La sociedad colonial en Guatem.ala
.. .. -""::-
Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica Serie Monográfica: 5
Editores de la serie: Christopher H. Lutz Cherri M. Pancake
Traducción de Margarita Cruz de Drake, Lucía Robelo Pereira, Inés Maldonado de van Oss, Eddy Gaytán, Regina Wagner, Ursula Hünerbein
La sociedad colonial en Guatemala: estudios regionales y locales
edición de Stephen Webre
Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica Antigua, Guatemala Plumsock Mesoamerican Studies South Woodstock, Vermont., USA
La fotografía que aparece en la portada presenta la fachada de la iglesia de Zunil {departamento de Huehuetenango) y fue realizada en 1973. Se reproduce aquí con permiso del fotógrafo, Mitchell Denburg.
©
1989, Stephen Webre
ISBN: 0-910443-07-6 ISSN: 0252-9971 Library of Congress Catalog Card Number: 89-06011
A la memoria de Adriaan Cornelis van Oss (1947-1984) y
Joseph David Castle (1949-1984)
Contenido
l.
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
ix
La misión mercedaria y la conquista espiritual del occidente de Guatemala . . . . . . . . . . . . . . .
1
Anne C. Collins
2.
Españoles e indígenas: estructura social del valle de Guatemala en el siglo XVI . . . . . . . . . . . .
33
Pilar Sanchiz Ochoa
3.
Trabajo forzado de la población nativa en la sierra de los Cuchumatanes, 1525-1821 . . . . . . . . . .
77
W. George Lovell
4.
Apuntes históricos sobre la estructura agraria y asentamiento en la Capitanía General de Guatemala . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
109
Julio César Pinto Soria
5.
La tierra y los hombres: la sociedad rural en Baja Verapaz durante los siglos XVI al XIX . . . . . . .
141
Michel Bertrand
6.
Antecedentes económicos de los regidores de Santiago de Guatemala, siglos XVI y XVII: una élite colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Stephen Webre
18 9
7.
La estructura urbana y el cambio social en la ciudad de Guatemala a fines de la época colonial ( 1 773-1824) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
221
Inge Langenberg
Bibliografía . . . .
251
Indice onomástico y analítico . . . . . . . . . . . .
261
Prefacio
Al presentar esta colección de ensayos sobre la historia colonial de Guat.emala, cumplimos por fin con un compromiso que hicimos hace más de siete años. Es el producto de las inquietudes de un pequeño grupo de estudiosos (tanto guatemaltecos como extranjeros) quienes solíamos reunirnos informalmente - a veces en el local del Archivo General de Centro América, a veces en algún café de la Antigua Guatemala- para conversar acerca de las investigaciones que algunos de nosotros realizábamos, compartir datos y apreciaciones y en lo general para profundizar en nuestra iniciación en el mundo de los que se dedican de por vida al conocimiento del pasado. Eramos entonces muy jóvenes, la mayoría todavía estudiantes de postgrado. Gracias a las amistades que en aquellos días forjamos, supimos trascender las fronteras de la cultura y la nacionalidad, del idioma, de la ideología y aun de las disciplinas científicas. Nos sentíamos unidos por la convicción de que al inmiscuirnos en la reconstrucción de varios aspectos de la vida guatemalteca en la época colonial, estábamos pisando cada día tierra nueva. Los extranjeros estábamos especialmente eonscientes de que, al terminar la temporada de investigaciones, nos iríamos del país llevando en nuestro equipaje los resultados de nuestro trabajo. Sabíamos perfectamente lo difícil que era en Centroamérica adquirir los libros científicos que se publicaban en el exterior y lo raras que eran las traducciones al español, y no queríamos que nuestros trabajos quedaran muertos en los estantes de las bibliotecas europeas y norteamericanas, ocultos para siempre de los lectores guatemaltecos cuya amable hospitalidad y colaboración los habían hecho posibles. Poco a poco se fue engendrando la idea de hacer este
X
Prefacio
libro, en el cual presentaríamos muestras representativas de nuestros hallazgos. En el entusiasmo del momento, había muchos que ofrecían participar en el proyecto. Sin embargo, en el transcurso de los años, unos se iban dedicando a otras ocupaciones, mientras que con otros se perdió el contacto. Al final no quedaron sino los siete autores cuyas contribuciones ahora se presentan. Aunque pequeño, el grupo es muy diverso. Incluye a un guatemalteco, una española, dos norteamericanos, un francés y una alemana. Entre ellos hay cuatro historiadores, dos antropólogas y un geográfo. Para nosotros, a quienes nos ha tocado el trabajo de coordinación, la orquestación de los esfuerzos de los siete individuos en seis países y cuatro idiomas ha sido una tarea larga y ardua. Pero ha sido también muy rica en recompensas intangibles. Porque si la diversidad de los autores ~a complicado la labor, también ha dado valor a la colección como representación de las investigaciones recientes sobre la Guatemala colonial. Las piezas que aquí se presentan no proceden de una sola escuela. No representan una sola tradición académica, ni un solo enfoque ideológico o metodológico. Si algo tienen en común, es el eterno deseo de saber y entender más y el reconocimiento de que, cualquiera que sea su orientación teórica, para el historiador u otro profesional d~dicado al estudio del pasado, es en el archivo donde la búsqueda debe comenzar. En efecto, es en el archivo donde empiezan. todos estos estudios. El historiador de la Guatemala colonial todavía depende en un grado extraordinario de los fondos vastos de manuscritos que contienen los archivos centroamericanos y españoles. Al contrario del caso de los grandes centros imperiales de México y del Perú, el centroamericano no puede esperar sacar mucho provecho de fuentes publicadas. No existen las colecciones monumentales de documentos impresos de que se sirven tanto los investigadores de otras partes, y son relativamente pocas las crónicas contemporáneas. La situación en cuanto a las obras secundarias no es mucho mejor. Hasta hace quince o veinte años, no existía ninguna base monográfica para el estudio de la colonia guatemalteca, aparte de los trabajos de algunos pioneros
Prefacio
Xl
tales como José Joaquín Pardo, Héctor Humberto Samayoa Guevara y Ernesto Chinchilla Aguilar. No fue sino hasta el año 1971 que apareció el primer intento serio de síntesis, La patria del criollo de Severo Martínez Peláez. Como cualquier otro trabajo innovador, la obra de Martínez Peláez tiene sus fallas, especialmente en cuanto a la documentación. Son muchas las críticas que se le han lanzado, algunas de las cuales aparecen entre la páginas que siguen. Pero su importancia es innegable. Se han vendido miles de ejemplares en Centroamérica y en base a su reconocimiento de que al fondo de la sociedad colonial estaba la explotación de los indígenas y otras castas pobres, se ha iniciado el proceso de la desmitologización del pasado. º En la década que siguió a la publicación de La patria del ctiollo, vieron la luz otros tres libros importantes, todos por historiadores norteamericanos: Spanish Central America, de Murdo J. MacLeod; Forced Native Labor in Sixteenth-Century Central America, de -William L. Sherman y Government and Society in Central America, de Miles L. -Wortman. Todos trataban de abarcar la totalidad del territorio de la Audiencia de Guatemala y, con la posible excepción de Sherman, quien afirmaba haber limitado su materia al tema del trabajo indígena, todos trataban de formar síntesis en grande. A pesar de la calidad generalmente alta de estos estudios y de su suma importancia en un campo donde la literatura científica es tan escasa, representan en cierto modo un intento de poner la carreta adelante del caballo, de describir las grandes estructuras y tendencias antes de que tengamos a mano estudios confiables realizados al nivel local. Estimulados en parte por los ensayos de síntesis general y especialmente por los de Martínez Pélaez y MacLeod, los trabajos que a continuación s~n:tamos manifiestan precisamente un énfasis sobre la . crohisto . En su totalidad se confinan a la jurisdicción que oy en día constituye .la república de Guatemala. Individualmente, cada uno se liin.ita al examen de un tema de interés dentro de un marco geográfico claramente limitado. Los primeros dos ensayos examinan el hecho central de la formación colonial en Guatemala, el choque de culturas que
..
Xll
Prefacio
vino con la conquista y su impacto ideológico tanto sobre los españoles como sobre los indígenas. Arme C. Collins describe los esfuerzos de los frailes mercedarios por cristianizar los indígenas del occidente de Guatemala y especialmente a los del área de Jacaltenango, mientras que Pilar Sanchiz Ochoa esboza el sistema de valoración social que se evolucionó dentro de la sociedad multirracial que se creó durante el siglo XVI en los alrededores de la ciudad de Santiago en el valle de Guatemala. Tres de las contribuciones tratan de la problemática importante del desarrollo de la sociedad rural. -W. George Lovell estudia el impacto de los sistemas de trabajo forzoso sobre los indígenas de la sierra de los Cuchumatanes, área marginal donde los procesos coloniales no siempre tomaron las mismas formas que adoptaron en los grandes centros de población. Los patrones de asentamiento rural y la tenencia de la tierra son los temas de los ensayos de Julio César Pinto $oria y Michel Bertrand. Pinto acopla observaciones generales con un estudio de caso de un incidente acaecido en el pueblo de Trocisco en la costa del Pacífico, mientras que Bertrand esboza la historia agraria de la región de la Baja Verapaz. Finalmente, los dos últimos capítulos examinan aspectos de la sociedad urbana. En uno de ellos, este servidor examina la base material del poder de la élite española de la ciudad de Santiago, por medio de un estudio de las actividades económicas a que se dedicaban los regidores del cabildo durante el siglo XVII. Por su parte, lnge Langenberg _informa sobre su investigación del impacto social del traslado de la población urbana después del terremoto que destruyó a la antigua capital en 1 773. En la preparación y edición de esta colección de estudios, hemos contado con la ayuda y apoyo de varios individuos a quienes quisiéramos expresar en esta oportunidad nuestro profundo agradecimiento. Entre los principales de ellos se encuentran Christopher H. Lutz, co-director del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA), y -William Y. Thompson, jefe del departamento de historia de
Prefacio
Xlll
la Louisiana Tech University. Lutz estuvo presente en las primeras discusiones sobre este proyecto y en cada etapa del mismo nos ha brindado toda clase de colaboración. Igualmente, Thompson ha colaborado siempre para que contemos con el tiempo y los recursos necesarios para la conclusión del trabajo. Gracias a la intersección de estos dos colegas, el proyecto ha recibido la ayuda financiera tanto de CIRMA como del Fondo "Garnie "W. McGinty" de la Louisiana Tech. Quisiéramos también expresar nuestra gratitud por la gran ayuda que en el trabajo de traducción y redacción nos prestaron Regina W"agner, Inés Maldonado vda. de van Oss, Margarita Cruz de Drake y Eddy Gaitán. Ralph D. Pierce, profesor del área de geografía del departamento de ciencias sociales de la Louisiana Tech, preparó tres de los mapas. Por su ayuda ocasional con la tarea mecanográfica, pero n1ás por su inagotable paciencia, agradecemos también a Karen Malone de "Webre. Todos los autores nos unimos además en la expresión de nuestros más sinceros agradecimientos al personal del Archivo General de Centro América, de los archivos eclesiásticos, parroquiales y municipales de Guatemala y del Archico General de Indias, sin cuya amable colaboración no sería posible ni la más mínima investigación sobre la época colonial en Guatemala. Como se habrá notado en el lugar correspondiente, este volumen va dedicado a la memoria de dos historiadores que fallecieron demasiado jóvenes. ~
Stephen lVebre Ruston, Louisiana (EE.UU.)
l. La misión mercedaria y la conquista espiritual
del occidente de Guatemala -
Anne C. Collins
Tulane University (EE.UU.)
De tres órdenes religiosas principales -los dominicos, los franciscanos y los mercedarios- provenía la gran mayoría de misioneros que llegaron a Guatemala en el siglo XVI. 1 Estos primeros misioneros se establecieron en los centros fundados por los españoles (Ciudad Real en Chiapas y Santiago en Guatemala), y de allí empezaron a extenderse hacia las áreas rurales circundantes. En cierto modo, los esfuerzos de los misioneros no fueron tan constantes durante los primeros años, debido a que la población indígena era numerosa y los religiosos escasos. Así, hacia la década de 1550, los dominicos, quienes en esa época tenían la mayor fuerza numérica, habían extendido su sistema permanente de misiones apenas hasta Copanaguastla, al este de Ciudad Real, y tan sólo hasta Sacapulas, al oeste de Santiago. 2 Una preocupación importante de los primeros misioneros era la reducción de las poblaciones indígenas 4iseminadas a un sistema de vida urbano. La reducción era, desde luego, crucial para el éxito de las autoridades civiles en la administración de la población sometida. Por razones similares, ésta era una meta compartida por los primeros frailes, quienes a menudo proporcionaron la fuerza humana y las tácticas de persuasión para llevar a cabo la reducción de forma rápida y pacífica. Los primeros esfuerzos para congregar a las poblaciones indígenas fueron emprendidos en la década de 1540, cuando los fr.ailes dominicos empezaron a formar pueblos con los grupos indígenas dispersos que vivían en las áreas rurales alrededor de Sar..tiago. 3 El cronista dominico Antonio de Remesal des-
2
Anne C. Collins
cribe los intentos de algunos de estos primeros religiosos para llevar a cabo la reducción. Los misioneros iniciaron sus esfuerzos tratando con los caciques y principales de las aldeas que intentaban reducir. Frailes y caciques escogieron de común acuerdo los sitios para los nuevos pueblos, y decidieron cuáles grupos se establecerían en cada uno de los lugares propuestos. A continuación, los frailes persuadieron a los indígenas a que rozaran y cultivaran campos cercanos a los lugares seleccionados para los nuevos pueblos. En tiempo de cosecha, la gente era trasladada permanentemente a los nuevos lugares con acompañamiento de música y danza --esto último, con la intención de disminuir la tristeza que les ocasionaría a las personas abandonar sus antiguos hogares y catnpos. 4 Nuevos pueblos indígenas se planificaron y construyeron según los últimos ideales europeos de organización urbana. El núcleo de cada población era una gran plaza, en cuyo contorno se agrupaban varios edificios públicos tales como la iglesia, el cabildo, la cárcel y el mesón. Las calles residenciales, de proyección reticular o en forma de damero, desembocaban en la plaza desde cualquier dirección. En Guatemala, durante los primeros años de la colonia, la Corona financió los esfuerzos misioneros en los pueblos indígenas recién formados. Basada en su facultad de protectora de la Iglesia en las Indias, 5 la Corona tenía la total responsabilidad del progreso del cristianismo en el Nuevo Mundo, e inicialmente esta responsabilidad comprendía, según como se interpretara, todo el patrocinio de fi.nancia.IIliento de las misiones. El patrocinio empezó con el pago del pasaje de los frailes a las colonias. U na vez allí, se les proporcionaba comida, ropa y casa, al igual que los ornamentos del culto (vino, aceite, velas y otros enseres) y otros fondos necesarios par~ emprender los esfuerzos de conversión entre la población indígena. 6 Al ir aumentando el número de misioneros en el Nuevo Mundo, así incrementaron los gastos, y la Corona pronto empezó a buscar otros patrocinadores a quienes pudiera transferir parte de la carga de la financiación del programa de cristianización. Conforme fue avanzando el período colonial, dos fuentes fueron solicitadas, cada vez en mayor grado, para hacerse cargo de parte de estos gastos: los conquistadores (y sus
La misión mercedaria y la conquista espiritual
3
descendientes) y las reducciones de indígenas. Para los conquistadores convertidos en encomenderos, uno de los impuestos más onerosos relacionados con la Iglesia era el sínodo. Los sínodos eran asignaciones en efectivo que servían para mantener a un grupo de misioneros nombrados especialmente para ese oficio y que se conocían como doctrineros del Real Patronato. Durante la mayor parte del período colonial, estos doctrineros recibían salarios anuales de 50,000 maravedís (183 pesos) por cada 400 tributarios a su cargo. Los sínodos, al igual que otros gastos de catequización, eran originalmente sufragados por la Corona, pero hacia finales del siglo XVI, ésta empezó a presionar a los encomenderos para que se hicieran cargo de los pagos del sínodo a razón de las poblaciones que éstos tenían en encomienda. En 1660 se exigió el consentimiento general de esta disposición. 7 A los encomenderos de finales del siglo XVI se les exigió asimismo hacerse cargo de otras responsabilidades financieras · relacionadas con la Iglesia. Los primeros encomenderos habían eludido con frecuencia el pago del diezmo, cuyo producto, casi en su totalidad, era asignado para el aprovechamiento de la Iglesia. 8 Sin embargo, con el aumento del número de religiosos a partir de 1550, la necesidad de diezmos y las presiones para recaudarlos aumentaron proporcionalmente. Además, a medida que los misioneros fueron extendiendo sus operaciones en las áreas rurales, descubrieron sobre el incumplimiento de los primeros encomenderos hacia sus obligaciones religiosas, quienes se habían tomado la molestia de cumplirlas apenas muy a la ligera. 9 Posteriormente, los encomenderos fueron a menudo obligados a pagar por la negligencia de sus predecesores, haciéndoles donar hasta la cuarta parte de sus tributos, algunas veces durante varios años consecutivos, para ayudar a financiar la construcción de iglesias en los pueblos de sus encomiendas. 10 A medida que avanzaba el período colonial, la Corona también iba transfiriendo a los encomenderos parte de la responsabilidad de la "limosna" anual de "vino y aceite", utilizada para comprar estas !J.ecesidades del culto para las órdenes mendicantes. 11 Originalmente costeada en su totalidad por la Corona, esta limosna llegó a ser obligación de los encomen-
4
Anne C. Collins
deros con respecto a los pueblos donde tenían encomiendas. La aceptación de esta responsabilidad financiera, junto con la obligación de pagar diezmos y sínodos, se convirtió en condición para recibir encomiendas durante el siglo XVII. 12 Hacia los últimos años del período colonial, cuando ya los encomenderos habían desaparecido de la escena, los hacendados españoles y mestizos contribuyeron ocasionalmente al mantenimiento de los conventos locales. En épocas de escasez monetaria, esta ayuda se realizó a menudo en forma de dotaciones conseguidas por medio de hipotecas sobre una o más de sus haciendas. El censo obtenido de estas obligaciones perpetuas, fijado al 5 por ciento anual, era recaudado por los conventos a cuyo nombre se habían hecho las dotaciones. 13 Los conventos ta.IIlbién se beneficiaron de la piedad de los ladinos locales, por medio de legados testamentarios de propiedades rentables. Las comunidades indígenas en las que trabajaban los misioneros asimismo se fueron convirtiendo en fuentes de fondos cada vez más importantes a través del período colonial. Durante los siglos XVI y XVII, cuando las "cajas de comunidad" indíge?-as eran aún instituciones vigorosas, estos fondos locales eran a menudo desviados para asegurar una parte de los progra.rnas de los misioneros. Originalmente, las cajas estaban destinadas a funcionar como bancos de crédito para los pueblos indígenas, y su uso por parte de los frailes estaba expresamente prohibido por mandatos de la Corona. 14 No obstante, cuarenta o cincuenta años después de su introducción, la mayoría de las cajas destinaban gran parte de sus ingresos anuales a la iglesia. En México, hacia el siglo XVII, casi el 75 por ciento de las entradas de caja eran típicamente designadas al mantenimiento del culto católico local. 15 Porcentajes igualmente altos se encuentran documentados para Guatemala. 16 Otra fuente local de rentas, la cual fue adquiriendo mayor importancia después de la decadencia de las cajas de comunidad indígenas (1700), fue una categoría de rentas conocida como "obvenciones". Las obvenciones (también llamadas "limosnas") eran "donaciones" hechas a los conventos por feligreses individuales y, especialmente, por las cofradías. En un principio, la cantidad recibida ~e esta fuente dependía proba-
La misión mercedaria y la conquista espiritual
5
blemente únicamente de la generosidad de los fieles; pero hacia el siglo XVIII, cuando la ayuda económica de la Corona y de los encomenderos a las misiones se había vuelto insignificante, las obvenciones adquirieron progresivamente un carácter obligatorio, convirtiéndose en una de las fuentes de ingresos más importante para los misioneros. 17 La mayor parte de estas obvenciones eran recaudadas en pago a las misas oficiadas par~ individuos y grupos. Debido a que después del año 1 700 dependían grandemente de fuentes locales de renta limitadas, muchos conventos tuvieron que reducir el número de misioneros. El Cuadro 1 ilustra esta tendencia con respecto a la orden de los mercedarios. Las dificultades económicas fueron responsables, por lo menos parcialmente, del virtual cese de las actividades expansionistas y de la solidificación de las fronteras eclesiásticas que caracterizaron a las misiones del siglo XVIII en Guatemala. Otro factor que hizo perder vigor a las misiones puede atribuírsele a la política oficial de la Corona, la cual, después de 1700, apuntó hacia la reducción del clero "regular" . 18 En 171 7, por ejemplo, el nuevo régimen de los Borbones en España prohibió el establecimiento de nuevos conventos en el Nuevo Mundo, sin importar a qué orden religiosa pertenecieran. 19 Años más tarde, un golpe aún más severo le fue asestado al clero regular cuando se emitieron órdenes para iniciar la secularización de todas las parroquias administradas por ellos. 20 En Guatemala, las parroquias ocupadas por los regulares empezaron a ser secularizadas ya en 1754. 21 LOS MERCEDARIOS EN EL OCCIDENTE La catequización intensiva en el occidente de Guatemala dio comienzo más tarde que en muchas otras partes del país. 22 La lejanía de la región con respecto a los primeros centros de población españoles, explica sin duda el hecho de que las misiones permanentes no parecen haberse establecido allí durante aproximadamente veinte años después de que la región pasara a estar bajo el control militar de los españoles. Estas primeras misiones permanentes estuvieron dirigidas por frailes mercedarios. 23 Los :miembros de esta orden, una vez
6
Anne C. Collins
CUADRO 1
Fuerza numérica de los frailes mercedarios en el occidente de Guatemal.a Convento
1696
1733
1770
Chiantla
3
3
2
Cuilco
3
3
2
H uehuetenango
4
10
2
Jacaltenango
3
3
3
Malacatán
3
3
2
Ostuncalco*
4
6
3
Sacatepéquez
3
3
3
Sol orna
3
3
2
Tejutla
3
3
2
29
37
21
totales
*
La cifra para 1733 incluye tres frailes que entonces residían en Santa Catarina Retalhuleu, pueblo normalmente visitado desde Ostuncalco. La breve tenencia de Retalhuleu como misión se debió probablemente a la presencia de un asentamiento de lacandones, establecido allí por las autoridades políticas y religiosas españolas hacia 1720. FUENTES: para 1696, José Castro Seoane, "La expansión de la Merced", pág. 46; para 1733, BAGG 10 (junio de 1945): 165 y ss.; para 1770, Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 11: passim.
establecidos en el occidente de Guatemala, continuaron atendiendo las misiones y parroquias de esa región por más de dos siglos hasta que la secularización se llevó a cabo. El obispo Francisco Marroquín asignó a los frailes mercedarios el occidente de Guatemala, conocido entonces como el área "mam" , 24 alrededor de 1540. Se mencionan por nombres como parte de esta asignación "los partidos de Uztuncalco [Ostuncalco], Zacatepeque (San Pedro Sacatepéquez], Teyuzla [Tejutla], Cuilco y Guatenango [¿Huehuetenango?]" . 25 Los mercedarios pioneros en el área probablemente se acercaron
La misión mercedaria y la conquista espiritual
7
a su territorio recién asignado desde la costa de Suchitepéquez (véase el Mapa 1), región que habían estado visitando manifiestamente desde poco después de su llegada inicial a Guatemala, alrededor de 1536. 26 Desde Ostuncalco y San Pedro Sacatepéquez, los mercedarios primeramente emprendieron camino en dirección oeste, alcanzando algunas de las poblaciones hablantes de mam de la parte más occidental de Soconusco, hacia 1546. 27 Una expansión en dirección norte se encuentra documentada hacia 1549, al enviarse misioneros a visitar la ~egión de Tutuapa y Usumacintla. 28 Ya hacia el año 1555 estaban realizando actividades misioneras en el pueblo de Huehuetenango. 29 Su presencia en Jacaltenango se documenta hacia 1567. 30 Este último pueblo permanecería como su único centro dentro del área de los Cuchumatanes31 hasta la segunda mitad del siglo XVII. Los conventos regionales (cabeceras de doctrina) eran arterias vitales para la organización mercedaria, y la ubicación de estas misiones era determinada con bastante cuidado. 32 En el occidente de Guatemala, los primeros conventos mercedarios fueron establecidos en los pueblos de Ostuncalco, San Pedro Sacatepéquez, Cuilco, Hueheuetenango y J acaltenango. Todos ellos tenían misioneros residentes hacia 1581,33 y todos se mantúvieron como cabeceras de doctrina (bajo diferentes títulos) hasta finales del período colonial. Hacia 1600, Chiantla y Tejutla habían sido agregados a la lista de conventos regionales. 34 La distribución de las cabeceras y sus pueblos dependientes (visitas) en esa época se puede apreciar en el Mapa l. Esti:ts primeras jurisdicciones fueron trazadas sin tener muy en cuenta fronteras tribales o lingüísticas. Así, en 1600, Jacalten~go (pueblo hablante de jacalteca) incluía entre sus visitas a San Miguel de Acatán, pueblo hablante de acateca, y a San Martín Cuchumatán, pueblo hablante de mam. El período comprendido entre 1600 y 1 700 está marcado por cambios frecuentes en las jurisdicciones de los conventos mercedarios. No todos estos cambios pueden ser explicados por la redistribución de visitas que siguió a la creación, alrededor de 1670, de los últimos conventos mercedarios, en Malacatán y Soloma. 35 Muchos de los reajustes documentados reflejan presumiblemente los intentos de los mercedarios por igua-
Anne C. Collins
8
LA CAN DONES N
/
CHIAPAS /
/
.-
- Huis.....ta. Petatáne
. . .
A
I
' ...... ,s.
e
s. ~dro Necta. S. Jerónimo . ·A S. lldefonso • • maMazapa•. I tenango A lxtahuacán CUILCO _• Motocintla•
/
/
.
•· Tectitán•
'
~
,.
,
Taca na
' • ."' ....-·
.
'J
•
a:: w
>
I
' lxcoy S. Juan
•
~
---~~
-
Á...
.
-~,
~-
--
- -
I
- -- -f,,
~
v
........
~
0
SACATEPEQUEZ '
'
~
~ 1--
<
Á...
~
',
6
<"
>-.
.LO ~
S. PEDRO
1
/
q_~ ~
.
•co,mitancillo
Crist:Sbal
•
,
_.
_st,a. Ana Malacotan S1pacapa
/\
6
-
- Agu~catán
6 HUEHUETENANGó°
I
I
•s.
I
1
~
•
I
-
TEJUTLA
Tajumulco.
_.,,
- - -
,,. ,,. ~- Miguel, lxtahuacan
S. Pablo
(
.
Santiago / Chimaltenango • I CHIANTLA .s. Juan 1 A / :Alitán , - - - •colotenango ,,!. ----
/ J'utuapa -
.,..
_,.,,.,-
a_ <(
Mart
/
/
<(
.s. Mateo lxtatán , ' ' Sta. Eulalia S. Sebastión Coat~n. .. .. . .s. Pedro Solomo ' JACALTENANGO S. Miguel Acatón
-
¡:::' :;
0STUNCALCO
;::: <"
J •coatepeque
LAGO DE~~ ATITLAN
I
(
~ u ll..
ÚJ
1-
SUCHITEPEQUEZ
o
25 Escala
50
De Kilómetros
Clave: A -Cabecera de doctrino¡ •-Visita; - - JurisdicciÓn eclesiástico (misiones mercedarias) •· • · Frontero actual entre Guatemala y México; CHIAPAS-Jurisdicción civil (época colonial) Fuentes! Ignacio Zúñiga Corres • 750 aniversario de la fundación de la orden de uestro Señora de la Merced (Guatamola, 1971 , 78-84; José Castro Seoane, La expansion de la Merced en la América colonial", AS.Gf::l 20 (marzo de 1945): 39. 1
AC/RP. 85
Mapa 1. Las cabeceras mercedarias y sus visitas en el occidente de Guatemala, hacia 1600.
La misión mercedaria y la conquista espiritual
g
lar, en proporciones relativamente exactas, el número de misioneros disponibles con las poblaciones indígenas existentes. 36 Sin embargo, hacia 1700, tal experimentación había cesado. Las fronteras ~ntonces existentes (véase el Mapa 2) se detuvieron en lo que demostraría ser una configuración extremadamente estable. 37 Muchas "misiones" estaban en esta época bastante cerca de convertirse en parroquias, aunque siguieron siendo administradas por los frailes misioneros y aunque algunas continuaron recibiendo ayuda fiduciaria real en forma de sínodo. Pero las actividades proselitistas de los mercedarios no cesaron por completo durante este período. De hecho, las dos últimas décadas del siglo XVII produjeron una ola de fervor misionero, especialmente entre las órdenes religiosas, que Centroamérica no había experimentado desde los días de los frailes pioneros. 38 Fu.e durante este período de resurgimiento cuando los mercedarios emprendieron su último intento por extender las fronteras del cristianismo (y el control político español) en el occidente de Guatemala. El objeto de su atención eran los lacandones y otras tribus que vivían en la vasta selva tropical inexplorada, allende de los Cuchumatanes. 39 La secularización, iniciada en Guatemala en 1 754, dominó los últimos años de la presencia de los mercedarios en el occidente de Guatemala. En la zona mercedaria, la secularización tardó muchos años hasta su consecución. Parte de la dificultad tenía que ver con una claúsula de la ley, la cual permitía a los regulares permanecer en sus puestos hasta el día de su muerte o jubilación. Otro problema era la escasez de sacerdotes seculares dispuestos a aceptar nombramientos en las parroquias aisladas y pobres del occidente. Cuando faltaban candidatos seculares, se reclutaban mercedarios en su lugar, a pesar de que las parroquias habían sido ostensiblemente secularizadas. Cuando el arzobispo Pedro Cortés y Larraz visitó el occidente de Guatemala en 1770, encontró mercedarios ocupando todavía tod9s los puestos eclesiásticos de San Pedro Sacatepéquez, Cuil~o, Malacatán y Jacaltenango. En Soloma tatn.bién vivía un mercedario, donde servía de adjutor al sacerdote secular que estaba a cargo de la parroquia. El resto de las antiguas parroquias mercedarias ( Ostuncalco, Tejutla,
10
Anne C. Collins
LACANDONES N
I
;
1
I
'
\
.s. Moteo
N
lxtotán ·
~
\
\
S. Sebostián Coatón Sta. Eulalia S. André~ \ • • ' S. Marcos PEDRO SOi.DMA . • ' • , , S. Miguel Acatan JACALTENANG0 6 Concepción Huista. I S. Antonio• •petatd'n ', •s. Juan lxcoy
CHIAPAS
.,,s.
I I
-
-
1
'
-
-•s. -Mart(n'
'
/
>
/
'· · ' ' •Todos Santos ¡ ' S. ~ed~o Santiago ' , / S. Jerónimo · 'ec Chimaltenango ' • ~Ama~· lldefons9 • s Juan Atl- \ • CHIANTLA Mazapa , tenango lxtahuacan _ •t ·, ,, • • CUILCO• \ • ~ "'"'ª"•Sta. Isabel, .Aguacatan Motocint1a• ' "ºlote.. St a' b I S. Gaspar hcchile nango • o. ar ora ,_ - - ..,,, . , • ./ _ Toxoj• .aHUEHUETENANGO · 'Tectiton ,/ Tutuopa• - STA. ANA, A • ' .~.Lorenzo Mazatenongo / / S • M"g I MALACATAN s. Romon _ / 1 ue, • ' lxtahua can• S1pacapa /
'
ª•
' ,.,
'
-- -- -
'
/ / / •co_!!litancillo .,,., 1 1 •cabricán
TEJUTLA
•
.
Tojumulco
0
(!>
-
.,,...
-
~
~
-
'
\
~ S. PEDRO ' S.hPed ro ASACATEPEQUEZ S. Juan ~pasapa• C oca 1opa • t • •s. Pablo , S. Antonio 1 •s. Cristobal .1 Sta. Luc(o Malacotán. J.......4J , •S. Miguel 1 •santiago / •osTUNCALCO SacotepéQuez •chlquirichapa - -....../ ./• - ,. .s. Mort(n 1 ,..~ I Magdalena iqv Coatepeque Dé ATITLAN~
:
""
'
( :
LAGO~!;;,
!
..::::,
o
\
\
J
-
o •
50
25 Escala
De, Kild'metros
Retalhuleu. ,, J
'
SU CH ITE.PEQ U EZ Clave~
•-Cabecera de doctrino~ •-Visito; - Jurisdicción eclesiástica (misiones mercedarias) •• - . . Frontera actual entre Guatemala y México; CHIAPAS- Jurisdicción civil (época colonial) Fuente: Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Qbrgs históricas de don 3 vols. (Madrid, 1969-72), 111. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán
AC/RP, 85
Mapa 2. Las cabeceras mercedarias y sus visitas en el occidente de Guatemala, hacia 1700.
La misión mercedaria y la conquista espiritual
11
Huehuetenango y Chiantla) estaban en esta época en manos de clérigos seculares. 40 IMPACTO ECONOMICO DE LA MISION
El siguiente esbozo, el cual describe el impacto económico de la prolongada presencia de los mercedarios en el occidente de Guatemala, se concentra casi exclusivamente en una sola misión: la de J acaltenango. Fundada hacia 1567 y ocupada por frailes mercedarios hasta 1815, la misión de Jacaltenango probablemente representa, tanto como cualquier otra, el establecimiento típicamente mercedario del occidente de Guatemala. Ha sido separada para su análisis en este estudio ya que los archivos disponibles permiten una reconstrucción bastante detallada de su historia económica. 41 Los mercedarios del siglo XVI que establecieron y tuvieron a su cargo la misión de Jacaltenango inicialmente se sostenían, como en otras partes de esta región guatemalteca, con los estipendios de la Corona y las contribuciones de los encomenderos. La Corona consideraba suficientes estas ayudas· para sostener a los mendicantes, a quienes les estaba prohibido aceptar ayuda económica adicional de los indígenas entre los que trabajaban. 42 Pero parece cierto que aquí, como en otras partes, los frailes pronto empezaron a acudir a la comunidad local para asegurar algunos de sus gastos. Si J acaltenango fue un pueblo característico, uno de los primeros gastos que asumió fue el suministro de alimentos, forraje y sirvientes para los frailes -asignación conocida con el nombre de "ración". Ya en 1556, los frailes se procuraban la ración en Guatemala. 43 Remesa! cita la cantidad originalmente fijada de ración: cada comunidad indígena estaba obligada a suministrar a su convento cada día dos gallinas (o dos docenas de huevos), y cada semana una fanega de maíz y dos sirvientes indígenas, además de forraje para los caballos de los frailes. 44 Cuando se empezaron a llevar archivos de comunidad en Jacaltenango, en 1628, tanto las gallinas como el maíz correspondientes a la ración se suministraban al convento local en las cantidades referidas por Remesal. Las gallinas eran un
12
Anne C. Collins
gasto corriente de la caja de comunidad del pueblo durante el siglo XVII, mientras que el maíz se extraía ordinariamente de una "milpa de la iglesia", cultivada especialmente para este propósito. 45 La parte de la ración correspondiente a los alimentos continuó siendo responsabilidad de la comunidad local hasta finales del período colonial. 46 La provisión de sirvientes para los frailes de J acaltenango probablemente estaba a cargo de los alcaldes del cabildo local, como parte de su administración del régimen de trabajo llamado repartimiento. No se ha encontrado registro alguno de la magnitud de esta parte de la ración, con excepción de un documento que data de finales del período colonial (1821). En esa época, los curas de Jacaltenango recibían los servicios semanales de seis fiscales, tres mayordomos de cocina, dos mayordomos de sustento y un número indeterminado de cocineros, molenderas (para moler el maíz), "semaneros" (para trabajos manuales por sem,8.na), porteros, leñateros (proveedores de leña) y zacateros p ara las mulas. 47 Otro gasto asumido por la comunidad local, desde los primeros años de la época colonial en adelante, fue la provisión de obleas para la consagración y, especialmente, velas de cera para el uso de los frailes en los servicios religiosos. Ocasionalmente, otros ornamentos del culto o avíos para la iglesia eran adquiridos también de esta manera. Los ornamentos del culto, durante los primeros años de la colonia, eran comprados con el dinero del impuesto principal recaudado para acaudalar la caja de comunidad. Los archivos de Jacaltenango muestran que esta contribución era un gasto previsto de la caja de ese pueblo desde principios del siglo XVII (época en que se inician los archivos) hasta la desaparición de la caja en el siglo XVIII. A finales del período colonial se seguían abasteciendo a los frailes los mismos tipos de ornamentos de culto, pero para entonces se compraban con las obvenciones recaudadas para este propósito por los alcaldes de Jacaltenango. 48 Entre 1628 y 1743, los gastos de la caja de Jacaltenango relacionados con la Iglesia fluctúan entre un 31 y un 100 por ciento de la totalidad de sus gastos anuales (o sea, un promedio de alrededor de 130 pesos al año). De extremo a extremo, los archivos de la caja de Jacaltenango muestran un firme 1
La mi.sión mercedaria y la conquista espiritual
13
incremento, a lo largo del siglo XVII, en la cantidad de fondos de caja que se utilizaban para sostener a los frailes. En la década de 1630, casi la mitad de los gastos anuales de la caja beneficiaban a los frailes. Hacia finales de siglo, la porción de los frailes se había incrementado a un 90 por cient.o del total. 49 Desde el punto de vista económico, el XVIII fue un siglo difícil para el convento de J acaltenango -como lo fue para la mayoría de los conventos de toda la zona mercedaria. 50 La población de Jacaltenango disminuyó hasta el nivel más bajo que se conoce durante las primeras décadas del siglo XVIII. 51 Durante este período, la caja, cuyo caudal dependía de la población, se fue empobreciendo poco a poco hasta que finalmente desapareció alrededor de mediados de siglo. Esta fuente de ingresos, anteriormente confiable, se desvaneció para los frailes casi al mismo tiempo en que fue abolida la encomienda (1718), fuente de rentas importante en otra época. Durante el siglo anterior, aproximadamente la cuarta parte de las entradas anuales de los encomenderos de J acaltenango habían servido para patrocinar las actividades misioneras. 52 Para reponer la pérdida de ingresos provenientes de la caja y de la encomienda, los frailes del siglo XVIII recurrieron a dos nuevas fuentes: una dentro y otra fuera de la comunidad local. La primera fuente de carácter sucedáneo estaba relacionada con el sistema en expansión de las haciendas, rasgo de la vida económica que fue adquiriendo una· creciente importancia en el altiplano noroccidental después de 1670, aproximadamente. La participación del convento de Jacaltenango en este sistema dio comienzo a mediados del siglo XVII, cuando heredó una hacienda de ganado en la región de lo que hoy es Nentón. Sin embargo, la productividad de esta hacienda parece haber decaído rápidamente bajo la administración de los mercedarios, quienes vendieron la propiedad en 1756. 53 En 1710, el convento obtuvo otra "estancia de ganado mayor" legada por un capitán español, Juan Pascual de los Ríos. 54 Como la mayor parte de las tierras poseídas por españoles en el altiplano noroccidental durante esa época, esta granja se encontraba en la meseta alta al norte de Huehuetena.ngo, en la región conocida como los Altos de Chiantla. Los frailes inmediatamente cedieron esta herencia a Domingo de Moscoso,
14
Anne C. Collins
uno de los granjeros más prominentes de Huehuetenango, a cambio de una asignación de cien pesos anuales en calidad de censo perpetuo al convento de Jacaltenango. 55 Hacia 1740, se venían recibiendo censos adicionales de esta categoría de renta, los cuales totalizaban doce pesos y medio anuales. 56 Parece ser que las dotaciones que recibían los mercedarios eran bastante atípicas, pues en 1740 solamente dos conventos más del occidente de Guatemala habían logrado asegurarse rentas de este tipo. 57 Los frailes· de J acaltenango también compraron tierras durante los primeros años del siglo XVIII. En 1 708, compraron en subasta pública siete caballerías de tierras de la Corona (tierras realengas) en los Altos de Chiantla. El precio total de compra fue de veinticuatro pesos y medio. 58 Los documentos existentes no revelan el propósito al que fue destinada esta tierra. A diferencia de la herencia recién mencionada, no parece que haya sido convertida en una dotación. Tampoco existe registro conocido de reventa convencional de la propiedad. En 1782, el conve~to de J acaltenango estaba administran.do una "hacienda de ganado y trapiche" en un lugar no especificado; 59 ésta pudo haber sido la misma propiedad que adquirió en 1708. La expansión del convento de J acaltenango hacia la agricultura local le aseguró una fuente de ingresos de la cual podía depender. Pero esta renta por sí sola no bastaba para asegurar el total funcionamiento del convento. Una fuente de capital más productiva durante el siglo XVIII fueron las obvenciones hechas por la comunidad indígena local. Hacia 1740, según los archivos del convento, las obvenciones aportaban a los frailes de J acaltenango una renta de casi 575 pesos anuales. 60 Parece ser que las cofradías aportaban gran parte de esta cantidad. 61 Cortés y Larraz observó que, en su tiempo (1770), cada sacerdote cobraba una obvención de dos pesos por cada una de las doce misas oficiadas anualmente para cada cofradía dentro de su jurisdicción. 62 Para la parroquia de Jacaltenango, la cual contaba con dieciocho hermandades religiosas hacia 1800,63 sólo esta renta habría sumado 432 pesos anuales. La creciente importancia de las cofradías en esta época puede estar ligada directamente a la necesidad· del clero de fuentes de rentas para reemplazar las contribuciones de la Corona, de los en-
La misión mercedaria y la conquista espiritual
15
comenderos y, especialmente, de la caja de comunidad de los primeros tiempos. 64 Otra fuente importante de obvenciones eran los cabildos locales, los cuales patrocinaban - o ayudaban a patrocinarva.rios días de fiesta del calendario litúrgico. En 1821, los pagos anuales del cabildo a los frailes de los cuatro pueblos jacaltecos de San Antonio, Huista, Petatán y Jacaltenango sumaron 262 pesos en total. 65 Aunque la mayor parte de los religiosos que administraron el occidente de Guatemala parecen haber mantenido sus demandas sobre los recursos locales a niveles que podían ser satisfechos por esas comunidades., sí hubo quejas ocasionales por lo que las comunidades indígenas consideraban demandas excesivas. Estas quejas parecen concentrarse en la última mitad del período colonial, y son cada vez más frecuentes conforme avanza la secularización de la región. 66 Sin embargo, esta concentración podría ser más aparente que real, ya que han sobrevivido más documentos del siglo XVIII que de períodos anteriores. Pero también parece cierto que, conforme las comunidades indígenas fueron asumiendo mayor responsabilidad en el mantenimineto de los establecimientos religiosos locales, experimentaban un incremento real de la carga económica que esto implicaba. Además, los curas seculares, contra quienes iban dirigidas gran parte de las quejas en ese entonces, no hacían votos de pobreza como se requería de los mercedarios. Por lo tanto, parece probable que las demandas de ayuda de los seculares excedieran a las de sus predecesores. IMPACTO CULTURAL DE LA MISION
Como indican las páginas anteriores, el occidente de Guatemala estuvo expuesto, a lo largo del período colonial, a un prolongado esfuerzo de cristianización, en gran parte bajo la dirección de los frailes mercedarios. De muchas maneras, las actividades religiosas y las creencias de los pueblos indígenas de la actualidad son testimonio del éxito de los frailes. Símbolos importantes de la unidad de un pueblo, que caracterizan la vida del siglo XX en el occidente de Guatemala - l a Iglesia, los santos, las cruces- tienen sus orígenes en el cristianismo
16
Anne C. Collins
predicado por los frailes del período colonial. En sus ceremonias colectivas, los indígenas de la actualidad rezan, tanto a los santos patrones de.sus pueblos como a los dioses ancestrales y naturales de su religión autóctona. Del mismo modo, figuras importantes de la vieja y la nueva religión son entrelazadas por asociaciones mitológicas. Sin embargo, como revela la lectura de cualquiera de los estudios etnográficos del siglo XX sobre la región, un gran número de creencias y ritos claramente no cristianos sobrevivieron a los frailes y a sus esfuerzos de cristianización. Los primeros mercedarios, como otros misioneros pioneros en el Nuevo Mundo, estaban resueltos a cambiarles las creencias a los indígenas, además de inculcar las actitudes externas y ritos del cristianismo; pero según fue avanzando el período colonial, se dio entre los regulares una actitud más tolerante. Esta actitud les permitió ir aceptando, cada vez en mayor grado, tanto un sincretismo religioso, como prácticas asociadas por completo a la antigua religión de los nativos. Resulta difícil determinar con precisión el momento en que se desarrolla esta tolerancia entre los frailes mercedarios y, en realidad, probablemente se trató de un proceso gradual. U na práctica que los mercedarios nunca pudieron erradicar fue la lealtad de los indígenas hacia lo que los frailes y otras autoridades llamaron "adoratorios paganos". Localizados por lo general lejos de los centros de población -sobre montañas o en lugares apartados- estos adoratorios estaban dedicados al culto no cristiano. La existencia de estos sitios era, por lo visto, conocida por los religiosos mercedarios quienes, al parecer, no podrían o no querrían enfrentarse directamente a la amenaza que los adoratorios y los ritos asociados a ellos representaban para la ortodoxia cristiana. El arzobispo Cortés y Larraz, quien visitó la zona mercedaria en la década de 1770 como parte de una visita de inspección general a su arquidiócesis, dio noticias de haber visto uno de tales adoratorios cerca de Malacatán. Si bien el mercedario a cargo de esa parroquia conocía la existencia del sitio y expresaba su confianza en que un día las autoridades civiles de la alcaldía mayor lo destruirían, él, por su parte, no había tomado medidas en esa dirección, contentándose, según
La misión mercedaria y la conquista espiritual
17
la opinión de Cortés y Larraz, con "haber sacado los ídolos de la iglesia" . 6 7 Aunque parece ser que el adoratorio de Malacatán nunca fue destruido, las autoridades civiles, cuando el período colonial tocaba su fin, sí parecen haber acelerado sus esfuerzos por erradicar algunos de estos monumentos dedicados a creencias y prácticas no cristianas. Como consecuencia de tales esfuerzos, se redactaron varios informes relacionados con el tema, los cuales vinieron a dilucidar la naturaleza y función de los. adoratorios. En 1797, un alcalde mayor tuvo noticias de la existencia de un adoratorio a dos leguas de Concepción (una visita de Jacaltenango), en un sitio conocido como Bacú. 68 En su descripción, el alcalde declaró que la base del adoratorio tenía siete varas de largo de cada lado y tres varas de alto. En un lado aparecían como dos escalinatas de nueve escalones cada una. Sobre la primera plataforma se asentaba una estructura. rectangular, descrita por el alcalde mayor como un tipo de trompa o toldilla con una bóveda en arco. Esta estructura, conocida entre los indígenas como la "cueva", era donde se celebraban los ritos. Todo el templo estaba construido con piedras alisadas unidas con argamasa fina. En el siguiente informe a la Audiencia, el alcalde mayor refirió que la existencia del adoratorio era conocida por los frailes locales por lo menos desde hacía cuarenta años. Un fraile había incluso intentado visitar el templo, pero había sido disuadido de su proyecto de investigar al recibir amenazas de muerte. El alcalde mayor se sobrepuso a la posible resistencia a su propia interferencia con la presencia de treinta soldados armados que hizo venir desde Huehuetenango. Con la ayuda de éstos, derribó el templo y obtuvo de los alcaldes del cabildo de Concepción un informe de los ritos que éstos habían observado en el adoratorio. Según el informe del alcalde mayor, el templo marcaba el lugar donde se hallaba enterrado el primer patria.rea de los jacaltecas, y era el santuario de éste y de su esposa, la primera. matriarca de los jacaltecas. Cuatro veces al año, dos alcaldes del cabildo, acompañados por los principales más ancianos de Concepción, hacían una peregrinación de medianoche al
18
Anne C. Collins
santuario para ofrecer sacrificios y rogar por la salud del pueblo y la prosperidad de sus siembras. 69 También se hacían visitas individuales al templo para presentar a los niños recién nacidos ante sus antepasados. Para estas ocasiones, los padres quemaban copal {un tipo de incienso indígena), encendían velas y rogaban por la buena suerte en la vida del recién nacido. La descripción del alcalde mayor -tanto en la forma como en el significado de las ceremonias- y el papel de los alcaldes y los principales, es casi idéntica a las descripciones resgistradas en pueblos jacaltecas del siglo XX. Considerando el lugar donde descansaban los primeros padres de la estirpe jacalteca, el sitio sigue siendo en la actualidad un lugar sagrado y es visitado regularmente por los alcaldes "rezadores" de los pueblos jacaltecas como parte de su itinerario ceremonial. 70 Se quema sangre ofrecida en sacrificio, en varias ocasiones a lo largo del año, y se hacen plegarias por la salud y buena suerte del pueblo jacalteca. 71 Un sitio similar en funciones al adoratorio de Concepción fue "descubierto" en Santa Eulalia (visita de Soloma) en 1801. 72 Un cura interino, fray Juan José Juárez, supo de la existencia del sitio y lo puso a conocimiento' del alcalde, el cual supervisó la exploración del mismo. Este "adoratorio pagano" era una cueva natural bajo el cerro sobre el cual se asentaba (y se asienta en la actualidad) la capilla del calvario de Santa Eulalia. La cueva, a la que se llega a través de una entrada secreta al lado de un precipicio, fue y sigue siendo un lugar sagrado importante y celosamente guardado. 73 Al igual que la "cueva" artificial cercana a Concepción, la cueva de Santa Eulalia se considera el hogar de los primeros padres de los indígenas del lugar y es el centro de las ceremonias esotéricas organizadas por los alcaldes y los principales del pueblo. 74 En la actualidad, como en los últimos años del período colonial, el lugar es visitado por la noche en épocas del año escogidas cuidadosamente, especialmente en etapas cruciales del ciclo agrícola, cuando se juzga que son necesarias plegarias y ofrendas para prevenir heladas y vientos desabridos, o para asegurar la caída de abundantes lluvias. Parece ser que la existencia de este sitio también había
La misión mercedaria y la conquista espiritual
19
sido conocida por los mercedarios, antes de los tiempos de fray Juan José Juárez. Según los testimonios locales recopilados por el alcalde mayor, treinta años antes un fraile de Santa Eulalia había tenido noticias de la existencia de la cueva y había expresado su intención de visitarla; sin embargo, antes que pudiera realizar sus planes, murió. Según el alcalde mayor, este acontecimiento había reforzado la creencia local de que la muerte sobrevendría a cualquiera que entrara en la cueva sin la debida autorización. Sin hacer caso de estas advertencias, el alcalde mayor visitó la entrada de la cueva y mandó entrar a los ladinos qel pueblo para que la exploraran y describieran su interior. Estos la describieron como una caverna amplia en forma de Y, con una dimensión longitudinal de 122 varas. Los exploradores informaron haber encontrado, en varios puntos de la cueva, altares naturales en la roca. Las superficies ennegrecidas de los altares, los copiosos depósitos de ceniza y los restos de incienso esparcidos por el área convencieron a los ladinos que estos altares eran los puntos centrales de los ritos realizados en la cueva. Debido a que el adoratorio de Santa Eulalia era una estructura natural, éste no pudo ser demolido física.Illente como lo fue el templo de Concepción. Bajo tales circunstancias, el alcalde mayor se contentó con sellar la entrada de la cueva y con traslad~ al primer alcalde de Santa Eulalia y a tres de los principales del pueblo para Huehuetenango, donde se les dieron doce azotes a cada uno, como ejemplo y advertencia para quienes intentasen reabrir la cueva. Es posible que los ritos no cristianos se realizaran más a menudo en sitios ocultos o aislados, tales como los adoratorios paganos recién descritos. Pero existen pruebas de que estas prácticas no siempre se erradicaron de los pueblos. Incluso tales actividades se realizarían dentro de las iglesias mismas -especialmente en los pueblos donde los frailes no estaban a cargo de la iglesia todo el tiempo, y donde, por consiguiente, las posibilidades de detención eran mínimas. El cronista don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, en sus escritos de finales del siglo XVII, describe uno de tales casos-, el cual le fue narrado por un conocido personal, fray Marcos Ruiz. Al
20
Anne C. Collins
llegar un día de improviso al pueblo de San Juan Atitán, visita de H uehuetenango, fray Marcos encontró la iglesia decorada y concurrida por los habitantes de Atitlán. Sobre el altar, y como objeto de su devoción, había un sordomudo ataviado con "vestiduras sacerdotales". Cuando fray M·arcos trató de interrumpir las ceremonias y echar mano al "dios indio", fue perseguido hasta salir del pueblo por una turba armada y furiosa. Ante tal situación, intervino el gobernador civil de Totonicapán, llevando al sordomudo de regreso a su casa en Comalapa y castigando a los cabecillas indígenas relacionados con las ceremonias paganas. 75 Parece ser que los frailes mercedarios permitían a veces que otros ritos de naturaleza más sincrética se celebraran abiertamente en la iglesia. Cortés y Larraz describe un arreglo de esta naturaleza entre un fraile y una comunidad local. Cuando el arzobispo visitó Jacaltenango en 1770, el director del convento local le informó que los jacaltecas tenían la costumbre de quemar copal y velas en la iglesia por la noche. Le hizo ver que él había tratado de impedir tal práctica poniendo "buenas puertas" a la iglesia, pero que esto no había acabado con .tal actividad. Defendió a los indígenas - y su propia tolerancia de la práctica- poniendo en relieve que él no había oído nada supersticioso en estos rezos nocturnos, sino puramente "exclamaciones a los santos" . 76 Los· documentos de los siglos XVII y XVIII sugieren que por lo menos dos factores contribuyeron a la actitud a menudo pasiva de los frailes ante las prácticas sincréticas y no cristianas que tenían lugar entre los indígenas que estaban a su cargo. En primer lugar, está claro que el riesgo personal podía ser considerable para el fraile que intentara exigir ortodoxia cristiana en su parroquia. Amenazas y verdaderos ataques contra los legos caracterizan algunos de los casos que se han citado aquí; mientras que las reacciones potencialmente violentas de sus feligreses fueron preocupaciones expresas de casi todos los frailes cuyo testimonio fue registrado en los últimos años del período colonial. Así, por ejem.plo, el alcalde que residía en Santa Eulalia comunicó al alcalde mayor, cuando se descubrió la cueva sagrada del pueblo, que "aunque [él] siempre les predicaba indirectamente sobre
La misión mercedaria y la conquista espiritual
21
las idolatrías y agüeros . . . no se havía atrebido a tocarles expresamente sobre la citada cueba por el miedo y recelo de que f~ese causa de una mosión". 77 Tampoco se podían descartar los riesgos económicos como consecuencia de una acción precipitada. Los frailes que presionaban para que fueran eliminadas las prácticas no cristianas o sincréticas, se enfrentaban con la posibilidad de perder el apoyo financiero de sus feligreses. Ya se ha puesto de manifiesto que, aproximadamente después de 1700, los ~er cedarios llegaron a depender más y más de sus comunidades locales. Bajo las presiones de estas realidades económicas y sociales de los últimos años del período colonial, los frailes mercedarios resultaron canjeando fervor misionero por seguridad económica. Cortés y Larraz, quien detectó esta tendencia a finales del siglo XVIII, describe el acuerdo tácito entre los frailes y sus feligreses en estos términos: "la renta de los curatos consiste principalmente en lo que dan ellos [los indios] ... condescie.nden a todo los curas, por no quedarse sin renta". 78 Según lo anterior, está claro que las comunidades indígenas eran más que participantes pasivos en el programa de cristianización de los mercedarios. Tampoco se puede decir que su participación se lim.itara a amenazas abiertas o a manifestaciones de descontento por ciertas acciones de los mercedarios o por su política. Su efectiva, aunque inconsciente manipulación del proceso de adoctrinamiento ta.Illbién se evidencia en la restauración que hicieron de una institüción importante impuesta por los españoles: el cabildo. Basado en la organización de la ciudad ibérica, el cabildo se introdujo en las reducciones indígenas tan pronto se formaron las últimas unidades políticas. Sus patrocinadores españoles intentaron que fuera una organización civil cuyos miembros serían responsables del gobierno cotidiano del pueblo y de la administración fiscal. Pero en las reducciones indígenas esta institución, además de- conservar las funciones designadas por sus patrocinadores, también se convirtió en un conducto para otras actividades. · Bajo la dirección local, el cabildo llegó a desempeñar funciones muy distintas a las autorizadas o reconocidas por la· ofic~.~idad española. Los miembros del cabildo, junto con los consejeros ex-
22
Anne C. Coll.ins
tra-oficiales y los principales, 79 se encontraban generalmente ocupando posiciones de liderazgo en las ceremonias no cristianas y sincréticas que llamaron la atención de las autoridades coloniales. Claramente, las obligaciones religiosas se habían Slllllado a lo que los españoles habían intentado que fueran cargos puramente seculares. Más aún, éstas eran obligaciones religiosas con un alto contenido de paganismo: incluían la adoración de deidades ancestrales y naturales; usaban ritos tales como los sacrificios de animales y la quema de copal, los cuales estaban oficialmente prohibidos por el sector español dominante. La asignación de cargos, tanto civiles como religiosos, a un solo cuerpo de autoridades, puede muy bien haber sido una característica de la sociedad indígena del occidente de Guatemala anterior a la conquista. Si éste era el caso, podemos asumir que la adhesión de funciones religiosas a los cargos del cabildo empezara casi tan pronto como éstos fueron introducidos. Según parece, el cabildo colonial era una institución eminentemente adecuada para la canalización de actividades no cristianas y, por tanto, oficialmente prohibidas. Siendo un cuerpo organizado que ya existía con anterioridad y que ostentaba el sello de aprobación de la cultura conquistadora, el cabildo tenía menos probabilidades de levantar sospechas de las· autoridades por sus actividades que una organización constituida separadamente y que persiguiera como único propósito la adoración de deidades autóctonas. Además, al recaudar y desembolsar los fondos de caja y algunas obvenciones, los cabildos locales controlaban una de las principales fuentes de soporte económico de los frailes. Esta circunstancia contribuyó sin duda a la lenidad con que los legos miraban las actividades religiosas de los alcaldes de cabildo, incluso cuando se sabía o sospechaba la naturaleza exacta de estas actividades. La secularización en el occidente de Guatemala trastornó los acuerdos tácitos y arreglos a que habían llegado los pueblos indígenas y sus frailes locales. Los sacerdotes seculares a menudo no estaban preparados para enfrentarse al gran número de creencias y prácticas sincréticas y aborígenes que encontraron entre sus feligreses. Bajo estas circunstancias, las reacciones de los seculares fueron a menudo drásticas. Un
La misión mercedaria y la conquista espiritual
23
ejemplo servirá para ilustrar esta situación. El primer sacerdote secular de Jacaltenango (nombrado en 1815), apenas tenía cinco años de residir en el pueblo, y ya se había enemistado con toda la población indígena del mismo. El objeto de su ira era la costumbre que tenían los indígenas de quemar copal en la iglesia por la noche; práctica que, según hemos visto, era tolerada por los frailes anteriormente. Según una demanda presentada ante la Audiencia por los alcaldes y principales de J acaltenango, el sacerdote empezó su campaña de oposición golpeando a los alcaldes principales cuando los encontraba rezando y quemando copal en la iglesia. Asimismo, destituyó de su puesto al maestro del coro, 80 amenazó a los alcaldes con perder sus puestos · y terminó excomulgando a toda la comunidad indígena, permitiendo sólo a los ladinos del pueblo asistir a la misa. La reacción de los indígenas debió haber sido igualmente iracunda, pues el sacerdote abandonó el pueblo y se instaló en San Antonio, una visita con una población ladina considerable. 81 La Independencia (1821) interrumpió los resultados cualesquiera que éstos hubieran sido- que el clero secular podía haber alcanzado con respecto a la extirpación de las prácticas no cristianas. En el período post-independencia, el occidente de Guatemala perdió importancia como centro de las actividades misioneras católicas, persistiendo tal situación hasta mediados del siglo XX, cuando la orden norteamericana de los Maryknoll eligió como objetivo la parte norte del occidente de Guatemala para renovados esfuerzos de misioni., zac1on.
24
Anne C. Collins
NOTAS l. Las actividad.es de los dominicos son las que se encuentran mejor documentadas, gracias mayormente a los cronistas de esa orden, Antonio de Remesa! y Francisco Ximénez. Sus relaciones, escritas entre los años de 1615 a 1617 y 1721 a 1722 respectivamente, proporcionan descripciones detalladas de las actividades de los primeros frailes dominicos en las tierras altas de Chiapas, lo mismo que de las que procedían de los conventos dominicos de Santiago y Verapaz en las tierras altas de Guatemala.
2. Antonio de Remesal, Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa· y Guatemala, 4 tomos (Guatemala, 1966), 111: 912, 1401-1403; y Francisco Ximénez, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, 4 tomos (Guatemala, 1965), 111: 699. 3. Murdo J. MacLeod, Spanish Central Arnerica: A Socioeconornic History, 1520-1720 (Berkeley, 1973). De aquí en adelante citaremos la versión en español de la obra, que se titula Historia socio-económica de la Arnérica Central española, 1520-1720 {Guatemala, 1980), pág. 104. La reducción fue iniciada en obediencia a una real cédula de 1540. Francisco de Paula García Peláez, Mernorias para la historia del antiguo reino de Guatemala, 3 tomos {Guatemala, 1968-1'973), 1: 161; y Julio Hernández Sifontes, Realidad jurídica del indígena guatem,alteco {Guatemala, 1965), pág. 168. Para el texto de la cédula, veá.se Remesa!, Historia general, 111: 1249-1250. No fue sino hasta la llegada de la Audiencia a Santiago (1549), cuando el progr~ma de reducción entró en vigor en toda su amplitud, empleando a todo el personal español disponible (tanto civil como religioso) y afectando a numerosas tribus y naciones indígenas. 4. Remesal, Historia general, 111: 1255. 5. Esta concesión papal a los monarcas españoles, conocida como el Real Patronato, les daba control directo sobre todos los asuntos eclesiásticos en el Nuevo Mundo, excepto sobre la doctrina y la disciplina religiosa. 6. C. H. Haring, The Spanish Ernpire in Am.erica (New York, 1947), pág. 168; Colección de docurnentos inéditos relativos al descubrim.iento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultram,ar (en adelante, CDIU), 25 tomos (Madrid, 1885-1932), XVII: 155-183; y José Raimundo Scheifter, "Riqueza de las doctrinas en el antiguo reino de Goathemala", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatem.ala (en adelante, ASG.H) 24 (septiembre-diciembre de 1949): 337. 7. Para un ejemplo del procedimiento administrativo seguido en el nombramiento de un doctrinero, veáse el Archivo General de Centro América (en adelante, AGCA), Al.1576.10220 (1707), f. 238; y para
La misión mercedaria y la conquista espiritual
25
información sobre las obligaciones eclesiásticas de los doctrineros, AGCA, Al.2011.13873 {1655). La obligación de sínodo de los encomenderos se fijó en un principio en 50,000 maravedís por doctrina; pero pronto se descubrió que era injusto que fuera tan alto, ya que las doctrinas variaban grandemente de tamaño. En consecuencia, en 1587, el presidente de la Audiencia, García de Valverde (1578-1589), perfeccionó la cantidad de la imposición, haciendo el sínodo pagadero a 50,000 maravedís por cada 400 tributarios. El impuesto se mantuvo fijo a este nivel hasta 1758, cuando fue reducido a 62 maravedís por tributario, cantidad que resulta en un 50 por ciento de la tasa anterior. Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Obras históricas de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, 3 tomos (Madrid, 1969-1972), 111: 185-187; y Scheifler, "Riqueza de las doctrinas", pp. 337-338. Todos los encomenderos se convirtieron en responsables de los salarios de los doctrineros que atendían sus pueblos aproximadamente después de 1575. Sin embargo, algunos encomenderos se las ingeniaron para evitar estos pagos hasta ya bien entrado el siglo XVII. Después de la desaparición de la encomienda en 1718, los pagos del sínodo volvieron por necesidad. a la Corona. Curiosamente, es en este momento cuando empieza a decaer el sínodo como fuente de ingresos de las misiones. Hacia 1740, sólo un 15 por ciento de los frailes franciscanos en Guatemala recibían este tipo de financiamiento. Veáse Scheifler, "Riqueza de las doctrinas", pág. 337. En 1770, la renta del sínodo fue asignada solamente a un 14 por ciento de los mercedarios del occidente de Guatemala. Veáse AGCA, A3.709.13189 y 13301 {1771); y Pedro Cortés y Larraz, Descripción geográfico-m,oral de la diócesis de Goathem,ala, 2 tomos (Guatemala, 1958), 11: passim.. 8. Haring, Spanish Empire in ATnerica, pág. 266. 9. Los encomenderos estaban obligados por las cláusulas de sus patentes de encomienda a construir iglesias y, en su defecto, a propagar la religión cristiana entre sus vasallos; Silvio Zavala, Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatem,ala {Guatemala, 1967), pág. 81; y Haring, Spanish Em,pire in ATnerica, pág. 40. 10. Zavala, Contribución, pp. 80-81. 11. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, III: 35 y 79; y MacLeod, Historia socio-econÓ'lnÍca, pp. 230-231. 12. Para un ejemplo, véase AGCA, Al.1.17 (1667). 13. Fran<;ois Chevalier, Land and Society in Colonial Mexi.co: The Great Hacienda, Lesley Byrd Simpson, traductor (Berkeley, 1963), pág. 233; y Schei:fler, "Riqueza de las doctrinas", pp. 341-342. 14. MacLeod, Historia socio-económica, pág. 274; Recopilación de leyes de los reinos de las Indias, 4 tomos (Madrid, 1841), I, lib. VI, tit. 4, ley 16; y AGCA, Al.2245.16190 (1561), f. 32. 15. Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians of the Valley of Mexico, 1519-1810 {Stanford, 1964). A partir de aquí, citaremos la versión en español, como sigue: Charles
26
Anne C. Collins
Gibson, Los aztecas bajo el dom.inio español, 1519-1810, 2.a. edición (México, 1975), pág. 219. 16. Anne Cox Collins, "Colonial Jacaltenango, Guatemala: The Formation of a Corporate Community" (tesis doctoral, Tulane University, 1980), pp. 179-181; y MacLeod, Historia socio-económ.ica, pág. 404 {nota 48). 17. Confiérase Scheifler, "Riqueza de las doctrinas", pág. 339. 18. Los clérigos regulares eran miembros de órdenes religiosas; vivían sometidos a "reglas", de donde proviene su nombre. · 19. Haring, Spanish Em.pire in Am.erica, pág. 176. 20. Las órdenes reales para la secularización fueron originalmente emitidas en 1749 y fueron reiteradas en 1753, 1757 y 1766. Veáse Gibson, Los aztecas bajo el dom.inio español, pág. 113 y nota 38, en la misma pág. 21. Scheifler, "Riqueza de las doctrinas", pág. 325; y Hubert Howe Bancroft, History o/ Central Am.erica, 3 tomos (San Francisco, 18821887), II: 729.
22. El "occidente de Guatemala", según se utiliza en este estudio, designa al área que corresponde aproximadamente a los departamentos de Huehuetenango, San Marcos, Quezaltenango y Retalhuleu. En la época colonial, también incluía una pequeña parte del actual estado mexicano de Chiapas. 23. Existen indicios de que algunos habitantes del occidente de Guatemala tuvieron contactos esporádicos con misioneros antes de la llegada de los mercedarios. Los dominicos, en particular, tuvieron oportunidades para empezar sus esfuerzos de reducción y conversión entre los indígenas jacaltecas y mames quienes vivían a lo largo del Camino Real. La ruta del altiplano entre sus dos conventos principales, en Santiago y en Ciudad Real, era usada por los frailes dominicos ya en la década de 1540. La larga jornada a través de las montañas de los Cuchumatanes exigía una parada de toda la noche en alguna parte del camino; y puede haber sido que bajo tales circunstancias los dominicos predicaran entre los indígenas de Chiantla, Todos Santos Cuchumatán, San Martín, Petatán y Huista. Tales actividades son descritas por Remesal, quien nos dice que estos pueblos y otros, más tarde transferidos a los mercedarios, fueron primeramente "reducidos" por los pioneros dominicos Pedro de Angulo, Juan de Torres y sus compañeros. Remesal, Historia general, I: 375-376, y 111: 1261. 24. Incluidos en esta asignación se hallaban varios grupos no hablantes de mam; entre ellos los aguatecas, los acatecas, los chujs, los kanjobales y los jacaltecas del noroccidente de Guatemala. A lo largo del período colonial, las autoridades civiles y religiosas desecharon por costumbre las considerables diferencias existentes entre el mam y las lenguas de los Cuchumatanaes, atribuyendo estas diferencias a una "corrupción" o "deformidad" de las últimas. Veánse, por ejemplo, ASGH 24 (marzojunio de 1949): 158; y Francisco de Solano y Pérez Lila, Los ni.ayas del siglo XVIII {Madrid, 1974), pág. 225.
La rrúsíón mercedaria y la conquista espiritual
27
25. Gil González Dávila, Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias occidentales: vidas de sus arzol!ispos, obispos y cosas memorables de sus sedes, 2 tomos {Madrid, 1649-1655), 11: 25. En esta época, también fueron asignados a los mercedarios "los Gentiles de Quiles [¿Xiles?] y Zacapula [Sacapulas]". Sin embargo, no existe ningún registro de las actividades de los mercedarios del siglo XVI en estas regiones. Los dominicos fueron autorizados para establecer un convento en Sacapulas en 1553, y la región estaba aún bajo la administración de esta orden a finales del siglo. Remesal, Historia general, 11: 747; tomo III: 1402; y Solano, Los -mayas del siglo XVIII, pp. 87 y 107.
26. Ignacio Zúñiga Corres, 750 aniversario de la fundación de la orden de Nuestra Señora de la Merced (Guatemala, 1971), pág. 24, citando un documento de 1619 encontrado en el Archivo Eclesiástico de Guatemala (en adelante, AEG), Sección Mercedaria. 27. Zúñiga Corres, 750 aniversario de la Merced, pág. 78. Al citar el segundo volumen de los archivos del cabildo de Santiago, Fuentes y Guzmán afirma que los mercedarios asumieron la administración de Ostuncalco, en manos de sacerdotes seculares, en 1538; Obras históricas, 111: 109. 28. {Santo Domingo) Usumacintla ya no existe como pueblo separado. A finales del siglo XVI, o principios del XVII, fue trasladado y unido a San Pedro Necta. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 28; y Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 11: 116.
29. En ese año, un fraile mercedario llamado Luis de Guevara empezó a servir de doctrinero en los pueblos de "Gueguetenango [Huehuetenango], ... 'I'ucayucan [¿(San lldefonso) Ixtahuacán?] y Amatlán [?]". Pedro Nolasco Pérez, Religiosos de la Merced que pasaron a la América española (Sevilla, 1824), pág. 104. 30. Se hallaba presente en una ceremonia de medición de tierras en ese año el "reverendo padre fray Antonio Bravo, comendador de la casa y monasterio del dicho pueblo de .Jacaltenango"; Museo Maryknoll de Jacaltenango (en Jacaltenango, Huehuetenango), Título de tierras de J acaltenango, en adelante MMJ. ·Bravo fue mercedario de cierto renombre, cuyas obras incluían la producción de una "doctrina", ahora perdida, en lengua mam. .José Castro Seoane, "La expansión de la Merced en la América colonial", ASGH 20 (marzo de 1945): 43. 31. Los Altos Cuchumatanes son las montañas más altas y, geológicamente, las más antiguas de Guatemala. Son en la actualidad, como también lo eran en los tiempos de la conquista, la morada de los jacaltecas, los chujs, los kanjobales, los acatecas, los ixiles y los mames de Cuchumatán. 32. En el área central de México, los sitios para los conventos eran, por lo. regular, elegidos por el "ta.maño o el status de sus comunidades o por la densidad de la población y sin tener en cuenta las fronteras tribales"; Gibson, Los aztecas bajo el do-minio español, pág. 29. Un criterio parecido parece ha.her prevalecido en Gua.tema.la.. Pedro Nolasco
28
Anne C. Collins
Pérez, Historia de las misiones mercedarias en América (Madrid, 1966), pág. 41. 33. Zúñiga Corres, 750 aniversario de la Merced, pág. 84. 34. Castro Seoane, "Expansión de la Merced", pág. 39. 35. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 24 y 41; y Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 11: 111 y 131. 36. Un factor influyente puede haber sido la asignación periódica de ciertos pueblos (cabeceras o visitas) á sacerdotes seculares. Tales asignaciones llegaron a predominar en mayor grado conforme fue avanzando el siglo, y crearon entre los frailes la necesidad de redistribuir los pueblos que estaban a su cargo. 37. Confiéranse, por ejemplo, la distribución de los conventos y visitas registrada por Fuentes y Guzmán en la década de 1690 con la registrada por Cortés y Larraz en la década de 1770. Como se anotó anteriormente, el régimen de los Borbones en España contribuyó a la solidificación del sistema, prohibiendo en 1717 el establecimiento de nuevos conventos en las colonias. 38. MacLeod, Historia socio-económ.ica, pág. 291. 39. Una reducción de lacandones llamada Nuestra Señora de los Dolores, atendida por frailes de los conventos de los Cuchumatanes, fue fundada en 1695, conservándose por varios años en la selva tropical. Juan de Villagutierre Soto-Mayor, Historia de la conquista de la provincia de el Itzá (Madrid, 1701); y Nolasco Pérez, Historia de las m.isiones mercedarias. Pero el aislamiento de Los Dolores y los gastos concomitantes de abastecimiento hicieron que la reducción fuera trasladada a un sitio del Camino Real cerca de Huista, donde fue unida a la jurisdicción del convento de Jacaltenango hacia 1714. AGCA, Al.94.2035 (1700); AGCA, Al.1525 {1713), f. 262; Bolet(n del Archivo General del Gobierno {de aquí en adelante, BAGG) 5 (abril de 1940): 181-186; y Nolasco Pérez, Historia de las misiones m.ercedarias, pág. 93. Poco tiempo después, la reducción de Los Dolores fue trasladada al "rancho de San Ramón", un asentamiento del Camino Real cerca de Malacatán. Finalmente, hacia 1720, fue trasladada de nuevo a un pueblo pequeño de la costa de Suchitepéquez conocido como Santa Catarina Retalhuleu. García Peláez, Memorias para la historia de Guatem.ala, 11: 221; y AGCA, Al.329.6868 (1736). 40. Cortés y Larraz, Descripción g·eográfico-m.oral, 11. 41. MMJ, Archivos de caja de Jacaltenango (1628-1756). 42. Zúñiga Corres, 750 aniversario de la Merced, pp. 83-84; CDIU, XVII: 183; y AGCA, Al.1512, f. 305 (1562).
