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Canción para ellas (1891) Liturgias Liturgias íntimas íntimas (1892) Elegías Elegías (1893) Odas en su honor (1893) honor (1893) En los limbos (1894) Epigramas Epigramas (1894) Ca (1896) Invectivas Invectivas (1896) Biblio-soneto Biblio-sonetoss (1913) Obras olvidadas (1926–1929).
Prosa [editar ] • • • • • • • • • •
Los poetas poetas maldito malditoss (1884) Louise Louise Leclercq Leclercq (1886) Memorias Memorias de un viudo viudo (1886) Mis hospitale hospitaless (1891) Mis prisione prisioness (1893) Quince días en Holanda (1893) Veintisiete biografías de poetas y literatos Confesiones (1895) Romanzas Romanzas sin palabras palabras Carcelariamente. Carcelariamente.
Galería [ editar editar ]
Caricatura de Retrato de Retrato de Verlaine por: Caricatura de Verlaine Verlaine por: Verlaine por: Eugène Carrière por: Félix Vallotton Edmond Aman-Jean Gustave Courbet
Busto de Verlaine por: Auguste de Caricatura de Niederhäuse Niede rhäusern, rn, llamado llamado Tumba de Verlaine Verlaine por: Rodo (1863-1913) Paterne Berrichon Jardín del Luxemburgo, Luxemburgo , París.. París
Le Coin de table por: Henri Fantin-Latour (1872 1872)) Verlaine y Arthur Rimbaud sentados a la izquierda.
Caricatura de Arthur Rimbaud por: Rimbaud por: Paul Paul Verlaine.
Fábula o historia 10 de marzo de 1895 publicado en el poema
Poemas de Paul Verlaine:
Aria de antaño Canción de otoño El hogar y la lámpara de resplandor pequeño Green Las conchas Lasitud Mi sueño Mujer y gata Serenata Soñé contigo esta noche... Tú crees en el ron del café, en los presagios... Ir a: A media voz Ir a: Traducciones de poesía
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Georgia
Aria de antaño "Son joyeux, importum, d'un clavecin sonore" Petrus Borel
Lucen vagamente las teclas del piano a la luz del suave crepúsculo rosa, y bajo los los finos dedos de de su mano mano un aire de antaño canta y se querella en la diminuta cámara suntuosa en donde palpitan los perfumes de Ella. Un plácido ensueño mi espíritu mece mientras que el teclado sus notas desgrana; ¿por qué me acaricia, por qué me enternece esa canción dulce, llorosa e incierta que apaciblemente muere en la ventana a las tibias auras del jardín abierta...? Versión de Eduardo Castillo
Canción de otoño Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré.
Este viento se lleva el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo. Versión de Carlos Fujol
El hogar y la lámpara de resplandor pequeño... El hogar y la lámpara de resplandor pequeño; la frente entre las manos en busca del ensueño; y los ojos ojos perdidos perdidos en los los ojos amados; amados; la hora del té humeante y los libros cerrados; el dulzor de sentir fenecer la velada, la adorable fatiga y la espera adorada de la sombra nupcial y el ensueño amoroso. ¡Oh! ¡Todo esto, mi ensueño lo ha perseguido ansioso, sin descanso, a través de mil demoras vanas, impaciente de meses, furioso de semanas! Versión de Luis Garnier
Green Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas, mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla; no quieran destrozarlo tus manos cariñosas, tus ojos regocije mi dádiva sencilla. en el jardín umbroso mi cuerpo fatigado las auras matinales cubrieron de rocío; como en la paz de un sueño se deslice a tu lado el fugitivo instante que reposar ansío. Cuando en mis sienes calme la divina tormenta, reclinaré, jugando con tus bucles espesos, sobre tu núbil seno mi frente soñolienta, sonora con el ritmo de tus últimos besos. Versión de Víctor M. Londoño
Las conchas Cada concha incrustada En la gruta donde nos amamos, Tiene su particularidad. Una tiene la púrpura de nuestras almas, Hurtada a la sangre de nuestros corazones, Cuando yo ardo y tú te inflamas; Esa otra simula tus languideces Y tu palidez palidez cuando, cuando, cansada, cansada, Me reprochas mis ojos burlones; Esa de ahí imita la gracia De tu oreja, y aquella otra Tu rosada nuca, corta y gruesa; Pero una, entre todas, es la que me turba.
Lasitud Encantadora mía, ten dulzura, dulzura... calma un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional; la amante, a veces, debe tener una hora pura y amarnos amarnos con un un suave cariño fraternal. fraternal. Sé lánguida, acaricia con tu mano mimosa; yo prefiero prefiero al espasmo espasmo de la hora violenta violenta el suspiro y la ingenua mirada luminosa y una boca boca que me sepa besar aunque aunque me mienta. Dices que se desborda tu loco corazón y que grita grita en tu sangre la más loca loca pasión; pasión; deja que clarinee la fiera voluptuosa. En mi pecho reclina tu cabeza galana; júrame dulces dulces cosas que que olvidarás olvidarás mañana mañana Y hasta el alba lloremos, lloremos, mi pequeña fogosa. Versión de Emilio Carrere
Mi sueño Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora y que las las huellas huellas sigue sigue de mi existencia existencia errante. Se vuelve transparente mi corazón sangrante para ella, que comprende lo que mi mente añora; ella me enjuga el llanto del alma cuando llora y lo perdona perdona todo con su sonrisa amante. amante. ¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro. ¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro, el de virgen de aquellas que adorando murieron. Como el de las estatuas es su mirar de suave y tienen los acordes acordes de su su voz, lenta lenta y grave, grave, un eco de las voces queridas que se fueron... Versión de Nicolás Bayona Posada
Mujer y gata La sorprendí jugando con su gata, y contemplar contemplar causóme causóme maravilla maravilla la mano blanca con la blanca pata, de la tarde a la luz que apenas brilla. ¡Como supo esconder la mojigata, del mitón tras la negra redecilla, la punta de marfil que juega y mata, con acerados tintes de cuchilla! Melindrosa a la par por su compañera ocultaba también la garra fiera; y al rodar rodar (abrazadas) (abrazadas) por la alfomb alfombra, ra, un sonoro reír cruzó el ambiente del salón... y brillaron de repente ¡cuatro puntos de fósforo en la sombra! Versión de Guillermo Valencia
Serenata Como la voz de un muerto que cantara desde el fondo de su fosa, amante, escucha subir hasta tu retiro mi voz agria y falsa.
Abre tu alma y tu oído al son son de mi mandolina: para ti he hecho, para ti, esta canción cruel y zalamera. Cantaré tus ojos de oro y de onix puros de toda sombra, cantaré el Leteo de tu seno, luego el de tus cabellos oscuros. Como la voz de un muerto que cantara desde el fondo de su fosa, amante, escucha subir hasta tu retiro mi voz agria y falsa. Después loare mucho, como conviene, A esta carne carne bendita bendita Cuyo perfume opulento evoco Las noches de insomnio. Y para acabar acabar cantaré cantaré el beso beso de tu labio rojo y tu dulzura dulzura al martirizarm martirizarme, e, ¡Mi ángel, mi gubia! Abre tu alma y tu oído al son son de mi mandolina: para ti he hecho, para ti, esta canción cruel y zalamera.
Soñé contigo esta noche... Soñé contigo esta noche: Te desfallecías de mil maneras Y murmurabas murmurabas tantas tantas cosas... cosas... Y yo, así como como se saborea una fruta fruta Te besaba con toda la boca Un poco por todas partes, monte, valle, llanura. Era de una elasticidad, De un resorte verdaderamente admirable: Dios... ¡Qué aliento y qué cintura! Y tú, querida, querida, por tu tu parte, Qué cintura, qué aliento y Qué elasticidad de gacela... Al despertar despertar fue, fue, en tus brazos, Pero más aguda y más perfecta, ¡Exactamente la misma fiesta! Versión de Víctor M. Londoño
Tú crees en el ron del café, en los presagios... Tú crees en el ron del café, en los presagios, y crees en el juego; juego; yo no creo creo más que en tus ojos azulado azulados. s. Tú crees en los cuentos de hadas, en los días nefastos y en los sueños; yo creo solamen solamente te en tus tus bellas mentiras mentiras.. Tú crees en un vago y quimérico Dios, o en un santo especial, y, para curar curar males, males, en alguna alguna oración. oración. Mas yo creo en las horas azules y rosadas que tú a mí me procuras y en voluptuos voluptuosidades idades de de hermosas hermosas noches noches blancas. blancas. Y tan profunda profunda es mi fe y tanto eres eres para mí, mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti.
Jean Nicolas Arthur Rimbaud (Charleville Charleville,, 20 de octubre de 1854 – Marsella – Marsella,, 10 de noviembre de 1891 1891)) fue un poet un poetaa francés francés,, adscrito unas veces al movimiento simbolista simbolista,, junto a Mallarmé Mallarmé,, y otras al decadentista decadentista,, junto a Verlaine Verlaine.. Contenido [ocultar ]
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1 Bi Biogr ograf afía ía 1.1 Relación con Paul Verlaine 1.2 Su vida posterior (1875–1891) (1875 –1891) 2 Obras 3 Obra Obrass en cast castell ellano ano 4 Inf Influen luencia cia 5 Cine 6 Véase también tambi én 7 Refe Referen rencia ciass
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8 Enl Enlaces aces exte externo rnoss
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Biografía [ editar editar ] Nació en el seno seno de de la clase clase media media rural rural de Charleville-Mézières Charleville-Mézières,, en el departamento de las Ardenas, Ardenas, en el noreste de Francia, en la calle conocida hoy como Bérégovoy. Su padre, padre, Frédéric Frédéric Rimbaud Rimbaud,, era capitá capitánn del ejército ejército en en la guarnic guarnición ión de Mézières Mézières y participó participó
en la campaña de Argelia, donde obtuvo la Legión de Honor. Se casó con Vitalie Cuif, una joven natural de Chuffilly-Roche Chuffilly-Roche,, aldea cercana a Attigny, y se instalaron en Charleville. Tuvo con ella cinco hijos: Frédéric, Arthur, Victorine, Vitalie e Isabelle, antes de abandonar a su familia cuando Arthur tenía siete años. En la familia de Rimbaud se recuerda a la madre como una persona autoritaria, rígida educadora y con gran afán de respetabilidad. Prohibió a sus hijos jugar en la calle con los hijos de los obreros, y el domingo iban todos en fila a la iglesia cerrando la madre la marcha. Rimbaud detestaba la tiranía materna y se fugaba con frecuencia, pero siempre volvía al redil en Charleville donde, siendo todavía un jovenzuelo, se aburría mortalmente.
Caricatura de Rimbaud dibujada por Verlaine en 1872. Estudiante inquieto y burlón, era sin embargo superdotado y brillante: A los quince años ya había ganado todo tipo de premios de redacción y compuesto originales versos y diálogos en latín. Tras un concurso de composición latina sobre el tema de Yugurta Yugurta,, el profesor profesor Desdoue Desdouets ts dirá de él: él: «Nada «Nada banal banal germina germina dentro dentro de de esta esta cabeza. cabeza. Será Será un genio genio del Mal o un genio del Bien». En 1870 conoció a un nuevo joven maestro de retórica retórica,, Georges Izambard, Izambard, que se convirtió en su primer mentor literario; los originales versos en francés del poeta alcanzaron rápidamente una calidad máxima, dentro de una estética parnasiana. parnasiana. En una una de sus sus frecuent frecuentes es huídas, huídas, es es posible posible que que participase participase brevement brevementee en la la Comuna de París, París , en 1871, lo cual habría retratado en su poema L´Orgie parisienne parisienne ou ou Paris se se repeuple repeuple ( La La orgía orgía parisina parisina o París se repuebla repuebla). ). Probablemente fue víctima de un ataque sexual por parte de soldados comuneros borrachos. Su poema Le Coeur Coeur supplicié supplicié ( El El corazón corazón torturado torturado)) así lo insinúa. Para entonces, su conducta se había vuelto caótica e irreverente; había comenzado a beber y se divertía conmocionando a los burguese burguesess locales locales con sus vestime vestimentas ntas andrajosa andrajosas, s, sus sus pintadas pintadas de «Muera «Muera Dios» Dios» en las las iglesias y su cabello largo. La biografía de Rimbaud está bien documentada gracias a la conservación de sus cartas, cuyas ediciones han iluminado a todos los biógrafos. En una carta de 24 de mayo de 1870 enviada al representante de de Le Le Parnass Parnassee Contempo Contemporain rain,, Théodore de Banville, Banville , Arthur,
que sólo contaba entonces 15 años, afirma querer ser «parnasiano o nada». En su carta Ophélie,, Sensation, Sensation, Soleil et chair ), adjuntaba varios poemas, ((Ophélie ), a fin de obtener su apoyo o el del editor Alphonse Lemerre. Al mismo tiempo escribía a Izambard y Paul Démenty sobre su método para lograr la trascendencia poética, o el poder visionario, a través de «una larga, inmensa y racional locura de todos los sentidos» ( Les ( Les Lettres Lettres du Voyant Voyant , Las cartas del vidente). vidente ).
