Compositores Fernando Sor o Ferran Sor i Muntades Nació en el seno de una familia bastante acomodada, ya que Sor descendía de una larga línea de militares (su padre era ingeniero de caminos, y su abuelo, nacido en el sur de Francia, lo fue en el ejército Francés). Intentó continuar esa tradición militar, pero se apartó de ella cuando su padre le introdujo en la ópera italiana. Se enamoró de la música y abandonó la carrera militar. Junto a la ópera, su padre también le orientó hacia la guitarra cuando, por entonces, era poco más que un instrumento tocado en tabernas, tenido por inferior a los instrumentos de la orquesta. Al morir su padre en 1789, su madre no pudo seguir financiando sus estudios y el abad de Montserrat, Joseph Arredondo, se ofrece a tomar al niño para estudiar gratuitamente en la Escolanía del Monasterio de Montserrat, próximo a Barcelona. El estudio allí giraba en torno a la música. Fue en este monasterio donde comenzó a escribir sus primeras piezas. Sin embargo sus profesores, sobre todo el padre Viola, no apreciaban la guitarra, y por tanto la formación de Sor para este instrumento es autodidacta, antes y después de su etapa en Montserrat. En 1795 vuelve a Barcelona y empieza su carrera militar como subteniente bajo el General Juan Miguel de Vives y Feilu en el ejército de Villafranca. El cargo le permite dar sus primeros conciertos de piano y guitarra y componer. En 1808, cuando Napoleón Bonaparte invadió España, pasó a escribir música nacionalista para la guitarra, acompañada a menudo por letras patrióticas. Después de la derrota del ejército español, Sor aceptó un puesto administrativo en el gobierno de ocupación, bajo la monarquía de José Bonaparte. Si bien no hay constancia de su pertenencia a ninguna Logia, la afiliación de las personas que más le ayudaron en la época deja pensar que pudo ser masón, iniciado por sus amistades durante la ocupación Francesa de España. Comenzó a ganar renombre entre la comunidad artística parisina por sus habilidades para la composición y para tocar la guitarra, e inició ocasionales viajes a través de Europa, obteniendo considerable fama y convirtiendo a la guitarra en un instrumento de concierto. El final de su vida es acomodado pese a la leyenda (compartida por muchos artistas románticos) de la muerte en el olvido y la miseria.
su hija Carolina, arpista y pintora, muere el 8 de junio de 1837. Su última obra fue una misa en honor de ella. Esta muerte sumió al ya enfermo Sor en una seria depresión, y murió el 10 de julio 1839 de cáncer de la lengua.
Francisco Tárrega Un accidente marcó su infancia cuando, al parecer, cayó a una acequia en un descuido de la muchacha que le cuidaba, y quedó su vista dañada. Su padre, con el temor de que quedara ciego, se trasladó a Castellón para que asistiera a clases de música y pudiera ganarse la vida como músico. Entró en el Conservatorio de Madrid en 1874, donde estudió composición con Emilio Arrieta. A finales de 1870 enseñaba guitarra (Emilio Pujol y Miguel Llobet fueron alumnos suyos) y daba conciertos con regularidad. Virtuoso de su instrumento, era conocido como el Sarasate de la guitarra. En 1880 dio recitales en París y Londres. Durante el invierno de 1880, sustituyó a su amigo y guitarrista Luis de Soria en un concierto en Novelda (Alicante), ciudad donde conoció a su futura esposa, María Rizo. En 1881, después de un concierto en Lyon, llegó a París, donde conoció a los personajes más importantes de la época. Realizó frecuentes giras: Perpiñán (Francia), Cádiz (España), Niza (Francia), Mallorca (España), París, Valencia y más. De vuelta de un viaje a Granada escribió el trémolo Recuerdos de la Alhambra, y en Argelia le llegó la inspiración para componer Danza mora. Allí conoció a Camille Saint-Saëns y más tarde, en Sevilla, escribió la mayor parte de sus Estudios. A su querido amigo y compositor Tomás Bretón le dedicó el hermoso Capricho árabe. Se instaló en 1885 en Barcelona, y allí murió el 15 de diciembre de 1909.