43. Remesa!, Historia general, 111: 1315. La introducción de la ración es atribuida por algunos escritores a Bartolomé de Las Casas, y por otros al obispo Marroquín. Confiéranse, por ejemplo, Hernández Sifontes, Realidad jur(dica, pág. 179; y Scheifler, "Riqueza de las doctrinas", pág. 333.
La misión mercedaria y la conquista espiritual
29
44. Hernández Sifontes, Realidad jurídica, pág. 179. 45. MMJ, Archivos de caja. 46. Véase, por ejemplo, AGCA, Al.2806.24678 (1821). 47. AGCA, Al.2806.24678 (1821). El fraile dominico Thomas Gage enumera un grupo similar que estuvo a su servicio cuando era sacerdote en la región pokomam, a principios del siglo XVII. Gage describe con detalle las funciones de estos sirvientes; Tho'Tnas Gage 's 'Pravels in the New World, J. Eric S. Thompson, editor (Norman, 1958), pp. 231-232. 48. MMJ, Archivos de caja; y AGCA, Al.2806.24678 (1821). 49. MMJ, Archivos de caja. 50. Dos conventos regionales, Chiantla y Huehuetenango, pueden haber sido la excepción. Debido a que se encontraban en comunidades que atrajeron residentes españoles y ladinos durante los últimos años del siglo XVII y principios del XVIII, estos conventos pudieron beneficiarse de las riquezas adquiridas en la minería, la agricultura y la cría de ganado por el segmento no indígena de sus comunidades; Adrián Recinos, Monografía del departa'Tnento de Huehuetenango (Guatemala, 1954), pág. 466. 51. Collins, "Colonial Jacaltenango", pág. 58. 52. Collins, "Colonial Jacaltenango", pág. 99. Los impuestos a la encomienda que habían sostenido a la Iglesia en el siglo XVII incluían el sínodo, el diezmo y la limosna del vino y el aceite. 53. AGCA, Tierras, Huehuetenango, paq. 2, exp. 15. 54. AGCA, Al.1498.9975 {1710), f. 218. 55. AGCA, Al.1498.9975 (1710), f. 219. 56. BAGG 10 (junio de 1945): 178. 57. BAGG 10 (junio de 1945): 178. Estos eran el de Cuilco, con una dotación de 5 pesos al año, y el de San Antonio Abad (pueblo administra.do desde San Pedro Sacatepéquez), con 231 pesos anuales. 58. AGCA, Al.1577.10221 (1708), f. 3. 59. AGCA, Al.6088.55137 {1782), f. 39. 60. BAGG 10 (junio de 1945): 178. 61. En 1782, un alcalde mayor hizo notar que las cofradías ''forman el estable ingreso del curato [de Jacaltenango]". AGCA, Al.6088.55137 {1782)' f. 39. 62. Cortés y Larraz, Descripción geográfico-'Tnoral, 11: 145. 63. AGCA, Al.6105.55799 {1803). 64. En la década de 1670, F\ientes y Guzmán observó que Jacaltenango era un pueblo de "pocas cofradías"; Obras históricas, 111: 41. Hacia 1782, había en el pueblo de J acaltenango diez cofradías activas Y nueve más en sus visitas; AGCA, Al .6088.55137 (1782), f. 39. Gibson anota una coincidencia similar en cuanto a la decadencia y a la creciente importancia de las cofradías en el valle de México; Los aztecas bajo el dom,inio español, pág. 134.
30
Anne C. Collins
65. AGCA, Al.2806.24678 (1821). La partición era: San Antonio, 73.5 pesos; Huista, 79.5; Petatán, 34 pesos, y Jacaltenango, 75. El resto de las visitas (Concepción, San Marcos y San Andrés) no se mencionan en este documento, aunque parece lógico que también pagaran obvenciones en esta época. 66. En 1759, los cabildos de los pueblos de la misión de Soloma se quejaban de que fray Santiago Arriola estaba exigiendo grandes cantidades de dinero y bienes a cambio de administrar los sacramentos y realizar otras obligaciones. Según las demandas de los alcaldes, el fraile también se estaba apropiando de los bienes de la Iglesia para su uso personal; AGCA, Al.5802.48989 (1759). En 1773, el cabildo de Huista (una visita de Jacaltenango) acusó al fraile que servía de cura de estar exigiendo más obvenciones de las que el pueblo podía pagar. AGCA, Al.2801.24611 (1773). Las demandas de los últimos años del . período colonial en contra de los clérigos seculares y sus exigencias económicas incluyen las presentadas por Todos Santos y San Martín Cuchumatán en 1777 (AGCA, Al.5470.46986); por Soloma y San Juan Ixcoy en 1773 (Recinos, Monografía de Huehuetenango, pág. 469); por San Mateo Ixtatán en 1803 (AGCA, Al.5475.47054); y por Huehuetenango en 1819 (AGCA, Al.6118.56759). 67. Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 11: 114. 68. Este relato sobre el "adoratorio" de Concepción se basa en información contenida en el AGCA, Al.6101.55668 (1797), f. 9. 69. A principios de enero, en mayo (para una ceremonia relacionada con la lluvia), en julio o agosto, y casi a finales de año. 70. Autoridades cívico-religiosas que son los descendientes modernos de los alcaldes del cabildo colonial. 71. Para la importancia del sitio en el itinerario ceremonial de los alcaldes rezadores de San Marcos, veáse Anita Cox de Collins, "San Marcos Huista: unas notas", Guate-mala Indígena 5 (mayo de 1970): 162, 166 y 180. Para Petatán, véase Recinos, Monografía de Huehuetenango, pág. 405. 72. Este relato sobre la cueva sagrada de Santa Eulalia se basa en información extraída del AGCA, Al.2804.24640 (1801). 73. Oliver La Farge, Santa Eulalia: The Religion of a Cuchurnatan Indian Town (Chicago, 1947), pp. 127-128. Cuando La Farge vivía en Santa Eulalia, en 1932, se le advirtió reiteradamente que no se acercara a la cueva. Tampoco pudo encontrar a nadie entre los ladinos del pueblo que alguna vez se hubiera acercado a la cueva. 74. La Farge, Santa Eulalia, pp. 127-128; y Comité de Vecinos, Santa Eulalia: tierra de nuestros antepasados y esperanza para nuestros hijos (Guatemala, 1968), pág. 26. 75. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 26. Fuentes y Guzmán no ofrece explicación alguna del significado de la ceremonia. En la
La misión mercedaria y la conquista espiritual
31
actualidad, en el occidente de Guatemala, se cree algunas veces que los mudos tienen acceso especial a los dioses. 76. Cortés y Larraz, Descripción geográfico-ro.oral, II: 130. Para información sobre el significado de esta práctica para los jacaltecas de la actualidad, veáse Oliver La Farge y Douglas Byers, The Year Bear.er's People (New Orleans, 1931), pp. 92-93, 139 y 173-175. 77. AGCA, Al.2804.24640 {1801). 78. Cortés y Larraz, Descripción geográfico-m.oral, Il: 102. 79. Consejo indígena compuesto por hombres que han ocupado altos cargos políticos y religiosos o que, por su edad o sus acciones, han adquirido influencia y prestigio. Los principales no tuvieron ninguna función formal en el esquema español de gobierno municipal; sin embargo, esta corporación, que se ha perpetuado a sí misma, jugó y sigue jugando un papel primordial en los asuntos políticos y religiosos de los pueblos indígenas. 80. Indígena de alto rango que desempeñaba este cargo en la iglesia local. 81. AGCA, Al.193.3943 {1820).
2. Españoles e indígenas: estructura social del valle de Guatemala en el siglo XVI - Pilar Sanchiz Ochoa Universidad de Sevilla (España)
Desde los primeros años de la colonización de Guatemala, como en otras regiones de América, la población se estratificó en base a un criterio determinante: el color de la piel. El ser blanco o indígena, la pertenencia a uno de estos dos grupos raciales, fue indudablemente el primer criterio de posición en el sistema de estratificación social; cada uno de estos dos grupos constituía un estrato social cerrado. 1 El elemento negro tar.nbién estuvo presente en esta estructura, aunque de forma más tenue, sobre todo en los años inmediatamente posteriores a la conquista. Los primeros negros que llegaron a Guatemala fueron los que acompañaron a sus amos desde España como esclavos o sirvientes libres. Prácticamente, todos los altos funcionarios podían obtener licencias para llevar esclavos con ellos. 2 Más tarde, la prohibición de esclavizar a los indígenas y la aplicación efectiva de las Leyes Nuevas hicieron aumentar considerablemente el número de esclavos negros, convirtiéndose éstos en una fuerza de trabajo importante, especialmente para las minas, las haciendas y el servicio doméstico. 3 En líneas generales y, sobre todo, en términos legales, puede decirse que en esta época la base de la estructura social estaba ocupada por los esclavos negros, la cúspide por los blancos y el lugar intermedio por los indígenas. Empero, sobre esta simple estructura basada en el fenómeno racial se superpone otra que estratifica a su vez al grupo .blanco de acuerdo con criterios ya existentes en la península o que proceden de lo que pudiéramos considerar condiciones cronológicas (la re-
34
Pilar Sanchiz Ochoa
sidencia prolongada en la tierra), y en cuanto a los indígenas manteniendo y conservando la situación prehispánica (principales y macehuales). Finalmente, la intervención de una serie de factores que llegan a constituir nuevos criterios de valoración diferencial, hacen más compleja esta estructura. Establecen ciertas equiparaciones y logran muchas veces convertir en borrosas las líneas de diferenciación racial y social anteriormente expuestas y que podríamos considerar legales, ya que existen derechos y deberes, penas y castigos - y privilegios, en algunos casospara uno u otro grupo racial y para uno y otro estrato dentro del mismo grupo racial. Así, por ejemplo, mientras que los macehuales o indígenas del común suelen permanecer siempre por debajo del blanco en la escala social, a los caciques o principales se les concede la categoría de hidalgos aunque, en la práctica, estos indígenas llegan a equiparárse a los gañanes castellanos. 4 Por otra parte, el hecho de haber aprendido a· desempeñar un "oficio mecánico" o a hablar la lengua castellana coloca a algunos indígenas en una posición superior al resto de ellos que siguen manteniéndose en la tradición, "en la costumbre". A esta ya complicada estructura basada en el factor racial y en la pertenencia a ciertos estratos dentro de cada grupo, hay que añadir la aparición de mestizos, mulatos y zambos -casi todos procedentes de uniones ilegítimas- que van a tener en esta naciente sociedad un lugar diferente dependiendo del estatus de sus progenitores dentro de su propio grupo. Así, si el padre era un conquistador y la madre una hija de cacique o principal, lo más común era que este mestizo tuviera una posición diferente a la del mestizo hijo de soldado o simple vecino y de una macehual. A su vez, muchos mulatos permanecieron siendo esclavos y la salida de esta situación dependía del interés que los padres mostraran por sus hijos naturales. 5 A través de las páginas que siguen intentamos mostrar cuáles fueron los criterios de diferenciación social que prevalecieron en Guatemala durante el siglo XVI; los criterios que asignaron posiciones diferentes a los individuos dentro del sis:tema de estratificación. Puesto que la posición en la escala
Españoles e indígenas
35
social está determinada en general por el desempeño de papeles funcionalmente esenciales, nos referiremos asimismo al proceso, es decir, a los cambios de valoración que con respecto a los diversos papeles sociales se dieron a lo largo de todo el siglo. Por último, hay que añadir que nuestro análisis se circunscribe al valle de Guatemala. La razón es que existe una gran riqueza de documentos sobre esta zona tanto en el Archivo .General de Centroamérica como en el Archivo General de Indias, a los cuales hemos tenido acceso. Si extendiéramos nuestro estudio a toda la gobernación, caerÍaIIlos en el error de hacer generalizaciones o convertir este trabajo en un simple ensayo que vendría a aumentar el número de los muchos ya existentes. Por otra parte, el carácter de esta publicación nos impide ser exhaustivos, por lo que nos vemos obligados a utilizar sola.IIlente algunos indicadores sociales en apoyo de nuestras conclusiones sobre uno u otro estrato social. Dejamos para una obra más extensa el estudio de la sociedad y las relaciones sociales en la Guatemala del siglo XVI. EL VALLE DE GUATEMALA
He aquí la acertada descripción que el cronista Antonio Vázquez de Espinosa nos hace del valle con motivo de una visita que realizara a Santiago de los Caballeros en el año 1620: Un valle fértil, cercado de serranías por todas partes, que tiene más de seis leguas de circunferencia, de largo más de tres y de ancho dos. Corre por él un río norte-sur en cuyas riberas y márgenes hay poblados algunos lugares de indios, fundados molinos de pan, huertas y arboledas y frutales de España y de la tierra. Milpas con sembrados de trigo, maíz y otras semillas, hortalizas y legumbres. Todo el valle donde está fundada la ciudad es de temple de primavera todo el año. 6
El valle de Guatemala está circundado por los de Chimaltenango y Jilotepeque al norte, al este y sur por el de Petapa y al oeste por el de Alotenango. 7 Casi en el centro de la llanura se asentó la ciudad de Santiago (hoy Antigua) y en torno
36
Pilar Sanchiz Ochoa
a ella, bien por el llano o por el declive de los cerros, se esparcían los pueblos de indios, no distando el más alejado unas tres leguas de la capital del Reino. 8 El historiador Domingo Juarros comenta sobre estas poblaciones indígenas cercanas a la ciudad: De estos pueblos se seguía gran utilidad a sus vecinos, pues en ellos hallaban copia de manos que emplear en sus labores, y abundancia de víveres y otras cosas necesarias para la vida o para el regalo. En efecto, el que necesitaba albañiles los encontraba en los pueblos de Jocotenango, Santa Ana, San Gaspar; canteros en San Cristóbal el Bajo; hortelanos en San Pedro de las Huertas; panaderos en Santa Ana. Los de Santa Isabel eran cortadores de las c.arnicerías; los de Almolonga proveían la plaza de Guatemala de multitud de frutas ... los de San Cristóbal el Alto traían todo género de flores. Los mismos de Almolonga y los de San Gaspar proveían la ciudad de pulque o vino de maguey ... Otros pueblos traían leña, carbón y cosas semejantes. 9
La mayoría de estos pueblos del valle se fundaron en las tierras que se repartieron a los conquistadores. Estas tierras se poblaron con indígenas no reducidos que vivían dispersos en rancherías y a quienes los conquistadores apresaban y asentaban en sus "milpas, labranzas y sementeras" a fin de que trabajasen en ellas. Así se fueron formando pueblos de hasta trescientos indígenas; cada una de estas fundaciones se bautizaba con el nombre de un santo y el sobrenombre de la familia dueña de la tierra. Este fue el origen de pueblos como San Gaspar Vivar, fundado por Luis de Vivar; Santa Catarina Bobadilla, congregado por Ignacio de Bobadilla; o Santa Catarina Barahona, formado por Sancho de Barahona. 10 Otros pueblos, en cambio, no tomaron el sobrenombre de la familia, sino el de la dignidad de sus fundadores; así encontramos, por ejemplo, San Juan del Obispo, por haberlo poblado el obispo don Francisco Marroquín, · o San Pedro Tesorero, por haber sido su fundador el tesorero de la Real Caja Pedro Becerra. Sin embargo, algunos de los pueblos del valle tuvieron un origen distinto; éste es el caso de Almolonga, que fue fundado por los indígenas tlaxcaltecas y cholutecas que acompañaron a Alvarado en la· conquista. O el de Jocotenango, que fue
Españoles e indígenas
37
poblado por indígenas cakchiqueles que v1n1eron tras los españoles al valle de Panchoy. Del pueblo de Santiago Utateca nos refiere J uarros que: era labranza del Adelantado ... [quien] llamó a los .señores y principales de los pueblos que tenía en encomienda y les pidió que cada uno le diese cierto número de familias y con ellas hizo aquella población ... y como los primeros indios que se establecieron en dicha labranza fueron los de Utatlán, se intituló el pueblo Utateca. 11
Además de Santiago U tateca, el Adelantado hizo otras tres fundaciones: San Miguel Milpas Dueñas, llamada así según cierta tradición porque se hizo en el sitio donde se mandó a sembrar una milpa para las viudas de los conquistadores y se formó con los indígenas que trabajaban esta labranza; San Dionisio Pastores, cuyo nombre procede de sus moradores, los pastores de los ganados de Alvarado; y, finalmente, la de San Luis de las Carretas, así llamada porque sus vecinos fabricaban carros y guardaban los que tenía la ciudad para varios usos. 12 No conocemos con exactitud el número de habitantes que llegó a tener el valle de Guatemala durante el siglo XVI. Un documento del año 1581 señala la cifra de 2,300 indígenas tributarios, 13 mientras que una tasación hecha en el año de 1584 por el presidente licenciado García de Valverde arroja un total de 1,298 tributarios para las milpas del valle. 14 Naturalmente, a estas cifras habría que añadir, para tener una idea más exacta de la población indígena, un número que desconocemos, de viejos y enfermos, indígenas dedicados al servicio de la Iglesia ( tepantecas) y los dispensados del tributo (mexicanos y antiguos esclavos libertados). SANTIAGO DE LOS CABALLEROS
La primera villa españ.ola en territorio guatemalteco fue establecida por Pedro de Alvarado el 25 de julio de 1524 en el altiplano central sobre el valle donde se asentaba la capital de los cakchiqueles, Iximché. Se puso bajo la advocación de Santiago Apóstol, patrón de los caballeros conquistadores a uno y otro lado del océano. Inmediatamente después de fundar la ciudad, Alvarado nombró el ayuntamiento, inscribiéndose
38
Pilar Sanchiz Ochoa
los vecinos y dictando las primeras ordenanzas de gobierno. En el Libro viejo de la fundación de Guatemala y papeles relativo8 a don Pedro de Alvarado aparece una relación de 132 "vecinos" inscritos. 15 Tres años después, Jorge de Alvarado, quien desempeñaba el cargo de teniente de gobernador en ausencia de su herma.no Pedro, trasladó la ciudad a un lugar más favorable para vivir, el valle de Almolonga, al pie del volcán de Agua. La fundación tuvo lugar el 22 de noviembre de 1527. La nueva Santiago, situada en la falda noroeste del volcán de Agua y rodeada por los de Acatenango y Fuego, llegó a tener 150 casas edificadas con postes de horcones, paredes de caña y lodo y cubiertas de heno. El palacio del Adelantado, situado en alto, presidía la plaza como vivienda del más importante señor de Santiago y se extendía a sus pies toda la ciudad. Otros edificios principales eran la iglesia, que servía de catedral, la casa del obispo Marroquín y el ayuntamiento. Catorce años estuvo la capital asentada en dicho lugar, hasta 1541 en que los efectos de unas lluvias torrenciales la destruyeron casi por completo. Este suceso acaeció unos meses después de la muerte de Alvarado en México y siendo a la sazón don Francisco de la Cueva, su cuñado, teniente de gobernador. Después de la catástrofe, los vecinos buscaron un nuevo lugar donde ubicar la ciudad y eligieron el valle del Tuerto -al que los indígenas llatllaban Panchoy- aproximadam.ente a una legua de distancia de la recién destruida capital de Almolonga. Aunque esta tercera Santiago -hoy Antiguase fundó el 22 de noviembre de 1542, el acto oficial de traslación no tuvo lugar hasta el 10 de marzo de 1543, fecha en que el concejo, justicia y regidores, precedidos por los alcaldes, llegaron a Panchoy. 16 La nueva ciudad de Santiago fue de las primeras capitales planificadas de América. Juan Bautista Antonelli realizó el proyecto disponiendo la traza de la ciudad a cordel en una organización urbanística reticulada. En su proyecto había posibilidades de habitabilidad para cinco mil personas y las cuadras se distribuyeron a partir de una plaza central donde se habían de situar los principales edificios: ayuntamiento, catedral, tiendas y demás. 1 7 Se repartieron los sitios para vivienda
Españoles e indígenas
39
de los vecinos en orden de importancia: los más cercanos a la plaza correspondían a los habitantes más sobresalientes, como por ejemplo conquistadores; más alejados a ella se fueron ubicándo los pobladores y "oficios"; y en los alrededores de la ciudad, en las zonas que más tarde se llaIIlaron barrios de San Francisco, La Merced o Santo Domingo se fueron estableciendo gran cantidad de indígenas que, junto con los poblados en las milpas del vaile, trabajaban para los españoles en sus labranzas, obras pú~licas y servicio doméstico. Santiago fue sede de la Audiencia; desde 1549 hasta 1773, con excepción de unos cuantos años que la institución estuvo en Panamá (1563-1570), toda Centroamérica y C_hiapas, es decir, todo el territorio conocido como el Reino de Guatemala, se gobernó desde dicha ciudad. Asimismo, fue cabeza de la diócesis de Guatemala desde el año 1534, en que ostenta la dignidad catedralicia don Francisco Marroquín. Este nuevo lugar, rodeado de cerros siempre cubiertos de vegetación y con los volcanes de Agua al sur y Acatenango y Fuego al poniente, se convirtió en el centro de un sistema vial que conducía al norte hacia Verapaz, por el este hacia San Salvador, al sur a Ciudad Vieja y el puerto qe Iztapa, internándose al occidente, por Chiapas, a !a Nueva España. En cierto sentido, fue la prohibición real de que se alquilasen los indígenas como tamemes o porteadores (por las Leyes Nuevas de 1542), lo que favoreció la apertura de caminos, a fin de que pudiesen transitar por ellos las arrías y carros que transportaban las mercancías de Castilla desde el Puerto de Caballos hasta Santiago. En sus cartas al rey, el presidente Alonso López de Cerrato (1548-1555) señala reiteradamente la importancia que tenía para Guatemala el que se abrieran las comunicaciones con México y Chiapas, así como la apertura del camino que comunicaba el Puerto de Caballos con la ciudad. 18 A finales del siglo, existen tres caIIlinos principales que salen de la ciudad: el de Petapa, que comunicaba ésta con la mayoría de los pueblos del valle, siendo también "vía de conducción de las mercancías que vienen de registro al golfo Dulce"; el de Jocotenango, por el que entraban los productos provenientes de México, Oaxaca y Chiapas; y, finalmente, el de Ciudad Vieja, por donde -según el cronista criollo
40
Pilar Sanchiz Ochoa
don Francisco Antonio de Fu.entes y Guzmán- entraban los productos de San Antonio Suchitepéquez y Soconusco. 19 Santiago fue siempre la ciudad más poblada de todo el Reino de Guatemala. En una relación de vecinos y encomenderos de la gobernación dispuesta por el presidente Pedro de Villalobos (1572-1577), la capital presenta el mayor número de vecinos (227), seguida de San Salvador y Ciudad Real de Chiapa (130 y 180 vecinos respectivamente). 20 En 1591 supoblación se había doblado ( 450 vecinos) y en 1604 alcanzaba ya la cifra de 750 vecinos. Por último, en la descripción que Vázquez de Espinosa nos ofrece de la ciudad en 1620, señala que en ella hay "más de mil vecinos~~pañoles, muchos esclavos negros y mulatos y muchos indios de servicio". 21 Los relatos históricos y los legados artísticos nos hablan de la relevancia que la capital guatemalteca fue adquiriendo a través de los años. La ciudad se pobló de casas solariegas al estilo español de Santander o Andalucía, con gran boato de mobiliario, jardines, caballerizas y coches. Desde aquellos primeros años en los que los ganados deéUilbulaban por las calles -pese a las continuas prohibiciones del cabildo- con un núcleo urbano reducido y unos cuantos barrios de indígenas en torno a él, se llega a la formación de una gran ciudad, en la que la población española se expandía hacia las zonas indígenas y se creaban nuevos barrios donde convivían españoles, indígenas, mulatos y mestizos. 22 A fines de siglo, Santiago contaba con tres monasterios de frailes (franciscanos, dominicos y mercedarios), uno de monjas, dos iglesias parroquiales (la Catedral y San Sebastiá.n), ·un hospital de pobres y dos colegios~ el seminario para la crian.za de los niños nobles y el colegio "para recogimiento de las doncellas pobres o hijas de padres ricos". 23 Junto con estos cambios que afectan la fisonomía de la ciudad se producen otros que alteran. la estructura misma de la sociedad; el principal agente de cambio fueron las medidas que se tomaron en favor del indígena, que comenzaron con la prohibición de utilizar a los nativos como tamemes y la liberación de los esclavos, y continuaron con la paulatina desaparición de las encomiendas por la negativa de la Corona a adjudicarlas de nuevo o prorrogar su disfrute.
Españoles e indígenas
41
ESTRUCTURA SOCIAL DURANTE EL SIGLO XVI Cualquier sistema de estratificación social es correlativo a la diferenciación económica, jurídica y racial; mas, al estar también en relación con la ideología que prevalece en el momento, estos criterios diferenciadores tendrán mayor o menor importancia según épocas y culturas. Asimismo, los individuos estarán situados en el estrato superior o inferior en esta "estructura de desigualdades regularizadas", dependiendo del valor que se conceda en un momento dado a sus diferentes papeles y actividades sociales. A pocos años de la conquista, la sociedad guatemalteca se jerarquizaba en base a dos criterios primarios de diferenciación: por una parte, el factor racial que dividía a la población en dos grupos cerrados, con derechos y deberes, penas y castigos perfectamente establecidos para cada uno de ellos; por otra parte, el desempeño de un papel tan importante funcionalmente en aquellos años, como el militar, colocó a los conquistadores en una posición superior con respecto al resto de la población española, estratificándose ésta a su vez -de acuerdo con su mayor o menor antigüedad en la tierra- en pobladores antiguos y "meros vecinos". El haber participado en la conquista, poniendo armas y caballos al servicio del rey, era motivo de encumbramiento para muchos españoles que llegaban a adquirir la categoría de hidalgos en aquella sociedad en formación; 24 la Corona los recompensaba con encomiendas, ayudas de costa y cargos concejiles y a veces concediéndoles privilegios que los igualaban a los hidalgos peninsulares. Era tan importante el guerrero en los primeros años de vida de la colonia que, incluso dentro del estrato constituido por los "oficiales de oficios mecánicos" o "meros vecinos", la mayor importancia social se concedía a los armeros, pues siendo las armas el principal atributo del caballero, es lógico que se intentara favorecer a los individuos que hacían posible que aquél las portara. 25 Por encima de los conquistadores sólo se situaban en estos primeros años a los representantes del poder político y el religioso: los presidentes-gobernadores y los obispos. Si bien estos representantes del rey y del Papa eran, en cierto sentido, ajenos a aquella
42
Pilar Sanchiz Ochoa
sociedad, en tanto que venían de la península o de cualquier otra parte de América para volver a marcharse al cabo de unos años, no obstante, lograban favorecer a los parientes, amigos y paniaguados que los acompañaban, concediéndoles u obteniendo del rey encomiendas y mercedes para unos individuos, cuyo mayor valor, en algunos casos, era el ser antiguos pobladores. Los beneficios que recibían y sus valiosas encomiendas les permitieron en ocasiones introducirse en el cerrado grupo de conquistadores por medio de uniones matrimoniales. 26 Al igual que los conquistadores, los antiguos pobladores disfrutaron de ciertos beneficios: como aquéllos, recibieron lotes de tierra que convirtieron en "labranzas" y haciendas de ganado gracias al trabajo de los indígenas; en muchos casos obtuvieron encomiendas, tanto por estar casados con hija o viuda de conquistador como por haber participado en la pacificación de Pochutla y Lacandón. A veces consiguieron cargos concejiles y corregimientos y, en caso de extrema necesidad, recibían las ayudas de costa que la Corona destinaba a "conquistadores viejos y pobres o tullidos", a "pobladores antiguos" y a las viudas de unos y otros. 27 Pero como ocurriera con las encomiendas, también los· corregimientos y ayudas de costa fueron manipulados por los gobernantes en beneficio de sus parientes y amigos; acusaciones como ésta se repiten una y o~ra vez en los documentos: "es cosa pública y notoria que las ayudas de costa que da [el presidente Antonio González], las da a personas sus allegadas y deudos y no a hijos de conquistadores y pobladores como S. M. manda" . 28 Desde la década de 1560 encontramos recompensados con tales ayudas de costa o "pensiones en corregimientos" a personas pobres con título de licenciado o doctor -preceptores de gramática, médicos y otros- así como a monjas y beatas; 29 sin embargo, nunca se permitió que los "oficiales de oficios mecánicos" se beneficiaran de ellas y si alguna excepción se hacía era por la necesidad que de estos "oficiales" existía: A Miguel de Aguirre, vecino de esta ciudad de Santiago de Guatemala, casado, ciento cincuenta pesos de ayuda de costa. Dásele aunque es pintor porque es provechoso para el culto divino y porque ha hecho y hace mucho fruto para ello, por la razón arriba dicha. 30
Españoles e indígenas
43
La escasez de estos "oficiales" en los primeros años de vida colonial trajo como consecuencia su excesiva valoración y, consecuentemente, ello les permitió cometer múltiples abusos. Incluso llegaron a amenazar con dejar desasistida la ciudad si no se les concedían encomiendas. Una vez conseguidas, empezaban a vivir como "caballeros", manteniéndose sólo con los beneficios de sus repartimientos y abandonando sus oficios, por lo que, finalmente en 1534, el cabildo decidió quitarles los indígenas y apremiarles a que ejercieran sus oficios. He aquí cómo el cronista dominico fray Antonio de Remesal relata este incidente: Acariciados pues y honrados los oficiales de la ciudad de Santiago, más que otro ninguno del Viejo Mundo, dieron las riquezas y hacienda su fruto, que fue entonación y soberbia y desdeñarse de lo que antes eran. El herrero apagó la fragua, el sastre cerró la tienda ... el zapatero no conocía las hormas y para sí mismo enviaba por zapatos fuera de la ciudad. El carpintero huía de la azuela y trataba de jaeces y caballos y que otro hiciese las obras de la ciudad y se afrentaba de que le dijesen que había aserrado un madero. 31
Frustrados en su afán de convertirse en caballeros, intentaban al menos enriquecerse rápidamente cobrando precios excesivos por sus trabajos y exigiendo el pago de sus servicios en oro y plata y no en productos de la tierra (ropa, cacao, plumas y otros enseres) que eran entonces la "moneda" común; sin embargo, nuevas intervenciones del cabildo hacen perder a éstos sus ilusiones de rápido enriquecimiento, fijándose los precios de sus obras y obligándoseles a cobrar en especie. 32 De 1530 a 1540, los "oficios" aumentan, debido en parte a que la Corona favorece y estimula la emigración de artesanos peninsulares a sus dominios americanos; para estas fechas encontramos ya en Santiago herreros, sastres, herradore~, carpinteros, armeros, calceteros, silleros, cuchilleros, espaderos y otros oficios. 33 Pese a sus intentos de ennoblecimiento, los "oficiales" formaron un estrato (al menos en el transcurso de casi todo el siglo XVI) perfecta.m.ente diferenciado del de los conquistadores y antiguos pobladores y éstos se ocuparon de controlar las
44
Pilar Sanchiz Ochoa
ambiciones de aquéllos desde sus puestos de cabildo, regulando sus jornales y los precios de sus manufacturas e incluso manteniendo el privilegio de examinar a los nuevos artesanos. 34 Sin embargo, la mayor necesidad o funcionalidad de ciertos oficios o incluso la calidad de los materiales que se trabajaban, produciría un escalonamiento interno del estrato, anteponiendo o concediendo mayor prestigio a algunos oficios, según las épocas. Así, por ejemplo, la importancia que tenían los armeros en los años que siguieron a la conquista se ve reflejada en las ordenanzas del cabildo sobre el lugar que habían de ocupar los distintos oficios en la procesión del Corpus Christi, detrás de la custodia: los más cercanos serían los armeros, después vendrían los plateros y mercaderes seguidos de barberos, sastres, carpinteros, herreros, zapateros y demás oficios. 35 En 1556, el cabildo impuso nuevamente el orden que habían de guardar los artesanos en la procesión del Corpus: "se mandó que hasta tanto que en esta ciudad hubiese armeros, llevasen los oficiales sastres la imagen de Nuestra Señora . . . que estaban ya al lado derecho de la procesión y al otro lado izquierdo vaya San Miguel y los oficiales de espaderos y silleros y herradores". En el mismo documento se señala que los plateros deberían ir "cabe el Santísimo Sacramento", con su imagen patronal, como lo hacían en México; parece ser que hasta entonces los plateros no habían querido participar en la procesión. 36 A va.nzado el siglo e innecesarias ya las actividades guerreras en esta sociedad, las aspiraciones de nobleza de gran parte de la población española, reflejadas en el comportamiento y "la apariencia honrosa", convertirían en muy importantes a los individuos que hacían posible la distinción externa de los caballeros: en primer lugar, los mercaderes "de grueso" (al por mayor) o de "mercaderías de Castilla", seguidos, naturalmente, de plateros y sastres. Tanto unos como otros, imprescindibles en los primeros años del siglo XVII, se enriquecerían y llegarían en algunos casos a ascender en la escala social hasta equipararse con los descendientes de conquistadores y antiguos pobladores, e incluso se unieron en matrimonio con las hijas de aquéllos. Los indígenas, declarados vasallos libres y súbdit_os de la
Españoles e indígenas
45
Corona, todavía conservaban, hasta cierto punto, una estructura social interna semejante a la que existía en la época prehispánica. Los caciques o principales fueron exentos del pago de tributo, continuaron gobernando a sus propios pueblos y se les concedió el estatus de hidalgos; los macehuales, en cambio, no habían de tributar a sus antiguos señores, sino al rey castellano y al encomendero, debiendo realizar asimismo toda una serie de trabajos forzados. Tanto principales como macehuales fueron considerados "menores" por. las leyes españolas y esto les permitía gozar de una protección especial; así, la Inquisición no tuvo sobre ellos jurisdicción alguna; estaban exentos de pagar diezmos y alcabalas, no tenían que prestar servicio militar y, a la vez, se les prohibía usar armas de fuego o espadas y montar a caballo. Esta situación que hemos descrito se refiere a la población indígena en general. Sin embargo, en el valle de Guatemala, el mayor contacto con los españoles y la cercanía de la capital, modifican ligeramente la estructura prehispánica. Ya nos hemos referido anteriormente a la formación de nuevas poblaciones· de indígenas en las tierras y milpas de los primeros vecinos de Santiago; estos indígenas habían sido sacados de diversos pueblos y puestos bajo el "gobierno" de "hombres de confianza" de sus dueños; es decir, estaban dirigidos no por sus antiguos caciques, sino por mestizos o indígenas "ladinos en lengua castellana", gente que ya mostraba cierto grado de aculturación en sus formas de vida y comportamiento. Por otra parte, no todos los macehuales que vivían en el valle tributaban; así, tanto los indígenas tlaxcaltecas que habían ayudado a Alvarado en la conquista como los antiguos esclavos libertados por las Leyes Nuevas, fueron exentos del tributo. El cacique-hidalgo indígena, si bien compartía con el caballero-hidalgo español el privilegio de no tributar, en cambio no llegó a disfrutar nunca de ciertas prerrogativas exclusivas del hidalgo hispano; entonces, además de no usar armas ni montar a caballo -símbolos por excelencia del caballero-, sufrió muchas veces el castigo de la cárcel, los azotes y los cepos por culpas insignificantes -aunque ya Alvarado en sus ordenanzas de 1530 prohibió "maltratar de obra o palabra a los indios caciques"- mientras que a sus iguales españoles, en
46
Pilar Sanchiz Ochoa
cambio, no se les podía encarcelar ni por deudas. 37 Tampoco se puede comparar al macehual con el "mero vecino" español, pues ni aún en el caso de que realizaran idénticas funciones serí_an tratados o recompensados de igual manera. El indígena habría de tributar al rey o a su encomendero y servir a todo español que lo forzase a ello. El trabajo indígena vino a cubrir las necesidades y ambiciones de encomenderos, alcaldes, corregidores, frailes, curas y vecinos de la ciudad. Trascribimos a continuación un documento en el que claramente se expresan todas las cargas que recaen sobre los macehuales: con una camisilla y unos zaragüelejos viejos y pobres, descalzo y destocado, éste da a S.M. cada año un tostón de tributo y a su encomendero doce o catorce tostones de tributo; éste da de comer al alcalde mayor cuando está en su pueblo y a otro cualquier juez de justicia; éste sirve a los alcaldes ordinarios y a los vecinos de tequetines, haciéndoles sus milpas y demás granjerías; éste da también de comer al cura.
Seguidamente se refiere al trabajo de las indígenas: una pobre india su mujer, con un trapillo por naguas y otro por güipil y ¡dispensen Señor! del trabajo, ésta lleva la peor parte: ésta muele y ésta teje la manta que se ha de dar al encomendero, está de sierva, siembra y coge las milpas con su marido y algunas veces se la quitan al pobre de su marido para que sirva a algún español y se la llevan contra su voluntad, 6 y 8 leguas, dejando a este pobre hombre solo, sin que se remedien sus necesidades y trabajos. 38
En los primeros años de la colonia, el ejercicio de las artesanías era privativo de los españoles y los únicos oficios que los indígenas desempeñaban eran los que ya ejercían en la época prehispánica; como decir, los de carpintero, petatero, ollero, aserrador, etcétera. A finales de siglo, en cambio, los barrios de San Francisco y Santo Domingo, especialmente, se llenan de cordoneros, albañiles, carpinteros y hasta algún que otro sastre; sin embargo, en todos los "conciertos" de aprendizaje y contratos de trabajo que consultamos en los libros de protocolos, siempre son indígenas "ladinos en lengua castellana" los
Españoles e indígenas
47
que contrataban sus servicios como oficiales o se concertaban con algún español para aprender un oficio. No obstante, algunos gremios mantuvieron cierto exclusivismo durante bastante tiempo; así, sabemos, por ejemplo, que los armeros y plateros no concedían la maestría de sus habilidades a negros ni indígenas, y en una instrucción impartida a Francisco del Valle Marroquín, como visitador y administrador de los indígenas del valle, se señala que les estaba prohibido a los indígenas el ejercicio del oficio de platero si no era en compañía de español y con la debida licencia. 39 Continuas cédulas reales regulaban el trabajo de los indígenas y señalaban la obligación que tenían los españoles de remunerar sus servicios. Sin embargo, cualquier tipo de trabajo realizado por un indígena, fuese como sirviente, como trabajador agrícola o como artesano, era valorado muy por debajo del trabajo desarrollado por un español. Citemos algunos ejemplos: en unas cuentas del cabildo que datan del año 1561, aparecen los gastos realizados en "hacer las cajas de agua"; en ellas se detallan los sueldos de los albañiles, tanto españoles como indígenas, y mientras el español recibía un salario de cuatro tostones por día, el "maestro" indígena percibía solamente un tostón diario. Seguramente, por aquellos años sería ésta la cantidad que se acostumbraba a pagar a los "oficios" indígenas, puesto que en dichas cuentas aparece la misma cantidad asignada a los carpinteros indígenas. Por otra parte, los sueldos que recibían los trabajadores indígenas no calificados eran aún más bajos, ya que se les pagaba un tostón por una semana de trabajo, tanto a los que transportaban mercancías ( tamemes) como a los que servían de trabajadores domésticos o trabajaban en las obras públicas de la ciudad. 40 Los primeros negros que arribaron a Guatemala llegaron en calidad de esclavos en compañía de sus dueños (presidentes, oidores y funcionarios en otros cargos públicos). Aquellos negros venían a desempeñar una doble función: por una parte, constituían el servicio doméstico en las casas de sus amos; por otra, eran la base del prestigio social de éstos, consolidando su posición. Hasta tal punto llegaron a ser símbolo de prestigio social que, una vez desaparecidos los esclavos indígenas, los conquistadores y antiguos pobladores (la gente más impor-
48
Pilar Sanchiz Ochoa
tante de Guatemala) adquirieron numerosos negros y negras para el servicio de sus casas pese a que podían· contar con el abundante y casi gratuito servicio de los indígenas. Al finalizar el siglo encontramos ya esclavos negros hasta en las casas de los "oficiales de oficios mecánicos", aunque en este caso cumplían una función eminentemente económica, puesto que no sólo se les relegaban los quehaceres domésticos, sino a ayudar en sus "oficios" a sus dueños o, incluso, se les alquilaba a otras personas, por lo que, a la postre, la compra de esclavos venía a convertirse en una inversión muy rentable. Por estas fechas, el elemento negro -constituyendo el volumen del servicio permanente de las casas- debió ser muy importante en la composición étnica de la ciudad de Santiago. 41 Sin embargo, el servicio de los indígenas no disminuyó y sabemos que éstos seguían acudiendo semanalmente desde los pueblos contiguos a la ciudad, agrupándose en la plaza o tianguez del barrio de Santo Domingo a la espera de ser repartidos a los españoles, quienes los empleaban principalmente en los trabajos agrícolas y en las haciendas de ganado. 42 Como los negros, muchos mulatos -productos de la unión de españoles y esclavas negras- permanecieron en esclavitud; otros, en cambio, fueron libres desde el nacimiento, puesto que sus madres habían sido liberadas antes de que ellos llegaran al mundo. Estos mulatos con el tiempo vinieron a engrosar el número de "oficios" o fueron contratados por los dueños de estancias de ganado, desempeñando en ocasiones el cargo de mayordomos. Negros, mulatos y zambos libres fueron a veces igualados por la ley. Así, aunque nunca permanecieron bajo el régimen de encomienda, sobre ellos -como sobre toda la población indígena asentada en el valle- recayó un impuesto especial destinado a beneficiar exclusivamente a la Corona: nos referimos a lo que se llamó "servicio del tostón"; pero, mientras que los indígenas tributaban sólo un tostón en plata, los negros, mulatos y zambos habían de pagar cuatro. 43 Al finalizar el siglo, un gran número de estos negros y mulatos libres llegaron a constituir la población fiotant.e de Santiago y sus alrededores. Eran, en expresión de la época, "cimarrones" o "furtivos"; es decir, no tenían lugar fijo
Españoles e indígenas
49
de residencia y solían trabajar únicamente por temporadas sirviendo a los españoles ya fuera en sus casas, o bien en las haciendas de ganado, trapiches de azúcar u obrajes de tinta añil. Estos mulatos y negros desarraigados eran muchas veces elegidos por españoles desaprensivos que, contraviniendo las leyes, los contrataban para desjarretar ganado y hacer sebo o para cometer cualquier otra acción delictiva. 44 Adquirieron tal fama de alborotadores y pendencieros que los indígenas temían que entrasen en sus pueblos, ya que les robaban víveres e incluso les quitaban a sus propias mujeres, y en la ciudad de Santiago llega a prohibírseles el uso de armas por temor a que pudieran causar males y escándalos: dijeron [el presidente y oidores de la Audiencia] que por cuanto en esta ciudad hay mucha desorden en traer negros y mulatos cuchillos y machetes y otras armas, y andar de noche en cuadrillas ... y ser cimarrones ... por tanto, mandaban y mandaron que a cualquier alguacil que en esta ciudad viese a negro o mulato con machete o cuchillo o con otras armas, o en juego de naipes o taba, o con cualquiera, y desde la siete de la tarde, y a dos juntos desde que comienza la campana de queda, [si] cogiera a uno solo le den y paguen en la mano, del dicho negro o mulato, dos tostones al dicho alguacil, y al dicho negro o mulato le den cincuenta azotes en un palo en la plaza pública de esta ciudad. Y al alguacil o persona que cogiere negro o mulato cimarrón en esta ciudad le paguen cincuenta y seis tostones y cogiéndoles fu era de ella le paguen doce tostones y si es dicho negro o mulato cimarrón se le den en la.plaza pública de esta ciudad cien azotes. 45
Sin embargo, no todos los negros y mulatos libres eran "cimarrones"; como decíamos antes, muchos se integraron con la población de Santiago y, asentados en los barrios tradicionalmente indígenas, formaron parte del servicio de los españoles o desempeñaron ciertos oficios. Los mestizos gozaron de cierta situación privilegiada con respecto a los mulatos, pues no sólo estaban exentos del tributo sino que, además, se les eximía del servicio del tostón; no obstante, también como aquéllos, estuvieron discriminados en lo que concernía al desarrollo de ciertas actividades sociales.
50
Pilar Sanchiz Ochoa
En último extremo, su posición en la sociedad dependía de la de sus progenitores y, a su vez, del interés que éstos hubiesen mostrado por sus hijos naturales. Así, algunos siguieron formando parte de las comunidades indígenas a las que pertenecían sus madres, otros fueron a engrosar el número de los "cimarrones" y muchos aprendieron diversos oficios y llegaron a ser "maestros" incluso en las artesa.nías que habían sido privativas de los españoles durante casi todo el siglo XVI. 46 Por otro lado, si los mestizos eran hijos de conquistadores o pobladores antiguos y, por añadidura, descendientes por vía materna de caciques indígenas, aquéllos llegaban a formar parte de las "casas principales", siendo criados y educados por sus padres y las mujeres legítimas de éstos; aún más, se comportaban como caballeros o damas "honradas", heredaban bienes de sus padres y, en casos excepcionales, llegaron hasta a recibir encomiendas, además de contraer matrimonio con mujeres y hombres españoles. 47 Como vemos, en estos casos es el rango social de los padres lo que prevalece sobre el criterio racial para determinar la posición social de los mestizos. Es también la situaci?>n de los padres la que determina la inclusión de los mestizos en las cofradías de españoles, 48 así como el ingreso en el colegio-seminario de la Asunción de Santiago, fundado por el obispo fray Gómez de Córdoba en 1596, en cuyas constituciones se daba preferencia de entrada a hijos de conquistadores y pobladores antiguos, pero se añade que los colegiales "sean descendientes de conquistadores y antiguos pobladores ... e hijos de meros españoles, si pudieran ser; y si no, que a lo menos no sean hijos de india y mero español, ni de mestizo y mestiza, ni de judíos y moros, ni negros, ni penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición, ni descendiente de ellos". 49 Sin embargo, las constituciones del colegio creado "para recogimiento de 9-oncellas pobres y pupilas ricas" (año de 1592) son mucho más estrictas, ya que en ellas se especificaba que no hubiera de dársele entrada a ninguna mestiza: no podían ser "mestizas de españoles o de indios o de otra generación"; habían de ser "hijas de cristianos viejos que no tengan raza de moro ni de judío, ni de otra mala secta y de legítimo matrimonio nacidas". 50 Finalmente, las diferencias raciales y la posición de los
Españoles e indígenas
51
individuos en la sociedad guatemalteca quedan perfectamente reflejadas en las disposiciones legales aparecidas con motivo de la transgresión de una norma y las penas establecidas para cada uno de los grupos que componían dicha sociedad; nos referimos concretamente a la prohibición de desjarretar ganado y el castigo que se imponía a blancos, indígenas, negros, mulatos, mestizos y zambos. En estas disposiciones se marcaban las diferencias entre blancos y otras razas por una parte y, dentro ya de estos dos grandes grupos, entre indígenas y "otras generaciones" por un lado y españoles importantes frente a "meros" españoles, por otro. Así, ningún español recibía pena corporal, mientras que ésta se prescribía para los otros grupos raciales. Por otro lado, el "español dueño de ganado" que infringía la ley había de pagar una multa de trescientos ducados y cumplir un destierro de dos a cinco años, mientras que el "español de humilde condición" era castigado con "pena de vergüenza pública" y había de pagar una multa de cien ducados para la cámara real. Las diferencias entre indígenas y "otras generaciones" se manifiestan en el hecho de que aquéllos ·sólo serían penados con cincuenta azotes, mientras que negros, mulatos, mestizos y zambos recibirían entre cien y <:loscientos por la misma infracción. 51 En caso de reincidencia, el español sufriría destierro perpetuo "de todas las Indias", mientras que a mestizos, negros, mulatos y zambos se les duplicaba la pena corporal, siendo además condenados "a galeras al remo, tiempo de cinco años". 52 ESTRATOS SOCIALES Y CRITERIOS DE VALORACION
Como hem~s intentado ilustrar en páginas anteriores, el factor racial, la importancia de la función que se desempeñaba en la sociedad y la antigüedad en la tierra fueron los criterios determinantes de posición en la estructura social de Guatemala durante el siglo XVI. Pero de la abundante y diversa documentación consultada también podemos inferir los valores inherentes a los distintos estratos, los cuales funcionaban como indicadores sociales y vinieron a constituir criterios de valoración diferencial. Nos va.ID.os a referir aquí a tres tipos de indicadores sociales. En primer lugar, atenderemos a las valoraciones verbales;
52
Pilar Sanchiz Ochoa
mucho de lo que las personas expresan en los documentos, lo que dicen de sí mismas o de los otros, ya deliberadamente o de forma inconsciente, ya explícita o implícitamente, se convierte en un índice valorativo de sí mismas o de los demás. A continuación trataremos de los tipos de asociaciones reales que se manifiestan en la interacción de los individuos de aquella sociedad; algunas de estas relaciones expresan igualdad, mientras que otras son una clara muestra de valoración diferencial y, en definitiva, de superioridad o inferioridad en la escala social. Constituyen un tercer indicador las diversas actividades y posesiones, las cuales actúan como símbolos o bases de inferencia para situar a un individuo en un estrato u otro; dichas actividades o posesiones son la fuente o la consecuencia del factor racial o el papel social, determinantes, a su vez, de la posición en los diversos estratos.
LO QUE DICE LA GENTE. El hombre es creador de normas de preferencia respecto al mundo que le rodea y podemos descubrir estas preferencias principalmente a través del lenguaje. Así, las expresiones escritas de la sociedad guatemalteca están fuertemente cargadas de locuciones valorativas relacionadas con su situación en la escala social. Muchas de las valoraciones verbales, como decíamos, son implícitas, pero los juicios cotidianos suelen ser explícitos. En un gran número de documentos encontramos juicios de valor sobre la raza, el trabajo, la nobleza, la riqueza y, en fin, sobre la posición total de los individuos. Cuando en ellos aparece la autovaloración, nos encontramos ante personas que conocen el sistema de estratificación y nos dan sus opiniones ideológicas sobre él. Los juicios de valor adquieren gran importancia como indicadores sociales en comunidades relativamente pequeñas como era el ca.so de Santiago de los Cabal~eros en el siglo XVIen las que todos, o al menos gran número de individuos, se conocen entre sí, personalmente o por referencia. No obstante, hay que señalar que la mayor parte de la documentación que utilizamos procede de la población española y es por ello que la mayor cantidad de juicios valorativos, tanto sobre sí mismos como sobre otros grupos raciales, surgen de boca de españoles; los juicios de indígenas, negros, mulatos y mestizos aparecen
Españoles e indígenas
53
únicamente a propósito de algún pleito promovido por ellos o contra ellos y como testigos de otros grupos raciales. De todas formas, podemos asumir que contamos con información suficiente para dar una visión relativa.Ill.ente completa en cuanto a este indicador social. En la mente de todas las personas que componen la sociedad guatemalteca, existe una clara idea de la diferencia entre los blancos y otras razas en beneficio de los primeros. Pero cuando el blanco habla y enjuicia a otros grupos raciales, manifiesta un fuerte prejuicio en todas sus expresiones; así, si un español recibe el calificativo de negro, mulato o indio, constituye para él una grave ofensa y llegan a suscitarse pleitos por ello. Mas no sólo es infamante para el español recibir el apelativo de "negro" o "indio", sino que se le trate de obra o de palabra como a tal; esto se pone de manifiesto en algunos pleitos donde los demandantes dicen haber sido amenazados con "ser atados a un árbol" y allí "recibir azotes". Como sabemos, a los españoles nunca, por ningún delito que cometiesen, se les amarraba al palo de la plaza pública ni recibían pena corporal; por el contrario, cuando algún indígena, negro, mulato o mestizo cometía algún acto delictivo, se les desnudaba "de medio cuerpo arriba", se le ataban las manos y, "subido en una bestia de albarda, con voz de pregonero", que iba pregonando la falta cometida "por las calles públicas", era conducido a la plaza y azotado en la picota. 53 Por otra parte, era costumbre llevar a las indígenas "rabiatadas a la cola de un caballo"; por ello, cuando un español amenazaba a su mujer - a la que acusaba de desvergonzada- de llevarla de esta forma por las calles de la ciudad, la ofendida respondía que si acaso "hablaba con alguna india" . 54 Naturalmente, los españoles se sentían superiores a los otros grupos raciales y esta superioridad justifica la dominación, aunque esté cargada de razones religiosas y morales. En opinión del oidor Tomás López - y es un juicio que estaba muy extendido entre los pobladores españoles- los indígenas eran gente que no mira más del bien o del mal corporal
54
Pilar Sanchiz Ochoa presente ... es ésta, gente que quiere ser mandada y regida por otro y por temor y amenazas, porque por amor de la virtud ni por temor de la vergüenza y deshonra no harán bondad; gentes que es crueldad que se les hace en dejarlos de su mano y que se rijan por su mano; y que es piedad y caridad grande en ponerlos debajo de mano de otros que los sepan regir y tratar bien, informándolos de buenas costumbres. 55
Aún más, a pesar de que las leyes españolas establecían una clara diferencia entre caciques y má.cehuales, existiendo de derecho una serie de privilegios para los indígenas principales, a los que se les confería la categoría de hidalgos, estos privilegios no se les tenían en cuenta por la población dominante y, a lo más, los caciques indígenas se equiparaban socialmente a los gañanes peninsulares: sería cosa muy acertada que V. A. mandase algunos labradores, gente llana, simple, de los de Sayago y otras partes semejantes, que no se desdeñasen en poblar entre esos [indígenas] y habitar con ellos, conversar entre ellos y trabar matrimonio con las hijas de éstos; y aún enviarles algunas m.ozas de esta suerte y condición para casarlas con algunos de estos caciques en especial y otras gentes de nl.ás entonación entre ellos, para que entre ellos se plantasen y comunicasen más los ejercicios y labores de nuestra España. 56
Incluso llega a proponerse la idea de que estos indígenas principales adquirieran la costumbre de dotar a sus hijas, a fin de que pudieran entroncar mejor con los espáñoles de más "baja calidad". En cuanto a los negros, ¿qué opinión tenían los españoles? ¿Cómo los enjuiciaban? Aquéllos no contaban con la protección de la Corona ni de la Iglesia; ni reyes ni papas veían con escrúpulo la esclavitud de la raza negra y, diríamos más, la libertad de los indígenas se hacía posible gracias a la esclavitud de los negros. Legahnente, pues, éstos se situaban por debajo de los indígenas en la escala social; los mayores vicios y depravaciones eran atribuidos a aquel grupo racial y hasta los mismos indígenas se sentían superiores al negro, sobre todo al negro esclavo; 57 aunque oprin:ñdos, los indígenas tenían conciencia de que la tierra les pertenecía, de que ellos habían
Españoles e indígenas
55
sido los dueños antes de que el español llegase y esto les hacía despreciar abierta.Illente a unos intrusos que, por añadidura, son postergados por el grupo dominante. Este desprecio del indígena hacia el negro se manifiesta en numerosos documentos; sirva como ejemplo el testimonio de una indígena contra una esclava negra en un juicio, en el que aquélla contradice la declaración hecha por la negra y añade que "la negra se perjuró y dijo lo que no pasaba, además de ser esclava", con lo que se quiere dejar bien claro que la opinión de un negro y además esclavo, no merece confianza. 58 Sin embargo, de hecho, negros y mulatos explotaron a los indígenas en muchas ocasiones y, en ciertos casos, fueron colocados por los propios españoles por encima de aquéllos en la realización de ciertos trabajos, quizás por la mayor capacidad de algunos para adaptarse a la cultura española o porque -como en el caso de los esclavos procedentes de la península- habían pasado ya por un intenso proceso de aculturación. Los españoles llegaron incluso a forzar a los indígenas a casarse con sus esclavos negros: "se creen los encomenderos con derecho a jurisdicción sobre los indios, siendo así que traen a los jóvenes a sus casas por mucho tiempo y los casan con esclavos negros y mulatos" . 59 Pero el orgullo de ser los dueños originales de la tierra no sólo les hacía despreciar al negro o mulato, sino que hacían extensivo ese sentimiento a españoles y mestizos y en ocasiones lo expresaron claramente: y los dichos dos regidores dijeron que ellos [los indígenas] no conocían rey ni presidente; que el rey se estaba en su casa y ellos acá ... y al dicho alguacil dijeron moro, judío, 'Tnestizo y ladrón y que guarda.ha cabras y otras palabras feas. 60
Como apreciamos en este texto, era asimismo motivo de orgullo para los indígenas la pureza de sangre, obviamente sangre indígena, fr.ente a los individuos nacidos del mestizaje; por ello, entre los insultos que se hacen al alguacil, junto a los vocablos moro y judío se coloca el de mestizo y se le califica de ladrón y guardador de cabras, términos todos de uso común entre los españoles y que venían a formar parte de los insultos y "palabras afrentosas".
56
Pilar Sanchiz Ochoa
Quizás haya sido ese orgullo racial el que movió a los indígenas a perder el respeto a sus propios caciques, convertidos ahora en intermediarios, en simples recaudadores de tributos destinados a los españoles. Los caciques, desprovistos ya de todo prestigio y autoridad, fueron despreciados por los macehuales y aunque la Corona pretendió mantener en parte la estructura social prehispánica, ni españoles ni indígenas la tenían ya en cuenta, por lo que, pasado un tiempo, serían pocos los linajes principales que permanecieron en el gobierno de sus pueblos. Una vez desaparecidas las diferencias sociales que las leyes españolas quisieron en un principio implantar, la mayor o menor ladinización, o castellanización del indígena se convierte en rasgo fundatnental para elevar a un indígena por encima de sus hermanos de raza y, en definitiva, para marcar las diferencias sociales entre ellos. Hasta ahora, nos hemos referido a los juicios que unos grupos raciales emiten sobre los otros; pero, ¿qué imagen tenían los españoles de sí mismos? ¿cuáles son las diferencias sociales que manifiestan sus valoraciones? Existía una idea, al menos entre los que llegaban de la península (especialmente religiosos y clérigos), de que la moral de los guatemaltecos difería bastante del ideal hispano; éstos aparecen en los comentarios que se hacían sobre su comportamiento, como más pendencieros, menos corteses, menos respetuosos de las normas que los españoles del otro lado del Atlántico. La justificación de dicho comportamiento se cimentó en la lejanía de la metrópoli, el desarraigo de sus mayores y la falta de instituciones que inculcasen "las buenas costumbres" hispanas en los nacidos en las colonias, como se expresa al comentar sobre la necesidad de "un colegio para recoger los criollos que ya son grandes y están sin doctrinar, porque de sus padres y de sus madres no han heredado cosa buena, ni de la leche que mamaron, que todos han sido criados con leche de indias" . 61 Pese a estas diferencias con los peninsulares, había personas dentro del grupo racial blanco consideradas más "comedidas", más "afables" y más "honradas" que otras: las que habían participado en la conquista o, al menos, formaban parte del grupo de pobladores antiguos; y eso es lo que arguyía.n, junto con el hecho de haber mantenido armas y caballos en
Españoles e indígenas
57
servicio del rey, para conseguir enconriendas, cargos y mercedes. Tanto los conquistadores como los antiguos pobladores tenían conciencia de ser superiores al resto de la población; se consideraban nobles, hombres principales, y así lo expresaban siempre que surgía la oportunidad. Esta conciencia de superioridad se pone de manifiesto en gran cantidad de documentos --especialmente probanzas de méritos y serviciosen los que implícita o explícitamente se hace referencia a la distancia que los separaba de los restantes grupos sociales. Expresiones como éstas encontramos continuamente de parte de conquistadores o pobladores antiguos: Muestra su nobleza en el trato de su persona, casa y conversación ... Con vivir pobre se trataba honradamente y tenía en su casa buenos caballos y armas y vivía c~mo hombre honrado y por tal entre los tales era tenido por tal ... Ha tratado su persona honradamente ... sustenta casa con mujer, hijos, criados y caballos y armas como otros hombres honrados, conquistadores y pobladores de esta ciudad. 62
Expresaban ante los demás su superioridad en cualquier ocasión: en las disputas, con motivo de cualquier delito, ante la justicia para hacer valer su inmunidad, 63 y cuando a uno de estos hidalgos notorios, descendiente de conquistador y empobrecido, se le preguntaba en un· juicio cuál era su oficio, respondía ofendido que "el oficio que tiene es sustentar armas y caballos para servir a S. M." .64 En los pleitos que se sus~itaban entre conquistadores y "meros" vecinos, debido a las encomiendas con que a veces los gobernantes favorecían a éstos, se expresan las diferencias entre uno y otro grupo social; los alegatos de los conquistadores las manifiestan en esta forma: "Y atento a que Juan Ortega es mercader, persona que ha mucho tiempo vive del trato ... ni es conquistador ... y además tiene el oficio de mallero que ha usado y usa". 65 Si la superioridad social de conquistadores y pobladores antiguos sobre el resto de la sociedad era claramente percibida por ésta y no se cuestionaba, asimismo los gobernantes mostraban una clara rivalidad con los conquistadores, despreciando su posición y menospreciando a veces los hechos en los
58
Pilar Sanchiz Ochoa
que cimentaban su notoriedad. Al analizar el juicio de residencia del presidente López de Cerrato (1548-1555), entre los cargos que se le imputaban aparecen distintas ofensas hechas a los conquistadores, como la que dice que "a Cristóbal Lobo, le dijo que era un porquero y otras palabras de afrenta, siendo como es hombre honrado, regidor y conquistador de esta ciudad ... A Tirado, el ciego, porque le pedía de comer como conquistador casado y poblador, casado y pobre, le dijo que s~ fuese con el diablo, que le había de dar cien azotes". 66 En los insultos transcritos se afrenta a la persona del conquistador en su calidad de noble. Parece que existía un deseo manifiesto de rebajar la importancia social del grupo de conquistadores. Es muy significativo el hecho de que entre los cargos que resultaron contra López de Cerrato y en su juicio de residencia sólo aparecen los insultos y vejaciones infligidos por éste a los conquistadores, mientras que no hay ninguna denuncia de malos tratos a mercaderes, oficios ni, por supuesto, indígenas. En este detalle podemos apreciar, por una parte, esa conciencia de los conquistadores de pertenecer a un grupo digno de ser respetado por su situación de nobleza ("siendo como es conquist.ador") y, por otra, el reconocimiento, diríamos oficial, de esta situación social privilegiada, puesto que no se tomaban como delitos graves los insultos y vejaciones hechos a otras personas hasta el punto de engrosar el capítulo de cargos en el juicio de residencia. En una publicación anterior considerába.tnos que esta postura de desprecio de los gobernantes hacia los conquistadores era el equivalente a la competencia social y el desprecio que la noblesse de robe juristas y letrados- de la Europa de la época hacían y sentían ante una hidalguía empobrecida y decadente; 67 aunque, en el caso de Guatemala, tendríamos que hablar de hidalguía incipiente, pobre y con el agravante de no tener ejecutorias que la avalaren. Para un presidente de la Audiencia, licenciado o doctor, debió haberle parecido irritante la primacía social que el conquistador inculto -1~ más de las veces-, pobre y hasta en algún caso analfabeto, trataba de tener sobre el resto de la población sólo por el hecho de haber participado en la conquista. En ca.Illbio, a finales del siglo, sus descendientes, verda-
Españoles e indígenas
59
deros hidalgos por la valoración que el resto de la población hacía de los hechos de sus antepasados y de los muchos años de vivir como nobles, llegaron a asociarse con "meros vecinos" por motivos económicos, cuando incluso los gobernantes ya habían llegado a considerar al grupo como la auténtica aristocracia de Guatemala. COMO SE RELACIONAN LAS PERSONAS. Las personas no sólo expresan valoraciones de sí mismas y de las demás en lo que dicen, sino en lo que hacen. Por ello, las normas reales de asociación de las personas y la acción recíproca entre los individuos al expresar igualdad, superioridad o inferioridad vienen a constituir nuevos indicadores de diferenciación social. El modo como es tratado un individuo y el modo como él trata a los otros, el círculo de amistades, la intimidad e igualdad social que implican visitas, compadrazgo y endogamia de grupo se convierten en índices de valoración diferencial. El matrimonio es la expresión más completa de intimidad e igualdad social. Páginas atrás hacíamos referencia al hecho de que normalmente no se unían en matrimonio canónico los individuos de razas diferentes, por lo que mestizos, mulatos y zambos fueron el producto, en la mayoría de los casos, de uniones ilegítimas. De las pocas uniones interraciales legitimadas por la Iglesia, las más frecuentes fueron las de mujeres indígenas con esclavos negros, pero estos matrimonios no se realizaban libremente sino que eran forzados por los dueños de los esclavos, ya que casando a las indígenas de servicio con aquéllos, ampliaban el número de servidores gratuitos. Los españoles también intervinieron en las uniones intrarraciales; así, para aumentar el número de sus tributarios, los encomenderos obligaban a los indígenas a casarse muy jóvenes, alterando la forma tradicional de concertarse los matrimonios entre indígenas. Por otra parte, el servicio que forzosamente habían de prestar en la ciudad favoreció no sólo la separación y desunión de los matrimonios indígenas sino, además, el aumento de los amancebamientos. 68 Numerosos documentos como probanzas, cartas de dote, testamentos y pleitos nos proporcionan información sobre la endogamia de estrato den-
60
Pilar Sanchiz Ochoa
tro del grupo racial blanco. Conquistadores y pobladores antiguos -que constituían a principios de la colonia el estrato más alto de la estructura social guatemalteca- estuvieron todos emparentados por medio del matrimonio; al final del siglo, sin embargo, este cerrado grupo se une a burócratas o ricos mercaderes para subsistir, ya que las encomiendas disminuyen o llegan a desaparecer. De esta forma se aúnan riqueza y nobleza: por medio de estos matrimonios los descendientes de conquistadores obtienen la base económica sustentadora de "la reputación en que estaban", mientras que los ricos mercaderes o encumbrados burócratas consiguen añadir a sus saneadas haciendas el prestigio y la notoriedad de· los. hidalgos guatemaltecos. Asimismo, los documentos hacen continua referencia a los matrimonios entre personas del estrato formado por artesanos, pequeños mercaderes y "oficios". Aún más, decíamos con anterioridad que el papel que desempeñaron en la conquista, con la mayor posibilidad de enriquecimiento que ello conlleva, nos permite hablar de la importancia de algunos artesanos frente a los otros y, por tanto, de una cierta diferenciación social dentro del mismo estrato; esta diferenciación social se pone de manifiesto en las uniones matrimoniales, ya que es común el matrimonio entre individuos pertenecientes -ellos mismos o como descendientes- al mismo gremio. 69 Aunque la pequeñez de la sociedad y de la propia ciudad, en definitiva, hacía posible el conocimiento de todos los vecinos entre sí, sólo encontrar.nos un trato franco y amistoso entre personas del mismo estrato social. Ejemplo de ello lo tenemos en las respuestas dadas en los interrogatorios objetos de las probanzas, donde para demostrar el conocimiento de la vida y la obra del promotor de la información se concluye aseverando "que lo sabe porque se comunicaba este testigo y el dicho ... como vecinos y conquistadores" . Otras veces es motivado ese conocimiento "por el trato y conversación que con el dicho . . . tiene" . Y en ocasiones, cuando el testigo pertenece a otro grupo social, señala que desconoce lo que se le pregunta debido al escaso o nulo trato que mantiene con la persona a la que se refiere la información, además de no frecuentar su casa. 70 Entre los individuos del mismo estrato social se elegirán
Españoles e indígenas
61
los albaceas testamentarios, los tutores de los menores huérfanos y los testigos de las probanzas públicas. 71 Asimismo, es frecuente entre los conquistadores y hombres principales recoger y sustentar a los hijos de otros conquistadores pobres o adeudados hasta el momento de "ponerlos en estado"; un hijo de conquistador declara en la probanza que "ha conocido su casa y tratádole mucho y este testigo se casó en esta tierra y le ayudó para su casamiento y de su casa han salido personas otras casad~s y honradas". 72 Las relaciones que se establecen entre los españoles y los restantes grupos sociales son las que se derivan del trato de servidumbre de unos con respecto a otros. Dentro del grupo de los servidores encontramos relaciones amistosas entre negros e indígenas de servicio, especialmente mujeres. El caso más curioso de amistad entre indígenas y negras es el que aparece en un juicio en el que una indígena se declara amiga de una esclava negra y aunque señala que "como amiga de la dicha negra fue a casa de su amo [de la negra] y la halló en la cocina" , esta indíge~a habla por medio del intérprete, por lo que tenemos que suponer que la negra conocía la lengua de la indígena. 73 Eran frecuentes las visitas entre ellos y las charlas callejeras, relaciones todas ellas motivadas por el hecho de desempeñar las mismas funciones de servidumbre en las casas de los señores blancos. Parece que el compadrazgo, en cambio, era un vínculo que sólo unía a los individuos de un mismo grupo racial. 74 U nicamente hemos encontrado una referencia al compadrazgo interracial en el testamento de un español que había vivido mucho tiempo en una comunidad indígena; sin embargo, este individuo, viudo y sin hijos, establecido en aquel pueblo, donde probablemente habría muy pocos españoles, parece que se relacionó sólo con indígenas, a juzgar por los legados dirigidos exclusivamente a éstos. 75 Todo acto social coloca ACTIVIDADES Y POSESIONES. potencialmente a sus participantes en un estrato determinado. A veces los individuos tienen un concepto explícito de ello y otras implícito, pero siempre tales actividades o posesiones suelen ser usados por los miembros de una sociedad para
62
Pilar Sa.nchiz Ochoa
inferir la posición social de una familia o de una persona concreta. Constituyen símbolos sociales los estilos de vida, los tratamientos y títulos, el tipo y ubicación de la residencia, la calidad de la indumentaria, los tipos de lenguaje y elocución y las actividades religiosas y recreativas. Sin embargo, por razones de espacio, sólo nos referiremos a unos cuantos de estos indicadores de posición social, a los .más significativos dentro de la sociedad guatemalteca del siglo XVI: el tipo y ubicación de la residencia, la indumentaria, la institución de la dote y el ritual religioso relacionado con la muerte. Tanto en la destruida capital de Santiago en Almolonga como en la tercera Santiago de los Caballeros -fundada en el valle del Panchoy- los vecinos se ubicaron en torno a la plaza central, correspondiendo a las personas más importantes -conquistadores- los sitios más cercanos a ella; más alejados se situaban los pobladores y "oficios" y en los alrededores de la ciudad, en los barrios de San Francisco, La Merced y Santo Domingo, se establecieron los indígenas que trabajaban al servicio de los españoles. Al final del siglo, la población aumentó y la ciudad se extendió a expensas de las milpas del valle más cercanas y fueron apareciendo nuevos barrios: San Jerónimo, San Sebastián, Santa Lucía, El Manchén, El Tortuguero y otros más. Los nuevos vecinos españoles comenzaron a establecerse en los barrios tradicionalmente indígenas, en los que ya encontramos, especialmente en San Francisco y Santo Domingo, individuos pertenecientes al estrato social más elevado; a su vez, indígenas, negros libres, mulatos y mestizos van ocupando los lugares más alejados del centro de la ciudad. Si la mayor o menor cercanía al centro de la ciudad era un símbolo de posición social, aún lo fue más el tipo de casa en que se vivía, sus dimensiones, las plantas que la adornaban, la cubierta y el valor monetario que ostentaban. En el último cuarto de siglo, las casas principales tenían un precio que oscilaba entre los ocho :mil y cinco mil tostones y eran "grandes y de muchos aposentos", "de altos y bajos" y cubiertas siempre de teja. 76 Igualmente, contamos con datos sobre las viviendas de los indígenas y referidos a la misma época; aquéllas eran de adobe, generalmente cubiertas de paja, de una sola pieza y su precio no excedía de cincuenta tostones. 77 Los "oficios"
Españoles e indígenas
63
y pequeños mercaderes vivían comúnmente en casas "con su corral y patio" más dos o tres "piezas" y su precio -también a finales de siglo- podía oscilar entre ochocientos y mil tostones. 78 Por otra parte, únicamente las casas importantes tenían agua corriente ("con el agua que tiene encañada en las dichas casas y corre en ellas") y había barrios a los que no llegaban las conducciones de agua. 79 Si atendemos al mobiliario y utillaje de las casas, las diferencias aún son más patentes; en las casas de los indígenas, la cama es un cañizo y encima un cuerezuelo de venado, y aun algunos no lo tienen, y la frazada con que se arropan es lo que traen encima; esto les es siempre y en ·todo tiempo cobija y les sirve después de mortaja. Allí dentro tienen una piedrezuela con que muelen su maíz, cuatro ollas viejas, otras tantas jícaras o vasijas en que beben y un medio machete o hachuela. 80
La parquedad de los enseres en las viviendas de los indígenas se pone de mani~esto en los documentos que tratan sobre los bienes de difuntos nativos y en los procesos donde aparecen secuestros de bienes. 81 A su vez, testamentos, cartas de dote y pleitos nos dan una visión muy completa del equipamiento de las casas de los españoles. Nos .es completamente imposible enumerar aquí los muebles y utensilios tanto de las casas de las personas importantes (encomenderos y mercaderes ricos) como de los "oficiales" y artesanos; pero las diferencias entre ellos se manifiestan en la cantidad y riqueza del mobiliario, vajillas y ropajes de unas frente a la escasez y tosquedad de las otras. 82 Otro indicador social que adquiere gran importancia en Guatemala es la indumentaria. Era esencial para conquistadores y gente "principal" el tener una "apariencia digna". Telas de terciopelo, tafetanes, sedas y adornos de plata, oro y pedrería eran los materiales utilizados en la confección de jubones y sayas de las españolas de alcurnia y de las calzas, capas y sayos de sus padres, maridos y hermanos. Por el contrario, "oficiales" y pequeños mercaderes vestían ropas confeccionadas con tejidos de la tierra ("manta") y eran pocos los que lucían prendas de Castilla. En los contratos de aprendizaje con sastres, plateros o
64
Pilar Sanchiz Ochoa
carpinteros, se especifica que éstos han de sustentar, cuidar en sus enfermedades y enseñar el oficio a sus pupilos y se añade: "y darle de vestir conforme a la calidad de su persona ... le ha de dar un vestido de paño de la tierra", o "un vestido de paño de color, de México, capote, zaragüelles, chamarra y botas, sombrero y jubón" ;83 las mujeres vestían "manto y faldellín de paño", y si hombres o mujeres usaban trajes de tejidos ricos normalmente procedían del regalo de un señor importante o de la compra, ya usados, en una almoneda. 84 Por otra parte, los indígenas y los negros vestían "a la usanza de los indios": zaragüelles y camisas los hombres y faldellín o naguas y huipil las mujeres. 85 No conocemos la existencia de leyes impidiendo al indígena o negro ir vestidos como los españoles, sin embargo, con toda probabilidad, no debe haber sido bien aceptado por éstos el que otros grupos raciales usaran sus ropas; lo deducimos de un dato que aparece en un pleito en el cual se acusa a una indígena de haber cometido un delito y entre las "faltas" que se le imputan está la de "andar en hábito de española". 86 La cuantía de la dote viene a convertirse en un símbolo social entre los españoles, así como también las arras que ofrece el futuro esposo "por honra del linaje y virginidad" de su mujer. Parece ser que las arras sólo las ofrecían los individuos más importantes de la comunidad y estaba estipulado que éstas equivaliesen a la décima parte de los bienes del contrayente. 87 La dote podía darse en dinero o en repartimientos de indios, tierras, casas, esclavos y enseres. En las postrimerías del siglo XVI, las hijas de hombres importantes eran dotadas con un mínimo de mil pesos de minas y las dotes más altas alcanzaban la suma de ocho y nueve mil pesos. 88 Por el contrario, las dotes acostumbradas entre los "oficiales" hacia la misma época oscilaban entre los cien y los quinientos pesos de minas. 89 El hecho de no poder contar con bienes suficientes para casar a las hijas con hombres de su condición y "calidad" significaba que éstas quedarían condenadas al celibato de por vida, y enclaustradas en la "casa de recogimiento de doncellas". Por esta razón, los padres llegaban hasta el punto de endeudarse, y alguno que otro conquistador o antiguo poblador "falleció pobre por casar muchas hijas que
Españoles e indígenas
65
tuvo" . 90 Por último, vamos a tratar del ritual religioso relacionado con la muerte. En los testamentos se dedican varias cláusulas a señalar dónde, cómo y con qué ceremonial han de ser enterradas las personas que otorgan dichos documentos, por lo que éstos vienen a convertirse en auténticos símbolos de posición social. De todo este complejo ritual hemos destacado el lugar de sepultura, los acompañantes del féretro, las misas que se habrían de decir por el difunto, la institución de capellanías y las limosnas póstumas a conventos, cofradías y personas necesitadas. Analizando y comparando estas disposiciones en los diversos testamentos, podemos percibir las grandes diferencias que se establecen entre los estratos . . Hacia el tercer cuarto de siglo, un gran número de personas principales, así como también oficiales y artesanos, eran enterrados en el monasterio de Santo Domingo; además, algunos descendientes de conquistadores e hidalgos de ejecutoria recibieron sepultura en la catedral y otros en el convento de San Francisco. Las diferencias entre uno y otro grupo social se patentizan, no obstante, en el hecho de que las personas principales se enterraban siempre en sepulcros de propiedad familiar, donde estaban inhumados sus padres, hermanos o esposas; así, expresiones como la siguiente se repiten en los testa.inentos de la gente importante de Santiago: "cuando Dios Nuestro Señor fuere servido de me llevar de esta presente vida, mi cuerpo sea sepultado ... en la sepultura y bóveda que tienen los dichos mis padres para su entierro e hijos y descendientes". 91 También se observan diferencias en el propio ritual del entierro; los individuos del estrato inferior eran conducidos hasta su última morada por el cura, el sacristán con "cruz alta" y algunos "acompañantes". En cambio las personas principales de la ciudad, no sólo eran acompañadas por el cura y el sascristán, sino que sus entierros eran seguidos por una larga comitiva formada por hasta doce sacerdotes, el deán y cabildo de la catedral -aunque no fueran a ser sepultados allí- y la "capilla y cantores del .coro de ella" . Además, los más ricos y alcurniosos disponían en sus testamentos que "acompañen a su cuerpo doce sacerdotes de cada uno de
66
Pilar Sanchiz Ochoa
los conventos de esta ciudad" (La Merced, San Francisco y Santo Domingo), portando todos "candelas de cera"; e incluso era común que también engrosaran la comitiva una representación de cada una de las cofradías de las que el difunto era miembro. 92 Finalmente, el caso más extremo de distinción social es el de algún individuo que pagaba a doce pobres y les compraba vestidos negros para que acompañasen su féretro, así como el de enlutar a los esclavos propios para que también se unieran a la larga procesión mortuoria. 93 Si el mayor o menor número de "acompañantes" era símbolo de estatus, no era menos significativa la cantidad de misas que se ofrecían por el difunto. Era frecuente que a la muerte de un "mero vecino", el día· del entierro se celebrase misa cantada con diácono y subdiácono y nueve más en días sucesivos. En casos de haciendas más saneadas, el número de misas por el difunto podía ascender hasta a cien. Sin embargo, cuando moría un hombre principal, las misas se multiplicaban y el recuerdo del difunto se mantenía durante mucho tiempo en las plegarias de curas y frailes, quienes habían recibido buenos legados para ello. Además de la misa cantada del día del entierro (ofrendada con una serie de botijas de vino, varias fanegas de trigo y algún que otro carnero), no faltaban señores que expusieran como última voluntad el que se dijeran cien misas por su alma en cada uno de los monasterios de la ciudad, más otras tantas en la catedral y un número indeterminado en las ermitas, amén de otras cincuenta o cien en los altares de todas las iglesias en los que "se ganan indulgencias". Asimismo, la institución de capellanías y las donaciones a conventos, cofradías y personas necesitadas, especialmente viudas, beatas y huérfanos, constituían símbolos de diferenciación social. La fundación de capellanías iba acompañada de elevadas dotaciones; éstas llegaron a alcanzar la cifra de cuatro mil pesos de oro a fines del siglo, aunque lo normal era que los legados para este fin fuesen de mil o dos mil pesos. 94 Por ello, no hemos encontrado institución de capellanías en ningún testamento procedente de personas del estrato inferior, así como tampoco las mandas a conventos, personas e instituciones que eran comunes en las cláusulas de los conventos testamentarios de "las personas nobles y de mucha calidad".
