HISTORIA DELA FILOSOFIA ROMANA Adolfo Levi
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA Adolfo Levi
Este libro tal vez sea la primera exposición relativamente a m p l i a de la filosofía romana considerada como algo independiente, y no co m o un mero aspecto de la filoso fía griega, según suele hacerse. Los estudios recientes tienden a corre gir la vieja opinión según la cual la cultura romana sería, si no una sim ple copia de la griega, por lo menos una derivación desprovista de rasgos propios. Esta opinión se basa en el prejuicio histórico de que la mentalidad romana carecía de verdaderas aptitudes filosóficas y por eso en Roma y en el mundo latino la filosofía no había sido sino un objeto de lujo, una plan ta exótica cultivada por indivi duos o círculos restringidos, pero incapaz de penetrar a fondo en la cultura y en la vida. Por el contrario, se puede afir mar que las influencias helénicas no actuaron sobre el vacío, sino sobre un sustrato originario y pre existente y posibilitaron el desa rrollo de antiguas tendencias del espíritu romano. Pese a ello, el estrecho vínculo que une a am bas filosofías obliga a señalar en la introducción de esta obra las relaciones existentes entre una y
otra. £1 intento de distinguir a los filósofos romanos de los grie gos no es fácil cuando faltan no ticias precisas, pero para resolver este problema se ha adoptado aquí un criterio de carácter general. Adolfo Levi divide su trabajo en dos partes: en la primera es tudia la filosofía romana en la época de la República, y en la segunda, la filosofía en Occidente desde Augusto hasta el final de la Antigüedad.
H I S T O R I A D E L A F IL O S O F IA R O M A N A
TEMAS DE EUDEBA / FILOSOFÍA
ADOLFO LEVI
Historia de la filosofía romana
EUDEBA
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE RUENOS AIRES
T ítu lo de ía obra original: Storia della filosofía romana, G. C. Sansoni, Firenze, 1949
Traducido por H éctor Pozzr
© 1969 ED ITO R IAL UN IVERSITARIA DE BUENOS AIRES Rivadavia 1571/78 Sociedad de Econom ía M ixta Fundada po r la U niversidad de Buenos Aires
Hecho el depósito de ley IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA
A m i esposa, E M IL IA P A T R I Z I , com pañera incom parable de m i vida.
A D V E R T E N C IA
E n el presente vo lu m en , que constituye, si no nos equivocam os, la prim era exposición relativam ente am plia de la filosofía rom ana, ésta ha sido considerada po r si m ism a y no com o un m ero aspecto de la filosofía griega, según es h a b itu a l hacerlo. Sin em bargo, dado el estrecho vín cu lo que une a la prim era con la segunda, se han señalado en la introducción las relaciones exis tentes entre el desarrollo de una y el de la otra. Era m e nester distin g u ir a los filósofos rom anos de ¡os griegos, lo cual 110 resultaba fácil cuando se carecía de noticias precisas, ya que los nom bres p u ed en in d u c ir a engaño: en tales casos hem os m encionado a los que tenían no m bres rom anos, a m enos que fueran de estirpe griega o pertenecieran a Grecia o al m u n d o helenístico. P u eden haberse p ro d u cid o errores, pero hacia falta adoptar u n criterio de carácter general. Por m otivos que luego indicarem os, hem os hablado con cierta a m p litu d —cuando ello era posible— de la vida y la producción literaria de quienes h an m ostrado interés p o r las indagaciones filosóficas, ya fueran ver 9
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daderos filósofos o sim ples cultores de la filosofía, pero en este ú ltim o caso no hem os dado tales noticias cuando se trataba de personajes m u y conocidos (em peradores, escritores célebres). H em o s utiliza d o a m p lia m en te en este trabajo, que, tiene las características de u n m anual, los resultados de las investigaciones precedentes, sobre todo en lo que con cierne a inform aciones biográficas e histórico-literarias. R e q u e riría u n espacio excesivo nom brar a todos los a u to res de quet nos hem os valido, pero no podem os dejar de m enciona r la E nciclopedia de Pauly-W issowa (y en par ticular, el estudio de las obras de Cicerón debido a R . P h ilip p so n , asi com o el del concepto de h u m an itas, de H e in e m a n n ), Schanz-H osius (H isto ria de la lite ra tu ra la tin a) y la interp reta ción del p ensam iento de Panecio y Posidonio p o r el ya citado H ein em a n n . E l autor, p le n a m e n te convencido de que su obra pre senta m uchos defectos, hace votos p o rq u e esta prim era ten ta tiva sea p ro n to sustituida p o r trabajos m ejores.
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IN T R O D U C C I Ó N
A ntes de h a b la r en p a rtic u la r de la h isto ria de la filosofía ro m an a, conviene señ alar sus líneas evolutivas generales. Los estudios recientes tien d en a' m odificar y corre gir la op in ió n , m ucho tiem po im p eran te, de q u e la cul tu ra ro m a n a sería, si n o u n a sim ple cop ia de la griega, p o r lo m enos u n a derivación carente de rasgos propios. E n efecto, hoy advertim os con claridad q u e las in flu e n cias helenísticas no h a n actuado en el vacío, sino sobre u n sustrato o rig in ario preexistente, o sea q u e h a n po sibilitad o el desarrollo de tendencias antiguas del espí r itu rom an o . Esto constituye, en ú ltim a instancia, u n nuevo ejem plo de u n hecho q u e se p resen ta h a b itu a l m en te en la evolución c u ltu ra l de los pueblos, ya que sólo p u ed e n subsistir y p erp etu arse las form as de vida e sp iritu al concordantes con las actitudes y tendencias q u e les son propias, en ta n to q u e las otras b ien p ro n to se to rn a n estériles y desaparecen. C on m ayor razó n p u e den repetirse estas consideraciones a p ro p ó sito del p e n sam iento filosófico. Si b ie n es· v erd ad q u e solo algunos 11
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individuos pertenecientes a ciertos pueblos q u e poseen u n a c u ltu ra d e te rm in a d a p ueden co n stru ir u n a v erda dera filosofía, consciente de las propias exigencias y los propios fines, a rtic u la d a en form a orgánica y racional m ente ju stificad a, tam b ién es cierto q u e todos los p u e blos, a u n sin darse cuenta, viven su filosofía, en cuanto poseen u n a rep resen tació n p a rtic u la r de la realid ad , vin culada p rin c ip a lm e n te con las creencias religiosas tra dicionales, y to m an posición fren te a los problem as de la vid a ético-práctica. C u an d o esta filosofía im p lícita se hace ex p lícita p o r o b ra de la reflexión, puede o c u rrir q u e se dé u n a ju stificació n de las convicciones p rim iti vas o bien qu e, tras discutirlas y criticarlas, se las rechace; pero en c u a lq u ie r caso el pensam iento reflexivo se m u e ve d e n tro de la esfera de los intereses originarios. P or esta razón el e sp íritu rom ano, esencialm ente religioso —en el sentido positivo de la p a la b ra — y práctico, y p o r eso m ism o poco in clin ad o a la especulación p u ra , cu ando em pezó a conocer la filosofía griega se interesó m ucho más p o r las investigaciones en el ám b ito de la ética, la política, el estudio de la vida social y de las doctrinas religiosas q u e p o r las construcciones teóricas q u e cons titu ía n el fu n d a m e n to de aquéllas. (R esu lta curioso que quienes ven en esta lim itación de intereses u n a p ru e b a de la in fe rio rid a d del p en sam ien to ro m an o lo acusen a la vez de fa lta d e originalidad.) Los sistemas filosóficos q u e R om a conoció p rim ero fueron aquellos q u e se h a b ían ido fo rm an d o y desarrollando en la época helenís tica, b ajo el in flu jo de las condiciones históricas re in a n tes en G recia y en el O rien te helenizado, y que, por asp irar esencialm ente a resolver el p ro b lem a de la vida, deb ían suscitar el m ás vivo interés en tre los rom anos. La relig ió n oficial, la de la polis, h ab ía p erd id o ya su im p erio sobre los espíritus, m ientras los antiguos ideales, q u e precisam en te te n ían su cen tro en la ciudad-estado, languidecían y se e x tin g u ía n al ver ésta destruidos su iib ertad y su poder. L a falta de seguridad de una exis 12
INTRODUCCIÓN
tencia agitada y am enazada p o r continuos peligros, y que parecía a m erced de la fo rtu n a, h a b ía in d u cido a u n círculo restrin g id o de personas, pertenecientes sobre todo a las clases superiores, a buscar en la filosofía u n a m aestra y u n a g u ía de la vida com o su stitu to de las an t'g u a s creencias religiosas y los antig u o s ideales p o lí tico-sociales; pero, p o r o tra p arte, h a b ía im pulsado a masas m ucho más num erosas, reclutadas especialm ente en los estratos más hum ildes de la sociedad, a volverse hacia u n a fe d istin ta de la tradicional. A u n q u e la es cuela p erip atética a n tig u a ten d ió cada vez más a espe cializarse en investigaciones científicas concernientes al m u n d o de la n atu raleza y al m u n d o del hom bre, el es toicism o y el epicureism o, q u e fuero n las corrientes fi losóficas m ás im p o rtan tes de la época helenística (y ta m bién las prim eras en ser conocidas en R o m a e igualm ente las que co n taro n con m ayor n ú m ero de a d h e re n te s), asp irab an fu n d am en talm en te a la consecución de u n fin é t:co-práctico, a la d eterm inación y la posesión del sum o bien, es decir, a la solución del p roblem a de la vida, y p ro c u ra b a n lib e ra r a los espíritus de las preocupaciones producidas p o r la convicción de q u e las cosas h u m anas están a m erced de la tfk h é o fortuna, cuyo culto se h a bía d ifu n d id o m ucho en esos tiem pos, y p o r la creencia astrológica, de origen babilónico, de q u e los cuerpos celestes, y sobre todo los siete planetas, son instru m entos del destino y g o b iern an de m odo in ex o rab le la suerte del hom bre. P ara el estoicismo la heim arrnene o h ado es la ley divina, ete rn a y necesaria de las cosas y los acaeci m ientos y, a la vez, la Providencia, p o r la cual todo es conducido h acia u n fin, el bien del universo y del h o m bre; de m odo q u e el sabio, p a ra conseguir la felicidad, debe arm onizar su conducta con esa ley. E l epicureism o niega la existencia del h ad o e introduce, con el clinám en, u n p rin cip io de contingencia en los m ovim ientos elem en tales de los átom os. En am bas escuelas, la filosofía ge neral (lógica, incluyendo la teoría del conocim iento, y
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física, de la q u e fo rm ab a p a rte la teología) constituía el fu n d a m e n to de u n a ética d estin ad a a asegurar al hom bre la felicid ad p o r m edio de ía apatheia (apatía, au sencia de p a s ió n ) , en el estoicismo, y p o r m edio de la ataraxia (im p e rtu rb a b ilid a d del alm a) en el epicureism o. El escepticism o de P irró n p reten d e q u e se obten ga la ataraxia y la felicidad con la suspensión del juicio (.epokhé) , p o r la cual el h o m b re se abstiene de a trib u ir valor diverso a las cosas. A u n en las fases posteriores del escepticism o subsisten las preocupaciones prácticas, y cu an d o p e n e tra en el p latonism o de la A cadem ia M edia y la N uev a in te n ta p ro b a r, como Arcesilao, q u e lo éulog o n (lo q u e es razonable) o, como C arnéades, lo pitheu no n (lo p ro b ab le) b asta p a ra d e te rm in a r la acción; y luego, al re to rn a r E nesidem o a la posición de P irró n , rep ite con él q u e la d u d a p erm ite conseguir la felicidad y la ataraxia. Al m ism o fin aspira' tam b ién el cinism o que, a p a r tir de D iógenes, se interesó siem pre, en form a exclusiva, p o r los problem as ético-prácticos, u tiliz an d o p a ra tratarlo s, en la época helenística, form as literarias pop u lares y p o r ello accesibles a u n p ú b lico m u y vasto: la d ia trib a (destinada a ten er u n a in flu en cia m uy fuerte no solo sobre la filosofía, especialm ente la estoica, sino tam b ién sobre la lite ra tu ra g e n e ra l), rep resen tad a p o r B ion de B orístenes, y la sátira m enipea, com posición m ix ta de p ro sa y verso, en tono serio y jocoso, creada p o r M en p io de G adara. El cinism o helenístico conserva del a n tig u o el desprecio p o r la ciencia y la negación de la c u ltu ra tra d ic io n a l en n o m b re del re to rn o a la n a turaleza, p ero u n e a ello u n a p rofunda' desvalorización de la vida, q u e está llen a de dolores y q u e p o r su con tin u a in e sta b ilid a d n o m erece ser to m ad a en serio, pues es como u n ju eg o y debe tom arse como tal: la felicidad consiste en co n ten tarse con la p ro p ia suerte y rep resen ta r b ie n la p a rte asignada p o r la F o rtu n a. T o d a s estas filosofías, enlazando individualism o y cosm opolitism o, se re m ite n al h o m b re en cu an to ciudaH
INTRODUCCIÓN
dan o del m u n d o . R áp id am en te se a te n ú a n los contrastes prim itivos e n tre estas tendencias, que asum en u n carác te r ecléctico. L a crítica escéptica de la N u ev a A cadem ia h a b ía ex p lo tad o am pliam en te las divergencias e n tre las distin tas escuelas p ara ju stificar sus dudas sobre la p o sib ilid ad de u n conocim iento cierto; ello in d u jo a re presentan tes de esas escuelas —excepto el epicureism o, q u e siem pre se atuvo a la o rto d o x ia— a aproxim aciones recíprocas y a acep tar doctrinas de otras tendencias con el propósito de q u ita r fuerza a aquel argum ento. Este eclecticism o se veía facilitado p o r el hecho de que en el cam po de la ética —es decir, de la disciplina que más in teresaba— las diversas escuelas p o d ían reconocer que se h a lla b a n sobre u n terreno en g ran p a rte com ún. P o r o tra p arte, las tendencias prácticas de los rom anos los llevaban hacia el eclecticismo, y los m aestros griegos sin tie ro n la necesidad de satisfacer tales exigencias p a ra in flu ir m ejo r en el esp íritu de sus nuevos discípulos. El estoicism o m edio, con Panecio y Posidonio, ad m itió e n señanzas plató n icas y p eripatéticas. L a A cadem ia, en lá cual A ntíoco de Ascalón h ab ía com pletado la v u elta al dogm atism o in iciad a p o r F ilón de L arisa, ad o p tó d o c tri nas perip atéticas y sobre todo estoicas. T a m b ié n el neopitagorism o p rocedió eclécticam ente. Incluso la escuela p erip atétic a, a u n q u e se dedicaba a investigaciones p a r ticulares y especialm ente al estudio de la realid ad n a tu ral, contó e n esa época con algunos representantes q u e concedieron p rim acía a la filosofía ético-práctica e im p rim ie ro n u n carácter ecléctico a su enseñanza. P ero e n las esferas h u m an as m ás vastas la solución d el p ro b le m a de la v ida y del destino se buscaba en creencias religiosas distintas de las tradicionales, espe cialm ente en los cultos orientales, cuya d ifusión era cada día m ayor en el m u n d o helenístico, y sobre todo en las religiones de m isterios, griegas y orientales, q u e satisfa cían las necesidades más urgentes de esos tiem pos. De carácter in te rn a c io n a l y dirigidas a' todos, sin distinción 15
HISTORIA ni: LA
f il o s o f ía
rom ana
de linaje, n acim ien to o clase social, estas religiones de p u rificac ió n y reden ció n resp o n d ían con sus ritos ascé ticos a las tendencias de aquellos hom bres disgustados del m u n d o , o p rim id o s p o r el sen tim ien to de la culpa y el pecado y ansiosos de u n a existencia d istin ta y supe rio r. E n la fo rm a más com pleta (que se e n cu en tra en d eterm in a d a s religiones de m isterios y en algunas doc trin as gnósticas p o ste rio re s), estas creencias ad m iten que p o r encim a de n u estro m u n d o su b lu n ar, d irig id o p o r la fo rtu n a , y de las esferas de los p lanetas, gobernadas p o r el destino, se h a lla la región de la D iv in id ad su p re m a, d o n d e se e n c u e n tra n el ser verdadero y la lib ertad; y el alm a h u m a n a , q u e es u n efluvio de las estrellas p o rq u e prov ien e de esa D ivinidad, p odrá, cu an d o esté separada d el cu erp o y tras h a b e r atravesado las esferas p lan etarias, u n irse con su principio. P ara p rep ararse a este viaje debe llevar u n a vida de renunciam ientos, de purificaciones, d e iniciaciones, q u e le p e rm itirá n lograr la ín tim a co m u n ió n con Dios. Estas religiones se fu n d an e n verdades ocultas, concernientes en p rim e r térm ino a la D iv in id ad y en consecuencia al m u n d o y al hom bre, verdades q u e fu ero n reveladas p o r u n Dios en tiem pos antiquísim o s y q u e constituyen la base de los rito s puriíicadores de iniciación: p a ra o b ten er la red en ció n y la salvación ta n to h acen falta las verdades como los ritos. P o r eso p u ed e decirse q u e tam bién las religiones de m is terios perten ecen al gnosticism o, si se lo entien d e no en el sentid o co rrien te, según el cual d ich a p a la b ra d e signa u n g ru p o de herejías surgidas en el seno del cris tianism o p rim itiv o , sino en u n sentido más am plio. De este m odo, aquellas intuiciones de la co rrien te órficopitag ó rica q u e P lató n h a b ía elaborado filosóficam ente y que A ristóteles h a b ía recogido en la teoría del intelecto activo q u e e n tra en el ho m b re de fuera y es in d e p en d ie n te del cuerpo, recobran ahora su carácter místicoreligioso origin ario . A u n q u e estas corrientes religiosas tan solo en la épo 16
INTRODUCCIÓN
ca del Im p erio log rarían u n a difu sió n extensa en el m u n d o occidental, hacia el fin de la R e p ú b lic a tu v ie ro n u n efecto m u y fu erte sobre Posidonio. P ero éste, al igual q u e su m aestro Panecio, re q u ie re m ención ap arte, pues am bos in flu y ero n de m an era p ro fu n d a sobre la filosofía ro m an a, y Posidonio, p recursor del n eo platonism o; dejó u n a h u ella im b o rra b le en el pen sam ien to especulativo y religioso posterior. L a exposición del p ensam iento de Panecio y Posi d o n io p re se n ta d ificultades m uy serias, ya q u e sus obras h a n desaparecido y es preciso re c o n stru ir sus d octrinas sirviéndose d e los rastros q u e h a n d ejad o , según se su pone, en los escritos de autores posteriores. L as d ificu l tades a u m e n ta n en el caso de P osidonio p o r h a b e r re to rn ad o éste a teorías del estoicism o a n tig u o q u e h a b ía n sido aban d o n ad as p o r Panecio, con lo cual p u e d e susci tarse la d u d a de q u e ciertas teorías q u e se le a trib u y en n o p ro v ien en de él sino de otras fu en tes interm edias. E n cu a n to a Panecio, p a recen aceptables los resu l tados de investigaciones recientes que, atrib u y én d o le tebrías expuestas p o r C icerón en el D e natura deorum , le asignan u n a concepción d e lo real p len am en te concor d a n te con la visión de la vida expuesta en el D e officiis. L a D iv in id ad , id en tificad a con el cosmos, se m u estra com o u n a fuerza v ital y organizadora, racio n al (hay q u ie n dice n o p e n s a n te ), d e la cual p ro v ien en todos los seres in d iv id u ales, cuyas diferencias n o son d e n atu raleza sino de g rado y q u e c u m p len sus funciones p ro p ias de m o d o tal q u e a l conservarse a sí m ism os co n trib u y en a -la. conservación d e l un iv erso . E stá establecido q u e P an e cio ab an d o n ó m u ch as d o ctrin as im p o rtan tes del estoicismo an tig u o : (la necesidad d el h ad o , la sim p a tía universal de las cosas, la adivinaciónj la conflagración p erió d ica del universo, la .in m o r ta lid a d de las a lm a s): aquellas q u e re su lta b an incom patibles con. su riguroso in m áü én tism o n atu ra lista . P uede considerarse seguro q u e de él to m aro n Q. M ucio Escéyola el A u g u r y V arró n la d istin c ió n de
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las tres teologías: la teología m ítica de los poetas, q u e rep re sen ta a los dioses como inferiores a los hom bres honrados; la teo lo g ía física o n a tu ra l —la única' v erd a dera, p ero in a d e c u a d a p a ra el p u e b lo —; y la teología p o lítica, c o n stitu id a p o r el culto. A l id e n tific a r a la D iv in id ad como u n a fuerza v ita l organizadora, Panecio n o p o d ía a d m itir deberes p a ra con los dioses. Los h o m bres se d istin g u e n de los anim ales p o rq u e poseen la razón, m ien tras q u e e n éstos solo se d a n im pulsos irra cionales; es dud o so , sin em bargo, q u e Panecio ad m itiera la existen cia e n ellos y en las p lan tas de algo sem ejante al Logos. Según u n texto de C icerón, Panecio h a b ría d istin g u id o en el alma' u n a p a rte racio n al y o tra irra cional, y se h a v in cu lad o con él o tro pasaje ciceroniano e n el q u e se h a b la de la razón (ratio) y d el im pulso (horrrié) q u e debe estar su b o rd in ad o a aquélla. H a b i tu a lm en te se cree q u e efectivam ente aceptaba, com o P la tó n y A ristóteles, la existencia de u n a p a rte irracional del alm a; sin em bargo, hay q u ie n considera q u e C icerón re p ro d u jo sin e x a c titu d el pen sam ien to de P anecio y q u e éste se h a b ría lim itad o a a firm a r —c o n tra C risipo, p e ro de acu erd o con el estoicism o más an tig u o —que existe u n a fuerza o actividad p síquica irracio n al d istin ta de la racio n al, de suerte que n o ca b ría h a b la r de p la tonism o. Según la o p in ió n p re d o m in a n te , P anecio h a b ría a b a n d o n a d o el id eal estoico del sabio ideal y de las ac ciones rectas (ka to rth ó m a ta) , o deberes perfectos (kath ék o n ta télela) q u e cum ple n a tu ra lm e n te , gracias a la ciencia q u e posee, y se h a b ría ocupado en cam b io de los deberes sim ples (o, m ejor, acciones convenientes, kath éko n ta ) d e los q u e p rogresan en el cam ino d e la v ir tu d , m itig a n d o así el rigorism o de su escuela. O tro s sos tien en , p o r el co n trario , q u e P anecio solo h a b ría p e n sado q u e el sabio es u n ideal q u e se realiza m u y ra ra vez, y q u e se h a b ría a p artad o de sus predecesores exclu sivam ente p o r aco rd ar m ayor valo r q u e ellos a las accio nes q u e el h o m b re bueno, a u n q u e no perfecto, lleva a 18
INTRODUCCIÓN
cabo gracias a la razón n a tu ra l (no edu cad a científica m ente) , y q u e su escuela h a b ía descuidado h asta entonces. E n tre los deberes m ás im p o rtan tes se c u e n ta n los relativos a la sociedad, q u e Panecio, d esarro llan d o u n a tesis form ulada' an te rio rm e n te p o r C risipo, hace d erivar d e u n im p u lso de la n atu raleza q u e h a creado a los hom bres iguales y en g en d ra a los unos de los otros. M ientras el estoicismo precedente solo h a b ía conside ra d o el d e b e r de la justicia, Panecio a cen tú a ta m b ién el d el am o r o h a b la , m ás b ien , d e lo q u e C icerón llam ará después caritas h u m a n i generis. E l tex to q u e se refiere a esta cuestión d eriva de A ntíoco, p ero p ro b ab lem en te tiene orig en en Panecio, a u n q u e esto ú ltim o h a sido negado. Estas teorías reconocían com o fu n d a m e n to u n id eal de la v ida q u e exigía el lib re y arm ónico d esarrollo de las actividades espirituales (condicionado p o r el p re d o m in io d e la razón sobre los im pulsos a n im a le s), con form e al m odelo del h o m b re en gen eral y, adem ás, acorde con las ap titu d es pro p ias de cada in d iv id u o ; de ese m odo la v id a d ebía asu m ir el aspecto u n ita r ia de u n a o b ra de arte y el b ien se id en tificab a con lo bello. L o m o ralm en te bello (halón) se expresaba ex terio rm en te com o p rép o n (lo conveniente, lo a d e c u a d o ), m anifes tación p a ra los dem ás de u n a e stru c tu ra e sp iritu a l u n i ta ria correspondiente a los m odelos indicados. P anecio aplicaba así a la v ida m oral ese concepto de lo p répon q u e sin d u d a desem peñaba u n p ap el c e n tra l en su estética (especialm ente com o correspondencia de los atractivos personales y las p alab ras con los caracteres) y q u e cons titu ía la co n tin u ació n de u n vasto m ovim iento de p e n sam iento de teóricos y críticos q u e se re m o n ta b a hasta el siglo v a. C. H ablarem os con m ayor a m p litu d del id eal de la v id a sustentado p o r P anecio al referim o s al concepto ciceroniano de hum anitas, q u e deriva de aquél. P o r a h o ra baste observar q u e al n eg ar la in m o rta lid a d del alm a, P anecio p rescindía de c u a lq u ie r sanción u l tra terrena de la conducta, q u e d a n d o ésta fu n d a d a sobre 19
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
las exigencias d el v alo r p ro p io d e l h o m b re en c u a n to ser racional. M erced a su c o n c e p d ó n org an icista de la re a lidad, el estoicism o de Rodas p o d ía conciliar egoísm o y altruism o, in d iv id u alism o y universalism o, en u n a vi sión de la v id a en la q u e la u n id a d esencial de la n a tu raleza h u m a n a y la co m u n ió n de intereses re ú n e n a los in d iv id u o s —en g endrados los unos p o r los otros— en u n a sociedad d o n d e cada cual, m ien tras desem peña su fu n ción, c o n trib u y e a la a rm o n ía d el c o n ju n to y, de este m odo, tra ta n d o d e lo g ra r el provecho p ro p io realiza el d e todos. D e lo cual se d esprende q u e n ad ie debe p ro curarse ven tajas con p e rju ic io p a ra los dem ás, pues, p o r la razón expuesta, lo verd ad eram en te ú til coincide con lo d ig n o d é estim a desde el p u n to de vista ético. D e esta m an e ra , P an ecio p o d ía explicar el o rigen del E stado (en te n d id o com o u n a asociación de hom bres gobernados p o r la ley p a ra la consecución d el provecho d e ca d a un o ) con el m o tiv o u tilita ris ta d e q u e el derecho tien e la fu n ción de g a ra n tiz a r la p ro p ie d a d p rivada, p o n ien d o sin em bargo com o su ú ltim o fu n d am en to u n im p u lso n a tu ra l h ac ia la co m u n ió n social Pero el estado id e a l de P anecio es un iv ersal, com o p a ra sus predecesores, pues .él, en efecto, d e la ig u a ld a d de todos los h om bres hace d eriv ar el cosm opolitism o, ¡ a u n q u e ju stifica el im p e ria lism o ro m an o p o r los beneficios q u e p ro d u ce a los p u e blos sojuzgados. Panecio h a b ía basado sus d o ctrin as e n am plias in vestigaciones em píricas concernientes ta n to al m u n d o n a tu ra l com o al h u m a n o ; esas indagaciones fu ero n in m en sam ente d esarrolladas p o r su d iscípulo P osidonio (com p a ra d o a A ristóteles en ciertos aspecto s), q u ie n fu n d ó sobre ellas u n sistem a p an teísta qu e, a l'p a re c e r, re u n ía adoctrinas filosóficas, y creencias religiosas tom adas de las m ás v ariadas fuentes, orientales y griegas, y y u x ta p o n ía el racio n alism o con u n m isticism o de tendencias ocultistas y supersticiosas, la especulación con la inves tigación em pírica. P osidonio vuelve; e n gen eral al estoi co
INTRODUCCIÓN
cismo a n tig u o y a d o p ta n u ev am en te todas las teorías rechazadas p o r su m aestro, d e q u ie n conserva sin em bargo la distin ció n en tre u n a creencia filosófica y u n a creencia p o p u la r y la tesis de q u e el alm a com prende u n a p a rte irracio n al, adem ás de la racio n al. E n su sis tem a, en el cu al se h a lla n en tretejid o s con el m onism o de origen estoico m otivos d u alistas provenientes de P la tó n (y p o r ende del m isticism o órfico pitagórico) y de A ristóteles, el universo es u n a estru ctu ra; u n ita ria , en cu an to m anifestación d e u n ú n ico p rin c ip io d ivino, des cendiéndose g rad u alm en te d e la D iv in id a d : (lo superorgánico) a lo orgánico y lo inorgánico. L a D iv in id ad su p rem a es u n fuego o p n e u m a q u e incluye en sí u n a fuerza racio n al: es el d a im o n o el logos universal, del q u e p a rtic ip a n cada u n o de los dioses y las alm as h u m anas. A l m ism o tiem po, esa fuerza es p rin c ip io de vida y d e organización p a ra las cosas p en etrad as de ella, a las que enlaza con u n vínculo de sim p atía univ ersal; su m a n a n tia l es el Sol, del cual procede to d a vida y toda alm a racional. Ya a q u í se revela u n a co n trap o sició n d u alista de la fuerza ra c io n a l de la que p a rtic ip a n los dioses y los hom bres, reu n id o s así e n u n E stado o sociedad única* fren te a las cosas q u e de ella d e riv a n y sobre las cuales ella, com o p n eu m a, o b ra e n m ed id a decreciente. Este d ualism o se acen tú a en la rep resen tació n d e u n u niverso en el cual, com o e n el de A ristóteles, se d istin g u en él m u n d o celeste su p ra lu n a r, etern o e im perecedero, y el m u n d o terrestre su b lu n ar, m o rta l y co rru p tib le. U n n exo e n tre ellos lo constituye el h o m b re, q u e p o r el cu erp o y la p a rte irracio n al de su alm a p ertenece al segundo, m ien tras p o r su p a rte d aim ó n ica y racio n al pertenece a l prim ero . Gom o P la tó n y A ristóteles, Posi d o n io d istin g u e en el alm a u n a p a rte (o, m ejor, u n a fuerza, u n a actividad) racio n al y o tra irracio n al, su bdi vidi da, al ig u a l q u e en P lató n , en u n a p a rte im p u lsiva (q u e tien d e a l dom inio) y o tra desiderativa (que tiende 21
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
al placer) ; de éstas, si n o obedecen a la razón, p ro v ien en las pasiones (p á th é) . T a le s actividades irracionales es tá n d eterm in a d a s p o r las condiciones del cuerp o y, a la p a r de la activ id ad racional, constituyen diversos p o deres de u n m ism o ser (A ristó teles). A plican d o al m u n do el p rin c ip io de los cam bios graduales, ad m ite la teo ría p la tó n ic a de los dáim ones interm ed iario s, y e n tre la D iv in id a d su p rem a y el h o m b re coloca esp íritu s supe riores a éste, los d áim ones y los héroes, y con lo cual abre paso a la dem onización de la religión. N o se sabe b ien de q u é m o d o e n te n d ía P osidonio la supervivencia del alm a racio n al, p e ro p ro b ab lem en te n o a d m itía u n a in m o rta lid a d ilim ita d a , sino —com o ocurre en general en el estoicism o— u n a v id a q u e se p ro lo n g a h a sta la con flagración del cosmos, q u e h a b rá de resorberla en el logos universal. A h o ra bien, si P osidonio p iensa q u e esta vid a co n stitu y e u n a p rep aració n a la v id a celeste, su p erio r y m ás feliz, n o p ro p u g n a sin em bargo u n a doc trin a ascética, p ues considera q u e la p rim era d eb e con d u c ir a la segunda. L as alm as racionales h u m an as proce dentes d e la esfera celeste, a pesar de ser m ateriales como lo q u iere el estoicism o, son in co m p arab lem en te supe riores a los cuerpos q u e las incluyen y rep resen tan u n obstáculo p a ra el d esarrollo d e sus actividades cognos citivas. E l h o m b re debe p roponerse com o fin en la T ie rra la b u en a co n d ició n de su daim on (en d em o n ia ) —q u e depende del d o m in io sobre la actividad irracio n al e in cluye el conocim ien to de la v erd ad y del o rd en del universo— y su aplicación práctica, en la q u e consiste la m o ralid a d , desd o b lad a en el am or a sí m ism o, com o verdadero yo o logos, y el am o r a los dem ás, iguales a él en su esencia racio n al. Este am o r (q u e liga a los dioses con los hom bres, p o rq u e todos son com o m iem bros de u n solo organism o) implica' sobre todo la p a rtic ip a ción en la v id a social. El sabio (que lo es en cu an to posee u n saber ético-político-social, am én de teórico) debe g o b e rn a r p o r el b ien de los otros con su o b ra de 22
INTRODUCCIÓN
educador, pues el logos d ivino se com unica a través de su m ente. T a m b ié n en Posidonio, com o en los estoicos en general, el E stado ideal es cosmopolita'. E m pero, de esta visión de la v ida h a b ría d e d e ri varse, sobre todo p o r el aprem io de las exigencias re li giosas cada vez más fuertes, la desvalorización com pleta de la' vida terren a y la aspiración a q u e el alm a se li berase del cuerpo p a ra re to rn a r al cielo y llev ar a llí u n a v id a feliz en la visión del universo. P o r lo dem ás, esta concepción estaba im plicada p o r to d a la construcción de Posidonio, a u n q u e él m ism o n o la desarrolló. Este eclec ticism o q u e y u x tap o n e m onism o y dualism o sin fu n d ir los (del segundo, p o r o tra p a rte , ya h a b ía gérm enes en el estoicism o an tig u o , con su d istin ció n de u n p rin cip io activo, D ios o la fuerza, y u n o pasivo, la m a te ria —a u n q u e los re d u je ra a la u n id a d —, llevándolo adem ás su ética a posiciones dualistas) d ebía a b rir el cam ino a in tuiciones m ísticas y prácticas ascéticas, y de este m odo estaba destin ad o a in flu ir en form a m uy vasta' y p ro fu n d a sobre el pen sam ien to y la esp iritu a lid a d posteriores h asta el fin al d e l m u n d o antiguo. E n P osidonio ya h a lla n su p u n to de p a rtid a el neopitagorism o y el culto solar, am p liam e n te d ifu n d id o en el Im p e rio ro m an o en el siglo m d. C.; p ero n o existe razón p a ra com enzar con él el neoplaton ism o , q u e estrictam ente solo se in icia en la época de P lotino. Las relaciones con R o m a tu v iero n in flu en cia en especial sobre el estoicism o m edio. Los fu n d ad o res de la escuela, a u n q u e consideraban que el sabio debe p a r ticip a r de la vida político-social en el E stado u n iv ersal ideal, lo h a b ía n alejado de los Estados p articu lares exis tentes. P o r el contrario, Panecio y Posidonio afirm aro n q u e el h o m b re tiene en general la' obligación d e consa g ra r sus energías al b ien de la sociedad, incluso en los ordenam ien to s estatales concretos; com o se h a recordado, P anecio ex altó al E stado ro m an o p o r encim a de todos los dem ás. El estoicismo asum ió así u n carácter activista 23
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
q u e se c o n tra p o n ía al quietism o de sus fundadores,, los cuales re c lu ía n la< actividad: racional; e n - e l -espíritu: del ho m b re; p o r o tra p arte, la aten u ació n del rig o r original de la épo ca estoica, p o r donde el estoicism o se ib a a p ro xim a n d o a las d o ctrin as académ ico-peripatéticas, d ep en d ía en g ra n m e d id a del conocim iento d irecto d e la vida concreta. L a filosofía q u e se constituyó en R o m a h acia el fi n a l d e la; R e p ú b lic a se h alló frente a los m ovim ientos intelectuales a q u e nos hem os referido; Su, a c titu d fue ecléctica, p e ro este eclecticism o, d erivado de las condic ciones d e la época, en p a rte h a b ía sido sugerido en G re cia p o r las tendencias m ism as d e la ro m a n id a d . A La filosofía se le asig n aro n finalidades de carácter p rin c i p a lm e n te práctico , p o rq u e se acudió a ella p a ra resolver el p ro b le m a de la v id a; pero ta m b ié n en esto, sin d e ja r de ad ap tarse a l m ovim iento g en eral p ro p io del tiem po, se p ro c u ró satisfacer exigencias m ás particulares, y p o r ello se restrin g ió la esfera de las investigaciones c ie n tí ficas, a las cuales P anecio, y sobre to d o Posidonio, h a b ía n d a d o Un am p lio desarrollo. Adem ás, las actividades prác ticas d eb ía n estar al· servicio^de f nes político-sociales, p o rq u e el E stado ro m an o , q u e en su e x p in sió n ib a asu m ien d o el carácter de p o te n c ia m u n d ial, constituyó siem p re (excepto p ara' Lucrecio* q u ie n sin em bargo n u n ca dejó de te n e r en cu en ta la suerte de sus conciudadanos), el c en tro d e los intereses, com o lo habías sido la polis en la. G recia clásica. Pues, en efecto, incluso quien es resp o n d ía n a tendencias reacias a la p articip ació n en la v id a p o lític a y social, com o e l epicureism o, sin tie ro n e l d e b e r d e servir al E stado. P o r o tra p a rte , si el epicureis m o fue al p rin c ip io la corriente más d ifu n d id a , luegq prevaleció el estoicism o, q u e se avenía m ejo r q u e las o tra s escuelas a las exigencias d e H c n d e n c ia ro m an a, p o r la severidad d e sus norm as, p o r el v ilo r q u e daba a l a v o lu n ta d ra c io n a l consciente
INTRODUCCIÓN
el estoicism o volvió a reclu ir al h o m b re d e n tro de; sí m ism o, siguió o b ran d o como in flu en cia d o m in an te en las conciencias superiores, p o r motivos· q u e señalarem os. , D e la ética de Panecio (co n tin u ad o ra de u n m ovi m ien to de pensam iento que se re m o n ta b a a la sofística y al cinism o, y q u e posteriorm ente, h a b ía sido d esarro llado p o r e í estoicism o antiguo) e x tra jo en b u e n a m edida C icerón aq u el concepto de h u m a n ita s q u e expresaba el ideal de la aristocracia rom ana. A lo cual vino a agre garse después el· cosm opolitism o p ro p u g n ad o p o r el p e n sam iento filosófico helenístico, que h a lla b a en R om a —centro ya' de u n E stado m u n d ia l— las m ás favorables condiciones p a ra su desarrollo y q u e h a b ría de in flu ir sobre la ciencia del derecho. En la época re p u b lican a, e l estoicism o, p o r in term ed io de Panecio, comenzó a o b ra r con fuerza sobre los ju ristas rom anos, y ta n to es así q u e a' u n discípulo de aquél, el p o n tífice m áxim o O. M u d o Esçévola, se lo p u d o llam ar el fu n d a d o r de la ju risp ru d e n c ia científica de R om a; y esta in flu encia se ex ten d ió y se hizo más p ro fu n d a en la época im pe rial. P o r u n a p a rte , y en v irtu d d el d esarrollo q u e dio a las investigaciones dialécticas, a p o rta b a u n in stru m ento precioso p a ra la elaboración sistem ática d é los conceptos ju ríd ico s con los p ro cedim ientos de definición y división; p o r otra, b rin d a b a u n a base de principios éticos fundam entales, m ed ian te las teorías d el derecho n a tu ra l y la ig u ald ad ele. todos los hom bres. Las doc trinas filosóficas griegas resp o n d ían tam b ién a otras exigencíás de la conciencia rom ana, en cu an to le p e rm itía n su stitu ir con aquéllas la religión tradicio n al, o p u rifica r las antigu as creencias de los elem entos inferiores q u e co n ten ía n y ju stific a r sus conceptos centrales, o volverse h a cia las intuiciones místicas de Posidonio y el neopitagorism o, q u e p red sam en te tiene en R om a, con N igidio Figulo, la p rim era p ersonalidad histórica segura que podem os en co n trar. E n la época im perial, d e b id o al 25
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
cam bio de las condiciones de la vida, la filosofía atrae a los espíritu s con fuerza cada vez m ayor. E n general, la filosofía co n tin u ó siendo ecléctica en los prim ero s siglos, a u n q u e en las diversas escuelas se observa la ten d en cia a re to rn a r a la enseñanza a u tén tica de los fun d ad o res, lo cual d eterm in a, especialm ente en el seno del aristotelism o, u n intenso tra b a jo históricoe ru d ito sobre la vida' y la o b ra de los filósofos d el p a sado, a quien es se hace objeto d e in terp retacio n es y co m entarios. Sin em bargo, esta o rto d o x ia n o consiguió e lim in a r el eclecticism o, al cual se su jetan a m en u d o incluso los m ás enérgicos representantes de cada corrien te, y así se observa cóm o el nuevo estoicismo, el cinismo, la escuela' p e rip a té tic a, el neopitagorism o, el p lato n ism o m edio, el ju d a ism o a lejan d rin o y la lite ra tu ra herm ética y u x ta p o n en teorías de distintos orígenes. (U n a excepción la constituyen el epicui-eísmo y el neoescepticism o.) P rin cipalm ente in teresa señalar q u e e n los prim eros siglos del im p e rio las d istin tas escuelas filosóficas (salvo la perip até tica, en la q u e siguen prevaleciendo los intereses teóricos) se p re o c u p a n an te todo p o r d a r solución al p ro b lem a d e la vida, resp o n d ien d o así a las exigencias cada vez m ás im periosas de los hom bres y en especial de los m iem bros de las clases superiores. E n efecto, con la ru in a de la rep ú b lica, la p articip ació n en la vida p o lítica q u e co nsentía el p rin c ip a d o ya n o ten ía el m is m o v alo r q u e en el pasado, a u n q u e co n tin u a b a siendo u n d eb er p a ra el ciu d ad an o y p o r esa razó n el estoicism o h a b ía v u elto en general a las posiciones de sus fu n d a dores. E l cosm opolitism o se acentúa, el ideal de R om a languidece g ra d u a lm e n te . Éstos fu ero n los m otivos p o r los cuales los esp íritu s to rn a n d e n uevo h acia la filoso fía, en especial la estoica, q u e enseñaba m e jo r q u e las otras cóm o se debe vivir y cóm o se debe m o rir, a h o m bres que, tras el breve lapso de paz y tra n q u ilid a d del tiem po de A ugusto, llevan u n a v id a de c o n tin u a incertid u m b re y expuesta cada d ía a nuevos peligros. L a cruel 26
INTRODUCCIÓN
da d dem encial de algunos em peradores, las guerras civiles q u e desgarran nuev am en te el Estado y lo corroen p o r d en tro , m ien tras del ex terio r se ve am enazado p o r la presión creciente de las poblaciones b árb aras sobre las fronteras, su p rim en todo sentim iento de seguridad, p o r lo cual los h om bres ex p e rim e n ta n cada vez con m ayor urg en cia la necesidad de u n a dirección, de u n a g u ía q u e los reco n fo rte y les dé firm eza fren te a los peligros de la vida, y p a ra lograrlo se vuelven h acia la filosofía. Ésta (incluso d e n tro del cinismo, fam oso p o r su d u reza in tran sig en te) se tiñ e de b en ig n id ad e in d u lg en cia y recom ien d a inten sam en te la p ied ad y la b o n d ad . L a escuela estoica, sobre todo, a te n ú a su p ro p ia severidad, po n e com o cen tro de su préd ica la enseñanza del am o r un iversal y tom a a su cargo la defensa de los m ás d é biles y los m ás desdichados, los esclavos, los gladiadores. Esta enseñanza influye luego en el desarrollo de la cien cia ju ríd ic a , q u e p ro c u ra cada vez m ás p ro teg er a los esclavos d el a rb itrio de sus amos y establece los p rin c i pios del derecho n a tu ra l y su consecuencia, la ig u ald ad h u m a n a . E n los m ayores rep resen tan tes d el estoicism o (Séneca, E picteto, M arco A u re lio ), esta prédica h u m a n ita ria y u niversalista asum e u n carácter religioso, con la afirm ación de q u e el h o m b re es afín a la d iv in id ad , e igual aspecto p resen ta toda su filosofía, que p ro c u ra satisfacer la necesidad que e x p erim en tan las alm as de e n tra r en relación directa con Dios. Pero tam b ién en las otras escuelas se siente esta exigencia: la ad v ierten incluso algunos seguidores del cinism o y de la co rrien te p erip atética, a pesar de q u e el p rim ero p o r lo com ún es hostil a la relig ió n y la segunda g eneralm ente m ues tra poca in clin ació n hacía ella. Y a u n q u e el epicureism o y el escepticism o siguen desinteresándose p o r estas cues tiones, la exigencia religiosa ad q u iere p re p o n d e ra n cia en el neopitagorism o, en el platonism o m edio y, sobre todo, en el ju d aism o alejan d rin o y en la lite ra tu ra h e r m ética, y h asta p u ed e decirse que ella constituye, al irse 27
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
ace n tu an d o progresivam ente, la n o ta d o m in an te e n el pen sam ien to de estos siglos, q u e presenta p o r ello un carácter u n ifo rm e ta n to en los filósofos griegos com o en los rom anos. : E n R o m a —donde ciertos cultos orientales h ab ían com enzado a p e n e tra r ya en el siglo n i a. C,—, las re li giones d e los m isterios ta n solo lo g raro n a d q u irir gran difu sió n en la época im p erial; y es b ien sabido que, por u n m om ento, el m itraísm o pareció d estinado a conver tirse en la relig ió n oficial d el Estado. L as exigencias y las in tu icio n es religiosas q u e h a lla b a n ex p resió n en, estos m ovim ientos (q u e con a n te rio rid a d solam ente; h a b ía n aparecido en algunos círculos restringidos y e n d e te r m inados pensadores) se e x ten d iero n tam b ién a las cla ses superiores, p rev alecien d o sobre el p en sam ien to filo sófico, y se-co n v irtiero n en el m otivo d o m in a n te de casi todo tip o d e especulación. Adem ás, solo entonces se impuso la convicción d e q u e la p o sib ilid a d de la lib eración y la p u rific a c ió n del alm a se fu n d a e n el conocim iehto d e verdades superiores concernientes a la d iv in id ád , ra zón p o r la cu al la filosofía, q u e en la época precedente te n ía p o r cim a la m o ral, asum ió u n carácter· religioso y se co n virtió e n m aestra de salvación. E n esta época, en efecto, los filósofos sien ten con ta n ta m ay o r fuerza tales exigencias y aspiraciones cu an to m en o r v a siendo la con fianza (que haJbía a n im a d o a los pensadores de las g ran des escuelas helénicas) e n resolver con las propias fu er zas el p ro b le m a d e la vida. P o r eso se d ifu n d e n especu laciones teológicas de carácter gnóstico q u e recu rren a la revelación, com o el ju d aism o a le ja n d rin o y el h e r m etism o. E n estas dos tendencias, e m in en tem en te teoló gicas, e n las cuales se y u x ta p o n e n de m odo ecléctico ele m entos orien tales y griegos (del neopitagorism o, d e l p la tonism o m edio, d e l estoicism o), se m anifiesta la ten d en cia a b u scar ; u n a revelación d iv in a com o g u ía p a ra la salvación. E iló n re c u rre a la B ib lia, in terp retad a' alegó ricam en te, y la lite ra tu ra herm ética acude a las ense28
INTRODUCCIÓN
fianzas de H erm es. E n tre la d iv in id ad suprem a y el m u n d o , fo rm a d o cu an d o Dios puso o rd e n en la m ateria, existe u n abism o, colm ado sin em bargo p o r u n a can tid ad de seres interm edios. P ara o b ten er la lib eració n y volver a reu n irse con Dios, el alm a debe ap artarse del m u n d o y conseguir m ed ian te la v ida ascética la ilu m in ació n su p rem a del éxtasis (Filón) , q u e en el herm etism o se con vierte luego en la gnósis ( = conocim ientó de D io s ). A u n en las corrientes filosóficas q u e carecen de fu n d am en to religioso se ex p erim en ta la m ism a prem iosa necesidad d e u n a revelación. Y así recu rren a elía, en cierto sentido, las filosofías q u e ap elan a la sab id u ría secreta de sus fundadores, q u e vivieron en u n a época rem ota, en v u elta en el m a n to de las tinieblas: el n e o -. pitagorism o , q u e sigue u n a senda frecu en tad a ya hacia el fin de la época helenística, y el p lato n ism o m edió. E l p rim ero , m ie n tra s acen tú a las contraposiciones e n tre el alm a y el cuerpo y e n tre Dios y el m u n d o , así com o la teo ría de los dáim ones (dem onios) interm edios én tre éstos, y p one de reliev e cada vez m ás intuiciones re ligiosas, m ísticas, supersticiosas y prácticas ascéticas, tien de cada vez m ás a s e ñ a la r como fin a lid a d d é la b ú sq u ed a religioso-filosófica la purificació n y la liberación del alm a m ed ia n te iel ascetism o. Έ1 p la to n ism o m edio m u e stra as pectos m uy diversos: p o r u n lad o re ú n e eclécticam ente teorías platónicas con d octrinas aristotélicas y, sobre to do, con ¡doctrinas neopitagóricas; p o r o tro , ex p erim en ta la exigencia de la o rto d o x ia y p o r ello se consagra a -investigaciones históricas y eru d itas relativas a la in te r pretació n de los escritos platónicos. E n general· es d u a lista, pero p resen ta tam b ién expresiones m onistas. Ho más' característico cíe ésta escuela, q u e acepta d e l neopitagorism o la ¡antítesis D ios-m undo y ¡ el concepto d e los dáim ones m ediadores, es la fu e rte ¡im pronta religiosa. R e to m a n d o a P lató n , ¡afirma q u e la filo so fía'n o s enseña a alcanzar el fin -d e volvernos, en cu an to ello es ‘posible, sem ejantes a Dios, conserva la antítesis en tre alm a y 29
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
cuerpo, acep ta com o el p itagorism o la fe en la revela ción y el m isticism o y aspira tam b ién a la salvación del alm a m e d ia n te su liberación del cuerpo. Se tien e aquí, en cierto sentido, u n a fo rm a de gnosticism o, en cu an to el logro de la salvación está su p ed itad o al conocim iento d e verdades suprem as y, en ú ltim o térm ino, al conoci m ie n to de D ios, a u n q u e n o se lo declare inaccesible al p en sam ien to h u m a n o . T o d a s estas teorías, d o m inadas en fo rm a absoluta o p arcial p o r exigencias religiosas y místicas, p resen tan u n esquem a ú n ico : la contraposición de Dios y el m un-, d o y la inserción de in term ed iario s e n tre esos térm inos opuestos. E n e l neopitagorism o y el neoplato n ism o, es p ecialm en te, ese esquem a está p resen tad o de m o d o tal q u e ab re el cam ino, ju n to con las intu icio n es m onistas d el estoicism o, al neoplatonism o, in iciad o p o r A m onio Sacas y organizado p o r P lo tin o . E sta ú ltim a g ra n cons tru cción del m u n d o an tig u o , d e carácter sincrético a n tes q u e sintético, q u e a los factores ya indicados añ adía teorías específicam ente platónicas y aristotélicas, q u e ría re u n ir en u n to d o solam ente lo q u e ofrecían de estim a b le las tradiciones religiosas y filosóficas del pasado y fu n d a r u n a d o c trin a de salvación sobre la base de es peculaciones esencialm ente teológicas. P a ra P lo tin o , el. U n o o el B ien, in efable e incognoscible porque~~es' su p e rio r al ser y al pensam iento, es el p rim e r p rin cip io del cu al flu y en g rad u alm en te todas las cosas, a las cua les, sin em bargo, es in h eren te. D e él prov ien e necesa riam e n te, en p rim e r térm in o , el In te le c to (el nous) , a la vez u n o y m ú ltip le , en c u a n to constituye el m u n d o in telig ib le de las ideas o de las form as inteligibles, q u e es tam b ié n u n m u n d o d e inteligencias, de realidades pensantes inclusas en el In telecto total. Éste genera, tam b ién necesariam ente, el A lm a U niversal, q u e es u n es la b ó n in te rm e d io e n tre el m u n d o in telig ib le indiviso y el m u n d o sensible, en el q u e re in a la división. E l A lm a U niversal co m p ren d e las individuales, las cuales, a u n SO
INTRODUCCIÓN
siendo distintas, fo rm an u n a sola realid ad , q u e se divide respecto d e los cuerpos a los q u e se une. E l A lm a es el ú ltim o térm in o de la serie d e las realidades divinas y eternas. P o r d ebajo de ellas se en c u e n tra el m u n d o sen sible de los cuerpos, q u e es la esfera d el d ev en ir p e ren n e, de la m u ltip lic id a d d iv id id a, de las luchas y los contrastes, y se caracteriza n o p o r la e te rn id a d sino p o r el tiem po. E l p rin cip io de la génesis es la m ateria, exen ta de form a; es el p rin cip io de la p rivación y p o r ello constituye el v erdadero no ser y el m al p rim ero y o ri g in ario (en cu an to p rivación del B ie n ) . C on todo, debe ex istir necesariam ente, p o rq u e la escala de perfecciones decrecientes, q u e p a rte del U n o , d eb e con d u cir a u n térm in o , e n el cual el b ien se tran sfo rm a en m al. E l A lm a d e b ía p ro d u c ir el cuerpo p o rq u e es la sede de su des envolvim iento; p o r eso irra d ió com o u n a g ran llam a en cuyo extrem o apareció u n a som bra, la m ateria; aq u élla la d o tó de form a y así surgió el m u n d o sensible, m ode la d o sobre el intelig ib le. Si el alm a q u e h a caído en el cu erp o q u iere liberarse de las m anchas y dolores del m u n d o sensible y conseguir así su salvación, debe reco r re r en sen tid o inverso el cam ino del descenso desde el p rim e r p rin cip io , reen co n trán d o lo en sí m ism a, y to r narse u n a con él, tras haberse p u rificad o m ed ian te la ascesis. Esto se logra si, después de h a b e r ejercitad o las virtudes prácticas y desarrollado la actividad cognosci tiva, p rim e ro com o pensam iento discursivo y luego como pen sam ien to in tu itiv o , obtien e el grado suprem o de co nocim iento: el éxtasis. M ientras el alm a sigue u n id a al cu erpo solo d u ra n te instantes pued e alcanzar estas con diciones, p ero cu an d o se haya lib erad o de él p o d rá go zarlas in in te rru m p id a m e n te . E n el sistem a p lo tin ia n o las realidades suprasensibles constituyen los dioses in telig i bles, en ta n to q u e los visibles son los cuerpos celestes: las divinid ad es tradicionales se red u cen a los u n o s o a los otros. P or d eb ajo de la L u n a están los ddim ones. A sí p u ed e conservar P lo tin o el p a n te ó n de la relig ió n a n ti 31
HISTORIA DE LA FILOSOFIA ROMANA
gu a, m ien tras lo g ra ju stificar los m itos m ed ian te la in te rp re ta c ió n especulativa y consigue leg itim ar los cultos y la creencia; e n la m agia con argum entos filosóficos. E l n eo p lato n ism o (que en re a lid a d es u n a d o ctrin a gnóstica, e n el s e n tid o am plio de la palab ra) fue d u ra n te siglos, puede decirse, la filosofía del m u n d o pag an o , que en co n tró en él su defensa co n tra la p resió n cada vez m ayor d e l cristianism o. T o d o s los sistem as profesados en la época im perial (excepción h e c h a d el ju d aism o a le ja n d rin o y el h erm e tism o) c o n ta ro n con rep resen tan tes en el m u n d o rom a no, algunos de los cuales fueron, inclusive, p erso n alid a des m uy notables. A l neoestoicism o p erten eciero n Séneca, M usonio R u fo y M arco A urelio; baste m en cio n ar luego los no m b res d e A g rip a p a ra el neoescepticism o, d e A p u leyo p a ra el p lato n ism o m edio y de J u lia n o p a ra el neo p lato n ism o . Boecio, a caballo e n tre la época a n tig u a y la m edieval, o c u p a u n lu g a r aparte. E n resu m en , podem os observar q u e en la época de la re p ú b lic a el pen sam ien to ro m a n o acogió enseñanzas d e la filosofía h elen ística p o rq u e le ofrecían doctrinas acordes con sus pro p ias tendencias; p o r lo dem ás, asu m iero n u n carácter específicam ente rom ano, al acen tu ar las finalid ad es político-sociales del h o m b re. B ajo el im p erio, la especulación griega y la ro m a n a se m ovieron en u n a m ism a co rrien te p o rq u e am bas estaban d o m in a das p o r las exigencias q u e p o r ese entonces se im p o n ían a todas las conciencias. El estudio p a rtic u la r de todos los cultores de la filosofía ro m an a p e rm itirá d e te rm in a r la in flu e n c ia q u e ella tuvo sobre la c u ltu ra γ la vida del m u n d o occidental.