Niccolò Paganini Nació en Génova, donde estudió con músicos locales. Sus padres fueron Antonio Paganini y Teresa Bocciardo. Empezó a estudiar la mandolina con su padre a los cinco años. A los siete años comenzó a tocar el violín. Hizo su primera aparición pública a los nueve años y realizó una gira por varias ciudades de Lombardía a los trece. No obstante, hasta 1813 no se le consideró un virtuoso del violín. Tuvo como
maestros a Giovanni Servetto y Alessandro Rolla. Con dieciséis años era ya conocido, pero no digirió bien el éxito y se emborrachaba continuamente. Una dama desconocida lo salvó de esa vida licenciosa para llevarlo a su villa donde aprendió a tocar la guitarra y el piano. En 1801 compuso más de veinte obras en las que combina la guitarra con otros instrumentos. De 1805 a 1813 fue director musical en la corte de Maria Anna Elisa Bacciocchi, princesa de Lucca y Piombino y hermana de Napoleón. En 1813 abandonó Lucca y comenzó a hacer giras por Italia, donde su forma de interpretar atrajo la atención de quienes le escuchaban. En 1828 fue a Viena, más tarde a París y en 1831 a Londres. Fue además tutor del violinista italiano Antonio Bazzini, a quien motivó para que iniciara su carrera como concertista. Su técnica asombraba tanto al público de la época que llegaron a pensar que existía algún influjo diabólico sobre él, porque a su vez su apariencia se notaba algo extraña y sus adelantos musicales eran una verdadera obra de arte. Su salud se fue deteriorando a causa de una tuberculosis diagnosticada en 1819. En los años 1834 y 1840 padeció dos fuertes episodios de hemoptisis, siendo el segundo el que precipitó su muerte. Durante el avance de la enfermedad, que pasó de sus pulmones a la laringe, padeció afonía crónica los dos últimos años de su vida. El músico además se medicaba con mercurio para tratar la sífilis que también padecía. Falleció en Niza el 27 de mayo de 1840. Su imaginativa técnica influyó notablemente en compositores posteriores como Franz Liszt, Johannes Brahms, Sergei Rachmaninoff, Boris Blacher, Andrew Lloyd
Webber, George Rochberg , Witold Lutosławski y Robert Fripp entre otros. Ya de niño fue conocido como el violinista del diablo, y escribió varias obras para violín que ningún otro músico de la época era capaz de tocar. Los otros músicos creían que había vendido su alma al diablo debido a la complejidad de sus obras, incluso hay quien aseguraba que cuando tocaba su violín siempre había una extraña figura oscura detrás de él, y que cuando se le partían las cuerdas, su violín sonaba exactamente igual.[1] De hecho hay un testimonio que dice que llegó a tocar una vez con una sola cuerda y su violín no perdió sonido. Era tal la creencia de su pacto con el diablo, que cuando murió, la Iglesia católica se negó a darle un entierro católico.
Dionisio Aguado y García Nacido en Madrid el 8 de abril de 1784 y muerto el 20 de diciembre de 1849, es uno de los guitarristas españoles más célebres del siglo XIX. Inició sus estudios musicales con Fray Miguel García, conocido como Padre Basilio. Influenciado por el italiano Federico Moretti, y junto con Fernando Sor, adoptó la notación convencional para guitarra, prescindiendo de la notación por tablatura, imperante en España en esa época. La invasión de Napoleón, y lo que esto conllevó, hizo que se retirara con su madre a sus tierras en Fuenlabrada y se dedicara a profundizar en sus conocimientos musicales. Después de un periodo de retiro que dedicó al estudio y perfeccionamiento de su técnica, se marchó a París en 1825, y atrajo la atención de músicos relevantes de la época (Rossini, Paganini, Vincenzo Bellini, Fernando Sor,
Fossa, …) por su virtuosismo, y alcanzó un gran éxito con sus recitales. Con Sor hizo amistad, colaboró estrechamente e incluso vivió durante un tiempo. De hecho éste le dedicó un dueto (Op.41, Les Deux Amis, los dos amigos, una parte está marcada "Sor" y la otra "Aguado"). En 1838 regresó a Madrid, donde dedicó su vida a la enseñanza hasta que murió el 29 de diciembre de 1849.
Heitor Villa-Lobos (1887- 1959) Nació en Río de Janeiro en una familia de clase media en la que el padre era músico aficionado y recibía en casa, todos los sábados, a amigos con los que tocaba hasta la madrugada, lo que influyó decisivamente en que el pequeño Heitor empezara a interesarse. Así, a los seis años aprendió a tocar el violonchelo con su padre en una viola especialmente adaptada. En seguida se sintió fascinado por Bach. Tuvo que residir con la familia en otras ciudades hecho que le hizo entrar en contacto con otras músicas más enraizadas en el variado folclore brasileño, lo que acabaría por ser otra fuente de influencia en su música. De vuelta a Río, entra en contacto con el choro y la guitarra, que se tocaba con profusión entonces por músicos aficionados. Tal impacto le produjo que empezó a estudiar guitarra a escondidas de sus padres, los cuales consideraban esta música como menor y marginal. A la muerte del padre se volcó en el choro, componiendo un ciclo de 14 obras que tituló Choros y en las que aportaba modernas técnicas de composición a esta música popular.
