ÚLTIMOS REMORDIMIENTOS ANTES DEL OLVIDO (DERNIERS REMORDS AVANT L’OUBLI) DE JEAN-LUC LAGARCE
Texto establecido al espa ñol por Laurent Berger Versión definitiva de Laurent Berger & Alejandro Tantanian Solitaires Intempestifs Intempestifs, Besançon A partir del texto de la edición del 1999 de Les Solitaires
PERSONAJES Pierre, 42 años Paul, marido de Anne, 38 a ños Anne, esposa de Paul, 34 a ños Hélène, esposa de Antoine, 42 a ños Antoine, marido de Hélène, 43 a ños Lise, hija de H élène y de Antoine, 17 a ños
La acción ocurre en Francia, hoy, un domingo, en el campo, en la casa en la que hoy vive Pierre, y que compart í ían a n hace tiempo con H é él ène y Paul.
Pierre : Estoy contento. ¿Est ás bien? ¿Andan bien? ¿Ustedes andan bien? Paul : Pensé que í bamos bamos a llegar antes que ustedes. Hélène : Es Antoine, éste aquí , Antoine. Él es mi marido. Antoi Antoine ne : Bueno… Bueno… la ruta ruta estab estabaa bien, bien, vinimo vinimoss r ápido, se acordaba acordaba perfectamente perfectamente del trayecto, nada cambi ó, a ella le parece que nada cambió… Paul : Es Anne. Es Pierre. Lise : Me llamo Lise. Anne : Hola. Es rid í culo, culo, nos conocemos. Se tiene que acordar, me acuerdo perfectamente de usted, no seas idiota, idiota, no nos vas a presentar presentar el uno al otro, se tiene que acordar. Pierre : No. Lise : Soy su hija, la segunda hija, su hija, estos dos, aqu í . Antoine : Antoine. Estoy muy contento.
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Paul : Ah, s í , perdón, le pido perd ón. Anne : Vine, pero fue hace muchos a ños… Pierre : No me acuerdo, se lo repito, uno no se puede acordar de todo. Paul : Paul. Mucho gusto. Antoine : Antoine, el marido de H élène. El padre de la ni ña. Pierre : Ah sí , mucho gusto, ¿es lo que dijiste? Mucho gusto, Pierre. ¿Qu é niña? Lise : Yo. Paul : Dejalo, si dice que no se acuerda, no se acuerda. Hélène : De todas formas, maneja demasiado r ápido. Anne : No es muy educado. Paul : No es su estilo. Antoine : No manejo demasiado rápido, manejo. Lise : Ya no soy una ni ña. (…) Paul : Hablás primero. Es lo que convenimos, es mejor, preferimos escucharte; es lo que habí amos amos convenido. ¿Convinimos esto? Hélène : Sí . Me parece mejor. Pierre : ¿Yo? ¿Por qu é yo? No entiendo. ¿Qu é es esta historia? No lo sab í a, a, no, no es justo. No escuch é muy bien, no entend í muy muy bien, no capt é. No estaba previsto, esto no estaba previsto, y no prepar é nada; y tambi én, tienen que entender esto, tambi én, sí , no tengo nada que decir, no ahora, enseguida, no enseguida. No empecemos Son ustedes, vos y ella (si me equivoco, me paran), son ustedes dos que deseaban, que desearon, expresamente, esto no pod í a esperar, este mismo domingo, todo el mundo, sus famili familias as,, inmedi inmediata atame mente nte,, fueron fueron usted ustedes es quiene quieness desea deseaban ban que nos vi éramos, ramos, que nos habláramos, que nos volvi éramos a ver y que arregl áramos nuestros asuntos, el dinero, poner todo esto al d í a, a, esta casa, este lugar, la parte de cada uno. No estoy equivocado. ¿Estoy equivocado? No fui yo. ¿Por qu é yo? No ped í nada, nada, faltaba m ás, no ped í nada nada de nada. Pensaba que me iban a explicar. No voy a empezar la conversaci ón, ¿es lo que dijiste? Empezar las cosas, el
