que pretendo •—afirm a en este libro— es elaborar los conceptos básicos de un nuevo progra ma de investigación sobre el capitalismo y el Estado capitalista” . Para ello, sienta los cim ientos sobre cuatro perspectivas: (i) la teoría de la regulación (que insiste en la condición social de las relaciones económicas); (2) la economía p olí tica del Estado y de la política de G ram sciy Poulantzas (que ya entienden al Estado como un relación social); (3 ) el análisis crítico del discurso y de las teorías que insisten en la condición discursiva de las relaciones económ icasy políticas, epis temologías todas realistas; (4,) los sistemas autopoiéticos (desarrollados por Luhmann, pero que también fueron referidos por Marx cuando analizó la autova loración del capital al reinvertír los beneficios anteriores) y los problemas de gobernanza que genera la pluralidad de sistemas aut oorgani zativo s . La discusión durante el último tercio del siglo XX no zanjó, ni mucho menos, la comprensión del Estado. Y no deja de ser curioso que a ese debate le siguiera de nuevo un gran vacío teórico, como sí el interés al respecto hubiera decaído de nuevo. Entre otras interpretaciones de aquellos años, tenemos las siguientes: el Estado como un reñejo de la correlación de clases (cayéndose en diferentes grados de determinismo económico que supeditaban el Estado al mero interés de clase); como una organización que poseía cierta autonomía rela tiva respecto de la sociedad (el Estado poseería la capacidad de ir más allá del corto plazo propio de las exigencias de algunos grupos, pudiendo así garantizar el orden social); el Estado visto como un ente con vida e intereses propios al m ar gen de cualquier presión social o función de preservación del orden-, también como una desnuda máquina de poder al servicio de quien se hiciera con el con trol de sus instrumentos ideológicos y del uso de la violencia; otras interpretacio nes arrastraban la herencia decimonónica que seguía viendo al Estado bajo un prisma normativo e. institucional heredero de la lectura hegelíana del Estado como la máxima eticidad; etcétera. Acompañando todas estas escuelas, había un séquito de reinterpretaciones que zanjaban las diferencias añadiendo un prefijo al viejo paradigma, construyendo un abanico de neoparadigmas (neomarxismo, neoestatismo, neoinstitucionalismo, neocorporativismo, neopluralísm o...). XVIII
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Seguramente, todas estas teorías aportaban parte de verdad, pero también resultaban insuficientes para dar cuenta de una realidad tan proteica como el Estado, aun más cuando empezaba el proceso de globali?,ación que cuestionaba la validez de las categorías cerradas del espacio propias del Estado nacional. Quizá por culpa de esa herencia institucionalista y las limitaciones del corpO” rativísmo académico, la teoría del Estado no estuvo dispuesta a entender que buena parte de estos problem as se zanjaban con una defin ición de sociedad que incorporara esa complejidad. No pocos de los problemas desaparecen cuando se term ina con el aislamiento estatal respecto de la sociedad o deja de buscarse una explicación externa al hecho social en el que se genera o se ejerce la estatalidad. Esto no significa desconocer que lo nacido en una sociedad puede emanciparse durante un tiempo de la misma (algo que no podríamos explicar con un m ero funcionalismo que necesita fijar de una vez para siempre esas relaciones basadas en la función). Pero incluso para afirm ar la em ancipa ción temporal del Estado respecto de la sociedad en que nació, se necesita mantener la relación entre el Estado y la sociedad, no condenar al Estado a un frío laboratorio filosófico, una mesa de disección analítica o un conjunto de reglamentos administrativos que quizá ni se cumplan. Guando la teoría del Estado insistía en que el Estado no era sino un refle jo de la sociedad, es cierto que infravaloraba la im portancia de lo institucional y la capacidad de las instituciones de convertirse en estatuas con vida propia que flotan con cierta irrealidad en la sociedad que las contempla9. De la misma manera, cuando se prim a lo institucional por encima de lo que ocurra en la sociedad, se está cosíficando al Estado, colgándolo de una nube y despojándo le de parte de su encarnación social. Otrosí ocurre cuando se desprecia el papel de los funcionarios, pues obrando así se está perdiendo de vista su capacidad para tomar decisiones que afectan profundamente a toda la sociedad presente e, incluso, futura (m eter a un país en una guerra, apretar el botón nuclear, apostar por un grupo económico —por ejemplo, el sector financiero de la eco n om ía-perjudicando los intereses conjuntos del aparato productivo; etc.). Es cierto que en el largo plazo, todos estos elementos tienen que equilibrarse, pues de lo contrario la desestabilización pondría en cuestión el orden social. Por eso es importante incorporar en el análisis de la sociedad y del Estado la variable tiempo. De ahí que una definición relacional de la sociedad —en con sonancia con la definición relacional del Estado con la que trabaja Jessop—permita un gran avance. La definición relacional de la sociedad entiende a ésta como un conjunto de interacciones económicas, políticas, normativas y cultu rales, que responden a su propia lógica pero tam bién a las relaciones entre XIX
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ellos, y que igualmente están sujetos a la tensión entre los individuos y el grupo, a la tensión entre la herencia del pasado y las reform ulaciones del p re sente y a la tensión entre el propio grupo y otros grupos (el ámbito internacio nal). Una interpretación del Estado acompasada a esta definición de sociedad hubiera permitido una conceptualizacíón más cercana al hecho complejo de lo social en el siglo XX y el siglo XXI10. De esta manera, ni el Estado se convierte en una variable independiente (como en el trabajo de Skocpol, Evans y Rueschmeyer), ni, como apuntan las teorías pluralistas, el Estado puede ser visto simplemente como un peón de cierta im portancia (como sostenía Robert Dahl en Who Govems?). Igualmente, la absolutización de lo económico heredera del marxismo habría olvidado que no hay economía sin sociedad (como insistió Polanyi en La gran transformación). La teoría relacional huye de interpretaciones sim plistas. Lo económico, va a plantear Jessop, es dominante sólo en "una compleja situación coevolutiva” . Esto es, no hay última instancia en las relaciones de dominio, sino que se trata de algo histórico y diferencial, relacional y contingente (hay altas proba bilidades de que determinados procesos se den, pero no está escrito que ter m inen dándose). Con contundencia, Jessop afirm a que no hay "últim a instancia” en las relaciones sociales, pues lo social es un hecho contingente. Ahora bien, el capitalismo tiene rasgos para tener "dom inio ecológico” (dom i nio dentro de un ecosistema), gracias a su condición compleja, flexible, d es centralizada y anárquica (como el mercado), donde la dualidad de los precios (que actúan como estímulo al aprendizaje y mecanismo flexible para asignar capital a las actividades económicas) ha logrado convertirse en el gran supervi viente en una carrera adaptativa donde lo hegemóníco no ha term inado coinci diendo con los valores de la emancipación. Cierto es que el capitalismo ha mostrado un gran genio a la hora de tran s form arse, de cobrar nuevós contornos, de disfrazarse con ropajes que lo hacen casi irreconocible. Aún más, como señala Giovanni Arrighi, el capitalismo sólo sobrevive si se transforma. Pero ¿no es gracias a que lo central perm anece que podemos seguir hablando de capitalismo? ¿No hay un elemento común en el colonialismo y el im perialism o, en las form as de Welfare y en el desarrollism o, en el m ilitarism o y el neoim perialism o? ¿Por qué varían las form as pero p er manece el modo de producción? El trabajo de Robert Jessop sobre el Estado en los últimos treinta años, que desemboca en este libro cuya versión en castellano ahora presentam os, ha ido a contracorriente. En un momento en el que la caída del Muro de Berlín sepul tó bajo sus cascotes la interpretación económica —no economicista— de lo XX
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social, Jessop abrazó el marco disciplinar de la economía política internacio nal, complej izándolo y ayudando a una teorización sobre la relación entre el Estado y el capital desde finales de la Segunda Guerra Mundial. La relevancia que aquí se entrega a lo económ ico —que en m odo alguno se convierte, como decíamos, en una sim plificación como las que promovió el marxismo "le n in is mo o la secuela althusseriana— no hace sino entender la vinculación de lo eco nómico en lo social. Gomo insiste Jessop, se trata de entender la im bricación o empotramiento —embeddedness— de lo económico en lo social (en la expresión de Polanyí) y el peso de lo m aterial en la configuración de cualquier orden p o lí tico. Esa relación va a condicionar (a veces de m anera muy fuerte) la forma política, pues el Estado capitalista tiene la obligación funcional de garantizar en última instancia el sistema capitalista De ahí la expresión de Moore que recoge jessop en la introducción a la edición española: "cuando la explotación adopta la forma de intercarjnbio —es decir, es pacífica y aparece como una relación libre y voluntaria—, la dictadura tiende a tomar la forma de democracia” (en otras pala bras, la explotación se oculta enmascarada en la democracia electoral). La discusión sobre el Estado ha ido deshaciéndose en pedazos, ocupando el grueso del trabajo académico la discusión acerca de las políticas públicas y la conceptualizaeión de lo que llegue a ser la gobernanza, con frecuencia explica das al m argen de una correcta conceptualización del Estado que pueda dar cuanta real de cómo y por qué se está operando sobre la realidad social o cómo se explica que la sociedad civil hegeliana (las em presas y el ámbito del interés privado) se sientan en la m ism a m esa y en igualdad de condiciones con el que hasta entonces era la máxima representación de la suprem a eticidad, esto es, el Estado. Si M artin Shaw afirmó que teorizar sobre la globalización sin el Estado era como representar a Hamlet sin el príncipe, podríamos igualmente afirm ar que teorizar sobre la gobernanza o sobre las políticas públicas sin el Estado es como explicar a Robinson Crusoe sin la isla, a Fausto sin el diablo o al Buscón sin el hambre acumulada desde su infan cia1 1 . En la academia, Leo Panitch sostenía que la popularidad y el declive de la teoría del Estado, relegada en esa "venganza de la economía” al rincón de los viejos conceptos, estaba relacionada directam ente con las vicisitudes de la lucha de clases y de las condiciones políticas. La hegemonía en el neoliberalis mo había pasado, por la derrota del pensam iento y la práctica críticos, al m er cado12. Poco ha ayudado a la reconstrucción de la teoría del Estado la biografía sentimental de buena parte de la izquierda académica occidental, enredada en su madurez en una suerte de autojustifícación conservadora de sus excesos de juventud. Este peso biográfico —muy alimentado en un discurso mítico con XXI
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epicentro en un Mayo del 68 hipostasiado o, con algún retraso en el caso de España, con una interpretación igualmente mitica de la transición— les ha lle vado a un conservadurismo no asumido, donde se niega sucesivamente la importancia de algunos aspectos que, precisam ente, form an parte de los nue vos elementos incorporados en el análisis estatal de Jessop. A saber, el papel de la cobertura cultural en los regímenes de acumulación —basado en Gramsci—y la estabilización otorgada por los discursos del pensamiento uníficador —algo muy relevante en una sociedad basada en la economía del conocimiento— con el papel esencial de los medios de comunicación y el reclamo de un mejor conocimiento de la política a través del análisis semiótico; la relevancia del desastre ecológico, a menudo leído desde esa izquierda como una resurrección del comunismo polpotiano que pretendía repetir comportamientos autorita rios, ahora con la excusa ecológica, al tiempo que supuestamente ignoraba que sería el capitalismo el que se encargaría de solventar los problem as que él mismo crea abriendo una nueva gran oportunidad de negocio; la violencia del neoim perialísm o, ahora definitivam ente acompañado de contornos bélicos (comprado por esa izquierda como "guerras humanitarias o preventivas", al tiempo que aplaudía intervenciones im periales desde la buena conciencia que identifica la maldad de unos sátrapas señalados repetidamente como tales; o las formas de fascism o social —vía econom icism o que supedita el mundo de la vida a la tasa de beneficio— que pueblan las form alm ente democráticas socie dades occidentales y que eran descalificadas con cinismo o con acusaciones de exageración por la radícalidad del vocablo. En este contexto no es extraño que la teoría del Estado haya desaparecido de muchos planes de estudio de ciencias políticas y economía, que los libros sobre el tema sean comparativamente inexistentes —con la salvedad de aque llos que anunciaban contundentemente el fin del Estado ajusticiado por una inclemente y bienvenida globalización—y que el interés sobre el Levíatán haya declinado con el declinar de los grandes relatos. Del Estado o de la estatalidad. De cualquier manera, una sensación de sospecha ante esa elim inación carica turesca no ha dejado de acompañarnos. El exceso de sinceridad por parte del poder en la etapa neoliberal, esa desvergüenza ostentosa —multiplicada por mil con la invasión de Iraq por parte de em presarios que no han tenido reparos en hacer ahí su negocio del siglo— ha dejado la sensación de que también había un hurto en la discusión intelectual13. Sí en la configuración de lo que Said llamó orientalismo los textos de los académicos ayudaron a configurar la manera de entender los países colonizados, ahora, en una suerte de repetición grotesca, parece que son las interpretaciones mediáticas de buenos y malos las que marcan XXII
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las opiniones de los académicos, siendo los excesos de Ruanda, Bosnia o Iraq, así como los documentales del National Geographic sobre la violencia de la vida natural la coartada de la nueva interpretación. Son precisam ente los académ i cos los que han comprado la burda m anipulación que lleva a presentar las p ro testas de clase media como revoluciones de colores y las protestas populares como problemas degobem abilidadl4:. Rasgos, por otro lado, de un Estado que de m ane ra creciente renuncia a su lógica como Estado capitalista y se mueve, como plantea Jessop, más por criterios de excepcionalidad. La concepción del Estado como relación social, núcleo duro de la concep ción de Jessop, rompe con la idea de que el Estado es la variable independiente del resto del entramado social. No le supone una realidad aparte como si fuera un ente con vida propia y autónoma, pero tampoco lo supedita a la economía, como si lo económico estuviera "colgado del cielo” y no necesitara para existir del resto de articulaciones sociales. Esta mirada integradora ahonda en la idea de que resulta prácticamente imposible entender el Estado al margen de los otros dos grandes procesos en los que se ha desplegado el mundo occidental: el desarrollo del capitalismo y el desarrollo de la modernidad. Tanto la implantación del siste ma de Estados nación, como la extensión del capitalismo y del pensamiento moderno que sustituyó a la teocracia medieval, nacen a finales del siglo XV, siguen caminos paralelos aunque diferenciados y, sólo por razones históricas —¡no por ningún tipo de determinismo!— term inan por converger en los dos últimos siglos. El capitalismo triunfará a la hora de trasladar su lógica a casi todos los rincones de la vida social, haciendo del trabajo una mercancía más y convir tiendo al mercado no en un lugar de intercambio sino en el espacio consagrado al beneficio. El Estado le ayudará, y en su pelea histórica contra el Imperio papal, las ciudades libres y otras formas de organización política, encontrarán sinergias, simbiosis, cuya expresión más obvia quizá sean los procesos de saqueo a otros territorios o países. Igualmente el pensamiento moderno, articulado en torno a la ciencia occidental y abanderado por la Ilustración, prestará sus ideas a ambos desarrollos, transformando la ciencia en una mercancía, haciendo del Estado el garante de su idea de Progreso y legitimando la colonización de otros pueblos. Al tiempo, el capitalismo financiará la concepción occidental de la ciencia y el Estado legalizará o ilegalízará un tipo u otro de pensamiento científico. Todos estos complejos procesos sirven para entender que no caben explicaciones sim plistas a los procesos sociales. Una vez más repetímos con Lippman que para los problemas complejos siempre hay una explicación simple, pero equivocada. Una mirada atenta a los principales cambios políticos, en especial a la globalización (y a las formas de integración regional con que se pretende conjurar), XXIII
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se logra a través de una m irada atenta al Estado entendido como el ámbito donde coinciden todos los siguientes elementos: un conjunto de instituciones y personas-, un lugar con pretensiones de centralidad; una demarcación te rri torial —a la que se defiende m ilitarm ente pero se está viendo superada en los lím ites sim ples de las fronteras—, convertida en identidad cultural y jurídica y que tiene el propósito de representación del conjunto; un ámbito con preten siones de autoridad y de obediencia, acompañado de la prom oción del interés público y del mantenimiento de la cohesión social; en suma, una condensación política de las relaciones sociales nacionales y tam bién internacionales15 . En la teoría relacional del Estado, el holograma social se recompone y cualquier p ro ceso reconduce a la explicación integral.
3 . D EL ESTADO SO CIAL A L ESTADO DE TRABAJO : LA M EM O RIA
DE LOS PU EBLO S CONTRA LA M EM O RIA D EL ESTADO LOS HOMBRES HACEN SU PROPIA HISTORIA, PERO NO XA HACEN A SU UBRE ARBITRIO, BAJO CIRCUNSTANCIAS ELEGIDOS POR ELLOS MISMOS, SINO BAJO AQUELLAS CIRCUNSTANCIAS CON QUE SE ENCUENTRAN DIRECTAMENTE, QUE EXISTEN Y LES HAN SIDO LEGADAS POR EL PASA DO. LA TRADICIÓN DE TODAS LAS GENERACIONES MUERTAS OPRIME COMO UNA PESADILLA EL CEREBRO DE LOS VTVOS. Y CUANDO ÉSTOS APARENTAN DEDICARSE PRECISAMENTE A TRANSFORMARSE Y A TRANS FORMAR LAS COSAS, A CREAR ALGO NUNCA VISTO, EN ESTAS ÉPOCAS DE CRISIS REVOLUCIONARIA ES PRECISAMENTE CUANDO CONJURAN TEME ROSOS EN SU AUXILIO LOS ESPÍRITUS DEL PASADO, TOMAN PRESTADOS SUS NOMBRES, SUS CONSIGNAS DE GUERRA, SU ROPAJE, PARA, CON ESTE DISFRAZ DE VEJEZ VENERABLE Y ESTE LENGUAJE PRESTADO, REPRESEN TAR LA NUEVA ESCENA DE LA HISTORIA UNIVERSAL. ASÍ, LUTERO SE DIS FRAZÓ d e a p ó s t o l P a b lo , l a r e v o l u c i ó n d e m 9 - i a i 4 s e v i s t i ó ALTERNATIVAMENTE CON EL ROPAJE DE LA REPÚBLICA ROMANA Y DEL Im p erio R o m an o , y l a r e v o l u c i ó n d e i u b n o sup o h a c e r n a d a MEJOR QUE PARODIAR AQUÍ AL 1789 Y ALLÁ LA TRADICIÓN REVOLUCIO NARIA DE [409] 1793 A 1795. Es COMO EL PRINCIPIANTE QUE AL APREN DER UN IDIOMA NUEVO LO TRADUCE MENTALMENTE A SU IDIOMA NATIVO, PERO SÓLO SE ASIMILA. EL ESPÍRITU DEL NUEVO IDIOMA Y SÓLO ES CAPAZ DE EXPRESARSE LIBREMENTE EN ÉL CUANDO SE MUEVE DEN TRO DE ÉL SIN REMINISCENCIAS Y OLVIDA EN ÉL SU LENGUA NATAL
Karl Marx, >8 de Bruma rio de Napoleón Bonaparte
Ha sido un lugar común en la reflexión sobre el Estado contemporáneo hablar de crisis orgánica o estructural del Estado, como si éste fuera un cuerpo capaz de enferm ar por sí mismo o un edificio cuyos cim ientos se carcomieran por una XXIV
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termita hambrienta. Este modo de razonar, como veíam os, por lo general deja fuera de foco dos asuntos de enorme relevancia: por un lado, el hecho de que el Estado, lejos de ser una cosa, es una relación social y que, por tanto, no hace sino reflejar el resultado de los conflictos sociales (o de su ausencia). En s e gundo lugar, al atribuir una excesiva capacidad de causa a una explicación sim plificada de lo económico, ni explícalas im plicaciones reales de las exigencias de reproducción económica n i acierta a entender en su complejidad el entra mado social. Hay que entender que no existe "la econom ía” , igual que no exis te "la política” o 'la cultura” fuera de su relación social. Aún con más frecuencia se cae en el error de atribuir las dificultades de coordinación social de los Estados al proceso de globalización, cuando lo cier to es que los cambios en el tiempo y en el espacio, con su gran importancia, sólo vinieron a añadirse al agotamiento histórico de los modernos Estados naciona les capitalistas p^ra dar respuesta a cambios que tenían lugar en todos los ámbitos de lo social. Es el Estado el que perm ite la globalización que luego debilita a los Estados. Es el paso, estudiado aquí por Jessop, del Estado de b ien estar (welfare) al Estado de trabajo (workfare), donde el aparato organizador, legitimador y coercitivo estatal se pone al servicio ya no de la inclusión social y del aumento de calidad de vida de los ciudadanos sino de la competitividad de las empresas en la arena internacional. Estos desenfoques del análisis no han permitido ver con claridad que lo que se entiende por crisis del Estado a m enu do no es sino la crisis del Estado social y democrático de. derecho, una form a de organización que, partiendo de la reorganización del capitalismo al final de la Segunda Guerra Mundial -—la fase del fordism o—, había entrado en un callejón sin salida a mediados de los años setenta, buscando entonces superar sus lím i tes hollando otros caminos menos exigentes con el conjunto de la ciudadanía, con el medio ambiente y con otros pueblos, momento en el que nos encontra mos. Los enemigos políticos del Estado nacional keynesiano empezaron a cons truir un discurso que pretendía ocultar el Estado m ientras silenciaban que la estatalídad (las funciones que antaño desarrollaba el Estado) iban a re elabo rarse o a trasladarse a otros lugares, por ejem plo el ámbito internacional (FMI, OMC, BM, etc.) Gomo afirm a Jessop, lejos de desaparecer, el Estado está sien do "reimaginado, rediseñado y reorientado” . Esta crisis, que afectaría a la unidad y eficiencia del Estado territorial, se traduciría en incapacidad en tres grandes ámbitos. Por un lado, en incapacidad para conseguir obediencia, esto es, en una crisis de legitimidad. Esta está vincu lada a la desorientación del bloque histórico de poder -—con sus élites fragm en tadas al rearticularse el capitalismo favoreciendo a unos sectores y perjudicando XXV
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a otros— y a la crisis de representación popular, alejada la ciudadanía de los partidos políticos y con una creciente desconfianza hacia la política institucio nal. En incapacidad, en segundo lugar, para generar relaciones sociales de reciprocidad. Esto es, una crisis de confianza, con el debilitamiento de los lazos sociales y un creciente individualism o que mina la reproducción de los ám bi tos colectivos que forman lo social. Por último, la incapacidad de generar rela ciones de producción estables y suficientes para la reproducción económica del sistema, tanto en lo que se refiere al capital privado como a la fuerza de tra bajo. Es lo que se conoce como crisis de acumulación (y que pretende cubrir el esfuerzo estatal como Estado de trabajo y que ha ido minando las bases fiscales del Estado social). En el tortuoso viaje del siglo XX, el Estado habría perdido la capacidad de coerción centralizada que le había caracterizado desde sus comienzos, de m a nera que sus posibilidades de garantizar la seguridad —la paz interna y exter na— habría descendido enorm em ente. Guando pretende recu perar esa capacidad es exponiendo a los ciudadanos al riesgo de perder su libertad en forma de orwellianos Estados vigilantes. Gomo en una relación hidráulica, la mayor seguridad sólo se entendía como una m enor capacidad de los individuos para autodeterminar sus destinos. Yo te protejo, tú obedeces. La protección esta tal, como en los inicíales momentos de la construcción estatal, se convertía en una suerte de reproducción m afiosa donde las garantías de paz y tranquilidad estaban vinculadas a la pérdida individual de autonomía, libertad y tranquili dad respecto de quien ofrece la protección (profundamente agravada en las lla madas zonas marrones, donde la presencia del Estado se hace al m argen del Estado de derecho, afectando a sectores m arginales, desempleados, inm igran tes no regularizados, etc.)16. Por un lado, el Estado habría alcanzado metas audaces im pensables cien años antes —por ejemplo', quitar los hijos a los padres para obligarlos a ir a la escuela o hacerse cargo de una porción de la riqueza de cada país que va entre el 2,0 y el 5 0 % del total, principalm ente recaudando cantidades que van mucho más allá del diezmo medieval. Pero, al m ism o tiempo, perdía capacidades que lo habían señalado, en el análisis de Max Web er, como el único con capacidad de reclamar con éxito la violencia física legítim a, y lo hacían responsable de la gestión de lo público bajo el paraguas del interés colectivo. Pero ese Estado, reflejo de posiciones sociales, no es inocente, porque no lo son las personas e intereses que lo han llevado a ese lugar. Es. un error atri buir a la globalización la crisis del Estado nacional de bienestar. El modelo de Estado nación, que había ganado el adjetivo de bienestar durante las décadas XXVI
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posteriores a la Segunda Guerra Mundial, estaba haciendo aguas por diferentes razones. Por un lado, los Estados nacionales estaban enfrentando la desnacio nalización de la estatalidad (es decir, las funciones que venia desarrollando el Estado, como explica Jessop en el capítulo 3 , ya no se ejercían en exclusiva en los entornos nacionales). Esto era así ya que resultaban demasiado grandes para solventar algunos asuntos —con un aprem io fuerte desde abajo hacia la descentralización regional y m unicipal—y demasiado pequeños para solventar otros relacionados con el proceso de estrechamiento del tiempo y el espacio que hay detrás de la globalización y sus requisitos de competitividad, presiona dos en este caso desde arriba hacía form as de integración supranacional o la mera supeditación a esas "fuerzas superiores” . El éxito que había tenido desde la década de los cincuenta para solventar los fallos del mercado ahora se tornaba en fracaso. Nuevas redes de ciudades o de regiones saltaban fronteras y aduanas con mayor flexibilidad que los paqui dermos estatales. La nueva economía del conocimiento y la multiplicación y particularízación de la oferta de bienes (frente a la homogeneidad del prim er momento del consumo de m asas17) rom pían el crecimiento de la productivi dad, al tiempo que las presiones sindicales empujaban al alza a los salarios. Los mercados de bienes duraderos estaban saturados, con la consiguiente caída de la tasa de beneficios, además de que la gestión económica, concebida para eco nomías nacionales, mostraba debilidades con la apertura comercial y financiera. Las políticas de bienestar reclamaban crecientes partidas del gasto público, tanto por la propia presión de los afectados por la crisis como de la ciudadanía en general que asumía el suministro de bienestar como un derecho, sin olvidar la retroalim entación que generaban los m ism os servicios públicos —depar tamentos, oficinas, m inisterios, etc.— que reclam aban un crecim iento con s tante. En no m enor grado, estaban las dificultades recaudatorias del Estado, reo de cambios demográficos —envejecim iento de la población—, operaciones de contabilidad engañosas por parte de las grandes empresas, de la existencia de paraísos fiscales y del control que ejercen sobre la administración pública los entramados corporativos transnacionales (baste recordar las quiebras de EnronyArthur A ndersony sus vinculaciones a la campaña de George W. Bush). Estos problemas de ingreso de las haciendas nacionales sobrevenían en forma de crisis fiscales que vaciaban tendencialm ente al Estado de su condición redistribuidora. El modelo económico keynesiano no sabía solventar los pro blemas crecientes de estanflacíón, al tiempo que tenía dificultades para con servar los empleos en sectores en declive. Gomo apunta Robert Jessop, "la globalización, incluso en sus propios térm inos, no es más que un vector entre XXVII
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otros, a través del cual se expresan en la actualidad las contradicciones y dilemas inherentes al capital como relación” , es decir, al capital en su inserción social. Sin embargo, el Estado, como arena en donde convive una lógica estatal propia entrelazada en una relación profunda y compleja con la sociedad sobre la cual ejerce su dominación, lejos de desaparecer mutaba su forma para adap tarla a las nuevas exigencias, en este caso internacionales. La arena en donde se están dilucidando buena parte de los conflictos sociales de acumulación eco nómica. En definitiva, "lo seriam ente amenazado no parece ser, pues, el Estado soberano, sino el Estado de derecho como complejo de instituciones orientadas a garantizar que los ciudadanos puedan gozar de los derechos fun damentales” 18. Después de medio siglo en donde el Manifiesto comunista p are cía haber envejecido mal debido a las políticas del fordism o, la apuesta del Estado por disciplinar al mundo del trabajo a favor del mundo em presarial y financiero, esto es, la recuperación de una condición más evidente de clase por parte del Estado en el proceso de globalización neoliberal, devolvía a la discu sión la pertinencia de entender la organización estatal como "la junta que representa los intereses comunes del conjuntos de la burguesía” . Pero pese a la dureza de la época —que amerita, como veíam os, atrever categorías como la de fascismo social— conviene tener cuidado, pues esa afirm ación daría por p erd i das batallas que ni siquiera se han dado. Margaret Thatcher, paradigma n eoli beral, fue más radical en el discurso que en la práctica a la hora de desmantelar la red social inglesa. Si hubiera podido, quizá habría llegado tan lejos como con frecuencia se le imputa. Pero lo cierto es que no lo hizo porque la presión social también hizo su parte en la dirección contraria19. La discusión acerca del carácter de clase del Estado ocupó buena parte de la discusión en la ciencia política durante décadas. Visto con distancia, ese debate no siem pre estuvo entrado en razón, ocupado tanto por la influencia del pensamiento marxista —en un área donde Marx dejó demasiados cabos suel tos— como por la contaminación de la guerra fría y los intentos constantes de desmantelar cualquier pensamiento que debilitase el American, way oflife y su correlato político de democracias parlam entarias. La variable generacional señalada terminó de contaminar el discurso. La conclusión, por lo general, era algún tipo de reduccionismo que no perm itía entender esta forma de organiza ción política, dotada de una extraordinaria capacidad para cambiar, de disfra zarse en virtud de las relaciones sociales. En otros térm inos, el análisis del Estado caía en una suerte de ideología, en una interpretación subjetiva que satis facía análisis académicos parciales o intereses concretos de grupos o clases sociales. Esto es com prensible, pues según fuera una u otra la explicación de lo XXVIII
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que fuera el Estado, así sería la posición política a la que invitaría cada respec tivo análisis. No se trata igual a un héroe que a un villano; no recibe el mismo respeto un santo que un canalla; no genera las m ism as sim patías Robin Hood que el sheriff de Sherwood. Hoy podemos afirm ar que si bien es cierto que todos los Estados deben poder compartir algunas características comunes —por eso caen todos bajo esa denominación— el Estado real es un producto histórico, fruto de la relación dialéctica entre la organización que pretende concentrar la violencia física y la sociedad civil a la que reclama obediencia. Son las ventajas de entenderlo como una relación social. Por tanto, lejos de poderse solventar con categorías u n i versales válidas urbi et orbi, exige explicaciones bajadas a cada espacio y tiempo concretos. Siendo más claros: como no es posible solventar esa relación social condensada en el Estado de m anera abstracta, corresponde a la hegemonía que exista en cada sociedad el decidir en qué lugar del continuum "intereses p arti culares-intereses universales" se decide la organización social. Y es bastante probable que ese resultado, concreto e histórico, se presente discursivam ente no como algo contingente, sino como universal y absoluto. Ya Marx diferenció las categorías para pensar la realidad de la realidad misma, dejando claro que una no podía ahogar a la otra: "Las categorías [...] son formas del intelecto que tie nen una verdad objetiva, en cuanto reflejan relaciones sociales reales; pero tales relaciones no pertenecen sino a una época histórica determinada” 20. El escenario de investigación del Estado puede ordenarse junto a las otras dos grandes autopistas que han conducido a la actualidad. Resulta muy c larifi cador analizar el Estado nacional o Estado moderno, en el largo viaje en el que ha estado acompañado, como veíamos, del desarrollo paralelo del capitalismo y del pensamiento moderno. Estas tres grandes autopistas que nos acercan a una interpretación de nuestras sociedades contemporáneas, están hoy sujetas también a profundas transformaciones: el capitalismo, enredado en su actual fase de globalización neoliberal con nuevas lim itaciones radicales como es el agotamiento ecológico y las dificultades para garantizar al tiempo la tasa de acumulación y la legitimidad; los Estados nacionales, buscando su inserción en un mundo crecientemente global, por lo común a través de vinculaciones regio nales que superan las fronteras nacionales, abandonando al tiempo su condición de welfare y abrazando la de w orkfarela modernidad, viendo cómo sus grandes discursos de linealidad, progreso, colonialismo, productivismo y machismo se ven desbordados por algo que, a falta de m ejor nombre, se conoce comoposmodemidad y que, por la contaminación conservadora de este concepto, quizá haya que definir como poscolonialismo^. XXIX
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A lo largo de ese periplo, el aparato de dominación, acompañado de la expansión del capitalismo y del pensamiento racionalista moderno, ha con centrado más fuerza y se ha especializado más que en ningún otro momento de la historia. Igual que el capitalismo ha incrementado el número de bienes que han sido sujetos a la ley del valor (y, por tanto, que han sido convertidos en mercancías); igual que el pensam iento moderno ha convertido al pensamiento racional, expresado en la ciencia occidental, en la medida de lo que es científico y lo que no lo es, el Estado se ha ido apropiando de los ámbitos autónomos de la sociedad civil hasta llegar a controlar cada rincón de la vida. Dependiendo de cómo sea la relación con la sociedad civil, ese poder enorme será utilizado para la emancipación social o para la regulación. Pero la fuerza de lo económico sigue siendo profundamente condicionante en cualquier sociedad donde las reglas de la supervivencia sigan estando marcadas por algún principio de escasez. En la segunda mitad del siglo XX, el capitalismo ha podido desarrollar dentro de la sociedad civil un poder amplio con la capacidad de m odelar al Estado según sus necesidades, de convertir el pensamiento en la principal de las mercancías y reducir al resto de la sociedad a m eros acompañantes castiga dos por su vertiginoso ascenso. Es el cumplimiento de lo que Karl Polanyi estableció ya en 194,4, como el destino necesario del capitalismo que pretendía regularse a sí mismo: la transform ación que operaba la economía de mercado creando una sociedad de mercado22. En térm inos históricos, la capacidad del Estado nunca ha sido, como p lan teamos, tan elevada. No nos referim os a la capacidad de obrar con total auto nomía de la sociedad, de manera despótica y sin escuchar a nadie —usando la metáfora de Michael Mann, como si fuera la reina de corazones de A licia en el país de las maravillas, encaprichada en cortar tantas cabezas como le apetezca™, sino que queremos in sistir en la capacidad de extender su poder de manera infraestructural (¿dónde puede hoy esconderse nadie del Estado?)23. Esta capacidad se multiplica en aquellos países que han concentrado mayores recursos m ilitares, económicos e ideológicos. A llí donde anteriormente el Estado no podía desarrollar su poder despótico sino en función del acceso, siempre limitado, a los recursos que perm itieran el sum inistro a sus ejércitos, hoy vemos que una organización estatal —pensem os en los Estados Unidos de Am érica— lleva la guerra a cualquier lugar del planeta —y hasta del espacio— con resultados devastadores. Además de controlar los recursos m ilitares, ese Estado poderoso controla también los recursos ideológicos, alimentados por unos medios de comunica ción integrados en la misma lógica o por una regulación de la enseñanza que XXX
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orienta o adoctrina a la ciudadanía. Y no m enos ocurre con los recursos econó micos obtenidos bajo prem isas capitalistas, convertidos en la razón principal de su comportamiento bajo los presupuestos del Estado trabajista. Sin em bar go, este Estado caracterizado por su capacidad de concentrar territorialm ente su poder, se ha visto sacudido por el proceso neoliberal, donde algunos secto res han visto reforzada su posición social dominante, m ientras otros han visto perder los avances en la redistribución de la renta experimentados durante las décadas anteriores. Algunas preguntas se hacen pertinentes en este galimatías conceptual: ¿es cierto que el Estado ha perdido poder con la globalización neo liberal? ¿Se trata del Estado o de un tipo concreto de Estado cuando se habla del vaciado de contenidos? ¿Afectan por igual los cambios al Estado que organiza la invasión de un país que al que garantizaba sociedades de pleno empleo, san i dad y educación públicas o procesos de industrialización crecientes? ¿Pode mos afirmar que cpn la globalización neoliberal ha alcanzado el capitalismo su utopía de un mercado mundial autorregulado? La teorización de Robert Jessop pretende otorgar una carta de navegación para responder a estas preguntas sin naufragar en aguas tan profundas y encrespadas. La economía política, que fue durante dos siglos nacional, hoy no se entiende sino como global. Nunca menos que hoy la autarquía es una salida nacional posible. Gomo en el grabado clásico del Leviatán de Hobbes, cada país está integrado hoy dentro de ese cuerpo global, sea como cabeza, brazo o la ú lti ma extremidad. Pretender salirse sin más es repetir la aventura del Barón de Münchhausen de salir del pantano con su caballo tirando hacia arriba de los propios cabellos. Pero las instituciones de esa arena global se han construido a imageny semejanza de las de los países del Norte, especialmente de los Estados Unidos. Cuando estos países entregaban estatalidad al ámbito supranacional, en realidad lo que estaban haciendo era reconstruir en el ámbito global un espacio institucional a su im ageny semejanza o, cuando menos, funcional para su lógica de acumulación (como en cada ocasión, defendida por un ejército capaz de llegar a donde sus intereses se dirim ían). Vemos cómo las corporacio nes económicas, los poderes mediáticos ó las fuerzas m ilitares con capacidad de expansión, la Iglesia o las instancias financieras, pretenden usar el Estado nacional para hacer valer su posición de poder. Pero si fracasan en ese intento, recurrirán a la arena global, un ámbito construido por quienes dominaban los ámbitos estatales para la reproducción de su lógica24. Frente a los reduccionism os señalados, podemos afirm ar que tanto el Estado como la sociedad se transform an y constituyen mutuamente25. Esto no implica que no sea cierto que el Estado, aún de m anera más clara en el Estado XXXI
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moderno, se ha configurado como una estructura funcional a la dominación de clase de la burguesía. No necesariamente tuvo que ser así —como demuestra el diferente desarrollo de China y de Europa desde el siglo XII—, pero em pírica mente así ha sido, El Estado es una estructura centralizada, dotada de normas que permiten certidumbre y previsibilidad, y que se especializa de manera creciente. En conclusión, en un marco de competencia —como ha sido el desarrollo de la humanidad— es funcionalmente superior a otras formas de organización que no se doten de estos rasgos. Es por eso que, en un contexto histórico marcado por la violencia, las formas estatales lograron hacerse hegemónicas. Ahora bien, en cada momento histórico, esa estructura heredada siempre tendrá que acompasar la memoria que porta —y que descansa en sus leyes, constituciones, reglamentos, universidades, burócratas, legados intelectuales, edificios, tradiciones, mitos, organizaciones militares, etc.—, con los requerimientos sociales. Es cierto que el aparato estatal tendrá muchas posibilidades, como tal aparato de coerción y construcción ideológica de obediencia, de acallar los nuevos requerimientos y adaptar las demandas a su estructura. Pero no es menos cierto que el Estado ha venido adaptándose a esas presiones sociales, de manera tal que cuando han tenido la fuerza suficiente han sido capaces incluso de cambiar la faz del aparato estatal. La memoria del Estado, en esos casos, se enfrenta a la memoria de los p ue blos, aunque tam bién a la memoria de los grupos sociales con capacidad de ejercer poder sobre el resto de la sociedad y sobre el m ismo Estado (el control judío de Hollywood hace más por la sim patía hacia los intereses de Israel que todas sus embajadas en Europa). Del resultado de ese conflicto resultará una organización política que trabaje para la em ancipación o que mantenga las diferencias entre los grupos sociales. Los escenarios son inciertos. Por un lado, un aparato estatal rearticulado para dar respuesta a las presiones sociales, tanto de las nuevas élites económicas como de los damnificados por los nuevos p ro cesos de beneficio económico. Por otro, grupos de poder económico e ideoló gico que pretenden deshacerse de la estatalidad nacional y buscan la garantía jurídica a sus intereses en la arena internacional. Más acá, sectores populares, más o menos organizados, que reclaman, desde el aparato del Estado o desde la sociedad, nuevas form as de relación social y económica. Más allá, otros Estados o instancias internacionales con capacidad de influir en las agendas de Estados que sólo form alm ente son soberanos... En cualquiera de los casos, el Estado está en disposición de regresar como una categoría central de la reflexión política. Bien lejos de los cantos de sirena de sus sepultureros teóricos, el Estado se presenta de nuevo como un actor de enorme relevancia que quiere hacer valer de nuevo las fronteras —que ya no XXXII
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tienen por qué ser las fronteras geográficas» pero que tienen que entenderse como límites de la jurisdicción que le corresponde—, que le permiten hacer su parte en el reordenamiento social. Y decimos su parte porque no es menos real que el Estado ya no agota lo político. Hay un creciente sector público no estatal que quie re hacer la suya, en relación con un Estado que debe comportarse como mater nal —supervisor— pero no paternal —castrador. La complejidad apunta a que el gobierno de lo público va a ser una tarea compartida. Toda la reflexión de Jessop sobre la gobernanza, entendida como una respuesta funcional a todas estas trans formaciones sociales y a las necesidades de acumulación del capital, pretenden dar base teórica para entender este papel del Estado comoprimus interpares26.
4. LA PLURALIDAD D E IN TERLO CUTO RES D EL ESTADO El Estado como relación social m antiene un diálogo permanente con la socie dad sobre la que ejerce su jurisdicción. No es posible que la estabilidad que el Estado moderno reclam a pueda lograrse sim plem ente con el recurso a la vio lencia. Hace falta un diálogo tan plural como lo sean las voces que se dejen oír en una sociedad. Como su nombre indica, el Estado es algo que está, que tiene lógica de permanencia. No se trata de una organización política fugaz sino que, al contrario, ha establecido o busca establecer protocolos con pretensión de validez en el tiempo (la raíz "st” de Estado es la misma que la de estar, institu ción, estabilidad, estatua o estructura). Para ello, y como requisito para su exis tencia tiene que garantizar la paz interna y externa, poniendo fin a la guerra civil y defendiendo las fronteras. A l tiempo —garantía de esa paz interna— debe construir un orden de dominación que cumpla los requisitos económicos, políticos, normativos y culturales que espera esa colectividad, es decir, que sean el decantado asentado de las siem pre conflictivas relaciones sociales. Estas no son eternas y ahistóricas, sino que term inarán variando según se vea afectado ese decantado y se sustituya por otro, movido por los desajustes socia les permanentes y el impulso de em ulación que caracteriza a los seres hum a nos. Ese decantado, sujeto a la perseverancia de lo que ya existe, toma cuerpo en las instituciones, que ejercen una fuerte im pronta en el corto plazo. El E s tado es movimiento histórico congelado en estructuras. Esa m ultiplicidad de estructuras, lógicas, institucionesy objetivos que lla mamos Estado está constantemente escuchando para tom ar decisiones. Para no caer en m ecanicism os que paralizan o confunden, conviene hacer un fugaz repaso, sin orden de importancia y con m últiples variaciones y relaciones entre XXXIII
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sí, a las siguientes lógicas y actores que influyen en las decisiones que afectan al Estado. No hay que olvidar que es al Gobierno a quien le corresponde dirigir en cada lapso de tiempo la capacidad coactiva del Estado, del mismo modo que el Estado con frecuencia no deja espacio para que el Gobierno tome determ i nadas decisiones (al contrario, encadena al Gobierno). El Gobierno de Hitler fue capaz de cambiar al Estado alemán, de la misma manera, aunque en otra dirección, que el Gobierno laborista de Lloyd George cambió al Estado británico. Pero también vemos que cualquier Estado actual obliga al Gobierno correspon diente a pagar la nómina de los funcionarios públicos, principal partida presu puestaria que consume buena parte de la capacidad de gasto. Al mismo tiempo que un Gobierno puede aprobar el rescate bancario con dinero público y endure cer los requisitos para acceder a una pensión, otro puede cambiar las leyes para aumentar las ayudas públicas en vivienda o educación. A l igual que un Gobierno puede cambiar una Constitución para elim inar la autorización judicial de las escuchas telefónicas, endurecer los requisitos para obtener la nacionalidad y e li minar derechos sociales, otro puede impulsar políticas públicas redistríbutivas participadas popularmente, vincular al Estado a unas formas u otras de integra ción regional o renacionalizar servicios públicos antaño privatizados también por un Gobierno. Separar al Estado de la sociedad, autonomizándolo, sólo sirve para someterse con impotencia a los mandatos de quienes deciden sus movimientos; ignorar que el Estado tiene su selección estratégica, su memoria vinculada a su trayectoria, sus intereses propios, sólo sirve para caer en la confusión de pensar que basta alcanzar el Gobierno para controlar el poder. Vistas estas complejidades, veamos a quién escucha el Estado (insistiendo en su compleja condición de relación social).i . A los que tienen la capacidad de declarar, en expresión de Cari Schmitt, el Estado de excepción, es decir, a los poderes fácticos que tienen capacidad de emplear de manera generalizada la violencia física no necesaria mente legítima (gobiernos extranjeros; ejército nacional o extranjero, banqueros y sector financiero, patronal, líderes carismáticos con ca pacidad de movilización, entramados m ediáticos...). A la Constitución y las leyes vigentes; a las leyes internacionales. 3 . A las estructuras administrativas con sus reglamentos, prácticas habitua les, instancias, etc. (que tienen la fuerza añadida de la costumbre y la tra dición y que, incluso después de una revolución, siguen estando ah í). 4. A los intereses particulares organizados o con capacidad de ejercer presión, con especial relevancia a la fusión de intereses económicos y XXXIV
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mediáticos, que unen a su propia capacidad la de influir en la ciudada nía (no se trata de su capacidad de forzar una situación sino de im pe dir que se organicen intereses contrarios). 5. A la s presiones regionales o locales. 6. A la ciudadanía organizada que reclam a cuestiones de interés general (donde las voces cobran fuerza si se repiten como un eco multiplicado). 7. A la opinión pública, expresada bien a través de formas directas (huel gas, m anifestaciones, formas propias de comunicación) o indirectas (encuestas, medios de comunicación). 8. A referentes m orales asentados y reconodicos (iglesias, asociaciones, personalidades de prestigio, intelectuales), a los paradigmas cien tífi cos y a los discursos hegemónicos que pretenden reconciliar el Estado con el bienestar colectivo (esto es, que presuponen al Estado un papel de conciliación ética de la sociedad). 9. A la propia subsistencia del aparato estatal, esto es, de las personas que lo integran y que tienen en la administración su modus vivendi —lo que no implica una reificación/cosificación del Estado como si éste fuera un ente abstracto con existencia por sí mismo y al que está adscrito sim bólica mente el interés general. Este aparato estatal funciona con una lógica sistémica referenciada teóricamente con la imparcialidad y el interés colectivo, pues necesariamente tiene que pensar, para permanecer, en garantizar el orden sostenido en el sistema de dominación. Esto hace que el Estado tendencialmente juegue siempre más allá del corto plazo (la no inmediatez de la administración de justicia es ejemplo claro de esto) y le preocupe asegurar la legitimidad del orden (obviamente con variaciones en cada país según sea la construcción histórica del Estado). 10. A los partidos, especialmente a los que sostienen el Gobierno. ix. A los sindicatos cuando tienen capacidad de huelga. 13. A las presiones internacionales, bien de otros gobiernos que tengan ascendiente, bien de las instancias supranacionales (separándolo aquí de la amenaza m ilitar exterior). 1 3 . A la s necesidades inmediatas de financiación y, de ahí, a los mercados internacionales, tanto de bienes y servicios como de capitales. 14. A las peculíariedades de las élites que lo dirigen en sus diferentes ámbitos (que pueden estar formadas fuertem ente en alguna ideología, tener firm es convicciones religiosas o pueden tomar decisiones con sultando a astrólogos, videntes o quíromantes, como ocurre con fr e cuencia). XXXV
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En definitiva, y como concluye Jessop, en el centro de toda la reflexión aparece la política, esto es, la definición y articulación —por uno, varios o todos—, de los comportamientos colectivos de obligado cumplimiento en una comunidad. No es sólo una economía que se desconecta del resto de asuntos sociales—y que, por supuesto, es de radical relevancia—, ni los valores—que están detrás también de muchos comportamientos—, ni los presupuestos jurídicos —igualmente esenciales al configurar la garantía de la reciprocidad social” . Se trata de la política, como arte de la polis, a quien le corresponde la obligación de inte grar todos los elementos a la búsqueda de una síntesis funcional para la marcha de la sociedad. Política que será necesariamente conflictualy que será la que defi ne los contornos que finalmente tenga cada Estado en concreto. Es en esta heren cia de la importancia de lo político a la hora de configurar la organización social y la forma de Estado en donde el profesor de Lancaster ubica uno de los principa les rasgos de su referencia al marxismo de la cual no sólo no se aleja sino que con sidera esencial para entender la complejidad estatal actual. El Estado, como insiste Jessop, siempre es reflejo de un proceso histórico. Gomo realidad em pírica, concreta, su funcionam iento responderá a los in tere ses de los que hayan ganado en el conflicto social, a los que m ejor se hayan situado en ese momento (sean unos pocos o sea el conjunto de la sociedad) y a la memoria que porte y la influencia que ejerza esa mem oria sobre el com por tamiento estatal. Eso perm ite pensar, al m enos en el corto plazo, en la p osib i lidad de enfrentar en el ámbito occidental con Estados capitalistas, Estados despóticos y también, potencialmente, con Estados socialistas. Es importante entender que el Estado real, el concreto de cada país, es selectivo en sus políticas, tiene predisposición a inclinarse, por esa herencia anclada en sus estructuras, a defender lo que ya existe, a escuchar más a unos intereses que otros, a reproducir más una lógica que otra (Jessop se refiere a este hecho, a menudo confundido con alguna suerte de determ ínism o, como "selectividad estratégica” ; Claus Offe habla, en una dirección sim ilar, de selec tividad estructural). La representación de intereses tiene complejas determ i naciones que hacen que las necesidades de las mayorías no sean cubiertas ni siquiera donde existe la posibilidad de elegir en procesos electorales a los d iri gentes. Gomo demostró Norbert Lechner, una m inoría consistente tiene la capacidad de presentar los intereses particulares como intereses generales27. Pero no está escrito que eso no pueda variar. Lo que haga el Estado dependerá siem pre del resultado de los conflictos sociales y su capacidad de hacer del in s trumento estatal una herram ienta para la organización social. Si bien es verdad como venim os insistiendo que hay predisposición en el Estado, no hay por el XXXVI
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contrario ninguna predeterm inación "necesaria” para que se comporte en una dirección u otra (la insistencia de Jessop al respecto no deja muchas dudas de su posición). El Estado no es un ente de voluntad que puede operar al margen de su contexto y de sus posibilidades. Tiene la autonomía que le marcan las luchas sociales. La autonomía de trabajar para aquellos que consigan hacerse hegemónicos en una sociedad. Guando la sociedad pierde tensión en la acción colectiva y se refugia en el interés privado (H irschm ann), la estructura estatal, como cualquier estructura, puede dedicar más tiempo y recursos a su propia reproducción. Pero eso sólo será señal de esa relajación social. No es posible, como plantea el liberalism o, que sean los representantes los que se encarguen déla cosa pública sin que se vean lesionados, tarde o temprano, los intereses de la mayoría. Votar cada cuatro o cinco años no es suficiente. Un Estado in d e pendizado del control de la sociedad term ina teniendo comportamientos p ri vados. Algo que se» agrava cuando el Estado, como ocurre en la globalización neoliberal, atiende a aspectos cuya com plejidad y oscuridad -—muchas veces intencionada— reclam an un conocimiento que no es de fácil acceso28. Al final, funciona el aserto "vota y no te metas en política” , de manera que en el repar to de papeles los políticos se encargan de la cosa pública y la ciudadanía se dedica al consumo y al entretenim iento29. La concepción relacional del Estado que plantea Jessop abre no solam en te un amplio abanico para la investigación, sino que también permite superar esa parálisis conceptual que colaboraba con la parálisis política de las últimas tres décadas. Si es cierto que la ciencia política debe beber de las fuentes de la realidad social, hoy vem os que las alternativas, como plantea Boaventura de Sousa Santos, vien en del Sur (un ámbito que desgraciadam ente queda fuera de la referencia em pírica de Jessop, más centrado en el modelo típico ideal de Estado capitalista occidental). Lo que era im posible, parece que ha revertido su tendencia. Y la teoría del Estado debe disponerse a otorgar elementos para ayu dar a interpretar lo que está ocurriendo en estas zonas del planeta. No se trata solamente de la crisis con la que abríamos estas reflexiones, sino de otro tipo de cambios, que afectan a la política mundial, y que marcan escenarios para repensar el conflicto. El 11 de septiembre de 2008, jugando con simbologías caras a Am érica Latina, los Gobiernos de Bolivia y de V e nezuela expulsaban a los embajadores de los Estados Unidos por, según denun ciaban, la colaboración norteamericana en el intento de golpe de Estado contra el Gobierno de Evo Morales (y que dejó una treintena de cam pesinos asesina dos por mercenarios). Un par de días después se reunía en Santiago de Chile la UNASUR, declarando en su comunicado final su firm e decisión de no perm itir XXXVTI
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ningún golpe de Estado ni fragmentación territorial en Sudamérica. 35 años después del derrocamiento de Salvador Allende, y allí donde entonces el con tinente se quedó callado y cruzado de brazos, ahora demostraba su firmeza para no consentir esos comportamientos. Pero las dificultades estadounidenses en modo alguno se quedaban en el comportamiento irreverente de países a los que siem pre había considerado su patio trasero. Vahem os visto que la crisis econó mica norteamericana, iniciada con las em presas punto.com, y seguida con las hipotecas subprime que hundió el mercado inm obiliario, anticipaban un esce nario de recesión. El modelo entero se resentía y pese a que los mecanismos de compensación estaban más desarrollados que en 19 29, las alertas empezaron a sonar con fuerza. La aventura de Iraq, la gesta más evidente que siguió al cada día más confuso atentado de dos aviones contra las Torres Gemelas —cuestio nado no por oscuras tramas, sino por el m ism o Jefe de Bomberos de Nueva York—, embarcaba al Gobierno norteamericano en un pozo económico sin fondo que, además, le distrajo de sus intereses más cercanos. Coincidiendo con los intentos de desestabilización de Bolivia, el Presidente Chávez invitaba a aviones rusos de guerra a maniobras en territorio venezolano. Por prim era vez en el último medio siglo, no solamente la XVa Flota operaba como fuerza m ilitar extranjera en aguas de ese hem isferio. La aventura de Georgia sobre Osetia del Sur, alentada por los Estados Unidos, fracasaba igualmente ante la contundencia de la respuesta rusa (en ambos casos zanjadas con centenares de muertos civiles). Mientras, China e India ocupan posiciones más relevantes que dejan abiertos dem asiados escenarios para saber qué ocurrirá en el mundo en los inm ediatos años, sin olvidar que el com portam iento crecien tem ente catastrófico de la naturaleza perm ite considerar escenarios de ago tamiento que no pueden esperar al año 25050 (como acordaron en 3008 los países del G8 para reducir eficazm ente las em isiones de CO3). Sólo Europa parece observar paralizada estos cam bios, incapaz de asum ir un papel activo alternativo que rompa con el statu quo global convertido en una amenaza de contornos trágicos. Todos estos cambios, acelerados, no im plican que la gravedad de los p ro blemas invite a fáciles optimismos. La crisis del capitalismo en los años trein ta trajo el fascism o y un socialism o empujado a posiciones extremas. Por otro lado, como demostró John Kenneth Galbraith, la m em oria de la última aventu ra especulativa apenas dura 15 años, la m em oria de una generación. La conclu sión, desde la academia, pasa por poner en marcha programas de teorización de asuntos en marcha claramente subteorizados. Las bases que sienta Robert Jessop son un buen marco de trabajo. El Estado como relación social, la crisis XXXVIII
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ecológica, la construcción cultural de la economía política, las potencialidades y límites de la economía política internacional, el militarismo y el neoimperialismo, el dominio ecológico del capital sobre la sociedad, las formas de la autopoiesis, la participación popular en una gobernanza democrática, son todas herramientas conceptuales que abren un vasto escenario de trabajo para una teoría del Estado renovada que, además, puede perderla melancolía del peso del pasado. Pero para ello hace falta también una ciencia política que regrese a sus fuentes a redescubrir su objeto de estudio y las razones por las cuales la sociedad dedica tiempo y recur sos a pensar lo polítológico. Sí en los años treinta el fascismo obligó a la reflexión honesta a cambiar su rumbo y enfrentar esa amenaza, el incumplimiento de los mandatos de la Ilustración aún en el iniciado siglo XXI reclama una toma de posi ción nada amable con el estado actual de cosas.
NOTAS i. Véase Albert O. Hírschmann, iíetcSrieas de la intransigencia. México, FCE, 1991. Z- Son las conclusiones de Branco Milanovic, La era de las desigualdades. Dimensiones de la desigualdad internacional y global, Madrid, Sistema, 3006. 3 . Susan Strange, Casino Capitalism, Oxford: Basil Blackwell, 1986. 4,, Jo se p h Síigliíz, "El fin del neoliberalismo” , en El país, 20 de julio de 2008. g. Jessop insiste en la misma idea al afirmar que el Estado es «na relación—no un sujeto—, que posee instrumentos que serán usados de una manera u otra en virtud de la correlación social de fuerzas que opera en esos tres ámbitos: (x) en la sociedad (que se hace calle, esto es, acción colectiva, en momen tos de activación del conflicto); (2) en los aparatos del Estado; (3) en las ideas (la hegemonía, un liderazgo que asegura la reproducción). Guando estos elementos actúan coordinadamente, el bloque histórico está funcionando. Véase igualmente Alvaro García Linera, "Empate catastrófico y punto de bifurcación", en Crítica y Emancipación. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Año I, no. 1. 6. Parte de estas reflexiones las he podido desarrollar, siguiendo la estela de Jessop, en Juan Carlos Monedero, Disfraces del Leviatán. El Estado en la globalización neoliberal, Caracas, Monteávila/Centro Internacional Miranda, 3008 7. Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Hieda Skocpol (eds.). Bringing the State Back In, Nueva York: Cambridge University Press, 1985. Puede consultarse la introducción en: Theda Skocpol, "El Estado regresa al primer plano. Estrategias de análisis en la investigación, actual.” Zona Abierta, ¡o , enero marzo 1989. 8. Ulrich Becky Elisabeth Beck-Gemsheím, Individualization, Londres. Sage, 2003. 9. Boaventura de Sousa Santos, Crítica de larazón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia, Bilbao-. Desclée de Brower, ?o o 3. 10. Pier Paolo Donati ha desarrollado una teoría relaciona! de la sociedad sobre las bases del funciona lismo parsoniano pero yendo mucho más allá. Como él mismo afirma, el funcionalismo lleva nece sariamente —por sus insuficiencias— al no funcionalismo, pero éste no puede explicarse con aquél. El sentido de la vida, la justicia, la utopía no pueden explicarse funcionalmente, a no ser que las dife rentes funciones sociales se miren desde otra óptica más rica. No se niega lo funcional, sino que se incorpora al conjunto de las relaciones sociales. No cuestiona, por ejemplo, la importancia de la reproducción económica, pero la entiende en el conjunto de la reproducción social, asumiendo que los medios de intercambio económico pueden ser más que los que contemplaba el funcionalismo clásico (una meta puede ser buscada por muchos medios diferentes). De esta manera, el análisis relacional rompe con una de las trabas principales del funcionalismo: el determinismo estructural. Con la mirada relacional se sale de perezosas explicaciones que niegan la importancia del pen samiento parsoniano —a menudo sin leerlo y más por el prurito de pertenecer a una cofradía depuros que heredan viejas pugnas-—y, al tiempo, demuestra sus insuficiencias enriqueciéndolo. Algo similar
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desarrolla Jessop con la teoría del Estado al incorporar también el análisis de Luhmann a sus expli caciones. Véase Pier Paoio Donati, /¡epmsar la sociedad, Madrid, Ediciones Internacionales Universitarias, 2006. Por mi parte, la utilidad de este esquema rae sirvió en el desarrollo de mí tesis doctoral El fracaso de la República Democrática Alemana: ía quiebra de la legitimidad, 1949-1989, Madrid, TJCM, 1996. 11. Martín Shaw, Theory of the Global State: Globality as Unfinished Revolution, Cambridge. Cambridge University Press, 3000. 12. Leo Panitch, "The Impoverishment of State Theoiy” , en Stanley Aronowitz y Meter Bratsis (eds.), Paradígm Lost. State Theory Recomídered, Mi nneapo lis/Londres, University of Minnesota Press, 2002, pp.89-104. 1 3. Es el caso emblemático de Díck Chermey, Vicepresidente con Bush y antiguo director de Halliburton, la empresa más beneficiada con la invasión de Irak. 14. Para estas referencias en el caso latinoamericano, véase César Rodríguez Garavíto, Daniel Chave?,, Patrick Garret (eds.). La nueva izquierda en América Latina, Madrid, Catarata, 2008. 15. Jessop va a coincidir en este abordaje del Estado con autores como Michael Mann, Las fuentes del poder social I y l l , Madrid, Alianza, 1991 y 1997; y Charles Tilly, Coerción capitaly los estados europeos Í910-1990, Madrid, Alianza Editorial, 199a. 16. Los Estados suelen realizar una selección estratégica a la hora de recortar el bienestar. La derecha y la izquierda no compartieron inicialmente los sectores perjudicados, atendiendo a sus graneros electorales (recordemos los conflictos con los mineros del primer gobierno de Margaret Thatcher). Pero poco a poco fueron acompasando esa selección al compartir en las estructuras bipartidistas los electores. Incluso, como ocurrió en España, fue la socialdemocracía la encargada de poner en mar cha ese recorte, al resultarle más sencillo frenar las protestas obreras. En la actualidad, tanto la socialdemocracia como la derecha (denomínese liberal, democristiana o centrista) coincidan en car gar el peso sobre inmigrantes, obreros poco cualificados, mujeres y jóvenes. 17. De alguna manera puede ejemplificarse con la frase, aunque anterior a este periodo, de Hemy Ford: "Todo el mundo puede tener un Ford T del color que desee, síem prey cuando sea negro” . 18. Pier Paolo Portinaro, Estado, Buenos Aires, Nueva Visión, so o 3, p.11. 19. Paul Pierson, Dismantling the Welfare State? Reagan, Thatcher and the Politics o f Retrenchment, ■ Cambridge; Cambridge University Press, 1994 20. Citado por Ludovico Silva, "Sobre el método en Marx” , enAntimanualpara uso de marxistas, mar¡sólogos y marcianos, Caracas, Fondo Editorial Ipasme, 3006. 21. Es la apuesta de Boaventura de Sousa Santos, A gramatíca do tempo, Porto, Afrontamento, 2006. Karl Polanyi, La gran transformación, Madrid, La Piqueta, 1989. 23. La diferencia entre poder despótico (mera fuerza) y poder infraestructural (normativo y reglado) la desarrolla Michael Mann en su obra ya clásica citada Las fuentes del poder social I, Madrid, Alianza Editorial, 1991. «4. Para los intentos de construcción de un Estado transnacional, véase William I. Robinson, A Theory of Global Capitalism: Production, Class, and State in a Transnational World, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2004. 25. Ese es el título del libro de Joei S. Migdal, State in Society. Studying How States and Societies Transform and Constitute OneAnother, Cambridge, Cambridge University Press, ?o oi. 26. La gobernanza es un concepto en lucha que caerá del lado de la emancipación como "gobernanza democrática” , es decir, como Estado experimental que erapodera al pueblo, o del lado de la regula ción, como gobernanza creadora de gobernabilidad, que zanja la retirada del Estado como actor des mercantílizador. Véase Juan Carlos Monedero, El gobierno de l as palabras. Crítica y reconstrucción de la política, México, FCE (en prensa). 27. Norbert Lechner, "Podery orden. La estrategia de la minoría consistente", en l a conflictiva y nunca alcanzada construcción del orden deseado, Madrid, CIS/Sigío XXI, 1986. 28. En las crisis financieras de 2008, uno de los elementos señalados como responsable era la enorme "creatividad" de los instrumentos financieros, cuyo conocimiento incluso quedaba fuera de la experticia del Presidente de la Reserva Federal norteamericana. 29. En conclusión, siguiendo la senda de Weber, incorporando una perspectiva relacional, y situando el conflicto social apuntado por Marx como el elemento esencial, podemos definir al Estado como una forma de organización política, dotada de un orden jurídico y administrativo estable, propio de una co munidad identificada con un territorio determinado, que se caracteriza por la reclamación con éxito por parte del cuerpo administrativo —a través de premios y castigos materiales o simbólicos—, de la obediencia ciudadana, en tanto en cuanto satisfaga su compromiso con lo que los conflictos y con sensos sociales han establecido que son los intereses comunes.
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PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Durante los últimos treinta años he dedicado mi trabajo a la crítica de la eco nomía política y a su aplicación a las form aciones del capitalismo avanzado. Esto ha supuesto la realización de diferentes estudios acerca del acoplamiento económico, político y, por encima de todo, estructural de lo económico y lo político, e, igualmente, acerca de su coordinación estratégica. Además de algu nos trabajos sueltos, ya han aparecido en castellano dos volúmenes de ensayos: Crisis del Estado de bienestar (1999) y Capitalismo (s): Discurso y materialidad en las formaciones sociales capitalistas contemporáneas (2007a). En este libro se desarrollan éstos y otros ensayos, y se recoge m i exposición más detallada hasta la fecha del Estado capitalista y su futuro. Esto supone un verdadero desafío, puesto que im plica salvar, en la medida de lo posible, los numerosos obstácu los que impiden una adecuada descripción del Estado, presentes en la obra de otros investigadores. Pero, sin duda, tam bién es un desafío gratificante, ya que ha impulsado algunos importantes avances en m i propio desarrollo teórico y me ha servido para reforzar cinco nuevas áreas sustantivas de interés dentro del proyecto intelectual que he seguido desarrollando de m anera más o menos amplia desde la publicación de este libro. Uno de estos temas sigue a la espera de una plena integración en mi traba jo: la crítica radical de la ecología política como base de una crítica más adecuada de la economía política. Mucho y muy importante es el trabajo ya realizado en XLI
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esta área, relacionado, en parte, con una tan fundamental como ansiada reeva luación de las contribuciones del propio Marx a la ecología política (véanse, especialmente, Burkett 1999 y Foster 200 0 ); y, en parte, con el reconocim ien to tanto público como científico del carácter aparentemente irreversible de los cambios globales provocados en el medio natural por el rodillo de la dinámica de crecimiento del capitalismo industrial y de la inform ación (Postone 1998; Brennan 2000). La propia falta de reñexión en m is anteriores trabajos acerca de este tema de vital importancia es, en realidad, reflejo de lo que perm anen temente han mostrado por él capitalistas y gestores estatales: ejem plos clási cos, respectivamente, de fallos del mercado y del Estado. La crisis del fordismo en los años setenta sacó a la luz por prim era vez el problema del desarrollo sostenible tras la Segunda Guerra Mundial, habiéndose convertido, en la actuali dad, en un problema global como consecuencia de la integración del "Tercer Mundo” en el mercado mundial. De hecho, como he señalado en las conclusio nes de El futuro del Estado capitalista, situar a la ecología política en el centro del escenario resulta crucial para completar la crítica de la economía política, y constituye un paso esencial a la hora de lim itar y revertir la degradación ambiental y social. Un segundo tema novedoso relacionado con otros trabajos míos del mismo período que El futuro del Estado capitalista (veáse, Jessop 2002; Jessop 2oo3; Brenner et al. s o o 3) es el de la economía política del territorio, el lugar, la escala y las redes. Esto se trasluce en m i preocupación por la desterritorialización y la reterritorialización del poder político y por la "relativización de las escalas” , así como en mí interés científico más general por los aspectos espaciotemporales de la acumulación capitalista, del Estado y de la vida cotidiana (véanse A lien 2oo3-, Brenner 20 0 4 ; H erody Wright 2002; Seppard y M cMaster 5>oo3; Gough 2004). Tres fueron las cuestiones que me llevaron a repensar m í trabajo anterior: en prim er lugar, la significación del lugar en la competencia interurbana y en las cambiantes form as de gobernanza local; en segundo lugar, la importancia de la escala para aspectos como la crisis del fordism o, el su r gimiento del posfordism o, el reescalado de economías y Estados, y la relativización de escalas; y, en tercer lugar, la relevancia de la com presión y distensión espaciotemporal para los nuevos y los viejos arreglos espaciotemporales, al igual que para los imaginarios espaciales. Estos im aginarios espaciales im p li can nuevas interpretaciones de la economía, de lo extraeconómico, del alcance y formas de lo político, y de la naturaleza del lugar, del espacio y de la escala, y desempeñan un papel crucial, entre otras cosas, en las estrategias com petiti vas, en la reestructuración del Estado, y en la resistencia a la globalización. XLIÍ
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Todo ello puede apreciarse en la emergencia de una "econom ía basada en el conocimiento” como campo de acumulación y objeto de gobernanza económ i ca, y en el consiguiente desarrollo del Estado posnacional (véanse capítulos 3 y c¡, infra). Mis reflexiones sobre estos temas han dado paso a una reconceptualización más general de las complejas interrelaciones entre espacio y tiempo desde una perspectiva estratégico-relacional (véanse Jessop 2 0 0 1, 2002, 2005), así como aúna nueva serie de observaciones sobre el territorio, el lugar, la escala y las redes, y sobre los lím ites de las diferentes configuraciones espaciotemporales en el contexto del mercado mundial (Jessop et al. 2008; Jones y Jessop 2009). Esta integración de lugar, espacio y escala ha supuesto la mayor ruptura con mi trabajo anterior, que tomaba inconscientem ente como prem isa el p e ríodo del fordismo atlántico con su coherencia estructural organizada en torno a la primacía de la escala nacional en los terrenos económico, político y sociocultural (véase capítulo 5). Aunque privilegiar la escala nacional resulta habi tual en las ciencias sociales, esta actitud está siendo im pugnada cada vez más (y con justa razón) por parte de fem inistas y por estudiosos poscoloníales, así como por parte de geógrafos radicales, investigadores de geopolítica crítica, teóricos institucionales y muchas otras corrientes. Este nacionalismo metodo lógico que nunca estuvo teóricamente justificado, se ha vuelto incluso más p ro blemático en un contexto de globalización como consecuencia de lo que Gollinge (1996) llama la "relativización de escalas” . A sí, al redactar El futuro del Estado capitalista, tuve que hacer frente a las com plejidades de la escala, a su construcción discursiva y material, a su ínstitucionalizacíón, a la economía política de la articulación interescalar, y a la capacidad de ciertos actores de reordenar las jerarquías escalares o de "saltar de escala” para defender o ju sti ficar sus intereses. A su vez, ello me ha llevado a darme cuenta de la importancia de los arre glos espaciotemporales a la hora de gestionar, desplazar y diferir las contradic ciones de la acumulación y otras form as de conflicto económico, político y sociocultural. El concepto de arreglo espaciotemporal parte —y va más allá—del trabajo del geógrafo m aterialista histórico David Harvey (198 2, 2 0 0 1). Dado que no existe una form a óptima de regular la acum ulación como consecuen cia de las num erosas contradicciones y antagonism os de las sociedades capi talistas, aparecen diferentes soluciones subóptim as en form a de variados regímenes de acumulación y modos de regulación, institucionalizándose los compromisos asociados a ellos. De este modo se compensa parcialmente la imposibilidad de una acumulación puram ente mediada por el mercado, y se le XLIII
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im prim e una dinámica más o menos distintiva en cada caso mediante las con cretas form as de articulación de esos elem entos económicos y extrae cono m i cos en los diferentes contextos. Pero ello sólo puede ocurrir dentro de los márgenes de un arreglo espaciotemporal que establezca unos determinados límites espaciales y temporales dentro de los cuales sea posible garantizar un patrón más o menos duradero de "coherencia estructural” , desplazando ciertos costes de dicha coherencia más allá de los límites espaciales fijados o difiriéndo los hacia el futuro. No resulta sorprendente que los Estados desempeñen un papel esencial en la búsqueda de la coherencia estructural entre las diferentes divisiones espaciales y escalares del trabajo, y a la hora de intentar gobernar las dinámicas de distanciamiento y compresión espaciotemporales entre diferentes esferas de actividad (para un tratamiento más amplío, véanse capítulos i, 2, 5 y 7). El tercero de estos nuevos temas ha supuesto un giro cultural ontológico y temático que se refleja en un nuevo entendim iento de mi proyecto teórico como una economía política cultural posdiciplinar1 del capitalismo (cf. Jessop y Sum 20 0 1; Jessop y Sum 2006). Este giro cultural se nutre, en mi caso, de mi tradi cional interés en los análisis gram scianos sobre la hegemonía, de mí propio trabajo sobre el papel de las estrategias de acumulación en el direccionam iento del desarrollo capitalista y, adicionalmente, de mi preocupación sobre la form a en que los proyectos estatales y las visiones hegemónicas dotan al Estado de un m ínimo de unidad en sus aparatos y de una apariencia de finalidad en sus estrategias y políticas. La economía política cultural combina conceptos y herram ientas de los análisis semióticos críticos (término genérico que englo ba a los análisis críticos del discurso y de otros sistemas de signos) y de la eco nomía política crítica para construir un enfoque propio de las form aciones sociales capitalistas. Se distingue de otros enfoques culturales, en parte, por su preocupación por los m ecanism os clave que determ inan la coevolución de los aspectos semióticos y extrasemióticos de la economía política. Estos m ecanis mos aparecen mediados por los rasgos generales de la sem iosis y configurados por las form as y dinámicas institucionales particulares del capitalismo (véase Jessop 2007). Desde el punto de vista sustantivo, la economía política cultural distingue entre la economía como la suma caótica de todas las actividades económicas sustantivas2 y la "econom ía” (o, m ejor, ''econom ías” en plural) como un subconjunto más o menos coherente de dichas actividades imaginativamente narrado. Es decir, por un lado, el funcionamiento del imaginario económico presupone un sustrato de relaciones económicas como elementos del mismo; de otro, cuando este imaginario se institucionaliza y se hace operativo con X Lrv
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éxito, transforma y naturaliza dichos elementos en momentos de una determ i nada economía, puesto que los im aginarios económicos identifican, privilegiany tratan de estabilizar ciertas actividades económicas de la totalidad de las relaciones económicas, y de transform arlas en objetos de observación, cálculo y gobernanza. Y, al hacerlo, im ponen a la economía lím ites, condiciones de existencia, agentes económicos típicos, tendencias y contratendencias especí ficos, y una dinámica general propia. Estas economías imaginadas pueden ser discursivamente constituidas y m aterialm ente reproducidas en diferentes lugares, a diferentes escalas y con diferentes horizontes temporales. Por otro lado, se dan siem pre en y mediante luchas realizadas por agentes concretos, y suelen implicar una manipulación asimétrica del poder y del conocimiento. Por último, están sometidas a impugnación y resistencia. En este sentido, la "econo mía” considerada como un objeto de observación o gobernanza se mantiene siem pre sólo parcialmente constituida y existen siempre elementos intersticiales, residuales, marginales, irrelevantes, recalcitrantes o directamente contradicto rios que escapan a todo intento de identificar, gobernar y estabilizar un determi nado "arreglo económico” o un "orden económico” mayor. A sí se explica la recurrencia de fallos en la gobernanza económica, tanto si trata de lograrse mediante el mercado, las jerarquías o las redes, como con alguna combinación de ellos. Adoptar este tipo de enfoque abre paso a dos líneas de investigación. En prim er lugar, dada la infinidad de comunicaciones significativas posibles y de (mal)entendidos habilitados por la sem iosis, ¿cómo afectan los factores extrasemióticos y sem ióticos a la variación, selección y retención de la sem iosis y de sus prácticas concomitantes, a la hora de reproducir y transform ar las form a ciones sociales capitalistas? Por ejemplo, ¿qué rasgos semióticos facilitan la selección de la economía basada en el conocimiento de entre otras muchas imágenes alternativas como discurso hegemónico de la economía posfordista?, ¿y cómo ha quedado dicha imagen incrustada en una amplia gama de institucio nes, formas organizativas y prácticas sociales, de forma que emerja algo parecido a un régimen de acumulación y un modo de regulación posfordistas coherentes? En segundo lugar, dadas las contradicciones, dilemas, indeterminación e improbabi lidad general de la reproducción capitalista, especialmente durante sus crisis recurrentes, ¿qué papel desempeña la semiosis en la construcción material y lin güística, y en la estabilización temporal de las formaciones sociales capitalistas? Por ejemplo, ¿cómo han dotado de sentido de dirección estratégica los diferentes discursos asociados a la economía basada en el conocimiento a los intentos de resolver la crisis del fordismo, contribuyendo de este modo a construir (y no sólo XLV
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lingüísticamente) el régim en de acumulación posfordista y su modo de regula ción? Al emprender estas dos líneas de investigación, el enfoque de la economía política cultural trata de evitar las tentaciones simétricas de la sociología econó mica blanca y de la economía política dura. Mientras que la primera subsume el análisis económico en las categorías generales del análisis sociocultural, la segunda reifica lo económico y lo considera al margen de los contextos socioculturales más amplios en los que las actividades e instituciones económicas apare cen incrustadas (véase Jessop 2004, 2007). Una cuarta cuestión que se ha revelado crucial para la reinterpretación de la añeja versión del materialismo histórico acerca de la determ inación econó mica en última instancia, es el concepto proveniente de la teoría sistém ica de dominación ecológica. Con él se hace referencia a la capacidad de la lógica de un determinado principio de organización social (en este caso, la lógica del capi tal como orden basado en la acumulación m ediada por el mercado y con ánimo de lucro en el que la forma mercancía se ha generalizado a la fuerza de trabajo) para provocar mayores problemas en otros órdenes institucionales y en el "mundo de la vida” de los que aquéllos son capaces de causarle a él. En el p re sente libro he sostenido que en las form aciones sociales capitalistas es la lógi ca de la acumulación la que normalmente resulta ecológicamente dominante (obsérvese que esto nada tiene que ver con la ecología política en la form a en que se utilizó antes, sino que se refiere al dominio relativo de un determinado principio de organización social en una ecología de órdenes institucionales autoorganizados). Cuando escribí el libro todavía no estaba claro en qué m edi da la administración Bush trataría de sustituir la acumulación de capital por un principio diferente ~-la guerra contra el terror—en la organización de la socie dad norteamericana, y en su pretensión de reordenar la sociedad mundial. En los años que han trascurrido desde entonces, hemos asistido a un choque cada vez más violento entre estos dos principios, y a las crisis provocadas por cada uno de ellos en sus propios térm inos (extralimitación m ilitar y retroceso) y la masiva crisis provocada por un énfasis unilateral en la lógica del valor de cam bio en la variante neoliberal del capitalismo contemporáneo. He comenzado a estudiar con mayor detalle este asunto, pero se trata, sin duda, de algo que requiere un trabajo mucho más intenso (véase Jessop 2007b). Un quinto tema ha adquirido una enorme importancia desde la publica ción de El futuro del Estado capitalista. Me refiero a la relación entre la geoeconomía y la geopolítica, y a la preocupación por el resurgim iento del m ilitarism o y del imperialismo. El libro se centra en la form a "norm al” de los Estados del capitalismo avanzado y en sus interrelaciones, y analiza fundamentalmente las XLVI
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dimensiones económicas de las form aciones estatales. No se ocupa, pues, de los Estados de excepción, es decir, de aquellos en los que se ha suspendido el principio de representación electoral como base de la legitimidad, ni incluye en su análisis a los Estados capitalistas dependientes. Y ello porque, al exam i nar la cambiante naturaleza del tipo capitalista de Estado, trataba de determinar su adecuación formal a los también cambiantes regímenes de acumulación y modos de regulación del capitalismo avanzado. Seguía en esto a Marx al conside rar la adecuación formal en términos de correspondencia entre las diferentes formas de la relación de capital, de modo tal que en un determinado conjunto de formas puede ser juzgado el mejor marco para la realización completa de la dinámica general de acumulación de capital. En este sentido, Marx consideró la producción fabril (maquinofactura) como la forma adecuada para el proceso de trabajo capitalista, por oposición a la cooperación simple o compleja en la manu factura; estudiq al dinero como forma adecuada del valor por oposición al true que, y como forma adecuada del capital frente a los activos concretos que tienen que ser valorizados siguiendo temporalidades específicas en lugares concretos; e in terpretó la democracia burguesa como la forma adecuada de organización políti ca en las formaciones sociales capitalistas consolidadas. Un aspecto de esta "adecuación formal” es que, en todos los casos, la forma en cuestión facilita tanto la acumulación de capital y/o la dominación política de clase, como sirve para ocultar este hecho disfrazando esta explotación económica y/o este ejercicio del poder de clase. El aforismo de Moore sobre la teoría marxista del Estado capita lista reñeja estas ideas: "cuando la explotación adopta la forma de intercambio, la dictadura tiende a tomar la forma de democracia” (Moore 1957: 85). En este espíritu, he analizado la adecuación form al del cambiante tipo capitalista de Estado y he propuesto que un régim en posnacional de trabajo schumpeteríano estaría reemplazando tendencialm ente al Estado nacional de bienestar keynesiano como la forma más adecuada de Estado. El futuro del Estado capitalista nunca pretendió, como he señalado reiteradamente, ocupar se de los rasgos genéricos del tipo de Estado capitalista (tales como su m ono polio constitucional de la fiscalídad o de la coacción organizada) ni, lo que resulta incluso más evidente, referirse a cada tipo de Estado en una sociedad capitalista, sean éstos formalmente adecuados o no. Ello ha provocado una d es atención sistemática a las perm anentes tendencias hacia el excepcionalismo en el tipo capitalista de Estado y hacia la permanente tentación de complementar (o, incluso, reemplazar) la competencia mediada por el mercado con la coer ción extraeconómica en las relaciones exteriores entre Estados. Con todo, ya Poulantzas (1978) había destacado la intensificación de las tendencias de crisis XLVII
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genéricas del capitalismo durante la crisis del capitalismo de posguerra y el consi guiente incremento de los rasgos de excepcionalidad del Estado capitalista. Dicha tendencia resulta hoy, quizá paradójicamente dado su estatus de superpotencia única, especialmente clara en la economía y en el Estado norteamericanos. De hecho, dado su déficit democrático y su invocación de la "guerra contra el terror” , el Estado norteamericano actúa cada vez menos como uno de tipo capitalistay pro gresivamente cada vez más como un Estado en una sociedad capitalista que ha sido secuestrado por intereses parciales. Lo cual se refuerza en términos geoeconómicos por la lucha por el control sobre las mercancías estratégicas (como el petróleo) situadas en los así llamados Estados débiles, fallidos o delincuentes y, en términos geopolíticos, por el desafío aúna debilitada hegemonía (por oposición a dominación) norteamericana por parte de las potencias económicas y militares emergen tes. La crisis en la ecología política antes señalada, resulta, en este sentido, un factor agravante adicional por las variadas formas en las que emerge e impacta sobre las dinámicas del capitalismo y la forma de vida norteamericanos. Tengo planeado desarrollar un proyecto de investigación durante los próximos cinco años para estudiar a Estados Unidos desde el punto de vista de una cada vez más intensa crisis en el tipo de Estado capitalista y el correspondiente giro hacia una nueva forma de excepcionalismo dentro y fuera de sus fronteras.
PO SD ISC IPLIN A RIED A D Considerando la amplia gama de influencias teóricas que se combinan en el presente libro y la exposición de sus nuevas preocupaciones sustantivas, no debería resultar sorprendente que lo considere un análisis posdiciplinar. Marx pudo perm itirse el lujo de trabajar en una era predisciplinaria en la que las principales ciencias sociales no habían sido institucionalizadas en Europa y Norteamérica. Hoy, en cambio, debemos aspirar a superarlas barreras intelec tuales que se derivan de las disciplinas dominantes con sus anticuadas catego rías, sus preocupaciones epistém icas y sus desviaciones ideológicas. Hay estudiosos y escuelas que tratan de hacerlo mediante un enfoque pluri o interdisciplinar que com bina las categorías de dos o más disciplinas para crear una reflexión más com pleja y no aditiva de un cierto problem a teórico. Un buen ejemplo de este tipo de solución lo encontramos en el enfoque reguladonista, aunque a menudo resulte limitado y unilateral al privilegiar teóricamente cier tas categorías económicas relativamente sofisticadas frente a consideraciones más débiles del momento político y, peor aún, del semiótíco de las relaciones XLVIII
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capitalistas. En términos más generales, aunque la pluri o la interdisciplinariedad constituyen un punto de arranque útil para el estudio de problemas complejos, resulta preferible adoptar un enfoque trans y/o posdiscipinar. En ellos se toma autoconciencia de las limitaciones tanto epistémicas como ontológicas de las dis ciplinas heredadas, además de estar explícitamente orientadas a los problemas en lugar de quedar confinadas por las anteojeras disciplinarias. En este sentido, estos enfoques reconocen la naturaleza convencional y las limitaciones inherentes a cada disciplina y a la disciplinariedad en su conjunto, y están abiertos a nuevas ideas que pueden resultar inconsistentes o inconmensurables para cualquiera de las disciplinas establecidas. Lo que distingue la post de la transdísciplinariedad dentro de este enfoque, por lo demás compartido, es su rechazo de principio a la legitimidad de los límites disciplinares establecidos. La posdisciplinariedad comienza por identificar problemas concretos independientemente de cómo resultarían, en su* caso, clasificados por las diferentes disciplinas; y procede, a continuación, a movilizar, desarrollar e integrar los conceptos, metodologías y saberes adecuados para hacer frente a tales problemas sin tomar en consideración los límites disciplinares. Esto, sin embargo, no equivale a una licencia para embarcarse en una reyerta conceptual antidisciplinaria en la que "todo vale” , que conducirla normalmente al eclecticismo o la incoherencia. Por el contrario, se trata de un desafío para acercarse lo más posible a la reproducción de lo real con creto como concreto en el pensamiento. Gomo tal, la posdisciplinariedad es un camino de perfección y, consecuentemente, un horizonte último para el trabajo teórico que se aleja continuamente cuando nos acercamos a él. Pero es, con todo, la inspiración de El futuro del Estado capitalista y, dado el carácter necesariamente incompleto de toda investigación posdiciplinar, también de mi trabajo actual. De hecho, he abierto esta introducción señalando que el trabajo posterior de crítica de la economía política deberá incluir también una contribución a la crítica de la ecología política. E incluso la integración con éxito de este momento fundamental del capital como relación social, seguiría dejando abiertas ulteriores cuestiones que deberán integrarse en la siguiente ronda de problematización, investigación teórica y análisis empírico.
CONCLUSIONES En esta introducción he tratado de situar El futuro del Estado capitalista en los términos de m i propio desarrollo teórico y de identificar algunas nuevas preo cupaciones teóricas que aparecen im plícita o explícitamente reflejadas en el XLIX
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texto, señalando las líneas emergentes de investigación que requieren de mayor elaboración. Como indicó en cierta ocasión Nicos Poulantzas, nadie que haga teoría está nunca totalmente al día de su propia evolución teórica. Esto es sin duda cierto en mi caso, con un desarrollo irregular, residuos teóricos, avan ces incompletos, persistentes indeterm inaciones y áreas de desatención. De ahí que resulte incluso más importante abrirse y abrir el propio trabajo al p ro ceso de crítica teórica e ideológica en el mundo político y académico, al igual que la permanente autocrítica que se genera al reflexionar sobre las disconti nuidades entre teoría y práctica. Esto no garantiza que una futura ronda de teo rización conducirá nuestro trabajo a su perfecta conclusión, pero sí apunta a que la naturaleza y expresión del desarrollo desigual del proyecto intelectual propio se modificará. Es por esta expectativa por la que quedo especialmente agradecido a Antonio de Cabo, Aniza García y Juan Garlos Monedero por el cui dado con el que han emprendido la versión en castellano del presente trabajo, con la esperanza de que servirá para abrir nuevos debates. Y no sólo para lograr una m ejor com prensión de las contradicciones y dilemas de la relación de capital, sino para contribuir a forjar una base más sólida para las prácticas poli" ticas futuras para cambiar un mundo dominado por el rodillo de la acumula ción de capital mediada por el mercado y con ánimo de lucro. ROBERT JESSO P Lancas ter jo
de septiembre de 3008
NOTAS *• Sobre la posdiciplinariedad, véase Jessop y Sum ?ooi. Sigo aquí a Polanyi (198?.) al distinguir entre actividades económicas sustantivas relativas al "apro visionamiento" material y actividades económicas formales con ánimo de lucro, mediadas por el mercado y calculadas en términos formal-racionales.
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Method,
O xford: B lackw ell.
LI
a g r a d e c im ie n t o s
Además de los tres gigantes, Gramsci, Poulantzas y Luhmann, sobre cuyos hom bros intelectuales he tratado de alzarme para desarrollar mis argumentos y cuya contribución se explica en la Introducción, he contraído también muchas otras deudas personales al escribir este libro que me gustaría reconocer ahora. Se lo debo a los investigadores y a los amigos con los que he compartido o, al menos, debatido estas ideas durante muchos años. Señalar cuáles han sido de mayor influencia resultaría odioso, además de que, por otra parte, ellos ya saben de quiénes se trata. Por tanto, me limitaré a señalar a los que merecen especial m en ción, por diferentes razones, grandes y pequeñas: Elmar Altvater, Ash Am in, Bjorn Terje Asheim , H enrik Bang, Jen s Bartelson, Mats Benner, W erner Bonefeld, Robert Boyer, Neil Brenner, Terrell Carver, Hee-yeon Cho, MyungRae Cho, Simón Clarke, Chris Collínge, Ryan Conlon, Robert Delorme, Alex Demirovic, Frank Deppe, Bülent Diken, Gérard Duménil, Josef Esser, Norman Fairclough, Steve Fleetwood, Ann Haila, Colín Hay, Jer2y Hausner, Joachim Hirsch, John Holloway, Garsten Jensen, Jane Jenson, Joo Hyoung Ji, Martin Jones, Tetsuro Kato, Eleonore Kofman, Ernesto Laclau, Patrick Le Galés, Alain Lipietz, Gordon MacLeod, Rianne Mahon, Birgit Mahñkopf, James Martin, Margít Mayer, Marguerite Mendell, Tímothy Mitchell, Lars Mjoset, Ghantal Mouffe, Yoshikazu Nakatani, Klaus Nielsen, Claus Offe, Joe Painter, Leo Panitch, Ove Kai Pedersen, Markus Perkmann, Sue Penna, Jam ie Peck, Sol Picciotto, LUI
AGRADECIMIENTOS
Moishe Postone, Martin Rhodes, John Roberts, Ralf Rogowski, Andrew Sayer, Takeshi Shinoda, George Steinmetz, Gerry Stoker, Gunther Tetibner, Adara Tickell, Bruno Théret, Adam Tickell, Chao-Ming Tseng, Constantine Tsoukalas, John Urry, Jenn-hwan Wang, Helmut Willke y David Wolfe. Ninguno de ellos posee responsabilidad alguna por los errores que hay en el libro; de hecho, sólo dos de ellos han llegado a leer uno solo de sus muchos borradores en su integri dad, y pocos son los que han seguido su tortuoso desarrollo de principio a fin, aunque, pese a todo, sí hayan contribuido a mejorarlo con su influencia en las diferentes fases de su gestación, Del mismo modo, he disfrutado inmensamente del estímulo, las críticas y, en ocasiones, la más absoluta incomprensión, por parte de innumerables investigadores y estudiantes durante todos estos años. También quisiera agradecer el apoyo institucional en diferentes m om en tos al Zentrum für Interdiszíplináre Forschung en la Universidad de Bielefeld por su beca de un año como parte de un proyecto de investigación conjunto sobre Staatsaufgaben (19 8 8 -9 ); a la U niversidad de M anchester por su Hallsworth Sénior Research Fellowship (19 9 6 -7 ); a la Sociedad Japonesa para la Promoción de la Ciencia por una productiva visita de dos meses a la Universidad Hitotsubashi, Tokio (1997); al Consejo de Investigaciones Sociales Danés por una Cátedra de Investigador visitante en la Universidad de Rosküde (19 9 7-8 ); y al Centro para la Organización y la Gestión de la Escuela de Negocios de Copenhague, por su ayuda en toda una serie de visitas académicas. Muchas de las ideas que se exponen aquí tom aron form a durante un proyecto de investigación de tres años sobre desarrollo económico y gobernanza local financiado por el Consejo de Investigaciones Económicas y Sociales (Reino Unido) con la beca L3ns>53o32Quisiera agradecer a David Held su interés y compromiso desde el m o mento en que comencé este libro. Expresar mi gratitud a Lynn Dunlop y Rachel Kerr por su estímulo permanente y sus educadas respuestas a m is cada vez menos creíbles excusas para no term inarlo. Y agradecer a Sarah Dancy por su sensata tarea de edición. Por último, la.influencia más importante en m í vida durante estos últimos doce años ha sido N gai-Ling Sum. Además de mi constante compañera in te lectual durante los mismos, ha demostrado ser tam bién mi m ejor amiga y una abnegada compañera. A ella va dedicado este libro con el más cálido afecto y el más profundo aprecio por tantas cosas. ROBERT JESSOP Lancaster
L IV
a b r e v ia t u r a s
BsB BsC CAEM CE G2B GATT EBC ENBK FMI I+D OCDE OIT OMC ONG OPEP RPTS TIC TLCAN UE UME
Transacciones entre em presas Relaciones entre empresas y consumidores Consejo para la Asistencia Económica Mutua Comisión Europea Transacciones entre las adm inistraciones y las empresas Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio Economía Basada en el Conocimiento Estado Nacional de Bienestar Keynesiano Fondo Monetario Internacional Investigación y Desarrollo Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico Organización Internacional del Trabajo Organización Mundial del Comercio Organización No Gubernamental Organización de Países Exportadores de Petróleo Régimen Posnacional de Trabajo Schumpeteríano Tecnologías de la Inform ación y de la Comunicación Tratado de Libre Comercio de Am érica del Norte Unión Europea Unión Monetaria Europea
INTRODUCCIÓN
Este libro es el producto de muchos años de reflexión intermitente sobre el E s tado capitalista y su papel en el capitalismo de posguerra. Supone un intento sistemático de ir más allá de las críticas constructivas a otras corrientes teó ricas con el fin de presentar m i propio análisis del Estado capitalista realm en te existente. Su principal objetivo es el de establecer el fundamento teórico para un programa de investigación del Estado de tipo capitalista en el capitalis mo contemporáneo, y no el de presentar un repaso detallado de los regím enes políticos particulares. Con tal fin, se fija un programa de investigación y se muestran algunas conclusiones p relim inares sobre las formas, funciones y e fi cacia-tod as cambiantes— de la política económica y social en los Estados capi talistas occidentales avanzados durante los últim os 50 años. Es más, aun reconociendo que éste es un tema que sigue abierto, este libro también se refiere a su posible desarrollo futuro. El análisis que se ofrece en este libro está inspirado en la crítica de Marx a la economía política previa a la existencia de la m ism a como disciplina, pero recurre también a una amplia gama de investigaciones y estudios realizados por los científicos sociales después de la existencia de la misma. Partiendo de las características básicas del capitalismo como modo de producción y objeto de regulación, subráyalas escasas probabilidades de estabilidad que tiene la acu mulación de capital cuando se basa exclusivamente en las fuerzas de mercado.
INTRODUCCIÓN
A continuación, se analizan las principales contribuciones del Estado de tipo capitalista y de otros m ecanism os diferentes al mercado a la hora de asegurar las condiciones previas esenciales para la acumulación. Las características básicas del capitalismo como modo de producción y objeto de regulación asu men distintos patrones en las distintas variedades y etapas del capitalismo. El aparato y el poder del Estado son factores cruciales para m odelar la dinámica de acumulación, pero a su vez son modelados por esa dinámica. Para ilustrar estos argumentos, me centraré, prim ero, en la forma de Estado que se desarro lló después de la Segunda Guerra Mundial en las economías capitalistas avan zadas integradas en el fordism o atlántico; después reflexionaré sobre su desarrollo reciente, especulando sobre las perspectivas que le aguardan tras la crisis en el fordism o y del fordism o a partir de la década de 1970. Analizo, pues, la forma general del Estado de posguerra, sus variables específicas y sus contribuciones a la reproducción económ ica y social. Interpreto esta forma de Estado como un régim en político dotado de esp ecifi cidad histórica, que se corresponde (en form as complejas que serán exam ina das en capítulos sucesivos) con una concreta etapa histórica de la acumulación de capital, en un espacio económico y político particular dentro de la economía mundial. Con el fin de resaltar su especificidad histórica, caracterizo esta forma de Estado recurriendo a tipos ideales (o estilizados), tales como el Estado nacional de bienestar keynesiano (en lo sucesivo EN BK). Cada uno de los cuatro térm inos empleados para definir este tipo ideal está unido a una dim en sión básica de la reproducción económica y social. A continuación, estudio las tendencias a la crisis del ENBK en estas cuatro dim ensiones y formulo algunos comentarios sobre los intentos de resolverlas o trascenderlas a través del método ensayo-error. El capítulo final recoge todos los argumentos anteriores para tratar de identificar una forma plausible —aunque todavía emergente— del tipo de Estado capitalista que, de forma desigual y a velocidades distintas, está sustituyendo al ENBK. Desde hace ya tiempo se considera que, por suerte o por desgracia, los ENBK que se desarrollaron en muchas sociedades capitalistas avanzadas durante el auge de posguerra sufren algún tipo de crisis, si es que no están ya en estado terminal. Sobre lo que, en cambio, no existe tal acuerdo, es en lo referente a la naturaleza y causas exactas de esta crisis o sobre lo que podría o debiera sustituir a esta forma particular de Estado y a su modo de regulación. Si la crisis del ENBK es, esencialm ente, una crisis en ese régim en y en, su papel en la reproducción del régimen, de acumulación al cual está unido, entonces dicho papel podría ser restaurado mediante reform as graduales en uno o en ambos
INTRODUCCIÓN
sin modificar su form a básica de organización. Pero, si se trata de una crisis del ENBK, acaso sería necesario un nuevo régim en de reproducción social y eco nómica. Uno de los argumentos más provocativos en este sentido ha sido fo r mulado por Claus Offe quien, al escrib ir sobre cómo han obligado las crisis, su gestión y resolución a ajustar las agendas políticas, ha señalado que "sí bien el capitalism o no puede coexistir con el Estado de bienestar social, tam poco puede existir sin él” (1984: 15 3; cursivas del autor). En el último capí tulo vuelvo sobre este argumento para sugerir una solución a la "paradoja de Offe” . Al relacionar m i análisis del Estado de bienestar keynesiano con el capita lismo, no pretendo dar a entender que las form as y funciones del Estado estén de alguna forma determinadas en última instancia —y mucho menos en p rim e ra—por algún tipo de lógica totalmente autónoma inscrita en el capitalismo. En realidad, lo que m i análisis pretende es apartarse de una interpretación econó mica simplista del Estado. Y lo hace principalm ente de tres maneras. En p r i mer lugar, adopta una interpretación de lo económico mucho más amplia de lo que es habitual en el análisis económico convencional-, en segundo lugar, sos tiene que la economía, tanto si se toma en sentido amplio como en sentido estricto, está constituida también por lo que convencionalmente se consideran factores extraeconómicos; y, en tercer lugar, identifica importantes límites estratégicos y estructurales a la determ inación económica. Estos dependen de lo relativamente irreductible de otros órdenes institucionales, al igual que de la resistencia que ofrece una amplia gama de fuerzas sociales dentro y fuera del sistema económico. En particular, además de m ostrar cómo la dinámica de las formas y funciones del Estado está modelada por los cambios en la acumula ción del capital, señalo también que el proceso de acumulación está también constituido, a su vez, por muchos otros procesos, incluyendo la dinámica de las formas y funciones del Estado. Por ello, me concentro en el acoplamiento estructural y en la coevolución de los regím enes de acumulación y de los regí menes políticos, y en cómo se ven influidos por las pretensiones de distintas fuerzas sociales de dirigir su desarrollo individual o conjunto. A la vista de m is anteriores trabajos, me parece oportuno realizar tres advertencias a los lectores para que sepan qué deben (o no deben) esperar de este estudio. En prim er lugar, no es un manual de economía política marxista ni de teoría m arxista sobre el Estado. Aunque me baso en gran medida en la crítica de Marx a las categorías económicas de la economía política y en su aná lisis del modo de producción capitalista (lamentablemente incompleto), no estamos ante el último de los muchos intentos de reconstruir el materialismo 3
INTRODUCCIÓN
histórico. Por consiguiente, no tiene ninguna pretensión ontológica,. episte mológica o metodológica de carácter general. Tampoco he intentado desarro llar un an álisis sistem ático del capitalism o, que com ience p or sus determinaciones más abstractas y sencillas y continúe con un recuento dialéc tico y gradual del mercado capitalista mundial actual en todos sus concretos y complejos detalles. Por el contrarío, introduzco sólo aquellas categorías eco nómicas necesarias para mi propósito marcado, ignorando muchas de las que serían necesarias para un análisis principalm ente económico del capitalismo contemporáneo. Asim ism o, aunque me he inspirado en la rica tradición de la teorización marxista del Estado, este trabajo no tiene por objeto comentar detalladamente dichas teorías, sino que —dando por sentadas las críticas que he formulado en otros estudios-—desarrolla solamente aquellos conceptos ana líticos y enseñanzas teóricas que son esenciales para la limitada tarea que me he impuesto. También empleo, cuando me parecen relevantes y compatibles con mi enfoque general, teorías procedentes de otras tradiciones, especial mente de los estudios institucionalístas sobre el Estado. Por otro lado, dado que esta obra se centra en la política económica y social, deja de lado im por tantes aspectos del Estado capitalista. Los más notables son los aparatos m ili tares y policiales, sus cambiantes form as y funciones, la naturaleza de la guerra moderna y las relaciones de todos ellos con el sistem a estatal en general. En segundo lugar, este libro no es un manual sobre el Estado de bienestar. Lo que convencionalmente se incluye bajo dicha rúbrica se refiere solamente a una de las cuatro dim ensiones de las form as y funciones del Estado que son de interés para este estudio. Es más, incluso en lo que se refiere a esa única dim ensión—-la política social— se enfoca principalm ente en térm inos del papel del Estado en la reproducción social de la fuerza de trabajo, ignorando muchos otros aspectos importantes del bienestar. Así, aunque menciono el género, el origen étnico y la "raza” como aspectos clave de las selectividades estratégicas de los modos de regulación, de la división social del bienestar y de la matriz institucional del Estado, no son éstos los temas centrales de estudio de este tra bajo. Esto se debe a que su objeto principal es desarrollar un análisis de la forma Estado y de su intervención, y no ofrecer análisis institucionales concretos de regím enes de bienestar específicos ni repasos detallados de los resultados concretos de los mismos. En este contexto más limitado es donde realizo mi examen de la política social. Así, pues, mi punto de partida son las form as sociales específicas, la medida en la que están —o podrían llegar a estar— rela tivamente unificadas en una formación social dada (que es el térm ino analítico formal que prefiero en vez de la categoría convencional de "sociedad” , cargada 4
INTRODUCCIÓN
de ideología y sometida a debate teórico), y los modos en. los que la forma pro blematiza la función en lugar de garantizarla (sobre este último aspecto, véase Jessop 1983). Lo que presenta mayor interés son los efectos de la dominación (siempre tendencial, siem pre socialmente reproducida) de form as sociales partículai’es (especialmente, las vinculadas al capital como relación social) sobre la im probable reproducción de la acumulación de capital (incluyendo la reproducción de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia) y la tendencia a la aparición de una naturaleza burguesa en las form aciones sociales contem po ráneas. Este objetivo particular no significa que no haya otras cosas que valdría la pena decir acerca de las relaciones sociales desde un punto de vista teórico, empírico o normativo, sino que dejo dicha tarea para los demás (o, quizá, para mí mismo pero en otra ocasión). En tercer lugar, este libro no quiere contribuir de manera directa al cre ciente volumen de investigación comparada que, de manera empírica y con base teórica, estudia los capitalismos y los regím enes de bienestar u otras ten dencias del nuevo programa de investigación institucionalista. De cualquier forma, he aprendido mucho de dicha literatura, y espero que m is reflexiones críticas sobre la economía política de los regím enes de acumulación y sobre el papel de los Estados capitalistas en su reproducción influyan, a su vez, en dicho programa de investigación. Ahora bien, mi objetivo en esta obra, fundam ental mente analítico-form al, sigue siendo relativamente abstracto y debe, por con siguiente, dejar abiertos muchos aspectos comparativos concretos. En este sentido, lo que pretendo es elaborarlos conceptos básicos de un nuevo progra ma de investigación sobre el capitalismo y el Estado capitalista. Espero poder refinar este análisis en un futuro inform e de investigación colectivo en el que se comparen Gran Bretaña, Dinamarca, Alem ania y Suecia, y que podría servir para demostrar en qué forma puede aplicarse el enfoque actual a estudios de caso específicos. Al analizar el Estado capitalista y su futuro en este y en otros textos, me he inspirado librem ente en tres perspectivas teóricas complementarias que se relacionan con los aspectos discursivos y extradiscursivos del fenómeno eco nómico, del fenóm eno político y de otros fenóm enos sociales: (1) la economía institucional y evolutiva, especialmente el enfoque de la teoría de la regulación dentro de la economía política de la economía capitalista; (2) un enfoque, in s pirado principalm ente en Gramsci y Poulantzas, de la política y de la economía política del Estado; y ( 3) el análisis crítico del discurso y otros enfoques análo gos de la constitución discursiva de las relaciones económicas y políticas (así como de otras relaciones sociales). Una de las principales razones por las que 5
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estas perspectivas pueden considerarse complementarias, es porque todas ellas se fundamentan en una ontología, una epistemología y una metodología críticas realistas. Además, al explorar la evolución conjunta de los aspectos políticos y económicos de los ENBK y su posible sustitución, me baso también en (4) ciertos análisis recientes de los sistem as de autoorganización (o auto poíéticos) y de los problem as de gobernanza planteados por la interdependen cia de una pluralidad de sistem as auto organizativos. Aunque generalmente se considera que las teorías autopoiéticas tienen «na base teórica constructivista, creo que es posible apropiarse de ellas e integrarlas en un análisis realista c rí tico. A. continuación presentaré un esbozo de la relevancia de estos cuatro modos de investigación. En prim er lugar, en lo que concierne al capitalismo, el enfoque de la regu lación sugiere que las fuerzas del mercado son sólo uno de los factores que con tribuyen a la expansión capitalista. Los partidarios del enfoque regulacionista rechazan el supuesto clave de la economía clásica, según el cual existe una e sfe ra de relaciones económicas claramente delimitada que está socialmente desin crustada y tiende al equilibrio general. Por el contrario, subrayan que la racionalidad y la dinámica económica no pueden analizarse de form a adecuada —ni siquiera como una prim era aproxim ación—, exclusivamente en térm inos de relaciones de intercambio dentro de mercados perfectos. También niegan que el intercambio sea impulsado únicamente por una conducta economicista dirigida a la maximización que aplicarían individuos inherentem ente raciona les, con preferencias estables y previamente dadas, y orientados tan sólo por el mecanismo de precios y sus im plicaciones para las ganancias y pérdidas in d i viduales. A los regulacionistas, en cambio, les interesa la naturaleza social mente incrustada y socíalmente regulada de las econom ías capitalistas, y no los fenóm enos autorregulados del mercado puro; y lo mismo ocurre con las n or mas económicas y los modos de cálculo cambiantes, frente al egoísmo transhístórico de un Homo economicus que sería, supuestamente, el sujeto activo de , todas las economías, tanto precapitalistas como capitalistas. El enfoque de la regulación analiza el capitalismo de form a muy amplia, examinando su anato mía como "econom ía integral” o "econom ía en sentido inclusivo” . Vistas en térm inos integrales o inclusivos, las form as específicas de capitalismo pueden interpretarse como "régim en de acumulación + modo social de regulación” , f Comprende un conjunto socialm ente incrustado, socialm ente regulado y estratégicamente seleccionado de instituciones, de organizaciones, de fuerzas sociales y de acciones, organizado alrededor de la reproducción ampliada del capital como relación social (o al menos involucrado en ella). Por lo general, 6
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este conjunto adquiere su coherencia —en la medida en que llega a disponer de ella—, dentro de los límites de un acuerdo social que varía históricamente en sus dimensiones espaciales y tem porales. Este arreglo espaciotemporal contri buye a asegurar el equilibro siem pre parcial, provisional e inestable del com promiso aparentemente necesario para consolidar un régim en de acumulación y su forma de regulación. Es en estos térm inos en los que sitúo el papel de los ENBK en la reproducción económica y social ampliada del capitalismo (para el enfoque regulacionista, véanse especialmente Boyer 1990; Boyer y Saillard 2002; Jessop 1997). En segundo lugar, considero al Estado una relación social. Aquí sigo a Antonio Gramsci, comunista italiano anterior a la Segunda Guerra Mundial, y a Nicos Poulantzas, teórico marxista griego posterior a la misma. El primero propuso una definición inclusiva de Estado en su sentido integral, entendién dolo como "sociedad política + sociedad civil” (Gramsci 19 7 1); el segundo ana lizó el poder del Estado como una condensación cuya form a está determinada por el equilibrio de las fuerzas políticas que operan dentro y más allá del Estado (Poulantzas 1978). Combinando sus ideas, el Estado puede definirse como un conjunto de instituciones, organizaciones, fuerzas sociales y actividades, incrustadas y reguladas socialmente, seleccionadas de m anera estratégica y organizadas alrededor de la toma de decisiones que son vinculantes colectiva mente para una comunidad política im aginaria (o que, al menos, están involu cradas activamente en esa toma de decisiones). A su vez, el poder del Estado puede entenderse como una relación de poder que es mediada por y a través de este conjunto institucional. El poder no es ejercido por el Estado como tal: el Estado no es un sujeto. Tampoco se origina enteramente en el Estado mismo o en el personal del Estado, sino que depende del equilibrio de fuerzas tanto dentro de la sociedad entendida en sentido amplio, como dentro de los propios aparatos del Estado. Otros asuntos importantes que pueden extraerse de la obra de Gramsci son la hegemonía, el bloque histórico y el papel de los intelec tuales. Gramsci define la hegemonía como el ejercicio de un liderazgo político, intelectual y moral dentro y sobre un espacio político dado, de m anera tal que se logre que las fuerzas e instituciones sociales se ajusten a los requisitos de la reproducción capitalistá en un periodo determinado. Guando la hegemonía se ejerce con éxito, se refleja en lo que Gramsci denomina bloque histórico. A estos efectos, un bloque histórico puede definirse como una correspondencia contingente e históricam ente específica entre las dim ensiones económica, jurídico-política y ética de una form ación social dada. Apoyándome en la p io nera obra de Gramsci, sostendré que en el ejercicio de la hegemonía y en la 7
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construcción de un bloque histórico, desem peñan un papel clave los intelec tuales que desarrollan estrategias económicas, proyectos de Estado y visiones hegemónicas alternativas, y que por ello pueden ayudar a consolidar el equili brio inestable del compromiso entre distintas fuerzas sociales alrededor de un orden económico, político y social dado. También me inspiro en estas ideas cuando estudio las bases sociales de los distintos regímenes de bienestar y su papel en la consolidación de regím enes específicos de acumulación y de sus correspondientes modos de regulación (en lo referente a la teoría del Estado, véanse Jessop 19 8?, 1 9 8 5 ,19 90b y 2001a). En tercer lugar, inspirado por el análisis crítico del discurso y por algunas obras recientes acerca de los rasgos narrativos del mundo social, subrayo la contribución del discurso a la construcción de la economía capitalista como objeto de regulación, al igual que del Estado nacional como conjunto institu cional imaginario. También insisto en la incrustación cultural y social de las instituciones económicas y políticas y de las relaciones de poder. A sí, la economía, como objeto de regulación, es considerada como un sistem a narrado im a ginariam ente al cual se otorgan lím ites específicos, condiciones de existencia, agentes económicos típicos, tendencias y contratendencias, así como una dinámica general característica. El sistema estatal es tratado como una entidad política im aginaria con sus propios lím ites específicos, con sus condiciones de existencia, sujetos políticos, tendencias de desarrollo, fuentes de legitimidad y proyectos de Estado. Naturalmente, tam bién resulta muy relevante el análisis del discurso para el análisis de la hegemonía. Cuando subrayo los momentos discursivos de la economía y del Estado, no pretendo afirm ar que, en cierto sentido, son "m eram ente” discursivos y que no tienen materialidad institucio nal alguna. Por el contrario, lo que me propongo es resaltar dos aspectos. En prim er lugar, que las relaciones económicas y políticas son tan complejas que cualquier acción orientada hacia ellas necesita un cierto grado de sim plifica ción discursiva (y por ello un im aginario económico o político) que constituya ciertos subconjuntos específicos de relaciones sociales que actúen como su horizonte de acción social, m aterial y espacíotemporal. En este sentido, en la sociedad contemporánea existen muchos im aginarios económicos y políticos que compiten por la hegemonía o, al m enos, por una posición dominante. Dichas sim plificaciones discursivas desem peñan un papel clave, a su vez, en la siem pre tendencial constitución y consolidación de los sistem as económicos, políticos y de otros sistem as, modelando las form as de su separación institu cional y su posterior articulación. A sí, aunque la dinámica de la economía capi talista se ha desarrollado desde hace mucho tiempo dentro del marco de un
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mercado mundial más o menos amplio y cambiante, con frecuencia sigue con cibiéndose como una serie de economías nacionales o regionales demarcadas de manera más o menos clara. Los recientes discursos acerca de la globaliza ción suponen un cambio en las interpretaciones económicas o políticas, y se reflejan tanto en la reestructuración de las relaciones económicas y políticas como en la reoríentación de sus estrategias. De este modo, contribuyen a modificar la materialidad institucional y el sesgo estratégico de los regím enes de acumulación y de los marcos políticos relacionados con ellos. A fin de demostrar la contribución clave de los discursos a la rem odelación global de las estructuras y estrategias económicas y políticas en diferentes contextos y coyunturas, emplearé argumentos sim ilares en otros ámbitos del análisis eco nómico y político (respecto al análisis crítico del discurso, véanse especialmente Fairclough 1992 y 2000). Cuarto, al explorar las interconexiones institucionales y sociales entre lo económico y lo político, me baso en las teorías de la autoorganización. Mi fuen te inicial de inspiración fue el análisis de Marx sobre la auto valorización del capital, es decir, la capacidad del capital para reproducirse a través de la re in versión rentable de beneficios anteriores, según se desplaza repetidamente a través de lo que Marx denominó el circuito del capital. No obstante, sí bien Marx limitó su análisis de la autoorganización principalm ente al modo de p ro ducción capitalista, vale la pena considerar algunos otros sistemas potencial mente auto organizativos (o autopoiéticos) de im portante significación para él orden social en las sociedades modernas. Entre estos sistem as se cuentan el sistema jurídico, el sistem a político, la ciencia, el sistem a educativo, la religión y el arte. Cada uno de ellos tiene su propio código de funcionam iento, sus p ro pios principios de organización, sus propias dinámicas institucionales, racio nalidades instrum entales y lógicas de adecuación. En conjunto, forman una ecología autoorganizativa de sistem as instituidos que se desarrollan a través de la interacción entre sus respectivas autonomías operativas y sus interdepen dencias materiales. Este enfoque posee im portantes im plicaciones para los estudios del acoplamiento estructural y de la coevolución de lo económico y lo político con respecto tanto a la acumulación del capital como al ejercicio del poder del Estado. Junto a la esfera del sistem a tam bién existe un mundo de la vida rico y complejo (algunas veces incorrectam ente descrito como "sociedad civil”) que no puede reducirse a dichos sistem as y sus lógicas. Ese mundo de la vida presenta muchos puntos de resistencia a esa lógica, y por derecho propio constituye una esfera importante de conflictos y luchas, así como de reconoci mientos mutuos y de solidaridades (acerca del enfoque de Luhmann sobre la 9
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autopoiesis, véanse Jessop 1990b, Lange y Schim ank 2000, Rasch 2000, Thornhill 200 0 , Willke 1997)A partir de este breve repaso a mis fuentes teóricas principales y a mis preocupaciones fundamentales, habrá quedado claro que los argumentos que desarrolla este libro tienen deudas con muchos estudiosos. Tres de ellos, todos ya desaparecidos, m erecen especial atención. La mayor influencia es, sin duda, la de Nicos Poulantzas. Apenas tuve la oportunidad de conocerlo, pero desde hace mucho tiempo su teoría del Estado y sus análisis más generales han sido para mí una fuente de inspiración. La obra de Antonio Gramscí también me ha influido, especialmente en lo relativo a las conexiones orgánicas entre lo eco nómico y lo político, al desarrollo contingente de los bloques históricos y a la naturaleza relacional del poder. Quizá constituya una sorpresa para muchos lectores, pero también he aprendido mucho de Niklas Luhmann sobre el papel de la teoría de los sistem as en el análisis social. Luhmann hubiese estado en total desacuerdo con el uso que he dado a sus ideas, especialmente con mi intento de hacer una síntesis entre su teoría de los sistem as autopoiéticos y el marxismo que, según él, era una teoría prem oderna totalmente inadecuada para analizar las sociedades contemporáneas. Uno de los objetivos de esta obra es refutar esa afirm ación de Luhmann. El resto del libro aparece organizado en siete capítulos. El capítulo 1 p re senta los principales conceptos teóricos que utilizo en el análisis de la forma del Estado de posguerra dentro de los circuitos del fordism o atlántico, así como en mis especulaciones sobre su futuro. El capítulo 2 esboza la naturaleza de cuatro ámbitos: el fordism o atlántico; el Estado nacional de bienestar keynesiano, que desempeñó un papel prim or dial en la regulación del fordism o atlántico; el acuerdo espaciotemporal más general, que contribuyó a estabilizar el régim en de acumulación fordista atlán tico; y la crisis que emergió en el fordism o desde mediados de la década de 1960. El capítulo 3 explora la naturaleza del posfordism o y sugiere que, tras la incertidumbre inicial acerca de las características fundamentales de un régimen de acumulación posfordista factible, éste está asumiendo gradualmente la forma de una economía del conocimiento globalizadora. La medida en que esto pueda llegar a ocurrir no quedará asegurada por una lógica puramente económica, sino que dependerá de que esté constituida también por fuerzas extraeconómicas que contribuyan a su estabilización y su gobernanza. Es en esos térm inos en los que este capítulo esboza las características principales del posfordismo, las con tradicciones y los dilemas estructurales inherentes a la acumulación de capital,
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y en los que explora las complejidades de la globalización y de las nuevas formas de competencia en la emergente economía del conocimiento. Y concluye con un examen de las funciones que caracterizan al Estado competitivo schumpeteriano que ha venido reemplazando gradualmente al Estado de pleno empleo key nesiano; igualmente se evaluará si esta forma de Estado emergente resulta adecuada para el posfordismo. El capítulo 4 continúa está línea de análisis examinando el rediseño del Estado de bienestar, su papel cambiante en la reproducción social, y la también cambiante articulación entre la política económica y la política social. En p ri mer lugar, estudia con m ayor detalle la especificidad del Estado de bienestar y critica algunos de los principales enfoques alternativos para su reestructura ción, recalibracióny reorientación en respuesta a la crisis económica y a la glo balización. A continuación se examinan tres de los principales cambios en el Estado de bienestar: la creciente subordinación de la política social a la p olíti ca económica, la presión a la baja sobre el salario social considerado como un coste de producción, y la reestructuración del consumo colectivo. También subrayo los lím ites al recorte del bienestar derivados del papel del Estado en la reproducción de la fuerza de trabajo y en las condiciones extraeconómicas para la acumulación, así como de la naturaleza de la política en las democracias capi talistas. El capítulo 5 se centra en los intentos de reescalar el tipo de Estado capi talista como respuesta a la crisis del fordism o atlántico. Tam bién se analizan las nuevas form as de competencia y el surgim iento de una economía globali zadora guiada por el conocimiento. Se identifican igualmente tres tendencias principales en la reestructuración del Estado nacional, junto a sus correspon dientes contratendencias. A continuación, paso a estudiar si el Estado nacio nal tiene todavía un papel importante en la reproducción general de la acumulación de capital y en el m antenim iento de la cohesión social. Concluyo que, a pesar del cuestionamíento de la prim acía del Estado nacional, todavía desempeña un papel importante en la organización de la economía global, del sistema de gobierno global y de la em ergente sociedad civil global. En otras palabras, en lugar de desaparecer, el Estado nacional está siendo reim agínado, rediseñado y reorientado en respuesta a estos cuestionamientos. El capítulo 6 explora las bases materiales para la supervivencia y la coexis tencia de las fuerzas del mercado, de la concertación corporativista y de la coordinación coactiva a lo largo de la historia del capitalismo, abordando des pués algunas tendencias básicas hacia los fallos del mercado, las redes y el Estado. A continuación, examino la crisis del paradigma de la gobernanza de la
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economía mixta que caracterizó al Estado nacional de bienestar keynesiano y la creciente tendencia de la economía globalízada del conocimiento a confiar en formas de gobernanza en red. El capítulo finaliza con algunas observaciones sobre el fallo de la gobernanza, sobre la metagobernanza y sobre el fallo de la metagobernanza como posibles fuentes de futuras tendencias a la crisis en las formaciones sociales capitalistas. El último capítulo recoge las principales líneas de los argumentos p resen tados en los capítulos anteriores. Sostengo que lo que está reemplazando tendencialm ente al Estado nacional de bienestar keynesiano es el régim en posnacional de trabajo schum peteríano5 y señalo que esta nueva forma de Estado podría contribuir a la coherencia estructural de un nuevo arreglo espa cio temporal que sirva para la acumulación de capital. Á continuación, estudio posibles variantes de esta nueva forma de Estado, señalando el modo en que dichas varian tes se enlazan con las d istin tas varied ad es de capitalism o que dependen de sus trayectorias anteriores. Por último, al determ inarla cam biante articulación entre la acumulación de capital y el Estado, propongo una solución a la paradoja de Offe.