Españoles e indígenas
67
CONCLUSIONES A través de las páginas precedentes hemos intentado dar a conocer cuál era la estructura social de la ciudad de Santiago y el valle que la circunda durante el siglo XVI; hemos puesto de manifiesto los cambios que se originaron en dicha estructura debido a la propia dinámica de la sociedad, en la que los antiguos criterios de diferenciación social vienen a transformarse, con la aparición de nuevos roles funcionalmente imp'ortantes, en una sociedad ya asentada y pacífica. El factor racial, la mayor o menor antigüedad en la tierra y las posiciones militares fueron los primeros criterios de estratificación; pero, entrado el siglo, nuevos vecinos llegados de la península -letrados e hidalgos de ejecutoria- vinieron a acrecentar el estrato formado por conquistadores y antiguos pobladores, a la vez que las funciones económicamente productivas y sus papeles asociados constituyeron un claro criterio de diferenciación. Junto a militares y políticos se alinean ahora los ricos mercaderes y, aunque en otra época se considerase "infamante" el que un caballero se dedicara al comercio, a fines de siglo encontramos ya a descendientes de conquistadores y pobladores emparentados por medio del matrimonio con aquéllos e incluso dedicados ellos mismos a comerciar "con mercaderías de Castilla". No obstante, los valores de la antigua nobleza prevalecen, ya que los ricos mercaderes -desaparecidas ya las encomiendas- ven en la adquisición de tierras la auténtica base sustentadora de su estatus. Por otra parte, el estrato formado por los pequeños comerciantes, artesanos y "oficios", aunque se mantuvo siempre separado del estrato superior y nunca llegó a adquirir sus privilegios, sufrió una estratificación interna, adquiriendo mayor prestigio al principio los "oficios" relacionados con la guerra armeros, espaderos y demás- y posteriormente todos los que estuvieron próximos a la ostentación y a la riqueza: plateros, sastres y otros. Por último, a fines de siglo las barreras raciales no son tan claras como al principio, debido a la aparición de mestizos y mulatos, de los cuales una gran parte van a permanecer en una situación semejante a la de los indígenas o los negros,
68
Pilar Sanchiz Ochoa
pero otros, por la posición de sus padres o por haber logrado alcanzar una maestría en algún oficio, llegan a situarse más cerca del estrato formado por artesanos y "oficiales" españoles, aunque siempre seguirán existiendo derechos y privilegios que separan al blanco del que no lo es.
Españoles e indígenas
69
NOTAS l. Para una información general sobre el problema racial, consúltese la obra de Magnus Morner, La 'mezcla de razas en la historia de Aniérica Latina (Buenos Aires, 1969).
2. Como ejemplos de ello tenemos dos reales cédulas (año 1543) por las que a los licenciados Ramírez de Quiñones y Herrera (oidores de la Audiencia de los Confines), se les permite llevar desde Esp~ña cuatro esclavos negros "libres de todo derecho"; AGI, Guatemala 393 y Guatemala 402. 3. En las Leyes Nuevas (1542) aparece la prohibición expresa de esclavizar a los indígenas. Estas leyes fueron implementadas con todo rigor en Guatemala por el presidente López de Cerrato. 4. Esto queda expresado claramente en AGI, Guatemala 9, "Carta del oidor Tomás López al rey" {18 de marzo de 1551). 5. No hemos podido encontrar todavía uniones legítimas entre un blanco y una mujer negra y en contadas ocasiones se celebran matrimonios canónicos entre españoles y mujeres indígenas. 6. Antonio Vázquez de Espinosa, Conipendio y descripción de las Indias Occidentales (Washington, 1948, Smithsonian Miscellaneous Collections 108), pág. 198. 7. Nuestro trabajo se circunscribe al propiamente llamado valle de Guatemala, donde se fundaron las dos capitales de la gobernación: la primera Santiago (en Almolonga) destruida en 1541 y la segunda capital que fue fundada a una legua de distancia, en el lugar que los indígenas llamaban Panchoy. A veces se designaba con el mismo término -valle de Guatemala- a una extensión de territorio mayor, el cual englobaba nueve valles, uno de los cuales es el de Guatemala, al que nos referimos, y donde se fundó la ciudad de Santiago de los Caballeros. Estos nueve valles constituyeron el corregimiento del Valle, dividiéndose posteriormente dicho corregimiento (1753) en dos alcaldías mayores: la de Chimaltenango, que incluía los valles de Chimaltenango, Jilotepeque y Alotenango, y la de Sacatepéquez, que comprendía los valles de Guatemala, Mixco, Vacas, Canales y Mesas de Petapa; Domingo Juarros, Com,pendio de la historia de la ciudad de Gv.ate?nala (Guatemala, 1936), pág. 221. 8. Según el cronista Vázquez de Espinosa, los pueblos de indios eran 20; Co?npendio y descripción, pág. 620; Fuentes y Guzmán habla de 28; Obras históricas de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzm,án [Recordación florida], Carmelo Sáenz de Santa María, editor, 3 tomos (Madrid, 1969-1972), I: 219; y el historiador Juarros nos proporciona la cifra de 31; Co'tnpendio, pág. 221. Algunos de estos pueblos han desaparecido; otros cambiaron de nombre; unos cuantos forman municipalidades diferentes y otros son hoy aldeas dependientes de Antigua Guatemala.
70
Pilar Sanchiz Ochoa 9. Juarros, Compendio, pp. 221-222.
10. Otros pueblos con el mismo origen son: San Bartolomé Carmona, Santiago Zamora, San Miguel Escobar, Santa Lucía Monterroso, San Juan Gascón, San Lucas Cabrera, Santa Isabel Godínez, San Lorenzo Monroy, San Andrés Deán y San Bartolomé Becerra, fundados por Juan de Carmona, Alonso de Zamora, Juan de Escobar, Francisco de Monterroso, don Gascón de Guzmán, Gabriel Cabrera, el padre Godínez, Diego Monroy, vicario y provisor don Juan Alonso y Bartolomé Becerra, respectivamente. Juarros, Compendio, pp. 222-223. Para una detallada información sobre los pueblos del valle de Guatemala, su origen, su localización, así como de la ciudad de Santiago y sus diveros barrios, consúltese la obra de Christopher H. Lutz, Historia sociodemográfica de Santiago de Guatemala: 1541-1773 {Antigua Guatemala, 1982, Serie Monográfica
2). 11. Juarros, Compendio, pág. 223.
12. Juarros, Compendio, pág. 224. 13. AGI, Patronato 183.1, "Informe de la Audiencia al rey sobre la administración de aquellas provincias" (21 de noviembre de 1583). 14. AGI, Guatemala 966, "Razón de las tasaciones que se han hecho después de que el presidente [Valverde] vino a esta Audiencia, de los pueblos de su distrito, con lo que antes tributaban" (1578-1582). 15. {Guatemala, 1934, Biblioteca "Goathemala" de la Sociedad de Geografía e Historia 12), pp. 30-34. El término "vecino" sólo aplicaba en aquel momento a los españoles. 16. La tercera Santiago de Guatemala -Antigua- fue destruida por el terremoto de Santa Marta, acaecido el 29 de julio de 1 773. 17. Existen dudas sobre la participación de Juan Bautista Antonelli en la fundación de la ciudad. Para una amplia explicación sobre este punto, véase Lutz, Historia sociodemográfica, pp. 72-73. Mientras no existan evidencias de lo contrario, preferirnos seguir admitiendo lo que nos dice el cronista Fuentes y Guzmán al respecto. Nos basamos también en un documento del año de 1590 y que aparece firmado por .Juan Bautista Antonelli en AGI, Patronato 183.2, "Relación hecha por Juan Bautista Antonelli y Diego López de Quintanilla sobre el puerto de Caballos y su fortificación . . . Relación de la ciudad de Guatemala y de las provincias comarcas sujetas a la Real Audiencia de la dicha ciudad". 18. Por ejemplo, en una carta al rey, fechada el 26 de enero de 1550, se lee que el camino de México no está terminado aún y que el Puerto de Caballos es muy conveniente, ya que antes el recorrido que habían de hacer las mercancías era excesivamente largo, por lo que se encarecían los productos en España. (Habían de llevarlas desde Veracruz a México, una.S 70 leguas, y desde México a Guatemala, otras 240). Esta carta señala asimismo que se procura abrir un camino hasta el golfo Dulce {a 32 leguas de la ciudad), a donde se piensa que podrían llegar los barcos. Finalmente, se informa también de la posible apertura "de un puerto en la Mar del Sur'': el puerto de Iztapa; AGI, Guatemala 9.
Españoles e indígenas
71
19. Obras históricas, 1: 164. 20. AGI, Indiferente General 1528, "Relación de los vecinos y encomenderos de la Gobernación de Guatemala" (1572-1577). El término "vecino" equivale a cabeza de familia y es, en cierto sentido, equivalente al de "sujeto" o "tributario" que se aplica a los indígenas. 21. AGI, Patronato 183.2, "Relación hecha por Juan Bautista Antonelli y Diego López Quintanilla de la ciudad de Guatemala" (1590); AGI, Patronato 183.2; AGCA, Al.1804.11810; y Vázquez de Espinosa, Compendio y descripción, pág. 201. 22. En el libro manuscrito que se encuentra en el AGCA, Al.1804. 11810, "Becerro del asiento general y particular· de las cuadras, casas y vecinos ... de la ciudad de Santiago" (1604-1626), aparecen los barrios de San Francisco, San Jerónimo, San Sebastián, Santo Domingo y Santa Lucía. Fuentes y Guzmán se refiere en 1686 a once barrios: San Francisco (el más antiguo, de la época de la ·"fundación"), el Tortuguero, San Sebastián (el más populoso de todos), El Manchén, San Jerónimo (el menos populoso, de "pobre gente"), Santiago, Espíritu Santo, Santo Domingo (el más populoso, "de gente acomodada y lucido a causa del frecuente trato de sus mercaderías"), Candelaria (poblado de españoles, ladinos, mestizos, mulatos y negros), Chipilapa (poblado de españoles y mestizos) y Santa Cruz (unido al de San Francisco); Obras históricas. 23. Vázquez de Espinosa, Compendio y descripción, pág. 202 y AGI, Guatemala 10, "Carta del presidente al rey" (8 de marzo de 1592). 24. Para mayor información sobre los conquistadores de Guatemala, véase Pilar Sanchiz Ochoa, Los hidalgos de Guatemala: realidad y apariencia en un sistema de valores (Sevilla, 1976, Publicaciones del Seminario de Antropología Americana 13). 25. Remesal, Historia general, 1: 73. 26. Sanchiz Ochoa, Hidalgos de Guatem.ala, pág. 95. 27. Para una información completa sobre los cargos concejiles, véase Beatriz Suñe Blanco, La documentación del cabildo secular de Guatem.ala (siglo XVI): estudio diplom,ático y valor etnográfico (Sevilla, 1984). 28. AGI, Guatemala 169, "Memorial y declaración de don Diego de Guzmán en cosas de la ciudad de Guatemala, en dieciseis puntos" (1570-1572). 29. AGI, Guatemala 55, "Fe dada por el escribano de cámara de S. M. de algunos corregimientos y pensiones en corregimientos, así como ayudas de costa a personas necesitadas" {14 de marzo de 1577); y AGI, Guatemala 9, "Relación de los oficios, corregimientos y ayudas de costa ·que el presidente Landecho ha proveído en este año" {1.º de febrero de 1563). 30. AGI, Guatemala 9, "Relación de los oficios ... ". nuestro. 31. Remesal, Historia general, 11: 435-436.
El enfásis es
72
Pilar Sanchiz Ochoa 32. Remesal, Historia general, 1: 23-24.
33. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 1: 182. Las primeras ordenanzas dictadas por el ayuntamiento para la constitución de los gremios de herreros y sastres datan de 1530. 34. Por una cédula de 10 de marzo de 1566 se le reserva al cabildo el privilegio de examinar a los oficiales de sus oficios. 35. Remesal, Historia general, 1: 87-88. 36. AGCA, Lib. IV de Cabildos, f. 72, "Orden que han de seguir los gremios en la procesión del Corpus Christi" {2 de junio de 1556). 37. Citadas por Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 1: 197. 38. AGI, Guatemala 156, "Relación de los agravios que sufren los indios de Guatemala, por los curas beneficiados de Guatemala" {1603). 39. AGI, Guatemala 965, "Instrucción dada a Francisco del Valle Marroquín como visitador y administrador de los indios del Valle" (1572). 40. AGCA, Al.2216.15889, "Cuentas de los mayordomos sobre propios de la ciudad" (1575-1577); AGCA, Al.4661.39927, "Sobre lo que se debe pagar a los indios que transportan mercancías"; AGCA, Al.428.10003; "Conciertos de un indio carpintero con Alonso de Vargas" (1591); y AGCA, Al.1589.2216, "Cuenta con Domingo Martín y Catalina, su mujer, vecinos de la milpa de San Juan del Obispo" (1571). 41. Esto nos lo corrobora la información que aparece en un pleito donde el testimonio presentado por una negra esclava expresa que tardó mucho en hacer la compra "porque había muchas negras comprando"; AGCA, Al.4080.32379, "Autos contra María González". 42. AGI, Guatemala 10, "Repartimiento de los indios tequitines". Además de este servicio semanal, también se contrataban indígenas por dos o más años para trabajar en las haciendas, mujeres indígenas para servir como nodrizas, o se realizaban conciertos de aprendizaje con algunos indígenas "oficiales de oficios mecánicos" . 43. AGCA, Al.1589.2216, "Autos sobre el servicio del tostón" (1603). Sobre el servicio del tostón en el valle de Guatemala, consúltese Pilar Sanchiz Ochoa, "Cambio en la estructura familiar indígena: influencias de la Iglesia y la encomienda en Guatemala" , Revista de la Universidad CoTnplutense 28 {1980): 169-191. 44. AGCA, Al.822.41525, "Mortual del intestado Lope Rodríguez de las Varillas" {1600); y AGCA, Al.1589.2216, "Libro con diversas instrucciones de gobierno" {1603). 45. AGCA, Al.1589.2216, "Para que negros ni mulatos traigan armas ni anden de noche" {1605). 46. Ya en el siglo XVII había sastres mestizos y en un documento del año 1619 hay información sobre un platero mestizo viviendo en la ciudad de Santiago; AGCA, Al.540, "Testamento de .Juan de Salazar" {1619).
Españoles e indígenas
73
47. Constituye una excepción el caso de doña Leonor de Alvarado, mestiza, hija de don Pedro de Alvarado y de doña Luisa Xicotencatl, hermana del general tlaxcalteca. Esta mestiza casó en primeras nupcias con don Pedro Portocarrero y en segundas con el cuñado de su padre, don Francisco de la Cueva. Otro caso excepcional es el de un hijo del conquistador Sancho de Barahona y de "una mujer de la tierra"; el mestizo participó en las batallas de Pochutla y Lacandón, recibió un repartimiento de indios y se casó en Castilla; AGI, Patronato 75.2. 48. Negros, mulatos e indígenas tenían sus propias cofradías. 49. Archivo Eclesiástico de Guatemala (en adelante, AEG), "Libro de la fundación y constituciones del colegio seminario de Nuestra Señora de la Asunción de Guatemala: constituciones y estatutos dados por el obispo fray Gómez de Córdoba" (24 de agosto de 1596). 50. AGI, Guatemala 58, "Solicitud de aprobación de las constituciones del Colegio de Doncellas" (1592). 51. Las diferencias entre indígenas por un lado y negros, mestizos, mulatos y zambos por otro, se reflejan en las penas corporales establecidas para los delicuentes, siendo siempre menores los castigos que se prescriben para los indígenas. Estas penas aparecen en cantidad de documentos promovidos .con ocasión de ciertos acontecimientos delictivos como asesinatos, latrocinios o, simplemente, incumplimiento del pago de tributos. Ejemplos de ello se hallan en los siguientes documentos: AGCA, Al.4091.32454, "Defensa de Domingo Suárez, indio Atitlán" (1606); AGCA, Al.5905.50016, "Probanza de los indios presos de Guazacapán" (1576); AGCA, Al.4075.32346, "Causa criminal contra Marcos Hernández, indio del pueblo de Santa Inés Petapa" (1577); y AGCA, Al.4084.32404, "Causa criminal contra un mulato" (1590). 52. AGCA, Al.1589.2216, "Prohibición de la desjarretadera para la conservación del ganado vacuno" . 53. Véase la explicación que se hizo en la nota 51. 54. AGCA, Al.4081.32383, "Pleito entre el fiscal Francisco Vázquez y Francisco Alemán sobre la cuestión que hubo con Diego Hernández, alguacil de la gobernación" (1573). 55. AGI, Guatemala 9, "Carta del oidor Tomás López al rey" (18 de marzo de 1551). 56. "Carta del oidor Tomás López al rey" (18 de marzo de 1551). El enfásis es nuestro. 57. Una mujer española justifica su petición de ser puesta en libertad o recibir "la ciudad por cárcel" en el hecho de estar "siendo mujer, entre negros y otras gentes, lo cual V. A. no lo puede permitir"; AGCA, Al.4081.32383, "Autos contra Juan Méndez de Sotomayor Y Catalina de Salinas, por ilícita amistad" (1585). 58. AGCA, Al.4080.32379, "Autos contra María González". énfasis es nuestro.
El
74
Pilar Sanchiz Ochoa
59. AGI, Guatemala 156, "Relación de los agravios que sufren los indios de Guatemala hecha por los curas beneficiados de Guatemala" {1602). 60. AGCA, Al.4078.32361, "Proceso contra los indios de la milpa de Juan de Chávez en Ciudad Vieja" {1580). El énfasis es nuestro. 61. AGI, Guatemala 156, "Carta del obispo Marroquín al rey" (15 de febrero de 1563). El énfasis es nuestro. 62. AGI, Patronato 66.4.7, "Expediente de Francisco Hernández de Illescas" (1564); y AGI, Patronato 73.2.4, "Información de don Rodrigo de ~entes" (17 de enero de 1574). El énfasis es nuestro. 63. "¿Paréceos bien haber traído asido a un caballero como yo? ¡Voto a Dios que en saliendo de aquí, que lo .habéis de pagar!". Así se expresa un caballero al ser aprehendido por la justicia; AGCA, Al.4081.32383, "Autos contra Juan Méndez de Sotomayor y Catalina de Salinas por ilícita amistad" {1585). 64. AGCA, Al.4074.32338, "Pleito entre Francisco Vázquez y Francisco Alemán sobre la cuestión que hubo con Diego Hernández, teniente de alguacil de Gobernación" (1573). 65. AGI, Justicia 1031.1.1, "Pleito entre Ortega Gómez y don Pedro de Alvarado" {1537). 66. AGI, .Justicia 238.1, "Pleito entre Cristóbal Lobo y el Presidente Cerrato" (9 de Marzo de 1555). 67. Sanchiz Ochoa, Hidalgos de Guatemala. 68. Sobre la desorganización de la familia indígena, consúltese Sanchiz Ochoa, cc:cambio en la estructura familiar". 69. Por ejemplo, un batidor de panes de oro se casa en 1575 con la hija de un platero; AGCA, Al.5922.51450. 70. Sanchiz Ochoa, Hidalgos de Guatemala, pág. 55. "Como tal ha tratado su persona y trata y se ha acompañado de otros caballeros de esta ciudad y es admitido por ellos en sus juntas y conversaciones"; información secreta de don Rodrigo de Fu.entes, AGI, Patronato 73.2.4 (13 de enero de 1574). 71. Sanchiz Ochoa, Hidalgos de Guate'Tnala, pp. 56-57. 72. El testigo se está refiriendo a un conquistador que mantiene en su casa muchos huérfanos, hijos de conquistadores pobres; AGI, Guatemala 58, "Expediente de don Francisco Hernández de Castellanos" (1545-1595). 73. AGCA, Al.4080.32379, "Autos contra María González" (1583). 74. Testimonio de una mujer negra madrina del hijo de otra: "Este testigo, como su comadre la fue a ver una tarde y tuvo en sus brazos al dicho su ahijado"; "Autos contra María González" (1583). 75. AGCA, Al.422.9021, "Testimonio de Juan Gamboa" (1583).
Españoles e indígenas
75
76. A título de ejemplo, consúltense los dos documentos siguientes: AGCA, Al.422.9032, "Testamento de Francisco Rodríguez de Zúñiga" (1583); y AGCA, Al.422, f. 48, "Carta de dote de doña Catalina de Aguilar" ( 1583). 77. AGCA, Al.422.9030, "Venta de una casa por un indio del barrio de Santo Domingo" (1583); y AGI, Patronato 58.1.3, "Expediente de Cristóbal de Santizo" (1599). 78. "Testamento de Francisco Rodríguez de Zúñiga" (1583). 79. AGI, Guatemala 41, ''Probanza hecha por la Audiencia a petición del Cabildo Secular de Guatemala" (1589); y AGCA, Al.422, f. 48, "Carta de dote de doña Catalina de Aguilar" (1583). 80. AGI, Guatemala 156, "Relación de los agravios que sufren los indios de Guatemala realizada por dos beneficiados de Guatemala" (1603). 81. Pueden servir de ejemplo los documentos siguientes: AGCA, Al.4078.32361, "Proceso contra los indios de la milpa de Juan de Chávez" (1580); y AGI, Guatemala 45, "Tasaciones del pueblo de Zacatepeques" (1562). 82. Los inventarios de bienes que aparecen en los testamentos nos dan una relación muy completa del mobiliario y utillaje de las casas importantes. Consúltense, por ejemplo, AGCA, Al.432.10757, "Testamento de Jacomé Antonio Corso" (1604); y AGCA, Al.4812.41497, "Testamento de Alonso Hidalgo" (1587). 83. AGCA, Al.422.8946, "Concierto de aprendizaje de un con un sastre" ( 1583).
~spañol
84. En todos los testamentos donde hay almoneda se puede comprobar esto, ya que aparecen los nombres y los oficios de los compradores. 85. AGI, Guatemala 156, "Relación de los agravios que sufren los indios de Guatemala realizada por dos beneficiados de Guatemala" {1603); AGCA, Al.422.8872, "Concierto de servicio de una india huérfana"; y AGCA, Al.422.10000, "Concierto de aprendizaje con un albañil" (1591). 86. AGCA, Al.4080.32379, "Autos contra María González" {1584). 87. AGCA, Al. 759, "Testamento de doña María de Porras y Alvarado, viuda de Luis Aceituno de Guzmán" {24 de junio de 1634), ff. 30-37; AGCA, Al.422, "Carta de dote y arras de doña Isabel Ortiz de la Fuente" (1583), ff. 8-17; AGCA, Al.422.8871, "Testamento de Alonso Martín Calagraño" (1583), ff. 59-67; y AGCA, Al.423.9111, "Recibo de dote de Juan Calvo Nájera" (15 de junio de 1584). 88. Sería interminable intentar dar aquí la relación de todas las cartas de dote y testamentos de donde proviene la información. Todos ellos proceden del AGCA. 89. AGCA, Al.432.10630, "Dote de la mujer de un barbero"; y AGCA, Al.5922.51450, "Testamento de Juan de Salazar, batidor de panes de oro" (1575).
76
Pilar Sanchiz Ochoa
90. AGI, Patronato 70.1.11, "Probanza de Francisco Domínguez" {1571). Información adicional se puede encontrar en Sanchiz Ochoa, Hidalgos de GuateTnala. 91. AGCA, Al.430.10369, "Testamento de Juan López de Monzón" {1608). 92. Un caso extremo es el de un rico mercader que llegó a ser hermano de siete cofradías y de todas se hizo acompañar; AGCA, Al.432.10757, "Testamento de Jacomé Antonio Corso" (1604). 93. AGCA, Al.432.10757, "Testamento de Jacomé Antonio Corso" {1604). 94. Como ejemplos, véanse AGCA, Al.422.9031, "Testamento de Francisco Rodríguez de Zúñiga" {1583); y AGCA, Al.497.4812, "Testamento de Alonso de Hidalgo" (1587).
3. Trabajo forzado de la población nativa en la sierra de los Cuchuniatanes, 1525-1821 'W. George Lovell Queen 's University, Ontario (Canadá) -
Las dos repúblicas, la de los españoles y la de los indígenas de la.s cuales consiste este reino[,] se repugnan tanto la una. a. la otra. ... que parece que la. conservación de la. primera. siempre significa. la. opresión y destrucción de la segunda.. - Luis de Vela.seo, virrey de la Nueva. España (1595)
La despiadada explotación de la fuerza de trabajo representada por la población nativa constituyó la base de la economía colonial española y la esencia de toda riqueza material, ya fuera ésta destinada a la Corona o a particulares de origen español, en el transcurso del dominio de· tres siglos que ejerció España sobre el Nuevo Mundo. Es impresionante la documentación que se ha logrado reunir en la obra reciente de VVilliarn Sherman sobre la diversidad de formas que utilizaron los hacendados españoles durante el siglo XVI para extraer trabajo de las comunidades indígenas de la región del istmo centroamericano, conocido como la Audiencia de los Confines. 1 Mientras que el aporte de Sherman es indiscutible, suscita una variedad de inquietudes, tanto por la naturaleza de sus hallazgos, como por la amplitud de sus encuestas. Entre éstas se destaca, tal como lo reconoce el mismo Sherman y por lo menos uno de los que han revisado su trabajo, 2 la necesidad de explorar a nivel local las variaciones temporales y espaciales de una miríada de formas de trabajo forzado, las Este artículo apareció originalmente en inglés en el Journal o/ Historical Geography 9 (London, 1983): 127-144. Agradecemos a la Academic Press, Ltd. por concedernos el permiso de publicar esta traducción.
78
W". George Lovell
cuales difieren dependiendo de varios factores, incluyendo el tamaño de la fuerza de trabajo indígena, el potencial regional económico, la ubicación geográfica, las relaciones entre los colonos y la Corona; y las actitudes relacionadas con el trato que se le daba a la población nativa. Es el objetivo de este trabajo examinar el funcionamiento del trabajo forzado de la población nativa a través del período colonial en un remoto rincón de la Centroamérica hispana conocido como la sierra de los Cuchumatanes y que hoy se conoce como la parte noroccidental de la república de Guatemala. Debido a la naturaleza fragmentaria de la documentación, este examen de las relaciones laborales entre españoles e indígenas pone un énfasis especial en tres instrumentos de explotación distintos: la encomienda, la tasación de tributos y el repartimiento. PANORAMA REGIONAL La sierra de los Cuchumatanes de Guatemala constituye la región no volcánica más masiva y espectacular de toda Centroamérica. Los Cuchumatanes yacen tanto al norte como al oeste del río Negro o Chixoy y al norte del río Cuilco, formando una unidad física bien definida que limita al occidente con la región montañosa de Comitán del estado mexicano de Chiapas y al norte con las tierras bajas tropicales y escasamente pobladas de la cuenca del Usumacinta. Los Cuchumatanes, con elevaciones que van desde los 500 hasta los 3,600 metros, están contenidos en los departamentos de Huebuetenango y El Quiché y comprenden un 15 por ciento (aproximadamente 16,350 kilómetros cuadrados) del territorio nacional de la república de Guatemala (Mapa 1). Abruptos, aislados y con una dotación de recursos cuyo potencial de explotación es limitado en comparación con el de. otras partes de Centroamérica, los Cuchumatanes fueron considerados como de orden económico secundario por los españoles de mentalidad empresarial durante la mayor parte del período colonial. Durante los dos primeros siglos de gobierno español en Guatemala, esta región era parte de una división administrativa conocida como el corregimiento o alcaldía mayor de Totonicapán y Huehuetena.ngo. Esta unidad
o
r·-·-·-·¡·
2EIQuichf
_.i
/
lm.
/ /
/ /
100
~
1 Huthuelenango
i
~
•'.1l.1111l·······
('; )'
't.
' \_
MEXICO
Ji
•llulq
r-·-:-·) • •/
"·'" R.111i.•11e
/
./
(GUATEMALA
1 ': 2 :.
>. \.·\. .:;·
•
Ciud.id de Gu.item.ila
,,,.. / (HONDURAS
.I'\ I .,
'
/ EL SAL\~DOR
•
San FrJn\"i~l"ll
J_
Mulozintl.i O/:::"r
~l
l~ z.r:
·&
\
----·-\..__
________
-····-
Mapa 1. La sierra· de los Cuchumatanes.
80
"W. George Lovell
incluía todo lo que hoy es el departamento de Totonicapán, la mayor parte de Huehuetenango, la mitad norte de El Quiché, la porción oriental de Quezaltenango y el área motozintleca del vecino Chiapas. A fines del período colonial, el corregimiento o alcaldía mayor de Totonicapán y Huehuetenango se constituyó en provincia compuesta de dos jurisdicciones: el partido de Totonicapán y el partido de Huehuetenango. La jurisdicción a la que se refiere como partido de Huehuetenango corresponde C:"Lproximadamente en extensión territorial al área que aquí se designa como la sierra de los Cuchumatanes (Mapa 2). En la época en que ocurrió la conquista española de la región, la cual empezó en julio de 1525 y no terminó sino hasta diciembre de 1530, los Cuchumatanes tenían una población que llegaba posiblemente a los 260,000 habitantes. Hacia 1670, la población nativa se había mermado llegando a su nadir, alrededor de 16,000 habitantes. Se trata de un colapso catastrófico causado sobre todo por la transferencia inadvertida -pero fatal- de una variedad de enfermedades hasta entonces desconocidas del Viejo Mundo a una población inmunológicamente indefensa del Nuevo Mundo. La recuperación demográfica que se inició en el último tercio del siglo XVII continuó, aunque intermitentemente, a través de los siglos XVIII y XIX. No fue sino hasta la tercera década del siglo actual que la población inició un incremento radical, debido especialmente al impacto que tuvo la tecnología médica moderna en la reducción sustancial de las tasas de mortalidad humana. 3 Hoy en día, hay cerca de medio millón de habitantes en la región, de los cuales un 73 por ciento, aproximadamente tres de cada cuatro, es indígena. Del resto, la mayoría consiste de ladinos, personas de descendencia mixta española e indígena. Los pueblos nativos de los Cuchumatanes son de descendencia maya y hablan varios idiomas estrecha.Illente relacionados entre sí y que pertenecen a la familia maya, siendo los más importantes el aguateco, chuj, ixil, jacalteco, kanjobal, mam, quiché y uspanteco. LA ENCOMIENDA
La "encomienda", definida de un modo general, era el medio que permitía a los españoles gozar del derecho de
'Irabajo forzado de la población nativa
81
VERAPAZ
SOLO LA
(JUETZALTENANGO
SUCHITEPE<.)UEZ
ESCUINTA Y GUAZ,.\C•\l'AN
l..m.
Mapa 2.
El partido de Huehuetenango con las ocho cabeceras de parroquia. Muestra también la relación de la zona de los Cuchumatanes con las otras alcaldías mayores del occidente de Guatemala; según Francisco de Solano, Los m,ayas del siglo XVIII (Madrid, 1974).
ex1g1r tributo e, inicialmente, también mano de obra de una cantidad específica de indígenas de un determinado pueblo o conjunto de pueblos. La historia de esta institución es a la vez compleja y dinámica. Las concesiones de encomiendas que los funcionarios de la Corona otorgaran durante la primera mitad
82
iv. George Lovell
del siglo XVI, en particular a aquellos soldados que se habían distinguido en las batallas de la conquista, implicaban con frecuencia la distribución de impresionante cantidad de bienes y serv1c1os. Cuando la encomienda fue finalmente abolida en el siglo XVIII, la misma no representaba ya más que un sistema de pensiones reales de menor cuantía concedidas a miembros privilegiados, tanto de la élite española colonial como de la peninsular. Con el tiempo, la política de la Corona con respecto al funcionamiento de la encomienda se convirtió en una política de restricción. Durante el período inicial del régimen español, los encomenderos --es decir, los individuos que poseían y compartían las encomiendas- sustentaban un poderío considerable en cuanto a beneficiarios del tributo y mano de obra indígenas. Posteriormente, la Corona introdujo leyes laboriosamente diseñadas para limitar el impacto económico y político de la encomienda y para prevenir que hasta los encomenderos más emprendedores se convirtieran en señores feudales semiautónomos. Tales disposiciones, como la de restringir el elemento de mano de obra y la de prohibir herencias de más de un cierto número de "vidas", contribuyeron considerablemente a evitar que la encomienda se desarrollara como un arma personal. Es así que, en el transcurso de la última parte de los siglos XVI y XVII, la mayoría de encomiendas le fue restituida a la Corona española, o restringida rigurosamente como fuente de ingresos particulares, por medio de un lento y delibe~ado proceso de desgaste. Fue en esta forma, para usar una frase característica en la literatura, que se "amansó" la encomienda. De particular importancia en el "amansamiento" de la encomienda en Guatemala fueron las reformas llevadas a cabo durante los gobiernos del presidente Alonso López de Cerrato (1548-1555) y el presidente García de Valverde (1578-1589). El funcionaxn.iento de la encomienda puede considerarse como un sistema en el que los privilegios concedidos originalmente por la Corona se fueron erosionando gradualmente, o desaparecieron por completo con la subsiguiente puesta en vigor de leyes restrictivas. 4 La documentación a.rchivológica existente, aunque escasa y de limitado potencial reconstructivo, sugiere que la hi~toria
Trabajo forzado de la población nativa
83
de la encomienda en la sierra de los Cuchumatanes se ajusta aproximadamente al patrón general antes mencionado. Los títulos de propiedad más antiguos de los municipios de los Cuchumatanes que todavía se conservan, fueron registrados en la tasación de tributos preparada en 1549 por el presidente López de Cerrato e indican que a mediados del siglo XVI la encomienda implicaba no sólo el privilegio de recibir tributos, sino también el derecho a cierta cantidad de "indios de servicio" para servicio personal (Cuadro 1yApéndice1). Durante esta época había en los Cuchumatanes por lo menos seis municipios sujetos a encomienda, ya fuera por los conquistadores o por sus descendientes. 5 Algunos de los municipios más grandes, como Huehuetenango, J acaltenango y Sacapulas, suministraban en un principio suficiente tributo y mano de obra como para permitir a los encomenderos un modo de vida bastante acomodado; por ejemplo, Juan de Espinar, el primer encomendero de Huehuetenango, contaba en cierta época con una riqueza tal que se podía dar el lujo de perder veinte mil pesos de oro en juegos de azar. 6 Sin embargo, al iniciarse el siglo XVII, tanto las leyes guberna.Illentales prohibitivas como el menguar de la población nativa contribuyeron al fracaso del sistema de encomiendas en seguir sosteniendo el estilo de vida a que aspiraban sus beneficiarios. Alrededor del año de 1610, ya los privilegios derivados de la encomienda no significaban sino una modesta pensjón, particularmente en San Juan Ixcoy, San Mateo Ixtatán, Soloma y U spantán. 7 A mediados del siglo XVII, cuando los beneficios que se percibían de la encomienda eran ya mínimos, en Aguacatán, Chajul y N ebaj éstos equivalían únicamente a una renta vitalicia muy humilde {Apéndice 2). En 1678, en lo peor de la recesión económica que afectó la mayor parte de la región centroamericana, los ingresos de encomienda que le correspondían al dueño de Chiantla y H uehuetenango, así como del pueblo de Guajiaquero en Honduras, ascendían únicamente a 400 pesos al año. 8 A fi.n~s del primer tercio del siglo XVIII, los sustentadores de encomiendas habían perdido ya por completo el interés en esta institución y buscaban fortuna en otras empresas potencialmente más lucrativas. La mayoría de las encomiendas de los Cuchumata.nes se declaró
"W. George Lovell
84
CUADRO 1 El tributo en la sierra de los Cuchumatanes según la tasación preparada por López de Cerrato (1549) "Indios de servicio" eran indígenas otorgados como parte integral de la encomienda y que podían emplearse en diversas tareas, inclusive el servicio personal; los servicios de un número estipulado de indígenas le eran proporcionados con regularidad al encomendero. "Indios de ganado" eran aquéllos cuyos servicios personales al encomendero incluían cuidar el ganado. Una arroba equivale a 25 libras. La fanega es una medida de áridos de aproximadamente 1.5 quintales (el área sembrada con esta cantidad de semilla era conocida como "fanega de sembradura"), y una carga era el equivalente de aproximadamente dos fanegas. Güipil o hüipil es el nombre tradicional que se le da a la blusa de mujer (en este caso puede ser simplemente una tela de algodón). Un petate es una esterilla tejida de junco o bejuco que se usaba para la cama y ~l piso.
Pueblo Aguacatlán (Aguacatán)
Tributaríos 200
Enconiendero
Cantidad anual de tributo
Juan de Celada
6 fanegas de maíz 1 fanega de frijol 800 plumas 220 mantas 96 gallinas 2 fanegas de sal 24 petates 2 arrobas de miel 10 indios de servicio 4 indios para ganado 2 fanegas de algodón 80 mantas 120 gallinas 120 cargas de sal 4 indios de servicio
Chalchuytlán (Chalchitán)
60
Hernán Pérez Peñate y Alonso de Pulgar
Chimaltenango y Atitlán (Santiago Chimaltenango y San Juan Atitán)
35
Leonor de Castellanos 4 fanegas de maíz 1/2 fanega de frijol 125 mantas
Cochumatlán (Todos Santos Cuchumatán)
-
6 fanegas de maíz hijos menores de Marcos Ruiz y García 200 mantas 96 gallinas de Aguilar 4 fanegas de trigo
Trabajo forzado de Ja población nativa
Pueblo
'Pributarios
Enconiendero
85 Cantidad anual de tributo
Cuylco {Cuilco)
290
Hernán Gutiérrez de 6 fanegas de maíz Gibajal y 1 fanega de frijol Hernán Méndez de 300 mantas Sotomayor 150 petates pequeños 30 petates grandes 8 cántaros de miel 72 gallinas 50 fardos de chile pimiento 6 indios de servicio 6 indios para ganado
Guevetenango (H uehuetenango)
500
Juan de Espinar
15 fanegas de maíz 4 fanegas de algodón 5 fanegas de frijol 300 mantas 100 pastillas de sal 144 gallinas 100 cargas de chile pimiento 6 indios de servicio
Motolcintla (Motocintla)
138
Hernán Gutiérrez de Gibajal y Hernán Méndez de Soto mayor
6 fanegas de maíz 100 huipiles 100 petates 8 cántaros de miel 12 pieles de venado 96 gallinas
Nema (Nebaj)
35
Francisco Sánchez Tamborino
2 fanegas de maíz 36 gallinas 4 indios de servicio
Petatán (parte de lo que hoy es Concepción)
-
Diego Sánchez Santiago
2 fanegas de maíz 1/2 fanega de frijol 30 mantas 100 petates pequeños 3 cargas de chile pimiento 48 gallinas 2 indios de servicio
U sumacintla (parte de lo que hoy es San Pedro Necta)
60
Melchor de Velasco
2 fanegas de maíz 30 petates pequeños 1 indio para cuidar cerdos
W". George Lovell
86
Pueblo
7ributarios
Cantidad anual de tributo
EncoTnendero
Vspantlán (Uspantán)
-
Santos de Figueroa
2 fanegas de maíz 80 mantas 60 gallinas 1/2 arroba de cera 2 cargas de chile pimiento 6 indios de servicio 2 "muchachos" (ayudantes)
Vyztlá.n (San Antonio y/ o Santa Ana Huista)
45
Francisco López
48 gallinas 100 petates pequeños 2 arrobas de miel 4 cargas de chile pimiento 4 fanegas de frijol 4 indios de servicio
Gonzalo de Ovalle
12 fanegas de maíz 1-1/2 fanegas de frijol 4 fanegas de algodón 400 mantas 120 gallinas 80 petates pequeños 4 petates grandes 3 fanegas de trigo 6 fanegas de sal 2 arrobas de miel 25 cargas de chile pimiento 6 indios de servicio
Diego Sánchez Santiago
2 fanegas de maíz 12 fanegas de sal 35 mantas 36 gallinas 2 indios de servicio
Xacaltenango ( J acaltenango)
Ystatán (San Mateo Ixtatán)
500
30
Zacapula (Sacapulas)
160
Cristóbal Salvatierra y "los menores hijos" de Juan Páez
96 fanegas de sal 216 gallinas 16 indios de servicio
Zoloma (Soloma)
140
Diego de Alvarado y .Juan de Castrogui
4 fanegas de maíz 100 mantas 150 gallinas 8 indios de servicio
FUENTE: AGI, Guatemala 128
'Irabajo forzado de la población nativa
87
pues vacante y le fue restituida a la Corona. 9 Durante el resto del período colonial, los municipios indígenas de la sierra de los Cuchumata.nes no pagaban tributo a individuos sino al tesoro real, a través de los funcionarios de la Corona. La documentación más completa que existe sobre la historia de una encomienda pertenece al municipio de Huehuetenango. Poco tiempo después de la conquista, H uehuetenango le fue asignado al conquistador Juan de Espinar. Soldado distinguido y en una época alcalde ordinario de Santiago de Guatemala, el ambicioso Espinar ta.IIlbién poseía tierras en el área de Huehuetenango y fue responsable del descubrimiento y explotación de los depósitos de plata en los cerros al norte de Chiantla. Previo a las reformas que introdujo el .presidente López de Cerrato en 1549, Espinar exigía la aportación de mano de obra de 200 a 300 "indios de servicio" de su encomienda, los que debían acarrear el mineral y la madera en las minas del encomendero; m.ientras que a las mujeres indígenas las utilizaba en la preparación de alimentos, los cuales provenían de sus tierras cercanas o eran rendidos por los indígenas como parte del tributo a que estaban obligados. Espinar ganaba 8, 700 pesos al año con la explotación de sus minas y 3,000 pesos adicionales de sus intereses agrícolas. Después de las reformas de López de Cerrato, a Espinar se le asignó el trabajo de sólo seis "indios de servicio" y el tributo de 500 tributarios, de los que recibía maíz, frijol, chile pimiento, telas de algodón, sal y gallinas .10 En 1562, después de la muerte de Espinar, Huehuetenango le fue otorgado a Luis Manuel Pimentel (Apéndice 3), un vecino español residente en Santiago a quien posteriormente se le concedieron tierras agrícolas de considerables proporciones en el distrito de Huehuetenago. 11 Cuando, a su vez, Pimentel murió en 1575, la encomienda pasó a manos de su viuda, doña Juana Guzmán. 12 Alrededor de 1580, en la época de la nueva tasación provincial del presidente Valverde, Huehuetenango le fue a.signado a Francisco de la Fuente, quien recibió un tributo poco impresionante de 367 tributarios. 13 El ajuste hecho por Valverde al rebajar la tasación del tributo de Huehuetenango y que fuera implementado después que la tasación del pueblo ya había sufrido una drástica reducción en la época de
88
W". George Lovell
López de Cerrato unos treinta años antes, refleja directamente los dos factores que más influyeron en la declinación de la encomienda como institución económica viable: la implementación -llevada a cabo por funcionarios de la Corona- de legislación destinada a reducir el poder de los encomenderos; y la disminución de una mano de obra nativa constantemente expuesta y azotada por repetidos brotes de epidemias. 14 Casi un siglo después de la tasación de Valverde, la encomienda de Huehuetenango comprendía únicamente el tributo de 156.5 tributarios, lo~ que le pagaban a su encom~ndero, José de Balcárcel, una pensión anual de 78 pesos y dos reales, junto con una pequeña cantidad de maíz, gallinas y telas de algodón. 15 En 1678, la encomienda le fue asignada a doña Mariana de Alvarado y Velasco, de la ciudad de Madrid, quien recibía de la misma una pensión insignifica.nte. 16 Poco tiempo después, la encomienda caducó y la Corona se convirtió en la sola beneficiaria del ya magro tributo de Huehuetenango. Dos sucesos son de interés especial en la historia de la encomienda de Huehuetenango. Primeramente, desde época temprana existía en el distrito una conexión entre encomienda y tenencia de la tierra propiamente. Dos encomenderos de Huehuetenango del siglo XVI, Juan de Espinar y Luis Manuel Pimentel, poseían tierras en los alrededores del pueblo; el segundo fue particularmente asiduo en la búsqueda de un título formal de p~opiedad de la tierra dentro de los límites de su encomienda. 17 Aunque en la actualidad la mayoría de los estudiosos consideran la historia de "la encomienda" y la de "la hacienda", o propiedad de tierras, claramente separadas y distintas en lo legal, 18 hubo con frecuencia, tal como lo señala Lockhart, un estrecho nexo "en el donúnio de la práctica" entre las dos instituciones. 19 Esto fue con certeza el caso de Huehuetenango a mediados del siglo XVI. En segundo lugar, hubo a fines del siglo XVII una marcada tendencia a poseer tierras in absentia, pues la Corona concedía, cada vez con mayor frecuencia, encomiendas en Centroamérica a fanúlias mexicanas influyentes o a miembros de la nobleza peninsular española, con el consiguiente disgusto de los criollos de Guatemala. 20 Uno de los últimos encomenderos de Huehuetenango fue una madrileña, la que probablemente nunca puso un pie cerca de
Trabajo forzado de la población nativa
89
su encomienda y quien posiblemente sólo pensaba en la misma al preguntarse por qué su pensión del tesoro real le dejaba.tan pocos ingresos. 21 TASACION DE TRIBUTOS
A mediados del siglo XVI, la política española de congregación había tenido como resultado la formación de un modelo nucleado de asentamiento indígena en la mayor parte del altiplano de Guatemala. 22 La lógica que sustentaba la ambiciosa tarea de reubicar a miles de familias nativas dispersas por la región en "congregaciones" controladas por la Iglesia, no era única.IIlente la de promover su conversión al cristianismo. Un designio de igual importancia era la creación de fuentes de trabajo centralizadas, las cuales podían utilizarse para llevar a cabo empresas más mundanas. No es, por lo tanto, una coincidencia que el sistema de congregación en el altiplano de Guatemala fuera contemporáneo a los intentos de la Corona de compilar listas exactas del número de indígenas de los cuales podía esperarse el pago de tributo. Este procedimiento rutinario de tasar la capacidad tributaria de los pueblos y aldeas indígenas tuvo como resultado una evaluación periódica de la exacción de tributos, conocida como "tasación de tributos". La tasación de tributos registraba el número de indígenas que habitaban en los diferentes pueblos y a quienes podía exigirse legalmente rendir tributo. A estas personas se les designaba como "indios tributarios". Aunque la clasificación del término sufrió varios cambios durante el período colonial, un tributario era, por lo general, un varón indígena casado, entre 18 y 50 años de edad, junto con su mujer e hijos . Un tributario completo era, pues, un jefe o cabeza de familia que representaba una unidad doméstica o familiar. Las viudas, viudos y varones y mujeres adultos solteros se definían como la mitad de un tributario. A los líderes indígenas y a sus hijos mayores, así como a los niños, a los ancianos, a los enfermos e inválidos y a aquellos implicados de una u otra forma en el trabajo de la Iglesia, se les concedía la exoneración del pago del tributo, una categoría a la que se aludía como "reservado". La tasación estipulaba, por lo general, la cantidad de tributo que estaba obligado a rendir cada tributario entero o medio. 23
90
lV. George Lovell
El tributo indígena, dependiendo de si un pueblo estaba asignado a un encomendero o sujeto a la Corona, se destinaba ya fuera principalmente a un individuo particular, o totalmente al tesoro real. El funcionamiento de la encomienda representaba una descentralización de la exacción de tributo y, por lo tanto, se encontraba en conflicto con el deseo de la Corona de monopolizar este tipo de relaciones con los indígenas. El afán de la Corona de establecer un orden económico centralizado bajo control estatal absoluto fue· causa de que se persiguiera ardientemente el establecimiento de una política que restringiera la encomienda. · Al igual que todos los pueblos nativos "congregados" de Guatemala, a los indígenas de la sierra de los Cuchumatanes se les exigía, bajo la ley colonial española, el pago de tributos a sus amos extranjeros. El tributo se pagaba dos veces al año, en el tercio de San Juan {24 de junio) y en el tercio de Navidad {24 de diciembre). 24 Generalmente, eran los "caciques" y "principales" quienes recaudaban los tributos a nivel local y quienes tenían la responsabilidad ante los encomenderos o corregidores de proporcionar la cantidad correcta. El fracaso de los gobernantes indígenas en recaudar las cuotas necesarias resultaban a menudo en su encarcelarniento. 25 Una vez recaudado, si éste se había pagado en especie, el tributo se vendía por lo corriente en subasta pública. Las utilidades monetarias se enviaban entonces a los correspondientes beneficiarios, ya fuera a las colonias o a la Madre Patria. 26 La tasación de tributos más temprana y completa de los asentamientos indígenas de los Cuchumatanes data del tercer cuarto del siglo XVII. 27 En esta época, la mayoría de los pueblos de esta región se encontraba todavía sujeta a encomiendas privadas. La exacción que se acostumbraba pagar en efectivo era conocida como el "servicio del tostón" y constituía un poco más de dos mil pesos anuales. Otros pagos se hacían por medio de artículos como frijol, gallinas, maíz, tela de algodón y petates de palma o de junco. En 1768, un siglo más tarde, el tributo continuaba pagándose en especie, por lo menos parcialmente, a pesar de los reclamos persistentes de la Corona de que todos los pagos se hicieran en efectivo. 28 En 1788, cuando teórica.ID.ente ya todos los
Trabajo forzado de la población nativa
91
tributos indígenas se canalizaban por medio de la jerarquía política imperial a las arcas del rey de España, la tasación total de los Cuchumatanes constituía unos 8,000 pesos al año y comprendía aproximadan:iente un doceavo de toda la exacción de tributos en Guatemala. 29 El pago semianual del tributo debe haber sido aceptado por la vasta mayoría de la población indígena como parte de su suerte servil, como una carga individual y colectiva que había que soportar sin objeción. Este era, sin duda alguna, el punto de vista que sostenía la oficialidad española y, más aún, la base generalmente indiscutible sobre la que se cimentaba el régimen colonial: para los españoles el tributo era sencillamente "una justa muestra del vasallaje que le debían los nativos al soberano". 30 Sin embargo, a veces ocurrían adversidades que impedían o retrasaban periódicamente el pago del tributo, eventos que incluían enfermedades crónicas y pestes; 31 los daños causados por sequías, 32 terremotos 33 e incendios; 34 así como la destrucción de las cosechas debido a invasiones de langostas. 35 Entre todas estas calamidades, la de mayores consecuencias era la recurrencia de brotes de enfermedades, a juzgar por la profusa documentación archivológica en la que numerosas comunidades de los Cuchumatanes solicitan, ya sea el perdón o la suspensión temporal de sus obligaciones tributarias a causa de la escasez resultante de las enfermedades. La siguiente solicitud hecha por los alcaldes y regidores de Santa Eulalia a raíz de la terrible mortandad causada por una epidemia de tabardillo a principios del siglo XIX, puede considerarse como representativa: Suplicamos de Vmd nosotros tus hijos Alcaldes y Principales del Pueblo de Santa Eulalia ... estan todos perdidos los que [son] entrados en el Pueblo ... hay algunos que no tiene[n] casa y mais a-orra [y hace] años que no sembraron las milpas [y] por eso no tienen maíz que comer ... hay algunos que no entrado en su Pueblo estan en la costa, en Jacaltenango y en Soloma ... tenemos miedo todavia, Sr., porque esta[n] muriendo los hijos del Pueblo todavia, [es] la verdad delante el Dios [y] no es mentira ... Ayude[nos] Vmd [solicitando] al Sr. Presidente [de manera que él] pued[a] nos aperdonar por el cuento de tributos ... no hay mais en el pueblo. 36
92
lV. George Lovell
Solicitudes como ésta, aún cuando iban acompañadas de cartas en las que el cura párroco expresaba el pesar que le inspiraba la situación desesperada de aquellos que se encontraban a cargo de su parroquia, obtenían con poca frecuencia otra cosa que no fuera la indiferencia característica de las autoridades, cuyo interés primordial era que se cumpliera con el pago del tributo estipulado. 37 REPARTIMIENTO
El término "repartimiento", que significa asignación, distribución o partición, se refiere en general a una concesión oficial de indígenas (a menudo teóricamente contratados como trabajadores asalariados), cuyo trabajo se usaba para alcanzar los diversos objetivos de los españoles. Al igual que con la encomienda, la historia formal y legal del repartimiento es considerablemente compleja y versátil, pero el principio esencial detrás del funcionamiento de la institución permaneció constante y claramente definido: la explotación española de la fuerza de trabajo nativa en diversos contextos, ya se tratara de haciendas o minas, ayuda doméstica o servicio público (servicio a la comunidad). 38 La información relativa al repartimiento en la sierra de los Cuchumatanes es escasa. Aparte de los problemas ordinarios en la conservación de documentos, esta deficiencia puede, hasta cierto grado, reflejar la discriminación espacial inherente en el funcionamiento del repartimiento. Por lo general, mientras más cerca estuviera un pueblo o aldea indígena de un asentamiento español de importancia, más posible era que sus habitantes estuvieran sujetos al trabajo forzado. 39 En este sentido, es posible que durante el período colonial se explotara menos a las comunidades situadas en las partes más remotas de los Cuchumatanes que a las comunidades más accesibles del altiplano de Guatemala. Por otro lado, la distancia y el aislamiento del control moderador que pudieran haber ejercido los funcionarios de la Corona responsables en Santiago de Guatemala, pueden también haber contribuido a los excesos de crueldad y brutalidad de parte de aquéllos que se beneficiaban del trabajo de los partidos indígenas en áreas lejanas como la de los CuchUinatanes. 40
'Irabajo forzado de la población nativa
93
El derecho al "servicio personal" era inicialmente parte integrante del sistema de encomienda, y es dentro de este contexto en particular que primero se documentaron las asignaciones de partidos indígenas de trabajo en la región. En un juicio entablado en contra de Pedro de Alvarado en 1537, Juan de Espinar afirmaba que su encomienda incluía, además de 250 esclavos, el trabajo de 200 a 300 "indios de servicio". A todos se les había obligado a trabajar en las minas de Espinar cerca de Chiantla, de las que el encomender~ recibía un generoso ingreso anual de más de 8,000 pesos. Aparte de aquéllos que trabajaban en las minas, Espinar contaba también con indígenas que trabajaban su tierra y cuidaban de sus cerdos. 41 Los indígenas de Sacapulas, también como parte de lo que estipulaba su encomienda, tenían la obligación de suministrar a sus encomenderos, Cristóbal Salvatierra y el hijo menor de Juan Páez, cuatro fanegas (aproximadamente 450 libras) de sal por mes (véase el Apéndice 1). Previo a las reformas del presidente López de Cerrato en 1549, a los indígenas se les exigía que acarrearan sal desde Sacapulas hasta Santiago de Guatemala al sur, casi cien kilómetros de difícil terreno. El servicio personal se reemplazó finalmente en Sacapulas por una exacción anual de. catorce "xiquipiles" de cacao. 42 Sin embargo, al haber sido la fuente r.p.ás cercana de este producto las plantaciones de cacao de Suchitepéquez en la lejana región del sur --en tierra calient~: el pago de este tributo hacía necesaria una migración igualmente difícil que la de Sacapulas a Santiago. 43 Aún después de las reformas de López de Cerrato, el elemento de mano de obra de la encomienda, aunque reducido drásticamente, no desapareció por completo. A mediados del siglo XVI, los pueblos de Aguacatán, J acaltenango, Soloma y Uspantán continuaban supliendo "indios de servicio" a sus encomenderos para atender a los cerdos y rebaños de ovejas. 44 Se hacía la distinción, por lo menos en papel, entre "servicio personal"; es decir el trabajo a que estaban obligados los indígenas (sin remuneración), y "repartimiento", o sea el trabajo supuestamente voluntario (por el cual debía pagarse). Mientras que, tal como lo indica Sherman, "el funcionamien-
lV. George Lovell
94
to simultáneo de estas dos formas de trabajo forzado invita a la confusión" , 45 resulta menos ambiguo el hecho de que aún cuando el repartimiento se abolió legalmente en la Nueva España en 1632,46 excepto en relación con los trabajos públicos y de minería, la institución permaneció en pleno funcionamiento en Guatemala durante el resto del período colonial (es más, durante el período nacional la misma resurgió en varias oportunidades, oculta bajo diferentes disfraces). 47 En los Cuchumatanes, por ejemplo, era frecuente que a los indígenas se les llamara para que "contribuyeran. voluntaria.Illente" al mantenimiento de caminos y veredas; y todavía en 1770, se veían obligados a servir de transporte hwnan.o y acarrear trigo y harina para Juan Bácaro, alcalde mayor de Huehuetenango, conocido por sus crueles excesos, los que movieran al arzobispo don Pedro Cortés y Larraz a describirlo como "de atroz reputación en toda la provincia de Guatemala" .48 Asimismo, se solicitaban con frecuencia repartimientos de indígenas para que sirvieran como pastores en las fincas de ovejas de los Cuchumatanes y para que trabajaran en las minas de plata y plomo al norte de Chiantla. 49 Asimismo, por lo menos en tres oportunidades, durante las entradas de los lacandones en 1685 y 1695, así como durante la expedición que se hiciera en 1 712 para sofocar el levantamiento tzeltal en Chiapas, los indígenas de los Cuchumatanes sirvieron de guías, de portadores de cargas y de auxiliares de las fuerzas militares españolas. 50 PEONAJE POR DEUDA
Aunque no debe atribuírsele demasiada importancia al impacto de las reformas iniciadas por López de Cerrato y Valverde -la Corona no se distinguió jamás, o sólo en muy pocas ocasiones, por su resolución en materias de protección de los indígenas- al iniciarse el siglo XVII, las formas más feroces de explotación humana habían disminuido considerablemente en Guatemala. Sin embargo, ya en esta época, la mayoría de los españoles que dependían para su subsistencia de la mano de obra indígena, había desarrollado un sistema de coerción más sutil y pernicioso: el "peonaje por deuda". En este sistema de peonaje, era una condición de endeudamiento la que ataba al
Trabajo forzado de la población nativa
95
trabajador, y a menudo a sus descendientes, a un patrón cuyo objetivo primordial era el de continuar esa relación laboral a través de préstamos que representaran un adelanto de salarios, los cuales sólo podían pagarse con trabajo. 51 Este arreglo fue un fenómeno característico del siglo XVII, diseñado para llevar hasta el máximo el dominio de los españoles sobre una fuerza de trabajo nativa drásticamente disipada por su vulnerabilidad a las enfermedades traídas por los europeos. Los trabajadores indígenas, tan numerosos durante los primeros cincuenta años posteriores a la conquista, constituían un valioso y escaso recurso merecedor de protección a principios del siglo XVII. El peonaje por deuda ofrecía dicha "protección". En los Cuchumatanes, el peonaje prevalecía más notablemente en las extensas haciendas de la elevada meseta o páramo, conocida como los Altos de Chia.ntla, en donde la combinación de diversos elementos físicos de la geografía del lugar había tenido como resultado pastizales que se contaban entre los mejores de Centroamérica y cuyo ambiente (frío, azotado por los vientos, yermo y desolado) era tan inclemente para el hombre como ideal para la crianza del ganado, especialmente lanar. Un documento relacionado con los Altos de Chiantla y fechado en 1689, menciona que siempre había sido la costumbre pagar a los indígenas que trabajaban voluntariamente como pastores doce reales y cuatro puñados de maíz al mes. 52 Cuando en 1749 se vendió la hacienda Chancol, una de las propiedades más extensas de la región, la compra incluía, además de tierra y ganado, una deuda de 270 pesos que tenían los trabajadores indígenas, a los que consideraba parte integrante de la transacción y cuyo trabajo le quedaba así asegurado al nuevo dueño, Manuel Francisco de Fuenlabrada. 53 Al ocurrir la muerte de F\ienlabrada, tanto Chancol como una hacienda vecina llamada El Rosario fueron adquiridas por Francisco Ignacio de Barrutia, un residente de Santiago de Guatemala dispuesto a incorporar -por medio de la adquisición agresiva y sistemática- la mayor parte de los Altos de Chiantla a una vasta propiedad conocida como Hacienda Moscoso. A fines del siglo XVIII, las propiedades de Barrutia comprendían la impresionante cantidad de quinientas caballerías (52,500 acres), las cuales incluían excelente tierra de cultivo, fértiles pastos,
W". George Lovell
96
agua en abundancia, magníficas fuentes de madera, además de producir granos, queso y ganado de superior calidad. 54 En la Hacienda Moscoso residían permanentemente numerosas familias indígenas que habían estado allí "de tiempo inmemorial a esta parte", atendiendo "voluntariamente" más de 25,000 cabezas de ganado. 55 Cuando los alcaldes indígenas de una comunidad vecina intentaron convencer a las autoridades españolas de la necesidad de trasladar a las familias que residían en la propiedad de Barrutia a su lugar de origen para que ayudaran a cumplir con la tasación de tributos, el hacendado protestó amargamente, señalando que estas familias habían escogido vivir en el lugar en que vivían y que al recibir pago por sus servicios, tanto en tierra como en salario, tenían suficientes medios no sólo para sostenerse a sí mismos y a sus parientes más cercanos, sino también para cumplir puntualmente con sus obligaciones tributarias. 56 El hecho de que las familias indígenas que eran parte de la disputa permanecieran sujetas al hacendado Barrutia, en vez de regresar a sus pueblos, significaba posiblemente que ésta era la menos pesada de las dos alternativas. Como bien lo indica "Woodrow Borah, si un nativo "se encontraba sujeto a un patrón estaba, por lo menos, reservado para el servicio de ese patrón y considerablemente protegido de la extorsión a la que había estado sometido como miembro de la comunidad indígena". 57 CONCLUSION
Es un hecho indiscutible el que la conquista española de la sierra de los CuchUinatanes introdujo una era de cambios socioculturales muy radicales para la población nativa de la región. Sin embargo, sostener que desde su arribo en 1525 hasta su partida después de la Independencia de Guatemala en 1821, la presencia española representó la esclavitud de los pueblos indígenas de los Cuchumatanes sería ingenuo y equívoco. Durante el primer cuarto de siglo del régimen español en Guatemala, la suerte que le aguardaba al desgraciado indígena que fuera capturado vivo durante una confrontación militar era la esclavitud personal. El cronista criollo don Francisco
'Irabajo forzado de la población nativa
97
Antonio de Fu.entes y Guzmán relata que después de las batallas de conquista -que duraron desde 1525 hasta 1530se consideraban esclavos de guerra aquellos desdichados que habían sido capturados en la región de los Cuchumatanes. 58 Posteriormente, son poco frecuentes las alusiones a la esclavitud de los indígenas de los Cuchumatanes. La suerte corrida por los indígenas que se veían oblig·ados a prestar mano de obra a los españoles, en circunstancias que podían ser igualmente miserables, era, por supuesto, una cuestión totalmente distinta. Pesada y constante era la carga impuesta sobre los indígenas por sus patrones españoles a través del sistema de encomiendas, la tasación de tributos y el repartimiento. Estos recursos, al igual que otros como la ·"derrama", el "reparto de efectos" y la "salutación" , 59 sirvieron para mantener a la población nativa en una condición de sumisión durante todo el período colonial. A pesar de que durante la época anterior a la conquista el destino del indígena plebeyo era asimismo de onerosa subyugación, durante el régimen colonial sus condiciones de vida eran, con toda probabilidad, sustancialmente más abrumadoras. Benjamin Keen apoya este punto de vista cuando afirma que: las exigencias de mano de obra y tributos impuestas por los españoles eran infinitamente mayores que las que existían antes de la conquista sencillamente porque, entre otras razones, antes de la conquista, las exigencias de tributo se encontraban limitadas por la capacidad que tenía la clase gobernante nativa de consumir los frutos del tributo y el trabajo; mientras que las exigencias de los españoles, por estar orientados a la acumulación de riquezas en forma monetaria, eran ilimitadas. 60
La encomienda, el tributo y el repartimiento fueron elementos claves en la explotación de pueblos indígenas del altiplano de los Cuchumatanes por los españoles. La imposición del sistema de encomiendas significaba que los pueblos señalados debían suministrar mano de obra y tributos a individuos privilegiados. Los encomenderos utilizaban a los indígenas en múltiples labores: ·en el trabajo de las minas, en el transporte humano de cargas de una región a otra, en el cultivo de
98
W". George Lovell
la tierra y en el cuidado de los rebaños. Algunas de estas tareas introdujeron a los indígenas a animales y actividades que nunca antes habían visto o conocido: caballos, ovejas, cabras, cerdos, gallinas, así como al cultivo del trigo, artículo de consumo español muy distinto del maíz nativo. Dos veces al año los pueblos indígenas pagaban tributo en bienes, ya fuera a encomenderos particulares o a la Corona. Aun en tiempos de terribles penalidades - a continuación de una sequía o terremoto, después de una invasión de langostas o de un brote de enfermedad- era poca la comprensión o concesión que recibían los pueblos indígenas de los funcionarios resueltos a recaudar los tributos de una manera u otra. 61 Algunos años deben haber sido tan sombríos que hasta ingresar a trabajar bajo el sistema de peonaje por deuda para un terrateniente español representaba un mal menor que permanecer como tributario de la Corona en un pueblo indígena. 62 Es dentro de estas lúgubres circunstancias que los indígenas de la sierra de los Cuchumatan.es se veían obligados a ganarse la vida a duras penas, trabajando para patrones exigentes en su creencia de que, al haber salvado las almas de los paganos trayéndoles nuevas del Dios cristiano, su vida en este mundo no era d€ su incumbencia; únicamente la del más allá.