P rim era parte L A F IL O S O F IA R O M A N A E N L A É PO C A D E L A R E P Ú B L IC A
C a p ítu lo
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C O M IE N Z O S D E L A F IL O S O F IA R O M A N A SU S R E P R E S E N T A N T E S M E N O R E S
Desde tiem pos m uy antiguos, es decir, desde el si glo v in a. C., los pueblos itálicos d el centro de la p e n ín sula, y en tre ellos los latinos y los rom anos, sufrieron, el in flu jo d e la' civilización helénica, com o lo m u e stra n las huellas q u e ésta h a dejado en la religión, en el arte y en la lengua. Ese in flu jo se ejerció ya sea a través de E tru ria , ya sea a través de la M agna G recia y, sobre todo, p o r in term ed io de Cum as. P osteriorm ente las relaciones en tre R o m a y la civilización h elénica se h iciero n m ás fuertes gracias a la m ediación de la: M agna G recia. Ésta es precisam ente la razón p o r la cual ya en la época de las guerras co n tra los sam nitas (343-290) fue erig id a en R o m a u n a estatu a de P itágoras, a q u ie n se consideraba com o el m ás sabio d e los griegos; es prob ab le, sin em bargo, q u e d e l pitagorism o se conocieran m ás las creen cias religiosas q u e la actividad filosófica y científica. U n a confirm ación de la in flu en cia de la civilización helénica de la M agna G recia se tiene en la colección d e m áxim as en versos saturnios de A pio C laudio e l Ciego (cónsul en 307 y en 296 a. C .) , a u n q u e n o p resen taran 33
HISTORIA DF. LA FILOSOFÍA ROMANA
el carácter p itag ó rico q u e en ellas advertía C icerón, q u ien cu en ta q u e P anecio las elogiaba m ucho. Q uizá p ro v i n iera n de escritores griegos contem poráneos. D e cual q u ie r m odo, en las tres m áxim as q u e conocemos (de las cuales es célebre la sentencia “Fabrum esse suae q u e m q u e fo rtu n a e ”) se p o n e de m anifiesto la reflexión sobre la vida cotid ian a, antes q u e u n verdadero pen sam ien to fi losófico en sen tid o p ropio. E n el siglo m R o m a se ex tiende p o r la M ag n a G recia (282-266), co n q u ista Sicilia (264-210) y establece relaciones directas con G recia y con los centros helenísticos del O rien te, am p lian d o y fortalecien d o así su conocim iento de esa civilización que, tras la m u erte de A lejandro, h a b ía asum ido los carac teres pro p io s del helenism o. H acia 240, L ivio A ndro nico, u n griego de T a re n to traíd o p risionero a' R om a p o r M. L ivio S alin ato r, inicia su la b o r de tra d u c to r e im ita d o r de la lite ra tu ra griega, con la cual em piezan así los rom anos a tra b a r conocim iento. Pero solo a fines del siglo n i q u ed ó d efin id o el m ovim iento q u e en breve lapso a b riría las p u e rta s de R o m a a la c u ltu ra griega en todos sus aspectos. T a l vez las d octrinas religiosas de los pitagóricos p u d ie ro n d ifu n d irse m ás am p liam en te cuan d o en el año 209 fu ero n conducidos a Ita lia como esclavos tre in ta m il taren tin o s. Sin em bargo, el e sp íritu ro m a n o dem ostró d u ra n te m ucho tiem po escasa sim p atía p o r la especulación griega, y así, cu an d o en 181 a. C. fu ero n conocidos los llam ados libros de N u m a (se h a b ría tra ta d o de u n a o b ra m uy an tig u a, d escubierta solo e n to n c e s), el p re to r recibió ord en de q uem arlos p o r ser escritos filosóficos. Casi con certeza' se tra ta b a de u n a falsificación q u e tenía el p ro p ó sito de h acer ap a recer al rey ro m a n o como discípulo de Pitágoras. Las doctrinas expuestas en esos libros eran de carácter teo lógico, p ero n o p u ed e decirse de cierto q u e d eriv aran del pitagorism o y, com o h a supuesto Zeller, d el estoi cismo. L a aversión a la filosofía se hizo m ás in te n sa c u an do en el curso del siglo ii a. C., d eb id o a las relaciones 34
COMIENZOS DE LA FILOSOFÍA ROMANA
cada vez m ás am plias en tre G recia y R om a, la c u ltu ra helénica se d ifu n d ió e n esta ciudad, a la q u e envió n u merosos representantes, filósofos, filólogos, rétores, lite ratos, artistas y otros, con lo cual se suscitó u n a fu erte co rrie n te nacionalista, hostil a las nuevas tendencias. E n 161 a. C. u n senadoconsulto p ro h ib ía resid ir e n R om a a los filósofos y a los rétores griegos. N o se sabe con seguridad si en 173 o en 155 se im puso esa p ro h ib ició n a dos filósofos epicúreos, Alceo y Filisco. E n 155 A tenas envió a R om a, con el carácter de em bajadores, a tres filósofos, C arnéades, de la A cadem ia N ueva, el estoico D iógenes y el p erip atético F ilolao, p a ra o b ten er la con don ació n de u n a m u lta que le h a b ía sido im puesta. Las conferencias p ú b licas q u e p ro n u n c ia ro n en cen d iero n el entusiasm o de los jóvenes, los cuales, con la aprobación de sus padres, y d ejan d o de lado cu alq u ier o tra ocupa ción, se en treg aro n a los estudios filosóficos. Entonces, M. Porcio C atón, q u e era el rep resen tante m ás autorizad o de la oposición a la c u ltu ra helenística y al cosm opolitism o q u e ésta suponía, y sentía u n m e nosprecio im placable p o r el p ueblo griego, se q u e jó en el Senado p o rq u e los em bajadores de A tenas residían desde hacía ta n to tiem po en R om a, y logró q u e se tom ase rá p id am en te u n a resolución con respecto al p ed id o de aquéllos, a fin de q u e re to rn a ra n a sus escuelas p a ra d iscu tir con los m uchachos griegos y los jóvenes rom anos p resta ran oídos com o antes a las leyes y a los m agistrados. P u ed e decirse q u e la vida de C ató n (nacido en T ú scu lo en 234, m u e rto en 149 a. C .) , toda ella consagrada a la defensa de R o m a y la ro m an id ad , se cierra con sus luchas c o n tra C artago (cuya destrucción reclam ó insis tentem ente) y contra' el helenism o invasor. E n su p ri m era ju v e n tu d p a rtic ip ó valerosam ente en la g u erra con tra A níbal. C uestor de P. E scipión (204) en Sicilia y Á frica, ed il de la pleb e (199), p re to r en C erdeña (198), cónsul con g obierno en E spaña (195), se hizo famoso p o r su censura (184), a raíz de la cual se lo llam ó Cen35
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
sorius. P o r vez p rim e ra en tre los analistas, em p leó el la tín en sus O rigines, q u e n a rra b a n los origines de R om a y de las otras ciudades de Ita lia ; llegaban h asta la época d el a u to r e in c lu ía n algunos de sus num erosos discursos. E n los escritos A d M arcum filiu m (que al parecer fu ero n reu n id o s en u n a com pilación q u e vino a consti tu ir la p rim e ra enciclopedia latin a) recogió en form a apodictica los conocim ientos prácticos q u e p o d ía n ser d e u tilid a d a u n joven. U n lib ro estaba dedicado a la ag ric u ltu ra , u n o tal vez a la m edicina' y otro a la elo cuencia. Es dudoso q u e incluyera u n escrito sobre el arte de la g u erra. Com puso trabajos especiales sobre ésta, sobre el derecho civil y sobre la ag ricu ltu ra; la ú ltim a o b ra (De agri cultura o D e re rustica) h a llegado h asta nosotros, m ien tras q u e de los otros escritos solo q u e d a n fragm entos. El Carmen de m oribus era u n a obra de m oral p o p u la r aplicada, siendo dudoso, a pesar del n o m bre, q u e su fo rm a fu era poética. D e C ató n se re cu e rd an ta m b ié n las Epistolae ad filiu m y u n a colección d e A p o teg m a s (lem as y m á x im a s). Él mism o, q u e en su vejez estudió griego p a ra conocer m ejo r al enem igo que deseaba com batir, co n trib u y ó no o bstante a la difusión de la filosofía helenística, al tra e r consigo a R o m a en 204 al p o eta E n io , desde C erdeña, donde éste h a b ía pres tad o servicio m ilita r. E nio (n. 239, m. 169), u n m esapio de R u d ia s (R ugge) q u e h a b ía asim ilado la c u ltu ra griega, en R o m a enseñaba griego y la tín p a ra vivir; p ero sus poesías (en tre las cuales se cu en tan en p rim e r lu g a r los A nn a les, en dieciocho libros q u e n a rra b a n la h isto ria tra d ic io n a l de R om a, y adem ás seis tragedias tom adas de au to res griegos, com edias, sátiras y otras obras q u e m encionarem os) le g ran jearo n el favor y la am istad de la aristocracia, p rin c ip a lm e n te de Escipión A fricano M ayor, de E scipión N asica y de M. F ulvio N o b ilio r, q u e lo llevó consigo a E to lia p a ra q u e celebrara m ás tard e sus hazañas en ese país. El h ijo de Fulvio, Q u in to , o bsequió al p o eta u n a p e q u e ñ a p ro p ie d a d en 36
COMIENZOS DE LA FILOSOFÍA ROMANA
u n a nuev a colonia en el Piceno, otorg án d o le así la ciu d a d a n ía ro m an a. E n el E picarm o, escrito en trím etros trocaicos, E nio p ro b ab lem en te tra d u jo o re d u jo u n poe m a sobre la naturaleza, a trib u id o falsam ente a ese poeta griego; n o es posible decir con certeza si las d octrinas n atu ralista s allí expuestas te n ía n o n o el sello p itag ó rico, com o se h a afirm ado. E n el E u h em eru s tra d u jo la Inscripción sagrada de Evém ero, q u e explicaba el origen d e los dioses enseñando q u e h a b ía n sido hom bres in signes p o r su sabiduría. E n co n ju n to , p u ed e reconocerse en E nio u n vivo in terés p o r los problem as religiosos; p ero a u n q u e haya conocido d eterm in ad as doctrinas del pitagorism o, como la transm igración de las alm as, p a rece dem asiado audaz la hipótesis q u e atrib u y e u n a con cepción general pitagórico-em pedóclea —la cual estaría' expuesta en todas las obras, incluso en los A nales— al po eta q u e decía: “M e es necesario filosofar, p ero lim i tad am en te ” . L a oposición al in flu jo de la cu ltu ra y en p a rtic u la r de la filosofía griega resultó in ú til p o rq u e e ra n dem a siadas las vías p o r las que p e n e tra b a en R om a. Solo algunos de los m il aqueos conducidos a Ita lia y retenidos como rehenes d u ra n te diecisiete años tu v iero n residencia en R om a, p ero e n tre ellos se co n tab an hom bres como P olibio, que, si bien n o eran filósofos, estaban im p reg nados de u n a c u ltu ra que h a b ía recibido su form a de la filosofía y q u e c o n trib u ía a d ifu n d ir el conocim iento del pensam iento griego. L. E m ilio P aulo, después de su victoria sobre Perseo (168), cuya biblioteca' destinó al uso de sus propios hijos, eligió p a ra ellos, e n tre otros m aestros griegos, al filósofo M etrodoro. E l senadoconsulto del año 161, así como el efecto q u e p ro d u je ro n los tres em bajadores de A tenas en 155, m u estran el in terés suscitado en R om a p o r el pensam ien to griego. E ste m ovim iento se acentuó en form a n o tab le h acia la n r t a d del siglo i i . L a fam ilia de los Escipiones ya en tiem pos del A fricano M ayor h a b ía ab ierto las p u ertas 37
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
al helenism o; m ás tarde, P. C ornelio E scipión E m iliano (el A frican o M enor) hospedó d u ra n te largos años a P anecio, o sea al q u e h a sido llam ado el fu n d a d o r del estoicism o ro m an o y u n o de los prin cip ales fundadores de la filosofía d e R om a, q u e con su o b ra p ro cu ró espe cialm ente in flu ir sobre el esp íritu de la aristocracia de esta ciudad. P o r in term ed io de quienes en señaban lite ra tu ra griega, la filosofía en tró a fo rm ar p a rte de la c u ltu ra general, con lo cual todas sus diversas ten d en cias fu e ro n conocidas y h a lla ro n adeptos. E n el círculo de los Escipiones (al q u e perten eciero n Panecio, Polibio, T ere n cio , L ucilio, C. Lelio, Q. E lio T u b e ró n , Esp. Mum io, R u tilio R u fo , M. Vigelio, L. F u rio y Filo, y quizá tam b ién V alerio Sorano) se desarrolló el concepto de la hu m a n ita s, síntesis de valores culturales y ético-sociales. T a n to el A fricano M enor como los más insignes rom anos tu v iero n com o amigos y consejeros a' filósofos griegos, cuyas investigaciones apreciaro n y siguieron de cerca. P anecio acom p añ ó a E m ilian o en su em bajada al O rien te, el neoacadém ico C litóm aco dedicó a L u c o C ensorino (cónsul en 149) y a L ucilio dos trab ajo s so bre la gnoseología de C arnéades, T ib e rio G raco tuvo como am igo y consejero a C. Blosio de Cum as, y se dice q u e defen d ió las leyes agrarias a instancias de éste y del ré to r D iófanes. L úcu lo fue am igo del académ ico A n tíoco de A scalón, P. P u p io Pisón lo fue del p erip atético Staseas, P om peyo escuchó las enseñanzas de Posidonio (162). El estoico D io d o to fue recibido en la fam ilia de C icerón, q u ie n oyó las lecciones de diversos filósofos de su época. A R o m a fu ero n (además de los tres em baja dores atenienses y Panecio) Staseas (hacia 9 2 ), F iló n de L arisa (88 a. C .) , Posidonio (¿hacia comienzos d el si glo i? ), los epicúreos Fedro (ca. 9 0 ), Filodem o y Sirón (hacia la m ita d del siglo i ) . E n su ju v e n tu d escuchó algunos días al ya viejo Carnéades, en A tenas. Q. Cecilio M etelo, q u e más tard e (109), electo cónsul, d irig ió vic toriosam ente p o r alg ú n tiem po la g u erra co n tra Y ugurta 88
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y, a pesar de q u e lo sustituyó M ario (107), fue consi derado p o r la aristocracia ro m an a com o el verdadero vencedor, recibió el sobrenom bre de N u m id ico y en 106 ob tu v o los honores del triu n fo . P ara ev itar el exilio, al cual d eb ía ser condenado p o r la enem istad de M ario, d ejó v o lu n tariam en te a R o m a (100) y vivió p rim ero en R odas cu ltiv an d o los estudios filosóficos, y luego e n T r a ies, donde (99) le llegaron las noticias de que p e d ía n su regreso. Las escuelas q u e co n taro n con m ayor n ú m ero de adherentes fuero n el estoicism o y el epicureism o (que fue la p rim e ra tendencia filosófica q u e se conoció en R o m a ) . A l estoicism o ro m an o p u ed e vincularse Blosio d e Cum as —el nom b re es de o rigen oseo—, q u e fue dis cíp u lo del estoico A n tip a te r de T arso . T ra s la m u erte d e T ib e rio G raco, debió defenderse fren te a los cónsules; huyó luego de R o m a y se trasladó a Asia, ju n to a A ris tonico d e Pérgam o, y cuando éste fue d erro tad o se q u itó la vida. T a m b ié n siguieron el estoicismo dos sam nitas, M arcio y N isio; de éste se cuen ta q u e dio el ejem plo de p a ro d ia r tem as serios y fue discípulo de Panecio. E n el centro del más an tig u o estoicism o ro m ano se en c u e n tra el A fricano M enor (n. 183-184, m . 129), q u e fue cónsul en 147, destruyó C artago en 146, obtuvo la censura en 142, d irig ió u n a em b ajad a a O rien te de 141 a 139, volvió a ser cónsul en 134, destruyó N um ancia, en 133. E ra u n lector apasionado de la Ciropedia de Jen o fo n te y te n ía tendencias estoicas; quizá tam bién p o r este m otivo d ab a a sus discursos u n conten id o m oral y describía en ellos la co rrupción de su tiem po. E n tre ios estoicos rom anos más antiguos (que p o r lo general p erten ecían al círculo de los Escipiones) se cu en tan C. L elio y sus dos yernos, C. F an io y M ucio Escévola el A ugur, E spurio M um io, R u tilio R ufo, L. Elio E stilón, el Pontífice M áxim o M. Escévola, M. Vigelio y Sexto Pom peyo. C. L elio (nacido hacia 190, m u erto a edad avanzada) a d q u irió fam a especialm ente p o r la ín tim a 39
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am istad q u e lo lig ab a al A fricano M enor. C onoció a los tres filósofos atenienses enviados a R o m a en 155, pero fue a tra íd o p rin c ip a lm e n te p o r el estoico D iógenes; tuvo luego relació n con P anecio y d ifu n d ió sus d o ctrin as en tre la aristocracia ro m an a. P articip ó com o legado de Escip ió n e n la tercera g u e rra p ú n ic a (147), se d istinguió en el asedio a C artag o y o btuvo com o p rem io la p re tu ra (145). Se c o n tó e n tre los augures y en el añ o 140 llegó al consulado. E n las luchas civiles determ in ad as p o r las acciones de T ib e r io G raco estuvo en co n tra de éste y d e su ban d o . F u e ad m irad o com o político, si n o como o rador, y quizá d eb ió el sobrenom bre de sapiens, q u e le dio la aristocracia, a sus actitudes políticas m ás q u e a o tra cosa. C. F an io conoció a P anecio gracias a C. L elio, y oyó sus lecciones. E n el añ o 146 com batió c o n tra C ar tago, fue trib u n o de la plebe en 146 y al año siguiente se d istin g u ió en E sp añ a co n tra V iriato; fue p re to r (¿132?) y cónsul (122). Se opuso a la p ro p u esta de C. G raco de q u e se concediera la p le n a ciu d ad an ía ro m a n a a los latinos y los derechos de éstos a los itálicos con u n a aren ga fam osa, p ero h ay quienes h a n puesto en d u d a que fu era su au to r. E scribió discursos y u n a o b ra histórica qu e C icerón re cu erd a a m en u d o (A nnales) , y q u e tal vez com enzaba con los orígenes de R o m a y llegaba hasta su época. Q. M u cio Escévola el A u g u r (nacido p ro b a blem en te en 174 y m u e rto hacia el 87, ya octogenario) oyó a C arnéades en 155, pero se ap ro x im ó al estoicismo y en especial a Panecio. J u n to con Q. E lio T u b e ró n y R u tilio R u fo , recib ió los elogios de Posidonio. A u g u r antes de 129, o b tu v o la p re tu ra y el gobierno de A sia en 120 y el con su lad o en 117. Fue u n ju rista insigne, pero no se dedicó a la enseñanza n i escribió libros. Q. Elio T u b e ró n , n ie to de E m ilio P aulo, se opuso com o trib u n o de la p leb e (antes de 129) al A fricano M en o r y a Cayo G raco; po sterio rm en te fue p reto r, p ero no es seguro que haya o b te n id o el consulado. N o m uy elogiado com o ora dor, se d istin g u ió p o r su c u ltu ra jurídica'. L a sencillez 40
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de su vida y el carácter estricto lo co n d u je ro n h acia el estoicismo, cuyas doctrinas g u iaro n su conducta. C ono ció a P anecio y siguió sus lecciones; aq u él y H ecató n le dedicaro n algunos de sus trabajos, pero es dudoso qu e P osidonio haya hecho lo m ismo. E sp u rio M um io, h erm an o del vencedor de C orin to , p a rtic ip ó en 139, ju n ta m e n te con E scipión E m iliano y L. M etelo C al vo, en u n a em b ajad a política a O rien te, y así p u d o es tablecer vínculos más estrechos con Panecio. E scribió cartas en verso y discursos y C icerón lo p one e n tre los interlocuto res del D e república. T a m b ié n fue d iscípulo de Panecio P. R u tilio R u fo (n. ca. 154), q u e e n 134 com batió en N u m an cia a las órdenes de E scipión cçm o trib u n u s m ilitu m y fue p re to r u rb a n o antes de 118. A l igual que M ario, siguió en 109 como legado a Q. M etelo en la g u e rra co n tra Y ugurta y re to rn ó a R o m a cuando, en el año 107, M ario asum ió en calidad de cónsul el com ando del ejército. C ónsul en 105, en el año 94 siguió a su am igo M. Escévola el A u g u r en el p ro consulado de Asia; con d enado in ju stam en te p o r acusaciones de los enem igos q u e le h a b ía g ran jead o su ríg id a honradez, vivió p rim e ro en M itilen e y m ás tard e en E sm irna y rechazó la in v itació n de Sila de q u e lo acom pañara a R om a (8 5 ). C icerón lo conoció en E sm irn a en 78; al p arecer m u rió h acia el año 75. E n E sm irn a escribió u n D e vita sua y u n a h isto ria ro m an a en griego. Fue o rad o r (y la aridez de sus discursos d e la ta la h u e lla e sto ica), y cultivó los estudios jurídicos. Q. E lio E stilón (nacido en L an u v io en 154, m. después del año 90) p erteneció al o rden ecuestre. E n el año 100 siguió en el exilio a Q. M etelo N um idico. E n R o m a fue m aestro y escribió discursos p a ra otros. Sus discípulos m ás insignes fu ero n C icerón y V arrón. Seguro conocedor de la lite ra tu ra griega y la la tin a , fue el p rim e r rep resen tan te n o tab le de la ciencia gram atical de la época an tig u a. Las obras q ue con certeza podem os considerar suyas son: 1) In te r preta tio carm in u m Saliorum ; 2) In d e x com oediarum U
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Plautinarum ·, 3) C om m entarius de proloquiis (tal vez se tra ta ra de u n estudio sobre sintaxis, de in sp iración estoica) ; 4) Discursos para otras personas. T u v o a su cargo, adem ás, la edición de trab ajo s ajenos y se le h a a trib u id o u n a o b ra de lexicografía. Q. M u d o Escévola (n. ca. 140) fue p o n tífice (115), cuestor (110), trib u n o de la pleb e (106), p re to r (ca. 9 8 ), cónsul (95) y p ro cónsul de A sia (94) y se a tra jo p o r su ju sticia y su des in terés el afecto de los h a b itan tes de las provincias y el odio de los caballeros rom anos, quienes h iciero n ob je to de acusaciones a su legado R u tilio R ufo, cuya de fensa asum ió. P o n tífice M áxim o en 89, cayó víctim a de las luchas civiles en el añ o 87. J u ris ta insigne, com puso libri X V I I I ‘ju ris civilis, en los q u e in te n tó p o r p rim e ra vez la consideración sistem ática de esta m ateria, y escri bió tam b ién u n a o b ra titu la d a H óroi, q u e co n ten ía de finiciones de conceptos y relaciones ju rídicos. Sus lec ciones de derecho fu ero n m uy solicitadas. F o rm u ló la d istin ció n de las tres teologías —de la q u e luego se ocu p a ría V arró n —, tom ándola, al parecer, de Panecio. M. Vigelio, am igo de Craso, vivió con Panecio. Sexto Pompeyo, tío de P om peyo el G ran d e, tuvo u n a am p lia cul tu ra ju ríd ic a y m atem ática y conoció a fondo el estoi cismo. C om o estoico se re cu erd a a u n Pisón, al q u e se h a id en tificad o con L. C alp u rn io Pisón F rugi, q u ie n fue trib u n o de la p le b e (149) y luego, com o p re to r y como cónsul (133), com batió la reb elió n de los esclavos en Sicilia y la dom in ó . E n el año 120 o en el 108 o b tu v o la censura. D ejó u n a o b ra de carácter h istórico (A n u a les) , q u e se e x te n d ía desde los orígenes h asta su tiem po; en ella co m b atía las nuevas tendencias q u e se in tro d u cían en R o m a y la relajació n m o ral de la ju v e n tu d . P a rtid a rio s m ás recientes del estoicismo fu ero n L. L u cilio B albo y Q. L u cilio B albo (herm anos o p rim o s ), M . P orcio C atón, M . Favonio y C ornificio L ongo. L. L ucilio B albo, discípulo de Q. M u d o Escévola el P o n tífice, fue an te todo u n ju rista. Q. L ucilio B albo es ca 42
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lificado de estoico p o r C icerón, q u ie n en el D e natura deorum (diálogo q u e se supone acaecido en 76 a. C.) le asigna la exposición de las doctrinas teológicas estoi cas. A llí d eclara h a b e r tenido fam iliarid ad con Posido nio. A ntíoco de Ascalón le dedicó u n a o b ra y, según Cicerón, p o d ía com parárselo con los m ás insignes estoi cos griegos. C ató n tuvo como m aestro a dos estoicos, A tenodoro C o rd ilió n (a q u ie n fue a visitar a Pérgam o p a ra que lo aco m p añ ara a R om a, d o n d e lo tuvo como huésped) y A n tip a te r de T iro . E n Sicilia conoció al académ ico F ilóstrato. E n sus últim os días en Ü tica tuvo cerca de sí al estoico A polónides y al p erip atético D e m etrio. C ató n fue cuestor en el 65 y p re to r en el 54; se opuso a los triunviros, y en la g u e rra civil estuvo de p a rte de Pom peyo. Después d e T a p so fue a guarnecer Ú tica, donde se dio m uerte (ab ril del 46 a. C .) . C ultivó con m ucho éxito la elocuencia y se com placía en in tro d u c ir disquisiciones filosóficas en sus arengas. T a m b ié n escribió yam bos. Cicerón lo llam ó estoico perfectísim o y en el D e fin ib u s le hizo ex p o n er las d octrinas éticas de esa escuela, cuyas obras h a b ía estu d iad o en form a m uy intensa. M. F avonio (n. ca. 90 a. C .) , p re to r en 49, fue amigo y ad m ira d o r de C atón. A cérrim o adversario de los triunviros, se puso de p arte de Pom peyo y lo acom pañó en su h u id a. T ra s el asesinato de César, se u n ió a los conjurados; hecho prisionero en Filipos, lo aju sticiaro n inm ed iatam en te, p o r tratarse de u n pros cripto. Profesó el estoicism o C ornificio Longo, a u to r de u n a o b ra etim ológica en tres libros, p o r lo m enos, que debe h a b e r sido com puesta e n tre la época de Cicerón y la de A ugusto. T a l vez se ad h irió a la m ism a escuela Q. V alerio Sorano, u n poco más viejo q u e C icerón, q u ie n lo hace llam ar p o r Craso literatissim us o m n iu m togatorum . E n su ju v e n tu d m an tu v o vínculos estrechos con C icerón y con V arrón. Más tard e p articip ó activa m ente en la vida p o lítica y fue trib u n o de la plebe (82) ; luego tuvo q u e h u ir a Sicilia, donde Pom peyo lo hizo ■13
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ajusticiar. Poco nos h a q u e d a d o de él, p o r lo cual resulta d J íc il a p re c ia r su actividad literaria. Sin d u d a se ocupó de h isto ria lite ra ria y de gram ática. D edicó a P u b lio E scipión (¿Nasica?) u n trab ajo q u e n o sabemos si era en prosa o en verso; al parecer estaba escrita en prosa u n a o b ra titu la d a E poptides, q u e ta l vez co n tu v iera p rin cipalm ente in terp retacio n es alegóricas de nom bres. H a n llegado h a sta nosotros dos hexám etros suyos q u e hacen pensar en el p an teísm o estoico y p ro b ab lem en te form a ban p a rte de u n p oem a n atu ralista. Más num erosos todavía fu ero n los seguidores del epi cureism o. A m afin io expuso —p o r prim era' vez en la tín , según parece— las doctrinas de su escuela y el ejem plo fue seguido p o r R a b irio y Cacio, criticándoselos a todos com o m alos expositores. Son inciertas las relaciones cro nológicas e n tre ellos y L ucrecio. V inieron después m u chos otros, q u e los su p eraro n g ran d em en te en facilidad y sim plicidad. E n el tiem po de C icerón h a b ía m uchos epicúreos ro m an o s p ero en general, con excepción de Lucrecio, solo los conocemos p o r las noticias q u e el m is m o C icerón d a de ellos; en tre los m ás im p o rtan tes se cu e n tan T . A lb u rio y C. Veleyo. E l p rim ero , doctísim o en cosas griegas y satirizado p o r L ucilio y Q. M ucio Escévola el A u g u r p o r grecom anía, gobernó com o p ro p re tor la p ro v in cia de C erdeña. C o n d en ad o p o r extorsiones, fue desterrad o a A tenas y soportó con m u c h a calm a su suerte. C icerón, q u e m enciona sus discursos y lo llam a perfectus epicureus, parece a lu d ir a escritos filosóficos suyos, en tre los cuales se co n tab a quizá u n p o em a epi cúreo. C. Veleyo de L an u v io fue senador y trib u n o de la p lebe en 91 a. C. E n el D e natura d e o ru m defiende las teorías epicúreas: si nos atenem os a lo q u e dice ese diálogo, el o ra d o r L. Craso lo p refería a todos los ro m anos y e n c o n tra b a m uy pocos epicúreos griegos que se le co m p araran . O tros m iem bros de la m ism a escuela fu ero n el ya m encionado C. Cacio, de la G alia In su b ria, a u to r de c u atro libros D e rerum natura et su m m o bono, U
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u n galo (¿cuál?), L. C a lp u rn io Pisón, C. C asio L o ngino, C. V ibio P ansa, los dos L. M an ilo T o rc u a to , E statilio y L. V ario, am igo de César. L. C a lp u rn io Pisón Censo rin o (n. ca. 101) fue cuestor, edil, p re to r (ca. 6 1 ), y cónsul (58) con la ayu d a de César, q u e se h a b ía casado con u n a h ija suya. G o b ern ad o r de M acedonia, fue a ta cado p o r C icerón en 55 con la O ratio in L . P isonem , a la que resp o n d ió con u n libelo. C ensor en el año 50, p ro c u ró in ú tilm e n te im p ed ir la g u erra e n tre C ésar y Pom peyo y en 43 reiteró los mismos vanos esfuerzos p a ra tra ta r de ev itar q u e estallaran nuevas luchas civiles, tras de lo cual ab a n d o n ó la v ida p o lítica. E n su ju v e n tu d fue m uy am igo d e F ilodem o; C icerón siem pre se refirió a él como a' u n epicúreo. C. Casio L o n g in o (n. antes de 85) fue cuestor ju n to a Craso en la g u e rra c o n tra los piratas (54) y después procuestor; trib u n o de la plebe en el año 49, tom ó el p a rtid o de Pom peyo. F u e u n o de los jefes d e la co n ju ra c o n tra César, y u n o de sus m a tadores. E n Filipos, previendo la d e rro ta , se suicidó. C. V ibio Pansa, am igo de C icerón —q u ie n alab ab a su in genio y lo llam a epicúreo—, fue trib u n o de la p lebe en el año 51. C ónsul con Fació en 43, m u rió con su colega en M ódena, com batiendo valerosam ente c o n tra A ntonio. L. M anlio T o rc u a to p ad re (n. en ¿108?; m u e rto poco después de ¿55?), p re to r en el año 68, p rocónsul de Asia en 67, cónsul en 65, procónsul de M acedonia en 64, senador, se apro x im ó al epicureism o como su h ijo de igual nom bre, q u e en 66 tenía unos v ein te años y fue senador (¿58?) y p re to r (49). E n la g u erra civil com b a tió en Á frica ju n to a los pom peyanos; tras la b a ta lla de T a p so (4 6 ), tra tó de h u ir a E sp añ a p o r m ar, pero v iendo su nave ro d ead a de enem igos se dio m u erte. C i cerón lo elogia, y en el D e fin ib u s le hace ex p o n er doc trinas epicúreas. E statilio, am igo de C ató n el u ticense y d e B ruto, era todavía joven en el año 46 cuando, h a llándose con el p rim ero en Ú tica, m anifestó q u e q u e ría seguir su ejem plo; p ero C atón, decidido a suicidarse, lo 45
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confió al cu id ad o d el estoico A polónides y el p e rip a té tic o D em etrio, p a ra q u e le im pidiesen im itarlo . Siguió des pués a B ru to y m u rió en F ilipos (42 a. C .) . Egnacio, de q u ie n se recu erd a D e rerum natura, quizá haya sido epicúreo e im ita d o r de L ucrecio. P ro b ab lem en te p e rte neció a la m ism a corriente A urelio O p ilio, lib erto de u n epicúreo; tras h a b e r enseñado filosofía, luego retó rica y, p o r ú ltim o , gram ática, cerró su escuela p a ra se g u ir a R u tilio R u fo a E sm irna, donde com puso varias obras, e n tre ellas M u sa ru m libri I X . Es m ás dudoso q u e haya profesado el epicureism o u n am igo de C icerón, L. P a p irio Peto. E stuvo más pró x im o a esa escuela q ue a otras, a u n q u e de h ech o n o haya p ertenecido a n in g u n a, T . P o m p o n io Á tico (n. en 109 a. C., de estirpe n o b ilí sima) , condiscípulo p rim ero y m ás tard e am igo ín tim o de C icerón, q u ie n le dedicó el D e am icitia y el D e se n ectu te y le escribió num erosas cartas, recogidas en d ie ciséis libros. V ivió en A tenas del año 87 al 65 (?), p a ra escapar a los peligros de las contiendas in testin as de R om a. E n las nuevas guerras civiles p erm aneció n e u tra l. F ue el p rim e r g ra n e d ito r de R om a. P ara sustraerse a u n a en ferm ed ad in cu rab le se dejó m o rir de h am b re a los seten ta y siete años. E scribió u n liber annalis, q u e co m p ren d ía to d a la h isto ria de R o m a desde los orígenes h asta su tiem po, y m encio n ab a reform as legislativas im p o rtan te s y obras literarias notables; tam b ién se hacía referencia en él a acontecim ientos históricos de otros pueblos, en especial de los griegos. P om ponio Á tico com puso adem ás m onografías genealógicas, u n tra b a jo en griego sobre el consulado de C icerón y versos p a ra p o n er al pie de re tra to s de personajes famosos. T a m b ié n estuvo m ás cerca del epicureism o q u e de o tras escuelas L. Saufeyo (n. ca. 110), q u ie n fue co n tem poráneo y am igo de P om p o n io Á tico y, como él, caballero ro m a n o y rico h o m b re de negocios. A igual q u e Ático, vivió largo tiem p o en A tenas p a ra dedicarse a los estudios filosóficos. P o r sus riquezas, los triu n v iro s lo incluyeron en las pros 46
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cripciones, p ero se salvó g ra d a s a la m ediación de Ático. C icerón lo m enciona como epicúreo y parece referirse a u n lib ro suyo. Se h a q u e rid o colocar e n tre los ep icú reos a J u lio C ésar p o rq u e en el discurso que, según Salustio, h a b ría p ro n u n c ia d o en el senado p a ra oponerse a la condena a m u erte de los cóm plices de C a tilin a niega la in m o rta lid a d del ánim a y los castigos de u ltra tu m b a . Pero no sabem os si aqu el discurso —que, de todos m odos, te n ía p o r fin a lid a d im p ed ir q u e se d iera m u e rte a los p a rtid a rio s de C a tilin a — refleja en re a lid a d su pensa m iento, o h a sta q u é p u n to lo hace. P erip atético con influencias estoicas y académ icas (es decir, ecléctico) fue M. P u p io Pisón C a lp u rn ian o , q u ie n triu n fó en E sp añ a en 69, fue cónsul en 61 y m u rió antes del año 45. Se lo calificó de elocuentísim o y m uy docto y escribió cinco libros Peri telón. A la a n tig u a A cadem ia (o sea, en realid ad , al eclecticismo con tendencias es toicas de A ntíoco de Ascalón) p erten ecía M. J u n io B ru to (n. 85 a. C .) , q u ie n precisam ente ad m itió teorías de rivadas del estoicismo. E n A tenas realizó estudios de retó rica y filosofía y tuvo com o m aestro de esta ú ltim a discip lin a a A ristón. Estuvo del lado de Pom peyo en la g u e rra civil y com batió en F arsalia p ero logró reconci liarse con César. A n u d ó entonces estrechos vínculos con C icerón, q u ie n le dedicó varias obras (B rutus, Paradoxa, O rator, D e fin ib u s, Tusculanae, D e natura d e o r u m ), y B ru to a su vez le dedicó el De( v irtu te . L egado p ro p re to r en las G alias (47-45), p re to r u rb a n o p a ra el a ñ o 44, p a rtic ip ó en la conjuración c o n tra César y fue u n o de sus m atadores. D erro tad o en F ilipos p o r O ctavio, se q u itó la vida (noviem bre de 4 2 ). F ue o ra d o r insigne y u n o d e los m ayores rep resen tan tes d el aticism o. E scribió car tas (en la correspondencia de C icerón nos q u e d a n ocho, dirigidas a é s te ), poesías y tres obras m orales. E n el D e v irtu te defen d ió la teo ría de q u e la v irtu d se b a sta a sí m ism a; en u n a o b ra Sobre los deberes fo rm u ló preceptos p a ra la conducta de los padres, los hijos, los herm anos;
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y en el D e p a tie n tia se ocupó de ésta. C icerón recu erd a a P u b lio y Cayo Selio y a T e trilio R ogo com o oyentes de F iló n de L arisa, p ero se ig n o ra si p ro fesaron sus doc trinas. L. T u b e ró n , a q u ie n E nesidem o dedicó sus D iscur sos pirronianos, fue adepto al escepticismo neoacadém ico; si, com o se piensa, es idéntico a L. E lio T u b e ró n , am igo ín tim o de C icerón (que elogia su carácter y c u ltu r a ) , a q u e lla o b ra d eb ería datarse alred ed o r o después de la m u e rte del o rad o r, en q u ie n m ucho influyó tam b ién el escepticism o d e la N u ev a A cadem ia. L. E lio T u b e ró n fue legado de Q. C icerón (procónsul de Asia en 61-58) ; en la’ g u e rra civil com batió, con su h ijo , del lado de los pom peyanos: am bos fu ero n am nistiados p o r César y vivieron e n R om a. T u b e ró n se d edicó a los estudios h is tóricos. Profesó tam b ién las doctrinas de la N u ev a A ca dem ia C. A u relio C ota y h acia ella m ostró inclinación, al parecer, Q. L u tacio C atu lo . E l p rim ero (n. h acia 120, m u e rto ca. 73 a. C.) fue trib u n o de la plebe en 91, vivió en el exilio del 91 al 82, obtuvo el consulado en 75 y fue, asim ism o, p o n tífice m áxim o. Se lo c u en ta e n tre los oradores m ás n otables de su tiem po. El segundo (n. ca. 150 a. C.) com b atió en N u m an cia (134-133) a las ó r denes de E scipión E m iliano, lo cual le dio acceso a su círculo; en 102 desem peñó el consulado con M ario y al año siguien te co m p artió con él la victo ria de Vercelas sobre los cim brios. Surgió entonces e n tre ellos u n a r i v alid ad q u e hizo d e M ario u n enem igo im placable p a ra C atu lo , el cual, tras haberse puesto de p a rte d el Senado, se vio obligado a envenenarse (87) p a ra sustraerse a la p e n a cap ital q u e lo esperaba. C om puso epigram as la ti nos y u n lib er de consulatu et de rebus gestis suis que, como sus discursos, m otivó elogios de Cicerón. T a l vez haya sido ig u alm en te ad ep to a la N u ev a A cadem ia L. F u rio Filo, q u ie n en 155 asistió a las lecciones de tres filósofos; en 136 llegó al consulado y o b tu v o la p ro v in cia de España. E n el D e R e p ú b lica de C icerón fig u ra como U8
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u n o de los principales oradores: se dice q u e te n ía la costum bre de d iscu tir el pro y el co n tra de todas las cuestiones. U n a p erso n alid ad b astan te destacada de este p e río do fue P. N igidio Figulo, senador en 63 a. C., p re to r en 58; sus consejos fueron tenidos m uy en cuen ta p o r C i cerón en el m om ento crítico de la conspiración de C a tilin a. P erteneció al b an d o de Pom peyo en la g u erra civil y tras la d e rro ta de aqu él vivió en el exilio y m u rió en la m ism a condición, p ro b ab lem en te en 45. E n la vida' política desem peñó siem pre u n p ap el secundario, pero se granjeó g ran ren o m b re p o r la a m p litu d de su saber; se lo consideró como el más docto de los rom anos, a la p a r de V arrón, q u ie n sin em bargo lo su p erab a con su c u ltu ra más vasta. Cicerón afirm a que a él se le debe el resurgim ien to del pitagorism o, m u erto desde m ucho tiem po atrás como d o ctrin a filosófica; pero en realid ad h ab ía reaparecid o como neopitagorism o en A lejan d ría, y tan to es así que a esta tendencia perten eció Bolos de M endes (o Bolos D em ocrito) en el siglo in a. C., p o r lo cual la’ afirm ación de C icerón debe restringirse al m u n d o ro m ano. N igidio Figulo h ab ía re u n id o a su alrededor u n círculo pitagórico, lo que p erm itió a sus enem igos h a b la r de u n a factio; su esfuerzo p o r fu n d ir las enseñanzas de Pitágoras (en q u ien veía' u n m aestro de verdades filosófico-religiosas, de astronom ía y de ciencias ocultas) con creencias no solo rom anas sino etruscas y orientales, especialm ente babilónicas, suscitó la acusación de in fi d elidad a la relig ió n del Estado. Al parecer cultivó la astrologia y la m agia y p red ijo al p a d re de O ctavio q u e su hijo, recién nacido entonces, d o m in a ría el m u ndo. De él se m en cio n an las siguientes obras: C o m m entarii gram m atici en veintinueve libros p o r lo m enos; D e gestu (u n a m on o g rafía retórica) ; D e dis, del cual se cita el lib ro diecinueve, constituye la p rim e ra ten tativ a de des crib ir todo el p a n te ó n ro m an o y precede a u n a obra sim ilar de V arrón, q u e oscureció su recuerdo; se advier 49
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ten en ella in tu icio n es estoicas, p ero resu lta dudoso el in flu jo de P osidonio, percibiéndose claram ente, p o r el co n trario , las influ en cias etruscas y astrológicas; D e extis, q u e debía v ersar sobre el arte de los augures etruscos; A u g u riu m p riv a tu m , en dos o m ás libros. N o se le puede a trib u ir con seg u rid ad u n lib ro Sobre la interpretación de los sueños. U n trab ajo D e ven tis co m p ren d ía p o r lo m enos cu atro libros. Se cita el cu arto lib ro de u n a o b ra D e an im a lib u s y el cu arto de u n D e h o m in u m natura. P ro b ab lem en te com puso u n D e terris, q u e sería u n a obra de geografía astrológica. L a Sphaera e ra u n a o b ra de astro n o m ía y de astrologia y que, según parece, com p re n d ía u n a Sphaera graecanica (descripción de las cons telaciones griegas) y u n a Sphaera barbarica (descripción de las de los p ueblos n o helenos) ; es p ro b a b le q u e in* cluyera predicciones astrológicas. Las tendencias m ísticas, religiosas y supersticiosas q u e d o m in a ro n a' N ig id io Figulo h a b ría n de p ersistir en todo el n eopitagorism o posterior. L a co rrien te p itag ó rica h a lló u n favorecedor en V a tinio, a q u ie n C icerón (que luego se reconcilió con él) acusó de servirse del n o m b re de P itágoras p a ra cu b rir m onstruosid ad es nefandas. Es posible q u e tam b ién haya p erten ecid o a la' m ism a escuela el h isto ria d o r C. Salustio C rispo (n. en A m itern o en 86 a. C., m. ca. 35 ). T rib u n o de la plebe en 52, senador, fue expulsado del Senado en el año 50 p o r m otivos m orales, y p ro b ab lem en te p o r ser p a rtid a rio de César, q u ie n lo n o m b ró cuestor (5 1 ), p re to r en la g u e rra african a y procónsul de N u m id ia (45). D espués de la m u e rte de César ab an d o n ó la v id a p ú blica p a ra dedicarse p o r entero a los estudios históricos (La conjuración de Catilina, L a guerra de Y u g u rta , Las h isto ria s). Se lo acusó de com plicidad en los sacrilegios d e N igidio Figulo; y ciertam ente en sus obras suele in sistir en la oposición en tre el alm a y el cuerpo, h a b la d e u n a v o lu n ta d d ivina q u e vigila la cond u cta de los 50
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m ortales y alu d e a sanciones en el m ás allá. P o r eso es p ro b ab le q u e d eb a identificarse con el h isto ria d o r al Salustio q u e escribió u n E m pedoclea p a ra ex p o n er las doctrinas d el filósofo de A grigento, teñidas de p itago rism o. Sexto C lodio, siciliano, ré to r y m aestro d e l triu n viro A ntonio, escribió u n lib ro en griego sobre los d io ses y verosím ilm ente com puso tam b ién u n a o b ra co ntra los enem igos de la alim en tació n con carne (los p ita g ó ricos) , pero no podem os decir a q u é tend en cia p ertenecía. H u b o algunos hom bres ilustres en quienes, sin ser filósofos, los problem as de la filosofía d esp ertaro n vivo interés. E n tre ellos se cuenta L ucilio, m iem b ro d el círcu lo de los Escipiones, nacido h acia 180 en Suesa A u runca, de fam ilia rica y distin g u id a. T u v o u n h erm an o q u e fue senador y abuelo m atern o de Pom peyo. Im p reg n ad o de la c u ltu ra griega, la debe h a b e r conocido en la Ita lia m erid io n al y en R om a, donde pasó la m ayor p a rte de su vida; quizá residió tam bién en A tenas. P articip ó como caballero en la g u erra con tra N u m an cia, a las órdenes de E scipión E m iliano, a q u ie n lo lig ab an ya vínculos estrechos; posterio rm en te h a b ría de apoyar con vigor la acción po lítica de aquél. N o solo form ó p a rte d el círculo d e los Escipiones sino tam b ién de u n ám b ito más vasto. Sin d u d a fue am igo del neoacadém ico C litóm aco, q u ien le dedicó u n libro. M u rió en N ápoles el año 102. Es cribió tre in ta libros de sátiras —de los cuales q u e d a n fragm entos—, com puestas desde 132-131 h asta la época de su m u erte. E n ellas describe y critica la v id a rom ana' d e su tiem po; le interesan especialm ente las cuestiones políticas, pero fue juez severo de los vicios de entonces. Se ocupó m u ch o de problem as gram aticales, retóricos y literarios, pero tam b ién se interesó p o r la filosofía, a la cual tiene q u e h a b e r dedicado u n a sátira. L a fo rm a y el co nten id o de sus obras revelan la in flu en cia de la filosofía p o p u la r del cinism o de B íon y de M enipo. U n am p lio fragm ento en el cual se p in ta la a n tig u a v irtu d ro m an a deriva, según unos, de Panecio, y según otros 51
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de C leantes; con todo, algún h isto riad o r p one a L ucilio en relació n con la A cadem ia. L. L icin io Craso y L. L icinio L úculo n o fu ero n filó sofos y m u ch o m enos p artid ario s de u n a co rrien te de term in ad a sino personas cultas con intereses filosóficos. El prim ero (n. 140, m. 91 a. C .) , u n o de los oradores m ás famosos de su tiem po, fue trib u n o de la pleb e en 107, cónsul en 95, p rocónsul de la G alia C isalp in a en 94, censor en 92. Según C icerón, m an tu v o relaciones es trechas con filósofos y con hom bres a quienes apasiona b a n los pro b lem as d e la filosofía, com o el p erip atético Staseas, el epicúreo Veleyo y el estoico M. V igelio, dis c íp u lo de Panecio. L ú cu lo (n. ca. ¿117?, m . ¿57?), que se distingu ió en la g u e rra social como trib u n u s m ilitu m , h a b ie n d o recib id o —como procuestor a las órdenes de Sila, en la g u e rra c o n tra M itrid ates— el encargo de tras ladarse de G recia a C irenaica y E gipto p a ra re u n ir u n a flota, quiso te n e r ju n to a sí, en aquel peligroso viaje p o r m ar, a A ntíoco de Ascalón. P re to r en 77, p ro p re to r en Á frica en 76, cónsul en 74, obtuvo el g obierno p ro consular de C ilia y la dirección de la g u e rra co n tra M i tridates y d erro tó p rim e ro a éste y luego a su aliado T ig ran es, rey de A rm enia. E n los siete años (74-67) que d u ró su com ando venció con escasas fuerzas a grandes ejércitos enem igos; p ero d ebido al descontento de sus soldados las cosas em peo raro n y sus adversarios lo h i cieron lla m a r a R o m a (6 6 ), d onde solo tres años des pués se le concedió el triu n fo . L úcu lo co n trib u y ó en alto grado a la in tro d u cció n de la c u ltu ra helen ística en R om a; fue o rad o r, h isto ria d o r (escribió u n a o b ra en g rie g o sobre la g u e rra so c ia l), sin tió g ran interés p o r la filosofía, h a sta el p u n to de re q u e rir, sea como p ro cuestor o com o p rocónsul, la co m pañía de A ntíoco, y consolarse con los estudios filosóficos de sus desventuras políticas. T a m b ié n se interesó m ucho p o r la filosofía u n a am iga de C icerón, Cerelia. D e N ig id io Figulo y de m uchos de los autores n om 52
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brados solo q u e d a n testim onios; de algunos otros nos h a n llegado unos pocos fragm entos. E n el p rim e r caso se en c u en tra el m ism o N ig id io Figulo, la p rin c ip a l de las figuras m enores. Poseemos, en cam bio, las obras de L u crecio, el p o eta del epicureism o, y de C icerón, re p re sen tan te del eclecticismo; tenemos, asimismo, fragm entos bastan te num erosos de los escritos de in terés filosófico de o tro ecléctico, T eren cio V arrón. Éste es u n a figura notable, a u n q u e de segundo orden. Los dos prim eros, Lucrecio y C icerón, son in co m p arab lem en te superiores a todos los demás.
C a p ít u l o I I
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N o sabem os casi n a d a de la v id a de L ucrecio Caro. Son inciertas ta n to la fecha del n acim iento, q u e oscila de 99 a 95 a. C., com o la de la m u erte —55 a 51 a. C.—, acaecida cu an d o el p o eta te n ía cu aren ta y c u a tro años. T am p o co se conoce con seguridad el lu g a r en q u e nació. C. D elia V alle h a sostenido recientem ente q u e era pompeyano, p ero a u n q u e este investigador h a d efen d id o con pasión su tesis, n o podem os decir que la dem ostrase. Se g ú n u n a referen cia de San Jeró n im o , q u e se sup o n e to m ad a de Suetonio, L ucrecio, enloquecido p o r u n filtro de am or, escribió en sus intervalos de lucidez algunos libros (es decir, el p o e m a ), y h a b ría term in ad o suici dándose; m as las o piniones sobre el valo r de este testi m onio son discrepantes. Se h a afirm ad o q u e L ucrecio era de origen h u m ild e ; p ro b ab lem en te sin razón, pues al m enos u n a ra m a de la gens L ucrecia p erten ecía a la aristocracia y tam b ién form aba p a rte de ésta u n M em io (identificad o g en eralm en te con aqu el C. M em io del que h a b la C atu lo ) al cu al dedicó el poem a Lucrecio, q u ien al p arecer n o solo gozaba de su protección sino adem ás 54
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de su am istad. San Jeró n im o dice q u e después de la m u erte d el a u to r la obra fue corregida p o r C icerón (q u ien se refiere elogiosam ente a ella en u n a carta a su herm an o Q u in to , escrita en el año 5 4 ), lo cual p o siblem ente alu d a a u n a edición p re p a ra d a p o r el orador. Sin d u d a L ucrecio no hizo la revisión d efin itiv a del poem a pero las repeticiones y otros rastros q u e h a n q u e dado de esa circunstancia hacen pensar, precisam ente, que las correcciones de C icerón fuero n en todo caso m uy lim itadas. E n el Dev rerum natura, L ucrecio expuso doctrinas epicúreas con u n a fidelidad q u e las investigaciones re cientes no h a n hecho sino confirm ar, y gracias a él te nem os referencias a aspectos de la enseñanza del m aestro sobre los cuales carecemos de otros testim onios. Pero tam b ién tom ó ideas de otras fuentes. Lucrecio ve y exalta en E p icu ro a aquel q u e liberó a los h o m b res del in flu jo funesto de la religión, ya q u e al hacer conocer la v erdad era n atu raleza de las cosas disipó las opiniones supersticiosas q u e p e rtu rb a n la vida o sea la convicción de que los dioses intervienen de m odo hostil en la exis tencia h u m a n a y el terro r de la m u erte, p ro d u cto de u n a concepción pusilán im e del m ás allá. A L ucrecio le in teresa especialm ente, en la filosofía epicúrea, esta fu n ción de p ro c u ra r tra n q u ilid a d a la v ida del hom bre, lo cual se com prende m ejor si recordam os q u e las feroces luchas políticas de su tiem po estaban acom pañadas p o r u n a p ro fu n d a crisis religiosa, reflejad a en la d ifusión de las m ás variadas supersticiones y en la adhesión a cultos orientales y a disciplinas ocultistas como la as trologia y la m agia. P or el contrario , en el poem a ape nas si se alu d e fugazm ente a la ética' v erd ad era y a u té n tica del m aestro, a pesar de q u e p o r lo gen eral h a atraíd o la atención tan to de los p artid ario s de la escuela epi cúrea' como de sus enemigos. L a pasión severa p ero a r d ien te qu e L ucrecio p o n e de m anifiesto en su polém ica antirreligio sa confiere a la o b ra u n a g e n u in a religiosi 55
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d ad sui generis. P ero él, al m ism o tiem po (y esto se halla sugerido a q u í y allá, más q u e ex p re sa d o ), se vol vía ap asio n ad am en te hacia la filosofía p a ra evadirse de las luchas y las in dignidades de la v ida p o lítica de su época, p o r la cual, sin em bargo, no d ejaba de sen tir in terés, ya q u e n o era in d iferen te al destino de su pueblo. El po em a com prende seis libros. E n el p rim ero se hab la de los átom os y el vacío com o principios de todas las cosas; el lib ro segundo se refiere al m ovim iento cíe los átom os y a los com puestos perceptibles que de éstos resu ltan ; los libros tercero y cuarto se o cu p an del hom bre (en p a rtic u la r, el lib ro tercero h ab la del alm a y de su n atu ra le z a m o rta l y el cuarto tra ta de los sentidos y sus objetos) ; el q u in to libro se refiere a la form ación del m u n d o , al o rigen de los seres vivientes y a la historia de la civilización; el sexto considera algunos fenóm enos natu rales p a rtic u la rm en te notables. Como el ordenamien-_ to actual del p oem a se ju stifica p o r razones estéticas, no hay m otivos suficientes p a ra a d m itir q u e originalm ente haya existido o tro d istin to (I, II, V, VI, I I I , IV o, como alguien lo sostiene, I, II, V, V I, IV, I I I ) . N o obstante, la exposición del pensam ien to filosófico req u iere que del h o m b re (III, IV) hablem os en ú ltim o térm ino. E l p u n to de p a rtid a de la construcción se en cu en tra en las dos proposiciones siguientes: 1) N o hay cosa a l guna' q u e p rovenga de la n a d a (contra la creencia gene ra l de los hom bres, quienes, al ver que suceden m uchas cosas cuyas causas desconocen, las atrib u y en a la acción de u n a D iv in id a d y p o r eso son presas del te rro r d elante de ella) ; 2) N o hay cosa a !g u n a que se resuelva en la nada. N in g ú n ser perece realm ente, n in g u n o se crea, p o rq u e el n acim ien to de u n o tiene como condición la m u erte de o tro. P o r ello es preciso a d m itir q u e los cuer pos visibles re su lta n de prim eros elem entos invisibles; y como la re a lid a d p resen ta procesos de m ovim iento, es necesario q u e exista tam b ién el vacío en el cual aquéllos 56
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están colocados y q u e constituye la condición de los mismos. Con respecto a los cuerpos hay q u e d istin g u ir en tre los princip io s prim eros de las cosas y sus funciones. A q u é llos son indestructibles y eternos p o r su solidez, o sea p o rq u e no incluyen el vacío; p o r eso sus partes h o m o géneas son indivisibles. Es decir, son átom os y su ex tre m ada pequeñez los hace im perceptibles. E l vacío en el que se m ueven etern am en te los principios o átom os es in fin ito y el n ú m ero de ellos es ilim itad o . El o rd en a m iento actu al de las cosas h a sido precedido p o r proce sos de m ovim iento y com binación de átom os de todo tipo, que h a n dado p o r resultado las condiciones ac tuales. B astará reco rd ar algunos conceptos sobre el estudio de los m ovim ientos incesantes de los átom os, de la fuer za que los d eterm in a y de los efectos q u e p ro v ien en de ellos. Los princip io s de las cosas se m ueven p o r su p ro p io peso o p o r el choque de otros átom os. U n m o vim iento de p a rtic u la r im p o rtan cia es el clinám en, ,-es decir, la desviación que sufren los átom os respecto del m ovim iento rectilíneo d eterm in ad o p o r su peso; en este p u n to , E picuro, seguido p o r L ucrecio, se opone cierta m en te a D em ocrito y, en rigor, a todos los filósofos de la antigüed ad . E n u n m om ento de tiem po y en u n p u n to del espacio in determ inados los átom os deb en apartarse m uy ligeram ente de la vertical, pues de o tro m odo no p o d ría n chocar en tre sí, y la n atu raleza jam ás h a b ría engendrad o nada, todo estaría som etido a las leyes del destino y no existiría esa lib ertad , p ro p ia de todos los seres anim ados, en v irtu d de la cual su v o lu n ta d dirige los m ovim ientos q u e efectúan. Y com o tal facu ltad nos es in h eren te, es preciso que derive de u n a causa n a tu ra l análoga en los gérm enes de las cosas, ya q u e n o hay nada que p u ed a nacer de la nada. P or esta razón, tanto la cualidad to tal de la m ateria como la del m ovim iento perm anecen etern am en te idénticas; pero m uchos movi57
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m iem os son invisibles d ebido a la pequeñez de los á to mos. Éstos p resen tan form as diversas, siendo ta l varie dad, así com o las diferencias de tam añ o d e n tro de su pequeñez, lo q u e p erm ite ex p licar las p ropiedades sen sibles de las cosas. P ero la v aried ad de form as de los p rin cip io s es fin ita , a u n q u e el n ú m ero de átom os de form a sem ejante es in fin ito ; y p o r ser infinitos, hay en la e tern id a d u n a lu ch a c o n tin u a en tre las fuerzas vitales y las opuestas, de m odo tal q u e a veces p re p o n d era n unas y a veces otras, y las m uertes y los nacim ientos se entrem ezclan. T o d o cuerpo resu lta de varios principios diversos; p ero n o todas las com binaciones p u ed en p ro ducirse, n i su n ú m ero es in fin ito , pues de o tro modo se e n g e n d ra rían seres m onstruosos. Los átom os n o tien en colores: éstos p ro ced en de las d istin tas form as de aqué llos, de sus posiciones y de los m ovim ientos q u e se co m u n ica n unos a otros. Y lo m ism o cabe decir con res pecto al calor, el frío, los sabores, los olores, los sonidos. E n general, n a d a de lo q u e es perecedero (como las p ropiedad es sensibles) p u ed e atrib u irse a los principios, si se q u iere q u e las cosas ten g an fu n d am en to s in m o r tales. Los seres provistos de sentidos están form ados p o r p rin cip io s n o sensibles, según lo dem u estran m últiples hechos: de los huevos, p o r ejem plo, proceden los polluelos. Si en el espacio in fin ito se m ueven etern am en te y de las m ás diversas m aneras, in n u m erab les gérm enes de las cosas, n o podem os p en sar que solo h ay an sido creados este cielo y esta T ie rra ; deben existir otros agrupam ientos cie m a te ria sem ejantes al n u estro y en otras partes del universo h a b rá otras T ie rra s en las q u e deben vivir seres h u m an o s y diferentes especies de fieras. Pero todo ello sucede p o r la' acción libre y esp o n tán ea de la natu raleza, sin in terv en ció n de fuerzas divinas. Y así com o n u estro m u n d o nace y crece, gracias a los cuerpos que desde fu era v ienen a agregarse a los cuerpos sim i lares q u e en él se en cu en tran , así tam b ién envejece: ya en n u e stra época tiene las fuerzas d eb ilitad as y asis 58
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tim os a la esterilid ad progresiva de la T ie rra , q u e crea y produce cada vez m enos. C om o todas las cosas, n u estro m u n d o tam b ién se encam ina h acia el fin. E n el lib ro V L ucrecio, al considerar el o rigen de n u estro m u n d o (la T ie rra y los cuerpos celestes q u e la circundan ) y de los seres vivientes, se ocu p a especial m en te del h o m b re, de la lengua, de la relig ió n y del desarrollo de la civilización h u m an a. El m u n d o es p e recedero, la T ie rra y los cuerpos celestes q u e la ro d ea n n o están anim ados y p o r ello n o son guiados en sus m ovim ientos p o r u n a m ente divina, sino p o r la n a tu raleza. Los dioses tien en cuerpos tenues e intan g ibles y sus m oradas son de las mism as características; p o r eso están situadas fu era de nuestro m u n d o (en los in ter m u n d ia ) . Los dioses no h a n form ado el m u n d o p a ra los hom bres, afirm ación de la q u e L ucrecio ofrece n u m erosas pru eb as, y en tre ellas la de q u e son dem asiados los defectos del m u n d o con relación a las necesidades del h o m b re y m ísera en exceso es la condición h u m a n a como p a ra p en sar en u n a prod u cció n divina. E l m u n d o no es perenne, sino q u e está solam ente en sus comien-1 zos, según lo in d ican los progresos de las artes y las ciencias. E l m u n d o no fue form ad o p o rq u e los p rin c i pios de las cosas ten d ieran h acia u n fin sino m erced a su am o n to n am ien to fo rtu ito , d eterm in ad o p o r los m o vim ientos de todo tip o debidos a su peso. L a situ ación actu al h a sido precedida p o r com binaciones y m ovim ien tos de todo género, a p a rtir de u n estado en el q u e todo era confuso e inform e. Siguiendo a su m aestro, L ucrecio presen ta en este estudio cosmológico diversas explica ciones posibles de los mismos hechos, sin investigar cuál p u ed e ser preferible. A l h a b la r de la form ación, de los seres vivientes, Lucrecio, volviendo a u n a teoría* q u e procede de Em pédocles, afirm a q u e la T ie rra p ro d u jo p rim eram en te m u chos anim ales m onstruosos que perecieron, sea p o rq u e no eran capaces de reproducirse, sea p o rq u e n o p o d ía n 59
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defenderse p o r sí mismos n i lograr la p rotección del h om bre. C on todo, jam ás se p ro d u je ro n m onstruos com puestos p o r m iem bros de especies diversas, p o rq u e todas las cosas se su je ta n a leyes establecidas p o r la naturaleza. L a v ida del h o m b re era en u n p rin c ip io u n a vida salvaje y la civilización se h a desarrollado gradualm ente. E l lenguaje n o es p ro d u cto de convenciones a rb itrarias; se h a form ad o p a rtie n d o de sonidos n aturales. E l origen de la relig ió n y el culto debe buscarse en la circuns tancia de q u e los hom bres h a n tenido, especialm ente en los sueños, visiones de seres m ás herm osos y m ás fu er tes q u e ellos, a los cuales h a n a trib u id o vida p erenne y feliz y los h a n hecho autores del o rd en am ien to de les cielos, del cu al desconocían las causas. P or eso supusie ro n que todo d ep en d ía de la v o lu n ta d de los dioses, cu yas m oradas colocaron en el cielo. Pero al a trib u ir a los dioses estas acciones y creerlos susceptibles, adem ás, de cóleras trem endas ¡cuántos males se h a p ro cu rado la desdichada especie hum an a! Así se h a engendrado el te rro r de la in terv en ció n d iv in a en el curso de la n a turaleza. G ra d u a lm e n te se h iciero n descubrim ientos ven tajosos p a ra la v ida y se form aro n y d esarrollaron las institucio n es sociales, las artes útiles y bellas y las cien cias, pero al m ism o tiem po se en g en d raro n codicias, am biciones, guerras, de tal suerte que la h u m a n id a d tra jin a siem pre en v ano p o rq u e ignora cu ál es el lím ite del goce y h asta q u é p u n to pued e a u m e n ta r el placer verdadero. Se hace evidente a q u í u n a n o ta de pesim ism o que, p o r lo dem ás, no falta en E picuro. E n el lib ro VI L ucrecio q u iere d a r la explicación de hechos de difícil in te rp re ta c ió n q u e se presen tan en la T ie rra y sobre todo en el cielo, y de los cuales, p o r ig norancia de las causas, los hom bres consideran autores a los dioses, a quienes conciben así como amos crueles, cuando en rea lid ad llevan u n a v ida libre de cuidados y n o se o cupan de las cuestiones hum an as; con tal in ten ció n h ab la de los fenóm enos celestes, en tre los cuales incluye los m e 60
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teorológicos (en esta p arte hay afirm aciones q u e proce den de T eo frasto y P o sid o n io ), de los terrem otos, de las erupciones volcánicas, de las inundaciones del N ilo y de otros fenóm enos curiosos de la natu raleza; se re fiere tam b ién a las causas de las enferm edades y cierra el poem a con la descripción, conform e a T u cíd id es, de la peste q u e asoló a A tenas en la época de la g u erra del Peloponeso. Pero, como ya dijim os, hem os alterad o el orden de la exposición a fin de ten er reu n id as las doc trinas n atu ralistas. El lib ro tercero com ienza su exposición de lo refe ren te al h o m b re con el estudio de la actividad esp iritu al o m ente (a n im u s) y de la fuerza v ital (anim a) , con el p ropósito de d isip ar los terrores del A q u ero n te, q u e p e r tu rb a n y enven en an la existencia. Del m iedo a la m u e r te provienen en g ran p arte los yerros de los hom bres, q ue se vuelven crim inales p o r el ansia de riquezas y de honores, p o rq u e sin éstos consideran a la vida como u n a estada tra n sito ria fren te a las p u ertas del T á rta ro . E l terro r a la m u erte induce a los hom bres a traicio n ar a la p atria, a sus padres, a sus amigos, y a veces h asta les liace o d iar la vida y los m ueve a quitársela. P or ello es preciso hacer desaparecer del alm a ese te rro r y esas ti nieblas m ed ian te la visión y la in te rp re ta ció n de la n a turaleza. Y en p rim e r térm ino hay q u e d ejar sentado que la m en te o esp íritu que g obierna la v id a y el alm a son partes del cuerpo lo m ism o q u e la m an o o el pie. A m bos están ín tim am en te unidos y form an u n a sola sus tancia; pero la m ente, cuya sede es el pecho (pues allí residen, en efecto, el tem or y la a le g ría ), todo lo dirige, en ta n to q u e el alm a, dispersa en todo el cuerpo, se m ueve a im pulsos de aquélla. E l esp íritu p u ed e conocer y alegrarse o su frir solo, y m oviendo al alm a o b ra sobre el cuerpo. Pero de esto y del hecho de q u e el e sp íritu sufre las im presiones del cuerpo, resulta q u e tan to aquél como el alm a tien en n atu raleza corpórea. Y como la m ente es rap id ísim a, debe estar com puesta de gérm enes 61
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(elem entos) red ondeados y dim inutos. Pero la sustancia d e la m en te y el alm a no es sim ple sino com puesta p o r c u a tro p rin cip io s: v apor, calor, aire y u n c u a rto carente de n om bre, la sustancia más m óvil y ten u e q u e puede darse, fo rm ad a p o r los elem entos más pequeños y más lisos, y q u e p o n e en m ovim iento a los otros tres p rin cipios. E sta sustancia, q u e in icia los m ovim ientos de la sensación y los com unica a los otros elem entos, está p ro fu n d a m e n te escondida en el in te rio r de n u estro cuerpo, constituye el alm a de toda el alm a y g o b iern a al orga nism o en tero . L a to ta lid a d del cuerpo sirve de p rotec ción a la sustancia d el alm a, la cual, a su vez, protege a aq u él y d e te rm in a su salud, pues am bos están ín ti m am ente u n id o s y no p u ed en separarse sin perecer: tie n e n el m ism o o rigen y u n a vida com ún. Sin el alm a, el cuerpo n o p u e d e subsistir después de la m u erte y el alm a sin él n o p u ed e sentir, p o rq u e el sentido d epende de la co n ju n ció n de los m ovim ientos de am bos. Pero m ás q u e el alm a es el esp íritu el q u e d o m in a la vida, pues cu a n d o está ausente el alm a lo sigue en su fuga d e l cuerpo, el cu al es presa de la m u e rte m ien tras a q u é lla se disipa en el aire. E n todos los seres anim ados la m en te y el alm a nacen y m u eren y sobre su m o rta lid a d L ucrecio insiste largam ente, esforzándose p o r acu m ular pruebas, basadas sobre todo en la conexión de aquéllas con el cu erp o y con las condiciones de éste. P o r o tra p arte , si el alm a fu era in m o rta l d eb ería reco rd ar su exis tencia a n te rio r y las acciones q u e h a llevado a cabo. Si el alm a p a sa ra de u n cuerpo a o tro n o se explicaría la transm isió n h e re d ita ria de los caracteres p ro p io s de las diversas especies anim ales, com o la violencia de los leo nes y el tem o r d e los ciervos, y no se co m p ren d ería p o r q u é ciertas a p titu d e s solo se fo rm an con el transcurso del tiem po. Y luego, ¿cómo es posible q u e u n ser in m o rta l y p e re n n e p u e d a u n irse a u n a n atu raleza m ortal? A dem ás, solo p u e d e n d u ra r e tern am en te los cuerpos só lidos e im p en etrab les como los átom os o lo que, como 62
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el vacío, perm anece in tan g ib le y no tien e q u e so p o rtar choques, o aq u ello que, com o el universo, n o está con ten id o en u n lu g ar d o n d e las cosas p u e d a n disolverse n i hay cuerpos capaces de chocar con él y disgregarlo, m ientras q u e el alm a no satisface n in g u n a de estas con diciones. D e ello se sigue qu e, siendo m o rta l la su b stan cia del alm a, la m u erte es algo q u e no nos atañ e en ab soluto; y así com o antes de nacer n o sentim os pesar alguno cu an d o los cartagineses am enazaban d e stru ir a R o m a, del m ism o m odo n ad a p o d rá afectarnos cu ando hayam os d ejad o de existir. Es preciso com prender, pues, q u e nada debem os tem er de la m uerte, ya q u e el que n o es no p u ed e ser desdichado. P or eso, el q u e se aflige p o r lo que h a de su frir su cadáver después de la m u erte y considera q u e ya no h a b rá de d isfru ta r las alegrías de la vida, está pensando, au n sin darse cabal cu en ta de ello, que algo existirá de él todavía. P o r o tra parte, aquellos que, aducien d o la fugacidad de las alegrías h u m anas, in c ita n a buscar el goce en el vino (los epicúreos vulgares) n o adv ierten q u e después de la m u erte ya np te n d rá n sed. Si la N atu raleza m ism a d ije ra a alguno de nosotros: “Si has p o d id o d isfru ta r en el pasado ¿por qué no te retiras de la vida, como u n convidado satisfecho? Si, p o r el co n trario , tu existencia h a estado llena de su frim ientos ¿por q u é quieres prolo n g arla, cu ando yo no p u e d o in v e n ta r n a d a nuevo p a ra com placerte y las cosas p erm anecen siem pre igual?” , el in te rp e la d o solo p o d ría resp o n d er q u e aq u élla tiene razón. Las generaciones se suceden, d ejan d o el lu g a r a las q u e siguen; la v id a no h a sido d a d a en p ro p ie d a d a n in g u n o sino q u e h a sido concedida a todos p a ra que h agan uso de ella. E n la e tern id ad q u e h a precedido a nuestro n acim ien to la n a turaleza nos m u estra el espejo de lo q u e será el fu tu ro después q u e hayam os m u erto : y en ello n o hay n ad a d e h o rrible, incluso es más tra n q u ilo q u e cu alq u ier sue ño. D el m ism o m odo, los horrores del A q u ero n te se d an todos en n u estra vida: a q u í to rtu ra n a los m ortales el' 63
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vano te rro r de los dioses y el tem or a los golpes del destino, a q u í los consum en el am or y los celos y éstos son los torm entos q u e nos h a n hecho im ag in ar las penas de u ltra tu m b a . E n esta vida existen trem endos castigos p a ra los grandes crím enes, y a u n sin aquéllos el alm a consciente de sus delitos se fustiga a sí m ism a y tem e que sus m ales se agraven con la m uerte. P o r ú ltim o, la vida de los necios se vuelve, aq u í, u n infierno. P o r otra p arte , todos, h a sta los más poderosos, h asta los más sa bios —com o E p ic u ro —, h a n sido alcanzados p o r la m u e r te: ¿por qué, entonces, h a b ría de in d ig n a r ésta a quienes son m uy inferio res a aquéllos? Si los hom bres p u d ie ra n conocer la causa del m al q u e pesa sobre sus corazones, no v iv irían ig n o ra n d o lo q u e qu ieren , como hacen los más, n i tra ta ría n siem pre de cam biar cie lu g ar y de con dición p a ra h u ir de sí mismos; p o r el contrario, se es fo rzarían p o r conocer la n atu raleza de las cosas, ya q u e lo único sujeto a discusión es la etern id ad , el estado en q u e todos los m ortales deb en p erm anecer tras la m uerte. Y si todos tie n e n señalado el fin de su vida, q u e está pró x im o y es in ev itab le, ¿por q u é sen tir ta n to tem or en los peligros? A dem ás, siem pre damos v u elta alrededor del m ism o p u n to , sin que podam os, viviendo, p ro c u rar nos n in g ú n p lacer nuevo. F inalm en te, p o r larga que sea n u estra vida siem pre es u n a n ad a con respecto al tiem po ilim itad o q u e seguirá a n u e stra m u erte. El lib ro cu arto trata, en p rim e r térm ino, acerca de ios sentidos y sus objetos y luego ele los conocim ientos de la m ente. Comienza' con el estudio de los fenóm enos de la visión, q u e L ucrecio —siguiendo u n a teoría origi n a ria ele Empéclocles, a u n q u e E picuro la recibió de D e m ocrito y L eu cip o — explica m ed ian te im ágenes d im in u tas (eídola, effigies, im agines, sim ulacra) constituidas p o r átom os q u e em an an de los objetos. D ebido a su m i nú scula estru ctu ra, u n a im agen aislada no p u ed e verse con los ojos, q u e solo p erciben u n a sucesión in creíble m e n te rá p id a de sim ulacros. D e m an era sim ilar se ex 6.4
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p lic a n los olores, sabores y sonidos: se tra ta de procesos de contacto afines a los d el tacto. Los errores q u e se a trib u y e n a los sentidos proceden de la m ente; así, p o r ejem plo, u n a to rre cu ad rad a vista desde lejos parece re d o n d a p o rq u e d u ra n te el trayecto q u e d e b en reco rrer sus im ágenes el aire les desgasta los ángulos; en este y otros casos análogos n o son los sentidos los q u e en g añan, sino la m ente, q u e añade sus pro p ias o piniones a los datos sensibles. E l concepto de la v erd ad tu v o o rigen en los sentidos, q u e no se p u e d e n rechazar p o rq u e sería preciso su stitu irlo s p o r alg ú n o tro [criterio] m ás digno de fe, capaz de re fu ta r lo falso m ed ian te lo verdadero; p e ro ¿acaso hay algo m ás dig n o de fe q u e los sentidos? N o p o r cierto el razonam iento, q u e deriva de éstos y q u e, p o r ende, si ellos son falsos, es tam b ién él falso; y u n sentido n o p u ed e re fu ta r a o tro p o rq u e cada u n o tiene su fu n ció n p a rtic u la r y debe d ecid ir acerca de d e term inadas p ropiedades de las cosas. T a m p o c o p u e d en refu tarse los sentidos a sí m ism os en m om entos sucesivos p o rq u e siem pre m erecen igual crédito, y lo q u e en cada ocasión les h a parecido verdadero es verdadero. Si se niega fe a los sentidos, no solo resu lta d estru id a la ta? zón sino la v ida m ism a. Pero tam b ién la m en te tiene conocim ientos q u e le son propios. M uchas p equeñas im á genes se m ueven en todas direcciones y, com o son m uy tenues, se co m b in an fácilm ente; son ellas las que, al p e n e tra r p o r los intersticios del cuerpo y ex citar la sus tancia de la m ente, hacen q u e veamos m onstruos y fi guras de m uertos. Lo m ism o sucede en los sueños; en este caso los sentidos están obstruidos y reposan y no pu ed e n re fu ta r lo falso con la verdad, y tam poco la m e m oria, qu e languidece, es capaz de d esm en tir aquellas visiones reco rd an d o q u e aqu el q u e la m e n te cree ver vivo está m uerto . Los m ovim ientos del cuerpo se explican del siguien te m odo: pequeñas im ágenes de m ovim iento van a go lp ear la m ente y se p roduce la v o lu n ta d de m over el cu erp o ; la m ente obra entonces sobre el alm a, 65
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la cual m ueve el cuerpo. El lib ro IV se c ierra con la descripción del am or, q u e está d eterm in ad o p o r el im pulso sexual, fu ro r siem pre insatisfecho q u e trae dolo res, torm en to s, celos. E l análisis del poem a de L ucrecio m u estra q u e éste no tra ta d ire c ta m e n te y de m o d o sistem ático los p ro blem as m orales, q u e ta n ta im p o rtan cia te n ía n en la obra de E picuro. E n u n pasaje del lib ro I I (versos 15 y ss.) se re p ite la tesis fu n d a m e n ta l d el m aestro de q ue la natu ra lez a solo reclam a u n cuerpo lib re de d o lo r y en el alm a u n sen tim ien to de alegría exento de cuidados y tem ores, y se afirm a q u e el cuerpo tiene pocas nece sidades, pues todo lo q u e q u ita el d o lo r pued e p ro cu ra rle m uchos goces: la sed y el h am b re con poco se sa tisfacen. E n o tro lu g a r (libro III, versos 59 y ss.) se re laciona el deseo de riquezas y honores (que im p ulsa a los hom bres a' v io la r las leyes y a com eter delitos) con el m iedo a la m u erte, en cu an to u n a v ida p o b re y oscura parece estar ya a las p u e rta s de la m u erte. M ás ad elan te se sostiene q u e las penas del H ades solo son im ágenes de los deseos y pasiones q u e to rtu ra n al h o m b re en esta existencia. P ero la a c titu d que asum e L ucrecio fren te a la v id a se revela p rin cip alm en te en la ú ltim a p a rte del m ism o lib ro (versos 1076 y ss.). Com o h a se ñ a la d o B réhier, L ucrecio, a diferencia de E picuro, no se lim ita a lib erarn o s del te rro r de u ltra tu m b a , sino que qu iere proteg ern o s tam b ién de los horrores de la n ad a con la m ed itació n de la “m u erte in m o rta l” . Insiste en la m o n o to n ía de las cosas y sugiere así, m ás q u e el valor an te la m u erte, el disgusto p o r la vida, valiéndose d e m otivos de las d iatrib as de los cínicos. E n E picuro, como en todos los hedonistas, el pesim ism o estab a im plícito, p o rq u e el p lacer req u iere u n a superación co n tin u a del do lo r; pero ese pesim ism o se afirm a im periosam ente en el el g ran discípulo, y se convierte, p u ed e decirse, en el m otivo in sp ira d o r cíe su visión d e la vida. E n este p en sam iento doloroso y en el pathos intenso q u e in sp ira su 66
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polém ica c o n tra la religión, concebida como fu en te de terrores y de males, reside el aspecto m ás o rig in al de la o b ra de L ucrecio. P or lo q u e hace a las fuentes, adem ás de E p icuro se cu en tan sin d u d a en tre ellas Em pédocles y T u cíd ides, de q u ie n h a tom ado la' descripción de la peste de A tenas. Se h a n señalado tam b ién otras influencias (H eráclito, Jenófanes, D em ócrito, A ristóteles, T eo frasto , Posidonio, Filodem o) pero, de todos modos, son de m en o r im p o r tancia. El arte de L ucrecio m uy p ro n to despertó ad m ira ción, a u n q u e n o faltaro n las reservas y reparos, y solo O vidio m ostró apreciarlo dignam ente; cierto es, sin em bargo, que casi todos los poetas de la época de A ugusto, com o V irgilio y Propercio, p o r ejem plo, aspiraron, así fu era p o r u n m om ento, a em ularlo. T a m b ié n ejerció in fluencia' sobre prosistas como Séneca, y T á c ito afirm a q u e algunos lo p refiriero n a V irgilio. Los escritores de los prim eros tiem pos d el cristianism o lo estu d iaron e im itaro n , a u n criticándolo; pero después de R a b ap o M au ro fue ignorado. C uando Poggio B racciolini lo re descubrió, L ucrecio suscitó la adm iración y el estudio de los h u m an istas y de los poetas (por ejem plo de P o liciano y P on tan o ) e inspiró tam b ién al arte de B ot ticelli la fig u ra de V enus en la Prim avera. Es p ro b ab le q u e de él pro ced a la concepción del in fin ito de G. B runo. H acia 1600 L ucrecio atrajo el interés de los pensadores franceses y p o r su interm edio Gassendi volvió a E picuro, lo cual d eterm in ó , como reacción, el A n ti Lucrecio de P olignac (pu b licad o p o stum am ente en 1747). E n el si glo XVIII y principios del xix, tam bién m anifestaro n in terés p o r él los alem anes (K ant, W inckelm ann, H erd er, Schlegel y, sobre todo, G oethe) y los ingleses (Byron, D e Q uincey, B row ning, T e n n y s o n ). E n Ita lia lo adm iró m ucho Foscolo. Su estudio filológico se inició en 1845, cuando L ach m an n comenzó a ocuparse de él, ab riendo el cam ino a num erosas investigaciones de estudiosos de todo el m undo. 67
C a p ít u l o I I I
M . T E R E N C IO V A R R Ó N
M. T e r e n d o V arró n (nacido —al parecer— en R ie ti el año 116, m . en 27 a. C.) fue triu n v iro capital, cuestor (¿86?), legado p ro p re to r de Pom peyo en la g u e rra con tra S ertorio (76 y s .) , trib u n o de la plebe, p re to r legado de Pom peyo en la g u erra c o n tra los p iratas (¿68?), y desem peñó otros cargos im p o rtan tes. E n la g u e rra civil, fue al p rin c ip io legado de Pom peyo en E spaña y estuvo en D urazzo con C icerón y C atón; p ero luego n o in te r vino ya en la lu ch a e hizo la paz con César, a q u ie n debía conocer de antes. E l d ic ta d o r (al cual dedicó en 57 las A n tiq u ita te s rerum divinarum ) le confió la ta re a de o r g anizar u n a b ib lio teca pública, proyecto q u e n o llegó a realizarse. E n el añ o 43 A n to n io lo declaró p roscripto; p u d o e lu d ir la m u erte, pero sus bibliotecas fu e ro n sa queadas. E n los años q u e siguieron a la g u e rra civil escribió las obras más im po rtan tes. F ue considerado, ya en vida, com o el más docto de los rom anos y, efectiva m ente, d o m in ó todo el saber de su tiem po, ta n to griego como rom an o . E l estudio era p a ra él u n a necesidad. Fue, sobre todo, u n estudioso de las antigüedades rom anas 68
Μ . TERENCIO VARRÓN
y quiso fam iliarizar con ellas a sus conciudadanos, u ti lizando los procedim ientos científicos de los griegos; al m ism o tiem po, p ro cu ró hacer conocer en R o m a las g ran des obras de la eru d ició n helénica. P ero al volver la m ira d a h a d a la vida pasada de R o m a n o q u e ría sim ple m ente re p ro d u c irla sino o b rar, gracias a ese estudio, sobre el presente. Sus trabajos h a n sido el tesoro del que h a n echado m ano, d u ra n te siglos y siglos, todos los q u e se h a n ocupado de la an tig ü e d a d ro m a n a y de este m odo tu v iero n u n in flu jo fu n d a m e n ta l sobre la c u ltu ra posterior. A la ed ad de setenta y siete años tenia escritos cuatrocientos n o v en ta libros y no podem os decir cuántos com puso después. O bras en p rosa: L ib ri tres rerum rusticarum , redac tados a los o chenta años. D e los trabajos gram aticales, el p rin cip a l es el D e lingua latina, en veinticinco libros, de los cuales solo se conservan seis. O bras de h isto ria literaria: se p u ed en m en cio n ar D e poem atis, en tres li bros; D e p o etis (historia de poetas rom anos) ; D e sccenicis originibus, en tres libros (sobre los orígenes del teatro) ; D e action ib u s sccenicis, en tres libros; Q uaestionun Plau tin a ru m lib ri V. T ra b a jo s arqueológicos e históricos: A n tiqu ita tes rerum h u m a n a ru m en cu aren ta y u n libros, la o b ra más leíd a en la A ntigüedad; A n n a liu m libri I I I . E n tre las obras políticas: D e P om peio, en tres libros; L eg a tio n u m libri I I I . Escritos de geografía, de cosas agra rias, de retó rica, de derecho (entre ellos D e ture civili, en quince lib ro s ). L a p rim era ten tativ a de u n a enciclo p e d ia de las artes liberales: D iscip lin a ru m libri I X (19, D e grammatica·, 29, D e dialectica ; 39, D e rhetorica; 49, D e geom etria; 59, D e arithm etical 69, D e astrologia; 79, D e musica; 89, D e m edicina; 99, D e a rch itectu ra ) . E l estudio de las h um a n a e artes deb ía educar al h o m b re y elevarlo desde las cosas inferiores a las superiores. Escritos de o ra toria: O rationes, en veintidós libros, Suasiones, en tres Lbros, D e lectionibus, en tres libros. Escritos filosóficos: L ib e r de philo so p h ia (sobre el 69
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
fin de la filosofía) ; D e form a philosophiae, libri I I I (p rin cipios de filosofía) ; D e prin cip iis n u m ero ru m libri I X (exposición de las teorías pitagóricas sobre los núm eros) ; los L ogistorici, en setenta y seis libros: cada sección lle vaba dos títulos, el n o m b re de u n a p erso n a y la indica ción del co n ten id o (p o r ejem plo, Cato, de liberis ed u candis) . D e ellos d a n n o ticia escritores posteriores. Según algunos autores, se tra ta b a de prosas en las q u e las doc trinas filosóficas ib a n acom pañadas de ejem plos h istó ricos; según otros, e ra n diálogos (lógoi) en los cuales la exposición h istó rica co n firm ab a tesis filosóficas. Se re fe ría n a cuestiones de interés general, com o el cu lto de los dioses y la educación de los hijos. O bras poéticas: T a l vez c u a tro libros de Saturae; seis libros Pseudo-tragoediarum (tragedias p a ra leer) ; diez libros de P oem ata o poesías breves. Es d udoso u n poem a did áctico . Las Saturae M enippeae, en ciento cin c u e n ta libros, e ra n com posiciones m ixtas, en prosa y ver so, p a ra las cuales, según se cree, V arró n h a b ría tom ado como m odelo a H eráclides Póntico. E n las M enipeas, de las cuales h a n q u ed ad o fragm entos, V arró n satirizaba las costum bres co rru p tas de su época, contrastán dolas con la vid a sencilla y sana de los buenos tiem pos a n ti guos. A u n q u e a veces las cuestiones tratad as te n ía n re lación con la p o lítica, p o r lo general e ra n de ín d o le m o ral. Las M enipeas tam b ién se o cu p ab an rep etid am en te de tem as filosóficos, como las diferencias y los contrastes en tre las d istin tas escuelas. V a rró n declarab a acep tar la filosofía académ ica de A ntíoco de A scalón, de q u ie n h a b ía sido discípulo, pero en rea lid a d era u n ecléctico. Siguió al estoicismo, espe cialm ente el de Panecio, en el estudio de la m itología, y el de P osidonio en lo referente a la ciencia de la n a turaleza. D el p itagorism o tom ó la tendencia’ h acia la concepción m ística de los núm eros, y d el cinism o la exaltación de la v ida sencilla y la condena del deseo de lu jo y placeres q u e re in a b a en su época. E n los estudios 70
Μ . TERENCIO VARRÓN
literarios a d o p tó doctrinas p eripatéticas. L e in teresab an p rin cip alm en te los problem as éticos. E l m óvil d e la fi losofía es, p a ra él, la b ú sq u ed a de la felicidad: las dife rencias im p o rtan tes en tre las escuelas filosóficas son solo las relativas a la concepción d el fin de la vida. Desde este p u n to de vista, d istin g u ía doscientas o ch en ta y ocho direcciones filosóficas posibles, reducib les a tres clases principales, ya q u e el pro b lem a p rin c ip a l es el de d eter m in a r qu é relación debem os establecer en tre la v irtu d y lo que es p rim ero según la n atu raleza: ¿es la' p rim era fin y el segundo m edio, o viceversa, o son am bos fines en sí mismos? Com o se tra ta d el b ien suprem o del h o m b re, debe co m p ren d er los bienes del alm a y los d e l cuer po, puesto q u e el h o m b re re su lta de la u n ió n de éste y aq uélla; ta n to la v irtu d com o aq u ello q u e es p rim ero según la n atu raleza son deseables p o r sí mismos. Pero el bien suprem o es la v irtu d , el arte de co n d u cir la vida, q u e se ad q u iere m ed ian te el estudio. Sin em bargo, p o r in c lu ir en sí tam b ién aqu ello q u e constituye el p rim e r o b jeto del im pulso n a tu ra l, la v irtu d desea tam b ién esto p o r sí m ism o; se considera a sí m ism a com o el b ien m ás alto, pero posee, además, los otros bienes y sabe asignar a cada u n o el lu g ar q u e le corresponde. L a posesión de la v irtu d y de los bienes del alm a y el cuerpo q u e son su condición constituye la v ita beata; si se le agregan aquellos bienes de los cuales la v irtu d p u ed e p rescindir, se tiene la vita beatior; p o r ú ltim o , si n o falta n in g ú n bien del alm a n i del cuerpo, se tiene la vita beatissima. L a vida dichosa (beata) debe desplegarse en conexiones sociales de a m p litu d cada vez m ayor, q u e v an de la fa m ilia al universo, y su realización re q u ie re ta n to la ac tividad teórica como la práctica. A h o ra b ien, es preciso ten er en cu en ta q u e los p rincipios de los bienes y los m ales no deben ser sim plem ente verosím iles, sino q u e deb en estar p o r encima' de to d a d u d a. E n todas estas teorías, V arró n se m an tien e en las líneas directivas de la filosofía de A ntíoco; y quizá sigue tam b ién a éste 71
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
cuando, ap ro x im án d o se al estoicismo, ve al alm a como u n ptieu m a , a la m an era m aterialista. Se m ostraba de acuerdo con el estoicism o en las d octrinas teológicas en q ue id en tific a b a a D ios con el alm a d e l m u n d o , cuyas p artes (es decir, las alm as q u e g o b ie rn a n las regiones del universo) son los dioses celestes, los héroes, las fam as y los genios. C om o Panecio y M u d o Escévola, V arrón d istin g u ía los tres géneros de teología a los q u e ya nos hem os referido. A u n q u e criticaba vivam ente la m ito lo gía de los poetas, señalaba q u e las d octrinas de los fi lósofos discrepan e n tre sí y consideraba q u e te n ía n razón los que a d m itía n u n a sola d iv in id ad , el A lm a d el m u n do. E n lo co n cern ien te a la teología po lítica, o sea el c o n ju n to de las instituciones religiosas de los diversos estados, a pesar d e e n c o n tra r en ellas elem entos criti cables creía necesario conservarlas en beneficio de las masas. P ero tam poco en esto pued e h allarse n a d a q u e supere el estoicism o de Panecio, q u e era perfectam ente conciliable con el eclecticism o de A ntíoco.