NOTAS i. Schumpeterian Workfare Postnational Regime. No hay hasta la fecha una traducción que recoja el con junto de determinaciones de la palabra inglesa. Es muy probable que no sea posible hacerlo, de ahí que se opte por dejar el original Workfare. Éste se construye por analogía sobre welfare. Welfare. a su vez, es la versión reducida de la oración desiderativa "Weli fare you! ” , originalmente, "¡Que tengas un buen viaje!” y, luego, más genéricamente." ¡Que te vaya bien!” . Ya como palabra individual, su senti do se desplazó hacia "bienestar" (a su vez, con una estructura semejante en castellano). La expresión workfare se construye con el final de la palabra ■welfare (fare), quitándole significado y usándolo como derivado. El calco en castellano sería, por tanto, "trabajoestar” lo que conservaría el paralelismo con "bienestar” pero resultaría en exceso extraño e incomprensible. Optamos por la expresión "de traba jo ” como paralela a "de bienestar” (y "trabajista’' para workfarist). El mismo Jessop afirma que "puede describirse (sin duda no muy felizmente y con riesgo de malentendidos) como un régimen de traba jo (workfare), en la medida en que subordina su política social a las demandas de la política económi ca”. Para terminar de complicar la cuestión, el orden de los adjetivos en inglés no es el mismo que en castellano, por lo que la traducción completa de Schumpeterian 'Workfare Postnational Regime exige modificar el orden de palabras, lo que provoca que no haya una correspondencia perfecta con las tablas ni con el orden de exposición en el texto original. [N. de lo sT T J
CAPÍTULO 1
CAPITALISMO Y TIPO DE ESTADO CAPITALISTA
En este capitulo se exponen tres tem as fundam entales que serán elaborados posteriorm ente en el resto del libro. El p rim er tem a se refiere a que ni el capitalism o como un todo ni la relación cap ital-trab ajo, de la cual depende su dinám ica contradictoria y conflictiva, pueden reproducirse exclusiva mente a través de las relaciones de m ercado. Am bos req uieren de modos com plem entarios de reproducción, regulación y gobernanza, que incluyen aquellos que se derivan en parte de la actuación del Estado. El segundo tem a —ya más específicam ente—, expresa que, dado que la fuerza de trabajo es una m ercancía esencialm ente ficticia, no puede reproducirse únicam ente a través del salario y el m ercado de trabajo. Por ello, diferen tes tipos de mecanism os ajenos al m ercado desem peñan aquí un papel clave. El tercer tema recuerda que, a m edida que la acum ulación de capital se expande en una escala cada vez más global, su dinám ica se vuelve más dom inante en la configuración de la evolución general de los sistem as sociales y del mundo de la v id a1 . Al desarrollar estos tres tem as no pretendo sosten er que la dinám ica de la acum ulación de capital explique todo cuanto pueda resultar significativo en relación con la arquitectura y funcionam iento de los Estados y del moderno sistem a estatal. Y mucho m enos en relación con cada uno de los detalles de su desarrollo. Por el contrario, precisam ente porque el capita i3
ROBERT JE S S O P
lism o no puede garantizar todas las condiciones necesarias para su propia reproducción sólo a través de las fuerzas del m ercado, no puede ejercer n in gún tipo de determ inación económ ica en últim a instancia sobre el resto de la form ación social. Esto nos obliga a p restar atención a la constitución de la acum ulación de capital a través de la interacción tanto de relaciones so cia les intervenidas por el m ercado como de otras ajenas al m ism o. Igualm ente debe considerar la naturaleza com pleja y sobredeterm inada de su im pacto sobre el desarrollo general de las relaciones sociales. De aquí se desprende que este capítulo no puede lim itarse a p resentar una serie de conceptos eco nóm icos para el an álisis del capitalism o como modo de producción y como objeto de regulación. Más allá, debe tam bién in troducir otros conceptos que sirvan para analizar la política y el Estado, el mundo de la vida y la sociedad civil, al igual que las conexiones de éstos con las categorías económ icas y entre unos y otros. El desarrollo de este instrum ental conceptual más com plejo tam bién allanará el terreno para u n an álisis en cuatro dim ensiones de los cam bios recien tes en el papel del Estado en la reproducción del capital y en su m ediacióm institucional, social y discursiva.
i. EL CAPITAL COMO RELACIÓN SO CIAL Por lo que se refiere a su apariencia superficial, el capitalismo puede definirse inicialm ente como un sistem a económ ico en el cual una gran cantidad de em presas independientes producen bien es y servicios para la venta (con la intención de obtener una ganancia), usando bien es de capital privado y tra bajo asalariado (Bo'wles y Edwards 19 8 5: 39 4 ). Probablem ente, muchos observadores estarían de acuerdo con esta definición. Pero esto podría deberse a su vaguedad respecto a aspectos tan im portantes como la n atura leza de la fuerza laboral, el proceso del trabajo, los poderes del capital y la dinám ica de acum ulación. Profundizar en estos cuatro aspectos dará origen a controversias teóricas y políticas, pero esto no puede evitarse si p reten d e mos establecer la especificidad h istórica del capitalism o como modo de producción, y sus im plicaciones para la política económ ica y la política social. En consecuencia, exam inaré en p rim er lugar algunas de las p reco n diciones más abstractas y elem entales para la organización de la p roducción de m ercancías en térm inos capitalistas, y am pliaré y profundizaré luego esta defin ición in icial a través de d iferen tes pasos como en una escalera de cara col, especificando algunas de las características más concretas y com plejas 14
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
del capitalism o. Este ejercicio esencialm ente teórico debería generar un grupo de categorías más rico con el que in iciar el an álisis de las form as de política económ ica y política social y de sus cam biantes papeles en la rep ro ducción y expansión generales del capitalism o. Paradójicam ente, tam bién contribuirá a revelar los lím ites de un enfoque teórico único basado en la clase o en el capital, frente & las enorm es com plejidades de los Estados actualmente existentes, al tiem po que establece la im portancia de com b i narlo con otros enfoques teóricos que partan de otros grupos de relaciones sociales. EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA Lo que más distingue al capitalism o de otras form as de producir bienes y servicios para la venta es la generalización de la form a m ercancía a lá fuerza de trabajo. Ello conlleva el desarrollo histórico —y p osterior reproducción y expansión— de un mercado de trabajo en el que los trabajadores ponen a la venta su fuerza de trabajo a los capitalistas en una transacción com ercial form alm ente libre e igual. En térm inos abstractos, la relación cap ital-tra bajo funciona del siguiente modo. Los trabajadores intercam bian su capaci dad de trabajo por un salario y aceptan el derecho del capitalista a (tratar de) controlar su fuerza de trabajo en el proceso de producción y a apropiarse de los beneficios (o absorber las pérdidas) derivadas de su esfuerzo por p rod u cir bienes o servicios para la venta. Los trabajadores gastan su salario en medios de consumo siguiendo las norm as sociales de consumo prevalentes y, con ello, reproducen su fuerza de trabajo para poder venderla de nuevo2. De esta form a, el salario actúa como coste de producción para todos los capitales, como m edio de autorreproducción para el trabajo y como fuente de demanda (en prim era instancia, para los capitales que producen bienes de consumo e, indirectam ente, para los que producen bien es de capital). Aunque .el capital se apropia de los recursos de la naturaleza transform ándolos, y em plea tam bién las propias fuerzas productivas de la naturaleza, de m anera que estos recursos y fuerzas contribuyen a la producción de valores de uso y a cualquier subsiguiente aum ento de riqueza, la fuerza de trabajo socialm ente necesaria que se consum e en la producción de m ercancías es la única fuente de valor agregado real —y, p o r tanto, de b eneficios— para el capital tomado conjuntam ente. Este razonam iento es válido en general, independientem ente de la form a en que el superávit resultante se divida después entre capitales particulares. Más aún, lejo s de excluir la posibilidad *5
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de que se deriven beneficios extraordin arios de la innovación, de otras v e n tajas tem porales o de las p osicion es m onopolistas, a expensas de otros cap i tales que obtien en beneficios por debajo de la m edia, sirve para subrayar cómo la com petencia por generar estos ben eficio s extraordinarios es una fuente im portante de la dinám ica general del capital. La generalización de la form a m ercancía a la fuerza de trabajo no s ig n ifi ca que ésta se convierta en realidad en una m ercancía, sino que se co n v ier te en una mercancía ficticia. Es d ecir, en algo que tiene form a de m ercancía (en otras palabras, que puede ser com prado y ven dido), pero que no ha sido creado en un proceso de trabajo que tenga, por objeto obtener b e n e fi cios, n i tam poco se halla sujeto a las típicas p resion es com petitivas de las fuerzas del m ercado para racionalizar su producción y red u cir el plazo de rotación del capital invertido. E xisten cuatro categorías de m ercancías f ic ticias: la tierra (o la naturaleza), el din ero, el conocim iento y la fuerza de trabajo. Con frecuencia, cada una de ellas es tratada como un sim ple factor de producción, oscureciendo las con diciones en las cuales entra en la eco nom ía de m ercado, experim enta su tran sfo rm ación , y contribuye así a la p roducción de b ien es y servicios para la venta. A h ora bien , esta tendencia a naturalizar m ercancías ficticia s como factores de producción ob jetiva m ente dados, conduce a la falsa creen cia, criticada enérgicam ente por M arx, de que el valor económ ico surge de las cualidades in m anentes y e te r nas de las cosas, y no de relacion es sociales contingentes y dotadas de esp ecificid ad histórica. La "tierra” incluye todas las riquezas naturales, se encuentren en la su p erficie terrestre o por encim a o debajo de ella, e igualm ente incorpora sus capacidades productivas en contextos esp ecíficos. N orm alm ente, la form a actual de dichas riquezas naturales refle ja tanto la transform ación social pasada y presente de la naturaleza, como el desarrollo natural que se p rodu ce sin in tervención humana. Las em presas capitalistas no producen la tierra virgen y los recursos sim ilares como m ercancías, sino que se apropian de ellos como dones de la naturaleza y, a continuación, los tran sform an para obtener ben eficio s, con frecuencia sin ten er en cuenta sus ciclos esp e c ífi cos de reproducción, su capacidad general de renovación o, en el caso de la tierra, el agua y el aire, su capacidad de absorber los residuos y la con tam i nación. El dinero es una unidad contable, reserva de valor, m edio de pago (por ejem plo, de im puestos, diezm os y m ultas), así como un m edio de in tercam bio económ ico. Independientem ente de que tenga form a natural (como las 16
ÉL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
conchas de cauri), form a de m ercancía (como los m etales preciosos) o form a fid u ciaria (como el papel m oneda o el d in ero electrón ico), el sis te ma m onetario en el cual circula dicho dinero no es ni podría ser un fe n ó meno sim p lem en te económ ico que se g e n e ra y se hace fu n cio n a r solam ente para obten er b en eficio s, pues la capacidad del dinero para cum p lir sus funciones económ icas depende de m anera crucial de ciertas in sti tuciones y sanciones extraeconó m icas, al igual que de la confianza p ersonal e im personal. Siem pre que el dinero circula como m oneda nacional, el Estado posee un papel clave a la hora de asegurar un sistem a m onetario form alm ente racional y, viceversa, su creciente circulación como dinero sin Estado plantea graves problem as en. cuanto a la re-regu lación de las relaciones m onetarias. El conocimiento es un recurso común producido colectivamente y basado en el aprendizaje individual, organizacional y colectivo en distintos horizontes temporales y en diferentes contextos, com erciales y no comerciales. Gomo el conocimiento no es intrínsicam ente escaso (en térm inos económicos ortodo xos, es un bien no rival), sólo obtiene form a de mercancía cuando se convierte en un medio artificialm ente escaso cuyo acceso depende de un pago (derechos de autor, licencias, etc.). Por tanto, es necesaria una profunda reorganización social para transform ar el conocimiento en algo que pueda ser vendido (Schiller 1988: 3 3). Por último, la capacidad de trabajar es una capacidad humana genérica, que adquiere forma de m ercancía solamente en la medida en que los trabaja dores pueden ser inducidos o forzados a entrar en los mercados de trabajo como asalariados. Es más, incluso después de haber adquirido forma de m er cancía, la fuerza de trabajo se reproduce a través de instituciones tanto de m er cado como ajenas al mercado, y de relaciones sociales. En capítulos p osteriores se analizan algunas de las contradicciones estructurales 3 y dilem as estratégicos 4 que se derivan de extender la form a m ercancía a la tierra, el d inero y el conocim iento. En éste me ocuparé, b re vemente y apelando al sentido com ún, de la fuerza de trabajo como cap aci dad humana genérica. La reproducción hum ana no está organizada de forma capitalista o, al m enos, no todavía. Es m uy raros que se traigan niños al mundo como si se tratase de m ercancías (a p esar de las p osibilid ad es com erciales de la m aternidad de alq u iler y de las nuevas técnicas re p ro ductivas) y, por lo general, los n iñ os se crían con sus fam ilias —o con fa m i lias de acogida— que no obtienen d inero a cam bio. La educación m asiva todavía es im partida p or organism os públicos o privados sin fin es de lucro
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(a pesar de la moda neoliberal de las listas com parativas y los Índices). Los trabajadores no orientan sus vidas de form a sistem ática a la obtención de m ayores in gresos (a pesar de que cada vez son m ayores las p resio n es para que nos convirtam os en sujetos em p rendedores y aceptem os la conversión de toda nuestra vida en m ercancía), en detrim ento de otras relacion es sociales. En sín tesis, aunque la m ayoría de las personas debe ven der su fuerza de trabajo para poder v iv ir y p articip ar plenam ente en la sociedad, en realidad, no estam os en presen cia de m ercancías, aunque son tratadas como si lo fuesen. La autovalorizacíón del capital a través del mercado solamente es posible cuando la fuerza de trabajo adquiere form a de m ercancía. La autovalorización es el proceso por medio del cual el capital se expande m ediante la r e in versión rentable de sus beneficios an teriores, lo cual ocurre a través de la autotransform ación repetida del capital a m edida que se mueve reiterad a mente dentro del circuito del capital. Comienza con la etapa del capital dinero, cuando el dinero como capital se usa para com prar m aterias prim as, m edios de p roducción y fuerza de trabajo, que se com binan luego en un p ro ceso de producción a través del cual se agrega valor (la etapa del capital p ro ductivo). La producción capitalista com prende no sólo la transform ación m aterial de la naturaleza para agregarle valor de uso, sino tam bién la v a lo ri zación del capital a través de la apropiación con éxito de cualquier valor de cambio agregado por el tiem po de trabajo socialm ente necesario invertido en el proceso de producción. Ahora bien, el valor de cambio creado de esta form a sólo puede hacerse efectivo si estas m ercancías se venden p or dinero y se obtienen beneficios (la etapa del capital com ercial). Estas ventas no están garantizadas. El circuito se com pleta y renueva con la re in v e rsió n —en la m ism a o en otras áreas de producción— del capital in icial, aumentado con una parte o la totalidad de estos b en eficio s. A m edida que el circuito del capital se desarrolla y diferen cia m ás, es p osible que surjan distintas fra c ciones de capital en torno a funciones esp ecíficas del circuito. A sí, en t é r m inos elem en ta le s, puede d istin g u irse en tre c a p ita l-d in e ro , capital productivo y capital com ercial, al m ism o tiem po que se reconoce que cual quier capital individual, incluso sí está especializado en una determ inada fase del circuito, debe ocuparse tam bién de las dem ás (B iyan 19 95: 94 -5)En un nivel de an álisis más concreto y com plejo, podrían ser necesarios o convenientes conjuntos más ricos de distin ciones. Al convertir la fuerza de trabajo en m ercancía ficticia, la apropiación de la plusvalía del trabajo adquiere su característica mediación capitalista en y a través
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
de las fuerzas del mercado. En síntesis, ía explotación5 adquiere la forma de intercambio. La subordinación form al de la fuerza de trabajo "m ercantilizada” al capital a través del sxirgimiento del m ercado de trabajo asalariado, quedó reforzada históricam ente cuando el ejercicio de la fuerza de trabajo en la producción pasó a estar directam ente bajo el control capitalista a tra vés del ritmo im puesto por las m áquinas en el sistem a fa b ril6. Esta m ercantilización convierte tanto el mercado de trabajo como el proceso laboral en escenarios de la lucha de clases entre el capital y los trabajadores7. Las modalidades económ icas básicas de esta lucha dependen de la form a salario, de la división técnica y social del trabajo, y de la organización de la p ro ducción capitalista como una econom ía del tiem po. Ahora bien, la dinám ica de la lucha de clases económ ica tiene otras m uchas determ inaciones econó micas y extraeconóm icas, y se extiende adem ás, por lo general, más allá de la economía en sentido estricto hasta otras áreas de la organización social. La naturaleza de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia tam bién mode la la com petencia entre capitales para asegurar sü valorización más eficaz y la apropiación de la plusvalía resultante. La com petencia y la lucha de clases son algunas de las p rincipales fuentes de la dinám ica abierta del cap italis mo como modo de producción. Por últim o, cuando la acum ulación de cap i tal se convierte en el principio de organización dom inante dentro de la economía en sentido estricto, tam bién adquiere una influencia sig n ificati va en la naturaleza general de las sociedades y, en ciertas circunstancias, puede convertirse en el principio dominante de la organización social (véanse pp. 26 -35). La ley general más importante del capitalismo es la ley del valor. Con ella se describe la tendencia de los capitalistas a invertir recursos en distintos cam pos de producción de acuerdo con las expectativas de obtener beneficios (véase el cuadro 1.1). Aunque esta ley aparece mediada por las fuerzas del mercado y por el mecanismo de precios, cuya actuación puede validar socialmente o no estas decisiones privadas, se fundamenta en última instancia en la esfera de la producción, pues es sólo aquí donde se crea nuevo valor a través de la aplica ción del tiempo de trabajo socialmente necesario y donde, por lo tanto, vuelve a estar disponible para cualquier ulterior validación, redistribución o, incluso, destrucción8. Marx también describió otras leyes y tendencias de las economías capitalistas, pero no vamos a ocuparnos de ellas por el momento9. Debemos notar, sin embargo, que Marx no consideró la ley del valor u otras tendencias como necesidades inexorables, sino que subrayó su mediación por parte de la com petencia capitalista y de la lucha de clases.
R O B E R T JE S S O P
CUADRO 1.1
LA 'LEY DEL VALOR' EN EL CAPITALISMO
En términos generales. ta ley del valor indica que se invertirá más tiempo en la producción de mer cancías cuyo precio de m ercado esté por encim a de su precio de producción medido por el tiempo de trabajo socialmente necesario invertido er> su producción! mientras que se invertirá menos tiem po en la producción de mercancías cuyo precio de mercado sea menor que su precio de producción. En ías economías capitalistas este mecanismo se complica, ya que la competencia tiende a igualar las tasas de beneficio aunque los capitales individuales puedan utilizar diferentes proporciones de capital físico y de trabajo asalariado, siendo este último ta única fuente de “valor agregado". En con secuencia, son las fluctuaciones en tos beneficios (precio de mercado menos precio de costes) ías que median la ley del valor en et capitalismo. En respuesta a estas fluctuaciones y anticipándose a la forma en que podrían desarrollarse en el futuro, los capitales individuales deciden cómo distri buir no sólo la fuerza de trabajo, sino también el capital físico entre La producción, la distribución y la circulación. Que llegue a comprobarse que estos cálculos son correctos o no. y et hecho de que puedan vender las mercancías resultantes obteniendo una ganancia, depende de ta posterior inter vención de las fuerzas del mercado y es. por tanto, algo intrínsecamente incierto. La producción total en las economías capitalistas depende de las decisiones no coordinadas de capitales que com piten en busca de oportunidades para obtener beneficios con distintos patrones de inversión y pro ducción. Las ganancias dependen no sólo de la demanda de tas distintas mercancías {que refleja su valor de uso predominante), sino también de la tasa de explotación económica en ¡as distintas ramas de la producción. Y se relacionan, por tanto, de manera crucial con el curso y et resultado de las luchas entre capital y trabajo en muchos puntos distintos del circuito del capital y de la forma ción social en sentido amplio.
M arx identificó la existencia de una contradicción esencial entre valor de cambio y valor de uso de las m ercancías (M arx 1967/1867). El valor de cambio se refiere al valor m onetario mediado por el mercado que una mercancía tiene para el vendedor; el valor de uso se refiere a su utilidad material o simbólica para el comprador. Sin valor de cambio no se producirían bienes para la venta? sin valor de uso esos bienes no serían com prados10. Esta fue la base a partir de la cual Marx fue desvelando la compleja dinámica del modo capitalista de p ro ducción, incluyendo la necesidad de crisis periódicas y su papel en la rein te gración del circuito del capital como base para su expansión renovada. A partir de esta argumentación, querría señalar que todas las form as de relación del capital incorporan versiones distintas pero inte reo nectadas de esta contradic ción básica, con un impacto diferencial sobre el capital —o diferentes fraccio nes del mismo-— y sobre el trabajo —o diferentes estratos laborales— en 20
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
distintos momentos y lugares. En la sección siguiente analizo distintas formas de esta contradicción. Estas contradicciones tam bién afectan a la form ación social —en ten d i da en sentido am plio— y se reproducen necesariam ente al tiem po que se reproduce el propio capitalism o. Sin em bargo, su peso o significado relati vo para la acum ulación o la regulación no tiene por qué ser el m ism o. En realidad, como verem os más adelante, d iferen cias de este tipo p rop orcio nan un m ecanism o para distin guir entre diversas etapas y variedades de capitalism o. Debem os añadir aquí que "la reproducción de estas con tradic ciones, con sus efectos contradictorios y su im pacto en la tendencia h istó ri ca del desarrollo capitalista, depende de la lucha de clases” (Poulantzas 1975: 4 0 - 1 ; cursivas del autor). Más adelante analizo hasta qué punto resulta adecuado d escrib ir en térm inos de luchas de clases el impacto que tienen las distintas form as de luchas sociales en la acum ulación del capital (véanse pp. 3 7 -3 9 ). Por ahora, bastará con decir que distintas luchas sociales con relevancia de clase m odulan las form as en las que las distintas contradiccio nes y dilem as de la relación de capital se expresan en coyunturas esp ecífi cas, que afectan tam bién a la m anera y a la m edida en la que se establecen, bloquean o anulan las posibles bases para una expansión renovada. Esto explica por qué la acum ulación im plica un equilibro cam biante entre ciclos repetidos de autovalorización, autotransform ación continuada, brotes de reestructuración inducidos por las crisis y otras m odalidades de cambio. Estos ciclos generalm ente se enlazan con nuevos patrones de com presión y distanciamiento espacio-tiem po (véase p. 18 7 -138), así como con ciertos cam bios en los horizontes espaciotem porales dom inantes y en los principales lugares y espacios de acum ulación. La com plejidad de estos aspectos vicia cualquier recuento lineal de las etapas del capitalism o, puesto que perm ite diferentes trayectorias en d iferen tes circunstancias. Por la m ism a razón, im pide cualquier intento de in terpretar la acum ulación en térm inos de algún tipo de teoría del equilibro. EL CAPITAL COMO OBJETO DE REGULACIÓN En conjunto, estas contradicciones y dilem as significan que la relación de capital no puede ser totalmente reproducida a través del intercambio en el mercado y que, por tanto, tiende a lo que con frecuencia se expresa, en térm i nos ideológicos, como "fallo de m ercado” . Esto significa que la improbable autovalorización del capital no puede explicarse en térm inos de ninguna 21
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supuesta lógica que se corrige y expande por sí misma, lo que nos lleva a consi derar los mecanismos a través de los cuales, a pesar de las contradicciones del capital, la acumulación puede regularse y reproducirse. Dichos mecanismos van mucho más allá de la economía capitalista en sentido estricto (la produc ción concebida en función de los beneficios, el intercambio mediado por el mercado), e incluyen otros directa e indirectam ente extraeconómicos. Es más, en la medida en que estos m ecanism os extraeconómicos tam bién reproducen las contradicciones y dilemas inherentes a los mecanismos económicos de la relación de capital, aumenta todavía más la posibilidad de que las actuaciones, estrategias y tácticas modelen el curso de la acumulación y la forma en que estas contradicciones y dilem as se expresan. Esto, a su vez, requiere que todo análi sis de la naturaleza improbable de la acumulación del capital tome muy en serio dichas actuaciones. La m ejor manera de com prender esta cuestión es preguntarnos por qué el capitalismo debe ser regulado. La respuesta estriba en la naturaleza indeterm i nada pero antagónica de la relación de capital y de su dinámica. Tres son sus aspectos claves: ■ Lo incompleto del capital como relación puramente económica (o mediada por el mercado), lo que conlleva que su reproducción conti nuada dependa, en forma inestable y contradictoria, de condiciones extraeconómicas cambiantes. • Las distintas contradicciones estructurales y dilemas estratégicos inhe rentes a la relación de capital y a su cambiante articulación estructural y formas de aparición en los distintos regím enes de acumulación, modos de regulación y coyunturas. * Los conflictos sobre la regulación y/o gobernanza de estas contradiccio nes y dilem as, tal como se expresan tanto en el circuito del capital como en la form ación social en sentido amplio. El p rim er aspecto hace referencia a la incapacidad intrínseca al capita lism o de lograr en térm inos económ icos un cierre sobre sí m ismo o, en otras palabras, su incapacidad de reproducirse totalmente a través de la form a valor en una lógica de m ercantilización que se expanda a sí m ism a. Esto se relaciona con la naturaleza ficticia de la tierra, del dinero, del conocim iento y, sobre todo, de la fuerza de trabajo como m ercancías e, igualm ente, con la dependencia de la acum ulación no sólo de estas m ercancías ficticias, sino tam bién de diferentes form as de relaciones sociales no m ercantilizadas. Este 22
E L FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA
carácter incom pleto es, pues, una característica constitutiva —o definitoria— del capitalism o y posee im plicaciones im portantes en su dinámica global. Incluso en el nivel más abstracto de análisis, y todavía más en las form as en que realm ente existe, la reproducción del capitalism o depende de que se log're un equilibro intrínsecam ente inestable entre sus respaldos económ i cos m ediados por el mercado y otros respaldos extraeconóm icos cuya efica cia depende de su ubicación más allá de los m ecanism os del mercado. Esto excluye que todo pueda llegar a ser m ercantilizado y, con mayor razón, d es carta una econom ía capitalista pura. La inestabilidad resultante explica la existencia de oleadas irregulares de m ercantilización, desm ercantílización y rem ercantilización, conform e la lucba por extender los momentos de valor de cambio de la relación de capital se encuentra con lím ites estructurales reales o con una resistencia creciente y, tam bién, a m edida que se buscan nuevas form as de vencer estos lím ites y resistencias (Offe 1984,). Asim ism o, se relaciona con las oleadas irregulares de territorializacíón, desterrítorializacióny reterrítorialización (Brenner 19 99a, b) y con la búsqueda de nuevas form as de arreglos espaciotem porales a m edida que los arreglos predom i nantes comienzan a descom ponerse (Jessop 1999a, 3 0 0 0 , 2 0 0 1b ; y capítulo 4 de este libro). Dichos lím ites y contradicciones estructurales (y sus con si guientes "fallos de m ercado”) abren posibilidades para el cambio de d irec ción, en la m edida en que el capitalism o se orienta de form a constante hacia nuevas oportunidades de obtener beneficios debido a la presión de la com petencia. Esta dinám ica abierta excluye la existencia de un destino final hacia el cual la lógica de la acumulación del capital y /o la lucha de clases deban con ducir inexorablem ente (para más detalles, véase Postone 19 9 3). En síntesis, desde un punto de vista sustantivo, el capitalism o carece de una trayectoria establecida previam ente. Segundo, la acumulación en la totalidad de la economía capitalista, esen cialmente, de la explotación del trabajo asalariado dentro de un proceso labo ral concebido en función de la ganancia y mediado por el mercado. Esto es así porque, si bien los mercados actúan como mediadores en la búsqueda de valor agregado y m odifican su distribución dentro de las clases y entre ellas, no pue den producirlo. Más aún, el proceso mismo de m ercantilización asociado a la propagación del mecanismo de mercado genera contradicciones estructurales que no pueden ser resueltas por ese mismo mecanismo. Muchas de estas con tradicciones, y los dilem as estratégicos relacionados con ellas, son expresiones diferentes de la contradicción básica entre valor de cambio y valor de uso de la mercancía (véase la tabla 1.1). a3
ROBERTJESSOP
TABLA 1.1
FUENTES DE TENSIÓN EN LAS FORMAS BÁSICAS DE LA RELACIÓN DE CAPITAL
FORMA
MOMENTO DEL VALOR DE CAMBIO
MOMENTO DEL VALOR DE USO
Mercancía
______
Valor de cambio
Valor de uso
Pu erca de trabajo
(a) trabajo abstracto como factor de producción sustituí ble (b> única fuente de plusvalía
(a) habilidades genéricas y concretas, distintas formas de conocimiento (b) fuente de orgullo profesional para el trabajador
Salario
(a) coste monetario de producción (a) fuente de demanda efectiva (b) medio para asegurar suministro de (b) medio para satisfacer deseos en una mano de obra útil por un tiempo dado sociedad basada en el dinero
Dinero
{a) capital que devenga intereses, crédito privado (b) moneda internacional (c) expresión última det capital
Capital Productivo
(3) valor abstracto en movimiento
{0 capital-dinero) disponible
para alguna forma de inversión en momento y lugar Futuros
(3) m edida de valor, re s e rv a de valor, m edio de cam bio
(b) moneda nacional, moneda de curso legal (c) forma general de poder en general en la sociedad en sentido amplio (a) existencias de activos específicos para ser valorizados en momento y lugar específicos en condiciones específicas (b) habilidades empresariales y gerencia les concretas
Tierra
(a) "don gratuito de la naturaleza” que es [actualmente] inalienable (b) propiedades alienadas y alienables, fuentes de rentas
(a) recursos libremente disponibles y baldíos (b) recursos naturales transformados
Conocimiento
(a) propiedad intelectual (b) rie sg o m onetizado
(a) dominio público intelectual (b> incertidumbre
Capitalista colectivo ideal
Factor de cohesión social
Estado
A sí, pues, el capital productivo es tanto un valor abstracto en movimiento (especialmente en la forma de beneficios ya realizados que están disponibles para su reinversión), como una reserva concreta de activos que fueron inverti dos en un tiempo y lugar específicos, y que está en proceso de ser valorizada. El trabajador es tanto una unidad abstracta de fuerza de trabajo que puede susti tuirse por otra unidad sim ilar (o, en realidad, por otros factores de produc ción), como también una persona concreta (o, en verdad, un miem bro de una fuerza de trabajo colectiva concreta), con habilidades, conocim ientosy creati vidad específicos1 1 . El salario es tanto un costo de producción como una fuen te de demanda. El dinero funciona como una divisa internacional que puede cambiarse por otras divisas (idealmente en un espacio sin Estado), y como una moneda nacional que circula dentro de las sociedades nacionales y está sujeta a algún grado de control estatal12. La tierra funciona tanto como una form a de propiedad (basada en la apropiación privada de la naturaleza), que se muestra
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E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA
en términos de ingresos esperados en form a de renta, como un recurso natural (modificado por acciones pasadas) que es más o menos renovable y reciclable. El conocimiento es tanto la base de los derechos de propiedad intelectual como un recurso colectivo (el dominio público intelectual). Del mismo modo, el Estado no sólo es el responsable de asegurar ciertas condiciones clave para la valorización del capital y la reproducción de la fuerza de trabajo como m ercan cía ficticia, sino que tiene tam bién la responsabilidad política general de m an tener la cohesión social en una form ación social pluralista y socialmente dividida. A su vez, la tributación es tanto una deducción no productiva de ingresos privados (beneficios de em presas, salarios, intereses, rentas), como un medio para finan ciarla inversión y el consumo colectivos con el fin de com pensar los "fallos de m ercado” . Y así sucesivamente. Estas contradicciones estructurales son inherentes a la relación de capital, y las tensiones y dilemas que generan proporcionan un importante punto de partida para el análisis general de la acumulación de capital. No obstante, tam bién es importante reconocer que pueden asum ir distintas form as y distintos pesos en distintos contextos. Igualmente, pueden resultar más o menos m ane jables dependiendo de los arreglos espaciotem porales específicos y de los compromisos de clase institucionalizados con los que se relacionan en cada momento. Estas diferencias, a su vez, proporcionan un importante punto de partida para analizar las diferentes etapas o variedades del capitalismo. Es en este contexto en el que sostendré que el ENBK es sólo uno de los muchos m eca nismos a través de los cuales se organiza la reproducción económica y social del capitalismo. Esta reproducción siem pre es problem ática y coexiste con otros mecanismo análogos para producir un régim en específico de reproducción dentro de la regulación general del capitalismo y lograr su incrustación en la sociedad entendida en sentido amplio (véanse los capítulos 2 y 4). Tercero, los modos de regulación y los patrones de gobernanza varían con siderablemente. Existen, con el fin de asegurarla acumulación continua, d ife rentes formas de intentar cerrar el circuito del capital o de compensar su falta de cierre. El predom inio de uno u otro de estos patrones dependerá de las específicas m atrices sociales y espaciotem porales en las que se produzcan dichos intentos. Ciertamente, a pesar de la tendencia inherente en la acumula ción de capital de continuar expandiéndose hasta crear un mercado mundial único, existen importantes contratendencias y otros lím ites a la realización total de la globalización, especialm ente, aunque no de manera exclusiva, en su forma neoliberal (véanse los capítulos 3 y g; tam bién, Altvater y Mahnkopf 1999; Polanyi 1944,). Así, los específicos regím enes de acumulación y sus
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modos de regulación suelen construirse dentro de espacios sociales y arreglos espaciotemporales igualmente específicos. Tomados en conjunto, estos tres grupos de factores suponen que no existe una solución única y que a la vez sea m ejor que las demás para la regulación de la acumulación de capital. Al contra rio, serán varios los regímenes de acumulación y los modos de regulación aso ciados a las formas distintivas de aparición de las contradicciones básicas, dilemas y conflictos antes señalados. A su vez, el curso general de la acum ula ción dependerá de la form a en que estas distintas soluciones se complementen entre sí o se impongan compitiendo entre ellas dentro del mercado mundial.
2- LA ACUM ULACIÓN COMO PRIN CIPIO DE SOCIALIZACIÓN La autovalorización del capital puede darse en diferentes lugares-, allí donde la mayor parte de los insumos clave para la producción capitalista adopta la forma de mercancías (reales o ficticias); donde hay control efectivo de la fuerza de trabajo dentro del proceso laboral; donde el ambiente es suficientemente esta ble para perm itir que los capitales orienten sus actividades de manera sistem á tica hacia las oportunidades de obtener beneficios; y donde es posible obtener’ e invertir dichos beneficios. Ninguno de estos aspectos requiere que todas las relaciones sociales hayan quedado subsum ídas bajo la forma m ercancía ni estén totalmente subordinadas a las fuerzas del mercado. En realidad, si así fuese el capitalismo sería im posible. Por el contrario, varía considerablem en te el grado en el que las fuerzas capitalistas del mercado (y la lógica de la b ú s queda de beneficios asociada a ellas) llegan a dom inar la organización general y la dinámica de las form aciones sociales. Esto nos obliga a preguntarnos acer ca de las condiciones en las cuales la acumulación puede convertirse en el p rin cipio dominante de la organización social (o socialización), ya que siem pre existen elementos intersticiales, residuales, m arginales, írrelevantes, recalci trantes y, sencillam ente, contradictorios, que no se subordinan a ningún p rin cipio establecido de socialización sino que, efectivam ente, actúan como depósitos de flexibilidad e innovácíón y como fuentes reales o potenciales de desorganización. Ello implica, a su vez, que existe un amplio m argen para el conflicto tanto entre proyectos sociales que p rivilegian principios organiza tivos radicalmente distintos, como entre proyectos rivales basados en un mismo principio. Así, las formaciones sociales pueden quedar relativamente un ificadas bajo el. dom inio de la religión (teocracias), bajo con sideracion es de carácter policial-m ilitar (Estado de seguridad nacional), bajo procesos de z6
E L FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
construcción nacional (nuevas naciones), bajo dem arcaciones "raciales” socialmente construidas (apartheid), bajo la acumulación de capital (socieda des burguesas), etc. (sobre la socialización, véase Jessop 1990b: 4 -6 ). En este sentido, la socialización burguesa im plica mucho más que una acumulación continua, pues ésta tam bién puede darse en las teocracias, en los Estados de seguridad nacional, en las nuevas naciones, en las situaciones revo lucionarias o en las sociedades de los Estados socialistas. Lo que la socializa ción burguesa implica realmente es la subordinación relativa de todo un orden social a la lógica y requisitos de reproducción de la acumulación de capital. Esto podría describirse como la "incrustación de la economía de mercado en una sociedad de mercado” (Polanyi 19 4 4 )13; también como el desarrollo de un "blo que histórico” entre la base económica, la superestructura jurídico-política y las formas de conciencia (Gramsci 19 7 1), ó como el surgimiento de una "civ ili zación burguesa” . Existen cuatro m ecanism os distintos que pueden contribuir a esa situación: la determ inación económica, el dominio ecológico, la dom ina ción económica y la hegemonía burguesa. El prim ero de estos principios desig na una característica sistémica del funcionam iento de la economía-, el segundo se refiere a las relaciones sistémicas entre la economía y otros sistem as; el ter cero alude a las dim ensiones institucionales y organizativas del poder estruc tural en la economía y a la relación entre agentes económicos y fuerzas extraeconómicas; el cuarto mecanismo opera principalm ente en el plano de las ideas o del discurso (aunque, cuando tiene éxito al implantar su hegemonía, también tiende a incrustarse institucionalmente y a poseer la disposición a incorporarse). DETERMINACIÓN ECONÓMICA Muchos marxistas ortodoxos han defendido la idea de que, en última instancia, lo extraeconómico queda determinado por lo económico. Esto viene a ser lo mismo que decir que, en última instancia, las relaciones sociales de produc ción determ inan la form a y las funciones de las instituciones jurídico -políticas y de la denominada superestructura ideológica. Este argumento no tiene mucho mérito y, en realidad, incluso resulta incoherente aun cuando se consi dera superficialm ente. Esto es así porque las relaciones sociales de producción solamente podrían desem peñar este papel determinante con dos condiciones: (1) si se contuviesen y reprodujesen totalmente a sí mismas, y (?) si existiese una correspondencia necesaria entre la economía, otras instituciones y el mundo de la vida. Ahora bien, una vez que admitim os la interdependencia de 2?
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lo económico y lo extrae cono mico, lo económico nunca podría resultar deter minante por sí mismo ni en prim era ni en última instancia--tam poco en n in guna instancia intermedia—, pues lo económico no tiene la capacidad de cerrarse sobre sí mismo para determ inar lo extraeconómico y no estar, a su vez, recíprocamente determinado por ello. El mismo argumento se aplica todavía con más contundencia a las afirm aciones acerca del determinism o tecnológi co, que proclaman el papel en última instancia determinante de las fuerzas de producción. A continuación, se propone una form a alternativa de m anejar esta cuestión en térm inos de dominio ecológico. Rechazar el papel determinante en última instancia de las fuerzas de p ro ducción o de las relaciones técnicas y sociales de producción para toda una sociedad no supone, sin embargo, negar su importancia dentro de la economía. Aquí, el principio de determinación económica puede expresarse en térm inos de primacía de la producción en el circuito global del capital. Y, por extensión, esto im plica la prim acía del capital productivo (que no debe igualarse sola mente con el capital industrial) sobre el capital-dinero o el capital comercial. Lo que significa nada más (y nada menos) que prim ero hay que producir la riqueza antes de poder distribuirla o, en térm inos m arxistas, que prim ero hay que producir el valor antes de poder realizarlo. El reciente auge y caída de la denominada nueva economía basada en la burbuja de las empresas "punto -com ” sirve muy bien para ilustrar esta cuestión, ya que la tasa a la que estas com pa ñías consum ían el capital in icial era in sosten ib le, y su colapso destruyó el valor creado en otros lugares. Del m ism o modo, la am pliación del crédito esta tal para estimular la demanda sin un aumento equivalente de la producción puede provocar inflación (para la inflación en el fordismo atlántico, véase el capítulo %)> Lo anterior significa, a su vez, que el curso de la acumulación de capital está moldeado principalm ente por la organización de la economía capitalista, bajo el dominio de la forma valor y de su m ediación dinámica ejercida a través de la ley capitalista del valor. Dado que la producción se encuentra en el cora zón del circuito del capital, el rendim iento del capital productivo resulta vital para el proceso general de acumulación. Esto im plica que las tasas reales de ganancia del capital-dinero (incluyendo créditos), del capital comercial y del capital-tierra dependen a largo plazo de la valorización continua del capital productivo. A su vez, ésta depende de que el capital pueda controlar de manera continuada los térm inos, condiciones y rendim iento del trabajo asalariado y, dado que el valor agregado solamente puede realizarse a través de la venta de mercancías en cantidades y precios adecuados, tam bién depende de que 38
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garantice que sus productos puedan com ercializarse. Sin embargo, debido a la multiplicidad de centros de producción autónomos y distintos, y a los bienes y servicios que se producen en forma de m ercancías, la coordinación de la eco nomía capitalista es esencialmente anárquica y está mediada por las fuerzas del mercado y la competencia. Las fuerzas del mercado actúan expost y no ex ante, lo que siem pre constituye un problem a para la posible validación de las deci siones y la producción del capital (para un análisis más amplio de los fallos de mercado, véase el capítulo 6). Y esto es así, aunque las em presas confíen más en la organización vertical y en la construcción de redes internas que en los mercados internos, aunque también puedan cooperar con otros agentes eco nómicos en proyectos conjuntos, ya que la competitividad subyacente y las estrategias reales de competencia de dichas compañías y sus alianzas seguirán estando expuestas a la auditoría de la mano invisible del mercado. Esta com prensión de la determinación económica, con su énfasis en la producción, posee importantes im plicaciones a la hora de analizar las contradicciones y dilemas del denominado capitalismo posindustrial o del capitalismo del cono cimiento (véase el capítulo 3 ). DOMINIO ECOLÓGICO Inicialmente, este concepto fue desarrollado por las ciencias biológicas. En este sentido, el dominio ecológico se refiere al hecho de que una especie ejer za una influencia preponderante sobre las demás en una comunidad ecológica dada. Está idea puede ampliarse a los sistem as sociales. Para ello, es necesario tomar en cuenta sus especificidades como sistem as mediados comunicacional o discursivamente, así como la capacidad de las fuerzas sociales para reflexio nar y aprender de su propia evolución, para tratar (con o sin éxito) de guiarla, e incluso para m odificar las formas en las cuales se desarrolla la evolución (Willke 1997: 4 8 -51). Entendido así, el dominio ecológico se refiere a la capa cidad estructural y estratégica que posee u n determinado sistema en una eco logía autoorganizativa de sistemas para im prim ir su lógica de desarrollo al funcionamiento de otros sistemas, capacidad mucho mayor que la que poseen dichos sistem as para imponerle a él sus respectivas lógicas14. Esta capacidad siempre está mediada por y a través de la lógica operativa de otros sistemas y de las racionalidades comunicativas del mundo de la vida. Por ejem plo, el dom i nio ecológico del capitalismo sobre los Estados modernos está mediado en parte por los cálculos de los gestores de los Estados acerca del impacto previsible
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de sus decisiones en las alteraciones de los mercados del dinero y del sistem a tributario-financiero de los cuales dependen los ingresos de los Estados. A la inversa, las actividades y el rendim iento de los Estados tienden a generar un impacto sobre la economía a través de los cálculos de los actores del mercado acerca de su efecto en las oportunidades de obtener beneficios (u otras formas de ingreso). Así, mientras que el papel im perialista de Gran Bretaña y EE UU se ha vinculado con sus poderosos complejos m ilitar-industriales, en los regím e nes socíaldemócratas de bienestar lo que encontramos es un complejo "social industrial” bien desarrollado (O’Gonnor 1978). Otro ejemplo del acoplamiento estructural y de la coevolución de los regím enes económicos y políticos (aco plamiento y coevolución relativamente dependientes de la trayectoria de cada país —path~dependence~~), puede encontrarse en las formas de flexibilidad laboral fomentadas por los distintos regím enes de bienestar. Así, los regím e nes de bienestar liberales con mercados de trabajo en donde hay contratación y despido flexibles, alientan a los patronos a ejercer su derecho de mando, no estimulan a los trabajadores a invertir en conocimientos específicamente rela cionados con la em presa y prom ueven el crecim iento de servicios de bajos salarios en el sector privado. En contraste, los regím enes de bienestar socialdemócratas y democratacristíanos (o corporativistas-conservadores), se aso cian con unos derechos económicos y sociales que producen mercados de trabajo relativamente inflexibles y con elevados salarios, lo que estimula a los trabajadores a adquirir conocimientos específicamente relacionados con su empresa -—o su ramo em presarial—, provoca que las empresas se b eneficien de una fuerza de trabajo calificada, desarrolla procesos y productos de alta tecno logía y alta productividad para recuperar sus elevados costos salariales, y no estimula la cx-eación de sectores de servicios de baja productividady bajos sala rios (Estevez-Abe et álii 20 0 1; Scharpf 1997). En lo que respecta al mundo de la vida, el dominio ecológico del capitalismo depende de la medida en que los cálculos monetizados de beneficios y pérdidas penetren el mundo de la vida a expensas de otros modos de cálculo y de otra subjetividad. A su vez, identida des, valores y modos de cálculo diferentes pueden afectar a la economía capi talista en la medida en que modelen las oportunidades para obtener beneficios (u otras formas de ingresos) actuando, por ejemplo, como fuentes de segm en tación del mercado de trabajo, como amenazas a los diferenciales salariales o como oportunidades de desarrollar nuevos mercados. En la siguiente sección abordo sus im plicaciones para la resistencia al capitalismo. El dominio ecológico es siem pre diferencial, relacional y contingente. Así, un sistem a dado puede ser más o menos dominante ecológicamente. 3o
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Igualmente, su dominio variará en distintos sistem as y en diferentes esferas o aspectos del mundo de la vida. Por último, dependerá del desarrollo de la tota lidad del ecosistema social. Esto no significa que el sistema ecológicamente dominante no se vea afectado por el funcionam iento de otros sistemas ni que ciertas fuerzas sociales no traten de revertir, frenar o guiar ese dominio. Más bien, como su propio nombre implica, el dominio ecológico supone una rela ción ecológica en la que un sistema se convierte en dominante en una compleja situación coevolutiva. No supone, pues, una relación de dominación unilateral en la que un sistema impone unilateralmente su voluntad a los demás (véase M orin 1980: 44,). No hay "últim a instancia” en las relaciones de dominio eco lógico (siempre son contingentes). Deberemos, por tanto, estudiar las condi ciones históricamente específicas bajo las cuales la acumulación tiende a convertirse en un proceso ecológicamente dominante en la formación social en sentido amplio. La relevancia del dominio ecológico para nuestros propósitos se hará más evidente si recordamos que el capitalismo no puede reproducirse solamente a tra vés de la forma valor, sino que depende de otros sistemas y del mundo de la vida para que le ayuden a cerrar el circuito del capital y a compensar los fallos de m er cado. Salvo en una economía capitalista pura totalmente imaginaria, el capitalis mo aparece estructuralmente ligado a otros sistemas y al mundo de la vida. Es decir, el desarrollo de la economía (de mercado) capitalista está fuertemente unido a factores no económicos: no sigue nunca una lógica puramente económica. En vista de que otros sistemas y el mundo de la vida aparecen estructural mente acoplados a la economía (el igual que unos con otros), deberíamos p re guntarnos cuál de ellos podría, en su caso, convertirse en ecológicamente dominante. Existen al menos cinco aspectos diferenciados analíticamente —aun que están empíricamente relacionados— que afectan al potencial de un siste ma, en este caso en el mundo social (por oposición al biológico): • La medida de su complejidad estructural y operacional interna y los grados resultantes de libertad que esto le otorga para asegurar un resul tado dado. ■ Su capacidad de continuar actuando en una amplía gama de circunstan cias y ante perturbaciones más o menos graves, si fuese necesario mediante su propia reorganización espontánea para adaptarse. • Su capacidad de distanciar y com prim ir sus operaciones en el tiempo y el espacio a fin de explotar la más am plia gama de oportunidades para la autorreproducción.
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• Su capacidad de resolver o m anejar sus contradicciones internas, para dojas y dilemas para desplazarlos dentro de su medio o diferirlos hacia el futuro. • Su capacidad para lograr que los actores de otros sistem as y del mundo de la vida identifiquen sus propias actuaciones como fundamentales para la reproducción del sistem a en sentido amplío (del cual es siem pre y necesariam ente tan sólo una parte). Y con ello, para que orienten su actuación de form a más o menos voluntaria hacia lo que entiendan como sus necesidades particulares de reproducción. En térm inos generales, la economía capitalista, con su característica lógi ca de autovalorización, tiende justamente a disponer de aquellas propiedades que favorecen el dominio ecológico. Es internam ente compleja y flexible d ebi do a la naturaleza descentralizada y anárquica de las fuerzas del mercado y al papel dual de los m ecanism os de precios como estímulo al aprendizaje y como mecanismo flexible para asignar capital a distintas actividades económicas. Más aún, a medida que el capitalismo se desarrolla, tienden a surgir distintas organizaciones, instituciones y aparatos para expresar los distintos momentos de sus contradicciones, dilemas y paradojas, los cuales pueden después ínter actuar para compensar los fallos de mercado dentro del marco de arreglos espaciotem porales específicos. El capital tam bién desarrolla su capacidad para ampliar sus operaciones en el tiempo y el espacio (distanciamiento espaciotemporal) y para com prim irlos (com presión espaciotemporal), haciendo que les sea más fácil seguir su propia lógica de autoexpansión en respuesta a las perturbaciones. A través de estos y otros m ecanism os, desarrolla su capacidad de escapar de las lim itaciones estructurales particulares de otros sistemas y de sus intentos de ejercer el control, aunque no pueda escapar de su dependencia general de las contribuciones de estos sistem as a su propio funcionamiento ni, por supuesto, de las tendencias de crisis relacionadas con sus propias contra dicciones y dilemas internos. Los intentos de escapar a ciertas lim itaciones y a ciertas pretensiones de control pueden producirse a través de sus propias ope raciones internas en el tiempo (descuentos, seguros, gestión de riesgos, futuros, derivados, etc.) o en el espacio (fuga, reubicación o extraterritorialidad de capitales, etc.), m ediante la subversión de la lógica de otros sistem as a través de su colonización mediante la form a mercancía, o por la sim ple corrupción personal. En ciertas condiciones, tam bién puede lograr apoyo para la prim acía de la acumulación sobre otros principios de socialización de la perm anente lucha por el liderazgo político, intelectual y moral. 32
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
No obstante, el dominio ecológico, en la medida en que existe, es siempre contingente e históricam ente variable. Depende de las propiedades concretas de los regím enes de acumulación y de los modos de regulación, de la naturale za de otros sistem as de su medio y de ciertas características coyunturales. Los otros sistem as y sus actores pueden resultar más o menos capaces de lim itar o resistir la mercantilización, así como de dirigir las actividades económicas imponiendo a la economía sus propias prioridades sistém icas y modalidades de cálculo. A título ilustrativo, baste considerar el impacto de un Estado te rri torial comprometido con un principio alternativo de socialización y dispuesto a aceptar los costos políticos de desacoplarse del mercado m undial15 . A la inversa, el auge o el resurgim iento de la globalización, especialmente en su forma neoliberal, contribuye a m ejorar el dominio ecológico del capital al ampliar las posibilidades de que la acumulación escape de esas limitaciones (Jessop 3000: 3 2 8 -3 3 ; capítulos 3 y 5). Si bien, también ampliará las p osib ili dades de que las contradicciones y dilem as de un capitalismo relativamente desvinculado (o desincrustado) moldeen el funcionamiento de otros sistemas y puedan con ello socavar ciertas condiciones extraeconómicas cruciales para la acumulación. Aún más, incluso cuando las condiciones favorecen a largo plazo el dom i nio ecológico de la economía capitalista, otros sistemas pueden obtenerla p ri macía a corto plazo en respuesta a crisis ocurridas en otros puntos, ya que ningún sistema individual representa, o puede sustituir al todo. Cada sistema autopoíético es operacionalmente autónomo y sustantivamente ínterdependiente de otros sistem as. Incluso un sistem a ecológicamente dominante depende del rendim iento socialmente adecuado de otros sistemas, y un siste ma normalmente subordinado puede convertirse en dominante en circunstan cias excepcionales. Podría ocurrir, por ejem plo, cua.ndo la resolución de una crisis no económica se convierta en el problem a más apremiante para la repro ducción con éxito de todos los sistem as, incluyendo la economía capitalista. Así, durante las grandes guerras o en su preparación, los Estados pueden tratar de planificar o guiar la economía a la luz de lo que perciben como sus n ecesida des político-m ilitares. Lo mismo puede apreciarse en los Estados de seguridad nacional de la guerra fría (como Taiwán o Corea del Sur). Sin embargo, una vez que esos estados de emergencia han finalizado, es muy probable que se vuelva a hacer valer la prim acía de la acumulación. Esto no excluye que en el sistema normalmente dominante queden huellas de esas condiciones excepcionales como consecuencia de su trayectoria anterior (así, algunos rasgos característi cos de las economías de guerra en tiem pos de paz, o el legado de la guerra total 33
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en la trayectoria de las economías de posguerra). Pero, incluso con esa depen dencia de su trayectoria anterior, el "metacódigo cuasitrascendental’'16 del s is tema ecológicamente dominante seguirá teniendo un mayor impacto en el desarrollo de los demás sistemas en el proceso multilateral de coevolución y acoplamiento estructural que el que tendrán los otros sistem as sobre él. DOMINACIÓN ECONÓMICA La dominación económica posee dos dim ensiones. La prim era es interna a la economía y se refiere a la capacidad de una u otra fracción del capital (o sen ci llamente de un cartel o, incluso, de una sola empresa) para im poner sus in te reses inmediatos sobre otras fracciones, independientem ente de los deseos de éstas y/o a expensas de ellas. Dicha dom inación puede derivarse directamente de la posición de la fracción de que se trate (cartel, empresa) en el circuito general del capital en una coyuntura económica específica, o indirectamente del uso de alguna forma de coerción extraeconómica (incluyendo el ejercicio del poder estatal). R esulta llam ativo que m uchos m anuales d,e estrategia em presarial ofrezcan consejos sobre la m ejor forma de construir y defender estas posiciones dominantes en el mercado, para evitar la exposición a los cor tantes vientos de la competencia perfecta. Existe una amplía gama de varieda des en cuanto a la incidencia y el ejercicio de la dominación económica, siempre con el requisito de que dicha dom inación debe resultar, en-última in s tancia, compatible con la valorización continua del capital productivo. Si esto no ocurre en la escala adecuada (incluyendo hasta la m undial), la masa de p lus valía disponible para su distribución entre todos los capitales comenzará a declinar. Esto, por su parte, provocará una crisis en el régim en de acumulación o un declive a largo plazo que sólo podrá resolverse, en forma capitalista, mediante el desarrollo de una nueva estrategia efectiva de acumulación y su institucionalización. La form a en que aparece esta tensión entre la dominación económica y la valorización del capital productivo es uno de los factores diferenciadores de las variedades de capitalismo y de los regímenes específicos de acumulación, con sus modos característicos de regulación y gobernanza (para un análisis inicial de la dominación económica en este sentido, aunque en tér minos distintos, véanse Veblen 1958, 1967; y para una interpretación reciente de Veblen en térm inos sim ilares, véase Nitzan 1998). La segunda dimensión de la dominación económica comprende la articula ción de lo económico y lo extraeconómico. Me refiero, en este caso, a la capaci dad del capital en general, de una fracción dada del capital o de los capitales
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particulares, de dirigir la evolución de otros órdenes institucionales de acuerdo con las necesidades de la acumulación de capital, ya sea a través del puro poder estructural o de ciertas capacidades estratégicas. Dicha dominación, que se basa en la naturaleza del capitalismo, puede expresarse de distintas maneras y, en ciertas circunstancias, puede convertirse en un elemento principal en el dominio ecológico más general del capitalismo. En prim er lugar, y en su forma más cruda, el capital puede usar sus poderes de "huelga” , "sabotaje” y "fuga” para asegurar se de que otros sistemas (como los Estados) satisfagan sus necesidades específi cas de reproducción. Alargo plazo, esta capacidad se fundamenta en el tendencia! dominio ecológico de la economía capitalista^ a corto plazo, depende de ciertas formas de interdependencia material entre lo económico y lo no económico. En segundo lugar, a medida que el capital busca nuevas fuentes de valorización, las relaciones mercantilizadas pueden extenderse a esferas que hasta ese momento no estaban sujetas a la lógica de la acumulación. Este proceso se manifiesta en la mercantilización de la actividad política, educativa, sanitaria, científica y de muchas otras, que vienen a quedar, de este modo, principal y directamente orientadas a la búsqueda de oportunidades para obtener beneficios. En tercer lugar, el capital puede tratar de imponer a otros sistemas una lógica economicista y de búsqueda de beneficios, aun cuando la mayor parte de sus actividades sigan siendo no comerciales. Esta realidad se torna evidente cuando la opción por alguna de estas actividades no comerciales se hace depender del cálculo acerca de la rentabilidad económica que resulta de aplicar el correspondiente código p ri mario de una forma u otra. Por ejemplo, las "reform as” neoliberales en la educa ción, la salud, la ciencia y en otras áreas tienen por objeto inducir a quienes toman las decisiones en estos sistemas a actuar de forma más empresarial. Se les incita a formular juicios en asuntos educativos, médicos o científicos no sólo en términos de sus respectivos códigos prim arios, sino también en términos de sus implicaciones financieras. Esto se refleja en el interés por hacer carrera, en la influencia de los indicadores de mercado en las organizaciones no comerciales y en la subordinación de diversas instituciones a lo que se percibe o supone que son los imperativos de una economía fuerte y saludable que, a su vez, sea compe titiva ínternacíonalmente. HEGEMONÍA ECONÓMICA Las estrategias de acum ulación tratan de resolver los conflictos entre las necesidades del capital en general y de los capitales particulares a través de la construcción de un "in terés económ ico general” im aginado, que siem pre 35
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y necesariamente margina ciertos intereses capitalistas. Existe hegemonía económica cuando una determinada estrategia de acumulación es la base de un compromiso institucionalizado entre fuerzas sociales opuestas para coordinar, regir o guiar sus actividades e n y entre distintos órdenes institucionales, en pos de una trayectoria económica particular17. Los intereses no son sólo relacióna les sino también relativos, de form a tal que los intereses de un determinado actor existen sólo en relación con otros actores, e igualmente son relativos a los distintos horizontes espaciales y tem porales. El interés general imaginado limita las identidades y relaciones con respecto a las cuales se calculan los in te reses, así como define los horizontes espaciales y temporales dentro de los cuales se produce. Implica ciertas nociones específicas acerca de tres aspectos: las identidades e intereses que pueden sintetizarse dentro de un interés gene ral; la articulación de los distintos horizontes tem porales (de corto, medio y largo plazo, los ciclos políticos o em presariales, las ondas largas, etc.); y los horizontes espacíales (local, regional, nacional, supranacional, etc.). Así, cada concepción del interés económico general privilegia ciertas identidades, inte reses y horizontes espaciotemporales y margina o sanciona otros. Y tam bién hace referencia a lo que se considera necesario para asegurar un compromiso de clase institucionalizado adecuado para cada estrategia de acumulación y para hacer frente a los problemas más amplios de cohesión social. En todos estos aspectos, se relaciona estrecham ente con los arreglos espaciotem porales (véase infra). Con frecuencia, las con diciones para la acum ulación y la regulación sólo pueden quedar id en tificadas a través del método en sayo -erro r, que suele sacarlas a la luz más p or sus rep etidos fallo s que por sus éxitos so ste nidos. Más aún, no hay nada en la lógica de la acum ulación que im p liq ue que ésta inevitablem ente sub ord in ará a otros órdenes in stitucion ales o que colonizará el mundo de la vida. En la m edida en que esto ocurra, d ep en d e rá del resultado de las luchas p olíticas e ideológicas en torno a proyectos políticos y visio n es hegem ónicas, así como del dom inio ecológico del c ir cuito del capital (para un an álisis adicion al, véase Jesso p 19 9 0 b : 19 6 - 3 19 ,
307- 37). SOCIALIZACIÓN CAPITALISTA Y RESISTENCIAS Enfocar la socialización capitalista en estos términos nos permite identificar las fuentes de resistencia al dominio, a la dominación y a la hegemonía capitalistas. En prim er lugar, allí donde domina la valorización, aparece la lucha de clases. 36
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Esto sucede no solamente en la economía capitalista considerada restringidamente —el campo principal de la lucha de clases económica entre capital y traba jo— sino también en diferentes contextos extraeconómicos enlazados a la explotación capitalista. Es más, si la mercantilización se lleva más allá de ciertos límites, los "fallos de mercado” amenazarán a la totalidad de la acumulación capi talista. En segundo lugar, allí donde el código de otro sistema o las identidades no de clase sean primarios, la im posición de la rentabilidad como código secunda rio puede encontrar resistencias. Esto es así porque los órdenes institucionaliza dos y las relaciones sociales ajenos a la lógica de valorización inmediata suelen tener sus propios valores y normas, sus bases de inclusión o exclusión social y sus propias formas de conflicto estructurado, etc. Esta tendencia también está estructuralmente limitada por los fallos de mercado de diferente tipo. En tercer lugar, la pretensión de establecer la hegemonía capitalista suele provocar como reacción luchas que tratan de resistir la exigencia de que la acumulación sea la condición previa esencial para el logro de otras metas sociales. Esto nos lleva mucho más allá de las acciones para m odificar o desafiar la lógica del sistema, con el fin de incluir el mundo de la vida que, en su amplía gama de identidades, valo res e intereses, puede ser una fuente importante de resistencia a la hegemonía burguesa, al igual que un lugar de luchas para establecerla. SOBRE IA LUCHA DE CLASES Sólo a través de un uso muy elástico e im preciso del concepto, pueden todas estas form as de resistencia ser reducidas totalmente a la lucha de clases. Prefiero restringir este térm ino a las luchas por establecer, mantener o restau rar las condiciones de autovalorización dentro de la economía capitalista entendida en sentido inclusivo. Esto, ciertamente, va mucho más allá de las luchas por el salario y las condiciones de trabajo, ya que incluye también algu nos aspectos de los modos de regulación económica como la forma dinero, los modos de com petencia, los regím enes económ icos y de políticas sociales, o los regímenes económicos internacionales. Ahora bien, incluso en este contexto amplio (pero que está lejos de abarcar la totalidad) vale la pena distinguir la explícita "conciencia de clase” del impacto real de las distintas luchas. Esta d is tinción es importante por dos razones principales: en prim er lugar, la procla mada identidad de clase de una fuerza social o de una forma de lucha dada podría ser tergiversada deliberadamente, del mismo modo que podría estar sim ple mente equivocada o ser totalmente im aginaría; en segundo lugar, la polivalen cia de todas las luchas sociales implica que, con frecuencia, sus resultados
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provisionales pueden ser recuperados o subvertidos posteriormente. La rele vancia de clase de cada lucba particular nunca es algo dado ni definitivo, sino que se realiza y se extingue en el tiempo y el espacio. No existe una correspon denciaunxvoca entre la pertenencia declarada a una clase (es decir, la ubicación, afiliación o condición de miembro) y el impacto de clase efectivo de m ovim ien tos sociales o formas de lucha particulares. Y, como es igualmente obvio, tampo co los intereses de clase o su impacto pueden derivarse de sus posiciones abstractas en la relación de capital. Cualquier cálculo sobre dichos intereses exige que los participantes u observadores emprendan un análisis estratégicorelacional de coyunturas específicas; incluyendo hasta qué punto la acumula ción es el principio dominante de socialización (véase Jessop 1 9 8 3 4 1 -7). Los restantes lugares y focos de resistencia al capitalismo se ajustan aún m enos a un sim ple análisis de clase (véase la tabla 1.2;). Con frecuencia, se relacionan con conflictos respecto al propio principio de acumulación y no a los intereses de clase dentro del capitalismo. Se trata tanto de la extensión de la lógica del capital a otras esferas como de los intentos de establecer la h ege monía burguesa sobre el conjunto de la sociedad. Este tipo de conflictos suele m ovilizar a los movimientos populares en torno a la exclusión y la m arginación social, asi como a los m ovim ientos sociales elitistas preocupados por realin ear diversos órdenes in stitucion ales, identidades e in tereses. La "sociedad civil” puede convertirse en el campo disputado en muchos de estos conflictos, ya que acoge tanto las luchas colonizadoras para integrar a la socie dad civil de m anera más eficaz al servicio de algún orden institucional con creto (por ejem plo, a través de la m ercantilización, la juridificación, la cientifización, el surgimiento de la sociedad del aprendizaje, la politización, la m ilitarización, etc.), como las luchas para resistir y revertir esos intentos de colonización en defensa de identidades e intereses que quedan fuera o se entrecruzan con ellos (por ejem plo, la clase, el género, la orientación sexual, la "raza” , la nación, la etapa de la vida, la discapacidad, la ciudadanía, los de rechos humanos o el am biente). En este sentido, los m ovimientos populares o los movimientos elitistas organizados en torno a órdenes extraeconómicos, con sus propios modos de dom inación y exclusión y sus propias políticas de identidad y diferencia, no necesariam ente poseen una adscripción de clase (Laclau 1977), aunque sigan teniendo una relevancia de clase determinada coyunturalmente que es, por tanto, provisional y difícil de calcular. El proble ma opuesto se da cuando m ovim ientos que no son de clase (como el fem in is mo o los movimientos antírracistas) tratan de calcular el valor táctico o estratégico de sus posibles alianzas con movim ientos de clase o que tienen 38
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relevancia de clase. Todas esas luchas conllevan importantes dilemas estraté gicos, entre los que se encuentran el peso relativo que se debe otorgar a las d is tintas bases de movilización en las coaliciones amplias, y los riesgos de fragmentación política cuando no se trata de construir coaliciones duraderas y existe un gran número de tales bases (Poulantzas 1978). La lucha por establecer la acumulación como principio de socialización dominante y begemóníco suele ir mucho más allá de la lucha de clases, aun en su sentido más amplio. TABLA 1.2
BASES DE SOCIAUZACiÓN CAPiTAUSTA Y DE SUS RESISTENCIAS
BASES DE SOCIAUZACIÓN MODO DE RESISTENCIA _________ __ ________ ________ ___________ BURGUESA
ACTORES TÍPICOS QUE SE MOVILIZAN EN FAVOR 0 EN CONTRA DE ESTA BASE
Desarrollo del mercado Mercantilización "ficticia" e imposición de la forma valor en las relaciones económicas
Lucha de clases en sentido estricto, incluyendo las luchas contra las condiciones extraeconómicas necesarias para la dominación de las formas valor
(a) Personas 0 colectivos con identidad de clase (b) Otras fuerzas sociales cuyas luchas son relevantes para la consolidación de esta base
Imposición de ía lógica "economicista” en áreas que no pertenecen a la economía
Luchas por la primacía de otros modos de cálculo
Diferentes categorías sociales que se identifican 0 apoyan otros valores y modos de cálculo
Dominio ecológico de la economía capitalista
Luchas para privilegiar la lógica operativa de algún otro sistema 0 sistemas
Defensores de otras lógicas (por ejemplo, legalidad, seguridad militar, salud, religión)
Hegemonía económica de una estrategia de acumulación dada
Luchas para consolidar un proyecto contrahegemónico que priorice valores distintos de la lógica de ¡a expansión capitalista permanente
Fuerzas basadas en et "mundo de ta vida" aliadas con categorías sociales provenientes de los sistemas no económicos y con clases sociales subordinadas Estas luchas pueden convertirse en la base de un nuevo bloque hegemónico. es decir, una alianza duradera basada en un proyecto hegemónico alternativo
ALGUNAS CONCLUSIONES PRELIMINARES Y ADVERTENCIAS ACERCA DEL CAPITALISMO Hasta aquí he presentado el grupo inicial de conceptos que emplearé para el análisis de la acumulación de capital y de sus im plicaciones para el futuro del Estado capitalista. Si m i interés principal recayese en otros aspectos del capi talismo o de las form aciones sociales, precisaría de otros grupos distintos de conceptos. Ahora bien, como m i enfoque sobre estos temas se basa en la teoría marxista pero se aparta de muchas de sus interpretaciones ortodoxas, valdrá la pena mencionar algunas de las innovaciones conceptuales que distinguen 39
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entre esta lectura analítico-form al y estratégico-relacional del marxismo que propongo, y algunas de las interpretaciones más ortodoxas que se han desarro llado durante su larga y complicada historia. Muchas de estas innovaciones ya han sido esbozadas o desarrolladas de m anera más completa en otros lugares. Por ejemplo, en el enfoque regulacíonista, en la reciente teoría marxista del Estado y en el análisis crítico del discurso. Mi otra fuente de inspiración es la teoría de los sistem as autoorganizativos, con sus conceptos de acoplamiento estructural y coevolución. La tabla x.3 recoge algunas de las principales innova ciones que este enfoque introduce en el programa de investigación. Sí bien aquí se incluyen las innovaciones que serán empleadas más adelante en este mismo capítulo, la prueba inicial de su capacidad explicativa y heurística debe rá esperar hasta el análisis más detallado en el resto del trabajo. También es necesario hacer cinco advertencias antes de considerar la forma y funciones del tipo capitalista de Estado. En prim er lugar, aunque son muchas las instituciones que se relacionan con algunas categorías fundam en tales de la relación de capital (como la mercancía, la fuerza de trabajo, el din e ro, el capital o el precio), las distintas form as que adoptan no pueden reducirse a estas categorías básicas. Las instituciones tam bién im portan, tal como demuestra la gran cantidad de trabajos existente sobre las sucesivas etapas del desarrollo capitalista o sobre las variedades del capitalism o18. Dichas obras examinan cómo es posible estabilizar las distintas configuraciones que adop tan las form as estructurales, lo que provocará que se otorgue un peso variable a las diferentes contradicciones y dilem as, sus distintos aspectos, sus diferentes patrones de conflicto y compromiso, y a sus diferentes perspectivas de despla zamiento o aplazamiento de problem as y tendencias de crisis. Ese examen puede llevarse todavía más lejos si se tom an en consideración las complementariedades y conflictos en las diferentes escalas y horizontes temporales, no sólo en el capitalismo, sino tam bién entre las distintas variedades de capitalis mo. En segundo lugar, las form as institucionales y estructurales concretas se constituyen siem pre en la acción y a través de la acción, de la misma manera que son siem pre tendenciáles y siem pre necesitan estabilización. En particu lar, cualquier tendencia asociada a un régim en de acumulación o a un modo de regulación concreto, y más aún con el propio capitalismo, siem pre es precisa mente tendencia! Esta naturaleza doblemente tendencial que muestran las ten dencias im plica que su propia presencia asociada a un régim en de acumulación o a un modo de regulación dado —independientem ente de que las tendencias se realicen o no en circunstancias específicas—, depende del grado en que se reproduzcan las p rop ias form as sociales que las generan. Esto supone que 40
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
la realización incompleta o la subsiguiente descomposición de una determinada forma social atenuarán lo que de otra form a se considerarían sus necesarias tendencias naturales. En tercer lugar, las form as estructurales y las institucio nes nunca pueden restringir totalmente las acciones. A nuestros efectos, esto significa que las luchas tenderán a desbordar las form as estructurales que fue ron instituidas para contenerlas o que fueron el resultado de compromisos institucionales. Es éste uno de los temas clave del enfoque estratégico reía cíonal, donde se resalta la contingencia y relatividad de las restricciones estructu rales (Jessop 1982, 1985, 1990b, 20 0 1a , c, y pp. 4 6 -4 7). En cuarto lugar, las estrategias no pueden explicarse sim plem ente como producto de las contra dicciones, aun cuando las contradicciones y los dilem as relacionados con ellas abran espacios para la elección estratégica. Las estrategias se elaboran siempre en los discursos y a través de los discursos, y su puesta en práctica depende de las capacidades de organización y aprendizaje. En quinto y último lugar, las estrategias se ponen en práctica en un terreno estratégicamente selectivo, lo que provoca que unas estrategias resulten más factibles que otras. Por muy amplia que sea la definición que se dé de economía, este terreno no es solamente económico, sino el producto siem pre de la interacción entre los siste mas económicos y extraeconómicos y las relaciones sociales. TABU 1.3
ALGUNOS CONCEPTOS NUEVOS EN EL ENFOQUE ESTRATÉGICO-RELACIONAL
ALGUNOS ARGUMENTOS MARXISTAS ORTODOXOS
LAS ALTERNATIVAS ESTRATÉGICO-RELACIONALES
Determ inación económica en última instancia de ta formación saciat global y de su desarrollo. Se produce a través del desarrollo de las fuerzas productivas y del desarrollo de las relaciones sociales de producción__________________________
(a) Primacía tendencial necesaria del capital productivo dentro del circuito del capital (b) Dominio ecológico contingente de la acumulación efe capital en la saciedad en sentido amplia
Autonomía relativa del Estado capitalista como "capitalista colectivo ideal", con el grado exacto de autonomía necesario para asegurar las complejas condiciones económicas, políticas e ideológicas para la a c u m u l a c i ó n _____________
(a) Sistemas políticos operacionalmente autónomos e institucionalmente separados de manera que esta separación dificulta ta actuación del Estado en nombre y representación del capital
Bien sea
(a) Acoplamiento estructural recíproco de sistemas operacionalmente autónomos bajo el "dominio ecológico" de 1a acumulación {más fuerte cuando el mercado mundial está completamente desarrollado) (b) Un "arreglo espaciotemporal" puede ayudar a desplazar o posponer las contradicciones, dilemas, etc., siempre de forma limitada y provisional, y no necesariamente coincidente con las fronteras estatales (c) Del acoplamiento estructural y de la coevotución de diferentes órdenes institucionales en una formación social puede surgir un "bloque histórico"
Papel determinante unilateral de la base económica sobre la superestructura jurídico-poiltica y las principales formas de conciencia social O bien
Los enlaces funcionales recíprocos entre la base económica, la superestructura jurídico-política y tas ideologías sirven para reproducir la economía capitalista
ROBERT JESSOP
TABLA 1.3
ALGUNOS CONCEPTOS NUEVOS EN EL ENFOQUE ESTRATÉGICO-RELACIONAL (CONT.)
ALGUNOS ARGUMENTOS MARXiSTAS ORTODOXOS
LAS ALTERNATIVAS ESTRATÉGICO-RELACIONALES
La sociedad civil es una esfera distinta, más aííá det Estado y el mercado, en la que las personas persiguen sus propios intereses egoístas_______
El "mundo de (a vida" es un reino de identidades, valores, modos de cáículo y relaciones sociales que no está anclado a ningún sistema específico ni a sus lógicas_____
La lucha de clases se desarrolla en la medida en que clases objetivamente determinadas de antemano (definidas por su lugar en las relaciones de producción) se convierten en clases "para sí", más activas y con conciencia de clase, creando también tas organizaciones económicas y políticas adecuadas para defender sus intereses Estos últimos también están objetivamente determinados de antemano por tos lugares que ocupan tas respectivas clases en la producción, en ta formación social en sentido amplio y en la lógica general det desarrollo capitalista
(a) Distingue tas "identidades de cíase" de (a "relevancia de cíase" de tas fuerzas y luchas sociales (b) El discurso desempeña un papel clave en la definición de todas tas identidades (tanto de tas que son de “cíase" como de las que no) (c) Los intereses objetivos vinculados a cualquier identidad subjetiva dada son relativos, y sólo pueden calcularse para campos de lucha y coyunturas específicos y no de manera permanente y total
3 . E L CAPITAL, EL ESTADO Y LOS R E G ÍM E N E S DE POLÍTIGAS
OPOLICY R E G IM E S’) En esta sección se presentan algunas categorías básicas necesarias para an a lizar el Estado de tipo capitalista, relacionándolas con los regím enes de p o lí ticas económ icas y sociales. Su p rem isa h istó rica y punto de partida conceptual es la separación institucional en el capitalism o de lo económico y lo extraeconóm ico. Esta separación surge del hecho de que la m ercantilización de la fuerza de trabajo se ha generalizado de tal m anera que es posible excluir la coacción del funcionam iento de los m ercados de trabajo; por otro lado, resulta igualm ente necesaria para m an ejar el equilibrio inestable entre la tendencia inherente al capitalism o hacia una m ercantilización cada vez mayor, y su dependencia de form as no m ercantilizadas de relaciones socia les. Esta separación no im plica una fron tera única, fija e inmutable, sino fronteras plurales, im pugnables y m utables. Estas fronteras tampoco son idénticas a la siem pre com pleja separación institucional entre economía y Estado, sino que com prenden un am plío rango de distinciones, a m enudo heterogéneas cuando no irreconciliables, entre lo económico y lo extraeco nóm ico, que suele experim entar grandes cam bios cuando los regím enes de acum ulación y los m odos de acum ulación se m odifican. Por ejem plo, las fo r mas cam biantes de com petitividad relacionadas con las econom ías globalizadas del conocim iento, como se sostiene en capítulos posteriores, conllevan
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
una im portante rearticulación de lo económ ico y lo extraeconóm ico. Y, en térm inos más generales, se asocia con las form as cam biantes de in terven ción estatal que afectan a la definición, regulación y funcionam iento de las fuerzas del m ercado concebidas en sentido estricto. Igualm ente se asocia con la más am plia reestructuración, reescalado y retem poralización de las relaciones m ercado-Estado-sociedad civil. Este trío conceptual tiene el mérito de poner de relieve que lo "extraecon óm ico” incluye no sólo al Estado o al sistem a ju ríd ico -p olítico , sino tam bién a la fam ilia, al hogar y a ciertas form as de asociación cívica. Y resulta útil para dem ostrar cómo el "retroceso” neoliberal del Estado tiende a desplazar el coste de los ajustes de los fallos del m ercado a la fam ilia (en realidad, a la m ujer en la mayoría de los casos) o a otras instituciones, redes y solidaridades de la sociedad civil. Ahora bien, estos tres térm inos no son más que una abreviatura con veniente para referirse a una serie de relacion es sociales mucho más com plejas y variables. EL TIPO DE ESTADO CAPITALISTA Con frecuencia, el Estado m oderno se caracteriza por los siguientes rasgos: su reclam ación del m onopolio legítim o (o constitucional) de la coerción organizada que se ejerce sobre una determ inada área territorial; por sus otras características estatales distintivas (por ejem plo, la capacidad de recaudar im puestos o de tom ar decisiones vinculantes para las personas y las colectividades presentes en su territo rio soberano)-, por su lógica p o líti ca, su racionalidad o gubernam entalidad d istintivas (por ejem plo, el m an tenim iento de su integridad territo rial, su resp on sabilidad form al de prom over un "in terés p úblico" socialm ente construido en contraposición al egoísmo privado, o su papel clave en el m antenim iento de la cohesión social). No obstante, si bien estos argum entos pueden ayudar a establecer los rasgos distintivos del Estado y de la política, es necesario com plem en tarlos desde la com prensión de las precon dicion es históricas del Estado moderno y de las com plejidades de su subsiguiente articulación e in terp e netración con otros órdenes institucionales y con la sociedad civil, pues, de lo contrario, se corre el riesgo de naturalizar y fetichízar la separación in s titucional entre lo económ ico y lo p olítico, la distin ción ju ríd ica entre lo público y lo privado, la d ivisión fun cion al entre la política in terio r y la exterior, etc. El riesgo es aún m ayor en los enfoques centrados en el Estado que pretendían "reín tro d u cir al E stado” como una variable independiente
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RO BERT JE S S O P
clave en el an álisis cien tífico -so cial (p ara la referen cia clásica, Evans et álii 19 85). Por el contrario, y como m uchos otros teóricos críticos del Estado, considero que esas fronteras están constituidas discursivam ente, se m ate rializan institucíonalm ente, están acopladas estructuralm ente a otras fro n teras in stitu cio n a les, y son tanto esen cialm en te im p ugnables como susceptibles de cambio (sobre el papel crítico de la frontera im aginaría Estado-sociedad, véase especialm ente M itchell 19 9 1). Es im portante reconocer, no obstante, que el tipo capitalista de Estado posee ciertas características que lo distinguen tanto de los Estados de las form aciones p recapítalistas o no capitalistas, como de algunas form as atípicas de regím enes políticos (por ejem plo, las dictaduras m ilitares dep reda doras) en sociedades en las que, con todo, alguna form a de capitalism o es uno de los rasgos característicos de la organización económ ica19. Esto es así porque el tipo capitalista de Estado posee una selectividad estratégica d ife renciada, determ inada por su form a, con im portantes im plicacion es para la organización y la eficien cia de la in tervención estatal (véanse esp ecialm en te G ram sci 19 7 1; Krátke 19 84 ; O’ Connor 1978; Offe 19 7 ?; Pashukanis 19 78; Poulantzas 19 73, 1978; Théret 19 9 2). En la tabla 1.4, recojo algunas de estas características an alítico-form ales básicas, dándolas en adelante por sen ta das para resaltar, en cam bio, otras características in stitucion ales más esp e cíficas de este tipo de Estado en la form a en que se dio en los circuitos del fordism o atlántico. Quizá valga la pena señalar, sin em bargo, que las carac terísticas genéricas recogidas en la tabla no incluyen a las in stituciones dem ocráticas, aunque en la actualidad la form a "n o rm al” del tipo de Estado capitalista im plique una dem ocracia representativa basada en el sufragio un iversal para los ciudadanos m ayores de edad de un Estado territo rial, y una autoridad ejecutiva y un poder legislativo form alm ente responsables ante sus ciudadanos. Este rasgo no es contem poráneo del Estado de tipo capitalista, sino que se trata de un desarrollo m ás reciente e irregular en las sociedades capitalistas avanzadas durante el siglo XX, si b ien a m ediados de la década de los setenta todavía no existía en las tres econom ías capitalistas fordistas p eriféricas del Sur de Europa. La dem ocracia representativa, sin em bargo, tiene im portantes im plicaciones para las form as de lucha política, especialm ente para la influencia cada vez m ayor de la p olítica de m asas d en tro o en la p eriferia del Estado, así como para el sign ificado de la orien ta ción del interés "n acion al-p o p u lar” en los intentos de d efin ir el Estado y los proyectos h egem ón icos (véan se G ra m sci 19 7 1; Je sso p 19 8 2 , 19 9 0 b ; Poulantzas 1973, 19 78). 44
E L FUTURO D EL ESTAOO CAPITALISTA
TABLA 1.4
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS CLAVE DEL TiPO DE ESTADO CAPíTALfSTA ARTICULACIÓN DE ECONOMÍA Y ESTADO EN EL CAPITALISMO
IMPLICACIONES PARA LA ECONOMÍA ¡MPLiCACiONES PARA EL ESTAOO Y LAS RELACIONES DE CLASE Y LA POLÍTICA
Separación institucional entre economía de mercado. Estado soberano y una esfera pública (sociedad civil) situada más allá del mercado y et Estado.
La economía está organizada bajo et dominio de la ley capitalista del valor mediada por la competencia entre capitales y la lucha de clases económica.
Raison d e f a t (racionalidad política autónoma) distinta de la lógica de mercado centrada en la ganancia y la pérdida, y de principios religiosos, morales o éticos.
Reclamación constitucional del monopolio, dentro del territorio determinado por el Estado, de la coacción organizada. La legalidad desempeña un papel en la legitimación del Estado y sus actividades.
La coacción está excluida de la organización inmediata del proceso laboral. Así. la forma valor y las fuerzas de mercado, y no la coacción directa, modelan la acumulación del capital. No obstante. ía coacción desempeña un papel clave a la hora de garantizar las condiciones externas de existencia del funcionamiento de la economía capitalista.
Los órganos policial-militares especializados están sujetos a control constitucional La fuerza tiene funciones tanto ideológicas como represivas. Con sometimiento a la ley. el Estado puede intervenir para compensar los fallos de mercado en interés "nacional" o “público".
El Estado es un Estado fiscal Sus ingresos provienen en gran parte de tos-impuestas sobre bienes, actores y actividades económicos, y de préstamos obtenidos de actores del mercado. La capacidad de establecer impuestos depende de ia autoridad legal + ia coerción. La forma tributaria burguesa ideal es un aporte continuo y general a los ingresos det Estado, que éste puede dedicar libremente 3 actividades legítimas, mas no ta recaudación ad hoc para actividades específicas.
Los impuestos deducidos de las rentas privadas pueden utilizarse para producir "bienes públicos". Así, puede existir una tensión entre aspectos det valor de cambio y det valor de uso de ta actividad tributaría. Si la producción de propiedad estatal y gestionada por éste resulta rentable, se reduce la dependencia del Estado de tas fuerzas de la economía privada y/o se debilita la separación institucionat. Las actividades que no san rentables pueden socializar tas pérdidas, redistribuirlas, o bien destruir riqueza y valor.
Quienes están sujetos a ta autoridad del Estado en su territorio tienen ta obligación general de pagar impuestas, aprueben o no las actividades concretas del Estado. La moneda nacional emitida por el Estado es también el medio de pago de los impuestos. La capacidad tributaria actúa como garantía de la deuda pública. Los impuestos y su aplicación son uno de tos primeros focos de las luchas políticas y de clase.
Personal administrativo especializado, con canales propios de reclutamiento y esprít de corps. Este personal está sometido a la autoridad del ejecutivo político. Forma una categoría social (no una ciase) dividida internamente según su status y su posición en el mercado.
Et Estado ocupa un lugar específico en la división general entre el trabajo manual y el intelectual. Los funcionarios y la clase política tienden a especializarse en et trabajo intelectual, con estrechas relaciones entre su conocimiento especializado y su poder. El conocimiento se convierte en una de las bases principales de las capacidades estatales.
El discurso oficial desempeña un papel clave en el ejercicio det poder del Estado. Los intelectuales públicos y privados formulan proyectos de Estado y hegemónicos que definen el interés nacional y/o "nacional-papular". El Estado debe su legitimidad al hecho de que refleja et interés nacional y/o “nacional-popular".
Rechtsstaat: el Estado se basa en el gobierno de la ley. no de tos individuos. Existe una división entre el derecho privado, el derecho administrativo y el derecho público. El derecho internacional rige las relaciones entre los Estados. No existe un monopolio formal del poder político en manos de !a clase/ clases dominantes, sino una "igualdad ante ta ley" formal para todos (os ciudadanos.
Formalmente, los sujetas económicos son propietarios libres e ¡guales de las mercancías, incluyendo la fuerza de trabajo. El derecho privado se desarrolla con base en los derechos de propiedad y el derecho de contratos. El Estado desempeña un papel clave para garantizar las condiciones externas para et intercambio económico.
Los súbditos formales det Estado son individuos con derechos de ciudadanía, no estamentos' feudales ni clases económicas colectivas. Las luchas para ampliar estos derechos desempeñan un papel clave en la ampliación de las actividades del Estado. El derecho público se organiza de acuerdo con tas distinciones entre individuo-Estado, público-privado y nacional-internacional.
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ROBERT JE S S O P
TABLA 1A
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS CLAVE DEL TIPO DE ESTADO CAPITALISTA (CONT.) ARTICULACIÓN DE ECONOMÍA V ESTADO EN EL CAPITALISMO
IMPLICACIONES PARA LA ECONOMÍA IMPLICACIONES PARA EL ESTADO Y LAS RELACIONES DE CLASE Y LA POLITICA__________________
Estado formalmente soberano con un dominio territorial exclusivo y definido, en el cual es libre de actuar sin interferencia de la autoridad directa de otros Estados o actores. Sustantivamente, los Estados están limitados en el ejercicio de su soberanía por el equilibrio de las fuerzas internacionales, así como por el equilibrio interno.
Existe un conflicto entre ía economía como un "espacio de flujos" abstracto apolítico en et mercado mundial, y y como la suma de actividades localizadas, con un carácter inevitablemente sobre determina do en forma política. Los capitales particulares pueden escapar al control del Estado o buscar et apoyo de sus respectivos Estados para competir internadonalmenig.______
Idealmente, los Estados son reconocidos por otros Estados como soberanos dentro de sus propios territorios, aunque también pueden tener que defender su integridad territorial por la fuerza. La rivalidad política y militar depende en parte de la fuerza de la economía nacional. Es necesario equilibrar la búsqueda de metas geoeconómicas y geopolíticas, y la cohesión social.
El enfoque general analítico-form al y estratégico-relaciona! que se adop ta a continuación considera al Estado como una relación social (Poulantzas 1978). Esto implica que el ejercicio del poder estatal (o, m ejor aún, de los poderes del Estado en plural), supone una condensación determinada por la forma del cambiante equilibrio de fuerzas. En otras palabras, el poder del Estado refleja el equilibrio de fuerzas predominante, mediado por el aparato estatal con su selectividad estratégica inscrita estructuralmente. Al adoptar e s te enfoque, el Estado puede definirse como un conjunto relativamente un ifica do de instituciones, organizaciones, fuerzas sociales y actividades socialmente incrustadas, socialmente reguladas y selectivas estratégicamente, que se orga niza entorno a la toma de decisiones (o que al menos se involucra en ella) que son vinculantes colectivamente para una comunidad política imaginada. Por selectividad estratégica entiendo la form a en la que el Estado, considerado como un conjunto social, posee un impacto específico y diferenciado sobre la capacidad de las distintas fuerzas políticas para perseguir sus intereses y estra tegias particulares en contextos espaciotemporales específicos. Para ello u tili za el acceso o el control sobre ciertas capacidades estatales (capacidades que, para ser eficaces, dependen siem pre de sus vínculos con fuerzas y poderes que existen y operan más allá de las fronteras form ales del Estado20). De aquí se desprende que afirm ar que los gestores del Estado —o peor aún, el Estado mismo— ejercen poder es, en el mejor de los casos, crear una ficción conve niente que enmascara un juego de relaciones sociales notablemente más com plejo y que se extiende mucho más allá del aparato del Estado y de sus capacidades distintivas. Es interesante destacar que esto se refleja en las prác ticas y discursos de los propios gerentes estatales, que si bien muchas veces se
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
adjudican orguílósamente el mérito de haber iniciado y ejecutado una determ i nada línea estratégica general o una política específica, en otros momentos, durante la lucha continua por el poder, intentan tranquilamente descargar la responsabilidad de los actos y de los resultados del Estado sobre otras fuerzas sociales (o sobre causas de fuerza mayor). Si bien la existencia de Cons tituciones y la centralización del Estado perm iten que las responsabilidades sean formalmente atribuidas a funcionarios y organismos determinados, esto no debería llevarnos a fetichizar la imputación de la responsabilidad política en lugares o personajes concretos. Deberemos siem pre tratar de seguirle la pista a la circulación del poder a través de juegos de relaciones sociales más amplios y más complejos, tanto dentro del Estado como más allá del mismo. Esto resul ta especialmente importante allí donde la creciente complejidad y la mediatizacíón del ejercicio del poder del Estado por parte de los m edios de comunicación de masas llevan a la búsqueda de figuras carismáticas que pue dan sim plificar las realidades políticas y prom etan resolverlas. Como dem ues tra Grande (2000), el carisma sirve para ocultar prácticas complejas, si no caóticas, que ocurren fuera de escena y que serían difíciles de explicar o de defender en público. Este enfoque es incompatible con cualquier pretensión de tratar al Estado como un sim ple instrumento o como un m ecanismo funcional para reproducir las relaciones capitalistas de producción. En realidad, lo que indica es que la forma típica del Estado capitalista problematiza actualmente su funcionalidad general para la acumulación de capital y la dominación política de clase. La separación institucional del Estado y la economía de mercado, una separación que es una característica necesaria y determinante de las sociedades capitalis tas, da como resultado el dominio de lógicas institucionales y modos de cálcu lo diferentes (y posiblem ente contradictorios) en el Estado y la economía (por ejemplo, Hirsch 1976; Offe 1984; Poulantzas 1978; Reuten y Williams 1989; Wood 19 8 1). No existe garantía de que los resultados políticos sirvan a las nece sidades del capital, aun suponiendo que dichas necesidades pudieran ser obje tivamente identificadas con la anticipación y el detalle suficientes como para servir de base a un plan racional —desde un punto de vista capitalista— de acciones e inacciones estatales. La autonomía operativa del Estado es otro fac tor que complica enormemente la situación. En realidad, le permite al Estado dedicarse a los intereses del capital en general a expensas de los capitales p ar ticulares, tanto como le permite perjudicar los intereses del capital en general. En consecuencia, es necesario prestar mucha atención a la selectividad estra tégica, estructuralmente inscrita, de las formas estatales y regím enes políticos 47
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específicos, y alejarse de una teorización abstracta y con frecuencia esencialista en favor de versiones más detalladas de la compleja interacción de las in sti tuciones y las luchas sociales. Un elemento clave en dichas investigaciones tiene que ver con los cambiantes Estados y proyectos hegemónicos que definen la naturaleza y los objetos de las acciones (e inacciones) estatales tanto en periodos, etapas y fases particulares del desarrollo social, como en las diferen tes variedades de capitalismo (con las configuraciones institucionales que las caracterizan). También es necesario prestar atención a la capacidad política (al arte de gobernar) como un repertorio de prácticas expertas y discursivas que, de m anera reflexiva, controlan los hechos y actividades tanto dentro como fuera del Estado, afectando así los proyectos estatales y los intentos de ejercer el poder estatal. En este sentido, el Estado puede estudiarse en térm inos de seis dim ensio nes interrelacionadas. Tres de ellas se refieren principalm ente a aspectos in s titucionales form ales del Estado considerado como una relación social: (i) los modos de representación política y su articulación, (z) la articulación interna del aparato del Estado y ( 3) los modos de intervención y su articulación. Cada uno de estos aspectos posee sus propias selectividades estratégicas inscritas estructuralmente y, si bien son distintos desde una posición analítica, se superponen p or lo com ún desde un punto de vista em pírico. Para ilustrar con un ejemplo claro esa superposición, podemos decir que el corporativismo im pli ca: representación, toma de decisiones e intervención en la base funcional de la división del trabajo. Estos aspectos pueden estudiarse con distintos grados de abstracción y complejidad, que van desde las form as de Estado más básicas hasta las descripciones notablemente concretas y complejas de regím enes específicos. Las otras tres dim ensiones se refieren principalm ente a aspectos sustantivos y estratégicos del Estado considerado como relación social. Aquí tenem os (4) los proyectos políticos articulados por distintas fuerzas sociales representadas dentro del sistem a estatal, que buscan esa representación o que impugnan sus form as, funciones y actividades actuales; (5) el proyecto de Estado predominante, con su raison d ’état —o racionalidad gubernamental— y su arte de gobernar, que trata de im poner una unidad siem pre relativa a las diversas actividades de las distintas ramas, departamentos y escalas del siste ma estatal, y que tam bién define las fronteras entre el Estado y su medio como una condición previa a los intentos de construir tan improbable unidad in ter na; y (6) los proyectos hegem ónicos que pretenden reconciliar lo particular y lo universal enlazando la naturaleza y los objetivos del Estado con una visión p olí tica, intelectual y moral más amplia —pero siem pre selectiva— del interés
EL FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA
público, de la buena sociedad, del bienestar público o algún otro principio aná logo de socialización. Estos proyectos dotan de contenido a los rasgos más fo r males del Estado. Le corresponde a la contienda entre las diferentes fuerzas sociales respecto a los proyectos que compiten entre sí actuar como m ediado ra de los cambios estructurales y estratégicos en cada coyuntura. EL CAPITAL YEL ESTADO A pesar de las afirm aciones de algunos economistas clásicos y de ideólogos neoliberales, incluso una economía capitalista pura sería propensa a presentar fallos de mercado. Los capitales individuales compiten por los beneficios, actúan en su propio interés y tratan de evitar las limitaciones a su libertad de acción. La competencia hace que los capitales individuales no se anim en a emprender actividades necesarias para la reproducción social y económica que no son rentables desde su punto de vista individual, y puede tam bién llevarlos a em prender acciones que socaven las condiciones generales para la reproduc ción económica y social. En lo que respecta a la reproducción económica, por ejemplo, no existe garantía alguna de que sea posible obtener las condiciones externas generales para la producción (como la ley, la propiedad y el dinero) mediante las fuerzas del m ercado, ni de que se oferten ciertas condiciones eco nómicas generales de producción ("bienes públicos”) al precio y cantidades adecuados. Esto indica que hacen falta instituciones extraeconómicas para compensar los fallos totales o parciales de mercado en la creación de ciertas condiciones importantes para la acumulación de capital. Dichas instituciones incluyen un sistema monetario y un sistem a legal formalmente racionales, así como la reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia. Ahora bien, como señalé anteriorm ente y explicaré más adelante, existen muchas otras condiciones. En este sentido, la intervención del Estado no es sólo una actividad secundaria que tiene por objeto m odificar los efectos de un mercado autosuficiente, sino que es esencial para la producción capitalista y las relacio nes del mercado. En efecto, es necesario producir la m ercancía antes de poder distribuirla a través del mercado o la acción política. Así, dada la separación institucional entre lo económico y lo político, el Estado debe asegurar que la acumulación de capital ocurra antes de que pueda comenzar sus actividades de redistribución (Müller y Neusüss 1975-. 4 3 “ 4,6 -, Offe 1972,). Existen muchas form as en las cuales el Estado puede intervenir e intervie ne efectivamente en estos aspectos. En térm inos abstractos, el Estado puede proporcionar apoyo para la valorización del capital y la reproducción social a
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través de la fuerza, la ley y el orden, el dinero, los bienes y servicios, el conoci miento o la "persuasión m oral” , y en la forma de políticas en niveles meta, macro, meso o micro. El peso relativo y la idoneidad de dichos medios de intervención, como veremos, varían significativamente a través del tiempo y en relación con regím enes específicos de acumulación. Las políticas económicas y sociales pueden orientarse, a su vez, hacia las condiciones de la oferta y la demanda de mercancías (ficticias) o de bienes y servicios no comercializables. Las metapolíticas contemplan una amplia variedad de factores extraeconóm i cos q\ie afectan a la competitividad sistém ica basada en los patrones de organi zación de la sociedad en su conjunto (M essner 1998), y cuyo carácter cambiará junto con las nociones de competitividad (véase el capítulo 3 ). Las macropolíticas se concentran en las condiciones externas de producción (por ejemplo, el sistema monetario y el sistema legal formalmente racionales) y en la creación de condiciones generales de producción (por ejemplo, las infraestructuras y el suministro de fuerza de trabajo) dentro del horizonte espaciotemporal de una economía constituida de manera discursiva e institucional. En la era del im pe rialism o, por ejemplo, se trataba de una economía plurinacional organizada en térm inos de relaciones centro-periferia. En el caso del fordism o atlántico, el nivel macro era naturalizado como una econom ía nacional adm inistrada por el Estado nacional de bienestar keynesiano. Más recientemente, el Espacio Económico Europeo está siendo imaginado e instituido como el marco macroeconómico adecuado para la intervención de la Unión Europea (UE), En los tres casos, por supuesto, los Estados también desarrollaron políticas relativas a la inserción de la correspondiente economía del nivel m acro en conjuntos más amplios de relaciones económicas hasta llegar al mercado m undial. Las m esopolíticas se refieren a ramas, sectores y a espacios y lugares específicos dentro de este sistema económico más amplio. Por último, las micropolíticas afectan a unidades económicas "individuales” (tales como hogares, trabajadores o empresas individuales). Las mencionadas distinciones se relacionan siem pre con escalas particu lares de análisis. Esto puede apreciarse en el redím ensionam iento parcial del nivel macro realizado por los Estados m iem bros de la UE hasta llegar a Europa, así como en el cambiante alcance de los metaniveles y m esoniveles en la actual era de la globalización. A su vez, la distinción entre las políticas de oferta y de demanda se relaciona igualmente con mercados y cadenas de mercancías espe cíficos, etc. Aún m ás, a medida que el significado aceptado de estas distincio nes comenzó a descomponerse como resultado de la crisis de la economía mixta nacional de posguerra, se ha abierto un espacio para el debate acerca de 50
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
qué debiera ser lo que reemplace al conjunto de metas políticas convenciona les del Estado nacional de bienestar keynesiano. En el cuadro 1.2, figura una lista resum ida e incompleta de las funciones generales que los Estados pueden desem peñar con respecto a la economía capitalista. Estas funciones generales adquieren form as institucionalmente determinadas en etapas y variedades concretas del capitalismo, y están ligadas a funciones más específicas relacionadas con esas etapas y variedades particu lares y con sus regímenes de acumulación y modos de regulación. No puede haber garantías (ni mucho menos que estén inscritas en la naturaleza general del tipo de Estado capitalista) de que estas complejas e interrelacionadas fun ciones sean realizadas de manera adecuada desde el punto de vista de la acu m ulación. Gomo he señalado an teriorm en te, la relación de capital es inevitablemente incompleta y contradictoria, de manera tal que, incluso en un nivel exclusivamente técnico-económ ico, es inevitable que el ejercicio de estas funciones tenga efectos contradictorios. Adem ás, como puede verse incluso en esta incompleta lista, la intervención del Estado en estos asuntos implica b as tante más que m eros aspectos técnico-económ icos. Sus efectos van siempre más allá de las fuerzas de producción, la rentabilidad del capital o el comporta miento económico general, y se produce siem pre en un contexto político más amplio relacionado con la legitimidad del Estado y el gobierno, así como con la cohesión social y la exclusión. En este sentido, la selección de las políticas eco nómicas y sociales suele estar relacionada con las estrategias de acumulación, los proyectos de Estado, los proyectos hegemónicos y las visiones filosóficas y normativas más generales de la buena sociedad predominantes. Un área en la que el carácter inevitablemente político de la intervención económica y social aparece de forma especialmente clara es la de la reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia, pues en el tipo de Estado capitalista ésta se relaciona tam bién con el derecho de los ciudadanos a la subsistencia (véase Reuten y W illiams 1989). cuadro
1.2
ALGUNAS FUNCIONES DEL TIPO DE ESTADO CAPITALISTA
1. Asegurar las condiciones generales externas para ta acumulación de capital como, por ejemplo, un orden legat formalmente racional y {a protección efe los derechos de propiedad. 2. Asegurar ta mercantilización ficticia de ta tierra, et dinero, ta fuerza de trabajo y el conocimiento, y modular su subsiguiente desmercantilización y remercantitízación a la luz tanto de tas cambiantes formas de aparición de las contradicciones estructurales y dilemas estratégicos det capitat. como del
R O B E R T JE S S O P
cambiante equilibrio de las fuerzas que impugnan el grado y consecuencias de dicha mercantilización ficticia. En lo que respecta a la fuerza de trabajo, esto supone gestionar (a oferta de mano de obra, tos mercados laborales y las condiciones de trabajo dentro del proceso laboral 3.
Asegurar los derechos y capacidades del capital de controlar la fuerza de trabajo en el proceso pro ductivo. y de regular los términos y condiciones de la relación cap ital-trabajo en el mercado de traba jo y en.et proceso laboral.
h.
Definir los límites entre lo económico y lo extra económico, y modificar los vínculos entre las precon diciones económicas y extraeconómicas de la acumulación de capital. Esto debe hacerse a la luz de las formas cambiantes de la competencia — que se constituyen de manera material y discursiva— , y a la luz de la resistencia a la colonización de lo extra económico por parte de la lógica del capital
5.
Promover la creación de las condiciones generales de producción, especialmente aquellas infraes tructuras intensivas en capital que precisan un largo periodo para su reposición, y que son adecua das para una etapa o variedad determinadas de capitalismo.
6.
Gestionar la contradicción fundamental entre la naturaleza crecientemente social de tas fuerzas pro ductivas y la continuada naturaleza privada y competitiva de las relaciones sociales de producción y de la apropiación de la plusvalía del trabajo.
7.
Articular los procesos entrelazados de desterntoríalización y reterritorialización y dé des témpora lización y retemporalización relacionados con la reconfiguración de nuevos arreglos espaciotemporales necesarios para periodos de acumulación relativamente estables.
8.
Hacer frente al conjunto de repercusiones sociales y políticas producidas por los cambios de forma en que se muestran las contradicciones y dilemas capitalistas, mediadas por y a través de formas específicas de organización política y movilización social.
FUERZA DE TRABAJO Y REPRODUCCIÓN SOCIAL Ya me he referido brevem ente a la posición central que ocupa la relación capital-trabajo en la valorización del capital y al papel que desempeña el Estado a la hora de asegurar la relación salarial y el derecho del capital a controlar el p ro ceso laboral. Consideraré ahora el papel del Estado en la reproducción social. Es decir, la reproducción diaria, durante el curso de la vida e intergeneracional de los sujetos sociales, de acuerdo con principios específicos de socialización. En las form aciones sociales capitalistas, la reproducción social se organiza principalmente a través o en torno a la (cambiante) relación salarial y a su inserción en una economía en la que domina la acumulación por la acumula ción. La relación salarial capitalista posee tres características que actúan en contra de una solución armoniosa de la reproducción social mediada por el mercado, especialm ente cuando esta reproducción social va más allá de la 53
EL FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA
supervivencia diaria como miem bro activo de la fuerza de trabajo e incluye el mantenimiento de la reproducción durante el curso de la vida e intergeneracionalmente. En p rim er lugar, los trabajadores y quienes dependen de ellos (si es que existen) son libres de gastar su salario sin tomar en cuenta las necesidades del capital, y podrían ser objetivamente incapaces de hacerlo incluso aunque q ui sieran. Así, es posible que los trabajadores no reproduzcan su fuerza de traba jo (incluyendo habilid ades, conocim ientos y com prom isos esp ecíficos, además de la genérica capacidad de trabajo) satisfaciendo las necesidades materiales del capital, y puede que no accedan al mercado de trabajo (o perm a nezcan en él) en térm inos favorables para su valorización continuada. Más aún, en la medida en que las normas de consumo están tam bién constituidas por capitales particulares que ofrecen m ercancías concretas, los trabajadores pue den adoptar patrones de consumo dañinos para ellos mismos y para el capital en general (aunque sean rentables para algunos capitales particulares). Incluso cuando la fuerza de trabajo se reproduce de manera apropiada, es posible que no haya empleos con la rem uneración adecuada o, simplem ente, que no haya empleo. En segundo lugar, una vez que el trabajo asalariado está sujeto al control capitalista en el proceso laboral, puede ser destruido o debilitado por la sobreexplotación (número de horas o intensidad de trabajo excesivas) o por daños "colaterales” (como, por ejemplo, los accidentes o enferm edades profesiona les). Esto es así porque el capital tiende a priorizar su autovalorización por encima de la reproducción y el bienestar de la fuerza de trabajo. Ciertamente, los capitales particulares no están obligados a invertir en la m ejora de su "cap i tal humano” ni a compensarlo por su depreciación, a menos que resulte renta ble hacerlo, y se reconoce ampliamente que existe una tendencia general del capital a invertir m enos de lo necesario en educación y capacitación. Este p ro blema se une a la contradicción que existe entre la fuerza de trabajo, entendida como un factor de producción sustituible por otros factores; e igualmente se suma la contradicción entre el salario como coste de producción y como fuen te de demanda. Con todo, algunos tipos de regím enes de producción y de modos de regulaciónlogran institucionalizar ciertas soluciones parciales. En tercer lugar, en lo que concierne tanto a su consumo privado como a su explotación en el proceso laboral, a los trabajadores les resulta difícil defender su interés común en reproducir su fuerza de trabajo, especialmente cuando existe una gran cantidad de trabajadores sin empleo que podrían pasar a ocu par uno. 53
ROBERT JE S S O P
Estos problemas relativos a una reproducción de la fuerza de trabajo exclusi vamente mediada por el mercado abren espacios para una o varias instituciones extraeconómicas (en este caso, que no son de mercado), que pueden contribuir a reproducir la fuerza de trabajo en la m edida en que el mercado no pueda hacer lo. El papel del trabajo doméstico realizado fuera del nexo del dinero es obvia mente importante aquí, y es ésta la razón por la que las formas de fam ilia o de hogar (y, por tanto, también las relaciones de género e intergeneracionales) siem pre son objetos fundamentales de la gobernanza y espacios de lucha. Sin embargo, el presente trabajo se refiere fundamentalmente a los papeles clave que el Estado desempeña en estos asuntos. El Estado opera en una o varias esca las desde lo local a lo supranacional, a fin de contribuir directa o indirectamente a la reproducción de la fuerza de trabajo en el ciclo de la vida. Para ello incide sobre la reproducción diaria durante el curso de la vida e intergeneracionalmente. Su doble tarea consiste en, si es posible, asegurar un suministro continuo y adecua do de fuerza de trabajo debidamente cualificada para las cambiantes (y frecuen temente impredecibles) demandas del mercado de trabajo, y, al tiempo, compensar los efectos de la mercantilización en la reproducción social y la cohesión social (Aumeeruddy et álii 1978; de Brunhoff 1978; Offe 1985b; Reuten y Williams 1989). La relación salarial es, por consiguiente, el punto de partida de una amplia gama de políticas dirigidas a la "cuestión social” , que im plica algo más que políticas sociales, pues, como señala Kaufmann: Lo que generalmente denominamos Estado de bienestar se refiere no solamente al Estado, sino también, como los científicos sociales alemanes formularon con precisión a mediados del siglo XIX, a la sociedad civil. La "mediación " entre la esfera privada de la economía de mercado y la esfera pública de gobierno sometido a la ley fue denominada, alrededor de í% o 7 Sozialpoiitilc (Pankoke J970). La Sozialpolitikpuede traducirse al inglés como social policy o social politics [''políticas sociales” o flpolítica social ”]. En el contexto alemán, el principal aspecto considerado por las políticas sociales era la integración social y política de las clases trabaja doras emergentes en el recién constituido Reich alemán. En la tradición británica y escandinava no hubo, durante mucho tiempo, un concepto glo bal para las políticas emergentes de protección laboral, seguridad social y servicios sociales. El término "Estado de bienestar” fue aceptado en Escandinavia en la década de i$ 3o, pero su uso sólo comenzó a difundirse en Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial. Aquí el "Estado de bienestar” está menos interesado en la política social [social politics] que en las políticas sociales [social policies] [30 0 1: 17], 54-
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA
La referencia de Kaufmann a las tradiciones nacionales ilustra una vez más el papel del discurso en la constitución de la política estatal. Kaufmann tam bién señala las significativas variaciones que se producen en cada Estado nacional a través del tiempo, a medida que la política social y la política econó m ica se reproblem atizan en distintas form as y conform e se proponen, in s tituyen y ponen en práctica nuevas soluciones gubernamentales que sean adecuadas. El hecho de que ni los trabajadores ni los capitalistas individuales puedan resolver estos dilemas sin ayuda no significa que el Estado pueda (o deba) resol verlos. En realidad, al igual que sucede con las demás funciones estatales ana lizadas anteriorm ente, es poco probable que el Estado pueda llegar alguna vez a saber de antemano cómo resolverlos, ni siquiera allí donde tales solucio nes totales fueran posibles. Esas funciones económicas y sociales exigen una gestión activa de las cambiantes coyunturas de un sistema que es intrínseca mente contradictorio, y no la búsqueda de políticas sociales y económicas autónomas y predeterminadas. Igualmente, están siem pre mediadas por y a través de las luchas políticas en sentido amplío, y no determinadas en térm inos estrictamente técnicos y económicos. Adem ás, se ven afectadas por los propios fallos y tendencias de crisis característicos del Estado, derivados de la peculiar naturaleza de la política en las sociedades capitalistas. Aunque estos dilemas se gestionen en diferentes niveles económicos, empezando por la empresa, así como en varios lugares no económicos, el Estado no sólo ha sido uno de los principales destinatarios de las demandas en estas áreas, sino que tam bién se ha ganado un importante papel en su gestión directa o indirecta a través de sus políticas sociales y del mercado laboral.
4. SO BRE LOS ARREG LO S ESPACIO TEM PO RALES Ya he indicado antes que la reproducción y regulación del capital como relación social implica un arreglo social (modo de regulación) que compense el carácter incompleto de la relación de capital en los contextos específicos, y le otorgue una dinámica específica a través de la articulación de sus elementos económicos y extraeconómicos. Este arreglo social contribuye a otorgarle una coherencia estructural relativamente duradera en la gestión de las contradicciones y d ile mas inherentes a la relación de capital, de forma tal que las distintas formas, instituciones y prácticas tiendan a reforzarse recíprocamente. Aquí se incluye la 55
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imposición de un arreglo espaciotemporal a estos elementos económicos y extraeconómicos. Aunque este concepto será elaborado en capítulos posterio res, es conveniente incluir aquí algunos breves comentarios. Desde el punto de vista estructural, estos arreglos em ergen cuando un régim en de acumulación y su modo de regulación evolucionan conjuntamente y producen cierta coherencia estructural dentro de un marco espaciotemporal dado, pero no fuera de él. Normalmente, se asocia con una jerarquía específi ca de formas estructurales que afecta a las interacciones dentro del conjunto de la arquitectura institucional y, de este modo, modela la lógica general del arre glo espaciotemporal. Esta jerarquía supone darle mayor prioridad a la regula riz a ro n de algunas formas estructurales que a otras (y, quizá, darle mayor prioridad a uno u otro aspecto de las contradicciones y dilemas relacionados con ellas). Estas prioridades variarán con los regím enes de acumulación, con los modos de crecim iento y con las capacidades de gobernanza (véase Petit 1999). En el fordism o atlántico, por ejemplo, las form as salario y dinero eran las principales form as estructurales del modo de regulación, m ientras que en el posfordism o otras form as distintas han adquirido mayor importancia (véan se los capítulos 2, y 3 ). Asim ism o, como dijim os anteriorm ente, mientras que las economías de mercado liberales pueden dar mayor peso a la fuerza de tra bajo como factor de producción sustituible y al salario como coste de produc ción, otras economías capitalistas más coordinadas pueden priorízar la fuerza de trabajo en su, así llamada, forma de capital humano y al salario como una fuente de la demanda. Desde un punto de vista estratégico, dado que las con tradicciones y dilem as del capitalismo son insolubles en abstracto, deben resolverse —parcial y provisionalm ente, con suerte— a través de la form ula ción-realización de estrategias específicas de acumulación a varias escalas eco nómicas y políticas en contextos espaciotem porales específicos. Nuevamente, envista del significado que tienen las estrategias de acumulación (y los proyec tos de Estado y, en su caso, las visiones hegem ónicas relacionadas con ellas), observamos la importancia de la agencia y el discurso en la acumulación del capital. Estos arreglos espaciotemporales delim itan las principales fronteras espaciales y tem porales dentro de las cuales se asegura la coherencia estructu ral, y sirven para externali2ar algunos de los costes de asegurar esta coherencia más allá de dichas fronteras. Incluso dentro de ellas, algunas clases, fracciones de clase, categorías sociales y otras fuerzas sociales son marginadas, excluidas u oprimidas. De este modo, los arreglos espaciotem porales sirven también para facilitar los compromisos institucionalizados de ios que dependen los regím enes y modos de acumulación, para posteriorm ente incorporarlos. Y
56
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
pueden im plicar la superexplotación de los espacios internos o externos ajenos al compromiso, la superexplotación de la naturaleza o de los recursos sociales heredados, la posposición de los problem as a un futuro indefinido y, por supuesto, la explotación y opresión de clases, estratos u otras categorías socia les específicas. En el próximo capítulo analizaré los arreglos espaciotemporales del fordism o atlántico y su colapso. Ahora bien, en la m edida en que dichos com prom isos marginan a ciertas fuerzas que actúan como portadoras de funciones u operaciones esenciales para la acumulación a largo plazo, la proliferación de importantes desequili brios, desproporcionalidades o desuniones en el circuito del capital tenderá a reforzar el alcance de dichas fuerzas, perm itiéndoles in terferir en los com pro m isos institucionalizados implicados en un régim en de acumulación, modo de regulación, forma de Estado y arreglo espacíotemporal particulares (véase Clarke 1977). Estas crisis suelen actuar como mecanismo de orientación para el reequilibrio de la acumulación de capital —siem pre provisional, parcial e in es table—, en la medida en que sirven para im pulsar nuevos intentos de guiar la reím posición forzosa de la unidad del circuito del capital mediante nuevas estrategias de acumulación y nuevos m odos de regulación (véanse Hirsch 1976, 1977; Lindner 1978; Wirth 1977). Las escalas prim arias y los horizontes temporales en torno a los cuales se construyen esos arreglos, así como su grado de coherencia, varían considerable mente con el transcurso del tiempo. Ello se refleja en la coincidencia variable de distintos linderos, fronteras o límites de acción, al igual que en la cambiante primacía de las diferentes escalas. Las fronteras políticas, por ejemplo, han sido caracterizadas por el polimorfism o medieval, la exclusividad westfaliana y la complejidad poswestfaliana. Del mismo modo, la consolidación del capitalismo presenció el eclipse nacional de la escala urbana a medida que las ciudades eran integradas en sistemas económicos nacionales, y se subordinaban al poder polí tico de los Estados territoriales nacionales. Desde entonces, la escala nacional se ha visto desafiada por el surgimiento de las redes de ciudades globales más orientadas hacia otras ciudades globales que hacia las regiones nacionales (véanse Braudel 1984; Brenner 1999a, b; Taylor 1994). En el capítulo 5 me refie ro a algunas de las im plicaciones de este reescalado. Estas ideas tienen importantes im plicaciones para (1) las estrategias de acumulación, (2) los proyectos de Estado y (3 ) los proyectos hegemónicos a distintas escalas de acción y en distintos horizontes temporales. Esto es así porque cada uno de ellos supone un intento de coordinar actividades de m ane ra estratégica a lo largo de distintos sistem as y del mundo de la vida, con el fin 57
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de alcanzar una coherencia estructural limitada y localizada en, respectiva mente, la acumulación, las actividades estatales y las form aciones sociales. Existe un amplio campo para la competencia entre las fuerzas sociales respec to a las estrategias de acumulación, los proyectos del Estado y las visiones hegemónicas, así como para las posibles alternativas entre las estrategias que surgen de dicha competencia para dom inar sus respectivas esferas imaginadas. En este contexto, un papel clave lo desem peñan las rivalidades y las luchas de las fuerzas intelectuales, tanto individuales como colectivas, libres u organiza das, que tratan de articular estrategias, proyectos y visiones que pretenden reconciliar contradicciones y conflictos, así como resolver dilemas en varios lugares y escalas de acción (véanse Gramsci 19 71; Jessop 1990b-, Portelli 1973). Las principales fuerzas involucradas en estas rivalidades y luchas son los in te reses organizados, los partidos políticos y los movimientos sociales, mientras que son los medios de comunicación, y no la esfera pública, los que ocupan actualmente la posición central en la m ediación de la lucha por la hegemonía en estos asuntos. En capítulos posteriores verem os muchos ejemplos de ello. Gomo parte de un determinado arreglo espaciotemporal, diferentes institu ciones, aparatos u organismos pueden especializarse prioritariamente en una u otra alternativa de cada dilema, manejarla en diferentes horizontes temporales o afrontar aspectos distintos en diferentes momentos. El Estado también puede alterar el equilibrio entre instituciones, aparatos y organismos reasignándoles responsabilidades y recursos, permitiéndoles competir por el apoyo político y la legitimidad a medida que las circunstancias cambian, etc. Dichas estrategias pue den desarrollarse por entero dentro del Estado o extenderse a la división entre modos de gobernanza estatales y no estatales. Otra forma de hacer frente a los pro blemas que pueden surgir de las limitaciones de los distintos modos de hacer polí tica o de gestionar las crisis es a través de políticas de intensidad variable en distintas escalas de acción y horizontes temporales. Por ejemplo, en el fordismo atlántico el Estado nacional establecía el marco macroeconómico, el Estado local actuaba como relé en lo relativo a numerosas políticas determinadas nacional mente, y la cooperación intergubernamental mantenía dentro de diferentes regímenes internacionales las condiciones para el crecimiento económico. Del mismo modo, en los regímenes neoliberales contemporáneos de acumulación, un relativo descuido de las condiciones sustantivas —en oposición a las formales— de la oferta, tanto a escala nacional como internacional, y el apoyo a los flujos del capital en y a través del espacio, se ve parcialmente compensado con unas políticas más intervencionistas en la escala regional, urbana y local, donde se localizan muchas interdependencias sustanciales entre capitales productivos específicos 58
EL FUTURO DEL ESTAOO CAPITALISTA
(Goughy Eisenschitz 1996). Esto ayuda a explicar por qué se están reorganizando los Estados locales a medida que nuevas formas de asociación locales o regionales surgen para guiary promover el desarrollo de recursos también locales o regiona les (véase el capítulo 5). Otro ejemplo de las divisiones espacioescalares del trabajo es la distinción entre relaciones exteriores y relaciones interiores inherente al sistema estatal moderno, que provoca que unas partes del aparato del Estado se especialicen en las primeras y otras en las segundas. No obstante, con el creciente impacto de la globalización y las nuevas formas de competencia, las divisiones del trabajo estatal heredadas están cambiando. Así, no sólo la distinción entre política exte rior y política interior se hace cada vez más borrosa, sino que los gobiernos subnacionales se están ocupando de la política exterior (en el ámbito económico) mediante la cooperación transfronteriza, la localización internacional, y así sucesivamente, al mismo tiempo que organismos supranacíonales se involucran en el rediseño y reorientación de políticas sub nacionales. También puede existir una división tem poral del trabajo en la que dife rentes instituciones, aparatos u organismos respondan a contradicciones, dilemas y paradojas en distintos horizontes temporales. Lo que se refleja, por ejemplo, en la distinción convencional entre planificación y ejecución dentro de las organizaciones, y en la prim acía de distintos horizontes temporales en las diferentes organizaciones (por ejemplo, entre bancos centrales y otros b an cos o entre fondos de arbitraje programados por ordenador y fondos de capital riesgo a largo plazo). Del mismo modo, en numerosas ocasiones se han p ro puesto soluciones corporativistas para resolver cuestiones económicas y socia les a largo plazo que suponen una interdependencia compleja y recíproca que exige cooperación tam bién a largo plazo, situando así estas áreas de las políti cas fuera de los horizontes a corto plazo de los ciclos electorales y las luchas parlamentarías. En ambos casos se abren oportunidades para que las activida des puedan reequilíbrar las relaciones entre estas instituciones, aparatos u organismos mediante la asignación diferencial de recursos, perm itiéndoles competir por la legitimidad en circunstancias cambiantes.
5. GOBERNANZA Y M ETAGOBERNANZA El carácter constitutivamente incompleto de la relación de capital, las contra dicciones y dilemas de la acumulación y las limitaciones de los arreglos espa ciotemporales que se desarrollan para contener, desplazar o posponer estos 59
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problemas crean espacios para realizar intentos de aplicar formas de gestión continuada, soluciones "para salir del paso” (muddllíngthrough) o encararla ges tión de la crisis. La gobernanza y la metagobernanza son conceptos útiles para analizar esos aspectos y sus implicaciones en la intervención económica y social. En nuestro caso, la gobernanza se refiere a cualquier forma de coordinación de relaciones sociales interdependientes, desde las simples interacciones diádicas basta las complejas divisiones sociales del trabajo. Generalmente se distin guen tres formas principales: la anarquía del intercambio (por ejemplo, las fuerzas del mercado), la jerarquía de mando (por ejemplo, la coordinación coac tiva del Estado) y la heterarquía de la autoorganización (por ejemplo, las redes horizontales). En ocasiones, también me refiero a esta tercera forma como gobernanza, pero del contexto se desprenderá si empleo el término en sentido amplío o en sentido estricto. Como las otras dos formas son, probablemente, más familiares, nos concentraremos en la heterarquía. La heterarquía se refiere a la autoorganización reflexiva de actores independientes involucrados en relaciones complejas de interdependencia recíproca. Dicha autoorganización se basa en el diálogo continuo y en el uso compartido de los recursos para desarrollar proyec tos conjuntos recíprocamente beneficiosos y para manejar las contradicciones y dilemas que, inevitablemente, forman parte de esas situaciones (para un análisis más amplio de los tres tipos, véase el capítulo 6). La gobernanza organizada sobre esta base no tiene por qué conducir a una simetría completa en.las relaciones de poder ni a la igualdad absoluta en la distribución de beneficios; de hecho, es muy poco probable que ello ocurra independientemente del objeto de la gobernanza o de los "concernidos” (Stakeholders) que efectivamente participen en el proceso de gobernanza. Lo principal en esta definición prelim inar es el desafío que tienen los que participan en la autoorganización reflexiva en lo que respecta a su com pleja interdependencia recíproca. Además de la relevancia general que puedan tener, estas tres formas de coordinación también se corresponden de forma más general con diferentes aspectos de la relación de capital y de la socialización capi talista (capítulo 6). En este sentido, las tres tienden a reproducirse en la medida en que la acumulación del capital también se reproduce, si bien con diferentes pesos y en distintos momentos, Los mecanismos y prácticas de gobernanza desempeñan papeles clave en la modulación de las divisiones escalares y espaciales del trabajo y en la asignación de tareas específicas en las distintas escalas y periodos de tiempo. No obstante, al igual que sucede en un sentido más general con los modos de regulación, también aquéllos pueden verse desestabilizados en el transcurso de la acumulación del capital, pues ésta tiende siempre a evadir las formas instituidas para regularla y/o 6
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EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
gobernarla; por consiguiente, puede modificar o incluso romper el inestable equi librio de compromisos en tomo al cual ese mismo proceso de acumulación estaba anteriormente organizado. El descuido de alguna condición clave para la acumula ción genera tensiones crecientes para hacerle frente (bien sea a través del surgi miento de una crisis o de la movilización de fuerzas sociales críticas con la acumulación continuada, y que son afectadas de manera adversa por dicho descui do). En la economía esto se refleja en movimientos de precios y en conflictos eco nómicos; en el sistema político, se ve en cambios en la opinión de las élites y en la opinión pública, así como en protestas políticas, etc. En este punto, cuando las fuerzas sociales intentan colibrar (modificar el equilibro relativo entre) varios mecanismos de gobernanza y ^Iterar su importancia relativa, aparece la metadirección (en ocasiones denominada metagobernanza). Según Dunsire (1996), la coli bración (collibration) se refiere a la total organización y equilibrio de las distintas formas de coordinación de interdependencias complejas y recíprocas. Además de las prácticas de metadirección dentro de cada uno de los campos más o menos sepa rados del intercambio anárquico del mercado, de las organizaciones jerárquicas y de la autoorganización heterárquica, hay también un amplio espacio para otras prácticas más generales de dirección de las relaciones que se desarrollan entre estos distintos modos de coordinación. La necesidad de tales prácticas es especialmente aguda debido a la enorme dispersión de los mecanismos de gobernanza en una sociedad mundial emergente. Igualmente es debido a la consiguiente necesidad de construir capacidades macroorganizativas e intersistémicas para hacer frente a estos incrementos de largo alcance en la complejidad de las interdependencias.
6 . O BSERVACIONES FIN A LE S
En este capítulo he presentado algunas características básicas del capitalismo como modo de producción y como objeto de regulación, resaltando en particu lar el papel de los arreglos espaciotemporales en la garantía de su estabilidad relativa, con el fin de contextualizar el estudio de la reproducción económica y social. He introducido algunas ideas básicas acerca del tipo de Estado capitalis ta, los modos de intervención del Estado y las funciones de la política econó mica y social estatales, así como sobre su relevancia en los regím enes de bienestar. También he incluido ciertos temas y conceptos generales relativos a su conexión con aspectos de gobernanza y metagobernanza y sus dinámicas específicas. Estas ideas son elaboradas, complementadas y matizadas en los capítulos posteriores. 61
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Estos argumentos han servido de base para un análisis cuatridimensional de las form as y fu n cion es estatales (en constante cam bio) en relación con la acumulación de capital, la reproducción social, la escala y la gobernanza. La prim era dim ensión se refiere a los papeles distintivos del Estado para asegurar las condiciones para la improbable perpetuación de los negocios privados ren tables, desde el punto de vista de los capitales particulares y del capital en general. Éste es el campo de la política económica. Es importante porque las fuerzas del mercado solas no pueden asegurar estas condiciones y deben ser complementadas con m ecanism os que no son del mercado. La segunda dim en sión se refiere a cómo se garantizan las condiciones para la problemática reproducción de la fuerza de trabajo tanto diariamente como durante el curso de la vida e intergeneracionalmente, desde los puntos de vista de los capitales particulares, del capital en general y de los trabajadores (considerados como trabajadores y como ciudadanos). Este es el campo de la política social tal como se define en este libro. Tiene importancia porque la fuerza de trabajo es una mercancía ficticia, pues, aunque se compra y se vende en los mercados de trabajo y puede agregar valor a la producción, no es producida ni reproducida directamente ni en las empresas capitalistas ni a través de ellas, con m iras a obtener beneficios privados. La fuerza de trabajo entra en la economía de m er cado desde fuera. Esto plantea problem as económicos respecto a su idoneidad individual y colectiva para las necesidades del capital y para su propia supervi vencia en ausencia de un ingreso seguro u otros activos. También crea p roble mas sociales respecto a la inclusión y la cohesión social, importantes, a su vez, para atraer inversiones. Igualmente, produce problem as políticos relativos a la legitimidad de la intervención del Estado en esta área. La tercera dim ensión se refiere a la forma en que se introduce cierta cohe rencia estructurada en la organización escalar de estos dos grupos de activida des a través de arreglos espaciotemporales en los cuales, norm alm ente, una de estas escalas es prim aria. A sí, el aspecto central en este caso es la escala prim a ria (si es que existe) en la que se deciden las políticas económicas y.sociales, incluso si se apoyan o ponen en práctica en otras (véase especialmente Collinge 1999). Esto es importante porque las políticas económicas y sociales son mediadas políticamente, y las escalas prim arias de la organización política pueden no coincidir con las de la vida económ icay social. La cuarta dim ensión se refiere al principal mecanismo (si es que hay uno) para complementar las fuerzas de mercado, facilitando la rentabilidad capitalista y la reproducción de la fuerza de trabajo. De m anera más general, se refiere también a cómo se m an tiene el peso relativo de estos modos de regulación o gobernanza de forma 62
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
coherente. Esto tiene importancia porque el Estado es sólo uno entre varios mecanismos a través de los cuales se realizan intentos de superar los fallos e insuficiencias del mercado. La dinámica general del capitalismo y la naturale za de la sociedad en sentido amplio dependen de su particular mezcla de m eca nismos. Desplegando estas cuatro dim ensiones, presentaré a continuación las características clave del Estado nacional de bienestar keynesiano, explicaré sus tendencias de crisis y señalaré que está siendo tendencialmente reemplazado por una nueva forma de régimen de bienestar.
