Annotation Los padres de Cristina Esquivel, una geriatra a la que han encontrado estrangulada en su piso de Madrid, contratan al detective Arturo Zarco para que encuentre al asesino. En realidad, lo que esperan es inculpar a Yalal, el albañil marroquí con el que estaba casada Cristina, que ahora tiene la custodia de la hi!a de ambos. Zarco es un detective mu poco convencional" conv encional" cuarent#n, ga, a$n estrechamente estre chamente ligado a %aula, su e& mu!er, a la que cuenta con la que discute por tel'(ono las vicisitudes de la investigaci#n, hasta los pormenores de sus (ascinaciones er#ticas. %ero ba!o la super(icie de las charlas, tras el relato de ir venir de vecinos sospechosos de presuntos implicados, la conversaci#n tele(#nica entre el detective %aula se convierte en un prete&to para la dominaci#n la vengan)a, para el daño que se quieren in(ligir dos persona!es que se odían, se aman, se necesitan se repelen. *asta que el (orce!eo dial'ctico entre Zarco %aula queda, de repente, interrumpido por el diario de la en(ermedad de Lu), una de las vecinas de la geriatra asesinada, madre de +lmo, el !ovencito que (ascina perturba a Zarco. •
MA-A A/Z
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MARTA SANZ Black, black, black, black
Zarco Nº1
Anagrama
Sinopsis Los Los padr padres es de Cris Cristi tina na Esqu Esquiv ivel el,, un unaa geri geriat atra ra a la qu quee han han encont encontrad radoo estran estrangu gula lada da en su piso piso de Madr Madrid id,, cont contra rata tann al detective Arturo Zarco para que encuentre al asesino. En realidad, lo que esperan es inculpar a Yalal, el albañil marroquí con el que estaba casada Cristina, que ahora tiene la custodia de la hi!a de ambos. Zarco es un detective mu poco convencional" cuarent#n, ga, a$n estrechamente ligado a %aula, su e& mu!er, a la que cuenta con la que discute por tel'(ono las vicisitudes de la inve investi stiga gaci ci#n, #n, hast hastaa los los porm pormeno enore ress de sus (asci (ascina naci cione oness er#ticas. %ero ba!o la super(icie de las charlas, tras el relato de ir venir ven ir de vecin vecinos os sospe sospech choso ososs de presun presunto toss impli implica cados dos,, la conversaci#n tele(#nica entre el detective %aula se convierte en un prete&to para la dominaci#n la vengan)a, para el daño que se quieren in(ligir dos persona!es que se odían, se aman, se necesitan se repelen. *asta que el (orce!eo dial'ctico entre Zarco %aula queda, de repente, interrumpido interrumpido por el diario de la en(ermedad de Lu), una de las vecinas de la geriatra asesinada, madre de +lmo, el !ovencito que (ascina perturba a Zarco.
Autor3 an), Marta 45676, Anagrama 20/3 89::;<<895697 =enerado con3 >ualitEboo1 v6.95
Black I El detective enamorado
?@%aula B@í, Zarco, @qu' me cuentas Aer me puse mis pantalones con la raa per(ectamente de(inida, mi pul#ver ms elegante, mi chaqueta cru)ada, salí a la calle con los o!os ocultos tras unas ga(as de sol. Me per(um' con una colonia que huele a madera a musgo. Como un re(inadísimo %hilo Danee. Al mismo tiempo, (uerte, viril. =uapo. /o puedo evitar ser una persona pul?crita ni que me gusten los muchachos de ba!a estatura comple&i#n d'bil. /i que se me vaan los o!os. Mis clientes son una (amilia destro)ada por el estran?gulamiento de su hi!a" una (amilia que no entiende que la policía no haa a$n apuntado con el dedo hacia ning$n sospechoso haa archivado el caso despu's de un año de in(ructuosas investigaciones. El marido de la muerta a$n vive en el que (ue su hogar conugal no puede decirse que sus suegros se (íen de 'l. BEs moro Bme in(orm# el padre de la muerta. ?@>uiere usted decir rabe, @marroquí, @argelino, @tunecino ?>uiero decir moro. El señor Esquivel no se desdice con (acilidad. /o tiene una predisposici#n complaciente. Cuando me recibe, est leendo un diario conservador que ahora descansa encima del so( abierto por la pgina de necrol#gicas. *a estado resolviendo el crucigrama apretando tanto el bolígra(o que casi ha traspasado el papel. n ciego, tocando el reverso de la ho!a, hubiera sido capaz de desci(rar los tra)os del señor Esquivel. Este hombre es ta!ante no debe de pensar las cosas dos veces. El crneo lampiño se le pliega como un acorde#n cuando intue que alguien mati)a sus opiniones, lo que en su lengua!e quiere decir que se le lleva la contraria. BMoro Brepito en vo) alta mientras apunto el dato en mi cuadernito, a Esquivel la calva se le vuelve a poner tersa. Las hostilidades entre el marido de la di(unta su (amilia política !usti(ican que mis clientes no vean demasiado a su nietecita, Leila, que acaba de cumplir dos años. ?@A usted 'se le parece un nombre para una criatura Ms all de la elecci#n del nombre, de la religi#n que pudiera pro(esar en el (uturo de la posibilidad de que Leila de maor se pusiera un velito para cubrirse, a los Esquivel no les preocupa en e&ceso ese asunto. i se resuelve lo del padre, lo de Leila se arreglar solo. Antes de continuar, aprovecho la menci#n a la niña para e&plicarles que o no puedo intervenir en un caso de asesinato, aunque sí de otra índole. Como si se le hubiera ocurrido a 'l, Esquivel me interrumpe3 ?El caso est archivado por la policía , adems, usted siempre puede decir que nuestro $nico ob!etivo es recuperar a la nieta. La madre de la di(unta, una mu!er aparentemente servicial, con los prpados pintados con una sombra rosada, abre la boca3 BLe advertimos a Cristina que no se casase. %ero no nos hi)o caso. BEra mu bruta. Mu obcecada. i se le metía algo entre ce!a ce!a, no había (orma de hacerla cambiar de opini#n. El padre pronunci# su diagn#stico con cierto orgullo de casta la madre rompi# a llorar mientras compartía conmigo sus recuerdos3
B-ambi'n estudi# medicina por pura cabe)onería. Y todo para acabar limpiando culos, viendo carne vie!a en un asilo. ?Cristina no limpiaba culos. Y el asilo es una clínica de mucha categoría. ?Me da igual. /osotros le insistimos en que no hacía (alta que se es(or)ase tanto, que con nosotros nada le iba a (altar, pero ella se empeñ# , al (inal, (í!ese usted, Fdoctora geriatraG BY muerta Bapostill# el señor Esquivel. En nuestra cultura el empecinamiento est bien visto. Lo mismo que las voluntades ('rreas, la e(usividad, la propensi#n al llanto la sinceridad a ultran)a. Ech' de menos que los Esquivel disimularan un poco sus (obias, que se mostraran ms corteses opacos. -al ve) los (iltros de su enmascaramiento les hubieran audado a no ser e&actamente lo que parecían ser3 dos vie!os que hubiesen estampado, con gusto cargados de ra)#n, un bate de b'isbol contra la cabe)a de un pariente político" un matrimonio an#nimo, sediento de vengan)a, en un linchamiento popular. >uiero decir Hpaís de (ierasI, pero logro que la e&presi#n no se me escape. En su lugar (ormulo una pregunta3 B@Era Cristina hi!a $nica La señora Esquivel se apresura a contestar con pudibunde)3 ?í. Aunque nos hubiera gustado, no pudimos tener ms hi!os. La casa de los Esquivel es un chal' en una )ona privilegiada de la ciudad. n chal' anodino, decorado con mal gusto que no cuenta con ninguna estancia tan hipn#tica como el as(i&iante invernadero en el que el Coronel recibe a MarloJe despu's de que Carmen herJood haa intentado tomar asiento en las rodillas del detective3 H-enga cuidado con su hi!a, Coronel herJood, ha tratado de sentarse en mis rodillas cuando o estaba de pie.I En el chal' de los Esquivel no me recibe una muchacha que se chupa el dedo con o!os de perdida mientras restriega su cuerpo contra mi bragueta impasible. Me recibe un matrimonio sesent#n con unos rasgos (ísicos tan vulgares que los recuerdo con di(icultad. Allí no ha invernadero ni orquídeas con p'talos crnicos. /o bebo varios vasos largos de Jhis1 o de coñac, llenos hasta el borde, mientras el señor Esquivel se emborracha s#lo con mirarme aspira el humo de mis cigarrillos sin (iltro para embriagarse por trans(erencia. Me dan una (anta de naran!a encima de la mesita no ha ceniceros. La camisa no se me empapa en sudor ni la tela de!a transparentar la tableta de chocolate de mi musculatura. /o es necesario que me quite la chaqueta. La señora Esquivel no tiene oportunidad de abrir la boca de quedarse con ella abierta por motivos directamente relacionados con la dure)a proporci#n de mi anatomía. Este o(icio ha que tomrselo o con sentido del humor o con cierto culturalismo. El sentido del humor sirve para los galanteos, las entrevistas con los sospechosos con los clientes Bno est de ms hacerse el simpticoB, para la apro&imaci#n a la sordide) para dormir como un tronco cuando uno se acuesta muerto de aburrimiento tras una !ornada rutinaria. El culturalismo se aplica para contem?piar el agu!ero de bala, la agu!a de la trepanaci#n, el hacha)o, las amputaciones de dedos de ore!as, incluso para darle a la in(idelidad otra lu). -odo ?los cuerpos desmembrados los papeles de peri#dico? son elementos para un bodeg#n, por e!emplo, de Chaim outine. Chaim outine deambulaba por las calles de %arís buscando el mostrador de la carnicería que e&hibiera la gallina de sus sueños, la pie)a de vacuno abierta, el costillar en e&posici#n salva!e, el color ro!o, granate, magenta, menstrual, burdeos, carmín, bermell#n, barroso, carmesí, (uego,
sangre, rubí, piment#n, a)a(rn, tomate, sandía, p$rpura. Chaim outine caminaba por las calles de %arís , despu's, se muri# en una mesa de operaciones. El culturalismo he de aplicarlo pocas veces, porque o casi nunca veo sangre a borbotones. epaso documentos, ingresos p'rdidas, asientos contables, tiro (otos. Converso con personas que se quedan plidas. Kesde que saqu' mi licencia, rebusco entre las basuras un pasa!e que a he leído, la escena de una película en la que un director, casi siempre en deuda con el e&presionismo alemn, en(oca a contralu) el per(il (umador de un villano tra!eado. %ero en la casa de los Esquivel no ha literatura, sino dinero. 2nvertido con mal gusto, pero dinero. Mientras lo anoto en mi libreta repito en vo) alta3 B*i!a $nica. i hubieran sido conscientes de lo que le agrade)co a la señora Esquivel que sea pudibunda" si hubieran podido ver las imgenes que des(ilan por mi cabe)a, la repugnancia que me produce representrmelos queriendo traer ms hi!os al mundo" si hubieran sabido que me parecen atractivas las curvas la apacibilidad dom'stica del Kr. atson, que me encanta su carcter que imagino lo bien que ie irían a sus manos una agu!a de ganchillo una bobina de hilo de perl', que atson sería el hombre per(ecto para iniciar una convivencia en la edad madura, una ve) olvidados los e(ebos, los apretones el tiempo que perdí, los Esquivel no me habrían contratado !ams. %ero mis aptitudes para el disimulo para la contenci#n son ms que notables, los Esquivel no parecen mu observadores. #lo ven en mí a un hombre educado que apunta con e(iciencia algunos datos en su cuadernito. n hombre que, adems, huele bien. %robablemente la muerta era un calco de pap, porque el señor Esquivel sigue resobando su idea (i!a3 BEs que es incomprensible. Lo tienen delante de los o!os Fno quieren verloG Esquivel me presenta el caso como pan comido. Bi mi hi!a se hubiera casado con un blanco, a estaría en la crcel el pobre hombre. %ero con los moros nos andamos con pies de plomo... Kecido no otorgar mucha importancia a los comentarios del señor Esquivel, porque a (in de cuentas le habían matado a una hi!a el traba!o que me ha propuesto tiene mucho ms empaque que los que me encargan de costumbre. /o consiste en la rutina de obtener pruebas para un caso de divorcio o para acreditar la esta(a de un socio traidor" no debo buscar motivos para avalar las purgas de elementos rebeldes de una empresa multinacional ni mantener vigilada a una nany que le mete a un beb' la cuchara de potito por las narices, que le da cachetadas le de!a caer al suelo desde la altura de sus bra)os e&tendidos en cuanto los papas se dan la vuelta para ir a traba!ar. /o era un encargo de esos progenitores que con gusto les pondrían a sus hi!os pulseras, aretes microchips electr#nicos para comprobar el n$mero de pastillas que ingieren por noche o la cantidad de alcohol que (iltran sus higadillos de pollo en pleno proceso de crecimiento. Esta ve) se trata de una muerta. na mu!er estrangulada, seg$n constaba en el in(orme de la autopsia, con algo parecido a un cord#n de )apato. La señora Esquivel interrumpe mis pensamientos3 Be lo advertimos, señor Zarco, pero era mu cabe)ona, mu cabe)ona... Me llamo Arturo Zarco. Aunque 'se naturalmente s#lo es mi nombre artístico. ?Mu cabe)ona, a, pobre hi!a.
Al señor Esquivel se le nota la soberbia gen'tica en el gesto de la boca, en la (orma de al)ar la barbilla de mirar por encima de sus ga(as de cerca, cada ve) que su mu!er insiste en las obcecaciones de Cristina Esquivel. Anoto en mi cuaderno que la di(unta era una mu!er obstinada. La obstinaci#n no es siempre una virtud. Los Esquivel a veces entienden el empecinamiento como una cualidad maravillosa del carcter de la hi!a, una cualidad que ellos mismos le habían inculcado que tenía que ver con llegar a la meta a toda costa aunque se estuviera echando el bo(e, mientras que, otras veces, ese mismo empeño era una (orma de debilidad, un momento de (laque)a. Esos son los $nicos datos relevantes que puedo e&traer de los comentarios del matrimonio. La señora Esquivel, sin separarse ni un segundo de su marido sin o(recerme ms (anta de naran!a pese a su aspecto aparentemente servicial, insiste una otra ve) en la misma cantinela3 BAquello no podía acabar bien. Casarse con un moro. %or cabe)onería. ?#lita, a est bien. @>uiere usted preguntar algo ms, señor Zarco Bí, @cul es la pro(esi#n del que (uera su erno Los Esquivel se miran a los o!os. /o les ha gustado nada que nombre al marido de la muerta con la palabra que designa el parentesco que les une a ellos, pero 'sa es una de las pequeñas maldades que me puedo permitir porque resulta (cil dar marcha atrs, achacarlas a un despiste o a la costumbre. El señor Esquivel me perdona , desenganchndose de la mirada de su mu!er, me da el dato3 ?Albañil. Es albañil. Esquivel me proporciona la in(ormaci#n como si a estuviera todo dicho, como si a mí desde ese momento no me quedara nada por investigar s#lo (uera a invertir mi tiempo en rati(icar sus hip#tesis. in embargo, haciendo acopio de valor, les advierto que, pese a sus (undadas sospechas ?es importante hacerles un poco la pelota adems no tengo ganas de entablar con ellos una discusi#n política?, a veces las cosas no se resuelven como sería previsible. Evito las con(rontaciones me gusta ser complaciente con quienes me pagan" suelo plegarme a sus deseos. %ero en esta ocasi#n quiero cubrirme los (lancos por si Hel moro albañilI no es culpable, aunque Yalal *ussein ?así se llama el erno? est hecho a prop#sito para llevar de por vida un pi!ama de raas. Mientras sopeso todas las posibilidades, al señor Esquivel se le arruga signi(icativamente la carne del crneo desnudo su señora corre a quitarle un poco de hierro a mis prevenciones3 BYa ver, en cuanto usted lo vea, se va a dar cuenta de que el tipo es un animal, un primate... Fi hasta habla mal el españolG /o les gustan mis reticencias, pero su o(erta sigue en pie qui) porque la cabe)onería es un rasgo de (amilia. Yo, por mi parte, acepto su propuesta econ#mica ?inme!orableB llamo enseguida a %aula para in(ormarle de mis primeras impresiones. /o so valiente para los asuntos personales. Kisimul' durante mucho tiempo me cas' con %aula, aunque nos divorciramos en menos de dos años ella sea ahora una de esas me!ores amigas que me llaman al orden en cuanto cometo un error. Aunque es cruel, tele(oneo a menudo a %aula le cuento mis desengaños o le transmito la eu(oria de los primeros encuentros con mis amantes. /o puedo verle la cara cuando me atiende por tel'(ono, pero la imagino mordi'ndose los labios o dando pataditas contra el parqu' mientras me trata con amabilidad, como si le importaran un bledo mis asuntos. Ahora bien, siempre que tiene ocasi#n %aula coloca su dedito encima de la llaga que ms me duele. Me detecta los talones de Aquiles los alancea. Yo sigo llamndola para in(ligirle un poco de ese daño que da gusto. Ella se venga de mí. /os devolvemos los golpes nos
acompañamos como los dualistas de to1er. /o podemos vivir el uno sin el otro. A veces %aula me auda a ver la lu). ?Zarco, te has metido en una mierda de caso con una mierda de gente. %aula quiere aguarme la (iesta. Es su obligaci#n.
*o, protegido por mis ga(as, camino por una calle del centro. Deo gris el cielo las (achadas de los edi(icios de cuatro plantas la ropa en los escaparates de las tiendas. =ris el cristal de mis ga(as por dentro las vidrieras de los locutorios, grises las antenas parab#licas los líquidos que quedan en los culos de los vasos de verm$. =rises las palomas los coches aparcados. =rises mis manos cuando las saco de los bolsillos de la chaqueta para retirarme el (lequillo. =rises los carteles de He vendeI de He alquilaI las bombonas de butano que la gente saca a los balcones. =rises las vomitonas que huelen desde el suelo. =rises las (arolas los contenedores de basura las tapas de registro del alcantarillado los adoquines. =rises las papeleras el interior de la boca de los transe$ntes. =rises las pie)as de carne menguante para preparar el kebab las tapitas, atravesadas con un palillo, para acompañar la caña. Las boutiques del gourmet . =rises las monedas para comprar el peri#dico las ore!as en las que se apoan los tel'(onos m#viles. Los tele?(onillos de las comunidades. =rises el (ontanero del barrio los repartidores las ca!as de botellas de re(rescos los cascos vacíos. Las macetas de geranios de amor de hombre, grises. Los parroquianos acodados en las barras los mendigos las señoras que pasean a sus perros o tiran de sus carritos de la compra, grises. =rises las o(ertas de las inmobiliarias los muebles de los anticuarios los pescados de la pescadería las mesas de mrmol de los ca('s las cabe)as de las gambas en el suelo de las tascas los botones, ovillos gomas que venden en las mercerías. Los peri#dicos, los graffiti los letreros apagados de los garitos. Los mechones que caen de entre las ti!eras de los peluqueros los aceites los blsamos de los salones de belle)a. =ris, la perspectiva hacia el (inal de la calle. Lo veo todo gris pero, cuando entro en el portal de la casa en la que vivía Cristina Esquivel, me quito las ga(as e imprevisiblemente todo se llena de colores. El portal no es lu!oso ni grande. Es estrechito adornan el techo coquetas molduras pintadas de ro!o. El suelo es de mrmol blanco, entreverado de hilos de humo, con cene(as tambi'n ro!as. En primer plano, una escalera con los peldaños de madera la barandilla metlica rematada en una bola dorada" el pasamano tambi'n es de madera barni)ada, brillante. Ms all, se vislumbra un patio con una (uente , al (ondo, la escalera interior. En el patio un niño de unos cuatro o cinco años, vestido con un peto, pedalea en un triciclo3 su aspecto no es mu saludable, pero debe de ser una criatura (uerte porque sus pedaladas son en'rgicas , mientras pedalea, lan)a e&clamaciones indesci(rables para mí. B Agggg, guans, ¡abúl En los al('i)ares de las ventanas del patio interior los vecinos han puesto arbolitos enanos tiestos con (lores. Contra el cuadrado a)ul del cielo se dibu!an las (ormas de la ropa tendida" destaca sobre todo la ropa interior de los hombres de las mu!eres, de los !#venes de los vie!os3 las bragas e&tragrandes, los cal)oncillos de marca, los sostenes con relleno líquido, los simpticos calcetines colgados por la punta, las camisetas de algod#n, los tangas, los visos las combinaciones... *uele a suavi)ante, a palitos de incienso a un caldo de verduras que me abre el apetito. %or una rendi!a se (iltra hasta la oquedad del patio una rela!ante m$sica de cuerda. El patio es un rectngulo secreto que nadie adivinaría desde el e&terior. n lugar agradable para vivir en el que posiblemente los vecinos se pidan tacitas de sal se (eliciten las pascuas.
BZarco, @a que los estribillos de los anuncios son tu m$sica pre(erida %aula cree que sus comentarios son custicos. /o entiende que la llamo porque est sola me da pena. %ero se merece que ho la maltrate un poquito ms que de costumbre. ?%aula, me he enamorado. A %aula se le acaba de parar el cora)#n. Yo contin$o. Ke repente, detrs de mí, en el hueco del portal, noto una masa caliente que me pone de punta los pelillos del cogote. A mi espalda me encuentro con un el(o de o!os rasgados violetas" su ce!a i)quierda est atravesada por un piercing. n muchacho de cuerpo menudísimo moreno me observa con cierta curiosidad. Me saluda. u vo) es de hombre. Como si alguien le hubiese doblado3 resulta inconcebible esa resonancia pro(unda de su vo) dentro de una ca!a torcica tan disminuida, tan delicada. %rosigue su camino escaleras arriba subiendo de dos en dos los peldaños. Aprieta los gl$teos un poco escurridos. Es un el(o que lleva ba!a la cinturilla del pantal#n. n el(o que huele a leche con vainilla a lpices. /os nacerían unos hi!os guapísimos. ?Zarco, eres un cursi. Y mu pat'tico. ?Calla escucha. Me imagino a %aula comi'ndose los padrastros mientras imprime cierto aburrimiento a sus insultos. >ui) piense que le miento para herirla, qui) se d' cuenta de que todo es verdad de que la necesito para que me escuche de que, a mi manera, la quiero. Entonces ella, con ms motivos que nunca, siente unos deseos irre(renables de soltarme un guanta)o. ?%ero es que o no tengo tiempo para escuchar tus ri?!osidades, Zarco. ?-ranquila. El chico desaparece... na mu!er me toca el hombro mientras, al pie de la escalera, o sigo con la vista al muchacho. ?@>uería usted algo de mi hi!o La mu!er es la madre del el(o en un segundo le saco una radiogra(ía. Mediana estatura, comple&i#n atl'tica, media melena a)abache Bsin duda, un tinteB, cuo largo ro)a la línea de los hombros, poderosos" blanca de te), los o!os del mismo color (orma que los del hi!o, pero con bolsas en los prpados in(eriores. Las ce!as espesas, per(iladas por las pin)as. La boca debi# de ser carnosa, pero ahora se cuartea se subsume. u(re un pequeño herpes labial en una de las comisuras. Manos anchas de uñas recortadas, pintadas de rosa palo, e(icaces en la cocina3 las veo dando (orma a unas croquetas. Alian)a matrimonial otros anillos de cristales de colores Bposiblemente valiososB engar)ados en monturas de diseño clsico. oas de (amilia. Lo ms llamativo es su manera de vestir3 prendas a!ustadas oscuras contra sus caderas maternales, medias de cristal alrededor de las pantorrillas redondas, musculadas, (alda por encima de la rodilla, su'ter apretado contra el torso que de!a entrever un tipo de corsetería en desuso3 su!etadores con ca)uelas. e(uer)os con ballenas. Corchetes. Ahora me (i!o en que la vo) del el(o se parece a la de su madre. Es aguardentosa, masculina un poco nasal3 BLe he preguntado si quería usted algo de mi hi!o. B/o, no. Andaba buscando la casa de Cristina Esquivel. BCristina Esquivel a no vive aquí. ?@Y eso ?Est muerta. ?@Y su marido, @sigue viviendo aquí
?í. Dive aquí. La mu!er se queda esperando a que le pregunte en qu' piso, pero o no digo nada. /o puedo tolerar que, pese a que me ha pillado en un renuncio, ella controle la situaci#n me mangonee. Me pongo a buscar en los bu)ones un nombre rabe, pero la mu!er no parece dispuesta a soltarme. Me aprieta un poco ms entre unas mandíbulas que hasta hace un segundo s#lo me su!etaban3 BEs guapo mi hi!o, @verdad Me observa con socarronería. /o s' si se siente verdaderamente orgullosa de su hi!o, de su belle)a alienígena e in(antiloide, tan endeble que puede (racturarse si la miras demasiado, acabarse como esas voces de los niños cantores que se malogran por la causa natural del crecimiento. iento sequedad en la boca una leve taquicardia. Me toco el pulso. >ui) la mu!er est esperando mi respuesta para lan)arme un rosario de insultos. ?na patada en los huevos es lo que te merecías, Zarco. A palabras necias... Cuando la mu!er pasa por delante de mí, me llega un sutilísimo tu(o a alcohol de alta graduaci#n. /o contesto a sus preguntas. -ampoco creo que ella espere que lo haga. Con o!os distintos a los que he usado para apropiarme de su hi!o, contemplo c#mo se le tensan las pantorrillas al subir un peldaño tras otro. Cuando llega al primer descansillo, la mu!er revisa su trasero de magioratta. Kespu's me escruta durante un instante que se me hace larguísimo sigue subiendo mientras canturrea una canci#n que probablemente acaba de inventarse3 B/o es ni carne ni pescado, el señor alcan(orado... Me da lo mismo. %re(iero no pensar en esta señora. opeso la posibilidad de de!arme el bigote, como el inspector tuder, con el ob!etivo de enmascarar la rela!aci#n de mis labios, mi debilidad, la pr#&ima ve) que el muchacho se cruce en mi camino , sin que o lo pueda evitar, la boca se me haga agua.
?@Y eso es todo lo que has hecho ho %aula me regaña siempre. Me muestra su escepticismo su desinter's. %ero lo cierto es que a$n no me ha colgado el tel'(ono que o no quiero que me cuelgue todavía3 B/o. -ambi'n he traba!ado. B@A estar mirando culos toda la mañana t$ le llamas traba!ar ?-ambi'n he estado mirando bu)ones. Encuentro dos nombres rabes en los ca!etines, el del erno de mis clientes otro. Esa circunstancia no me hubiera dado que pensar si, !usto en ese instante, un hombre no hubiese abierto el portal me hubiese saludado mu ba!ito como pidi'ndome perd#n. A la ve), siento que ese hombre me desprecia. El hombre es de ra)a rabe. Kecido abordarle por si es el erno de los Esquivel3 B%erdone, @es usted Yalal *ussein B/o. Yo me llamo Kriss. El hombre me observa con sus o!os amielados. u boca, grande sensual, de!a entrever unos dientes ennegrecidos por la nicotina. Crece en mí la sensaci#n de que este hombre me desprecia. Y de que me tiene miedo. ?@Y conoce a Yalal ?n poco. Kriss comien)a a descon(iar, pero no se atreve a preguntarme. #lo me dice HperdoneI se dirige hacia el patio. e acerca al niño del triciclo, le da un beso. Le acaricia la cara. Kespu's de!a que una mano repose en la cabe)a del niño levanta el triciclo con la otra. En una mano de Kriss cabe la ca!a craneana de su pequeño. Con su callosa mano sobre la cabe)a del niño, Kriss lo guía. Lo protege con su mano. Lo orienta. Le transmite calor. Yo los detengo antes de que suban a su casa3 B%erdone. /o me he presentado. Me llamo Arturo Zarco , si usted me lo permite, me gustaría hacerle unas preguntas. B@%ara qu' BEsto investigando el caso de la muerte de Cristina Esquivel. @sted conocía a Cristina Bn poco. Kriss no me pregunta si so policía. %osiblemente no quiere saberlo o qui) lo haa dado por supuesto nada ms verme. -ampoco le interesa quedar mal conmigo. i so policía, bien, si no, tambi'n. Kriss habla pausada tran?quili)adoramente, aunque mi visita le incomoda. A mí tambi'n me incomodaría, pero o plantearía a mi interlocutor muchas ms preguntas que Kriss3 ?uba conmigo. /o me gusta hablar aquí, casi en medio de la calle. Al llegar al rellano del primer piso, Kriss dirige la vista hacia la puerta que est (rente a la sua , mientras (inge que sus manos son como dos ga(as, como dos lentes pequeñas, me susurra3 ?0uena gente. %ero la señora Leo, mu cotilla. En la casa de Kriss ha !uguetes tirados por el suelo. Las paredes son de un color amarillo sucio , por los olores la densidad de la atm#s(era, tengo la pega!osa sensaci#n de que acabo de entrar en la masa de un bi)cocho. /os reciben una mu!er maor, que debe de ser la madre de Kriss, un beb' de no ms de dos años. El hombre lo besa mientras el niño
intenta apartar con la mano el rostro del padre. Le molesta su barba crecida de tres o cuatro días. %ero ríe. La mu!er se lleva en bra)os al niño pequeño , entonces, el maor se aprieta contra la pierna de Kriss. El le dice algo al crío, dulcemente, en un idioma que descono)co pero que es una variedad del rabe. El niño se ale!a corriendo por el pasillo chapurreando unas palabras de nuevo incomprensibles para mí. u padre se apresura a !usti(icar la (alta de destre)a para el lengua!e de un niño a demasiado maor3 ?Kebería hablar me!or. %ero no le sale. Kice la pro(esora que es así con todos los niños que escuchan desde pequeños dos idiomas. Le do la ra)#n a Kriss. En el (ondo de la casa adivino una cocina. Kriss sigue hablndome de su hi!o3 ?Mi niño, como dicen ustedes, tiene pelusa, @sabe Eso dice Leo, la cotilla, cuando me habla por el patio3 HEste niño tiene pelusa.I -iene pelusa. Es gracioso. -iene pelusa. Como los melocotones. Me río con Kriss despu's apunto con la cabe)a hacia la cocina3 ?@Es su madre Bí. Est aquí para audarme con los niños. ?@Y su esposa ?Ke via!e. -raba!o. La conversaci#n est siendo demasiado cordial. Creo que debo aprovecharme de ese miedo que he creído detectar en Kriss cuando me ha visto en eG patio tambi'n despu's, cuando me ha invitado a subir a su casa3 ?@La casa es sua ?/o. Divimos de alquiler. Es mu caro comprar una casa. ?@-iene papeles, Kriss ?Mi mu!er es española. Encima de una mesita reposa la (oto de una mu!er mu (laca con cara de asco. Es una sonrisa. upongo que se trata de la esposa española de Kriss. /o me hace (alta preguntar. Bí, es mi mu!er. La incomodidad de mi an(itri#n no se relaciona con un temor probable a la policía de inmigraci#n. Me pregunto si su malestar tiene que ver con la e&trañe)a de que un hombre est' con 'l en la sala interrogndole o si esconde otros problemas, otros asuntos. /o entiendo por qu' Kriss sigue sin pedirme que le enseñe una placa o una tar!eta de identi(icaci#n que me acredite como empleado p$blico. /o dar e&plicaciones me coloca en una posici#n de venta!a (rente a este hombre que, pese a parecer una persona apacible, se muerde las uñas. Los padrastros. in embargo, no he subido a su casa para hablar de 'l ni de su vida. Así que paso a (ormularle algunas preguntas sobre Cristina Esquivel, sobre Yalal, sobre la pequeña Leila, sobre lo que recuerda de los sucesos de hace un año. Casi todas las respuestas que obtengo son Hno s'I, Hno estabaI, Hun pocoI, Hsomos vecinos, nada msI, Ho no me meto en la vida de nadieI. Me entero de que la mu!er de Kriss tambi'n estaba de via!e cuando se produ!o el asesinato de Cristina Esquivel de que tanto Yalal como Kriss son marroquíes, pero de regiones distintas. B/o, no nos conocíamos de antes. Kriss a(irma este hecho con mucha ms seguridad que los anteriores. ecoge sus manos entre las piernas clava sus o!os en los míos para responder. Yo no puedo evitar descon(iar de tanta docilidad. Ke la mansedumbre de un hombre que guía amorosamente a su hi!o por el pasillo su!etndole la cabe)a con la palma de la mano. Ke unos niños que
no parecen echar de menos a su madre. Ke un hombre manso al que he sorprendido mordisquendose los pelle!os de las uñas que me enseña unas manos callosas (uertes. ?@Cul es su o(icio, Kriss ?o albañil. A veces me avergNen)o de mis propios pensamientos, de mi capacidad para pensar mal. Ke tener que ser, por obligaci#n, me)quino descon(iado" 'sa es una de las cosas de mi o(icio que ms me a(ectan3 comprobar c#mo poco a poco se va mellando la imagen bondadosa que o conservaba de mí. e(le&iono sobre el signi(icado de las repeticiones cuando aparece la madre de Kriss con unos re(rescos. Los de!a sobre la mesa se marcha otra ve) a la cocina. Est claro que no me vo a alcoholi)ar durante esta investigaci#n. ?>ui) usted pre(iere una cerve)a... B/o, no se preocupe. La (anta est mu bien.
Aunque le gustaría poder disimularlo, a %aula se le escapa una risita a trav's del tel'(ono. Enseguida me ataca3 BMe do cuenta de que los Esquivel te han contagiado algunas cosas... ?@A qu' te re(ieres ?A esa descon(ian)a hacia un hombre que se ha portado contigo con amabilidad. ?%ero no tenía la obligaci#n de ser amable conmigo. /i de recibirme. ?@Y cul es el problema ?Ose es el problema. ?Eres una mala persona, Zarco. Cuando salgo de la casa de Kriss, tomo conciencia del calor so(ocante de aquella salita de estar. Kriss me parece sobre todo un padre amoroso. -al ve) un hombre torturado por la le!anía de su esposa. + por su pro&imidad inminente3 recuerdo la cara de asco de la (otogra(ía. %retendía ser una sonrisa. >ui) Kriss s#lo piensa por las noches Hque no vuelva, que no vuelva, por (avorI. Contengo mi tendencia a ser imaginativo3 este o(icio precisa de la imaginaci#n sin duda, pero s#lo al comien)o. En la primera o!eada. En el instante de construcci#n de las hip#tesis o cuando se intuen las debilidades de un determinado tipo psicol#gico. Kespu's cada pie)a ha de engranarse en el hueco e&acto, recomponerse de un modo natural, volver a su ser matemticamente. Como las cuentas que cuadran en el libro de contabilidad. %aula es de ciencias, (uncionaría resuelve con maestría los sudo1us. Yo so ms e(iciente en la (ase creativa3 en el enca!e de bolillos de la (ase rigurosa, a menudo se me enredan los hilos. El tiro de aire de la escalera me despe!a. esoplo. eparo en la mirilla de en(rente. Alguien me observaba desde allí ha debido de sorprenderme en la indigna postura del resoplido tras el acaloramiento. Kespu's mi vigilante se ha retirado. eguro que a la señora Leo le apetece mucho contarme lo que ve, lo que sabe o lo que sospecha, pero decido de!arla para ms tarde o para mañana, porque ahora me he (i!ado dos ob!etivos3 mantener la conversaci#n que en de(initiva he venido a entablar con Yaial, el marido de Cristina Esquivel, descubrir detrs de qu' puerta viven la magioratta el el(o. Lo conseguir' por eliminaci#n3 en el primero viven Kriss la señora Leo" en el segundo, Yaial otros vecinos que bien podrían ser ese par de criaturas. Ms arriba s#lo quedan dos pisos, tercero cuarto, con dos puertas cada uno3 las posibilidades se reducen a cinco timbres a los que puedo llamar si ven)o una timide) que s#lo me asalta cuando un muchacho me pone nervioso me encuentro desamparado" entonces, vuelvo a necesitar que mi madre me d' un beso, que me alimente cuando tengo hambre, que me eche una manta por encima porque esto muerto de (río. e me vacían placenteramente las puntas rincones del est#mago sin que o haa (or)ado mi (antasía como hago de noche para rela!arme reviviendo lugares tibios aromticos, minutos, el semen que huele a le!ía, a limpie)a clsica, a (lores de pan quesillo o a !ab#n de Marsella, a nada" reviviendo las cosas que de verdad sucedieron las que no, las cosas de las que conservo la esperan)a de que sucedan, las que podrían suceder, los instantes o los días previos a una consumaci#n, la tontería el espasmo. La inquietud. El nervio tieso que me recorre desde la masa ence(lica hasta los dedos de los pies. e me vacía una de las puntas del est#mago, la que enla)a con el intestino, me da un calambre, un retorti!#n, al reconstruir la silueta del muchacho menudo moreno que
olía a vasos de leche a lpices3 su imagen con el cuello en tensi#n, ladeado, con la boca semiabierta, recibiendo un beso de mi lengua o dndome la sua. Al principio s#lo nos ro)amos con los labios, humedeciendo la super(icie de la piel, luego, poco a poco, el beso recoge la boca entera, se hace reptiliano se marca la mandíbula, se estiran las venas como cordones m#viles latientes a lo largo del tronco del cuello. A los niños cantores tambi'n se les in(lama una vena. na vena morada de pa!arito. Me gusta besar sin cerrar los o!os. %ara e&citarme mucho es su(iciente esta $nica visi#n3 la torsi#n del cuello, el estiramiento, el cord#n movedi)o de la vena en el momento de ladear la cabe)a para besar pro(undo... BZarco, vo a colgarte. B/o, %aula, espera... algo de mi ensoñaci#n. n hombre no mu alto, pero corpulento, sube por las escaleras. Le digo Hbuenos díasI, pero el tipo no me responde, me da la espalda. El morrillo e&cede su cogote rasurado. Lo veo mientras sigue subiendo. Antes de alcan)ar su piso, se para en seco porque los dos escuchamos un cntico, con aire tanguero, ampli(icado por la ca!a de resonancia del patio interior3 ?/o es ni carne ni pescado, el señor alcan(orado... Al acabar el estribillo, el hombre sigue subiendo las escaleras. /o se vuelve para echarme una o!eada. uraría que se est sonriendo, aunque es imposible que me haa reconocido como el señor alcan(orado. Carece de argumentos , sin embargo, !uraría que se ha sonreído, el cacho de carne. Cuando llega al segundo, le oigo meter una llave en la cerradura, girarla muchas veces, entrar en la casa. %or el patio me llega otra vo), entre cantarína engolada, de mu!er. /o sabría decir si es la vo) de alguien !oven o vie!o, pero no es la vo) que acaba de entonar el estribillo. La vo) que recibe al ma)acote con el que me acabo de cru)ar no es la de esa mu!er que, al pasar a mi lado, ha vertido una esencia a licor de alta graduaci#n. %uedo, por tanto, a(irmar que la e&traña pare!a de la magioratta el el(o tampoco vive en el segundo3 ahí viven este hombre que ha dado muchas vueltas a las llaves para entrar en su casa , en(rente, el marido de la di(unta Cristina Esquivel. usto 'se es el timbre que ahora pulso con tres toques sucesivos de mi dedo índice.
Yalal *ussein s#lo de!a entreabierta su puerta. ?@>uí quiere %or la rendi!a atisbo un piso de espacios di(anos, amueblado seg$n las directrices de una revista de diseño. /o me gustan esas casas de estudiada limpie)a. /o me gustan las casas llenas de cacharritos, de peluches encima de las colchas, de colecciones de posavasos o de muestras de las per(umerías ?dormitorios de psic#pata que he llegado a conocer mu bien en el e!ercicio de mi pro(esi#n?, pero tampoco me agradan esas otras casas en las que el sal#n principal s#lo se usa para hacer gimnasia, sobre la encimera de la cocina descansa un solitario vaso de )umo antio&idante parece que nadie viva allí. Las casas donde hasta los peri#dicos se ponen de medio lado en el revistero con alguna intenci#n. Casas que se aseme!an a la consulta de un dentista , lo que es a$n ms desagradable, huelen a consulta de dentista. in embargo, a trav's del espacio que de!a el cuerpo de este hombre Bes un hombre (laco que no llega a taponar del todo la abertura de la puertaB percibo pequeños detalles que personali)an una decoraci#n pretenciosa en su minimalismo mani(iestamente pi!a. ?Kisculpe, @es usted Yalal *ussein ?Le he priguntado quí quiere. Yalal es un tío con malas pulgas. upongo que es l#gico tras la traumtica e&periencia que vivi# el año pasado. %rocuro liberarme de mis pre!uicios de mis primeras impresiones. Me corri!o. Me puri(ico. ?eñor *ussein, @quiere que toda la escalera se entere de lo que le tengo que decir ?Mi importa un rbano la iscalera, a mí. Me entran unas ganas terribles de pegar una patada a la puerta. Ke de!ar a un lado mi educaci#n de olvidarme de que esta mañana me ha abducido %hilo Danee para trans(ormarme en Mi1e *ammer. Miguel Martillo no practica la piedad se erige en !urado de los criminales aplicndoles por anticipado la pena de muerte. Yo creo que no podría castigar el hígado de mis sospechosos con unas botas de puntera re(or)ada. %ero, al (in al cabo, so un hombre, con *ussein me nace cierta ira que contengo. %rocuro ra)onar3 BDengo por su mu!er, Yalal. B@>uí mu!er BCristina. BMi mu!er ist muerta. ?%or eso. Yalal abre ms la rendi!a se desencorva. Es un hombre de estatura de Jatusi, con la cabe)a rasurada, las ore!i?tas min$sculas, los o!os tan pequeños que no logro identi(icar de qu' color son. ?@2s policía ?/o. ?@2ntonces ?us suegros quieren empapelarle. B2mpapilarme /o se me ocurre me!or manera de que Yalal me (ranquee el paso3 ?K'!eme pasar se lo e&plico.
Yalal me observa con incredulidad, pero me hace un gesto para que pase al sal#n. Al apoar la mano en una ca!onera me lleno de polvo , sobre la super(icie del mueble, queda la marca de mis huellas palmares. Aunque es sbado, no esperaba encontrar a Yalal *ussein en casa a estas horas. B@Diene B@Diene a comer a su casa todos los días B/o. Ahora isto en el paro. %iro so albañil. @>uí pasa con mis suigros 2nvento para Yalal una historia de terror que no se ale!a demasiado de la verdad. Le cuento que los Esquivel me han contratado para que demuestre que (ue 'l, Yalal *ussein, el que acab# con la vida de Cristina Esquivel con la intenci#n de quedarse con la casa con el dinero. Yalal se encrespa. /oto c#mo los nervios le recorren las (ibras musculares. Chilla. Me cuesta seguirlo porque habla vertiginosamente3 ?%iro si todo ha sido para illos. -odo lo di Cristina. Yo s#lo hi consirvado la casa por mi hi!a. Cristina o no hicimos papil di tistamento, Hdi ti para mí di mí para ti.I Yo no tingo nada. El bra)o del sill#n de cuero blanco est quemado probablemente por la brasa de un cigarrillo" en el balc#n, a trav's de un cristal con cha(arrinones, veo una maceta con el tronco de un rosal muerto. Duelvo a concentrarme en el dueño de la casa. Le e&plico a Yalal Ya lal que los Esquivel pretenden que apare)ca como culpable para reclamar reclamar la custodia de su nieta. B@Ki mi niña Bí, de su niña. Ke modo que es me!or que usted colabore conmigo si s i no quiere perder tambi'n su casa. ?*i!os di puta. %iro no puiden hacer nada3 mi niña ist in Agadir. Con mi (amilia. Kisparo una primera bala ?dial'ctica, ret#rica, verbal, en sentido (igurado? para calibrar a Yalal *ussein3 ?@Le molestaba su hi!a, Yalal Yalal ?/o, quí va. 2s que o solo no podía cuidarla. Yalal *ussein no se inmuta. Mi pregunta no la interpreta como una agresi#n. *abla del tema de su hi!a como si no (uera una cosa del otro mundo. /o parece a(ectado ni por la muerte de su mu!er ni por la le!anía de su hi!a. *e debido de quitar mi cara de p#quer, el rictus impenetrable, descomponer mi postura maquinal Bla quin'sica es un arte mu $til para los de mi o(icioB, porque Yalal Yalal se ríe de mí3 ?@%ritinde qui, a istas alturas, mi ponga a llorar, siñor, @siñor BZarco, Arturo Zarco. obre una mesa recono)co la portada portada de una revista del cora)#n unas llaves, llaves, tiradas de cualquier manera, con un llavero horroroso. El interior de la blanca cascara de huevo que Cristina Esquivel había convertido en su hogar pronto comen)ar a resquebra!arse. B@/o li gusta mi casa, siñor Zarco Cristina dicía qui se nos istaba quidando piqueña... ?La casa no parece pequeña... Empe)amos con las preguntas en torno a los sucesos acaecidos hace un año Yalal *ussein no me descubre nada sustancioso. #lo me proporciona datos vie!os. >ue en la casa no se encontraron rastros ni ning$n tipo de huella que permitiese identi(icar al asesino. >ue no se sabe si (ue una persona o dos. >ue no se conocen m#viles verosímiles para el asesinato. >ue Cristina (ue estrangulada estrang ulada en torno a las dos de la tarde. >ue nadie vio ni o# nada. >ue la policía interrog# a los compañeros de traba!o de la di(unta, a los (amiliares, (amiliares, a los vecinos vecinos a los amigos amigos sin encontrar encontrar indicios. >ue no tiene Hni idíaI de
lo que pudo suceder pero que con 'l se cebaron que sus suegros tuvieron gran responsabilidad de la angustia que su(ri# Yalal *ussein, pero que al (inal no se pudo demostrar nada. >ue no estaban agobiados por las deudas ni les perseguían acreedores ni estaban relacionados con ning$n asunto de drogas3 BAunque Cristina (uira mídico o moro. /o me gustan los sarcasmos de Yalal *ussein. on asquerosos. -ampoco -ampoco s' c#mo debo interpretar el calendario de un restaurante chino que distingo en una de las paredes enteladas, carísimas de esta habitaci#n. Esto en el centro de un cenicero (orrado en piel de marta cibelina. Me desagrada casi todo, pero a$n no consigo comprender de d#nde proviene e&actamente mi malestar. Yalal acaba con la declaraci#n solemne de que Cristina Esquivel no tenía enemigos. ?@Y un amante, Yalal, Yalal, @tenía Cristina un amante ?La mato si tieni un amanti. La mato. BYalal *ussein se parte de risa?3 ... piro Cristina no tinía amanti. 2ntonces... ?@... no la mat# usted, @no mat# usted a su esposa Me escucho rarísimo cuando eli!o pronunciar la palabra HesposaI (rente a la palabra Hmu!erI, pero no me queda mucho tiempo para re(le&ionar sobre mi e&trañe)a porque el interpelado salta sobre mí agarrndome de las solapas. e le han desatado todos los nervios del cuerpo de golpe quiere estrangularme. %ero Yalal *ussein no tiene ni media bo(etada o le aparto de un empu!#n. El Jatusi, (ragilísimo, cae se clava el pico de la mesa de metacrilato en los ríñones. in embargo, por donde le sale un hilillo de sangre es por el oído. Yalal Yalal se toca la sangre con los dedos3 ?F-i vo a dinunciar, pida)o de cabr#nG Entonces me llevo una sorpresa. Kel cuarto de baño Bla $nica habitaci#n de la casa protegida por una puerta pu erta maci)a? sale una mu!er con aspecto de travesti, vestida con mal gusto, despeinada aunque se su!ete el pelo con un mill#n de horquillas de colores, una mu!er que corre hacia nosotros que, a medida que va acercndose, me de!a ver sus manos sus rodillas de (regona. e dirige a Yalal *ussein como si 'ste (uera un perro que estuviera meando encima de la moqueta3 ?FYalalG F/oG F%ara, YalalG La mu!er parece ignorar que he sido o quien ha derribado a su contrincante que es Yalal *ussein el que sangra por un oído. Yalal se levanta del suelo se encamina hacia la mu!er. La )arandea3 ?@>uí pasa, osi(ina, @quí pasa, Fquí cono quieres t$ ahoraG Yalal *ussein agarra de una ore!a a la mu!er se la lleva de vuelta hacia el cuarto de baño. Ella gime3 ?FMi amor, por (avorG /o te pegues con ese tío. /o te pegues con 'l, por (avor, Yalal. @/o ves que le puedes lastimar F%or (avor, YalalG F-$ no sabes controlar tu (uer)a brutaG El hombre le da un guanta)o guanta)o a la implorante implorante ose(ina ella se calla durante un segundo. Kespu's entre hipidos, ose(ina se dirige a mí3 BEs buena persona, es bueno, bueno , señor, lo que sucede es que ha pasado mucho. Mucho. Yalal la empu!a otra ve) dentro del baño cierra con un porta)o seco. ?F/o salgas di ahí hasta qui o ti lo diga, osi(inaG ose(ina permanece en el baño como una niña castigada, aunque la puerta no pueda cerrarse por (uera. Kespu's
Yalal vuelve, ha de!ado de sangrar !adea un poco. Act$a como si no hubiera pasado nada3 ?@abe, si(ior Zarco Con osi(ina he rihicho mi vida. 2so is todo.
B/o me creo ni una palabra de lo que me ests contando, Zarco. ?iempre has sido una mu!er de poca (e, >uiñones. La pobre %aula se apellida >uiñones, pero a nadie se le puede echar la culpa de sus apellidos. ?e nota lo mucho que te gusta el cine. B%aula, esto no es una película... 2ba a continuar pero %aula me interrumpe se pone a sesear3 ?La mu!er con aspecto de travesti que sale del baño, enloquesida, los espe!os rotos de la dama de hanghai, el testamento ine&istente, Lana -urner que resibe en mini?short a ohn =ar(ield, Arturo arco tiene unos brasos poderosos que derriban a Yalal, una tirita de sangre se desprende del tímpano, brotan humedades en el techo la casa empiesa a caerse a pedasos... %aula ha soltado su discurso con el histrionismo de aquellos narradores latinoamericanos de las series de dibu!os animados que, con su vo), nos metían el cora)#n dentro de un puño cuando el h'roe no se había apercibido de la presencia del espectro a sus espaldas o los conductores de los coches locos llegaban a una carretera cua $nica salida era el precipicio. %aula nunca se perdonar haber sido una tonta que no se dio cuenta de mis verdaderas inclinaciones que se enamor# de mí ciegamente. Mu ciegamente. %or eso ahora se pasa de lista. B/o debes de haberme oído bien, %auli. ?/o me llames así. ?%erdona, %aula. /o es que la casa se estuviera caendo a cachos, es que había ciertos ob!etos que desentonaban3 como si alguien colocara un tamborilerito a pilas sobre una de las mesas rococ# de un sal#n de Dersalles... ?Cuento, Zarco, mucho cuento... Como lo del hombre violento con aspecto de Jatusi que, adems mu sintomticamente, pretende estrangularte. Aunque luego el pobre no tenga ni media hostia. %arece que %aula siente verdadera compasi#n por Yalal *ussein. Yo a$n no he decidido qu' debo pensar de 'l, pero siempre es un placer discutir con %aula3 ?Los Esquivel tienen ra)#n3 Yalal *ussein es un primate. e hace un silencio. %aula aspira, espira, cuenta hasta tres se e&presa con tranquilidad (ingida3 ?HCon osi(ina he rihicho mi vida. 2so is todo.I -ienes pre!uicios raciales, Zarco. %aula con su reproducci#n de las palabras de Yalal *ussein se ha burlado de mí, no de *ussein. in embargo, mantengo la compostura porque 'se es el me!or procedimiento para sacarla de quicio3 BCerraba mucho las es, %aula. B-$ lo haces para burlarte. B/o. Lo he hecho con vocaci#n cientí(ica. Como un especialista en (on'tica que usa su espectr#gra(o. %aula no da su bra)o a torcer3 BLo has hecho con mu mala leche. @Y qu' es eso de que ose(ina tiene manos rodillas de (regona
B@/o tienen las (regonas manos rodillas de (regar, @te molesta mi lengua!e, @te molesta que haa (regonas, @quieres borrar la palabra para que las (regonas de!en de e&istir %ero lo cierto es que e&isten. Aunque ni ellas mismas se quieran enterar... BYa nadie (riega de rodillas. /o sabes nada de nada. -odo lo que dices es (also, Zarco, no porque seas un mentiroso, sino porque una película, un (iltro, empaña tus o!os. BMis o!os )arcos que a ti tanto te gustan. %aula a no me hace caso cuando coqueteo con ella. Aunque es verdad que he tomado mi apellido de un rasgo de mi (isonomía que me hace sobresalir entre otros hombres. -engo unos o!os preciosos. %aula no me los ve a trav's del tel'(ono por eso sigue pareci'ndose al rao que no cesa3 ?*as perdido la mañana. %aula cree que para mí es molesto perder el tiempo. Ella ignora que trato de aprender a perderlo placenteramente casi todas las mañanas cuando me levanto. >ue una de mis metas en la vida es aprender a perder el tiempo sin culpabilidad. Y que ese aprendi)a!e es mu di(ícil. ?@-e parece de verdad que he perdido la mañana ?Me lo parece. ?@/o te parece que dos vecinos procedentes del mismo país, con el mismo o(icio, con hi!os pequeños, con una mu!er muerta con otra que est siempre Hde via!eI dan un poco que pensar BHKos vecinos procedentes del mismo paísI... Kas asco con tus eu(emismos, Zarco. %aula ha vuelto a hacerme burla empie)o a estar cansado de mi transigencia3 ?@Mis eu(emismos, @no pre(erías que llamase a ose(ina algo así como Hempleada del hogarI Antes de que pueda replicarme, le hablo como se habla a una niña tontita que se aturulla al despe!ar la equis de una ecuaci#n3 ?@/o te dan que pensar las repeticiones, %aulita B-ienes pre!uicios sociales raciales, Zarco. ?A lo me!or. B@Lo reconoces BA lo me!or. %ero cont'stame a una cosa, %aula... ?/o so una de tus víctimas. /o pienso contestarte a nada. Mi e& mu!er acaba de colocarme en la posici#n que me!or me cuadra desde su punto de vista. o el torturador, el represor, el que encubre engaña, el que in(lige daño a los seres que viven sus vidas con impunidad o con ore!eras. Los seres como ella. 2nsisto, presiono3 Bi a ti te violara un hombre negro, @acaso de!arías de denunciarle porque es negrito, porque te sientes culpable por haber sido mala con los negritos durante tanto tiempo Yo so un gran lector. %aula tambi'n. Cuando no est en el traba!o o hablando conmigo por tel'(ono, siempre lee un libro. Ella dice que su autor de cabecera es ohn Ma&Jell Coet)ee, nacido en Cape -oJn, ud(rica, el 8 de (ebrero de 78;6. Cuando me enter' de que a %aula le gustaba tanto ese señor, me sentí un poco despla)ado, me in(orm' sobre 'l le abrí un e&pediente. La persistencia es el me!or m'todo para obtener resultados en mi pro(esi#n. Le vuelvo a (ormular a %aula la misma pregunta que ella había querido espantarse de encima como si mis interrogantes (ueran moscas o, lo que es peor, abe!orros3
?@ientes sobre tu cabe)a el peso de la culpa de Escarlata +P*ara, el arraigo a una ra)a torturadora esclavista o, sencillamente, denunciarías al negro Ahora he sido o el que impostaba una vo) sensacio?nalista vibrante. ?-endría que pensar. BFDenga a, %auliG ?/o me llames así. Aunque mañana sea domingo, es tarde. %aula tendría que )an!ar esta conversaci#n. Meterse en la cama para ponerse a dar vueltas como cada noche desde que me (ui de casa. %or eso, procuro ahorrarle ese martirio restndole horas de sueño. Cada día, en torno a las doce, la llamo. BEsto harta de hablar contigo. /o tengo tanto tiempo que perder como t$ con tus investigaciones tus películas tus leches... BYo no he perdido el tiempo. ?@Ah, no @Y has averiguado qui'n es ose(ina, @sabes algo de esa mu!er, @de d#nde ha salido, @desde hace cunto tiempo mantiene una relaci#n con Yalal %arece mentira que sea tan tarde que, sin embargo, %aula permane)ca tan despierta. #lo ella me hace reparar en que tengo un asunto pendiente. Llevo todo el día caminando sobre las aguas. /o esto centrado. Levito. oluciono la papeleta con %aula con un t#pico que encubre la verdad porque da la impresi#n de que o a me hubiese planteado las preguntas que ella me (ormula. BCada cosa a su debido tiempo. ?-$ lo has perdido. ?@>u' ?El tiempo. B/o, %aula. Yo me he enamorado. iempre le regalo a %aula una historia con la que pueda entretener su insomnio cuando, por (in, se va a la cama a oír pasar las horas en el relo! de pared que hered# de su padre. BDete a la mierda, Zarco.
%aula no me cuelga, aunque intue que los detalles del (inal de mi primera visita a los vecinos de Cristina Esquivel no van a gustarle. Es como si se quisiera proteger el rostro con el antebra)o para evitar un golpe directo. abe per(ectamente cundo debe (intar, pero todavía no es mu precisa en el lan)amiento de su derecha)o contra el punto !usto de mi ple&o solar. Le (alta mucho para desarbolarme. %aula tiene (uelle, pero a$n necesita entrenamiento para llegar a ser una e&perta en el ataque de!arme acorralado contra las cuerdas. Adems, un bo&eador nunca debería arrepentirse de sus golpes. Kespu's de insultarme, %aula adopta una actitud condescendiente3 ?Anda, sigue. -otal, no tengo sueño. %ero o s' lo que le pasa a %aula3 siente curiosidad. En casa de Yalal *ussein se había organi)ado un gran alboroto3 los porta)os, los llantos, las carreras los ruegos de ose(ina, la caída de Yalal, el golpa)o, las palabras que suenan unas ms altas que otras. Los muros de estas casas son permeables a los susurros. Al marcharme, mi an(itri#n no me acompaña. Da directo a indultar a ose(ina del castigo o qui) a ponerle otro un poco ms brutal. Algo humillante. ospecho que acabarn (ollando3 ella a cuatro patas, apoada en sus rodillas de (regona" 'l por detrs convirtiendo su (ragilidad de !unco en embestidas crueles que consigan dañar a ose(ina por dentro. Magullndola, amoratando sus c'lulas, desgarrando la vulva el ano. Con un rencor que ose(ina tolera e incluso parece pedirle. Me molesta reconocerlo que mis palabras no sean s#lo una provocaci#n para %aula, pero los Esquivel no andan desencaminados3 Yalal *ussein es un primate. Cuando salgo a la escalera, est a punto de (allarme el cora)#n3 el el(o est ahí, de pie, apoado en el muro. e me ha aparecido. Como un ngel bueno. Me toca un bra)o3 ?@Est usted bien Cierro los o!os. Me concentro en su vo). B@Est usted bien Me imagino a un hombre de cuarenta años, en su plenitud (ísica mental, pero con la memoria a un poco castigada con ciertos achaques. n hombre como o que, pese a no parecerlo, padece hemorroides se le (orman callos dure)as en la planta de los pies. n hombre propenso al estreñimiento que usa supositorios de glicerina que ha de hacer muchas (le&iones si no quiere que la carne de las tetillas se le ponga (lcida. La vo) del el(o sería la de un hombre como o. no que a ha de!ado de (umar, pese a su idolatría por 0ogart por 0acall. n hombre que mide cada palabra que le sale de la boca. Abro los o!os. Deo a un duende con los o!os rasgados las ore!illas de punta, con un piercing en la ce!a i)quierda, manos largas, pantalones caídos de tiro ba!o, grandes, ancho tes, un cuerpo casi esquel'tico. 0uscos raa!os de bolígra(o en las palmas de las manos calcomanías sobre la piel, rodillas despelle!adas, dientes que se mueven medio desprendidos de la encía. Cierro los o!os pregunto3 ?@Cuntos años tienes Espero. El chico no recela de mí3 ?Kiecinueve. /o puedo creer que esa vo) tenga menos de cuarenta años. Abro los o!os me conven)o de que sí. Ke que debe de haber cumplido cinco o quince o diecinueve. Ke que si le
ba!ara los pantalones, en las partes secretas, me encontraría con pelusilla ms que con pelo. Cierro los o!os. >uiero ser dulce, encantador, pero me sale un tono un poco imperativo3 ?@A qu' has ba!ado B*e oído golpes he pensado que el señor %ele) se habría caído. ?@El señor %ele) BEs el vecino de esa puerta de ahí. -iene al)heimer vive solo con su mu!er. on mu maores , cuando 'l se cae, ella no puede levantarle. A menudo mi madre o o les audamos. Abro los o!os los vuelvo a cerrar de golpe. Los el(os no son siempre buenos chicos. Este parece serlo, pero esto seguro de que esconde algo. Ke no ser así, no se le habrían a(ilado las puntas de las ore!as. Me diri!o al muchacho señalando la puerta del vie!o con al)heimer3 BAntes un hombre ha entrado con su propia llave en esa casa. ?ería el hi!o. /o vive con ellos, pero se pasa por aquí de ve) en cuando... Abro los o!os3 el muchacho (runce el ceño mientras habla del hi!o de ese matrimonio tan maor. eguro que 'l nunca desasistiría a su madre. Cierro los o!os. Los vuelvo a abrir me reencuentro con un muchachito que me hace una pregunta espontnea, como la de un chaval de nueve o die) años. na pregunta que me o(ende3 ?@Dende usted alguna cosa B/o vendo nada. B@Entonces, @qu' hace llamando a casi todos los timbres Me dispongo a contestar cuando una vo) a conocida que llega desde el patio me interrumpe, tal ve) con la pretensi#n de responder por mí3 ?/o es ni carne ni pescado, el señor alcan(orado... El chico sonríe, (i!ndose en el suelo" le hace gracia... B/o se preocupe, es mi madre. Me quedo mirndole e&pectante. Ke hecho le esto pidiendo una e&plicaci#n sobre la conducta de su madre. Ol lo entiende3 ?Es un poco e&c'ntrica. Yo tambi'n lo so. A lo me!or me equivoco, pero creo que el el(o coquetea conmigo. >ui) ha hablado con su madre ella le ha contado que me ha sorprendido mirndole de una (orma que, para ella, tiene un signi(icado concreto. Me entra mucho calor. Me rubori)o. Me asusta tanta complicidad entre un hi!o su madre. Abro los o!os. n niño turbio. Cierro los o!os. n hombre e&perimentado que disimula dentro de un cuerpo imp$ber. Abro los o!os. n niño que me desconcentra. /o puedo creer lo que me est pasando. El chico toma la palabra3 ?Entonces, si no vende nada, @qu' hace usted ?Esto investigando el caso del asesinato de Cristina Esquivel. B%ero eso sucedi# hace casi un año. ?El caso sigue sin resolverse. ?Es policía. B/o. o detective privado. ?FDenga aG FEso no e&isteG Bo detective privado. Me llamo Arturo Zarco esto aquí para esclarecer la muerte de Cristina Esquivel.