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C a p ítu lo
IV
M . T U L I O C IC E R Ó N
M. T u lio C icerón nació en A rp in o , la tie rra n ata l de M ario, el 3 de en ero de 106 a. C., de u n a fam ilia de terratenien tes. R ecibió en R o m a la enseñanza de M . A n to nio y L. Craso en el arte de la o ra to ria , la de los dos M ucios Escévolas (el au g u r y el pontífice) en ju ris p ru dencia, y la del epicúreo F edro y el neoacadém ico F ilón en filosofía. P ero lo q u e p erseguía era llegar a ser u n o rad o r y a ese propósito se su b o rd in a b a n los otros estu dios, considerados com o m edios necesarios p a ra lograrlo. H a cia los v einte años, C icerón inició su actividad de escritor y abogado, pero, p a ra com pletar su cu ltu ra, viajó a G recia y A sia (79-77), com o m uchos otros jóvenes rom anos. E n A tenas siguió las lecciones d e diversos m aes tros de filosofía y de elocuencia y oyó a otros en Asia y R odas. D e v u elta en R om a, re a n u d ó su la b o r en el foro y e n el añ o 75, llegado a la edad legal, o b tu v o la cuestura y la ad m in istració n de la Sicilia occidental. E n el año 70, p a ra hacerse grato a los sicilianos q u e h a b ía conocido, sostuvo la acusación q u e fo rm u la b a n c o n tra V erres de h a b e r com etido, com o p ro p re to r de la isla (del 73
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
73 al 7 1 ), abusos de todo género en p erju icio de ellos. V erres, a pesar de h a b e r sido d efendido p o r Q. H o rte n sio, u n o de los m ás autorizados rep resen tan tes d e l p a r tid o senato rial, tuvo q u e exiliarse esp o n tán eam en te p a ra sustraerse a u n a co n d en a segura. E n el año 69 C icerón fue edil cu ru l, en el 66 p re to r con ju risd icció n sobre los procesos de re p e tu n d is y cónsul en el 63. Este a ñ o tuvo lu g a r la co n ju ració n de C atilin a, q u e C icerón logró so focar; p ero si con ello llegó al ápice d e su carrera p o lí tica, se forjó tam b ién u n a serie de desventuras p a ra el p o rv en ir. F ue considerado u n in stru m en to de la oligar q u ía sen ato rial y se le acusó de h a b e r hecho m a ta r sin proceso a ciudadanos rom anos. P a ra q u itárselo de en m edio, los triu n v iro s (César, Pom peyo y Craso) se va lie ro n del trib u n o C lodio, q u ie n p ro p u so que el q u e h a b ía o b ra d o de tal m an era fuese desterrado. C icerón ab an d o n ó R o m a esp o n tán eam en te y la condena fue p ro n u n c ia d a en su ausencia. Su alejam ien to de la cap ital (ab ril del 58 a agosto del 57) term in ó cuando, p o r u n decreto de los comicios centuriados, se lo autorizó a volver, p ero p u d o h acer b ien poco y su actividad p olítica su frió u n a in te rru p c ió n . D e regreso en R om a, después de h a b e r sido procó n su l en Sicilia (51-50), se halló e n v u elto en la g u e rra civil en tre César y Pom peyo. D u ra n te a lg ú n tiem po vaciló, luego se decidió a seguir a P om peyo a D urazzo, a u n q u e se d ie ra cu en ta de q u e el con flicto de c u a lq u ie r m odo h a b ría conducido a la ru in a de la lib e rta d . D espués de Farsalia se trasladó a B rindisi, a la espera d e re to rn a r a R om a, pero d eb ió ag u ard ar allí (octubre del 48 a agosto del 47) la v u e lta de César, q u ie n lo tra tó m uy b ien y le p erm itió q u e llevara a cabo su p ro pósito . P ero C icerón debió m antenerse nuev am ente alejado de la v ida p ú b lica h asta q u e (tras diversas des ven tu ras dom ésticas, p rin c ip a lm e n te la p é rd id a de su q u e rid ísim a h ija T u lia , en febrero del 45) p u d o volver a p a rtic ip a r en ella, a raíz de la m u erte de César (15 de m arzo d el 4 4 ). Pero esto p ro d u jo su fin. E n efecto,
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Μ . TULIO CICERÓN
habiéndose opuesto v io len tam en te a A ntonio, a q u ien atacó d u ra n te en las Filípicas, los triu n v iro s (O ctavio, A n to n io y L épido) lo incluyeron en la lista de los pros criptos y el 7 de diciem bre d el 43 fue m u e rto p o r sicarios de A n to n io en su v illa de Form ia. P ued e decirse q u e Cicerón cultivó los estudios filo sóficos desde la p rim era ju v e n tu d h asta el fin de su vida, pero los intereses q u e lo im p u lsaro n hacia ellos no fu ero n siem pre los mismos. E n u n p rin cip io , el deseo de descollar en la v ida p o lítica de R o m a p o r m edio de la elocuencia (el cam ino m ás ap ro p iad o p a ra u n hom o novus) lo h a b ía in d u cid o ciertam en te a a d q u irir u n a c u ltu ra am plia, que in clu ía u n cierto conocim iento de la filosofía, como el m ejo r m edio de conseguir su p ro pósito. Así se com prende p o r q u é el joven C icerón (quien, p o r lo dem ás, tuvo como p rim e r m aestro al gram ático E lio E stilón, seguidor del estoicism o, y term inados sus estudios h a b ía sido confiado p o r su p ad re p a ra el ap ren dizaje ju ríd ic o y político, a dos jurisconsultos insignes qu e p erten ecían a la m ism a escuela y además h a b ía es tado ya en relaciones con el epicúreo Fedro) oyó las lecciones del jefe de la N ueva A cadem ia, F iló n de Larisa, q u ien h a b ía id o a R om a p o r ese tiem po (88 a. C .) . Pero g rad u alm en te, sin d ejar de considerar las discusiones filosóficas com o u n ejercicio ú til p a ra su actividad de o ra d o r (en p a rtic u la r, la costum bre neoacadém ica de sostener el p ro y el co n tra de u n a tesis le parecía u n in stru m en to precioso p a ra dicho f i n ) , comienza a in te resarse directam en te p o r los tem as tratados y a apreciar su im p o rtan cia. P o r ese entonces recibe lecciones de dialéctica del estoico D iodoto. N ueve años después, en 79, re a n u d a los estudios filosóficos oyendo a A ntíoco de Ascalón, el q u e p rim ero fue discípulo y luego ad versario de F ilón de Larisa. Esto no le im pidió recibir lecciones de dos m aestros epicúreos, Fedro y Zenón. E n R odas estudia retó rica con M olón, pero es probable que conociera a llí al estoico Posiclonio, a quien luego m en75
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
d o n a rá como u n o de sus m aestros, y q u e en R o m a se co n tará e n tre sus fam iliares. D e regreso a la ciudad, vuel ve a la v id a p ú b lic a y a ella dedica lo m ejo r de su ac tividad; p e ro sus discursos, en los cuales son b astan te frecuentes las referencias a cuestiones filosóficas, m ues tra n q u e n o descuida sus antiguos estudios, a los cuales lo llevan de n uevo los lazos de am istad estrecha con h om bres interesados en ellos, como Ático, V arrón, C atón y B ruto. C u a n d o tras el adven im ien to del p rim e r triu n v ira to se vio oblig ad o a in te rru m p ir su actividad política, es cribió sobre cuestiones v inculadas con la filosofía en obras retóricas o políticas: el D e oratore (5 5 ), el D e república (5 4 ), el D e legibus (52). (C icerón incluyó sus escritos retóricos e n tre los filosóficos y efectivam ente p ro c u ró p o n e r en evidencia la necesidad de a lia r la re tórica a la filosofía.) Pero estos trabajos no te n ía n u n carácter esencialm ente filosófico. T ra s las victorias de César sobre los pom peyanos, C icerón debe abstenerse de p a rtic ip a r en la vida p ú b lica y, am én del pesar que ex p erim e n ta com o ciu d ad an o p o r la p érd id a de la li b e rta d ro m a n a , lo afligen dolores fam iliares y p reo cu p a ciones económ icas; se vuelve entonces a los estudios filosóficos p a ra h a lla r en ellos consuelo y p a ra esclarecer de u n m odo d ig n o de él sus actividades intelectuales. P ero p rin c ip a lm e n te q u ería servir a su p a tria , ya sea ofreciéndole esa lite ra tu ra y ese lenguaje filosófico de q u e a ú n carecía (p o rq u e las obras de los epicúreos ro m anos eran , según C icerón, n o solam ente erradas en cu a n to al conten id o , sino tam bién defectuosas en la for m a) , ya en señ an d o a los jóvenes, o p o r lo m enos a los m ejores de e n tre ellos, a vencer en sí mism os la deca dencia m o ra l de su tiem po y a prep ararse así p a ra ejer cer u n a acción benéfica en el Estado. Sin em bargo, los prim eros tr< bajos de esta época (las P artitiones oratoriae, el Brutus, [46], los Paradoxa Stoicorum [46], considerados p o r el a u to r como u n ejer 76
Μ . TULIO CICERÓN
cicio retórico, el O rator [46]) a ta ñ ía n a la retórica, a u n q u e la enlazaban con la filosofía; p ero in m ed iatam en te después de la ú ltim a obra, si n o a u n antes, C icerón con cibió, al parecer, el proyecto de p resen tar a sus conciu dadanos en form a fácilm ente accesible to d o el con tenido de la filosofía. L a realización de este propósito, in iciada con la redacción del H ortensius, p ro b ab lem en te hacia fines del a ñ o 46, se vio in te rru m p id a p o r la m u e rte de su h ija T u lia (febrero del 4 5 ). Q u e b ra n ta d o p o r el do lor, Cicerón se aísla entonces en la soledad de su villa de A stura, cerca de A n d o , y se sum erge en la p ro d u c ción filosófica. Escribe tan to de d ía com o de noche p o r q ue el sueño le rehúye y com pone así en ese año y en el siguiente la C onsolatio, los Academ ica, el D e finibus, las Tusculanae disputationes, la trad u cció n de algunas p artes del T im e o , el D e natura deorum , el Cato M a io r de senectute, el D e d ivinatione, el D e fato, el D e gloria, el L aelius de am icitia, los T o p ica y, p o r ú ltim o , en n o viem bre del 44, el D e officiis. A ello seguía el D e v ir tu tibus, q u e se h a perdido. E l H orten siu s co n stitu ía μη p ro tré p tic o a la filosofía, los A cadem ica ex p o n en la teoría del conocim iento, el De fin ib u s y las T usculanae p re sentan la ética general. E l D e senectute, el D e am icitia y el D e gloria tra ta n cuestiones éticas especiales, m ien tras q u e el D e officiis y el D e v irtu tib u s se o cupan de la ética aplicada. A la física, o filosofía de la naturaleza, q u e in clu ía la teología, se refieren el D e natura d eorum , el D e d ivin a tio n e y el D e fa to . D e la o b ra p rin cip al, en cam bio, solo q u ed an algunos fragm entos de la in tro ducción a u n diálogo y de la trad u cció n de u n a p a rte del T im eo . Los T opica constituyen u n escrito de ocasión.1 Es claro q u e u n a p roducción tan rá p id a n o podía te n e r carácter o rig in al; este hecho y, sobre todo, lo que i Las obras filosóficas de Cicerón no fueron reunidas en un conjunto durante la Antigüedad. Un corpus comprendía: De natura deorum , De divinatione, T im aeus, De fato, Topica, Paradoxa, L u cullus, De legibus.
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el m ism o C icerón decía de aquellos trab ajo s en u n a carta a Á tico (A póg ra p h a su n t; m in o re labore fiu n t, verba ta n tu m affero, q u ib u s abundo: A d A tt. X II, 52, 3) h a n hecho su p o n e r q u e él se lim itó a tra d u c ir y a coor d in a r textos tom ados de diversas obras griegas, las que se h a p ro c u ra d o id e n tific a r m ed ian te hipótesis q u e de b e n considerarse arriesgadas cu an d o el a u to r m ism o n o n o m b ra las fuentes q u e ad o p ta, p o rq u e las obras filo sóficas de la época helenística, desde A ristóteles h asta el tiem po de C icerón, se h a n perd id o . A dem ás, m uchas veces se procede acertad am en te al no to m ar a l p ie de la le tra ciertas indicaciones suyas al respecto. P ero esto n o es todo. É l m ism o lim ita m uchas veces el significado de su declaració n a Á tico, al afirm ar q u e se sirve de las fuentes griegas según su ju icio (en lo q u e se refiere a la elección de las fuentes mismas) y de acuerdo con u n o rd en establecido p o r él, y expone el conten id o de ellas en el sentido q u e le es p ro p io (De off. I, 2,6; D e fin . I, 2 ,6 ). H ay en sus escritos, en efecto, cosas q u e los m o delos griegos n o p o d ía n pro p o rcio n arle; citas de a n ti guos poetas latinos, hechos, anécdotas, ejem plos tom ados de las tradiciones, la h isto ria y la vida de R om a, y no solo se h a servido de este m a te ria l in d íg en a sino q u e h a im preso el sello ro m an o a las cosas q u e ex ponía, sobre todo p o rq u e siem pre h a tenido presente las form as de p en sar y de se n tir de su pueb lo y en especial las d e la aristocracia q u e él rep resen tab a en sus obras y a la cual estab an ellas destinadas. Adem ás, n o fa lta n ejem plos que llevan a juzgar q u e C icerón n o se h a lim itad o a tra d u c ir o v erter de o tro m odo los pensam ientos de los autores griegos. P ero a u n a d m itien d o su la b o r per sonal en la p resen tació n de determ in ad as doctrinas, es preciso reco rd ar lo q u e ya hem os señalado sobre el ca rá c te r esencialm ente h ip o tético de las investigaciones rea lizadas p a ra descu b rir sus fuentes, investigaciones q u e p o r lo dem ás h a n conducido m uchas veces a conclusiones discrepantes e n tre sí. Solo con tales reservas pued e h a 78
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blarse de las fuentes ciceronianas. E n cu an to a la form a, los trabajos filosóficos de C icerón son dialogados, salvo algunas pocas excepciones: la Consolatio, el Orator, los Paracloxa, y éstos, p o r o tra p arte, deb id o a su carácter de d iatrib a , se ap ro x im an al diálogo. Éste no co n stituía u n a noved ad p a ra los rom anos, ya q u e h acia 150 a. C., M. J u n io B ru to , el ju rista, h a b ía em pleado esta form a en u n a o b ra D e 'jure civili y más tarde, en tre el 59 y el 52, se h a b ía servido de ella C. E scribonio C u rió n en u n trab a jo q u e ten ía el carácter de u n a invectiva c o n tra César. P ero C icerón siguió en sus diálogos filosóficos la p a u ta de los diálogos griegos, cuyas diversas form as d e riv ab a n de la conversación socrática, q u e nos es presen tada, sobre todo, p o r los escritos platónicos del llam ado p eríodo socrático. A u n q u e m uchos filósofos posteriores volvieron a servirse del m odelo antiguo, lo a d a p ta ro n de varias m aneras. C icerón siguió en su o b ra estos diversos ejem plos, p ero el a u to r que en sum a ejerció m ayor iniiu jo sobre la fo rm a artística de los diálogos ciceronianos es P lató n . E n cu an to al contenido, m u y pocas veces está tom ado en co n ju n to d irectam ente de las obras de los pensadores mayores, P lató n , A ristóteles, C risipo, E picuro; utiliza, en cam bio, p rin cip alm en te autores posteriores e incluso com pendios y tratados populares. P o r excepción, en los dos prim eros libros del D e officiis se atiene estric tam ente a Panecio, del q u e d a u n resum en. E n re a lid a d p u ed e observarse u n a aten u ació n progresiva de la lib er tad con q u e C icerón h a b ía em pleado las fuentes de los escritos más antiguos. Obras filosóficas y retóricas. El trab ajo más an tiguo referen te a cuestiones filosóficas es, tal vez, la traducción del Económ ico de Jen o fo n te (85 a. C .) , de la q u e se conservan algunos fragm entos; pero se tra ta de u n m ero ejercicio estilístico. E n los R h eto rici libri, o De in ven tione (c. 8 0 ), aparecen influjos filosóficos diversos: Ci cerón se declara ya adepto al escepticismo neoacadém ico y m uestra seguir a Filón de L arisa; la o b ra revela, ade 79
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más, la in flu e n c ia de pensam ientos plató n ico s (recibidos, p ro b ab le m e n te , de m a n e ra ind irecta) y estoicos. Como en obras retóricas posteriores, se fo rm u la en el trab ajo m en cio n ad o la exigencia de q u e el o ra d o r posea u n a c u ltu ra filosófica. L a m ism a tesis se sostiene e n él D e oratore lib ri I I I , escrito en el año 55 (cuando arreciab an las luchas e n tre M iló n y Clodio) ; trae d octrinas neoacadém icas y estoicas, en especial de P anecio y Posidonio, p ero elab o rad as de m an era personal. P o r su fo rm a y su co n ten id o , esta o b ra revela influ jo s platónicos. C o n tra los rétores y la enseñanza d ad a en las escuelas, q u e b a sab an todo en las reglas, C icerón afirm a q u e p a ra h a b la r b ien es preciso p en sar b ie n y conocer las cuestiones de q u e se h ab la. E n consecuencia, el fu n d am en to d el arte o ra to ria debe ser la c u ltu ra general, es decir, el co n ju n to de los conocim ientos dignos de u n h o m b re lib re, entre los cuales descuellan el derecho civil y la h isto ria, pero sobre tod o la filosofía', en cu an to es la ciencia de los conceptos generales q u e se refieren a todos los casos p a r ticulares de los cuales debe h a b la r el o rador; y entre las disciplinas filosóficas C icerón atrib u y e im p o rtan cia p a rtic u la r a la ética', ciencia de las costum bres y de la vida. Y así com o el p ensam iento es insep arab le de la expresión, es necesario restablecer ese nexo e n tre la fi losofía y la elocuencia q u e existía en la G recia a n tig u a y q u e luego fue destrozado p o r Sócrates y sus c o n tin u a dores. El D e república, en seis libros (debía co m p render n u e v e ), m en cio n ad o p o r p rim e ra vez en el añ o 54, fue concluido en el 51, tras varios cam bios del p la n y la com posición; está dedicado a su h erm an o Q u in to . El diálogo, q u e se supone acaecido en 129 en tre diversos p ersonajes del círculo de los Escipiones, tiene como in te rlo c u to r p rin c ip a l a E scipión E m iliano, p ero interviene en él, re p e tid a m e n te, C. Lelio. El tem a es D e o p tim o rei pu b lica e sta tu . Se conservan de él u n a p a rte del lib ro VI, d en o m in a d a S o m n iu m Scipionis, citas o resúm enes de 80
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L a c ta n d o y de San A gustín y los fragm entos descubiertos p o r A. M ai en u n a palim psesto vaticano. E n la in tro ducción, en la cual resu lta n o tab le la preferen cia que se otorga a los estadistas y los legisladores sobre los fi lósofos, se p o n e de relieve q u e es u n d eb er ocuparse del Estado. D espués de referirse a la esencia y el o rigen de éste, Escipión, e n el lib ro I, d istingue las tres form as p u ras de los ordenam ientos políticos, la m o n a rq u ía , la o lig arq u ía y la dem ocracia, h a b la de sus form as dege neradas y afirm a q u e el régim en m e jo r es aq u e l que, en lo sustancial, coincide con la constitución ro m ana. E n el lib ro II, p a ra m o strar cómo se realiza el ideal, sigue el desarrollo de aq u élla h asta el decenvirato. El lib ro I I I d em uestra q u e la ju sticia debe c o n stitu ir el fu n d a m e n to del Estado; el IV tra ta de las institu ciones que, com enzando p o r la educación, deb en asegurar a los ciudadanos u n a v ida m o ral y feliz; el V considera la form ación d el rector rerum p u b lica ru m y el V I es u n a co n tin u ació n d el precedente. E n el S o m n iu m , E sdp ió n re la ta que, en u n sueño, su abuelo, el A fricano M ayor, le reveló cóm o re to rn a n a la m orada' celestial, de la que h a n salido, aquellos q u e h a n m erecido el b ien de la p a tria y q u é prem ios alcanzan. L a fu en te p rin c ip al, ta n to p o r lo que respecta a' la form a com o p o r m uchos pensam ientos, es P lató n , de q u ie n reaparece en el Sueño el m enosprecio de la v ida terren a. D e él, de A ristóteles y de D icearco proviene, a través de Panecio, la tesis de q u e el E stado m ix to es el m ejor; pero, en cu a n to al contenido, la o b ra (en los libros I I y III) parece de p e n d e r sobre todo d e l estoico de R odas, a excepción del Sueño, qu e se considera d erivado de P osidonio o de éste y P la tó n ; se h a sostenido tam b ién q u e algunas partes d eben relacionarse, p ro b ab lem en te, con el P rotréptico y el D e p h ilo so p h ia de A ristóteles, q u e reflejan el p la to nism o del Fedón. Proviene de Polibio el estu d io del desarrollo del estado ro m an o (libro I I ) , p a ra el cual Cicerón h a em pleado, p o r cierto, fuentes nacionales; en 81
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lo q u e respecta al lib ro III, se piensa tam b ién en C ar néades y en C risipo. E l D e legibus, com enzado quizá a fines del 53 y concluido en m ayo del 51 (es dudoso q u e algunos escritos posteriores h a g a n referen cia a’ u n a n u e va revisión d e esta o b r a ) , n o fue publicad o , si es q u e lo fue alg u n a vez, antes d el año 46. Q u ed an de él tres libros, q u e p ro m e te n el IV y u n fragm ento del V, p ero qu izá la o b ra in c lu ía otros más. E l diálogo, q u e se hace suceder e n A rp in o , en el v eran o d el 52, luego en u n a isla del río F ib re n o y después ju n to al L iris, tien e como interlo cu to res al a u to r, a su h erm a n o Q u in to y a Ático. E l tem a es el d e las leyes m ejores. E l lib ro I tra ta del derecho n a tu ra l y d el concepto de ley. C icerón m u estra q u e el derecho n o tiene p o r fu n d am en to la o p in ió n de los hom b res sino u n a ley in trín seca de la n atu raleza, y q u e ese derecho, y en general aquello q u e es m o ralm ente loable (h o n e stu m ) , debe perseguirse p o r sí m ism o y n o en p ro c u ra de fines interesados. E l lib ro I I nos m ues tra q u e las leyes civiles perfectas d eb en derivarse de las n a tu rales y ofrece u n p la n de éstas to m an d o com o m odelo aquellas leyes rom an as q u e se ap ro x im an a ellas; luego se d e te rm in a n las leyes religiosas y en el lib ro I I I, las de los m agistrados. E l lib ro I V d eb ía tra ta r D e ju d iciis y el Y D e educatione. Las Leyes de P la tó n h a n servido de m odelo ta n to p o r la fo rm a como, en diversos puntos, p o r el co n ten id o . T a m b ié n se cita n m uchos otros a u to res griegos (lib ro I I I ) , p ero quizá según u n a fu en te del p lato n ism o recien te (en o p in ió n de algunos, A n tío co de A sc a ló n ). D e los libros I y I I I se considera com o fuentes a Panecio, A n tío co o C risipo; el lib ro I, en p a rtic u la r, tiene com o fu e n te p rin c ip a l —según algunos au tores— a Posidonio; según otros, las fuentes de ese lib ro serían P osidonio, P an ecio y A ntíoco o u n m a n u a l estoico q u e refle jab a la m e n ta lid a d d el tiem p o de A n tip a te r. E l li b ro I I u tiliz a ría a P osidonio y a fuentes rom an as em pleadas ta m b ié n en el lib ro I I I . H e in e m a n n considera q u e las teorías fu n d am en tales de filosofía del derecho 82
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expuestas en el D e república y el D e legibus, especial m en te en el lib ro I (au n q u e re m ita n a pensam ientos del estoicism o a n tig u o ), d eriv an de Posidonio. Las P a rtitiones oratoriae (de fecha incierta) consti tu y en u n m a n u a l de retórica, com puesto p o r C icerón a p e d id o de su hijo , en fo rm a de u n diálogo e n tre éste y su pad re, en el q u e el a u to r p o n e com o base de la elo cu encia el conocim iento de la filosofía; se n o ta n en él in flu jo s de la N u ev a A cadem ia y de A ntíoco. E l B ru tu s (4 6 ), que es u n diálogo en tre el a u to r, B ru to y Ático, escrito después de la victo ria de C ésar en F arsalia y poco antes de la de T a p so y d e l suicidio de C ató n , con tien e u n a h isto ria de la elocuencia ro m a n a en tiem pos de la rep ú b lica, p resen tad a com o u n proceso ascendente q u e c u lm in a en H o rten sio , q u ie n a su vez debe ser con siderado in fe rio r a C icerón (cuyo n o m b re n o f ig u r a ) , precisam en te p o rq u e éste posee la c u ltu ra general y sobre todo filosófica q u e es condición necesaria de la elocuencia v erdadera. Son interesantes las noticias sobre los juicios q u e las tres escuelas filosóficas de los estoicos, los epicúreos y el eclecticism o académ ico fo rm u la b an sobre la elocuencia y sobre la carrera de C icerón como o ra d o r y filósofo. Los Paradoxa Stoicorum , dedicados a B ru to y escritos en la p rim av era d el 46, antes de la m u e rte de C atón, p resen tan en fo rm a re tó ric a tesis ca racterísticas de la m o ral estoica, valiéndose de arg um en tos utilizados en la d ia trib a cínico-estoica, p ero ilustrados con ejem plos rom anos. C icerón debe h a b e r u tiliz a d o u n tra ta d o d e filosofía p o p u la r sobre esta cuestión. E l Ora tor, dedicado tam b ién a B ru to , fue escrito a m ediados d e septiem b re d el 46. E n él se traza el re tra to d el o ra d o r id e a l (que coincide con el de C ic e ró n ). V uelve a in sistir sobre la necesidad de u n ir la elocuencia con la filosofía y p o n e de relieve el v alo r q u e tien en p a ra el o ra d o r el conocim iento d e la lógica, la física y la ética. P a ra consolarse de la m u e rte de su h ija , C icerón escribió, antes del 6 de m arzo, la C onsolatio, hoy p e r 83
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dida, sobre el tem a D e maerore m in u en d o . (D el género lite rario a q u e p erten eceía esta o b ra volverem os a h a b la r cu an d o nos refiram os a Séneca.) E stá p resente en ella esa desvalorización de la v ida q u e aparece en el Sueño y, m ás tard e, en las Tusculanas. Los pasajes conservados p ro v ien en sobre todo de citas del m ism o C icerón y tam bién de L actancio. C om o fuente, se h a servido de C ran to r (a q u ie n él m ism o cita) y, p ro b ab lem en te, de u n a obra consolatoria de carácter p o p u lar. T a m b ié n se h a p erd id o el H ortensius, del q u e su b sisten, sin em bargo, num erosos fragm entos y testim onios. C icerón h a b ía d ad o comienzo a esta o b ra —con la cual em pezaba a p o n e r en ejecución el proyecto de p resen tar a los rom anos la to ta lid a d de la filosofía— antes de la C onsolatio, y la h a b ía concluido antes de los A cadem ici priores. E ra u n diálogo en tre C icerón, H o rten sio , L ú cu lo y C atu lo y c o n stitu ía u n a exho rtació n al estudio de la filosofía, cuya defensa asum ía c o n tra sus adversarios. L a fu en te p rin c ip a l e ra el P rotréptico de A ristóteles. H ay q u ie n pien sa ta m b ié n en Posidonio y considera incluso posible q u e de éste deriven los elem entos aristotélicos del trab ajo , d el q u e sería la fu en te p rin cip al. D e cual q u ie r m an era, se p o n ía de m anifiesto allí el escepticism o del p en sam ien to ciceroniano. E sta o b ra gozó de gran favor e n épocas posteriores y San A gu stín testim onia q u e en su tiem p o la u sab an en las escuelas com o in tro d u cció n a la filosofía. Se p erd ió después del siglo xi. A fines d el añ o 46 o a comienzos del 45, C icerón debe h a b e r com puesto u n V olum en p ro h o em io ru m , q u e no fue p u b licad o , y d el cual tom aba los prólogos q u e a n te p o n ía a sus escritos. D e los A ca d em ici libri, C icerón com puso dos redac ciones, los A ca d em ici priores, en dos libros (los llam ados A c. priora) y los A cadem ici lib ri q u a ttu o r (los A c. pos teriora) . D e los A c. priores se conserva el lib ro I I (.L u cu llus; el I, C atulus, se h a p erdido) ; de los A c. libri IV , h a n llegado h a sta nosotros el lib ro I, fragm entos y tes U
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tim onios. Los Ac. priores fuero n concluidos en m ayo del 45 en A stura, los Ac. libri IV , a' fines de ju n io del m ism o año, en A rp in o . Las dos obras te n ía n form a dialogada. E n los A c. priores fig u ran como interlocutores C. L u ta d o C atu lo , L. L icinio L úculo, H o rten sio y C icerón. El diálogo del C atulus tenía lu g a r en u n a v illa de C i cerón sobre la costa de C am pania; el L u c u llu s se desarro lla b a en u n a residencia de H o rten sio cerca de B aúles; el tiem po p resu n to era del año 63 al 60. El C atulus contenía p ro b ab lem en te u n a exposición, h echa p o r H o r tensio, de la evolución de las escuelas socráticas hasta F iló n y A ntíoco; luego C atu lo debía de p resen tar, con tra la in te rp re ta ció n filoniana, las teorías auténticas de C arnéades. E n el L ú c u lo éste sostiene las d octrinas de A ntíoco co n tra las de C arnéades, p ero luego C icerón lo refu ta. A h o ra bien, como C atu lo y L úcu lo no parecían los personajes más adecuados p a ra sostener discusiones científicas, C icerón pensó en sustitu irlo s p o r C ató n y B ru to y m ás tarde, p a ra satisfacer el deseo de V a rró n de que le dedicara' esta obra, cam bió n u ev am en te de p lan. Los Ac. libri I V cu en tan com o in terlo cu to res a C icerón, V arró n y Á tico y o cu rren en la villa del segundo, cerca de Cum as, p ró x im a a la del au to r, d o n d e se situ a b a el diálogo de los libros I I I y IV; el tiem po p resu m ib le es a fines del año 46. El contenido d eb ía ofrecer pocas diferencias respecto del trab ajo an terio r. V arrón, en lu gar de H orten sio , expone el desarrollo de las escuelas filosóficas h a sta C arnéades (es la ú n ica p a rte subsisten te) y reem plaza a L ú cu lo en la defensa de las teorías de A ntíoco; con tra él, Cicerón, q u e h a tom ado el lu g ar de C atu lo en la exposición de las tesis de C arnéades, defiende el escepticism o neoacadém ico. E n cu an to a las fuentes del C atulo y del lib ro I de los A c. libri IV , se supone q u e la' exposición histórica de las teorías de los dogm áticos hasta Z enón d erivaba d el Soso de A ntíoco, y q u e la de la N u ev a A cadem ia p rocedía de F ilón. E n lo q u e respecta al L úculo, se cree q u e C icerón u tilizó 85
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el Soso p a ra la exposición lu cu lian a, en ta n to q u e p a ra la' rép lica del a u to r algunos m en cio n an a C litóm aco, q u ie n h a b ía p re se n ta d o las teorías de C arnéades. Según o tro parecer, la fu en te sería a q u í u n a o b ra de F iló n (escrita p a ra re sp o n d e r a las críticas de su ex d isc íp u lo ), de la cual p ro v e n d ría asim ism o la conexión con C li tóm aco. E l 13 de m ayo d el año 45 concluyó de escribir u n sy m b o u le u tik ó n a César, en fo rm a de carta, e n el cual le d irig ía consejos y alabanzas; pero , com o los am igos del d ictad o r re clam ab an m uchas m odificaciones, decidió n o despacharlo y destru irlo . E l 28 de m ayo p ro y ectaba la com posición d e u n diálogo político a la m a n e ra d e D icearco, p e ro n o volvió a ocuparse de ello. E l 16 de m arzo d el 45 C icerón m en cio n ab a el D e tin ib u s b o n o ru m et m alo ru m (finis = e x tre m u m , u lti m u m , té rm in o ú ltim o ) , q u e escribió al m ism o tiem p o q u e los A ca d em ici y concluyó a fines de ju n io ; estaba dedicado a B ru to y quizá fue p u b licad o d efin itiv am en te en agosto. E ste tra b a jo tien d e a la exposición sistem á tica de u n a te o ría personal, ya q u e C icerón q u ie re p re se n tar las posiciones de los diversos filósofos y las críticas q u e h a n suscitado. E n sustancia, se lim itó a las d o ctri nas del epicureism o, el estoicismo y el eclecticismo d e A n tío co d e A scalón. L a o b ra consta de tres diálogos. E l p rim ero , q u e com prende los libros I y II, sucede e n una' v illa de C icerón en Cum as, en el año 50, y tie n e com o in terlo cu to res a C. L. M anlio T o rc u a to , C. T r i carlo y C icerón. T o rc u a to , en el lib ro I, expone la teo r ía epicúrea según la cual el b ie n consiste en el placer y C icerón la re b a te en el lib ro II. Los in terlo cu to res del segundo diálogo, q u e com prende los libros I I I y IV , son M . P orcio C ató n y el au to r, y tiene lu g a r el año 52 en u n a villa tu scu lan a del jo v en L úculo. C ató n sostiene la teoría estoica, según la cual el sum o b ien es lo h o n estu m (la v irtu d ) y todas las otras cosas son in d iferen tes; C icerón la critica, y afirm a q u e el estoicismo n o h a 86
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hecho o tra cosa q u e volver a las d octrinas de los p la tó nicos y los aristotélicos, cam biando solam ente los térm i nos em pleados. E n el tercer diálogo (libro V) fig u ra n com o in terlo cu to res el a u to r, su h e rm a n o Q u in to , el joven p rim o de am bos L ucio C icerón, Á tico y M . P u p io P isón C alp u rn ian o . E l diálogo tiene lu g a r en A tenas, en la A cadem ia, el añ o 79. Pisón expone y sostiene la teo r ía de A ntíoco, p a ra q u ie n la vida beatissim a com prende ta n to los bienes del esp íritu como los del cuerpo, p ero a u n sin los segundos p u ed e darse la v id a beata. C icerón fo rm u la breves objeciones. Según Schanz, la ú n ic a fu en te segura es A ntíoco p a ra los libros IV y V. O tro s m e n cio n an a E p ic u ro o u n epicúreo recien te (Zenón, F edro, F ilo d e m o .. . ) p a ra el lib ro I, a C risipo, P anecio o A n tíoco p a ra el lib ro I I , y a u n a fu en te estoica (C risipo, D iógenes d e B ab ilo n ia —o u n a u to r recien te d ep en d ien te d e éste—, A n tip a te r o u n estoico conocido p o r Cicerón) p a ra el lib ro I I I . Se h a pensado ta m b ié n en H ecató n , en A ntíoco y en u n epítom e de escritos de m u ch o ? fi lósofos, y h ay q u ie n h a considerado a A ntíoco com o fu en te de las críticas de los libros II, IV y V. Las T u sculanae disputationes en cinco libros, d e d i cadas a B ru to , com pletan el D e fin ib u s y quizá siguieron in m ed ia ta m e n te a éste: fu ero n com puestas desde el 50 de ju n io h a sta agosto de 45 y se p u b licaro n , p ro b a b le m en te, an tes d e la m u erte de César. Se supone q u e el diálogo tien e lu g a r en la v illa ciceroniana de T ú scu lo , los días 16 a 21 de ju n io , en tre dos in terlo cu to res q u e no reciben nom bre. L a obra' tra ta de las cosas q u e p a recen especialm ente necesarias p a ra v iv ir con felicidad y tien e u n carácter p o p u la r, pues está d irig id a a u n p ú b lico m ás vasto q u e aq u el al cual estab an destinados los trabajo s precedentes. P rim eram en te (lib. I ) , se m ues tra que el sabio n o tem e a la m u e rte (vuelve a aparecer a q u í —caps. 34-56— esa visión pesim ista de la v id a que se in sin ú a en el Sueño y recibe m ayor desarrollo en la Consolatio) n i los dolores d el cuerpo (lib. I I ) , q u e es 87
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inaccesible a la tristeza (lib. III) y a las dem ás pasiones (lib. I V ) . De ello re su lta ya la tesis q u e se p ru e b a con m ayor a m p litu d en el libro V: q u e la v irtu d , la sabi d u ría , b a sta n p o r sí solas, o poco menos, p a ra lograr u n a vicia feliz, p o rq u e es el único b ien (estoicismo) ; a u n q u e haya' otros bienes, aq u élla es tan su p erio r a to dos los otros q u e q u ie n la posee es en m áx im a m ed id a feliz (peripatéticos, A n tío c o ). C icerón cía m uestras de p re fe rir la tesis estoica, pero no se decide de m an era evidente. E n c o n ju n to , au n q u e tam b ién en las T u scu lanae C icerón d eclara seguir a la N u ev a A cadem ia, la o b ra tiene u n carácter estoico y se in sp ira sobre todo en el estoicism o m edio, p lato n izan te. Schanz h a afirm ado, con razón, q u e la d eterm in ació n d e las fuentes de las T usculanae es m ás difícil q u e en el caso de las restantes obras de C icerón; p o r ello las hipótesis q u e se h a n for m u lad o son variadísim as. Solo R . H irzel h a h a b la d o de u n a fu en te ú n ica, u n a o b ra h ip o té tic a de F ilón; todos los otros críticos a d m ite n varias. P a ra el lib ro I: Posi donio; P osidonio y C ran to r; am bos y D icearco; A ntíoco; éste m ism o y, en p arte, Crisipo. Según otros, las fuentes de la p rim e ra p a rte (in m o rta lid a d d el alm a) son: P la ton, en lo re la tiv o al o rdenam iento, u n tra ta d o p o p u lar, u n estoico co n tem p o rán eo y otras obras (la Consolatio y sus fuentes) ; fu en te p rin c ip a l de la segunda p arte sería la em p lead a en la a n te rio r y en la C onsolatio (una am p liació n de C ran to r, u tilizad a tal vez en todo el li b ro I ) . Se h a sostenido tam b ién q u e p a ra ciertos p u n to s C icerón se h a servido —com o en el S o m n iu m Scipionis— del P rotrép tico y del D e philosophia aristotélicos. P ara el lib ro II: u n estoico reciente (generalm ente se piensa en u n a carta de P anecio a Q. T u b e r ó n ) . L ibros III-IV : C risipo y D iógenes de B abilonia, m uy reelaborados, o b ien A ntíoco o u n estoico reciente q u e se atu v iera a C risipo. P osidonio p o d ría ser u n a fu en te parcial. P ara el lib ro I I I : A ntíoco o u n estoico (que según algunos es P o sid o n io ), o am bos. P ara el libro IV: C risipo. Para
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el libro V: Posidonio, A ntíoco y u n epicúreo (Zenón o Fedro) ; o P osidonio y A ntíoco; o u n estoico reciente y u n epicúreo; o b ien u n a fu en te h istó rica reciente p a ra la p rim e ra p a rte y para' la segunda A ntíoco, u n epicúreo y tratado s sin u n a posición filosófica precisa p a ra la doxografía. Son posteriores al D e fin ib u s las traducciones de dos obras platónicas, el Protágoras (p ro b ab lem en te com pleto) y el T im e o . De este ú ltim o diálogo se h a con servado u n a p a rte y es presum ible q u e C icerón n o haya q u erid o tra d u c irlo íntegram ente. D eseaba in c lu ir su tra ducción en u n diálogo que ten ía in ten ció n de escribir sobre la filosofía de la n atu raleza y en la cual p a rtic i p a ría n com o in terlocutores él m ism o, el neopitagórico N igidio F igulo y el p erip atético C ratip o , a q u ie n h a b ía tenido ocasión de e n co n trar en Éfeso el año 51; cada u n o de ellos e x p o n d ría las teorías físicas de la escuela a que pertenecía. Cicerón, siguiendo el ejem plo de C ar néades, te n ía pensado fo rm u la r u n a crítica a los físicos. El D e natura deorum libri tres, del cual com enzó a ocuparse en agosto del 45, fue concluido después de publicadas las T usculanae y antes de la m u e rte de César: está dedicado a B ruto. D u ra n te las Fiestas L atin as (entre los años 77-75), C icerón visita al académ ico C. A urelio C ota y en c u e n tra con él al epicúreo C. Veleyo y al es toico Q. L ucilio Balbo. C icerón todavía es joven, pero ya sigue las doctrinas académicas; a los otros se los llam a p rincipes de sus respectivas escuelas. Los personajes n o m brados discuten acerca de la naturaleza' de los dioses. E n el lib ro I, Veleyo, tras h a b e r hecho afirm aciones polém icas contra P la tó n y el estoicismo, esboza el desa rro llo de las teorías teológicas desde T a le s hasta D ioge nes de B abilonia, y luego expone la de E picuro, q ue es re b a tid a p o r C ota. E n el lib ro II, B albo p resen ta la teoría estoica sobre la existencia de los dioses, sobre su n atu raleza, sobre la form a com o g c b ie rn a n al m u n d o y sobre el cuidado que les m erecen los hom bres. C ota 89
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sigue esta división en su re fu tació n del estoicism o, en el lib ro I I I , q u e tie n e u n a g ra n la g u n a (falta el fin al de la segu n d a p a rte , casi toda la tercera y p a rte de la c u a r ta ) . F in alm en te, C icerón, a pesar de ser p a rtid a rio d e la A cadem ia, d eclara q u e la o p in ió n de B albo le p a rece m ás verosím il q u e las otras. L a fu en te de las partes históricas del lib ro I sería F ilodem o y de las n o h istó ricas, Z enón el epicúreo; o b ien , fu en te de u n a s y otras serían Z enón, Fedro, Filodem o o u n a p lu ra lid a d de autores. P a ra la crítica d e l epicureism o se h a pensado en C arnéades, a través d e C litóm aco o de F iló n , o e n C litóm aco y en P osidonio. F uentes del lib ro I I serían P anecio (en g ra n p arte) o P osidonio; o b ien, P osidonio y una' o b ra neoacadém ica (Filón, rep ro d u cien d o ideas de C arnéades) ; o Posidonio, A ntíoco y u n m a n u a l es toico (u n a colección de opiniones de filósofos, especial m e n te en fo rm a d e silogismos) ; o Posidonio, A polodoro, Panecio y otros; o C risipo, P anecio y Posidonio; o u n m a n u a l estoico de la época de C icerón y u n a fu en te estoica an tig u a . P o r ú ltim o , la fu en te del lib ro I I I sería C arnéades, p e ro p o r in term ed io de C litóm aco o de F ilón. E l D e natura d eo ru m fue m uy em pleado p o r los apolo gistas cristianos c o n tra el paganism o. A la o b ra q u e acabam os de m en cio n ar siguieron el D e d ivin a tio n e y el D e jato. Los D e d ivin a tio n e lib ri du o —a los q u e p recedió, n o obstante, el D e sen ectu te— fu e ro n iniciados antes de la m u erte de César y concluidos y publicad o s poco después. E l diálogo se desarro lla en tre C icerón y su h e rm a n o Q u in to , en la v illa de T ú sculo, a finales d e d iciem bre del 45. L a o b ra tiene p o r fin a lid a d c o m b a tir la superstición an eja a las prácticas adi vin ato rias, sin p e rju d ic a r la relig ió n . E n el lib ro I se expone, en p rim e r térm in o , la h isto ria del a rte adivi n a to ria y de las críticas a ésta; luego Q u in to defiende la teo ría estoica' y afirm a q u e es preciso atenerse a los num erosos hechos de experiencia q u e atestig u an en fa v o r de aq u élla, a u n q u e no se logre d a r u n a razó n q u e 90
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los expliq u e. E n el lib ro II, C icerón fo rm u la críticas a la teo ría sostenida p o r su h erm an o . Se considera a P o sidonio com o la fu en te p rin c ip a l del lib ro I; a C ratip o se le asigna u n a p a rte secundaria. M ucho d e la crítica del lib ro I I deriv a de C arnéades, p ro b a b le m e n te p o r in term e d io de C litóm aco; la re fu tació n d e la astrologia caldea prov ien e de Panecio. Se ad v ierte con claridad, adem ás, el em pleo de fuentes rom anas. E l D e ja to , escrito, com o el D e d ivin a tio n e, co n pos te rio rid a d al D e senectute, sirve ta m b ié n de com plem ento al D e natu ra deorum . F u e red actad o después de la m u er te d e César, e n tre m ayo y ju n io del 44, p ero es posible q u e en sus líneas generales h ay a sido concebido antes. L a obra, q u e h a llegado h asta nosotros con lagunas, d e b ía de consistir en u n diálogo q u e h a b ría te n id o lu g a r el 21-23 de a b ril en el P u teo la n u m de C icerón, e n tre éste y el cónsul designado H ircio , a q u ie n asim ism o es ta b a dedicado el trabajo ; p ero com o el in te rlo c u to r carecía de c u ltu ra filosófica, el a u to r te n ía q u e e x p o n er la teo ría estoica fa to om n ia fiu n t. C icerón, in teresado desde m uch o tiem po atrás e n el p ro b lem a de la lib ertad , señala la vacilación de C risipo en tre ésta y la necesidad y m u e stra estar convencido de la existencia' d e l lib re alb ed río d e l hom b re. Com o fu en te p rin c ip a l se consi d e ra a C arnéades (o C litó m a c o ), p e ro algunos m en cio n an a A ntíoco. E l Cato m aior de senectute fue escrito p o r C icerón an tes de h a b e r d ado térm in o al D e n a tu ra deorum y al D e divinatione: es a n te rio r a la m u erte de César, a u n q u e fu e p u b licad o en m ayo del 44. L a ob ra, d ed icada a Á tico, consiste en u n diálogo q u e se supone acaecido e n tre C ató n el Censor, de o ch en ta y c u atro años, Esci p ió n E m ilian o y C. Lelio, en 150. E l p rim e ro defiende a la vejez fren te a las acusaciones de q u e ella h a sido o bjeto. E l a u to r trae a colación u n a o b ra sobre el tem a de A ristó n C hius (¿el estoico de Q uíos o el p erip atético de C eos?), p ero se h a pensado ig u alm en te en P osidonio, 91
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e n T eo frasto y en u n tra ta d o p o p u la r derivado, tal vez, de u n a d ia trib a de B íon. Com o fu en te p rim itiv a puede considerarse u n texto de la R ep ú b lica p lató n ica (I, 328 s s .). A algunos pasajes se los relaciona con Jen o fonte. L a obra, q u e em plea m ucho m aterial ro m an o , tuvo siem pre m uchos lectores. T a m b ié n está dedicado a Á tico el L a eliu s de am i citia, q u e sigue al D e setiectute y precede al D e officiis y fue escrito del 15 de m arzo al 7 de m ayo del año 44. Es u n diálogo q u e se supone acaece en casa de L elio, am igo de E scipión el M enor, tras la m u e rte de éste, en 129, e n tre aq u él y sus yernos C. F an io y Q. M ucio Escévola. Com o fu e n te p rin c ip a l se h a pensado en p e rip a téticos (A ristóteles, T eo frasto o a m b o s), en P anecio —q u e h a b ría hecho uso d e pensam ientos de los dos filósofos m encionados—, o en Panecio y T eofrasto . Fue m uy cono cido y ap reciad o en la ro m a n id a d ta rd ía y en la E dad M edia; D a n te alu d e a él en el C anvivio, II, 13. Se h a p e rd id o el D e¡ gloria, en dos libros, escrito después q u e D e am icitia. F ue iniciado el 27 de ju n io en T ú scu lo y concluido allí m ism o poco m ás tarde. Q u ed an solo unos pocos fragm entos; p ro b ab lem en te C icerón se in sp iró en el lib ro de P anecio sobre los deberes. E l H era kleideion, m encionado p o r C icerón en cartas q u e v an del 4 de m ayo al 25 de o ctu b re del 44, debía' ser u n a defensa en form a d ialogal del asesinato de César; es p ro b ab le q u e n o haya sido escrito n unca. Los T opica, redactados d u ra n te u n viaje p o r m a r de V elia a R h eg iu m , a fines de ju lio del 44, y dedicados al ju risco n su lto T reb acio , son esencialm ente u n a o b ra retó ric a de carácter técnico. C icerón debe h a b e r em plea do su m em oria, sin ayuda de libros, valiéndose de sus lecturas an terio res y de las lecciones de sus m aestros. Es dudoso q u e haya leído la o b ra h o m ó n im a de A ris tóteles, a p esar de q u e la cita'. M ucho m ás im p o rtan te es D e officiis, en tres libros, com puesto después que el L a eliu s y el D e gloria. M encionado expresam ente el 25
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de octu b re del 44, el a u to r lo term in ó después de su v u elta a R om a, el 9 de diciem bre. P ero es difícil q u e C icerón m ism o haya p u b licad o esta obra, dedicada a su h ijo , p o rq u e le falta el ú ltim o reto q u e. E l tem a: los m edia officia (tà k a th é k o n ta de los estoicos). E n el lib ro I se consideran los deberes m orales (lo hon estu m ) y en el li b ro I I lo q u e concierne a la u tilid a d , q u e n o p u ed e sepa rarse de aquéllos. E l lib ro I I I tra ta de los posibles con flictos en tre lo h o n estu m y lo utile, es decir, se o cupa de los casos en que, no obstante el p rin c ip io general d e q u e lo p rim e ro debe anteponerse a lo segundo, la decisión p u ed e resu lta r dudosa. L a obra, de carácter estoico, sigue en sus dos prim eros libros al p erito ú ka th éko n to s d e P a necio, en tres libros, p ero abreviando u n a p a rte y am p lia n d o otra, pues el a u to r u tiliza m ateriales tom ados de la vida y la h isto ria de R om a. Se ad m ite q u e alg unas p artes de esos libros p u ed en p ro v en ir de P osidonio o de los kephalaia de A ten o d o ro Calvo o Sandonio. C onsidé rase que p a ra el lib ro III, en el q u e fig u ra u n a cuestión q u e Panecio n o trata, Cicerón ha seguido a A tenodoro,, o a éste ju n ta m e n te con Posidonio y H ecató n , y quizá se h aya servido tam b ién de otros. E l D e officiis h a sido m uy leído y adm irado. E n la época p atrística, San A m brosio lo tom ó com o m odelo de su D e officiis clericorum·, en la' ed ad m oderna, la teo ría de lo p ré fo n ejerció in flu en cia sobre los m oralistas ingle ses, sobre K an t, sobre el joven Schiller y sobre H e rb a rt. V oltaire y Federico el G ran d e lo juzgaron, n o sin exage ración, com o el m ejo r tratad o de ética q u e conocían. E l D e v irtu tib u s, en u n lib ro hoy p erd id o , deb ía co m p lem en tar la o b ra precedente. T ra ta b a ' acerca de las c u a tro virtu d es cardinales y solo se h a n conservado dos fragm entos.1 Las obras filosóficas de C icerón fu e ro n m uy leídas
1 Además de los escritos retóricos y filosóficos, Cicerón com puso discursos, trabajos históricos y geográficos, poesías y cartas. 9$
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en su tiem po y tu v iero n d ifu sió n en épocas posteriores; algunas de ellas fu e ro n em pleadas en las escuelas (como o c u rrió con el H o rten siu s h a sta en tiem pos de San A gus tín ) , p ero su in flu jo se debió m ás b ie n a su form a artís tica q u e a su contenido. E n el conflicto e n tre el p ag a nism o y el cristianism o, am bas p artes e stu d iaro n con re novada' in te n sid a d esas obras, en tre los siglos I I I y V, p o rq u e la aristo cracia ro m an a buscaba en ellas u n a de fensa de las creencias heredadas (podem os reco rd ar el com entario de M acrobio al S o m n iu m S c ip io n is), en ta n to q u e los escritores cristianos de len g u a la tin a se servían de ellas p a ra h a lla r argum entos con tra el paganism o. M inucio Félix, e n su O ctavio (s. I I ) , L actan cio (s. III) y San Je ró n im o (s. IV) son im itadores apasionados de C icerón, cuyo D e officiis constituye el m odelo del D e of ficiis clericorum de San A m brosio, q u e h a b ría de te n e r im p o rta n c ia fu n d a m e n ta l p a ra to d a la E d a d M edia. San A gustín, q u ie n reconoce h a b e r recib id o del H o rtensius el im pulso q u e lo llevó al estudio de la filosofía y al cris tianism o, basó su gnoseología, cuyo in flu jo llega h asta D escartes, en los Academica·, lo cual n o im p id e q u e e n el ú ltim o p e río d o d e su v id a h ay a estado p ró x im o a u n a co rrien te h o stil a la lite ra tu ra pagan a, q u e surgió en el siglo I I y cu lm in ó en el V II. G racias a C asiodoro y a los m onjes irlandeses q u e siguieron sus norm as, los textos de los escritores paganos escaparon a la destrucción, y así, tras u n lapso de olvido, el re n ac im ie n to carolingio p u d o re to rn a r a ellos y p re p a ra r nuevos m anuscritos, de los cuales deriv an , h a b la n d o d e m a n e ra g eneral, los q u e poseem os hoy. E n la época escolástica A ristóteles dom in ó el pensam ien to filosófico, en ta n to qu e, d e los escritores rom anos, el m ás a d m ira d o y estu d iad o fu e V irgilio, ya com o p o eta, ya com o a n u n ciador d el n acim ie n to d el R e d e n to r (Ecloga I V ) , com o a q u e l q u e h a b ía p in ta d o en la E neida las vicisitudes del alm a en el cam ino de su redención; p ero tam b ién Cice ró n tuvo adeptos, e n tre ellos D an te, q u ie n lo e n c u e n tra U
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h a b ita n d o con otros el noble castillo del L im b o (I n f . IV , 141), lo m enciona frecuentem ente, se refiere a varios de sus escritos y expresa q u e la le c tu ra d el D e a m icitia lo in d u jo al estudio de la filosofía. E n la a lb o rad a del R en acim ien to , P e tra rc a lo elige como g u ía p o rq u e ve en él —e igual a c titu d a d o p ta ría n los h u m an istas— al ejem plo y m aestro de la libre afirm ación de la p erso n a lid ad . T a m b ié n ad m ira y ex alta su enseñanza filosófica, p e ro en esto los hum an istas divergen de él, p o rq u e al A ristóteles de la escolástica co n trap o n en , o b ien el A ris tóteles a u tén tico (según ellos lo en tien d en ) o u n P lató n visto a m en u d o con los ojos del neoplato n ism o y en cam bio lo q u e les interesa en C icerón es m ás el a rte del escritor q u e el p ensam iento del filósofo; con todo, no· d e ja n de a cu d ir a él, p o rq u e e n el D e o fficiis e n c u e n tran rep resen tad o el ideal de la h u m a n id a d q u e les es caro. M ás tarde, cuando se estudió el la tín como len g u a culta, las obras de C icerón ocu p aro n u n lu g a r de h o n o r e n los in stitu to s de tip o h u m an ístico (las escuelas de los jesu í tas, en tre los católicos y las escuelas latinas, e n tre los reform ados) e in flu y ero n en la c u ltu ra n o solo p o r su form a sino tam b ién p o r su contenido, con su im p o rta n te c o n trib u ció n a la form ación de la conciencia de las clases superiores. P o r o tra p arte, la ilu stració n inglesa y fra n cesa derivó de las obras de C icerón diversas teorías p o sitivas, en especial el concepto de relig ió n n a tu ra l, fu n d am en to d el deísm o, y tam b ién la crítica escéptica de la relig ió n y de la m etafísica racional: el D e officiis ganó nuevos adm iradores, e n tre los cuales se destacaron V ol ta ire y Federico el G rande. Se v in cu lan con las d o ctrin as de esta o b ra los m oralistas ingleses de ten d en cia senti m en talista, cu an d o p o n e n en el sentim ien to estético las raíces del ju icio m o ral y ab ren así el cam ino a las teorías q u e h a b ría n d e d esarro llar K an t, Schiller y luego H erb a rt. E l n eo h u m an ism o tom ó de C icerón —y, p o r ende, ta m b ién d e P anecio— su ideal de h u m a n id a d . U n a p resentación, incluso esquem ática, de las ideas 95
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filosóficas expuestas p o r C icerón ofrece dificultades p o r las num erosas y fuertes incongruencias q u e contienen, debidas e n p a rte al uso de fuentes diversas p ero sobre todo a la m e n ta lid a d del au to r, que no siente la nece sidad de re la c io n a r orgánicam ente sus pensam ientos. A u n q u e se com place en re p ro c h a r a los otros filósofos —especialm ente a E p icu ro — sus incoherencias, se jacta casi, como si ello constituyese la p ru e b a de su lib e rta d in telectu al, de acep tar altern ativ am en te teorías incom p atib les e n tre sí, según cuál le parezca m ás p ro b ab le en u n m o m en to dado, y cree q u e este p ro ced im ien to se desprende de su posición gnoseológica. Pero en realid ad el p ro b ab ilism o del q u e es p a rtid a rio exig iría que, en tales casos, co m p ro b ad a la discrepancia e n tre las d istin tas opiniones, se p u siera de m anifiesto q u e n o es posible ad m itirlas todas a la vez y que, p o r ello, es preciso re chazar p o r lo m enos algunas d e ellas. Según C icerón, debem os p a r tir de u n hecho indiscutible: n u estro deseo de felicidad, q u e nos m ueve a filosofar. A prehendem os con esto u n q u id q u e sobrepasó la esfera de la p ro b ab i lid ad , p o r su carácter subjetivo q u e excluye to d a incertid u m b re ; p e ro d e esta form a tam b ién se p one de relieve la fu n ció n esencialm ente p ráctica q u e asigna C icerón a la filosofía, a u n q u e reconozca q u e en el h o m b re existe u n deseo in n a to d e saber y afirm e q u e en las islas de los bien av en tu rad o s n o q u e d a ría lu g ar p a ra las v irtu d es m o rales, pero siem pre lo h a b ría p a ra el conocim iento de la natu raleza y p a ra la ciencia, la ú n ica q u e hace a lab a r la vida de los dioses. P a ra él, q u e sigue la tendencia general del p en sam ien to helenístico-rom ano, pero que expresa p rin c ip a lm e n te sus convicciones y preferencias personales de h o m b re de acción, q u e busca en la' filosofía u n a g u ía p a ra la conducta y u n refugio de las tem pes tades de la vida, el conocim iento es p rep aració n p a ra la acción y q u e d a tru n co si n o se realiza en ella. L a ac ción es su p e rio r al conocim iento y p o r ello h ay q u e con sid erar a los estadistas y a los legisladores superiores a 96
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los filósofos: la p a rte más im p o rta n te y m ás in teresan te de la filosofía es la ética. El pro b lem a filosófico esencial es el del sum o bien o el del fin ú ltim o , q u e coincide con el de la felicidad, de cuya solución d ep en d e todo lo dem ás. C icerón h ab la a veces de o tro p ro b lem a decisivo, el del criterio de la verdad, pero es posible conciliar las dos afirm aciones, ya q u e p u ed e considerarse la solu ció n del segundo pro b lem a como la condición de las construcciones filo sóficas de las q u é depende la solución del p rim ero . L a indagación filosófica debe p reguntarse, inicialm en te, q u é certeza poseen los conocim ientos q u e su p eran a aq uel d a to subjetivo d el cual recibe su im pulso. A h o ra bien, hem os visto q u e Cicerón se declaró desde su ju v e n tu d p a rtid a rio d el escepticism o de la N ueva A cadem ia y en p a rtic u la r del prob ab ilism o de C arnéades; pero, en re a lidad, sufrió p ro fu n d am en te la in flu en cia de su m aestro F ilón de L arisa —q u ie n h ab ía m o d erad o b astan te el p e n sam iento de su predecesor— y se apro x im ó , sobre todo, a A ntíoco de A scalón (discípulo y luego adv ersario Ce F iló n ) , cuyo eclecticism o hizo suyo, de m odo ta l q u e ad m itió num erosas doctrinas platónicas, perip atéticas y, especialm ente, estoicas. P or o tra parte, a u n p o r c u en ta p ro p ia, C icerón h a suavizado las audacias críticas de C arnéades; así, p o r ejem plo, au n q u e juzga, com o éste, que es im posible h a lla r u n criterio p a ra d istin g u ir con seguridad las representaciones verdaderas de las falsas, es decir, la verdad del error, y que p o r eso n o pued e p re tenderse poseer n in g ú n conocim iento cierto, fu n d a su d u d a, prin cip alm en te, en los contrastes existentes en tre las doctrin as ajenas, m ientras que aq u el filósofo y los escépticos anteriores la h ab ía n justificado esencialm ente m ed ian te el exam en directo de los problem as. Carnéades, p a ra rechazar la objeción de q u e la d u d a escéptica hace im posible la acción, h ab ía sostenido q u e ésta p u ed e re glarse según la p ro b ab ilid ad (p ith a n ó n , probabile, m ejo r que verisim ile, como traduce C icerón) y sus d istin to s g ra 97
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dos: la teo ría p ro b a b ilista desem peñaba así u n p ap el p u ra m en te p ráctico y o cu p ab a u n lu g ar su b o rd in ad o fre n te al escepticism o general. E n C icerón la posición se in v ierte p o rq u e al d iscu tir el p ro y el c o n tra de las tesis sostenidas p o r los otros filósofos p ro c u ra d e te rm in a r cuál p u ed e ser la m ás p ro b a b le y, de ta l m anera, com o F iló n , ex tiende el concepto de p ith a n ó n a to d a la esfera del conocim iento. E n especial, la c rític a escéptica parece c o n stitu ir p a ra él, p o r así decirlo, la in tro d u cció n a u n a teo ría p ro b a b ilista q u e ocupa el centro de la investigación y que, a su vez, sirve de base a u n eclecticism o afín al d e A ntíoco, en el qu e se y u x ta p o n e n teorías derivadas de los diversos siste m as filosóficos contem poráneos, salvo el epicureism o, y en p a rtic u la r d el estoicismo, b lanco p referid o de los a ta ques de C arnéades. L o q u e aten ú a, adem ás, el escepticismo de C icerón es la confianza q u e deposita en la n atu raleza, q u e to d o lo crea a la' perfección. E n la esfera teórica, sería a n tin a tu ra l q u e n o h u b ie ra conocim ientos probables, e n tre los cuales inclu y e, los testim onios de los sentidos, au n q u e los som eta a crítica. E n la esfera ética o torga valor, sobre todo, a esos sem in a innata v ir tu tu m q u e la n a tu ra le za h a puesto en las alm as de todos los hom bres, lo cu al explica su aprecio p o r el consensus g e n tiu m , p a rtic u la rm en te en relación con los problem as m orales y religiosos. Se h a dis cu tido si C icerón ad m itía ideas in n atas en sentido v erda dero y p ro p io (Zeller) o si, como parece m ás p ro b a b le , llam ab a de ese m odo a las disposiciones q u e se desarro lla n en conexión con la ex periencia o si p en sab a en lo s resultados, iguales en todos los hom bres, de u n a expe rien cia n a tu ra l y p rim itiv a. L o cierto es q u e h a d ejad o sin respuesta los argum entos que, en el D e n atura d eorum , dirige C ota (q u ien p ro b ab lem en te los tom a de C arnéades) co n tra la tesis estoica de q u e la P ro v id en cia d iv in a g o b iern a el m u n d o y que los dioses todo lo hacen p a ra b ien de los hom bres, tesis afín, p o r m uchos conceptos, al optim ism o n a tu ra lista q u e él defiende. 98
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A l referirse a las tres partes en q u e se divide la filo sofía según la trad ició n de la época helenística —dialéc tica (ló g ica), física (filosofía de la natu raleza, in clu y en do la teología) y ética—, C icerón co n tin ú a siendo fiel a su convicción de que la ética debe ten er p rim acía sobre c u a lq u ier o tro aspecto del saber, p o r cu an to es necesario q u e éste tenga p o r defensa la lógica, en ta n to q u e el cono cim iento de sí, recom endado p o r Sócrates, q u e es indis pensable p a ra la solución del p ro b lem a de la felicidad, req u ie re u n a segura fu n d am en tació n n a tu ra lista , la que nos p erm ite a d q u irir conciencia de n u estro v erdadero yo, de n u estro o rigen y de nuestro destino. (E n esta ú ltim a tesis C icerón sigue a Posidonio.) Sin em bargo, cu ando considera en p a rtic u la r las d istin tas partes de la filosofía, C icerón in c u rre en algunas contradicciones. A cusa a E p i curo de h a b e r descuidado la dialéctica, p ero e n c u e n tra censurable el carácter p u ram en te form al de esa d isciplina. E n lo concerniente a la filosofía de la n atu raleza, consi dera que en ella, en m ayor g rado a ú n q u e en otras cues tiones, es más fácil decir lo q u e las cosas no son q u e -lo q u e ellas son y q u e n o hay n ad ie q u e p u e d a ptretender poseer u n conocim iento in d u b ita b le sobre sus objetos, q u e son im penetrables p a ra el p ensam iento h u m an o ; p e ro esto n o le im p id e h a lla r en esa disciplina teorías q u e le parecen c o n stitu ir u n a base segura p a ra su ética; en cuanto a la teología en p a rtic u la r, au n q u e d eclara no q u e re r sobrepasar los lím ites de lo p ro b ab le, h a b la de ella con u n a certid u m b re b astan te m ayor que la q u e con se n tiría n sus prem isas. E n su rep resen tació n · to tal del universo (referida a A ristóteles y, sobre, todo, a P o sid o n io ), Cicerón d istingue u n a p a rte s u p ra lu n a r y u n a p a rte su b lu n ar, in fe rio r a la o tra desde todo p u n to de vista. L a p rim e ra está cons titu id a p o r éter, com prende todas las estrellas, anim adas p o r m entes divinas, y su m ag n itu d es inm ensam ente m ayor qu e la de la segunda; es la esfera d o n d e re in a n de m an e ra in su p erab le la belleza, el orden, la reg u larid ad , la e te r 99
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n id ad , la in c o rru p tib ilid a d . L a esfera su b lu n a r, q u e de pende de la o tra, y p rin cip alm en te la T ie rra , poca cosa es con relación al universo; ju n to a sus bellezas presenta deficiencias com o las regiones inhab itab les, y p o r sobre todo es el m u n d o de la m u ta b ilid a d y la corrupción. Los caracteres de perfección q u e presenta el universo sirven de fu n d am e n to seguro, en o p in ió n de C icerón, a la tesis de q u e su causa no es el azar o la necesidad, sino u n ser racional, o sea la D ivinidad. R esu lta difícil, sin em bargo, d eterm in ar en form a precisa el p en sam ien to de C icerón sobre estas cuestiones. Al fin a l del D e n atura deorum , declara q u e la teología estoica le parece m ás pro b ab le q u e el agnosticism o de C ota —m iem b ro de la N ueva A cadem ia, a la q u e él m is m o se a d h ie re —, agnosticism o q u e se extien d e incluso al paso del universo a su causa; pero no es lícito to m ar sus p a la b ras al p ie de la letra, pues las críticas q u e C ota dirige c o n tra esa teología, m uchas de las cuales q u ed a n sin respuesta, son dem asiado num erosas y severas y, ade más, C icerón se a p a rta de ella en no pocas cosas. D e cu a lq u ie r m odo, a su parecer, la fe en la existencia de los dioses constituye la o p in ió n más p ro b ab le: la n a tu raleza m ism a nos conduce a ella y nos la enseña, como surge d ei consensus g e n tiu m sobre este p u n to ; y si n o siente la necesidad de re fu ta r las objeciones d e C ota, ello sucede p ro b a b le m e n te p o r considerar q u e su convicción h a lla suficiente justificación en el hecho de que, elim i n a d a la P ro v id en cia d ivina (fu n d ad a, evidentem ente, en aq u ella c re e n c ia ), se d e rru m b a n la piedad, la religión, el culto, la sociedad del género h u m an o , la ju stic ia y las otras virtudes. C icerón, com o es general en los filósofos antiguos, h a b la ta n to de Dios como de los Dioses, p ero n o se p reo cu p a p o r conciliar la u n id a d del p rim e ro —que él ad m ite— con la m u ltip lic id a d de los segundos; piensa a la D iv in id a d com o u n a in teligencia lib re y separada de to d a concreción m o rta l (T u se. I, 27, 6 6 ), p ero n o está seguro de q u e sea esp iritu a lid a d p u ra , pues acep ta q u e 100
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p u ed e consistir en aire o fuego, a u n q u e d istintos de los terrestres (ibid., 26, 65) : en esto, p ro b ab lem en te, se h alla b a jo la in flu en cia de Posidonio. Sin em bargo, subraya más q u e los estoicos el carácter p ersonal de la D ivinidad. Com o se h a dicho, asigna g ran valor a la tesis de la P ro videncia divina, au n q u e no reb ate las críticas de Cota. R echaza las creencias en el destino y la ad ivinación que defen d ían , en especial, los estoicos, y considera a la' se g u n d a com o u n a m anifestación de la superstición q u e él q u iere ver arran cad a de cuajo. P or el contrario, hay que defender aq u ella fo rm a de religión vinculada' al conoci m ie n to de la natu raleza, y hay q u e proteger, p o r m otivos político-sociales, el co n ju n to de cultos, ritos y o piniones sobre los dioses q u e h a im puesto la trad ició n de los a n tepasados. E n cu an to a la m itología, C icerón q u e rría que se la p u rific a ra de las invenciones de los poetas, indignas de la n atu raleza de los dioses. Al h acer referencia a la D iv in id ad se h a h a b la d o ya de u n ser q u e es afín a lo q u e hay de su p e rio r en el h o m b re y que constituye su esencia, el alm a racional, v erda d ero o b jeto de n u estro conocim iento. El h o m b re es la u n ió n de cu erp o y alm a pero aqu él es in co m p arab lem ente in fe rio r a ésta', de la cual recibe vida y m ovim iento. El alm a incluye u n a p a rte irracional, q u e p ertenece tam b ién a los anim ales y q u e posee la actividad vegetativa y la sensitiva, cu m p lien d o esta ú ltim a las funciones del sen tido, el m ovim iento y el apetito; p ero lo q u e es p ro p io del h o m b re es la p a rte racio n al de su alm a (r a tio ), q u e asum e los aspectos de pensam iento in tu itiv o (intelligentia) , conocim iento discursivo (ratio en sentido estricto) y v o lu n ta d : C icerón está convencido de que ésta es libre en la m edida en q u e es in d ep en d ien te de móviles ex ter nos, tesis q u e defiende con argum entos de C arnéades. L a ratio constituye el verdadero ser del h o m b re y es lo que en él hay de divino. Más a m enudo, Cicerón, co incidien do con P la tó n y quizá con Posidonio, afirm a q u e el cu er po es u n apéndice nocivo del alm a, q u e está encerrada en 101
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él y cuya v erd ad era sede no es la tierra sino el cielo, i n m o rta l e im perecedero com o ella. E l alma' h u m a n a es afín a la d ivin a, de la cual proviene, y p o r ello re su lta ta n difícil d e te rm in a r su natu raleza com o la de la segunda. C icerón m an ifiesta p a rtic u la r interés p o r la creencia en la in m o rta lid a d del alm a, q u e busca ju stificar m ed ian te argum entos tom ados de P la tó n —especialm ente el que se fu n d a en su m ov ilid ad espontánea— y el consensus gentium.; a d m ite la p o sib ilid ad de la tesis opuesta, pero solo p a ra m o stra r q u e n i au n en ese caso se ju stifica el m iedo a la m u erte. Las teorías q u e expone C icerón sobre la n atu raleza del h o m b re —al q u e identifica con la p a rte divina' y racio n al del alm a, p a ra la cual el cuerpo constituye u n o bstáculo y las partes inferiores p u ed en ser causa de culpas y de in felicid ad —, sobre su afin id ad con la' D ivi n id ad , sobre su o rig en y destino celestial y sobre la p o sición q u e el h o m b re m ism o ocu p a en el m u n d o , concu erd an con el d u alism o y el m isticism o de Posidonio. A l P la tó n d e l F edón se re m o n ta en cam bio u n pasaje de las T usculanas (I, 74-75) según el cual to d a la' vid a de los filósofos n o es sino u n a m ed itació n sobre la m u er te, p o rq u e cu an d o nos esforzamos p o r alejar el ánim o d e l placer —es decir, del cuerp o —, de las sustancias, de la v id a p o lític a (a república) y de toda activ id ad prác tica n o hacem os o tra cosa q u e eso. T en em o s a q u í la afirm ació n de u n pesim ism o y u n asceticismo que, en cu a n to se refiere al alejam iento d e l Estado, se h a lla n en insalvable contrad icció n con las convicciones y con la vid a re a l de C icerón qu ien , p o r lo dem ás, enseña con stan tem en te q u e los deberes más urgentes son los re lativos a la v id a social y p o lítica y p rin c ip a lm e n te los q u e se refieren a la p a tria . Incluso en el S u eñ o (en el cual se m enosprecia tam b ién la existencia te rre n a con relació n a la v id a celestial) se expresa q u e el cam ino p a ra ascender al cielo reside en m erecer el b ie n de la p a tria , tesis ésta q u e n o arm oniza' con el cosm opolitism o 102
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su sten tad o en otras obras, afín al de P anecio y Posidonio. A l texto de las T usculanas citado m ás a rrib a sigue o tro (ibid., 82 y ss.), de u n pesim ism o todavía m ás radical, e n donde, sirviéndose de m otivos de pen sam ien to em pleados h a b itu a lm e n te en las Consolaciones y en las d ia tribas cínico-estoicas (y tam b ién presentes, p o r lo dem ás, e n L u c re c io ), p in ta con los colores m ás som bríos las m i serias y los dolores de la vida, con la in ten ció n de m os tr a r que no h a b ría razón p a ra ten er m iedo a la m u erte, a u n q u e el alma' no fu era in m o rtal. C abe pensar, en r e sum en, qu e en los dos pasajes citados de las T usculanas C icerón se d ejó do m in ar, o b ie n p o r el deseo de p ro b a r q u e la m u erte jam ás debe inspirarnos terro r, o b ie n p o r m otivos más retóricos q u e filosóficos. D e cu alq u ier m odo, d ejan d o de lado el segundo tex to, pesim ista en dem asía, las teorías expuestas im p lican ya la solución general del p ro b lem a del sum o b ien, de la felicidad y d e l fin últim o. Sin em bargo, a u n q u e C i cerón rechaza sin m ás el epicureism o, q u e id en tificab a el b ien con el placer, n o logra to m ar u n a posición segura' e n tre el estoicismo, que consideraba com o ú n ico b ie n a la v irtu d (lo h o n estu m ) , y el eclecticismo académ icop e rip a tétic o de A ntíoco de Ascalón, el cual, a pesar de te n e r a aq u élla p o r el sum o b ie n y de afirm ar q u e basta p a ra d a r felicidad a la vida, sostenía, con todo, q u e hay o tros bienes, exteriores al sujeto, q u e constituyen ele m entos de la vida feliz en el m ás a lto grado. A vecefi p ien sa qu e el estoicism o n o ha' hecho m ás q u e fo rm u lar e n u n leng u aje diferente las tesis de la A cadem ia A n ti g u a y de la escuela p erip atética; otras veces ad m ite y subraya las diferencias q u e existen en tre ellos. Ig u a l os cilación se advierte en las soluciones: ya se in c lin a hacia las doctrinas estoicas, q u e lo a tra e n p o r su su b lim id ad y su coherencia, ya critica la solución ecléctica (D e fin . I V ) , a la cual lo llevaba la consideración de la d e b ilid ad h u m a n a , p ro p ia y ajena, ya se rep ro ch a el ju zg ar la fu n c ió n de la v irtu d ten ien d o en cuenta, no su n a tu 103
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raleza, sino la m olicie h u m an a. C icerón, q u e tiene con ciencia de estas vacilaciones suyas, cree p o d e r contentarse con la afirm ación de q u e lo h o n e stu m (la v ir tu d ) , aun sin ser el ú n ico bien, es el q u e su p era a todos los demás, q ue p o r co m paración parecen carentes de to d o signi ficado. P ero de m an era general, como m u e stra n sus últim as obras ( T usculanae, D e o ffic iis), h a sufrido cada vez m ás el in flu jo de la ética estoica. E n p a rtic u lar, coincide con el estoicism o en la afirm ación de q u e es preciso e lim in a r las pasiones (páthé) y no sim plem ente, como q u e ría n los aristotélicos, reducirlas a su ju sta m e dida al a n te p o n e r la v irtu d p ráctica (o ética) a la dianoética o in telectu al. A u n q u e C icerón cree q u e tam poco en la cuestión fu n d a m e n ta l del sum o b ie n debe buscarse solo la solu ción m ás p ro b ab le, in cu rre en u n a n u eva inconsecuencia al p e d ir a la N u ev a A cadem ia —la p e rtu rb a d o ra de todas las cosas— q u e g u ard e silencio en lo referen te a la filo sofía p rác tic a (ética; ju ríd ic a y p o lític a ), p a ra n o p ro d u cir dem asiados estragos (De leg. I, 13, 39: P erturba tricem h a ru m o m n iu m rerum A ca d em ia m , hanc ab Arcesila et C arneade recentem , exorem us u l sileat. N a m si invaserit in haec, nim as edat fu in a s ) . Si b ie n esto con cu erd a con el tono q u e a d o p ta C icerón p a ra ex poner m uchas teorías de m o ral aplicada, con trasta con la incertid u m b re d e l fu n d a m e n to general de tales doctrinas. L a solución del p ro b lem a de la felicidad o del sum o bien concierne realm en te al sabio ideal, q u e cum ple científicam en te deberes perfectos; sólo en su caso puede decirse q u e la v id tu d es recta ratio, perfecta ratio, p o r q u e es p recisam ente la razón q u e hace p erfecta la ac tividad. (Ig u al significado tien en otras expresiones: B o n u m m en tis, p erfectio rationis.) Pero C icerón se ocupa ta m b ié n del h o m b re b u en o y h o n ra d o q u e n o alcanza la perfección y p o r eso en los dos prim eros libros de3 D e officiis to m a com o guía a Panecio, q u e se h a b ía in teresado en especial p o r aquél. A u n q u e re su lta difícil 10 U
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d e te rm in a r con precisión lo q u e pertenece a u n o y a o tro , pues en esta cuestión solo conocemos la fu en te griega a través de su derivación ro m an a, podem os con siderar q u e las líneas generales de la arg u m en tació n de p e n d e n de la prim era. E l hom bre, en su calidad de ser racional, posee cu atro im pulsos fu n d am en tales de que carecen los otros anim ales: hacia el conocim iento, hacia la vid a social —u n ió n de los hom bres m ed ian te la razón y el lengu aje—, hacia la d om inación y la in d ep en d en cia y hacia la belleza, q u e consiste en u n o rd en y u n a a r m onía. Este ú ltim o im pulso se dirige p rim ero a los objetos n atu rales, p ero luego el h o m b re p ro cu ra re a li zar ese ord en y esa arm o n ía en su p ro p ia vida, e n el p ensam iento y en la acción. Si a estos im pulsos los reg u la la razón, se despliegan en las virtudes, q u e constituyen las condiciones perfectas de las actividades espirituales. P ero siem pre se tra ta de v irtudes q u e n o p ro v ien en de la verdad era ciencia y q u e p o r ello se fu n d a n en u n a razón que se lim ita a lo p robable. L a v irtu d q u e se re fiere al conocim iento es teórica, las otras tres son prác ticas. L a p rim e ra p u ede ten er p o r o b jeto la p u ra con tem plació n y entonces constituye la sab id u ría, o bien co n cern ir a las decisiones q u e hay q u e to m ar respecto de las cosas q u e a ta ñ e n a’ la v id a b u e n a y feliz, y es e n tonces la p ru d en cia. L a v irtu d referen te a la vida social com prend e la justicia, en la q u e reside el m áx im o es p le n d o r de esa v irtu d , y la beneficencia, b en ig n id a d o lib eralid ad . L a v irtu d relativ a al p red o m in io y a la in dep en d en cia de las cosas externas se despliega en la m ag n an im id ad , q u e es verd ad eram en te tal si, en lu g a r de dejarse d o m in a r p o r el egoísmo, está o rie n ta d a al bien de la sociedad, especialm ente m ed ian te la p a rti cipación en la vida p ú b lica y en su dirección. L a v irtu d qu e tiene p o r objeto la belleza es la m oderación o tem planza, la cual, adem ás de desplegarse en su p ro p ia es fera com o sujeción de las tendencias inferiores tam b ién lo hace en el cam po de las otras virtudes (que son for 105
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m as de lo m o ralm en te bello, Io h o n estu m ) , ya que es preciso p o n e r o rd e n y m edida en el desarrollo de cada activ id ad p o r separado así com o en la to ta lid a d de la v id a esp iritu al, q u e debe ofrecer arm o n ía y, p o r ende, constancia y u n id a d . Las v irtu d es como condiciones y sus despliegues, co nstituyen lo h o n estu m (ka ló n) , lo m o ralm en te bello, q u e, com o la v irtu d y las virtudes, debe perseguirse p o r sí m ism o y n o p o r consideraciones u tilitarias. L o h o n e stu m se m an ifiesta ex terio rm en te com o lo conveniente (idecorum , p repon) , q u e suscita en las personas con las cuales se vive y cuyo juicio debe tenerse en cu en ta u n sen tim ien to (estético) de aprobación. Pero esta conve n ien cia o ad ecuación a u n m odelo arm ónico y u n ita rio no concierne ta n solo a la n atu raleza racio n al del hom bre en gen eral sino tam b ién a la del in d iv id u o , si ésta n o m u estra u n contraste con la p rim era, pues de o tro m odo jam ás d a rá constancia, coherencia y u n id a d a la vida. C icerón insiste en ju stificar la exigencia de q u e cada cual, sin d e ja r de com portarse de co n fo rm id ad con la n atu rale z a h u m a n a , sea fiel a su p ro p ia n atu ralez a in d iv id u a l. L a form ación de n u estra p erso n alid ad de p ende, ya sea de condiciones q u e están a m erced del acaso, ya de nuestras decisiones v o lu n tarias; es preciso q ue las segundas se conform en, sobre todo, a' las dispo siciones p ro p ias de n u estra naturaleza. E l h o m b re debe, pues, h acer co ncordar su cond u cta con su ed ad y su co ndición social y debe buscar lo conveniente (decorum ) en el p o rte y e n los m ovim ientos del cuerpo, en el m odo de h a b la r y de vestir y en su vivienda. Así com o los in d iv id u o s h u m an o s h a n sido hechos los unos p a ra los otros y el h o m b re es el ser m ás ú til o más p erju d ic ia l p a ra los otros hom bres, ta n to q u e h asta los más poderosos no p u ed en p rescin d ir de la ayuda de los inferiores, d e l m ism o m odo la v erd ad era u tilid a d del in d iv id u o es inseparable de la de la to ta lid a d social de q u e fo rm a p a rte ; p o r eso lo ú til y lo honesto están 106
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ind iso lu b lem en te u n id o s o, m ejo r dicho, coinciden. E l m agnánim o , p o r ejem plo (en q u ie n C icerón ve el m o delo m ás alto de h u m a n id a d ), a l c o n trib u ir al b ie n de todos consigue tam b ién el suyo p ro p io , en cu an to p u ede desplegar lib re y arm ónicam ente sus p ro p ias actividades. E l ideal de la h u m a n ita s consiste, pues, p a ra C icerón, com o p a ra Panecio, en el lib re y arm ónico desarrollo de las actividades espirituales q u e d o m in a n las ten d e n cias inferiores y p o n e n o rd en y m edida incluso en el co m p o rtam ien to exterior. Pero esta concepción co m pren d e elem entos característicam ente rom anos, q u e C icerón debe h a b e r agregado a su m odelo: como tales p u ed en considerarse el v alo r a trib u id o a la' ap acibilidad, a la b en ig n id ad , a la' clem encia con los enem igos, esto es, a cualidades q u e la aristocracia ro m a n a creía propias de sus mayores, y a la afirm ación de q u e n in g u n a sociedad es m ás im p o rta n te y más ap reciada q u e el E stado y que, d e los deberes hum anos, los prim eros y m ás ap rem ian tes son los relativos a la p atria, afirm ación que, n o obs tan te, contrasta con el cosm opolitism o defendido e n otras ocasiones p o r el m ism o C icerón, q u ie n p o r lo dem ás hace a m en u d o h in cap ié en el concepto de la societas h u m a n i generis (véase, p. ej., D e fin ., V, 65; D e off., I, 50 ss.; 149; 153 y p a ssim ). L a afirm ación de q u e los deberes prim eros son los referentes a los dioses se hace d eriv ar de Posidonio, p o rq u e se en c u e n tra aislada y sin ju stificació n y discrepa del pen sam ien to de Panecio, q u ie n rechazaba ese tip o de deberes; p ero p o d ría ser ta m b ién u n a expresión de la m e n ta lid a d ro m an a. Es m ucho m ás im p o rta n te la circunstancia de q u e C icerón om ite p o r com pleto los conceptos m etafísicos en q u e fu n d a b a el filósofo de R odas su ideal in d iv id u a lista y u n iversalista a la vez. E l ideal de la hum a n ita s sustentado p o r C icerón tiene sin d u d a u n carácter aristocrático, como surge d e l re lieve que se da a las cualidades estéticas, del hecho de q u e solo pocos hom bres en R o m a p o d ía n log rar el lib re 107
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
y arm ónico desarro llo de todas las actividades e sp iritu a les basadas en la c u ltu ra, del aprecio del co m p o rtam ien to externo, d e la im p o rta n c ia d a d a a la lib e rta d y, p rin c i p alm en te, de la convicción de q u e el m agn án im o re p resen ta el m odelo m ás p eifecto del h o m b re. A spectos sim ilares d e b ía ofrecer, al m enos en g ran p a rte , el ideal h u m a n o de P an ecio y de P osidonio (que d ife ría n en tre sí, sin em bargo, p o r el fu erte carácter religioso presente en éste, ausente en aquél) ; pero, au n q u e se h a afirm ado que la concepción del estoico de R odas era ta n aristo crática y g lo rificad o ra de la devoción al E stado com o la h u m a n ita s ciceroniana, es razonable p en sar q u e com p re n d ía el cosm opolitism o y los principios de la igual dad de todos los hom bres y d el am or u n iv ersal q ue se en c u e n tra n en dos discípulos suyos, P osidonio y A ntíoco. (La escuela aristotélica ofrecía, con T eo frasto y D icearco, antecedentes de estos pensam ientos.) R esu lta difícil d e te rm in a r cóm o concillaban los dos rep resen tan tes del estoicism o m ed io su id eal aristocrático de la paideía con el universalism o y el p rin c ip io d el am o r (que, au n sin estar desarro llad o , se h a lla b a presente en sus e s p íritu s), pero parece seguro q u e en ellos la h u m a n ita s in clu ía todos los factores m encionados. N o o cu rre lo m ism o con C icerón. Su valoración del E stado ro m a n o p o d ría parecer superior, p o r m ás con creta, al cosm opolitism o q u e d efen d ían los dos filósofos griegos, p ero fa lta en ella el reconocim iento de la ig u al d a d h u m a n a y del deber del am or. E n efecto, a u n q u a algunas veces C icerón, inspirándose en A ntíoco (y p o r ta n to casi seguram ente en P an ecio ), h a b la de la caritas h u m a n i generis (De fin . V, 65, 66 y 67; II, 45) y form ula, siguiendo a P osidonio, la exigencia del am o r universal (De leg. I, 6 0 ), en el D e officiis (I, 41) n o solo n o am p lía estas indicaciones, sino q u e cu an d o h a b la de los esclavos se lim ita a p e d ir q u e sean tratad o s con justicia y a a p ro b a r la afirm ación de C risipo de q u e es m enester considerarlos com o m ercenarios perpetuos, cuyo tra b ajo 108
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hay derecho a exigir y a los cuales es u n d eb er d a r lo justo, y no recu erd a q u e p a ra el estoico an tig u o (a q u ie n h a b ía n p recedido algunos sofistas, así com o Sófocles y E urípides) n in g ú n h o m b re es esclavo p o r natu raleza; cuando afirm a, p o r ejem plo, q u e la razón d o m in a las pasiones com o el am o a sus esclavos, q u e los hace fati gar p a ra subyugar su m aldad, ad m ite q u e a éstos se los trata b a, justicieram en te, con dureza. Al h a b la r de las luchas de los gladiadores, Cicerón declara q u e si tienen lu g ar en tre m alhechores constituyen la m ejo r escuela que p u ed a ofrecerse con tra el m iedo al d o lo r y a la m u erte (T u se. II, 4 1 ). Se tiene la im presión de q u e los p rincipios de igualdad h u m a n a y de am or universal no pasan de ser en C icerón frías fórm ulas de escuela y no son expresión de convicciones vividas ín tim am en te. E n resum en, su ideal de hum anitas, q u e designa sobre todo lo q u e se h a llam ado cultura del espíritu, coordina en u n a síntesis arm ónica elem entos q u e p ro b ab lem en te no h a b ía n h allad o o rd en am ien to sistem ático en el estoicis m o m edio, p ero excluye algunos de los valores fu n d a m entales reconocidos p o r éste y q u e en lo sucesivo h a b ría n de co n stitu ir su núcleo esencial. P o r o tra p arte, es preciso a d m itir q u e Cicerón d ab a así u n nuevo sello a elem entos tom ados del pensam iento griego, ya q u e los re u n ía en u n ideal q u e resp o n d ía a las exigencias de la aristocracia rom ana. D el ideal de la hum a n itas se pasa de m odo n a tu ra l a los del derecho y el Estado. El fu n d a m en to de la filosofía ju ríd ic a de C icerón sería el concepto de ley, q u e en su esencia se id en tifica con la razón recta y sup rem a q u e proviene de la v o lu n ta d di vina y es in h e re n te a la n aturaleza. Ésta todo lo rige, en el cielo y en la tierra, y u n e en u n a sociedad y en u n E stado a los dioses y a los hom bres. Esa razón, que se convierte en ley cu ando reside en la m en te h u m a n a, h a sido d ad a p o r los dioses a los hom bres, a' quienes prescribe lo q u e se debe hacer y p ro h íb e lo opuesto. Es etern a, in m u tab le, universal, y precede en el tiem po 109
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a todas las legislaciones escritas, q u e solo p u e d e n lla m arse leyes en la' m ed id a en q u e son justas y concu erdan con aq u élla. L a obediencia q u e le p restan los hom bres n o está d e te rm in a d a p o r el tem or de la p e n a o p o r m otivos u tilita rio s, sino p o rq u e h a lla eco en el alm a del ju sto y p o r los torm entos de la conciencia de q u ien la viola. Estas tesis se rem o n ta n , en lo sustancial, al estoi cismo an tig u o , pero tal vez p o r in term ed io d e Posidonio; de cu a lq u ie r m an era, el p anteísm o en c u e n tra a q u í u n a expresión q u e p o r lo com ún fa lta en C icerón. Éste coin cide con P osidonio cuando rechaza to d a m otivación u ti lita ria de la ley y el derecho, p ero si b ien es cierto q u e esto arm o n iza con los textos q u e h a b la n en ig u a l form a de lo h o n e stu m y d e las v irtudes en general y del ju s en p a rtic u la r, ofrece u n contraste insalvable con el p a saje en q u e C icerón, siguiendo a Panecio, afirm a q u e a u n q u e el derecho tiene p o r fu n d am en to u n im pulso n a tu ra l del h o m b re h acia la sociedad, su fu n c ió n es la d e g ara n tiz a r la p ro p ie d a d priv ad a. H a b la n d o con m ayor p ro p ied a d , el fu n d a m e n to del derecho es la tend encia n a tu ra l q u e lleva a am ar a los hom bres (ad diligendos h o m in es) , de la cual nacen las virtudes. Esto significa q u e aq u ella ten d en cia los m ueve a asociarse e n tre sí y a reglar tal co m u n ió n m ed ian te las norm as d el derecho, en cu an to la ley civil (que debe reflejar la ley n a tu ral) co nstituye el vín cu lo de la sociedad. Pero tam b ién a p ropósito del E stado (societas juris, asociación de hom bres gobernados p o r leyes) se vuelven a p re sen ta r las incoherencias encontradas con relación al derecho. A veces Cicerón, siguiendo a Posidonio, con sidera' q u e la sociedad h u m a n a no h a sido d e te rm in ad a p o r las necesidades de la v ida sino p o r u n im pulso n a tu ra l, y afirm a q u e el pap el del E stado consiste en ase g u ra r a los ciudadanos u n a v ida feliz y m o ral (la feli cidad coincide, efectivam ente, con la v irtu d ) ; en otros casos, en cam bio, de acuerdo con Panecio, sostiene q u e la sociedad y el E stado deben sus orígenes a aquellos 110
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dos m otivos co n ju n tam en te, p o n ien d o de relieve la im p o rta n c ia de la p rotección de la p ro p ie d a d p riv ada, y alg u n a vez d efine al E stado p o r m edio de la n oción de la u tilid a d com ún. D e cu alq u ier m an era, C icerón tiene el convencim iento de q u e las finalidades del E stado de ben corresponder a la causa o causas de su origen y q u e el m ism o debe fu n d arse e n la ju sticia, q u e se id en tifica con la razón. H em os m encio n ad o ya q u e C icerón, re to m an d o u n a d o ctrin a derivada en ú ltim a in stan cia de P la tó n y de la escuela aristotélica, considera q u e la fo r m a más p erfecta d el E stado es la m ix ta, q u e él ve re a lizada en el o rd en am ien to rom ano. B astará reco rd ar luego la observación an terio rm en te fo rm u lad a de q u e en C icerón y en sus contem poráneos, excepto L ucrecio, las finalidades ético-prácticas (que están en el centro de los intereses espirituales) n o son las del in d iv id u o p o rq u e a ta ñ e n a la colectividad político-social cuyo n o m bre es R om a, a la cual el in d iv id u o siente ligada su p ro p ia suerte de m odo indisoluble. D e m an era general, n o es excesivam ente severo el ju ic io de P h ilip p so n de q u e n o existe u n a filosofía de C icerón, lo cual p u ed e afirm arse, n o p o rq u e haya to m ado de o tro s todos sus conceptos filosóficos (ya que, a u n proced ien d o así, p o d ría haberlos conectado orgá nicam ente) , sino en razón de que, a p esar de su interés vivo e intenso p o r los problem as q u e tra ta b a , n o dio; m uestras de re p a ra r en las exigencias de rigor, de p ro fu n d id a d y, sobre todo, de coherencia, q u e son condición indispensable de las investigaciones serias en m ateria d e filosofía. E n efecto, Cicerón in cu rre forzosam ente en contradicciones p o rq u e y u x tap o n e pensam ientos tom ados d e corrientes filosóficas opuestas y en p u g n a: tan to del escepticism o de la N ueva A cadem ia como del dogm a tism o ecléctico de A ntíoco de Ascalón; del dualism o esp iritu a lista de P la tó n como del panteísm o m aterialista d e los estoicos y, d e n tro de éste, ya del vitalism o p u ra m en te m on ista de Panecio, ya' de la concepción religiosa 111
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
y m ística del Logos-daim on universal de Posidonio, con sus tendencias dualistas; e igualm ente d el ascetism o d e ciertos aspectos del p latonism o, de la in tran sig en te ética racionalista del estoicism o an tig u o , de la ética, m ás b lan da, del aristotelism o y el estoicism o m edio, d e l u n iv e r salism o h u m a n o de o rigen estoico y de la ex altación ro m an a del E stado n a c io n a l.. . P ara a te n u a r los contras tes y, tam b ién , a m en u d o , p a ra expresar su predilección p o r u n a D iv in id a d separada del m u n d o q u e gobierna, p ro cu ra a te n u a r el significado de los pensam ientos q u e hace suyos, p rin c ip a lm e n te desvinculándolos de las co nexiones p ro p ias de los sistemas originarios, p ero de esta form a solo consigue p riv a r a esas ideas de su con tenido filosófico m ás im p o rta n te , sin lograr elim in ar las in coherencias q u e se p resen tan d o n d eq u iera. Sin em bargo, C icerón m erece o cu p ar u n lu g ar en la h isto ria de la filosofía. R o m a le debe u n a n o tab le am p liació n y en ri qu ecim ien to de su c u ltu ra, p o r h ab er a p o rta d o u n len gu aje filosófico q u e todavía n o poseía, así como el co no cim iento ex ten d id o del p ensam iento griego, q u e hasta su tiem po h a b ía estado lim itad o a u n círculo restringido de lectores. H a conservado p a ra la época m o d ern a in form aciones de m ayor o m en o r extensión sobre teorías de la filosofía h elen ística qu e, de o tro m odo, deb ido a la desaparició n de las obras originales, h u b ie ra n seguido siendo desconocidas o m ucho m enos conocidas. Desde este p u n to de vista, al ocuparse de filósofos de im p o r tancia secundaria, prestó al conocim iento d el p ensam ien to an tig u o u n servicio m ayor que si se h u b ie ra in tere sado p o r las inm ensas figuras de la época precedente: P la tó n y A ristóteles. C icerón d ifu n d ió y to rn ó fam iliares los p rin cip io s de la ig u ald ad h u m a n a y de u n a ley racio n al y n a tu ra l —criterio de valoración d e l derecho positivo— qu e, asociados a la concepción cristiana, h a b ría n de ejercer u n a in flu en cia poderosísim a sobre el esp íritu de las épocas sucesivas; adem ás, com o hem os señalado, dio expresión al concepto helenístico-rom ano 112
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de la hum anitas, destinado a ten er u n efecto vastísim o sobre el ideal de la v ida de ciertos períodos de la E dad M oderna. P o r eso C icerón actuó con fuerza sobre ésta, ya que, después del R enacim iento, m uchos hom bres cul tos, form ados en las escuelas h um anistas, asim ilaron a q u é llos de sus conceptos éticos q u e p o d ían concillarse con los principios religiosos del cristianism o (al cual seguía confiada la enseñanza del am or universal) y los ad o p ta ro n como principios rectores de la conducta: su in te r p retació n de la v ida m o ral fue, d u ra n te m u ch o tiem po, la del h o n n ê te h o m m e que, sin estu d iar, como los téc nicos en filosofía, los textos de P la tó n y A ristóteles, bu s caba en el pensam ien to an tig u o no solo u n a fu en te de c u ltu ra sino tam b ién u n ideal de vida. P ero en d ete r m in ad o m o m en to ese ideal parece dem asiado restringido y se siente la necesidad de devolverle, au n p rescindiendo de todo presu p u esto religioso, ese significado u niversa lista q u e h a b ía poseído en el estoicism o m edio.