NOTAS i. La distinción entre sistema y mundo de la vida fue propuesta por Habermas (1975. 1987 y 1996). Yo amplío la idea de sistemas mucho más allá de la pareja economía/sistema jurídico-político, inclu yendo cualquier sistema aut ©organizativo (o autopoiético) con su propia racionalidad instrumental, su propia matriz institucional y sus propios agentes sociales que de manera deliberada orientan sus acciones siguiendo el código de dicho sistema. Mi interpretación del mundo de la vida también es más amplia que la inicialmente empleada por Habermas. La empleo aquí para referirme a todas las identidades, intereses, valores y convenciones que no están directamente anclados a la lógica dé ningún sistema en particular y que sirven de sustrato y trasfondo a la interacción social en la vida diaria, incluyendo tanto a la enemistad y el antagonismo como a la intimidad y la solidaridad. Con el desarrollo continuo de la productividad y, consecuentemente, de la "producción de riqueza” , las normas sociales de consumo en las economías capitalistas avanzadas (tal como se reflejan en la cantidad y calidad de los bienes y servicios de consumo) tenderán a situarse muy por encima de cual quier mínimo de subsistencia. El que dicho incremento y la transformación en estos valores de uso supongan también una participación mayor en el valor añadido total de la producción, es un asunto completamente diferente que depende del resultado de luchas políticas y económicas muy variadas dentro y más allá de las formaciones sociales capitalistas avanzadas (sobre la distinción entre rique za y valor, véase Postone 1993). Más aún, incluso reconociendo la tendencia hacia una mayor riqueza en las sociedades capitalistas avanzadas, no deberíamos olvidar que ello depende de una cada vez mayor división global del trabajo marcada por condiciones de trabajo, salarios y condiciones de vida enor memente desiguales, 3. Las contradicciones estructurales suelen aparecer en, al menos, tres tipos de condiciones diferentes. En primer lugar, cuando la lógica global de un conjunto institucional genera tendencias de desarrollo opuestas (por ejemplo, la creciente socialización de las fuerzas productivas frente al permanente control privado de Jas relaciones de producción y de la apropiación del excedente); en segundo lugar, cuando existe algún conflicto o tensión entre las exigencias de la reproducción del sistema y la lógica de la acción individual (por ejemplo, con el capital en general frente a los capitales particulares); y, en tercer lugar, cuando una relación social aparece constituida de forma tal que tiende a provocar conflictos socialmen te estructurados entre intereses inherentemente antagónicos (por ejemplo, capital frente a trabajo). 4. Estamos en presencia de un dilema estratégico cuando los agentes se enfrentan a una elección tal que, dados los parámetros y horizontes de acción, cualquier decisión que adopten (incluyendo la inactividad) socavará alguna o algunas condiciones clave para su subsistencia y/o su capacidad para hacer efectivos un conjunto más amplio de intereses. Los dilemas pueden quedar definidos en dife rentes niveles de acción individual y colectiva. Pueden tener soluciones parciales si se modifican las condiciones o los horizontes paramétricos de la acción. Por ejemplo, alternando entre los dos lados del dilema, o mediante ei aprendizaje estratégico basado en la iteración, o difiriendo o desplazando las consecuencias adversas de un determinado curso de acción, etc. 5. El término "explotación” se emplea aquí de forma moralmente neutra. 6. Esta "subsunción real" (por emplear la terminología de Marx) se ha extendido después al trabajo no manual mediante el uso de máquinas de oficina inteligentes que controlan y regulan el trabajo no manual. Sin embargo, no es suficiente por sí misma para asegurar la obediencia de la fuerza de trabajo, por lo que aparece normalmente complementada por otras formas de disciplina y control,
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que incluyen la coacción, la burocracia, los sueldos asociados al rendimiento y los intentos de m ol dear la subjetividad de los trabajadores (véase Marsden 1999). Las relaciones de clase no aparecen nunca definidas exclusivamente en el nivel de las relaciones económicas, sino que están sobrede terminadas por la intervención de estructuras jurídico-políticas e ideológicas y por la articulación de las clases al resto de categorías sociales. Es más, desde el punto de vista estratégico y/o táctico, los trabajadores, los capitalistas y otras fuerzas sociales pueden tra tar de organizar los mercados y procesos laborales en términos de intereses o categorías diferentes, lo que lleva a la segmentación del mercado laboral y a la división asimétrica del trabajo. Las innovaciones que permiten a una determinada empresa producir mercancías por debajo del tiempo de trabajo socialmente necesario habitual para ellas y/o mantener los costes de producción por debajo de la medía, se transformarán en beneficios extraordinarios hasta que se generalicen redefiniendo asi lo que se considera socialmente necesario. En este sentido, la competición capita lista se realiza en torno a la tasa media de beneficios, Estas leyes y tendencias incluyen: (1) la creciente acumulación de capital, es decir, la acumulación de activos capitalistas por parte de empresas individuales mediante la reinversión de los beneficios ante riores; (a) la creciente importancia de las mejoras en la productividad ("plusvalía relativa") por oposi ción al aumento de la jornada o esfuerzo laborales ("plusvalía absoluta") en la creación del excedente; (3) la creciente necesidad de superar los obstáculos a ta expansión capitalista que implica la baja tendencial de la tasa de ganancia, tendencia general que emerge del hecho de que todas las empresas tra tan de obtener una ventaja competitiva sustituyendo el trabajo asalariado por maquinaria, a pesar de que el trabajo asalariado es. según Marx, la única fuente de beneficios del total de capital invertido para adquirir no sólo bienes de capital y materias primas, sino también fuerza de trabajo; (4) la creciente centralización del capital, es decir, la gestión áe los activos propiedad de diferentes personas o empre sas, porparte de una sola compañía (por ejemplo, a través de sociedades anónimas o bancos); (5) la cre ciente separación de propiedad legal y control efectivo de los medios de producción mediante el desarrollo de sociedades anónimas y otras formas análogas de organización de los negocios; (6) la cre ciente importancia del crédito para el funcionamiento del sistema capitalista, etc. La fuerza de trabajo como mercancía ficticia es inusual a este respecto ya que no se produce como valor de cambio; y, además, su valor de uso en el capitalismo es su capacidad de producir valor de cambio. Véase Cleaver sobre la forma salario: "Es precisamente porque los trabajadores tienen necesidades y carecen de los medios para producir lo que necesitan por lo que el capital puede vender los valores de uso y producir los que quiera. Es precisamente porque la fuerza de trabajo es un valor de uso para el capital por lo que es un valor de cambio para el trabajo” (1979: 92). Este mismo principio se aplica cuando el dinero circula dentro de espacios plurinacionales tales como los imperios formales o informales dominados por un Estado. El concepto embed presenta algunas dificultades. Nacido en la geología, su campo semántico, como en tantos otros, se ha desplazado hacia la informática. En ella, entre otras cosas, por ser ia termino logía propia de una gran empresa de software, se traduce por "incrustado” (y, a veces, por "empotra do”). En un sentido más neutro, se podría traducir por adscribir, integrar o agregar. Ahora bien, en estas traducciones se pierde la dimensión física que la etimología inglesa otorga al término. El con cepto fue incorporado por Polanyi en La gran transformación (1944) para señalar cómo las acciones y las estructuras económicas estaban siempre y necesariamente integradas, em,í>eí>¿cías. incluidas, soportadas, empotradas o incrustadas socialmente, de manera que separarlas era un ejercicio válido sólo con fines analíticos. Por ello y por su relativa difusión, hemos utilizado aquí "incrustado” (y sus derivados). [N. delosTT.] Este razonamiento acerca del dominio ecológico resultarla igualmente aplicable a otros tipos de fuerzas sociales en otros tipos de ecología social, tales como organizaciones y redes. Las organiza ciones y las redes pueden ser también más o menos dominantes en sus respectivos mundos sociales. Para evitar malentendidos, aclararé que esta afirmación no implica que el Estado y el capital sean entidades completamente autónomas y que, por tanto, el Estado sea capaz de intervenir desde una posición totalmente exterior a un circuito de capital exclusivamente económico para suspender la realización completa de sus leyes de movimiento puramente económicas. Pretendo, simplemente, subrayar que la reproducción del capitalismo depende siempre de unas condiciones extraeconómicas adecuadas, y que sus tendencias sólo se realizan por completo en la medida en que la "acumula ción por la acumulación” se convierte en principio dominante de socialización. Esta ingeniosa expresión procede del comentario de Blühdorn a Luhmann, pese a no reconocer la propia contribución de Luhmann al análisis del dominio ecológico (aooo; 351). Las estrategias de acumulación se formulan en escalas muy diferentes de la actividad económi ca, desde las diversas unidades de una empresa, pasando por el sector o región, hasta el bloque
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nacional o supranacional. En cada caso, son distintos los tipos de actores que desempeñan un papel protagonista. Para un análisis de las dimensiones de las estrategias de acumulación en el nivel empresarial, véase Williams et álii 19 8 3 y, en el nivel sectorial, Rmgroky vanTulder 1995. 18. Para una crítica estratégico-relacional y tina reinterpretación de las instituciones y del significado del institucionalismo, véase Jessop 3001c. 19. Max Weber distinguió diferentes formas de capitalismo (por ejemplo, capitalismo de presa, capita lismo político) que, sin duda, podrían existir, y hasta prosperar, en ausencia de lo que denomino aquí tipo capitalista de Estado (véase Weber 1978; y, para una buena discusión, Swedberg 1998). 30. Sobre el concepto inicial de selectividad estructural, véanse Offe 1972 y Poulantzas 1978-, para un concepto más reciente de selectividad estratégica, desarrollado a partir del trabajo de Poulantzas, véanse Jessop 1985 y 1990b.
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CAPÍTULO 2
EL ESTADO NACIONAL DE BIENESTAR KEYNESÍANO
En este capítulo se construye un modelo estilizado del Estado de posguerra en las economías del fordism o atlántico, esto es, los Estados Unidos y Canadá, Europa Noroccidental, Australia y Nueva Zelanda. Caracterizo a estas econo mías como fordistas atlánticas por dos razones. La prim era, porque a pesar de su crecimiento dinámico m ayoritariamente autocéntrico (o basado en lo in ter no), la disem inación del régim en de acum ulación fordista se produjo a tra vés de la d ifu sión del paradigm a in dustrial estadounidense a Europa Noroccidental; la segunda, porque estuvo apoyado por varios regímenes in ter nacionales transatlánticos (véanse van der Pijl 1984; Rupert 1994). Incluyo a Australia y Nueva Zelanda porque durante este periodo fueron integradas en un bloque económico y político organizado bajo la hegemonía británica y fueron incluidas en las alianzas m ilitares estadounidenses. El fordismo atlántico puede definirse de form a resumida como un régim en de acumulación basado en un círculo virtuoso autocéntrico de producción y consumo masivos, garan tizado a través de un modo de regulación característico que se materializó de manera discursiva, institucional y práctica en el Estado nacional de bienestar keynesiano (o ENBK). Más adelante definiré el fordism o atlántico con mayor detalle y desarrollaré las cuatro características clave de este tipo ideal de Estado, aunque tam bién señalaré cómo las distintas econom ías, sociedades y Estados nacionales se desviaron del tipo ideal para producir distintos modos 67
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de crecimiento económico, distintos regímenes de bienestar y distintas formas de gobernanza dentro de esta amplía matriz ideal-típica. Además, trataré de m os trar por qué los ENBK desem peñaron un papel clave a la hora de garantizar el arreglo espacíotemporal del fordism o atlántico. El capítulo finaliza con las ten dencias de crisis en los ENBK típicos.
i. EL FORDISM O ATLÁNTICO No es éste el lugar para criticar la literatura sobre el fordism o y el posfordism o (véanse Am in 1994; Boyer y Durand 1997; Jessop 1992a), pero sí para hacer un breve repaso del prim ero de ellos (sobre el posfordism o, véase el capítulo 3 ). El fordismo puede ser analizado desde cinco ángulos: (1) desde el proceso labo ral, se ve como una configuración particular de la división técnica y social del trabajo-, (3) como régim en de acumulación, comprende un régim en macroeconómico que sostiene un patrón estinucturalmente coherente de crecim iento de la producción y el consumo capitalistas; ( 3) como modo de regulación, es defi nido como un conjunto de norm as, instituciones, form as organizativas, redes sociales y patrones de conducta que soporta y "guía1’ un régim en de acumula ción dado; (4) como modo de socialización, es un patrón de integración in sti tucional y cohesión social que com plem enta al régim en de acumulación dominante y a su modo de regulación económica, asegurando así las condicio nes de su dominio en la sociedad en sentido amplio; y (5) como formación social, se caracteriza por una correspondencia contingente entre los cuatro referentes anteriores. En esta sección, se analiza el fordism o desde estos pun tos de vista; adicionalmente, en la sección 4, se investiga su arreglo espaciotemporal, una sexta perspectiva que atraviesa transversalm ente a estas cinco dim ensiones y pone de relieve algunas de las lim itaciones del fordism o atlán tico como régimen de acumulación y como modo de regulación. Como Upo de proceso laboral característico, el fordism o puede considerarse, inicialmente, como un proceso de producción específico independíente de cua lesquiera otras vinculaciones más amplias. En este sentido, comprende la p ro ducción masiva basada en la técnica de la cadena de montaje móvil operada con mano de obra masiva semieualificada. Esto no significa que una empresa en la que predomine la producción masiva no pueda también emplear otros procesos laborales y tipos de trabajadores o vincularse con ellos en una determinada rama, región o espacio económico más amplio. El punto clave en tales casos es que la producción masiva sea la principal fuente de dinamismo económico. 68
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Como modo de crecimiento macroeconómico estable, el tipo ideal fordista comprende un circulo virtuoso de crecimiento basado en la producción m asi va, el aumento de la productividad fondado en las economías de escala, el aumento de los ingresos unido a la productividad, el aumento de la demanda de masas debido al aumento del salario, el aumento de las ganancias basado en la utilización plena de la capacidad instalada y el aumento de la inversión en equi pos y técnicas mejorados de producción masiva. No es necesario que todas las ramas de la economía estén dominadas por las técnicas fordistas de producción para que se dé este modo de crecimiento-, es suficiente con que los sectores líderes sean fordistas. En efecto, si el crecim iento de la producción masiva for dista quiere encontrar un mercado de masas, deberá darse igualmente un cre cimiento en la producción de bienes (como petróleo, acero, electricidad, carreteras y vivienda) y servicios (como publicidad, crédito al consumo, servi cios a bienes de consumo duraderos), ambos com plem entarios entre sí y que requieren un amplio rango de procesos laborales que van mucho más allá de la definición de fordismo precedente. Como modo de regulación económica, el fordismo puede considerarse en términos de cinco formas estructurales de regulación: (i) las formas y m odali dades de competencia empresarial, (21) la relación salarial, (3 ) la naturaleza de la emisión monetaria y las relaciones de crédito, (4) la forma y funciones del Estado y (5) el modo de inserción en los regím enes internacionales (Boyer 1990). La forma típica de la empresa fordista implica la separación de la propie dad y el control en grandes corporaciones, con una característica organización descentralizada y múltiples divisiones, sometidas a un control central; una bús queda del crecimiento basada en las economías de escala y en las cuotas de m er cado, incluyendo las fusiones y adquisiciones y la expansión interna, y estrategias de fijación de precios de coste más margen. La relación salarial fordxsta se basa en que tanto la gran empresa como el Estado reconozcan la legiti midad del sindicalismo responsable y de la negociación colectiva, y en que los sindicatos responsables (o, al menos, los líderes sindicales) reconozcan el dere cho de los administradores a administrar. En este contexto, los salarios apare cen indexados al crecimiento de la productividad y a la inflación marcada por los precios del sector minorista. Las políticas de em isión de dinero y de crédito están orientadas a garantizar una demanda agregada eficaz en las economías nacionales y a socializar las pérdidas y deudas en un ambiente expansionista aunque ligeramente inflacionario. En este contexto, los principales acuerdos salariales se alcanzan en las empresas de producción masiva; posteriormente, las tarifas acordadas se extienden a los demás trabajadores a través de peticiones 69
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de homologación, y a los no económicamente activos medíante la indexación de las prestaciones del bienestar financiadas a través de impuestos progresivos. Cualquier tendencia al subconsumo como consecuencia de una demanda insu ficiente o de una reducción en los beneficios inducida por los salarios quedará compensada siem pre que los salarios y la productividad en el sector de los b ien es de consumo se muevan en un rango sim ilar1 . En su forma de ENBK, el Estado ayuda a mantener este delicado equilibrio contribuyendo a integrarlos circuitos de las industrias de bienes de capital y de consumo, y gestionando los conflictos entre capital y trabajo en lo relativo tanto al salario individual como al social, a fin de que pueda mantenerse el círculo virtuoso del crecimiento fordista. El cre cimiento del empleo en el sector público, al igual que el aumento del consumo colectivo, también desempeñaron su papel aquí (véase infra y el capítulo 4). Este patrón no requiere la desaparición de los mercados laborales duales ni de las empresas o sectores no sindicalízados, siem pre que el nivel general de la demanda masiva crezca al mismo ritmo que la productividad. En la medida en que están adaptados a las condiciones del espacio económico y político del fo r dismo atlántico, los sistemas monetario, comercial, de inversión, energético y de seguridad internacionales sirven principalm ente para sostener el creci miento fordista en las economías nacionales bajo la hegemonía de EE UU, así como para promover una expansión ordenada del comercio y de la inversión internacionales en el mercado mundial capitalista. Como patrón general de organización social (socialización), el fordismo tiene varias implicaciones. Por un lado, la dependencia de los trabajadores de un salario individual o social para satisfacer sus necesidades desde la cuna hasta la tumba. Por otro, el crecimiento del consumo de mercancías masivas y estanda rizadas en los hogares fam iliares nucleares, así como el suministro de bienes y servicios estandarizados y colectivos por el Estado burocrático. También está el papel fundamental de este último en la gestión de los conflictos entre capital y trabajo, de las tensiones sociales que resultan del dominio del fordismo, del burocratismo, del consumo colectivo, y así sucesivamente. Por último, la desta cada función de la ciudad y los barrios residenciales como sedes del'estilo de vida o de los patrones de consumo fordistas. Se trata, en resumen, de una socie dad de masas urbano-industrial, asalariada, de clase media. En térm inos amplios, la dinám ica de la expansión global después de 194.5 se basaba en la disem inación continua del fordism o como proceso laboral desde los Estados Unidos (donde ya estaba en camino de obtener el predom i nio en el periodo de entreguerras) hacíalas otras economías fordistas atlánticas y, paralelamente, en la consolidación de su dinám ica de producción y consumo 70
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masivos en este espacio ampliado. A sí ocurrió principalm ente en las grandes economías de Gran Bretaña, Francia y Alem ania2. Sus economías nacionales adquirieron una dinámica principalm ente fordista cuyo crecim iento dependía en gran parte de sus crecientes m ercados locales. Las econom ías abiertas y pequeñas (como las de Austria, Dinamarca, Nueva Zelanda, Suecia, Canadá y Australia3) tam biénpodían avanzar hacia una sociedad de consumo masivo con un ENBK, porque ocupaban nichos clave en una división internacional del tra bajo cuya dinámica transatlántica fue modelada en forma decisiva por los p rin cipales sectores fordistas de las principales economías. Esto les permitió financiar estándares cada vez más altos de consumo m asivoy un consumo colec tivo en expansión, basados en una demanda para la exportación y en unas ganancias crecientes en sectores no fordistas (bienes de capital en pequeños lotes, bienes de lujo, productos agrícolas, materias primas), así como la expan sión de los sectores fordistas de los que disponían. Estas pequeñas economías abiertas también establecieron una lógica política y económica adecuada a sus variantes específicas de ENBK (véase infra). En síntesis, cuando una economía que estaba incluida en el fordismo atlántico no tenía una estructura y una lógica predominantemente fordistas, necesitaba un modo de crecimiento que com plementase la lógica fordista dominante, si es que deseaba participar y no ser excluida de la dinámica general de crecimiento de esta última. De esta forma, la coevolución y el acoplamiento estructural de los regímenes de producción y de los modos de regulación (incluyendo los ENBK) establecieron una coherencia estructural dependiente de la trayectoria anterior de cada país —pero no deter minista—, que modeló las formas de las crisis y las perspectivas para su gestión.
3. LOS ENBK La forma y funciones del tipo de Estado capitalista en el fordism o atlántico pueden describirse de forma adecuada en térm inos de Estado nacional de bienestar keynesiano. Cada uno de los cuatro térm inos de esta expresión subraya las características distintivas de los ENBK, ignorando todas las propie dades y funciones genéricas que pueden com partir con otros tipos capitalistas de Estado. En el capítulo i se expusieron algunas de estas propiedades genéri cas, así como las bases de este cuádruple esquem a para la evaluación de los ras gos distintivos relevantes. Podemos, por tanto, pasar ahora a presentar directamente los tipos de ENBK en estas cuatro dim ensiones, antes de consi derar cómo distinguir sus posibles variantes (véase la tabla 2.1). 71
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TABLA 2.1 EL ESTADO NACIONAL DE BIENESTAR KEYNESIANO MEDIOS PRIMARIOS ESCALA PRÍMARIA PARA COMPENSAR (SI EXISTE) LOS FALLOS DE MERCADO ____
CONJUNTO DE POLÍTICAS SOCIALES DISTINTIVAS _____
CONJUNTO DE POL(T!CAS ECONÓMICAS DISTINTIVAS ___________________
El mercado y el Estado forman una "economía mixta". Se espera que el Estado compense los fallos del mercado.
Primacía relativa de la escala nacional en la formulación de políticas económicas y sociales, con ejecución local y central.
La contratación colectiva y la ayuda estatal generalizan las normas del consumo masivo. Expansión de los derechos de bienestar.
Pleno empleo, gestión de la demanda, creación de infraestructuras para sostener la producción y el consumo masivos.
Estado
nacional
de bienestar
keynesiano
En prim er lugar, al promover las condiciones para la rentabilidad del capital privado ayudando a crear las condiciones internas y externas para la acumulación de capital, el ENBK era keynesiano en la medida en que tenía por objeto asegurar el pleno empleo en lo que se trataba como una economía nacio nal relativamente cerrada, y lo hacía principalm ente a través de la gestión del lado de la demanda. El ENBK intentó ajustar la demanda efectiva a las n ecesi dades en el lado de la oferta, dependientes de las economías de escala y de la utilización plena de m edios de producción relativam ente in flex ib les. Asim ism o, al reproducir la fuerza de trabajo como una m ercancía ficticia y al contribuir a garantizar las condiciones para la reproducción social, el EN BK estaba orientado al bienestar. Esto era así en la m edida en que trató de regular la negociación colectiva dentro de lím ites compatibles con niveles de creci miento de pleno empleo. También al generalizar norm as de consumo masivo que fuera más allá de los trabajadores varones que devengaban el salario fam i liar en sectores fordistas, de m anera que todos los ciudadanos nacionales y, en su caso, quienes dependían de ellos, pudieran com partir los frutos del creci m iento económ ico (y con tribuir así a una dem anda in tern a efectiva). Igualm ente, al pro m over form as de consum o colectivo favorables al modo fordista de crecimiento. Todo esto se reflejaba en indicadores tales como las crecientes tasas de las prestaciones por desempleo, enferm edad y pensiones, durante la m ejor época del ENBK (Huber y Stephens 20 0 1: 207-8; M arglin y Schor 19 9 0 ). El econom ista sueco Bertil Ohlin predijo esta característica general del fordismo al sostener que el m odelo sueco nacionalizó el consumo, no los medios de producción (1938: 5). De m anera más general, las políticas económicas y sociales del ENBK estaban muy estrecham ente ligadas a una d e fi nición expansiva y a una progresiva institucionalización de los derechos eco nómicos y sociales vinculados directa o indirectam ente a la ciudadanía de un 72
E L FUTURO D EL ESTADO CAPITALISTA
Estado territorial nacional, con independencia de que dicha ciudadanía se basase en el origen fam iliar, la asim ilación cultural, la naturalización, el exa m en político o en algún otro criterio (sobre los distintos tipos de Estado nacio nal, por oposición al Estado nación, véase infra y el capítulo 5). El ENBK era nacional en la medida en que el Estado territorial nacional asu mía la responsabilidad primaria de desarrollar y guiar las políticas keynesianas de bienestar en las diferentes escalas. Se refleja aquí la importancia más general de las economías y de los Estados nacionales durante los "treinta años gloriosos” de crecimiento de la posguerra, ya que lo nacional no sólo dominaba los circuitos del fordism o atlántico, sino tam bién los denom inados regím enes m ercantilistas o naciones comerciantes de Asia Oriental, y las estrategias de acumulación mediante sustitución de importaciones de muchas economías latinoamericanas. Los principales objetivos de los distintos regím enes internacionales de posgue rra ligados al fordismo atlántico eran rescatar los Estados nacionales europeos, restaurar la estabilidad de las economías nacionales, crearlas condiciones para el crecimiento económico local, promover la cooperación internacional para apo yar el funcionamiento fluido de las economías nacionales y, cuando fuese posi ble, asegurar y reforzar sus complementariedades en lugar de abolirías o integrarlas en algún sistema superimperialista. Del mismo modo, los Estados locales y regionales tendían a actuar principalmente como relés de las políticas formuladas nacionalmente, modificándolas de acuerdo con las condiciones y el equilibrio de fuerzas locales, pero sin iniciar políticas radicalmente diferentes. En particular, las políticas económicas y sociales a escala urbana y regional eran orquestadas de arriba hacia abajo por el Estado nacional y tenían por objeto p rin cipal igualar las condiciones económicas y sociales dentro de cada una de estas economías nacionales. Esta "naturalización” institucional y discursiva de la eco nomía y el Estado nacionales estaba ligada (dentro del fordismo atlántico) al cie rre relativo de las economías de posguerra, que estaban siendo reconstruidas con base en la producción y el consumo masivos. Este periodo marca el estadio más elevado de la forma Estado nacional en Europa como contenedor de poder eco nómico, político y social, con un máximo a finales de la década de los sesenta, tras el éxito del Plan Marshall y el desarrollo de la Comunidad Europea entre 19 45-68 (Milward et álii 1993). Aunque no podían describirse como fordistas, en varias economías de Asia Oriental se logró el mismo efecto con los discursos sobre "seguridad nacional” , que vinculaban la seguridad interna y externa de la nación con un estrecho control de la economía nacional. Y, en cuarto lugar, el ENBK era estatista, en la medida en que las institu ciones del Estado (en los distintos niveles) eran el principal complemento a las
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fuerzas del mercado en el régim en de acumulación fordista, y dado que tam bién desempeñaba un papel dominante en las instituciones de la sociedad civil. Así, fue la "econom ía m ixta” la que proporcionó el centro de gravedad para la regulación económica, social y política. Guando los mercados no p ro porcionaban los valores esperados de crecim iento económico, desarrollo regional equilibrado dentro de las fronteras nacionales, pleno empleo, baja inñación, bal ama comercial sostenible y distribución socialmente justa de la riqueza y el ingreso, se invocaba al Estado para que compensase estos fallos y generalizase la prosperidad entre todos sus ciudadanos, VARIANTES DEL ENBK Envista de que cada una de sus cuatro características distintivas puede lograrse de distintas maneras, no se esperaría encontrar una forma pura de ENBK. Pero esto no excluye que sea desde el modelo estilizado básico desde donde existan varian tes más o menos diferenciadas. De hecho, los economistas institucionalistas, los especialistas en políticas sociales y los científicos sociales comparatistas han mos trado un gran celo taxonómico en sus esfuerzos por identificar tipos y subtipos empíricamente verificables e históricamente significativos de capitalismo, de Estado de bienestar y de régimen político en el periodo de posguerra. Algunas de las investigaciones más extensas en este sentido han recaído sobre los regímenes de bienestar. Aunque este concepto es menos inclusivo que el de ENBK, el esfuerzo dedicado a crear estas tipologías ilustra algunos de los problemas generales que presentan este tipo de empresas. Si bien algunos autores emplean sencillamente el término genérico "modelo social europeo” para describir las características dis tintivas de los regímenes de bienestar en Europa (por ejemplo, Grahl y Teague 1 997 ; Palier y Sykes ?ooo), otros han invertido muchos esfuerzos teóricos y empí ricos en identificar diferentes regímenes de bienestar en Europa y en el resto del mundo. La más influyente de las tipologías resultantes fue desarrollada por Esping-Andersen (19 8 5,19 9 0 ), quien hizo derivar su clasificación inicial de cier tos criterios cuantitativos sencillos, relacionados con la desmercantilización de la fuerza de trabajo en dieciocho países miembros de la OGDE en el periodo de pos guerra, y luego, sobre la base de sus resultados agregados, se limitó a dividir a estos dieciocho países en tres grupos de seis. A continuación, estudió la historia econó mica, social y política de estos tres grupos y encontró que sus genealogías eran lo suficientem ente distintas como para justificar la afirm ación de que existían tres grupos diferentes de regím enes de bienestar, que coincidían con los que ya habían sido previam ente identificados por él. Desde entonces, se ha agregado 74
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un modelo del Sur de Europa, y se ha sugerido que el caso japonés es un híbrido de regímenes de bienestar liberales y conservadores (sobre Japón, véase EspingAndersen 1997; para los cuatro tipos principales, véase el cuadro 3.1). CUADRO 2.1
TIPOLOGÍA DE LAS CUATRO CATEGORÍAS DE REGÍMENES DE BIENESTAR DE ESPING-ANDERSEN
El tipo liberal tiene et grado más bajo de desmercantilizacion de {a Fuerza de trabajo. Se basa en tres pila res fundamentales: papel mínimo det Estado {incluyendo un papel residual en la prestación del bienestar social), énfasis en la individualización y no en ta socialización de los riesgos relacionados con la partici pación en et mercado de trabajo, y preferencia por las soluciones de mercado para los problemas socia les y económicos. Estos tres pitares se reflejan en características más específicas: asistencia sólo tras la comprobación de recursos, transferencias universales modestas o planes de seguridad social basados en el mercado-, beneficios para personas de bajos ingresos, generalmente de clase trabajadora, dependien tes del Estado; normas para optar a la protección social estrictas y estigmatizadoras: y estímulos esta tales al desarrollo de mercados en su gestión de la reproducción social y económica. El tipo conservador tiene un nivel intermedio de desmerca ntitización (por definición) y se dice que posee tres rasgos principales; el papel clave atribuido a la familia y al corporativismo para compensar los fallos de meneado, el compromiso de mantener una diferenciación de status y los riesgos compartidos dentro de grupos ocupacionates o estratos sociales particulares, y no en forma universal entre todos los ciudada nos nacionales. El derecho a ta protección social privilegia a la familia tradicional, se atribuye a ta clase y al status y no a la ciudadanía nacional, y tiene un impacto redistributivo (imitado porque en lugar de reducir las desigualdades de clase y status existentes tas refleja- Los regímenes de bienestar conser vadores también asignan un papel clave al voluntariado. El régimen de bienestar socíaldemócrata presenta el mayor grado de desmercantítizadón en (as varia bles elegidas por Esping-Andersen. Está más desarrollado en las economías nórdicas, aparece ligado a un sólido movimiento social y se muestra muy comprometido con la redistribución social. Acepta que el Estado desempeñe un amplio papel en Ut compensación de tos fallos de mercado, socializa una amplía gama de riesgos y es generoso en la oferta de prestaciones universales y en ta redistribución. Así. ofre ce beneficios universales basándose en la noción de "sociedad de trabajo" {ArbeitsgeseUschaft. société salaríale o sociedad asalariada). También está comprometido a otorgar beneficios elevados y crecientes
cort base en la premisa del pleno empleo y vinculados al crecimiento económico global; extiende las medidas de desmercantflízación a la clase media, asegurándose de este modo su apoyo al Estado: y per mite a lodos los ciudadanos integrarse al mercado de trabajo. Et régimen de bienestar fam iliar o det Sur de Europa es un Estado de bienestar residual. Confía en la familia ampliada — sustentada por un varón— . para la reproducción económica y social frente a las con tingencias del mercado. Proporcionando, de este modo, una forma distinta de desmercantítizadón inter media.
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La tipología de Esping-Andersen se basaba principalm ente en una sola de las cuatro dim ensiones fundamentales de la definición de ENBK y, de hecho, en un solo aspecto de esa dim ensión, a saber: el papel del Estado en la desm ercantilización del trabajo asalariado de los varones. Así, ni siquiera en lo refe rente al papel del Estado en la reproducción de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia Esping-A ndersen toma en cuenta el papel igualmente importante del Estado en relación con el trabajo asalariado y no asalariado de la m ujer. Tampoco examina otras dim ensiones de la participación del Estado en la reproducción social, como la educación, la salud o la vivienda, aunque en su trabajo más reciente sí se ha extendido a estas áreas. En camJbio, sí atribuyó un papel secundario a un aspecto relacionado con la cuarta dim ensión, a saber, los m ecanismos de gobernanza empleados en la reproducción social de la fu er za de trabajo. En particular, además de a las fuerzas liberales del mercado, se refirió a los sistem as de seguros corporatívistas, a la redistribución racional y formal por parte del Estado y, en trabajos más recientes, al clientelísm o y la familia. Por último, su tipología fue en principio desarrollada para investigar cómo los equilibrios entre las fuerzas sociales nacionales particulares en las etapas iniciales de los regím enes de bienestar conducían a tipos diferentes de regím enes de bienestar, y cómo, posteriorm ente, seguían teniendo efectos derivados de su trayectoria anterior en su ulterior desarrollo. La mayor parte de las taxonomías posteriores basadas en el influyente e innovador trabajo de Esping-Andersen com prenden entre cuatro y seis tipos de regím enes de bienestar. Estos tipos son el liberal de mercado (algunas veces subdividido en sus variantes de Atlántico Norte y de las antípodas), el socialdemócrata, el conservador-corporativista (o dem ócrata-cristiano), el m editerrá neo (o del Sur de Europa o de la m argen latina) y, para algunos pero no todos, el régim en confucionista (o de A sia O riental)4. Esta tipología am pliada ha sido utilizada para muchos fin e s distintos de aquellos para los que se desa rrolló originalm ente, pero sigue estando m arcada por la cuestión in icial que se propuso investigar E spin g-A n dersen . Esto provoca que resulte m enos útil para dem ostrar cómo los distintos regím enes de bienestar se han integrado en modos de regulación económica más am plios o en "bloques históricos” característicos (es decir, en conjuntos de relaciones económicas, políticas y socioculturales implicadas recíprocam ente, acopladas estructuralmente, que coevolucionan de m anera histórica, y cuya construcción depende de las acti vidades de los intelectuales orgánicos y de los proyectos colectivos, así como de la coadaptación gradual y em ergente de instituciones y conductas). También puede poseer una m enor utilidad para analizar las recientes políticas
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de recorte (por oposición a la expansión) que han surgido en respuesta a las c ri sis de los regím enes de bienestar (Pierson 1995; pero véase también H u bery Stephens 200 1). Lo anterior parece indicar que cualquier nueva tipología no sólo debería incluir los casos que quedaron fuera del original estudio de Esping-Andersen, sino que debería reflejar también las críticas más incisivas a sus fundamentos teóricos y em píricos e integrar las dem ás'dim ensiones de los ENBK5. También debería prestarse especial atención a los modos de intervención económica, previamente ignorados, y a los modos de gobernanza, tratados antes de m ane ra bastante superficial. Se lograría así un análisis más refinado de cómo se aco plan estmcturalmente —siem pre dependiendo de la trayectorias de cada p a ís ios modos de crecimiento económico, los modos de regulación y la naturaleza de los regím enes de bienestar (véase la subseccíón siguiente). En térm inos de formas de intervención económica y social, cabría distinguir entre: (1) regím e nes socioliberales de mercado; (2) regím enes socialdemócratas tripartitos; (3) regím enes corporativistas-conservadores en los que el bienestar se organiza parcialmente sobre la base del tipo de empleo o del status y que, por lo tanto, tienden a conservar, en lugar de a debilitar, las desigualdades económicas y sociales*, (4) regím enes dirigistas con Estados fuertes y una fuerza de trabajo relativamente fragmentada; (5) Estados regulacionistas que protegen la fuerza de trabajo respaldando la negociación colectiva obligatoria y la legislación laboral, y no a través de un Estado de bienestar universal ampliado; y (6) modos más clientelares de intervención social y económica. Se corresponderían, re s pectivamente, con los regím enes de bienestar fordista del Atlántico Norte, nórdico, corporativista-conservador, francés, de las antípodas, y del Sur de Europa. Para los casos que no caen dentro de los circuitos del fordismo atlán tico, como por ejemplo las sociedades de Asia Oriental o de Am érica Latina, se necesitarían otros modelos. Del mismo modo, en térm inos de gobernanza cabría distinguir entre: un modelo de economía mixta liberal que privilegia las fuerzas del mercado, con un papel compensatorio residual para el Estado; un modelo de economía nego ciada que se apoya en la concertacíón entre los actores sociales con el oportu no respaldo del Estado; un modelo estatista en el cual el Estado define y regula las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, así como las actividades de las organizaciones del mercado sin ánimo de lucro y de las organizaciones civiles benéficas-, y el modelo fam iliar, en el cual la fam ilia ampliada y las orga nizaciones paternalistas o "fam iliaristas” desem peñan papeles clave en la redistribución. Estos diferentes tipos se corresponden con cuatro form as de 77
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gobernarla división del trabajo en las form aciones capitalistas (véase el capí tulo 6). El liberalism o se corresponde con el principio del libre intercambio entre propietarios de mercancías, sin que, en principio, quepa distinción algu na entre los propietarios de la fuerza de trabajo y los propietarios del resto de los denominados factores de producción. El modelo de economía negociada se relaciona con el concepto ricardíano de las relaciones de clase en el capitalis mo, que se centra en el regreso a los "factores de producción” dentro de una cooperación potencialmente de suma positiva y que atiende a los aspectos de la distribución, y no con la versión marxista centrada en unas relaciones de clase intrínsecamente antagónicas y que considera la producción como un proceso de valorización. Los modelos conservador-corporativistas, a su vez, se apoyan en un enfoque funcionalista de la división del trabajo, que considéralas d istin tas funciones o papeles en térm inos estatalistas, corporativistasu organicistas, asumiendo el Estado la responsabilidad general de organizar las condiciones de autoorganización, y de asegurar la cohesión social general. El modelo fam i liar se relaciona con un enfoque subsídiarista de las responsabilidades sociales colectivas dentro de una visión ternaria ("m ercado-Estado-sociedad civil”) de las sociedades modernas. La economía política de escala guarda menos relación con la tipología de Esping-Andersen ya que, durante el lapso cubierto por su investigación, todos sus casos estaban marcados por la prim acía de la escala nacional. Pero incluso aquí, la dinámica de las políticas y las posibilidades de em prender reform as radicales difieren de acuerdo con la form a y funcionam iento unitarios, federa les o subsidiaristas del Estado nacional. Adem ás, tam bién vale la pena in cor porar el tema de la escala para facilitar com paraciones con los periodos anteriores y posteriores. Por una parte, el periodo anterior m erece atención porque resulta especialmente relevante para los orígenes y el desarrollo de los regímenes de bienestar. Las capacidades de los Estados locales y las form as de las políticas nacionales afectaron de m anera significativa al equilibrio de las fuerzas económicas y políticas durante el periodo formativo de los regím enes de bienestar. Así, por ejemplo, los regím enes conservador-corporativistas y los del Sur de Europa tienden a verse asociados con fuertes tendencias localis tas o regionalistas, mientras que los regím enes socialdemócratas más un iver salistas suelen relacionarse con gobiernos nacionales más centralizados. Por otra parte, el periodo posterior tam bién resulta significativo porque la conti nua diversidad de los regím enes de bienestar contemporáneos a escala nacio nal se refleja en la prosecución de proyectos y estrategias diferentes para promover la integración económica y construir una Europa social. De igual 78
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forma, el TLCAN tam bién ha creado problem as para Canadá y México; aunque más por la dominación económica de ciertos capitales norteam ericanos clave y por el apabullante dominio ecológico, en forma general, de la economía de EE UU, que por las actividades de un régim en político supranacional emergente. En el capítulo 5 se examinan algunas cuestiones planteadas por las políticas económicas y sociales de la UE. Un análisis más concreto y complejo debería considerar variaciones secundarias de lo que, desde la perspectiva teórica de la regulación y el Estado que hemos adoptado, son las cuatro características clave de los ENBK. Dentro de ellas cabría incluir su articulación interna, sus bases sociales, su m odula ción de género, su carácter "sexualizado” y "racializado” , su grado de simpatía por la fam ilia, sus preferencias generacionales (por ejemplo, respecto a los niños, a los adultos trabajadores o a los pensionistas6), o sus proyectos p olíti cos y sus proyectos hegemónicos característicos asociados7. Por poner un ejemplo, existe en la actualidad una muy rica literatura respecto a las dim en siones de género —cuando no a la naturaleza inherentemente patriarcal de los regím enes de b ien estar—, que ha revelado un im portante contraste entre los tipos del varón sustentador de la familia y el asalariado individual. El primero asume una división de género del trabajo, prioriza las oportunidades de empleo y el status del hombre como varón sustentador, trata a la fam ilia como unidad de transferencias de ingresos y prestaciones sociales, adopta la tributa ción conjunta de los cónyuges, y otorga distintos derechos a la m ujer y al m ari do. El segundo tiende a ser neutral en lo que respecta a la división de género del trabajo o, incluso, promueve la igualdad de oportunidades; considera el empleo como base de las prestaciones sociales en una "sociedad de trabajo” ; otorga derechos uniform es dependientes de los antecedentes laborales, ciuda danía o residencia» en lugar de discrim inar basándose en el género o el estado civil, e impone impuestos a las personas y no a los hogares (véanse, por ejem plo, Bussem aker y van Kersbergen 19 94; Jenson 1997; Lewis 1992;; Sainsbuiy 1996; Süm 2000).
Resulta conveniente desarrollar distintas tipologías para distintos objeti vos. Muchas investigaciones empíricas han confirmado la importancia de los tres regímenes básicos distinguidos originalmente por Esping-Andersen y el mayor poder descriptivo y heurístico de otras tipologías más complejas (véase especialmente Pitruzello 1999)- No obstante, aunque su tipología inicial fue defendida a partir tanto de sus raíces históricas como de los rasgos contempo ráneos de los tres grupos, el propio Esping-Andersen ha señalado también que: 79
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el período decisivo en el que se instauraron los componentes básicos de los regímenes de bienestar de posguerra, el momento en el que, por así decir, se institucionalizó el capitalismo de bienestar, no fueron las décadas de posguerra sino las de los años sesenta y setenta. Fue en estos periodos cuando se dio una fuerte protección al trabajador y se reguló el mercado de trabajo, cuando se reafirmó totalmente la ciudadanía social. Fue entonces cuando cristalizaron las características fundamentales de los Estados de bienestar. También fu e en estos años cuando se afirmaron las diferencias esenciales entre los Estados de bienestar nórdico, socialdemócrata, euro peo continental y anglosajón liberal [1999: 4]. También fue éste, por supuesto, el período durante el cual se consolidaron los regím enes de acumulación y los modos más generales de regulación con los que se relacionan estos regím enes de bienestar. Y esto ocurrió, a su vez, en el contexto de una división del trabajo en desarrollo en el fordism o atlántico y dentro de la economía internacional en sentido amplio. Esta división del tra bajo también se relaciona estrechamente con distintos patrones de ventajas competitivas dinámicas (Porter 1990). Y estos últimos tam bién con las formas en las que los distintos modos de crecim iento se integran en conjuntos más am plios de relaciones sociales (véanse A sh ton y Green 1996; Grouch 1998; Hall y Soskice 2 0 0 1b ; H ollingsworthy Boyer 1997a; H ubery Stephens 20 0 1; Streeck 1993-, Streecky Grouch 1997). Esping-A ndersen parece concluir de sus obser vaciones que durante este periodo se consolidaron cuatro regímenes de bienestar diferenciados y dependientes de su trayectoria anterior. Una conclusión alter nativa sería que durante este periodo diferentes regím enes de bienestar dependientes de su trayectoria anterior continuaron coevolucionando con sus respectivos modos de crecim iento, pero que tam bién se m odificaron en re s puesta a otros cambios acaecidos en las form aciones sociales en las que queda ron integrados. Merece la pena recordar aquí un comentario de Scharpf y Schmidt en su breve reseña de la triple tipología original de los regím enes de bienestar de Esping-Andersen: A pesar de estas diferencias estructuralesfundamentales, los tres mode lospodrían considerarse soluciones funcíonalmente equivalentes a los proble mas de seguridad en los ingresos en elfinal de la edad dorada. En condiciones de garantía del pleno empleo, los complementos privados a las prestaciones fijas podían resultar tan satisfactorios como las prestaciones públicas que dependían de los ingresos. A medida que los segmentados sistemas de seguros 80
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por contingencias ampliaron su cobertura, podían aproximarse al universa lismo de los sistemas anglosajón y escandinavo, y dentro de los límites de las economías nacionales, la tributación general y las contribuciones a la seguri dad social basadas en el salario no diferían en su viabilidad económica. No obstante, al aparecer nuevos retos internacionales, se perdió esta equivalencia funcional. A medida que aumentó el desempleo, los Estados de bienestar anglosajones perdieron su capacidad de asegurar el mantenimiento del nivel de ingresos, mientras que los Estados de bienestar continentales y escandina vos tenían que soportar las cargas fiscales de sus promesas institucionaliza das. Finalmente, con la integración de los mercados de bienes y de capitales, también aumentó la importancia de las diferencias entre los Estados de bienestarfinanciados con impuestos y losfinanciados mediante contribuciones feooob-. 9]. Esta importante observación apoya mi propia argumentación de que exis tió una amplia congruencia estructural entre las diferentes form as de regím e nes de bienestar durante los "treinta años dorados" de crecimiento económico de posguerra. A sí, pese al interés intrínseco y la significación metodológica de los intentos de refínar, reclasíficar, ampliar, distinguir y criticar las taxonomías disponibles para una investigación concreta y compleja, una preocupación exagerada por las distintas formas de regím enes de bienestar podría dificultar el reconocimiento de su congruencia básica en niveles más abstractos y sim ples de análisis. Sin duda, no pretendo decir que haya que rechazar dichos intentos taxonómicos ni sus resultados em píricos. Lo único que desearía subrayar es que, dado el relativo dominio ecológico de la dinámica de creci miento del fordism o atlántico y su impacto en el acoplamiento estructural y en la coevolución de la economía de mercado y de los Estados capitalistas durante este periodo, existían diferentes sendas dependientes de la trayectoria anterior para llegar aproximadamente al m ism o resultado funcional. Bonoli, George y Taylor-Gooby señalan algo sim ilar para el periodo de recorte del Estado de bienestar en Europa, cuando proponen que "lo s Estados de bienestar euro peos, confrontados con retos sim ilares, desarrollan soluciones distintas que dependen de las instituciones de bienestar social y de las configuraciones p olí ticas de cada país, para lograr resultados sim ilares” (3000: 46). A la inversa, cuando la atención se concentra en aspectos mucho más concretos y com ple jos, como los típicamente estudiados por los entusiastas de la investigación comparativa del bienestar, las especificidades dependientes de la trayectoria anterior de los regím enes de bienestar nacionales adquieren un papel clave
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como variables independientes o dependientes según los concretos problemas que se pretenda estudiar. Me referiré a esas especificidades en capítulos posteriores. MUNDOS DE BIENESTAR Y CAPITALISMO DE BIENESTAR Además de su papel en la organización de las transferencias sociales, los regí menes de bienestar estructuran el sector productivo de la economía capitalista en diferentes formas (Goodin et álii 1999: 5; véanse también Ebbinghaus y Manow 30 0 1b , Hall y Soskice 20 0 1b ). Adoptando la tipología de EspingAndersen, señalan Goodin y sus coautores que el régim en de bienestar liberal se basa en una política liberal, una economía capitalista y unas políticas socia les residuales-, el socialdem ócrata en una política de clase, una economía socialista y unas políticas sociales de redistribución; y el régim en conservador en una política de grupos, una economía comunitarista y unas políticas socia les mutualistas (1999: 4,0-54). Mi propio enfoque subraya que los regímenes de bienestar aparecen estructuralmente acoplados con modos de crecimiento económico (incluyendo su inserción en la división internacional del trabajo) y con modos de regulación más amplios. En este sentido, pueden distinguirse cuatro patrones en Europa y Am érica del Norte: • Los regím enes de bienestar liberales aparecen asociados con regím e nes capitalistas de base financiera regulados por el mercado, en los que tiende a dominar el capital-dinero. • Los regím enes de bienestar socialdemócratas aparecen asociados con pequeñas economías abiertas con poderosas ramas fordistas orientadas a la exportación o con sectores exportadores flexibles y especializados en ciertos nichos del mercado, de alta cualifícación, alta productividad y altos salarios. • Los regím enes de bienestar corporativistas más conservadores se rela cionan con economías de mayor tamaño, abiertas o cerradas, con una estrecha coordinación entre industria y finanzas, así como entre gran des complejos industriales y pequeñas y medianas em presas, con el énfasis en la producción artesanal y en la organización gremial, así como con una gran burguesía tradicional y una nueva pequeña burgue sía, y en las que tiende a predom inar el concepto productivo de capital. • El modelo de bienestar del Sur de Europa, que se asocia con economías fordistas periféricas de desarrollo tardío, con grandes sectores agra rios, estructuras sociales tradicionales y capitalismo fam iliar. 83
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Naturalmente, estas correlaciones tienen que explicarse y no, sim ple mente, proponerse. Por suerte, existe un volum en creciente de análisis institucionalistas que se ocupa de ello (por ejem plo, Ebbinghaus y Manow 5001b, Hall y Soskice 2 0 0 1b , H ubery Stephens 20 0 1). En este sentido, en un enfoque regulacionista se examinarían, al menos, tres variables. Primera, ¿cómo se conectan los diferentes patrones de las relaciones "finanzas-industria” con el concepto de proceso económico que poseen la o las fracciones dirigentes del capital en térm inos relativamente dominantes de "capital-dinero” o de "capi tal productivo” ? El concepto de capital-dinero es más liberal (y, con frecuen cia, intemacionalista) en su preocupación por la circulación y el intercambio formalmente libres; el concepto de capital productivo se armoniza m ejor con la interdependencia (o socialización) sustantiva de las fuerzas productivas y es más intervencionista (y, quizá, proteccionista) en su preocupación por asegu rar las condiciones sustantivas para la producción de plusvalía (Overbeek 1990.- 25-9 , van der Pijl 1984: 8-34). Esto posee im plicaciones no sólo para la política económica —incluyendo los modos de intervención, la capacidad del Estado para la planificación o la dirección de la economía, los niveles e in ci dencia de los impuestos y las políticas de educación y capacitación—, sino tam bién para el peso relativo del mercado y el Estado en la política social (véanse Boyer 1997; Hall y Soskice 200 1b ; Huber et álii 1999; Huber y Stephens 2001; Polanyi 1944; Soskice 1999). Un segundo factor de importancia tiene que ver con tres rasgos: la pauta temporal de surgimiento de mercados laborales formalmente libres en rela ción con el inicio y desarrollo de la industrialización; con el momento en que se interrumpe la supervisión del trabajo urbano por parte de los gremios; y con la abolición de las prestaciones laborales feudales (Biernackí 1995; Crouch 1993) pues, como ha demostrado Bíernacki, esto afecta a las concepciones cul turales predominantes acerca de la fuerza de trabajo, especialmente en lo que se refiere a si es considerada principalm ente como un factor de producción sustituible o como un conjunto de capacidades creativas diferenciadas, que conlleva derechos y obligaciones. Estas percepciones culturales afectan no solamente a la organización de la producción, a las instituciones del mercado de trabajo, a las relaciones industriales y a la mayor o menor propensión a la cooperación corporativista, sino también a las demandas políticas y económ i cas más generales de los movimientos laborales (Biernacki 19 9 5)8- Este aco plamiento entre regím enes de bienestar y organización del mercado de trabajo también ha sido estudiado por V isser (2000) en lo que se refiere a las políticas de desempleo, mientras que el acoplamiento entre los regím enes de bienestar 83
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y los regímenes de producción ha sido investigado por Estevez-Abe et álii (20 0 1), Huber et álii (1999), Huber y Stephens (2001) yT h elen (2001). En tercer lugar, deberíamos exam inar en qué form a los diferentes modos de competición o cooperación interem presarial condujeron al dominio relati vo del intercambio en el mercado form al o a los distintos tipos de redes que buscan garantizar las condiciones de valorización, innovación, etc.9. Estos conjuntos de factores actúan inicialm ente en el nivel de las ram as o sectores (por ejemplo, la organización del proceso de trabajo, la estructura de los m er cados laborales, los regím enes de form ación o el desarrollo distintivo del paternalismo y del bienestar ocupacional); pero, dependiendo del dom inio estructural relativo y de las capacidades hegem ónicas de cada sector económ i co y fracciones de capital específicos, sus efectos concretos pueden llegar a ser más generales (o incluso universales) dentro de cada form ación regional o nacional. Este dominio aparece típicam ente mediado por la selectividad estra tégica de las formas estatales, que determ ina que resulte más o menos fácil prom over el bienestar universal, y por los cam biantes equilibrios entre las fuerzas políticas. El peso de los diferentes factores tam bién varía en las distin tas fases del capitalismo. Así, por considerar uno de los ejem plos m ás típicos, el concepto de capital-dinero tuvo una escasa significación durante el periodo del fordism o atlántico si lo comparamos con la fase actual de la globalización neoliberal (Duménil y Lévy 300 1a, b-, van Apeldoorn 1998; van der P ijl 1984).
Una explicación en términos de selectividad estratégica estatal y de su papel en la mediación de las luchas políticas (papel determinado por la forma) debería concentrarse en los factores institucionales y estratégicos básicos del Estado, señalados en el capítulo 1 (pp. 43-49). Entre ellos se incluyen los modos de repre sentación, la articulación de los aparatos estatales entre las diferentes ramas, dominios funcionales, escalas territoriales y modos de intervención; y, para el sis tema político en general, la forma en que los sistemas de partidos y los patrones de las relaciones industriales se han visto configurados por los factores tanto extraeco nómicos como económicos (véanse, por ejemplo, Crouch 1993; Martin 1995; Rokkan 1999). La selectividad estratégica del sistema estatal en las diferentes escalas, especialmente en el nivel nacional, genera un patrón más o menos siste mático de limitaciones y oportunidades para las estrategias empresariales (del mismo modo que lo hace para otro tipo de estrategias de otras clases de actores). Esto afecta no sólo a su situación inmediata en el mercado y a sus expectativas en lo relativo a las oportunidades de beneficio (o riesgo de pérdidas), sino también a su capacidad para responder a estas oportunidades y amenazas tanto económica como políticamente. Más aún, a través de los mecanismos del acoplamiento
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estructural y de. la coevolución, también establece el grado de correspondencia o separación entre aspectos mucho más generales de los regímenes de producción y bienestar en las diferentes economías (algunos análisis recientes de estas confi guraciones y de sus implicaciones para la complementariedad institucional, en las contribuciones a Hall y Soskice 2001b; sobre el vínculo entre las tradiciones esta tales, el sindicalismo y las relaciones industriales, véase Crouch 1993). Estas variantes revisten la mayor im portancia a la hora de tratar las d ife rentes crisis en, y del ENBK, y sus im plicaciones para su transición hacia nuevas formas de intervención económica y social. Esto es así pues, del mismo modo que no existe el ENBK puro, tampoco existe una crisis pura del ENBK, sino c ri sis concretas dependientes de la trayectoria anterior y variables en cada nación, a menudo con m anifestaciones regionales específicas. En algunos casos aparece una mayor continuidad, asociada a la percepción dominante de que existía una crisis en el Estado de bienestar para la que podía bastar una serie de ajustes graduales (por ejemplo, Dinamarca, Suecia, Alemania). Otros casos apuntaban a una mayor discontinuidad -—aunque suela admitirse que más marcada en los cambios en las políticas propuestas que en los verdaderos resultados de las mism as— asociada a una construcción discursiva de la crisis del Estado del bienestar (por ejemplo, Nueva Zelanda, Gran Bretaña). Es en estos últimos casos en los que se produjeron los m ayores cambios institucio nales (por lo común, asociados al cambio hacia un régim en neoliberal) y en los que se dio la más radical polarización de los ingresos como consecuencia de los ajustes.
3 . RASGO S DISTINTIVO S D EL E N B K COMO ESTADO NACIONAL
Tras haber considerado los rasgos generales del fordism o atlántico y del ENBK, y las posibles taxonomías de los regím enes de bienestar, señalaré ahora los rasgos distintivos del ENBK como Estado nacional. Podemos resum irlos del siguiente modo: 1. Entre las diferentes escalas espaciales de la organización política fo r mal, el nivel del Estado soberano era considerado como prim ario. Los niveles locales y regionales del Estado actuaban fundamentalmente como correas de transm isión de las políticas económicas y sociales nacionales. Entre las instituciones supranacionales clave aparecían diferentes agencias internacionales e intergubernam entales —por lo 85
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común, organizadas bajo la hegem onía de los EE UU— diseñadas para favorecer la cooperación entre los Estados nacionales y contribuir así a garantizarla regeneración económica y política en la Europa de posgue rra, al igual que el crecimiento económico en Norteamérica. Entre las preocupaciones fundamentales del Estado nacional se encuentran la población, la reproducción, la ciudadanía, la m igración y la defensa territorial. Cada una de las cuales posee aspectos de género, étnicos y "raciales” . De este modo, al reproducir la prim acía del sistem a de Estados nacionales e internacional, el ENBK tam bién reproduce indirectamente form as de dom inación patriarcal, étnica y "racial” . 2. Las estrategias económicas y la regulación económica estatales se b asa ban en la existencia de economías nacionales relativamente cerradas. El complejo y multiescalar campo de relaciones económicas era tratado como si apareciese dividido en una serie de economías nacionales rela tivamente cerradas. La propia regulación económica por parte del ENBK contribuyó también a la constitución m aterial y discursiva de las economías nacionales como objetos de regulación. La economía in ter nacional era contemplada principalm ente en térm inos de flujos fin an cieros y de comercio entre economías nacionales separadas. Solía considerarse que el objeto de la gestión económica nacional e interna cional era la economía del mercado form al que operaba sobre la base de la lógica capitalista del "hom bre económ ico” ; o, como mucho, en el contexto nacional, como la "econom ía mixta” formada por la articula ción del mercado y el Estado (véase supra). Apenas existía la noción, ni mucho menos una política consciente, de superación de los rasgos capitalistas y/o patriarcalistas de este objeto de gestión económica. 3 . Entre las diferentes escalas espaciales de la organización económica, se concedía prioridad para la acción estatal a la economía nacional, d efi nida y valorada en térm inos de agregados nacionales, y gestionada fun damentalmente en térm inos de las variaciones fijadas como objetivos para dichos agregados (Bam es y Ledubur 19 9 1, 1998; Biyan 1995; Radice 1984). Las economías locales o regionales eran tratadas como subunidades de la economía nacional, y las diferencias interregionales eran consideradas relativamente poco importantes. 4. Se entendía que el objeto prim ario de las políticas de bienestar y de reproducción social era la población residente nacional y los hogares y ciudadanos individuales de los que se compone. Muchas de estas p o lí ticas daban por hecho el predominio de las familias estables biparentales 86
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en las que el hombre recibía el "salario fam iliar” y podía esperar estar empleado durante toda la vida, aunque no necesariamente tener un mismo trabajo para toda la vida. La principal excepción eran los regí menes de bienestar para el "asalariado individual” . Es más, el Estado de bienestar keynesiano no sólo asumía la estabilidad de la forma patriar cal de familia, sino que tam bién marginaba otras form as de hogares, fam ilias y sexualidades alternativas (Carabine 1996). 5. Las unidades prim arias de la base social de los Estados eran los sujetos políticos individuales; como ciudadanos del Estado nacional, estaban dotados de diferentes derechos civiles, políticos y sociales, y se organi zaban como miembros de corporaciones económicas (sindicatos y aso ciaciones em presariales) y/o como simpatizantes de partidos políticos responsables. Existían diferentes tipos de ciudadanía compatibles con este modelo básico (Boris 1995? Fraser 1987, 1997; Jenson 1986, 1997; Williams 1995), aunque la mayoría poseían una forma patriarcal y, con frecuencia, existían lim itaciones tanto informales como formales al acceso a los derechos de ciudadanía (véase la sección 4 infra sobre el arreglo espaciotemporal del fordism o atlántico). 6. El eje de las luchas por la hegem onía política nacional era el "nacionalpopular". Se plasmaba en la expansión y protección de los derechos ciudadanos en el seno de un proceso político preocupado principal mente por la redistribución económ ica y social, dentro de una econo mía cuyos rasgos capitalistas esenciales se daban por supuestos. En resumen, existía un vínculo estrecho y mutuamente reforzado entre la forma de Estado nacional y el bienestar keynesiano. De hecho, es probable que el ENBK llevara a su máxima expresión las posibilidades organizativas y de socialización del Estado nacional en economías grandes. Surgió en un m om en to en el que los im perios plurínacionales form ales estaban siendo desmantela dos bajo la presión de los EE UU y de los m ovimientos de liberación, y antes de que se realizaran intentos serios de consolidar bloques supranacíonales entre las economías capitalistas avanzadas. La prim acía de la escala nacional no se produjo por una suerte de desenvolvimiento teleológico de su potencial, sino por las específicas condiciones económicas y políticas asociadas con la organi zación del fordismo atlántico bajo la hegemonía de los EE UU. De este modo, por argumentar contrafáóticamente, si la Alem ania nazi hubiera logrado ase gurar mediante el im perialismo económico y m ilitar las condiciones de su p ro yecto de "Nuevo O rden” , se habría establecido en Europa un modo de 87
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regulación económica mucho más intensamente plurinacional y mucho más polarizado. .Ahora bien, dado que los Aliados derrotaron a las potencias del Eje, se crearon las condiciones esenciales para la generalización del New Deal esta dounidense en Europa. Esto ocurrió “ de form a aparentemente paradójica— mediante la reafirm ación del principio organizativo del Estado nacional. Fue a través de este último que la economía nacional se vio regulada como un espacio económico "im aginado” separado, y que se realizaron esfuerzos para asegurar una expansión complementaría de la producción y el consumo nacionales, como base de una "política de prosperidad” que superara el extrem ism o de derecha y de izquierda (Hall 1989; M aier 1978; Milward et álii 1993-, Siegel 1988; van der Pijl 1984).
4. E L E N B K Y E L ARREGLO ESPACIO TEM PO BAL D EL FO RDISM O ATLÁNTICO Ninguna estrategia de acumulación en ninguna escala puede resultar total mente coherente o completamente institucionalizada. Ya he señalado las tres razones básicas, e inherentes a la propia naturaleza del capitalism o (véanse pp. 31-35)- Aquí querría destacar cuatro consecuencias de los intentos de re gular la acumulación mediante estrategias de acumulación organizadas en to r no a un arreglo espacíotemporal concreto. En prim er lugar, dada la naturaleza incom pleta, contradictoria y dilem ática de la relación de capital, las co n cre tas condiciones necesarias para la acumulación tienden a m ostrarse opacas, indeterm inadas y sujetas a. variación. Esto explica, en parte, la naturaleza de ensayo - error de los intentos de regular y gobernar la acumulación dentro de un horizonte espacíotemporal dado. En segundo lugar, dada la ausencia hasta el momento (y la inherente im probabilidad) de un arreglo espacíotemporal fija do en el nivel del mercado mundial, existirán siem pre factores y procesos necesarios para el éxito del régim en de acumulación prevalente, que quedarán fuera del alcance de sus respectivos modos de regulación. Es ésta la otra cara de la capacidad de los arreglos espaciotem porales de desplazar o d iferir las con tradicciones y tendencias de crisis. En tercer lugar, la consolidación de un arreglo espacíotemporal exige lograr apoyos dentro y entre muchos campos conflictivos y disputados por parte de las correspondientes estrategias de acu mulación, sus proyectos estatales asociados y, en su caso, las visiones hege mónicas. Con todo, una vez que alguna estrategia llega a ser dominante o hegemónica y queda institucionalizada dentro de un determinado arreglo
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espaciotemporal contribuye a consolidar un régim en de acumulación en su correspondiente espacio económico. Y, en cuarto lugar, dado que las contra dicciones y dilemas subyacentes siguen existiendo, todos estos regímenes resultan parciales, provisionales e inestables. El circuito del capital sigue pudiendo quebrarse en muchos puntos dentro y más allá del arreglo espacio temporal. En ese momento, las crisis provocarán la reestructuración mediante el funcionamiento normal de las fuerzas del mercado y a través de intentos más deliberados de restaurar las condiciones para la acumulación. Si dichos inten tos resultan compatibles con el régimen de acumulación prevalente, se renova rá el crecimiento dentro de sus parámetros. Si no, se generará una crisis del —y no sólo en el— régim en de acumulación, provocando la búsqueda de nuevas estrategias, nuevos compromisos institucionalizados y nuevos arreglos espaciotemporales (para esta distinción, véanse Boyer 19 9 0 ; Lipietz 1988). El que la búsqueda de soluciones a la crisis económica logre restaurar el régim en de acumulación prevalente y su modo de articulación, no depende sólo de los rasgos objetivos de la crisis ni de si es en principio objetivamente viable resolverla dentro de este marco. Depende también de las capacidades institu cionales, organizativas y de aprendizaje de las fuerzas sociales que tratan de resolver la crisis, y del resultado de la lucha por definir la naturaleza de la misma, por explicar sus diferentes causas objetivas, por fijar la responsabilidad de su surgimiento y por identificar las soluciones más adecuadas. De este modo, aunque hubo crisis económicas objetivamente sim ilares que afectaron a las eco nomías del fordismo atlántico durante los años setenta y ochenta, no todas se resolvieron del mismo modo. En algunos casos, se les hizo frente, esencialm en te, como crisis en el fordismo atlántico, m ientras que en otros fueron conside radas crisis del fordism o atlántico. Es en este contexto en el que los análisis más concreto-complejos de la articulación entre regím enes de acumulación y modos de regulación (o regímenes de producción y de bienestar) y las capacidades más generales del Estado deben hacer su aparición. Estudios aún más detallados deberán abordar los cambiantes equilibrios de fuerzas movilizadas en torno a las diferentes interpretaciones y posibles soluciones de la crisis. Podemos comenzar a ejem plificar las razones de las anteriores afirmaciones a partir de la coherencia estructural de la acumulación y de la regulación en el fordismo atlán tico, y de los factores que condujeron a su ruptura. Sin embargo, antes de abordar directamente este tema, conviene pregun tarse cómo deberíam os juzgar la afirm ación de que el ENBK es el tipo ideal de "Estado fordista” (y que, por tanto, posee rasgos específicamente fordistas que se corresponden y coevolucionan con el fordism o), en lugar de ser la expresión
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de una entre otras formas posibles del Estado moderno en una sociedad de masas fordista. Podemos abordar esta pregunta de cuatro modos, que se corresponden con los diversos referentes del fordismo. Este ha sido conside rado en térm inos de: (i) la naturaleza del proceso laboral dentro del propio sector estatal (por ejemplo, Hoggett 1987); (2) el papel económico directo del sector estatal en el régim en de acumulación fordista (por ejemplo, Overbeek 1990: 114,-19 ); (3 ) el papel más amplío del Estado en el modo social de regulación económica asociado a dicho régim en (por ejemplo, Moulaert et álii 1988; Painter 19 9 1); o (4,) su papel para garantizar la integración institucional y la cohesión social de una form ación social dentro de la cual el fordism o en una o varias de sus formas resulta dominante (H irsch y Roth 1986). Los tres últimos criterios también tienen importantes repercusiones, como verem os, para el arreglo espaciotemporal del fordism o atlántico. Aunque podría resultar interesante investigar en qué medida el proceso laboral es de carácter fordista (o cuasifordista) dentro del Estado, esto condu ciría, en ausencia de otros criterios, a reducir al Estado a uno más entre los diferentes espacios de actividad económica. De este modo se perdería lo que lo distingue como Estado. Si nos concentramos en el papel económico directo del Estado o del sector público, tam bién podríam os pasar por alto los rasgos d is tintivos del Estado como un todo. Por el contrario, si nos fijam os en el papel del Estado en la garantía de la socialización fordista, puede que nos resulte difícil distinguir un Estado fordista propiamente dicho de un Estado que mantenga la cohesión social en una sociedad que resulte ser fordista. Esto parece indicar que el enfoque más prom etedor acerca de la naturaleza "fordista” del ENBK es la específica contribución de su form a y funciones como Estado a la garantía de un régim en de acumulación y de un modo de regulación característicamente fordistas. Esto no debería interpretarse en el sentido de que el EN BK surgió para realizar dichas funciones, n i entenderse que el régim en de acumulación fue previo al desarrollo de su modo de regulación. Por el contrario, constituye una invitación a explorar el acoplamiento estructural y la coevolución del régi men de acumulación y de su modo de regulación, y la medida en que fueron capaces de lograr un grado de coherencia estructurada (o integración estructu ral) que contribuyó a asegurar la improbable reproducción de la acumulación de capital durante un periodo significativo de tiempo (sobre el rechazo del fu n cionalismo en el enfoque reguladonista, véanse Lipietz 1988; Jessop 1990a, b). Enfocado en estos térm inos, la contribución característica del EN BK a la regulación del fordism o atlántico fue su capacidad de gestionar, desplazar o diferir, al menos durante un tiem po , las contradicciones en las diferentes 90
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formas de la relación del capital y los dilem as estratégicos tal como se expresa ron en los regím enes de acumulación fordistas. Éstos disfrutaron de una matriz espacíotemporal basada en la congruencia entre la economía nacional, el Estado nacional, la ciudadanía nacional que incluía derechos sociales además de los civiles y políticos, y la sociedad nacional; y de unas instituciones relati vamente bien adaptadas a la combinación de las tareas relativas al asegura miento del pleno empleo y el crecimiento económico, así como a la gestión de los ciclos electorales nacionales. Este arreglo espacíotemporal, en ocasiones denominado liberalism o incrustado (Ruggíe 19 8?), perm itió una resolución concreta pero todavía parcial y provisional de las contradicciones de la acumu lación de capital tal como se expresaron en el fordism o atlántico. Las principa les form as estructurales (con sus contradicciones y dilemas correspondientes) alrededor de las cuales se organizó esta solución concreta en y mediante el ENBK fueron las form as salario y la form a dinero. A continuación, trataré de justificar esta afirm ación elaborando el modelo estilizado presentado en la sección 3 supra. En prim er lugar, el aspecto más importante de la form a salario en el fo r dismo atlántico por lo que se refiere al ENBK fue su papel como fuente de dem anda in tern a más que como coste de producción in tern acio n al10. Consiguientemente, el Estado concentró sus esfuerzos en garantizar niveles de demanda de pleno empleo dentro de la economía nacional, y organizó sus intervenciones y políticas en las demás áreas para contribuir, en la medida de lo posible, a este objetivo. De hecho, aunque el logro del pleno empleo duran te este periodo se atribuye con frecuencia al éxito del ajuste fino keynesiano1 1 , en realidad este resultado dependía en mayor medida de la dinámica básica de la expansión fordista, que el ENBK contribuyó a garantizar mediante su p ro moción de la producción y consumo de masas. El papel de los salarios como coste de producción internacional tenía una importancia secundaria para el ENBK. De hecho, el Estado estaba dispuesto a vivir económica y políticamente con una pequeña inflación y a realizar pequeñas devaluaciones si lo considera ba necesario para proteger los niveles de demanda de pleno empleo, que servían a los intereses del capital industrial así como a la fuerza de trabajo fordistas (véanse también los argumentos sobre el dinero y la inflación infra). Esto no quiere decir que los costes salariales carecieran de interés para el Estado. Ya que, además de su interés global en el crecimiento económico continuado, el Estado era también un gran comprador de bienes y servicios del sector priva do, y-un empleador cada vez más importante. Ahora bien, los salarios solían ser contemplados con benigna displicencia por parte del Estado, siempre que se 91
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increm entaran al mismo ritmo que la productividad y los precios, contribu yendo de este modo al círculo virtuoso de la acumulación fordista. Esto resultó relativamente fácil de conseguir mediante la actuación de las fuerzas del m er cado durante la fase de expansión del fordism o atlántico en los años cincuenta y a comienzos de los sesenta, como consecuencia del permanente crecimiento de las empresas y sectores fordistas con sus economías de escala, junto a la negociación colectiva indexada a la productividad y los precios. Las presiones del mercado laboral se vieron igualmente aliviadas durante ese periodo por procesos tales como la transferencia de trabajadores desde la agricultura de baja productividad, la m ovilización de las m ujeres dentro de la fuerza de traba jo y, más tarde, mediante el reclutamiento de trabajadores inm igrantes. Podemos poner estos argumentos en relación con el papel más general del ENBK a la hora de garantizar las condiciones para la acumulación fordista. En prim er lugar, dado el papel clave de las economías de escala en el proceso labo ral fordista y la naturaleza depen dien te de la oferta de la producción ("por si acaso” ), el Estado desem peñó un im portante papel a la hora de com pensar la escasa flexibilidad microeconómica en la producción fordista, al minimizar la necesidad de que la industria realizara grandes ajustes en su producción. Más específicam ente, al gestionar la relación salarial y las políticas del mercado laboral, y al guiarla demanda agregada, contribuyó a equilibrar el balance entre oferta y demanda sin las características fluctuaciones cíclicas de los mercados competitivos. Es más, al mantener la prom esa de suavizar las fluctuaciones económicas y de asegurar un crecimiento estable y previsible, también p erm i tió a las em presas fordistas garantizarse un ingreso creciente para subir de escala, del m ismo modo que estimuló su inversión. Dado el carácter dom inan te de las em presas fordistas en la dinám ica de crecimiento fordista, tam bién facilitó oportunidades de beneficio a otras em presas cuyas actividades com ple mentaban a las de los sectores líderes. A sí pues, en este y otros aspectos, una estrategia relativamente consistente de acumulación contribuyó a seleccionar, consolidar e im partir una dinámica fordista al conjunto de la economía n acio nal, mediante las lógicas entrelazadas de la competencia de mercadb y la complementariedad económica. En segundo lugar, dado el círculo potencialmente virtuoso de expansión basado en el alza de la productividad, el alza de los sala rios, el alza de la demanda, el alza de los beneficios y el alza de las inversiones, el Estado adquirió un papel clave en la integración de las industrias de bienes de capital y de consumo y en la gestión de la relación salarial orientadas a tal fin. Sus actividades incluirían aquí la prom oción de las condiciones de in fraes tructura generales para una difusión nacional del consumo de masas (por
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ejemplo, las redes eléctricas, los transportes integrados, las viviendas m oder nas) , la prom oción de las economías de escala mediante la nacionalización o las políticas de estímulo a la fusión, la gestión de la demanda contracíclica, la legi timación de la negociación colectiva responsable, y la generalización de n o r mas de consumo de masas mediante el empleo en el sector público y el gasto en bienestar. Las políticas urbanas y regionales orientadas a reducir el desarrollo desigual contribuyeron a asegurar las condiciones para la producción, la d istri bución y el consumo masivos, y a reducir las presiones inflacionarias provoca das por los sobrecalentamientos locales en una economía esencialm ente autocéntrica. Por último, además de su papel general en la creación de las con diciones para la producción y consumo de masas, y de dar satisfacción a las nociones ampliadas de derechos sociales de la ciudadanía, el consumo colecti vo por parte del Estado sirvió para socializar y reducir los costes sociales de reproducción de la fuerza de trabajo. Muchas de estas actividades asociadas a la relación salarial estaban estre chamente vinculadas con el modo de regulación y con los procesos laborales y el régimen de acumulación fordistas. Particularmente importante resultó aquí el apoyo estatal a un sin d icalism o resp o n sab le, a la negociación colectiva, a la modernización industrial, a la consolidación de los grandes negocios y a las formas de corporativismo bí o tripartito. Aunque existían diferentes modelos de organización sindical que podrían haber servido para estos propósitos durante el periodo de expansión fordista, la llegada de la crisis introdujo mayo res exigencias en el sistem a de relaciones industriales. Así, durante el periodo de estanflación, la concertación bi o tripartita desem peñó, en comparación con otros sistem as no corporativistas, un papel fundamental como moderador, y contribuyó a un resultado económico comparativamente bueno en los tres c r i terios macro económicos clave de las economías fordistas: el empleo, la in fla ción y el crecim iento (Garrett 1998-, Katzenstein 1985; Keman et álii 1987; Notermans 30 00; Scharpf 1991-, Western 1997; W índolf 1990). Al mismo tiem po, la dominación del modo de crecim iento fordista en estas economías relati vamente cerradas perm itió al ENBK vincular los intereses del capital interno y del trabajo organizados (especialm ente, los trabajadores varones cualificados) en programas de pleno empleo y bienestar social, siem pre que el salario in d i vidual y social pudiera servir como fuente de demanda para una industria orientada al mercado interior. Esta concertación corporativísta, en ocasiones, implicaba la concesión de m ejores pensiones como parte del salario social a cambio de la contención salarial. Sin embargo, en la medida en que estas p re s taciones no estaban completamente dotadas presupuestariam ente, sí es que lo 93
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estaban, esta forma de salario diferido servía para posponer más que para resolver los problemas económicos (véase el capítulo 5). El aspecto principal de la forma dinero en el fordism o atlántico, en lo que se refiere al ENBK,.es su carácter de dinero como crédito nacional. El desarro llo de un sistema estadístico macroeeonómico nacional adecuado y la sosten i da expansión del presupuesto estatal en tiem pos de paz proporcionaron al ENBK una mayor fuerza en térm inos fiscales y monetarios para guiar la econo mía que aquella de la que dispuso en el periodo del capitalismo competitivo. Aunque ciertamente es posible que se haya exagerado el éxito del ajuste fino (especialmente porque aparecía con frecuencia sobredetermínado por los cál culos electorales allí donde los bancos centrales carecían de autonomía real), el aumento general del gasto público sí realizó una contribución esencial a la c re ación de las condiciones para la expansión continuada. Además del papel del gasto y endeudamiento públicos, la deuda privada también desempeñó un papel importante en el boom de posguerra. El endeudamiento se convirtió en un elemento cada vez más importante para la financiación del capital fijo y c ir culante de los negocios, y sobre el crédito al consumo recaía un papel crucial para lograr el crecimiento del consumo masivo. A su vez, el crecimiento, lu b ri cado por el crédito público y privado, contribuyó a legitim ar las políticas de bienestar keynesianas y a generar los ingresos fiscales necesarios para el con sumo colectivo, la redistribución social y los derechos del bienestar, y para la realización de infraestructuras. También ayudó a consolidar la base social del régim en de acumulación fordista basado en un compromiso de clase entre el capitalismo industrial y el trabajo organizado. Todo esto quiere decir que, al menos durante la fase de expansión del fo r dismo atlántico, el papel del dinero como divisa internacional era secundario. Este aspecto se gestionaba mediante la combinación del régim en monetario de Bretton Woods y el régim en de com ercio del GATT. De hecho, la mayor parte de las economías nacionales estaban en realidad más cerradas en sus cuentas de capital que en las com erciales, im poniendo los Estados un control efectivo del capital, unos tipos de cambio fijos pero ajustables, además de contar con la posibilidad de poner en práctica, en su caso, controles significativos y legíti mos del comercio. Esto les permitió gestionar la economía nacional con re fe rencia a lo que un economista keynesiano, Hícks (1959), denominó un patrón de trabajo nacional (el com prom iso con el pleno em pleo) más que a un patrón monetario (el compromiso con un tipo fijo de cambio), de forma tal que los ajustes e intervenciones de política económica estaban prioritariam ente dirigidos al crecimiento económ ico y al pleno empleo antes que a la defensa de 94
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un cierto tipo de cambio. Este compromiso con un patrón nacional de empleo y Ja capacidad de sostenerlo se vieron, sin embargo, gradualmente minados con forme los gobiernos nacionales, ante los crecientes flujos de dinero y activos realizables no estatales, decidieron, en ocasiones contra su voluntad, abando nar los controles de capital y adoptar un sistem a de tipo de cambio flotante. Los EE UU son una excepción, parcial naturalmente, ya que su moneda nacional era también la divisa internacional hegemónica. Así, durante la fase de expansión del fordism o atlántico, los EE UU reciclaron sus excedentes comerciales hacia Europa mediante el Plan Marshall, hacia el gasto m ilitar y en inversión extran jera directa e inversiones de cartera. En las fases posteriores, sin embargo, el papel inicialm ente beneficioso del dólar estadounidense se convirtió en una nueva fuente de inestabilidad y crisis para el fordism o atlántico. El aparente éxito del ENBK tam bién se basaba en la naturaleza del boom de posguerra y en los ingresos fiscales que generó. Es más, mientras resultó p o si ble lograr el pleno empleo en un mercado laboral relativamente más unificado que segmentado, tam bién se redujo el nivel de pobreza prim aria entre las fam ilias trabajadoras. Esto, a su vez, creó las oportunidades para programas de mantenimiento del ingreso más generosos para otros grupos (subsidiando y generalizando así el consumo de masas) y la expansión del bienestar a otras áreas (con frecuencia asociadas a las cambiantes exigencias de reproducción social del fordism o). En resumen, si el ENBK contribuyó a asegurar las condi ciones para la expansión económica fordista, la expansión económica fordista contribuyó a asegurar las condiciones de expansión del ENBK. Los derechos de bienestar basados en la ciudadanía nacional ayudaron a generalizar las normas de consumo de masas y, con ello, contribuyeron a los niveles de demanda de pleno empleo que, a su vez, se apoyaban en un com pro miso institucionalizado entre sindicatos y em presas fordistas. En algunos casos (sobre todo, en los EE UU) la negociación colectiva en el nivel em presa rial y sectorial resultó fundamental para asegurar el bienestar ocupacional y, consecuentemente, para fija r un punto de referencia para la posterior genera lización de un bienestar —-con frecuencia dualista— proporcionado por el Estado. Así, la garantía del crecimiento económico con pleno empleo y la extensión de los derechos de bienestar actuaban como ejes básicos de la com petición política entre partidos en todas las sociedades del fordism o atlántico. Por último, deberíamos señalar que algunos de los costes del compromiso fo r dista y del ENBK recayeron sobre las propias sociedades fordistas en forma de declive relativo en varios ámbitos: la agricultura, la pequeña burguesía tradi cional, las em presas pequeñas y m edianas, asi como las ciudades, regiones 95
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y sectores que no pudieron encontrar su papel competitivo en los circuitos del fordismo atlántico; los trabajadores empleados en las áreas desfavorecidas de los mercados laborales; y, especialm ente, en los regím enes de bienestar lib e rales, las m ujeres sujetas a la doble carga del trabajo remunerado y del trabajo doméstico. También el trabajador inm igrante desempeñó un considerable papel en este arreglo espaciotemporal ya que, como señala K lein-Beekm an, "las relaciones Estado-sociedad fordistas fueron en parte posibles por este desplazamiento de la articulación espacial. La m igración internacional apare ce indisolublem ente unida a los intentos de establecer un orden político-eco nómico excluyente, centrado en torno al Estado de bienestar y basado en un criterio universal de inclusión para sus ciudadanos” (1996: 4.40; véase tam bién Soysal 1994,). Uno de los m ecanism os para diferir las contradicciones del fordism o atlántico y del ENBK, y para desplazar (o redistribuir) sus costes, era la in fla ción. Basándose en la capacidad de los bancos del Estado para la expansión del crédito, la inflación servía para (pseudo)validar una producción que, de otro modo, no resultaría rentable, y para m antener altos los niveles de utilización de la capacidad instaladay de empleo (Lipietz 1985). Siem pre que todas las eco nomías relevantes mantuvieran tasas moderadas de inflación parecidas^ y que las economías con inflación alta pudieran realizar pequeñas devaluaciones, ello no suponía un problem a en térm inos de integración del circuito del fo r dismo atlántico (Aglietta 1982). Aunque lo hacía a coste de provocar m ayores problem as económicos en el futuro, lo que se refleja en el problem a típico del fordismo atlántico de la estanfiación (una com binación de estancamiento e inflación poco probable en el capitalismo competitivo liberal, pero más que posible bajo el modo de regulación fordista). También poseía importantes efectos redistributivos de clase, sectoriales y regionales. A sí, la inflación, entre otros efectos, tendió a redistribuir los beneficios y la cuota de mercado en favor del gran capital a costa de las pequeñas y m edianas em presas (Galbraith 19 67; Nitzan 1998, 20 0 1). Otros costes recaían fuera de las sociedades fordistas sobre otros espacios económicos y políticos integrados en regím enes internaciona les (como los del petróleo o el trabajo m igrante baratos), necesarios para el crecimiento continuo del fordism o atlántico, pero no incluidos como tales en el compromiso fordista. El fordism o atlántico se mantenía mediante un arre glo temporal con dos caras. Por un lado, dependía de una superexplotación acelerada (e insostenible) déla naturaleza (especialm ente, de las m aterias p r i mas y de los recursos no renovables acumulados durante m ilenios, tales como los combustibles fósiles). Y, por otro lado, producía contaminación ambiental 96
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y problem as sociales que no abordaba dentro de sus propios horizontes tempo rales, funcionando como si siguiera el principio de aprés moi, la déluge. Lo cual implicaba diferir los costes am bientales del momento (tanto respecto de la renovación de los recursos como de la función de "cloaca” del medio am bien te) a un futuro indefinido (véanse, por ejemplo, Altvater 1998: 247-78; Brennan 1995; Stahel 1999). Pero, al m ism o tiempo, los ritmos temporales del ENBK se orientaban a gestionar los ciclos electorales y de negocios, más que a los problemas asociados a horizontes con plazos mucho más cortos o mucho más largos (como el comercio financiero las 24 horas del día o los de las ondas largas de acumulación). Fueron las crecientes dificultades para mantener este arreglo espacíotemporal del fordism o atlántico las que desencadenaron los intentos de transform ar el ENBK.
5. C R ISIS El ENBK experimentó una crisis en los años setenta y en los años ochenta. Esto fue debido a varias causas generales de tipo económico, político y sociocultural. También tuvo que ver con factores más concretos y eoyunturales que afec taron su ritmo, form as e incidencia en cada caso particular. En las crisis del fordism o y dentro del fordism o, esto tuvo una incidencia inevitable y sobredeterminada. La m anifestación típica de la crisis económica en el fordism o fue la creciente tendencia estanflacionista—qué era reflejo de la dependencia, típica de este modo de regulación, de las form as salario y dinero— y una tendencia a la caída en la tasa y el volum en del beneficio conforme se iba agotando la diná mica de crecimiento fordista. La estanflacíón vuelve problemática la capacidad del Estado de em prender una gestión contracíclica de la demanda y, frente a la creciente internacionalizacíón, conduce a otros problem as adicionales. Entre ellos se incluye el riesgo de que el increm ento de la demanda se satisfaga con producción extranjera en lugar de nacional-, la creciente incapacidad del Estado para controlar los tipos de interés y de cambio; y, con cada ronda sucesiva de estanflacíón, un mayor endeudamiento público en un momento en el que la internacíonalización estaba asociada con tipos de interés en ascenso. Ahora bien, esta tendencia a la crisis pudo ser habitualmente superada mediante una combinación de reestructuración económica inducida por la crisis y cambios institucionales inórementales. Sin embargo, a medida que dichos problemas aumentaron, la crisis del fordism o comenzó a m anifestarse de form a estructu ral en la ruptura de sus m ecanismos de gestión de crisis típicos o, en expresión 97
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de Offe, en una crisis de la gestión de la crisis (Offe 1.984); y, desde el punto de vista estratégico, en el intento de realinear las fuerzas sociales entorno a estra tegias de acumulación, proyectos estatales y visiones hegemónicas alternativos. Todo lo cual se vio reforzado por las crisis en otros aspectos del modo de regu lación, del modo de socialización y del arreglo espaciotemporal global a los que el fordismo atlántico aparece asociado. CRISIS ECONÓMICA Desde el punto de vista económico, el crecimiento continuado del ENBK soca vó algunas de las condiciones que habían sostenido la acumulación fordista, lo que nos sirve para ejem plificar cómo la form a puede problematizar la función (Jessop 1982). Tras un arranque único inicial de la productividad, como conse cuencia de la transición a la producción masiva en cada sector, los increm en tos siguientes resultaron más difíciles de lograr tanto desde el punto de vista técnico como social. El intento de conseguir nuevas economías de escala y de compensar la relativa saturación del mercado en los mercados nacionales im pulsó a las em presas fordistas a expandirse ai m ercando extranjero. Igualmente, comenzaron a recurrir al crédito exterior para reducir los costes por intereses, a los precios de transferencia y a los paraísos fiscales extranjeros para reducir sus facturas fiscales. También esto contribuyó a m inar el relativo cierre de la economía nacional como objeto de la gestión económica. Además, tam bién había lím ites a las posibilidades de expansión del fordism o a todas las ramas de la producción, incluyendo los servicios. Un uso intensivo del capital en la producción y la dependencia que tenían las economías de escala de la uti lización de toda la capacidad instalada cada vez mayores increm entaron el poder de huelga del trabajo organizado; m ientras, la permanente búsqueda de aumentos en la productividad medíante la intensificación del trabajo condujo a una cada vez mayor alienación en los lugares de trabajo. La expansión económica en térm inos generales, asi como la consolidación gradual de las prestaciones por desempleo y otras form as de seguridad social, alteraron tam bién el subyacente equilibro (estructural) de las fuerzas de clase en favor del trabajo organizado en la esfera económica, un cambio que se tra dujo en una mayor militancia a mediados y finales de los años sesenta. Esto llegó a ser una cuestión crítica cuando emergió la crisis en y del fordismo (expresada, entre otras cosas, por la caída de los beneficios), y el capital trata ba de reestructurar el proceso laboral para reducir los costes laborales. La expansión económica también alteró el subyacente equilibrio (estructural) de
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fuerzas en favor de los productores de petróleo, dado que el dinamismo del régimen de acumulación del fordismo atlántico dependía no sólo de un creci miento continuo de la productividad, sino tam bién, y de forma crítica, de un creciente sum inistro de petróleo a precios cada vez m enores en térm inos rea les. Las dos conmociones petroleras de los años setenta, asociadas con la fo r mación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), no son sino su reflejo. Además, la expansión del bienestar institucionalizó también un salario social cuya rigidez a la baja (si es que no su impulso al alza) podía actuar como freno a los beneficios y a la acumulación de capital. Estos cambios am e nazaban el régim en de crecimiento fordista por su impacto negativo en los dos lados de la relación capital-trabajo, al afectar a los incentivos monetarios a invertir y trabajar. Más allá de estas tendencias y m ecanism os de crisis generados en cada país, la efectividad reguladora del ENBK en la economía y la política se vio adi cionalm ente debilitada por una mezcla variable de extraversión (flujos de salida de bienes, servicios y capital), penetración (flujos de entrada) e interio rización (definida como ia integración en una división de trabajo regional, internacional o mundial que vuelve borrosa la antigua distinción entre capital nacional y extranjero). Ciertas empresas multinacionales y ciertos bancos transnacíonales lograron, además, colocar parte de sus actividades en el extranjero para escapar a los controles nacionales —o para amenazar de forma creíble con hacerlo--™, y para buscar concesiones de los gobiernos locales, regionales o nacionales (acerca de hasta qué punto la dependencia del lugar sigue siendo importante, véase el capítulo 5). Muchos instrumentos de políti ca macro económica asociados con el ENBK resultaron menos efectivos, lo que condujo a los gestores estatales a tratar de sustituirlos o reforzarlos con otras medidas, en la confianza de que seguirían siendo capaces de mantener los objetivos de política económica típicos del ENBK: pleno empleo, crecimiento económico, precios estables y una "sólida” balanza de pagos. Al mismo tiempo, conforme la internacionalización de los fluj os monetarios y reales se aceleraba e implicaba cada vez a un mayor número de em presas, mercados y países, los Estados ya no pudieron seguir actuando como si las economías nacionales estuvieran más o menos cerradas y como si su crecimiento económico fuera autocéntrico. Es más, junto al impacto de la internacionalización sobre la polí tica económica nacional, las economías regionales y locales también se encon traron cada vez más ante sus propios problem as específicos. Problemas que no era posible resolver mediante las políticas macroeconómicas habituales ni mediante las políticas industriales o regionales estandarizadas, formuladas 99
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desde el centro. En conjunto, ya no parecía tan evidente que el espacio econó mico nacional fuera el mejor punto de partida para las políticas económicas de prom oción del crecimiento, la innovación o la competitividad. Se desvió, así, el interés hacia las intervenciones en el lado de la oferta y hacia las políticas que fueran capaces de insertar los espacios económicos loca les, regionales o nacionales de form a más eficaz en la economía mundial, con la esperanza de asegurarse algún beneficio neto de la ínternacionalizaeión. Naturalmente, las economías pequeñas y abiertas ya habían afrontado este problema durante el boom de posguerra; pero ahora, incluso las economías mayores y relativamente cerradas se veían absorbidas por estos circuitos más am plios del capital. En térm inos más generales, la em ergente crisis en las form as y en la viabilidad a largo plazo de la hegem onía de los EE UU quedó reflejada en las luchas, tanto por configurar los nuevos regím enes internacio nales, como por determ inar la medida en que éstos y los anteriores regím enes internacionales de posguerra debían servir a los intereses particulares esta dounidenses más que al capital en general12. El impacto de estos cambios provocó un desplazamiento en los aspectos prim arios de las dos principales contradicciones de la acumulación en el ENBK, y sirvió para dar un renovado impulso a otras expresiones habituales de las con tradicciones subyacentes al capitalismo que, sin embargo, tenían un papel secundario en el tipo de arreglo espacíotemporal del fordismo atlántico. El sala rio (individual y social) pasó a ser considerado cada vez más, con razón o sin ella, como un coste internacional de producción, en lugar de como una fuente de demanda interna; y el dinero circulaba cada vez más como divisas internaciona les y capital-dinero deslocalizado, minando de este modo la gestión keynesiana de la demanda en el nivel nacional y llegando a forzar a los Estados a abandonar sus pretensiones de m antener tipos de cambio fijos. Este cambio en el aspecto prim ario de la contradicción en la forma dinero se relaciona con dos tendencias: la tendencia a que la dinámica del capital industrial se subordine a la lógica hipermóvil del capital financiero, y con la tendencia a que los rendimientos del capital-dinero superen a los del capital productivo. Ahora bien, este desplaza miento en la dominación económica dentro de los circuitos de capital sigue, naturalmente, estando sometido al principio de determinación económica por parte del rendimiento a largo plazo del capital productivo (véase el capítulo i). Otro factor de alteración fue el cambio de paradigma desde un modelo de crecimiento fordista con su correspondiente estrategia de acumulación, basa da en la producción en masa, las economías de escala y el consumo de masas, a otro orientado hacia la producción flexible, la innovación, las economías de 1.0 0
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alcance, las rentas de innovación y hacia patrones de consumo diferenciados y con un mayor ritmo de cambio. Este cambio de paradigma, dependiente de los cambios perm anentes en la producción y de la búsqueda de alternativas al fo r dismo, a menudo se vio impulsado y magnificado como parte de un intento más general de reestructurar y reorientar la acumulación, la regulación e incluso la socialización. Este desplazamiento ha tenido importantes consecuencias para las estrategias em presariales, sectoriales y espaciales -—incluso allí donde el propio fordism o no dominaba ciertos sectores o economías nacionales—y sirve de marco general para entender la crisis actual y para ofrecer alguna coheren cia a la búsqueda de caminos para salir de la crisis. Además, las fuerzas econó micas y políticas clave consideraron que el intento de ir más allá de las limitaciones del proceso laboral fordista y del régim en de acumulación del fo r dismo atlántico exigía no sólo un considerable reequilibrio de las relaciones capital-trabajo, sino tam biénuna serie de m odificaciones organizativas e in s titucionales para facilitar la adopción de las nuevas tecnologías y productos, esenciales como motivación y fuerza de arrastre de la expansión económica. Esto dio lugar al problem a para las em presas y los Estados de cómo gestionar m ejor la transición hacia la nueva onda larga de expansión económica lo que, a su vez, normalmente exigió cambios en los horizontes espaciotemporales, en las capacidades y en las actividades (véase el capítulo 5). Entre otros factores económicos que debilitaron al ENBK pueden señalar se los siguientes; el desafío de las economías de Asia Oriental, con bajos sala rios pero con cada vez más alta tecnología-, el paso de formas de producción impulsadas más por la oferta a otras im pulsadas más por la demanda (lo que se suele resum ir paradigmáticamente —pero sin que, como veremos en el capítu lo 3 , constituya una descripción adecuada— como el paso del fordismo al p os fordismo)-, la fem inización de la fuerza de trabajo (con su impacto en la forma fam ilia y en el salario fam iliar que habían desempeñado papeles esenciales en el ENBK); y el creciente reconocimiento de los lím ites ambientales del modo de crecimiento fordista, a medida que se intensificaba entre sus pioneros y se extendía a otras economías, reconocim iento que afectó no sólo a los m ovi mientos ambientalistas sino tam bién a las fuerzas dirigentes del fordismo. CRISIS FINANCIERO-FISCAL Como una de las formas del tipo de Estado capitalista, el ENBK debe ser consi derado tam bién un Estado fiscal (véase la tabla 1.4 en el capítulo 1). Cuando el ENBK se expandió, tam bién lo hizo su recaudación tributaria. Es más, como 10 1
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el empleo y el gasto en el sector público se expandieron en relación con el sec tor privado, el nivel de ingresos que pasó a ser objeto de la tributación descen dió con el fin de incluir a una parte mayor de la clase trabajadora. La crisis del fordism o ejerció un efecto "tije ra ” sobre las finanzas del ENBK. Por el lado del ingreso, redujo la base fiscal de los pagos a la seguridad social, en la medida en que éstos aparecían ligados al perceptor de rentas o a los impuestos en nóm i na, en un momento en el que el desempleo comenzó a aumentar. La contribu ción del capital a los ingresos del Estado tam bién se redujo como consecuencia de la caída de los beneficios brutos y de la redistribución de las cargas fiscales para proteger los niveles de beneficio después de impuestos. Esto se vio refo r zado por el carácter móvil del capital y su consiguiente capacidad para escapar a los impuestos nacionales o, ya fuera con o sin la connivencia de los gestores estatales, por la posibilidad de amenazar de form a creíble con hacerlo. Al mismo tiempo, la crisis aumentó las necesidades de gasto para m antener los ingresos (por ejemplo, mediante prestaciones por desempleo, jubilación an ti cipada o prestaciones fam iliares) y, como consecuencia de las repercusiones sociales del desempleo y la recesión, en otras políticas del bienestar (tales como vivienda, salud y políticas fam iliares). En la mayor parte de los países de la OGDE esto se reflejó durante los años setenta y ochenta en u n aumento del gasto estatal más rápido que el de los ingresos fiscales. Es m ás, en la m edida en que el Estado aumentó sus gastos reales y fiscales en innovación tecnológica y reestructuración económica, y redujo la tributación sobre el capital en general, esto provocó una nueva lim itación de los recursos disponibles para el gasto social13. La consiguiente crisis fiscal general del Estado se vio asociada a con flictos no sólo en relación con el nivel e incidencia de los gastos sociales, sino tam bién acerca de la reestructuración de los sistem as de impuestos y de créd i tos (sobre la crisis fiscal, véase especialm ente O’ Connor 1973). Esto, a su vez, se reflejó en una creciente hostilidad hacia los costes fiscales del Estado de b ien estar y hacia las con secu en cias in flacio n ístas de fin a n cia r los gastos del bienestar a través del endeudamiento estatal. Esto fue uno de los factores fundamentales en el cambio de régim en neoliberal en las economías fordistas de habla inglesa, al igual que de las políticas neoliberales de ajuste en otras economías fordistas. Ahora bien, las posibilidades de recorte en el gasto en bienestar social (especialmente en la cuenta de capital) sin deterioro de las prestaciones eran (y son) limitadas. Como mucho, puede operarse una re d is tribución de su prestación entre los sectores público, privado y "tercero s” sec tores, junto con intentos más o m enos m arginales de rebajar costes. Lo cual, naturalmente, llegó a ser uno de los elementos clave en el proyecto neoliberal 102
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de reestructuración del Estado de bienestar. Al mismo tiempo, se produjo una hostilidad cada vez mayor hacia las repercusiones sociales y económicas del recorte en el bienestar (especialmente en salud, educación y pensiones) una vez que los recortes se extendieron más allá de las actividades marginales del Estado o amenazaron con afectar a los intereses económicos y políticos nuclea res en lugar de a los grupos sociales m arginales. En este sentido, las funciones económ icas y sociales objetivas del ENBK —que son expresión particular de las funciones más generales del tipo de Estado capitalista en relación con las contradicciones, dilemas, asimetrías y antago nismos de la relación de capital— han supuesto lím ites a las posibilidades del Estado de renunciar a su compromiso. Con todo, como veremos en los capítu los 5 y 6, hay un mayor margen para el cambio en las dim ensiones económicas que en las dim ensiones sociales de la intervención estatal. Las herencias in sti tucionales y políticas ligadas a las trayectorias anteriores del compromiso in s titucionalizado asociado al ENBK tam bién actuaron para reforzar dichos lím ites a corto y medio plazo. Sin embargo, esos límites básicos no excluyen (de hecho, pueden estim ular a falta de algo mejor) ajustes m arginales en los p ro gramas, reescalar las actividades o una significativa reorientación estratégica de unos presupuestos estatales más o menos constantes. Esta es una de las áreas en las que las diferencias entre los regím enes de bienestar y las formas de Estado antes expuestas han tenido un mayor impacto a la hora de realizar un cambio neoliberal de régim en en la política social. Conviene destacar igual mente la selectividad estratégica de los Estados y la naturaleza partidista de los gobiernos (véase, por ejemplo, el contraste entre el cambio de régim en neoli beral radical en la unicameral Nueva Zelanda, frente al cambio menos drástico de la federal Australia). Si nos limitáram os a considerar sólo los aspectos fiscales y presupuesta rios del Estado de bienestar, nos pasarían inadvertidos dos rasgos básicos de su crisis económica. En prim er lugar, es importante destacar que la crisis no era puramente financiera. El hecho de que la crisis financiera del Estado se in ter pretara en aquel momento en térm inos de la excesiva carga del gasto social era prueba de un desplazamiento en el equilibrio de fuerzas económicas y políticas en la dinámica más general del fordism o. Fue la aparición de nuevas alianzas con intereses en otro tipo de políticas, la que supuso que la renovación de la expansión capitalista no produjera un sim ple regreso a la situación existente antes de la crisis. Y, en segundo lugar, las causas esti'ucturales subyacentes a la crisis no desaparecieron con la nueva expansión. La crisis económica del Estado de bienestar dependía de la creciente discrepancia entre su actividad y io 3
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las necesidades de la acumulación de capital (necesidades construidas discur sivamente aunque, frecuentemente, con una base real). Ciertas tareas que habían beneficiado al capital durante el ascenso fordista adquirieron su propia inercia institucional y sus propios intereses creados. Esto, pese a que las nece sidades del capital habían cambiado (o se suponía que lo habían hecho en la medida en que se impugnaban las estrategias dominantes de acumulación fo r dista) y a que muchas de las políticas heredadas del periodo de expansión fordista estaban fracasando o demostrando, incluso, ser contraproducentes. En este sentido, la solución a la crisis económica exigía la reorganización del régim en de acumulación, de sus modos de regulación y de su modo de sociali zación, así como un recorte económico público y privado. Los dilem as fiscales, financieros y presupuestarios del Estado de b ien es tar deben considerarse en relación con la estructura y finanzas globales del gasto estatal y con el papel del. Estado para garantizar las condiciones extraeconómicas que renueven la acumulación de capital. De este modo, la tendencia al surgimiento del posfordism o en form a de proceso laboral, estrategia de acu mulación y paradigma social supuso tam bién una nueva fuente de problem as para las finanzas del Estado de bienestar. Incluso suponiendo, como ejemplo, que pudiera restablecerse algo parecido al "pleno empleo” , el peso de los s is temas de trabajo a tiempo parcial, tem poral y discontinuo seguiría siendo mucho m ayor que en el fordism o. Esto indicaba la necesidad de nuevos patro nes de tributación y de asignación del bienestar, casi con independencia de la concreta variante de ENBK que existiera en cada país. Igualmente, con la cre ciente movilidad internacional del capital (en especial, en el sector servicios) y la competencia cada vez más aguda entre los Estados por atraer inversiones en los sectores de rápido crecim iento, la contribución de los impuestos sobre el capital convergió a la baja. Es muy probable que esta situación continúe así en ausencia de una política transnacional concertada para aumentar los im pues tos a las empresas. Problemas sem ejantes se plantean en la actualidad con fenóm enos tales como el comercio electrónico internacional, que socavan aún más los regím enes tributarios nacionales. Estos cambios se reflejan tam bién en el equilibrio de fuerzas políticas y en el tipo de demandas que se form ularon al Estado de bienestar. Desde un punto de vista más general, como verem os más abajo, la presunta necesidad de nuevas form as de flexibilidad en la orga nización del proceso laboral y del mercado laboral ha tenido im plicaciones fundamentales en las funciones y organización del Estado de bienestar. La c ri sis del fordism o y la transición al posfordism o han afectado no sólo a los n ive les y métodos de financiación del gasto en bienestar, sino tam bién al modo en 10 4
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el que el Estado de bienestar posfordista trata de realizar sus funciones en la valorización del capital, la reproducción social y la cohesión social. CRISIS POLÍTICAS Desde el punto de vista político, el EN BK resultó vulnerable a la creciente resistencia política a los impuestos y a la estanflación, a la crisis dentro de los compromisos de posguerra entre el capital industrial y él trabajo organizado, y a las nuevas condiciones económicas y sociales y sus correspondientes p roble mas que no podían ser resueltos con rapidez —sí es que acaso tenían solución—, confiando todavía en la planificación vertical del Estado o en las meras fuerzas del mercado. Surgieron, además, nuevos conflictos y form as de lucha que ya no era posible integrar fácilm ente dentro del compromiso de posguerra. Dos ejemplos fundamentales son la crisis del corporativismo y el auge de los nuevos movimientos sociales. Este último ha resultado especialm ente importante, en la medida en que se desarrolló en ciudades proclives a la crisis, y con frecuen cia se orientó hacia lo mundial o lo local antes que hacia los asuntos naciona les. Por último, surgieron nuevos problem as —como la contaminación— y nuevas categorías de riesgo, que resultaron ser menos m anejables, regularizables o gobernables dentro de los viejos esquemas. También parece claro que el Estado de bienestar provocó algunos de sus propios problemas. La forma racional-legal de las prestaciones del bienestar está asociada a la burocratización, la juridificación de las relaciones sociales, la tendencia a la expansión política de la autoridad, la centralización, el cliente lism o y la intensificación de la dependencia personal. Es más, las form as p ro fesionalizadas y burocratizadas de ayuda y subsidio agravaron los problemas sociales e incrementaron la dependencia. Además, en los regímenes del bienestar liberales, la com binación de impuestos, seguro nacional y sistem as de presta ciones sometidas a verificación de recursos crearon (y siguen creando) dos problemas-, la trampa de la pobreza que amenaza a los trabajadores de bajo salario (para quienes unas mayores ganancias en sus trabajos suponen una reducción en las prestaciones) y la tram pa del desempleo (que hace referencia al aumento real neto en el ingreso cuando un desempleado acepta un trabajo). Los regím enes del bienestar socialdemócratas y algunos conservadores-corporativistas supieron evitar estas dos tram pas. A l m ism o tiempo, las form as en que se adm inistraron las políticas del bienestar agravaron los conflictos d istri butivos y de status, tanto entre las clases m edias como en las clases trabajado ras. Con frecuencia son las clases m edías las que hacen un uso mayor de las 105
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prestaciones del bienestary, especialm ente, de las prestaciones más caras (por ejemplo, la educación, la vivienda y la salud), tanto si se ofrecen medíante un sistema de bienestar público o bien a través del llamado "Estado fiscal de bienes tar” , basado en la reducción de impuestos para ciertos tipos de gasto por parte del consumidor. De hecho, las relaciones entre la provisión pública, fiscal o laboral sirven no sólo para ocultar el grado en que el Estado sostiene la rep ro ducción social de las clases medias, sino tam bién para crear nuevos focos de conflicto distributivo y de status. Hay también algo de verdad en la crítica que afirma que el Estado de bienes tar posee una dinámica inherentemente expansionísta, en la medida en que la definición de las necesidades de bienestar depende con frecuencia de quienes poseen un interés en su expansión14. Esto es cierto no sólo respecto de los p olí ticos (espoleados por la competencia electoral) y los administradores y profe sionales del bienestar (para los que la expansión del bienestar supone empleos, desarrollo profesional y expansión de su autoridad), sino también para los gru pos de clientes y los lobbies políticos que articulan sus intereses. Y posee también importantes implicaciones estructurales y de recursos para el fordism o, inclu yendo el creciente presupuesto de bienestar social en el boom de posguerra y en los años posteriores, y la consiguiente necesidad de reestructurar los sistemas de impuestos y crédito para generar los ingresos necesarios para financiar dicho gasto. Este problema se agudizó conforme los costes sociales y ambientales de la expansión fordista y la dinámica de la adopción de las políticas de bienestar crearon nuevos temas y nuevos intereses entorno a los cuales podían organizar se los movimientos sociales. Entre dichos temas podemos destacarla creciente descomposición de la forma "fam ilia nuclear” , que desempeñó un papel clave en la socialización fordista como lugar de consumo privado y como sede de la integración social y emocional en una sociedad atomizada (H irschy Roth 1986). Además de que la proporción de hogares que se compadecían con este patrón de fam ilia nuclear tam bién comenzó a descender. Lo que continúa traduciéndose en una mayor necesidad de apoyo estatal (para, la educación, los enfermos, las fam ilias m onoparentales, los ancianos, etc.) y en los intentos de estim ular a las fam ilias para que carguen con el coste de la juventud sin empleo, la enfer medad y el cuidado de los ancianos. Del mismo modo, el declinar de los barrios céntricos concentró los problemas sociales y económicos en áreas con una base fiscal en declive y con crecientes necesidades de gasto y programas de bienestar. Es aquí, sobre todo, donde aparecen los problemas sociales de educación, vivienda, salud, hogares de un solo miembro y fam ilias monoparentales, aisla miento social, enfermedad mental y desequilibrio demográfico. 10 6
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Nuevas fuerzas comenzaron a presionar en busca de ayuda estatal: desde los carteles capital-trabajo de las industrias y regiones en declive, hasta las minorías étnicas, las fam ilias monoparentales o los movimientos culturales o sociales alternativos. La expansión de los "gastos fiscales” para sufragar la p ro visión privada de bienes y servicios de reproducción social (desde las pensio nes, pasando por la vivienda y el seguro médico, hasta la educación), también creó un nuevo conjunto de intereses en lo relativo a la recepción de estas p olí ticas por parte de los contribuyentes, además de forjar nuevos intereses crea dos entre los negocios capitalistas que los ofrecen (por ejemplo, los fondos de pensiones). En los años del boom existían pocos controles financieros o electo rales para estos procesos de crecim iento, especialm ente si consideramos que los años de la expansión del bienestar coincidieron con los de la reducción de los gastos militares, el ascenso de la productividad y el pleno empleo. Estos con troles se hicieron más estrictos durante los años setenta y ochenta. En este sentido, la crisis del fordism o aparece ligada a la crisis fiscal del Estado y a una creciente resistencia electoral al pago de impuestos para sufragar las necesida des del bienestar. En algunos casos, la reacción electoral fue temporal; en otros sentó las bases para un cambio de régim en neoliberal. Otro aspecto de la cuestión Se refiere al hecho de que las form as m oneta ria y legal de la política social resultaban menos adecuadas para los problemas que el Estado social se veía obligado a gestionar. Al comienzo, se ocupaba tan sólo de elementales contingencias económicas (como la mala salud, el desem pleo cíclico, el embarazo, etc.) que interrum pían la cadena de ingresos de los individuos y las fam ilias; después, se expandió desde un Estado de seguridad social a un Estado de bienestar a través de unas mayores intervenciones en el campo del consumo colectivo, ofreciendo una amplia gama de servicios de bienestar básicos tales como educación, vivien day salud, que aparecían asocia dos a las nociones de igualdad, social democracia y redistribución social; más adelante, por último, llegó a involucrarse incluso en los servicios sociales p er sonales y en la gestión de los problem as psicosociales ("atención a las perso nas" y "gobierno de las alm as”), lo que condujo a algunos a hablar del surgimiento del "Estado terapéutico". También se prestó una mayor atención a las raíces estructurales más profundas de las contingencias económicas indivi duales (tales como el funcionamiento del mercado laboral o la seguridad e higiene en el trabajo) y, salvo en el caso de los regím enes de bienestar libera les, se produjo una coordinación más estrecha entre las políticas económicas y sociales en estas áreas. Finalm ente, el Estado abrió nuevos campos de políti ca social (tales como la crisis de los b arrios céntricos, las relaciones raciales 10 7
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y las desigualdades de género) que poseen complejas raíces en el modo de socialización general más que en el funcionamiento de la economía capitalista entendida en sentido restringido. CRISIS SOCIAL
El ENBK también se vio socavado por dos conjuntos de tendencias emergentes en el mundo de la vida. El primero fue la permanente tendencia a la "desnacio nalización” de la sociedad civil. Esto se vio reflejado en el desarrollo del cos mopolitismo y del "tribalismo” (o el redescubrimíento o invención de las identidades afectivas primordiales, en perjuicio tanto del individualismo libe ral como de la lealtad cívica a una "imaginada” comunidad nacional), y en una expansión de los diferentes movimientos sociales que actuaban, ahora, por encima de las fronteras nacionales. Esto se asociaba (y aún se asocia) con una crisis en el Estado nacional, que adopta diferentes formas dependiendo de la naturaleza de la comunidad nacional imaginada en la que se base (véase eicapítulo 5). En su conjunto, estos fenómenos debilitaron el sentido de identidad nacional15 que dio forma al ENBK en su periodo formatívo, debilitando consi guientemente la coalición de fuerzas que lo sustentaba. El segundo conjunto de tendencias sociales se refiere avalores más concretos, alas identidades socia les y a los intereses asociados con el Estado de bienestar y al surgimiento de movimientos sociales opuestos a uno o varios de los aspectos del ENBK. Esto se vio reflejado en varios ámbitos: en el rechazo normativo del compromiso socialdemócratay del fordismo atlántico, con su igualitarismo basado en clases y su correspondiente política redistributiva; en unas políticas de identidad pluralista y unas "políticas de la diferencia” en las que se hace un mayor énfa sis en el respeto mutuo, la autenticidad y la autonomía; en el paso de la ciuda danía nacional a "un modelo más universal de pertenencia [en un Estado], basado en nociones desterritorializadas de los derechos de las personas” (Soysal 1994: S); en una mayor preocupación por el empoderamiento personal en lugar de por la administración burocrática de los derechos legales, las pres taciones monetarizadas y los servicios públicos uniformes-, y en la expansión del llamado "tercer” sector que, supuestamente, opera con flexibilidad fuera del marco del puro mercado y del Estado burocrático (aunque, con frecuencia, en estrecha unión con ellos, como un mercado y un Estado "en la sombra”). Las dinámicas de acumulación ínterrelacionadas con la generación de cri sis, los cambios en las relaciones sociales explicables en términos de dinámica de las sociedades fordistas, así como el Estado de bienestar, se vieron reforzados 10 8
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por importantes factores exógenos16. El pxlncipal de ellos fue el cambio dem o gráfico, que afectó tanto a la amplitud como a las finanzas del Estado de bienestar. En concreto, la ratio entre contribuyentes y beneficiarios se ha modificado drásticamente en los últimos 85 años, en la medida en que el número de ju b i lados se ha incrementado (especialmente en las generaciones de más edad, con sus mayores necesidades de atención m édica a largo plazo) y el número de los económicamente activos se ha reducido (en parte como consecuencia del recurso en los años ochenta y noventa a la jubilación anticipada forzosa o voluntaria, como mecanismo de reducción de la mano de obra activa). La in m i gración como solución parcial a este último problem a ha generado sus propios problemas sociales y políticos. Los costes del Estado social también tienden a increm entarse desproporcionadamente: la educación dura más, el progreso médico ha hecho subir los costes, las fam ilias m onoparentales exigen más ayu das y las técnicas de aumento de la productividad resultan menos aplicables a las actividades de bienestar (con todo, véase el capítulo 3 sobre la naturaleza contingente de esta trampa de precios y productividad diferencial, y también las alternativas existentes). Esto ha provocado una mayor restricción fiscal en las políticas de bienestar y ha hecho más urgente la necesidad de buscar solu ciones. RESPUESTAS INICIALES A LA CRISIS EN Y DEL FORDISMO YEL ENBK El desarrollo del ENBK estuvo marcado por un reform ism o moderado y opti mista en los años sesenta. La respuesta inicial a la crisis del fordism o no p ro vocó la exigencia de una transform ación radical ni de la economía ni del Estado. Por el contrarío, intensificó los rasgos del ENBK, complementándolos y reforzándolos con otras medidas. Lo que se produjo fue una transformación coyuntural del ENBK provocada por sus intentos de gestionar la crisis del fo r dismo y de lim itar las repercusiones de dicha crisis dentro de su propia orga nización y unidad internas. En este sentido ¡ Al comienzo, los gobiernos respondieron a las dificultades económicas con fórmulas tradicionales que implicaban el mantenimiento o el aumen to de las prestaciones y los gastos en su intento de combatir la recesión y el desempleo, así como de mitigar sus consecuencias sociales. Después de una década de "tanteos a ciegas ”, gobierno tras gobierno, con independencia de su color político, se embarcaron en nuevas políticas que con frecuencia suponían poner freno al incremento de los gastos y el aumento los ingresos [Huber y Stephens 20 0 1: 207]. 10 9
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Durante el periodo inicial de los "tanteos a ciegas", los actores políticos se enfrentaron al falso dilema de, o bien organizar un ataque unilateral a los sala rios como coste de producción, o bien ofrecer un subsidio un ilateral a los salarios como fuente de la demanda económica nacional. Otro dilema sim ilar se refería al abandono de la gestión de la demanda en favor del m onetarismo (nacional o internacional), frente al recurso igualmente unilateral al "keynesianismo en un solo p aís” y subsidiar las industrias afectadas por la crisis. Lo que, a su vez, se relacionaba con la opción entre liberalización unilateral de las economías (en especial, de los mercados financieros), que reforzaría in icial mente la disociación del capital financiero e industrial, subordinando este último al prim ero, y la prosecución unilateral de estrategias neomercantilxstas o proteccionistas que pixdieran estimular o im poner una mayor cooperación entre estas dos fracciones rivales de capital. Un dilema parecido para los ges tores políticos del ENBK afectaba al recorte del Estado de bienestar atacando al salario social como coste de producción internacional frente a la defensa del empleo, de los servicios públicos y de las transferencias del bienestar al m ar gen de su impacto en la competitividad internacional. Lo que unificaba estas soluciones a la crisis del fordism o atlántico y del ENBK, opuestas pero igual mente falsas, era su énfasis unilateral en hacer frente a uno u otro de los momentos de las principales contradicciones del régim en de acumulación prevalente, y de su modo de regulación. D iferían a la hora de optar por reforzar unilateralmente la escala económica nacional y la organización política en dichos aspectos, o bien por apoyar incondicionalm ente (o rendirse a) la iló gi ca de un capital abstracto en movimiento en un ámbito global potencialmente irrestricto. Una vez que estas oscilaciones fracasaron en su intento de restaurar las condiciones para la acumulación fordista, el debate sobre las políticas superó el marco nacional-internacional asociado con las fases tem pranas de la crisis fordista. Se produjo una cada vez más intensa búsqueda de otras escalas en las que las contradicciones estructurales y dilem as estratégicos del capital pudie ran quedar de nuevo reconciliadas durante un periodo extenso a través de ade cuados arreglos espaciotemporales y compromisos institucionalizados. Este proceso de búsqueda adoptó diferentes form as en las distintas form aciones sociales, otorgándose además una dim ensión internacional cada vez más importante a la reestructuración de los regím enes de las políticas y a la reo rientación de las estrategias, lo que tam bién implicaba la búsqueda de una nueva forma de Estado. Pese a las muy variadas críticas y soluciones, es probable, n o
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sin embargo, que sólo una restringida gama de opciones resulte compatible con una transición con éxito hacia alguna forma de posfordismo. La forma en que se combinen y cuál predom ine en una determinada sociedad dependerá del resultado de las luchas políticas y económicas sobre el terreno de los d ife rentes regím enes nacionales de acumulación y regímenes políticos. Estas cuestiones se abordarán en capítulos posteriores.
6. LA MEDIACIÓN DISCURSEA DE LA CRISIS Una crisis no es nunca un fenómeno puramente objetivo que produzca auto máticamente una respuesta o resultado particulares. Por el contrario, la crisis surge cuando ciertos patrones establecidos para hacer frente a las contradic ciones estructurales, a sus tendencias de crisis y a sus dilemas dejan de funcio nar en la forma prevista y pueden, incluso, contribuir a em peorar la situación. Las crisis resultan más agudas cuando las tendencias de crisis y las tensiones se acumulan en diversos momentos interrelacionados de la estructura o sistema en cuestión, restringiendo el espacio de m aniobra para cada problema especí fico. Los cambios en el equilibro de fuerzas movilizadas tras y entre los d ife rentes tipos de lucha (véase el capítulo i) tam bién desem peñan un papel clave a la hora de intensificar las tendencias de crisis y de debilitar o resistirse a los modos establecidos de gestión de crisis (Offe 1984= 35 -6 4 ). Esto crea una situación más o menos aguda de crisis, un momento potencial de transform a ciones decisivas y una oportunidad para una intervención crucial. En este sen tido, en una situación de crisis se produce un desequilibrio, pues está objetivam ente sobredeterm inada pero subjetivam ente infradeterm inada (Debray 1978: n 3 ). A sí se crea el espacio para determinadas intervenciones estratégicas que redírigen significativamente el curso de los acontecimientos. También para los intentos de "apañárselas” en la —a veces injustificada— espe ranza de que el problema se resolverá por sí m ismo con el tiempo. Se trata, pues, de momentos potencialmente determ inantes de la trayectoria (sobre la dialéctica "dependencia de la trayectoria/form ación de la trayectoria” (pathdependency/path-shapíng), véase Hausner et álii 1995). Es posible detectar la aparición de una situación así en relación con la cri sis en y del ENBK. Cuál de los resultados alternativos será el que se dé fin al mente se verá mediado, en parte, por las luchas discursivas en torno a la naturaleza y significado de la crisis y de lo que puede derivarse de ella. En periodos de reestructuración social importante, se produce una intersección
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de diferentes relatos económicos, políticos y socioculturales que tratan de dar sentido a los problem as de cada momento, construyéndolos en térm inos de sus fracasos pasados y de sus posibilidades futuras. Las diferentes fuerzas sociales en el terreno público y en el terreno privado proponen nuevas visiones, p ro yectos, programas y políticas públicas. Por ejemplo, los problem as a los que se vio enfrentado el ENBK hicieron surgir relatos alternativos acerca de sí estaba o no en crisis, sobre la profundidad de la m ism a, su desarrollo, si era probable que term inara y cómo podía resolverse. De hecho, como se ha dicho cínica mente aunque con razón, el Estado de bienestar parece haber estado "en crisis” desde el momento mismo de su concepción. Pero lo que parece haber estado en discusión es tan sólo la naturaleza de la crisis, habiendo dominado diferentes lecturas de la m isma en cada momento (véase la tabla 2 2 ; véase también Esping-Andersen 1999: 2-4 ). Sin embargo, conforme se acumulan los sínto m as de crisis, la lucha por la hegemonía (o, al menos, la dominación) com ien za a establecer nuevas estrategias de acumulación, nuevos proyectos estatales o hegemónicos. Estos conflictos económicos y políticos se refieren no sólo a la distribución de los costes de la gestión de la crisis, sino también a las políticas adecuadas para escapar de ella. t a b la
2.2
PRINCIPALES SÍNTOMAS EN LA PERMANENTE CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR
AÑOS CINCUENTA
Aft05 SESENTA
AftOS SETENTA Y OCHENTA
Es inflacionario y perjudica al crecimiento.
No logra la igualdad. Demasiado burocrático.
Estancación.
Desempleo. Posmaterialismo. Sobrecarga estatal.
AÑOS NOVENTA Globalización. Desempleo. Desigualdades. Exclusión social,
inestabilidad familiar. Crítica derechista.
Crítica izquierdista.
(OCDE 1981)
Menos vinculada a partidos. (OCDE 1997) FXJENT& BASADA EN gSf>ING-AND£RSEN <1997; 2).
