LA ETICA A TRAVÉS DE LA HISTORIA 1. ÉTICA DE LA GRECIA ANTIGUA. El fundamento con el cual se empieza a desarrollar la discusión ética en occidente es la búsqueda de una comprensión racional de los principios de la conducta humana. Esta labor es iniciada por los griegos con pensadores tales como Sócrates, Platón y Aristóteles. Aristót eles. Dicha labor es continuada por los estoicos y los epicúreos. A su vez esta reflexión llega a Lucrecio, Cicerón y Marco Aurelio pertenecientes al pensamiento romano. El tema de la ética griega gira en torno a dos términos: eudaimonía y areté. Éstos términos significan felicidad y virtud virt ud respectivamente. El primero representa la fuente desde la cual se originan los sentimientos de placer y satisfacción. El segundo, en cambio, se relaciona con los términos de sabiduría, justicia, coraje y moderación. El objeto de la investigación ética griega tiene como marco referencial la vida buena del individuo. Lo que realmente importaba para este pueblo era la la cuestión fundamental sobre el tipo de existencia que el ciudadano debía asumir y los criterios a utilizar para responder a preguntas de esta índole. El auge de la ética griega radica en la reflexión que se hace del individuo de acuerdo con su relación con la ciudad estado (Polis). En otras palabras, el desarrollo del Ethos griego enfrenta al individuo con las exigencias de una sociedad claramente constituida y organizada. La pregunta ahora sería: ¿cómo vivir bien en medio de esta realidad? La propuesta de los áticos conquista otros campos. No se busca una reflexión la cual consolide el orden ético del individuo (singular). Por el contrario, ellos hacen una invitación para que el sujeto entre a participar de acuerdo con sus capacidades y aptitudes en el desarrollo de la sociedad. No se puede olvidar como el hombre está destinado a compartir con los otros y a contribuir a la vida en comunidad. Dos planteamientos no se pueden olvidar: 1) Sócrates y Platón: Sócrates formula claramente un elemento el cual contribuye a esta reflexión: ¿cómo debe vivir un hombre para alcanza la eudaimonía. Aquí se encuentra una llamada a pensar sobre lo que realmente debe desear la vida humana. Esta pregunta es la l a invitación a conocer la forma como cada sujeto debe vivir para consumar o llevar a buen término su existencia. Lo anterior significa como la vida, en última instancia, debe configurarse con la virtud (areté). Platón continúa dándole forma a este proyecto. 2) Aristóteles con respecto al proyecto pr oyecto iniciado por Sócrates adopta una concepción diferente. Para él la vida se encuentra configurada con la areté
cuando ésta resulta ser la vía del intelecto. La realidad de la moral y las virtudes toman sentido aquí. En este caso la vida encuentra su fundamento cuando ella se adapta a los principios dictados por el intelecto. Estos elementos han sido cultivados en la virtud.