11S
Segw id a p arte L A F IL O S O F ÍA E N O C C ID E N T E D ESD E A U G U S T O H A S T A E L F IN A L D E L A ED A D A N T IG U A
C a p ít u lo
I
L A ÉPOCA D E A U G U STO
E l d e rru m b e de la rep ú b lica y el establecim iento del Im p e rio d e te rm in a ro n en el m u n d o ro m an o efectos a n á logos a los q u e se h a b ía n p ro d u cid o en G recia al con clu ir, p o r o b ra de A lejan d ro y sus sucesores, la época' d e las ciudades-estado libres. Los hom bres, q u e h a b ía n pu esto com o centro de sus p ropios objetivos el servicio d e l E stado y q u e ah o ra n o te n ía n ya q u e in te rv e n ir en el gobiern o de la v id a p ú b lica, d irig id a p o r el p rín cip e y sus representantes, se con cen tran en sí m ism os y se p re g u n ta n cómo deben o rie n ta r y d irig ir la p ro p ia exis tencia, y de q u é m odo h a b rá n de d esarro llar sus activi dades; p o r eso vuelven sus m irad as hacia la filosofía que, sobre todo p o r el p red o m in io de las exigencias éticoprácticas característico d e l p erío d o helenístico-rom ano, aparecía' com o la v erd ad era g u ía de la conducta. A ella re c u rre n en especial los descendientes de esa v ieja n o bleza que sen tía m ás d u ra m e n te la p é rd id a de la lib e rta d p o rq u e la dirección del Estado rep u b lic a n o h a b ía sido p rivilegio suyo. Pero esta ten d en cia es ta n fu e rte y se h a lla ta n d ifu n d id a , q u e incluso el e m p e ra d o r y los 115
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
hom bres q u e 3o ro d e a n la com parten. A ugusto tuvo a su lado a dos estoicos (Ario D ídim o, q u e fue su filósofo personal, y A ten o d o ro de Sandos, de T arso ) y escribió, según refiere Suetonio, unas H o rta tio n es ad philoso p h ia m , es decir, u n p ro trép tico , quizá de con ten ido es toico. Su esposa Livia, después d e la m u erte de D ruso, re cu rrió a las enseñanzas de A rio D ídim o y declaró q u e le sirvieron de g ran consuelo. A tenodoro dedicó u n a obra a O ctavia, h e rm an a del em perad o r. El hecho mis m o de q u e H o racio rid icu lizara a u n a vieja sensual que tenía a su cabecera unos tratad o s estoicos d em uestra el interés de las m ujeres rom an as p o r la filosofía; H elvia, la m adre de Séneca, a q u ien volverem os a referirnos, se apasionó seriam ente p o r su estudio. T a m b ié n tuvo inclinaciones filosóficas C. C ilnio M ecenas (nacido el 13 de a b ril de u n año in d e te rm in a d o ), el poderosísim o consejero de A ugusto. D e origen etrusco y p ro b ab lem en te aretino, descendía de estirpe real, p ero q u iso ser u n sim ple caballero rom an o . C om batió en Filipos d el lado de los triu n v iro s y en el añ o 40 era am igo ín tim o de O ctavio, al q u e tra tó de reconciliar con A n to n io , p o r lo cual tuvo lu g a r la re u n ió n de B rindis. E n el 38 se trasladó ju n to a A ntonio, p o r encargo d e O ctavio, para lo grar la p a rtic ip a c ió n de aquél en la g u e rra contra Sexto Pom peyo. D el 36 al 29 fue re p resen tan te de O cta vio en R o m a y en Ita lia , con poderes ilim itados. A ugusto u tilizó los servicios de M ecenas tan to en la paz como en la g u e rra y h a lló en él y en A gripa los apoyos más fir m es de su p rin c ip a d o ; p ero la fam a im perecedera de M ecenas p ro v ien e de la protección q u e dispensó a los mayores poetas de su tiem po. Q u ed an solo pocos frag m entos de sus escritos en verso y en prosa, en los cuales, sobre todo en el Sim posio (obra q u e in tro d u c ía en R om a u n género lite ra rio m uy cultiv ad o en G re c ia ), era visi ble la in flu en cia de E picuro. E n las obras de los más grandes poetas d el círculo litera rio de M ecenas —L. V ario R ufo, V irgilio, H oracio, 116
LA ÉPOCA DE AUGUSTO
P ro p ercio — se p o n e n de m anifiesto intereses filosóficos e influencias epicúreas; y como en dos grandes escuelas de la época helenística el estoicismo y el epicureism o, la filosofía de la n atu raleza servía de base a la ética, no debe so rp ren d er q u e estos escritores tra te n a m enudo problem as naturalistas. L. V ario R u fo (n. 74, m. 14 a. C .) , q u e fue am igo de V irgilio y de H oracio, tuvo a su cargo, p o r o rden d e A ugusto, la p u b licació n de la E neida. Fue p o eta elegiaco, épico y trágico, y escribió u n p oem a en h o n o r del em perad o r. C om puso asim ism o u n poem a so bre la m u erte, en el cual, colocándose en la posición epicúrea de L ucrecio, p ro cu ró co m b atir el te rro r que in spira a los hom bres y la desdicha consiguiente: esto h a hecho su p o n er q u e p ertenecía, com o V irgilio, al círcu lo epicúreo de Sirón. In flu en cia de L ucrecio, y p o r ende epicúrea, se advierte tam bién, en efecto, en P. V irgilio M aró n (n. en A ndes, cerca de M an tu a, en el añ o 70, m. en B rin d is en el 19 a. C .) , q u ien fue, sin d u d a al g u na, alu m n o de Sirón. E n u n a poesía ’ (C atal. 5) ,se despide de las Musas, recu rre a la escuela siro n ian a para q u e la filosofía le enseñe a lib e ra r de pasiones la vida y expresa el p ropósito de dedicar a ella el resto de su existencia; en el Ciris (1-12) (que hoy casiu n á n im e m en te se considera su y o ), ex altan d o de nuevo la en señanza epicúrea, declara su in ten ció n de com poner u n poem a sobre los fenóm enos celestes. L a in flu en cia del epicureism o se m uestra con claridad en las Geórgicas (II, 490 y ss.) ; pero la escatología del lib ro V I de la E neida (724 y ss.) d epende, en cam bio, de la co rriente órfico-pitagórica, al parecer p o r in term ed io de Posidonio, de q u ie n se cree q u e deriva la concepción de la edad de oro y la del desarrollo de la civilización h u m an a y algunas teorías de sello estoico. A los interese» filo sóficos se u n e n los de carácter n atu ralista. E n la ÉglogaV i (31 y ss.), Sileno expone u n a cosm ogonía; en las Geórgicas (II, 475 y ss.) el poeta ruega a las M usas que le ex p liq u en u n a serie de fenóm enos n atu rales; e n la 117
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
E n eid a (I, 740 y s s .), Jo p as ex am in a p roblem as n a tu ralistas. L a A p p e n d ix Vergiliana incluye el p o em ita A e tn a sobre las causas y los efectos de las erupciones volcánicas, del cu al n o se conocen con certid u m b re la p a te rn id a d n i la fecha. E sta últim a' tiene com o lím ites la m ita d del siglo i a. C. y el añ o 79 d. C.; e n tre los autores a quien es se h a a trib u id o el p o em a c u e n ta n con p a rtid ario s, sobre todo, V irgilio y L ucilio el Joven. C om o fu en te de las teorías científicas expuestas, el a u to r u ti liza p rin c ip a lm e n te a Posidonio, lo cual explica la afi n id a d del A e tn a con las C uestiones naturales de Séneca, q u e reconocen la m ism a procedencia. F ilosóficam ente la' o b ra constituye u n a m ezcolanza ecléctica de diversos ele m entos sin fu sió n e n tre sí, ya q u e se p re se n ta n d o ctri nas estoicas y epicúreo-lucrecianas, am én de pen sam ien tos originados en H eráclito , D em ócrito y otros. Los pro b lem as m orales y estéticos a tra je ro n a Q . H o racio F laco (n. en V enusa en el 65, m . en R o m a el añ o 8 a. C .) , a u n q u e solo en las Epístolas, es decir, en su o b ra m ás ta rd ía , declara, viéndose ya e n tra d o en años, q u e se siente a tra íd o p o r la filosofía m o ral, y qu e p o r ella q u ie re ab a n d o n a r la lírica (I, 1, 10-23; I I , 2, 141-144: se h a señalado q u e desde el verso 145 h a sta el fin a l esta epístola constituye u n p ro trép tico ) ; p e ro ta m b ié n e n las obras anterio res toca a m e n u d o cuestiones filosóficas. E n tono festivo, H o racio se llam a a sí m ism o E p ic u ri deK grege porcus (E p ist. I, 4, 16), p e ro en re a lid a d n o p ertenece a n in g u n a ten d en cia de te rm in ad a y m an ifiesta su ren u en cia a fia r ciegam ente en las p alab ras de m aestro alguno. E l poeta, q u e en sus estudios juven iles en A tenas h a b ía conocido las d o ctri nas de diversas escuelas, considera a la filosofía en ge n e ra l com o u n a fo rm a de c u ltu ra q u e n o h ay q u e ig n o rar, p e ro se in teresa sobre todo p o r la m o ral ap licad a a los ejem plos de la vida. Su in clin ació n n a tu ra l al e q u ilib rio , la tra n q u ilid a d , la serenidad, le hace considerar con sim p a tía la ética epicúrea, cuya in flu en cia se descubre 118
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e n la sátira segunda' d el lib ro p rim ero ; e n la tercera sátira del m ism o lib ro , en versos q u e a b u n d a n e n re m iniscencias lucrecianas, resum e la teo ría del epicureism o sobre el o rigen del derecho y de las leyes. V arias veces satiriza parad o jas estoicas (todas las culpas son iguales, el sabio es rey y to d o lo conoce) y traza la c a ricatu ra de los predicadores am b u lan tes estoicos, cabelludos y barbados, q u e ex p o n en preceptos a los cuales n o siem p re acom odan la vida; pero con el a n d a r del tiem po d e m u estra u n aprecio m ayor p o r la severa nobleza d e los ideales de aq u e lla escuela. C u an d o celebra la vida' sana y sencilla d el cam po se h a lla ta n cerca del epicureism o com o del estoicism o; p ero cuando censura la b ú sq u ed a d e las riquezas y el lu jo se v in cu la al cinism o, de cuyas d iatrib as se advierte la in flu en cia en sus sátiras. E n su c o n ju n to la m o ral de H o racio es u tilita ria y está gober n a d a p o r la exigencia del e q u ilib rio y la medida', p ero n o es u n a teo ría filosóficam ente fu n d a d a y p o r eso n o carece de incoherencias. D e acuerdo con las opiniones h ab itu ales, en el A rte poética se ad v ierten reflejos de teorías perip atéticas, en p a rtic u la r de N eo p to lem o de P arió, q u e asignaba a la poesía la doble fu n ció n de d e le ita r y ser ú til, haciéndose p ro ced er d e P anecio el concepto del. decorum , cen tral en la d o c trin a estética h o raciana: e n general ésta (que n o solo resp o n d e a las d irectivas de A ugusto, sino tam b ién a las exigencias de la conciencia de la época, cifradas en la restau ració n p le n a de los antiguos ideales de la v irtu s rom ana) se o pone a la au to n o m ía d el arte defen d id a p o r Filodem o y le señala u n a fu n ció n m o ra l y civil. T a m b ié n Sexto P ropercio (n. en U m b ría h acia e l . 49, m . h a c ia el añ o 15 a. C.) se p ropuso estu d iar en la vejez problem as n atu rales vinculados con la filosofía. P u b lio O vidio N asón (n. en Sulm ona en el añ o 43 a. C., m. en T o m is en el 17 d. C.) revela influencias m uy variadas. Su concepción de la edad de o ro y del desarrollo de la c u ltu ra (M et. XV, 96 y ss.) ; Fasti 1, 335 119
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y ss., y IV , 395 y ss.) se hace re m o n ta r a Posidonio, a través de V arró n . D el pitagorism o deriva en g ran m e d id a el lib ro X V de las M etam orfosis (69-478), donde P itágoras (de q u ie n se dice a llí q u e se elevó con el p e n sam iento a la a ltu ra de los dioses y colum bró con la m ente lo q u e la n atu raleza niega a las m irad as hum anas'; expone a sus discípulos am plias enseñanzas sobre la n a turaleza, la d iv in id a d y num erosos problem as n atu rales oscuros, co n d en a el uso de la carne de los anim ales y justifica esta p ro h ib ic ió n m ed ian te la teo ría de la metem ps'cosis. Se ad vierten, en cam bio, influencias origi n arias de H e rá c lito y Em pédocles en la tesis de q u e n ada hay estable en la n atu raleza y el hom b re y q u e incluso los elem entos se tran sfo rm an los unos e n los otros. L a form ación del m u n d o p a rtie n d o del caos (M et. I, 1 y ss.) dep en d e, en general, del estoicismo, p ero in cluye tam b ién elem entos q u e hacen pen sar en Em pédobles, A naxágoras y Lucrecio. M. V alerio M ésala C orvino (n. 64 a. C., m. 8 d. C.), insigne p o r sus actividades políticas y m ilitares, escritor y p ro tec to r de poetas, estaba im b u id o de la prédica so crática. E stu d ió en A tenas con H oracio y cultivó luego la elocuencia, la gram ática, la poesía. C om o adversario de César, se lo incluyó en la lista de los proscriptos, p ero logró salvar la vida. C om batió con B ru to y Casio en Filipos, luego se u n ió a A nto n io y más tard e estrechó relaciones con O ctavio. F ue cónsul en el añ o 31, com b atió en Accio y se le confiaro n com andos en O riente. A raíz de u n a victoria suya sobre los aq u itan o s, se le otorgó el triu n fo en el añ o 27 a. C. P ero siem pre p e r m aneció fiel a sus antiguas convicciones políticas, como se ad v irtió en el 26, cuando a b an d o n ó el cargo de prae fectu s urbis a los seis días de h a b e r sido nom brado. En el año 11 fue curator a q uarum . E n el 2 a. C. saludó a A ugusto en n o m b re del Senado como p ater patriae. Fue el centro de u n círculo literario al q u e p ertenecieron T ib u lo , L igdam o y la poetisa Sulpicia. P rob ab lem ente 120
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en su ju v e n tu d escribió poem as bucólicos en griego y tra d u jo discursos griegos al la tín . Fue m uy alab ad o como o ra d o r (lo elogian T á c ito y Q u in tilia n o , p o r e je m p lo ). C om puso u n a o b ra histórica, p ro b ab lem en te de m em o rias. A lgunos h a n advertido influencias del epicureism o, otros d e Posidonio, en el largo frag m en to subsistente de u n poem a sobre la caza (C ynegetica) escrito p o r G ra d o , que vivió en la época de A ugusto; p ero los elem entos de que disponem os son dem asiado escasos p ara d eter m in a r las tendencias de su pensam iento. D el p o eta L in ceo (se tra ta , al parecer, de u n se u d ó n im o ), su amigo y rival en am ores P ropercio dice q u e tom aba su sabi d u ría de los libros socráticos y q u e h a b ría p o d id o con siderar el curso d e las cosas, el sistem a del m u n d o y problem as escatológícos y naturales. T ito L ivio (n. en P ad u a en 59 a. C., m. el añ o 17 d. C.) escribió obras sobre cuestiones filosóficas y d iá logos relacionados ta n to con la filosofía com o con la historia. Se h a afirm ado (a u n q u e la cuestión c o n tin ú a siendo dudosa) q u e derivaba del estoicism o la concep ción determ in ista de la h isto ria expuesta en la obra q u e sobre las guerras civiles (desde el p rim e r triu n v ira to h asta Filipos) escribió A sinio P olió n (n. 76 a. C., m. 5 d. C .) , a q u ie n V irgilio dedicó la IV Ecloga. H o stil al p rim e r triu n v ira to , y en especial a Pom peyo, fue luego p a rtid a rio de César, a q u ien sirvió en Á frica y Sicilia; estuvo presen te en Farsalia y en T ap so , y en M unda siguió al vencedor. Después de la m u erte de César se u n ió a A n to n io , de q u ie n fue legado en la G alia T ra n s pad an a. E n el añ o 40 desem peñó el consulado; después del 39 se alejó de A n to n io y estrechó relaciones con O ctavio, p ero se negó a seguirlo a Accio, y en lo sucesivo se dedicó a los estudios históricos. T a m b ié n le interesó sobrem anera la poesía y la elocuencia y se distinguió com o agudo crítico literario. P. A lfeno V aro (verosím ilm ente idéntico al A lfeno de H oracio y tal vez a aqu el a q u ien C a tu lo dedicó el 121
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c. 30), q u e d irig ió com o legado de O ctavio la d istrib u ció n de tierras a los veteranos en la G alia T ra n sp a d a n a (41) —pro teg ió los bienes de V irgilio, q u ie n lo recuerda' varias veces en las Églogas— y fue consul suffectu s en el 39; se in teresó sobre to d o p o r los estudios juríd ico s y escribió obras de derecho (D igesti en 40 libros; son poco seguras las C o n iecta n ea ), p ero en u n fragm ento de éstas m encio n a la teoría ato m ista dem ócrito-epicúrea. Se dice q u e fue alu m n o de Sirón ju n to con V irgilio, pero esta afirm ación h a parecid o d u d o sa p o rq u e era m ás viejo q u e el poeta. E n ta l caso, el condiscípulo del p o e ta sería p ro b ab lem en te Q u in tilio V aro, crem onés, am igo de C atulo. Es m uy in c ierto q u e d e b an tom arse a l p ie de la le tra ciertas ex presiones de C icerón q u e alu d en al epicureism o de C. T re b a c io T e sta (n. c. 84 a.C.; m . c. 4 d .C .) . Provenía' d e u n a fa m ilia acom o dad a de V elia, en la L u can ia, y al p arecer se traslad ó a R o m a de joven para' dedicarse a los estudios ju ríd ico s. P o r recom endación de C icerón, César lo llevó consigo a las G alias y se valió de sus opi niones en m a te ria ju ríd ic a . D e v u e lta en R o m a en el año 50, actu ó de m e d ia d o r en tre César y C icerón al co m ienzo de la g u e rra civil. E n el conflicto e n tre César y Pom peyo se alineó ju n to al prim ero , a q u ie n siem pre perm aneció fiel. D espués de la m u erte de César visitó a m en u d o la v illa tu scu lan a de Cicerón, d onde le cayeron e n tre m anos los T o p ica de A ristóteles; p a ra satisfacer su deseo de esclarecim iento de este tratad o , Cicerón escribió, la o b ra h o m ó n im a q u e el dedicó y le envió en ju lio d el 44. T re b a cio siguió luego a O ctavio. E n el año 30, H o racio le dedicó la sá tira p rim e ra d el lib ro III, d onde lo p re senta com o u n ju ris ta insigne. F ue n o m b rad o caballero p o r César o A ugusto. Es el ju ris ta más g ran d e de su tiem p o y tuvo com o discípulo a A n tistio L abeón. E scribió sobre el derecho civil y sobre las religiones, p e ro solo nos q u e d a n citas de autores posteriores. P ro b ab lem en te siguió u n ecleticism o sim ilar en p a rte al de C icerón, con fu er tes rasgos académ icos y estoicos, p ero n o p u ed e decirse 122
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si aceptó el escepticism o p ro b a b ilista de la N u ev a A ca dem ia. T u v o u n a am p lia c u ltu ra filosófica u n o de los m ás grandes ju ristas de la época de A ugusto, el ya m en cionado M . A n tistio L ab eó n (n. ca. 50 a. C.; m u rió antes de 22 d .C .), p ero se ig n o ra si siguió u n a ten d en cia d e te r m in ad a. L legó h asta la p re tu ra , pero reh u só el consulado q u e le ofreció A ugusto p o rq u e lo h a b ía o b te n id o antes que él u n a p erso n a de m enos edad. P erteneció al p a rtid o rep u b lican o . Dícese que escribió cu atrocientos libros, de los cuales se conservan fragm entos. M encionem os, en tre otros: D e inre p o n tificio , en p o r lo m enos q uince libros, diversos C o m m en ta rii jurídicos, p ith a n á , R esponsae, en p o r lo m enos q uince libros, L ib r i posteriores, en p o r lo m enos cu a re n ta libros. T a m b ié n le in te re sa ro n los estu dios gram aticales. V itruvio P o lió n (arq u itecto de p ro fe sión, arq u ite c to m ilita r de César y de A ugusto) com puso a avanzada e d ad la o b ra D e architectura, en diez libros (25-23 a .C .), q u e dedicó a A ugusto. C onsideraba necesa rio el estu d io de la m oral p a ra la v ida y de la filosofía de la n atu raleza p a ra la profesión de arq u itecto . Icio, q u e en el año 20 a.C. era p ro c u ra d o r d e los bienes de A g rip a en Sicilia, h a b ía com prado en todas p artes obras de Panecio. E n conclusión, en estos escritores fa lta en general u n a concepción filosófica orgánica y coherente y p o r ello el interés q u e sien ten p o r los problem as filosóficos —los m orales, especialm ente—, a pesar de ser in ten so , los lleva al eclecticism o, que, p o r lo demás, constituye u n a carac terística de la época helenístico-rom ana. C iertos p recep tos filosóficos (m orales, sobre todo) eran lugares com u nes en el m u n d o de las personas cultas y los poetas h acían am p lio uso de ellos; la filosofía, objeto de u n a viva y p ro fu n d a exigencia en los m ejores espíritus, h a b ía lle gado a ser en este perío d o en sum a u n tem a de m o d a en las clases superiores. A dem ás de estos hom bres que se in teresan p o r la filosofía, la época de A ugusto p resen ta verdaderos filó 123
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sofos. P lu ta rc o m en cio n a como tal, sin in d icar su escuela, a V olum nio, a u to r de u n a vida de M. B ruto. E ran estoi cos Sergio P la u to y tres personas a quienes m enciona H o racio en sus obras y de las cuales sus com entadores nos d an algu n as noticias. P. F ab rio M áxim o de N arb o n a, de fam ilia ecuestre, p erten ecien te al p a rtid o pom peyano, escribió algunos tratad os de contenido estoico; E stertin io tra tó problem as estoicos en doscientos v einte libros, h a ciendo con sus versos a ú n más oscura la filosofía estu d ia da; Plocio C rispino, estudioso de la filosofía y poeta, escribió en verso sobre las d octrinas de la m ism a escuela. D ep en d e esencialm ente del estoicismo la escuela de los Sextios, surgida con vigoroso ím p etu en la época cíe A ugusto y e x tin g u id a ráp id a m e n te tras pocos decenios d e vida. F ue fu n d a d a p o r Q. Sextio (n. ca. 70 a.C.), hom bre de alm a fu e rte q u e p a ra consagrarse p len am en te a la filosofía q u e am ab a p ro fu n d a m e n te desdeñó los h o n o res y los cargos políticos a los cuales lo d estin ab a su naci m ien to y reh u só el laticlavo q u e le ofreció César. A l p a recer fue sucedido en la dirección de la escuela p o r su h ijo Sextio, a q u ie n se id en tifica con el Sextiu s N ig er q u e P lin io in d ica com o fu en te de los libros 12-13, 21-30 y 32-34 de su h isto ria n a tu ra l: se tra ta de u n a o b ra de m edicina escrita en griego, p resum iblem ente en tre 10 y 40 d.C. P erten eciero n tam b ién a la escuela de los Sextios S o d ó n d e A lejan d ría, de tendencias neopitagóricas, que en los años 18-20 d.C. fue m aestro de Séneca; el enciclo pedista C orn elio Celso, del cual volverem os a h a b la r; L. Crasicio, de T a re n to , q u ie n p a ra profesar la filosofía de los Sextios ab a n d o n ó la enseñanza en la q u e h ab ía logrado fam a; F ab ian o P apirio, q u e pasó de la retórica a los estudios filosóficos y fue tam b ién m aestro de Séneca, el cual testim o n ia q u e no era u n filósofo ex his cathedraris, sed ex veris et a n tiq u is (no u n profesor, sino u n v erdadero filósofo de cuño a n tig u o ). Séneca se refiere igualm ente a sus dotes de conferenciante (las declam a ciones, las lecciones públicas, estaban de m oda en el si-
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glo I d .C .) , alab a su noble carácter y sus cualidades de escritor: dice q u e la p roducción filosófica de F ab ian o era tan extensa como la de Cicerón. De él se m en cio n an L ib r i causarum n a tu ra liu m (por lo m enos tre s ), D e anim ali bus, L ib r i civilium . Q u in to Sexto y Soción escribieron en griego; de las obras de esta escuela subsisten unas po cas sentencias de am bos y de F abiano, conservadas p o r Séneca y p o r Estobeo, las cuales ratifican la afirm ación de Séneca de q u e las doctrinas de esa ten d en cia se seña la b an p o r el vigor rom ano, pero ten ían u n carácter estoi co, a u n q u e el fu n d a d o r negara p ertenecer a la Stoa. Sin em bargo, se a p a rta n del estoicismo an tig u o en cu an to lim ita n sus indagaciones a la ética y de ésta descuidan la p a rte teórica, au n q u e con ello se ap ro x im ab an a la posición de los cínicos y de los estoicos m ás recientes y, a la vez, a las preferencias del esp íritu ro m an o hacia lo q u e resulta ú til p a ra la acción. E l p ro p ó sito q u e los a n i m ab a no era desarro llar teorías sino ejercer u n in flu jo personal sobre la conducta de los hom bres y co n d en aban las doctrinas q u e no a p u n ta b a n a u n a acción ética. D e p u ro sello estoico es la tesis de Sexto, de q u e J ú p ite r no tiene más p o d e r q u e el h o m b re virtuoso. E n cam bio, otros preceptos de esta escuela no m u estran las caracte rísticas de n in g u n a filosofía p artic u la r; tam b ién se m a n i fiesta en ella, p o r o tra parte, el eclecticism o contem po ráneo, pues acepta igualm ente teorías pitagóricas (la n o rm a de q u e cada cual, todos los días, se rin d a cuentas de su conducta, la abstinencia de com idas con carne, en Soción la teo ría de la transm igración de las almas) y platónico-aristotélicas (la n atu raleza incorpórea', no espa cial, del a lm a ) . N ad a filosóficam ente im p o rta n te puede h allarse en estos autores, los cuales, n o obstante, ofrecen interés en cu an to hacen ver cóm o p o d ían enlazarse y fu ndirse el estoicism o y el esp íritu ro m an o en algunas alm as nobles y vigorosas. A. C orn elio Sexto (que vivió bajo T ib e rio ) dio su adhesión, según Q u in tilia n o , a la escuela de los Sextos, 125
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
p ero las obras en las cuales se ex presan esas convicciones suyas d eb ía n de ser distintas de los seis libros q u e consti tu ía n la p a rte filosófica de su enciclopedia (titu la d a A rtes, según los m a n u sc rito s), com puesta p o r seis seccio nes: A g ric u ltu ra , M edicina, A rte d e la guerra, R etórica, Filosofía, Ju risp ru d e n c ia . Solo se h a conservado la p a rte concernien te a la m edicina, fu n d a m e n ta l p a ra el cono cim iento d e esa d iscip lin a en la edad a le ja n d rin a hasta’ A sclepiades y los comienzos de la escuela m etódica. Se g ú n San A gu stín , en la sección dedicada a la filosofía Celso se lim itaba' a ex poner y criticar las opiniones de todos los filósofos q u e h a sta su tiem p o h a b ía n fu n d a d o escuelas, n o m b ra n d o tam b ién a los q u e h a b ía n sido segui dores de otros. H a b ría m encionado, así, a u n cen tener de filósofos.
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C a p ít u l o I I
L O S E M P E R A D O R E S D E L S IG L O I Y L A F IL O S O F IA
A pesar de q u e la filosofía h a b ía log rad o am p lia difusión, en los rom anos d el viejo cuño subsistía la hos tilid a d h acia ella. Séneca nos asegura q u e su p a d re la odiaba, Q u in tilia n o se m ostraba enem igo de una' disci p lin a que alejab a a sus cultores del ejercicio de la elo cuencia y la p a rticip ació n en la vida p ú b lica, y a u n T á cito la co nsideraba con sentim ientos parecidos. E n el siglo I d.C., en p a rtic u la r los sucesores d e A ugusto sin tie ro n desconfianza y aversión p o r los filósofos estoicos especialm ente, p ero tam b ién p o r todos aquellos q u e se d ed icab an a la filosofía y en varios casos los p ersiguieron. E n tiem pos d e T ib e rio fue d esterrado de R o m a el estoico A talo, Caligula' hizo d a r m u erte a J u lio C ano y C laudio exilió a Séneca en Córcega. D u ra n te el p rin c ip a d o de N eró n , algunos filósofos estoicos y algunos p a rtid a rio s de esta filosofía recib iero n la m u e rte (T rásea Peto, Séneca, L ucano, R u b e lio P lau to ) o se los desterró fu e ra de R o m a (M usonio R u fo , C o rn u to , Paconio A g rip in o ), y e n tre las acusaciones q u e fo rm u ló T ig e lin o c o n tra R u b e lio P la u to se co n tab a la de a d h e rir a “la secta a rro g an te de 127
HISTORIA DE LA FILOSOFIA ROMANA
los estoicos, q u e p ro d u ce revoltosos y am igos de desór denes” (T á c ito , A n n . X IV , 5 7 ). E n la época de V espa siano se dio m u e rte a E lvidio Prisco, el yern o de Trásea'; en el año 71 fu ero n expusaldos de R o m a todos los filó sofos, excepto M usonio R u fo , que h a b ía regresado en tiem pos de G alba: p o r aquel entonces, D io n Crisóstom o, q u ien aú n n o h a b ía ab an d o n ad o la retó rica p a ra consa grarse a la filosofía cínica, com ponía el discurso C ontra los filósofos, peste de la ciudad y de los gobiernos. E n el 85, D om iciano, irrita d o p o r el elogio de T rá se a y de Elvidio Prisco q u e h a b ía form ulado J u n io R ústico, hizo d a r m u erte a éste y al h ijo de E lvidio y echó fu e ra de R om a a todos los filósofos. Sin em bargo, estas perse cuciones o bedecían a m otivos personales o a razones políticas y h a c ía n extensivas a todos los filósofos la des confianza y la aversión que in sp irab an , p rin cip alm en te los p a rtid a rio s del estoicismo. Pues, en efecto, la filosofía no era ta n solo o b jeto de u n in terés cu ltu ra l gen eral (a tal p u n to q u e, según M arcial, u n a m u jer, la esposa de C anio R u fo , se h a b ía apasionado p o r las d octrinas del estoicism o y d e l epicureism o) : en todas las escuelas de esa época ag ita d a y llen a de peligros p re d o m in a b an los intereses m orales y religiosos y la filosofía se presentaba como u n a fu e n te de paz in terio r, de au to d o m in io, de seguridad y de fuerza fren te a las tem pestades de la vida; a sus cultores se los consideraba consejeros, guías de la conducta, d irecto res d e alm as. Pero e ra en especial el estoicismo, q u e con su m o ral severa h a b ía en co n trado difusión e n tre los m ejores espíritus —a los cuales p ro c u rab a, m ás q u e las otras escuelas, ese aliento y esa ener gía in te rio r q u e eran necesarios p a ra n o ceder a la m area de los tiem pos o a la desesperación—, la d o c trin a que más atra ía a los descendientes de la a n tig u a aristocracia, hostiles p o r p rin c ip io al nuevo gobierno; p o r eso, a u n q u e n i siq u ie ra entonces llegó a co n stitu ir u n p a rtid o político, co n tab a e n tre sus p ropios ad hérentes a n o pocos m iem bros de la oposición a la a u to rid a d de los em pera 128
LOS EMPERADORES DEL SIGLO I
dores. Pero m ás tard e las cosas cam biaron. E n la época de A d rian o se institu y ó la enseñanza p ú b lic a de la filo sofía, con honores y estipendios, y A n to n io P ío ex ten d ió esta m ed id a a las provincias. M arco A urelio dispuso q u e en A tenas (convertida n u evam ente en cen tro de estudios filosóficos) h u b ie ra docentes públicos, pagados p o r el Estado, de las cuatro escuelas filosóficas principales: la estoica, la p lató n ica, la p erip atética y la epicúrea. Este hecho se u n e al interés que, como se h a dicho, m o strab an entonces las diversas tendencias p o r sus respectivos orí genes, y q u e las m ovía a ocuparse de la vida, las obras y las enseñanzas de sus fundadores. E sta actividad e ru d ita , p artic u la rm en te inten sa en la escuela p erip atética y, en segundo térm ino, en la p lató n ica —en las cuales persistió sin in te rru p c ió n h asta el fin al de la ed ad a n tig u a —, tam bién halló cultores en las otras corrientes filosóficas.
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C a p ít u l o I I I
D E SD E A U G U S T O A L N E O P L A T O N IS M O
1. PERIPATÉTICOS, CÍNICOS, EPICÚREOS, TICOS, NEOACADÉMICOS
NEOESCÉP-
A l referirn o s a este p erío d o n o podem os con siderar sep arad am en te las personalidades filosóficas m ayores — como hicim os p a ra la época de la R e p ú b lic a — p o rq u e ya no se d a el caso de q u e solo de ellas se consex'ven obras com pletas o fragm entos im po rtan tes. A dem ás, alg unas de las escuelas de las q u e debem os h a b la r (el estoicism o, el neopitag o rism o , el p latonism o m edio) constituyen el preced en te necesario de la filosofía q u e h a de ten er ab soluto p re d o m in io en los siglos siguientes: el n e o p la to nism o. P o r ello, es preciso considerar en ú ltim o té rm in o esas corrientes, a las cuales, p o r lo dem ás, p erten ecen los pensadores m ás n otables d e estos siglos. A dem ás cie las cu atro escuelas q u e acabam os de m en cionar, hay otras q u e se m u estran activas en los prim eros tiem pos del im p erio : el cinism o, q u e ad q u iere n u ev a vida y h a lla a m p lia difusión, el neopitagorism o, la escuela p la tó n ica d e la época (el platonism o m e d io ), el n u ev o escepticism o; ele todas ellas se n o m b ra n p artid ario s ro m a 130
DESDE AUGUSTO AL NEOPLATONISMO
nos, pero n o todas los tu v iero n notables. E l estoicism o, la escuela m ás im p o rta n te del período, debe a R o m a dos de las figuras filosóficas más insignes de estos siglos, Séneca y M arco A urelio , y m uchos otros representantes. P erteneció a los p eripatéticos C lau d io Severo (a q u ie n se id en tifica con Cl. Severo A rabieno, cónsul en el ano 146), m aestro de M arco A urelio, q u e lo recuerda con g ran afecto y ad m iració n y afirm a deberle el culto constante de la filosofía, el am o r a la verd ad y al bien y el claro concepto de u n estado dem ocrático fu n d a d o en la ig u ald ad de los ciudadanos, de u n im p erio respe tuoso sobre todo de la lib e rta d de los súbditos. E n el siglo I I se a d h irie ro n a la m ism a escuela P aulo, p roefectus urbis, y F lavio Boeto, consular, cu lto r de la m edicina y la filosofía, m encionado p o r G aleno, q u ie n le dedicó varios trab ajo s suyos; V irgilio R u fo , tam b ién p e rip a té tico, debe h a b e r vivido en u n o de los dos prim eros siglos después de Cristo. El cinism o co n tab a ciertam ente con m uchos p a rti darios en R om a, pero se m en cio n an pocos ad h e re ntes de no m b re rom ano: H ostilio, de la época cie Vespasiano, Crescente, el acusador de Ju stin o M ártir, del tiem po de los A nton in o s, y H o n o rato , q u e vivió en el siglo I I y se vestía con pieles de oso. Siguieron el epicureism o dos filósofos q u e llevaron el n o m bre de Celso, u n o de los cuales vivió en la época de N eró n y el o tro en la de A driano; L ucian o , q ue de dicó al segundo de ellos el A leja n d ro , m enciona u n a o b ra suya C ontra los magos. T a m b ié n fu ero n epicúreos el senado r Pom pedio, del tiem po de C aligula, el estoico A u fid io Baso (a q u ien Séneca m enciona como ya viejo en una' carta escrita en tre los años 57 y 65), a u to r de u n a o b ra que, según se cree, com prendía clesde el co m ienzo de las guerras civiles hasta la m u e rte de T ib e rio , p o r lo m enos; P olio Félix (P ollius F e lix ) , de Puzol, del tiem po de D om iciano, o rad o r y poeta, am igo de Estacio, q u ie n le dedicó el lib ro I I I de las Selvas. Es dudoso q u e 131
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
haya perten ecid o al epicureism o u n Prisco, a u to r de u n a o b ra sobre los placeres de la m esa a la q u e hace referen cia M arcial. E sta ten d en cia tuvo u n perío d o de resurgi m ie n to d u ra n te el siglo II, en oposición a la difusión de las corrientes religiosas, y contó en tre sus p a rtid a rio s a u n a em peratriz, P lo tin a , esposa de T ra ja n o y m adre de A d rian o , la cu al se interesó an te su h ijo p o r la reorga nización de la escuela, a la q u e p erteneció A n to n io , am i go de G aleno, q u ie n criticó las teorías q u e aq u él h ab ía expuesto en u n lib ro “sobre la defensa de las propias pasiones” (Perl tés ept toís idíos páhesi ephedreias.) Q uizá fue ta m b ié n de esta época el epicúreo P u d enciano, m en cionado ig u alm en te p o r G aleno en u n o de sus trabajos E p istolé P o u d etn a in o il E p iko u reio u . Al epicureism o per tenecieron asim ism o P. O ctavio Segundo y C. Estalio H a u ra n io , p ero se desconoce la cronología. E l nuevo escepticism o, iniciado p o r Enesidem o, tiene diversos rep resen tan tes rom anos; en tre ellos se cuenta, tal vez, u n o de los m ás notables pensadores d e esa co rrien te , aq u e l A g rip a de q u ien , en lo q u e se refiere a la vid a y a la cronología, solo p u ed e decirse q u e vivió en tre E nesidem o y Sexto E m pírico, es decir, en u n o de los dos p rim ero s siglos después de Cristo. Los diez tropos o argum en to s de E nesidem o en favor de la suspensión del ju icio co n cern ían al conocim iento sensible y a la valo ració n m o ra l y p o d ía n reducirse a dos: el de la diver gencia e n tre las creencias de los hom bres y en tre las o p i niones de los filósofos y el de la relativ id ad de los cono cim ientos. A g rip a p resen tó cinco argum entos q u e ten ía n u n carácter m ás general, p o rq u e se referían a toda form a de conocim iento, sensible e in teligible, e in clu ían , ade m ás de los dos recién m encionados (el p rim ero y el te rc e ro ), otros tres referentes a la form a m ás b ien q u e al co n ten id o d el conocim iento. E n p ro p ied ad , el o bjeto de los m ism os es la te n ta tiv a de ju stificar alg u n a tesis. Estos argum entos son: el segundo, el de la regresión al in fi n ito , p o rq u e lo q u e está en cuestión debe p robarse m e 182
DESDE AUGUSTO AL NEOPLATONISMO
d ian te o tra cosa, y así u n a y o tra vez, sin lím ite; el cu arto se refiere a las prem isas no justificadas; si se q u iere elu d ir el segundo arg u m en to es preciso p a r tir de hipótesis que sus consecuencias n o im ponen; el q u in to es el del círculo vicioso, p o rq u e hay q u e p ro b a r a m ed ian te b y b m ed ian te a, o de lo co n trario se vuelve a caer en los dos casos precedentes. Es m encionado como escéptico un tal Casio, q ue h a b ía fo rm u lad o críticas contra diversas tesis de Zenón; se cree q u e es idéntico al filósofo h o m ó n im o (siglo I o I I d.C.) que, según G aleno, condenaba el em pleo de la form a de razon am ien to llam ad a paso de lo sem ejante a lo sem ejante, o sea el razonam iento p o r analogía. P o d ría tratarse, sin em bargo, de dos escépticos distintos, y en ese caso cab ría la posibilidad que el crítico de Z enón fu era más an tig u o q u e el o tro. D iscípulo de Sexto E m pírico (ca. 150 d .C .) , lo cual significa q u e vivió a fines del siglo I I o a princip io s del III, fue S atu rn in o , escép tico p irro n ia n o y m é d ic o 1; carecemos de referencias sobre doctrinas p articu lares suyas, pero p u ed e suponerse que aceptó las tesis fun d am en tales de su m aestro, q u ie n n e gaba la p o sib ilid ad de u n a ciencia racio n al q u e p re te n d ie ra a p re h e n d e r las causas ocultas de las cosas, m as ad m itía la leg itim idad de artes (en p rim e r lu g ar la m edicina) q u e se lim ita ra n a co m p ro b ar em píricam ente coincidencias y sucesiones de fenóm enos p a ra fu n d a r así previsiones probables p a ra el fu tu ro . Favo rin o de A relate (Arlés; n. ca. 80-90, m . en tre 143 y 176 d .C .), más bien ré to r y enciclopedista q u e filósofo, a u n q u e q u ería que le d ieran este nom bre, se relaciona, p o r u n lado, con el escepticism o p irro n ian o y, p o r otro, con el de la nueva academ ia, pero es sobre todo u n ecléctico. P uede h a b e r sido discípulo de D ión
1 Diógenes Laercio dice que se lo llamaba K u th en á s : la pa labra resulta incomprensible, pero indicaba, tal vez, un origen griego. 133
HISTORIA DE LA FILOSOFIA ROMANA
C risóstom o en R o m a, tal vez a comienzos del siglo II , a u n cu an d o n o está p ro b ad o q u e haya tenido p o r m aestro a E picteto. Ya en tiem pos de las guerras dacias de T r a ja n o debe h a b e r conocido a P lu tarco , q u e le dedicó el D e p rim o F rigido y lo puso como u n o de los in te rlo c u tores de las Q uaestiones conviviales; tam b ién fue m aestro de H erodes Á tico, q u ie n siem pre le g u ard ó afecto y a d m iración. V ivió p rin c ip a lm e n te en R o m a (donde fue inscripto en el o rd e n ecuestre, en ta n to q u e en su p a tria llegó a desem p eñ ar u n a funció n sacerdotal) b ajo T ra ja no, A d ria n o y A n to n in o ; p ero fue a p ro n u n c ia r discursos y d a r conferencias a A tenas y C orin to —ciudades am bas q u e lo h o n ra ro n con u n a estatu a— y al Asia M enor, donde logró b u e n éxito, especialm ente e n Éfeso. P o r ese entonces tu v o lu g a r en tre él y su co m p etid o r P olem ón u n a áspera polém ica, co n tin u a d a en R om a; los dos com petidores se d is p u ta b a n el favor de A drian o , y F avorino, tras h a b e rlo tenido, lo perd ió , razón p o r la cual, p ro bab lem en te, se lo desterró a Q uios (ca. 131). A l parecer, regresó a R o m a cu an d o A n to n in o ascendió al tro n o (138) y estableció su residencia en la ciudad, d o n d e el p ú b lico lo a d m ira b a m ucho. M a n te n ía relación con las personas m ás cultas de su tiem po, como F ro n tó n y A ulo G elio; era u n h o m b re de vasta cu ltu ra, d o m in ab a tan to la lite ra tu ra griega com o la ro m an a y se d istin g u ía p o r la agudeza de su dialéctica y el d o n aire en la expresión. E scribió en griego, sobre cuestiones diversas, pero de sus obras solo subsisten algunos discursos y d iatrib as y escasos fragm entos. U n g ru p o de escritos estaba consti tu id o p o r discursos dem ostrativos y diatrib as: los p rim e ros co m p ren d ían , según el gusto retórico del tiem po, ala banzas de seres perniciosos o despreciables (T ersites, por e je m p lo ). D e los trab ajo s de eru d ició n histórica, los más im p o rtan te s son los M em orables, en p o r lo m enos cinco libros, y la Varia historia, en v e in tic u a tro libros q u e i n teresan p a ra la h isto ria de la filosofía. Los prim eros, que conocemos p o r lo q u e de ellos dice D iógenes Laercio, eran 134
DESDE AUGUSTO AL NEOPLATONISMO
p rin c ip a lm e n te u n a recopilación de anécdotas sobre los filósofos de los siglos V I-IV a.C. L a segunda teñ ía u n co n ten id o m uy variado; en los fragm entos q u e se conser v a n sobresalen los capítulos concernientes a L os filósofos q u e han hecho algún descubrim iento im p o rta n te para la historia de la cultura y a L o s acusadores d e los filó sofos. El C om pendio de P anfila e ra u n extracto de u n a o b ra de esta escritora (una gram ática) . M ás num erosos son los trabajos de filosofía científica o p o p u la r: Sobre las ideas; Sobre la filosofía de H o m e ro ; Sobre[ Platón; Sobre Sócrates y su arte erótico-, Sobre la form a de vida d e los filósofos; Plutarco, o sobre el estado de á n im o del académico·, C ontra E p icteto (diálogo) ; Alcibiades; tres libros p e rî tés kataleptikés phantasiah (contra la gnoseología estoica: en u n lib ro entero m o strab a q u e n i si q u ie ra el Sol es com prensible, k a ta le p tó n ). L a o b ra suya considerada más im p o rta n te era Los tropos pirronianos, -en diez libros, donde disponía de m odo d iferente al usu al los argum entos de Enesidem o. O frece dudas u n a - colección de sentencias (Gnornologia) . P uede agregarse a los escritos filosóficos u n extenso fragm ento, recien tem en te descubierto, de u n discurso Sobre el destierro, d irig id o a los h ab itan tes de Quios: lo q u e se conserva parece la in tro d u cció n a u n a d ia trib a de acento cínicoestoico sobre el exilio que, juzgado u n m al p o r la m ayoría, n o p u ed e h acer daño al filósofo. C onsiderado en su tiem p o como u n o d e los escritores principales, fue criticado p o r G alen o en varias obras y h alló lectores incluso en ■el siglo m . Poca im p o rtan cia tienen sus opiniones en la esfera d e la m oral (en la cual, en general, no superó los lí m ites de los lugares com unes h abituales) y algunas de sus tesis natu ralistas, que m u estran influencias aristo télicas y estoicas. M ás in teresan te resu lta su posición filosófica general. Favorino se v in cu lab a a la A cadem ia N ueva, cuyo p rin cip io fu n d am en tal inquirere p o tiu s q u a m decernere aceptaba, y consideraba q u e la m ejo r 135
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
enseñanza era la q u e consistía en arg u m en tar en pro y en contra; p o r o tra p a rte , de su o b ra p rin c ip a l se des p ren d e q u e acep tab a el escepticism o p irro n ia n o . Pero no se lim ita b a a la d u d a p u ra y sim ple, p o rq u e a d m itía la tesis neoacadém ica de la p ro b a b ilid a d , de suerte que, tras h a b e r d efen d id o sucesivam ente dos proposiciones opuestas, d e ja b a q u e sus discípulos escogiesen la más verd ad era (esto es, la m ás p ro b a b le ). Así, a la p a r de C icerón, e x te n d ía el pro b ab ilism o más allá de los lím i tes de la v ida p ráctica fijados p o r C arnéades y, com o su predecesor ro m an o , lo p o n ía p o r fu n d a m e n to del eclecticism o; re su lta verosím il q u e haya justificado de esta m a n e ra la afirm ación de q u e las d octrinas p e rip a téticas co n te n ía n la p ro b a b ilid a d m ayor. D ebe h a b e r seguido las tendencias de F avorino su discípulo C u a d ra do, a q u ie n se id en tifica con L. Estacio C u ad rad o (cón sul en el añ o 142, luego procónsul de A s ia ). P u ed e relacionarse con el escepticism o neoacadém ico a L. L icin io Sura (nacido en E spaña h acia 56, m u erto poco después del añ o 110), paisano y am igo de M arcial. F ue tres veces cónsul y co ntribuyó n o tab lem en te a las victorias de T ra ja n o sobre los d ad o s. A m igo del em pe ra d o r, cuyos discursos com ponía, era el h o m b re de m a yor a u to rid a d en el E stado después de aquél. Persona m uy culta, se in teresaba p o r los p roblem as n atu ralistas y p a rtic ip a b a activam ente en los m ovim ientos e sp iritu a les de su tiem po. P lin io el joven, dos de cuyas cartas le están d irigidas, dice q u e ten ía la costum bre de dis cutir, en los pro b lem as científicos, el p ro y el contra.
2. EL ESTOICISMO,
a) FIGURAS MENORES
E n estos siglos la escuela estoica, valiéndose de todos los m edios orales y escritos q u e favorecieran la d ifusión de su d o ctrin a, especialm ente de los más populares, ejer ció u n fu e rte in flu jo no solo sobre las clases superiores 136
DESDE AUGUSTO AL NEOPLATONISMO
(de las q u e ya hem os h a b la d o ), sino tam b ién sobre las más m odestas de la sociedad ro m an a, m ed ian te v erd a deras predicaciones, que d e term in ab an u n g ran n ú m ero de adhesiones y de conversiones. F u ero n así adeptos del estoicismo, lo m ism o u n esclavo como E picteto q u e u n em p erad o r como M arco A urelio. Pero ten ien d o en cuen ta q u e solo algunos de ellos —sobre todo el ú ltim o de los nom brados, y m ás q u e él Séneca y a u n M usonio R u fo — m erecen q u e se los considere p articu larm en te, es o p o rtu n o reco rd ar en p rim er lu g ar los nom bres de los estoicos de la época y luego h a b la r de cada u n o de los principales. N o todos los p artid ario s del estoicismo q u e vivieron en estos siglos rep resen tab an dignam ente a esa escuela y algunos e ra n incluso la negación viviente de la m oral que enseñ ab an ; así, p o r ejem plo, en tiem pos de N eró n P. Egnacio C eler d en u n ció a o tro estoico, B orea Sorano, y a la h ija de éste, y Ju v en al m enciona como in cu rso en in fa m ia a P a lfu rio Sura, tam b ién estoico; p ero se tra ta b a d e casos aislados. Podem os relacio n ar con la escuela a la q u e nos estamos refirien d o (y p ro b ab lem en te de m odo especial con Posidonio) a M. M an ilio , q u e vi vió en la época de A ugusto y de T ib e rio . E n su poema' astrológico (A stronom ica) , escrito, según parece, en p a r te b ajo el p rim ero de estos em peradores, en p a rte bajo el segundo, defiende con entusiasm o u n a visión del m u n d o q u e tiene como centro el p rin c ip io de la u n id a d de todas las cosas, sujetas a u n a ley fija e inelu ctable, Dios, que p e n e tra y vivifica el universo. L a D iv in id ad reside en el m u n d o celeste, del cual el terrestre consti tuye u n a im agen. Las estrellas d e te rm in a n el destino de los hom bres, a quienes solo resta dirigirse a ellas p a ra interrogarlas: este conocim iento hace al h o m b re seme ja n te a Dios. T a m b ié n tra tó cuestiones astronóm icas C. J u lio C é sar G erm ánico q u e nació el 24 de m ayo del añ o 15 a. C., y era h ijo de N eró n C lau d io D ruso G erm ánico y de 137
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
A n to n ia M in o r. E n el año 4 d. C. fue a d o p tad o p o r T ib e rio , el cual a su vez era ad o p tad o al m ism o tiem p o p o r A ugusto, con lo cual el p rim ero v in o a fo rm ar p a rte d e la fam ilia' J u lia . E n el 14, tras la m u erte de A ugusto, tuvo q u e re p rim ir las graves revueltas q u e h a b ía n esta llado en tre las legiones de la reg ió n re n a n a ; luego, h a b ie n d o pasado el R in , em p ren d ió u n a expedición en G erm an ia (14-15), d erro tó a A rm in io y tom ó p risio n era a su m u je r T u sn e ld a , vengando así la d e rro ta de las legiones d e V aro. L lam ad o p o r T ib e rio en el año 16, fue enviado a O rie n te con poderes ex trao rd in ario s. A llá e n tró en conflicto con el p rocónsul de Siria, C a lp u rn io Pisón; e n tre tan to , enferm ó im previstam ente e n A ntioq u ía , do n d e m u rió el 10 de octubre. C o rrió la voz de q u e h a b ía sido envenenado p o r Pisón y p o r la m u je r de éste, P lan cin a, pero esta acusación fue desm entida en el proceso realizado a contin u ació n . D e am plia cu l tu ra , escribió com edias e n griego y se le atrib u y en ep i gram as en griego y en la tín ; fue tam b ién u n o rad o r e x celente. A d a p tó lib rem en te, tom an d o en consideración los progresos realizados p o r la ciencia astronóm ica, los F enóm enos de A rato, o tro ra traducidos p o r Cicerón. D e esta o b ra subsisten setecientos versos. Poseemos tam b ién fragm entos de conten id o astronóm ico (unos doscientos versos) q u e a n te rio rm e n te se consideraban restos de Prognostica, p e ro q u e d eb ían estar incluidos en la se g u n d a p a rte d e los F enóm enos, con la cual G erm ánico q u e ría co m p letar la o b ra de A rato. Se h a sostenido q u e seguía fielm en te el estoicismo, p ero las afinidades se ñaladas e n tre ciertas tesis suyas y las d o ctrin as estoicas conciernen a cuestiones especiales y no a las teorías cen trales de esa escuela. Ju lio C ano vivió b ajo C lau d io y C aligula y fue m u e rto p o r m a n d a to del segundo: m ostró, según Séneca, u n a ra ra im p e rtu rb a b ilid a d fren te a la m u erte. Su in terés p o r la in m o rta lid a d del alm a h a hecho p en sar q u e su estoicism o sufrió influencias neopitagóricas. D u ra n te 138
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el rein ad o de N eró n (que tuvo com o m aestros a dos estoicos, Q uerem ón y Séneca) a d h irie ro n al estoicismo C larano, condiscípulo y coetáneo de Séneca, y A nneo Sereno, am igo y p arien te o lib erto de éste (q u e le dedicó varios trabajos) y m u e rto escaso tiem p o antes q u e él (62 ó 6 3 ), a poco de ser n o m b rad o praefectas vigilum . Estoicos de la m ism a época fueron o tro am igo de Séneca, C. C rispo Pasieno, m arido de A grip in a, y L. A n n eo Corñ u to de L eptis. E l p rim ero, o rad o r insigne, fue dos veces cónsul (la segunda en el año 44 d. C .) . Se casó con A ria D om icia, tía de N erón, y m ás tard e con A gripina, q u ien con engaños le q u itó la v id a (3 7 ). C o rn u to , confinado p o r N eró n en u n a isla debido a sus críticas dem asiado libres (66 ó 6 8 ), escribió en griego sobre tem as de re tórica y filosofía. Com puso en la tín D e figuris senten tiarum , u n com entario a V irgilio y u n trab ajo D e e n u n tiatione vel de ortographia. Su o b ra p rin c ip a l es E pid rom e to n katà. tèn H ellen ikén theologian p aradedom énon (que se h a co n serv ad o ), la cual, valiéndose d e obras a n te riores m ás extensas sobre el m ism o asunto, p resenta la in terp reta ció n estoica de los m itos griegos considerados como alegorías de la física estoica. F u ero n discípulos de C o rn u to dos poetas, A. Persio Flaco (34-62), cuyas sá tiras desarrollan doctrinas estoicas en versos vigorosos pero a m en u d o oscuros, y M. A nneo L ucano (59-65), sobrino de Séneca (condenado a m u erte p o r N eró n a raíz de su p articip ació n en la conspiración de P is ó n ) , q ue en la Farsalia m anifiesta con frecuencia su adhesión al estoicismo. Influencias de u n estoicism o ecléctico se h a n señalado en los escritos de J u n io M oderato Colum ela, d e G ades (C á d iz ), co ntem poráneo de Séneca, que fue trib u n o m ilita r de la sexta legión ferrata, con asiento en Siria. Poseía tierras en Ita lia , que consideraba como la com arca m ás adecuada p a ra la ag ricu ltu ra, objeto de su especial interés. Escribió dos redacciones de u n a obra sobre la ag ricu ltu ra, u n a m ás breve (de la q u e q u ed a u n lib ro D e a rb o rib u s), que debía com prender 139
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tres o c u a tro libros, y u n a m ás am p lia en doce (De re ru stic a ), escrita p ro b ab lem en te en tre 61 y 65 d. C. De él q u ed a adem ás, sobre las m ism as cuestiones, u n liber singularis. C u a n d o red actab a su o b ra m ayor te n ía ya escrita u n a co n tra los astrólogos, hoy p erd id a, y proyec taba o tra sobre lustrationes ceteraque sacrificia quao pro fru g ib u s su n t, la cual, si es q u e fue escrita, n o h a lle gado h asta nosotros. A la época de N eró n y de sus sucesores p ertenecen otros estoicos, am én de los ya m encionados B orea Sora n o y P. E gnacio C eler. El p rim ero , consul designatus (en rig o r consul suffectus) p ara el año 52, fue procónsul de A sia antes d el 63; fue acusado an te N eró n p o r ser am igo de R u b e lio P la u to y p o r h a b e r p ro cu rad o g ran jearse el favor de los propios adm inistrados, en quienes h a b ía fo m en tad o el e sp íritu de rev u elta; a su h ija Ser vilia se le im p u ta ro n prácticas mágicas. Sobornado p o r los acusadores, p restó falso testim onio co n tra am bos el ex cliente y am igo y actual m aestro de filosofía estoica de Sorano, P. E gnacio C eler (¿de B e rito ? ). P ad re e h ija fu e ro n condenados a m u erte, pero en el 69, b a jo Ves pasiano, E gnacio C eler fue acusado an te el Senado p o r M usonio R u fo y a u n q u e lo defendió el cínico D em etrio fue condenado a su vez a la p en a capital. P alfu rio Sura vivió, p rim ero , en tiem pos de N erón; alejado del Senado p o r V espasiano, se hizo estoico y a d q u irió fam a como o rad o r y poeta. F ue d e la to r en la época de D om iciano; m u erto éste, se lo acusó an te el Senado y fue condenado. R u b e lio P la u to (nacido después del 33 d. C., m . en el 62), q u e p o r p a rte de m ad re descendía de A ugusto en el m ism o g rad o q u e N erón, a d h irió al estoicismo, siguiendo la trad ició n fam iliar. C onfinado p o r N erón en el Asia M en o r (6 0 ), estrechó lazos de am istad con B orea Sorano, en ese entonces procónsul de Asia, y m an tu v o relaciones con M usonio R u fo y con C erano. E n el año 62 T ig e lin o hizo q u e N eró n se d ecidiera a librarse de él; e n tre las acusaciones q u e se le fo rm u laro n 140
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se co n tab a la de perten ecer a la escuela estoica. C onde n a d o a m u e rte sin proceso, siguió los consejos d e M u sonio R u fo y C erano y se dejó m a ta r p o r u n c e n tu rió n sin op o n er resistencia. Paconio A grip in o —el h ijo de M. Paconio, condenado a m u erte p o r T ib e rio —, después de h a b e r sido cuestor en C reta y en C irenaica en tiem po? de C laudio, fue desterrado de Ita lia p o r N erón. M u erto este em perador, regresó a C irenaica com o legado d e Ves pasiano (71 y 72 d. C .) . E n la m ism a época vivieron dos audaces defensores de los antiguos ideales republicanos, T rá se a P eto y su yerno E lvidio Prisco. E l p rim ero , n acid o en P a d u a de fam ilia d istin g u id a y rica, residía en R o m a en el añ o 42. A pesar de perten ecer a la oposición al im p erio , fue cotisul su ffectu s (56-57) ; hasta el 63 p a rtic ip ó activa m ente en las reuniones del Senado, en las q u e se opuso a N erón, p ero n o asistió desde el 63 al 66. E l em p erador le era ho stil ta n to p o r h a b e r com puesto u n escrito en elogio de C a tó n como p o r la acción perso n al q u e desa rro llab a. Procesado an te el Senado y condenado a m u e r te, se hizo c o rta r las venas tras h a b e r dicho al cuestor que le com unicó la sentencia: H agam os libaciones a J ú p ite r L iberador. L o asistió en sus últim os m om entos el cínico D em etrio, con q u ie n h a b ía estado d iscutiendo sobre la n atu raleza del alm a y su división del cuerpo. Elvidio Prisco, n acido en Sam nio, se dedicó a la filosofía desde jov en y tuvo m aestros estoicos. A u n q u e era u n re p u b lic a n o rígido, p a rtic ip ó activam ente en la vida p ú blica; fue quaestor Achaiae en el 51, com andó com o quaestorius u n a legión y fue trib u n o de la p lebe en el año 56. E n el 66 fue im plicado en el proceso de su sue gro y ex iliad o de R om a; llam ad o p o r G alba, acusó al d e la to r de T rá se a Peto; en el 70 o b tu v o la p re tu ra . E nérgico opositor del em perador, se concilio el odio p e r sonal de V espasiano y p o r eso fue desterrado p o r se g u n d a vez y condenado después a m u erte (70). E l filó sofo H o stilian o , exiliado p o r V espasiano h acia el año
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74, es qu izá id én tico al estoico C. T u tilio H o stilian o , de C orton a. E n la época de D om iciano vivieron C. V ibio M á x im o, Ju n io A ru len o R ústico, H eren io Seneción y ade m ás u n F ro n tó n y u n D eciano de E m érita (M érida) en la L u sita n ia , m encionados p o r M arcial: al ú ltim o ta l vez se lo d eb a id e n tific a r con L. Silio D eciano, cónsul en el 93. E n este m ism o año, C. V ibio M áxim o era p re fecto de la tercera cohorte alp in a, en D alm acia y, en 104, prefecto de E gipto; fue am igo de Estacio y de P lin io el Joven. A ru len o R ústico, trib u n o de la p lebe en el 66, p re to r en el 69, fue m u erto p o r o rd en de D om iciano (no antes del añ o 93) p o rq u e filosofaba y consideraba q u e T rá se a era u n santo. Poco después de agosto del 93 sufrió ig u al suerte, p o r h a b e r escrito la vida de E lvidio Prisco, Seneción, n acido en la E spaña Bética, en la q u e fue cuestor: d eb e h a b e r profesado el estoicismo. A la m ism a época perten ece Silio Itálico , el a u to r de los P u nica (u n poem a sobre la segunda g u e rra p ú n ica), n a cido el añ o 25 en Itá lic a (la de I t a li a ) . Se lo acusó d e h a b e r sido d e la to r b a jo N eró n ; en el 68, ú ltim o añ o del p rin c ip a d o de ese em perad o r, o b tu v o el consulado y m ás tard e p a rtic ip ó activam ente en las luchas p o r la sucesión im p erial acaecidas en los años siguientes y logró fam a com o procó n su l de Asia. R e tira d o a la v ida p riv ad a, d e dicó su tiem po al estudio y pasó los últim os años de su vida en C am p an ia. E n 101, atacado p o r u n a en ferm edad in cu ra b le , se dejó m o rir de ham b re. Los dos P lin io s (23-79; 62-113) n o p u e d e n conside rarse esto icos, a u n q u e en sus obras tengan cabida pensa m ientos p rovenientes de esa escuela, ad m irad a p o r P lin io el Viejo. E n cu a n to a P lin io el Joven, m ien tras p restab a servicio en Siria, conoció a dos filósofos, A rtem id o ro y E ufrates, con quien es m an tu v o m ás tard e estrechas re laciones en R om a. A u n q u e J u v e n a l (n. 55, m u erto del 130 al 140) tenga vinculación con el estoicism o, n o va m ás allá de U2
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la m o ralid a d de las diatrib as, a las q u e n o im p rim e u n carácter estrictam en te filosófico. T a m b ié n se h a querido h acer d ep e n d e r de la m ism a escuela a T á c ito (n. en 54 ó 55, m u erto d el 117 al 120), q u ien , en efecto, tenía sim p atía p o r la ríg id a m o ral de aquélla; p ero lo cierto es q u e en su concepción de la h isto ria y, p o r ende, en su visión de la realid ad , este a u to r (q u e en general n u aprecia dem asiado a la filosofía n i a quienes la cu lti van) m u e stra u n p ensam iento poco orgánico y de escasa coherencia, hasta el p u n to de q u e p a ra ex p licar los m is m os sucesos aduce unas veces causas n atu rales y recurre, otras, a fuerzas trascendentes a ellas, como el favor de los dioses y el destino, y con respecto a estas fuerzas llega incluso a vacilar en tre el azar y el h ad o o sino. E n la época de A d rian o y en la siguiente vivió u n tal L ucio, discípulo de M usonio R ufo. M arco A u relio re cuerda con afecto y elogios a tres p a rtid a rio s de esa co rrien te , q u e vivieron en el m ism o período; J u n io R ú s tico (hijo o sobrino de J . R ústico A ru le n o ), dos veces cónsul (en el 119 fu e colega de A d rian o en su tercer consulado) y u n a vez praefectus urbis, C lau d io M áxim o, cónsul y después legado y p ro cu rad o r im p e ria l y C in n a C atulo; los tres fu e ro n m aestros suyos. T a m b ié n el em p era d o r profesó la m ism a tendencia. D espués de M arco A urelio el estoicism o va p erd ien do im p o rta n c ia y g rad u alm en te se extingue. E n el si glo n i se m enciona a dos adh eren tes rom anos de esa escuela, contem poráneos a la form ación del n eo p lato n is mo: A nio y M edio; u n a discusión q u e m an tu v o el se g u n d o con L o n g in o p u ede h a b e r ten id o lu g ar en tre 258 y 262. Según L ongino, am bos h a b ría n carecido ele o ri g in a lid a d y se h a b ría n lim itad o a re p ro d u c ir el pensa m ien to de los antiguos. T a l vez fue ro m a n o el estoico M usonio, q u e enseñaba en A tenas en la época en q u e L o n g in o estu d iab a en esa ciudad, p ero n o publicó obras escritas. N o se conoce la cronología de otro estoico, T . C laudio A lejan d ro (¿rom ano?). D e cu alq u ier m odo, el
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estoicism o ejerció u n a acción p ro fu n d a y ex ten d id a so b re la evolución p o sterio r de la ética com o ciencia y com o n o rm a p ráctica de vida, ab rien d o cam ino a los desarrollos del cristianism o y tras h a b e r o b rad o con fuerza sobre el neoplatonism o influyó n o tab lem en te en las do ctrin as de los Padres de la Iglesia.