'Irabajo forzado de la población nativa
99
APENDICE 1 Título de encomienda de indios del pueblo de Sacapulas, concedida por el presidente Alonso López de Cerrato y el oidor Pedro Ramírez, de la Audiencia de Guatemala, a Cristóbal Salvatierra y el hijo menor de .Juan Páez,
1549-1550 1 En la ciudad de Santiago de Guatemala, a 5 dias del mes de abril de 1549. Por los señores Presidente y Oidores de la Audiencia y Cancilleria Real ... fue tasado la mitad del pueblo de Zacapula.s que esta encomendado en Cristobal Salvatierra vecino de esta dicha ciudad compañia del menor hijo de Juan Paez y es en los terminos y jurisdiccion de esta dicha ciudad mandose a los naturales del dicho pueblo que den en cada un año 9 docenas d~ gallinas de castilla y 4 hanegas de sal en cada mes y 8 indios de servicio ordinarios en esta ciudad con que les den de comer el tiempo que estuvieren y les enseñe la doctrina cristiana no han de dar otra cosa ni se les a de llebar a los dichos indios por ninguna via que sea ni comuten ninguna cosa de un tributo con otro sea las penas contenidas en las leyes y ordenanzas por su majestad hechas para la buena governacion de las indias. El licenciado Cerrato y el licenciado Pedro Ramirez. En 4 dias del mes de junio del dicho año de 1549, ante los dichos señores Presidente y Oidores se agraviaron los indios del dicho pueblo de Zacapulas de esta tasacion que se les mando no diesen mas de cada 5 indios de servicio y que no traigan la sal a esta ciudad. El licenciado Cerrato. En la ciudad de Santiago de Guatemala, a 13 días de enero de 1550 años, por los señores Presidente y Oidores de la-dicha real Audiencia fue mandado a los naturales del dicho pueblo de Zacapulas, que por los indios de servicio que por esta tasacion habian de dar en cada un año den 14 xiquipiles de cacao la mitad por San Juan y la otra mitad por navidad y no han de dar los dichos indios de servicio.
1
Fu.ente: AGI, Guatemala 128.
W". George Lovell
100
APENDICE 2 Titulo de encomienda de indios de los pueblos de Aguacatán, N ebaj y Chajul, concedido por el presidente don Sebastián Alvarez Alfonso Rosica de Caldas, de la Audiencia de Guatemala, a Francisco de Godoy el 30 de junio de 1678 1 En Guatemala, en 30 de junio de 1678 años, Don Sebastian Alvarez Alfonso Rosica, Presidente de esta Real A udiencia, dijo que por cuanto don Martín Carlos de Meneos Presidente que fue de esta Real Audiencia en 11 de octubre de 1666, encomendo a don Francisco de Godoy Guzman vecino de esta ciudad los tributos de los pueblos de Aguacatan, Nebaj y Chahul del partido de Totonicapa, que bajaron por muerte de doña Ana de Guzman difunta, con cargo que diese en cada un año por via de pension 250 pesos, 150 a doña Maria, doña Francisca y doña Isavel Enrriquez de Castellanos hermanas, 50 a cada una, y los 100 restantes a doña Nicolasa de F\ientes doncella, y lo que líquidamente valian los tributos de los dichos 3 pueblos mando el señor Presidente que venidos los padrones y liquidose el valor de los tributos y sacadose la quinta parte que pertenece al derecho de armada de barlovento, gozase el dicho don Francisco de Godoy de 200 pesos, y de los demas se ajusten los 250 pesos, de pensiones ... y por la valia hecha de los tributos de los dichos pueblos no monta mas que 379 pesos 2 reales y sacados 75 pesos, 7 reales que importa el quinto, quedan 303 pesos, 3 reales y sacados 200 pesos pertenecientes al encomendero, quedan para las pensiones 103 pesos, 3 reales faltan para las pensiones 146 pesos, 5 reales; se mando que se tasasen los 103 pesos, 5 reales entre las pensiones.
1
Fuente: AGCA, A3.2808.40648.
Trabajo forzado de la población nativa
101
APENDICE 3 Título de encomienda de indios del pueblo de Huehuetenango, concedido por el presidente Juan N úñez de Landecho, de la Audiencia de Guatemala, a Luis Manuel Pimentel, el 24 de diciem.bre de 1562 1 Yo el licenciado Juan Nuñez de Landecho, Presidente de la Real Audiencia por su real cedula encomendada a vos Luis Manuel Pimentel vecino de la ciudad de Guatemala, el pueblo de Huehuetenango, que es en los terminos y jurisdiccion de esta ciudad con todos los caciques indios y principales del dicho pueblo con los barrios y estancias y todo lo demas a el anexo y perteneciente, segun que los tenia y poseia Juan de Espinar, vecino que fue de la dicha ciudad, difunto, por cuya muerte se os deposita y encomienda para que llebeis los tributos y aprovech8.1Ilientos de los dichos indios conforme a la tasacion que de ellos estan hechas o se hicieran de aqui adelante con cargo que tengais de enseñar e instruir a los dichos indios en las cosas de nuestra santa fe catolica para lo cual se os encarga, para aumento de los dichos indios, y se os manda a los Alcaldes ordinarios de la ciudad os metan en la posesion de los dichos indios y amparen y defiendan en ella y no consientan de ella sea desposeído sin ser primero oido y vencido conforme a lo por su majestad mandado, la cual encomienda se os hace por la real cedula de su majestad su fecha a 28 de abril de 1561 años, fecha en la ciudad de Guatemala a 24 de diciembre de 1562 años. El licenciado Landecho.
1
Fuente: AGCA, A3.2798.40470.
W". George Lovell
102
NOTAS l. William L. Sherman, Forced Native Labor in Sizteenth-Century Central A'Tnerica (Lincoln, Nebraska, 1979). La Audiencia de los Confines o Audiencia de Guatemala comprendería lo que hoy es el estado mexicano de Chiapas; Belice, anteriormente Honduras Británica y actualmente totalmente autónomo; y las repúblicas centroamericanas independientes de Guatemala, Honduras, El. Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
2. Linda A. Newson, en su reseña dellibro de Sherman que apareció en el Journal of Latín ATnerican Studies 12 (1980): 192-194, afirma: "En mi opinión el libro suscita muchas interrogantes en cuanto a las variaciones temporales y espaciales en el funcionamiento de los diferentes sistemas de trabajo forzoso en Centroamérica . .. y el grado en que estas variaciones pueden explicarse en términos de la evolución de las economías colonial y regional, o relacionarse al declinar de la población indígena; así como hasta qué grado difería Centroamérica de otras partes de Hispanoamérica". Un excelente resumen de los distintos modos en que se aprovechaba la España imperial para la exacción de fuerza de trabajo de las gentes indígenas de América, tanto como de las marcadas variaciones regionales que se manifestaban, se puede encontrar en .Juan A. Villamarín y Judith E. Villamarín, Indian Labor in Mainland Colonial Spanish ATnerica (Newark, Delaware, 1975), esp. las pp. 49-147. 3. W. George Lovell, "Population Change in the Cuchumatán Highlands of Guatemala", Bulletin of the Society of Latín Anierican Studies 33 {1981): 8-44; y "The Historical Demography of the Cuchumatán Higlands of Guatemala, 1500-1821", en Studies in Spanish Anierican Population History, David J. Robinson, editor (Boulder, Colorado, 1981): 195-216. 4. La palabra "encomienda" se deriva del verbo en español "encomendar" que quiere decir "encargar" o "poner a cargo de alguien" . Las encomiendas no eran concesiones de tierra sino más bien títulos sobre el derecho a recibir tributos. El título de una encomienda implicaba ciertas obligaciones, entre ellas la de instruir a los indígenas de la encomienda en la fe católica. La obra clásica en inglés de esta institución es la de Lesley B. Simpson, The Enco?nienda in New Spain: The Beginnings of Spanish Mezico (Berkeley y Los Angeles, 1966). Otras contribuciones importantes a la literatura sobre la encomienda incluyen: de Silvio Zavala, La encom.ienda indiana (Madrid, 1935) y De enconiiendas y propiedad territorial en algunas regiones de la Ani.érica española (México, 1940); Robert S. Chamberlain, "Castillian Backgrounds of the Repartimiento-Encomienda", Contributions to Ani.erican Anthropology and Historj¡ 5 {1939), XXV: 23-66; F.A. Kirkpatrick, "Repartimiento-Encomienda", Hispanic Anierican Historical Review (en adelante, HAHR) 21 {1939):
Trabajo forzado de la población nativa
103
372-379; Charles Gibson, Spain in Am.erica (New York, 1966), pp. 4867 y James Lockhart, "Encomienda and Hacienda: The Evolution of the Great Estate in the Spanish Indies", HAHR 49 (1969): 411-429. La obra pionera de Gibson, Los aztecas bajo el dom.inio español, contiene un espléndido análisis de la encomienda en un contexto regional. Un estudio reciente con enfoque explícito en Guatemala es la obra de Salvador Rodríguez Becerra, Encom.ienda y conquista: los inicios de la colonización en Guatemala (Sevilla, 1977, Seminario de Antropología Americana 14). 5. Los seis municipios eran Todos Santos Cuchumatán, Sacapulas, Soloma, Jacaltenango, Aguacatán y Huehuetenango. Todos Santos estaba parcialmente sujeto al menor de los hijos de Marcos Ruiz. Ruiz había participado en la conquista de México bajo el liderazgo de Fernando Cortés y en la conquista de Guatemala bajo el mando de don Pedro de Alvarado; veáse AGI, Patronato 82.1.4. Todo Aguacatán y la mitad de Sacapulas estaban sujetos al hijo menor de Juan Páez, quien, al igual que Ruiz, era veterano de campañas llevadas a cabo en México y en Guatemala; veáse AGI, Patronato 68.2.3. Jacaltenango estaba sujeto al hijo menor de Gonzalo de Ovalle. Ovalle había sido figura prominente en la conquista de Guatemala, supliendo de su propia bolsa hombres, armas y caballos para la entrada de 1524. Posteriormente ocupó el cargo de alcalde mayor de Chiapas bajo el rapaz Francisco de Montejo; veánse AGI, Patronato 75.2.5 y Peter Gerhard, The Southeast Frontier o/ New Spain (Princeton, 1979), pp. 152-153. Soloma estaba sujeto conjuntamente a Diego de Alvarado y Juan de Castrogui; el primero era uno de los muchos "hijos naturales" del conquistador Pedro de Alvarado. Diego reclamaba como suya la encomienda de Soloma en virtud de herencia legal de su padre. Esto sugiere, por lo tanto, que la encomienda de Soloma había estado sujeta al mismo Pedro de Alvarado entre 1524 y 1541 como parte de su impresionante patrimonio privado; véase AGI, Justicia 280 .4. 6. Sherman, Forced Native Labor, pág. 388. Huehuetenango era la encomienda más lucrativa y de más prestigio de toda la región de los Cuchumatanes. Espinar, de quien se rumoraba que era calcetero de oficio, se había distinguido luchando en la conquista de México y Guatemala, habiéndole ganado sus hazañas en la segunda campaña esta encomienda tan apreciada. 7. AGCA, Al.1751, ff. 78v, 81v, 192v y 211. 8. AGCA, Al.1752, f. 17v. Para un recuento de la depresión económica del siglo XVII, veáse MacLeod, Historia socio-económ.ica, pp. 193 y 261-276. 9. AGCA, A3.2890.42579, A3.2890.42580, A3. 2890.42581 y A3. 2890.42587. 10. AGI, Guatemala 128; AGCA, A3.2863.41698; Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 47-48 y 349; y Sherman, Forced Native Labor, pág. 92. 11. AGCA, A3.2863.41698 y A3.2798.40470. Para una discusión de las propiedades de Pimentel en los alrededores de H uehuetenango y de la
104
W". George Lovell
situación general de los Cuchumatanes, veáse W. George Lovell, "Landholding in Spanish Central America: Patterns of Ownership and Activity in the Cuchumatán Higlands of Guatemala, 1563-1821", 'Pransactions of the Institute of Bri.tish Geographers, nueva serie, 8 (1983): 214-230. 12. AGCA, A3.2808.40633. 13. AGI, Guatemala 966. 14. Lovell, "Population Change", pp. 21-36. 15. AGCA, A3.1601.26391. 16. AGCA, Al.1752, f. 17v. 17. AGCA, A3.2863.41698. 18. Gibson escribe: "En una época(,] el punto de vista de los historiadores era que la hacienda se había desarrollado directamente del deterioro de la encomienda. Ahora se consideran dos historias distintas" ; Spain in Arnerica, pág. 118 19. Lockhart, "Encomienda and Hacienda", pág. 416. 20. MacLeod, Historia socio-económica, pp. 248-249. 21. AGCA, Al.1752, f. 17v. 22. Para una discusión de la congregación en los Cuchumatanes, veáse W. George Lovell, "Settlement Change in Spanish America: The Dynamics of congregación in the Cuchumatán Highlands of Guatemala, 1541-1821", The Canadian Geographer 27 (1983): 163-174. 23. Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Essays in Population History (Berkeley y Los Angeles, 1971), 1: 17-25. 24. Véase, por ejemplo, AGCA, A3.246.4912. 25. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 18, registra que el fracaso en recaudar la cantidad de tributo requerida en la región ixil a fines del siglo XVII resultó en el encarcelamiento de los seis alcaldes indígenas. 26. MacLeod, Historia socio-económica, pp. 112-113. 27. AGCA, A3.1601.26391. 28. AGCA, A3.501.10261 y A3.501.10263. 29. AGCA, A3.246.4912. Según Miles Wortman, "Government Revenue and Economic Trends in Central America", HAHR 55 (1975): 277, el total de ingresos gubernamentales derivados del tributo indígena en Guatemala a principios del siglo XIX "ascendía a un promedio de casi 100,000 anuales". El tributo indígena era una de las cuatro fuentes principales de ingresos en Centroamérica para la Corona; las otras tres eran: los ingresos de los monopolios gubernamentales (como el del tabaco, el licor y los juegos de naipes); los impuestos sobre la industri~ y el comercio; y la participación del Estado en el diezmo eclesiástico. 30. Estas palabras provienen del "Libro mayor de la contaduría general de tributos del cargo de su contador don :Juan :José de Leuro", citado en Mark Van Aken, "The Lingering Death of Indian Tribute in Ecuador", HAHR 61 {1981): 431.
Trabajo forzado de la población nativa
105
31. Lovell, "Population Change" , pp. 31-36, e "Historical Demography", pp. 207-211. 32. Veáse, por ejemplo, AGCA, Al.6111.56055, en relación al bajo nivel de las aguas del Río Negro en Sacapulas y la consiguiente dificultad para los habitantes del pueblo en obtener suficiente pesca, afectando así en forma negativa su capacidad de cumplir con su cuota de tributo de este artículo de consumo. 33. Con relación al empobrecimiento general de la comunidad indígena de Chiantla a continuación de un severo sismo, veáse, por ejemplo, AGCA, A3.2901.43258. 34. AGCA, A3.2899.43061 y A3.2899.43062. 35. AGCA, A3.2899.43064. 36. AGCA, A3.249.5036. 37. Lovell, "Population Change", pp. 31-36 e "Historical Demography'', pp. 207-211. 38. Al igual que con la encomienda, gran parte del conocimiento que hoy se tiene sobre el repartimiento viene de la investigación de Lesley B. Simpson. Su obra, Studies in the Adrninistration of the Indians in New Spain (Berkeley, 1938, Ibero-Americana 13), constituye una importante contribución. La obra de Gibson, a su vez, contiene una revisión general de la institución; Spain in Arnerica, pp. 143-147. Sherman examina el funcionamiento del repartimiento en un contexto específicamente centroamericano, como lo hace MacLeod; Forced Native Labor, pp. 191-207 e Historia socio-económica, pp. 174-176 y 250-251, respectivamente .. 39. MacLeod, Historia socio-económica, pág. 250. 40. Una observación semejante hizo también Gibson; A rnerica, pág. 144.
Spain in
41. Sherman, Forced Native Labor, pp. 71, 92, 289 y 444; y Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 47-48. 42. Un xiquipil era una medida básica indígena de ocho mil almendras de cacao. Tres xiquipiles equivalían a lo que un tameme o portador indígena podía acarrear. Por lo tanto, para poder llevar el tributo necesario de Suchitepéquez a Sacapulas (una distancia de aproximadamente cien kilómetros) habría sido necesaria la labor de cinct> hombres en buenas condiciones físicas. Veáse .J. F. Bergman, "The Distribution of Cacao Cultivation in Pre-Colombian America", Annals of the Association of American Geographers 59 (1969): 87-.91. 43. AGI, Guatemala 128. 44. AGI, Guatemala 128. 45. Sherman, Forced Native Labor, pág. 193. 46. Woodrow Borah, New Spain's Century of Depression (Berkeley, 1951, Ibero-Americana 35), pp. 39-40.
106
"W. George Lovell
47. Stephen Webre, "The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Seventeenth-Century Santiago de Guatemala" (tesis doctoral, Tulane University, 1980), pp. 234-240. 48. Véanse los siguientes: AGCA, Al.1557.10201; Al.2891.26645; Al.190.3860; y Recinos, Monograj(a de Huehuetenango, pág. 215. Por otro lado, Cortés y Larraz contiene una aguda crítica hecha por el arzobispo de las extorsiones que .Juan Bácaro les infligía a los indígenas; Descri.pción geográfico-m.oral, 11: 115-127. 49. AGCA, A3.2775.40090; A3.224.4012; A3.226.4084 y A3.224. 4073. 50. Recinos, Monograj(a de Huehuetenango, pp. 385-389; AGl, Guatemala 225; AGCA, Al.6095.55413 y Al.3024.29157. 51. Gibson, Spain in A?nerica, pág. 147. 52. AGCA, A3.2775.40090. 53. Recinos, Monografía de Huehuetenango, pág. 201. 54. AGCA, Al.6001.52831; y Recinos, Monografía de Huehuetenango, pp. 201-202. 55. AGCA, Al.6096.55491. 56. AGCA, Al.6096.55491. 57. Borah, Century o/ Depression, pág. 42. 58. Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 21-22. La obra de Sherman contiene una excelente discusión sobre la esclavitud en Centroamérica en el siglo XVI; Forced Native Labor, pp. 15-82. 59. La derrama era un sistema por medio del cual los funcionarios locales compraban bienes a bajo costo y luego los vendían a los indígenas, sin importar si éstos querían comprarlos o no, a precios inflados. Lo contrario sucedía al comprar bienes a los indígenas a precios bajísimos para luego venderlos con jugosas ganancias; veáse MacLeod, Histori.a socio-económ.ica, pp. 265-266. El reparto de efectos constituía una maniobra similar que envolvía generalmente a un funcionario local, quien distribuía algodón crudo entre las mujeres que tenía en encomienda y las obligaba a hilarlo para luego tejer mantas. Esta era una forma de extorsión practicada por muchos alcaldes mayores de Totonicapán y Huehuetenango, particularmente en las comunidades más remotas de los Cuchumatanes. Veánse MacLeod, Historia socio-económ.ica, pp. 265266 y Fuentes y Guzmán, Obras históricas, 111: 35 en relación a Cuilco; con relación a Nebaj y Soloma, véase Cortés y Larraz, Descripción geográfico-m.oral, 11: 49-50 y 123-124; con respecto a las comunidades de Santa Eulalia, San Mateo Ixtatán, San .Juan lxcoy y Aguacatán, véase Recinos, Monografía de Huehuetenango, pp. 214-215; en cuanto a Cuilco, AGCA, Al.4064.31664; _para Sacapulas, Al.1573.10217; con referencia a los pueblos de San .Juan Ixcoy, San Sebastián, Coatán, San Miguel Acatán y San Pedro Soloma, AGCA, Al.190.3864; y para Soloma, AGCA, A3.2897.43013. La salutación era un impuesto ilegal que los indígenas debían pagarle a los curas o funcionarios que pasaran por su pueblo o aldea; veáse MacLeod, Historia socio-económ.ica, pág. 265.
Trabajo forzado de la población nativa
107
60. Benja.min Keen, citado en Sherma.n, Forced Native Labor, pág. 456, de su correspondencia. personal. 61. AGCA, Al.6111.56055; A3.2901.43258; /\-3.252.5161; A3.2899. 43064; A3.2899.43044; A3.249.5036; Al.386.8037. 62. AGCA, Al.6096.55491.
4. Apunt~s históricos sobre la estructura agraria y asentamiento en la Capitanía General de Guatemala -
Julio César Pinto Soria Universidad de San Carlos de Guatemala
Para analizar las formas que tomó el asentamiento humano en el período colonial es necesario contar, entre otras cosas, con información concreta sobre la manera en que se encontraba distribuida la tierra entre los distintos sectores de la población. A este respecto, contamos ya con material valioso que nos permite ubicar aspectos esenciales de la estructura del agro colonial. Nos referimos, en parte, a aquella docllmentación que recoge la conflictiva :r;elación que se daba entre el gran terrateniente y el pequeño campesino debido a la posesión o propiedad de la tierra. Se trata de material sumamente importante, ya que, al defenderse, este último (el pequeño campesino se mantiene constantemente a la defensiva en esta clase de litigios) relata las vicisitudes y arduo trabajo que le ha costado el mantenimiento y cultivo de la tierra, la cual constituye siempre su principal argumento en defensa de lo que sabe suyo. Asimismo, al ponerse en evidencia los medios que utiliza el gran terrateniente para demostrar o asegurar su propiedad sobre las tierras en litigio, el engaño y el contubernio abierto con las diferentes autoridades -todo ello en un clima de violencia y extrema zozobra- se obtiene un cuadro bastante claro sobre el mundo rural, que no deja la menor duda sobre el carácter fundamental del conflicto entre ambas clases sociales. En tiempos de crisis, cuando la regularidad del sistema venía a ser cuestionada, como fue el caso en las últimas décadas de la dominación española, el problema agrario cobraba su verda-
110
Julio César Pinto Soria
dera dimensión y su peso se hacía sentir, en una u otra forma, sobre el conjunto de la sociedad colonial. En la Gaceta de Guatemala, por ejemplo, se hicieron varias alusiones directas al problema, señalándose tantó los efectos negativos de la gran propiedad desde el punto de vista puramente económico, 1 como el- grado de radicalización que alcanzaba, ya por ese tiempo, el conflicto entre el pequeño caxnpesino y el gran terrateniente. En 1779, refiriéndose a la suerte cotidiana de los pequeños arrendatarios, se escribía: Nuestros beneméritos labradores, esos que nos dan de comer, esos infelices milpantes, que andan de ceca en meca, arrojados de aquí, repelidos de allá, y siempre buscando quien les arriende un pedazo de tierra bajo la dura condición de una servidumbre personal, además de contribuir con una décima al propietario. ¡Raro fenómeno donde sobran tierras para ocupar los brazos todos de la España! 2 ·
Pocos años después, cuando el movimiento anticolonial se radicalizó en el virreinato mexicano a través de la participación de las masas campesinas, cundió el pavor en los círculos dominantes de CentroaIIlérica, llegándose a temer el desencadenamiento de un movimiento similar en sus propios dominios. Un documento redactado por esa época no deja la menor duda sobre el caso: "siendo evidente que el hombre sin propiedad nada posee, que el que nada posee, nada tiene que perder, y el que no tiene nada que perder, no tiene patria; de donde proviene que esta casta de gente es la más temible en cualquier conmoción popular". 3 Hemos destacado lo anterior únicamente como vía de introducción y con el deseo de llamar la atención sobre las dimensiones que ya entonces alcanzaba el problema agrario a principios del siglo XIX. Trataremos de aclarar en las siguientes líneas algunos aspectos importantes en relación con la vinculación dialéctica que se dio entre las formas que tomó el asentamiento rural y la estructura agraria colonial. SOBRE LA PROBLEMATICA
Para fines de la época colonial, conta.tnos con los siguientes datos sobre la dist~ibución de la tierra entre la población
La estructura agraria y asentamiento
111
mestiza. De unas 75,000 familias en que se calculaba la totalidad de dicha población para todo el territorio de la Capitanía General de Guatemala, 4 más o menos 9,500 están clasificadas en un documento como arrendatarias; es decir, el 13 por ciento del total, y 4,500 familias están registradas como pequeñas propietarias, cifra que constituye el 6 por ciento de dicha población. 5 Se trata, desde luego, de datos aproximados, pero se pueden interpretar con alguna certeza, ante todo si se toma en cuenta que la tercera parte del añil exportado era producido precisamente por pequeños productores, conocidos en la terminología colonial como "poquiteros". 6 Otros rubros de la economía colonial, como el tabaco, algunos medios de alimentación y demás, eran también producidos por estos pequeños campesinos para el mercado local, 7 sin olvidar que un fuerte contingente de la mano de obra de las grandes haciendas provenía directamente de este sector de la población. 8 El arzobispo de Guatemala Pedro Cortés y Larraz, asimismo, hace constantemente alusión a estos pequeños productores, ya sea en calidad de propietarios de tierras o de pequeños campesinos que a través de su arduo trabajo habían hecho cultivables las tierras que ocupaban. 9 Por lo regular, estos productores a pequeña escala ·no poseían ninguna clase de títulos de propiedad sobre las tierras que cultivaban, hecho que generaba un clima de extrema inestabilidad en la vida del campesinado (y que trataremos con más detenimiento en estas páginas). Lo anterior demuestra que la economía del pequeño campesino mestizo tenía a principios del siglo XIX más imp-ortan···~c.ia de la que hasta el momento se le ha reconocido. 10 Es decir, la relac16n latifundio-minifundio había alcanzado ya un alto grado de desarrollo; su futura importancia, en cuanto a eje central de la economía de la región, se empezaba a sentir por esos años. En el caso de la población indígena, el mismo término "tierras comunales" (que por su origen específico colonial y forma de desarrollo, sólo con grandes reservas se le puede comparar con su homónimo de la historia europea), no deja de ser ainbiguo, ya que no expresa a cabalidad el contenido socioeconómico que supuestamente pretende refiejar. 11 'Como se sabe, la violencia tuvo, como factor conformati-
112
Julio César Pinto Soria
vo, un papel extraordinario en la estructuración de la sociedad colonial. La conquista fue fundamentalmente un acto de violencia y esto se reflejó, ante todo, en la forma arbitraria en que se hizo la distribución de la tierra entre las comunidades indígenas. Este hecho determinó el que desde los inicios no pudiera existir la menor concordancia entre el número de indígenas de un pueblo dado y las tierras que les fueron asignadas. Así, las tierras obtenidas por cada familia indígena tenían que resultar, en general, insuficientes; situación que sólo vendría a agudizarse en la medida en que la población indígena empezó a recuperarse numéricamente 12 y entraron en juego las leyes socioeconómicas de la sociedad colonial cuya dinámica apuntaba, precisamente, hacia el acaparamiento sistemáticode las tierras a manos de la minoría dominante parasitaria. 13 El resultado fue una fragxnentación constante de las tierras comunales. La relación entre el número de la población aborigen y las tierras disponibles fue cada vez más desesperante, hecho que, por la misma dialéctica interna del sistema imperante, no podía ser contrarrestado a través de la ocupación de nuevas tierras. Es decir, económicamente, al final del período colonial, bajo el término "tierras comunales" se escondía en la realidad un agudo sistema de parcelas -de minifundio- en el sentido más injusto para la población indígena. 14 Partiendo del origen histórico de la pequeña economía campesina, se pueden llegar a conocer algunos rasgos esenciales de la estructura del agro colonial centroamericano. LA DISPERSION RURAL: POBLACION INDIGENA
U na característica general de las colonias españolas fue el desplazamiento de la población rural dispersa hacia núcleos propi8.Illente urbanos. Este aspecto, que tenía su origen en el carácter marcadamente agrícola de la economía, estaba aún más acentuado en la Capitanía General de Guatemala. Al final de la dominación española, cerca de la tercera parte de la población mestiza vivía dispersa en valles, laderas de montañas, comunidades indígenas y otros lugares apartados. En la población indígena -aunque en proporciones mucho menores- se observaba el mismo fenómeno. Esta forma de
La estructura agraria y asentamiento
113
asentamiento rural de la población explotada tiene diferentes causas; por el momento, nos interesa destacar solamente dos de ellas: el asentaniiento disperso, primeramente como alternativa y forma de lucha de los sectores pobres contra la explotación colonial y, en segundo lugar, como fenómeno colateral del latifundio en crecimiento. En la población indígena. la dispersión rural era menor, principalmente porque vivía en sus comunidades bajo el estricto control de los distintos sectores de la clase dominante: encomenderos, autoridades civiles y eclesiásticas. Las comunidades indígenas, como es sabido, debían permanecer, en la medida de lo posible, como una fuente segura de tributos y demás prestaciones para los grüpos dominantes y por ello, el sistema colonial aplicó sus instrumentos de control sobre este sector de la población con un rigor especial. Sin embargo, la miseria económica y la imposibilidad de poder pagar sus tributos, obligaban a los indígenas a fugarse de sus comunidades, como registran a menudo los documentos de la época. 15 El sistema de terror y pillaje general que predominaba sobre las comunidades indígenas empujaba a sus miembros a buscar salida en forma desesperada. 16 Fugarse de las comunidades y asentarse en los parajes fuera del control colonial, significaba librarse de pagar el tributo real, pero ante todo del recluta.miento forzoso de mano de obra para las grandes haciendas. Factor decisivo que empujaba también a la huida era la búsqueda de nuevas y mejores tierras que las que tenían asignadas por las leyes coloniales. Las comunidades indígenas se encontraban, por lo regular, mal dotadas de tierras, ya porque así fue desde su fundación, 17 porque las tierras que tenían señaladas por ejidos no se encontraban en concordancia con el número de indígenas de la comunidad, 18 o porque con el correr del tiempo habían ido perdiendo sus tierras a manos de españoles, criollos y mestizos. Lo anterior constituyó, desde luego, un proceso que se dio en forma diferenciada, motivado por el grado de intensidad que fue adquiriendo el desarrollo económico en las distintas regiones. En las postrimerías del período colonial, este fenómeno era más violento e intenso en la región salvadoreña, como consecuencia indudable del mayor dinamismo de la economía
114
Julio César Pinto Soria
del territorio que expropiaba al aborigen más rápidamente de sus tierras comunales. 19 No fue casual que Cortés y Larraz subrayara el espíritu especialmente hostil de los indígenas de esta provincia contra españoles y mestizos por igual. 20 En la región guatemalteca, la intensidad de este proceso fue contrarrestada parcialmente por el peso enorme de la población indígena sobre el resto de la población, pero especialmente por el carácter estacionario y autosuficiente de la economía que, aunque penosa y miserablemente, le permitió al indígena sobrevivir y hasta aumentar su influencia numérica a fines del siglo JC\TIII. 21 .Esta evolución entre la tierra y las masas trabajadoras está completamente acorde con las leyes que rigen el surgimiento y desarrollo de un sistema socioeconómico de carácter feudal, como el que impera en Centroa.xnérica en la época colonial. Inherente a un sistema de esta naturaleza es reducir la cantidad de tierra que posee el pequeño campesino a lo estrictamente indispensable para la subsistencia; en primer lugar, porque sobre esta base se estructuran las relaciones de dependencia y dominio entre la mayoría con poca o ninguna tierra y la minoría dominante que controla el acceso a ella. 22 A la vez, y también acorde con un sistema de carácter feudal, bajo la dominación colonial predomina el consumo parasitario de los grupos dominantes que acaparan cualquier aumento de la producción por los canales conocidos del intercambio desigual de mercancías, tributos y prestaciones al clero. 23 Estas circunstancias hacen que el pequeño campesino carezca de estímulo o aliciente para incrementar la parcela de producción, dado que cualquier crecimiento económico no redunda en una mejora de su propio nivel de vida, sino de la de los grupos parasitarios. De allí que el pequeño campesino tendió a utilizar sólo aquella tierra que le era absolutamente indispensable para la reproducción de su fuerza de trabajo,2 4 hasta el extremo que una mala cosecha significaba que la parcela de tierra ya no pudiera cumplir su función de parcela "de subsistencia y reproducción" , 25 sucediéndose las grandes hambrunas y mortandades indígenas. 26 Lo cierto es que un gran númer~ de pueblos indígenas se encontraban pésimamente dotados de tierras. En casos
La estructura agraria y asentamiento
115
extraordinarios (pestes o malas cosechas) no producían estas tierras el mínimo para la subsistencia y, compelidos por el hambre, los indígenas se veían obligados a abandonar los pueblos en busca de mejores condiciones. El alcalde mayor de la Verapaz informaba a fines del siglo XVIII que había tomado medidas para combatir una epidemia que había azotado los pueblos de Sala.IIlá, Rabinal y Cubulco, y cómo logró así evitar que los indígenas abandonaran por completo los pueblos. 27 A lo largo de todo el período colonial, informan las autoridades sobre -indígenas fugados de sus pueblos, así como del tipo de medidas adoptadas para regresarlos a su lugar de origen. El susodicho alcalde mayor destacaba entre sus méritos la reducción que había hecho en el pueblo de El Chol: "de los muchos indios que andaban dispersos por los valles de Urán, Saltán y Chibac ... y no habiendo antes en dicho pueblo más que cinco tributarios por los nuevos rateos ascendieron a cien". 28 En otras páginas informaba sobr~ los resultados de una acción de rastreo llevada a cabo en los alredeores del Polochic: hizo un reconocimiento prolijo del río Polochic, sus riberas ... y montañas ... que le circundan, y habiendo encontrado hasta doscientas familias de Indios que prófugos de otros pueblos, y convidados de la fertilidad de aquellos terrenos vivían sin sugesión a ley ninguna ... los empadronó, quemándoles las rancherías para obligarlos a reducirse al poblado, si bien no pudo conseguirlo, pues apenas se ausentó de allí, volvieron los indios a disfrutar de la amenidad del sitio, y de su antigua criminal libertad. 29
La forma típica de obligar a los indígenas a volver a su lugar de origen era la quema de sus viviendas. 30 No obstante, como se puede ver en el caso anterior, no todos los indígenas dispersos retornaban a sus antiguos pueblos. Así fueron conformándose centros especiales de poblamiento indígena similares, como veremos más adelante, a los fundados por la población mestiza, pero con la diferencia de que el indígena se veía obligado a ocupar las tierras menos fértiles. 31 Es obvio que para las autoridades dominantes no era conveniente que grandes sectores de la población explotada lograran evitar,
116
Julio César Pinto Soria
por medio de la "criminal libertad", el control colonial, 32 y en casos de extrema miseria se concedían esperas en el pago de los tributos para contrarrestar las fugas indígenas. 33 LA DISPERSION RURAL: POBLACION MESTIZA
El sector de la población donde se observaba el mayor grado de dispersión rural era la mestiza. 34 No se puede estudiar el agro colonial centroamericano eludiendo el análisis de esta forma de asentamiento. Como ya hemos establecido aquí, en esta situación se encontraba la tercera parte de la población mestiza, segmento que al final del período colonial desempeñaba una función económica importante, ya en calidad de pequeños productores proveedores del mercado local o como mano de obra para las grandes haciendas vecinas. 35 La dispersión rural de la población mestiza tiene su origen en varios factores de carácter socioeconómico. De éstos, 36 mencionaremos sólo los más importantes. No cabe duda, por ejemplo, que el simple crecimiento demográfico de la población mestiza y el estancamiento económico de la sociedad colonial vinieron a provocar migraciones importantes de mestizos hacia las áreas rurales, ya que probablemente constituía una forma de evitar parcialmente la miseria colonial. Además, como en el caso de la población indígena, era una manera de esquivar los servicios a los grupos dominantes, como veremos más adelante. Las raíces del fenómeno se deben buscar en el carácter mismo de la economía. La influencia decisiva que tuvo el factor externo en el origen y desarrollo de las economías coloniales le imprimió al funcionamiento de las mismas un carácter decisivamente cíclico. 37 Después de cada uno de estos ciclos, seguía una depresión extrema de la economía durante la cual llegaba a desaparecer, prácticamente, la poca circulación monetaria existente y se regresaba al sistema de trueque, como se observa en Centroamérica desde la segunda mitad del siglo XVII hasta las primeras décadas del XVIII. 38 Todos los sectores de la sociedad colonial eran afectados en mayor o menor grado por estas crisis, según fuera el grado y forma en que se encontraran vinculados al sistema doi:ninante. De los sectores dominantes, un.os permanecían en los centros urbanos, otros se retiraban a sus haciendas o ingresaban
La estructura agraria y asentamiento
117
en el rango eclesiástico. 39 Para la población indígena y mestiza, estas crisis significaban, fundamentalmente, un deterioro de su situación económica, ya que el sector dominante, lejos de dejar de exigir las prestaciones económicas vigentes, las intensificaba, tratando de compensar de esa manera la disminución de entradas que traía consigo la pérdida del contacto con el mercado exterior. 40 Los sectores explotados trataban de evadir los efectos de las crisis a través de la dispersión rural -es decir, por medio de la fuga- hacia aquellos territorios aún fuera de la órbita de la economía dominante. 41 Existe abundante información que describe esta clase de asentamientos. Un documento de principios del siglo XVIII (precisamente cuando la economía del istmo era golpeada por una de las crisis mencionadas) es especialmete importante porque permite comparar el fenómeno con épocas posteriores. Dicho documento describe los asentamientos mestizos de la siguiente manera: de esta libertad con que viven, vagamundos en montuosos y ocultos parajes, como bárbaros cuasi sin Diós, Rey, a el modo selvático de sus moradas, y porque éstos y otros muchos, de su especie, tienen diferentes tierras, y pueblecitos, en todo el Reyno, son sólo para el refugio de sus personas, cuando el celoso Juez quiere, aplicar el remedio, acorriéndose a los montes, o pasando a otra habitación queda libre del castigo, de sus culpas, y de este desmán y tolerancia (a más no poder) se alientan más al vicio, y a todo género de pecado, sin forma política entre ellos. 42
Lo que más irritaba al autor del anterior informe, era que dicha pobl~ción mestiza no pagaba ninguna clase de impuestos, lo que provenía, según él, de la forma dispersa ("sin forma política") en que vivía en estos parajes, ya que así se lograba evadir todo tipo de control administrativo-estatal y, por consiguiente, la prestación de cualquier clase de servicios a los sectores dominantes. Se trataba de centros rurales sin la menor organización administrativa formal, productos de la forma espontánea en que surgieron y de la calidad de prófugos en que los obligaba a vivir una minoría parasitaria que no perdía oportunidad para imponerles cargas económicas a
118
Julio César Pinto Soria
cualquier tipo de actividad económica regula.rizada, ya fuera a través de la autoridad eclesiástica del cura "mercenario" , 43 del recaudador de impuestos para un imperio extraño y lejano o, lo peor, para el trabajo semiesclavo en las grandes haciendas. Al final del período colonial estos asentamientos son denominados oficialmente "valles", es decir, poblaciones "que no tienen Iglesia ni otras formalidades de Pueblo" . 44 El arzobispo Cortés y Larraz brinda una definición similar cuando constata que "en dichos valles no hay templo ni capilla, ni ayuntamiento, ni alcalde, ni quien gobierne y cada cual vive a su arbitrio y dueño despótico de sus acciones" . 45 La dialéctica del crecimiento de los valles estuvo determinada, como señalamos anteriormente, por las formas que tomó el movimiento demográfico y por el funcionai:n.iento cíclico de la economía colonial; todo esto, dentro del contexto de una dispersión o atomización de la economía, ya que las principales actividades de esta naturaleza, tanto las vinculadas con el mercado exterior como las de carácter puratnente local, no llegaron a producir aquella concentración y vinculación territorial necesaria de economía y población que pueda servir de base para el surgimiento y desarrollo de centros poblados con una relativa densidad y extensión. Es decir, el tipo de asentamiento colonial estaba determinado, como en cualquier formación socioeconómica, por las leyes y forma económica de vivir de la población. Lo que después se vino a denominar "valles", eran originalmente, por lo regular, territorios compuestos por tierras incultas que la población mestiza había logrado hacer cultivables después de varias generaciones de arduo trabajo. Aunque en mucho menor grado, se presentaba el mismo caso entre los indígenas que, compelidos por la necesidad, hacían cultivables las tierras adyacentes a sus pueblos para incorporarlas a sus respectivas economías. En ambos casos se trataba, según la legislación colonial, de una ocupación "ilegal" de tierras realengas que podían llegarse a poseer legalmente a través del sistema de composición con el rey. 46 Sin embargo, componer una. determinada cantidad de tierras implicaba una serie de gastos administrativos que la mayoría de las veces no podían llevar a cabo los sectores pobres del ca.rnpo. 47 El caso es que,
La estructura agraria y asentamiento
119
por lo regular, los ca.Illpesinos pobres continuaron ocupando dichas tierras sin llegar a poseer ninguna clase de títulos de propiedad. La venta de tierras llegó a convertirse, con el correr del tiempo, en un negocio lucrativo para la Corona española, hecho que fue especialmente funesto para las tierras indígenas desde distintos puntos de vista. A la codicia del gran terrateniente sobre los bienes de los indígenas y la miseria económica que imposibilitaba a éstos de antemano la utilización del sistema de composición para la compra de tierras, vino a sumarse el crónico interés real por obtener fondos a través de la venta de las mismas. Así fue cómo la remedición periódica de todas las tierras de las comunidades indígenas llegó a convertirse en una política usual, precisamente con el fin de declarar por realengas aquéllas que· éstos hubieran hecho cultivables en los últimos tiempos. A mediados del siglo XVIII, por ejemplo, se llevó a cabo una de estas remediciones en las comunidades indígenas de San Pedro Sacatepéquez, San Raimundo de las Casillas y Santo Domingo Xenacoj, los tres dentro de los límites de la jurisdicción del antiguo valle de Guatemala. 48 Al incluir las diligencias, el funcionario comisionado para realizar las remediciones proclamó realengas, en los tres pueblos referidos, más de quinientas caballerías que los indígenas debían componer con el rey en el plazo perentorio de quince días. Se trataba de tierras que habían pertenecido a los indígenas desde hacía mucho tiempo y eran, por consiguiente, imprescindibles para la vida económica de la comunidad. A pesar de ello, un mes después de haber concluido el término en que fueron declaradas realengas, los indígenas aún no se habían presentado a la ciudad de Guatemala a realizar la composición de las tierras. En el mismo informe del funcionario comisionado para llevar a cabo las diligencias, se reconoce que era la r.niseria económica la que imposibilitaba a los indígenas a realizar la mencionada composición: Esta determinación de fecha de 11 de agosto [1749] se hizo saber en 21 de dicho mes a los naturales de San Raymundo ... y en 23 de el dicho a los de San Pedro, y a los de Sinacao, y por no haber comparecido a los 14 de septiembre proveí auto, para que los Justicias
120
Julio César Pinto Soria y Principales de dichos pueblos comparesiesen en esta ciudad a cumplir con lo que se les había mandado, pero hasta la fecha de ésta no lo han ejecutado; no habiendo procedido conforme a mí proveído, así por la epidemia de viruelas, que están padeciendo, como por las continuas lluvias, y rigurosa exacción de tributos, que creo no deben los que hoy viven.
Con todo y las razones mencionadas, el funcionario concluía en forma .terminante: "Dando cuenta por ésta de todo lo que he practicado, .. . quedando con el cuidado, de que los naturales ocurran a la composición, que les he señalado, y caso de no, vender las tierras realengas en mayor beneficio de su Majestad". 49 Así, siendo la tierra el medio de producción más importante, era lógico que los grupos dominantes trataran de acapararla en sus manos, ya que a través de su posesión o control se decidía también el dominio sobre el sistema económico de producción de la colonia. Teniendo por base esta dinámica, se entabló alrededor de la tierra -como principal medio de producción y como fuente de poder- a todo lo largo de la dominación española una lucha por su posesión entre las masas campesinas pobres y las minorías dominantes. Favorecidas por su posición privilegiada en la sociedad, que se reflejaba, entre otras cosas, en la complicidad de las autoridades locales a la hora de decidir sobre litigios de tierras, esta lucha tenía que decidirse finalmente a favor de las minorías parasitarias. 50 Como tratamos de destacar en este trabajo, las principales estructuras agrarias de la sociedad colonial centroamericana se conforman alrededor de esta lucha por la tierra. Por ejemplo, es evidente la estrecha correlación existente entre el latifundio en crecimiento y las formas que toma el asentamiento del campesinado pobre. La gran concentración colonial de la tierra tuvo fundamentalmente un origen parasitario, ya que este segmento poblacional por lo regular no crece a expensas de la incorporación de tierras vírgenes, como suele suceder en la colonización de tipo capitalista, 51 sino a costa de la ocupación y usurpamiento de las tierras del pequeño productor. En su proceso de monopolización de las mejores tierras, el latifundio colonial fue despojando a los campesinos pobres de
La estructura agraria y asentamiento
121
aquellas tierras que ellos habían hecho cultivables en el transcurso de largas décadas. La constante amenaza de expansión de la gran hacienda llegó a constituir, en esta forma, el principal factor de inestabilidad en la vida del campesino pobre, situación que se agravaba en la medida en que crecía lapoblación rural en su totalidad. Ante la presión del orden de cosas dominante, al campesino pobre le quedaban fundamentalmente tres alternativas: buscar nuevas tierras, lo que venía a aumentar la dispersión rural; transformarse en pequeños arrendatarios en las grandes haciendas~ o asentarse en las tierras de los pueblos indígenas. 52 Con el siguiente ejemplo concreto trataremos de mostrar la forma en que crecía el latifundio; es decir, trataremos de hacer resaltar los mecanismos que éste utilizaba para extenderse, pero ante todo la secuencia de efectos conformativos que vinieron a estructurar en forma definitiva el agro colonial centroamericano.
122
Julio César Pinto Soria
ESTUDIO DE CASO Un litigio surgido en Trucisco en el siglo XVIII A finales del siglo XVII en el sudeste de la región de Guatemala, varias familias mestizas lograron asentarse en las tierras ejidales de Tejutla, un pueblo indígena en vías de extinción. 53 Dichas tierras, adecuadas para sembrar cacao, eran también utilizadas por los indígenas de Truc:isco, un pueblo vecino. Se trataba, a la vez, de una zona apropiada para el cultivo del añil y en sus inmediaciones se fueron asentando también algunos españoles, entre ellos Nicolás de Cárcamo, propietario de una hacienda añilera en crecimiento y hermano del cura de Taxisco. Cárcamo se valió de la ascendencia y autoridad del cura sobre los indígenas y logró también radicarse en las tierras ejidales de Tejutla que compartían comúnmente los indígenas y mestizos de Trocisco. Como declararon éstos después: "En [dicho] sitio se nos introdujo el capitán don Nicolás de Cárcamo con la mano poderosa de ser su hermano cura de dicho nuestro pueblo y nos fue preciso tolerarlo". 54 Más o menos a principios del siglo XVIII muere el cura de Ta.xisco y Cárcamo dispone legalizar su posesión sobre las mencionadas tierras. Con este objeto, el terrateniente se dirige a las autoridades correspondientes y pide una r~medición de todas las propiedades, "cuyos mojones se habían confundido con el tiempo ... porque de lo contrario se ocasionarían reyertas con los dueños de las haciendas circunvecinas, y que por esta razón suplicaba se librase despacho para que se renovasen los mojones de dichas sus haciendas". 55 La remedición de tierras era, por lo general, un truco bastante utilizado por los grandes terratenientes para incorporar a sus propiedades aquellas tierras, realengas o no, que les interesaban. El único interés de Cárca.tno consistía en registrar como propias, a través de las nuevas mediciones, las tierras ejidales que ocupaban los mestizos de Taxis·co. Como se desprende claramente de la documentación, "por radicarse en la posesión el dicho don Nicolás procuró medir el dicho sitio y agregarlo a una hacienda que tenía nombrada la Isla, cuya di-
La estructura agraria y asentamiento
123
ligencia se cometió por el juzgado privativo [de tierras] a don Francisco Montúfar, su primo". 56 No obstante, según declararon los mestizos e indígenas de Taxisco, las diligencias llevadas a cabo por Montúfar, el primo de Cárcamo, fueron tan descaradamente ilegales que no le fue posible a éste incluir las mencionadas tierras en sus títulos: "Nunca pudo [Cárcamo] sacar título ni componerlas con S. M. y ... quedamos nosotros en uso y posesión de las referidas tierras sin perjuici~ más que tolerar al referido don Nicolás". 57 El caso que estamos tratando es bastante complicado. El conflicto se remontaba a finales del siglo XVII, pero la documentación que tenemos a mano sólo fue redactada aunque sobre la base de informes y demás material que provocó el conflicto en sus inicios- hasta la década de 1 730 a 1740. Las declaraciones de las distintas partes son a menudo contradictorias y poco claras, producto, como es lógico, de un caso en que participan tan diferentes como encontrados intereses; a la vez, como veremos luego, embrollar y alargar esta clase de conflictos era una táctica utilizada por los grandes terratenientes para imponer al final sus intereses. Para estos años, alrededor de 1710 a 1715, el conflicto que estamos tratando no encuentra una solución definitiva. Los indígenas y mestizos sí logran frustar los planes de Cárcamo en cuanto a titular como propias las tierras en litigio; pero, por otro lado, el caso no eran tan sencillo como lo exponían los indígenas de Trocisco, ya que ellos tampoco registraron ninguna clase de títulos sobre las tierras referidas pues "se omitió hacer más diligencias", como ellos mismos reconocieron. 58 Lo que sucedía era que el litigio había llegado a una etapa un poco peligrosa para los mestizos e indígenas, en que se llega a algo más que poner en duda su derecho sobre las mencionadas tierras. Esta es pues la impresión que deja una declaración hecha por el nuevo cura de Taxisco quien, en esta ocasión, abraza la causa de los indígenas y mestizos: don Manuel de Dávalos cura de Taxisco, respondió, que respecto, de que ningún pedimento justo de parte de las cofradías había tenido lugar ante dicho señor Juez Privativo, reconociendo ser superfluas todas las diligencias, que por parte de dichas cofradías se hiciesen, tenía por
124
Julio César Pinto Soria más conveniente, para su quietud diferirlas sin perjuicio de su derecho. 59
La inestabilidad, el creciente deterioro de los derechos del usuario, no digamos ya de la propiedad, es a todas luces evidente cuando los indígenas y mestizos declaran que continuaron en uso y posesión de las tierras en litigio, pero que tuvieron que seguir soportando la presencia de Cárcamo en las mismas. De la documentación se desprende, con toda claridad, que ellos se habían visto obligados a algo más que "tolerar" la presencia de Cárcamo. Es difícil la reconstrucción del caso en todos sus aspectos, no sólo porque no contarnos con toda la información necesaria para el mismo, sino porque, aún hoy, la historia del agro colonial centroamericano sigue siendo prácticamente desconocida, lo que viene a dificultar el estudio de casos como el que nos ocupa. No existen para el caso trabajos sobre los mecanismos y situaciones de que se vale el latifundio en crecimiento para imponer su dominio como unidad socioeconóm.ica fundamental de la sociedad colonial. No cabe duda de que existieron, previo a le generalización y consolidación de las principales formas de propiedad y explotación, distintas modalidades de carácter preliminar de transición en cuan.to al uso y tenencia de la tierra. Existió asimismo toda una gama de formas de presión por parte de los grupos dominantes hacia el pequeño campesino, que provocaron a su vez distintas formas de respuesta y resistencia de parte de las masas trabajadoras. 60 Es decir, la intensidad y violencia en que se gesta.ron los distintos procesos en el agro colonial continúan siendo hasta el momento completamente desconocidas. El "tolerar" a Cárcamo vino a significar en la práctica, como veremos luego, el reconocimiento por parte de los indígenas del "señorío" (probablemente una de las modalidades de carácter de transición a que nos referíamos antes) de Cárcamo sobre las tierras en litigio; es decir, un paso más en detrimento de los campesinos en cuanto al derecho de uso de las mismas. Cárca.tn.o era el gran terrateniente vinculado estrechamente a las autoridades coloniales, y no cabe la menor duda que utilizó
La estructura agra.ria y asentamiento
125
la ascendencia económica que tenía en la región para obligar a los indígenas a que reconocieran su "señorío" sobre las tierras en disputa. Es evidente que los indígenas actuaron así obligados por las circunstancias. Como mencionamos anteriormente, era cosa común y corriente que los grupos dominantes hicieran gestiones para prolongar los litigios por varias décadas, lo que acarreaba grandes gastos que los pequeños campesinos no podían sufragar y que venía a constituir, precisamente, el fin perseguido por los grandes terratenientes. El caso que nos ocupa, por ejemplo, se inicia a finales del siglo XVII y, según el material con que contrunos, no se resuelve sino hasta la década de 1740. Para entonces, los campesinos habían invertido ya hasta el último centavo en un proceso que al final perderían, como veremos más adelante. Todo esto por un lado. Por otro lado, y esto es lo más importante del caso, los campesinos pobres contaban con escasas posibilidades de ganar un juicio de éstos, dado el poco margen que dejaba la sociedad colonial a las masas explotadas para que pudieran defender sus derechos por medios legales. Es decir, los campesinos pobres se encontraban siempre en desventaja frente al gran terrateniente y se veían obligados a aceptar compromisos que no les favorecían. En estas circunstancias surgió indudablemente el señorío de Cárcamo sobre las tierras en disputa. Según las condiciones que estipulaba dicho señorío, los indígenas podían seguir utilizando las tierras, pero le entregarían anualmente a Cárca.Illo una determinada cantidad de cacao, en calidad de reconocimiento de su señorío sobre las mismas. Como se desprende de una declaración hecha por los indígenas, éstos renuncian prácticamente a sus derechos sobre tales tierras: Porque ellos no tienen que pedir, ni demandar cosa alguna contra dicho Cárcamo, ni sus tierras, ... y que en dichas medidas no se les ha hecho daño, que el Monte de la Giganta, que está junto al potrero del Coginicuil toca, y pertenece al obraje de San Jacinto, que es de dicho Cárcamo, y que en él tenían algunos cacaguatales dichos indios y le suplicaban en dicho escrito al referido Cárcamo, que por conocer suyo dicho Monte los dejase en posesión de dichos cacaguatales ... de cuyo escrito se dió
126
Julio César Pinto Soria traslado a dicho Cárcamo, y consentió él mantener dichos cacaguatales, con que en reconocimiento del señorío le diesen los indios unas masorcas de cacao cada año, los que allanaron a dicha paga. 61
El surgimiento y desarrollo de las relaciones socioeconómicas que tienen por base la concentración de la tierra en una minoría parasitaria, es un proceso que sólo surte efecto por etapas, en forma cíclica y que es a su vez determinado, tanto por el grado de intensidad con que se van consolidando las relaciones de clase fundamentales de la sociedad colonial, como por la mayor o menor incorporación de la tierra en la esfera económica propiamente dicha, hecho que se observa de manera acelerada especialmente en aquellos períodos históricos durante los cuales la economía colonial se vincula más frecuentemente hacia el mercado exterior. Es sólo en este contexto que podemos comprender a cabalidad si el terrateniente es conducido o no por un interés en la acaparación de nuevas tierras. Es decir, el hecho de que un terrateniente dado se decida a asegurar en forma directa y definitiva su dominio sobre determinadas tierras no estaba condicionado sólo por la coyuntura favorable que se presentaba con la existencia de una cadena de empleados más fácilmente sobornables que otros. El terrateniente contó siempre, en mayor o menor medida, con un aparato burocrático favorable a sus intereses. 62 El hecho que en última instancia venía a condicionar la acción directa de incorporación de determinadas tierras, era el grado de necesidad inmediata que tenía el terrateniente de ellas, ya fuera porque así lo dictaba el ritmo de desarrollo de la sociedad de clases o por la simple necesidad de incorporar nuevas tierras a la actividad económica, dos aspectos difícilmente separables en el desarrollo de una formación socioeconómica cuyas relaciones de clase funda.IDentales descansaban en la concentración de la tierra en manos de una minoría parasitaria. Lo anterior deternúna el grado de rigidez con que el terrateniente procura vincular nuevas tierras a su persona; es decir, si momentáneamente le es suficiente el simple "reconocimiento" de su dominio territorial a través del pago de un canón cualquiera por parte de los ca.nipesinos pobres, como el caso que venimos tratando, o si se ve obligado a utilizar formas
La estructura agraria y asentamiento
127
que le aseguren en un momento dado la ocupación directa de las tierras, hasta llegar así a la incuestionable posesión jurídica amparada por la tenencia de títulos de propiedad. La documentación del caso de Taxisco sólo se refiere al reconocimiento indígena del señorío de Cárcamo, y no menciona si los mestizos entraron en un compromiso similar. Parece que no fue ese el caso, ya que los mestizos no sólo se distancian después del paso dado por los indígenas, sino que llegan a asegurar que Cárcamo había obligado a los indígenas a ceder utilizando la violencia y el engaño, además de otras artimañas: "por este medio solicitó él que hiciesen el compromiso, . . . para lograr que el dicho común confesase contra la realidad ... que lo era el que dichas tierras se comprendiesen en las de sus haciendas". 63 El éxito logrado por Cárcamo no parece haber llegado a tener consecuencias inmediatas para los mestizos, ya que ellos continuaron también en posesión de las tierras, aunque sin haber sacado ta.IIlpoco ninguna clase de títulos sobre las mismas. No obstante, el señorío de Cárcamo sería desde entonces para ellos un factor constante de extrema inseguridad que luego traería consecuencias desastrosas, ya que los indígenas de Taxisco contaban todavía con sus ejidos, aunque éstos fueran escasos y "pedregosos", como declararon. 64 La situación de los mestizos, por el contrario, se había deteriorado visiblemente, ya que dichas tierras constituían su única y principal base económica. Sería Tomás Suncín, cónyuge de la heredera de Cárcamo, veinticinco años después, el que iniciara de nuevo el litigio sobre las tierras. Basándose en sus supuestos derechos, los herederos solicitaron la expulsión del lugar de los indígenas y mestizos, así como una nueva remedición de sus propiedades. 65 No cabe d~da de que, para entonces, tanto la población mestiza como la indígena había aumentado en número, y que esto había motivado la incorporación de nuevas tierras que les eran indispensables. Tampoco no cabe duda de que, para entonces, las tierras habían ganado nuevo valor económico, como sostenía el defensor de los indígenas y mestizos:
128
Julio César Pinto Soria a causa de que por entonces corría el río de Michatoya por él, con que se formaban lagunas, y se hacían innundables dichos parajes, hasta que, habrá tiempo de cuarenta años, que habiendo mudado su curso dicho río, se enjutó, y [sic] hizo tratable dicho paraje. Desde cuyo tiempo mis partes lo han poseído, como quienes se hallaban necesitados de tierras. 66
Para los indígenas y mestizos era importante destacar el origen reciente de dichas tierras, y demostrar así que éstas por consiguiente no podían estar nunca comprendidas en unos títulos de propiedad que se remontaban hasta las primeras décadas del siglo XVII, como pretendían los herederos de Cárcamo, "siendo así, que cuando libraron los títulos de las tierras, que posee, aún no existía el nombre de este parage". 67 En realidad, los Suncín no estaban haciendo otra cosa que repetir lo que ya Cárcamo había intentado hacer en los años de 1710 a 1 715. Según ellos, Antonio Gutiérrez de la Campa, juez comisionado para las remediciones, debía guiarse por las diligencias efectuadas por Montúfa.r en 1711. 68 A esto no accedió Gutiérrez de la Campa, alegando el carácter fraudulento de las mismas, "además de que, por el irregular modo, complicación de rumbos, con que están practicadas dichas diligencias, abrazando, y comprendiendo sitios, y parajes, que no se contienen en los títulos, de cuyas frívolas expresiones pretendía dicho Suncín valerse para que se le adjudicasen por propios dichos parajes" . 69 Gutiérrez de la Campa, un hombre honesto, ciñó sus diligencias a los títulos de Cárcamo y declaró las tierras en litigio por realengas, "por no ser de la posesión de dichos herederos de Cárcamo, sino de la del común del pueblo de Taxisco, en que está amparado, según consta de recaudos, que en su nombre presentó su defensa". 70 Como es natural, los herederos de Cárcamo se mostraron descontentos con el resultado de las mediciones hechas por Gutiérrez de la Campa y continuaron haciendo gestiones en pro de sus intereses. Ellos, como miembros de una clase dominante en proceso de consolidación y ya estrechamente vinculada al aparato burocrático estatal, contaban con el apoyo seguro de autoridades importantes como el alcalde mayor de la región
La estructura agra.ría y asentamiento
129
y el juez privativo de tierras, 71 e hicieron la petición de una nueva remedición de sus haciendas, la cual se llevó a cabo en 1737, esta vez en plena concordancia de sus deseos. Suncín, el heredero de Cárcamo, ganó finalmente el juicio contra los indígenas y mestizos, quienes, en último momento, se vieron abandonados hasta por sus propios defensores. 72 En esta forma, las tierras del hacendado aumentaron de 17 caballerías que abarcaban los antiguos títulos, a 267 que resultó poseyendo después de las últimas mediciones. 73 Los indígenas de Trocisco trataron todavía de aferrarse a los supuestos privilegios que les concedían las leyes coloniales a la hora de repartirse tierras realengas: Lo segundo, que por nuestro privilegio y real voluntad se nos permite usar de las tierras contiguas que necesitamos y aprovecharnos de ellas cuando están baldías y como tales nuestros antepasados tuvieron uso de éstas que se litigian y en ello no hacemos perjuicio a otro ni usurpamos cosa alguna a Su Magestad a quien pretendemos pagar lo que se regulare por de composición para cuyo efecto pedimos se nos midieran y amojonaren como lo hizo el sargento mayor Antonio [Gutiérrez] de la Campa ... en virtud de su comisión .... Lo cuarto, que conforme a la misma real voluntad es inconcluso que aún de las tierras legítimamente poseídas por vecinos particulares se nos hace aplicación los indios siempre que representemos necesidad. Pues, porque se nos ha de despojar de estas teniéndolas por nuestras propias ya cultivadas por nuestro trabajo personal y sin perjuicio de tercero poseídas de inmemorial tiempo y con la pretención de componerlas y pagarlas a Su Magestad. 74
La argumentación indígena no encontró el menor eco en las autoridades coloniales. Para este tiempo se había formado en torno a la compra y venta de tierras una verdadera camarilla que, encabezada por el propio oidor Tomás de Arana, como juez subdelegado de tierras, decidía a su antojo sobre todas las cuestiones de tierras. 75 El licenciado Arana dio por finalizado el caso con el trivial argumento de que los indígenas tenían suficientes tierras y que, por consiguiente, el litigio debía ser resuelto en favor de Suncín: y se halló tener dichos naturales más tierras, de las que
130
Julio César Pinto Soria conforme a Ordenanza corresponden a sus ejidos, y en los títulos de Suncín más de doscientas caballerías sujetas a moderada composición, conforme a la ley que hoy se trata en este Juzgado, en el que movió artículo la parte de dicho Común, pretendiendo nulidad de las diligencias, el que substanciado en debida forma, declaré no haber lugar dicha nulidad, y mandé librar despacho de amparo a Suncín, y a lanzar a los mulatos intrusos con pena de doscientos pesos, y por haber contravenido, los mandé prender, y embargar los bienes. 76
A esta resolución le siguió el orden usual que se daba en estos casos; es decir, la quema de los ranchos· de los indígenas y mestizos y su expulsión de las tierras.. 77 En esta forma se fue expandiendo la gran propiedad a costa de los sectores pobres del campo. Una de las principales consecuencias de este proceso, que hemos querido subrayar precisamente en este trabajo, era el asentamiento disperso de la población campesina, como lo destacó el cura de Taxisco cuando expuso el caso anterior al rey: por las experiencias que me asisten en más de treinta años de cura; y porque careciendo los indios de tierras para sus culturas y ganados se retiran a los montes y haciendas de particulares, siguiéndose de esto las malas consecuencias que se deben sentir con lágrimas de sangre: y los que se mantienen en sus pueblos con tan notable falta [de tierras] se ven obligados a cargarse de censos puestos sobre las tierras inmediatas, o a contribuir a los mulatos y españoles circunvecinos mucha parte de los frutos que adquieren a costa de sudores, y lágrimas, porque les permitan sembrar en las tierras que les pertenecen y sobran; cuando a los pobres indios no se les aplican, ni aún las limitadas. 78
El cura de Taxisco se dirigió en dos ocasiones al rey exponiendo el caso. Por el momento no contarnos con información sobre lo resuelto por la corte española. Lo que sí sabemos con exactitud, es que a finales del siglo XVIII los descendientes de Cárcanio constituían una más de las tantas familias de grandes terratenientes en la región. 79
La estructura agraria y asentamiento
131
NOTAS l. La crítica que concierne a este asunto fue motivada directamente por los grandes desequilibrios que introdujo el monocultivo intensivo del añil en la producción de medios de consumo. Veánse observaciones al respecto en la Gaceta de Guatemala {25 de septiembre de 1797 y 25 de julio de 1803). 2. Gaceta de Guatemala {11 de noviembre de 1799). 3. "Apuntamientos sobre la agricultura y comercio del Reyno de Guatemala", en Economía de Guatemala en los. siglos XVIII y XIX (Guatemala, 1974), pág. 34. 4. Sobre la población total a principios del siglo XIX hay distintas apreciaciones; sin embargo, todas giran alrededor del millón de habitantes para todo el Reino de Guatemala. Veáse por ejemplo, "Apuntamientos sobre la agricultura", pág. 24. Más difícil es la ubicación de la población según su composición étnica. El censo de 1778 no arroja datos fidedignos para el caso. La información que maneja García Peláez se basa en datos esporádicos con resultados obtenidos a partir de cálculos un poco arbitrarios; García Pelá.ez, Mernorias para la historia de Guaternala, 111: 181. Con el interés de llenar esta laguna, se ordenó en 1803 el levantamiento de un censo que abarcara exclusivamente a la población mestiza y española: "no por individuos, sino por familias, expresando cuántas hay en cada pueblo, villa, o ciudad, sus profesiones, y ejercicios, los que poseen tierras en propiedad, o en arriendo, tiempo de domicilio, y otras noticias análogas"; AGI, Guatemala 484, "Relación de las provincias económicas, y gubernativas dada por el actual presidente de Guatemala" {3 de enero de 1804). Según este censo (documento que citamos en la nota siguiente) y haciendo las aproximaciones consiguientes, en el Reino de Guatemala había por ese tiempo 375,000 mestizos y una población criolla-española de 45,000 individuos. El control constante que se debía mantener sobre la población indígena en su calidad de tributaria permitió que se conservaran datos más confiables sobre la misma. En 1803 se declara una cantidad. aproximada de 116,000 tributarios que hacen 580,000 indígenas, tomando por base cinco personas por cada familia tributaria; Gaceta de Guate-mala (1. 0 de junio de 1803).
5. AGI, Guatemala 486, "Resumen general de las familias de españoles y ladinos domiciliados en el Reyno de Guatemala" (7 de mayo de 1804). 6. Todas las fuentes concuerdan en que los "poquiteros" aportaban de la mitad a la tercera parte de la cosecha de añil que alcanzaba, por término medio, la cantidad de 900,000 libras anuales. Veáse, para el caso, una observación al respecto en AGI, Guatemala 669, "Testimonio del expediente sobre señalamiento de precios de añiles cosechados en ... 1791" (1792). Así como en el añil, existían también pequeños campesinos
132
Julio César Pinto Soria
dedicados a la ganad.ería y que las fuentes registran con el nombre de "pegujaleros". Sobre este particular, véase el informe presentado por la villa de Riva.s, Nicaragua en AGI, Guatemala 669. 7. En realidad, el "poquitero" productor de añil es el mismo campesino ocupado tradicionalmente en el cultivo de productos para el consumo propio y local. Al iniciarse el ciclo expansivo del añil, que abarca de mediados del siglo XVIII a principios del XIX, el pequeño productor es también absorbido por el mismo y abandona, mientras dura el auge del colorante, el cultivo de los productos tradicionales. Este era uno de los factores contribuyentes a la extrema escasez de alimentos a finales de la época colonial. 8. Veáse nuestra explicación sobre el "jornalero-a.salariado", nota 35.
9. Véase su descripción de las pequeñ~ explotaciones a lo largo del camino para Cojutepeque; Descripción geográfico-moral, I: 195. 10. Según Martínez Peláez, la pequeña economía campesina sólo llega a adquirir importancia después de la reforma liberal de 1871. Se trata, en realidad, de simples afirmaciones, ya que el mencionado autor no aporta material suficiente que fundamente tal tesis en ninguna forma; Severo Martínez Peláez, La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca {Guatemala, 1970), pp. 168-169. 11. Sobre la historia de las comunidades campesinas en la Europa central, veáse S. D. Skazkin, Der Baeur in Westeuropa wiihrend der Epoche des Feudalisrnus {Berlín, 1976), pág. 59 y ss. 12. La disminución de la población indígena fue radical y general para toda la época colonial, principalmente en el siglo XVI y continuó, con cierta moderación, durante el siglo siguiente. Alrededor de 1700 empieza a tomar lugar una recuperación de la misma para algunas regiones del Reino de Guatemala. Por el momento contamos únicamente con datos aislados, pero todos concuerdan en este aumento. En la provincia de Quezaltenango, por ejemplo, se registró el siguiente incremento de la población en la segunda mitad del siglo XVIII: 4,222 tributarios en 1779; 4,642 en 1790 y 5,522 en 1795. Veá.se J. D. Hidalgo, "Descripción corográfica de la provincia de Quezaltenango", Gaceta de Guatem.ala (julio-diciembre de 1797). MacLeod se refiere también a este aumento de la población indígena a partir de los últimos años del siglo XVII; Historia socio-económica, pp. 288-291.
13. Trataremos este aspecto de la historia agraria colonial más adelante. Veáse también Julio César Pinto Soria, Raíces históricas del Estado en Centro ATnérica (Guatemala, 1980). 14. "Apuntamientos sobre la agricultura", pág. 36. 15. Veánse, por ejemplo, observaciones al respecto en AGI, Guate-. mala 289, "Informe del señor obispo ... don fray .Juan Bautista Alvarez de Toledo" (8 de noviembre de 1714) y AGI, Guatemala 331, "Testimonio de los autos sobre ... que ... fue concedida a varios pueblos de ... Chiquimula
La estructura agraria y asentainiento
133
de la Sierra facultad para poder pagar en dinero sus tributos por esterilidad de la cosecha de cacao" {1732). Afirmaba Cortés y Larraz que los indígenas huían "para vivir con libertad y eximirse de los reales tributos, escogiendo para vivir parajes, en donde no los encuentren"; Descripción geográfico-?noral, I: 177. 16. El indígena abandona el pueblo huyendo no solamente de la presión parasitaria de los miembros de la clase dominante sino, ante todo, del sistema de terror que imperaba en las comunidades. Cortés y Larraz describe con detenimiento los crueles castigos padecidos por los indígenas a manos de las autoridades, y concluye: "no sería exageración decir, que todos pueden castigarlos"; Descripción geográfico-?noral, 1: .134.