A los 18 años, y durante los 3 siguientes, recorrió varios estados de Brasil transcribiendo los temas del folclore popular. De vuelta a Río, se ganaba la vida tocando el chelo en orquestas, dedicándose en paralelo a la composición. Preocupado por la difusión de la música, presenta un Plan de Educación Musical a la Secretaría de Educación del Estado de São Paulo. Su aprobación hizo que volviera a Brasil. En 1931 organizó una Concentración Orfeónica que llamó "Exhortación Cívica", y que concentró a cerca de 12 mil voces. Posteriormente estas experiencias se repetirían, llegando a concentrar en una ocasión hasta 40.000 escolares. En 1942, crea el Conservatorio Nacional de Canto Orfeónico destinado a formar profesores para las escuelas, promover el estudio de la musicología brasileña, grabar discos, etc. Murió de cáncer el 17 de noviembre de 1959, en Río de Janeiro "Sí, soy brasileño, y muy brasileño. En mi música dejo cantar a los ríos y a los mares de este gran Brasil. No le pongo mordaza a la exuberancia tropical de nuestros bosques y nuestros cielos, que yo transporto, instintivamente, a todo lo que escribo." Heitor Villa-Lobos.
Agustín Pío Barrios Conocido también como Mangoré, es el guitarrista y compositor paraguayo de música clásica más reconocido. Comenzó a tocar la guitarra desde niño, con participaciones esporádicas desde los ocho años en la Orquesta Barrios, integrada por miembros de su propia familia. Dotado de gran facilidad para la música, alternaba el violín con la flauta y el arpa, aunque más adelante eligió la guitarra como su instrumento principal. Pronto logró conciertos en México y Cuba de la mano del mecenas Tomás Salomini. Tras proseguir sus estudios en Asunción, viajó por Argentina, Uruguay y Brasil. En 1925 se trasladó nuevamente a Brasil e inició luego un recorrido por todo el mundo. Aquel año se casó con Gloria, su inseparable compañera. En 1930, aconsejado por empresarios artísticos con la idea de atraer más público, adoptó el seudónimo Nitsuga Mangoré, invirtiendo su nombre, Agustín, en Nitsuga, y utilizando el nombre de un cacique del siglo XVI. Se presentaba como "El cacique Nitsuga Mangoré, el Paganini de la guitarra de la selva paraguaya", con un extraño atuendo y maquillaje. Ello le valió fuertes críticas entre los especialistas, y cinco años más tarde abandonó esa imagen, aunque aún se lo recuerda con dicho seudónimo.
En 1933 inició su actividad como profesor en el conservatorio de San Salvador, aunque al año siguiente se vería interrumpida por la que fue su única gira por el Viejo Continente, que duró hasta 1936. A finales de la década de 1930 sufrió una crisis de sífilis y comenzaron sus problemas cardiacos. Falleció de un ataque al corazón a los 59 años en San Salvador, donde ejercía aún la docencia. De la labor de Agustín Pío Barrios como compositor se destacan principalmente su versatilidad y su técnica. En su juventud recibió las influencias de Bach y Mozart; sin embargo, en otra vertiente de su producción, predominan los ritmos y melodías de música hispanoamericana. John Williams, el renombrado guitarrista australiano, lo calificó como el mejor compositor de todos los tiempos para la guitarra. Se estima que compuso más de trescientas obras (entre las que pueden citarse La catedral, Las abejas, Confesión, Danza guaraní, Mazurca apasionata), muchas de ellas perdidas. Considerado como uno de los compositores hispanoamericanos más importantes del siglo, fue el primero en transcribir la obra de Bach para guitarra. Desde fecha tan temprana como 1910 dedicó atención a la grabación de discos, hasta llegar a la cifra de cincuenta registros sonoros.