b)
SÉNECA
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L. A nneo Séneca nació en C órdoba h acia el año 4 a. C. Su p a d re —a q u ie n con poca ex actitu d se lo llam a el R é to r—, c u lto r de los estudios literarios y, sobre todo, de la elocuencia, escribió u n a h isto ria de R o m a a p a rtir de las guerras civiles, q u e se h a p erd id o , diez libros de C ontroversiae y u n o de Suasoriae, donde, u tilizan d o sus recuerdos, recogía p a rte de las declam aciones de rétores q u e h a b ía escuchado. L a m adre de Séneca, H elvia, q u e q u e ría m uchísim o a sus hijos, supo in flu ir p ro fu n d a m en te en sus espíritus: le apasionaba el estudio, incluso el de la filosofía, y L ucio a d q u irió p ro b ab lem en te de ella el am o r p o r esa disciplina, poco apreciad a p o r el pad re. E l h erm a n o m ayor de Séneca, M arco A nneo N o vato (a q u ie n están dedicados el D e ira, el D e vita beata y el D e rem ediis fo r tu ito r u m ) , fue ad o p tad o p o r el réto i J u n io G alión, am igo de su pad re, del cual tom ó el n o m bre. D esem peñó cargos m uy elevados, ya q u e fue cónsul y procónsu l de Acaya, pero poco tiem po después de la m u erte de su h e rm a n o se q u itó la vida, tal vez p o r h a b e r sido ob jeto de los ataques, al p rin cip io innocuos, de sus enem igos. Séneca h a b la a m en u d o d e él con afecto y estim a, m ien tras m uy ra ra vez m enciona al h erm ano m enor, M ela, q u ie n tuvo p o r h ijo al p oeta L ucano. Sien do todavía n iñ o , A nneo fue llevado a R o m a p o r u n a tía m ate rn a (esposa de V itrasio P olión, q u ie n fu e des pués prefecto de E gipto d u ra n te dieciséis a ñ o s ), la q u e deb ió c u id a r p rin c ip a lm e n te la salud delicada de su 1U
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sobrino, d e b ilita d a aú n más p o r el a rd o r con que se e n tregaba al estudio. L a filosofía lo a tra jo b ien p ro n to y se interesó así p o r las enseñanzas de los m ás n o tables rep resentan tes de esa d isciplina en R om a: de n iñ o tuvo p o r m aestros a Soción de A lejan d ría y a Sextio el Joven y, ya adolescente, a A talo, P ap irio F ab ian o y el cínico D em etrio, q u e Séneca n o m b ra a m e n u d o con viva ad m iración. Profesó el estoicism o, cuyas norm as severas quiso ap licar a la vida cotidiana, pero, p o r consejo del p a d re (q u ien tem ía q u e las privaciones q u e se im p o n ía h icieran p e lig ra r su ya d éb il salud, o b ie n q u e in cu rriese en el odio de T ib e rio , hostil a los filósofos), se dedicó a la elocuencia forense y a la fu n ció n p ú blica. O b tu v o la cuestura (en el 31 o el 32, al p a re c e r), g ra cias a su tía, ingresó en el Senado y com o o rad o r logró tales triunfos q u e suscitaron la env id ia y la aversión de C aligula, el cual h u b ie ra q u erid o hacerlo co n d en ar a m uerte, pero cam bió de id ea p o rq u e se convenció de q u e a Séneca le q u ed ab a m uy poco tiem po de vida. A b an d o n ó entonces la abogacía y m ás tarde, lib erado p o r la m u e rte de su p ad re (hacia el 3 9 ), re to rn ó a los estudios filosóficos; tal vez pertenezcan a esta época sus p rim eras obras de filosofía, la Consolatio ad M arciam y los libros d el D e ira. Pero se vio envuelto en u n a n u eva borrasca, ya que, p o r enem istad de M esalina, fue acusado de a d u lte rio con J u lia L ivila, h e rm an a de C a ligula, y C lau d io lo desterró a Córcega. R ep u esto del grave golpe, tra tó de h a lla r consuelo y fuerza en las enseñanzas estoicas y p ro cu ró calm ar el d o lo r de su m a d re con la C onsolatio ad H elvia m (42 ó 4 3 ), p ero luego se desanim ó h asta el p u n to de escribir u n a Consolatio ad P o lyb iu m (lib erto y secretario de C laudio), llena de adu lació n p a ra él y p a ra el em perador. E n el año 49, A gripina, que se h a b ía casado con C laudio, llam ó a Sé neca del exilio, lo hizo n o m b ra r p re to r y le confió la' educación de su h ijo N erón, ad o p tad o p o r el em perador; com o N e ró n ten ía otros dos preceptores de filosofía, es 1Í5
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p ro b a b le q u e Séneca se o cu p ara más b ien de la ense ñ an za d e la elocuencia y la poesía y de la fo rm ación m o ra l del discípulo. Colega de Séneca era A fran io B urro, prefecto del p re to rio , hom b re de n o b le tem ple m oral. A g rip in a consiguió asegurar a N eró n el im perio, en p e r ju icio de B ritán ico , y cuando m u rió C lau d io enven enado p o r ella (54) hizo p ro clam ar e m p erad o r al h ijo , q u e a ú n no te n ía diecisiete años. Séneca (quien, a la m u e rte de C lau d io , h a b ía escrito u n a sátira feroz c o n tra él) vio entonces au m e n ta d o su p o d er y obtuvo, al parecer, el consulado. P a ra los dieciocho años de N eró n escribió el D e clem entia, p ero e n este perío d o su actividad lite ra ria se hizo m ás le n ta ; de hecho, él y B urro, ah o ra m inistros, eran los verdaderos dom inadores del im p erio que, en los prim ero s cinco años d e l p rin c ip a d o n ero n ian o , fu e g u iad o con sab id u ría. Pero b ie n p ro n to dism inuyó el p o d e r de am bos, p o rq u e el em p erad o r p restab a oídos a m alos consejeros y se m o strab a cada vez m ás m alvado y cruel, h a sta el p u n to de que, a pesar del in te n to de sus m aestros p a ra d isu ad irlo de sus insanos propósitos, hizo m a ta r a su m ad re (¿59?) : sin em bargo, Séneca es cribió el m en saje q u e envió N e ró n al Senado p a ra ju s tificar el m atricid io . Poco antes, en el 58, Séneca h ab ía sufrido fuertes ataq u es de sus enem igos y especialm ente de Suilio, q u ie n lo h a b ía acusado de la acum u lació n en cu atro años de inm ensas riquezas, de a n d a r a la caza de testam entos, de captarse la benevolencia de viejos sin herederos, d e o p rim ir a Ita lia y a las provincias con u n a u su ra terrib le. Séneca logró q u e se co n fin ara a Suilio en las islas Baleares, p ero n o p u d o o b te n e r q u e tam b ién el h ijo de aq u él fu era d esterrado; luego p ro cu ró resp o n d er a las críticas en el D e vita beata, p ero la d e fensa re su lta poco convincente. T ra s la m u e rte de B u rro (62), dism inuyó cada vez m ás la a u to rid a d de Séneca; lo d ifam aro n an te el em p e ra d o r y, p a ra h u ir de los peligros q u e lo am enazaban, le ofreció sus riquezas y le p id ió q u e le p e rm itie ra a b a n U6
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d o n a r la corte. N eró n rechazó am bas propuestas, pero Séneca aprovechó las construcciones q u e h a b ía em p ren d id o el em p erad o r p a ra devolverle en p a rte sus regalos y, a b a n d o n a n d o todo lu jo y todo fasto, llevó u n a vida solitaria, en treg ad o exclusivam ente a los estudios filosó ficos. A este perío d o p ertenecen el D e beneficiis, las Car tas a L u c ilio y las C uestiones naturales. N eró n , q u e h a b ía tra ta d o in ú tilm e n te de hacerlo envenenar, se valió de la acusación de que Séneca' h a b ía p a rtic ip a d o en la cons p ira ció n de G. C a lp u rn io Pisón p a ra o rd en arle q u e se d ie ra m u erte. Séneca pid ió hacer testam en to y, a n te la negativa, d ijo a sus amigos q u e les legaba el ú n ico bien q u e le h a b ía q uedado, el ejem plo de su vida, y los ex h o rtó a vencer el dolor q u e los invadía. Su joven esposa P a u lin a (la segunda, p o rq u e la p rim e ra m u rió , al parecer, antes del exilio) solicitó m o rir con él, y am bos se h iciero n co rtar las venas al m ism o tiem po; com o la m u erte ta rd a b a en llegar, Séneca convenció a su cónyuge de que se hiciera traslad ar a o tra h ab itació n , p ero N eró n , no q u erien d o acrecer a ú n m ás el odio con tr a su persona, envió soldados p a ra im p e d ir q u e ella rea liz ara su propósito. Séneca d ictó a sus secretarios p a labras qu e T á c ito n o nos h a tran sm itid o p o rq u e todos sus contem poráneos las conocían; p a ra a p re su ra r la m u e rte beb ió cicuta, p ero en vano, d eb id o a las condi ciones de su organism o. Se hizo llevar entonces a u n b a ñ o caliente y, rocian d o con esa agua a los esclavos próxim os a él, dijo: consagro este licor a J ú p ite r li berador. P o r ú ltim o lo llevaron a u n b a ñ o de vapor, d o n d e ex p iró (65). Las obras q u e nos q u e d a n de él son m uy num erosas, p ero otras n o h a n llegado h a sta nosotros. Q u in tilia n o las clasifica' en orationes, poem ata, epistulae y dialogi. E n lo qu e respecta a las oraciones, se conservan frag m entos o referencias de las com puestas en elogio d e Mesalm a y p a ra P laucio L ateran o , y de los discursos escritos p a ra N eró n en h o n o r de C laudio, a los preto rian os, al U
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Senado y a éste, p a ra ju stificar la m u erte de A gripina. P u ed e m encionarse tam b ién el discurso que, según T á cito, h a b ría d irig id o a N eró n p a ra ofrecerle sus riquezas y p a ra re tira rse de la corte. Las poesías más breves d e b ía n co m p ren d er p o r lo m enos cuarto libros. Se discute acerca de la a u te n tic id a d de los epigram as q u e llevan el n o m b re de Séneca, p ero algunos, cu an to m enos, p a recen suyos; d e n tro d e las poesías se incluyen las trage dias, a las cuales volverem os a referirnos. L a A pokolokyn to sis (el enzap allam ien to de C laudio) es u n a sátira m enipea, en p rosa y verso. E n las obras filosóficas deben incluirse las cartas a L ucilio, en veinte libros. Se h a p e rd id o u n a Vita patris q u e n o e n tra en la clasificación de Q u in tilia n o . Éste llam ab a dialogi a todas las obras filosóficas, excepto las cartas a L ucilio, d an d o a aquella p a la b ra el significado de diatrib as. D e las obras de Séneca nos in teresan n o solo los escritos filosóficos, sino tam b ién las tragedias, p o r la a fin id a d q u e p resen ta su co n ten id o con las doctrinas m orales del a u to r: éste es u n o de los argum entos de m avor peso q u e p u e d e n aducirse p a ra reiv in d icar p a ra el filósofo la p a te rn id a d de esas obras, largo tiem po d iscutida p ero hoy g eneralm ente aceptada. C om o m ues tra n los m ism os títu lo s (H ércules [furens], T roades [o H ecuba], Phoenissae [o Thebais], M edea, Phaedra [o H ypolytus], O edipus, A gam em non, T hyestes, H ercules O e taeus), los argu m en to s están tom ados del m u n d o de las leyendas griegas, p ero el a u to r les h a im preso el sello de lo rom an o . M ás dudosa es la p a te rn id a d de O ctavia (la ú n ica trag ed ia praetexta co n serv ad a), p ero todavía tiene defensores. Se discute la cronología de las tragedias; la tesis antes más aceptada las d ab a p o r com puestas en la época del destierro en Córcega, pero hoy en d ía se tiende a creer q u e fu ero n escritas cuando Séneca vivía en la corte, e incluso hay q u ie n piensa q u e T hyestes es de años posteriores. M ucho m ayor im p o rtan cia’ tienen los trabajo s filosóficos en prosa; com o se h a dicho, Q uinU8
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tilian o a todos ellos los llam ab a diálogos, pero la tra d ición m an u scrita den om in a así a diez obras: De p ro vi dentia, D e constantia sapientis, D e ira libri tres, A d M arciam de consolatione, D e vita beata, D e otio, D e tran q u ilita te anim i, D e brevitate vitae, A d P o lyb iu m de consolatione, A d H elvia m m atrem de consolatione. Sin em bargo, solo ap aren tem en te son diálogos, pues e n re a lid a d constituyen exposiciones co n tin u ad as, in te rru m p i das algun a vez p o r interrogaciones u objeciones fo rm u ladas p o r la persona a q u ie n está dedicada la o b ra o p o r otros. E n tre las obras no incluidas en esta colección se cu entan : D e clem entia libri tres, D e beneficiis libri septem , N a tu ra liu m quaestionum libri octo, E pistulae m orales a d L u c iliu m (de las q u e se conservan veinte libros, pero n o están com pletas, p o rq u e A ulo G elio m en ciona el lib ro vigésim osegundo). Es in cierta la cro nolo gía de estos trabajos, q u e rep resen tan solo u n a p arte de la pro d u cció n filosófica y científica de Séneca, ya q u e diversas obras se h a n p erd id o : de algunas d e ellas q u e d a n solam ente fragm entos o citas; de otras, reelab o raciones o florilegios medievales. E n el p rim e r g ru p o se incluyen escritos filosóficos, especialm ente m orales (E x hortationes, D e officiis, D e im m atura m orte, Q uom odo am icita contienda sit, D e superstitione dialogus; los M o ralis philo so p h ia e libri se consideran, p o r lo general, com o u n a o b ra separada, pero hay q u ie n cree q u e Séneca designaba con ese títu lo a u n g ru p o de trab ajo s afines, e n tre ellos D e clem entia, De beneficiis, D e provid entia, D e o ffic iis ), y n atu ralistas (D e m o tu terrarum , Deí la p id u m natura [¿extraído de las N aturales quastiones, como el escrito siguiente?], D e piscium natura, D e situ In d ia e, D e situ et sacris A eg yp tio ru m , D e form a m u n d i) . Com o hem os dicho, se h a p erd id o u n a Vita patris; adem ás, no h a n llegado hasta nosotros cartas a M arulo, a C esonio M áxim o y, según algunos, a N ovato. D el escrito A d G allionem fratrem de rem ediis fo rtu i to ru m (com puesto en la época de N e r ó n ) , m encionado U9
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p o r T e rtu lia n o , se confeccionó u n a reelab o ració n con el m ism o títu lo , p ro b ab lem en te a comienzos de la E dad M edia. E l D e m a trim o n io , tam b ién p erd id o , sirvió a S. Je ró n im o p a ra re d a c ta r su epístola A d Jo v in ia n u m . E n el M edievo se com pusieron extractos y florilegios d e obras de Séneca, sobre todo de algunas q u e se h a n p e r d id o . M a rtín de B ran cara e x tra jo del D e ira u n escrito con ig u al títu lo y en la F orm ula honestae vitae; o D e q u a ttu o r v ir tu tib u s reelab o ró m ateriales tom ados, según parece, d e las E xh o rta tio n es o del D e officiis. D el tra b a jo p reced en te y de las Cartas a L u c ilio se sacó el D e copia verb o ru m (sin em bargo, algunos consid eran q u e en la E d ad M edia h a b ía tres obras atrib u id as a Séneca con esos título s; otros p ien san q u e del p rim ero se d eriv aro n el segundo y e l te rc e ro ). E l títu lo D e p a u p ertate se aplicó a unos resúm enes de las cartas a L ucilio. P e rte nece a los florilegios el L ib e r de m oribus, u n a serie d e ciento cu a re n ta y cinco sentencias m orales que, al p a recer, e ra conocida com o obra de Séneca en el añ o 567; se cree q u e es u n com pendio de u n a colección m ayor, de la cual p ro v e n d rían asimism o los M o n ita Senecae. D el L ib e r de m o rib u s proceden e n g ran p a rte los Pro verbia o S en ten tia e Senecae, ciento c u a re n ta y nueve sentencias en prosa, dispuestas e n o rd en alfabético d e la N a la Q y d estinadas a co m p letar las de P u b lio Siro e n la redacció n q u e llegaba solam ente h asta la N . P u ed e ser que o tras obras de Séneca h ay an desaparecido sin d e ja r rastros. Es apócrifa la correspondencia' e n tre Séneca y San P ablo, escrita p o r u n a u to r cristiano y conocida ya p o r S. J e ró n im o y S. A gustín; tam b ién son apócrifas las N o ta e Senecae, seis, listas de abrev iatu ras tiro n ia n a s con las respectivas explicaciones. R esu lta d ifícil establecer la cronología de las obras filosóficas de Séneca, pero, como se h a indicado, parece q u e las tres Consolaciones (a M arcia, a Polibio y a H el via) se c u e n ta n e n tre las más antiguas. P erten ecen a u n género p a rtic u la r, m uy cultivado p o r los filósofos d e 150
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la época helenístico-rom ana, sobre todo p o r los estoicos (como hem os visto, tam b ién C icerón escribió u n a o b ra ele esta índole). P ro cu rab an d ar consuelo y alien to a las personas más ligadas a ellos al verlas p ro fu n d a m e n te h eridas p o r la desgracia, y p a rtie n d o de sus condiciones p articu lares se elevaban a consideraciones filosóficas ge nerales, ad u ciendo ejem plos de casos de la m ism a n a tu raleza sucedidos a personas ilustres, p a ra convencer al d estin atario de q u e deb ía te n e r fortaleza y no a b a n d o n a r su puesto en las luchas de la vida. (L a ú ltim a p arte era, en co n ju n to , sem ejante en todas las obras del género.) Estas exhortaciones y estas enseñanzas m o rales d e b ía n servir n o solo al destinatario! sino a todos los hom bres afectados p o r dolores y desventuras análogos. L a C onsolatio más an tig u a es quizá la d irig id a a M arcia, h ija del h isto riad o r C rem ucio G ordo, cuyas li b ertades d e len g u aje le h a b ía n concillado el odio de Seyano, q u ien , prevaliéndose de la audacia con q u e aq uél h a b ía escrito sus anales, lo hizo acusar de lesa m ajestad. T ra s haberse d efendido altivam ente an te el Senado, C re m ucio se dejó m o rir de ham b re, sustrayéndose con su suicidio a u n a segura condena. L a h ija conservó en se creto las obras patern as, q u e el Senado h a b ía m an d ad o q u em ar, y o b tu v o de C aligula perm iso p a ra p u b licarlas después de su p rim ir las partes peligrosas. A M arcía, m a che de dos hijas y dos hijos, la m u erte le arre b a tó estos últim os; p a rtic u la rm en te dolorosa le resultó la p érd id a del segundo, M etilio. P ara darle a lien to Séneca escribió u n a consolatio, sin d u d a posterior al adven im ien to de C aligula al tro n o , au n q u e no conocemos la fecha exacta; g en eralm en te se la u b ic a en tre el 37 y el 41 d. C., pero algunos estudiosos la fijan en el año 49 ó 50. P u ede ser qu e la m ención ele F abiano in d iq u e q u e éste sirvió de fu ente, p e ro es posible que Séneca haya u tilizad o tam b ié n los consuelos de A rio D íd im o a L ivia. H a b itu a l m ente se señalan relaciones con las C onsolatio de C icerón 151
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y con pasajes de las T usculanas q u e se refieren a cues tiones sim ilares. E n el 42 ó 43, Séneca escribió la Consolatio ad H elv ia m p a ra c o n fo rta r a su m adre, entonces v iu d a, p o r la pesad u m b re q u e le h ab ía causado su destierro en Córcega. Él, q u e no sufre n ad a p o r lo q u e p u e d a lla m árselo desdichado —n i puede llegar a serlo, p o rq u e los llam ados h a b itu a lm e n te males, com o el alejam ien to de la p a tria o la pobreza, no son tales—, ex h o rta a la m adre a entregarse a los estudios liberales, ú n ico refugio acce sible a quienes h u y en de los golpes de la fo rtu n a . Séneca concluye este opúsculo asegurando a su m ad re q u e está co n ten to y alegre, com o q u ie n se en co n trara en las m ás felices condiciones; y ésa es en efecto su situ ació n p o r q u e su alm a, lib re de cuidados, se aplica a sus funciones p ro p ias y o ra se com place en estudios ligeros, o ra se eleva a considerar su p ro p ia n atu raleza y la del universo hasta que, ascendiendo a las cimas, contem pla el espectáculo d e las cosas divinas y, m em oriosa de su p ro p ia eternidad, recorre todo e l p asado y todo el fu tu ro . Com o fuentes, Séneca m en cio n a a V arrón y a M . B ruto. Sin em bargo, el exilio se le hizo tan d u ro , q u e antes del 44 escribió u n a C onsolatio ad P o lyb iu m (de la q u e se h a p e rd id o el co m ien zo ), ostensiblem ente p a ra ofre cerle consuelo p o r la m u erte de u n herm ano, pero en re alid ad p a ra o b te n e r la revocación de su condena; tra ta n d o de lo g rar su propósito, exaltó con adulaciones in decorosas al d estin atario y al em perador, sin q ue la gracia, no ob stan te, le fuera concedida. P ro b ab lem en te form a p a rte tam b ién de las obras m ás antig u as de Séneca el D e ira, escrito, según parece, bajo el p rin c ip a d o de C aligula, p ero p u b licad o poco después de la m u e rte de éste. L a obra, en tres libros, con trozos faltan tes al comienzo del p rim ero , está dedi cada a su h e rm a n o N ov ato (G a lió n ), q u ien le hab ía p re g u n ta d o cóm o es posible calm ar la ira. E sta pasión h a b ía sido tra ta d a a m en u d o p o r los filósofos griegos, 152
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pero no p o r los rom anos. Séneca, en el lib ro I, p a ra h acer ver q u e q u ie n se d eja poseer p o r ella está en u n estado de locura, describe sus m anifestaciones externas, odiosas y deform es, señala sus efectos aciagos, d a u n a definición (que falta en el texto, p ero d eb ía de ser la que nos h a tran sm itid o L actancio en el D e ira D e i: ira est in cita tio a n im i a d nocendum ei q u i n o cu it a u t nocere v o lu it) , p one de relieve q u e solo pertenece al h om bre, la disting u e de la iracu n d ia, critica extensam ente la teoría p erip a té tic a según la cual la ira no debe ser ex tirp a d a sino m oderada, p o rq u e la d a la n atu raleza y es ú til y m uestra q u e sus resultados son siem pre funes tos; p a ra concluir, afirm a q u e la ira n u n c a es grande, ni noble, sino m iserable y baja, com o las otras pasiones. E n el lib ro I I com ienza p o r decir q u e la ira n o nace d e n tro de nosotros in v o lu n ta ria m e n te (insciis nobis) : p o r el contrario, d epende del concurso de la v o lu n tad , esto es, del consenso d el alm a, y p o r ello p u ede ser d o blegada p o r la razón; luego, tras la crítica de los argu m entos qu e h a n sido presentados en defensa de aq uella pasión, pasa a considerar sus rem edios. C on los niños cabe utilizar la educación; cuando se tra ta de los adultos, es preciso co m b atir p rim ero la causa fu n d a m e n ta l de la ira, y com o ella reside en la o p in ió n de q u e alguien h a q u erid o u ltrajarn o s, no debem os darle crédito fácilm ente. E n el lib ro I I I Séneca indaga cómo es posible, si no e lim in a r p o r com pleto la ira, al m enos m oderarla. N u e vam ente critica la teoría p erip atética (que atrib u ye a A ristóteles) de q u e no hace falta e x tirp a rla del alm a; luego ex am in a cóm o es posible no caer en ella o libe rarse si nos h a vencido y, p o r ú ltim o , cóm o podem os calm ar y re d u c ir a la razón a u n h o m b re presa de la ira. F in alm en te observa que la m ejo r ayuda es pensar q u e somos m ortales; no tenem os tiem po q u e perder: procurem os hacer n u estra breve vida placida (apacible) p a ra nosotros y p a ra los dem ás y conseguir q u e nos am en en vida y an h elen n u estra presencia cuando h a 153
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yam os m u e rto . M ien tras perm anezcam os en tre los hom bres obrem os con h u m a n id a d y n o seamos causa de p e ligro o de te m o r p a ra nadie. C laram en te se advierte q u e esta o b ra no sigue u n p la n orgánico y u n ita rio y q u e carece de o rd e n y de coherencia. C om o el lib ro I I I es defectuoso, sobre todo p o rq u e vuelve sobre tem as ya estudiados, algunos lo h a n considerado com o u n tra ta d o a p a rte o com o u n a redacción d istin ta del lib ro II, q u e quizá el a u to r m ism o u otros h a b ría n agregado a los anteriores; p ero los libros anteriores ta m b ié n son defectuosos y la falta de orden y de nexo se e n c u e n tra asim ism o —si b ien en m enor g ra d o — en otros trab ajo s de Séneca, p o r lo cual 110 hace falta re c u rrir a aq u e lla hipótesis. R esu lta explicable que defectos de ese tip o se ad v iertan con m ayor claridad en u n o d e los prim eros trabajos del au to r. D e cu alq u ier form a, es n o ta b le la conclusión, en d o n d e se revela u n o de los m otivos d o m in an tes de su pensam iento: la con vicción de q u e la conciencia de la b rev ed ad d e n u e stra v id a debe to rn a rn o s dulces y generosos con todos los hom bres. E n c u a n to a las fuentes, éstas h a n d a d o lu gar a m uchas discusiones. Los nom bres q u e se p ro p o n e n h a b itu a lm e n te son los de Crisipo, Posidonio y Soción; algunos m e n cio n an tam b ién a A ntíoco y hay q u ie n con sidera q u e la cuestión es insoluble. E l D e brevitate vitae, com puesto p ro b ab lem en te en el año 49, tras el regreso del exilio en Córcega, está dedicado a u n tal P au lin o , prefecto de la an o n a, q u ien , según algunos, sería el p ad re de aquella: P om ponia P a u lin a con la q u e Séneca se h a b ría de casar m ás tarde. El tem a p rin c ip a l de la o b ra es la tesis (en p u g n a con 3os lam entos sobre la lim itació n de la existencia h u m a n a q u e co nstitu y en u n m otivo fu n d a m e n ta l de las Consola tiones) de q u e los hom bres y erran al q uejarse de la brev ed ad de la vida, pues son ellos los q u e la acortan d isip á n d o la con p ro d ig alid ad insensata: en ocupaciones hu eras e in ú tiles (en tre las cuales incluye Séneca las 15 í
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investigaciones eruditas) y en satisfacer sus pasiones y sus vicios. L a v ida resu lta b astan te larg a si se la con sagra al estudio de la sab id u ría (que es, esencialm ente, la filosofía m oral) ; los que a ella se d ed ican son los q u e v erdaderam en te viven, p o rq u e n o solo em p lean b ie n su existencia sino q u e le añ ad en todos los siglos pasados. A ellos debem os considerarlos como los guías de n uestras vidas; todos nos enseñan a m o rir. Los grandes filósofos nos a b re n el cam ino de la etern id ad , de la q u e n adie es arrojad o : ésa es la ú n ica m an era de tran sfo rm ar nues tra m o rta lid a d en in m o rtalid ad . P o r eso la v id a del sabio es m uy extensa, ya q u e solo él está lib re de las leyes del género h u m an o , en cuanto todos los siglos le están so m etidos, com o a Dios, pues, en efecto, con el p en sam iento d o m in a el presente, el pasado y el fu tu ro . Séneca con cluye ex h o rta n d o a P au lin o a re n u n c ia r a la v ida p ú b lica p a ra consagrar su actividad a los estudios filosóficos: dedícate a in q u irir cuál es la n atu raleza de la D iv inidad, q u é pasa con el alm a después de la m u erte, q u é estruc tu ra tiene el universo. A u n q u e p u ed e señalarse fácil m en te algunos conceptos principales, la o b ra re su lta d i fícil de analizar en detalle p o rq u e contiene digresiones q u e le q u ita n coherencia. El D e clem entia, d irig id o a N eró n , recien tem ente consagrado em perador, tiene que h a b e r sido escrito en tre diciem bre del 55 y d iciem bre del 56, si nos ajustam os a la lección com ún, p o r la cual se dice q u e el im p eria l discípulo tenía más de dieciocho años; Préchac, e n cam bio, corrigiendo el texto, afirm a que fue com puesto en el 54-55. E l sum ario divide la o b ra en tres partes: ge n e ralm en te se p iensa q u e solo poseemos la p rim e ra (li b ro I) y el com ienzo de la segunda (lib ro I I ) , de m odo q u e fa lta ría n la m ayor p a rte del lib ro I I y la to ta lid ad d el III. Préchac cree, p o r el contrario , q u e tenem os el tra b a jo com pleto, en u n lib ro único, p o rq u e corrige a su m a n e ra el texto (corrupto) q u e in d ica la p rim e ra p a rte y p o n e todo el lib ro I, a p a r tir del sum ario, des 155
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pués d e lo q u e poseemos del I I ; pero esta osadísim a transposición no resu lta satisfactoria, cu a n to m enos p o r n o resp o n d er a las indicaciones del sum ario m ism o. Se g ú n la in te rp re ta c ió n corriente, la p rim era p arte, de carácter in tro d u c to rio , tra ta en general de la d em en cia y m u estra q u e resu lta p a rtic u la rm en te o b lig a to ria y ú til p a ra el soberano; la segunda p a rte deb ía d e fin irla y señ alar los caracteres p o r los cuales se d istin g u e de los vicios q u e la im ita n ; en la tercera se investigaba cómo es posible co n d u cir al alm a a esa v irtu d , cóm o la refor zamos y cóm o con el ejercicio la hacem os nuestra. D e la segund a p a rte subsisten la definición de la clem encia, co n trap u esta a la cru eld ad , y la distin ció n de la p rim era con respecto a la m isericordia (com pasión) y a la venia (perdón). S o rp ren d en las desm esuradas alabanzas a la d e m e n c ia de N eró n , q u ie n poco antes h ab ía h echo m a ta r a B ritánico , p e ro p u ed e ser q u e en esa form a Séneca haya q u e rid o in d u c irlo a sofrenar las tendencias b ru tales q u e com enzaban a m anifestarse en él y obligarlo a no c o n trad ecir las declaraciones q u e h a b ía fo rm u lad o al com ienzo d e su p rin cip ad o . Es p resum ible q u e en la o b ra se h ay an u tilizad o fuentes griegas, sobre todo es toicas, pero n o es posible d eterm in arlas exactam ente. E n la lite ra tu ra francesa, el D e clem entia h a in sp irado páginas interesan tes a M ontaigne, a C orneille su Cinna y a R acine, versos elocuentes puestos en boca de B urro, en B ritánico. E l D e constantia sapientis está dedicado a A nneo Sereno (q u e sucedió a T ig e lin o como praefectus vigi lu m y m u rió antes q u e Séneca) ; p ro b ab lem en te fue es crito a poco de ascender N eró n al trono, pero h ay q u ie n lo h a situ ad o después de la co n dena de Suilio. Q uiere d em o strar la p a ra d o ja estoica según la cual el sabio no p u e d e recib ir n i in ju ria (in ju ria ) n i ofensa (co n tum e lia ) . D ice Séneca q u e el sabio es im p en etrab le a los ataques de la p rim era, la cual n o pued e lo g rar su in te n to de hacerle m al, pues la sab id u ría no deja lu g a r para 156
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éste: q u ie n la posee se co n ten ta con la v irtu d , q u e la fo rtu n a no p u ed e q u ita rle y p o r consiguiente n o p u ede rec ib ir in ju ria . E n cu an to a la ofensa, ella im p lica des precio; p ero no podem os despreciar a q u ie n es su perior a nosotros: así como los padres n o se ofenden p o r la co n d u cta de sus hijos pequeños, q u e n o p u ed en despre ciarlos, de igual m odo se com porta el sabio con todos los hom bres quienes, au n q u e tengan canas, siguen sien do niños. P ued e situarse en el año 58 el D e beata vita (cuya ú ltim a p a rte está m u tila d a ), p o rq u e la discusión de la crítica a los filósofos p o r no aju sta r sus vidas a las teo rías que d efienden hace su p o n er q u e Séneca la com puso p a ra defenderse de las acusaciones de Suilio. E l a u to r señala, en p rim e r térm ino, q u e todos los hom bres desean vivir con felicidad, p ero q u e este p ro p ó sito es difícil de alcanzar: n o debem os seguir como borregos el re b añ o del vulgo —q u e prefiere creer antes q u e juzgar y se ex trav ía en el e rro r—, sino obedecer a la razón. Séneca d eterm in a p rim eram en te q u é es la v ida feliz, y lo hace siguiendo a los estoicos, p a ra quienes es tal la q u e con cuerd a co n la naturaleza. P o r lo demás, el b ie n p u ede definirse tam b ién de o tro m odo, pero siem pre es preciso q u e consista en la v irtu d fu n d a d a en el ejercicio de la razón y an te todo es m enester d istin g u irlo del p lacer, con el cual es in com patible. P o r ello Séneca critica ex tensam ente el epicureism o, q u e u n e in d iso lu b lem ente térm inos inconciliables, y au n q u e ad m ira la vida y los preceptos del fu n d a d o r de la escuela considera q u e con sus teorías h a ofrecido u n a justificación a los viciosos. T am p o co p u ede decirse (pasando así a la crítica de A n tíoco de Ascalón) q u e la v irtu d y el p lacer re u n id o s constituyan el sum o bien, pues q u ie n los asocia q u ita a la p rim e ra toda base sólida y coloca al h o m b re en la m ás grave de las servidum bres: la del azar. Sin em bargo, a u n q u e la v irtu d es el fu n d am en to de la v erd ad era fe licidad, p o rq u e basta p a ra h acer feliz la vida, q u ie n 157
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tien d e h acia ella depende aú n , en cierta m edida, de los favores d e la fo rtu n a. N o hay razón, pues, p a ra cen su ra r a los filósofos p o rq u e n o acom odan la vida a sus p receptos —re p itie n d o así acusaciones fo rm uladas c o n tra los m ás g randes (Sócrates, P lató n , A ristó teles), los cua les no decían cóm o vivían ellos, sino cómo d e b e ría n h a b e r vivido— n i p a ra reprocharles q u e tra n sc u rran su existencia en m ed io del lu jo y las riquezas. E n lu g a r de despreciar a los hom bres q u e in te n ta n realizar as censiones arduas, si no llegan a la cim a, hay q u e ad m ira r su d ifícil em presa au n q u e n o haya sido llevada a té r m ino. A dem ás, n o es necesario q u e el sabio p rescinda de los bienes externos, de las riquezas b rin d a d a s p o r la suerte: b asta q u e n o se convierta en esclavo de ellas. N o las am a, p ero las considera preferibles a las cosas opuestas (Séneca adojsta así la teoría estoica de q u e e n tre las cosas in d iferen tes algunas son preferibles y otras d e b en rechazarse) ; basta q u e las h ay a a d q u irid o h o n ra d a m ente, q u e h ag a u n uso b u en o y generoso de ellas y q u e n o se lam en te cu an d o las p ierd a. Las riquezas sirven al sabio, g o b ie rn a n al necio. El D e o tio (q u e en cierto m odo tiene relació n con el D e vita beata, en la p a rte en q u e esta ú ltim a o b ra se refiere al alejam ien to de las cuestiones p ú b lic a s), m u tila d o al com ienzo y al final, p ro b ab lem en te fue es crito después del año 62, es d ecir cuando el a u to r se h a b ía re tira d o de la v ida política, pues, en efecto, p ro cu ra defenderse de la acusación de h a b e r a b an d o n ad o la causa del estoicism o q u e profesaba. Séneca recuerda que, según Z enón, el sabio se o cu p ará de los asuntos públicos si no hay causa q u e se lo p ro h íb a ; p ero esta causa debe en ten d erse en sentido m uy am plio, in clu yendo los casos en q u e el E stado está dem asiado corrom p id o p a ra q u e sea posible socorrerlo y aquellos en q u e la salvación del sabio constituye u n obstáculo p a ra su ob ra. Q u ie n n o p u ed e b eneficiar a otros (a m uchos, o al m enos a pocos) debe p ro c u ra r ser ú til a sí m ism o, 15S
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p o rq u e de ese m odo p re p a ra el b ien de los dem ás. Séneca in te n ta p ro b a r dos tesis: 19) q u e u n a persona, desde ed ad tem p ran a, p u ed e entregarse com pletam ente a la contem plació n de la verdad, b uscar u n a n o rm a d e vida y llevarla a la práctica, en la existencia p riv ad a; 2?) q u e es posible h acer eso con ta n to m ayor derecho cu an d o se h a llegado a u n a edad avanzada y se h a servido la r g am ente la cosa pública. Pero, en realid ad , lo q u e q u e d a del tra ta d o tiene p o r objeto m o strar e n general q u e es lícito dedicarse a la contem plación. Si tom am os e n con sideración ese g ran estado (res publica) q u e incluye a los Dioses y a los hom bres, vemos q u e podem os servirlo sobre todo en retiro , m ed itan d o en los grandes p ro b le m as relativos a Dios, la' n atu raleza y la co n d u cta h u m an a . Así servimos a Dios, ya q u e hacem os q u e sus grandes obras no carezcan d e testim onios. P o r lo dem ás, se dice q u e el sum o b ien consiste en vivir de acuerdo con la n aturaleza; pero ésta nos h a en g en d rad o ta n to para' la contem plació n com o p a ra la acción, pues es en efecto u n im pulso n a tu ra l el q u e lleva a los hom bres a la i n vestigación. L a n atu raleza m ism a nos in d u c e al estudio d el universo p a ra el cual la v id a h u m a n a ín teg ra re su lta dem asiado breve; p o r eso el h o m b re vive de acu erd o con la n atu raleza si se entrega p o r com pleto a ella. P ero de este m odo n o solam ente co n tem p la sino q u e tam b ién obra, p o rq u e la especulación debe trad u cirse en acción. M as si el sabio n o tiene form a de com portarse así puede ob rar, incluso perm aneciendo solo consigo m ism o, de tal m an e ra q u e resulte ú til a la posterid ad . Los grandes filósofos estoicos h a n realizado cosas m ás grandes que los caudillos m ilitares y los legisladores, p o rq u e h a n tra b a ja d o p a ra todo el género h u m an o , p resente y fu tu ro . A dem ás, si —como la realid ad d em u estra— n o hay E stado a lg u n o q u e el sabio p u ed a soportar, o q u e p u ed a sopor tarlo, si no hay n in g u n o igual al q u e nos im aginam os, entonces el re tiro se p resenta como u n a necesidad p a ra todos, p o r no existir lo único q u e p o d ría preferírsele. 159
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El D e tra n q u illita te a n im i, dedicado a Sereno, q u e p u ed e considerarse escrito en el 62 o el 63, n o m u ch o después q u e el D e otio, tiene u n a in tro d u cció n singular en la q u e Séneca, hab lán d o se a sí m ism o, reconoce que el exam en de su alm a le m u estra q u e encierra vicios de los q u e no p u e d e librarse, a u n sin ser esclavo de ellos, con lo cu al se h a lla en el penoso estado d e q u ie n n o está n i sano ni en ferm o; y p o r eso n o tiende d ecididam ente hacia lo ju sto , n i tam poco hacia lo opuesto. A esta declara ción sigue u n a suerte de exam en de conciencia en el q u e Séneca señala las fuerzas q u e lo m ueven en direcciones opuestas, las tentaciones —p o d ría decirse— q u e actúan sobre él, y ru e g a a Sereno q u e le in d iq u e, si es de su conocim iento, alg ú n rem edio p a ra esas fluctuaciones su yas. Él q u e rría alcanzar esa eudym ia a la q u e se h a refe rid o D em ócrito, o sea la tra n q u ilid a d del alm a, p o r la cual ésta se h a lla de acuerdo consigo m ism a: a ta l estado se opone aq u el en q u e el alm a n o está c o n te n ta consigo m ism a y p o r ello se agita y detesta el reposo; se irrita c o n tra la suerte, se lam en ta de su época, se arrin cona, se concentra’ en su sufrim ien to , disgustada de sí m ism a. P ara salir de este estado p ro c u ra co n tin u am en te m u d a r de sitio, c am b iar d e ocupación. Según A tenodoro, el m e jo r rem ed io consistiría en dedicarse a los negocios p ú blicos, pero d eb id o a los vicios de los h om bres la sim p li citas se e n c u e n tra entonces poco segura, p o r lo cual es preciso ap artarse de aquéllas. M as tam b ién en la soledad es posible ser ú tiles a todos, educando las alm as p ara la v irtu d . Séneca p ien sa q u e lo m ejo r es a lte rn a r e l reposo con la actividad, pues siem pre h ay lu g a r p a ra una: acción v irtu o sa, incluso en las condiciones p o líticas m ás desdi chadas. . . al m enos en las relaciones privadas; deberem os pro ced er según cuál sea la situación del E stado y lo que p e rm ita la fo rtu n a , ya desplegando n u e stra actividad, ya en cerránd o n o s en nosotros mismos, sin d e ja r n u n ca que el m iedo nos inm ovilice. C u an d o se vive en tiem pos d i fíciles hay q u e consagrar más tiem p o al reposo y al estu 160
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dio. A estas consideraciones generales se agregan norm as particu lares p a ra lograr la tra n q u ilid a d d e l alm a. El De provid en tia , al igual q u e las N atu ra les quaes tiones, está dedicado p o r Séneca a su am igo L ucilio (q u ien tam b ién es el d estin atario de las E p istu la e m ora les) . Éste, nacido en C am pania, fue p ro cu rad o r en los Alpes C otianos, luego en E piro, en M acedonia y en África, y en 63-64 en Sicilia. E scritor y poeta, quizá haya sido el a u to r del poem ita A etna. El D e p ro vid en tia debe ubicarse en tre las ú ltim as obras de Séneca. A lgunos lo creen a n te rio r a las cartas a L ucilio, en las cuales se a n u n cia u n a g ran obra, m oralis philisophiae libri, que co m ún m en te se considera como u n tra b a jo ap arte; p ero esa colocación n o es segura, p o rq u e Séneca p o d ría haberse referido con esa denom in ació n a u n g ru p o de escritos afines (contrapuestos a los relativos a la filosofía n a tu ral) , de los cuales form aría p a rte D e provid en tia . L ucilio le h ab ía p re g u n ta d o p o r qué, si el m u n d o está guiado p o r la Providencia, suceden tan to s m ales a los h om bres buenos. Séneca difiere p ara o tra o b ra la dem ostración de la tesis de q u e el universo n o está su b o rd in ad o al azar y q u e la P rovidencia todo lo d irige y lo gobierna; q u e el curso de la n atu raleza se rige p o r u n a ley etern a. M ei d ia n te ese p rin cip io se p o d rá resolver m ejo r la d ificu ltad p resentad a, p o rq u e de él se sigue q u e las desgracias que afligen a los buenos deben proceder de esa P rovidencia. P o r el m om ento, afirm a que Dios y el h o m b re b u e n o son sem ejantes, y q u e solo d ifieren p o r la d u ració n de la vida; el p rim ero es u n p ad re p a ra el segundo, p ero u n p ad re severo, qu e educa du ram en te, y que p a ra p o n er a p ru e b a a los buenos y hacerlos m ejores los som ete a los golpes de la fo rtu n a. Más aún, el espectáculo q u e m erece ser contem plado p o r la D iv in id ad es el q u e tiene lu g ar cuan do u n ho m b re b u en o lucha con la fo rtu n a adversa, sobre todo si la h a provocado. P o r o tra p a rte (y ésta es la tesis qu e recibe u n desarrollo más a m p lio ), las q u e llam am os desgracias y cosas abom inables resu ltan útiles, en p rim er 131
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lu g a r á los q u e las sufren, ya q u e la desdicha es u n a oca sión p a ra la v irtu d (afirm ación q u e coincide con u n a a n terior) , y en segundo térm in o a la g en eralid ad de los hom bres, q u e p re o c u p a n a los Dioses más q u e cada h o m b re en p a rtic u la r; de este m odo se advierte, en re a lid a d , q u e lo q u e el vulgo apetece n o es u n b ien , así com o tam poco es u n m al lo q u e tem e. Los buen o s so p o rtan v o lu n ta ria m e n te estas cosas q u e suceden p o r o b ra d el destino y d e acuerd o con la m ism a ley q u e los hace b u e nos. Y n o h ay q u e ten er com pasión p o r los buenos, q u e se p u e d e n consid erar desdichados, p ero n o p u e d e n serlo. Esta ú ltim a tesis tam b ién es tra ta d a , razón p o r la cual n o p u ed e sostenerse, com o h a hecho alguno, q u e la o b ra está in co m p leta; en cam bio, como ocurre en general con los escritos d e Séneca, peca p o r fa lta de o rd en y de n e x o en tre los pensam ientos, y tiene u n fu erte sello retórico. E n este tra b a jo Séneca m enciona y rep ro d u ce b a sta n te p o r extenso algunas doctrinas del cínico D em etrio, e n q u ie n se in sp ira. E l D e beneficiis, en siete libros, está dedicado a E b u cio L ib eral, a q u ie n podem os id e n tific a r con el am igo L ib eral de q u ie n Séneca, en u n a carta a L ucilio, dice q u e está m u y afligido p o r el incendio de su ciu d ad , L y o n , a la q u e te n ía m u ch o afecto a pesar de v iv ir en R om a. A l p arecer e ra caballero y m uy rico, y seguram ente p o seía u n a c u ltu ra literaria. El D e beneficiis, sin d u d a pos terio r a la m u e rte de C laudio, p o r lo general se co nsidera p e rte n ec ien te al ú ltim o p erío d o de la vida de Séneca. L o s siete libros n o fu e ro n escritos a la vez: al p rin c ip io del lib ro V se dice q u e en los c u a tro anteriores se h a cum p lid o el p la n de la obra, de m odo q u e los libros V y V I fo rm an u n g ru p o nuevo y el V II es m anifiestam ente u n com plem ento, con lo cual el p ro b lem a cronológico se com plica. Parece q u e la o b ra p u ed e a trib u irse a los años 62-64, incluso p o rq u e Séneca, tras su caída, h a b ie n d o llegado a o d ia r a su ex discípulo, q u e antes lo h a b ía colm ado de regalos y favores, debía pen sar q u e en re a li 162
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d ad el verdadero beneficiario h a b ía sido el em perador, qu e ah o ra se le m o strab a ingrato, y p o r ello n o p o d ía d e ja r de interesarse p ersonalm ente p o r los problem as tratados en esa obra; sin em bargo, es m uy dudoso que ésta incluya num erosas alusiones hostiles a N eró n , como alg u ien h a supuesto. E n el lib ro I, Séneca com ienza p o r señalar q u e no hay vicio más com ún q u e la in g ra titu d , de la cual, n o obstante, suelen ser causa los benefactores mismos, p o r el m odo como se co m p o rtan ; p ero aq uélla no debe a p a rta r de la beneficencia, consistente, p a ra él, en la inten ció n benévola de p ro c u ra r co n ten to m ed ian te u n a acción o u n obsequio. In d ag a luego q u é beneficios se deben conceder, a qué personas y de q u é m anera: este ú ltim o p u n to se tra ta en el lib ro II, donde se h a b la del m odo de re c ib ir los beneficios, de la in ten ció n in g rata y de las causas de la in g ra titu d , y se define la g ra titu d . E l lib ro II I, u n a vez defin id a la in g ra titu d y exam inados sus diversos aspectos, tra ta varios problem as, e n tre los cuales ofrece interés la cuestión de si u n esclavo puede b eneficiar a su am o; Séneca la resuelve afirm ativ am ente, ap o rta n d o num erosos ejem plos de acciones generosas rea lizadas p o r esclavos. E n el lib ro IV se investiga si bene ficiar y d em o strar g ra titu d son cosas deseables p o r sí m ismas, a lo cual se d a u n a respuesta afirm ativa, después de criticar la justificación u tilita rista de am bas actitudes y de ocuparse am p liam en te de los beneficios q u e los Dioses conceden a los hom bres, así como clel concepto de la div in id ad . Se p re g u n ta luego si el h o m b re bueno debe beneficiar tam b ién al in g rato al q u e conoce p o r tal y, com o al p rin cip io del lib ro I, contesta afirm ativ am ente en lo q u e respecta' a q u ie n es in clin ad o a la in g ra titu d p o r su p ro p ia n aturaleza. Los tres libros siguientes, dis tintos de los anteriores, se refieren a problem as p a rtic u lares y constituyen, en su co n ju n to , u n a casuística sobre el tem a. El V II, q u e a m enudo vuelve a tra ta r cuestiones ya estudiadas, concluye enseñando cóm o hay q u e com p o rtarse con los ingratos. L a organización del m a te ria l 163
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es defectuosa, p o rq u e a b u n d a n las digresiones y falta u n nexo u n ita rio ; la casuística de los últim os libros lleva a algunas sutilezas, p ero la o b ra contiene agudas observa ciones sobre la v;da. H ay con seguridad u n a lag u n a (antes de V II, 13) y algunos señalan otras tres (al final de I, 9, 1, cie I, 9, 2 y de III, 18, 1), p ero Préchac niega p o r lo m enos la p rim e ra y la tercera. Las fuentes principales son P anecio y H ecató n , sobre todo este ú ltim o ; al p rin cipio del lib ro V II se m enciona adem ás al cínico D em e trio (m uy elogiosam ente) y a B ion. Séneca pone de su p a rte algunas anécdotas de la h isto ria ro m an a y d i g r e s s e s filosóficas atinentes en especial a cuestiones políticas, sociales y religiosas: lo más original es lo rela tivo a los esclavos y la defensa q u e se hace de ellos. Las N a tu ra les quaestiones constan hoy de siete libros, p ero la o b ra d eb ía co m p ren d er ocho, pues hay q u e d iv i d ir el IV en dos, de m odo q u e el títu lo e ra p resu m ib le m en te N a tu r a liu m q u a estio n u m libri V III. E stá dedicada a L u cilio y es sin d u d a u n a de las ú ltim as de Séneca (62-63 ó 62-64), es decir q u e fue escrita ju n to con el D e p ro vid en tia (p ro b a b le m e n te ), con el D e beneficiis, con m uchas d e las E pistulae ad L u c iliu m y tal vez ju n to con otros trab ajo s más. E sta rapidez se explica, en p arte, reco rd an d o q u e Séneca se h a b ía ocupado desde su ju v en tu d de problem as natu ralistas. Los d istintos libros deben h a b e r sido escritos y enviados a L ucilio separad am ente y solo m ás tard e reu n id o s en co n ju n to ; p ero la sucesión cronológica no correspondía, prob ab lem en te, al o rd en a m ien to actu al (IV b - V II; I - IV a ) . L a o b ra p resenta u n a grave lag u n a, ya q u e falta el final del lib ro IV a y el p rin c ip io del IV b. E l libro I com ienza con u n a d istin ción e n tre la filosofía m oral y la de la n atu raleza, a la q u e se hace o b jeto de alabanzas; luego Séneca pasa a b ru p tam en te a tra ta r el tem a del libro: los m eteoros lu m in o sos (los fuegos y las luces q u e aparecen en el aire) y, sobre todo, el arco iris y el halo solar o lu n ar. El lib ro I I se abre con la trip le división de la ciencia de la n a tu 164
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raleza en A stronom ía, M eteorología y G eografía, según se consideren la' región celeste, la q u e está e n tre el cielo y la tierra o la tie rra m ism a, respectivam ente; estudia luego los rayos y los truenos. E n el lib ro I I I Séneca se lam en ta de h a b e r abo rd ad o en la vejez u n tem a ta n vasto, al cual se p ro p o n e consagrar todo el tiem p o de q u e dis ponga. T ra s censurar a los escritores q u e se o cu p an de las em presas de Filipo, A lejandro o A níbal, en lugar de enseñar a los hom bres a vivir bien, h a b la de las aguas terrestres y describe p o r ú ltim o el dilu v io universal y el fin de la h u m a n id a d . El libro IV en p rim e r lug ar ex horta a L ucilio a guardarse de las adulaciones y se refiere luego a las inundaciones del N ilo, pero a q u í el tex to está m u tilado. L a lag u n a com prende g ran p a rte del lib ro IV b (que ten ía p o r o bjeto las n u b e s ), del cual solo q u ed an los últim os capítulos, q u e tra ta n acerca del granizo y la nieve. E l lib ro V p arte de la d efin ic'ó n del vien to y estudia temas conexos. El lib ro V I tiene p o r o bjeto los terrem otos. E n el prefacio Séneca m enciona el q u e h a b ía devastado Pom peya en el año 63 y el te rro r q u e h a b ía p ro d u c id o y p ro c u ra lib e ra r a los hom bres de ese tem or. D espués de buscar la explicación del fenóm eno se esfuerza p o r in d u cir a los espíritus a vencer el m iedo a la m u erte. E l li b ro V II se refiere a los cometas. Es evid en te q u e no se realiza el proyecto, indicado a comienzos del lib ro II, de estu d ia r todo el universo físico, lo cual lia hecho pensar q u e no estam os en presencia de u n a síntesis, sino de m o nografías p articu lares, indep en d ien tes en tre sí: hay q u ien h a supuesto q u e el m encionado p la n p o n e de m anifiesto q u e el a u to r tuvo la inten ció n , q u e n o llevó a cabo, de re e la b o ra r y am p liar su obra. Los libros I-IV a están precedidos p o r prefacios generales b a sta n te vinculados en tre sí, p ero n o con los libros mismos. E l a u to r se vale, ya de u n a exposición sistem ática, ya de la presentación de las opiniones ajenas, pero de m odo d iferen te en los distintos libros: a veces, como ocurre en el lib ro II, se a lte rn a n los dos procedim ientos; en los libros V I y 165
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V II p re d o m in a la doxografía y en el I I I y el V las expo siciones de las teorías aceptadas p o r el au to r. Éste no se lim ita a describ ir los fenóm enos natu rales, sin o q u e p ro cura descu b rir sus causas; p ero con dem asiada frecuencia acepta sin discrim in ació n en sus descripciones las afirm a ciones de los au to res a q u ien sigue, a u n siendo inexactas, y presen ta com o explicaciones las opiniones ajenas q u e p refiere, después de d iscu tir las distintas hipótesis con procedim ien to s esencialm ente dialécticos. Sus propósitos son los de u n m o ra l'sta q u e aprovecha todas las ocasiones p a ra sus enseñanzas y q u e utiliza los m edios q u e le ofrece la retórica, p o r lo cual las N a tu ra les quaestiones se h allan próxim as a las obras del a u to r y d ifieren p ro fu n d am en te, en cam bio, de los verdaderos tratad o s científicos. D ebido a q u e la ob ra, tal com o h a llegado h asta nosotros, carece de u n id a d , se h a p ro cu rad o reco n stru irla; los resultados son variadísim os y de n in g u n a m an era se h a logrado cu m p lir d ich o propósito. Es q u e aquélla, al ig u al q u e los otros escritos de Séneca y a u n más q u e ellos, no tien e en general u n carácter orgánico y ab u n d a en digresiones q u e p e rtu rb a n el desarrollo de los temas. E n el texto se m encionan m uchos autores, pero p o r lo com ún se tra ta de citas d e seg u n d a m ano. L a fuen te p rin c ip a l de la o b ra es, sin d u d a, Posidonio; se cree que, cuando se a p a rta de él, Séneca u tiliza a A sclepiodoto, pero esto h a sido puesto en d u d a. T a m b ié n se h a pensado en las P h ysikó n dóxai de T eo frasto ; d e las fuentes científicas latin as el a u to r h a hecho m u y poco uso. Las N aturales quaestiones tu viero n g ra n in flu e n c ia sobre la Farsalia de L ucano. P li nio, en cam bio, u tilizó como fuentes los estudios n a tu ra listas especiales de Séneca, y no la o b ra general. T ra s u n largo eclipse, la escolástica, después del siglo X II, le con cedió u n a a u to rid a d inm ensa; R ogelio Bacon, especial m en te, la c ita con m u ch a am p litu d . Las E p istu la e morales ad L u c iliu m (144), divididas hoy en v ein te libros, p erten ecen al ú ltim o p erío d o de la vida de Séneca (60, ó 63 al 65, o 63-64). P u ed e conside 16S
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rarse que los tres prim eros libros form an u n g ru p o : el lib ro I expone diversas reglas p a ra la vida, el I I insiste e n la tesis de que la ú n ica g u ía p a ra la- felicidad es la filosofía y enseña a n o ab a n d o n a rla p o r cosas sin valor, y el I I I m u estra cuán fácil es su p e ra r obstáculos de esa índole. P ro b ab lem en te se p u b lic a ro n ju n to s, pero es d u doso que ello haya sucedido con los libros siguientes y q u e el a u to r haya q u erid o reu n irlo s en otros grupos. Es seguro que Séneca destinaba las cartas a la p u b licación y que, si b ien estaban dirigidas a L ucilio, h a b ía n sido pensadas con m iras al público; pero se h a exagerado al h a b la r de correspondencia artificial y de seudo-cartas. R esu lta verosím il, en cam bio, q u e el au to r, al h acer la colección de las cartas en o rden cronológico, haya agre g ad o consideraciones m orales —q u e se vuelven m ás n u m erosas en los últim os libros—, puestas en form a epis tolar. Las cartas tienen p o r objeto la m oral p ráctica y q u isie ra n ser u n a guía' p ara lograr la felicidad, p ero no co n stituyen u n tra ta d o sistem ático, sino m ás b ie n u n a serie de ensayos. La correspondencia, q u e es la o b ra más im p o rta n te de Séneca ν recoge los frutos de u n a larga ex periencia de la vida, tra ta diversos tem as y m en ciona y discute teorías filosóficas anteriores, especialm ente m o rales, ocupándose de m anera p a rtic u la r de las d istintas corrientes del estoicismo. Si bien el exceso de prédicas m orales y a veces el abuso de su sutilezas acaban p o r fa tig a r al lector, la obra desarrolla m uchos pensam ientos elevados y a m en u d o audaces, com o el d eb er d el am or a todos los hom bres, la severa condena del tra to in h u m an o a los esclavos y a los gladiadores, la ig u ald ad de los sexos y la obligación de la fidelidad conyugal, el am o r a la naturaleza. Las cartas de E picu ro y sus sucesores sirvieron d e m odelo en cu an to a la form a; frecu en tem en te se citan y desarrollan pensam ientos del p rim ero en las tre in ta y u n a cartas q u e ab ren la correspondencia, pero luego Sé neca lo m enciona en form a b astan te más espaciada y al p arecer utiliza m ucho a Posidonio. Sobre esta o b ra ejer 167
HISTORIA DE I-A FILOSOFÍA ROMANA
ció g ran in flu en cia la enseñanza oral de A talo y del cínico D em etrio , y se h a h a b la d o asim ism o d el in flu jo de A ntíoco; p ero en co n ju n to constituye u n a in te rp re ta ción del estoicism o, especialm ente del de Posidonio. L a A n tig ü e d a d pag an a tuvo alabanzas o críticas p ara la o b ra lite ra ria de Séneca, p ero dedicó poca aten ción a su p ensam ien to , q u e atrajo , en cam bio, la sim p a tía de los escritores cristianos, quienes sin tiero n u n a afinidad, al m enos p arcial, con sus propias ideas: así es como T e r tu lia n o y L actan cio lo citan elogiosam ente. L o que los atraía , sobre todo, era la correspondencia apócrifa con San P ablo, q u e hacía de él u n cristiano. P o r eso fue lla m ad o “el v en erab le Séneca” y San Jeró n im o , q u ien lo cita m uy a m en u d o , lo in clu ía en tre los santos. L a m ejo r p ru e b a de su in flu en cia sobre toda la E d ad M edia la ofrecen las adaptaciones, las antologías y los resúm e nes de sus obras com puestos en ese período. Sus escritos, de los q u e se sacaban frecuentes copias, eran m uy leídos y estudiados, y fig u rab an en los catálogos de casi todas las bibliotecas de la época escolástica, q u e veían en él a u n o de los m ás insignes representantes de la filosofía m oral (Séneca m oral, lo llam a D a n te ) . E n el R en aci m iento, J u sto L ipsio se in sp iró p rin c ip a lm e n te en su p en sam ien to a l in ic ia r u n re to rn o a las d o ctrin as estoicas, pero en g en eral su fam a de m o ralista declinó entonces, m ien tras se a firm ab a su acción sobre la form ación de la tragedia ita lia n a de inspiració n clásica y sobre el desa rro llo de la francesa, la q u e tuvo —con C orn eille y R acin e — com o m odelo. E n la p en ín su la ib érica influyó en C ervantes y en Cam oens, y tam bién h a lló repercusión en In g late rra . E n el cam po de la filología, sus obras in teresaron a estudiosos como Erasm o —q u ie n tuvo a su cu idado u n a edición de ellas—, Ju sto L ipsio y R . Bently. Su p ensam ien to , en cam bio, n o suscitó m ucho interés. E n F rancia, en el siglo X V III, Séneca despertó sim patías en D id ero t; en A lem ania (donde en general n o gozó de m u ch o fa v o r), en el m ism o siglo, G oethe y Lessing h id e 168
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ro n suyos algunos de sus conceptos, y en el X IX Scho p e n h a u e r lo estudió intensam ente. C on todo, su pensa* _ m ien to no es apreciado como m erecería serlo. L a filosofía de Séneca (como la de M arco A urelio) p ro d u ce la im presión, en m ayor g rado a ú n q u e la de otros pensadores de aqu el tiem po, de ten er p o r fin alid ad resol ver el pro b lem a de la vida tal com o se p resen tab a a los ojos de q u ie n la forjó y ju stificar algunas creencias acep tadas inicialm en te sin discusión. Se tra ta de supuestos tal vez poco coherentes p ara q u ie n los exam ine con cri terios exclusivam ente teóricos, pero q u e se fu n d a n en u n estado de án im o q u e los com prende a todos ellos y del cual constituyen los diversos m om entos. A Séneca la vida se le m uestra en su co n ju n to , b ajo las apariencias q u e h a b ía asum ido en la época helenístico-rom ana, y q u e h a b ía n b rin d a d o a la lite ra tu ra consolatoria algunos de sus temas preferidos. L a característica de los bienes hum anos, es su frag ilid ad ; todo es incierto p o rq u e sobre todas las cosas re in a —d u ra , m udable, in ex o rab le— la fo rtu n a , que trasto rn a todos nuestros proyectos. El h o m b re es u n ser débil, a q u ie n u n a n ad a q u e b ra n ta ; toda su vida es u n a m ezquindad, u n torm ento, u n a fu en te de lágrim as, y así el único refugio en este m ar borrascoso es el p u e rto de la m uerte. Este p ensam iento se ve corroborado p o r la convicción entonces d o m in an te de que el alm a, q u e p ro viene del cielo y a él debe volver, es p risio n era de la carne m iserable, q u e constituye p a ra ella u n peso y u n castigo: su verd ad era v ida está en o tra p a rte , no a q u í en la tierra. P ero a la esperanza de u n a in m o rta lid a d feliz y al deseo de sustraerse a los dolores de esta v ida se con trap o n e el te rro r a la m uerte, q u e p a ra Séneca fue sin d u d a u n a v erd ad era obsesión, pues co n tin u am en te p ro c u ró liberarse de él recu rrien d o a argum entaciones di versas; la causa p rin c ip a l de esa obsesión consistía, p ro b ablem en te, en el m iedo a lo desconocido y a las tin ieblas del m u n d o in fern al. Sin em bargo, la visión de las incertidum bres y los dolores de la vida y la preo cu p ació n p o r 169
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el m isterio de la m u erte se alian , en Séneca (y lo m ism o ocu rrirá, p o sterio rm en te, con otros a u to re s ), con la exi gencia del am o r universal hacia los hom bres, todos ellos desdichados, todos m ortales, q u e constituye tal vez el aspecto m ás significativo de su obra: a' esa exigencia p ro c u ró d a r luego u n a justificación filosófica. Com e A n tifó n antes q u e él, después L eop ard i, en alg u n a o p o r tu n id a d Séneca fu n d a m e n ta dicho re q u e rim ie n to con u n a m otiv ació n u tilita ria . El intercam b io de beneficios (en q u e h a lla expresión el am or) constituye el m ás p o deroso vín cu lo d e la sociedad h u m a n a (De ben. I, 4, 1 ), q u e es la m ejo r, la m ás sólida, y en re a lid a d la ú n ica defensa co n tra los m ales y peligros de la vida y los golpes q u e asesta la fo rtu n a . Pero esto se opone a' la convicción constante de Séneca de q u e el b ien debe hacerse desin teresadam ente y q u e la v irtu d consiste a m en u d o en sacri ficios espontáneos. R esponde m ejor a sus convicciones íntim as la afirm ación (que reaparecerá en Pascoli) de q u e la conciencia de la brevedad de la vida y de la in m in en cia de la m u e rte q u e a todos nos iguala debe ex tin g u ir nuestros odios, inspirarnos benevolencia, h u m a n id ad , suscitar el deseo de hacernos am ar. L a visión de la m u erte d ete rm in a a q u í el concepto de la esencial ig u ald a d h u m a n a , q u e Séneca, como se verá, procura ju stifica r filosóficam ente. Q uizá aú n antes de co n stru ir u n a filosofía h a b ía tom ado de la religiosidad con tem po rá n e a esa in tu ic ió n de u n a d iv in id a d personal, de la q u e los hom bres son hijos, idea re ñ id a con los principios especulativos q u e sostuvo. Estas exigencias p ro fu n d as im p rim e n al p en sam ien to de Séneca sus caracteres m ás significativos y lo convierten en u n a teo ría de la p u rifi cación y la liberación, d o m in ad a p o r finalidades éticoreligiosas. P ara resolver los problem as del azar, el dolor y la m uerte, y p a ra ju stific a r su fe en la in m o rta lid a d del alm a y en u n Dios benéfico y prov id en te, Séneca recu rre a la filosofía estoica, q u e en la form a q u e le h ab ía d ad o 170
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Posidonio satisfacía los req u erim ien to s de la conciencia religiosa. P ero él n o se siente obligado a ceñirse a la orto d o x ia estoica y afirm a su derecho al lib re ejercicio de su pensam iento, volviendo así a ú n m ás ecléctica u n a filosofía a la q u e Posidonio h a b ía hecho asim ilar elem en tos de otras doctrinas. B ajo la acción d el cinism o y sobre todo de D em etrio, cuya in flu en cia es m uy fu erte en las cartas a L ucilio, Séneca acentúa la fu n ció n ético-práctica asignada a la filosofía, y condena ta n to las sutilezas d ia lécticas en q u e se h a b ía com placido su escuela com o las críticas negativas y destructoras del eleatism o y d el escep ticism o, m an ifestan d o asim ism o poco aprecio p o r las llam adas artes liberales, los estudios históricos, a rq u eo lógicos, literarios, q u e Posidonio h a b ía cu ltivado co n am or. Adem ás, d em uestra m ayor estim a p o r E p icu ro q u e p o r los estoicos en general, ν en las Cartas trae a colación y hace suyos m uchos pensam ientos de aquél. A veces has ta llega a decir, escépticam ente: hay m uchas cosas cuya existencia adm itim os ign o ran d o su naturaleza, com o ocu rre con el alm a; pero si ésta no está segura acerca de -sí m ism a, m enos aú n p o d rá ten er certid u m b re con respecto a otros entes. Sobre el o bjeto de la filosofía, sobre sus partes y sobre el valo r de éstas, Séneca —como su escuela— hace apreciaciones dispares, sin in d icar de q u é m an era sería posible conciliarias. A lguna vez define la filosofía o, m e jo r dicho, la sab id u ría (que es la m e ta hacia la cual tiende a q u é lla ), como la ciencia de las cosas divinas y hum anas; b a jo el p rim e r aspecto es contem p lativa y m u estra lo q u e sucede en el cielo o estu d ia en general todo el universo y conduce a teorías (decreta) ; b ajo el segundo es activa, enseña q u é debe hacerse sobre la tie rra e im p arte norm as (praecepta) . Los estudios del se gun d o tip o deb en fundarse en los prim eros. C oincide con la citada la definición de la filosofía como el estudio de la v irtu d , pues ésta, en su sentido más general, designa precisam ente la sabiduría. Pero se om ite así la p arte 171
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racio n al de la filosofía, que se subdivide en retó rica y dialéctica o lógica, m encionada seguidam ente p o r el m ism o Séneca ju n to con la física, q u e coincide con el estudio de las cosas divinas o naturales, y la m oral, q u e tiene p o r o b jeto las hum an as. E n cam bio, en alguna o tra ocasión Séneca hace coincidir la filosofía con la m oral, ya q u e la define como la ciencia o arte de la vida recta, el a rte o la ley de la vida. Con esta concep ción se relacio n a la prim acía q u e concede a veces a la ética p o r sobre las otras p artes de la filosofía. El escaso valo r q u e atrib u y e Séneca a la lógica se advierte en que casi no se o c u p a de ella y en la ya m en cio n ad a conde nación de las sutilezas dialécticas. E n cu an to a la física (filosofía de la n atu raleza y te o lo g ía ), q u e en alguna o p o rtu n id a d considera com o u n a distracción, la hace o b jeto d e elogios, pero con frecuencia observam os que la aprecia sobre to d o p o r la funció n ética, o al m enos esp iritu al, q u e cum ple, lib eran d o de los terrores susci tados p o r la ig n o ran cia de las causas de los fenóm enos natu rales, in sp ira n d o fuerza, confianza y valor, y h a ciendo q u e el h o m b re reconozca su p ro p ia pequeñez, al m o strarle la grandeza de Dios y de la n aturaleza. U na acción e sp iritu a l m ás am p lia ejerce enseñando a des p reciar el cu erp o y las m iserias de esta vida, confor ta n d o el alm a, in d ican d o al h o m b re su o rigen y su des tino celestial y m ostrán d o le la grandeza y la su b lim idad del universo. A dem ás, el estoicism o, q u e p o n e como no rm a ética sup rem a la obediencia a las leyes racionales d e la n atu raleza, debe co nsiderar el conocim iento d e ésta com o el fu n d a m e n to clé la m oral, a la' cual, sin em bargo, se su b o rd in a en general, si n o siem pre, com o el m edio al fin. P o r eso Séneca p u ed e decir, sin d e ja r de encom iar el estu d io de la naturaleza, q u e la filosofía debe en señ ar a ob rar, y q u e todo lo q u e se ap rende debe concurrir a la form ación m oral: es así com o en las C uestiones naturales in te rru m p e a m en u d o la exposición científica con consideraciones y aplicaciones de carácter 172
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ético. E n otros casos, en cam bio, al afirm ar que la n a turaleza nos h a destinado ta n to a la acción com o a la contem plación, q u e es tam bién u n a actividad, reivindica la au to n o m ía del conocim iento teórico de la realid ad y exige efectivam ente que se estudie la n atu raleza p o r sí m ism a. P or últim o, en el prefacio a las C uestiones na turales sostiene q u e la física es su p erio r a la' m o ral en la m ism a m edida en que su objeto, la D ivinidad, supera al hom bre, y q u e no valdría la p en a v ivir si n o se p u d ie ra n conocer las cosas q u e ella estudia. L a v irtu d q u e la m o ral nos enseña a alcanzar, y q u e consiste esen cialm ente en la v ictoria sobre las pasiones, sobre los vicios, sobre el m al, solo tiene valor p o rq u e p re p a ra al alm a p ara conocer las cosas celestiales y la hace digna de asociarse con la D ivinidad. Estas diversas tesis p u e den reducirse a u n a cierta u n id a d p en san d o q u e Séneca consideraba q u e el p ro b lem a de la fu n d am en tació n ética del h o m b re era la tarea de más in m e d ia ta u rg en cia para la filosofía, p ero al m ism o tiem po reconocía a la ciencia de la natu raleza y de la D iv in id ad m ayor valor in tr ín seco, de m odo tal q u e la física constituye, en u n p rim er m om ento, u n a p rep aració n p a ra la ética, en ta n to que p a ra el h o m b re p u rific a d o de las tendencias perversas la relación se invierte. E n lo q u e respecta a las teorías m etafísicas y teo lógicas, Séneca n o se ap arta, en general, de la escuela estoica, cuyo p anteísm o n a tu ra lista acepta. T o d o lo que actúa es u n cuerpo, y p o r lo tan to Dios es corpóreo, ya sea p o rque, com o se verá, es la causa activa p o r exce lencia, sea p o rq u e de él provien en las alm as hu m anas, de las cuales se afirm a expresam ente q u e son corpóreas (como asim ism o lo son el b ien o v irtu d , las v irtu d es p articulares, las pasiones y los vicios: de o tro m odo no p o d ría n o b ra r sobre el c u e rp o ). J ú p ite r (que no se ap reh en d e con los ojos, sino ta n solo con el pen sam ien to) es en cierto sentido igual a la naturaleza, el m u n d o , el universo, en cu an to constituye la to ta lid a d de las 173
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cosas visibles e invisibles, provenientes todas de él. E n otro sentid o p u ed e decirse, sin em bargo, q u e h ay en la n atu ra lez a dos principios, D ios y la m ateria; el p rim e ro es la causa activa, en cu an to es el spiritus, el fuego in teligente qu e, o p eran d o sobre la segunda, q u e es pasiva, p ro d u ce todas las cosas. P ero tam b ién la m a te ria , com o los entes q u e provien en de ella, y que en su c o n ju n to constituyen el m u n d o , deriva en ú ltim o térm in o de Dios, de m odo a u e la diferencia p o stu lad a en tre Éste y a q u é llos es relativ a. Dios, a q u ie n podem os lla m a r J ú p ite r en cu an to es d istin to del universo, es id én tico a la m e n te o alm a p u ra m e n te racional d e éste, y está in c lu id a en él y en sus p artes; es tam b ién el destino (fa tu m ) o la necesidad in e lu c ta b le de todas las cosas y de todas las acciones, en c u a n to constituye la causa p rim e ra de la qu e dep en d e todo el nexo de la serie causal en q u e con siste ese destino. Podem os llam arlo, asim ism o, fo rtu n a o P rovid en cia d iv in a, pues provee p a ra q u e el m u n d o siga su cam ino. L a D iv in id ad es benéfica p o r n atu ralez a y no p u ed e ser p erju d icial; p o r eso el universo, d el cu al es g u a rd ia n a y g obernadora, señora y artífice, es abso lu tam en te herm oso y ordenado. El m u n d o revela en to dos sus aspectos u n a e stru c tu ra teleológica q u e p ru e b a la m ente d iv in a q u e lo rige. T o d o en la n atu raleza sigue las leyes j^'opias y es erró n eo p re te n d e r q u e todas las cosas h a n sido hechas p a ra nosotros y ju zg ar siem pre según el crite rio de lo q u e resu lta ventajoso p a ra nos otros, en lu g a r de ad m itir la m ajestad de la n atu raleza; sin em bargo, la D iv in id ad h a p ro cu rad o tam b ién , e in cluso de m o d o p rin cip al, el b ien d el h o m b re, a u n q u e éste con su necedad y esp íritu perverso, trastru eca a m e n u d o en su p ro p io p erju icio los beneficios recibidos. Si b ien de este m odo se re p ite n las tesis tradicionales del panteísm o estoico, el puesto cen tral asignado a la b o n d a d de D ios m uestra el p u n to de a rra n q u e de u n a concepción p ersonal, opuesta a la a n te rio r y afín a la de la conciencia religiosa de ese tiem po, concepción q u e
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se afirm a cu an d o Séneca sostiene q u e e n tre Dios y el h o m b re b u en o hay, más q u e am istad, parentesco y se m ejanza, y q u e el segundo es discípulo e h ijo del p ri m ero (De prov., 1, 5 y ss.). D ios es n u estro p a d re (De ben., II, 29, 4 ) , y p o r eso debe ser am ado, y n o tem ido (ibid., IV, 19, 1) : a los Dioses h a b ría q u e trib u tarles u n culto desinteresado; p a ra hacerlos propicios solo es necesario ser buenos, pues así los im itam os (Ep., 95, 5 0 ). E n cam bio, Séneca se atiene en u n todo al panteísm o estoico cuando sostiene que todos los seres p ro v ienen perió d icam en te del fuego d ivino o J ú p ite r y re to rn a n a él en u n a conflagración universal, y q u e luego se form a u n nuevo universo com pletam ente sim ilar al a n te rio r, destinado a co rrer lá m ism a suerte. Séneca tiene p a rtic u la r in terés p o r el h o m b re y en especial p o r su alm a, en la q u e ve u n sp iritu s o p n eum a. A partándo se de la o rto d o x ia estoica y aproxim ándose a P osidonio y a P lató n , distingue en e lla u n a p a rte racio nal y u n a irracio n al (que está u n id a al cuerpo y debe subordinarse a la p r im e r a ) , su b d iv id id a ésta en p asional o valerosa y en apetecedora de placeres, p ero concilia esta tesis co n la de su escuela situ a n d o todas esas partes en el hegem onikón. D e tal m odo cree p o d e r ex p licar las debilidades y los vicios q u e h a n p resen tad o siem pre los hom bres, excepto en los breves p eríodos d e inocencia q u e suceden a la form ación de u n nuevo universo. Este dualism o se vuelve a' p resentar, acentu ad o , en la con traposición del alm a —o, m ejo r dicho, de su p a rte r a cional— y el cuerp o (llam ado, con expresión despectiva, “carne”) , el cu al es u n velo, u n peso necesario, u n cas tigo, u n a a ta d u ra y u n a cárcel p a ra la p rim era, que debe lu ch ar con él p o rq u e im p u lsa h acia el vicio y es causa de m uchos males. A ello se u n e n la desvalorización y condena de la vida terren al y la aspiración a u n a existencia superior, q u e com enzará, p a ra el alm a libe ra d a del cuerpo, el d ía (que h a de seguir a la sentencia p ro n u n c ia d a sobre toda la vida de cada u n o : E p., 26, 4) 175