BH*ola, so paraguao vengo a pedir la mano de su hi!a...I A mi madre le va a hacer muchísima gracia, señor Zarco. El chico se ha puesto chistoso" sin embargo, lo que ms me perturba es la menci#n a su madre en nuestra conversaci#n. /o me gusta que esa mu!er est' presente incluso cuando no est. /o me gusta su inter(erencia en mi contemplaci#n dis(rute de este muchacho a quien no quiero intimidar sino, al contrario, inspirarle con(ian)a3 ?%uedes llamarme Arturo. BEncantado, Arturo. Yo me llamo +lmo. @Le apetece a usted subir a mi casa a tomar un aperitivo Aunque probablemente 'l no lo sabe, +lmo se comporta como la seductorafemmefatale de una película de los años cincuenta. Me invita a tomar un aperitivo. Con su madre. + qui) sí lo sabe porque tengo la impresi#n de que +lmo es un muchacho que habla mucho con su madre. + que la entiende. + que la escucha. Me siento halagado por la invitaci#n de +lmo, mucho ms nervioso de lo que quiero aparentar , a la ve), me consuelo pensando que a lo me!or consigo beber algo ms (uerte que una (anta de naran!a. +lmo me da la mano para subir las escaleras. Es un gesto impropio que me pone la carne de gallina. Keseo que las escaleras no se acaben nunca. on a las tres de la tarde. na hora e&traña para el aperitivo. -engo miedo. Me sobrepongo.
?@/o tienes nada que decirme ?/o. %aula (inge un desinter's que no consigo creerme. ?@/ada ?0ueno, sí, @lo conseguiste ?@>u' ?0eber algo ms (uerte que una (anta. +lmo mete su llave en una cerradura antigua. /o es una casa con puerta blindada. us habitantes parecen no tener miedo. usto en(rente de nosotros, se al)a la (igura de la madre de +lmo, a contralu), esperando en el vestíbulo. Yo me siento como ese amiguito que sube con +lmo a !ugar a su cuarto. Acabo de cumplir los die) o los once años la madre de mi amigo me intimida. e burla de mí. A veces me regaña si no meriendo lo que ella me pone. Me entran ganas de mear todo el tiempo. 0ombeo mi pilila con los deditos para contener las ganas de hacer pis. La madre me pilla. Me muero de vergNen)a. La madre de +lmo no dice ni una palabra, pero me sonríe de la misma (orma que cuando me dedica canciones. -emo que se ponga a cantar de un momento a otro, pero +lmo lo impide3 ?Mam, te presento a Arturo Zarco, detective privado. Ke pronto la mu!er me mira con una inesperada admiraci#n, como si me hubiese estado esperando, mientras por segunda ve) me repasa3 ?/o parece usted un armadillo. +lmo, risueño ?es una criatura encantadora?, trata de ata!ar mi perple!idad3 BEs que los policías que vinieron hace un año parecían una legi#n de armadillos. +lmo no consigue ata!ar mi perple!idad Bms bien la multiplicaB, pero su madre imprime a la situaci#n cierto aire de normalidad que, de nuevo, o no esperaba de ella. Me tiende la mano3 BEncantada, señor Zarco. o Lu) Arran). %ase, pase al sal#n. Estbamos tomando un aperitivo... En el sal#n aguarda otra mu!er. Es un poco ms !oven que Lu). Da sin pintar. Es pecosa. -iene los o!os velados detrs de unas ga(as de miope el cutis cetrino. El pelo pobre, un poco grasiento. Enseguida Lu) me la presenta3 ?Osta es Claudia. Mi vecina de arriba. +lmo se recuesta en el bra)o del sill#n en el que, sentada casi al borde del asiento, est Claudia con los hombros contracturados. Esta mu!er debería rela!arse. Claudia ba!a la cabe)a a modo de saludo +lmo completa las presentaciones3 ?@abe usted Claudia es escritora. +lmo ha hablado con devoci#n. Me pongo celoso. %ero al mirar a Claudia por segunda ve) me da pena me inspira cierta simpatía. La escritora, adems, se encarga de quitar importancia a la admiraci#n de +lmo , de paso, a su o(icio3 B0ueno, o escribo novelas" usted es detective" Lu), $nica en su especie... Claudia sonríe a la madre de +lmo mientras hace una pausa que permite a Lu) (ingir un poco de modestia o de rubor ba!ando la cabe)a negando con la mano ensorti!ada como si le diera a Claudia permiso para proseguir3 ?... +lmo posee una de las colecciones de mariposas ms impresionantes que o haa visto nunca.
Mientras habla, Claudia acaricia los dedos de +lmo. Ol no los retira. Yo hago un es(uer)o monumental para que no pueda deducirse despecho de mi entonaci#n3 ?@Ke verdad coleccionas mariposas BAntes de que se marche le prometo que le enseñar' mi colecci#n, Arturo. Lu) le quita la palabra a su hi!o pretendiendo aleccionarlo3 BA lo me!or al señor Zarco le dan asco las mariposas, +lmo. /o a todo el mundo le gustan las mariposas. +lmo asiente, sonríe. Claudia vuelve el rostro hacia la ventana. Yo miento3 ?Me encantan las mariposas, +lmo. Lu) levanta las ce!as pone los o!os en blanco e&presando algo así como Hme lo temíaI o Hllueve sobre mo!adoI o Hte he vuelto a pillarI. Enseguida se rehace e!erce de an? (itriona3 ?@>uiere usted una naran!ada, re(resco de cola, una in(usi#n Lamento no poder o(recerle alcohol, pero es que en esta casa estamos en tratamiento. +lmo la escritora se concentran en Lu) mientras ella habla. Yo, por mi parte, me quedo helado al recordar el aroma a alcoholes de alta graduaci#n sospecho que Lu) Arran) es una bebedora secreta, una (urtiva. %ero no puedo estar seguro. 2ndago un poquito. %uedo hacerlo. e me disculpar. o detective vengo a pedir la mano de su hi!a. /unca un !uego de palabras (ue ms adecuado a una situaci#n. o paraguao detective, puedo debo preguntar3 B@En tratamiento ?F%siquitricoG Lu) me responde como si me pegara un susto saliendo desde detrs de un biombo. Lu) me ha hecho FbuhG e carca!ean, +lmo la escritora. Lu) se une a la risa estirando hacia delante sus pechos, puntiagudos generosos, re(or)ados o qui) contenidos por el arma)#n semirrígido de su su!etador. Yo me sonrío los observo como un tonto de baba. A(ortunadamente ?o tal ve) lamentablemente porque temo que el chico comience a pensar que so un hombre lento, sin agilidad mental, con braguero o carente de sentido del humor? +lmo vuelve a darse cuenta de que me cuesta entender sus chistes privados. >ui) se burla de mí3 B/o le haga caso a mi madre, Arturo. Ella no puede beber porque toma unas pastillas que le sientan mal si las combina con alcohol. Lu) corta de cua!o las intimidades sobre su salud que +lmo empe)aba a desvelar3 BLos m'dicos son una panda de hi!os de puta, perdone mi lengua!e, señor Zarco, que lleva años amargndome la vida. B@/o le gustan los m'dicos, Lu) ?Creo que sería me!or de!ar el tema, señor Zarco. Acabamos de conocernos no me gusta hablar de mis en(ermedades. %ade)co muchas. +lmo vuelve a intervenir con su ligere)a reduce la intensidad del instante3 BYo so abstemio. BY o me pliego a las circunstancias... Claudia se e&presa con un tono apacible que no enca!a con el gesto de sus hombros cada ve) ms encogidos. %arece que Claudia tampoco le lleva nunca la contraria a nadie. /o puede ser una buena escritora. >ui) vierte en los libros lo que !ams diría en un sal#n. Entonces, es una mala persona. na mu!er cobarde. -al ve) alguien mu considerado. Claudia vuelve a darme lstima, pero enseguida me entran ganas de sacarle la cabe)a de
entre las clavículas estirndole del pelo. -ambi'n me entran ganas de lavarle la cabe)a de quitarle el vaho de las lentes, pero de momento me limito a aceptar la invitaci#n de Lu) sonri'n?dole con los o!os3 ?na (anta estar bien. Mientras Lu) me sirve en un vaso largo ese líquido anaran!ado burbu!eante que me resulta empalagoso tambi'n por su apariencia, inicio una pequeña conversaci#n con la escritora3 ?@>u' tipo de cosas escribe ?Escribo basura, señor Zarco. La sinceridad e&trema me incomoda. /o esto acostumbrado. +lmo viene a socorrerme3 ?/o todas las novelas policíacas o romnticas son basura. ?Las mías sí. Claudia ha clavado en +lmo su mirada" despu's gira levemente la posici#n de la cabe)a para seguir hablando conmigo3 Be lo aseguro. Yo pre(eriría escribir otro tipo de novelas. Me gustaría meterle el dedo en el o!o al lector. omperle los cristales del mon#culo. Mientras tanto, so cobarde s#lo miento. Claudia habla descubri'ndome que tal ve) es un persona!e resentido, con mala entraña. +lmo la contempla con una admiraci#n que cada ve) me desagrada ms. %or su parte, ella se resiste a ser compadecida. +lmo vuelve a demostrar que es un muchacho sensible maduro. Escucho a +lmo con los o!os cerrados creo tener (rente a mí a un doctor en lees, a un maestro, a un prestigioso psiquiatra3 BClaudia es una escritora valiente. /o le hagas caso, Arturo. +lmo ha pasado a tutearme. /o puedo creer que tenga diecinueve años hasta que vuelvo a mirarle. Claudia no se de!a corregir3 ?/o, señor Zarco. Le esto diciendo la verdad. Yo nunca me atrevería a mentirle a un detective. Esta ve) entiendo la broma. in embargo, Lu) +lmo permanecen en silencio. e quedan s#lo con la amargura de Claudia. Yo, aunque me gane el desprecio de +lmo con mis inquisiciones ?FKios no lo permitaG?, quiero aprovecharme de la vulnerabilidad, del deseo de (lagelarse, de esa necesidad de hablar a cal)#n quitado de la escritora de novelas cobardes3 ?@Que para usted inspirador el asesinato de Cristina Esquivel uenan las alarmas de la habitaci#n. En sentido (igurado. Los cuerpos se tensan. Las puntas de los pe)ones de Lu) estn a punto de atravesarme el cora)#n. Las ore!as de +lmo se a(ilan. Claudia esconde la cabe)a todavía ms entre sus hombros. Lu) se entremete se entromete3 BCristina Esquivel era agua mansa. Kespu's Claudia, +lmo Lu) se turnan buscando cali(icativos con los que describir a Cristina Esquivel. aco mi cuaderno para tomar algunas notas, pero casi no me da tiempo a escribir3 ?%repotente. ?uave. B%ersistente. BEncantadora. B*ierro puro.
?Kura. BKulce. ?Altanera. BCort's, pero no bien educada. BAmable. Boberbia. ?Esnob. ?*ip#crita. ?Acomple!ada. BMona. ?Mu alta. ?Modernita. ?n poco mística. ?n poco bel(a. ?*igi'nica. ?igilosa. ?erpiente. BCon la risa (or)adilla. ?/ormal. Acaba Lu). Me interesa saber qui'n dice qu', pero me he perdido en el !uego de las palabras automticas. Me marean. in embargo, la clave de los t'rminos peorativos me la da Lu)" ha sido ella quien ha dicho Hhierro puroI, Hhip#critaI, HserpienteI... econstruo las voces dentro de mi oído, las comparo con la canci#n del señor alcan(orado casi esto seguro de que ha sido Lu) la lengua ms viperina. La menos cauta. Cada ve) que los interlocutores pronunciaban una (rase se buscaban con los o!os pidiendo la aquiescencia de los otros dos. Eso los hace a todos un poco responsables de la idea general de Cristina Esquivel que me han transmitido. na idea coral ms negativa que con(usa. na idea que subrao en mi cuaderno al pensar en el c#nuge de la muerta3 nadie con dos dedos de (rente o nadie bueno ?o las dos cosas a la ve)? se casaría con un hombre como Yalal *ussein. + qui) Cristina, tan obcecada, (ue soberbia cre# que podía redimirlo. + tal ve) es que antes Yalal *ussein no era así, que la muerte lo ha trans(igurado3 'sa sería una pista para certi(icar su humanidad. +lmo me distrae de mis elucubraciones, poniendo (in a la retahila de ad!etivos3 ?%ero nadie merece morir. /o s' si +lmo ha hecho una pregunta o una a(irmaci#n, pero Claudia Lu) corean las palabras del muchacho como si 'stas hubieran sido una sentencia3 ?/o, no, no. /adie lo merece. Entonces +lmo, mirndome con (i!e)a, duda3 ?/o lo s'. A Lu) parece no gustarle el derrotero que est tomando la conversaci#n rompe el vínculo que se había creado entre +lmo o a trav's de su duda de su mirada. La madre me saca de mi atontamiento con una (rase hecha3 BA (in de cuentas todos cascamos. Yo, buscando repeticiones, causas, eli!o un solo cali(icativo para describir a Cristina Esquivel3 ?@+bstinada
Lu), ta!ante3 ?Cabe)ona. Mu cabe)ona. En las reuniones de la comunidad era terrible. Kulce. %ero terrible. /adie consigui# que metiera sus )apatos dentro de su casa. En el piso de Cristina Esquivel no se podía entrar con los )apatos puestos" tampoco sus propietarios, que los de!aban toda la noche en el descansillo. Los vecinos se que!aron, pero la dulce Cristina no cedi#. Claudia podría haberse hecho la loca ?qui) la madre el hi!o habían preparado todo este dilogo absurdo para distraerme para liberar a Claudia?, pero ella no quiere esconderse me recuerda la pregunta de partida3 ?Contestando a su pregunta, señor Zarco, el asesinato de Cristina no (ue para mí nada inspirador. En ese momento estaba escribiendo un libro cursi sobre el amor por los animales de una mu!er madura. 2magino al persona!e de Claudia3 una mu!er que se regoci!a con sus animales de compañía, que les da besos en la boca de!a que le laman los espacios interdigitales, los churretes de salsa de tomate de la comisura de los labios los l#bulos de las ore!as. /o vo ms all, porque ahora es Lu) quien acude en socorro de la escritora3 ?Yo creo que Claudia se inspir# un poquito en mí. B#lo un poquito... Me olvido de los espacios interdigitales. Me olvido del ms all. Y me pregunto si a Claudia alguna ve) la habr mordido un perro. i alguna ve) se le habr restregado un perro contra la punta de sus )apatos o en la pernera de su pantal#n. i Claudia habr contado esas pequeñas historias en sus novelas. ?Era una mierda, Lu). ?-$ nunca escribes mierdas, Claudia. ?Escribo muchas mierdas. %ero nunca so culpable de mis (icciones. La respuesta de Claudia provoca en Lu) una e&traña reacci#n3 el color de las me!illas se le evapora, se le escurre por la cara, que le queda cer$lea. A mí me da una idea que es el sim'trico opuesto de la que hace un rato andaba barruntando sin ser mu consciente3 ?@Y mataría para poder escribir Lu) se interpone3 ?@+ escribiría para poder matar A (in de cuentas, Claudia, el señor Zarco te est (ormulando la pregunta de qu' es primero, el huevo o la gallina. BLos e(ectos sus causas Bapostilla +lmo con mentalidad cientí(ica. ?La responsabilidad. Al )an!ar la cuesti#n, los hombros de la escritora descienden un instante le adivino el cuello. Aprovecho su gesto de desprotecci#n ?se coge mucho (río en una garganta descubierta? para repetir mi pregunta3 ?%ero @mataría para poder escribir Claudia da un suspiro. /o se cuida3 ?/o s'. -endría que pensarlo.
?@-e gusta Claudia ?Cualquier persona que a ti te genere un poquito de descon(ian)a otro poquito de repugnancia (ísica a mí me parece encantadora, Zarco. ?@Aunque tenga aspecto de no lavarse nunca la cabe)a de necesitar que alguien la descounte para dotarla de un mínimo de (le&ibilidad ?Es una mu!er que est triste a la de(ensiva. ?Es como t$. ?%uede ser, Zarco. %uede ser. Me pregunto si %aula sería capa) de matar a alguien. Y me respondo que no por el simple hecho de que no me mat# a mí. *ubiera podido aislar cientos de m#viles en nuestra vida cotidiana. Le (ui in(iel , lo que es peor, a veces la mir' con asco. Me comport' con ella desp#ticamente, sin agradecimiento. %roect' sobre mi mu!er una imagen de (ealdad que no se correspondía con el verdadero rostro de %aula. Ahora que no dormimos !untos, la repaso encuentro que es una persona (ísicamente mu agradable, pese a que se esconde dentro de prendas anchísimas propende a un desaliño que nada tiene que ver con la suciedad. Es un poco hipp. n poco antigua. %ero sus pupilas marrones estn llenas de dul)ura. La cabellera, tupida abundante, le cae hasta mitad de la espalda sus pe)ones, a veces escondidos entre un mech#n de su mata de pelo, son del mismo color que sus pupilas te miran del mismo modo algunas veces. %aula huele a sustancias intensas que no siempre eran de mi agrado. i me pusiera a hacer memoria, puede que incluso en alguna ocasi#n la (ollase como sospecho que Yalal se (olla a ose(ina. %or la espalda sin amor. Con la necesidad no de dominarla, sino de herirla. %aula se ha quedado meditabunda a causa de su posible parecido con la escritora. Es como si acabara de salirle una llaguita en el interior de un mo(lete. Le duele, pero le gusta el parecido. Lo cerca con su saliva, lo relame se aparta. na llaguita que %aula est in(ectando, ensanchando, cada ve) que pasa por ella la punta de la lengua. Ahondo un poco ms en esa llaguita3 ?@Crees que Claudia podría ser una asesina %aula hubiese podido envenenarme lentamente. in usar la (uer)a bruta. in tocarme. in sentir c#mo me en(riaba entre sus dedos ni c#mo cada hilillo de mis m$sculos de!aba de titilar. Mis arterias, de latir. Mis o!os, de verla de no verla, en una intermitencia que acaba en la mirada ms absorta ms oscura. %aula podría haber dis(rutado mientras o en(ermaba me consumía porque me lo tenía merecido3 cada día le de!aba alg$n rastro para que ella me descubriera. %ero %aula se propuso no ver perdi# su oportunidad de regalarme una muerte lenta dolorosa. %erpetrar una vengan)a. Maquinarla dulcemente en sus horas de o(icina. Aplicarme el tratamiento al condimentar la cena" adulterando los per(umes, de modo que o muriese por absorci#n, por la receptividad de mis poros abiertos al salir de la ducha, porque la piel es una tela mu delgada que de!a traspasar partículas letales" o empon)oñando las pastillas de !ab#n o los inhaladores para descongestionar la nari). ?Creo que, mientras no se demuestre lo contrario, Claudia no es ms que un estereotipo. Y no3 no nos parecemos en nada.
El espe!o se ra!# de lado a lado es una de las novelas ms siniestras de Mrs. Christie, una mu!er que ide# cientos de maneras de matar. /o s' si Mrs. Christie hi)o del asesinato un entretenimiento o si sus litros de cianuro, sus cuchillas a(iladas sus disparos (ueron un eu(emismo para suavi)ar el mismo centro de la idea de la muerte. /o s' qu' pensar de la tía Agatha. En la novela que acaba de venirme a la memoria, Marina =regg, una actri) traumati)ada por la subnormalidad de su $nico hi!o, introduce un veneno en el inhalador nasal de Ella Zielins1 'sta cae (ulminada (rente al espe!o de su cuarto de baño. La brutalidad de Marina =regg disipa la duda de que el deceso de Ella pudiera haber sido accidental o el desenlace de una dolencia larga depredadora. %aula debería haber procedido de un modo ms sigiloso3 un poquito de veneno cada día, suministrado por distintos cauces Bel alimento, los cosm'ticos, los lenitivos cotidianos, los pequeños vicios...B, hasta hacer de mi cerebro una masa calcrea que, al golpearse, se desconchara me saliera a cachos por la nari), o que se evacuase, convertida en arenilla, a trav's de mi orina. Kicen que incluso las buenas personas matan en situaciones límite. Yo no lo s'. A lo me!or todo depende de que el motivo para matar sea una causa 'pica o una causa ms personal. -ampoco s' si es ms grave o ms honesto o ms misericordioso matar con las propias manos o asesinar por encargo, preparar matan)as en las que no se participar activamente. #lo s' que %aula no lo hi)o. ?Zarco, @ests ahí %aula me necesita. B%erdona, andaba distraído. BCreo que llevas todo el día distraído, Zarco. /o s#lo distraído, incluso diría que pa)guato, cretini)ado... ?er la consecuencia del amor. Ber lo que t$ quieras, pero la madre el hi!o se te comen entre el pan. /o vas a sacar nada de ellos. -e pueden, Zarco. %arece que %aula no con(ía demasiado en la autenticidad de mi amor por +lmo. %ermane)co en silencio. %ienso, aunque sigo sin saber qu' pensar ni de +lmo, ni de Lu), ni de Claudia, ni de %aula, ni de Kriss, ni de Yalal *ussein, ni de la di(unta Cristina Esquivel, ni de ose(ina, ni de mí mismo. %aula insiste3 ?-e pueden. -iene toda la ra)#n.
Lu) Arran) +lmo me invitan a comer porque se ha hecho mu tarde. on las cuatro. -ambi'n invitan a Claudia, pero ella no se queda. Kice que su marido la est esperando. Esto contento de que Claudia est' casada tambi'n de que no se quede a comer. Me avergNen)o un poco, pero se me pasa en un segundo3 ahora +lmo me mira casi e&clusivamente a mí. Comemos con una !arra de agua del gri(o. Croquetas de !am#n merlu)a en salsa verde. Mis intuiciones sobre Lu) no andaban desencaminadas3 se descubre como una magní(ica cocinera. Mientras ella manipula sus cubiertos, me (i!o en que se le ha quedado un poco de masa de harina pegada a sus anillos de cristales coloreados. Lu) cocina sin quitarse sus anillos. /o le importa que se manchen. -al ve) no soporta despegarse de ellos o tal ve) no les concede ning$n valor. *a muchos gestos susceptibles de dobles interpretaciones3 'sa es la maor di(icultad con que me tropie)o en el desempeño de mis (unciones pro(esionales. Cada ve) que aislo un detalle particular, los gestos son grrulos, locuaces, incontinentes, e&travertidos. %rovocan un ruido que me impide oír la vo) que, (ormando parte de ese ruido, se pierde entre los timbra)os, las caceroladas, los chisporroteos, los sones, los gritos, los solos de clarinete, los golpeteos, los cru!idos de los huesos de las manos, las pi)arras que chirrían al apretar sobre ellas la ti)a, los partes meteorol#gicos de la radio, el sonido de las uñas al cortarse con unas ti!eras. Mientras comemos aislo dos comportamientos importantes3 Lu) come con avide), +lmo sin ganas. Lu) rebaña la salsa de su merlu)a" +lmo desmenu)a el pescado, lo destro)a, lo esconde entre el espesor de la salsa para evitar com'rselo. En cuanto a mí, procuro comer respetando las reglas de urbanidad en la mesa3 no coloco los codos sobre el mantel, me limpio la boca antes de llevarme la copa a los labios. Lu) se sonríe cada ve) que de!a de prestar atenci#n a su propia voracidad me sorprende en uno de los gestos de mi re(inamiento. Duelvo a temer que intempestivamente se ponga a cantar. BKisc$lpeme por lo de la canci#n, señor Zarco. Le prometo que no volver a ocurrir. Lu) se dirige a mí con pillería o tiemblo ante la posibilidad de que me lea el pensamiento. %ero debo sobreponerme, no permitir que Lu) me !u)gue3 so o el que ha venido aquí a !u)gar a sacar conclusiones. /o me debo de!ar amedrentar ni seducir por una madre por un hi!o que son sencillamente maravillosos. Me da miedo herirlos o que mis preguntas me e&pulsen de este círculo cerrado alrededor de la mesa que me intimida en la misma proporci#n que me (ascina. %ero no me queda ms remedio que preguntar porque quiero, deseo, necesito saber3 ?@Divís los dos solos ?í, señor Zarco, pero no incestuosamente. *ubiera pre(erido que Lu) cantase, porque acaba de clavarme en la masa ence(lica una esquirla. na hip#tesis que o no me había planteado que, para mí, es la peor de las hip#tesis. La ms dolorosa. La que dota de una signi(icaci#n mu concreta a esa empatia entre la madre el hi!o, a la tolerancia de Lu) con mi inclinaci#n hacia +lmo, la de esa punta de locura que per(uma cada vericueto de esta casa. Me saco la esquirla, apretando los dientes, me reprocho no haberme (amiliari)ado a$n con el peculiarísimo humor de Lu) Arran). +lmo, mi cada ve) ms querido +lmo, me acaricia con sus (rases3 ?Mi madre est separada, Arturo. Lu) se carca!ea3
?@Y t$ crees, hi!o, que hacían (alta aclaraciones Este señor es mu inteligente3 Fes detectiveG uro que no puedo decidir si Lu) se ríe a mi costa o no. +lmo se levanta de la mesa. ecoge los platos. e pone a (regotear en la cocina mientras Lu) enciende un cigarrillo3 B#lo (umo uno despu's de comer. Me lo dice !usti(icndose. na mu!er, aparentemente tan poderosa, se !usti(ica por (umar un cigarrillo en el sal#n de su casa. Lu) debe de tener alg$n miedo. Es vulnerable. >ui) sabe que ha personas que la pueden dañar. B@sted no (uma ?Lo de!'. ?FAhG Lu) suelta su e&clamaci#n entre una bocanada. Kespu's me habla con(idencialmente, evitando echarme el humo a los o!os. Lu) o parecemos dos comadres que se cuchichean secretos al oído3 ?Ahora que +lmo se ha marchado a la cocina, le dir' que o tambi'n tuve celos de la escritora... A 'l le encantaba que una mu!er como ella le prestara atenci#n. Es un muchacho mu especial. upongo que debería haberle puesto otro nombre. í, debería haberle puesto otro nombre... BLos nombres no nos condenan, Lu). B/o lo s', señor Zarco. BLlmame Arturo, por (avor. ?/o lo s', Arturo3 (í!ate en el mío. Entonces vuelvo a mirar a Lu) con atenci#n se me aparece imone ignoret, entrada en carnes, teñida de castaño oscuro completamente vestida de negro.
Esto en medio de una habitaci#n impresionante. En todas las paredes ha vitrinas con mariposas atravesadas por un al(iler. Encima de una gran mesa de madera descansan libros sobre lepid#pteros, una lupa, un acerico, (rascos con líquidos cua composici#n ignoro, botes de cristal, agu!as de acero ino&idable de cabe)a dorada, bolitas de alcan(or, pegamento, hilos, pin)as, papeles de seda celo(anes, una cuchilla de a(eitar, una ca!a de acuarelas, pasteles, utensilios de dibu!o. +lmo diseca colecciona mariposas, pero tambi'n las dibu!a con una precisi#n que da miedo. Al lado de cada dibu!o, en un gran cuaderno de ho!as de papel mu gordo, ha anotaciones escritas con una letra pulcrísima diminuta. in tachaduras. Las persianas estn ba!adas s#lo un (le&o de cien vatios, sobre la mesa, ilumina la estancia. Es el cuarto de +lmo. -an impresionante que 'l se me pierde en la penumbra s#lo distingo, durante brevísimos periodos, sus manos blancas alargadas ba!o la lu) del (le&o. /o ha nada ms en la habitaci#n3 s#lo un armario una cama pegada a un rinc#n. /o ha espacio en las paredes para clavar un p#ster. /o ha compact discs ni (otos de amigos que sacan la lengua ni postales de la -orre Ei((el ni la bu(anda de un equipo de ($tbol ni un min$sculo instrumento musical" no ha papelillos ni ca!itas que escondan algo que no se puede decir ni diplomas ni ninguno de esos (etiches de e&cursiones o de borracheras que suelen adornar las habitaciones de las personas de diecinueve años. Cierro los o!os3 +lmo debe de ser un enano, un hombre mu vie!o que se conserva en (ormol. Abro los o!os3 s#lo mariposas. En la penumbra de las cuatro paredes. Encima de la mesa de traba!o. +lmo, desdibu!ado en una oscuridad tan s#lo partida por un rao de lu), comien)a sus lecciones3 BLas mariposas tienen seis patas cuatro alas, dos a cada lado del cuerpo. Las alas estn recubiertas por escamas de colores que se van desprendiendo mientras la mariposa vuela. +lmo me detalla, sonriente pro(esoral Bcierro los o!os, un doctor en entomología" abro los o!os, un niño que acaba de regresar de una e&cursi#n al campo con un gorrito un ca)amariposasB, los rasgos mor(ol#gicos de las mariposas. Yo tuer)o el gesto. El polvillo de las alas de las mariposas me da aprensi#n. Me repugna como la caspa encima de las hombreras de una chaqueta. /o me gusta que me manchen ni sentir los dedos pega!osos despu's de comer las costillitas del cordero o la cola del langostino. Kadme limones toallitas per(umadas. /unca me regal'is en una (eria algod#n de a)$car. Las mariposas se descomponen en pleno vuelo, mis piernas se carboni)an mientras camino los restos de ceni)a van de!ando un rastro sobre la acera, perder el cuerpo mientras se anda es lo mismo que ser un relo! de arena vivo, orgnico... Enseguida recompongo las partes esparcidas por mi cara de asco ?la ce!a derecha vuelve al lugar que le corresponde, la línea inclinada de la boca, el prpado guiñado se destensaB aparento serenidad, atara&ia. i +lmo me descubriese, sería un desastre. %ero +lmo pasa las pginas de su cuaderno sin verme. Est embebido3 ?Las pie)as bucales de estos hermosísimos insectos se han trans(ormado en trompas que se enrollan en espiral. Las Danessas pueden llegar a vivir nueve meses, aunque algunas especies no sobreviven ms all de unas horas. u ciclo vital pasa por las (ases de huevo, oruga, crislida adulto Su apareamiento puede ser muy rápido o prolongarse durante horas.
+lmo esta a rcvetvos Re tSu5T5vcU ceJJnvt&vNs, Ae, (vVccA po de oruga. >ui'n sabe si Lu) andar escuchando detrs de la puerta. Abro los o!os3 +lmo es un adolescente que al de!arme penetrar en el santuario de su habitaci#n ha cerrado el pestillo. Cierro los o!os sigo escuchando su vo) de ingeniero en huevos crislidas3 BLas mariposas no son gregarias, pero algunas especies se agrupan para pasar la noche. Ahora so o el que se comporta como un niño3 ?@-ienen miedo las mariposas BKeberían tenerlo. Estn amena)adas. %or primera ve) a lo largo del día, +lmo me o(rece su rostro ms serio. %ierde los houelos de las me!illas el brillo de los o!os, que se le achinan al reír, es de otro color. Ms violeta. Me gustaría consolarle, pero no s' qu' decirle. Le acaricio el dorso de la mano, (os(orescentemente nacarada, ba!o la lu) del (le&o. Ol se de!a. +lmo sigue con su recitaci#n casi en un susurro, como si me contara un secreto que nadie adems de nosotros debe oír3 ?Las mariposas nocturnas, las polillas, convivían con los dinosaurios. ?Me encantan los dinosaurios. A medida que vo quedndome inerme B+lmo me ha permitido acariciar su mano nacaradaB, me in(antili)o ms ms. >uedo desarmado al acercarme a +lmo, al distinguirlo me!or, al a!ustar el dimetro de mis pupilas a la lu) de este cuarto que es radical, oscura clara, separada por (ilos, no la penumbra granulosa uni(orme de una habitaci#n a oscuras, sino el blanco el negro de un espacio intensamente iluminado en una esquina, deslumbrante como el (lash de los (ot#gra(os ?temo que +lmo me vea con el iris granate en esta instantneaB, negro, mate, ine&istente en sus ngulos muertos. >uedo desarmado al redescubrir el corte de la mandíbula de +lmo, el vello casi algodonoso la nue) que sube ba!a, puntiaguda en el centro de su cuello, mientras 'l contin$a con sus oraciones lepid#pteras es tan benevolente que pasa por alto lo est$pido que so ?Hme encantan los dinosauriosI? me sonríe. A die) centímetros de mi cuerpo de oruga. %or mucho que me cuide la piel los m$sculos, por mu orgulloso que me sienta, al lado de +lmo siempre ser' un cuerpo de orugas almorranas, un cuerpo ms vie!o, una botella medio vacía. Y, sin embargo, es como si a +lmo le enterneciese. Como si estuviese a punto de revolverme el pelo al abrirme su mundo, al e&tend'rmelo como un muestrario de telas con las que con(eccionar un tra!e. Cierro los o!os para dis(rutar de su sabiduría a menos de die) centímetros de su cintura3 BLas mariposas diurnas evolucionaron a partir de las nocturnas tienen cuarenta millones de años. Los colores de las alas resultan de dos procesos3 los amarillos anaran!ados son pigmentos químicos" otros colores son producidos por estrías microsc#picas sobre la super(icie de las escamas que re(le!an la lu). BComo si los colores no e&istieran... Me arrepiento de haber hecho un comentario tan ridículo" sin embargo, a +lmo no le parece ninguna ridicule). Lu) tocar con los nudillos dentro de un rato nos dar para merendar pan con chocolate. +lmo es un niño o !uego al !uego que 'l pre(iere, al que me impone, encerrados los dos dentro de su habitaci#n. Mi pecho casi se apoa contra su espalda cuando 'l vuelve la cabe)a por encima de su hombro para responder3 ?Es que los colores no e&isten, Arturo.
/o e&isten los colores, lo admito, o esto e&citado con mi vientre qe ba!a se aprieta contra su rabadilla, vigilados los dos por los o!os de círculos conc'ntricos de las alas de las mariposas. Mi e&citaci#n me pone lírico, apasionado enumerativo3 B/o e&isten el a)ul ni el amarillo ni el ro!o. B#lo e&isten la lu) la temperatura. La temperatura de +lmo tibio. +lmo que me impresiona me instrue mientras se aparta unos siete centímetros de mí me contiene. *a pasado todo o no ha pasado nada a$n ese a$n, ese todavía, son las palabras que me mantienen tenso que tampoco a mí me van a de!ar conciliar el sueño esta noche mientras recuerde sus lecciones3 B- os o!os de las alas de algunas mariposas sirven para espantar a los depredadores, que así las con(unden con animales de maor tamaño. @er +lmo un animal ms pequeño o uno ms grande de lo que parece Me gusta que se haa apartado unos siete centímetros de mí evitando que un instante lgido emocionante se volviera burdo. *aci'ndome dudar de si busca seducirme o me rehue. %oni'ndome nervioso en(ermo de una dulce angustia. Me gustaría pintarme todo el cuerpo con o!os de alas para poder mirarlo por delante por detrs, por los costados, por la piel del cogote, por los bultos de las r#tulas. %intarme de purpurina el pecho el pelo que me queda. Me gustaría que me clavase un al(iler en el centro del ple&o solar, que me tratase las alas con sus líquidos incoloros sus secantes sus celo(anes. >ue no abriera nunca la persiana. >ue nadie nos viera desde la calle. >ue s#lo Lu), c#mplice guardesa, colocase su prpado de mariposa en el o!o de la cerradura para percibir nuestra hambre de cachorros encerrados nos pasase el alimento a determinadas horas del día. Y un orinal unas toallas empapadas en agua de rosas. >ue +lmo reservara para mí una vitrina enorme... ?Ketective disecado. %aula me pincha el globito. /o es que a ella no le guste la poesía. Es que no soporta la poesía que no le leo a ella, que no escribí para ella, que nunca me inspir# ella. %ero %aula no va a poder con mi (elicidad. ?0ru!a. BAlguien así no puede estar mentalmente sano. ?0ru!a. La monomanía de +lmo alivia a %aula porque cree que lo aparta de mí, pero al mismo tiempo la perturba. A mí tambi'n, eso es precisamente lo peor que podría pasarle a %aula3 que o quisiera sentir el dolorcillo de mi dedo cuando lo acerco a la llama de una vela. C#mo es ese dolor cunto tiempo puedo soportarlo. -rato de deslumhrar a +lmo con mis propios conocimientos. -rato de a(ian)ar mi edad mi venta!a sobre 'l. aco pecho para disminuir mi incertidumbre desdecirme de mis puerilidades de nombres de colorines Bs' muchos? de dinosaurios regordetes que son verdosos sonríen en las estampitas de mi imaginaci#n3 BLa mariposa es el símbolo de la atracci#n inconsciente hacia la lu). Es el alma. ?>u' interesante. +lmo boste)a. A +lmo no le importa el alma. e cal)a unos guantes de lte&. 2nclina su cuerpo encima de la mesa de traba!o. Deo el rosario de las v'rtebras de su columna que se marca por deba!o de su camiseta de algod#n me gustaría ir incrustndole poco a poco el dedo índice en cada uno de sus espacios intervertebrales. in llegar a tocarle, procuro que no se olvide de que esto a su lado3
BLa mariposa es la vida, el símbolo del renacer, de la alegría de la (elicidad conugal. /os saldrían unos hi!os guapísimos a +lmo a mí. Es posible que incluso (ueran inteligentes. Echo de menos un $tero unas tetas barbudas para amamantar al hi!o. B@abes, Arturo A mí no me interesan las met(oras. B@/i las de mariposas BEstudio biología. 2nvestigo la mor(ología de los insectos, sus trans(ormaciones, su lu) su temperatura. Esas son las cosas que me atañen directamente. Miro de nuevo alrededor , esta ve), me da un escalo(río. Mis pupilas a se han acostumbrado a esta atm#s(era de claroscuro distingo las turbias mariposas de las vitrinas3 a)ules, malvas, moradas, amarillas, cadmio, verde musgo verde botella, esmeralda, verde billar, rosceas, blancas, negras. %ero no ha mariposas ro!as, granate, magenta, mariposas menstruales, burdeos, carmín, índigo, bermell#n, barrosas, carmesíes, mariposas (uego, sangre, rubí, piment#n, a)a(rn, tomate, sandía, mariposas p$rpuras... ?@Ya te has dado cuenta B/o tienes mariposas de color ro!o. BEs que no las veo. Y siento rabia.
?@Y si +lmo matara para poder ver el color ro!o ?@A Cristina Esquivel no la asesinaron con un cord#n de )apato Aunque me cueste de(ender a ese chico repelente, tu hip#tesis vuelve a parecerme melodramtica, Zarco. ?La impresi#n de la muerte, la visi#n de la masa de las visceras o de la sangre que se derrama manchando las baldosas. n ma)a)o para sus bastoncillos. n electroshoc1 visual. >ui) quiso ra!arla despu's de estrangularla , al (inal, sucedi# algo no se atrevi# a completar su e&perimento sanador... BLiteraturas, Zarco. B>ui), o qui) lo plane# con Claudia, a la que tanto quiere. + con Claudia con su madre. Los tres se llevan mu bien. BLiteraturas. %aula a veces es un cubo boca aba!o. igue el olorcillo del queso , FpíasG, queda atrapada en el cepo de mi ratonera. /o adivina que he (ormulado mi est$pida hip#tesis cromtica para que ella se pusiese del lado de +lmo. %or e&ageraci#n por solidaridad, porque %aula tiene una pierna un poco ms corta que la otra. En un )apato lleva un al)a con la que disimula. Co!ea si no se cal)a sus )apatos especiales de co!a conversa a la simetría. BYo no te mat' a ti, Zarco. Y so co!ita. >uiero borrar cualquier sombra de sospecha que pudiera recaer sobre +lmo que %aula lo trate con el mismo mimo la misma consideraci#n que a Kriss, que a Claudia, que a Yalal *ussein. %aula se pone del lado de los d'biles, pero a mí no me desclava la espina del centro del cora)#n. #lo he querido prevenir que %aula me meta las manos dentro de una herida que a est abierta a punto de in(ectarse. Me rondan historias de tullidos que matan, de cheposos, de co!os mala leche ?como %aula?, de tuertos que sacan los o!os a los niños mientras descansan en sus cu?nitas, de siameses separados por el ciru!ano, de persona!es con el rostro destruido por el cido sul($rico, de condenados a la silla el'ctrica que encargan crímenes a obedientes mong#licos, de tontos $tiles, de en(ermos terminales que a no tienen nada que perder se preguntan Hpor qu' a míI... /o verbali)o para %aula mi des(ile de criaturas monstruosas. /o me arriesgo a que, por segunda ve), en la misma conversaci#n me tilde de racista, de &en#(obo, de na)i. Lo di(erente no me asusta. -emo por a +lmo temer por a +lmo es lo mismo que temer por a mí mismo , por esas ra)ones, me pongo en lo peor. Aunque no tanto como ella cree Bme lo est demostrandoB, %aula me conoce. Conoce los libros que he leído, las (otos que he visto, las entradas de las enciclopedias que he consultado. A veces so casi transparente para ella. %aula es prctica , pese a mis silencios mis (intas, lee un (ragmento de mi pensamiento me con(orta3 ?Ke!a de pensar en monstruos de (eria, en criaturas sin o!o del culo en criaturas sin boca que se alimentan a trav's del ol(ato. +lvídate del ro!o piensa @por qu' iba a matar +lmo a Cristina Esquivel %aula me recuerda una de las ra)ones por las que me hice detective. 0ien por %aula. o detective porque no creo que este mundo est' loco ni que s#lo las psicopatías generen las muertes violentas ni que $nicamente los (orenses los criminalistas que rastrean los pelos, las huellas parciales, las cadenas de AK/, la sangre el semen que empapan las al(ombras las sbanas puedan ponerle un nombre a los culpables. Creo en la le de la causa el e(ecto. En la avaricia. En la desesperaci#n. En la soledad. En la compasi#n
en la clemencia. En los argumentos de los prevaricadores. En la necesidad de un techo de una caldera de cale(acci#n. En el deseo de acaparar en los motivos ocultos del mentiroso compulsivo. Creo en la e(icacia de los tratamientos psiquitricos en la honrade) de ciertos !ueces. Creo que podemos comunicarnos a trav's de los lengua!es en el desci(ramiento de los símbolos. En los especialistas en quin'sica que se convierten en !e(es de recursos humanos. /o todo es aleatorio ni (ragmentario ni voltil ni inaprensible. E&isten las repeticiones. o detective porque creo en la ra)#n en la medicina preventiva. 0usco las causas los ecos. Lo que sucede dos veces. Los hilos que se te!en con otros hilos. uelo encontrarlos. BZarco, @me escuchas Bí, %aula. B@acri(ican acaso a las mariposas con un cord#n ?/o, %aula. BEra una pregunta ret#rica. ?@%erdona Bna pregunta ret#rica que quería introducir una sospecha3 creo que has equivocado el argumento, el m#vil, la causa para matar... %ero qui) haas acertado con el e!ecutor. %ermane)co callado. /i mis verdades a medias ni las miguitas de pan con que he ido sembrando el camino para que ella se perdiese han desorientado a %aula. ?0ru!a. %aula est e&ultante e inspirada. Kebe de estar mordi'ndose un mech#n de pelo mientras dis(ruta de una de las situaciones que pre(iere3 la de pegarme una bo(etada para despu's consolarme como sí (uera una madre de esas que castigan a destiempo a sus hi!os. BCo!a. %aula se descacharra. Cuando me desmade!o Btambi'n cuando co!o la gripeB, %aula se aprovecha de mi debilidad para recuperar posiciones. Y ahora nota que esto a punto de desmoronarme no s' si a causa de lo que he vivido o por su culpa. Kudo de si debo seguir relatndole a %aula, la co!ita, la continuaci#n de esta historia.
?Mi pobre +lmo. Lo digo con los o!os abiertos mientras apoa la cabe)a sobre mí o le abra)o. A lo me!or +lmo siente pena de sí mismo o qui) aprovecha una pena que no siente de verdad para acercarse a mí. La segunda posibilidad me parecería mu halagadora. E&traordinaria. Kis(ruto de apro&imadamente unos treinta segundos de contacto (ísico con +lmo. La imagen de Lu) me molesta durante unas mil'simas de esos mismos segundos. BAl (in al cabo, el color ro!o no es tan bonito, +lmo querido. ?Eso es lo mismo que me dice mi madre. Me lo temía. Chaim outine busca la me!or pie)a de carne en el mostrador de las carnicerías de %arís +lmo me regala sus o!illos achinados en una sonrisa que es a la ve) angelical mal'vola. +lmo se aparta, recuperado. Mis bra)os el bombeo de mi cora)#n contra el suo ?de pa!aritoB tienen propiedades curativas. Ya no tenemos los cora)ones ro!os. Ahora son violceos, casi a)ules. /o nos importa. +lmo me pide que le espere en su habitaci#n3 ?Enseguida vuelvo. Cuando abre la puerta, me (i!o en que a no se (iltra la lu) radiante del resto de las habitaciones en que no llega ning$n ruido de la casa. Ya debe de haber oscurecido. Miro el relo!. on las ocho de la tarde. +lmo vuelve. -rae un bote de cristal congelado. Entre las espinas del hielo, distingo una mariposa. +lmo coloca el bote delante de mis narices3 BEs un bote de muerte. e llaman así porque dentro de ellos Bdentro de un ino(ensivo bote de melocot#n en almíbar, de esprragos, de borra!a en conservaB las mariposas son sacri(icadas. *a dos procedimientos que +lmo pasa a detallarme3 uno consiste en meter el bote en el congelador con la mariposa viva esperar unas tres o cuatro horas hasta que el insecto muera" el otro es depositar en el culo del bote un material absorbente ?una baeta por e!emplo?, cubrirlo con un poco de escaola, rellenar el recipiente con cloro(ormo , despu's, introducir dentro de 'l la mariposa esperar a que, encerrada en el bote, agonice a causa de las emanaciones del 'ter con el que se ha empapado la baeta. iento repel$s3 B@Y 'stos son los procedimientos ms misericordiosos ?Ostos son los procedimientos que dañan menos las alas de la mariposa. ?@Y su(ren +tra ve) so un niño que quiere saber si 'l tambi'n se morir, que pregunta por la e&istencia de los rees magos, que desea que la respuesta a la primera pregunta sea no a la segunda sí. +lmo retira el hielo del (rasco haciendo di?bu!itos con el dedo índice3 B/o te quepa duda. %ero no creo que 'sa sea la cuesti#n ms importante. +lmo crece o decre)co, +lmo mengua o me estiro, +lmo enve!ece o me vo aniñando, +lmo me instrue o no so rpido para aprender, +lmo tirita o lo prote!o deba!o de un ala, +lmo est perdido en medio de un bosque o tengo un mapa (orestal, +lmo es mi pastor o su cordero. /o s' si vo a poder soportar estas oscilaciones, este olea!e Blos barcos pequeños me marean?durante mucho rato. Ahora so el cordero3 ?@Y te da lo mismo
BArturo, o amo a las mariposas. Ama a las mariposas. -al ve) o debería tener miedo de que me amase a mí ?me ha permitido tocar su mano nacarada deba!o de la lu), lo he abra)ado, casi restriego mi vientre contra su rabadilla lampiña, he deseado incrustarle mis dedos en los huecos de las v'rtebras...?, pero mi pnico es un aliciente ms para mi amor. -engo ganas. Me tiemblan los labios mis palabras se aseme!an a un balido3 ?@Y te da lo mismo hacerlas su(rir ?n compañero de la (acultad mata las mariposas presionndoles el abdomen. Como si un hombre mu gordo se sentara sobre el pecho de un niño pequeño. Lo reventaría. B-u compañero es un salva!e. +lmo es mi pastor3 B@-e das cuenta, entonces, de la di(erencia que e&iste entre mi compañero o Este traba!o requiere delicade)a buen pulso. Es un traba!o cientí(ico , a la ve), artístico. Qí!ate. obre una pie)a de poliuretano, un aislante blanco de los que protegen los electrodom'sticos dentro de sus ca!as, +lmo dibu!a una línea central dos líneas paralelas a esa línea central. Con la cuchilla tra)a un surco pro(undo en (orma de uve. aca la mariposa del bote de muerte , con los dedos índice pulgar, la sostiene, apenas ro)ndola, por el t#ra&. Le clava una agu!a dorada entre las alas. ?Así... *e de clavar la agu!a con cuidado !usto en el centro del metat#ra&, en el tercer segmento torcico. Derticalmente. La agu!a sale entre las patas de la mariposa, la atraviesa de un e&tremo a otro. La empala en metal. +lmo toma su mariposa la clava en mitad de la uve que ha tra)ado en el corcho" despu's incrusta dos al(ileres al lado de la cabe)a de la mariposa, otros dos a cada lado del t#ra& otros dos a cada lado del abdomen. +lmo es un acupuntor, un maestro de vud$, un sastre, un (orense, el practicante que saca sangre a los neonatos, el verdugo que se encarga de las cruci(i&iones. +lmo toma las pin)as con una delicade)a e&trema manipula las alas superiores" las e&tiende sobre la base del corcho. Kespu's les coloca por encima una tira de celo(n. El ruido del celo(n la cauta manipulaci#n con las pin)as me producen un placentero espasmo. iempre me ponen los pelos de punta los sonidos de las manipulaciones cuidadosas3 el tintineo del gar(io odontol#gico contra la plaquita de vidrio sobre la que el doctor (abrica la me)cla para los empastes, el cru!ido del papel con el que la dependienta envuelve los regalitos. Las alas quedan e&tendidas, sin pliegues, +lmo las envuelve una a una con el papel de celo(n. %asa un rato acomodando cada ala sobre unas tiritas de aislante que ha pegado sobre la primera pie)a de corcho. ?*a que manipular el animal antes de que haan transcurrido cuarenta ocho horas de su muerte. i no, las articulaciones se ponen rígidas se rompen. +lmo clava las puntas del celo(n con al(ileres. sa las pin)as. Lo observo durante ms de una hora, pero no puedo reproducir con e&actitud todos sus movimientos. Al (inal introduce el monta!e en una ca!a con bolitas de alcan(or. algo de mi relato, que ha pretendido ser minucioso, para que %aula no me pueda acusar de haberme quedado dentro de uno de esos botes de vidrio que +lmo mane!a con precisi#n quir$rgica3 ?La t'cnica requiere buen pulso. BZarco, cuídate.
?Es s#lo un niño. ?Mata con (rialdad. ?Mariposas. Me despido de +lmo con una caricia en la cara. La casa est vacía. Lu) ha debido de salir. Es sbado por la noche. %re(iero no encontrrmela. Kentro del cuarto de +lmo he tenido miedo de abrir la puerta de que ella me estuviese esperando para mirarme otra ve). +lmo no sale los sbados por la noche. Me tiende las dos manos como despedida3 ?@Dolvers mañana ?Claro. +lmo retiene mis manos un poco ms. Yo aprieto las suas , despu's, me suelto. Mientras ba!o, 'l aguarda en el quicio de la puerta. /o la cierra hasta que llego al portal. Cuando alcan)o la calle, miro la (achada del edi(icio en el que vivía Cristina Esquivel vomito entre dos coches. /o he digerido ni las (antas de naran!a ni las croquetas de Lu). BCuídate, Zarco. %aula empie)a a estar preocupada por mi seguridad o qui) se arrepiente de ser tan desabrida o tal ve) necesita demostrarme que me quiere ms que nadie. Ms que +lmo. %aula sigue mu despierta abandona el tema de +lmo para no irse a la cama con mal sabor de boca3 BKime una cosa" @por qu' te concentras en la comunidad de vecinos, @por qu' no indagas ms en la (amilia directa de Cristina o en su círculo de amistades o en sus compañeros de traba!o /o esto de mu buen humor. Ke golpe el peso de las horas se me echa encima de los prpados caigo en la cuenta de que tengo que dormir. B@Ke verdad quieres que te conteste, %aula Bi no, no te habría hecho la pregunta. ?Llevo dici'ndote lo mismo toda la noche. BEs que no te puedo creer. ?/o te va a gustar. BKímelo, Zarco. BMe concentro en esa comunidad mañana volver' porque un niño pedalea en un triciclo su padre vive de alquiler su mam est de via!e" porque no s' qui'n es ose(ina ni por qu' teme que Yalal *ussein pueda hacerme daño" porque Lu) Arran) es una abstemia que huele a anís e inventa canciones raras" porque ha dos vie!os encerrados su hi!o clausura la casa echando dos vueltas de cerro!o" porque no s' qu' le gustaría escribir de verdad a Claudia =aos ni qu' es lo que la señora Leo ve a trav's de su mirilla , sobre todo, volver' mañana porque me he enamorado de un el(o dalt#nico que colecciona mariposas. %aula se queda callada durante dos, tres o cuatro segundos. Mucho tiempo si se habla por tel'(ono. Kespu's sale de su mutismo3 BEntonces, no me vuelvas a llamar, Zarco. %aula cuelga sin darme tiempo a nada ms. Esto cansado. /o importa.
En Adiós muñeca, en Coseca ro!a, al detective se le somete a una prueba donde resalta su e&trema vulnerabilidad. e le droga o se le golpea en la nuca su percepci#n del mundo cambia. e convierte en un ser hipersensible e inde(enso3 no puede reaccionar, ve entre brumas. in embargo, esa hipersensibilidad, ese estado lis'rgico voltil, le permite captar lo que antes nadie capt#. Kescorre los velos, las capas de niebla, las (ibras que enmarañan los huecos de las habitaciones Bse libera de los hilos pega!osos de la migrañaB, las pginas que se superponen sobre el aire. Al (in entiende. -odo se recoloca de un modo natural. Yo a$n no he llegado a ese instante de lucide) que surge del caos absoluto, del o!o del remolino, pero s' que debo aprovechar mi (ascinaci#n ?posiblemente mi amor?por +lmo. >ue 'l me ha sumido en un estado de con(usi#n e hiperestesia seme!ante al de los detectives noqueados por una hipod'rmica, por una cachiporra o por un litro de Jhis1. >ue en el centro de mi pasi#n vo a hallar, como los poetas las mariposas, la lu). >ue este estado de aparente aturdimiento me llevar hacia la verdad. El barrio dis(ruta esta mañana del silencio de la pulcritud del domingo3 los barrenderos a han acabado su traba!o. Los adoquines relucen empapados por el chorro de agua a presi#n de las mangueras. e encharcan los alcorques de los arbolitos decorativos. Ms tarde, +lmo Ba quien tambi'n le interesa la botnica, en especial las plantas carnívoras B me in(orma de que los arbolitos son catal?pas aligustres. BZarco, @plantas carnívoras ?Ests a la que salta, %auli. #lo lo he dicho para pincharte. B/o me llames así. %aula me ha llamado al m#vil por la noche para que le haga el resumen de mi domingo de traba!o. Est arrepentida de su espantada. *ombres mu!eres pasean con el peri#dico el pan ba!o el bra)o otras personas se asoman al balc#n3 miran la calle (uman echando el humo al viento, para que no se contamine el interior de su vivienda" para que ni sus niños ni sus perros contraigan en(ermedades respiratorias. Ke ve) en cuando un coche pasa a toda velocidad calle aba!o. *o no oigo ni los pitidos de las gr$as ni las piquetas que acuchillan los cimientos de los edi(icios en rehabilitaci#n. *ace sol. Llevo puestas mis ga(as. *o, al colocrmelas sobre el puente de la nari) he homena!eado a +lmo3 con mis ga(as ver' del mismo color que 'l la piel de los tomates algunas (ibras coloreadas de mi carn' de identidad. Mi tra!e est un poco arrugado. /o me he cambiado de ropa. B>ui'n te ha visto qui'n te ve. i supiera d#nde esto en estos momentos, %aula se arrepentiría ms todavía. %ero no se lo vo a decir hasta el (inal para que su mala conciencia se trans(orme en una masa de bilis a la boca le suba el sabor de los metales pesados. iempre le sucede lo mismo3 cuando vivíamos !untos , por (in, se atrevía a gritarme o a pro(erir una amena)a, volvía rpidamente con el rabo entre las piernas como si sus chillidos invalidaran unos argumentos s#lidos. Yo (ui un hi!o de puta. -ambi'n (ui un hi!o de puta conmigo mismo. >ui) %aula temía que la de!ase" sin embargo, ahora su miedo es otro no renuncia a ser un poco acida para encubrirlo. %or la noche, desde esa casa que una ve) compartimos ella o, me escucha al otro lado del hilo tele(#nico. /o sospecha las barbaridades que he de
relatar ni la traca que le reservo como (in de (iesta. Abro mi cuaderni?to para narrarle a %aula los sucesos paso a paso. Como a ella le gusta. Los domingos por la mañana, e&ceptuando a los idiotas que aman las e&cursiones las caravanas, tal ve) los templos, se encuentra a la gente en sus domicilios. A traici#n. La puerta del portal de la (inca en que vivi# Cristina Esquivel est rota. Alguien pegaría una patada ha descountado los go)nes el cerro!o. Entro sin llamar a ninguno de los tele(onillos me encuentro con Claudia. ostiene una bolsa de plstico. B@+tra ve) por aquí, señor Zarco %arece que nos ha tomado usted mucho cariño. Esta mañana Claudia es una mu!er hermosa. *a mu!eres que un día parecen decididamente (eas , al siguiente, se transmutan muestran una belle)a nada vulgar. Como Claudia. Lleva el pelo recogido le brilla. e ha pintado las pestañas de repente le han aparecido en la cara dos o!os claros que aer (ormaban parte de la carne, velados por gasas quir$rgicas, entre la leche de su cutis. Acuso a$n ms los celos por la devoci#n que +lmo pro(esa a la escritora. u saludo me indica que qui) Claudia ha comentado los acontecimientos de aer con Lu) o con +lmo o con ambos. u saludo me obliga a !usti(icar mi reaparici#n. Dengo, entre otras ra)ones, por ese cariño que ha mencionado Claudia, pero no s#lo por el cariño. -ambi'n los Esquivel me pagan un dinero que he de ganarme con el sudor de mi (rente3 BAer de!' pendientes algunas visitas. B@A qui'n no visit# ?/o tuve ocasi#n de charlar con la vecina del primero ni con los %ele)... BCon Leo no va a tener usted ning$n problema, pero los %ele) no le van a abrir si no le conocen, señor Zarco. ?@/o Claudia habla como una metralleta. Antes de que o acabe, ella se adelanta, me pisa, no espera a que le d' el pie3 B/o. u hi!o se lo tiene prohibido. Lo me!or es que acuda usted acompañado de alguien que les inspire con(ian)a. ?@Y a qui'n me recomienda usted como acompañante ?+lmo no sería mala opci#n. Claudia se queda parada. Me escruta. Ladea la cabe)a se sonríe casi malintencionadamente. Kespu's coge aire por la nari) se encamina, dando una carrerita, hacia la calle3 ?0ueno, le de!o que no quiero quedarme sin pan candeal. Fe acaba enseguidaG Claudia se para antes de alcan)ar la puerta vuelve sobre sus propios pasos3 ?%or cierto, como parece que la escritura es para usted una actividad sospechosa, no me gustaría que creese que o so la $nica que escribe en esta casa. /o sabe cunto me arrepiento de haberme metido aer el dedo dentro del ombligo de no haber pensado en nadie ms que en mí. Do a intervenir, pero antes de que pueda hacerlo, Claudia me aclara a qui'n se re(iere su $ltimo comentario3 BKebería pedirle a Lu) que le enseñe sus escritos. on impresionantes. B@Escribe Lu) BMaravillosamente. %orque ella sí lo hace con valentía. Y con inocencia. B@Como usted B/o, señor Zarco. Ya le di!e aer que o s#lo escribo basura.
Entre las sílabas de su $ltima (rase, Claudia se carca!ea. Comien)a a hablar de nuevo antes de acabar de reír. e atraganta. e reconstrue3 BMe encantaría que me contase cosas de su o(icio. Yo a mis detectives los pongo a (uncionar de oídas. Los pinto de memoria. %ero en realidad care)co de recuerdos, de e&periencia. sted podría audarme mucho... Me vo a o(recer como (uente de in(ormaci#n para las novelas de Claudia =aos, advirti'ndole que tal ve) sepa darle ms datos sobre los procedimientos de alvo Montal? bano que sobre los míos propios, pero ella no me de!a empe)ar mucho menos acabar3 ?-ambi'n me haría un (avor si leese los te&tos de Lu). %ara mí, son tan (amiliares que no los entiendo bien. Es necesario que alguien los lea con otros o!os. Kesde (uera. /o lo olvide, señor Zarco. ?Y +lmo, @ha leído los te&tos de Lu) BA$n conoce mu poco a Lu), señor Zarco. Lu) es una madre protectora. %or mi e&presi#n Claudia deduce que necesito in(ormaciones ms e&plícitas3 B/aturalmente que +lmo no ha leído los te&tos de su madre. Al menos, que o sepa. /o me da tiempo a despedirme de Claudia =aos, que se va corriendo para no quedarse sin pan candeal. Aer busqu' su nombre en internet no es una escritora con demasiado '&ito. %ese a sus renuncias o qui) precisamente por ellas. /o entiendo por qu' ho est de tan buen humor. /o entiendo por qu' est guapa. /o tiene demasiados motivos. Comparto mis sospechas con %aula3 Be habría metido algo. B-omar vitaminas. Me pones en(erma con tus suspicacias. ?+ qui) es ciclotímica. ?%areces un cura, un psiquiatra iluminado, un poli... ?o casi un poli. B>u' va, Zarco. /o tuviste huevos. H/o tuviste huevos, Arturo Zarco.I Casi inconscientemente anoto ?ms bien dibu!o con mi caligra(ía inglesa manierista? las palabras de %aula en mi cuadernito. A %aula no le sientan bien las palabras malsonantes , sin embargo, no para de arro!arlas por la boca cuando habla conmigo. abe que me molestan las (rases los chascarrillos soeces, las escatologías, la gente que se tira pedos. Y me molesta especialmente que sea ella quien lo haga. #lo ha un taco que %aula no me dedica casi nunca3 Hmaric#nI. Es como si con esa palabra se insultara a sí misma. B@Me ests escuchando, Zarco Mi cuadernito ho est repleto3 me ciño a sus anotaciones a (in de esbo)ar para %aula un relato ordenado. Cuando acabe nuestra conversaci#n, es mu posible que %aula se trague sus palabras, que se le caiga el auricular, que se tenga que ir corriendo al baño para vomitar la cena. na malsana satis(acci#n me recorre desde la boca del est#mago hasta los dedos de los pies. Kurante un instante es como si el cuerpo hubiera de!ado de dolerme. El timbre del segundo e&terior derecha es un berbiquí de campanillas. Es un timbre no para sordos, pero sí para personas que han perdido oído. n campana)o que se superpone al ruido de un aparato de televisi#n con el volumen al m&imo, se ampli(ica a trav's del hueco de la escalera se prolonga despu's de que a haa retirado el dedo del pulsador. -odos los vecinos deben de oír ese timbre reconocerlo como el de la casa del señor %ele), ingeniero de minas, seg$n re)a en una plaquita clavada en la madera de la puerta.