Julio Salvador Sagreras 1879 – 1942 Guitarrista y pedagogo argentino sus padres eran guitarristas. El aprendió por tanto la guitarra a una edad muy temprana, participando en conciertos desde la edad de seis años. A los 12 años estudió composición y piano en el conservatorio. Con posterioridad llegó a ser profesor de guitarra de la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires. En Buenos Aires conoce al editor Francisco Núñez, el cual publicará, con el tiempo una centena de obras de Sagreras. En 1905 fundando su propia escuela, La Academia de Guitarra. En su juventud escribe sus primeras composiciones, pública su libro LAS LECCIONES DE LA GUITARRA, a mediados del siglo XX donde propone técnicas y estudio para inspiración folklórica, así como su libro TECNICA SUPERIOR DE GUITARRA, centran su tema fundamental para aplicarse en guitarra utilizando la técnica clásica. No podemos pasar por alto la cantidad de conciertos que El y su Padre realizaron juntos, pero también no solo con su progenitor, sino también con otros artistas de
renombren la época. Sin duda alguna este excelente compositor será recordado por muchos, ya que sus tangos creados causaron gran empatía en el público, desafortunadamente en 1942 el mundo se despidió de uno de los músicos más reconocidos en la época en su país y el mundo. La música por naturaleza no puede pasar por desapercibida, sino más bien forma parte de nuestra vida cotidiana y cuando compositores como Sagregas logran penetrar sus obras dentro del público, difícilmente se olvidarán por toda la vida.
Ernesto Nazareth 1863 – 1934 Ernesto Nazareth, (o Nazaré, como se le conocía en Brasil) nació en Río de Janeiro, un 20 marzo de 1863. Su madre fue pianista y además su primera maestra hasta que falleció cuando su hijo tenía diez años de edad. Tras la muerte de su madre, Nazareth siguió estudiando con los profesores Eduardo Madeira y
Lucien Lambert. Poco a poco comenzó a conocer músicos populares de “choro”, que estimularían su original sentido del ritmo. Fue un apasionado de la obra de Chopin, pasión que se ve reflejada en su música. Escribió piezas de concierto, pero su identidad musical estaba en las obras con carácter de música ligera del Brasil de su tiempo, presentando un estilo inconfundible. Su producción pianística abarca más de 200 títulos. Escribió, sobretodo, valses, polkas y tangos brasileiros. El piano de Ernesto Nazareth refleja todo el entorno socio ambiental de su tiempo y está impregnado de gracia, ingeniosidad, estilo y personalidad. Pese a cierta sencillez de los temas y su tratamiento, así como de las estructuras (como corresponde a las obras de carácter ligero) su música presenta un permanente
interés, una notable inspiración y un tanto inconfundible como irresistible “sabor” (el sabor nazarethiano). Ernesto Nazareth convirtió los sonidos callejeros tocados por los músicos populares brasileños y los tradujo al piano, dándoles un ropaje delicado. Su obra se sitúa en la frontera de lo popular con lo erudito, transitando a voluntad por las dos áreas. De hecho, sus obras para piano se utilizan en conservatorios, tanto de música académica como popular, ya que, como hemos indicado, Nazareth trabajaba en el límite de los dos universos. A finales de los años veinte comenzó a mostrar problemas auditivos, los cuales empeorarían en esos sus últimos años de vida. El trauma provocado por la muerte
de su hija y su esposa intensificaron el deterioro de su salud mental. En 1933, a
los setenta años, el compositor fue internado en la colonia “Juliano Moreira”, en Jacarepaguá. El 1 de febrero de 1934, Ernesto Nazareth huyó del manicomio y fue encontrado tres días después, ahogado en el embalse de la Cachoeira dos Ciganos (Cascada de los Gitanos).