2. ÉTICA MEDIEVAL Y RENACENTISTA a) La patrística. Los maestros de la patrística tenían como objetivo central hacer una interpretación de las sagradas escrituras y de la tradición judeo-cristiana. Dicha labor fue emprendida con la ayuda de algunas ideas derivadas de la filosofía griega y romana. La ética en este momento pasa a ser explicada desde el ámbito religioso y filosófico. Dos ideas son desarrolladas en este momento: 1) Clemente de Alejandría sostiene que mediante el ejercicio de la razón natural, algunos de los filósofos de la antigüedad habían llegado a conclusiones adecuadas al tipo de vida idóneo para los seres humanos. Dichas conclusiones coinciden en algunas partes con la doctrina moral cristiana. El descubrimiento particular realizado por la filosofía griega y que a su vez interesaba a los padres de la Iglesia era el de razonamiento práctico. Éste se entiende como una facultad con la cual se puede elegir la forma correcta de actuar. En esta misma línea, San Jerónimo desarrolla el planteamiento por medio del cual existe en todos los hombres un recurso innato que ayuda a los hombres a llevar una vida buena o a caminar hacia la virtud. Con el término synderesis, este padre de la Iglesia pone de manifiesto que en el hombre hay una facultad encargada de distinguir entre el bien y el mal. Bajo esta capacidad se puede realizar un discernimiento entre los actos buenos y malos. 2) Platón y algunas tradiciones místicas antiguas presentan la doctrina de la purificación moral. Ésta se comprende como la huida del alma lejos del mundo . Lo anterior se hace presente en algunos de los escritos de Plotino. Más adelante, dicha doctrina es introducida al cristianismo patrístico por Orígenes. Éste planteamiento fue generalizado por Gregorio de Nisa, Dionisio Areopagita y Scoto Eriúgena. En esta línea, San Agustín se da cuenta como Dios dota a cada hombre de una conciencia con la cual puede conocer la ley moral. Pero, al ir más allá, descubre como ese conocimiento no basta para la virtud. Ésta exige necesariamente el dirigir la voluntad hacia el bien. Para lograr lo anterior, Dios ilumina el alma mediante una revelación de su propia bondad. En este momento el alma se carga de amor por la perfección de Dios. Pero se necesita un elemento fundamental: la voluntad debe esforzarse por lograr la unión con él. Aquí se puede afirmar como la valoración de los actos morales se da cuando las actuaciones individuales están de acuerdo con el plan divino. Es decir, los actos del ser humano deben estar en consonancia con la ley de Dios.
Dionisio Areopagita considera el mérito que la voluntad debe tener para llegar a configurarse con lo divino. Él afirma como una acción es buena si su tipo, motivo y resultado también lo es. Pero si algún elemento de los citados con anterioridad es malo, la acción puede considerarse como negativa. 2. La escolástica En el desarrollo de la patrística y en el inicio de la escolástica la discusión moral pasó a ser de carácter teológico. Su punto de trabajo se ubicó en dos asuntos: a) presentar las cuestiones normativas acerca de qué virtudes cultivar, qué acciones evitar y qué metas perseguir. b) establecer la estructura general de la moralidad. En principio dicha labor no fue algo sistemático. En esta misma tónica, San Anselmo empezó a fomentar una discusión más ordenada. Adopta el planteamiento de San Agustín el cual afirma cómo la gracia de Dios induce en el alma una disposición para avanzar hacia el bien. En este momento las acciones deben estar en consonancia con lo que quiere el mismo Dios. Pedro Abelardo reconoce como la voluntad del sujeto debe estar de conformidad con el proyecto de Dios. Un acto realizado por el individuo se considera como bueno cuando asume dentro de sí la ley divina. Santo Tomás intenta sintetizar el pensamiento griego y la doctrina cristiana en una sola filosofía. En el campo de la ética, él se dedica a presentar cómo los paralelismos entre las ideas de virtud originadas en la antigüedad y las producidas por el cristianismo pueden desarrollarse para establecer un fundamento racional de la moral y demostrar con ello una formulación de la virtud verdadera la cual pudiese ser vinculante para cualquier ser humano dotado de la facultad intelectiva. El doctor Angélico logró, desde lo anterior, suscribir una concepción racionalista dentro del pensamiento moral. Su contacto con los escritos de Aristóteles le permiten llegar a buen término en dicha labor. Únicamente bajo el auspicio de los escritos del maestro griego se pudo crear una forma de eudemonismo consecuencialista. Éste significa que la acción recta es la conducta la cual tiende a promover o de hecho realiza la consumación del ser humano. 