17. En 1555, los dominicos de Ciudad Real de Chiapas se dirigieron al cabildo de la misma pidiendo se aumentaran las tierras de las recién fundadas reducciones indígenas, declarando al respecto que los indígenas no habían recibido a cabalidad las tierras mandadas por la Corona. El cabildo negó la pretención, dando por respuesta que el problema era muy común y el corregirlo significaría una disminución de los ejidos de la propia ciudad; Remesal, Historia general, 11: 264. 18. García Peláez, Me?norias para la historia de Guate'fflala, I: 181182. 19. Desde los inicios de la dominación española, la región salvadoreña se caracterizó por el monocultivo intensivo. El negocio del cacao primero y luego el del añil, provocaron grandes movimientos de población española y mestiza hacia las zonas indígenas. Los efectos socioeconómicos tuvieron un carácter definitivo y al final diferenciarían a la región, en forma radical, de las otras provincias del Reino de Guatemala. Cortés y Larraz fue testigo del fenómeno: "en las tierras buenas y pueblos fértiles, que entran los ladinos, se acaban los indios, de que es testimonio toda la provincia de San Salvador, en que como llevo dicho puede ser que no haya indios por la décima parte"; Descripción geográfico-m.oral, I: 150. Veáse también la queja del intendente José Ortiz de la Peña en AGI, Guatemala 576 (San Salvador, 18 de diciembre de 1787). Sobre la evolución del sector agrario en El Salvador, veáse David Browing~ El Salvador: Landscape and Society (Oxford, .1971). 20. Cortés y Larraz, Descripción geográfico-'ffloral, 1: 139 y ss. 21. Hidalgo, "Descripción corográfica"; y MacLeod, Historia socioeconó?nica, pp. 288-291. Véase además Francisco de Solano, "Areas lingüísticas y población de habla indígena de Guatemala en 1 772" , Revista Española de Antropología Aniericana 4 (1969): 149 y ss. 22. La relación que se dio entre poder colonial, clases sociales y el proceso de concentración de la tierra se ha tratado ya en Pinto Soria, Raíces históricas del Estado, pp. 30 y ss. 23. En la conquista y colonización española, el capital comercial portaba una importancia decisiva que se reflejó, entre otras cosas, en ia formación de una mentalidad de pillaje y enriquecimiento rápido y fácil en los grupos dominantes. En la misma medida en que el desarrollo
134
Julio César Pinto Soria
económico sólo llega a alcanzar escasas proporciones, el dominio del capital comercial tiende a mantenerse y a mantener el estatus de la producción en su situación de subdesarrollo, con el objeto de asegurar su predominio sobre la misma. En Centroamérica, el dominio parasitario del capital comercial es evidente hasta fines del período colonial y llegó a alcanzar desde el simple pequeño productor hasta los grandes hacendados dedicados exclusivamente a la actividad agrícola. Veáse .Julio César Pinto Soria, Economía y comercio en el Reyno de Guatemala: consideraciones para una historia económica, l.ª parte (Guatemala, 1982). MacLeod concede amplio detalle a la forma como se realizaba el pillaje en las comunidades indígenas; Historia socio-económ.ica, pp. 189-190 y 264265. Sobre los miembros de la Iglesia y el pillaje colonial, veáse la nota 43, más adelante. 24. Todos estos aspectos de la historia colonial centroamericana están aún por investigarse. MacLeod proporciona un poco de información que apunta en el sentido señalado; Historia socio-económ.ica, pág. 74 y SS.
25. Witold Kula, Teoría económica del sistema feudal {México, 1974), pág. 70 y SS. 26. Las grandes mortandades indígenas sólo se pueden explicar teniendo presente el contexto colonial en que se producen. Estas se dan, fundamentalmente, sobre la base de tres elementos: escasez de tierras, extrema explotación y desnutrición aguda. Veáse al respecto la relación de los dominicos de la Verapaz, redactada en 1574, en que se hace especialmente evidente la forma en que actuaban y los resultados que producía la acción conjunta de los tres factores mencionados: "Relación de la Verapaz hecha por los religiosos de Santo Domingo de Cobán, 7 de diciembre de 1574", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia 28 ( 1955): 18-31 (versión paleografiada). 27. AGI, Guatemala 588, "Relación de los méritos y serv1c1os de don Francisco Xavier de Aguirre, coronel de milicias regladas del partido de San Miguel, y Alcalde Mayor de la provincia de Verapaz en el Reyno de Guatemala" (Madrid, 2 de enero de 1795). 28. AGI, Guatemala 588, "Relación de los méritos y serv1c1os de don Francisco ... ". 29. AGI, Guatemala 588, "Relación de los méritos y servicios de don Francisco ... ". 30. Esta era la forma tradicional, y el propio Cortés y Larraz la recomienda varias veces. En su obra aparece: "El remedio sería quemar los pajuides y que se redujeran a pueblos". Con el nombre de "pajuid'' recogería la historia esta forma de asentamiento indígena. Cortés y Larraz los menciona constantemente; Descripción geográfico-moral, 1: 166. 31. Como informaba Cortés y Larraz, "bien que .estos infelices no reparan en establecerse en cualquier territorio bueno, o malo, sea valle, sea monte, sea quebradura, sea como fuere"; Descripción geográficomoral, 1: 215.
La estructura agraria y asentamiento
135
32. El asentamiento indígena y mestizo que surge al margen del control colonial es calificado por Cortés y Larraz como "un mero pretexto, para sacudir todo género de sujeción en lo espiritual y temporal"; Descripción geográfico-moral, 1: 203.
33. AGI, Guatemala 335, "Don José Alonso Cortés contador de las Cajas de Guathemala da cuenta a su Magestad" (23 de febrero de 1734). 34. Veánse al respecto las observaciones de Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 205. 35. La importancia del mestizo en los dos sentidos señalados se daba territorialmente en forma diferenciada. Como fuerza de trabajo, tenía que ser más importante en aquellas regiones económicamente desarrolladas, por ejemplo el territorio salvadoreño, en donde la relación jornalero-asalariado se encontraba ya bastante extendida a fines del período colonial, absorbiendo la temporada anual de añil cerca de 20,000 jornaleros; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, I: 157-158. En el contexto de una sociedad colonial como la centroamericana, se dificulta sobremanera la definición del término jornalero-asalariado. En un documento de principios del siglo XIX se dice al respecto: "En varios territorios, según informe de los jueces, no hay distinción de profesiones. Un día trabaja en su oficio el que lo tiene, y otro día va al campo a ocuparse en siembras propias o ajenas. Tanto hacen los ladinos a vaqueros como a pescadores, y tanto a peones de albañil como a sastres"; AGI, Guatemala 486, "Resumen general de las familias de españoles y ladinos domiciliados en el Reyno de Guatemala" (7 de ~ayo de 1804). Se trata, en realidad, de situaciones típicas que se presentan en las sociedades precapitalistas, donde aún no existe una clara división entre las distintas clases y grupos sociales y donde los productores directos aún disponen, en una u otra forma, de medios de producción. En estas circustancias, un jornalero-asalariad.o puede ser un pequeño productor, un arrendatario o. bien un artesano. Sin embargo, en una etapa de transición tal, todos tienen una cosa en común: los medios de producción de que aún disponen ya no son garantía suficiente para asegurar la existencia diaria y, por ello, se ven obligados a trabajar como jornaleros una parte de su tiempo. 36. Es necesario que nos refiramos, a la altura de este trabajo, a la tesis que mantiene Martínez Peláez sobre el origen y desarrollo de las relaciones coloniales de producción, principalmente a las que se relacionan con la cuestión de la disposición rural mestiza, es decir; lo que dicho autor denomina el "bloqueo agrario a los mestizos"; La patria del criollo, pp. 366-417. Según él, y a nuestro entender ésta es su falla interpretativa más grave, los principales procesos que toman lugar en el agro colonial centroamericano fueron provocados de manera consciente por los grupos dominantes. Así, el surgimiento de relaciones de dependencia entre el campesinado mestizo pobre y la minoría dominante es expuesto, no como el resultado de la propia dialéctica interna del sistema socioeconómico colonial local, sino como el producto de una especie de confabulación entre la Corona española y los grupos dominantes locales, que al no permitirle al mestizo el acceso a la tierra con la fundación de villas, logran
136
Julio César Pinto Soria
determinar a priori y conscientemente, la forma y dirección en que se deben desarrollar las relaciones coloniales de producción. Con esto no podemos estar de acuerdo. Parece que el asunto de las villas fue un hecho circunscrito solamente a la jurisdicción del valle de Guatemala y no a la totalidad del territorio centroamericano, pero independientemente de esto, es indudable que el factor consciente no desempeñó el papel determinante que le asigna Martínez Peláez en la estructuración de una sociedad clasista como la guatemalteca del período colonial. La dinámica de los procesos históricos coloniales, entre otras cosas, precisamente por llevarse a cabo en forma espontánea, sólo puede ser el resultado final de la interrelación dialéctica existente entre los distintos sectores sociales que integraban la totalidad socioeconómica de la colonia y, por consiguiente, no es susceptible de ser dirigida a voluntad en pro de los intereses de tal o cual grupo social. Con el objeto de fundamentar su tesis, Martínez Peláez maneja las cifras sobre el asentamiento mestizo en forma un poco arbitraria, sin hacer mayores diferenciaciones de un territorio a otro, como por ejemplo entre la región guatemalteca y la salvadoreña que, en este sentido, se pueden considerar polos opuestos. Su mencionada concepción lo lleva principalmente a asegurar que la mayor parte de la población mestiza se encontraba asentada en las grandes haciendas en calidad de colonos. Mientras no se realicen estudios históricos concretos sobre las haciendas coloniales centroamericanas, es aventurado hacer tales afirmaciones. Martínez Peláez se basa ante todo en la información que proporciona Cortés y Larraz que, sin quitarle su carácter valioso, es bastante general y precisa ser manejada con cuidado, ya que probablemente lo que Cortés y Larraz denomina como haciendas, no eran en su mayoría necesariamente lo que hoy entendemos por tales; es decir, empresas de algunas dimensiones y con cierto tipo y grado de organización económica, sino pequeñas o medianas explotaciones campesinas, o simples asentamientos rurales dispersos. Cortés y Larraz reporta sobre una infinidad de haciendas. De interpretarlas como lo hace Martínez Peláez, tenemos que llegar a la conclusión de que la economía de la región se encontraba fuertemente desarrollada a fines de la colonia, lo que a todas luces no era así, como lo testifica la documentación de la época al referirse constantemente a una economía dispersa y apenas desarrollada. Tratamos la situación de la economía colonial centroamericana a fines de la colonia en Pinto Soria, Economía y comercio. 37. Pinto Soria, Economía y comercio. 38. Cuando a principios del siglo XVIII se ordenó desde España el levantamiento de un donativo real para todo el Reino de Guatemala, los hacendados de Chiquimula solicitaron una rebaja del mismo, así como la posibilidad de poder pagarlo con productos por no poder hacerlo con dinero en efectivo: "por la miseria con que viven y los pobres retirados en sus estanzuelas por no poder vivir en un poblado por su suma miseria"; AGCA, Al.5963.52314. Dos décadas después, en 1732, todavía se aseguraba que todo el comercio de la región se hacía "a cambalache" , es decir, a trueque; AGI, Guatemala 331, "Testimonio de los autos ... " (1732).
La estructura agraria y asentarriiento
137
39. Veáse al respecto el informe del cabildo eclesiástico de Guatemala en AGI, Guatemala 289 (16 de marzo de 1730). 40. AGI, Guatemala 259, "Don Joseph Ruiz de la Garza hace una dilatada exposición de el estado en que se hallan aquellas provincias" (17 de junio de 1720); se refiere largamente a las consecuencias de la falta de comercio externo. Veáse también MacLeod, Historia socio-económica, pág. 183 y SS. 41. El sistema económico de la colonia sólo se fue imponiendo por etapas, en forma extremadamente irregular; hecho que estuvo determinado, en última instancia, por el poco dinamismo de la economía de la región. Las fronteras administrativas del antiguo Reino de Guatemala abarcaban un extenso territorio, pero en su interior, principalmente en la región del Atlántico, existieron extensas zonas fuera del dominio español que se convertirían en refugio de las masas explotadas. Esta situación se mantuvo así aún largos años después.de proclamada la Independencia de España en 1821. García Peláez, Memorias para la histori.a de Guatemala, 111: 26. Veáse también Pinto Soria, Raíces históricas del Estado, pág. 19 y SS. 42. AGI, Guatemala 259, "Don Joseph Ruiz de la Garza ... ". 43. Cortés y Larraz llama constantemente la atención sobre el espíritu parasitario y merodeador que predominaba en la mayoría de los curas del Reino de Guatemala. Llega al punto de denominarlos abiertamente "puros mercenarios"; Descripción geográfico-?noral, 1: 245. 44. J. de Méndez, ''Estado eclesiástico de la Capitanía General de Guatemala", en Textos fundaTnentales de la Independencia centroamericana (San José, 1971), pág. 41. 45. Unas líneas más adelante, Cortés y Larraz precisa así su definición sobre los valles: "pueblos derramados, sin la menor sujeción a Dios, a la Iglesia, ni al Rey, sin otra ley que gobierne que el gusto, capricho y antojo de cada uno"; Descri.pción geográfico Tnoral, 1: 216. 46. En 1591 se emitió la real cédula que puso en vigor el sistema de composición. Desde entonces, las minorías parasitarias contaron con un instrumento que vendría a regularizar y a darle base legal a la usurpación de tierras a gran escala. Veáse Julio César Pinto Soria, "Acerca del surgimiento del Estado en Centro América", MesoaTnérica 1 (1980): 78103. 4 7. Según el arancel vigente en el Reino de Guatemala desde principios del siglo XVIII, la compra de tierras conllevaba, entre otros, los siguientes gastos: "Al medidor que ha de ser perito en la Agrimensura, Y calidad de la tierra, porque ha de jurar sobre uno y otro, en la información que se haga de su verdadero valor, a dos pesos por cad.a día . . . [,] a los dos tiradores de la cuerda un peso. Al defensor que se ha de nombrar a los indios siendo interesados, dos pesos por cada día de ocupación. Al intérprete español un peso y si es mestizo o mulato cuatro reales .... Por cada título de tierras que compre un español, o ladino, incluyendo las medidas, posturas, pujas y los demás recaudos esenciales llevará lo mismo
138
Julio César Pinto Soria
el escribano, y Oficial Mayor sin que haya distinción de las caballerías y si el comprador es indio, la mitad; si fuese comunidad de indios, o muchas comunidades, las dos terceras partes en conformidad a lo que está señalado". Veáse el informe de los oficiales reales de la Caja de Guatemala en AGI, Guatemala 264 (7 de octubre de 1744). Además, se debe tener presente que los litigios sobre tierras se prolongaban por generaciones, como veremos adelante al tratar un caso concreto de litigio de tierras. 48. En este trabajo nos limitaremos a destacar todo aquello directamente vinculado con la problemática de la compra y venta de tierras, ya que la documentación recopilada en relación con el caso ofrece información valiosa sobre otros aspectos de la historia del agro colonial. Sobre la jurisdicción del antiguo valle de la ciudad de Guatemala, veáse Ernesto Chinchilla Aguilar, El ayuntamiento colonial de la ciudad de Guatemala (Guatemala, 1961), pág. 159 y ss.; y Pinto Soria, "Acerca del surgimiento del Estado", pp. 91-92. 49. AGI, Guatemala 264, "Don Jacobo de Huerta da cuenta de haber partido a los pueblos de San Raymundo de las Casillas, Santo Domingo Sinacao, y San Pedro Sacatepéquez, al deslinde de las tierras respectivas ... y averiguar las realengas" (28 de septiembre de 1749). 50. La documentación consultada no deja la menor duda sobre esto, corno lo demostraremos más adelante, en el estudio de caso ya mencionado. 51. Walter Markow, "Bemerkungen zur geschichtlichen Stellung der Siedlungskolonie", en Vorn Mittelalter zur Neuzeit (Berlín, 1956), pág. 312 y SS. 52. A principios del siglo XIX, como constata un documento, "casi todos los ladinos domiciliados en pueblos de indios lo son de antiguo, ya de cincuenta, ya de más, y muy pocos de menos de diez años a esta parte"; AGI, Guatemala 486, "Resumen general de las familias de españoles y ladinos domiciliados en el Reyno de Guatemala" (7 de mayo de 1804). 53. AGI, Guatemala 264, "Segundo escrito de los comunes indios y ladinos de Taxisco" (sin fecha [entre 1730 y 1738)). 54. AGI, Guatemala 264, "Escrito de los indios de Taxisco del ocurso a la Real Audiencia" (sin fecha [entre 1730 y 1738)). 55. AGI, Guatemala 264, "Tachas puestas a la relación antecedente por dicho señor fiscal" (2 de junio de 1738). 56. AG 1, Guatemala 264, "Escrito de los indios de Taxisco ... ". 57. AGI, Guatemala 264, "Segundo escrito de los comunes indios y ladinos ... ". 58. AGI, Guatemala 264, "Tachas puestas a la relación ... ". 59. AGI, Guatemala 264, "Tachas puestas a la relación ... ". 60. La poca documentación al respecto con la cual hemos trabajado muestra que la quema de haciendas y la matanza de ganado fueron medios utilizados a menudo por las masas campesinas para hacerle frente
La estructura agraria y asentamiento
139
al expansionamiento de las grandes haciendas. Así, en 1644 acusó un terrateniente salvadoreño a los indígenas de un pueblo vecino de haberle quemado la hacienda. De la documentación se desprende que los indígenas actuaron así para evitar que dicho terrateniente sembrara jiquilite en unas tierras que les pertenecían. El terrateniente presentó la queja frente a las autoridades locales y los indígenas fueron, desde luego, severamente castigados. Según él, lo que más temía el hacendado era que tal acción se convirtiera en un ejemplo y moviera a los demás indígenas a actuar en igual forma; AGCA, Al.607.5487. 61. AGI, Guatemala 264, "Relación de los Autos, su puesta y diminuta" (27 de marzo de 1738). 62. Tratamos sobre este tema más detenidamente en Pinto Soria, Ra(ces históricas del Estado. 63. A pesar de estarles prohibido a españoles, criollos y mestizos asentarse en pueblos indígenas, parece que Cárcamo inició su carrera como latifundista radicándose en el pueblo de Taxisco; AGI, Guatemala 264, "Relación de los Autos, su puesta y diminuta". Los mestizos declararon también que Cárcamo había logrado el reconocimiento del señorío gracias a la estrecha vinculación que tenía con uno de los aborígenes de Taxisco. Probablemente se trataba de alguna autoridad indígena. AGI, Guatemala 264, "Segundo escrito de los comunes indios y ladinos ...". 64. AGI, Guatemala 264, "Escrito de los indios de Taxisco ... ". 65. AG 1, Guatemala 264, "Tachas puestas a la relación ... ". 66. AGI, Guatemala 264, "Segundo escrito de los comunes indios y ladinos ... ". 67. AGI, Guatemala 264, "Segundo escrito de los comunes indios y ladinos ...". 68. AGI, Guatemala 264, "Informe del juez comisario don Antonio Gutiérrez de la Campa sobre las medidas del sitio que poseen los indios de Taxisco" (3 de marzo de 1736). 69. AGI, Guatemala 264, "Informe del juez comisario ...". 70. AGI, Guatemala 264, "Informe del juez comisario ... ". 71. La documentación consultada no deja la menor duda sobre la parcialidad del alcalde mayor a favor de Suncín. Veáse, al respecto, AGI, Guatemala 264, "Relación de los Autos". En su exposición del caso al rey de España, el cura de Taxisco denunció abiertamente el compadrazgo existente entre el oidor Tomás de Arana y los Suncín; AGI, Guatemala 264, "Exposición al rey del br. Francisco Brito de Córdova, capellán de Taxisco" (28 de agosto de 1738). Veáse también la nota 75. 72. AGI, Guatemala 264, "Escrito de los indios de Taxisco ...". 73. AGI, Guatemala 264, "Tach~ puestas a la relación ... ". Otro documento habla de 61 y 268 caballerías respectivamente, pero estas cifras no difieren sustancialmente de lo afirmado en el documento anterioremente citado. Veáse AGI, Guatemala 264, "Escrito del común de indios de Taxisco contra don Tomás Suncín" (1738).-
140
Julio César Pinto Soria
7 4. AG 1, Guatemala 264, "Escrito de los indios de Taxisco ... ". El cura de Taxisco se dirigió también a las altas autoridades de la Audiencia invocando los supuestos privilegios que concedían las leyes coloniales a los indígenas en relación con la compra y venta de tierras realengas. Veáse AGI, Guatemala 264, "Consulta del bachiller don Francisco Brito, cura de Taxisco hecha a la Real Audiencia" (7 de diciembre de 1737). 75. Según un informe de 1738, redactado por el propio fiscal de la Audiencia, Tomás de Arana llevaba ya más de veintidós años manejando el negocio de la compra y venta de tierras realengas, destacándose que a su alrededor se había formado una "colusión" compuesta de las más altas autoridades de la colonia que decidía a su antojo y conveniencia la venta de tierras. El fiscal enumera algunas de las arbitrariedades que se cometían a la hora de adjudicar tierras, poniéndose como ejemplo un caso reciente: "con el motivo de haber comprado su yerno unas tierras, [Arana] les ha quitado a todos los asentados circunvecinos parte de sus tierras; y aunque se quejan lo hacen extrajudicialmente por no tener a donde acudir a sus desagravios"; AGI, Guatemala 264, "Informe del licenciado don Isidro López de Ezeiza" {4 de junio de 1738). 76. AGI, Guatemala 264, "Informe del señor licenciado don Tomás de Arana, juez privativo de tierras, hecho de mandato de la Real Audiencia" (Escuintla, 26 de enero de 1738). 77. AGI, Guatemala 264, "Escrito de los indios de Taxisco ... ". 78. AGI, Guatemala 264, "Exposición al rey del br. Francisco Brito de Córdova" . 79. AGI, Guatemala 588, "Lista de los hacendados, y dueños de estancias vecinos de esta capital, y sus inmediaciones" {15 de marzo de 1796).
5. La tierra y los hombres:
la sociedad rural en Baja Verapaz durante los siglos XVI al XIX - Michel Bertrand Centre National de la Recherche Scientifique (Francia)
El estudio de la sociedad colonial americana ha merecido la atención de numerosos investigadores, lo que nos permite tener un conocimiento bastante preciso de ella. Sin embargo, estos diversos estudios se basan principalmente sobre ejemplos mexicanos o peruanos, por lo que algunas zonas del antiguo Imperio español permanecen en la sombra: tal es el caso de Guatemala. Si bien en los últimos años se publicó una obra fundamental sobre el tema, ésta, lejos de agotarlo, incita a emprender nuevas investigaciones sobre la sociedad guatemalteca. En ella, el autor, Severo Martínez Peláez, se dispone a ofrecer una interpretación global de la sociedad colonial. 1 Para intentar profundizar nuestros conocimientos, nos parece útil ahora concentrarnos en áreas más reducidas a fin de rectificar el modelo general, ajustándolo a la realidad de uno o varios pueblos. La Verapaz era, en relación al resto de Guatemala, una zona marginal (Mapa 1). La prohibición impuesta a los españoles 4asta el siglo XVII de penetrar en ella, ha dado lugar a una región muy peculiar. La sociedad de la Verapaz era una sociedad replegada en sí misma. Sus contactos con el exterior, extremadamente limitados, pasaban con frecuencia a través del clero dominico. Los indígenas se encontraban así protegidos por su aislamiento y de esta manera, bajo la tutela de sus responsables religiosos, pudieron vivir una situación que no coincide necesariamente con la del resto de Guatemala. Dentro de este conjunto de la Verapaz, el pueblo de
142
lv.fichel Bertrand
Rabinal se encontraba también en una situación particular. Era el primer pueblo de la Alcaldía Mayor de Verapaz sobre el camino real que unía la capital, Guatemala, con Cobán, el asiento de la autoridad local. Por esta razón, Rabinal, como cualquier pueblo situado sobre una frontera, era una arteria importante. Nuestro estudio de la sociedad de la Baja Verapaz se basa esencialmente sobre la documentación de tierras. Sin grandes minas ni puertos de importancia para promover la vida económica, la tierra constituía el punto central de la vida colonial guatemalteca y era, a su vez, la única verdadera riqueza del país. Sólo la agricultura proveía al país de ciertos productos en cantidades importantes para un comercio fructífero. Por ello, la lucha por el control de la tierra fue crucial a lo largo del período colonial. A esto se debe que los documentos relativos a problemas de tierras sean tan ricos en información sobre la sociedad colonial. Empero, la limitación a este solo tipo de documentación no nos permite obtener una visión global, cosa que, por otra parte, no pretendemos. Se trata aquí esencialmente de mostrar cómo la tenencia de la tierra es reveladora de la estructura y organización social que imperaba en la época colonial. Comenzaremos nuestro estudio examinando los componentes de la sociedad colonial. A continuación describiremos el funcionamiento del sistema colonial y, finalmente, intentaremos comprender la forma en que ocurrió la desintegración de este sistema social, cuyas primeras manifestaciones aparecieron, como veremos, ya en el siglo XVIII. La sociedad colonial de la región de Rabinal, en sus elementos constitutivos, compartía los principios generales que caracterizaron a la sociedad hispanoamericana. Muchos historiadores han estudiado estas características y no es necesario aquí pretender completar este aspecto tan bien conocido hoy. Consideraremos simplemente aquellas características que contribuyen directamente a comprender la situación de Rabinal en el período colonial. El primer elemento del sistema colonial hispanoamericano a considerar es el principio de la dualidad americana, tema que ha sido magistralmente estudiado por Magnus Morner. Nos limitaremos aquí a reconsiderar los elementos de su análisis. 2 La
SAN PEDRO tcARCHA'
SAN JUAN tcHAMELCO
1
SANTA CRUZ VE RAPAZ TACTIC
1
EL CHOL f
I
VALLE DE URRAN
o
10
20
30
t
1 VALLE DE
CHIV~
Escala De Kilo'metros
Mapa 1. La Verapaz y el valle del Chixoy.
N
1
144
}./[ichel Bertrand
originalidad de la sociedad americana reside en poner en contacto dos elementos raciales: el europeo y el indígena. En un primer momento, los colonizadores españoles pensaron poder llevar a los indígenas a una vida social civilizada poniéndolos en contacto directo con el español. Esta teoría del "buen ejemplo" caracterizó la primera fase de la colonización, hasta alrededor de 1530, y coincidió con el período durante el cual los colonos españoles, encomenderos en general, se instalaron entre los indígenas y los explotaron abiertamente. Las consecuencias de esta política no se hicieron esperar: fugas de los nativos, resistencias y aun rebeliones, disminución de la población indígena, etcétera. Después de 1530 y bajo la influencia de religiosos y juristas, se establece una segunda teoría, la del "mal ejemplo". Los españoles, pero también y sobre todo los mestizos, fueron acusados de pervertir a los indígenas, de obligarlos a "civilizarse" y a "cristianizarse", provocando su huida. La solución concebida por los adeptos del "mal ejemplo" fue permitir un desarrollo separado de cada uno de los elementos de la sociedad americana: los indígenas por una parte, los españoles por la otra. La tentativa de fray Bartolomé de Las Casas en la Verapaz estaba estreéhamente relacionada con esta nueva actitud. El mismo Las Casas había defendido en un principio la teoría del "buen ejemplo" y, en lo que es hoy día Nicaragua, había preconizado la colonización de una región donde estarían asociados en la vida cotidiana españoles e indígenas. Después del fracaso de este proyecto, en parte por el hecho de que los paisanos españoles, una vez en América, rechazaban la idea del trabajo y utilizaban a los indígenas como mano de obra, Las Casas abogó por el desarrollo separado de los indígenas. Sin embargo, para él, este desarrollo separado no podía ser más que temporario: en 1549, es decir, en un momento en que la misión dominica se encontraba en pleno vigor, Las Casas escribió que en el futuro, sería necesario prever la instalación de campesinos honestos a fin de permitir una verdadera integración de los indígenas en la sociedad de los colonizadores. Veremos en seguida cómo este objetivo de Las Casas no fue aplicado como él lo entendía, sino de una manera muy diferente.
La sociedad rural en Baja Verapaz
145
Sin estar conectado directamente, el segundo elemento del sistema colonial hispanoamericano está indiscutiblemente relacionado con el de la dualidad americana. Se trata del principio de la reducción. Nuestra concepción de la reducción está comúnmente distorsionada por el hecho que tendemos a pensar en aquéllas organizadas por los jesuitas en Paraguay en el siglo XVIII. En realidad, estas realizaciones jesuíticas no son más que la sistematización de un principio mucho más simple en sus orígenes. Ya en 1537, el obispo Francisco Marroquín propuso la idea de la constitución de reducciones. Se trataba de organizar pueblos que permitieran reagrupar las poblaciones indígenas dispersas. Este reagrupamiento debía hacerse bajo los auspicios de las autoridades civiles o religiosas, estando excluidos los españoles y mestizos. La organización de reducciones teridía a superponer las instituciones municipales españolas y las instituciones indígenas tradicionales. En efecto, la reducción estaba dirigida, a imagen de los pueblos castellanos, por un cabildo, compuesto de alcaldes, regidores, alguaciles y un escribano. Pero en realidad, los alcaldes no eran otros que los caciques de las poblaciones reducidas. La fundación de reducciones en la región de Rabinal ilustra este hecho. Como lo explicó el cronista dominico fray Antonio de Remesa!, la mayor preocupación de Bartolomé de Las Casas y de los dominicos era, primeramente, llegar a los caciques, convencerlos de los beneficios de la reducción, a fin de que ellos incitaran a sus subordinados a seguirlos a sus nuevas tierras. Para esto era necesario que los caciques conservaran su poder e influencia y organizaran el repartimiento de tierras de estas nuevas reducciones. 3 Esto último fue realizado según un sistema muy conocido hoy día. 4 En el momento de la fundación de cada reducción, se dotaba al pueblo de una superficie de una legua cuadrada de tierra, calculada a partir de la iglesia, centro del futuro pueblo. Estas tierras, según las provisiones reales, debían comprender terrenos cultivables, de pastoreo y para construcción, cada uno con su pequeño jardín. Denominadas tierras comunales o ejidos, representaban treinta y ocho caballerías y eran el mínimo legal que cada pueblo debía poseer. 5 Además de las tierras cedidas a título de ejido, los
146
'•
''·.
Michel Bertrand
pueblos podían beneficiarse con mercedes de tierras, que eran donaciones hechas por las autoridades locales españolas, generalmente el gobernador. A partir del siglo XVII, pero sobre todo en el siglo XVIII, los pueblos tuvieron el recurso de las composiciones de tierras para agrandar su dominio original. Estas consistían en el pago de un precio módico por tierras baldías, tierras desocupadas pertenecientes a la Corona. Algunos historiadores han propuesto un esquema estricto de estos tipos de tierras· comunitarias, sugiriendo la existencia de dos clases de tierras: el ejido y las tierras comunales, llamadas también comunes. 6 En realidad, parece que, como veremos en el caso de la Verapaz, estas divisiones eran sólo teóricas y en todo caso los pobladores no hacían la distinción. Como ha dicho Severo Martínez Peláez, se confunden en realidad los dos tipos de tierra bajo un mismo nombre, el ejido. La elaboración de tal concepción de la organización de las poblaciones indígenas no puede comprenderse más que en un clima intelectual particular: el de la decisión papal de 1537, reconociendo que los indígenas eran seres dotados de raz6ñ. Esta era la condición previa para permitirles una gran autonomía administrativa. Después de un decenio de tentativas - y en esto la Verapaz sería importante terreno de ensayos- las autoridades religiosas de la Nueva España, reunidas para el Concilio de 1546 en México, sostuvieron la necesidad de la creación y desarrollo de las reducciones. A partir de mediados del siglo XVI, se puede decir que el sistema de la reducción, tal como lo hemos presentado, fue definitivo, admitido y reconocido por las autoridades públicas y continúa siendo, hasta la Independencia, el criterio oficial en lo que concierne a la organización social de los indígenas. La aceptación, por parte de las autoridades españolas, de este nuevo sistema de organización de las poblaciones indígenas, refleja igualmente un cambio político y económico en las colonias españolas que coincide, en primer lugar, con el reconocimiento de la disminución dramática de la población indígena. En Guatemala, singularmente, fue entre los años 1548-1551 que se hizo el primer censo general de tributarios para permitir a las autoridades tener una base sólida para el cómputo del tributo, ante las fluctuaciones constantes de la
La sociedad rural en Baja Verapaz
147
población. La aceptación de la reducción correspondió igualmente a la evolución de la encomienda en relación a lo que esta institución representaba en la primera mitad del siglo XVI. Ya desde la década de 1530, la administración real controlaba un número considerable de encomiendas, por diversas razones. Los representantes reales deseaban, con el mismo título que los otros señores españoles, obtener el máximo beneficio de los bienes que les eran confiados. Para evitar que la encomienda fuera, como lo denunció Las Casas, la causa de la desaparición de los indígenas, se intentó una reforma que preservara los intereses reales. Las leyes de 1542 abolieron la encomienda y los habitantes del Nuevo Mundo dependerían a partir de entonces directamente del rey. Ante la negativa de los colonos españoles a someterse, se introdujeron reformas: la encomienda fue restaurada por la duración de una vida, y más tarde fue prolongada por dos. 7 Pero esta restauración fue acompañada asimismo de una transformación importante. La obtención de este privilegio significaba esencialmente el derecho a recaudar los tributos en lugar y en nombre del rey y también de tener acceso a los repartimientos. Esta concesión y su prolongación por una duración de dos vidas, estaba enteramente sujeta a la buena voluntad de los poderes públicos. Pero para hacer realmente aplicables estas nuevas medidas, la concentración de la población indígena era una condición indispensable. De esta manera, la reducción que tuvo lugar entre los años 1530 y 1550, correspondió en realidad a una reorganización profunda de la distribución del poder en las colonias españolas. F\ie uno de los elementos, entre otros, utilizados por las autoridades españolas a fin de ejercer su control sobre la explotación del Nuevo Mundo y sus habitantes. Consideraremos ahora el último elemento caracterizador de la sociedad colonial. La jerarquía social y la mezcla étnica, implícitas en la noción de "casta", son bien conocidas, por lo cual nos limitaremos a hacer algunas observaciones pertinentes directamente con nuestro trabajo. 8 El establecimiento en Hispanoamérica de una sociedad rígida sucedió a la sociedad más liberal del período de la conquista, durante el cual las mezclas habían sido numerosas. La clasificación de la pobla-
148
lv.fichel Bertrand
ción americana de acuerdo con criterios raciales correspondió, po~ lo tanto, a la estabilización de la sociedad, estabilización que se transformaría rápida.IIlente en esclerosis. No nos interesa aquí saber si, según la tesis de los historiadores marxistas, la noción de "casta" no es más que un telón para ocultar la división de clases o si, por el contrario -según otros historiadores- la sociedad de castas puede ser comparada con la .sociedad de estamentos del antiguo régimen. Es suficiente admitir, al igual que Morner, que siendo el resultado de cruces de razas, la sociedad americana pone necesariamente en relación directa posición social y grupos sociales con la división en grupos étnicos. La originalidad de la sociedad colonial española reside indiscutiblemente en la introducción de un sistema pigmentocrático que determina la situación de los individuos en'1üiici6í:i-d.ei-gt.ado de coloración más o menos oscura de su piel. Otro aspecto importante fue el fenómeno de rechazo del que fueron víctimas los mestizos y los mulatos. Al principio, su pequeño número les permitía la integración dentro de uno de los dos grupos étnicos de origen. Empero, su crecimiento numérico provocó un fenómeno de rechazo de parte de unos y otros, especialmente porque muchas veces el mestizaje era el resultado de uniones ilegítimas. Los prejuicios sociales marginaron a la población mestiza y fueron muchas veces un obstáculo a los casamientos mixtos. A pesar de la evolución dentro de estas estructuras, que analizaremos con el ejemplo de Rabinal, "la sociedad de castas continuó siendo hasta la Independencia el marco ideológico" del mundo colonial éspañol. 9 En lo que concierne a la región de Rabinal, la aparición de tan diversas características de la sociedad colonial data de mediados del siglo XVI. No hemos podido localizar todavía documentos de la época de la fundación del pueblo. Sólo sabemos gracias a Remesal que habría tomado lugar en 1537. 10 Algunos historiadores la ubican alrededor de 1540. En cuanto a los pueblos circundantes, las informaciones son igualmente escasas. No sabemos nada sobre la fundación de Cubulco. Algunos cronistas ubican la fundación de Salamá en la época del presidente Alonso López de Cerrato, quien llegó a Guatemala
La sociedad rural en Baja Verapaz
149
en 1546. Por lo tanto, no es sino a partir de la segunda mitad del siglo XVI que el sistema colonial funge verdaderamente en la región. El estudio del sistema social en la Baja Verapaz colonial se puede abordar desde tres ángulos diferentes. En un primer momento, el análisis del aspecto económico nos permitirá establecer algunos elementos básicos. El estudio del sistema de tenencia de la tierra es fundamental para distinguir los dos elementos -indígenas y ladi~os- constitutivos de la sociedad de la región de Rabinal entre los siglos XVI y XVIII. Si bien ningún documento nos permite conocer con precisión la situación de Rabinal, Cabulco y Salamá, es probable que en estos tres pueblos la ley haya sido aplicada y cada uno fue dotado de la superficie legal de tierra en el momento de sus respectivas fundaciones. 11 Pero hemos podido encontrar un documento que ilustra claramente la política adoptada por los pueblos para agrandar sus ejidos originales; se trata de la donación que le fue hecha a Rabinal de un sitio de estancia y cuatro caballerías por el presidente de la Audiencia en 1588. 12 En fin, tanto Rabinal como Cabulco y Salamá trataron, a lo largo de todo el período colonial, de beneficiarse de la posibilidad de adquisición de tierras que ofrecía el sistema de composiciones. El importante cuerpo de procesos de tierras, emprendidos en esas ocasiones por los pueblos contra todos los que intentaran oponerse, ilustra esta política "agresiva" y "expansionista" en los pueblos indígenas frente al problema de la tierra. En la Baja Verapaz colonial no parece haberse hecho distición alguna entre las diferentes tierras pertenecientes a los pueblos de origen, es decir, de asignación en el momento de la fundación, de donación o de compra por el sistema de composiciones. Ni en Rabinal, ni en los pueblos vecinos, hemos encontrado ningún documento que hiciera mención, aunque sea indirectamente, sobre una tal división de tierras. Los pobladores se instalaban en todas las tierras sin tener en cuenta su "categoría adnünistrativa". Para ellos, las tierras comunales no estaban subdivididas en diferentes categorías, sino que formaban un solo y único conjunto. Es más, parece que, en el ca.so preciso de esta región, no había una redistribución anual,
150
1v.fichel Bertrand
o al menos regular, entre las fainilias del pueblo de acuerdo con sus necesidades. Al contrario, parece que existía una gran libertad entre los pobladores en la apropiación de tierras. Como expresaba un habitante de Rabinal en 1602: quienes lo único que han defendido los demás es el que tiene su terreno cercado y beneficiando por sí, no consiente que otro llegue gozar de su trabajo sembrando en él; porque aunque el terreno sea común no hay comunidad en el trabajo de cada uno en particular. 13
No habría habido entonces distribución, sino una simple toma de posesión de hecho de la cual, poner la tierra a producir era la prueba esencial. El cerco no podía ser permanente, sólo permanecía el tiempo durante el cual el campo estaba cultivado. Por otra parte, numerosos documentos hacen alusión a paisanos que ocupaban tierras marginales del ejido, sin haber recibido una autorización expresa de las autoridades municipales. Así, la apropiación de tierras ejidales se hacía de una manera, si no anárquica, al menos informal o espontánea. 14 En Rabinal, la importancia de la tenencia colectiva de tierras no reside, entonces, en el control que ejercerían las autoridades comunales sobre la distribución de tierras entre sus miembros. Su función consistía más bien en defender el patrimonio común frente a las personas ajenas a la comunidad que tendían a infiltrarse continuamente en las tierras comunales. Las autoridades comunales tenían, pues, la responsabilidad de preservar el patrimonio colectivo y tratar de agrandarlo. En caso de conflicto de tierras con vecinos demasiado agresivos, el cabildo representaba siempre a los habitantes del pueblo. La tenencia colectiva de tierras, por lo tanto, se manifestaba sobre todo como un medio de defensa contra los extraños más que como una organización interna es~ricta. Esto no fue obstáculo para que ciertas características "colectivas" o "comunitarias" aparecieran. En Rabinal, estas características fueron de dos tipos. En primer lugar, existía el derecho, reconocido a cada miembro de la comunidad, a cultivar la tierra comunitaria. 15 Este derecho tenía dos consecuencias importantes. Todo individuo que abandonara su pueblo, hecho que se daba con frecuencia, perdía sus derechos, salvo
La sociedad rural en Baja Verapaz
151
que continuara pagando el tributo en su pueblo de origen. Por otra parte, este derecho implicaba que ninguna persona ajena al pueblo, aunque fuera de un pueblo cercano, podía ocupar las tierras comunitarias. Esta prohibición era válida tanto para los individuos como para los grupos pertenecientes a otros pueblos y dio lugar, por otra parte, a muchos de los procesos de tierras durante todo el período colonial. Sin embargo, esta prohibición estaba sujeta a arreglos, en particular en los casos de grupos que penetraban en las tierras comunales. Estos grupos, en general de indígenas, podían tener acceso a la tierra a condición de que participaran de las obligaciones de la comunidad, es decir, esencialmente, el tributo. Por ejemplo, después de la fundación de Sal). Miguel Chicaj en 1803, a los habitantes de la aldea Panzuy se les propuso permanecer en sus tierras a condición de pagar el tributo a San Miguel y no a Rabinal, como lo habían hecho hasta entonces. 16 El segundo derecho de que gozaban todos los miembros de la comunidad era el de la utilización de los bosques comunales. Esta utilización se refería, sobre todo en Rabinal, como sin duda lo era en toda Guatemala, a la recolección de madera y otros productos silvestres, mucho más que al derecho de pastoreo, ya que la posesión de animales a título individual era raro. La tenencia colectiva de tierras en Rabinal y su región se hacía según condiciones precisas que no coincidían siempre con los modelos elaborados a partir de la legislación colonial. Frente a _esta tenencia colectiva de la tierra practicada por los pueblos indígenas, el mundo ladino presentaba un aspecto completamente diferente. La zona ladina, en la región que nos ocupa, se encontraba al sur de Rabinal, en tres valles: Urrán, Saltán y Chivac. Al principio no había pueblos, solamente una población dispersa de acuerdo a las adquisiciones de tierras que iban efectuando. Estas adquisiciones por parte de los ladinos se hacían esencialmente de dos maneras: comprándoselas a los caciques de Rabinal, o por composiciones ante las autoridades reales. 17 La adquisición de tierras por los ladinos se hacía individual.mente: el título de propiedad pertenecía a una sola persona; sin embargo, esta simplicidad original se complicó luego
152
Michel Bertrand
por las herencias. En la mayor parte de los casos, la muerte del propietario significaba la fragmentación y la venta en un período más o menos breve. Tal fue el caso, por ejemplo, de la hacienda Comalmapa que, después de haber estado en posesión, de manera indivisa, de Fernández y Chavarría, sus propietarios, en virtud de un título de 1739, se dividió a solicitud del primero. 18 De la misma manera, la muerte de un propietario significaba en muchos casos la venta de al menos una parcela, a veces para pagar el entierro, pero también (lo más común) para fundar una capellanía. Sin embargo, podía ocurrir que esta fragmentación fuera, si no evitada, al menos retardada por la permanencia de todos los herederos en las tierras paternas. El ejemplo más claro de esta práctica es el de la familia Ramón. Después de la instalación de su hacienda al sudeste de Rabinal en el siglo XVII, su propiedad permaneció más o menos intacta, con todos los descendientes residiendo en la misma propiedad durante casi dos siglos. Este sólido arraigo familiar en un lugar geográfico se reflejaba en la toponimia: se acostumbraba a designar la hacienda con su nombre original de Pachalum, pero también como la de Los Ramones. 19 En lo que respecta a la tierra, la actitud del ladino era diferente a la del indígena; para aquél la tierra era un . bien como cualquier otro, del cual uno podía desprenderse fácilmente. Por esto, una propiedad raramente permanecía en manos de una misma persona por largo tiempo. Los ejemplos de esta movilidad de la propiedad privada son numerosos, pero incluiremos sólo uno como muestra. En 1627, el indígena Silvestre Grave vendió su tierra de Agua Caliente a Pedro Hernández. Este, en fecha no precisa, la vendió a Sebastián García quien, a su vez, la vendió en 1680, a Barrientos. En el espacio de cincuenta años, esta propiedad catnbió así cuatro veces de propietario. Este caso está lejos de ser excepcional, pues en otros, el tiempo, entre la adquisición y la venta fue todavía más corto. 20 . Este fenómeno puede tener varias explicaciones. Ya hemos discutido las ventas que se realizaban después del deceso de un propietario para fundaciones religiosas. Es necesario considerar ahora el problema de la especulación de tierras,
La sociedad rural en Baja Verapaz
153
que comenzó a manifestarse cuando la presión demográfica sobre la tierra se hizo más intensa, es decir, a partir del siglo XVIII. La especulación fue más acentuada en las regiones en que las tierras de buena calidad eran escasas. Tal es el caso de la zona de los valles, una región de laderas más o menos abruptas, orientadas al sur. Con tierras planas y escasas, el agua se escurre al fondo de las gargantas, haciéndola difícilmente accesible. La especulación sobre las buenas tierras se veía facilitada. En ciertos casos, una tierra pagada a título de composición de tierra, a un precio relativamente módico, se revendía poco después en un valor de diez a veinte veces más alto. En 1808, un tal Córdoba compró diez caballerías en Pacoh y Chuaquix, en el valle de U rrán, por 500 pesos, a los que debía agregar los gastos para obtener el título. En 1799, el vendedor, de apellido Batres, había pagado por las mismas tierras apenas 40 pesos. 21 Desde este punto de vista, la tierra era más que simplemente una fuente de alimentos, era una fuente de beneficios. Esta visión, extraña al mundo de los pueblos indígenas de la época colonial, constituye hasta hoy un instrumento de división entre indígenas y ladinos. Miguel Angel Asturias ha puesto en escena esta dualidad en su novela Hombres de maíz, haciéndola uno de los temas centrales de su obra. Por esta razón, el mundo ladino tenía una actitud dinámica y muchas veces agresiva. Los ladinos de las zonas de los valles estaban siempre a la búsqueda de más tierras. La mayor parte de las composiciones de tierras encontradas corresponden a individuos que eran ya propietarios en la región. El argumento eternamente repetido era el de la necesidad de adquirir tierras para hacer frente al desarrollo de sus haciendas que se hacían demasiado estrechas. Los ladinos, por lo tanto, estaban siempre ensanchando sus dominios, mientras que los indígenas apenas lograban salvaguardar los suyos. Poco a poco los ladinos se acercaban a Rabinal y a sus pueblos vecinos. A causa de que la zona de los valles se encontraba ya densamente poblada, a lo que contribuía su apetencia de tierras, la barrera de la sierra de Chuacús fue franqueada hacia el norte y la cuenca de Rabinal fµe ocupada por los ladinos. Finalmente, la sociedad ladina presentaba una última ca-
154
Michel Bertra.nd
racterística que, aunque ambigua, merece señalarse. En un mundo individualista, existía sin embargo entre los ladinos una solidaridad de grupo -¿o de clase?- que se manifestaba especialmente en ocasión de los conflictos que surgían con· los pueblos indígenas. En caso de litigios de tierras, los propietarios ladinos encontraban siempre entre sus congéneres testigos complacientes. Más aún, los conflictos de tierras entre ladinos eran raros, si no excepcionales, salvo aquellos relacionados a querellas de herencia. La propiedad de cada individuo parecía ser conocida y reconocida por sus vecinos, aunque muchas veces su adquisición no hubiera sido completamente legal: la ausencia de título de parte o toda la propiedad no era obstáculo a este respecto. Parecía existir una conciencia de pertenencia a un grupo que, si bien informal y disperso, no era menos que una estructura que poseía sus propias leyes. La caracterización de las actividades económicas de cada uno de los grupos es igualmente un medio para delimitar el aspecto económico del sistema rural de la sociedad colonial. La producción agrícola de los pueblos indígenas estaba fundamentalmente orientada a los cultivos de productos alimenticios. La elección de estos últimos estaba determinada, por supuesto, por las posibilidades climáticas y ecológicas. La región de Rabinal se encuentra en una vasta cuenca, cuya altitud mínima promedio es de 900 metros. Esta cuenca está rodeada de montañas que la circundan completamente y cuyos picos alcanzan hasta 3,000 metros. El clima de la región está determi~ado por estas dos características esenciales. A causa de su altitud, la cuenca se encuentra en el límite entre las tierras altas y bajas: las temperaturas son, entonces, elevadas durante todo el año. La faja de monta.ñas explica el segundo elemento del clima de la región: la sequedad. La sierra de los Chuacús actúa a manera de barrera, deteniendo las precipitaciones abundantes que caen en su vertiente norte, especialmente en la región de Cobán. Asimismo, los aguaceros que se declaran en las cimas de las montañas no alcanzan sino raraillente el fondo de la cuenca y se confinan a las partes más elevadas. La estación de lluvias en la región de Rabinal es relativamente corta, muchas veces más tardía que en la región norte y termina antes. Pero, por otra parte, la importancia
La sociedad rural en Baja Verapaz
155
relativa de las precipitaciones en las cimas da origen a numerosos arroyos, muchas veces temporales, pero que a veces corren todo el año en profundas gargantas antes de llegar al fondo del valle. Zona caliente y seca, presenta, sin embargo, un gran contraste con las riberas de las corrientes de agua verdes todo el año-- y el resto de la hoya, transformada en un desierto de polvo durante la estación seca. Si bien todos los terrenos comunales de cada uno de los tres pueblos pertenecían a este mismo conjunto geoclimático, había entre ellos ligeras diferencias que es interesante señalar. Cubulco se encuentra en una zona más accidentada, donde el paisaje de la cuenca se reduce a una pequeña superficie de territorio comunal. Salamá se beneficia de la presencia de los ríos más importantes (como el Salamá, por ejemplo), que atraviesan su territorio y que la comunican directamente con el valle de Chixoy. Aquí, como en Cubulco, las precipitaciones que caen a lo largo del río Chixoy remontan sus afluentes y mitigan un poco la sequedad del clima. Rabinal se encuentra, por el contrario, en una zona plana y casi completamente aislada de la región circundante y es, sin duda, el lugar más seco del conjunto de la cuenca. La producción agrícola de los pueblos coloniales dependía, tanto como en la actualidad, del agua. Donde el agua era escasa, sólo se cultivaba maíz y frijoles, a razón de una cosecha por año. Este cultivo de temporal22 dependía totalmente del avance o retraso, de la abundancia o escasez de la estación de lluvias. En las riberas de los ríos que atravesaban las tierras comunales, los habitantes cultivaban los mismos productos a los que agregaban legumbres tales como calabazas o jícaras. Finalmente, los indígenas de la Baja Verapaz cultivaban otros productos en pequeñas cantidades, como el chile, la zarzaparrilla y sin duda también el tabaco, como parece indicarlo un documento de 1 796, en el que el cura recordaba a los indígenas que les estaba prohibido cultivarlo. 23 Contrariamente a lo que ocurre hoy día, los indígenas de los pueblos de la región no producían ningún cultivo comercial en estas zonas irrigables; sobre todo, ninguna fruta. En su "Relación de la Verapaz" de 1574, los dominicos explicaban la escasez de árboles frutales plantados, en primer lugar por
156
Michel Bertrand
una cuestión climática, pero también porque los indígenas no tenían interés en un producto que no consumían. Las únicas frutas producidas en la región, tales como las naranjas, los limones, los duraznos, los membrillos y las sandías, lo eran gracias a los dominicos. 24 Las zonas irrigables no eran utilizadas por aquellos que tenían acceso a ellas más que como complemento de cultivos de zonas más áridas, es decir, como válvula de seguridad en caso de escasez de alimentos. La orientación económica de los pueblos estaba caracterizada por las producciones no comerciales: cada familia producía lo suficiente para cubrir sus necesidades y sus obligaciones fiscales. La única concesión que los pueblos hicieron a producciones comerciales fue la adopción, bajo la presión de los frailes dominicos, de la cría de ganado en las haciendas comunales. 25 En efecto, parece que los pueblos tampoco producían ~~ª~ ~~ ~~~E~E~ En todos los documentos que se refieran a la adquisición de tierras laborales por los pueblos, se justificaba esta demanda por la necesidad de desarrollar los cultivos de maíz y de frijoles. Es más, las descripciones de la región, aun las más minuciosas, no mencionan la presencia en los pueblos de molinos, ingenios o labores, que indicarían la práctica del cultivo de la caña de azúcar. Si bien la agricultura no producía excedentes importantes destinados al comercio, no ocurría lo mismo con las artesanías. Las autoridades coloniales, tanto civiles como religiosas, muy pronto notaron la destreza manual de los habitantes de la Baja Verapaz, sobre todo de las mujeres. El tejido de mantas era una especialidad de Rabinal y Cubulco, pero a partir del siglo XVI, los beneficios de esta artesanía escaparon casi totalmente de manos de los pobladores. 26 Los tejidos se hacían a título de repartimiento del hilo. El algodón era distribuido a las indígenas por el alcalde mayor o por los dominicos quienes, algunos meses después, recogían el producto final para venderlo en la capital con buenas ganancias. La economía de los pueblos de Baja Verapaz durante el período ·colonial, era esencialmente una economía de subsistencia. Con poco o ningún excedente agrícola, sin producciones destinadas al mercado, los beneficios de los tejidos acaparados por las autoridades españolas locales, los pueblos de
..
La sociedad rural en Baja Verapaz
157
Rabinal, Cubulco y Salamá vivían en un aislamiento económico, cuyas causas naturales, la pobreza de la región, eran secundarias comparadas con las causas originadas en el sistema socioeconómico impuesto por la reducción. En contraste con esta situación de sumisión a una dominación exterior, la sociedad ladina aparecía como animada de una vitalidad interna que se manifestaba notablemente en el terreno económico . Las condiciones naturales de la región de los valles no eran diferentes a aquellas que hemos analizado en Rabinal. Esta zona ocupa la vertiente norte del valle del Motagua, verdadero desierto interior que divide las tierras altas centrales de Guatemala. No es un amplio valle, sino una zona de colinas atravesada por arroyos, temporarios en su mayoría. U nicamente la parte superior de las laderas de la sierra de Chuacús es más boscosa y húmeda y ofrece pastizales prácticamente durante todo el año. El vigor de la economía -de la zona se debía a la adaptación a estas condiciones naturales. Muy pronto, españoles y ladinos fueron atraídos por esta región, despoblada en relación con la ciudad capital. En efecto, por el centro de los valles pasaba el antiguo Camino Real, que comunicaba la Verapaz a la capital colonial y este hecho facilitó la orientación de la economía local hacia las actividades comerciales, que se organizaron especialmente alrededor de la cría de gai;iado y la c~-ª~- ?.e azúcar. La cría de ganado bo~ino···ru:e~ probablemente, la primera ~ct_~y~~~d. agrícola adoptada por los ladinos de la _regi'~n. Dos argumentos sostienen esta afirmación: por una parte la demanda de carne, alimentación por excelencia de los españoles residentes en las ciudades; y, por otra parte, el hecho de que las primeras tierras adquiridas estaban localizadas en la parte superior de la vertiente sur de la sierra de Chuacús. Luego - y por razones no lo suficientemente claras- la cría del ganado pareció ceder propiedad al cultivo de la caña de azúcar, sin desaparecer por completo. 27 La caña de azúcar se estableció en la parte inferior de las laderas (por de bajo de los 1,200 a 1,500 metros), donde continúa siendo hoy día un cultivo esencial para toda la región. Este cambio en la producción agrícola correspondió a una modificación de las estructuras agrarias. La cría de ganado necesitaba grandes
158
M'ichel Bertrand
espacios, a veces varios sitios de estancia de ganado mayor. Por el contrario, la caña de azúcar, en razón de su gran valor comercial, se adaptaba a propiedades más pequeñas. 28 Después de haber franqueado la sierra de Chuacús hacia el norte, los ladinos implantaron en la cuenca de Rabinal una econonúa del mismo tipo. Además, es importante destacar que, en esta zona, la apropiación de tierras se dirigía primero a las riberas de los ríos, después a todas las parcelas que contaran -aunque fuera poca- con una fuente de agua a lo largo del año. Si las haciendas de ganado funcionaban generalmente con inversiones núnimas, no ocurría lo mismo con los trapiches de caña de azúcar. 29 Como lo muestran numerosos documentos, ergánad.o.generalmente era dejado en semi-libertad, causando graves daños a los cultivos. 30 Por el contrario, el funcionamiento de un trapiche suponía ciertas inversiones: la adquisición de un molino para moler la caña, bueyes o caballos para hacerlo funcionar, y la construcción de un gran horno de piedra para cocer el jugo de caña y obtener la panela (azúcar morena). Los inventarios realizados después de la muerte de un propietario nos dan una idea del material que se utilizaba y de su costo. En 1752, el trapiche de José Cárcamo, en el valle de Urrán, fue evaluado en 571 pesos, únicamente en maquinaria. Había, entre otras cosas, un horno de diez pesos, tres yuntas de bueyes de sesenta pesos y un molino estimado en cincuenta pesos. 31 Sin embargo, si bien los ladinos propietarios en los valles participaban en el circuito del comercio regional, también cultivaban para su propia subsistencia. Cada uno conservaba una parte de sus tierras para sus necesidades personales: indiscutiblemente, el ideal de estos pequeños o medianos propietarios era el de la autosuficiencia. Así, todos los propietarios de trapiches, por ejemplo (y disponemos de los inventarios de bienes que lo demuestran), sólo dedicaban una parte de sus tierras a la caña de azúcar. José Cárcamo, de quien ya nos hemos referido, reservaba una parte de sus tierras para la cría de veinte cabezas de ganado. 32 En el trapiche Belejella, su propietario, Martínez, dedicaba una parte de sus tierras a una milpa donde cosechaba tres redes de maíz y dos fanegas de frijoles. 33
La sociedad rural en Baja Verapaz
159
Para los principales propietarios de la región, en ocasiones, la producción de granos alimenticios se podía convertir en una actividad lucrativa. En 1805, Alvarado, propietario en las cimas de la sierra de Chuacús, entre Rabinal y el valle de Urrán, justificó su demanda de nuevas tierras por el hecho que él surtía de maíz los pueblos de Rabinal, Cubulco y El Chol. Hasta llegó a afirmar que sin sus cosechas, estos pueblos sufrirían verdaderas calamidades. 34 Las actividades económicas de cada uno de los grupos que integraban la población rural de la Baja Verapaz colonial estaban, pues, claramente diferenciadas. Por un lado, un mundo de propietarios independientes, orientados hacia los productos comerciales o aun hacia la especulación con productos alimenticios. Del otro, una comunidad que ejercía un control defensivo sobre sus bienes comunes y se consagraba, sobre todo, a una agricultura de subsistencia. Un tercer tema que permite captar el funcionamiento del sistema colonial en la región, es el estudio de las diferencias que separan los grupos sociales que encontramos, indígenas y ladinos. Entre las que se pueden identificar, tres de ellas nos parecen particularmente interesantes a nuestro objetivo. En primer lugar, existe una distinción geográfica entre indígenas y ladinos. En efecto, el mundo indígena fue puesto bajo el signo de la concentración de la población a partir de los años 1540. Fue particularmente en la Verapaz y en su zona periférica donde se preparó la "conquista evangélica", que se efectuaría con la técnica del reagrupa.miento de población. La zona de Rabinal presentaba para este fin un terreno de experimentación bastante interesante. La población había vivido bastante dispersa; los vestigios arqueológicos son, a este respecto, muy reveladores. El conjunto de la cuenca de Rabinal está sembrado de sitios, los más importantes de los cuales se encuentran en las laderas de la sierra de Chuacús, al norte y al oeste de Rabinal. 35 Pero los asentamientos no se limitaban sólo a la extensión del valle; las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo bajo la dirección de Alain Ichon han mostrado la importancia de la población que habitaba en el valle del río Chixoy. La información aportada por este proyecto nos ha permitido establecer una estimación de la población que
160
1-Jichel Bertrand
los dominicos encontraron a su llegada. 36 El conjunto de esta población diseminada sobre una superficie de varios kilómetros cuadrados fue reagrupada por los religiosos en la zona de Rabinal. Gracias fundamentalmente a las crónicas, podemos reconstruir la historia de este desplazamiento masivo de la población. Entre 1537 y 1540, los dominicos, bajo la dirección de Bartolomé de Las Casas, trabajaron para establecer una base de apoyo para la futura conquista de la Tierra de Guerra: Rabinal era evidentemente el lugar más indicado para desempeñar este papel por su proximidad con la región que se deseaba conquistar. Para "reducir" a los indígenas, los dominicos buscaron siempre el apoyo de sus caciques. En Rabinal especialmente, llegaron a un entendimiento con don Gaspar, a quien bautizaron y convencieron del propósito del reagrupamiento. Eligieron enseguida el emplazamiento del nuevo pueblo, a dos leguas al noroeste del pueblo actual. El cacique logró reagrupar allí a más de quinientas personas, quienes construyeron la iglesia y las primeras casas. 37 Sin eµibargo, este desplazamiento no se hizo sin reveses. En una fecha que ignoramos, los pobladores de Rabinal se sublevaron y el pueblo fue destruido por sus habitantes. F\ie reconstruido en el emplazamiento actual alrededor de una nueva iglesia. 38 La historia de Rabinal muestra, a pesar de sus lagunas, las dificultades que tuvieron los dominicos al reagrupar las poblaciones, aun cuando contaron con el consentimiento de los caciques locales. Sin embargo, lograron su objetivo y el censo de 1548-1551, efectuado por el licenciado López de Cerrato, mostró en Rabinal-Tecocistlán la cantidad de 600 tributarios, o sea alrededor de 2,400 a 2,500 habitantes. 39 Esta concentración de la población parece haber tenido un éxito rápido, a pesar de las reticencias indígenas, lo que se confirma también por la arqueología. Los sitios de habitación del valle del Chixoy han sido encontrados todos en un notable estado de conservación, lo que no hubiera sido posible, indudablemente, si el valle hubiera continuado ocupado de manera permanente. Sin duda, entre los años de 1550 a 1560, la reducción de la población de la región era ya un hecho y hacia fines del siglo XVII, la disminución y posterior estabilización del número de
La sociedad rural en Baja Verapaz
161
habitantes no alentó ciertainente la dispersión. Muy frecuentemente, la mano de obra para trabajar las tierras escaseaba. Comparando este fenómeno con lo ocurrido en Europa después de la peste negra, MacLeod piensa que en América la catástrofe demográfica también entraña un estrechamiento de los vínculos del grupo alrededor de sus autoridades locales. Rabinal, probablemente, no ha sido la excepción a la regla. 40 Los ladinos de la región se encontraban en una situación exactamente inversa. Antes que terminara el siglo XVII, no había en toda la región de los valles, el más pequeño poblado. Sabemos que durante todo el período colonial, las fundaciones de villas por españoles o ladinos fueron muy raras. 41 García Peláez no enumera más que unas pocas, la mayor parte fundadas al principio del siglo XVII. 42 Posteriormente, nada se hizo para dar respuesta al aumento numérico de los mestizos. Teniendo prohibido permanecer por un período mayor de tres días en los pueblos indígenas y no contando con una zona reservada para vivir, la única solución ·para los ladinos, si no podían adquirir tierras, era irse a trabajar a las haciendas o trapiches. Este fue exactamente el caso de la zona de los valles. Numerosos son los documentos que llaman la atención sobre la dispersión de la población. Cortés y Larraz observó que todos los habitantes (ladinos, españoles e indígenas) vivían mezclados al mismo tiempo que dispersos en las haciendas. 43 En la región de Rabinal, los ladinos se establecieron a lo largo de la periferia de las tierras comunales de Cubulco y Rabinal. El caso de Salamá parece haber sido un poco diferente. Según Juan de Pineda, este pueblo habría sido fundado en los años del "gobierno" del licenciado López de Cerrato, quien, como responsable en Guatemala de aplicar las Nuevas Leyes de 1542, liberó a todos los esclavos indígenas de los encomenderos, para algunos de los cuales habría hecho fundar el pueblo de Sala.m.á, donde les habría otorgado tierra. 44 Por el contrario, García Peláez nos refiere que Salamá sería en realidad una villa, fundada por ladinos que se habrían reagrupado con el fin de comprar tierras realengas (tierras de la Corona) sin ninguna ayuda exterior, especialmente de las autoridades. 45 En el caso en que la segunda explicación
162
!vfichel Bertrand
fuera exacta, la población ladina residente en una estructura de reagrupamiento, sería muy pequeña en comparación con el resto de la población que seguía dispersa. Sería, por otra parte, completamente minoritaria en relación con la población indígena, que representaba alrededor del ochenta por ciento del total. 46 U na segunda barrera entre indígenas y ladinos la encontramos en la situación de cada uno de estos grupos ante la administración colonial. Los indígenas estaban sometidos a cierto número de obligaciones. La asignación del lugar de residencia estaba ligada a la política de reducción y permitía ejercer un control más efectivo sobre la población. Otra obligación era el tributo, impuesto pagado exclusivamente por los aborígenes, que en Rabinal comprendía aportes en especie y en dinero. Por otra parte, el tributo, si bien era un impuesto de naturaleza individual, pesaba en realidad sobre la comunidad y, en cierta manera, reforzaba la cohesión. Después del censo de tributarios, el responsable -el alcalde mayor en el caso de la Verapaz-· tasaba el pueblo, sumando los tributarios enteros y los medio tributarios, 47 fijando así para cada pueblo una suma global. Esta tasación era válida oficialmente por un período de cinco años y muchas veces más largo. A pesar de las modificaciones en el número de tributarios debido a muertes, epidemias o fugas, el pueblo debía pagar la misma suma; es decir que, en realidad, a cada tributario presente le tocaba pagar un poco más. En relación con estos problemas en el tributo, las caJ~ de co~:tiµ.i<;lad eran un elemento suplementario en la cohesión de los pueblos. Estas cajas eran reservas que los pueblos acumulaban a fin de poder hacer frente a necesidades de la colectividad, como reparacion de la iglesia o ciertas compras. Ellas podían igualmente servir como caja de seguros: para proporcionar ayuda a los miembros de la comunidad en casos de necesidad o para complementar el tributo cuando los habitantes no podían reunirlo. Estos fondos se transforma.ron paulatinamente en el modo de pago utilizado por los habitantes para todas las relaciones con el exterior y, así, las cajas de comunidad actuaron como barreras, aislando a los pueblos. 48 En comparación con estas obligaciones, los indígenas se
La sociedad rural en Baja Verapaz
163
beneficiaban de ciertos derechos que les eran propios. Estaban eximidos del servicio militar y por ello no tenían derecho a portar armas. Tenían derecho a su propio gobierno. Los alcaldes y regidores eran elegidos por ellos y, por la Real Cédula de 1576, el rey había prohibido que ladinos ocuparan estos puestos. 49 En fin, en el campo jurídico, los indígenas se encontraban relegados a la protección de los ladinos y españoles. En los procesos de tierras, por ejemplo, eran defendidos de oficio por el fiscal de la Audiencia que tenía el título de "protector de los indios". Por otra parte, toda decisión concerniente a un indígena o sus bienes debía ser aprobada por el fiscal para ser legal. Como los indígenas de Rabinal argumentaban durante un proceso de tierra, ellos eran.jurídicamente menores, sometidos a la protección paternal de su defensor oficial. Más aún, los indígenas mismos sabían sacar ventaja de este argumento cuando necesitaban. Así, durante sus conflictos con terceros, ellos regularmente apelaban con el argumento de su "simplicidad" y hacían un llamado a la "lástima" de las autoridades a fin de obtener satisfacción. Los ladinos no eran objeto de una atención tan paternal de parte de las autoridades coloniales. Las medidas que les concernían eran la mayoría de las veces prohibiciones: de residir en los pueblos indígenas, de vagabundear, etcétera. Pero, frecuentemente, las prohibiciones jurídicas no implicaban medidas que permitieran aplicarlas realmente. Este fue el principal reproche de García Peláez a las autoridades coloniales en lo que respecta a su actitud hacia los mestizos. Constató, en efecto, que esas medidas no podrían ser aplicadas si no iban acompañadas por decisiones más positivas. 50 En realidad, el mundo de los ladinos rurales, como el de aquellos que habitaban. en los valles, escapaba casi por completo de la administración colonial. Un buen ejemplo de esta falta de control era el problema del tributo. Los mestizos y los mulatos, vástagos de madre indígena, estaban sometidos oficialmente al pago del tributo. 51 Pero en realidad, como lo reconocieron las autoridades locales, este pago jamás se llegó a efectuar en la práctica. El servicio militar también sirvió para distinguir a los ladinos de los indígenas. 52 En los valles, muchos propietarios
164
Ñfichel Bertran.d
eran capitanes de la milicia y tenían a sus órdenes siete u ocho ladinos milicianos residentes en la misma zona. La organización de la administración religiosa fue asimismo un punto importante en la distinción entre estos dos grupos sociales. Había una estructura eclesiástica peculiar a los pueblos de reducción. Como lo estableció la Real Céúula del 20 de mayo de 1573, todas las parroquias de indígenas en Guatemala eran curazgos y no simples, como las otras parroquias. Los curas (generalmente religiosos) que servían los curazgos recibían el nombre de doctrineros, en tanto que aquellos que servían en simples parroquias eran llamados párrocos. 53 En la región de Rabinal, cada pueblo correspondía a una doctrina particular y eran servidos exclusivamente por religiosos de la orden dominica. 54 En contraste, a principios del siglo XIX, la Iglesia no había logrado aún un verdadero control de los territorios habitados por los ladinos de la Verapaz. Los valles no tenían estructura religiosa particular antes de la fundación de El Chol en el valle de Urrán. Aún después de su incorporación administrativa al pueblo de El Chol, los ladinos no modificaron su actitud de independencia con respecto a la Iglesia. Numerosas quejas de curas o de obispos denunciaron el abandono espiritual en el que se encontraban estas poblaciones. De la misma manera, los ladinos instalados en la periferia de los pueblos de la región escapaban a todo control religioso. Tal era el caso de Pagmi, pequeño valle poblado por dieciocho fa.Illilias ladinas y que dependía administrativamente de Salamá, desde el cual el cura se quejó a Cortés y Larraz de no verlos más que durante la Semana Santa, porque -explicaba- "en dicho paraje no tengo noticia que haya entrado ni cura, ni juez secular alguno". 55 La incorporación religiosa era de un peso bien diferente para los indígenas por un lado y los ladinos por el otro. Esta diferencia se veía reforzada por la existencia de cofradías, las que, concebidas originalmente como intermediarias entre el cura y los indígenas, sirvieron igualmente de barrera entre los pueblos y el exterior. 56 Dando a cada pueblo un cierto número de san.tos protectores que les eran propios, las cofradías reforzaron la cohesión del pueblo, distinguiéndolo del resto. Por el
La sociedad rural en Baja Verapaz
165
contrario, a pesar de la existencia de hermandades y cofradías para ladinos, éstas no alcanzaron jamás la importancia de las cofradías indígenas. La barrera cultural que separaba los dos mundos constituye el último elemento importante a señalar en este análisis. Entre la gente de los valles y los pueblos de la región de Rabinal, se erigía una barrera lingüística.. Los últimos hablaban quiché-achí, dialecto variante perteneciente al grupo quiché . . Desde el período de la reducción hasta nuestros días, la población indígena ha conservado su lengua vernácula, a pesar de las presiones del mundo español. Esta resistencia se explica primeramente por el aislamiento de los pueblos durante el período colonial, pero igualmente ha gravitado en esto la política cultural de la metrópolis española. En los siglos XVI y XVII, las cédulas reales se emitían para obligar a los curas a impartir sus enseñanzas en la lengua materna de sus feligreses. Es más, la persistencia en el uso de la lengua quiché-achí fue general en todos los niveles sociales de la población. Incluso las élites locales, caciques o principales, mantuvieron el uso exclusivo de su lengua materna hasta bien avanzado el siglo XVIII, y esto a pesar de los contactos frecuentes con el exterior hispano-hablante. Se advierte, por ejemplo, que durante los procesos, las autoridades locales tenían siempre que recurrir a un intérprete para establecer contacto con las autoridades españolas; durante los interrogatorios, declaraciones y testimonios, el intérprete estaba invariablemente presente. No fue sino hasta fines del período colonial que ciertos principales comenzaron a hablar y a veces hasta a escribir en español. Particularmente los oficiales municipales capaces de firmar al pie de sus declaraciones aparecen en esta época. 57 Por el contrario, a los niveles más modestos de la población rural indígena, es probable que este aprendizaje prácticamente no existiera. En contraposición, el mundo de los valles estaba hispanizado.··-T¿d~s· 18.s descripciones de la región precisan, en efecto, que el español se hablaba y se comprendía por todos. 58 N ad.a de sorprendente hay en esto, ya que la ladinización es, sobre todo, un concepto de orden cultural. Se puede señalar, sin embargo, que si el español era la lengua comprendida por todos, ciertamente no era escrito, ni siquiera por propietarios
166
M"ichel Bertrand
calificados como españoles que eran incapaces de firmar. Este analfabetismo se explica esencialmente por la dispersión de la población. No existía en esta zona ninguna escuela anterior al comienzo del siglo XVIII y la fundación de la parroquia de El Chol. Los dos mundos -indígena y ladino- se encontraban pues en una situación de oposición, fruto del sistema colonial existente. Esta situación condujo a veces a confrontaciones violentas durante las revueltas anti-ladinas protagonizadas por los indígenas. La revuelta de Cobán de 1803, si bien exterior a nuestra zona de estudio directa, mostró el grado de violencia que podían alcanzar estos movimientos. No nos interesa aquí estudiar el movimiento inismo, sino simplemente algunos puntos en relación con nuestro trabajo.. Las víctimas elegidas por los insurgentes fueron significativas. Aparte del alcalde mayor, representante local de la opresión colonial de la cual ellos eran objeto y que fue su primer objetivo, los cobaneros enfurecidos atacaron a algunos ladinos, entre ellos el comisionado y el gobernador. 59 Los indígenas se dirigieron antes que nada a los representates locales del poder, pero la huida de todos los ladinos de Cobán, aun después que la revuelta había sido s.ofocada, demostró que todos y no solamente las autoridades se sentían amenazados. Significativamente, la víctima principal fue un comerciante, Vicente Guzmán, platero de profesión, quien a su llegada a Cobán se había dedicado al comercio del cacao y del tabaco, dos de las principales producciones locales. Atacándolo, los cobaneros rechazaban la explotación económica que sufrían. 60 Otra revuelta, menos conocida a "través de la documentación, es iguahnente reveladora. En 1678, los indígenas de Rabinal se sublevaron contra su cacique Gaspar Pérez, instalado en la municipalidad con el apoyo del alcalde mayor. Los indígenas lo acusaron de ayudar al alcalde a organizar levantamientos fiscales demasiado elevados a través de los repartimientos de hilos. Este motín, dirigido contra uno de los suyos, ilustra el movimiento de oposición al sistema colonial que sacudió al mundo indígena de Guatemala a fines del siglo XVII. 61 Marginados, explotados, sometidos, los indígenas intentaron liberarse del yugo de la dominación que soportaban.