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en q u e nazca a la in m o rta lid a d (dies i s t a ... aeterni natalis est: E p., 102, 2 6 ). Séneca e x alta la paz eterna, el hallarse lib re de pasiones, la felicidad de esa existencia celestial. H a b ie n d o pasado de las tinieblas a la luz, el alm a p o d rá gozar entonces la visión del universo y pe n e tra r en los secretos de la naturaleza. D e este m odo, m ien tras en tro n ca, p o r in term ed io de Posidonio, con la c o m e n te órfico-pitagórico-platónica, Séneca refleja las convicciones de la religiosidad ascético-m ística de su épo ca y se ap ro x im a así a algunas doctrinas cristianas. C on todo, n i el uso de ciertas expresiones, com o inm ortalis y aeternus, n i su afirm ación de q u e las alm as regresarán a su p a tria o rig in aria, el cielo, del cual b a ja ro n a la tierra, d eb en h acer creer q u e ad m itía u n a in m o rta lid ad ilim ita d a en el pasado y el fu tu ro : no se a p a rta b a de su escuela, la cual solo aceptaba, com o C risipo, que las alm as de los sabios sobrevivirían a la m u e rte hasta la co n flag rac'ó n universal, p a ra resolverse entonces en la razón divina. E l descenso del cielo y el r e to m o a él co b ra n significado p o r o b ra de la tesis de q u e las alm as racionales son p a rte de aq u ella razón de la cual provie nen; son D ios q u e h a b ita en el h o m b re y p o r ello son afines a Él. É l desciende h asta los hom bres y está p re sente en sus pensam ientos; sin Él, n in g u n a alm a es b u e na. N o se tra ta , pues, de u n a in m o rta lid a d p ersonal ilim ita d a, sin o de u n a concepción p a n te ísta q u e la ex cluye. (A veces, sin em bargo, al decir q u e si el alm a no es p u ra y san ta no p u ed e re c ib ir a Dios, Séneca esta blece u n a d istin ció n en tre ambos.) P o r o tra parte, a u n esta persistencia (m ejor q u e la in m o rtalid ad ) del alm a constituye p a ra Séneca el objeto de u n a creencia antes q u e de u n a certid u m b re racio n al: ta n to es así que la califica de b ellu m so m n iu m y dice que, m ás q u e hacer indagaciones sobre la e te rn id a d de las alm as, q uiere creer en ella. (C arecen de este significado los textos en los que, p a ra p ro b a r q u e n o debe tem erse a la m uerte, ad m ite q u e todo acaba con ésta.) 176
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E n el cam po de la m oral, que es lo q u e p rim o r d ialm en te le interesa, Séneca se esfuerza p o r atenerse a los principios directores de su escuela, si b ien m iti gando su rig o r y pro cu ran d o , a la vez, evitar sus con secuencias paradójicas; pero al hacerlo n o d eja de in cu r r ir en incoherencias y contradicciones. T a m b ié n p a ra él todo an im al recibe de la n atu raleza el im pulso a am arse a sí m ism o y buscar su p ro p ia conservación; p ero el h om bre, siendo racional, se am a y tien d e a conser varse no como anim al, sino en cu an to ser d o tad o de razón (teórica y práctica a la vez) y p o r eso asp ira a salvarla y a perfeccionarla. L a razón recta y perfecta, la del sabio, posee la visión de las cosas divinas y h u m anas, y p o r ello en su fu n ció n teórica’ reconoce la ley racio n al del universo, m ien tras q u e en la fu n ció n p rá c tica, com o a c titu d de la v o lu n tad , se su jeta a aq u élla y obedece, de este m odo, a la n aturaleza. Esa razón coin cide con la v irtu d o excelencia [hum ana], con lo hones tu m , con la belleza m o ral en u n sentido am plio, q u e son la m ism a cosa. P o r ser la razón el b ie n p ro p io del ho m b re —el único, m ejo r d ich o —, realiza l a felicidad h u m a n a ; debem os decir, pues, q u e no hay o tro bien que la v irtu d , suficiente p a ra u n a v ida feliz. Y lo m ism o debem os d ecir con respecto a lo h o n estu m . E n efecto, el sabio sabe q u e solo está en su p o d er la a c titu d in terio r de la v o lu n tad , advierte q u e el u niverso está go b ern ad o p o r la sup rem a ley racio n al del h ad o o destino, reconoce q u e éste coincide con la P rovidencia y com p re n d e qu e cu an to sucede es necesario p a ra el b ie n del todo. P o r esta razón obedece d e b u en g rad o al q u e re r d iv in o y es así lib re; y com o p ien sa q u e n a d a es u n m al, qu e n a d a le p erju d ica, está exento de pasiones y su fri m ientos y vive feliz. Séneca, q u e re p ite con O leantes d u c u n t vo len tem fata, n o len tem tra h u n t, se ap ro x im a a las posiciones de D em ocrito y E picu ro al afirm ar que la dicha del sabio reside en la tra n q u ilid a d del alm a. D e ahí q u e el sum o b ien sea el alm a q u e conoce la ver 177
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dad y reg u la sus acciones de acuerdo con la visión del universo, es decir, q u e se conduce según la v o lu n ta d de la n atu raleza: en la concordancia con ésta consiste la vid a feliz. L a v irtu d fu n d am en tal, la sab id u ría (que tiene, como la ratio, con la cual se identifica, u n aspecto cog noscitivo y o tro a c tiv o ), se divide en las cuatro v irtudes principales, según los objetos a los cuales se aplica; p ero n o ad m ite grados, como tam poco los ad m ite su opuesto, el vicio, la torpeza m oral. T o d a s las virtudes, todos los bienes, com o sus opuestos, son iguales e n tre sí, au n q u e cam bie su m ateria, y n o hay m an era de p asar de u n opuesto al o tro : las acciones buenas son iguales, así como lo son las acciones m alvadas e n tre sí. L a v irtu d y el vicio residen en el ánim o, en la v o lu n tad , en la in ten ció n , d e la cual dep en d e el v a lo r de la acción externa. Si el ú n ico b ien y el ú n ico m al residen en el alm a, todo lo q u e d ifiere de ella, todas las cosas externas (la vida, la salud, la riq u ez a y sus opuestos) n o son n i bienes n i m ales, sino u n a m a te ria q u e p u ed e usarse b ie n o m al; sobre todo no d eb e pensarse q u e el placer es u n b ien, n i m u cho m enos el sum o bien, como sostenía E picuro. Es cierto q u e la v irtu d d e l sabio va u n id a a u n p lacer q u e es el único p e rp e tu o y seguro, p ero n o h ay q u e buscarlo com o u n fin, p o rq u e solo la v irtu d , q u e lleva consigo su re com pensa, m erece q u e se la persiga p o r sí m ism a. P a ra el estoicism o, q u e id en tifica el v erd ad ero b ie n con la v irtu d q u e tien e p o r sede la razón, todas las otras cosas son in diferen tes. P ero esta tesis (poco co m patible con la convicción estoica de q u e todo es g o b ern ad o p o r u n destino pro v id en cial y p o r eso se o rien ta h acia el bien) había' sido m o d erad a m ed ian te la división de las cosas in d iferen tes e n las que lo son de u n a m a n e ra absoluta y las q u e tie n e n alg ú n valor, positivo o negativo, sin llegar a ser bienes n i males, y q u e p o r eso deb en de searse o rechazarse según se trate de los objetos prim eros de los im pulsos del alm a (dotes espirituales, como las 178
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b uenas disposiciones y las h ab ilid ad es artísticas; cuali d ad es físicas, com o la vida y la salud; cosas externas, com o la riq u eza y la fam a) o sus opuestos. Séneca no se lim ita a acep tar esta tesis: al d efen d erla lo hace en ta l form a q u e se ap ro x im a a las posiciones de la escuela peripatética'. A firm a, como los estoicos, q u e las pasiones constituyen el obstáculo que se opone al logro de la v irtu d y la felicidad, p o rq u e son m ovim ientos del alm a desordenados, rep en tin o s y violentos qu e, si se re p ite n sin que se les preste atención, se tran sfo rm an en en fer m edades, esto es, en vicios inveterados y obstinados, y p o r eso deb en ex tirp arse com pletam ente. Y com o la sede d e la v irtu d es la in ten ció n y la p asión d epende de la v o lu n ta d y reclam a el asen tim ien to de la m e n te (au n q u e proviene de la p a rte irracio n al del alm a), Séneca pu ede sostener q u e basta q u e re r ser virtuosos p a ra llegar a serlo; se tra ta de desarro llar los gérm enes de v irtu d o de ciencia q u e la n atu raleza h a puesto e n todos los hom bres. D e a h í q u e sea ex trem ad am en te fácil llevar u n a vida conform e con n u estra n atu raleza racio n al y ser felices. P o r o tra p arte, a la vez q u e exalta, com o su es cuela, la in fa lib ilid a d , la absoluta lib ertad , la perfecta' v irtu d , la sup rem a felicidad del sabio q u e sólo p o r la d u ra c ió n re su lta in fe rio r a la de J ú p ite r (m ientras el necio, com pletam ente perverso y desdichado, es esclavo d e sus p a sio n e s), cree, com o la g en eralid ad de los es toicos, qu e salvo rarísim as excepciones —C atón es u n a d e ellas— todos los hom bres son locos y m alvados. Y a u n podem os d ecir q u e sobre este p u n to insiste con m ayor energía y más a m en u d o q u e los otros estoicos. Los hom bres fuim os, somos y seremos siem pre necios y perversos; todos hem os pecado y pecarem os hasta' e l fin de nuestras vidas, sin d ejar de re p ro c h a r a los dem ás sus culpas; la ú n ica diferencia reside en q u e a veces p red o m in a u n vicio, a veces otro. L a v id a de los h o m bres es la de u n a m an ad a de bestias salvajes, e incluso éstas son m ás m ansas, p o rq u e d ep o n en su ferocidad con 179
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quienes las alim e n ta n , m ien tras que aquéllos los devo ra n : todo está lleno de defectos y de vicios. E n alguna ocasión atrib u y e la estupidez y la m ald ad universales a la in flu en cia c o rru p to ra q u e ejerce sobre el in d iv id u o aislado la lo cu ra general de la m asa, o b ra n d o con el ejem plo. Se equivoca q u ie n piensa q u e los vicios h a n nacido con nosotros, p o rq u e la tendencia a caer en ellos no se la debem os a la n atu raleza, q u e nos h a creado· puros y libres. O tras veces, en cam bio, afirm a que el sabio no se encoleriza co n tra el pecador, pues conoce las condiciones de la v ida h u m an a, y n in g ú n h o m b re de m en te san a re p ro c h a rá airad o a la n atu raleza los vicios qu e ella p e rd o n a . L o cual significa que, en ú ltim a in s tancia, de la n atu ra le z a depende la im po sib ilid ad en q u e se h a lla la casi to ta lid a d de los hom bres de desa rro lla r los gérm enes o riginarios de v irtu d y la v o lu n tad de ser sabios, es decir, virtuosos y felices. N os e n fre n ta mos a q u í con el conflicto q u e se p resen ta en general en el estoicism o e n tre la convicción de q u e el q u e re r es lib re y la d e q u e hay u n d eterm inism o universal. Ya antes los estoicos, al a d m itir la n atu raleza excepcional del sabio, h a b ía n h ab lad o del que es capaz de hacer progresos en la v irtu d , y en él se interesaba' p referen te m ente, si n o de m odo exclusivo, Panecio. Séneca va a ú n m ás allá. Es preciso im ita r a los Dioses d e n tro de los lím ites q u e nos fija la d e b ilid a d h u m a n a . E n lo que a él respecta, confiesa q u e n o es u n sabio n i n u n ca lo será, y q u e n o asp ira a eq u ip ararse a los h om bres exce lentes, p ero tra ta de ser m ejo r q u e los m alvados y se co n te n ta con d ism in u ir todos los días sus vicios. Se re com ienda a sí m ism o y reco m ien d a a los dem ás exam i narse con cu idado, ren d irse cuentas todas las noches de la jo rn a d a tra n sc u rrid a y hacer todos los esfuerzos p o sibles p a ra corregirse, y recu erd a q u e no h a y n ad a en nosotros capaz de ocultarse a n u estra conciencia. C on todo, el espectáculo de la perversidad y estul ticia universales de los hom bres n o in sp ira a Séneca la 180
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d u ra condena q u e p ro n u n ció el estoicism o a n te rio r a su tiem po, sino u n sen tim ien to p ro fu n d o de in d u lg encia y com pasión. E l q u e peca es sem ejante a u n n iñ o , a u n enferm o, a u n loco; es preciso considerarlo con los m is mos ojos con q u e el m édico m ira a sus pacientes, hay q u e p e rd o n a r a todos, ser in d u lg en te con el género h u m ano (De ira, II, 9-10; III, 26-27). Más graves q u e las contradicciones señaladas hasta a h o ra son otras, q u e m u estran q u e la p rim itiv a in tu i ción pesim ista de la vida n o h a sido elim in ad a de la filosofía aceptada p o r Séneca. P ara esa filosofía, según la cual la fo rtu n a se identifica con u n destino (fa tum ) providencial, todo lo q u e sucede sucede p a ra b ien, y p o r eso solo el necio pued e q u ejarse de los m ales de la vida; el b ien reside en el alm a y todas las dem ás cosas, en tre ellas la m u erte, son indiferentes. Pero Séneca no sólo p re g u n ta a veces q u é le im p o rta q u e sea cierto p a ra la natu raleza (destino) lo q u e es in cierto p a ra él (for tu n a ) , sino q u e h a b itu a lm e n te acepta la irred u ctib ilid ad de la segunda al prim ero: esto ocurre tam b ién c u an do, p a ra ju stific a r los m ales q u e caen sobre los buenos, sostiene q u e a ellos n o p u ede sobrevenirles n in g ú n m al y q u e la D iv in id ad los señala a la fo rtu n a p a ra q u e se ejerciten e n la lucha, p o r c u a n to el espectáculo m ás digno de D ios es el conflicto e n tre el h o m b re fu erte y la suerte adversa, sobre todo si él m ism o la h a p rovo cado. De m odo aú n m ás claro adm ite la existencia de la fo rtu n a cu an d o enseña, com o Posidonio, q u e debem os lu ch a r c o n tra ella con sus propias arm as, cu an d o sostiene que sus golpes solo en apariencia son m ales y, sobre todo, en los num erosísim os textos en q u e recu erd a el p o d er qu e ella tiene y su acción inesp erad a q u e todo lo trasto rn a, co n tra la cual sugiere u n solo rem edio: hay que estar p rep arad o s p ara todo, rem edio que, eviden tem ente, no es priv ativo de u n sistem a filosófico d e te r m in a d o ofrecer. Ya antes recordam os cóm o d e p lo ra los m ales qu e colm an la vida. R especto del m iedo a la 181
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m u erte , enseña q u e es preciso h acer todos los esfuerzos posibles p o r vencerlo, p o rq u e nos envilece, nos p e rtu rb a y llega' a a rru in a r la v ida m ism a. H ay q u e p en sar en la m u erte p o rq u e ello significa p en sar e n la lib e rta d ; el que sabe m o rir n o sabe ser esclavo, pues está m ás allá, si n o p o r encim a, de todo p oder: lo único q u e nos tiene atados es el am or a la vida, q u e al m enos es preciso m oderar. N os aterroriza, en efecto, la m era p a la b ra " m u e rte ”, con la cual es preciso a d q u irir fam iliarid ad . P a ra vencer ese terro r, Séneca em plea varios argu m entos q u e no siem pre im p lican q u e la m u erte sea u n a cosa in d ifere n te , y m enciona' otros, utilizados p o r E p icu ro , o sim ilares a ellos. L a m u e rte no es u n b ie n n i es u n m al, p o rq u e es u n a n a d a q u e todo lo a n iq u ila , y q u ie n no existe n o p u ed e ser infeliz. N o debe in s p ira r tem o r p o rq u e , o b ie n es u n fin, o b ie n u n trán sito : en el p rim e r caso equivale a la condición del q u e a ú n no h a com enzado a vivir; en cu an to al segundo, el h o m b re jam ás h a b ita rá u n lugar tan augusto co m o éste. Séneca se aju sta m ás a las doctrinas d el estoicism o cuando p re senta la a lte rn a tiv a siguiente: o b ie n el alm a será con du cid a a u n a existencia m ejo r y perm an ecerá en tre las cosas divinas, o b ien , sin su frir d año alguno, volverá a unirse a la n atu raleza, re to rn a n d o al universo [o sea, a la razó n divina]. E n la teo ría h eraclítea y estoica d e l etern o re to rn o de todas las cosas se fu n d a esta declara ción: si deseáis vivir, p ensad q u e todo acaba; pero n ad a perece, pues todo χ-enace. N o obstante, a u n en este caso, el a rg u m e n to m ás fu e rte —el pen sam ien to constante d e la in e v ita b ilid a d de la m u erte, ley de la naturaleza, tr i b u to y d eb er de los m ortales— n o se fu n d a en n in g ú n sistem a filosófico en p a rtic u la r. C o n c u e rd a n m ejo r con el estoicismo las convicciones p ro p ias de Séneca concernientes a las relaciones e n tre los hom bres. Ya antes los estoicos antiguos h a b ía n ense ñ a d o la ig u a ld a d h u m an a, la d ig n id ad h u m a n a , el cos m opolitism o , y P anecio y Posidonio h a b ía n prescrito el 182
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am or hacia todos los hom bres; p ero n in g u n o de ellos h a b ía tra ta d o estas cuestiones con la ín tim a y p ro fu n d a convicción d e Séneca, que en esto supera a u n a sus con tem poráneos E p icteto y M arco A urelio: sus p alabras refle jan u n a a c titu d esp iritu al asum ida, sin d u d a, antes de a c ep ta r u n credo filosófico determ in ad o . L a ju stifi cación teórica de tales creencias se basa en la tesis (de p o r sí p an te ísta , p ero concillada en la m en te de Séneca con u n a concepción personal de la D ivinidad) de q u e las alm as racionales h u m an as son p a rte de la razó n d i vina, son Dios q u e se aloja e n el h o m b re, con lo cual se po n e p len am en te de m anifiesto el carácter religioso de esta ética, q u e ya se d ejab a ad v ertir con clarid ad en las doctrinas anteriores. El universo, q u e com prende las cosas divinas y h um anas, es u n o y es Dios, y nosotros somos m iem bros de ese g ran cuerpo: la n atu raleza nos h a hecho a todos parientes. Y como el ánim o b u en o y re cto es D ios albergado en u n cuerpo h u m an o , p ued e resid ir ta n to en u n caballero ro m a n o com o en u n lib e rto o u n esclavo, los cuales solo d ifieren en tre sí p o r los nom bres debidos a la am bición o a la in ju sticia. E n consecuencia, todos los h o m b res son iguales y poseen u n a d ig n id ad y u n v alor p ro p io s y se distin g u en exclusivam ente pol las pren d as del alm a, q u e p u ed e ser lib re a u n en el esclavo y servil en el ciu dadano consular (Ep., 47, 15 y ss.; D e ben., II I, 28, 1 y ss.). L a naturaleza m ism a nos h a hecho sociables; el hom b re, q u e p o r sí solo es el m ás d éb il de los seres, h a recib id o de Dios la razón y la vida social, q u e lo h a n convertido en el más fu erte de todos. L a sociedad no solo lo defiende de los peligros y los males, sino que le h a p ro p o rcio n ad o el dom inio del m u n d o . Vivimos en com un id ad , y n o p u ed e ser feliz q u ien todo lo o rien ta en beneficio p ropio. “Debes vivir p a ra los dem ás, si q u ie res vivir p a ra ti” (A lteri vivas oportet, si vis tib i vivere·. E p ., 48, 2). P ero los hom bres deb en u n irse y ayudarse m u tu a m en te no solo p o r el p ro p io in terés (que, p o r o tra p a rte , 183
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n o es sino u n a consecuencia del interés de todos) sino tam b ién , y sobre todo, p o r afecto recíproco: “E l hom b re es sagrado p a ra el h o m b re” (H om o res sacra h o m in i: E p., 95, S3) ; es la n atu raleza m ism a la q u e nos inspira am or p o r el p ró jim o . Esta cuestión fue d esarrollada al tra ta r acerca de los beneficios: el tem a interesó m ucho a Séneca, q u ie n —com o vimos más a rrib a — lo estudió en u n tra ta d o en siete libros. T a m b ié n en los beneficios considera dos aspectos: p o r u n a parte, su in tercam b io constituye el vínculo más fu erte de la sociedad, la cual es a su vez la m ejo r defensa de la d eb ilid ad h u m an a; p o r la otra, los beneficios nos son im puestos p o r la n a turaleza m ism a, q u e q u iere q u e las m anos estén p ro n tas a p restar socorro: d o n d e q u ie ra haya u n h om bre, a u n si es u n desconocido o u n enem igo, h a b rá lu g a r p a ra u n beneficio. D ebem os tener siem pre presente, en el cora zón y en los labios, el verso de T eren cio : H o m o sum , h u m a n i n ih il a m e alienum p u to (H ea u to n ., I, 1, 5 4 ). P a ra el o rd e n d e la n atu raleza es p eo r h a c e r d a ñ o q u e re cib ir ofensas (De ira, I, 5, 2 y p a ssijn ). D ebem os o b rar beneficios sin cansam os, sin desalentarnos, sin arrep en tim os, im ita n d o a los Dioses, q u e favorecen igualm ente a quienes lo m erecen com o a los q u e no lo m erecen, sin hacer caso de la in g ra titu d h u m an a: la b o n d a d persis ten te vence a los m alvados. Es p ro p io del án im o grande y b u e n o esforzarse p o r beneficiar, sin tra ta r de o b ten er fru to de los beneficios concedidos; dar, p o rq u e en d a r consiste la v irtu d : hay q u e im ita r a los Dioses, q u e o to rg an beneficios sin recom pensa (De ben., I, 1, 12; IV, 24-25; V II, 31 in fin e ) . M uchas veces el b enefactor debe o b ra r secretam en te, e incluso en g a ñ a r al q u e recibe, p ara q u e ignore q u ié n lo h a socorrido. La exigencia del am o r universal debe co m p ren d er tam b ién a los más desdichados, a los más hum ildes, los esclavos, los gladiadores. Séneca", que m arca con p alab ras q uem antes a los amos crueles, in h u m anos y viciosos, q u e m a ltra ta b a n y to rtu ra b a n a sus 18 k
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esclavos y los condenaban a los servicios m ás abyectos, vergonzosos e infam es, afirm a derecham ente, con con cisión, qu e los esclavos son hom bres, y a u n h um ildes am igos y com pañeros de esclavitud, p o r estar, como los amos, sujetos al d o m in io de la fo rtu n a (E p ., 47, 1 ). T ie n e n la m ism a n aturaleza q u e los amos, son iguales a ellos (De clem ., I, 18, 2; D e ben., III, 28, 1 y ss.) ; solo el cuerpo es p ro p ied ad ajena: el alm a es libre. L a v irtu d es accesible a todos, al rey y a los esclavos —se co n ten ta con el h o m b re d esn u d o —; ta n to es así q u e m uchas veces los segundos h a n d ado p ru eb as de u n a devoción ilim i tad a p o r sus amos, sacrificando sus p ro p ias vidas p ara salvarlos (De ben., I I I , 18-28; cf. E p., 44). Séneca am o nesta al soberbio: piensa q u e la fo rtu n a p u ed e re d u cirte a la condición más h um ilde, vive con tus in feriores como quisieras q u e tu su p erio r viviera contigo, tra ta al esclavo con clem encia y au n con afabilidad, aconséjate con él, adm ítelo a tu mesa para' hacerlo digno, si a ú n n o lo es, de c o m p a rtir tu cena. Incluso en tre los esclavos puedes h a lla r amigos. Los amos deben p ro c u ra r m ás ser am ados q u e ser tem idos, como Dios se co n ten ta con el am or y el culto de los hom bres (Ep., 47, 11 y s s .). C icerón h a bía sostenido q u e las luchas de gladiadores, si se efec tu a b a n e n tre culpables, co n stitu ían u n a ad m irab le escuela de fortaleza; Séneca, en cam bio, las co ndena sin p ie d ad au n en ese caso, y a q u ien le o b jeta q u e esos hom bres han com etido delitos q u e los hacen m erecedores de su suerte, responde: “P ero tú, desdichado, ¿qué has hecho p a ra asistir a u n espectáculo sem ejante?” (Ep., 7, 3 y ss.). C ondena, asimismo, de la m an era m ás decidida y refiriéndose directam en te a R om a, las guerras y la glo ria fu n d a d a en la destrucción (Ep., 95, 30-31) ; y p ro pu g n a, c o n tra las costum bres de su tiem po, la ig u ald ad de deberes p a ra los dos cónyuges (Ep., 94, 26 ). J u n to con la d o ctrin a de la ig u ald ad de todos los hom bres y el am or universal, Séneca enseña la teoría del cosm opolitism o, defen d id a p o r todos los estoicos. 185
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P a ra él, la p a tria es el m u n d o , la v erd ad era cosa p ú b lica q u e incluye a los Dioses y a los h om bres y cuyos con fines se m id e n p o r el curso del Sol. H ay u n derecho com ún a to d o el género h u m a n o (Ep., 48, S ) . P anecio y P osidonio h a b ía n juzgado al cosm opoli tism o com p atib le con la p articip ació n activa en la vida p ú b lic a de los estados existentes; en cam bio, Séneca, re to rn an d o , com o h a c ía n los estoicos de su tiem po, a las posiciones de los fundadores de la escuela y p o r los m ism os m otivos q u e tu v iero n éstos, d em u estra poco in terés p o r tal in tervención. C u an d o todavía gozaba del favor de N e ró n , reconocía q u e la p a x rom ana, la' salva ción de la ciu d ad , estaba ah o ra in d iso lu b lem en te ligada a la suerte d el em perador, con lo cual se desvanecía el p rin c ip a l im p u lso q u e m ovía al ciu d ad an o a p a rtic ip a r e n la activ id ad p o lítica. Después, cuando tuvo q u e ju s tificar en el D e olio su re tiro de la vida pública, recordó q u e Z enón h a b ía enseñado q u e el sabio p a rtic ip a rá en ella si n a d a se lo im pide, e hizo n o ta r q u e las causas de su absten ció n p u ed en ser m últip les. P uede suceder, en efecto, q u e el E stado esté dem asiado corrom pido p a ra q u e aq u él p u e d a serle ú til; o q u e se en cu en tre en m anos d e m alvados, y entonces el sabio n o debe sacrificarse in ú tilm e n te . D e hecho, n o h a b rá nunca' u n estado al q u e el sabio p u e d a p re sta r su adhesión; n i Zenón, n i O leantes, n i C risipo in te rv in ie ro n jam ás en la adm inis tració n de la cosa pública, y tam poco in d u je ro n a otros a hacerlo. C om o A tenodoro, Séneca p iensa q u e el p a r tic u la r q u e educa a los hom bres en la v irtu d es ta n ú til al E stado com o el político, el m agistrado o el m ilitar. Z enón y O leantes h a n favorecido con su o b ra a todo el género h u m a n o ; en cam bio, si h u b ie ra n sido estadistas o generales h a b ría n beneficiado con sus s e r a d o s a u n a sola ciudad. Si consideram os la filosofía de Séneca desde u n p u n to de v ista p u ra m e n te teórico, n o podrem os asig n a rle m u ch o valor, ya q u e se nos p resen ta com o u n 186
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estoicism o ecléctico carente de o rig in a lid a d y llen o de incoherencias. L o q u e es más, los problem as originarios de la fo rtu n a , los m ales de la v ida y la m u e rte n o en c u e n tra n solución en su sistema, y las m ejores respuestas q u e ofrece c o n tra esos terrores son in d ep en d ien tes de él. L a fe en la in m o rta lid a d continúa' siendo siem pre u n a fe y la creencia en u n Dios p ersonal choca con el p a n teísm o d e la d octrina. Pero el significado y el v alo r vital d e su o b ra n o residen en la elaboración científica de los conceptos, sino en su visión dolorosa de la' vida, en el sen tim ien to am argo de la universal d eb ilid ad y la flaqueza pecad o ra de los hom bres, en la p ied ad y el am or p o r todos, en la aspiración a u n a existencia m ejo r, en la tendencia h acia u n a p erso n alid ad d iv in a p ro v id ente, benéfica, p a te rn a l, todo lo cual se expresa en las páginas d e Séneca con u n a convicción, u n a sinceridad y u n a in te n sid a d q u e co n trastan con el énfasis retó rico p resente cuando se lim ita a ex poner las tesis de su escuela'. Sus d octrinas se relacio n an , ciertam ente, con el m ovim iento religioso de su época que, surgido de las clases inferiores, p resio n ab a cada vez más sobre las superiores; p ero quizá n in g u n o de los filósofos contem poráneos h a vivido con ta n ta fuerza aquellos sufrim ientos n i h a sentido con ta n ta in ten sid ad aquellas exigencias. Las prim eras gene raciones cristianas descubrieron con razón en las p a la b ras de Séneca —p o r d ebajo de las fórm ulas de la escuela, irred u ctib le m e n te opuestas a las creencias q u e les eran m ás caras— u n alm a acongojada que te n d ía h acia ideales afines, si b ien distintos de los de ellos. P rin c ip a lm e n te la d o c trin a del am or universal, que h a b ría de re to m a r M ar co A urelio, y la defensa de los h u m ild es y los desdicha dos, actitudes q u e v en ían a o cu p ar el lu g a r del ideal aristocrático de la h u m a n ita s de C icerón, señalan el p u n to en q u e el esp íritu an tig u o se h a lla m ás pró xim o a la p a la b ra del Evangelio.
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c)
MUSONIO RUFO
G ra n in flu en cia tuvo sobre sus contem poráneos C. M usonio R u fo , de u n a fam ilia ecuestre de la V olsini etru sca (Bolsena) ; debe h a b e r nacido alred ed o r del año 30 d. C., p o rq u e hacia el 65 suscitó p o r su fam a de filósofo la envidia de N erón. E n el añ o 60 o poco des pués acom p añ ó a R u b e lio P la u to al Asia M en o r y le in fu n d ió v a lo r p a ra quitarse la vida cuando el em perador lo conden ó a m u erte. H a b rá regresado a R o m a, pues en el 65-66 fue desterrad o de ella ju n to con C o rn u to , cuan d o la co n ju ra de Pisón, y confinado en la islita de G iarea, en las Cíclades, d o n d e su ren o m b re le atrajo oyentes de todas partes. P ro b ab lem en te llam ado de nuevo a R om a p o r G alba, en los últim os días de V itelio se in co rporó a u n a em b ajad a del Senado an te A n to n io P rim o p ara d efen d er la causa d e la paz e n tre sus soldados, pero no tuvo éxito. C u a n d o V espasiano asum ió el poder, M usonio acusó an te el Senado a P. Egnacio C eler com o d ela to r y p o r h a b e r in c u rrid o en falso testim onio en el juicio a B orea Sorano. V espasiano no lo incluyó en la p rim era ex p u lsió n d e filósofos de R o m a (70), pero luego lo desterró, p o r segunda vez, h asta q u e T ito , q u ie n lo conocía d e antes, lo hizo volver, después de su elevación al trono. P osterio rm en te se carece de noticias sobre él, p ero p o r u n a carta de P lin io el Joven parece que en 101-102 ya h a b ía d ejad o de existir. N o consta q u e haya red acta d o o p u b licad o obras escritas, antes b ien, al p a recer h a b ría re c u rrid o exclusivam ente a la enseñanza oral, de la cual subsisten, no obstante, fragm entos bas ta n te num erosos. Estos fragm entos com prenden: 1) b re ves apotegm as conservados p o r P lutarco, p o r A ulo G elio y p o r Estobeo; 2) otros apotegm as, así com o disquisi ciones filosóficas relativ am en te am plias, que recogió Epic teto en su enseñanza y q u e nos h a n sido transm itidos, los prim eros p o r A m a n o , las segundas p o r Estobeo; 3) exposiciones o lecciones reproducidas p o r Estobeo, las 1S8
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cuales constituyen la' p arte m ás extensa de los fragm en tos. Parece m uy posible que p rocedan de u n a o b ra d e aq u el L ucio ya m encionado antes, a q u ie n debem os con sid erar com o la fu en te más im p o rta n te de Estobeo; o tra es E picteto, o sea A rriano. Al parecer, u n cierto P olión (p robablem en te V alerio P olión, de A lejandría', q u e vivió d u ra n te el p rin c ip a d o de A driano) com puso u n as M e m orias de M u so n io , p ero de ellas no q u e d a n rastros. Se considera falsa u n a carta de M usonio a u n tal P ancratis. Las concordancias observadas en tre los fragm entos d e M usonio y el Pedagogo de C lem ente de A le ja n d ría h a n hecho pen sar q u e este ú ltim o depende d e u n a o b ra d e L ucio, o b ien q u e am bos d eriv an de u n a fu en te m ás antigua. Son p ru e b a del fu erte in flu jo de M usonio sobre sus contem poráneos sus num erosos discípulos, e n tre los cuales (adem ás de m encionarse a su yern o A rtem idoro, am igo y m aestro de P lin io el Joven) se cita a los filó sofos E picteto, D ió n de P rusa, E ufrates de T iro y e l discípulo de éste T im o crates de H eraclea, y a insignes rom anos, com o R u b elio P lau to , tal vez B orea Sorano y M inicio F u n d an o . M usonio se acerca a los cínicos cuando asigna a la filosofía fin alidades rad icalm en te ético-prácticas y acepta asim ism o sugerencias del ascetismo neopitagórico, p e ro en co n ju n to d ep ende del estoicismo con in flu en cia posidoniana. E n su enseñanza n o descuidó las ejercitacio nes lógicas y los fragm entos tocan cuestiones relacio n ad as con la física, p ero lo q u e se dice en ellos acerca de los Dioses, designados con las denom inaciones de la relig ió n tradicional, n o su p era la esfera del p ensam iento co m ún, sin p rese n ta r u n carácter filosófico d eterm in ad o ; e n cam bio, tiene conexión con el estoicism o la afirm ación de la necesidad universal, q u e equivale a la teo ría del hado. Sin em bargo, e l interés de M usonio se co ncentra en la fu n ció n práctica de la filosofía, ab so lu tam ente necesaria p o r cu an to (según la tesis q u e in tro d u je ro n los cínicos en el siglo i a. C., aceptada m ás tard e p o r 189
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iá generalid ad ) los hom bres son enferm os y re q u ieren u n cu idad o constante que h a de prestarles la filosofía, y p o r ello ésta es necesaria a todos, a las m ujeres tan to como a los hom b res; p ero p o r filosofía se en tien d e la b ú sq u ed a y realización de la v irtu d , p a ra alcanzar la cu al no h acen fa lta m uchos discursos n i m uchas teorías, de ahí q u e se dé m ayor im p o rtan cia a la p ráctica q u e a las enseñanzas (o al d isc u rso ). C om o la n atu raleza h a puesto en cada h o m b re las semillas de la v irtu d , basta u n a breve d em ostración p a ra q u e el discípulo, si no está co rrom pido, reconozca los p rin cip io s éticos ju s tos. L o q u e im p o rta p rim o rd ialm en te es q u e m aestro y discípulo arreg len la cond u cta a sus principios. Se com prende q u e M usonio se haya interesado en p rim e r lu g a r p o r la form ació n ética de sus discípulos. E n c o n ju n to , la m o ral de M usonio se su jeta a las d octrinas tradicionales de su escuela. Es preciso distin g u ir lo qu e está y lo q u e no está e n n u estro p o d er; ah o ra bien, solo de nosotros d ep ende el uso de las rep resen ta ciones, esto es, el asentim iento a las opiniones sobre el b ie n y el m al, p o r las cuales se d ete rm in a la ju s ta esti m ación de las cosas, y en consecuencia la in ten ció n en cu an to disposición o a c titu d in te rio r de la v o lu n ta d ; en ella, si es recta, consisten la lib ertad , la v irtu d y la feli cidad. T o d o el resto n o d epende de nosotros y p o r eso respecto de ello —es decir, de las cosas externas— debem os re m itirn o s al o rd en necesario del universo y aceptar de b u e n grad o lo q u e ese ord en im plica. Solo la v irtu d es u n bien, solo la m a ld a d es u n m al y to d o lo dem ás es in d iferen te. P ero, p a ra fo rtificar la v o lu n tad , M usonio considerab a necesario, adem ás de la enseñanza y el eje r cicio m o ral, el en d u recim ien to físico, p o rq u e, siendo el cuerpo u n in stru m e n to indispensable del alm a, es m e nester fo rtalecer a am bos. E n general recom ienda, a p ro xim ándose al cinism o, la vida sencilla y conform e a la natu raleza, y tom a del neopitagorism o la p ro h ib ic ió n de los alim entos con carne. Sobrepasando las opiniones de 190
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m uchos estoicos antiguos, exige u n a vida m o ral severísima, recom ienda el m atrim o n io y co ndena la lim itación de nacim ientos y el ab an d o n o de los hijos. C onsiderados globalm ente, los fragm entos de M usonio revelan u n alm a noble y recta, apasionada p o r el b ien y g u iad a p o r el deseo de ed u car a los espíritus, pero el v alo r científico de sus enseñanzas n o está a la a ltu ra de esas cualidades positivas, ya q u e las ideas son m ediocres y carentes de orig in alid ad . Adem ás, no hallam os en sus p alabras la expresión de u n a visión de la vida v ib ra n te de d o lor y de am or, com o la de Séneca.
d)
MARCO AURELIO
U na im p o rtan cia incom parablem ente m ayor tiene la o b ra del ú ltim o de los grandes estoicos, el em p erad o r M ar co A urelio, discípulo esp iritu al de E picteto. N ació en R om a, en el m o n te Celio, el 26 d e a b ril del añ o 121 d.C., y era h ijo de M. A nio Vero, vástago de tin a fam ilia o ri g in a ria de E spaña, q u e h ab ía desem peñado altos cargos, y de D om icia Lucila'; de sus dos abuelos recibió los n o m bres de M. A nio C atilio Severo. P o r v o lu n ta d de A dria no, a los seis años en tró a fo rm ar p a rte del o rd en ecues tre y a los ocho del colegio de los Salios. H a b ie n d o p e rd id o tem p ran am en te (ca. 130) a su pad re, en ese en tonces preto r, fue ad o p tad o p o r el abuelo p atern o , q u ie n le dio su n o m b re (M. A nio Vero) e hizo q u e se le im p a rtie ra u n a vasta c u ltu ra . (Fue ed ucado en la p ro p ia casa', según los deseos del bisabuelo m aterno.) E n esta época tuvo p o r m aestro de filosofía a D iconeto. A los doce años vistió el atu en d o de los filósofos y quiso so m eterse a privaciones y a m odos austeros de vivir q u e p e rju d ic a ro n su salud, origin alm en te ro b u sta. Pero p o r ese entonces, al parecer, in te rru m p ió sus estudios, q u e prosiguió luego. A driano, q u e lo ap reciaba m ucho y que u n a vez p o r b rom a lo llam ó Verissim us, lo p ro m etió en 191
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
m atrim o n io el 26 de ab ril de 136 a la h ija de L. C eion o Cóm odo, a q u ie n h a b ía designado com o sucesor suyo, y m u e rto éste el 19 de enero de 138, ado p tó a A n to n in o , tío de M arco, a condición de q u e a su vez a d o p ta ra a su sobrino y al h ijo de C eionio. A la m u e rte de A d riano, el 10 de ju lio , A n to n in o Pío ad o p tó a am bos, y M arco, que tom ó el n o m b re de M . E lio A urelio V ero, tuvo u n a p articip ac ió n cada vez m ayor en el p o d er im p erial: p ro n to el soberano lo designó sucesor suyo, d án d o le el títu lo de César, en 138-139 lo n o m b ró cuestor, en 140 cónsul, en 145 le dio p o r esposa a su h ija F austina. P o r esa épo ca M arco volvió a sus estudios, ocupándose p rim ero p rin c ip alm e n te de retórica, con F ro n tó n com o m aestro p a ra la p a rte la tin a y H erodes Á tico p a ra la griega; es dudoso q u e haya recibid o entonces la enseñanza filosó fica del estoico A polonio, p ero existe seguridad con res pecto al p lató n ico A lejan d ro y al p erip atético C laudio Severo, así com o en lo relativ o a la in stru cció n q ue le fue d a d a p o r el ju ris ta L. V olusio M eciano. E n el año 146, M arco, a: q u ie n F ro n tó n h u b ie ra q u e rid o o rie n ta r d efin itiv am en te h acia la retórica, se consagró en cam bio p o r com pleto a la filosofía p o r estím ulo de J u n io R ú s tico, q u ie n le hizo conocer las enseñanzas de E picteto, q u e d e jaro n u n a h u e lla im b o rrab le en su espíritu. P o r ese entonces debe h a b e r re u n id o a su alred ed o r a otros filósofos, como los estoicos C lau d io M áxim o y C inna C a tu lo y el p la tó n ic o Sexto de Q ueronea, sobrino de P lu tarco. M arco se esforzó p o r p racticar en su v id a las n o r mas severas de la m o ral estoica. E n los últim os años del p rin cip ad o de su p ad re adoptivo ap ren d ió a conocer de cerca la v id a p ú b lic a y la ordenación d el Estado, a d q u i rien d o u n a exp erien cia q u e le resultó preciosa cuando, ya en el tro n o , debió a fro n ta r dificultades de todo géne ro. A n to n in o , gravem ente enferm o, n o m b ró sucesor a M arco, el cual, elevado al p oder tras su m u erte (7 de m arzo de 161) con el nom b re de M . A u relio A n to n in o , quiso g o b e rn a r el im perio ju n to con su h erm a n o a d o p ti 192
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vo, q u e tom ó los nom bres de L ucio A nio Vero; p ero éste no le fue de n in g u n a u tilid a d en el g o b iern o del Estado, antes bien le p ro p o rcio n ó sinsabores con su conducta li gera y disoluta. El p rin c ip a d o de A n to n in o h ab ía sido u no de los más tran q u ilo s y prósperos de la época im p erial; el de su sucesor, en cam bio, llen o de peligros y de sucesos ad versos, inició la decadencia del E stado rom ano. M uy p ro n to la situación se m ostró am enazadora: in u n d ac io nes en Ita lia , carestía en R om a, agitación en la B retaña, donde los legionarios q u erían elegir em p erad o r a su co m an d an te, com ienzo de las agitaciones de los germ anos, victoriosas cam pañas m ilitares de los p arto s en A rm enia. M arco A urelio afro n tó enérgicam ente este ú ltim o peligro y envió refuerzos a O riente, donde los rom anos, tras rec o n q u ista r A rm enia, destruyeron las dos capitales de los partos, Seleucia y C tesifón; pero u n a peste terrib le im pidió u n a v ictoria d efinitiva y los obligó a retirarse, a u n q u e p u d ie ro n consolidar sus posiciones orientales. A penas h a b ía n celebrado los dos em peradores su triu n fo , cu an d o se presentó u n peligro a ú n m ás grave en el D an u b io , atravesado en m uchos p u n to s p o r tribus germ anas y eslavas, encabezadas p o r los m arcom anos y los cuados; aquéllas, sobrepasados los Alpes, asediaron A quileya y d e rro ta ro n a las fuerzas rom anas enviadas c o n tra ellos, m ientras otros b árbaros p e n e tra b a n en Acaya y en el Asia M enor y la peste, v enida de O riente, asolaba Italia. M arco A urelio, afro n ta n d o con serenidad y energía este cúm ulo de desastres, tom ó todas las p ro v i dencias q u e la trágica situación req u ería: a la cabeza de u n nuevo ejército los dos em peradores m arch aro n co n tra los bárbaros, los cuales, tras lev an tar el sitio de A quileya, pasaron de v uelta los Alpes. E n 169 L ucio Vero m u rió de ap o p lejía cu ando regresaba a R om a; M arco A urelio prosiguió d u ra n te más de cinco años u n a g u erra d u rí sim a, en la cual d erro tó a los m arcom anos (172), a los cuados (174) y a los yáciges (175). H u b ie ra q u erid o 193
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form ar dos nuevas provincias y llevar la fro n te ra hasta los C árpatos, p ero debió concertar ap resu rad am en te la paz a fin de trasladarse a O rien te, d onde se h a b ía p ro clam ado e m p e ra d o r el legado de Siria, A vidio Casio, q u e h a b ía h a lla d o p a rtid a rio s en m uchas provincias. A u n q u e el u su rp a d o r fue m u e rto p o r u n c en tu rió n antes de q u e llegara a O rie n te M arco A urelio (175), éste p erm aneció allí u n tiem p o p a ra reorganizar y pacificar esas p ro v in cias; en el viaje de regreso, F austina, q u e lo h a b ía acom pañado, m u rió en u n a aldea del Asia M enor. El em pe ra d o r se d etu v o p o r u n largo lapso en A tenas, d o n d e fu n dó cu atro cátedras públicas de filosofía, confiadas a los rep resentan tes de las escuelas mayores. A poco de su vuel ta a R o m a tu v o q u e trasladarse de nuevo a la zona del D a n u b io d eb id o a la insurrección de los cuados y los m arcom anos; m u rió el 17 de m arzo de 180, en Sirm io, sobre el Save, alcanzado quizá p o r la peste q u e o tra vez hacía estragos, después de h a b e r nom b rad o sucesor a su h ijo Cóm odo, a u n q u e sabía’ q u e éste era de n a tu ra l ru d o y perverso. E n los d iecinueve años de su reinado M arco A urelio estuvo a la a ltu ra de sus deberes de sobe rano, no solo com o gen eral sino tam bién como legislador y como ad m in istrad o r. Perfeccionó la o b ra legislativa d e sus predecesores, y con criterio h u m a n ita rio p ro cu ró p ro teger más q u e en el pasado a los esclavos, am p a ra r a los huérfanos, a los pobres, a las m ujeres y p ro teg er los d e rechos de los hijos. T r a tó de d ejar bien d eterm in ad o el o rd e n am ie n to ad m in istrativ o e hizo todos los esfuerzos posibles p a ra su p e ra r las dificultades de las finanzas, sin red u cir los gastos de u tilid a d p ú b lica y de beneficencia. E jerció con escrúpulos q u e se consideraron excesivos sus funciones de juez, ten d ien d o hacia la indulgencia; pero cuando lo creyó necesario aplicó ríg id am en te las leves. Así fue com o tom ó providencias co n tra los cristianos, p o r estim arlos peligrosos p a ra el Estado. De M arco A urelio se conservan en la tín cartas a F ro n tó n y a H erodes Atico (son apócrifas las reprodu194
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ciclas p o r los Scriptores historiae A ugustae) y fragm entos de discursos; en cam bio, está escrita en griego su obra p rin c ip al, tá eis heautón, títu lo que se traduce com o So liloquios, o b ien com o R ecuerdos o P ensam ientos o, in cluso, como N o ta s personales; está div id id a en doce libros y contiene aforism os, no teorías relacionadas orgánica m ente. El lib ro I, escrito en el país de los cuados, se considera, p o r lo general, com puesto después del año 166 y antes del 176; el libro II, escrito en C a rn u n tu m (H am burg , en H u n g r ía ) . en tre 170 y 174; el V III, tras la m u e rte de V ero (169). Pero hay q u ie n piensa q ue el lib ro I fue com puesto en ú ltim o téi'm ino, q u e el libro I I pertenece a los años clé la ú ltim a cam p añ a co n tra los bárbaros (177-180) y q u e los otros libros incluyen ele m entos de épocas diversas: m uchas partes p ro v en d rían d el períod o 170-180, en ta n to q u e otras serían más a n ti guas o co n stitu irían simples notas, esparcidas a q u í y allá. A lgún a u to r o p in a q u e los libros II, I I I y X II form an el núcleo original, alrededor del cual se h a b ría desarroJlado la o b ra en su conjunto. Los P ensam ientos de M arco A urelio son ad v erten cias que el em p erad o r se dirige c o n tin u am en te a sí m is m o p ara a fro n ta r con serenidad y fortaleza de án im o las contingencias de la vida, p ara aceptar con espíritu tra n q u ilo , y au n alegre, lo q u e ellas le p u e d a n d e p a ra r y p a ra cu m p lir de m odo im pasible todos sus deberes. Es esto precisam ente lo q u e hace pensar q u e M arco A u relio acudió a la filosofía —o, m ejor dicho, a u n sistem a d e term in a d o — p a ra resolver los problem as q u e la vida le p resen tab a y p a ra ju stificar los valores q u e se im po n ían a su conciencia. Es preciso, p o r lo tan to , d e te rm in ar la a c titu d esp iritu al que constituye el p resupuesto de su construcción filosófica. Bien p ro n to debe de h a b e r sen tido la exigencia, expresada constantem ente en los P en sam ientos, de a d q u irir p lena conciencia de la n atu raleza y del valor de las cosas m ed ian te u n análisis im placable q u e solo se d eten d ría an te Ja v irtu d (esto es, an te los 195
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valores m o ra le s ). Es pro b ab le q u e al prin cip io no haya ten id o la in te n c ió n de llegar a despreciar, con ese an á lisis, los objetos considerados, como afirm a en u n p e n sam iento (X I, 2 ), pero que, al h a b e r sido ése el resul tado, se haya co nvertido entonces en el p ropósito decla rado. D ebe agregarse q u e M arco A urelio hace suya la in tu ic ió n heraclíteo-estoica del p erp etu o flu ir de todas las cosas, p ero la en tien d e como u n a tendencia dirigida a la destrucción, com o u n proceso co n tin u o de disolución y m u erte de los seres individuales, que orig in a fin al m ente la form ación de otros seres y de otros aconteci m ientos iguales a los anteriores. S em ejante visión de la vida d eb ía llevar, necesariam ente, a u n a posición an á loga a la del Eclesiastés (vanidad de vanidades y todo van id ad ; no hay n ad a nuevo bajo el s o l), a la fatiga, al disgusto p o r u n a existencia m onótona, despreciable, m udable, in consistente. T o d as las cosas son efím eras y desdeñables, son fango, son p o d red u m b re y h u m o ; ade más, carecen p o r com pleto de im p o rtan cia si se las com p a ra con la exten sió n in fin ita del tiem po, del espacio, del cielo. Desde este p u n to de vista resulta hueca e insensata la b ú sq u ed a d e la fam a y de la gloria e insignificante tam b ién la necedad y la m ald ad de los pequeños seres hu m an o s q u e lu c h a n y se to rtu ra n p a ra hacerse daño sin p en sar q u e d e n tro de u n in stan te se disolverán en cenizas. P ero estos pensam ientos no constituyen u n a n o vedad, ya q u e se relacio n an , en p arte, con la predicación cínica y en p a rte , y m uy especialm ente, con las in tu i ciones de la religiosidad p o p u lar, q u e h a b ía juzgado de igual m a n e ra al m u n d o su b lu n a r y cuya in flu en cia se ad v irtió ya en C icerón y más a ú n en Séneca. T a m b ié n se v in cu la con esas intuiciones (que p o n ía n al alm a, de origen celeste, in co m p arab lem en te p o r encim a de todo lo que form a p a rte de la esfera situ a d a b ajo la L una) lo que dice M arco A urelio sobre el daim on in tern o , a u n q u e es dudoso q u e p rim itiv am en te lo haya identi196
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íicado con la razón o el nous. Su posición respecto de la vida m oral tiene u n carácter más p ersonal y básico. Lo que refiere en los Pensam ientos acerca de su p rim era edad y de su educación revela q u e m uy p ro n to debe de h a b e r ten id o p o r suprem os los valores é tc o s. y con siderado absolutos sus deberes de hom bre, de rom ano, de fu tu ro p ríncipe, deberes q u e le im p o n ía n o b ra r con justicia y p a ra el bien com ún. Pero en tre esas dos con vicciones, la de q u e todas las cosas son vanas y despre ciables y la del in elu d ib le im p erio de aquellos deberes, se da, no el vínculo q u e u n e la visión pesim ista d e los dolores de la vida con el am or universal, s'n o u n contras te, o cuan to menos una discrepancia. Si no está an im ado p o r u n a fe m o ral in q u e b ra n ta b le e in d e p e n d ie n te de toda justificación teórica, el ho m b re q u e piensa que todo es v an o y m iserable fácilm ente p ierd e in terés p o r la vida y la acción, o a lo sum o se lim ita a no h acer dañ o a nadie, p ero será m uy difícil q u e se resuelva a o b ra r enérgicam ente p o r el bien com ún. L a filosofía, q u e es p a ra M arco A urelio n u estra ú n ic a g uía en el to rb ellin o de la vida (II, 17, 3), debía fu n d a r el am or y la p reo cu p ació n p o r los hom bres en la afin id ad esen cial que existe en tre ellos, y elim inar el desaliento y el sentim ien to de disgusto originados en la convicción d e la v anidad universal m o stran d o que todas las cosas están gobernadas p o r u n a Providencia D ivina sabia y benéfica, que todo lo dispone p a ra el bien del universo. Esta certid u m b re deb ía b rin d a rle fortaleza y calm a, sobre todo cuando, llegado al tro n o im p erial, h u b o de a fro n ta r las situaciones trágicas q u e am enazaban a rru in a r el Estado y la civilización q u e él estaba obligado a defender. P re cisam ente p o r eso insiste en la necesidad de elegir en tre dos hipótesis: o todo consiste en u n m o n tó n de átom os mezclados sin ord en n i propósito, o b ien u n a p rovidencia suprem a' g o b iern a todas las cosas. (En alg ú n pasaje M ar co A urelio ad m ite tres posibilidades: o el o rden in flex i ble del h ado, o u n a Providencia accesible a la p iedad, 197
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
o u n caos sin dirección, ab an d o n ad o al acaso; en otros térm inos, la necesidad ciega del destino, la creencia' de la religió n p o p u la r y el atom ism o.) E n lo q u e a él res pecta, se decide p o r la segunda altern ativ a, es decir, p o r el estoicism o c o n tra el epicureism o, p o n ien d o en eviden cia el o rd en y la arm o n ía q u e p resen ta el universo en todos sus aspectos. £ ] estoicismo, en la form a q u e asu m ió con P osidonio, le p erm ite tam b ién fu n d a r el am or a todos los h o m b res en la p articip ació n de las alm as racionales en la razón universal. N o obstante, fiel al eclecticism o de su tiem po, entrem ezcla con el estoicismo pensam ientos tom ados de otras fuentes: p a ra no h a b la r a h o ra de ciertas m otivaciones escépticas n i de la presen cia d e la tem ática cínica según la revela su desprecio de todas las cosas h u m an as, baste m encionar el in flu jo de algunas d o ctrin as centrales del aristotelism o. T a m b ié n M arco A urelio adm ite la legitim id ad de las tres disciplinas filosóficas fu ndam entales, p ero estim a en poco el análisis de los silogismos y los estudios m e teorológicos. L o cual no significa, sin em bargo, q u e n ie gue v alo r a las investigaciones teóricas, ya q u e reconoce la necesidad de n o asen tir a representaciones dudosas o falsas y considexa q u e es im posible co nvertirnos en seres m orales si no p artim o s de las verdades concernientes a la n atu ra le z a del universo y del hom bre; es decir, re chaza las sutilezas ele la lógica y los estudios especiales de la ciencia de la naturaleza, pero no la teoría del co nocim iento, q u e p a ra el estoicism o form a p a rte de la dialéctica, n i la m etafísica y la teología in cluidas en la física, si b ien las su b o rd in a a finalidades éticas. En lo q u e respecta a las indagaciones gnoseológicas, los P ensam ientos se lim itan a escasas alusiones, en las qu e resu en a u n a n o ta escéptica: las cosas están de tal m odo en cu b iertas q u e m uchos filósofos, y no de los m e nores, las h a n juzg ad o inaprehensibles, y a los estoicos les parece difícil captarlas; el asentim iento q u e preste mos a c u a lq u ie r cosa es susceptible de m odificación, 188
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pues no hay hom bre alguno q u e no cam bie. Pues este escepticism o, basado en la c o n tin u a m ud an za d el sujeto y de los objetos, no im pide a M arco A urelio p resen tar concepciones metafísicas b ien determ in ad as sobre la n a turaleza del universo; las in certid u m b res se red u cen a las investigaciones particulares, sin extenderse al estudio de la realid ad esencial de todo. H ay en este p u n to u n a m odificación p ro fu n d a de las doctrinas estoicas, ya que se conserva el panteísm o, p ero se rechaza el m aterialis m o al a d m itir, quizá p o r in flu jo del p erip atético C laudio Severo, la n atu raleza p u ra m e n te e sp iritu a l de la in te li gencia d iv in a y h u m an a. Se lleva así h a sta las ú ltim as consecuencias el dualism o q u e Posidonio h a b ía acen tu ad o si no in tro d u cid o en el estoicism o. E sta d istinción coincide con aq u ella o tra —ya p ro p ia de toda la escuela «n general— de m ateria y causa, en cu a n to esta ú ltim a se piensa como inm aterial. El universo es u n ser viviente y u n ita rio e n el cual se distin g u en , com o en el h o m bre, el cuerpo, la psique o alm a (aliento v ital) y el intelecto. P o r eso es u n o el m u n d o q u e todo lo incluye, u n a la D iv in id ad q u e d o n d eq u iera se expande, u n a la sustancia, u n a la ley y u n a la razón com ún a todos los seres in teligentes. El universo es u n a ciudad de la q u e p a rti cipan los Dioses y los hom bres. L a in teligencia d iv in a y universal es el logos, la razón q u e p o r todas partes se d ifu n d e y q u e en la e te rn id a d g o b iern a el to d o según períodos determ inados. M arco A urelio em plea a m en u d o la expresión sustancia universal p a ra designar a la D i vinidad, p ero en realidad se tra ta de la razón de ésta. P o r o tra p arte, tan to h ab la de la D iv in id ad , a la que tam b ién llam a Zeus, como de los Dioses, p ero debía pensarlos, de acuerdo con la d o ctrin a estoica, com o m a nifestaciones de la prim era, a u n q u e su lenguaje se am ol d a ra a las creencias de la religión trad icio n al, q u e h o n ra b a escrupulosam ente. Es in d u d a b le q u e creía recibir de los Dioses avisos, com unicaciones, auxilios. L a D ivi nid ad es sobre todo la Providencia q u e todo lo dirige. 199
HISTORIA DE IA FILOSOFÍA ROMANA
M arco A u relio d eja alg u n a vez en suspenso si aq uella o b ra caso p o r caso, a p ropósito de lo singular, o si h a decidido d e u n a vez p a ra siem pre todo lo q u e atañ e al universo, de m o d o ta l q u e cu an to concierne al in d iv id u o se sigue com o consecuencia de esa decisión inicial. Pero p o r lo co m ú n ad m ite la segunda altern ativ a, pues se refiere al d estin o (hado) como la g ran causa q u e está co n stitu id a p o r el nexo de todas las causas y q u e p ro viene del im p u lso p rim itiv o d e la Providencia y de la ley universal; tam poco las obras de la fo rtu n a son in dependien tes de la natu raleza: form an p a rte del tejido g obernado p o r la Providencia, pues todo fluye de ella. (En alg u n a ocasión, sin em bargo, se co n trap o n e la p ri m era a la segunda.) Precisam ente p o rq u e todo es guiado p o r la P ro v id en cia D ivina, el universo está p erfecta m ente o rd e n a d o y todas las cosas y todos los sucesos c o n trib u y e n a su arm o n ía y perfección. E n los aconte cim ientos hay u n nexo q u e n o es solo racional, sino tam bién arm ónico, p o rq u e todo coopera a u n ú n ico p ro pósito —incluso q u ie n p ro c u ra d e stru ir lo q u e sucede— y todo se realiza de u n m odo justo, según el m é rito de cada ser, pues lo q u e le acaece le fue señalado p o r el destino de confo rm id ad a su naturaleza. Im posible a d m itir q u e haya alg ú n m al injustificad o en el universo, p o rq u e la in telig en cia universal, o sea Dios, n o tiene n in g u n a razón p a ra p e rju d ic a r a u n ser cualq u iera. Ella (o los Dioses) se p reo cu p a p o r el b ien del universo; p o r eso lo q u e sucede a cu alq u ier ser resu lta beneficioso p ara el todo, y com o lo q u e es ú til o nocivo p a ra el todo es tam b ién ventajoso o p erju d icial p a ra c u a lq u ie r ser, lo q u e a cada u n o d ep ara la n atu raleza universal es beneficioso p a ra él. Es preciso por ende com prender q ue los q u e parecen m ales no lo son cu an d o se los con sidera desde el p u n to de vista del todo; lo q u e es torpe y dañoso es u n a concom itancia de lo bello y del bien, p o rq u e prov ien e necesariam ente de la fuen te de todas las cosas, q u e actú a teológicam ente. Incluso aqu ello que 200
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en la natu raleza universal parece destruirse y conver tirse en algo in ú til es transform ado p o r ella en seres nuevos. T o d a s las partes del universo perecen necesa riam ente, p ero eso n o puede ser u n m al p a ra ellas, p o r que la n atu raleza no pued e h a b e r ten d id o a p e rju d ic a r a sus p ro p ias partes, ni tam poco h a b e r dejado de ad v e rtir aq u el hecho; la n aturaleza, que gob iern a el todo, am a el cam bio y transform a cada cosa en o tra sim ilar, p ara q u e el m u n d o sea siem pre joven, pues con esta transform ación el cosmos se conserva. Lo cual se aplica tam b ién a la historia del cosmos considerado en su co n ju n to . P o r lo tan to , es u n a visión esencialm ente es tética de la arm o n ía universa] lo q u e sirve de ju stifica ción a las im perfecciones y los m ales de la realid ad física. E n cu an to al m al m oral (que tam poco p u ed e elim inarse del m u n d o ) , puesto q u e los Dioses existen y atien d en ai cuidado de las cosas h u m an as es preciso a d m itir q u e h a n dado al ho m b re el p o d er de no caer en los q u e verdad eram en te son males. El o rd en del universo d eterm in ad o p o r la in teligencia universal se m anifiesta en el hecho de q u e ésta h a creado a los seres superiores como fines de los inferiores, y los prim eros h a n sido hechos los unos p a ra los otros; ah o ra bien, los seres racionales son superiores a los irracionales, y p o r eso los hom bres rep resen tan la fin alid ad de la je ra rq u ía cósmica, en el nivel in ferio r al de la D iv in idad. E n tre los seres del universo, el más elevado, después de los Dioses, es el hom bre, q u e h a recibido de aq u élla los tres elem entos q u e lo com ponen: el cuerpo, el alm a o alien to vital y el intelecto o hegem onikón. (E n algún caso, M arco A urelio d :stingue solam ente el cuerpo y el alm a, id en tifican d o al intelecto con ésta.) Las percep ciones corresponden al cuerpo, los im pulsos al alm a, y los p rin cip io s al intelecto. E n la valoración de los tres com ponentes del ser h u m an o , M arco A urelio re ú n e al gunos aspectos de la teoría aristotélica del noiís con intuiciones de origen p o sid o n ian o —quizá derivadas, al
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m enos en p arte, cie E p icteto —, cuyo significado religioso y ascético acen tú a con fuerza. El cuerpo y la p siq u e son agriam en te desvalorizados: el p rim ero es u n río q u e fluye de co n tin u o , algo q u e fácilm ente se p u d re, u n cadáver, u n a cosa despreciable; el aliento cam bia co n tin u am en te, es u n sueño, u n vapor. A m bos son indepen d ien tes de nosotros: son nuestros solo en el sentido de q u e debemos cu id ar de ellos. Solam ente es en verd ad nuestro el in telecto, qu e es u n a p artícu la, u n efluvio del intelecto divino; es (como dice M arco A urelio, con u n a expresión em pleada p o r P osidonio y E picteto) nuestro d aim o n in terno, el am o in te rio r, el Dios en nosotros, la razón com ún a todos los anim ales inteligentes y p o r ende a todos los hom bres: p o r ello se com prende q u e M arco A urelio p u e d a afirm ar, sirviéndose de u n a expresión p ro p ia del m isticism o ascético de la religiosidad hclenístico-rom ana, q u e la vida, p ara ese daim on, es u n exilio •en tierra e x tra n je ra. Lo cual no significa q u e M arco A urelio a d m ita la in m o rta lid a d d el alm a in telectu al, pues p o r el co n trario se inclin a a negarla com pletam ente, o al m enos a lim ita r bastante esa supervivencia tem po ra ria que acep tab a su escuela y q u e Séneca h ab ía p in tad o con los m ás vivos colores. H ablarem os a contin u ación de las posibilidades q u e ad m ite provisionalm ente para m o stra r q u e n i siq u iera q u ie n las acepta debe tem er a la m uerte: cu an d o expresa su p ro p io pensam iento, pien sa q u e todas las partes q u e constituyen el h o m b re re to rn a rá n a aquello de donde h a n salido y se tran sfo rm a rá n en otras p artes del universo, en u n proceso in fin ito . N o excluye la posibilidad de q u e con la m u erte el hom bre no se e x tin g a e n seguida, sino q u e sea trasladado a o tra p arte , es decir, q u e su disolución n o sea inm ediata. P ero cuan d o debe d eterm in ar m ejor la segunda alter nativa, M arco A urelio —que h a b la de la psyklu-, no del intelecto in m a te ria l— reconoce que la supervivencia será de breve d u ració n , p o rq u e las alm as, tras em igrar al aire, te n d rá n q u e resorberse p ro n to p o r conflagración en el 202
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logos sperm atikós (razón sem inal o fuerza generadora) del universo. P ro b ab lem en te pensaba q u e tam b ién el daim on del h o m b re debería re to rn a r, in m ed iatam en te o tras u n a breve supervivencia, a la D iv in id ad de la que h a b ía em anado. Sobre estos conceptos m etafísicos y teológicos fu n d a M arco A urelio la m oral, que constituye el objeto con tin u o de sus m editaciones, pero precisam ente en este p u n to resu lta m ás difícil co o rd in ar sus pensam ientos pues, a u n q u e n o presen tan incoherencias, m u e stran a m en u d o solo aspectos diversos de u n a m ism a concepción, p o r lo cual se hace necesario integrarlos recíprocam ente. D ebe advertirse, em pero, que la d eterm in ació n de los valores éticos pertenece a lo q u e M arco A urelio llam a la facultad de la o pinión, o sea al juicio en cuanto asen tim ien to volu n tario , que por ello d epende de nosotros. T a m b ié n p a ra él, com o p ara los estoicos en general, todo ser tien d e al fin p a ra el cual h a sido co n stituido, y en el cual consiste su bien: de este m odo cada ser responde ta n to a la n atu raleza universal como a la p ro pia. Esto es válido asim ism o p ara eí bien, el fin o ia felicidad del hom bre, consistentes en seguir esas dos n a turalezas, las cuales coinciden p o rq u e la razón h u m an a deriva de la razón o inteligencia universal, es decir, de Dios. De ah í que p a ra u n ser racio n al com o lo es el hom bre, seguir a la n atu raleza o a Dios equivale a su jetarse a la razón (en ten d id a como p ensam iento y vo lu n ta d a la vez) y p reservarla de deform aciones con trarias a la p ro p ia n atu raleza racional. Y como el in te lecto es nuestro Dios in terio r, puede expresarse la m ism a no rm a diciendo que es preciso conservar p u ro el d aim o n in te rn o y seguirlo. Pero p a ra u n ser racional com o el h o m bre el b ien reside en la actividad, de m odo q u e seguir a la n atu raleza o a la razón significa o b ra r de acuerdo con ella. Esto q u iere decir q u e no hay bien p a ra el ho m bre fuera de la v irtu d , n i o tro m al q u e lo opuesto a ésta. 203
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Al d e te rm in a r el con ten id o de la acción ética, M arco A u relio se expresa de diversas m aneras, p ero se tra ta de presentaciones parciales de las m ism as concepciones, que reclam an u n a integ ració n recíproca. E n general p o dem os decir q u e la inspiración religiosa, evidente en la teoría del d aim o n in te rn o , es el esp íritu a n im ad o r de su visión ética. Precisam ente p o rq u e lo p ro p io del hom bre es el d a im o n o intelecto, que es u n a p artíc u la de la' D iv in id ad , aquél debe más que n ad a venerar, obede cer y tem er a los Dioses, es decir, h o n ra r a la to talidad racio n al de la q u e es p artícip e; esto es lo q u e su m ism a razón exige. Pero ello no significa tan solo, com o afirm a alg u n a vez M arco A urelio, q u e la p ied ad y la veneración de la D iv in id a d son superiores a las acciones justas, sino, adem ás, q u e la vida ética p u ra m e n te h u m a n a tiene u n s’gnificado religioso, q u e todas las culpas son form as de im p ied ad y p o r ta n to las virtudes son aspectos de lo opuesto a a q u élla, p o rq u e Dios o la n atu raleza universal prescribe la p ie d a d y p rohíbe, p o r ende, la im piedad. O b ra n d o éticam en te los hom bres se hacen sem ejantes a los Dioses, com o éstos exigen. P o r el hecho de h a b e r sido engendrados los unos p a ra los otros y de ser p a r tícipes de la m ism a razón divina, todos los hom bres son seres sociales, esto es, tien en como fin la sociedad, que p o r ello constituye el bien q u e les es propio; son p a rientes, afines, com o si fueran m iem bros de u n m ism o cuerpo, y d e b e n cooperar p a ra el b ien com ún de los seres. R e su lta pues n a tu ra l q u e M arco A urelio, q u e n o estudia las virtud es de m an era sistem ática, se ocupe con prefe rencia de las de carácter específicam ente social, la jus ticia y la benevolencia —e n te n d id a ésta ya com o am or hacia los hom bres, ya como disposición a hacerles e! bien —, a u n q u e n o h a b la de ellas del m ism o m odo. En alg u n a ocasión, siguiendo u n a tendencia general del p e n sam iento an tig u o , identifica todas las v irtudes con la justicia, o hace de ella la fu en te de la q u e d eriv an las dem ás. P ero en otros casos las distingue y sobre todo
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h ab la separada y largam ente de la benevolencia, en sus dos aspectos. D el am or universal h acia los hom bres h ab la con u n a convicción y u n a frecuencia q u e recu erd an a Séneca y, com o en el caso de éste, h acen p ensar en las enseñanzas d e l cristianism o: “ A m a al género h u m a n o ” es su precepto (V II, 31, 2; cf. V III, 26, 2 ). El h o m b re debe sentirse no u n a parte, sino, lo que es más, u n m iem bro del organism o de los seres racionales, debe am arlos de corazón y com prender q u e beneficiándolos se hace u n bien a sí m ism o (V II, 13; cf. VI, 39 ). Q u ien hace algo co n tra el b ie n com ún, q u 'e n se sep ara de la socie dad h u m an a, es com o u n m iem bro a m p u ta d o del cuerpo al que debe la vida; y se separa de la sociedad h u m a n a incluso el q u e se a p a rta de u n solo h o m b re. N o debem os o d ia r a n adie, n i siqu iera a quien, a u n h a b ie n d o sido para nosotros causa de fatigas ν dolores, desea n u estra m u erte p o rq u e espera de ella algún alivio (V III, 43; X, 36, 6 ). D ebem os ser blandos y benévolos con q u ien nos odia (IX , 27; X I, 13). M ejor dicho, es p ro p io del ho m b re am a r al q u e lo ofende, reco rd an d o q u e es pa rien te suyo, q u e o b ra m al in v o lu n tariam en te, p o rq u e ignora qu e d e n tro de poco am bos estarán m uertos, y qu e en re a lid a d el ofensor n o le h a causado daño, pues n o h a hecho p eo r su razón do m in an te. P o r ig u al razón, p o rq u e tam b ién nosotros hem os errad o y p o rq u e el h o m bre que actú a m al obra necesariam ente d e acu erd o con su naturaleza, debem os am ar y tolerar a todos los h o m bres en general, a u n al que yerra, p ro cu ran d o , en Jo posible, correg ir a éste am igable y cortésm ente, sin irri tarnos con él. Q u ien o b ra m al se p erju d ica a sí m ism o, pues se h ace m alvado. P ero no solo debem os am ar y so p o rta r a los hom bres, sino tam b ién beneficiarlos y darnos p o r satisfechos con n u e stra acción sin asp irar a u n a recom pensa (IV, 3; V, 20, 1; V, 33, 6; V II, 13; V II, 7, 3; IX , 42, 5; X I, 4 ). M ás aú n , el h o m b re debería ser benéfico espontáneam ente, tal com o la vid p ro d u ce sus racim os (V, 6 ) . E n ú ltim o térm ino, el goce de la vida 205
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
d eb ería consistir p a ra nosotros en fo rm ar u n tejid o abso lu ta m en te in in te rru m p id o de b uenas acciones (X II, 2 9 ). Solo la co n d u cta racio n al o social —esto es, la v ir tu d — constituye el bien, y su opuesto, el m al; ahora b ien , se tra ta de expresiones de n u estra actividad, q u e es la ú n ic a cosa q u e depende d e nosotros y, en realidad, n ad a p u e d e im p ed irn o s ser buenos. Podem os expresar lo m ism o dicien d o q u e n ad a pued e co n stitu ir u n obstáculo p a ra el intelecto, p a ra la v irtu d , y q u e de m í d epende n o hacer n a d a c o n tra m i Dios in tern o . D e esto se sigue, p o r u n lado, q u e debem os considerar com o u n b ien (y buscarlo) o com o u n m al (y evitarlo) exclusivam ente aq u ello q u e d ep en d e de nosotros, y q u e todo lo dem ás, es decir, lo q u e está en tre la v irtu d y el vicio, debe ser co n s'd erad o in d iferen te; y, p o r o tra parte, que en nues tro in te rio r reside la fu en te del bien, m a n a n tia l q u e no h a de cesar si constantem ente lo ahondam os. P o r eso es preciso q u e el h o m b re se rep lieg u e d e n tro de sí m ism o, pues en n in g ú n o tro lugar h a lla rá paz y tra n q u ilid a d m ayores; allí la razón, no p e rtu rb a d a p o r las pasiones, es u n a roca in ex p u g n ab le (IV, 3; V I, 11; V II, 28; V III, 4 8 ). L a lib ertad , la indep en d en cia, la serena paz del alm a, se desvanecen cu ando el h o m b re concede valor a las cosas externas q u e están fuera de su poder. Esas cosas n o a ta ñ e n al alm a: perm anecen fuera, y solo pu ed en tu rb a rla gracias a la o p in ió n q u e nos hacem os de ellas, al considerarlas como bienes o males. Pero, com o hem os visto, son in d iferentes, n o son n i bienes n i m ales, pues p u e d e n o c u rrir y p erten ecer ta n to a los buenos com o a los m alvados, y debido a que n o p erju d ican al intelecto n o v an co n tra la n atu raleza d el h o m b re ni d a ñ a n su vida. Si nos abstenem os de juzgarlas bienes o males, podem os p erm anecer im pasibles con respecto de ellas y alcanzar así la felicidad. E n rig o r es en sí m ism o in d iferen te p a ra el alm a aq u ello que no concierne a su actividad actu al: hay que p en sar solo en el presente, que p u ed e ser siem pre m ateria de bien, d ejan d o al pasado 206
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confiado a sí m ism o y al fu tu ro en m anos de la P ro videncia. P u ed en dividirse las cosas externas en aquellas que nos o cu rren y aquellas q u e h a b itu a lm e n te se llam an co sas y que buscam os o rehuim os. Pero si en u n sentido debem os ser indiferentes a lo q u e nos sucede, p o rq u e n o es ni u n b ien ni u n m al, desde o tro p u n to de vista debem os estar contentos con ello, p o rq u e nos ha sido asignado o rig in ariam en te p o r el destino, h a sido u n id o de m odo in disoluble a la tram a de n u estra existencia p o r la P rovidencia divin a q u e h a ten d id o así al b ien del universo y al p ropio. Además, todo lo q u e le pasa a u n h o m b re se adecúa a él. Incluso la m u erte debe aceptarse serenam ente y de b u e n grado p o rq u e es u n secreto de la n aturaleza y u n a obra suya, y siendo con form e a ella no p u ed e ser un m al; más aú n , es u n o de Jos actos de la vida y constituye u n descanso de las agitaciones de ésta, a la vez q u e es algo ú til al universo y a la naturaleza. Si alguien p re g u n ta cómo se avienen ia justicia de los dioses y el hecho de q u e los hom bres buenos y piadosos m u eran y se extingan p o r com pleto, M arco A urelio responde q u e aquéllos h a b ría n dispuesto las cosas de o tro m odo, si ello hubiese sido ju sto y ra cional. Adem ás, sea cual fuere la concepción filosófica que u n o adopte, la m u erte n o debe causar tem or. Si solo existen los átom os, la m u erte es u n a disgregación de éstos; si hay u n único todo, aq u élla es, o b ien u n a dispersión del ser h u m an o en sus elem entos, es decir, una extinción, o bien es u n a em igración a o tro lugar; y, en general: o es la insensibilidad, y entonces libera al alm a de su sum isión a su p ro p ia en v o ltu ra corpórea, o es u n a sensibilidad d istin ta ν el alm a se traslada a un lugar q u e ciertam ente no carece de Dioses. P o r lo tanto, en n in g ú n caso hay razones p a ra tem erla. P ara reforzar esta conclusión, M arco A urelio señala la u n i versalidad de la m uerte ν la brevedad in fin itesim al de la' vida con respecto del tiem po ilim itado que la ha pre cedido y q u e la sucederá.