El detalle es obsoleto, de aquella 'poca en que todos los vecinos ponían plaquitas con sus nombres, colocaban paragNeros en el recibidor, enmarcaban las (otos de (amilia vestían las ventanas con visillos blancos. ?*i!o, una casa sin visillos est desnuda. Era uno de los dogmas del hogar. Como poner un am?bientador, comprar alimentos (rescos o recoger la cocina !usto despu's de comer. Mi madre, desde que me divorci', casi no me dirige la palabra. ?Ya se le pasar, Zarco. B/o creo3 una cosa es ser maric#n otra que todo el mundo se entere. %aula calla. A veces est incondicionalment incondicionalmentee de mi lado. %aula me entiende, aunque no quiera entenderme. u comprensi#n la lastima, por eso se rebeia contra mí. Entonces me pongo en su lugar s#lo o puedo comprender su acritud. #lo o s' lo que le pasa. Kesde detrs de la puerta me llega una vo) de timbre lírico, pero tambi'n un poco arrastrada. ?@>ui'n es Beñora, me llamo Arturo Zarco me gustaría hacerle algunas preguntas. ?/o abro. Dete. La señora prolonga cada sílaba despu's la marca dentro de cada palabra. Le cuesta vocali)ar. Como si tomase alg$n tipo de medicaci#n. B#lo ser un momentito. ?@A qu' vienes, @a hacer una encuesta Dete a la mierda. ?/o, señora, vengo por lo que ocurri# aquí el año pasado. La señora se pone ms tabernaria si cabe3 ?*e dicho que me de!es en pa). + llamo llamo a la policía. -odo -odoss os quer'is quer'is aprovechar de las personas maores. >uer'is quedaros con nuestras cosas. Carroñeros, sinvergNen)as. /o nos de!is dormir. %uercos. %uercos. 0asura. ois todos unos cerdos, una basura. na basura, una basura, una basura... Encima del timbre ha un cartel de una empresa de seguridad privada que indica que esta casa est ba!o su protecci#n. %erros doberman. Esta mu!er me los echaría encima si pudiera. BFMaricona)osG FYonquisG FAsesinosG Comien)o a pensar que est borracha. >ue le pega al anís se des(oga conmigo. Mientras la vie!a me insulta a trav's de su puerta cerrada a cal canto, +lmo ba!a las escaleras se coloca !usto detrs de mí. Duelvo a notar su temperatura las emanaciones a lpi) a vainilla que desprende su cuerpo. Me reprocha dulcemente3 ?@Es que no ibas a llamarme ?%rimero quería hacer un par de cosas. Le hablo casi sin mirarlo porque, si lo miro, se volatili)a mi capacidad de concentraci#n toda mi astucia. %ero es inevitable. o la víctima de una lobotomía. -ambi'n pierdo mi astucia s#lo con oír su vo) de leñador del bosque que me susurra al oído3 B%iedad no te va a abrir. +lmo me adelanta para colocarse (rente a la mirilla. -oca la puerta con los nudillos marcando el ritmo de una melodía popular. Es una contraseña3 B%iedad, so o. +lmo. Wbrame que quiero presentarle presen tarle a un amigo mío. ?FA, ?FA, mi amorG %ero @eres t$, mi príncipe %arece que la vie!a se hubiese lavado la boca con agua con !ab#n de (lores.
Bí, %iedad, so o. B%ero, cielo mío, @tu amigo es el de la encuesta La vie!a a no ruge. Ahora cada (rase es el estribillo de una canci#n. ?/o, %iedad. Mi amigo no hace encuestas. #lo venimos a ver qu' tal estn. ?FA, ?FA, cora)#nG F>u' ma!o eres, er es, pero cuantísimo te quiero, q uiero, prenda míaG La vie!a muestra una in(inita capacidad de amar. Kemasiado amor, demasiada ira. Cuando nos abra, vo a revisar el nivel de las botellas de licor en su mueble bar. %iedad abre los cerro!os con lentitud. El de arriba, los dos de aba!o, el pasador central. na anciana renqueante con las piernas como dos salchichones se abalan)a hacia el cuello de +lmo. e agarra a 'l como si (uera a caerse. La anciana se lo come a besos con una boca desmesuradamente grande torcida, pintada de un ro!o subido que +lmo ver de color gris. Kebe de darle mucho asco, pero aguanta sin devolverle los besos, de!ndose. El carmín e&cede las líneas de los labios de la vie!a, carnosos pese a que la edad va devorando las vulvas de nuestro cuerpo sin compasi#n. >uiero preguntarle a +lmo a qu' huele la mu!er. %iedad nos mira con dos o!os que me recuerdan los botones del abrigo de mi madre3 pueden descos'rsele de la cara en cualquier momento. El pelo, teñido de rubio ceni)a, le de!a transparentar parte del cuero cabelludo. La vie!a se dirige a mí con los o!os vidriosos +lmo aprovecha para limpiarse la cara3 B@A que es una prenda, a que es un tesoro este +lmi?to + lmi?to A, A, si no (uera (u era por p or 'l por su madre, no s' c#mo nos las íbamos a apañar. on tan buenos con nosotros. FA, FA, cora)#n, cunto te quieroG La vie!a besa las manos de +lmo. Muchas veces. e acaricia la cara con las manos de +lmo. e restriega en ellas como un gato despu's las vuelve a besar. /o se quiere separar de las manos de +lmo. El, inc#modo, se las guarda3 B%iedad, que no so el %apa. Ande. *acemos lo que tenemos que hacer. Mire, le presento a mi amigo, Arturo Zarco. Diene Diene a hacerle algunas preguntas sobre lo que sucedi# el año pasado. @e acuerda ?FA, ?FA, cora)#nG %ero Fc#mo no me vo a acordarG i o a esa muchacha la quería mucho, mucho. i era ma!ísima. Estaba pendiente de avisarme cuando teníamos que pagar los recibos. Yo es que so mu maor, hi!o de mi vida, no s' hacer las cosas porque siempre las hacía mi marido, pero mi marido, Fa, re míoG Mi marido, mira c#mo est... %iedad nos (ranquea el paso hacia el sal#n que comunica, mediante un arco, con una alcoba en la que se ve una cama de matrimonio deshecha. %iedad me coge de la mano me coloca delante de un vie!o, sentado en un so( con lamparones. 2magino a %iedad dndole de comer mientras 'l le escupe la comida. El vie!o va vestido con un pi!ama marr#n. Me sonríe me dice algo quVX no s' desci(rar. El vie!o tiene un aspecto mu simptico. simptico. Al)a Al)a su mano derecha tra)ando (iguras delante de su rostro. rostro. e entretiene entretiene con sus manos, pero sin perdernos de vista. BFA, BFA, pobre hombreG *i!o mío, que no os veis así nunca, nunca. Cagndoos mendoos encima o a no puedo atenderlo bien. Con la artrosis las piernas, que es que no me tengo. >ue no me tengo. +lmo, cora)#n mío, e&plícaselo e&plícaselo a este señor, señor, que t$ lo sabes. Derdaderamente, De rdaderamente, %iedad no n o se tiene en pie. e trabuca al hablar. hab lar. +lmo la con(orta3 BDenga, BDenga, %iedad, estte tranquila. tranqu ila. -ienes a tus hi!as h i!as a Clemente. Y a nosotros siempre que te hagamos (alta.
?ois todos buenísimos. +s quiero tanto, tanto. A, Kios mío, qu' gente ms buena. Mis hi!as es que no tienen tiempo las pobres, con mis nietos, con sus traba!os. %ero son buenísimas mi Clemente no tiene parang#n. Con nosotros hasta el $ltimo momento. e acaba de ir de casa con una chica mu buena, pero todos los (ines de semana viene a(eita a su padre ne hace compañía. compañía. Y nos ha puesto la seguridad privada privada un timbre para apretarlo si nos pasa pas a algo , enseguida, viene aquí una ambulancia. El otro día llam' se llevaron a pap, al pobre vie!o, o creí que a no volvía, pero míralo, ahí lo tienes... %iedad acaricia el pelo ralo del vie!o. Lo acaricia de!ando caer el peso de su mano gorda. Lo acaricia como si quisiera aplastarle el crneo no se decidiera. El vie!o responde a la caricia de %iedad mirndola como un adolescente enamorado. Kespu's sigue balbuciendo (rases (rases incom incompr prens ensib ible less que que s#lo s#lo me dedi dedica ca a mí. mí. %arec %arecee mu mu cont conten ento to dndo dndome me e&plicaciones3 "#$$$ ero de inasG Mientras limpia la babilla con un pañuelo que saca de su manga, la vie!a me traduce3 ?Le est diciendo, hi!o de mi vida, que 'l es ingeniero de minas. %obre hombre, Fanda que no hace de esoG %iedad para la mano del vie!o que tra)aba movimientos e&plicativos en el aire le acomoda las dos, la derecha la i)quierda, sobre los bra)os del so(. e dirige al vie!o ingeniero de minas con la cadencia de las maestras del parvulario3 B%ara, pap, para. >ue este señor a se ha enterado. >ue eres ingeniero de minas. >ue sí, pap, que sí. ?... ero de inasl ¡%e $$$inasl Ahor Ah oraa el vie! vie!oo me ha lan) lan)ad adoo una una mira mirada da desa desa(i (ian ante te.. Ke Kesp spu' u'ss call calla. a. e qu qued edaa contemplndonos mu risueño. /o para de mover las piernas. u mu!er, por (in, nos invita a sentarnos3 B%reg$ntame lo que quieras, re mío, que o, aunque me duela recordar, te cuento lo que sepa... Con lo que o quería a Cristina, hi!o de mi vida de mi cora)#n, adems ella sabía bien cules eran nuestros problemas. Era m'dica de las personas maores, @c#mo se llaman, +lmito, mi amor, esos m'dicos B=eriatras. ?=racias, cielo mío. i es que eres un sol. %ues sí, Cristina era geriatra , para mí, era una tranquilidad tenerla aquí al lado. iempre pendiente de pap. %asaba a verlo. Le tomaba la tensi#n. Y lo trataba, Fcon una dul)uraG Le dio unas pastillitas para que estuviera ms tranquilo. Y tambi'n se preocupaba por mí. H@C#mo va ese a)$car, %iedadI, HA ver las piernasI, Hsted tiene mucha carga aquí solaI. Me parece que la oigo. >u' buena muchacha. Ella sabía que o no debía descuidarme. %orque o me desvivo por el pobre vie!o nadie se acuerda de que tengo a muchos años. +chenta cuatro, hi!o mío. >ue a me tiene que subir la compra a casa el chico de la tienda. Cristina se hacía cargo de que pap estaba mal, pero o tambi'n. Casi una hi!a era para mí... FA qu' lstimaG, Fqu' lastimaG %iedad se vuelve a sacar el pañuelo se limpia los mocos los lagrimones. %uede ser pena o una secreci#n espontnea de las ri!as. El sentimentalismo del borracho. Lo apunto en mi cuaderno3 HLa vie!a @lloraI +lmo la interrumpe3 B%iedad, @no huele algo a quemado BFA, BFA, mi vida, los pimientos para la comida de ClementeG
%iedad hace el ademn de levantarse para salir corriendo hacia la cocina, pero +lmo se adelanta3 B>u'dese aquí, que a vo o. %iedad observa a +lmo con arrobamiento3 Bn ngel, este niño. La suerte que tiene su madre. La primera (rase de %iedad ha estado impregnada de mela)a" la segunda ha sonado casi arrabalera. -omo nota, pero +lmo vuelve de la cocina antes de que %iedad pueda e&tenderse en sus comentarios sobre Lu). +lmo est pendiente de todo. Yo trato de tomar las riendas de la conversaci#n3 ?+ sea que usted quería a Cristina Esquivel como a una hi!a. @Y ella se llevaba bien con su marido, @los o# alguna ve) discutir La vie!a se concentra contesta con repentina mesura3 ?%arecía que los dos se entendían estupendamente, pero eso nunca se sabe, cora)#n mío3 esto un poco sorda. Adems, o no dormía con ellos. ?@Le gusta a usted Yalal *ussein B@El moro Asiento cabeceando. %iedad ahora responde como si no tuviera que colocar la lengua en la posici#n correcta cada ve) que se propone pronunciar una palabra3 BAh, no, cora)#n mío. Ese a mí no me gusta nada. Y a se lo he advertido a ose(ina que es un peda)o pan que va a acabar mal seguro. %orque 'se se droga es un delincuente. Cuando Cristina estaba viva, disimulaba el mu ladino, a sabía bien 'l la !oa que tenía en casa, pero en cuanto a ella la mataron, mand# a la hi!a a la morería Fa vivirG... -engo la sensaci#n de que +lmo me est vigilando. -rato de olvidarme de 'l. Me concentro en mi conversaci#n con %iedad3 ?Entonces, @conoce usted a ose(ina BAnda, claro. Yo 'ste la de arriba la Leo todos. Diene a limpiar a mi casa a la de Leo. Y a la de la mam de +lmo a la de la escritora del cuarto una ve) a la semana. Es una chica mu buena, ose(ina. Me sube el pan. %ero no me gusta que ande con 'se. Medio enchochada est, cora)#n mío. Al (inal ose(ina era lo que o pensaba3 una (regona. Le pregunto a +lmo3 ?@+ sea que t$ tambi'n conoces a ose(ina ?Claro. ?@Y c#mo no me habías dicho nada ?/o me preguntaste. Mientras +lmo o hablamos ?creo que +lmo a partir de este instante me guarda un poco de rencorB, %iedad nos mira alternativamente a uno al otro. Me parece percibir cierta sorna detrs de la botonadura de sus o!os. Ketrs se vuelve a escuchar al (antasma del señor %ele)3 "¡$$$ero de inas&, ¡%' $$$()AS& El vie!o est casi al borde del asiento +lmo se acerca para acomodarlo. Es un chico cuidadoso, +lmo. n chico que no sale los sbados por la noche. n chico buenísimo. Evito distraerme con +lmo, reviso mi libreta, contin$o con mis preguntas a %iedad3 ?@Y desde cundo est ose(ina con el marido de Cristina Esquivel ?FA, cora)#n míoG A mí eso no me lo preguntes porque o no lo s'. Yo no me meto en la vida de nadie. A lo me!or Leo sí le ha tirado de la lengua a ose(ina... B%ero @usted qu' piensa, @qu' intue
Esta mu!er de vo) cantarína anestesiada me asquea a la ve) me inspira compasi#n. Esto convencido de que no tiene un pelo de tonta. -ambi'n sospecho que no me contestaría igual si +lmo no estuviese presente. ería ms deslenguada. Yo !ugaría sucio le pediría una copita de anís mañanero me indignaría un poco3 B%ero, %iedad, @es que usted no va a acompañarme BEs que con las pastillas no debo, cora)#n mío. ?Mu!er, Fun día es un díaG %ero eso es algo que a no va a suceder. La vie!a vuelve a es(or)arse en articular las sílabas como si los medicamentos, o tal ve) el licor, le hiciesen e(ecto a oleadas3 ?/o creo o que una muchacha tan buena sea una sinvergNen)a que tenga un lío con un casado, pero, como 'ste es moro, Fvaa usted a saberG +lmo al)a las ce!as. %iedad echa mano a un vaso que no e&iste. Kesde el recibidor, nos llega el ruido de los cerro!os. El hi!o de %iedad aparece en el umbral de la sala. i nos saluda, o no so capa) de oírlo. ?Es que habla para dentro mi Clemente. @/o le vas a dar un beso a tu madre, mi re Clemente se queda parado nos observa. =rueso, la barba a medio crecer quiere esconder una papada considerable, la cabe)a rasurada. %or las sienes le resbalan unas gotas de sudor. El es(uer)o de subir andando mina el cuerpo poco atl'tico de Clemente %ele) que, iluminado por la casualidad de las luces de este interior?día, parece un persona!e de ames *adle Chase. na bestia. n animal de cerebro pequeño. Me levanto le tiendo la mano, pero 'l pasa por alto mi gesto amistoso regaña a %iedad3 B-e tengo dicho que no le abras la puerta a nadie. @>ui'n es 'ste La vo) de Clemente %ele) es la de un en(ermo de cncer de laringe. ?Mi vida, no te en(ades conmigo, cariño mío, no te en(ades3 es un amigo de +lmo. B-e tengo dicho que no abras. ?%ero es que este señor es de la policía. Como t$, mi amor. Clemente me apunta con el dedo3 ?Este señor no es policía. /i o tampoco. Enseguida vuelve a recriminar a su madre3 B/o se abre. /o ests. /o contestas. Ketrs de mí, +lmo parece asustadi)o tímido. Yo s' que no lo es. -omo la palabra para ponerme del lado de Clemente3 Bu hi!o tiene ra)#n, %iedad. /o so policía. o detective privado. ?@Y qui'n le paga Esto a punto de darle una mala contestaci#n a Clemente %ele). %ero la cortesía el saber estar son los me!ores antídotos contra la (alta de educaci#n3 ?Los padres de Cristina Esquivel. @Y usted a qu' se dedica ?o guardia de seguridad. ?Entonces me podr audar usted mucho. B/o creo. La adulaci#n no sirve para que Clemente me mire ni una ve) a los o!os. Ka por )an!ada nuestra charla se acerca a su madre para darle el beso que le había pedido. Ella le su!eta con sus manos hinchadas el cabe)#n casi le mete las puntas de los dedos en los o!os. Clemente se )a(a va hacia el cuarto de baño, concentrado en las punteras de sus botos camperos. Kel (ondo del piso nos llegan sonidos de metales que entrechocan el ruido de vie!as tuberías.
%iedad cacarea. El (ontanero. u soledad. -odo se gasta. -odo se rompe. Ella necesita auda. El pobre vie!o que s#lo saldr de su casa con los pies por delante. La cabe)a. Las piernas. Las subidas de tensi#n. %ap. La comida en el (uego. ose(ina le sube el pan. El buen hi!o. u buen hi!o. El me!or hi!o. e ha ido de casa. >u' disgusto. Los cables pelados de la lu). La cuenta del banco. /o se mane!a. /o entiende. La mu!er de su buen hi!o es una divorciada. El timbre para pedir socorro. La cama sin hacer. La santa misa desde la televisi#n. -odo est sucio. Las pastillas. Ella no puede. /o puede. /o le presto atenci#n a los hilos que unen el discurso de %iedad. #lo me interesan los sonidos metlicos, la cacharrería desproli!a de Clemente. egresa cargado con una palangana, un trapo, los utensilios para a(eitar. ?*ablas mucho, mam. Clemente nos da la espalda. 2ntroduce la cuchilla dentro de la maquinilla a!usta las tuercas. Comien)a a en!abonar el gañote la sotabarba del vie!o, levantndole la barbilla mientras %iedad calla durante unos segundos. Enseguida olvida el comentario del buen hi!o contin$a con un palique que a mí a no me interesa, pero que a Clemente sí parece interesarle porque, de ve) en cuando, de!a de pasar la maquinilla por la papada del vie!o ingeniero de minas. e detiene. esopla. Kebería recordar las palabras de %iedad, pero se me escapan. Menos mal que +lmo est a mi lado para asentir a la chachara de la vie!a mientras o me (i!o en lo que no debería. BAaaaaaa. El vie!o llora. Clemente le ha hecho un corte. %iedad !usti(ica a su hi!o como todas las madres3 ?%apaaa, no es para tanto. Ke reo!o observo c#mo Clemente empapa la sangre con una tirita de papel. Kespu's, tira de los l#bulos de las ore!as del vie!o para que gire la cabe)a en un sentido en otro. El vie!o se revuelve, pero Clemente es implacable. %iedad, de pronto, se desin(la comien)a a hablar a cmara lenta con una salivaci#n de(iciente. Clemente se concentra entonces en que el apurado de su padre sea per(ecto. Cuando parece que la vie!a va a apagarse, que los prpados le pesan mucho van a caer, uno de los dos o!os se abre repentinamente , con un guiño pat'tico, contin$a con su charla3 BA, hi!o mío, +lmito, estas malditas pastillas me pueden, cora)#n mío, me pueden... Clemente vuelve a mirar a su madre. %iedad se aseme!a a un cíclope, un solo o!o despierto, desenca!ada, la boca torcida seca. Clemente mantiene en alto la punta de la nari) del vie!o para rasurarle el bigote. El vie!o se que!a, pero 'l no de!a de e!ercer la misma presi#n. %iedad sale de su letargo intermitente3 BClemeeeeente... Clemente no a(lo!a. El vie!o gruñe, se cabrea. Ya no parece tan simptico. Le levanta la mano al hi!o. B%apaaaaa... La dulce reconvenci#n de %iedad ?la babosa reconvenci#n de %iedad? apacigua al vie!o, pero el buen hi!o lan)a una mirada (uribunda a su madre. Enseguida se corrige porque otros dos pares de o!os, los de +lmo los míos, lo estn observando. Clemente pasa un trapo humedecido por la cara del vie!o. La restriega. e pone colonia en el cuenco de la mano la (rota por la cara del vie!o ingeniero de minas3 B%ica, pica, pica...
?Clemeeeente... Con cuidadito, hi!o. Clemente propina pequeñas bo(etadas sobre el cutis del vie!o, cachetitos toni(icantes, que cabrean cada ve) ms al ingeniero de minas que, impotente, manotea se que!a3 ?%ica, pica, pica... Clemente se lleva los utensilios del a(eitado la palangana casi desbordada de un agua gris en la que (lotan icebergs de espuma de !ab#n a punto de derretirse. Es un me!un!e asqueroso. Cuando Clemente regresa, secndose las manos en las perneras de los pantalones, le (ormulo una pregunta3 ?@Y usted qu' pensaba de Cristina Esquivel B>ue se portaba mu bien con mis padres. Kemasiado bien. Ke!o de mirar las (rases literales de Clemente que he apuntado en mi cuaderno le pregunto a %aula3 ?@>u' signi(ica portarse Hdemasiado bienI con alguien, %aula, @puedes e&plicrmelo t$ B%ortarse Hdemasiado bienI con alguien es portarse como o lo hice contigo, Zarco. ?Ahora veo la lu). A %aula mis ironías le dan igual. Me ha lan)ado una de sus estocadas o no le he escamoteado el cuerpo con la su(iciente rapide). Me sale un poquito de sangre. %osiblemente %aula se pone contenta mueve el rabito" luego procura hablar en serio3 ?+ a lo me!or es que Cristina Esquivel no daba puntada sin hilo.
Me despido de +lmo en el descansillo de la escalera. >uiero ver a Leo solo. /o quiero tener la sensaci#n de que +lmo me vigilia o de que alguien me desvelaría secretos que, estando 'l presente, evita contarme. Enseguida me convencer' de que he tomado la decisi#n correcta. ?@Me avisars antes de irte Le digo que sí. ?@Me lo prometes e lo prometo. ?@Y tu madre ?Kuerme. Aer lleg# mu tarde. El hi!o espera despierto a su madre los sbados por la noche. >ui) le agarra la cabe)a si ella necesita vomitar despu's le prepara una in(usi#n para asentarle el est#mago. Me da pena el pobre +lmo. Aunque 'l parece contento matando mariposas dentro de sus botes de muerte. Me encanta la inquietud que me produce. Le acaricio la pelu?silla de la mandíbula como en mis imaginaciones de aer, encerrados los dos en su cuarto de mariposas. El apoa su rostro en el dorso de mi mano me ro)a la piel con los labios sin llegar a besarla. iento vergNen)a me retiro. Me entran unas dulcísimas ganas de orinar. 0a!o al primero Leo me abre sin que o haa llamado. ?%ensaba que ho tampoco iba a pasarse por aquí. Leo habla como si estuviese sorda. A vo) en grito. Es raro que una mu!er que habla tanto supuestamente de cosas tan oscuras no lo haga entre susurros. ?/o podía de!ar de tener una charla con usted, doña Leo. -odos sus vecinos me lo han recomendado. Leo pone cara de susto. Yo tengo una urgencia3 ?@ería tan amable de de!arme usar el baño un mo?mentito La mu!er me invita a entrar me indica d#nde est el cuarto de baño. Mientras recorro la línea del pasillo, me van llegando olores de distintos tipos de productos de limpie)a3 detergentes, suavi)antes, ceras, algodones mgicos para abrillantar metales, le!ías, amoniacos, ambienta?dores, lavava!illas, spras para la plancha. na casa venenosa. El baño e&hibe una pulcritud inquietante3 ni una gota !abonosa contra el cristal del espe!o, ni un pelo en el lavabo, el agua de la cisterna del retrete sale tintada de A)ul Rlein 2nternacional. El rollo de papel higi'nico Bcon dibu!os caritasB est colgado sobre un portarrollos (orrado de ganchillo. obre una repisa, un cepillo con mango de alpaca sin pelusas en las p$as, un cepillo de dientes uno para las uñas, un tubo de dentí(rico, un (rasco de agua de colonia, crema nivea, un carmín asalmonado. /o puedo resistirme. Abro los compartimentos del mueble encuentro obsoletos (etiches de aseo que evocan imgenes de mi in(ancia cuando, presa de la (ascinaci#n, observaba a mi madre en su toilette de clase media3 rulos de plstico, grandes para los bucles menudos para los ricitos de detalle, horquillas pin)as, redecillas para que el peinado no se descoloque sobre la almohada. n (rasco de desin(ectante, tiritas, alcohol de romero, un corta$ñas una lima, unas pin)as, un arsenal de pastillas de !ab#n. n bote de gel Bcolocado boca aba!o a (in de aprovechar hasta la $ltima gota? un champ$ se apoan contra los a)ule!os rosa pastel de la bañera al(ombrada de pegatinas para evitar resbalones (atales. La cortina de baño es de un rosa ms subido que el de los a)ule!os. n !aboncillo rosa descansa
sobre una concha de porcelana negra. Deo tambi'n un cesto de mimbre para la ropa sucia vestido con la)os puntillas. Y un alborno) colgado de un gancho. El bid' tiene tapa, igual que el retrete, las dos tapas estn (orradas con una (unda de ganchillo que combina con la del portarrollos de papel higi'nico. Las toallas huelen igual que las de casa de mi madre penden, bien estiradas secas, de toalleros con apliques dorados. Cuadritos de niños de niñas con el culito en pompa sobre el orinal. Cuando tiro de la cadena, ba!o la tapa del retrete salgo, me parece que acabo de abandonar el país de las maravillas. Koña Leo pasar muchas horas !ugando dentro de su casita rosada. Yo me hubiera muerto. Me hubiesen (lorecido las hemorroides. ería víctima de estreñimiento cr#nico de un choque ana(ilctico. Me brotarían llagas en la punta de la lengua. El olor a rosas ro!as, procedente del dispositivo colocado al lado del retrete, me hubiese producido un ataque de asma (ulminante. Leo me espera ataviada con un delantal de esos que se meten por la cabe)a se a!ustan a los costados anudando dos tiras. Mi madre tambi'n se pone uno así para estar en casa. 2gual que Leo, mi madre es rubicunda, de nari) ancha, simiesca, luce una nivea caballera hermosísima. in embargo, la vo) de Leo no se parece en nada a la de mi madre3 ?Me pilla de milagro. Estaba a punto de vestirme para ir al hospital3 han operado a mi hermana. BDaa, lo siento, @es grave B%iedras en la vesícula, pero no se preocupe3 es mu vie!a. Leo se olvida de su hermana de la visita al hospital3 BYo a le cono)co, señor Zarco. ?Me alegro. Así me evita el tener que presentarme. Leo se e&presa con retintín3 ?@Le puedo preguntar una cosa ?%regunte. ?@%or qu' habría de averiguar usted lo que la policía no averigu# ?Ellos llevan muchos casos, doña Leo, o s#lo me concentro en uno. Mi respuesta parece satis(acerla. Ella admira a las (uer)as de seguridad del Estado. *a (irmado papeles con peticiones para que coloquen en cada esquina una pare!a de guardias con perros de los que ol(atean droga. %erros que muerden. Leo !usti(ica los golpes en las comisarías. Es lo normal. Es lo !usto. Es lo e(ica). Da con el o(icio. %aula me interrumpe3 ?En eso a Leo no le (alta ra)#n. ?@En qu' BEn que la violencia es intrínseca a la policía. Leo reivindica golpes, cadena perpetua, pena de muerte, para los chori)os, los conductores borrachos, los cantantes de serenatas nocturnas, los porreros, los secuestradores de niñas los maltratadores de esposas, los maleantes, los o1upas, los terroristas, los sin papeles, los políticos corruptos, las ad$lteras, los morosos, los mani(estantes, los niños que hacen novillos, los onquis, los ladrones, las mu!eres que meten a sus beb's en picadoras de carne, los adolescentes que provocan a los hombres de la 2glesia enseñndoles la puntita de la lengua entre los labios, los atracadores, los ateos, los asesinos, los violadores de vírgenes, los suicidas, los que se niegan a pagar una multa de tr(ico, los sindicalistas, los pro(esores pusilnimes, los esqui)o(r'nicos que clavan
cuchillos a sus madres en mitad del estern#n, los que se e&ceden en cualquier cosa, los que no llegan, los negros de la manta, los esta(adores, los que (uman en las escaleras de incendio de los sanatorios, los vie!os que sacan a bailar pasodobles a una vie!a, los chinos de la ma(ia, los papara))i, los pir# manos los travestís que e!ercen la prostituci#n las putas bielorrusas los vendedores de pañuelillos de papel. arabe de palo para las mariconas hormonadas que pasean por la calle con la barba a redondeles. %alos para los moñas que hacen botell#n se cagan en la escalera, para los gitanos, los chabolistas los mendigos que beben vino arrebu!ados en los huecos de los ca!eros automticos, para los vagos, los huelguistas los pincha$vas. Leo no es hip#crita. Cada ve) me recuerda ms a mi madre. El que la hace la paga. %aula ha llegado al límite me susurra con tono pavoroso a trav's del auricular del tel'(ono3 BE&terminio... B/o creo que Leo llegara a tanto. ?/o te (íes de la gente que dice que no es hip#crita. Esa gente da miedo. Lo mismo que los Esquivel. Y que tu madre algunas veces, aunque se pusiera de mi parte, Zarco. /o, mi madre no se puso de su parte. Mi madre pens# que %aula no había sido lo su(icientemente mu!er como para curarme de mi en(ermedad hormonal. La encontr# ms co!a que nunca. Contrahecha por completo. Ella no había visto esos pe)ones castaños de %aula, capaces de mirarme con la misma melosidad que sus o!os. nos pe)ones mu entretenidos. %ero lo que pensaba mi madre no se lo vo a decir a %aula. %orque mi madre es mi madre.
Leo me aclara el punto de vista desde el que va a relatarme los hechos que conoce3 del huevo revuelto de la seguridad de la libertad, se queda con la intacta ema de la seguridad. Cuando la gente es libre no sabe qu' hacer con las libertades. Cuando ella se qued# viuda no supo qu' hacer con su libertad. Estar solo se parece mucho a ser libre eso no ha bicho viviente que lo aguante. La libertad s#lo es el punto de partida para buscarse nuevas ataduras. Leo es una ide#loga una deportista de la vida que pas# de un piso interior de este edi(icio a uno e&terior con su es(uer)o con su capacidad de ahorro. Los pobres son vagos. >ue traba!en. *a que luchar. Leo naci# en esta (inca hace a sesenta cinco años. Conoce a todo el mundo ha vivido trans(ormaciones que no le han gustado3 los inmigrantes los cocain#manos de la comunidad, los vecinos que no limpian su rellano de escalera, los que (olian con .las ventanas de par en par berrean como cerdos en matan)a, como perros, como demonios. BAntes esta casa era otra cosa. En el tercero, (rente a los padres de Lu), vivía 2sabelita, que era la hi!a del notario se hi)o pro(esora de m$sica. 2sabelita era mu buena me de!aba !ugar con sus cosas. Eramos mu amigas... 2sabelita puso su piso en alquiler se (ue a vivir a una capital de provincias con su marido. ?Los %ele) tambi'n eran una (amilia mu buena. 2ngeniero de minas. n hombre cabal recto. %ero los %ele) enve!ecieron, se volvieron locos, sus hi!os no (ueron a la universidad. ?Y los padres de Lu)... En este punto Leo cambia la deriva de la conversaci#n. Los que menos le gustan a Leo son los que no han tenido redaños BHhuevosI, dice ella, Leo tambi'n es una mu!er bastante malhabladaB para luchar, traba!ar, sacri(icarse, ahorrar aspirar a algo me!or. Los que no han salido de dentro hacia (uera ahora odian a Leo. Los habitantes de los pisos interiores3 los niños con los que !ugaba en la calle siguen encerrados en sus treinta metros, sin lu) natural, alrededor de una mesa camilla con braserito. Ella est segura3 ?Los de dentro son unos resentidos. Cualquier día salimos todos ardiendo... Leo, la advenedi)a, no me o(rece nada que echarme a la boca, ni un re(resco ni un ca('. Yo no pediría ms a esta hora de la mañana. in embargo, Leo es generosa para o(recerme narraciones, un alimento con el que la gente suele ser avara especula, sobre todo, cuando conocen mi pro(esi#n3 ?Yo podría contarle muchas cosas, señor Zarco. ?/o me cabe ninguna duda. ?@%or d#nde quiere que empiece ?%or donde usted quiera, doña Leo. Leo lleva años con el o!o pegado a la mirilla, asomndose a la ventana del patio interior, controlando en el bal?con qui'n entra qui'n sale del edi(icio. Conoce los horarios de toda la comunidad. Leo lleva una imaginaria gorra de guardiana de la le galones cosidos a la pechera, es viuda dispone de mucho tiempo libre. sa con desparpa!o las estrategias de la narraci#n3 dosi(ica las in(ormaciones con inteligencia sabe que, para contar, es importante empe)ar en el momento preciso, escamotear certe)as, sugerir
preguntas, cortar !usto a tiempo. E&perimento un m#rbido placer escuchando a Leo. A su manera, como Claudia, como Lu), Leo tambi'n escribe. %ero con otro tipo de tinta. A Leo, Kriss le cae bastante bien. Be ha sabido adaptar a nuestras costumbres. n tipo traba!ador que saca a sus hi!os adelante. /o habla mucho. Eso est bien en un var#n, me dice Leo. A Leo tambi'n le gusta la mu!er de Kriss" educa a los niños con mano ('rrea. La que mira con cara de asco desde detrs del cristal del marco de la (otogra(ía es una e&celente pedagoga. in embargo, Cristina Esquivel le parecía una engreída. ?na malhuele. Lo mismo que la escritora. A la escritora no la puede soportar. Leo est segura de que tiene al marido acoquinado eso es algo que un hombre no debería consentir. ?@Y Lu) su hi!o +lmo le parece el típico niño que puede levantarse una noche, sonmbulo o despierto, coger una catana degollar a los vecinos mientras duermen. /o le da buena espina. Es amanerado est en(ermi)amente enmadrado. BEse nos sale o psic#pata o maric#n. + las dos cosas a la ve). Lu) es la peor. na mentirosa. n insecto de los que matan a sus pare!as tras el coito. Lu) ech# a su marido de casa ahora se restriega contra la barandilla de la escalera. Y contra algunos vecinos. Leo la conoce desde que era niña tenía piernas de alambre3 los padres de Lu) eran los propietarios de la casa donde ahora viven ella +lmo. Leo sabe muchas cosas de Lu)3 ?na nin(#mana. Y no dice ms. Ke %iedad, Leo me cuenta que maltrata al pobre vie!o, le llama hi!o de puta cuando le da de comer. Leo sospecha que es %iedad quien tira al anciano del so( despu's pide auda. obre Clemente, opina que es anormal desde pequeñito. ?Y est ms salido que el pico de una plancha. %ero lo ms escandaloso para Leo es que %iedad bebe , cuando bebe, se le calienta la boca. %iedad se meti# en asuntos que no le incumbían. ?A mi (amilia no la toca ni Kios. El cuarto e&terior i)quierda, (rente a la casa de la escritora, est desocupado desde que Esperancita, (uncionaría del ministerio del e!'rcito otra de esas inme!orables personas que tanto se echan de menos en la comunidad, muri#. us sobrinos pelean por la herencia. Mientras tanto, el piso se est deteriorando aunque algunas veces Leo, que tiene las llaves, sube ventila. Qrente a Lu) +lmo vive el inquilino de 2sabelita. Las guarras que vienen a revolcarse con 'l gritan como cerdas, como perras, como demonias. BY, como hacía poco ruido, el muchacho lleva un año aprendiendo a tocar el tromb#n. Yalal *ussein es un drogadicto ose(ina, en eso coincide con %iedad, una pan(ila que va a acabar enganchada a la heroína. ?Yo so ms clara que el agua, hi!o mío. BKesde luego, doña Leo. %aula no quiere ni llamar a Leo por su nombre3 BCon personas como 'sta lo raro es que no nos matemos los unos a los otros. Leo cada noche ba!a al portal a asegurarse de que la puerta est bien cerrada. %ero la puerta est rota Leo in venta procedimientos para de!arla atrancada. %arece men tira que
Leo no caiga en que todas las serpientes estn en el interior de este terrario. Es mucho me!or de!ar rendi!as por las que poder escaparse. %aula conclue3 B%aís de (ieras. B/o lo sabes t$ bien.
Yalal *ussein sale gritando de su casa. Yalal BFosi(inaG FA, FA, mi osi(inaG Es increíble la velocidad a la que Leo sube las escaleras. Me adelanta llega antes que o al rellano del segundo. Allí, los dos vemos a Yalal *ussein que se agarra la cabe)a de !íbaro como si le doliese emitiendo atiplados gemiditos que se le clavan en la garganta le ahogan. e sienta en cuclillas apoado contra la pared. -iene el reverso de las manos sucio , cuando de!a de apretarse el crneo, las abre las cierra como un niño que ha comido algod#n dulce no ha encontrado una (uente donde lavarse. La puerta de la casa de Yalal est entornada. Miro hacia arriba , por el hueco de la escalera, distingo las caras de Lu) de +lmo que, asomados a la barandilla, se es(uer)an en atisbar lo que ocurre. Kesde el patio interior llega el sonido de puertas que se abren de algunos pasos precipitados. /o muchos. Me diri!o al rostro a(ilado de +lmo, en el que no so capa) de distinguir ninguna e&presi#n. /o le veo bien los o!os ni los dientes. ?Meteos en casa ahora mismo. Y llamad a la policía. Empu!o la puerta entornada del piso de Yalal. Mi cuerpo tapona el marco de la puerta. Creo que lo que ha que ver s#lo debo verlo o. ose(ina ace en mitad de un charco en el vestíbulo. /o la toco, pero parece tener una herida de arma blanca sobre el pecho i)quierdo. La cabe)a se recuesta sobre el lado derecho de su rostro. na red de pelillos que se le ha escapado de las horquillas le ensucia el per(il visible de la cara. La boca, agrandada por una cortadura, ha segregado saliva sangre. Echo de menos haber mantenido mantenido con ose(ina ose(ina un pequeño dilogo. dilogo. Ahora las palabras se le escaparían a borbotones por el corte que de!a al descubierto parte de la mandíbula in(erior. #lo repar' en aquella mu!er caballuna cuando %aula me lo di!o. Algo en su traba!o, en su conducta o en su anatomía me apart# de ella. /o es que no me gustara3 sencillamente no me parecía interesante. %ero ella debía de saber muchas cosas que se han quedado detrs de una mampara de vidrios de colores3 el o!o abierto de ose(ina relampaguea entre varias capas de rímel. %arece que la sien est perlada de sudor. %ero no s' si los muertos sudan. La muerta me enseña las palmas de las manos como quien prev' que un bloque se le va a caer encima. Y no quiere verlo" s#lo apartarlo. us manos son purp$reas, las líneas palmares, hondas3 un quiromntico no le tiraría de los dedos d edos para pa ra desci(rar desci(rar su destino" destino" un destino destino que es la pierna amputada amputada tras el accidente. accidente. Kos botones desabrochados de la camisa de!an al descubierto el torso sobre el que destacan lunares oscu oscuro ros, s, qui) qui) manc mancha hass lent lentic icul ular ares es o nevu nevus. s. n derm dermat at#l #log ogoo hu hubi bies esee debi debido do e&tirprselos. ose(ina se ha ahorrado ese dolor. Las piernas, intactas, se abrigan con unas (eas medias que no dis(ra)an sus rodillas de (regona. Las rodillas de (regona de ose(ina, que parece ms !oven, en reposo, tendida sobre el suelo de la casa de Yalal *us?sein. ose(ina sería una de esas personas que no parecen la misma estando dormida o despierta. igo mirndolo todo sin tocar nada como si mis o!os tuviesen la capacidad de mover, por control remoto, el cuerpo de ose(ina, de ladearlo o incorporarlo seg$n las necesidades de mi mirada, que act$a como una lente de precisi#n. Minuciosament Minuciosamentee de arriba aba!o. A veces corri!o la traectoria descendente de mis o!os. etrocedo. Los muslos, recorridos por arañas ar añas vasculares, vas culares, permanecen per manecen !untos, pero la posici#n de ose(ina tiene algo in(antil porque su pierna derecha derech a esta doblada (orma un ngulo de noventa nove nta grados con su pierna i)quierda. Me imagino a una muchacha de los años veinte que baila el charlest#n. Me
imagino imagino a una niña con pies planos que anda metiendo metiendo hacia dentro las rodillas rodillas antes de que sus padres puedan comprarle unas plantillas en la ortopedia. Los )apatos de ose(ina son de medio tac#n, cerrados, sin cordones, muestran las suelas desgastadas. Con mi cuer cuerpo po,, volu volunt ntar aria ia pers persis iste tent ntem emen ente te,, impi impido do qu quee Leo Leo se (i!e (i!e en los los deta detall lles es perturbadores. o un u n hombre ho mbre grande, gr ande, atl'tico, lo su(icientemente corpulento co rpulento como para que ella, detrs de mí, procure buscar resquicios. /o los encuentra. Al (inal, me empu!a3 ?>uite. ?/o, doña Leo. 0a!e a su casa. /o es agradable. Leo me mira con una me)cla de escepticismo de desprecio que cuestiona mi autoridad3 ?Aprtese. A mí mí estas cosas no me dan impresi#n. Entonces Yalal *ussein se incorpora soltando e&abruptos3 ?FDie!a asquirosaG Mi osi(ina no es un pida)o de carne de la carniciría... Yalal se lan)a sobre Leo, que se trans(orma en un bloque, en un mo!#n, sobre el que el hombre estrella d'biles manota)os. Los golpes son (o(os no consiguen siquiera que la mu!er d' un paso atrs. ?FAsquirosaG Mi osi(ina ist harta di ti del inginiero del niñito raro. +cho iuros por hora paga a mi osi(ina, la asqueriosa de la Lío, mala mu!er, perra asquirosa, asquirosa, asquirosa... Leo se aprieta a sí misma todavía ms. e protege de los (lcidos bo(etones de *ussein colocando sus antebra)os sobre la cabe)a. Cierra los o!os. iento la obligaci#n de proteger a doña Leo. Me interpongo. Entonces, Yalal *ussein se abalan)a sobre mí. Qorce!eamos, le su!eto los puños delante de mi cara, nos bamboleamos, qui) bailamos como dos osos en el circo, dos pensionistas pensionistas que marcan las revueltas revueltas de un pasodoble en la (iesta del centro de día. /o s' por qu' la segunda imagen me parece mucho ms apropiada. apropiada. Yo s#lo trato de no lastimar al quebradi)o quebradi)o Yalal, Yalal, pero, sin entender c#mo he llegado al borde de la escalera, c#mo he perdido pie, me caigo aterri)o !usto en la puerta de la casa de Kriss, donde, pese al golpe, nadie da señales de vida. %ienso que podría morirme a la puerta de la casa del de l pací(ico buen Kriss ni 'l ni sus niños ni su madre me abrirían la puerta. >ui) lo haría la mu!er con cara de asco" pero ella nunca est en casa. /oto c#mo me sangra la nari) porque huelo un olor a limaduras de hierro paladeo un sabor sabo r a alambres de ortodoncia. Deo Deo un en!ambre de avispones delante delan te de mis o!os. ?FArturoG, @ests bien, @d#nde ests ?Esto en el *ospital Clínico. En observaci#n. A %aula a no le interesa el destino de Yalal *ussein, que sale corriendo es detenido en la calle por la policía" tampoco le importa la descripci#n morbosa del cadver de ose(ina. Me río entre las vendas sosteniendo en la mano el tel'(ono m#vil al que mi e& mu!er me ha llamado hace casi una hora. eguro que %aula est culpndose por no haber marcado antes mi n$mero. ?@C#mo no me has dicho nada hasta ahora mismo, @por qu' no me has llamado antes, @qu' te han dicho los m'dicos %aula tiene ra)#n al e&altarse, aunque est utili)ando un tono lastimero, piadoso, que pretende atenuar la (uer)a de sus reproches reprimir su sentimiento de incomprensi#n hacia mi conducta. ?@%or qu' me cuentas así las cosas, Zarco
As* es probablemente una palabra clave. Es cierto que dis(ruto contndole a %aula las
cosas con deshonestidad. /o comparto las in(ormaciones con ella, sino que las utili)o, las ordeno, las coloreo, las subrao, las escatimo las grad$o para ponerla nerviosa, para humillarla, para quedar por encima de ella. %ara hacerme valer. Y %aula es la horma de mi )apato3 una receptora masoquista que siempre, siempre, me lo ha consentido casi todo. /i siquiera ahora le descubro nada de esto ante mi mutismo, qui) un tanto in(antil, %aula insiste en saber c#mo esto3 BKime qu' te han dicho los m'dicos. Le do el parte con parsimonia. ?Me he (racturado algunas costillas que pueden dañarme los pulmones. -engo una brecha (ea en la (rente. ?@*as denunciado a *ussein B%or supuesto, %aula. Yo no so tan bueno como t$. /o puedo resistir la tentaci#n de restregarle a %aula mis victorias por su hociquito de animal herbívoro. A ella parece no importarle3 BAhora mismo salgo para all. B%aula u nombre pronunciado por mí ha sonado a HdetenteI, Hno te pongas los )apatosI, Hno co!as el bolsoI, Hno llames a un ta&iI, HescuchaI, Hno salgas esta nocheI. ?@>u' ?+lmo est conmigo. %aula no me dice lo que realmente piensa3 ?@Con(ías en 'l %aula especula sobre la hip#tesis de que un +lmo del que todavía no tiene una imagen nítida ?no ha medido su peso ni su estatura" no ha olido su olor ni escuchado su vo) de pro(esor de ciencias naturales?, manipule los aparatos de una habitaci#n de hospital , con su mentalidad cientí(ica qui) un poco cuadriculada B@como la de la propia %aulaB consiga que me entre en el (lu!o sanguíneo una burbu!a de aire. %ero o no esto conectado ni a respiradores ni a cables de alta tensi#n. i +lmo se desprende en la oscuridad de su mascarita santa para descubrirme su lado diab#lico, o me arriesgo, me pierdo, vuelvo a caerme escaleras aba!o hasta el s#tano oscuro, hasta el re(ugio del destripador. Mientras tanto, opto por seguir divirti'ndome con la ingenuidad de %aula3 ?+lmo ahora duerme. %iedad %ele) est en lo cierto3 es un ngel. Y no me importaría nada que me hiciese todo lo malo que 'l quisiese durante la noche. Mi e& mu!er pierde los estribos3 ?@Estis todos locos, @su madre est loca, @c#mo le ha permitido que pase la noche en el hospital acompañando a un tío ri!oso a quien hace dos días que conoce Lu) me o(rece a +lmo sin escandali)arse. Como una madre despre!uiciada generosa que conoce bien las necesidades de su hi!o. + tal ve) me lo o(rece como un caramelo, como un regalo por el que deber' pagar la cantidad que ella estipule cuando lo considere oportuno. /o le reprocho a %aula que me trate de ri!oso le hablo como si los acontecimientos se estuviesen desarrollando de manera per(ectamente ra)onable3 ?Lu) ha estado aquí hasta que he salido de urgencias me han dado habitaci#n. Es una mu!er sorprendente. @-e acuerdas de que Claudia =aos me coment# que ella no era la $nica escritora de la comunidad
%aula responde que sí. Cre# que e&perimenta una combinaci#n de rabia de miedo que re(le!a el amor el odio que le inspiro. -eme a la ve) desea que me hagan daño. >ui) es que s#lo ella se arroga el derecho de herirme no quiere que nadie se le adelante. Aprieto el hematoma que coagula en el cora)#n de %aula. La meto en un mundo, el mío, del que ella aspira a escapar en el que necesita permanecer. Como el demonio, la tiento3 ?Lu) me ha dado algo que quiero que leas. -$ lo hars me!or que o porque ella o nos parecemos demasía?do... Al entregarme las pginas que escribi# en torno a la (echa del asesinato de Cristina, Lu) se ha comportado con la misma deshonestidad que o con %aula, que, al otro lado de la línea tele(#nica, est desorientada. Lu), al entregarme el diario, me con(iesa3 B#lo lo guardo por vanidad. %aula algunas veces me enseña las uñas. %ero o, como ciertos gatos rastreros, con una plcida sonrisa de cansancio, despu's de la guerra del amor, me pongo pan)a arriba. Me de!o vencer. Me rindo.