3. Renacimiento. Hacia el siglo XIII y XIV la reflexión ética tomó dos caminos distintos. El primero intenta continuar con la propuesta Aristotélica y la teoría tomista. El segundo se encamina, más bien, por una reacción en contra de la escolástica y de la tradición predominante hasta el momento. En cuanto al primer movimiento es bueno decir como la tradición aristotélica continuó evolucionando. Esta corriente tuvo dos direcciones:
a) Italia: un grupo de escritores y científicos naturalistas radicados en la ciudad de Padua se remontaron a los trabajos de algunos averroístas y a su vez al mismo Aristóteles donde encontraron la fuente de una teoría ética totalmente congruente con su manera de ver el mundo. Su principal representante es Pietro Pomponazzi. b) La península Ibérica: la tradición tomista persiste en este territorio con un grupo de pensadores neoescolásticos católicos. La teoría desarrollada en esta parte del hemisferio fue la de exponer y comentar la obra de Santo Tomás y Aristóteles. El aporte de este grupo de pensadores a la tradición fue la de adaptar toda esta estructura de pensamiento a las nuevas circunstancias que el mundo estaba viviendo. Aquí se puede encontrar a Francisco de Vitoria. Él reflexionó acerca de la doctrina sobre la guerra justa, donde el factor predominante es la legitimidad para usar la violencia bajo la causa de la defensa de la sociedad. Suárez, en cambio, buscando ir más allá de las tesis de Santo Tomás y bajo la inspiración de Ockham reconoce la concepción por medio de la cual la voluntad del agente y la de Dios desempeñan un papel importante en la determinación de la vida moral de la conducta. El segundo movimiento tuvo como objetivo en contra del Aristotelismo y sus posteriores reflexiones. Se inclinó por un regreso hacia las doctrinas platónicas. La raíz de este movimiento se encuentra en el auge de la ciencia empírica y la fragmentación de la unidad en la Iglesia católica. A su vez hay un redescubrimiento de los autores de la antigüedad y un mayor disponibilidad de a sus textos. Nicolás de Cusa, por ejemplo, construye una explicación de la realidad según la cual hay un movimiento general de toda la humanidad hacia Dios, orientado por el amor místico. Éste trabajo tiene la inspiración de la metafísica platónica y pitagórica y la mística cristiana. La academia neoplatónica de Florencia, bajo el patronato de Cósimo de Médici continúa con dicha línea. Ésta se distinguió por las numerosas traducciones de los textos clásicos. Introdujo en el movimiento renacentista nuevas ideas, forjando así una forma diferente de pensamiento moral y social. Estos humanistas empezaron a fijar su mirada en el texto de la República de Platón encontrando en él un modelo perfecto para la expresión literaria de sus ideas. Dos figuras de este movimiento son: Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirándola. Ficino al unir las ideas presocráticas y las agustinianas sobre la eficacia causal del amor como principio universal pasa a identificar esto con una noción generalizada de hombre, formando así la idea de humanidad como valor moral primordial.
3. ÉTICA MORAL MODERNA Y SUS CONSECUENCIAS El proyecto ético de la modernidad se empezó a consolidar en el momento por medio del cual las ideas propuestas por el cristianismo tales como el supremo Bien y la voluntad de Dios llegaron a parecer cada vez menos capaces de ofrecer una orientación práctica. De ahí que muchos pensadores
en ésta época histórica empiecen a buscar nuevas herramientas para configurar la discusión ética. Para considerar la problemática de la ética moderna es bueno trazar dos elementos de trabajo. El primero reflexiona como se llega a plantear una ética la cual no se fundamenta en una autoridad fuera de la naturaleza humana sino desde las facultades y los recursos internos del sujeto. Éste último promueve el autogobierno y la autonomía. Lo anterior durante el desarrollo de la modernidad llegó a consolidarse con gran eficacia. Pero hay un segundo aspecto el cual hace referencia a analizar no sólo el sujeto autónomo y sus implicaciones sino las cuestiones relativas a una moral pública.
El camino hacia la autonomía.