HISTORIA DE LA FILOSOFIA ROMANA
H ay q u e a b a n d o n a r la vida del m ism o m odo como la aceitu n a m a d u ra cae alab an d o a la tierra q u e la sos tuvo y ag radeciendo al árb o l q u e la hizo desarrollar. E n conclusión, el ho m b re debe acom odarse a la natu raleza del universo. ‘‘T o d o lo que se h a lla en a r m onía contigo, o h universo, se h alla tam b ién en arm onía conm igo” (IV, 2 3 ). Es u n deber piadoso am ar todo lo q u e acaece. P ero a u n q u e no existiera la Providencia el h o m b re d eb ería acoger sin irritació n y sin lam entaciones los acontecim ientos. Si todo se re d u je ra a ago lp am ientos de átom os al azar, sería locura quejarse de los prim eros o del segundo; y a u n q u e las cosas fu eran así yo, en cam bio, no q u ie ro pro ced er al acaso y debo alegrarm e de tener en m í u n a razón directora. Si no existe la P rovi dencia y solo hay u n sino predestin ad o e ineluctable, sería necio rebelarse contra él. E n lo q u e respecta a las cosas q u e con p ro p ie d a d llam am os externas, es in ju sto e im p ío q u e re r obtenerlas, p o rq u e son indiferentes; y M arco A urelio les aplica su análisis, en form a rea l m e n te ó p tim a, p a ra m ostrar q u e son, más q u e indife rentes, m ezquinas, vanas y despreciables. Su conclusión es q u e las cosas h u m an as son h u m o y nada, y frente a u n a v id a h u e ra , sin valor y siem pre igual, se p reg u n ta: ¿hasta cuándo? Sin em bargo, m ás fu erte que el h astío y la aversión es la conciencia d el d eb er q u e hay q u e c u m p lir sin preocuparse p o r o tra cosa (VI, 2; V I, 22 ). E ste deber es, ya sea el del h o m b re, ciu d ad an o del m u n d o (M arco A u relio considera q u e todos los seres h um anos, p a rtíc i pes de la m ism a razón y h ab itan tes de la m ism a ciudad, g o b e rn ad a p o r u n a m ism a ley, son conciudadanos), ya el de A n to n in o , ciu d ad an o de R o m a (VI, 4 4 ). Podem os re p e tir acerca de M arco A urelio lo que dijim os de Séneca: su pensam iento, caren te de o rig in a lid ad y desg arrad o p o r incoherencias cu an d o se lo ve com o teoría filosófica, aparece en cam bio vivo y pleno de significado si se lo considera como u n a a c titu d espi 208
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ritu a l íren te a los problem as de la vida. M arco A urelio buscó en la filosofía estoica u n a fuen te de fe, de sere nid ad , de fuerza, an te las adversidades y, sobre todo, an te la irrem ed iab le vanidad de la existencia, y p o r eso rep ite o b stin ad am en te q u e la Providencia divina, o ri gen del destino, todo lo guía y todo lo encam in a hacia el bien del universo y del in d iv id u o , con lo cual expresó las exigencias p ro fu n d as de su alm a; p ero de esa m anera, sin conseguir su p erar el disgusto y la fatiga de la vida, esto es, sin lograr su p rin cip al propósito, agravó u n a contradicción im plícita en las d octrinas estoicas. P ara éstas, en efecto las cosas y los sucesos externos, q u e to m ados p o r sí mismos no son n i verdaderos bienes ni verdaderos m ales y p o r lo ta n to re su lta n indiferentes, se m u estran como beneficios y dignos de aprecio en cu an to h a n sido queridos por el sino o h a d o d ivino y providencial; M arco A urelio agrava esta contradicción de d istin ta m an era que Séneca, p o rq u e con su análisis despiadad o ex h ib e a aquéllos como m iserables, vanos y m onótonos, ta n to q u e al fin al concluye p o r afirm ar que toda la vida es h u m o y nada y se p reg u n ta: ¿hasta cu án do tendré q u e vivir? P or o tra p arte, m ientras su espíritu religioso se esfuerza p o r señalar d o n d e q u ie ra las m a n i festaciones de u n a D ivinidad p rovidencial, n o consigue calm ar la sospecha de q u e el universo esté gobernado p o r u n a necesidad inexorable, con lo cual la alegre y piadosa sum isión al q u e re r divino se convierte en u n a incolora aceptación de la ley in evitable del h ado. C on todo, este estado de ánim o desgarrado y doloroso q u e se esconde b ajo la ap aren te calm a y serenidad de los P en sam ientos, n o m enoscaba la p ro fu n d a e invencible con vicción ética de que al h o m b re se le im pone incondicio n alm en te la ley del deber, que le ordena lu c h a r p o r el bien aun c o n tra el destino (y toda la vida de M arco A urelio d em uestra que siem pre obedeció esta norm a) : sólo cuan d o esa lucha ha resultado v an a se som ete el h o m bre sin u n lam ento, no pasivam ente resignado sino 209
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
d ig nam ente silencioso fren te a u n a fuerza q u e lo supera. Y es n o ta b le el hecho de que, m ientras las doctrinas que h acen h in c a p ié en el carácter absoluto del d eber tie n d e n a a te n u a r el valor del am or, M arco A u relio los u n e in d iso lu b le m e n te , h a b la del am or h acia todos los hom bres, incluso h acia quienes nos odian, y señala la obligación d e h a c e r el b ien a todos sin excepción en térm inos q u e h acen p en sar en la enseñanza del Evangelio.
5. EL NEOPITAGORISM O. EL PLATONISMO MEDIO .
Si. com o es m uy p ro b ab le, la basílica de P o rta Maggiore, c o n stru id a a m ediados d e l siglo i d. C. y descu b ie rta en 1916, p erten ecía a u n a secta religiosa de neopitagóricos, debe reconocerse e n este hecho la p ru e b a de q u e el m ovim ien to iniciado p o r N ig id io F ig u lo hacia el fin a l d e la R e p ú b lic a tuvo co n tin u ad o res d u ra n te el Im p erio , a u n cu an d o n o se h a n p o d id o d e te rm in a r ad hérentes en R o m a. P rocedía de Ib e ria el neopitagóriCo M o d erato de G ades (C á d iz ), q u e era p a rie n te de Ju lio M oderato C olum ela, el a u to r de D e re rustica, y vivió, com o él, en la segunda m ita d del siglo i d. C. Escribió en griego u n a o b ra en once libros titu la d a P ythagorikai skholaí, de la q u e se conservan fragm entos en Sim plicio, en P o rfirio y en Estobeo. M oderato afirm ab a q u e P la tó n h a b ía tom ad o de los pitagóricos la teoría de la m ateria, lo cual h a h echo p en sar q u e p ro c u ra b a re d u c ir a la filosofía de éstos los fund am en to s de la m etafísica de aquél, pero en re a lid a d in te rp re ta b a las teorías m atem á ticas del p itag o rism o a n tig u o en el sentido de u n p la tonism o concebido de m an era m onista. E n este m onism o, opuesto a las tendencias dualistas d el verdad ero pensa m ien to plató n ico , podem os reconocer —como lo hace Ze ller— u n a in flu en cia del estoicismo. M oderato, e n efecto, solo veía en aquellas d octrinas m atem áticas u n sim bo lism o d estin ad o a h acer accesibles los prim eros principios 210
DESDE AUGUSTO AL NEOPLATONISMO
d e la realid ad que n o se. p u ed en ap reh en d er fácilm ente co n el pen sam ien to n i expresar m ed ian te el discurso, llam ándose así u n o a la u n id a d , a la id e n tid a d , a la ig u al d a d , a la causa de la arm o n ía y de la p e rm an en cia de ïodas las cosas, y dos a la alterid ad , a la diferencia, a la divisibilidad, al cam bio, e tc é te ra..D e esta m an era los •conceptos m atem áticos —perd id o su carácter científico— se red u cían a sím bolos de entidades m etafísicas. E n el á p ic e de éstas se encuentra, p a ra M oderato, lo U n o p ri m itivo, más allá del ser o de la esencia, y del cual p ro v ie n en todos los grados de la realid ad . B ajo la p rim e ra U n id a d , o M ónada, hay u n a segunda, el ser re a l o in te lig ib le, q u e es el m u n d o de las Ideas, al cu al sigue u n a tercera U n id a d , p artícip e del p rim e r U n o y de las Ideas: •el alm a. E n el ú ltim o lugar, p o r d eb ajo de ésta, se en cu e n tra la n atu raleza de las cosas sensibles, q u e n o p a rtic ip a de las realidades ideales p ero está o rd en ad a •según el m odelo q u e ellas le b rin d a n . L a razón o rig in aria (H oheniaíos logos) , q u e quiere p roceder a la generación d e las cosas sensibles, separa de sí la can tid a d p riv án d o la d e todas las form as: ésta proyecta u n a som bra q u e es la m ate ria de aquellas cosas, y se form a to m an d o como m odelo a las Ideas. E n este trán sito g ra d u a l de la U n i d a d p rim itiv a al m u n d o m aterial de los objetos sensibles .se presen ta ya el tem a fu n d a m e n ta l del n eo platonism o; p e ro tam b ién en M oderato se m anifiesta esa tend encia ecléctica q u e caracteriza a todas las filosofías de este p e río d o . P lu ta rc o m enciona como discípulo suyo a u n cierto L u c io T irre n o (es decir, e tru sc o ), p ero solo le atribuye preceptos pitagóricos, no teorías religiosas o filosóficas. Q. Sosio Seneción (n. quizá entre 55 y 59) vivió m u ch o tiem po en G recia, donde conoció a P lu tarco , p ro b ab lem en te h acia el año 98, esto es, poco antes de ob te n e r el consulado (99). P o r la p a rte q u e le cu p o en la v ictoria d e T ra ja n o sobre los dacios logró las insig nias del triu n fo y su segundo consulado (107). A m igo ín tim o del em perad o r, m a n te n ía al m ism o tiem po re la 211
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ciones con los g ru p o s culturales más im p o rtan tes de su época y estaba estrecham ente vin cu lad o con P lin io y m ás a ú n con P lu tarco , q u ie n le dedicó diversas obras (el D e p ro fectib u s in v irtu te , las Q uaestiones conviviales y las Vidas paralelas) . D e esto se deduce que, sin ser u n p ensad o r o rig in al, era u n h o m b re de u n a cu ltu ra filosófica n a d a superficial; otras referencias de P lu tarco in d ucen a consid erarlo p a rtid a rio , como él, d el p lato nism o m edio. A u n q u e C. M in id o F u n d a n o tuvo por m aestro a M u so n io R u fo y siem pre g u ard ó sim p atía al estoicismo, re su lta verosím il p ensar q u e tam b ién él, como su am igo P lu ta rc o , se h alla b a p ró x im o al p latonism o m edio. Senador, cónsul en el año 107, m ás tard e p ro cónsul de Asia b ajo el p rin c ip a d o de A d rian o (124-125), q u ie n lo hizo d e stin a ta rio del rescripto sobre los cris tianos, era u n a p ersona m uy culta, q u e co n tab a con num erosos am igos e n tre las m ás insignes personalidades de su tiem po, com o P lin io , T á c ito y P lutarco. Éste lo pone como u n o d e los interlocutores y p rin cip al expo sitor del D e cohibenda ira; y es p ro b a b le q u e los p e n sam ientos q u e le atrib u y e correspondieran, en sustancia, a sus convicciones. Zeller, basándose en los elogios que ciertos preceptos de Em pédocles m erecían a M. F u n d an o , in fiere q u e éste te n d ía hacia alg ú n tip o de neopitagorism o, p ero la cosa resu lta m uy discutible. H acia el 150 d. C. debe de h a b e r vivido C. Ju lio Sabino, llam ad o “ filósofo p lató n ico ” en u n a inscripción. E n el siglo ii fu e ro n p artid ario s del p latonism o m edio A puleyo, N ig rin o , Severo, u n L ucio, u n C ensorino. Apu!eyo, cíe q u ie n n o es seguro q u e tu v iera com o p ro n o m bre Lucio, nació en M a d a u ra —hoy M d au ru ch , en el d ep ar tam en to de C o sta n tin a — p resum iblem ente hacia 125 d. C., y perten ecía a u n a fam ilia rica y distin g u id a. Su p ad re h a b ía sido u n o de los decenviros ju re dicendo de su ciud ad . T ra s recib ir su p rim e ra enseñanza en M a dau ra, se trasladó a C artago p a ra seguir estudios gra m aticales y retóricos, y estos últim os fueron siem pre sus 212
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predilectos. V iajó después a Atenas, d o n d e cu ltiv ó en p a rtic u la r la filosofía; es p ro b ab le q u e allí haya ten id o p o r m aestro al p latónico Gayo, p o rq u e las d o ctrin as que expone en el D e P latone eiusque dogm ate co n cuerdan tan to con las del D idaskalikós de A lb in o (discípulo del n o m b ra d o ), com o p ara h acer p ensar en la enseñanza de aquel filósofo como fu en te com ún. A puleyo se d e claró siem pre p lató n ico en lo sucesivo; p ero su p la to nism o —com o en general el de su tiem p o — era más bien ecléctico y estaba d o m in ad o p o r intereses m ístico-reli giosos qu e lo im pulsaron, d u ra n te su estada en G recia (que le p e rm itió llegar a poseer a la perfección la len gua h e lé n ic a ), a hacerse in ic ia r en num erosas religiones d e m isterios. E studió adem ás retórica, poesía, m úsica, g eom etría y astronom ía, cultivó las ciencias natu rales, especialm ente la h isto ria n a tu ra l, y reelaboró en latín las obras de A ristóteles y de su escuela sobre estos temas. H izo largos viajes, sobre todo p o r el A sia griega, con sum iendo en ellos g ran p a rte de su p atrim o n io . L uego perm aneció u n tiem po en R om a, d o n d e defen d ió con buen resu ltad o diversas causas. T ra s su v u e lta a la p a tria, u n a en ferm edad lo obligó a detenerse en O ea ( T rí poli) , cu an d o v iajab a de M ad au ra a A lejandría: hacia esa época dio conferencias q u e tu v iero n éxito, y fue así como trab ó buenas relaciones con L o lian o A vito, p o r ese entonces procónsul de África. E n O ea vivía u n joven llam ado Sicinio P onciano, a q u ie n A puleyo h ab ía co nocido en A tenas; e ra h ijo m ayor de P u d en tila, v iu d a desde hacía catorce años de Sicinio Am ico, de q u ie n h ab ía tenid o o tro h ijo más, Sicinio P u d en te. Según A p u leyo, P on cian o lo in d u jo a d esposar a su m adre, que ahora q u ería volver a casarse: u n a m u je r rica, pero carente de belleza y ya de más de cu a re n ta años, o sea diez años m ayor que el nuevo cónyuge. A u n q u e A puleyo trató a sus h ijastros con m ucha generosidad, los p a rientes del p rim e r m arid o lo atacaro n p o r m otivos de intereses, im p u tán d o le prim ero la m u erte de P onciano, 213
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acaecida ' en C artago; d eb iero n a b a n d o n a r la acusación, p ero después in c ita ro n al jovencito P u d e n te c o n tra su p a d ra stro y todos ju n to s lo acusaron de h a b e r inducido* a P u d e n tiía a c o n tra e r m atrim o n io con él m ed ian te el em pleo de artes m ágicas. El proceso tuvo lu g a r en Sa b ra th a , d u ra n te el p rin c ip a d o de A n to n in o P ío (quizá en 158), y a n te el nuevo p rocónsul de Á frica, Claudio· M áxim o, u n o de los m aestros de M arco A urelio; se cerró con la declaración de in ocencia del acusado, o al m enos con su ’absolución p o r falta de p ruebas, pero Apuleyo· se vio oblig ad o a a b a n d o n a r O ea p o rq u e los enemigosn o cejaban e n su h o stilid ad hacia él. D espués de esto residió, al p arecer, en C artago, o cu an to m enos h a b ría solido detenerse allí, d o n d e h a b ía co nquistado el fav o r del p ú b lico q u e escuchaba sus conferencias; era el o ra d o r oficial de la ciu d ad , q u e h a b ía erigido estatuas e n su h o n o r y lo n o m b ró sacerdote de la p rovincia p a ra e l c u lto im p erial. N o desem peñó fu n d o n e s p ú b lica s, p resu m ib lem en te p o r v o lu n ta d p ro p ia. Se ig n o ra la fecha de su m u e rte (¿180?). A puleyo escribió obras m uy num erosas y v a ria d as, e n griego y e n la tín , p ero la to ta lid a d de las p rim eras y m uchas de las segundas se h a n perd id o . Se conservandos' obras retóricas, el D e magia o Pro se de m agia y los· Florida; u n a no v ela, las M etam orphoses; dos tratadosfilosóficos q u e seguram ente le p ertenecen, el D e d ea Socratis y el D e p la to n e eiusque dogm ate, y dos cuya a trib u c ió n es d iscu tid a, el Perl lierm eneías y el D e m u n do: D e magia es el títu lo de la A pología o autodefensa co n tra la acusación ele m agia. Los Florida constituyen u n a especie de an to lo g ía de discursos de A puleyo (com p u e sto s/se g ú n parece, b ajo M. A urelio y L. Vero), in te g ra d a p o r v ein titrés extractos de d istin ta lo n g itu d . E stá d iv id id a e n c u a tro libros, siguiendo el p la n de u n a re copilación de discursos com pletos, h ech a p o r el a u to r. N o se p u e d e n d e te rm in a r el criterio n i la fin a lid a d d e la selección, q u e se considera o b ra de u n discípulo. L as
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M etam orphoses, la o b ra p rin c ip a l de A puleyo, n a rra n las aventu ras de u n joven- griego, L ucio, q u ien , transform ado m ágicam ente en u n asno, re c u p e ra su fo rm a h u m a n a con el au x ilio de Isis, tras h a b e r com ido u n a corona de rosas que llevaba u n sacerdote de la diosa en u n a cerem onia en h o n o r de ésta. L a novela coincide, en la n a rra c ió n central, con u n a o b ra co rta griega, L u c io ' el asno, a trib u id a a L uciano; el m ism o arg u m en to e ra tra ta d o tam b ién en las perdidas M etam orfosis de L ucio de Patras. P ero com o en la novela de L u cian o el p ro tagonista se llam a L ucio, algunos creen q u e el ensayo perd id o era anónim o o llevaba u n n o m b re falso: sobre las relaciones e n tre estas tres com posiciones se h a n fo r m u lad o m uy diversas hipótesis. El De, deo Socratis, d e sarro llan d o algunas alusiones platónicas, tra ta acerca de los dáim ones, e n tre los cuales se incluye al de Sócrates. E l D e P latone eiusque dogm ate es u n a in tro d u cció n al e stu d io de P la tó n q u e abarca toda la física, es decir* la m etafísica y la filosofía de la n atu raleza (lib ro I ) , yla ética (ju n to con la p o lítica: lib ro II) : fa lta el lib ro tercero, sobre la dialéctica, p ero se conserva u n tra ta d ito de lógica form al, el Perl herm eneias, a u n q u e constituye u n trab a jo aparte. Es a trib u id o a A puleyo, si b ien se lla im p u g n ad o —d e m an era n o defin itiv a— su a u te n ti cidad; el hecho de q u e n o tenga u n carácter p lató n ico sino iaristotélico p u ed e explicarse p o r el eclecticism o de la . época. T am p o co se h a dem ostrado q u e sea apócrifo el D e m u n d o , reelaboración del escrito seudoaristotélico de igual títu lo com puesto hacia fines clel siglo π o a com ienzos del siglo i a. C. A puleyo escribió m uchas otras obras, hoy perdidas, m encionadas p o r él m ism o e n la A polog ia o p o r autores posteriores. E n tre las p rim eras' se cu en tan estudios n atu ralistas en griego ν en la tín , relativos sobre to d o a zoología y en especial a los peces. T a m b ié n h ay referencias a otros trab ajo s científicos: D e arboribus, D e, ele rustica', M edicinalia, Astronomica·, D e arithm etica, De musica. A puleyo com puso- adem ás1
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diversos discursos, u n a trad u cció n del Fedón, la novela H erm ágoras, d e la q u e se conservan dos fragm entos, poesías d e todos los géneros, Q uaestiones conviviales, un D e rep ú b lica ; hay alusiones a u n a E p ito m e historiarum y a u n Erotikós, q u e consistiría, al parecer en u n a colec ción de anécdotas amorosas. Se considera apócrifo el tra ta d o A sclepius (que form a p a rte de la colección h e r m ética) , así com o el D e herbarum v irtu te , el D e rem ediis salutaribus y las P hysiognom onica. Es ev id en te q u e A puleyo, q u e se declaraba filósofo, en te n d ía p o r filosofía ya la actividad literaria y retórica, ya el saber en general (hum anista, m atem ático, n a tu ralista, especulativo y re lig io so ), d el cual la filosofía en sentido verd ad ero y p ro p io solo co n stitu ía u n a p eq ueña p arte. Sin d u d a , p o r sus gustos, sus hábitos literarios y estilísticos y sus actividades de o rad o r y de m aestro de elocuencia, fue esencialm ente u n rétor, com parable a otros rétores contem poráneos, los rep resentantes de !a segunda sofística griega y autores como F ro n tó n en el m u n d o la tin o ; pero, com o se ha observado m uchas veces, se d istin g u e de ellos, a quienes resultaba p o r com pleto in d iferen te el co n ten id o d e su v irtu o sid ad form al o, cu an to m enos, lo su b o rd in a b a n en teram en te a ésta, p o rq u e estaba anim ad o p o r u n deseo vivo y sincero de d o m in ar todo el saber co n tem poráneo. Sin em bargo, se c o n te n ta ba con u n enciclopedism o superficial, sin p ro fu n d izar las cuestiones tratad as y lim itándose a y u x tap o n er, sin reelaboració n personal, lo que h a b ía ap ren d id o de otros. P ero no se reconoce suficientem ente q u e au n q u e en A pu leyo no hay u n in terés q u e constituya la raíz de los de más, se advierte, no obstante, u n a preocupación más fu e r te q u e todas, la religiosa, coloreada de m isticism o, por u n a p arte, y de ocultism o y superstición, p o r la o tra, y co n cordan te con la tendencia prevaleciente en la concien cia co n tem p o rán ea, q u e obliga cada vez más a la especu lación filosófica a asum ir el aspecto teológico de una teoría de la redención y de la salvac'ón. A la p reo cu p a 216
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ción religiosa se su b o rd in an en A puleyo ta n to las espe culaciones filosóficas como los estudios científicos, q u e p o r aq uel entonces se d istin g u ían escasam ente de las dis ciplinas ocultas y de la m agia en p a rtic u la r. B ajo estos aspectos se m ueve —si bien en u n nivel in d u d ab lem en te m uy in ferio r— siguiendo las p autas de P osidonio (a q u ien , sin em bargo, no revela c o n o c e r), cuyas variadas indagaciones científicas personales diluye en com pila ciones de tipo enciclopédico, a la vez q u e d esarrolla y exaspera sus gérm enes de m isticism o, de ocultism o y de superstición. P o r eso, algunos padres de la Iglesia (Lac la n d o , San Jeró n im o , San A gustín) lo co m p araro n a u n ta u m atu rg o com o A polonio de T ia n a , c o n trap o n ien d o am bos a Jesús, y más tarde la E dad M edia lo consideró u n mago. C om o ya hem os señalado, el p latonism o de A puleyo tiene un carácter ecléctico, ya q u e ju n to a la enseñanza de la escuela p lató n ica expone teorías de otras fuentes (pitagóricas, a risto télicas). Com o P lató n , A puleyo dis tingue dos sustancias o esencias, q u e u n id as en g en d ran todas las cosas y u n m ism o universo: u n a , ap rehensible solo con el pensam iento, es sim pre igual a sí m ism a, e te r na y verd ad eram en te es; la otra, q u e p u ed e caer b ajo el alcance de los sentidos, debe valorarse m ed ian te la o p i nión sensible e irracional, nace y m uere y pued e decirse que verdad eram en te no existe. E n un texto, la p rim era esencia com prende a Dios, la m ateria, las form as d e las cosas (o Ideas) y el alm a; en o tro, m ás acorde con P lató n , el alm a no está in clu id a en tre los prim eros principios. Dios es incorpóreo, uno, inm ensurable, es el q u e h a e n gendrado tocias las cosas, es feliz y otorga la felicidad, es su prem am en te bueno, está exento ele las atad u ras de la pasividad y la actividad. Es inefable y apenas p u ede ser vislum b rad o alg u n a vez p o r los sabios, en u n deste llo in stan tán eo , cu ando h a n logrado, en los lím ites de la posibilidad, separarse ciel cuerpo. P o r d eb ajo d e la D iv in id ad sup rem a se h allan los otros dioses: los visibles
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(los cuerpos celestes) y los invisibles, com o los doce q u e h a b ita n el O lim p o , seres anim ados, incorpóreos, supe riores a c u a lq u ie r con tacto con el cuerpo, sin p rin cip io ni: fin , buenos p o r sí mismos. N o está clara la relación de estos dioses con la Isis ensalzada en las M etam orfosis, q u e se llam a a sí m ism a “m adre de la naturaleza' de las cosas, señora d e todos los elem entos, p rogenie in icial de los siglos, su p rem a e n tre los núm enes, re in a de los m anes, p rim e ra de los seres celestiales, u n ifo rm e aspecto de to dos los dioses y las diosas” , pero q u e se id en tifica sola m en te con diferen tes divinidades fem eninas (X I, 5 ). C om o ocu rre e n g en eral en las religiones: de los m isterios, se n o ta a q u í la ten d en cia a re d u c ir todo el p a n te ó n p a gano a u n a sola D iv in id ad , a u n q u e sin negar la existen cia in d ep e n d ie n te d e otras personalidades divinas. P or o tra p arte, re su lta oscura la relación e n tre esta D iv in idad, q u e perso n ifica la p o ten cia de la n atu raleza, y aquella o tra su prem a e in efab le antes m encionada. L a especu lación filosófica d eriv ad a de P la tó n y la' in tu ic ió n re li giosa de. los m isterios, y u xtapuestas en esta form a, se m a n tie n en divergentes. C on respecto a las Ideas, A puleyo afirm a e n u n a ocasión, de m a n e ra m uy inexacta, que son “no circunscritas, carentes de form a, in d istin ta s en cu an to al aspecto o la cu a lid a d ” (inabsoluta, inform es, nulla specie nec q u a lita tis significatione distinctae: D e Plat, eiusq u e dogm ., I, 5) ; en o tro pasaje las caracteriza m ejo r com o las form as sim ples, eternas e incorpóreas de todas las cosas (ibid., 6 ). L a m a te ria es increable e in c o rru p tib le : es u n a m a g n itu d ilim ita d a e in fin ita . O ri g in aria m e n te info rm e, tiene la capacidad de re c ib ir figu ras y divisiones, y n o es n i corpórea n i incorpórea. Es el p rin c ip io de todos los cuerpos, ya q u e Dios, im p rim ien d o en ella las im ágenes de las Ideas (form as o m odelos de las cosas), hizo su rg ir los cu atro elem entos, q u e luego p ro d u je ro n p o r com binación todos los otros seres clel m u n d o , anim ados e inanim ados. E l m u n d o h a tenido u n com ienzo, p e ro com o reconoce p o r causa a D ios su
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d u rac ió n n o tiene térm ino. A u n q u e A puleyo n o h a b la d el alm a cósmica sino de la celestial, se advierte con c la rid a d que, com o P lató n , adm ite q u e ésta, q u e es la fu en te de todas las otras alm as (las cuales son, sin excep ción, incorpóreas e im p ereced eras), está in clu id a en el universo. D ice q u e es u n a m en te y la llam a' sapientísim a, in d ican d o con esto q u e se tra ta de u n a sustancia racional;, a l m ism o tiem po declara q u e es u n a v irtu d ( o potencia) generadora. T o d o lo q u e sucede n a tu ra lm e n te —y p o r ende de m a n e ra recta— está regido p o r la Providencia, q u e es u n p en sam ien to divino q u e vela p o r la prosper rid a d de aq u ello a lo cual se refiere, y cuya realización se efectúa m ed ian te esa ley d iv in a que es el h a d o o des tino, con el cual ella coincide. P ero no está todo gober n a d o p o r el destino, p o rq u e hay cosas q u e d ep en d en de nosotros o de la fo rtu n a. De los seres terrestres, el m ás elevado es el hom bre, en q u ie n el alm a re in a sobre el cuerpo. C om o Platón^ A puleyo distingue tres partes del alm a: la racio n al, la irascible y la desiderativa o ap eti tiva. N o está claro si lim ita la in m o rta lid a d a la p ri m era o la extien d e a las tres. T a n to los Dioses com o los h om bres son seres anim ados, p ero los prim eros d ifieren m arcad am en te de los segundos, sobre todo p o rq u e h a b i ta n en u n lu g a r sublim e: lejos de nosotros, llevan u n a v id a p ere n n e y b ien av en tu rad a y tienen u n a n a tu ra le z a ; perfectaj en ta n to q u e los seres hum anos, a pesar de ten er u n alm a in m o rta l, son m ortales en cu a n to al cuerpo y están sum idos en desgracias q u e hacen de sus vidas u n constante lam ento. C om o los Dioses n o p u e d e n e n tra r e n relación con los hom bres, deben existir ciertas potencias^ divinas interm edias, h a b ita n te s del aire —situado en tre' el éter su p e rio r y n u estra tierra, que ocu p a el lu g a r m ás b a jo —, cuya función es la de hacer conocer a los Dioses nuestros deseos y nuestros m éritos. L lam ados dáim ones p o r los griegos, llevan a los h a b ita n te s del cielo pleg arias: y súplicas, y a los de la tie rra dones y auxilios.. Los ááirnones [o dem onios] son, como los hom bres, seres 219
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anim ados y razonables, a u n q u e capaces de ex p erim en tar pasiones; poseen la cu alid ad p ro p ia de vivir en el aire y tienen en co m ú n con los Dioses la in m o rta lid a d de su existencia. E n la dem onología d esarrollada am pliam ente en el De deo Socratis (que p a rte de algunas sugerencias del B a n q u e te p lató n ico , pero sigue las líneas generales del p en sam ien to de P o sid o n io ), A puleyo atrib u y e a los dáim ones los m ilagros de la m agia y todo lo q u e perm ite conocer el fu tu ro ; asim ism o, de las diferencias e n tre sus predilecciones hace d eriv ar las diferencias q u e hay e n tre las diversas instituciones y en las prácticas religiosas. E n tre los dáim ones más elevados, q u e están libres de a ta d u ras corpóreas, se e n cu en tran los q u e son testigos y custodios de la vida de cada hom bre, de q u ien no solo conocen las acciones sino tam bién los pensam ientos: des pués de la m u erte llevan a las alm as an te el trib u n a l q u e debe juzgarlas, y sus testim onios d eterm in an las sen tencias q u e aq u é l dicta. A las alm as h u m an as se las llam a en u n cierto sentido dáim ones au n m ientras están encerradas en el cuerpo, pero en o tro sentido solo se les aplica esa d en o m in ació n cuando h an salido de él (los L em u re s) . Es m enos im p o rta n te el estudio de la ética, en el libro II del De Platone, del cual basta m en cio n ar algu nos conceptos. L a filosofía m oral tiene p o r m isión ense ñ a r cómo p u ed e alcanzarse la vida dichosa, es decir, el sum o b ien (las expresiones no h an sido tom adas de P la tón, sino de las filosofías h e le n ís tx a s ). Los bienes p ri m eros y m ás altos existen p o r sí, m ientras q u e los demás solo son tales gracias al saber de q u ie n hace uso de ellos. Los bienes prim eros son Dios y esa in teligencia a la que P la tó n llam a itoiis, acerca de la cual, sin e m b a r go, A puleyo n ad a dice después; adem ás se incluyen los bienes q u e d eriv an cie aquéllos, o sea las v irtu d es del alm a: la p ru d en cia, la ju sticia, la continencia (que reem plaza a q u í a la tem planza) y el valor. T o d o s ellos son bienes divinos; son hum anos, en cam bio, los relativos 220
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a la com o d id ad del cuerpo y los llam ados externos. Los segundos son bienes p a ra los sabios q u e tien en m esura y razón, p e ro son m ales p a ra los necios y p a ra quienes no saben cóm o usarlos. V iene en seguida el exam en (bas tan te inconexo) de las virtudes y los vicios, q u e po d e mos o m itir a q u í p a ra m encionar, en cam bio, q u e según A puleyo el fin de la sab id u ría es, sí, h acer q u e q u ie n la posee siga e im ite a D ios, pero p a ra esto debe u n ir la acción al conocim iento teórico, pues la sum a D ivinidad no se lim ita a considerar la to talid ad de las cosas sino que tam b ién las rige con su Providencia. T ra n sc u rrid a piadosam en te la vida, el alm a del sabio resid irá ju n to a los b ien av en tu rad o s y se u n irá a los coros de los Dioses y de los semidioses. A co n tin u ació n del estu d io de la m oral in d iv id u a l A puleyo se ocupa de la p o lítica, siguien do de cerca la R ep ú b lica y las Leyes de P lató n . T a m b ié n en lo q u e atañ e a la suprem a fin alid ad de la v id a a p a rece la divergencia ya señalada en tre la especulación fi losófica y la in tu ició n religiosa de los cultos de los m is terios. E n efecto, m ientras en el D e Platone... la felicidad d eb ería consistir en la posesión del sum o b ien , o sea en el conocim iento de Dios y en la im itació n de su obra (au n cuan d o resulta difícil q u e p u ed a adm itirse esto cuando se considera q u e la m ente solo en fugaces ins tantes p u ed e ten er la visión esplendorosa de la más alta D iv in id a d ), las cosas se presen tan de u n m odo com ple tam ente d istin to en las M etam orfosis. En esta obra, Isis, a q u ien se proclam a la santa y p e rp e tu a salvadora del género h u m a n o , q u e concede u n dulce afecto de m ad re a las desventuras de los m iserables (y q u e p o r ello, p o r ocuparse de los asuntos hum anos, debería ser ta n solo u n daim on y 110 , como lo es, u n a D ivinidad, más aú n , la D iv in id ad q u e tiende a absorber a todas las o tr a s ), no solam ente ofrece a Lucio u n p u e rto donde descansar al abrigo de los golpes de la fo rtu n a, sino q u e incluso hace q ue él, en el rito iniciatorio, tras fra n q u e a r el lím ite de P roserpin a, atraviese las esferas de todos los elem entos y 221
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vea cíe cerca a los Dioses m enores y suprem os. D e este m odo, su p erad a la m u erte y n acido a u n a nuev a vida, aq u él se to rn a la im agen viviente de la D iv in id ad solar, Osiris. T e n ie n d o e n cu en ta la afirm ación de q u e los Dioses superiores rin d e n cu lto a Isis, resu lta difícil ad m itir q u e deba co n d u c ir hacia la D iv in id ad sup rem a e inefable, a la cual n o se hace referen cia alg u n a en las M etam orfosis. P a ra com plicar las cosas, la h isto ria d e A m or y P siq u e in c lu id a en la novela casi seguram ente sim boliza la su erte del alm a, q u e tras dolorosas vicisitu des lo g ra alcanzar, con el favor divino, la in m o rtalid a d dichosa: a q u í n o solo es incierto el significado de Eros sino que, adem ás, se atrib u y e la salvación de su am ante al aux ilio de J ú p ite r. Podem os decir, en resum en, que las preocupaciones religiosas p re d o m in a n siem p re en A puleyo, p ero d eb id o a su diversidad y su carácter h e te rogéneo n o lo g ran organizarse de m an era coherente e incluso se tien e la im presión de q u e se a c e n tú a n las creencias de los cultos de m isterios antes q u e las espe culaciones filosófico-teológicas. A l n eo p lato n ism o tocará cu m p lir lo q u e e n sus predecesores solo está esbozado. H acia m ediados del siglo I I d.C. debe h a b e r vivido N ig rin o , filósofo p latónico, a q u ie n L u cian o visitó en R om a, según d eclara en el diálogo h o m ó n im o q u e le envió con u n a ded icato ria. A pesar de q u e n in g u n a de las m anifestaciones q u e le atrib u y e lleva el sello de u n a escuela d eterm in ad a, esto p u ed e deberse a la n atu raleza del asu n to tra ta d o , el elogio de A tenas en con traposi ción a R om a, tem a q u e pei'm itía co n d en ar la b ú sq u ed a de la riq u eza y el lu jo , pero resu ltab a poco a p to p a ra caracterizar u n a posición filosófica en p articu lar. T a m b ié n p erten eció al p latonism o m ed io Severo, sobre cuya vida, tra n sc u rrid a p ro b ab lem en te h acia la m i ta d del siglo I I d.C., fa lta n noticias. D e él menciona* P roclo u n com en tario al T im e p , y E usebio rep ro d u ce u n largo frag m en to suyo Acerca d el alm a, q u e p o d ía fo rm ar p a rte de aq u ella o b ra o de u n tra ta d o especial. Proceden 222
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asim ism o de estudios sobre el alm a la s referencias q u e de él nos d a Estobeo. Las inform aciones q u e tenem os acerca de su filosofía, si b ie n n o p e rm ite n u n a reco n struc ción orgánica, m u estran q u e tenía u n carácter ecléctico, jaues adem ás de las platónicas com p ren d ía teorías estoi cas, jocripatéticas y neopitagóricas; p ero los elem entos estoicos im p rim ía n a ese p ensam iento u n a tend en cia m o n ista re ñ id a con el dualism o d e P lató n . E n efecto, -ajus tándose a la teoría estoica de las categorías, Severo: con sid erab a com o género suprem o, p o r encim a del ser y del revenir, al ti (a lg o ), en ten d id o com o to p á n (el to d o ) . Se relacio n a con la iniciativa: de P osidonio —se g u id a después p o r con tin u ad o res cada vez m ás n u m ero sos-- el esfuerzo de in te rc a la r térm inos interm edios e n tre los opuestos. Así, al in te rp re ta r la teo ría p lató n ica d e l T im e o sobre la com posición del A lm a del M undo, Severo concebía ésta com o u n a re a lid a d geom étrica con stituida p o r el p u n to indivisible y p o r la extensión divisible. D e tal m odo, en tre la re a lid a d indivisible y siem pre id én tica (realid ad ideal) y la divisible q u e deviene en los cuerpos" (o rea lid a d sensible) a las q u e se refiere el T itn eo (35 a) , se in te rp o n ía n dos realidades m atem áticas, u n a indivisible, la o tra divisible. Este m atem atism o h a hecho p en sar en influencias neopitagóricas, pero p o d ría d erivar de la ú ltim a filosofía de P lató n . Ig u al tendencia a buscar in term ed iario s se m anifiesta en la crítica co n tra la dis tin c ió n p lató n ica de dos partes del alm a, u n a im pasible y la o tra n o (en re a lid a d P la tó n d istin g u ía la p a rte ra cional e in m o rta l de la p a rte irracio n al y m o rtal) : Severo sostiene q u e en tal caso el alm a no sería im perecedera, p o rq u e los dos elem entos opuestos se d iv id iría n si u n tercero no sirviera de vínculo en tre ellos. C onsiderando aq u ella teo ría com o u n a acom odación a la m e n ta lid a d com ún, sustituyó (como h a b ía hecho Posidonio antes q u e él) la d o c trin a p lató n ica de las partes d el alm a pol la aristotélica de las facultades o potencias de ésta. C om o fu n d a m e n to de todas las funciones cognoscitivas p o n e al 223
HISTORIA
de
LA FILOSOFÍA ROMANA
logos. C on respecto a la cuestión de si P la tó n había o no a d m itid o la e te rn id a d del m u n d o , q u e h a b ía tenido soluciones opuestas, Severo sostuvo la tesis de q u e en sentido p ro p io aq u él n o h a ten id o origen, pero q ue el m u n d o actu al h a sido en gendrado: reto m ab a así la teo ría de u n m u n d o de p o r sí eterno, q u e em pero se form a y se destruye perió d icam en te. E n c o n ju n to , debem os ad v ertir en Severo u n antecedente significativo del n eopla tonism o. Al parecer perten eció al p latonism o m edio u n tal L ucio, de q u ie n solo sabem os q u e com puso u n a am plia crítica d e las categorías aristotélicas, seguida p o r Nicóstra to (co n tem p o rán eo suyo, al parecer, florecido h a d a 160-170 d.C.) : de la o b ra del segundo tom ó m uchos frag m entos Sim plicio. Se considera q u e el tra ta d o de Nicóstrato , y p o r en d e el de L ucio, rep resen tab a la co rriente o rto d o x a del p lato n ism o : la crítica más im p o rta n te que se hacía a A ristóteles era la de q u e su teoría u n ita ria de las categorías n o resp etab a el contraste en tre la esfera intelig ib le y la sensible. Las críticas de N icó strato y consiguien tem en te las de L ucio o cu p aro n u n lu g a r cen tra l en las discusiones habidas en el seno d el n eo p lato nism o sobre la d o c trin a aristotélica de las categorías. D e C ensorino, A lejan d ro de A frodisia m enciona y discute u n a te o ría de los colores.
4.
FILÓSOFOS NO PERTENECIENTES Λ UNA TENDEN CIA DETERMINADA
N o p u ed e decirse a qué escuela p ertenecieron Julio G recino, del o rd e n senatorial, p a d re de A grícola, llam ado p o r Séneca v ir egregius, y M arciano, a q u ien M arco A u relio m enciona e n tre sus m aestros. El p rim ero fue con denado a m u e rte p o r C aligula q u ien , según n a rra T ácito , le h a b ía cobrado odio p o rq u e descollaba p o r su elocuen cia y sab id u ría (filosofía); escribió u n a o b ra de v iticul 2Z>í
DESDE AUGUSTO AL NEOPLATONISMO
tu ra que sirvió de fuen te a Celso. N oticias referentes a la h isto ria de la filosofía se en c u e n tra n en la o b ra de A ulo G elio (nacido hacia 130 d. C. ¿en Rom a?; m . ? ), q u ien tuvo p rim ero com o p rincipales m aestros a F ro n tón y a F avorino y especialm ente, en A tenas, al p latónico C alvisio T a u ro . Conoció al cínico P ereg rin o P ro teo y a H erodes Ático. De v u elta en R om a desem peñó el cargo de juez en los ju d icia privados; m ás tard e se consagró lib rem en te a sus inclinaciones literarias. Desde joven quiso re u n ir lo m ás im p o rtan te y m ás in teresan te que h a b ía h allad o en sus lecturas y m ientras residía en A te nas com enzó a llevar a cabo su proyecto en la o b ra titu lada N o ctes A ttica e (publicada en 169 ó en 175) , en veinte libros, que, con excepción del V III y de varias lagunas, h a n llegado hasta nosotros. Es u n a m iscelánea q u e h ab la de toda suerte de temas y discute cuestiones de toda índole, inclusive filosóficas. A u lo G elio se o cupa de la vida de los escritores, cita pasajes de obras (a m e n u d o p e rd id a s ), tra ta problem as de im itación, de a u te n ticidad, de crítica te x t u a l ... Más q u e p resen tar los a su e tos d e m an era sistem ática, se com place en hacerlos con siderar p o r personas q u e conversan o discuten. U n C ensorino gram ático, a u to r de un lib ro D e accentibus del que se conservan dos fragm entos, escribió en el año 283 u n a o b ra D e die natali, de v ariad o contenido, que incluye u n a lista de las opiniones de los filósofos griegos sobre la generación h u m a n a y sobre cuestiones afines, que procede de V arrón. Se ocupó de filosofía J u lia D om na, esposa de Septim io Severo. Más q u e a la filosofía, se dedicó a los estudios teo lógicos y a las antigüedades religiosas C ornelio L abeón, q u ien pro cu ró reavivar las viejas creencias del paganism o m ediante u n a in terp retació n alegórica. Su cronología se m an tie n e en la in certid u m b re; pero com o al parecer A r nobio, a u n q u e no lo nom bra, polem iza con él y lo consi dera u n a u to r todavía actual, podem os situarlo en el siglo III. H a b ría sido contem poráneo de P lotino, pero
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
(au n q u e incluía' a P la tó n en tre los semidioses) n o h ay razones p a ra considerarlo neoplatónico, com o se h a h echo, p u es en lo q u e otros autores h a n conservado de sus tra bajos no se e n c u e n tra n las teorías características d el neo platonism o. E scribió con seguridad dos obras, D e oráculo A p o llin is C larii y D e dis anim alibus. R especto de otras tres, D e dis p e n a tib u s, Fasti y D isciplina etrusca, n o existecerteza. D e oraculo ex p o n ía p ro b ab lem en te u n sistem a teológico en el q u e se afirm ab a la ten d en cia a id e n tific a r diversas div in id ad es m ayores y a in te rp re ta rlas en sentidofísico, com o realidades n atu rales fu n d am en tales (Sol, L u n a , T i e r r a ) . P o r d eb ajo de estas divinidades m ayores (di selecti) se h a lla b a n , al parecer, seres divinos inferio res (n u m in a ) , subdivididos en buenos y m alvados, y des cend ien d o u n g rad o m ás se en co n trab a a los sem idioses y a los héroes. E n tre éstos y los h om bres están los dáim ones, d ivididos tam b ién en buenos y perversos. Esta distinción ya fig u ra en Jenócrates, p o r lo cual n o h a y m otivos p a ra consid erarla neo p lató n ica. Es m ás verosím il q u e la teo ría de los seres divinos b uenos y m alvados revele en L ab eó n in fluencias etruscas. E n el De{ dis ani m a libus h a c ía p ro v e n ir algunas figuras divinas (como· los penates y los lares) de las alm as h u m an as, relación liándolas quizá con los dáim ones. Las obras de C. L abeórt eran im p o rta n te s sobre todo p o rq u e se fu n d a b a n e n u n estu d io am p lio y p ro fu n d o de las opiniones de au to res más antiguos, com o V arró n y N ig id io Figulo, cuyo cono cim iento tra n sm itie ro n a los escritores cristianos.
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C a p ít u l o
IV
E L N E O P L A T O N IS M O
El neoplato n ism o , h acia el cual co n flu ían las co rrie n te s filosóficas y religiosas m ayores de los prim eros siglos de la era cristiana, fue iniciado en A le ja n d ría p o r A m onio Sacas (ca. 175-242), pero la fu n d ació n como sistem a se debe a su discípulo P lo tin o (n. en Licópolis, E gipto, ca. 203-204, m . 269-270) q u ien , ten ien d o ya m ás d e c u a re n ta años, se estableció en R om a y enseñó allí d u ra n te veintiséis años con m ucho éxito h asta que, gra vem ente enferm o, se trasladó a la C am pania, donde acabó su vida. E sta tendencia, q u e d u ra n te siglos cons tituyó la filosofía del paganism o declinante, asum ió as pectos diversos en las escuelas q u e se fo rm aro n en varios centros. P o rfirio de T iro , el discípulo m ás im p o rta n te de P lotin o , q u e vivió m ucho tiem po en R o m a y en Sici lia, fue m aestro de Jám blico, el fu n d a d o r de la escuela' siríaca, esencialm ente teosófica y teúrgica, a la cual estu vo estrecham ente ligada la de Pérgam o, de la q u e fu e ro n m iem bros J u lia n o el A póstata y Salustio. Jám b lico fue seguido tam b ién en m ás de u n aspecto, p o r la escuela de A tenas, p ero ésta asignó u n p ap el más im p o rta n te a la 227
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
especulación m etafísica y com entó en form a in té n sa las obras de P la tó n y —esp ec'alm ente— las de Aristóteles. E sta escuela, de la que Proclo es el m áxim o rep resen tan te, fue cerrada, en tiempos de D am ascio y Sim plicio, p o r Ju stin ia n o , q u ien en el añ o 529 p ro h ib ió q ue se enseñara filosofía en Atenas. Con la escuela de Atenas se h a lla b a vinculada la de A lejandría, q u e tam b ién prac ticaba la exégesis p lató n ica y aristotélica, pero que en lu g a r de las especulaciones m etafísicas y el m isticism o religioso p refería las investigaciones m atem áticas y n a tu ralistas. E n estos aspectos, los neoplatónicos occidentales se h alla n próxim os a esta escuela. Los p artid ario s más significativos y más num erosos del neoplatonism o no se en c u e n tra n en el O ccidente latin o , sino en el O r ente helénico. A n to n in o y Longino, d scípiilos am bos de Am o n io Sacas, d efen d iero n contra P lo tin o la tesis de que las Ideas (los universales) existen fuera del Intelecto. A m elio G en tilian o , nacido en E tru ria , fue p rim ero dis cípulo d e u n D isím aco (pro b ab lem en te el e sto ic o ), pero después (246) se trasladó ju n to a P lo tin o , cuyas leccio nes siguió hasta 269, añ o en el cual fue a vivir a A pam ea; sin d u d a residió m u ch o tiem p o aq u í, com o lo indica 3a den o m in ació n de A pam eo con q u e se lo conoció. Es, con P orfirio , el único discípulo de P lo tin o de cuya p ro ducción científica haya constancia. P ublicó g ra n n ú m e ro de obras, escritas con p ro lijid a d y en estilo ornado. C om piló las lecciones de P lo tin o en cien libros, lo d e fendió c o n tra la acusación de h a b e r p lag iad o a N u m en io (u n neopitagórico de la segunda m itad del siglo i i d. C.) en u n a o b ra dedicada a Porfirio sobre las diferencias en tre uno y otro, refu tó en dos trabajos las críticas del m ism o P o rfirio c o n tra el m aestro y exam inó el carácter de la filosofía de éste en u n a carta d irig id a a L ongino. T a m b ié n com puso u n a obra en cu aren ta libros contra u n oráculo a trib u id o p o r autores cristianos al seudo Zostriano, y dio form a escrita a casi todas las enseñanzas de N u m en io , las que, adem ás, resum ió y ap ren d ió de 228
EL NEOPLATONISMO
m em oria. Se discute si com puso com entarios a] T im e o y a la R e p ú b lic a de P latón. E n sustancia era u n escritor carente de o rig in alid ad , que seguía de cerca los pasos de P lotin o , pero no p en etrab a en su p ensam iento más p ro fu n d o y asociaba las enseñanzas de aqu él con la m ís tica nu m érica del neopitagorism o y con doctrinas de N um enio. D e éste debe h ab er tom ado la división del Intelecto en tres D em iurgos; se oponía, en cam bio, a la distin ció n trazada p o r P lo tin o en tre las almas p a rti culares y la universal y consideraba a las prim eras com o diversos m odos de presentación de la segunda. T a m b ié n en su m ística num érica y en sus acentuadas tendencias supersticiosas se alejaba bastan te de P lotino. Las lec ciones de éste fu ero n seguidas, según P orfirio, p o r m u chos senadores, e n tre los cuales se ocup aro n de filosofía p rin cip alm en te M arcelo O ro n d o , Sabinilo (cónsul en 366) y R ogaciano. Este ú ltim o se g ranjeó los más vivos elogios d el m aestro al a b a n d o n ar el cargo de p reto r, re n u n c ia r a sus bienes y lib erar a sus esclavos, tras de lo cual fue a vivir ju n to a amigos suyos, p ractican d o ayuno día p o r m edio. U n a sin g u lar reverencia h acia P lo tin o , a u n q u e siguió la carrera pública, era la q u e sen tía Castricio Firm o, q u ie n h ab ía llegado a q u e re r con afecto de herm an o a P orfirio; éste le dedicó el tra ta d o Sobre la abstinencia cuando, tras la m u erte del m aestro, Castricio ab a n d o n ó el régim en vegetariano. H ab ía tam bién algunas m ujeres m uy fieles a P lo tin o y con gran afición a la filosofía; e n tre ellas se contaba G em ina —en cuya casa vivía aq u él— y u n a h ija suya de igual nom bre. E l em perad o r G alieno y su m u jer S alonina ten ían en alta estim a al filósofo qu ien , de no h a b e r sido p o r la in te r vención h o stil de algunos personajes m alévolos de la corte, h a b ría conseguido que se restau rara u n a ciu d ad destru id a de la C am pania, a la q u e se h a b ría d ado el nom bre de P latonópolis, p ara q u e la h a b ita ra n filósofos qu e se su je ta ría n a las leyes de P latón. El ro m an o Crisaorio, q u ie n según algunos testim onios era senador, es 229
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
m en cio n ad o e n tre los discípulos de P orfirio, q u e le de dicó la In tro d u cció n a las categorías y otras obras. Q u ien más destaca su p erso n alid ad en tre los neoplatónicos ro m an o s es el em p erad o r Ju lia n o (Flavio C lau dio) , a u n q u e a la' v e rd ad in teresa m ás a la h isto ria p o lítica y de la relig ió n q u e a la de la filosofía. N acido en C o n sta n tin o p la en el año 331 d. C., fue su p ad re Ju lio C onstancio, q u ien , a su vez, era h ijo de C onstancio C loro; q u ed ó m uy p ro n to h u é rfa n o de su m ad re Basilin a y luego p e rd ió al p ad re y a u n h erm an astro en la m atan za qu e, al su b ir al tro n o los hijos de C onstantino, acabó con todos los descendientes de C onstancio Cloro, excepto el p ro p io J u lia n o y su h erm an o m ayor, G alo. Ju lia n o fue enviado p rim ero a N icom edia; m ás tar de, estuvo seis años relegado con su h e rm a n o G alo en la p o blació n de M acellum , en C apadocia. E n este tiem po se dedicó al estu d io de la lite ra tu ra y de la religión. E n 347, C onstancio II, q u e carecía de herederos y se h a lla b a m al avenido con. su h erm an o C onstante,, llam ó a G alo a C o n sta n tin o p la p a ra p re p a ra rlo p a ra la sucesión y, tras h a b e rle confiado el g obierno de O rien te, en 351, h a b ie n d o q u e d a d o como ú n ico jefe de todo el Im p erio , le confirió el títu lo de César y le entregó en m a trim o n ia a su h erm a n a C onstancia. J u lia n o co n tin u ó sus estudios en C o n sta n tin o p la y e n N icom edia y, ya' con permiso, p a ra v iajar, p u d o conocer a los p rincipales discípulos de Jám b iico , recib ien d o en especial el in flu jo de M áxim o de Éfeso, q u e era esencialm ente u n teúrgo. Así fue como a los vein te años, Ju lia n o , educado en el cristianism o, se alejó de él p a ra abrazar u n a d o c trin a filosófico-religiosa que fu n d a m e n ta b a y ju stificab a el politeísm o p a gano. E n 354 C onstancio hizo d a r m u e rte a G alo, que le h a b ía provocado u n a desconfianza cada vez m ayor, y dispuso q u e se re tu v ie ra a J u lia n o en M ilán; p ero éste,· gracias a la p ro tecció n de la em p eratriz E usebia, o btuvo luego perm iso p a ra trasladarse a C o n stan tin o p la, a u n q u e allí fue o b jeto de las sospechas del em perador, y 230
EL NEOPLATONISMO
d e b ió su frir las insidias de cortesanos hostiles.· A raíz de u n a nuev a in terv en ció n de E usebia, J u lia n o recib ió la o rd e n de re sid ir en A tenas (354), d o n d e se entregó a los estudios filosóficos. A fines de 356, el em perador, sin herederos, lo llam ó de nuevo a la corte, lo n o m b ró Cé sar, lo hizo casar con su h e rm an a E lena y le asignó la m isión de restablecer el ord en en las G alias, am enazadas p o r los germ anos y guarnecidas p o r tropas infieles. J u lian o (que h a b ía recibido las insignias consulares el 1? d e enero de 356) consiguió asegurarse el afecto de los soldados y o b ten er im p o rtan tes victorias sobre los fra n cos y los alem anes (356-368). C onstancio II, que le ten ía tem o r, le o rd en ó q u e enviara a O rien te, co n tra Persia, las m ejores legiones gálicas, pero éstas se reb elaro n y p ro clam aro n em p erad or a Ju lia n o , q u ie n concluyó p o r a c e p ta r la designación (359). D espués de in ú tiles nego ciaciones, re fu tó las acusaciones del em perador m ed ian te ■cartas dirigidas al Senado de R om a, a los atenienses, a' los espartanos y a los corintios y m archó con sus tropas c o n tra su p rim o qu ien , m ientras p ro c u ra b a cerrarle el cam in o , a O rien te, m u rió rep en tin a m e n te n o m b rán d o lo sucesor. J u lia n o , tras u n a e n trad a triu n fa l en C onstanrin o p la a fines de 361, le rin d ió honores solemnes y celebró la aj:>oteosis en su h o n o r; pero si b ien respetó la m em oria de C onstancio, atacó a sus cortesanos y .con sejeros. A l m ism o tiem po (m ientras llevaba, com o M ar co A urelio, u n a v id a severa y ríg id a, tra b a ja n d o con aplicación p a ra el Estado y en sus estudios) red u cía el n ú m ero de funcio n ario s de la corte, re p rim ía el lu jo y la m olicie q u e re in a b a n en ella, n o m b ra b a p a ra los em pleos a h om bres destacados p o r su valía in telectu al y m o ra l, y em p re n d ía reform as adm inistrativas, judiciales y financieras. A penas ascendió al tro n o restableció la relig ió n y el culto del paganism o —q u e h a b ía p racticado e n secreto d u ra n te m uchos años— con la esperanza de hacer, resu rg ir la grandeza de la an tig ü ed ad griega y ro m an a. C u an d o todavía estaba en GaUa h a b ía proclá-231
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
m ado la to le ra n d a h acia el cristianism o, p ero la lucha en defensa del paganism o desem bocó en persecuciones. A u n q u e algunas m anifestaciones de violencia pagana, que el e m p e ra d o r n o supo re p rim ir, n o resp o n d ían a sus deseos, la posición p rivilegiada q u e asignaba a la religión p ag an a (en cuyos m itos veía verdades reveladas p o r los Dioses) y la reorganización de su cu lto según el m odelo cristiano im plicaban la victoria de aquélla sobre el cristianism o, y adem ás J u lia n o p ro cu ró d eb ili ta r a este ú ltim o excluyendo a sus adherentes de las funciones p úblicas y, en especial, de la enseñanza. Con esto suscitó la oposición de los cristianos, sin lograr in fu n d ir u n a vida nueva al paganism o, cuyos p a rtid a rios dieron m uestras de falta de vigor y carencia de en tusiasm o. M ien tras d esarrollaba su lu ch a an ticristiana, Ju lia n o p re p a ra b a, en C o n sta n tin o p la p rim ero y luego en A n tio q u ía , la cam paña co n tra el rey de Persia Sapor II (362-363). O b tu v o algunos éxitos, p ero las dificultades del terren o le o b ligaron a retirarse y en u n encu entro victorioso con el enem igo fue h erid o m o rtalm en te por u n a flecha. Im p asib le fren te a la m uerte, ex p iró poco después, a los tre in ta y dos años de ed ad (26 de ju n io de 363). La leyenda de que al m o rir h a b ría exclam ado “ ¡H as vencido, G alileo!” aparece p o r p rim era vez en u n escritor cristian o del siglo v, T eo d o reto . Su cadáver fue llevado de v u elta a T arso. J u lia n o escribió, en griego, obras en g ran p a rte con servadas. H a n llegado hasta nosotros los Discursos (IV I I I ) , la Carta a los atenienses, la Carta al filósofo T em istio, L o s Césares (o L a fiesta de las Saturnales o E l b a n q u e te ), el M isopogon, num erosas cartas, algunas leyes y, adem ás, num erosos fragm entos, en tre los cuales son p a rtic u la rm e n te im p o rtan tes los de u n a o b ra Contra los cristianos (conservados en la refu tació n de S. C irilo de A lejan d ría) y u n fragm ento de una' ep ísto la a u n sacerdote. Se p erd iero n u n lib ro Sobre la batalla de Estrasburgo y las Cartas a los corintios, a los lacedemonios 232
EL NEOPLATONISMO
y al Senado de R o m a . Carecen de fu n d am en to las su posiciones acerca de otras obras perdidas. L a ordenación cronológica q u e parece preferible, en co n ju n to , es, con algunas m odificaciones, la de Bidez: Discursos, I, I I I , II; L ib ro sobre la batalla de, Estrasburgo; Disc. V IH (es crito en G alia) ; Cartas a los atenienses, a los C orintios, a los Lacedem onios, al Senado de R o m a , al Filósofo T em istio (escritas antes de e n tra r en C o n stan tin o pla) ; Disc. V II, V, V I (o V II, VI, V; escritos en C o n stan tin o pla) ; Disc. IV ; L o s Césares, M isopogon·, Fragm entos de una epístola; C ontra los cristianos (escritos en A ntioq u í a ) . Según algunos, L o s Césares fuero n com puestos en C o n stan tin o p la. Los Discursos I y I I I (panegíricos de C onstancio I I y de Eusebia) deben h a b e r sido escritos en las G alias (diciem bre de 355 - ju n io 356). El Disc. I I (sobre las em presas de C onstancio o sobre la m o n arq u ía, redactado p a ra d isip ar posibles sospechas del n om brado, e n el in v ie rn o del 358 al 359) tiene com o v erdadero ob jeto la exposición y exaltación del ideal soberano; ya se e n c u e n tra n a llí algunos pensam ientos centrales de la d o ctrin a de Ju lia n o . El libro Sobre la batalla de Estras burgo co m p ren d ía asim ism o el relato de los antecedentes de ese com bate. El Disc. V III, escrito p o r J u lia n o p a ra consolarse p o r la p a rtid a de su cuestor y am igo Salustio (S aturnin o Segundo S a lu d o o S a lu stio ), es tam b ién u n a ex h ortació n (protréptico) dirigida al q u e p a rtía , a quien luego n o m b ró praefectus praetorio O rientis, a fines de 361. Ju lia n o lo llam a griego. Se lo h a identificado con el a u to r de u n tra b a jo Sobre los dioses y sobre el m u n d o (extracto q uizá de u n a obra más a m p lia ), al q u e se ha calificado d e catecism o de la religión pagana en la in terp retació n neo p lató n ica; p ro b ab lem en te ten d ía a favo recer y d ifu n d ir la acción religiosa de Ju lia n o . En el Disc. V III se h a señalado la influencia de D ió n Crisóstom o. Las c u a tro Cartas a los atenienses p erten ecen al otoño del año 361. L a Carta al filósofo T em istio vuelve a p rese n ta r las teorías políticas de J u lia n o q u e ahora, 233
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
ya em perad o r, p ro c u ra b a p o n e r en práctica. Los Disc. V II y V I (A l cínico H eraclio [diciem bre de 361 - ju n io de 362] y C ontra los cínicos ignorantes [m ayo-junio de 562]) son u n a polém ica c o n tra los neocínicos, afines a los cristianos, a los cuales se co n tra p o n e n los antiguos rep resen tan tes del cinism o auténtico. E l Disc. V II está d irigido c o n tra H eraclio , q u ie n en u n a carta p ú b lica h a b ía satirizado a J u lia n o (o éste al m enos así lo p en saba) y en u n m ito h a b ía h a b la d o irrev eren tem en te de los Dioses; en el discurso se tra ta asim ism o sobre la for m a como d eb en presentarse: los m itos. T a m b ié n a q u í se h a en co n trad o el in flu jo de D ió n Crisóstom o. L a polé m ica co ntra los nuevos cínicos c o n tin ú a en el Disc. V I, en e l cual se defiende a D iógenes c o n tra u n o de sus difam adores. E l Disc. V (A la diosa m a d r e ), estrecha m en te relacio n ad o con el IV (A l rey H e lio s ), p o r cuanto los dos ju n to s en cierran el núcleo de la teología de J u liano, fue escrita en el año 362 (a principios de ju nio) y contiene p rin c ip a lm e n te u n a In terp retació n , b astante confusa y oscura, d el m ito de Cibeles y Atis. E l IV , es^ crito —h a c ia fines de 362— p a ra la n a tiv id a d del Dios (25 de d ic ie m b re ), es la o b ra filosóficam ente m ás im p o rta n te de J u lia n o , p ero re su lta m uy oscura y difícil. L os Césares (escrito a fines de diciem bre d el 362, en tre los dos Disc, anteriores) re la ta u n b a n q u e te q u e ofrece R ó m u lo Q u irin o a los Dioses y a los em peradores divi nizados, quienes son som etidos prev iam en te a u n juicio. E l p rim e r lu g a r es asignado a M arco A urelio, y tras él vienen A lejan d ro y T ra ja n o . E n co n ju n to el a u to r juzga de m odo poco favorable a sus predecesores. E l M isopogon (invierno 362-363), d on d e se re to m a n algunos m otivos tradicionales, es en ap arien cia u n a sátira de J u lia n o con tra sí m ism o, p ero de hecho está d irig id a c o n tra los h a b itan tes de A n tio q u ía (famosos desde tiem p o atrás p o r su friv o lid a d ), q u e se h a b ía n b u rla d o de sus costum bres austeras y h a b ía n acogido fríam en te su restau ració n re ligiosa. Al m ism o p erío d o pertenece el F ragm ento de una 23k
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epistola, d irig id o a u n sacerdote, en el que se expone u n pro g ram a de co n d ucta p a ra el clero pagano, según criterios derivados del cristianism o. L a ú ltim a o b ra de J u lia n o (ju n io de 3 6 2 -m arzo de 363) es la enderezada Contra los cristianos. E l lib ro I tra ta b a el origen de la id ea de Dios, de las concepciones q u e te n ía n los griegos sobre la D iv in id ad , de los hebreos y de los cristianos; el I I co n ten ía u n a crítica de los Evangelios; del I I I n o se h a conservado casi nada. A u n q u e se valía de los .po lem istas anticristian o s que lo p recedieron (Celso, P o rfi r io ) , Ju lia n o , en su odio al cristianism o, im p rim ió ca racteres personales a la obra, en la cual organizó sinté ticam ente los m otivos qu e lo alejab an de ese culto : son notables su conocim iento de la B iblia y de las discusio nes teológicas contem poráneas y la h a b ilid a d de la crí tica. P o r u n lado señala que la B iblia carece de todo nexo con la enseñanza cristiana; p o r o tro, sostiene la tesis de q u e los cristianos, q u e acep tan y a d o ran la D i v in id a d p a rtic u la r de u n peq u eñ o p ueblo, n o p u ed e n p re te n d e r fu n d a r u n a religión universal. J u n to con -el discurso IV , el V y, en segundo térm ino, el V I y el V II, son los trabajos ele m ayor in terés filosófico; las teorías políticas están expuestas en el Disc. I I y en la Carta a T em istio. C onsiderado en su to ta lid a d el p ensam iento de Ju lia n o p resen ta u n carácter m ucho m as teológico q u e filosófico: en esto sigue y acen tú a la tendencia de Jám blico. E x p o n e los dogmas de u n a relig ió n q u e los Dioses, o los dáim ones, o espíritus superiores inspirados p o r ellos (los más grandes poetas y filósofos), h a n en señado a los hom bres b ajo la form a del m ito, q u e encie rr a verdades suprem as a las q u e es preciso d espojar de su ro p aje figu rativ o m ed ian te u n a in te rp re ta ció n alegó rica, como la q u e trae como ejem plo en el Discurso a la diosa m adre. Los aspectos irracionales o inm orales de los m itos sirven p a ra in c ita r a la inteligencia a n o d ete nerse en ellos e investigar sus secretos significados, m ien tras los hom bres com unes h a lla n suficiente provecho en sus símbolos. 235
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
El p rim e r p rin c ip io es d en o m in ad o p o r J u lia n o el U no, lo S u p rain telig ible, la Id ea de los seres, el Bien. Siguiendo a Jám b lico , q u e en el Intelecto de P lo tin o h a b ía d istin g u id o el m u n d o intelig ib le del m u n d o in telectual (esto es, las Ideas, p o r u n a p arte, de las acti vidades pensantes, p o r la otra) Ju lia n o hace p ro venir del U n o los Dioses in teligibles (y en p rim e r térm ino H e lio s ), q u e están p o r encim a de los intelectuales; por debajo d e éstos se h alla el m u n d o sensible q u e incluye a las D ivin id ad es visibles, los astros. E n las tres esferas el puesto cen tral es asignado a H elios, q u e desem peña el p apel de m e d ia d o r y constituye el p rin cip io de la u n id a d , del o rd en y de la arm onía, p o rq u e enlaza el m u n d o in telig ib le con el sensible, en el q u e es p rin cip io d e generación y de vida, así com o es fu en te de toda perfección en el m u n d o intelectu al. Se desarro lla de este m o d o u n tem a p o sid o n ian o q u e h a b ía sido retom ado p o r el p en sam ien to posterior, especialm ente p o r el pla tonism o m ed io y el neoplatonism o. J u lia n o v in cu la lue go esto con el cu lto solar y especialm ente con la relig ón de M itra, m uy d ifu n d id a p o r ese entonces, y en cuyos m isterios h a b ía sido iniciado, ya q u e p resen ta a H elios sobre todo b ajo el aspecto del Dios persa. P ro cu ra con ciliar el m onoteísm o del culto solar con el politeísm o pag an o valiéndose del sincretism o ta n caro a sus con tem poráneos, en cu an to piensa' a las D ivinidades del politeísm o com o fuerzas o m anifestaciones de H eliosM itra, q u e se rev ela tam b ién en seres situados p o r de bajo de aquéllas, com o los ángeles del Sol, los dáim ones y los héroes. A l igual q u e en P osidonio y en las doctrinas religiosas y filosóficas posteriores, el alm a div in a e in m o rtal del h o m b re, p ro v en ien te del cielo, está ligada al cuerpo perecedero y oscuro, con el cual se h a lla con tin u am en te en lucha. M ediante u n a p u rificació n cons tante, el alm a debe p rep ararse a liberarse de los vínculos sensibles p a ra re to rn a r a' su alta sede p rim itiv a sin verse obligada a su frir nuevas reencarnaciones. C om o en el
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EL NEOPLATONISMO
neoplatonism o o, m ejor dicho, como ocurre en general con las opiniones filosóficas y religiosas de esa época, las elevadas aspiraciones idealistas aparecen a q u í mez cladas con la tendencia a la m agia y las ciencias ocultas, que hace a d m itir sin vacilaciones los más extrañ o s p ro digios y todos los m ilagros posibles. Por lo q u e atañe a la cond u cta en la vida cotidiana, es n o tab le la sim p a tía hacia el cinism o antiguo, el auténtico, el cual, pu rificad o de su carácter irreligioso, p o d ría ser aceptado, según Ju lia n o , p o r todas las corrientes filosóficas dignas de este nom bre; p a ra él la filosofía es esencialm ente una, y las doctrinas de las distintas escuelas, si se las en tien d e de m an era cabal, coinciden en sus conceptos centrales y en sus propósitos. Pero en J u lia n o ya no se advierte ese esfuerzo hacia la contem plación p ro fu n d a q u e cu lm ina en la u n ió n ex tática con el p rim er p rin cip io (que cons titu ía el verdadero fin de la filosofía de Plotino) : en él p red o m in a la aspiración al reto rn o del alm a al cielo y al m u n d o in teligible, q u e req u iere com o condición el conocim iento de verdades transm itidas p o r revelación divina.