Relación con Paul Verlaine [editar ] Rimbaud fue convencido por su amigo Charles Auguste Bretagne a escribirle una carta a Paul Verlaine, Verlaine, un eminente poeta simbolista simbolista,, después de no haber obtenido respuesta de [1] otros poetas. poetas. Rimbaud envió a Verlaine dos cartas con varios de sus poemas, incluyendo el enigmático "Le Dormeur du Val" y "El barco ebrio". Verlaine quedó intrigado por el talento de Rimbaud y le respondió diciendo: "Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos". Junto a la carta mandó un boleto de tren a París. [2] Rimbaud llegó a finales de septiembre de 1871 atendiendo la invitación de Verlaine y pasó a vivir con Verlaine y su esposa.[3] Verlaine estaba casado con Mathilde Mauté, la cual tenía diecisiete años y estaba embarazada. En recopilaciones posteriores, Verlaine se expresó de Rimbaud como "Un joven con la cabeza de niño, con cuerpo adolescente aun en crecimiento y cuya voz, tenía altos y bajos como si fuera a quebrarse." [4] Rimbaud y Verlaine iniciaron rápidamente una tormentosa relación sentimental. Verlaine ya había tenido experiencias homosexuales antes, sin embargo, no se sabe si ésta era la primera primera de Rimbau Rimbaud. d. Durante Durante el el tiempo que estuvie estuvieron ron juntos, juntos, llevaron llevaron una salvaje salvaje vida disoluta de vagabundos, embriagados de ajenjo y hachís hachís.. Así escandalizaron a la elite literaria parisina, indignada en particular por el comportamiento de Rimbaud, auténtico arquetipo del enfant terrible. terrible. A lo largo de este período continuó escribiendo sus contundentes y visionarios versos modernos. La tempestuosa relación homosexual entre Rimbaud y Verlaine los condujo a Londres en septiembre de 1872 1872,, abandonando el último de ellos a su esposa e hijo pequeño (a quienes solía maltratar en extremo durante las iras causadas por el alcohol). Rimbaud y Verlaine vivieron en una considerable pobreza pobreza en Bloomsbury y en Camden Town, Town, viviendo de dar clases y de una pequeña mensualidad dada por la madre de Verlaine. Verlaine .[5] Rimbaud pasó sus días en el Museo Británico,, donde "la calefacción, la iluminación, las plumas y la tinta eran gratis." [5] Británico En julio de 1873 1873,, después de una pelea en extremo violenta en la mansión sita en el 1000 de la Rue de Brasseurs de Bruselas Bruselas,, Verlaine le disparó en la muñeca a Rimbaud. Temiendo por su vida, Rimbaud llamó a la policía. Verlaine fue arrestado y sometido a un humillante examen médico legal, luego de que se considerara la comprometedora correspondencia y las acusaciones de la esposa de Verlaine respecto de la naturaleza de la amistad entre los dos hombres. El juez fue inmisericorde y, a pesar de que Rimbaud retiró la denuncia, Verlaine fue condenado a dos años de prisión. Rimbaud regresó a Charleville y completó su Une Saison en Enfer ( Enfer (Una temporada en el infierno), infierno), en prosa, ampliamente reconocida como una de las obras pioneras del simbolismo moderno, y como una descripción de aquel drôle de ménage («pareja infernal»), cual fue la vida con Verlaine, su pitoya su pitoyable ble frère frère («pesaroso hermano»), la vierge folle («la virgen demente») de quien él era l´époux infernale («el esposo infernal»). En 1874 regresó a Londres, en compañía del poeta Germaine Nouveau, Nouveau, y terminó de
escribir sus controvertidas Illumin controvertidas Illuminations ations,, que incluyen los primeros dos poemas franceses en verso libre. libre.
Rimbaud en Harar Harar en en 1883
Su vida posterior (1875–1891) [editar ] Rimbaud y Verlaine se encontraron por última vez en 1875, en Alemania Alemania,, luego de que éste recuperara la libertad y tras su simulada conversión al catolicismo. Pero este encuentro no salió del todo bien, tomando en cuenta el hecho de que Verlaine salió del sitio de la reunión con cortaduras de navaja en la cara. Para entonces Rimbaud había abandonado la escritura y había optado por una vida estable de trabajo, harto ya de su salvaje existencia anterior, según algunos han afirmado, o en razón de que había decidido volverse rico e independiente, para después poder ser un poeta y hombre de letras libre de penurias penurias económ económicas, icas, segú segúnn especulan especulan otros. Continuó viajando extensamente por Europa por Europa,, mayormente a pie. En el verano de 1876, se enroló como soldado en el ejército holandés para viajar gratis a Java (Indonesia Indonesia), ), donde rápidamente desertó, regresando a Francia en barco. Viajó a Chipre y, en 1880, finalmente se radicó en Adén (Yemen Yemen), ), como empleado de cierta importancia en la Agencia Bardey. Allí tuvo varias amantes nativas; por un tiempo vivió con una abisinia. En 1884 dejó ese trabajo y se transformó en mercader cuentapropista en Harar , en la actual Etiopía Etiopía.. Hizo una pequeña fortuna como traficante de armas; hasta que en su rodilla derecha se desarrolló una sinovitis que degeneró en carcinoma carcinoma;; lo cual le forzó a regresar a Francia el 9 de mayo de 1891 1891,, donde días después le amputaron la pierna. Finalmente murió en Marsella, el 10 de noviembre, a la edad de 37 años.
Obras [ editar editar ] • • • • • • •
Poésies Poésies (c. 1869-1873) Le bateau bateau ivre ivre (1871) Une Saison en Enfer (1873) Enfer (1873) Les illumina illuminations tions (1874) Letters Letters (1870-1891) Le Soleil Soleil Était Était Encore Encore Chaud Chaud (1866) (1866) Proses Proses Évangeliq Évangeliques ues (1872)
Obras en castellano [ editar editar ] • •
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Poesías y otros Poesías otros textos textos.. Eds. Hiperión. Bilingüe. Traducción de Xoán Abeleira. Una temporada en el infierno. infierno . Eds. Hiperión. Bilingüe. Traducción de Xoán Abeleira. Iluminacione Ilumina cioness y Cartas del vidente. vidente. Eds. Hiperión. Bilingüe. Traducción de Xoán Abeleira. Poemas Poem as.. Mondadori Bolsillo. Traducción de Xoán Abeleira. Prometo Prome to ser bueno bueno:: cartas cartas completas completas.. Barril & Barral. Traducción de Paula Cifuentes.
Influencia [ editar editar ]
Los simbolistas. Verlaine y Rimbaud (sentados en la izquierda) Su influencia en la literatura moderna, en la música y en el arte es enorme. Rimbaud influyó en los siguientes artistas: en los poetas franceses posteriores en general, en los surrealistas, en los poetas beats, en Henry Miller , Anais Nin, Nin, William S. Burroughs, Burroughs, Pier Paolo Pasolini, Pasolini, Alejandro De Michele, Michele, Hugo Pratt, Pratt, Mário Cesariny de Vasconcelos, Vasconcelos , Klaus Kinski,, Patti Smith, Kinski Smith, Luis Alberto Spinetta, Spinetta, Bruce Chatwin, Chatwin, Penny Rimbaud, Rimbaud, Jim Morrison,, Cevladé Morrison Cevladé,, Mohamed Mohamed,, Bob Dylan, Dylan, Kurt Cobain, Cobain, Roby Draco Rosa, Richard Hell, Hell, Joe Strummer , entre otros muchos. Van Morrison escribió Tore Down a la Rimbaud . El escritor de terror Thomas terror Thomas Ligotti es afecto a la obra de Rimbaud. Los nadaistas colombianos,Alejandro colombianos,Alejandro De Michele, Michele, el poeta argentino que integrara el grupo Pastoral Pastoral,, acusó en sus comienzos una clara influencia de Rimbaud en obras como Tía Negra y Hoy, recién recién hoy hoy.. También en el dúo argentino Pedro y Pablo, los cuales en su disco Conesa, Conesa, de 1972, hacen un versión adaptada del poema «Alba» del libro Iluminacion Iluminaciones es,, llamando al tema «El alba del estío». Sin embargo es sabido que la más fiel seguidora de
Rimbaud es la poetisa y reina del punk Patti Smith quien desde su juventud siguió su escuela, hasta ser condecorada por el gobierno francés como la poetisa del rock. También influyó en el decadentismo decadentismo.. Para Rimbaud, «el poeta debe hacerse vidente a través de un razonado desarreglo de los sentidos». Se trata de «registrar lo inefable» y para ello «es «es precisa precisa una una alquimia alquimia verba verball que, que, nacida nacida de una alucinac alucinación ión de los sentidos sentidos,, se exprese como alucinación de las palabras»; al mismo tiempo, «esas invenciones verbales tendrán el poder de cambiar la vida». Cine [ editar editar ] Su relación sentimental con Verlaine en París y Londres fue llevada al cine el año 1995 1995,, en una notable película conocida en España Vidas al límite (título original: Total Eclipse), Eclipse), dirigida por la directora polaca Agnieszka Holland, Holland, con las interpretaciones de Leonardo Di Caprio en el papel de Rimbaud y David Thewlis en el de Verlaine. Dicha película está editada en DVD. Más recientemente, existe una nueva interpretación de Ben Whishaw en Not There. There. la película biográfica de Todd Haynes I'm Haynes I'm Not
Poemas de Arthur Rimbaud: A la música El ángel y el niño El baile de los ahorcados El sueño de Bismark (Fantasí (Fantasía) a) La brisa ¡La hemos vuelto a hallar!... Ofelia Primera velada Sensación Sol y carne Sueño para el invierno Sueño para el invierno (otra versión) Ir a: A media voz Ir a: Traducciones de poesía
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A la música Plaza de de la Estación, Estación, en Charl Charleville eville
A la plaza que un un césped dibuja, ralo ralo y pobre, pobre, y donde todo está está correcto, correcto, flores, flores, árboles, árboles, los burgueses jadeantes, que ahogan los calores, traen todos los jueves, de noche, su estulticia. -La banda militar, en medio del jardín, con el vals de los pífanos el chacó balancea: -Se exhibe el lechuguino en las primeras filas y el notario notario es tan sólo los dijes que que le cuelgan. cuelgan. Rentistas con monóculo subrayan los errores: burócratas burócra tas henchidos henchidos arrastran arrastran a sus damas damas a cuyo lado corren, fieles como cornacas, -mujeres con volantes que parecen anuncios. Sentados en los bancos, tenderos retirados, a la par que la arena con su bastón atizan, con mucha dignidad discuten los tratados , aspiran rapé en plata , y siguen: «¡Pues, decíamos!...» Aplastando en su banco un lomo orondo y fofo, Aplastando fofo, un burgués con botones de plata y panza nórdica saborea su pipa, de la que cae una hebra de tabaco; -Ya saben, lo compro de estraperlo. Y por el césped verde se se ríen los los golfantes, golfantes, mientras, enamorados por el son del trombón, ingenuos, los turutas, husmeando una rosa acarician al niño pensando en la niñera... Yo sigo, hecho hecho un un desastre, desastre, igual que que un estudiante, estudiante, bajo el castaño castaño de de indias, indias, a las alegres alegres chicas: chicas: lo saben y se vuelven, riéndose, hacia mí, con los ojos cuajados de ideas indiscretas. Yo no digo digo ni mú, mú, pero miro la carne de sus cuellos bordados, blancos, por bucles locos:
y persigo la curva, bajo el justillo leve, leve, de una espalda de diosa, tras el arco del hombro. Pronto, como un lebrel, acecho botas, medias... -Reconstruyo los cuerpos y ardo en fiebres hermosas. Ellas me encuentran raro y van cuchicheando... -Mis deseos brutales se enganchan a sus labios...