La plausibilidad de cada relato y de sus correspondientes estrategias y proyectos depende de la resonancia (y, consecuentem ente, de su capacidad para reinterpretar y movilizar) que tenga con los relatos personales —incluidos los compartidos— de las clases, estratos, categorías o grupos sociales sign ifica tivos que se han visto afectados por el desarrollo del orden político y económ i co de posguerra. Es más, dado que hay siem pre varios relatos plausibles, deben considerarse las capacidades diferenciales de los narradores para hacer circu lar sus m ensajes y asegurarse el respaldo para la lección que enseñan. Eso 113
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dependerá en gran m edida de la organización y funcionamiento de los medios de comunicación de masas y del papel de los intelectuales en la vida pública. La plausibilidad de los relatos en competencia tam bién queda configurada por las desviaciones estructurales y el funcionam iento estratégicamente selectivo de los diferentes aparatos públicos y privados de la dominación económica, p olí tica e ideológica. Los relatos no compiten por la influencia en un terreno de juego igualitario, sino que se ven som etidos a las selectividades discursivas y estructurales17 y a la necesidad de establecer algún tipo de resonancia con los relatos personales. Estas consideraciones nos conducen, naturalmente, mucho más allá de la preocupación por lo narrativo, para llevarnos hasta las num ero sas condiciones extradiscursivas que hacen atractivo a un relato. Por último, la plausibilidad de un relato concreto depende de una red más amplia de in terlo cución (Som ers 1994,: 614) que incluye las m etanarrativas que revelan los vínculos entre una amplia gama de interacciones, organizaciones e institucio nes y contribuyen a dar sentido a épocas enteras. El hecho de que estos metarrelatos institucionales cuenten con una poderosa resonancia no quiere decir que tengamos que creerlos sin más. Todos los relatos son selectivos, se apro pian de ciertos argumentos y los com binan en formas concretas. En este sen ti do, pues, hay que tomar en cuenta lo que no se ha dicho y lo que se oculta, lo que se reprim e o se suprime en el discurso oficial. Las interpretaciones de la crisis en y del ENBK fueron (y son) múltiples. Ahí se incluye, junto a otras muchas, el rechazo romántico del Estado de bien estar (evidente en el trabajo de críticos como Ivan Illich 1979, 19 81); las p ro puestas de un Estado de bienestar com unitarista alternativo o de un Estado que hiciera frente a los problem as de la dom inación no sólo de clase sino también patriarcal; los argumentos socíaldemócratas en favor de la reorganización y repliegue del ENBK de manera temporal durante un periodo de austeridad económica, antes de su resurrección en una form a más o menos idéntica a la anterior-, las exigencias neoconservadoras de privatización de los servicios del bienestar y de introducción de criterios com erciales en el Estado de bienestar. Como verem os, el cambio hacía un régim en neoliberal radical está lejos de ser su único resultado. Estas interpretaciones se relacionan con los debates y reflexiones sobre el Estado. En principio, se afirmaba que el Estado nacional ya no funcionaba como lo hacía en los años del boom. Se decía que, como consecuencia del exce so de demandas, de la escasez de los recursos para hacerles frente, del déficit en la capacidad del Estado para lograr sus objetivos, de la pérdida de cohesión ii3
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política, de la menor confianza en la legitimidad del gobierno o por simple sobrecarga (overload) , el Estado estaba en crisis. Estas afirm aciones tuvieron una resonancia política concreta y, aunque eran políticamente controvertidas, sirvieron para orientar las acciones de una amplia gama de fuerzas políticas. Más específicamente, se incorporaron a las propuestas de gestión o resolución de la crisis que fueron típicas de la segunda fase del debate. Una sugerencia común era que las funciones del Estado debían pasar a compartirse con orga nismos no estatales con el fin de reducir la sobrecarga de un aparato estatal excesivamente desarrollado. Otra sugerencia era que debía volverse al Estado liberal como guardián nocturno, para que pudiera concentrarse en una ejecu ción más efectiva de las funciones m ínim as que conservara. Más tarde, se pasó sencillamente a reconocer que los cambios en el Estado nacional no podían limitarse a una simple redistribución o reducción de unas funciones que, por lo demás, permanecían inmutables, por lo que la atención se puso en tratar de desarrollar un tipo de Estado y de políticas históricam ente nuevo. A sí pues, lo que vendría a sustituir al ENBK dependió del cambiante equilibrio de las fuerzas movilizadas en favor y en contra de las interpretaciones en competencia de la crisis en y del modo de crecimiento de posguerra, de su modo de regulación y de las soluciones adecuadas a los problemas identificados en dichos relatos.
NOTAS 1. Véase Lipietz 1982. Este autor señala igualmente que el círculo virtuoso del fordismo requiere tam bién que el incremento en la productividad en el sector de los bienes de capital compense la cre ciente composición técnica del capital (o la intensidad de la parte del capital en la producción) si no queremos que aumente la relación capital/producción, haciendo caerlos beneficios. 2. Naturalmente, todas las economías poseen sus características propias, pero es importante destacar aquí que Alemania resulta un caso peculiar por la importancia, dentro de su dinámica de crecimien to global de sus industrias de bienes de capital para exportación. Con todo, el rendimiento general de la economía alemana y su capacidad para desarrollar el consumo masivo en el interior dependie ron de la demanda de bienes de capital generada, en buena parte, por la dinámica global del fordis mo atlántico. 3. Se considera a Australia y Canadá como economías pequeñas ya que, pese a sus enormes territorios, su población y su producción son relativamente reducidas, 4. Pitruzello (1999) sometió la tipología de Esping-Andersen a un análisis de conglomerados y, sobre dicha base, elaboró un nuevo esquema de cinco partes. En él se repite la distinción hoy ya habitual entre regímenes liberales de mercado angloamericano y de las antípodas, y reclasifica los otros casos en tres grupos: universalista (Bélgica, Dinamarca, Noruega y Suecia), bismarekiano (Alemania, Suiza y Países Bajos) y un nuevo conjunto dentro del régimen conservador-corporativista (Austria, Finlandia. Francia, Italia y Japón). 5. Pitruzello (1999) nos ofrece un buen repaso de las críticas más difundidas; véanse también Abrahamson 1999 y, para las críticas fem inistas, Bussemaker y van Kersbergen 1994 y Daly 1994. 6. Los datos de la OCDE indican que el gasto público en los Estados de bienestar del Sur de Europa, de Japón y de EE UU está particularmente sesgado en favor de los ancianos, y en los regímenes de bienestar de las antípodas y socialdemócratas. hacia los niños y los trabajadores adultos (OCDE 1996).
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7. Estos rasgos son secundarios desde eí punto de vista de la teoría regulacionísta del Estado adoptada como punto de partida del presente análisis. Si, por el contrarío, se adoptara, por ejemplo, el género como foco primario de análisis, serían otros los rasgos considerados secundarios. 8. Véase, en este sentido, sobre Alemania, Gran Bretaña, Francia y el norte de Italia, Biernacki 1995. 9. Para Soskice (1999: 102), un régimen de producción incluye las relaciones financieras e industria les, la educación y la formación, y los sistemas interempresariales. 10. La terminología "contradicciones principal y secundarias", y los aspectos primario y secundarios de las mismas, deriva de Mao Tse Ttmg (1967) y fue revivida por Louis Althusser (1977) en un contexto diferente. Mis propias veleidades con estas expresiones tienen un sentido heurístico. Véase también el capítulo 4,. u . De hecho, diversos estudios señalan que este ajuste fino tenía más probabilidades de provocar efec tos pro cíclicos
17. Sobre la selectividad discursiva, véase Hay 1996; sobre la selectividad estructural, véase Jessop 1990b.
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CAPÍTULO 3
EL ESTADO COMPETITIVO SCHUMPETERIANO
Este capítulo se ocupa esencialm ente de las funciones económicas cambiantes del Estado dentro de las sociedades capitalistas avanzadas después de la crisis "en y del” fordism o atlántico. Los cam bios en la forma institucional y en la e fi cacia del Estado se abordan principalm ente en los capítulos 5 y 6, tras el análi sis de sus cambiantes funciones sociales en el próximo capítulo. Asociaré este inconstante patrón de intervención económ ica a las tendencias de crisis eco nómica en el fordism o atlántico-, tam bién con las características emergentes del posfordism o, así como con las tendencias de crisis política en el ENBK y con los problem as propios de la sociedad de masas fordista en térm inos más generales. A medida que las distintas fuerzas económicas, políticas y sociales han ido reaccionado a estas tendencias de crisis, se ha hecho posible discernir el comienzo de la cristalización de una form a distintiva de Estado destinada a promover las condiciones económicas y extraeconómicas consideradas nece sarias para el nuevo régim en de acumulación posfordista. Este nuevo tipo de Estado puede ser eficazmente descrito como un Estado competitivo schumpeteriano (Schumpeterian Competition State), por lo que procederé a exponer su forma y funciones y a justificar dicha descripción en este y en ios capítulos siguientes. Esta form a y estas funciones distintivas aparecen evidentemente vinculadas a la nueva configuración de las contradicciones y dilemas que han emergido con el surgimiento de la crisis del fordism o, y tam bién a los nuevos
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paradigmas tecno-económ icos asociados con una nueva onda larga de creci miento económico. Ahora bien, este vinculo dista mucho de ser automático y mecánico. Surge de una búsqueda m ediante ensayo-error que trata de encon trar sentido a las tendencias de crisis del fordism o atlántico y de su modo de regulación, al tiempo que quiere desarrollar algunas directrices estratégicas y orientaciones en respuesta a los fallos iniciales al intentar superar la crisis estructural y m oderar el conflicto social a través de los procedim ientos norm a les de gestión de crisis. En efecto, en ciertos aspectos significativos la nueva forma de Estado (considerada como una condensación estratégicamente selec tiva que está determ inada por la form a del cambiante equilibrio de las fuerzas políticas) está desempeñando un papel esencial en la constitución material y discursiva de la economía globalizadora, en red y basada en el conocimiento, que intenta gobernar con sus actividades. La expresión "Estado com petitivo” se em plea aquí para caracterizar a un Estado que trata de garantizar el crecim iento económico dentro de sus fro n teras y de asegurar ciertas ventajas competitivas para los capitales estableci dos dentro de las m ism as, aunque operen en el extranjero, promoviendo las condiciones económ icas y extraeconóm ícas actualmente consideradas esen ciales para triunfar en competencia con actores y espacios económicos lo cali zados en otros Estados. Paradójicam ente, las econom ías deslocalizadas (offshore) pueden ser un elemento en esta lucha al ser financiadas (o tolera das) por los Estados localizados (onshore) para asegurarse ventajas com petiti vas para los capitales nacionales o internacionales establecidos en su propio territorio (Hudson 200 0; Palan 19 98). En térm inos más generales, como se verá más tarde, un aspecto im portante de las actividades de los Estados com petitivos se refiere a sus esfuerzos, ya sea en solitario o conjuntamente con otras fuerzas (incluyendo otros Estados), por proyectar su poder más allá de sus fronteras políticas con el fin de configurar los espacios económicos t r a s fronterizos o exteriores relevantes para la acumulación-de, capital„y la re_p.ro” duccipn. social? Aunque las estrategias de los Estados competitivos pueden fijarse sobre lugares específicos, espacios y escalas concretos, y dirigirse con tra com petidores específicos, éstas aparecen siem pre m ediadas por el funcio namiento del conjunto del mercado mundial, especialm ente en la medida en que se realizan esfuerzos por am pliar y profundizar este mercado mediante estrategias de globalización neoliberal. El Estado competitivo como tal otorga prioridad a la búsqueda de estrategias destinadas a crear, reestructurar o reforzar —siem pre que resulte económ ica y políticamente viable— las ventajas com petitivas de su territo rio, población, medio am biente, instituciones
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
sociales / agentes económicos.1..,Asi como existen diferentes formas de com petencia, hay también diferentes form as de Estado competitivo. En lo relati vo al papel que desem peña en la política económica, el tipo dominante que está emergiendo en la actualidad puede caracterizarse como Estado com peti tivo schum petejiano por su preocupación por el cambio tecnológico, la innovacióny la empresa, y por su pretensión de desarrollar para tales fines nuevas técnicas de gobierno y gobernanza. Aunque las políticas sociales y económicas m uestran un ácoipiamiento más estrecho en el Estado competitivo que en el ENBK, me referiré a las form as y naturaleza del mismo en el capítulo 4 en lugar de hacerlo a continuación.
x. EL POSFORDISM O Y LA ECO NO M ÍA BA SAD A EN EL CONOCIMIENTO Contamos ya con una am plia y, en ocasiones, acalorada discusión académica "-últimamente, algo más apaciguada— acerca de si el concepto de posfordismo constituye el punto de partida más adecuado para el estudio tanto de los recien tes cam bios en la acum ulación de cap ital como de sus im p licacio n es para la política social y económica. Es importante destacar aquí tres aspectos: (1) la idoneidad teórica general del concepto de posfordism o; (3) la pregunta de hasta qué punto resulta adecuado este concepto para describir toda la gama de cambios que han tenido lugar desde mediados de los años setenta; y (3 ) el papel del posfordism o y de las nociones que se asocian a él en los discursos económicos y políticos empleados para justificar algunos cambios recientes en las políticas económ ícasy sociales. Trataré estas cuestiones de forma sucesiva. En prim er lugar, para ciertos propósitos, quizá resultara más convenien te caracterizar el em ergente régim en de acumulación mediante un concepto sustantivo análogo al de fordism o, como toyotismo, sonysmo, gatesismo o wintelism o. Conceptos que se refieren a nuevos paradigmas tecnoeconómicos en sectores industriales ya establecidos o emergentes y a nuevas form as de em presa y de competencia consideradas superiores a las típicam ente ford istas. Aunque estos paradigm as carecen de la om nicom prensiva resonancia de la que disfrutó el paradigm a fordísta una vez que quedó consolidado el régi m en acumulativo fordista, resultan ciertam ente más fructíferos que el con cepto más form al de posfordism o, que se apoya en un mero prefijo tem poral para distinguirse del fordism o. Este m ism o problem a afecta al paradigma de la "nueva econom ía” , con su sim plista y exagerado contraste entre lo viejo y lo nuevo. Consiguientem ente, me referiré en su lugar a la "econom ía basada en 119
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el conocim iento” (EBC). Este paradigm a, que se ha vuelto gradualmente Kegemónico como fundamento y directriz estratégica para la reestructuración económica, política y social, ha logrado una am plia resonancia en muchos s is temas diferentes y en el mundo de la vida, y refleja la im portancia general atribuida, con razón o sin ella, al conocim iento como "factor de producción” en el proceso, laboral, en el régim en de acumulación y en el modo de regula ción posfordistas (véanse pp. 1 5 Con todo, sigue siendo posible aplicar la noción de posfordism o siem pre que se preste la debida atención a las con tinuidades y discontinuidades. Sin continuidades, el nuevo proceso laboral, el nuevo régimen de acumulación o el nuevo modo de regulación no serían p o s fordistas, sino sencillamente no fordistas; por el contrario, sin discontinuidades no serían posfordistas, sino m eram ente otra fase del fordism o: altofordism o, tardofordism o, neofordism o o como quiera denom inarse. Por ello, en este y en los capítulos siguientes se estudiará tam bién la im portancia de los efectos de conservación-disolución im plicados en el régim en de acum ulación em er gente y su dialéctica entre la dependencia de la trayectoria y la form ación de la trayectoria. En segundo lugar y aclarado lo anterior, es evidente que muchos aspectos clave del proceso laboral, del régim en de acumulación y del modo de regula ción contemporáneos poco tienen que ver con la edad dorada del fordism o, por lo que deben ser considerados por sí m ism os y en térm inos de la posición que ocupan en el régim en emergente y en su modo de regulación. En tercer lugar, tanto si la noción de posfordism o tiene o no actualmente justificación teórica como concepto analítico, los discursos que hacían referencias más o menos explícitas al posfordism o o a la especialización flexible no dejaron de tener importancia en la mediación inicial del cambio económico, político y social durante la crisis en y del fordism o atlántico. Los principales rasgos sustantivos de un emergente régim en de acumulación viable y de su modo de regulación se han ido perfilando e integrando desde entonces en form a de estrategias de acumulación, proyectos estatales y visiones hegem ónicas. En particular, bajó la rúbrica de la economía basada en el conocimiento, están guiando y reforzando las actividades destinadas a consolidar la emergente econom ía posfordista. Una adecuada consideración del emergente régim en posfordista basado en el conocimiento debería otorgarle el m ism o tratamiento que al fordism o; es decir, discutir sus diferentes lugares y niveles, tomando también en conside ración el tipo de arreglo (o arreglos) espaciotemporal susceptible de garantizar cierto grado de coherencia estructural entre todos ellos. Siguiendo, pues, esta lógica, puede decirse que el posfordism o, como un tipo característico de proceso 12,0
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laboral, supone una form a de producción flexible basada en el uso de m áqui nas y sistem as flexibles com binados para garantizar ^.cononaías de alcance y/o de redes. Las econom ías de alcance (Economies o f Scope) surgen como consecuencia de la diversidad de productos que es posible elaborar a partir de una determinada organización social y técnica de la producción, más que de la reducción de los costes u n itario s de la p ro d u cció n de gran d es rem esas de mercancías estandarizadas que producen las típicas economías de escala de la producción en masa. Las econom ías de redes (Economies of networks) su r gen fundam entalm ente como consecuencia de las externalidades positivas de producción y consumo asociadas a las redes de infraestructuras (como, por ejem plo, las redes de transporte, de servicios o de com unicaciones) y/o al funcionam iento conjunto de activos com plem entarios y compatibles con trolados por diferentes organizaciones (Econom ídes 19 9 6 ; Shy 2 0 0 1). Las nuevas tecnologías de la inform ación y de la com unicación (en lo sucesivo, TIC) contribuyen significativam ente a am bos tipos de redes económ icas en todas las fases del circuito del capital, tanto en el lado de la producción como en el lado del consumo. A sí, por ejem plo, las nuevas redes de TIC suponen con frecuencia aumentos prácticam ente exponenciales de la rentabilidad en relación con el tamaño de las redes, en la m edida en que "cada m iem bro (consum idor) adicional aumenta el valor de la red, lo que a su vez atrae a nuevos m iem bros, provocando una esp iral de b en eficio s” (Kelly 19 98 : 25). De form a sim ilar, las TIC p erm itieron diferentes form as cooperativas de em presas en red, de desintegración vertical, de alianzas estratégicas y de tereerización, etc., que, particularm ente cuando actúan en tiem po real, generan tam bién externalidades positivas. El proceso laboral posfordista tam bién exige una correspondiente fuerza de trabajo flexible que con frecuencia com bina igualm ente de form a flexible trabajadores m ulticualificados con trabajadores no cualificados, en contraste con el papel dom inante del traba jo relativam ente inflexible y sem icualífícado en la producción en masa fo r dista. Sin embargo, no todas las form as de flexibilidad resultan positivas para los trabajadores, puesto que van desde los trabajos con flexibilidad sala rial y tem poral, con despido libre y tercerizacíón, pasando por el autoempleo o la subcontratación del trabajo cualificado, hasta la m ulticualificación de los trabajadores clave, con rotación en los em pleos, enriquecim iento del traba jo y trabajo en equipo. Igualm ente, la flexibílización puede adoptar muchas form as, unas más ligeras y adm isibles que otras. A sí, pues, existen d iferen cias im portantes en las estrategias y en las consecuencias de los intentos de flexibilizar el proceso laboral.
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El hardware esencial para el proceso laboral posfordista —y el que justifica su descripción, al menos cronológicamente, como posfordista— son las TIC basadas en la microelectrónica. Entre ellas. Internet desem peña un papel cada vez más importante, especialmente en las transacciones intraem presariales, entre las em presas (B?B, bussines to bussines) y entre las adm inistraciones y las empresas (G^B, gobemment to bussines)2. El proceso laboral posfordista depen de igualmente cada vez más del software inteligente basado tanto en los códi gos de funcionam iento y en el conocimiento codificado como en el " wetware” experto (mano de obra intelectual que posee un conocimiento tácito o todavía no codificado)3. De hecho, otra de.las descripciones del posfordism o —como inform acionalism o— enfatiza precisam ente la aplicación reflexiva del conoci miento a la producción del conocimiento (Castells 1996, 2000b). La produc ción flexible, basada en máquinas flexibles o en sistem as manejados por mano de obra flexible, no se lim ita a las áreas anteriormente dominadas por la p ro ducción masiva en las que da como resultado la producción flexible m asiva en grandes fábricas y/o el control concentrado sobre redes descentralizadas de producción. También puede aplicarse a la pequeña producción por lotes, fle x i ble y especializada, a cargo de redes extendidas de productores y a la de peque ñas o m edianas em presas. De igual m anera, algunos de esos procesos innovadores pueden servir para increm entar la productividad en aquellos casos de producción donde la calidad esté diversificada. Inclusive, más allá del campo industrial, también puede aplicarse a la producción de muchos tipos de servicios en los sectores privado, público y en el llamado "tercer” sector. Esto resulta importante por dos razones. La prim era es la tendencia hacia la desin dustrialización en las economías fordístas atlánticas, como resultado del in cre mento de la productividad en la industria doméstica, de la reubicación de tales industrias en el extranjero y de la competencia por parte de productores extranjeros de mayor eficacia. La segunda, es la oportunidad que la flexibilización ofrece para resolver los supuestos problem as asociados a los intentos de hacer crecer la productividad en ios servicios en relación con la industria, pro blemas a los que suele hacerse referencia como el efecto Baumol (es decir, el constante increm ento en los precios de producción de los servicios en com pa ración con los bienes manufacturados). A menudo se recurre a dicho efecto para explicar la crisis fiscal del Estado de bienestar, aunque resulte más ade cuado considerarlo una tendencia social tecnológicamente condicionada, más que como una ley de hierro de la provisión de servicios. De donde se deduce que las posibilidades de las tecnologías y procesos de trabajo posfordistas de influir sobre la dinám ica de cualquier sistem a económico emergente son mucho izz
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mayores que las de los procesos de trabajo fordista en relación con el fordismo atlántico. En este sentido, la "econom ía basada en el conocim iento" parece contar con posibilidades reales de em prender una nueva onda larga de expan sión económica. Como modo de crecimiento macroeconómico estable, el posfordism o se carac terizaría por su flexibilidad y su innovación permanente. En térm inos de tipo ideal, y al contrario de lo que sucede con el fordism o, su círculo virtuoso se basaría en los siguientes aspectos: la producción flexible y en red; el creci miento de la productividad basado en alguna com binación de economías de alcance, economías de redes e innovaciones en los procesos; salarios altos para los trabajadores cualificados y para los trabajadores intelectuales (a menudo, reclasificados conjuntamente como "trabajadores del conocim iento”); una mayor demanda de mercancías diferenciadas y de servicios no exportables (y, consiguientemente, no importables) favorecida por el componente cada vez más discrecional de los salarios? mayores beneficios basados en las rentas tec nológicas y otras rentas de innovación, y la utilización total de la capacidad fle xible; reinversión en equipos y técnicas de producción más flexibles o en nuevos tipos de productos; u n nuevo im pulso a la productividad como resulta do de una nueva ronda de innovación destructiva y creativa, de economías de alcance y de economías de redes. Aunque resulta fácil proponer un círculo v ir tuoso de este tipo, dada la combinación en algunas economías nacionales de una creciente apertura y una decreciente estructura de coherencia, es algo más difícil identificar la escala en la que podría darse un patrón estable y coheren te de produccióny consumo. Se trata de uno de los aspectos de la actual relativización de escala, con su correspondiente lucha por establecer a alguna de las escalas alternativas como nueva escala prim aria para un arreglo espaciotempo ral adecuado al posfordism o (pp. 3 2 1 2 2 4 ) - Es más, dado que la dinámica de crecimiento posfordista no, im plica necesariam ente generalizar las subidas salariales de los trabajadores clave para incluir a los trabajadores periféricos o a los económicamente inactivos, el régim en de acumulación posfordista podría conducir a una polarizacióny a una exclusión social mayores que las del fordis mo atlántico (véase el capítulo 4). Esto resulta particularmente evidente en los regím enes neoliberales. Como modo de regulación económica, el posfordism o im plica que las p rin ci pales form as estructurales de regulación se dedican a la innovacióny la flexibi lidad desde el lado de la oferta. Se produce así un desplazamiento desde el predom ino de las form as burocráticas en la estructura corporativa, hacia fo r mas de organización más planas, delgadas, descentralizadas y flexibles que
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enfatizan la gestión estratégica de las interdependencias en tom o a las com pe tencias esenciales. También hacia form as de organización en red basadas en una mayor integración mediante Internet y otras formas de comunicación electrónicas, una mayor coordinación, control e inteligencia; o hacia las "em presas virtuales” que externalizan la mayor parte de las actividades n ece sarias para la entrega de sus productos o, más comúnmente, de sus servicios, y que en algunos casos extremos sólo existen en la Red. Esto trae consigo la extensión y profundización de las redes digitales para m ejorar la organización de las relaciones B^B (entre empresas) y entre em presas y consumidores (B^C). También puede aparecer asociado con economías de redes y con las ventajas del prim er jugador (first-mover adventage). Las nuevas form as predo m inantes de competencia se basan en la m ejora de la calidad y de las prestacio nes de cada producto, así como en la capacidad de gestionar sistem as flexibles de producción (o de diseñar sistem as flexibles de provisión de servicios) y de acelerar la innovación en los procesos y en los productos a partir del conoci miento aplicado a la producción del conocimiento. En este contexto, la in n o vación en la ingeniería y la mejora de la productividad en el establecimiento de sistem as de fabricación resultan más esenciales para la industria que la p ro ductividad en la propia producción dentro de cualquier sistema. En este sen ti do, destaca la utilización de las TIC, y en especial de Internet, para el comercio Bs>B. La innovación de sistemas es tam bién vital en los sectores financieros y comerciales. Lo cual se refleja en el hecho de que en la actualidad la com peten cia depende de manera considerable de la búsqueda de rentas tecnológicas basadas en la innovación permanente, en los monopolios de facto sobre las tecnologías avanzadas o en los derechos de propiedad intelectual; y tam bién de las economías de alcance, la aglomeración y/o las redes, más que en las típicas economías de escala del fordism o. En resum en, la em presa posfordista está menos preocupada por la competencia a través de economías de escala en la producción de bienes y servicios estandarizados que emplean sistem as de p ro ducción concretos, que por la competencia m ediante economías de alcance, economías de red y procesos y productos con un uso intensivo del conocim ien to basados en una flexibilidad cada vez mayor en todas las fases de producción y distribución, siem pre que ello resulte compatible con la continuidad de la valorización. La relación salarial se m odificó para reflejar las cambiantes condiciones del mercado (bien flexisalaríos, bien despido lib re y/o responsabilidad salarial y recualifícación periódica), otorgando un papel esencial en la m ejora de la flexibilidad al salario social y al consumo colectivo (véase el capítulo 4). Las
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relaciones industriales se concentraron en la integración de los trabajadores clave en la empresa, mediante nuevos sistem as salariales, nuevas formas de im plicación, nuevas estrategias de recursos hum anos, etc. Y, en la búsqueda de una mayor flexibilidad, se tendió a descentralizar la negociación colectiva desde el nivel nacional a los niveles sectorial y regional o, incluso, a los niveles de em presa o lugar de trabajo. Con esto tam bién se lim itó, en la generalización de los aumentos salariales como fuente de la demanda, el papel de la negocia ción colectiva por conexión o imitativa (conneetive y pattem bargaining). La forma dinero se vio dominada por el crédito privado de bancos no radicados que circula internacionalm ente, y por la proliferación de productos fin an cie ros, derivados y oti'as formas de activos líquidos; mientras, la expansión del crédito estatal quedó limitada por la lógica de los mercados de divisas in terna cionales y los nuevos indicadores o acuerdos internacionales. El capital com er cial se reorganizó para crear y servir a nuevos m ercados cada vez más segmentados y, especialmente en los regím enes neoliberales, para ofrecer bienes de consumo masivo baratos a los excluidos y a los nuevos pobres. Por último, la intervención estatal y los regím enes internacionales se reorganiza ron en la form a en que estudiaremos en este capítulo y en los siguientes. Por el momento, no existe un modo de socialización posfordista obviam en te dominante, análogo a la sociedad de m asas industrial y urbana que aspiraba al sueño americano en el fordism o atlántico. En parte, esto es reflejo de las múltiples incertidum bres de los años ochenta y noventa acerca de qué sería lo que vendría a sustituir al proceso laboral fordista como fuerza motriz de la expansión económ ica. Igualm ente, acerca de cómo asegurar (y si se lograría) la coherencia estructurada de un régim en de acumulación posfordista. De hecho, se produjeron acalorados debates sobre la superioridad relativa de los modelos de producción, consumo y socialización nacionales, regionales y urbanos en competencia. Por ejemplo, EE UU, Japón y Alem ania demostraron ser los mayores contendientes dentro de los modelos nacionales; Silicon Valley, la Tercera Italia y Badén-W ürttemb erg se contaban entre los muchos modelos regionales alternativos; y tam bién se suscitaron debates acerca de si el futuro de las ciudades se encontraba en las ciudades globales, em presariales o posmodernas. De hecho, las diferentes fuerzas en los distintos países, así como un número cada vez mayor de organism os internacionales o supranacionales, compitieron por definir las estrategias de acumulación, los proyectos estatales y las visiones hegemónicas para rehacer la vida social de acuerdo con d iferen tes imágenes. Estas incertidum bres se reforzaron por los problemas cada vez mayores que enfrentó cada alternativa principal en su propio terreno de origen
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durante los ochenta (en los años noventa en los casos de Alem ania y Japón). Por supuesto, todavía está vivo el interés acerca de las variantes del capitalismo y sus respectivas fortalezas y debilidades, con un reconocimiento cada vez mayor de las complementariedades y rivalidades mutuas e, incluso, de los posibles beneficios evolutivos y adaptativos de m antener la diversidad institucional. Gon todo, la hegemonía estadounidense se ha afirmado con mayor o m enor 'éxito en forma de proyecto neoliberal global como consecuencia de los avances de los EE UU en sectores cruciales d éla economía del conocimiento, del dom i nio estadounidense sobre los regím enes internacionales asociados a la globa lización económica, y por la renovada supremacía m ilitar norteamericana basada en el informacionalísmo y en nuevas form as de guerra "inteligente” en red. En térm inos globales, Japón ha quedado eficazmente marginado a este respecto, aun cuando conserve su papel como principal hegemonía local, con China como único sustituto potencialmente serio; y, pese a que la reciente con solidación de "Eurolandia” ofrece modos de regulacióny socialización alterna tivos, todavía no supone una amenaza para la dominación estadounidense dentro de la economía mundial global. En térm inos más generales, los patro nes de socialización aparecen marcados por el auge de form as más complejas e híbridas de organización social, y por las crisis de identidad nacional y de cohesión social. Más específicam ente, podem os señ alar cómo —-aun a riesgo de concentrarse unilateralmente en las clases y estratos privilegiados del norte— el estilo de vida y de consumo se ha convertido en la base más im por tante para la estratificación de las economías avanzadas. Se han increm entan do las políticas identitarias y ha aumentado el significado de los nuevos movimientos sociales en las políticas posmodernas. Esto puede vincularse al argumento de que vivim os en una sociedad posmoderna, siem pre que no se ; utilice el posible desarrollo de modos de socialización posm odernos para jusJ tifiear la posmodernidad como enfoque teórico propio. El contraste entre fordism o y posfordism o ha servido (y todavía sirve) para contextualizar las respuestas a la crisis del ENBK, en especial en el nivel discursivo o paradigmático. Ahora bien, este contraste elemental oculta la v e r dadera complejidad de los cambios subsumidos (y, de hecho, mistificados) en lo que con demasiada frecuencia ha sido tratado en térm inos de ruptura rad i cal. Es más, como vienen señalando los regulacionistas desde hace más de veinte años, la transición desde el fordism o a un posfordism o estable no está garantizada. Más en concreto, depende de com plejos procesos de búsqueda mediante ensayo-error, del desarrollo de nuevas estrategias de acumulación, de nuevos proyectos estatales y visiones hegem ónicas, de trascendentales 126
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innovaciones institucionales, y de la consolidación de nuevos arreglos espaciotemporales. Lo cual introduce muchas dificultades al intentar encontrar algo parecido a una solución completa y transferible a la pregunta de cuál es la m ejor manera de gestionar dicha transición.
2. V IE JA S Y NUEVAS CONTRADICCIONES EN E L POSFORDISMO En el capítulo 3 he señalado algunas tendencias de crisis en el fordism o atlántico que contribuyeron a su crisis y a la del ENBK. En el presente cap í tulo abordaré los rasgos em ergentes de la econom ía posfordista "basada en el con ocim iento” y sus im p licacion es para la p olítica económ ica en los n u e vos regím enes de acumulación, los nuevos modos de regulación y los nuevos arreglos espaciotem porales. En capítulos posteriores consideraré sus im p li caciones para las otras dim ensiones del tipo capitalista de Estado. Es oportu no realizar ahora tres advertencias. La prim era es que al tratar estas cuestiones no se quiere decir con ello que los Estados puedan desarrollar siem pre (ni mucho m enos que ya posean) la capacidad para reorganizarse y ejercer con éxito nuevas funciones. En segundo lugar, no se quiere decir que sea posible introducir un régim en de acum ulación posfordista, con su modo de regulación social apropiado, sin resistencias y conflictos, o que vaya a quedar libre de problem as una vez consolidado. Muy al contrario, la argu m entación que sigue trata de resaltar la envergadura de la tarea que deben afrontar los Estados en estas nuevas condiciones, m ientras llevan a cabo su búsqueda de en sayo-error para resolver los viejos y nuevos problem as de sus actividades de política económ ica y social. Y, en tercer lugar, como ya he dicho, no se trata de que la econom ía p osfordista surja p rim ero como resu l tado del funcionam iento espontáneo de las fuerzas de mercado y, posterior- i mente, se vea regulada desde fuera por los d iferentes m ecanism os y agentes! del correspondiente modo de regulación. Sino que las luchas por defin ir la 1 econom ía como un .ob.j.eto imaginado de regulación y por form ular las estra tegias de acum ulación y modos de regulación adecuados son, en sí mismas, fuerzas que participan en la constitución del eventual surgim iento del posfordism o. Esto nos exige prestar una especial atención a los cambiantes paradigm as tecnoeconóm icos, a las teorías y discursos económ icos y a las técnicas de gobernanza, así como a la adecuación de las capacidades estraté gicas del Estado como mecanismo extraeconóm íco p rim ario de la regulariza ció n y la gobernanza económicas. 12 7
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Y es que, pese a toda la propaganda y la irracional exh.ubera.ncia de las explicaciones actuales de la "nueva econom ía” flexible, globalizadora y basada en el conocimiento, el posfordism o no suspende las condiciones, los dilem as ni los conflictos del capitalismo. De hecho, la expansión de la lógica económ i ca del capitalismo y de la competitividad económica para abarcar factores ante riorm ente considerados "extraeconóm icos” tiende, en realidad, a am pliar el radio de estas contradicciones, dilem as y conflictos, insertándolos de manera más completa en las relaciones sociales en general. Tenemos aquí otro aspecto de la creciente dom inación ecológica de la acumulación capitalista a escala mundial como principio de socialización, ya que el problem a de re-regular la acumulación tras la crisis for dista supone algo más que encontrar nuevas fo r mas de gestionar el viejo patrón de contradicciones y que hacerlo en el mismo arreglo espacíotemporal. No sólo por la inversión entre los aspectos prim arios y secundarios de las dos form as estructurales principales del modo de regula ción del fordismo atlántico, es decir, la form a relación salarial y la form a d in e ro. Sino que surge tam bién porque otras contradicciones y sus dilem as asociados han adquirido una im portancia mayor, y también porque los contex tos espaciotemporales en los que dichas contradicciones se expresan se han vuelto más complejos. Por esto, resulta más difícil relocalizar el arreglo espaciotemporal del fordism o en alguna otra escala —ya sea superior o in ferior a la nacional— incluso si las estructuras estatales y el resto de form as regularizadoras relevantes pudieran ser fácilm ente relocalizadas en dicha escala. Todo indica la necesidad de uno nuevo arreglo espacíotemporal además de nuevos modos de regulación y gobernanza. Existen cinco contradicciones significativas asociadas a la crisis del fo r dismo y a la transición al posfordism o. Las dos prim eras suponen m eras in ver siones de los aspectos prim ario y secundario de las contradicciones principales del modo de regulación fordista y una reducción de la importancia global de estas dos contradicciones en el modo de regulación posfordista (al m enos en la escala nacional). Las otras tres implican que ciertas contradicciones que poseían un significado secundario para el ENBK no sólo han visto redim ensionados sus diferentes aspectos, sino que han adquirido ahora una mayor im portancia. En prim er lugar, se ha producido una transposición de los aspectos p ri marios y secundarios de la forma salario considerada como un coste de p ro ducción y como fuente de la demanda. En segundo lugar, se ha producido una transposición de los aspectos prim arios y secundarios de la forma dinero con siderada como dinero nacional y como divisa internacional (dinero desestatalizado). En tercer lugar, la contradicción entre los momentos de valor de is>8
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cambio y de valor de uso del capital productivo ha aumentado su importancia con relación a lo que sucedía en el apogeo del fordism o atlántico, debido a la creciente disociación entre los flujos abstractos en el espacio y la valorización concreta in sítu. Esto aparece especialmente asociado a la hiperm ovilidad de algunas fracciones del capital finan ciero, pero afecta tam bién a otros actores y procesos relativam ente m óviles del circu ito del capital. En cuarto lugar, la articulación entre las condiciones económ icas y extraeconóm icas para la acum ulación de capital (es decir, entre sus precondiciones mercantilizadas, ficticiamente mercantilizadas y no mercantilizadas) se ha vuelto más proble mática. En especial, el creciente cortoplacismo en el cálculo económico, vin cu lado con la dominación del concepto de capital como dinero, está entrando en serio conflicto con la creciente dependencia de la valorización de un cada vez mayor rango de factores extraeconómicos que requieren un amplio periodo de tiempo para su producción. En quinto lugar, la contradicción básica entre la creciente socialización de las fuerzas de producción y la conservación del con trol privado de las relaciones de producción y apropiación del excedente adquiere una nueva forma y significado en la economía en red. En sexto lugar, y como añadido, aunque no se trata en sí de una contradicción estructural, han surgido importantes conflictos acerca de cuáles son los horizontes de acción adecuados para el arreglo espaciotemporal, si es que existen, dentro de los cua les sea posible gestionar las principales (pero ya no tan importantes) contra dicciones del fordism o atlántico y las ahora más importantes contradicciones de este periodo. En prim er lugar, en el fordism o atlántico y en el ENBK el salario era trata do fundamentalmente como una fuente de la demanda. De esta forma, el cre cimiento de los salarios servía a los intereses del capital productivo para lograr la utilización completa de su capacidad dentro de una economía relativamente cerrada, dominada por la producción en masa y los intereses del capital com er cial en la difusión del consumo masivo. La creciente internacionalización del capital, que acompañó a las fases finales del fordism o, vino a transform ar dicha situación: los salarios pasaron a ser vistos prioritariam ente como un coste de producción y sólo secundariamente como una fuente de la demanda interna4, tanto en lo que se refiere a los salarios individuales como al salario social (sobre este último, véase el capítulo 4). Con ello se amenazaba el compromiso de clase nacional institucionalizado entre el trabajo organizado y el capital industrial nacional y, junto a la inversión de los aspectos prim arios y secunda rios de la forma dinero, contribuyó a desplazar el equilibrio de fuerzas de dicho compromiso desde el trabajo organizado hasta el capital productivo. También 13 9
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sirvió para fortalecer al capital m onetario frente al capital productivo, lo cual pudo estimular al capital de ciertos sectores —o incluso a la mayor parte de los capitales activos en el espacio de una determinada economía nacional— a intentar anular dicho compromiso. A sí ocurrió en las economías liberales que experimentaron un cambio de régim en neoliberal facilitado por la naturaleza relativamente des coordinada de las relaciones "industria-finanzas-trabajo” y por la capacidad de los Estados centrales de poner en práctica programas rad i cales sin necesidad de mayores consultas o concertaciones. En los demás casos, sin embargo, esta inversión pudo conducir simplemente a una renegociación de los térm inos del compromiso y, acaso, a una restricción de las partes del mismo. Esto resulta más probable allí donde el capital o el Estado consideran que la cooperación de los trabajadores y de los sindicatos es esencial para hacer frente con éxito a otras contradicciones estructurales en la emergente econo mía posfordista. Lo que, a su vez, depende del grado en que el capital o el Estado consideran a la fuerza de trabajo como el lugar de la cualificación, la creatividad y el conocimiento, más que como un factor sustituible de la p ro ducción entre otros muchos. Dependerá, asimismo, de algunos rasgos más generales del Estado (véase el capítulo i) y de la situación política existente. En resumen, el nivel de radicalídad posible de la ruptura con el com pro miso de posguerra depende de los concretos rasgos de la relación salarial y de qué fracciones del capital (si es que hay alguna) estén efectivamente interesa das en rom per dicho compromiso, aun cuando el equilibrio estructural de fuerzas subyacente al mismo se haya desplazado en perjuicio del trabajo. Esto se reñeja en las diferentes soluciones nacionales para resolver los nuevos p ro blemas. A sí, allí donde la mano de obra es considerada como un coste fijo (por ejemplo, los trabajadores clave en Japón o en Alem ania), o bien los sindicatos están bien establecidos organizativa y legalmente en el nivel local (por ejem plo, en Bélgica, Alem ania o Suecia), se ha recurrido a la innovacióny a la recua lificación para mantener una estrategia de acumulación de altos salarios, alta tecnología y alto crecimiento. En casos tales como los de Alemania, Suecia y Bélgica, esto se refleja en pactos de productividad a veces respaldados por el Estado. Por el contrario, allí donde la fuerza de trabajo es vista como un coste variable (como en los casos británico y estadounidense, aunque diferentem en te organizados) o donde los sindicatos locales son débiles, el capital puede ata car a los sindicatos en todos los niveles y adoptar un enfoque de despido libre con la esperanza de que la flexibilidad neoliberal refuerce la competitividad (Hancké 1996). También en el Sur de Europa se desarrollaron pactos sociales, aunque por razones algo diferentes (véase ínfra y el capítulo 4,). i 3o
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En segundo lugar, dado que el dinero funcionó en el ENBK básicamente como divisa nacional, y su circulación en la economía nacional estaba contro lada por el Estado, el subsiguiente colapso del régimen del dinero como crédi to regulado de posguerra abrió la caja de Pandora. Podemos comprobarlo en el desarrollo de la desregulación financiera en las economías nacionales y entre las economías nacionales, así como en la expansión del capital financiero "deslocalizado”. El desplazamiento hacía la determinación en el mercado internacional de los términos de los créditos y de los precios de las divisas, en ocasiones, por supuesto, con la connivencia de los propios Estados nacionales, sobre todo de los EE UU, ha debilitado al ENBK como una forma específica de Estado. Los crecientes flujos transfronterizos del capital financiero (incluyen do el tráfico de derivados) han tenido un impacto negativo sobre el control monetario por parte de los Estados nacionales. Así, tal como señala Alan Hudson: [el] desarrollo de las divisas desestatalizadas reordenó el paisaje regulatorio, socavando la geografía (una organización espacial del poder y de las relaciones sociales) de los Estados territoriales fijos y mutuamente excluyentes hooo: 277].
Podemos encontrar una muestra de este desplazamiento de la primacía en la expansión de los mercados financieros internacionales a partir de los años setenta. Entre 1963 y 1995, el monto total de los fondos en los mercados inter nacionales creció a una tasa anual media del 24,3 por ciento frente al 5,5 por ciento del crecimiento anual del comercio mundial y el 3,2 por ciento de creci miento en la producción mundial. Los flujos financieros a corto plazo resultan incluso más significativos. Alrededor de 1,5 billones de dólares norteamerica nos (o su equivalente en cualquiera otra divisa) se intercambia diariamente en los mercados de divisas internacionales, de los cuales sólo un cinco por ciento está directamente relacionado con los pagos del intercambio de bienes y servi cios. Estos flujos de divisas desestatalizadas resultan esencialmente desterritorializados y poseen una lógica y una dinámica en contradicción con el orden nacional-céntrico del régimen financiero internacional de posguerra (Leyshon y Tickell 1994). La crisis del dinero nacional contribuyó significati vamente a la crisis del ENBK, y la búsqueda de una respuesta adecuada a la amenaza de masivos y volátiles movimientos de divisas resultará crucial para cualquier modo de regulación emergente en los niveles nacional, regional e internacional. Todo lo cual tiene repercusiones sobre el redíreccionamiento de la política económica y de su arquitectura institucional. Más concretamente, si i3 i
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la fuerza relativa de la divisa nacional en los mercados internacionales de divi sas depende cada vez más de la fuerza competitiva de la economía nacional (o de sus em presas, ciudades y regiones más competitivas), se producirá una cre ciente presión sobre el Estado para que centre su intervención en el lado de la oferta. Del mismo modo, sí se pretende reducir el impacto de la volatilidad, se harán necesarias nuevas medidas con el fin de gestionar la demanda y la oferta de crédito bancario, especialm ente en las llamadas economías de mercado em ergentes; también para m ejorar las capacidades de absorción de las econo mías que reciben inversión exterior y para lim itar los riesgos de contagio regional o mundial de crisis financieras particulares. La im portancia cada vez mayor del dinero como divisa internacional y/o como dinero desestatalizado ha modificado tam bién las prioridades de in ver sión y alterado las relaciones entre el capital productivo y financiero (Guttman 3002). Es más, asociado al cambio de papeles de las form as dinero y salario en el posfordism o, cambian tam bién las inquietudes, pasándose de la preocupa ción por la gestión de la inflación en los precios de los bienes para el consum i dor y en los salarios (asociados a los ciclos de negocios), a la preocupación por los ciclos de crecimiento y recesión de los activos financieros. Los mercados de acciones e inm obiliarios resultan especialmente importantes en este sentido, sobre todo cuando se vinculan con otros cambios tales como la privatización de las industrias de propiedad estatal, los m ovimientos desde sistem as de pen sio nes de "p ago -a-la-salid a” (pay-as-you-go) hacia fondos de pensiones y la externalización del consumo colectivo (véase el capítulo 4). Esto requiere n ue vas respuestas por parte de los bancos centrales, así como la cooperación entre los bancos centrales dentro del contexto más amplio de la reconfiguración de la arquitectura financiera internacional. La burbuja de Internet y de las "puntocom" puede servirnos de ejem plo, como tam bién los riesgos asociados al lla mado contagio financiero. En tercer lugar, la contradicción entre los momentos de valor de cambio y de valor de uso en el capital productivo se ha vuelto m ás significativa como con secuencia de una creciente disociación entre los flujos abstractos en el espacio y la valoz’ización concreta in situ, en comparación con el momento de auge del fordism o atlántico. Esto aparece estrecham ente relacionado con dos grupos de cambios en la organización de la acumulación de capital: el resurgimiento de las transacciones tra sfro n te riz a s (a menudo, denominado internacionaliza ción o globalización, aunque generalmente restringido a regiones relativa mente integradas en tres bloques más que de alcance mundial) y al auge de la economía virtual. Las transacciones finan cieras internacionales a corto plazo i3 i>
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y el crecim iento de una cartera de inversiones móvil en un mercado mundial cada vez más integrado tienden a disociar los flujos monetarios de las necesi dades de los capitales financieros directamente involucrados en la valorización de activos concretos en lugares y momentos específicos5. Esto se ha visto reforzado por el desarrollo del ciberespacio como esfera para las transacciones económicas. Como señala Kelly-, "la nueva economía opera en un 'espacio’ más que en un lugar, y según pase el tiempo serán más y m ás las transacciones eco nómicas que migrarán hacia ese nuevo espacio” (1998: 94,). El ciberespacio económico es un espacio no “ contiguo, m ultidim ensional con complejas d in á micas que se derivan de las posibilidades que ofrece el ciberespacio para la colocación simultánea de infinidad de entidades y relaciones. Im plica nuevas formas de desincrustación de las actividades económicas y supone nuevos p ro blem as para su reincrustación, regulación y gobernanza. Más que un tercer espacio neutral entre capital y trabajo, mercado y Estado, público y privado, el ciberespacio es un nuevo terreno en el que se disputan los conflictos entre estas fuerzas, estas instituciones y estos dominios. En conjunto, estos desarrollos intensifican el conflicto potencial entre espacio y lugar. Las formas más comúnmente citadas en relación con este p ro blem a son la separación de un capital financiero híperm óvil de su capital industrial; el prim ero desplazándose en un espacio abstracto de flujos, m ien tras que el segundo necesita valorizarse in situ. Incluso los autores más escép ticos respecto a la importancia de las form as contemporáneas de globalización admiten que algo ha cambiado en relación con los flujos financieros (por ejem plo, Hirst y Thompson 1999). Es más, a la luz de la Crisis Asiática, si es que no ya antes, los reguladores financieros nacionales han reconocido los problem as que plantea. Ahora bien, conflictos sim ilares se dan también en los circuitos del capital financiero, industrial y com ercial, considerados tanto por separado como en sus interconexiones. Ya que, por mucho que sea el capital que migre al ciberespacio, seguirá necesitando algunas raíces territoriales. En el caso del capital financiero mundial estas raíces, naturalmente, se encuentran en la matriz de ciudades globales (Sassen 19 94). El comercio electrónico también precisa una infraestructura. Esto resulta particularm ente obvio en el caso de la producción y distribución físicas de bienes m ateriales y servicios asociados a las transacciones B2B o B^C en Internet. Ahora bien, también las transaccio nes virtuales exigen alguna forma de infraestructura, incluso sí no se trata más que de una "gram ola celestial” que envía música digitalizada bajo demanda y de un sistema electrónico de pagos. En el caso del capital industrial, las raíces se hallan en los entornos de innovación, en los distritos industriales, en las i33
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regiones de aprendizaje, etc., además de en las infraestructuras físicas (Harvey 1982; Scott 1998; Storper 1997). De este modo, la economía globalizadora basada en el conocimiento no ha trascendido las barreras espaciales, sino que efectúa "nuevas y más complejas articulaciones de las dinámicas de movilidad y fijeza” (R obínsy Gillespie 1992: M o lin a cuarta fuente de problem as para la re-regulación del capitalismo tras el fordism o se halla en la paradoja de que la competitividad económica de las economías más avanzadas depende cada vez más de factores extraeconó micos. Esto ocurre como consecuencia de 1a. creciente importancia atribuida a la competitivídad estructural o sístémíca, y al cultivo de una base de conocimiento como fuente clave de ventajas competitivas dinámicas. Los discursos y estrate gias de la competitividad estructural o sistém ica enfatizan no sólo los factores del nivel em presarial o sectorial, sino tam bién el papel de una amplia gama de contextos institucionales extraeconómicos y de condiciones so ció culturales en los que los actores puedan competir6. Y tam bién se relacionan con la rápida expansión de prácticas y servicios de acreditación (¡com petitivos!) dedicados a construir tablas clasificatorias y a ofrecer recom endaciones sobre cómo m ejorar dicha competitividad. De esta form a, se extiende la competencia económ i ca a una virtual competencia entre form aciones sociales enteras, mediadas por la auditoría del mercado m undial y las crecientes presiones para valorizar una amplia gama de instituciones y sus relaciones extraeconómicas (o generar la capacidad para ello). Esto reforzado, además, por la creciente im portancia que se concede a la base del conocimiento en el posfordism o y, consecuentemente, a la producción de conocimiento y a su transferencia a través de toda la form a ción social. Estos discursos y estrategias modificados im plican, a su vez, que los cálculos económicos duros se apoyan cada vez-más en la movilización de recu r sos sociales blandos que son irreductibles a lo económico y resistentes a tales cálculos (Veltz 1996: 11 - 1 2 ) . Por ejemplo, se afirm a ahora que la com petitivi dad de ciudades o regiones no depende sólo de las estrechas determ inaciones económ icas, sino tam bién de ciertas interdependencias localizadas y no mediadas por el comercio, de activos de conocimiento, de capacidades regio nales, del espesor institucional, del capital social, de la confianza y la capacidad para el aprendizaje colectivo, así como de una cultura y distracciones locales atractivas y particulares (Amin y Thrift 1995; M askell et álii 1998-, Storper 1997). Del mismo modo, cada vez es mayor el énfasis en la m ejora de la ínterfaz entre los negocios, las universidades y el Estado para prom over la "econ o mía basada en el conocimiento" (Etzkowitz y Leydesdorff 1997). En conjunto, supone volver a trazar los límites entre lo económico y lo extraeconómico de 13 4 .
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modo tal que una mayor parte de esto último se incorpore directamente al p ro ceso de valorización del capital. Podemos expresarlo en térm inos de una dom i nación creciente de la acumulación como principio de socialización, y verlo reflejado en la colonización de los sistem as extraeconómicos y del mundo de la vida por la lógica de la acumulación de capital (véase el capítulo i). Es éste uno de los aspectos de la creciente dominación ecológica del capitalismo. El desarrollo de esta paradoja aparece asociado con nuevas y fundam enta les contradicciones y potenciales lugares de conflicto en el capitalismo con temporáneo, que afectan tanto a su organización espacial como temporal. En térm inos temporales, existe un conflicto cada vez mayor entre el cálculo eco nómico a corto plazo (especialmente en los fhijos financieros) y la dinámica a largo plazo de la competencia real dependiente de ciertos recursos (conoci mientos, confianza, aprendizaje colectivo de técnicas, economías de aglom era ción y tamaño) que tardan años en creai'se, estabilizarse y reproducirse. El creciente énfasis en la reflexividad y en el aprendizaje en la economía basada en el conocimiento refuerza esta contradicción. Ya que, precisamente porque se tarda cierto tiempo en crear las capacidades de aprendizaje colectivo y una vigorosa cultura em presarial, "[las] em presas, sectores, regiones y naciones capaces de aprender m ejor o más deprisa (con mayor calidad o más barato para una calidad dada) se convierten en más competitivos por la escasez del conoci miento y porque no pueden ser imitados de forma inmediata por parte de nue vos participantes, ni trasferidos por canales form ales y codificados a las naciones, regiones o empresas com petidoras” (Storper 1-997-. 250). Del mismo modo, en términos espacíales el capitalismo siem pre implica una potencial contradicción entre la economía form al de mercado, considerada como un puro espacio de flujos, y la economía instituida sustantivamente, considerada como un sistema territorial —o soeialmente incrustado— de recursos y com pe tencias extraeconómicas y económicas. Esta contradicción se ha visto recien temente reforzada por tres cambios: (1) el surgimiento de nuevas tecnologías basadas en sistemas más complejos de innovación transnacional, nacional y regional; (3) el paso del paradigma fordista, con su énfasis en el crecimiento de la productividad y anclado en las economías de escala, al paradigma p osfordis ta, con su énfasis en las economías de aglom eración y de red, y en la moviliza ción de fuentes de flexib ilid ad y em pren dim ien to sociales adem ás de económicas; y (3) los intentos más generales de p enetrarlas relaciones micro sociales en interés de la valorización. La intensificación de estas contradiccio nes se refleja, a su vez, en el mayor énfasis que recibe el capital social, la confianza y las comunidades de aprendizaje, y en la im portancia de m ejorar x35
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la competitividad basada en las ciudades em presariales, ias regiones de ap ren dizaje, la cultura y los sujetos emprendedores. Esta última re orientación estra tégica se vincula con muchos conceptos que surgen para describir la economía basada en el conocimiento que es, a su vez, una construcción asociada al nuevo paradigma tecnoeconómico. Entre estos conceptos se incluyen los sistem as de innovación locales, regionales y nacionales, los entornos de innovación, la competitividad sistém ica o estructural, las regiones de aprendizaje, el capital social, la confianza, el aprendizaje a través de la acción, la competencia basada en la velocidad, etc. Lo cual plantea nuevos dilem as para los actores que tratan de estabilizar la relación de capital sobre un rango de escalas en expansión y sobre unos horizontes de acción a un tiempo com primidos y expandidos. En quinto lugar, en la acumulación posfordista (o al menos posindustrial) la contradicción inherente al capitalismo entre la socialización de las fuerzas de producción y la apropiación privada de los beneficios adquiere una nueva expresión en la tensión entre el conocimiento como bien común y el conoci miento como propiedad intelectual. Esto no es sorprendente, ya que esta con tradicción básica posee diferentes form as según los diferentes momentos y lugares, que generan problem as fundam entales de acción colectiva, así como dilemas más o menos agudos para los actores económicos o políticos in divi duales. En su forma más general, puede expresarse en térm inos de las conflic tivas im p licacion es para el desarrollo de p riorizar la econom ía de la inform ación o la sociedad de la inform ación (véase Bell 1973 sobre el conflicto entre las lógicas economicista y sociologista en la sociedad posindustríal). La forma básica de esa contradicción se refiere a la apropiación privada del cono cimiento en forma de derechos de propiedad intelectual, de forma que puedan convertirse en la base para rentas m onopolistas y la competitividad nacional (quedando, consiguientemente, som etidos a muchas de las tendencias a los fallos de mercado, como se reconoce desde hace mucho tiempo en la subdísciplina de la economía de la inform ación), y al ensanchamiento del acceso públi co al conocimiento como fuente de empoderamiento personal y de expansión de la esfera pública. Ahora bien, esta contradicción tam bién se reproduce d en tro de la propia economía de la inform ación en form a de derechos de p rop ie dad intelectual frente a acceso a los bienes comunes intelectuales-, desde el punto de vista de la sociedad de la inform ación, bien en la form a de derecho a la intimidad, bien como exigencias de secreto oficial frente al ensancham ien to y profundización del conocimiento público. Estas contradicciones y dilemas poseen, naturalmente, una larga y deba tida historia. Pero han adquirido un mayor significado material y discursivo i 36
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como consecuencia del desarrollo de las nuevas TIC, y por la creciente im por tancia de la creación de conocimiento como fuerza motriz de la expansión eco nómica, tanto en sus dim ensiones de valor de cambio como de valor de uso. De hecho, la importancia de las economías de aglomeración y de red en las econo mías basadas en el conocimiento subraya la contradicción desde ambos lados. A sí, en el lado de las fuerzas productivas, la creciente socialización de la p ro ducción del conocimiento en las econom ías en red hace más difícil distinguir legalmente entre la propiedad intelectual de las diferentes em presas como base para distribuir los réditos de la innovación (Kundnani 19 9 8 -9 : 56). Esto resulta incluso más obvio en las contribuciones de los "trabajadores del cono cim iento” individuales al sistem a global de innovación. Lo que a su vez condu ce a la búsqueda de nuevas form as de em presa capaces de capturar las rentas de estas economías de red sin destruir otras redes dedicadas a su producción. Las empresas "virtuales” , las em presas en red y las alianzas estratégicas son algu nas de las form as en que esto se produce (Gastells 19 9 6 :15 1 - 2,00) ■,la otra forma es más territorial e im plícalos entornos de innovación, las regiones de apren dizaje, etc., en los que las economías en red pueden quedar capturadas en forma de bienes públicos impuros o bienes club (ejemplo clásico es Silicon Valley). Igualmente, estimula los intentos de proteger a los vulnerables mono polios del conocimiento o de la información incrustándolos en estándares tecno lógicos generados por el m ercado, en el conocimiento tácito, o en derechos de propiedad intelectual legalmente atribuidos. Estas soluciones, sin embargo, contribuyen a intensificar las contradicciones en el lado de las relaciones sociales de producción, a m enos que las redes resultantes abarquen a todos los involucrados en la producción de economías de red. Ya que, m ientras que cada capital desea un líbre acceso a la inform ación, al conocimiento y a las destre zas, desea igualmente cobrar por la inform ación, conocimiento y destrezas que puede ofrecer. Esta tensión genera asim etrías sistemáticas de intereses dentro de la economía de la inform ación, dependiendo de las diferentes posiciones de los actores en la producción, circulación o consumo del conocimiento. El régi men de derechos de propiedad intelectual resulta en la actualidad, por supues to, enormemente beneficioso para la economía de los EE UU. Un sexto ámbito problemático se refiere a los horizontes de acción ade cuados para el arreglo espaciotemporal -—si es que existen— dentro de los cua les resulten m anejables las anteriores contradicciones del fordism o atlántico y las nuevas e importantes contradicciones del actual periodo. Esto se relaciona estrechamente con una nueva complejidad del espacio-tiem po en el capitalis mo de la inform ación, consecuencia de la interacción de nuevas form as de l3 7
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distanciamiento y com presión espaciotemporales. Ei distanciamiento en el espacio y en el tiempo estira las relaciones sociales, de forma que no resulta posible controlarlas o coordinarlas en estos mayores plazos de tiempo (incluyendo el futuro más lejano) y a mayores distancias, en áreas más grandes o en más escalas de actividad. En este sentido, pues, la globalización implica un mayor distanciamiento espacial que se refleja en el mayor alcance de las d ivi siones de trabajo en los diferentes campos, posible por las nuevas tecnologías materiales o sociales de transporte, comunicación, mando, control e inteligen cia. Por el contrario, la com presión espacio tem poral supone la in ten sifica ción de los acontecimientos "discretos” en tiempo real7 y una mayor velocidad en los flujos m ateriales e inm ateriales para una distancia dada8. Esto se rela ciona con el cambio en las tecnologías m ateriales y sociales que perm iten un control más preciso de periodos cada vez más cortos de acción, así como con "la conquista del espacio por parte del tiem po” . Las capacidades diferenciales para expandir y/o com prim ir el tiempo y el espacio contribuyen a configurar el poder y la resistencia en el orden mundial emergente. De este modo, el poder de las form as hiperm óviles de capital financiero depende de su capacidad única para com prim ir su propio tiempo de toma de decisiones (llevado a su extremo, por ejem plo, mediante el comercio computerizado en fracciones de segundo), m ientras logra seguir extendiendo y consolidando su alcance m un dial. Es esta característica combinación de distanciamiento y com presión en el espacio y el tiempo facilitada por las nuevas TIC y entusiastamente recibida por algunas fracciones de capital (y algunos Estados), la que ha contribuido a la erosión del arreglo espaciotemporal del fordism o atlántico. Al menos si lo comparamos con los años del boom del fordism o atlántico, puede ser útil describir este fenómeno en térm inos de relativización de escala (Collinge 1996, 19 99; capítulo 5). El periodo actual im plica los siguientes aspectos-, una proliferación de escalas espaciales (terrestres, territoriales o telemáticas; véase Luke 1994), su relativa disociación en complejas e intrinca das jerarquías (más que una sim ple inclusión de unas en otras), y una mezcla cada vez más enrevesada de estrategias de escala en la m edida en que las fu er zas económicas y políticas buscan las condiciones más favorables para su inserción en un orden internacional cambiante. La escala nacional ha perdido el carácter obvio que poseía en la organización económica y política del fordis mo atlántico; pero ello no significa que ninguna otra escala de organización económica y política (ya sea mundial o local, urbana o triádica) haya adquirido una prim acía comparable. De hecho, existe una importante competencia ente los diferentes espacios económicos y políticos por convertirse en la clave de *38
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bóveda de la acumulación de capital. Hasta el momento, esta nueva política de escala no ha sido resuelta, aunque supongo que los tres bloques llegarán a su s tituir en algún momento al Estado nación como escala prim aria para gestionar, desplazar y diferir las contradicciones y dilem as de una economía globalizado ra basada en el conocimiento (para una discusión más amplia de la economía de escala, véase el capítulo 5). La relativización de escala es un factor adicional que contribuye a la creciente heterogeneidad y desarticulación de los bloques de poder nacionales y, con mayor razón, a la aparente pérdida de poder por parte de los Estados nacionales.
3 . E L IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN
Esta rearticulación de algunas de las contradicciones básicas de las form acio nes sociales capitalistas está anclada en la competencia, entendida como fu er za motriz subyacente a la acumulación de capital. Eso crea presiones no sólo en favor de la innovación tecnológica, sino tam bién en favor de la innovación en muchas otras áreas que se relacionan directa o indirectam ente con la tasa de beneficio. Esto es así ya que la competencia mediada por el mercado aumenta las presiones sobre las empresas, las regiones o los sistem as de producción con el fin de mantenerse por delante de sus com petidores, de forma que las rentas tecnológicas —permanentemente renovadas— y una mayor cuota de mercado puedan aliviarla tendencia normal de los beneficios extraordinarios a desapa recer debido a la com petencia. Las escalas, con form as cam biantes de a rti cu lación y nuevas estrategias, constituyen aspectos im portantes de tal competencia. A sn vez, afectan a las form as en que aparecen las contradiccio nes estructurales y los dilemas estratégicos, y a la viabilidad de los arreglos espaciotem porales que en cada momento puedan institucionalizarse como medio de estabilización de la acumulación en ciertos espacios sociales, a costa de desplazar y diferir los problemas a otro lado. Es en este contexto en el que me propongo analizar la compleja cuestión de la globalización, su naturaleza y su presunto impacto sobre los regím enes de acumulación, los modos de regu lación y sobre el Estado. La globalización es un término polivalente, ambiguo y controvertido que con frecuencia oculta más de lo que revela acerca de los recientes cambios económi cos, políticos, sociales y culturales. Es preferible emplearla para denotar una serie enormemente compleja de procesos multicéntricos, multiescalares, multitem porales, m ultiform es y multicausales. La globalización es multi-céntrica 13 9
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porque surge de las actividades realizadas en muchos lugares y no en un solo centro, aunque algunos centros sean más importantes que otros como motores de la transformación. Es multi-escalar, prim ero porque nace de las acciones en muchas escalas (que ya no pueden considerarse, como muñecas rusas, incluidas unas en otras en una clara jerarquía, sino en coexistencia e ínterpenetradas de forma intricada y confusa); en segundo lugar, porque desarrolla y profundiza la división no sólo espacial sino también escalar del trabajo. Así, lo que desde cier to punto de vista podríamos llamar globalización, podría también ser descrito (quizá más fructíferamente) en otros térm inos desde otros puntos de vista esca lares: por ejemplo, como internacionalización, triadización, formación de b lo ques regionales, creación de redes de ciudades globales, formación de regiones transfronterizas, localización internacional, globalización, glurbanización o transnacionalización (véanse pp. 324.-235 y 233-284.)9. Es multi-temporal p or que implica una reestructuración y una reartículacíón cada vez más compleja de las temporalidades y horizontes temporales. Este aspecto aparece en las nocio nes de distanciamiento y compresión espaciotemporal tal como se definieron más arriba (véase p. i 38 ). La globalización es claramente multi-causal porque resulta de la interacción contingente y compleja de muchos procesos causales diferentes. Y es también multiforme porque asume diferentes formas en los d ife rentes contextos y puede ponerse en práctica siguiendo diferentes estrategias, siendo la neoliberal sólo una de ellas (Ruigroky van Tulder 1995). Tomados en conjunto, estos rasgos im plican que la globalización, lejos de ser un mecanismo causal unitario, debería ser entendido como un producto complejo, resultado de muchas fuerzas distintas que actúan en muchas escalas. De hecho, en cierto modo la globalización es poco más que una "red enorme mente extendida de diferentes niveles de lo locar' (Gzarniawska y Sevón 19 9 6 : 33; cursivas del autor). Por ello, no es posible explicar nada en función de la poten cia causal de la globalización, y mucho m enos en térm inos de poderes causales inevitables e irreversibles que se desarrollan en algún tipo de escenario intan gible a nuestras espaldas o en algún plano igualmente intangible sobre nuestras cabezas. Por el contrario, son las propias globalizaciones las que necesitan de explicación en su múltiple complejidad espaciotemporal, y es sólo una vez que sus diferentes aspectos quedan desenm arañados, y que sus correspondientes tendencias y contratendencias han sido identificadas, cuando es posible comenzar a valorar las im plicaciones de la globalización para las relaciones económicas, políticas y sociales. Vista de este modo, la globalización posee un momento estructural y un momento estratégico. Esfcructuralmente, se refiere a los procesos mediante los 14 °
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cuales se crea una interdependencia global cada vez mayor entre las acciones, organizaciones e instituciones en los diferentes subsistemas funcionales, tales como la economía, el derecho, la política, la educación, la ciencia, el deporte, etc. (pero no entre ellos), y en las diferentes esferas del mundo de la vida. Estos procesos se dan en diferentes escalas espaciales, actúan de form a diferente en cada sistem a funcional, suponen jerarquías complejas e intrincadas —más que un movimiento sim ple, unilineal ascendente o descendente— y, con frecuen cia, presentan un "anidam iento” de las diferentes escalas de organización social no concéntricas. Aunque es obvio que la globalización se desarrolla de forma desigual tanto en el espacio como en el tiempo, podemos afirm ar que aumenta en la medida en que la covariación de las correspondientes activida des resulta más extensa espacialmente o se da más rápidamente. De hecho, un elemento fundamental que dota de novedad a las recientes tendencias de glo balización es la celeridad con la que se produce tal covariación, así como su cada vez más amplío alcance espacial. Las m ayores capacidades del capital para el distanciamiento y la com presión espaciotem poral son un factor fundam en tal en la creciente dominación ecológica de la acumulación en la escala global. La globalización tam bién supone problem as considerables para la gobernanza global, en la medida en que debe realizarse en m edio de una serie de horizon tes temporales y espaciales potencialmente contradictorios. Esto nos lleva a la dim ensión estratégica de la globalización. Desde el punto de vista estratégico, la globalización se refiere a los d ife rentes intentos de los actores de coordinar globalmente sus actividades en (pero no necesariamente entre) los diferentes subsistem as funcionales y el mundo de la vida. Esto no exige, naturalm ente, que los actores involucrados se encuentren físicam ente presentes en todos los puntos del globo; tan sólo requiere que traten de coordinar sus actividades unos con otros para producir efectos globales. Estos últimos pueden ir desde el meta-pilotaje (diseño consti tucional o institucional) para un orden global m ás o menos completo, a la bús queda dfe intereses económ ico-em presariales concretos dentro de un marco de este tipo. Entre los proyectos globales más am biciosos podríamos incluir los proyectos de gobierno mundial, de gobernanza global o de un Nuevo Orden Mundial. De cualquier forma, es evidente que existe un amplio margen de variación en los proyectos, como nos m uestra la globalización neoliberal liderada por el mercado (proyecto favorecido por el Banco Mundial), la gober nanza global horizontal que prefieren quienes proponen regím enes interna cio n a le s—especialm ente, las organizaciones no gubernam entales (ONG)—, y los planes para un gobierno ín terestatal m ás vertical. Proyectos m enos
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am biciosos, pero todavía globales, son los que van del intento de establecer regímenes internacionales para gobernar ciertos campos de acción en la esca la global mediante alianzas estratégicas orquestadas por las empresas transna cionales —alianzas que pueden incluir una o varias empresas de base regional, así como organizaciones sin ánim o de lucro—, a la cooperación entre las ciudades globales para consolidar su dominio en esa jerarquía, pasando por el esfuerzo por parte de empresas individuales por consolidar una posición dominante o incluso su nicho dentro de la división internacional del trabajo o la circulación de bienes y servicios. Vista de este modo, lo que actualmente se denomina globalización econó mica, en muy raras ocasiones (si es que alguna vez), supone una completa inte gración estructural y una plena coordinación estratégica a través de todo el mundo. Los procesos que actualmente se incluyen bajo esta rúbrica abarcan: (1) la internacionalízación de los espacios económicos nacionales mediante la creciente penetración (flujos hacía dentro) y extraversión (flujos hacía fuera) -t (2) la formación de bloques económicos regionales que abarcan diferentes economías nacionales incluyendo, especialm ente, la form ación de varios blo ques formalmente organizados en las regiones triádicas de Am érica del Norte, Europa y Asia del Este, y el desarrollo de vínculos form ales entre dichos b lo ques, especialm ente m ediante el Foro de Cooperación Económ ica A siaPacífico, la Nueva Agenda Trasatlántica y los Encuentros A sia-Europa; (3) el crecimiento de la "internacionalízación local" o de las "regiones virtuales” mediante el desarrollo de vínculos económicos entre autoridades locales y regionales, contiguas o no contiguas, dentro de diferentes economías naciona les (vínculos que con frecuencia puentean el nivel del Estado nacional pero que también pueden ser promovidos por este últim o); (4,) la exten sión y la profun dización de la multinacionalizacíón, entendida como el hecho de que com pa ñías multinacionales, bancos transnacionales y em presas de servicios para productores internacionales pasan de realizar ciertas actividades económicas en el extranjero a desarrollar estrategias completas en todo el mundo, en oca siones hasta la "localización global” , m ediante la cual las em presas montan su estrategia global sobre la base de explotar o ajustar las diferencias locales; (5) ampliación y profundización de los regím enes internacionales relativos a cier tos asuntos económicos o de relevancia económica-, y (6) el surgim iento de la globalización propiamente dicha m ediante la introducción y aceptación de normas y estándares globales, la adopción de los indicadores globales, el desa rrollo de mercados integrados globalmente junto con estrategias orientadas también globalmente, y las em presas "erradicadas” que carecen de una base 14 2
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operativa nacional evidente. En cada uno de estos casos podría decirse que estos procesos contribuyen, aunque de form a mediada e indirecta, a la integra ción estructural y a la coordinación estratégica de la economía capitalista en la escala global. De esta forma, estos procesos tam bién contribuyen en su inter conexión a la form ación de un mercado m undial integrado como espacio en el que opera la ley del valor. Lo que, a su vez, se relaciona con la creciente dom i nación ecológica de la economía capitalista y de su dinámica contradictoria. Ahora bien, estos procesos se producen de form a dispersa, fragmentada y p ar cial, y están muy lejos de haber creado una economía mundial homogénea donde esté ausente un desarrollo espaciotemporal desigual. En resumen, lo que la globalización im plica tanto estructural como estra tégicamente es la creación o la reestructuración de ía escala como relación social y como lugar donde se dan las relaciones sociales. Esto resulta evidente en diferentes ámbitos: en la perm anente, aunque a menudo transformada, importancia de las escalas m enores, en especial, la urbana, la transnacional, la nacional y la macrorregional, entendidas como lugares sustantivos de las acti vidades de la economía real-, en las estrategias económicas orientadas a la arti culación de las demás escalas con la global; y en los nuevos movimientos sociales basados en el localism o, y los diferentes tribalism os o renacidos nacionalismos que se oponen en diferentes formas a la globalización. Lo cual implica, por su parte, que una estrategia global debería ser sensible a escalas diferentes de la "puram ente” global, especialm ente si consideramos que esta última sólo posee significado social en relación con las escalas menores. De hecho, lo global actúa con frecuencia como horizonte último de la acción, más que como verdadero lugar para la misma. O, en otras palabras, lo global, como horizonte último de acción, sirve para orientar las acciones en las escalas in fe riores. No se trata de un papel in sign ifican te, ya que el no tom ar en con si deración estratégicam ente lo global puede conducir a una pérdida de competitividad más o menos rápida, incluso si las acciones quedan confiadas a las otras escalas. La globalización es parte de una proliferación de escalas en forma de obje tos discursivos e institucionalizados de acción, de regularización y de gober nanza. El número de escalas de acción separadas que es posible distinguir es potencialmente infinito, pero son muchas menos las que se han instituciona lizado como objetos explícitos de regularización y gobernanza. Esto es debido a que depende de la disponibilidad de tecnologías de poder específicas —mate riales, sociales y espaciotemporales—- que trasform en estas escalas potenciales de acción en verdaderos lugares de acción. Además de prestar atención a los 143
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medios logísticos (distanciamiento, com presión, comunicación virtual), hay que hacerlo igualmente con los modos de gobernanza, las tecnologías organi zativas y las arquitecturas institucionales. En este contexto, creo que las escalas de acción institucionalizadas económica y políticamente relevantes han p roliferado como resultado del desarrollo de nuevas tecnologías, de organizaciones y de instituciones con nuevos horizontes espaciotem porales de acción. Es m ás, a medida que surgen nuevas escalas o las escalas existentes ganan espacio institucional, existe una tendencia al surgimiento de nuevos m ecanism os para coordinarlas o vincularlas. Esto, a su vez, estimula los esfuerzos de coordina ción entre esos nuevos mecanismos. De este modo, en la medida en que las regiones de la tríada han comenzado a adquirir forma institucional e identidad regional, se han desarrollado nuevos foros para coordinar las relaciones entre ellos. Un proceso sim ilar actúa en lo relativo a los horizontes temporales. Las nuevas tecnologías de la inform ación, de la comunicación y las logísticas y organizativas han mejorado las capacidades de ciertos actores para la com pre sión espaciotemporal, lo que ha contribuido a transform ar las relaciones de poder entre y a través de los diferentes sistem as y el mundo de la vida. La com presión del espacio y del tiempo contribuye a la globalización al hacer crecer las capacidades para el distanciamiento-en el espacio y el tiempo. También refu er za la dominación ecológica de la economía de mercado al m ejorar las oportuni dades de algunos agentes económicos para intensificar el momento de valor de cambio en la relación de capital, a expensas de su momento como valor de uso, y las de otros de responder estableciendo la producción justo-a-tiempo y de se r vicio rápido en sus mercados (Sum 1999). Las tendencias hacia la com presión espacio-tem poral van acompañadas de un creciente reconocimiento de los horizontes temporales a más largo plazo, hasta incluir la longue durée del daño ambiental, a pesar de que la globalización está tam bién relacionada con su ace leración. Estos desarrollos plantean problem as de cálculo y de comparación y coordinación intertem porales, y requieren form as más completas de organiza ción y coordinación que, de este modo, increm entan la complejidad del siste ma en su conjunto. A sí, en lugar de producir un espacio económ ico global homogéneo, los procesos que están implicados en la globalización, diferentes y muy variados, suponen, en realidad, la reordenación—en una amplia gama de espacios eco nómicos y en diferentes escalas espaciales— de diferencias y com plem entariedades que sirven de base para las ventajas competitivas dinámicas. Esto trae consigo ciertos aspectos estructurales vinculados con el acoplamiento estructural 144,
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y la coevolución de los diferentes espacios dentro de la emergente división glo bal del trabajo y de sus sub escalas (agrupadas pero fuera del centro). Y también implica aspectos estratégicos, donde los diferentes actores tratan de hallar los medios idóneos para insertarse en las divisiones espacial, escalar y temporal del trabajo. No todos los actores son (ni podrían aspirar a ser) jugadores globa les fundamentales en el mercado mundial. Pero cada vez son m ás los que tie nen que prestar atención a lo global como horizonte de acción, al igual que a las im plicaciones de las cam biantes divisiones escalares y ai impacto d ife rencial del distanciam iento y de la com presión espacíotem poral sobre las identidades, los intereses y las estrategias. Estas dim ensiones estructurales y estratégicas de la globalización y su papel en el refuerzo del funcionam iento de la ley del valor capitalista (véase el capítulo i) ponen de relieve la im p or tancia de producir, apropiarse, organizar, reestructurar y controlar el espa cio social como parte de las estrategias de acum ulación y de su regulación (Lefebvre 19 9 1), así como su capacidad de transform ar y controlar las m últi ples tem poralidades de la acción económica, política y social, y su interacción con el lugar, el espacio y la escala. Estas contradicciones y conflictos resultan especialmente claros en la form a neoliberal de globalización actualmente dominante. Las presentes ten dencias neoliberales en la globalización refuerzan los momentos abstracto form ales del valor de cambio y las diferentes form as estructurales de la relación de capital, en perjuicio de los momentos sustantivo-m ateriales del valor de uso (véase la tabla 1.1 en el capítulo x). Esto es así debido a que es el capital en esos momentos abstractos el que resulta más fácil de desincrustar de lugares concretos, y de liberarlo de ese modo para que "fluya” librem ente por el tiempo y el espacio10. Sin embargo, en cada uno de sus momentos más con cretos, el capital posee sus propias exigencias productivas y reproductivas que, con frecuencia, sólo es posible materializar en tipos específicos de localización espaciotemporal. Lo cual conduce a una tensión general entre las exigencias neoliberales de acelerar el flujo del capital (dinero) abstracto a través de un espacio cada vez más desincrustado, y la necesidad de las formas más concre tas de capital de "fija rse ” en el tiempo y en el espacio, así como de incrustarse en relaciones sociales específicas como condición para su valorización. Esto se aplica no sólo a la relación entre las diferentes fracciones de capital, sino tam bién a la cuestión de cómo debe considerarse la fuerza de trabajo y su salario individual y social. En este sentido, el enfoque neoliberal del capital finan cie ro tiende a considerar la mano de obra como un factor, entre otros muchos, abstracto y sustituíble de la producción, que debe buscarse por todo el mundo HS
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allí donde pueda adquirirse más barato; por el contrario, el enfoque más productivista del capital industrial suele considerar que la mano de obra encarna determinadas cualificaciones y conocim ientos que pueden aplicarse en lugares y condiciones de producción específicos. Existen diferentes variedades de capitalism o y de estrategias escalares asociadas con las d iferen tes form as de hacer frente a esta tensión, y de d iferir y desplazar sus consecuencias. En el capítulo i ya se abordaron las posibilidades de los diferentes enfoques de esta tensión en las diferentes escalas (véase tam bién G oughy Eisenschhitz 1996), siendo los Estados en cada una de ellas los que desem peñarán un papel crucial en la gestión de esta tensión dentro de cada arreglo espaciotemporal concreto (véase infra apartado 6).
4. POLÍTICAS SC H U M PETEM A N A S Y CO M PETITIVID AD Las cambiantes formas de articulación de lo económico y lo extraeconómico, la relativización de escala que acompaña a la globalización (tal como se definió antes) y la creciente complejidad del distanciam íento y com presión del espa cio y el tiempo han contribuido a los cambios en las form as de com petencia y en las bases de la competitividad, al tiempo que tam bién se han visto afectados por ellos. Existen muchos tipos de ventajas comparativas, muchas modalidades de competencia, y muchos lugares y bases diferentes para cada un a1 1 . Sin embargo, los discursos prim arios sobre la competitividad, las m egaestrategias para m ejorar las capacidades competitivas, y las estrategias y tácticas de com petencia han cambiado significativam ente desde el momento de apogeo del fordism o atlántico. Una distinción que puede resultar útil aquí es la que sepa ra las ventajas comparativas estáticas de las ventajas competitivas dinám icas. Mientras que las prim eras se refieren a una posición superior en el control de los llamados factores naturales12 frente a los potenciales socios o com petido res comerciales, las últimas resultan en algún sentido una creación social más inmediata que puede ser socialmente transform ada y convertirse en objeto de intervención estratégica13. Si se entiende la com petitividad puramente en tér minos de ventajas comparativas, lo que im porta es la eficacia global de la asig nación de recursos especialmente en la producción de bienes y servicios comercializados. Suele decirse que este enfoque es más adecuado para las naciones, regiones o ciudades que producen productos prim arios y m ercancías manufacturadas estandarizadas. Ahora bien, las ventajas basadas en algún fa c tor suelen ser difíciles de conservar, especialm ente como consecuencia de la 14 6
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estandarización de muchas tecnologías y bienes de capital (que permiten su adopción de forma relativamente rápida y fácil si se dispone de la financiación y cualificación necesarias), la creciente disponibilidad (o "ubicuidad”) de ios actores favorables a la competencia, la creciente m ovilidad del capital interna cional (que se refleja en el acceso al capital financiero móvil, así como en la búsqueda del capital productivo de costes de producción más bajos) y el cam bio en las ventajas comparativas en el ciclo del producto (que otorga una importancia creciente a los costes de producción conforme los mercados van madurando) (Porter 1990-, Warr 1994,). Esto sugiere que sería m ejor basar la competitividad a largo plazo en el desarrollo y conservación de las ventajas competitivas dinámicas. Lo cual se aplica no sólo a las em presas, sino también a los distritos de negocios industriales o centrales, a las ciudades, regiones, naciones y a otros muchos espacios capaces de crear ventajas competitivas especializadas. Cuanto más ampliamente se entiendan estas últimas, con mayor razón podrá hablarse de competitividad estructural o sistém ica (sobre la competitividad estructural, véase Chesnais 1986; sobre la competitividad s is témica, véanse Esser et álii 1996; M essner 1998; y sobre otros indicadores de amplio alcance, véanse IMD 3001-, Porter et álii 2000). La base de las estrategias competitivas es siem pre y necesariamente una economía "im aginada” . Ya que la economía real es tan desestructurada y com pleja en su funcionamiento que no puede ser objeto de gestión, gobernanza o guía. En su lugar, la gestión, la gobernanza o la guía económicas están siempre dirigidas a subconjuntos específicos de relaciones económicas que han queda do fijados discursiva e institucionalmente como objeto de tales intervenciones. Su construcción es, en todos los casos, selectiva y habitualmente excluye ele mentos que son esenciales para el rendim iento general del subconjunto de relaciones económicas (y extraeconómicas) que ha quedado identificado. En este punto debería ser evidente su relación con los arreglos espaciotemporales. Ya que la constitución de una economía supone su construcción discursiva como unidad "natural” (de sentido común, obvia) de análisis, gestión, regula ción, gobernanza, conquista u otras prácticas, con fronteras definidas, con diciones de existencia económicas y extraeconómicas, agentes económicos y actores extraeconómicos típicos, y una dinámica espaciotemporal global. Las luchas para construir ciertas economías como sujetos, lugares y desafíos de la competencia normalmente im plican la manipulación del poder y del conoci miento para lograr el reconocimiento de sus lím ites, geometrías y tem porali dades. Lo que, a su vez, supone el desarrollo de nuevas formas institucionales que contribuyan a institucionalizar dichos límites, geometrías y temporalidades 14 7
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en un determinado arreglo espaeiotemporal y, consecuentemente, a desplazar o diferir algunas de las contradicciones y tendencias de crisis con las que la gestión del capital como relación social aparece.inevitablemente asociada. Una vez que tomamos en cuenta la creación social de las ventajas com pe titivas, adquieren relevancia las obras de List y Schumpeter (para una breve discusión de la com prensión ricardíana, Iistíana, schumpeteriana y keynesiana de la competitividad, véase el cuadro 3 .i ) 14. Schumpeter ostenta un papel protagonista como pensador emblemático a la hora de configurar, directa o indirectamente, la nueva com prensión de la competitividad y de ligarla a las ondas largas de la innovación tecnológica y de la acumulación de capital. Es más, conforme se extienden los m ecanism os de m ercantilización y de m erca do a nuevas esferas de la actividad social, y a medida que la competitividad estructural y sistém ica va ganando importancia, se extiende igualmente el campo para el em prendim iento económico. La función característica del em presario es la innovación más que la invención técnica (por muy original que ésta sea), la gestión rutinaria de las actividades capitalistas o la asunción de riesgos. El emprendimiento en su sentido estricto, fuerte o schumpeteriano, implica la ideación y realización de nuevas form as de hacerlas cosas para gene rar beneficios extraordinarios (esto es, "ren tas” o, en term inología marxtsta aplicada a la producción, plusvalía y beneficios extraordinarios relativos) de la competencia capitalista. El em prendim iento puede ejercerse en cualquier momento de la circulación del capital y en la articulación de dichos momentos. Más aún, aunque lo habitual es igualar al em presario con la dinamo del nego cio individual, las funciones del em prendim iento pueden ser realizadas por diferentes tipos de agentes. De hecho, sus form as variarán con la naturaleza de las com binaciones, las form as de la competencia y los objetos de la gobernan za em presarial. Schumpeter enumeró diferentes form as en las que puede darse la innovación empresarial: i . La introducción de un nuevo bien, es decir, de uno que todavía no resul te fam iliar para los consumidores, o de una nueva calidad para un bien. 3. La introducción de un nuevo método de producción, es decir, de uno todavía no comprobado por la experiencia en la rama de la industria de que se trate, que no precisa en absoluto estar basado en un nuevo des cubrimiento científico y que puede consistir tam bién en una nueva forma de gestionar comercialmente una mercancía. 3 . La apertura de un nuevo m ercado, es decir, de un m ercado en el que la concreta ram a de la industria del país en cuestión no hubiera 14.8
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penetrado anteriorm ente, ya sea que dicho m ercado existiera an te riorm ente o que no. 4,. La conquista de una nueva fuente de sum inistro de materias prim as o de bienes semimanufacturados, de nuevo con independencia de que dicha fuente ya existiera o de si prim ero hubo de ser creada. 5. La puesta en práctica de una nueva organización de una industria, como la creación de una posición de monopolio (por ejemplo, mediante la creación de un trust) o la ruptura de una posición de monopolio (Lim 1990: 315, resumiendo Schumpeter 1934,: 1259-135). Aunque la terminología de la lista de Schumpeter de "nuevas com binacio nes" lleva la marca del capitalismo comercial e industrial, no tiene por qué lim itarse a dichos campos. Sin duda, puede aplicarse a la innovación en otros campos, como las nuevas form as financieras, y abarca tam bién las dim ensio nes específicamente espaciales y temporales de la actividad comercial, indus trial, financiera o de otras formas de actividad económica. M erece la pena destacar el alcance potencial del análisis schumpeteriano por la creciente sig nificación adquirida por los servicios, por la progresiva importancia del espa cio y el tiempo en las ventajas competitivas dinám icas y por la redefinición más general de la "esfera económ ica” . CUADRO 3.1
FORMAS DE COMPETITIVIDAD
La idea de competitividad es conceptual mente ambigua y políticamente controvertida. Existen muchas formas de definirla o de medida, y tos debates actuales acerca de su gestión indican que son varias las cuestiones políticas implicadas. Todos estos puntos están relacionados entre sf. ya que la competitividad es una noción discursivamente construida con implicaciones estratégicas evidentes tanto en términos políticos como económicos. Sus diferentes conceptos implican distintas formas de acción política con efectos desiguat.es en el posídonamiento competitivo de empresas, sectores, regiones y naciones, así como en el equilibrio de fuerzas dentro y más allá de los Estados. La versión rícardiana. que toma su nombre de David Ricardo, uno de los primeros economistas políticos ingleses, destaca ía importancia de las ventajas competitivas estáticas y de los precios relativos. Así. ta competitividad depende de la capacidad de explotar los factores de producción más abundantes o más baratos en una determinada economía (por ejemplo, la tierra, tas materias primas, ta mano de obra, el capital, las empresas) y de intercambiar ios productos que incorporan estos factores por productos de otros espacios dotados de factores diferentes. La competitividad rícardiana depende de la eficacia estáti ca en la asignación de recursos para minimizar los costes de producción en una determinada división
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técnica del trabajo y bajo la presunción de que las condiciones económicas actuales persistirán en el futuro. La versión listiana. que toma su nombre de Friedrich Lisl. un economista político alemán deí siglo XIX. sugiere que et Estado nacional puede desarrollar industrias o servicios jóvenes que no se basen en ta abundancia o bajo precio de los factores de producción, siempre que rechace el libre comercio en favor del proteccionismo, la ayuda estatal y la dirección estatal de la economía. Lo cual supone que la compe titividad internacional dependerá de la eficacia en la asignación de recursos entre los procesos y productos ya existentes en términos del previsible impacto de su (re)asignadón sobre el crecimiento económico, y de la capacidad de protegerá las industrias jóvenes de la competencia prematura por parte de empre sas o economías más avanzadas. La versión schumpeteríana. que toma su nombre de Joseph Schumpeter, un economista político austría co del siglo XX. sugiere que la competitividad depende del desarrollo de tas capacidades individuales y colectivas para la innovación permanente, ya sea en el abastecimiento, las tecnologías, los productos, la organización o la comercialización. Estas capacidades se extienden más allá de to estrictamente econó mico hasta abarcar una amplia gama de factores extraeconómicos. En este sentido, la competitividad schumpeteriana depende de la eficiencia dinámica en la asignación de recursos para promover las inno vaciones que alterarán el ritmo y la dirección del crecimiento económico, permitiendo a la economía com
petir de manera más eficaz. La versión keynesiana no se refiere tanto a la competitividad internacional, ya que parte de una economía nacional relativamente cerrada. Supone que la plena utilización de los recursos (incluyendo la mano de obra) contribuirá a la eficiencia al reducir los costes unitarios de producción, al facilitar las economías de escala y al reducirlos costes de tas prestaciones de bienestar derivadas de una mano de obra subempleada. E incluso si esta plena utilización provocara inflación, sus efectos podrían controlarse mediante ta devaluación.
Las actividades em presariales poseen una dinámica económ ica típica. Gomo elemento integral de la competencia, resulta inseparable de sus corres pondientes riesgos e incertidum bres. Aunque una innovación que tenga éxito generará inicíalm ente unos beneficios extraordinarios (o "rentas” ), éstos ten derán a caer y, con el tiempo, a desaparecer una vez que dicha innovación sea adoptada (o superada) como "m ejor práctica” por parte de otros com petidores, o una vez que los competidores m enos eficientes abandonen (forzadamente) el mercado. A menos que pueda establecer una posición monopolistaca efectiva (práctica o real), los beneficios tenderán a volver a sus niveles norm ales15 . Es más, una vez que la innovación se generaliza, el coste de producción y la b ú s queda de nuevos mercados comienzan a ser importantes, modificando el equi librio de ventajas competitivas dentro del ciclo del producto. Aunque este énfasis en los costes conduce a anular mediante la competencia las ventajas *
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iniciales, también prepaz'a el terreno para la siguiente ola de innovación y emprendimiento por parte de los pioneros o de los recién llegados que pueden explotar su posición competitiva en una fase posterior del ciclo del producto para construir una base de recursos para las subsiguientes innovaciones. Este problema se acentúa con la acumulación reflexiva. Ya que "las condiciones que una empresa, región o sistema de producción debe satisfacer en la actualidad para alcanzar la victoria son fabricadas y refabricadas de manera más profunda y veloz que nunca, creando una diana móvil para el éxito y un campo minado de riesgo de fracaso que se desplaza” (Storper 1997: 34 9 -350).
5. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO COM PETITIVO COMO RESPU ESTA Revisaré ahora las principales formas de respuesta política a los d e sa fío s/opor tunidades planteados por la actual descomposición del fordism o atlántico y por el surgimiento de las tendencias económicas y extraeconómicas antes descri tas. Algunas de las repuestas económicas en el nivel de las empresas y grupos de em presas ya han sido apuntadas en m i resum en estilizado de los rasgos d is tintivos del posfordism o como economía globalizadora basada en el conoci miento, y en la medida en la que tam bién existían de form a fraccionada en el momento de apogeo del fordismo, puede considerarse que han contribuido a su crisis como régim en de acumulación. Las acciones de algunos Estados tam bién han apoyado, como veremos enseguida, estos cambios en la dinámica del fordism o atlántico y del ENBK. De forma general podemos resum ir brevem en te la principal respuesta política como un intento por parte de los gestores estatales, los funcionarios, las fuerzas económicas y no económicas, de tran s form ar el Estado de pleno empleo keynesiano en un Estado competitivo schumpeteriano, de reescalar y rearticular sus actividades, y de desarrollar nuevas formas de gobierno y gobernanza para hacer frente a los emergentes problem as derivados de los fallos del Estado y del mercado. Describir la rees tructuración y reorientación estratégica del EN BK en estos térm inos no supo ne que las diferentes fuerzas sociales im plicadas en la prom oción de la resistencia frente a estas transform aciones actúen todas ellas de forma cons ciente con un proyecto explícito de construcción de un Estado competitivo. Se trata, tan sólo, de una etiqueta de conveniencia para caracterizar las tendencias actuales. Debemos insistir igualmente en que no hay nada de automático o mecánico en esta transformación. Muy al contrarío, se trata de un proceso de e n sa y o -e rro r, de luchas para m ovilizar el apoyo d etrás de las estrategias *5 *
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de acumulación, proyectos estatales y visiones hegemónicas alternativos, con una buena dosis de vigilancia de los desarrollos en el resto de los lugares y de intentos más o menos coordinados de transferencia política cuando se consi dera oportuno. En este sentido, aparece mediado de m anera crítica por los d is cursos sobre la nueva situación económica y, consecuentemente, por los resultados de las luchas por definir la naturaleza de la crisis en y del Estado keynesiano? y, por las m ism as razones, depende también crucialmente de fo r mas estatales específicas y dependientes de la trayectoria anterior, que se aso cian con los diferentes regím enes de acumulación y con sus selectividades estratégicas en lo relativo a la representación política, a la adopción de políti cas y a la intervención. La tendencia al surgim iento del Estado competitivo schum peteriano puede detectarse en muchas escalas distintas, desde el surgimiento de las loca lidades, ciudades o regiones em presariales, pasando por los Estados com peti tivos nacionales, hasta los crecientes esfuerzos en los tres polos tríádicos de crecimiento por prom over su competitividad sístém ica o estructural sobre bases internacionales, regionales o supranacionales. El rasgo característico de los diferentes Estados competitivos es su autoimagen de promotores proacti vos de la competitividad en sus respectivos espacios económicos frente a la cada vez más intensa competencia internacional (y también, regional, entre ciudades, interregional e intrarregional). Se trata no sólo de la economía en el sentido estricto, sino del rediseño institucional global del régim en de acumu lación, de su modo de regulación y de sus im plicaciones para la socialización. Abordaré estas cuestiones en cinco escalones que se van alejando de las form as autoevidentes de economía "dura” hacia form as aparentemente "m ás blandas1’ de relaciones sociales que, sin embargo, poseen im portantísim as im plicacio nes para la reorganización de la economía entendida en su sentido integral. De esta forma, me referiré sucesivamente a: (i) las form as salario y dinero, (2) la internacionalización de la gestión, ( 3 ) las nuevas form as de com petencia, (4) la movilización del conocimiento como bien común y como propiedad intelec tual para prom over el desarrollo de una economía basada en el conocimiento, y (5) la subordinación de los sistem as extraeconó micos y del mundo de la vida a las necesidades discursivam ente construidas de la competitividad en el actual periodo de desarrollo capitalista. Este análisis no puede agotar todos los ob je tos posibles de intervención ni sus correspondientes medidas económicas, políticas y socioculturales. Se trata tan sólo de ilustrar algunos de los rasgos básicos de las funciones estatales emergentes y algunas de sus im plicaciones para los cambios en la form a de Estado y, por las m ism as razones, pasa por alto
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tanto las funciones económicas genéricas del tipo de Estado capitalista como la medida en la que las funciones económicas características del ENBK se han visto m odificadas por su integración en los nuevos modos de funcionamiento del Estado competitivo schumpeteríano. El capítulo 5 vuelve sobre las dim en siones escalares de estas nuevas formas de intervención. LA FORMA SALAKIO Y LA FORMA DINERO Poner el énfasis en el salario como coste internacional de producción no im plica sacar el pleno empleo de la agenda política, sí bien este último deja de considerarse como un objetivo inmediato de la intervención del Estado nacio nal. Ahora se piensa que la creación de empleo depende básicamente de la ges tión activa del lado de la oferta y de la capacidad de empleo y la flexibilidad de la mano de obra, y no que aquélla surge de forma casi automática de una gestión efectiva de la demanda nacional. Por supuesto que, en ciertos aspectos, las pequeñas economías abiertas ya habían afrontado este problema en el período del fordism o atlántico, y podemos encontrar en su funcionamiento algunos aspectos préfigurativos del régim en posnaeíonal de trabajo schumpeteríano (RPTS), tales como las políticas activas del mercado laboral. Pero incluso estas pequeñas economías abiertas se han visto forzadas a ajustarse a las nuevas con diciones de la competencia internacional y, además, se considera ahora que una gama mucho más amplia y profunda de factores influye en la competitividad internacional. Otra respuesta al nuevo significado de la form a salario apa rece en las propuestas de un keynesíanism o internacional o, al menos, europeo (véase el capítulo 5). Otros aspectos de la relación salario posfordista se abor dan en el próximo capítulo. Existen, además, intentos de generar nuevas form as de regular la contra dicción entre el dinero como dinero nacional y como divisa internacional. Entre otras medidas relevantes adoptadas por los Estados nacionales, encon tramos el salto al carro neoliberal de las divisas flotantes, los intentos de des arrollar sistemas de divisas regionales (sobre todo el euro en Europa y el bloque del yen en el noreste asiático) y la adopción de referencias al dólar o de la dolarización directa de la economía local, ya sea para las transacciones exte riores o para todas las transacciones externas e internas importantes. Se han producido también intentos cada vez más frecuentes de establecer una nueva arquitectura financiera, especialm ente al comienzo de la llamada Crisis Asiática y de las subsiguientes rondas de crisis y contagio financiero. Dichas medidas no resuelven la contradicción, pero desplazan y difieren sus efectos 15 3
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porque m ejoran en gran medida la capacidad de maniobra del Estado nortea mericano y de los bancos transnacionales y las compañías multinacionales estadounidenses en el mercado m undial, incrementando la vulnerabilidad de otras economías frente a los cambios en la política de los EE UU, política que se reorientó ya hace tiempo desde el bienestar económico colectivo del mercado mundial capitalista hacía una más o menos unilateral pretensión de dominio norteamericano. Y aunque ello perm ite al capital en sus momentos abstractoformales desincrustarse de sus lazos con lugares y temporalidades específicos, en cada uno de sus m om entos más concretos el capital sigue teniendo sus p ro pias exigencias productivas y reproductivas. Estas necesidades tienen que ser atendidas, con frecuencia, en escalas nuevas. LA APERTURA RELATIVA DE LAS ECONOMÍAS NACIONALES Al perder los Estados el control sobre la economía nacional como objeto de ges tión económica keynesiana —o al abandonarlo voluntariamente—, se ven involu crados en la dirección del proceso de internacionalización y tratan de derivar de ello ventajas económicas, políticas o sociales. Esto acarrea el efecto paradójico de socavar aún más la autonomía económica nacional y de complicar enorm e mente el proceso de gobernanza económica. No sólo implica defenderlos intere ses de las multinacionales cuya casa matriz está en su territorio, sino también crear las condiciones favorables para atraer la inversión. En ambos casos, debe prestarse atención al impacto global sobre la competitividad tecnológica y econó mica nacional y a las posibles repercusiones sobre la cohesión social. Además, los Estados se involucran en la redefinición del marco internacional dentro del cual se producen dichos procesos económicos. Lo que está enjuego hoy en la compe tencia internacional es la capacidad de cambiar rápida y fácilmente de procesos y de productos innovadores, de modo que cada nuevo producto ofrezca mejores cualidades funcionales y una mayor eficiencia en su producción-, cambios sim ila res pueden observarse en relación con las industrias de la cultura y otros sectores que hacen, un uso intensivo del conocimiento. Es en este contexto en el que la transición al paradigma tecnoeconómico posfordista basado en el conocimiento comenzó a reclamar una reorientación de las principales funciones económicas del Estado. Esto era debido a que la combinación de la tendencia del fordismo tardío hacia la internacionalización y la globalización, así como la insistencia posfordista en la producción flexible y basada de manera creciente en el conoci miento, impulsa a los gestores políticos a concentrarse en los aspectos de la ofer ta de la competitividad internacional y a tratar de subordinar la política social a
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las necesidades de flexibilidad, emprendimienf:o e innovación dentro de una economía basada en el conocimiento. Entre los muchos objetivos de política eco nómica relevantes se encuentran: el establecimiento de nuevas formas legales de cooperación transnacional y de nuevas alianzas estratégicas, la regulación de los sistemas de divisas y créditos internacionales, la promoción de la transferencia de tecnología, la gestión de los litigios comerciales, la definición del nuevo régi men de propiedad intelectual internacional y el desarrollo de nuevas formas de regulación para la migración de trabajadores. La economía política de escala se expone más ampliamente en el capítulo 5. INNOVACIÓN Y EMPRENDÍMIENTO La transición del fordismo atlántico al posfordism o aparece asociada con un cambio de paradigma teenoeconómico que supone no sólo cambios en el pro ceso laboral, sino también en los modos de crecim iento, regulación y sociali zación, De este modo, la necesidad de innovación se extiende mucho más allá de las cuestiones de tecnología y de transferencia de tecnología para incluir a los sistemas sociales de innovación en diferentes escalas —a menudo interconectadas—, el cultivo y prom oción de una cultura de em presa y de sujetos emprendedores, y una amplia gama de innovaciones organizativas e institucio nales que tienen que ver con las cambiantes form as de la competitividad. En lo que se refiere a la cuestión de la innovación tecnológica y la transferencia de tecnología, los Estados tienen un papel clave en la prom oción de las capacida des de innovación, de la cualificación técnica y de la transferencia de tecnolo gía para que el mayor número posible de em presas y sectores se beneficie de las nuevas oportunidades surgidas de las actividades de I+D realizadas en áreas específicas de la economía (Archibugi et álii 19 99; Chesnais 1986; Dunning 20 0 0; Petit y Soete 19 9 9 ; Sigurdson 19 9 0 ). De hecho, incluso en las econo m ías relativamente neoliberales se reconoce que muchos sectores de alto erecimiento hacen un uso tan intensivo del conocimiento y el capital que su desarrollo exige una amplia colaboración (en especial en las fases precom petitivas) entre los diferentes intereses (empresas, educación superior, laborato rios de investigación públicos y privados, capital riesgo, fianzas públicas, etc.). Esta necesidad se ve reforzada por el alcance cada vez mayor y la velocidad cada vez más acusada de la competencia, y somete a las economías del capitalismo avanzado a presiones para que, si pretenden conservar su nivel de empleo y su crecimiento, asciendan en la jerarquía tecnológica y se especialicen en las nue vas tecnologías clave. Ya que, dadas las crecientes presiones competitivas de los *55
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países recientem ente industrializados sobre la producción de bajo coste y baja tecnología, y especialmente sobre los productos sencillos de alta tecnología, el crecimiento y el empleo continuados de las economías avanzadas depende de su permanente movimiento de ascenso en la jerarquía tecnológica. Las econo mías más recientemente industrializadas, por su parte, tam bién se ven som e tidas a presiones para ascender, en la m edida en que aparecen nuevos países de reciente industrialización que los desafían. Esto se refleja en una in tensifica ción de las presiones competitivas generales en una escala global y, como se indicó en el capítulo i, en una mayor dom inación ecológica de la lógica de la acumulación de capital frente a otros sistem as y al mundo de la vida. La im portancia de la innovación y del em prendim iento en el posfordísmo se refleja tam bién en las nuevas estrategias estatales. El Estado com petiti vo se encarga de la recolección de la inteligencia de alta tecnología, contribuye a crear capacidad tecnológica independiente y promueve las capacidades innovadoras, el saber tecnológico y las transferencias de tecnología para que el mayor número posible de em presas se b en eficien de las oportunidades tec nológicas creadas por las actividades de I+D desarrolladas en campos e sp e c í ficos de la economía. Desarrolla, en p rim er lugar, instituciones y estructuras que apoyan directamente a los em presarios existentes o potenciales, y en segundo lugar, impulsa instituciones y estructuras que sustentan el clima em presarial. Entre estas m edidas se incluye la provisión de capital riesgo, los subsidios, los parques tecnológicos, los m ecanism os de transferencia de tec nología y de asistencia técnica, las inversiones en producción de conocim iento mediante I+D pública o consorcios de 1+D de orientación local, centros de servicios a la industria, fondos de desarrollo locales y regionales, y políticas públicas de gestión de aprovisionam iento. Tam bién son im portantes las p o lí ticas que tratan de increm entar la oferta global de em presarios, desarrollar los conocim ientos/habilidades de las em presas en los sectores subrepresentados (tales como las m inorías étnicas o las m ujeres), o de prom over nuevas form as de em presa (como las cooperativas o los program as de capital riesgo com uni tarios). Además de participar en áreas especificas de intervención o guía para im p ulsarla innovación, el Estado tam bién colabora en la prom oción de siste mas eficaces de innovación en ám bitos supranacionales, nacionales, regiona les o locales. Esto supone con frecuencia desplazar el foco de las estrategias económicas hacia los rasgos de ciertos espacios económicos y su papel en la lucha por m an ten er la competitividad internacional o por defenderlos empleos, el crecim ien to y el bienestar frente a las presiones competitivas interiores y exteriores. En
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este contexto, las fuerzas políticas se ven obligadas a movilizar no sólo sus apa ratos ideológicos y políticos, sino tam bién form as de inteligencia organizativa y m ecanism os de aprendizaje colectivo (Storp er 19 97; W illke 19 9 ? , *997) ■ El desarrollo de estas capacidades internas depende, más que del capital, de la oferta de conocimiento e inteligencia organizativa adecuados; más que del otorgamiento de subsidios, del rediseño del contexto institucional para que las empresas puedan funcionar; más que de un espacio abstracto de flujos, de la organización de ventajas específicas de cada lugar; por último, más que de su emancipación de las limitaciones espacíales y tem porales, de la (re)territorialización de las actividades. De esta forma puede lograrse que las ventajas com petitivas dinámicas se conviertan en el objetivo, en lugar de las ventajas comparativas estáticas, lo que entrañaba el correspondiente riesgo de carrera de igualación a la baja. Por último, los Estados nacionales, dadas las presiones presupuestarias y fiscales que recaen sobre ellos conforme las economías nacionales se van haciendo más abiertas, tienden a desplazar su apoyo industrial de los vanos esfuerzos por m antener los sectores en declive sin trasform ar hacía la prom o ción de sectores "jóvenes” o "de rápido crecim iento” (sunñse) o a reestructurar los sectores maduros —aparentemente "de lento crecim iento" (sunset) — para que puedan aplicar los nuevos procesos, actualizar sus productos existentes y lanzar otros nuevos. En todos los casos, la cuestión crucial es que se necesita la acción estatal para guiar el desarrollo de las nuevas tecnologías clave como fuerzas de motivación y arrastre16 de la expansión económica, y para am pliar su aplicación para prom over la competitividad. Estas tecnologías están creando nuevos sectores industriales enteros y, m ediante su propia fertilización cruza da o su incorporación a los sectores tradicionales, están contribuyendo a ampliar las gamas de productos. Su control es cx-ucial para un crecimiento y una competitividad estructural continuados. XA ECONOMÍA BASADA EN EL CONOCIMIENTO Una vez que la economía ha quedado definida y naturalizada como basada en el conocimiento o movida por él (un logro actual que im plica un amplio y activo trabajo discursivo), los Estados se están viendo cada vez más envueltos en la promoción de la producción y difusión del mismo. El conocimiento es un recurso generado colectivamente e, incluso allí donde se establecen formas y tipos específicos de propiedad intelectual adecuados para el beneficio capita lista, éste sigue dependiendo de un bien común intelectual mucho más amplio. *57
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El Estado cumple ciertos papeles en ambos aspectos. Debe proveer la m ercantilización del conocimiento mediante su conversión form al de recurso colecti vo (bien común intelectual) en propiedad intelectual (por ejemplo, en forma de patentes, copyright o licencias), base para la generación de ingresos; pero, por otro lado, tam bién debe proteger el bien común intelectual como base para las ventajas competitivas de la economía en su conjunto. Participa, además, en la promoción de la subsunción form al de la producción de conocimiento bajo relaciones de clase explotadoras que separan el trabajo intelectual del trabajo manual, y transform an el trabajo intelectual en trabajo asalariado productor de conocimiento para el mercado. La transform ación de universidades, institutos de investigación, etc., a través de su privatización y su vinculación al mercado desempeña aquí un importante papel (sobre la prim era de las cuestiones véan se, por ejemplo, Aoki 1998 y Dawson 1998; sobre la segunda, véanse Schiller 1988: 33 y Sohn-Rethel 1978; sobre la tercera, véanse Kelly 1998: 77 y Menzies 1998: 9 2 ~ 3y 16 6-8). En p rim er lugar, los Estados en todos sus niveles contribuyen a gestio nar las contradicciones ancladas en la naturaleza del conocim iento como m ercancía ficticia. Por un lado, porque "el bien común intelectual es fu n d a m ental para la producción de conocim iento” (Dawson 1998: 28 1); por otro, debido a que la propiedad intelectual es una base clave para la acum ulación en el capitalism o in form acion al1? . Esta contradicción ya fue reconocida por Bell en su tem prana afirm ación de que, dado que la lib re circulación de conocim iento no ofrece ningún incentivo para su producción a las em p re sas, debe ser creado por alguna "un id ad social, ya sea la universidad o el gobiern o” (19 7 9 : 17 4 ). V ista retrospectivam en te, la propuesta de Bell depende claram ente de la lógica de la econom ía m ixta fordista más que de la lógica em ergente de la econom ía en red. Sin em bargo, podem os aceptar, en térm inos generales, la conclusión de que los Estados deben producir "una política socialm ente óptima de in versión en conocim iento" (ibíd.: 175). Naturalm ente, a este respecto los diferen tes Estados ocupan diferentes posiciones. En p rim er lugar, tien d en a agruparse en torno a los intereses proteccionistas o el cercado de los bien es com unes (por ejem plo, nortesur); en segundo lugar, alrededor de las form as y regím enes de propiedad intelectual más apropiados en las d iferen tes escalas desde lo global a lo local. De este modo, algunos Estados son. más activos que otros en la p ro m oción de la acum ulación p rim itiva de propiedad intelectual, en la p rivati zación del conocim iento público y en la m ercantilización de todas las form as de conocim iento; otros, en cam bio, se preocupan más por proteger 158
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los bienes intelectuales comunes, por prom over la sociedad de la innovación o por desarrollar el capital social. Como consecuencia de su ventaja com pa rativa en los productos de las TIC y en la revolución del conocim iento, el Estado norteam ericano ha tenido una especial im portancia en la prom oción de la form a neoliberal de la revolución del conocim iento a escala mundial. Esto resulta especialm ente claro en su papel en la prom oción del "Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio” como elemento clave en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en el uso de los acuerdos com erciales bilaterales y m ultilaterales, de las condicionalidades y de otras p resiones para lograr hacer valer sus in tere ses en lo relativo a los derechos de propiedad intelectual. Con independencia de su posición sobre estos asuntos, todos los Estados deben tratar de resolver diferentes contradicciones y dilemas en la producción del conocimiento pero alejándose tam bién de cualquier forma de control directo o jerárquico sobre el mismo. Por ejemplo, "deben equilibrarla necesi dad de proteger y m antener los bienes comunes intelectuales con la necesidad de estimular una actividad inventiva” (Dawson 1998: 278). Del mismo modo, en este último contexto deben equilibrar la protección de la propiedad intelec tual individualy su correspondiente flujo de ingresos con los beneficios colec tivos que se derivan de la difusión general de su aplicación "creando sistemas abiertos, colocando ciertas propiedades intelectuales clave en el dominio público, y revelando democráticamente los códigos fuente” (Kelly 1998: 28). Esta última tarea se realiza con frecuencia m ediante la promoción estatal de los sistem as de innovación y difusión (incluyendo el capital social), de formas amplias de "previsión tecnológica", involucrándose o guiando de manera negociada la producción de conocimiento, y desarrollando estructuras de metagobernanza adecuadas (M essner 1998; Willke 1997). De esta forma, los Estados patrocinan las infraestructuras y los sistemas de innovación social en diferentes escalas; desarrollan los regím enes de propiedad intelectual y las nuevas formas de gobernanza o regulación de las actividades en el ciberespa cio; promueven la m igración de las estructuras nacionales de servicios con deber de prestación universal hacia estructuras multiescalares, diferenciales y más flexibles adecuadas a una era posfordista; por último, intervienen en la reestructuración de la investigación en las universidades para alinearlas más estrechamente con las necesidades de los negocios, estimulando la gestión y explotación de la propiedad intelectual mediante empresas de base tecnológi ca (spin-offs), licencias, participaciones, parques científicos y tecnológicos, parques industriales, etc. *59
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Más concretamente, algunos Estados se están involucrando intensamente en la prom oción de la acumulación primitiva de capital (en su forma de propie dad intelectual) mediante la expropiación privada del conocimiento producido colectivamente por las generaciones pasadas. Este cerco al conocimiento admite diferentes formas, entre las que estarían las siguientes: (i) la apropia ción por parte de em presas com erciales de la "cultura” indígena, tribal o cam pesina expresada en forma de conocimiento colectivo informal y no documentado, de habilidades y otros recursos intelectuales, así como su transform ación sin compensación en conocimiento mercantilizado (documentado, formal, priva do) (Goombe 1998; Frow 1996: 96 -7). La biopíratería constituye su más claro ejemplo; (2) la separación del trabajo intelectual de los medios de producción —incorporándolo en máquinas inteligentes y sistemas expertos— y, conse cuentem ente, la apropiación del conocim iento del trabajador colectivo (Robins y Webster 1987); y ( 3 ) una gradual extensión de la naturaleza limitada del copyright hacia formas más am plias de propiedad intelectual con la conse cuente erosión de cualquier interés público residual (Frow 1996: 104 ). Los Estados desem peñan aquí un papel fundamental en la m odificación de las leyes sobre derechos de propiedad intelectual y en la protección de la apropiación por parte de em presas nacionales de los bienes comunes intelectuales en el interior y fuera de sus fronteras. Los Estados tam bién prom ueven la m ercantilización del conocim iento y la integración del conocim iento y del trabajo intelectual dentro de la produc ción. Esto se refleja en un interés cada vez m ayor en la form ación de los tra bajadores del conocim iento y en el aprendizaje de por vida, incluyendo la enseñanza a distancia (véase el capítulo 4), en la introducción de las TIC dentro de sus propias esferas de actividad y en el proselitism o general de la econom ía basada en el conocim iento y la sociedad de la inform ación. También promueve estas estrategias en la esfera privada y en el tercer sector. Existe un creciente énfasis en la flexibilidad en la industria y los servicios (incluyendo el sector público) basado en las nuevas tecnologías (especial mente, la m icroelectrónica) y en las form as más flexibles de organización de la producción. De ahí sus intentos de introducir prácticas laborales p osfordistas en el propio sector público y en el nuevo sector de orientación p ú b li co-privado. Entre las nuevas tecnologías prom ovidas activam ente p or el Estado se encuentran: las tecnologías de la inform ación y la com unicación, la tecnología de fabricación, la nanotecnología, la biotecnología, la electrónica óptica, la ingeniería genética, las ciencias y tecnologías del m ar, los nuevos m ateriales y los biofárm acos. 160
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El Estado también promueve intensamente las dinámicas de las rentas tec nológicas para los espacios generadas por el nuevo conocimiento como parte de una prom oción más general de la innovación. Lo cual sirve para intensificar el carácter contraproducente de la revolución inform ática desde el punto de vista del capital, en la m edida en que cada nueva ronda de innovación está abocada a una más rápida desvalorización. Aunque, eso sí, obtiene una ventaja temporal y rentas tecnologías para los espacios económicos que controla por lo que, mientras existan ventajas sosteníbles para el que realíce el prim er m ovim ien to, puede llegar a consolidar ventajas a largo plazo para una región, nación o tríada. Esta estrategia constituye un elemento importante y bastante explícito de la reafirm ación de la hegemonía de los EE UU desde los años del pesimismo acerca del creciente peligro de las economías japonesa y sudasiáticas, y nos ayuda a explicar la decisión de los EE UU de consolidar un poderoso régimen de derechos de propiedad intelectual (véanse Lehman 1996; Schiller 1999). Más aún, si las em presas de la economía de la inform ación aspiran a mantener tasas de beneficio por encima de la media, pese a la tendencia de las rentas tec nológicas a quedar anuladas por la competencia, los sectores menos avanzados tecnológicamente deberán recibir beñeficios por debajo de la media. Es ésta otra de las fuerzas m otrices de la globalización, en la medida en que las em pre sas menos rentables se ven forzadas a relocalizarse o a externalizarse en luga res con m enores costes de producción, lo que refuerza las tendencias hacia el intercambio y el desarrollo desiguales asociadas con la globalización. Los Estados también participan, con frecuencia de form a contradictoria, en la p ro moción y ralentización de la movilidad del capital productivo. LO EXTRAECONÓMICO La creciente importancia de la competitividad estructural y sistém ica ha con ducido a una redefinición esencial de la "esfera económ ica” , dado que muchos fenómenos anteriorm ente considerados como "extraeconóm icos" son ahora vistos como directamente económicos o como económicamente relevantes. En el auge del fordism o atlántico, el discurso prim ario sobre la competitividad internacional giraba en torno a los costes relativos de la unidad de trabajo y a la necesidad de desarrollar amplios m ercados y economías de escala. Esto se reflejaba en el relativo cierre de las economías nacionales, en la primacía de las formas salario y dinero en la gestión económica, y en el papel de la producción en masa para la generación de crecimiento en la productividad. Más reciente mente, se ha considerado, en cambio, que la productividad im plica una gama 161
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más amplia de fenóm enos, muchos de los cuales habrían sido considerados como extraeconómicos en el auge del fordismo. Adicionalmente, el desarrollo de normas mundiales que miden la competitividad internacional en un amplio campo de factores económicos y extraeconómicos ha servido para generalizar las normas neoliberales de competitividad entre los gestores, los gobiernos, los medios de comunicación y la academia. Todo ello está impulsando una orientación schumpeteriana generalizada-, es decir, una preocupación por la innovación, la competitividad y el em prendimiento, asociada a las ondas largas de crecimiento y a las más recientes p resio nes en favor de la innovación permanente. El Estado intenta conseguir rentas tecnológicas en interés del capital. Lo que lleva, a su vez, a la subordinación de la totalidad de los campos económicos al proceso de acumulación, de forma que las funciones económicas pasan a ocupar el lugar dominante dentro del Estado. Con ello, nuevas funciones adquieren significación económica directa para el crecimiento económico y la competitividad, y esto tiende a politizar estos terrenos que eran -—o aún los son form alm ente— extraeconómicos y que ahora constituyen objeto directo de la intervención estatal. En este contexto, los Estados participan en la gestión de los conflictos entre los horizontes tem porales asociados con el distanciamiento y la com presión espaciótemporales, en especial en lo que se refiere a la protección del capital social incrustado en las comunidades, en la prom oción de las orientaciones económicas a largo plazo y en el diseño de las instituciones que sustentan la innovación. Ahora bien, este campo ampliado de intervención supone que el Estado tendrá más dificultades para reconciliar las respuestas que da a unos im perativos económicos cada vez más acuciantes con las demandas más generales de legitimidad política gene ral y de cohesión social (Poulantzas 1978).
6 . DISCURSO Y CAM BIO DISCURSIVO El auge del Estado competitivo se refleja y se refuerza con los cambios en el d is curso económico, en las form as de cálculo y en los conceptos estratégicos. Dichos cambios constituyen im portantes m ediaciones entre los cam bios estructurales en la economía global y la transform ación del Estado nacional, ya que los discursos sirven de marco interpretativo para entender estos cambios estructurales, las crisis que con frecuencia los acom pañany las respuestas ade cuadas a las mismas. Un cambio discursivo-estratégico fundamental a este re s pecto es la degradación de la "productividad” y la "planificación” en favor de la 16 3
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"flexibilidad” y el "em prendim iento” . Otro es el paso del discurso sobre el derecho a un trabajo de por vida, a otro sobre las obligaciones de participar en un aprendizaje de por vida para garantizar que a los trabajadores se les pueda emplear y sean flexibles. Un tercer cambio importante es el surgimiento desde mediados y finales de los años ochenta del discurso de la globalización, enten dida, con razón o sin ella, como un cambio fundamental en la dinámica de la acumulación del capital —e, incluso, en el modo de socialización— en com pa ración con los cuarenta años anteriores. Un cuarto cambio, también cada vez más importante en los últimos años, es el énfasis en el crecimiento basado en el conocimiento dentro de la nueva economía. Esto se relaciona estrecham en te con la importancia de las regiones de aprendizaje, el aprendizaje de por vida, etc. Un quinto desplazamiento se hace evidente en el destronamiento del monetarismo como teoría económica, en favor de la "nueva teoría del creci miento” que enfatiza las virtudes de la intervención estatal para la creación de condiciones favorables para el crecimiento económico, consideradas anterior mente como exógenas al funcionamiento de la economía (sobre la nueva teoría del crecimiento, véanse Gortright 3 0 0 1; Nelson y Romer 1996). Estos cinco cambios se reflejan en los nuevos discursos sobre la competitividad. La articu lación de estos cambios y de las correspondientes variaciones discursivas y estratégicas en las nuevas estrategias de acumulación, en nuevos proyectos estatales y nuevos proyectos hegemónicos, así como su capacidad para conse guir apoyos, están configurando la reestructuración y reorientación del Estado contemporáneo y contribuyendo a producir nuevos regím enes regulatorios. Y es precisamente la necesidad de dicha mediación (así como, por ejemplo, la variación en las capacidades estatales) la que garantiza que la consolidación con éxito de un Estado competitivo está lejos de ser algo automático.