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debate, hablar, ¿qu é es lo que quieren? ¿Es lo que quieren? Est án bromeando, no quiero nada, no querí a nada, todo puede quedarse en su lugar, esto, a m í , esto me da lo mismo. Lo mejor ser í a que me expongan su idea. ¿Deben tener una idea sobre el asunto? Creo que entendí que quer í as vender. Quiere vender, entendiste como yo, desea que compartamos entre los tres todo esto, es as í , ¿entendí lo esencial? Vendamos y que no se hable m ás. Vendamos. ¿Es caro? Hélène : No es eso, no digas eso. Podemos pensarlo. Nada est á hecho, nada se decide, y era una simple propuesta… Pierre : Sí . De todas formas, y adem ás de todas formas (no los voy a agotar, ya est á todo arreglado), de todas formas, no me toca a m í explicar las cosas, no sabr í a , es lejos, inmensamente lejos… Se r íe . No querí a ser desagradable, estoy muy contento de volverlos a ver. Es la verdad. ¿Lo dije? Está lejos, muy lejos, y no tengo la memoria de los n úmeros, la sórdida memoria de los números, habrá que hablar de n úmeros, supongo, no sabr í a. Francamente, me da todo lo mismo. Lo voy a hacer, lo dije, enseguida lo dije, cuando me llamaste (si no es cierto, si es una mentira, podés contradecirme), cuando me llamaste para decirme todo esto, el hecho de que quieras vender, le pod és preguntar, no lo dud é: voy a hacer lo que me manden, voy a firmar lo que haya que firmar (va a haber papeles para firmar, dejar huellas de un d í a como este), y despu és no vamos a hablar m ás de esto. Estoy de acuerdo en todo. Hélène : Es ridí culo. Vas a traer problemas. Estaba segura que iba a traer problemas, que iba a hacer problemas. Lo dije. Te lo dije. ¿No es cierto? No digas que no te lo dije. Lo hab í a previsto, era previsible, era tan previsible, hacer historias, hablar durante horas – y esto y lo otro, y también lo contrario – lo encontramos tal como es, no cambiaste, taciturno y complicado. Paul : Esperá, Hélène, esper á, no se vayan as í , explico. No hacemos m ás que hablar. No empiecen. Pierre : ¿Qué pasa ac á? La palabra que acaba de emplear, lo que acab ás de decir, la expresi ón, ésa, ¿si? No abr í la boca, apenas llegaron, todav í a no abrí la boca, el sonido de mi voz no lo escucharon, esto apenas empezaba y enseguida, dijo eso, que soy taciturno, es exactamente eso, entendí muy bien, escuch é muy bien. ¿Por qué decí s eso? Preferir í a que todo estuviera bien, sin roce, lo preferir í a, si a ustedes les parece bien, es mejor para todo el mundo, arreglemos este asunto de dinero ya que es lo que les importa, ya que es tan importante, pero cada uno se queda en su lugar. ¡No empieces! Nunca fui taciturno, ¿por qué decir eso? Y de m í , y con esa mueca particular. “Taciturno.” ¿Por qu é ella dijo eso?, enseguida, inmediatamente, emplea palabras, nunca supo por qué, taciturno no se usa para nada en esta situaci ón. ¿Por qué decí s eso? ¿Dec í s eso porque sí ? No me toca empezar, nada m ás. No tengo nada para decir. Es lo que quiero hacerles entender. No estoy al tanto, el dinero, apenas si me acuerdo, no llev ábamos cuentas, “qui én poní a qué”, la parte de cada uno, no era mi fuerte, “en nuestros h ábitos”, si mal no recuerdo, y por mi parte, “en lo que a m í se refiere”, yo, no cambi é.