El ángel y el niño El nuevo año ha consumido ya la luz del primer día; luz tan agradable para los niños, tanto tiempo esperada y tan pronto olvidada, y, envuelto envuelto en sueño sueño y risa, el niño niño adormecido adormecido se se ha callado... callado... Está acostado en su cuna de plumas; y el sonajero ruidoso calla, junto a él, en el suelo. Lo recuerda y tiene un sueño feliz: tras los regalos de su madre, recibe los de los habitantes del cielo. Su boca se entreabre, sonriente, y parece que sus labios entornados invocan a Dios. Junto a su cabeza, un ángel aparece inclinado: espía los susurros de un corazón inocente y, como colgado de su propia imagen, contempla esta cara celestial: admira sus mejillas, su frente serena, los gozos de su alma, esta flor que no ha tocado el Mediodía : «¡Niño que a mí te pareces, vente al cielo conmigo! Entra en la morada divina; habita el palacio que has visto en tu sueño; ¡eres digno! ¡Que la tierra no se quede ya con un hijo del cielo! Aquí abajo, abajo, no podemos podemos fiamos de de nadie; los mortales mortales no acarician nunca con con dicha sincera; incluso del olor de la flor brota un algo amargo; y los corazones corazones agitados sólo gozan gozan de alegrías alegrías tristes; tristes; nunca la alegría reconforta sin nubes y una lágrima luce en la risa que duda. ¿Acaso tu frente pura tiene que ajarse en esta vida amarga, las preocupaciones turbar los llantos de tus ojos color cielo y la sombra del ciprés dispersar las rosas de tu cara? ¡No ocurrirá! te llevaré conmigo a las tierras celestes, para que unas tu voz al concierto de los habitantes del cielo. Velarás por los hombres hombres que se han quedado quedado aquí aquí abajo. ¡Vamos! Una Divinidad rompe los lazos que te atan a la vida. ¡Y que tu madre no se vele con lúgubre luto; que no mire tu féretro con ojos diferentes de los que miraban tu cuna; que abandone el entrecejo triste y que tus funerales no entristezcan su cara, sino que lance azucenas a brazadas, pues para un ser puro su último día es el más bello!» De pronto acerca, leve, su ala a la boca rosada... y lo siega, siega, sin que que se entere, entere, acogiendo acogiendo en sus alas alas azul cielo el alma del niño, llevándolo a las altas regiones, con un blando aleteo. Ahora, el lecho guarda guarda sólo unos miembros miembros empalide empalidecidos, cidos, en los que que aún hay hay belleza, belleza, pero ya no hay un hálito que los alimente y les dé vida. Murió... Mas en sus labios, que los besos perfuman aún, se muere la risa, y ronda el nombre nombre de su su madre; y según según se muere, muere, se acuerda acuerda de de los regalos regalos del del año que que nace. Se diría que sus ojos se cierran, pesados, con un sueño tranquilo. Pero este sueño, más que nuevo honor de un mortal, rodea su frente de una luz celeste desconocida, atestiguando que ya no es hijo de la tierra, sino criatura del Cielo.
¡Oh! con qué lágrimas la madre llora a su muerto ¡cómo inunda el querido sepulcro con el llanto que mana! Mas, cada vez que cierra los ojos para un dulce sueño, le aparece, en el umbral rosa del cielo, un ángel pequeñito que disfruta llamando a la dulce madre que sonríe al que sonríe. De pronto, resbalando en el aire, en tomo a la madre extrañada, revolotea con sus alas de nieve y a sus labios labios delicados delicados une sus sus labios divinos.
El baile de los ahorcados En la horca negra bailan, amable manco, bailan los los paladines, paladines, los descarnados danzarines del diablo; danzan que danzan sin fin los esqueletos de Saladín. ¡Monseñor Belzebú tira de la corbata de sus títeres negros, que al cielo gesticulan, y al darles darles en la frente un un buen zapatillazo zapatillazo les obliga a bailar ritmos de Villancico! Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles: como un órgano negro, los pechos horadados , que antaño damiselas gentiles abrazaban, se rozan y entrechocan, en espantoso amor. ¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza , trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio, ¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla! ¡Furioso, Belzebú rasga sus violines! ¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta! Todos se han despojado de su sayo de piel: lo que queda no asusta y se ve sin escándalo. En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro. El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas; cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla: parecen, cuando giran en sombrías refriegas, rígidos paladines, con bardas de cartón. ¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos! ¡y la horca negra muge cual órgano de hierro! y responden responden los los lobos desde bosqu bosques es morados: morados: rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno... ¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos, un rosario de amor por sus pálidas vértebras: ¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio! . Y de pronto, pronto, en el el centro de esta danza macabra macabra brinca hacia hacia el cielo cielo rojo, loco, un un gran esqueleto esqueleto,,
llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita y, al sentir sentir en el cuello cuello la la cuerda tiesa aún, aún, crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje con gritos que recuerdan atroces carcajadas, y, como un saltimbanqu saltimbanquii se agita en su caseta, caseta, vuelve a iniciar su su baile al son de la osamenta. osamenta. En la horca negra bailan, amable manco, bailan los los paladines, paladines, los descarnados danzarines del diablo; danzan que danzan sin fin los esqueletos de Saladín.
La brisa En su retiro de algodón, con suave aliento, duerme el aura: en su nido de seda y lana, el aura de alegre mentón Cuando el aura levanta su ala, en su retiro de algodón y corre do la flor flor lo llama su aliento es un fruto en sazón. ¡Oh, el aura quintaesenciada! ¡Oh, quinta esencia del amor! ¡Por el rocío enjugada, qué bien me huele en el albor! Jesús, José, Jesús, María. Es como el ala de un halcón que invade, duerme y apacigua al que se duerme en oración. Versión de Andrés Holguín
¡La hemos vuelto a hallar!... ¡La hemos vuelto a hallar! ¿Qué?, la Eternidad. Es la mar mezclada con el sol. Alma mía eterna, cumple tu promesa
pese a la noche solitaria y al día en fuego. Pues tú te desprendes de los asuntos humanos, ¡De los simples impulsos! Vuelas según.. Nunca la esperanza, no hay oriente. Ciencia y paciencia. El suplicio es seguro. Ya no hay mañana, brasas de de satén, vuestro ardor es el deber. ¡La hemos vuelto a hallar! -¿Qué?- -La Eternidad. Es la mar mezclada con el sol. Versión de Umberto Toso
Ofelia I En las aguas profundas que acunan las estrellas, blanca y cándida, cándida, Ofelia flota como como un gran gran lirio, flota tan lentamente, recostada en sus velos... cuando tocan a muerte en el bosque lejano. Hace ya miles de años que la pálida Ofelia pasa, fantasma blanco por el gran río negro; más de mil años ya que su suave locura murmura su tonada en el aire nocturno. El viento, cual corola, sus senos acaricia y despliega, despliega, acunado, acunado, su velamen azul; los sauces temblorosos lloran contra sus hombros y por su frente en sueños sueños,, la espadaña espadaña se pliega. pliega. Los rizados nenúfares suspiran a su lado, mientras ella despierta, en el dormido aliso, un nido del que surge un mínimo temblor... y un canto, canto, en oros, oros, cae del del cielo misterios misterioso. o. II ¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve, muerta cuando eras niña, llevada por el río! Y es que los fríos fríos vientos que caen caen de Noruega Noruega te habían susurrado la adusta libertad.
Y es que un arcano arcano soplo, al blandir blandir tu melena, melena, en tu mente traspuesta metió voces extrañas; y es que que tu corazón corazón escuchab escuchabaa el lamento lamento de la Naturaleza –son de árboles y noches. Y es que la voz del del mar, como como inmenso inmenso jadeo jadeo rompió tu corazón manso y tierno de niña; y es que que un día de abril, abril, un bello bello infante infante pálido, un loco miserioso, a tus pies se sentó. Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! . Te fundías en él como nieve en el fuego; tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra. –Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul. III Y el poeta nos dice que en la noche estrella estrellada da vienes a recoger las flores flores que cortaste , y que ha ha visto en el agua, recostada recostada en sus velos, a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.
Primera velada Desnuda, casi desnuda; y los árboles árboles cotillas cotillas a la ventana arrimaban, pícaros, su fronda pícara. Asentada en mi sillón, sillón, desnuda, juntó las manos. Y en el suelo, suelo, trepidaban, trepidaban, de gusto, sus pies, tan parvos. -Vi cómo, color de cera, un rayo con luz de fronda revolaba por su risa y su pecho pecho -en la la flor, mosca mosca , -Besé sus finos tobillos. Y estalló en risa, tan suave, risa hermosa de cristal. desgranada en claros trinos... Bajo el camisón, sus pies -¡Basta, basta!» -se escondieron. -¡La risa, falso castigo del primer atrevimiento! Trémulos, pobres, sus ojos mis labios besaron, suaves: -Echó, cursi, su cabeza hacia atrás: «Mejor, si cabe...!
Caballero, dos palabras...»» -Se tragó lo que faltaba con un beso que le hizo reírse... ¡qué a gusto estaba! -Desnuda, casi desnuda; y los árboles árboles cotillas cotillas a la ventana asomaban, pícaros, su fronda pícara. Versión de Andrés Holguín
Sensación Iré, cuando la tarde cante, azul, en verano, herido por el trigo, a pisar la pradera; soñador, sentiré su frescor en mis plantas y dejaré que el viento viento me me bañe la la cabeza. cabeza. Sin hablar, sin pensar, iré por los senderos: pero el amor sin límites me crecerá en el alma. Me iré lejos, dichoso, como con una chica, por los campos , tan lejos como el gitano vaga. Marzo de 1870 Versión de Andrés Holguín
Sol y carne ¡Si volviera el tiempo, el tiempo que fue! Porque el hombre ha terminado, el hombre representó ya todos sus papeles. En el gran día, fatigado de romper los ídolos, resucitará, libre de todos sus dioses, y, como es del cielo, cielo, escrutará escrutará los los cielos. cielos. El ideal, el pensamiento invencible, eterno, todo el dios que vive bajo su arcilla carnal se alzará, se alzará, arderá bajo su frente. Y cuando cuando le veas veas sondear sondear el inmenso inmenso horizonte horizonte,, vencedorr de los viejos yugos, vencedo yugos, libre libre de todo todo miedo, miedo, te acercarás a darle la santa redención.
Espléndida, radiante, del seno de los mares, tú surgirás, derramando sobre el Universo con sonrisa infinita el amor infinito, el mundo vibrará como una inmensa lira bajo el estremec estremecimiento imiento de un beso beso inmenso... inmenso... El mundo tiene sed de amor: tú la apaciguarás, ¡oh esplendor de la carne! , ¡oh esplendor ideal ¡Oh renuevo de amor, triunfal aurora en la que doblegando a sus pies los dioses y los héroes, la blanca Calpigia y el pequeño Eros cubiertos con nieve de las rosas las mujeres y las flores su bellos pies cerrados! Versión de L.S.
Sueño para el invierno 1 a ella...