e-grafía: http://www.19trastes.com/romanticismo.htm https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/barrios_agustin.htm https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/16591/SossaRopain JuanMiguel2015.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Evolución Comienza a tener una participación muy destacable a partir del renacimiento, cuando se desarrolla el repertorio contrapuntístico de los instrumentos de cuerda pulsada (Vihuela en España y América, y Laúd en el resto de Europa). El prototipo delo que hoy es la guitarra española, tal como la conocemos ahora apareció en el siglo XIV, utilizada por el pueblo para acompañar canciones y bailes populares, mientras la vihuela se convertía en el instrumento de cuerda preferido por los cortesanos y el laúd por las cortes europeas. El hecho fundamental para que la guitarra progresara musicalmente fue la incorporación de una quinta cuerda en el siglo XVI. Durante mucho tiempo se ha atribuido su implantación al poeta andaluz Vicente Espinel, amigo de Miguel de Cervantes y gran aficionado y estudioso del instrumento. Durante el Siglo XVII la nueva guitarra española se convierte en un instrumento habitual en los círculos musicales de toda Europa. Y será a partir de entonces cuando comienza a progresar realmente. Finalmente la guitarra de 5 órdenes se impuso como modelo en toda Europa gracias a la obra “Guitarra española de cinco órdenes, la cual enseña de templar y tañer
rasgado” publicada en 1596 por el catalán Joan Carles Amat (1572/1642) que obtuvo un éxito extraordinario en toda Europa y generalizó su denominación. La obra más brillante del barroco español fue la de Gaspar Sanz (1640/1710), titulada Instrucción de música sobre la guitarra española que significó la introducción de la guitarra en los ambientes cultos. A pesar de ello, la guitarra seguirá sin ser aceptada en la música de cámara, donde el clave y los violines imponían su dominio, ni en la religiosa. En el siglo XVIII, tras la brillantez del periodo barroco, si bien musicalmente no se dan grandes progresos musicales, sí se producen una serie de transformaciones físicas en el instrumento que mejoran sus condiciones técnicas y sonoras, adquiriendo muchas de las características básicas de la guitarra actual. Se añade la sexta cuerda, (siglo XVIII Jacob Otto) y se estandariza la afinación moderna, el cambio más significativo sufrido por este instrumento, se sustituyen los órdenes dobles por simples, aumenta el tamaño del instrumento mientras
disminuye las escotaduras de la caja. Se implanta el clavijero metálico y se extienden los trastes hasta la boca de la guitarra. Estas innovaciones no se produjeron al mismo tiempo sino que fueron difundiéndose a medida que transcurría el siglo XVIII. Incluso hasta principios del siglo XIX. Las crecientes posibilidades musicales, así como la mayor consideración de la guitarra española, hizo que a finales de siglo se empezara a utilizar en la música de cámara, dónde destacaron dos intérpretes el francés Charles Doisy y el español Fernando Ferandiere. Junto a esos virtuosos, destacan dos compositores italianos afincados en España: Luigi Boccherini, que aunque fuera chelista estuvo muy vinculado a la guitarra y la incluyó en algunos de sus quintetos y Federico Moretti. También fue muy importante la figura del español Fray Miguel García, conocido como el Padre Basilio cuyo magisterio musical influyó en muchos de los grandes guitarristas españoles de principios del siglo siguiente.
La cons ag ración de la g uitarra clás ica (s ig los XIX y principios del XX) Durante la primera mitad del siglo XIX, en el periodo Pre-romántico, la guitarra conseguirá al fin su aceptación como instrumento de concierto en toda Europa. Es la época (1833) en la que el instrumento se implanta en Estados Unidos de la mano de un emigrante austriaco Christian Frederick Martín, aunque allí sufrirá otro tipo de evolución incorporando cuerdas de acero para integrarse en las particularidades de la música popular de ese país. En España sobresalieron a principio de siglo, dos guitarristas fundamentales en la historia del instrumento Fernando Sor y Dionisio Aguado. Fernando Sor (1778/1839) es considerado como el mayor compositor de guitarra del siglo XIX y su labor interpretativa, compositora e incluso didáctica (Méthode pour la guitare) (1830) contribuyó de modo destacado al prestigio de la guitarra en gran parte de Europa, mientras que Aguado destacó sobre todo en el plano
didáctico de “Colección de estudios para guitarra (1820) y “Escuela de Guitarra” (1825) y “Nuevo método para guitarra” (1843) que constituyen el tratado más importante sobre el instrumento del siglo XIX.
Junto a estos nombres no se puede olvidar a Antonio de Torres (1817/1892). Nacido en Almería su aportación como constructor de guitarras fue tal que los guitarreros de España y Europa adoptaron sus reglas convirtiendo su modelo a partir de entonces en el canon de la guitarra clásica contemporánea. Su mayor logro fue el sistema de refuerzo con varas de madera en abanico en el interior que conseguía aumentar el tono y el volumen de sonido para los conciertos en grandes auditorios al tiempo que aumentaba el tamaño de la guitarra y reducía el grosor de la tapa. El siglo XIX termina con una figura clave en la guitarra española Francisco Tárrega (1852/1909) Nacido en Villarreal es considerado el padre de la guitarra clásica contemporánea. No sólo compuso obras de extraordinaria belleza como “Capr icho
Árabe” o “Recuerdos de la Alhambra”, sino que adaptó obras de compositores como Beethoven, Mozart, Bach, o Haendel. Pero además su dedicación a la guitarra le llevó a desarrollar una ingente labor estudiando los más mínimos detalles: perfeccionó las reglas académicas de la guitarra clásica, la forma de sujetar el instrumento, el modo de pulsar las cuerdas, la postura ideal del intérprete, etc. Introduciendo el uso de una pequeña banqueta para apoyar la pierna sobre la que reposa la guitarra, alcanzando la altura ideal para la ejecución.