La sociedad rural en Baja Verapaz
167
Por cierto, el sistema colonial no sucumbió después de este período de cuestionamiento, pero sufrió, sin embargo, modificaciones importantes que preludiaban su desorganización. Las primeras manifestaciones de esta desestructurización en la Baja Verapaz aparecieron desde comienzos del siglo XVIII y tal vez aún antes y fueron la consecuencia de la imposibilidad del mantenimiento absoluto de las reglas que hemos analizado. El colapso del sistema fue tanto obra de los indígenas como de los ladinos. Los indígenas rechazaron el sistema impuesto por los colonizadores especialmente a través de las revueltas, pero también resistieron de una manera más pasiva o más silenciosa. La forma más inmediata y tanibién la más radical era la fuga. Rechazando la organización comunitaria que permitía, sobre todo a las autoridades, un control más estricto y más efectivo de la población, rechazando igualmente el peso del tributo, la fuga permitía romper con todas sus obligaciones. La fuga no fue un fenómeno que afectó apenas a algunos individuos aislados, sino que alcanzó proporcjones importantes. En Rabinal, por ejemplo, había 125 ausentes en 1767; 142 en 1776; 154 en 1804 y 43 en 1811. 62 Pero, ¿hacia dónde huir? A las poblaciones de la región de Rabinal se les ofrecían dos soluciones muy distintas. Una alternativa era refugiarse en la zona que se encuentra al norte del río Chixoy, más allá de la ribera izquierda del río. Esta región permaneció más o menos controlada hasta el siglo XIX. El pueblo más cercano a esta zona, Uspantán, .quedaba lejos y se encontraba también en una situación de aisla.miento en relación con el resto de los pueblos de la alcaldía mayor de Totonicapán. Era una zona de refugio próxima para aquéllos que deseaban recobrar su libertad. Sin embargo, parece que esta solución no tuvo muchos adeptos. En ninguno de los numerosos documentos sobre fugas se especifica esta elección por parte de los habitantes de la región, pero este hecho no impide pensar que esta posibilidad haya podido y debido existir. La otra solución, la más común sin duda, consistía en la fuga en dirección opuesta, es decir, hacia las haciendas de la región de los valles. El gran número de haci~i::t.9:~~ y t!_~.E_~?~~~ tan cercanos facilitaba el escape a los habit"alltes de la región
168
Micbel Bertrand
de Rabinal. La comprensión de estas deserciones frecuentes no es simple, ya que muchos factores, a veces contradictorios, pueden haber intervenido. Las causas internas, peculiares a la situación del pueblo, serán consideradas primeramente. En este campo, la presión demográfica jugó un papel importante. El siglo XVIII se caracterizó por un largo movimiento, primero lento, luego cada vez más marcado, de crecimiento demográfico. Este incremento de la población no fue acompañado de un aumento proporcional de tierras cultivables para los pueblos. Si bien es cierto que en ocasiones un pueblo obtenía nuevas tierras cultivables a través de la composición (tal fue el caso, por ejemplo, de Rabinal, que obtuvo en varias ocasiones caballerías para agrandar su ejido), en general, estas adquisiciones eran insuficientes si se comparan con el creciente número de habitantes. La falta de tierras y su corolario, la miseria, eran las causas que empujaban a los individuos a salir de los pueblos en busca de trabajo. 63 Puesto que la mayoría escapaba hacia las haciendas, en éstas y su funcionamiento deben buscarse otros elementos de explicación de estos movimientos migratorios. La más conocid~ de estas causas es, sin duda, el endeudamiento, en el que tradicionalmente los historiadores han insistido para explicar la presencia permanente de obreros agrícolas en tierras de haciendas. El endeudamiento permitía una disponibilidad de mano de obra fija que, para los propietarios de haciendas, significaba una garantía de trabajadores. Estos individuos eran preferibles a los indígenas "sueltos y vagabundos" descritos en los documentos. Su presencia permitía a los propietarios evitar todo control de las autoridades, al mismo tiempo que neutralizaban la oposición de los pueblos, que se manifestaba en los recursos a los repartimientos. Por último, el carácter de esta presencia posibilitaba una mayor sumisión de la mano de obra a las leyes y ritmo de trabajo de la hacienda. 64 Sin embargo, estas explicaciones, por importantes que sean, no satisfacen nuestros propósitos. Debemos considerar las motivaciones personales que empujaban a los individuos a las haciendas.. El trabajo allí era remunerado por un salario que permitía, muchas veces, pagar las cargas fiscales que
La sociedad rural en Baja Verapaz
169
pesaban sobre ellos, sin tener que vender parte de la cosecha o endeudarse. El trabajo en las haciendas, para aquéllos que trabajaban regular y temporariamente, era un medio de evadir a las autoridades. En fin, los indígenas que desertaban de sus comunidades podían encontrar en la hacienda la sensación de seguridad que les negaba su mundo de origen. Con la estabilidad de un salario regular y con una parcela de tierra en usufructo, el obrero agrícola tenía, en cierta forma, una situación envidiable. 65 Finalmente, hay que considerar el papel de las haciendas como instituciones de crédito a través del endeudamiento. Siendo escasa la circulación monetaria en el campo guatemalteca en general, esto era un fenómeno importante. El trastorno del sistema colonial está ligado al manejo, por parte de los mismos indígenas, de los principios que regían su organización. El problema de la tenencia privada de tierras comunales constituye el ejemplo más claro. Este fenómeno se debía a la degradación del espíritu comunitario o, al menos, al desinterés por ciertos aspectos de la vida agraria comunitaria. 66 A veces ocurría que un individuo, miembro de la comunidad, permanecía en las mismas tierras durante un extenso período de tiempo y aun éstas eran transmitidas heredita.riamente. Este era, con toda probabilidad, el caso de las tierras de irrigación, sobre las cuales, desafortunadamente, contamos con muy poca información. Un comentario hecho por el cura de Rabinal a su obispo al precisar la localización de las riquezas del pueblo, permite deducir la existencia de esta apropiación privada: "los trapichitos de los. indios ..que. hay alrededor del pueblo son.veinte y.el.más retirado dista media legua" . 67 Como el territorio de un pueblo tenía como míni~o un radio de media legua, los trapichitos a los que se refería el cura se encontraban, entonces, en las tierras comunales. Es más, mientras que ningún documento se refiere al cultivo comunitario de la caña de azúcar, numerosos son los que hacen alusión a la cría de ganado en las haciendas comunales. 68 Teniendo en cuenta la importancia de las inversiones en material y el valor de la caña, es díficil pensar que los trapiches hayan pasado de mano en mano, año tras año; por lo tanto, es probable que esta actividad agrícola fuera practicada indi-
170
Ñfichel Bertrand
vidualmente. Que las otras tierras -es decir, no aquéllas de irrigación- debieron sufrir la misma suerte se sugiere por el alquiler de tierras comunales por un individuo y no por la comunidad. En Tierra Blanca, por ejemplo, los indígenas de San Miguel Chicaj alquilaron tierras a ladinos de San Jerónimo. 69 La tenencia privada se veía favorecida indiscutiblemente por la falta de redistribución regular de tierras en el seno de la comunidad. Así pudo realizarse un fuerte arraigo de familias en las tierras que ellos consideraban suyas. La dispersión de la población indígena hacia la periferia de las tierras comunales favorecía también esta práctica. Los controles sobre esas tierras lejanas eran menos fuertes y el alejamiento permitía un debilitamiento de los lazos entre los habitantes de las aldeas así creadas y el centro del pueblo. La decadencia de las propiedades comunales constituye una explicación de este problema. Si tomamos el ejemplo de las haciendas comunales, observamos una declinación muy importante a fines del siglo XVIII debida, entre otros factores, a la falta de preocupación de los miembros de la comunidad por el bien común. Asimismo, la evolución de la gestión de las cofradías es reveladora de esta situación. Frecuentemente no se entregaban al mayordormo entrante más que una parte de los capitales de las cofradías, prometiendo el resto para más tarde; en ciertos casos, estos reembolsos se efectuaban muchos años después. 70 Las cofradías se convirtieron -no sólo en su funcionamiento, sino sobre todo en el reclutamiento de sus responsables- en instituciones controladas por algunas familias, generalm~nte de principales. En gran parte, estos últimos fueron los que se beneficiaron con el comercio de mantas practicado por las cofradías, como también de las ganancias obtenidas a través de los préstamos usurarios. Esto se traducía en efecto en una apropiación individual de las riquezas comunales, que no puede comprenderse más que en esta actitud de desinterés por parte de la colectividad. La modificación de la política española en cuanto a las comunidades de reducción explica ta.tnbién el debilitamiento de las barreras culturales entre los dos mundos y la interpenetración resultante. La Iglesia fue el origen de esta profunda reevaluación que data de la segunda mitad del siglo XVIII. Los
La sociedad rural en Baja Verapaz
171
obispos, durante sus visitas a las diócesis, descubrían alarmados el mantenimiento de prácticas paganas en la religión_ indígena. En la búsqueda de soluciones, juzgaron que la cristianización de los indígenas no podía completarse más que a trayés de una hispanización que permitiera la eliminación de las persistentes costumbres indígenas. Simultáneamente, sobrevino una multiplicación de reales cédulas sobre la instalación de escuelas en cada reducción. Asimismo, durante sus visitas, los obispos interrogaban cuidadosamente a sus curas sobre la aplicación de la nueva legislación. La región de Rabinal no fue una excepción: la visita a la escuela, la preocupación por saber el número de alumnos que la frecuentaban y las materias que se enseñaban, testimonian esta nueva orientación. 71 Las denuncias sobre prácticas religiosas heterodoxas en la región de Rabinal fueron numerosas. A pesar de que muchas veces, en sus respuestas a los obispos, negaban unánimemente tales prácticas en S\.lS parroquias, esto no era más que una cortina de humo, como lo denunció Cortés y Larraz. Cada prelado celoso de la salud de sus feligreses podía descubrirlas durante sus visitas. En Rabinal, Cortés y Larraz denunció numerosos abusos durante las fiestas re.ligiosas: alcoholismo, comidas en común y danzas. 72 Otro. aspecto de las desviaciones indígenas era la moral. Los curas denunciaban regularmente el concubinato y la poligamia, prácticas que persistían a pesar de los esfuerzos de la Iglesia para erradicarlos. La política separatista llevada a cabo bajo la presión de los dominicos en el siglo XVI, sufre una reevaluación profunda. Se trata, en realidad, de una reaparición del debate sobre el interés del desarrollo separado de las dos repúblicas que constituyen el fundamento de la sociedad colonial. Los intelectuales y la Iglesia consideran cada vez más importante la hispanización como una condición para el progreso y la cristianización, un cambio profundo que se explica en la ineficacia constatada de los métodos empleados desde el siglo XVI. La Iglesia reconocía la superficialidad de la cristianización; los intelectuales puntualizaban el desarrollo de castas, es decir, del mestizaje, a pesar de la prohibición teórica de éste; algunos intentaban una revalorización del mundo mestizo, denunciando su marginalidad nacida de la política colonial; en fin, los
172
Michel Bertrand
representantes del IlUIIlinismo en Guatemala, consideraban el aislamiento como una barrera al desarrollo y al progreso del mundo indígena. Muchos fueron los que alentaron la integración indígena a través del mestizaje, el cual no cesó de desarrollarse, no habiéndose tomado ninguna medida para prevenirlo. Los ejemplos de Rabinal y Salamá son reveladores de esta evolución. En el primero, el porcentaje de ladinos censados creció de 3.2 por ciento a .7 .5 por ciento entre mediados y finales del siglo XVIII; mientras que en Salamá creció de 6 por ciento a 20 por ciento en el mismo período. 73 El mero hecho que la población mestiza fuera referida en los censos ilustra el relajamiento de la prohibición de residencia. Muy frecuentemente, los ladinos llegaban a obtener puestos en las municipalidades indígenas. En Rabinal, el secretario de la municipalidad en el siglo XVIII fue a veces un mestizo. Asimismo, los ladinos de los pueblos de la región h;;:icían de intérpretes entre las autoridades indígenas y las españolas. En fin, ellos obtenían regularmente el empleo de pregonero de la municipalidad. En el siglo XVIII, en un grado cada vez mayor, pareciera que las leyes de separación ya no eran aplicadas y podían muchas veces ser ignoradas. 74 El pueblo de El Chol constituye un caso particular. A pesar de que oficialmente se trataba de una reducción, se debe considerar como una verdadera villa. El número de tributarios era prácticamente nulo en comparación con la población mestiza. En 1790 sólo fueron censados en los tres valles cuatro tributarios, mientras que la población ladina era de 682 personas. 75 Esta situación era comprensible ya que la mortalidad de los choles, deportados en 1690, había alcanzado tasas extremadaIIlente elevadas, unido a los cambios del medio natural y del género de vida. Los sobrevivientes se encontraron en un medio completamente ladino y, desarraigados, no podían siquiera resistir la omnipresencia ladina. Este mismo fenómeno ocurría entre los indígenas de las regiones vecinas, quichés, pocomchís o aun kekchís, que llegaban en grandes cantidades a la región de los valles atraídos por las haciendas. Dada su situación completamente original, las poblaciones indígenas de los valles experimenta.ron una aculturación rápida y profunda. Paralelamente al mestizaje y a la penetración ladina en
La sociedad rural en Baja Verapaz
173
las reducciones de la Baja Verapaz, las poblaciones indígenas orientaron sus actividades económicas hacia sectores más lucrativos. Rápidamente los indígenas - o al menos algunos de ellos- comprendieron los beneficios que podían obtener adoptando el sistema económico traído a la región por los dominicos y los mestizos. Esta adopción se hizo primeramente a nivel comunitario. Es probable que hayan sido los dominicos mismos quienes alentaron a los pueblos a seguir su ejemplo, a través de las cofradías. En la región de Rabinal estas actividades eran de tres tipos. Las cofradías se dedicaron inicialmente a la c~ía c.le . ganado, invirtiendo una parte de sus capitales en cabezas de ganado, utilizando para el pastoreo terrenos cedidos por los pueblos. El comercio de los productos de estas haciendas se hacía esencialmente en un radio local, a la escala de Verapaz. Ignoramos la fecha precisa en que se inició esta actividad económica, pero como la mayor parte de nuestra información data del siglo XVIII, es probable que ella no sea anterior a esta fecha. Los otros dos polos de interés económico fueron el repartimiento de los hilos para el tejido de mantas y los préstamos usurarios cuya importancia ya hemos indicado. 76 De esta manera, las cofradías introducidas por los dominicos en Verapaz alrededor de 1560 para facilitar y sostener la evangelización, se transformaron rápidamente en importantes centros de tráfico económico en beneficio de algunos de sus miembros. El acoginiiento por los indígenas, a un nivel individual, de actividades económicas orientadas hacia el comercio, es igualmente un fenómeno importante a considerar. Los indígenas de la Verapaz practicaban el comercio desde fines del siglo XVI. En 1583, un prebendado de la catedral de Cobán explicaba en una carta al Tribunal de la Inquisición de México que a lo largo de todo el año, los habitantes de la Verapaz iban y venían por el Ca.in.ino Real que atravesaba la provincia a fin de vender sus excedentes de maíz en la región de Acasaguastlán. 77 A pesar de la naturaleza polémica del documento, había una importante observación acerca del comercio, que reapareció regularmente durante los dos siglos siguientes en muchos documentos. En 1 790, el alcalde mayor de la provincia explicaba que el gran número de ausencias durante los censos se debía a que muchos habitantes se abandonaban al comercio. 78 Cor-
174
Michel Bertrand
tés y Larraz observó que lo esencial de los productos agrícolas eran recogidos en San Miguel Chicaj, mientras que los habitantes de Rabinal practicaban, esenciahnente, el comercio. 79 A pesar de lo que sostienen las numerosas descripciones de la zona sobre que la región de Rabinal no producía ningún artículo en particular que pudiera ser vendido, el comercio era, sin embargo, una de las actividades de la población indígena local, lo que se explica sin duda fundamentalmente por su· situación geográfica. 80 La cuenca de Rabinal está localizada en la periferia sur de la Verapaz y era la zona por donde se establecía el contacto entre esta provincia y el resto de Guatemala. 81 Salamá, que fue descrito por Cortés y Larraz como "el último pueblo antes de la Verapaz", era entonces el punto de contacto entre los dos mundos, circunstancia reforzada por el hecho que el Ca.Illino Real pasaba precisamente por el pueblo. Cuando en el siglo XVIII las autoridades intentaron desarrollar la ruta Guatemala-Cobán-Río Dulce-Santo Tomás de Castilla, como sustituto de la ruta sur que pasaba por Zacapa -juzgada demasiado distante- Salamá y su región sólo podían beneficiarse de esta decisión. Mientras algunos rabinaleros se ocuparon del comercio, otros se orientaron hacia la agricultura comercial. En el siglo XVIII, entre los propietarios de trapiches alrededor de cada uno de los pueblos, había indígenas. 82 Asimismo, a fines del siglo XVIII, bajo la influencia del cura de Cubulco, algunos indígenas se dedicaron a la cría de la cochinilla. Uno de ellos solicitó una subvención al poder central para introducir estos insectos tintoreros en sus tierras. 83 Los indígenas, tanto a título individual como colectivo, se iniciaron muy pronto en prácticas económicas nuevas para ellos. La adopción del modelo económico dominico fue sin duda un elemento importante en la aculturación de las poblaciones nativas. Igualmente fue un medio, si no de homogenización entre indígenas y ladinos, al menos de tender un puente entre ellos. Tales prácticas minaron desde el interior el sistema social segregacionista. Si la desorganización del sistema social colonial comenzó a manifestarse ya durante el período colonial, es preciso esperar a la creación de las repúblicas independientes, después de
La sociedad rural en Baja Verapaz
175
1821, para verlo desaparecer. Este fenómeno no se reduce sólo a Guatemala, sino al conjunto de países liberados de la tutela española en esa época. Por doquier, la Independencia pone fin a la sociedad de castas y a la protección paternalista de la que gozaban los indígenas. En Guatemala, el movimiento de Independencia fue dirigido por intelectuales influenciados por el Iluminismo. Para la Sociedad de Amigos del País, el desarrollo económico del país estaba unido necesaria.IIlente a la integración y asimilación de las poblaciones indígenas. Todas las barreras establecidas por España entre los indígenas y el resto de la sociedad colonial debían desaparecer. Este fue el tema de un concurso organizado posteriormente por la misma sociedad, formulado de la manera siguiente: "Utilidad que resulta de que los indios vistan y calcen a la española". 84 Dos de los ensayos propuestos han sido publicados y son muy explícitos sobre la visión de sus autores. Ambos consideraron las ventajas que acompañarían la hispanización: la integración de una gran parte de la población, hasta entonces marginada, al resto de la sociedad; el estímulo económico que esto entrañaría; la modernización de la actividad agrícola y otras más. Se trataba, en realidad, de utilizar a la población hasta entonces rechazada, como un medio para el desarrollo económico. Por cierto, ambos autores insisten sobre las ventajas que esto significaría para los indígenas: gozo de la tierra en propiedad privada; desaparición de la miseria; obtención de la igualdad civil, etcétera. Sin embargo, más importante aún, es que estos hombres tenían una visión global de la sociedad de su tiempo, una visión "nacional". Los indígenas, al igual que los otros grupos étnicos, debían participar de esta nueva orientación. Esta política de asimilación se inscribe en un cuadro mayor --el del optimismo igualitario del Iluminismo- que inspira las primeras realizaciones de las nuevas autoridades del área social. Las Cortes extraordinarias de 1812 abolieron el tributo, del cual hemos visto su aspecto marginante. Restaurado en 1815, fue abolido nuevamente después de la Independencia, del mismo modo que la esclavitud. En el espíritu de sus artífices, estas medidas debían permitir la unificación de la sociedad postcolonial. En realidad, es bien sabido que
176
lY.Cichel Bertrand
los resultados fueron muy distintos de los deseados. La abolición de las castas fue sobre todo el medio utilizado por los ladinos para obtener un reconocimiento que el sistema colonial les había negado siempre. En cuanto a los indígenas, su calidad de marginados, si bien diferente, para la mayoría de ellos, perduró no menos verdadera. La situación actual en los pueblos guatemaltecos, tiene esencialmente su origen en estas reformas llevadas a cabo por las nuevas autoridades instaladas después de la Independencia. En la Baja Verapaz, la transformación de la sociedad se caracterizó por tres trazos funda.Illentales: la privatización lenta, casi general de las tierras, la dispersión de las poblaciones indígenas y el aumento del número· de ladinos en los pueblos. La manifestacion de estos carácteres, por su contradicción total con los principios organizadores de la sociedad colonial, constituyó, naturalmente, su sentencia de muerte. El aumento de la población ladina fue contemporáneo del mismo período liberal. En efecto, hasta entonces los dominicos habían tenido éxito en mantener control sobre el conjunto de la región y, por lo mismo, en limitar la penetración de los mestizos. Pero -como lo describe Brasseur- fue la partida de los dominicos, como consecuencia de la política anticlerical seguida a partir de 1829 que, suprimiendo toda barrera, permitió el aumento numérico de los ladinos. 85 Los censos del siglo XIX reflejan este fenómeno. De la misma man.era, la fundación de nuevos pueblos coincidió con la ladinización de la región. En el territorio de la haciendª dominica secularizada, se fundó un pueblo del mismo nomqre, San Jerónimo, habitado esencialmente por mestizos, mulatos y negros. Liberados de su situación de obreros agrícolas de la hacienda, se convirtieron en pueblerinos y comenzaron a su vez a ejercer presión sobre las tierras de la cuenca, a medida que se extendían. por ella. Otra aldea-pueblo fue fundada al sur de El Chol en 1874 -Granados- poblada esencialmente de milicianos ladinos. El criterio para la fundación de estos poblados no se apoyaba ya sobre la separación étnica. Sin embargo, estos pueblos estaban - y lo están esencialmente en la actualidad- desprovistos de población indígena. Se dio un aumento de ladinos en las antiguas reducciones, así
La sociedad rural en Baja Verapaz
177
como la fundación de pueblos casi exclusivamente mestizos: el contraste en comparación con el período precedente fue evidente. Este hecho se ve consolidado con la toma del poder local por los ladinos, en detrimento de los indígenas. Después de 1821, Cobán, capital de la provincia durante dos siglos y medio, se ve suplantada por Salamá. El jefe político, sucesor del alcalde mayor, brindó una explicación bastante clara de este cambio. La fuerte proporción de ladinos en Salamá hace la vida más agradable para éste, quien ahora se encuentra más cerca de la capital y así puede visitarla con más facilidad. Como puede apreciarse, las nuevas autoridades se alejan del mundo indígena que, manifiestamente, no sin razón temen, sobre todo después de la revuelta anti-ladina de 1803. 86 Dentro de los mismos pueblos, los ladinos tendían a apropiarse de todos o de algunos de los cargos municipales. De la lista de alcaldes del siglo XIX en Rabinal, desaparecen los nombres indígenas y, sobre todo, los de los caciques: Thot, Suyén, Pérez. Poco a poco los nombres españoles se hacen más comunes en esos cargos, hasta aparecer en forma exclusiva. Además, se constata de manera muy simple y concreta que las cartas de las autoridades municipales están redactadas en perfecto español, lo que no había sido el ca.so en el período precedente. Es necesario admitir que esta hispanización de la municipalidad está ligada a su ladinización. Esta transición no es igual en todos los pueblos. En Salamá se dio en forma más pronunciada, mientras que Cubulco permaneció menos afectado. Estas diferencias corresponden, en efecto, a las cualidades propias de cada pueblo. Salamá, convertida en capital regional, se ladinizó a fuerza de las circunstancias: la administración probablemente contribuyó con una buena parte de los ladinos suplementarios. Este estado de hecho fue consagrado por la obtención del título de villa en 1825 y luego, en 1833, del de ciudad. 87 En contraste, Cubulco fue más aislado y permaneció sin cambios, mientras que Rabinal estaba en una situación intermedia. Estas diferencias se ilustran por los respectivos datos de su acceso al rango de villa: 1825 para Rabinal; 1923 para Cubulco. 88 Frente al movimiento centrípeto de las poblaciones ladi-
178
lv.lichel Bertrand
nas, los indígenas experimentaron un movimiento centrífugo. Liberados de la obligación de residencia, numerosos fueron los que se desplazaron hacia la periferia de las tierras comunales, luego aún más allá, sobre las tierras baldías, en las que no solamente cultivaban, sino que también se instalaron de manera permanente. Se trataba de una verdadera reconquista: los indígenas retornaban a las tierras que sus antepasados debieron abandonar bajo los efectos de la reducción realizada por los dominicos. El caso de Cubulco es, en efecto, el más revelador. En 1773, Cubulco había obtenido un título de propiedad de 229 caballerías de tierras comunales. En 1858, Cubulco y Rabinal se encontraban en conflicto. La medida de los ejidos respectivos hizo aparecer que el de Cubulco no podía ser comprendido sólo sobre la ribera derecha del río Chixoy. El juez de tierras cedió al pueblo, sobre la ribera izquierda, el complemento necesario, sin medirlo precisamente. En 1903, al encontrarse en desarrollo el poblamiento de esta zona, Cubulco demandó una delimitación precisa de sus tierras alrededor de Cawinal y Chimeagua, así como también la adquisición de nuevos terrenos. Para justificar su demanda, los habitantes de Cubulco expresaron: Cawinal: esta voz significa "nuestros abuelos" y se ha dado al río este nombre porque viene del propio lugar donde antiguamente se hallaba situada la actual población de Cubulco, punto donde hasta hoy día se encuentran muchas ruinas de edificios indios. Es una de las razones que los cubulceros alegan para pretender que todos los parajes inmediatos les pertenecen en propiedad. 89
Existen otros ejemplos menos espectaculares, especialmente para el pueblo de Rabinal. Allí, numerosas aldeas poseían documentos certificando su propiedad sobre las tierras que ocupaban. Hemos encontrado también mención de títulos de propiedad de Río Negro, aldea poblada con gentes de Rabinal y situada sobre la ribera del río Chixoy, cuyo título principal data de fines del siglo XIX. La existencia de estos títulos en las aldeas caracteriza, en efecto, una nueva situación en la tenencia de la tierra. A la tenencia comunitaria que se hacía a nivel de pueblo, sucede una toma de posesión a nivel de un grupo social más restringuido: la comunidad
La sociedad rural en Baja Verapaz
179
familiar o el grupo de vecinos con más frecuencia, que debía además coincidir en una solidaridad de parentela. Los títulos de las aldeas incluyen a veces la lista de los jefes de familia que tenían derecho a utilizar las tierras en cuestión. Estos, en realidad, son los mismos que se había agrupado para solicitar el título de propiedad y pagar juntos los gastos ocasionados. Esto indica con claridad que los otros habitantes del mismo pueblo, si bien estaban incorporados administrativamente a él, no podían tener acceso a sus tierras. A pesar de que esta evolución no concierne más que a ciertas aldeas y a una parte de las tierras comunales, la comunidad no se encuentra menos debilitada, dividida como estaba en varios grupos de propietarios. Es difícil establecer una cronología precisa de esta fisura de la comunidad, pues los censos no especifican los lugares de residencia de los interesados en sus pueblos respectivos. Sin embargo, podemos afirmar que las demandas de títulos de propiedad se hacen mucho más nUinerosas en la segunda mitad del siglo XIX y que esto coincidió con las modificaciones de la distribución geográfica de la población. Se comprende mejor así cómo los pueblos resistieron con dificultad a las presiones de los individuos a la búsqueda de tierras, presiones originadas tanto de afuera como del interior de los mismos pueblos. La historia de la tenencia de la tierra en la región de Rabinal ha permitido caracterizar la sociedad colonial y determinar su evolución. Las autoridades españolas intentaron establecer un mundo dualista, en el cual cada componente no podría fundirse con el otro. La distribución de tierras a los indígenas era una condición indispensable para su realización. La elaboración de toda una legislación y de un sistema de defensa de los nativos, por parte de la administración colonial fue, asimismo, necesaria. De esta manera, la sociedad colonial española reservó para los indígenas un lugar en su seno, si bien éste les fue impuesto por la fuerza. Esta voluntad de reconocer a los indígenas como un componente de la sociedad del Nuevo Mundo ha llevado a ciertos historiadores guatemaltecos a considerar que el indígena no fue en realidad más que una creación española y que la sociedad contemporánea debe abolir toda supervivencia de la dua-
180
lv.lichel Bertra.D.d
lidad étnica en Guatemala, en pos de una integración total. 90 Dada la resistencia indígena a todo avasallamiento de sus derechos, tanto de parte de los mestizos como de los españoles, es difícil compartir esta tesis. Los indígenas supieron utilizar el reconocimiento de que eran objeto para intentar mantener la originalidad de su cultura, de su modo de vida. Las revueltas indígenas --en Rabinal y en otros lugares- jalonan la historia colonial e ilustran la voluntad de rechazo de una sumisión absoluta al conquistador. El mundo indígena fue un mundo de resistencia y no de sumisión, como lo interpretan demasiadas veces y muy prestamente Severo Martínez Peláez y numerosos guatemaltecos. 91 Para los indígenas, la legislación colonial ofrecía todo un conjunto de leyes que les permitía asegurar su defensa. Son numerosos los documentos de principios de la Independencia que añoran los tiempos en que la ley era más favorable para los indígenas. En efecto, en 1821 se abre una nueva era. Los nuevos principios de igualdad, libertad y propiedad privada van al encuentro del mantenimiento de la comunidad indígena como existía en los siglos precedentes. Los indígenas se ven integrados a la fuerza en la "nueva sociedad" liberal del siglo XIX, que ya no les ofrece los medios de defensa que ellos utilizaban en el pasado. Ta.Illbién la desintegración, lenta pero cierta, de la comunidad indígena marca todo el siglo XIX. Es cierto que la solidaridad indígena dentro de los pueblos, controlados ya por los no-indígenas, continúa manteniéndose, pero a pesar de ello, ciertas expresiones fundamentales de esta comunidad, como la tenencia colectiva de la tierra, desaparecen irremediablemente. En conclusión, el estudio de la sociedad colonial de Rabinal nos lleva a interrogarnos sobre la realidad de esta sociedad. Nuestro estudio ha puesto a la luz la incongruencia entre el esquema tradicionalmente trazado de la sociedad colonial rural y la realidad de esta sociedad. Es cierto que los indígenas vivían en un aisla.nüento impuesto y que se dedicaban de preferencia a ciertas actividades económicas, esencialmente agrícolas. Pero hemos visto igualmente que desde el siglo XVII y aun antes, el principio de aisla.nüento fue objetado y que en la misma época las actividades comerciales no eran ajenas a
La sociedad rural en Baja Verapaz
181
las poblaciones indígenas. El aislaniiento en el que se quiso mantener a los indígenas no pudo alcanzarse, ni siquiera en la Verapaz, donde, en comparación con otras regiones de la Guatemala colonial, se daban los medios para realizar esta política. En realidad, los principios organizadores de la sociedad colonial probablemente jamás fueron aplicados textualmente y en ningún momento la sociedad colonial guatemalteca correspondió verdaderamente a los principios enunciados. Estas modificaciones a las reglas impuestas por los españoles, vinieran tanto de los indígenas como de los mestizos, favorecieron la desintegración de la sociedad colonial después de la Independencia. La sociedad rural de Guatemala colonial aparece entonces como una sociedad cambiante, conflictiva, donde el lugar de cada grupo étnico no está jamás fijado de antemano. Es la historia de estos conflictos lo que intentó retrazar nuestro estudio de la sociedad rural de la región de Rabinal.
182
Michel Bertrand
NOTAS l. La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca, 4.ª edición (San José, 1976). 2. Magnus Morner, La corona española y los foráneos en los pueblos de Aniérica (Estocolmo, 1970). 3. Fray Antonio de Remesal, O.P., Historia de la ~rovincia de San Vicente de Chiapas y Guatemala de la orden de nuestro glorioso padre Santo Doniingo (Guatemala, 1932), 1: 210-212. 4. Magnus Morner, Estado, raza y canibio social en la Hispanoaniérica colonial (México, 1974). 5. Una caballería es igual a 45 hectáreas, 12.57 áreas. Luis Aguilar P., Equivalencias y tablas de reducción de medidas y pesos (Guatemala, 1928). 6. Véase, por ejemplo, Martínez Peláez, La patria de.l criollo, pág. 166. 7. Véase, por ejemplo, la descripción de la recepción dada a las Leyes Nuevas en Guatemala, en Libro de actas del ayuntaniiento de la ciudad de Santiago de Guatenia_la, Rafael de Arévalo, editor (Guatemala, 1856). 8. Véase Magnus Morner, El m,estizaje en la historia de IberoAniérica (Estocolmo, 1960); y Angel Rosenblat, La población indígena y el niestizaje en Aniérica (Buenos Aires, 1954). 9. Morner, Estado, raza y cambio social, pág. 33. 10. Remesal, Historia de la Provincia de San Vicente, I: 212-213. 11. Aunque es posible que las cofradías locales hayan preservado los primeros títulos de propiedad, todavía no hemos podido localizarlos. 12. AGCA, Al.6001.52829. Un sitio de estancia es una medida de superficie equivalente a 38.77 caballerías. 13. AGCA, Al.182.3744. 14. Es dificil pensar que las tierras de irrigación hayan sido objeto del mismo tratamiento, pero la falta de información nos impide generalizar. 15. En Salamá en 1811, un ladino llamado Leonardo Nicolás intentó hacerse pasar por indígena para poder ganar acceso al ejido del pueblo; AGCA, Al.2799.24578. 16. AGCA, Al.182.3744. 17. No hemos encontrado una sola mención d.e donaciones de tierras en la zona, pero ello no significa que no haya habido ninguna. Según Fran~ois Chevalier, son el origen de la mayoría de las haciendas en Nueva España; La form,ation des granda doniaines au Mezique: Terre et société auz XVJ!!-XVJi.e siecles {París, 1952).
La sociedad rural en Baja Verapaz
183
18. AGCA, Archivo General de Escribanía del Gobierno y sección de Tierras (en adelante, AGCA, Tierras), Baja Verapaz 4.1. 19. AGCA, Al.2799.24578. 20. AGCA, Al.5949.52105. 21. AGCA, Al.5997.52767. 22. Cultivo hecho sin irrigación y que depende simplemente de las precipitaciones. 23. Archivo Parroquial de Rabinal, Rabinal, Baja Verapaz (en adelante, APR), Libro de cédulas y pastorales. 24. "Relación de la Verapaz hecha por los religiosos de Santo Domingo de Cobán, 7 de diciembre de 1574", ASGH 28 {1955): 18. 25. Nicole Percheron, "Les confréries religieuses de Rabinal a l'époque coloniale", Cahiers de la R. C. P. 500 1 (1979); y Michel Bertrand, "Un modele économique: Les haciendas communales de Rahinal, fin XVIIIeme-début XIXeme siecle", Cahiers de la R. C. P. 500 1 (1979). 26. Las mantas eran piezas de algodón que se pagaban en concepto de tributo por los pueblos de Rabinal y Cubulco. 27. Chevalier observó una declinación similar de la actividad ganadera en Nueva España, la cual explicó, entre otras causas, por el fenómeno natural, sobrecarga pastoral y enferm~ades. Es probable que estos factores se hayan dado en las zonas de cría de ganado de Guatemala; La forrnation des grands do-maines, pp. 129-130. 28. Algunos inventarios de bienes muestran el alto valor de este cultivo. El inventario de los efectos de .José Cárcamo, propietario de un ingenio en el valle de Urrán, hecho en 1752, estima el valor de la caña en pie en 500 pesos, mientras que la tierra, con una extensión de una estancia de ganado mayor y dos caballerías, se evalúa en sólo 400 pesos; AGCA, Al.5983.52610, f. 66. En otro caso, la estimación del valor de la caña de azúcar oscila entre 1,200 y 1,500 pesos, a pesar de que apenas dos tercios de la propiedad --cuya extensión ignoramos- estaban cultivados; AGC~, Al.6009.52927. 29. Propiedad agrícola donde se procesa la caña de azúcar. 30. Hemos encontrado numerosas menciones de estos conflictos entre ganaderos y agricultores. Estos conflictos eran más frecuentes entre los· pueblos y los propietarios periféricos. 31. AGCA, Al.5985.52614, f. 66. 32. AGCA, Al.5985.52614, f. 66. 33. AGCA, Al.6009.52927. Una red es la medida correspondiente al contenido de la misma, cuyo equivalente preciso es dificil de especificar. Una fanega, medida de capacidad para áridos, equivale a 55 litros Y medio. 34. AGCA, Tierras, Baja Verapaz 2.5.
184
lvlichel Bertrand
35. Sólo los sitios principales han sido reconocidos. E. Ledyard Smith, Archeological Reconnaissance in Central Guate?nala (Washington, D.C., 1955, Carnegie Institution of Washington Publication 608). 36. Alain Ichon, "Le peuplement de la vallée moyenne du Rio Chixoy a l'époque préhispanique", Cahiers de la R. C. P. 500 1 {1979); Michel Bertrand, "Estudio demográfico de la región de Rabinal y del Chixoy en Guatemala", Mesoarnérica 1 {1980): 232-249. 37. Remesal, Historia de la Provi.ncia de San Vicente, 1: 212-213; y Martín Alfonso Tovilla, Relación histórica descriptiva de las provincias de la Verapaz y de la del Manché, France V. Scholes y Eleanor B. Adams, editores {Guatemala, 1960), pág. 87. 38. Celso Narciso Teletor, Apuntes para la historia de Rabinal y algo de nuestro folklore {Guatemala, 1949); y Charles-Etienne Brasseur de Bourbourg, "Antigüedades guatemaltecas", ASGH 20 {1945): 7-17. 39. AGI, Guatemala 128. El pueblo vecino de Cubulco probablemente fue fundado en la misma época, pero el censo de López de Cerrato no menciona el número de sus tributarios. 40. MacLeod, Historia socio-económica, pág. 172 y ss. 41. "Villa" era el nombre dado a los pueblos reservados para los no indígenas. 42. Francisco de Paula García Peláez, Mef'norias para la historia del antiguo reino de Guatern.ala, 2.ª edición, 3 tomos (Guatemala, 19431944), 111: 152-163. 43. Descripción geográfico-m,oral, 11: 33. 44. Juan de Pineda, "Descripción de la provincia de Guatemala", ASGH 1 {1924): 347. 45. M em,orias, 111: 156. 46. Véanse las listas de censos del período colonial conservados en el AGCA bajo el título de "Censos". 47. Todos los hombres, casados o solteros, entre los 18 y los 50 años de edad, eran considerados tributarios enteros; las mujeres solteras y viudas eran medio tributario. 48. MacLeod, Historia socio-económica, pág 274 y ss. 49. Morner, Estado, raza y ca'Tnbio social, pág. 49. 50. García Peláez, M e'Tnorias, 111: 155 y ss. 51. AGCA, Al.2327.34374. 52. Según Morner, "el servicio militar era para ellos -mestizos y negros- el subterfugio por medio del cual podían obtener un reconocimiento social"; Estado, raza y ca?nbio social, pág. 83 y ss. 53. La distinción estaba basada en el hecho que el cura, en una parroquia indígena, era fundamentalmente un instructor de doctrina; confiérase Morner, Estado, raza y cambio social, pág. 53.
La sociedad rural en Baja Verapaz
185
54. Al contrario del caso de otras regiones de Guatemala, la Verapaz no experimentó problemas de secularización. La región vecina del Quiché sufrió una secularización de parroquias en el siglo XVIII, que muchas veces dio lugar a largas querellas. Confiérase J. P. Piel, "Communauté indigene et fiscalité coloniale sur les hautes terres guatémalteques: San Andrés Sajcabajá du XVIeme au XIXeme siecles" (de próxima publicación). 55. AEG, Visitas 22, f. 271. 56. Percheron, "Confréries religieuses de Rabinal" . 57. El hecho de saber firmar puede, en efecto, estar asociado a la alfabetización. Para. nosotros, significa. también un cierto grado de hispa.nización. 58. Entre otros, Cortés y Larraz insiste sobre esta hispanización generalizada; Descripción geográfico-m,oral, 11: 33. 59. El comisionado era el responsable del orden público. El gobernador, nombrado por el alcalde mayor, era por lo general un indígena en los pueblos de reducción. 60. Información sobre esta revuelta proviene de varios documentos: AGCA, Al.2797.24563; Al.2798.24574 y 24575; véase también Severo Martínez Pelá.ez, "Los motines indios en el período colonial", Estudios Sociales Centroatnericanos 2 (1973): 201-228. 61. Francisco de Ximénez, O.P., Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapas y Guatem,ala, 3 tomos (Guatemala, 1977), 11: 408410. 62. AGCA, A3.1254.21756; A3.1749.29130; A3.245.4908; y A3.250. 5084. Los ausentes representaban 3 por ciento, 3 por ciento y 1 por ciento del total de la población del pueblo en 1767, 1776 y 1811 respectivamente. Pero en 1804 alcanzan el 10 por ciento de la población tributaria. Como estas fugas concernían esencialmente a individuos sujetos a tributo, los ausentes constituían un porcentaje respetable. 63. Las tensiones inherentes a la sociedad indígena deben ser consideradas. Los indígenas macehuales (comunes), sin tierras debido a su apropiación por los principales, se separaban fácilmente de una comunidad que tenía poco que ofrecerles. 64. Enrique Florescano, Estructuras agrarias de México, 1821 (México, 1971), pág. 105 y ss.
1520-
65. Florescano, Estructuras agrarias de México, pág. 105 y ss. 66. Esta degradación pareciera ser anterior a la llegada de los españoles. Confiéranse, entre muchos, los trabajos de Pedro Carrasco y sus colaboradores, especialmente: Los aztecas: ideología, econom.(a y política (México, 1978). 67. AEG, Visitas 22. 68. Bertrand, "Un modele économique" ..
Michel Bertrand
186
69. Estas tierr~ pertenecían a Rabinal, del cual se separó San Miguel Chicaj en 1803, es decir antes de que el alquiler en cuestión tuviera lugar. AGCA, Tierras, Baja Verapaz 1.8. 70. APR, Libros de cofradía, passirn. 71. AEG, Visitas, siglo XVIII, passirn. 72. Percheron, "Confréries religieuses de Rabinal", pág. 77. 73. AEG, Visitas 22, f. 323 y ss.; AGCA, Al.2799.24587; Al.6041. 53308; y Cortés y Larraz, Det1cripción geográfico-moral, 1: 295. 74. Mag~us Morner, "¿Separación o integración? En torno al debate dieciochesco sobre los principios de la política indígena en Hispanoamérica", Jou.rnal de la ~ociété des Arnericanistes 14 (1965): 31. 75. AGCA,
A3.238.47~0;
A3.1749.28130.
76. En el siglo XVIII~ los productos de ventas del repartimiento de hilos solamente, habrían alcanzado a la suma de 100,000 pesos. Información de Nicole Percheron. 77. AGN, Inquisición, 133.10, f. 104. 78. AGCA, A3.238.4720. 79. Descripción geográfico-rnoral, 11: 27. 80. Entre los numerosos documentos al respecto, véase AGCA, Tierras, Baja Verapaz 5.1 y 5.3; y .Juarros, Compendio de la historia de la ciudad de Guatemala, 1: 27. 81. Es necesario recordar en cuanto a esto, la prohibición repetida hasta 1646, contra la entrada de españoles en la región dominica. García Peláez, M eniorias, 111: 150 y ss. 82. Cortés y Larraz, Descripción geográfico-rnoral, 1: 293. 83. AEG, Visitas 22, "Cartas de los curas de Rabinal y Cubulco", f. 323. 84. Fray Matías de Córdoba, "Utilidad que resulta de que los indios vistan y calcen a la española", ASGH. 14 (1937): 211~ 85. Brasseur de Bourbourg, "Antigüedades guatemaltecas". 86 . .Jakob Haefkens, Viaje a Guatem.ala y Centroarnérica, Francis Gall, editor, Theodora.J. M. Lottum, traductora (Guatemala, 1969), pág. 271. 87. Como ya hemos notado, "villa" era el nombre tradicionalmente dado a los pueblos ladinos. El título de ciudad estaba reservado para las villas dirigidas por españoles. 88. Mateo Morales Urrutia, La división pol(ti.ca y ad7ninistrativa de la República de Guate7nala con sus datos históricos y de legislación, 2 tomos (Guatemala, 1961), I: 86 (Salamá), pág. 97 (Cubulco); y pág. 110 (Rabinal). 89. AGCA, Tierras, El Quiché 12.8.
La sociedad rural en Baja Verapaz
187
90. Esta tesis aparece de manera subyacente en todos los trabajos de Severo Martínez Peláez, pero está claramente expresada en Racism,o y análisis histórico en la definición del indio guatem,alteco {Guatemala, 1979). 91. Martínez Peláez, Racism,o y análisis histórico. Después de su estudio del levantamiento de Atanasio Tzul en Totonicapán, Robert Carmack ha puesto en evidencia también el espíritu de rebelión latente en la sociedad indígena y ha rechazado igualmente la tesis de Martínez Peláez; Historia social de los quichés (Guatemala, 1979), pp. 221-223.
6. Antecedentes económicos de los regidores de Santiago de Guatemala,. siglos XVI y XVII: una élite colonial ~Stephen
VVebre Louisiana Tech University (EE.UU.)
Entender cómo en una sociedad se acaparan el prestigio, la riqueza y el poder, significa (al menos en parte) entender también su estructura social y política. De una preocupación con las desigualdades exageradas que hoy en día caracterizan la América Latina, tanto como de una apreciación creciente del papel que ha desempeñado la herencia colonial en la formación de los rasgos distintivos de la región, surge el interés que en los últimos años han mostrado muchos historiadores por el estudio de las élites coloniales. Un método valioso de investigación ha sido la prosopografía o biografía colectiva, es decir, la investigación sistemática "de las características antecedentes comunes de un grupo de actores en la historia por medio del estudio colectivo de sus vidas" . 1 Cualquier ensayo de prosopografía ha de empezar con el aislamiento del universo de individuos a estudiar. Ya que este método ha sido útil principalmente para aquellos historiadores que buscan las raíces de la acción política, tales universos han consistido generalmente en élites de poder. 2 En la Hispanoamérica colonial, la burocracia imperial y los concejos locales, conocidos como "cabildos", han demostrado ser objetos excelentes de estudio porque son muy fáciles de delimitar: está claro quién pertenece a ellos y quién no, y su status de élites no se disputa. El presente estudio se enfoca en la composición socioeconómica del cabildo de Santiago de Guatemala en los siglos XVI y XVII, con énfasis especial en el reclutamiento de miem-
190 I
J
Stepben lVebre
bros. Debido a su calidad de centro administrativo, económico y cultural del antiguo reino español de Guatemala (territorio que hoy en día llamamos Centroamérica), y debido también a la existencia de un fondo bastante rico de documentación histórica para su estudio, la ciudad de Santiago y sus gobernantes ofrecen una oportunidad muy apta para el examen de una élite colonial en vías de transición. 3 La cultura española era una cultura urbana. Las ciudades y los cabildos que las gobernaban presentaban rasgos prominentes de todo el mundo hispano. Frecuentemente, el primer acto de un conquistador al pisar suelo en el Nuevo Mundo era el establecimiento de un cabildo y el nombramiento de sus "regidores" (como entonces se llamaba a los integrantes del cuerpo municipal), y fue así incluso en los casos en que todavía no existía ni el más mínimo poblamiento para gobernar. La historia temprana de la gesta española en América ofrece muchos ejemplos, entre ellos el de la misma ciudad de Santiago de Guatemala, fundada en 1524 por el Adelantado don Pedro de Alvarado. La ciudad original, de hecho, fue "más un campamento militar que un pueblo" , 4 ya que por un período de más de tres años no tuvo sitio fijo, sino que sus "ciudadanos", soldados de la conquista, se desplazaban por todo el altiplano, consolidando el dominio militar español de la región. Fueron los primeros regidores de Santiago, los mismos soldados, quienes ganaron la tierra y sus habitantes para la Corona española. Servían por plazos de un año y llenaban las plazas vacantes al final de cada año eligiendo ellos mismos a los "vecinos" que les seguirían en sus oficios. 5 Este sistema se conformaba bien con las exigencias mínimas de un grupo reducido, móvil y relativamente igualitario de aventureros. Sin embargo, dejó de ser adecuado una vez la ciudad se estableció en un sitio fijo y empezó a crecer y desarrollarse. El cabildo gozaba de una autoridad considerable, especialmente en las esferas económicas de la vida urbana (las cuales incluían la distribución de títulos de tierras y agua y la regulación del trabajo indígena, de los gremios artesanos y de los pesos, medidas y precios en el mercado público). Por este motivo, tanto como por el prestigio social que tradicional-
Antecedentes económicos de los regidores
191
mente iba a la par de los puestos concejiles de España, pronto surgieron presiones para ampliar el cuerpo de regidores y alterar las bases de reclutamiento. Algunos individuos solicitaron cargos directamente a la Corona. De hecho, ya en 1528, sólo un año después del establecimiento del primer asentamiento fijo en el valle de Almolonga, un tal Antonio de Salazar presentó un título expedido por la Corona nombrándole regidor y ordenando al cabildo que se le admitiera a su puesto. 6 . Los títulos reales, tales como el presentado por Salazar, no se limitaban al corto plazo de un año como antes había sido la costumbre, sino que eran vitalicios. Por lo tanto, los llamados "regidores perpetuos" venían a ocupar puestos que de otro modo se hubieran seguido alternando por turno entre los vecinos españoles eligibles. El gobierno municipal en la Guatemala colonial no fue jamás "democrático" en el sentido o~cidental moderno; sin embargo, la introducción y proliferación de títulos reales a perpetuidad le deprivó del poco carácter representativo que había poseído en el período inmediatamente posterior a la conquista. A finales del siglo XVI, todos los regidores ya gozaban de nombramientos reales vitalicios. 7 Los primeros títulos reales a perpetuidad eran simples mercedes, tales como las que la Corona utilizaba para conceder tierras, derechos sobre trabajo y tributos indígenas y otros favores a personas de "mérito" personal o ancestral. Pero hubo una innovación de suma importancia cuando, hacia finales del sie;lo XVI, se introdujo la venta pública de oficios edilicios al mayor postor. Consecuencia de las estrecheces fiscales que la Corona empezó a experimentar durante el reinado de Felipe II (1556-1598), la práctica de vender los asientos en subasta pública -después de haber comenzado esporádicamente en la década de 1580- se generalizó y se hizo permanente en 1591, cuando por cédula real la Corona ordenó la venta, en cuanto se vacasen, de todos los oficios concejiles en Indias. 8 A finales del siglo XVI y principios del XVII, las presiones surgidas de la ambición social y política de los aspirantes al rango de regidor, tanto como la necesidad crónica de fondos de que padecía la Corona, resultaron en la creación de nuevos
192
Stephen W"ebre
CUADRO 1 Composición numérica del cabildo de Santiago de Guatemala, 1524-1644 1524 1528 1530 1555 1587 1600 1623 1644 Justicia 2
2
2
2
2
2
2
2
o o
1
2
2
2
o
o
oficios de privilegio
o o
o
1
1
3
5
7
regidores sencillos
4
6
7
7
9
11
13
13
total de regidores
4
6
8
10
12
16
18
20
alcaldes ordinarios
Regimiento oficiales reales
FUENTES: Libro viejo de la fundación de Guaternala; AGCA, Libros 4, 7, 9, 11 y 15 de Cabildos.
asientos y por consecuencia en la expansión del regimiento guatemalteco. A la fundación de la ciudad en 1524 habían asistido sólo cuatro regidores. Ya en 1530 había ocho y el número continuó creciendo hasta colmar en veinte regidores en 1644 (Cuadro 1). En el siglo XVI especialmente, cada adición al número de asientos encontró resistencia por parte de los regidores ya existentes quienes temían la dilución de su prestigio y poder individuales. 9 Tal resistencia, empero, invariablemente fracasó frente a la determinación de la Corona de llevar a cabo sus deseos. Conforme iba canibiando el modo de reclutamiento, también ca.xnbiaban, no solamente el ta.maño del regimiento sino su composición socioeconómica. Los conquistadores aspiraban a crear en Indias una sociedad al modelo feudal, en la que ellos mismos constituirían una nobleza, o hidalguía nueva. Estos hidalgos rendirían a la Corona servicio militar y en compensación recibirían las concesiones de trabajo y tributo indígenas conocidas como "encomiendas". A principios de la época colonial, la categoría de encomendero se anhelaba, tanto por el prestigio social como por los abundantes ingresos
Antecedentes económicos de los regidores
193
que traía. Los conquistadores a quienes se les concedieron las encomiendas más ·grandes y valiosas vinieron a dominar a los demás, mientras que los que llegaron a combinar este status con el de regidor del cabildo gozaban de un prestigio aún mayor y de una influencia especial dentro de la comunidad.. Esto no era más que justo, según rezaban repetidamente ellos y sus descendientes, pues -insistían- el haber sido partícipes en la conquista les había conferido una posición especial en la sociedad colonial, y constituía además un reclamo moral hacia la Corona española para obtener favores, distinciones y protección. 10 Casi tan presumidos como los conquistadores y sus hijos eran los llamados "primeros pobladores", quienes, aunque no habían luchado en la conquista, sí se contaban entre los primeros europeos en llegar a poblar el territorio nuevamente pacificado. 11 Es cierto que hubo alguna tensión entre ambos grupos, surgida principalmente por el hecho de que muchos de los primeros pobladores llegaron como. (o en compañía de) burócratas representantes de la Corona y por este motivo gozaban de cierta precedencia social y política entre los conquistadores. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, los primeros pobladores estaban muy en demanda como esposos para las hijas de los conquistadores. Sus pretensiones a la hidalguía estaban a menudo mejor fundadas que las de sus prospectivos suegros recién enriquecidos y así podían servir para legitimar las pretensiones de éstos. Aprovechándose de sus enlaces matrimoniales con la élite lugareña, así como también de un tratamiento favorecido de parte de los burócratas reales, muchos de los primeros pobladores se convirtieron ellos mismos tanto en encomenderos como en regidores. Al transcurrir una o dos generaciones, las estirpes ya se encontraban lo suficientemente mezcladas para que sus descendientes pudieran unir, tanto en sus mentes como en la propaganda, a . los dos grupos previamente antagónicos, y hablar colectivamente de "conquistadores y primeros pobladores" (y de sus herederos) como aquel grupo dentro de la sociedad guatemalteca que más merecía honores de parte de la Corona y respeto y obediencia de parte de los estratos inferiores. Tanto los conquistadores como los primeros pobladores
194
Stephen 'Webre
compartían el ideal feudal. De éste derivaron la idea de que su misión peculiar en la vida era la de hacer la guerra y de gobernar. Cuando no estaban ocupados en estas actividades, esperaban vivir una existencia de ociosidad, lujo y ostentación, sufragada por el sudor de otros. A comienzos de la época colonial, esta situación era algo factible, dado que la encomienda constituía el mecanismo por excelencia para extraer de la economía indígena existente una crecida plusvalía, sin mucho esfuerzo o riesgo de parte del encomendero. Sin embargo, al avanzar el siglo XVI, la encomienda se hizo menos lucrativa. Por medio de reformas al nivel imperial, tales como las llamadas Leyes Nuevas de 1542, la Corona empezó a colocar obstáculos a la consolidación de un estamento encomendero y en particular a su capacidad de explotar a su antojo el producto del trabajo de los indígenas. 12 Aparte del aspecto puramente legal, hubo también en la misma época ciertos catn.bios socioeconómicos fundamentales, los cuales contribuyeron en gran medida a socavar el sistema encomendero como eje de la economía colonial. Entre estos cambios, a los cuales la encomienda no pudo al fin acomodarse, se contaba la crisis demográfica del siglo XVI. Es un hecho ya bien documentado que el primer siglo después de la conquista fue testigo de una serie abrumadora de brotes de enfermedades epidémicas introducidas por los europeos, p~stes que eliminaron gran número de indígenas (en algunos casos, pueblos enteros), reduciendo así en forma radical no solamente la reserva de mano de obra sino también el cuerpo de tributarios. 13 Al impacto severo que ejerció la crisis demográfica sobre la sociedad guatemalteca, se ha de agregar el fenómeno (en parte relacionado) del desplome del auge cacaotero, industria sobre la cual hasta entonces se habían basado los más grandes caudales encomenderos. A continuación de la crisis del cacao, surgió un nuevo cultivo de exportación, el de la tinta añil, industria que llevaba consigo toda una gama de cambios sociales ya que, en comparación con el cacao, exigía un régimen mucho más complejo de tecnología, trabajo, inversión y comercialización. 14 La institución de la encomienda sobrevivió hasta comienzos del siglo XVIII, pero en forma muy modificada. Siguió
Antecedentes económicos de los regidores
195
siendo indicio o muestra de alto rango social, pero ya no implicaba los grandes ingresos de las décadas inmediatamente posteriores a la conquista. Más importante, ya no se guardaba ninguna relación inevitable entre la encomienda y el poder políti~o. Esta pérdida de significado político se aprecia más claramente cuando se compara la presencia de encomenderos en el cabildo de Santiago en la década de 1580 con la de un siglo más tarde. En 1:?85, había en el cabildo (sin contar a los oficiales reales quienes servían ex-oficio), diez regidores, de los cuales siete (o sea, el 70 por ciento) eran encomenderos. Cien años más tarde, en 1685, de los trece regidores que se contaban en aquella época, sólo tres (o 23 por ciento) todavía lo eran. 15 Este ocaso del grupo de los encomenderos ya se empezaba a notar a finales del siglo XVI. En última instancia, los encomenderos no sabían defenderse como grupo en faz del reto que contra su posición dominante en la sociedad colonial lanzó un nuevo grupo de aspirantes al poder político. Este grupo, dotado de una visión económica muy distinta de la de los encomenderos, estaba integrado por los mercaderes que, habiendo llegado desde España (y en algunos casos desde Portugal e Italia también), buscaban fortuna incorporando la colonia guatemalteca al sistema capitalista mundial. La penetración de comerciantes en el seno del cabildo fue un proceso ya bien avanzado a finales del siglo XVI. No cabe duda que la innovación que lo hizo posible fuera la introducción de la venta de oficios municipales en subasta pública. De los primeros tres regimientos vendidos en Guatemala, transacciones efectuadas en consecuencia de cédulas particulares en 1584, todos se repartieron entre dos comerciantes peninsulares, Cristóbal Dávila Monroy (1584-1616) y Pedro de Solórzano (1584-1612), quien compró dos. 16 El reclutam.iento de mercaderes sí representaba una solución atractiva a la carencia crónica de fondos de que padecía el fisco real en aquella época, pero en otro respecto creó un problema legal y político. El comercio se contaba entre los llamados "oficios viles" especificados en las Leyes de Indias como no compatibles con los cargos edilicios. 17 Fue prohibido a los regidores tratar en mercaderías, prohibición que ocasionó
196
Stephen W"ebre
dificultades cuando se intentó ejecutarla en Guatemala. Alrededor de 1600, por ejemplo, un juez de residencia formó causa criminal contra los regidores Solórzano, Dávila Monroy, J Q.an de Colindres Puerta (1578-1609), Francisco de Meza (1594¿1601 ?) y Francisco Díaz del Castillo (¿1587?-1614), acusándoles de haber comerciado abiertamente en contravención de varios decretos reales vigentes. El ejemplo de los cargos contra Cristóbal Dávila Monroy, natural de Portugal avecindado desde hacía varios años en Guatemala, servirá para enterarnos de las actividades "criminales" a que se dedicaban estos capitulares: todo el tiempo que a sido rregidor a tenido trato de mercadurias en su casa por su misma persona hendiendo mercadurias y vino enbotijado y a tenido y tiene tiendas· publicas por sus compañeros y criados en la pla~a publica y en ella y cerca de ella a thenido tabernas donde se ha vendido vino por menudo. 18
Al regidor Díaz del Castillo, hijo del cronista Berna! y el único criollo entre los cinco reos, se le acusó no solamente de haber iniciado empresas con Dávila Monroy para tratar en mercaderías, sino también de haber mantenido en su propia casa hornos donde se fabricaba pan para vender en el .mercado público. Este último cargo fue muy serio, dado que el cabildo contaba entre sus facultades la de fijar el precio del pan. Procesos criminales tales como el levantado contra los cinco regidores, tuvieron el efecto momentáneo de hacer l t cargos concejiles menos atractivos para los mercaderes. E pero, bajo las condiciones económicas imperantes en la 'co onia en aquel tiempo, eran éstos precisamente los únicos que contaban con las gruesas cantidades de dinero en efectivo necesarias para comprar los regimientos, y por consecuencia el resultado neto fue negarle a la Corona los ingresos que de otra manera pudiera haber esperado devengar de este ramo. Las autoridades en España pronto reconocieron que sus intereses mayores -al menos en el caso de Guatemala- exigían una política más liberal respecto a la participación de regidores en el comercio. Como consecuencia de un pleito llevado ante el Consejo de Indias en 1608 por tres regidores, Dávila Monroy, Díaz del Castillo y el asimismo comerciante Tomé de Ca.rmona
Antecedentes económicos de los regidores
197
Tamariz {1604-1614), la Corona emitió cédula real autorizando a los regidores de Guatemala tratar y contratar, a no ser que fuera en regatonería, es decir, en ventas al por menor en tiendas o tavernas. 20 Durante el mismo año surgió en Guatemala otra controversia cuya resolución también sirvió para colocar la base del futuro dominio mercantil sobre el cabildo. Quedó una plaza vacante en uno de los regimientos por fallecimiento del propietario. En la subasta llevada a cabo para llenarla salió como mayor postor el comerciante Pedro de Lira. Lira, natural de Salamanca quien tenía en esa época la fama de ser el hombre más rico de Guatemala, ofreció la cantidad de 2,300 ducados, precio sin precedentes por un regim~ento sencillo, pero impuso las condiciones siguientes: que la Corona reconociera formalmente que él era mercader de profesión y que el oficio se vendiera bajo la garantía de que a él se le permitiera seguir ejerciendo tal profesión. Aunque el fiscal de la Audiencia, quizás motivado por la cantidad de la postura, estaba de acuerdo con las condiciones propuestas por Lira, el presidente se negó a aceptarlas y el oficio quedó vacante. Por fin, después de haber pasado varios meses sin aparecer quien ofreciera más, el presidente cambió de idea y autorizó la venta a Lira, insistiendo solamente en que el nuevo regidor no se atreviera a regatear. 21 El privilegio de que gozaban los regidores guatemaltecos de comerciar libremente fue reiterado por una cédula real en 1640. El caso era lo suficientemente fuera de serie en Indias para que los burócratas recién llegados tuvieran que ser recordados de las varias cédulas existentes al respecto en las periódicas ocasiones en que intentaron entablar proceso criminal contra algún oficial municipal que fuera encontrado in fraganti. 22 A pesar de la concesión hecha a favor de los regidores, la Corona sí se esforzó para mantener la prohibición contra el comercio en el caso de ciertos oficios de privilegio cuyas funciones incluían la administración de bienes reales. Sin embargo, no hay mucha evidencia que tal restricción fuera tan efi.caz. 23 Tatnpoco, dicho sea de paso, existe mucha evidencia de que la prohibición contra la regatonería tuviera un impacto considerable.
198
Stephen W-ebre
Los cambios socioeconómicos que se daban en la composición del cabildo en los primeros años del siglo XVII se pueden clarificar mediante una comparación de las actividades económicas de los regidores en los años 1604 y 1623, años para los cuales contamos con documentación particularmente útil. Para 1604 nos podemos aprovechar del llamado "Libro becerro", que en realidad es un censo económico de los vecinos de la ciudad, levantado en el mencionado año con el fin de cobrar la alcabala. Nos proporciona suficientes datos para poder describir los antecedentes de once de los trece regidores quienes ocupaban asientos capitulares en aquel instante. 24 Para el año 1623 gozamos de una serie extraordinaria de documentos, inventarios que la Corona (en su búsqueda incesante de nuevas fuentes de ingresos) mandó tomar de todos los bienes muebles e inmuebles de los españoles residentes en todo el Imperio. Los inventarios tocantes a Guatemala, emitidos en 1623, nos permiten sacar conclusiones respecto no solamente a las actividades económicas de los regidores, sino también a la cantidad y estructura de sus patrimonios individuales. 25 De los once regidores cuyos datos personales constan para 1604, siete (o sea, el 64 por ciento) eran encomenderos y cuatro (36 por ciento) mercaderes (Cuadro 2), división que sugiere que, mientras los mercaderes sí habían empezado a penetrar en el cabildo, todavía era la élite tradicional de los encomenderos la que predominaba. Se percibe otro común denominador de importancia, sin embargo, cuando comparamos a los regidores admitidos a sus asientos antes de 1584, año en que se efectuaron las primeras ventas de oficios municipales en Guatemala, con los admitidos después. De aquéllos -grupo consistente en cuatro capitulares- tres eran encomenderos y ninguno era comerciante. De los siete regidores admitidos en 1584 o después, cuatro eran encomenderos y cuatro comerciantes. Estas cifras, claro está, slllllan ocho y no siete, anomalía ocasionada por el hecho de que dos de los individuos en cuestión, Pedro de Solórzano y Francisco Díaz del Castillo, eran tanto mercaderes como encomenderos (hecho que a su vez nos servirá para recordar que la división del grupo dominante en sectores antagónicos, aunque tenga mucho valor heurístico, no siempre refleja en forma absoluta la realidad concreta).
Antecedentes económicos de los regidores
199
CUADRO 2 Actividades económicas de los regidores, 1604 Regidor
Origen de título
Gremios en que se inscribe*
Juan Orozco de Ayala (1574-1604)
merced
encomenderos
Juan de Colindres Puerta (1578-1609)
merced
obrajeros de añil
Francisco de la Fuente (1583-1608)
merced
encomenderos
d. Carlos** Vázquez de Coronado (1583-1616)
merced
encomenderos
Pedro de Solórzano (1584-1612)
venta
encomenderos, mercaderes
Cristóbal Dávila Monroy (1584-1616)
venta
mercaderes
d. Diego de Guzmán (1587-1612)
merced
encomenderos, obrajeros de añil
Francisco Díaz del Castillo (¿1587?-1614)
merced
encomenderos, labradores de trigo, mercaderes
Juan Becerra del Castillo (1591-1611)
venta
encomenderos, labradores de trigo
Juan Ruiz de Avilés (1598-1608)
venta
mercaderes
Hernando Dávila Monroy (1601-1636)
venta
labradores de trigo
FUENTE: AGCA, Al.1804.11.810 (1604-1626). * En la lista de 1604 se inscriben los individuos según el "gremio" - o sea, sector funcional económico- a que pertenecen. Algunos regidores quienes devengaban rentas de más de una actividad económica constan así entre más de un gremio. ** En algunos documentos, consta bajo el nombre de d. Gonzalo.
Seis de los once regi9.ores en 1604 debían sus oficios a mercedes reales y de ellos cinco eran encomenderos y apenas uno comerciante. Los otros cinco regidores, todos admitidos a sus asientos en 1584 o después, los habían comprado en subasta pública y de éstos ya sólo dos eran encomenderos, mientras que tres se dedicaban al comercio. La importancia del sec-
Stephen Webre
200
tor mercantil dentro del cabildo aumenta cuando se considera que los dos ocupantes de asientos "comprados" que constan individualmente como no mercaderes, aunque no lo eran ellos mismos, sí eran parientes de comerciantes. El regidor Juan Becerra del Castillo (1591-1611) era hermano del también regidor Francisco Díaz del Castillo; y el regidor Hernando Dávila Monroy (1601-1636) era hijo del comerciante acaudalado y regidor Cristóbal Dávila Monroy. 26 El e.aso de los Dávila Monroy -quizás de mejor forma que el de los Día.z del Castillo- sirve para iluminar una tendencia que se hace más común a lo largo del siglo XVII: la de formar dentro del cabildo bloques familiares mediante la compra de oficios vendibles. Dávila Monroy, el padre, siguió esta política en forma algo agresiva, comprando puestos vacantes para dos de sus hijos, el ya mencionado Hernando y su hermano Rodrigo Dávila Monroy (1609-?). 27 El cabildo de Santiago de Guatemala estaba claramente en vías de transición en 1604 y la dirección de los cambios que experimentaba se hacía más clara a lo largo de las dos décadas siguientes. En la nómina de 1604 es posible identificar a siete individuos quienes se convertirían en regidores entre 1606 y 1621, todos por compra de oficio (Cuadro 3). Entre ellos había en 1604 cinco comerciantes y ningún encomendero.
CUADRO 3 Actividades económicas de regidores admitidos al cabildo entre 1606 y 1621 Regidor
Origen Gremios en que de títul se inscribe
Tomé de Carmona Tamariz (1606-1614)
venta
ercaderes
Pedro de Lira {1608-1636)
venta
ercaderes
Manuel Estévez (1608-?)
venta
ercaderes
d. Martín de Sibaja (1608-1615)
venta
Diego de Arriaza Bohórquez (1615-1634)
venta
Francisco de Jerez Serrano {1616-1632)
venta
ercaderes
Martín de Villela {1621-1632)
venta
ercaderes
FUENTE: AGCA, Al.1804.11.810 {1604-1626).
Antecedentes económicos de los regidores
201
Alrededor de 1623, había dieciocho regidores, para catorce de los cuales es posible, merced a los inventarios sacados del nüsmo año, determinar los antecedentes económicos. De los catorce, siete se pueden identificar claratnente como capitalistas, dedicados ya fuera al comercio o a la usura, mientras que sólo seis se declararon encomenderos, uno de los cuales, Martín de Vilella (1621-1632), se contaba también entre los prestamistas. Otros dos· se dedicaban a otras actividades, especialmente al cultivo y beneficio de la tinta de añil, el financiamiento y comercialización de la cual estaban en manos de los grandes capitalistas (Cuadro 4).
CUADRO 4 Actividades económicas de los regidores, 1623 Las cifras se presentan en tostones. El estado financiero se determina en base de las "deudas a favor" y "deudas en contra"; cuando la primera suma a más de la segunda, se inscribe como acreedor. En cuanto a las actividades económicas, las cifras entre paréntesis indican las rentas anuales producidas por las encomiendas.
Regidor
Nación
Actividades Estado Patrimon10 económicas ñnanprincipales ciero personal
d. Gaspar Orozco de Ayala (1604-1639)
criollo
deudor ganadero encomendero (900)
37,600ª
Simón Ortiz de Miranda (1608-1626)
criollo
oficio remun. deudor mercader
24,539
Pedro de Lira {1608-1636)
penin.
d. Antonio Ramírez de Vargas (1611-1649)
criollo
a
prestamista la.creedor 261,876 mercader encomendero deudor (1,000)
16,125
No entra aquí el valor del oficio, dado que Orozco de Ayala lo poseía por merced real, la única supervivencia en aquel tiempo de ese ya arcaico modo de provisión.
202
Stephen 'Webre
Regidor d . .Juan del Castillo y Cárcamo {1614-1635)
Nación criollo
Actividades económicas principales
Estado Patrimon10 :fi.nanciero personal
encomendero (900)
deudor
11,750
~abrad. de trigq deudor
25,880
.
d. Diego de Arriaza Bohórquez (1615-1634)
?
Francisco de Jerez Serrano (1616-1632)
penin.
Pedro Crespo Juárez (1620-1646)
penin.
.Juan Bautista de Carranza y Medinilla (1621-1651)
penin.