Black II La paciente del doctor Bartoldi
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@Me creo el ombligo del mundo, @so una en(erma, @pretendo encontrar la verdad, @no quiero contarle nada a nadie Bni siquiera a mí mismaB, @me aburro, @deseo oscuramente que alguien encuentre estas pginas secretas que por (in se descubra que o, autora de la anotaci#n íntima, de la revelaci#n vulgar, so una persona maravillosa er una persona maravillosa no signi(ica lo mismo que estar sembrado de buenos sentimientos. -ambi'n est la turbiedad. Y los entresi!os las veladuras el hecho de ser un cuerpo oculto detrs de los visillos. Comien)o a escribir. @Es esto un diario Escribir un diario es como ponerse una vela encendida al lado de la cara mirarse al espe!o buscando de mentira el rostro de la propia muerte. Como una niña a la que !ugando le gusta tener miedo de!a abiertas las puertas del armario antes de meterse en la cama. Yo necesito mostrarme en la penumbra sin que una mano encienda de golpe todas las luces apare)ca detrs del tel#n un pequeño hombre con calvicie ga(itas que mane!a una mquina distorsionante del sonido, un hombrecillo apellidado +). En algunas ocasiones reacciono de una (orma desconcertante. >ui), haciendo memoria el es(uer)o de escribir, descubra que no so la hi!a de mis padres, que tengo pendiente un e&amen de semntica que por tanto no he acabado la carrera, que a mi hi!o se le ha borrado sospechosamente de la piel una marca de nacimiento. @%rimero se piensa , despu's, se escribe" en el diario las reglas las pone quien toma la palabra puede escribir mentiras que iluminan toda la verdad, episodios intrascendentes, síntomas... Escribir es un modo de pensar o de ordenar los ca!ones o de ponerle nombre a lo que nos va sucediendo o de detener lo que nos sucedi#. Mis recuerdos son osos que hibernan en el (ondo de la cueva. Carecen de importancia. Estn dormidos. on ino(ensivos" tal ve) puros. upongo que quien escribe un diario ? no s' si hablo por mí? es una persona que busca un camino para salvarse sin demasiadas esperan)as. >ui) al (inal me encontrar' ser una aut'ntica desilusi#n me saludar' dici'ndome Hdesencantada de conocerte, queridaI. -ambi'n escribo un diario por recomendaci#n e&presa de mi psiquiatra, el doctor 0artoldi. ecoger' algunos datos (undamentales que pueden ser de utilidad para el doctor en el momento de calibrar la evoluci#n de mi estado de nimo. tili)o otra gra(ía por si el doctor en la revisi#n de mis notas quiere ahorrarse los prembulos las disquisiciones, lo que de cualitativo ha en mí, e ir al grano. oy no me siento deprimida ni eufórica$ -i ansiedad está en el grado + "obtengo esta cifra despu.s de estudiar el ba"remo correspondiente B. -e e tomado la pastilla$ e dormido cinco oras$ /eso 01 kilos y trescientos gramos$ )o e bebido alcool$ )o e comido más de la cuenta$ )o ay nada anómalo respecto a mi menstruación2 sigo sin sangrar desde ace más de cinco años$ %*a 3
Empecemos por el principio, tal como 0artoldi me ha recomendado. -al ve) el dato ms relevante hasta el momento sea el de comen)ar un diario con demasiadas preguntas con una larga !usti(icaci#n. Apenas he comen)ado a escribir a empie)o a !usti(icarme por
lo que hago o por lo que vo a hacer. Creo que esa actitud da buena cuenta de mi carcter , si no hubiese tenido la oportunidad de releerme Bla escritura (i!a, no siempre da esplendor?, no me habría percatado de un detalle tan trascendental. %or lo dems, mi vida, en sus aspectos visibles, no es mu interesante. -engo cuarenta cinco años , desde hace seis, pade)co menopausia preco). Estuve casada ahora el que (ue mi marido vive en el e&tran!ero. Me pasa una pensi#n considerable de la que no puedo que!arme. /o pago una hipoteca porque vivo en el antiguo piso de mi (amilia. -engo un hi!o de dieciocho años que padece daltonismo3 protanopía, para ser ms e&actos. Divo en un barrio del centro que es una especie de escenario g#tico3 las (arolas lucen a medio gas, los transe$ntes visten largos abrigos oscuros es necesario abrir la puerta traspasar el umbral de ciertos locales para saber qu' sucede dentro. Me resisto a la tentaci#n permanente de mirar por el agu!ero de las alcantarillas. Es 'sta una ciudad de pasadi)os secretos de t$neles. Esto segura. Qui a la universidad, pero so ama de casa. Escribir un diario me provoca cierta culpa, porque es un tiempo que le robo a mi hi!o. %odría estar conversando con 'l, pasando el rato sobre el tablero de un !uego de mesa, pero me encierro aquí ?la habitaci#n en la que escribo es bastante amplia, tengo la espalda desprotegida, cualquiera podría llegar por detrs darme un susto B me pongo a escribir no me siento bien, ni me olvido de nada, ni so ms o misma que en otras situaciones. -ampoco se puede decir que dis(rute mientras marco los tra)os de mi caligra(ía de niña educada en un colegio de mon!as. Esta letra redondilla me insulta. *abla de mi ignorancia de mi (alta de destre)a. Est demasiado bien (ormada porque la he usado poco. Es igual a sí misma desde hace treinta años. Aunque las palabras que escribo ahora son di(erentes. Ya no escribo sintagma ni fanerógama ni comprar lece. Ahora escribo preguntas" sin embargo, he decidido que no quiero escribir preguntas, sino que deseo asumir una posici#n de maor riesgo3 dar respuestas no escribir nunca palabras cobardes como 4uizá o probablemente o tal 5ez . /i cuellos de cisne ni signos de interrogaci#n. En este mun?dito de gente moderada. -angencial. %lagado de palabras proscritas. Acabo de ponerme a escribir a han salido a la lu) dos rasgos de mi (orma de ser3 la necesidad de !usti(icarme el no sentirme contenta con las decisiones que tomo sin que nadie me presione. %or eso es necesario que est' usted ahí, 0artoldi. Cuando me comporto bien por propia voluntad no so (eli), sino que me siento sola est$pida. /o encuentro recompensa a mi bondad. >ui) Botra ve) 4uizá3 so incorregibleB, dentro de unos días, descubra que podría purgar mis culpas ser (eli) haciendo un daño e&tremo a mis seme!antes. %odría entrar en el piso de aba!o de mi casa. Mi vecina me (ranquea la puerta. A menudo la audo a levantar a su marido del suelo. El vie!o est a punto de morir, pierde el equilibrio, se cae mi vecina pide au&ilio. Cuando esto audando a la mu!er a levantar del suelo al pobre vie!o ?así lo llama ella3 a no lo llama mi marido, sino el pobre 5ie!o", el hombre me mira con temor balbucea que se va a caer, que se va a caer. Cuando volvemos a de!arlo atado a su sill#n, me sonríe, aunque o creo que sus o!os a)ules a no pueden verme. El vie!o tiene el a)ul de los o!os de los vie!os, de esos o!os que a son como una tela pasada, desgastada por el roce. /o es un a)ul vivo, sino un a)ul transparente, de pecera sucia, un a)ul que est a punto de de!ar de serlo para licuarse desbordarse del globo ocular. El vie!o tan s#lo sonríe porque mantiene el culo pegado al sill#n, porque est c#modo seguro. %ues bien, podría (ranquear la puerta de mi vecina
con la e&cusa de preguntar c#mo se encuentra, si necesita algo. Y podría matar a los dos vie!os sin hacerles siquiera sangre. Esto segura de que ning$n otro vecino sospecharía de mí de que si a mi hi!o le preguntaran si ha oído algo o si recuerda alg$n detalle, o sería la $ltima persona que se le pasaría por la imaginaci#n. Yo, que lloro al eviscerar un pollo me pongo los guantes de plstico de las gasolineras para no palpar la super(icie de las visceras, su temperatura, que a veces traspasa el plstico me pone de punta las emas de los dedos. Mis crímenes !usti(icarían la e&istencia de un diario. El diario sería el con(idente de mi poder, el espe!o de 0lanca?nieves, el documento para construir mis coartadas. En 'l podría repasar mis errores. uperarme. n diario, adems, es como una ca!a. Kentro de ella pueden pasar cosas que no sucedan en ninguna otra parte. + cosas escondidas. + cosas que re)uman se salen de los límites que imponen la madera o el cart#n. sted tenía ra)#n, doctor 0artoldi3 el mero hecho de coger la pluma ?, por supuesto, esta e&presi#n no es ms que una met(oraB a me ha dado unas cuantas ideas. -ambi'n apunto, para que no se me olvide, que debo comprar un 1ilo de tomates. -i estado de ánimo oy roza la euforia$ -i ansiedad, sin embargo, está en el grado 6$ /or supuesto, me e tomado la pastilla 7la rosa cicle B. )o e tenido sensación de dormir profundamente, pero e estado en la cama siete oras$ /eso 01 kilos y 4uinientos gramos$ )o e bebido alcool$ e comido de postre dos pastillas de cocolate negro, cacao al 16 89$ e fumado un cigarrillo$ Sin no5edades menstruales$ %*a :
i el doctor 0artoldi no me hubiera sugerido que escribiese este diario íntimo, a mí nunca se me hubiese pasado por la cabe)a sonreír a mi vecina con mi sonrisa conseguir que me (ranquease el paso. Yo le di!e3 H%iedad, se le est quemando la comida" lo huelo desde mi casa.I Y eso no era desde luego una mentira, porque a %iedad se le estaban quemando en la sart'n dos (iletes de magro de cerdo con pimientos verdes. Yo lo había olido desde mi propia cocina, que est !usto en el piso superior. n olor a sangre churruscada, a hierro, a #&ido, un hilo de humo que iba ascendiendo por el hueco del patio, ti)nando de gris las alas de las palomas las sbanas en los tendederos. Así que ba!' le di!e3 H%iedad, se le est quemando la comida" lo huelo desde mi casa.I %iedad me (ranquea el paso o tengo una visi#n alucinante3 por primera ve) caigo en la cuenta de que la casa, id'ntica a la mía, sin embargo no se le parece. La casa de %iedad mantiene los tabiques primitivos3 est llena de recovecos que en la mía no e&isten" es un laberinto con puertas cerradas puertas entornadas que se ocultan detrs de tupidos cortinones. La casa de %iedad es no es la mía, como si o me mirase (rente al espe!o reconociese mi silueta , al apro&imarme a mi imagen, notara que las venas me recorren los muslos con otras traectorias, que no me nace en la direcci#n habitual el vello en torno al ombligo, que mi pubis est menos abultado o mis clavículas a no se parecen al dibu!o en la madera de una viola de gamba. H%asa, pasa, hi!aI, me dice %iedad, Hno me había dado cuenta, es que, a, a no me do cuenta, hi!a, a no me do cuenta.I /o sabe %iedad cunta repugnancia me est produciendo su casa que es igual que la mía , sin embargo, no se le parece. us sillones de s1ai ro!o, sus (lores de plstico, sus calendarios con la 2nmaculada Concepci#n, el olor a na(talina que se desprende del interior de los armarios donde se amontonan ropas pasadas de moda restos del a!uar de una novia a
di(unta. H%asa, pasa, hi!a, es por aquí.I Ya s' o por d#nde es" sin embargo, %iedad me est repitiendo lo que s' de memoria3 cono)co el pitido de su olla a presi#n las emanaciones del aceite re(rito del pescado. %ero %iedad ignora todo lo que me pone los pelos de punta3 ella, su casa, el vie!o de los o!os a)ules que en su desvalimiento, vestido con su esqui!ama de color marr#n, no me da lstima, porque, aunque ahora sus manos est'n surcadas de venas malvas tiemble sonría con sus dienteci?llos raídos, o le adivino por detrs de su bigote canosomn pasado de mala persona. En la puerta de %iedad de su marido re)a Hr. %ele), ingeniero de minasI. El señor %ele) era un !ubilado recto que nos pasaba puntualmente los recibos del agua cuando a$n estaba en sus cabales. /o se equivocaba ni en un decimal sonreía siempre cuando todo (uera bien" pero cuando un vecino reclamaba o posponía el pago, el señor %ele) era in(le&ible3 HEs así es así. Aquí se paga a. Aquí hemos pagado así de toda la vida de Kios.I na vena a)ul marino le surcaba la (rente, mientras declaraba3 HYo so ingeniero de minas.I El señor %ele), que ahora lleva un esqui!ama marr#n se siente inseguro cuando lo levantas del suelo te agradece con los o!os que le audes a de!ar de ser un escaraba!o patas arriba, es una mala persona que merece que me suden un poco ms las manos" cuando lo levanto del suelo, el señor %ele) merecería que se me resbalara que se le abriera una brecha. El doctor de un centro de salud cerraría la herida con die) puntos de sutura. %ero el señor %ele), en su ausencia de lucide), guarda escondida la intuici#n de su propia maldad, porque en las ocasiones en que aud' a recolocar su culo sobre el asiento, 'l descon(iaba se me a(erraba a los antebra)os, mi hi!o me decía3 H>u' te ha pasadoI, y yo me miraba tenía la piel enro!ecida, amarilla, violeta, los surcos de los dedos del señor %ele) que me marcaban como la res de un ganadero. /o sabía %iedad lo que me estaba irritando el canturreo del señor %ele) ni los dolooooooores de cabe)a que %iedad proclamaba a los cuatro vientos, ampli(icados por el embudo del patio, ni el volumen brutal de esa televisi#n de una casa de vie!os de sordos que no me de!aba echar la siesta ni concentrarme ni leer ni escribir estas pginas para 0artoldi que, tal ve), hubieran salvado a los %ele) de mi c#lera. Sigue la euforia$ )i5el de ansiedad ba!o$ oy 7;por error B, e tomado dos pastillas$ abr. dormido unas tres o cuatro oras$ A mitad de la noce e encendido la luz y me e puesto a leer$ /eso 01 kilos y setecientos gramos$ )o e bebido alcool, pero puede 4ue est. reteniendo l*4uidos$ )o e comido nada especial ni e fumado$ Ya no 5oy a sangrar nunca$ %*a <
Aer estaba mu cansada a causa del es(uer)o (ísico no tuve (uer)as para seguir escribiendo. etomo, pues, lo que interrumpí. H%asa, pasa, hi!a.I El olor del cerdo re(rito era cada ve) ms insoportable, tanto como el aroma a alpiste a plumas que salía de la !aula del canario, tanto como el atisbo del dormitorio de Clemente tras una puerta entreabierta, el hi!o de los %ele), el niño, los carteles de deportes un p#ster del esucristo uperstar interpretado por Camilo esto las reliquias3 la cabra de la legi#n en una (oto, un tricornio de la guardia civil, la tetas de amantha Qo&, el toro de +sborne una bu(anda con la bandera española. H%asa, hi!a, pasa, es que, a, a no me do cuenta.I Y %iedad no sabe que me la imagino cuando se daba cuenta, (ornicando con el señor %ele), con sequedad sin go)o, re)ando por dentro
para que todo acabara cuanto antes, pariendo un hi!o que es un beb' renegrido seco, que colecciona cromos de uni(ormes militares come bocadillos de chori)o con mantequilla es tan (eo tan torpe tan obtuso que no puede entrar en ninguno de los cuerpos de seguridad del Estado se con(orma con de(ender a la patria en una empresa que vigila unos grandes almacenes, Clemente, que acaba de marcharse de casa con cuarenta años mam lo echa tanto de menos, aunque no de un modo egoísta3 Clemente mira en la tele las carreras de (#rmula 7, mientras %ele), con su esqui!ama marr#n, caído en el suelo, gime. %iedad llama a las vecinas para que la auden a levantar la masa del vie!o. A mí me duelen las cervicales Clemente hace como que no ve, como que no oe. Me molesta hacerle un (avor a Clemente, que se ha marchado de casa a los cuarenta años con una mu!er divorciada que tiene una hi!a de catorce o quince otra de siete u ocho. %iedad no est con(orme con la divorciada, aunque lo que en el (ondo le da miedo es que Clemente viole a la hi!a, que (uma porros se morrea con los novios en los portales es una muchacha normal que se pone un top de licra quiere ser la reina del asiento delantero de un coche tuneado. Ahora Clemente viene los sbados o los domingos a a(eitar a su padre , mientras pasa la cuchilla por el gañote del vie!ecito, le nublan la mente malos pensamientos. Le mete a su padre la espuma de a(eitar por los o!os el señor %ele) se que!a3 H%ica, pica.I Kespu's, el hi!o ba!a las escaleras sin saludar a nadie. H%asa, pasa, hi!a, es que o a no me entero.I Me repugna %iedad, que ahora no se entera, con su permanente de ri)os amarillos, me repugnaba tambi'n cuando se enteraba, cuando sabía qui'n era su hi!o, cuando le de!aba colgar la (oto de la cabra de la legi#n en las paredes. %aso, %iedad no calibra lo que me molesta su vo). Es (alsa. Es la vo) de una mu!er que llora de pena mientras le abre la cabe)a a un negro con un rodillo de amasar. %ueden in(ligir tanto daño los seres inde(ensos. La vo) de %iedad es la de una mu!er que se retuerce de dolores porque se ha torcido un tobillo llama a su prima, a su amiga, a su hi!o, a su hermana, contiene el llanto tras el auricular al decir3 H/o, no, cielo, no hace (alta que vengas, si no ha sido nada.I Y, mientras, la boca parece que aprieta un palo para contener el grito de dolor. na vo) que sacri(icndose pide. /o sabe %iedad lo que me debe, los ruidos, las conversaciones tele(#nicas a grito pelado, H/o, hi!o, no, no hace taita que vengasI, el olor a pata de pollo chamuscada en el quemador del gas, las horas en punto de su puto relo! de pared" no sabe lo que me debe mientras avan)o por ese pasillo, id'ntico radicalmente distinto al mío, llego a la cocina co!o un trapo, con el que me cubro la mano con la que apago la lumbre retiro la sart'n calcinada de los quemadores aguanto un instante hasta que la puedo poner ba!o el gri(o sin que el aceite me salte a la cara , despu's, mientras pienso que todo eso podría haberlo hecho %iedad igual que o, con un giro automtico de la muñeca, reviento con el culo de la sart'n la cara de %iedad, que no dice ni esta boca es mía ?H/o, hi!o, no, no hace (alta que vengasI, la vo) se va apagando como en esos aut#matas que se quedan sin pilas?, salgo de esa cocina que est hecha un desastre, con los tro)os de cerdo calcinado, con la sangre cerda solitaria de %iedad, esparcidos por las baldosas art nou5eau de este bloque de casas aseguradas contra incendios en 785;. algo de esta cocina despu's de haber impedido la catstro(e de que el edi(icio se vea envuelto en llamas a causa del despiste de una vie!a que compra en el mercado se cuela en la pescadería porque es vie!a conoce bien sus privilegios. %iedad insulta a una mu!er ms !oven que reivindica su puesto en la cola3 Heñora, me toca a mí.I +tro día %iedad hubiese (ingido con toda su dul)ura3 HLo siento, hi!a, es que a no me do cuenta, a, a
no me do cuenta de nadaI, se hubiese llevado el moquero desde deba!o de la manga hasta el punto del o!o por el que se derrama la ri!a. Con los dedos de la otra mano, escondida tras su espalda, hubiera (ormado el símbolo de una cornamenta. *ubiera repasado muchas veces a la chica de arriba aba!o para que no se le olvidase su cara, aunque se pintase los labios o se pusiera morena o se la encontrara vestida con un chndal en el parque corriendo absurdamente de un lado a otro. %ero no, ho %iedad ha discutido con su hi!o por tel'(ono, su vo) se al)a ante la des(achate) de la !oven compradora comien)a a salirle como un plañido, como humo, como una disculpa. %iedad se prepara para embestir alrededor las mu!eres de la pescadería buscan los altavoces desde los que sale ese chorro de vo), ese e(ecto sonoro, la ventriloquia de %iedad, el desa!uste entre la boca el dobla!e del (ilm3 H/o ten'is vergNen)a. /o ten'is consideraci#n con las personas maores. ois unas maleducadas, unas guarras, unas sinvergNen)as, unas )orras...I La vo) de %iedad se va (ortaleciendo. La pescadera arbitra desde detras del mostrador3 HEsta chica iba antes.I A la pescadera la desacreditan sus guantes de plstico, las visceras de los peces pegadas en el delantal. %iedad se ale!a del puesto, a no quiere las sardinas, olvida las virtudes del pescado a)ul, busca la aquiescencia de sus contemporneas a lo largo de las galerías del mercado3 H-odas son unas )orras, unas pestilentes.I Mu!eres encorvadas, cheposas, apergaminadas, con los cuellos rígidos las articulaciones comidas por las artrosis, tiran de sus carritos siguen a %iedad en procesi#n un poco renqueantes, pero implacables. us cuerpos oscilan de un lado a otro. e agrupan con sus movimientos imprecisos van dibu!ando cercos para encerrar a la gente. %uedes empu!ar a una para buscar una salida pero no sirve de nada porque, desde el (ondo, atisbas muchas ms que llegan con sus carritos, bambolendose como una barca entre las olas, sin perder pie, con los o!os clavados en tu centro de gravedad. %iedad no va a (ormar ni uno ms de esos concilibulos. Aer, antes de salir del piso de mi vecina, cerr' tambi'n la llave de paso de la bombona de butano. El señor %ele) dormitaba en un sill#n escondido tras un tabique. -odo estaba en calma s#lo 0artoldi, hipnoti)ador de niños en los circos estables, es la causa de que me haa impuesto la obligaci#n de cumplir mis deseos mis buenas obras, no s#lo para me!orar, sino tambi'n para poderlos escribir en este diario. La escritura me obliga a conquistar la (elicidad. El doctor 0artoldi es sin duda un gran m'dico. -i estado de ánimo es normal$ -e e tomado la pastilla 7sólo una B. e dormido muco me!or 4ue otras noces2 = oras de un tirón$ /eso 01 kilos trescientos$ )o e bebido alcool$ e comido de postre dos pastillas de cocolate, cacao al 16 8$ 's luna llena, pero no ay sangre por ningún lado$ %*a 0
Llegu' a la consulta de 0artoldi hace a ms de una semana. Me derivaron allí desde ginecología, aunque no me e&imieron de mis visitas semestrales a la doctora Llanos. La doctora Llanos me recibe con a(abilidad. Es una mu!er esbelta que parece una presentadora de la televisi#n que me habla de usted como si o (uera mucho ms vie!a que ella o mucho ms inculta. La doctora Llanos me trata e&actamente igual que o a la mu!er que viene a limpiar a mi casa por horas. Me pregunta con su vo) empastada3 H@C#mo se encuentra ustedI, H@c#mo va todoI. Y o me pongo a temblar como un pollito me da vergNen)a imaginarme mi estampa, vista desde arriba, con la barbilla
pegada al pecho agarrada al bolso. Cuando vo a visitar a la doctora Llanos, me arreglo de una manera especial. Me meto el !ab#n entre los dedos de los pies, me corto las uñas, me depilo los sobacos. in embargo, nunca me desnudo en la consulta de la doctora Llanos, que, para mí, es una especie de sala de interrogatorios. H@C#mo va esa tensi#nI, H@se toma usted el diur'ticoI. Al responderle parece que esto mu en(adada. %ero no esto en(adada. #lo tengo la boca seca muchas ganas de sentarme en un asiento del autob$s que me devuelve a mi barrio, a mi piso, a mi alcoba. Cuando la doctora me llama por mi nombre de pila, s' que lo peor est por llegar3 HMaría Lu), le vo a dar el volante para una mamogra(ía.I Aparento naturalidad, pero no me atrevo a decirle que me llame s#lo Lu)" no le aclaro que nadie me llama María Lu), que ese nombre s#lo (igura así en mi carn' de identidad. /o le con(ieso que me aterrori)an los mam#gra(os, que me hacen mucho daño que luego me da miedo esperar los resultados de las pruebas. La doctora me pone maternalmente la mano sobre el hombro despu's de escribir con letra grande en sus papeles. Aprieta mucho el bolígra(o sobre la pgina ese detalle me produce una sensaci#n de (alta de pulcritud. Ke tienda de comestibles o de recambios para el coche. La doctora aprieta el bolígra(o con una mano huesuda de largos dedos" el dedo cora)#n de la mano derecha luce una enorme sorti!a de a)abache que se quita cuando hace los reconocimientos ginecol#gicos. Est acostumbrada a usar sus dedos para insertar esp'culos separadores, para palpar los quistes de los ovarios, para reali)ar cirugías intrauterinas. La doctora sabe transmitir malas noticias como si el mundo no se acabase. %ero con cada mala noticia el mundo se acaba un poco siempre. Cuando ese día la doctora me dice3 HMaría Lu), le vo a dar el volante para una mamogra(íaI, me desmorono me pongo a llorar en mitad de la consulta. H@>u' pasa, María Lu)I La doctora me aprieta ms el hombro, pero no se arriesga a abra)arme. Me receta pastillas, parches lubri(icadores vaginales. evisa mis analíticas. *ace años me cur# de una candidiasis , una ve) cada seis meses, me obliga a mear en un bote durante veinticuatro horas. egula mi dieta. Komeña mis vicios. Ahora so una señora que s#lo bebe cerve)a sin alcohol. HMaría Lu), @qu' le pasaI La doctora aparca la ternura se est poniendo imperativa. Le e&plico que esto mal, que no necesito los lubri(icadores vaginales, que mi vulva no es una rosa marchita que recupera su carnosidad con un poco de agua, que no tengo ganas, que me aburro, que esto arrepentida de casi todo, que echo de menos a mis muertos aunque no tenga donde ir a visitarlos BFmalditas cremacionesGB, que me arrepiento de haberlos esparcido por plaas por mesetas, que no sirvo para nada, que nadie me pone la mano encima desde que mi marido se (ue, que a mi hi!o s#lo le interesan las mariposas a mí me da asco el polvillo que se les desprende de las alas, que tengo miedo de morirme, no s' por qu', que so una persona mu inteligente aunque no lo pare)co, que me duelen las mamogra(ías los anlisis de sangre, que no tengo amigas, que mis vecinos me molestan, que miro mucho la pantalla del televisor, que pienso cosas pro(undas que ms tarde so incapa) de verbali)ar, que a veces (in!o que s' hablar en ingl's, que no, que no tengo ganas... La doctora Llanos coge su tel'(ono se pone en contacto con el doctor 0artoldi , despu's de hablar con 'l unos segundos, me invita a subir a la tercera planta haci'ndome una advertencia3 HMaría Lu), en la vida no son todo las hormonas. Creo que la he descuidado un poco. Kisc$lpeme.I
oy estoy un poco triste, incluso deprimida$ -i ni5el de ansiedad oscila entre + y 3 7 puede llegar incluso a superar el 3 B. -e e tomado la pastillita rosa$ Sólo e estado cuatro oras acostada y e sufrido pesadillas$ /eso 0 1 kilos y trescientos cincuenta gramos 4ue se amontonan alrededor del 5ientre 7mi ombligo cada 5ez se unde más entre la carne B. 's importante anotar 4ue me 5eo muy fea$ )o e bebido alcool$ e comido de postre dos pastillas de cocolate negro, cacao al 16 89$ e fumado tres cigarrillos$ >engo la tripa un poco dura y me duele como el muñón de alguien 4ue ace años perdió la mano$ %*a =
Aer, el recuerdo de la consulta de la doctora Llanos me puso bastante triste. *o no ha sucedido nada especial, así que volver' a escribir sobre el día en que le revent' la cara a %iedad con el culo de una sart'n. Me e&traña que a$n no haa venido la policía. >ui) Clemente entr#, se asust# se march#. A lo me!or aliment# al vie!o sali# escurriendo el bulto para que no le cargaran la muerta. Las hi!as no vienen casi nunca por aquí. Ke momento, en la escalera no huele a nada raro. *abía olvidado un detalle importante de ese día. Antes de salir del piso de %iedad, rellen' con alpiste los comederos de sus p!aros. -ambi'n les cambi' el agua les puse una ho!ita de lechuga una !ibia nueva para que se a(ilasen el pico. /o quiero que los animales pasen hambre. Los pobres p!aros no tienen la culpa. -ambi'n compr' los tomates de mi lista , al llegar a casa, me lav' las manos. Mi hi!o estaba en su habitaci#n con sus instrumentos de entom#logo. Entr' en el cuarto de baño sobre la lo)a de la bañera encontr' un gusano carmesí. =ordo, peludo, del mismo color que un vestido de madrina de boda. Me dan asco los gusanos, las lombrices, las larvas de las mariposas, las polillas. Ms que las serpientes o que las cucarachas. Ms que las ratas que los ratones3 sus gritos su rechinar de dientes se escuchan por toda la ciudad de noche si se presta un poco de atenci#n. Como un ultrasonido. /o ha ms que permanecer unos segundos en silencio a se oe3 ese rechinar, ese pitido, por aba!o , lo que es ms estremece?dor, por encima de la cabe)a, en los balcones, dentro de los muros de los edi(icios, sobre los cables del tendido el'ctrico, en las a)oteas. Me pongo las manos encima de la cabe)a por si una rata pierde pie se me prende al pelo me muerde la cara. Las arañas, sin embargo, son hermosas3 sus telas al traslu) se irisan, un líquido que ha cristali)ado como una perla, como el caramelo. %ego un grito mi hi!o sale de su habitaci#n. H@>u' pasaI Le señalo la lo)a mi hi!o dice3 H*a algo en la bañera.I Hí.I /o le do ms pistas porque quiero que 'l descubra entre la gama de grises, a)ules amarillos de sus retinas esa pi)ca carmesí que va desli)ndose hacia el sumidero. Mi hi!o ahora pregunta3 H@*a algo en la bañeraI =uiña los o!os, se acerca ms para palpar la lo)a. Qreno su mano. Me da asco pensar en la piel de mi hi!o sobre el gusano, aunque 'l pincha con un al(iler el torso de sus mariposas. La mancha carmesí sobre su piel. Hí, hi!o, ha un gusano.I H@Como los de siempreI, dice mi hi!o. En mi casa aparecen de ve) en cuando gusanos carmesíes. /o s' de d#nde salen. /o s' si entran por la ventana porque su naturale)a es la de un bicho volador rae? tam#r(ico que, en su madure), se convierte en gusano. /o s' si son crislidas pegadas a
las paredes de un hueco al que o no alcan)o o que no puedo ver, o si suben escalando por los sumideros. -al ve) son el parsito (ecal de una paloma. En alg$n momento llegu' incluso a pensar que eran mariposas que se habían escapado de la vitrina en la que, a muertas, las encierra mi hi!o" pero 'l me asegur# que no. Estuve a punto de tirarle su mariposario eso hubiera sido una liberaci#n porque, a veces, cuando entro en su alcoba noto c#mo los o!os de las alas de las mariposas me vigilan desde detrs de los cristales tengo que darme la vuelta, deprisa asustada, para comprobar que no parpadean, que no aletean, que no pueden romper el vidrio para esconderse por la casa mancharme la ropa con sus escamas. %ero no, mi hi!o me asegur# que era imposible. Yo a$n entro con reparos en esa alcoba donde las mariposas me vigilan a trav's de sus mirillas. /o s' si los gusanos carmesíes salen de alg$n alimento podrido o de una planta del balc#n. Las plantas de mi balc#n son como los o!os de mi hi!o. =rises de carbonilla. Cuando mi hi!o se asoma a mirar, ve el color marengo de las ho!as" las (lores, cadmio a)ul, contrastan con el blanco sucio de los tallos con la tierra oscura, completamente oscura, de la que se alimentan las raíces invisibles. HComo los de siempreI, le digo a mi hi!o. El se acerca para aplastar el gusano. *a visto un hilo, una bri)na, que se mueve sobre la bañera blanca como mi vestido de primera comuni#n. Duelvo a detener la mano de mi hi!o. H/o lo aplastes, c#gelo con un papel tíralo por la ventana.I Me dan asco los gusanos carmesíes. Mi hi!o protesta3 H%ero, FmamG, es un gusano.I Le tiendo a mi hi!o un pe?dacito de papel higi'nico. H/o lo aprietesI, le vuelvo a advertir. Mi hi!o me mira con sorna o se lo repito3 H-e he dicho que no lo aprietes.I A mi hi!o le entra la risa es un momento de alegría en mi casa. Me río con 'l le acompaño a la ventana de la cocina. H-íralo por ahí. A ver si por lo menos se puede prender a las sbanas tendidas , en otra parte, sobrevive (unda una (amilia (eli).I Mi hi!o me quiere muchísimo. HEsts como una cabra, mam.I Asiento asevero3 HYo no mato.I El est respond#n3 HMatas los caros del colch#n cuando te tumbas sobre la cama.I Y o imaginativa, er#tica3 HLos caros me rodean se acomodan a mi cuerpo.I Mi hi!o, burdo, obvio, progresivamente desagradable3 HMatas los animales que te comes, matas con medicamentos las bacterias que te ponen en(erma.I Mi hi!o es ms sensible, mucho ms raro que o, pero o tengo ms años3 HYo no mato cosas vivas que pueda ver.I Mi hi!o se calla. /o me he acordado de sus pupilas grises ni de su di(icultad para aprehender los contornos. Me ale!o, por tanto, del sentido de la vista porque no tengo ninguna intenci#n de herir a mi hi!o3 H/o mato moscas que viven un día ni el pulg#n de los rosales ni los caracoles que se comen los tallos. Kevuelvo al oc'ano las medusas que se secan sobre la arena tambi'n los pepinos de mar. /unca me como una alme!a vertiendo un chorro de lim#n que le escuece la encoge.I Mi hi!o vuelve a decírmelo3 HEsts como una cabra.I Y, entonces, !usto en el momento en que mi hi!o libera al gusano vemos c#mo cae se agarra a una sbana para (undar qui) una (amilia (eli) en la curvatura de un bodoque, comen)amos a oír los gritos de la nueva vecina, la que vive en el piso primero, !usto deba!o de %iedad. Los gritos, como cada día, llegan a la hora de la cena. ?n poco me!or 4ue ayer, normal dentro de la escala$ Ansiedad2 +$ -e e tomado la pastilla2 la e di5idido en dos porciones por4ue me cuesta tragarla$ )o e dormido apenas por4ue me picaba el cuerpo$ /eso 01 kilos y trescientos cincuenta gramos 7 deber*a tener en cuenta 4ue mi estatura es de +,=0 B. )o e bebido alcool$ oy sólo e
ingerido l*4uidos, frutas y 5egetales$ e pasado muco fr*o$ )ecesitaba una purgación, una limpieza$ @a tripa 5uel5e a estar blanda$ )o me duele$ )o eiste$ )o sangro$ %*a 1
*o esto de un humor tan bueno que quiero recordar el día en que usted o, doctor 0artoldi, nos conocimos. *ablar' de usted como si usted (uera un persona!e no como si siempre, siempre, tuviese la capacidad de verme, de oírme, de olerme ?ho, a lo sabe, me he puesto lPair du temps detrs de las ore!as?, de tocarme con sus dedos e incluso de catar a qu' sabe la carne de mi vientre que no tiene el mismo gusto que la de la nuca B ms adulterada por los detergentes por los per(umesB o que la de la curcusilla del codo. A veces, doctor 0artoldi, usted me hace cosquillas. Aquel día, tras el disgusto en la consulta de la doctora Llanos, subí a la planta psiquitrica busqu' el nombre de 0artoldi sobre las placas que había al lado de las puertas. Era la primera puerta. La empu!' el doctor me pregunt#3 H@>u' cree que hace usted aquíI %ara mí, el asunto era transparente3 H2ngr'seme, doctor 0artoldi. Mi hi!o a menudo me dice que esto loca.I El doctor me invit# a sentarme lan)ando su bra)o con un gesto de bailarín, amplio abierto. HMe he comportado como una loca en la consulta de la doctora Llanos.I El doctor me di!o que eso a lo sabía, pero que no estaba mu seguro de que mi comportamiento hubiera sido e(ectivamente el de una loca. H/o tengo adonde ir esta noche.I %ero o no llevaba maleta no me podía quedar allí. 0artoldi me lo hi)o notar3 H@/o se da cuenta de que no lleva usted maletaI Me sentí avergon)ada, desnuda, como una mosquita tonta de las que planean en los cubículos de los retretes. Mosquitas redondeadas. HMosquitas redondeadasI, me escuch' a mí misma dici'ndolo en vo) alta. H@Mosquitas redondeadasI, repiti# interrogativo 0artoldi, que se ech# a reír" entonces supe que nunca sería capa) de acordarme bien de su rostro. Ke que no podría describir los labios que en ese instante hacían un par de valoraciones3 HEs mu divertido, pero @no cree usted que est e&agerandoI Al acabar de pronunciar la $ltima sílaba de la palabra eagerando, 0artoldi de!# entreabierta la boca pude atisbar los puntitos de su ro!i)a lengua de vaca" lo vi por dentro pero no sabría describirlo por (uera. 0artoldi siempre lleva una media sobre el rostro. Est di(uminado. 0artoldi me e&plica que a veces todo es una cuesti#n de hormonas, que no tengo que es(or)arme en parecer ms loca de lo que en principio puedo estar, que todos lo estamos un poco. H/o me trate como a una est$pida, por (avor, doctor 0artoldi, se lo ruego.I /o recuerdo si el doctor llevaba bata blanca, pero me acuerdo de que olía a una colonia de sndalo. -emí que volviera a derivarme a la ginec#loga o a un endocrino porque no paraba de insistir en que el cuerpo estaba demasiado condicionado por sus sustancias3 HLas hormonas, Lu), las hormonas, Fmosquitas redondeadasGI Ke nuevo, al acabar la $ltima palabra de su (rase, pude distinguir su lengua entre los dientes a trav's del agu!ero de la boca. Mi hi!o la hubiese visto del color de la violeta de genciana. Mis dos m'dicos o(recían visiones divergentes de mi malestar3 la doctora del cuerpo me había hablado del alma el doctor del alma subraaba la importancia de las reacciones químicas. En el tramo intermedio, tom' la decisi#n de someterme a 0artoldi. A las chispitas de sus o!os. /o s' si eran o!os oscuros o claros, pero irradiaban energía el'ctrica. Llegu' incluso a creer que, si el doctor pensaba en mí por las noches, mi cuerpo ascendería, se elevaría sobre el plano de la cama saldría por el balc#n, planearía sobre
una ciudad con las luces encendidas con un poco de bruma. >ue 0artoldi podría dormirme incluso cuando o no tenía sueño llevar mi mano sobre un papel en el que o, ms tarde, leería el soneto ms hermoso que nunca nadie hubiera escrito. 0artoldi debi# de percatarse no s' si de mis (antasías o de mis ena!enaciones, pero se me qued# mirando sonriente me hi)o una pregunta3 HLu), querida, @usted sabe cantarI HComo un perro sordoI, con(es'. HFAhG Entonces o bien podría ser su vengali , mediante la hipnosis, convertirla en la cantante de #pera ms (amosa admirada del planeta.I H@vengaliI Hí, querida, busque en una biblioteca el libro. Es e&traordinario.I 0artoldi me estaba poniendo de mu buen humor hasta que otra ve) se interes# por mis antecedentes ginecol#gicos en particular, m'dicos en general. Yo se los e&pliqu', aunque la doctora Llanos le había enviado ?no s' por qu' conducto secreto, por qu' tubería de aire del hospital? un in(orme que a descansaba encima de su escritorio. El doctor 0artoldi era encantador3 H%re(iero que me lo cuente usted, querida.I Le di algunos datos que no estaba segura de que (iguraran en el in(orme3 H-uve sarna.I 0artoldi pregunt#3 H@Y siguen picndole las areolas, los espacios interdigitales, el pabell#n auditivo, el anoI Asentí3 HKe noche cuando me pongo nerviosa.I 0artoldi cabece# compasivamente3 Hi le vuelve a picar, no se preocupe, es la (obia.I H@La (obiaI El doctor me lo aclar# todo3 HLa (obia a la sarna. En esos casos, t#mese usted un atara&.I El doctor lo arreglaba todo con pastillas, pero tambi'n era un ser humano3 H-uvo usted que pasarlo mu mal, querida.I El doctor 0artoldi no podía ni imaginar c#mo lo pas' o qui) sí porque )an!# el tema con cariño3 H+tro día tiene que contrmelo.I /o s' si el doctor llevaba pa!arita, no s' si era homose&ual o me lo pareci#, no s' si era una persona un poco desaliñada o mu elegante, pero o seguía teniendo la impresi#n de que podría ra!arme la tripa con las manos e&traerme el ap'ndice sin dañarme mientras $nicamente me mantenía la mirada sobre la mesa de operaciones. Kespu's de oírme de mostrar una e&trema cortesía al no preguntarme sobre mi marido ausente ni aturullarme con t#picas indagaciones sobre un posible comple!o de Edipo de mi hi!o, el doctor 0artoldi me recet# unas pastillas color rosa chicle unas pastillitas blancas. Las blancas s#lo debía tomarlas en ocasiones mu concretas que el doctor esperaba que no llegasen a producirse. Me advirti# que eran peligrosas. 0artoldi me sedu!o completamente cuando me anunci# que, adems del tratamiento convencional con las pastillas, íbamos a llevar a cabo un e&perimento. @-enía 0artoldi el aspecto de un cientí(ico, de un astr#logo, de un alquimista, de un mago, @era en!uto, pulcro ba!ito o alto esculido, @se de!aba crecer las patillas, @era un hombre, un herma(rodita, un gañn /i siquiera podría asegurar si lucía barba o mosca, o si su cara estaba pulcra a)ulinamente rasurada. HDa a escribir un diario, querida.I 0artoldi re(le&ion# para mí mientras !ugaba con sus manos, que no recuerdo si eran rechonchas o de estili)ados dedos uñas pulidas ?@tenía 0artoldi una tirita negra por deba!o de la uña, una cinta de suciedadB3 HLa escritura, Lu), es una t'cnica proectiva, lo mismo que la caligra(ía que el dibu!o, @le gusta dibu!ar, Lu), queridaI H/o, dibu!o incluso peor que canto, doctor 0artoldi, aunque si usted me llevara la mano, qui'n sabe.I El doctor se ri#3 H0ien, entonces lo me!or es el diario.I 0artoldi repas# otra ve) mi historial m'dico prosigui# con sus e&plicaciones3 H%roectar es poner (uera algo que pertenece al dentro.I 0artoldi se llev# las dos manos al pecho e hi)o como si sacara de 'l una gran ca!a hueca, mientras repetía Hponer (uera lo que pertenece al dentro. %ro?ec?tarI. Me interesaba saber si la ca!a era de cart#n o de plomo o de vidrio transparente. *ablbamos del dentro.
HKe su dentro, querida.I 0artoldi se dirigía a mí como si (uera un psiquiatra anglosa!#n. HLa proecci#n es un sistema de de(ensa. Cuando empiece a proectarse es mu posible que se sienta me!or.I 0artoldi continu#3 H%roectar lo sano lo insano, los deseos las vivencias, las pesadillas..., @su(re pesadillas, queridaI Asentí. H+tro día tiene que contrmelas.I Me encantaba tener a dos citas pendientes con 0artoldi, dos relatos3 el de la sarna el de las pesadillas. obre las segundas s#lo le adelant' a 0artoldi que a veces su(ro pesadillas que no me pertenecen. H>uerida, @c#mo puede ser eso us pesadillas son sus pesadillas.I Me e&plico para 'l3 blam. n porta)o. n golpe seco sonoro que no tiene nada que ver con el hilo de la pesadilla que o vívo una noche cualquiera, que, pese a no ser mío, me despierta abruptamente. -ambi'n vivo a menudo la pesadilla de una madre que no so o. e trata de una madre que (uer)a a sus hi!os a mirar por una rendi!a a trav's de la que sus criaturas descubren algo horrible. /o necesariamente sangriento, pero horrible. Algo que produce (río para siempre. Me despierto temblando por pesadillas que no me pertenecen no s' a qui'n se las robo. Hsted no sería capa) de robarle nada a nadie, querida.I 0artoldi no le dio demasiada importancia al asunto , desde entonces, aquellas pesadillas robadas no volvieron a torturarme. 0artoldi volvi# al diario para advertirme que debía constar de una parte en la que o podría escribir lo que quisiese de otra cerrada, ob!etiva3 HEn ella anotar su estado de nimo su nivel de ansiedad seg$n este baremo, así como su dieta, la manera en que ha dosi(icado su medicaci#n, sus horas de sueño o de descanso, las posibles anomalías en su estado (ísico general en su estado ginecol#gico en particular, @est todo claro, queridaI 0artoldi puso un broche de oro a nuestro encuentro3 He divertir, querida. er mu divertido..., Fmosquitas redondeadasGI Antes de irme, 0artoldi había subraado una idea clave3 HF>ueridaGI Me volví antes de tocar el pomo de la puerta parali)ada por la vo) del doctor 0artoldi. Hecuerde que el diario es una auda, pero que lo ms importante son las pastillas3 las pastillas la audarn a limpiar su dentro. Las palabras le darn s#lo el $ltimo toque, el brillo.I *abía entendido per(ectamente al doctor. Me despedí de 'l. /o había hecho (alta que nos di'ramos siquiera un apret#n de manos. @Le interesa, querido 0artoldi, la visi#n borrosa que tengo de usted +tro día qui) vuelva a su consulta con mis ga(as de miope me ponga a mirarle con toda atenci#n. Bien, normal, estable$ Ansiedad2 +$ -e e tomado lapas"tilla partida otra 5ez en dos porciones$ e dormido unas tres o cuatro oras, aun4ue al meterme en la cama me picaban los pezones y las ranuras de los dedos de los pies2 es posible 4ue el recuerdo tenga la culpa$ /eso 0 1 kilos y trescientos gramos$ e bebido una copa de 5ino español$ e comido carne y patatas, idratos y prote*nas para no padecer el mismo fr*o 4ue ayer$ -i solomillo sangraba sobre el plato yo no$ %*a D
Al principio pensaba que estos detalles para usted podrían ser una redundancia, pero ahora s' que no lo son. Adems, he decidido olvidarle como destinatario colocarme a mí en el centro de mis poli(onías. Mi vo) se une a mi vo), pese a mis desa(inaciones a mi ronquera. /o puede usted negar que su mano mueve mi mano que estamos viendo los dos e&actamente lo mismo. sted ha colocado su butaca detrs de mis o!os. Mi vo) es su vo), doctor 0artoldi, o me acuerdo. El oso se despierta. Es importante.
Aer a no pude soportarlo ms , cuando a la hora de la cena la nueva vecina empe)# con sus alaridos, prepar' un plan. Kesde que escribo so ms creativa he logrado entender aquello de que, cuando la inspiraci#n llega, es me!or que le encuentre a uno traba!ando. Yo estaba precisamente cortando unos tomates para la ensalada. Los tomates, por dentro, son un (ruto hermosísimo. e parecen a las aurículas a los ventrículos de un cora)#n abierto, a una granada, a una colecci#n de (etos milim'tricos envueltos en la gelatina aislante de sus líquidos amni#ticos. Cada (eto, cada pipo, est dentro de una cubeta colocado en una hornacina. /o ha ms que mirar el tomate bien de cerca. %egar el o!o a la pulpa seccionada del tomate ver c#mo los pipos estn rodeados del (lu!o de sus (uturas sangres. Cuando preparo la cena veo los alimentos, la carne ro!a, el tomate, la sandía, me acuerdo de que mi hi!o ve los rbanos de un color a)ul ultramar, pero mortecino. iempre se lleva a la boca un tro)o de (ruta envuelto en papeles de peri#dico. *a que tratar a los hi!os con muchísima ternura. %or eso, cada ve) que oigo a la nueva vecina gritar a los suos, me pongo en(erma echo en (alta un servicio de asistentes sociales que patrullen por los barrios. Los hi!os de mi nueva vecina son dos niños mu pequeños3 no había acabado de parir a uno cuando a se la veía otra ve) subir las escaleras de la casa con un bombo inmenso. Echo en (alta un servicio de comadronas que e&pliquen a las mu!eres la necesidad de respetar la cuarentena de vacunar a sus cachorros para protegerlos de las en(ermedades. %ero no vivimos en un mundo per(ecto , ahora que me he parado a contemplarlo con un poco ms de calma, he llegado a la conclusi#n de que no se trata de que no sea per(ecto, sino de que es completamente repugnante. Los niños de mi vecina, aunque me dan pena, son tambi'n repugnantes. Derdosos, olivceos, parece que su(rieran alg$n tipo de mal heptico. Y tienen los o!os caídos en mitad de los mo(letes como si alguien estuviese tirando de ellos hacia las mandíbulas. El niño maor, que tendr unos tres años, no balbucea, no habla, s#lo gruñe3 HFAb$GI Al rato lan)a otra emanaci#n gutural3 HFAb$GI Con cada abú ?no sabe decir nada ms? le darn agua o leche o corrern al orinal para limpiarle el culo. El niño Ab$ debe de hacer cosas terribles3 tal ve) quiera meter en el bid' rebosante a su hermanito, ahogarle con el contenido de un tarro de mermelada, meterle la cabe)a entre los barrotes del balc#n. Entonces la madre aulla como una sirena, o la oigo gritar esto segura de que vapulea al niño, que cada día est ms tonto, gruñe ms no conoce los signos del lengua!e por culpa de las vibraciones que su(re su masa cerebral cada ve) que la madre lo agita. Al niño se le han estirado tanto los bra)os que parece un monito dis(ra)ado de persona. La barriguita destapada estar llena de pelo. Cuando lo visten de domingo para salir a pasear, este niño me da tanta pena que llega a abrumarme. n día, al encontrrmelo por la escalera cogido de la mano de su mam, corrí hasta mi casa busqu' el osito blanco de mi hi!o para regalrselo. El niño cogi# el osito, me mir# , mientras me miraba, de!# que el osito se caera al suelo. Como si no hubiera aprendido a agarrarlo, como si no supiera qu' hacer con 'l. Lo recogí del suelo volví a drselo, el niño volvi# a de!arlo caer. u madre, una mu!er ast'nica !oven, con vo) de sirena de la policía, ni siquiera me dio las gracias. -ir# del bra)o del niño ?cada día ms largo? sigui# subiendo. Aba!o se había quedado el carricoche del niño ms pequeño, que es e&actamente igual que el otro pero achatado. /iños con carita de en(ermos del hígado. /iños que gruñen.
Al caer la tarde, la madre les prepara la cena el patio se impregna de olores nauseabundos. /o puedo imaginar lo que guisar esa mu!er para sus niños. -ampoco puedo imaginar por qu' los ha engendrado. u marido traba!a mucho. e levanta mu temprano llega tarde a casa, cuando los niños a estn amorda)ados dentro de sus ca? mitas. A veces lo veo (umar en la calle. olo. Es un hombre e&tran!ero. /unca da los buenos días ni mira de (rente. /unca veo !untos al padre a la madre paseando con sus criaturas. in embargo, por la noche dentro de la cama, 'l debe de buscar la humedad el calor de un agu!ero, así tienen un niño detrs de otro los alimentan con piensos con grasas que la madre cuece en una olla cuas emanaciones impregnan de olores nauseabundos el hueco del patio. %repara un pur' o una papilla que obliga a comer a sus hi!os, especialmente al maor, que hue por el pasillo de la casa, apoando las manos en el suelo, para que su madre no le alcance. El niño gruñe la madre primero (inge que est !ugando. Qinge que est !ugando que ella tiene paciencia. >ue es una buena madre que nutre a sus criaturas con la me!or leche, el me!or a)$car, las (rutas ms saludables las carnes magras. Lo llama H2smaeel. Den, 2smaeel. @K#nde est el niño ms guapoI 2smael no est en ninguna parte. H2sma, mi amor, ven, que mam te ha preparado algo mu rico.I 2smael es todavía demasiado pequeño para esconderse bien enseguida su madre lo descubre detrs de los sillones. HF2smaelGI Entonces es cuando le tira del bra)o , sin (i!arse en sus o!os, lo arrastra hasta la cocina. 2smael patalea. Yo lo siento, pero a su madre no le importa. Kespu's, cada (rase de la madre es un alarido HF2smaelGI, HFestte quietoGI, HFno hagas eso con la cucharaGI, HFlimpíate, asquerosoGI, HFte he dicho que te lo comasGI, H@ests tonto o qu' te pasaI. /o ha una bri)na de amor en las palabras de su madre" una madre que habla así a sus hi!os no puede arroparles con ternura, no puede a(irmar que lo siente de verdad si el niño se abre la cabe)a en el parque, si el niño se muere de una meningitis. Cada noche lo colocar al borde de la cunita quitar los protectores para ver si el niño, en sueños, se cae se muere porque nadie ha oído la caída no lo van a descubrir desangrado por su brecha, congelado sobre el suelo de baldosas, hasta la mañana siguiente. Así, mam podr recibir otra ve) por la noche al hombre que (uma solo en la calle concebir, sin que ocupen espacio, nuevos niños verdes con los o!os estirados hacia las mandíbulas. HF/iño asquerosoG F-e he dicho que te limpiesGI El niño ni siquiera llora cada noche me acuerdo de cuando mi niño era pequeño no quería comer los tomati?tos, el tro)o de año!o" no quería probar el chori)o ni la sandía ni siquiera el pur' de calaba)a o las piruletas rosas, porque las veía (eas. Los alimentos nos entran tambi'n por el sentido de la vista. Yo trataba a mi niño con un cariño e&tremo. Me lo colocaba en el rega)o, aunque a (uera siendo maor, lo acunaba lo convencía con ra)ones le e&plicaba a qu' sabían las cosas que la leche era buena para los huesos que lo mantenían de pie, igual que los ogures, que la carne imprimía (uer)a a s.us m$sculos que el chocolate le daría alegría para reírse la lechuga le iba a audar a dormir. Mentiras, invenciones. 2nventar una mentira para convencer a un niño es una (orma de quererlo. HF2smaelG F/o escupasG, Fque no escupasGI Me sonrío, el monito 2smael est sacando a la mam de sus casillas. Me da miedo que ella en uno de sus vapuleos consiga que al niño se le salga por las narices su masita ence(lica. La mu!er grita el patio cada ve) huele ms a las tripas mal lavadas de las aves, a las piedrecitas sebosas de los buches de las gallinas, a caldos amarillos, a pastillas de avecrem. HFEs que te vo a matar, te vo a matarGI i en mi barrio hubiese patrullas de asistentes sociales que embolsaran a los niños maltratados por
sus madres, los metieran en una (urgoneta se los llevaran a un almac'n de niños tristes, o no habría tenido que de!ar de picar los a!os ni que retirar del (uego el agua que hervía aromati)ada por una ho!a de laurel ni que ponerme a escribir en las pginas de mi diario estas ra)ones para el ataque, así como un plan e(ectivo para su e!ecuci#n. ?n poco alterada, pero, al mismo tiempo, contenta$ )i5el de ansiedad2 6$ -e e tomado la pastilla partida otra 5ez en dos porciones$ Anoce dorm* más de seis oras de un tirón y aora mismo e de!ado de escribir por4ue tengo muco sueño$ /eso casi 0D kilos, pero no 5oy a anotar ningún dato sobre mi regularidad intestinal$ >om. un laante$ )o beb* alcool$ )o com* cocolate$ Eum. un cigarrillo$ )i sangro ni deseo sangrar$ Fue sangren los otros$ %*a G
En la calle, ho, he dado un respingo. Entre dos coches, al ir a cru)ar la calle, un bulto grisceo me ro)a la pierna. %ienso en una rata, pero es una paloma. Me aparto. -emo que la paloma me contagie en(ermedades pulmonares, diarreas, pulgas. Las palomas de(ecan contra la ropa tendida ?siempre la ms blanca?, los arrullos de las que han hecho nido en los al('i)ares de los pisos desocupados no de!an dormir a la vecindad. obre el as(alto, en tinta ro!a, destacan los cadveres de palomas aplastadas por las ruedas de los coches3 bodegones de pollería sucia. n conductor pisa el acelerador, al avistar una paloma onqui que bebe algo parecido al agua en el hueco que separa dos adoquines. %or los parques se observan palomas co!as, tuertas, cada día ms est$pidas. Las mamas les advierten a los niños3 H/o las toques.I Las espantan a manota)os. Los transe$ntes insultan a los vie!os que las alimentan ensuciando las calles con granos de maí) o con papillas de miga de pan. En ciertas capitales de provincia, los vanos de los edi(icios se rematan con pinchos que atraviesan las alas, las pechugas los muslos de las palomas que lentamente se desangran sobre los paseantes. Las palomas, en las terra)as de verano, se lan)an sobre los platillos de cacahuetes. -ienen hambre, las palomas, los bebedores de aperitivos temen que les piquen o les contagien en(ermedades pulmonares, diarreas, pulgas. El terror es una (orma de la mala conciencia. *a vergNen)a en la prevenci#n de los bebedores de aperitivos. Los e&crementos de las palomas son la causa principal de la degradaci#n de las (achadas de nuestras catedrales. En pocos lugares se ve volar todavía una bandada de palomas, con las alas pintadas de colores, para saber qui'n se empare!a con qui'n. A los niños las palomas a no se les suben a los hombros sin que les atenace un repentino ataque de histeria3 se van a poner malos" van a ensuciarse. Las estatuas a no quieren estar rodeadas de palomas , qui), dentro de no mucho, el símbolo de la pa) de!e de ser una paloma blanca. +lvidaremos las utilidades de las palomas mensa!eras las manos de las bailarinas a no se movern como palomas. El enamorado no le dir a la enamorada Hpaloma míaI, %aloma ser un nombre desaparecido del santoral. Las palomas son animales mutantes, t#&icos e into&icados, tuertos, pobres, numerosos, (ecales, pedigNeños, parasitarios, una poblaci#n que ha que mantener ale!ada... Me pregunto, al sobresaltarme por el roce de un ala en mi tobillo, al restregrmelo compulsivamente, qui'n ha hecho de las palomas lo que son3 necesitamos que e&istan palomas parias , cuando no haa palomas, a se nos ocurrir otra cosa.
A mis vecinos tambi'n les molestan las palomas han puesto en sus al('i)ares pinchos polvos para matar cucarachas. En la $ltima reuni#n, el presidente de la comunidad, un cura, incluso amena)#3 HFDo a sacar la escopeta de perdigonesGI Y es bien capa) de apoar la escopeta en su al('i)ar disparar contra las palomas. *o en la televisi#n he visto c#mo los deanes acribillan a las palomas que revolotean en las b#vedas de la catedral. -odos los hombres de Kios se parecen mucho en todas partes. (nmensamente triste$ )i5el de ansiedad2 + o 3$ -e e tomado la pastilla$ 'ntera$ %e una sola deglución$ e dormido más 4ue de costumbre y no ten*a ganas de le5antarme de la cama$ /eso 0D kilos eactos$ )o beb* alcool$ )o com* cocolate$ )o fum. ni un triste cigarrillo$ )o sangro$ %*a +6
*o he salvado a unos niños del ca)ador. En un piso de esta ciudad, el ca)ador o la madrastra o la bru!a tenían encerrados a dos niños mu pequeños para (abricar !ab#n con su grasa o para matarlos vender sus #rganos a los tra(icantes. Los alimentaban con engrudos, sobras recocidas chocolate anest'sico. /o les importaba que se les picaran los dientes. Los dientes, que perduran a lo largo de los siglos, s#lo pueden usarse como cuentas de collar" no sirven para trasplantes ni tienen aplicaciones cosm'ticas. *e salvado a dos niños de que e&perimentaran con ellos para sinteti)ar cremas geles como hacen con las cobaas, con los perros con los gatos en los laboratorios. *e sido mucho ms lista que la bru!a, la madrastra o el ca)ador, tres en uno, santísima trinidad, encarnada en una mu!er ast'nica cuo volumen ocupaba la mitad del volumen de mi cuerpo parecía un hilo de humo. HF-oe, toeGI Llam' a la puerta a la caída de la tarde, cuando la bru!a estaba preparando su repugnante puchero para engordar a las criaturas. H@>ui'n esI, me respondi# la bru!a, descon(iada, porque todos los malos descon(ían. Yo respondí3 Ho o. -u buena vecina.I %ero la bru!a sigui# descon(iando porque todos los malos creen que el mundo encierra tanta maldad como ellos. H@>u' vecinaI Le respondí ba!ito para que nadie me oera3 HLu). o Lu).I 2gnoraba, la oscura, hasta qu' punto era o la lu) que iba a aniquilarla. H@Y qu' quieresI, sin atender a mi nombre, el ca)ador, la bru!a, la madrastra, quisieron tapar su miedo a las bombillas de cien vatios. HContarte un secreto.I Estuve genial. Me imagino que, antes de abrir, el ca)ador volvería a adoptar la apariencia de una madre cansada por las labores del hogar el cuidado de los hi!os las horas de traba!o en una o(icina o en una tintorería o en el cubículo de la ca!a de un banco. Los hi!os de la bru!a o del ca)ador son verdes porque su $tero est recubierto de musgo no (ueron alimentados con la sangre del cord#n umbilical, sino con bilis con chicles de cloro(ila. H@Contarme un secretoI, la bru!a no puede resistirse porque todos, los buenos los malos, quieren atesorar nuestras con(esiones nuestras debilidades. Di c#mo la puerta se entornaba no daba ms de sí3 la bru!a no había quitado la cadenilla pese a su curiosidad. Los malos compran re!as, cadenillas, cepos, alarmas, no entienden que los ladrones roban porque lo necesitan" los malos acumulan en la despensa (iambres de su pueblo , si alguien se de!a olvidada una cartera sobre el mantel de un restaurante, no dudan en met'rsela al bolsillo con un ademn de ratero, despu's de mirar hacia un lado hacia el otro. H@n secretoI, inquiere la bru!a a trav's de la rendi!a. HAlgo mu
importante.I El ca)ador o la bru!a, reconvertidos en una madre con el delantal puesto, desenganchan la cadenilla, abren , desde la escalera, puedo ver el (ondo de otra casa que es id'ntica a la mía, aunque no se le parece, porque aquí no ha lu) huele a sala)ones a colonias que consiguen que todos los beb's, al ser ol(ateados, e&uden el aroma de una bolsa de plstico. Esta es la casita de chocolate, pero solamente por su color marr#n. Asquerosamente marr#n. El color del parqu', el de los marcos de las puertas de los espe!os, el de las tapicerías, el beige amarronado por el humo de los guisos que ensucia la pintura de las paredes. H@n secreto, @qu' secretoI Cuntas preguntas siempre la misma. La curiosidad mat# al gato. La curiosidad mat# a las mu!eres de 0arba)ul. La curiosidad va a destruir a la bru!a de este cuento. H/o puedo contrtelo aquí, en mitad de la escalera.I La bru!a debe de haber atado a las criaturas porque no mani(iesta temor a que se le escapen. Al (ondo, oigo3 HFAb$GI %ero es un abú ahogado que no presagia ninguna mala acci#n. La bru!a o el ca)ador me escudriñan no dicen palabra. Me siento igual que el demonio cuando los tiento todavía un poquito ms3 H-ienes que verlo con tus propios o!os.I La bru!a o el ca)ador se hacen los buenitos3 H%ero no puedo de!ar a los niños solos...I Las bru!as saben (ingir me!or que nadie, pero a mí no me engaña. HEs s#lo un momento. Ya vers.I La madre, el ca)ador, la bru!a echan una mirada hacia el (ondo del pasillo, cogen las llaves de la mesita del recibidor, cierran la puerta tras ellos ?no pueden arriesgarse a que nadie entre en la casa en su ausencia descubra la mesa de operaciones, los calderos, los e&traños animales disecados, las especias dentro de sus botes de cristalB me siguen escaleras arriba. Los condu)co a los tres B@o son cuatroB hacia los trasteros que ocupan las buhardillas e&teriores del edi(icio. La bru!a, el ca)ador, la madre, la madrastra suben delante de mí cada ve) que lan)an la pierna un escal#n ms arriba veo c#mo la silueta se (iletea en todos los per(iles que lleva encerrados. Deo3 la pierna estili)ada de la madrastra, la media negra, el arranque del liguero" veo3 la saa remendada de la bru!a la pantorrilla recia del ca)ador dentro de sus cal)as" veo3 la pierna?palillo de la madre ast'nica que chilla de cansancio de crueldad. Esto a punto de arrepentirme. ubimos !untos hasta la )ona de los trasteros aprovecho para sugerirle a la madre cansada que se tome un respiro , desde el te!ado, dis(rute de una vista de la ciudad mientras anochece. H@Y el secretoI HAhora, en?seguidita.I Me han salido una bru!a o un ca)ador un poco tontos, in(antili)ados, con ilusi#n. alimos al te!ado por una trampilla todos me sonríen. -ambi'n la madre, que est contenta de perder de vista las cucharas, los (ogones, los baberos, las papillas, las gotas para diluir las mucosida?des del pecho de los niños. La madre parece una mu!er dulce que dis(ruta del airecillo del anochecer de ese color a)ul amoratado que, durante un instante, se aclara sube un tono de lu) para apagarse enseguida. La ciudad desde el te!ado es maravillosa3 se ven las cuestas arriba, las pla)oletas, los rascacielos, las calles estrechas al (ondo de un precipicio, las caperu)as de las (arolas, las cabe)as de la gente que se convierten en vastas raas en medio, qu' poco pelo tenemos casi todos. e oen hasta las voces ms íntimas los susurros al oído, por la ampli(icaci#n de embudo de las edi(icaciones que, a pie de calle, estn casi !untas ?los portales se miran cara a cara? , al ascender, se van separando progresivamente. %or eso es tan di(ícil saltar de un te!ado a otro. +ímos las voces de los transe$ntes desde un bosque de antenas que es bellísimo. %arece que la bru!a, la madrastra, la madre, el ca)ador o vamos a empe)ar a !ugar escondi'ndonos detrs de los troncos de las
antenas, poniendo muchísimo cuidado en no perder pie porque el te!ado est inclinado las te!as se descolocan son resbaladi)as. Me sudan las palmas de las manos a consecuencia del v'rtigo. La madre de!a de contemplar la panormica, de tomar aire por las narices, se da la vuelta me mira de (rente3 H@Y el secretoI El secreto hubiera sido (acilísimo si o la hubiera empu!ado ella hubiese caído hasta el (ondo de la calle. El secreto de volar de morirse despu's del regalo de un minuto de (elicidad casi plena sobre el al)ado punto de vista de los te!ados del barrio. %ero eso hubiera perturbado la belle)a del paisa!e. El vuelo de los vence!os que, dentro de poco, sern un animal proscrito perseguido. >ui) tampoco o hubiera tenido tiempo de ba!ar a mi casa de recomponerme el gesto la ropa. /o necesito cadveres rpidos ni gente que se arremolina en la cal)ada instantneamente descubre, deba!o del guiñapo de la madre, la so(isticaci#n de la madrastra, los amuletos de la bru!a, el puñalito del ca)ador. /ecesito una pausa, un silencio, un calder#n, un lapso, un par'ntesis. H@El secretoI Ahora so o la que hago como si me hubiese olvidado, pero me corri!o enseguida3 HEl secreto. El secreto est dentro. Es algo escondido en las buhardillas.I La mu!er me sigue hasta la )ona abuhardillada de los trasteros. Allí todo es mu (cil. Abro una puerta la de!o pasar delante de mí. HMira, allí, en el (ondo, en aquella esquina, ba!o las sbanas.I us pisadas cru!en sobre el plstico que he e&tendido por el suelo a primera hora de la mañana, !usto despu's de que el vecino que ms madruga para irse a traba!ar cerrase la puerta rota del portal, antes de que la mu!er que vive en(rente de esta bru!a colocase, (i!o, su o!o en el agu!ero de la mirilla. Ahora, mientras la bru!a se inclina, co!o un ladrillo la golpeo por detrs. La bru!a (lo!a, el ca)ador sin m$sculo, la madrastra curiosa se desmaan. Le rodeo la cabe)a con una toalla, para que no salpique, se la machaco a ladrilla)os. /o so una asesina pro(esional ni elegante. /o tengo acceso a pistolas. so ob!etos de andar por casa3 sartenes, ladrillos, cuchillas de a(eitar, venenos dom'sticos. Cuando a est muerta, la abandono en un trastero sin propietario. Cierro con un candado que acabo de comprar en un barrio donde nadie me conoce. La bru!a, el ca)ador, la madrastra, momias encerradas en su nicho, se van a quedar aquí mo?mi(icaditos hasta que alguien, despu's de mucho, mucho tiempo, los encuentre. Antes, he recogido mi toalla, mi ladrillo, mis plsticos. Lo he guardado todo en una bolsa de deportes. En casa, mi hi!o est en su cuarto. Los vecinos preparan la cena. +en a todo volumen sus televisores. 0a!o la basura de!o el ladrillo en un contenedor de obra. Lavo la toalla en!uago los plsticos" los coloco sobre las plantas del balc#n para que ni mis geranios ni mi rosal se hielen con los (ríos de la noche. *o he salvado del ca)ador a dos niños pequeños. Cuando su padre llegue del traba!o, se los encontrar atados en sus tronas, sanos salvos. H@Y la mam, @d#nde est la mamI HEn el (ondo del mar, matarile?rile?rile" en el (ondo del mar, Fmatarile?rile?rnGI Agotadita$ )i5el de ansiedad2 6$ -e e tomado la pastilla$ Anoce dorm* regul*n$ /eso 0D kilos y cien gramos2 me 5oy poniendo turgente$ -e e bebido una copita de 5ino tinto de una buena añada$ -e com* un bombón$ Eum. un cigarrillo$ %ecir Hsin sangreI resulta un poco inapropiado$ %*a ++
Cuando era chiquitín, o le contaba cuentos a mi niño, aunque este $ltimo no vo a pod'rselo contar. Yo le contaba @a princesa y el guisante, /eter /an, Alicia en el /a*s de las -ara5illas, 'l sastrecillo 5aliente, @a casita de cocolate, @a cenicienta, /edro y el lobo, @a gallina -arcelina, Alt Baba y los cuarenta ladrones, 'l rey -idas, Cazuelita cuece, @a niña de los fósforos, /ulgarcito, 'l enano saltar*n$$$ Con el enano mi hi!o se
ponía nerviosito3 H@-e llamars %edroI, H/o, no, noI, H@-e llamars uanI, H/o, no, noI, H@-e llamars acaso el enano saltar*nI, HFaos centellas, sí, sí, síGI. Aladinoy la lámpara mara5illosa tambi'n le encantaba3 pedíamos nuestros propios deseos enseguida entendimos que desear Bque desear bienB es de las cosas ms di(íciles del mundo que, cuando elegimos satis(acer un deseo, nos quedamos desnudos mostramos el signi(icado de lo que es para nosotros la rique)a la pobre)a. Mi hi!o es un muchacho inteligente mu sensible , por eso, Caperucita ro!a, durante su primera in(ancia, era un cuento tab$. Esto hablando de un niño. *abía ms tab$es3 los labios de rubí de las princesas dormidas, las rosas las amapolas de los ramos de las guirnaldas, la sangre de los heridos por peines de mar(il puñalitos de oro, o de los a(ilados colmillos del vampiro, el color del 1etchup con el que adere)an sus patatas (ritas los sobrinos del pato Konald. Le contaba a mi niño historias de sirenas de cabello a)ul de estatuas grises que comien)an a respirar para conversar con golondrinas, negras blancas, que terminan muriendo de e&tenuaci#n por volar volar de!ando caer sobre la gente, de color blanco sucio, las esmeraldas verdes los )a(iros a)ules" otros relatos sin colores tambi'n le contaba. La historia que ms le gustaba a mi hi!o era la del hombre de la arena que, cada noche, se hacía invisible les echaba en los o!os a los niños un polvillo que les escocía íes obligaba a cerrar los prpados. El polvillo del sueño. Mi hi!o, cuando (ue un poco ms maor, comen)# a coger un miedo cerval al hombre de la arena o de!' de contarle esa historia que, por lo dems, era lo siniestro en estado puro. Mi hi!o pensaba que el polvillo que cada noche derramaba el hombre de la arena sobre sus o!os se le había colado hasta lo ms pro(undo del globo ocular le había dañado sus receptores para captar el ro!o. El arenero (ue el monstruo responsable de su protanopía. Mi hi!o siempre ha hecho gala de una mentalidad causa?e(ecto que convierte lo maravilloso en un horror tan real cotidiano como las en(ermedades, la de(ormidad cong'nita o la contaminaci#n. En eso mi hi!o ha salido a su padre. Yo, por mi parte, creo en Kios en los (antasmas en lo que no se puede decir. Cuando mi niño era pequeño, o elegía cuidadosamente su ropa para que no se pusiera una prenda que no pudiera describir nunca le de!aba mirar mientras le hacían un anlisis de sangre... Al mirarse la boca por dentro, mi hi!o nota que su carne es del color de la ceni)a. El ro!o no e&cita su lubricidad ni su violencia. *o temo que mi hi!o sea un ikikimori, un !apon's encerrado en su cuarto para siempre, anor'&ico, psicoptico, antisocial ciber?adicto, al borde de la epilepsia a causa de las descargas de la pantalla del ordenador, un rumiante vegetariano con calvicie prematura, un monstruo adelga)ado, un pa!illero... %ero no, mi hi!o es un muchacho guapo delicado, tranquilo, cariñoso, al que no le gustan los c#mics. Colecciona mariposas con o!os en las alas. Y me quiere mucho, mucho. Bien2 sólo un poco nostálgica$ )i5el de ansiedad2 6"6,0$ -e e tomado la pastilla$ Sueño superficial, papel de seda, tan 4uebradizo como las puntas de mi pelo$ /eso 0D kilos y ciento cincuenta gramos$ >engo 4ue comprar una báscula de precisión$ )o e bebido alcool$ )o e tenido ganas de comer$ )unca fumo con el estómago 5ac*o$ )ada$
%*a +3
Asuntos prcticos. En el piso de los huer(anitos no se escucha ning$n !aleo. La abuela, una mu!er mu silenciosa con un velo en la cabe)a, ha venido a cuidarlos el patio a no huele a cocimientos ni a mela)as repugnantes. El niño Ab$ se ha dulci(icado no grita. /adie ha dicho nada. El marido e&tran!ero debe de pensar que la mam se ha marchado sin mirar atrs, sin equipa!e, que se ha llevado su $tero musgoso su piel de pescado a)ul. A lo me!or est triste o a lo me!or es, de pronto, (eli). -al ve) durante una de sus noches de apareamiento los o!os del ca)ador miraron al esposo desde las cuencas de la esposa que, a causa del go)o, no pudo guardarse todas sus caras por deba!o de la piel. La (amilia no ha noti(icado la desaparici#n de mam a la policía. Esperan. >ui) tienen cosas que ocultar B@tiene los papeles en regla este pap (orneo, @teme acaso que le carguen el muerto e ven tantas desgracias en la tele...B. >ui) est'n dis(rutando de la pa) que se ha instaurado en la vivienda marr#n. >ui) sientan un poco de pena, pero no mucha. ea como (uere, la mam tardar mucho tiempo en ser encontrada se momi(icar en la buhardilla, (resquita h$meda, a lo largo del invierno que est a punto de empe)ar. En realidad, la mam no se momi(icar ?para eso hace (alta un ambiente seco que amo!ama la carne? ni se cori(i?car sino que se saponi(icar. aponi(icaci#n es el nombre de un (en#meno de conservaci#n cadav'rica sin líquidos ni aditivos, sin conservantes ni colorantes, a!eno a la ciencia de los ta&idermistas3 lo he visto en una serie policiaca despu's he rastreado nuevos datos en el internet de mi hi!o ?ha puesto un (ondo de pantalla ro!o en su ordenador que me hace temer que quiera adiestrarse con un adiestramiento que se parece mucho a un regla)o contra los dedosB. Ab$, tu mam va a saponi(icarse, @c#mo me saponi(icaría o, el cielo est saponi(icado, @qui'n los desaponi(icar, el desaponi(icador que lo desaponi(ique, buen desaponi(ica?dor ser... Ab$, la saponi(icaci#n es un proceso químico mediante el cual se obtiene el !ab#n, seguro que tu abueli?ta, Ab$, sabe mucho de saponi(icaciones. Lo que no me parece l#gico es que %iedad se saponi(ique no huela Bno se dan las condiciones mínimas en su pisoB, que no haa invadido mi casa una procesi#n de gusanos carmesíes, que el ingeniero de minas no se haa caído de la butaca de terciopelo, que no le suenen las tripas, que no se le oiga gritar por el patio3 HFYo so ingeniero de minasGI Clemente viene una ve) cada dos días. Abre con su llave al rato se marcha echando las dos vueltas del cerro!o. Clemente ha debido de lavar la ropa sucia. Los paños de cocina ensangrentados, los palominos de los cal)oncillos. Me dan igual sus ra)ones, pero o necesito saber qu' ha hecho Clemente, así que ho, cuando ha abierto la puerta con su llave, ha entrado, ha salido ha vuelto a cerrar echando las dos vueltas, he pensado a gran velocidad me he desabrochado la mitad de los botones de la blusa. Le he llamado, desde el piso de arriba, por el hueco de la escalera, 'l, cosa rara, me ha respondido enseguida3 H@>u'I La vecina del o!o pegado a la mirilla Bo!o de cristal incorporado al cuerpo o mirilla orgnica, no s' si la mu!er emparedada (orma a parte del muro maestro o si las paredes son una mu!er con un o!o vidrioso que lagrimea una vagina en el cuarto de contadores el pelo en las antenas del te!ado?, la vecina de en(rente de la mam desaparecida, Leonor, Leo, ha entreabierto la puerta de su casa , (ingiendo limpiar la mierda de deba!o del
(elpudo, ha convertido el hueco de la escalera en caracola para oír el mar, en trompetilla a trav's de la que ha captado mis sonidos los sonidos de Clemente. Yo tambi'n la he oído a ella me he imaginado el agui!#n de su curiosidad clavndosele en mitad de sus dos muñecas cuando le he sugerido a Clemente3 H@%or qu' no subes un momentoI Me he recolocado el pecho dentro de las ca)uelas del su!etador. Me he humedecido los labios. La vecina, Leo, ha lamentado no poder verme la punta de la lengua con su o!o de cristal, reptil ascendente, un periscopio. /os separan dos pisos. e ha asomado un poquito apoada en su escoba. *a guardado un silencio que Clemente interrumpe3 H-engo prisa.I *e pensado en usted, doctor 0artoldi, el clítoris se me ha encrespado como la trompa de un ele(antito pequeño. *e apretado los muslos para sentirlo bien ese dulce encrespamiento ha debido de notrseme en la vo)3 HEs que esto preocupada por tus padres.I Clemente ha bu(ado pero ha subido hasta mi rellano. Le he invitado a pasar he cerrado tras 'l dando un porta)o que ha retumbado en todo el edi(icio. La vecina Leo se ha recogido rabiosa dentro de su casa. e ha prometido esperar hasta oír los pasos plantígrados de Clemente, que, seg$n ha pensado Leo, Halguna ve) tendr que ba!arI" entonces, ella volver a abrir la puerta para preguntarle3 H*i!o, @c#mo va todo *ace mucho que no veo a tu madre.I El marido de %iedad era ingeniero de minas el de Leonor, Leo, el dueño de un negocio. *asta que de!aron de hablarse porque Leo acus# a %iedad de maltratar al marido en(ermo ?HF/o puedo soportar c#mo chilla al pobre hombre, no puedo soportarloGI, Leo es una mu!er que todo lo oe, todo lo ve, todo lo huele no, no puede soportar sentir ms de la cuenta tantas cosas...B %iedad arremeti# culpando a Leo del ingreso de su madre en una residencia de ancianos BH... donde los de!an pudrirse. Mucho querías t$ a tu madre, o no le vo a hacer nunca eso a mi marido...IB" hasta ese día mítico en el que rompieron la bara!a por el hueco del patio, %iedad Leo charlaban a menudo de ventana a ventana" insultaban a las vecinas guarras, a las vecinas pobres de la escalera interior, a los nuevos vecinos, a los !#venes que celebran (iestas, a los que no asisten a las reuniones de la comunidad, a los que abren a los carteros comerciales, a los inmigrantes de los ba!os. Yo atendía por si alguna ve) me tocaba, pero para hablar de mí las dos vie!as debían de ba!ar la vo). La vo) de Leo no ser como la mía ?una vo) de clítoris como la trompa de un ele(antitoB cuando Clemente ba!e recolocndose la bragueta ella, por mal que piense, no pueda ni imaginar las dimensiones de los actos repugnantes que el plantígrado o hemos perpetrado. %or eso, Clemente no se detendr mucho tiempo en el rellano de Leo. %orque su vo) no es prometedora. i la vo) de Leo hubiese encerrado una promesa de carne, de saliva o de a&ila e&tensa con aroma anisado, Clemente tampoco le hubiera dicho que no. n par de veces ms con su pollita chiquita dentro de mi nido calentito clausurado por vacaciones durante mucho tiempo Clemente ?incontinente? me va a contar hasta las vicisitudes del día de su primera comuni#n. /o har (alta ni que o le pregunte. -e a reconfortado esta pizca de 5iolencia, esta brutalidad babosa 4ue me a redescubierto mi cuerpo ol5idado$ >engo los muslos bien prietos$ )i5el de ansiedad2 6" 6,0$ -e e tomado la pastilla$ @a noce anterior me despert. 5arias 5eces por4ue ten*a sed$ /eso 0D kilos y trescientos gramos$ e bebido con Clemente un 5aso de an*s del mono a palo seco y una palomita 7más ligera7 despu.s del amor de cerdos 4ue nos emos dedicado$ e comido embutido$ e fumado medio pa4uete de tabaco$ %ormir. mal, seguro$ Si oy ubiese sangrado, ubiera sido o tra la causa de mis sangres$
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*e ido al (isioterapeuta porque me dolía la espalda. ltimamente he hecho demasiados es(uer)os. o una paciente3 la de la doctora Llanos, la del doctor 0artoldi, la de la dermat#loga que me diagnostic# sarna, la de este (isiote?rapeuta que me ha dado tanto miedo que me he visto obligada a salir de mí misma para contar este episodio como si no (uera o, como si no hubiese sido o la mu!er que estaba tumbada en la camilla apoada contra la pared. Co!o aire, me distancio escribo la historia. >uiero que no me duela. Me miro desde arriba como cuando la doctora Llanos me anuncia que he de apretar mis pechos contra las placas del mam#gra(o. El (isioterapeuta da comien)o a la representaci#n3 HLa columna vertebral es la madre.I *acía dos minutos que, despu's de que ella se hubiera quedado en bragas su!etador, el (isioterapeuta le había invitado a ba!ar de la camilla a quedarse de pie, delante de 'l. Ella le miraba como miraba al maestro cuando a los ocho años no conseguía entender las operaciones matemticas. in embargo, aquel hombre era ms !oven que ella lo contemplaba inc#moda a la ve) buscando auda. El insistía3 HLa columna vertebral es la madre.I Antes, al llegar a la consulta, la había tratado como si la conociese de siempre, como si tuvieran un mont#n de amigos comunes que le hubiesen contado todos sus secretos3 H@Algo importante en tu historia clínicaI H/o, nada.I El (isioterapeuta le había mirado directamente al centro de los o!os. A ella no le qued# ms remedio que corregirse3 HMe rompí el bra)o de pequeña. El h$mero.I e palp# esa parte del bra)o que est por deba!o del codo. Ol sonri#, mordiendo su bolígra(o. Aquel hombre le recordaba a alguien, pero no sabía a qui'n. El la trataba como si, de hecho, tuviese que acordarse (uera un error que no lo consiguiera3 H@El h$meroI H0ueno, no s', el h$mero, el cubito, el radio...I e había con(undido de hueso. inti# vergNen)a. El cerr# su cuaderno de notas. %asaron a otro cuarto. Ella se qued# en bragas su!etador. El (isioterapeuta la coloc# de pie, de cara a la pared. Ella no podía verle mientras la escrutaba3 H-u marido debería haberte dicho que tienes la ore!a i)quierda ms alta que la derecha. Lo mismo ocurre con los hombros.I Ella se llev# las manos a las ore!as se encogi# para ocultarse, porque se encontraba cheposa e inarm#nica. e subi# un tirante del su!etador que se le caía todo el rato. H-u marido es poco observador.I /o le con(es# que su marido se había marchado porque ella pas# por una 'poca e&tremadamente susceptible. El (isioterapeuta le pint# el cuerpo con un lpi) a)ul. e lo pint# de arriba aba!o, de un lado a otro. Las raas eran los síntomas, las imper(ecciones. Ella se sinti# mu en(erma o algo peor, torcida, (ea. %ens# que a nunca se quitaría el abrigo al entrar en las casas. El (isioterapeuta la invit# dulcemente a tumbarse , mientras ella cogía soltaba el o&ígeno, levantando al m&imo su ca!a torcica, deteniendo el m&imo tiempo posible el aire dentro de los pulmones, 'l le apretaba las costillas3 H/o respiras bien.I Kespu's había sido cuando ella volvi# a su in(ancia sinti# como si estuviera delante de un pro(esor que la trataba con condescendencia porque no conseguía resolver los quebrados las divisiones con comas. El (isioterapeuta le contaba un cuento para que ella lo entendiese3 HLa columna vertebral es la madre.I Mientras le daba e&plicaciones, dibu!aba esquemas del cuerpo humano sobre el papel que cubría la camilla. Con cada paciente un papel nuevo. A ella las raas se le desdibu!aban le parecía que el
(isioterapeuta hablaba en una lengua e&tran!era. Asentía, como si lo comprendiera todo, deseando que 'l no le (ormulase ms preguntas. El (isioterapeuta la invit# dulcemente a tumbarse de nuevo. Ella se de!#, atenta a sus instrucciones, queriendo hacerlo todo bien. El hombre no era mu grande, pero tenía mucha (uer)a. Le (le&ionaba las e&tremidades, le colocaba una pierna encima de la otra, le parali)aba los bra)os. *acia un lado hacia el otro. El mismo entrecru)aba su cuerpo con el de ella para que ella se estirase, la mu!er era una alme!a con las valvas apretadas. upo, de pronto, que aquel hombre podía matarla con sus manos. Y se qued# desmade!ada. Que obediente. /o protest# ni cuando le dolía mucho. Ol sonri#. Jb5iamente triste, pe4ueña y 5ulnerable$ )i5el de ansiedad2 +$ -e e tomado la pastilla rosa cicle, pero e estado tentada de tomarme tambi.n una pastillita blanca$ Sueño muy ligero con algunas pesadillas 5ulgares "la ca*da a un 5ac*o 4ue esta 5ez estaba más 5ac*o 4ue de costumbre"$ /eso 0D kilos y doscientos cincuenta gramos$ Compr. la báscula al salir del 4uebrantauesos$ e bebido tres cer5ezas sin alcool y una copa de 5ino despu.s de la cena$ %ieta frugal$ e fumado como si fumara$ )ada de nada$ %*a +<
El día ha sido rutinario no había escrito hasta ahora ni una línea. Mi hi!o ha estado en la (acultad despu's estudiando en su dormitorio" Clemente se ha pasado por aquí cuando o estaba sola3 cinco minutos ni una palabra" vino ose(ina a limpiar" he preparado la comida la cena" no han brotado gusanos carmesíes de las !unturas de las baldosas" la madre debe de andar saponi(icndose en el trastero" mi vecino de descansillo est aprendiendo a tocar el tromb#n3 o he ba!ado las persianas para amortiguar el ruido, pero qui) 'l debería empe)ar a preocuparse... in embargo, esta noche, ahora mismo, he estado soñando con usted, doctor 0artoldi, me levanto de la cama ?es de madrugada? para escribirlo en mi diario antes de que se me olvide. Como siempre, tambi'n en el sueño, estuvo mu simptico me llam# querida todo el tiempo. *o tenía usted la cara de vengali en los dibu!os de =eorge du Maurier. Yo no podía desoír su recomendaci#n. Compr' el libro enseguida enseguida me puse a leerlo. Lo acab' hace un par de noches me pareci# tan ingenuo que me dio miedo decírselo por si usted se lo tomaba como una o(ensa. H@C#mo me vo a o(ender, querida niña Yo !ams podría en(adarme con usted3 no sea ridicula.I Casi me muero de gusto dentro de mi sueño o'ndole hablar como el lord de una película britnica de los años cuarenta. Luego pens' que era hermosa tanta ingenuidad que lo importante del libro eran el arte, las pasiones la posesi#n. >ue usted había creído que o era como una niña impresionable o, se lo con(ieso, so como una niña cuando me enamoro me veo a mí misma, en un plano cenital, decrecida con calcetines cortos, con las costillitas marcadas sin tetas. -an modosa tan menguada, so la niña a la que se le ocurre todo lo que debería haber dicho o hecho cuando a es demasiado tarde" mientras tanto, me rubori)o. En el sueño me brotan dos tirabu)ones de las sienes llevo un polis#n empu!o un aro. Le pongo a usted la cara de vengali porque no me gusta el aspecto de los otros persona!es del libro3 la dulce (lacide) de Little 0ill, un ba!ito ms con mala leche, un niñito consentido al que su mam le compraría milho!as pro(iteroles" ni tampoco me agrada la noble)a grandullona del buen Laird, el bruto rubio ?@por qu' lo imagino vestido con una (alda escocesa?. Me vuelven loca, sin embargo, los rasgos ?@arbigos, @orientales? del m$sico hipnoti)ador
capa) de curar la en(ermedad por medio de una simple imposici#n de manos. /adie tan generoso como este vengali que despu's padece todos los dolores ?las ce(aleas, las migrañas, los calambres en el vientre, el pincha)o en los oídos...? trans(orma a una vulgar costurera en un ngel una diva. Yo so la costurera la diva, esa estatua (umadora con unos bellísimos dedos de los pies que, abducida por su mirada, canta se despla)a sobre el mundo. sted es mi vengali o le pongo ese rostro en mis sueños , dentro de ellos, he reproducido para usted el sonido de la sart'n contra la calavera de %iedad3 @croe o clong" le he contado el rato que pas' con el ca)ador la madrastra en la a)otea contemplando el cielo de un crep$sculo en el que usted hubiera podido aparecer volando ataviado con una capa de estrellas lame" le he relatado mi visita al (isioterapeuta Bestaba molidaB, las marcas a)ules de mi cuerpo" le he descrito los rollitos de carne que a(ean el cogote a(eitado de Clemente, sus vellosidades, los empastes gastados de sus muelas, su ri!osidad su orgullo de eaculador preco). sted se ha reído me ha dicho3 H>u' divertida es usted, querida niña.I Y o le he respondido3 H-odo se lo debo a su diario, querido doctor 0artoldi.I En mi sueño he vuelto a notar el alargamiento de mi clítoris, su repentina dure)a, he apretado mucho, mucho, los muslos mientras usted seguía sonri'ndome con eso me bastaba, querido 0artoldi. #lo con eso. Kespu's usted me interrogaba3 H@Y no tiene nada ms que contarme en esta ocasi#n ecuerde, querida, que sus problemas me interesan mucho.I Y aquí el sueño se ha hecho un poco inc#modo porque usted volvía a quedarse sin cara, se echaba hacia un lado, a mí se me subsumían los tirabu)ones dentro de las sienes. u despacho desaparecía o estaba sentada en una camilla de las consultas de especialidades de un ambulatorio. %rimero aparecía una sala de espera con un niño lleno de venda!es que supuraban un líquido amarillo. Yo no quería mirarlo, pero no lo podía evitar. Al ver al niño, o pensaba3 HLo mío es una tontería3 debería irme para que la doctora se concentre en los pacientes graves.I Kespu's Busted estaba observndolo todo desde un ngulo muerto de esta pesadilla que s#lo era una transcripci#n de la verdad? una mu!er rubia me colocaba una lupa entre la piel de los dedos. Me miraba con un poco de asco. Yo le preguntaba. H@>u' es lo que pasa, @qu' tengoI Y ella me respondía3 H@Acaso es la primera ve) @Ke verdad tengo que decírseloI Yo notaba sobre mi pecho el roce constante de un collar de moscas. Alergia al pescado. n ec)ema. equedad en la piel por culpa de e&tremar la higiene, de las duchas diarias. %ero no entendía c#mo la mu!er podía diagnosticarme mirndome los dedos. En los dedos no me pasaba absolutamente nada. Levanto la cabe)a para mirar a aquella mu!er con cara ininteligente. La mu!er rubia me espeta entonces3 H@Cuntas relaciones se&uales mantiene usted a la semana con hombres distintosI La mu!er es brutal. HYo esto casadaI, me de(iendo. HYa, pero @cuntas con cuntosI HCon uno. na o dos veces a la semana. A veces ninguna.I La mu!er se ríe3 H/o me lo creo.I En ese momento me imagino a mí misma tal como esa mu!er me piensa tengo ganas de partirle la boca. Esa mu!er se ha colocado por encima de mí me desprecia porque me prostituo so inculta desaseada. Kebería partirle la boca, pero tengo miedo quiero saber cul es mi en(ermedad al mismo tiempo mi culpa3 H@Me puede usted decir qu' es lo que me ocurreI La mu!er me responde con aire de satis(acci#n3 Hsted tiene sarna.I %ienso en la posguerra, en la lepra, en los bubones de la peste, pienso en suciedad en arañas que se te comen la piel por dentro, en pequeños gusanos aradores que me van
de!ando delgadita que ahora mismo me mordisquean abren t$neles guaridas por deba!o de mi pelle!o. La mu!er rubia me acusa3 HLa sarna es una en(ermedad de transmisi#n se&ual.I /o s' si so o la que siente vergNen)a verdadera o es esta mu!er la que quiere que la e&perimente. La derma?t#loga me inocula la vergNen)a directamente hasta las arterias. /o digo nada ms me aguanto el llanto mientras me prescribe un tratamiento, luego, en un ta&i, echo de menos a mi madre que est muerta a mi hi!o que est vivo, lloro noto c#mo me va brotando el odio que me nace del ple&o solar se me va e&tendiendo por las e&tremidades como estos gusanos aradores que se me comen por dentro. sted, 0artoldi, por (in, sale del ngulo muerto del sueño, se sienta a mi lado en el ta&i e interviene para reba!ar la tensi#n3 HKebi# de pasarlo usted (atal, querida.I H/o lo sabe usted bien, doctor 0artoldi. %ero lo peor a$n estaba por llegar.I En este instante todo mi sueño se ha venido aba!o como en las demoliciones controladas de los vie!os edi(icios. Ke5uelta$ )i5el de ansiedad2 +"+,0$ -e e tomado una pastilla blanca, una pastilla fuerte, pero no e notado nada en especial$ Sueños raros2 ya se lo e dico$ /eso 0D kilos y trescientos cincuenta gramos$ )o confio en la báscula$ e bebido una cer5eza sin alcool y tanta agua 4ue siento ranas 4ue croan en el carco de mi estómago$ %ieta frugal 4ue no !ustifica la complicación de los sueños$ )ada de fumar y nada de nada2 sólo las ranas$ %*a +0
Esta mañana, con la e&cusa de que tengo que pagar el recibo de no s' qu' derrama, Leo ha llamado a mi puerta o le he abierto con mucha cortesía. /ada ms entrar en mi casa, Leo ha diagnosticado3 HAquí huele a tabaco. @Es que tu hi!o (umaI H/o, Leo.I H@Entonces %orque... Fvaa pesteGI HLeo, es que (umo o.I Entonces, mi vecina ha cerrado la boca. La verdad es que con Leo tengo bastante paciencia porque me hace gracia lo asquerosa que es. Lo insultante e intempestiva. Lo agria. Lo mal que disimula cuando viene a mi casa para detectar alg$n rastro de Clemente s#lo se encuentra conmigo en(undada dentro de mi bata de cuadros sin pintar. in estar preparada ni para la batalla ni para el amor. i Leo no dice la $ltima palabra, revienta3 H%ues es malo (umar.I Y pesar ochenta 1ilos ser diab'tica tener mal la circulaci#n poner ambientadores de pino en los dormitorios lavar con suavi)antes ver la tele ms de ocho horas al día oír ciertas emisoras de radio ver los concursos de misses los reality soLs salir al balc#n para controlar la calle como los serenos mirar por la mirilla guisar con te(l#n que no se agarra decirle a todo el mundo lo que se piensa de 'l (reír con el aceite de los girasoles las chuletas de un cordero grande seboso hablar a vo) en grito tener hi!os que son obreros manuales, habitantes de peri(eria, padres prematuros carne de cañ#n, como Leo. -odo eso he pensado, pero Leo tambi'n tiene derecho a conservar su parcela de orgullo de dignidad, como por e!emplo cuando asevera3 H/inguno de mis hi!os se ha divorciadoI, eso es un triun(o una marca de las me!ores (amilias, me!ores que las de los duques que las de los hombres de negocios" por eso, por la dignidad de Leo, he de!ado que ella )an!ara la cuesti#n de los olores dañinos para la salud o la de la delicade)a selectiva de su pituitaria s#lo le he dicho3 H@>uieres un ca('I Leo no lo ha querido Bsin ceremoniasB porque piensa que mi ca(' es malo o que o no lo sabría preparar como a ella le gusta.