7. SU CO RRESPO NDENCIA CON E L POSFORDISM O La consistencia general de estos cambios en una amplia gama de regímenes económicos y políticos parece señalar que nos encontramos ante algo más que el mero azar o ante condiciones económicas y políticas puramente locales. Nos indica que dichos cambios están estrechamente relacionados e incardinados en las respuestas a la crisis del fordism o atlántico y a los rasgos discursivam en te constituidos de una economía posfordista imaginada. El paradigma inicial del "posfordism o” contribuyó sin duda a contextualizar y a delinear las respuestas a la crisis del ENBK. Pero tam bién ha obscurecido la complejidad real i63
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de los cambios agrupados bajo la rúbrica del posfordism o, así como la de los problemas que es preciso afrontar para encontrar algo parecido a una solución integral a las tendencias de crisis tanto del régim en de acumulación anterior como de su modo de regulación. Esto se hace evidente en las sucesivas y contra dictorias reinterpretaciones de la naturaleza general del posfordismo y de los escenarios posfordistas alternativos; desde la especialización flexible, pasando por la producción ajustada, hasta la economía globalizadora basada en el cono cimiento o, acaso, más allá. Por ello debemos prestar especial atención a todo el conjunto de cambios generales y específicos que afectan a cada economía fordista y a las form as en las que las contradicciones y las herencias dependientes de la trayectoria anterior configuran la transición al posfordismo. Con todo, el efecto global de este cambio en las funciones es una tran sfor m ación en el papel económico del Estado. En el fordism o atlántico, esto supo ne un paso de las versiones nacionales específicas del ENBK a formas regionales, nacional y supranacionalmente específicas del Estado competitivo, especial mente en su forma schumpeteriana. En Asia Oriental supone un cambio desde form as de Estado nacional contributivo listían o18 a otras versiones de Estado competitivo. De hecho, fue la aparente superioridad de las economías de Asia Oriental en su persecución de Occidente y, especialm ente, el récord de in n o vación en ciertas industrias basadas en el conocimiento de Japón, lo que impulsó la reorientación de las economías del fordism o atlántico en una d irec ción sim ilar. Durante la crisis del fordism o, la unidad del ENBK tendió a desintegrarse (véase capítulo 2) y hubo un periodo de transición en el que se produjo una búsqueda mediante ensayo-error para encontrar nuevas form as y funciones estatales que pudieran contribuir al descubrim iento y consolidación de un nuevo régim en de acumulación y de un nuevo modo de regulación. No se trata, en modo alguno, de un proceso automático, sobre todo si consideram os que los modos de regulación emergentes desem peñan ellos mismos un papel clave a la hora de constituirse sus eventuales objetos de regulación. El periodo de tran sición puede resultar particularmente confuso y desorientador, especialm ente si implica un intento de cambio radical de régim en en lugar de surgir de una serie de cambios increm entales. Ya que aparece asociado con una com pleja gama de tareas además de las típicas de cualquier tipo de Estado capitalista, situación que se refleja en un conjunto aparentemente contradictorio de acti vidades políticas. Estas tareas derivan de su ubicación en la intersección entre un fordism o consolidado que está en declive y un putativo posfordism o en ascenso. En este 16 4
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
sentido, el régim en de transición tiene dos rostros, y debe realizar interven ciones creativamente destructivas. Debe tanto "replegar las fronteras” de la intervención del Estado fordista como "am pliar” las de la intervención p osfor dista. De este modo, de un lado, tratará de replegar las form as y funciones esta tales excepcionales inducidas por las crisis asociadas con el fordism o en declive, así como de debilitar las form as de intervención rutinarias normales asociadas al Estado nacional de bienestar keynesiano en su conjunto. Y, por otro lado, un régimen de transición debe em prender medidas excepcionales para establecer las condiciones para el "despegue” posfordista, además de comenzar a consolidar las formas y funciones estatales "norm ales” asociadas con el posfordísmo. Ni la prim era ni la segunda serie de tareas aparecen nunca como estructuralmente inscritas o estratégicamente prescritas. Por el contra rio, implican descubrim ientos casuales, procesos de búsqueda, transferencia de políticas y luchas sociales. Todo esto supone la necesidad de un análisis ex post sobre cómo emergen los Estados posfordistas, más que de relatos ex ante (y, consiguientemente, ideológicos) de la necesaria transición al posfordismo. Sin embargo, dado que todavía no resulta evidente que hayan emergido Estados posfordistas consolidados, debemos correr el riesgo de la teleología. En este sentido, señalaré a continuación ciertos criterios para la identificación del tipo ideal de Estado posfordista consolidado. Podría dar la. im presión de que estamos poniendo el carro posfordista delante de los caballos de tran si ción, pero ello posee un cierto valor heurístico para evaluar si las crisis en y del fordismo atlántico están siendo resueltas o si se están perpetuando. Con todo, sólo el tiempo dirá si he acertado al juzgar cuál será el siguiente paso y el Estado que postulo para él. Para determ inar sí el emergente Estado competitivo schumpeteríano es adecuado o no para el posfordism o, deberemos seguir tres pasos. El prim ero es detallar los rasgos clave del fordism o y sus tendencias de crisis. El segundo es identificar los rasgos clave de un régimen de acumulación posfordista. Y el tercero, determ inar qué form as estructurales y qué capacida des estratégicas del Estado y del sistem a político podrían corresponderse con dicho régimen. Podría argumentarse que es demasiado pronto como para especificar esta forma de Estado, pero creo que es posible distinguir algunas pistas inicíales en las tendencias aparentemente fundam entales de la reestructuración actual, así como en sus im plicaciones para las form as y funciones estatales. Es más, dado que estos argumentos fueron expuestos por prim era vez a comienzos de los años noventa, y expresados en térm inos de una tendencia al surgimiento de un Estado de trabajo schum peteríano (Jessop 19 9 3c, 19 9 3, 1994.a, b), ha 165
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transcurrido un razonable periodo de tiempo como para juzgar si las tenden cias que im plica dicho enfoque se están cumpliendo o no. Existen al menos tres posibles pruebas a este respeto: • D em ostrar que los regím enes del E N B K estaban estructuralm ente acoplados en aspectos fundam entales a la dinám ica de crecim iento del fordism o atlántico y que la tran sición al Régim en Posnacional de Trabajo Schum peteriano (RPTS) contribuye directa o in directam en te a resolver (o se espera que lo haga) las p rin cip ales tendencias de crisis del fordism o atlántico y de sus regím en es de EN B K asociados, de form a que resulte posible una nueva ola de acum ulación, basada en un nuevo círculo virtu oso y en un nuevo arreglo espacio tem p o ral. • D em ostrar que los aspectos distin tivos del RPCS em ergente se corresponden en sus rasgos clave con la em ergente dinám ica de erecim iento de la nueva econom ía global y que contribuyen de form a sign ificativa al diseño y consolidación de dicha dinám ica con sid era da desde un punto de vista in tegral, con lo que estim ularía la ren ova ción y re-regu lación del capitalism o tras su período fordista. • D em ostrar que los espacios económ icos más com petitivos en este orden em ergente (incluso si no eran en s í m ism os fordistas sino islas no fordistas en un m ar de fordism o) fueron pioneros en esta form a de Estado y han logrado con ello un status paradigm ático, ejem plar para los esfuerzos de reestructuración y re-regu lación en los otros lugares. La evaluación completa de dichas pruebas deberá esperar hasta que haya mos considerado las otras tres dim ensiones del RPTS. Con todo, la versión schumpeteriana del Estado competitivo parece satisfacer en cierta medida los tres criterios potenciales. No pretendo decir que este tipo de Estado nunca será por sí mismo capaz de resolver todas las tendencias de crisis del fordism o, de presidir por sí solo el auge y consolidación del posfordism o o de excluir por completo a todos los otros paradigm as estratégicos. De hecho, el propio con cepto de modo de regulación im plica que tendrán que realizarse cambios tam bién en la form a salario, en la organización de las em presas, en las form as de competición, en el sistema de innovación, etc., para resolver las crisis funda mentales de los regím enes de acumulación. De igual modo, en lo que se refie re al momento estratégico de la re-regulación y la reestructuración, son pocos 16 6
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
los límites a 3.a actuación del imaginario económico y político. Ahora bien, los intentos de reestructurar y reorientar el sistema estatal poseen un papel clave en el diseño de la transición del fordism o al posfordism o tanto directamente como a través de sus repercusiones en los cambios en los otros campos regula torios. Antes de considerar las posibles bases para la descripción del Estado competitivo como posfordista, conviene rep asarlas principales tendencias de crisis en el fordism o atlántico. Los siguientes aspectos deben incluirse en el análisis: el agotamiento gradual (y siem pre relativo) del potencial de creci miento que se deriva de la extensión de la producción en masa a nuevas ramas-, la relativa saturación de los mercados de bienes duraderos de consumo m asi vo; la caída de los beneficios; la alteración del círculo virtuoso de acumulación fordista mediante la internacionalización; la creciente incoherencia e in e fi cacia de la gestión económica nacional conform e las econom ías nacionales se hacen más abiertas-, el impacto estanflacionario del ENBK sobre la dinámica de crisis fordista (especialm ente allí donde la intervención económica estatal está excesivamente preocupada por la conservación del empleo en los secto res en declive)-, una creciente crisis fiscal debida al aumento con efecto trin quete (ratchet-like) de los gastos en consumo social; y una emergente crisis de la seguridad social como consecuencia de la expansión de los trabajos a tiem po parcial, tem porales y discontinuos en detrim ento de la norma fordista del tiempo completo. Podría decirse que un régim en de acum ulación p osfordista responde a dichas tendencias de crisis de diferen tes form as: transform ando la produc ción en m asa y trascendiéndola; segm entando los viejos m ercados y ab rien do otros nuevos; ofreciendo oportunidades para restablecer la tasa de beneficio m ostrando una m enor dependencia de las condiciones de la dem anda nacional; e introduciendo nuevas exigencias en los sistem as regionales y nacionales de innovación, sustituyendo la p lanificación macro económ ica en econom ías autocéntrieas por políticas de oferta que prom ue ven la in n ovación ; la fle x ib ilid a d y la com p etitivid ad estructural en respuesta a las enorm es ram ificacion es de las nuevas tecnologías. Del m ism o modo, su preocupación por la com petitividad estructural o sistém ica da cuenta de los nuevos térm inos y condiciones de la com petencia intern acion aly de su m ayor sign ificación . O frece nuevas form as de regeneración para las industrias anticuadas adem ás de sustituirlas, prom ete nuevas fo r mas de organizar el consum o social que reduzcan los costes y lo hagan más funcional para las em presas, y es capaz de aum entar la explotación de la 167
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fragm entación y polarización de la fuerza de trabajo como consecuencia de la crisis en el fordism o. Va más allá del m ero recorte del bien estar social para reestructurarlo y subordinarlo a las fuerzas del mercado. Su reestru c turación y reorientación de la reproducción social hacia la flexib ilid ad y el recorte im plica su conciencia acerca del cambio de paradigm a posfordista así como del im pacto de la ín ternacíonalización sobre las funciones p rim a rias del dinero y los salarios. Igualm ente, reescala estas form as de in terven ción en la reproducción económ ica y social para que se correspondan con las form as más com plejas y m ultiescalares de acum ulación en una econom ía globalizada, lo que se refleja en una com pleja dialéctica entre globalización y regionalización. E introduce nuevas form as de coordinación y guía e stra tégica para superar los lím ites de la intervención vertical del Estado en la econom ía mixta. El Estado com petitivo schum peteríano podría ten er un papel protagonista en varias de estas áreas (véase el cuadro 3 -2 ) • Un enfoque de este tipo debe confiar en gran m edida su capacidad persuasiva a su m era enunciación, al m enos hasta que la eficacia de los regím enes RPTS con cre tos (y sus m odos alternativos de regulación social del orden global em er gente) haya sido adecuadam ente exam inada y se haya valorado su viabilidad en cada coyuntura específica. Sin embargo, para los fines actuales resulta más prom etedor adoptar un enfoque diferente, en la medida en que su fuerza persuasiva depende más de sus resultados anteriores que de los p osibles futuros p osfordistas. Se trata de demostrar que aquellas economías que han crecido más rápidamente durante la crisis global en y del fordism o y que se han convertido en modelos para las que se encuentran en crisis, han avanzado de form a especial en el desarrollo de un Estado competitivo schumpeteríano. Entre sus ejemplos más destacables estarían hoy los EE UU, Alem ania, Finlandia y la Tercera Italia, así como algu nas de las economías regionales de mayor éxito dentro de economías proclives, por lo demás, a la crisis. Japón y la prim era oleada de dragones de la economía de Asia Oriental fueron en su momento otros de los ejemplos, pero la estanflación en Japón y la Crisis Asiática han sembrado dudas sobre su relevancia pasa da y presente (para una visión alternativa de Asia Oriental, véase Weiss 1998; y sobre Japón, véase Boyer y Yamada 20 00 ). Incluso si no fuera correcto consi derar a todas estas economías nacionales o regionales como literalm ente p os fordistas (ya que nunca fueron verdaderam ente fordistas), su papel cada vez mayor como ejemplos de una trayectoria alternativa (y aparentemente exitosa) para los regím enes fordistas en crisis im plica que poseen un status paradigm á ticamente posfordista. 168
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
CUADRO 3.2
EL ESTADO COMPETITIVO SCHUMPETERÍANO Y LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL
1.
Modificación de los marcos regulatorios para facilitar ta flexibilidad y movilidad laborales «(entro del espacio económico nacional.
2.
Liberalización y desregutación de los moví mi en los de divisas y rediseño de la arquitectura financiera internacional que provoca una internacionalización y aceleración de los flujos financieros.
3.
Modificación de los marcos institucionales det comercio internacional y de la inversión extranjera directa. — Participación en las diferentes luchas en competencia por definir las reglas de la armonización o estandarización tecnológica, económica, jurídico-política. sccioculturaí o medioambiental para hacer frente a la multiformidad de ta globalización económica. — Promoción, en este contexto, de un espacio de flujos mediante la organización de las condiciones favorables para la movilidad internacional de las tecnologías, del capital industrial y comercial, de la propiedad y. 3 l menos, de algunos tipos de mano de obra.
4
Planificación y subsidio de arreglos espaciales que respalden las actividades del capital financiero,
5.
Promoción de su propio capitalismo nacional o regional y de las condiciones idóneas para su expan
industrial y comercial dentro y a través de las fronteras.
sión mundial. 6.
Participación en formas complementarias de Slandortpolitik (política adecuada al lugar) y en otras formas de competencia basadas igualmente en el lugar, en un intento por fijar el capital móvil dentro de los espacios económicos propios del Estado y de mejorar ta competitividad interurbana, interre gional o internacional de sus propios capitales ligados al territorio.
7.
Gestión de las tensiones entre: (a) los intereses del capital potencialmente móvil en (a reducción de su dependencia territorial o en liberarse de tas restricciones temporales y (b) el propio interés del Estado en fijar capitales (presuntamente beneficiosos) en su propio territorio y de lograr que los hori zontes temporales y ritmos det capital resulten compatibles con sus propias rutinas políticas, sus temporalidades y tendencias de crisis,
8.
Promoción de nuevos horizontes temporales de acción y de nuevas formas de flexibilidad temporal: — Haciendo frente a la cada vez mayor importancia de las múltiples zonas horarias (en el comercio, la diplomacia, la seguridad, etc.). — Recalíbrando y gestionando la intersección de temporalidades (por ejemplo, regulando et comer cio programado por ordenador, promoviendo la "ciudad abierta 24 horas" como centro de consu mo, gestionando los riesgos ambientales).
9.
La socialización de las condiciones a largo plazo de producción como cálculos a corto plazo adquiere preponderancia en las actividades económicas mercantilizadas.
10. Articulación de los procesos int erre lacio nados de desterritorialización y reterritoriatización, así como de destemporalización y retemporaiización con las nuevas formas de distanciamiento y compresión
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espaciotemporales. al objeto de crear un nuevo arreglo en el espacio y el tiempo para la gestión de las contradicciones estructurales inherentes a ta relación de capital.
Notar la presente Usta es incompleta y sus actividades se solapan parcialmente. Las tablas de los otros capítulos servirán para identificar nuevas actividades. Cada una de ellas puede aparecer asociada a dife rentes estrategias de acumulación y a diferentes proyectos estatales (véase especialmente et capítulo 7).
3 . OBSERVACIONES FIN A LES
Si se quiere evitar un tipo de análisis teleológico del Estado competitivo que lo entienda como el complemento funcionalm ente necesario de un proceso labo ral, de un régim en de acumulación o de un modo de regulación posfordistas, los argumentos anteriormente expuestos deben matizarse con una serie de análisis más complejos de los modos de crecimiento fordista, e, igualmente, es necesario con un trabajo más completo sobre los m ecanism os de crisis del ENBK considerado como una forma de Estado y un régim en político esp ecífi cos (véase el capítulo 5). Un análisis más detallado del Estado competitivo necesitaría mostrar el acoplamiento estructural que se da entre cada tipo de fordismo y el carácter del Estado nacional y los problem as que esto crea. También se ocuparía de las com plejidades de la relación de capital en cada tipo de régim en y sus im plicaciones para las form as de lucha económica y política en la resolución de la crisis. Igualmente de la dependencia de la trayectoria anterior en la salida de la crisis que resulta de esas luchas y que se configura a través de ellas; y, consecuentemente, m ostraría los problem as que surgen cuando el Estado carece de la capacidad para gestionar dicha transición.
NOTAS 1. El concepto de Estado competitivo fue utilizado por primera vez por Cerny (1986) y, como n a tio n a ler Wettbewerbstaat (Estado nacional competitivo) por Hirsch (1995). Mi enfoque difiere del de ambos, pero está ciertamente nitás próximo al de Hirsch. 2. Según algunos cálculos, el uso de Internet en todos los sectores de la economía de Estados Unidos aumentaría la productividad en un cinco por ciento durante el periodo 20 0 0 -20 10 (Grookes y Wahhaj 2000), 3. Para la distinción entre hardware, software y wetivare, véase N elsony Romer 1996. 4,. Cuestión distinta es si, dada la importancia del comercio intraeuropeo, los salarios podrían servir como fuente de la demanda en un keynesianismo en la nueva escala europea. 5. Alargo plazo, los beneficios de las carteras de inversión están ligados a la valorización del capital en el proceso productivo; a corto plazo, en cambio, ello no es así. Éste es el origen del debate acerca del cortoplacismo del capital financiero.
17 0
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
6. La OCDE acuñó en 1986 el concepto de competitividad estructural que continúa siendo un factor clave de organización de sus políticas de competitividad. Hace referencia a "la eficacia mundial de la economía nacional, a una estructura industrial competente y flexible, a la tasa y patrón de inversio nes de capital, a su infraestructura técnicayalos demás factores que determinan las 'externalidades’ ” ; es decir, a los marcos y fenómenos económicos, sociales e institucionales susceptibles de estimular o retrasar de forma sustancial el empuje productivo y competitivo de las empresas nacionales (Chesnais 1986; 86-7). La competitividad sistéraica resulta igualmente amplia. Messner la define en términos del "resultado de un complejo patrón de interacción dinámica entre los Estados, las empresas, las instituciones intermediariasy la capacidad organizativa de una sociedad dada" (1998: xo). 7. Lo que puede llegar a darse tanto porque se reduzca el tiempo necesario para que se produzca un determinado "acontecimiento" dentro de un determinado marco espacial de acción, como porque aumente la capacidad para distinguir un mayor número de pasos dentro de un "acontecimiento” , lo que permite aumentar las posibilidades de alterar su curso o su resultado interviniendo sobre el acontecimiento mientras se produce. 8. La compresión espacíotemporal hace referencia aquí a procesos reales más que a cierto sentido de desorientación generado por los cambios en el espacio y el tiempo asociados a la globalización. 9. Sobre la glocalización, véanse Brenner 1998, aooo y Swyngedown 1997? sobre la glurbanización, véase Jessop y Sum 3 0 0 0 ; sobre la transnacionalízaeión. véase Smith 7,000. ío . La dimensión temporal de su flujo se recoge con las metáforas de la "liquidez” o "rigidez” . 11. Con frecuencia, las diferentes teorías sobre la competitividad internacional aparecen asociadas a distintas tipologías y desacuerdos acerca de las bases de las ventajas competitivas. Una revisión reciente de once usos distintos déla competitividad en Blochy Kenyon ?,ooi. En la práctica, en cam bio, los diferentes tipos de ventaja pueden resultar complementarios. 1?,. El correspondiente discurso rieardiano tiende a considerar "naturales" muchos factores de produc ción que, en realidad, dependen de forma considerable de las condiciones sociales en su conjunto. La abundancia de mano de obra barata constituye un ejemplo evidente de ello. i 3. Como señala Warn "[la] teoría clásica de las ventajas comparativas descansaba en ciertas sim plifica ciones injustificadas: que los precios del mercado internacional eran conocidos y estables; que no había incertidumbre acerca de los precios que alcanzarían los productos para la exportación o los de los bienes importados; que no existía el aprendizaje mediante la acción; que la tecnología era cono cida; que se mantenían beneficios constantes en cualquier escala; que se empleaba toda la capacidad instalada; y que las características de las mercancías eran estables y conocidas por todos” (1994.: 4). 14,, Al nombrar sólo a estos cuatro teóricos de la economía, no pretendo decir que se trata de las únicas figuras relevantes o que sus acercamientos a la competitividad sean los únicos adecuados. En el con texto actual, se tratan tan sólo como figuras emblemáticas. *5. De hecho, si la imitación especulativa llega demasiado lejos, el exceso de oferta puede llegar a redu cir los beneficios por debajo de los niveles normales. 16. Tal como se emplea en el enfoque neoschumpeteriano de la innovación y las ondas largas, una fuer za motivadora (motive forcé) hace referencia a la adopción de una innovación importante en un sec tor dinámico con potenciales repercusiones en toda la economía (por ejemplo, la introducción del mícrochip), y una fuerza de arrastre (canterforcé) es un vector para la difusión de dichos efectos (por ejemplo, la adopción de la tecnología del naicrochip en la fabricación de vehículos). Para una mayor elaboración, véase Freeman y Pérez 1988. 17. Es interesante destacar que Castells, que introdujo el concepto de capitalismo mformacional, des cuida el significado de la propiedad intelectual en su dinámica, concentrándose en cambio en el conocimiento como factor de producción. 18. La principal excepción entre las mayores economías de. Asia Oriental era el régimen colonial contri butivo rieardiano en Hong Kong (Sum 1998).
17 1
CAPÍTULO 4
LA REPRODUCCIÓN SOCIAL Y EL ESTADO DE TRABAJO
Lo que convencionalmente se denomina Estado de bienestar está lejos de constituir una realidad universal. No se da en todas las sociedades industriales, ni siquiera en todas las sociedades del capitalismo avanzado, n i —por supues to— se trata de un logro evolutivo irreversible. Muy al contrario, durante varios años se han producido notables cambios en las políticas económicas y sociales, en su formalización discursiva y en su legitim ación, en la celeridad y escala en las que la conformación y la reform a de dichas políticas tiene lugar en dichas áreas, en los mecanismos institucionales y en las redes mediante las cuales se ponen en práctica, así como en sus bases económ icas, políticas y sociales. Estos cambios, como vim os, están relacionados con cuatro grupos de factores: (i) la reorganización del proceso laboral, del régim en de acumulación y de los modos de regulación en respuesta a las tendencias básicas hacía ía crisis del fordismo atlántico y a la aparición de nuevas contradicciones prim arias en el seno del capitalismo; (s¡) la em ergencia de apuros fiscales y financieros en el ENBK, la crisis del sistema de partidos "aírap alo todo” (cath-all) al que se encontraba unido, el compromiso institucional en el que se basaba y el desarrollo de nue vas fuerzas sociales; (3 ) la reem ergencia o el resurgim iento del liberalism o en forma de neolíberalism o, como alternativa al corporativismo y al estatismo en cuanto formas de gobernanza económica y proyectos de Estado, y su promoción activa por parte de los EE UU (como Estado hegemónico del fordismo atlántico) 17 3
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y de Gran Bretaña (como su socio m enor); y (4) el auge de nuevos problemas económicos y sociales y de nuevos movimientos sociales que han impugnado el modo de regulación prevalente y exigido nuevas formas de hacer frente tanto a los viejos como a los nuevos problemas. Las respuestas a estos desafíos poseen implicaciones determinantes para las políticas del Estado de bienestar, para su atrincheramiento y reestructuración, y para los intentos de ir más allá del Estado de bienestar sin perder en form a decisiva el apoyo tanto electoral como político general, o socavar la legitim idad del Estado nación. En el presente capítulo se examina la reestructuración y reorientación estratégica del ENBK desde mediados de los años setenta, en lo relativo a la reproducción social de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia. Esto nos exigirá tomar en consideración los cambios en las form as y funciones del con sumo colectivo, así como en las transferencias de renta basadas en el principio del seguro contributivo, los derechos de ciudadanía o, quizá, los privilegios de residencia; también requerirá prestar atención a la construcción discursiva y material de las nuevas form as y bases de la reproducción social, adecuadas para la transición hacia una economía globalízadora y basada en el conocimiento, así como el subsiguiente funcionamiento. Por ello, junto a los cambios en la redistribución social y las transferencias de renta, también tomo en conside ración las políticas del mercado de trabajo y la reestructuración de la educa ción. Aunque en momentos y ritmos distintos, al igual que con grados diversos de discontinuidad, estos cambios se han producido no sólo con gobiernos neo liberales sino también con gobiernos más tradicionales de tipo socialdem ócrata, democratacrístiano y con regím enes de centroizquierda.
1. CO NSIDERACIO NES PR E LIM IN A R ES Con el desarrollo de los mercados de trabajo formalmente libres, las fuerzas del mercado se convirtieron en el principal mecanismo de coordinación de todas las actividades económicas del capitalismo. Ahora bien, la mano invisible, con sus im perativos de m axim ización m onetaria form al, su funcionam iento im personal (trabajando, en palabras de Marx, a espaldas de los productores), su racionalidad procedimental y actuación post hoc, se ha visto siem pre com plementada con otros modos de cooi'dinación que introducen objetivos su s tantivos, elementos de deliberación interpersonal o interorganizacionales, una orientación hacia fines colectivos, así como de concertación ex ante. Es aquí donde los regím enes de bienestar pueden ayudar a asegurar algunas de las *74
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
condiciones clave para la acumulación de capital. Esto lo haría al instituciona lizar tanto criterios sustantivos para la evaluación y corrección de los resulta dos del mercado, como procedim ientos políticos y burocráticos para guiar el funcionam iento de las fuerzas del m ercado y hacer frente a sus fallos. Igualmente, desempeñan un papel esencial a la hora de establecer las estrate gias de acumulación y de relacionarlas con los proyectos estatales y las visiones hegemónicas, asegurando precondiciones cruciales para el funcionamiento de las fuerzas del mercado. En este sentido, constituyen una importante interfaz entre las condiciones económicas y extraeconómicas para la acumulación de capital. Esto tiene repercusiones en el acoplamiento estructural y la coevolu ción de los sistemas funcionales económico, político, legal, educativo y sanita rio entre otros, y en las relaciones entre dichos sistem as y el mundo de la vida. En este último aspecto, los regím enes de bienestar aparecen fuertemente implicados en gobernar, en toda la form ación social, la división del trabajo en sus aspectos económicos, de género, étnicos, intergeneracional y de otros muchos tipos. De hecho, también contribuyen a la "tarea de división” mediante el tratam iento diferenciado de las identidades sociales existentes o m e diante la creación de otras identidades sociales (Munro 1997). De esta forma, contribuyen a la clasificación y normalización de los individuos, de los grupos y de otras fuerzas sociales como base para su tratamiento diferenciado en la división del trabajo y para la inclusión-exclusión social en el contexto de unos específicos límites espaciotemporales (véanse también los capítulos 1 y 3). El carácter amplio y generalizado de los cambios implicados en la em er gencia tendencial del RPTS sugiere que las causas principales de esta tran si ción deberían buscarse en rasgos igualmente am plios y generalizados de la economía política de posguerra desde los años setenta y ochenta. En esa dirección, no es probable que se encuentren en factores que son específicos de algún o de algunos casos. Por ello, es importante defin ir el explanandum con un nivel de abstracción y sim plicidad suficiente como para establecer las tendencias básicas, reconociendo al tiem po que estas últimas quedarán sobredeterm inadas en niveles más concretos y complejos de análisis. Lo que nos perm itirá buscar una m acroexplicación adecuada y evitar las explicacio nes m icrocau sales red u n d an tes (G a rfin k e l 19 8 1: 55, 59; Jesso p 19 8 3: %8 3 -3 9 0 ; M anners 1998). Pese a lo cual, la enorme vaziación en el ritmo y tra yectoria de las transiciones, en sus discursos y legitim ación, en sus bases y resultados sociales, exigirá igualmente una cuidadosa atención a sus causas materiales próxim as, al marco discursivo de cualquier crisis percibida en el Estado de bienestar (o de él m ism o), a sus vínculos con relaciones de fuerza l 75
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históricam ente específicas de ciertas coyunturas, a las m ediaciones institucio nales y las selectividades estratégicas, y a las cuestiones de periodización. Igualmente, los resultados concretos de los intentos de reestructurar y reo rientar estratégicamente la reproducción social se pondrán en relación con los diferentes modos de inserción en el mercado mundial y en el sistema político internacional. De esta forma, nuestra explicación macro deberá ser compatible con otros análisis de nivel micro que expliquen la especificidad histórica de las continuidades y discontinuidades en los diferentes regím enes del bienestar. En los dos capítulos anteriores ya he expuesto parte de la macroexplicacíón de los cambios en la dim ensión de bienestar del ENBK. Sin embargo, aun que la crisis del fordism o atlántico impidió la continuidad del ENBK en su antigua form a, no supuso que se intentara desm antelar o destruir el Estado de bienestar en lugar de reformarlo. De hecho, considerando m is argumentos acerca de la necesidad de factores extraeconómicos en la reproducción de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia, resulta improbable que pudiera lle gar a consolidarse un repliegue general y duradero. Mucho más probable es que se den intentos de rediseñar las instituciones o de reorientar su papel en la reproducción social. En este sentido, los diferentes intentos de llevar a cabo una transform ación neoliberal general en Estados Unidos, Reino Unido, Nueva Zelanda y, en m enor medida, en Australia y Canadá constituyen excepciones más que la norm a en la reestructuración del bienestar. Más aún, dada la natu raleza liberal de estos regím enes antes del giro neoliberal, incluso los intentos de prom over una transformación neoliberal general resultaron m enos radica les de lo que habrían sido en otros regím enes de bienestar. Con todo, tam bién en este caso deberemos considerar sus contradicciones y lim itaciones en sus propios térm inos y como modelos para otros espacios económicos y políticos.
a. ENFOQUES ALTERNATIVO S A LA REFO R M A D EL ESTADO DE B IEN EST A R Aun siendo bien importantes, una buena parte de la literatura acerca de las recientes reform as del bienestar aborda cuestiones tan sólo tangenciales para el presente capítulo. Un prim er problem a para nuestros fines actuales es que algunos estudios se muestran demasiado preocupados con la austeridad y el repliegue como respuesta a la crisis inicial en y del Estado de bienestar, o se concentran excesivamente en lo que con frecuencia resultan ser variaciones fiscales o financieras cuantitativamente m arginales. Sin duda, sabemos más 17 6
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ahora de los cambios en las cestas fiscales (fuentes de ingresos basadas en la contribución relativa de los impuestos a agentes económicos móviles e inm ó viles), en las cestas de ingresos (la relación cambiante entre tributación y endeudamiento) y en las cestas presupuestarias (los objetivos cambiantes del gasto). Desgraciadamente, existen num erosos y complejos factores que ín teractúan y afectan a las cantidades absolutas, a las tendenciasy a las ratios, por lo que los análisis de la sim ple variación cuantitativa resultan difíciles de in ter pretar en los análisis comparativos. Adem ás, aun en los regím enes de bienes tar más neoliberales, el gasto en bienestar permanece en niveles altos, incluso dos décadas después de las prim eras e insistentes llamadas serias a los recor tes (véanse pp. 18 5 -18 7 ). Todo ello suscita interesantes cuestiones acerca de los efectos conservación-disolución en el cambio social, así como de los posibles cambios cualitativos en el papel del Estado de bienestar. Además, estos estudios de amplio espectro temporal suelen ignorar el uso deliberado o casual de las fluctuaciones de corto y mediano plazo en el gasto, para proporcionar al Estado una base para la reestructuración y reorientación del consumo colectivo (por ejemplo, en educación, salud y vivienda) o para recomponer la fuerza de trabajo y m odificar los incentivos y actitudes del sec tor público. Entre otras tácticas, los periodos de subfinanciación pueden verse seguidos por la liberación selectiva de cantidades adicionales condicionadas al cumplimiento de nuevos modos de trabajo, renovación de personas en áreas estratégicas, nuevos objetivos, indexación, etc. Igualmente, el acceso a fondos extra puede hacerse depender de retos ad hoc, de la competencia generalizada o de la exigencia de que la financiación pública esté acompañada de la m ovili zación de fondos privados. Además, una reducción a largo plazo en el empleo o los salarios del sector público puede im ponerse ante una mayor o menor re sis tencia a los intentos de liberar rentas para otros fines, incluso a costa de la motivación, la moral o el reclutamiento posteriores. Los recortes en los gastos de capital pueden igualmente deberse a la pretensión de subvencionar los niveles de gasto corriente más sensibles electoralmente, efecto que no queda ría reflejado en los estudios que se centran exclusivamente en las transferen cias de ingresos o en el gasto corriente de form a general. El deterioro generado en la calidad del consumo colectivo podría ser lo suficientemente significativo como para exigir o legitim ar la subsecuente transferencia de la responsabilidad de su provisión a socios público-privados o em presas privadas. Todo ello resulta aún más evidente en las respuestas neoliberales. En todos los casos, esta estrategia podría abrir al Estado algunas posibilidades de liberar fondos con variados usos: para diferentes finalidades alternativas como consecuencia 17 7
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de la reducción de los gastos de capital en estas áreas concretas; para generar ingresos de los procesos de privatización, que podrían utilizarse para financiar los recortes en los ingresos o para diferentes gastos estatales; para perm itir una mayor flexibilidad en el funcionamiento y provisión de los (hasta entonces) servicios públicos o en los salarios y condiciones laborales de dichos sectores; para crear oportunidades para la pequeña y mediana em presa, así como para las grandes empresas de servicios, o para prom over la internacionalización de los servicios; y para promover la im plicación de la comunidad y la participación ciudadana en la reproducción social. Por último, volviendo al asunto del gasto corriente, hay que hacer notar que la focalización, la prueba de recursos y la recuperación por vía fiscal pueden tener efectos significativos con indepen dencia de que el gasto corriente suba, baje o permanezca estable. Todo esto nos muestra que la preocupación por la variación cuantitativa y los niveles agregados de gasto pueden distraer nuestra atención de lo que podrían resultar ser desplazamientos mucho más importantes en las formas cualitativas y en las funciones de la política social y del bienestar social, dentro del contexto de una rearticulación y redim ensionamiento más amplio del tipo de Estado capitalista y de las form as de gobernanza. Una de las funciones de nuestro cuádruple acercamiento a los regím enes de bienestar es precisam ente la de facilitar el análisis de estas cuestiones cualitativas. Un segundo problema es que buena parte de la literatura asume que los Estados de bienestar en los circuitos del fordism o atlántico (si es que no tam bién fuera de ellos) existen en un m ismo tiempo, es decir, que tienen la misma genealogía, ciclos, etc. y que, por tanto, un año natural o una década tienen el mismo significado para cualquiera de todos estos Estados de bienestar. Esto se refleja en la desatención a cuatro problem as interrelacionados. En prim er lugar, "los Estados de bienestar siem pre están obsoletos" como resultado del desarrollo social y demográfico y de la emergencia de nuevas necesidades y riesgos. Esto resulta particularmente importante en los "períodos históricos en que los propios modos de integración que soportan los Estados de bienestar se ven desafiados" (Daly 1998: i 3 o; véase Pierson 3 0 0 1a sobre la necesidad de "recalíbrar” los regím enes de bienestar a la luz de los nuevos riesgos, proble mas y desafíos). En segundo lugar, los desarrollos económicos, políticos, sociales y culturales parecen a menudo "desfasados", especialmente cuando se consideran de forma transnacional. Así, mientras algunos ENBK comenzaron a surgir en el periodo de entreguerras y se consolidaron en los años cincuenta y sesenta, otros em ergieron en los años cincuenta y sesenta y no habían alcan zado su madurez antes del comienzo de la crisis en y del fordism o atlántico. Es 178
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el caso, especialmente, de las economías fordistas periféricas del sur europeo (España, Portugal, Grecia). Estos países comenzaron su expansión económica de posguerra más tarde, iniciaron el desarrollo de un ENBK principalm ente tras el colapso de sus respectivas dictaduras, tuvieron como media tasas de cre cimiento económico más altas que los Estados Unidos en los años ochenta y noventa (aunque también con tasas de desempleo mayores), y están todavía intentado alcanzar a sus vecinos del norte en la consolidación del Estado de bienestar, al tiempo que desarrollan políticas de ajuste neoliberal. De forma semejante, las economías recientemente industrializadas de Asia Oriental de la primera oleada se enfrentan ahora al problema de construir un Estado de bienes tar para sustituir a sus regímenes contributivos de tipo ricardiano o fam iliar, especialmente en respuesta a la volatilidad económica y a la inseguridad cre ciente, que afecta incluso a los trabajadores más especializados. En tercer lugar, contemplados desde una escala temporal menor, y desde el punto de vista de la lucha de clases y de otras luchas sociales, los regím enes de bienestar aparecen como "fuera de ciclo” unos en relación con los otros, complicando aún más cualquier comparación. Puesto que, como adelantó Kalecki (194,8) y los subsiguientes analistas han podido comprobar, la expansión económica de posguerra implicaba un ciclo político de los negocios. Así, después de que el pleno empleo inducido por las políticas keynesianas robusteciera la capacidad negociadora de los trabajadores organizados, se encargarían los em presarios y el Estado de provocar una recesión para reducir las presiones salariales; pero, según se acercaran las elecciones generales, el gobierno im pulsaría la reflación (reflation) para obtener votos con la recuperación económica. Asim ism o, como han demostrado P iven y Cloward (1971, 19 93), existe también un ciclo político en los regímenes del bienestar, conforme los gestores estatales y sus aliados tratan alternativamente de acallar la protesta social y de restaurar los incenti vos al trabajo. Y, en cuarto lugar, dadas las diferencias temporales y de secuen cia de las reformas económicas y sociales, tam bién es posible que el tiempo esté "desquiciado” . De este modo, el acoplamiento estructural y la coevolución dé los regím enes del bienestar, y de sus sistem as políticos y económicos nació nales y plurinacíonales más amplios en los que aparecen insertos, quedan marcados por patrones específicos de irregularidad y dislocación. Una tercera fuente de problemas es la com prensible tendencia a la fetichización de las tipologías de Esping-Andersen (o de sus derivados) en los tra bajos sobre cambios en los regím enes de bienestar. De esta forma, una gran parte de la investigación reciente se ha centrado en la cuestión de la conver gencia o divergencia dentro de este patrón de regím enes de bienestar. Resulta 179
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interesante que en la actualidad sea el régim en liberal el que con frecuencia sirva como banco de pruebas em pírico respecto del cual m edir los cambios, incluso si se conserva la socialdemoci'acia como ideal normativo. Esto puede llevarnos a descuidar otro tipo de cambios dentro de estos tres (o cuatro o cinco) regím enes, y lo que es más importante, o dejar fuera de análisis las vías alternativas ajenas a todos estos regím enes (incluyendo el modelo liberal), tal como existieron en la época dorada del fordism o atlántico. Esto resulta espe cialmente problemático en la medida en que los modelos de Esping- Andersen captan sólo una parte del papel del Estado en la reproducción social (véase el capítulo 2) y, consecuentemente, distraen nuestra atención de otros cambios en la reproducción social actual. En cuarto lugar, algunos estudios se han mostrado demasiado preocupa dos por identificar y evaluar críticamente el significado de la globalización como posible causa de las m odificaciones en los regím enes del bienestar. Este importante interés es reflejo del papel discursivo de la "globalización” como coartada para cambios que han sido realizados por razones diferentes, y que culmina afirmando que la creciente competencia internacional exige recortes en los impuestos y en el salario individual y social, así como en otros aspectos de las políticas económicas y sociales. También se relaciona con la habitual afirm ación -—que igualmente puede servir de coartada para los políticos— de que el electorado, la opinión pública y otras significativas fuerzas sociales se oponen por lo general a los impuestos y al gasto público, incluso cuando grupos específicos de electores y grupos de presión demanden un mayor gasto (véan se Kitschelt 1994, 1997; Taylor-Gooby 1997, 20 01a). Y se corresponde con el impacto más general del proyecto neoliberal global, que promueve la privatiza ción, la mercantilización y la indexación en el sector público, así como una reducción y redistribución de la carga fiscal. Sin embargo, aunque de este modo resulte inteligible el impacto de las políticas sociales de la globalización, también explica por qué a menudo es teóricam ente infundada y tiende a entur biar la cuestión de la causalidad. Específicam ente, este tipo de investigación no percibe la naturaleza m ultiescalar, multieéntrica y multiternporal de la globali zación (véase el capítulo 3). También deja fuera la medida en que los Estados en diferentes escalas (especialmente ciertos Estados nacionales) han estado acti vamente implicados en la prom oción de la globalización, y tampoco reconoce que incluso aquellos Estados que "padecen más que incurren en el pecado” de la globalización, aún tienen opciones políticas en respuesta a la globalización y a los discursos asociados a ella. Igualmente, tiende a ignorar el hecho de que la globalización, incluso en sus propios térm inos, no es más que un vector entre 180
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otros, a través de los cuales se expresan en la actualidad las contradicciones y los dilemas inherentes al capital como relación. En este sentido, también los debates acerca de si las presiones sobre el Estado nacional son principalm ente m undiales o domésticas en cuanto a su origen pierden de vista la cambiante dinámica de la acumulación de capital (véanse, por ejemplo, Iversen 30 0 1; Pierson 3001b-, Swank 3 0 0 1, 30 03). Adicionalmente, el impacto de la globalización conlleva a menudo un enfoque demasiado unilateral centrado en pocos aspectos: la hipermovilidad del capital financiero; las posibilidades de reubicación transfronteriza del capital productivo-, el papel del salario individual y social como coste de p ro ducción, y de la fuerza de trabajo como uno de los factores de producción sustituibles. Su impacto en estas áreas es sin duda importante. Pero no es posible entenderlo adecuadamente sin tomar en cuenta la capacidad del Estado para reorganizar los presupuestos y gastos estatales, la im portancia de las condicio nes extraeconómieas ligadas a las ubicaciones de las actividades productivas, el papel del salario individual y social como fuente de la demanda, y el sign ifica do de la fuerza de trabajo como fuente creativa y experta de valor añadido que exige un cultivo extraeconómico. En resum en, muchos estudios ignoran la medida en que las múltiples presiones de la globalización como proceso multicéntrico, multiescalar, multitemporal, multiforme y, naturalmente, multicausal se expresan de forma diversa en los diferentes procesos laborales, ramas de la producción, regiones, partes del circuito global del capital, regím enes de acumulación, modos de regulación, etc. Más abajo me extenderé sobre las con tradictorias implicaciones de la (í)lógica de la globalización (véase tam bién Jessop 1999c) y explicaré su significado para la reestructuración, reescalado y reorientación del Estado de bienestar. Tam bién me referiré a algunos trabajos más recientes que han comenzado a abordar estas cuestiones con enfoques que poseen importantes innovaciones metodológicas. En quinto lugar, con demasiada frecuencia se ha considerado la política social separada de la política económica. Para bien o para mal, esta conexión fue una de las principales preocupaciones del inicial trabajo marxista sobre las funciones del Estado en el capitalismo (por ejem plo, Gough 1979; O’Connor 1978; Offe 1984; y para una crítica de estos tres autores, Klein 1993). Fue igual mente objeto de discusión de m anera explícita en los discursos que justifica ban el desarrollo del ENBK y de los proyectos en y a través de los cuales se construyó inicialmente. Esping-A ndersen tam bién hace frente a esta cuestión de manera unilateral en la m edida en que enfatiza el papel del Estado de b ien estar en la desmercantilización sin observar que, en virtud de la contradictoria
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naturaleza de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia, este tipo de in ter vención podría reforzar, tanto como debilitar, la lógica de la acumulación de capital. Bien podríamos relacionar este aspecto con su énfasis en un enfoque desde la teoría de clases, a expensas de un análisis desde la teoría del capital. Y se corresponde igualmente con su descuido de las contradictorias im plicacio nes del Estado de bienestar en relación con la doble carga que supone para las mujeres realizar trabajo pagado junto a trabajo doméstico, en la medida en que la expansión de los derechos de bienestar, la provisión de cuidado infantil, las ayudas a las fam ilias monoparentales y otras medidas sim ilares pueden servir para facilitar la remercantilización de la fuerza de trabajo fem enino y su ulte rior integración en la fuerza de trabajo. Dentro del creciente grupo de estudios que está reexaminando estas cues tiones, existen tres importantes excepciones al descuido de las im plicaciones mutuas de las políticas sociales y económicas: el estudio de Huber y Stephens (2001), sofisticado en el uso de las estadísticas y muy detallado en lo institu cional, y los proyectos colectivos que aparecen en Hall y Soskice feo o i) y Ebbinghausy Manow (2 0 0 1a ). Los autores citados en último lugar afirm an que es importante: tomar en consideración la protección social que ofrecen los sistemas de seguridad social, las prácticas de negociación colectiva y los regímenes de contratación. Nuestro conocimiento de los modernos Estados de bienestar7 y especialmente de las fuentes de sus actuales crisis, seguirá siendo lim ita do hasta que reconsideremos los fundamentos económicos en los que se asientan, Más aún, la función productiva de la protección social ha sido con frecuencia pasada por alto como consecuencia del énfasis en la redis tribución como principal objeto de las políticas del Estado social. Por tanto, creemos que para una mejor comprensión del capitalismo moderno debería mos tomar en cuenta el importante impacto del Estado de bienestar sobre el empleo, la capacitación, la fijación de salarios y la inversión [Ebbinghaus y Manow 3 0 0 ib: 3]. Sin embargo, incluso los m ejores de estos recientes trabajos en este y otros aspectos de la reform a del bienestar han dejado sin considerar las rela ciones cuádruples entre los cambios en las políticas económicas y sociales, el reescalado del Estado capitalista y las cambiantes form as de gobernanza. Suscitar la pregunta acerca de estas relaciones (sin afirm ar haberla resuelto por completo) es el principal objetivo del presente estudio. Por tanto, aunque este capítulo pueda y deba ser parasitario del m ejor trabajo reciente en lo reía183
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tivo a sus consideraciones analíticas y detalles em píricos, su principal objetivo no es ni repetir ni criticar ese trabajo, sino contextualizar los cambios que allí se identifican. Daré, por tanto, un mayor peso a los imperativos estructurales y a los cambios en el equilibrio de las fuerzas económicas y sociales, y a los correspondientes desplazamientos cualitativos en las prioridades económicas y sociales del Estado de bienestar asociados a la transición al posfordismo. Es justamente este conjunto de desplazamientos cualitativos lo que pretendo atra par con mi concepto de RPTS.
3 . L A ESPEC IFICID A D D EL ESTADO D E B IEN EST A R
EN E L FORDISMO ATLÁNTICO Los Estados de bienestar producen bienestar a través de una compleja mezcla de mecanismos. Entre ellos se cuentan una mezcla de cambiantes prestaciones laborales, la redistribución financiera directa por parte del Estado, medidas fiscales, consumo colectivo financiado o provisto por el Estado, redistribución fam iliar, solidaridad intra e intergeneracional dentro de las fam ilias extendi das, y actividades benéficas. Junto a esta reproducción social de la fuerza de trabajo, existe un "bienestar para el capital” que igualmente implica una com pleja mezcla de mecanismos (bienestar fiscal, subsidios estatales directos, provisiónde infraestructuras, asociaciones público-privadas asimétricas, etc.) que dirigen rentas estatales en beneficio de capitales particulares o del capital en general o renuncian a dichas rentas a través del gasto fiscal (moratorias f is cales) para estos m ism os fines. Estos regím enes del bienestar tienen conse cuencias distributivas muy diferentes en térm inos de clase, género, etnia o espacio, dependiendo de la concreta mezcla entre sector público, sector priva do y "tercer” sector. Esta misma selectividad hace de la lucha sobre las cestas del bienestar una cuestión clave en los debates sobre la reestructuración del Estado de bienestar. En este contexto, las ideas sobre participación social, implicación de los actores, el papel de las redes inform ales y la gobernanza, etc., ofrecen nuevos e interesantes espacios p a ra la controversia. Existen tres form as fundamentales de prestación del bienestar: (i) el seguro social colectivamente organizado que conduce a determinadas presta ciones financieras en caso de contingencias tales como el desempleo, la en fer medad, el embarazo o la jubilación; (3) la redistribución a través del sistema fiscal y financiero, incluyendo no sólo las transferencias de pago sino también el bienestar fiscal y el bienestar laboral subsidiado estatalmente y la provisión i83
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privada —pero subsidiada estatalmente— de bienes tales como la vivienda, así como otro tipo de desgravaciones fiscales; y (3 ) el consumo colectivo en el sen tido de financiación pública de bienes y servicios públicos. Estas form as de provisión del bienestar, diferentes pero interconectadas, tienen distintas im plicaciones para la (re)distribución de clase, género, "raza” , étnica o regio nal, y para las formas específicas en las que se m anifiesta la crisis en y del ENBK. La política que configura esta cesta de mecanism os del bienestar es igualmente compleja y depende no sólo de factores económicos, sino tam bién de la naturaleza del Estado y de su articulación con la sociedad civil. Sin p erju i cio de estas complejidades, resulta útil considerar su papel a la hora de asegu rar las condiciones para la autovalorización del capital y para la reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia. El concepto de consumo colectivo surgió durante los años cincuenta y sesenta1 conforme se fue consolidando gradualmente el ENBK en el espacio económico dominado por el fordism o atlántico. Tenía una significación tanto general como particular. De un lado, servía para destacar la creciente im por tancia del gasto estatal para lubricar e integrar el circuito del capital (poniendo de esta forma de relieve las lim itaciones de la idea del consumo final en el hogar); y, por otro, identificaba las form as y funciones específicas de este gasto en el fordism o atlántico. De este modo, así como los m ercados liberales y la competencia oligopolista fueron desplazados en favor de una economía mixta y de una planificación indicativa basada en una negociación bipartita o triparti ta, las fuerzas del mercado liberal y los hogares particulares (o, como mucho, el paternalismo privado en el nivel em presarial y la filantropía cívicas) pasaron a d esem peñar un papel m enor en la rep rodu cción de la fuerza del trabajo, en la medida en que el Estado se fue involucrando más en la socialización de la reproducción y el consumo. La im plicación nacional y local del Estado se incrementó, poniendo el énfasis en las m edidas globales de carácter redistributivo un iversal—o casi universal— que socializaban los riesgos individuales a lo largo de la vida en lo que llegó a ser una sociedad de masas receptora de un salario. Esto se combinó con la provisión de consumo, abastecido y financiado colectivamente, en campos tales como la vivienda, la educación, la salud y, p o s teriorm ente, los servicios sociales personales. La naturaleza colectiva del consumo tenía su raíz en una específica articu lación de tres divisiones constituidas tanto discursiva como m aterialmente dentro del capitalismo contemporáneo: (i) "público-privado” , (2) "mercado Estado” y (3 ) espacio "nacional” y entorno exterior. Lo que hacía que el consu mo fuera "colectivo” era su organización pública medíante una concreta form a
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de Estado nacional, en un espacio económico que se construía discursivamente y se instituía materialmente para coincidir en térm inos generales con los lím i tes territoriales del Estado. Más tarde, sin embargo, hemos visto: (i) el redes cubrimiento y la prom oción activa de un tercer sector intermedio entre lo público y lo privado; (2) el reconocim iento creciente del papel de las redes y de la auto-organización como form as alternativas de gobernanza presuntamente capaces de compensar el fracaso del Estado y del mercado; y ( 3 ) complejos pro cesos de desterritorialización y reterritorialización de espacios económicos y sociales, y una dialéctica de globalización-regio nalización. Esto ha hecho que resulte difícil proseguir con el consumo colectivo en su form a de ENBK, situa ción que se ha visto empeorada por las presiones neoliberales para privatízar las actividades estatales tanto como sea posible. En algunos aspectos importantes el EN B K ya había "alcanzado sus lím ites” en el fordismo atlántico a comienzos de los años ochenta (Flora 1986-87). Aunque la transición de un Estado de seguro social o de seguridad social (Sozialstaat) a regím enes más am plios de bienestar había comenzado ya en el periodo de entreguerras, fue durante los años de expansión económica de la posguerra cuando los Estados de bienestar alcanzaron su madurez (véase el capítulo 2). Como ya se ha mencionado, es obvio que algunos Estados de bienestar de desarrollo tardío todavía tenían posibilidades de crecimiento. Pero en tér m inos generales, es cierto que el EN BK se había completado, y estaba basado prioritariam ente en la participación pasada, presente o futura en el mercado de trabajo o en la nacionalidad (m arginando, por tanto, a los inm igrantes o traba jadores no nacionales y dándoles, como mucho, un trato de ciudadanos de segunda clase). Del mismo modo, el EN BK cubría, por lo general, la mayor parte de los campos de la reproducción social de cada día, durante toda la vida y de forma íntergeneracional. Ofrecía para ello la provisión universal —o casi universal— con altas tasas de reemplazo de los ingresos para ios asegurados y para los ciudadanos, a través de sus program as de transferencia de ingresos, ofrecía también un sistem a de educación nacional universal y una socialización más o menos extensa de la atención m édica prim aria. Además, se sostenía generalmente mediante niveles de im puestos altos en comparación con la era del Estado liberal. Con todo, al tiempo que había lím ites económicos y políticos a una ulte rior am pliación de este tipo de Estado de bienestar en una sociedad capitalista, especialmente en tanto que instrum ento de redistribución económica y social, existen también otros tres importantes lím ites a los recortes en el bienestar. En prim er lugar, resulta esencial para la acumulación de capital alguna forma 18S
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de reproducción extrae cono mica de la fuerza de trabajo como mercancía ficticia, tanto de manera individual como agregada, (véase el capítulo x). Más aún, tanto si el tipo capitalista de Estado participa en su provisión en prim er término como si no, se espera que sirva, como último recurso, como reproductor social de la fuerza de trabajo2. De este modo, aunque pueden cambiar las respectivas responsabilidades y lím ites del Estado, el mercado y la sociedad civil, sigue existiendo un importante papel de tim onel para el prim ero. Un interesante y reciente ejemplo de ello se halla en la competencia entre los Estados naciona les por reclutar trabajadores cualificados del extranjero para ayudar a sus estrategias de acumulación basadas en el conocimiento. Del mismo modo, anteriormente, durante el boom del fordism o, habían tratado de reclutar traba jadores no cualificados del extranjero para ejecutar el trabajo que resultaba demasiado exigente en térm inos físicos, sucio, realizado bajo condiciones opresivas, mal pagado, sometido a horarios asocíales o que, por cualquier otra razón, resultaba económica o socialmente inaceptable para sus propios ciuda danos. En segundo lugar, existen importantes lím ites institucionales a la reducción del bienestar, derivados de la herencia de las políticas públicas, de la inercia de los programas y de la arquitectura general del Estado. Estos lím ites aparecen reforzados por las consecuencias potencialmente desgarradoras que generarían sobre la economía en su conjunto los recortes drásticos y acelerados del bienestar, debidos al acoplamiento estructural y la interdependencia material entre los Estados de bienestar y las economías de mercado. El desa rrollo previo del Estado de bienestar produce una específica estructura de organización económica, reñejo de su impacto diferencial sobre las oportuni dades de negocio. El discurso neoliberal pone el énfasis en los supuestos efec tos negativos de "expulsión” (crowding out) que genera el gasto publico —pese a lo cual es financiado—, así como en la naturaleza improductiva de la tributación y el endeudamiento público. Sin embargo, un gasto público sostenido y cohe rente también induce ciertos carabios estructurales en la oferta y la demanda (por ejemplo, complejos socioindustriales asociados a patrones específicos de gasto público en bienestar en proyectos de capital, de consumo y servicios), que se verían más o menos severamente quebrantados por un recorte radical en el caso de que las em presas o sectores afectados no pudieran reform ar, re e s tructurar o redireccionar la producción en un horizonte de tiempo adecuado. En tercer lugar, existen lím ites políticos al recorte en el bienestar, que provienen de diferentes ámbitos: la política representativa (en especial, de las dinámicas electorales y del activismo de los m ovim ientos sociales); la organi zación interna del aparato estatal (intereses creados de los M inisterios y los 18 6
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departam entos, la naturaleza m ultinivel de la provisión del bienestar, la presencia de profesionales del bienestar, los derechos de los empleados públi eos, etc.); y las políticas de intervención (derechos de ciudadanía legalmente protegidos, dinámicas de partenariado social, el poder residual de los "d esti natarios de las políticas” , etc.). Todo ello se verá inevitablemente reflejado en el balance de fuerzas en cada momento y coyuntura particular, y apunta a la necesidad de estrategias a medio plazo para transform ar estas constricciones estructurales, y también para m ovilizar nuevas alianzas políticas que contra rresten la inercia institucional y los intereses creados que favorecen la conser vación del statu quo. En resumen, en los regím enes de producción y de bienestar existe una selectividad estratégica frente al recorte del bienestar, que interactúa con las contradicciones más generales asociadas con el carácter de mercancía ficticia de la fuerza de trabajo: Las amplias coaliciones sociales que dan soporte al statu quo del Estado de bienestar impiden que los partidos centristas y aun de derechas lleven a cabo, o incluso propongan, recortes significativos en los derechos. De este modo, en la medida en que las dificultades económicas suponen que la agenda en la mayor parte de los países no es de eoepansión sino de retrac ción, cabría esperar menores diferencias entre los partidos que en el pasado. Esta aproximación en las posturas es el resultado de constricciones tanto en la derecha como en la izquierda [Huber y Stephens 3 0 0 1 : 167]. Así pues, aunque hay cierto m argen para el rediseño de la provisión del bienestar y para la reubicación de las cargas del bienestar social, estos tres conjuntos de factores (entre otros) lim itan el m argen económico y político para un recorte masivo en su provisión pública, a m enos que se introduzcan otros cambios de carácter com pensatorio. La reproducción social, ya sea que se realice en el sector privado, en el público o en el tercer sector, im plica cos tes. Más aún, es necesario prestar atención a la calidad y al coste de garantizar tal reproducción de un modo u otro. En los EE UU, el caso de la atención médica privatizada resulta particularm ente destacable, si no es que triste mente célebre, ya que ofrece una cobertura muy desigual o inexistente y resu l ta, por lo general, más cara que los sistem as europeos de salud pública. Con todo, existe un margen muy amplío para volver a hacer funcional el gasto en bienestar en los niveles que existen en los regím enes particulares (o en n ive les sim ilares), para dar respuesta a ios cam bios en los regím enes de acumula ción, en los modos de regulación y en sus correspondientes com promisos institucionalizados. 18 7
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4. H A C IA
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En los tres ámbitos del bienestar del E N B K se han producido cambios: en el del seguro, en el de la redistribución finan ciero-fiscal y en el del consumo colec tivo. En las tres áreas hemos asistido a una creciente subordinación de la p o lí tica social a la política económica, aunque naturalmente esté lejos de ser total. En este capítulo se señalan tres dim ensiones interrelacionadas del rediseño, reestructuración y reorientación del bienestar. En prim er lugar, se han produ cido cambios cualitativos en las políticas sociales y en su articulación con la política económica, habiéndose concedido la prim acía a esta última. En segun do lugar, existe una creciente presión a la baja sobre el salario social, conside rado como un coste de producción (internacional) o como una responsabilidad electoral frente a la resistencia fiscal. Esto se refleja en m edidas de reducción —o al menos de contención— de costes y en el rediseño de las transferencias sociales para hacerlas más productivas. En tercer lugar, se han producido cam bios en las formas y funciones del consumo colectivo. Muestra de este hecho son: los cambios en las políticas públicas para los trabajadores desempleados; el rediseño de las políticas de pensiones para reducir los costes a largo plazo de su provisión y para prom over el sector de servicios financieros; y la reestructu ración del sistema educativo en un intento de realinearlo con las presuntas necesidades de una sociedad globalizadora basada en el conocimiento. Esas opciones están ligadas a diferentes aspectos: al significado político y económ i co del desempleo; al hecho de que las pensiones constituyen el rubro civil mayor en los presupuestos de los Estados capitalistas más avanzados (norm al mente, con la sanidad como segundo capítulo más abultado del presupuesto); y al papel clave de la educación en el desarrollo económico y en la construcción de las naciones. Un tratamiento más extenso de la reestructuración del Estado de bienestar en otros campos de la política social, en especial en lo relativo a la sanidad, resultaría de gran utilidad en un trabajo más amplio, pero las áreas elegidas son lo suficientem ente significativas como para perm itirnos iden tifi car las principales tendencias. LA CRECIENTE SUBORDINACIÓN DE LA POLÍTICA SOCIAL ALA POLÍTICA ECONÓMICA La globalización, tal como se define en el capítulo 3 (y, por tanto, con un sign i ficado de mayor amplitud que el adoptado en la mayor parte de los m ás recien tes estudios sobre globalización y políticas sociales), posee dos rasgos clave que 188
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afectan al ENBK. En prim er lugar, está ligada a una noción de competitividad que se ha expandido económicamente y que se ha enriquecido sociológica mente, incluso cuando algunos proyectos de globalización neoliberal en oca siones no realizan un completo reconocim iento público de este hecho. En segundo lugar, m ejora las oportunidades de desplazarse a través de las fronte ras, al menos para algunos capitales, especialm ente para el capital financiero que ofrece productos transparentes. Al com binarse con la creciente com peten cia interurbana e interregional dentro de las economías nacionales, se refuer zan de este modo las oportunidades de salida de los capitales. En conjunto, estos rasgos tienden a transformar las prioridades en las políticas sociales, en especial en relación con su impacto sobre la competitividad. Sin embargo, dado que, tal como se ha destacado en el capítulo 3 , existen diferentes formas de com prender la competitividad, es posible configurar las prioridades de forma diversa. Una noción ricardiana de competitividad, por ejemplo, podría apuntar a la necesidad de recortar los gastos sociales en economías cada vez más abiertas, ya que entendería que este gasto es un costo de producción que está asociado más a demandas populistas y a la ingeniería social que a la activi dad económica. El gasto social es, en este caso, además de una fuente de rig i deces para el sector productivo, una deducción improductiva de las rentas que podría ser invertida más adecuadamente en el mercado por los agentes econó micos de forma individual. Otros modos de entender la competitividad podrían apuntar en la dirección contraria. Así, un enfoque orientado a la competítividad sistémica o estructural podría otorgar m enor im portancia a los costes absolutos o relativos de los factores de producción, y más a su contribución relativa a la producción económica; m enos a las dim ensiones económicas y más a las dimensiones extraeconómicas de la competitividad-, menos a los cos tes tributarios inmediatos del gasto público y más a su contribución a largo plazo a la producción-, y menos a la naturaleza inmediatam ente improductiva del gasto social y más a su papel como compensación a los trabajadores (y a otras fuerzas sociales perjudicadas) frente a los riesgos y alteraciones que supone el comercio internacional. Al poner la atención en estos aspectos del gasto social, es menos probable que se generaran demandas de una reducción absoluta del bienestar por oposición a su rediseño y reorientación. Entre otras cosas, este enfoque sugiere que además de servir de asistencia a los ciudadanos individuales y a quienes dependen de ellos, el bienestar social podría estar desarrollando un papel clave en la socialización de los costes de ajuste en las economías abiertas, en la medida en que afectan a las compañías, ciudades, regiones y economías nacionales. En ambos casos, con todo, la creciente
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internacionalización, contemplada bien en térm inos ricardianos o de compe titividad estructural, se relaciona con la subordinación de la política social alas supuestas exigencias de la competitividad económica. Se trata de una im por tante m odificación cualitativa que es independiente de la cuantifícación de los cambios, y que im plica una alteración significativa en la naturaleza del Estado de bienestar y en su papel en la reproducción social. La resultante reordenación de la relación entre política económica y social ha atravesado por tres fases principales. En la crisis inicial en y del fordismo atlántico durante los años setenta, la actividad y el gasto estatal en bienestar aumentó. En parte, como resultado de los estabilizadores automáticos in cor porados al ENBK, de forma que el creciente desempleo disparó el gasto en bienestar, al tiempo que hizo dism inuir los ingresos fiscales; y en parte m oti vado por la esperanza de recuperar las condiciones de expansión de la econo mía fordista. Guando pareció que se había fracasado en la superación de la estanflación, el Estado de bienestar fue señalado por la derecha como fuente de rigideces en el mercado de trabajo y como un increm ento a los costes de p ro ducción. Esto llevó a la demanda de cambios en el Estado de bienestar para mejorar la flexibilidad del mercado laboral y para reducir los costes. Todo ello se refleja desde los años ochenta en adelante en el endurecim iento de los cri terios para acceder a los beneficios por desempleo y en los lím ites tem porales a los mismos. El segundo periodo se solapa con el comienzo de una tercera fase que puede detectarse más claramente en los años noventa. Aparece aquí un mayor énfasis en las políticas activas sobre el mercado de trabajo y en una mayor coordinación de las prestaciones por desem pleo y de las prestaciones "en el em pleo” , para demostrar que "m erece la pena trabajar” 3. La segunda y tercera fases difieren del tipo ideal de ENBK, especialmente en su form a liberal, que se caracteriza por un enfoque más pasivo fren te al desempleo. Pese a que la política macroeconómica estaba dirigida al pleno empleo, los trabajadores desempleados recibían una ayuda pasiva hasta que volvía a haber disponibilidad de em pleos (véase M ishra 1985). Esta ayuda adoptaba dos formas. Para quienes contaban con suficiente experiencia en el mercado laboral, se abonaban las prestaciones por desempleo y otros ben efi cios relacionadas con el seguro social; por el contrario, para quienes no tenían derecho a tales beneficios, se ofrecía asistencia social. En contraste, el RPTS adopta un enfoque más activo hacia las políticas del mercado laboral, m edian te una combinación de medidas para crear las condiciones de pleno empleo en el mercado laboral y la preparación activa de todos o algunos de los desem plea dos para ayudarles a volver al trabajo. De este modo, uno de los principales 190
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rasgos en la reproducción social es el despliegue de nuevos regím enes, retóri cas y rutinas de regulación "trabajista” (workfanst) para sustituir a los marcos nacionales, bien de un Estado de bienestar supuestamente proclive a las crisis, bien de un régim en de bienestar (welfarist) (véase Peck 2,001). Un rasgo funda mental de este nuevo enfoque es su papel a la hora de estimular y obligar al tra bajo mediante formas activas de política social y de empleo, al igual que desarrollando mercados de trabajo transicionales destinados a suavizar el camino (o la transición) desde el bienestar al trabajo. Este enfoque ha sido defendido en todos los niveles de form ulación y ejecución de políticas públi cas, desde la OCDE en su estudio sobre el empleo (OCDE 1994) a los EE UU (por ejemplo en el Libro Blanco de 19 93, Crecimiento, competitividad y empleo), o la Unión Europea (su informe de 1995, La protección social en Europa), así como en una serie de cumbres económicas, pasando por los Estados hasta lle gar a los niveles regional y local (para un repaso general de este cambio de p olí ticas pasivas del mercado de trabajo a políticas activas, véanse Kalish et álii 1998; P eck 30 0 1; Schmíd 1996). Este enfoque activo es más o menos universal en el espacio económico del fordism o atlántico, si bien puede adoptar diferentes formas. En prim er lugar, en los regímenes de bienestar liberal el énfasis ha recaído en la flexibilidad salarial; en las reducciones de las prestaciones por desempleo, tanto las basa das en la seguridad social como las de los receptores de la asistencia social; y en la abolición o reducción de los salarios m ínim os. Los regímenes nórdicos y los regím enes liberales de las antípodas, en parte como consecuencia de sus estructuras estatales y en parte porque sus derechos de bienestar están menos protegidos, han sido capaces de im poner estos cambios desde arriba sin mayo res consultas. Sin embargo, por las razones antes indicadas, ésta puede no ser la solución económica óptima a medio o largo plazo, y podría resultar electo ralmente perjudicial al exponer a los responsables de los gobiernos liberales a la posibilidad de que volvieran a em erger fallos de mercado (Taylor-Gooby ¡>ooib: i o - i i ) . En segundo lugar, los regím enes de bienestar socialdemócratas han mostrado una tendencia a intensificar sus anteriores compromisos con la demanda de políticas activas y de gestión del mercado de trabajo, introducien do en ellas un giro trabajista, aunque conservando un nivel relativamente alto de gasto público en bienestar (véanse pp. 19 3, 196). Un tercer modelo aparece en los regímenes conservadores-corporativos o cristíanodemócratas. Estos se apoyan fundamentalmente en los impuestos a las rentas del trabajo más que en la tributación general para financiar el bienestar social, y sus bien organizados agentes sociales suelen creer que cuentan con derechos de propiedad en el
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régimen del bienestar. Estos regím enes, por tanto, enfrentan un "dilem a con tinental” (Sharpf 1997) ocasionado por el "efecto tijera” . Una hoja de las tije ras tiene que v er con las crecientes tasas de inactividad provocadas principalm ente por los cada vez mayores niveles de desempleo y de jubilación (con frecuencia, anticipada); la otra, im plica un creciente gasto público como consecuencia de las expectativas dependientes de los sistem as de seguro, garantizadas y mediadas corporativamente. Esto ha conducido a una negocia ción entre los diferentes gobiernos y los estamentos corporativos laborales, con el objetivo de buscar mecanismos de reducción del coste del salario social para las em presas y su transferencia a la tributación general, sin disparar demandas salariales, que perm itan a los empleados m antener su ingreso d is ponible real una vez descontada la inflación y los impuestos (véase también Taylor-Gooby 30 0 1b ). Incluso allí donde las políticas de activación ya eran una parte importante del sistema del ENBK (por ejemplo, en las economías nórdicas), las obligacio nes de trabajar se han hecho más explícitas, estrictas y coactivas que en los años noventa. Ya no se trata de si el desempleado debe participar o no en un progra ma, sino de cuál es el program a al que debe incorporarse voluntaria o involun tariamente. Se ha hecho más difícil negarse a participar y las autoridades han obtenido la capacidad de sancionarla no participación. Adem ás, el discurso ha pasado de los derechos a las obligaciones, especialm ente en lo que se refiere al desempleo juvenil. Todo esto, aunado a una reestructuración de los servicios sociales enfocada al desempleo, a la exclusión social y a la reducción de los cos tes asistenciales, supone un movimiento general de alejamiento de la tradición socialdemócrata (Johansson 20 0 1: 70-4,). Para los fines actuales, debemos destacar cuatro aspectos fundamentales de las políticas de activación: (1) se dirigen a aumentar la flexibilidad de los mercados laborales; (2) tratan de m ejorar la capacidad de obtener un empleo de los trabajadores y de transform arlos en sujetos em prendedores en un mundo posfordista donde los trabajos de por vida n i están garantizados ni ya cabe esperarlos; (3 ) más que funcionar a través de políticas y medidas naciona les estandarizadas, confían en las agencias locales para el diseño y gestión de las políticas de form a experimental, en la creencia de que así se producirán soluciones adaptadas a las necesidades locales que perm itirán movilizar capi tales, competencias y recursos locales; y (4.) se orientan de manera creciente a una economía basada en el conocimiento, en la recualificación y el aprendiza je a lo largo de toda la vida. A sí, los beneficios por desempleo aparecen asocia dos al trabajo, al adiestramiento o a otros program as diseñados para ayudar a 192;
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los desempleados a volver al trabajo. Las políticas de activación se extienden también a la educación y a la cualificación, y no sólo al seguro por desempleo y la seguridad social4. Los métodos adoptados para activar a los trabajadores pueden ser más o menos coactivos o concederles un mayor o m enor empoderam iento (Peck 2 0 0 1); sus destinatarios tam bién varían en los diferen tes regím enes y momentos, incluyendo al paro registrado, a las fam ilias monopareñíales o a los discapacitados (Robinson 1998; 87); y el coste y duración de los programas puede ir desde los más rápidos y baratos hasta amplios programas de recualificación. Todo ello se hace evidente si comparamos las tácticas neo liberales enfocadas a la búsqueda de empleo y al paso del bienestar al trabajo mediante extensos programas de recualificación y form ación, con el aún más amplio enfoque de la "flexiseguridad” holandesa o los sistem as daneses de rotación y bajas laborales (H em erijcky Manow 20 0 1; Jorgensen 3003; Torfing 1999; Wüthagen 1998). En algunos casos, los programas rápidos y baratos se combinan con subsidios estatales a los hogares trabajadores, especialmente a los que tienen hijos, de forma que sus ingresos netos en el empleo asciendan por encima del nivel de la pobreza y se reduzca la trampa fiscal de la pobreza. De este modo, se tiende a subsidiar a los empleadores que pagan sueldos bajos y a provocar una redistribución fiscal en favor de los pobres bajo nuevos ropa jes (véase Robinson 30 0 0 ). Sin embargo, por lo común, el efecto global de los programas de activación es el de una reducción explícita o implícita de los de rechos: en el prim er caso, mediante recortes directos-, en el segundo, m edian te cambios en los patrones de trabajo cuando las prestaciones permanecen ligadas a ciclos estándar de vida laboral (Rhodes y Mény 1998: 11). En un nivel más general, las políticas de activación pueden situarse en un contínuum que va de la flexiexplotación a la flexiseguridad. La flexiexplotación hace referencia a los "aspectos contra los trabajadores que im plica la fle x ib i lid ad ” (Gray 19 9 8 : 3 ), especialm ente a la com binación de una creciente coacción sobre el des empleado para que encuentre trabajo, y una mayor in se guridad para los que ya tienen un empleo. La flexiexplotación está particular mente asociada con las m edidas trabajistas neoliberales y suele increm entar la exclusión social (Gook et álii 20 0 1; Glyny'W ood 2 0 0 1; Haughton et álii 2000; Hyde et álii 19 9 9 ; Jones y Gray 2 0 0 1; Peck y The o dore 3 0 0 0 ). Por el contrario, la flexiseguridad, aunque es en origen un térm ino inglés, fue acuñado en Holanda en 19 95 y hace referencia a un nuevo tipo de políticas que pretendían h acerlo s m ercados laborales más flexibles, al tiempo que ofrecían una mayor seguridad social y laboral tanto para quienes tenían trabajo como para q uie nes carecían de él. Igualmente apostaba por la m ejora de la inclusión social
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para todos los participantes en el mercado laboral (véase Wílthagen 1998: 21). Lafleziseguridad holandesa trata de ofrecer la seguridad de un trabajo (pero no la seguridad en un trabajo) para los trabajadores clave, así como para los tra bajadores contingentes, atípicos o flexibles. Esta com binación se sufraga mediante el correspondiente sistem a flexible de políticas de seguridad social y de activación. Además, muestra una particular preocupación por ofrecer buenos mercados de trabajo de transición, para suavizar así el paso del d es empleo al trabajo. De esta form a, se m uestra com prom etida con el "em poderamiento de los trabajadores, la cooperación organizacional (en redes y en cooperación público-privada), y la eficiencia dinám ica que conduzcan a una efectiva prom oción del empleo y a un empleo sustentable (en lugar de a 'tra bajos en v ía m uerta’) ” (Wilthagen 1998: 1). En un plano más general, la. fle x i seguridad suele asociarse con las n ego ciacion es y pactos sociales neocorporativistas en diferentes escalas (para una revisión general de las políticas de tipo flexiseguridad en los m ercados laborales en Europa, véase Schmid 1996). PRESIONES A LA BAJA SOBRE EL SALARIO SOCIAL A pesar de la crisis que comenzó a despuntar a finales de los años setenta, los presupuestos estatales siguieron siendo altos en los años ochenta y continua ron aumentando en los noventa (Garrett 1998, ? o o i; Garrett y Mitchell 3 0 0 1; Huber y Stephens 200 1). Las peticiones de recortar el gasto público, sobre la base de que bloqueaba el crecimiento económico, comenzaron a atraer aten ción a mediados de los años setenta, y la OCDE se sumó pronto, en 19 8 1, al coro de los que reclamaban estos recortes (OCDE 19 8 1). Con esto se refleja la op i nión de que el salario social que representa el gasto en bienestar es un coste de producción igual que el salario individual, y que la tributación es siem pre un desincentivo al esfuerzo, al ahorro y a la inversión. Esto se asocia, a su vez, con un modelo dél bienestar como carga pública, definido por 'Wilding como "la percepción de que la mayor parte del gasto en bienestar tradicional es una carga improductiva sobre el lado productivo de la economía y que, por tanto, debería revisarse y reducirse” (1997: 417)- Podemos contrastar esta opinión con la percepción alternativa de los impuestos como un precio de adm isión a la sociedad civilizada (Hutton 3002). A pesar de estas demandas, la crisis condu jo a un mayor y no a un m enor nivel de gasto. De hecho, los años ochenta a sis tieron a un incremento medio anual engasto público en todos los regím enes de bienestar, más acusado que durante los años setenta, periodo en el que el 194,
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ENBK alcanzó su cima y comenzó a m ostrar síntom as de crisis (Huber y Stephens 30 0 1: 307). Este continuado increm ento llevó a la OCDE a com ien zos de los años ochenta a preguntarse con bastante lógica si esta tendencia reflejaba los costes tem porales de la gestión de la transición, o si implicaba que el presupuesto del Estado social se m antendría siem pre en dichos niveles. Sus funcionarios se mostraban entonces lo suficientem ente optimistas como para afirm ar que "debería ser posible m antener las ganancias en seguridad y servicios alcanzadas en los años sesenta y setenta, y m ejorarlas siguiendo el ritmo del crecim iento económico, pero no más deprisa” (OCDE 1985). Pronto, sin embargo, se mostró menos confiada y, junto con el FMI, reco mendó el rediseño de las políticas sociales en torno a tres objetivos: (1) una mayor eficiencia en la prestación de bienes y servicios por parte del gobierno y en la eficacia de los programas, (a) la revisión de las prioridades del gasto y de los objetivos de los programas y ( 3 ) la devolución de ciertas respon sabili dades públicas al sector privado (Oxley y Martin 19 9 1). Aún más reciente mente, aunque conservando esta m ism a línea y la exigencia de una presión a la baja permanente sobre los com prom isos de gasto (por ejemplo, en el área de pensiones, véase infra), tam bién ha comenzado a destacar la necesidad, para el residual Estado de bienestar, de un enfoque basado en el capital hum a no (OGDE 1994, 1999)Estas tendencias en el gasto público resultan más fáciles de interpretar conjuntam ente con los ingresos estatales. A sí, aunque el gasto público se increm entó más rápidam ente que los ingresos en los años setenta, los in gre sos crecieron más que los gastos en los ochenta, lo que indica un intento de reducir los déficits incluso en un contexto de gasto creciente. Este patrón continuó hasta los años noventa, en la m edida en que los gobiernos trataban de increm entar sus ingresos y de fren ar sus gastos (Huber y Stephens 2 0 0 1: 207). Existen pruebas, adem ás, de que los Estados de bienestar con mayor gasto se han acercado más a la línea de gasto "esp erab le” que los que tenían un m enor gasto dentro de su tipo de régim en (A lber y Standing 2000). Una indicación adicional de los esfuerzos por reducir el gasto es la m enor sig n i ficación del control y la mayor im plicación partidista en los gastos guberna m entales desde los años setenta a los noventa, lo que sugiere que las constricciones internas están reduciendo el m argen de m aniobra (Huber et álii 19 9 9 : 19 0 -2 ). Es más, si contemplamos el bosque en lugar de los árboles, nos daremos cuenta de que "los programas de reducción de prestaciones y de recortes están presentes en la agenda por todas partes; y las diferencias son sólo de grado y en 195
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lo relativo a la intensidad con la que dichas políticas se llevan a cabo” (TaylorGooby 1996: 214). 0 , tal como afirm an Bonoli et álii (?ooo: x) respecto de los regím enes de bienestar europeos: En la actualidad existe un acuerdo generalizado sobre el hecho de que el grueso de la legislación social aprobada en los últimos años ha reducido el papel del Estado en el bienestar, Las políticas que caminan en dirección opuesta sólo desempeñan un papel marginal (...] Este cuerpo de legislación social restrictiva consta de diferentes elementos que se superponen. Ciertas políticas nuevas han reducido el nivel de las prestaciones en efectivo, han restringido los derechos o reducido el período en el que se abonan dichas prestaciones. Una parte de la legislación ha aumentado los pagos de los usuarios de la salud, educación y servicios de atención social. Otra parte de la misma ha otorgado a los empleadores o a otros organismos la respon sabilidad de la provisión o administración de ciertas prestaciones en efec tivo, o ha introducido principios de mercado en la gestión de los servicios. Por último, esta legislación ha privatizado parte de los servicios sociales o algunos servicios públicos en su integridad [Bonoli et álii 20 0 1 =i] • Esta presión a la baja se m anifiesta de muchas formas. Ya he mencionado antes el papel de los recortes en las prestaciones por desempleo y su articula ción con políticas de activacióny estrategias de "m erece la pena trabajar” . Se ha producido, además, una extensión generalizada de la comprobación de recu r sos para los trabajadores m arginales, los desempleados y las fam ilias monopareñíales, lo cual es particularmente frecuente en los regím enes liberales. Existe, asim ismo, una tendencia’a tran sfe rirlo s riesgos e incertídum bres a los individuos, mediante un énfasis creciente en la provisión privada y en la socie dad civil antes que en las garantías estatales (por ejemplo, medíante la v aria ción en los resultados de los fondos de pensiones y de las tasas de anualidades en la jubilación). El resultado global es una mayor dependencia del mercado para obtener un ingreso adecuado que p erm ítalo s niveles socialmente acepta dos de consumo o, en otras palabras, una creciente remercantilización adm i nistrativa de la fuerza de trabajo (Bonoli et álii 2000; Offe 1984,; Pierson 300 1a). Y, sin duda, allí donde las políticas neoliberales han reforzado los m er cados laborales segmentados y dualistas, la fleziexplotación resultante conduci rá, además, a una creciente pobreza y a una mayor exclusión social. En térm inos más generales, el seguro ha quedado parcialm ente p rivati zado o situado en el tercer sector. Este enfoque se asocia en ocasiones con la prom oción del "capitalism o popular” , una dem ocracia de propietarios y una 196
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posesión más extendida de las acciones; en otras, con una mayor participación de la comunidad, una sociedad de accionistas partícipes (stakeholding society) y la asociación público-privado con participación de las ONG. Ya existían prece dentes de ello en los viejos regím en es de bien estar corporativo y en los r e gím enes tripartitos de las socialdem ocracias, en los que los sindicatos desempeñaban un papel clave en el seguro. La redistribución financiero-fiscal tiende a hacerse más selectiva y se convierte en un mecanismo de contención de costes. Y, en el contexto de las políticas schumpeterianas de competitividad, la redistribución financiero-fiscal se asocia también a la promoción y no a la m o deración de las desigualdades. Todo ello se refleja en la tendencia a la expan sión del "bienestar para el capital" al tiempo que el "bienestar para el trabajo” se contrae. Igualmente puede verse en form as más generales de reestructura ción y recorte del bienestar. También se relaciona con la tendencia neoliberal schumpeteriana a promover un desarrollo regional desigual antes que a com pensarlo. PENSIONES Un caso cuyo estudio resulta interesante a este respecto es el del desarrollo de las pensiones. Se trata de un importante campo de gasto público, en la medida en que las pensiones se convirtieron en el rubro individual más costoso de los presupuestos sociales en los años noventa, constituyéndose, por tanto, en el objetivo fundamental de los recortes, sobre todo considerando el rápido enve jecim iento de la población (incluyendo la población necesitada de intensos cuidados médicos de 75 o más años)5. De hecho, la OCDE ya lo señaló como un problema fundamental para los Estados sociales en los años noventa; y el Banco Mundial ha estado impulsando recientem ente un sistem a de pensiones d efin i das mediante contribuciones individuales, con el fin de reducir su carga sobre los presupuestos estatales. La reform a de las pensiones es igualmente in tere sante porque contrasta con el caso de las prestaciones por desempleo, que representan una pequeña proporción de los presupuestos estatales, incluso cuando son relativamente altos. M ientras que las prestaciones por desempleo han sido recortadas como parte de un paquete de reintegración activa de los desempleados en el mercado laboral, las pensiones se han visto sometidas a una mayor presión a la baja. Estas presiones demográficas son comunes a todos los países industriali zados, lo cual se refleja en el hecho de que casi todos los Estados han actuado para reducir el gasto estatal en pensiones de jubilación o, al menos, para reducir 197
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su tasa de crecimiento y para financiarlas en diferentes formas. Así, tal como señalan Bonoli et álii: "En los años ochenta y aún más en los noventa, la d irec ción del cambio en las políticas de pensiones se ha invertido desde una expan sión general hasta su recorte. Gomo resultado, en la actualidad la expresión "reforma de las pensiones’ se utiliza cada vez más como sinónimo de recortes en las pensiones de la tercera edad” (2000: 3 o). Esta afirm ación se ve con fir mada por los datos de dieciocho países de la OGDE que aparecen en Huber y Stephens que demuestran, además, que los regím enes de bienestar liberales son los más proclives a los recortes y los regím enes socialdemócratas los más renuentes (2001: 20 8 -9 ). Con todo, son los regím enes conservadores-corporativistas cristianodemócratas los más vulnerables a estas presiones dem ográ ficas, en virtud del mayor incremento en la ratio de dependencia de los pensionistas respecto a la población trabajadora, y por la naturaleza de sus s is temas de pensiones. En térm inos generales, todos los gobiernos han preferido las reform as de baja visibilidad, lo que puede considerarse parte de una "estrategia de ofusca m iento” para ocultar la amplitud e impacto de las medidas a lo largo del tiem po (Pierson 1995: 19 -2 3 ). Entre las medidas empleadas para disfrazar la amplitud de los recortes se encuentran: ♦ El paso de la indexación de las pensiones a los precios en lugar de a los salarios. Esto contrasta con la posición del fordism o atlántico en el que las pensiones se asociaban a los salarios, y estos últimos a la producti vidad y la inflación. Conjuntamente con la extensión de los años de cotización y la reducción de los incentivos para la jubilación anticipada, ello provocará una permanente reducción en el nivel de las pensiones individuales en comparación con los salarios medios percibidos. ♦ El paso de los sistem as de pensiones de pago-a-la-salida (es decir, una redistribución colectiva intergeneracíonal por parte de la fuerza de tra bajo activa hacia los jubilados, financiada con los impuestos generales) a sistem as prefinanciados (es decir, una forma de redistribuir el ingre so en el ciclo vital intensificando el ahorro). Esto plantea problem as de transición, en la medida en que quienes se encuentran en la actualidad dentro de la fuerza de trabajo deben pagar los impuestos generales para financiar las pensiones de los actualmente jubilados, al tiempo que se ven obligados (o incentivados) a contribuir a su propias pensiones futuras. No es sorprendente que este enfoque haya provocado una sig nificativa resistencia a la reform a de las pensiones.
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• El cambio de un sistema de prestaciones predeterm inadas a un sistema de contribuciones prefijadas en la provisión pública de pensiones, que incluye diferentes sistemas estadísticos de ajuste en relación con el incremento en la expectativa de vida, el crecim iento de los salarios, los réditos de capital, etc. El efecto neto buscado con estos ajustes es la reducción del coste de las pensiones. ■ Un impulso para pasar de un sistem a de prestaciones definidas públi camente a un sistema de contribuciones definidas privadamente. De esta forma, no sólo se prívatizan los riesgos en comparación con el s is tema estatal, sino que también se redistribuye el riesgo que pasa de los empleadores, gobiernos y fondos de pensiones a los futuros pensionis tas. Aunque ha sido enérgicam ente im pulsado por organizaciones internacionales como el Banco Mundial y por los Estados nacionales, existen dudas acerca de si los sistem as privados son en realidad capaces de igualar la diversificación de riesgos y el perfil de los sistemas públi cos (Froud et álii 2 0 0 1-, Orszagy Stiglitz 20 0 1). También resulta preocu pante el elevado coste de los sistem as privados de pen sion es (incluyendo los costes de com ercialización, los gastos de gestión, los costes necesarios para dar cumplimiento a las normas y los efectos de las decisiones equivocadas), y en qué medida la privatización de las pensiones actúa como un subsidio estatal indirecto al sector de los ser vicios financieros a costa de los asegurados y de los ciudadanos. • La promoción de un sistema multinivel en el que una pensión pública mínim a aparece complementada con la asistencia, previa comproba ción de recursos, y las pensiones ocupacionales o pensiones portadas individualmente se asocian a los resultados del mercado de acciones. • Las medidas que tratan de hacer que las pensiones sean más "porta bles” , para que se correspondan m ás adecuadamente con los mercados de trabajo más móviles y flexibles. También en este caso existen diferencias entre los regím enes de bien es tar. Los regím enes liberales aparecen asociados en mayor medida con una p re sión a la baja continuada sobre las pensiones, con una gran confianza en la desindexaeión de las pensiones respecto de los increm entos salariales para asociarlas tan sólo a la inflación, y con un fuerte estímulo al ahorro privado que posee el beneficio adicional --en una economía de mercados coordinados y dominada por el dinero-- de im pulsar la demanda de servicios financieros. En los regímenes socialdemócratas encontramos m edidas destinadas ap reven irla 199
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jubilación anticipada (previamente empleada para hacer frente a la desindus trialización, para encubrir el desempleo y para p erm itir un más ajustado d ise ño de las medidas frente al desempleo para los jóvenes y la recualificación de los parados de m ediana edad) o a ofrecer poderosos incentivos para retrasar la jubilación de form a que las pensiones resulten más elevadas. Los regímenes socialdemócratas tam bién han tomado medidas para suprim ir privilegios de los empleados del sector público y para recuperar o som eter a la comprobación de ausencia de recursos las pen siones nacionales en los casos en los que los jubilados poseen además pensiones ocupacionales. Se ha producido, asim is mo, un aumento de los requisitos de residencia y de otras m edidas relativas al acceso a las pensiones. En los sistem as conservadores corporativos, encontra mos la exigencia de amplios periodos de cotización asociados a un giro en favor de las fam ilias, en la medida en que los años de cuidado de los niños se conta bilizan ahora como años de actividad (Taylor-Gooby 3 0 0 1b ; 7).
5. CONSUMO COLECTIVO Y ESTADO COM PETITIVO Igualmente, se ha producido una retirada del consumo colectivo ofrecido por el Estado en la economía mixta hacia soluciones más enfocadas al mercado y al tercer sector en la socialización del consumo. Lo cual se refleja en cinco grupos de cambios en la forma y funciones del consumo colectivo. En prim er lugar, m ientras que el consumo colectivo en el ENBK suponía su provisión y fin an ciación públicas, esta relación se ha visto tanto desarticulada como rearticulada para producir una más compleja "econom ía mixta del bienestar” . En un extremo encontramos la privatización total de ciertos sectores (que supone pago y provisión privadas); después vendrían diferentes tipos de provisión privada y del tercer sector combinadas con la continuidad de pagos públicos; menos radical aún es la introducción de índices en lo que queda de provisión pública financiada por el Estado; y, en el otro extremo, nos encontramos m edi das como modestos cambios en los usuarios, comprobación de ausencia de recursos, copago por parte del Estado y de las aseguradoras privadas (por ejem plo, en el tratamiento médico de las víctim as de accidentes de tráfico), etc. En segundo lugar, el consumo colectivo se ha visto reescalado como parte de una más general desnacionalización del Estado (véase el capítulo 5). Con la descen tralización y desconcentración de los servicios estatales, existe ahora un m ar gen mayor para las variaciones locales y regionales y para la experim entación, en comparación con lo que sucedía durante el apogeo del ENBK. En tercer 200
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lugar, se ha producido un cambio en la gobernanza del consumo colectivo, con una mayor confianza en las asociaciones público-privadas, en la cooperación multiagencías y en la participación del tercer sector. En cuarto lugar, el proce so productivo y las relaciones salariales se han visto reorganizadas de acuerdo con las actuales normas posfordistas. Así, es posible contemplar unos m erca dos de trabajo y unas condiciones laborales más flexibles, productos y servicios más diferenciados, una mayor abundancia de objetivos de resultado, más indexación, etc. Y, en quinto lugar, existe una tendencia a la utilización del consu mo colectivo para promover la transición hacia una economía globalizadora basada en el conocimiento. Esto puede verse en las m odificaciones de las polí ticas públicas de adquisiciones, en el uso de la TIC —incluyendo Internet—para fines propagandísticos y de eficiencia, en la prom oción de la excelencia, etc. De esta forma, el consumo colectivo se em plea explícitam ente para promover la competitividad sistémica y estructural. A continuación ilustraré estos cambios a partir del sistema educativo. Aunque la educación, como es obvio y necesario, desempeñó un papel econó mico clave en la reproducción de la fuei'za de trabajo en el periodo del fordis mo atlántico y el ENBK, también desem peñaba roles igualmente importantes en el desarrollo y expansión de un sistem a de bienestar de masas basado en la nacionalidad. En térm inos estilizados nunca totalmente equivalentes a la rea lidad, podríamos decir que se esperaba de la educación que sirviera para p ro mover la igualdad de acceso y de oportunidades, para crear las bases de una "m éritocracia” justa y con talento que socavara las estructuras de clase y status heredadas, para crear, codificar y difundir una identidad nacional compartida y una cultura adecuada para un Estado de bienestar universal y solidario, y para desarrollar ciudadanos críticos e inform ados capaces y deseosos de participar en una esfera pública ampliada y en la democracia plebiscitaria de masas. Todo ello se reflejaba en el incremento del tiempo que los niños y jóvenes dedicaban a la educación obligatoria y en el desarrollo (acelerado en los años sesenta y setenta) de un sistema de educación secundaria y superior impulsado y fin an ciado por el Estado. Aunque el crecimiento de la educación superior de masas estaba claramente relacionado con la tarea de cualificar las fuerzas de trabajo técnicas y profesionales consideradas adecuadas para una economía fordista, el ENBK y la sociedad de masas también se justificaba en térm inos del derecho a continuar la propia educación en los ámbitos elegidos por cada persona, hasta el más alto nivel posible. La educación de los adultos en este período estuvo igualmente asociada antes a un proyecto democrático más vasto de promoción de la ciudadanía y la solidaridad que al desarrollo del capital humano. La ?o i
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expansión de la educación masiva tam bién debía compensar las desigualdades económicas, sociales y regionales, y desem peñar, por tanto, una función de redistribución social. En resumen, la educación tenia un papel fundamental en el compromiso institucionalizado que sostenía el fordism o atlántico. Es más, allí donde el desarrollo y funcionam iento efectivos de la educación no satisfa cían por completo este modelo, su fracaso fue intensamente criticado en tér minos de los valores hegem ónicos del ENBK de crecimiento económico, igualdad de oportunidades e integración nacional. La crisis económica, política y social en y del fordism o atlántico (véase el capítulo 3) también tuvo su reflejo en el sistem a educativo. Por un lado, se produjo una creciente inquietud en los círculos estatales y de negocios acerca del fracaso escolar de alumnos, profesores y escuelas, acerca del creciente "desajtiste” entre los resultados de la educación y las cambiantes necesidades de la industria y la economía en general, los fracasos de la "gran ciencia” , los inade cuados réditos de la inversión pública en educación, y el aumento del desem pleo de licenciados conforme se increm entaba el desempleo en general6. De otro lado, el personal docente universitario comenzó a moverse desde una ética profesional a una mentalidad de tipo sindical, m ientras los movimientos estu diantiles protestaban contra la "factoría educativa” em presarial, así como con tra algunos rasgos más generales de la sociedad de masas fordista. La crisis de la educación fue temporalmente resuelta en térm inos discursivos mediante la creciente hegemonía de los relatos que situaban la reform a de la educación en térm inos de imperativos económicos tales como la necesidad de una educación más técnica y vocacional, de mayores capacidades, de creatividad, flexibilidad y capacidad emprendedora en lo que respecta a los estudiantes, y de una mayor atención a las nuevas exigencias de la competencia internacional y de la econo mía basada en el conocimiento por parte de los gestores, profesores e investi gadores universitarios. La contribución de la educación al bienestar social y a la idea de ciudadanía nacional se vio progresivam ente subordinada a las supuestas funciones de la educación como preparadora de sujetos que form a ran parte del capital humano y fueran capaces de participar tanto en una socie dad del aprendizaje de por vida como en un renovado capital intelectual (o del conocimiento base) para la economía basada en el conocimiento. La función democrática de la educación en el ENBK se ha visto igualmente transformada pasando a ser la de reducir la exclusión social y m ejorar la capacidad de encon trar trabajo movilizando cualificaeiones escasas. Los dos aspectos de esta rees tructuración de las fun cion es de la educación in sisten en los réditos económicos de las inversiones públicas en este sector ("desarrollo de los 203
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recursos hum anos” ) y en la necesidad de eficien cia, relación v alo r-p recio y responsabilidad pública. En palabras del Departamento de Educación y Empleo británico (después rebautizado como Departamento para la Educación y la Cualificación), r'el aprendizaje es la clave de la prosperidad” (DfEE 1988). Green realiza un buen resum en de estos cam bios al señalar dos tenden cias: En primer lugar, cada vez era más frecuente identificar la educación con el interés nacional, lo que se ha venido repitiendo en las retóricas de todos los gobiernos occidentales en los años ochenta y noventa, pero no en términos de ciudadanía o cohesión social, sino en términos de economía nacional y competitividad económica. En segundo lugar, en algunos de los Estados-nación, más antiguos, se tenía la sensación de que la educación ya no formaba parte de modo tan explícito del proceso cultural de cons trucción nacional [.. J En la medida en que los países occidentales, en oca siones a su pesar, comenzaron a reconocer la creciente diversidad y pluralismo cultural de sus poblaciones, mostraron dudas acerca del signi ficado de supropia nacionalidad y sobre qué tipo de ciudadanos había que producir en las escuelas [1997: 14.2, i 4<3 ; véase M arginson 1999: 37]. Podemos introducir una periodizacíón en estos cambios. La crisis inicial en y del fordismo provocó la crítica de la educación por su incapacidad de satis facer las necesidades de una economía en transformación, y del redefinido mercado laboral. Esto se asociaba con un mayor énfasis en inculcar la flexibilidady la adaptabilidad como respuesta a corto plazo al movimiento errático del ciclo de los negocios y la mayor volatilidad de los mercados laborales (Robins y Webster 1989). La flexibilidad y el aprendizaje flexible tam bién se pondrían en relación con el cambio organizativo, especialm ente con la aparición de los s is temas de enseñanza abiertos y a distancia gracias a las TIC y a los nuevos m éto dos de enseñanza y aprendizaje situados en un contexto y orientados a problemas. Más tarde, se produjo un interés general en el papel de la educación en la promoción de la economía globalizada y basada en el conocimiento, a tra vés del desarrollo del capital humano. Esto se relaciona con la mayor im por tancia otorgada a la certificación de destrezas transferibles y específicas en las escuelas, con la educación no obligatoria y con la form ación en el trabajo. La form acióny el aprendizaje de por vida son ahora un componente central de la política económica y social en todas las economías capitalistas avanzadas, y se asocian al creciente consenso según el cual el éxito de la competencia depende de que se consiga el conocimiento y el capital humano. ?,o3
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Estas tendencias son evidentes en todos los niveles de la educación, desde las escuelas, pasando por la educación secundaria y superior, hasta la form a ción en el trabajo y el aprendizaje profesional de por vida, y de éstos a las "u n i versidades para la tercera edad” destinadas a los mayores. Una investigación nacional sobre los discursos y propuestas generales en torno a la reform a edu cativa ha identificado una nueva ortodoxia basada en: 0 ) la mejora de las economías nacionales mediante una más estre cha conexión entre la escuela, el empleo, la productividad y el comercio; (2) la mejora de los resultados de los estudiantes en las destrezas y habilida des asociadas a los empleos; (3) lograr un control más directo del conteni do y la evaluación del currículum; (4) reducir los costes de la educación para el Estado; (5) incrementar la aportación de la comunidad a la edu cación mediante su implicación directa en las decisiones escolares y a tra vés de las presiones derivadas de la racionalidad de mercado [Cárter y O’ Neill 1995, resumido en Ball 19 9 8 :12,2,]. En la actualidad se espera de las escuelas que perm itan a los niños conver tirse en sujetos emprendedores y que desarrollen sus habilidades personales y su capacidad para el trabajo en equipo. Se espera, igualmente, que ofrezcan una base para la transición al trabajo y para forjar estrechos vínculos con sus futu ros em pleadores. Lo cual se refleja en la proliferación de program as destinados a integrar la educación y el trabajo m ediante un adiestramiento más vocacional, formas de partenariado, experiencias laborales, créditos de form ación, etc. También se relaciona con ello la extensión de una nueva cultura de gestión y auditoría en las escuelas (y en las universidades) que se concentra en los cuasim ercados, los centros de costes internos, la eficacia, los objetivos, la certifi cación, la evaluación del personal, etc. (Clarke y Newman 1997; Power 1997). Esta más estrecha conexión entre escuela, em pleo, productividad y comercio se refleja en la reorientación nacional de la noción de cualificación, con un mayor énfasis en la cualificación clave, el aprendizaje de por vida y la capacidad de obtener empleo, en la medida en que se considera que la tecno logía, la reestructuración em presarial y los m ercados volátiles han acabado con la ilusión fordista de los trabajos para toda la vida (Lauder et álii 3 0 0 1). La edu cación ha quedado integrada en el proyecto trabajista que desbanca el com pro miso del Estado keynesiano con el pleno empleo y se concentra, en cambio, en su contribución a la creación de las condiciones para una completa em pleabilidad. De este modo, la responsabilidad de poder acceder a un empleo se devuelve a los m iem bros individuales de la fuerza de trabajo, que deberán 20 4
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adquirir las cualificaciones, destrezas, flexibilidades, adaptabilidades y dispo siciones personales que los capaciten para competir por los empleos en los mercados laborales nacional y mundial. Su responsabilidad en este sentido puede ser la de individuos em prendedores que invierten en su propio capital humano, o la de ciudadanos iguales con derecho a asistencia por parte del Estado y de los agentes sociales para m ejorar su cualificación. En cualquiera de los casos, existe una creciente cooperación entre las facultades y las u n iversi dades, junto a otros proveedores de form ación, y el mundo del trabajo. De este modo, los empleadores y los profesionales participan en el desarrollo curricular, se incorporan gestores a la dirección de la educación y a la form ación de su agenda, se estim úlala movilidad entre el mundo académ icoy no académico, de igual modo que las facultades y universidades ofrecen aprendizaje de por vida mediante programas profesionales avanzados, desarrollo profesional conti nuo, enseñanza a tiempo parcial, nocturna o a distancia, y cursos de recupera ción y segunda oportunidad, etc. (Teichler 1999= 85). A pesar de esta convergencia discursiva en cuanto a las políticas por e n ci ma de las fronteras, existen todavía importantes diferencias en su arranque y puesta en marcha. Lauder et álii (2 0 0 1), por ejemplo, afirm an que en los casos en los que las economías parecen dominadas por la creencia de que el futuro está en una economía de servicios posindustriales, se produce una polarización entre educación y form ación para unas élites supercualificadas y un sector se r vicios flexible y de baja cualificación. Este último sector habría recibido una baja inversión y generado rendim ientos, más como consecuencia de sus largas horas de trabajo que como resultado de una m ejora en la productividad. Por el contrario, allí donde se concede todavía un papel determinante al tejido indus trial en las estrategias de acumulación, el Estado se concentra en la cualifica ción intermedia y en la necesidad de que la educación y la form ación aparezcan ligadas a la industria y los servicios. Esto se combinó con importantes in ver siones de capital para encauzar la cualificación hacia una economía de alta p ro ductividad. Los EE UU y Gran Bretaña ejem plifican el prim er modelo, el segundo se corresponde con Alem ania7. Sí observamos más directamente la educación secundaria y superior, verem os que se ha producido un gran im pulso al desplazamiento de la investi gación y enseñanza universitaria de su aislamiento intelectual en su torre de marfil, hacia un contacto continuo con la economía, el Estado y la comunidad como coproductores y consum idores vitales de conocimiento útil. Esto resulta particularmente evidente en la tecnología, la ciencia y la medicina, aunque también ha penetrado en las ciencias sociales, de forma que se supone que no 30 5
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sólo ios licenciados sino los propios docentes universitarios deben form ar amplios vínculos con los usuarios de las industrias, los negocios, los profesio nales, el Estado y las comunidades locales. Se da una mayor insistencia en la obtención de financiación externa, en las patentes, las transferencias tecnoló gicas, los parques de investigación, las em presas de base tecnológica, los p ar ques científicos y tecnológicos, las incubadoras de em presas y los servicios de consultoría, lo que da como resultado la em ergencia de un verdadero "capita lismo académico” en las economías liberales, que estimula a las universidades emprendedoras y convierte a los docentes universitarios en em prendedores portadores de capital intelectual (Slaughtery Leslie 1997). Esta transform ación se vio impulsada en los EE UU (principal anim ador de la econom ía basada en el conocimiento) por las correspondientes m odificaciones en la financiación federal a la investigación —que perm itió a las universidades conservar la p ro piedad intelectual de sus descubrim ientos—, y a través de una extensión más general del alcance y duración de los derechos de propiedad intelectual. Igualmente, se estimuló a las universidades para que comercializaran dichas investigaciones. De esta forma, se pretendía estimular el carácter em prende dor de la academia, subsidiar el I+D de las em presas y facilitar el desarrollo económico regional. Es posible encontrar patrones sim ilares en otros sistemas universitarios. En resumen, en palabras de Etzkowitz, uno de los principales investigado res de la interfaz de "triple hélice” entre la universidad, las em presas y el Estado: Puede decirse que todos los países que cuentan con una universidad, ya sea que fuera fundada por razones educativas o de prestigio, están tra tando de organizar el desarrollo económico basado en el conocimiento [...] En la medida en que las universidades se vuelven más dependientes de la industria y el gobierno, también la industria y el gobierno pasan a depen der de la universidad. En el curso de la "segunda revolución académica " se ha adoptado un nuevo contrato social entre la universidad y la sociedad en su conjunto, en el que la financiación pública de la universidad se hace depender de una más directa contribución a la economía [Etzkowitz 19 9 4 : 14 9 , 1 5 1 }. En este rias aunque importancia y, por otro, 206
campo se están empleando, pues, dos estrategias com plem enta aparentemente contradictorias. De un lado, el Estado afirm a la de la educación en la realización del interés económico nacional; concede una mayor autonomía a las instituciones educativas en
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cuanto a la forma de servir a dichos intereses (M argínson 1999). Ahora bien, esta autonomía se ejerce en el contexto de la hegemonía de la estrategia de acu mulación basada en el conocimiento, de una mayor participación de los porta dores de esta estrategia en la conform ación de las afirm aciones acerca de la m isión de la educación, y de una creciente dependencia financiera de la edu cación secundaria y superior respecto de los ingresos de terceros distintos del Estado y de los estudiantes. La prim era estrategia "im plica una reafirm ación de las funciones estatales de la educación como 'bien público’, m ientras que la segunda somete a la educación a la disciplina del mercado y a los métodos y valores de los negocios, redefiniéndola como un bien privado competitivo” (Margínson 1999= 122). En conjunto, ambas estrategias sirven para reforzar el dominio ecológico de la acumulación sobre el sistem a educativo. También aquí existen diferentes rutas hacia esta reconfiguracíón. En los EE UU desde hace mucho tiempo se ha estimulado a las universidades para que funcionen como empresas m ercantiles y para que sean emprendedoras. Las presiones en esta dirección, con todo, se han reforzado a partir de los años ochenta, con el resultado de que numerosas universidades han reorientado sus actividades desde la enseñanza hacia la investigación para generar patentes y derechos de autor. Es más, dado que tienen que seguir enseñando, ello les obliga a reducir costes y a increm entar la eficiencia mediante la estandarizacíó n y la mercantilización de la educación, flexibilizando y haciendo más in fo r mal el trabajo académico, y comercializando cursos en línea. En Europa, la Mesa Redonda Europea se ocupó de prom over una agenda neoliberal que con sideraba a la educación y a la form ación como "una inversión estratégica vital para el éxito futuro de la industria” y propuso una serie de medidas para forta lecer la influencia relativamente débil de los negocios en los programas de las universidades y para adaptarlos a las necesidades de la industria mediante el desarrollo de colaboraciones privado-públicas (Levidow 30 0 1). La propia UE impulsa esta idea en la esperanza de m ejorar la cuota de mercado internacional de la educación de la UE (European Union 1999).
6. CONCLUSIONES Quisiera destacar seis amplias conclusiones provisionales acerca de la rees tructuración de la política económica del bienestar, conclusiones que necesa riamente deberán ser revisadas una vez que se hayan tomado en consideración el reescalado de la política económica y social, y los cambios en su gobernanza. 207
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En prim er lugar, la intervención estatal en lo relativo a la reproducción social muestra dos cambios principales en com paración con el periodo del ENBK: 1. El uso de la política social para m ejorar la flexibilidad de los mercados de trabajo, y para crear trabajadores flexibles y em prendedores educa dos para una economía globalizadora y basada en el conocimiento. 2. El rediseño y reorganización de la política social para presionar a la baja sobre el salario social, que pasa a considerarse antes un coste de la p ro ducción internacional que una fuente de la demanda interna. El seguimiento de la prim era tendencia ha sido bastante sistemático, especialmente allí donde el salario social es considerado como una inversión en el trabajador colectivo —es decir, en un grupo de trabajadores cualificados, creativos y con el conocimiento adecuado, que pueden contribuir de form a conjunta a los bienes comunes intelectuales— más que como una inversión en capital humano individual, en el que pertenece al propio interés racional de cada individuo invertir en educación y form ación para maximizar sus rentas futuras. La segunda tendencia se ha visto restringida por los lím ites materiales institucionales y políticos a los recortes y, salvo en el caso de la privatización total, exclusiva de aquellas sociedades en las que se ha producido el paso a un régim en neoliberal, el énfasis ha recaído más en la contención de costes que en los recortes radicales. En segundo lugar, existe una considerable variación en la mezcla resultan te de bienestar (welfare) y trabajo (workfare), y en las form as en que se provee en cada caso. Esto refleja, en parte, las diferencias reales derivadas de las diversas trayectorias dependientes de la tradición política y de las estructuras institucionales, que afectan a los regím enes del bienestar y a los consiguientes retos que ahora enfrentan. En parte, tam bién, es reflejo de los resultados de la experim entación mediante ensayo-error, así como de la voluntad de los gesto res estatales de im portar m odelos de políticas públicas bien desde otros n ive les de un sistema político cuyo carácter es cada vez más m últidimensíonal, bien del extranjero. Y tam bién refleja, por supuesto, los diferentes equilibrios de fuerzas. Sin em bargo, m erece la pena in ten tar id en tificar grandes grupos de políticas asociados a los diferentes regím enes de acumulación, y tratar de especificar la cesta de políticas correspondiente a cada Estado concreto. En tercer lugar, sería prematuro considerar la autoridad y la prevalencia del neoliberalism o a comienzos de los años noventa como prueba de la capaci dad de reproducción del trabajismo neoliberal. Ya que este ascendiente era el 308
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reflejo de una concreta coyuntura en la que tres diferentes tipos de cambio —-la trasform ación en sistem as neoliberales de las sociedades postsocialistas, el cambio en los regím enes liberales de las democracias anglófonas y los ajustes de política neoliberal en la "m odernización” de los regím enes corporativistas y estatistas—- se combinaron para dar algo de credibilidad a las enloquecidamente triunfalistas fantasías neoliberales (véase la tabla 4.x). Esta coyuntura ha comenzado a decaer como resultado de la desilusión con las experiencias post socialistas y del carácter cortoplacista de los ajustes en las políticas de los demás regímenes. Más aún, incluso durante el punto culminante de la fase neoliberal, existió una ruptura mayor en la retórica que en la práctica. Las con tradicciones de la política neoliberal comienzan ahora a aparecer en la medida en que han perdido la protectora y m istificadora penumbra de las otras formas de neoliberalism o. Lo cual se refleja en el rechazo de algunos elementos del neoliberalism o, incluso en los regím enes neoliberales, si bien esto no elimina el legado de las sendas emprendidas como consecuencia de los errores neoli berales. Además, la ausencia de una oposición concertada frente a las formas más radicales del Estado de trabajo neoliberal no constituye una garantía de su funcionalidad global para la economía capitalista, aunque sí haya demostrado su eficacia en la desestabilización de la oposición política al proyecto neolibe ral global. Todo ello se relaciona con la exigencia de analizar las contradictorias funciones del Estado de bienestar, ya que la necesidad de equilibrar las d ife rentes funciones dentro de unos concretos lím ites espaciotemporales limita las variaciones posibles a largo plazo. Esto es así ya que las necesidades del capital en general se reafirm an medíante las contradicciones y oscilaciones de las políticas sociales y económicas, así como a través del ajuste de las estrate gias em presariales. TABLA 4.1
FORMAS DE NEOLIBERALISMO
Ajustes de política neoliberal
Modulación de las políticas para mejorar el rendimiento del régimen de acumulación y del modo de regulación.
Cambio de régimen neoliberal
Cambio de paradigma en la acumulación y la regulación, con la introducción de nuevos principios económicos y políticos.
Neoliberalismo como transformación radical del sistema
El neoliberalismo como estrategia para pasar del socialismo de Estado a una formación social capitalista.
En cuarto lugar, entre las precondiciones para la reproducción de un régi men del bienestar/de trabajo se encuentra un determinado arreglo institucional 20 9
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que resuelva, dentro de un cierto marco espacio temporal, las contradicciones y dilemas estratégicos que implica la regularizad, ón del capital como relación social, y la gestión de sus siempre problemáticas conexiones con el Estado y el sistema político en su conjunto. Mientras que la escala principal de regulación en el ENBK era el Estado nacional, en los RPTS emergentes, especialmente en su forma neoliberal, se ha producido una reactivación de las escalas. De hecho, resulta tan problemático, que es poco probable que un régim en de trabajo (workfare) puramente neoliberal fuera capaz de llegar a ser "estable” . Al menos dos cuestiones están en juego aquí. En prim er lugar, existen dudas acerca de la capacidad de un régimen de este tipo de institucionalizar una "selectividad de escala” en la que la resistencia a las medidas trabajistas se m argine de los ám bi tos principales de decisión y se vuelva tan fragmentada y dispersa que resulte en su mayor parte ineficaz. Ni siquiera esta ausencia de resistencia garantiza por sí m isma el éxito. El régim en de trabajo supone algo más que hacer que los pobres trabajen; tam bién se trata de conseguir que los mercados laborales fle xibles funcionen. Esta última tarea exige una acción coordinada en diferentes escalas mediante toda una serie de medidas dentro y fuera del mercado. En segundo lugar, pese a sus contradicciones, el régim en de trabajo neoliberal amenaza al resto de enfoques posibles. Por ello, además de la resistencia local en las sociedades más comprometidas con el proyecto neoliberal, existe una resistencia nacional y supranacional al liberalism o por parte de aquellos Estados comprometidos con otros modelos, en la medida en que tratan de evi tar la carrera por la desregulacióh total asociada al proyecto neoliberal. En quinto lugar, el enfoque neoliberal del régim en de trabajo prioriza sólo uno de los momentos de las contradicciones y dilem as asociados con el capital como relación social (véase el capítulo i). Considera los salarios p rio ritariam ente como coste de producción, y descuídala cuestión de la demanda. Considera la fuerza de trabajo prioritariam ente como uno de los factores sustituibles de la producción y descuida su papel crítico como fuente de valor añadido y de creatividad. Considera el dinero prioritariam ente desde el punto de vísta de los flujos internacionales de divisas y descuida las contribuciones perm anentes que el control sobre los flujos de capital puede desem peñar en la gestión de la economía. Considera el capital prioritariam ente en térm inos de inversiones de capital móviles en un espacio de flujos, más que como un conjunto de capitales concretos que han sido invertidos y que deben sérvalo rizados en lugares tam bién concretos. Adopta un modo de cálculo económico a corto plazo en detrim ento de aspectos de la econom ía a largo plazo entendi da en sentido integral. Mientas que el ENBK logró durante un cierto tiempo 2 10
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equilibrar estos distintos m ovim ientos m ediante un concreto pacto de coor dinación de escalas basado en la economía y el Estado nacionales, resulta difícil para el régim en de trabajo n eoliberal reconciliar estos diferentes m om entos en escala alguna. Esta es otra m uestra de la naturaleza contrapro ducente del neoliberalism o en sus pretensiones de destruir la incrustación institucional y los arreglos espacio-institucionales del ENBK, y de su opti m ista creencia en las capacidades regenerativas espontáneas de las fuerzas de mercado descontextualizadas, libres para operar en una escala mundial. Especialm ente, al desm antelar los apoyos organizativos e institucionales clave de los ENBK, este enfoque priva a sus p rincipales defensores del acce so a ciertas m edidas colaterales y com plem entarias que podrían servir para estabilizar un régim en neoliberal. En la com pleja dialéctica de los "efectos conservación-disolución” , el neoliberalism o desaprovecha la posibilidad de trasform ar las funciones de las organizaciones conservadas y de las institu ciones, dentro de la nueva lógica regida por el mercado. No resulta sorp ren dente, por tanto, que al margen de las form aciones sociales caracterizadas por el cambio hacia regím enes neoliberales exista un énfasis mucho mayor en el rediseño de las formas de partenariado social, en la conservación del papel del Estado en la gestión de los nuevos problem as de acción colectiva im plicados en la prom oción de la acum ulación de capital y en su reconcilia ción con las demandas de legitim ación política, y una mucho mayor preocu pación por recalibrar las instituciones existentes para que hagan frente a los nuevos problem as, en lugar de seguir en la creencia de que el mercado podrá resolverlos. En sexto y último lugar, en su búsqueda de un nuevo marco espacio-insti tucional, los neoliberales corren el riesgo de privarse a si mismos del punto de apoyo desde el que coordinar las diferentes escalas de las acciones económicas, sociales y políticas, y desde el que desarrollar m edidas compensatorias y cola terales en otras escalas como respuesta a los desafíos surgidos en otros niveles. Todo ello se ve complicado por la relativízación de las escalas que provoca que las contradicciones y dilemas del capitalismo posterior fordista sean más d ifí ciles de m anejar, al mostrarse con una mayor dispersión en el tiempo y en el espacio. En otras econom ías, sin em bargo, existe un mayor com prom iso con el papel clave del Estado nacional en estos aspectos. También ello se ve refleja do en la limitada difusión del modelo neoliberal más allá de las economías de mercado no coordinadas y de la importancia que conservan, a unque sometidas a los efectos conservación-disolución, el antiguo régim en de bienestar y sus patrones de producción. a n
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NOTAS 1. Su práctica, en cambio, es mucho más antigua; véase, por ejemplo, de Swann 1988. 2. Esta expectativa es tanto económica como política. Se supone, cognitiva y normativamente, que el Estado debe compensar los fallos del mercado. La fuerza del trabajo, por su parte, posee una pre sencia específica tanto dentro del Estado como lejos de él. 3. La distinción entre lo activo y lo pasivo a menudo resulta borrosa en la práctica: "La administración de las prestaciones ligadas al desempleo supone siempre algún tipo de control sobre la idoneidad del beneficiario, incluyendo el hecho de que haya buscado un empleo y de que se muestre razonable sobre el tipo de trabajo que estaría dispuesto a aceptar. Este tipo de actividad se mezcla fácilmente con los programas destinados a facilitar la búsqueda de un empleo o a aumentar el rango de empleos aceptables, lo que a su vez conduce a otro tipo áe programas destinados a facilitar la con servación del empleo [...] [De este modo,] podemos afirmar que las políticas activas de empleo se funden con el "trabajismo” (workfare) una vez que su obligatoriedad pasa a ser un factor absoluta mente determinante del sistema” (Robinson 3000: 87). 4. Este cambio se evidenció en Gran Bretaña en el cambio áe denominación y fusión de los correspon dientes Ministerios. Comenzó en el periodo de posguerra cuando el Ministerio de Trabajo, la Junta de Comercio y el Departamento de Educación se fusionaron y rebautizaron como Departamento de Empleo y Educación (y, posteriormente, como Departamento parala Educación y la Cualificación). 5. De ello no se deduce, sin embargo, que los Estados de bienestar sean Estados para la tercera edad. Existen importantes variaciones en los beneficiarios intergene racional es de las transferencias (con Italia como ejemplo máximo del Estado de bienestar para pensionistas, mientras que los EE UU anteponen a los niños); al tiempo que otras prestaciones pueden beneficiar de forma igualmente desproporcionada a generaciones más jóvenes (por ejemplo, la vivienda) antes que a los ancianos (por ejemplo, la asistencia médica). 6. Paradójicamente, una parte de la respuesta fue seguir ampliando la educación superior como uno de los medios para ocultar el desempleo juvenil. 7. Lauder et álii estudian otros dos modelos de Asia Oriental: Japón, que se apoyó en una cualificación muy extendida, en una inversión mediana de capital en relación con las cualíficacionesy en una gran intensidad de trabajo para generar niveles altos de productividad; y Síngapury Corea deí Sur, que lo hicieron en una estrategia de alta cualificación basada en la difusión de la misma y en la inversión de capital en relación con la utilización de las cualificaciones en el contexto de una cualificación rápida pero desigual con una alta intensidad del trabajo para generar productividad.
CAPÍTULO 5
LA POLÍTICA ECONÓMICA DEL REESCALADO ESTATAL
La reestructuración permanente del Estado de tipo capitalista puede ponerse en relación también con la prim acía general de la escala nacional en el fordis mo atlántico y con la actual relativización de las escalas asociada con el periodo posterior ^fordism o1 . La ausencia de una escala prim aria en la que puede garantizarse la coherencia estructural de la acumulación de capital y la rep ro ducción social explica las perm anentes tendencias hacia la crisis de las socie dades capitalistas en las que aparece inserto el Estado de bienestar. Lo cual aparece igualmente reflejado en las luchas y controversias acerca de la organi zación económica, política y social, y en los intentos de establecer formas ade cuadas de gobernanza para estos niveles, en toda su interconexa complejidad. En este capítulo se sostiene que está surgiendo un orden posnacional que es más explícitamente m ultíescalar, multícéntrico y m ultitemporal que el régi m en del fordism o atlántico de posguerra. Además, se presta una particular atención al resurgim iento de las ciudades y regiones empresariales y al des arrollo de regím enes supranacionales triádicos, al crecimiento de las regiones transfronterizas, al intento de desarrollar una gobernanza multinivel y a la afirm ación de que estaría surgiendo un Estado mundial (o, al menos, occiden tal). Al examinar la form a predom inantem ente neoliberal de este orden posnacional en la escala m undial, tam bién abordaré la ilógica de la globalízación en su forma neoliberal, relacionándola con la búsqueda permanente de una
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nueva escala en la que el orden posnacional pueda ser re-regulado así como resueltos los nuevos problem as económicos y sociales. Mí conclusión es que el Estado nacional conserva un papel político central, señalando, además, en qué se diferencia del Estado propio del período del fordism o atlántico. TABLA 5.1
TIPOLOGÍA DE LAS COMUNIDADES POLÍTICAS IMAGINADAS EN RELACIÓN CON LOS ESTADOS NACIÓN
TIPO DE NACIÓN
COMUNIDAD NACIONAL SIMPLE
BASES DE PERTENENCIA A LA COMUNIDAD
MÚLTIPLES FORMAS DE COMUNIDAD
FORMA QUE ADOPTA LA NACIÓN AL DESCOMPONERSE
Volksnation
Etnia.
Vínculos de sangre 0 nacionalización.
Multiétnica.
Sociedad "crisol".
Kulturnation
Cultura compartida.
Asimilación. aculturación.
Multicultural.
Juego posmoderno de identidades.
Staatsnation
Patriotismo constitucional.
Test de lealtad política.
Lealtades políticas concéntricas a un gobierno multinível.
"Estado dual" en un determinado territorio o diáspora trasnacionat.