Para comenzar, Montaigne intenta demostrar como las ideas de vida buena propuesta por la antigüedad clásica y más adelante las normas del cristianismo no sirven de guía para la mayoría de las personas, la razón está en que muchos sujetos no pueden vivir de acuerdo a ellas. En este sentido, él se inclina a proponer como cada individuo puede encontrar desde sí una forma de vida ajustada a su naturaleza. Siguiendo por esta línea el derecho natural moderno descubre como las individuos tienen la posibilidad de determinar sus propios fines. La moralidad, en este caso, es objeto de reconocimiento desde la propuesta presentada por el sujeto. Thomas Hobbes niega, por un lado, la sociabilidad del individuo, pero acepta que en este hay una motivación hacia el autointerés. A su vez el hombre no tiene un bien último. Su objetivo tiene la orientación de buscar sin descanso poder y más poder. Lo anterior tiene como consecuencia una guerra de todos contra todos. La solución para este conflicto radicaría en que todos los miembros de una comunidad se pusieran de acuerdo en ser gobernados por un soberano capaz de imponer la paz. Sólo un gobierno así puede entrar a resolver los deseos ilimitados de los hombres. Aquí se puede apreciar claramente como la institucionalidad no es impuesta por un orden divino sino por el mismo sujeto. Los planteamientos llevados a cabo durante el desarrollo del siglo XVIII empezaron a consolidar la siguiente idea: la moralidad no se puede comprender bajo la instancia de una imposición normativa al sujeto. Por el contrario éste le otorgará a la misma una clara expresión. El tercer conde de Shaftesbury empezó a proyectar con un esfuerzo más sistemático una nueva teoría en torno a la naturaleza humana y la moralidad. El afirma cómo en el sujeto hay una facultad moral encargada de juzgar sus acciones. La virtud sólo es posible cuando la actuación va de acuerdo con lo que el sujeto aprueba. Esto debe ser un motivo benévolo y social. El sentido de la moralidad debe estar en consonancia con lo dictado por el hombre.
Hume se inclina a mostrar como una teoría centrada en la virtud es la que mejor explica las convicciones morales. Para él la moralidad es el motor encargado de mover nuestras actuaciones. La razón por sí misma nunca puede hacerlo. El fundamento de la moralidad se encuentra en los sentimientos del sujeto. Éstos se mueven bajo el terreno de la aprobación y desaprobación. Además se orientan hacia los deseos y aversiones básicas que mueven al individuo a actuar. Los sentimientos son aprobados cuando mueven hacia el bien. Pero la desaprobación existe cuando los mismos sentimientos producen perjuicios. La virtud se constituye en el momento por medio del cual se desea el bien. El sistema kantiano presenta en términos generales como la moralidad es una estructura la cual tiene como función el imponer obligaciones absolutas. Además muestra la manera como se puede actuar en cualquier circunstancia. Pero, Kant defiende con claridad la siguiente tesis: la moralidad se desprende de la naturaleza humana. Para la constitución de la moralidad se necesita de la participación del sujeto. Éste pone al descubierto los imperativos por los cuales quiere ser gobernado. La base de este planteamiento se encuentra en la palabra libertad. El sujeto fuera de toda determinación externa puede desde su interior emprender la tarea de imponerse leyes de carácter universal. En conclusión el planteamiento elaborado por este pensador alemán demuestra como el hombre desde su condición autónoma puede crear su moralidad.
La autonomía y sus críticas.
Los pensadores utilitaristas con respecto a la autonomía plantearon algunos interrogantes nuevos. Stuart Mill se da cuenta como la moralidad representa la sabiduría acumulada de la humanidad. Es decir, la estructura moral representa con claridad las consecuencias a las cuales se ha visto sometida la sociedad de acuerdo con las acciones realizadas por los individuos. Eso sí, dicha moralidad es aprehendida por el sujeto desde su infancia. La teoría de la motivación moral iniciada por Stuart Mill va encaminada a plantear como el individuo tiene dentro de sí un interés a obrar moralmente y en consecuencia a ser autónomo. Para llegar a la felicidad individual se hace necesario estar vinculado directamente a los principios morales personale