/os hemos sentado las dos en el sal#n Leo, con la carpeta a)ul de gomitas sobre los muslos, la carpeta de las derramas, los !usti(icantes tambi'n de las listas negras, me ha advertido3 HA ver qu' haces con Clemente.I Me encanta Leo. La he tranquili)ado3 H/ada, Leo. Con Clemente no hago nada.I Kespu's hemos hablado de mi vecino de descansillo, -on, que (olla con las ventanas abiertas de par en par con una que grita" -on, que (uma porros esni(a cocaína HDete t$ a saber qu' ms, Lu)I" -on, que ha colocado un aparato de aire acondicionado cuo ruido no nos de!a dormir por las noches que, adems, est aprendiendo a tocar el tromb#n es tan imb'cil como para que le guste que le llamen -on anglosa!oni)an?do el empaque romano de su nombre de pila ?esto tampoco se lo he dicho a Leo que a uno de sus hi!os lo llama Qran1, de Qrancisco?. Leo pro(undi)a un poco ms en los pecados de -on3 Hose(ina se le o(reci# como asistenta no la quiso.I Como si ose(ina (uera mala o no limpiase bien o (uera a irle a Leo con el cuento de los ob!etos e&traños que decoran la casa de -on B@una arguila, @la moqueta ro!a, @los cacharros sucios, @el olor a marihuana, @las chicas desnudas, @los perritos sodomi)ados, @las pastillas de colorines, @los preservativos, @las bragas de leche de burra que se comen a bocaos, @las sbanas revueltas, @los vasos largos -ambi'n hemos hablado del cura que vive en uno de los pisitos interiores, porque es un cura mu raro que (uma sale los (ines de semana a horas intempestivas" de Manuela, otra vecina del interior que mantiene un contencioso con Leo desde que las dos eran niñas3 el contencioso es cada ve) ms grave porque Manuela Bque es como la viudita del conde Laurel que quiere casarse no encuentra con qui'n? no ha tenido oportunidad de dar el salto del interior al e&terior a trav's de la compra de una vivienda ms luminosa ms grande, entonces Manuela protesta siempre por el reparto de los coe(icientes entre los vecinos de la comunidad, por la cuota de la basura, por el recibo del agua, por la limpie)a la renovaci#n de las antenas... HMe tiene mucha envidia, Lu).I Leo les ha cortado un tra!e a los chinos del ba!o que tienen un perro que ladra de noche a la chica guineana del otro ba!o que debe de ser puta cuelga las bragas en el patio en una cuerda que ha enganchado de dos muros perpendiculares haciendo agu!eros sin pedir permiso a la comunidad. Leo brama3 HFEs antiest'ticoGI Cada ve) que Leo insulta, o procuro atenuar su ira3 HDenga, venga, Leo, no ha que pensar tan mal de la gente.I %ero en el (ondo go)o porque Leo saca todo lo que me gustaría pensar sin rubori)arme para ser completamente (eli). *emos acabado la ronda con Cristina, la m'dica que ha comprado el piso de en(rente de los señores %ele). H@M'dica FEsa debe de ser tan m'dica como oGI, suelta Leo. Me relamo con Leo ella sigue3 H%ero si est casada con un moro @t$ has visto las pintas que llevaI La m'dica lleva un look casual, pero Leo no se acostumbra al 5intage ni al casual look no vo a ser o quien recicle est'ticamente a Leo, que sigue pensando que los niños deben lucir la raa al lado con el pelo pegadito bien empapado en colonia, que un vestido bonito es como una bata cru)ada con un estampado de (lores que una mu!er sin )apatos de tac#n no es una mu!er elegante un hombre sin corbata es un galocho un cutre. Me gusta llevarme bien con Leo. A su lado me siento ms buena que un pan. Y protegida porque s' que ella siempre ser del bando ganador llevar la cabe)a bien alta. i alguna ve) no esto cuando llega el cartero, Leo recoge las revistas de ciencias naturales a las que est suscrito mi hi!o. %ara que no se estropeen. %ara que no se doblen las estampas. %ara que no nos las roben del bu)#n. Lo que le gusta a Leo es palpar el bulto del paquete,
echarles un o!o a las portadas a trav's del sobre a contralu). /o importa. Es una buena vecina. >ui) es que poco a poco so ms de las suas porque a mí tampoco me gustan el cura ni -on ni la escritora que vive encima de mí ni los resentidos de los interiores BHFoderGI, dice Leo, HFque hubieran ahorrado como nosotrosGIB ni los advenedi)os ni la gente que no puede vivir sin aparatos de aire acondicionado porque se asan de calor en agosto BHF>u' delicadosGIB ni, desde luego, Cristina. Me vienen a la cabe)a mis sueños nocturnos, me revientan los ¡ola& de Cristina que suenan a ¡u*a&, su buen rollito, me pregunto cul ser la especialidad de esta m'dica (alsa, c#mo atender a sus pacientes en su consulta HMaría Lu), una mamogra(íaI, HLa columna vertebral es la madreI, Hu marido no debe de quererla demasiadoI, H@Acaso tengo que decírselo oI H/o me lo creoI, HEs sarnaI. Kemasiado ruido. A medida que se me a(ilan los colmillos ?aunque me los reco!o dentro de la boca para que Leo no me los note?, me siento ms c#moda con ella3 (ormo parte de algo que est por encima de los otros es primigenio, ms rancio. Hna carroñera. Ahí, tan (laca, subida en el palo, esperando a que los vie!os se mueran... FMe da ascoGI Leo pasa por alto su edad" ella siempre habla de sí misma como si (uera una mu!er mucho ms !oven. na mu!er como o3 H/osotras...I, dice Leo, me llega un so(oco de ternura , a la ve), una resistencia, una descarga que me desga!a de Leo, me lan)a hacia atrs me coloca en otro sitio que no es el suo. A Leo me la gan' un día con un gesto mu simple3 H@Leo, @de d#nde viene Leo, @de Leocadia, @de LeonciaI Leo mir# hacia su (elpudo aunque estaba hinchada como un pavo3 H/o, no viene de Leocadia ni de Leoncia. Diene de Leonor.I H%ero @te llamas Leonor no lo usas Fi Leonor es un nombre preciosoG /o te de!es llamar Leo, mu!er.I Ahí me di cuenta de la debilidad de una Leo a la que lo que ms le gusta es que le digan que est guapa3 HF%ero qu' guapísima ests ho, LeonorG?, @te vas de pingoI H/o, hi!a, me vo al m'dico.I Leo, pobre Leo. Antes de marcharse de mi casa, mi vecina me hace dos advertencias3 la primera3 H/o me chupo el dedo, Lu)I BLeo, pobre LeoB" la segunda3 HCuidadito con Clemente, que su (amilia es buena pero ese chico siempre ha sido mu rarito.I Aunque est' reñida con los %ele), Leo reconoce que son una buena (amilia. iempre han sido uña carne. iempre se han audado. *a tenido un encontrona)o con %iedad, pero si %iedad llamara pidiendo socorro Leo acudiría. Es noble Leo. Leo me cuida, se preocupa por mí, le do pena porque cree que so una mu!er abandonada que cuido de mi hi!o, un muchacho que da los buenos días" porque sabe que madrugo aireo las habitaciones le gusta lo que asoma por la rendi!a superior de mi carrito de la compra" porque no do escndalos , desde que mi marido se (ue, no he abierto la puerta de mi casa para conocer var#n. /o s' si me he ido haciendo tan salva!e ?tan Hgente de ordenI? por impregnaci#n o si (ue de repente en un momento que no logro identi(icar con nitide). A veces pienso que so una hip#crita con Leo, que la engaño para ahorrarme complicaciones, pero poco a poco vo viendo claro que Leo me ve tal como so que, precisamente por eso, me aprecia. A veces me trata con la misma con(ian)a que a una hi!a. Como esta mañana cuando se ha despedido de mí3 HLu), ests ms gorda.I Leo nunca (ormaría parte de mi lista de saponi(icados, qui) porque nuestras iras son las iras de los seres seme!antes. Sigo in4uieta$ )i5el de ansiedad2 +,0$ )o tomo la pastilla blanca por4ue me da miedo acostumbrarme y acerme inmune si alguna 5ez me subo por las paredes s* me tomo la
rosa$ @os sueños de anoce fueron los sueños de Bartoldi o!alá esta noce siga la pel*cula$ /eso 0D kilos y cuatrocientos cincuenta gramos$ e bebido una cer5eza sin alcool antes de comer y agua$ Comida ligera y cena inusualmente op*para$ e fumado bastante para rebelarme contra @eo y rei5indicar mi casa$ Si menstruara, ser*a como el milagro de las 5*rgenes policromas 4ue lloran sangre$ J 4uizá un tumor$ %*a +0 MnoceN
H%ero lo peor estaba todavía por llegar.I Me he oído a mí misma nada ms cerrar los o!os he hecho (uer)as para recuperar el hilo de ese sueño en el que usted o, doctor 0artoldi, nos sentbamos !untos en la parte trasera de un ta&i usted, brindndome amablemente el pañuelo blanco con sus iniciales bordadas, secaba mis lgrimas me atenuaba el odio. HDamos, vamos, querida3 es el momento de desahogarse.I /o le ha quitado importancia ni a mi vergNen)a ni a mi c#lera. /o me ha dicho3 HDamos, vamos, no es para tanto. -ranquilícese.I /o me ha dado dos bo(etadas, como en las películas, para audarme a superar mi ataque de histeria. Yo le he mirado el rostro mi vengali tenía los rasgos de 2vn el -errible , sin embargo, era dulce como un al(a!or. untos ba!amos del ta&i que nos de!a !usto delante de esta misma (achada que ahora me protege mientras escribo en mitad de la noche para no olvidar detalle. o un ave nocturna $ltimamente. /inguno de los dos paga al ta&ista me sonrío, en mi duermevela, por lo econ#micos que resultan los sueños. ubo a mi casa Busted me sigue los pasos, no crea que carece de protagonismo ni un segundo? allí, en el sal#n, encuentro a mi marido. Me pide un beso. Entonces usted, doctor 0artoldi, tan discreto como siempre, se esconde detrs de una cortina desde donde puede escuchar nuestra conversaci#n. /o le digo a mi marido que la dermat#loga me ha humillado, pero tampoco le do el beso que me pide Bentre otras ra)ones por consideraci#n hacia usted, que no est obligado a presenciar seme!antes comistra!osB. H0ueno, @qu' te ha dicho el m'dicoI Mientras me rasco el escote, respondo3 H-engo sarna. La sarna.I Mi marido se queda como un bobo3 H@La sarnaI Y empie)a a rascarse las rodillas los muslos, pero (rena en seco cuando o, usando la misma cadencia despectiva que la m'dica, le in(ormo de lo siguiente3 HLa sarna es una en(ermedad de transmisi#n se&ual.I Mi marido se queda mudo. Yo le echo en cara que s#lo 'l puede haberme contagiado esos bichos que, cada ve) que me meto en la cama, se despiertan recon(ortados por el calor comien)an a masticar mis pelle!itos subd'rmicos me cosquillean las terminaciones nerviosas para desquiciarme. Me acuerdo de una canci#n Hompa, rompa la tierra, la carne de esmeralda endurecida...I, pero mi piel no es esmeralda sino capas de dermis epidermis, lípidos residuos preparados para saponi(icarse si llegara el caso. En este momento onírico los bichos rompen mi carne de la misma manera que sucedi# en la realidad. %onen sus huevos. Kesde detrs de la cortina, usted, 0artoldi piadoso, e&tiende su mano me la pasa por la (rente para que se me borre de la cabe)a esa imagen )ool#gica que me haría perderme o qui) saltar a otro sueño de tipo microsc#pico. H/o digas tonterías, Lu)I, mi marido habla en el sueño como habl# hace unos años en el sal#n de mi casa. E&perimento una sensaci#n e&trañísima3 le echo a mi marido la culpa de todo a la ve) necesito que me abrace como si o (uera una niña que acaba de..despelle!arse un codo contra la gravilla del patio del colegio. +dio a mi marido porque consigue que me sienta una mala persona, sobre todo cuando 'l no me echa en
cara a mí la posibilidad de que mi contagio haa sido la consecuencia de un mal paso por mi parte. Yo pienso mal, so me)quina prolongo a lo largo de los meses mi me)quindad esa e&traña sensaci#n de ser vulnerable violenta a la ve). Mi marido me quería mucho pero se le (ue pasando. Queron meses en los que o le bu(aba cada ve) que se acercaba a mí (ui ms princesa?guisante que nunca descon(i' de 'l me lo imagin' (ornicando con otras mu!eres Bsecretarias, ca!eras, camareras, esposas ad$lteras, prostitutas, pro(esoras de instituto, reponedoras de supermercado, ingenieras de caminos...B con otros hombres Balbañiles, mensa!eros, arquitectos, che(s, peluqueros, maestros de escuela, empleados de una #ptica...B, (ornicando con burras con gallinas con cabras con perros mastines sobre sbanas sucias, orinando contra la lo)a de un retrete salpicado de e&crementos, , despu's, me lo imagin' tocndome, inectndome depredadores que acabarían reduciendo mi piel a un papel quemado que, al quebrarse, de!aría al descubierto las telarañas de mis m$sculos los huevos de las crías de esa especie parsita monstruosa. Me entr# asco. Le creí el hombre ms desconsiderado del mundo. Le repudi' 'l se march# de!ando todas mis necesidades cubiertas. Esta larga secuencia temporal se concentra en mi sueño dentro de una sola escena en la que usted, 0artoldi, se hace cargo de todo todo lo entiende. HLa sarna es una en(ermedad de transmisi#n se&ualI, digo o, entonces mi marido, mientras se e&cusa ?H/o digas tonterías, Lu)I?, me mira (i!amente a los o!os me lee los pensamientos ve las imgenes de mi (uria contra 'l, de esa inseguridad en mí misma que le va a echar cubos de mierda por encima de los pelos no se siente lo su(icientemente (uerte se va. En mi sueño el proceso de separaci#n se concentra en una sola escena porque, despu's de anali)ar mi (ondo de o!o como lo haría un asistente de ne(rología, mi marido va a su cuarto, recoge su maleta, hace mutis o de!o de ser una torturadora miserable, un ser in!usto, para convertirme en una víctima que e!erce el victimismo. Entonces, 0artoldi, usted interviene con su acostumbrado sentido de la oportunidad3 H/o se culpe, querida. U7 se march# porque no la quiso lo su(iciente como para aguantar sus pequeños despotismos. -an !usti(icables en su estado, por otra parte.I 0artoldi coincide con el (isioterapeuta, pero o ni siquiera tengo que hacerle tal observaci#n porque 'l a la ha adivinado3 Hí, querida, coincido, pero tambi'n insisto en que tenga presente que usted estaba atravesando una 'poca mu di(ícil. /o se trataba s#lo de la sarna3 su cuerpo, en general, se estaba trans(ormando.I Mi queridísimo 0artoldi se acerca a mí , sin tocarme, me habla me con(orta3 HEstaba su(riendo una metamor(osis, Lu). Era e&tremadamente quebradi)a.I Le pregunto a 0artoldi3 H@Me estaba convirtiendo en mariposaI H%ero a la inversa, querida3 se le estaban subsumiendo las alas se estaba retrotraendo al estado de crislida... ?pens' que estaba siendo usted inusualmente duro conmigo, hasta que le escucho acabar su (rase?... al estado de crislida que, ahora, le permite renacer.I 0artoldi, usted en mi sueño me auda a entender que mi marido no tuvo la culpa Bqui) s#lo un poco de desidiaB que mi hi!o me clava al(ileres en el punto e&acto del ple&o solar cada ve) que coloca una nueva mariposa contra el (ieltro acolchado de sus ca!as de madera. %orque (ui un poco despiadada BHcomprensiblemente despiadadaI, 0artoldi me interrumpe el pensamiento para que no vuelva a herirme? con su padre. H%ero usted no debe culpar ni a su esposo ni a su hi!o, que, sin lugar a dudas, la adora. /o est sola, querida.I 0artoldi, tengo que con(esrselo3 me quedo un poco desconcertada en el sueño usted me espabila3 HY, bueno, querida, @acaso no sabe lo que tiene que hacerI Y,
entonces, como usted diría, lo he visto todo per(ecta, comprensible, e&tremadamente claro.
Día 16
La culpa no la tiene ni mi marido ausente ni mi descolorido hi!o ni las mariposas ni 0artoldi BFquerido 0artoldiGB" ni los gusanos aradores que pueden llegar envueltos en penes de e(ebo o en ingles (emeninas o en otros lugares menos comprometedores como la toalla resobada del lavabo de un bar o el recosido de un almohad#n o un !erseici?to Beste ra)onamiento me ilumina despu's de haberme (ormulado una pregunta3 @por qu' a los neonatos la sarna les reconcome el arco ciliar los deditos de los pies, @han mantenido acaso los beb's relaciones se&ualesB" no tienen la culpa ni la resurrecci#n de la carne ni Leo ni Clemente, el bruto" ni las palomas ni los gusanos carmesíes" ni el rosario de la aurora ni mis di(untos progenitores ?castradores o consentidores, seg$n se mire? ni el ingeniero de minas" ni Ab$, que, desde que su mam no est, come sin rechistar su pocilio de compota. La culpa es de la hi!a de puta de la dermat#loga. *e aprendido, a lo largo de los días, que llevo escribiendo este diario, el signi(icado de la palabra proyección B recuerdo a 0artoldi que saca una ca!a voluminosa de dentro de su pecho la coloca (rente a mí encima de la mesaB. *o, sin embargo, he puesto en prctica el signi(icado de la palabra transferencia Bpreveo el gesto de 0artoldi que despla)a su dedo índice mu rígido desde un imaginario punto a hasta un imaginario punto b B. Y no lo he pensado dos veces. Cristina acostumbra a transportar a su hi!ita ?monstruosamente grandeB en una mochila de esas que las madres se colocan en el pecho. #lo los idiotas estn repoblando este país. Cristina, mi vecina, habla sin cerrar la boca. u casa es la casita de papel. e recuesta en co!ines con cora)ones tiene algunos adornos, mu pocos, pero todos 'tnicos. >uema incienso en palitos. /o ha espe!os (rente a las puertas , en su cocina, el (uego no se en(renta al agua ni el agua al (uego. El cabecero de la cama est orientado hacia el este. La cama es !aponesa, lo que denota que no es ella quien estira las sbanas cada mañana. Cristina coloca cactus al lado de las pantallas de su ordenador. /o ha ceniceros sobre sus mesitas. En una esquina se oe el soplidi?to de un humidi(icador tilines?tilines, campanillas, por los rincones de la casa. Ella su marido, que es uno de esos calvos que se rapan la cabe)a para disimular, de!an los )apatos en el descansillo al entrar en la vivienda3 por su casa andan descal)os. e han atrevido a tocar hasta los muros maestros para producir en el espacio un e(ecto de dia(anidad pulcritud totales. Cualquier día esta casa puede derrumbarse porque el piso de Cristina es como un loft de niuor3 s#lo desentonamos los vecinos. Me (i!o en todos estos detalles bochornosos cuando tengo a Cristina agarrada por el cuello con un cord#n de )apatos que me había guardado en el bolsillo. Mientras aprieto, proecto mi vista circundante alrededor del espacio di(ano de la casa así me distraigo de los latidos estertores. %eso casi cincuenta nueve 1ilos. *e !ugado con el (actor sorpresa. La he pillado por detrs, desprevenida, mientras me daba la espalda se agachaba para colocar algo en un revistero. *a sido cuesti#n de un minuto ?el apunte cronom'trico es literal?. /o ha habido estruendos ni muebles derribados ni gritos de
Cristina, a quien se le ha quedado la misma cara que a las mu!eres estranguladas en Erenes* de *itchcoc13 los o!os abiertos o!erosos ?el rímel corrido?, la punta de la lengua que sale, redondeada, entre los labios de una boquita de pitiminí. *acía menos de un cuarto de hora ?e&actamente a las dos quinceB que Cristina me había abierto la puerta3 HF*uuuula, Lu)G, @quieres pasar, @te importaría quitarte los )apatosI H*uuuula, CristinaI, le respondo mientras me quito un )apato con el tal#n del otro descubro que tengo una carrera entre los dedos de los pies. H%asa, Lu), he venido a comerme una ensalada..., Fla ca(etería de la residencia da unos men$s horrorososGI El hecho de quitarme los )apatos Bque debería haber previsto como condici#n sine qua non de acceso a la vivienda de CristinaB complica un poco mis planes, porque ella es ms alta que o creo que me vo a ver obligada a estrangularla dando un respingo. /o caigo en la cuenta de que Cristina puede agacharse como e(ectivamente sucede cinco minutos despu's. HMenos mal que he de!ado a la niña en la guardería...I Cristina ?que parece medio tonta? no me pregunta a qu' vengo, pero lo ms importante es que no se ha percatado de que llevo puestos unos guantes de plstico de los que vienen en los envases del tinte castaño oscuro con el que me tino las canas ?teñirme de caoba sería obligar a mi hi!o a verme los cabellos grisesB , si se ha percatado, no me ha invitado a quitrmelos. HMe pillas de milagro. F-engo die) minutosGI Me ha salido mi chispa de humor3 HEntonces no te entretengo.I Y me he puesto manos a la obra en cuanto ella me ha dado la espalda. +bviamente me había en(undado los guantes para no de!ar huellas ni residuos de uñas ni bri)nas de mi piel por la casa o por el cuello de Cristina. Kespu's de estrangular a Cristina mi vecina, me he vuelto a meter en el bolsillo el cord#n de los )apatos que he usado para as(i&iarla3 ms tarde lo he destruido. Compr' el cord#n en una )apatería situada en la otra punta de la ciudad. Elegí los cordones ms vulgares, para que ning$n policía pudiera seguir el rastro de una adquisici#n tan com$n tan modesta. Aunque estos pisos son como hermanos siameses unidos por el crneo ?la )ona e&terior est pegada por un tabique" hacia el interior, separados por un patio, los pisos se alargan sin tocarse como líneas paralelas?, no he tenido ning$n miedo a que los vecinos de en(rente, %iedad el ingeniero, pudieran ver mis movimientos en el loft de Cristina. -ampoco el loft est al alcance de la mirilla de Leo, que, si me viese, qui'n sabe si se convertiría en mi c#mplice para encubrir el a!usticiamiento. Care)co de m#vil para el asesinato. Mato a lo tonto, pero a veces consigo cierto e(ecto de hermosura3 la muerte saponi(icaci#n de la madre de los dos niños oliva me enorgullecen por su atm#s(era sus re(erencias a la literatura culta popular. *e visto muchas series de la televisi#n. Es imposible que me relacionen con el estrangulamiento de Cristina. Como el marido de Cristina tambi'n es e&tran!ero, a lo me!or pasa lo mismo que con la mam de Ab$3 no ha denuncia el (also rapado guarda sus trapos sucios dentro de casa como ha debido de hacer Clemente, el que lava ms blanco, que, aunque ha venido a visitarme a la hora de la siesta, sigue sin desvelarme sus habilidades para deshacerse de los cadveres de la (amilia. Mi hi!o ha llegado a las cinco de la universidad. -odo estaba a en per(ecto orden. 'stoy ner5iosa por4ue el d*a a sido algo mo5ido$ )i5el de ansiedad2 3$ >omo la pastilla rosa$ @os sueños de anoce fueron otra 5ez los sueños de Bartoldi2 me estoy con5irtiendo en una noctámbula$ /resiento un cambio en mi ciclo 5ital$ /eso 0D kilos y seiscientos cincuenta gramos$ e bebido una copita de an*s del mono 7para darme ánimos7y una palomita para ol5idarme de todo$ >emo interacciones del alcool con la pastilla rosa,
aun4ue me siento más lúcida 4ue nunca$ e comido poco 7ten*a el estómago un po4uito cerrado a mediod*a7y e cenado ue5os$ )o e contado los pitillos 4ue e fumado$ Clemente es muy bruto, pero no tanto como para acerme sangre$ %*a +1
Enciendo la lu) de la escalera vo preparndome para subir estos tres pisos que cada ve) me producen maor as(i&ia. upero el primer tramo al ir a en(rentarme con el segundo, escucho un sonido casi imperceptible, como un remoto lloro in(antil, el lloriqueo de un niño que ha sido abandonado dentro de una ca!a de )apatos en la calle a casi no puede ni llorar" como un silbato de perro que me llega hasta la raí) del tímpano me obliga a girar la cabe)a de un lado hacia otro, buscando algo. Kistingo un animal blanco pegado contra las molduras de madera del segundo tramo de escalones. e restriega contra la pared como si se quisiera meter dentro de ella, en alg$n espacio escondido de la casa. Me acerco lo levanto con una sola mano. Lo apoo contra mi pecho, lo acurruco, el gatito blanco, crudo, ronronea. La vibraci#n repercute dentro de las )onas huecas de mi cuerpo. Me pongo a pensar de qui'n puede ser el gatito me empie)o a poner nerviosa porque no s' qu' hacer con la criatura, no entiendo c#mo puede haber llegado al portal de mi casa s#lo se me ocurre que alguien lo ha abandonado allí. -engo la (acultad de trope)arme con todos los gatos de la ciudad. Con todos los gatos buenos pequeños que se han criado entre recipientes llenos de pienso algodones, que son incapaces de buscarse la vida por los te!ados de una ciudad de antenas electri(icadas de veneno para ratas inmunes a la química a las en(ermedades. Chillidos de las ratas que se escuchan con un poco de concentraci#n. #lo es preciso obviar la suciedad de los sonidos de (ondo de las avenidas, las escobas de los barrenderos, los gri(os abiertos, el agua que hierve dentro de una cacerola. Chillidos de las ratas que transmiten la gripe desde las a)oteas del barrio. La lu) de la escalera a se ha apagado, pero o sigo subiendo. /oto que el gatito quiere escabullirse desli)ndose por mi abrigo" no quiero que se me pierda, así que vuelvo a encender la lu) se me para el cora)#n como cuando alguien presiente que algo malo va a pasar , al descolgar el tel'(ono, le comunican la ms imprevisible dolorosa de las noticias3 encuentro otro gatito blanco, id'ntico al anterior, que se parapeta contra el quicio de la puerta de mi casa , en actitud de(ensiva, me bu(a. Me acerco, con un poco de miedo, el segundo animal me lan)a una )arpa sin uñas que me permite alcan)arle el lomo acariciarle. e apro&ima a mí ronronea, aunque est nervioso no permite que le agarre le mantenga entre mis bra)os como al primero. on animales limpios, redondos, bien cuidados. Los dos gatitos estn en el suelo me miran" de repente, suben de estampida hacia el cuarto piso o corro tras ellos, pero desaparecen no logro encontrarlos por ninguna parte. -elancólica$ Sin ganas$ )i5el de ansiedad2 3$ >omo la pastilla rosa$ Sueño entrecortado, ligero$ /eso 0D kilos y no5ecientos gramos$ Copita de an*s del mono y palomita$ Oino tinto$ %ieta mediterránea$ Soy fumadora$ Clemente a sacado de mi cuerpo, impoluta, su polla de /rosegur$ %*a +1 MnoceN
%aso la noche en blanco porque so capa) de percibir los maullidos de los gatos desde alg$n lugar oculto de las tripas de este edi(icio. Divo una resaca permanente en la que cualquier susurro me parece una estridencia. En camis#n, me levanto a la una, a las dos, a las tres de la mañana miro a trav's de mi mirilla por ver si los gatos arañan mi (elpudo o les de!o pasar , de(initivamente, los adopto para que nadie pueda hacerles ning$n daño. %ara que las ratas no se los coman. El calor de la casa se escapa por las rendi!as. Camino descal)a por el suelo a tientas palpo el interruptor de la lu). Los gatos estn en uno de los peldaños que van del tercero al cuarto. Los llamo no vienen. usto cuando se vuelve a apagar la lu), mi hi!o sale al descansillo. H@MamI HEs que ha unos gatos, ahí, en los peldaños de la escalera.I HYo no veo nada, mam.I %ero es que mi hi!o ve mu mal con esta lu) tenue. Los gatos escapan de nuevo escaleras arriba" me asomo no los veo ms. e cuelan por alg$n hueco que los lleva hacia otra parte. %ero s' que estn ahí, que me esperan, que no puedo hacer nada para recuperarlos. Mi hi!o o entramos en casa, nos acostamos. Yo sigo oendo los maullidos durante toda la noche pienso en Clemente, que ha venido ho aunque no le tocaba3 si o no hubiera estado seca, me habría llenado la tripa de gatos.
%*a +D
Aer estuve obsesionada con la aparici#n de los gatos de!' de recoger en estas pginas un dato inquietante3 pill' a ose(ina hurgando en mis papeles. Ella (ingi# que los ordenaba despu's de pasar el plumero o no la regañ' porque no quise dar al asunto una dimensi#n tremenda que despertara su curiosidad le llevase a comentar ms tarde el acontecimiento con Leo. in embargo, me queda el resquemor de no saber e&actamente qu' le# ose(ina o qu' interpret# o qu' cabalas se hi)o3 tal ve) le diera tiempo a leer mientras pasaba pginas deprisa chupndose el dedo índice, palabras sueltas como gatos, an*s, cordones, Abú, diario, Bartoldi, pastilla, gusanos carmes*es$$$ + tal ve) se concentr# en una sola pgina de arriba aba!o con esa minuciosidad lectora que va !untando las letras las líneas los prra(os. En mi diario ha pginas comprometedoras pginas inocuas, aunque lo aparentemente ms comprometedor Bla sangre, los ladrillos, los cordones de los )apatosB puede ser lo ms inocuo, lo ms inocuo Bel agua mineral, las rutinasB, lo ms comprometedor. /o s' cul de las dos opciones ?las palabras sueltas o la pgina de arriba aba!o? es ms preocupante, con qu' (orma de lectura ose(ina puede acceder a un maor n$mero de claves para reconstruir un signi(icado que qui) ?ho esto lingNística, (ilos#(ica, teol#gica, luterana, chisposa? no sea lo mismo que la verdad3 veo a ose(ina concentrando las pie)as dispersas de una imagen (racturada "an*s, Abú, gusanos carmes*es$$$"" veo a ose(ina llegando, por ese procedimiento, a un lugar que no es el mismo que cuando ose(ina e&tiende las ondas de la laguna desde la piedra que se hunde, (ormula hip#tesis cada ve) ms amplias a partir de un detalle, anali)ado e&haustivamente, de la pgina que se lee sin respirar de principio a (in3 podría ser por e!emplo esa tan linda donde acudo por primera ve) a la consulta del doctor 0artoldi. A veces las letras, la ca!a del te&to, los renglones en los que se ordenan las palabras de una pgina, son una celosía, un enre!ado, que no permite ver ms all de las volutas
negras de su propio dibu!o. La re!a no permite proectar el o!o por un agu!erito hacia la super(icie blanca del papel para desentrañar lo que ha detrs. >u' nos espera. #lo el tra)ado de la caligra(ía. %or mucho que me lance contra ese entramado, mi cuerpo rebota, no rompo la luna de cristal, no entro, no me corto, no me pierdo al otro lado. *e de encoger mis e&tremidades, aovillarme como los espele#logos en la gruta, para colarme por la pan)a de la a o de , llegar al centro, a la catedral de estalactitas de estalagmitas. La prisa, la aceleraci#n, el ansia por no ser descubierta, mientras mane!a el mango de su aspiradora, incapacitan a ose(ina para leer superponiendo dos o tres o cinco (ilmi?nas sobre el mismo proector3 leer como Kios manda, superponiendo los palimpsestos de te&tos, las impresiones las memorias, los hechos recientes que se pliegan a la nueva pgina para e&traer un sentido. Es lo mismo que cuando recordamos las ciudades visitadas3 el plano de %arís se (unde con el de 0erlín, oma, 0uenos Aires, La *abana, Chicago, el KQ, 0arcelona, Argel, La Laguna, -$ne), *amburgo, Miln, Estambul... Al salir de la =rand %lace de 0ruselas se abre una e&tensi#n sobre la que reposan, magní(icas, pirmides del sol de la luna" un poco ms all una reproducci#n del Kavid, a la puerta del palacio Dec?chio, entorna su mano gigantesca comprime sus g#nadas" detrs de los soportales o al subir una gran escalinata, se al)a una catedral o una (uente por la que trepan cascarones de tortugas, nace una rambla que desciende hasta el mar Mediterrneo o hasta la curva de un (iordo, hasta la desembocadura de un tremebundo río sudamericano, hasta el lago Michigan visto desde lo alto de una cabina de la noria. Los planos de las ciudades se (unden aparece la ciudad que deseamos ver, la que recordamos, la que entrevimos en un sueño antes de visitarla3 me recuerdo a mí misma tratando de atravesar un puente desierto, con un cielo sin nubes" en el río, las aguas turbulentas. Al llegar a %raga reconocí el puente de mi sueño que era el puente de Carlos, pero el cielo estaba anubarrado, el río calmo allí no cabía ni una persona ms. Lo $nico que espero es que ose(ina disponga de capacidad para discurrir. >ue tras haber pasado la vista por una pgina o reconocido unas palabras de aquí de all, no le pique la curiosidad quiera abrir la puerta de la habitaci#n de 0arba)ul. >ue ose(ina sea inmune a esa vocaci#n (isgona de los lectores que siempre les lleva a apetecer lo que no deben3 las $ltimas voluntades de otro, el in(orme m'dico de un desconocido, una carta de amor que no nos enviaron, un diario o un documento que no lleva nuestra r$brica, una genealogía (ornea, un turbio pasado que no es de nuestra incumbencia. i el momento llegara, @se pondría ose(ina en mi contra o de mi parte, @mis palabras, en primera persona, provocarían su simpatía o su repulsi#n )i bien ni mal$ )i5el de ansiedad2 +,0$ >omo la pastilla rosa aun4ue e descubierto 4ue me produce acidez$ 'spesos sueños de gatos$ /eso 0D kilos y no5ecientos 5eintidós gramos$ e bebido una cer5eza sin alcool y agua de una !arra con un filtro 4ue limpia los residuos$ (ngiero 4uizá demasiados productos lácteos y 5i5o la parado!a alimentaria de 4ue me obsesionan al mismo tiempo la osteoporosis y los cálculos renales$ /rocuro fumar poco$ Al ir al ser5icio me a dado un 5uelco el corazón por4ue e 5isto sangre en el papel igi.nico y al fondo de la loza del retrete2 se me ab*a re5entado una emorroide$ %*a +G
*o ha sido un día de (iesta. Mi marido ha venido a visitarnos. Kesde que se ha sentado en el sal#n, me he empe)ado a rascar el cuello las caras internas de los codos. A la hora del aperitivo ha subido Leo, que se ha alegrado mucho de volver a ver reunida a la sagrada (amilia, la Dirgen, an os' el niño, o el padre, el hi!o el espíritu santo que so o3 HDengo a que me eches una (irma para que nos pongan ms policías en el barrio.I %or supuesto he (irmado la petici#n nos hemos puesto a comentar un suceso que a mi marido le ha preocupado un poco. na de estas noches, no recuerdo e&actamente cul ?esto mu metida en mis propios asuntos?, una panda de muchachos de los que vienen cada (in de semana a emborracharse en los bares de la )ona, peg# una patada a la puerta del portal. Los chicos invadieron las dos escaleras de la (inca. ubían ba!aban gritando3 HF*a vidaG FEn esta casa ha vidaGI %isaban la madera de los peldaños como ele(antes que buscan agua, como estampida de b$(alos. HFDidaG FEn esta casa ha vidaGI E&ploraban un planeta desconocido. Cumplían un deseo3 ver qu' ha detrs de las (achadas que siempre se contemplan desde aba!o. Yo los oí desde la cama su ingenuidad me produ!o cierta alegría. in embargo, de repente el buen humor, la sensaci#n de estar acompañada por una banda risueña, se me trastoc# en miedo. /o sabía mu bien si los muchachos debían temerme a mí o o a los muchachos. Eran s#lo una pandilla de anormales. %ersonillas beodas que de(ecan sin ganas sobre nuestros (elpudos mientras se ríen. alí al vestíbulo pegu' la ore!a a la puerta" no mucho ms tarde escuch' a Leo3 HDo a llamar a la policía.I Los chicos se (ueron por donde habían venido, horda voci(erante, embriagada, muerta de risa, pasaron el resto de la noche usando los contenedores de basura como instrumento de percusi#n. Leo e&plicaba indignada el suceso3 HLa culpa de todo la tiene el curita que es ahora el presidente de la comunidad no da un palo al agua. l/i arregla la puerta ni pone la antena ni nada de nada.I Leo seguía hablando mal del cura de -on de la di(unta Cristina ?@sabría a Leo de su desaparici#n, @era una indirecta para hacerme saber que ella me cubriría me cubriría me cubriría? hasta que di!o3 HMe vo, que tengo la comida en el (uego. *o vienen mis chicos.I Leo pari# cinco hi!os varones. Est mu orgullosa. Es de buena clase3 carne de primera A. Ke buena ra)a. Le miro los dientes Leo relincha como una aut'ntica pura sangre. %or el patio sube olor a alubias con chori)o. Leo me ha guiñado el o!o. Yo no he sabido interpretar si era un gesto de c#mplice en la muerte o en la reconstrucci#n de la unidad (amiliar. HAdi#s, Leonor.I HAdi#s, adi#s.I Mi marido se ha quedado a comer cuando se ha dado cuenta de que o rebañaba la salsa me ha dicho3 HDeo que tienes buen apetito, Lu) Kivina.I /o ha sido una recriminaci#n sino la constataci#n de un hecho a la que o he respondido rascndome el cogote. Antes mi marido s#lo me llamaba Lu) Kivina cuando (ollbamos HLu), Lu), mi Lu) KivinaI..., era un instante de religiosidad, de adoraci#n, de %olce Stil )uo5o. Kespu's se le olvidaba mi nombre durante días enteros. Me cas' con mi marido porque un día me mir# de una (orma que me oblig# a agradecerle aquella mirada para siempre. *ago de toda mi vida la liquidaci#n de la deuda que estaba contenida en una mirada que no se puede devolver. Yo nunca dispuse de mucho cr'dito, pero tenía incrustada en la cabe)a esa (orma de mirar, como !ue) de mis actos como manta protectora, hasta que un día caminando por la calle me percat' de que mi marido se de!aba llevar por el balanceo de una chica e&uberante, more?na)a con rabos pintados hasta las sienes, muslos maci)os. Mi marido me había hurtado su mirada en ese punto e&acto de la realidad o qui) me la había estado robando
desde el primer día. e lo di!e. HEsts tonta, Lu).I /i siquiera me bes#. Me puse a llorar. Hoder, con la menopausia, Lu), !oder, con la menopausia.I Mi marido a no me miraba a mí, que era una mu!er que por la calle tambi'n podría despertar la admiraci#n de los e&traños. na mu!er que era una ingenua, una minusvlida o algo peor3 una e&igente, una est$pida que se rebelaba contra las lees de la naturale)a, contra los siete años o los siete minutos de duraci#n prevista para el amor para la (idelidad para el deseo" una e&igente, una est$pida, que no valoraba que su marido tambi'n se había rebelado contra las lees de la naturale)a para estar a su lado aunque le hubiese cambiado la (orma de entornar los o!os a veces se le viera entretenido. Enseguida llegaron los cataclismos la sarna. Ahora mi marido s#lo me puede llamar Lu) Kivina mientras se deleita contemplando c#mo lambuceo, c#mo me relamo, cunta es mi prisa mi avide). >u' regoci!o. Yo me lo guiso o me lo como. Me quito egoístamente la grasa de los morros arrastrando la lengua por la comisura de los labios" la saco hasta la barbilla" recorro con ella la )ona de mi bigote depilado con cera virgen. -engo la len?gNita mu limpita. HEstaba mu buena la carne, Lu).I Me ha dado la impresi#n de que mi marido me estaba devolviendo lo que una ve) me rob#. *e creído volver a ver aquella mirada que me puso en deuda. A punto he estado de rogarle3 HLlmame, llmame Lu) Kivina otra ve).I %ero he ahogado mis peticiones dentro de una espesísima miga de pan. Mi marido ha pasado aquí toda la tarde porque no ha rehecho su vida, porque sigo aquí como perro de hortelano ?ni como ni de!o comer pero lambuceo delante de sus o!os, que son el agu!ero por el que una ve) sali# su mirada?" porque a no vive en esta ciudad" porque hacía bastante tiempo que no veía a su hi!o, que le ha enseñado su nueva colecci#n de mariposas. El padre se ha interesado por los estudios del hi!o el hi!o le ha puesto al día3 no tiene asignaturas pendientes. Mi hi!o va a ser un entom#logo vocacional, estudiosísimo, dotado e in$til. Los dos se han escrutado a la hora de la digesti#n3 mi marido se habr (i!ado en que mi hi!o es una delicatessen, un duendeci?llo que por (uera se parece mucho a mí" mi hi!o se habr resignado a que su padre sea tan s#lo un hombre que ronda el uno setenta dos. Yo rae he retirado a la cocina para que pudieran intimar, hablar de mí sin que o estuviera presente Besta posibilidad es tambi'n la (ormulaci#n de un deseo. A la vuelta, mi marido se ha interesado por mi salud lo que no me ha hecho barruntar nada halagNeño respecto a la conversaci#n entre el padre el hi!o. Cuando estbamos !untos, mi marido se en(adaba en el caso de que o en(ermase. Me decía3 H@/o me digas que ests malaI Me regañaba" despu's me !uraba que lo hacía porque no podía soportar que me doliesen ni las l$nulas. Era egoísmo. Y se lo di!e. El lo reconoci#3 H0ueno. A lo me!or. -ambi'n. n poco.I Así que ho cuando me ha preguntado por mi salud ?@a qu' parte de mi salud se re(iere e&actamente, @la bucodental, @la hormonal, @la dermoest'tica, @la psíquica, @la vírica o la bacteriana, @se re(iere qui) a los desme!oramientos asociados a la circunstancia de ir cumpliendo años, a los estragos de la edad, al runr$n de la muerte o a los achaques de toda la vida, al hecho de que siempre he sido un poquito propensa a la cistitis, @o se re(iere a las nuevas dolencias3 a los lumbagos, a la presbiciaB, no he sido clara desde luego no le he con(esado la e&istencia de mi doctor 0artoldi3 H@C#mo quieres que est' BLa vo) me ha salido agria o acida, ni salada ni dulce?. [ltimamente no he cogido pio!os.I Mi hi!o, pobre, pretende rela!ar el ambiente con una revelaci#n3 HMam est mu bien. Adems escribe.I La
revelaci#n para mi marido ha sido una revelaci#n menor que para mí3 mi hi!o sabe. Ese conocimiento me inquieta me incomoda porque no s' si mi hi!o me ha visto encorvada sobre mis papeles o si ha visto mis papeles que se encorvan sobre mí me hacen sombra. Mi marido no se ha interesado en e&ceso por mi vocaci#n literaria, aunque sí por mi aspecto3 HEsts mu guapa.I Y mu satis(echa de mí misma, mi amor, mu (uerte Bmato animales de ms de cincuenta 1ilosB, mu enamorada de mi querido doctor 0artoldi. obre las ocho mi marido, que no ha rehecho su vida, se ha marchado. Le he despedido en la puerta poni'ndole la cara para que 'l me diese un beso de re(il#n mientras o me seguía rascando el nacimiento del pelo la cara interna de los codos. Kespu's me he puesto a ver la tele mi hi!o se ha encerrado en su habitaci#n. /o nos hemos dicho nada ms hasta el momento de darnos las buenas noches. Entonces mi hi!o me ha acariciado el pelo como si o (uera una mu!er mu, mu vie!ecita. /az de domingo$ /az orrenda$ )i5el de ansiedad2 3, aun4ue los picores an sido un fingimiento$ >omo la pastilla rosa$ Ayer di mil 5ueltas en la cama y oy no creo 4ue la situación cambie$ )o disimular. más2 ya peso 0G kilos$ e bebido una cer5eza sin alcool delante de mi marido y de mi i!o aora me espera, sobre la mesilla de noce, un copet*n de an*s 4ue me 5oy a beber de un lingotazo$ e comido menestra de 5erduras y carne de boda e mo!ado una barra de pan en mi ternera en salsa2 yo me lo guiso y yo me lo como$ e cenado un yogur$ )o e fumado para 4ue mi marido no me notara el ansia nicot*nica 7un temble4ueo7 cada 5ez 4ue enciendo un pitillo$ Si no tu5iera muy presente a Bartoldi, 4uizá me ubiese gustado 4ue .l se 4uedara y me tocase$ %*a 36
Esta tarde ha desembarcado en el portal una legi#n de armadillos. %olicías armados que han cortado la calle han subido hasta el piso de Cristina. egundo e&terior i)quierda. Yalal lloraba como si acabara de descubrir el cuerpo estrangulado de su esposa en mitad del sal#n" sin embargo, ha debido de lavarlo, per(umarlo, peinarlo, ponerle ropa nueva. Contemplarlo durante un buen rato. Mirarse en sus pupilas. Es curioso que los armadillos lleguen tan tarde. >ue ninguno salga de la casa tapndose la nari) con los dedos. >ue a ninguno se le ocurra ventilar. Al contrario, lo precintan todo, lo cierran herm'ticamente lo conservan al vacío como el buen !am#n serrano en la charcutería. Kespu's llega el !ue) para proceder al levantamiento del cadver. *ace días que los estaba esperando. >ui), ahora que los armadillos a estn aquí, tiren del hilo encuentren a la mam de Ab$ hecha !ab#n de Marsella en las buhardillas, a %iedad escondida ba!o la cama de Clemente. Lo pongo en duda. Los armadillos, para encubrir su ine(icacia, act$an como si Cristina Esquivel =#me) hubiese muerto ho. El (in de semana los armadillos se quedaron en sus hogares viendo el ($tbol vestidos de paisano. Audando a sus retoños a hacer los deberes. %ero dentro de esta ca!a Cristina a estaba muerta. A mi piso suben el armadillo primero, el armadillo segundo el armadillo tercero. Los tres me (ormulan preguntas tontas. Deo la imagen de los gatitos blancos engullidos por las paredes. Les respondo3 HLas personas no caben por las gateras.I El armadillo segundo
asocia mi re(le&i#n con una manera de escapar del asesino. El armadillo tercero secunda al armadillo segundo. Los dos se empeñan3 Heñora, señora, @lo vio usted salirI espondo3 H+ la piedad es selectiva o puede conducir a la locura.I El armadillo segundo cree que cono)co al criminal que siento compasi#n por 'l. Me dice que no tenga miedo, que ahora es el momento de hablar. Les respondo3 HEl cuerpo nos tiene trastornada la cabe)a.I El armadillo primero comien)a a dudar de mí. El segundo el tercero mordisquean el e&tremo de sus lpices como quien hace una cuenta complicada. >uieren saber ms. Yo les respondo3 H/o todos podemos tener !ardines.I El armadillo primero no se queda satis(echo. El segundo el tercero me preguntan cosas cada ve) ms intrascendentes. Les respondo3 HAntiguamente los niños no eran un problema3 se les pasaba enseguida.I La idea de que un niño haa podido matar a Cristina Esquivel eri)a el espina)o del armadillo primero. /o puedo de!ar al !e(e de la patrulla en ese estado de )o)obra. espondo3 HLa carne de hombre va adquiriendo un precio mu ra)onable.I -r(ico de #rganos, canibalismo, in!ertos de piel, ritos satnicos, trasplantes de c#rnea. El armadillo segundo el armadillo tercero creen haber encontrado la pepita de oro" el primero ha pasado del escalo(río al desinter's" boste)a. espondo3 Hi s#lo nos dedicamos a contemplarla, la realidad tiende a di(uminarse.I e hubiera sentido orgulloso de mí, doctor 0artoldi. Cuando el segundo el tercero me siguen acosando, o no (laqueo respondo3 HA los (am'licos no se les diagnostican bien las depresiones.I Los armadillos segundo tercero in(ieren un posible estado depresivo en la víctima3 el cadver de Cristina Esquivel est, sin duda, demasiado delgado. espondo3 H#lo siendo realmente peligrosos podemos encontrarnos bien.I Hi los colores son una ilusi#n, los camaleones son idiotas.I HEs ms (cil cambiar las reglas del lengua!e que el estado de las cosas.I Me aprietan las tuercas. espondo3 Hna pipa pintada no es una pipa, pero si est bien pintada se le parece mucho.I /o me entienden. El armadillo primero se interesa por si sigo alg$n tratamiento. Le hablo de usted el segundo el tercero me (ormulan preguntas a$n ms tontas. Yo respondo3 HCerca de la punta est el riesgo de la herida.I La herida, la punta... Los armadillos segundo tercero desestiman ese magní(ico a(orismo a que la Esquivel ha sido estrangulada. Creo que a es hora de quitarle un poco de hierro a la situaci#n respondo3 HEl agua es el principio de la vida. %or eso ha que de!ar de bebería, poco a poco.I Me río, se miran entre ellos, el segundo el tercero me acompañan en la risa pero tímidamente. Les o(re)co una copita de coñac. n !ere). %ero, como todo el mundo sabe, los armadillos no beben cuando estn de servicio. E&cepto en algunos locales que cono)co como la palma de mi mano. Le hablar' de ellos otro día, querido 0artoldi. El armadillo primero piensa que me burlo, arremete contra mí con una selecci#n l'&ica mu desagradable. in perder la compostura, respondo3 HLas horas muertas no estn al alcance de la maoría.I El armadillo primero no ha captado mi desd'n. Los armadillos segundo tercero levantan los hombros, así que o me e&plico un poco me!or3 HConviene morirse en alg$n momento por si luego nos aburrimos.I Y un poco me!or3 HLa ra)#n produce monstruos los amansa.I Y me!or3 HAl ir tirando siempre le damos a alguien.I Y a$n me!or3 HEl e&ceso de identidad conduce a la locura.I Y muchísimo me!or3 HLa belle)a hace a los cuerpos ms comestibles.I Los armadillos saben que no me re(iero a ellos. emato3 Hi tumbados nos miramos los pies, nos vemos de cuerpo presente.I Era una despedida, pero nada les satis(ace hasta que, poniendo la mano sobre la 0iblia de erusal'n que guardo en
mi casa por ra)ones (ilol#gicas, con solemnidad declaro3 HYo no he sido.I Y se van a !ugar al Ant#n %irulero con otro miembro de la vecindad. 2nterrogarn a la escritora, que probablemente no les contar ms que mentiras. A Kriss le preguntarn por su mu!er 'l deber inventarse algo3 HEst de via!eI, dir con una vo) que le sale como en letras min$sculas. Ho inocenteI, vuelvo a aclararles cuando llaman de nuevo a mi puerta preguntando por mi hi!o. Kiseño un plan para esta noche3 esconder estas pginas deba!o del colch#n a mi hi!o en el (ondo del armario. HYo no mataría ni a una moscaI ha con(esado mi hi!o durante su interrogatorio. /o ser para tanto, hi!o mío, no ser para tanto. Mi hi!o, cuando los armadillos se han marchado, ha hecho un mati)3 H#lo era una (orma de hablar, mam.I Me he quedado ms tranquila. )i5el de ansiedad2 3$ )o me!oro$ @os culpables son los armadillos$ >omo la pastilla rosa, pero me 4uedo mirando elfras"4uito de las pastillas blancas$ @o abro, retiro el algodón idrófilo 4ue tapona la boca del recipiente 4ue las contiene, las saco, las cuento, 5uel5o a guardarlas colocando en su lugar la torunda de algodón idrófilo$ e tenido pesadillas en las 4ue el presidente de los 'stados ?nidos de Am.rica le contaba a mi marido algo 4ue yo no 4uer*a 4ue supiese$ 0G kilos en la báscula de precisión2 despu.s de 4ue emitiera su pitido de eficacia, e aplastado el monitor en el 4ue aparecen las cifras digitales con un certero golpe del talón dereco$ )o e tomado ni una gota de alcool por si los armadillos decid*an someterme a la prueba de alcoolemia, aun4ue yo no suela conducir automó5iles dentro de mi casa2 aora, mientras repaso las oras del d*a, me bebo la colonia de mi tocador$ e comido una fritura congelada$ e cenado una fritura congelada$ 'n los anuncios aseguran 4ue son san*simas2 nadie puede ser tan mal5ado como para engañarnos con lo 4ue nos lle5amos a la boca$ e fumado sin contar los cigarrillos !ustificando mi alto consumo de tabacos, nicotinas y al4uitranes por la presencia de la polic*a$ )o miento bien$ )inguno de los agentes me a parecido seductor2 mis mos4uitas redondeadas no se an re5olucionado aciendo 4ue la sangre manara a corros y se me despertaran todos los gatos dormidos de la tripa y se me desicieran los nudos y los castores de!aran de tapar mis orificios$ @os armadillos ten*an rostros 5ulgares2 puedo recordarlos a la perfección$ 'l del armadillo primero y el del segundo y el del tercero$ %*a 3+
El sacerdote presidente de la comunidad convoca una reuni#n de vecinos para hablar de la muerte. Ms que nunca, nuestra congregaci#n se aseme!a a un aquelarre. %arece que el sacerdote?presidente va a abrir la sesi#n in nomine /atri et Eili et Spiritu Sancti . Cuando el sol se est poniendo, crdeno tremebundo Bmi hi!o estar en casa apretando los o!os para no ver la masa gris que se cierne en el cieloB, (ormamos un gran círculo en el patio. El setenta cinco por ciento del perímetro de la circun(erencia est compuesto por los habitantes de los pisos interiores. El veinticinco por ciento se concentra se compacta en una de las reas del perímetro3 somos los moradores de las luminosas viviendas que dan a la calle. Y los de dentro nos odian. eñor, dame paciencia.