En el invierno viajaremos en un vagón de tren con asientos azules. Seremos felices. Habrá un nido de besos oculto en los rincones. Cerrarán sus ojos para no ver los gestos en las últimas sombras, esos monstruos huidizos, multitudes oscuras de demonios y lobos. Y luego en tu mejilla mejilla sentirás sentirás un un rasguño... rasguño... un beso muy pequeño como una araña suave correrá por tu cuello... Y me dirás: dirás: «¡búscala!», «¡búscala!», reclinan reclinando do tu cara cara -y tardaremos mucho en hallar esa araña, por demás indiscreta.
Sueño para el invierno (otra versión) A ella
En el invierno iremos en un vagoncito rosa con almohadones azules. Estaremos bien. Un nido de besos locos reposa en cada una de las blandas esquinas. Cerrarás los ojos para no ver a través del cristal hacer señas las sombras de la noche;
esas ariscas monstruosidades, populacho de negros lobos y negros demonios. Después sentirás tu mejilla rozada. Un leve beso, como una loca araña, te correrá por el cuello. Y me dirás: dirás: «Busca», «Busca», inclinando inclinando la cabeza; cabeza; y dedicaremos dedicaremos nuestro tiempo a encontra encontrarr ese animalito que viaja mucho.
Stéphane Mallarmé (París París,, 18 de marzo de 1842 – ibídem, 9 de septiembre de 1898 1898)) fue un poet un poetaa y crítico francés francés,, uno de los grandes del siglo XIX, XIX, que representa la culminación y al mismo tiempo la superación del simbolismo francés. Fue antecedente claro de las vanguardias que marcarían los primeros años del siguiente siglo. siglo. Contenido [ocultar ]
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1 Bi Biogr ograf afía ía 2 Obra 3 Fragmento de Igitur 4 Obras 5 Trad Traducci ucciones ones 6 Véase también tambi én 7 Bibl Bibliogr iografí afíaa
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Biografía [ editar editar ] Bautizado con el nombre Etienn nombre Etiennee Mallarmé Mallarmé,, al perder a su padre en 1849, fue tutelado por sus abuelos. La muerte de su hermana María lo marcó profundamente. Estudió el bachillerato bachillerato en Sens Sens.. En 1862, tras conocer a una joven alemana, Maria Gerhard, dejó su empleo para vivir con ella en Londres Londres,, con la idea de prepararse para ser profesor de inglés. Excluido del servicio militar en 1863, se casó en Londres con María el 10 de agosto y obtuvo su acreditación para enseñar inglés. En septiembre, fue nombrado jefe de estudios en el Instituto de Tournon Tournon;; en 1866 la revista Parna revista Parnasse sse Contem Contemporain porain publicó diez poemas poemas suyos; suyos; es es un año año que que abre un periodo periodo fundam fundamental ental para para él, él, porque porque durante durante una una estancia en Cannes en casa de su amigo y corresponsal Eugène Lefébure empieza a dudar de sus convicciones estéticas primitivas; este periodo se cierra en 1869. Mobrado profesor en Besançon Besançon,, comienza una correspondencia con Paul Verlaine. Verlaine. Consiguió el traslado al liceo de Aviñón y allí conoce el Movimiento Félibrige y entabla amistad con sus poetas en lengua prove lengua provenzal nzal:: Théodore Aubanel, Aubanel , Joseph Roumanille y Frédéric Mistral, Mistral, con quienes además mantuvo correspondencia; en 1867 logra el ansiado traslado al liceo Fontanes de París y, establecido en la capital, abre un famoso salón o tertulia tertulia.. En 1876 lo pinta Édouard Manet, Manet , el mismo año en que da a conocer su poema L'après-midi L'après-midi d'un faune. faune. Por entonces frecuenta a los poetas parnasianos Leconte de Lisle y José-Maria de Heredia.. Investigó el uso de la tipografía libre y el espacio en blanco en la poesía y el Heredia
verso libre en su poema más audaz, Un coup de dés jamais n'abolira le hasard (Una tirada de dados jamás derogará el azar ), azar ), de 1897. Al año siguiente (8 de septiembre de 1898) sufrió un fatal espasmo faríngeo mientras trabajaba en su poema Herod poema Herodías ías y pidió a su ayudante y a su hija que destruyeran sus escritos diciendo: « No « No hay hay herencia herencia literaria ahí...». ahí...». A la mañana siguiente, murió. Durante años, sus veladas literarias fueron consideradas el centro de la vida intelectual parisina. parisina. Entre Entre otros otros asistente asistentes, s, cabe cabe menciona mencionarr a los poetas poetas alemanes alemanes Stefan George y Rainer Maria Rilke, Rilke, a los franceses Paul Verlaine y Paul Valéry, Valéry, a los novelistas André Gide e Huysmans y al lírico irlandés W. B. Yeats. Yeats. Con dos amigos intercambió una caudalosa correspondencia: Henri Cazalis (conocido entre los parna los parnasianos sianos con el sobrenombre de Jean Lahor) y Eugène Lefébure, Lefébure, apasionado por la poesía y el ocultismo ocultismo,, que se haría muy célebre como egiptólogo egiptólogo.. El músico del impresionismo Claude Debussy compuso en 1892 una pieza de orquesta or questa sobre su poema La siesta siesta de de un fauno fauno,, y el también impresionista Maurice Ravel musicó poemas suyos en Trois poèmes de Stéphane Mallarmé Mallarmé (1913); a estos hay que agregar los compositores Darius Milhaud (Chansons bas de Stéphane Mallarmé, Mallarmé , 1917) y Pierre Boulez ( Pli Pli selon selon pli pli, 1957-62). José Lezama Lima, Lima, Poeta y escritor cubano escritor cubano estudioso y admirador de Mallarmé escribió: «... es, con Arthur con Arthur Rimba Rimbaud ud , uno de los grandes grandes centros centros de de polarizació polarizaciónn poéticos, poéticos, situado situado en el inicio de la poesía contemporánea y una de las aptitudes más enigmáticas y poderosas poderosas que existen existen en la historia historia de las las imágenes imágenes.. Sus páginas, páginas, y el murmullo murmullo de de sus sus timbres serán algún día alzados, para ser leídos por los dioses ». Obra [ editar editar ] En un principio la obra poética de Mallarmé mostró la huella de tres contemporáneos ilustres a los que reconoció como maestros: Théophile Gautier , Théodore de Banville y, sobre todo, Charles Baudelaire. Baudelaire. Pero pronto soltó amarras y se mostró autor de una obra poética poética tan breve breve como ambiciosa. ambiciosa. El oscuro oscuro y esteticista esteticista Mallarm Mallarméé inició, inició, en la segunda segunda mitad del siglo XIX, una renovación de la poesía cuya influencia se siente hasta nuestros días y que acabaría por trascender su Simbolismo inicial en una estética más ambiciosa, el Impresionismo,, que continuarían el orfismo de discípulos suyos como Rainer María Rilke Impresionismo o la poesía la poesía pura de Paul Valéry. Valéry. Divulgó su nueva poét nueva poética ica a través de la tertulia que mantenía en su casa, por ejemplo la introducción del verso libre y la construcción del poema poema alrededor alrededor de de un símbolo central. Fue uno de los pioneros del Decadentismo francés. Dueño de una sintaxis experimental, cuyo hipérbaton mezclaba construcciones inglesas y latinas, y de un ritmo y vocabulario poco comunes, Mallarmé creó poemas cerrados en sí mismos, lejos de cualquier realismo, donde el sentido proviene de las resonancias. En su poesía las sonoridades y los colores juegan un rol tan importante como los sentidos cotidianos que tienen las palabras, lo cual hace su traducción realmente difícil. Según algunos autores, Mallarmé es el creador de un impresionismo literario (escribió que su intención era "pintar no la cosa, sino el efecto que produce", por lo cual el verso no debía componerse de palabras, sino de intenciones, y todas las palabras borrarse borrarse ante ante la sensació sensación. n. Junto Junto con otros poetas, poetas, tales tales como Arthur Rimbaud, Rimbaud, fue poetas maldi malditos tos de Paul Verlaine. incluido en el libro Los libro Los poetas Verlaine. Fragmento de Igitur [ editar editar ] Es el sueño puro de una medianoche, desaparecida en sí misma, cuya Claridad reconocida, que permanece sola en su realización sumergida en la sombra, resume su
esterilidad en la palidez de un libro abierto que la mesa ofrece; página y decorado común de la Noche, si es que aún subsiste el silencio de una antigua palabra proferida por él, en la que, volviendo, la Medianoche evoca su sombra acabada y ausente con estas palabras: Yo fui la hora que debe purificarme. Obras [ editar editar ] • •
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Herodías Herodías (1864 1864)) Preludio Preludio a la siesta de un fauno ( L'après-midi L'après-midi d'un faune faune,, 1865 1865), ), que sirvió de inspiración a Claude Debussy para su pieza musical homónima. Los dioses dioses antiguos antiguos ( Les Les Dieux Dieux Antiques Antiques , 1879 1879)) Divagacion Divagaciones es ( Divagations Divagations1897 1897)) Una tirada de dados jamás abolirá el azar (Un coup de dés jamais n'abolira le hasard , 1897 1897), ), su última obra y la más experimental.
Traducciones [ editar editar ] El estilo de Mallarmé, particularmente difícil de trasvasar a otra lengua, exige mucho del traductor y con frecuencia ha de prescindir de la rima para poder acomodar mejor la forma, aunque Alfonso Reyes consiguió buenos resultados con los poemas breves conservando la rima. Por el verso suelto optaron Octavio Paz, Paz, Rosa Chacel y Pilar Gómez Bedate.. Bedate
Poemas de Stéphan Mallarmé: Angustia Angustia
(Otra versión)
Aparición Brisa marina Herodías La siesta de un fauno La tumba de Edgar Poe Las cuatro estaciones 1. Resurgir 2. Tristeza de verano 3. Suspiro 4. Invierno
Soneto
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Angustia Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena de todos los pecados de un pueblo que te ama, ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena bajo el tedio tedio incurable incurable que que mi labio labio derrama. derrama. Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos con que duermes después de tu engaño, extenuada, tras el telón ignoto de los remordimientos, tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada. Porque el Vicio, royendo mi majestad innata, con su esterilidad como a ti me ha marcado; pero mientras tu seno sin compasión recata un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho, pálido, por el lúgubre sudario obsesionado, ¡con terror de morir cuando voy solo al lecho! Versión de Andrés Holguín
Angustia (Otra versión) Yo no vengo vengo esta esta noche para vencer vencer tu cuerpo, cuerpo, en el que están los pecados de un pueblo ni para, en tu impuro cabello, alzar tormenta bajo el fastidio fastidio incurabl incurablee .que destilan destilan mis besos. besos.
Pido a tu lecho el pesado sueño sin fantasmas deslizándose a través de las cortinas ignoradas del remordimiento, que tú puedes saborear después de tus negras mentiras. Tú que sobre la nada sabes más que los muertos. Pues el vicio, royendo mi nativa nobleza, me ha marcado, como a ti, con el sello de la esterilidad; mas en tanto que tu seno de piedra lo habita un corazón que la garra de ningún crimen hiere, yo huyo, huyo, pálido, deshecho deshecho,, obsesionado obsesionado por por mi sudario, sudario, temiendo morir cuando duermo solo. Versión de L. S.
Aparición La luna se entristecía. Serafines llorando sueñan, el arquillo en los dedos, en la calma de las flores vaporosas, vaporosa s, sacaban sacaban de las lángui lánguidas das violas violas blancos sollozo sollozoss resbalando resbalando por por el azul de las corolas, corolas, Era el día bendito de tu primer beso. Mi ensueño que se complace en martirizarme se embriagaba sabiamente con el perfume de tristeza Que incluso sin pena y sin disgusto deja el recoger de su sueño al corazón que lo ha acogido. Vagaba, pues, con la mirada fija en el viejo enlosado, enlosado, cuando con el sol en los cabellos, en la calle y en la tarde, tarde, tú te me apareciste apareciste sonriente, sonriente, y yo creí creí ver el hada del brillan brillante te sombrero, sombrero, que otrora aparecía en mis sueños de niño mimado, dejando siempre, de sus manos mal cerradas, cien blancos ramilletes de estrellas perfumadas. Versión de L. S.