1. E L ESTADO NACIONAL Debemos distinguir entre Estado nación y Estado nacional para evitar las con fusiones que provienen de las referencias al Estado nación en los trabajos generales sobre el futuro del Estado. En prim er lugar, "la delim itación territo rial fue previa a la política de form ación nacional, y esta última, como p rin ci pio om nicomprensivo, todavía no ha sido totalmente realizada, mientras que el principio de estatalidad territorial ya ha sido establecido en todo el mundo” (Brock y Albert 19 96: 6). En segundo lugar, como ha sostenido Benedict Anderson (1991), la nación es una "com unidad imaginada” . Surge como con secuencia del reconocimiento mutuo de un gran número de personas descono cidas entre sí, sobre la base de unos supuestos atributos compartidos que los cualifican como miembros de la-misma nación'y que, debemos añadir, los d is tinguen de las personas que por las m ism as razones son excluidas de tal perte nencia. Estos atributos compartidos pueden dar lugar a la identidad imaginada de una Volksnation en un Estado etno-nacional (por ejemplo, en Alem ania), existiendo muy variadas rutas hasta dicha nacionalidad y autodeterminación étnicas (Balibar 1990; Brubaker J.992; Gellner 1998; MacLaughlin 20 0 1). Ahora bien, existen tam bién Estados territoriales estables (e inestables) con dos o más naciones étnicas (los llamados Estados plurinacionales). 3 14
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
Además de la nacionalidad étnica, existen al menos otros dos tipos de nacionalidad asociados a la formación de Estados que han demostrado ser com patibles con la existencia de más de u n grupo o nación étnicos dentro del Estado nacional (véase la tabla 5 .1). Se trata de la nación cultural (Kultumation), basada en una cultura compartida que bien puede haber sido definida y promovida activamente por el Estado (por ejemplo, Francia), y de la nación cívica (Staatsnation), basada en el com promiso patriótico con la consti tución y en la creencia en la legitimidad del gobierno representativo (por ejem plo, los EE UU). Estas tres form as de nacionalidad pueden reforzarse recíprocamente (por ejemplo, Dinamarca), combinarse para procurar formas híbridas de Estado nacional relativamente estables (por ejemplo, Gran Bretaña) o dar lugar al surgimiento de conflictos sobre las bases adecuadas para el Estado nación (por ejemplo, Canadá y Nueva Zelanda). También pueden existir presio nes para que se otorgue una autonomía significativa a las minorías regionales de base nacional dentro de los límites territoriales de un Estado nacional (por ejemplo, España y Gran Bretaña) o para que se establezcan formas de gobierno " consociaqionales” en las que se garantice a cada nación una representación adecuada (o incluso proporcional) en el ejercicio del poder estatal (por ejem plo, Bélgicay Nueva Zelanda). Sin embargo, incluso en los casos estables, la n a cionalidad sirve de base para el desplazamiento de las contradicciones y la institucionalización de la exclusión social dentro de las fronteras de un arreglo espaciotemporal organizado en torno al Estado territorial, así como más allá de sus fronteras territoriales (véase Toiólyan 19 9 1)2. Resultan aquí particular mente importantes los distintos patrones de género y raza empleados para expresar las diferencias nacionales. Con independencia de la forma de nacionalidad que les corresponda y de la medida en que hayan resultado estables o conflictivos, todos los Estados que interesan para el presente estudio pueden ser definidos como Estados nacio nales, es decir, como Estados territoriales form alm ente soberanos que gobiernanterritorios "nació nales” . Más aún, en la m edida en que quedaron incluidos en los circuitos prim arios del fordism o atlántico, pueden igualmente ser carac terizados como Estados nacionales de bienestar keynesianos. En este sentido, todos han sufrido presiones sim ilares para introducir cambios como resultado de la emergente dinámica de globalización y regionalización en los diferentes dominios funcionales. Por ello, sí nos concentramos exclusivamente en el futuro de los Estados nación de base étnica (independientem ente de cuándo se hayan generado) o, por el contrario, si tratamos a todos los Estados nacionales como si fueran Estados nación de base étnica, nos apartaremos de la cuestión ^5
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más importante del futuro de los Estados nacionales de posguerra, etnonacionales o no, que es justamente lo que nos interesa aquí. Las formas de nacionali dad pueden introducirse, pues, posteriormente como una variable secundaria, al volver nuestra atención a los análisis más detallados de los legados institucio nales y de las posibilidades que se derivan de cada trayectoria en cada esp ecífi co régimen de producción o bienestar.
a;. C R ISIS EN EL CARÁCTER N ACIONAL D E L E N B K Aclararé aquí cómo los rasgos característicos del ENBK, en la forma en que quedaron señalados en el capítulo 2, pasaron a finales de los años sesenta y setenta a ser (considerados como) proclives a la crisis. Dado que con frecuen cia estos rasgos distintivos del ENBK como tipo particular de Estado no fueron advertidos, estas crisis y tendencias a la crisis se atribuyeron muchas veces a un tipo genérico de Estado moderno o capitalista. Una vez identificadas las ten dencias a las crisis asociadas a cada uno de sus rasgos, señalaré cómo en cier tas ocasiones éstas quedaron condensadas en una crisis orgánica más global que afectó a la totalidad del ENBK. 1. La propia centralidad del Estado soberano fue puesta en cuestión con el supuesto desarrollo de un "gran gobierno” excesivamente recargado, que condujo a una crisis de legitim ación —en la m edida en que el Estado no parecía ya ser capaz de garantizar el pleno empleo y el desarrollo económico—y a una crisis finan ciero-fiscal que amenazaba con socavar el Estado de bienestar. Estas tendencias de crisis se vieron agravadas por los crecientes conflictos entre los gobiernos locales y el gobierno central, y por la crisis en los regím enes internacionales organizados bajo la hegemonía norteam ericana, como consecuencia de la cual p er dieron parte de su capacidad de asegurar las condiciones para una acción económica y política eficaz por parte de los Estados nacionales. En térm inos más generales, las diferentes form as de Estado nacional sufrieron el desafío de una mayor inm igración, especialmente en los Estados centrales del fordism o atlántico. Ello afectó a las tres form as de nacionalidad. En prim er lugar, contribuyó a una m enor homogeneidad étnica en la medida en que la inmigración desde otras comunidades étni cas dio lugar a sociedades multiétnicas o de "criso l” o en cuanto que la emigración originó diásporas transnacionales duraderas. En segundo 216
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lugar, la homogeneidad cultural ha decaído como consecuencia del cre ciente número de grupos étnicos y culturales que han llevado a formas inform ales o incluso oficiales de multiculturalidad (especialmente en las grandes ciudades) y al surgimiento de espacios y lugares para el desa rrollo posmoderno de las identidades sociales. Y, en tercer lugar, el comprom iso cívico con el Estado nacional puede reducirse, ya sea por el desarrollo de lealtades políticas múltiples en relación con unidades por encima o por debajo del Estado nacional, o como consecuencia de la identificación con movimientos sociales trasnacíonales. 3. La legitimidad del Estado nacional tam bién se ha reducido en la m edi da en que parecía no estar a la altura de las expectativas económicas y sociales generadas por el fordismo atlántico y el ENBK. Más aún, tam bién había sido incapaz de movilizar apoyos en favor de estrategias de acumulación, proyectos de Estado o visones hegemónicas alternativas. Además, se hizo cada vez más difícil lograr objetivos económicos nacio nales oficiales, tales como el pleno empleo, la estabilidad de precios, el crecimiento económico o una balanza de pagos manejable. Todo ello contribuyó a que la economía nacional perdiera su condición de objeti vo prim ario "obvio” de la gestión económica. En ocasiones, esto se vio acompañado de un resurgimiento del proteccionism o para defender la economía nacional (o, al menos, los llamados sectores "en declive” y sus correspondientes fuentes de trabajo), o con los intentos de estable cer un espacio económico más amplio dentro del cual fuera posible renovar la reproducción ampliada de la acumulación. Esto último podía lograrse mediante mecanismos políticos form ales (como la Comunidad Europea y la Unión Europea) o con fronteras económicas más abiertas. 3 . Progresivamente se reconoció que las economías regionales y locales tenían problem as específicos que no era posible resolver mediante políticas macroeconómicas nacionales o mediante políticas mesoeconómicas o mícroeconómicas impuestas uniformemente. Ello hizo sur gir la demanda de políticas diseñadas y dirigidas específicam ente a las ciudades y a las regiones, y gestionadas desde abajo. 4. Se produjo una creciente contradicción en el campo de la reproducción social al acompañarse el estímulo a la em igración por razones económ i cas, con una mayor preocupación política por los límites de la ciudada nía nacional y los derechos de bienestar asociados a ella. Mientras que los Estados europeos clave del fordismo atlántico habían sido conside rados hasta entonces principalmente como países de em igración—-o, al 217
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comienzo de la descolonización de posguerra, de retorno de los nacio nales a sus países de origen-—, en los años setenta se presentó la in m i gración como una amenaza a la cohesión nacional, al pleno empleo y al Estado de bienestar (Bieling 1998; véanse Kofman 1995-, Leitner 1995; Soysal 1994; véase tam bién Joppke 1998). De hecho, "las m igraciones muestran tanto el carácter lógicamente cerrado de los Estados de bienes tar como las dificultades para m antener dicho cierre” (Freem an 1986: 63 ; véase Kearney 19 9 1). Otros factores demográficos adicionales de desestabilización fueron la reducción de las fam ilias biparentales esta bles, la fem inización de la fuerza de trabajo asalariado y el desempleo de larga duración. 5. Se produjo una crisis en las form as de representación política basadas en los "partidos de gobierno” , "el sindicalism o de los negocios” y las asociaciones capitalistas. Ello se hizo evidente en una mayor volatilidad electoral, en el desapego respecto de los principales partidos y, en algu nos casos, en un rechazo m ilitante de los térm inos del compromiso capital-trabajo de posguerra. Los nuevos movimientos sociales desafia ron igualmente la lógica industrial del fordism o atlántico y la lógica estatista del bienestar keynesiano en favor de form as alternativas de organización política y económica, y de una sociedad antíburocrática, autónoma y politizada (véanse Offe 1985b; H irsch y Roth 1986). 6. La dim ensión "popular-nacional” de las luchas hegemónicas pasó de la expansión de la prosperidad y los derechos sociales, a un discurso más nacionalista, populista y autoritario y a una demanda cosmopolita y neoliberal de "más mercado, menos Estado” , dentro de una economía m ás abierta. Aunque estas dos ten den cias siguen vivas, la hegem o nía del bienestar keynesiano ha sido reemplazada por las luchas hege m ónicas acerca de cómo m ejorar la competitividad como ruta a la prosperidad. El efecto global de estos cam bios fue la ero sió n del E N B K y, en el peor de los casos, una crisis orgánica del m ism o (sobre el concepto, véanse Gram scí 19 7 1; Poulantzas 1974a). Existen diferen tes síntom as de crisis orgánica, que incluyen una progresiva p érdida de unidad estatal, una m enor eficacia, una crisis de represen tación y una crisis de legitim idad. La p é rd i da de unidad estatal se vio reflejada en la m enor coherencia estructural y operativa de las diferen tes ram as, aparatos y escalones del gobierno a la hora de asegurar las actividades estatales asociadas a concretas estrategias 318
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de acumulación, proyectos estatales y proyectos hegem ónicos. En otras palabras, se produjo una desarticulación interna (crisis institucional) de los aparatos estatales, tanto en su coherencia vertical en los diferen tes niveles organizativos, como en su capacidad de coordinar horizontalmente los d ife rentes campos de actividad. A ello se sumó una menor eficacia a la hora de lograr los objetivos estatales propuestos en relación con los proyectos econó m icos, políticos y hegem ónicos prevalentes. Una última consecuencia de la crisis orgánica fue la desorganización y desorientación estratégica del bloque de poder (o establishment) y de sus correspondientes gestores estatales, y la descom posición de las bases sociales de apoyo al Estado y a sus proyectos. Ello condujo en ocasiones a una crisis de representación del Estado tanto en su base social "nacion al-popu lar” —reflejada en la volatilidad o incluso falta absoluta de apoyo a los partidos políticos de gobierno y otras organizaciones de masas dom inantes—, como en la creciente inestabilidad o incluso d esin tegración de los com prom isos institucionalizados dentro del establishment. Otra de sus m anifestaciones fue la crisis de legitimación del Estado, es decir, la pérdida de confianza en la presunción de legitim idad de este particular tipo de Estado, incluyendo especialm ente su capacidad de ofrecer creci m iento económ ico y prosperidad generalizada (para una com paración entre la crisis orgánica del Estado británico que condujo al thatcherism o y la más lim itada crisis p olítica y económ ica en A lem ania Occidental en los años setenta y ochenta, y la igualm ente más lim itada Wende (o giro) alem ana, véase jessop 1989).
3. LA POLÍTIGA ECONÓMICA DE ESCALA Los efectos de esta crisis en el Estado nacional, en lo relativo a los cambios en las form as y funciones de la política económ ica y social, han sido abordados en los dos últimos capítulos. En éste nos ocuparemos del reescalado del Estado nacional de posguerra y de su contribución a la reestructuración y reorienta ción estratégica de la intervención estatal. El análisis de la política económica de escala se refiere a la selectividad estratégica de la división interescalar del trabajo y a los intentos de conform ar dicha selectividad en determinadas fo r mas, con importantes im plicaciones sobre el modo y el grado en que es posible desplazar y diferir los dilemas y contradicciones dentro de cada coyuntura espaciotemporal. Swyngedouw ha propuesto un acercamiento interesante a este asunto, al afirm ar que la escala es-. 2 19
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el campo de batalla y el momento en el que tanto desde el punto de vista discursivo como material se impugnan las relaciones socioespaciales de poder, donde se alcanzan los compromisos y donde éstos se negocian y regulan. La escala, por tanto, es el resultado y el producto de la lucha social por el poder y el control [...] [Consecuentemente] la prioridad teórica y política [...] nunca reside en una específica escala geográfica, sino en el proceso en virtud del cual ciertas escalas son (re)constituidas C1997:14.1i; redonda nuestra]. En los "treinta años gloriosos” de crecimiento económico de posguerra en el fordismo atlántico, la escala dominante era la nacional. Fue principalm ente en dicha escala en la que se im pugnaron las relaciones de poder socioespacial, y en la que se negociaron y regularon sus compromisos. Eso ocurrió en el seno de regím enes internacionales que reforzaban a los Estados nacionales, m ien tras que los Estados locales actuaban como relés o m ecanism os de ajuste micronivel para las políticas fijadas en el nivel nacional. Las economías nacio nales constituían en aquel momento el objeto obvio de la gestión económica en el fordism o atlántico, al tiempo que las naciones com erciales de A sia Oriental y las economías latinoamericanas seguían estrategias de sustitución de im por taciones. Su carácter "obvio” dependía en realidad de ciertos fundamentos materiales e ideológicos específicos que no resultaban obvios por sí m ism os. La naturalización de la congruencia estructural (coincidencia espaciotem po ral) de las economías nacionales, de los Estados nacionales y de las sociedades nacionales se basaba en la reconstrucción de posguerra en Europa, en el Estado de seguridad nacional en Asia Oriental y en las críticas a la dependencia en Am érica Latina. En cada caso, este marco nacional recibía el apoyo de diferen tes (y típicamente asimétricos) regím enes y alianzas internacionales, que era necesario m antener en pie. La reproducción de estas form as de com plementa riedad estructural dependía, a su vez, del hallazgo mediante ensayo-error de formas de gestión económica, regularización y gobernanza, capaces de ofrecer un arreglo espaciotemporal dentro del cual fuera posible resolver, al m enos parcialmente, la reproducción y los dilem as del capitalismo. Pese a todo, en la medida en que la dinám ica contradictoria de la acum u lación y los consiguientes conflictos y luchas tienden a evadir los intentos de atraparlos dentro de cualquier marco institucional anclado espaciótem poral mente, toda solución resulta necesariam ente inestable y provisional. Ello se hace especialmente evidente en el caso de la escala nacional que predom inaba en la organización de la expansión económica de posguerra, en la medida en 2,2.0
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que, desde entonces, se ha visto socavada en muy diferentes formas, incluyen do los diversos procesos multiescalares y m ultitemporales que contribuyen a la globalización. LA RELATMZACÍÓN DE LA ESCALA La reducción de la coherencia estructural entre economía nacional. Estado nacional y sociedad nacional que caracterizó el momento cumbre del boom de posguerra ha provocado la relativi2ación de escala. Esto es así pues, pese a que la escala nacional ha perdido su "o b via” prim acía en los regím enes de fordism o atlántico de posguerra, ninguna otra escala de organización econó m ica y política (ya sea m undial o local, urbana o triádica) ha conseguido hasta el momento una prim acía sim ilar en la fase actual del periodo posfordista. No existe en la actualidad una escala p rivilegiada en torno a la cual se organi cen el resto de los niveles, que garantice una coherencia estructural de y entre las escalas. En su lugar, existen luchas perm anentes para determ inar qué escala espacial debería adquirir la prim acía y cómo deberían articularse las escalas, lo que se refleja en una m ás com pleja inclusión y entrecruzamiento de las diferentes escalas conform e van siendo rearticuladas (Amin y Eobins 19 9 0 ; B o ye ry Hollingsworth 19 9 7; Collinge 19 9 6 , 19 9 9 ). De hecho, las opiniones sobre lo que es "natu ral” parecen h aber pasado de la economía nacional, a la economía m undial, las econom ías triádicas o los diferentes tipos de economías subnacionales y trans nació nal es, sin que la dim ensión nacional haya desaparecido p or completo. Esto puede advertirse en el redescubrim iento de las economías locales, urbanas y regionales "que siempreestuvieron allí” como lugares y objetivos de la intervención económica y política, así como en el desarrollo de nuevos discursos sobre la im portancia adquirida por la dim ensión m undial como escala natural de la organización política y económica. Los argum entos relativos a la tríada se presentan, en ocasiones, como si fueran la extensión del desarrollo natural de la escala regional o el producto de una fusión natural entre naciones económ icam en te interdependientes. Los ulteriores desarrollos m ateriales y sociales han complicado esta posición, especialm ente con la aparición del ciberespacio, un teatro virtual de actuaciones que parece estar en todas y en ninguna parte3. El ciberespacio ofrece tanto un m ecanism o para escapar de las con s tricciones y fricciones de las fronteras territoriales hacía un espacio fun cio nal, como un m edio para conectar territo rio y localidades de form as novedosas (véase el capítulo 3 ).
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La nueva política económica de escala no presupone un conjunto dado de lugares, espacios o escalas que deban ser meramente reordenadas. Por el con trario, asistimos a la aparición de nuevos lugares, a la creación de nuevos espa cios, al desarrollo de nuevas escalas de organizacióny a la fabulacíón de nuevos horizontes de acción, dependientes todos ellos de nuevas form as de (entender) la com petencia y la com petitividad. En particular, lo global de lo que tanto se habla en la actualidad, no es más que una de las muchas escalas en las que se idean y ejecutan intentos de reestabilízar el capitalismo. De hecho, la globali zación, ya sea que se contemple desde un punto de vísta estructural o estratégi co, aparece con frecuencia asociada estrechamente y de form a compleja a ciertos procesos en otras escalas espacíales. Es preferible considerarla como parte de la proliferación de escalas y tem poralidades, así como de objetos de acción institucionalizada, regularízacíóny gobernanza. La cantidad de escalas y temporalidades de acción que es posible distinguir es enorme, aunque son muchas menos las que llegan a ser explícitamente institucionalizadas^. El grado en que esto sucede depende de las tecnologías de poder —material, social y espaciotemporal— existentes, que perm iten la identificación e institucionalizacíón de algunas escalas de acción y tem poralidades concretas. Es el desa rrollo de nuevos mecanismos logísticos (de distanciamiento, com presión o comunicación), de tecnologías organizativas, de instituciones con nuevos horizontes de acción espacxotemporales, de arquitecturas institucionales más amplias, de nuevos estándares m undiales (incluyendo la hora mundial) y de modos de gobernanza, lo que contribuye a explicar esta proliferación de esca las y temporalidades institucionales económica y políticamente significativas. Es más, en la medida en que las nuevas escalas emergen o las ya existentes adquieren fuste institucional, las fuerzas sociales tam bién tienden a desarro llar m ecanism os para asociarlas o coordinarlas. Ello crea una mayor com pleji dad conforme las diferentes escalas de acción se van asociando en diferentes combinaciones híbridas verticales, horizontales, diagonales, centrípetas, cen trífugas o espirales. No es posible capturar esta complejidad en térm inos de contradicciones sim ples del tipo global-nacional o global-local, o conceptos híbridos m ultícom prensivos como globalización o transversalidad. Por el contrario, existe una proliferación de escalas espacíales (terrestres, territo riales o telemáticas) constituidas discursivamente, institucionalmente materia lizadas y espacialm ente incardinadas, que se relacion an —en lugar de alojarse unas dentro de otras— en jerarquías interconectadas cada vez más com plejas, no sólo con diferentes espacialidades sino tam bién con diferentes tem porali dades.
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Ello implica, entre otras cosas, que existe una mayor excentricidad de las relaciones espaciales en comparación con los años iniciales y los de auge del fordism o atlántico^. Las unidades territoriales mayores han pasado a incluir una proporción m enor de las relaciones económicas, políticas y sociales que se dan entre las unidades m enores comprendidas dentro de sus fronteras, en comparación con la proporción que poseían en la plenitud del fordism o atlán tico. Ello quiere decir que las unidades m enores ya no pueden ser tan fácil mente consideradas como muñecas rusas encajadas unas dentro de otras, lo cual se hace particularmente evidente en el surgimiento de la red de ciudades globales que, como red, no aparece contenida dentro de ningún espacio terri torial regulado por un Estado; al contrario de lo que sucedía en el siglo XIX, cuando las ciudades del mundo funcionaban básicamente como capitales de los imperios y de los bloques de comercio plurinacional organizados por los E s tados (Hall 1998; ICnoxy Taylor 1995). Otro ejemplo de la excentricidad de los nuevos espacios es el crecimiento de regiones transfronterizas, un buen número de las cuales son expresam ente promovidas por sus respectivos Estados o, en el caso de la Unión Europea, por un organismo político suprana cional (para una discusión más completa de las regiones transfronterizas desde esta perspectiva, véase Jessop soo^d). Existen además procesos de desfronterización (debordering), es decir, "cam bios que provocan el surgimiento de nuevos espacios políticos que trascienden los espacios definidos territorialm ente sin conducir a nuevas demarcaciones territoriales (esto es, a un sim ple cambio en las fronteras)” (B ro ck y Albert 1995: 171)- En resumen, los antiguos arreglos escalares y los antiguos arreglos espaciales se están descomponiendo bajo la presión económica y política, y se están viendo reconstruidos mediante una amplia gama de estrategias escalares, a menudo conflictivas entre sí. La actual relativízación de las escalas implica, sin duda, oportunidades y amenazas para las fuerzas económicas, políticas y sociales, muy diferentes de las propias del periodo en el que la escala nacional se construía y se tenía como obvia. Así, aparece asociada a reacciones tanto de aprovechamiento como de resistencia a los procesos que producen la globalización. Aunque el mercado mundial y las tríadas se han convertido en los espacios de competencia más des tacados, los espacios de competitividad más importantes son, con frecuencia, nacionales, regionales o locales (Brenner 2 000: 3 í;i)- En otras palabras, m ien tras que la ley capitalista del valor actúa cada vez más en una escala global, sometiendo a todas las actividades económicas o económicamente relevantes a la auditoría del mercado mundial, la búsqueda de ventajas competitivas asocia das a las ubicaciones por parte de las compañías, Estados y otros actores sigue 2^3
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inserta en las especificidades locales, regionales o nacionales. Esto modela las form as de la competencia y las estrategias para lograr la competitividad (véase el capítulo 3 y pp. 2;3i-238). y configura tam bién tanto las formas en que las fuerzas económicas, políticas y sociales tratan con carácter más general de p ro tegerse de la competencia m undial, como las estrategias más viables para tal fin. Los siguientes párrafos comentan brevem ente las diferentes escalas infe riores al nivel global en las que se produce la búsqueda de nuevos arreglos espa ciotemporales para la acumulación y la regulación. Abordaré más tarde el nivel global como efecto de las diferentes estrategias escalares y como objeto per se de gobernanza. PODER TRIÁD1C0 Conforme la jerarquía económica mundial se va redefiniendo, aparece un énfasis cada vez mayor en ciertos polos supranacionales de crecimiento que excluyen im portantes áreas del globo. Se basan, respectivamente, en las hege monías regionales o, al menos, en la dom inación de los EE UU, Alem ania y Japón, y se han visto reflejados en la creación del Tratado de Libre Comercio de Am érica del Norte (y, más recientem ente, en los intentos de ampliarlo a Latinoamérica sobre una base hem isférica), en los proyectos de am pliar y p ro fundizar un "Espacio Económico Europeo” , que se extienda más allá de las actuales fronteras de la Unión Europea, y los recientes esfuerzos por d esarro llar un sistema regional no sólo de producción sino tam bién financiero en A sia Oriental. Cada uno de estos polos de crecim iento supranacionales o triádicos posee sus propias divisiones del trabajo espaciales y escalares, y sus corres pondientes jerarquías interrelacionadas de tiempo y espacio. Naturalmente, existe ya una base material para estos desarrollos triádicos, con un cada vez más intenso comercio íntrabloque (más marcado en la Unión Europea, pero tam bién en alza en las otras dos tríadas), una profundización de la división interregio nal del trabajo en cada bloque, y la pretensión de generar form as apropiadas de gobernanza. Su desarrollo podría llegar a producir un nuevo arreglo espacio temporal que limite el impacto negativo de las form as neoliberales de globali zación. A corto y medio plazo, es más probable que ello ocurra en la Unión Europea. Ahora bien, para que estas tríadas se convirtieran de forma más gene ral en puntos nodales complementarios para la re-regulación del perm anente desorden global-local, sería necesario revertir, por un lado, el dominio del neoliberalism o en dos de las tres tríadas (Estados Unidos y, en m enor medida, Europa) y por otro, la parálisis política del Estado japonés. 234
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Los elogios que han recibido últimam ente las tríadas no deberían ocultar nos otras tres importantes tendencias: (i) la creciente interpenetración entre las propias tríadas, en la medida en que se está tratando de desarrollar y p ro fundizar su complementariedad global, y en cuanto que las multinacionales con base en una de las tríadas form an alianzas estratégicas con socios de las otras; (2) las m odificaciones en las jerarquías espaciales dentro de cada tríada como consecuencia del desarrollo desigual, que se refleja no sólo en los des plazamientos entre las "econom ías nacionales” , sino tam bién en el auge y caída de las regiones, en las nuevas form as de división "n o rte-su r” , etc.; y (3) el resurgimiento de economías regionales y locales dentro de las economías nacionales o, en algunos casos, por encima de sus fronteras, ya sea que tal resurgimiento forme parte del proceso general de globalización o que se desa rrolle como reacción al mismo. Cada uno de estos cambios tiene sus propias bases materiales y estratégicas y, por tanto, contribuye a la compleja rearticu lación permanente de las economías m undial-regional-nacional-local. BLOQUES REGIONALES Y REGIONES TRASFRONTERIZAS Además de las macrorregiones triádicas, dos de las cuales emergen dentro del espacio económico anteriormente dominado por el fordismo atlántico, se han propuesto otro tipo de bloques o sistem as regionales que fragmentan, tras cienden o atraviesan los espacios nacionales. Algunos teóricos explican estas propuestas alternativas como dependientes de los "territorios económicos naturales” , que habrían podido reem erger o desarrollarse con el declinar de los Estados nacionales como contenedores no sólo políticos sino también eco nómicos. Ciertamente, conviene destacar cómo los antiguos bloques y relacio nes de comercio transfronterizo han resurgido tras la caída del Telón de Acero en 19 89 -9 0 . Ahora bien, estos "territorios económicos naturales” han sido discursivamente naturalizados, además de construidos económica y política mente. El que un determinado territorio sea considerado natural o no, depen de, por ejemplo, de las diferentes perspectivas acerca de los modos de competencia económica dominantes y de los variados factores económicos y extraeconómicos que pueden prom over un sistem a de competitividad sistém ica o estructural. De este modo, como vim os en el capítulo 3 , una interpretación ricardiana (basada en el crecimiento dependiente de los factores económicos en una econom ía ab ierta) con d u ciría a id e n tific a r "te rrito rio s eco n ó m i cos naturales” y estrategias económicas diferentes a los que aparecerían con siderados en una interpretación listiana (basada en las dinámicas de inversión 1*5
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proteccionistas para la puesta al día, prom ovidas por un Estado nacional preo cupado por su seguridad económica y político-m ilitar). Del mismo modo, una lectura keynesiana (basada en la garantía de las condiciones interdependientes de las economías de escala de producción masiva y de consumo masivo) supon dría unos "territorios económicos naturales” y unas estrategias económicas diferentes de las que se derivarían de una visión schum peteriana (basada en la garantía de las condiciones para la competitividad sistém ica y la innovación permanente). El debilitamiento del cierre relativo del fordism o atlántico, el final de la guerra fría, la descom posición del Bloque Soviético y la "apertura” de China al capital extranjero han reforzado la relativízación de las escalas y creado espa cios para nuevas estrategias económ icas y políticas por parte, tanto de las em presas, como de los Estados. Estos cambios quedan reflejados en la p ro li feración de escalas desde las que, en la actualidad, se pretenden reestructurar las relaciones económicas, políticas y sociales, y que van desde la globaliza ción económica, la gobernanza m undial y la cultura global, a la prom oción de las economías locales, la democracia vecinal y las identidades "tribales” . En un extremo nos encontramos la adopción entusiasta del libre mercado y de la integración incondicional de espacios económ icos en la economía mundial con la mayor rapidez posible. Desde el punto de vista histórico, la defensa del libre mercado aparece asociada a los poderes económ icam ente dominantes, es decir, a los poderes que lideran las nuevas tecnologías, que poseen un papel predom inante en la producción y el consumo, y que controlan una divisa hegem ónica o básica Y, por el contrario, no suele ser adoptada voluntaria mente por las economías débiles, en las que el libre mercado generará, con toda probabilidad, una menor coherencia económica o su desintegración y subordinación a las influencias exteriores, ya sea como consecuencia de una mayor dependencia tecnológica, de la penetración de las im portaciones a expensas de las em presas locales (con pocas posibilidades de ajuste estructu ral), m ediante la depreciación de la divisa y la inflación allí donde existen divisas flotantes, o por la recesión en los casos en los que la divisa nacional está referenciada a otra más fuerte (como el dólar norteam ericano). Con todo, algunos elem entos de esta estrategia neoliberal fueron igualmente defendidos en ciertas econom ías postsocialistas (reforzadas, naturalmente, por agencias internacionales de tendencia neoliberal, por los EE XJU y por la Gran Bretaña thatcherista); se incluyen igualmente en las condicíonalidades asociadas a los program as de ajuste estructural propuestos por el Banco Mundial para las economías africanas y latinoam ericanas en crisis; y han sido recomendados
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para diferentes economías poscrisis de A sia Oriental (de nuevo, estimuladas por los sospechosos habituales internacionales). En una escala más local, el neoliberalism o se hace tam bién evidente en la expansión masiva de las zonas económicas libres, en los enclaves de m ercado franco, en las zonas de libre comercio, etc. En segundo lugar, en el extremo opuesto del espectro, la crisis de las eco nomías nacionales aparece asociada a diferentes planes proteccionistas, inclu so de autarquía. Dichos planes suponen una retirada selectiva o completa de la economía mundial, con el fin de conseguir una base económica fuerte antes de exponerla a la competencia internacional. Este enfoque se relaciona en ocasio nes con argumentos del tipo "joven industria” o se remite a la fase de sustitu ción de importaciones propia de algunas trayectorias de crecimiento de los "nuevos países industrializados” de A sia Oriental, antes de pasar al desarrollo dependiente de las exportaciones. En ocasiones se vincula, además, a conside raciones geoestratégicas y de seguridad (dé nuevo, como en los casos de Corea del Sur o Taiwán). Ahora bien, una estrategia autárquica plena resulta difícil de adoptar allí donde las economías dependen de la im portación de materias p ri mas, poseen deuda externa o han quedado ya integradas en las división in ter nacional del trabajo. En tercer lugar, en los procesos de form ación triádicos aparecen intentos por parte de otras economías de extender y profundizar sus vínculos con sus bloques triádicos vecinos. Por ejemplo, la integración en la UE o en la Asociación Europea de Líbre Comercio fue la opción inicialm ente más popular para diferentes economías del este y del centro de Europa, sobre todo conside rando el colapso del CAEM de la era soviética a partir de 1989 (Bakos 1993). Con las debidas cautelas acerca de sus costes financieros y de su impacto eco nómico en los sectores sensibles, esta estrategia de ampliación también ha sido promovida por las principales economías de la UE por diferentes razones eco nómicas y geoeconómicas. Todo ello tiene su reflejo en una serie de programas destinados a prom over los vínculos transfronterizos y la cooperación entre regiones, ciudades o localidades no contiguas. Esta m ism a estrategia general se da en A sia Oriental y ha sido articulada de form a particularmente clara en la llamada "estrategia de la bandada de gansos” en Japón; es decir, la integración de los nuevos países industrializados de prim er, segundo y tercer grado en una división regional del trabajo con hegem onía japonesa. Esta estrategia supone no sólo una nueva división del trabajo, sino tam bién la pretensión japonesa de exportar su peculiar sistema de relaciones laborales (Woodiwiss 1998) y de promover las correspondientes formas de régim en de bienestar ricardiano 327
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(Esping-A ndersen 1997; Jones 1998; Kwon 1997). La creciente complejidad de las formas de integración regional y transfronteriza en el hem isferio am erica no, particularmente en las diferentes jerarquías concéntricas o excéntricas en las economías regionales y locales en Latinoam érica, constituye igualmente un rico campo de estudio (G rugely Hout 1999; Hettne et álii ?o o o ; Schulz et álii 20 0 1; Vellinga 2000). En cuarto lugar, y en sentido contrario, existen propuestas de establecer bloques comerciales neomercantilistas. Una buena ilustración de las mism as aparece en la idea de resucitar el CAEM como organización macroeconómica multilateral en form a de Unión Fronteriza con una regulación común de las fronteras exteriores, y de una Unión de Pagos Gentroeuropea que liquidaría los balances comerciales de forma bi o multilateral (Andreff y A n dreff 1995; Smyslov 1992) • En una escala más baja, pero todavía supranacional, han apare cido propuestas de integración de las economías locales entre diferentes subgrupos de las antiguas economías postsocialistas. El caso más conocido (y respaldado inicialm ente por las fuerzas capitalistas occidentales) trató de esta blecer una Asociación de Libre Comercio Centroeuropea entre Hungría, Polonia y Checoslovaquia, propuesta oscurecida por sus candidaturas de in cor poración a la Unión Europea. Proposiciones sim ilares se refieren a un bloque de comercio en yenes en Asia Oriental, como base de profundización de la d ivi sión regional del trabajo, de reducción de la superdependencia del mercado norteamericano (y también del dólar), de obtención de un espacio en el que consolidar los valores del capitalismo confuciano y asiático frente a la ofensiva neoliberal, y como medio para reducir la futura oposición a las volátiles fuerzas mundiales (Frahkel 19 94; Cong 1999; Sum 20 0 1; Vellinga 2000). En quinto lugar, se han presentado diferentes propuestas internacionales de cooperación entre las economías capitalistas y postsocialistas para crear nuevas form aciones económicas. Entre ellas: (1) un Proyecto de Cooperación Económica del Mar Negro; (2) la Organización de Cooperación Económica para el A sia Central; (3) la cooperación en el M ar Báltico; (4) la resurrección de la Confederación del Danubio; y (5) la Zona Económica Ribereña del "M ar del Japón” . Estas propuestas tratan de aprovechar los históricos intercam bios regionales, las crecientes vinculaciones económicas y las capacidades com ple m entarias de los diferentes socios, y poseen además una gran variedad de bases geopolíticas, étnicas, religiosas, culturales y de otro tipo, que cambian caso por caso. El papel cada vez mayor de los EE UU desde los ataques al World Trade Center y al Pentágono, en las repúblicas túrquicas m eridionales de la antigua Unión Soviética, puede servir como ejem plo adicional de esta opción. 338
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En sexto lugar, se han propuesto diferentes pactos regionales transfronte rizos para asociar a más de dos economías .subnacionales en nuevas entidades regionales con la esperanza de que puedan profundizar sus actuales complementariedades. Entre ellas se incluyen las propuestas de relación dentro de la Europa postsocialista y entre economías de la UE y de fuera de ella (tales como la INTERREG Grecia, INTERREG Viadrina, IN TERREG Italia-Eslovenia y otras muchas) (véanse Comunidades Europeas 1994., 2-001-, Perkmann 30 0 0 ); y, nuevamente, fuera de la esfera europea, en el delta del Mutankiang, entre Liberia y las repúblicas del extremo oriente de la CES, las provincias del noreste chino y Corea del Norte, con el apoyo de Japón (véase Comunidades Europeas, 1993). Existen también regiones virtuales que com prenden redes económicas de conexión entre ciudades y regiones no adyacentes. La más famosa de éstas es la Región de los Cuatro Motores en Europa que une cuatro regiones no adya centes de alto crecim iento, a saber, Baden-W ürttem berg, Rhóne-Alpes, Lom bardíay Cataluña; sí bien existen otras regiones de este tipo y redes de ciu dades europeas formalizadas o no (Camhis y Fox 19 93; Interreg 20 0 1; Scott 30 0 1; Vellinga í o o o ) . CIUDADES Existe otra escala de acción que tam bién está haciendo su aparición (o más correctamente, reapareciendo en diferentes form as) por encima de las jerar quías geoeconómicas y geopolíticas convencionales: la escala urbana. En este campo se han producido tres importantes cambios; (1) la enorme expansión del tamaño y escala de las principales ciudades dentro de las jerarquías urba nas, hasta el punto de que se han convertido en enorm es entidades m etropoli tanas o regionales con varios centros (sobre las regiones metropolitanas extendidas y los corredores urbanos en el Pacífico asiático, véase Forbes 1997); (3) una creciente integración estructural y orientación estratégica de las actividadés de las ciudades más allá del espacio nacional, orientación que puede crear potenciales conflictos con los Estados nacionales en la medida en que ciertas ciudades se convierten en potenciales "Estados regionales” , menos orientados a sus respectivas territorios interiores que a sus relaciones con las ciudades y espacios económicos extranjeros (lo que se m anifiesta en el cada vez más extendido uso de las metáforas de la "puerta” , el "eje” y la "re d ”); y, para dójicamente, (3 ) un mayor uso de ciertas ciudades principales (en lugar de, como se hacía antes, de ciertas empresas o sectores) como campeones patroci nados y protegidos por el Estado frente a la intensa competencia internacional. 229
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Harding ha definido el contenido de estas políticas em presariales a partir de su creciente preocupación por: el estado de la economía local; la suerte de los negocios de base local; la capacidad de atraer nuevas empresas j/ o la promoción del crecimiento entre las empresas locales; la promoción de la creación de empleos y de medidas formativas en respuesta al acelerado desempleo urbano; la modernización de las infraestructuras y activos de las regiones urbanas (comunicaciones, instituciones culturales, fortalezas y capacidades de la educación superior) para atraer visitantes e inversión y sostener las activi dades económicas existentes; y la necesidad de hacer cesar la huida hacía los barrios pudientes de las afueras y de conservar la población (en espe cial, a las fam ilias de ingresos medios y altos) y los puestos de trabajo para crear ciudades cohesionadas y agradables para vivir [1995: 27]. El análisis de Storper sobre la ciudad reflexiva afirm a que el riesgo y la incertidumbre se están m odificando en un periodo en el que las fuerzas del mercado y el entorno extraeconómico de los agentes económicos resultan cada vez más turbulentos, más dependientes de los cálculos estratégicos de los demás actores y más abiertos a la influencia de una amplia gama de escalas espaciales. Ahora bien, no todas las ciudades em presariales escogen la misma forma de competitividad. En algunos casos, las innovaciones en sus políticas suponen poco más que los intentos de garantizar sus ventajas comparativas básicamente estáticas, atrayendo inversiones del capital móvil a expensas de otras zonas, mediante medidas tales como los recortes tributarios, los su b si dios y la desregulación, o mediante la creación de imagen a través de la propa ganda cívica. En otros casos, las ciudades introducen inn ovacion es económicas, políticas y sociales para m ejorar la productividad y el resto de condiciones que afectan a la competitividad estructural y sistém íca, tanto del capital local como del móvil. Lo que se ve reforzado cuando existe un espacio socialmente compacto e institucionalmente denso para la reflexibilidad eco nómica, y para mancomunar los riesgos e incertidum bres en un entorno nació nal, regional y mundial cada vez más agitado (véanse Storper 1997; Veltz 1996). ALIANZAS ESTRATÉGICAS Toda esta complejidad apunta a la posibilidad de estrategias de alianza entre Estados situados en sim ilares o diferentes escalas regionales (por ejem plo, la UE, ya sea como organización intergubernam ental de Estados-nación o como 23o
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''Europa de las reglones” ), para garantizar las bases de la supervivencia econó mica y política una vez 'que se dejan sentir los imperativos de competitividad estructural en la escala global. Se han propuesto u organizado tam bién otras formas de proteccionismo en diferentes escalas, conforme los diferentes modelos de crecimiento local o regional se han visto alterados (y que van desde la "Europa Fortaleza” a los "nuevos localism os” , del Foro de Sáo Paulo al Plan del Pueblo para el Siglo XXI (PP21), o a la autoorganización económica in fo r mal de los poblados chabolistas). Gon todo, tal como señala Mittelman, "no deberíamos considerar al regionalism o de los noventa como un movimiento hacia la autarquía de base territorial, como lo fue en los años treinta. Por el contrario, supone una concentración de poder político y económico en compe tencia dentro de la economía global, con múltiples flujos ínter e intrarregionales (1996: 190; véase tam bién Keating 1998).
4. ESCALAS DE CO M PETEN CIA El análisis anteriormente realizado nos indica que la competencia se produce no sólo entre actores económicos (por ejemplo, entre empresas, alianzas estratégicas o redes), sino también entre entidades políticas que representan espacios y lugares (como las ciudades, las regiones, las naciones o las tríadas). Por ello, resulta justificado tratar a las ciudades, las regiones y las naciones como "unidades” o "sujetos” de la competencia, además de como condiciones, capacidades y cualidades económicas. Lo cual im plica que la competencia apa rece mediada por algo más que las sim ples fuerzas del mercado, y suscita la cuestión de si las condiciones de éxito para la competencia en una ciudad, región o nación son las mismas que para una em presa individual. ¿Son las ciu dades, las regiones o las naciones capaces de lograr la competitividad de forma sim ilar a como lo hacen las empresas? Y, si no lo son, ¿persiguen al menos la competitividad económica en la misma form a unas que otras? La respuesta, como es obvio, depende de la amplitud con la que consideremos la competen cia, la competitividad y las capacidades de acción (sobre las naciones, véanse IMD 30 0 1; Porter 1990; Porter et álii 2 0 0 0 ; Warr 1994; sobre las ciudades y las regiones urbanas, véanse Brenner 2000; Ohmae 19 9 1,19 9 5 ; Porter 1995; Scott 1998, 30 0 1; Storper 1997). La competencia aparece mediada por la mano in vi sible del mercado y, en esta medida, se produciría con independencia de que los actores orientaran o no sus actividades económicas a la m ejora de su competítividad. En este sentido, las fuerzas del mercado sitúan ciertas actividades ^
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en determinados espacios y lugares con independencia de que se realicen esfuerzos para atraer (o repeler) ciertas actividades económicas en niveles superiores a los agentes individuales del mercado. Las ciudades, regiones y naciones, por otra parte, pueden tam bién com petir en un nivel más explícito, estratégico y reflexivo, poniendo en práctica planes y proyectos para atraer la inversión y el empleo y para m ejorar sus resultados en competencia con otros espacios y lugares. Si estas estrategias competitivas se hacen explícitas y son susceptibles de ser realizadas, entonces se hace evidente que las ciudades, regiones y naciones son realmente —y no sólo se definen como— actores "em prendedores” . A continuación trataré de defender que un importante rasgo distintivo del posfbrdism o en comparación con el fordism o es la cre ciente importancia de las estrategias em presariales reflexivas por parte de actores no económicos. Partiendo del análisis de Schumpeter del em prendim iento (véase el capí tulo 3), podemos decir que existen cinco campos de innovación susceptibles de ser impulsados por los actores escalares en representación de las localidades, ciudades, regiones, naciones o bloques triádicos6-. i. La introducción de nuevos tipos de espacios y lugares para vivir, traba jar, producir, consumir, prestar servicios, etc. Entre los ejem plos, se encontrarían las ciudades multiculturales, las ciudades organizadas en torno a sistem as integrados de transporte y desarrollo sustentable, y los centros de distribución y puertas regionales transfronterizos. 2;. Nuevos métodos de producción de espacios o ubicaciones para crear ventajas específicas, asociadas a la ubicación, para la producción de bienes y servicios y para otras actividades urbanas. Entre los ejem plos se incluirían las nuevas infraestructuras físicas, sociales y cibernéticas, la promoción de las economías de aglomeración, los polos tecnológicos, la desregulación y la recualificación. 3 . La apertura de nuevos mercados, ya sea m ediante la com ercialización de localidades, ciudades o regiones específicas en nuevas áreas, o m edian te la m odificación de la división espacial del consumo m ejorando la calidad de vida de los residentes, de quienes están de paso, o de quienes las visitan (por ejemplo, con cultura, entretenim iento, espectáculos, nuevos paisajes urbanos, barrios gay, gentrificación). 4. La búsqueda de nuevas fuentes de oferta para m ejorar las ventajas com petitivas. Entre los ejem plos se incluirían las nuevas fuentes o patrones de inm igración, la codificación de la cesta cultural de las ciudades, la s3s>
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búsqueda de nuevas fuentes de financiación por parte del Estado cen tral (o, en la UE, de los fondos europeos) o la recualificación de la mano de obra. 5. La reconfiguración o redefinición de las jerarquías locales, urbanas o regionales y la alteración del lugar correspondiente a un espacio econó mico concreto dentro de ellas. Entre los ejem plos se incluirían el logro de una posición como ciudad mundial o global, las puertas regionales, las regiones transfronterizas y las "regiones virtuales” basadas en la cooperación interregional entre espacios no adyacentes. Existe un riesgo evidente de trivialización de las actividades em presaria les, al reducirlas a las actividades rutinarias que resultan directamente econó m icas o económicam ente relevantes; y tam bién al considerar la imagen em presarial o el m arketing como pruebas del carácter emprendedor schum pe teriano. Algunas localidades podrían estar sim plem ente administrando o ges tionando de forma eficaz un clima favorable a los negocios, más que estar dedicándose de forma activa a la innovación. Que ello pueda bastar para con servar ciertas condiciones extraeconómicas para la acumulación de capital, no quiere decir que dicho lugar sea em prendedor. Lo que resulta verdaderamente esencial desde un punto de vista estructural, es si dicha localidad "em prende dora” posee rasgos institucionales y organizativos que puedan dar soporte a un flujo de innovaciones. De lo que se trata aquí es de un complejo especializado de instituciones, normas, convenciones, redes, organizaciones, procedim iento sy modos de cálculo económico y social, que estim ulen el emprendimiento. Considerada estratégicamente, una localidad "em prendedora” es la que ha desarrollado la capacidad de actuar em presarialm ente. Ya sea que se involucre de form a más directa en alguno o algunos de los cinco campos de innovación citados como em presario económico propiam ente dicho, o si promueve condi ciones institucionales y organizativas favorables al emprendim iento económ i co por parte de otras fuerzas. Dichas fuerzas pueden incluir todo tipo de actores locales, localmente dependientes o exteriores que den apoyo a un determ ina do proyecto emprendedor. Como consecuencia del cada vez mayor interés en las ventajas de la com petitividad dinám icay en las bases de la competitividad estructural o sistém ica, los rasgos extraeconóm icos de los lugares y ubicaciones resultan progresivamente más significativos para el diseño y ejecución de estrategias em presariales. De este modo, la dotación en los así llam ados factores econó micos naturales es cada vez menos importante (pese a los aspectos dependientes 233
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de su trayectoria que están vinculados a la posición que tienen los diferentes lugares dentro de las jerarquías urbanas); mientras los factores socíalmente construidos, regulados e incrustados se hacen cada vez más importantes para la competitividad. Las ciudades (ó localidades) em prendedoras, por tanto, no sólo deben ubicarse económicamente sino tam bién dentro de las esferas extraeconómicas que, en la actualidad, son fundam entales para una eficaz competencia estructural o sistémica. Podemos referirnos aquí a la "glurbanización” como una tendencia análoga a la "glocalización” (véase la tabla 5.3). Mientras que este último térm ino hace referencia a las estrategias de las empresas para crear ventajas competitivas mundiales explotando las d iferen cias locales, el prim ero alude a las estrategias locales, regionales o nacionales destinadas a construir ventajas m undiales reestructurando los espacios u rb a nos con el fin de mejorar su competitividad internacional. Ello puede conducir a la reproducción de diferencias locales y/o ubicuidades que pei-mitan a las empresas multinacionales poner en marcha sus propias estrategias de "gloca lización” . Podemos encontrar estrategias análogas en escalas diferentes, regio nales o transfronterizas. TABLA 5.2
GLURBANIZACIÓN FRENTE A GLOCALIZACIÓN
GLURBANiZACiÓN
GLOCALIZACIÓN
Actores estratégicos
Ciudades (puede que como campeones nacionales).
Empresas (puede que en alianzas estratégicas).
Estrategias
Estrategias basadas en el lugar y en et espacio.
Estrategias basadas en la empresa 0 en el sector.
Nuevas escalas de actividades y temporalidades
Crea diferencias locales para capturar flujos e incrustar et capital móvil.
Desarrolla nuevas formas de división escatar y/o espacial del trabajo.
Gobernanza cronotópica
Rearticula el tiempo y et espacio para lograr ventajas competitivas sistémicas o estructurales.
Rearticula lo global y lo local para lograr ventajas competitivas dinámicas. FUSNTEr JSSSOP Y SUM 2000.
Existen modalidades fuertes y débiles dentro de las estrategias de glnrbanización. Mientras que las prim eras son típicas de las ciudades o regiones que lideran las jerarquías urbanas o regionales, las últimas son propias de las ciu dades y regiones "corrientes” (A m iny Graham 1997). Estas estrategias difieren al menos en tres aspectos: sus respectivos discursos y conceptos de com petiti vidad, los horizontes espaciales sobre los que pretenden actuar, y su asociación
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con los diversos contextos y posiciones locales dentro de las jerarquías escala res predominantes. Lo que comparten es el papel clave de las autoridades p olí ticas en su diseño y promulgación globales. Podemos distinguir siete opciones fundamentales en el nivel de las ciudades y regiones7: 1 . La prim era opción es la de am pliar o profundizar la división del trabajo dentro de un conjunto integrado y verticalmente concéntrico de esca las. Ello im plica la búsqueda de alguna forma de "complementariedad estructurada” mediante la creación de lazos favorables con la economía en general, en un conjunto cada vez mayor de escalas más amplias de acción económica y política. Dichas estrategias pueden haber sido p ro movidas desde arriba o surgir desde abajo. En el plano discursivo, ello se refleja en los intentos de "posicionar a los lugares de forma central en los 'escenarios’ de las diferentes escalas espaciales: regional, nacio nal, internacional, m undial” (Hall y Hubbard 1996: 16 3-4)- En la prác tica, suele im plicar la prom oción del desarrollo económico dentro de una escala dada, explotando las dinám icas de crecimiento en escalas espaciales progresivamente ascendentes desde lo local a lo supranacio nal, pasando por lo regional y lo nacional. 2 . La segunda opción es construir lazos horizontales en la m ism a esca la dentro de un conjunto integrado y verticalm ente concéntrico de escalas. Existe una am plia gama de este tipo de estrategias, que van desde la escala local a la triádica. Num erosas regiones tran sfro n teri zas sirven para identificarla, como tam bién lo hacen las alianzas translocales y las regiones virtuales. Estas últim as surgen para un ir espacios no adyacentes con intereses com partidos o com plem enta rios, como la cooperación dentro de la llam ada Región Europea de los Cuatro M otores, que incluye Badén-W Urttemberg, Rhónes-Alpes, Lom bardía y Cataluña, cada una de las cuales es una ciudad-región dinám ica asociada a una ciudad im portante no capital. Por lo general, esta estrategia parte de los intereses e identidades territoriales comun e sy trata de explotarlos recursos y capacidades conjuntos o com ple m entarios. Su objetivo es el desarrollo de una masa crítica m ediante la sim ple aglom eración de econom ías, o bien lograr una división del trabajo dentro de la misma escala en lugar de hacerlo entre escalas diferentes. Esta estrategia horizontal puede surgir localmente desde abajo o ser prom ovida por los órganos situados en los niveles o escalas inferiores y superiores. La prom oción de las regiones transfronterizas ^5
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europeas corresponde tanto a los ayuntam ientos locales como a la Unión Europea. 3 . La tercera opción supone la construcción de lo que podrían denom inar se vínculos "transversales” ; es decir, puentear una o más escalas in m e diatamente contiguas para buscar una integración más estrecha con los procesos de otras escalas. Lo cual resulta particularmente significativo allí donde aparece la inversión extranjera directa (IED) y la producción para la exportación, casos en los que los vínculos con el resto de su territorio nacional inmediato o incluso con la economía nacional, pue den resultar mucho m enos im portantes que las conexiones entre las escalas locales y supranacíonales. Algunas regiones transfronterizas de Asia constituyen buenos ejem plos de esta estrategia, en concreto, los triángulos y polígonos de crecim iento (Parsonage 1992!; Sm ith 1997; Thant et álii 1998). Ejem plos adicionales serían las zonas de p rocesa miento para la exportación, los puertos francos y las puertas regionales, si bien estos últimos tienden a estar localizados dentro de un territorio nacional y a orientarse hacia el exterior (véase Chen 19 95 sobre la evo lución de las zonas de crecim iento transnacionales; Ohmae 19 95 sobre los Estados región contemporáneos). 4,. Otra estrategia de desarrollo habitual entre las localidades débiles o m arginales, tales como las ciudades interiores, las regiones industria les o costeras en declive, etc., es el acopio de recursos. Se trata de una respuesta com prensible, por ejem plo, en el caso de las ciudades in te riores que padecen la decadencia urbana, la falta de vivienda, una débil base fiscal y la ausencia de terrenos para los planes de desarrollo u rba no, así como la fragmentación política e institucional. Las autoridades locales en Europa pueden dirigirse a la Unión Europea para solicitar fondos (entre otros, los diferentes fondos estructurales), y en los Estados federales m ultinivel pueden dirigirse a las autoridades federa les además de a los Estados. Sin embargo, lo normal es que el éxito en las estrategias de acopio de recursos se vea acompañado de ciertas im posiciones. Ello lim ita la gama de iniciativas económicas posibles y amenaza la coherencia del plan de desarrollo económico global (Hay 1994). 4. Las localidades pueden igualmente tratar de prom over el marketing de su propio espacio m ediante la desregulación, los "concursos de belleza” internacionales para atraer inversiones y los "concursos de patito feo” en busca de los fondos estructurales y otros fondos de reestructuración *36
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o compensación para regiones en declive. Los destinatarios evidentes de dichas actividades son el capital móvil y las agencias de financiación; aunque, con frecuencia, los Estados centrales ofrecen ayuda y estim u lan a las autoridades locales y regionales para que intenten atraer in ver siones y fondos de reestructuración. La desregulación, sin embargo, es una estrategia contraproducente, ya que genera empleos en áreas en declive económico y puede estim ular una carrera a la baja en la desre gulación. Desde este punto de vista, las estrategias competitivas fuertes suelen ser mucho m ejores, aunque tam bién las ventajas competitivas resultantes pueden ser m ejoradas por otros competidores (véase el capítulo 3 ). 6. Una sexta opción es tratar de escapar de las restricciones ligadas a la escala o a la ubicación, situando las actividades en un espacio de flujos sin fronteras o pasando al ciberespacio. Aunque ello no evita la n ecesi dad de algún tipo de coyuntura espacial (islas offshore, paraísos fiscales, etc.) (véanse H udsonaooo; Leyshon y Thrift 1999; Palan 1998). 7. Una séptima opción es un desacoplamiento parcial o total de una deter minada escala respecto de la división del trabajo y del mercado m un dial, opción que suele asociarse a proyectos políticos, económicos y de socialización anticapitalistas (véase el capítulo 1). Un aspecto importante de la mayoría de estas diferentes estrategias espa ciales es su preocupación por lim itar la competencia dentro de la propia región (coherencia estructurada) mediante la cooperación orientada al mercado, como base de tina competencia más eficaz y más allá de la correspondiente escala espacial. La escala espacial en la que se alcanzan estos compromisos depende en parte de la naturaleza de las cadenas de mercancías y de los grupos económicos, de las correspondientes externalidades espaciales (incluyendo aspectos sobre división administrativa, proximidad y sinergia de las economías de aglomeración) y de las formas existentes de incrustación social de las relacio nes económicas y de los procesos de aprendizaje (Gamagni 1995; M essner 1998; véanse Porter 19 9 0 ; Smith 1988). La existencia de este tipo de proyectos em prendedores no garantiza, natu ralmente, que los espacios económicos reales dotados de "coherencia estruc turada” y ventajas competitivas sostenibles lleguen a consolidarse. Existe un buen número de dificultades a la hora de lanzar y consolidar estas estrategias em presariales, no sólo como consecuencia de la incertidumbre inherente a la competencia como proceso continuo, sino tam bién por las dificultades de
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coordinación económicas y extraeconó micas dentro de los espacios económi cos identificados como objeto de las estrategias em presariales. Tampoco hay razón alguna para suponer que todos los factores necesarios para una estrate gia local o regional de éxito aparezcan dentro de los lím ites del espacio econó mico que le sirva de localización prim aria.
5. TEN D EN CIA S EN E L ESTADO Los cambios en el papel del Estado en la acumulación de capital y en la rep ro ducción social suponen cambios en la articulación form al y en la autonomía operativa de los Estados nacionales. En ocasiones, se hace referencia a este hecho en térm inos de declive del Estado nacional frente a la globalización. Pero ello resulta considerablemente engañoso. Y es que no estamos asistiendo al surgimiento de una sola economía globalizadora basada en flujos que actúa en una relación de suma cero con una pluralidad de Estados nacionales territoriales tradicionales. Adoptar una perspectiva de este tipo, supondrían tratar la crisis del Estado territorial nacional parcialmente inducida por la globalización —ya sea en su form a de fordism o atlántico de posguerra, de Estado desarrollista, de Estado de seguridad nacional u otras— como si im plicara la im posibilidad pre~ sente y futura de cualesquiera otras form as de territorialización del poder politico. Por el contrario» el enfoque aquí empleado indica que se producirán intentos de reconstituir el Estado territorial nacional en respuesta a la globali zación, o de establecer nuevas escalas territoriales como puntos dominantes o nodales en la institucíonalización del poder político. Esta expectativa se ve reforzada si tenemos en cuenta que el Estado westfaliano nunca fue tan rígido o completo como la "fetichización del espacio al servicio del Estado [nacional]” podría hacernos creer (Lefebvre 1978; véase 19 9 1: 28 0 ~3; véase Osiander 20 0 1). Más aún, una vez que se acepte que la delim itación del Estado como conjunto institucional es a la vez interna al sistem a político y contingente, podremos valorar si las formas no territorializadas de gobierno-gobernanza podrán adquirir una mayor significación en el ejercicio del poder político. Estas observaciones adquieren mayor plausibilidad si recordam os la incompletud constitutiva de la economía capitalista y su dependencia de factores extraeconómicos. Todo esto sugiere que la globalización económica exigirá importantes cambios en las form as institucionales, en las actividades principales y en las escalas prim arias, en y a través de las cuales se garantizan dichos apoyos extraeconómicos. ^38
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Para valorar el margen de des y reterritorialización de las formas de poder estatal o su sustitución por formas no territoriales de poder político, debemos reco n sid e rar el supuesto desafío que p ara los E stados n acion ales im p lica la globalización. Las posibilidades de un mayor dominio ecológico de la economía globalizadora dependen de la capacidad de las principales fuerzas económicas de distanciarse o com prim ir el espacio-tiem po, de forma que quede fuera del alcance de las capacidades de control de la mayor parte de las fuerzas de base y orientación estatales. Puesto que existen muy pocos, sí es que existe alguno, que posea individualmente el alcance y la capacidad globales efectivos, como para com prim ir sus rutinas adaptándolas al espacio-tiem po del acelerado capital hipermóvil. Ello crea una separación cada vez mayor entre los horizon tes y rutinas espaciotemporales de este último y los de la mayoría de los Estados contemporáneos y, como consecuencia de su impacto sobre la dinámica global de la economía capitalista, una creciente separación entre un espacio de flujos potencialmente mundial y la limitación fronteriza de un sistema político terri torialmente segmentado. Desde el punto de vista temporal, ello limita la capa cidad de un Estado típico para reaccionar siguiendo sus propias rutinas y formas de cálculo, razón por la cual muchos gestores estatales experimentan la presión de la globalización y creen que han perdido su autonomía operativa. Igualmente, desde el punto de vista espacial, dada la porosidad de las fronteras a muchos tipos distintos de flujos y la cada vez mayor movilidad del capital en toda una gama de escalas transnacionales, a los Estados les resulta progresiva mente más difícil, en el caso de que lo deseen, contener los procesos económ i cos, políticos y sociales dentro de sus propias fronteras, o controlar los flujos que las atraviesan. Estos cambios se relacionan a su vez con una progresiva fragmentación del sistema de Estados de Westfalia hasta el punto de que, de hecho, algunos estudiosos han propuesto que está siendo reemplazado por un sistem a neomedxeval (por ejemplo, Anderson 19 9 6 ; Gerny 30 0 0 ; Ruggie 1993). Sin embargo, aunque existen tendencias detectables hacia la fragm en tación en algunos campos específicos, ello no impugna necesariamente el papel más general del Estado nacional como punto nodal clave dentro de la articulación interescalar (véanse pp. 2 4 8 -34 9 ). Con todo, parece evidente que los cambios asociados a la economía globalízadora basada en el conocimiento poseen importantes repercusiones en todas las formas de representación, intervención, jerarquías internas, bases sociales y proyectos estatales en todos los niveles de la organización del Estado. En parte, ello supone cambios fundamentales en las relaciones dentro del m ism o n ivel organizativo. Por ejem plo, adem ás de los desplazam ientos en ^39
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el poder relativo del ejecutivo, legislativo y judicial, hay también desplaza mientos en el peso relativo de los órganos financieros, educativos, tecnológi cos, ambientales, de seguridad social, etc. Ahora bien, esta reorganización se extiende también a la reordenación de las relaciones entre los diferentes n ive les políticos, a la articulación de gobierno y gobernanza y a la re configuración de las fron teras de los sistem as p olíticos. Estos aspectos de la reorgan iza ción pueden resum irse en térm inos de tres conjuntos de cambios o tendencias generales en la organización del Estado y la política. Cada una de estas amplias tendencias aparece asociada, además, a una contratendencia que m odifica y transforma su significado para la dom inación política de clase y la acumula ción, y más específicam ente, para la form a del Estado y de sus políticas econó micas y sociales. Estas contratendencías pueden interpretarse, en prim era instancia, como reacciones específicas frente a estas nuevas tendencias, más que como supervivencias de los patrones anteriores. Ello explica por qué es preferible considerarlas contratendencias de las citadas tendencias, y no al revés. Por tanto, presentaré en prim er lugar las tendencias y discutiré después sus respectivas contratendencias. Sin embargo, antes de pasar a la exposición de estas tendencias y contra tendencias, es necesario tomar precauciones frente a la consideración de los Estados como unidades verticales idénticas. Esto se debe a que la soberanía formal otorgada a los Estados territoriales nacionales en el sistema de Westfalia no implica una identidad sustantiva o la igualdad entre ellos, en lo relativo a su capacidad de ejercer el poder interna o internacionalmente. A cada uno se le presentan diferentes problem as por parte de los procesos m ultiescalares, m uititemporales y pluricéntricos que generan globalización; y cada uno tiene una capacidad diferente para hacer frente a estos problem as y para reorganizarse en respuesta a los m ism os. Adem ás, m ientras que la condensación de fuerzas —determinada por la forma— ha llevado en ciertos países a los gestores estatales a resistirse a la globalización, otros Estados aparecen claramente com prom eti dos con su prom oción en una u otra forma. Ya me he referido antes a las d ife rentes estrategias escalares relativas a este punto, por lo que no las repetiré aquí. Bastará con decir que los Estados líderes aparecen asociados a diferentes proyectos de globalización, m ientras que los Estados menos poderosos suelen tratar de colocar sus espacios y actores económicos de la form a más favorable dentro de nichos locales, regionales o funcionales específicos, en la em ergen te división mundial del trabajo. Al hacerlo, algunos Estados reforzarán su hegemonía o dominación dentro del sistem a interestatal, m ientras que otros descenderán en esta jerarquía. Más concretamente, desde que se hicieron 24 0
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públicas las preocupaciones entorno al declive de su hegemonía en el m om en to de aparición de la crisis del fordism o atlántico, los EE UU han venido cier tamente incrementando su influencia m undial en los últimos años, gracias a su identificación con la promoción de una globalización hecha a su imagen y semejanza. IA DESNACIONALIZACIÓN DEL ESTADO La prim era de estas tendencias es la desnacionalización del Estado (o, mejor dicho, de la estatalidad). Ello se refleja em píricam ente en el "vaciam iento” del aparato del Estado nacional, en la m edida en que las nuevas y las viejas capaci dades estatales están siendo reorganizadas territorial y funcionalmente en los niveles supranacional, nacional, subnacional y translocal, como consecuencia de los esfuerzos de los gestores estatales, en las diferentes escalas territoriales, por m ejorar sus respectivas autonomías operativas y capacidades estratégicas. De esta forma, algunas de las funciones técnico-económ icas más estrictam en te políticas e ideológicas se han visto resituadas en los Estados o en los organismos intergubemamentales escalados panregional, plurinacional o intemacionalmente; otras han sido devueltas a los niveles regional o local en el interior del Estado nacional-, por último, otras han sido asumidas por las emergentes redes h o ri zontales de poder —regionales o locales— que puentean a los Estados centrales y unen regiones o localidades de diferentes sociedades, dando lugar al desa rrollo de los regím enes de implementación de políticas llamados frecuente mente "in term éstico s” (o interlocales pero tran snacion alizados)8. Este, desplazamiento lateral conllévala creación de alianzas trasnacionales relativa mente autónomas entre Estados locales con intereses complementarios, y apa rece especialmente asociada a la europeización de los gobiernos locales y sus correspon dientes form as de colaboración (A ndersen y E liassen 2 0 0 1; Benington 1995; Benington y Harvey 1994,; Jónsson et álii 3000; Keil 1998; Tómmel 19 9 2 ,19 9 4 ,19 9 8 ). En prim er lugar, el papel de ios sistem as estatales supranacionales está creciendo. Estos cuerpos internacionales, transnacionales y panregionales no son, por sí mismos, nuevos, sino que poseen una larga historia. Lo que resulta significativo en la actualidad, es el im presionante aumento en su número, el ensanchamiento de su ámJbito territorial y la adquisición de nuevas e importantes funciones. Ello se refleja en la emergencia sostenida de una sociedad mundial enraizada en un núm ero cada vez m ayor de sistem as funcionales m undiales (económicos, científicos, legales, políticos, m ilitares, etc.) y en un mayor 34a
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reconocimiento del alcance mundial de los viejos y los nuevos riesgos. Una de las principales áreas para esta expansión funcional es la preocupación de los organismos supranacionales por la competitividad estructural o sistém ica dentro de los territorios que tratan de gobernar. Preocupación que va mucho más allá de la gestión de las relaciones m onetarias internacionales, de la in ver sión o el comercio exterior, para abarcar una amplia gama de factores en el lado de la oferta, de naturaleza tanto económica como supraeconómica. Este desplazamiento hacia arriba aparece especialm ente ligado a la dele gación de poderes a los organismos supranacionales, y al resurgim iento de un revitalizado y relativamente no impugnado "Superestado” norteamericano, con sus renovadas capacidades de proyección de su poder en la escala global (Shaw 2000). Como veremos más adelante, ello crea una tensión entre unidad y particularismo en los organismos supranacionales, con los EE UU p rincipal mente oscilando entre sus intentos de unificar dichos organismos bajo su hegemonía, y su pretensión de utilizarlos para im poner su percepción actual de sus propios intereses inmediatos. Este mismo desplazamiento hacía arriba, en una escala m enor y con dinámicas diferentes, aparece tam bién en la UE. Hooghe y Marks, actualizando los cálculos de Schm itter, demuestran que exis te un incremento en la cesión de poderes hacia el nivel de la UE en 28 áreas políticas, entre 19 50 y 2000. En particular, en el campo de la política económ i ca, de las relaciones internacionales y de la política económica y de seguridad exterior. Y menos marcadamente, en la política social e industrial con un nivel también relativamente bajo en lo relativo a las políticas legal-constitucionales (Hooghe y Marks 20 0 1: 47-8 ; véase W essels 30 0 0 ; véase tam bién infra la sec ción 8). Sin embargo, estos movimientos no equivalen al surgimiento de un "Estado global” —al menos, si pretendem os que el concepto de Estado conser ve su significado mínimo de territorialización de una autoridad política centra lizada—, en el sentido de un Estado global equivalente a un solo "Estado mundial” . Habitualmente con lo que nos encontramos, como indica Poulantzas (1974b, 1975), es con una delegación parcial y condicionada de dichas funcio nes con el fin de m ejorar la coordinación de la política económica entre los diferentes Estados, como parte integral de las nuevas responsabilidades de cada Estado nacional de gestionar el proceso de la internacionalización. Más aún, incluso si se estableciera un Estado mundial, se vería inevitablem ente sometido a una tensión entre su pretensión jurídico-política de unidad (la soberanía) y la tozuda realidad de la pluralidad (competencia particularista entre Estados en otras escalas por la capacidad de in flu ir en sus planes y por la *42
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ímple mentación deliberadamente selectiva de sus decisiones). Esta tensión entre unidad y pluralidad es justamente lo que encontramos en el caso euro peo, complicada además por su carácter multinivel. Es por esta razón por la que las políticas interestatales en la escala global aparecen con frecuencia m arca das por la hegemonía internacional de un Estado nacional que trata de desa rrollar una estrategia política hegemónica en el sistem a mundial, hegemonía blindada naturalmente mediante diferentes form as de sanción y apoyada en una compleja articulación de poderes gubernamentales con otras formas de gobernanza. Ello se hizo evidente en el periodo de posguerra en las cambiantes formas de la continuada hegemonía de los EE UU dentro del bloque capitalis ta, especialmente tras el final de la guerra fría cuando los EE UU se Convirtie ron en la única superpotenciay comenzaron a extender su influencia al antiguo bloque soviético y a su esfera de intervención. Ahora bien, incluso dentro de este periodo, debemos aclarar hasta qué punto los designios norteamericanos configuran los diferentes campos de las políticas (distinguiendo, por ejemplo, la militar de la social). En términos más generales, la tensión entre unidad y pluralismo es igualmente evidente en las crecientes disputas entre unilateralism o y multilateralismo norteamericano, en una amplia gama de regímenes internacionales. En segundo lugar, en tándem con el aumento de los aparatos estatales internacionales, se detecta un papel mayor de los Estados regionales y locales. Durante la era fordista, los Estados locales actuaron como extensiones del ENBK, y la política regional se orientaba fundamentalmente a la (re)ubicación de la industria con vistas al pleno empleo y a la reducción de las presiones inflacionarias provocadas por el recalentam iento local. Estos Estados o fre cían infraestructura local a la producción en masa fordista, promovían el con sumo colectivo y las políticas estatales de bienestar local y, en algunos casos (especialmente al hacer su aparición la crisis del fordism o), concedían subsi dios competitivos para atraer nuevos em pleos o para evitar la pérdida de los existentes. Al comienzo de la crisis fordista, sin embargo, las actividades eco nómicas locales se concentraron en la regeneración económica y en la compe titividad. Su preocupación principal ha pasado a ser cómo lograr que las instituciones estatales m ejoren la competitividad de las economías regionales o locales en la emergente economía mundial. Existe un interés cada vez mayor en las políticas regionales del mercado laboral, en la educación y la formación, la transferencia tecnológica, el capital riesgo local, los centros de innova ción, los parques científicos, etc. (véase el capítulo 3 ). La decreciente eficacia y legitimidad del Estado nacional frente a la crisis fordista había conducido a
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finales de los años setenta a la am pliación del papel de los Estados regionales y locales, conforme se adoptaban nuevas actividades tanto para compensar la crisis como para buscar nuevas salidas (Moulaert et álii 1988-, van Hoogstraten 1983). Ello resulta todavía más claro en la actualidad. De hecho, mientras los Estados nacionales e internacionales se retiran de algunas funciones económ i cas clave, encontramos políticas más intervencionistas en los niveles regiona les, urbano y local (Brenner 1 9 9 8 ,1999b, 2,000-, G oughy Eisenschítz 1996), al tiempo que el propio capital recurre cada vez con más frecuencia a las redes y otras form as de colaboración para satisfacer dichas exigencias. Esta tran sfe rencia de poderes hacia abajo no se lim ita a la intervención económica, sino que afecta a una amplia gama de políticas. Por ejem plo, Hooghe y Marks (2001) inform an de que ningún Estado miembro de la UE se ha vuelto más centraliza do después de 1980, mientras que muchos han descentralizado competencias hacia el escalón regional de gobierno. En tercer lugar, y estrechamente relacionado con los dos cambios anterio res, cada vez existen mayores vínculos entre los Estados locales. Esta tendencia se ve reforzada por la incapacidad del Estado central de desarrollar programas lo suficientem ente diferenciados y sensibles como para hacer frente a los p ro blemas concretos de cada localidad. Razón por la cual devuelve tales tareas a los Estados locales y les ofrece recursos y un apoyo general. De hecho, "uno de los desarrollos políticos más interesantes desde los años setenta ha sido el despla zamiento errático pero gradual de un número creciente de autoridades locales, de una concepción de su papel en térm inos puram ente locales hacia un nove doso interés en las relaciones transnacionales" (Dyson 1989: 1). En Europa, ello im plica tanto vínculos verticales con las instituciones de la UE, especial mente con la Comisión Europea, como vínculos directos entre las autoridades locales y regionales de los Estados m iem bros. Esta búsqueda de apoyo transfronterizo se ve reforzada en la medida en que el Estado central emprende una estrategia más neoliberal, pero puede encontrarse también en otros países (Jónsson et álii ?o o o ; P erkm an n y Sum 2 0 0 3). Tendencias sim ilares se dan en Asia Oriental (en especial, en los vínculos entre Hong Kong, Macao y Guangdong, y en el llamado triángulo de crecim iento formado por Singapur, Johore y Riau). Esta tercera tendencia tam bién se desarrolla en Am érica del Norte con importantes ejemplos de la expansión de la cooperación transfronteriza entre ciudades vinculadas a lo largo de la frontera de EE U U y México, con la prom oción de Cascadla como región transfronte riza m ultiestataly m ultiprovincial que abarca un pasillo en la costa de Am érica Noroceidental que se extiende desde Vancouver hasta Seattle y Portland, y con una integración más *44
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am plia de las ciudades y regiones en la frontera de EE UU y Canadá (Blatter ^ o o i; Sparkes 2,002,). Este fenóm eno general ha llevado a Duchacek (1990) a hablar de la difusión de la "soberanía perforada” en la m edida en que las naciones se abren a unos mayores contactos transob'eranos en el nivel local y regional. LA DESESTATALIZACIÓN DEL SISTEMA POLÍTICO Existe tam bién una tendencia a la desestatalización del sistema político. Mientras que la desnacionalización se refiere a la dispersión territorial de las actividades del Estado nacional (es decir, a la desterritorializacióny reterritorialización), la desestatalización supone la redefinición de la división público privado, reasignando las tareas y rearticulando la relación entre organizaciones y tareas a lo largo de esta división en cualquiera de las escalas en las que actúe el Estado en cuestión. En otras palabras, algunas de las funciones particulares técnico "económicas, fuertemente políticas e ideológicas, anteriores o recien temente desarrolladas por los Estados (en cualquiera de sus niveles), se han visto o bien enteramente transferidas o compartidas a otros actores (es decir, actores paraestatales, no gubernamentales, privados o m ercantiles), a arreglos institucionales y a regímenes. De lo que se trata aquí es de la creciente im por tancia de las muy variadas formas (y niveles) de cooperación entre organiza ciones oficiales, paraestatales y ONG en la gestión de las relaciones económicas y sociales, en las que el Estado con frecuencia no es más que el prim ero entre sus iguales. Ello ha conducido a una difum inación de la división entre lo p úbli co y lo privado, al desarrollo deliberado del principio de subsidiariedad, a un mayor papel del sector inform al y de la em presa privada (especialmente en la provisión del bienestar y en el consumo colectivo) y a una creciente confianza en mecanismos tales como la "autorregulación regulada” y el "gobierno de los intereses privados” aprobado oficialm ente (Streecky Schmitter 1985). Se rela ciona, además, con la im plicación cada vez mayor del Estado en las estrategias descentradas de orientación social, más que en el ejercicio de sus poderes soberanos de coordinación coactiva centralizada (Matzner X994,; Willke 199?). En este sentido, supone un creciente reconocim iento de la interdependencia, de la división del conocimiento y la necesidad de aprendizaje mutuo, de la reñexividad y de la coordinación negociada. Esta tendencia se da en diferentes escalas territoriales y en distintos dom inios funcionales, habiendo sido des crita con frecuencia como el paso del gobierno a la gobernanza (véase el capí tulo 6). 245
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Los gobiernos siempre han confiado en la ayuda de otros agentes para la realización de los objetivos estatales o para la proyección del poder estatal más allá de su aparato formal. No existe novedad alguna en la existencia de redes paralelas de poder que atraviesan y unifican el aparato estatal, conectándolo con otras fuerzas sociales. Ahora bien, esta confianza ha aumentado y se ha reorganizado. El peso relativo de la gobernanza ha aumentado en todos los niveles, incluyendo no sólo el nivel supranacional, local y regional, sino tam bién los ámbitos transterritoriales e interlocales. Esto, sin embargo, no im p li ca necesariamente una pérdida de poder por parte del gobierno, como si el poder fuera un recurso de sum a cero más que una relación social. A sí, pues, el recurso a la gobernanza podría increm entar la capacidad del Estado de p ro yectar su influencia y de asegurar sus objetivos, movilizando recursos de poder y conocimientos correspondientes a socios o actores no gubernamentales. Más aún, a la luz de los desplazamientos en el equilibrio de fuerzas de clase, el giro hacia la gobernanza podría ser parte tam bién de una lucha de poder más com pleja destinada a proteger las decisiones clave frente al control popular-dem o crático (véase Poulantzas 1978) y para socializar los riesgos en favor del capital privado. Esta reorientación estratégica del gobierno a la gobernanza es especial mente obvia en el caso de la UE y se refleja en un concepto habitual que in clu ye tanto ésta como la anterior tendencia: la gobernanza m ultinivel. Tanto las dificultades en la construcción del Estado europeo como los cam bios en la economía europea han im pulsado esta reorientación. Por ello, el actual desa rrollo de la gobernanza europea supranacional supone mucho más que la emergencia de un aparato federal, confederal o intergubornam ental. Supone tam bién la constitución activa .de otros socios económicos y sociales —fun cio nales o territoriales— supranacionalm ente organizados u orientados, y su integración en redes de acoplamiento débil e im plem entación flexible de políticas, mediante canales específicos de com unicación, n egociacióny adop ción dé decisiones (véase Tóm m el 19 9 4 :14 )- De hecho, "la Com isión Europea otorga un énfasis prim ario a la form ación de redes como m ecanism o para estim ular el difícil objetivo de la integración y cohesión europeas” (Cooke y Morgan 1998= 554). Resulta especialm ente interesante en este caso la preferencia por las redes m ultinivel que agrupan actores tanto territoriales como funcionales. Esta misma tendencia hacia la gobernanza aparece en otros niveles nacionales, regional-locales y translocales (o "interm ésticos”). Ahora bien, una vez enunciado el caso general y habiéndolo ihistrado en el nivel europeo, 346
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me limitaré a hacer referencia a la am plia bibliografía sobre la gobernanza regional y local, y sobre su papel en la prom oción de la ''producción conjunta” del desarrollo económico endógeno basado en una m ejor competitividad estructural (véanse tam bién pp. 233 - 2;34 sobre las ciudades). El fortaleci miento de la gobernanza local y regional está relacionado con la reorganización del Estado local conforme van apareciendo nuevas formas de colaboración tam bién local para guiar y prom over el desarrollo de sus recursos. En este sentido, los sindicatos, las cámaras de comercio, el capital riesgo, los organism os educa tivos, los centros de investigación y los Estados locales pueden ponerse de acuerdo para regenerar la economía en este nivel. LA INTEBNA.CIONALIZACIÓN DE LOS REGÍMENES DE POLITICAS PÚBLICAS Una tercera y com pleja tendencia en la organización del Estado y sus p o líti cas es la que tiende a la internacionalización de los regím enes de políticas. El contexto internacional de la acción in terio r de los Estados (nacionales, regionales o locales) se ha expandido hasta in cluir una am plia gama de fac tores y procesos extraterritoriales o transnacionales; al tiem po, se ha vuelto más significativa desde un punto de vista estratégico para las políticas in ter nas. Los actores clave en los regím enes de políticas tam bién se han expandi do para in cluir a diferentes agentes e instituciones extranjeros como fuente de ideas, diseño e im plem entación de políticas (véanse Gourevitch 1978; Doren et álii 19 96). Esta tendencia se refleja en las políticas económ icas y sociales en la m edida en que el Estado m an ifiesta una m ayor preocupación por la com petitividad internacional en su sentido más am plio. Tam bién afecta a los Estados locales y regionales por debajo del nivel nacional, así como al desarrollo de form aciones estatales supranacionales y al desarrollo de los regím enes internacionales. Resulta igualm ente evidente en el d es arrollo de vínculos interregionales y tran sfronterizos entre autoridades locales y regionales, y regím enes de gobernanza en diferen tes form aciones nacionales. Por últim o, esta tendencia s é refleja en un nuevo campo dé investigación que abarca no sólo el asesoramiento ofrecido a los gobiernos nacionales por las agencias supranacionales, sino la capacidad de dichas agencias para regular la actividad económica en la búsqueda de la protección social; para redistribuir los recursos de un país a otro para lograr objetivos de bienestar, y en ciertos casos, para subvenir a las necesidades sociales en el nivel supranacional [D eacony Hulse *997; 44] ■ 347
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Aunque Deacon y Hulse se refieren sólo al campo de la política social, el mismo razonamiento podría aplicarse a muchos otros ámbitos de las políticas públicas.
6 . CONTRATENDENCIAS DENTRO D EL ESTADO Las anteriores tendencias han sido deliberadam ente presentadas de forma unilateral y no dialéctica. Lo que aquí está en juego es algo más que la mera referencia a lo que Poulantzas llamaba el complejo de efectos " conservacióndisolución” asociado a las sucesivas fases del desarrollo del capitalismo. Dichos efectos, sin duda, existen en la m edida en que las anteriores form as y funciones del Estado se conservan o disuelven conforme el Estado se va tran s formando. Por ejemplo, la tendencia a la aparición del Régim en Posnacional de Trabajo Schumpeteriano va asociada con diferentes efectos "conservacióndisolución” sobre el ENBK en las diferentes esferas de intervención estatal y en las diferentes sociedades nacionales (véanse pp. 3 i2 ~ 3i6 ). Ya hemos d es tacado algunos de estos efectos en los capítulos anteriores. Me gustaría ahora, en cambio, presentar brevemente las citadas contratendencias (véase el cua dro 5.1). CUADRO 5.1
TENDENCIAS Y CONTRATENDENCIAS EN LA REESTRUCTURACIÓN ESTATAL
Tendencias - desnacionalización del Estado: - desestatalización de las políticas; - internacionaüzación de los regímenes de políticas públicas. Contratendencias ~ mayor capacidad del Estado para la articulación ¡nterescaian ~ mayor papel del Estado en la metagobernanza; - impugnación de las formas e imple mentación de ios regímenes internacionales.
Frente a la desnacionalización de la estatalidad, aparecen los intentos de los Estados nacionales de conservar el control sobre la articulación de las d ife rentes escalas espaciales. Aunque podría pensarse que nos encontramos ante una mera continuación de estas funciones, me gustaría sostener que se ha introducido una importante solución de continuidad como consecuencia de la 34 8
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actual i’elativización de escala. Pese a todo, en ausencia de un Estado suprana cional con poderes equivalentes a los del Estado nacional, la desnacionaliza ción de la estatalidad se relaciona tam bién con los intentos por parte de los Estados nacionales de reclamar el poder, gestionando las relaciones entre las diferentes escalas de organización económica y política. La pérdida de autono mía genera tanto la necesidad de coordinación supranacional como la posibili dad de un resurgimiento subnacíonal, pero también aumenta las posibilidades del Estado nacional de mediar entre este mayor número de escalas de acción significativas de carácter supra y súbnacional. En este contexto, haciendo uso de una distinción elaborada por Collinge (1999) entre escalas de organización dominantes y nodales, podríamos decir que mientras que las instituciones supranacíonales pueden haberse vuelto más comprensivas e inclusivas en cuanto a la gama de actividades que em prenden o tratan de influir, y mientras que un mayor número de actividades estatales pueden haber sido delegadas hacia abajo o hacía los lados, ninguna de estas tendencias hacia una mayor dominación del nivel supranacional tiene por qué reducir el papel nodal del Estado nacional en la creciente telaraña de poderes estatales. En resumen, mientras que el Estado puede haber perdido parte de su soberanía formal, podría haber conservado un papel clave en la articulación interescalar. Frente a la tendencia hacia la gobernanza está el papel cada vez mayor del Estado en la metagobernanza. Ello resulta especialmente evidente en el fu n cionamiento de la U E y en sus intentos de superar la trampa de la decisión con junta y el bloqueo institucional ocasionados por el desacuerdo entre sus Estados miembros. Ello demuestra en qué medida la gobernanza actúa a la sombra del gobierno. El gobierno (en sus diferentes escalas) se muestra cada vez más activo en la organización de la autoorganización de los socios, redes y regímenes de gobernanza (o metagobernanza, véase el capítulo 6). Lo cual no debería confundirse con la supervivencia de la soberanía estatal como instan cia más alta del gobierno, ni con el surgimiento de algunas formas de "m egapartenariado” a las que se subordinarían en cierto sentido todos los demás actores. Por el contrario, hace referencia a un desplazamiento desde las orga nizaciones políticas verticalmente jerarquizadas típicas de los Estados sobera nos, hacia el guiado de múltiples agencias, instituciones y sistemas que operan tanto con autonomía operativa, como con acoplamiento estructural mediante diferentes formas de interdependencia recíproca. Corresponde al Estado faci litar el aprendizaje colectivo acerca de los vínculos funcionales y las interde pendencias materiales entre los diferentes lugares y esferas de acción. Y corresponde a los políticos -—locales y nacionales— participar en el desarrollo de 349
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las visiones compartidas capaces de vincular estas formas complementarias de gobernanza y de maximízar su eficacia. El Estado realiza dichas tareas no sólo como contribución a funciones estatales concretas, sino por su implicación para la dominación política de clase y la cohesión social. Este tendencial desplazamiento desde el gobierno a la gobernanza no tiene por qué debilitar el aparato estatal en su conjunto, ni m inar su capaci dad de llevar adelante proyectos estatales concretos. Dependerá de la form a en que estos nuevos m ecanism os de gobernanza se relacionen con el logro de los nuevos objetivos estatales en los nuevos contextos, y de la capacidad del Estado de proyectar su poder sobre la sociedad en su conjunto. Ello se re fle ja desde el punto de vista ideológico en la afirm ación neoliberal de que un Estado sobreampliado es un Estado débil, lo que supone que sólo restrin giendo sus actividades a aquellas que el aparato estatal puede (y debe) e je r cer, podrá garantizarse la realización de form a efectiva al menos de éstas. En ambos aspectos, es importante resistirse a la im presión idealista y errónea de que la expansión de regímenes no-gubernam entales implica que el Estado haya dejado de ser necesario. De hecho, el Estado sigue teniendo un im por tante papel precisamente como consecuencia del desarrollo de tales regím e nes, pues no sólo es un actor importante en muchos m ecanism os individuales de gobernanza, sino que conserva la responsabilidad de su supervisión a la luz del equilibrio general de fuerzas de clase y con el fin de con servarla cohe sión social. La creciente im portancia de los Estados nacionales en las luchas por definir el desarrollo de los regím enes de políticas públicas y las form as en las que actúan en interés de sus capitales y electorados nacionales posee una ambigua influencia que contrarresta y al tiempo refuerza la internacionaliza ción de los regím enes de políticas. Es preciso realizar este reconocimiento como consecuencia de la amplitud con la que los Estados nacionales gestio naban anteriorm ente la inserción del espacio económ ico nacional en la eco nom ía en su conjunto. S in em bargo, no d eb eríam os m in im izar las discontinuidades reales con las actuales preocupaciones del Estado en torno a la competitividad estructural de los capitales de base nacional en el interior y en el exterior, consecuencia de las nuevas form as de regionalización-glo balización. De hecho, las economías pequeñas y abiertas dentro de este s is tema plurinacional ya trataban de m antener la coherencia estructurada de sus economías nacionales pese a su dependencia de las exportaciones. Y parecían haber logrado gestionar sus economías nacionales, asegurando la unidad del bloque de poder y de la población, pese a contar con unos niveles 350
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de internacionalizaeión que en la actualidad serían considerados como p ér dida de soberanía. Lo cual sugiere que el poder de los Estados nacionales frente a la internaeionalizacíón depende esencialm ente de la cohesión del establishment político o bloque de poder. Dicho lo cual, también el poder estatal quedará naturalmente configurado a este respecto por las dinámicas de hegemonía económica y por la dominación económ ica y ecológica señala da en el capítulo i. Esta exposición resum ida de las tres tendencias y contratendencias no ha tomado en consideración sus concretas com binaciones individuales en cada caso. Por tanto, m is com entarios sobre la desnacionalización han pasado por alto im portantes diferencias entre los Estados federales, con poderes constitucionales claramente asignados a los niveles nacional y regional de la organización estatal, y los Estados unitarios como Gran Bretaña en los que el Estado local ejerce tan sólo aquellas com petencias im puestas o toleradas por el Estado central en cada momento. Del mismo modo, al hablar del desplazamiento del gobierno a la gobernanza, he pasado por alto en qué m edida ciertos regím enes de EN BK poseen una gobernanza m acroeconóm ica tripartita basada en el Estado, las em presas y los sin d ica tos, o han adoptado form as de autorregulación regulada para la provisión del bienestar. Pese a todo, creo que tam bién aquí el papel de la gobernanza se ha fortalecido en la m edida en que la lista de actores ha cambiado (véase el capítulo 6). Tampoco he tomado en consideración la im portancia d ife rencial de los m ecanism os de gobernanza (por ejem plo, la diferencia entre el fortalecimiento de la "econom ía negociada” neocorporativista en Dinamarca y el auge de la organización paraestatal neoliberal en Gran Bretaña). Por últi mo, al referirm e a la internadonalización, he ignorado las diferencias entre los distintos Regímenes Posnacionales de Trabajo Schumpeteriano, en qué .medida pueden ser descritos como "posnacionales” , su combinación en casos concretos, y en qué m edida los diferentes Estados son más o menos hegem ónicos o dom inantes a la hora de d efin ir sus regím enes de políticas in ter nacionales. Es evidente que un estudio más detallado de la reestructuración y reorientación de los Estados nacionales debería considerar cada una de estas tendencias en térm inos más concretos y tam bién más complejos. A sim ism o, debería resultar evidente que, si cada una de estas tendencias puede variar, la form a y el grado de su interacción deben resultar todavía más variables. En este sentido, es im portante analizar las tres tendencias en su interacción en lugar de concentrarse sólo en una o considerar cada ten dencia por separado.
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7. REESGA 1 ADO Y ENBK: EL CASO DE EUROPA Cada una de estas tendencias se refleja en la reestructuración de los ENBK. Así, las políticas económicas y sociales se definen y ejecutan en la actualidad en diferentes niveles, en lugar de quedar configuradas de m anera prim ordial por el Estado nacional (baste considerar la dim ensión social, además de económi ca, de la UE, la importancia de las políticas regionales y la cooperación trans nacional); existe un énfasis creciente en la colaboración público-privada, el cuidado dentro de la comunidad, la autoayuda, la cooperación, etc., y una lucha internacional cada vez más intensa por diseñar los regímenes de bienestar (véanse las actividades de la OCDE, UE, Banco Mundial, FMI, OMC, etc., así como las de las fundaciones internacionales y las organizaciones filantrópi cas). Podemos ejem plificar esta idea con la UE, como la form a actualmente más avanzada de form ación de un Estado y/o gobernanza multinivel. En prim er lugar, parece evidente que la política económica global de la UE se ha visto reorientada hacia una estrategia de competencia schumpeteriana en comparación con el periodo anterior más enfocado al fordism o atlántico. Los orígenes de la integración europea pueden situarse en la reconstrucción de posguerra que preparó el terreno para el fordism o atlántico en Europa (para conocer los detalles, véase van der Pijl 1984). De este modo, las comunidades europeas, además de su papel inicial de posguerra en la reestructuración del hierro, el acero y el carbón, también se concentraron en la creación de un m er cado integrado en el que las empresas pudieran realizar óptimas economías de escala. Lo cual implicaba un Ordnungspolitik esencialmente liberal para la crea ción de un mercado único que actuaba como complemento fundamental en la realización de las políticas nacionales keynesianas, particularmente desde que el Tratado de Roma hizo perm anecer la responsabilidad oficial sobre las p olíti cas de desempleo en el nivel nacional. Efectivamente, como señala Sbragia, la estructura constitucional básica de la UE favorece estructuralmente las estra tegias económicas liberales: "la norma de liberalización económica, insertada en el Tratado de Roma, se vio reforzada y reelaborada en el Acta Unica Europea y en el Tratado de M aastricht” (2000: 224). De esta forma, incluso cuando la UE comenzó bajo la presidencia de Delors (1985-95) a desarrollar una política de empleo más activa y un plan para una Europa Social e intentó institucionalizar estas responsabilidades gemelas por prim era vez en el Tratado de Mastrícht (1991), ello se produjo en un contexto institucional que estaba de antemano inclinado en favor del liberalism o y en un clima ideológico dominado por el neoliberalismo (véanse pp. 30 7-30 8 ).
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EL FUTURO D£L ESTAOO CAPITALISTA
Conviene destacar que ios seis m iem bros iniciales de la entonces denom i nada CEE, poseían modos de crecimiento y de regulación que pertenecían a alguna de las variantes reguladas o coordinadas de capitalismo, y que o bien poseían alguna forma de régimen de bienestar conservador corporativista o, en el caso de Italia, poseían un régimen de bienestar clientelista mediterráneo (véanse Hantrais ?ooo¡ Ruigrok y van Tulder 1996). Esto sugiere que el com promiso institucionalizado con el liberalism o económico podría haber servido de base inicial para la integración y consolidación de un capitalismo regulado en una escala más amplia, más que como medio para impulsar un programa liberal de largo alcance. Sin embargo, la situación se fue modificando confor me nuevos miembros con diferentes modos de crecimiento, regulación y regí menes de bienestar se incorporaban a la Comunidad Europea. De esta forma, se introdujo una mayor heterogeneidad económica y social en la economía europea, lo que facilitó el desplazamiento del equilibro de fuerzas en dirección neoliberal. Consecuentemente, se ha hecho más difícil establecer las condicio nes para el reescalado de la planificación estatal del nivel nacional al nivel europeo, o para establecer el eurocorporativismo (sobre eurocorporativismo, véanse Falkner 1998 y Vobruba 1995; sobre sus límites, Streeck 1995). Del mismo modo, la política social dentro de la Unión adopta la forma de regula ción social más que la de reescalado ascendente del Estado de bienestar hasta la UE. Ya que, como señala Majone: Las medidas propuestas por la Comisión en el campo social deben resultar compatibles con la "constitución económica" de la Comunidad, es decir, con el principio de un orden económico liberal. Este requisito crea un clima ideológico bastante distinto del que permitió el desarrollo de los Estados de bienestar en los Estados miembros [...] El liberalismo económi co que destilan el Tratado Fundacional y sus ulteriores revisiones otorga prioridad a la asignación de las políticas públicas por encima de los obje tivos de redistribución. Por ello, la mejor justificación para las iniciativas sociales en el nivel comunitario es la que enfatiza los aspectos de mejora de la eficiencia de las medidas propuestas [19 9 8 :15 6 ]. Estas dificultades se han visto reforzadas por la forma en la que se ha in s titucionalizado la Unión Monetaria Europea (UME). Los criterios de conver gencia establecidos en el Tratado de Maastricht han hecho que resulte mucho más difícil que los Estados miembros se salgan de este marco neoliberal, al tiempo que el limitado presupuesto de la UE le impide financiar una expansión importante del régimen de bienestar europeo. De hecho, en ciertos aspectos, la 3S3
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UME actúa como un nuevo "patrón oro” , que impone la conformidad con n or mas de conducta económica y política relativamente rígidas y favorables a una concepción liberal (monetaria) de la estabilidad y el crecimiento económicos. Más concretamente, el cumplimiento de los criterios de Maastricht ha exigido recortes o restricciones en el gasto público, reform as a la seguridad social y al bienestar, privatizaciones más o menos significativas de empresas de propie dad estatal y la comercialización de los servicios públicos. Sin embargo, inclu so en este contexto, es posible detectar una preocupación cada vez mayor por la implicación activa en la promoción de la competítívidad, la innovación y el espíritu emprendedor, en línea con las perspectivas schumpeterianas. Aunque la idea fundamental de este compromiso concuerda bien con la estrategia neo liberal, aparece sin embargo flanqueada por estrategias neoestatístas y neocorporativistas ejemplificadas, respectivamente, por los rasgos fundamentales de las políticas tecnológicas de la U E y por su política social (véanse pp. 3 1 9 - 3^z). Una de las evoluciones más interesantes en esta área es, por supuesto, el resur gimiento del corporativismo bajo una nueva apariencia: como pactos sociales orientados a la moderación salarial, a la reforma de la seguridad social, a la competitividad del lado de la oferta y a una conformidad general con la lógica del nuevo sistema monetario (véanse Deppe et álii 3000; Regini 2000; Grote y Schmitter 1999; Rhodes 1998; véase también el capítulo 6). En segundo lugar, la política social y de bienestar siguió siendo una com petencia nacional en los tratados fundacionales de la GE, por lo que las políti cas en estos campos en el nivel europeo han ido sistemáticamente a la zaga de las políticas macroeeonómicas, industriales y tecnológicas. Así, como señala Kuhnle, "a día de hoy no existe todavía un derecho social europeo a partir del cual los ciudadanos particulares puedan reclam ar prestaciones de Bruselas; ningún impuesto directo o contribución social a la UE que pueda financiar el bienestar social, y apenas sí existe una burocracia del bienestar en la U E” (Kuhnle 1999= 6). Pese a todo, cada vez hay más indicios de una compleja y enrevesada reorientación de las políticas de bienestar en el nivel europeo, en la que aparecen implicadas dos tendencias aparentemente contradictorias. De un lado, algunas políticas del bienestar (como la igualdad salarial, la igualdad de oportunidades, la portabilidad de las prestaciones de bienestar, los estándares mínim os de seguridad e higiene en el trabajo, o las normas sobre la jornada laboral) se han ido reescalando gradualmente hasta el nivel de la UE para com plementar las medidas de bienestar tradicionales a escala nacional; y ciertas políticas estructurales también han ascendido a un nivel europeo para facilitar la reconversión industrial, para compensar el desarrollo regional desigual, 254
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para apoyar la agricultura o para ayudar a regenerar las comunidades en decli ve. Por otro lado, la emergencia de políticas sociales en el nivel europeo suele asumir una orientación trabajista más que de bienestar. De este modo, "el punto de referencia político [de tales iniciativas económicas y políticas] no es tanto la integración social como la instrumentalización de la política como recurso para un cambio estructural orientado hacia la competencia” (Deppe et álií 3000: 30). En resumen, se está produciendo una mezcla creciente de estra tegias trabajistas y de bienestar en el nivel europeo, que se ven unificadas por la preocupación por crear las condiciones para u n mercado único eficaz en con diciones posfordistas más que fordistas. Uno de los prim eros síntomas de esta reorientación aparece en el Libro Blanco de la Comisión Europea Crecimiento, Competitividad, Empleo (1993). En él se pasa revista a un gran número de factores que afectan a la competitividad de la economía europea y a su capacidad de generar buenos empleos y un cre cimiento económico sostenido; también recomendaba una gama igualmente amplia de iniciativas transeuropeas macroeconómicas, ambientales, infraestructurales, tecnológicas, educativas, profesionales y de política social que pudieran hacer frente -—al menos retóricamente— a los desafíos del siguiente siglo. En el campo de la política del mercado laboral, por ejemplo, la Comisión abogaba por una amplia "ofensiva de formación avanzada” y por otras medidas para mejorar la flexibilidad del mercado de trabajo. Esta reoríentación fue lle vada un paso adelante en la cumbre de la UE de 1994. en Essen, en la que final mente se reconoció que ya no era posible gestionar políticas de empleo eficaces exclusivamente en el nivel nacional, bajo las condiciones de globalización e integración europea (H offm any Hoffman 1997; 33 )- El Tratado de Amsterdam incluyó, por último, un compromiso con el pleno empleo como "m ateria de preocupación común” para la UE, lo que se tradujo en el objetivo de lograr un "alto nivel de ocupación” sin m inar la competitividad, y en la creación de un Comité de Empleo para discutir la política más adecuada en esta área y para verificar sus progresos. En línea con esta inclinación de la UE hacia la metago bernanza más que hacia la intervención vertical, la responsabilidad de la Unión se complementaría, sin embargo, con las actividades de los Estados miembros para desarrollar una "estrategia coordinada” , para form ar directrices comu nes, para establecer las certificaciones y "buenas prácticas” , y para vigilar los planes nacionales de acciónpara el empleo. Si examinamos las prácticas que han ido surgiendo en esta área desde 1999 hasta el momento de escribir estas líneas, podremos comprobar tanto el grado en el que esta reorientación trabajista de la política social ha penetrado 255
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en el nivel de la UE, como hasta qué punto está relacionada con la expansión del campo de lo "económ ico” a otras áreas consideradas anteriormente como no económicas. Uno de sus aspectos, como señala Deppe et álii (3000: 15 -16 ) es que, por primera vez, la envergadura de las directrices sobre el mercado labo ral de la UE ha obligado a los m inistros de Economía, Cultura, Hacienda, Bienestar y Trabajo a presentar un plan conjunto para relacionar cada una de estas políticas independientes con las demás. Ello puede interpretarse como la extensión de la lógica de la mercancía, o cuando menos del cálculo económico, a la sociedad en su conjunto. Dichas presiones, además, van en aumento, ascendiendo de forma irreversible con cada ciclo sucesivo de pactos naciona les de empleo. En tercer lugar, casi por definición, la política económica y social europea ilustra la naturaleza posnacional de los regím enes de bienestar emergentes. Sin embargo, antes de considerar el papel de la UE, debemos constatar que no es sino parte de una más compleja internacionalización de la política económi ca y social. Efectivamente, sus políticas se mueven dentro de un marco más general de implicación creciente de las instituciones internacionales, aparatos supranacionales, organizaciones y foros internacionales, think-tanks trasnacionales, grupos de interés y movimientos sociales trasnacionales, en la fija ción de las agendas y en la realización de políticas (véase Deacon 1996; sobre la transferencia de políticas, véanse Dolowitz y Marsh 1996; Peck y Theodore 20 0 1; Stella 2000), Es importante reconocer con Deacon (1996: 45-58) que existen algunos desacuerdos reales entre estos diferentes organismos públicos en lo relativo a sus recomendaciones sobre cada política; pero ello no debe exa gerarse, ya que los organismos alineados con el "Consenso de 'Washington” suelen ser los más influyentes en la internacionalización de la política econó mica y social. Así, Deacon y Hulse (1997; 47) han destacado algunas conver gencias entre las políticas de la UE y la OCDE, en la medida en que la UE ha descubierto el impacto negativo sobre la competitividad de las políticas socia les del EN B K y la Dirección de Educación, Empleo, Trabajo y Asuntos Sociales de la OCDE ha venido a reconocerlos beneficios económicos de los programas más amplios de complemento a los ingresos. Su desarrollo, mediado por una cada vez más densa telaraña de redes de poder paralelas, es reflejo de la cre ciente formación de una clase capitalista trasnacional preocupada por asegurar las condiciones de la acumulación de capital en la escala mundial. Todo lo cual aparece asociado con un "nuevo constitucionalism o” (Gilí 1995, 20 0 1); es decir, con la pretensión de establecer una nueva articulación entre lo econó mico y lo político en una escala mundial, antes que en la mera escala nacional. 2 56
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Aunque también se asocia, como ya se ha dicho, con los intentos de rearticular la relación entre las condiciones económicas y extraeconómicas de la acumula ción de capital, en una economía globalizadora posfordista basada en el cono cimiento. La UE desempeña un papel vital en este nuevo arreglo constitucional. No sorprende, por tanto, que su carácter aún emergente como actor de la arena política se vea sometido a presiones desde mucho más allá de sus fronteras (en especial, por parte de los EE UU), ni que aparezca cada vez más involucrada en fo ros internacionales de diferentes escalas para reestabilizar las condiciones de crecimiento y estabilidad económicos en el comienzo de la crisis de primacía de la escala nacional, en el marco del acuerdo internacional de posguerra "incrustadamente liberal” . A l mismo tiem po, esta europeización tendencial de la política económica y social está estrechamente relacionada, siguiendo el principio de subsídiariedad, con el papel cada vez mayor de las agencias subnacionales y transnacionales de forma territorial y/o funcional, y con su for mulación y puesta en marcha. A este respecto, existe una interesante división escalar del trabajo entre la UE, los Estados m iem bros y los escalones subnacionales de gobierno. Mientras que los Estados nacionales conservan importantes competencias en las esferas tradicionales del Estado soberano (militar, p oli cial) y en la política de bienestar (para la que el limitado presupuesto de la UE le impide desempeñar un papel principal en la redistribución social general, incluso si hubiera adquirido tal competencia), la UE posee una influencia cada vez mayor sobre la política económica. En cuarto lugar, aunque la UE nunca ha llegado a poseer las características de un Estado soberano supranacional, n i siquiera de una confederación de Estados, y por tanto no puede afirm arse que haya sufrido un desplazamiento de gobierno supranacional a gobernanza supranacional, sí ha desarrollado una batería cada vez más amplia y poderosa de capacidades de gobernanza y meta gobernanza que le permiten influir en la política social y económica en la mayoría de las áreas y escalas. Cuatro rasgos específicos de la Unión Europea tienen aquí una especial influencia: el papel de los jueces y la litigiosidad (que permite a la UE pasar por encima de las leyes nacionales y "constitucionalizar” los tratados); su ubicación en el corazón de los flujos de inform ación (que le permite un monopolio relativo de la inteligencia organizativa); su pobreza fis cal (que limita su vulnerabilidad ante las reclamaciones de gasto público y, consecuentemente, restringe su agenda política; véase Sbragia 2¡ooo); y la cre ciente adopción de proyectos y directrices europeas que perm iten a la UE con trolar las actividades y partenariado estatales nacionales y regionales en un *57
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cada vez más interconexo conjunto de áreas de la política, obteniendo de este modo un mecanismo para pilotar la política nacional y dotarla de mayor cohe rencia (Deppe et áliiao o o ; Majone 1993; Wallace 3000). La forma distintiva de la metagobernanza en la UE, que invalida cualquier intento de valorarla en tér minos de los criterios tradicionales asociados con el Estado nacional soberano, aparece adecuadamente descrita por Sbragia del siguiente modo: La Unión Europea gobierna en el sentido de "dirigir”, ya que está estructuralmente diseñada para [mantener] ciertos asuntos fuera de la mesa, al tiempo en que insiste en conservar otros sobre la misma. El uso de los tratados en lugar de una constitución, la institucionalización de la norma de liberalización económica en los mismos, la creación de un pode roso tribunal, su inusual acceso a la información y la falta de fondos públicos son todo,s contribuciones para que la Unión dirija [2,000: 236]. Del mismo modo, Tómmel -"tras destacar el papel fundamental de las autoridades locales y regionales y de las diferentes asociaciones público-priva" das en el ejercicio de las funciones gubernamentales en una compleja telaraña de redes cooperativas organizadas en jerarquías intercruzadas (o, lo que es aún más paradójico, desjerarquizadas)— señala que la Europa de las regiones se está convirtiendo en un elemento indispensable de un nuevo sistema emergente y flex i ble en el que la CE —o la Unión en su conjunto-—estimulará el comporta miento competitivo y cooperativo y el rendimiento de los agentes e instituciones —públicos y privados— mediante mecanismos de pilotaje orientados al mercado y mediante la institucionalización de procedimien tos más complejos de adopción de decisiones y construcción del consenso [Tómmel 1998: 75]. En resumen, la metadirección es una de las áreas más significativas en las que la UE participa en la reestructuración, reorientación y reescalado del bienes tar. El propio hecho de que estas actividades no se correspondan con la noción tradicional de ejercicio del poder estatal ha dificultado la comprensión de su significación para la dinámica global de formación del Estado en el nivel europeo. Aunque, sin embargo, hayan desempeñado un papel clave en el aumento gradual de un programa de bienestar en la UE para promover el pleno empleo mediante la mejora de la flexibilidad y la capacidad de empleo de los trabajadores en aras de una mayor competitividad y emprendimiento en la transición al posfordismo. Lo cual sigue dejando espacio para las diferentes 258
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interpretaciones nacionales o regionales de la flexibilidad y la capacidad de empleo, y que van desde el modelo neoliberal defendido por el thatcherismo y preservado por el Nuevo Laborismo (New Labor), pasando por el modelo neoestatista francés, a los patrones más neocorporativistas asociados con las eco nomías escandinavas y del Rin. La Estrategia Europea de Empleo es un ejemplo particularmente adecuado de ello y, como señalan Leibfried y Pierson, se ha convertido en un elemento clave del emergente sistem a multinivel europeo en política social (3000: 388).
8 . ¿SIG U E HABIENDO UN PAPEL PABA E L ESTADO NACIONAL? ¿Implican las tendencias y contratendencias antes estudiadas la erosión del Estado nacional? Mi respuesta resumida, basada tanto en consideraciones teó ricas como en el análisis de la Unión Europea, es "no” . La rearticulación del Estado no implica ni un desvanecimiento gradual del Estado nacional ni un simple desplazamiento hacia "más mercado, menos Estado” . Por el contrario, es el ENBK el que se ha visto erosionado. Ahora bien, no deberíamos confun dir la erosión de una forma de Estado nacional con su retirada general. Muy al contrarío, mientras que las fronteras del ENBK (especialmente las que se ampliaron durante la gestión de la crisis) están retrocediendo, los límites del Estado nacional se están expandiendo en otros aspectos y otras formas de polí tica que se han vuelto más significativas. Así, pese a las tres tendencias generales antes indicadas (desnacionaliza ción, desestatalización e internacionalización), el Estado nacional sigue con servando un papel clave. Esta idea puede clarificarse acudiendo a la distinción entre funciones estatales particulares y la función genérica (o "global”) del Estado. Poulantzas (1973) distingue tres grupos particulares de actividades: fu n cion es tecnoeconóm icas relativas a las fuerzas y relacion es de p ro ducción; funciones políticas (por ejemplo, los impuestos, la policía, la defen sa, la legislación o la auditoria oficial) relativas al mantenimiento de las actividades medulares del Estado (defensa, policía y administración); y funciones ideológicas (por ejemplo, la educación, los rituales patrióticos y nacionales, la comunicación de masas). No es necesario aceptar esta clasificación de las fun ciones particulares para estar de acuerdo con la idea general. Poulantzas tam bién define la función genérica (o "global”) del tipo capitalista de Estado como "asegurar la cohesión social de una sociedad dividida en clases” . Deberíamos añadir una cláusula adicional a esta definición de la función genérica, a saber, 259
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"y atravesada por otras fracturas sociales, divisiones y conflictos” (véase el capítulo i). En estos términos, a lo que estamos asistiendo es a la erosión de funciones clave "particulares" asociadas al proyecto estatal del ENBK, y su sus titución por funciones clave "particulares” asociadas al Estado competitivo posnacional emergente, que ejerce funciones trabajistas schumpeterianas. Esta reorganización no supone el fin del papel clave del Estado en el ejercicio de su función política genérica. Ya que el Estado nacional sigue siendo el ámbito prim a rio de esta función genérica crucial, y no hay duda de que los gestores estatales nacionales siguen defendiendo celosamente este papel mientras ceden sus otras funciones más específicas. En este sentido, la "desnacionalización” debería considerarse como un proceso parcial e irregular que nos deja un "Estado nacional” rearticulado que sigue ejerciendo la función genérica del tipo capitalista de Estado. Esto, ciertamente, no significa que ya haya surgido un Estado "supranacional” plenamente desarrollado para m antener la integra ción institucional y la cohesión social en una formación social supranacional ampliada, dividida en clases. De este modo, el Estado nacional sigue siendo el principal lugar de lucha entre las fuerzas globales, triádicas, supranacionales, nacionales, regionales y locales en competencia. Esta es la realidad que subyace a la metáfora del vacia miento, que remite deliberadamente a las "em presas vacías” (hollow Corpora tion), es decir, a las que mantienen sus oficinas centrales en un país aunque operan fundamentalmente fuera de él. La empresa vacía conserva, sin em bar go, sus funciones centrales de dirección, control, comunicación e inteligencia dentro de la economía local, aunque transfiriera sus diferentes actividades productivas al extranjero. Análogamente, la metáfora del "Estado vacío” seña la dos tendencias: la prim era, que el Estado nacional conserva muchas de sus funciones de "oficina central” (o funciones políticas cruciales), incluyendo los atributos exteriores de la autoridad ejecutiva central y de la soberanía nacional, así como los discursos que los mantienen, y la responsabilidad global de m an tener la cohesión social; y, segunda, que sus capacidades para traducir esta soberanía y esta autoridad en control efectivo se están viendo limitadas por un complejo desplazamiento de poderes hacia arriba, hacia abajo y hacia fuera. Ello no quiere decir que el Estado nacional pierda toda su importancia, ni mucho menos. De hecho, sigue siendo fundamental como espacio institucional y marco discursivo para las luchas políticas, y conserva una buena parte de su soberanía aunque básicam ente como una ficción ju ríd ica reproducida mediante el reconocimiento mutuo en la comunidad política internacional. Ahora bien, con todo, subsiste una cierta pérdida de soberanía legal formal en «6o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
los Estados nacionales, en la medida en que las competencias normativas y/o de decisión se transfieren hacia arriba a organismos supranacionales, y en la medida en que las correspondientes normas y decisiones pasan a ser vinculan tes para los Estados nacionales. Conserva, en cambio, su papel en la gestión de los vínculos políticos entre las diferentes escalas territoriales, y su legitimidad depende precisamente de su capacidad de hacerlo conforme a lo que es perci bido como su propio interés por parte de su base social (Kazancigil 1993: 128). Más aún, del mismo modo que las funciones de dirección, control, comunica ción e inteligencia de las empresas multinacionales se ven continuamente transformadas por el desarrollo de nuevas tecnologías de inform ación y comu nicación, y de nuevas formas de cultivo de las relaciones, de transacción y negociación, así también cuando emergen nuevas posibilidades, se producen cambios en la forma en que los Estados "vacíos” ejercen y proyectan su poder. Ziebura (199a) señala la im portancia perm anente de esta función gené rica del Estado nacional. Sostiene que las tendencias a la globalización y a la regionalización transnacional provocan una contratendencia popular de búsqueda de la transparencia, de responsabilidad democrática y de p roxim i dad. Añade que el deseo de identidad local, regional o (como mucho) nacio nal es refle jo de poderosas corrien tes, especialm en te en los Estados nacionales pequeños, que pretenden contrarrestar las amenazas de los pode rosos Estados vecinos y el auge de las instituciones supranacionales que carecen de toda responsabilidad dem ocrática real. Por lo general, los Estados nacionales siguen estando m ejor situados que sus respectivos Estados subnacionales para hacer frente a los conflictos sociales. Adem ás, m ientras que los organism os supranacionales parecen preocuparse por la internacionaliza ción del capital y la prom oción de la com petitividad estructural de las m acrorregiones y de las econom ías regionales y nacionales que las integran, no se interesan del mismo modo por los conflictos sociales y las políticas redistributívas, Este tipo de preocupaciones sigue confinado a los m arcos naciona les, y son los Estados nacionales los que disponen de una base fiscal potencial para realizar m odificaciones significativas en estos ámbitos. De hecho, sin el apoyo de los gobiernos centrales, resulta difícil para la mayoría de los gobiernos locales o regionales conseguir gran cosa en estas materias. Ello explica el dilema del Estado nacional que (a) debe participar activam en te en la gestión del proceso de in ternacionalizacíóny (b) es la única in stan cia política con alguna posibilidad de detener la creciente divergencia entre las dinám icas del mercado mundial y las condiciones de integración institu cional y cohesión social.
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En resumen, sigue existiendo un papel político central para el Estado nacional. Ahora bien, este papel ha quedado redefinido como consecuencia de la articulación más general de los niveles local, regional, nacional y suprana-cional de organización política y económica. A menos que, o hasta en tanto la organización política supranacional adquiera no sólo los poderes guberna mentales sino algún grado dé legitimidad popular-democrática, el Estado nacional seguirá siendo un factor político clave como instancia máxima de re s ponsabilidad política democrática formal. Dado que la globalización, la triadización, la regionalización y el resurgimiento de la gobernanza local avanzan aceleradamente, el grado en el que el Estado logre cumplir su papel no depen derá sólo de su cambiante matriz institucional ni de los desplazamientos en el equilibrio de fuerzas.
9. OBSERVACIONES FIN ALES Incluso adoptando un punto de vista económico que prestase la debida aten ción al carácter socialmente incrustado y a la regulación social de la acumulación de capital, constituiría un error explicar estas tendencias generales en térm i nos de cambio económico. Esto se debe a que resulta necesario que sean p re viamente traducidas en problemas políticos para la acción estatal mediante las correspondientes luchas, por lo que su solución aparecerá mediada por la naturaleza específica, estructuralmente inscrita y estratégicamente selectiva del Estado. Del mismo modo, desde un punto de vísta más estatocéntrico sería erróneo sugerir que estos cambios son sólo atribuibles a cambios económicos (políticamente mediatizados). Es posible que existan tam bién razones políticas sui géneris que impulsen a los actores estatales y al resto de fuerzas políticas a emprender el rediseño institucional y la reorientación estratégica (véase Jessop 1994b). Podemos extraer dos conclusiones principales de este análisis. En prim er lugar, en lo relativo al reescalado de la acumulación, la regulación y el Estado, estamos asistiendo a una reconfiguración de la jerarquía de las regiones en todas las escalas espaciales desde las regiones mundiales (tríadas), las regiones internacionales y los Estados nación, hasta las regiones transfronterizas o v ir tuales y las regiones y localidades intraestatales (Taylor 19 9 1 =185). Las em pre sas y bancos transnacionales desem peñan papeles fundamentales en este proceso de reconfiguración pero, como ya se ha dicho, a menudo reciben ayuda y estímulo a este respecto por parte de los Estados nacionales. Sin embargo, al 262,
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mismo tiempo que se desenvuelven estos complejos y contradictorios proce sos, los Estados tienen también que hacer frente a las numerosas repercusio nes internas de la reestructuración mundial (para un resumen del cambio en las actividades estatales en relación con el reescalado, véase el cuadro 5.2). Ello exige el reposicionamiento de los Estados dentro de la jerarquía de escalas (es decir, el reescalado del Estado, las políticas y la política) así como la reestruc turación y reorientación estratégica de las agencias estatales en cada escala particular. Lo cual también está asociado a las alianzas estratégicas entre Estados, en diferentes escalas, para sentarlas bases de su supervivencia econó mica y política, conforme se dejan sentir los imperativos de la competitividad estructural. Lá naturaleza de estas alianzas irá cambiando con la correspondiente posición de cada economía en la jerarquía internacional. CUADRO
5.2
REESCALADO E INTERVENCIÓN ESTATAL
1. Establecimiento de nuevas escalas de actividad (y desmantelamiento de otras), reescalando y rearticulancio así diferentes poderes, formas institucionales y capacidades regulatorias del Estado, y hacien do posible que otros actores "salten de escala". 2. Realización de formas complementarias de StandartpoHlik y otras variantes de competitividad basada en la ubicación para fijar el capital móvil dentro de sus propios espacios económicos o para mejorar la competitividad interurbana, interregional o internacional de los capitales con base en su propio terri torio. 3. Promoción del desarrollo desigual mediante políticas de competencia interurbana, interregional e internacional, y búsqueda de mecanismos de compensación. U. Cooperación en la redelimiíacián y reescalado de las funciones estatales, incluyendo la descentraliza
ción y ¡a formación de regiones transfronterizas y de bloques regionales, y la participación en foros de negociación íntertriádica.
En segundo lugar, en lo relativo a la continuidad de la prim acía del Estado nacional, la reproducción extendida del capitalismo y las clases sociales en lo que antes fuera el espacio económico del fordism o atlántico ya no está vincula da al ENBK con sus relés locales, su tendencia corporativistay sus apoyos inter nacionales. Sino que se ha resituado en un Régimen Posnacional de Trabajo Schumpeteriano más internacionalizado y localizado. Las funciones políticas de este último han quedado dispersas entre diferentes niveles institucionales de organización territorial, y son compartidas con una amplía gama de actores funcionalmente relevantes (y política e ideológicamente definidos). Ahora í 63
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bien, la función política genérica de la conservación de la cohesión sigue sien do ejercida en el nivel del Estado nacional dentro de este sistema político rees tructurado y reorientado. Consecuentemente, los rasgos y funciones genéricas típicos del Estado nacional son notablemente diferentes de los característicos del ENBK, y el contexto estratégico en el que actúa se ha visto también consi derablemente transformado.
NOTAS 1. Empleo el término posfordismo (post-Fordism) para referirme al tipo ideal de régimen "posteriorfordista” (After-Fordist) que se caracteriza por la coherencia estructural; y empleo el término "posterior-fordismo" (After-Fordism) para los regímenes posterior-fordistas realmente existentes donde, al no haberse establecido aún un nuevo régimen de acumulación y un nuevo modo de regulación, aparecen marcados por una permanente incoherencia relativa. 2. En (el Estado nación] las diferencias quedan asimiladas, destruidas o atribuidas a guetos, a enclaves delimitados por fronteras tan claras que permiten a la nación reconocer estas diferencias aparente mente singulares y claramente cercadas dentro de sí misma, reafirmando simultáneamente la homogeneidad privilegiada del resto, así como la diferencia entre ella m ism ayio que yace más allá de sus fronteras” (Tolcilyan 1991: 6). 3. El ciberespacio, en realidad, está lejos de presentar una distribución o acceso homogéneos para todos, y posee raíces en lugares concretos. 4. "Whitehead, citado por Harvey, afirma que "existe un número indefinido de series temporales dis cordantes y un número igualmente indefinido de espacios distintos” . Por ello, es importante evaluar cómo "los múltiples procesos fluyen conjuntamente para construir un único, aunque multifacético, sistema espaciotemporal consistente y coherente” (Harvey 1996: 2,60). 5. Esta precisión resulta importante porque el fordismo atlántico supuso un paso atrás frente a los niveles anteriores de intemacíonalización o globalización. 6. La siguiente enumeración se inspira en Harvey (1989: 9-10). 7. El presente análisis parte de un proyecto del ESCR realizado junto con Colin Hay, que participó acti vamente en la creación de la inicial tipología cuádruple a partir de la cual se ha desarrollado la séxtuple que ahora se presenta (Beca ESCR L3n:?53o3s¡). 8. Interméstico (Intermestic) es un concepto acuñado por Duchacek para referirse al área expandida de conexión internacional entre autoridades locales. Véase Duchacek et álii 1988.