Martín de Villela (1621-1632)
penin.
prestamista ¡a.creedol'1 153,605 encomendero (1,500)
d. Alonso Alvarez de Vega (1623-1664)
criollo
encomendero solvente (600)
Antonio María Justiniano Chávarri {1623-1645)
penin.c
prestamista mercader
jacreedoI1
d. Francisco Antonio de Aguilar y de la Cueva y Córdoba (1623-1633)
criollo
encomendero (2,750)
deudor
o
Tomás Meléndez {fechas desconocidas)
penin.
mercader
deudor
27,500
obraj. de añil prestamista mercader
¡acreedol'j
45,050
oficio remun. ¡acreedot1 112,991 prestamista obrajero de añil
deudor
107,475b
5,300 109,200
b No incluye el valor de los 55 esclavos que Carranza y Medinilla declaró poseer, a menos que se incluya en el valor decarado del obraje, lo que es muy posible. e De la Peña y López Díaz afirman no saber con certeza el lugar de nacimiento de .Justiniano por no constar en las declaraciones (era italiano, nacido en Génova). ADAPTADO DE: de la Peña y López Díaz, "Comercio y poder", pp. 494-495.
Antecedentes económicos de los regidores
203
Basándose en estas cifras, se podría concluir tal vez que, aunque los nuevos elementos ya habían logrado una posición preponderante dentro del regimiento, su ventaja sería todavía muy leve dado que los encomenderos mantenían aún una presencia bastante fuerte. Sin embargo, un exainen más detallado de los datos sugiere una realidad muy diferente. Si sumarnos el valor de los bienes declarados por los distintos regidores y restainos el valor de las obligaciones debidas por ellos, se puede calcular el patrimonio neto de cada individuo. 28 Dejando aparte por el momento el caso un poco complicado de Martín de Villela, resulta que el patrimonio total de los seis mercaderes y prestamistas restantes ascendía a la cantidad de 581,156 tostones de a cuatro reales de plata, mientras que el de los encomenderos apenas alcanzaba la suma mucho menos impresionante de 70, 775. El caso más extremo de penuria entre los encomenderos era el de don Francisco Antonio de Aguilar y de la Cueva y Córdoba (1623-1633) quien, según el inventario, no poseía sino su propio oficio y éste se encontraba hipotecado por su valor entero. Un análisis más minucioso de casos individuales nos puede conducir, lo que es más, a una apreciación de que la relativa pobreza manifestada por algunos de los encomenderos no constituye en todas las instancias una representación fiel de su verdadera situación económica. Tanto el ya mencionado regidor Aguilar y de la Cueva como su colega don Alonso Alvarez de Vega (1623-1664), eran menores de edad todavía y bajo la tutela de sus padres. En el caso particular del último, el padre era el mercader Alonso Alvarez de Vega, natural de Zaniora (Extremadura) y avecindado en Guatemala sólo desde 1593. Según la declaración propia hecha en ocasión de los inventarios de 1623, el capital personal de este último ascendía a la cantidad de más de 100,000 tostones, por lo que se contaba dentro de los comerciantes más ricos de la provincia. 29 El establecer al hijo como regidor y encomendero probablemente significaba para él la confirmación del status local de la familia, una voz en las deliberaciones de los dirigentes de la ciudad y la provisión de una forma de seguridad económica para sus descendientes. Debido a que fueron muy pocas las empresas mercantiles
204
Stephen W"ebre
que duraron por más de una generación, el caso más común era que los hijos criollos se dedicaran a otras actividades. Alvarez de Vega, hijo, sirvió de regidor por un período de un poco más de cuarenta años (hasta fallecer en 1664), durante los cuales aparece en la documentación no solamente como encomendero y regidor, sino también como propietario de otros oficios públicos, entre ellos el de escribano de cá.niara y gobernación. También está apuntado como dueño de haciendas, ingenios de azúcar y obrajes de tinta de añil en la costa de Escuintepeque. 30 Aunque el joven Alvarez de Vega era por la línea materna descendiente de "primeros pobladores", está . .laro que debía su posición social y política al poder econó. deo de su padre. A su vez, contrajo nupcias con la hija del fallecido comerciante y regidor Cristóbal Dávila Monroy, formando así una alianza mutuamente reforzada entre la riqueza y el prestigio. 31 Otro caso que (tal como el de don Alonso Alvarez de Vega) indica que al menos algunos de los encomenderos de 1623 ya no representaban la verdadera élite tradicional, sino una nueva, nacida del capital comercial, que se apropiaba de la reverenciada institución de la encomienda para sus propios fines, es el del regidor y encomendero Martín de Villela, natural de España quien se estableció en Guatemala alrededor de 1588. Villela había constado en el padrón de 1604 como mercader (véase el Cuadro 3), y sabemos que comerciaba por su propia cuenta así como por la de varias partes, tanto en España como en Guatemala. Tenía mucha experiencia en el manejo de cuentas y otros asuntos de hacienda y papeleo; un testigo alguna vez lo describió como "uno de los mejores escribanos y contadores que hay en estas partes". 32 En estas actividades logró amasar una fortuna considerable, la que según el inventario de 1623 ascendía a la cantidad prepotente de 153,605 tostones de plata, o sea, el doble del total de los patrimonios de todos los demás encomenderos. Ya por 1623, Villela parece haber abandonado el comercio completa.IIl.ente a favor del campo relativamente más seguro del capitalismo financiero, transformación bastante común entre los mercaderes de la época moderna temprana. De su encomienda, concedida en 1613 por el presidente conde de la Gomera en base a los
Antecedentes económicos de los regidores
205
méritos de su esposa, quien sí era descendiente de "primeros pobladores" , 33 Villela gozaba de una renta anual de 1,500 tostones. Aunque esta cantidad era importante, especialmente en comparación con los ingresos de otros encomenderos menos favorecidos, aun sin contar con ella Villela hubiera sido muy rico. Podemos imaginar que, para él, la encomienda tenía valor más por el prestigio social que traía que por la limitada renta que producía. Las tendencias que vamos bosquejando para las primeras décadas del siglo XVII siguen vigentes también durante todo el resto de la centuria, como demuestra un análisis breve de los antecedentes de los individuos que ocupan cargos edilicios en el período de 1661 hasta 1697. Durante el período citado, servía en los regimientos y oficios de privilegio de la ciudad un total de veintitrés individuos, entre ellos el celebrado cronista criollo don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (1661-1699). La figura de Fuentes y Guzmán es clave para la época ya que él, a través de sus escritos, constituyó hasta hace poco casi la única fuente utilizada por los historiadores para describir la sociedad de finales del siglo XVII. En base a afirmaciones que él hace (que muchas veces tienen más que ver con la ideología criollista y sus fines propagandísticos que con la realidad concreta), se han perpetuado varias nociones erradas, tanto respecto al cabildo como a la estructura de la élite guatemalteca. En otro lugar ya hemos aprovechado el estudio de ciertos aspectos colectivos de este grupo de regidores (Fuentes y Guzmán y sus contemporáneos) para poner en tela de juicio ciertas de estas generalizaciones y otras de la mismaíndole que se suelen hacer más ampliamente respecto a las ciudades hispanoamericanas y sus grupos dirigentes. 34 En esta ocasión nos limitamos exclusivamente a la cuestión de los antecedentes económicos de los regidores, basándonos en una lectura detenida de más de cien protocolos notariales procedentes del período en cuestión. 35 Varios autores han llamado la atención sobre el gran valor de las actas notariales para el estudio de la historia social y económica. 36 De ellas surgen miles de datos esparcidos que reunidos con paciencia pueden formar un cuadro vivo de la vida económica de la colonia. Mediante un examen de los
Stephen "Webre
206
CUADRO 5 Esquema de las actividades económicas de los regidores Actividad/fuente de ingresos
Columna
Clave*
encomienda y/ o pensión
1
E
oficio público remunerativo
2
o
minería
3
M
ganadería
4
G
agricultura (consumo local) trigo azúcar
5 5
Tr Az
agricultura (de exportación) tinta añil
6
Añ
manufacturas cueros (tenerías) textiles (obrajes de paños) harina de trigo (molinas)
7 7 7
Te p H
comercio
8
e
transportes marítimos (buques) terrestres (recuas de mulas)
9 9
B R
10 11
u
bienes raíces (casas de alquilar) banca y finanzas (préstamos)
*
F
Se refieren a las columnas y claves del Cuadro 7.
protocolos que realizamos, nos ha sido posible identificar varias fuentes de ingresos de que aprovechaban los regidores del cabildo durante el período de estudio. Estas fuentes y actividades económicas incluyen encomiendas y pensiones, oficios públicos remunerativos, la agricultura y ganadería, la minería, manufacturas, inversiones en bienes raíces, transportes terrestres y marítimos, prestámos al interés y, por supuesto, el comercio. Para los fines del presente análisis, hemos reducido estas actividades y fuentes a once categorías básicas, algunas con sus correspondientes subcategorías (Cuadro 5). Debido al enfásis que ya hemos puesto a la cuestión del dominio del cabildo por elementos nuevamente asimilados, he-
207
Antecedentes económicos de los regidores
CUADRO 6 Origen geográfico-familiar de los regidores,
1661-1697 Grupo 1:
regidores nacidos en Guatemala de padres guatemaltecos ("criollos puros" )
Can tidad
Porcentaje
6
18.7
7
21.9
19
59.4
32
100.0
11: regidores nacidos en Guatemala de madre guatemalteca con padre inmigrante ("criollos de primera generación" ) 111: regidores nacidos fuera de Guatemala ( "radicados")
Total
FUENTE: Webre, "El cabildo en el siglo XVII", pp. 4-5 y 7.
mos creído útil distribuir los 32 sujetos37 del estudio entre tres categorías, según su origeµ geográfico-familiar: el grupo 1, que es el de los "criollos puros", es decir, personas nacidas en Guatemala de padres guatemaltecos; el grupo 11, o sea, el de los "criollos de primera generación", que contiene los regidores nacidos en Guatemala de madre criolla con padre iru:nigrante; y finalmente, el grupo 111, en el cual encontramos los "radicados", nacidos fuera de Guatemala (Cuadro 6). 38 Según nuestro criterio, esta división tripartita tiene ventaja sobre la dicotomía tradicional entre "criollos" y "peninsulares", pues pone el énfasis donde legítimamente se debe, es decir, no en el accidente de haber nacido en uno u otro continente, sino en el grado de integración del individuo en la estructura local de prestigio y poder. Según esta división geográfico-familiar, se nota que son los "radicados" (grupo 111) quienes constituyen el grupo más numeroso, contando diecinueve integrantes, o sea, casi el 60 por ciento del total de regidores. Por contraste, los otros dos
208
Stephen W"ebre
CUADRO 7 Actividades económicas de los regidores, 1661-1697 Regidor
1
2
3
4
5
d. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (1661-1699)
E
o
M
G
Tr Az
d. Antonio de Gálvez y Segura (1661-¿1688?)
E
Tr
d. Pedro de Gálvez y Segura (1661-1670)
E
Tr
6
7
8
9
10 11
Grupo I
d. Francisco Guerrero Puerta de Colindres (1661-1670) Gaspar González de Andino {1670-1688)
u
G
E
Tr Az
Tr
d. José de Aguilar y de la Cueva {1681-¿1685?)
Grupo II d. Alonso Alvarez de Vega (1623-1664)
E
o
d. Francisco de Lira y Cárcamo {1631-1682)
E
o
d. Gabriel Esteban de Salazar (1636-1668)
E
o
G
Tr Añ Az
grupos, los "criollos de primera generación" (grupo 11) y los "criollos puros" (grupo 1), tienen una presencia mucho menos fuerte. Aquéllos no cuentan más de siete regidores (21.9 por ciento), mientras que éstos, con únicamente seis individuos (18.8 por ciento), representan no solamente el bloque más reducido sino también el menos influyente en los campos de la política y la economía. En base a estas cifras, parece lógico afirmar que los intereses económicos que el grupo 111 parece representar serán los que predominan entre las preocupaciones del cabildo.
209
Antecedentes económicos de los regidores
Regidor
1
2
3
o
d. García de Aguilar y de la Cueva (1651-1673)
4
5
G
d. Juan Nieto de. Zavaleta (1656-1672)
6
E
o
G
d. José Agustín de Estrada Azpeitia y Sierra (1681-1730)
E
o
G
10 11
8
Te
e
u
H
e
u
e
u
Añ
G
d. Tomás Delgado de Nájera (1672-1677)
9
7
Tr
Añ Te
Grupo 111
e
Florentín de Aitamarren (1643-1667)
o
Juan López de Larburu (1644-1679) d. Francisco Delgado de Nájera (1647-1672)
E
o
e M
G
e
Añ
o
d. Juan Delgado de Nájera (1655-1666)
d. Gregorio de León Moratalla y Tevar (1659-¿1707?)
F
u
F
e e
Luis López de Andravide (1657-1676) José Agustín de Estrada (1657-1689)
u
E
o
M
G
Añ
G
Añ
e
B
p
Al recopilar los datos extraídos de los protocolos, anotamos para cada regidor todas las actividades en las que apareció interesado. De los once ramos de la economía comprendidos en la presente encuesta, resulta que integrantes del grupo III predominan en ocho, que son: la banca y finanzas (100 por ciento de los interesados son "radicados"), los transportes (100 por ciento), el comercio (84.2 por ciento), la minería (80 por ciento), la agricultura comercial de exportación (70 por ciento), los oficios públicos remunerativos ( 65 por ciento), los bienes raíces (63.6 por ciento) y la ganadería (50 por ciento).
Stephen W"ebre
210
Regidor
1
2
3
4
5
6
8
9
10 11
e
d. Antonio de Campuzano de la Riva Herrera (1659-1661) Gregorio de la Serna Bravo {1660-1672)
7
E
Baltasar de Sierra (1661-1667)
e
R
e
B
Juan de Acevedo {1666-1675)
o
d . .Jerónimo Abarca Paniagua {1671-1683)
o
d. José Calvo de Lara {1673-1688)
o
e
d. José Fernández de Córdoba {1673-1713)
o
e
d. Sebastián de Aguilar y Castilla (1679-7)
o
G
Añ
J acobo de Alcayaga y Arrivillaga (1681-1698)
o
G
Az Añ
José de Arría (1681-1685)
o
Felipe de Maiz y Lizárraga {1681-1694)
o
Cristóbal Fernández de Rivera {1683-1698)
o
u
e
e
Tr
M
B
F
u
u
c
M
F
G
Añ
e
G
Añ
c
R
u
F F
u
FUENTE: AGCA, Actas notariales de Benito Berdugo, 1665-1694; Sebastián Coello, 1676-1685; Miguel Cuéllar, 1667; Nicolás de Maeda, 1662-1684; Luis Marín, 1652-1676; Nicolás Paniagua, 1687-1697; José de los Ríos, 1665-1703; Bernabé Rogel, 1661-1695; Pedro Roldán, 1671; José Ruiz de Aguilar, 1671-1685; Nicolás de Valenzuela, 1680-1717.
De este resumen de datos se observa claramente el lugar primordial que ocupaban los regidores del grupo 111 no solamente dentro del cuerpo municipal sino también dentro del sector terciario (comercio, transportes, finanzas, empleos públicos) de la economía colonial. Esta preponderancia -se basaba esencialmente en el dominio que los "radicados" ejercían sobre el comercio, ya que de éste se originaban todos los capi-
Antecedentes económicos de los regidores
/
211
tales necesarios para injertarse en otras actividades. Se nota, por ejemplo, que de los seis financieros y cinco transportistas, todos eran comerciantes como lo eran tainbién la mayoría de los inversionistas en bienes raíces y los propietarios de oficios públicos. Los regidores del grupo 111 desempeñaban un papel de semejante importancia dentro del sector primario (industrias extractivas y agropecuarias) donde dominaban tanto la minería (ramo de francamente poca importancia en la Guatemala colonial) como la agricultura de exportación, específicamente el cultivo del añil cuya comercialización ellos mismos, como mercaderes, controlaban también (Cuadro 8). Por contraste, la presencia de los regidores de los grupos I y II no era tan dominante. Aparte de constituir el grupo más numeroso entre los pensionados de la Corona (personas dotadas de rentas en encomiendas o pensiones), los criollos "de primera generación" dominaban en sólo un ramo de la economía -las manufacturas-, donde aparecen como dueños o gerentes de tenerías, de un molino de trigo y un obraje de textiles (la única empr~sa de este tipo identificada por toda la Guatemala colonial). Por su parte, los "criollos puros" no predominaban sino en el ramo de la agricultura de consumo local, o sea, el cultivo del trigo y la caña de azúcar. Se ha enfocado el presente estudio sobre el cabildo guatemalteco, no en su papel como entidad administrativa o gubernamental, sino en el de núcleo del poder económico real. Es en este aspecto, más que en cualquier otro, que el concejo municipal contribuyó a la evolución política de Guatemala durante la colonia. Ya en los años inmediatamente posteriores a la conquista, el cabildo asumió la función de instrumento de dominio, al mando de la élite local. 39 La base económica de esta élite parece haber cambiado a finales del siglo XVI, con el ocaso de la encomienda y el auge del comercio. Como hemos visto, las alteraciones en la composición socioeconómica del . regimiento de la ciudad reflejaron fielmente esta mudanza. _ Durante el siglo XVII, los comerciantes guatemaltecos lograron consolidar su control casi absoluto sobre el cabildo y la ciudad que gobernaba.· Los oficios vendibles se consideraban la propiedad privada de sus ocupantes y los mercaderes de la
Stephen lVebre
212
CUADRO 8
Distribución (%) de actividades económicas según el grupo Actividad/fuente de ingresos
n
Gr.I
Gr.II
Gr.III
encomienda y/ o pensión
12
33.3
41.7
25.0
oficio público remunerativo
20
5.0
30.0
65.0
5
20.0
-
80.0
14
14.3
35.7
50.0
agricultura (consumo local)
9
55.6
22.2
22.2
agricultura (de exportación)
10
-
30.0
70.0
4
-
75.0
25.0
19
15.8
84.2
5
-
-
100.0
11
9.1
27.3
63.6
6
-
-
100.0
minería ganadería
manufacturas comercio transportes bienes raíces banca y finanzas
¡
I
ciudad entendían bien la propiedad y su valor comercial. Para ellos, los oficios que poseían representaban inversiones y, al igual que cualquier otra inversión, esperaban que les rindieran utilidades, ya fuera directamente en forma de una reventa ventajosa o indirectamente por medio del poder e influencia política que el puesto traía. En repetidas ocasiones durante la época, los regidores comerciantes se aprovechaban de su condición de dueños de la municipalidad para obstaculizar el cobro efectivo de los impuestos sobre el comercio o la aplicación de las restricciones tocantes a él. De. hecho, la situación llegó a tal extremo que, en 1651, el oidor don Francisco López de Solís se podía quejar de la imposibilidad de ejecutar cualquier decreto real que infringiera los intereses comerciales locales, debido a que "en esta ciudad {lo que no he visto en otras) . . . los mismos mercaderes van mercando los regimientos de ella". 40 .. El cuadro que de aquí emerge, de un cabildo dominado por comerciantes emigrados recién llegados, no conforma
Antecedentes económicos de los regidores
213
con la historiografía tradicional que suele retratar el cuerpo municipal de Indias, especialmente del siglo XVII, como el reducto de una oligarquía hermética constituida por un puñado de dinastías criollas terratenientes. Si bien está claro que la afirmación de que éste no fue el caso en Guatemala de ninguna manera significa reclamar los resultados de la presente investigación válidos para otras ciudades del lmperio, 41 sí debe constituir un llamamiento a los historiadores para que comiencen a tomar en serio el papel político y social de los elementos comerciales durante los años formátivos de le época colonial. 42 Para Guatemala, al igual que para toda Hispanoamérica en general, está mucho más avanzado nuestro entendimiento del siglo borbónico que el de los siglos anteriores. Los especialistas en el estudio del pasado guatemalteco llevan años de reconocer la importancia que en vísperas de la Independencia llegaron a tener los comerciantes y sus intereses. 43 Se ha de esperar que en el futuro investigaciones más. detalladas sobre los temas que en el presente ensayo ligeramente tocamos ayuden a a.preciar lo profundo que eran los raíces históricas de ese doi:ninio mercantil.
Stephen lVebre
214
NOTAS l. Lawrence Stone, "Prosopography", en Historical Studies Today, Felix Gilbert y Stephen A. Graubard, editores (New York, 1972), pág. 107. 2. Stone, "Prosopography", pp. 107-108; Stuart B. Schwartz, "State and Society in Colonial Spanish America: An Opportunity for Prosopography", en New Approaches to Latín Am.erican History, Richard Graham y Peter H. Smith, editores (Austin, 1974), pp. 11-12 y passim.. En su ensayo, Schwartz enfatiza la burocracia real, ante todo la magistratura. En años recientes han aparecido varios estudios prosopográficos sobre los cabildos en ciertas ciudades indianas, entre ellos los siguientes: lnge Wolff, Regierung und Verwaltung der Kolonialspanischen Stádte in Hochperu, 1538-1650 (Colonia y Viena, 1970, Lateinamerikanische Forschungen 2); Reinhard Liehr, Ayuntam.iento y oligarquía en Puebla, 1787-1810, 2 tomos, Oiga Hentsche, traductora (México, 1976); Peter Marzahl, Town in the Ernpire: Governrnent, Politics, and Society in Seventeenth-Century Popayán (Austin, 1978); e Hildegard Krüger, Der Cabildo von Asunci6n: Stadtverwaltung und stádtische Oberschicht in der ersten Hálfte des 18. Jahrhunderts {1690-1730} (Frankfort del Main, 1979, Europaische Hochschulschriften, Reihe 111, Geschichte und ihre Hilfswissenschaften 126). 3. La ciudad de Santiago es la que hoy se llama la Antigua Guatemala. La mejor historia de la ciudad colonial es Lutz, Historia sociodem.ográfica. El cabildo o ayuntamiento de la ciudad ha sido tema de un estudio previo, el de Chinchilla Aguilar, Ayuntatniento colonial, el cual trata principalmente los aspectos legales e institucionales.
4. Lutz, Historia sociodem,ográfica, pág. 38. 5. Confiérase, cabildos del 18 y 19 de marzo de 1528, en: Libro 11iejo, pp. 30-31. En realidad., la facultad de nombrar regidores parece haber pertenecido exclusivamente al gobernador (o adelantad.o). Sin embargo, en la práctica, los nombramientos se hacían por recomendación de los capitulares salientes. 6. Libro viejo, pág. 44; y Chinchilla Aguilar, Ayuntam.iento, pág.
57. 7. Chinchilla Aguilar, AyuntaTniento, pág. 67; y García Peláez, M em.orias, 1: 217. 8. J. H. Parry, The Sale o/ Public Office in the Spanish Indies under the Hapsburgs (Berkeley y Los Angeles, 1953, Ibero-Americana 37), pp. 28-29. 9. Veánse, por ejemplo: AGCA, Libro 4 de Cabildos {1553-1562), ff. 43-43v, 43v-46 y 48v; García Peláez, Mem.orias, 1: 217; y Colección de docum.entos antiguos del archi1Jo del ayuntam.iento de la ciudad de
Antecedentes económicos de los regidores
215
Guatem.ala, Rafael de Arévalo, editor (Guatemala, 1857), doc. XXI, "Carta del cabildo a la Corona" (24 de marzo de 1579). Los cabildos coloniales se dividían en dos partes, llamadas "justicia" y "regimiento" . La justicia, o "justicia ordinaria" , consistía a lo largo de toda la época colonial de dos magistrados municipales conocidos como "alcaldes ordinarios". Estos alcaldes oían causas criminales y civiles surgidas dentro de la ciudad y de su jurisdicción. Eran electos cada 1. 0 de enero por los regidores. Véase, para el caso, Ricardo Zorraquín Becú, La justicia capitular durante la dom.inación española (Buenos Aires, 1947, Instituto de Historia del Derecho Argentino 17). Por muchos años, los oficiales reales de hacienda (el contador y el tesorero) de la caja de Guatemala asistían en cabildo en calidad de regidores ez officio con facultad de voz y voto. Esta. costumbre, que también existía en otras ciudades en Indias, cesó en 1621 cuando por real cédula la Corona ordenó que se retirasen del concejo los oficiales reales y que los asientos así desocupadoR se vendiesen públicamente al mayor postor. Para el caso, véanse AGI, Guatemala 19, "Carta de Juan Diez de la Calle a don Francisco Fernández de Madrigal, Consejo de Indias, Madrid" (8 de febrero de 1659), más expediente adjunto; y Wolff, Regierung und Verwaltung, pp .. 96-97 y 100. Los "oficios de privilegio" eran cargos, algunos municipales y otros reales, cuyos propietarios contaban entre sus facultades la de voz y voto en el cabildo. Muchas veces la facultad de voz y voto fue agregada a un oficio vendible para hacerlo más atractivo a los posibles postores. Los oficiales de privilegio se consideraban regidores tal y como los regidores sencillos, aunque algunos de aquéllos gozaban de antigüedad y precedencia en virtud de sus oficios. Los siete oficios de privilegio existentes en 1644 eran, en orden de su introducción: el alguacilazgo mayor de la ciudad (introducido en 1555), el alferazgo mayor de la ciudad (1591), el depositario general de la ciudad (1595), la receptoría de penas de cámara de la Audiencia (1608), el correo mayor del reino (1620), la alcaldía provincial de la Santa Hermandad (1640) y el juzgado tesorero del papel sellado (1644). 10. Sobre la encomienda en sus comienzos en Guatemala, veáse Rodríguez Becerra, Encom.ienda y conquista. Sobre las aspiraciones "feudales" de los conquistadores, veánse: Sanchiz Ochoa, Los hidalgos de Guatem.ala; y la discusión del llamado "ideal señorial", en James Lockhart, Spanish Peru, 1532-1560: A Colonial Society (Madison, 1968). 11. El cronista criollo Fuentes y Guzmán ofrece una lista de setenta apellidos, incluso el suyo propio, que según él, "aunque a la verdad corren solamente como pobladores" (es decir, no como conquistadores), deben considerarse beneméritos; Obras históricas, Sáenz de Santa María, editor, 1: 113. 12. Sobre la ejecución de las Leyes Nuevas en Guatemala, veáse Sherman, Forced Native Labor, especialmente el capítulo VIII. 13. Para una interpretación de la realidad colonial centroamericana que enfatiza el papel central de la crisis demográfica del siglo XVI, veáse MacLeod, Historia socio-económ.ica.
Stephen W"ebre 14. Sobre los ciclos del cacao y de la tinta añil y el impacto de ellos sobre la sociedad colonial, veáse MacLeod, Historia socio-económ:ica. 15. Entre los encomenderos en 1585 se contaban: Juan Hurtado de Mendoza, Juan Orozco de Ayala, Juan de Colindres Puerta, Francisco de la Fuente, don Luis de Fuentes y de la Cerda, don Gonzalo Vázguez de Coronado y Gaspar Arias Dávila; mientras que el grupo de los no encomenderos incluía a: Alonso López de Utiel, Pedro de Solórzano y Cristóbal Dávila Monroy. Un siglo más tarde, en 1685, eran encomenderos sólo los regidores don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, don Antonio de Gálvez y Segura y Gaspar González de Andino; mientras que entre los no encomenderos se contaban: don José Calvo de Lara, don Sebastián de Aguilar y Castilla; José de Arría, José Agustín de Estrada, don Gregorio de León Moratalla y Tevar, don José Fernández de Córdoba, Jacobo de Alcayaga y Arrivillaga, Felipe de Maiz y Lizárraga, don José Agustín de Estrada Azpeitia y Sierra y Cristóbal Fernández de Rivera; AGI, Guatemala 966, "Los encomenderos que hay en la ciudad de Santiago de Guatemala" {1585); y AGCA, Libros 7 y 21 de cabildos; datos extraídos de la documentación que sirve de base para el Cuadro 7, más adelante. Juan de Colindres Puerta aparece como encomendero en la lista de 1585, y como mercader en la residencia de 1605; AGCA, Al.4698.40637, núm. 86. 16. Solórzano luego transfirió a Gaspar Arias Dávila (1584-1601) uno de los dos asientos que aquél había comprado; AGI, Guatemala 79, "Pedro de Solórzano" (1584) y "Cristóbal Dávila Monroy" (1584); y AGI, Guatemala 966, "Testimonio del remate de los regimientos en p.0 de Solórzano y Gaspar Arias Deauila" (1584). Los años que van entre paréntesis en la primera mención de cada regidor representan su período de servicio en el cabildo. Hemos actualizado la ortografía de los nombres y apellidos, pero seguimos conservando el uso contemporáneo del honorífico "don" . 17. Constantino Bayle, Los cabildos seculares en la A'Tnérica española (Madrid, 1952), pág. 106. 18. AGCA, Al.4698.40637 (1605), núm. 86. 19. AGCA, Al.4698.40637 {1605), núm. 90. 20. AGI, Guatemala 42, "Real cédula" (Valladolid, 2 de agosto de 1608). 21. AGI, Guatemala 80, "Pedro de Lira" (1608). 22. AGCA, Al.4707.40697 {1703); y Bayle, Cabildos seculares, pág. 106. 23. Siempre le fue posible al individuo negociar con las autoridades una licencia privilegiad.a de "tratar y contratar" . Veáse, por ejemplo, AGI, Guatemala 88, "d. Juan de Padilla" (1647). 24. AGCA, Al.1804.11810 (1604-1626). El padrón de 1604 ha sido cuidadosamente analizado por David L. Jickling, "Los vecinos de Santiago de Guatemala en 1604", Mesoatnérica 3 {1982): 145-231.
Antecedentes económicos de los regidores
217
25. AGI, México 263. Los inventarios son el objeto del detenido estudio efectuado por los historiadores españoles José F. de la Peña y María Teresa López Díaz, "Comercio y poder: los mercaderes y el cabildo de Guatemala, 1592-1623", Historia Mexicana 30 (abril-junio de 1981): 469-505, que a pesar de las fechas citadas en el título se limita casi exclusivamente a la situación imperante en 1623. 26. Edgar Juan Aparicio y Aparicio, marqués de Vistabella, Bernal Díaz del Castillo y sus descendientes (México, 1969), passim.; y AGI, Guatemala 80, "Hernando Dávila Monroy" (1601). 27. AGI, Guatemala 80, "Rodrigo Dávila Monroy" (1609). Para otros ejemplos importantes de núcleos formados en el cabildo por familias comerciantes, veá.se Stephen Webre, "El cabildo de Santiago de Guatemala en el siglo XVII: ¿una oligarquía criolla cerrada y hereditaria?", Mesoarnérica 2 (1981): 11-12. 28. Cálculo efectuado en base a las cifras proporcionadas en de la Peña y López Díaz, ''Comercio y poder", pp. 494-495. 29. De la Peña y López Díaz, "Comercio y poder", pp. 470n y 498n; y Edgar Juan Aparicio y Aparicio, marqués de Vistabella, Conquistadores de Guatem.ala y fundadores de familias guatemaltecas (México, 1961), pág. 4. '30. AGCA, Al.1030.9523, ff. 308-382 (1664); AGCA, Al.1319. 9810, f. 6 (1673); Antonio de Molina, O. P., Cronología guate-malteca del siglo XVII, Jorge del Valle Matheu, editor (Guatemala, 1943), pp. 40-41; y AGI, Guatemla 108, "Doña Juana y doña Luisa Alvarez de Vega y Toledo" (1692). Hay varios otros casos que demuestran el retiro del comercio de parte de los hijos de mercaderes. Francisco de Jerez Serrano (regidor, 1632-1639; depositario general, 1639-1651), hijo del comerciante y regidor del mismo nombre, ganaba la vida, entre otras cosas, de una encomienda que tenía y del ejercicio de un oficio remunerativo. Tal fue también el caso de don Francisco de Lira y Cárcamo (regidor, 1631-1646; correo mayor, 1646-1682), hijo del mercader Pedro de Lira; AGI, Guatemala 102, "Don Bartolomé Flores" {1653); Walter B. L. Bose, "Los orígenes del correo terrestre en Guatemala (1612-1767)", Revista Chilena de Historia y Geografía 86 (enero-junio de 1939): 252-253; y de la Peña y López Díaz, "Comercio y poder", pp. 482-483. 31. AGI, Guatemala 108, "Doña Juana y doña Luisa Alvarez de Vega y Toledo" (1692). 32. AGI, Guatemala 98, "Martín de Villela" (1619). 33. AGI, Guatemala 98, ''Martín de Villela" (1619); y AGI, Guatemala 97, "Martín de Villela" (1613). 34. Webre, "El cabildo en el siglo XVII". 35. La. nómina de los escribanos cuyas actas hemos consultado para la presente encuesta aparece al pie del Cuadro 7.
218
Stephen W"ebre
36. Véanse, por ejemplo, Lockhart, Spanish Peru; Jorge Luján Muñoz, Los escribanos en las Indias occidentales y en particular en el reino de Guatemala (Guatemala, 1977), especialmente las pp. 128-132. 37. De los 33 regidores quienes servían durante la época en cuestión, hemos podido encontrar datos sobre todos menos uno, siendo la excepción don .Juan de Padilla (1653-1677). Por este motivo, la muestra suma solamente 32. 38. Mientras que la mayoría de los integrantes del grupo 111 eran peninsulares, había tres que no lo eran: don Gregorio de León Moratalla y Tevar (1659-¿1707?) y don .José Fernández de Córdoba (1675-1713), los dos naturales de la Nueva España, y don Sebastián de Aguilar y Castilla (1679-?), natural del Perú. Cabe notar aquí que en la fuente citada (Webre, "El cabildo en el siglo XVII"), Aguilar y Castilla aparece como oriundo de España, error que aprovechamos en esta oportunidad para corregir. Su verdadero lugar de origen se establece en AGI, Guatemala 27, "Carta del licenciado don Lope de Sierra Osorio a la Corona" (1. 0 de mayo de 1681). 39. Pinto Soria, "Acerca del surgimiento del Estado en Centroamérica", p. 84. 40. AGI, Guatemala 41, "Carta de López de Solís a la Corona" (l.º de julio de 1651). Sobre la intervención política del cabildo a favor de los intereses comerciales locales, veáse Stephen Webre, "Política y comercio en la Guatemala del siglo XVII", Revista de Historia 15 (enero-junio de 1987): 27-41. 41. En la ciudad de México, por ejemplo, los comerciantes parecen haber quedado más o menos excluidos del cabildo; Louisa Schell Hoberman, "Merchants in Seventeenth-Century Mexico City: A Preliminary Portrait", llispanic A'Tnerican Historical Review 57 (agosto de 1977): 481-482; y Dominic Azikiwe Nwasike, "Mexico City Town Government, 1590-1650: A Study in Aldermanic Background and Performance" (tesis doctoral, University of Wisconsin, 1972), pág. 50. 42. Hace algún tiempo apareció una obra que ha tenido mucha proyección y que, entre otras cosas, dice ser un ensayo sobre la estructura social de la Guatemala colonial. Basándose principalmente en la crónica de Fuentes y Guzmán, el autor propone la existencia de una contradicción fundamental en el nivel superior entre la burocracia peninsular, representante de los intereses de la Corona (y que él define como una "clase"), y una "nobleza" terrateniente criolla. Dado que no proporciona ningún lugar de importancia a los comerciantes inmigrantes, este esquema merece una revisión seria; Martínez Peláez, La patria del criollo, passirn y especialmente el diagrama que sigue a la pág. 638. 43. Veánse, por ejemplo, los siguientes: Troy S. Floyd, "The Guatemalan Merchants, the Government, and the Provincianos, 17501800", Hispanic American Historical Review 41 (febrero de 1961): 90-110; Ralph Lee Woodward, .Jr., "Economic and Social Origins of the Guatemalan Political Parties (1773-1823)", Hispanic American
Antecedentes económicos de los regidores
219
Historical Review 45 {noviembre de 1965): 544-566; y .Julio César Pinto Socia, GuateTnala en la década de la Independencia (Guatemala, 1978).
7. La estructura urbana y el cambio social en la ciudad de Guatemala a fines de la época colonial (1773-1824) - Inge Langenberg Universitiit zu Koln (Rep. Fed. de Alemania)
La fundación de urbes fue el instrumento decisivo de coloñ.ización española en América. Este papel clave que desempeñó la forma de colonización urbana se puede explicar no sólo por ser una tradición española y en especial andaluza, sino más bien porque la ciudad correspondía, en gran medida, a las necesidades militares y administrativas para la seguridad de las tierras conquistadas. La forma de colonización urbana se convirtió en la "forma de vida indispensable" 1 para la sobrevivencia de los conquistadores, quienes pudieron conservar bajo dichas condiciones sus características étnicas y culturales y de esta manera asegurar el Imperio de ultramar a lo largo de tres siglos. En décadas recientes, la investigación urbanística ha tomado más en cuenta esta importancia central de la ciudad en el desarrollo de la Hispanoamérica colonial. Si originalmente dominaban aquí los cronistas locales con sus intenciones predominantemente apologéticas, el punto central de interés se ha trasladado desde los años 1940 al análisis de las causas y consecuencias del proceso explosivo de la urbanización, el cual se inició en la década de 1930 y ha traído consigo una transformación profunda del área urbana así como del hinterland. La presente contribución representa un resumen de los resultados de investigaciones de archivo llevadas a cabo entre 1977 y 1980. Otra versión fue publicada anteriormente en el Anuario de Estudios ATnericanos 36 {1979): 351-374. Agradecemos a la Escuela de Estudios HispanoAmericanos el permiso de efectuar la presente edición.
222
Inge Langenberg
Ante la incontrolable explosión demográfica que enfrentan las metrópolis iberoamericanas y sus evidentes consecuencias sociales, la mayoría de los planificadores, sociólogos y geógrafos urbanísticos se ha dejado seducir por la aplicación problemática de modelos teóricos tomados del campo de las ciencias sociales. Como consecuencia, cada ciudad de carácter no industrial se entendía como "preindustrial", todo esto en el contexto de un etnocentrismo más o menos acentuado que pasaba por alto las características fundamentales de la ciudad iberoamericana. No fue sino hasta mediados de la década de 1960 que una consideración adecuada de la dimensión histórica, obtenida a través de un gran número de estudios, llevó al reconocimiento de que la industrialización no es el único motivo del proceso migratorio centrípeto. 2 El crecimiento demográfico de las metrópolis iberoamericanas se basa decididamente en la tradición colonial de varios siglos, durante los cuales la ·ciudad representaba el núcleo de todo desarrollo político, económico, social y cultural. Hoy en día, el principal interés de la investigación urbanística es analizar los cambios espaciales, demográficos, sociales y económicos que se han dado a lo largo de los siglos. 3 Sin embargo, al investigar tales temas se puede tropezar con numerosas dificultades, dado que el período en cuestión se extiende mucho más allá del pasado inmediato y el volumen documental presenta muchas lagunas. 4 Algo excepcional en este sentido es la situación referente a las fuentes documentales que se relacionan con la historia de la que era asiento de la Capitanía General de Guatemala, jurisdicción que durante la época colonial abarcaba todo el territorio de Centroamérica más el actual estado mexicano de Chiapas y que, aunque pertenecía nominalmente al virreinato de la Nueva España, en realidad estaba sujeta directa.mente a la Corona española. Tomando en cuenta las repetidas catástrofes naturales como inundaciones, erupciones volcánicas y terremotos que habían sobrevenido a la población española asentada en aquella región geológicamente inestable, 5 la nueva destrucción de la ciudad de Santiago de Guatemala por el gran terremoto de 1 773 llevó a la Corona a decidir su traslado a otro valle supuestamente más protegido de movimientos sísmicos. Esta
Estructura urbana y cambio social
223
resolución tan radical que proponía la total reconstrucción de una ciudad capital en un nuevo y lejano sitio, y que habría de tener consecuencias significativas para una estructura urbana económica y social, desarrollada paulatinamente durante más de dos siglos, no se puede entender solamente como una precaución real para proteger a la población, sino que también debe examinarse ante el fondo de la política reformista borbónica de la segunda mitad del siglo XVIII. En particular bajo Carlos Ill (1759-1788), el gobierno español se esforzó por sanear las finanzas públicas y revivificar la economía con el fin de aumentar los ingresos que la Corona percibía del Imperio colonial. Se trató asimismo de asegurar la defensa del Imperio, fo.+taleciendo el sistema rrµlitar y volviendo más rigurosa la orgélllización administrativa. 6 Junto con estas medidas, la Corona buscahá>ta.m.bieri. cons~iidar la autoridad real mediante una redistribución de los privilegios de los diferentes grupos sociales; así, el conde de Ca.m.pomanes exigía una "justicia distributiva", que hubiera colocado al monarca en condiciones de arbitrar respecto a los derechos y deberes de sus súbditos para-:~ restablecer la "armonía" en una sociedad que había llegado a destacarse por sus extremadas desigualdades. 7 Mientras que, dado el sistema social entonces existente, tales reformas en su mayoría podían esperar ser frustradas por la oposición de las oligarquías locales, la nueva fundación de la ciudad de Guatemala pareció ofrecer una oportunidad casi única para que los políticos "ilustrados" trataran de realizar sus conceptos de una sociedad más justa y así fortalecer de manera perdurable los lazos entre la población colonial y la dinastía borbónica. 8 En qué medida influyeron en forma efectiva tales ideas de la Ilustración española en la estructuración de la nueva ciudad, y qué cambios trajeron a la estructura social de la población con el traslado, no ha sido examinado en la investigación histórica bJl.st~ ahora,;9 hecho sorprendente cuando se considera que el traslado se llevó a cabo en un ambiente cargado de polémica, la cual queda documentada en una viva correspondencia administrativa con España así como por numerosos escritos. 10 Cristina Zilbermann de Lujá.n ha analizado parte de esta documentación en su estudio sobre el traslado de la ciudad de Guatemala, el cual presenta una descripción del proceso de
Inge Langenberg
224
fundación entre 1773 y 1783, así como una investigación interesante de los antecedentes económicos de las discrepancias entre los funcionarios y la oligarquía guatemalteca. 11 Otros estudios, dedicados a las ideas de la Ilustración y su proyección en los diferentes ca.m.pos de la vida guatemalteca, tratan del traslado de la capital sólo en forma marginal. 12 No existe ningún estudio que examine los efectos de esta política de la Corona en lo que atañe a la sociedad guatemalteca, incluyendo la clase baja y media. 13 El objetivo principal de este estudio, cuyos resultados se resunúrán a continuación, 14 se basa en los siguientes planteamientos: en primer lugar, aclarar en qué medida las reformas sociales nacidas de la Ilustración española se impusieron en la estructuración urbana de la nueva ciudad; segundo, considerar hasta qué grado llegaron a desarrollarse las funciones urbanas durante el período en cuestión; 15 y, sobre todo, analizar las consecuenci~ concret~ _q~~. el traslado de la capital t_rajo;consigcfparil,'""la estructura dela población urbana. Pese a la limitación del estudio a los aspectos demográficos, económicos y sociales de la estructura urbana a expensas de una consideración de ciertos aspectos "microhistóricos", en particular los socio-sicológicos, expresamos la esperanza de que este análisis pueda señalar no sola.m.ente los efectos del traslado en la población urbana, sino también (en vista de la gran importancia de la ciudad para el proceso de cambio social) ciertas conclusiones generales sobre las peculiaridades de esta sociedad hispanoamericana en vías de transición desde la época colonial hacia la Independencia.
EL DESARROLLO DE LA ESTRUCTURA URBANA Dentro del marco de la política sistemática de la Corona española respecto a la colonización y urbanización, tanto ·lQif~~onquistadores como los pobladores que lleg~Q:g. :posterjor~ .:~~~,~. e~t~~t?!~~~~ro;n !duran.te· el siglo )CVI alrededor de trescien~·: ·~~·~ciudades?~- 'oonformadas generalmente a un modelo urbano de finales de la Edad Media que trazaba sus raíces en las condiciones políticas, militares y sociales de la Reconquista. 17 En el contexto de este ideal urbano, el gobierno español estableció -~~"·ri.
•
•
•,
•
,
•
-·_../~--~·... 1-._.:r'\t.~.~~ .•.... ·.¡-~:.t'·~-..~-f":'!'-~:.V..~(V':-*1.~-··; ·:~:r ,.,.·,•·."'···~··'---~.,
Estructura urbana y cambio social
225
desde el principio ciertas normas generales para la fundación de ciudades en sus colonias de América, las cuales se recopilaron más tarde en las "Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias" de Felipe II. 18 Si comparamos estas instrucciones de urbanización del año 1573 con la planificación de la nueva ciudad de Guatemala, como quedaba especificado por la Corona en la real cédula del 21 de septiembre de 1775, y por los planos de la ciudad de los arquitectos Luis Diez de Navarro, Marcos lbáñez, y Antonio Bernasconi, 19 y si nos informamos también sobre el diseño y el desarrollo de la ciudad en los diversos campos de la vida urbana durante los cincuenta años posteriores a la decisión del traslado, podemos notar una ·conformidad casi completa entre las ordenanzas, la planificación y la realización del proyecto, tanto en lo que se refiere a su ubicación geográfica como a la formación urbana y su diferenciación funcional del espacio. Observamos además un respeto para las experiencias adquiridas en las tres fundaciones previas de la Capitanía General. Se ordena, por ejemplo, la construcción de techos de teja para evitar incendios como el del año de 1538, y se limita la··::aJ.tura · de las casas particulares para lograr má.S'"~~st'~bili ~ad contra·· los temblores. ~'.o Como la traza original en el valle ·de Panchoy se había mostrado después de pocos años demasiado estrecha para contener la crecida población urbana y, como consecuencia, había requerido ensanchamientos, desde ·un principio en el valle de la Ermita se hizo el nuevo diseño lo suficientemente a.Illplio para acomodar el aumento de población previsto para los años venideros. 21 Parece ser, sin embargo, que las ideas de la Ilustración se toma.ron muy poco en cuenta. De las reformas sociales abogadas por los filósofos y políticos como Campomanes, no encontramos más rasgo que una simple exención de hipotecas, medida ya entonces muy acostumbrada en casos semejantes de catástrofe natural. Si bien representaba un alivio para los habitantes y a la vez una limitación del poder económico Y político del clero, la suspensión de hipotecas no señaló ninguna tendencia que hubiera conducido a una transformación social bajo la dirección de la Corona. Una comparación tal como la que se está haciendo, revela
226
Inge Langenberg
consistentemente también en todas las etapas del desarrollo de la nueva ciudad de Guatemala la acostumbrada disminución de calidad jerárquica que se daba entre el centro y la periferia del espacio urbano. Esta diferenciación no llama tanto la atención en la esfera económica, ya que los productos de consumo diario se proveían por un sistema disperso de comercio en pequeño en manos de vendedores ambulantes; pero sí se manifiesta más marcadamente cuando se considera la concentración de las instituciones administrativas alrededor de la plaza mayor, además de la disposición de obras de infraestructura. Se comprueba claramente en el caso del variado desarrollo de la red vial y de drenajes, y además se evidencia en los campos de abastecimiento de agua y de la instrucción pública, en los cuales se desatendía casi por completo a los vecinos de los barrios marginales del noroeste. Aún en 1820 los habitantes de estos barrios se quejaban de una aguda escasez de agua. 22 En un informe del año 1822, una comisión de funcionarios indicaba que las calles más cercanas a la plaza mayor estaban bien pavimentadas y las más lejanas, al menos niveladas, pero que las de la periferia eran casi intransitables, convirtiéndose estas últimas en época de lluvias en cloacas pestilentes e insalubres. 23 Con respecto a la instrucción prima.ria, llam.a la atención· que en el año· deL1'824 .:cada unó de los ·-oCJio distritos céntricos tenía como mínimo su escuela de prhnera.s .letras, mientras qÜ~.·~:lós:·':niños de los. _cuatro harriqs noft~fi6s~ri6:dispoman sino de u.na sola escuela -primaria~ 24 En el proceso de traslado de la capital se .pueden identificar esencialmente seis fases cronólogicas, cada una de las cuales representa el juego de múltiples influencias sobre las condiciones de vida y la composición de la población: (1) el período de incertidumbre que dura desde el terremoto del 29 de julio de 1773 hasta la llegada en diciembre de 1775 de la real cédula del 21 de septiembre del mismo año, en que no solamente se dispone el traslado al valle de la Ermita sino también contiene disposiciones exactas para la realización del proyecto; (2) los años que corren entre la primera reunión del cabildo en el nuevo sitio (2 de enero de 1776) hasta
Estructura urbana y cambio social
227
la sustitución (1779) del arzobispo Pedro Cortés y Larraz y del capitán general Martín de Mayorga, respectivamente los líderes de las fracciones "terronista" y "traslacionista", el conflicto entre las cuales eclipsa las primeras dos fases del traslado y paraliza todas las instituciones públicas; {3) el gobierno del capitán general Matías de Gálvez (1779-1783), durante el cual se terminan los proyectos más urgentes de planificación urbana pese a las distraccio~es de la guerra entre España e Inglaterra; ( 4) ·la fase desde 1783 hasta mediados de la década siguiente en que, a pesar de la oposición eclesiástica y popular, las autoridades· administrativas y militares obligan el traslado en masa de la gente a la nueva ciudad (igualmente en esta fase acontece el primer período de construcción pública, principalmente en los campos de administración, economía y abastecimiento); ( 5) el período del auge de la construcción entre 1794 y 1810, con énfasis en proyectos públicos antes del cierre de siglo y en construcciones particulares de amplios sectores de la población después; y (6) la época entre los años 1810 y 1824, en que se nota la organización y mejoramiento de diferentes actividades y funciones urbanas, y al mismo tiempo una "normalización" de la vida en la ciudad, aunque acompañada de una depresión económica.
Al resumir la situación a finales del período bajo investigación notamos que, a pesar de las más optimistas esperanzas de los traslacionistas, ni aun después de medio siglo se había logrado recapturar el alto nivel de desarrollo urbano que había caracterizado a la antigua capital. En comparación con otras metrópolis hispanoamericanas de la época, la administración municipal, la economía y el orden público se encontraban en estado satisfactor~~- La sanidad, al igual que las esferas menos desarrolladas de instrucción y recrea.m.iento, habían experimentado al menos cie~:tas mejor.as, gracias a la influencia de la Ilustración. Los demás campos de la vida, sin embargo, toaavía dejaron mucho que desear: el abastecimiento de agua y alimentos para los vecinos, por ejemplo, era insuficiente, y
228
Inge Langenberg
el cuidado de los pobres, viudas y huérfanos continuaba en manos de la beneficencia religiosa. 25 EL DESARROLLO DE LA ESTRUCTURA DEMOGRAFICA
Entre el lento proceso de toma de decisiones de la Corona y las demoras provocadas por el conflic~o entre los terronistas y los traslacionistas, que duró seis años en total, se creó a todos los niveles de la sociedad un clima de incertidumbre. Mientras poco a poco la gente volvía a instalarse en sus antiguas casas, reparadas a pesar de la prohibición oficial, estos problemas paralizaron la vida pública de Guatemala y, junto con otras dificultades, sirvieron para retrasar el traslado hasta tal punto que no fue sino hasta medio siglo más tarde que por fin se alcanzó el número original de 28,000 habitantes. Las diferentes fases de este proceso se reflejan ante todo en la estructura familiar y doméstica. En las etapas iniciales de la mudanza predominaban las f8.Illilias pequeñas. Después del traslado forzoso de la masa de gente, aumentó significativamente el número de familias medianas y aun de casas multifamiliares, debido a la falta de viviendas oc_asionada por la prioridad que tenía la construcción pública sobre la particular. La década de construcción privada {18001810) alivió la situación y trajo consigo una disminución del promedio de personas por casa, produciendo a la vez una concentración de pequeñas familiar nucleares - aumentadas a menudo por la inclusión de alguna que otra pariente solteray haciendo posible que un alto número de individuos coresidentes, especialmente madres solteras con hijos, tuvieran . casa propia. El ya evidente excedente de mujeres dentro de la población de la nueva ciudad de Guatemala crecía continuamente mientras se iban consolidando las condiciones de la vida urbana. Dentro de este contexto, un análisis de la distribución de habitantes por sexo, edad y estado civil refiere, entre cosas, el problema de los hijos ilegítimos, el cual se relaciona directamente con el casi cien por ciento de excedente femenino entre la población adulta y la consecuentemente inevitable soltería de más de la mitad de los habitantes, resultante a su vez de las
Estructura urbana y ca.znbio social
229
condiciones económicas y sociales. Varios estudios demográficos señalan la estrecha relación que se da entre la estructura doméstica, la edad de casamiento y fertilidad en las sociedades "preindustriales" de Europa. 26 Esta relación también se puede comprobar en la Guatemala de 1824, donde se nota sólo una pequeña tendencia a compartir casas entre más de una familia emparentada. Una vez formadas sus propias familias, los hijos casados solían trasladarse a otra vivienda, hecho que tuvq consecuencias demográficas de considerable importancia: el hijo de un artesano, por ejemplo, no podía llegarse a casar mientras no tuviera taller propio o al menos un empleo seguro para poder mantener a su nueva familia. A menos que sus padres lo subvencionaran o que él mismo lograra hacerse por vías del matrimonio copartícipe en algún negocio ya establecido, el individuo generalmente se casaba a una edad relativamente avanzada. Así se explica en muchos casos el bajo número de hijos legítimos entre las clases "media" y "baja", así como el elevado número de hijos ilegítimos, abandonados y muertos al nacer. Las madres de éstos procedían por lo general de familias pobres, donde las coQ.,Jiiciones de trabajo eran arduas y penosas. 27 Aparte de u~equeño grupo de mujeres de la clase "alta" y de solteras que funcionaban como jefas de familia que sí podían mantener casa propia, la gran mayoría de madres solteras vivía como subinquilinos en casa de parientes o patrones. Estas se veían forzadas a ganarse la vida para sí mismas y para los hijos todavía menores de la edad de trabajar, edad que en esta época se iniciaba normalmente entre los cuatro o cinco años, y esto en una sociedad que, en vista de las alteraciones ocasionadas por el traslado en la oferta de trabajos, les ofrecía a las mujeres sólo una muy estrecha gama de posibilidades de empleo. 28 EL DESARROLLO DE LA ESTRUCTURA PROFESIONAL
La estructura profesional de una población depende, entre otras cosas, de las posibilidades de trabajo, las cuales varían en cuanto a forma y naturaleza según las funciones locales, regionales y supraregionales de cada ciudad. La importancia de la capital de Guatemala como centro administrativo, económico, social y cultural de la Capitanía General, se evidencia
230
Inge Langenberg
CUADRO 1 Sectores económicos de la capital después del traslado Sector primario: agricultura y ganadería Sector secundario: artesanado subsector textiles subsector pieles y cueros subsector metales subsector construcción subsector alimentos subsector miscelánea
Sector terciario: comercio y servicios subsector comercio subsector transportes y alojamiento subsector cargos públicos subsector profesiones libres subsector servidumbre
por una división según sectores económicos, comprobada dentro de nuestra investigación en base a las fuentes que se inician hasta en el año de 1796, o sea después del traslado masivo a la nueva capital (Cuadro 1). La importancia de estos sectores según el número de empleados respondía a múltiples influencias determinadas a su vez por el desarrollo político y económico de la ciudad. Las consecuencias previsibles del terremoto de 1 773 (huida de muchos habitantes hacia las afueras, demolición de edificios, saqueo de talleres y tiendas, pérdida de mercancías, interrupción de vías de comunicación y transportes), trajeron consigo el colapso efectivo de la economía urbana, desplome que por otra parte debía seguirse por cierto auge circunstancial, especialmente en lo que se refiere a la construcción. Además de la nueva construcción de la metrópoli por varias décadas,
Estructura urbana y cambio social
231
así como la liberalización del comercio en el año de 1778, se dio lugar a un traslado del énfasis entre las diferentes profesiones y oficios durante el período investigado. El análisis de los campos económicos ofrece una explicación sobre la forma y naturaleza del cambio de la estructura de profesiones en las tres décadas después de la cúspide del traslado y ta.rnbién ofrece índices de los cambios socioeconómicos fundamentales de la sociedad guatemalteca. En cuanto a cambios en la estructura profesional entre los años 1796 y 1824, es decir, en la época posterior a la década del traslado en masa, llama la atención una "normalización" de la vida urbana. A finales del período en cuestión, se observa esta normalización en varios sectores profesionales, a pesar de la recesión economica que siguió al auge de la construcción, trayendo consigo ciertas consecuencias sociales como son el desempleo y un aumento de la criminalidad. No sólo se observan reducciones saludables en el ramo de la construcción y de la industria metalúrgica, sino también una expansión del comercio y un creciente número de cargos públicos, indicios esenciales todos de una estabilización progresiva de la administración en la nueva capital. Correspondiente a la mencionada tendencia, se nota en la población guatemalteca una crecida inclinación por parte de adultos del sexo masculino a abandonar sus trabajos en el sector secundario (artesanado) para trabajar en el terciario (comercio y servicios), estableciéndose así de nuevo un equilibrio entre ambos sectores económicos. Esta tendencia, sin embargo, no se duplica entre los menores de catorce años; éstos, en los años inmediatamente posteriores al traslado, se dividían más o menos equitativamente entre los subsectores de construcción y servicio doméstico, pero por el año 1824 aparecen en su mayoría como aprendices en el sector artesanal. Como resultado de la estabilización de las condiciones urbanas, se observa un mejoramiento en el nivel de entrenamiento profesional: baja el número de jornaleros, de peones, de auxiliares y de criados, mientras que aumentan la cantidad y calidad de puestos para aprendices. Una comparación del desarrollo de la estructura profesional para v~ones adultos y para jóvenes durante las tres décadas posteriores a la
232
Inge Langenberg
migración forzosa en masa aclara ciertos efectos profundos del traslado de la ciudad. Debido a la urgente demanda de albañiles y de auxiliares de albañilería, y en vista de los altos salarios pagados por este trabajo tanto en obras públicas como en las privadas, así como a la poca probabilidad de encontrar otra ocupación mejor remunerada durante este período, muchos artesanos abandonaron sus oficios originales para ganarse la vida en obras de construcción. Por su pobreza, ocasionada por la destrucción de la ex-capital y su consecuente colapso económico, estos artesanos dependían en muchos casos también de las ganancias de sus hijos, quienes trabajaban a su vez de auxiliares de construcción o de sirvientes y quienes, por consecuencia, no tenían oportunidad de aprender otro oficio. Por este motivo, al finalizar el auge de la construcción, se elevó rápida.Illente la tasa de desempleo y con ella las de alcoholismo y criminalidad. Aunque este problema se reconoció desde muy temprano, 29 los llamamientos de la Sociedad Económica para la promoción de artesanías y la instrucción de aprendices permanecían desatendidos; la política de la Corona vacilaba y las medidas de las autoridades municipales se realizaban sólo en forma dilatoria. En 1824, sin embargo, se aumenta el número de plazas para aprendices en el sector artesanal, reflejando la estructura profesional una superación parcial de las dificultades asociadas con el traslado y repoblarn.iento, de manera que esta tendencia al aprendizaje, y como consecuencia a un nivel superior de entrenamiento en los oficios, puede apreciarse como una evidencia más de una estabilización gradual de las condiciones de vida urbana. La tendencia a la estabilización existe también entre los oficios de las mujeres, aunque la mayoría de ellas, al contrario de la población masculina, seguía empleada en el sector terciario. Tal diferenciación según el sexo del trabajador se marca ante todo por el alto número de mujeres empleadas en los rangos inferiores del servicio doméstico. Un análisis de su distribución por estado civil y edad, nos aclara además la causa del excedente extraordinario de mujeres que se observa en la población soltera de 14 a 53 años de edad: se manifiesta en particular un proceso de migración del campo circundante a la capital por parte de mujeres cuya edad oscilaba entre
Estructura urbana y cambio social
233
los 14 y los 23 años, una migración que todavía se observa en el presente. Aparentemente, un gran número de indígenas jóvenes llegaron a la ciudad a servir en casas de españoles ricos, aunque también es cierto que muchas de ellas regresaron a sus pueblos nativos al cabo de algunos años, hecho que puede explicar la disminución de su presencia numérica entre las sirvientas de edad avanzada. Al analizar estas cifras, hay que tener en cuenta que algunas mujeres desaparecían de los rangos de "criadas" por haber cambiado de oficio o por haber contraído matrimonio; sin embargo, existía relativamente poca oportunidad para tales cambios. Esto se aplicaba en particular a las madres solteras, quienes - a pesar del número extraordinariamente alto de niños muertos al nacer entre este grupo, todavía constituían más del diez por ciento de la población de servicio doméstico- encontraban sólo muy escasas posibilidades de avance social. En su vejez, se contaban frecuentemente entre los físicamente impedidos, cuya única fuente de subsistencia durante la depresión económica a finales del período bajo investigación era la mendicidad. 30 Finalmente, para toda la población económicamente activa de ambos sexos, el anterior análisis según estado civil y edad confirma tendencias respecto a las prácticas matrimoniales tanto como el celibato condicionado socialmente en el caso de personas de poco o ningún adiestramiento, tendencias que ya se establecieron en el análisis previo de estructura fainiliar y doméstica y que señalan una vez más la particularidad de la estructura social guatemalteca en la época colonial.
EL DESARROLLO DE LA ESTRUCTURA SOCIAL Tan claramente como en la formación demográfica y profesional, se reconocen las seis fases del traslado de la ciudad también en un análisis de los tres esquemas fundamentales de estratificación social que, aunque en distintos puntos de énfasis en el curso de las centurias, caracterizan a la sociedad colonial hispanoamericana31 : la organización estamental corporativa de la población; la composición étnica; 32 y la agrupación económica, concretizada ésta en la distribución de bienes y escala de profesiones y oficios. 33
234
Inge Langenberg
Un análisis de la composición étnica de la población de la nueva capital nos permite indicar ciertas diferencias raciales respecto a la disposición a participar en el traslado. Así, la "clase superior" española abogaba por el traslado al valle de la Ermita y asumió el papel de protagonista aún antes de que se emitiera la resolución defi.nitiva. 34 Fijado el nuevo sitio y recibida la real confirmación, los españoles trajeron consigo un contingente macizo de la "clase media" mestiza; en canibio, los grupos menos preciados de mulatos e indígen~, al principio se negaban a mudarse, siendo más tarde forzados, en parte por violencia, al traslado en masa. Sólo a finales del período que nos ocupa llega la estructura étnica de la población capitalina a asemejarse a la que existía en vísperas de la destrucción de la antigua ciudad. 35 La diferencia del comportamiento de las distintas razas frente al traslado encuentra una explicación en la distribución proporcional de bienes entre vecinos. Mientras formaban la vanguardia de nuevos habitantes personas adineradas quienes contaban con ahorros suficientes como para permitirse el lujo de construir casas propias, no obstante la enorme subida de costos de construcción, la mayoría de sus conciudadanos carecían de tales recursos pecuniarios, por lo que aún en el año 1824 casi todos vivían en miserables casas de alquiler. 36 Mientras la evolución de la estratificación parece indicar una reproducción del status quo ante, el descenso en la tasa de analfabetismo entre la población joven a finales de la época colonial documenta los resultados que hayan tenido los esfuerzos repetidamente exigidos y por fin activamente promovidos por los adeptos de la Ilustración, resultados que llegan más allá de una mera superación del miserable estado de las secuelas en pos del traslado de la ciudad, para conducir a una elevación real del nivel general de la instrucción. La existencia de un proceso dinámico se observa más claramente en un análisis de cambios numéricos dentro de las varias clases socio-profesionales, como lo demuestra, por ejemplo, una división de la población en grupos económicos según la cantidad de impuestos pagada en el año de 1824 (Cuadro 2). 37 En las últimas tres décadas del período bajo investigación se elevan más de un tercio los contingentes de la
Estructura urbana y cambio social
235
CUADRO 2 Grupos económicos según valor pagado en impuestos, ano 1824 "Clase alta" l. Terratenientes, hacendados "de primera clase" (tierras valoradas -en más de 15,000 pesos) Grandes comerciantes, almacenistas Eclesiásticos (arzobispo, canónigos) Empleados del gobierno {sueldo de 4,000 pesos anuales) Militares (sueldo de 4,000 p~sos anuales)
2. Hacendados (tierras valoradas en más de 10,000 pesos) y dueños de fincas urbanas que rinden al año 2,000 pesos Dueños de capitales que rinden al año 2,000 pesos Comerciantes, propietarios de mercancías Abastecedores de ganado por mayor en la capital Dueños de imprenta Eclesiásticos (párrocos) Empleados del gobierno (sueldo de 1,600 pesos-anuales) Militares (sueldo de 1,600 pesos anuales) 3. Hacendados (tierras valoradas en más de 3,000 pesos) Mercaderes {importación de textiles) Cajoneros de ropa extranjera Dueños de estanquillos de aguardiente Eclesiásticos (capellanes y semejantes) Empleados del gobierno (sueldo de 1,000 pesos anuales) Militares (sueldo de 1,000 pesos anuales) Abogados Escribanos públicos Médicos, boticarios
"Clase media" L Hacendados (tierras valoradas en menos de 3,000 pesos) Dueños de capitales que rinden al año 400 pesos Abastecedores en los pueblos Maestros de artesanos (con taller y venta propios) Mercaderes (excepto los importadores de textiles) Tenderos {excepto los cajoneros de ropa extranjera) Carreteros/ arrieros (con carro o 16 mulas) Dueños de chichería.s
236
Inge Langenberg
Empleados municipales (sueldo de 400 pesos anuales) Militares (sueldo de 400 pesos anuales) 2. Laboreros Criadores de cerdos Criadores de terneros Mayordomos Artesanos (excepto los maestros y dueños de tienda propia) Cajoneros dependientes Vendedores ambulantes Empleados municipales (sueldo de menos de 400 pesos anuales) Militares (sueldo de menos de 400 pesos anuales) Escribanos receptores Curanderos Cirujanos Músicos Truqueros Sacristanes Sirvientes, cocineros
"Clase baja" l. Labradores y pastores Porteros, cargadores y criados Jornaleros, peones
2. Mendigos y vagabundos Impedidos físicamente Desern pleados Esclavos
"Miscelánea" Estudiantes Sin datos
"clase alta" y "clase baja", a expensas del de la "clase media". Este hecho implica una tasa de crecimiento para las dos clases, la cual no sólo es atribuible a una avanzada consolidación de la situación urbana, por un lado, junto con un aumento en la tasa de desempleo causado a su vez por la recesión económica, sino que también se puede entender en términos de una tendencia a la disolución de las hasta entonces más fuertes barreras contra la movilidad de la sociedad guatemalteca.