Brisa marina Leí todos los libros y es, ¡ay! , la carne triste. ¡huir, huir muy lejos! Ebrias aves se alejan entre el cielo y la espuma. Nada de lo que existe, ni los viejos jardines que los ojos reflejan, ni la madre que, amante, da leche a su criatura, ni la luz que en la noche mi lámpara difunde sobre el papel en blanco que defiende su albura
retendrá al corazón que ya en el mar se hunde. ¡Yo partiré! ¡Oh, nave, tu velamen despliega y leva al al fin las anclas anclas hacia hacia incógnitos incógnitos cielos! cielos! Un tedio, desolado por la esperanza ciega, confía en el supremo adiós de los pañuelos. Y tal vez, son tus mástiles de los que el viento lanza lanza sobre perdidos náufragos que no encuentran maderos, sin mástiles, sin mástiles, ni islote en lontananza... Corazón, oye cómo cantan los marineros! Versión de Andrés Holguín
Herodías (Escena)
La nodriza - Herodías Nodriza Nodriz a
¡Vives! ¿O aquí la sombra miro de una princesa? A mis labios labios tus dedos, sus sus anillos, anillos, y cesa cesa de andar por ignoradas edades... Herodías Herodí as
Detente.
De mis inmaculados cabellos el torrente rubio, al bañar mi cuerpo solitario, lo hiela de horror, y mis cabellos, que la luz encarcela, son inmortales. Un beso me mataría si la belleza no fuera la muerte... ¿Guía qué imán, y cuál mañana que olvidan los videntes vuelca su triste luz en ocasos muriente murientes, s, lo sé yo? Tú me has visto, mi nodriza invernal, bajo prisión prisión de piedras piedras y de duro metal metal donde arrastran leones viejos siglos arcanos entrar, mientras venía, fatal, puras las manos En el desierto aroma de estos reyes vetustos; ¿pero es que viste acaso cuáles fueron mis sustos? Me detengo en exilios soñando; se deshojan como al pie de una fuente cuyas linfas me acojan yertos lirios lirios en mí, mientras, mientras, con vivoos vivoos ojos ojos que ven cómo descienden los lánguidos despojos, en silencio, leones mis ensueños turbando apartan la indolencia de mis ropajes, cuando miran cómo mis pies pueden calmar el mar. Tráta tú las angustias seniles de calmar, ven, y que que mis cabellos cabellos imiten las las maneras maneras hoscas, que a ti dan miedo, de equinas cabelleras; ayúdame, que asi mirarte no te dejo, a peinarme indolentemente frente a mi espejo.
Nodriza Nodriz a
¿Si no la alegre mirra, en redomas guardada, de la esencia a vejeces de las rosas raptada quisieras, hija mia, comprobar la virtud fúnebre?
Herodías Herodí as
¡De perfumes basta! ¿No sabes tú que los odio, nodriza? ¿Buscas luego que sienta su embriaguez inundar mi frente macilenta? Quiero que mis cabellos, así no sean flores para esparcir olvido de humanos sinsabores sino el oro, por siempre virgen de las fragancias en sus crueles relámpagos y en sus lívidas ansias observen el helor estéril del metal, reflejándoos, gemas del baluarte natal, armas, vasos de días solos de mi niñez.
Nodriza Nodriz a
Perdón! Vuestra defensa la edad borró tal vez, De mi espíritu pálido cual negro libro, o viejo;
Herodías Herodí as
¡Basta! Ten frente a mí este espejo
¡oh espejo! agua fría que el tedio logró ver congelada, que a veces, y durante las horas, desolada de los sueños, buscando mis memorias, lo mismo que las hojas debajo de su profundo abismo. En ti me aparecí como sombra lejana, mas, ¡horror! por las noches en tu adusta fontana vi del disperso disperso sueño sueño la desnuda desnuda beldad. Nodriza, ¿bella soy'? Nodriza Nodriz a
Un astro, a la verdad mas esta trenza cae...
Herodías Herodí as
Que congelada va mi sangre hacia su fuente, y esta impiedad impiedad famosa famosa del gesto; ¿cuál ¿cuál endriago endriago seguro te abalanza sobre el siniestro halago? El beso y los perfumes brindados, corazón, y la mano, mano, sacrílega sacrílega siempre, siempre, el día son son (conmoverme buscabas sin duda) que no habría de morir en la torre sin desventura. ¡Oh día, oh día que Herodías con estupor observa! Nodriza Nodriz a
¡Tiempo extraño, en efecto, de qué el cielo os preserva! Erráis, oh sombra sola, renovado furor, y contemplando contemplando en vos precoz, precoz, y con horror horror pero siempre adorable como un sér inmortal, oh mi niña, y hermosa terriblemente, tal como... Herodías Herodí as
¿Mas no queréis conmoverme?
Nodriza Nodriz a
Quería ser a quien el Destino los secretos confía.
Herodías Herodí as
¡Oh, cállate!
Nodriza Nodriz a Herodías Herodí as
¿No me oís?
¿Vendría quizás? Estrellas puras,
Nodriza Nodriz a
¡Pero cómo, sino en medio de oscuras amenazas, pensar más implacable, en tanto, y como al dios pidiendo pidiendo que el espléndi espléndido do encanto encanto de vuestra gracia espera! ¿Para quién, devorada de angustias, conserváis la elación ignorada y el misterio misterio que que oculta vuestro sér? Herodías Herodí as
Para mí.
Nodriza Nodriz a
Triste flor que impasible crecer a solas vi, vana sombra sombra en el agua vista vista con atonía. Herodías Herodí as
Vete, y tu compasió compasión n guárda guárda con tu ironía. Nodriza Nodriz a
Sin embargo, explicad: ingenua niña mía, este triunfal desdén ha de amainar un día.
Herodías Herodí as
¿Mas quién me tocará, de leones temida? Además, nada humano Además, humano deseo, deseo, y esculpid esculpida, a, si al paraíso ve que mi mirada ha errado, es que recuerdo un día tu leche haber gustado. Nodriza Nodriz a
¡Víctima lamentable que al Destino se ofrece!
Herodías Herodí as
¡Sí, para mí, desierta, mi juventud florece! Ya lo sabéis, sabéis, jardines jardines de amatista, anegados anegados sin término en sapientes abismos deslumbrados. Oros ignotos, luz que antigua persevera bajo el sueño sueño sombrío sombrío de una tierra primera, joyas en que mis ojos, como como gemas gemas lustrales, lustrales, beben su claridad claridad melodiosa; melodiosa; metales que un esplendor fatal dáis a mi cabellera juvenil, y a su torva torva majestad majestad altanera. altanera. En cuanto a ti, mujer nacida en horas vanas, y para la maldad maldad de de las grutas grutas arcanas, arcanas, ¡y que hablas de un mortal! Según que, si en mis vestes, los cálices, aroma de delicias agrestes, daban a mi desnudo cándida conmoción. Sibila que, si el tibio azur de la estación,
tras él, nativamente descubre la doncella me mira en mi pudor titilante de estrella, ¡muero! Gusto el horror de ser virgen; quisiera vivir entre entre el terror terror que da mi cabellera cabellera para, cuando en la noche retirada, serpiente inviolada, sentir en la carne impotente tu pálido fulgor, tu mate claridad, tú, que vives y mueres y ardes de castidad, ¡noche blanca de hielos y de nieve crüel! Tú, solitaria hermana, mi eterna hermana fiel, Hacia ti volará mi sueño con la rara Virtud de de un corazón corazón que que así lo consagrara, consagrara, En mi patria monótona sola vedme. En redor De mí, todo en el culto vive del resplandor De un cristal que en su calma sabe copiar radiante A Herodías Herodías de clara clara mirada mirada de diamante. diamante. ¡Sí! Sé que sola estoy, ¡oh encanto postrimer! Nodriza Nodriz a
¿Señora, ansiáis entonces morir?
Herodías Herodí as
No, pobre sér, cálma, y si mi rigor has de olvidar, ¡abur! Mas antes los postigos ciérra, pues el azur seráfico sonríe tras las vidrieras hondas, y yo detesto detesto el bello azur! ¿En ondas que allá se mecen, sabes acaso de un lugar donde el siniestro espacio tenga el torvo mirar de Venus, que en las frondas fulgura en el Ocaso? Allí voy. Pero enciénde (pueril lo ves acaso) la cera de estas hachas que con llama ligera llora entre el oro vano su congoja extranjera. Nodriza Nodriz a
¿Y bien?
Herodías Herodí as
Adiós entonces. entonces. de mis labios!
¡Mientes, desnuda flor
Yo siento venir ignoto amor o bien, de tus clamores y el misterio ignorante, un supremo sollozo lanzas, agonizante, de una infancia que siente cómo, en sus fantasías, se separan por fin sus yertas pedrerías. Versión de Otto de Greiff
La siesta de un fauno (Égloga) El Fauno: Fauno:
Estas ninfas quisiera perpetuar. Que palpite su granate ligero, y en el aire dormite en sopor apretado. ¿Quizás un sueño amaba? Mi duda, en oprimida noche remota, acaba en más de una sutil rama que bien sería los bosques mismos, al probar que me ofrecía como triunfo la falta ideal de las rosas. Reflexionemos... ¡Si las mujeres que glosas un deseo figuran de tus locos sentidos! Se escapa la ilusión de los ojos dormidos y azules, azules, cual llorosa llorosa fuente, fuente, de la la más casta; casta; ¡mas, la otra, en suspiros, dices tú que contrasta como brisa del día cálido en tu toisón! ¡Que no! que por la inmóvil y lasa desazón -el sol con la frescura matinal en reyertano murmura agua que mi flauta no revierta al otero de acordes rociado; sólo el viento fuera de los dos tubos pronto a exhalar su aliento en árida llovizna derrame su conjuro; es, en la línea tersa del horizonte puro, el hálito visible y artificial, el vuelo con que la inspiración ha conquistado el cielo. Sicilianas orillas de charca soporosa que al rencor de los soles mi vanidad acosa, tácita bajo flores de centellas, DECID: "Que yo cortaba juncos vencidos en la lid "por el Talento; al oro glauco de las lejanas "verduras consagrando su viña a las fontanas, "ondea una blancura animal en la siesta; "y que al preludio lento de que nace la fiesta, "vuelo de cisnes, ¡No! de náyades, se esquive " "o se Sumerja... Fosca, la hora inerte avive sin decir de qué modo sutil recogerá húmenes anhelados por el que busca el LA: me erguiré firme entonces al inicial fervor, recto, bajo oleadas antiguas de fulgor, ¡Lis! uno de vosotros para la ingenuidad. Sólo esta nada dócil, oh labios, propalad, beso que que suavemente suavemente perfidias asegura asegura.. Mi pecho, virgen antes, muestra una mordedura misteriosa, legado de algún augusto diente; ¡Y basta! arcano tal buscó por confidente junco gemelo gemelo y vasto que al sol sol da su tonada
que, desviando de sí mejilla conturbada, sueña, en un solo lento, tramar en ocasiones la belleza en redor, quizá por confusiones falsas entre ella misma y nuestra nota pura; y de lograr, lograr, tan alto como el el amor fulgura, fulgura, desvanecer del sueño sólito de costado o dorso puro, por mi vista ciega espiado, una línea vana, monótona y sonora. ¡Quiére, pues, instrumento de fugas, turbadora siringa, florecer en el lago en que aguardas! Yo, en mi canto engreído engreído,, diré fábulas fábulas tardas tardas de las diosas; y por idólatras pinturas, a su sombra hurtaré todavía cinturas: así cuando a las vides la claridad exprimo, por desechar la pena que me conturba, mimo risas, alzo el racimo ya exhausto, al sol, y siento cuando a las luminosas pieles filtro mi aliento, mirando a su trasluz un ávida embriaguez. Oh ninfas, los RECUERDOS unamos otra vez. "Mis ojos, tras los juncos, hendían cada cuello "inmortal, que en las ondas hundía su destello "y un airado clamor al cielo desataba; "y el espléndido baño de cabellos volaba "entre temblor y claridad, ¡oh pedrería! "corro; cuando a mis pies alternan (se diría "por ser dos, degustando, langorosas, el mal) "dormidas sólo en medio de un abrazo fatal: "las sorprendo, sin desenlazarlas, y listo "vuelo al macizo, de fútil sombra malquisto, "de rosas que desecan al sol todo perfume, "en que, como la tarde, nuestra lid se resume". ¡Yo te adoro, coraje de vírgenes, oh gala feroz del sacro fardo desnudo que resbala por huír de mi labio fogoso, y como un rayo zozobra! De la carne misterioso desmayo; de los pies de la cruel al alma de la buena que abandona a la vez una inocencia, llena de loco llanto y menos atristados vapores. "Mi crimen es haber, tras de humillar temores "traidores, desatado el intrincado nido "de besos que los dioses guardaban escondido; "pues, yendo apenas a ocultar ardiente risa "tras los pliegues felices de una sola (sumisa "guardando para que su candidez liviana "se tiñera a la fiel emoción de su hermana "la pequeñuela, ingenua, sin saber de rubor); "ya de mis brazos muertos por incierto temblor, "esta presa, por siempre ingrata, se redime "sin piedad del sollozo de que embriagado vime". ¡Peor! me arrastrarán otras hacia la vida por la trenza a los cuernos de mi frente ceñida; tú sabes, mi pasión, que, púrpura y madura, toda granada brota y de abejas murmura; y nuestra nuestra sangre loca por quien asirla asirla quiere, quiere, fluye por el enjambre del amor que no muere.