na ve) a la semana los propietarios de una casa e&terior abrimos los cerro!os (ranqueamos el paso al agente de una inmobiliaria que se o(rece para tasar el espacio habitable. Entra, recorre la casa, la mide, asiente, subraa alguno de sus de(ectos, lo minimi)a, entra en el baño, mira por la ventana de la cocina, golpea los muros, se acuclilla para cerciorarse de la calidad de la madera de los rodapi's, me hace notar que ha muchas estanterías que estn llenas de libros Bcomo si o no lo supieraB, alaba el buen gusto de la decoraci#n. /o me dice que ose(ina es pere)osa no retira con el palo de la escoba las telarañas de los rincones. Ke todos modos, no me preocupa3 el e&ceso de higiene es per!udicial para la salud. El agente sale deprisa del cuarto de +lmo. /o sabe qu' decir lan)a la o(erta. -rescientos mil euros. H@Le interesa venderI Yo no quiero vender. Osta es mi casa las paredes huelen a los olores de mis guisos de mis cigarrillos de las medicinas que, todas a la ve), me trago antes de acostarme. El agente estornuda se marcha hasta la semana pr#&ima. En el aquelarre nos miramos los unos a los otros. El sector de los propietarios de pisos e&teriores, e&puesto ba!o la lu) de la bombilla del patio, no puede distinguir bien a los de dentro que son una masa oscura, un alquitrn. /unca llego a conocer los rostros itinerantes de los de dentro. /o sit$o a cada quien en su cubículo ni so capa) de asociar las caras ?(inas, amarillentas, (ugaces como un !ardín visto desde el autob$sB con los nombres de los bu)ones. HEstamos aquí para hablar de la muerte de nuestra vecina.I El sacerdote o(icia una reuni#n que no le interesa a nadie. Duelvo al perímetro de la circun(erencia. Ciertos habitantes de los pisos interiores han adquirido el color de sus cuatro paredes3 su pelo es ocre su columna vertebral se encorva a causa de la (alta de espacio. e les ensanchan las aletas de la nari) por la (alta de o&ígeno por los di#&idos que e&pelen los braseros. +tros moradores de la )ona oscura tienen o!os albinos que no toleran la lu). Cuando traspasan el umbral del edi(icio se echan el antebra)o a la cara para protegerse del sol que, si les caera perpendicularmente sobre la piel, les quemaría el rostro del que se desprenderían pelle!os con apariencia de escamas de pescado. %escado barato. Chicharros. Derdeles. /i rodaballos ni besugos ni merlu)as de pincho. #lo a la caída de la tarde se les empie)a a escuchar mientras trastean en sus cocinas. e emborrachan. %reparan sus modestos guisitos sus sopas de sobre. A deshoras. Especies mutantes. Criaturas del mundo abisal que (os(orecen o se vuelven transparentes3 el pelo de Manuela es de un blanco España nuclear, de un blanco sul($rico que a veces parece una lmpara de raos ultravioleta. Mucho ms blanco que el de Leo. Manuela pide permiso al pater para hablar3 HA ver qui'n es el que abre a gente que no conoce.I Manuela acusa a -on de (ranquear el paso a los carteros comerciales. Leo le da la ra)#n. %ero Manuela no se de!a dar la ra)#n3 H-$ calla, que tienes mucho que callar.I Los habitantes de los pisos interiores quedan cubiertos por un ben'volo manto de sombra. #lo el pelo de Manuela, que ha dado un paso hacia adelante, re(ulge. El veinticinco por ciento del perímetro de la circun(erencia queda sobree&puesto ba!o la lu) de la $nica bombilla del patio. Como las mariposas de mi hi!o deba!o del (le&o de su habitaci#n. Allí esto o que vo vestida de negro ?mariposa negra igual a polilla? como si me hubiera quedado viuda. /adie se e&traña. A menudo eli!o ese color para mostrarme a los otros. Algunos creen que, en e(ecto, enviud'. /o conocen mi historia ni mis antecedentes tan bien como Leo, que, o!o avi)or, planea sobre la circun(erencia sin que nadie se percate, dispuesta a picar a Manuela en cuanto la ocasi#n lo permita. Kriss, Kriss, Kriss repta lentamente hacia el e&tremo del setenta cinco por ciento que linda con el de su
veinticinco por ciento. +cupa un lugar que no le corresponde. Y se avergNen)a por tener nombre de susurro por engendrar criaturas que parecen olivicas verdes. -odo el mundo le pregunta por su mu!er3 HEst traba!ando.I Y Kriss, Kriss, Kriss se oculta en el bolsillo interior de su chaqueta, desaparece, se escurre, susurra para no molestar a los vecinos. Anda en )apatillas. /o celebra el amadn para no encender de noche las luces. Kios lo va a castigar. H*abr que re(or)ar la seguridadI3 la vo) de Clemente, imperativa, est patol#gicamente rota. Clemente asiste en representaci#n de sus padres. %arece no sentir ning$n inter's por mí3 como a mi hi!o, tambi'n le pare)co una ancianita. %one cara de ser un hombre al que no se puede engañar de que, si alguien le engaña, es me!or que se atenga a las consecuencias. 0a!a al aquelarre con su uni(orme de guardia !urado e insiste3 H*abr que re(or)ar la seguridad.I Echa mano al Jal1ie?tal1ie. Muevo la vista de en punto a menos die) , allí, en ese minuto de la es(era de este ine&orable relo!, -on ha de!ado el tromb#n en su apartamento enmoquetado en ro!o. La sangre no se notaría. Me hago consciente de lo mucho que temo por mi hi!o. H*abr que re(or)ar la seguridadI3 mi guardia !urado, con sus charreteras bordadas, me hace regresar a la hora en punto, pero enseguida otra vo) sale de la parte del perímetro que permanece en sombra3 HFYo no pago un duro por maderos de pegaGI Clemente mira al sacerdote, que murmura3 H*i!o, no hemos venido aquí a vender alarmas.I La escritora adopta la posici#n de papisa del concilio !unto con el sacerdote?presidente quiere hablar de lo que importa. La muerte de Cristina. Limar aspere)as. HA mi esa pi!a de mierda me importa un comino.I La vo) sale de otro punto del setenta cinco por ciento de la circun(erencia. Kespu's se esconde. %ío, pío, que o no he sido. La escritora concilia, tercia, media. Es gilipollas. Kice que es una escritora social. in embargo, oe igual que o a los niños oliva que piden auda. +e las amena)as de la madre que dice HMe vo a meter para siempre en la camaI mientras Kriss, Kriss, Kriss est escondidito o es el hilo de vapor que sale de la olla. La escritora social no llama a los servicios sociales. Escribe un cuento sobre la tragedia posible, sobre lo que podría suceder, le gusta revivir cada noche los lamentos de los niños para que la sensaci#n sea ms vivida en la escritura. /o escribe un cuento para evitar que algo malo suceda, sino para hacer que suceda. Cuando la policía se presenta en su casa, la escritora social se compunge. %ero ella trans(orma los horrores en un cuento hermosea la cara de los niños oliva. Yo me pongo mi armadura blanca, corto cabe)as, salvo niños, palomas, gusanos carmesíes. Los vecinos del interior me agradecerían un nuevo asesinato3 la escritora a no podr contar, como una dama de caridad, las miserias que espía en la escalera, las historias que recaba manipula cultivando (alsas amistades. La escritora atraviesa todo el patio para pedir una tacita de sal a los habitantes de la )ona oscura. Yo les liberar' de esa carga. /adie nunca ms les robar las palabras para hacerlos buenos pací(icos. Ellos no deben aprenderse nunca el padrenuestro. Miro alrededor tomo la palabra3 HA lo me!or no ha que preocuparse por lo que viene de (uera porque tenemos todo el mal metido dentro...I -odos los rostros, en ese instante, se me hacen visibles me apuntan. %ero o me siento a salvo3 'ste encontr# un huevo, 'ste lo casc#, 'ste lo (ri#, 'ste le ech# sal este picaro gordo... Fse lo comi#G )o me apetece ponerme a acer cuentas$ )i a cote!arme con un baremo$ >rago dos pastillas rosas y, entre las 5olutas de umo, a tra5.s de mi copón de coñac, miro intensamente el bote de las pastillitas blancas$ @o miro y lo remiro, y todo lo demás no
me parece, en definiti5a, tan importante$ @o mismo$ S*$ )o$ )o$ S*$ (gual$ ;J es 4ue usted, 4uerido Bartoldi, andaba esperando el milagro de las lágrimas de sangreP %*a 33
>uerido3 Yo le rogaría que ho leera mis palabras en vo) alta. %ara eso las he pensado las he puesto sobre esta ho!a de papel. Co!a aire, aclrese la garganta comience, eso sí, respetando las comas3 A 5eces cuando$$$ A veces cuando me siento mu d'bil, veo las escenas de mi propia vida como si pendiera del techo. Deo mis e&tremidades manipuladas por el (isioterapeuta. Deo mi temblor cuando la doctora Llanos me anuncia3 HMaría Lu), le vo a dar el volante para una mamogra(ía.I in embargo, esta mañana ha sido distinto. /o (lotaba en las alturas de un habitculo ni he sido o el n$cleo de mi contemplaci#n. *e vivido B ;e 5i5ido o e ma4uinado, o es que ma4uinar es una (orma de 5i5irP" una e&periencia hermosa e íntima, en la que s#lo la escritora aparecía en el centro del (otograma, del mismo modo que ahora ocupa mi memoria. Alguien, qui) usted doctor 0artoldi, iba susurrndome al oído d#nde debía colocarme, c#mo debía actuar, para que el cuadro toda la escenogra(ía (ueran absolutamente per(ectos. Llamo a la puerta de la escritora para comentar las vicisitudes del asesinato de Cristina, aunque en realidad lo que o busco ? se lo digo con el (also pudor del principianteB es su conse!o pro(esional3 H@-e importaría echarle un vista)o a lo que escriboI La escritora compone su me!or carita de condescendencia. Me pregunta si escribo novelas o relatos o poesías o pie)as teatrales. Yo le respondo que no s' e&actamente lo que escribo, tal ve) lo que me pide el cuerpo, no me importa la clasi(icaci#n en el anaquel de la biblioteca, sino la m$sica de una palabra tras otra ?@me atiende usted, 0artoldiB" le respondo que qui) a lo que ms se parecen mis escritos es a un diario, que en el (ondo todo el mundo escribe siempre un diario ms o menos adulterado por los procesos reacciones químicas de la historia de la literatura. Ella se queda con la boca abierta o le hago una revelaci#n3 Ho (il#loga.I La escritora, que aspira a ser una escritora social, me mira desde ese instante con cierto aire de camaradería. Es una clasista escritora social. n (raude. na patatera. Me distraigo un minuto me río sola al pensar que, aunque est'n aquí, los armadillos no pueden abrir un agu!ero en los tabiques ni trepanar los muros de mis parietales. /o saben lo que ha pasado, lo que pasa ni lo que va a pasar. /i cul es el recinto en el que se producen los acontecimientos. La escritora sirve unas bebidas. H%erd#n, @te importa que atienda el tel'(onoI" HKisculpa, Lu), vo un segundo al bañoI. La escritora es vulnerable por muchas ra)ones3 tambi'n a causa de su ve!iga. Yo puedo permanecer horas sin orinar a trav's de un e!ercicio que consiste en olvidarme de mí misma concentrarme en mí misma sin transiciones, bruscamente. Aprovecho una de sus ausencias para darle por (in un uso racional a sus pastillas blancas, querido doctor 0artoldi. 2ntrodu)co cuatro en la in(usi#n de la escritora. Cuando se despierta, o a la he arrastrado al cuarto de baño, a he preparado la bañera con per(umadas sales. Ya la he sumergido en la protectora tibie)a del
agua. /o pesa mucho. Ya le he llevado la manita, como a los niños que aprenden a escribir con sus cuadernos de palotes, , sosteniendo una gillette entre sus dedos con mis dedos en(undados en lte&, !untas, hemos hecho una (uer)a e&traordinaria para dibu!ar dos cortes paralelos limpios en cada una de sus muñecas. La escritora levanta sus prpados. #lo un poco. e observa las muñecas como si no (ueran suas. /o le duelen. -ampoco puede articular ni una sílaba. e de!a ir. na mu!er con las venas rasgadas se adormece en el agua tibia de la bañera. Lentamente, la sangre se me)cla con el agua (ormando originales dibu!os para el estampado de un vestido de noche. %ara una tapicería o para unas hermosísimas cortinas de terciopelo que impiden que la lu) penetre estropee los muebles de caoba. Las cortinas conservan, dentro de estos muros, nuestra intacta intimidad. Como las tapas de un libro. La mu!er, que al principio balbuceaba incomprensibles lamentos, ahora se lic$a, indistinguible, para (ormar parte del agua que se va en(riando. Cada ve) es ms inh#spita ms densa la gelatina de la muerte. La mu!er se va muriendo mientras dos gatos la contemplan, de pie, el uno !unto al otro, como adornos de alabastro. Osta era la guarida de mis gatos nocturnos. Ke mis sonambulismos. Ostos son los dos gatos blancos que atravesaron los muros tras los que se esconden mis saponi(icados amo!amados cadveres. Los gatitos podrían ensuciarse las patas. Los gatos de!an huellas que un armadillo saga) podría rastrear con su lupa. %ero los armadillos nunca sabrn nada porque no pueden trepanar mis parietales ni aman a los gatos. Carecen de piedad , para encontrar las respuestas a sus s#rdidas preguntas, s#lo la compasi#n les serviría. /o serían $tiles los aparatos telemticos, los polvos, los bastoncillos, los algodones, los celo(anes donde se prenden las (ibras, las lmparas in(rarro!as, las linternas, los spras, los microscopios, las sustancias que tornan rosa (os(orescente los residuos de la sangre, los anlisis de AK/, la tinta invisible, las bases de datos, las pantallas líquidas ni las pi)arras transparentes, los maniquíes de simulaci#n, los muñecos de gelatina, los raos lser para reproducir la traectoria del proectil, unas buenas ga(as para ver de cerca, un equipo de (orenses que trata a los muertos como a vivos ?HCariño, @qu' te ha pasadoI? un artista pat#logo capa) de sacar a la lu) una cara desde el molde de la calavera. /i siquiera las pistolas. -odo son patrañas e(icientes o líricas patrañas. Los gatos de la escritora con(undieron mi puerta con la puerta de su dueña. >ui) porque ambas e&halamos un olor parecido. Así de simple. Mientras el agua va cogiendo color Brosa palo, rosa pastel, rosa chicle, rosa (ucsia, p$rpura, ro!o anaran!ado, bermell#n, ro!o (uego, rubí, granate, hemorragia, cardenal, cogulo, marr#n, negro como el sumidero por donde al (inal nos colaremos todos?, los gatos persiguen con la vista los hilos de sangre rami(icados por la super(icie por la pro(undidad del agua. Qlotantes (lores ro!as, gl#bulos en el plasma sanguíneo. /en$(ares. Crisantemos del día de di(untos. Qiguras del calidoscopio. Los o!os calientes de Karío Argento en Suspiria. Alida Dalli es una de las bru!as de aquella escuela de ballet que late, suspira sola se alimenta de bailarinas que, tras salir de sus ca!as de m$sica, se meten por pasillos como arterias para llegar al cora)#n negro donde Alida Dalli es una mu!er mu maor que a no est enamorada de un estraperlista que mata niños con medicamentos caducados despu's muere en las alcantarillas. Como una rata. >u' met(ora tan sutil, 0artoldi. Ahora que me metamor(oseo en una so(isticada mu!er de!o los golpes con ladrillos sartenes que tanto estimulaban mi adrenalina, mi brutalidad, ahora, no puedo soportar el tra)o grueso. En el cora)#n negro de Suspiria había otra bru!a
cuo nombre no consigo recordar oan 0ennett que sale del cuadro3 es la reina de las abe!as que mata pequeñas bailarinas para ver el brillo de nuestros colores ms all de la piel de la carne. El ro!o que nunca puede verse a no ser que abramos una herida rebusquemos en su interior. -homas Ke >uince el vi)conde de Lascano -egui que mira su propia mano, sobre el paño de manicura, no puede reconocerla. Como o misma cuando sobrevuelo las habitaciones. Como la escritora cuando ve que de sus muñecas mana sangre, pero no le duele. La sangre de la mu!er3 (ibras de una colcha que se va te!iendo en el cañama)o del agua, atravesada por la agu!a, agua bordada, arriba, aba!o, igual de per(ecta por el anverso el reverso, costurita de la mon!a. /úrpura ilustró menos indiano marfil$ Cla5eles sobre nie5e deso!ó la aurora en 5ano . El anillo corta el dedo aprisionado por el oro que aprisiona el diamante que sali# de la tierra que lo aprisionaba. El o!o de quien lo est mirando todo es turbio se revuelve, aprisionado tambi'n, entre todas las imgenes. El o!o turbio hace del misterio un laberinto de la sordide) un verso. epetimos la eu(onía sin saber lo que decimos ?@lee usted respetando las pausas, 0artoldi?, lo que decimos, lo que decimos, lo que decimos. Ahora veo los p'talos en (lor de las gramolas el brillo de los surcos de la baquelita cortados por la agu!a. n espe!o bellamente enmarcado. A trav's del a)ogue, la durmiente se pincha el dedo con el huso de la rueca. Escritora dormida. Las hadas no te van a liberar de tu urna acristalada. Estn presas en el (ondo de su co(re. Los gatos, hipnoti)ados e hipnoti)adores, en cualquier caso hipn#ticos, no mueven ni una sola (ibra de sus m$sculos, la escritora, que ignoraba la hermosura que se escondía dentro de sí misma, detrs de la piel que se va a!ando, detrs de los granos de las cicatrices, del grasiento pelito de roedor, de las manchas de la edad, apoa la cabe)a sobre el pecho sumerge la barbilla en el agua que a$n no se ha en(riado del todo. Ella le va transmitiendo su calor que viene se va al ritmo del latido, cada ve) ms d'bil, de su lento cora)#n de pa!arito (rito. Los gatos, rela!ados, cierran los o!os al mismo tiempo que su ama. -odo provoca recogimiento somnolencia, vapores que salen de las partes del cuerpo no ocupadas por los #rganos vitales, los huecos donde est el alma que, a la escritora, est a punto de echarle a volar desde la boca para escribir una (rase lapidaria, la $ltima, en el cristal empañado del espe!o del lavabo. La toilette, los gatos, la escritora. na muerte de libro en un libro de muerte. na maquinaci#n que me rela!a. Esta ve) no tengo que preocuparme por los cadveres porque oigo unos pasos sobre mi cabe)a porque, a (in de cuentas, sería el suicidio de una mu!er llena de amargura. Las palabras no son carne. -ampoco los verbos. /i los nombres. Al (inal me he arrepentido de mis malos pensamientos. +tro día le de!ar' a la escritora B que est per(ectamente viva cuos pasos puedo oír sobre mi cabe)aB los papeles que escribo. Mientras tanto remato la pgina3 la piel de la escritora es de alabastro como el niveo pelo de sus animales. El ro!o pro(undo de su vida reposa, como un sedimento, en el (ondo de la bañera. n ro!o tan ro!o como el del lago de sal de Chott el erid. 2gual de misterioso. -an absoluto que hasta mi hi!o podría verlo. in necesidad de invocaciones ni a los santos ni a los di(untos. La parte cientí(ica del te&to de ho, doctor 0artoldi, debe usted leerla con aceleraci#n entusiasmo crecientes, como la llegada a la c$spide, al punto (inal, al orgasmo, al clima&3 HMi ansiedad...I -i ansiedad está por las nubes$ 'cede los l*mites de todas las escalas$ /ero es por una razón agradable$ /or la ecitación de las buenas noticias$ Suspendo las dietas y la medicación$ Suspendo todo tipo de tratamientos 4u*micos o escritos$
/reparo un agasa!o de zumo de tomate y carne de año!o$ asta m* a 5uelto a llegar el milagro de la 5ida$ /odr*a ser la nue5a Sara$ 'ngendrar i!os con los o!os de colores$ Qatitos de angora$ Eiguritas de alabastro$ )oto 4ue gatos ciegos, 4ue gatos 4ue aún no an estirado las ore!as ni abierto los o!os, me golpean las paredes internas del 5ientre$ )oto la eacta punzada$ 'l anuncio$ @a precisa sensación$ )oto cómo mi cuerpo segrega un flu!o cálido$ ?n coágulo$ ?n trozo de 5iscera$ ?na placenta inser5ible$ Bartoldi me a sanado$ Y las trompetas suenan$
Black III Encender la luz
Lu) taquígra(os. Lu) dalt#nicos. Lu) vecinos. Lu) psiquiatras. Lu) en(ermedades. Me gustaría paliar la angustia de Lu), de quien, por sus palabras, dedu)co que es una mu!er d'bil. Los animales atrapados en un cepo, alanceados, Lu), las te!edoras peruanas, los vie!os, los hombres no agraciados (ísicamente, las escritoras resentidas, los inmigrantes, los niños que a$n no saben hablar, los parapl'?!icos, las co!itas como o los !#venes con síndrome de KoJn... -odos en el mismo saco como en esos anuncios de (undaciones ben'(icas de las ca!as de ahorro. >ui) los seres ms vulnerables son los menos ino(ensivos. Los que guardan dentro ms rabia. -ambi'n damos pena" inspiramos compasi#n. %elículas ms películas, candile!as, luces cenitales, sombras medias de cristal sobre la cara para di?(uminar las arrugas. Me quito la media de la cabe)a. Lu) taquígra(os. Lu) Lu). Y una conclusi#n obvia3 Lu) escribi# un diario que muchos pudieron leer. 2ncluso el vie!o ingeniero que a$n conserva una (uer)a titnica como la de los locos" la misma con la que Lu) pudo apretar la garganta blanquecina de la muerta. El vie!o ingeniero se cal)a las ga(as de vista cansada sobre la porreta de nari) empie)a a leer. i es que todavía sabe. Zarco no sabe leer. /o tiene o!os en la cara. Cree que se mata para ver un color. Cree que se mata por aversi#n a los m'dicos. >ue la menopausia vuelve locas a las mu!eres ?es posible que se est' acordando de su mam?. >ue se mata por celos o durante una curda que se nos va de las manos3 esto $ltimo es posible siempre que en los entresi!os avancen, a ritmo de saeta, otros pasos procesionales. Zarco piensa que los sonmbulos matan igual que )ombis salidos de la tumba. >ue dos hombres pueden matar porque necesitan deshacerse de todas sus esposas. Cree que se mata por escribir un libro. %or maldad. %orque se oen voces que te dicen HmataI. Zarco cree en 0arba)ul, en la casita de chocolate que devora a sus moradores, en vengali, en a?mond Chandler, en las hadas, en santa Marlene Kietrich que interpreta el papel de (alsa pitonisa, en el suero de la verdad en ip Rirb. En la noche del ca)ador en el enano saltarín. En el huso de la rueca que envenena a la beila Aurora. En los cabarets de %igalle de las novelas de imenon. En el canibalismo de *annibal Lecter en 2n?grid 0ergman, con su bata de psicoanalista, que tra)a líneas paralelas con la punta del tendedor sobre un mantel blanco procura que =regor %ec1 recuerde. Zarco cree en Kios, aunque 'l crea que no. Es un id#latra con un c#digo gen'tico parecido al de Lu), que es una mu!er mu triste. Zarco se pega sobre el iris dos lentillas de color a)ul cobalto que le impiden ver, poner en orden los acontecimientos, imprimir cierta l#gica a sus percepciones. %or mucho que 'l est' convencido de que poner orden es lo que debería hacer, no lo hace, no sabe hacerlo. Cree que dobla bien sus camisas, pero era siempre o quien le organi)aba el armario. Lu) taquígra(os. Lu) Lu). -engo mis hip#tesis la mente despe!ada. /o uso lentillas de colores. ' leer por deba!o de las volutas meta(#ricas. %or deba!o de las caras de las capuchas de los contribuentes que me quieren engañar. Ke la gente que, contando mentiras, revela las verdades del arriero las otras verdades que se esconden como chinches en las costuras. Do a mover los bracitos de Zarco, aba!o arriba, para desvelarle qui'n es el lobo, el hombre del saco, la bru!a del cuento, el picaro gordo que se lo comi#...
Kespu's de ms de doce horas patendome la calle con mi triste co!era, marco el $nico n$mero de tel'(ono que conservo en la memoria. ?@C#mo te encuentras B0aldado. ?Ya. ?@/ovedades B-enías ra)#n, Zarco. #lo se trataba de leer me!or. B@El diario on ms de las doce de la noche. Zarco parece adormilado por los medicamentos. Aunque no respondo a su pregunta, no insiste qui) porque le da miedo saber lo que tengo que contarle. eguro que ha estado dndole vueltas. /o reacciona. -al ve) est mu cansado pre(iere escuchar. En cuanto a mí, siempre me ha gustado complacerle. Me ducho, me visto, acomodo la plantilla en el interior de mi bota que adems lleva un al)a, guardo en mi bolso el diario. Co!o el metro , aunque primero hago algunas averiguaciones en el ambulatorio de especialidades en el que atienden regularmente a Lu), no mucho ms tarde llego al barrio donde se han producido las muertes de Cristina Esquivel de ose(ina Martín. /o debería estar aquí, pero me domina la curiosidad. >uiero cote!ar los relatos de Zarco de Lu), los relatos de dos hiperest'sicos, con mis propias impresiones. Así que, en principio, s#lo pido un par de días libres por asuntos propios. A Zarco le vendo mi iniciativa como un (avor que me pagar cuando o lo considere oportuno3 no debe perder un buen traba!o ni renunciar al dinero que le o(recen los Esquivel. Yo ser' sus o!os sus oídos B ser' mucho ms3 la inteligencia que a ratos le (altaB, no permitir' que nos relacionen" ser' su negra 'l saborear las mieles del '&ito pro(esional resolviendo un caso congelado por la policía. in embargo, he de ser cauta porque ha una nueva investigaci#n en curso los armadillos merodean. Aprendo algunas cosas del diario de Lu), entre otras esta hermosa palabra3 armadillos. /adie permanece impasible (rente a lo que lee3 alguna china se le cuela en el )apato, alguna mancha se le va dibu!ando en el pulm#n. -ampoco me olvido de que por ahí anda alguien a quien no le importa matar. *e tomado precauciones metiendo tambi'n en mi bolso3 un cuchillo de cocina, un destornillador, mi carn' de inspectora de hacienda por si alguien me pregunta qu' hago, adonde vo, por qu' quiero hablar con (ulano o con mengano... Adems, me siento protegida por mis conocimientos. uego con venta!a3 gracias al diario de Lu), creo que s' de qui'n he de cuidarme. ?@Ke qui'n ?>ui) mañana, qui) pasado, te lo podr' decir3 ho no quiero levantar un (also testimonio. Zarco ha sido un embaucador. n dominante. Me mantenía ba!o el peso de su pata de gato. Yo no quiero mentir señalando culpables de una manera intuitiva. /adie se merece ser tratado así. Cuando creo que Zarco va a ridiculi)ar mis años en un colegio de mon!as, mis labores de costura, los die) mandamientos, el pichi la camisa blanca, el carcter no tan pecaminoso de las mentiri!illas o de los rumores, 'l s#lo me hace una advertencia3 ?Cuídate tambi'n de los inocentes, %auli.
upongo que Zarco piensa en la blanda pali)a que le propin# Yalal *ussein o en la posibilidad de que +lmo sea un monstruo. En el miedo que se inspirarn, en este instante, una madre un hi!o. Ke momento, ni puedo ni quiero aliviarle de su temor ms pro(undo, aunque las palabras de Zarco me muestren su preocupaci#n por mi integridad (ísica. Me muestran su a(ecto , durante el lapso que dura un relmpago, esto unos escalones por encima de +lmo en el amor del hombre que una ve) (ue mi marido. Caigo recaigo en la misma trampa. /o me curo. El no me de!a curarme. /o sano porque cada noche, con la e&cusa de mi soledad, me llama me cuenta una vida de la que sería me!or que o no supiera nada. Zarco echa alquitrn sobre el piso o me quedo aprisionada en esa masa negra, caliente, de un olor penetrante que permanece en la nari) durante mucho tiempo. Eso son para mí los relatos de Arturo Zarco. En el (ondo, para 'l, mi amor es un motivo de orgullo. Y no es tan (cil renunciar a la vanidad. /i a las posesiones. -ampoco a la esperan)a. A la mía. %or eso, una noche tras otra, o tambi'n co!o el tel'(ono respondo resignadamente, pero llena de ilusi#n. Los dos lo sabemos. Ahora por lo menos llevo o la vo) cantante. %or 'l, tullido acostado, me envalentono3 ?/o debe temblamos la mano cuando encendemos la lu). Y la lu) se hace, no de golpe como si alguien apretara un interruptor, sino ms despacio, como si una mano retirase poco a poco las cortinas... ecupero el hilo que había perdido3 -e duco, me 5isto, acomodo la plantilla en el interior de mi bota 4ue además lle5a un alza, guardo en mi bolso el diario$$$
El barrio es tan vulgar como cualquier otro barrio del centro de la ciudad. %or el camino, tropie)o con hombres que mendigan con palomas aplastadas contra los adoquines. Levanto los pies para no pisar el despo!o. eparto algunas monedas. Los coches transitan por estas calles a demasiada velocidad. La boca me sabe a leche cortada compro una ca!a de chicles en un chino. El vendedor se calienta con una estu(a in(rarro!a. %arece embelesado con su culebr#n taiJan's. #lo sabe decir en español los precios los nombres de los comestibles que se e&hiben en los estantes. Leche, naran!as, cerve)as ro!as verdes "lo!as 5eldes" me corri!o3 ro!as 5erdes. Yo no hago parodia?. Latas de me!illones. +sitos de a)$car. %atatas (ritas. /o necesita ms. /o tiene tiempo libre para gastar nuevas palabras. %ara invertir en nuevas palabras. entabili)a su haber de nombres, pronombres ad!etivos numerales cali(icativos ?bueno, barato, rico, (rescoB mientras toda su (amilia se acurruca dentro de la tienda. iento sed. n poco de hambre a consecuencia de los nervios. Como en muchos otros lugares de esta misma ciudad, los camareros pasan la baeta por los mostradores. %or cierto, esta ciudad es Madrid, no un espacio mítico que podría estar en cualquier parte. /o es la (rontera retratada por la polaroid. Al pan, pan, al vino, vino. Quera, en esta ciudad que es Madrid, mu!eres uni(ormadas colocan multas en los parabrisas de los vehículos mientras los camareros algunos transe$ntes, que consigo ver a trav's del cristal de esta ca(etería, les clavan una mirada llena de algo que est mu cerca del odio. Camareros mu!eres de uni(orme viven de sus traba!os precarios. Kel camarero que me ha servido un ca(' con leche una porra s#lo me llaman la atenci#n los ec)emas de la piel. alen por el contacto permanente con el agua el !ab#n. Ke nuevo a la intemperie, los colores del barrio de sus vecinos son los colores normales de las cosas3 los ositos de a)$car son verdes, anaran!ados ro!os. -ampoco importa mucho de qu' colores sean, pero sigo constatando, (rente a las percepciones lis'rgicas de un detective pro(esional, que el ca(' con leche es de color ca(' con leche las (achadas
son ocres, albero, amarillentas. El uni(orme de la empleada municipal es a)ul como el cielo, que tambi'n es a)ul, como el mar como el color de los o!os de Arturo Zarco. 0orro esos o!os de mi pantone mental. %orque debo borrarlos, aunque me cueste. En estas calles, no todo es gris como en los (otogramas de las películas en blanco negro. e oe el ruido de los motores el piar de alg$n gorri#n. %ersianas metlicas de comercios que retumban al ba!arse o al subirse. /o ha m$sica de (ondo. La calle huele a tubo de escape a (rituras. A gente que (uma a la entrada de los establecimientos. La calle huele como todas las calles. %or poco que uno se es(uerce en emplear su nari). *uele. El edi(icio donde vivía Cristina Esquivel, donde viven Lu), +lmo, Leo, %iedad con su cara intacta en la desproporci#n la torcedura, tampoco presenta un aspecto (uera de lo com$n. n portero automtico roto. Escalera interior escalera e&terior. -reinta bu)ones. #lo die) corresponden a la escalera e&terior incluidos los locales comerciales. na descripci#n ms e&haustiva no sería nada ms que una p'rdida de tiempo. La historia se repite sin repetirse e&actamente. n niño, con no mu buen color, pedalea montado en su triciclo entre los muros del patio. Entonces recuerdo lo primero que debo hacer aquí3 levantar acta de los verdaderos los (alsos del diario de Lu). Kesvelar las estili)aciones narrativas de un detective enamorado. A trav's de ese e!ercicio, corroborar' una verdad que casi cono)co. na verdad que no es deslumbradora, sino vulgar, ordinaria. Así que he de acceder a los trasteros de las buhardillas , mientras subo los cuatro pisos, me do cuenta de que estos muros me resultan (amiliares, aunque o no tenga la suerte ?o la desgracia?de toparme por la escalera con los estra(alarios vecinos que a Zarco le salían al paso. Como a %hilip MarloJe, a quien las mu!eres los cadveres le caían del cielo. /o oigo a nadie que, mientras vo subiendo con mi )ancada desigual, me dedique canciones3 HKesde pequeñita me qued', me qued', algo resentida de este pie, de este pie.I /o adivino el o!ito de Leo detrs de su mirilla ni un el(o de o!os morados como la semana santa me sale al encuentro para darme la mano acompañarme en mi penosa ascensi#n. /adie me invita a un aperitivo ni a un t' con galletitas inglesas. En el descansillo del segundo observo un detalle del lat#n abrillantado de la plaquita del piso de la derecha, H2ngeniero de minasI3 escribo una uve de verdadero en el listado de mi pi)arrín mental al lado del dato correspondiente. -ambi'n anoto que los %ele) no han tardado mucho en encontrar una nueva chica para sustituir a su limpiadora habitual. Lo dems es silencio o esa superposici#n de sonidos que, como el tictac de los despertadores, anulamos del umbral de la conciencia para poder dormir3 pitorros de la olla que giran mientras se cuecen las legumbres, radios encendidas, conversaciones timbres, motores de batidoras el'ctricas que ligan la maonesa o trituran el pur' para niños o vie!os desdentados, alguna musiquilla de un programa matutino de la televisi#n, alguien que ensaa Bbastante malB con un instrumento de viento. Abro el diario constato la e&istencia, la tangibilidad de -on, el vecino del segundo i)quierda3 tra)o otra uve de verdadero al lado de su amor por los trombones. Mientras vo subiendo los cuatro pisos, s#lo veo una casa típica del distrito centro de Madrid, una casa de quiero no puedo, de clase media rampante. na casa sin planta principal ni ascensor de (or!a ni conser!e de librea. in pasamanos de lat#n bruñido que un empleado abrillanta con su algod#n mgico. in al(ombras ro!as sobre una escalerilla de acceso. na (inca que necesitaría una buena inspecci#n una rehabilitaci#n que (uera ms all de una mano de pintura. =rietas humedad recorren las paredes. Zarco escribiría en su cuadernito que parecen hiedra. *eridas vegetales.
Los armadillos no han debido de pasarse ho por aquí. La casa no parece mu vigilada. Es posible que, como comenta la curiosísima Lu), est'n en los cuartos de sus hi!os audndoles a hacer los deberes. La cama in(antil imita la línea aerodinmica de un b#lido de (#rmula 7 los action men se amontonan sobre una repisa. -anto el pap como el hi!o lucen sendas gorritas de b'isbol. El pap dice Hmu bien, campe#nI cada ve) que su cría obtiene correctamente el resultado de una suma. A las seis tienen hora en el psic#logo. %obre gente. *e de controlarme si quiero ser e(ica). /o me puedo perder en este tipo de lucubraciones. ?*asta el momento ha sido lo ms interesante de tu relato, %aula. ?-odo se pega... B... menos la hermosura. Zarco cree que so ms naí( de lo que realmente so. %ara 'l es distorsionante Bla ti)a que rechina sobre la super(icie de mi pi)arra mentalB que mi vo) le recuerde a la de Lu). /o entiende Zarco que, a di(erencia de 'l, cuando leo, aprendo. ?%auli... ?/o me llames %auli. ?%aula, d'!ate de (iloso(ías. /ecesito saber qu' encontraste en el trastero. ?Cunta impaciencia. u(rirs, Zarco. u(rirs. En el trastero del cuarto i)quierda, el trastero desocupado al que alude Lu) en sus te&tos, no ha ninguna mu!er saponi(icada. Al empu!ar esta puerta sin cerro!os, no he e&perimentado dudas. /i inquietud ni temor a equivocarme. /o he escuchado amena)adoras m$sicas de acelerados violines. abía que no iba a encontrar ni siquiera la huella, h$meda pega!osa, de la grasa de un cadver vie!o. #lo una suciedad esparcida, dispersa, olor a moho un rastro de heces que me hacen temer que la (inca necesite, adems de un repaso a sus vigas estructuras, un equipo de desra?ti)aci#n. Miro alrededor buscando sombras, hociquitos bigotudos, las espinas encorvadas de las ratas a)ul marino, alquitrn, ceni)a, con el rabo ms oscuro que el resto del cuerpo. atas que salgan de detrs de los !ergones apilados contra las paredes, de los cachivaches muertos de este trastero sin propietario. Cierro la puerta empu!ndola con el pie. Entonces es cuando me pica el cuerpo se me acelera el pulso. Zarco interrumpe un momento culminante3 ?@-e pica el cuerpo ?Yo tambi'n e&perimento una pro(unda empatia con Lu). 0a!o a toda prisa mientras tra)o una e(e de (also al lado de uno de los episodios ms dramticos del diario de Lu) Arran).
BF0endito sea KiosG El laico militante que no acumula valor su(iciente para ser un ateo negador B debería serlo por sus a(iciones sodomitasB, el hombre del gesto aparentemente interrogativo que, sin embargo, impuso a mi vida una serie dolorosa de correcciones de dogmas lapidarios ?HAhí te quedasI es el que recuerdo casi todas las noches cuando me meto en la camaB, utili)a en vano el nombre de Kios resopla, re)umando un alivio obsceno, cuando por (in tiene la seguridad de que su suegra B a nadie ms que a mí le duele utili)ar esta palabra? no ha matado con un ladrillo a una !oven madre para abandonar, despu's, el cuerpo en un trastero h$medo. espiro acompasadamente. La ira no me puede hacer errar el tiro. Cuento hasta die). Me controlo. Apunto. Lan)o mi saeta3 ?>ue el cuerpo no est' en los trasteros no signi(ica que la madre de los niños est' viva. Ke hecho, no ha aparecido, no est. ?@*as hablado con Kriss B-odo a su debido tiempo, Zarco. B/o me castigues, %auli. %or (avor, te lo pido. %ídemelo por (avor. %ídemelo como o te lo pedí a ti. H%or (avor. %or (avor. %or (avor.I Aunque no me sirviese de nada. B/o me llames así. B%aula, por (avor. Yo no le vo a engañar ni a consolarle en vano. Al menos, por ahora. Zarco no me de!a dis(rutar un poquito ms de su s$plica. + ha comen)ado a odiarme o es imb'cil. Ke no ser así, no so capa) de entender sus palabras3 B+lmo est desesperado... Ahora, +lmo cuida de Zarco en el apartamento de mi e& marido, pero a la mañana siguiente de la agresi#n, coincido con +lmo con Lu) en el hospital. Lu) no se parece a imone ignoret. Lleva una blusa unos pantalones anchos, en tonos tierra, no el ceñidísimo atuendo negro que Zarco trans(orm# en su eterno uni(orme para clasi(icarla como persona!e. El su!etador de Lu) no es una armadura puntiaguda ?lo noto?, pero su vo) sí suena un tanto aguardentosa , al mismo tiempo, (rgil. Lu) se va enseguida. u diario est ahora en me!ores manos. %ero ella lo ignora. Me dice3 B/os veremos. %ienso Hqui)I, pero no digo nada. Lu) se marcha no sin antes lan)arle un beso a su +lmo. Cuando su madre ha salido de la habitaci#n, la criatura se dirige a Zarco, postrado en su lecho del dolor, con los labios tirantes resecos3 ? /apito, @quieres un poco de agua, @un poco de cacao para los labios, @una toallita h$meda e me eri)a el pelo. La situaci#n me resulta grimosa. /o s' si me resisto a mis pre!uicios o a mi derecho a celar a sentir amor o nuseas. /o quiero imaginarme a +imo dis(ra)ado de criadita. Ke a)a(ata. Ke geisha. #lo es una criatura, vestida a la moda, que desvergon)adamente llama HpapitoI a un cuarent#n homose&ual. Me gusta, sin embargo, c#mo le ha devuelto el beso a su madre. Como si su madre (uera una mu!er con (ebrícula a la que 'l estuviese dispuesto a dispensar las atenciones necesarias, como si sus o!os contuvieran siempre un o(recimiento3 HMam, @qu' necesitasI +lmo trata a Zarco a su madre de una (orma similar o dudo de si esa actitud constitue un rasgo patol#gico, si
es la prueba de que su amor por mi marido es verdadero o la constataci#n de la sensibilidad de un muchacho que se ha apercibido de las similitudes entre su madre el hombre que ace en la cama del sanatorio3 un hombre que lo mira con una complacencia con la que nunca me mir# a mí. ?Kadas las circunstancias, eres incluso demasiado comprensiva... /o s' c#mo Zarco, a la manera de 0artoldi, ha podido leer mi mente, pero su vo) a trav's del tel'(ono parece sincera. >ui) me conoce mucho o o esto un poco cansada he dicho alguna cosa que hubiera debido reservar para otro momento. + qui) ha reparado ?un poco tarde?en que su comentario a prop#sito de la desesperaci#n de +lmo no ha sido mu oportuno. En mi pi)arra mental ?una pi)arra sobre la que se escribe con ti)a, no una de cristal transparente como las de las series de televisi#n?, tra)o un signo interrogativo porque +lmo, despu's de la lectura del diario de Lu), despu's del amor que Zarco le ha arro!ado por encima, se torna opaco3 todavía no s' si es un psic#pata que, por su apariencia libresca, ha (ascinado al detective, o un encubridor, o un ikikimori con ín(ulas de entom#logo que se ha enamorado de un hombre maduro. La $ltima suposici#n precisamente a mí no debería resultarme di(ícil de creer. %or todo ello tambi'n por la sospecha de que s#lo es un pobre chico que cuida de una madre complicada, +lmo me produce una me)cla de ternura repulsi#n. Como un perro abandonado al que le saltan las pulgas por el lomo. /o puedo de!ar de lamentarme por 'l, pero no lo vo a adoptar, no le vo a pasar mis limpias manos por la pelambrera ni le vo a comprar un cestito para que duerma !unto a mi cama. Es posible que el perro muerda. /o quiero que mi piedad, como siempre, me devore. El perro se pudrir o me quedar' con mi pena improductiva dentro del crneo. Como una agu!a que me provoca migraña. Entonces ni era ni ser una pena improductiva, sino un arma, un estilete. *e llegado a esa conclusi#n mu a menudo. Co!o aire. Cuento hasta die). Me rebelo , por haberme hablado de la desesperaci#n de +lmo, le devuelvo a Zarco la pelota3 ?Cuídate t$ tambi'n de los inocentes, querido. Kespu's a no le tolero que me d' r'plica. Le de!o con el pensamiento (i!o en la imagen de las manos ampliadas de +lmo que, tren)ando un cord#n, (orman una cunita de gato.
Mientras Zarco se tortura, retardo el comien)o de la narraci#n de mi encuentro con Kriss. Al ba!ar de los trasteros, una vo) me llama a trav's de una rendi!a. Cuando me apro&imo, escucho un regaño3 ?@%or qu' ha subido a los trasteros sted no es vecina. ?Esto revisando el inmueble. o inspectora. /o le aclaro a Leo si so inspectora de la policía nacional, de hacienda, del auntamiento o del ministerio de educaci#n, pero ella enseguida lo asocia con las grietas de su piso, con las que rodean los vanos de sus balcones como arrugas. A Leo le han dicho que pueden provocar un desprendimiento de la (achada, una catstro(e, como esas e&plosiones de gas que imp$dicamente de!an al aire el interior de las viviendas, los comedores, las alcobas, sobre el anor'&ico esqueleto de las vigas. La casa, desnuda, no dispone de manos su(icientes para cubrirse las vergNen)as. /i un paño de pure)a ni una ho!a de parra se tienden sobre el cubículo de Leo, que teme el derrumbamiento la hecatombe, no va a de!ar pasar la oportunidad de que una inspectora lleve a cabo un diagn#stico de los peligros de las posibles curas. BLo $nico que tengo es mi casa. Y parece que su casa es como su cuerpo. Leo corre su cadenilla me tira del bra)o para que entre. Antes me limpio los pies en el (elpudo. Ella me observa con aprobaci#n3 su casa es un recinto sagrado de baldosas brillantes ba!o sus )apatillas sin pompones. e (i!a en mi pierna mientras, como los caballos, caracoleo con las patas sobre la crin del (elpudo3 B@La polio Leo no est mu in(ormada de los avances de la medicina. 2gnora que ha en(ermedades erradicadas o tal ve) es que acaba de ingresar en ese periodo de la e&istencia donde lo $nico memorable es un pasado in(antil en el que no e&istían a$n los antibi#ticos ni ciertas vacunas los niños acababan con cicatrices en las a&ilas a causa de un simple golondrino. Leo me ha mirado con conmiseraci#n, o le devuelvo el mismo tipo de mirada3 me encuentro con una mu!er maor que usa unas enternecedoras ga(as bi(ocales. Cuando en(oca la vista hacia mis canillas, a Leo se le trans(orman los o!os en o!os de congrio. La nari) ?sí, Zarco? es de orangutn, de anchos agu!eros. La mata de pelo no es de un blanco niveo, polar o eb$rneo ?no, Zarco?, sino que aparece entreverada con hebras oscuras. eguro que Leo duerme con redecilla para que el peinado se le conserve. e ahorra unos cuartos en los gastos de peluquería. Me acuerdo de mi abuela me pongo sensible. -ampoco, si quiero ser e(ica), me convienen estos sentimentalismos ni estas asociaciones. Leo va en bata lleva los labios pintados. us o!os se encogen mientras o le do una breve e&plicaci#n sobre mi co!era que a ella no parece importarle mucho. Est ocupada volviendo a echar la cadenilla dando dos vueltas a la llave en la cerradura. BEs que vivo aquí sola, @saber %ero si alguien entra, que se vaa preparando. Con un movimiento de barbilla, Leo señala una espada de acero toledano que cuelga de un gancho. BDeo que se protege usted bien. BA, hi!a, es que ha habido muchas muertes en esta casa. La chica que me limpiaba... ?F/o me digaG
Leo suelta una onomatopea que signi(ica que sí. Yo pongo cara de arrepentirme de esa inspecci#n que ella quiere que haga a toda costa. Leo me tranquili)a dndome unas palmadas en el hombro. ?/o es para tanto, hi!a, no es para tanto. obre la mesita del recibidor, distingo un montoncito de recibos del gas de la lu), un boleto de no s' qu' nueva quiniela, tres billetes de die) euros recogidos por un clip, recetas de medicamentos, el (olleto de una residencia de ancianos... ?A mí de aquí me llevan con los pies por delante. ?Mu!er, si usted est estupendamente. ?/o se crea. /o sería la primera ve) que lo intentan... Leo va a lo suo. Me enseña las grietas del sal#n. %ero permanece atenta a los ruidos procedentes del patio del rellano. Ke repente, se queda inm#vil, agu)a el oído, se aprieta la bata contra el cuerpo3 B@%asa algo Bube Clemente. ?@u hi!o B/o. El de los vecinos de arriba. ?FAhG Bn buen hi!o. /o tiene muchas luces, pero puso alarma vigilancia en la casa de sus padres. e gast# el dinero. Leo pone ese gesto que se hace cuando algo es de categoría. Al instante, vuelve a agarrarme del bra)o para que la acompañe a la cocina. La casa huele a a!os (ritos algo chisporrotea ba!o la tapa de una sart'n. ospecho que si pudiera abrir la nevera tomase nota del n$mero de huevos, de la marca de vino que consume, de la cantidad de lcteos de una marca blanca que acumula, llegaría a conocer a Leo mucho me!or. ?*o vienen a comer mis hi!os. ?@Cuntos son ?Cinco. Y los cinco estn deseando que me muera... Leo se ríe , de repente, me arrepiento de mis pre!uicios contra esta anciana atemori)ada, sola, que se tapa la cabe)a con el edred#n" una mu!er que tiene miedo de dormirse por si no vuelve a despertar a la mañana siguiente, por si no oe que una banda de ladrones, contratada qui) por sus (amiliares cercanos, pega una patada a la puerta la derriba. A Leo la matan dentro de su propia cama. La ternura se agranda3 sobre el escurreplatos veo la piel de una ra!a de chori)o un vaso de durale&. Leo percibe mi melancolía3 BFMu!erG >ue era broma. Me asomo detrs de la nevera como si buscara humedades. Leo se con(orma con mis prospecciones. Ke repente suena el timbre del tele(onillo sale a ver qui'n es. La tele est encendida. Es el ruido de (ondo de la casa. B@Cartero comercial FY una mierda cartero comercialG A Leo se le va la (uer)a por la boca. Kuerme con un o!o abierto otro cerrado. %one los bra)os en !arras. Quer)a la garganta. %ega primero para evitar el golpe. Mira ansiosamente a su alrededor como un en(ermo de al)heimer en el centro de un cuarto desconocido. -odos lo son. Ke hecho, es como si Leo a no conociera a nadie. -ampoco en esta comunidad. Estira el cuello" -ensa los m$sculos. e prepara.
Duelve a la cocina resoplando, husmea, levanta la tapa de la sart'n da una vuelta a unos tro)os inidenti(icables de animal. Me llega una vaharada grasienta. Leo quiere conocer las conclusiones de mi inspecci#n3 B@-odo bien B*e tomado nota de algunas cosas, pero usted no se preocupe que no son importantes. Leo es ms ba!ita, menos corpulenta de lo que o me imaginaba. %erro ladrador. Mi imagen mental de Leo, mi anticipaci#n, mi aversi#n prematura, todo eran impresiones inducidas, no e&actamente por personas de mala voluntad, pero sí por gente que s#lo ve lo que espera que se mira remira el interior del ombligo. =ente que no sabe ponerse en el lugar de los otros. %ongo una e(e de (also en casi todas las observaciones del diario, aunque en 'l detectase a veces cierta comprensi#n hacia Leo. %ongo una e(e de (also en las palabras en los pre!uicios del detective. /inguno de ios dos ha entendido casi nada. Yo, sin embargo, lo veo casi todo claro como la lu).