El Siglo de Oro de la guitarra (siglo XX) El siglo XX, es la edad de oro de la guitarra clásica española. En este siglo consigue su definitiva maduración como instrumento y se establecen las normas de interpretación de esta. Las grandes generaciones de compositores e intérpretes han llevado a la guitarra a lo más alto. Han sido casi seis siglos de evolución los que han llevado la guitarra de las tabernas a los escenarios sin por otra parte perder su carácter popular pues no hay en la actualidad un instrumento más universal y versátil que la guitarra. Andrés Segovia, es sin duda el guitarrista más conocido del siglo XX. Su prodigiosa técnica fue admirada en los grandes teatros y escenarios del mundo gracias a las interminables giras que realizó durante más de 70 años, con una medida de cien conciertos anuales. Su enorme esfuerzo ha dado a conocer la belleza de la guitarra, despertando el interés de los compositores hacia la guitarra, dotándola de un repertorio de calidad, estimulando la creación de cátedras en los Conservatorios y
Academias de música, dejando una estela de guitarristas en Estados Unidos, Australia, Japón, etc.
Lectura Para escribir la música dedicada a la guitarra barroca se empleaba la tablatura. Seis líneas, cada una representa un orden de la guitarra. Si se lee de arriba a abajo tendremos que la línea superior es la quinta cuerda u orden, y así sucesivamente hasta la última de abajo que corresponderá a la primera. Hay que advertir que para quienes leen tablatura moderna, este método les parecerá extraño. Se trata de la tablatura italiana, mediante la cual la línea de arriba representa el sonido más grave y la de abajo el más agudo; mientras que la francesa es análoga a la tablatura que leen nuestros guitarristas del siglo XXI.
Afinación La afinación más común en la guitarra española tiene intervalos de cuartas entre sus cuerdas (excepto entre la tercera y la segunda cuerda que es una 3.ª mayor), siendo de la siguiente manera Mi (6.ª cuerda), La (5.ª cuerda), Re (4.ª cuerda), Sol (3.ª cuerda), Si (2.ª cuerda), Mi (1.ª cuerda)
Partes de la Guitarra La guitarra ha sufrido variaciones en su forma a lo largo de los siglos. Además del número de cuerdas, las variaciones del instrumento han surgido para adaptarlo a las necesidades del intérprete hasta adoptar la forma actual. Este instrumento está fabricado con madera prácticamente en su totalidad y los tipos de madera más
utilizado son “palo santo” de la India, abeto y cedro de Canadá, pino ciprés o ébano, en función del tipo de guitarra que se desea fabricar (clásica o flamenca) Básicamente está compuesta por la caja de resonancia, el mástil, el puente, el diapasón, los trastes, las cuerdas y el clavijero.
Introducción La guitarra clásica o popular o criolla o española, es un instrumento musical de la familia de los Cordófonos con un origen muy antiguo. El origen y formación de la guitarra española es un tema misterioso y complejo sobre el que han investigado numerosos expertos durante el último siglo. Existen diversas teorías acerca del nacimiento de la misma, las cuales se remontan a la Edad Media en las culturas hispano-cristiana y árabe-musulmán. La guitarra, también conocida como guitarra clásica o guitarra española, es un instrumento musical de cuerda pulsada, compuesto de una caja de madera, un mástil sobre el que va adosado el diapasón o trastero —generalmente con un agujero acústico en el centro de la tapa o boca, y seis cuerdas. Sobre el diapasón van incrustados los trastes, que permiten las diferentes notas. La guitarra es el instrumento más utilizado en géneros como blues, rock y heavy metal, sobre todo en su variante eléctrica, mientras que en el flamenco se suele usar una guitarra española con ligeras variaciones conocida como guitarra de flamenco. La guitarra clásica es también bastante frecuente entre los cantautores, así como en el folclore de varios países. Algunos instrumentos de la familia de la guitarra son el cuatro, el ukelele, el requinto, el charango y distintos tipos del guitarrón, como el guitarrón mexicano, de uso frecuente por los mariachis.