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C a p ít u l o
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L A F IL O S O F ÍA E N O C C ID E N T E D U R A N T E L O S Ú L T IM O S S IG L O S D E L IM P E R IO
Se conoce con la d en o m in ació n de neoplatónicos del O ccidente ro m an o , sin negar q u e p o r lo m enos algunos de ellos son m ás platónicos q u e o tra cosa, a diversos escritores de los últim os siglos d el Im p e rio y d el co m ienzo de la E d a d M edia, q u e de hecho solo tien en e n com ún el carácter e ru d ito de sus investigaciones y que, con excepción de Boecio, son traductores y com piladores antes q u e filósofos. Com o en ese g ru p o se in cluye tam b ién a algunos q u e con seguridad son neopitagóricos, conviene considerarlos separadam ente, p a ra m en cio n ar p o r ú ltim o a rep resen tan tes de escuelas dis tintas de las q u e acabam os de n o m b ra r y a h o m bres cuya o rien tació n precisa se ignora. E n cu an to a Boecio, ocupa u n lu g a r ap arte. A d h irió al neoplato n ism o C. M ario V ictorino, d e o rigen africano, q u e en tiem pos de C onstancio (337-361), cu an d o en R om a, según atestigua San A gustín, la es cuela de P lo tin o se h alla b a floreciente y c o n tab a con discípulos num erosos y capaces, enseñó retó rica allí con g ra n éxito, ya q u e tuvo m uchos discípulos pertenecien238
LA FILOSOFÍA EN OCCIDENTE
tes a las clases superiores de la ciu d ad an ía y fue h o n ra d o con la erección de u n a estatua en el Foro T ra ja n o . Com p uso obras de retórica, de gram ática, d e m étrica (la d en o m in ad a A rs gram m atica es en realidad, salvo unos pocos prelim in ares gram aticales, u n tra ta d o de m étrica; n o son suyos dos opúsculos escolares: D et ratione m e trorum , D e fin a lib u s m etrorum ) ; com entó el D e in ven tio n e de C icerón, extendiéndose en digresiones de ca rác ter filosófico, así como los T opica y las obras filosó ficas del m ism o au to r. D e A ristóteles tra d u jo y co m entó las Categorías, y tra d u jo el Peri hermeneias; com puso tam b ién versiones de la Isagoge de P o rfirio y de otras obras neoplatónicas. Escribió adem ás dos tratados lógicos (De d efin itio n ib u s, D e syllogism is h y p o th e tic is ,. Solo se conservan el A rs gram m atica, el com entario al D e in ven tione y el D e definitionibus·, la traducción de la Isagoge p u e d e reco n stru irse en g ran p a rte m ed ian te el com enta rio que escribió Boecio siguiendo la versión de V ictorino. H acia el año 357, p o r m otivos m ás b ie n de carácter in te lec tu a l q u e estrictam ente religioso, V icto rin o (en cuyo pen sam ien to las preocupaciones filosóficas —p re sentes, como decim os, au n en el com entario de D e in ven tio n e -- constitu y ero n siem pre el m otivo conductor) se convirtió al cristianism o y p o r eso en el año 362 se vio obligado p o r la ley de J u lia n o a cerrar su escuela. P rofundizó entonces sus estudios religiosos y com puso num erosas obras teológicas, concernientes en especial a la cuestión de la T rin id a d divina, y com entarios a las cartas de San P ab lo ; pero en estos trabajos, cuya oscu rid a d fue criticada, resu lta difícil discern ir u n pensa m ie n to u n ita rio y orgánico. A u n q u e incluyen d octrinas neoplatónicas, p erten ecen en rig o r a la h isto ria de la filosofía cristiana. M ario V ictorino influyó en el p ensa m ien to de su discípulo San A gustín al d arle a conocer las doctrinas del neoplatonism o, y su versión de la Isa goge de P o rfirio ciertam ente d irigió la atención de los escolásticos hacia el problem a de los universales. 239
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P ro b ab lem en te perteneció tam bién al neoplatonism o Vecio A gorio P re te x ta to , q u e desem peñó diversos cargos im po rtan tes: fue senador, cuestor, p reto r, corrector (go bernador) de T o scan a y de U m b ría, consular de L usi tania, procónsul de la Acaya (362-364, b a jo el p rin cip ad o de J u lia n o ) , p refecto de la cap ital (367-368), dos veces praefectus praetorio de Ita lia y de Iliria (383-384) ; m u rió en el 384, cu an d o hab ía sido designado cónsul para el año siguiente. Amigo del o rad o r Símaco y h ostil al cristianism o, desem peñó funciones sacerdotales en n u m e rosos cultos paganos, incluso orientales. Este hecho, así como el favor q u e gozaba con Ju lia n o , hace pensar q u e sea efectivam ente suya' la teología m on o teísta d e ri vada de Jám b lico q u e le atrib u y e M acrobio en los Sa turnalia, y en la cual todas las D ivinidades son consi deradas com o nom bres asignados a las diversas potencias y a los diversos efectos del Sol: éste es tam b ién la fuerza que, d o m in a n d o la m ateria del universo, form a todos los cuerpos. R esu lta asim ism o p ro b ab le q u e P retextato, com o su em perador, basara esa d o ctrin a en principios neoplatónicos. T ra d u jo al la tín la paráfrasis q u e hizo T e m istio de los A nalíticos aristotélicos, y quizá haya es crito el tra b a jo D e decem categoriis q u e lleva el nom bre de San A gustín. Se ocupó de la corrección de autores antiguos y com puso discursos; pero de su o b ra solo que d a n fragm entos, cuya p erten en cia es, p o r lo demás, dudosa. A l n eo p lato n ism o de P lo tin o y de P o rfirio prestó adhesión A m brosio M acrobio T eodosio (n. ca. 360), a q u ie n debem os id en tificar con el M acrobio q u e en 390391 fue praefectus praetorio H isp a n ia ru m , en 410 p ro cónsul de África, en 422 praepositus sacri cu b icu li (gran c h a m b e lá n ). Su p a tria nos es desconocida; se h a pensado q ue p o d ría ser africano. T e n ía sin d u d a u n a estrecha vinculació n con la fam ilia d el o rad o r Símaco, a u n h ijo o n ieto del cual dedicó u n tra b a jo sobre gram ática. Se co n virtió al cristianism o en edad avanzada, después de
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h a b e r escrito sus dos obras principales, el C om entario al Sueño de E scipión de Cicerón, que h a llegado en tero h asta nosotros, y los Saturnalia, conservados con m uchas lagunas. D el tra b a jo g ram atical D e d ifferen tiis e t socie tatibus graeci la tin iq u e verb i (Sobre las diferencias y con cordancias d e l verbo griego y la tin o ), del q u e solo q u e d a n extractos, n o p u ed e surgir n ad a in teresan te p a ra n u estro propósito. E n el C om entario, dedicado a su h ijo E u sta quio, p ro c u ra in te rp re ta r en sentido n eo p lató n ico el texto de C icerón, con m ucho acopio de eru d ició n y ocu pándose p o r ello con frecuencia de cuestiones q u e poco tien en q u e ver con su tem a. Las frecuentes referencias al T im e o y los elogios al neoplatonism o (a P lo tin o , p o r ejem plo, se lo califica de p rinceps de la filosofía, a la p a r de P lató n ) h a n hecho su p o n er que M acrobio puede h a b e r u tiliz a d o u n com entario n eo p lató n ico del m en cionado diálogo, p ro b ab lem en te el de P orfirio, d erivado en ú ltim a in stan cia d el com entario de Posidonio; tam bién se h a pensad o en u n a fu en te la tin a in te rm e d ia y se h a n fo rm u lad o otras varias hipótesis. D e cu alq u ier m anera, a u n q u e n o se considere a M acrobio com o u n sim ple tra n sc rip to r de u n a o dos obras ajenas, q u e n a d a p ro p io agrega, p u ed e sospecharse q u e n o leyó los n u merosos autores q u e cita. Parecen posteriores al C om en tario las Saturnales, en siete libros; escritas h acia 395, antes de la publicació n del com entario v irg ilian o de Servio, tam b ién están dedicadas a su h ijo E u staquio, a q u ie n q u ie re ofrecer los resultados de sus estudios de autores griegos y latinos, cuyas p alab ras p o r lo general reproduce. M acrobio in te n tó o rganizar estos tem as fin giendo consignar las conversaciones sobre los m ás va riados asuntos m an ten id as p o r personajes célebres p o r su c u ltu ra , d u ra n te banqu etes celebrados con m otivo d e las fiestas de las saturnales. L a o b ra constituye la ú ltim a expresión del género lite ra rio de los Sim posios iniciado p o r P la tó n y contiene m ateriales m uy dispares, ta n to p o r el significado de las cuestiones tratad as como Uí
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p o r la im p o rta n c ia de las inform aciones transm itidas. Se citan n u m erosas fuentes, p ero n o es seguro q u e el a u to r conozca todas ellas de m a n e ra directa, sobre todo p o rq u e n o n o m b ra las q u e debe h a b e r u tilizad o con m ayor am p litu d : P lu tarco (C uestiones convivales) y A ulo G elio. Los lib ro s más significativos son los I I I a VI, referentes a V irgilio, d o n d e se ex alta su v alo r poético y su univ ersal y p ro fu n d a sa b id u ría sobre cu alq u ier tem a. Las d octrinas filosóficas q u e expone M acrobio en el C om entario resp o n d en al neoplato n ism o de P lo tino. D ios o el B ien, causa p rim era y o rigen de todos los seres, q u e trasciende el pensam iento y el len g u aje h um anos, crea el in telecto (nous o m ens) q u e incluye en sí las Ideas o m odelos originales de las cosas. A l intelecto se lo id en tific a luego con la m ó n a d a o u n id a d prim era, p ensada, al m o d o del neopitagorism o, no como n úm ero, sino como la fu e n te y origen de los núm eros. E l intelecto en g en d ra a su vez el alm a cósmica (id en tificad a con J ú p i t e r ) , p rin c ip io de v id a p a ra todas las cosas corpó reas que ella fo rm a im p rim ien d o en la m a te ria las im á genes de las Ideas. U n a sola luz d iv in a ilu m in a así todas las cosas, enlazadas en tre sí p o r vínculos recíprocos sin solución de co n tin u id a d . E n los cuerpos d e l cielo y de las estrellas el p rin c ip io an im a d o r es u n a p u ra actividad racional; e n el h o m b re se u n e n a ésta la actividad sen sitiva y la vegetativa, las únicas q u e se e n c u e n tra n e n los seres inferiores. E n cu an to atañ e a la existencia' del alm a antes y después de su u n ió n con el cuerpo, a su b a ja d a del cielo y su ascensión a él, a la rem iniscencia, a la suerte q u e le espera’ tras la m uerte, etc., M acrobio sigue las d o ctrin as q u e el neoplatonism o h a b ía derivado de la trad ició n p itagórico-platónica y q u e p erten ecían al p a trim o n io co m ú n de su tiem po. Él tam b ién consi d e ra al cuerpo com o el sepulcro del alm a, y p o r eso la filosofía debe enseñ ar al h o m b re a lib e ra r a la segunda de las atad u ras del prim ero: de a h í que M acrobio, reto 2k2
LA FILOSOFÍA EN OCCIDENTE
m a n d o la teo ría p lo tin ia n a de las virtudes, p one p o r sobre las v irtu d es p o líticas (relativas a la vida social d e l hom bre) las purgativas, q u e lo p u rifican del co n ta gio del cuerpo y son propias de q u ie n ansia sum ergirse en la contem p lació n filosófica, luego las del q u e h a al canzado ese p ro p ó sito y h a logrado liberarse p o r com p leto de las pasiones y, p o r sobre todas, las virtudes contem plativas del intelecto. El C om entario tran sm itió así al jDensamiento m edieval el conocim iento de n u m e rosas teorías platónicas y neoplatónicas, e n tre las cuales tiene p a rtic u la r im p o rtan cia la id entificación de las Ideas con pensam ientos divinos. E ra asim ism o neoplatónico E u tro p io (descendiente de la fam ilia de los Sabinos, q u e h a b ía contado en tre sus m iem bros a m uchos se n ad o res), u n galo del siglo v q u e desem peñó el cargo de praefectus praetorio. Q uizá haya sido plató n ico Flavio M alio T eo d o ro , nacido de u n a desconocida fam ilia ligur: San A gustín, q u e en 386 le dedicó el D e beata vita, dice que conocía b ien a P lató n . T ra s h a b e r sido abogado d u ra n te algún tiem po, luego g o b ern ad o r en Á frica y consular de M a cedonia, y h a b e r ten id o varios cargos en la corte, fue praefectus praetorio de las G alias (382-383). E n los años siguientes se ocupó de la adm inistración de sus p ropios bienes y de estudios filosóficos y astronóm icos, y escribió algunos diálogos sobre estas cuestiones. E stilicón lo nom b ró praefectus praetorio p a ra Italia, Iliria y África' (397 y ss.); m ien tras cu m p lía estas funciones recibió el con sulado (399) y en esa ocasión C laudiano le dedicó u n panegírico. D esde el 13 de septiem bre de 408 al 15 de en ero de 409 fue praefecto praetorio de Italia. Q ueda de él u n o púsculo D e m etris, habiéndose p erdido, en cam bio, otros trabajos, en tre ellos u n D e natura rerum . C alcidio (Calcidius o G halcidius), que tra d u jo y com entó el T im e o de P lató n h asta 53c, a instancias de u n tal Osio a' q u ie n dedicó su o b ra con u n a carta, es u n plató n ico de fuertes tendencias eclécticas. Según la 2Í3
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
tradición m an u scrita, el d ed icatario del tra b a jo debería ser id en tificad o con aq u el Osius u H o siu s q u e desde 295 h a sta su m u e rte fue obispo de C órdoba y p a rtic ip ó en los concilios de N icea- (325) y de Sárdica (343) : en la m ism a época h a b ría vivido C alcidio, de q u ie n se dice q u e era diácono o archidiácono de esa diócesis. D e todos m odos, re su lta m uy verosím il q u e fu era cristiano, p o rq u e en el C om entario revela conocer b ie n la B iblia, que considera in sp ira d a p o r Dios, cita a O rígenes y alude a creencias de la n u ev a religión. E l C om entario de C al cidio deriv a en ú ltim o térm in o del de Posidonio, pero a través d el q u e escribió el p erip atético A drasto de A frodisia (com ienzos del siglo n a. C.) e n lo q u e respecta a la p a rte m atem ática, astronóm ica y m usical, y de o tro d ebido a u n p a rtid a rio del p lato n ism o m edio, del cual tam b ién parece p ro v e n ir el se u d o p lu ta rq u ia n o D e fato. De n in g u n a m a n e ra p u ede descartarse q u e el segundo co m entario h ay a sido la ú n ic a fu en te de C alcidio, q u ien se h a b ría lim ita d o a trad u cirlo con pocas m odificaciones. E l filósofo a q u ie n m ás ad m ira es P lató n , de cuyos d iá logos cita num erosos pasajes; m enciona adem ás a m uchos otros auto res (estoicos, neopitagóricos, F iló n de A lejan dría, N u m e n io ), q u e p ro b ab lem en te solo conoce de m an era in d irecta. Estas citas variadas constituyen la expresión ex trem a de su eclecticism o de base platónica. C om o su m aestro, h a b la de tres p rin cip io s de las cosas; Dios, el m odelo (es decir, las Ideas) y la m ateria; con cuerda en esto con A lbino, y am bos red u cen las Ideas a pensam ientos divinos. C om o el estoicism o, identifica a Dios con el p rin c ip io activo, y la m a te ria con el pasivo. Pero, si b ie n hace de ésta u n p rin c ip io o rig in ario y sostiene q u e el m u n d o n o h a sido creado en el tiem po, C alcidio p ro c u ra estar de acuerdo co n la B iblia afir m ando q u e en estos razonam ientos el origen de que se h a b la n o tiene u n carácter cronológico, sino q u e designa u n a depen d en cia. P o r lo tan to se expresa de m anera im p ro p ia cu a n d o ad m ite la e te rn id a d del o rigen de las m
I.A FILOSOFÍA EN OCCIDENTE
cosas y de la m ateria. D e ésta, en la q u e D ios h a im preso las im ágenes de las Ideas, p ro v ien en los cuerpos. M ien tras en esta p a rte p red o m in a en co n ju n to el pensam iento de P lató n , en el estudio de las potencias divinas se ex p o n en doctrinas del plato n ism o m edio, q u e p re a n u n cia n las neoplatónicas, a u n q u e difieren m arcad am en te de ellas en algunos p u n to s esenciales. E n el vértice se h a lla el Dios suprem o o Sum o Bien, q u e —como ocurre en P l a tó n está p o r encim a de toda sustancia y es p roclam ado su p e rio r al in telecto e inefable. P o r d eb ajo de él se h a lla el segundo Dios, la Providencia', asim ilada al nous, que es la v o lu n ta d y a la vez el acto e te rn o de la m en te d i vina. Las cosas divinas inteligibles y las próxim as a ellas solo son inferiores a la Providencia; las n atu rales y corpó reas están sujetas al h a d o o serie de las causas, q u e deriva de la P rovidencia y es u n a ley divina p ro m u lg ad a p a ra regir todas las cosas. L a custodia de esta ley corresponde a la tercera D iv in id ad , el A lm a Cósmica, a la q u e Calcidio d eno m in a segunda m en te o segundo intelecto. Esta trip a rtic ió n de la D iv in id ad (que es com pletam ente an ticristian a) c o n tin ú a u n esquem a de A lbino, y se aleja d e l neoplato n ism o p o rq u e no llam a U n o al p rim e r p rin cipio, le atrib u y e la v o lu n ta d q u e P lo tin o le niega y no h a b la de la derivación de la m ateria en los térm inos característicos de aq u el sistema. L a teoría de la P rovi dencia y del h a d o o destino (afín a la de la o b ra seudop lu ta rq u ia n a ) parece tom ada ig u alm en te de u n a fu e n te m ediopla tónica. Las teorías sobre los d á im o n e f y sobre la suerte q u e co rren las alm as después d e la m u erte coinciden con las de la escuela p lató n ica y las de Posi donio. Podem os decir, en resum en, q u e C alcidio y u x ta p o n e teorías diversas sin reorganizarlas n i a d v e rtir que algunas de ellas son incom patibles con su fe religiosa. Pero a u n q u e su o b ra carece de o rig in alid ad , fue h asta el siglo XII la ú n ica v ía de acceso a la filosofía p la tó n ica con que co n tab a la E dad M edia y constituyó p a ra ésta u n a de las prin cip ales fuentes de la h isto ria del pensa m ien to an tig u o . 2Í5
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
V ivió en el siglo v el p lató n ico Polem io, filósofo, o rador, p o e ta y b u e n conocedor de las ciencias m atem á ticas y astronóm icas. D escendía de u n a fam ilia ilu stre y co n tab a e n tre sus antepasados a los C ornelios y al h isto ria d o r T á c ito ; fue praefectus praetorio de G alia. C on el neopitag o rism o podem os re la c io n a r a Favo n io E ulog io y a M arciano C apela. E l p rim ero , cartagi nés, presu m ib lem en te cristiano, tuvo como m aestro de retó ric a a San A gustín, p o r q u ie n consta q u e p racticaba dicho a rte en Á frica (de 384 a 388). D edicó su breve o b ra D ip u ta tio de som nio Scipionis a Superio, consular de la p ro v in cia de Bizacena. Este opúsculo debe d erivar en d e fin itiv a del com entario p o sid o n ian o al T im eo , a través de V arró n , del cual, según se estim a, h a n sido tom adas las fuentes citadas, en su m ayoría griegas. L a p rim e ra p a rte de la o b ra p resenta la teo ría de los n ú m eros, esencia d e las cosas, y estu d ia su significado sim bólico, del 1 al 9; la segunda se ocu p a de la arm onía d e las esferas. Estas teorías son pitagóricas en general, p ero el neopitag o rism o aparece en lo q u e dice F avonio sobre la m ó n ad a, al e x p o n er de m odo poco claro u n a teoría m o n ista q u e hace d eriv ar d e aquélla' to d a la re a lid ad . E l n ú m e ro es eterno, in teligible, in c o rru p tib le, y ju n to con la p o ten cia incluye todo lo q u e es, pero e n te n d id o en sen tid o p ro p io es u n a p lu ra lid a d u n ificad a y divisible y p o r eso p rin c ip ia con la d iad a; la m ó n ad a, e n cam bio, la u n id a d absoluta, indivisible e id én tica a D ios, es el g erm en y el com ienzo de los núm eros. Éstos se d istin g u en luego de las cosas corpóreas n um erables, accidentes y sustratos de los prim eros, q u e son reducitrles· a las m ónadas. Pero las cosas num erab les no son sino dich a u n id a d absoluta, q u e está antes, d en tro y después de todas las cosas. E n efecto, toda can tid a d proviene d e lo u n o y desem boca en lo u n o , y lo u n o perm anece in m u ta b le cuando perecen las otras cosas q u e p u e d e n re c ib irlo en su seno. M arciano M in n eo F élix C apela, africano de C artago, U 6
LA FILOSOFÍA EN OCCIDENTE
de religión pagan a, escribió (de 410 a 439 según algunos, en la segunda m ita d del siglo iv, según otros) el D e n u p tiis P hilologiae. et M ercurii, en nueve libros. E l tí tu lo de la o b ra (que es u n a m escolanza de p ro sa y versos y p o r esa razón resu lta p arecida a u n a sátira m enipea) se aplica con p ro p ied ad a los dos prim eros libros, de carácter in tro d u cto rio , en los q u e se h a b la de las bodas del D ios de la actividad in telectu al (M ercu rio == H erm es) con la personificación de la eru d ición enciclopédica. Se tie n e n como fu en te p rin c ip a l d e estos libros los escritos teológicos de V arrón, p ro b ab lem en te a través de C ornelio L abeón. E l verdadero contenido de la o b ra —q u e es u n a enciclopedia— lo constituyen' los libros III-IX , d o n d e se tra ta n las siete artes liberales consideradas p o r el au to r (gram ática, dialéctica, re tó rica, geom etría, aritm ética, astro n o m ía y m úsica), a las q u e se p re se n ta com o m ujeres q u e acom pañan a la F i lología. M arciano m enciona otras dos disciplinas in clu i das p o r V arró n en su enciclopedia (la m edicina y la a rq u ite c tu r a ) , p ero rehúsa estudiarlas; ta l vez n o haya sido el p rim ero en proceder así, pero p ro b ab lem en te la E d a d M ed ia tom ó de él la d istin ció n d e las artes del triviu m y del q u a d riviu m . M arciano debe h a b e r tenido com o m odelo la enciclopedia v arro n ian a, q u e h a sta cier to p u n to le sirvió tam b ién de fuente, a u n cuando p ro b ab lem en te h ay a u tilizad o de p referencia trabajos espe ciales posteriores. A pesar de tratarse de u n a com pilación sin v alor p ro p io , lle n a de cosas m al enten d id as e incluso de contradicciones, la obra de M arciano fue estu d iad a ap asionad am en te en la E dad M edia, q u e la em pleó tam b ién com o tex to escolar, la com entó y la tra d u jo . P ara la h isto ria de la filosofía tiene im p o rtan cia, m ás q u e el exam en de la d ialéctica (libro I V ) , lo q u e dice el lib ro V II (De arithm etica) sobre la sagrada m ónada, a la cual se la id en tifica con J ú p ite r y se la llam a, e n o tra p arte, pa ter ultra m und a n iis. E lla es el p a d re de todos los seres, es el origen de los otros núm eros y de ella h a n
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sido engendradas todas las otras cosas. L a m ó n ad a es, antes de q u e las cosas existentes sean, y perm anece cu an do éstas se d estruyen, p o r lo cual debe ser eterna. Se presen ta así u n m onism o q u e d e la fuerza de aq uella rea lid a d ideal e in telig ib le hace p ro v e n ir ta n to los puros núm eros com o los seres num erables q u e se ligan a ellos. E n esa form a, de la u n id a d p rim e ra se en g en d ran la diada, asim ilada a la m ateria genitora, y la tríad a, que conviene a las form as ideales y al alm a (pues ésta, según P la tó n , consta d e tres partes) ; y de la d ia d a p rovienen los elem entos q u e en su co n ju n to constituyen el m u n d o , al cual corresponde, com o tal, el n ú m ero cinco. Esta derivación a p a r tir de la u n id a d es m uy confusa, pero está eviden tem en te v in cu lad a con las teorías del neopitagorism o. Las noticias q u e se tien en de otros filósofos son, p o r lo general, escasas. J u lia n o m enciona com o contem p o rán e o suyo al cínico Sereniano. Eustacio, q u e figura en tre los in terlo cu to res de las Saturnales de M acrobio (donde h a b la de los conocim ientos filosóficos d e V irgi lio) , debe h a b e r vivido en la segunda m ita d del siglo IV. Según M acrobio, poseía a la vez el saber de C arnéades (neo acad ém ico ), el d e D iógenes (el estoico) y el de G ristolao (peripatético); h a b ía conocido todas las escue las, pero seguía la m ás d ig n a de crédito, lo cual hace pensar q u e su sten tab a el p robabilism o de C arnéades. Se ig n o ra a q u é escuela p erten ecían otros filósofos q u e m encionarem os seguidam ente. Boecio hace referencia a trabajos sobre g eom etría y dialéctica escritos p o r u n A lbino, q u ie n tal vez sea aq u el C eionio R u fio A lbino qu e fue cónsul en el año 335 y prefecto de la capital desde el 30 de d iciem bre de 335 al 9 de m arzo de 337. Filósofo era B araco (B a rachus), q u ie n e n tre 370 y 380 se traslad ab a de R o m a a G alia. V irio N icóm aco F laviano < (n. ca. 334, m . en 394), h ijo de u n n a tiv o de C anosa (C a n u siu m ), desem peñó los cargos de cuestor y p reto r, perteneció al colegio de pontífices y fue n o m brado 248
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co nsular d e Sicilia. Q uizá p o r ser p ag an o no o btuvo h asta el añ o 376 el vicariado de África. Cayó en desgra cia con G raciano, p ero su am p lia eru d ició n le g ran jeó el favor de T eodosio q u ien , después d e asignarle fu n ciones im p o rta n te s en la corte, lo n o m b ró praefectus praetorio de Ita lia , Iliria y Á frica; sufrió más tarde u n eclipse, p e ro en tre 391 y 392 volvió a desem p eñ ar esa prefectura. El m ism o cargo le fue conferido p o r tercera vez p o r el u su rp a d o r Eugenio, q u e lo n o m b ró cónsul p a ra el añ o 394. F laviano esperaba q u e el cristianism o q u e d a ría d e rro ta d o con la v ictoria de Eugenio, y se sui cidó cuando éste fue vencido p o r T eodosio, q u ie n de p loró su m u e rte en el Senado p o r consideración a la fa m a lite ra ria de q u e gozaba. T e n ía a u to rid a d sobre todo e n la ciencia au g u rai y en el arte d iv in a to ria en general; M acrobio le asignó en las Saturnales el p ap el de in té r prete de la teología virgiliana. E studioso de filosofía y am igo de E ustacio, p u b licó u n lib ro D e dogm atibus p h ilo so p h o ru m , tra d u jo la v id a de A polonio de T ia n a de F ilóstrato, com puso u n tra b a b jo g ram atical D e con sensu n o m in u m et verborum . A d q u irió fam a p rin c ip a l m ente con u n a g ran o b ra histórica, los A nnales, d edica d a a T eo d o sio e n 383. Eusebio, m aestro de Sidonio A p o lin a r (430-479), que h a b lab a a sus discípulos de P la tó n y de A ristóteles, quizá sea id én tico a u n E usebio q u e vivía en G alia hacia el año 440. O tro alu m n o suyo fue P robo, h ijo de M agno (cónsul en 4 6 0 ), q u ie n según su condiscípulo Sidonio se o cupaba inten sam en te de filo sofía y en especial de la lógica aristotélica; más tard e no d ejó de cu ltiv ar el estudio. T u lio M arcelo, de C artago, escribió siete libros sobre los silogismos categóricos y los h ipotéticos; vivió p ro bab lem en te e n tre los siglos v y vi. A lgunos escritores que no se o cu p aro n especialm en te d e filosofía d em ostraron te n e r interés p o r ella. Es el caso de J u lio Fírm ico M aterno, siciliano, senador, vir consularis, q u ie n se cansó p ro n to de su profesión de abo gado y se dedicó al estudio. A instancias de L alian o M a U 9
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vorcio, q u e lo h a b ía recibido m uy am igablem ente cuan do era g o b e rn a d o r de C am p an ia, p u b licó e n tre los años 334 y 337, p a ra m a n te n e r la prom esa q u e h a b ía hecho e n aq u e lla ocasión, u n a o b ra de astrologia, M athesis, en ocho libros, d ed icad a a su p ro tecto r, ah o ra procónsul de Á frica. Es el tra ta d o m ás am p lio de esa m ateria que nos h a tra n sm itid o la an tig ü ed ad . E l lib ro I es u n a in tro d u cció n en d o n d e se defiende a la astrologia de las críticas de los neoacadém icos y e n p a rtic u la r de C arnéades. E l a u to r reconoce la d ific u lta d de las predicciones astrológicas, q u e explica p lató n icam en te p o r la d eb ilid ad de la n atu ra le z a h u m an a, en la cual el esp íritu se h alla ligado al cuerpo terren al; p ero si aq u él se lib era de los vínculos q u e lo a ta n a éste y ad q u iere conciencia de su origen celestial, fácilm ente consigue, gracias a la d ivina indagación de la m ente, resultados difíciles y arduos. Fírm ico ex alta la grandeza del esp íritu , h a b la de su afi n id a d con el alm a y el in telecto de las estrellas y alude a la teo ría de la rem iniscencia. Se considera q u e estos pensam ientos tie n e n p o r fuentes a P osidonio y C icerón; del p rim ero , y q uizá tam b ién de P o rfirio , p u ed e d eriv ar adem ás el descenso y la ascensión de las alm as. A l exa m in a r las relaciones existentes e n tre la acción de los cielos y la v o lu n ta d h u m a n a , Fírm ico sostiene q u e las estrellas son causa de n uestras pasiones y de nuestros im pulsos perversos, p e ro q u e n u estro esp íritu , gracias a su origen div in o , p u ed e sustraerse a ese p o d er; tam b ién estas tesis, adem ás de concordar con el neoplatonism o, coinciden con el estoicism o p o sidoniano. Los libros IIV I II tra ta n de la astrologia p ro p ia m e n te dicha. Fírm ico exige a sus cultores u n a con d u cta m o ral re c ta y p u ra y les p ro h íb e ocuparse d e lo q u e concierne al em perador, p o rq u e siendo éste u n a D iv in id ad n o está su b o rd in ad o a las estrellas. E n esta obra, q u e constituye u n testim onio im p o rta n te d el te rro r q u e en la época del a u to r in fu n d ía el p o d e r de los cielos a las clases superiores m ismas, aparecen influ en cias estoicas —p o r lo general, p ero n o 250
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siem pre, posido n ian as—, más b ien q u e específicam ente neoplatónicas, y si en ciertos p u n to s el to n o religioso y m ístico concu erd a con el e sp íritu de esta escuela debe m os pen sar tam b ién en el carácter general de la filosofía contem po rán ea. E n resum en, Fírm ico n o p u ed e conside rarse p a rtid a rio de n in g u n a corriente d eterm in ad a. T ie m p o después se convirtió al cristianism o y e n tre 346 (?) y 350 escribió el D e errore p rofanarum religionum , q u e es u n a v io len ta polém ica c o n tra el paganism o, cuya des trucción reclam a a los em peradores C onstancio y Cons tante. Servio (n. ca. ¿359? ¿370?) aparece, a u n q u e todavía joven, com o u n o de los in terlocutores de las Saturnales de M acrobio, consagradas a la glorificación de V irgilio; se desconoce su p a tria , pero sabemos de cierto q u e su actividad lite ra ria y didáctica se desarrolló en R om a. T u v o predilección p o r V irgilio: lo celebró com o m aestro en toda clase de saber y le dedicó u n com entario (com p u esto después de 395, quizá en tre dicho año y 410) del q u e subsisten dos redacciones. L a m ás breve parece refle j a r la a u té n tic a obra' de Servio, en ta n to q u e la m ás extensa (S e n iu s auctus o p len io r o Scholia D anielis, a lu d ien d o al p a d re D aniel, q u e la p u b licó en 1603) a p a re n tem ente d eriva d e la p rim era y de u n a a b re v ia tu ra del co m entario de E lio D onato. Se discute si le p erten ecen la E x p la n a tio del A rte gram atical del m ism o D o n ato y tres trabajo s de m étrica. E l C om entario incluye n o pocas doctrinas de carácter filosófico, au n q u e provenientes de las fuentes utilizadas p o r Servio. Se h a q u e rid o ver en él a u n a d e p to al neoplatonism o, p ero n o es lícito a tri b u irle u n a teoría filosófica orgánica y, p o r o tra p a rte , las proporcio n es q u e se d eriv arían de esa escuela n o son p ro p ias de ella, pues p ertenecen al p lato n ism o en gene ral, a Posidonio, o incluso a las creencias m ístico-religio sas de la época (la naturaleza divina' del alm a, la in m o r talid ad de ésta en cuanto p rin cip io del m ovim iento, sus transm igraciones, sus vicisitudes tras la m u erte, la teoría 251
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de las esferas). C u an d o , adem ás de las tres alm as, la vegetativa, la sensitiva y la racional, ad m ite u n a cu arta, la vital, p rin c ip io del m ovim iento, se aleja de las doc trinas tradicionales, inclusive de la neo p lató n ica. Y cuan do afirm a q u e n a d a existe salvo los c u atro elem entos y Dios, q u e es u n e sp íritu (o u n a m en te, o u n alm a) q u e p e n e tra n d o todo, todo lo eng en d ra, razó n p o r la cual todas las cosas tie n e n ig u al n atu raleza, ad m ite en con ju n to la cosm ología estoica expuesta p o r V irgilio, au n q u e p ro c u ra n d o lib e ra rla de su m aterialism o original. P o r o tra p arte , elogia ex p lícitam en te a los estoicos (et nim iae v irtu tis su n t, et cultores deo ru m ) y los opone a los epi cúreos, a quienes critica a m enudo. N o h ay en Servio u n pen sam ien to co h eren te y u n a o rien tació n filosófica precisa, si b ie n están presentes en él las tendencias re ligiosas y m ísticas de su tiem po. Podem os consignar, p o r ú ltim o , q u e se ocupó de li te ra tu ra a n tig u a y de filosofía p lató n ica T e o d a to , que era h ijo d e la h e rm a n a de T eo d o rico y fu e rey de los ostrogodos de Ita lia desde fines del año 555 al comienzo d e l 536. D e este m odo, el pensam ien to griego, con su ro p aje la tin o , e n tra b a com o co n q u istad o r en la m en te de los soberanos b árbaros.
C a p ít u l o
VI
B O E C IO
A u n q u e cronológicam ente pertenece a la E d a d M e d ia, A nicio M an lio Severino Boecio se vin cu la desde p u n to s de vista im p o rtan tes con el p ensam iento an tiguo, del cual aparece com o el ú ltim o rep resen tan te. N ació hacia 480 d.C . de la fam ilia d e los A nicii, rica y d istin guida. P erd ió m uy p ro n to a su pad re, FI. A nicio M an lio Boecio (cónsul en 4 8 7 ), p ero en sus prim eros años estu vo al cu id ad o de hom bres em inentes y e n p a rtic u la r de su cuñado Q. A m elio M em io Símaco (descendiente del orador; fue cónsul sin colega en 485, prefecto de R o m a b ajo T eo d o rico , rey de los ostrogodos, p rinceps senatus e n 524), q u ie n lo com prom etió en m atrim o n io con su h ija R u stic ia n a . Jo v en aú n , el saber de Boecio le d io fam a y a tra jo sobre él la atención de T eodorico, q u e le confió m isiones y cargos im p o rtan tes. E n 510 era cónsul sin colega, en 522 sus hijos, todavía niños, o b tu v iero n el consulado, y en septiem bre d e ese año ocupó el p uesto d e m agister o fficio ru m . P ero Boecio, com o el senado r o m an o al q u e p erten ecía y los rom anos en general, era hostil al g o b iern o godo. M ediante falsos testim onios fue 253
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envuelto en u n proceso de alta traició n co n tra el sobe ra n o p o r inteligencia con el em p erad o r de O rien te y se lo acusó tam b ién de sacrilegio. T u v o p rim ero como lu g ar de encierro el ager C alventianus (próxim o a Pavía, según p a r e c e ), don d e escribió el D e consolatione philosophiae, y luego fue encarcelado, p ro b ab lem en te, en la to rre del b a p tisterio de Pavía. T ra s h a b e r sido condenado a m u erte sin ser oído, fue to rtu ra d o y ajusticiado en su cárcel, según u n a trad ició n , y según o tra en Calvenzano (524 ó 525). Sus restos, sepultados p rim ero en la a n tig u a cate d ra l p av ian a, fu e ro n trasladados p o sterio rm en te a San Pedro, en Cielo de O ro, d o n d e a ú n descansan. L a leyen d a p o p u la r lo h a re p resen tad o como u n m á rtir de la fe católica, víctim a del arrianism o godo. D u ra n te m ucho tiem po se h a d u d a d o del cristianism o de Boecio, incluso p o r haberse p u esto en d u d a la a u te n tic id a d de sus tra tados teológicos. E n cu an to a las divergencias q u e se h a n q u erid o ver e n tre algunas de sus teorías filosóficas y las creencias cristianas, carecen del significado q u e se les h a atrib u id o y e n varios casos se en c u e n tra n en otros escri tores del p erío d o p atrístico. Boecio se im puso la m isión de hacer conocer a sus com patriotas las obras de P la tó n y A ristóteles y dem ostrar q u e (como creían los neoplatónicos) am bos coinciden respecto de los p roblem as filosóficos fu n d am en tales, pero solo consiguió realizar su proyecto con relació n al orga n o n aristotélico. P o r o tra p a rte se ocupó de algunas obras de C icerón y P o rfirio y estudió tam b ién las ciencias m a tem áticas, q u e co nsideraba com o u n supuesto necesario de la investigación filosófica. Se conservan dos m anuales juveniles, D e in stitu tio n e arithm erica libri dúo, elabo ración abrev iad a de N icóm aco de G erasa, y D e in stitu tio n e m usica lib re q u in q u e (con la g u n a s ), pai'a el cual u tiliz a Boecio fuentes griegas, especialm ente N icóm ano, Euclides y C lau d io Ptolom eo. Q u ed an algunos fragm en tos de su g eo m etría (u n a versión de Euclides) : es apó crifa la q u e fig u ra b a jo su nom bre, com puesta de dos 25Í
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libros. U n an tig u o testim onio afirm a q u e escribió obras sobre astro n o m ía y m ecánica, pero se h a n perd id o . Los trabajos, m uchos m ás num erosos, relativos a la lógica se d iv id en en traducciones, com entarios y obras originales. Boecio tra d u jo la Isagoge o In tro d u cció n de P o rfi rio a las Categorías de A ristóteles y diversos escritos ló gicos de éste: las Categorías, el D e interpretatione, los dos A nalíticos, los T ópico s y, p ro b ab lem en te, las R e fu taciones sofísticas (él m ism o m enciona las versiones de los Prim eros A n a lítico s y los T ó p ic o s). P e ro la versión de las Categorias q u e lleva su n o m b re p ertenece —según estudios recientes— a u n escolástico d el siglo X I, y la o rig in a l sería u n a q u e figura' an ó n im a en los m an u scri tos. C on seg u rid ad n o le perten ecen las traducciones de los dos A nalíticos, de los T ópicos y de las R efu ta cio n es sofísticas q u e se le atrib u y en ; fu ero n com puestas p o r Jaco b o de V enecia (1128). (E n el siglo X I I I se' m encio n a n otras versiones boecianas de A ristóteles [del D e ani m a, de la' Física, de la M etafísica], p ero se ig n o ra si son su y a s). Boecio com puso dos com entarios a la Isagoge d e P orfirio ; u n o en dos libros, m ás elem ental, escrito (antes de 505) en fo rm a de diálogo y realizado sobre la versión d e M ario V ictorio; el otro es u n a exposición sistem ática m ás p ro fu n d a , en cinco libros (com puestos antes de 510), q u e incluye la trad u cció n d e l au to r. E n estos dos com en tarios Boecio se sirvió d e otros, redactados p o r autores neoplatónicos. E l com entario en cuatro libros a las Ca tegorías fue escrito el añ o del consulado (510). T a m b ié n sobre el D e in terp reta tio n e escribió Boecio dos com en tarios: el p rim ero , en dos libros, está destin ad o a los prin cip ia n te s; el segundo, escrito de 507 a 509, en seis libros, es m ucho más extenso y constituye la o b ra lógica más im p o rta n te d e l au to r, q u ie n se h a servido p rin c i p a lm e n te de S irian o y P orfirio. Boecio com puso asimis m o u n com en tario a los T óp ico s de Cicerón, p ero falta la ú ltim a p a rte . T ra b a jo s lógicos originales son los si guientes: In tro d u c tio ad categóricos syllogism os, D e syl255
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logism o categórico, D e syll. h yp o th etico , D e divisione, D e differen tiis topicis. E l ap o rte p ersonal de Boecio se en cu e n tra especialm ente en el D e syll. hyp., en dos libros, p o rq u e las fuentes precedentes le p restab an m uy poca ayuda. E l D e d e fin itio n e q u e se le atrib u y e corresponde a M ario V icto rin o ; el D e u n ita te, q u e ta m b ié n llevaba su nom bre, es d e D om ingo G und isalv o (s. X I I ) . Boecio h a b ría escrito otros trab ajo s q u e se p e rd ie ro n (Sobre la física, Categórica in stitu tio , D e ordine peripateticae dis ciplinae^ C uestiones sobre las categorias, u n com pendio del D e in terp reta tio n e) . A dem ás de las ya' m encionadas traducciones p erd id as de obras aristotélicas, parece p e r dido tam b ién u n C om entario a los A n alíticos. H a sido m uy im p u g n a d a la a u te n tic id a d de algunos tratad o s teo lógicos q u e llev an el n o m b re de Boecio (De sancta T r i n itate, D e persona e t duabics naturis in C hristo contra E u tych en e t N e sto riu m , U tru m P ater et F iliu s et Spiritus Sanctus de d iv in ita te su b sta n tia liter praed icen tu r, Q uo m odo su b sta n tia e in se q u o d sin t bonae sin t, cum non sin t substa n tia lia bona [o L ib e r de H ebdo m a d ib u s], D e fid e C hristiana), p ero hoy ya h a n cesado las dudas con respecto a los cu atro prim eros. P o r lo general se conside ra apócrifo el D e fid e catholica, q u e sin em bargo encuen tra defensores. Estas obras se atrib u y e n a los ú ltim o s años de la v id a de Boecio y su a u te n tic id a d es p ru e b a d e l cristianism o d e éste. M ientras en los trab ajo s m encionados se h a em pleado u n estilo técnico, tien e en cam bio carácter literario el de la ú ltim a o b ra boeciana, D e consolatione p h ilosophiae, en cinco libros, escrita p o r Boecio d u ra n te su cautiverio en C alvenzano. E stá com puesta en prosa y versos, en el género d e las M enipeas; en ella la Filosofía se aparece a Boecio y, tras h a b e rlo in d u c id o a n a rra r la h isto ria d e sus desventuras, p ro c u ra consolarlo con los lugares co m unes d e los protépticos; luego le d em u estra q ue la P rovidencia to d o lo g o b iern a p a ra buenos fines, p o r lo q u e el h o m b re debe confiar en Dios y d irig irle plegarias, 256
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pues bajo sus ojos se desenvuelve toda la v ida h u m a n a . A pesar de q u e el D e consolatione n o contiene teorías posi tivam ente inconciliables con la fe cristiana e incluso p u ede hacerse co n v e n ir to talm en te con ella, tam poco se refiere a las enseñanzas d el Evangelio; p ero esto n o constituye u n a p ru e b a de q u e Boecio n o era u n cristiano sincero, p o rq u e en esta o b ra q u e ría co nsiderar las cuestiones ex clusivam ente con los m edios propios de la filosofía. E l D e consolatione pertenece al género consolatorio iniciado p o r e l P rotréptíco de A ristóteles e in tro d u cid o en la lite ra tu ra roma:na p o r C icerón con su H ortensio. D epen d e en p a rte de la o b ra aristotélica y tam b ién de Posidonio; estas influencias h a b ría n actuado a través de alg u n a fu en te más reciente, q u e no sería —como se h a b ía pensado— el diálogo de C icerón. E l p en sam ien to de Boecio m uestra dos aspectos, filo sófico u n o , teológico el o tro (p o r b revedad se d en o m in a teología a la q u e p a rte de la revelación) ; p o r el p rim ero pertenece al m u n d o an tig u o , p o r el segundo al cristiano, y de ah í q u e se lo haya llam ado b ien el ú ltim o d e los filósofos rom anos, b ie n el precursor de los escolásticos. P ero es m en ester re c o rd a r q u e las concepciones filosófi cas d e Boecio n o solo se d eben buscar en la Consolación, sino tam b ién e n las obras teológicas. De cu alq u ier m an e ra es cierto qu e, an ticipándose a la escolástica, d istingue en form a n e ta la esfera del conocim iento n a tu ra l, esto es, la filosofía, de la esfera de la fe, es decir, de la teolo gía, a u n q u e asigna a la p rim era el p ap el de in te rp re ta r el dogm a (q u e d eb e recib ir de la segunda) y dem ostrar que está de acuerdo con las exigencias de la razón. E n la esfera filosófica p ro p ia m e n te d ich a Boecio se d eclara platónico, p e ro en re a lid a d d ep en d e de A ristóteles a ú n m ás q u e d e P la tó n y ad m ite d octrinas del p lato nism o m edio, n eo p lató n icas y estoicas, de m odo tal q u e e n d e fin itiv a ex pone u n a d o c trin a aristotélico-platónica (por lo dem ás p re te n d ía d em o strar la concordancia básica de las dos filosofías) de carácter ecléctico. D ebe señalarse 2sr
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qu e la in te rp re ta c ió n de esta d o c trin a se ve d ificu ltad a p o r los diversos significados q u e atrib u y e el a u to r a las m ism as p alab ras, incluso a las q u e designan conceptos fu n d am en tales. A l d iv id ir las disciplinas filosóficas de carácter teórico (p o r oposición al práctico), Boecio re p ite enseñanzas de A ristóteles y las tran sm ite a la esco lástica. L a física tiene p o r o b jeto seres in d iv id u ales en m ovim iento, com puestos de form a y m ateria; la m ate m ática hace abstracción de la m a te ria de esos seres y considera solam ente sus form as, q u e son inm óviles; la teología (m od ern am en te, la m etafísica) se o cupa del Ser D ivino, p u ra fo rm a inm óvil sep arad a de toda m ateria. E sta división incluye algunas de las d octrinas m ás im p o rta n te de Boecio, sobre todo las concepciones aristoté licas de la fo rm a y la m ateria, q u e acepta sin discusión; p o r lo dem ás, ta m b ié n procede así cu an d o ad m ite com o nociones com unes (o axiom as) las proposiciones que, a su parecer, son aceptadas, p rin c ip a lm e n te p o r los docti. El interés de Boecio se co ncentra e n la m etafísica, p o rq u e el corazón de su d o c trin a es el concepto de Dios. A te niéndose —afirm a— a la concepción co m ú n de los h o m bres según la cu al n a d a p u ed e pensarse q u e sea m e jo r qu e Dios, id en tifica a éste con el Sum o B ien, o con la perfección, o con la felicidad. E sta identificación lia b ía sido hecha, con a n te rio rid a d al neoplatonism o, p o r T eofrasto, p a ra q u ie n la Id e a del B ien correspondía a la D iv inidad . L uego se id en tifica al Sum o B ien con el U no. Se rep ro d u ce así u n a teo ría de la ú ltim a filosofía d e P lató n y del neoplato n ism o , p ero Boecio in te n ta d arle u n a ju stificació n p ro p ia. D e todas m aneras, n o e n tien d e a Dios com o el p rim e r p rin cip io im personal d el n eopla tonism o, sino com o u n a p erso n alid ad activa, q u e se a p ro xim a al D em iu rg o del T u n e o (veremos luego otras afi nidades) , a u n q u e difiere de éste p o rq u e las Ideas n o están p o r sobre él sino en su p ro p ia m ente. T a m b ié n es p lató n ic a la afirm ació n de q u e la e te rn id a d p ro p ia de Dios es u n p resen te in m u ta b le en el q u e Dios contem 258
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p ía con u n a visión sim ple e indivisible to d o lo q u e es, fue y será. P a ra p ro b a r la existencia de Dios, Boecio expone, tom ándolos de fuentes anteriores, diversos argu m entos q u e m ás tard e volverían a ser utilizados, en espe cial p o r los escolásticos. U n o de esos argum entos, d erivado esencialm ente del diálogo ju v e n il de A ristóteles Sobre la filosofía, afirm a q u e si existen grados de b o n d a d en las cosas debe e x istir u n bien suprem o, o sea Dios. O tro , q u e tam b ién fig u ra en la m ism a o b ra y q u e después h a sido rep etid o m uchas veces, p ru e b a la existencia d iv in a ape la n d o al o rd en u n ita rio del universo. Se m enciona asi m ism o el arg u m en to , de origen aristotélico, p o r el que se sostiene la necesidad de p o stu lar u n m o to r inm óvil como fu en te p rim e ra de todo cam bio y de todo m ovi m iento. D esde este p u n to de vista el Dios de Boecio p resen ta caracteres aristotélicos: Dios es p u ra form a sin m ateria, es decir, es el p u ro ser como esencia (pues esse equivale a esencia, excepto e n el segundo C om entario a P orfirio, en e l c u a l designa la existencia) ; él es la ú n ic a v erdadera fo rm a y no es u n a im agen de ella. C laro está q u e con esto se vuelve a la teo ría p lató n ica que solo ve en las cosas im ágenes de las Ideas; p o r eso, cuando Boe cio afirm a q u e todo otro ser (esencia) proviene de la' form a o esencia div in a q uiere decir q u e en las cosas distintas de Dios se h a lla n los reflejos de las esencias que se con cen tran en su p rin c ip io com ún fo rm an d o u n a u n i d a d sim ple e indivisible. De ah í q u e p u e d a referirse al flu ir de todos los seres diferentes de Dios y a la p a rti cipación de aquéllos en éste sin e n ten d er tales expresio nes en el sen tid o de u n panteísm o q u e condena e x p lí citam ente. B oecio p u ed e sostener, en efecto, q u e la D iv in id ad n o p u ed e expandirse en las cosas externas n i recib ir en su seno a n in g u n a de ellas p o rq u e las esencias o form as d e éstas solo son im ágenes de las q u e co n stitu yen la p rim e ra . Las que Boecio llam a form as son los universales (géneros y especies), de los cuales trata' en los dos C om entarios a Porfirio. E n el segundo, m ucho 259
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m ás im p o rta n te , n o se d eclara a favor d e P la tó n , q u e h a b ía a d m itid o la existencia de universales (Ideas) fuera d e las cosas, n i de A ristóteles, p a ra q u ie n aquéllos solo existen en éstas, a u n q u e en c o n ju n to revela p re fe rir la solución aristotélica, q u e expone ig u alm en te e n las obras posteriores. P ero, ap artán d o se de A ristóteles, n o cree que e n los seres individuales ex istan las form as m ismas, las verdaderas form as, sino im itaciones de ellas. Las d iferen cias e n tre los seres individuales, con exclusión de Dios, d ep e n d en de sus accidentes, d eterm inados p o r la m ateria, q u e en ellos siem pre está u n id a a la form a. P ero, como se h a visto, B oecio h a b la de esa u n ió n con relació n a los seres corpóreos y afirm a tam b ién q u e los incorpóreos n o tien en fu n d a m e n to en la m ateria. C on lo cual n o se co m p ren d e cóm o p u ed e a d m itir otros seres incorpóreos adem ás de D ios y decir q u e son incorpóreos Dios, el alm a y —según verem os— otros seres. L a acción creadora de D ios, p ad re de todas las cosas, consiste p ues en im p rim ir las im ágenes de las form as en la m a te ria , tray en d o así a la existencia a los seres individuales. C om o Boecio no dice q u e D ios h ay a creado la m a te ria de la n ad a, parece que la considera increada; con esto co n cuerda el hecho d e q u e a p a re n te m en te ad m ite q u e el m u n d o n o h a te n id o p rin c ip io en el tiem po, es d ecir q u e es p e rp etu o a u n q u e n o sea eterno. E n cu a n to a los seres espirituales d e q u e h a b la Boecio (el A lm a Cósm ica, la N atu raleza, los espíritu s q u e m ueven las estrellas, los ángeles, los dáim ones o dem onios, las alm as h um anas), ofrece difi cultades la existencia de aquellos q u e se consideran ca ren tes de cu erp o y p o r ta n to de m ateria, com o es el caso de los ángeles, p ro b ab lem en te el de los dem onios y sin d u d a el de las alm as inm ortales de los h o m b res en la vida q u e precedía a ésta y en la q u e le seguirá. D e todas m aneras, estas concepciones de Boecio coinciden con las opiniones d o m in an tes en su tiem po y a éstas y a P lató n rem ite la alu sió n a las penas q u e ag u a rd a n a los m al vados después de la m u erte. Com o el D em iu rg o p la tó 260
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nico, el D ios de Boecio h a creado el m u n d o p o r su b o n d a d y h a p ro c u ra d o hacerlo ta n herm oso com o el m odelo q u e te n ía en su m ente; con su b o n d a d g o b iern a todas las cosas, q u e le obedecen sin violencia y se d irig en al b ien p o rq u e h a b ie n d o sido creadas p o r él son buenas. A pesar de ser o m n ip o ten te Dios n o p u ed e hacer el m al, q u e es p o r lo ta n to u n a n ad a (n ih il est q u o d ille [Deus] n o n p o s s i t... m a lu m ig itu r n ih il est, su m id facere ille non possit) . D ios gob iern a to d o m ed ian te u n a ley p e r p e tu a e in m u ta b le que, según el m odo com o se la con sidere, es la P rovidencia o el h ad o ( fa tu m ) . La' p rim era, asim ilada a la razón divina, es la ordenación de las cosas en su u n id a d sim ple; el segundo es el despliegue tem p o ra l de esa o rd en ació n (en cu an to in h e re n te a las cosas particu lares q u e cam bian y se suceden) en la m u ltip li cidad de sus determ inaciones. P o r ello el h a d o o sino jam ás p u e d e oponerse a la Providencia, de la cu al d e pende; todo aq u ello q u e está sujeto al sino obedece a la P rovidencia, p e ro algunas de las cosas regidas p o r ésta (las m ás p róxim as a la sim plicidad e in m u ta b ilid a d divi nas) sobrepasan el d o m in io de aquél, q u e sin em bargo todo lo g o b iern a en los cielos y en la tie rra y forzosam ente envuelve tam b ién en el nexo in disoluble de las causas los actos y la suerte de los hom bres. Éstos, en su igno ran cia de las cosas, creen q u e el m u n d o está g o b ernado p o r el azar, p ero el azar n o existe. L a acentuación d e la P rovid en cia y el h a d o p o n e de m anifiesto influ encias estoicas, en ta n to q u e su diferenciación rem ite a teorías del plato n ism o m edio (Seudo P lutarco, D e fato) y a sus desarrollos neoplatónicos. L a P rovidencia d iv in a, q u e es presciencia del fu tu ro , n o excluye la lib e rta d del q u erer, qu e pertenece necesariam ente a toda n atu raleza racio n al y es ta n to m ayor cu an to m ás se entregue el alma' a la contem plació n de Dios, tan to m en o r cu an to m ás se v in cule al cuerpo, y q u ed a a n u la d a cu an d o aq u élla se ab an d o n a a los vicios. L a d eb ilid ad de n u e stra m e n te le im pide co m p ren d er la m en te de Dios, q u e gracias a 261
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su e tern id a d in m u ta b le contem pla todas las cosas en u n presen te indivisible, es capaz de conocer de m odo necesario (com o lo es todo lo q u e sucede cu an d o sucede) incluso lo q u e es co n tin g en te y de ab razar con u n a sola m ira d a todo a q u ello q u e p a ra nosotros se d esarrolla en el tiem p o sin p riv a r a las acciones h u m an as de su li b e rta d , así como u n h o m b re q u e ve o b ra r a o tro n o p o r ello to rn a necesarios los actos de éste. A l considerar esta teoría, q u e recoge pensam ientos de Proclo y h a sido ob je to de extensos desarrollos p o r p a rte d e los escolásticos, n o debem os d escuidar el p u n to decisivo de q u e p ara Boecio la P ro v id en cia es esencialm ente el o rd en necesa rio e in m u ta b le de todas las cosas, y p o r lo ta n to tam b ién de las acciones hu m an as. Se cree q u e el azar go b ie rn a la v id a de los hom bres p o rq u e la experiencia suele d em o strar q u e los buenos son desdichados y los m alvados felices, Ίο cual no sería posible si el m u n d o estuviera reg id o p o r la' Providencia; pero esta convicción es fru to de u n m o d o equivocado de ver las cosas. M ovi dos p o r u n deseo n a tu ra l, todos los h om bres asp iran a la felicidad, o sea el sum o bien, el b ie n q u e incluye a todos los otros y más allá del cual n ad a p u ed e buscarse; p ero hem os visto q u e este b ie n suprem o se identifica con Dios, en el cual reside la felicidad, y p o r eso los hom bres la alcanzan p a rtic ip a n d o en D ios y asem eján dose de este m odo a él. M as es el caso que al o b ten er el b ien q u e desean los hom bres se vuelven buenos y p o r lo tan to son felices y la m ism a b o n d a d es su prem io, de m a n era q u e siem pre son recom pensados, m ien tras los m alvados, q u e n o consiguen el b ie n al cual asp iran , son infelices y siem pre re su lta n castigados, p o rq u e la p er versidad constituye su castigo. N o son h om bres sino bes tias, y com o h a n p e rd id o su n atu ra le z a esencial no son n a d a en absoluto. R eto m a n d o m otivos del Gorgias p lató n ico , Boecio sostiene q u e los m alvados son débiles y no poderosos, p o rq u e la capacid ad de hacer el m al es im potencia; y 2.62
BOECIO
son ta n to m ás desdichados cu an to m ayor es su éxito en lo g rar lo q u e desean, y aquellos cuyas culpas q u ed an im punes son desdichadísim os. N o hay que odiarlos sino com padecerlos, p o rq u e sus m entes sufren la peor de las enferm edades, la m ald ad . P a ra convencernos de q u e las lam entaciones sobre el destino inm erecido de los hom bres son injustificadas, debem os reco rd ar tam b ién que la fo rtu n a es inestable p o r n atu raleza y p o r eso h ay que desconfiar de ella; y debem os com prender q u e sus dones 110 to rn a n buen o s a los hom bres y q u e las cosas externas n o son verdaderos bienes y n o hacen feliz al h o m b re (Boecio se ex tien d e m ucho sobre esta tesis, p o p u larizad a p o r el esto icism o ). A greguem os q u e la fo rtu n a adversa, a l revelar p o r sí m ism a su m u d ab le n atu raleza y h acer nos d istin g u ir los verdaderos amigos, es ú til al h o m bre; q u e la d e b ilid a d de n u estra m ente m al nos p erm ite juz gar quiénes son buenos y quiénes son m alvados; que D ios da a cada u n o lo que más le conviene; que las q u e consideram os in justicias del destino son condiciones n e cesarias d el b ie n d e cada cual; q u e Dios puede valerse del m al p a ra log rar el bien. E n conclusión, la fo rtu n a d e los hom bres siem pre es b uena; todo constituye u n b ien p a ra los buenos, u n m al p a ra los m alvados. P o r eso el h o m b re debe confiar en Dios y d irig irle plegarias, com batir los vicios y practicar la v irtu d . H em os indicado algunos p u n to s de contacto de esta teodicea con P la tó n y con el estoicism o; señalem os q u e en su c o n ju n to se ap ro x im a n o tab lem en te a la de Proclo. L a in flu e n c ia de Boecio sobre el pensam ien to m e dieval fue m uy vasta y p ro fu n d a, ta n to q u e se h a p odido decir qu e su a u to rid a d era com parable a la de A ristó teles y San A gustín. A él recu rrió p rin c ip a lm e n te la escolástica p a ra conocer las ciencias m atem áticas de la antigüed ad . H asta el siglo x h el O ccidente conoció la lógica a través de sus traducciones y com entarios y tom ó de sus otras obras algunas tesis esenciales del aristotelism o, las q u e en algunos casos m o tiv aro n desarrollos 263
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
im p o rta n te s p o r p a rte de los más grandes escolásticos, n o todos ellos in té rp re te s fieles de su p ensam iento. A de más, B oecio hizo conocer doctrinas significativas d el neo plato n ism o y el estoicismo. C om o tra d u c to r y co m en tador b rin d ó m odelos q u e los escolásticos im ita ro n ; com o es crito r in ició la form ación de la term in o lo g ía filosófica latin a. Su com entario a P orfirio dio o rigen a la contro versia d e los universales. N um erosos escolásticos (entre ellos algunos de los principales, como J u a n E riú g en a y S anto T om ás) c o m en taro n sus tratad o s teológicos y m ás num erosos a ú n fu ero n los com entaristas q u e tuvo el De consolatione (com o el m ism o E riú g en a, G u illerm o de Conches, P ed ro d ’A illy . . . ) . E sta o b ra fue tra d u c id a a las lenguas de casi todos ios pueblos civilizados. E l rey A lfredo de In g la te rra escribió u n a versión en anglosajón, N o tk e r L ab eo de San G alo (m. en 1022) la tra d u jo al alem án, J u a n de M eu n g (m. en 1318) al francés, M á x im o P lan u d es (m. en 1310) al griego. H ay tam b ién u n a trad u cció n al hebreo. U n pisano an ó n im o de co m ienzos del siglo XIV y A lb erto della P iag en tin a, llam ado A lb erto F lo re n tin o , en 1332, la v ertiero n al italiano, seguidos p o sterio rm en te p o r A. T an zo (M ilán, 1520), B. V archi (Florencia, 1550) y otros. L eib n iz com puso u n a breve p aráfrasis en francés. E n la E d a d M edia tuvo num erosos im itadores, p o r ejem plo P edro de C om postela (s. x i i ) , E n riq u e de Settim ello (ca. 1193), A lb e rta n o de Brescia (s. x i n ) , J u a n de T a m b a c h (1288-1372), M ateo de Cracovia, o b isp o de W orm s (m. en 1410), J u a n Gersón (1363-1429). D u ra n te siglos, m uchas alm as afligidas buscaron consuelo en la o b ra de Boecio: baste m en cionar el C o n vite de D a n te (II, 12 [13], 2 ). P ero después e l c o n ju n to de su p ro d u cció n p erd ió im p o rta n c ia y solo con servó u n v alo r h istórico. Ya n o era m enester re c u rrir a las obras boecianas p a ra conocer a A ristóteles; y p ara n o h a b la r de los trab ajo s teológicos, en d o n d e m ás que o tra cosa p re d o m in a u n interés dialéctico, la Consolación m ism a ten ía dem asiada retó rica y dem asiados lugares 264
BOECIO
com unes com o p a ra d esp ertar u n interés vivo. E n efecto, fa lta n en Boecio el sen tim ien to intenso d el d o lo r y la m iseria d e los hom bres y la' exigencia viva del am o r u niversal q u e caracterizaron a los m ás grandes estoicos de la época im p erial; y sobre todo n o hay signos e n él de la conciencia trágica d el m al y el pecado y de la q u e m a n te pasió n religiosa d e San A gustín, q u ie n en las con diciones en q u e se en co n trab a Boecio cu an d o escribía la Consolación n o h a b ría pensado n i p o r u n in stan te en h a lla r alivio en las frías doctrinas filosóficas de la a n tigüedad. L a filosofía de Boecio, carente de rig o r crítico y de pensam ientos originales, in te n ta re u n ir m otivos to m ados de fu en tes diversas en u n c o n ju n to q u e p u ed a concillarse con la fe cristiana, pero n o logra fusionar verd ad eram en te los elem entos incorporados n i in fu n d ir les nueva vida. Sin em bargo, es in negable q u e Boecio, a diferen cia de sus predecesores, se h a interesado espe cialm ente en los m ás grandes pensadores del pasado, P la tó n y .Aristóteles, y h a sentido la necesidad de ab ordar algunos p roblem as filosóficos, d e los m ás im p o rtan tes y arduos, q u e n o h a b ía n sido tratad o s antes en el m u n d o latino.
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C O N C L U S IO N
Q u ie n al tra ta r la filosofía ro m a n a se lim ite a considerar a sus rep resen tan tes principales, com o es lo h a b itu a l, se v erá llevado a ju zg arla com o u n a sim ple d eriv ació n de la griega o, a lo sum o, como el in je rto de u n germ en de ésta en el tronco la tin o , q u e le im p rim e el carácter p ro p io de u n a a cen tu ad a practicid ad . L a m en talid a d ro m a n a —se afirm a— n o poseía verdaderas a p ti tudes filosóficas; p o r eso en R o m a y en e l m u n d o latin o la filosofía fu e siem pre u n a p la n ta exótica, u n o b jeto de lu jo , capaz de a tra e r la curiosidad de algunos in d i viduos y h asta de círculos in telectuales restringidos, pero q u e jam ás h a b ría d e p e n e tra r m uy a fondo en la c u ltu ra y en la vida. Sin em bargo, este ju ic io d eja de parecer ju stificad o cuando, p o r u n a p arte, se observan de cerca las condiciones históricas d el desarrollo de la filosofía ro m an a y, p o r o tra, se tiene en cu en ta a todos los que cu ltiv aro n las investigaciones filosóficas en el m u n d o latin o . Com o se h a señalado, el esp íritu ro m a n o recu rrió p rim era m e n te a la especulación griega p o rq u e resp o ndía a sus exigencias íntim as, y luego se fue d esarro llando 266
CONCLUSION
e n form a p a ra le la p o rq u e estaba d o m in ad o p o r las m is mas preocupaciones q u e se im p o n ía n a aq u élla. Si adem ás tom am os en c u en ta a todos los q u e en el m u n d o ro m an o se h a n ocu p ad o de la filosofía —los verdaderos filósofos, m ayores y m enores, los estudiosos de otras disciplinas q u e rev elan en sus obras h a b e r sufrido el in flu jo de aquélla, los hom bres q u e a u n sin h a b e r desarrollado u n a actividad lite ra ria , tu v iero n interés p o r las investigacio nes de esa' ín d o le— deberem os reconocer (excepto si a r b itra ria m e n te negam os carácter filosófico a todas las in dagaciones q u e exceden los lím ites de la gnoseología y la m etafísica) q u e e n R o m a y en el m u n d o la tin o la filosofía h a ten id o cultores tan num erosos com o p a ra a n u la r la validez de las opiniones corrientes. P u ed e d e cirse que en pocos períodos históricos h a suscitado u n interés tan vasto y ta n vivo, lo cual no h a b ría sido posi ble si no h u b ie ra respo n d id o a exigencias p ro fu n d as y sentidas sinceram ente. Pero esto n o es todo. El m u n d o ro m an o p resen ta u n hecho único en la h isto ria d el p e n sam iento occidental: el de que, salvo rarísim as excep ciones, quien es cu ltiv aro n la filosofía fu ero n hom bres de acción q u e p a rtic ip a ro n com o m ilitares, estadistas, ad m inistrad o res (senadores, cuestores, pretores, cónsules y, más tard e, funcio n ario s y consejeros de los em pera dores), en la vida del Estado; y a este h e d ió debe agre garse otro : q u e quienes com pusieron trabajos filosóficos se d ed icaro n casi siem pre a otras disciplinas, literarias, científicas y técnicas. De todo lo cual resu lta q u e la fi losofía im p reg n ó toda la c u ltu ra ro m a n a y, adem ás, p e n etró m uy ad en tro en la vida, a la cual estuvo estre cham ente ligada. Estas observaciones p e rm ite n v alo rar ju sta m e n te el p ap el q u e cupo a la filosofía ro m a n a en la h isto ria d e la h u m an id ad . C onsid erad a desde u n p u n to de vista rig u ro sam ente teórico, esta filosofía n o p resen ta grandiosos sistem as conceptuales, n i tam poco pensam ientos nuevos y origi nales; p ero lo m ism o debe decirse con respecto a la 267
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
griega, desde el com ienzo de la época h elenística hasta el fin a l de la" civilización an tig u a, con dos excepciones: p o r u n a p a rte , la construcción d e P lo tin o (que p o r lo dem ás es ecléctica y debe el secreto de su hechizo sobre todo a la in te n sa vida esp iritu al q u e a lie n ta en e lla ), p o r o tra, la crítica gnoseológica del escepticism o. Pero sería in ju sto lim itarse a juicios de ese carácter, sin ten er en c u en ta q u e el p en sam ien to ro m a n o posee otros sig nificados y desem peñó otras im p o rtan tísim as funciones y, en p rim e r térm in o , u n a grandiosa fu n ció n cu ltu ral. Pues ese p en sam ien to hizo p e n e tra r en el m u n d o de la c u ltu ra occidental el conocim iento de la filosofía' griega y luego de la filosofía en general, y logró ciertam ente q u e todos los esp íritu s n o vulgares e x p e rim e n ta ra n en form a in te n sa y vigorosa la exigencia1 de escuchar su voz: com o se h a in d icad o , puede decirse qu e, en m ayor o m en o r g rado, todas las personas cultas se o cu p aron del estudio de la filosofía. M ás tard e, en la época m e dieval, el p en sam ien to griego d u ra n te larg o tiem po solo se conoció a través de las exposiciones e in terp retacio n es latinas, las q u e sig u ieron siendo p a ra m uchos la fu en te p rin c ip a l c u a n d o ya se disp o n ía d e versiones directas de los textos aristotélicos: baste re c o rd a r el in terés q u e d espertó C icerón en los hom bres del R en acim ien to , des de P e trarc a en adelante. P u ed e agregarse q u e en la e d ad m o d e rn a num erosos hom bres cultos p ero no doctos de profesión solo tu v ie ro n noticias de la filosofía griega a través de los escritores d e R om a. A dem ás, éstos nos h a cen conocer n o pocas d o ctrin as griegas cuyas exposiciones originales se h a n p erdido. Y n o debem os o lv id ar q u e a p a r tir de las d o ctrin as filosóficas q u e los escritores la tinos h a b ía n tom ado del estoicism o los ju ristas rom anos d eriv aro n la concepción de u n derecho n a tu ra l y racio nal, ig u alm en te válid o p a ra todos los hom bres. P ero m ás im p o rta n te todavía es o tra fu n ció n desem p e ñ ad a p o r los filósofos rom anos: la de h a b e r elab o rado dos visiones de la vida' y d e sus ideales q u e h a n ejercido 268
CONCLUSION
a través de los siglos u n a acción n o concluida aú n . L a filosofía h a b ría d e ser an te to d o p a ra los rom anos u n a g u ía y m aestra de la conducta; p o r ello se explica q u e la d eterm in a c ió n del ideal de la v ida les h ay a interesado con ta n ta fuerza. C icerón construye el ideal aristocrático de la h um a n ita s, entendida' como lib re y arm ó n ica fo r m ación d e p ersonalidades superiores; p ero fren te a las p ertu rb acio n es y crisis de las épocas siguientes ese id eal cede su lu g a r a o tro, el del am or u niversal h acia todos los hom bres, iguales todos p o r n aturaleza, todos infelices y destinados a u n a inev itab le disolución; esta concepción inconscien tem en te se acerca m ucho, en ciertos aspectos, a las enseñanzas d el Evangelio, q u e luego se im p u sieron en form a exclusiva a los hom bres. E n el R en acim iento, el id eal d e Ia' h u m a n ita s resurgió y d o m in ó de n u evo a los esp íritu s superiores, a u n q u e éstos co n fiaran a la re ligión el p a p e l de d ifu n d ir la d o c trin a del am or. Pero e n el p la n o p u ra m e n te h u m a n o su rg iría e n tre los dos ideales el conflicto q u e e n época más reciente h a recibido el n o m bre de oposición en tre indiv id u alism o y u n iv e r salism o, oposición q u e solo p o d rá cesar cuando se esta blezca q u e el am o r a todos los hom bres exige q u e a cad a u n o d e ellos se le d e n los m edios p a ra desarro llarse lib re m e n te com o person alid ad autó n o m a. U n a filo sofía q u e h a elab o rad o tales ideales de v id a d eja escritas en la h isto ria de la h u m a n id a d páginas q u e sería p o r lo m enos frívolo no ap reciar en todo su valor.
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IN D IC A C IO N E S B IB L IO G R Á F IC A S
I n t r o d u c c ió n
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P r im e r a P a r t e
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
heureuse. D e la brièveté de la vie, ed. p o r A. Bourgery, 1923; II I: C onsolations, ed. p o r R . W alz, 1923. IV : De la P rovidence. D e la constance d u sage. D e: la tra n q u illité de l’âme. D e l’oisiveté, ed. p o r R . W eltz, 1927. De. la clém ence, ed. p o r F. Préchac, 1921; D es benefaits, ed. p o r F. Préchac, 2 vols., 1926-1927; Çhiestions naturelles, ed. p o r P. O ltrem are, 2 vols., 1929; L ’A p o co lo quintóse, ed. p o r R . W alz, 1934. Ediciones de obras separadas: De otio, p o r R . W alz, con com entario, París, 1909; D ialo g o ru m libri X - X I I , p o r J . D. D uff, C am bridge, 1915; Dialog, libri V I A d M arciam de consolatione, p o r Ch. Favez, con com entario, París, 1928; D ialog. 1. X I I A d H elviam , de consolatione, p o r Ch. Favez, con com entario, París, 1918; D e la clém ence, p o r P. F aider, con com en tario, París, 1928; D elia tra n q u ilità d ell’anim a. Della brevità della vita , p o r L. C astiglioni, con traducción ita lia n a , T u r in , 1930; E pistulae, p o r A. B eltram i, 2 vols. (1916-1927), R om a, 1937; A pocolocyntosis, p o r W . B. Sedgwick, O xford, 1925 (ju n to con P etronio) ; p o r A. R ostagni, con trad , ita lia n a , T u r in , 1944. T rag ed ias: ed. p o r F r. Leo, 2 vols., B erlín, 18781879; p o r R . P eip er y G. R ich ter, 2^ éd., Leipzig, 1902; reim p r. 1937; p o r L. H . H e rm a n n , con trad ., 2 vols., París, 1924-1926. E pistulae Senecae ad P a u lu m et P auli ad Senecam , ed. p o r C. W . Barlow , R om a, 1938. E studios: C. Pascal, Seneca, C atania, 1906. F. H o llan d , Seneca, L ondres, 1920. F. R usso, Seneca, I. C atania, 1921. A. Bailly, L a vie de Sénèque, París, 1929; L es p e n sées de Sénèque, ibid., 1929. C. M archesi, Séneca, 2?· éd., M essina, 1934. K. M ünscker, “Senecas W erk e” , en P hilo logus, vol. suplem . X V I, I (1922). A. Bourgery, Sénèque prosateur, Paris, 1922. E. A lb ertin i, L a com position dans les ouvrages p h ilo so p h iq u es de Sénèque, Paris, 1923. A. P itte t, Vocabulaire p h ilo so p h iq u e d e Sénèquef p rim era entrega, Paris, 1937. W . R ibbeck, L . A n n à u s Seneca ais P hilosoph u n d sein V erhâitnis zu E p ik u r, P lato u n d dem C h risten tu m , H an n o v er, 1887. M. G entile, I fo n d a m e n ti 280
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
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INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ROMANA
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284
INDICE ADVERTENCIA ........................................................................ INTRODUCCIÓN
......................................................................
S 11
PRIMERA PARTE
LA FILOSOFÍA ROMANA E N LA ÉPOCA DE LA R E P Ú B L IC A ............................................................................
83
Capítulo I - COMIENZOS DE LA FILOSOFÍA ROMA NA. SUS R EPR ESEN TA N TES M E N O R E S ...............
33
Capítulo II - T. LUCRECIO CARO ....................................
54
Capítulo III - M. TERENCIO V A R R Ó N ............................
68
Capítulo IV - M. TULIO C IC ER Ó N ....................................
73
SEGUNDA PARTE
LA FILOSOFÍA E N OCCIDENTE DESDE AUGUSTO HASTA EL FINAL DE LA EDAD A N T IG U A ...........
115
Capítulo I - LA ÉPOCA DE AUGUSTO .......................
115
Capítulo II - LOS EMPERADORES DEL SIGLO I Y LA FILOSOFÍA ....................................................................
127
Capítulo III - DESDE AUGUSTO AL NEOPLATO NISMO .......................................................................................
130
Capítulo IV - EL NEOPLATONISMO ............................
227
Capítulo V - LA FILOSOFÍA E N OCCIDENTE DU RANTE LOS ÚLTIMOS SIGLOS DEL IMPERIO . .
238
Capítulo VI - BOECIO .............................................................
253
CONCLUSIÓN ............................................................................
265
INDICACIONES BIBLIOGRAFICAS ................................
271
Introducción ..................................................................................
271
Primera P a r t e ..............................................................................
273
Segunda F a r t e ..............................................................................
278
Se terminó de imprimir en febrero de 1969 en los Talleres Gráficos de Juan Manuel Allende, Gorriti 3744, Buenos Aires