CAPÍTULO 6
DE LA ECONOMÍA MIXTA A LA METAGOBERNANZA
El presente capítulo, sobre la base de los argumentos anteriores acerca de la desestatalización, explora las respuestas a la crisis de la econom ía mixta, cuyo papel en el modo de regulación del fordism o atlántico fue clave. También parte de las anteriores elaboraciones sobre intercam bio, jerarquía y redes como form as de gobernanza, y sugiere que se ha producido un cam bio en dos aspectos distintos de su peso relativo dentro de las form aciones sociales capitalistas. En prim er lugar, aunque las formas de organización jerárquica han perdido peso dentro de la econom ía capitalista —entendida en térm inos restringidos—, las organizaciones en form a de red se han vuelto más significativas en com paración con el momento de auge del fordism o atlántico. Por supuesto, esto no quiere decir que no hubiera redes o que no fueran im portantes en el fordism o, ni que no hayan podido desem peñar considerables roles en el periodo anterior al m ism o. En segundo lugar, en lo relativo a las condiciones para la acumulación de capital en su sentido in te gral o inclusivo, las redes tam bién han adquirido un papel de mayor im p or tancia a la hora de garantizar el conjunto creciente de con d iciones extraeconóm icas esenciales para la acum ulación de capital y, especialm ente, para la corrección de los fallos de mercado. Este doble desplazam iento afecta de form a evidente al tam bién doble papel del Estado, tanto a la hora de garantizar las condiciones para una «65
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acum ulación rentable de capital privado, como para la reproducción de la fuerza de trabajo como m ercancía ficticia. Lo cual se refleja en la reartícu-lación del papel del Estado en el gobierno de la acum ulación de capital, y en su papel más general de garantía de las con diciones de la cohesión s o cial dentro de la form ación social en su conjunto. Podem os d escrib ir esta rearticulación en térm inos de tendencia y contratendencia (véase el cap í tulo 5). La prim era se asocia a la creciente incapacidad del ENBK de in terve n ir con éxito desde arriba o en unión con sus contrapartes sociales, para corregir los fallos del mercado conform e se fue in tensificando la crisis en y del fordism o atlántico. Se prestó, así, credib ilidad a la petición n eo lib e ral de "m ás m ercado, menos Estado” y a la creencia más general de que el rediseño de las instituciones de m ercado constituía una m ejor respuesta a los fallos del mercado que una mayor intervención estatal. Sin embargo, los encargados de regir los ajustes de la política n eoliberal y los cam bios del régim en n eoliberal descubrirían antes o después, no sólo que algunas fo r mas conocidas de fallos del m ercado com enzaba a reaparecer, sino que tam bién se hacían evidentes otras form as, correspon dientes a la p rim acía de otras contradicciones diferentes en el em ergente régim en de acum ula ción posfordista. Eso llevó a una am plia gama de fuerzas sociales a buscar nuevas alternativas, tanto al m ercado como al Estado, para la coordinación de sociedades cada vez más com plejas. Este proceso de búsqueda condujo a un am plio giro hacia viejas y n ue vas form as de gobernanza sin gobierno, giro que suele resu m irse en la a fir m ación habitual en nuestros días de que se ha producido un desplazamiento generalizado del gobierno a la gobernanza en las dos últimas décadas. Sin em bargo, como señalé en el capítulo anterior, esta tendencia general se ha visto contrarrestada por otra que tam bién la com plem enta. Se trata del muy destacado papel del Estado en la organización de las condiciones de autoorganización que perm itan com pensar los fallos tanto de la p lanificación como del m ercado, en una sociedad cada vez más conectada en redes. O, por reform ularlo en relación con el desplazam iento tendencial del go b ier no a la gobernanza» se ha producido un desplazam iento tendencial del gobierno a la metagobernanza. El presente capítulo se ocupa fun dam ental m ente de la exposición de este desarrollo aparentem ente paradójico, y lo ejem plifica con la evolución del ENBK. Axmque antes nos ocuparem os de d esarrollar las categorías para el estudio de la gobernanza que se p ro p u sie ron en el capítulo 1. 266
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
i. LAS BA SES MATERIA!.,ES DE LOS M ECAN ISM O S DE GOBERNANZA Ya hemos visto en capítulos anteriores que mercados, jerarquías (en especial las empresas organizadas burocráticamente y la coordinación vertical coactiva por parte del Estado) y redes (tantoformal.es como informales) son los tres ejes principales en torno a los cuales se organiza la gobernanza económica, política y social en las formaciones sociales marcadas por unos niveles altos de com plejidad económica, política y social. Esto no excluye un papel secundario para la comunidad (o las solidaridades de las "comunidades imaginadas”) a la hora de complementar estas formas de gobernanza o de organizar las relaciones sociales en el mundo de la vida. De hecho, mientras que mercados, jerarquías y redes se ven con frecuencia minados por la supervivencia de estas solidarida des, también pueden lograr un impulso o beneficio adicional al realizar una coordinación compleja por estar incrustados en tales relaciones sociales. Por el momento, sin embargo, dejo de lado todo lo relativo a las relaciones interper sonales y a la incrustación social para concentrarme en el significado de m er cados, jerarquías y redes en la economía política del capitalismo. Gon seguridad, no es meramente casual el que las referencias a m erca dos, jerarquías y redes sean tan sistem áticas en las discusiones sobre las sociedades capitalistas modernas. Esto se hace evidente, por ejemplo, en los recurrentes intentos de distinguir d iferen tes variantes de capitalism o mediante conceptos tales como capitalismo liberal de mercado no coordina do; capitalismo del Estado desarrollista y liderado por el Estado, dirigista o gobernado; y capitalismo corporativista, capitalismo coordinado o de econo mía negociada. Del mismo modo, tal como vim os en el capítulo 2, numerosos estudiosos de los regím enes de bienestar distinguen entre regím enes lib era les, socialdem ócratas y conservadores-corporativistas. Los teóricos de la ad m in istración y las p olíticas p ú b licas, por su parte, suelen d iferen ciar las formas de adopción de políticas de mercado, burocráticas y participativas. La recurrencia de estas figuras podría sencillam ente interpretarse como un residuo intelectual del triplete conceptual proveniente de la Ilustración "mercado, Estado y sociedad civil” , y sin duda resulta interesante hasta qué punto ha viajado este trío de conceptos incluso para organizar la investiga ción sobre las sociedades asiáticas para las que su relevancia no es desde luego evidente1 . Ahora bien, tam bién podría explicarse su repetición en té r m inos de ciertos rasgos de la organización de las form aciones sociales cap i talistas. Si este fuera el caso, deberíam os preguntar igualmente por qué varía su peso relativo en los diferentes tipos de capitalism o y a lo largo del tiempo. 267
ROBERTJESSOP
¿Ofrece la matriz general del modo de producción capitalista una respuesta parcial a ambos problem as? INTERCAMBIO DE MERCADO Y LIBERALISMO El liberalismo enfatiza el papel del intercambio de mercado como mecanismo de coordinación. Desde el punto de vista económico, el liberalismo apoya la extensión de la economía de mercado mediante la generalización de la forma mercancía a todos los factores de producción (incluyendo la fuerza de trabajo y el conocimiento), así como la difusión del intercambio monetarizadoy form al mente libre al mayor número posible de esferas de las relaciones sociales. Desde el punto de vista político, supone que la toma de decisiones colectivas debería implicar: (i) un Estado constitucional con una limitación de los pode res sustantivos de intervención económica y social; (2) el compromiso de maximizar la libertad formal de las partes contrayentes en la economía y la libertad sustantiva de los sujetos legalmente reconocidos en la esfera pública. Esta última se basa, a su vez, en la libertad espontánea de asociación de los individuos para realizar cualquier actividad social no prohibida por una ley constitucionalmente válida. Ideológicamente, el liberalism o afirm a que las relaciones económicas, políticas y sociales resultarán óptimamente organiza das mediante las opciones formalmente libres de actores formalmente libres y racionales que tratan de conseguir su interés material o ideal en un marco in s titucional que, accidentalmente o como consecuencia de su diseño, maximiza la gama de opciones formalmente libres2. Estos tres principios pueden entrar en conflicto en lo relativo al alcance de las relaciones anárquicas de mercado, a la toma de decisiones colectivas y a la autoorganización espontánea, así como acerca de las libertades form ales y sustantivas disponibles para los sujetos eco nómicos, jurídicos o civiles. Sin embargo, como señaló Marx "entre derechos iguales, decide la fuerza” (1996: 243) ■En otras palabras, dentro de la matriz de principios liberales, el equilibrio relativo de liberalism o económico, político y civil depende del cambiante equilibrio de fuerzas dentro de un compromiso institucionalizado (pero m utable). La reaparición del liberalism o en form a de neoliberalism o suele atri buirse al éxito de un proyecto hegemónico que presta su voz a los intereses del capital financiero y/o transnacional. Su reciente hegem onía .dentro de los regímenes neoliberales depende sin duda de su éxito en el ejercicio del lid e razgo político, intelectual y m oral a la hora de elaborar una respuesta a la c r i sis del fordismo atlántico. Y aparece tam bién claramente relacionado con la 268
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
creciente importancia del concepto monetario del capital (véanse los capítu los a y 3). Ahora bien, su resonancia está tam bién enraizada más profunda mente en la naturaleza general de las form aciones capitalistas. De ahí que liberalism o puede ser considerado una filosofía más o menos "espontánea” dentro de las sociedades capitalistas, en la m edida en que ofrece un im agina rio económico, político y social casi autoevidente y convincentemente natu ral, que se corresponde con los rasgos generales de la sociedad burguesa. Más precisamente, es consistente con cuatro de estos rasgos. El prim ero de ellos es la institución de la propiedad privada, es decir, la ficción jurídica del control y la pertenencia privada autónomos de los facto res de producción. De esta forma, se estim ula a los dueños de esta propiedad individual y a quienes disponen de m ercancías ficticias como la fuerza de trabajo, los recursos naturales y, en especial en las aproximadamente dos últimas décadas, la propiedad intelectual, a considerarse con derecho a em plear o enajenar su propiedad en la form a en que consideren convenien te, sin tomar en consideración la interdependencia sustantiva de sus activi dades en una econom ía y en una sociedad de mercado. En este reino, "rein a la Libertad, la Igualdad, la Propiedad y Bentham, ya que tanto el comprador como el vendedor de una m ercancía, digam os de la fuerza de trabajo, sólo aparecen constreñidos por su propio libre albedrío” (Marx 1996: 186). En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, hace su aparición la "libre elec ción” en el consumo, ya que quienes disponen del suficiente dinero pueden decidir qué quieren com prar y cómo gastarlo. En tercer lugar, la separación institucional y la autonomía operativa de la econom ía y del Estado hacen que la intervención de este último parezca una introm isión exterior en las activi dades de unos agentes, de otro modo, económ icam ente libres. En principio, puede tratarse de una condición extraeconóm ica mal recibida pero necesaria para un mercado libre ordenado. Sin embargo, sí se lleva más allá de la d efi nición socialm ente prevalente acerca de su papel aceptable como guardián nocturno m ínim o, aparecerá como un obstáculo al libre mercado o como opresión política directa. Lo cual, obviam ente, sucederá incluso en mayor grado cuando la intervención estatal, aunque no traspase este mínimo socialmente aceptado, afecte intereses particulares inm ediatos. Y, en cuarto lugar, debemos considerar la estrecham ente relacionada separación institu cional entre sociedad civil y Estado. Con ella se estimula la creencia de que la intervención estatal es una introm isión en las opciones form alm ente libres de m iem bros particulares de la sociedad civil, una vez que se han establecido las condiciones para el orden social. 269
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Con todo, la oposición al liberalismo también puede surgir de manera "espontánea” sobre la base de otros cuatro rasgos de las relaciones sociales capitalistas. En prim er lugar, la creciente socialización de las fuerzas de pro ducción, pese a la continuidad de la propiedad privada de los medios de producción, sugiere la necesidad de una colaboración ex ante entre los grupos de productores para lim itar la anarquía del mercado, ya sea mediante planifi cación vertical y diferentes formas de autoorganización. En segundo lugar, nos encontramos con los dilemas estratégicos que producen los intereses compar tidos de los productores (incluyendo a los perceptores de salarios) para la maximizacíón de los ingresos totales medíante la cooperación, y sus intereses divididos y potencialmente conflictivos sobre la forma de distribución de estos ingresos. Diversos mecanismos de gobernanza distintos del mercado pueden contribuir a equilibrar cooperación y conflicto. En tercer lugar, aparecen las con tradicciones y conflictos asociados a la dependencia mutua de los sistemas eco nómico y político institucionalmente separados. Esto conduce a diferentes lógicas de acción económica y política y, al mismo tiem po, genera la necesidad de consultas sobre el impacto económico de las políticas estatales y la repercu sión política de la toma de decisiones privadas de carácter económico. Y cuar to, los problemas generados por la naturaleza de la sociedad civil o del mundo de la vida como esfera del interés particular, por oposición a la supuesta incor poración por parte del Estado de los intereses universales. Esto apunta a la necesidad de algún mecanismo institucional de mediación entre lo particular y lo universal, y dado que resulta imposible lograrlo en térm inos abstractos, a alguna definición hegemónica del "interés general" (sobre la naturaleza siem pre imperfecta y estratégicamente selectiva de tales reconciliaciones, véase Jessop 1990b). Esto sugiere que si el liberalism o puede ser interpretado como una filo sofía más o m enos "espontánea” , enraizada en las relaciones sociales capita listas, habría que reconocer tam bién que es proclive a la "com bustión espontánea” , consecuencia de las tensiones inherentes a estas mismas rela ciones. Esto ya fue puesto de m anifiesto en la crítica de Polanyi (1944) al lib e ralismo de finales del siglo XIX, en la que se afirmaba que, en respuesta a las tendencias a la crisis del capitalismo del laissez-faire, muchas fuerzas sociales lucharon por reincrustar y volver a regular el mercado. La eventual solución de compromiso fue una economía de mercado incrustada e n y sostenida poruña sociedad de mercado. La misma argumentación se aplica al capitalismo neoli beral- Así, tras los esfuerzos del "repliegue neoliberal” por liberar la econo mía de mercado neoliberal de sus diferentes im pedim entos corporatívistas y 27°
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
estatistas, en la actualidad asistimos a los intentos de garantizar su viabilidad a medio plazo, mediante su incrustación en una. sociedad de mercado n eo li beral (véase P eck y Tickell 2 0 0 2 ; ) . Lo cual conlleva medidas para desplazar o diferir las contradicciones y conflictos más allá de los horizontes espaciotem porales de un régimen concreto, así como una serie de medidas com plemen tarias para flanquear, apoyar y sostener la continuidad de la dominación del proyecto neoliberal dentro de dichos horizontes (Jessop 2002c). LA DMSIÓN DEL TRABAJO Y EL CORPORATIVISMO Esta línea argumental no se refiere sólo al liberalism o y al neoliberalismo. También los otros dos modos de gobernanza típicos de las formaciones socia les modernas aparecen profundamente enraizados en la organización econó mica, política y social del capitalismo, y están igualmente atravesados por tensiones y contradicciones. A continuación, analizaremos brevemente el cor porativismo como una expresión económica y política dentro del capitalismo referida a un patrón más general de gobernanza heterárquica (véase p. 60 e infra). El corporativismo es una forma de representación funcional que presupo ne un sistema interconectado de representación, adopción e implementación de políticas basado en la presunta función (socialmente definida) de las dife rentes fuerzas en la división del trabajo. Esta definición establece los rasgos genéricos del corporativismo, pero omite la especificidad de las instancias con cretas que se derivan de los rasgos secundarios del mismo en cada circunstan cia. Entre estos rasgos se incluyen su justificación ideológica, su legitimación política, su base funcional y sus concretas formas organizativas de representa ción, los diferentes niveles en los que se organizan las estructuras corporativas, el verdadero alcance, objetivos y modos de adopción de las políticas, sus for mas específicas de implementación y el puesto (si es que lo tiene) del corporatívismo en la confíguracióngeneral de los órdenes económico, político y social. El corporativismo surgió en Europa por primera vez como crítica políticoideológica reaccionaria y utópica, con fuertes acentos organicistas, del capita lism o liberal. Su segunda versión m ás im portante se relaciona con el "capitalismo organizado” de finales del siglo X IX y comienzos del XX. Esta ver sión no se oponía al capitalismo como tal (que ya se había consolidado y comenzaba a desarrollar sus tendencias monopolísticas e imperialistas), sino que estaba más bien preocupada por la amenaza revolucionaria que suponía el trabajo organizado. Estas dos versiones desempeñaron un papel fundamental en el surgimiento de los regímenes de bienestar conservadores-corporativistas 271
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(véase el capítulo 2). Una tercera fase del corporativism o asistió a la aparición del tripartism o en el contexto del fordism o atlántico de posguerra, y se asocia con los ENBK. Surgido durante la reconstrucción de la Europa de posguerra como alternativa al fascism o y al capitalismo liberal, fue defendido por los democratacristianos y los conservadores ingleses de "Una Nación” , así como por los socialdemócratas. Y reapareció de nuevo en algunas economías del fordismo atlántico en los años sesenta y setenta, con la esperanza de moderar las incipientes tendencias estanflacionistas (véase el capítulo 2). La cuarta variante del corporativismo adquirió importancia en los años ochenta y noven ta, y es probable que siga expandiéndose en la próxima década. Aunque es menos frecuente discutirla en térm inos corporativistas (en parte, como conse cuencia de su negativa asociación a las crisis de los años setentay a los sin d i catos), en la actualidad existe un reconocim iento cada vez más general de la existencia de pactos sociales corporativistas en los regím enes de bienestar europeos en diferentes escalas. A ello se hace referencia en térm inos de redes, partenariado público-privado, alianzas estratégicas, colaboración interorganizativa, autorregulación regulada, accionariado social, solidarida des productivas, coaliciones productivas, regiones de aprendizaje, economía social y democracia asociacional. Esta reaparición del corporativismo, aunque en distintas presentaciones, se debe, como la reaparición del liberalism o, a ciertos rasgos materiales de las formaciones capitalistas. Se trata de los m ism os rasgos que tienden a generar límites a una forma de organización capitalista basada únicamente en el m er cado, y que ya se especificaron antes. De form a resumida y para evitar repeti ciones innecesarias, se trata de: (1) la creciente socialización de las fuerzas de producción, a pesar de la continuidad de la propiedad privada de los m edios de producción; (3) los dilemas que plantea el interés compartido de las clases y grupos de productores en la maximización de los ingresos totales y el conflic to sobre su distribución; (3 ) la necesidad de consultas entre fuerzas operativa y organizativamente separadas pero funcionalmente interdependientes, acerca del impacto económico de las políticas estatales y de la repercusión política de la toma privada de decisiones económicas-, y (4.) los problemas generados por la naturaleza de la sociedad civil como esfera de los intereses particulares. Cada una de estas cuatro bases resulta inherentem ente contradictoria y provoca inestabilidades en las propias tendencias corporativistas que ayudó a generar. Encontramos aquí una parte importante de la explicación de los ciclos recu rrentes de auge del corporativismo, caída y regreso bajo una forma diferente. Este patrón puede detectase en los ciclos de políticas corporativistas dentro de 272
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
un estadio concreto del capitalismo, así como en el surgimiento de nuevas for mas de corporativismo asociadas a diferentes fases del capitalismo. SEPARACIÓN INSTITUCIONAL Y ESTATISMO La coordinación coactiva es el tercer modelo de gobernanza que analizaremos a continuación. Posee un importante papel en la gobernanza de la economía entendida en sentido restringido, a través del desarrollo de la empresa y de otras formas jerárquicas. Ahora bien, su papel resulta incluso más evidente en las actividades de esa organización jerárquica inclusiva que no está, a su vez, sujeta a control por parte de ninguna otra organización supraordenada-, es decir, la forma Estado soberano típica de las form aciones sociales capitalistas. Esto se refleja en la clásica definición de Weber del Estado moderno en térm i nos de sus medios característicos de control político, y en el postulado de la teoría realista de las relaciones internacionales según el cual las relaciones entre Estados soberanos es de pura anarquía. Weber analizaba el Estado como una asociación coactiva que ha logrado monopolizar con éxito el uso legítimo de la fuerza como forma de dominación dentro de un determinado territorio. Sus rasgos deñnitorios eran la existencia de un personal administrativo, los medios de la coacción organizada, una reclam ación efectiva del ejercicio legí timo de la coacción, un territorio específico en el que se ejercía dicha coacción y los sujetos sobre los que se volcaba (Weber 1948). Esta definición es cohe rente con la idea de que el Estado es un aparato que toma decisiones que son colectivamente obligatorias para los m iem bros de una determinada sociedad y que se justifican en nombre del interés público o del bien común (véase el capítulo 1), aunque también podría conducir a un excesivo énfasis en el papel de la fuerza en las actuaciones rutinarias del Estado, en perjuicio de otros modos de intervención estatal. Como se señaló en el capítulo i, el tipo capita lista de Estado puede intervenir no sólo mediante el ejercicio de la coacción legítima organizada y de la legislación aprobada conforme al debido proceso, sino también a través de su control de los recursos fiscales y monetarios (aso ciados a su monopolio de la fiscalidad organizada basada en su monopolio de la coacción y en su control de la divisa legal y el banco central), mediante un rela tivo monopolio de la inteligencia y mediante sus poderes de persuasión moral enraizados en la articulación de estrategias hegemónicas de acumulación, pro yectos estatales y visiones hegemónicas. El alcance de estos poderes estatales es especialmente problemático para muchas de las políticas claramente económi cas y sociales que realiza el tipo ideal de ENBK y el Régimen Posnacional de
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Trabajo Schumpeteriano, por oposición a las funciones genéricas del Estado moderno (o tipo de Estado capitalista) en las sociedades capitalistas. Desde un punto de vista más general, resulta evidente queW eberse esfor zó por enfatizar que existe una considerable variación en el peso de la coordi nación coactiva dentro del patrón general de la intervención estatal. Por ejemplo, en lo relativo a las condiciones para la acumulación de capital, lo que en modo alguno constituye la totalidad de la actividad estatal, el papel de la coordinación coactiva suele ser más significativo a la hora de establecer las condiciones iniciales de la misma (la prim era ronda de acumulación prim iti va) y para la reproducción de sus condiciones externas generales3. La confian za en la coordinación coactiva (o intervención estatal vertical) tiende además a incrementarse cuando las form as de propiedad privada bloquean el crecim ien to de la socialización de las fuerzas de producción, cuando el conflicto de clases y/o el conflicto entre poseedores de diferentes derechos alas rentas amenazan la acumulación, cuando la lógica de la acción económica entx'a en conflicto con importantes objetivos políticos, o cuando los intereses particulares amenazan la realización de ciertas estrategias de acumulación, de proyectos estatales y proyectos hegemónicos particulares con los que el Estado pueda haberse aso ciado en cada momento. Y, por supuesto, el recurso a la coerción organizada más que en el derecho, tiene su mayor importancia en las fases iniciales de los periodos excepcionales en los que el Estado soberano declara el estado de emergencia y suspende los principios de democracia formal en los que se basa la forma democrática normal del Estado constitucional burgués. Dichas situa ciones no tienen una importancia tan determinante en los países objeto de atención en este trabajo, pero han despeñado un papel clave en Estados y regiones mas allá de las fronteras asociadas al arreglo espaciotemporal del fo r dismo atlántico (por ejemplo, en las dictaduras m ilitares de los países produc tores de petróleo de los que tan profundamente dependen las economías del fordismo atlántico). 1A PARADOJA DE LA GOBERNANZA
Existen curiosas com plem entariedades en la oscilación y recurrencia de los diferentes modos de gobernar la relación de capital. Por ejem plo, m ientras que el liberalism o tiende a regenerarse "espontáneam ente” sobre la base de algunos rasgos clave de las sociedades capitalistas, dicha regeneración encuentra obstáculos tam bién en algunos otros de estos m ism os rasgos clave. Y, mientras que estos últim os sirven de base para el resurgim iento de otros 274
E t FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
discursos, estrategias y paradigmas organizativos, tales como el corporativis mo o el estatismo, su realización suele verse im pedida, a su vez, justamente por los rasgos que genera el liberalism o. En térm inos generales, estas tendencias y contratendencias mutuamente relacionadas, producen oscilacio nes en el peso relativo de los diferentes tipos de coordinación y en los modos de adopción de decisiones. Dicho lo cual, ciertos principios de gobernanza parecen más o menos adecuados a los diferentes estadios del capitalismo y a sus variantes contemporáneas. Así, el liberalism o estaba probablemente m ejor adaptado para dirigir las form as de capitalismo competitivo que otras posteriores —aunque Polanyi y otros han señalado que poseía importantes lim itaciones incluso para el capitalismo competitivo—, y m ejor adaptado a las economías de mercado no coordinadas que a las coordinadas, para las que resultan m ejores el estatismo y el corporativism o (véanse Coates 2000; Hall y Soskice 30 0 1b ; Hollingsworth y Boyer 1997b; Huber y Stephens 30 0 1). De este modo, es posible que las diferen tes fases y form as del capitalism o posean atractores (o centros de gravedad) institucionales característicos, en tom o a los cuales se produce la oscilación. Igualmente, es probable que las diferentes variantes de estas form as y fases posean diferentes patrones de gobernanza estructural mente acoplados a sus patrones específicos de especialización y a sus dinám icas de crecim iento. Se trata de un rico campo de investigación que ya ha sido intensamente explorado y que no deberla dete nernos.
%. FALLOS DEL MERCADO T FALLOS D EL ESTADO En la sección anterior he tomado en consideración tres tipos básicos de gober nanza y he indicado en térm inos abstractos y sim plificados de qué modo se enlazan con los rasgos generales de las formaciones sociales capitalistas, y en qué forma dichos rasgos tienden tam bién a socavarlos. De esta manera, obte nemos una explicación general de los posibles ciclos en los que el peso relativo de los diferentes modos de gobernanza ascienden y caen para ascender de nuevo. En esta sección, me referiré a las fuentes de fracaso interno de cada uno de estos mecanismos, que refuerzan estas tendencias generales y nos ayudan a explicar algunos de los aspectos más concretos y complejos de la variación en los patrones de la gobernanza. Nuevamente, comenzaré con el mecanismo de coordinación dominante en las relaciones sociales capitalistas, es decir, el mecanismo de mercado.
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FALLOS DEL MERCADO Muchos econom istas ortodoxos suelen pensar que la "racionalidad procedím ental” de los m ercados perfectos garantiza el éxito del mercado. El fracaso se produce cuando los intercam bios económ icos no producen lo que un m er cado perfecto (y, por tanto, imaginario) podría ofrecer. Dado que la raciona lidad de mercado depende del intercam bio libre e igual más que de los fines de las transacciones económicas, el éxito o el fracaso del mercado no puede ser, por lo general, evaluado mediante criterios subjetivos tales como el impacto desigual de las fuerzas del m ercado en la riqueza, el ingreso, las posibilidades de vida o el desequilibrio regional. Siem pre que estas d esi gualdades se deriven de (o sean consistentes con) el funcionam iento de los m ercados perfectos, deben considerarse racionales y justas. Como mucho, estos problem as podrían considerarse como "inadecuaciones” más que como verdaderos fallos del mercado. Ahora bien, desde luego no faltan las reclam aciones por estas inadecuaciones, ni acerca de la necesidad de rem e diarlas junto con los fallos del mercado, m ediante acciones sociales y p o líti cas de diversos tipos. En un marco de mercado racional, el Estado y el m ercado aparecen netam ente dem arcados. El Estado debería m antenerse a ú n a prudente d is tancia de las fuerzas del m ercado, lim itándose a establecer y defen der los m arcos para sus in stitu cio n es. De esta form a, este últim o podrá asig n ar los bienes y servicios en la form a más eficiente. El m ercado funciona ad e más como un m ecanism o de aprendizaje. A sí, Hayelc sostiene que el fallo del mercado es esencialm ente un m ecanism o de aprendizaje m ediante "en sa y o -e rro r” , en virtud del cual los m ercados estim ulan a los agentes económ icos a que aprendan e innoven. Según este punto de vista, el m erca do ofrece a largo plazo el m ecanism o más flexible y m enos desastroso de coordinación y adaptación frente a entornos turbulentos y con com plejas interdependencias. Más aún, tanto para los teóricos neoclásicos como para los austríacos, la respuesta inicial al fallo del m ercado es "m ás m ercado, no m enos” , incluso si a menudo ello exige a corto plazo una nueva in terven ción estatal; aun cuando sea discutible, por decir lo m enos, que ni siquiera los m ercados perfectos pudieran elim inar todas las form as de fallo del mercado. Incluso los econom istas neoclásicos reconocen hasta qué punto los m ercados pueden no "capturar adecuadam ente todos íos beneficios sociales o recaudar los costes sociales totales de la actividad del m ercado” CWolf 1979: i 38 ). 276
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
Este tipo de enfoque es claramente incompatible con el defendido aquí. Como he señalado en el capítulo i, no son los mercados como tales lo distinti vo del capitalismo, sino su extensión a la mano de obra como mercancía ficti cia. No es la eficacia inherente a los m ercados la que conduce a la "creación de riqueza” o al "crecimiento económico” . Por el contrario, su logro depende déla explotación mediada por el mercado del trabajo asalariado y de la búsqueda competitiva (y creativamente destructiva) de beneficios por encima de la media. Estos dos procesos, a su vez, suponen luchas por acumular poder estructural para configurar el funcionamiento de las fuerzas del mercado y controlar las condiciones de valorización y realización del capital. Es más, como ya se dijo en el capítulo i, la relación de capital considerada como una relación puramente económica (o mediada por el mercado) resulta constituti vamente incompleta. Su reproducción continuada depende de forma inestable y contradictoria de las cambiantes condiciones extraeconómicas. Mientras que los mercados puedan m ediar la búsqueda de valor añadido, no pueden produ cirlo. Además, en la medida en que la mercantilización y la mercantilización ficticia ensanchan y profundizan su penetración de las relaciones sociales, generan contradicciones que no pueden resolverse por completo mediante el mecanismo de mercado, pudiendo sólo ser diferidas y desplazadas (capítulos 1-5 ). En este sentido, gran parte de lo que pasan por ser fallos o inadecuacio nes del mercado son en realidad expresión de las contradicciones subyacentes del capitalism o. De este modo, m ientras que los m ercados pueden m ediar las contradicciones y m odificar sus form as de aparición, no pueden trascen derlas. Igualmente, aunque el Estado puede intervenir en repuesta a los fallos del mercado, por lo general sólo m odifica las formas o lugares de dichas con tradicciones —introduciendo las luchas de clase dentro del Estado y también generando tendencias hacia la crisis fiscal, de legitimidad, de racionalidad, etc.—, o bien las desplaza o difiere más allá de las fronteras espaciotemporales asociadas a ese concreto Estado. FALLOS DEL ESTADO La racionalidad de la actividad estatal no es procedimental (como la del m erca do) sino sustantiva. Esta racionalidad se expresa mediante la coordinación coactiva (o jerárquica) más que con la anarquía de las fuerzas del mercado. En su form a pura, la racionalidad aparece en la definición y obligatoriedad de las decisiones colectivamente vinculantes, realizadas en nombre del interés público o la voluntad general. Pero tam bién puede detectarse en la definición 377
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de proyectos colectivos que se ejecutan mediante planificación y coordinación verticales. Los fallos del Estado, por consiguiente, se valoran siguiendo esta racionalidad sustantiva: se refieren al fracaso en la realización de los propios proyectos políticos del Estado, en los términos de sus propias reglas y procedi mientos de actuación. En los regím enes dem ocráticos, estas reglas y p ro ce dimientos incluyen el respeto a la legalidad y la renovación periódica de los mandatos populares. Así, el criterio fundamental para identificar los fallos del Estado no es su eficacia en la asignación (tal como se define en términos de racionalidad procedimental del mercado). Por el contrarío, es la efectividad (tan pronto simbólica como material) con la que se realiza cada concreto p ro yecto estatal. Sin duda es posible incluir a la eficacia entre los criterios de éxito de algunos proyectos concretos. Así, "la relación calidad-precio” constituye uno de los objetivos del proyecto estatal neoliberal. Es más, del mismo modo que resulta posible relacionar los fallos del m er cado con factores sustantivos que bloquean la realización de su racionalidad procedimental, los fallos del Estado pueden vincularse con factores procedímentales concretos que bloquean una eficaz form ulación e implementación de las políticas. Por ello, diferentes autores han sugerido que la planificación, la burocracia, la participación, la confianza en el conocimiento técnico, etc., pue den presentar fallos diferentes a la hora dé generar políticas adecuadas y para asegurar su realización efectiva. Las tendencias resultantes hacía las crisis fis cales o de implementación pueden conducir, a su vez, a problem as de legitim i dad si se difunde la percepción de que no se están logrando los objetivos públicos del Estado. Una posible respuesta a este problem a dentro del Estado es una circulación constante entre los diferentes modos de adopción e im plementación de políticas, en un intento de compensar sus respectivas tendencias al fallo (Offe 1975). Del mismo modo que los economistas neoclásicos form ulan suposiciones poco realistas sobre el mercado, los economistas del bienestar sostienen a fir maciones improbables sobre los Estados. Asum en no sólo que los Estados poseen toda la inform ación necesaria para m aximizar el bienestar social, sino que disponen tam bién tanto de las capacidades organizativas internas como de los poderes de intervención externa necesarios para lograr los objetivos públicos. Lejos de esto, los siguientes aspectos están ampliamente reconoci dos: (1) los gestores estatales (en especial los de elección política) tienen un horizonte temporal cortoplacista y son vulnerables a los grupos de presión.; (2) los Estados están sometidos a una racionalidad limitada (información limitada, incertidumbre y presión temporal) en su actividad; (3) con frecuencia 278
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persiguen múltiples objetivos contrarios y hasta contradictorios, muchos de los cuales son, además, intrínsecamente irrealizables-, (4) las capacidades del Estado se encuentran limitadas tanto por "internalidades” (cálculo de costes y beneficios privados diferentes de los objetivos públicos), como por resis tencias externas; (5) los resultados ajenos ai mercado suelen ser por principio difíciles de definir, a menudo están mal definidos en la práctica y resultan complicados de medir; y (6) la intervención estatal puede provocar un com portamiento de búsqueda de renta entre los receptores de las políticas, que provoque una redistribución en lugar de una creación de recursos (Offe 1975; Wolf 1979). Existen diferentes respuestas ante los fallos del Estado. Los críticos libe rales consideran las fuerzas del mercado como un mecanismo de aprendizaje y autocorrección, y al Estado como inherentemente incorregible e ineducable. No se cuestionan si sería posible corregir los fallos del Estado de forma análo ga a como se corrigen los fallos del mercado, sino que tratan de sustituir el uno por el otro. En cambio, otros críticos admiten los ciclos de políticas autocorrectoras y el rediseño institucional en el Estado. Entre las medidas relevantes en este último aspecto para mejorar la coordinación e implementación de las políticas, podríamos incluir la redeñnición de la división del trabajo en el Estado y en el sistema político en general, la mayor autonomía estatal para hacerlo menos vulnerable a los grupos de presión particularistas, la mejora de la reflexividad (incluyendo las auditorías completas y la cultura contractual) y la reorientación de los horizontes temporales en favor de una adopción y recepción de políticas a largo plazo. IA HETERARQUÍA GOMO RESPUESTA A LOS FALLOS DEL MERCADO Y DEL ESTADO Los análisis del mercado y los fallos del Estado parecen con frecuencia d es cansar en posiciones teóricas y político-ideológicas diam etralm ente opues tas. Sin embargo, asumen ciertas presunciones de base. Am bas suponen una distinción dícotómíca público-privado y una concepción de suma cero de las correspondientes esferas del mercado y el Estado. De este modo, los críticos de los fallos del Estado consideran, de un lado, a la economía como el lugar de los intercam bios voluntarios y mutuamente ventajosos entre agentes econó m icos autónomos, iguales y form alm ente lib res; por otro, ven al Estado como dependiente de una coacción organizada que invade las libertades privadas de los ciudadanos (especialmente en su condición de agentes econó m icos). Por el contrario, los críticos de los fallos del mercado consideran al 379
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Estado como una autoridad soberana autorizada para perseguir el interés público frente a los intereses a corto plazo, egoístas y particularistas de los ciudadanos (en especial los de los propietarios). En ambos casos, cuanto más Estado haya, m enos mercado habrá-, lo que varía es la evaluación positiva o negativa de dicha relación. Del m ism o modo, m ientras que los que creen en la bondad de las fuerzas del mercado consideran los fallos estatales como norm ales y los del mercado como excepcionales, quienes confían en la racio nalidad del Estado, y en que incorpora el interés público, suelen considerar los fallos del mercado como inevitables y los del Estado como algo que, si no excepcional, es al m enos coyunturaly puede, consecuentem ente, ser supera do mediante una m ejora en el diseño institucional, el conocim iento o las prácticas políticas. Una tercera vía entre la anarquía del mercado y la jerarquía de la coordi nación colectiva es la "heterarquía” , que supone auto organización horizontal entre actores mutuamente interdependientes. Entre sus formas encontramos las redes interpersonales, la negociación interorganizacional y la conducción contextual intersistém ica y descentralizada (dezentríerte Konteztsteuemng). Las dos prim eras formas de gobernanza deberían resultar fam iliares para los lec tores, la tercera merece algunos comentarios. En ella se incluyenlos esfuerzos por conducir (guiar) el desarrollo de sistem as diferentes teniendo en cuenta sus respectivas racionalidades y códigos operativos, y sus diferentes interde pendencias sustantivas, sociales y espaciotemporales. Esto se facilita m edian te una comunicación orientada a la "reducción de ruido” intersistém ica, a la negociación, a la coordinación negativa y a la cooperación en proyectos com partidos. Y se refleja en el uso de medios de comunicación simbólicos tales como el dinero, el derecho o el conocimiento para m odificar los contextos estructurales y estratégicos en los que funcionarían los diferentes sistemas, de manera que la realización de los proyectos compartidos se derive de sus p ro pios códigos operativos, más que de la coordinación coactiva (véanse Glasgow y Willke 1987; Willke 1993, 1997). La racionalidad de la gobernanza no es ni procedimental ni sustantiva, sino que es preferible definirla como "reflexiva” . Mientras que la racionalidad procedimental de los mercados capitalistas es de naturaleza esencialmente formal y prioriza una interminable persecución "econom icista” de la maxim ización de los beneficios, la racionalidad sustantiva del gobierno está orientada a metas y prioriza el logro "efectivo” de las diferentes metas de las políticas públicas. La gobernanza heterárquica coloca la negociación acerca de un p ro yecto consensuado a largo plazo, como base para la coordinación negativa y 280
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positiva entre actores interdependient.es. La clave de su éxito tiene tres aspectos: el compromiso permanente con el diálogo para generar e intercambiar una mayor información (restringiendo de este modo, aunque sin llegar nunca a e li minarlo, el problema de la racionalidad limitada); la reducción del oportunis mo, al apresar a los participantes en una gama de decisiones interdependientes en horizontes de corto, medio y largo plazo; y aprovechar las interdependen cias y riesgos asociados a la "especificidad de los activos” , estimulando la soli daridad entre los socios. La racionalidad de la gobernanza es dialógica antes que monológica, pluralista antes que monolítica, heterárquica antes que jerár quica o anárquica. Además, todo ello sugiere que no existe un único m ecanis mo óptimo de gobernanza. En las últimas dos décadas se ha recurrido cada vez más a la heterarquía en numerosos sistemas y esferas del mundo de la vida. Esto se hace particular mente evidente en la explosión de las alusiones a las redes (por ejemplo, la empresa red, el Estado red, la sociedad red, la guerra basada en redes) y en el creciente interés en la negociación, la cooperación multiagencia, el partena riado, el accionariado social, etc. Se trata de una respuesta secular a una dra mática intensificación de la complejidad social. Varias son sus fuentes: (i) una más amplia diferenciación funcional combinada con una mayor interdepen dencia; (3) la mayor vaguedad de algunos lím ites institucionales, por ejemplo, en lo relativo a qué se considera "económ ico” en una era de creciente competitividad sistémica o estructural; (3) la multiplicación y reescalado de los hori zontes espaciales; (4,) la mayor complejidad de los horizontes temporales de acción; (5) la multiplicación de las identidades, y (6) la creciente importancia del conocimiento y del aprendizaje organizado. Esta complejidad se refleja en las preocupaciones acerca de la gobernabilidad de la vida económica, política y social frente a la globalización y el conflicto de identidades. Implica también, que han surgido nuevos problemas que no es posible gestionar o resolver rápi damente, sí es que acaso esto fuera posible, mediante la planificación vertical del Estado o la anarquía del mercado. Todo ello ha provocado un desplaza miento en el centro de gravedad institucional (o atractor institucional) en tom o al cual, quienes realizan las políticas escogen entre diferentes modos de coordinación. Las condiciones de éxito de la racionalidad reflexiva son tan complicadas como las de los mercados bien ordenados o las de la planificación estatal. Las redes interpersonales, la negociación interorganízacionaly el pilotaje intersistémico plantean problemas diferentes, y también los objetivos concretos de la gobernanza pueden afectar sus probabilidades de éxito. Por ejemplo, el 281
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gobierno de la economía mundial, de los regímenes de derechos humanos, del crimen transnacional o de los movimientos sociales transnacionales implica, sin duda, problemas muy diversos. También son distintos los problemas que plantean para la gobernanza tanto los entornos turbulentos como los relativa mente estables, especialmente si consideramos que hace falta tiempo para que la autoorganizacíón llegue a actuar consensualmente. Los mecanismos de gobernanza deben lograr un marco en el que los correspondientes actores pue den alcanzar acuerdos sobre los horizontes tem porales y espaciales de acción (aunque posiblemente diferentes) en relación con su entorno. También deben estabilizar las expectativas cognitivas y normativas de estos actores, diseñando y promoviendo una "visión del mundo" común, e ideando soluciones adecua das a los problemas secuenciales. De esta forma, será posible producir un orden predecible de las diferentes acciones, políticas y progresos, especial mente allí donde posean diferentes lógicas temporales. De lo que aquí se trata es de establecer unas bases seguras de coordinación con su propia selectividad estratégica estructuralmente incrustada. Ciertamente, no puede haber una garantía de éxito en la persecución de los objetivos colectivos mediante la auto organización, como tampoco la hay en la confianza en la mano invisible del mercado o en el puño de hierro (acaso con guante de terciopelo) de la coordi nación coactiva. Sin embargo, frente a la evidencia de los continuos fallos del mercado y el Estado, las redes y la autoorganización pueden resultar una alter nativa atractiva (para un resumen de los tres modos de coordinación, véase tabla 6.x). TABLA 6.1
MODALIDADES DE LA GOBERNANZA
INTERCAMBIO
MANDO
DIÁLOGO
Racionalidad
Formal y procedimental.
Sustantiva y orientada a los objetivos.
Reflexiva y procedimental.
Criterio de éxito
Asignación eficiente.
Consecución eficaz de los objetivos.
Consentimiento negociado.
Ejemplo típico
El mercado.
El Estado.
La red.
Modo estilizado de cálculo
Homo economicus.
Homo hierarchicus.
Homo políticas.
Horizontes espaciotemporates
Mercado mundial, tiempo reversible.
Territorio nacional, horizontes de planificación.
Reescalado y fijación de sendas.
Criterio primario de fatlo
inefidencia económica.
Falta de eficacia.
''Ruido”, "tertulia".
Criterio secundario de fatlo inadecuaciones del mercado.
Burocratismo, papeleo.
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3 . LA GOBERNANZA D EL FORDISMO ATLÁNTICO Y M ÁS A LLÁ
A partir de estas observaciones prelim inares, estudiaré ahora las cambiantes form as de coordinación económ ica y p olítica desde los años ochenta. Deberemos abordar tres asuntos interrelacionados: las m odificaciones en los objetos de la gobernanza económ ica y social, las diferen tes instituciones y los distintos mecanismos de gobernanza encargados de su provisión, y las prácticas con las cuales y en cuyo entorno se realizan las políticas económicas y sociales. Todas estas cuestiones están estrecham ente relacionadas, pues las prácticas de la gobernanza (mediadas por las instituciones) tratan de delim i tar, unificar, estabilizar y reproducir sus objetos de gobernanza como precondición y como efecto de su gobierno sobre ellos. Es más, las prácticas de la gobernanza suelen también estar dirigidas a crear y reproducir los sujetos necesarios para que la gobernanza actúe eficazmente (Barry et álii 1996; Hunt yW ickham 1994). Así, al tiempo que cambian los objetos y modos de la gobernanza, también se modifican los m ecanism os institucionales y las prácticas concretas, y consecuentemente tam bién las formas típicas de fallo de la gobernanza. En este sentido, deberíamos considerar los regímenes de las políticas económicas y sociales como constitutivos de sus propios objetos de gobernanza, y no sólo como respuestas a problem as económicos y sociales preexistentes. De hecho, ésta es una de las razones por las que el Estado de bienestar solía recibir críticas: que genera los propios problemas que afronta. Lo cual sugiere que habría de estar en perm anente autoexpansión -—al encon trar nuevos problemas para resolver—y, en último term ino, quedaría autoderrotado al volverse cada vez más com plejo, sobrecargarse de tareas y, finalmente, provocar una crisis de ingobernabilidad (por ejemplo, Crozier et álii 1975; Luhmann 1990). Tanto si se comparten estas críticas como si no, fue el presunto fracaso del ENBK como modo de gobernanza económica y política lo que provocó la bús queda de nuevas formas de gobernanza. Su presunta crisis afectó no sólo a los modos de "gobernanza-gobierno-gobernación” (governance-govemment-gover~ ning) en el ENBK, sino también a los objetos y sujetos de su gobernanza social y económica. El ENBK comenzó a fallar como modo de gobernanza cuando su coherencia como conjunto institucional se volvió inconsistente con los objeti vos que gobernaba, las prácticas que desplegaba para gobernarlos, y con las identidades e intereses de los agentes activos y/o de los sujetos "pasivos” del régimen del ENBK. Por tanto, tomando como guía estas cuatro dimensiones, podemos identificar las siguientes tendencias hacia la crisis.
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En prim er lugar, el objeto primario de la gobernanza económica del ENBK era la economía nacional. El nacimiento y consolidación de las prácticas keynesianas habían contribuido a delimitar y reproducir esta economía nacional (Tomlinson 1985). Facilitaron los medios para m edir el rendimiento económ i co nacional, para controlar los flujos económicos en las fronteras nacionales, para fijar los agregados macro económicos como la inflación, el empleo y el crecimiento como objetivos de la gestión económica, y para crear la infraes tructura para el desarrollo económico nacional. Sin embargo, la gestión econó mica keynesiana se fue haciendo cada vez m ás problem ática y generó tendencias estanflacionistas que alimentaron la incipiente crisis de las econo mías del fordismo atlántico, que, precisamente, la intervención estatal keyne siana (tal como se definió en térm inos generales en el capítulo 2) se suponía que debía gestionar. La internacionalización económica vino a exacerbar los problemas. Socavó la idea de economía nacional como objeto de gestión eco nómica y condujo a unas concepciones notablemente diferentes de la econo mía y, con mayor razón, de sus mecanismos de gobernanza económica y social. Como vimos en el capítulo 3 , la economía nacional se ha visto sustituida, como objetivo primario de la gobernanza económica, por la economía basada en el conocimiento en la era de la globalización. Del mismo modo que la economía nacional fue imaginada discursivamente y constituida materialmente como objeto de la gobernanza económica, a partir de un conjunto de relaciones eco nómicas mucho más complejo e inherentem ente inm anejable, la economía basada en el conocimiento tuvo que ser prim ero imaginada como objeto de la gobernanza económica, antes de que pudiera alcanzar una forma material e institucional lo suficientemente sólida como para ser potencialmente gober nable a través de las tecnologías políticas del emergente Régimen Posnacional de Trabajo Schumpeteriano. Ya he señalado los vastos esfuerzos realizados por parte de muchas fuerzas sociales diferentes, en numerosos campos y en muy diversas escalas, para establecer a la economía globalizadora y basada en el conocimiento como el punto focal más o menos obvio de las estrategias de acu mulación, de los proyectos estatales y de las visiones hegemónicas. Que a largo plazo llegue o no a ser algo más manejable que la economía nacional en el fo r dismo atlántico, es una cuestión completamente distinta (véase el capítulo 1). Pese a todo, en la actualidad se supone que la dinámica de crecimiento de la economía basada en el conocimiento dependerá del grado de efectividad con el que sea capaz de insertar (o mejor, combinar en red) el espacio económico al que perm anece anclado —no necesariam ente una econom ía nacional— en la cambiante división m undial del trabajo, y de sobrevivir a la auditoría del 384,
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mercado mundial. Esto ha provocado una preocupación cada vez mayor por la competitividad económica internacional (al menos mediante la certificación para establecer las m ejores prácticas) y por la intervención en el lado de la oferta, esta últim a inicialm ente para com plem entar la gestión nacional de la demanda, y posteriormente como objetivo y medio primario de la interven ción económica. Es más, dada la relativización de escalas señalada en los capí tulos 3 y 5, los intentos de estabilizar la economía basada en el conocimiento y de beneficiarse de dicha estabilización, se realizan en un número mucho m a yor de escalas. También han crecido el alcance e inclusividad imaginarios de la economía que es preciso gobernar. Esto ya no se interpreta en sentido restringido sino que se ha ampliado para incluir en el régimen del ENBK muchos factores adiciona les considerados "no económicos” , pero que afectan al rendimiento económ i co. Esta expansión se m uestra en conceptos tales como competitividad estructural o sistémica, conceptos que señalan el impacto combinado de dife rentes factores sociales sobre la competitividad. Por ello, los gestores estatales intervienen en una cada vez más amplia gama de prácticas, instituciones, s is temas funcionales y dominios del mundo de la vida, económicamente relevan tes para mejorar la competitividad. Esto posee dos interesantes y paradójicos efectos sobre el Estado. En prim er lugar, aunque aumente el ámbito potencial de intervención del Estado con fines económicos, la consecuente complejidad hace que la típica intervención vertical del ENBK de posguerra resulte menos eficaz, lo que exige que el Estado se retire de algunas áreas de intervención y se reinvente como condición para su intervención efectiva en otras (Messner 1998). Y, en segundo lugar, aunque aumenta el número de actores cuya coope ración se requiere para el éxito de la intervención estatal, también aumentan las presiones dentro del Estado para crear nuevos sujetos que actúen como socios. De este modo, los Estados tratan en la actualidad de transformar las identidades, intereses, capacidades, derechos y responsabilidades de las fuer zas económicas y sociales, para que se conviertan en agentes más flexibles, capaces y fiables de las nuevas estrategias económicas del Estado, ya sea en colaboración con el Estado y/o entre sí, o como sujetos emprendedores autó nomos en la nueva economía basada en el conocimiento (Barry et álii 1996; Deakin y Edwards 1998; Finer 1997)Esto también se refleja en la transferencia de paradigmas tecnoeconómicos desde las empresas a campos más amplios de la gobernama. La transferen cia se produce al menos de dos maneras: mediante la simple extensión de los paradigmas tecnoeconómicos del sector privado a las organizaciones del sector
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público o del tercer sector, y mediante la reespeciñcación de los mejores arre glos institucionales y de las tareas más adecuadas para el Estado (véanse Hoggett 1987; Goodwiny Paínter 1996). En términos organizativos, el periodo fordista fue el de las estructuras jerárquicas a gran escala, que actuaban de forma vertical y burocrática. Este modelo fue presuntamente extendido a los Estados locales y a sus roles económicos y sobre el bienestar (véase Hoggett 1987; véase también infra). El posfordismo, en cambio, se asocia con la em pre sa en red y con un nuevo "paradigma de red” (Capello 1996; Gooke y Morgan 1993). Este último ha sido descrito del siguiente modo: Los modelos tradicionales de gran empresa verticalmente integi'ada de los años sesenta, y de pequeña empresa autónoma y de compañía monofase de los años setenta y parte de los ochenta, se han visto reempla zados por un nuevo tipo de gran empresa en red con funciones estratégicas intensamente centralizadas y que se extienden en múltiples direcciones, y por un nuevo tipo de pequeña empresa integrada en una red local mul~ tiempresarial. A lo largo de la red, un sistema de relaciones de poder en constante evolución rige tanto las dinámicas de innovación como la apro piación de los rendimientos por parte de los socios. La empresa en red se ve atraída hacia la producción en masa diversificada, y el factor competitivo de la empresa individual es el control de los activos complementarios en manos de sus potenciales socios [Capello 1996: 490]. El auge de este paradigma en red se refleja tanto en el rediseño ínstitucional de la gobernanza del sector público, como en las "nuevas políticas territo riales” (o nuevas políticas urbanas) con las que estas novedosas formas de gobernanza aparecen asociadas (véanse Cox 19 93; Goughy Eisenschítz 1996), y en la creciente importancia concedida al partenariado público-privado de diferentes tipos. Asi, Parkison y Harding han descrito la ciudad empresarial como "aquella en la que los grupos de interés clave en los sectores público, p ri vado y del voluntariado se comprometen con una visión consensual en sentido amplio del desarrollo urbano, diseñan estructuras adecuadas para im plem entar esta visión, y movilizan recursos locales y no locales para alcanzarla” (1995: 66-7). En segundo lugar, el objetivo genérico de la gobernanza social en el ENBK (como en otras formas de Estado nacional) era la población nacional dividida, en prim er lugar, en ciudadanos del Estado nacional y extranjeros residentes. Ahora bien, esta población aparecía categorizada y regida en formas concretas adecuadas al fordismo atlántico y su modo de regulación. En prim er lugar, la 386
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política social tenía como premisa el pleno (o casi pleno) empleo, el trabajo durante toda la vida (aunque no necesariamente con el mismo empleador) con un salario fam iliar para los trabajadores varones, y la fam ilia nuclear patriarcal como unidad básica de la sociedad civil (Esping-Andersen 1994). El ENBK se basaba también, en un compromiso de clase entre el trabajo organizado y las organizaciones empresariales, con el que el sindicalismo responsable y la negociación colectiva permitían a los gestores gestionar, y a los trabajadores beneficiarse del aumento en la productividad en su condición de perceptores de salarios y bienestar. Existían, sin embargo, ciertos grupos marginados o sobrecargados? en especial, las mujeres como amas de casa, madres y partici pantes secundarias en la fuerza de trabajo, y tam bién los inmigrantes y otros trabajadores (y sus familias) de segmentos desfavorecidos del mercado laboral (Lewis 1998). Este patrón se vio minado tanto económica como politicamente. La crisis del fordismo atlántico socavó la idea del pleno empleo, el salario fam i liar y la división sexual del trabajo; igualmente, condujo a los gestores estatales a considerar el salario social de forma creciente como un coste de la produc ción internacional, más que como una fuente de demanda interna. El ENBK también se vio afectado por el debilitamiento de la identidad y la solidaridad nacionales que le dieron forma en su periodo inicial y que contribuyeron a sos tener la coalición que lo defendía. Esto se reflejó en cambios en los valores, identidades e intereses sociales asociados con el Estado de bienestar (véase el capítulo 2). Estos desplazamientos han fragm entado la coalición de fuerzas del ENBK, han provocado la demanda de formas más flexibles y diferenciadas de políticas económicas y sociales, y han hecho surgir la preocupación por los problemas de exclusión social y por la garantía del acceso durante toda la vida a las prestaciones de un régimen de bienestar reestructurado (por ejemplo, for mación de por vida). En tercer lugar, la primacía de la escala nacional en la gobernanza econó mica y social depende de la coincidencia de economía nacional, Estado nacio nal y sociedad nacional, y de la supervivencia del Estado nacional como órgano soberano. Esta coherencia estructural se ha visto debilitada. La economía nacional se ha visto socavada por la internacíonalización, el crecimiento de redes múltiples de ciudades mundiales, la formación de tríadas económicas (como la UE), y el resurgimiento de las economías regionales y locales dentro de los Estados nacionales (véanse los capítulos 3 y 5). Esta compleja articula ción de las economías global-regional-nacional-local se relaciona con el "vaciamiento” del Estado nacional, en la medida en que delega sus poderes hacia arriba a los organismos suprarregionales o internacionales, hacia abajo a 287
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los Estados regionales o locales, y hacia fuera a las alianzas transnacionales relativamente autónomas entre Estados regionales o metropolitanos locales con intereses complementarios. Se asiste, además, a intentos de una mayor internacionalización (o, al menos en Europa, de una europeización) de la p olí tica social. La unidad del Estado nación tam bién se ha visto debilitada por el (sin duda, desigual) surgimiento de sociedades multiétnicas y multiculturales y de lealtades divididas (con la reaparición del regionalismo y el nacionalismo y de las identidades europeas, las regiones de la diáspora, el patriotismo cosm o polita, etc.). De ese modo, presenciam os una proliferación d élas escalas en las que se realizan las políticas económicas y sociales, así como de los proyectos en competencia para reunificar la articulación interescalar alrededor de un nuevo nivel prim ario, ya sea del distrito industrial, la región de ciudades, las regiones subnacionales ampliadas, las regiones transfronterizas, las tríadas o del nivel global. Por último, el modelo de economía mixta del ENBK surgió como respues ta a los fallos del mercado y puso el énfasis del papel estatal en su corrección. Con todo, este papel estatal también reflejaba el paradigma organizativo del fordismo. Las estructuras a gran escala, vertícalmente jerarquizadas, basadas en la idea de economía de escala, se difundieron con facilidad a los papeles económico y de bienestar del Estado, como m ecanismos prim arios de correc ción de los fallos del mercado. Se trataba de la era de las grandes empresas, los grandes sindicatos, los grandes gobiernos y del "capitalismo organizado” incluso en las formas más liberales de fordism o atlántico. Este modelo se vio minado por varios factores. Entre ellos pueden señalarse los siguientes: la cre ciente resistencia política a los impuestos y los emergentes estancamiento e inflación-, la crisis en los compromisos de posguerra entre el capital industrial y el trabajo organizado; las nuevas condiciones económicas y sociales y sus correspondientes problemas que no resultaba posible controlar fácilmente —si es que esto era posible—, mediante la aplicación reiterada de la planificación estatal vertical y/o las meras fuerzas del mercado; el resentimiento cada vez mayor contra la burocratización, la inflexibilidad y el coste del Estado social, con su expansión durante los años sesenta y setenta; y el surgimiento de nue vos movimientos sociales que no encajaban fácilmente en el compromiso de posguerra (véase el capítulo a). Estos problem as del modelo de economía mixta indican que la planificación y otras formas de intervención vertical del Estado de bienestar keynesiano poseían sus propias tendencias de crisis y parecían ser cada vez más proclives al fallo. Una vez que los intentos de reforzar al Estado mediante una mayor intervención en diferentes escalas, acompañados en 388
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ocasiones de ia pretensión de extender la participación en la toma de decisio nes, parecieron haber fracasado en los años setenta, se alzaron voces liberales y neoliberales reclamando insistentemente "más mercado, menos Estado” . Sin embargo, transcuriidos unos pocos años de experimentación con el neolibera lismo, las fuerzas del mercado parecían estar por debajo de la perfección en diferentes áreas. En particular, aunque las formas de intervención sobre el bienestar keynesiano parecían haberse reducido, la privatización, la desregu lación y la liberalización parecían exigir también nuevas o mejoradas formas de regulación, re-regulación y políticas compensatorias. Todo ello ha contribuido de forma más general a difundir la confianza en la autoorganización. Así, a pesar de la supervivencia de la retórica de los regímenes neoliberales, la ten dencia más significativa en ellos, como en los regím enes posfordistas en los que predominan otras formas de gobernanza, es hacia las redes, la gobernan za, la colaboración y otras formas de autoorganización como medio principal para corregir los fallos del mercado. Esto se refleja, como hemos visto, en un nuevo "paradigma en red" que pone el énfasis en el partenariado, la regulación autorregulada, el sector informal, una más fácil autoorganización y la conduc ción eontextual descentralizada. De este modo, es posible observar una ten dencia al desplazamiento desde la coordinación coactiva por parte del Estado soberano, al énfasis en la interdependencia, las divisiones del conocimiento, la negociación reflexiva y el aprendizaje mutuo.
4. ¿FALLOS DE LA GOBERNANZA? Este reconocimiento de los principales desplazamientos en los modos de gober nanza en relación con la era del fordismo atlántico caracterizada por la econo mía mixta no debería hacernos pasar por alto la posibilidad de fallos en la gobernanza. La autoorganización mediante redes no tiene por qué ser más efi ciente desde el punto de vista procedimental, que los mercados y los Estados como mecanismos de coordinación económica o política; ni existe garantía alguna de que produzca mejores resultados. Sin embargo, el criterio para juzgar dichos fallos habrá de ser diferente del que se emplea para el mercado o el Estado. No existe ninguna variable formal previa que deba maximízarse, ni n in gún punto de referencia desde el que juzgar el éxito de la gobernanza, como son el beneficio monetario en la economía o el logro del (imaginario) mercado p er fecto. Ni existe tampoco ningún criterio sustantivo contingente —la realización de algún objetivo político específico relacionado con el (imaginado) interés 289
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público— tal como sucede en la coordinación coactiva por parte del Estado. El punto principal de la gobernanza es que los objetivos se irán modificando mediante la negociación y reflexión continuas. Lo cual sugiere que dentro de los fallos de la gobernanza podemos incluir la incapacidad para redefinir los obje tivos, ante el descuerdo continuado acerca de si aquéllos siguen siendo válidos para los diferentes participantes. Pero también es posible aplicar criterios procedimentales y sustantivos a la heterarquía y valorar si producen resultados más eficientes a largo plazo que la distribución de mercado, así como resultados más eficaces en la realización de los objetivos colectivos en comparación con la coordinación coactiva de los Estados. Esto exige una evaluación comparativa de los tres modos de coordina ción en tomo a sus tres formas respectivas de racionalidad. Castells, el teórico del capitalismo de la información y de la sociedad en red, ha defendido la superioridad de las redes en términos muy generales. Afirm a que la debilidad tra dicional de las redes sociales estriba en que "tien en una considerable dificultad a la hora de coordinar las funciones, de concentrar los recursos en objetivos concretos y de gestionar la complejidad de una determinada tarea, más allá de un cierto tamaño en la red” (3000a: 15). Esta es la razón, sostiene, por la que podían verse superadas por organizaciones que confiaban en la coordinación coactiva para la movilización de recursos, en torno a objetivos definidos centralmente y perseguidos mediante cadenas verticales racionali zadas de mando y control. Esta desventaja habría quedado definitivamente superada en la actualidad, como consecuencia de la fusión de las nuevas TIC. Estas permiten que las redes compriman el tiempo y el espacio para negociar y ajustar sus objetivos en tiempo real y para descentralizar la responsabilidad de su ejecución, lo que a su vez permite a las redes compartir la toma de decisio nes y descentralizar la responsabilidad de su ejecución (Castells 3000a: 15). Podría cuestionarse el elogio del milagro de las redes globales que perm iten las TIC, considerando la importancia que siguen teniendo las divisiones verticales del poder y la autoridad económica, así como las divisiones horizontales del trabajo en las redes económicas y en el Estado en red. Pero no cabe duda de que esta admiración ante los rendim ientos de la auto organización es compartida por muchos, como puede comprobarse en el creciente interés en la heterarquía (en todas sus formas) como mecanismo para reducirlos costes de transición de la economía en casos de racionalidad limitada, interdependencia compleja y especificidad de activos. También se refleja en un mayor interés del Estado en el potencial de la heterarquía para mejorar la capacidad de garantizar los ob je tivos políticos, compartiendo el poder con fuerzas exteriores a él y delegando la 290
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responsabilidad de objetivos específicos a sus socios (u otras formas de heterarquía). Al mismo tiempo, sin embargo, no podemos ignorar los permanen tes avances del mercado y del mando vertical como formas de coordinación. No en vano, las redes económicas operan dentro del mercado mundial y siguen confiando en él en todos los aspectos de sus actividades económicas. Además, estas redes económicas suelen estar formadas por organizaciones autoorganizadas más que por individuos aislados. Así, a pesar de las fantasías anarcocapi-talistas de Nozick, todavía no hemos visto al Estado disolverse en una serie de redes en ñotación libre, auto organizadas sin coordinación general, y sin la conservación del derecho a recentralizar el control de las operaciones y/o de los resultados si las redes no satisfacen las expectativas de los gestores estata les, de los intereses afectados o de la opinión pública. FUENTES POTENCIALES DE FALLOS EN LA GOBERNANZA Existen muchas y buenas razones por las que las redes no conseguirán despla zar totalmente a los mercados y las jerarquías como modos de coordinación de la interdependencia compleja. Considerando que el presente libro se ocupa del futuro del Estado capitalista, me concentraré ahora en tres grupos principales de factores que pueden limitar el éxito del paso del gobierno a la gobernanza, en lo relativo a la política económica y social. El prim er grupo afecta a todas las formas de coordinación económica y social, y está inscrito en la naturaleza misma del capitalismo. El último ha dependido siem pre del equilibrio contra dictorio entre formas organizativas de mercado y no de mercado. Aunque esta idea solía entenderse anteriormente en térm inos de equilibrio entre mercado y Estado (una distinción basada en la separación institucional y en la autono mía operativa de economía y política), la gobernanza no introduce un tercer término neutral, sino que añade un nuevo lugar en el que es posible disputar dicho equilibrio (por ejemplo, en térm inos de liderazgo en el partenariado público-privado). Uno de sus aspectos es la medida en que las nuevas formas de gobernanza ofrecen un nuevo lugar de encuentro para las lógicas de acumu lación en conflicto y para la movilización política. Es ésta una de las razones por las que la promesa de aparente sim etría en la autoorganización reflexiva apenas llega a completarse cuando está en juego la gobernanza de la acumulación de capital. Esto es asi ya que existen importantes asimetrías estructurales en la relación capital-trabajo y en las formas de interdependencia entre las condi ciones económ icasy extraeconómicas para la acumulación de capital. Es p re ciso añadir dos cuestiones más. Deberíamos recordar que la lógica de la 291
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acumulación de capital es inherentemente contradictoria y dilemática, y que el recurso a la gobernanza para compensar los fallos del mercado, ni suspende ni resuelve estas contradicciones o dilemas sin desplazar o al m enos diferir algu nos de los costes de su resolución provisional. Adicionalmente, deberíamos tener en cuenta que también el Estado y las políticas están atravesados por dilemas y conflictos, lo que complica el alcance y significado de la legitimación. El segundo conjunto se refiere a la inserción contingente de los sistemas de gobernanza en el sistema más general del Estado que, a su vez, es un aspec to integral de las asimetrías estructurales ya mencionadas, y que también posee sus propias tendencias estructurales específicas. En este caso, resulta de parti cular importancia para perseguir los objetivos de gobernanza decididos refle xivamente tanto la prim acía relativa de los diferentes modos de coordinación y de acceso al apoyo institucional como los recursos materiales. Entrelos aspec tos cruciales se encuentran las medidas de flanqueo y apoyo adoptadas por el Estado, la provisión de ayuda material y simbólica, y el grado en que otros mecanismos de coordinación provocan una duplicación o una contratenden cia. Los mecanismos de gobernanza son parte de un conjunto mucho mayor de mecanismos existentes en el Estado en su sentido integral, entendido en este contexto como "gobernanza + gobierno” . Podemos distinguir tres dimensiones: (i) la escala territorial, (3) las tem poralidades y ( 3) la división técnica del trabajo y su relación con el papel políti co general del Estado. En prim er lugar, y dado que tanto los mecanismos de gobernanza como los de gobierno existen en diferentes escalas (de hecho, una de sus funciones es servir de puente entre ellas), el éxito en una de las escalas bien puede depender de lo que ocurra en otras. En segundo lugar, los m ecanis mos de coordinación poseen igualmente diferentes horizontes temporales. Una de las funciones de la gobernanza (como antes lo era de los Quang'os4 y de los acuerdos corporativistas) es perm itir que la toma de decisiones con implicacio nes a largo plazo se divorcie de los cálculos políticos a corto plazo (en especial de los electorales). El corporativismo solía desempeñar este papel, pero la relativización de las escalas ha contribuido a la desnacionalización y desincorporación de los grupos de productores, así como a aumentar el número de "actores” cuya participación puede resultar relevante. Ahora bien, también es posible que sur jan desencuentros entre las temporalidades de diferentes mecanismos de gobernanza y gobierno, lo que supone un desafío a la capacidad del Estado para hacer frente a los problemas intertemporales y a su coordinación, sobre todo en la medida en que estos problemas aparecen tanto dentro del propio Estado como en otras esferas. En tercer lugar, aunque diferentes mecanismos de gobernanza 292
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pueden adquirir funciones tecnoeconómicas, políticas e ideológicas especifi cas, por lo general, el Estado controla sus efectos a partir de su propia capacidad de asegurar la cohesión social en sociedades divididas. En este sentido, el Estado trata de retener el control sobre la asignación de estas diversas funcio nes, desde el punto de vista de su papel general y de la conservación de la p ri macía de las políticas. Se reserva así el derecho a abrir, cerrar, manipular o rearticular la gobernanza desde el punto de vista, no sólo de sus funciones téc nicas, sino de las ventajas políticas partidistas y generales. El tercer grupo de restricciones depende de la naturaleza de la gobernanza como autoorganización. En primer lugar, una de las causas de los fallos de la gobernanza es la simplificación excesiva de las condiciones de acción y un cono cimiento deficiente de las conexiones causales que afectan al objeto de la gober nanza. Esto resulta especialmente problemático cuando dicho objeto es un sistema inherentemente estructurado pero complejo, como lo es la inserción de lo local en la economía mundial. De hecho, esto nos lleva al problema más gene ral de la "gobernabilidad” ; es decir, a la cuestión de si en realidad el objeto de la gobernanza puede llegar a ser gestionado, incluso con un nivel de conocimiento adecuado (Mayntz 1998; M alpasy Wickham 1995). En segundo lugar, a menudo surgen problemas de coordinación en uno o varios de los niveles interpersonal, ínterorganizacional o intersistémico. Estos tres niveles suelen relacionarse de una forma compleja. Así, la negociación Ínterorganizacional a menudo depende de la confianza interpersonal, y la conducción intersistémica descentrada, suele implicar la representación de las lógicas de cada sistema mediante la comunica ción ínterorganizacional y/o interpersonal. En tercer lugar, asociada a lo ante rior, aparece la problemática relación entre quienes se dedican a la comunicación (formación de redes, negociación, etc.) y las fuerzas sociales cuyos intereses e identidades aparecen representados. Es inevitable que entre estos grupos surjan brechas que conduzcan a una crisis de representación y legitimidad o a ciertos problemas a la hora de asegurar la ejecución. Y, en cuarto lugar, cuando existen varios socios y otros arreglos de gobernanza implicados en temas de interdepen dencia, surgen problemas de coordinación entre ellos.
5. M ETAGOBERNANZA Dada la complejidad del mundo social, las contradicciones estructurales, los dilemas estratégicos y los múltiples o al menos ambivalentes objetivos, los inten tos de coordinación de las relaciones interorganizacionales mediante la anarquía
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de las fuerzas del mercado, la jerarquía del control estatal o la heterarquía de la autoorganización provocan inevitablemente fallos. Debemos insistir, a pesar de Castells, que las redesy las formas de asociación de la gobernanza no siempre son procedimentalmente más eficientes que los mercados o los Estados a la hora de resolver los problemas de coordinación económica o política, ni hay siempre más probabilidades de que produzcan resultados aceptables en términos de valores sustantivos. Con carácter más general, es evidente que existe una paradoja en lo relativo al fracaso de los mercados, los Estados y la gobernanza como soluciones para la reducción y control de la complejidad: su propio fracaso conduce a una mayor complejidad que provoca nuevos intentos de controlar y manejar sus con secuencias. Si tanto los mercados como los Estados y la gobernanza son proclives a los fallos, ¿cómo es que resulta en absoluto posible la coordinación económica y política del desarrollo económico y social, y por qué con frecuencia se conside ra que se ha realizado con éxito? En parte, puede explicarse por la m ultiplici dad de criterios de satisfacción y la amplitud de los intereses potenciales, de manera que al menos algunos de sus objetivos se ven cumplidos en una m edi da socialmente aceptable, al menos para algunos de los afectados. Otra explica ción puede partir de la observación de que "la gobernación y la gobernanza deberían ser en sí mismas dinámicas, complejas y variadas” (Kooiman 1998b: 36 ). Esto pone de relieve el papel de las "m etaestructuras” de coordinación interorganizacional (Alexander 1995: 52) o, en térm inos más generales, de la metagobernanza o, quizá mejor, de la colibración: la gobernanza de la gober nanza. La metagobernanza se refiere a la organización de las condiciones para la gobernanza en su sentido más amplio. Así, podemos distinguir cuatro modos de metagobernanza correspondientes a las tres formas básicas de gobernanza antes indicadas, más uno tipo paraguas. (1) En prim er lugar, el metaintercambío. Supone el rediseño reflexivo de los mercados individuales (por ejemplo, inm obiliario, de .trabajo, de dinero, de mercancías, de conocimiento, o sus correspondientes subdivisiones) y la reordenación reflexiva de las relaciones entre mercados mediante la m odifica ción de su funcionamiento y articulación. Los agentes del mercado recurren con frecuencia al rediseño del mercado en respuesta a sus fallos o contraíanlos servicios de quienes afirman tener algún tipo de conocimiento en este campo. Entre estos últimos se cuentan los gurús de la gestión, las consultorías, los expertos en relaciones humanas, los abogados de em presa y los contables. En térm inos más generales, desde hace ya tiem po se ha m anifestado el interés 394
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en los asuntos del rediseño institucional del mecanismo del mercado, su incrus tación en mecanismos ajenos al mismo y las condiciones de máxima racionali dad de las fuerzas del mercado. También podemos encontrar mercados dentro del mercado, lo que puede conducir a la creación de "regím enes de convenien cia” , aúna "carrera a la baja” competitiva y liberalizad ora o, bajo ciertas condi ciones, a una "carrera al alza” para crear las condiciones más favorables para una intensa competencia (véase el capítulo 3 ). Más aún, dado que el mercado funciona a la sombra de la jerarquía y/o la heterarquía, se han intentado m odi ficar los mercados, sus apoyos institucionales y sus agentes, para mejorar su eficiencia y para compensar sus fallos o inadecuaciones. (^) En segundo lugar aparece la metaorganización. Se trata del rediseño reflexivo de las organizaciones, de la creación de organizaciones de interm e diación, de la reordenación de las relaciones interorganizacionales y de la ges tión de las ecologías organizacionales (en otras palabras, la organización de las condiciones de evolución organizacionales en los casos de coexistencia, com petencia, cooperación o coevolución de muchas organizaciones). Los gestores organizacionales reflexivos pueden cumplir funciones metaorganizacionales por sí mismos (por ejemplo, mediante la "m acrogestión” y la innovación organizacíonal) o dirigirse a supuestos expertos tales como abogados constitucionalistas, economistas de la elección pública, teóricos de la administración pública, think-tanks, defensores de la planificación reflexiva, especialistas en evaluación política, etc. Esto se refleja a su vez en el rediseño, reescalado y adaptación permanentes, en ocasiones de ruptura y en ocasiones más continuista, en el aparato del Estado y en la forma en que se inserta dentro del sis tema político en su conjunto. (3 ) En tercer lugar, la metaheterarquía. Se refiere a la organización de las condiciones de la autoorganización, mediante la redefinición del marco para la heterarquía o la autoorganización reflexiva. En ocasiones (incluyendo, hay que admitirlo, en mis propios trabajos), se ha llamado también a la metaheterar quía " metagobernanza ” , término que resultaría preferible reservar para lo que Dunsire (1996) llama colibración y que puede entenderse como un concepto paraguas para el rediseño de las relaciones entre los diferentes modos de gobernanza. Incluye desde la creación de oportunidades para la sociabilidad espontánea (Fukuyama 1995; véase tam bién Putnam 3000) a la introducción de innovacionesparam ejorar la "densidad institucional” (A m inyThrift 1995). (4) En cuarto y último lugar, aparece la metagobernanza. Se trata de la rearticulación y colibración de los diferentes modos de gobernanza. Los aspec tos clave para quienes contribuyen a la metagobernanza son: "(a) cómo hacer
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frente a la autorreferencíalidad de los demás actores; y (b) cómo hacer frente a su propia autorreferencíalidad” (Dunsire 1996: S so). La metagobernanza supone la gestión de la complejidad, la pluralidad y las jerarquías enmarañadas que aparecen en las formas prevalentes de coordinación. Es la organización de las condiciones de la gobernanza, y supone una juiciosa mezcla de mercado, jerarquía y redes para conseguir los m ejores resultados posibles desde el punto de vista de quienes se dedican a la metagobernanza. En este sentido, también implica la organización de las condiciones de la gobernanza en térm inos de su selectividad estratégica ínsita estructuralmente; es decir, en térm inos del apoyo asimétrico a ciertos resultados por encima de otros. Por desgracia, dado que cualquier tipo de actividad es proclive al fracaso, también lo son la metagobernanza y la calibración, lo cual im plica que no tenemos un punto de apoyo desde el que sea posible garantizar el éxito ni de una ni de otra. No debería confundirse la metagobernanza con un nivel de gobierno supraordinado que controle todos los dispositivos de gobernanza, ni con la imposición de un modo único y general de gobernanza. Por el contrario, supone un proceso amplio de "salir del paso” . Supone la definición de nuevos pape les y funciones que desbordan sus lím ites, la creación de dispositivos de unión, el patrocinio de nuevas organizaciones, la identificación de las organizaciones adecuadas para liderar la coordinación con otros socios, el diseño de institu ciones y la generalización de visiones que faciliten la autoorganización en d ife rentes campos. Tam bién supone la p rovisión de m ecanism os para la retroalimentación y el aprendizaje colectivo acerca de las vinculaciones fun cionales y las interdependencias materiales entre los diferentes lugares y esfe ras de acción, así como el estímulo a la fijación de una coherencia relativa entre los diferentes objetivos, horizontes espaciales y temporales, acciones y resul tados de las form as de gobernanza. Im plica el diseño del contexto en el que sea posible forjar estas formas, más que el desarrollo de estrategias e iniciativas específicas en su favor. El Estado desempeña un papel fundamental y cada vez mayor en la meta gobernanza: proporciona las reglas básicas de la gobernanza y el orden regula tivo en el cual y mediante el cual los socios de la gobernanza pueden perseguir sus propios objetivos; garantiza la compatibilidad y coherencia de los diferen tes mecanismos y regímenes de gobernanza; actúa como organizador principal del diálogo entre las comunidades de políticas públicas; despliega un m onopo lio relativo de la información e inteligencia organizado nal con el que dar forma a las expectativas cognitivas; sirve como "tribunal de apelación” para las d ife rencias surgidas dentro y acerca de la gobernanza; intenta reequilibrar los 396
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diferenciales de poder, fortaleciendo a las fuerzas o sistemas más débiles en interés de la integración del sistema y/o de la cohesión social; trata de m odifi car la autocomprensión de las identidades, las capacidades estratégicas, los intereses de los actores individuales y colectivos en los diferentes contextos estratégicos y, consecuentemente, de alterar sus implicaciones para las estra tegias y tácticas elegidas; y asume tam bién la responsabilidad política en el caso de un fallo de la gobernanza. El surgimiento de este papel implica que la crea ción de redes, la negociación, la reducción del m ido y la coordinación tanto negativa como positiva, se producen "a la sombra de la jerarquía” (Scharpf 1 9 9 4 : 4 °)- También parece indicar la necesidad de una innovación institucio nal y organizacional permanente para m antener la posibilidad (por remota que sea) de un crecimiento económico sostenido. Por tanto, la metagobernanza no suprime los otros modos de coordina ción. Los mercados, las jerarquías y las heterarquías siguen existiendo, pero operan en un contexto de "toma de decisiones negociada” . De modo que, por un lado, la competencia en el mercado se ve compensada por la cooperación, y la mano invisible se combina con el visible apretón de manos. Por otro, el Estado ya no posee la autoridad soberana. No es más que uno de los participan tes dentro de un sistema de guiado pluralista y contribuye con sus recursos característicos al proceso de negociación. A medida que se expanden las redes, el partenariado y otras formas de gobernanza económica y política, los apara tos estatales permanecen, en el m ejor de los casos, como prímus interpares. Aunque el dinero público y el derecho siguen siendo importantes para sostener su funcionamiento, también otros recursos (como el dinero privado, el cono cimiento o la cualificacíón) resultan esenciales para su éxito. La participación del Estado se hará menos jerárquica, menos centralizada y menos dirigista. El intercambio de inform ación y la persuasión moral se convertirán en las fuen tes clave de legitim ación, pasando a depender la influencia del Estado tanto de su papel como fuente primaria y mediador de la inteligencia colectiva, como de su control sobre los recursos económicos o la coacción legítima (Willke 1992).
6. FALLOS EN LA M ETAGOBERNANZA Reconocer las posibles contribuciones de la metagobernanza reflexiva a la coordi nación económica y social en modo alguno supone garantizar su éxito. Ciertamente, no se trata de una cuestión técnica que pueda ser resuelta por los expertos en diseño organizacional o administración pública. Todas las actividades 297
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y funciones específicas del Estado se realizan bajo la primacía de lo político como consecuencia de su responsabilidad última del mantenimiento de la cohesión social. Esta restricción impugna la consigna liberal de una relación distante entre el mercado y el Estado como guardián nocturno, ya que los Estados no suelen ser capaces de resistir la presión para interferir cuando es posible predecir una ven taja política, o si resulta necesario para responder a la inquietud social. De forma más general, es posible asumir sin riesgo que sí todas las formas de gobernanza fallan, ¡también lo hará la metagobernanza! Lo que resulta particularmente proba ble cuando los objetos de la gobernanza y la metagobernanza son complejos e intereonectados5. En conjunto, este análisis arroja tres conclusiones,- intelectual, práctica y filosófica, respectivamente. Una vez que se acepta que el carácter incompleto de los intentos de coordinación (ya sea a través del mercado, el Estado o la heterarquía) resulta inevitable, también resulta necesario adoptar un enfoque satisfactorio que posea al menos tres dim ensiones clave. En prim er lugar, hace falta una orientación reflexiva acerca de qué consi deraríamos un resultado aceptable en el caso de un éxito incompleto, en com paración con los efectos de fallo/inadecuación del mercado, el gobierno y la gobernanza, y la reevaluación periódica del grado en el que las acciones actua les provocan los resultados deseados. Esto implica un compromiso no sólo con el aprendizaje sino con el aprendizaje sobre cómo aprender reflexivamente. En segundo lugar, exige un cultivo deliberado de un repertorio necesaria mente flexible (la variedad como requisito) de respuestas para conservar la capacidad de alterar con flexibilidad las estrategias y seleccionar las que resul ten más exitosas. Si todos los modos de coordinación económica y política son proclives al fallo, el éxito relativo de la coordinación a lo largo del tiempo depende de la capacidad de cambiar de modos de coordinación conforme se vayan haciendo evidentes los lím ites de cualquiera de ellos. Esto puede parecer ineficiente desde un punto de vista economicista porque introduce descuido o despilfarro, pero tam bién ofrece una enorme fuente de flexibilidad ante los fallos (véase Grabher 1994). Es más, si consideramos que los diferentes p erio dos y coyunturas exigirán diferentes tipos de cestas de políticas, el equilibrio en su repertorio necesariamente tendrá que ser variado. De esta forma habrá una base para desplazar o posponer los fallos y las crisis. También parece indicar que la destrucción por motivos ideológicos de las form as alternativas de coordinación podría resultar contraproducente, pues puede ser necesario reinventarlas en esa o en otra forma. Este dilema se hace evidente en la experiencia de los gobiernos de Thatcher (1979-90) y Major
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(19 9 0 -7). La hostilidad neoliberal hacia el Estado intervencionista, los sin d i catos y el corporativismo, el socialismo municipal y hacia otros rasgos del acuerdo de posguerra se reflejó en los perm anentes esfuerzos por destruirlos, debilitarlos o m arginarlos. Ahora bien, aunque quizá fuera necesario para cambiar las actitudes en el intento de modernización de la economía, el Estado y la sociedad británicos, también provocó la disipación de una expe riencia y un conocimiento que todavía podrían resultar útiles. Y, aunque suprim ió ciertos obstáculos institucionales y organizativos al proyecto neoli beral, igualmente privó al Estado central en el corto plazo de una gama ade cuada de modos de coordinación con la que hacer frente a los problemas complejos, en un entorno que se había vuelto más turbulento como conse cuencia de los efectos pretendidos y no pretendidos de sus propias políticas radicales. Por ello, los gobiernos de Thatcher y M ajor llegaron a sentir la necesidad de reaprender la lección sobre los límites de los mecanismos de mercado y de reinventar modos alternativos de coordinación para suplem entar, complementar o completar las acciones de las fuerzas del mercado. Este redescubrimiento fue habitualmente disfrazado con nuevos nombres, discur sos innovadores, multiplicación de políticas (policy chuming) y un recambio institucional. Sin embargo, el habitual ciclo de mercado, gobernanzay Estado se repitió en las políticas del gobierno central para la regeneración urbana y en otros muchos campos. En tercer lugar, exige una "ironía” autorreflexiva en el sentido de que las fuerzas sociales correspondientes deben admitir la probabilidad del fallo, pero actuar como si el éxito fuera posible. La ironía máxima en este contexto consis te en la necesidad de que la ironía se refiera no sólo a los intentos individuales de gobernanza mediante mecanismos individuales de gobernanza, sino tam bién a la práctica de la metagobernanza mediante los correspondientes meca nismos de metagobernanza. En cambio, lo más corriente es encontrarse con el cinism oy el fatalismo. Los cínicos prevén el fallo pero tratan de lograr sus pro pios intereses en el caso y en el momento en que el fallo se produzca (el com portamiento de los directivos en el momento del colapso de Enron no es más que el ejemplo reciente más glorioso de tal comportamiento). Los fatalistas prevén el fallo y, consecuentemente, no hacen nada o siguen adelante sin pres tar atención (para una exposición más detallada de la reflexividad, variedad e ironía requeridas, véase Jessop aoo^b). Estas tres formas de hacer frente a la perspectiva de fallos en la m etagobernanza, ponen de relieve, una vez más, la importancia de la agencia para el curso del desarrollo económico, político y social. *99
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7. CONCLUSIONES FIN A LES La exposición del presente capítulo comenzaba con una serie de reflexiones generales sobre el resurgimiento del liberalismo, el corporativismo y el estatis mo como medios para gobernar las complejas interdependencias materiales, sociales y temporales que caracterizan la siem pre problemática acumulación del capital. Después, complementé esta afirm ación con algunas reflexiones generales sobre la recurrencia de los fallos en el mercado, en la concertacióny en la planificación, como m ecanismos de control de esas mismas interdepen dencias A partir de ahí, describí la constitución recíproca de los objetivos, sujetos y modalidades de la gobernanza del fordismo atlántico en las cuatro dimensiones del ENBK, y mostré sus tendencias de crisis y sus emergentes fra casos. También señalé la creciente importancia tanto en el discurso como en la práctica de las diferen tes form as de auto organización en la gobernanza de la economía globalizadora basada en el conocim iento. Sin embargo, en lugar de incorporarme a la actual celebración de la gobernanza como una forma supe rior de coordinación de los mercados y el Estado, he desarrollado una visión no convencional de las tendencias generales de la gobernanza al fracaso. He trata do de reforzar esta visión, haciendo ver una vez más las contradicciones y dile mas inherentes a la relación del capital y las limitaciones a la intervención estatal efectiva, como consecuencia de la prim acía de lo político en el ejercicio del poder estatal. Sin embargo, al contrario de lo que he hecho en capítulos anteriores, no he proseguido este análisis general hasta llegar a un trabajo más detallado sobre las formas específicas de gobernanza y de fallos en la gober nanza. La principal razón para ello es que no puede existir una teoría general de la gobernanza porque no hay un objeto general de la gobernanza. Esto contras ta con las posibilidades de construir una teoría general de la acumulación sobre la base de las especificidades de la relación de capital (para una discusión más completa sobre este punto, véase Jessop 1995). Pese a todo, el análisis realiza do en los capítulos anteriores debería ser suficiente para apoyar el argumento general. Para concluir, incluso reconociendo la inevitabilidad del fracaso, debería mos señalar igualmente que muchas cosas siguen siendo contingentes. Entre ellas las modalidades, lugares, formas, temporalidades, especialidades y efec tos de los fallos; e igualmente, las capacidades de recuperación o respuesta frente al fallo. En los últimos años se ha producido un creciente interés en la autoorganización como respuesta a las experiencias de fracaso en el mercado y en el Estado, y como salida frente a la creciente complejidad del mundo social. 3oo
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Pero, como también he mostrado, la autoorganización autorreñexiva también es proclive a los fallos. Hay diferentes formas de hacer frente a la inevitabilidad del fallo, que van desde los ajustes increm entales a pequeña escala basados en el aprendizaje mediante ensayo-error, hasta los intentos de rediseño constitu cional e institucional completos. De hecho, sin aprender j sin olvidar, el orden social como tal resultaría im posible. Por último, al tratar las cuatro formas principales de la metagobernanza (relativas respectivamente a la organización reflexiva de los mercados, las jerarquías y las redes, y a la colibración de estos diferentes modos de gobernanza), he tratado de destacar tres principios gene rales de la gobernanza ante la complejidad. Se trata de los principios de reflexividad requerida, de variedad requerida y de ironía requerida. En qué forma se aplican, si es que lo hacen, en la regulación.y la gobernanza de la acumula ción de capital, es algo que todavía precisa de una investigación adecuada.
NOTAS i . Existen tres acercamientos principales a la explicación de los milagros económicos de Asia Oriental: una interpretación liberal que pone el acento en la emancipación de las fuerzas del mercado, una interpretación estatista que destaca el papel del Estado desarrollista y una versión cultural que se concentra en las especificidades del capitalismo confuciano. Sin embargo, y pese a sus diferencias interpretativas, los tres enfoques adoptan el paradigma merca do - Es tado - s ocié dad civil. En ellos se ignora basta qué punto falta en las sociedades asiáticas esa clara separación institucional entre mer cado y Estado que se proclama típica de las sociedades occidentales; basta qué punto carecen de un claro Estado soberano jerárquicamente organizado, y en qué medida está ausente una sociedad civil burguesa con un individualismo intensamente desarrollado. Todo esto implica que estas interpreta ciones ignoran también las redes de fuerzas económicas y políticas que atraviesan las fronteras público-privado y que despliegan recursos económicos y políticos para lograr objetivos políticos y económicos concretos; y pasan por alto hasta qué punto son las identidades colectivas antes que las individuales las que configuran sus orientaciones en el mundo de la vida. Z. El concepto de "libertad formal" se emplea aquí con el fin de realizar una comparación implícita con la falta de una libertad sustantiva completa como consecuencia de las múltiples restricciones que limitan la libertad de elección. Con todo, la institucionalización de la libertad formal constituye un importante logro político y un elemento central de la ciudadanía liberal, además de una precondición para las economías de mercado. 3. La acumulación primitiva no es un acontecimiento único que termina una vez que han quedado esta blecidas las condiciones de autovalor iza ción del capital, sino que sigue teniendo un papel perma nente en la posterior acumulación de capital (véase deAngelis 1999). Contodo, su importancia varía como lo demuestra su reciente auge en la mercantilización de los bienes comunes intelectuales. 4,. Quasi Autonomous Non Governmentaí Organisation, QUAsi Non-Governmental Organisation (Organismo Gubernamental Cuasi Autónomo u Organismo Cuasi No Gubernamental) como, por ejemplo, las Comisiones Nacionales de Valores o Jas Comisiones Nacionales de Energía Atómica o, en el modelo neoliberal, incluso los Bancos Centrales. [N. de los TI'.] 5. "Dado que todo proyecto forma parte siempre de un conjunto mayor, aparece siempre entremezcla do con la actividades de otros, por lo que no es posible garantizar que tales proyectos, pese a estar conectados, resulten completamente consistentes unos con otros” (Malpasy Wickham 1995; 46).
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CAPÍTULO 7
¿HACIA REGÍMENES POSNACiONALES DE TRABAJO SCHUMPETERIANOS?
En el presente capítulo se dibujan juntas las principales líneas arguméntales distribuidas en los cinco anteriores. Se apunta que lo que está reemplazando tendencialmente el Estado nacional de bienestar keynesiano es un régim en posnacional de trabajo schumpeteriano. En prim er lugar realizaré el análisis de su tipo ideal para, a continuación y como hice con el ENBK, proponer sus d iferen tes variantes. No pretendo o frecer una alternativa al Régim en Posnacional de Trabajo Schumpeteriano (RPTS) en la forma en que aquí se esboza, como elemento clave en el modo de regulación del capitalismo con temporáneo; mucho menos proponer un borrador detallado de una alternati va al capitalismo como modo de producción. Existen tres razones para m anifestar estas reticencias. En prim er lugar, este estudio pretende ofrecer la base teórica para un reexamen radical de la dinám ica del fordismo atlántico y para la indagación sobre las formas probables de política económica y social en el periodo posfordista. Un estudio con estas lim itaciones no pueden servir de base para proponer una alternativa que, necesariam ente, debería abarcar todo el mercado y el mundo de la vida en todo el planeta y que, por tanto, debería m irar mucho más allá de los confines de las matrices espaciotemporales del presente trabajo. En segundo lugar, aunque he insinuado ciertas contradicciones ecológicas del capitalismo, no las he abordado de forma directa ni siquiera para los espacios económ icos del fordismo atlántico, ni 3o 3
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mucho m enos para el mundo en su conjunto. Toda alternativa deberla in te grar la política económ ica del capitalism o en una crítica más am plia de su ecología política. Lo m ism o podría decirse en relación con las dim ensiones m ilitares del poder estatal y su relación con la geopolítica y la geoeconomía. Y, en tercer lugar, dadas las observaciones que he realizado sobre los fallos de la gobernanza y la im portancia de la reflexívidad colectiva y la ironía rom ántica, cualquier alternativa a la econom ía globalizada basada en el conocim iento del RPTS, por no hablar de todo el capitalism o, habrá de ser desarrollada y elaborada colectiva y dem ocráticam ente, y no decretada ex cáthedra por un inveterado teórico. Confío, sin embargo, en que las m odes tas observaciones que se incluyen en este trabajo contribuyan a la búsqueda de tales alternativas.
i . TEN D EN CIAS Y ACLARACIO NES En el capítulo 3 ofrecí una exposición estilizada de la forma de Estado que se desarrolló en el espacio del fordismo atlántico. En los cuatro capítulos siguien tes reflexioné sobre diferentes tendencias surgidas en el capitalismo avanzado y su forma de Estado, relativas a una u otra de las dimensiones del ENBK. Más concretamente, se señaló; • un desplazamiento tendencial desde el pleno empleo keynesiano hacia la intervención económica schumpeteriana, que resumí en térm inos del surgimiento de una versión específicam ente schumpeteriana del Estado competitivo; • un desplazamiento tendencial desde una forma de reproducción social del bienestar a otra trabajúta, definida en térm inos de una creciente subordinación de la política social y el consumo colectivo a las n ecesi dades de la economía discursivamente construidas; • un desplazamiento tendencial desde la prim acía de la escala nacional en la determinación de las funciones económicas y sociales de lo extraeconómico hasta una relativización posnacional de las escalas; y • un desplazamiento tendencial desde la prim acía de la intervención estatal para compensar los fallos del mercado en una economía mixta, hasta un impulso al partenariado público-privado y otros mecanismos de gobernanza auto organizada para compensar los fallos tanto del m er cado como del Estado en una economía en red. 3°4
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Hasta aquí he considerado estas tendencias principalmente de forma separada. He adoptado esta forma de presentación para sim plificar lo que, de otro modo, hubiera aparecido como un análisis inmanejable en el que todo se relaciona con todo y, lo que es más, al mismo tiempo. También me ha perm iti do elaborar algunos de los conceptos y argumentos teóricos más novedosos en el lugar más adecuado dentro del desarrollo global del libro, en lugar de hacer lo en Sil prim era mención en otro contexto. Es más, incluso dejando de lado las cuestiones expositivas, merece la pena dedicar un tratamiento separado a las cuatro tendencias porque cada una de ellas posee su propia dinámica causal y se ha desarrollado, además, de formas notablemente distintas en las diferentes formaciones sociales del fordismo atlántico. Sólo una vez considerado el desa rrollo desigual de las cuatro tendencias, podemos aspirar a explorar cómo se combinan, si es que lo hacen, para crear una tendencia global en favor de un RPTS en una formación social dada. Ello resulta particularmente importante porque la actual relativización de escalas tam bién afecta a la articulación esca lar de la política económica y social en diferentes formas, y plantea graves pro blemas para su gobernanta. Por último, ya sea que los consideremos individual o colectivamente, no cabe duda de que estos cambios están estrechamente ligados con la búsqueda de soluciones a las tendencias objetivas de crisis y a las crisis realmente p erci bidas en el fordism o atlántico. De este modo, la transición en las economías del capitalismo avanzado —en el contexto de la división mundial global del trabajo y del mercado mundial— desde el fordism o al posfordismo es una parte im por tante del contexto general del paso desde alguna versión del ENBK a alguna otra versión del RPTS. Pese a que las razones para dicho cambio dependen de las respuestas a problemas económicos y sociales concretos, dichas respuestas siem pre aparecen mediadas políticamente. Las variaciones nacionales en el ritmo, dirección y nuevos patrones del RPTS dependen con frecuencia de sus puntos de partida iniciales, de las diferencias en su modo de crecimiento y en su inserción en la economía mundial, al igual que de las especificidades in sti tucionales y su característico equilibrio de fuerzas. Ello quiere decir que, incluso si fuera posible identificar ciertas tendencias generales y anclarlas en la lógica del capitalismo contemporáneo, no se justificaría una versión "de talla única” de la reestructuración del tipo capitalista de Estado. En su lugar, lo que necesitamos son los correspondientes análisis comparativos que aprehendan y expliquen las variaciones y similitudes existentes entre las economías del capi talismo avanzado. Dichos estudios no se han realizado dentro del contexto de este libro porque se trataba de identificarlas tendencias más abstractas asociadas
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a la dominación, ecológica de la relación de capital en un mercado mundial cada vez más integrado. El enfoque adoptado en esta obra acerca de la determ ina ción económica excluye por completo cualquier pretensión de que la lógica de la acumulación del capital determine todos los aspectos de las formaciones sociales. Por el contrario, esta dominación ecológica quiere decir que el propio curso de la acumulación de capital crea, para otros órdenes institucionales y para el mundo de la vida, más problemas que los que éstos pueden causarle a ella. No es posible determinar en este nivel de análisis la forma en que los órdenes institucionales y el mundo de la vida se adaptan a estos problemas. Hacerlo exigiría un análisis más detallado que debiera atender, por un lado, al correspondiente carácter que se deriva tanto de su trayectoria anterior como de la estrategia selectiva propia de estos órdenes institucionales; por otro, el análisis del cambiante equilibro de fuerzas organizado en tom o a las diferen tes respuestas a la lógica de la acumulación de capital. Las amplias tendencias empíricas descritas en los capítulos anteriores po seen una extensa gama de causas, y cada una de ellas deberla ser considerada como una "síntesis compleja de múltiples determinaciones” (Marx 1978: 100). Sin duda, sería erróneo considerar cualquiera de estas tendencias como un mecanismo causal individual y pasar por alto su naturaleza esencialmente des criptiva, sintética y generalizada1 . Por idénticas razones he tomado en considera ción posibles contratendencias empíricas —contratendencias que son resultado ellas mismas de específicas tendencias y contratendencias abstractas— que podrían modular o limitar la realización completa de estas tendencias. La forma en que éstas se expresan también varía notablemente a lo largo del tiempo y del espacio. Por último, también he señalado cómo los cuatro desplazamientos que supone la transición ENBK-RPTS aparecen ligados principal, pero no exclusiva mente, a la búsqueda de respuestas a la crisis del fordismo atlántico. Sin duda, es difícil distinguir causas y efectos en este complejo conjunto de interrelaciones, dado que muchos de los rasgos considerados antes obvios en el panorama econó mico, político, socialy cultural se están modificando a un mismo tiempo. Por ello es importante, en este nivel de abstracción, considerarlos en térm inos del aco plamiento estructural de las transformaciones económicas y políticas, sin tratar de juzgar el peso causal relativo de cada uno de los factores económicos y sociales de forma independiente. Es aquí donde resulta especialmente útil el concepto de do minación ecológica tanto analítica como heurísticamente. Este concepto pone de relieve la interacción entre lo económico y lo político bajo el dominio de la lógi ca de la acumulación del capital, que depende de un estrecho vínculo entre lo eco nómico y lo extraeconómico. 3o 6
EL FUTUR O DEL ESTADO CAPITALISTA
EL TIPO IDEAL DE RPTS El tipo ideal de RPTS puede describirse, a riesgo de cierta repetición, de la forma siguiente (véase también la tabla 7. x). En prim er lugar, se trata de carac terizar el RPTS en lo que respecta a su papel concreto como garante de las con diciones para la continuación —im probable— de los negocios privados rentables desde el punto de vista de los capitales particulares y del capital en general. Desde este ámbito, el RPTS es scbumpeteriano, ya que trata de proveer de innovación y de flexibilidad permanentes a economías relativamente abier tas, interviniendo en el lado de la oferta y fortaleciendo cuanto sea posible la competitividad estructural y sistemática de los correspondientes espacios eco nómicos. El concepto primario de organización para el desarrollo de las estra tegias de acumulación, de los proyectos estatales y de las visiones hegemónicas en este contexto es el de economía basada en el conocimiento. Este amplio concepto tiene aquí ía ventaja de que, pese a ser relativamente indefinido, resuena sin embargo en una amplia gama de cambios ínterconectados y de gran visibilidad en las formaciones capitalistas contemporáneas. Gomo tal, puede servir de punto nodal en una extensa serie de discursos económicos, políticos, sociales y culturales, y tiene implicaciones para la reestructuración de las fo r maciones sociales en su integridad (sobre la construcción narrativa de la crisis y la reorientación discursiva de las estrategias de acumulación, de los proyec tos estatales y de las visiones hegemónicas, véase el capítulo 2). Gomo comple mento a estas nuevas preocupaciones estratégicas en política económica, se ha producido el rechazo, destrucción o rearticulación de otros objetivos de políti cas anteriores. En segundo lugar, por lo que se refiere a su papel concreto de garantizar las condiciones para la problemática reproducción de la fuerza de trabajo como una mercancía ficticia, el RPTS puede describirse (sin duda no muy felizm en te y con riesgo de malentendidos) como un régim en de trabajo (%vorkfare), en la medida en que subordina su política social ala s demandas de la política econó mica. Dentro de esta última rúbrica estarían incluidos la promoción de la fle xibilidad del mercado de trabajo y de la capacidad para encontrar empleo, el desarrollo de una nueva economía globalizadora basada en el conocimiento, y el cultivo de la competitividad estructural y sistémica. Merece la pena repetir aquí que el alcance de la política económica se ha visto enormemente am plia do y profundizado, como consecuencia de la creciente importancia para la acu mulación del capital de lo que antes se consideraba "extraeconómico". Así, mientras que el ENBICtrató de ampliar los derechos sociales de sus ciudadanos, 307
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el RPTS está más preocupado por favorecer servicios de bienestar que b en efi cien a los negocios, degradando por tanto las necesidades individuales a un segundo plano. La subordinación trabajista (workfare) de la política social a la economía es más probable cuando dichas políticas afectan a la población tra bajadora actual o futura. Esta es la razón de que las políticas del mercado de trabajo, educativas y de formación desem peñen un papel tan importante en la estrategia trabajista. Desde luego, la preocupación por la formación y el funcio namiento del mercado laboral ha sido desde antiguo un rasgo de la participa ción del Estado en la reproducción social de la fuerza de trabajo, pero el RPTS concede mayor importancia a la flexibilidad y le otorga un nuevo sentido (Ainley 1997), además de redefinir la naturaleza de las habilidades y com pe tencias que la educación y la formación deben aportar. Por ello, el Estado trata igualmente de (re)constituir los agentes que se espera que sirvan como socios en la economía innovadora, guiada por el conocimiento, emprendedora y fle xible, y en su correspondiente régimen de trabajo, auto suficiente, autónomo y empoderado (para un ejemplo reciente, véase Blair y Schróder 1999). El trabajismo se asocia también con la presión a la baja sobre el gasto publi co que se refleja en la reducción absoluta o relativa del mismo o, en su defecto, en vigorosas medidas de reducción de costes. Esto sucederá con mayor probabi lidad cuando el gasto social se refiera a quienes no son miembros (potencial mente) activos de la fuerza de trabajo o la han abandonado. Ello resulta particularmente evidente en el reciente tratamiento de las pensiones (el capítu lo individual más abultado en los presupuestos del bienestar), y conlleva un asalto sistemático y creciente a los derechos de pensión tanto en el sector públi co como en el privado. También puede apreciarse en el servicio de saluda Los recortes en gasto social son más probables cuando el salario social es considera do como un coste de producción relacionado más con las demandas populistas y la ingeniería social que con el resultado económico. Igualmente cuando se ve como una deducción improductiva de los ingresos que podrían ser invertidos más adecuadamente por los agentes económicos individuales en el mercado, además de entenderse como una fuente de rigidez en el sector productivo. Por el contrario, es menos probable que se den esos recortes cuando se pone menos énfasis en los costes absolutos o relativos de los factores de producción, y más en su contribución relativa al resultado económico; cuando se insiste menos en la dimensión económica y más en la extraeconómica de la competitivídad; cuando se enfatiza menos el coste fiscal inmediato del gasto social y más su contribución a largo plazo a la producción; e, igualmente, cuando se insiste m enos en la naturaleza inm ediatam ente im productiva del gasto social y más en su papel 3o 8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
de compensación para los trabajadores (y otras fuerzas sociales afectadas nega tivamente) ante los riegos e interferencias que conlleva el comercio internacio nal. Sin embargo, ambas perspectivas consideran el gasto social en términos económicos, y ambas tratan de presionar a la baja sobre el gasto social y de reo rientarlo en función de sus propias ideas sobre la competitividad. TABLA 7.1
EL RÉGIMEN POSNACIONAL DE TRABAJO SCHUMPETERlANO
MEDIOS PRIMARIOS DE COMPENSACIÓN DE LOS FALLOS DE MERCADO
ESCALA PRIMARIA (DE HABERLA)
CONJUNTO CARACTERÍSTICO DE POLÍTICAS SOCIALES
CONJUNTO CARACTERISTICO DE POLÍTICAS ECONÓMICAS
Mayor papel de ía gobernarla auíoorganizada para corregir tanto los fallos del mercado como tos deí Estado. Si biert el Estado adquiere protagonismo en el ejercicio de ía metagobemanza._________
Reiativízación de escalas a expensas de ía escata nacional. Competencia para establecer una nueva escala primaria pero preservando el papel de tos Estados nacionales.
Subordina la política social a una noción ampliada de política económica: presiona a ta baja sobre el “salario social" y ataca a los derechos sociales.
Se concentra en la innovación y ta competitividad en economías abiertas, con un énfasis cada vez mayor en el lado de la oferta para promover ta economía basada en el conocimiento.
Régimen ________________
Posnacional
de Trabajo
Schumpeteriano
En tercer lugar, en comparación con la primacía previa de la escala nacio nal en la gestión económica y en la provisión de la política del bienestar, el RPTS es posnacional. Esta tendencia se deriva de la creciente significación de otras escalas espaciales y de otros horizontes de acción, que hacen que la eco nomía nacional sea menos adecuada para una gestión macroeconómíca efecti va y que el territorio nacional resulte menos importante como contenedor del poder2. Esto no supone el final de la política económica nacional relativa a la promoción de la competitividad internacional, ni tampoco el final del Estado nacional. Pero sí supone la relativización de la escala en política económica y social en comparación con el periodo del fordismo atlántico. A su vez se rela ciona con la transferencia de funciones de adopción de políticas económicas y sociales hacia arriba, hacia abajo o hacia los lados. En el ámbito global, esto se manifiesta en la creciente dedicación de un tam bién creciente núm ero de agencias internacionales (tales como el FMI, el Banco Mundial, la OGDE y la OIT) y de foros íntergubernamentales (como el G8) al diseño de las actuales agendas políticas y económicas. En parte, la UE actúa como un relé para estos esfuerzos de diseño de agenda y, en parte, ha desempeñado por sí misma un papel activo en el desarrollo de su propia agenda para ciertos países fuera de sus fronteras. En el caso de las economías postsocialístas, especialmente las 309
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que ocupan los prim eros lugares en las filas de candidatos a nuevos Estados miembros, resulta particularmente evidente-, pero también puede apreciarse en su interés en las políticas sociales y económicas de los Estados miembros asociados y de Africa del Norte (véanse Deacon 1995, 1996, 2 0 0 1; de Swaan 1992; Leibfried 1993-, Wilding 1997)- En el nivel de laU E se están imponiendo, además, nuevas y más duras restricciones sobre las economías nacionales y la gobernanza social, en especial mediante las norm as del Mercado Unico Europeo, los criterios de convergencia económica de Maastricht y los requisi tos de la Unión Monetaria Europea. Reflejo de ello es la tendencia a la europei zación de las políticas del mercado laboral, la transformación de los acuerdos y convenios corporativistas nacionales y el desarrollo de pactos sociales. Lo que emerge en este contexto es una serie multínivel de regímenes de gobierno y de gobernanza, orientados a la rearticulación ínterescalar de lo económico y lo político, siendo la UE tan sólo uno de estos regímenes emergentes (Poulantzas 1978; Jessop 2000). Al mismo tiempo, se produce una tendencia a devolver la adopción de ciertas políticas económicas y sociales a los niveles regional, urba no y local, sobre la base de que las políticas dirigidas a influir sobre el lado microeconómico de la oferta y sobre la regeneración social reciben un mejor diseño en las proximidades de sus lugares de ímplementación. En algunas oca siones, esto supone la cooperación transfronteriza entre espacios regionales, urbanos o locales. En estos tres aspectos, los regím enes de regulación se han hecho, por tanto, más posnacionales. Sin embargo y paradójicamente, puede llevar a un mayor protagonismo de los Estados en el control de la transferencia interescalar de dichos poderes, lo que sugiere un desplazamiento desde la soberanía al rol deprimus interpares en las relaciones íntergubernamentales. El momento posnacional de la reestructuración de la política y la econo mía, se ve complicado como consecuencia de la proliferación de escalas y de la relativización de las mismas con la que se asocia. Existen importantes diferen cias entre las tríadas a este respecto. El TLC es fundamentalmente un sistema continental de comercio basado en la dominación de Estados Unidos como economía cuasicontinental (que incluye dentro de sí diferentes economías regionales con diferentes niveles económicos), con Ganadáy México progresi vamente obligados a internalizar las normas de producción y consumo de Estados Unidos, así como a buscar como m ejor puedan un lugar en la em er gente división continental del trabajo. La tríada de Asia Oriental ha desarrollado una división regional del trabajo de creciente importancia, organizada p riori tariamente sobre la hegemonía regional japonesa pero que carece de m ecanis mos institucionales coherentes para garantizar su coordinación efectiva, al di o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
tiempo que se ve debilitada por la permanente incapacidad de Japón de romper con su impasse político y por el considerable resentimiento residual existente entre importantes fuerzas sociales de los países ocupados por Japón en los años treintay cuarenta. La UE nos ofrece el único ejemplo de las tríadas, de un com promiso claro con la integración económica, política y social y, con mayores ambivalencias, con el desarrollo de estructuras estatales supranacíonales. Pese a todo, las tres regiones/tríadas están vinculadas a la internacionalización de los regímenes de sus políticas no sólo económicas, sino también jurídicas, políticas y sociales. Esto excluye la sim plificadora generalización del caso de la UE a las otras dos tríadas, o viceversa. A su vez, esto es un indicador de que no debería llevarse demasiado lejos la capacidad explicatoria de la globalización como marco general de los cambios recientes. Finalmente, en lo que se refiere al modo en que se suministran las políti cas económicas y sociales, el RPTS es cada vez más un régimen si lo compara mos con el estatismo del ENBK. Esto se refleja en la creciente importancia de los mecanismos no estatales de compensación de los fallos e inadecuaciones del mercado en prestaciones propias de las políticas económicas y sociales patrocinadas por el Estado. Se trata de un segundo e importante aspecto del aparente (pero engañoso) "vaciamiento” délos Estados nacionales; es decir, de la mayor im portancia de las redes privado-públicas para las actividades estata les en todos los niveles, desde las asociaciones locales hasta los acuerdos supranacíonales neocorporativistas (por ejemplo, Glarkey Gaile 1998, Falkner 1998). El tantas veces señalado desplazamiento del gobierno a la gobernanza (de la coordinación coactiva a la formación de redes y otras formas de autoorganización) implica que las formas tradicionales de intervención desempeñan en la actualidad un papel menor en la política económica y social. Esto no quie re decir, por supuesto, que hayan desaparecido el derecho y el dinero; sino que la conducción activa de lo económico y lo social suele discurrir más bien por las vías de la regulación blanda y el soft-law, la adicionalidad y el partenariado p ri vado-público, la inteligencia organizacional y la inform ación compartida, etc. Un papel vital que igualmente desempeña la metagobernanza es el de la orga nización del marco institucional y de las reglas para las formas individuales de gobernanza y para el reequilibrio de sus diferentes modos (véanse Dunsire 1996-, Jessop 1998, 2002b) • Ello puede apreciarse en el nivel europeo, en el que las instituciones de la UE operan normalmente menos al modo de un aparato estatal soberano supranacional a mayor escala, y más como punto nodal en una amplía red de operaciones de metagobernanza. De este modo, desempeña un papel central en la orquestación de la política económica y social dentro y por
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encima de muchas escalas diferentes de acción, que implican a un gran núm e ro de in tereses oficiales, cuasioficiales, de econom ía privada y civiles (Ekengreen 1997; Sbragia 2000; Tommel 19 9 4 ,19 9 8 ; Willke 19 9 2,19 9 7)-
3 . SOBRE EL USO DE LOS TIPOS ID EALES
Como todos los tipos ideales, el ENBK y el RPTS se han elaborado mediante la acentuación unilateral de ciertos rasgos empíricamente observables (en este caso, los de las formaciones sociales del fordism o atlántico) para construir un fenómeno social lógicamente viable. Con esto no se quiere decir que se parta de una observación ingenua, teoréticamente inocente, de las apariencias superfi ciales, sino que por el contrario se parte de una reconstrucción reflexiva, teo réticamente informada de las tendencias y contratendencias básicas, y de un intento de anclarlas en los mecanismos causales subyacentes3. Acentúan cier tos rasgos distintivos de un fenómeno para identificar aquello que le brinda su coherencia estructural (incluyendo, quizá, un patrón de incoherencias deriva do de las contradicciones estructurales, de los dilemas estratégicos y de las paradojas discursivas dotadas de especificidad histórica) y señalan sus tenden cias distintivas de desarrollo. En este sentido, pretenden servir más como puntos de referencia —teoréticamente inform ados— para los análisis em píri cos, que como sustitutivos de dichos análisis, y perm itirnos así establecer rela ciones entre estos análisis y un análisis realista crítico de la economía política del capitalismo. Estos tipos ideales unilaterales nunca se hacen reales por completo. De este modo, ni el tipo ideal de ENBK ni sus diferentes subtipos se dieron nunca en su forma pura en el fordism o atlántico. Del mismo modo, construir un tipo ideal de RPTS no presupone que existan realmente ejemplos de RPTS en su forma pura, ni im plica que los posibles desplazamientos a lo largo de sus diferentes dim ensiones se produzcan de manera regular y a un mismo ritmo. De hecho, existe una importante diferencia en la búsqueda de soluciones a los problemas del fordism o atlántico y del ENBK. No se trata de un movimiento unidireccional ni de una convergencia multilateral entre todos los regímenes nacionales. Lo que existen son mezclas de estos tipos dependientes de su trayectoria anterior (fundidos con algunos rasgos incidentales o acciden tales) que deben ser objeto de consideración en toda su complejidad, más que unilateralmente. Aunque los rasgos característicos del RPTS aparecen más cla ramente en esta comparación más bien eurocéntrica con el ENBK, existen importantes ejemplos en Asia Oriental de su desarrollo, en ausencia de forma 3x3
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alguna de ENBK con mayor o menor tendencia a la crisis. De hecho, estos últi mos ejemplos se utilizaron durante un tiempo —antes de la llamada Crisis Asiática— como modelos para resolver las tendencias a las crisis occidentales. Conviene formular cuatro comentarios sobre este tipo ideal de RPTS. En prim er lugar, la elección del término para la forma estatal emergente pretende m arcar el contraste con el ENBK en la forma más clara posible. Por tanto, el tipo ideal de RPTS establece una clara ruptura con el ENBK en la medida en que (i) el pleno empleo nacional pierde su prioridad en favor de la competitividad internacional; (2) los derechos de bienestar redistributivo ocupan un segundo lugar tras la reordenación productivista de las políticas sociales? (3 ) la prim a cía del Estado nación cede ante ciertas actividades del Estado en otras escalas-, y (4) la gobernam a tiene más relieve en una sociedad negociada y en red que la que posee el gobierno en la economía mixta. Naturalmente, en la práctica esta oposición resultará menos marcada. Esta contraposición puede justificarse en términos cx'íticosy en térm inos heurísticos, frente a una persistente tendencia entre algunos estudiosos a indicar que el keynesianismo internacional podría restaurarlas condiciones de expansión mundial o que el Estado de bienestar es un logro histórico irreversible al cual no habría afectado mayormente la globalización4. Mi intención al desarrollar este concepto alternativo es mostrar que aunque el tipo capitalista de Estado se ve necesariamente implicado en el ase guramiento de las condiciones para la reproducción económica y social, no tiene por qué hacerse en forma de ENBK. De hecho, la actual reestructuración parece exigir para el capital la ruptura con aquél. El hecho de que algunos Estados sean incapaces de efectuar los cambios necesarios, sólo impugnaría este argumento si fueran capaces de seguir compitiendo con éxito en la nueva economía global, manteniendo al m ismo tiempo su forma anterior. En segundo lugar, los dos tipos ideales presentan los rasgos distintivos del EN BKy del RPTS, respectivamente, por oposición a todos sus rasgos histórica mente existentes, dominantes en la actualidad o de posible existencia futura. Por ejemplo, al designar al Estado de posguerra como "keynesiano” y enfatizar consiguientemente su papel en el lado de la demanda, no quiere decirse que el ENBK no tuviera políticas sobre la oferta. Como se indicó en el capítulo 3, tam bién promovió una infraestructura nacional uniform e como base para la gene ralización de las normas fordístas de producción y consumo, al igual que para reducir el desarrollo nacional desigual. También contribuyó a la innovación tecnológica mediante un mayor apoyo a la ciencia, una expansión masiva de la educación superior sobre líneas fordistas y, en ocasiones, mediante el apoyo militar al I+D. Ahora bien, existen importantes diferencias en la relación entre 3i 3
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las políticas de demanda y de oferta en el ENBK y en el RPTS. Mientras que las políticas de oferta del ENBK se adaptaban al paradigma fordista con su in sis tencia en las economías de escala, la gran ciencia y el crecimiento de la p ro ductividad, las políticas de oferta del RPTS se orientan hacia la innovación permanente, las economías de alcance, de aglomeraciones y de redes, y hacíala promoción de la economía basada en el conocimiento y la competitividad estructural y sistémica. Ponen un mayor peso que lo que se hacía en el típico ENBK fordista en: la gestión explícítay estratégicamente auto consciente de los sistemas de innovación y la política de competencia; una interpretación amplia de los factores asociados al éxito en la innovacióny a la competitividad en eco nomías abiertas-, y en las capacidades de aprendizaje institucional. Por el con trario, mientras que las políticas macroeconómicas del ENBK trataban de crear las condiciones de pleno empleo para satisfacer las demandas del capital p ro ductivo interno, las políticas macro económicas del RPTS se preocupan de la inflación (incluyendo la inflación de activos) y la prudencia presupuestaria para satisfacer las demandas del capital financiero. Del mismo modo, volvien do a la política social, mientras que la preocupación por la formación y el fun cionamiento del mercado laboral ha sido un rasgo de la intervención estatal en la reproducción social de la fuerza de trabajo durante un largo periodo, la tran sición desde el fordismo con sus expectativas de trabajo para toda la vida (y hasta de un trabajo de por vida), al posfordism o con su insistencia en la ínseguridad económica y el camhio constante, ha llevado a una forma diferente de form acióny educación. Podríamos continuar este análisis, pero esperemos que baste con lo dicho hasta ahora para destacar la importancia de las discontinui dades en actividades aparentemente sim ilares, así como la relevancia de las nuevas actividades. Desde un punto de vista más general, el RPTS expresará también, como es obvio, otras preocupaciones y realizará otras muchas funcíones típicas de los Estados capitalistas; pero son los cuatro rasgos antes señala dos, junto con sus im plicaciones para la dinám ica del capitalismo y el funcionamiento general de los Estados, lo que lo diferencia de otros regímenes capitalistas. En conjunto, forman una parte esencial de su estrategia de acumu lación, y se reflejan igualmente en los proyectos hegemónicos con los que ésta se asocia. En tercer lugar, es preciso realizar cuatro aclaraciones para evitar m alen tendidos sobre el sentido del tipo ideal de RPTS. i. Al hacer referencia al schumpeterianismo en la caracterización del nuevo papel del Estado en la reproducción económica, no pretendo B14
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decir que el propio Schumpeter defendiera el RPTS en toda su comple jidad y diversidad. Ni, por supuesto, que Keynes diseñara el plan de todos los ulteriores desarrollos institucionales y políticos asociados en cualquier país al ENBK. Ni Keynes ni Schumpeter pueden ser conside rados los legítimos padres fundadores de los regímenes con los que se los identifica. Sin embargo, al referirm e a estos economistas, he iden tificado a dos pensadores emblemáticos con cuyas ideas ha venido a quedar asociado (con razón o sin ella) el papel del Estado en la prom o ción de la acumulación de capital en periodos y regímenes económicos concretos5. Gon frecuencia se citaba a Keynes para justificar una mayor preocupación del Estado en torno a la garantía del pleno empleo; y Schumpeter ha sido redescubierto como el teórico de la innovación como fuerza motriz de las ondas largas de expansión económica. Naturalmente, había equivalentes de Keynes en otras economías, como Wicksell en Suecia; pero Keynes se ha convertido en la figura em blem á tica de la gestión macroeconómica orientada a la demanda. Del mismo modo, otros economistas han examinado la dinámica de la competen cia, la innovación, el emprendimiento y las ondas largas de crecim ien to económico, pero ninguno lo ha hecho de forma tan vivida y completa como Schumpeter. Además, Keynes y el keynesianismo, con su in sis tencia en la política económica, ofrecieron un contexto dentro del cual pudo desarrollarse el Estado de bienestar. Gomo consecutivamente he señalado, sin pleno empleo sería difícil mantener un Estado de b ienes tar universalista. El papel de la "comunidad epistémica keynesiana” (Ikenberry 1993) a la hora dep on erlos cimientos para el pacto interna cional de posguerra asociado al fordism o atlántico es especialmente importante, incluso sí hubo diferentes rutas —y diferentes velocida des— hacia las políticas de pleno empleo (véanse sobre este particular las contribuciones en Hall 1989). 2. La diferencia entre estos dos economistas es mucho más específica de lo que parece implicar el mero contraste entre la preocupación por la demanda o por la oferta, pues el interés de Schumpeter en esta última difiere radicalmente del de economistas como Hayek, Friedman o Laffer. Así, Hayek estaba preocupado de las condiciones económicas y constitucionales parala libertad, Milton Friedman de la oferta monetaria y Laffer (¿quién se acuerda hoy del ridículo pero políticamente con veniente Laffer?) del impacto sobre la oferta de los diferentes grados de tributación. Era la oferta de innovación lo que constituía el centro del 3*5
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análisis de la dinám ica de crecim iento capitalista que realizó Schumpeter, y no las implicaciones para la demanda de la libertad, el dinero o los impuestos. Y es justainente la competitividad estructural liderada por la innovación la que está ocupando un papel central para el éxito de las funciones económicas del Estado capitalista contemporáneo. 3 . Al adoptar la expresión "de trabajo” para identificar la dim ensión de políticas sociales del RPTS, rio pretendo afirm ar que una precondicíón para las prestaciones del bienestar para la población activa sea el traba jo, la recualificación o la prueba de la disponibilidad para hacerlo. Sino que pretendo indicar una reorientación general de la política social desde la visión redistributiva basada en la extensión de los derechos sociales en un Estado nacional hacia un tipo de enfoque más productivista y dirigido al ahorro de costes en una economía abierta. El uso más habitual de "trabo/isía” no es más que un ejemplo neoliberal especial de una tendencia más general en la reorganización del papel del Estado en la promoción de la reproducción social. 4. Al llam ar "régim en” al modo de gobernam a, no pretendo decir que el Estado se haya desvanecido, sino que busco señalar la creciente im por tancia de las diferentes formas de autoorganización para com pensarlos fallos del mercado. Esto se reñeja, en realidad, en un doble desplaza miento desde el gobierno a la gobernanzay desde el gobierno a la metagobernanza, que acompaña a los otros cambios ya señalados en el tipo de Estado capitalista. Por último, al identificar que hay un movimiento tendencial de uno a otro, no pretendo decir que se haya producido una ruptura radical que haya trans formado todo. Siem pre hay efectos "conservación-disolución" variables, dependientes de la trayectoria recorrida (Poulantzas 1975)- El cambio, pues, servirá para reform ar y refuncionalizar antiguas relaciones sociales, institu ciones o discursos, conservándolas en el nuevo modelo; o, por el contrario, puede disolverlas en elementos selectivamente articulados en las nuevas rela ciones, instituciones o discursos que pierden, consiguientemente, su integri dad previa. Estos efectos están asociados a la polivalencia de todos los fenómenos sociales, lo que quiere decir que pueden ser articulados en diferen tes órdenes y discursos institucionales y que podrán modificar su significado con esta articulación. Pasar por alto estos efectos puede conducir fácilmente a una mala interpretación de la continuidad o discontinuidad relativa entre d ife rentes periodos. 3 i6
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4,. ESTRATEGIAS ALTERNATIVAS DENTRO D EL RPTS Dado que m is análisis se han realizado básicamente en términos de oposición global entre el ENBK y el RPTS, podría alegarse que tratan de incluir dem asia do en un conjunto excesivamente dualista de conceptos. No es ésa mi inten ción. Ya me he referido a las variantes del ENBK y presentaré ahora las del RPTS. Las diversas tendencias políticas y económ icas antes señaladas p u e den quedar (y a menudo lo están) integradas y expresadas en discursos muy diferentes, asociándose con direcciones estratégicas contrarias por la p re tensión de las diferentes fuerzas sociales de buscar un sentido a las tenden cias y contratendencias en conflicto en la nueva economía mundial. Existe una considerable dosis de im provisación y de método ensayo-error en los cambios actuales, sin que haya emergido un patrón claramente dominante. Por razones heurísticas, sin embargo, podemos postular cuatro tipos ideales: neo liberal, neocorporativista, neoestatista y neocomunitarista (véase el cuadro 7.1). Al emplear el prefijo "neo" para identificarlos, quiero poner de relieve que los tres prim eros incorporan importantes discontinuidades con los reg í menes liberal, corporativista y estatista asociados al fordismo, del mismo modo que el neocomunitarismo posee también importantes rupturas con los ante riores esfuerzos por institucionalizar el comunitarismo en las formaciones sociales capitalistas. Las combinaciones estratégicas concretas que pueden en contrarse en los casos individuales dependen de su legado institucional, del equilibro de fuerzas y de las cambiantes coyunturas políticas y económicas en las que se persigue cada estrategia. NE0 L1BEHALISM0 Podríamos considerarla como la estrategia hegemónica de la globalización eco nómica debido al apoyo que recibe de los principales organismos económicos internacionales (tales como la OGDE, el FM I o el Banco Mundial), por su p ri macía en los Estados Uñidos (el indiscutido hegemonista actual del capitalis mo) y en otros países anglófonos (sobre todo, Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda y Canadá), y su anterior status paradigmático en la reestructuración de las economías postsocialistas y en su integración en la economía mundial. Resulta también evidente, aunque no hegemónico, en las políticas neoliberales de ajuste (incluso donde no se da un cambio más radical de régimen neolibe ral) en la mayor parte de las economías avanzadas del capitalismo. Incluso allí donde las fuerzas económicas y políticas dominantes no acogen plenamente
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esta estrategia en otros espacios económicos y políticos, los efectos del proyec to neoliberal global siguen actuando mediante su contribución a la creciente dominación ecológica de la acumulación de capital y la dominación económica de las fracciones de capital que se benefician de este proyecto. El neoliberalismo trata de promover una transición regida por el mercado hacia un nuevo régimen económico y social. Para el sector público, esto im pli ca la privatización, la liberalizacióny la im posición de criterios comerciales en un sector estatal residual; para el sector privado, supone la desregulación y un nuevo marco legal y político que sirva de soporte pasivo a las soluciones de mercado. A su vez se refleja en la promoción estatal de los mercados laborales de despido libre y de horarios y salarios flexibles; en el crecimiento de los gas tos fiscales guiados por iniciativas privadas basadas en los subsidios fiscales para las actividades económicas privilegiadas; en las medidas destinadas a transformar el Estado de bienestar en un mecanismo de apoyo y subsidio a los salarios bajos, y a reorganizar la fuerza disciplinaria de las medidas y progra mas de seguridad social-, y en una reorientación más general de la política eco nómica y social hacia lo que se perciben como necesidades del sector privado. Asociadas a estas medidas aparece el repudio de la participación social en favor de las prerrogativas de los gestores, las fuerzas del mercado y un Estado fuerte. El neoliberalismo también supone un enfoque cosmopolita que da la bienveni da a la internacionalización del espacio económico interior en forma de inver siones interiores y exteriores, y que aboga por la liberalización del comercio y las inversiones internacionales dentro de los bloques regionales o de forma más general. Se supone que la liberación del espíritu animal de los em prende dores producirá innovación de forma espontánea, según vayan disfrutando de las ventajas de los incentivos del nuevo clima guiado por el mercado y de una promoción estatal más general de una cultura de empresa. A su vez, la com petítividad nacional es entendida como el efecto agregado de la competitívidad macroeconómica de las empresas individuales. De esta forma, apenas se apre cia una preocupación estatal por m antener una serie profunda y coherente de competencias económicas centrales en la economía nacional, y/o sistemas adecuados de innovación nacional o regional que sirvan de base para la competitividad estructural. En este contexto, se espera que los aparatos estatales loca les e internacionales actúen como relés para el enfoque guiado por el mercado hacia la innovación y el trabajismo. Aunque a veces se afirm a que el neoliberalismo supone un regreso al libre mercado y al Estado liberal, ninguna de estas dos cosas es realmente factible en las condiciones actuales. Por el contrario, suele implicar la subordinación de las empresas pequeñas y medianas a nuevas 3i 8
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formas de competencia monopolística a escala mundial. Igualmente, incluso si los Estados nacionales o locales adoptan un enfoque laissez-faire en la esperan za de regenerar la cultura empresarial, precisarán seguir demostrando que son lo suficientemente fuertes como para desmantelar y sustituir los antiguos modos de regulación social, y como para resistir las correspondientes presio nes políticas en favor de todo tipo de intervenciones ad hoc para lograr venta jas económicas o políticas a corto plazo. No se trata de tareas sencillas. NEOCORPORATIVISMO Esta estrategia se basa en la institucionalízación de un enfoque de negociación y concertación permanentes de las estrategias, decisiones y conductas en la economía por parte de los agentes económicos. Partiendo de un entendim ien to autorrefiexivo de los vínculos entre los intereses económicos privados y la importancia de los acuerdos colectivos para la estabilidad de una economía incrustada en la sociedad y socialmente regulada, las fuerzas económicas del neocorporativismo se esfuerzan por equilibrar competencia y cooperación. Este sistema se aleja del corporativismo fordista basado en el predominio de la pro ducción masiva y los grandes sindicatos, y en la primacía del pleno empleo y la estanflación como preocupaciones económicas. En este sentido, el alcance de los acuerdos neocorporativistas refleja la diversidad de las comunidades políti cas y de las redes implicadas en un modo de crecimiento guiado por la innova ción, así como la creciente heterogeneidad de la fuerza y los mercados de trabajo. Los acuerdos neocorporativistas en el emergente RPTS aparecen tam bién más directa y explícitamente orientados a la importancia crucial de la innovación, la expansión de la economía basada en el conocimiento, la compe titividad estructural y la activación (en lugar del apoyo pasivo) en lo relativo a los mercados laborales. El neocorporativismo se extiende más allá de las asocia ciones em presariales y los sindicatos, para incluir a comunidades de políticas públicas que representan diferentes sistem as funcionales (por ejemplo, la ciencia, la salud, la educación, el derecho); y busca una implementación más flexible de las políticas mediante la extensión de la "regulación autorregulada” y el gobierno del interés privado, de forma que haya una implicación menos directa del Estado en la gestión de la "oferta” y un mayor énfasis en las políti cas industriales privadas. Los acuerdos corporativistas heredados pueden tam bién volverse más selectivos (por ejemplo, excluyendo algunos intereses industriales anteriormente blindados y a trabajadores periféricos o m argina les, integrando sectores de alto crecimiento y otorgando un mayor peso a los 319
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trabajadores clave); y como reflejo de la mayor flexibilidad y descentralización de algunos rasgos esenciales de la economía posfordista, los centros de grave dad neocorporatívistas tienden a desplazarse más hacia el micronivel de las empresas y localidades, en perjuicio de la concertación macro económica cen tralizada. Esto no resulta ciertamente incompatible con vínculos "de abajo a arriba” neocorporatívistas entre empresas y/o localidades en diferentes espacios económicos nacionales, que puenteen al gobierno central. Sea en el nivel local, nacional o supranacional, el Estado se ve tan implicado en estas estrategias neocorporatívistas como lo está en los enfoques neoliberalesy neoestatistas. Sin embargo, sus recursos y sus acciones se emplean para apoyar o respaldar las decisiones obtenidas mediante la negociación corporativísta, más que para pro mover el desentendimiento neoliberal o las iniciativas neoestatistas proactívas autónomas. Lo que, a su vez, implica que la adecuación a las políticas estatales es voluntaria o dependiente de las acciones adoptadas por las organizaciones corporativistas autorreguladas dotadas de status público. CUADRO 7.1
ESTRATEGIAS DE PROMOCIÓN 0 AJUSTE DEL NEOLIBERALISMO GLOBAL
Neotiberatismo
1. Liberalización — promueve la Ubre competencia. 2. Desregulación ■— reduce el papel del derecho y el Estado. 3. Privatización — liquida el sector público. 4. indexación de un sector público residual. 5. ¡ntemacionalización — libera los flujos de entrada y salida.