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No empecés a decirme que traigo problemas, quizás sea, todo lo contrario, quiz ás yo sea la persona, el hombre, la persona exactamente, seguramente soy la persona que trae (¿que traerí a?), que trae menos problemas. Todo el mundo lo sabe. Paul lo sabe, vos lo sab és, Paul, no traigo problemas. Siempre fue as í . De nosotros tres, tomemos “nosotros tres”, de nosotros tres, si quieren admitirlo y acordarse, de nosotros tres, soy el menos complicado, soy el m ás conciliador, quizás nunca se dieron cuenta – simplemente no se dieron cuenta – pero soy y siempre fui el más conciliador, de esa gente que se dice conciliadora, que despliega montones, cascadas de diplomacia, exactamente esto, exactamente yo, “desplegando inauditas cascadas de diplomacia”. Es un asunto conocido, un aspecto de mi personalidad, una evidencia. “Taciturno”, ¡todo lo contrario! Paul : Explico. Lo que quer í a, lo que quisimos, lo que hubi éramos querido, las cosas se concibieron así , lo que hubi éramos deseado, entonces, H élène y yo… No le hables de esa forma. No se hablen as í , de esa forma. Lo dijo sin pensar. Hélène : No lo dije sin pensar. Disculp á que te contradiga. ¿Que dec í s? ¿Por qu é decí s que lo dije sin pensar? Lo dije pensándolo perfectamente, sabi éndolo. No cambió. Y salta a la vista. Paul : Esper á. Hélène, por favor. Dejame explicarle. Lo que hubi éramos deseado, H élène y yo, nada muy largo y muy complicado, y nac í a de un buen sentimiento, Dios, ¡no veas trampas en todas partes! Lo que hubi éramos deseado, era que pudieras exponer primero tu idea, tu opinión, expresar tus deseos. Es l ógico que estés involucrado, somos conscientes de eso, vos viv í s ac á, es tu casa, tu vida tambi én y no queremos de ninguna manera trastornarte, enfrentarte a un hecho consumado, jugarte sucio, “de todo esto” ten és que estar seguro. No es complicado, ella quiere vender, hay dinero para recuperar, para volver a compartir, es el pasado; pero en el fondo, no queremos echarte de ac á, lo sabés totalmente (no, no “totalmente”, perfectamente), lo sab és perfectamente, y ten és que hacer ruido, rechazar todo en bloque, todo enseguida, los principios, somos reverendos hijos de puta, ávidos de ganancias me imagino y te vamos a echar a la calle. Pierre : Es conmovedor, hasta las l ágrimas. Estaba seguro de eso. Hélène : Lo hab í a previsto. Estaba segura de eso. Paul, a H él ène: ¡Siempre lo sab és mejor! (…) Antoine : Y usted, usted es Anne, es Anne, no, me equivoco, no escuch é muy bien, la mujer de Paul, ¿la esposa? Me equivoco. ¿Me equivoqu é? Anne, ¿es as í ? Anne o Catherine. ¿Catherine? Anne : Anne. ¿Hay una Catherine? ¿Otra persona? Antoine : Anne. Bien. Est á bien, sí . Mejor. Digo así , “mejor” es est úpido, ¿qué importa? ¿Qué más le puede importar? ¿No? Me hab í an dicho su nombre, lo conoc í a, Hélène (ella es mi mujer, mi esposa) me lo hab í a dicho.
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Catherine, lo dije as í , no me acordaba, no tiene importancia, una idea que se me cruz ó en ese momento; cuando la vi, estaba ah í alejada, ligeramente alejada. Me imagino que no es de esas personas que se encuentran siempre tan a gusto cuando no conocen a nadie. En el fondo, me acuerdo, se debe parecer a una chica, una mujer, una joven, perdón, disculpe, alguien que conoc í . Me olvidé. Nunca fuimos presentados y tengo mala memoria. Esto ya me trajo no muy buenas sorpresas. Tengo un mont ón de anécdotas sobre el tema: no acordarme del nombre de alguien que conozco muy bien, dar el nombre de alguien a una persona que no es muy amiga de esa persona, etc., etc., eso har í a un buen libro. Bueno. Esta bien, s í , lo que dec í a, Anne, este nombre, s í , me gusta, todav í a no es tan frecuente, y a la vez, le voy a parecer idiota, es casi aristocr ático, ¿no? Anne : Me imagino, escuch é eso hace un rato, usted es su marido, Antoine, el marido de Hélène, de H élène, ella, ahí . Su nombre, lo conozco perfectamente, ¿hay otro nombre que haya escuchado m ás veces que éste en los