Corren lenta pero ine&orablemente las bobinas de mi magnet#(ono mental. Mis imaginarios aparatos de investigaci#n se amontonan en el desvn de mi cabe)a , por supuesto, datan del pasado siglo. B@-an claro como la lu), @qu' ves tan claro como la lu) BDeo claramente todo lo que no pudo ser. B/o te entiendo. ?er por la conmoci#n cerebral. B/o tengo conmoci#n cerebral. ?%ues entonces no me hagas decirte por qu' podría ser... %unto en boca. Zarco a$n no merece atesorar todos los datos para poder decidir si est en peligro. i se ha equivocado del todo. i lo han utili)ado. >ui'n ha podido hacerlo. Ketengo suavemente el triciclo del niño que da vueltas en el patio interior. Kesde casa de Leo oía las rueditas contra las losetas, he pensado que el niño sería para el padre como una contraseña dulce. El niño me mira. %arece un niño al que no le hacen demasiado caso. Le pido que me acompañe a su casa porque necesito hablar con su pap. %ese a lo que pudieran pensar Zarco o Lu), el niño me entiende. Al llegar a su rellano, me pide que le levante un poco para apretar el bot#n del timbre. /o retira el dedo hasta que su padre abre. Kriss se sorprende al ver a su hi!o en compañía de una desconocida. Cuando de!o al niño en el suelo Bme ha enorgullecido la con(ian)a que ha depositado en mí esta criatura que presuntamente est retrasada para su edad que emite una $nica palabra, casi una ono?matopeaB, el padre me escruta. /o le desagrada mi aspecto. A mí el suo tampoco. Me sorprende no haber encontrado ni en el diario de Lu) ni en el relato de Zarco un indicio de que este hombre me pudiera gustar. us o!os parecen pintados. ?#lo te acuerdas de lo que te da la gana. Yo a te había dicho que tenía unos o!os amielados pro(undísimos, %auli. ?/o me llames así. Las arrugas las o!eras le (avorecen. -al ve) cuando era ms !oven Kriss carecía de atractivo, pero ho es un hombre que, por su apariencia, no puede ser un est$pido3 s#lo alguien que su(re. na curva deba!o del !erse sugiere blandura. e sonro!a al comprobar que le miro el vientre. Duelvo a concentrarme en su cara. /o duerme bien (uma demasiado. -iene la dentadura casi negra como la de los (umadores de pipa. u cuerpo sugiere cierta degradaci#n, abatimiento, humanidad. Me pregunto de d#nde procede la triste)a de este hombre. ememoro algunos prra(os del diario de Lu). >ui) a s' de d#nde proviene la melancolía de Kriss el temblor de sus manos, grandotas. Yo llevo la cara lavada. Mi pelo es largo oscuro. %are)co una buena mu!er. Y so lo que pare)co3 una (uncionaría de hacienda que saca su identi(icaci#n del bolso. Ya no so la inspectora de grietas humedades cuos servicios precisaba Leo. Me da igual contradecirme. Ke todas (ormas, no creo que vuelva a poner los pies en esta casa he decidido o(recerle a cada quien lo que necesita, ponerme en su lugar, tender puentes de la misma manera que a Kriss le tiendo la mano3 B%aula >uiñones. Encantada. Kriss ladea su cuerpo para que o pueda pasar. Me invita a sentarme en una de las butacas del sal#n. Le pregunto enseguida por su mu!er. Es a lo que he venido. Mira hacia
el suelo Bese gesto no es un automatismo de mi relato ni una vaguedad3 lo hemos recogido al menos tres observadores? contesta3 ?Est de via!e. Kriss no renueva sus mentiras. + qui) no inventa mentiras en absoluto. Le in(ormo de que he venido a reali)ar una inspecci#n , como Kriss desconoce los protocolos del ministerio, me cree. Me pongo nerviosa. Me suenan las tripas porque no me gusta mentir. Kesde la cocina, me llegan los vapores de la s'mola, la verdura el cordero con que se prepara el cusc$s. 2nsiste en que su mu!er est de via!e en que no cree que 'l me pueda audar. Mientras hablo con este hombre no me imagino nada, no hago ni deshago hip#tesis. #lo atiendo a sus lac#nicas respuestas le (ormulo preguntas para audarle a respirar. Es como si a Kriss le (altase el aire o le a(lo!ara poco a poco el cintur#n. B@Ke via!e, @a qu' se dedica su mu!er e&actamente En mi documentaci#n consta que... ?Es comercial. Kriss se ha inclinado sobre mis papeles, adoptando una actitud colaboradora con mi traba!o. /oto que, aunque le gusto, le encantaría que saliese por la puerta de su casa cuanto antes. Ol no puede saber que me est brotando una e&traña sensaci#n que me mantiene pegada al asiento que me obliga a mirarle cada ve) ms a los o!os3 la sensaci#n de que no es 'l quien me puede audar a mí, sino de que so o la que le puede audar a 'l. ?Ya. %ero hace mucho tiempo que no pasa por aquí, @verdad BEs comercial via!a mucho. El hombre no me miente. Mientras Zarco me relataba la evoluci#n de sus investigaciones, o iba adelantando traba!o por mi cuenta. >ui'n sabe si con la intenci#n de llegar a sorprenderle un día. Ke anticiparme con mis descubrimientos de manera que 'l, por (uer)a, no pudiese as(i&iarme con su patita elegante de gato de angora. Yo había comprobado en la base del ministerio algunos datos de identidad de los implicados en el caso, entre otros, la ocupaci#n de la esposa de Kriss, %ilar eig, treinta cinco años, madrileña, casada con dos hi!os, representante comercial de una empresa de papelería ob!etos de o(icina. Es verdad que su traba!o la obliga a via!ar mucho tambi'n es cierto que Kriss s#lo guarda una respuesta para hablar de ella. ?Dia!a mucho. Adopto un tono comprensivo que no tengo necesidad de (ingir. Me aprovecho de que me mira con cierto deleite incluso cuando se ha (i!ado en mi co!era inmediatamente despu's de invitarme a pasar. Me pongo de su lado como si olvidase mi papel de (uncionaría s#lo (uera una mu!er que se preocupa por un hombre solo por sus hi!os pequeños. Le inspiro con(ian)a no he de volver a interrogarle para que 'l insista3 B-iene mucho que hacer. /o se me pasa por la cabe)a hablarle a Kriss de Cristina Esquivel o de ose(ina. #lo quiero averiguar por qu' %ilar eig no est ni con su (amilia ni saponi(icada en los trasteros. Kebo evaluar no s#lo la cantidad de verdaderos de (alsos del diario de Lu), sino tambi'n sus calidades. Kebo saber si traba!o con símbolos si esos símbolos representan algo ms que la sintomatología o la llamada de socorro de una mu!er triste a la que casi a no le quedan (uer)as. %ara lo que o necesito averiguar no me conviene que Kriss me relacione con asuntos que puedan hacer que se oculte en el (ondo de su guarida. usto en ese rinc#n al que o no llego con mi palito. Kriss es un hombre cargado con un peso del que necesita liberarse que posiblemente no se relaciona con la cr#nica negra de
esta comunidad. igo meti'ndome en su piel , sin es(or)arme mucho, consigo mirarlo con ternura3 B@Y los niños BYo me encargo de los niños. Kriss se pone duro para )an!ar la conversaci#n. /o le sale , de repente, o so otra mu!er3 una que no reneg# hace a bastantes años de su instinto maternal3 B%ero los niños necesitan una madre. B-ienen a mi madre. Aquí con nosotros. Esto a punto de contarle a Kriss una historia. La de una (uncionaría del Estado que ha tenido dos hi!os con un detective de o!os a)ules con el que vive (eli)mente en un piso precioso del que a han pagado la hipoteca. La de una mu!er que tambi'n traba!a mucho que siempre lleva las (otos de sus hi!os encima pasa los (ines de semana en el campo dis(rutando del aire puro de las cristalinas aguas minerales. Zarco no me interrumpe. e reserva para sí sus impresiones. /o dice ni una palabra. Echo de menos el comentario. La disculpa. Como no llegan, pongo (in a mi pausa. Co!o aire, regreso al momento de la mañana al sal#n donde vuelvo a mostrarle a Kriss una insistencia cariñosa3 ?%ero no es lo mismo una madre que una abuela, @verdad ?Mi mu!er no puede hacer ms. -raba!a mucho. ?%ero mucho. %ara pronunciar la $ltima (rase he sonreído amistosamente. *e inclinado mi cuerpo como si de un momento a otro pudiera ro)ar a mi interlocutor o e&tender mi mano para ponerla sobre la sua. /o lo hago. igo sonriendo mientras Kriss, ba!ando varios tonos una vo) con la que en condiciones normales a habría que agu)ar el oído, e&presa su vergNen)a3 ?Yo no gano mucho. BEntonces ella se hace cargo de la maoría de los gastos. ?%asa un tal#n. Kriss resbala. Duelvo a inclinar mi cuerpo hacia adelante. Qreno mi mano, que esta ve) sí le habría tocado de no ser porque cuento uno, dos tres, retengo el aire en mis pulmones al e&halarlo me atrevo a ser demasiado insistente, casi pesada3 ?@n tal#n Entonces, @nunca pasa por aquí %ero 'l no se crispa. e deshace de su (ardo empie)a a revelarle a una e&traña visitante su humillante verdad3 ?/unca. Kesde hace un año. /unca. A Kriss se le quiebra la vo). Es un hombre abandonado. %ilar se (ue. Kriss me con(iesa que ella podría denunciarle. El no cumpli# lo prometido. La engañ#. %ilar descubri# hace cosa de un año que Kriss mantiene a otra (amilia en Marruecos. Le odia. Kesde entonces, %ilar de!# de querer a sus propios hi!os. >ui) se ale!# para no maltratarlos. e daba miedo a sí misma. + estaba harta. El pequeño a no se acuerda de ella. 2smael sí, se acuerda. Y Kriss no sabe si es me!or que su madre no regrese nunca o que apare)ca de pronto para cuidarlo con sus brutales demostraciones de a(ecto de preocupaci#n. ?El niño comía mal. Me acuerdo de algunos pasa!es del diario de Lu) se me pone la carne de gallina. Escribo otra uve de verdadero al lado de los gritos, las amena)as de muerte los olores nauseabundos. na uve de verdadero de primera calidad. Duelvo a Kriss so
per(ectamente consciente de que, por mucho que haa querido sentirme inclinada hacia 'l, ahora s#lo me detengo en su dentadura estropeada. Echo de menos el olor a eli&ires de Zarco. /o puedo engañarme. Kriss s#lo me cae bien eso hace que mi preocupaci#n le llegue en (orma de una e&traña pro&imidad, de un calor imprevisto, que le hace sentirse c#modo seguir respondi'ndome cuando o le pregunto3 ?%ero @ha hablado alguna ve) con ella durante este tiempo ?Claro. Ella est en -eneri(e en casa de su hermana. Kriss se tapa el rostro. iente vergNen)a. *umillaci#n. B/o pasa nada. -odo est bien. +igo mi vo) tranquili)ando a Kriss me descubro con su gran crneo sobre mi rega)o. Le esto acariciando el pelo tengo la (alda h$meda de llantos de babas.
?Entonces, %ilar est en -eneri(e. in saponi(icar. A Zarco no le interesa, ni como hermoso remedo de una /ieta contempornea, la escena que Kriss o hemos interpretado en su honor. e ha espabilado saca conclusiones sobre lo que de verdad le importa3 BEntonces, Lu) no le hi)o nada a esa mu!er. B%arece que nadie le hi)o nada a esa mu!er. A Zarco vuelve a escaprsele una de sus e&presiones meapilas de alivio3 BF0endito sea KiosG B%or siempre, bendito alabado. Los años de misas obligadas me llegan a la punta de la lengua. *e digerido bien los alimentos de mi educaci#n cat#lica no vo a olvidar las r'plicas ni los ritos por muchas veces que nos cambien la letra del padrenuestro. Zarco calla o aprovecho su silencio tele(#nico3 ?Lo que no quita para que alguien sí que les hiciera algo a otras dos mu!eres. ?@Kriss ?@A ti no te parece que Kriss a tiene bastante B@La madre de los niños ?Zarco, @qu' ests diciendo Zarco cae en el absurdo. enuncia al principio de racionalidad. Las causas, los e(ectos la nava!a de +ccam. La posibilidad de conocer el cora)#n de los seres humanos sus motivos. enuncia a los t#picos universales. e agarra a la locura a la e¢ricidad para que s#lo la prueba (ísica, la disecci#n del (orense en un habitculo rematado en b#vedas, nos marque el camino para entender una acci#n brbara. %ero nada es tan ca#tico. Zarco se siente descubierto tambi'n 'l se avergNen)a. /o se cree sus propias palabras o, como si mane!ara un control remoto, al rev's que a Kriss, le oprimo la cintura con el cord#n de su pi!ama3 BCuando Cristina Esquivel (ue asesinada, %ilar a había abandonado a su marido. -odo es, querido Zarco, muchísimo ms (cil. Zarco est dispuesto a renegar de las m&imas que orientan su labor pro(esional. Manotea en la direcci#n que le permita esquivar esta resaca que lo est arrastrando mar adentro. Yo, que le do aguadillas, tambi'n esto aquí para evitar que se ahogue. %orque pas' con 'l algunos años. E&culpar a Lu) es para Zarco una (elicidad. %ero no la (elicidad. %orque e&culpar a Lu) no es tan bueno como e&culpar a +lmo. En su pensamiento vuelve a aparecer la imagen del (am'lico !oven con su cuna de gato tirante entre los dedos. ?Me ests haciendo daño, %auli. /o tanto, Zarco. Me muerdo la lengua. ?/o me llames así. Zarco quiere que me desmorone. >ue le consuele. >ue le diga que no se preocupe que las cosas son tal como 'l quiere que sean. %ero no. /o vo a sostener su cabe)a en mi rega)o, mientras llora, ni le vo a susurrar3 H/o pasa nada. -odo est bien.I %or una ve) no co!o aire, no cuento hasta die), no me controlo3 B/o tanto, Zarco. /o tanto. ?Mucho, %auli.
BLo cierto es que +lmo es la persona que ms oportunidades tuvo de leer el diario de Lu). %uedo ver su palide). El incipiente dolor a la altura del píloro. i el chico se ha quedado a dormir, qui) Zarco lo observe un segundo para velar su sueño deleitarse con las ang'licas alitas que le nacen en los om#platos, o para comprobar que +lmo sigue computa sus reacciones mientras el papito habla conmigo. Zarco tarda hasta volver a pegar la boca al altavo)3 ?%ero (ue ella quien lo escribi#. Bin embargo, ella no pudo matar. ?@%or qu' ests tan segura ?%or lo mismo que s' que %ilar estaba (uera cuando mataron a Cristina. Es lamentable que Zarco se haga el tonto. %ero se lo hace3 ?@%or qu' ?%orque he leído el diario. ?Y o. n, dos, tres, cuatro. Co!o aire. Me muerdo la lengua para no recordarle que 'l mismo me entreg# el diario de Lu) porque se daba cuenta de que no lo había leído bien. 2nspiro por la nari) espiro por la boca. Cambio de tercio de banderas3 ?@*as leído el diario no quieres saber d#nde he estado esta mañana antes de subir a los trasteros ?%aula. B@*as leído el diario no quieres saber si he conocido a 0artoldi ebobino. Me despierto, me ducho, me visto, coloco mi plantilla en el (ondo de una bota que, adems, se remata con un al)a de unos cinco centímetros. %reparo el cuchillo de cocina, el destornillador, el diario, las credenciales de (uncionaría del ministerio. Me encamino hacia el ambulatorio de especialidades m'dicas del que María Lu) Kivina Arran) Casas es paciente habitual. El metro es un asco, aunque no por su (alta de limpie)a. /adie tiene pinta de ir a secuestrar ning$n vag#n. /adie va a celebrar ninguna bacanal clandestina ni de repente, por deba!o de los ropa!es marrones grises de los via!eros, asomar el esplendor de un enca!e hermosísimo o de una camisa haJaiana. Mi vecino de asiento no parece un e& bo&eador sonado ni un tra(icante. Alrededor, pocas aventuras algunas posibles e&istencias, (am'licas hastiadas en la misma medida, que se ba!arn al (inal de la línea para coger un autob$s que las condu)ca a una peri(eria todavía ms rec#ndita. =ente que resuelve cuadernillos de crucigramas o lee peri#dicos gratuitos. M$sicos que pasan un monedero semiabierto. La canci#n no se parece en nada a la versi#n original. Echo algunos c'ntimos en su interior oscuro. ?Ah#rrame de los relatos sociales los cuadros de costumbres. Esto en(ermo. ?Zarco, no tienes educaci#n. ?Kisc$lpame. %or (avor, sigue. En ning$n centro de la seguridad social de Madrid traba!a un psiquiatra que se apellide 0artoldi. Es ms, no aparece ning$n m'dico con ese apellido ni en esta comunidad ni en ninguna otra. *a dos 0artolom's Bun ne(r#logo un pediatraB, un 0'rtolo B especialista en aparato digestivoB una 0artolomeJ, otorrinolaring#loga, que lleg# a España hace die) años desde nuestras antípodas. /inguno de los cuatro m'dicos guarda en su archivo un e&pediente en el que (igure el nombre de Lu). na compañera de la seguridad social me (acilit# la in(ormaci#n !usto cuando acab' la lectura del diario.
%orque 'sa había sido la primera pregunta que me (ormul'3 @e&istir alguien tan encantador como 0artoldi @Alguien que te llame HqueridaI despu's de cada orden, conse!o, despu's de cada (rase consoladora de cada diagn#stico @Alguien que te ría incluso los peores chistes, te recete pastillas que puedan ser letales o alucin#genas asista impert'rrito a la narraci#n de tus sueños h$medos de tus asesinatos @Alguien a quien le puedas decir, sin abochornarte, que tus hormonas son mos4uitas redondeadas @Alguien, sin cara, sin huellas dactilares, sin antecedentes sin n$mero de carn' de identidad, por quien llegu' a envidiar a Lu) Como era previsible, el doctor 0artoldi no e&iste debemos interpretar las palabras de Lu) ba!o el prisma de las estrategias narrativas, qui) de los deseos, ms que de las con(esiones. Zarco no las tiene todas consigo3 ?@Ests segura Qin!o que no he llegado a oír su susurro Bseguro que se ha puesto la mano delante de la boca para hablar discretamenteB prosigo con mi reporta!e m'dico. E&iste, sin embargo, la doctora Llanos, que e(ectivamente es la ginec#loga con la que Lu) pasa consulta una ve) cada seis meses. Kesempeña sus (unciones en el centro de especialidades que a Lu) le corresponde por )ona. La doctora Llanos, entre inc#moda sorprendida, entre autoritaria servil, me recibe porque me he anunciado como la inspectora de hacienda que, sin lugar a dudas, so. Ella, aunque est en horario de consulta así me lo indica, se presta a escucharme3 Bsted dir. -odo lo que le digo a la doctora Llanos a(ecta a sus intereses econ#micos denuncia sus escarceos con la sanidad privada, su consulta particular en un barrio de chalecitos, sus posibles incompatibilidades su ms que probable doble contabilidad" pongo estas cartas sobre el tapete, pero le prometo a la doctora que no las utili)ar' a no ser que me vea obligada a ello. La doctora Llanos, contraviniendo !uramentos hipocrticos otras promesas, certi(ica la debilidad emocional (ísica de Lu) Arran), no sin antes esbo)ar una !usti(icaci#n3 ?-engo que vivir. eguramente es verdad se me parte un poco el alma cuando observo c#mo le tiembla el labio mientras me resume sus in(ormes3 ?La paciente, en este momento osteop'nica, presentaba hace un año una osteoporosis bastante preocupante que me oblig# a medicarla. El temblor del labio de la doctora se va apaciguando a medida que avan)a en sus e&plicaciones, aunque no entiendo c#mo alguien así podría despertar tanto pnico en Lu). %ienso en el ele(ante asustado por el ratoncito. %ero la imagen se dilue en cuanto me viene a la memoria mi propia vulnerabilidad en el ambulatorio3 he cogido una gripe o me ha nacido en alg$n punto del cuerpo, que nunca me había notado, un dolor que no so capa) de identi(icar. Agudo, persistente, cíclico, espasm#dico, intenso, sutil, super(icial, cr#nico, insoportable, llevadero, intermitente, (lo!o... Kudo que sepa describírselo al m'dico que me atiende desde detrs de la pantalla de su ordenador. na molestia, un calambre, un runr$n, un latiga)o, una contracci#n, un ahogo, un pincha)o, un pelli)co, un retorti!#n, una tirante) o presi#n, un temblor, un latido en una desconocida membrana. >ui) en una (ibra o en un #rgano vital. 2ntuo un dolor o un no dolor que s' con certe)a que es el que puede llegar a matarme. Líquido libre en mis cavidades oscuras.
Mi empatia con Lu) es intensa. 0orro de mi pi)arra la caricatura del ele(ante asustado ante la burla de un rat#n que se ha vuelto de pronto chulo, provocador boca)as. n rat#n que ha trasegado el !ere) de un catavinos se pone violento sin considerar lo e&iguo de sus dimensiones. ?eñora >uiñones, @se encuentra usted bien B%er(ectamente. Me concentro, aunque se me pone la carne de gallina s#lo con pensar que la doctora puede acercarse para tomarme la temperatura o para echarle un vista)o a mi revelador (ondo de o!o. El que me acusa de mis carencias de mis pequeñísimos vicios. Algo mu privado. Mi desnudo. La doctora Llanos completa su in(orme3 BYo no recomend' a Lu) Arran) la escritura de ning$n diario terap'utico. -ampoco vi la necesidad de derivarla a ning$n especialista en psiquiatría. #lo le recet# pastillas de calcio. Zarco se interesa por un detalle est$pido3 ?@Ke qu' color ?0lancas. Las mortí(eras pastillas blancas3 calcio para re(or)ar los huesos de una mu!er con menopausia preco)... ?Adems, (umadora. Aunque ella no quiera reconocerlo ?añade la doctora Llanos, una pro(esional reconocida, que pone en duda la (ortale)a de su paciente para agredir matar a nadie. Lu) carece de la energía necesaria para estrangular a una mu!er !oven, de comple&i#n atl'tica, de uno setenta cinco de estatura, deportista en un inme!orable estado de salud seg$n se desprende de los datos de la autopsia. El inme!orable estado de salud de los cadveres, con el t#ra& abierto el cerebro a la vista sin su tapadera #sea, sobre la mesa del (orense, nos provoca cierta hilaridad. El labio casi ha de!ado de temblarle a la doctora Llanos. Yo, despo!ndome de mis hipocondrías o a causa de ellas, mato dos p!aros de un tiro3 B@%odría usted darme hora en su consulta privada La doctora Llanos tiene que vivir. A mí no me vendr mal que alguien eche una mirada en mi deshabitado claustro materno. La doctora revisa su agenda secreta me cita dentro de una semana a una hora en la que no ser necesario que pida otro día libre por asuntos propios. *ar' respiraciones en un espacio de color almíbar donde no me importar separar los muslos para que la doctora introdu)ca el esp'culo, el gatito hidrulico con el que la vagina cobra la apariencia oscura de una boca sin dientes. /o tendr' que leer estos carteles s#rdidos con conse!os para prevenir ata!ar el cncer de mama" no mirar' el interior de estas vitrinas llenas de cristalitos donde se e&tienden los (lu!os de las citologías. er un lugar per(ecto con hilo musical. na habitaci#n que no oler a 'ter o a desin(ectantes, donde la doctora me embadurnar con un gel para reconocer (ondos submarinos, pi'lagos, a los que nunca lleg# el o!o humano. ?%auli, ests perdiendo la cabe)a. ?/o me llames así. Ahora la doctora Llanos est casi rela!ada me (acilita una in(ormaci#n que, de otra (orma, se hubiera reservado3 ?La osteoporosis hubiera provocado que a Lu) se le (racturase alg$n hueso en su improbable intento de matar. ?@sted la descartaría La doctora cabecea3
BCasi completamente. Me despido de la doctora con un apret#n de manos. *e comen)ado con buen pie esta investigaci#n. Zarco debe de barruntar mi grati(icante recuerdo de esa seguridad que despu's me ha trans(ormado en una mu!er cautivadora Bmaternal con(ortableB para el gran crneo de Kriss, porque me interrumpe abruptamente3 ?i la Llanos no le sugiri# a Lu) que escribiera un diario, @crees que alguien lo haría ?%or supuesto. B@>ui'n BClaudia =aos.
-engo la (alda empapada de las secreciones de Kriss sospecho que las escritoras suelen traba!ar en casa. Con Claudia =aos no creo que deba desempeñar mi o(icio de inspectora del auntamiento, de hacienda, de la policía. A ella le puedo e&plicar, sin demasiados tapu!os, qui'n so qu' hago aquí. %ongo (rente a su mirilla el diario de Lu). +igo una carca!ada tras la puerta. Kespu's Claudia me abre enseguida me pregunta3 B@>uieres cambiarte B/o. /o hace (alta. /o te preocupes. Me arrepiento enseguida de no haber aceptado el o(recimiento. La tela de la (alda se me pega demasiado a los muslos , sobre todo, me gustaría conocer su cuarto de baño. La bañera que (ue el contenedor de su muerte. B%ara haberte desangrado en la bañera, tienes buen aspecto. Claudia vuelve a reírse. Es una persona e&traordinariamente risueña. Kesde alg$n lugar de la casa desconocido para mí, aparecen dos gatos blancos, alertados por la risa, que se (rotan contra las pantorrillas de la escritora. Los oigo ronronear mientras escribo otra uve de verdadero en mi pi)arra. La vo) del ama los incita los animales ronronean a$n ms, como pequeñas naves espaciales preparadas para el despegue. i Zarco hubiera conocido a estos dos gatos blancos de pelo corto, la (igura de dos armiños, de dos voraces vampiros capaces de chupar toda la sangre de un hombre, se hubiera dibu!ado en su cerebelo hubiera descendido a sus o!os a trav's del trampolín del nervio #ptico. Evito pensar en Zarco en lo que 'l pensaría porque, si sigo sus miguitas de pan, me quedar' enganchada en las ramas del bosque. Me perder'. Y la bestia me devorar. ?%atricia *ighsmith. Cr*menes bestiales. %ero no era un armiño, sino un hur#n, H*arr, el hur#nI. ?Zarco, @por qu' no te hiciste bibliotecario Claudia =aos se agacha para responder a las caricias de sus mascotas, que le huelen los dedos se topan contra sus tobillos en inequívoca señal de amor. /o me puedo resistir o tambi'n doblo la cintura para acariciar a los gatos. Cuando mi mano les alcan)a, me miran sorprendidos. e de!an hacer durante un segundo conteniendo la respiraci#n. -oleran mi roce hasta que uno se vuelve, nervioso, con las )arpas recogidas en la pata me marca con un golpe rapidísimo. Kespu's huen. e ocultan en uno de los escondites de la casa de Claudia3 s#lo los gatos los conocern bien. Entonces, la escritora vuelve a mí3 B@>ui'n te ha dado ese librito /o me llama la atenci#n que lo llame HlibritoI. BArturo Zarco, quien, a su ve), lo recibi# de su autora, Lu) Arran). Claudia se parte de risa. B@u autora, @no querrs decir su coautora A veces pare)co una est$pida. Esta es una de esas veces. Como esto medio obnubilada, Claudia me ahorra el traba!o de preguntar3 ?/uestro pacto era con la (icci#n, nunca con la verdad. Aunque la gente con(unde las dos cosas continuamente... BEs que ha personas que dicen ms verdades mintiendo que otras con(esndose. Los gatos de Claudia =aos nos observan casi mimeti?)ados con una pared al (ondo del pasillo.
Claudia me e&plica que, cuando se vino a vivir aquí, se hi)o amiga de Lu). e dio cuenta de que era una mu!er que se sentía sola de que su hi!o no era un muchacho vulgar corriente... ?+lmo (inge que me aprecia porque le consta que su madre me tiene muchísimo cariño. %ero no me acept# a la primera... %uedo imaginarme la cara convaleciente de Zarco en la penumbra nocturna de su casa. B/o, no puedes. %uede que no. Eludo la respuesta Bque sería (alsaB sigo adelante !usto hasta el punto en que Claudia =aos me sigue describiendo su relaci#n con +lmo3 BAhora +lmo se muestra mu cordial, incluso demasiado, pero s#lo lo hace para que Lu) no viva con(lictos a(ectivos, contradicciones. =uarda a su madre deba!o del ala. ilencio. A lo me!or a Zarco no s#lo le duele, sino que adems le interesa lo que la escritora me dice a mí pero no le di!o a 'l. Claudia se es(or)# en caerle bien a Lu). Le resultaba atractiva por su manera de hablar, por su ronquera, porque a veces se la encontraba en el portal un poco beoda, porque notaba que era culta , aunque muchos vecinos la conocían desde niña, despertaba en ellos hostilidad. ?La escritora social siempre del lado de las causas pobres. Esto lo podría haber dicho Zarco. %ero lo dice Claudia. Me abstengo de sacar conclusiones para no (omentar sus impulsos de auto(lagelaci#n. Me niego a que la escritora me relate unos (racasos que o podría trans(ormar en '&itos con mi condescendencia. %ara con(ortarla. Cuento uno, dos, tres... etengo mi piedad como la orina. Mi piedad no nos vendría bien ni a ella ni a mí. Claudia sigue contndome que, cuando la conoci#, Lu) estaba atravesando una de esas etapas en las que la susceptibilidad acrecienta la misantropía, la misantropía, la susceptibilidad, del caño al coro del coro al caño. La escritora pens# que ella podía caer tambi'n en ese círculo vicioso" que, qui), en torno a los cuarenta cinco años, es decir, dentro de nada, cuando su cuerpo (uera una super(icie que debía ir tapndose progresivamente ?ho, las manos, los bra)os, las rodillas" mañana, el aliento, la (lacide) en torno al #valo (acial, las ore!as crecientes los o!os menguantes, los tersos !acintos de sus pe)ones de lat#n o de papel chamuscado?, cuando se le quitaran las ganas de tocar de que la tocaran, ella tambi'n ba!aría a la calle a tomarse unas copas chillaría a su marido. /o soportaría tenerlo delante. A la ve), viviría la contradicci#n de necesitar un abra)o, el ms (uerte de todos, de ese hombre al que le reclama la mirada, al que obliga a un deseo que a no e&iste que a ella la audaría a revivir el poder, el magnetismo de su cuerpo !oven contra la luna del espe!o3 la risita de satis(acci#n que se les dibu!a en la cara a mu!eres como Lu) como Claudia =aos cuando, al abra)ar a un hombre, piensan Hpodría destro)arloI. BA usted puede sucederle lo mismo. ?Mi problemtica es di(erente3 so co!a mi marido me abandon# porque era marica. Claudia =aos abre los o!os como platos reprime una carca!ada en la que o la hubiese acompañado con muchísimo gusto. e (i!a en el al)a de mi bota. Luego me pregunta3 B@Zarco ?El mismo. e ahorra sus opiniones. Yo se lo agrade)co porque no he venido a esta casa como víctima. Zarco me interrumpe3
?Antes no me dedicabas con tanta soltura los apelativos HmaricaI o Hmaric#nI. BA ti a la cara no. %ero, si hablo de ti con otras personas, te lo aplico todo el rato. upongo que Zarco entiende mi acritud porque no dice nada. Duelvo a la casa de Claudia, al punto en el que ella retoma el asunto del diario de Lu)3 ?/osotras decidimos con!urar nuestro temor escribiendo un par de libritos en los que nos reconoci'ramos aunque (uera s#lo a medias. Empe)aron por el de Lu). Al principio, Claudia tutelaba la escritura de su vecina, pero enseguida de!# de llevarle la mano. Lu) no carecía de aptitudes para ser escritora3 la observaci#n, una mirada personal, un lengua!e... Aunque a veces ni siquiera ella misma era consciente de todo lo que estaba observando. B BloL ?p. Michelangelo Antonioni. Mil novecientos sesenta ... BZarco, te ests poniendo pedante, pesadito. BEs que vosotras hab'is mantenido una conversaci#n de altura... ?@2nsoportable ?2nsoportable. Al (inal, Claudia acab# por ser s#lo la oente de los te&tos que Lu) le leía en vo) alta. Ke ve) en cuando, introducía alg$n detalle. En los pasa!es de maor crueldad, tenían la sensaci#n de arro!ar una tarta contra la cara de un paaso" otras veces, lloraban como cuando Lu) se invent# a 0artoldi para revivir sus traumticas e&periencias como paciente. En el esbo)o del librito, habían planeado asesinar a los vecinos uno a uno. obre el papel. Ke puerta en puerta reinterpretando las rencillas reduciendo cada persona a la caricatura de su persona!e. /o era mu di(ícil porque ha personas que son ms bien persona!es, como %iedad, como Leo, como Clemente, como la mismísima Lu)... +tros son ms complicados. Claudia no est mu de acuerdo en que acertaran con su caricatura de escritora social, aunque reconoce que las dos hablaron de la utilidad del g'nero. obre todo, cada ve) que la vecina gritaba a sus hi!os, a sus beb's, como si (ueran ac'milas resabiadas desobedientes. Claudia llama a sus gatos con vo) de arpa celestial. ?FCocaG F2naG Ahora sí, los gatos ?que en realidad son dos gatas sobre cuos nombres no pienso hacer ninguna observaci#n que pueda corroborar los malos pensamientos de Zarco?, ahora sí, las gatas se materiali)an ante mis o!os procedentes qui) de otra dimensi#n. #lo por culpa de Zarco, qui) tambi'n de Lu) Arran), se me llena la boca de esta ret#rica. Claudia acaricia a sus animales3 BLu) o concluimos que en casos como el de los hermanos aceituna los cuentos no servían de nada. Era pre(erible una llamada a los servicios sociales. B@%or qu' no la hicisteis B%or si nos equivocbamos. %or si el su(rimiento de aquella madre era maor de lo que nosotras podíamos imaginar... Claudia recuerda que el día que le# el pasa!e de su asesinato e&periment# la pun)ada de la envidia que posiblemente la envidia, !unto con el instinto de supervivencia, (ue lo que la llev# a revelarle al detective la e&istencia del diario. -ambi'n se acuerda de que, al leer su propia muerte, estuvo segura de lo mucho que la apreciaba Lu). /o pudo llegar a matarla la m$sica del te&to, el virtuosismo, le revelaron un cuidado mimoso por parte de su amiga con el que casi se sinti# acariciada. ?+lmo se iba poniendo cada ve) ms celoso...
Claudia me comenta que a +lmo le gusta encerrarse en su habitaci#n siempre que alguien est' en el cuarto de al lado esperndole. Y durante la temporada que estaba escribiendo, Lu) de!# de esperarle en la habitaci#n contigua no precis# de sus cuidados de hi!o solícito. Claudia cree que a +lmo le gustaría que su madre estuviese siempre en(erma, borracha para su!etarle la (rente sobre la lo)a del vter llevarle a la cama unas pastillas para aliviar la resaca. B>ui) por eso ahora se ha enganchado con el detective. Zarco me interrumpe3 BEsa tía es una hi!a de puta. +lmo, arrebu!adito al lado de su oscuro amante, qui) se pregunte de qui'n estamos hablando. /oto que Zarco tapa con la mano el altavo) del tel'(ono dice cosas que o no oigo. Me e&hibe a su otro interlocutor, con el que preserva otra intimidad. All 'l. %or las palabras de Claudia, dedu)co que qui) entre Lu) ella pudo haber algo ms que una relaci#n de vecinas, una amistad, una pie)a de piano interpretada a cuatro manos. Carne. Mu!eres enroscadas que se dan calor buscan sus puntos neurlgicos con las uñas recortaditas la punta de la lengua. Los dedos se orientan por imanes resbalan, sin equivocaciones, hasta la protuberancia !usta. ?/o me gustan las mu!eres. Claudia, observadora, disipa mis dudas no me de!a caer en la tentaci#n, porque de pronto es como si me arrastrara una (antasía que no viene de mí, sino de mi trato continuo con un hombre como Zarco. esulta imposible no contaminarse. Los o!os el oído se me van casi sin que o me percate de ello. Me pongo a cantar en su tono por mucho que me tape la ore!a. Empasto la vo). Kesa(ino. BMe!or di que muestras cierta sensibilidad hacia el arte. n, dos, tres. espiro hondo. Callo. Camino por la senda ms corta3 no se puede imaginar mientras se mira. Claudia vuelve a la escritura de Lu)3 B/os quedamos con ganas de escribirle una muerte (abulosa al e&orcista de la comunidad. Me acuerdo del sacerdote presidente en el centro de su aquelarre comunitario. opeso la posibilidad de automedi?carme3 o tambi'n podría divertirme a trav's de las muertes escritas de todos mis vecinos. in embargo, es peligroso. Claudia Lu) estaban de mu buen humor hasta que asesinaron de verdad a Cristina Esquivel. Kurante unos días siguieron con el !uego, pero lo dieron por acabado en cuanto llegaron a la conclusi#n de que la coincidencia no era tal3 alguien había leído su librito , en 'l, había encontrado una buena coartada para el asesinato. Claudia me regala sus deducciones3 ?edu!e las posibilidades a tres3 +lmo, Clemente ose(ina. %ero no me atreví a comentarlo con Lu). En ese instante, repaso la lista de verdaderos (alsos en mi pi)arra mental me do cuenta de que Claudia se e&clue de la lista de lectores de que ha una acci#n, una circunstancia del te&to, que no he veri(icado todavía3 B@Era cierto que Clemente Lu) mantuvieron una relaci#n o s#lo (ue un recurso del diario para tratar de solucionar la presencia de los (alsos cadveres B/o tengo ni la menor idea. %ero algo debe de saber porque, si no, no habría incluido a Clemente en su selecci#n de posibles lectores del dis?rio de Lu). Admiro la discreci#n de la escritora. /o es (recuen te.
Antes de irme, le pido permiso a Claudia =aos para visitar su cuarto de baño.
Zarco me ha escuchado. Ahora habla3 ?@%or qu' no pudo ser cualquiera de las dos escritoras, @por qu' no pudieron hacerlo igual que pudieron escribirlo -anta ingenuidad Bde nuevo (alsaB me enciende3 B%orque la muerte de Cristina Esquivel se produce un !ueves en el diario realmente la mu!er es asesinada un lunes a mediodía. Cuatro días ms tarde. Las dos muertes se re(le!an en el diario de Lu) la segunda, la de verdad, la lleva a (or)ar el te&to para !usti(icar todo lo que no enca!a. Lo que no ha preparado ella no domina en absoluto. Le descabala el te&to. Kespu's se asusta porque el problema no es e&clusivamente narrativo como el del cadver de %iedad o la desaparici#n de %ilar eig. Cierra la ca!ita de m$sica de su diario mira (uera, pero en(ocando hacia los mrgenes, hacia lo que ha desatendido en su narraci#n tambi'n en su vida. Y allí se tropie)a con una persona en particular que podría haber leído calcado el diario en montones de ocasiones3 +lmo. o una aut'ntica cerda qui) alg$n día pagar' por esto. Aprieto un poco ms3 B@Crees que si Lu) no tuviese mucho, pero que mucho miedo, consentiría que su hi!o estuviera ahí a todas horas, @no te das cuentas de que t$, para +lmo, para Lu), eres una especie de escudo humano, una garantía /unca pens' que pudiera ser tan cerda, tan aut'nticamente cerda3 B@*asta cundo me vas a tener así, %aula /o le respondo. Me guardo para mí algunas buenas contestaciones3 H%or lo menos el mismo que t$ me has tenido a mí con la pata elegante sobre la gargantaI, H/o lo puedo evitar3 me has viciado el oído, la mirada, la vo)I. Co!o aire. /o respondo. ?@Crees a esa hi!a de puta de Claudia =aos /o respondo. Me guardo lo que creo pensar de veras3 HCreo en el diario de Lu) Arran) allí est escrito que ella no (ue quien mat#, aunque se diga e&actamente lo contrario.I Co!o aire. /o respondo. B@/o te parece que a lo me!or el resentimiento no te de!a ver /o le respondo. %ero recapacito s' que dentro de un momento me ir' llorando a la cama. Como muchas noches. Zarco cree que a mí tambi'n me tapa la visi#n un velillo que me ha salido deba!o de los prpados3 el resentimiento, los celos, la sinra)#n. econo)co ese velillo, pero no me tapa los o!os ni me nubla la vista3 el velillo se enrosca no en torno a mis o!os, sino en mi garganta, entre las vibraciones de mis cuerdas vocales, en mi manera de contar lo que a he visto. #lo debo comprobar algunos datos , mientras, !uego con mi marido para devolverle parte del mal que 'l, por no amarme ni soltarme, por mantenerme cerca pero le!os, por necesitarme sentirme a veces como una remora, me in(lige un día tras otro. + me invento !uegos para que no se vaa porque so una niña que no quiere quedarse sola en su cuarto. %ero o no so así, no so una niña soberbia, cuando a esto poni'ndome en su lugar, apropindome de su su(rimiento, arrepinti'ndome de mis malas acciones, casi no puedo creer las palabras que o(enden mis oídos3 Be me había olvidado decirte que los Esquivel me han tele(oneado para despedirme. Esta mañana. Este golpe de e(ecto al (inal del día )an!a nuestra conversaci#n me convence de la necesidad de mantener a Zarco con la soga al cuello hasta el desenlace de la historia.
Me ducho, me visto, coloco la plantilla en el (ondo de mi bota que lleva un al)a. +rgani)o, con ms ra)#n que aer, el equipo dentro de mi bolso3 cuchillo de cocina, destornillador, diario, mi carn' de inspectora de hacienda. %aula >uiñones. Agente de primera representante de Arturo Zarco ?s#lo es su nombre artístico? (rente a los señores Esquivel, a los que esta mañana les hago una visita. Do a recoger el $nico pago en e(ectivo que estn dispuestos a abonar a Arturo Zarco por un (ragmento insigni(icante de su tiempo una porci#n de su salud. Lo han despedido porque consideran que el detective no est en condiciones porque estn casi contentos con el destino de Yalal *ussein. Kesde la agresi#n al blandísimo detective la muerte de ose(ina Martín, ha sido retenido e interrogado en la comisaría. eguro que se ha llevado alguna hostia porque no es un hombre de carcter d#cil. Ahora est en espera de !uicio por la pali)a a Zarco. /o ha prisi#n preventiva. Yalal no tiene antecedentes penales. in embargo, los armadillos lo mantienen ba!o vigilancia porque, aunque tiene coartada para las horas de la muerte de sus dos mu!eres, no pueden creer en tanta casualidad, en tanta desgracia, en tan mala (ortuna sentimental concentrada en la (igura de un solo hombre de tan mal genio. Los Esquivel estn seguros de que la caída de su bestia negra est pr#&ima. B@-e han dado el dinero BMañana te lo llevo a tu casa. ?@Y qu' has estado haciendo el resto del día ?-ratar de de(ender tu (elicidad. + de que tu (elicidad no te devore. /o esto segura... Me encantaría que el postrado detective viese con qu' ingenuidad me esto chupando el dedo en este preciso instante de nuestro dilogo. Aprovecho su estupor para hacerlo a$n un poquito ms inc#modo, ms ancho, como un roto en el que no se puede parar de meter la uña3 ?Y mantenerme viva. >ue no es poco. %ara en(rentar mi encuentro con los Esquivel, paso a limpio mis descartes. La ti)a rechina contra la super(icie de mi pi)arra mental cuando vo tachando nombres3 el ine&istente 0artoidi, %ilar eig, Kriss, el niño Ab$, que en realidad se llama 2smael que no pudo trepar por la espalda de Cristina ni rodearle el cuello con un cord#n de )apato para vengarse así de todas las madres" tacho a Leo, a Lu), a Claudia, etc'tera. ?@Etc'tera @/o podrías concretar un poco ms BEtc'tera. %arece que a Zarco le interesan menos los riesgos que o haa corrido que los nombres con los que se podría rellenar ese etc'tera. Kebería avergon)arse. ilencio absoluto. Antes de llamar al timbre de los Esquivel, pienso en las preguntas que tendría que hacerles para re(or)ar el valor de mis hip#tesis. elecciono sus debilidades, así como los temas de conversaci#n que me permitirn introducir la ca?becita en su guarida. Esto segura de que ser d#cil me audar a lograr mis prop#sitos. Me pongo un atuendo de mon!a3 (alda de tablas a)ul marino de las que a no se ven por el mundo" una blusita abotonada hasta el cuello. o como una numeraria huelo a colonia para beb'. El señor Esquivel me abre. 2gual que en casa de Leo, limpio las suelas de mis botas contra las cerdas del (elpudo. >uiero que se (i!e en mi cal)ado que mi co!era sea un modo de atenuar la (rialdad que barrunto en nuestro encuentro. e (i!a en el al)a de cinco centímetros mientras dice3
?@%aula >uiñones %ase por aquí. ?0uenos días. Al cru)ar el umbral, (in!o ser un poco ms co!a de lo que so. Kespu's controlo mi movimiento de cadera porque los co!os dan lstima, pero tambi'n se les imputa mal carcter, mala condici#n. onrío. Agrade)co al señor Esquivel cada invitaci#n a pasar de una estancia a otra. Yo primero, 'l detrs de mí, caballerosamente. %or (in llegamos al cuarto donde se va a producir nuestro intercambio comercial. Encima de la mesa del despacho de amiro Esquivel ha una bola del mundo una colecci#n de pisapapeles abrecartas. -odos los ob!etos de escritorio que se ponen a la venta en los escaparates de las papelerías. +bsoletos secantes. %lumas tinteros. eglas con un baño de oro. Carpetas (orradas. Lupas de labrado mango. E&libris, con la goma impoluta, que nunca han imprimido su huella sobre ning$n libro. -ampones una barrita de lacre ro!o con una (inalidad e&clusivamente ornamental. n dietario. En los estantes, diccionarios encuadernados en piel de cerdo, atlas ilustrados enciclopedias generales, del mar, de (auna ib'rica, de !ardinería, de megpolis del mundo, de arte sacro de las !oas del museo del Louvre. Enciclopedias coleccionadas (ascículo a (ascículo con una paciencia una perseverancia in(initas. ?Aquí tiene. Esquivel me tiende un tal#n en el que puedo leer la cantidad que acord# con Zarco. Le do una copia de la (actura, con la retenci#n correspondiente, que o misma he preparado en el ordenador de mi casa. Le llevo las cuentas a Zarco. /o quiero que lo metan en la crcel a no ser que abuse de un niño o balacee, por error, a un no culpable. *a cosas que (cilmente se pueden evitar" las e&iguas cuentas de Zarco no presentan contradicciones sus pagos estn al día en la hacienda p$blica. Aunque a no le doblo los !er?s'is de cuello cisne, en esos asuntos sigo siendo o quien pone orden. El señor Esquivel parece e&trañarse de tanta (ormalidad. upongo que su idea de un detective privado era menos burocrtica. B@Esta era Cristina unto a su colecci#n de ob!etos de escritorio, he visto la (oto de una adolescente que recoge las guede!as de su abundante mata de pelo con una banda elstica. Yo las odiaba porque me producían dolor de cabe)a. La chica lleva el uni(orme de un colegio religioso. Los o!os, astutos (elices, pertenecen a alguien que no tiene muchas preocupaciones en la vida, pero que est dispuesto a proporcionarle todas las que hagan (alta a los dems. ?%aula, a veo que eres una gran (isonomista. B/o te quepa duda. Aunque he de con(esarte que mi anlisis no (ue instantneo, sino posterior a los descubrimientos de la !ornada. La descripci#n de la (oto es una licencia po'tica que te dedico con un beso, querido. Al señor Esquivel parece que mi indiscreci#n no le molesta. o limpia, so educada, so seria, so co!a. Coge la (oto la contempla durante unos segundos. ?Era una niña mu guapa, @verdad /o se le puede quitar la ra)#n a un padre que, adems, ha perdido a su hi!a. Le digo que sí le pido que me permita ver la (oto ms despacio porque me ha parecido que el uni(orme del colegio de Cristina era igual que el mío. ?A lo me!or (uimos compañeras... Duelvo a echarle un vista)o a la (oto. /o estiro la venta!a que las casualidades podrían concederme3
?/o, me he equivocado. Yo iba a las Kamas /egras este uni(orme parece de otro centro escolar... ?Ke /uestra eñora del ecuerdo... B@esuítas El señor Esquivel me invita a sentarme en una de las dos sillas colocadas diagonalmente (rente a su aparatoso escritorio. Acepto encantada. Ol est en la silla del señor, del presidente de la compañía, del propietario del ingenio a)ucarero. in embargo, Esquivel parece alguien que !ugara a ser quien es que no (uera nadie en realidad. Alguien que no utili)a sus ob!etos de escritorio aunque los seleccione cuidadosamente en la papelería. Alguien que no dispone de servicio interno en una mansi#n que es poco ms que un chal' adosado en la peri(eria ms pretenciosa de Madrid. ?F#litaG Esquivel llama a su mu!er, pero su mu!er no est o no le da la gana salir. #lita no se presenta con un cuadernito para tomar la comanda. Al marido la ausencia le incomoda3 BLe o(recería un ca(', pero... B/o se preocupe3 el ca(' me pone nerviosa. Esquivel toquetea una de sus plumas mientras me desvela algunas cuestiones personales espera que o, en reciprocidad, le diga cosas de mí. 2gnora que la estrategia va a ponerse en marcha !ustamente en el sentido contrario. Ke momento, me da la ra)#n , en cierto modo, me aprueba3 ?E(ectivamente, de los !esuítas. Deo que usted tambi'n ha tenido una educaci#n cat#lica. Bí. Y tengo la misma edad que tendría Cristina. Cuando el señor Zarco me cont# la historia, me a(ect# ms que de costumbre. ?@Es usted su secretaria ?Le llevo el papeleo. Al señor Esquivel le parece mu correcto que una señorita co!a cat#lica como o le ordene las citas a Arturo Zarco, la mente pensante el hombre de acci#n de la empresa. Mi visita consigue que el cliente me!ore su opini#n sobre el hombre que había contratado. Me con(iesa que no terminaba de gustarle del todo, pero que no sabía mu bien a qu' achacar su mala impresi#n. Esto a punto de decírselo, pero cuento un, dos, tres, le quito hierro al asunto, echando (lores a un !e(e generoso que ha contratado a una mu!er minusvlida. ?@Que la polio Es un hombre antiguo, amiro Esquivel. Antiguo agotado. Le e&plico con rigor biogr(ico las causas de mi asimetría. Ante mi sinceridad mi demostraci#n de con(ian)a, 'l me paga con la misma moneda3 ?Mi hi!a cumpliría ho treinta ocho años... Es una suerte encontrar al padre de Cristina melanc#lico evocador. El hombre se estru!a el crneo lampiño mientras recuerda lo di(ícil que (ue reconocer a su hi!a sobre una de las mesas del instituto anat#mico (orense. e encontr# con un cuerpo que parecía una mala r'plica del que había sido carne de su carne. B/o encontraba a mi hi!a ahí dentro, señorita >uiñones. Entiendo al señor Esquivel. Los muertos de los tanato?rios, de las tumbas, de las camas de los hospitales, de los dep#sitos, a no tuercen la boca de un modo mu particular, ni guiñan los o!os cuando les da la lu) de (rente. /o carraspean ni se chupan un mech#n de pelo" no se comen su propio pelo como o misma hago a menudo. Los muertos en
e&posici#n no ríen como si rebu)naran nos arrastran en su risa. /o se muerden las uñas. /o caminan encorvados. on, para nosotros, unos per(ectos desconocidos. B*a que recordar a las personas en vida, señor Esquivel. El hombre cabecea. Asiente. Ke pronto, parece que el dedo de Kios le ha iluminado3 ?@Le gustaría ver conmigo unas (otos de Cristina amiro Esquivel me (ormula una petici#n que me revela su soledad en la pena. >ui) tambi'n lo endeble de su musculatura. ?Me gustaría mucho. Ante mis o!os pasan, entonces, (otos del beb' Cristina dentro de la bañera con cara de susto" (otos del día en que le agu!erearon los l#bulos de las ore!as mientras ella lloraba intentando meterse dentro del escote de #lita" (otos de cumpleaños, de un paseo con sus padres por el parque, una (oto de la primera comuni#n en la que Cristina, mu devota, agarra un rosario un misal con las tapas nacaradas, parece que tanto bulto tanta cadenilla no le caben al mismo tiempo entre las manos" (otos del colegio, con un mapa al (ondo, de la con(irmaci#n" de Cristina con un perrito sin ra)a del que le di!eron que se había perdido cuando en realidad lo habían gaseado en la perrera" orlas" (otos con otras adolescentes que se pasan la mano por el hombro como si nada pudiese separarlas nunca" de competiciones deportivas" de bodas (amiliares con horrendos vestidos largos, vasos tambi'n largos entre los dedos, Cristina es a una pollita achispada que de ve) en cuando se bebe un gin tonic, que no engorda" en el parque de atracciones, de vacaciones en la montaña, con ga(as de sol re(lectantes, en la plaa3 Cristina, en bi1ini, (laca como un palo, mete tripa saca tetas... BEra una chica mu guapa. /o se le puede quitar la ra)#n a un padre desconsolado. amiro Esquivel pasa como si no e&istiesen las pginas del lbum dedicadas al día de la boda de Cristina al bauti)o de Leila, la nieta que da por perdida. Lo creo así hasta que le escucho pronunciar su nombre completo3 ?Leila María de los Wngeles ?dice amiro Esquivel?. /o quiero amargarme el día. Lo dice mientras pasa a toda velocidad esas pginas del lbum. -al ve), por respeto a su hi!a, a$n las conserva. ?Ella se encarg# de pegarlas. Bon preciosas. ?A mí no me gustan. Esquivel no me ha hablado con acritud. En las pginas (inales ha algunas (otos de Cristina tomadas en la residencia. /adie las ha pegado sobre las cartulinas del lbum. Aparece en el centro de un grupo de vie!os indicndoles c#mo deben hacer gimnasia. -odos estn con los bra)os en alto. B@A que parece un atraco onrío a amiro Esquivel. Acepto su broma. Le acompaño en ella en su sentimiento. Ya no parece el propietario de un ingenio donde los esclavos cortan con cuchillos la caña de a)$car. Me recuerda a mi padre. Es un hombre chiquito que se pone de puntillas e&igiendo, con la vena gorda, que sus sacri(icios se valoren. E!erce su autoridad e impone un c#digo que es lo $nico que ha aprendido desde que naci#3 la (amilia, la salud, el aseo, la dignidad, la pure)a, el honor, la conveniencia, el con(ort, el ahorro, el a(n de superaci#n, el orgullo, incluso la honrade) la rectitud... Cuatro cosas. Lo dems, hombres como Esquivel o como mi padre no logran comprenderlo. Kisimulan. %arece
que saben lo que hacen, pero se han perdido con el coche en la carretera comarcal. /o conocen los ata!os ni la nueva señali)aci#n. e encabritan cuando un hi!o les dice Hes por ahíI, les lleva la contraria, cuando un hi!o de!a de admirarlos. -odo es lo mismo. %erder la admiraci#n es como perder el respeto. Ke repente, no son nadie. Kescubren que no son nadie detrs de una gran mesa de despacho cubierta de adminículos que ni siquiera saben para qu' pueden servir. Conscientes de que a han empleado toda su (uer)a, llegan a llorar como los corderitos lechales. Las bestias a veces tambi'n estn llenas de ternura. Bobre todo las bestias... Zarco a ratos acierta con sus glosas. BEres demasiado clemente, %aula. Las palabras de Zarco no evitan que la soledad de amiro Esquivel me haa acongo! ado esta mañana. ?Mi hi!a... Aunque luego la boca se le llene de cogulos de sangre, tambi'n me da lstima el le#n. Con el est#mago vacío, escudriña la media distancia de la sabana. Espero que no tarde mucho en distinguir el per(il de un b$(alo en(ermo. ?Mi hi!a...
BConmovedor. B-e (i!as en lo menos importante. Como siempre. Zarco. BMe (i!o en lo que t$ quieres que me (i!e. Zarco s#lo puede pasar la pgina cuando o le chupo el dedo. o su perro la)arillo. u agrimensor. La en(ermera que da de comer a un hombre con las manos quemadas en un accidente. La madre que alimenta a un niño caprichoso. Bna por mam, otra por pap, otra por... B@>u' cono ests diciendo, %aula, @te han dado un golpe en la cabe)a mientras sobrevivías Zarco ahora se acuerda de que antes le había anunciado que ho he tenido que sobrevivir. Ahora so o la que le quita importancia a la minucia de escapar de la muerte3 B@igue contigo el niño B@El niño B+lmito. Bí. B0ien. Es me!or que lo tengas controlado. Duelvo al despacho de amiro Esquivel. El hombre toca las (otogra(ías de su hi!a como si la acariciase, como si le quitase las l'gañas de los o!os con una gasa esterili)ada. Con mimo, sin aprensi#n. na Cristina reidora sigue en mitad de su corro de vie!os , sí, es verdad, parece un atraco en el que a la mu!er no le ha hecho (alta coger una metralleta para intimidar a sus víctimas. Ke los labios de amiro Esquivel a$n no ha salido esa llamada de ultratumba, HMi hi!a, mi hi!a...I. Kespu's de la (oto del corro, Esquivel me muestra otras instantneas del geritrico3 BAquí est con Maica, una vie!ecita que la quería mucho. Maica de!a que la barbilla le descanse sobre el hombro derecho. e coge una mano con la otra como si se las (ueran a quitar. Ketrs de la silla de ruedas, Cristina, reidora, mira directamente al ob!etivo del (ot#gra(o. BCristina era para estos ancianos mucho ms que su m'dico. e preocupaba de que no estuvieran solos. Los hi!os a veces son unos desalmados con sus padres. Cuando nos hacemos vie!os... Ke!o de oírlo, pero asiento a lo que el hombre dice mientras recuerdo una ve) que (ui a visitar a mi tía a una residencia. Era una residencia en las a(ueras de Madrid. Mis primos se de!aban allí uno de los dos sueldos que entraban en la casa. Mi tía no me reconoci#. Entr' en una sala donde los vie!os estaban sentados (ormando corro. in mirarse. Mano sobre mano. %ens' que iban a empe)ar un !uego, una actividad. %ero nadie se movi# de su silla. #lo de ve) en cuando entraba una en(ermera que echaba un vista)o despertaba a alg$n vie!o que se había quedado dormido. Los vie!os estaban allí sin nada que hacer durante toda la tarde. -oda la semana. -odo el mes. @%or qu' no les de!aban quedarse dormidos @%or qu' no (ingían para mí montaban una representaci#n, el remedo de una terapia de grupo, la lectura de una obra de teatro +lía a pis a algo que me recordaba la grasa los conservantes de la bollería industrial. Mi tía no me reconoci# pero, cuando me acerqu' a ella, me aprision# la mano. Duelvo de mi ensoñaci#n, sigo el hilo de amiro Esquivel, intervengo para que se d' cuenta de que no me he perdido3 Bsted no es tan vie!o, señor Esquivel.
El hombre se sonríe una Cristina enve!ecida !unta sus mol'culas dispersas (rente a mis o!os. %adre e hi!a se parecían mucho. B+!al alguien como mi hi!a apareciese por la puerta se ocupase... B@e ocupase de qu' Cristina, resucitada de entre los muertos en la sonrisa de su progenitor, me aclara que su traba!o no consiste s#lo en atender a los ancianos. /o s#lo les toma la tensi#n les receta pastillas para que duerman bien por las noches. Algunos vie!os estn ansiosos. /o quieren acostarse. En la cama, se pelli)can para no dormir. +tros se pasarían acostados el día entero ella, con sus atenciones, les obliga a que no se mueran. Les revisa los oídos. Les quita los tapones de cerumen. Les cura los callos de los pies. Les controla la dieta. Les alarga la vida todo lo que puede alargrsela. Aunque se quieran quedar dormidos, su deber como seres humanos es mantener los o!os abiertos. /o adormecerse. /o de!arse ir dulcemente sobre la corriente del río. 2nterrumpo con amabilidad la charla abducida de Esquivel porque no quiero que se empape de biología cristiana3 BEso es lo normal, señor Esquivel, @de qu' ms se ocupaba Cristina Esquivel me dice que su hi!a era una especie de voluntaria. Disitaba a domicilio a personas con problemas, a alcoh#licos, a invlidos, sobre todo a ancianos. Comprobaba c#mo andaban de salud les daba un poquito de conversaci#n. Bn poquito de cariño. %orque la gente est mu sola, @sabe usted ospecho que Cristina iba haciendo proselitismo de puerta en puerta. La gran sonrisa publicitaria de Cristina Esquivel le sube a la boca cuando percibe que un vie!o no est con(orme. Los hi!os, los nietos, los sobrinos, los parientes ms pr#&imos, los herederos, no vienen a vaciar el orinal de deba!o de la cama ni a comprobar si en la nevera ha su(icientes hortali)as. /i siquiera llaman por tel'(ono. Entonces llega Cristina , despu's de despegarles el tensi#Bmetro del bra)o de alabar el verdor de los geranios de sus balcones, los geranios no han sucumbido a los rigores de la helada ha que tener mu buena mano para todo eso, despu's de interesarse por c#mo suben las bolsas de la compra en estas (incas del centro, sin ascensores, de e&plicarles que no deben culpar a sus (amiliares por venir poco, que todo el mundo tiene mucho traba!o en estos tiempos de crisis, despu's, Cristina les hace a los vie!os una proposici#n. Duelvo a concentrarme en el rostro, a no beatí(ico sino un poco crispado, del señor Esquivel. B@En qu' consistía la proposici#n BAlo!amiento, comidas sabrosas especialmente a!ustadas a sus dietas, compañía, asistencia sanitaria, un buen ambiente, compañeros agradables, conversaci#n, higiene. Ke por vida. BY, todo eso, @a cambio de qu' BKe sus casas. Es lo habitual. @/o le parece a usted un cambio !usto, señorita >uiñones na p$stula a(eaba el labio superior de mi tía. Y aunque no me reconoci#, no me soltaba la mano. Yo tenía que volver a mi casa, pero ella no me soltaba la mano. Mi tía no llevaba puesta una (aldita de tenis ni devolvía con un per(ecto rev's las pelotas a sus contrincantes. /o coqueteaba con el compañero de la habitaci#n contigua ni se citaba con 'l a las siete en punto en el templete de m$sica detrs de los setos. /o se había echado colonia ni se había pintado los labios. Le escocía la calentura. Mi tía ni siquiera !ugaba una partida de tute con otras internas, tan arreBgladitas como ella, ni ba!aba despu's a degustar un plato de br#coli al dente de pescado hervido Bnada insano, pero (resco en su punto !usto de cocci#nB sobre manteles de hilo. A mi tía le daban un pur' una
pastilla. Y la metían en la cama. /o la trataban mal ni tampoco bien. Mi tía enve!eci# veinte años de golpe desde que ingres# en aquel lugar. B/o, no me parece mu !usto, señor Esquivel. B@abe A mí tampoco. Mientras escribo la uve de verdadero sobre los pasa!es inmobiliarios del diario de Lu) recuerdo sus copas clandestinas, amiro Esquivel cambia de conversaci#n. Cierra el lbum. evisa un instante la (actura. e levanta se acerca para despedirse con un cordial apret#n de manos. Yo le do un beso en cada me!illa. Kebe de padecer alg$n mal en el est#mago porque noto que le huele el aliento. Le pido por (avor que no me acompañe. Cono)co el camino. El vuelve a sentarse3 est cansadísimo. A medida que va enve!eciendo, le cuesta ms convencerse de que lo que hacía su hi!a estaba bien. e lo repite. 0usca las virtudes. e pone en su lugar. /o ve nada. epasa las comidas sabrosas, la conversaci#n, las sbanas limpias, la higiene. e agarra al (ilo de la mesa de su despacho recoloca la colecci#n de lupas. u colecci#n de lupas. e lo repite como se lo repetía Cristina. /o logra comprenderlo. Cuando me diri!o hacia la puerta, oigo su primera lamentaci#n3 BMi hi!a... Y su lamentaci#n segunda3 BMi hi!a... En su tono detecto que a amiro Esquivel le duele algo incluso ms pro(undo que la p'rdida.
BEs como si t$ o no vivi'semos en el mismo país. B/o lo hacemos, Zarco. B@Y qui'n es aquí el e&tran!ero Esto cansada. El día ha sido mu largo tambi'n me siento un poco melanc#lica. BMe vo a la cama. B@/o vas a contarme c#mo has sobrevivido BMañana... B@%or qu' te has acordado del alcoholismo de Lu) BMañana... /o me gustaría caer en el tra)o grueso obligando a Zarco a reparar en que Cristina Esquivel visitaba a domicilio a alcoh#licos, a invlidos, sobre todo a ancianos... /o me gustaría arro!ar el sedal de mi caña en esa chusca direcci#n3 si lo hiciese, qui) Zarco desestimaría la posibilidad de que e&ista un ne&o triste entre Cristina Lu)" uno de esos ne&os sanitarios a los que tantas vueltas se les da en el diario de Lu). /o decir nada, no a(irmar ni negar nada , con la omisi#n o la elipsis, conseguir que Zarco se enrede, que tal ve) su(ra... B@-ampoco vas a rellenar el etc'tera BMañana... B/o puedo esperar a mañana para saber si mi (elicidad me va a devorar o no. B@Est contigo el niño Bí... B/o deberías decir esas cosas delante de 'l. Zarco merecería que respondiese a su avide) boste)ando, el dedo que pulsa en el tel'(ono el bot#n de colgar, el ruido intermitente de la línea ocupada. %ero o no so así. o de esas personas que su(ren cuando llegan tarde a una cita, imaginndose al amigo que espera sin tranquilidad, agobiado por la presi#n de estar esperando, sin entretenerse tomando un ca(', leendo el peri#dico, mirando a la gente que pasa por la calle... e me acelera el cora)#n. Como se me aceleraría si me acostara sin revelarle a Zarco algunos secretos. Callar, dormir, s#lo son una posibilidad a la que renuncio. B*e hablado con Yalal *ussein. B@Ests loca BEs el $nico ne&o entre las dos muertas. BEsts loca. BLo hago por ti.