6. Reducción de ios impuestos directos — aumenta las opciones del consumidor. Neocorporativismo
1. Reequilibra competición y cooperación. 2. "Autorregulación regulada” descentralizada. 3. Aumenta la gama de "actores' privados, públicos o de otra naturaleza. 4 Mayor protagonismo del parte na ría do público-privado. 5. Protege los sectores económicos clave en una economía abierta. 6. Impuestos altos para la financiación de la inversión social.
Neoestatismo
1. Del control estatal a la competencia regulada. 2. Guia la estrategia nacional más que planificarla verticalmente.
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
3. Somete a auditoría el rendimiento de los sectores público y privado. 4. Partenariado público-privado bajo guía estatal. 5. Protección neom erea nti lista del núcleo económico.
6. Mayor protagonismo de nuevos recursos colectivos. Neocomunitarismo
1. Desliberalizado n —
¡imita la libre competencia.
2. Empoderamiento — mejora el papel det tercer sector. 3. Socialización
expande ta economía social.
4. Enfatiza el valor de uso y la cohesión sociales. 5. Comercio justo, no libre comercio; piensa globalmente, actúa (ocalmente. 6. Redirige los impuestos — renta de ciudadanía, ayudas a los cuidadores.
NEOESTATÍSMO Se trata de un enfoque —conforme con el mercado pero patrocinado por el Estado™ de reorganización económica en el que el Estado interviene guiando el desarrollo de las fuerzas del mercado. Y lo hace mediante sus propios pode res de coordinación coactiva, sus propios recursos y actividades económicos, y sus propios conocimientos e inteligencia organizativa. Sin embargo, al desple gar estos recursos en ayuda de la estrategia de acumulación urbana, regional, interméstica, nacional o supranacional, el Estado es muy consciente de la cam biante naturaleza y los cambiantes discursos de la competencia internacional, y se im plica de forma activa, de hecho, en la promoción de estos discursos y de las correspondientes políticas económ icasy sociales. En este contexto, el neoestatismo supone una mezcla de desmercantilización, de flexibilidad patroci nada estatalmente y de otras actividades estatales destinadas a garantizar la eficacia dinámica de un núcleo de actividades económicas estructuralmente coherente e institucionalmente dotado de densidad institucional. Esto se refleja en una política estructural activa en la que el Estado fija objetivos estra tégicos en relación con las nuevas tecnologías, la transferencia de tecnología, los sistemas de innovación, las infraestructuras y otros factores que afectan a la competitividad estructural general de la emergente economía basada en el conocimiento; y en una estrategia territorial activa en la que se tratan de p ro m overlas interdependencias no comerciales que sustentan el éxito de un guión de aprendizaje, de un medio de innovación, de un cluster industrial, de una ciu dad emprendedora, etc. Favorece una política activa del mercado laboral para 321
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recualificar la fuerza de trabajo y para estimular un mercado laboral flexible en cualificaciones antes que en salarios; interviene directa y abiertamente con sus recursos políticos y económicos para reestructurar las industrias en declive y para promover los sectores en rápido crecimiento; e interviene en una serie de estrategias de guía social basadas en su propia inteligencia estratégica y en sus propios recursos económicos para promover objetivos específicos mediante la acción concertada con diferentes comunidades de políticas que incluyen inte reses públicos, mixtos y privados. Estas actividades tratan de elevar la economía nacional (o el espacio económico de que se trate) en la jerarquía tecnológica, mediante la creación y mantenimiento de una base productiva coherente y competitiva y medíante una estrategia de especíalízación flexible en sectores específicos de alta tecnología. Aunque el Estado central conserva un papel estratégico central en dichas áreas, también favorece las actividades paralelas y complementarias en los niveles regional y local. En los términos empleados en el capítulo 6, el neoestatismo supone un fuerte papel estatal en la conducción contextual descentrada. A p esar de lo cual, el deseo del Estado de proteger las capacidades tecnológicas y económicas esenciales de su base p ro ductiva y su sistema de innovación, puede aparecer asociado al mercantilismo en el nivel supranacional. NEOCOMIJNITARISMO Esta variante promueve la economía social6 como un desafío a la lógica de la acumulación de capital en la economía, a su extensión a otras esferas de la vida social y la lucha por establecer la hegemonía burguesa sobre la sociedad en su conjunto. Contra dicha lógica, especialmente en sus aspectos más abstractos derivados del dominio del valor de cambio, la economía social prioriza el valor de uso social, y trata de reinsertar la organización de la economía en contextos espaciotemporales concretos orientados por los ritmos de la reproducción social, más que por la frenética circulación del capital financiero digitalizado. El neocomunitarismo también se opone a la extensión de la lógica capitalista a otras esferas de la vida como la educación, la salud, la vivienda, la política, la cultura, el deporte, etc., y a que éstas queden directamente mercantilízadas o, al menos, sometidas aúnas fuerzas cuasimercantiles. Efectivamente, la expan sión de la economía social ofrece una base de resistencia frente a la hegemonía cada vez mayor del capital sobre la sociedad en su conjunto, toda vez que demuestra la posibilidad de organizar la vida económica y social en unos tér minos que impugnan el "sentido común” capitalista. 3zz
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
COMBINACIÓN DE ESTRATEGIAS Estas cuatro estrategias han sido formuladas como tipos ideales basados en observaciones em píricas teoréticamente informadas y, como tales, no se dan en ningún lugar en su forma pura. Por el contrario, los elementos de esas dife rentes estrategias para la transición hacia una economía globalizadora basada en el conocimiento suelen aparecer combinados en los casos reales. Esto puede apreciarse en todos los niveles de la intervención política. Por ejemplo, m ien tras que las principales organizaciones internacionales y supranacíonales sue len obedecer a una estrategia neoliberal en el rediseño de la economía mundial, siguen existiendo diferencias entre ellas, así como cierto grado de fluctuación en el peso que se otorga a los diferentes elementos de estas cuatro estrategias. Por ejemplo, Deacon, que ha trabajado especialmente la globalización de la política social, ha señalado que: sigue habiendo interesantes desplazamientos en La posición de cada jugador individual en el debate. El FM l se ha tomado más en serio la dimensión social de la globalización, tratando de establecer si un cierto grado de igualdad resultaría beneficioso para el crecimiento económico. El Banco Mundial ha presentado más claramente su enfoque de gestión del riesgo para la protección social en el contexto de la globalización. La OCDE advierte ahora de que la globalización puede conducir a la necesidad de más y no de menos gasto social. La OITha comenzado a dar signos de estar realizando concesiones a la visión del Banco Mundial sobre la seguridad social. Más recientemente, el papel de la Organización Mundial del Comercio y sus creencias acerca de la conveniencia de forjar un mercado global de provisión de servicios sociales j de salud está adquiriendo una preeminencia de la que carecía en el pasado h o o i: 6o~i]. Del mismo modo, en la UE la estrategia del mercado único se basa en un enfoque neoliberal de la competitividad —la creación de un mercado en toda la UE medíante la liberalización, la desregulación y la internacionalización— y pretende blindar un marco de política económica y social neoliberal que lim i te el margen de m aniobra de los Estados miembros. Dentro de este marco neo liberal, existe tam bién una estrategia neoestatista con la que la UE coordina las redes que vinculan los diferentes niveles de gobierno en los diferentes Estados, así como las agencias semipúblicas y privadas que van desde las in sti tuciones educativas, los institutos de investigación, hasta las empresas y ios bancos para promocionar las nuevas tecnologías, la transferencia de tecnología, 3^3
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etc., al igual que para crear un espacio de innovación europeo. Se trata del momento más obviamente schumpeteriano de la estrategia económica de la UE. También dentro del marco neoliberal, encontramos una emergente estra tegia neocorporativista orientada hacia una Carta Social que impida el "dumping social" y que apuntale los intentos de recualificación y readiestramiento de los trabajadores a la búsqueda de un trabajo más flexible y fiable (Falkner 1998; G rahly Teague 19 9 1; Perrin 1988). Se trata de una importante medida de flan queo para la estrategia de formación del mercado neoliberal y, aunque todavía no se encuentra muy institucionalizada, podría servir de base para im pedir ulteriores pasos en la pendiente neoliberal. Y, por último, nos encontramos con que la UE está activamente comprometida con la promoción de la econo mía social en áreas más reducidas para combatir la exclusión social. Este tipo de combinación de enfoques no necesariamente es síntoma de eclecticismo o incoherencia. De hecho, la CE llegó a sostener hace diez años (no sin insinuar una especial súplica y elusión política) que los elementos neo liberales de su estrategia podían considerarse como el catalizador de la com pe titividad estructural, m ientras los elem entos neoestatístas serían sus aceleradores. También insinuaba que algunos aspectos del proyecto neocorpo rativista podían ser vistos como requisitos del ajuste estructural y de una mejora en la competitividad, en la medida en que promueven la cohesión económica y social (Comunidades Europeas 19 91: s;3 )7. No es preciso tomarse estas afirm a ciones en sus propios términos. Algo menos caritativamente, podríamos v e r los como poco más que un signo de confusión y de estar intentando salir del paso. Más plausiblemente podríamos considerarlas como una expresión de los compromisos inevitables en cualquier estrategia de acumulación o en cual quier proyecto estatal. Aunque también podría existir una coherencia estruc tural más profunda en esta estrategia, cuando se la examina desde el punto de vísta de los intentos de construir un nuevo arreglo espaciotemporal alrededor de la prim acía del espacio económico europeo. En este contexto, el Mercado Unico Europeo es un mecanismo neoliberal que pretende institucionalizar el espacio económico europeo y blindar el concepto monetario de capital como el eje primario sobre el que podrían definirse y tratar de alcanzarse las estrategias de acumulación futuras. Con ello se integra la triada europea en el emergente mercado mundial neoliberal activamente promovido desde los EE UU y las organizaciones internacionales en las que es hegemónico. En este sentido, el proyecto neoliberal es el que sirve para vincular la economía mundial, el espa cio económico europeo y la cada vez más intrincada red de espacios económ i cos por debajo del nivel europeo. Sin embargo, dado que el mecanismo de 3^4
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mercado es proclive a los fallos, el neoliberalism o necesita complementos y apoyos. La estrategia neoestatista es importante a la hora de construir la competitividad estructural de la economía europea, especialmente si consideramos las numerosas barreras económicas y extraeconó micas a la construcción de una cooperación a lo largo de toda Europa, capaz de contrarrestar la creciente penetración de la economía europea por el capital americano y el de Asia Oriental, así como la consiguiente fragmentación y balcanización entre las alianzas estratégicas y los in tereses nacionales y tran snacion ales en com petencia. La estrategia neocorporativista, por el contrario, es más importante en el campo de la política social. Aunque la UE carece de competencias formales en esta área, siem pre puede intentar desarrollar una política social para Europa mediante la cooperación con los agentes sociales (véase Falkner 1998). De este modo, resulta esencial el establecimiento de nuevos arreglos institucionales y la asignación de diferentes papeles y competencias complementarias entre las distintas escalas espaciales y tipos de actores, para garantizar con ello que la línea estratégica dominante se convierta en acción efectiva. También podemos encontrar diferentes estrategias dentro de cada Estado nacional europeo. Aunque las políticas, por ejemplo, del thatcherismo y, más recientemente, del Nuevo Laborismo, im plican el dominio de una estrategia neoliberal, no se han rechazado por completo las demás. Así, en el caso del thatcherism o, los program as del gobierno central (aunque se reconoce comúnmente que en pequeña escala) se orientaban a la transferencia tecnoló gica y la investigación dentro de las tecnologías genéricas; y pese a la abierta hostilidad hacia el corporativismo tripartito y a los pactos con los agentes sociales en el nivel nacional, también promovió un corporativismo de empresa y un "nuevo realism o” en los lugares de trabajo. Es más, aunque el gobierno central estaba en retirada, proliferaron las iniciativas de desarrollo económico local siguiendo las líneas del RPTS. Guando las autoridades eran laboristas, a menu do se trataba de iniciativas de tipo neocorporativista o neoestatista; por el con trario, con autoridades locales conservadoras, había una mayor inclinación hacia el neoliberalism o o hacia el partenariado privado-público sin contar con los trabajadores organizados. El Nuevo Laborismo acogió con Blair la mayor parte del legado neoliberal del thatcherismo extendiéndolo a nuevas áreas. También emprendió los prim eros pasos hacia una rutinización del neolibera lismo. En este sentido, se puso un mayor énfasis en garantizar el funciona miento del emergente régimen neoliberal mediante las políticas normales, en el desarrollo de las políticas de flanqueo en una amplía gama de campos, y en la institucíonalización de mecanismos complementarios para compensar sus 3^5
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negativas consecuencias económicas, políticas y sociales. Todas estas medidas se ejecutan, por supuesto, en un contexto marcado por la continuidad de las preocupaciones políticas sobre la unidad del Estado y la unidad territorial, la legitimación política y la reelección, así como por las preocupaciones más generales acerca del futuro de la cohesión social. En resumen, aunque existen fuerzas económicas, políticas e intelectuales estrechamente identificadas con alguno de los modos de gobernanza, los sub tipos del RPTS se corresponden más con polos alrededor de los cuales se han desarrollado (o se están desarrollando) diferentes soluciones en las diversas escalas durante periodos más o menos extendidos de conflicto y experimenta ción. En la actualidad, la forma neoliberal del RPTS es hegemónica en el nivel internacional, aunque existen importantes contracorrientes en ciertos contex tos macrorregionales, nacionales, subregionales y en regiones transnaciona les. La concreta cesta en cada caso depende de las herencias institucionales, del equilibrio de fuerzas y de las cambiantes coyunturas económicas y políticas en las que se desarrolla cada estrategia. También aparecen sobredeterminadas por factores que van más allá de los incluidos en este enfoque concreto sobre la economía política del bienestar. Ciertamente, no hay razones para esperar una convergencia multilateral de los modos de regulación en tom o a un solo subti po de RPTS, y mucho menos una convergencia rápida. De hecho, sí considera mos que existe un notable acoplamiento dependiente de las trayectorias previas entre los diversos regím enes de acumulación, los modos de regulación y los modos de socialización, es mucho más probable que se mantengan las actuales divergencias ancladas en la pervivencia de la correlación institucional entre diferentes regímenes de producción y diferentes estrategias.
5. POSFORDISMO Y EL RPTS El ENBK actuó como soporte estructural clave durante todo el largo boom de posguerra, y entró en crisis al tiempo que el régim en de acumulación del fo r dismo atlántico con el que se asocia. De hecho, esas crisis están relacionadas y se alimentan recíprocamente. Así, conforme se desplegaba la crisis del ENBK y fracasaban los esfuerzos por restaurar las condiciones del crecim ien to de posguerra mediante la austeridad económica y el recorte social, en un intento de controlar la inflación y reducir el gasto público, el énfasis se d es plazó para tratar de reestructurar y reorientar el Estado a la luz de la nueva percepción sobre las condiciones de la expansión económica. En la medida en 3^6
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que esta reestructuración y reoríentación tuvo éxito, contribuyó a producir alguna variante del RPTS. No se trata, en modo alguno, de una transición mecánica y automática, sino que se ve m ediada por los cambios en el discurso económico, por los modos de cálculo, por las nuevas teorías económicas y por los conceptos estratégicos. Se trata de vínculos de la mayor importancia entre los cambios estructurales de la economía m undial y la transform ación estatal, ya que ofrecen un marco en el que dotar de sentido a esos cambios, a las crisis que con frecuencia los acompañan y a las respuestas que puedan resultar ade cuadas para las mismas. Es la articulación de los cambios discursivo-estraté gicos hacia nuevas estrategias de acumulación, nuevos proyectos estatales y hegemónicos, y su capacidad de recaudar apoyos y de ofrecer políticas estata les efectivas, lo que ayuda a configurar la reestructuracióny reorientación del Estado contemporáneo, y a producir fuertes regím enes regulatorios. Por tanto, la eventual puesta en marcha y consolidación de una economía globali zadora basada en el conocimiento y con el RPTS como elemento clave de su regulación, si es que llega a producirse, dependerá del resultado de una amplia gama de luchas. Entre las que se encuentran las luchas de clase p ro piamente dichas; las luchas por extender o resistir la colonización por parte del cálculo económico de pérdidas y ganancias de otros sistemas y del mundo de la vida; las luchas para lim itar la dominación ecológica creciente de las luchas políticas; y las disputas para recaudar apoyos para los proyectos contra hegemónicos que se proponen como alternativa a la economía globalizadora basada en el conocimiento como principio dominante de socialización (véase el capitulo x). Con todo, y en la idea de proseguir con el experimento mental que ha motivado los razonamientos anteriores, podríamos resumirlos en úna única y atrevida afirmación en el sentido de que un régimen posnacional de trabajo schumpeteriano es —pese a su im perfeccióny provisionalidad— el mejor arre glo espaciotemporal para una economía posfordista globalizadora basada en el conocimiento. Esta tesis puede justificarse de dos maneras. O bien el RPTS es una forma contingente adoptada por el Estado moderno, configurada por la dominación ecológica de una economía globalizadora basada en el conoci miento; o bien es la forma naturalmente necesaria del tipo de Estado capitalis ta en una economía globalizada basada en el conocimiento8. En el prim er caso, el Estado sería considerado (como mucho) contingentemente posfordista, como consecuencia del predominio del capitalismo globalizador de la información en las relaciones económicas y sociales, cuyo resultado es que el Estado tiende a adquirir los rasgos del RPTS por su incrustación social en la formación social 327
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más general. El mecanismo clave en este caso sería el acoplamiento estructural y la coevolución bajo la dominación ecológica de la economía capitalista de mercado. En este sentido, si el Estado se viera situado dentro de un sistema económico o social con rasgos diferentes adquiriría propiedades secundarias distintas y realizaría funciones m argínalmente diversas. En el segundo caso, sin embargo, el sistema estatal sería inherentem ente posfordísta. Poseería rasgos estructurales básicos congruentes con la economía globalizadora basada en el conocimiento que he señalado antes como la forma sustantiva del em er gente régimen de acumulación posfordista, y serviría, consecuentemente, para sostener al posfordismo como régimen de acumulación, modo de regulación y modo de socialización9. El mecanismo clave, en este caso, sería el papel crítico del Estado en la garantía de las condiciones extraeconómicas para la acumula ción de capital y, por tanto, en la disposición y conducción de la formas que puede adoptar la acumulación de capital. Ésta es la interpretación que he ofre cido en los capítulos anteriores. En este contexto podemos distinguir analíticamente dos formas diferen tes de Estado posfordista: el régimen de transición y el del Estado normal ya consolidado. Un régimen de transición realiza funciones específicas en la transición pero posee una forma infradeterm inada que dependerá, en cada caso, de las herencias institucionales de la era fordistay del ENBK, así como de las específicas formas de crisis y de lucha asociadas con la transición desde el fordismo atlántico hasta la economía globalizadora basada en el conocim ien to10. El paso del fordismo al posfordism o parece ciertamente suponer para cualquier régimen de transición su participación en una compleja gama de tareas adicionales a las de cualquier tipo de Estado capitalista. Estas tareas se derivan de su situación en la intersección entre un fordismo consolidado en declive y un presunto posfordismo en ascenso. En este sentido, el régim en de transición tiene una doble faz y debe entregarse a intervenciones creativamen te destructivas. Debe "hacer retroceder las fronteras” de la intervención esta tal del fordismo atlántico y "adelantar” las de la intervención posfordista. El prim er conjunto de actividades im plica no sólo poner fin a las form as y funcio nes del Estado —excepcionales e inducidas por las crisis del fordism o atlántico en declive—, sino también debilitar las form as normales y rutinarias de in ter vención asociadas con el ENBK de forma más general. El segundo conjunto es igualmente complejo, aunque por diferentes razones. Un régim en de tran si ción debe tomar medidas excepcionales para establecer las condiciones del "despegue” posfordista, así como com enzara consolidar las formas y funciones estatales "norm ales” asociadas con el posfordism o (véase la gráfica 7.1). Ni el 3^8
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
prim er ni el segundo conjunto de tareas aparecen nunca estructuralmente in s critos o estratégicamente prescritos. Ambos suponen descubrimientos casua les, procesos de búsqueda y luchas sociales. Por la misma razón, ello implica que pueden existir diferentes rutas hasta el Estado posfordista. Ya vimos este mismo tipo de contingencia en el desarrollo del ENBK al exponer las tipologías de los regím enes de bienestar en el capítulo 3, así como la eventual consolida ción de algún tipo de equivalencia funcional entre las diferentes formas del régimen de bienestar y el fordismo atlántico. Ello nos obliga a realizar análisis expostfacto de cómo surgen los Estados posfordistas mediante el acoplam ien to estructural y sus intentos de coordinación estratégica, más que exposiciones ex ante (y consecuentemente teleológicas) de la necesaria transición al posfor-' dism o1 1 . Es obvio que m erecería la pena descubrir si los regímenes de transi ción existentes están debidamente preparados para preservar los frutos de la transición, una vez que ésta ocurra. Ya he indicado algunas razones para creer que la forma neoliberal de transición es inestable y difícil de mantener sin importantes medidas de flanqueo y acompañamiento. GRÁFICA 7.1
REPRESENTACfÓN ESQUEMÁTICA DE LAS DIFERENTES FORMAS DE INTERVENCIÓN ESTATAL CONFORME A LA PER10DIZAC1ÓN DE LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL fntervencián estatal
Formas y niveles de intervención estatal A = Nivel y forma normales de intervención asociados a la fase actual. B = Niveles y formas de intervención estatales excepcionales provocados por la crisis y destinados a reproducir la fase actual ante una crisis. C = Nivel y formas de intervención estatal excepcionales de transición para replegar las intervenciones norm ales e inducidas por la crisis de 3^9
ROBERTJESSOP
la fase anterior y para desplegar las form as normales de intervención asociadas con la siguiente fase. D = Formas normales de intervención asociadas con la fase emergente. Fases I, III, V » Fase final del régim en de acumulación vigente y de su modo de regulación. Los altos niveles de intervención estatal se derivan de la com binación de las m edidas inducidas por la crisis para m antener la dinámica de la fase actual, de las medidas para desarrollar tanto las fases normal como inducida por la crisis del estadio actual, y del sur gimiento por ensayo-error de las form as normales de intervención asociadas con la siguiente fase. II, IV = Formas normales de intervención estatal asociadas con la nueva fase tras su consolidación y antes de que se acumulen sus tendencias de crisis. Dado que estos cambios suponen macho más que un simple ajuste técnico, es fácil comprender por qué la transición del ENBK al RPTS aparece siempre políti camente mediada y a menudo resulta difícil. En este sentido, aunque mi punto de arranque para el análisis de la transición está inspirado en la crítica marxista de la economía política, resulta igualmente necesaria una crítica de la política, que ser viría no sólo para interpretar las mediaciones políticas de la transición (así como sus posibles efectos "conservación-disolución"), sino también el papel constitu tivo de la política en, por un lado, la definición de los problemas para los que la transición es una respuestay, por otro, en la redefinición tanto de los objetos como de los sujetos de la gobernanza. Ello, a su vez, ayudaría a explicar por qué pese a la tendencia a la desnacionalización del Estado y al desplazamiento del gobierno a la gobernanza, los Estados nacionales siguen desempeñando papeles funda mentales en la definición de la forma en que se alcanzan los requisitos económi cos y sociales de la reproducción del capital. Son ellos los que tratan de determinar qué funciones ascienden, descienden o se desplazan, y las condiciones para su mantenimiento; e igualmente, los que tratan tanto de diseñar los mecanismos de gobernanza, como de organizar la autoorganización. Sin embargo, con esta nueva configuración de las contradicciones y la relativización de las escalas, no podemos estar seguros todavía de que se haya estabi lizado una forma normal de Estado posfordista. Gomo mucho, habremos podido indicar los rasgos más probables de esta forma del tipo de Estado capitalista en la medida en que contribuya a garantizar las condiciones para la reproducción de 33 o
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
la acumulación del capital (véase el cuadro 7.?). Ahora bien, no puede pretender se que eso constituya un análisis exhaustivo del tipo capitalista de Estado con temporáneo, ni siquiera en el espacio económico y político del antiguo fordismo atlántico. Se trataría de una tarea mucho mayor de la que sería posible acomodar en un trabajo como el actual. Pese a todo, ya hemos desarrollado lo suficiente nuestros argumentos como para ofrecer una solución a la paradoja de Offe.
CUADRO 7.2
SINOPSIS: EL RPTS V LA REPRODUCCIÓN DEL CAPITAL
í . Garantiza las condiciones generales externas para la acumulación de capital, tales como un orden legal formalmente racional y la protección de tos derechos de propiedad. Un orden legal más reflexi vo y discrecional y una mayor implicación en los derechos de propiedad. 2.
Garantiza la mercantilización ficticia de fa (ierra, el dinero, la fuerza del trabajo y el conocimiento, y modula sus subsiguientes desmertantilizaciones y remercantilizacrones a la luz de las cambiantes formas de aparición de las contradicciones estructurales y de tos dilemas estratégicos del capital, y de los cambios en el equilibrio de fuerzas de quienes se oponen a la ampliación y a las consecuen cias de tal mercantilización ficticia.
— Garantizando la mercantilización ficticia del espectro electromagnético, del ciberespacio. del patri monio genético y del cuerpo. — Modulando una mercanlilizaclón ampliada impulsada por el mercado del dinero no estala!. — Estratificando, regulando y sometiendo a gobernanza la mano de obra global, y modificando tas relaciones entre trabajadores manuales y trabajadores intelectuales. — Promoviendo la acumulación primitiva del capital intelectual y ampliando y profundizando los derechos de propiedad intelectual.
3. Garantiza ios derechos y capacidades del capital para controlar la mano de obra en el proceso pro ductivo y para regular ios términos y condiciones de la relación capital-trabajo en el mercado laboral y en el proceso laboral.
—■ Modificando los marcos regulatorios para facilitar tas diferentes formas de flexibilidad y movilidad en el mercado laboral dentro de y entre espacios económicos (posnacíonales). — Subordinando la política social (Sozíatpolitik) a la polítíca económica mediante su rediseño, reca libración o reorientación en línea con las presuntas necesidades de una economía flexible, com petitiva y basada en el conocimiento, o mediante la reducción o el recorte en el salario social y en el consumo colectivo considerados como costes de producción (internacional).
33 i
ROBERT JESSOP
4.
Traza los límites entre lo económico y lo extra económico y modifica (os vínculos entre ías condiciones económicas y extraeconómicas de ta acumulación de capital a la luz de los cambios en las formas material y discursivamente constituidas de competencia, siguiendo las resistencias a la colonización por (a lógica del capital de lo extraeconómico.
— Promoviendo la noción de competitividad sisíémica y estructural, e impulsando así una mayor subordinación de la formación social entera a las presuntas necesidades de la acumulación de capital, y generalizando esta noción mediante la adopción de una amplia gama de indicadores internacionales de competitividad. — Promoviendo la economía basada en el conocimiento como objeto primario de la gobernanza eco nómica. — Enfrentándose a la resistencia de los sistemas extra económicos y dei mundo de la vida a ta colo nización por parte de la lógica de ta acumulación a escala mundial,
5.
Promueve la provisión de las condiciones generales de producción, especialmente las infraestructu ras de capital intensivo con un plazo de recuperación muy amplio, adecuadas para la fase y variedad correspondientes de capitalismo.
— Socializando las condiciones a largo plazo de la producción a medida que ios cálculos a corto plazo se vuelven cada vez más dominantes en tas actividades económicas de mercado. — Promoviendo las infraestructuras globales, nacionales y regionales da información, — Promoviendo los sistemas sociales de innovación. — Planificando y subsidiando tos arreglos espaciales que benefician a las actividades del capital financiero, industrial y comercial dentro y más allá de sus fronteras, — Emprendiendo formas complementarias de políticas adecuadas al tugar (Standortpotitik) y otras formas de competencia basada en la ubicación, en un intento de fijar ei capital móvil dentro de tos propios espacios económicos del Estado y de mejorar ta competitividad de los capitales interur banos. interregionates o internacionales ligados a su espacio.
. 6. Gestiona la contradicción fundamental entre la naturaleza cada vez más social de las fuerzas produc tivas y la persistencia de (a naturaleza privada de las relaciones sociales de producción y de apropia ción del trabajo excedente.
— Liberalizando y desregulando los movimientos de divisas y rediseñando la arquitectura financiera internacional, lo que provoca una internacionalización y aceleración de los flujos de capital. — Modificando los marcos institucionales del comercio internacional y de la inversión extranjera directa.
33 :?
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
— Promoviendo, en este contexto, el espacio de flujos organizando condiciones favorables para la movilidad internacional de las tecnologías, del capital industrial y comercial, de la propiedad inte lectual y, al menos, de ciertas clases de mano de obra. — Afrontando el carácter multiforme de la giobaUzación económica, participando en una lucha com petitiva y conflictiva para definir las reglas de la armonización y estandarización tecnológica, jurídico-politica. sociocuttural y medioambiental. — Afrontando las contradicciones ecológicas de la acumulación de capital, generadas por la disocia ción entre la transformación y apropiación reales de 1a naturaleza y su expresión monetizada incompleta y parcial, — Gestionando la contradicción fundamental entre socialización de.las fuerzas de producción y rela ciones de producción, lal como se expresa en la tensión general entre sociedad de la información y economía de la información.
Articula los procesos interrelacionados de desterritorialización y reterrilorialización y de destemporalización y retemporalización asociados con la reformulación de los arreglos espaciatemporales necesarios para periodos relativamente estables de acumulación,
— Cooperando en la definición y establecimiento de nuevas escalas de actividad (y desmantelando otras), reescalando y rearticulando así diferentes poderes estatales, formas institucionales y com petencias regúlate rías y posibilitando que tanto estos como otros actores "salten de escala". Se incluye aquí la descentralización y la formación de regiones trasfronterizas, de bloques regiona les y la participación en foros de negociación intertriádica. — Desterritoriatizando ciertas funciones estatales al transferirlas a formas o autoridades funciona les privadas (incluyendo los regímenes internacionales) y las cambiantes fuerzas del mercado. — Intentado, en sentido inverso, hacer encajar ciertos problemas no territoriales en estructuras espacia les (por ejemplo, haciendo que los Estados nacionales asuman la responsabilidad del cumplimiento de los acuerdos internacionales sobre calentamiento global por parte de otros Estados nacionales). — Tratando de gestionar la tensión entre (a) los intereses del capital potencialmente móvil de redu cir su dependencia de la ubicación y de liberarse de tas constricciones temporales y (b) el propio interés del Estado en fijar capitales (presuntamente beneficiosos) en su propio territorio y de lograr que los ritmos y horizontes temporales del capitat resulten compatibles con sus propias rutinas políticas, temporalidades y tendencias de crisis. — Promoviendo nuevos horizontes temporales de acción y nuevas formas de flexibilidad temporal. — Haciéndose cargo de ta creciente importancia de múltiples zonas temporales {en el comercio, la diplomacia, la seguridad, etc.}. — Recalibrando y gestionando la intersección de temporalidades (por ejemplo, regulando el comer cio programado por ordenador, promoviendo 1a ciudad de 24 horas como centro de consumo, ges tionando los riesgos ambientales),
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— Impulsando un desarrollo desigual mediante políticas de competencia interurbana, interregional e internacional; y tratando de compensarlo.
8,
Hace frente a tas repercusiones políticas y sociales más generales de tos cambios en las formas de aparición de las contradicciones y dilemas del capitalismo, según van apareciendo mediadas por for mas específicas de organización y movilización políticas.
— Desnacionalizando et Estado e incrementando el papel de) Estado en la articulación interescaíar. — Deseslalalizando las actuales funciones del Estado al transferirlas ai partenariado priva do-públi co o a las fuerzas del mercado asociadas al emplazamiento, y vinculándolas consecuentemente a las temporalidades de orientación mercantil y tratando de organizar dicho proceso a través de la gobernanza. — Configurando regímenes de políticas públicas internacionales y modulando su imptementadón.
Nota: la presente lista está incompleta y sus actividades se solapan parcialmente. Cada una de ellas puede vincularse con diferentes estrategias de acumulación y con diferentes proyectos estatales.
6. XA SOLUCIÓN A LA PARADOJA DE OFFE*. CAPITALISM O T ESTADO DE BIEN ESTAR Como ya señalé en la Introducción, Claus Offe indicó en cierta ocasión que "mientras que el capitalismo no puede coexistir con el Estado de bienestar, tampoco puede existir sin él” (1984,: 153; cursivas del autor). Algunos podrían pensar que se trata de un mero artificio retórico sin significación teorética o aplicación empírica. Lo cierto es que Offe trató de basar su argumentación en la naturaleza del capitalismo e indicó algunas de sus im plicaciones prácticas. De hecho, su análisis resulta por lo general convincente y sigue mereciendo una atenta lectura. Sus principales problemas radican en otro lugar. Como buena parte de la teorización sobre la crisis del Estado de bienestar en los años setenta y ochenta, estaba marcado por los horizontes políticos del momento12. Offe desarrolló su análisis en el contexto del ENBK en Europa, Am érica del Norte y Australia, sin abordar las dificultades de tipo más general relativas a la acumulación de capital. Por el contrario, en la medida en que el sistema del fordismo atlántico ha continuado su declive, hemos adquirido un m ejor enten dimiento de su naturaleza y sus limitaciones. Y también resulta más fácil d is tinguir entre sus rasgos particulares y los que caracterizan al capitalismo en su conjunto. 334
EL FUTURO DEL ESTADO CAPITALISTA
De este modo, podemos ahora proponer una solución a la "paradoja de Offe” . Por un lado, el capitalismo (al menos en su forma de fordismo atlántico) coexistió con el Estado de bienestar (en su forma de ENBK) durante un largo periodo de tiempo. Esto no evitó la desaparición o el debilitamiento de las empresas o sectores incapaces de competir en el nuevo marco fordista del ENBK. En un momento dado, el régimen de acumulación fordista y su modo de regulación a través del ENBK llegaron a ser mutuamente incompatibles. Esto provocó un nuevo movimiento de huida del fordismo atlántico en busca de nuevas bases económicas y sociales para la acumulación de capital, lo que ha supuesto un desmantelamiento parcial (reconociendo debidamente los com plejos efectos "conservación-disolución”) del ENBK. En este sentido, el régi men de acumulación posfordista emergente no puede coexistir con el ENBK. Pero, para complicar y también aclarar las cosas, la búsqueda continua de nue vas bases económicas y sociales para la acumulación de capital también im pli ca la búsqueda de nuevas formas de intervención estatal que puedan ayudar a asegurar la valorización del capital y la reproducción social de la fuerza de tra bajo. Quizá podríamos denominarlo la búsqueda de un nuevo tipo de Estado que ayude a gestionar un nuevo tipo de arreglo espaciotemporal o, para seguir la paradoja de Offe, la búsqueda de un nuevo tipo de Estado de bienestar. Ahora bien, esta insistencia en la continuidad de la implicación estatal en la repro ducción económica y social es a un tiempo insincera y engañosa, pues, como antes se dijo, el núcleo de principios organizativos del ENBK está siendo susti tuido por el del RPTS como condición para la renovada coexistencia del capita lismo y el Estado de bienestar. Con todo, hay una verdad más profunda en la afirm ación de Offe. Existen ciertamente contradicciones estructurales básicas y dilemas estratégicos en la relación de capital, que garantizan que la relación entre mercado, sociedad civil y Estado sea siempre problemática. El crecimiento capitalista depende esen cialmente de la explotación mediada por el mercado del trabajo asalariado, y no de la eficiencia inherente a los mercados sin constricciones. Los mercados median la búsqueda del valor añadido, pero no pueden producirlo por sí m is mos; y el propio proceso de mercantilización engendrado por la difusión del mecanismo de mercado engendra contradicciones que el propio mecanismo no puede resolver. Esto resulta evidente en las contradicciones inscritas en las formas más básicas de la sociedad capitalista de mercado. Fue en la gestión, al m enos durante un tiem po , de estas co n trad iccio n e s y d ilem as dentro de la matriz espaciotemporal de la economía y del Estado nacionales, en la que la "cesta de bienestar” asociada con el ENBK realizó su propia contribución al 335
ROBERT JE S S O P
régimen del fordism o atlántico. Sin embargo, mucho de lo que pasa por ser "fallo del mercado” (es decir, de lo que fue construido discursivamente como tal), y para lo que se pensó que el RPTS constituiría una respuesta adecuada, era en realidad expresión de contradicciones más profundas del capitalismo. Así, la intervención del ENBK con frecuencia sólo modifica las formas o los lugares de estas contradicciones, introduciendo la lucha de clases dentro del Estado o generando tendencias hacia crisis fiscales, de legitimación, de racionalidad, etc. Y, en la medida en que la relación de capital se desarrolló de form a que socavaba la economía nacional como objeto de la gestión estatal, las contradic ciones subyacentes reemergieron. Si el Estado ha fracasado en la com pensa ción de los fallos del mercado dentro del ENBK y ha generado, además, sus propios fallos, de ahí no se deduce que una vuelta al mercado pueda arreglar las cosas. El RPTS es el último intento de cuadrar este círculo de acumulación de capital y (reproducción del) bienestar social. Como el ENBK, puede que se consolide durante un tiempo; pero como el RPTS, es poco probable que llegue a ser permanente.
NOTAS i . En este sentido, no es posible explicar nada en términos de una tendencia al paso del ENBK al RPTS, del "vaciamiento” del Estado o del cambio del gobierno a la gobernanza. Son Justamente estos cam bios los que precisan explicación. 5. También hay otro sentido importante de la expresión "posnacional” . Se trata del paso del Estado nación (ya sea como Volksnatíon, comoKu-hurnation o como Staamatíon.) aúna sociedad multiétnica, multicultural y de "diáspora” dentro de unas determinadas fronteras territoriales nacionales. 3. El uso de tipos ideales es frecuentemente rechazado de forma inadecuada por empiricista y, conse cuentemente, por incompatible con el tipo de realismo crítico adoptado aquí. No se hace justicia así ni al uso del propio Weber de los tipos ideales en sus análisis históricos, ni a la naturaleza de ía crea ción de conceptos en el marxismo. Sobre ios tipos ideales en Weber, véase Ringer 1997; y sobre la formación de conceptos en la escuela regulacionista y en la teoría del Estado, Jessop 19 8 2 ,1990b y 2001b. 4.. Por ejemplo, Therborn y Roebroek estudian diferentes variedades del Estado de bienestar para, a continuación, declarar su irreversibiiidad (en condiciones democráticas). Su argumentación se basa en la simple ecuación entre grandes programas de gasto público y la presencia de un Estado de bienes tar. Véase Therborn y Roebroek (1986); sobre el keynesianismo internacional, véase también Piore y Sabel 1985. 5. Del mismo modo, he analizado en otra ocasión el tipo ideal de Estado nacional de trabajo lístiano y el tipo ideal de régimen colonial de trabajo ricardiano en los países recientemente industrializados de Asia Oriental, en términos de sus objetivos primarios de acumulación (véanse Jessop 1999c; Sum 1998). Podría construirse una tipología diferente basándose en cómo las diferentes formas de inter vención económica y social contribuyen a ciertos proyectos estatales. Asi. podríamos oponer un Sozialstaat imperialista y social bismarcldano a un Estado de bienestar democrático y social beveridgeano (véase también capítulo 2) ■ 6. Las presentes reflexiones derivan de Carpí (1997), si bien han sido reformuladas para que encajen con el enfoque general adoptado en las secciones anteriores de este capítulo. 7. Las etiquetas que coloco a cada elemento son de mi autoría. El Boletín de la CE citado, se limita a enumerar una serie de políticas y a describir sus respectivos papeles.
336
EL FUTURO OEL ESTAOO CAPITAUSTA
8. Esta cuestión no es más que una versión específica del problema general de la teoría del Estado marxista (Jessop 1990b): ¿en las sociedades capitalistas hay Estado o Estado capitalista? 9. La mejor forma de entender la congruencia en este contexto es en términos de "selectividad estra tégica” de las estructuras estatales; es decir, del grado en que formas y actuaciones estructurales específicas privilegian ia realización de políticas favorables al fordismo. 10. Constituiría un error postular dos tipos distintos de Estado posfordista que se suceden el uno al otro: el de transición y el consolidado. Hacerlo sería una reminiscencia de la torpe falacia estructuralista que postula un modo de producción de transición entre cada modo normal de producción, quedan do el primero definido en términos de su función estructural mente inscrita de garantizar la transi ción de un modo de producción normal al siguiente (véase Cutíer et áíii 1977)- Es por eü.o por lo que hago referencia al régimen de transición con una forma indefinida y al Estado normal con-una defi nida. Incluso con relación a este último, habría que especificar sus diferentes variantes. 11. Para un estudio más detallado délos análisis ezpostfacto y de cómo es posible desarrollarlos median te la observación de la coconstitución de los modos y objetos de regulación, véanse jessop 1990a, 1990b y %001b. 12. Lo mismo cabe decir del trabajo de Poulantzas sobre eí futuro del Estado de mediados de los años setenta, igualmente limitado por ios horizontes del fordismo atlántico (véase Jessop 3002a).
33?
ÍNDICE DE CUADROS
Cuadro 1.1. Cuadro 1.2, Cuadro 2.1. Cuadro 3.1. Cuadro 3.2. Cuadro 5.1. Cuadro 5.2. Cuadro 7.1. Cuadro 7.2.
La "ley del valor" en el capitalismo 20 Algunas funciones del tipo de Estado capitalista 51-52 Tipología de las cuatro categorías de regímenes de bienestar de Esping-Andersen 75 Formas de competitividad 149 El Estado competitivo schumpeteriano y la acumulación de capital 169 Tendencias y contratendencias en la reestructuración estatal 248 Reescalado e intervención estatal 263 Estrategias de promoción o ajuste del neoliberaüsmo global 320-321 Sinopsis: el RPTS y la reproducción del capital 331-334
ÍNDICE DE TABLAS Y GRÁFICOS
Tabla 1.1. Tabla 1.2. Tabla 1.3. Tabla 1.4. Tabla 2.1. Tabla 2.2. Tabla 4.1. Tabla 5.1. Tabla 5.2. Tabla 6.1. Tabla 7.1. Gráfica 7.1
Fuentes de tensión en las formas básicas de la relación de capital 24 Bases de socialización capitalista y de sus resistencias 39 Algunos conceptos nuevos en el enfoque estratégíco-relacional 41 -42 Algunas características clave del tipo de Estado capitalista 45-46 El Estado nacional de bienestar keynesiano 72 Principales síntomas en la permanente crisis del Estado de bienestar 112 Formas de neo liberalismo 209 Tipología de las comunidades políticas imaginadas en relación con los Estados nación 214 Glurbanización frente a glocaüzación 234 Modalidades de la gobernanza 282 El régimen posnacional de trabajo schumpeteriano 309 Representación esquemática de las diferentes formas de intervención estatal conforme a la periodización de la acumulación de capital 329
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ÍNDICE TEMÁTICO
Nota: el índice combina, nombres y ¿fimos. Los núme tos de página en cursiva se refieren a una discusión más detenida sobre un terna determinado. Los números de página específicos (por ejemplo, 3 ¡- 3) indican que la discusión continúa en esas páginas; cuando no se específica número final de página implica que aparecen diversas referencias en una (3 i y s.) o varias páginas (3 1 y ss.). El Índice es temáti co, de manera que las entradas a veces se refieren a un, tema de interés más que al uso concreto de una palabra, concepto o frase. Los autores aparecen en el índice sólo cuando se citan directamente ose exami nan afondo.
abstracción (como metodología) 3 y s., 14, 17, 22, 4 7 y s- 78- 8o- 89.175, 374.- 5 ,305-6 acopiamiento estructural 3-4,, 3i, 27-8, 40 y ss., 70-1, 77-8, 82, 84-5, 9 0 -1,14 4 , 165-6, 174-5. 179, 274 -5,30 6 -7,327 y ss. acreditación 134, 290 acumulación (como principio dominante de la socialización) 36-37,3a, 38 y s. véase también capital, capitalismo acumulación de capital 3, ío y s., 22 improbabilidad de la 1-2. 5 y s., 11. ?,3, 6 1-2, 90-91, 307 véase también régimen de acumulación, acumu lación estratégica, valorización
acumulación, estrategia de 7, 34, 3 6 . 51, 88. 87, lis , 131, 12 6 .15 3, i 63, 5.73, 275. 307. 322. 3?6 economía basada en el conocimiento como 208 y arreglos espacio-temporales 57 y s. y hegemonía económica 37 acumulación primitiva 158 y s., 55,74., ^3o -3i acumulación, régimen de 3, 4, 5 y s., 26, 87, 39, 40, g o ys., 68. 89, 9 6 ,173, 183, 208, 266 adquisición de recursos 236-7 África 226, 3io Alemania 54, 71, 85,14 5 y s.. i3o, 168, 214. 219 nazi 87 Althusser, Louis «39 América Latina 73,77, 336 análisis concreto, véase también abstracción análisis critico del discurso 6, 7-9, 40 análisis de las formas 1-4, 4,3-4 anarco-capitalismo 291 antagonismo 102 aprendizaje 16-7, 29-80, 32-3, 42-3, 8 9 -9 0 ,135 6, 204-5. 9.36-7, 245, 250, 289 a lo largo de toda la vida 202 y s. en la práctica 171 estratégico 63 institucional 89 organizacional 4,2-3, 89-90 véase también refíexividad apropiación, lógica de la 9 arreglos espaciotemporales 6 -8 ,12 . 23, 24-5 y s., 32, 36,4 2 , 49~5°- 51-21. 6 1- 2 ,88-95.978110, 12 0 -1, 123, 127 y s., 137-8, 145-6. 147, 175 -6 ,18 9 , 209, 215, 220, 2 2 4 ys., 324 ,33 4 -5 arte (como sistema funcional) 9 articulación interescalar 53, 57 y ss., 73, 85-6, 100, i38yss-, 14 4 ,14 5 -6 ,2 10 y ss., 221, 285-6, 239-40, 243. 247-9, 960-1, 287-8, 3jo, 328 y ss., 33i~4 el papel del Estado en !a 2.39-40,250 y s., 2603. 33i -4 véase también desnacionalización del Estado, escala nodal, relativización de la escala, escala Asia Oriental 73. 76-7, 101. 142, 164, 168, 179, 2 3 0 , 224, 228, 229, 2 4 4 ,3io. 3l2 Asía-Europa, encuentro 141 Asia-Pacífico, cooperación económica 141 asociación de negocios 87. 218, 246, 287,319 atractor institucional 274-5,281 austeridad véase también contención de costes, recortes 176 Australia 67, 7 1,10 3,17 6 , 317 Austria 71 autonomía operacional 47, 289 y s., 250, 291 autonomía relativa 4,1,239 autoorganización 6. 60,184, 282, 289, 296-8, 3io véase también autopoíesís
359
In d i c e t e m á t i c o
autopoiesis 6, 9, 33, 40 auto-valorización 8-jo, i 8, 23, 2 6 ,37 ,53,18 4 , B2B 122,134,, i33 B 2C 124, i 33 Baden-Württemberg 12 5,2 2 9 ,2 3$ balance de fuerzas 7,46 y s., 7 8 ,83,9 7 y s., io 3yss. Banco Mundial 14,1, 197, 199, 226, 252, 309, 317,
323 Banco Trasnaeional 9 9 ,15 4 ,14 3 base social de los regímenes de bienestar 86-7, 94., 10 8 -9 ,17 3 -4 ,17 5 -6 , 24.0-1 Bélgica 215 Bell, Daniel 110 ,15 8 bienes intelectuales comunes 24 y s., z36y s., 152, 158 y s., 208 bienestar economía del 279 ciclos del 179 combinado del 18 3,2 0 0 .2 0 8 .2 5 4 derechos de 72, 8 7 ,18 1- 2 ,19 1- 2 , 217-8, 3i2-3, 3i 6 bienestar, régimen de 74-7, 82-6 anglo-sajón 80 y s. antípodas del 7 6 y s. Atlántico Norte 7 6 y S. confuciano 76 y s, conservador-corporativista 77, 8o, 87. *91, 198,253 de trabajo schumpeteriano 197 democristiano 3o, 19 1,19 8 y s. escandinavo 77, 80, 82 fiscal 107 generador de sus propios problemas 283 liberal 3o, 8 2 ,10 5 ,10 7 ,18 0 ,19 0 ,19 8 mediterráneo 7 6 y ss, oeupacional 106 para el capital 18 2 -3 ,19 7 ,3 0 8 ricardiano 179 sociaidemócrata 3o, '¡’y y s s., 2 0 5 ,19 1,19 7 ,19 9 idéase también. ENBK, RPTS Biernacki, Richard 83 bismarckianos, Estados del bienestar 114 Blair, Tony 325 bloque de poder 219, 251, 255 véase bloque hegemónico bloque hegemónico 7 ,9 ,3 9 bloque histórico 7 ,2 7 ,4 1 -2,76 bloque regional 141-2 ,334 -7 ,2 28 -9 bloque soviético 226, 243 Bonoli, Giuliano 8 1,19 6 ,19 8 Bowles, Samuel 14 Boyer, Robert 7, 69 burocratismo 7 0 ,10 5 cálculo, modelos de 6, 21, 29"3o, 32, 3 4 -5 ,4 0 ,4 7 , 13 4 - 5 ,14 5 ,16 1- 2 ,17 0 , 239, 278-9,326
36 o
calibración 61 y s., 295-6, 3o o -i Canadá 6 7 ,7 1 ,7 9 ,2 1 5 ,3xo, 317 capacidad política (Statecraft) 49 capital como bienes invertidos 210 como objetos de regulación ai, 25 como relación social 5-7, i3y ss., 2 0 ,2 5,5 5 y s., 14 8 ,2 10 capital co m e r c ia l, 18 , 2 8 - 9 , 1 2 3 - 4 , i 2 9 ~ 3 o , 14,9 y ss. ca p ita l e n g en e ra l 1 2 - 3 , 3 4 y s ., 4 7 . 5 3 , 1 8 4 , 2 0 9 capital fin a n c ie r o 1 0 0 , 1 2 3 - 4 ,, 1 2 9 . i 3i y s ., 1 4 5 , 1 4 9 ,1 4 5 - 6 ,1 8 9 ,2 7 0
véase también ca p ital
m o n eta rio
capital h ip e r m ó v il 1 0 0 , 1 2 8 - 9 , i 33-*4 , 1 1 2 , 1 8 0 - 1 ,
239 cap ita l h u m a n o g 3 , 5 6 , 1 9 5 , 2 0 1 y ss. capital in d u stria l 1 0 0 , 1 2 9
véase también capital productivo capital productivo 18,32-5", 2 8,34, 4 1- 2 ,10 0 ,12 8 y ss., 14,6-7, 16 0 -1, 180-1 como un valor abstracto en movimiento 32-5 como un stock de activos 24-5 primacía en los circuitos del capital xfyss. y fuente de ganancias 24 y su concepto de capital 8 3 -4 ,14 5 -6 capital riesgo 244,246 capital social 13 4 y s., 15 9 -6 0 ,16 2 capital-trabajo, relacionesi3- 6, 78, 37-41, So y s., 59, 9 3 ,10 0 , 29 1-3, 33o capital-visión teórica 14 -5 ,18 2 capitales, particulares 15-6, 3 4 y s,, 62, i 83 capitalismo i 3, 14, 21, 8 8 ,10 9 -110 académico 205 como economía de tiempo 18, competitivo 275 coordinado 49, 8 2 ,19 9 ,2 5 2 -3 , 269,375 competitivo 276 confuciano 3o i descoordinado 2*3, 217-8,276 informacional i38. 158 leyes y tendencias del 63 - 6$ organizado 271-2,289 popular 196 regulado 2 52 -3,2 6 2 -3 véase también ley del valor capitalista, modo de producción 1, 3-4, 1 1 ,1 4 y s, carisma 4,7 Cascadla 244 Castells, Manuel 290, 240 categorías económicas 3 -4 ,15 , 40 categorías sociales 3 9 ,5 6 -7 ,112 -3 centralización del capital 64 Cerny, Philip G. 170 Checoslovaquia 228 China 226,229 China, apertura en 102, 226
ÍNDICE TEMÁTICO
ciberespacio i33~4, 159, 2 2 1- 2 ,23?, 331. ciclo de negocio 36, 92, 97 y s., 146 y s., 152 ,17 9 ,
2o3
político 36,179 ciclos de productos i 32>14,6-7,152 ciclos electorales 59, 91, 97 ciencia 9, 35,14.1, 241 cinismo 299-300 circuito dei capital 1 1 . 1 8. 21-2, 26, 27 y s., 32,3 4 , 42y s .,5 8 ,89,100, i2i, 128 y s., i33, 148, j 8i -3 y primacía del capital productivo >8 y s. véase también fracciones del capital círculo virtuoso del fordismo 69,70, 9 2 .3,16 6 -7 ciudad 57-8 ,14 6 crisis en/de la 105 y s. empresarial 127, 2i3, 23i. 233 interior 106 y s., 236-7 mundo vs. global 222-3 red global 57-8, 127, 14 0 -1, 222-3, 229~3o, 288 reflexiva 229"3o, 232 ; '"rt yéase también políticas urbanas ciudad mundial 223 (?¿ase también ciudad global ciudadanía 46, 59 y s., 79, 86 y s, 9 5 ,18 5 ,19 9 s s., 217-8, 281, 23$ deberes de la 4,6 derechos de la 51, 87, 91, 9 3,17 4 ,18 5 y s. participación de la 178 regímenes de la 87,95 véase también derechos humanos, derechos del bienestar ciudadano, salario del 821 ciudades internas 106 y 8., 236 ciudad-región 229-80, 2 3g -6 ,2 8 9 ,3o8 clase capitalista transnacional 257 conciencia de 39 -9 ,4 1 discurso de 4 2 ,10 5 dominación política de 289 importancia de la 21. 37y s,, 42-3 interés de 37 7 s., 42 medía 105 obrera 105 pertenencia de 38-9 visión teórica de la 14 ,18 1-2 clases 48-9 análisis de 38 sociedad dividida en 25. 260.61, 292-3 clases, lucha de i8 y s.. 21 y s. 25,36,3 7 -4 1,42, 99. 106 y s., 108-9, 27?y s., 326-7, 335-6 y formas estructurales 18, 40, 42 y s. Cleaver, Harry 64 clientelísmo 105, 253 Cloward, Richard 179 co-constitución 3, 10, 13-4,127, 164, 283, 2993oo, 267-8
código operacional 34,-5, ^7- 4 ° > ^7°- 228 coerción, véase coerción extra-económica coevolución 6, 3i, 33-4, 4 o J ss-> 55~6- 70-1, 76, 84-5, 9 0 -1, 144,, 165, 174-5, 179 ' So, 306-7,
327-8
coherencia estructural 7 y s., 12, 55 y ss., 62, 81, 87, 89 y s., $c¡-joo, 10 1, 2 10 -1, 220, 227. 23?, 251, 288-9, 3 i 3 -32 ) Collinge, Chris 6 2,221 colonización de sistemas y del mundo de ia vida por el capital 32-3, 36 y s., 38, 184-5, 141-214 4 ,15 2 ,2 0 1-2 ,2 0 6 -7 ,2 5 7 ,2 7 7 -8 ,2 8 5 -6 ,32 6 7 , 33i y ss. véase también mercantilinación, dominio eco lógico, mundo de la vida Comecom 227 comercio exterior 86, 94, 225 comercio justo 32i compañías multinacionales 99, 142*3, 153 y ss., 261, 263 competencia 11,14 .- 5 ,2 3 ,3 7 dinámica t>s. estática 14 8 -9 ,3 2 1-2 económica2 0 -1,2 3 ,4 8 -9 , 6 8ys., 189, i4 6 y s., 16 8,26 0 estatal 1 0 - 1 1 , 118, 153, 164, 247 internacional 201-2 oÜgopólíca 184, keynesiana «26 listiana 148-9, 226 y s. local 246-7 nacional i 36~7 neoliberal i 63 política de 289 ricardiana *49-50, 226 schumpeteriana 119, >46-5#, 164 y s., 236-7, 2 5 9 -6 0 ,3 o 4 y s. ventajas de la 7 9 -8 0 ,118 -9 ,12*3~4, i 33, 146-7, z3 i
ys.
y partidos políticos 9 5 ,10 6 competitividad 2 8 -9 ,4 2 -3 ,4 9 -5 0 ,5 9 ,10 0 , i8 9 y s., 2o3, 219, 2 2 1.229-3o, 3io extra-económica 127, i 32. 16 1-2 desde el punto de vísta de la oferta 253-4 espacios de 14 4 ,14 6 -7 ,16 6 -7 , 223-4 estructural y/o sistémica i 33, 185-6, 147-8, 152, 158, 168, 189, 2^6, 23o -3i, 233, 241 y s., 214, 2 8 5 -6 ,3o 8, 3io, 3i3-4 , 319-20,324. internacional 110 ,2 4 8 -9 ,2 6 3 ,2 5 4 -5 ricardiana ig3 complejidad 8-9, 3-4, 3i, 47, 6 1-2, 2i3, 223-4, 26 6-7,281. 285-6, 292 y ss. y carisma 47-8 metodológica 14.-5,48-9 complejo industrial militar 29“3o, 314 complejo social-industrial 3o. 186-7 complementariedad estructurada 284 y s, composición técnica del capital 114
36 i
In d i c e t e m á t i c o
comprobación de recursos 75, 105, 178, 192, 196, 199 y s. compromiso 7-8, 35. 37. 42-2, 4.8-9, 10 5 ,12 9 -30 véase también compromiso institucionalizado compromiso institucionalizado 25, 35-6, 42, 56, 89, 94, y ss.,96,102-3, 105 y s.. n o , 129-30, 173-4.. 187-8, 201-2, 286-7 comunidad imaginada 10 6 ,10 8 , 214-5. 267-8 comunidad, participación en la 17 8 ,19 6 y s,, 2045 comunidad política 7 comunítarismo véase también, neocomunitarismo 82, 317 concentración de capital 64. concepto dinerario del capital 83 y s., 128. 145,
3^4 coneertación 11,174.-5. 265-6, 370. 321-2 véase también corporativismo condensación del balance de las fuerzas 7 véase también determinación de la forma, materialidad institucional, estrategia selectiva condición constitutiva incompleta del capital relación de la 22-4, 27-8, 3i, 42-3, 4.9 y ss,,556, 59, 88, 238, 278-9 condiciones generales de producción 49-50, 52, condiciones generales externas de producción 4.8 y ss., 51-2, 274. 33o~4 conducción contextual véase también, guía social descentralizada conducción social descentralizada 60-1, 245-6, 279-80,289-90, 292-3, 321-2 confianza i36 conflicto de status 105 y s. conocimiento 14 -5 ,17 . 24, 45-6, J57, 206, 267-8, 279-80 como factor de la producción 97, i29~3o, 205 como mercancía ficticia 17, 2 2 .2 5 ,15 7 reflexivo 12 2 ,15 0 -1 véase también bienes intelectuales comunes, propiedad intelectual, wetware Consenso de Washington 256 consociacionalismo 215 construcción 69-70, 76, 102-3, 106 y s., 176-7, i8 2 y ss., 2 35-6 ,32 2 -3 consumismo z3 z consumo 16-7, 5 3 ,10 0 ,12 6 ,14 8 - 9 ,2 3 2 ,3 6 9 normas de 6 ,15 -6 , 5 3 .19 6 -7 ,3 19 privado 106-7 véase también consumo colectivo, consumo masivo consumo colectivo. 26-7, 57 y ss., 94 y s., 107-8, 124-5, y ss > *76 y ss., i 83, t8$y ss., 188 contingencia 7 y s s ., 4.1-8 contradicción 1 0 - 1,1 7 ,1 9 - 2 0 ,2 1 y ss., 26, 32 y s., 40, 53, 89-90. io?.-3, 110 y s., 737-135, 18 0 -1, 209 y s., 266-7, 270, 272-1
3 6%
contradicciones fundamentales como sociali zación de la producción os. contra la propiedad privada y la apropiación 52-4, contradicciones aspectos primarios i>s. secundarios 55-6. 90 y s., 94, 97-8, 10 0 ,12 8 -9 principales vs. secundarias 40, 55-6, 90-4, 10 0 ,110 ,12 8 y s., 139,16 1-2 ,17 3-4 .2 6 6 -7 ,19 y ss. y reproducción a través de la lucha 16 y s. contratendencias 9 -10 , 26. 32-3, 14 0 -1, 274-5. 30 5 -6 .3 17 control popular democrático 246 cooperación público-privado 200 -1, 207-8, 2723, 286, 33i~4 cooperación social 186-7, 2°4 " 2 11.2 6 5 coordinación imperativa 11, 6 0 2 8 9 , 3n coordinación negativa 279 y ss. 297 Corea del Sur 33, 227 corporativismo 10, 4.9-9. 6 8 ,79 -8 0 ,8 3-4 , 87. 94, i29~3o, 197-8, 209, 253-4, 267-8, 271-3, 275, 2 9 2 -3 .2 9 9 -3 0 0 .3io, 317 crisis del 104 -105, 271-2, 235 períodización del 272-4 véase también concertación, economía negocia da, neo corporativismo, pacto social, tripartídismo costos, reduccción de 10 ,10 2 .3,19 5 -7 .2 0 9 ,3 0 7 -8 véase también recortes coyuntura 21 y ss.. 3s y s., 38-9, 4 1-3 ,5 4 y s-, 978 ,14 1- 2 .2 0 8 ,3 17 dirección de la 54 crecimiento dependiente de los factores econó micos, 235 crecimiento, triangulo de 236 crédito 28-9, 69-70, 94, 96-7. 124-5, *^3 y s ‘*54 "5 crisis 10 ,33 y ss., 56-7, 6 o -i, 7 0 -1,9 6 -10 9 ,111 africana 226 como mecanismo de dirección 56-7,60, 89 y ss.. 100 de Asía Oriental i 33, 15 3 ,16 8 .2 2 6 .3 i2 "3 de dinero nacional i3o~i de Japón 234-5 de la hegemonía de los EE UU too, 2 16 -7.34 0 -1 de legitimidad 113 -4 , 316 -7, 218 -9 . 277-8, 2 9 3 -4 ,10 5 -6 de racionalidad 277-7 de representación 217 y ss., 293-4 del ENBK 8 5 . 1 9 5 , 283-5 del Estado nacional, %i6-8, 2,38,216-7 del fordismo 3-4 , 89-90,100-9, 128-9, 165 y ss., 194.-5.2 4 4 .3 7 0 .2 8 3 -5 ,3 0 5 -8 ,326-7 del sistema de partidos 173-4 ,2 17 -8 económica 51, 88 y s., 97-102. 265-6 en América Latina 226 en/de 2-3, 84-5, 89, 97-9, 110 y s.. 113-4.119. 152 ,16 8 , 175 y ss., 189, 201 y ss., 265-6
In d i c e t e m á t i c o
fiscal io 2 -3y $.. 10 6 -7 ,12 2 ,16 6 -7 , 215-6, 2167, 277-8 institucional 218-9 medioambiental io2-3, 106,14,4. orgánica 216-7, 218-9 política j o £-7 y discurso sobre la 9 0 -1,111- 5 ,15 2 crisis, gestión de las 3i. ss., 57-8 ,10 0 , ii2 -3 , 117 -8 ,16 5 , 359-60, 33o -i crisis (de la gestión de la crisis) 111 crisis, tendencias de las 2-3, 32. 4,0, 88-9, 111-2 . 117-8 ,12 7 ,14 ,7-8 ,16 5 738 ., 17^-5, 213-4, 216-7, 283-5, 288, 30 5 -6 ,334 -5 cualificación 2 4 .3 0 ,5 3 ,8 2 ,12 1.118 ,18 1-2 ,18 5 - 6 , 2 0 5 -6 ,3o8, 321-2 multicualificación 12 0 -1 cultura empresarial 184., 155 y ss., 3o8, 3i 8 currículum, diseño del 204-5, 206-7 curso vital 3 8 ,5 3 ,19 2 ,2 3 4 -5 Deacon, Bob 247-8, 256, 264, decisión, trampa de la 250 deliberación 221-2 Delors, Jaques 252 demanda, gestión de la 69-70, 7 1-2 , 86-7, 91 y ss,, 9 8 -9 ,10 0 ,17 9 ,19 0 -1, 251-2, 283-5, 255-6,
3*3-4
democracia 45-6, 201-2, 226, 260 y ss., 278-4, 277-8 asociativa 26 capitalista 11 y educación 301 y ss. demografía 108-9, *97 véase también edad y bienestar, generaciones, pensiones densidad institucional 134-5, 14*4>222-3, 23o -i, 295, 321 dependencia de la trayectoria 29"3o, 33-/),, 70-1, 76 y s,, 79 y ss., 8 4 -5 ,10 2 y s, m , 119 -2 0 ,16 4 , 170 ,18 6 -7, 207 y ss., 228-9, 233,286-7, 291-2 304, y s., 3ziy s,, 3i 6, 325-7 derechos humanos 38 ,28 1 desarrollo desigual 161, 225, 253, 263,178 desempleo 102. 179. i 83, 189, 190 y ss., 202. 218 beneficios del 73,75, 81, 9 7 ,10 2 ,19 0 ,19 2 ,19 7 trampa del 105 desestatización 19 5 -6 ,Z45-7, 259-60 véase también gobierno y gobernanza des fronte m acíón 23,5 des incrustación i33~4„ 14,5-6,153-4 véase también incrustación desindustrialización 122 desmereantilinación 76 y s., 181.2. 321-2 desnacionalización de la sociedad civil 107753. desnacionalización del Estado 201, 24.0-5, 2$i~2, 260 y ss., 309, 321-2 véase también articulación interescalar
desplazamiento de las contradicciones 3i, 40, 6a3, 8 8 ,14 ,5 -6 ,119 -2 0 , 270 y corporativismo 271 y s, véase también arreglos espaciotemporales desregulación i3o -i, 170, 229 y ss.. 289-90, 24.1, 32o -i, 323 destemporalizaeión 51-2 desterritorialización 22-4, 52-3, 108-9, i3o -i, 18 4 -6 .2 3 8 y s., 24,0y s., 245-6, 334-5 determinación de formas 7-8, 43-4, 8 4 .117 , 240 determinación económica 2-3, i3 - 4 ,%yy ss., 4,1-2,100, 305-6 en última instancia 3 - 4 , 13-4, 27-28, 3 1,4 1-0 tecnológica 2 7 -8 ,4 1-2 féase también, dominio ecológico, sobredetermínación deuda 4.5-6, 97-8 devaluación 96-7, 226 diáspora 215-6,217-8, 288 dictadura 4 4 -7 ,17 9 -8 0 , 273-4 diferencia, políticas de la 108-9 diferir en las contradicciones 3i, 40, 59, 88-9, 94.14,5 y ss., 270, 277-8, 291 véase también arreglos espaciotemporales dilema 10 - 11,16 - 7 , 21-2, 24.-5, ^2 y s., 38-9, 512, 54-5. 88,102-3, n o y s., 135 y s-, 180-1, 209 y s ., 291-2 dilema continental 154-5 Dinamarca 71, 85, 251 dinero 15-7, 2 4 y s .,3 7 .4 9 ,5 1-2 ,5 6 ,9 1,9 5 7 3 .,9 7 8. roo, j o 7 -8,210, 273-4,280, 294., 3 i 3 ~ 4 como capital en general 25 como dinero nacional 16, 24, y s. como divisa 24,y s., 9 4 y s ., 100, 210 como medio simbólico de comunicación 280 como mercancía ficticia 18, 22-4. como poder social 24 en el fordismo 55-6 en el posfordismo 56 funciones del 16, 24 dinero capital 18, 2 8 ,12 9 -3 0 ,14 5 , 82 y s., 128-9, 14 5,32 4 dinero vs. concepto de capital productivo 82 y s. dirigísmo 78-9, 267,297-8 discontinuidad 312-5, ^17 idéase también efectos de conservación-disolu ción discurso 8, 27-8, 54-5. 74-5. i 3 i~3 , 174-5. l 83. 221, 298-300, 257-8, 326-7 de fallos de mercado 21.2. 37,335-6 de naturalización 16, 43, 4 9 -5 0 ,7 3.2 2 4 -6 de seguridad nacional 73 y s. e identidad de clase ,4 1- 2 enmarcado 5 4 .17 3 y ss. y competítivídad 37, 53, 103-4, i 33y s., 152, i 63, 189, 203, 2847 ss,, 2 6 2 -3 ,3 3 i-4 y crisis 9 0 -1, ni - 3 , 153, 158-4
363
ÍNDICE TEMÁTICO
y economía 8-9, 52-53, 86-7, xo3 y ss., 137, 14,7-8,14,8-9,161-2, «05-6 y economía basada en el conocimiento 154-5, 18 5 -6 ,3a6~7 y el interés general 270 y estrategias 42-3 y fronteras estatales 4,3,47-8 y globalización 8 - 9 ,1 4 4 y s „ i 6a -3, 18 0 -1,2 2 1 y lo extradiscursivo 8-9 y papel en el dominio ecológico i3-4„ 29 yposfordismo 12 0 -2 ,12 6 discurso oficial 44-6 diseño institucional 14 1,15 7 ,17 5 -6 , 2 6 3,2 7 8 y s., 2 8 6 ,2 9 6 ,3oi divisa principal y/o hegemónica 226 y¿ase también dinero división del conocimiento 245 división del trabajo 18 ,78 ,17 5,2 7 1-3 ,29 0 -1,34 8 -9 escalar 59 y ss., 85 y s., 144, 220, 223-4, 284.6, 257,292-3 espacial 6 0 ,14 4 ,2 2 3 -4 global 144,, 194,-5, 3o 6 internacional 71, 80 ,14 2 regional 223 y s. social y técnica 18 ,5 5 -6 ,2 9 2 -3 temporal 59 y ss., 144 y género 79 y s. véase también mercado mundial doméstico, trabajo 54, 9 6 ,14 7 ,28 7 dominación económica 27 -8 , 33 - 6 , 7 8 -9 ,10 0 véase también fracciones del capital, hege monía dominación política de clase 240 Dot.com, burbuja 28, i 32 Dunsire, Andrew 61 Ebbinghaus, Burkhard 8 2 -3,18 2 ecología 304 de sistemas instituidos 9 -10 ecológica, relación 3o -1 ecológico, dominio i 3-4„ 27-8,39*34,34 y ss., 39, 41-2 , 78-9, 8 1,12 8 ,14 ,1,14 4 ,15 6 , 206-7, 23940 ,24 9 y s., 3i 8, 327-8 y discurso 13-4, 29"3o y globalización 13,4 economía 9 - 1 0 ,1 4 0 - 1, 241-2 continental 3io de la información i 36 deslocalizada 10 0 - 1,118 , i 3i de mercado 270 de mercado descoordinado 211, 267-8,274-5 estrecha 3 -4 ,14 9 -5 0 ,15 2 , 265-6 evolutiva 5 institucional 5, i 63, 326-7 instituida 13 5 ,14 1-2 integral 2-4, 6, 165-7, 265-6, 272-3 local 87, 98y ss., 217-8. 221, 225y ss., 288
364
nacional 8-9, 4 9 -5 0 ,18 4 , 216-7, 283-5, 287-8 negociada 7 8 ,25 1,26 7 ortodoxa 5 y s., 276 piurinacionai 4 9 -50 ,222-3 regional 8-9, 87, 99 y ss., 217-8, 221, 224-5, 2 2 7 -8 ,2 8 7 -8 ,3io social 273-4 ,320 -2 social de mercado 77 urbana 225 virtual i 3a véase también capitalismo, economía in te gral, economía mixta, economía estrecha, escala economía basada en el conocimiento 10, 28-9, 4 2 - 3 ,118 y s s ,i2 3 ,126 y s., i 33 y ss., 1 3 5 y ss., i5 o y ss..155-6 5,17 4 ,15 0 -1, i8 8 ,2 o o y ss., 2056 ,2 0 8 ,2 3 9 ,2 5 7 ,2 8 5 -6 ,8 0 6 -7 ,3 i3 ~ 4 ,319-20 , 323-5» 3a6 y s., 33i~4 y Estado i5 7 y s .,3 3 i~ 4 economía coordinada de mercado 58, 82, 198, 252-3, 267-8,274-5 véase también corporativismo economía mixta 11 y s., 50-52, 72, 74. 77-8, 86, 157-8168, 200, 288, 248-9 crisis de la 5 0 -1, 265-6 de bienestar 201-2. 208 economías de aglomeración 101, i34 y s, 223, 335 y s, 3i 3 de alcance 100,12? y s., 124, 3 í4 de escala 6 8 y s.,7 2 , 98 ,10 0 , i» i, 124-5, i 35~6, 16 1,2 2 6 , 252-3, 288,3i3~4 de red 730-1,122 y ss., 1 3 7 ,3i3~4 economicismo 2 - 3 , i 3- 4 idéase también determinación económica edad y bienestar 10 8 ,19 3 ,19 6 ,19 7 ,2 0 4 idéase también generación, pensiones educación 9 ,17 ,3 5 ,5 3 ,7 6 , 83, 1 0 7 y s., 14 1-2 ,17 5 , 177,179 ,184,7 s., 188,19 6 ,201-# , 241 y ss., 247. 255, 259, 3o 8, 3i3, 319 ,322 crisis de la 202 en el fordismo atlántico 2i3 y construcción nacional 18 8 ,16 2 y ss. Edwards, Richard 14 EE UU 3 0 ,6 7 ,7 0 ,7 9 ,8 6 y s., 9 5,125, i 3i, 137,16 8, 176, 2 0 5 -6 ,215 , 224,226, 24.4-5,3io atención médica 187 hegemonía 12 5 ,15 3 ,16 1, 317 NewDeal 88 efecto Baumol en los servicios 122 efecto conservación-disolución 119 -2 0 ,15 2 -4 ., 176 -7, 2 10 y s., 247-9, 30 7 -9 , 3i 6, 33o,
334-5 véase también periodización efecto expulsión 186-7, electorado 46, 106, 174, 177-8, 18 0 -1, 186 y ss., 191, 217-8 empleabilidad i 63, 19 0 ,19 3 . i 63y ss., 258-9
In d i c e t e m á t i c o
empleo véase también, flexibilidad, pleno empleo, mer cado de trabajo, empleo a tiempo parcial, polí ticas públicas, salarios empleo a tiempo parcial 104,, 167 emprendimiento 24, 147-8,14,8-9, 232-4,, 314,-5 empresa, forma de la 69, 12 1, i 23~5, 365 y s., «85-6 empresa red 121 empresa virtual 124.. 137 empresarial ciudad *35, 2 i3 ,2 2 9 -30 .233-4 , 286,32* región 313 sujeto i6 y ss., 193,200-1,204., 2 0 8 ,2 8 5 -6 ,3o8 universidad 165-6 empresarial, Estado 155 y ss. véase también estado competitivo empresariales, estrategias 13 5 -6 ,15 6 , i 63, 287-9, empresas vacías 260 ENBK 2 ,6 - 7 ,1 0 - 2 ,25,70-á.?, 94 y s., 126 y s., i 3i, 151, 166 y ss., 176, 181, 185, 189 y ss., 2ioy s., 216 y s., 218, 243, 251, 259, 2¿3 y s., 283-90,
3
o í ¡ ,-
6 , 334, -6
en contraste con e! RPTS 3i2~3 variedades del 67-8 y consumo colectivo 9 2,20 0 -1 y desarrollo desigual 178 y educación 200 -1 y el Estado nacional 86-9 como un proyecto de Estado 259 y el papel de los regímenes internacionales 70, 85-6 enfoque estratégico relaciona! 40 -3 Enron 299 ensamblaje institucional 7 escala 4,0, 6 2 -3 ,78 -9 ,14 ,6 ,22 1-2 anidada i4,oys., 144, 2 2 iy s . de competición 23o -3 dominante 249 excentricidad de 222,225,228 global i 38 local t38 nodal 9 0 -3 ,2 2 4 .-5 ,226, 239-40, 24,9.3 i2 -3 primacía de la escala nacional u , 71 y ss., 85 y ss., i 38, 209, 213-4 , 220, 238, 259 y s,, 264, 2 8 6 -7 ,3 0 4 ,3i2-3 selectividad de 2 10 -1 urbana 57,73,188 véase también re-escalado Escandinavia 54,, 75, 8 0 ,19 1, 210 esfera pública 45-6 ,58 ,138 véase también sociedad civil espacialidad í ^ y s s ., 14,0, 289 espacio i33 y s., 118, i 83 nacional 184 véase también ciberespacio. espacio de flujos, espacialidad, arreglos espacio-temporales,
compresión espaciotemporal, alargamiento espaciotemporal espacio de flujos 45"^' 5&> 1IO>*29. i 3i y ss., 135. i38, 14 ,5,157,16 9-70 , 2to, 238 y s., 331-4 espacio-tiempo alargamiento del 2t~2. 3i y s., 138 , 14,0-1,14,4.y s,, 16 1-2 ,17 0 , 222-3, 239-40 compresión del 21-2, 3iy s., 185.6, ¡38 , 140 -1, 143.4, 149.51, 155-6, 16 1-2. 222-3- 239-40, 290-1, 320-1 España 179 ,2 15 especíalización flexible 8 2 ,119 -2 0 ,12 3 ,16 4 ,2 6 2 3 especificidad histórica 2, i5 y s s .,8 6 - 9 , i 83, 3is¡~ 3 Esping-Andersen, Gesta 74-7, 8 2 ,112 .17 9 -8 1 Estado 7-S, i 3, 117-8 aparato del 2 . 7-45'<> capacidades del 43-4, 46, 78-9, 83-4, 89, 978,127, i63, 181. 257-9, ^63, 278, 284, 2 9 0 ,3i 3 como comunidad política imaginada 7-8 como un conjunto institucional 238 competitivo schumpeteríano 119,747-63, i6 4 y s., 23?, 259-60, 304 de excepción 274 de seguridad nacional 27, 34-5, 73 y s., 22a, 238 de tipo capitalista 2 -3 .4 2 -9 ,10 2 -3 ,15 2 ,18 5 -6 , 259-61, 273-4, 3 i 3 - 4 ,328 desarrollista 288,268-9 dimensiones del^S, 8 4 ,19 3 -4 dual 214 el proceso del trabajo en 89-90 Estado capitalista vs Estado en el capitalismo sociedad 4 Estado fordista ys. estado en la sociedad fordis ta 89-90 fallos del 277-9, 288-9 0,304 -5 fiscal 4 5 -6 .10 2 formas del 3,45-6, 248-9 funciones económicas del 51 -2 funciones generales del 117-8, 241-2. 245-6, 24 8 -9 ,259 -6 0 .26 4 integral 7, 292-3 local 73. 244, 24.8 moderno 273 multinacional 214-5 nacional de trabajo listiano 164, normal 4 6 ,16 5 -6 9 , 328-3o Occidental 242 poder del 1-2 ,7.4 6 , 245 posfordista 327-8 posnacional 251,2 56 ,2 6 0 regional 73, 2 2 9 '3 o ,235-6, 244-5,348-9 sup rana cío nal 241-2 terapéutico 108 territorial 239, 273-4
365
iNDIce TEMÁTICO
transicional 2 0 0 -1,32 8 unidad deí 4,8, 7,4.5-6, 326-7 unitario vs, federal 78, 108-4. vacio 260 vigilante 114 ,2 6 9 ,2 9 8 ,3 18 westphaliano 11, 238 y ENBK 7 2-3,8 5-6 y la cohesión social 4,3,293,298 y la metagobernanza 249 -51,29 6 -8 y sociedad 4 y toma de decisiones colectivas vinculantes 78,46 -7, 273 véase también. Estado nacional, soberanía, territorialízación, territorio "Estado mundial" 24,Z Estado, intervención del 42.3, 48-9, 70, 76 y s., 8 3 -4 , 9 0 - 3 , 10 8 ,117 - 8 ,10 0 - 1,12 5 -6 , iÓ4yss., 265-6, 269, 223, 285-6, 3oo, 304.-5, 3*5' ^*8,
321,327-36
véase también planificación indicativa, articu lación interescalar, políticas Estado nacional 8 -9 .11,13 -4 .5 5 .5 8 .7 3 ,£ 5 -9 . i3i, 18 0 -1,18 5 , 214-7, 240-6,259-62. 3i2-3 véase también desnacionalización, ENBK, Estado de seguridad nacional estándares laborales 94-6 estanflación 95, 98, i36, 19 0 -1, 284-5, 288 estatalidad 241 estatismo 173-4, 209, 218, 275, 3n , 317 véase también, economía mixta, neoestatismo estrategia de desarrollo económico 205-6, 285-5, 246-7 estrategias de alianza 227.z3 o, 235-238, 263 estrategias para "salir del paso” 111, 296, 325 etapas del capitalismo i - 3, 20, 21, 25. 40. 50-2 véase también periodización étnica, identidad 86,175, i83ys. véase también Volsknation étnicas, minorías 156 etnicidad 6 Etzkowitz, Hemy 206 euroeorporativismo 254 Europa 8 6 ,126 ,142, 323-6 Asociación de Libre Comercio de 237 de las regiones 231, 258 social 7 4 ,7 8 -9 ,2 5 2 -3 ,32 4 -6 europea integración 252 política social 74 tabla redonda 207 véase también Europa social europeización 257.28 8 ,310 exclusión social 37 y s., 57, 62-3, 95-6, 128-417 5 ,19 1-2 .19 3 .2 0 3 , 236-7, 287 explotación 14-6, 18, 20, 23, 53,158 , 276, poder de la 82
366
exportaciones, 71. 82 extra-discursivo, fenómeno 5 ,8 -9 extra-económica, coerción 33, 42 y ss., 272-4 extra-económico como complemento de la eco nomía 10 ,13 -4 ,16 -7 ,2 7 -4 , 28-9, 3 3-4 ,4 0 , 4.12. 5 1-2 y ss., 5 5 -6 ,10 3 -4 , l l 7' iz 7 y s-’ i 33 y s ., 14.6-7,151,161-2. 174 y s ., 1 8 0 - 1,18 5 - 6 ,19 0 - 1, 226, 233, 239,257, 265-6, 269, 277-8, 250-1,
3s>4 véase también condición constitutiva incomple ta del capital, separación institucional de la eco nomía y la política extraterritorialidad 32 factores de la producción 77, 149-50, 218 y ventajas comparativas 119 -20 , 229-30, ?,33, Fairclough, Norman 9 fallos del mercado 2 3 ,2 5 .3 2 ,36.5 1, i3ó, 175,2758, 2 8 8 ,3 0 4 ,3i 6 familia 75 y ss., 7 9 ,17, 4 2 y ss., 5 4 ,72 .7 5. 8 6 ,10 1, 218,287 crisis en los modelos de familia 106 capitalista 82 políticas de 102 familiar, salario 8 7 ,10 1, 287 fatalismo 299 feminización de la fuerza de trabajo 218 financieras-industriales, relaciones 83 y s., 100, 110 ,12 9 -3 0 véase también capitalismo Finlandia 114 fiscal-financiero, sistema 102 y ss., 177, *83,19 3 , 197, 273 crisis del 1 0 2 - 4 ,107’ 314.-5, 216, 277 fiscalidad 25» 4,3, 83-4, 95, 97-8 ,10 2, io 3~4, 1767, s8o~i, i 83, 185-6189 y ss., 19 4 ,19 8 y s., 25960, 278 y recortes 182-3 y de agravaciones fiscales 182-3 y resistencia 3 5 - 6 ,io 2 ~ 3 ,188, 2 10 -1,2 8 8 flanquear, medidas y estrategias para 254, 270, 29? flexibilidad 92, 100, i 23y s . , 126, 135, 155, 159, 16 4 ,19 1, 207, 2 9 9 .3 0 7 ,3i 8, 321 del mercado de trabajo 3o, 9 1- 2 .10 0 ,10 6 ,19 0 y ss., 2 0 0 y s., 2 0 4 ,2 0 8 ,2io, 255, 2 5 9 ,3 0 7 ,3i 8 y s., 3 3 i-2 en el sector público 144 en forma de salario 191 "flexiexplotaeión” 19 3,19 6 "flexiseguridad” 193 y s. flujo entre fronteras 1 1 8 - 9 ,10 5 y 8S-’ 15 4 '6 , flujo entre las regiones fronterizas 59, 14 0 -1, 2*3-4, 221, 2 2 3 -4 ,224- 9. 232 y ss., 263. 321-2 FMÍ 195, 252, 309, 317, 323 fordismo atlántico 2, 9, 11, 28, 46, 50, 67-71. 81, 86, 88- 89, 10 0 -10 1, 117, 119, 122, 128, i 38. 118 -119 . i4 9 y i5 3 y s ., i63, 170 ,144 y s., i84.ys..
In d i c e t e m á t i c o
190, 215 J S.. 220, 222, 226, 24.3, 2$ 2, 265, 2#3" 6, 3o6, 3ig, 3?8 crisis del 2,66, 7,68, 284, 287 gobernanza en el 283-2,89, 3oo proceso de trabajo en el 68, 69 modo de crecimiento del 68 modo de regulación del 286 modo de socialización 70 pensiones en el 197-200 fordismo periférico 44.-7, 82, 179 fordismo. transición al postfordismo 10 1-2 , 1545 . l ó ^ y s . , 30 5 , 337-30 véase también fordismo atlántico forma dinero 12 4 - 5 ,12^, l 3a. 15 ^ 7 S’ forma mercancía, forma, generalización a la fuer za detrabajo ¡if-16, 42 véase también capital, mercantiiización, mer cancía ficticia, conocimiento, fuerza de traba jo, tierra, dinero, valor y forma de salario forma salario i3, 9 0 -1 y ss.. 97-8, 128-9, i3a, 15a y ss. forma valor, dominio de la 28, 32i -3 formación de la trayectoria 1 1 1, 119 -2 0 , 215. 282 formación social 4,-6, i3~4, 21, 25, 68-9, 89-^90 fracciones del capital 18 y s., 33 y s., 48-9, 83 y s., 138 y s., i 38, 145,30 7 véase también circuito del capital, concepto del capital Francia 7 1,7 7 Friedman, Mílton 3*5 fuerza de trabajo 5, )3 -$. 17-9, 25 y ss., 1.45, 174-5, 181, 267-8 como un valor abstracto 25 y s. como creación 25 y s., 53, 83, 129-30, 180-1, 20 8 ,2 10 -1 como un factor de la producción 24 y s., 53, 55. 83-4,, 14 5 -6 ,18 0 -1, 210 como una mercancía ficticia 4-5, i3 -zir z%-3 , 49 y ss.,53, 6 1-3. 73, 141-2, 18 5y s., 266, 276,
307-1
como costefijo vs. coste variable i 3o -i fuerzas de arrastre en las ondas largas 10 1,15 6 -7 función problematizadora de formas 4.41-2,47-9# funciones del Estado 2 - 3 ,5 o y ss., 16 2 ,2 4 0 -1,2 6 5 primacía de las funciones económicas en el RPTS 16 1 -3 ganancias 6, 8-9, 15 y 19-20, 24. 35, 36-7, 489. 68 y s., 96-7, 99 y ss., 14 9 -5 1,16 6 -7 , 176-7, 279-80 de las empresas 24,-5 igualación de 21 yplusvalía 14 9 -5 1,16 1 y tasa descendente de beneficio 98 gasto estatal *76-8, 18 6 -7 ,19 4 -7 ,30 8 véase también salario social, fiscalidad
gatesismo 119 generación 52 y ss., 62, 7 9 ,108, 198 género 4,, 38. 4.8, 54.. 79, 108, 175, i 83y s,, 215, 287 y Estado de bienestar 182 George.Vic 8i global ciudad 5 9 ,12 5 .14 0 , 223, 229~3o,233~4 cultura 226 Estado « i3 ,2 4 >-3 localización 142 globalización 10, 26, 33-3, 42-3, 50-2, 59. 126, i 3i y s.,139-46, 151, 154, 165-6, 180 y s., 188, 2 0 0 -1, 2o3, 208, 215, 222 y ss., 226, 239, 240, 250, 26 0-1, 281, 284, 3oo, 323, 327 y neoliberalismo 2 6 ,33.8 4 ,-5,110 ,118 -9 ,14 ,0 1,14 5 , 15 8 ,18 0 -1, 189, 224-5, 24o " 1 y regionalización 185-6, 250. 2 6 0 -1,18 0 y el Estado de bienestar véase también mercado mundial glocalización 140,233-5 glurbanización 140, 14.4,165-6, 284 gobernabilidad 293 bases materiales de la 266-75 ciclos de la 272, 275, 299-300 en la sombra de la jerarefuía 249, 295, 297-8 global 116, 225-6 gobernanza 6, i2 -i3 , 22,59-3, 76,77,137. ¡33,14 7 , 182 y s., 238, 245-6, 266-7 cronotópica 284-5 objetos de 9 7 -8 ,14 8 ,283-8 y educación 205 véase también corporativismo, régimen inter nacional metagobernanza, economía mixta, red, sociedad, estatismo gobernanza multinivel 2i3, 24.3, 24,6-7, 252-3,
, ,
257 310 324-5 gobernanza, fallos de la 283.2^9-94, 296-7 véase también fallos de la metagobernanza gobierno del interés privado 245 gobierno hacia gobernanza 245y s., 250, 257y ss., 266-7 ps. gobernanza 288-240 véase también desestatización gobierno hacía metagobernanza 249-51, 266, 296, 3 0 9 - 1 1 .3 i2 -3 , 3i 6 Goodin, Robert 82 Gramsci, Antonio 5, 7, 10, 27, 44, 58 Gran Bretaña 3o, 54, 71, 85, i3o. 176, 205, 215, 22 6 ,2 19 . 2 5 1,2 5 9 ,2 9 9 ,3 17 Grande, Edgar 47 Grecia 179 guerra 33 guerra fría 226, guerrerísmo, negación del 4,, 304 Habermas, jftirgen 63 habilitación continua 199-200, 2o3, 232, 324
367
ÍNDICE TEMÁTICO
Hall. Peter A. 83. 182 Hay, Colin 364 Hayek, Frederichvon 376, 315 hegemonía 7-8, 33, 36, 40, 84, 8 8 , 1 1 3 , 318, 2170 americana 70, 85 y ss,, 95, 316-7, 24 1,34 3. 369 burguesa 3 7 ,3 7 .3 3 1-3 y discurso 8 ,111 y ss,, 307 política internacional 67,197 neoliberal 368 regional 3 3 3 y s., 337-8, 3io hegemonía económica 3$ - 6 , 3g véase también estrategia de acumulación hegemonía, dimensiones éticas de la 7 herencia política 185-6 heterarquía 6 0 ,37 9 -8 1,39 0 -9 1 Hicks, John 94-6 Hirsch, Joachim 171 Hong Kong 171 Hooghe, Liesbet 343, 344 horizonte de acción 6 y s., 8-9, 36,5 6 y ss., 96-7, 101 y s., 16 3,16 9 , 334-5378-90, 381-3, 333-4 espacial 36,4 0 , 49-50, i 3g y ss., i 4 i y ss., 169,
339
temporal 16-7. 36, 40, 49-50, 134-5. 16 1-3, 16 9 -7 0 ,339 -4 0 ,37 8 -9 , 3 8 0 -3 ,333-4 Huber, Evelyne 73,77, 83,10 9 ,18 3 ,18 7 ,19 8 Hulse, Michelle 347-8 Hungría 338 3i 3 identidad 3o, 3 5 y ss., 4 1-3 ,10 8 ,17 5 , 3 1 4 , 381 de clase 37, ¿9 no de clase 36, 41-2 política de 136, 316-7 regional 144 identidad nacional 10 7 -10 , 136, 3 0 0 - 1 , 3o3. 3 1 3 , 36 0-1, 386, 387 crisis de la 136 ideología 3 1 , 37, 36, 41.3, 45. 33o, 351. 353 y ss., 359,368, 371, 375 y clase 64 imaginario 8-9 ,88 económico 8 - 9 , 4,4, 8 8 , 14 6 y ss., 166-7, í í í " 3, 3 6 9 , 3 8 4 - 5 interés general 35, 4 3-4 ,370 , 380 político 8 ,4 3 -4 , 4 6 ,16 6 -7 , 369 imperialismo 3o, 50, 87, 371 inadecuación del mercado 376-8, 38 3» 3 8 9 ,3n inclusión social 37, 63-3, 9 5 -6 ,17 5 -6 ,19 4 incrustación 6 y ss., 3 4 -5 . 37-8. 79-80, i 33, 135, 145, 334, 337, 3 6 3 , 3 6 7 , 395, 3o8, 319 ,3 3 7 industrialización sustitutiva de importaciones 7 3, 3 3 1 inercia de los programas 185-6 inercia política 10 3,18 5 infantil, cuidado 17,14 7 , 3 0 1 inflación 34-5. 93, 95, 103, i 33, 179, 19 1-3, 199, 17 5 -6 ,3 3 6 ,19 5 -6 ,3 8 4 ,3 19 ,3 3 6 -7 I+ D 1 5 5 ,
368
precios fs. activos i33-3, 3i3~4 véase también estanñación infor¡nacionalismo 13 3 -3 ,13 6 ,15 8 , 390 infraestructura de redes 1 3 1 y ss. ingresos 3 4 y s., 370, 373-3 inmigración g g y s .. 1 0 9 ,3 1 8 ,33s innovación jo i, 118 -9 , i3 3 y ss., i3o, 135 y ss., 139, 147-9,1 5 5 '6 ,15 9 ,336, 397-8306-7,315 y competencia 1 5 1 ,1 5 4 y s., 161 vs. gestión, invención 147-8 innovación, entornos de i33, 136-7, innovación, política de 10 0 -¡t, 1 0 3 - 8 , 118-9 , l 55 y ss., 3 14 ,3 3 1-3 , 334, 33i~4 innovación, rentas de 10 1,13 4 y s. innovación, sistemas de 110-1,159 , i67ys..3i3-4,3i8 institucionaiismo 3 yss, instituciones 8 - 9 ,4 0 - 1,17 3 ,3 3 3 y competencia 333-4 y lucha 39 -4 3,4 8 intelectuales 7 ,4 5 -6 ,5 8 , u s y s. orgánicos 8,76 intercambio 6 ,14 -6 , 60, 97-8, 365 véase también mercado, fuerzas del mercado, mecanismos de precios intercambio desigual 161 interés, como fuente de ingreso 34-5, 97-8 "interés general” 3 5 ,4 3 , 370,380 interés material 3 5 ,13 7 interiorización (clase) 99 internacionalización 97 y ss., 140, 141 y ss,, 351,
384,389,318,333
del capital 13 9 ,15 4 -5 ,3 6 1-5 de la política económica 356 del régimen de políticas 10 9 -13 ,19 5 -6 ,3 4 7 -9 ,
255- 359~6o véase también globalización, relativización de las escalas internacionalización local 140 internet 134, i3 3 y s . y productividad 133 Interreg 339 intervención véase también intervención del Estado invención yéose íajn bién. innovación 147-8 inversión 18, 93, 95 inversión extranjera directa 336 ironía 399 -30 1 Italia 13 5 ,16 8 , 353 Japón 75» 10 1 y s., 168, 3 3 4 , 3 3 7 y s., 3n jerarquía 60, 365-6 véase también gobernanza jurídico-político 7 -8 ,37 , 4 3 -3,10 5 Kalecki, Míhaly 179 Kaufman, Franz Xavier 55
(NOiCE TEMÁTICO
Keynes, John Maynard 14 ,8 ,150 ,315 keynesianismo 91, 97-8,,179-80, 19 0 -1, 352-3, 283-5 europeo 153 en un país 110 internacional 153, 3i a -3 véase también gestión de la demanda, pleno empleo Kuhnle.Stein 254, ’ Kultu, mation 215
sociedad de 9 0 ,117 -8 ,15,5, 301 materialidad institucional 9 véase también selectividad estratégica materialismo histórico 3-4 mecanismo de precios 6, 21 y s., 32, 61, 69 mediación 14 ,18 y s., 23, 28y s., 54,, 58, i38, 23o y ss,, 270, 305 medio ambiente 9 7 ,10 1,10 6 , 144 féase también naturaleza mercadeo asociado al lugar 169-70, 229 y ss.,
Laffer, Arthur 315 legitimidad 8-9,4,3,271,273-4, estatal 4,3.4, 4,9, 59, 54-5, » 3, i6a¡. 173, an . 260-1 legitimidad popular democrática, 262 ley 9- 45-46- 4 9 ,5 3 ,10 7 .14 0 - 1. 241-2 ley del valor 79-31, 28-9, 4 5 -6 ,14 ,3,14 5 liberalismo 56 ,7 8 ,2 52 ,2 58 características del 7,68 liberalismo incrustado 257 liberalización 16 9 -7 0 ,2 8 9 ,27 1-4 libertad, formal os. sustantiva 267-9 libre comercio 227 y ss., 285-6, 241, 320-1 límites institucionales a las reformas del Estado de bienestar i o 2 - 3 ,185,208 Lipietz, Alain 114 List, Fredrích 148 lucha 1 1 , 36,5 4 , ó o -i, 8 4 - 5 ,10 5 y s., 1 1 1,1 5 2 , 221 de clases i8 ys., 2 iy s s., 2 4 ,36, 30-43,41 -3, 456 y s., 9 9 ,10 5 y s., 277-8, ¿27, 335-6 modelos de desbordamiento 40-2 polivalencias 37 lugar 24, i 32y s ., 14 5 ,16 9 -7 0 , 23í, lugar sin fronteras 24, i 33, i36, 153-5, 169-70, 180-1, 2 2 3-4 ,19 4 , 203 Luhmann, Níklas 9
véase también políticas de localización mercado 2, u , 148-50 posición dominante en el 33 y s. fuerzas de 11, 18 y s., 23, 29, 32, 42, 89, i 38, 175, x3i y s., 289,335-6 libera! 184 mercado de trabajo i3, 14,-16 ,3 o ,5 3 y s ., 199,203, 294 dualismo 196-7 segmentación del 29-3o, 95-6, 166-7, l 9^. 286-7 transitorio 194 mercado laboral de transición 194-5 mercado mundial 9, 2 5 ,3i, 4 1,5 0 ,7 0 ,8 8 ,118 , i 33, 134,, 14,3,14 5 ,15 4 , 223, 23?, 282, 284, 2 9 1,3o3.
2:36-7, 203
Macropolíticas 50 Majone, Giandomenico 253 Manow, Philip 82,182 Mao, TseTung 115 marcar objetivos 178 ,19 2 Marks, Gaiy 54,2, 244 Marx, Karl 3, 9, i3, 15,17 4 sobre el circuito del capital 9 sobre la libertad 268-9 sobre el método 3o6 sobre la auto-valorización 9 -10 marxismo 3,10 . 27. 40, 33o masa, producción en 68 y s., 72 y s., 9 3 ,10 0 ,12 1 y s., 12 9 ,15 9 .16 1,2 4 3 ,3 19 masas consumo de 67, 71, 73, 92 y ss., 10 0 ,12 9 . 159. 226 educación de 17,30 1 medios de comunicación de 4 7 ,5 8 ,113
305.324
desacoplamiento desde el 3 3 , 287 véase también globaiización mercado próximo 3 4 - 6 ,18 0 ,19 5, 200-1 Mercado Único Europeo 3 i o ,3 2 4 mercancía ficticia 6, i 3, 16, 2 0 -1, 22, 26 y s., 40, 4 9 ,5 3 ,12 8 -9 , i74 y ss., 18 2 ,18 6 , 269, 277 véase también forma mercancía, conocimiento, fuerza de trabajo, tierra, dinero, naturaleza mercantilismo 74 mercantilización 19 ,2 3 ,33y ss., 38y s., 5 3,5 4 y s., 138 y s., 14 7 -8 ,18 0 -1,2 5 7 , 267-8 del conocimiento 53,147-8, i58ys., 16 0 -16 1,33i de la educación 206-7 véase también colonización meso-políticas 49-52, 218 Messner, Dírk 5 0 ,14 7 , 285 metaconducción véase metagobernanza metagobernanza 11, 58, 6 0- 3, 14 1-2 , 159, 24.9-51, 257-9, 2 6 6 - 7 ,2 9 1- 3 ,296-3, 3n fallos de la 12 meta-intercambio 29573. metajerarquías 295 metanarrativas n 3 metaorganizaciones 34.1 metapolíticas 50, método de ensayo y error 1-2, 35-6. 88, 127-8, 152, 208, sai, 3oo-i México 79 migración 105, 9a, 5516 y s. trabajo 18 5 ,2 17 -8 ,2 32 ,2 8 6 -7
ÍNDICE TEMÁTICO
militar 3-4., 126. 24,2, 3q3-4,. 3i 3- 4, militarización 38 modelo renano 259 véase también economía de mercado coordi nada modelos asistenciales de sustento familiar 76 y s. 78 y ss. modo de crecimiento 69 y s., 123, 253, , modo de gobernanza 25, modo de regulación 5 ,8 ,2 5 y s., 4,0 ,51.53, 68, 89, 9 6 ,17 3,18 2 , 253 arreglo espaciotemporal 58 modo de socialización 6 8 -9 ,6 9 -7 1,10 6 monetarismo 110 monopolio 14 ,9 -50 ,27 1-2 ,319 motivos de fuerza para las ondas largas 10 1-2 , i 36~7, 156-7 movilidad del capita] 34, 289, 3i3-4 , 33i~4 movimientos sociales 37 -8 ,5 8 ,18 6 -7 nuevos 10 5 y s., 10 8 - 9 ,x4-3. í?3- 4-» 317-8 transnacionales 216-7 mujeres, la doble carga de las 95, 182 véase también trabajo doméstico, feminización de la fuerza de trabajo, género multiculturalisxno 204, 214-5, 217, 232. 288. multilateralismo 243 multiplicación de políticas 3oo mundo de la vida 9 ,14 , 29 y ss., 36 y s,, 39, 41-2, 57, 135, 141 y s., 144,, 152, 175, 267, 270, 281, 285-6, 3o3, 3o 6, 327 véase también sociedad civil, colonización nación 38, 2o3, 214-6 véase también Kultumation, Estado nacional, Staatnation, Volksnation nación, construcción de la 26 nación cultural 24, 94-5. 126, i32 y ss., 153-4, 160,226 véase también Kultumation nación Estado 214.-7, «38 véase también Estado nacional nacionalismo 14,4. nacional-popular 45-6 y s„ 87, 218 narrativas 8 y s., m y s., 2 2 2 -3 ,3o6~7 véase también discurso naturaleza 15-7, 2 4 ,9 6 ,2 6 9 ,33i*4 y transformación material 15 ,18 , 24 naturalización 15.6 ,73 negociación colectiva 70 y ss., giy ss., 95-6, 126, 179,286-7 negociación colectiva por conexión 134.-5 véase también negociación colectiva neocomunitarismo n 3, 3 17 ,32i neocoiporativismo 194, 253-4 ,321 neoestatismo 2 5 3-4 ,52 1-2 .32 3,32 5 neoliberalismo 17, 36, 58, 84, 110, 118, 129 y ss., 156-7, l7^' l77' l ^o, 317-8. 224. y ss., 229-30,
3? °
244.250 y s .. 2 5 4 ,25 9 .2 7 8 -9 ,2 8 9 ,2 9 9 ,3 16 -9 , 3 2 5 ,328-3o formas de 208-10 . 266-7, 269 y educación 35, 206 y globalización 2 5,3 3-4 , uo’ 14*°' *45' 158, 180, 189, 225, 5,4.0-1 y el mercado laboral 193 políticas de ajustes del 102 y ss. cambio de régimen del 84-6, 102 y ss., 107, i2 9 - 3 o ,16 4 ,17 5 -6 , 207-8 retroceso del 4,2-3,164 y s., 270, 289, 33i~4 sistema de transformaciones del 208-10 cambio del 177 ,19 6 -7 , 209 neo medie valismo 227 neo mercantilismo 110 ,2 2 8 ,3 2 1-2 New Deal 88 Noruega 114, Nozick, Richard 295 Nueva Agenda Transatlántica 142 nueva economía 2 8 -9 ,119 Nueva Zelanda 6 7 ,7 1,8 5 , io 3, 176 ,215, 317 nuevo constitucionalismo 256 nuevo laborismo 259,825 nuevos movimientos sociales 105 y s.,109, 144, 173, 217-8 OCDE 7 4 ,1 0 2 ,11 2 .1 7 1 ,1 9 1 , i9 4 y s s., 353,35675.,
309,317,323
oferta, lado de la i3a, 168 Offe, Claus 23, 44., 4.7, 98, 111, 181, 278 Offe, paradoja de 3, 1 3 , 884-5 Ohlin, Bertil 72 OIT 3 0 9 ,3^3 ondas largas 3 7 ,1 0 1,1 1 8 ONG 141 OPEP 99 oportunismo 299 Ordungspoiitik 252 organización de la inteligencia 273, 296 7 s., 3u , 320 75. Organización Mundial del Comercio 15 9 ,323,35 3 orientación sexual 38 ,7 9 ,8 7 pacto social 19 4 , 2 5 4 7 S S . , 2 7 1 - 3 , 3 io Países Bajos 193 países comerciantes 7 3.330 países recientemente industrializados 1 5 6 , 1 7 9 paradigma (tecno-económico). cambio de 67, i i 8 ~ 9 , 127, i 3g - 6 , 1 5 4 7 S S . , i 6 3 , 16 8 paradigma de redes 2 8 6 - 7 , 2 8 9 , 2 9 0 - 1 paradoja 3 3 ,3 6 6 -7 de Offe 3 . 1 2 , 3 3 4 - 5 parque científico y tecnológico 159, 2 4 3 parternariado 177, i 8 3 . 204,, 2 4 5 y s,, 285 véase también corporativismo, cooperación pu blica-privada, pacto social, cooperación social partidos políticos 58, 84, 187, 195-6, 318
fNDÍCE TEMÁTICO
patriarcado 7 9 , 86 y s.. 387, 314,, 7 3, 94,, i o 2 -3 , 1 0 7 ,1 0 9 . i 3 2 , 188, 19Ó-200, 3 o 8 patriotismo constitucional 7,14. pensiones 7 3 , 9 3, 10 2, 1 0 7 ,1 0 9 , i 3 2 , 188,79 6 -20 0 , 3o8
pequeña burguesía 85,95 pequeña economía abierta 7 1, 8 2 ,10 0 , 15 3 , 3 51, 36 0 -2
pequeñas y medianas empresas 82, 95, 122, 179, 2 8 5 -6 ,3i 8 periodízación 2 ,11,7 8 y ss., 83, n o y s., 113 -4 ,17 8 y s., 18 9 y s., 2o 3y s., 328-3i véase también ondas largas, secuencias, tempo ralidad Pitruzello, Salvatore 114. Piven, France Fox 179 planificación indicativa 184 pleno empleo u , 7 0,72.74, 9 17 ss., 99,104,, 179, 20 4 ,2 16 y ss., 24.3, 287,3i3, 315,8 19 en la Unión Europea 257, 359-60 véase también desempleo (política de) pluralidad vs. unicidad en el sistema estatal 242 plusvalía 2 0 -1,3 4 -5 , 83- 4, 124w5. *36-? absoluta 64 relativa 64 plusvalía, beneficio 149-51 pobreza, trampa de 105 poder político 238 como relación social 9 -10 ,14 7 , 245-6 estatal 33, 245 tecnología del 144, 22a territorialízación del 238, 240 y s. Polanyi, Karl 27 véase también incrustación polarización del ingreso i 23yss., 168 política comercial 241-2 como un sistema funcional 9 -10 ,2 4 1 de infraestructuras 4 9 -5 0 , 7 1-2 , 92 y s.,
229-3o, 232, 5S43. 354"5. 5,84-5, 3i3"4, 321, 331-4 económica 11, 37, 49-50, 98 y ss,, i32, 155-7, 182-3,18 8 ,239 -30 ,24 1-2.254 -5.28 6 -7.318 -9 educativa 18 5 -6 ,2 5 5,313 industrial 99, 241 y $. política de empleo 190 véase también keynesianismo regional 9 2 -3 ,10 0 ,15 5 -6 , 217, 221, 242-3 social 55-6 tecnológica 102-3,118-9 , lS5 ~^' 253 y s., 33i-4 urbana 9 3,2 18 ,2 2 1 véase política de competencia. Ordnungpolitik política del mercado de trabajo 4,9, 169-70, 3745, 210, 24.3, 255, 307-8. 3 i3 “ 4 activa 153, 191-3. 19 6 ,319 pasiva 190
políticas activas del mercado laboral 153. 191,7923, 197, 319 políticas de localización 169-70 políticas sociales 4-5 y s., n , 37, 4,9 -50,181 -2 y s.. 188, 243, 253-4., 286-7, 3i 8, 325 Polonia 228 populismo autoritario 219 Portugal 179 posfordismo 55-6, >19-28, 150 -1, 164-5, *93. ^ 2 , 257y s., 285-6 ,327-8 vs. posterior fordismo 264 continuidad/discontinuidad en 119-20 y ss. contradicciones 727-37 discursos sobre 119 -2 0 ,12 6 empresarial 124-5 proceso laboral en 121 despegue 165-6, 328-3o véase también flexibilidad, economía basada en el conocimiento posterior-fordismo 211 véase también el posfordismo posmodernismo 214-5 posnacional 2i3, 251, 256, 259, 804, 3 o$ - 73 Poulantzas, Nicos 5, 7 ,10 , 21, 39, 44,, 4 6 ,16 2 , 242. 246 y s., 259 primacía de la escala nacional 10 -11, 71 y ss., 85 y ss., i38, 209-10, 213-4, 220, 238, 259 y ss., 263-4,, 286-7, 304-5, 3*2-3 privado-público 43-44, i3 3 ~ 4 ,18 5 ,3 11 privatización 158, 177 ,18 0 ,18 5 , 195 y s., 199-200, 2 0 8 ,2 5 3 -4 ,2 8 9 ,3i 8, 3ao-i proceso de trabajo 15 -6 ,5 1-3, 121, 173-4, 181-2,
33i -4 y fordismo 6 8-9 ,10 1-2 y posfordismo 131 y $,, 3 3 i-4 en el Estado 89 y ss., 285-6 véase también producción producción primacía en los circuitos del capital 27-9 normas de 6 ,2 0 1-2 , 3 i3 -4 véase también, procesos de trabajo producción de calidad diversificada 122 producción en masa flexible 123 producción en red 123 productividad 3o, 68-9, 82, 91 y ss., 98 y s., 1223,2 0 4 y s. e internet 170-171 y los Estados de bienestar 108-9 productivísimo 14 6 ,3i 6 productos intensivos en conocimiento 124, 154 profesiones de bienestar 10 5,18 7. 201 propiedad 78, 269-71. 273-4, 280 véase también capital, propiedad intelectual, propiedad propiedad 24-5 derechos de 2 4 -5 .2 6 9 -7 1.2 7 3-4 relaciones de 269
371
ÍNDICE TEMÁTICO
véasa también, propiedad intelectual, propieta rios propiedad intelectual 2 4 y s., 135 y ss., >57-6!, 169, 206,369 proteccionismo 83~4„.iio , 174,-5, 326 y s., 23o-x,
324-6
proyecto de Estado 7 -8 ,4 8 ,5 0 -2 ,5 6 -7 ,8 8 -9 ,13 1, 173-4, 216-7,273, 278, 326-7 proyecto hegemónico véase visión hegemónica pseudo-validación 96-7 público-privado 133-4, 245, 253, 258,279-80 racionalidad comunicativa 29~3o instrumental 9-10 racionalidad limitada 278,281 raisond'état 45-6, 47-9 "raza” 4-5, 27,88-9,78-9, 86 -7,10 7-8,184, 215-6 realismo critico 6 ,17 5 -6 ,3 12 -3 y tipos ideales 3 i 2 - 3 ,40 y tendencias y contratendencias 40 Rechtsstaat 45, 268, 273-4 recorte salarial 18 0 ,19 7 -8 ,2 0 4 recortes 76, 8 1,10 2 -3 ,16 7 -8 , 173-4 ,176 -7 , 1957 ss., 209 ,326-7 red 11-2 , 28-9, 6 0 ,18 5,246 -7, 250, 265-6, 272- 3, red de poder paralelo 246, 258 redistribución 19 - 2 1,7 4 y s., 78, 82, 87, 94, 96-7, 108 y s., 181 y ss., 18 5 -6 ,18 8 ,19 6 - 7 ,2 6 2 ,312-3 intergeneracíonal 198 ley reflexiva 3n reducción de ruido 380, 297 reescalado 51, 59 y s., 12 8 -9 ,15 0 -1, 33i~4 y Estado 2 38 ,25 2 ,325 -6 y Estado del bienestar 181, 208, 254-5 reflexiva 149-51 regional i32, 134 -5 ,152 ,18 9 , 263 escalas de 231 y s. schumpeteriano 1x9, 252, 304 espacios de 224-5, 338 y s. fuerte vs. débil 134-6, 284, 287, 296 sujetos de 23o y ss. urbano 1 3 4 - 5 ,15:?’ 16 9 -7 0 ,19 0 -1 reflexividad 6 o -i, 184-5, 15o " 1 - 345-6, 278-9, 28 0 -1,28 9 -9 0 , 295. 297y s., 3n ygobernanza 279-82 régimen idéase también, régimen internacional, régimen político, régimen de producción, régimen de bienestar régimen colonial de trabajo ricardiano 171, 336 régimen de compras 294-5 régimen de producción 53, 8 5 ,18 1-2 .18 6 -7 , 2156 .32 6 -7 régimen de transición 2 0 0 - 1,32 7 '3o régimen internacional 59. 67, 73, 95, 126, 141 y ss., i5 4 y s., 168 y ss., 230, 197, 251-2, 3 3 i-4
373
régimen petrolero 96 ,9 9 ,275 régimen político 3 ,4 4 región de los Cuatro Motores 229, 235 región virtual 14 2 ,2 2 9 ,2 34 ,2 3 5 -6 regionalismo 23o -1 regionalización 215-6 regulación auto-regulada 245, 2 5 1-1. 3i 8 y s. regulación, enfoque de 6 - 8 , 4 0 -1, 78-9, 82 y s.,
126
regulación, objeto de la 1, 8 -9 ,13 - 4 , 2 1-2 , 85-6, 12 7 -8 ,14 4 .16 4 -5 , $83-8 véase también modo de regulación, enfoque relaeional Reino Unido, véase también Gran Bretaña relación salarial 5 3.12 4 relaciones transversales 235-6 relaciones industriales 8 4 -5,12 5 relaciones interinésticas 2 4 1,2 4 6 ,3 2 0 -1 relativización de la escalas n o , 12 8 -4 ,12 8 -9 , i3 ?40, 146-47, 2 0 9 -11, 2 i3 ~ 4 ,221-4, 248-9, 2845 ,2 9 3 -3 , ¿ 0 4 -5 ,3 0 9 ,33o -i religión 9, 26 remercantüización 18 1-2 ,19 6 -7 renta, monopolio 137 tecnológica 100, 124-5, H®* 1 5 o '1 - 160 y s. repliegue 16 5 -6 ,17 5 -6 , 2 7 0 ,2 8 9 ,328~3o representación 48-9 funcional 48-9, 271-2 política 4 8 -9 ,18 6 -7 , 317-8 reproducción 7 - 8 ,1 1 ,3 5 ,1 8 5 - 6 económica 2 - 3 ,1 0 - 1 ,1 3 - 4 , 25, 6 1-2, 3i 3~4 y fuerza de trabajo 184 social 2-5, 11, 25,53. 6 1-2, 93, 185-6, 265-6,
i - ,334,-5
2 3 4
y relación salarial 58 requisito de variedad 298-300 resistencia 2 - 4 ,1 0 , 33,10 5 ,12 7 , i 38, 177,209 y s., 2 7 0 ,2 7 8 -9 ,3a3 s .r 33x~4 espontánea 270 responsabilidad política 46-8 responsabilidad salarial 124-5 retemporalización 5 1-2 , 23-4, 5 1-3 . 157, 185-6, 238 y s., 241 y s., 246-7, 3 3 i-4 reterritorialización 23, 5 1-2 , 156-7, 184-6, 238 y s., 2 4 0 -ys., 2 4 5 -6 ,33i~4 reticulación 260-1 ricardianos us. marxianos 63~4 Ricardo, David 148,149 riesgo 2 4 ,3 2 ,17 3 -4 .17 8 ,18 9 ,19 6 -7 ,19 9 -10 0 Robinson, Peter 212 rotación lab oi'al 193 RPTS 12.153, x66y ss., 17 5 ,19 0 ,2 10 ,3 o 6 -i2 , 3 ^ - 3 6 contraste con ENBK 3i2-3 variedades 11-2,377-33 Saillard, Yves 7 salario 15, 9 7 ,10 0 , 191
In d i c e t e m á t i c o
como costo 15-6, 24, 53, 55,6, 100, 110 , 1293o, 18 0 -1,18 8 ,19 4 ,, 2io, 287, 3o8 como demanda 15, ?4y s'., 53,57,91-2,129*30,181 yfordismo 55-6 ,6 9-70 y post-fordismo 55-6 en el sector público 176-7 y la reproducción social 53 véase también salario familiar, salario de res ponsabilidad, salario social salario mínimo 191 salario social 11,9 2 , n o , 188, 204, 2 0 8 ,2 8 7 ,3o8 salto de escalas 263,33i~4 salud, política de 254, salud, sistema de 3 5 ,7 6 ,10 9 ,17 7 ,18 4 ,18 7 ,19 5 -6 , 2 0 6 -7 ,3o8, 319 ,32 2 americano 187 europeo 187, 254 global 3s 2 Sbragia, Al berta 252 Scharpf, Frita 80, 297 Schiller, Dan 17 Schmidt, Vivi en A. 80 s e cu enci amiento 8 3 -4 ,10 0 ,17 9 -8 0 seguro social 75 y ss., 8 1 , 1 7 4 - 5 . 1 8 8 , 1 9 0 - 1 selectividad discursiva n 2 - 3 separación institucional de la economía y la polí tica 41-3,4,5-6,4,7,49-50,2Ó9ys., 272-4,291-2 servicios 69-70 servicios financieros 12 3-4 ,19 9 -2 0 0 servicios sociales personales 10 7 ,18 4 ,19 6 Schumpeter, foseph A. 148 -50 ,16 2 Silicon Valley 137 sindicatos 82* 87, 9 9 ,10 5, j 3i, 218,287 Singapur 2,10, sistemas funcionales u , 1 4 1,17 4 - 5 .2 4 1,2 8 0 ,285,
319-20
soberanía 43-4, 45-6, 216-7, 240-1, 343 y ss., 249,257-9. 2 6 0 - 1,2?3, 297-8 soberanía perforada 245 véase también desnacionalización sobredeterminación 14, 111, 175-6, 94, 805-6,
326-7 idéase también determinación socialización 19, 26-7, 3a, 38-9, 48-9, 96, 101, 124-5 y s ’>134"5. i 63, 323, 3í 6-8 capitalista %~í>i 6 0-1, 90-1 del consumo 184 de la producción 51-128-9 y s., 184, 33i -4 de las fuerzas productivas 53, 83- 4, 128-9, 135 y s., 270, 2 72 -3ys. del riesgo 184, sociedad crisol 214, 216 de mercado 271 del aprendizaje 38 mundial 62, 241 red 3i2-3, 281
sociedad civil 7, 9 y 10, 14, 38, 4 2 y ss., 74,1847 s, 218-8 sociedad de accionistas 19 3 ,19 6 -7 global 1 1 ,1 4 3 véase también mundo de la vida, esfera públi ca "sociedad de trabajo” 75,79 Software 170 solidaridad 9, 43-4, 200-2. 266-7, 272-3, 281, 286-7 sony sino 119 Soskice, David 82,182 Sozíalpolitik 54 Síaatsnaíiort 214 Standorcpolítik 169-70, 262 - 3 , 332-4 Stephens, John D. 7 2 .7 7 ,18 2 ,18 7 ,19 8 Storper, Michael 23o subordinación de lo social a la política económica líéüse también de trabajo (Workfare) 188-308, 304-5, 3o 9 y s., 3i 6, 3i 8,3 3 i- 4 subsidiariedad 78-9, 245, 257 subsunción formal, de conocimiento 157-9 real 18, 158 Suecia 85, i 3o, 315 superestado 24a superganancias 15-16 superimperialismo 73 Swyngedouw, ErikA. 219 Taiwán 33, 227 Taylor-Gooby, Peter 8i tecnología 226 del poder 284-5 véase también tecnologías de la información y la comunicación tecnologías de la información y la comunicación 120 y ss., i36 y s., 144, 158, 160, 2o3, 2 11-2 , 290 teleología 87, 165-6, 328-3o temporalidad 9 6 -7 .13 4 y ss., 14 0 -1, 145-6, 1534 ,2 2 2 -3 , 234-5, 2 39 -4 0 ,2 9 2 -3 véase también tiempo tendencias 19 -2 1, 2 4 -5 ,3 9 -4 1, 5 5 -6 ,317 naturaleza doblemente tendencial de las 39-41 véase también contra-tendencias tendencias y contra-tendencias 289-41, 258-60, 2 6 5 -6 ,30 5 -7 teoría del Estado 3-4 Tercera Italia 12 5.16 8 territorialización 2 2 -4 ,3 3 1-5 del poder político 288.9, 241 y ss. territorio 214-5. 231, 222-4. 238, 282, 292-3 identidad 285-6 extra-territorialidad 33 territorio económico natural 225-6 thatcherismo 219, 226, 259, 298-99, 335
373
ÍNDICE TEMÁTICO
tiempo 19,?,}, 178 capitalismo como economía de tiempo 19, 21 horizontes de 17, 36 véase también coyuntura, ondas largas, periodización, arreglos espaciotemporales, temporalidad, compresión espaciotemporal, alargamiento espaciotemporal. tiempo de trabajo socialmente necesario 15, s8 y s. tierra 16-7, 22 y ss., 33o -i renovación 16-25 véase también naturaleza tipo ideal 2, 67-9» 89, 16 5 ,19 0 -1, 307,372-7 tipología del Estado de bienestar 179, 267-8 véase también tipo ideal TLCAN 7 9 ,1 8 1 ,3io Tómmel, Ingeborg 258 toyotisrno 119 trabajadores centrales vs. periféricos 123, i3o trabajadores del conocimiento 122, 187, 14,9-50, 158 y ss., 226 wfose también trabajo intelectual trabajadores masa 68 trabajo colectivo, 159-60, 208 trabajo intelectual 45-6, 122. 157 y ss., 206-7, 33o -j trabajo mental véase también trabajo intelectual transferencia de tecnología 154-5 y s., 327-2,323-
Unión Monetaria Europea 253-4, 3io. 324 universidades 13 4 ,15 8 .2 0 2 .2 0 6 -8 autonomía 206 utilidades universales 159
tríadas i 32-3, i i2 y s., 14,0-1 y s., 14 3 -5 ,15 3 , 2i34, 221-2, 227260-1, 2 i 3 " 4 , 3 i o - 2 triángulo de crecimiento 24,4 tribalismo 10 8 ,116 ,2 2 6 tripartismo 77, 272, 288 triple hélice 206
Warr, Peter 171 Weber, Max 273 Vende (Alemania) 219 Wctware 123 Wbitehead, Alfred North 264 Wickksell, Knut 315 Wintelismo 119 Workfare 16 5 -6 ,19 0 -1,2 0 8 ,2 10 -11, 253-4,358-9, 304-5, 3° 6~7, 3i 6 europeo 356
vaciamiento 28 7,311 véase también desestatiza ció n validación de las decisiones 28-9 véase también pseudo-validación valor 15-6. 28 Ley del 2), 28-9, 4 5 -6 .14 3, 145 véase también valor de cambio, plusvalía, valor de uso valor añadido 15,18, 210 véase también valorización valor de cambio 18,79-21, 2 5 .4 5 ,12 8 -9 , i32. i367 ,14 4 ,75 ., 321-2 véase también forma mercancía, mercado, valor de uso, valor valor de uso 18,27, 23 y s., 128. i 32. 18 7 .14 4 7 5 . valor por dinero 278-9 valorización 19 .3 4 -5 ,12 8 -9 , i3$ ys , , variedades de capitalismo i - 3, 4 -5 ,2 1,2 5 ,4 0 ,4 ,7 8, 6 7 - 8 ,8 4 -5 ,12 6 ,i 3o-i , 145-6 ,26 7-8 visiónhegemónica 4,5-6, 4.8-9, 51, 57, 88, 9 8 ,112 , 121. 216, 219, 273, 327 visión neoschump éter ¡ana 171 Volksnation 214
6,331-4,
ubicuidad 146, 234 unicidad vs. pluralismo en el sistema estatal 243 unilateralismo 243 Unión. Europea 50, 217, 223, 224-7. ^3° y ss,, 286 y ss., 197,246, 249. 2 5 2 ,3 0 9 -11, 323-6 como régimen de gobernanza 25775.
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Ziebuera, Georg 361 zona de libre empresa 285-6