Cuando el bosque de oro y cenizas se tiña, una fiesta se exalta en la muriente viña: ¡Etna! En medio de ti, de Venus alegrado, en tu lava imprimiendo su coturno sagrado, si un sueño triste se oye, si su fulgor se calma, ¡tengo la reina! Oh cierto castigo... Pero el alma de palabras vacante, y este cuerpo sombrío tarde sucumben al silencio del estío: sin más, fuerza es dormir, lejano del rencor, sobre la arena sitibunda, a mi sabor, ¡la boca abierta al astro de vinos eficaces! ¡Oh par, abur! La sombra miro en que te deshaces. Versión de Otto de Greiff
La tumba de Edgar Poe Tal como al fin el tiempo lo transforma en sí mismo, el poeta despierta con su desnuda espada a su edad que no supo descubrir, espantada, que la muerte inundaba su extraña voz de abismo. Vio la hidra hidra del vulgo, vulgo, con con un vil paroxismo, que en él la antigua lengua nació purificada, creyendo que él bebía esa magia encantada en la onda vergonzosa de un oscuro exorcismo. Si, hostiles alas nubes y al suelo que lo roe, bajo-relieve suyo bajo-relieve suyo no esculpe esculpe nuestra nuestra mente para adornar la tumba deslumbrante de Poe, que, como bloque intacto de un cataclismo oscuro, este granito al menos detenga eternamente los negros vuelos que alce el Blasfemo futuro. Versión de Andrés Holguín
Las cuatro estaciones 1. Resurgir Primavera enfermiza tristemente ha expulsado Al invierno, invierno, estación estación de arte sereno, sereno, lúcido, lúcido,
Y, en mi ser ser presidido presidido por la sangre sombría, La impotencia se estira en un largo bostezo. Unos blancos crepúsculos se entibian en mi cráneo Que un cerco férreo ciñe como a una vieja tumba Y triste, tras tras un sueño sueño bello y etéreo, vago Por campos do la inmensa savia se pavonea. Luego caigo enervado de perfumes arbóreos, Cavando con mi rostro una fosa a mi sueño, Mordiendo el suelo cálido donde crecen las lilas, Espero que, al hundirme, mi desgana se alce... -Mientras, el Azur ríe sobre el seto y despierta Tanto pájaro en flor que al sol gorgea-.
2. Tristeza de verano El sol, sobre la arena, luchadora durmiente, Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro Y, consumiendo consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla, mejilla, Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso. De ese blanco flameo esa inmutable calma Te ha hecho, triste, decir -oh, mis besos miedosos-: "¡Nunca seremos una sola momia Bajo el desierto antiguo y felices palmeras!" ¡Pero tu cabellera es un río tibio, Donde ahogar sin temblores el alma obsesionante Y encontrar encontrar esa Nada desconoci desconocida, da, tuya! Yo probaré probaré el afeite afeite llorado llorado por tus tus párpados, párpados, Por ver si sabe dar al corazón que heriste La insensibilidad del azur y las piedras.
3. Suspiro Mi alma hacia tu frente donde sueña Un otoño alfombrado de pecas, calma hermana, Y hacia el errante cielo de de tus ojos ojos angélicos angélicos Asciende, Asciend e, como en un melancó melancólico lico parque, parque, Fiel, un surtidor blanco suspira hacia el azul. -Hacia el Azur eternecido de octubre puro y pálido Que mira en los estanques su languidez sin fin Y deja, sobre sobre el agua agua muerta muerta do la salvaje Agonía de de las hojas hojas yerra al viento y excava un frío surco, surco, Arrastrarsee al sol gualda de un larguisimo Arrastrars larguisimo rayo.
4. Invierno ¡El virgen, el vivaz y bello día de hoy Da un aletazo ebrio va a desgarrarnos este Lago duro olvidado que persigue debajo de la escarcha El glaciar transparente de los vuelos no huidos! Un cisne de otro tiempo se acuerda de que él es Quien, aun sin esperanza, magnífico se libra Por no haber cantado la región do vivir Cuando ha esplendido el tedio del estéril inviemo.
Sacudirá su cuello entero esta blanca agonía Por el espacio impuesto al ave que lo niega, Mas no el horror del suelo que aprisiona al plumaje. Fantasma que su puro destello a este lugar asigna, Se aquieta en el ensueño helado del desprecio Que entre su exilio inútil viste el Cisne. Versión de: Aníbal Núñez
Soneto El de sus puras uñas onix, alto en ofrenda, La Angustia, es medianoche, levanta, lampadóforo, Mucho vesperal sueño quemado por el Fénix Que ninguna recoge ánfora cineraria: Salón sin nadie en las credencias conca alguna, Espiral espirada de inanidad sonora, (El Maestro se ha ido, llanto en la Estigia capta Con eso solo objeto nobleza de la Nada.) Mas cerca la ventana vacante al norte, un oro Agoniza según tal vez rijosa rijosa fábula fábula De ninfa alanceada por llamas de unicornios Y ella apenas apenas difunta difunta desnuda desnuda en el espejo Que ya en las nulidades que claüsura el marco Del centellar se fija súbito el septimino.
Douai,, 20 de junio de 1786 – París – París,, 23 de julio de 1859 1859)) Marceline Desbordes-Valmore Desbordes-Valmore (Douai fue una poetisa francesa francesa.. Durante la Revolución francesa, francesa , se mudó con sus padres al archipiélago de Guadalupe Guadalupe.. En 1817 1817,, se casó con su segundo marido, el actor Prosper Lanchantin-Valmore. En 1819 1819,, publicó su primer poema, titulado Élégie titulado Élégiess et Roman Romances ces,, además hizo varias apariciones como actriz y cantante en el Teatro Nacional de la Opéra-Comique y en el teatro La teatro La Monnaie Monnaie.. Su poesía es conocida por ser oscura y depresiva. Es la única mujer incluida en una de las secciones de Los de Los poetas poetas maldito malditoss de Paul Verlaine. Verlaine.
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1 Obras 2 Bibl Bibliogr iografí afíaa 3 Véase también tambi én
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Obras [ editar editar ] • • • • • • • • •
1816 — Chansonnier 1816 — Chansonnier des grâces 1819 — 1819 — Élégies Élégies et romance romancess Elégies et Poésies Poésies nouvelles nouvelles 1825 — 1825 — Elégies 1829 — 1829 — Album Album du jeune jeune âge âge 1830 — 1830 — Poésies Poésies Inédites Inédites 1833 — 1833 — Les Les Pleurs Pleurs 1839 — 1839 — Pauvres Pauvres Fleurs Fleurs Bouquets et et prières prières 1843 — 1843 — Bouquets 1860 — 1860 — Poésies Poésies posthum posthumes es (póstuma)
Los sollozos de Marceline Desbordes-Valmo Desbordes-Valmore re Nota: Traducción de Mauricio Bacarisse (1921)
¡El infierno está aquí! El otro no me asusta. Empero, el purgatorio mi corazón disgusta. De él me han hablado mucho y su nombre funesto en mi corazón débil ha encontrado su puesto. Cuando la ola de días va agostando mi flor, el purgatorio veo al perder el color. ¡Si es cierto lo que dicen, es preciso ir allí, Dios de toda existencia, para llegar a ti! Allí habrá que bajar, sin más luna ni luz que el peso del temor y del amor la cruz. Para oír cómo gimen las almas condenadas sin poderles decir “¡Estáis ya perdonadas!” ¡Dolor de los dolores; no poder agotar los sollozos que intentan por doquiera brotar!
De noche tropezar en celdas intranquilas que ningún alba tiñe con sus claras pupilas. Ni poder poder decir decir al Señor Señor incomp incomprendid rendido: o: “¡Ay, Salvador de mi alma!, ¿es que aún no has venido?” Me escondo; tengo miedo de tener miedo y frío, como el ave caída teme por su albedrío. A un recuerdo mis brazos vuelvo a abrir tristemente, y mi alma más cercana el purgatorio siente. Sueño que estoy en él, tras la muerte llevada, como una esclava indócil, al fin de la jornada, cubriendo con las manos el semblante abatido, pisando pisando el el corazón, corazón, por por tierra malhe malherido. rido. Allí voy; precediéndome, mi llegada proclamo y no oso desear nada de lo que amo. Y este corazón mío no tendrá más dulzura que los lejanos ecos de su antigua ventura. Cielos, ¿adónde iré sin pies para huir? ¿Adónde llamaré sin llave para abrir? Mientras el fallo eterno rechace mi plegaria no arderá ante mis ojos ninguna luminaria. No he de ver ver más escenas escenas munda mundanas nas y horrorosas horrorosas que abatan mis humildes miradas dolorosas. ¡No gozaré del sol! ¿Por qué?... La luz querida para el mal en la tierra, emper empero, o, está encendida. encendida. Ve el culpable que a la horca su delito conduce el saludo del orbe que se divierte y luce. ¡En los aires no hay pájaros! ¡No hay fuego en el hogar! ¡Y ni un Ave María reza el aura al pasar! Para el junco del lago no hay un soplo viviente ni aire para que exista un átomo viviente. Ni el zumo zumo de de las frutas que ofrece ofrecenn su frescura frescura al ingrato, tendré en mi sed y calentura.