>uedo con Yalal en una ca(etería de las de siempre. En Madrid a van quedando pocas. La barra con bordes metlicos. -aburetes altos con reposapi's. Las bande!as redondas brillantes. %or la ranura central de los achaparrados servilleteros, tambi'n metlicos, asoman las servilletas de papel, a veces decoradas. Ceniceros de vidrio basto, arañado, los palillos en el palillero cilindrico. Ca!as registradoras de los años setenta. uelo de sintasol con quemaduras. La televisi#n encendida. Echan deportes. Los camareros, casi siempre de mediana edad, llevan chaquetilla pa!arita. Quman escondi'ndose detrs de la barra. Matan la pava salen disparados para atender al p$blico. El escenario se diseca alrededor de los camareros3 ellos son los $nicos que enve!ecen entre el mena!e el cartel de reservado el derecho de admisi#n. Mquinas e&pendedoras de tabaco a veces tragaperras. -a)as platillos de lo)a blanca con un (ilo a)ul o ro!o donde se escribe el nombre de la ca(etería. %osavasos. Kos hielos ra!ita de lim#n. %anchitos para acompañar la caña de cerve)a. Ketrs del mostrador, la lista con la selecci#n de bocadillos3 calamares, morcilla, tortilla española, cinta de lomo sola o con queso, beicon con queso, pepito de ternera, !am#n serrano, salchich#n, chori)o. Los imprescindibles. Keba!o los sandJiches3 mi&to, vegetal mi&to con huevo. Y las raciones3 aceitunas, patatas bravas alioli, ore!a con tomate, callos, lac#n con gre?los, patatas con chistorra, pimientos (ritos, boquerones en vinagre, ensaladilla rusa, molle!as, pulpo afeira$$$ Contra la pared, se apoa la silueta en contrachapado de un cocinero gordo cua barriga es una pi)arra sobre la que se escribe el men$3 dos primeros, dos segundos, bebida, ca(' o postre a elegir. Yalal se retrasa ?a 'l no le dan palpitaciones cuando piensa en míB , mientras espero, pienso en lo que elegiría o. Los macarrones. El (ilete empanado. /o so una mu!er macrobi#tica. -engo hambre porque el aire huele a la mantequilla con la que se embadurnan los mi&tos. Y a carne (rita en aceite de girasol. eprodu)co para Zarco los detalles porque pertenecen a un mundo que se acaba. Dan a desaparecer los bares que huelen a humo, a sebo, a sol sombra. Los vamos a e&trañar. B*asta aquí me llega el olor a (ritanga. %i!o. 0obo. Moderno de pacotilla. n, dos, tres... Zarco sabe que, aunque me contenga, en este momento le esto insultando ni siquiera me permite continuar con mis respiraciones3 B@abes que a tu manera t$ tambi'n eres una nostlgica una cursi -res, dos, uno... Me siento en una mesa pegada a un ventanal no del todo limpio sobre el que han pintado una gamba algo que se parece a una raci#n de calamares. /o es (cil pintar una raci#n de calamares. Yalal *ussein, con su cabecita rapada que corona una considerable estatura, por (in entra en el bar. Le hago una seña. e ha puesto unas ga(as, qui) para parecer ms serio. Cuando concertamos esta cita tele(#nicamente, le e&pliqu' qui'n era por qu' quería hablar con 'l. Yalal tiene muchas ganas de hablar porque muchos le consideran culpable. -ambi'n est arrepentido de la pali)a que le dio al detective. Estaba hist'rico. ose(ina siempre le recomendaba que se controlase. %ero 'l es un bruto, un cabe)a hueca. Ahora no sabe qu' va a hacer sin ose(ina. 2ban a traerse a Leila de Marruecos para criarla !untos. El nunca se hubiese atrevido a educar a una niña sin una mu!er a su lado. Me acuerdo de Kriss de sus hi!os varones. Kespu's miro al hombre (lauta que se sienta
(rente a mí. -iene (río. %uede que Yalal haa purgado sus culpas en la comisaría. Me con(iesa que lo han soltado para ver si se equivoca. >ue lo vigilan que 'l a casi no se atreve ni a respirar. /o traba!a. /o se mueve. /o se rasca el crneo rasurado. /o tiene hambre. -ampoco logra entender nada pero teme que alguien quiera que se quede solo. iempre solo. Y 'l no sabe por qu' le matan a sus mu!eres. >ui) no sería descabellado que Zarco retirase la denuncia. B%aula, @t$ sabes lo que me cuesta respirar ?Este pobre hombre tampoco lo tiene (cil... Yalal me dice que, por mucho que se estru!e los sesos para e&primir su mala memoria, la mala memoria de su cabe)a hueca, de su cabecita de a!o, no logra encontrar un vínculo entre ose(ina Cristina. #lo la limpie)a , despu's de que mataran a su esposa, 'l mismo. Las dos mu!eres se llevaban bien3 la asistenta cumplía con su traba!o calladamente Cristina, cuando volvía de sus periplos, estaba harta de sonreír no quería conversaci#n. Como los vendedores a domicilio. =anaba un buen dinero, Cristina. n buen dinero con las comisiones por cada ingreso en la residencia. Las veces que coincidi# con ose(ina en la casa, a Yalal le agradaba el silencio con el que la asistenta hacía su traba!o. Como si no e&istiese a pesar de que era una mu!er (ísicamente grande. A algunos hombres les gustan las mu!eres con cicatrices o las mu!eres con el pubis in(antil o las que huelen a sudor. A Yalal le gustan las mu!eres grandes3 con las manos grandotas las pantorrillas gruesas, con un treinta nueve de pie" nunca se ha (i!ado en una mu!er pequeña delicada. Le pregunto entonces por Cristina me sorprendo cuando me contesta que, en su opini#n, Cristina era una mu!er bastante grande. Cal)aba un cuarenta. A lo me!or hubiera debido prestar ms atenci#n al lbum de amiro. Yalal pone mucho 'n(asis en que, antes de morir su esposa, nunca, nunca, pero nunca, se había (i!ado en ose(ina. %ero no le creo. /o puedo creerle. Yalal no es un hombre astuto. Es un pescadito con el an)uelo en la boca. 0oca grande, cabecita de a!o. i vuelven a detenerle es mu probable que no salga de la comisaría. ?>ue se !oda. A(lo!o. /o vo a convencer a Zarco. Le duelen las costillas las cavidades del cuerpo. Al morir Cristina, ose(ina sigui# endo a limpiar incluso sabiendo que el viudo estaba en paro que su economía no era mu boante. Ella con(iaba en 'l pese a la (amilia a los vecinos. Con el dinero que guardaba en su cuenta, Yalal mand# a su hi!a a Marruecos. El suegro lo amena)#. Yalal de!# de pagar a ose(ina. Ella sigui# limpiando los a)ule!os con tranquilidad. Comen)# a canturrear. Comen)# a per(umarse a pintarse las uñas. -ambi'n las de los pies. Yalal le veía los dedos por el hueco de las )apatillas que la mu!erona se cal)aba. Yalal se sinti# halagado. e encariñ#. Es agradable de!arse querer, me dice. B@Es agradable, %auli ?-$ no me quieres, Zarco. ?Como a una hi!a, como a una hermana... Esto cansada de decirle que no me llame así. %auli, hi!a, hermana. Cínico. Cabr#n. n, dos, tres... Me trago los insultos como Ab$ la papilla de mam. e me obtura, en la parte del cerebro donde se (orman almacenan las imgenes, la de Zarco, repeinado con gomina como un galn de cine mudo, que me seduce en el comedor, me chupa los l#bulos, me besa en la comisura de los o!os de los labios, despu's me abandona en la alcoba. -odo me quema, pero la sbana est helada. Kespu's me llega la imagen de una
pare!a de siameses, de distinto se&o, unidos por las paletillas3 uno mira al sur el otro al norte. Comparten (ragmentos del sistema circulatorio, tramos del aparato digestivo, las mismas (rutas les resultan acidas les repugnan las ostras crudas vivas" no pueden vivir separados , aun así, necesitan desga!arse, desprenderse como el pelle!o de la quemadura. ?@%aula Me había perdido. Yalal le pidi# a ose(ina que se (uera a vivir con 'l, pero ella di!o que era me!or esperar. %ronto Yalal descubri#, sin desagrado, que ose(ina tenía su propia manera de ver las cosas. na manera buena. +portuna. %rudente. ose(ina le quería muchísimo era ella la que ms se sacri(icaba al negarse a convivir con 'l. /oto que Yalal se rubori)a un poco cuando me descubre que ose(ina le re)aba una especie de oraci#n3 eres grande, eres (uerte, eres eterno. Como un dios padre del que ella era adoratri). A ose(ina le gustaba lamerle besarle los dedos de los pies de las manos. Lavrselos. Arreglarle las uñas. Karle cremas. -enerlo ungido. ?Como una cabra. ?Era una mu!er que había pasado mucho tiempo sola. BComo una cabra. B/o ms que tu suegra, Arturo Zarco. B+ que t$ misma sin ir mucho ms le!os... Cuando le sugiero a Yalal que qui) ose(ina matara a Cristina por amor, 'l ri'ndose me reta a que lo mire dos veces... /o le digo nada, pero creo que este hombre, ms all de lo visible, atesora encantos invisibles. /o ha muchos de esa clase, pero quedan algunos camu(lados en su aparente vulgaridad. 2ncluso en su ordinarie). B%areces saber mucho de esas cuestiones, %auli. B/o te guardo ausencia. En todo caso, si ose(ina hubiera quitado de en medio a la esposa de Yalal... ?@>ui'n le hubiera dado matarile a ella Yo te respondo3 Yalal *ussein. BZarco, (río. ?@Y por qu' la encerraba en el baño le tiraba de las ore!as del pelo ?ugaban. ?Entonces la mataría amiro Esquivel. %ara vengar a su hi!a. ?i Cristina Esquivel resucitase, qui) su padre la estrangularía con sus propias manos. ?@#lita BQrío. Y cualquier soluci#n que se le ocurra a Zarco estar ms ms (ría. Yalal de!a las bromas e insiste en la rectitud en la sensibilidad de ose(ina3 le daban escalo(ríos cada ve) que entraba en la habitaci#n de las mariposas. Lleg# a ver c#mo algunas agoni)aban en sus botes de muerte. A menudo los manipul#, protegida por sus guantes de lte&, para quitar el polvo. Le advirti# a Lu) que no iría ms si seguía encontrndose aquellas agoni)antes mariposas encerradas en tarros de vidrio. Lu) lo arregl#. Le pregunto a Yalal si alguna ve) ose(ina le cont# que hubiera leído el diario de Lu). Lo niega. A 'l ose(ina se lo contaba todo3 las cosas que guardaba Leo en el (rigorí(ico deba!o de los colchones, ti!eras abiertas cerradas, estam?pitas. Ke Lu) le cont# que bebía por las mañanas , de los gatos de Claudia =aos, que se cagaban dentro de la bañera. Creo a este hombre. Apunto una e(e de (also sobre el pasa!e en el que Lu) relata
c#mo descubre a ose(ina ho!eando sus papeles. in embargo, Lu) intu# el peligro. >ui) lo desat#. En el diario se re(le!a una inquietud, un palpito, el presentimiento de una de esas cosas que Lu) veía sin ver. ?@Dolvemos a Lu) ?Qrío. + espera... %uede que tibio. /o le guardo la ausencia. e la clavo en mitad del cora)#n. Los papeles de Lu) no despertaban la curiosidad de ose(ina. El diario nunca sería para ella un prete&to3 poseía por sí sola una vida interior monumental. 2nventaba sus propias historias !ugaba a sus propios !uegos. /o necesitaba otro libro de instrucciones. Ke mi listado tacho retacho el nombre de ose(ina Martín. Empu!o con el dedo índice la (igurita de cera, a lo me!or de plomo, que la representaba que a$n permanecía erguida sobre el tablero de a!edre). B/o me repliques, Zarco. A %iedad, ose(ina la quería mucho. *abía asumido que el bienestar de aquella pobre anciana (ormaba parte de sus responsabilidades. Leo le pagaba poco pasaba el dedo por encima de lo que la asistenta a había (regado, pero como ose(ina iba a otras casas de la misma comunidad, no le venía mal darle una vuelta al piso de Leo3 lo que no ganaba de ms se lo ahorraba en el despla)amiento hasta otra vivienda situada en otro barrio. ?En realidad Yalal te diría displazamiento$$$ /o entro al trapo. Yo no hago parodia. Y me sorprende que Zarco conserve a$n cierto sentido del humor3 a lo me!or hace chistes para que +lmo entreabra el o!ito de duende, se entretenga, valore la sangre (ría o el cinismo libresco de su vie!o enamorado. A Zarco le gustar verle la sonrisa, aunque no pueda saber de qu' o de qui'n se ríe +lmo. Yalal ose(ina se quisieron mucho 'l no logra adivinar ninguna ra)#n por la que nadie quisiera matar a su compañera. En los $ltimos meses, Yalal prohibi# a ose(ina, por puro amor, que le limpiase la casa. La casa (ue acumulando capas de polvo Bcapas de amorB que Zarco, en su visita, retir# suavemente con el dedo. Yalal se emociona. BComo todas las bestias. Como todos los seres rudimentarios. B>uerido Zarco, @quieres que te recuerde tus inclinaciones ped#(ilas BEso no es rudimentario. B@Y no es bestial *ablo a Zarco en broma a la ve) en serio, posiblemente por esta ra)#n 'l no puede rechistarme. /o sabría por d#nde salir. Yalal me insin$a que Cristina no (ue su cigNeña de verdad, aunque !untos incubaran un huevo. Cuando va a pro(undi)ar en los chanchullos de su primera esposa, o corto ese camino le propongo que recuerde su vida en la comunidad, si algo le result# e&traño, sus impresiones sobre los vecinos. Yalal pone cara de perro que no ha comprendido la orden. Me asegura que todos son malas personas, gente desagradable, pero acepta que se comportan con normalidad. Yalal piensa. Los sesos, presionados por las ruedas dentadas de la memoria, le deben de producir dolor al apretarse contra los bordes de su cabecita de !íbaro. e concentra (i!ando la vista en la gamba de los cristales o, ms all, en alg$n punto inde(inido de la pla)a. /ormal. /ormal. -odo normal. E&cepto un día. Y, claro, lo que vio se lo cont# a la que era su esposa en aquel momento, Cristina Esquivel.
En este barrio, a las siete de la mañana de un viernes unos llegan a su casa, otros salen de ella camino del traba!o, otros se apoltronan en las calles donde se han estado divirtiendo hasta bien entrado el amanecer. Los !#venes conversan apoados contra las paredes de los edi(icios" beben (uman tabaco de liar, chinas de hachís, marihuana verde, cañamones, hebras de cloro(ila, goma de )apato. A veces las paredes de los edi(icios ceden, blandas como un relo!, como el tiempo dilatado de la (iesta, los !#venes recorren el interior de una (inca en la que !urarían que no vive nadie. >ui) (antasmas vestidos de primera comuni#n. Die!as con camisones blanquísimos hasta los pies. Los !#venes e&ploradores revisan los nombres de los bu)ones, que tanto se parecen a las lpidas de los cementerios" recorren las escaleras , en los rellanos, con el cora)#n a mil, se paran, se miran las bocas (i!amente, las abren , primero con la punta, despu's con el tronco de la lengua, repasan el contorno de los labios, el cielo del paladar, la campanilla. *acen es(uer)os sobrehumanos para mantenerse erguidos. e toquetean la cara como ciegos. udan. Cogen aire. %alpan v'rtebras, ingles, pe)ones como copitas invertidas para beber la leche el oru!o blanco. Be cagan en la puerta de los vecinos. e mean en los rincones. Llaman a los timbres. =ritan. BEres un hombre sin piedad. B/o vuelvas a decirme que mi romanticismo me nubla el entendimiento, %aula. Yalal *ussein vuelve a su casa despu's de haber pasado la noche por los bares de la )ona. Al girar la llave del portal, atisba en la penumbra, sobre los primeros peldaños de la escalera, una espalda semidesnuda de mu!er. La camiseta subida hasta la altura de los hombros de!a a la vista el broche de un su!etador, la cintura, las caderas que, al aire, son e&iguas. A partir de ese punto de deslumbramiento, Yalal no puede asegurar si imagina, si recuerda, si retrata. n hombre, oculto tras el cuerpo (emenino, aprieta sus pulgares contra los houelos del rombo de Michaelis. Kespu's, con una mano aprieta una nalga, mientras, con la otra, sube por la columna vertebral como si la mu!er estuviese sucia 'l le estuviera lavando cada pliegue con un guante de crin. %arece que desease levantarle la piel de!ar el cuerpo en carne viva. La mano, al llegar a la altura de la nuca, agarra el pelo de la mu!er tira de ella (or)ndola a echar la cabe)a hacia atrs. La mu!er emite un sonido. n estertor. *an sido s#lo unos segundos, pero Yalal retiene en su memoria el escor)o, el estertor, la violencia de las manos que manipulan el cuerpo. La mu!er, mu !oven, podría pedir auda. Yalal decide no entrar. Esperar un poco. %or respeto. %or pudor. e avergNen)a de haber pensado cosas s#rdidas. %or la (orma en que la mu!er contonea la espalda Bla columna parece una culebra )ig)agueanteB Yalal cree que no debería inter(erir en el goce ni en el deseo de los dos desconocidos" sin embargo, es la mano del hombre la que remueve el cuerpo desmade!ado de la mu!er, la que parece insu(lar vida al cuerpo sobre el que ms tarde aparecern las marcas. Cada quien elige lo que ms le gusta. in embargo, algo desentona en la visi#n3 es como si la mu!er a$n no hubiese aprendido a controlar sus bra)os o sus piernas desmañadas, a calibrar su longitud, como si (uese paralítica o necesitase que alguien le manipulara la carne para marcar un gesto, una e&presi#n. A ratos su cuerpo parece el de una mu!er dormida que se de!a hacer. >ue se lo de!a hacer todo con los o!os cerrados. /o puede ver la escena desde otro sitio, pero a Yalal no le
cuesta imaginar al hombre meti'ndole los dedos en la boca para obligarla a sonreír, convirtiendo los cinco deditos Bincluso el picaro gordo que se lo comi#B en simulacros de vergas que la mu!er qui) succione o qui) desatienda !unto a su lengua lacia. B%aula, todo eso es de tu propia calenturienta cosecha. ?/o lo sabrs nunca. ?%areces una perra en celo. Yo s#lo so una hembra desatendida, una co!a guapa, en un mundo de varones homose&uales. %ero no le vo a decir a Zarco a lo que se parece 'l. n, dos, tres... /o, no vo a hacerlo. La ore!a me arde al contacto con el tel'(ono m#vil. Kespu's de esta e&periencia, Zarco o desarrollaremos un cncer de tímpano. B@/o vas a seguir, %auli B/o me llames así. /o s' si el H%auliI se le escapa por cariño o Zarco est tirando demasiado de la cuerda. -res, dos, uno. Co!o aire procuro no perder el hilo de la historia. Yalal no era entonces ni es ahora un intolerante. Cada quien sabe a qu' !uego le gusta !ugar. Quma en la calle el $ltimo cigarrillo antes de subir a su casa. -iene paciencia. Consideraci#n. Espera un poco ms. >ui) lo que dura otro cigarrillo. La mañana es tibia. -odavía brillan en el cielo algunas estrellas. e oen p!aros. Cuando Yalal pisa la colilla de su segundo cigarrillo, ve salir a Clemente, con su uni(orme de guardia de seguridad privada, con la pistola al cinto. Clemente no se da cuenta de que Yalal est allí, sale corriendo. Yalal piensa que el guardia llega tarde a su curro de perro. Yalal levanta los hombros se huele el aliento e&halando una bocanada contra la palma de su mano. Es un impío. Le entra la risa. Entonces, sale +lmo. Es posible que se diri!a a la (acultad. e mueve con rapide), !adea, se encamina calle aba!o, hace como que no ve a su vecino. Yalal est seguro de que +lmo no tiene ganas de saludarlo. e vuelve a oler el aliento. í, es un impío de narices. Yalal por (in gira la llave de la cerradura del portal , al (ondo, sentada en las escaleras atisba la (igura de la mu!er. Ella est allí. e su!eta la mandíbula con las dos manos. Est sola. /o oculta con su cuerpo otro cuerpo que se ha evaporado, como los gatos de Claudia, entre los muros. La mu!er levanta los o!os. Estn perdidos. Yalal diría que lo miran sin verlo. La chica tiene menos de veinte, menos de dieciocho años. Est mu plida. >ui) a punto de vomitar. e le ha desbocado el escote de la camiseta. e lo han roto. En la tabla del pecho a(loran algunos granitos de acn'. En la ugular, un enro!ecimiento que dentro de poco ser un morat#n. La chica echa las manos hacia adelante. Como una sonmbula. Como si las apoase contra una tapia. Yalal duda de si pretende detenerlo o quiere tocarlo para apoarse en 'l poder levantarse de los peldaños sobre los que puede caerse, perder la conciencia. Ahora la chica le hace un gesto para que se acerque. /o es una chica3 es casi una niña pequeña" el pecho a$n se le est (ormando dentro de su pequeño sost'n de algod#n. La boca, limpia. El cutis un poco burdo de las niñas que mascan chicle barras de regali) ro!o" las niñas a las que comien)an a salirles redondeles en los muslos a quedrseles los pies (ríos deba!o de la colcha. Yalal se acuclilla a su lado ella le habla mu cerca del oído, como si la ore!ita de Yalal (uera un gua en el que introduce la vo). La niña huele a alcoholes dulces, a licor ;<, a cointreau, a man)anitas, a bai?les con hielo. 2ncluso Yalal, que esa noche ha sido mu impío, puede olería. La niña chupa cada palabra cada ve) que intenta vocali)ar con claridad" ?@Me das un pitillo
Yalal se lo da ella se lo coloca en los labios torpemente. 0i)quea cuando Yalal le acerca el encendedor. e le cae de los labios lo recoge del suelo. Duelve a pon'rselo en la boca. La chica da pequeñas caladitas poco pro(undas. A$n no ha e&perimentado en su propia carne ciertas (ormas de avide). Yalal le dice que no debería (umar, que debería irse a su casa, que es mu tarde. 2ncluso la abra)aría, pero (rena en seco cuando a ella le sale una risa estent#rea, adulterada, enve!ecida, dice despu's con vocecita de (lauta dulce3 ?Ese hi!o de puta me ha de!ado tirada. Kespu's Yalal piensa que a no puede hacer ms por la niña. La de!a allí, con un o!o medio abierto el otro casi cerrado, apurando un cigarrillo con el que, a cada calada, empalidece ms. Yalal no quiere verlo. e va. -ampoco la echa. %odría haberla echado, pero no lo hace. Mientras sube la oe rumiar3 BEl que acaba de salir, ese hi!o de puta que acaba de salir... Ahora, al mirarme en la ca(etería, Yalal se da cuenta de que tiene en(rente a una mu!er. /o le resulta c#modo hacerme este relato, se a)ora, )an!a nuestra conversaci#n. Carraspea. e disculpa. e acerca a la barra, se echa la mano al bolsillo. 2nvita 'l. Me levanto para e&presarle mi gratitud entonces se (i!a en que so co!a. %arece que respira aliviado ante la imposibilidad de que entre los dos hubiese podido surgir algo parecido a la tensi#n se&ual. Me escruta. Duelve a decidir que lo me!or es marcharse. Yo tambi'n creo que es lo me!or. %odríamos arder como pavesas. Yalal *ussein recoge el cambio, me sonríe me con(ía que, cuando le cont# a su mu!er lo que había visto o lo que había intuido, qui) imaginado, en la h$meda penumbra del portal, Cristina decidi# qui'n era el hi!o de puta que acababa de salir3 !usto el que a ella le resultaba ms conveniente.
?@%or qu' a$n albergas dudas, Zarco /aturalmente porque o se las inculco. Espera sin apremiarme. iempre ha sabido contar hasta die). ugar al escondite sin que se le anuden los nervios en la boca del est#mago. Los nervios son (ibras de lana cargadas de energía esttica. Como la lana que +lmo utili)a para te!er con los dedos sus cunas de gato. ?@abes Mientras Yalal me contaba la escena del portal pens' que a lo me!or t$ podrías iluminar la historia desde el punto de vista del corruptor de menores... Zarco no va a mani(estar su c#lera ni su inquietud qui) porque, si lo hace, dilatar' ms el punto de (isi#n de sus partículas, ceni)as a las ceni)as, polvo al polvo, polvo enamorado de detective muerto, dolorosas implosiones en el instante en que culmine su completo desmoronamiento o su liberaci#n. ?@Y el niño ?Kuerme. ?er la buena conciencia... + el agotamiento. Zarco calla duda porque, si no, a me habría colgado para acunar a su niñito. %or ahora, recupera el ritmo de la respiraci#n interrumpida por el golpe, se desvía de lo que le importa se pone a hablar de mí. Es una estrategia para distraerme3 ?/ecesitas un hombre, %aula. ?-$ tienes la culpa. ?-e gustan todos. ?/o tengo pre!uicios raciales. #lo pre!uicios a secas. BYo que t$ tendría cuidado3 Kriss Yalal se han quedado sin esposas. BYo que t$ tendría cuidado3 podrías llegar a ser el muerto en el entierro. Zarco suelta una carca!ada teatral. A trav's del tel'(ono, o le secundo. %odríamos arder como pavesas voladoras , sin embargo, salimos de la ca(etería caminamos a lo largo de la calle hasta llegar al portal de su casa. Es muchísimo ms alto que o. Me siento un poco niña !unto a Yalal. /o es el sentimiento ms oportuno3 s#lo una l#gica e inevitable asociaci#n de ideas con la que, por mi parte, podría desencadenarse la pasi#n. er una niña al lado de un hombre. La desventa!a, el desnivel, parecido al de mis corvas, que ha que salvar que salvo. Zarco, entonces, comien)a a hablar de nuestro matrimonio. %ara mí, su intervenci#n resulta del todo e&tempornea3 ?Ya entiendo por qu' lo nuestro se (ue a pique. Me callo para que Zarco siga con su argumentaci#n3 BLos dos no podíamos ser el niño de la historia. ?/o, Zarco, lo nuestro no (uncion# porque a ti te gustaban los hombres. A Yalal *ussein le gustan las mu!eres grandotas. Aunque qui) conmigo podría desdecirse. e me ha olvidado comer tambi'n que Yalal no es un hombre de muchas luces. Esto cansada de llevar siempre las riendas de cargar con los pesos. e me ha olvidado comer, pero a no tengo mucha hambre. B%aula, eres una mu!er e&traña. %ero a te cono)co, así que ah#rrame la m$sica distorsionada de violines. Yo no so el argumento que seduce a Arturo Zarco. /i siquiera le seduce nuestra pelea. Lo $nico que le mantiene atrapado es saber qu' pas# aer qu' podría suceder mañana. Y parece que s#lo 'l se permite la m$sica de violines.
Yalal echa un vista)o a los balcones de su piso. Los dos estamos mirando hacia allí Bla re!ería tra)a dibu!os de ho!as dentro de círculos semicírculos, detrs de las re!as habr probablemente una alcoba? cuando %iedad, asomada a su balc#n, se despide de una mu!er de dos muchachas que acaban de salir del portal3 ?*i!as mías, volved cuando queris. Osta es vuestra casa. Las visitantes levantan la cabe)a para agradecerle a %iedad sus cortesías. Kespu's nos dan las buenas tardes. na de las chicas mira a Yalal , en sus o!os, es di(ícil distinguir la pupila del iris3 todo es oscuro. on unos o!os que apenas tienen blanco. Kespu's, la chica se tapa la mitad de la cara con un mech#n de pelo. e siente como una delincuente" debe de sentirse así hace mucho tiempo por eso ha desarrollado una memoria e&cepcional3 las delincuentes estn obligadas a ser memoriosas. Calculo que la chica no tiene ms de quince años. e muerde las uñas. Me la imagino maquillada , entre su dis(ra), sigo viendo a una niña de quince años que el año pasado tendría catorce, qui) trece, que mentiría a su madre para poder pasar la noche (uera. Yalal se gira en redondo para mirarlas mientras ellas caminan hacia la boca de metro. La niña sin blanco de los o!os no vuelve la vista atrs. B@Era ella Yalal asiente. ?@Ests seguro Yalal vuelve a asentir. /os despedimos. Ol no sube a su piso, pero me abre el portal. Yo me diri!o a la casa del ingeniero de minas.
/o s' qu' hubiera hecho Cristina Esquivel si hubiese sabido qui'n era la niña a la que Clemente atena)aba mientras estaba oscuro. La niña que iba a buscarlo lo esperaba en el portal hasta que 'l salía vestido de guardin de la le no podía resistirse. Acariciaba los pe)ones incipientes la piel !asca, la !oven vagina humedecida por la soberbia de seducir a un hombre no a un muchacho. A un hombre que, adems, va a casarse con mam. La vagina inconsciente que triun(a. La ri!a del hombre. /o había tiempo para pensar. on tan hermosos los amores complicados. BEsa niña es un demonio. %iedad me ha abierto la puerta porque le he presentado hechos. Kespu's estiro los hechos con la imaginaci#n. Les pongo ambiente la historia sigue siendo espelu)nan?temente verosímil. %iedad se de(iende como Kios le da a entender, pero sus es(uer)os son improductivos. Bn demonio... %or las mañanas, al salir a traba!ar, Clemente deseaba con todas sus (uer)as que la niña estuviera allí, esperndolo en lo oscuro. -ambi'n pensaba que sería me!or que no estuviera. %ero, al ir ba!ando, casi la olía. Al trope)arse con su cuerpo, lo apretaba lo chupaba lo mantenía oculto pegndolo a su est#mago. A su pubis. /o quería verle la cara ni los o!os. Ella simulaba ser lnguida. Estar como ausente. B@%or qu' me cuenta a mí esas cosas Es asqueroso. Los dos botones negros de los o!os de %iedad Bsí, Zarco, botonesB a punto estn de saltarle de la cara. in embargo, no puede decirme que no ni (ingirse sorprendida. BAsqueroso... En las tardes de domingo, en el piso de mam, hacen como que no se conocen. %ero se besan con lengua mientras la madre hace pis. Ella preparada para iniciar una apro&imaci#n o deseando, dentro de la tripa, que sea 'l quien se apro&ime3 así, podr pasar la noche entera rememorando ese momento en el que ella (ue ms (uerte tenía un imn dentro del cora)#n que tiraba del hombre pese a los peligros. Clemente, despu's de besarla, la empu!a. %or miedo, no porque la niña no sea a$n lo su(icientemente hembra. Los dos lo saben. Y mientras 'l teme (laquea, ella se crece3 levanta el ment#n para mirar desde arriba el mundo. Y calibrarlo. La niña mide, igual que o, la distancia que tiene que salvar, la salva. Es brutal en su patosería. Arro!ada. Luego la madre le dice que le enseñe los cuadernos a Clemente , mientras pasan las pginas, 'l se encela al ver los cora)ones pintados. 2gual que un padre. Ella le ro)a la mano3 los cora)ones son suos. Ol no la retira. La ladea un poco. -ransmiten aspere)a calor las manos de Clemente. A ella le gusta. BMi hi!o no tiene la culpa de nada. /i el uno ni el otro tienen la culpa de nada3 es s#lo una con(luencia de (actores, una de esas chispas que dan lugar a la combusti#n espontnea. %iedad, que me ha (ranqueado el paso comprendiendo que era in$til no abrirme, qui) queriendo acelerar un desenlace, el descubrimiento de un secreto demasiado tenebroso para ella, debería saber que tampoco la niña es responsable de la cadena de desgracias que ha sucedido a un amor que tal ve) a le genera (atiga o resentimiento. %ronto, mu pronto, 'l se dar cuenta de que es un cobarde, ella se sentir incomprensiblemente vencida por una mu!er de vientre estriado.
Los embara)os, la de!ade). Mam pachorra. Mam tranquila. Con su pelo mal teñido de ro!o sus labios pintados por (uera. Mam, que no tiene ni el graduado escolar. BMi hi!o es tan d'bil. econstruo para %iedad (ragmentos de la historia que me ha sugerido Yalal *ussein. Ella me sigue. Completa algunos tramos en vo) ba!ita. Es la hora de la siesta. Me e&plica c#mo se percat# de las inclinaciones de su hi!o. C#mo insisti# en que de!ara a aquella mu!er para que no tuviera que ver tan a menudo a la niña. /o sirvi# de nada. La boda estaba prevista para dentro de poco. En mi pi)arra pongo una uve verde de verdadero al lado de las intuiciones de Lu)3 para Clemente, ella era a una mu!er maor. %iedad se rinde3 ?/o puedo ms. %iedad llora mientras el ingeniero de minas sestea en su butac#n de terciopelo granate. El disgusto consigue que la mu!er mantenga el tipo como cuando un buen susto le quita de golpe la borrachera a un borracho. i Cristina Esquivel hubiese sabido todo esto, qui) no le hubiera servido de nada3 tenía bastante con la in(ormaci#n, que le había proporcionado Yalal, para atemori)ar a Clemente. *aberlo visto con una niña era una ra)#n lo bastante s#lida para que el hi!o del ingeniero de minas no se opusiera a la compraventa que la doctora Esquivel estaba a punto de cerrar con %iedad. Cristina había invertido mucho tiempo mucho mimo con %iedad. /unca olvidaba, al volver de su ronda, pasarse por la casa de sus vecinos con el tensi#metro el talonario de recetas. Le había prescrito muchas pastillas de las que ahora a %iedad le costaba desengancharse. Be me seca la boca... Yo no hago parodia. %iedad parece una mu!er agotada. Los %ele) qui) se mantienen en pie, intermitentemente, porque alguien les inecta sustancias que los vigori)an. 0orro el comentario de mi pi)arra mental3 parece de Zarco no mío. %iedad se lamenta3 ?A, Kios. Yo tengo la culpa de todo. Ke todas las transacciones que Cristina cerr# para la residencia, 'sta era sin duda la que ms le interesaba. Cristina, tena), obcecada, persistente, burra, mu burra. in demasiados escr$pulos. Cristina, que no creía que debiera in(ormar a su marido de sus planes porque, en el (ondo, no con(iaba en 'l ni se había despo!ado de esos pre!uicios que de(inían su c#digo gen'tico. Cristina, a quien su casa se le estaba quedando min$scula. Las piernas los bra)os le salían por las ventanas abiertas. Como a Alicia. Cristina Yalal, gente demasiado alta. Cristina lo había intentado con Leo, quien se había resistido con su espada de acero toledano. Cristina renunci# a su d$ple&, pero no a e&tender sus propiedades sobre la super(icie de la segunda planta. ?Me quería engañar. %ero mi hi!o me de(endi#. Esto de espaldas al pasillo de la casa de los %ele). n calambre me atena)a la pierna mala cuando detrs de mí oigo una vo), rota pro(unda, como las de los dobla!es de películas que se desarrollan en %alermo o en 0roo1ln" una vo) que no es ni mucho menos desagradable que o s#lo había podido recrear por las descripciones de Zarco de Lu)3 ?Mam, te tengo dicho que hablas demasiado. Clemente %ele) acaba de despertarse de la siesta.
-enía que haberlo pensado al ver salir a la mu!er con sus hi!as de la casa. ería absurdo que a esta comida (amiliar hubiese (altado Clemente. El protagonista. BEs mi cumpleaños. ?Qelicidades3 Cristina Esquivel cumplía los años el mismo día que t$. B/o nos parecíamos en nada. Me callo, pero creo que Clemente se equivoca. Cristina 'l compartían la voluntad mostrenca, el empecinamiento, el instinto de propiedad, el deseo de e&pandirse de marcar el territorio, una naturale)a autoritaria, depredadora, las ganas de llevar siempre la ra)#n de salirse con la sua al precio que (uera. La medular (alta de 'tica. La avide). -ambi'n compartían algo mucho ms pedestre3 querían el mismo piso, cien metros e&teriores en el distrito centro que ahora BKios se burla, los especuladores se burlan, los propietarios se burlanB a no valen tanto dinero como hace un año. Me callo las burlas del destino las coincidencias de carcter. %re(iero hacer una observaci#n mu tonta3 ?La astrología no es in(alible... Clemente me invita a tomar asiento le sugiere a su madre que me sirva un poco de tarta. obre la mesa veo dos cuatros de cera ro!a. La madre corta un peda)o de pastel , cuando me est acercando el platillo, 'l vuelve a reprenderla3 B*ablas mucho, mam. Clemente, sin embargo, acaricia las guede!as del pelo de su madre. Kespu's me observa mientras mastico los peda)os de dulce. Ketesto el dulce. Lo como despacito. Me empalaga. Como porque esto dispuesta a hacer todo lo que Clemente me pida. Como , mientras sigo tragando el bi)cocho el merengue, escucho lo que este hombre quiere decirme. -iene ganas de hablar despu's de haber permanecido tanto tiempo en silencio. ?o callado, pero no tonto. %re(iero olvidarme de c#mo vo a salir de aquí. Mastico trago. ?La tarta est mu buena. ?La ha hecho mi madre. A mi novia a sus hi!as les gusta mucho. u novia. us hi!as. ?@Las ha visto usted salir Le digo que sí. B@A que son guapas ?Mucho. Bobre todo la chica maor, @verdad Duelvo a decirle que sí. BEntonces usted me entender per(ectamente. %ongo cara de buena persona. Ke persona mu comprensiva. ?En realidad, s' que me entiende casi per(ectamente por lo que le ha estado contando a mi madre. Los o!os estn a punto de llenrseme de lgrimas cuando tengo la certe)a de que Clemente me ha estado escuchando. us palabras lo corroboran3 B%odría haberse ahorrado usted los detalles ms s#rdidos. Mi madre es una persona maor. Clemente señala a %iedad, sentada en una silla, que se tapa los oídos como si no quisiera oír. %ero no le queda ms remedio, porque Clemente la espabila3
?na persona maor que me mete en muchos líos, @verdad, mam %iedad pone la misma cara que o hace un segundo. El primer relato de Clemente %ele) gira en torno a los detalles ms perturbadores de la personalidad de su hi!astra putativa" o mati)o, en mi pi)arra mental, la e&periencia del hombre con mi propia visi#n del mundo le concedo a la niña un rostro ms humano3 no todo son ganas de herir, tambi'n queda ese amor que tiene que ver con lo que acumulan dentro del nido las urracas, con las causas imposibles con lo que est terminantemente prohibido. %ero callo, s#lo apunto en mi pi)arra, a (in de ordenar, ms tarde, la historia. Clemente coloca el punto (inal al relato con una alaban)a de su resistencia una !usti(icaci#n de su comprensible caída en lo ms pro(undo del agu!ero in(antil. BEs una niña mu guapa. Mu guapa. e nota que hace tiempo que Clemente no habla en con(ian)a con ning$n adulto. e repite3 ?o callado, pero no tonto. /o esto en situaci#n de contrariarle. -ampoco le pregunto si ha introducido alguna correcci#n en su conducta (amiliar, pero recuerdo los o!os oscuros, las uñas, el mech#n que tapa la mitad del rostro de la niña. /ada ha cambiado. Clemente mueve las pie)as para que nada se trans(orme. Clemente %ele) se queda a su niña. Ya es una mu!ercita. /adie sabe lo que puede pasar cuando se haga maor. Mientras tanto, Clemente se la queda. Da a conservar todo lo que es suo. Clemente me regaña3 B@Me est usted escuchando Me he distraído pensando en la novia de Clemente, en los que corren peligro si descubren un secreto, la obsesionante habitaci#n de 0arba A)ul que todos tapamos con una cortina. %ido disculpas a mi an(itri#n pongo los cinco sentidos en la as(i&iante historia que Clemente va a empe)ar a relatar. ?En realidad, a no ha mucho que decir, @verdad, mam %iedad sube las ce!as suspira. aca una pastilla del bolsillo de su bata, la engulle, responde a su hi!o. %ero no consigo entender lo que le dice. Clemente no hace caso al balbuceo. Comien)a con una met(ora )ool#gica3 ?Cristina Esquivel iba te!iendo una tela sobre mi madre, sobre mi casa... ... obre la alcoba donde 'l a$n se echa la siesta e incluso duerme muchas noches. Cristina segregaba una tela sobre los luchacos de Clemente, sobre sus banderines de equipos de ($tbol colgados en la pared, sobre sus vie!as revistas de e!'rcitos universales. La tela se cernía sobre el vie!o ingeniero le (ormaba l'gañas en las niñas de los o!os que Clemente le limpiaba como el me!or de los hi!os. Merecía al menos que no le robasen. Cuando volvía del traba!o, siempre escuchaba a trav's de la puerta la vo) cantarína de Cristina Esquivel3 BMu!er, %iedad, usted no puede con todo. La vo) como un cascabelito3 ?%or mucho que Clemente les aude, ustedes a tienen una edad... La vo) como el cascabelito de las serpientes3 ?Cualquier día nos llevamos un disgusto... La vo) como el cascabelito de las serpientes de cascabel3 BAllí van a estar ustedes estupendamente. Mucho me!or atendidos. A Clemente le preocupaba, sobre todo, el bienestar de su madre. BEsa hi!a de puta la estaba matando con las pastillas.
%iedad dice que sí, que ella no sabía lo que hacía, que le decía que sí a todo porque la m'dica la tenía como hipnoti)ada... Bvengali... Casi no recono)co mi propia vo). Los nervios me hacen decir tonterías para no tener que acordarme de que no s' c#mo vo a salir de aquí. %ara mi sorpresa, Clemente parece encantado3 ?@sted tambi'n ha leído el diario de Lu) ?í... /i o misma alcan)o a oírme bien. Clemente sonríe3 ?FvengaliG F0artoldiG Mi madre, el niño Ab$... ?sted mismo. ?Yo mismo. Aunque a mí no lleg# a captarme bien3 pens# que era tan s#lo un animal. Me puse triste. /adie sabe d#nde se puede encontrar una sensibilidad literaria. Clemente, a su modo, la tenía, pero qui) ha olvidado la precisi#n con que Lu) lo capta al anunciar su inter's por las menores su desprecio, ms o menos e&plícito, por las mu!eres maduras. ves de verdadero uves de victoria recorren, en mi pi)arra mental, las pginas del diario de Lu). Clemente es otra de esas grandes bestias sentimentales. Me con(iesa que quiere a Lu). /o como a la niña. /o como a su novia. /o como a su madre. Esto segura de que Clemente es uno de esos hombres que hacen listas de mu!eres a partir de sus e&periencias. Clemente se encontr# a Lu), sola, en un bar una noche. Le inspir# mucha ternura esa mu!er a la que parecía (altarle un tornillo. La acompañ# a casa. e acostaron !untos. La mu!er no era (ea, pero a tenía una edad3 incluso algunos años ms que su novia. %ero lo pasaban bien , durante aquel tiempo, casi no pens# en la niña. %ensaba ms en el líquido con el que Cristina Esquivel ensalivaba los ob!etos hasta galvani)arlos. B/o era e&actamente una araña3 era como un animal que digiriese los alimentos (uera de la boca. Lo he visto en alg$n documental... A Clemente le preocupa no dar con el nombre de la especie. A mí me proporciona algo ms de tiempo para pensar c#mo vo a escabullirme de sus manos. Las miro3 son manos de gigante. Manos de ogro. Es posible que mi angustia las agrande. obre la mesa no quedan cuchillos ni tenedores. Clemente a no trata de recordar el nombre de las (ieras que comien)an a digerir a sus víctimas (uera del est#mago. Duelve al diario. ?Conmigo Lu) se tom# ciertas Hlicencias po'ticasI, se dice así, @verdad, señorita Clemente recordaba a la niña, pero no se apartaba de Lu) porque intuía que la lectura del diario podría serle $til. in ser mu consciente de ello, buscaba soluciones, aunque la carne de Lu) empe)# a resultarle demasiado suave al tacto. Las manos de los hombres se desli)an por la carne de las mu!eres maduras que a han perdido el pelo tienen la piel adelga)ada resbalosa como una pastilla de !ab#n. Las niñas no son suaves, sino granuladas, mu?tantes, correosas. on de piel vuelta, no de ta(ilete. Cambian casi de un día para otro. *uelen a panecillos o a grasa para cocinar. ?Las mu!eres ol'is a colonia. Lo dice con desprecio. Lo dice haci'ndome ver que a so demasiado vie!a para un hombre como 'l. Mientras las secreciones de Cristina se iban espesando, solidi(icando, volvi# a ver a la niña, que, cargada de rencor, de!# de ser una camelia desmaada empe)# a morder, a marcar a su maestro. Lo volvi# loco. Clemente no tenía ni idea de c#mo se las ingeniaban
para engañar a la mema de su novia. Luego lleg# a la conclusi#n de que su novia no quería ver. Ke que eso no era un problema, de que todo seguiría como siempre. espiro aliviada porque entiendo que ha pasado un peligro3 para la madre, para la otra hi!a. in embargo, sigo sin saber c#mo vo a salir de aquí. BMi madre no sabía lo que estaba (irmando. Cuando la Esquivel le di!o que a tenía la (irma de su madre que, si Clemente maniobraba en otra direcci#n, iría a quien hiciese (alta con el cuento de la niña, a 'l no le qued# ms remedio que actuar a toda velocidad. ecord# sus lecturas. Compr# unos cordones. Quertes. Quertes. %lasti(ica?dos. %lasti(ica?dos. e puso unos guantes de lte&. Calc# el diario de Lu). +blig# a Cristina a agacharse, a ponerse de rodillas para estrangularla desde arriba por detrs. Le quit# los papeles (irmados por su madre. Conserv# su casa a su amor. Qin de la historia. /o era tan larga. A mí tambi'n el tiempo se me acaba. acab a. ?Mam, sal de aquí. ?Yo tengo la culpa de todo, de todo... %iedad sale mascando las palabras con su boca torcida. El vie!o ingeniero sigue dormido. Yo, casi por primera ve), e&perimento un miedo tan intenso que no puedo parar de sonreír. B/o pares ahora. /o pares... Esta vo), al otro lado del tel'(ono, no es la de Arturo Zarco. Es una vo) ms viril, pero menos madura. na vo) de hombre de pelo en pecho o de catedrtico de ciencias (ísicas. Mi pausa dramtica me convence de que so una ingenua. /i mi relato de ho ni qui) tampoco el de aer han tenido a Zarco como $nico receptor. /o ha habido intimidad. Esto desnuda. El tel'(ono (unciona como altavo) sobre la mesilla. Es la vo) de +lmo la que, aparentemente despo!ada de resentimiento hacia mí, me increpa para que no de!e de hablar. B/o pares, no pares... Kesde luego lo que sigue le interesa especialmente a 'l.
?Qeli) cumpleaños, Clemente. Lu) ahora sí se parece a imone ignoret contra el (ondo de la puerta de la sala. *a entrado como una pantera, con sigilo, vestida de negro. /inguno hemos oído c#mo giraba la llave dentro de la cerradura, c#mo se colaba en la habitaci#n de Clemente, la del armamento los banderines deportivos, c#mo cogía la pistola de la (unda del cintur#n del guardia de seguridad. Manteníamos una conversaci#n qui) demasiado intensa. Lu) ha debido de escucharla por el hueco ampli(icador del patio. Es mu posible que a Clemente todas sus mu!eres le haan cantado el cumpleaños (eli). B@Cuntos cumples, querido Yo, que llevo un rato buscando las salidas de incendios, gracias al patr#n?Lu) me hago consci con scien ente te de las las verda verdade dera rass dime dimens nsio ione ness de la hab habit itac aci# i#n, n, de haci haciaa d# d#nde nde estn estn orientados los balcones, de d#nde se ubican los cuatro puntos cardinales. Mi cabe)a, imantada como la agu!a de una br$!ula, mide el espacio, lo acota, marca nuestra situaci#n sobre el plano rectangular3 el vie!o ingeniero en su butaca de terciopelo granate" %iedad, petri(icada petri(icada al lado de la silla de la que se acababa de levantar" Clemente Clemente (rente a Lu) o detrs de 'l3 los tres (ormamos una arm#nica línea recta que se (racturar con el ms mínimo movimiento. Clemente grita a su madre se le escapan algunos gallos entre la cadencia el timbre de capo mañoso3 ?@%or qu' tiene las llaves %iedad intenta responder, pero se s e le atoran las sílabas. A Lu) no3 Bna precauci#n preca uci#n por po r si a los vie!os les pasaba algo. a lgo. %ero eso da igual3 lo importante es que t$ tambi'n cumples años, querido. *a un de!e de despecho en la vo) de Lu) combinado con la dul)ura que le presta el registro aprendido de su doctor 0artoldi. El despecho me dice que ni ella ni o misma llevamos bien la penosa circunstancia de ser abandonadas3 por niñas, por niños, por diabl diablas, as, por por el(os el(os,, por loli lolita tass o e(ebo e(eboss de piel piel acei aceitu tuna nada da.. /o no noss gu gust staa qu quee no noss abandonen3 aunque nos haamos deshecho de un asesino ped#(ilo o de un detective maric maric#n #n.. /ad /adaa es dema demasi siad adoo malo malo para para mu!e mu!eres res como como no nosot sotra ras. s. Lu) encañ encañona ona a Clemente. i apretase el gatillo, la bala se le incrustaría en la diana palpitante del cora)#n. Ol casi no respira empie)a a agacharse, a parpadear, poseído por un tic nervioso. Yo suelto el o&ígeno que mantenía aprisionado en los pulmones. #lo so una observadora (uera de la escena. Me aparto. Me coloco detrs de Lu). La línea recta que coincide con la traectoria de la posible bala a$n no se ha roto. /o s' si Lu) va a disparar. e dirige mu tranquila a Clemente. Ya no le llama querido, ni pretende ser !ocosa. El mensa!e que le transmite es serio3 B%or tu culpa, he tenido miedo de mi propio hi!o. B-$ (uiste quien escribi# el diario. Clemente sonríe como si hubiera demostrado que su coe(iciente intelectual est por encima de la media. A io me!or me!or la acci#n de matar genera ese triste e(ecto3 uno se siente por encima de la media. Kurante unos segundos, Clemente de!a de parpadear. par padear. %arece que no va a derretirse. %ero son s#lo unos segundos. Con su lectura ha sido 'l quien ha estropeado el diario, no se puede echar margaritas a los cerdos. Lu) no va a caer en la trampa, en el cepi?to, que 'l le tiende para que se sienta culpable3
?La muerte de ose(ina no estaba escrita en el diario. ?-$ sugeriste que podía haberlo leído... La de(ensa de Clemente es d'bil, lbil, corredi)a como los nudos de la horca. Ka lstima. El guardia se cree superior s#lo por la rapide) pueril, rabisalsera, de sus contestaciones. Clemente es un niño gordo que, delante de Lu), se toca la colita porque tiene ganas de orinar. e balancea sobre una pierna sobre la otra. %iedad, como si se hubiese olvidado de la situaci#n que le est tocando vivir, lo llama al orden3 BClementeeeeeee... /o hago parodia. La vie!a est (uera del mundo. -odos -odos la miramos ella se derrumba sobre la mesa. e apaga. Ms que (rente al arma, Clemente va disminuendo al lado de las preguntas de Lu)3 ?@2bas a matar a todos los lectores, @a todos los que pudieran saber que t$ tambi'n habías sido un lector, @cundo me ibas a matar a mí, Clemente El increíble hombre menguante, el hombre de la bragueta abierta a la puerta del colegio, el picaro gordo que se lo comi#, est encerrado en el interior de una ca!ita de cerillas3 ?#lo conserv' mi casa. La casa de mis padres. #lo quit' de en medio a los que me querían robar. Bose(ina, @te rob# El cabo suelto de ose(ina hace que %iedad salga de su letargo. La vie!a se conecta como si alguien hubiese sacado las pilas del congelador se las hubiese vuelto a colocar en la cavidad de la espalda3 ?@-$ mataste a la pobre ose(ina %iedad, con las palabras agrandadas dentro de la boca, distorsionadas en la e&tensi#n de sus sílabas, entra en una especie de llanto hist'rico. En un cortocircuito. e vuelve a levantar (le&iona el torso como si (uese a iniciar una carrera que (racturase la línea que nos une. Me apro&imo la su!eto por detrs. La abra)o. -rato -rato de parali)arla parali)arla para que no su(ra un ataque" por lo menos, para que no se caiga. /i esta vie!a (inge ni o hago parodia. u dolor por ose(ina es real. %iedad no puede comprender. Est cansada, mu cansada. Casi cuelga de mis bra)os. %esa mucho. e rebela contra el hi!o3 BFY o no tengo la culpa de que mataras a CristinaG /o la tengo. B>uerías vender mi casa... ?F/o es tu casaG FEs nuestraG Ke tu padre mía... El vie!o ingeniero da un grito. >ui) en alg$n nivel de su sueño, en alguna capa pro(unda, est' participando en la conversaci#n. Ahora, vuelve a respirar con placide). %iedad, cuando su marido calla, se desmade!a de nuevo en la silla. Le han de!ado de hacer e(ecto las sustancias vigori)antes. in embargo, no renuncia a pronunciar para Lu) una suerte de $ltimas palabras mientras levanta la cabe)a la señala con el índice3 ?-$ tampoco me has gustado nunca. Lu) levanta los hombros. ho mbros. Asiente. /o le importa. ?Le agrade)co su sinceridad. sted a mí tampoco. El diario da (e de esa aversi#n. %iedad recibe el mensa!e se desconecta. e lastima la (rente contra la super(icie de la mesa. Escuchamos un ruido sordo. Le tomo el pulso. %arece que est dormida. La maniobra no ha durado apenas nada. Me atrevo a sugerir3 B>ui) deberíamos llamar a una ambulancia. ?En un instante volver a encenderse. /o te preocupes.
Lu) abre las piernas recolocando su posici#n de tiro. Yo, desde le!os, indago en el espacio en penumbra donde el ingeniero de minas sueña. igue ahí. in mover un m$sculo" qui) (ingiendo para que nadie se lo lleve a otra parte. %ara enterarse de todo. >ui) para el ingeniero la tarde est' resultando incluso divertida. Duelvo la cabe)a me encuentro con Clemente, que, sin quitar o!o a la pistola con la que Lu) lo encañona, al ngulo de cuarenta cinco grados que (orman contra el suelo sus piernas abiertas, no ha olvidado las preguntas sobre la pobre ose(ina3 ?Cuando me enter' de que estaba con el moro, le pregunt' si no le daba vergNen)a... Lu) es implacable3 ";Y qu' ?Ella se en(ad# conmigo... ?@Y qu' BYo me estaba riendo con ella, con su indignaci#n, la hacía rabiar... ?@Y ?*asta que me llam# menorero. ?@Y B... Y o me di cuenta de que llevaba un año en sus manos. %iedad abre un o!o para intentar entender los ra)onamientos de su hi!o, que sigue hablando mientras hace memoria, discurre3 BA ose(ina s#lo se lo pudo decir Cristina Esquivel. Me tenía que proteger de ella3 cuando me llam# menorero me estaba dando la señal de que o no estaba a salvo... Duelvo a colocarme al lado de Lu). %ara que Clemente me vea bien. %ara que entienda cada una de mis palabras. Me coloco al lado de Lu). /o detrs de ella. Qormamos los v'rtices de un tringulo podemos mirarnos simultneamente los unos a los otros. Casi me apena revelar a Clemente que matar a ose(ina no sirvi# de nada3 ?ose(ina s#lo sabía lo que Yalal le había dicho. Que 'l quien te vio una noche cuando salías del portal se encontr# dentro con la niña... Clemente arruga toda la cara como si (uera una mscara superpuesta sobre su verdadero rostro. *ace un es(uer)o titnico por recordar3 ?*abíamos reñido... Clemente parece un padre. Kespu's vuelve a prestar atenci#n a la pistola que Lu) empuña, como si, mirndola, el arma (uese a volver a la mano de su dueño natural. Lu) levanta un poco la pistola. %iedad, desde (uera de la lu) que ilumina nuestro tringulo is#sceles ?Lu) o estamos ms cerca entre nosotras que de ClementeB, desde (uera, %iedad es el orculo3 BEsa niña es un demonio. La vie!a habla con tono de Apocalipsis. Clemente, (urioso, mira a su madre. Yo le obligo a que vuelva a (i!ar la atenci#n en mí3 ?/i Yalal ni ose(ina sabían que Cristina Esquivel te estaba chanta!eando con esa in(ormaci#n. ?@/o sabían nada de la venta de esta casa ?/ada en absoluto. ?Lo importante era la casa, la casa, conservar la casa... Ke pronto Clemente busca en Lu) aquiescencia o consuelo. %ero Lu) no se lo da3 BLe ra!aste la boca. BEn tu diario...
Lu) no de!a que Clemente acabe, que se !usti(ique con las acciones de ose(ina dentro de la ca!a cerrada del diario. Al abrir la tapa, Clemente escuch# m$sica. %osiblemente la oe todavía3 es lo $nico que oe. Est sordo. Clemente no ce!a en el empeño3 ?En tu diario... /o ha enigmas en el interior de las ca!as de m$sica. A Lu) se le acaba la paciencia3 BEn mi diario esto mu acostumbrada a hacer esto, así que no creo que te vaa a doler... Cuando Lu) dispara, s#lo tengo tiempo de oír el grito de %iedad de ver que el ingeniero de minas se despierta, mira a su alrededor , despu's, sonríe beatí(icamente.
B@Est bien mi madre ?ois dos per(ectos imb'ciles. Al otro lado del tel'(ono, puedo oír el !adeo de +lmo percibo la di(icultad con la que articula las palabras. /o le queda saliva. u paladar, su garganta, son leñosos, ramas sin savia, esparto amarillo para tren)ar cestas. *e dicho secamente Hsois dos per(ectos imb'cilesI s#lo el silencio, el desconcierto, el hueco, se solidi(ican a mi alrededor. Ke la brusquedad del insulto paso a la ironía3 ?Al (in al cabo ceci nRest pas une pipe$ +lmo, adems de enclenque, debe de ser un poco inculto. Es posible que sus dibu!os de lepid#pteros sean e&actos, incluso hermosos, pero no sabe nada de historia del arte contemporneo. /o conoce a Magritte ni el sentido con el que su lien)o se utili)a en las sesiones de los talleres literarios. Zarco, que seguramente le habr puesto la mano en el hombro para transmitirle valor, paciencia, calor, templan)a, sabiduría ?que el embrionario +lmo no va a adquirir por osmosis? tranquilidad, ha de salir en su auda3 ?-odo lo que nos has contado @es mentira iento el impulso de contestar a(irmativamente. %ero o no so así , en esencia, no he mentido. /o he dicho que lo blanco (uera negro o que lo negro (uera blanco. Me he quedado en la verosimilitud del gris. Y, sobre el gris, al (inal de mi historia he derramado algunas gotas de ro!o brillante como la sangre del cadver que ha muerto por inhalaci#n de anhídrido carb#nico. %aso revista a mi pi)arra mental me sit$o en el punto e&acto de lo que pudo haber sido no (ue. Me encantaría que Zarco, que +lmo, esa mosquita muerta que cuando vaa haci'ndose maor ser una mosquita redondeada, una bacteria del ogur, que los dos se pusieran nerviosos de verdad. Mantengo un poco ms el misterio. Mi entonaci#n es ingenua. 2ncluso un poco in(antil. Canto dos palabras3 B-odo no... %uedo notar c#mo Zarco le coloca un dedo en la boca a +lmo para que el niño no rompa a llorar, para que no me insulte. Al (in al cabo, mu pronto vamos a ser casi (amilia. Zarco le pone un dedo en la boca 'l mismo aguanta la respiraci#n, porque sabe que conmigo (uncionan las estrategias del silencio. Como no me lo piden, o asomo la patita por deba!o de la puerta. Es una blanca patita. +, a lo me!or, es que s#lo est enharinada3 ?Es verdad que Clemente es el picaro gordo que se lo comi#... ?@>u' quieres decir ?>ue es verdad que mat# por conservar el piso de sus padres. BEntonces, @qu' es mentira En principio, me sorprende que Zarco se interese ms por las mentiras que por las verdades. %ero, haciendo un poco de memoria, lo cierto es que 'l siempre ha sido así3 un poco revistero. Le do la respuesta correcta3 ?Yo nunca subí al piso de los %ele). +lmo podría haberme agradecido al menos que, al (inal, otorgase a su madre un papel casi heroico en el desenlace de esta historia. En todo caso, no lo he hecho por 'l, sino por Lu), que me parece una mu!er no magní(ica pero sí mu sugerente. Mucho ms de carne hueso de lo que piensan los que se empeñan en retratarla como una actri) (rancesa, como una caricatura, como una magioratta, como una borracha, como una loca. Aprendo,
he aprendido del diario de Lu), cosas que no tienen s#lo que ver con el orden de los acontecimientos o con las verdades que se esconden en las mentiras viceversa. %ro(undi)o en mi compasi#n, en mi capacidad para entender las ra)ones de cada ser humano, pero sin caer en un estado en(ermi)o, en un modo de la astenia, que me lleve a renunciar a mi derecho a en(adarme o a sentirme despechada. -engo derecho a odiar a este niño que ahora, preocupado por su madre ? con 'l no debería permitirme la empatia, usurparle los buenos los sanos sentimientos?, a no puede contenerse3 ?@Mi madre no ha disparado a Clemente ?/iño, @t$ eres tonto Enseño la patita ?co!a? por deba!o de la puerta. La enseño entera. Ke golpe. Kesde la punta de las uñas hasta la corva el muslo esa ingle cua visi#n echaría para atrs a un in(ante como +lmo que ahora, sin venir mucho a cuento, me recuerda a la (emenina sota de copas. /o llega a ser la prerra(aelista sota de espadas con su cabellera rubia que le cae en ondas alrededor del rostro nacarado. n golpe de viento limpia de harina mi patita B co!aB , por el borde de mi (alda, asoma la garra ?minusvlida garra? que s#lo puede atrapar desangrar a los p!aros pequeños. A los colibríes o a los gurriatos. Como +lmo. Zarco le pasa el ala por los hombros lo protege del (río, de los temblores. Lo alimenta regurgitando la comida desde el est#mago hasta el pico. A Zarco no lo puedo odiar como odio a +lmo. Lo puedo odiar de otra manera. Zarco se olvida de que llevo dos días preocupndome por su (elicidad. Me produce algo mu parecido a la repulsi#n Bsi no lo di!ese, @sería me!or persona, @alguien ms sanoB cuando Zarco protege a su pollito de la intemperie3 B#lo es sugestionable. Adems, t$ tienes la culpa... n, dos, tres... >ui) no debería reprimir mi rabia. %ero la contengo. /o so el escorpi#n que atraviesa el río a lomos de una rana ingenua, e&cesivamente con(iada, carne anca de pudridero. B@Ke qu' @Ke lo que ha ocurrido ?/o, de que ahora +lmo se haa ido a vomitar al cuarto de baño... ?/o sabes cunto lo siento. *e e&presado esa disculpa con una sonrisa de ore!a a ore!a que me ha distorsionado la vo). Lo he hecho para que Zarco visuali)ase a distancia mi espl'ndida sonrisa. *e (or)ado las comisuras de los labios hasta que me han dolido los p#mulos se me han achinado los o!os se me ha puesto tirante la piel de la cara. Zarco se siente un poco víctima. Me pregunta3 B@%or qu' has !ugado con nosotros B+!o por o!o, Zarco... B@Contar para dañar BCon el dulce daño del castigo. Zarco o siempre nos entenderemos en un punto. La varita de avellano se estrella contra las redondeadas nalgas. Compartimos esa imagen en dos lugares di(erentes de la misma ciudad. Zarco ve la varita, las nalgas, el rubor de la piel a)otada, representados sobre una pintura, qui) anote algo en su cuaderno. Yo veo una (otogra(ía del peri#dico s#lo he de archivarla para siempre en mi pi)arra mental. %or (in, Zarco recupera la cordura3 ?@>u' ha pasado, %aula