Estructura urbana y cambio social
237
A través del análisis de la estratificación social se reconoce, entre otras cosas, que aún a inicios del siglo XIX, la vasta mayoría de los habitantes de Guatemala todavía definía su situación social y la de sus conciudadanos en base a su pertenencia a distintos estados o coporaciones. Al mismo tiempo, empero, dicho análisis manifiesta indicios de una paulatina disolución de esta estructura social colonial definida en base a corporaciones y estados. Esta distribución estructural fue acompañada por la gradual cristalización de un nuevo sistema basado en clases económicas. Aunque es cierto que, durante la época de convulsión social creada por el traslado en masa y el auge económico, hubo cierta tendencia solamente a corto plazo a intensificarse el proceso de mestizaje a través del aumento de la tasa de matrimonios interraciales, es decir una tendencia a un igualmente efímero relajamiento de la estructura jerárquica de la sociedad, también es cierto que a principios del siglo XIX, gracias tanto al proceso gradual de consolidación de las condiciones de vida urbana, como a la recesión económica que siguió al desplome del auge de la construcción, la misma estructura jerárquica volvía a manifestar divisiones étnicas más o menos estables. Sin embargo, la hipótesis de una caída de las barreras que bloqueaban la movilidad social encuentra una confirmación al menos parcial en un análisis de la movilidad profesional vertical entre generaciones. 38 Aunque está claro que el énfasis aquí debe hacerse. sobre el fenómeno de la transmisión por herencia de la posición social entre padre e hijo, es posible establecer (una vez corregidas las cifras para el número de desempleados sin domicilio) una tasa de movilidad digna de mención. Aparte de ciertas distinciones de clase, se observa en el año de 1824 una movilidad socioprofesional en la séptima parte del total de los hijos, con una tendencia claramente ascendiente y aún más pronunciada que el movimiento en sentido opuesto que había caracterizado a la sociedad del año 1 796. Cuando se considera que la época cubierta por nuestro análisis de movilidad se inició en un ai:nbiente de cambio radical socioeconómico, pero que vino a finalizar al mo~ento de una estabilización general, el grado y dirección de la movilidad profesional del año 1824 no
238
Inge Langenberg
encuentran suficiente explicación, ni en un cambio estructural de la economía local, 39 ni en un proceso de convulsión social que por ese entonces ya llevaba años de haberse completado. Sin embargo, una explicación para estas tendencias consiste en que el traslado de la ciudad y sus múltiples consecuencias para la estructura urbana demográfica y económica, no hayan logrado más que acelerar ciertos procesos ya existentes de la sociedad guatemalteca, en el curso de la evolución de los cuales los criterios tradicionales de estratificación (diferencia étnica y estamental/corporativa) se habían desplazado cada vez más en favor de las clases económicas ordenadas según oficio y propiedad. Gradualmente se debilitaban los mecanismos acostumbrados de diferenciación social y se incrementaba a su vez el papel del desempeño o mérito personal del individuo como determ.inante de la movilidad socioeconóm.ica. Sin embargo, mientras declina el prestigio de una raza, aumenta el peligro de que el individuo perteneciente a ella pierda su posición social y sufra además una disminución de sus posibilidades concretas de ascenso. Así, a finales de la época colonial, las posibilidades reales de movilidad de un habitante de Guatemala todavía se determinaban en grado considerable por factores tradicionales (ante todo étnicos), los cuales seguían representando una fuerza bastante amortiguadora dentro de la estructura social. La división de la población guatemalteca según sectores socioeconómicos todavía no existía en la conciencia de los habitantes; quienes, pese a una generalmente apreciable debilitación de las instituciones corporativas, continuaban definiendo su posición social principalmente en base a su pertenencia étnicamente determinada- a ciertos gremios o estados. 40 Sin embargo, en realidad, se daba cierta superposición de las tres características importantes de la estratificación social. Aunque no se puede analítica.mente "aislar" con exactitud los criterios estamentales, raciales y económicos, que en su juego recíproco sólo con dificultad se captan metodológicam.ente, sí es posible representar las relaciones· cruciales por medio de una reducción a tendencias básicas en forma de un diagrama sencillo (Figura 1). Así, la identidad racial de un habitante afectaba de ma-
Estructura urbana y cambio social
239
-! ~profesión~ -- --
__ ~ raza
--------..
propiedad - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - corporación
Figura 1. Las relaciones étnicas en la estratificación social
nera decisiva sus posibilidades de acceso a ciertos gremios y profesiones; la naturaleza de sus actividades económicas, a su vez, determinaban decididatnente sus posibilidades de amasar una fortuna grande o pequeña y por este medio mejorar su posición social, posiblemente a través de la compra de un puesto dentro de alguna corporación preciada o, como mestizo, a través de la adquisición de los derechos y privilegios de español mediante una cédula real de "gracias al sacar" . 41 Estas tendencias fundamentales entre las tres distintas características de estratificación se confirman no solamente por la división de los grupos étnicos según el rango profesional (mientras más prestigio tiene alguna actividad económica, más grande es la participación de españoles en ella y menos la de indígenas), sino ta.tnbién por una división según criterios de propiedad de casa y empleo de sirvientes domésticos. Tal división clarifica la graduación social de los rangos profesionales, como demuestra una comparación de la distribución de la población entre las clases "alta" y "baja", con el número total ajustado de hombres económica.Illente activos, de propietarios de casas, y de amos de sirvientes en el año 1824. En las esferas de la propiedad y del empleo de criados -en las cuales se manifestaban la riqueza y el prestigio social de los habitantes-, la pequeña "clase alta" está exageradamente representada, nrientras que la extensa "clase baja", que encerraba a casi la mitad de la población económicamente activa, apenas está presente. Por lo tanto, la división por bienes refuerza la escala profesional. 42 Finalmente, existe una estrecha relación entre estos criterios económicos y el nivel de instrucción de la población. Al contrario de la situación de la antigua capital, que había contado con gran número de escuelas primarias y secundarias, el
240
Inge Langenberg
sistema de educación pública en los años que siguieron a 1774 tenía que ser totalmente reconstruido, proceso que, debido a la perenne escasez de medios pecuniarios, tomó casi cincuenta años. Pese a estos problemas relacionados con el traslado de la ciudad, el nivel instruccional de los jóvenes en el año 1824 manifiesta una porción creciente de alfabetos y semialfabetos, aumento que se atribuye en particular al mejoramiento del sistema escolar después de 1820 así como a los primeros resultados de los esfuerzos intensivos por elevar el nivel de educación pública. Sin embargo, el que un habitante joven se beneficiara o no de este mejoramiento dependía ante todo del nivel de vida de su familia y en particular del prestigio profesional del padre. Los hijos de la "clase alta" gozaban con más frecuencia y por más duración de la instrucción formal y por con.secuencia no ingresan en la actividad económica sino hasta llegar a la e<:lad adulta. 43 Los jóvenes de la "clase media", al contrario, asisten a la escuela en menor número y por menos tiempo; casi la IDÍtad de los jóvenes entre los once y los trece años de edad ya se encuentran económicamente activos. Entre los hijos de la "clase baja" se observa desde luego el más bajo estado instruccional y a la vez la mayor propo~ción de trabajo entre la juventud. 44 La estrecha relación entre la situación económica de los padres y el nivel de formación educativa de los hijos, deja al descubierto que todavía a finales de la época colonial, factores tales como la instrucción formal eran menos determinantes de la estratificación que consecuencia de la pertenencia a determinado grupo social. Confirma a la vez -como se puede haber previsto- la gran importancia que en una época de cambio social radical como la que siguió al traslado de la metrópoli centroamericana tienen los criterios económicos en determinar la situación social real de los habitantes y con ella las posibilidades de ascenso social de sus hijos. 45 CONCLUSIONES
Según Ernesto Chinchilla Aguilar, los terremotos de 1 773 -~~Fepresentan un punto crucial de la historia de la capital guate'.l,nalteca.46 En vista de las repetidas y severas destrucciones '4::
Estructura urbana y ca.xnbio social
241
de la ciudad, la oligarquía local se encontraba incapaz de cubrir con sus propios recursos las pérdidas materiales, o de financiar la reconstrucción sin la ayuda monetaria de la Madre Patria. La consecuente debilitación de la autodeterminació.n local coincidía con los esfuerzos de los burócratas reformistas borbónicos por consolidar la autoridad del rey español y de sus representantes en las colonias hispanoa.m.ericanas. A estos procesos complementarios debía pues el nuevo capitán general su desacostu~brada posición de poder, que no sola.m.ente garantizaba - a pesar de las protestas enérgicas de la jerarquía eclesiástica- la confirmación real de su resolución de trasladar la ciudad, sino ta.m.bién les hacía posible a sus sucesores, contra la oposición masiva de v8.rios sectores de la población, forzar la mudanza al valle de la Ermita, valle que quedaba unos 45 kilómetros de distancia del sitio original y que era supuesta.m.ente más seguro contra las catástrofes naturales. El traslado de la ciudad destruyó en mucho la gradualmente evolucionada estructura social que, por medio de todo un sistema informal de ayuda mutua entre parientes, compadres y cofrades, les había hecho posible aun a los estratos sociales inferiores superar las deficiencias de provisiones, servicios de salud y asistencia pública. Al mismo tiempo, mediante un ca.m.bio radical del mercado de trabajo, el traslado privó a a.Illplios sectores de la población de los medios de ganarse la vida y condujo, después de una fa.se plena de actividades de construcción, a una prolongada recesión económica que trajo consigo ciertas consecuencias sociales, como eran el desempleo y un incremento de la criminalidad. Los repobladores tenían que afrontar además un gran número de otros problemas. Así, imperaba en el valle de la Ermita una crónica escasez de agua, alimentos y materiales de construcción. Todas las necesidades de la vida diaria se procuraban a través de medios de transporte dificultosos y consecuentemente costosos, mientras que los pequeños subsidios para la construcción, que en la mayoría de los casos sólo se devengaban. tras largas esperas, iban perdiendo su poder de compra a causa de la inflación. No fue sino hasta después de dos décadas que se encontraba la masa de los habitantes en condiciones de abandonar las barracas provisionales de la periferia nororiental de la ciudad para construir en
242
Inge Langenberg
el núcleo urbano sus propias casas modestas o simples chozas. Aún medio siglo después de haberse decidido el traslado de la ciudad, la nueva metrópoli centroamericana daba una impresión pobre, más l?ien repulsiva. La mayoría de los edificios públicos estaban todavía sin terminar, y aun los ya completos carecían de acabado formal y tenían aspecto provisional, dado en particular que mucho del material de construcción se había rescatado de los escombros de los edificios de la antigua capital. Un mal arreglado laberinto de puestos de mercado y de tinglados se extendía sobre la superficie entera de la poco impresionante plaza mayor, a cuya pila central acudían los vendedores para lavar los platos, los arrieros para abrevar las mulas, y las mujeres para bañar a sus niños. 47 Los moradores de las casas situadas en las calles adyacentes a la plaza se quejaban del gran número de desempleados y vagabundos quienes, a pesar de las numerosas prohibiciones, lograban comprar licor aún después de la hora legal de cerrar, erraban borrachos por las calles y dormían en las entradas de las casas. Por la noche eran tan comunes las riñas a cuchilladas y los asaltos a mano armada entre borrachos, que en los barrios de El Sagrario y de la Escuela de Cristo aun los serenos municipales, por temor, se negaban a patrullar las inmediaciones de la plaza mayor. 48 Las condiciones en la periferia de la ciudad eran todavía peores. En época de lluvias, las calles sin empedrado se convertían en cloacas lodosas, por las cuales deambulaban cerdos y perros, éstos frecuentemente rabiosos, en busca de comida entre la basura. Después de aguaceros torrenciales, se inundaban las aceras y a veces las aguas sucias llegaban a penetrar a las casas. Empero, en temporada seca también la masa de los habitantes sufría condiciones higiénicas alarmantes. Había, por ejemplo, un matadero situado en una elevación al sur de la ciudad, cuyas aguas residuales se mezclaban con la sangre del ganado y corrían en canales abiertos por los barrios de La Habana y Capuchinas, creando así un peligroso foco· de epidemias. En vista de la relación evidente entre las condiciones de vida en los diferentes barrios y el carácter funcional de cada uno de los mismos, se deja ver otra estrecha relación entre las
Estructura urbana y caxnbio social
243
divisiones espaciales y las características socioeconómicas qe sus moradores. El fondo funcional de la estructura espacial de la sociedad urbana, se manifiesta claramente en una distribución de la población masculina económicamente activa dentro del espacio urbano, marcándose además una correspondiente diferenciación según el estatus social de los habitantes. 49 Todavía en la recién establecida metrópoli se mantenía el clásico principio hispanocolonial de la estructuración del espacio social urbano, es decir, el sistema de una traza cuadrada enfocada sobre una plaza céntrica. El deterioro en la calidad de las instituciones urbanas que se observaba mientras más se acercaba a la periferia se manifiesta claramente también en el estatus social de los habitantes. La marginalidad geográfica no solamente representaba para los habitantes de Guatemala un empeoramiento considerable de las condiciones de vida, sino que reflejaba también un acceso más limitado a los centros de influencia política y prestigio social. Ya que, por regla general, sólo las distinciones sociales más pronunciadas se manifestaban también espacialmente, esta estructura espacial diferenciada sugiere el fracaso de las medidas sociorreformistas de la política real española. La naturaleza desganada de los intentos de reforma y -más importante aún- la dislocación y el empobrecimiento de amplios sectores de la población gracias al traslado en masa forzoso, impedían el anhelado allananllento de las pronunciadas injusticias sociales, que debía iniciar cualquier proceso de cam.bio dentro de la sociedad colonial, un ca.m.bio dirigido por la Madre Patria. En lugar de esto, debido al traslado de la ciudad, se profundizaba más la laguna que sepa.raba el pequeño estrato social dirigente de la amplia masa de los habitantes. Mientras la vasta mayoría de los moradores de la antigua capital había vivido en circunstancias pobres pero soportables, las pérdidas materiales ocasionadas por los terremotos y el traslado forzoso representaba para ellos un revés económico, del cual muchas Ía.Illilias sólo después de varias décadas, y otras nunca, se recuperarían. A este nivel social, eran muy pocas las posibilidades de un rápido saneanllento financiero. Los grandes almacenistas y hacendados, en cambio, sabían aprovecharse hábilmente de las condiciones de escasez de alimentos, auge de construc-
244
Inge Langenberg
ción e inflación progresiva y mediante extensivas inversiones, especialmente en inmuebles y otros valores reales, lograban en poco tiempo mejorar su posición socioeconómica. En particular, los ambiciosos inmigrantes del norte de España quienes ya antes de 1 773 representaban un elemento marcadamente dinámico dentro de la "clase alta" y quienes encontraban en el traslado de la ciudad aún más oportunidades de enriquecerse, llegaron en poco tiempo a una posición tal de poder, que podían resistir con éxito todos los intentos por parte de los burócratas reales y de sus rivales comerciales de limitar su influencia política y económica. 50 En vista de la concentración sobre el proyecto de todos los recursos humanos y financieros de la Capitanía General y el consecuente descuido de los problemas del resto de la región, en las provincias crecía durante esta época el descontento entre los principales plantadores de añil, quienes deseaban emanciparse de su dependencia del grupo comercial de la capital y quienes, después de tantos fracasados intentos de reforma, ya no veían en el gobierno de Madrid suficiente garantía de sus intereses. 51 Además de destruir una estructura socioeconómica evolucionada a lo largo de varios siglos, el traslado de la ciudad promovió, amén de la agravación de las tensiones ya existentes entre los grupos poderosos de la población, la puesta en marcha de un proceso radical de cambio dentro de la sociedad guatemalteca, proceso que ya no estaba sujeto a control desde Madrid y que condujo no solamente a la disolución de los lazos entre la Capitanía General y la Madre Patria, sino tam.bién a la desintegración de Centroamérica en cinco repúblicas independientes.
Estructura urbana y cambio social
245
NOTAS l. Jorge E. Hardoy, "Las formas urbanas europeas durante los siglos XV al XVII y su utilización en América Latina: notas sobre el transplante de la teoría y práctica urbanística de españoles, portugueses, holandeses, ingleses y franceses", en Urbanización y proceso social en América (Lima, 1972), pág. 172.
2. Confiérase Emilio Willems, Latin American Culture: An Anthropological Synthesis (New York, 1975). 3. Para un resumen de la literatura sobre la urbanización en Latinoamérica, veánse, entre otros: Martin H. Sable, Latín American Urbanization: A Guide to the Literature, Organizations and Personnel (Metuchen, New Jersey, 1971); Francine F. Rabinovitz y Felicity M. 'l'rueblood, editores, Latín American Urban Research (Beverly Hills, 1971 y 1972); "El proceso urbano en lberoamérica desde sus orígenes hasta los principios del siglo XIX", número especial de la Revista de Indias 33-34 (1973-1974): 727-866; John Walton, "From Cities to Systems: Recent Research on Latin American Urbanization", Latín American Research Review (en adelante, LARR) 14 (1979): 159-169; Daniel H. Levine, "Urbanization in Latin Ainerica: Changing Perspectives", LARR 14 {1979): 170-183; y Eugene F. Sofer y Mark D. Szuchman, "City and Society: Their Connection in Latín American Historical Research", LARR 14 {1979): 113-129. 4. Sobre este particular, véase, entre otros, Lyman L. Johnson y Susan Migden Socolow, "Population and Space in Eighteenth-Century Buenos Aires", Social Fabric and Spatial Structure in Colonial Latin America, David J. Robinson, editor (Syracuse, New York, 1979): 339368. 5. Una compilación de las catástrofes hasta 1773 se encuentra en Juarros, Compendio, 1: 159-167. 6. La concepción, realización y efectos de las reformas económicas, fiscales, administrativas y militares conforman ternas de numerosos estudios, entre ellos: Lyle N. McAlister, The "Pu.ero Militar" in New Spain, 1764-1800 (Gainesville, Florida, 1957); Nancy M. Farris, Crown and Clergy in Colonial Mexico, 1759-1821: The Crisis o/ Ecclesiastical Privilege (Oxford, 1968); Günter Kahle, Militar und Staatsbildung in den An/ii.ngen der Unabhii.ngigkeit Mezi.kos (Colonia y Viena, 1969); Brian R. Hamnett, Poli.tics and 'Prade in Southern Mezi.co, 1750-18S1 (Cambridge, 1971); y Horst Pietschmann, Die Einführung des lntendantensysterns in N eu-Spanien im Rahmen der allgem.einen Verwaltungsre/orm der spanischen Monarchie im. 18. Jahrhundert (Colonia y Viena, 1972). 7. Pedro Rodríg1;1ez, conde de Campomanes, 'Pratado de la regal
246
Inge Langenberg
8. Los políticos españoles estaban muy conscientes de esta oportunidad, como revela ante todo la correspondencia entre el Ministro de Indias José de Gálvez y su hermano mayor Matías de Gálvez (Capitán General de Guatemala, 1799-1783); AGI, Guatemala 454. 9. Al igual que en otras regiones del Imperio hispanoamericano, el conocimiento de los cambios sociales ocasionados (intencionalmente o no) por las Reformas, se limita a los resultados de análisis de élites locales y señalamientos esparcidos respecto a las consecuencias sociales de medidas administrativas, económicas y militares. 10. Sólo el Archivo General de Indias ofrece una abundancia de materiales relevantes, especialmente en ·los legajos Guatemala 657 a Guatemala 664. 11. Cristina Zilbermann de Luján, "Aspectos sociales y económicos del traslado de la capital de Guatemala (1773-1793)" (tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 1976). El autor agradece la amabilidad del doctor José Antonio Calderón Quijano en haberle permitido· consultar esta obra inédita. [Nota del editor: la obra ya fue publicada bajo el título de Aspectos socioeconóm:icos del traslado de la ciudad de Guatem.ala (17731783} (Guatemala, 1987).] 12. Elisa Luque Alcaide, La Sociedad Económ,ica de Amigos del País de Guatemala (Sevilla, 1962); John Tate Lanning, The University in the KingdoTn o/ Guatem.ala (Ith~a, New York, 1955); .John Tate Lanning, The Eighteenth-Century Enlightenm.ent in the University o/ San Carlos de Guatem.ala (Ithaca, New York, 1956); John Tate Lanning, "The Enlightenment in Relation to the Church", The Aniericas: A Quarterly Review o/ Inter-Am.erican Cultural History 14 (1958): 489496; John Tate Lanning, "The Church and the Enlightenment in the Universities", The Aniericas: A Quarterly Revi.ew o/ Inter-Anierican Cultural History 15 (1959): 333-349; Ralph Lee Woodward, Jr., Glass Privilege and Econoniic De11elopnient: The Consulado de Comercio de Guatemala, 1793-1871 {Chapel Hill, 1966); y Wilbur E. Meneray, "The Kingdom of Guatemala During the Reign of Charles 111, 1759-1788" {tesis doctoral, University of North Carolina, 1975). 13. La probleII\ática de la situación de las fuentes se expone en el prólogo de Lutz, Historia sociodem,ográfica, pp. 1-24. 14. Los resultados de la investigación se exponen con más detalle en lnge Langenberg, Urbanisati.on und Bevollcerungsstrulctur der Stadt Guatem.ala in der ausgehenden Kolonialzeit: Eine sozialhistorische Analyse der Stadtverlegung und ihrer Auswirlcungen auf die de-mographische, berufliche un
Estructura urbana- y cambio social
247
16. Jorge E. Hardoy y Carmen Aranovich, "Urbanización en América Hispana entre 1580 y 1630", Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas 11 (1969): 21. 17. Sobre el desarrollo de este tipo urbano durante la reconquista española, véase José M. Font y Rius, "Les villes dans l'Espagne du moyen i.ge: L'histoire de leurs institutions ad.ministratives et judiciaires", en La ville, primera parte: Institutions adrninistratives et judiciaires (Bruselas, 1954)' pp. 263-295. 18. AGI, Indiferente General 427, libro. 29, ff. 63-93. 19. La cédula se encuentra en AGI, Guatemala 661; los planos de Diez de Navarro, lbáñez y Bernasconi, se encuentran en AGI, Guatemala 220, "Mapas y planos" (l.º de marzo de 1776); Guatemala 234, "Mapas y planos" {24 de noviembre de 1778); y Guatemala 265, "Mapas y planos" (23 de diciembre de 1788), respectivamente. 20. AGCA, Al.2195.15752, f. 44v. 21. En lugar de las 42 cuadras de la antigua capital, Luis Diez de Navarro proveía 165, mientras que Marcos lbáñez sugirió agregar 60. 22. AGCA, Al.4002.30267. 23. AGCA, B5.66.1816, f. 9. 24. Los habitantes del barrio de la Candelaria habían exigido con gran perseverancia el establecimiento de esta escuela privada. Sin embargo, en vista de la ineficacia de sus peticiones, las madres del vecindario tuvieron que recurrir finalmente en 1821 a sus propios recursos, organizando lecciones privadas para los niños de familias pobres, actividad que remuneró el marqués de Aycinena en agosto del mismo año con una donación de 2,000 pesos para el proyecto de la escuela; AGCA, Al.2194.15747, f. 30; y AGCA, Al.2194.15748, f. 4v. 25. Estas consideraciones representan un resumen del primer capítulo de Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 15-81. Ya que el lector encontrará en la obra citada una documentación bastante completa, se prescindirá aquí de citas detalladas. 26. Como ejemplo, se remite a André Armengaud, La farnille et l'enfant en France et en Angleterre du xvie au XVIrr siecle: Aspects dérnographiques (París, 1975). 27. El porcentaje de madres solteras entre las mujeres solteras era de aproximadamente una cuarta parte, número que se incrementa si se incluye a las viudas jóvenes y esposas abandonadas, las cuales tenían muy pocas posibilidades de volverse a casar y de legitimar así a sus hijos nacidos después de haber perdido al cónyuge. 28. Aquí sólo nos ocupamos de un aspecto de las cuestiones demográficas que se examinan en el segundo capítulo de Langenberg, Urbanisation und Bevollceni.ngsstruktur, pp. 82-145. 29. AGCA, Al.2821.24994, ff. 3-3v.
248
Inge Langenberg
30. Una discusión más detallada al respecto se encontrará en el tercer capítulo de Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 146-218. 31. Los problemas metodológicos del análisis de la estratificación, como lo son el problema de los estratos subordinados, la naturaleza incompleta de los modelos, la multidirnensionalidad de los estratos y la definición de las fronteras entre estratos, no pueden ser tratados aquí en forma detallada. Véase Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 219-222. 32. Dada la importancia de la identidad racial para la estimación social, las designaciones raciales no servían tanto para la distinción étnica como para indicar la posición social del individuo. Por lo tanto, la problemática racial se analiza aquí no en su aspecto demográfico sino en el social. 33. Sobre estos tres elementos de estratificación social, véase Roland Mousnier, Les hiérarchies sociales de 1./.50 nos jou":S {París, 1969), pp. 19-40, quien señala como principios fundamentales de estratificación en sociedades diferentes el estado, la casta étnica religiosa y la clase socioeconómica.
a
34. Los términos "clase alta", "clase media" y "clase baja" sirven aquí únicamente para aproximar una división según el rango de las diferentes agrupaciones que componían la población, sin que por ello sea posible o deseable intentar transferir a la Guatemala de la época colonial el significado que luego adquirirían en las condiciones de la Europa de los siglos XIX y XX. 35. Sobre la influencia de la migración de Europa y Africa en la formación de la población, véase Magnus Morner, "The History of Race Relations in Latin America: Some Comments on the State of Research" , LARR 1 {1966): 17-44. 36. Sobre la problemática de los datos de propiedad que contienen los padrones, base de este análisis, véase Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 254-255 y 301-305. 37. AGCA, B84.1130.25974. En cuanto a la problemática de esta clasificación en rangos socioprofesionales, véase Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 271-277. 38. El concepto de "movilidad vertical" se refiere al cambio de posición en un eje imaginario y subjetivo de estimación social que se conceptualiza como vertical y cuyos valores pueden variar según la sociedad y el contexto histórico en que se examinan. Sobre los problemas metodológicos del análisis de movilidad, véase Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 354-356. 39. Véanse, al respecto, los análisis de la actividad económica de la población masculina y de la movilidad profesional estructural en Langenberg, Urbanisation und Bevollcerungsstruktur, pp. 154-176 y 342353.
Estructura urbana y carrlbio social
249
40. "Los mineros, mercaderes y artesanos pueden haber sido burgueses de manera funcional, pero en mentalidad no lo eran. Hasta el propio final del período colonial, continuaba pensándose del papel y posición de alguien en la sociedad únicamente en términos de la nobleza, los títulos, el honor y la pertenencia a entidades corporativas"; Lyle N. McAlister, "Social Structure and Social Change in New Spain", Hispanic Anierican Historical Review 43 (1963): 362. 41. Se refería al menos a "los privilegios y derechos legales de los blancos"; James F. King, "The Case of José .Ponciano de Ayarza: A Document on 'Gracias al sacar' ", HAHR 31 (1951): 641. 42. Confiéranse la gráfica 40 y la explicación respectiva en Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 311-313. 43. Se notarán también otras diferencias en cuanto a la calidad de la instrucción, ya que sólo las familias adineradas podían costear lecciones privadas o pagar las cuotas de una e5cuela privada. 44. El porcentaje total de los profesionalmente activos debe haber sido considerablemente más alto de lo que indican los padrones, ya que éstos no mencionan ocupaciones como aguadores, mensajeros y otras semejantes, cuando se trataba de niños. Sin embargo, en tales ocupaciones serviles trabajaba una gran parte de niños de la "clase baja" ante todo, ya que éstos tenían menos oportunidades de aprender oficios que los de la "clase media". En realidad, tenían que contribuir en lo posible desde tierna edad al mantenimiento de la familia con su propio trabajo. Se debe hacer mención además al gran número de los no domiciliados. 45. Confiérase, al respecto, el cuarto capítulo de Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 219-384. 46. Ayuntaniiento colonial, pág. 182.
4 7. Existe una estrecha relación entre estas condiciones higiénicas y la alarmantemente alta tasa de mortalidad infantil. Véase al respecto el análisis demográfico en Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 82-145. 48. AGCA, Al.5345.45065. 49. Confiéranse ~l respecto las gráficas 51 y 52, así como la explicación respectiva, en Langenberg, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur, pp. 389-393. 50. Ejemplo extraordinario de este fenómeno lo ofrece el caso del vasco J" uan Fermín de Aycinena e Irigoyen. 51. Sobre las rivalidades entre los comerciantes y plantadores, véase Floyd, "The Guatemalan Merchants", pp. 90-110. En base a estos grupos competitivos surgieron más tarde los partidos políticos centroamericanos. Véase Woodward, Jr., "Economic and Social Origins of the Guatemalan Political Parties" .
Bibliografía
Aguilar P., Luis, Equivalencias y tablas de reducción de m,edidas y pesos {Guatemala, 1928). Aparicio y Aparicio, Edgar Juan, marqués de Vistabella, Conquistadores de Guatem,ala y fundadores de fam,ilias guatemaltecas (México, 1961). Armengaud, André, La fa-mille et l'enfant en France et en Angleterre du XVIe au XVIIIe siecle: Aspects dém,ographiques (París, 1975). Azikiwe Nwasike, Dominic, "Mexico City Town Government, 15901650: A Study in Aldermanic Background and Performance" (tesis doctoral, 'University of Wisconsin, 1972). Bancroft, Hubert Howe, History o/ Central Arnerica, 3 tomos (San Francisco, 1882-1887), t. 11. Bayle, Constantino, Los cabildos seculares en la Am,érica española {Madrid, 1952). Bergman, J. F., "The Distribution of Cacao Cultivation in Pre-Colombian America", Annals o/ the Association o/ ATnerican Geographers 59 {1969): 87-91. Bertrand, Michel, "Estudio demográfico de la región de Rabinal y del Chixoy en Guatemala", Mesoafnérica 1 {1980): 232-249. - - - - - , "Un modele économique: Les haciendas communales de Rabinal, fin XVIIIeme-debut XIXeme siecle", Cahiers de la R. C. P. 500 1 (1979).
Boletín del Archivo General del Gobierno. Borah, Woodrow, New Spain's Century o/ Depression, Ibero-Americana 35 {Berkeley, 1951). Bose, Walter B. L., "Los orígenes del correo terrestre en Guatemala {1612-1767)", Revista Chilena de Historia y Geografía 86 (enerojunio de 1939). Brasseur de Bourbourg, Charles-Etienne, "Antigüedades guatemaltecas", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatem,ala 20 {1945): 7-17. Browning, David, El Salvador: Landscape and Society {Oxford, 1971). Carmack, Robert, Historia social de los quichés (Guatemala, 1979).
252
Bibliografía
Carrasco, Pedro, Los aztecas: ideología, economía y política (México, 1978). Castro Seoane, José, "La expansión de la Merced en la América colonial", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala 20 {marzo de 1945). de Arévalo, Rafael, editor, Colección de documentos antiguos del archivo del ayuntamiento de la ciudad de Guatemala (Guatemala, 1857).
Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de ultramar, 25 tomos (Madrid, 1885-1932), t. XVII. Collins, Anita Cox de, "San Marcos Huista: Indígena 5 (mayo de 1970).
unas notas", Guatemala
Collins, Anne Cox, "Colonial Jacaltenango, Guatemala: The Forrnation of a Corporate Community" (tesis doctoral, Tulane University, 1980). Comité de Vecinos, Santa Eulalia: tierra de nuestros antepasados y esperanza para nuestros hijos (Guatemala, 1968). Cook, Sherburne F. y Woodrow Borah, Essays in Population History (Berkeley, 1971). Córdoba, fray Matías de, "Utilidad que resulta de que los indios vistan y calcen a la española", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala 14 (1937). Cortés y Larraz, Pedro, Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala, 2 tomos (Guatemala, 1958), t. 11. Chamberlain, Robert S., "Castillian Backgrounds of the RepartimientoEncomienda", Contributions to American Anthropology and History 5 (1939): 25: 23-66. Chevalier, Fran~ois, Land and Society in Colonial Mexico: The Great Hac:-ienda, Lesley Byrd Sirnpson, traductor {Berkeley, 1963).
- - - - - , La forrnation des grands do-rnaines au M ezique: société aux XVIe siecles (París, 1952).
Terre et
Chinchilla Aguilar, Ernesto, El ayuntamiento colonial de la ciudad de Guatemala {Guatemala, 1961). De la Peña, José y María Teresa López Díaz, "Comercio y poder: los mercaderes y el cabildo de Guatemala, 1592-1623", Historia Mexicana 30 {abril-junio de 1981): 469-505. "El proceso urbano en Iberoamérica desde sus orígenes hasta los principios del siglo XIX", número especial de la Revista de Indias 33-34 (1973-1974): 727-866. Farriss, Nancy M., Crown and Clergy in Colonial Mexico, 1759-1821: The Crisis of Ecclesiastical Privilege {Oxford, 1968). Florescano, Enrique, Estructuras agrarias de México, 1520-1821 {México, 1971).
Bibliografía
253
Floyd, Troy S., "The Guatemalan Merchants, the Government, and the Provincianos, 1750-1800", Hispanic American Historical Review 41 (febrero de 1961): 90-110. Font y Rius, José M., "Les villes dans l'Espagne du moyen age: L'histoire de leurs institutions administratives et judiciaires", en La ville, primera parte: Institutions administratives et judiciaires (Bruselas, 1954), pp. 263-295. Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio de, Obras históricas de don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán {Recordación florida}, 3 tomos, Carmelo Sáenz de Santa María, editor (Madrid, 1969-1972), t. III.
Gaceta de Guatemala. Gage, Thomas, Thomas Gage 's 'Pravels in the N ew World, .J. Eric S. Thompson, editor (Norman, 1-958). García Peláez, Francisco de Paula, Memorias para la historia del antiguo reino de Guatemala, 3 tomos (Guatemala, 1968-1973), t. l.
, Memorias para la historia del antiguo reino de Guatemala, 3 tomos (Guatemala, 1943-1944). Gerhard, Peter, The Southeast Frontier of New Spain (Princeton, 1979). Gibson, Charles, Los aztecas bajo el dominio español, 1519-181 O, 2.a edición (México, España y Argentina, 1975).
, Spain in America (New York, 1966). - - - - - , The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians of the Valley of Mexico, 1519-1810 (Stanford, 1964). González, Gil Dávila, Teatro eclesiástico de la primitiva Iglesia de las Indias occidentales: vidas de sus arzobispos, obispos y cosas me?norables de sus sedes, 2 tomos (Madrid, 1649-1655), t. II. Hamnett, Brian R., Politics and 'Prade in Southern Mezico, 1750-1821 (Cambridge, 1971). Hardoy, Jorge E., "Las formas urbanas europeas durante los siglos XV al XVII y su utilización en América Latina: notas sobre el transplante de la teoría y práctica urbanística de españoles, portugueses, holandeses, ingleses y franceses", en Urbanización y proceso social en América {Lima, 1972). - - - - - , y Carmen Aranovich, "Urbanización en América Hispana entre 1580 y 1630", Boletín del Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas 11 {1969). Haring, C. H., The Spanish E?npire in America {New York, 1947). Hernández Sifontes, Julio, Realidad jurídica del indígena guatemalteco {Guatemala, 1965). Hidalgo, J. D., "Descripción corográfica de la provincia de Quezaltenango", Gaceta de Guaternala (julio-diciembre de 1797).
254
Bibliografía
Hoberman, Louisa Schell, "Merchants in Seventeenth-Century Mexico City: A Preliminary Portrait", Hispanic Am.erican Historical Review 57 {agosto de 1977). lchon, Alain, "Le peuplement de la vallée moyenne du Rio Chixoy l'époque préhispanique", Cahiers de la R. C. P. 500 1 {1979).
a
Jickling, David L., "Los vecinos de Santiago de Guatemala en 1604", Mesoam.érica 3 {1982): 145-231. Johnson, Lyman L. y Susan Migden Socolow, "Population and Space in Eighteenth-Century Buenos Aires", Social Fabric and Spatial Structure in Colonial Latín A m.erica, David J. Robinson, editor (Syracuse, New York, 1979): 339-368. Juarros, Domingo, Com.pendio de la historia de la ciudad de Guatem.ala, 2 tomos (Guatemala, 1936). Kahle, Günter, Militar u.nd Staatsbildung in den Anféingen der Unabhéigigkeit Mexikos (Colonia, 1969). King, James F., "The Case of José Ponciano de Ayarza: A Document on 'Gracias al Sacar' ", Hispanic Am.erican Historical Review 31 {1951). Kirkpatrick, F. A., "Repartimiento-Encomienda", Hispanic Am.erican Historical Review 21 {1939): 372-379. Krüger, Hildegard, Der Cabildo von Asunción: Stadtverwaltung u.nd stéidtische Oberschicht in der ersten Héilfte des 18. Jahrhunderts {1690-1730), Europaische Hochschulschriften, Reihe 111, Geschichte und ihre Hilfswissenschaften 126 {Frankfort del Main, 1979). Kula, Witold, Teoría económ.ica del sistem.a feudal {México, 1974). La Farge, Oliver, Santa Eulalia: The Religion o/ a Cuchum.atan Indian Town {Chicago, 1947). - - - - - , y Douglas Byers, The Year Bearer's People (New Orleans, 1931). Langenberg, Inge, Urbanisation und Bevolkerungsstruktur der Stadt Guatem.ala in der ausgehenden K olonialzeit: Eine sozialhistorische Analyse der Stadtverlegung u.nd ihrer Auswirkungen au.f die dem.ographische, berufliche und soziale Gliederung der Bevolkerung (1773-1824) (Colonia y Viena, 1981). Levine, Daniel H., "Urbanization in Latín America: Changing Perspectives", Latín Am.erican Research Review 14 (1979): 170-183.
Libro viejo de la fundación de Guatem.ala y papeles relativos a Pedro de Alvarado (Guatemala, 1934). Liehr, Reinhard, Ayuntam.iento y oligarquía en Puebla, 1787-1810, 2 tomos, Oiga Hentsche, traductora {México, 1976). Lockhart, James, "Encomienda and Hacienda: The Evolution of the Great Estate in the Spanish Indies", Hispanic Am.erican Historical Review 49 (1969): 411-429.
Bibliografía
255
Lockhart, James, Spanish Peru, 1532-1560: A Colonial Society (Madison, 1968). Lovell, W. George, "Landholding in Spanish Central America: Patterns of Ownership and Activity in the Cuchumatán Higlands of Guatemala, 1563-1821", 'Pransactions o/ the Institute of British Geographers, nueva serie, 8 (1983): 214-230. - - - - - , "Population Change in the Cuchumatán Highlands of Guatemala", Bulletin o/ the Society o/ Latín Am.erican Studies 33 (1981): 8-44. - - - - - , "Settlement Change in Spanish America: The Dynamics of congregación in the Cuchumatán Highlands of Guatemala, 15411821", The Canadian Geographer 27 (1983): 163-174. - - - - - , "The Historical Demography of the Cuchumatán Higlands of Guatemala, 1500-1821", en Studies in Spanish American Population History, David J. Robinson, editor (Boulder, Colorado, 1981): 195-216. Luján Muñoz, Jorge, Los escribanos de las Indias occidentales y en particular en el reino de Guatem.ala (Guatemala, 1977). Luque Alcaide, Elisa, La Sociedad EconóTnica de Am.i.gos del País de GuateTnala (Sevilla, 1962). Lutz,
Christophe~ H., Historia sociodem.ográfica de Santiago de Guatemala: 1541-1773, Serie Monográfica 2 (Guatemala, 1982).
, "Santiago de Guatemala, 1541-1773: The Socio-Demographic History of a Spanish American Colonial City" (tesis doctoral, University of Wisconsin, 1976). MacLeod, Murdo J., Spanish Central ATnerica: A SocioeconoTnic History, 1520-1720 (Berkeley, 1973).
- - - - - , Historia socio-económica de la ATnérica Central española, 1520-1720 {Guatemala, 1980). McAlister, Lyle N., "Social Structure and Social Change in New Spain", Hispanic ATnerican Historical Review 43 {1963).
- - - - - , The "Fuero Militar" in New Spain, 1764-1800 (Gainesville, Florida, 195 7). Martínez Peláez, Severo, La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guateTnalteca (Guatemala, 1970).
- - - - - , La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guate-rnalteca, 4.a edición (San José, 1976). - - - - - , "Los motines indios en el período colonial", Estudios Sociales Centroamericanos 2 {1973): 201-228. - - - - - , Racismo y análisis histórico en la definición del indio guate'Tnalteco (Guatemala, 1979). Marzahl, Peter, Town in the Empire: Governm.ent, Poli.tics, and Society in Seventeenth-Century Popayán {Austin, 1978).
Bibliografía
256
Méndez, J. de, "Estado eclesiástico de la Capitanía General de Guatemala" , en Textos fundamentales de la Independencia centroamericana (San José, 1971). Meneray, Wilbur E., "The Kingdom of Guatemala During the Reign of Charles 111, 1759-1788" (tesis doctoral, University of North Carolina, 1975). Molina, Antonio de, O. P., Cronología guatemalteca del siglo VII, Jorge del Valle Matheu, editor (Guatemala, 1943). Morales Urrutia, Mateo, La división política y administrativa de la República de Guatemala con sus datos históricos y de legislación, 2 tomos (Guatemala, 1961). Morner, Magnus, El mestizaje en la historia de Ibero-América (Estocolmo, 1960).
, Estado, raza y cambio social en la Hispanoamérica colonial (México, 1974).
, La corona española y los foráneos en los pueblos de A1nérica {Estocolmo, 1970).
- - - - - , La mezcla de razas en la historia de América Latina {Buenos Aires, 1969). , "¿Separación o integración? En torno al debate dieciochesco sobre los principios de la política indígena en Hispanoamérica" , Journal de la Societé des Americanistes 14 {1965). , "The History of Race Relations in Latín America: Sorne Comments on the State of Research", Latín Am.erican Research Review 1 (1966): 17-44. Mousnier, Roland, Les hiérarchies sociales de 1969).
L/. 50
a nos
jours (París,
Newson, Linda A., reseña del libro de Sherman aparecida en el Journal o/ Latín Am.erican Studies 12 (1980): 192-194. Nolasco Pérez, Pedro, Religiosos de la Merced que pasaron a la Atnérica española (Sevilla, 1824).
- - - - - , Historia de las 1nisiones mercedarias en Am.érica (Madrid, 1966). Parry, .J. H., The Sale o/ Public Office in the Spanish Indies under the Hapsburgs, Ibero-Americana 37 {Berkeley, 1953). Percheron, Nicole, "Les confréries religieuses de Rabinal coloniale", Cahiers de la R. C. P. 500 1 (1979).
a
l'époque
Piel, .J. P., "Communauté indigene et fiscalité coloniale sur les hautes terres guatémalteques: San Andrés Sajcabajá du XVIeme au XIXeme siecles" (de próxima publicación). Pietschman, Horst, Die Einführung des Intendantensystetns in Neu-Spa-
nien im. Rah-men der allgem.einen Verwaltungsreform, der spanischen Monarchie im. 18. Jahrhundert (Colonia y Viena, 1972).
Bibliografía
257
Pineda, Juan de, "Descripción de la provincia de Guatemala", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala 1 (1924). Pinto Soria, Julio César, "Acerca del surgimiento del Estado en Centro América", Mesoamérica 1 {1980): 78-103. - - - - - , Economía y comercio en el Reyno de Guatemala: consideraciones para una historia económica, l.ª parte (Guatemala, 1982). , Guatemala en la década de la Independencia (Guatemala, 1978). , Raíces históricas del Estado en Centro América (Guatemala, 1980). Rabinovitz, Francine F. y Felicity M. Truebold, editores, Latín American Urban Research (Beverly Hills, 1971 y 1972). Recinos, Adrián, Monografía del departamento de Huehuetenango (Guatemala, 1954). Recopilación de leyes de los reinos de las Indias, 4 tomos (Madrid, 1841), t. I, lib. VI, tit. 4, ley 16. Remesal, fray Antonio de, Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, 4 tomos (Guatemala, 1966), t. III. , Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapas y Guatemala de la orden de nuestro glorioso padre Santo Domingo (Guatemala, 1932). Rodríguez Becerra, Salvador, Encomienda y conquista: los inicios de la colonización en Guaternala, Publicaciones del Seminario de Antropología Americana 14 (Sevilla, 1977). Rodríguez, Pedro, conde de Campomanes, Tratado de la regalía de amortización (Madrid, 1765). Rosenblat, Angel, La población indígena y el mestizaje en América (Buenos Aires, 1954). Sable, Martin H., Latín American Urbanization: A Guide to the Literature, Organizations and Personnel (Metuchen, New Jersey, 1971). Sanchiz Ochoa, Pilar, "Cambio en la estructura familiar indígena: influencias de la Iglesia y la encomienda en Guatemala", Revista de la Universidad Complutense 28 (1980): 169-191. - - - - - , Los hidalgos de Guatemala: realidad y apariencia en un sistema de valores, Publicaciones del Seminario de Antropología Americana 13 (Sevilla, 1976). Scheifler, José Raimundo, "Riqueza de las doctrinas en el antiguo reino de Goathemala", Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala 24 (septiembre-diciembre de 1949). Schwartz, Stuart B., "State and Society in Colonial Spanish America: An Opportunity for Prosopography", en New Approaches to Lati.n Am.erican History, Richard Graham y Peter H. Smith, editores (Austin, 1974).
Bibliografía
258
Sherman, William L., Forced Native Labor in Sixteenth-Century Central A1nerica (Lincoln, 1979). Simpson, Lesley B., Studies in the Ad1ninistration o/ the lndians in N ew Spain, Ibero-Americana 13 (Berkeley, 1938).
- - - - - , The Enco7nienda in the New Spain: Spanish Mexico (Berkeley, 1966).
The Beginnings o/
Skazkin, S. D., Der Baeur in Westeuropa wahrend der Epoche des Feudalis7nus (Berlín, 1976). Smith, E. Ledyarél, Archaeological Reconnaissance in Central Guatemala, Carnegie Institution of Washington Publication 608 (Washington, D.C., 1955). Sofer, Eugene F. y Mark D. Szuchman, "City and Sóciety: Their Connection in Latín American Historical Research" , Latin A Tnerican Research Review 1:4 (1979): 113-129. Solano, Francisco de, "Areas lingüísticas y población de habla indígena de Guatemala en 1772", Revista Española de Antropología A1nericana 4 (1969): 149 y SS. Stone, Lawrence, "Prosopography", en Historical Stu
- - - - - , The Eighteenth-Century Enlightenm.ent in the University o/ San Carlos de Guatemala (Ithaca, New York, 1956). , "The Enlightenment in Relation to the Church" , The A mericas: A Quarterly Review o/ Inter-Am.erican Cultural History 14 (1958): 489-496.
, The University in the Kingdom o/ Guatem.ala {Ithaca, New York, 1955). Teletor, Celso Narciso, Apuntes para la historia de Rabinal y algo de nuestro folklore (Guatemala, 1949). Tovilla, Martín Alfonso, Relación histórica descriptiva de las provincias de la Verapaz y de la del Manché, France V. Scholes y Eleanor B. Adams, editores (Guatemala, 1960). Van Aken, Mark, "The Lingering Death of Indian Tribute in Ecuador", Hispanic American Historical Review 61 (1981). Vázquez de Espinosa, Antonio, Compendio y descripción de la Indias Occidentales, Smithsonian Miscellaneous Collections 102 {Washington, 1948).
Bibliografía
259
Villagutierre Sotomayor, Juan de, Historia de la conquista de la provincia de el Itzá (Madrid, 1701). Se volvió a publicar en la edición de Jesús María García Añoveros, Historia de la conquista de Itzá (Madrid, 1985). Villamarín, Juan A. y Judith E. Villamarín, Indian Labor in Mainland Colonial Spanish America (Newark, Delaware, 1975). Walton, John, "From Cities to Systems: Recent Research on Latin American Urbanization", Latín American Research Review 14 (1979): 159-169. Webre, Stephen, "Politics and Trade in Seventeenth-Century Guatemala", ponencia ante la LXII Reunión de la Southwestern Social Science Association, Forth Worth (Texas, EE. UU.), 23 de marzo de 1984. - - - - - , "The social and Economic Bases of Cabildo Membership in Seventeenth-Century Santiago de Guatemala" (tesis doctoral, Tulane University, 1980). , "El cabildo de Santiago de Guatemala en el siglo XVII: ¿una oligarquía criolla cerrada y hereditaria?", Mesoamérica 2 (1981). Willems, Emilio, Latín Anierican Culture: An Anthropological Synthesis (New York, 1975). Wolff, lnge, Regierung und Verwaltung der Kolonialspanischen Stadte in Hochperu, 1538-1650, Lateinamerikanische Forschungen 2 (Colonia y Viena, 19.70). Woodward, Ralph Lee, Jr., Class Privilege and Econoniic Development: The Consulado de Coniercio de Guateniala, 1793-1871 (Chapel Hill, 1966). , "Economic and Social Origins of the Guatemalan Political Parties (1773-1823)", Hispanic American Historical Review 45 (noviembre de 1965): 544-566. Wortman, Miles, "Government Revenue and Economics Trends in Central America", Hispanic Anierican Historical Review 55 (1975): 277. Ximénez, fray Francisco, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guateniala, 4 tomos (Guatemala, 1965), t. 111. , Historia de la provincia de San Vicente de Chiapas y Guateniala, 3 tomos (Guatemala, 1977). Zavala, Silvio, Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala (Guatemala, 1967). - - - - - , De encomiendas y propiedad territorial en algunas regiones de la Aniérica española (México, 1940).
, La encomienda indiana (Madrid, 1955). Zilbermann de Luján, Cristina, "Aspectos sociales y económicos del traslado de la capital de Guatemala (1773-1793)" (tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 1976).
260
Bibliografía
Zilbermann de Luján, Cristina, Aspectos socioeconóniicos del traslado de la ciudad de Guateniala (1773-1783} (Guatemala, 1987). Zorraquín Becú, Ricardo, La justicia capitular durante la doniinación española, Instituto de Historia. del Derecho Argentino Publicación 17 (Buenos Aires, 1947). Zúñiga. Correa., Ignacio, 750 aniversario de la fundación de la orden de Nuestra Señora de la Merced (Guatemala, 1971).
Indice analítico y onomástico
Abarca Paniagua, don Jerónimo, 210 Aca.sagua.stlán, 1 73 Acatenango, volcán de, 38, 39 Acevedo, Juan de, 210 agricultura comercial, 206, 208-212 agua, abastecimiento de, 47, 63, 226, 227 Agua, volcán de, 38., 39 Agua Caliente, hacienda, 152 Aguacatán, 75, 76, 93, 103 Aguilar, García de, 84 Aguilar y Castilla, don Sebastián de, 210, 216, 218 Aguilar y de la Cueva, don García de, 209 Aguilar y de la Cueva, don José de, 208 Aguilar y de la Cueva y Córdoba, don Francisco Antonio de, 202, 203 Aguirre, Miguel de, 42 Aitamarren, Florentín de, 209 alcaldes ordinarios, 192, 215 alcaldía provincial, 215 Alcayaga y Arrivillaga, Jacobo de, 210, 216 alferazgo mayor, 215 alguacilazgo mayor, 215 Almolonga, valle de, 36, 38, 191 Alonso, don Juan, 70 Alotenango, valle de, 35, 69 Alvarado (hacendado), 159 Alvarado, Diego de, 86, 103 Alvarado, .Jorge de, 38
Alvarado, doña Leonor de, 73 Alvarado, Pedro de, 36-37, 38, 45, 73, 93, 103, 184 Alvarado y Vela.seo, doña Mariana de, 88 Alvarez de Vega, Alonso, 203-204 Alvarez de Vega, don Alonso (hijo de Alonso j., 203-204, 208 Amigos del País, Sociedad Económica de, 175, 232 Angulo, Pedro de, 26 añil, tinta, 194, 201, 206,. 211, 216 Antigua Guatemala, 69, 214. Véase ta?nbién Santiago de Guatemala Antonelli, Juan Bautista, 38, 70 Arana, don Tomás de, 129, 140 Archivo General de Centroamérica, 35 Archivo General de Indias, 35 Arias Dávila, Gaspar, 216 armeros, posición social de, 41, 44, 47 Arría, .José de, 210, 216 Arriaza Bohórquez, don Diego de, 200, 202 Arriola, Santiago, 30 artesanos posición social de, 41-50 passirn, 5 7, 60 en Nueva Guatemala, 231-232 asentamiento rural, patrones de, 112-121 Asturias, Miguel Angel, 153 Aycinena, marqués de, 247 Aycinena e lrigoyen, Juan Fermín de, 249
262 ayudas de costa, 41, 42 ayuntamiento. Véase cabildo azúcar caña de, 183, 206, 211 cultivada por indígenas, 174 en Verapaz, 157-159 en tierras comunales, 169-170 Bácaro, Juan, 94, 106 Bacú, adoratorio de, 17-18 Balcárcel, José de, 88 Barahona, Sancho de, 36, 73 Barrientos (hacendado), 152 Barrutia, Francisco Ignacio de, 95-96 Batres (especulador de tierras), 153 Becerra, Bartolomé, 70 Becerra, Pedro, 36 Becerra del Castillo, Juan, 199, 200 Belejella, trapiche, 158-159 Bernasconi, Antonio, 225 Bobadilla, Ignacio de, 36 Borah, Woodrow, 96 Brasseur de Bourbourg, Charles-Etiénne, 176 Bravo, Antonio, 27 burócratas, posición social de, 60 Caballos, Puerto de, 39, 70 cabildo. Véase tam.bién cabildos indígenas; oficios vendibles; venta de oficios municipales de Santiago de Guatemala, 37-38 comerciantes en, 195-213 composición numérica de, 191-192 encomenderos en, 193, 195, 198-205 establecido, 190 primeros pobladores en, 193 radicados en, 207-208 reglamento de gremios de artesanos por, 43, 44, 72
Indice de Nueva Guatemala, 226 cabildos indígenas, 12, 15, 145 papel religioso de, 21-22 Cabrera, Gabriel, 70 cacao, 194, 216 caciques, 165, 177. Véase tam.bién principales indígenas posición social de, 45-46, 50, 54, 56 papel en reducciones, 145 caja de comunidad, 4, 162-163 de Jacaltenango, 12-13 Calderón Quijano, José Antonio, 246 Calvo de Lara, don José, 210, 216 Camino Real, 157, 173, 174 caminos, 39-40, 70, 174 Campomanes, conde de, 223, 225 Campuzano de la Riva Herrera, don Antonio de, 210 Canales, valle de, 69 Candelaria, barrio de la (Nueva Guatemala), 247 Candelaria, barrio de la (Santiago de Guatemala), 71 capellanías, 66 capital comercial, 133 Capuchinas, barrio de, 242 Cárcamo, José, 158, 183 Cárcamo, Nicolás de, 122-130 Carlos 111 {rey de España), 223 Carmack, Robert, 187 Carmona, Juan de, 70 Carmona Tamariz, Tomé de, 196, 200 Carranza y Medinilla, Juan Bautista de, 202 casas de vivienda, 62-63 Castellanos, Leonor de, 84 Castillo y Cárcamo, don Juan del, 202 Castrogui, Juan de, 86, 103 Cawinal, 178 Celada, Juan de, 84 censos (hipotecas), 4
Indice
263
cimarrones, 48-49, 50. Véase Corpus Christi, proces1on del, 44 también negros corregimientos, 42 Ciudad Real de Chiapa, 40 correo mayor, 215 Ciudad Vieja, 39. Véase también Cortés, Fernando, 103 Almolonga, valle de Cortes de 1812, 175 camino de, 39-40 Cortés y Larraz, Pedro, 9, 14, 20, ciudades, fundación de, 224-225 21, 94, 111, 118, 134, 137, 161, 164, 174, 227 Cobán, 173, 174, 177 comenta sobre creencias de revuelta de, 166 indígenas, 16-17, 171 cochinilla, 174 · creencias prehispánicas, sobrevicofradías, 50, 73, 164-165 vencia de actividades económicas de, 170, en altiplano occidental, 16-19 173 en Verapaz, 171 gastos de misionización y, Crespo Juárez, Pedro, 202 14-15 criollos, posición social de, 56, en Jacaltenango, 14-15, 29 207-208 papel en entierros de, 66 Cubulco, 115, 159, 174 colegios. Véase escuelas artesanías de, 156 Colindres Puerta, Juan de, 196, descripción física de, 155 199, 216 fundación de, 148, 184 Comalmapa, hacienda, 152 ladinos en, 161, 177-178 comerciantes tierras de, 178 hijos de, 204, 217 Cuchumatanes, sierra de los, 7, 27 como regidores, 195-197, descripción de, 78-80 198-213 Cueva, don Francisco de la, 38, matrimonio y, 60 73 posición social de, 44, 57 Cuilco, 6, 7, 9, 29, 85 comercio, 206, 208-213 culto católico liberalización de {1778), 231 en entierros, 65-66 con México, 70 ornamentos de, 12 en Verapaz, 173-174 compadrazgo, 61 Chajul, 83 composición de tierras, 118-120, 137, 146 Chalchitán, 84 Chancol, hacienda, 95 Concepción (Huista), 17-18, 85 Chiantla, 6, 7, 11, 26, 29, 83, 87, congregaciones. Véase reduccio93, 94, 105 nes, política de altos de, 13, 14 conquistadores peonaje en haciendas de, 95-96 hijos mestizos de, 50 Chiapas, 39, 80, 94 matrimonio y, 60, 193 Chimaltenango posición social de, 41, 56-59, 192-195 alcaldía mayor de, 69 Consejo de Indias, 196 va.lle de, 35, 69 Córdoba {hacendado), 153 Chimeagua, 1 78 Córdoba, Gómez de, 50 Chipilapa, barrio de, 71
264 Chiquimula, 136 Chinchilla Aguilar, Ernesto, 240 Chivac, valle de, 115, 151 Chixoy, río, 155, 167, 178 choles, reducción de, 172 Chuacús, sierra de, 153-159 passi'Tn Chuaquix, 153 Dávalos, don Manuel de, 123-124 Dávila Monroy, Cristóbal, 195-204 passi'Tn, 216 Dávila Monroy, Hernando, 199, 200 Dávila Monroy, Rodrigo, 200 Delgado de Nájera, don Francisco, 209 Delgado de Nájera, don Juan, 209 Delgado de N ájera, don Tomás, 209 Del Valle Marroquín, Francisco, 47 depositario general, 215 derrama, 97, 106 Díaz del Castillo, Bernal, 196 Díaz del Castillo, Francisco, 196-200 passirn Diez de Navarro, Luis, 225, 247 diezmos, 3-4 dominicos, orden de, 24, 26, 27 en Santiago de Guatemala, 40 en Verapaz, 134, 156, 160, 173, 176 dotes, 64-65 Dueñas, 37 ejidos. Véase tierras comunales El Chol, 115, 159, 164, 166 población mestiza de, 172-173 El Manchén, barrio de, 62 El Quiché, departamento de, 80 El Rosario, hacienda, 95 El Sagrario, barrio de, 242 El Tortuguero, barrio de, 62, 71 encomenderos, 216
Indice artesanos como, 43 como regidores, 193, 195, 203-205 mestizos como, 50 obligaciones religiosas de, 3-4, 13, 25 personas residentes en España como, 88 encomiendas, 80-82, 102, 206, 211, 212 abolición de, 13, 194-195. indicios de posición social, 41-43, 192-193 reforma de, 147 en sierra de Cuchumatanes, 83-89 tenencia de tierra y, 88 tributos y, 90 entierros como indicios de posición social, 65-66 epidemias, impacto sobre comunidades, 91, 115 esclavitud, abolición de, 175 esclavos, 33. Véase también negros indicios de posición social, 47-48, 69 Escobar, Juan de, 70 Escuela de Cristo, barrio de, 242 escuelas en Nueva Guatemala, 226, 227, 234, 239-240, 247, 249 en Santiago de Guatemala, 40, 50, 64 en Verapaz, 166, 171 Escuintepeque, 204 españoles, posición social de, 51 Espinar, Juan de, 83-93 passirn, 103 Espíritu Santo, barrio del, 71 Estévez, Manuel, 200 Estrada, José Agustín de, 209, 216 Estrada Azpeitia y Sierra, don José Agustín de, 209, 216 estratificación social, determinantes de, 41, 233-240
Indice Felipe II (rey de España), 191, 225 Fernández (hacendado), 152 Fernández de Córdoba, don José, 210, 216, 218 Fernández de Rivera, Cristóbal, 210, 216 Figueroa, Santos de, 86 franciscanos, orden de, 40 Fuego, volcán de, 38, 39 Fuenlabrada, Manuel Francisco de, 95 Fuente, Francisco de la, 87, 199, 216 Fuentes y de la Cerda, don Luis de, 216 Fuentes y Guzmán, don Francisco Antonio de, 19-20, 39-40, 70, 96-97, 205, 208, 215, 216, 218
Gaceta de Guate-mala, 110 Gage, Thomas, 29 Gálvez, José de, 246 Gálvez, Matías de, 227, 246 Gálvez y Segura, don Antonio de, 208, 216 Gálvez y Segura, don Pedro de, 208 ganado, cría de, 183, 206-212 passim, empleo de negros en, 49 en haciendas comunales, 169, 173 en Verapaz, 156, 157-158 prohibición de desjarretar, 51 García, Sebastián, 152 García Peláez, Francisco de Paula, 161 Gaspa.r, don (cacique de Rabinal), 160 Génova, 202 Godínez (cura), 70 Golfo Dulce (lago lzabal), 39, 70 Gomera, con.de de la, 204-205
265 González, Antonio, 42 González de Andino, Gaspar, 208, 216 Granados, 1 76 Grave, Silvestre, 152 Guajiaquero, Honduras, 83 Guatemala. Véanse tam.bién Antigua Guatemala y Santiago de Guatemala audiencia de, 39, 102 ciudad de (Nueva Guatemala), 174 alfabetismo en, 239-240 clases sociales de, 234-236, 238-240 condiciones higiénicas en, 242 descripción de, 241-244 estructura ocupacional de, 229-233 movilidad social en, 236-240 valle de condición de indígenas en, 45-47 corregimiento del, 69 descripción de, 35-37, 69 Guerrero Puerta de Colindres, don Francisco, 208 Guevara, Luis de, 27 Gutiérrez de Gibajal, Hernán, 85 Gutiérrez de la Campa, Antonio, 126, 129 Guzmán, doña Juana, 87 Guzmán, don Diego de, 199 Guzmán, don Gascón de, 70 Guzmán, Vicente, 166 haciendas, 136 en altiplano occidental, 13 indígenas en, 95-96, 167-169 resistencia contra expansión de, 138-139 hermandades. Véase cofradías Hernández, Pedro, 152 Herrera, licenciado (oidor), 69 hidalgos, 41, 56-59, 192
266 hispanización, política de, 1 71, 175-176 H o7nbres de 7naíz, 153 Huehuetenango, 6, 7, 11-14 passim, 27, 29, 83, 85 encomienda de, 87-89, 103 partido de, 80 Huista, 15, 26, 30 Hurtado de Mendoza, Juan, 216 lbáñez, Marcos, 225, 247 Ichon, Alain, 159-160 ilegitimidad, 228-229, 247 11 ustración condición de indígenas e, 172, 175-176 traslado de ciudad de Guatemala e, 223-227 passi7n indígenas. Véanse tam,bién caciques; lenguas indígenas; y principales indígenas actividades comerciales de, 173-174 desarrollo separado de, 144, 171-173 esclavitud de, 69, 96-97 fuga de, 115-116, 167-168 en haciendas, 168-169 impacto de Independencia sobre, 175-179 negros e, 49, 54-55 obligaciones de, 46, 162-163 patrones de asentamiento de, 112-116. posición social de, 44-55 passi7n, 179-181 en Santiago de Guatemala, 62 tenencia de tierra entre, 111-115, 122-130 trabajo de, 12, 29, 39, 46-47, 48, 72 traslado de ciudad de Guatemala e, 234 en Verapaz, 134, 159-166 indumentaria como indicio de posición social, 63-64 Iximché, 37 Iztapa, 39, 70
Indice Jacaltenango, 6-9 passim,, 27, 83, 93 passi7n, 103 baja de población en, 13 creencias indígenas en, 17-18, 20, 23 misión mercedaria en, 11-15 Jerez Serrano, Francisco de (hijo), 217 Jerez Serrano, Francisco (padre), 200, 202 jesuitas, orden de, 145 Jilotepeque, valle de, 35, 69 Jocotenango, 36 camino de, 39 Juárez, fray Juan José, 18-19 Juarros, Domingo, 36, 37 justicia ordinaria, 215 Justiniano Chávarri, Antonio María, 202 juzgado tesorero de papel sellado, 215 Keen, Benjamín, 97 Lacandón, pacificación de, 42, 73 lacandones, 9, 28, 94 ladinización, 56 ladinos. Véase tam,bién mestizos analfabetismo entre, 166 asentamientos de, 161-162 aumento numérico en Verapaz de, 176-177 en cargos municipales, 172, 177 impacto de Independencia sobre, 176 tenencia de tierra entre, 151-154 La Ermita, valle de, 225, 226, 234, 241 La Farge, Oliver, 30 La Habana, barrio de, 242 La Isla, hacienda, 122
Indice La Merced, barrio de, 39, 62, 66 Las Casas, Bartolomé de, 28, 144-145, 147, 160 latifundio. Véanse también haciendas y tierra, tenencia de orígenes de, 111-112, 120-121 en San Salvador, 113-114 lenguas indígenas, 26 divisiones territoriales y, 7, 27 en sierra de Cuchumatanes, 80 sobrevivencia de, 165 León Moratalla y Tevar, don Gregorio de, 209, 216, 218 Leyes de Indias, 195 Leyes Nuevas, 33, 39, 69, 147, 161, 194, 215 "Libro becerro", 198-200 Libro viejo de la fundación de Guatemala y papeles relativos a don Pedro de Al-varado, 38 Lira, Pedro de, 197, 200, 201, 217 Lira y Cárcamo, don Francisco de, 208, 217 Lobo, Cristóbal, 58 Lockhart, James, 88 López, Francisco, 86 López, Tomás, 53-54 López de Andravide, Luis, 209 López de Cerrato, Alonso, 39, 58, 69, 82-87 passirn, 93, 94, 148-149, 160, 161, 184 López de Larburu, Juan, 209 López de Solís, don Francisco, 212 López de Utiel, Alonso, 216 Los Dolores, reducción de, 28 Los Ramones, hacienda, 152 macehuales, 45 MacLeod, Murdo J., 161 maíz, cultivo comercial de, 159 Maíz y Lizárraga, Felipe de, 210, 216 Malacatán, 6, 7, 9, 16-17
267 manufacturas, 206, 211, 212 Marroquín, Francisco, 6, 28, 36, 38, 39, 145 Martínez (trapichero), 158 Martínez Peláez, Severo, 132, 141, 146, 180, 187' 218 tesis sobre "bloqueo agrario" de, 135-136 Maryknoll, orden de, 23 matrimonio indicio de posición social, 59-60 papel de dote en, 64-65 Mayorga, Martín de, 227 Meléndez, Tomás, 202 Méndez de Sotomayor, Hernán, 85 mercaderes. Véase comerciantes mercedarios, orden religiosa de actividades económicas de, 11-15 creencias indígenas y, 16-22 establecimiento en altiplano occidental de, 6-7 en Santiago de Guatemala, 40 Mesas de Petapa, 35, 69 mestizaje, 34 mestizos. Véase también ladinos "bloqueo agrario" a, 135-136 como artesanos, 72 como fuerza de trabajo, 135 posición social de, 49-50, 51, 55, 148 patrones de asentamiento entre, 116-121 tenencia de tierra entre, 110-111 traslado de ciudad de Guatemala y, 234, 237 México, ciudad de, 218 concilio eclesiástico de (1546), 146 Meza, Francisco de, 196 Michatoya, río, 128 minería, 87, 94, 206-212 passiTn misiones
268 financiamiento de, 2-5, 11, 21 impacto económico de, 11-15 organización territorial de, 7-9 Mixco, valle de, 69 Monroy, Diego, 70 Montejo, Francisco de, 103 Monterroso, Francisco de, 70 Montúfar, don Francisco, 123, 128 Morner, Magnus, 143-144, 148 Moscoso, Domingo de, 13-14 Moscoso, hacienda, 95-96 Motagua, valle del, 157-159 Motocintla, 85 muebles como indicios de posición social, 63 mujeres, trabajo de, 232-233 mulas, recuas de, 206 mulatos, 48, 51, 148. Véase ta-rnbién negros Nebaj, 83, 85 negros, 33 actividades criminales de, 49, 51 posición social de, 47-49, 54-55, 61 en Santiago de Guatemala, 62 Nentón, 13 Nicolás, Leonardo, 182 Nieto de Zavala, don .Juan, 209 Nueva España, 39, 94, 183, 218 Nueva Guatemala. Véase Guatemala, ciudad de Nuevas Leyes. Véase Leyes Nuevas Oaxaca, 39 obispos, 41-42 obrajes de textiles, 206, 211 obvenciones, limosna de, 4-5, 14, 30 oficiales de oficio. Véase artesanos oficiales reales, 192, 195, 215 oficios de privilegio, 192, 215
Indice oficios vendibles, 211-212, 215, 216 "Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias" , 225 órdenes religiosas establecimiento en Guatemala de, 1 tierras de, 13-15 Orozco de Ayala, don Gaspar, 201 Orozco de Ayala, .Juan, 199, 216 Ortega, .Juan, 57 Ortiz de Miranda, Simón, 201 Ostuncalco, 6, 7, 9, 27 Ovalle, Gonzalo de, 86, 103 ovejas, cría de, 93, 95-96 Pacoh, 153 Pachalum, hacienda, 152 Padilla, don .Juan de, 218 Páez, .Juan, 86, 93, 103 Pagmi, 164 pajuides, 134 Panchoy, valle de, 37, 38, 225 Panzuy, 151 Paraguay, 145 pastores, 37 Patronato Real, 24 Pena corporal, 51, 53, 73 peonaje por deuda, 94-95, 168 Pérez, Gaspar, 166 Pérez Peñate, Hernán, 84 Perú, 218 Petapa, camino de, 39 Petapa, valle de las Mesas de, 35, 69 Petatán, 15, 26, 85 Pimentel, Luis Manuel, 87, 88 Pineda, .Juan de, 161 pintores, posición social de, 42 plateros, posición social de, 44, 4 7 población impacto de baja de, 194 de .Jacaltenango, 13 de Nueva Guatemala, 228-229
Indice. de Quezaltenango, 132 de Rabinal, 160 del reino de Guatemala, 131 de Santiago de Guatemala, 40 de sierra de Cuchumatanes, 80 del valle de Guatemala, 37 pobladores antiguos, 215 hijos mestizos de, 50 posición social de, 42, 56-59, 193-195 Pochutla, pacificación de, 42, 73 Polochic, río, 115 Portocarrero, don Pedro, 73 Portugal, 195, 196 posesiones materiales como indicios de posición social, 61-66 presidentes de audiencia, posición social de, 41-42 principales indígenas, 22, 31. Véase ta'Tnbién caciques actividades económicas de, 170 posición social de, 45-46, 54 recaudación de tributos por, 90 probanzas de méritos y servicios, 57, 60, 61 prosopografía, 189 protector de los indios, 163 protocolos notariales, 205-206 puertos, 39 Pulgar, Alonso de, 84 Quezaltenango, departamento de, 80 Rabinal, cuenca de arqueología de, 159-160 comercio en, 174 cultivos en, 155-158, 174 descripción física de, 154-155 pueblo de, 115, 142, 159, 186 artesanías de, i55 descripción física de, 155 fundación de, 148, 160
269 ladinos en, 161, 172, 177-178 revuelta de, 166-167, 180 tierras de, 149-151, 178-179 tributarios huyen de, 167 ración, derecho de, 11-12, 28 Ramírez de Quiñones, licenciado (oidor), 69 Ramírez de Vargas, don Antonio, 201 Ramón (familia terrateniente) , 152 raza como criterio de diferenciación social, 33, 41, 50-51, 147-148, 234, 238-240, 248 opinión de españoles sobre, 53 Real Patronato, 24 receptoría de penas de cámara, 215 reconquista, 224 reducciones, política de, 1-2, 24, 89, 145-147 en cuenca de Rabinal, 159-161 reformas borbónicas, 223, 246 regidores. Véase también cabildo de Santiago de Guatemala actividades económicas de, 195-213 origen geográfico de, 201-202, 206-207' 218 perpetuos, 191 "Relación de la Verapaz", 155 remedición de tierras, 119-120, 122-123 Remesal, Antonio de, 1-2, 11, 24, 26, 43, 145, 148 repartimiento de efectos, 97, 106 de hilos, 156, 166, 173, 186 de trabajadores, 12, 92 en sierra de Cuchumatanes, 92-94 Retalhuleu, 6 revueltas indígenas,. 166-167, 180, 187 Río Dulce, 174 Río Negro (aldea de Rabinal), 178
270 Ríos, .Juan Pascual de los, 13 Ruiz, Marcos (encomendero), 84, 103 Ruiz, Marcos (fraile misionero), 19-20 Ruiz de Avilés, .Juan, 199 Sacapulas, 27, 83, 86, 93, 103, 105 Sacatepéquez, alcaldía mayor de, 69 Salamá, 115, 164, 174, 182 descripción física de, 155 fundación de, 149 ladinos en, 161, 172, 177-178 Salamá, río, 155 Salamanca, 197 Salazar, Antonio de, 191 Salazar, don Gabriel Esteban de, 208 Saltán, valle de, 115, 151 salutación, 97, 106 Salvatierra, Cristóbal, 86, 93 San Andrés Deán, 70 San Antonio Abad, 29 San Antonio Huista, 15, 23, 86 San Antonio Suchitepéquez, 40 San Bartolomé Becerra, 70 San Bartolomé Carmona, 70 San Cristóbal el Alto, 36 San Cristóbal el Bajo, 36 Sánchez Santiago, Diego, 85, 86 Sánchez Tamborino, Francisco, 85 San Dionisio Pastores, 37 San Francisco, barrio de, 39, 46, 62, 71 San Francisco, monasterio de, 65, 66 San Gaspar Vivar, 36 San Jacinto, obraje de, 125 San Jerónimo, 170, 176 San Jerónimo, barrio de, 62, 71 San Juan Atitán, 20, 84 San .Juan del Obispo, 36 San Juan Gascón, 70 San Juan Ixcoy, 83
Indice San San San San San San
Lorenzo Monroy, 70 Lucas Cabrera, 70 Luis de las Carretas, 37 Martín Cuchumatán, 7, 26 Mateo lxtatán, 83, 86 Miguel Chicaj, 151, 170, 174, 186 San Miguel de Acatán, 7 San Miguel Escobar, 70 San Miguel Milpas Dueñas, 37 San Pedro de las Huertas, 36 San Pedro Necta, 27, 85 San Pedro Sacatepéquez (en altiplano occidental), 6, 7, 9 San Pedro Sacatepéquez (en valle de Guatemala), 119-120 San Pedro Tesorero, 36 San Raimundo de las Casillas, 119-120 San Salvador, ciudad de, 39, 40 provincia de, 113-114, 133 San Seba.Stián, barrio de, 62, 71 Santa Ana, 36 Santa Ana Huista, 86 Santa Catarina Barahona, 36 Santa Catarina Bobadilla, 36 Santa Catarina Retalhuleu, 6 Santa Cruz, barrio de, 71 Santa Eulalia brote de tabardillo en, 91 creencias indígenas en, 18-19, 20-21, 30 Santa Isabel Godínez, 36, 70 Santa Lucía, barrio de, 62, 71 Santa Lucía Monterroso, 70 Santa Marta, terremoto de, 70, 222, 226, 232, 240 Santiago, barrio de, 71 Santiago Chimaltenango, 84 Santiago de Guatemala, 35, 92-95 passim.. Véanse también Antigua Guatemala~· cabildo de Santiago de Guatemala; Guatemala, ciudad de; y Santa Marta, terremoto de
Indice como centro comercial, 39-40 descripción de, 38-40, 62, 71 destrucción de (1773), 70, 222-223 entierros en catedral de, 65 fundación de, 37-38, 190 incendio en (1538), 225 traslado a Almolonga de, 38 traslado a Panchoy de, 38 traslado a La Ermita de, 234 Santiago de los Caballeros. Véase Santiago de Guatemala Santiago Utateca, 37 Santiago Zamora, 70 Santo Domingo, barrio de, 39, 46, 48, 62, 71 Santo Domingo, monasterio de, 65, 66 Santo Domingo Xenacoj, 119-120 Santo Tomás de Castilla, 174 sastres, posición social de, 44 secularización de parroquias indígenas, 5, 9-11, 26, 185 creencias indígenas y, 22-23 impacto económico de, 15 Serna Bravo, Gregorio de la, 210 servicio doméstico, 232-233 servicio personal, 93-94 servicio militar, 163-164 Sherman, William L., 77, 93-94 Sibaja, don Martín de, 200 Sierra, Baltasar de, 210 sínodo, derecho del, 3, 25 sitio de estancia, 182 Sociedad Económica, 175, 232 Soconusco, 7, 40 Soloma, 6, 7, 9, 30, 83, 86, 91, 93, 103 Solórzano, Pedro de, 195-199 passirn, 216 soltería, 228-229 Suchitepéquez, 7, 93 Suncín, Tomás, 127, 129-130
271 Taxisco, 122-130 Tecocistlán Véase Rabinal Tejutla (en altiplano occidental), 6, 7, 9 Tejutla ·(pueblo cerca de Taxisco), 122-130 tenerías, 206, 211 terremotos de 1773. Véase Santa !v.larta, terremoto de terronistas, 227, 228 tierra. Véanse también composición de tierras; tierras comunales; y tierras realengas compras de, 137-138, 153 proceso de concentración de, 122-130 productores pequeños y, 131-132 tenencia de en Altos de Chiantla, 95-96 en Chiapas, 133 en Centroamérica a fines de época colonial, 110-112 en Huehuetenango, 87, 88 en Jacaltenango, 13-15 en valle de Guatemala, 42 en Verapaz, 149-154, 178-179 Tierra Blanca, 1 70 Tierra de Guerra, 160 tierras comunales, 111-112 alquiler de, 170 apropiación privada de, 169-170, 178-179 creación de, 145-146 presiones contra, 113-114, 119-120, 122-130 en Verapaz, 149-151 tierras realengas, 118-120 Tirado "el ciego" (conquistador), 58 Todos Santos Cuchumatán, 26, 84, 103 Torres, Juan de, 26 tostón, servicio del, 48, 49, 90 Totonicapán, 187 departamento de, 80
272 Totonicapán y Huehuetenango, alcaldía mayor de, 78-80, 106, 167 traslacionistas, 227, 228 tributarios, 89, 184 tributos, 104 abolición de, 175 mestizos y, 163 tasación de, 84-86, 89 en sierra de Cuchumatanes, 90-92 en Verapaz, 162 trigo, 206, 211 Tuerto, valle del, 38 Tutuapa, 7 tzeltales, levantamiento de los, 94 Tzul, Atanasio, 187 Urrán, valle de, 115, 151-158 passim, 164, 183 Uspantán, 83, 86, 93, 167 Usumacintla, 7, 27, 85 "Utilidad que resulta de que los indios vistan y calcen a la española" , 1 75 Vacas, valle de las, 69 valles (asentamientos mestizos), 118,. 137 valoración social, manifestaciones de, 51-66 Valverde, García de, 37, 82, 87, 94
Indice Vázquez de Coronado, don Carlos {don Gonzalo), 199, 216 Vázquez de Espinosa, Antonio, 35, 40 vecino, 70, 71 Vela.seo, Luis de, 77 Vela.seo, Melchor de, 85 venta de oficios municipales, 191, 195-197. Véase también oficios vendibles Veracruz, 70 Verapaz, 39, 115, 134 administración religiosa de, 164-'-165 alcaldía mayor de, 141-142 artesanías de, 156 comercio en, 173-174 Villela, Martín de, 200-205 passim. vino y aceite, derecho o limosna de, 3-4 Vivar, Luis de, 36 Xicotencatl, doña Luisa, 73 Ximénez, Francisco, 24 Zacapa, 174 zambos, 48, 51 Zamora, Alonso de, 70 Zamora {Extremadura), 203 Zilbermann de Luján, Cristina, 223-224