Del corazón ausente que me hará padecer acumularé el llanto que no puedo verter. Cielos, ¿adónde iré sin pies para huir? ¿Adónde llamaré sin llave para abrir? ¡No más recuerdos de esos que me embargan de llanto tan vivos, que viviera yo siempre de su encanto! ¡No más familia dulce, sentada en el umbral que bendice cantando el sueño patriarcal! ¡Ni más voz adorada, cuya gracia invencible hasta la Nada absurda tornaría sensible! No más más libros divinos divinos desde desde el el cielo exfoliados, exfoliados, conciertos para el alma por la vista escuchados. Y no osando morir tampoco oso vivir ni buscar en la muerte quién me ha de redimir. ¿Por qué hay sobre las cunas, padres, la flor de un hijo si al árbol y al arbusto siempre el cielo maldijo? Cielos, ¿adónde iré sin pies para huir? ¿Adónde llamaré sin llave para abrir? ¡Bajo la cruz se inclina el alma prosternada, del dolor de nacer con morir castigada! Mas no tengo en la muerte si me siento expirar ni una lejana voz que aconseje esperar. ¡Si en el cielo apagado alguna estrella pálida esta melancolía besara con luz cálida! ¡Si bajo las sombrías bóvedas del horror viera cómo me ven dos ojos con amor! ¡Ay, sería mi madre, intrépida y bendita, que bajaría a ver a su hija precita! ¡Sí; mi madre podría al Dios justo ablandar y ella me sacaría del horrible lugar! De la esperanza joven alzara el fuerte viento
al fruto derribado por tanto sufrimiento. Sentiría sus brazos, dulces, fuertes y hermosos, arrastrarme, abrazada con ímpetus briosos. El aire auxiliaría a mis alas nacientes como a las golondrinas libres e independientes. Huiría para siempre, pues mi madre al partir viva me llevaría hacia lo porvenir. Mas antes de pasar las mortales fronteras otras almas quisiéramos tener por compañeras. Y en aquel campo fúnebre en que dejaba flores y el aroma que exhalan los llantos de dolores caeríamos, solícitas, entusiastas y ardientes, gritando “¡Acompañadnos!” a las almas dolientes. “¿Venís hacia el estío en que ha de retoñar el amor en que no hay que morir ni llorar? ¡Con Dios y sus palomas venid en santos vuelos! ¡Dejad vuestros sudarios; no hay tumbas en los cielos! ¡El sepulcro está roto por la eterna pasión! ¡Mi madre nos concibe en la eterna mansión!” debe escribir; lo hago, para que lejos en mi alma puedas leer cómo al partir. No he de trazar trazar un un signo signo que en ti mejor mejor grabad grabadoo no exista ya. De quien se ama, el vocablo cien veces pronunciado nuevo será. La dicha sea contigo; yo sólo he de esperar, y aunque distante, yo me siento ir a ti para ver y escuchar tu paso errante. ¡Jamás la golondrina al cruzar el sendero pueda pueda apartarte apartarte!! Será mi fiel cariño que pasará ligero para rozarte… rozarte… Tú te vas, como todo se va… Su éxodo emprenden
la luz, la flor; el estío te sigue; las tormentas sorprenden mi triste amor. De esperanza y zozobra suspira mientras tanto el que no ve… Repartámoslo bien: a mí me queda el llanto, a ti la fe. Yo no quiero que sufras, que está muy arraigado mi amor por ti. Quien desea dolores para el ser adorado guarda odio a sí.
Auguste Villiers de L'Isle-Adam (1838 1838--1889 1889)) fue un escritor escritor francés francés cuya obra, que abarca la poesía la poesía,, el teatro y la narración narración,, se orientan en gran parte hacia el movimiento simbolismo.. Dotado de un vigoroso poder expresivo, capaz de conferir sus obras un estilo simbolismo torturado, a la vez violento y profundamente lírico. Los cuentos de Villiers son muy desiguales; al lado de algunos absurdos y exagerados, se dan otros en los que el humor, la ironía o el terror macabro dan lugar a situaciones excepcionalmente sugerentes. Obras [ editar editar ] • • • • •
1862 - Isis 1883 - Cuentos Crueles 1886 - La Eva Eva futura futura 1888 - Historias Historias insólitas insólitas 1888 - Nuevos Nuevos cuentos cuentos crueles crueles
Cuentos Antonia [Cuento. Texto completo]
Villiers de L'Isle Adam
Íbamos a menudo a casa de la Duthé: allí hablábamos de moral y otras veces hacíamos cosas peores. -El Príncipe de Ligne
Antonia vertió agua helada en un vaso y puso en él su ramo de violetas de Parma: -¡Adiós a las botellas de vino de España! -dijo. E, inclinándose hacia un candelabro, encendió, sonriendo, un papelito liado con una pizca de phëresli 1; este movimiento hizo brillar sus cabellos, negros como el carbón. Toda la noche habíamos estado bebiendo jerez. Por la ventana, abierta sobre los jardines de la villa, oíamos el rumor de las hojas. Nuestros bigotes Nuestros bigotes estaban estaban perfum perfumados ados con sándal sándalo, o, y, tambié también, n, Antonia Antonia nos nos dejaba dejaba coger coger las rosas rojas de sus labios con un encanto a la vez tan sincero que no despertaba ningún tipo de celos. Alegre, se contemplaba luego en los espejos de la sala; cuando se volvía hacia nosotros, con aires de Cleopatra, era para verse en nuestros ojos. En su joven seno había un medallón de oro mate, con sus iniciales en pedrería, sujeto con una cinta de terciopelo negro. -¿Símbolo de luto? Ya no lo amas. Y como la abrazaran, ella dijo: -¡Vean! Separó con sus finas uñas el cierre de la misteriosa joya: el medallón se abrió. Allí dormía una sombría flor de amor, un pensamiento, artísticamente trenzado con cabellos negros. -¡Antonia!... según esto, ¿tu amante debe ser algún joven salvaje encadenado por tus malicias? -¡Un cándido no daría, tan ingenuamente, semejantes muestras de ternura! -¡No está bien mostrarlo en momentos de placer! Antonia estalló en una carcajada tan primorosa, tan gozosa, que tuvo que beber, precipitada prec ipitadamente mente,, entre sus sus violetas violetas,, para no ahogars ahogarse. e. -¿No es necesario tener cabellos en un medallón?... ¿cómo testimonio?... -dijo ella. -¡Naturalmente! ¡Sin duda! -¡Ay! mis queridos amantes, tras haber consultado todos mis recuerdos, he escogido uno de mis rizos, y lo llevo... por llevo... por espíritu espíritu de de fidelidad. fidelidad.
Amigas de pensionado [Cuento. Texto completo]
Villiers de L'Isle Adam
A Octave Octave Maus Maus Nada sirve de nada. Y, ante ante todo, no hay nada. Sin embargo, todo llega, pero esto es indiferente. -Théophile Gautier
Hijas de padres ricos, Félicienne y Georgette ingresaron, siendo muy niñas aún, en el célebre pensionado de la señorita Barbe Désagrémeint. Allí -aunque las últimas gotas del destete humedecieran todavía sus labios-, las unió pronto una amistad amistad profu profunda, nda, basad basadaa en su coincide coincidencia ncia respe respecto cto a las las naderías naderías sagra sagradas das del tocado De la misma edad y de un encanto de la misma índole, la paridad de instrucción sabiamente restringida que recibieron juntas consolidó su afecto. Por otra parte, ¡oh misterios femeninos!, al punto e instintivamente, a través de las brumas de la tierna edad, habían sabido que no podían hacerse sombra. De clase en clase, no tardaron en advertir, por mil detalles de sus modales, la estima laica en que se tenían ellas mismas y que habían heredado de los suyos: lo indicaba la seriedad con que comían sus rebanadas de pan con mantequilla de la merienda. De modo que, casi olvidadas de sus familias, cumplieron dieciocho años casi simultáneamente, sin que ninguna nube hubiese nunca turbado el azul de su mutua simpatía, que, por otra parte, daba solidez a la exquisita terrenalidad de sus naturalezas, y por otro, idealizaba, si podemos pode mos decirlo decirlo,, su “honrad “honradez” ez” de de adolesce adolescentes. ntes. Bruscamente, habiendo la Fortuna conservado su deplorable carácter versátil, y como no existe nada estable en este mundo, ni siquiera en los tiempos modernos, sobrevino la Adversidad. Sus familias, radicalmente arruinadas en menos de cinco horas por La Gran Quiebra, tuvieron que sacarlas rápidamente del pensionado, donde, por lo demás, la educación de ambas señoritas podía considerarse como terminada. Se trató en seguida de casarlas, por medio de anuncios, como supremo recurso, el único arriesgado, sin demasiada locura, en aquella desgracia. Se ponderaron, en tipografía diamantina, sus “cualidades del corazón”, lo atractivo de sus figuras, su gentileza, sus estaturas, incluso su sensatez y sus inclinaciones caseras. Hasta se llegó a imprimir que sólo les gustaban los viejos. No se presentó ningún partido. ¿Qué hacer? ¿Trabajar? Perspectiva poco seductora y de incómoda práctica. Es verdad que Georgette demostraba cierta tendencia hacia la confección; y, por lo que atañe a Félicienne, algo la empujaba hacia la enseñanza. Pero se hubiera requerido lo imposible, a saber: esos primeros gastos de útiles y de instalación, gastos que (¡ siempre topando con esa bribona de Adversidad!) sus padres sólo podían permitirse en sueños. Fatigadas de la lucha, las dos muchachas, como sucede demasiado a menudo en las grandes ciudades, una noche, por primera vez, se retrasaron... hasta las doce y media del día siguiente. Entonces empezó la vida galante: fiestas, placeres, cenas, amores, bailes, carreras y estrenos. Sólo veían a sus familiares para hacerles pequeños servicios, proporcionarles entradas de teatro gratuitas o algo de dinero. En medio de aquel torbellino de polvo dorado, y aunque sus nuevas ocupaciones las obligaban por conveniencia a vivir separadas, Félicienne y Georgette debían fatalmente encontrarse. Sí, era inevitable. Pues bien, su amistad, lejos de atenuarse a causa de ese cambio de vida, se hizo más estrecha. En efecto, en medio del vértigo del mundo, es agradable poder solazarse, de vez en cuando, con algo puro y honrado, y ese algo lo obtenían, entre ellas, por el sencillo cambio mutuo de una mirada de otros tiempos cargada de inocentes recuerdos de su infancia en la Institución Désagrémeint, noble y casta ilusión cuyo inalienable tesoro afianzaba su simpatía. La impresión que sacaban con esta respectiva mirada les procuraba -por su contraste y a voluntad- una dulzona melancolía en la que ambas saboreaban por lo menos un resabio de aquella estima laica que les era innata. En una palabra, cada una sentía “que no eran las primeras prime ras llegada llegadas”. s”.
Catalina [Cuento. Texto completo]
Villiers de L'Isle Adam
Al señor Victor Wilder
Mi deliciosa y solitaria villa, situada a orillas del Marne, con su cercado y su fresco jardín, tan umbrosa en verano, tan cálida en invierno; mis libros de metafísica alemana; mi piano de ébano de sonidos puros; mi bata de flores apagadas, mis confortables zapatillas; mi apacible lámpara de estudio, y toda esta existencia de profundas meditaciones, tan gratas a mi gusto por el recogimiento. Una hermosa tarde de verano decidí sacudirme el encanto de todas estas cosas tomándome unas semanas de exilio. Así fue. Para relajar el espíritu de aquellas abstractas meditaciones, a las que por demasiado tiempo -me parecía- había consagrado toda mi juvenil energía, acababa de concebir el proyecto de realizar algún viaje divertido, en el que las únicas contingencias del mundo fenomenal distraerían, por su frivolidad misma, el ansioso estado de mi entendimiento en lo que concierne a las cuestiones que, hasta entonces, lo habían preocupado preoc upado.. Quería... no pensar más, dejar descansar la mente, soñar con los ojos abiertos como un tipo convencional. Semejante viaje de recreo no podía -así lo creí- sino ser útil a mi querida salud, pues la realidad es que yo me estaba debilitando sobre aquellos temibles libros. En resumen, esperaba que semejante distracción me devolvería al perfecto equilibrio de mí mismo y, al regreso, apreciaría sin dudar las nuevas fuerzas que esta tregua intelectual me procuraría. Queriendo evitar en aquel viaje cualquier ocasión de pensar o de encontrarme con pensadores pensa dores,, no hallaba hallaba sobre la superficie superficie del globo globo -salvo -salvo paíse paísess completam completamente ente rudimentarios-, no hallaba sino un único país cuyo suelo imaginativo, artístico y oriental no hubiera dado nunca metafísicos a la Humanidad. Con estos datos reconocemos, ¿no es cierto?, la Península Ibérica. Aquella tarde pues -y tras esta reflexión decisiva- sentado en el cenador del jardín donde, al tiempo que seguía con la mirada las espirales opalinas de un cigarrillo, saboreaba el aroma de una taza de café puro, no me resistí -lo confieso- al placer de exclamar: «¡Vamos! ¡viva la fuga alegre a través de las Españas! Quiero dejarme seducir por las obras maestras del bello arte musulmán! ¡por las ardientes pinturas de los maestros del pasado! pasa do! ¡por ¡por la belleza belleza conte contemplada mplada entre los movimie movimientos ntos de vues vuestros tros abanico abanicoss negros, negros, pálidass mujeres pálida mujeres de de Andaluc Andalucía! ía! ¡Vivan ¡Vivan las las ciudades ciudades sobe soberanas, ranas, de cielo cielo embrujado embrujado,, de seductores recuerdos, que por la noche, a la luz de mi lámpara, he vislumbrado en los relatos de los viajeros! ¡A mí, Cádiz, Toledo, Córdoba, Granada, Salamanca, Sevilla, Murcia, Madrid y Pamplona! Está decidido: en marcha.» No obstante obstante,, como no me agra agradan dan sino sino las avent aventuras uras sencil sencillas, las, los incide incidentes ntes y las sensaciones tranquilos, los acontecimientos acordes con mi apacible naturaleza, decidí Viajero, gracias a las cuales se sabe de antes que nada comprar una de esas Guías del Viajero, antemano lo que se va a ver y que preservan los temperamentos nerviosos de cualquier emoción inesperada. Una vez que hube cumplido con este deber, me hice con una cartera modesta, pero suficientemente repleta; cerré mi ligera maleta; la cogí y, dejando a mi ama de llaves estupefacta al cuidado de la casa, en menos de una hora me puse en la capital. Sin detenerme en ella, pedí al cochero que me condujera a la estación de Mediodía. Al día siguiente, desde Bordeaux, llegué a Arcachon. Después de un buen y refrescante chapuzón en el mar seguido de un excelente almuerzo, me dirigí a la rada. Vi un vapor, Le Véloce Véloce,, a punto de salir salir hacia hacia Santande Santander, r, y compré compré un pasaje pasaje en el mismo. mismo. Levaron anclas. Hacia el atardecer, el viento de tierra nos trajo súbitos efluvios de limoneros y, pocos instantes después, podíamos divisar la costa española que domina la encantadora ciudad de Santander, rodeada en el horizonte por verdes montañas. La tarde le daba un tono violeta al mar, aún dorado por Occidente; contra las rocas de la rada venía a romper una espuma de pedrería. El vapor se abrió camino entre los barcos; un puente de madera, lanzado desde el malecón, vino a engancharse a la proa. Siguiendo el ejemplo de los demás pasajeros, abordé, eché a andar por el muelle enrojecido por el sol en medio del gentío. Estaban descargando. Los paquetes, llenos de productos exóticos, las jaulas con pá aros de de Australia, Australia, los arbustos arbustos,, topab n las as de produ productos ctos de de las Islas
Cuento de final de verano [Cuento. Texto completo]
Villiers de L'Isle Adam
Al señor señor René Basch Baschet et ¿Cómo la cadena de seres creados se acabaría en el Hombre? Platónicos del s. XII
En provincias, a la caída del crepúsculo sobre las pequeñas ciudades -hacia las seis de la tarde, por ejemplo, al acercarse el otoño- se diría que los ciudadanos buscan lo mejor que pueden pued en aislarse aislarse de la inmine inminente nte graved gravedad ad de la noche: noche: cada cada cual cual entra entra en en su concha concha al presentir prese ntir todo aque aquell peligro peligro de estrellas estrellas que podría podría induc inducir ir a «pensa «pensar». r». En conse consecuenc cuencia, ia, el singular silencio que se produce entonces parece emanar, en parte, de la atonía acompasada de las figuras sobre los umbrales. Es la hora en que el crujido molesto de las carretas va apagándose por los caminos. Entonces, en los paseos -«clases de Buenas Maneras»- suena, más nítidamente por los aires, sobre el aislamiento de los tresbolillos, el estremecimiento triste de las altas frondosidades. A lo largo de las calles, entre sombras, se intercambian saludos rápidos, como si el regreso a sus anodinos hogares compensara de los pesados momentos (¡tan vanamente lucrativos!) de la jornada vivida. Y, de los reflejos deslucidos del atardecer sobre las piedras y los cristales; de la impresión nula y melancólica de la que el espacio está imbuido, se desprende una tan incómoda sensación de vacío, que uno se creería entre difuntos. Pero, cada día, a esta hora vespertina, en una de esas pequeñas ciudades, y en la avenida más desierta del paseo, se encuentran habitualmente dos paseantes, habitantes bastante antiguos ya de la localidad. Ambos deben, sin duda, haber superado la cincuentena: su atuendo rebuscado, su fina camisa de encajes, lo anticuado de sus largas chaquetas, el brillo de de los somb sombreros reros de de ala ancha ancha,, su forma forma de vestir aún aún despierta despierta,, sus maner maneras as a veces veces extrañamente conquistadoras, todo, hasta las hebillas de sus zapatos demasiado elegantes, denuncian no se sabe qué verts-galants empedernidos. ¿Qué sentido tienen esos aires air es triunfantes, en medio de un conjunto de seres negativos, de una bisexualidad cualquiera, en la mente de los cuales no podría brotar la exclamación: ¡Qué hacer!? Con un bastón de puño dorad doradoo en la la mano, mano, el primer primer llegad llegadoo entra bajo los los árboles árboles solitario solitarioss donde donde pronto pronto aparece su amigo. Uno tras otro, caminando misteriosamente de puntillas, se aproximan; luego acercándose al oído del otro, y protegiendo con la mano el cuchicheo de sus palabras, palab ras, susurra susurra frase frasess sorprendente sorprendentess análogas análogas,, por ejemplo ejemplo,, a éstas éstas (salvo (salvo en en los nombres): -¡Ah! amigo mío, ¡la Pompadour estuvo encantadora anoche! -¿Debo felicitarlo? -replica, no sin una sonrisa bastante ufana, el interlocutor. -¡Puf!... Si hay que decirlo todo, yo prefiero a la deliciosa Du Deffand... En cuanto a Ninon... Ninon ... (El resto resto de de la frase frase se pronu pronuncia ncia en voz voz baja, baja, y tras tras haber haber pasado pasado el brazo brazo por debajo del del confidente) -¡De acuerdo! -prosigue entonces éste, con los ojos dirigidos al cielo-, ¡pero la Sévigné, querido!... ¡ah! ¡la Sévigné!... (caminan juntos, bajo las viejas sombras; la noche va a teñirse de azul y a iluminarse). -Hoy mismo debo esperarla hacia las nueve, lo mismo que a la Parabère, pese a que ese diablo de regente... -Le felicito, mi querido amigo. Sí, no salgamos del gran siglo. En mi libro de memoria no cuento más que a tres adoradas del tiempo antiguo: primero, Eloísa... -¡Chut! -Luego, Margarita de Borgoña. -¡Brrr! -Y finalmente, María Estuardo.
El asesino de cisnes [Cuento. Texto completo]
Villiers de L'Isle Adam
Los cisnes cisnes comprend comprenden en los signos. signos. Victor Hugo, Les Misérables
A fuerza de consultar tomos de Historia de Historia Natura Natural l , nuestro ilustre amigo, el doctor Tribulat Bonhomet había terminado por aprender que «el cisne canta bien antes de morir». Efectivamente, -nos confesaba aún en fechas recientes- desde que la había escuchado, sólo esa música le ayudaba a soportar las decepciones de la vida, y cualquier otra ya no le parecía pare cía sino una cence cencerrada, rrada, puro puro «Wagn «Wagner». er». ¿Cómo había conseguido esa alegría de aficionado? Así: En los alrededores de la antiquísima ciudad fortificada en la que vive, el práctico anciano había descubierto un buenn día en bue en un parque parque secul secular ar abandona abandonado, do, a la sombra sombra de grand grandes es árboles árboles,, un viejo viejo estanque sagrado, sobre el sombrío espejo del cual se deslizaban doce o quince apacibles aves; había estudiado meticulosamente los accesos, calculado las distancias, observado sobre todo al cisne negro, el vigilante, que dormía, perdido en un rayo de sol. Éste, permanecía perma necía todas las noches noches con los ojos ojos bien bien abiertos abiertos con con un guijarro guijarro en su largo pico rosa, y si la más mínima alarma le revelaba peligro para aquellos a quienes guardaba, con un movimiento del cuello, lanzaba bruscamente al agua el guijarro, en mitad del blanco círculo de los dormidos para que los despertara: al oír aquella señal, el grupo, guiado por su guardián, habría echado a correr en medio de la oscuridad hacia avenidas profundas, hacia lejanos céspedes, hacia alguna fuente en la que se reflejaban grises estatuas, o hacia cualquier otro refugio conocido por su memoria. Y Bonhomet los había contemplado largo rato en silencio, sonriéndoles incluso. ¿No era, pues, con su último canto con el que, como perfecto perfe cto diletante diletante,, soñaba soñaba regalarse regalarse muy muy pronto pronto los oídos? A veces, pues, cuando sonaban las doce de alguna otoñal noche sin luna, fastidiado por el insomnio, Bonhomet se levantaba de repente y se vestía de forma especial para asistir al concierto que necesitaba volver a escuchar. Tras introducir sus piernas en descomunales botass de goma bota goma forrada forradass que prolong prolongaba, aba, sin sutura, sutura, una una ancha ancha levita imperm impermeab eable le convenientemente forrada también, el huesudo y gigantesco doctor introducía las manos en un par de guanteletes de acero blasonado provenientes de alguna armadura de la Edad Media (guanteletes de los que se había convertido en feliz propietario después de abonar treinta y ocho hermosas monedas -¡Una locura!- a un anticuario). Hecho esto, se ceñía su amplio sombrero moderno, apagaba la vela, descendía y, con la llave de su casa en el bolsillo, bolsil lo, se encam encaminaba, inaba, a la burgue burguesa, sa, hacia hacia la linde linde del del parque parque abando abandonado. nado. Enseguida, se introducía por oscuros senderos hacia el retiro de sus cantantes favoritos, hacia el estanque cuya agua poco profunda, y bien sondeada por todas partes, no le pasaba de la cintura. Y, bajo la bóveda de arboleda próxima a los aterrajes, ensordecía sus pasos al pisar ramas secas. Cuando llegaba al borde del estanque, lenta, muy lentamente -¡sin hacer ruido alguno!-, introducía una bota, luego la otra, y avanzaba dentro del agua con precaucion prec auciones es inauditas inauditas,, tan inaudita inauditass que apena apenass se atrevía a respirar. respirar. Como Como el el melómano melómano ante la inminencia de la cavatina esperada. De tal manera que, para dar los veinte pasos que le separaban de sus queridos virtuosos, empleaba normalmente entre dos y dos horas y media, hasta tal extremo temía alarmar la sutil vigilancia del guardián negro. El soplo de los cielos sin estrellas agitaba lastimeramente las altas ramas en la oscuridad que rodeaba el estanque, pero Bonhomet, sin dejarse distraer por el misterioso susurro, seguía avanzando insensiblemente y tan bien que, hacia las tres de la madrugada, se encontraba, invisible, a medio paso del cisne negro, sin que éste hubiera percibido ni el más mínimo indicio de su presencia. Entonces, el buen doctor, sonriendo en la oscuridad, arañaba suave, muy suavemente, rozando apenas con la punta de su índice medieval, la superficie anulada del agua, delante del vigilante... Y arañaba con tal suavidad que éste, aunque algo sorprendido, no juzgaba esta vaga alarma como de una importancia digna de lanzar el guijarro. El cisne escuchaba. A la larga, cuando su instinto se percataba vagamente de la idea de peligro, su corazón, ¡oh! su pobre corazón ingenuo se ponía a latir horriblemente, lo que llenaba de júbilo a Bonhomet. Y los bellos cisnes, uno tras otro, perturbados por ese ruido en lo profundo de su sueño, sacaban ondulosamente la cabeza de debajo de sus pálidass alas pálida alas plateadas plateadas y bajo el peso peso de la sombra sombra de de Bonhome Bonhomet,t, entraban entraban poco poco a poco en un estado de angustia, percibiendo no se sabe qué confusa consciencia del mortal peligro que los amenazaba. Pero, en su infinita delicadeza, sufrían en silencio como el vigilante, al no poder huir puesto que el guijarro no había sido lanzado. Y todos los corazones de