últimos años? Francamente, pienso que no. Catherine, no me lo esperaba. Me dej ó perpleja, me dio un shock, no lo hab í a previsto y… No importa. Antoine : Decí a esto, no importa. Usted me cae muy simp ática. Nunca la volv í a ver, nunca en la vida, aquella chica, Catherine – se parec í a apenas a usted, qu é raro, ¿no? – fue hace mucho, no exageremos, muchos a ños, no estaba casado (¡claro!) antes de todo esto… Antoine, es as í , no se equivoc ó, de primera. Segunda vez que viene por ac á, creí entender. Linda casa, lindos jardines, lindos árboles, esto no valí a nada hace quince a ños y vale oro; no lo sospechaban, no era su estilo, H élène era muy diferente de acuerdo a lo que dice, volver a la naturaleza y otras pavadas, y hoy, con el tiempo, esto se volvi ó una inversi ón inmobiliaria, ¿no? Anne : Podemos ver las cosas as í , es cierto. Lo que hace en la vida, su profesi ón, Paul me dijo, sabí a, “representante”, no me acuerdo bien, hay una palabra, soy tonta… Antoine : Ejecutivo de ventas, representante si prefiere, la gente prefiere, pero el t érmino exacto, la denominaci ón, sobre los recibos de sueldo, “ejecutivo de ventas”. Completamente otro mundo, los autos, la ciudad, el smog y el resto, cero kil ómetros o de segunda mano pero con garantí a, revisados y con garant í a. Anne : Sí . Es interesante. Es interesante, debe ser interesante, la verdad, debe ser interesante, pienso que debe ser interesante, esto, el trabajo que tiene, muy muy interesante. Claro, te tienen que gustar los autos. Antoine : Oh, no, ni siquiera. (…) Hélène : No me escuches si no quer és. Siempre fuiste un hombre taciturno. ( Se r íe .) Está en tu naturaleza profunda, no vas a negar los hechos, tu negación obstinada de la realidad, lo digo sin maldad, no quise ser
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desagradable; ¿por qu é? No tengo ninguna raz ón de serlo – estoy muy contenta de volver a verte, y a Paul tambi én, estoy contenta de volver a verlo, reencontrarlos. Siempre estás as í , creyendo, no s é, nunca entend í , siempre as í , siempre as í creyendo que uno quiere hacerte mal, hacerte da ño, que uno trata de perjudicarte. Taciturno no es un defecto, ¿es un defecto? ¿Paul? No es un defecto, conozco a mucha gente encantadora completamente taciturna, y sin embargo frecuentable…Oh, y al final, ¿qu é importa?… Taciturno, es un rasgo de car ácter, no quiero aburrirte, siempre escuch é decir esto, en todas partes – ¿Paul? ¿No est ás de acuerdo conmigo? – en la radio, en la televisi ón, en el cine, las novelas rusas, taciturno, es un rasgo de la personalidad. Oh, y al final ¿qu é importa? Me molest ás, no te pidi ó nada muy importante, simplemente lo que pensás, lo que quer és – es asunto tuyo y era pura cortes í a, en cuanto a nosotros que… Paul : Esper á. Dejalo. No te metas en esto. Lo que hab í amos previsto, lo que hab í amos dicho, lo habí amos previsto todo, ¿no? Lo cre í a , lo que hab í amos convenido entre nosotros, el dinero, todo esto, la discusi ón sobre el dinero, lo que hab í amos previsto, es bastante simple – estabas de acuerdo y no ten és que cuestionarlo todo otra vez – le hablaba, le hablo primero, el primero. Tengo que explicarle las cosas, siempre supe mejor que nadie, mejor que cualquiera, de nosotros dos, fui yo, siempre yo quien le explicaba mejor los problemas. Me cree, siempre supe muy bien, muy muy bien explicarle, siempre me crey ó. Entonces, adonde apuntaba, hoy, el asunto que nos ocupa… Pierre : Qué estás diciendo, qué dijiste, ¡hablás de mi como si estuviera enfermo! No entiendo, ¿tenés la intención de hablar as í de mí mucho tiempo? ¿Quer és que salga, por ah í preferí s que salga? ¿Por ah í prefieren que salga? Habl ás de mí como si estuviera enfermo, es la impresión que tuve, como si estuviera enfermo, infectado, estuviera infectado seriamente por una enfermedad – enfermedad mental, grave, estado terminal y desde hace muchos a ños, quizás. El primero de ustedes que repite una vez m ás, una miserable peque ñí sima vez que “siempre fui as í ”, que “nunca cambi é”… Hélène : ¡Me habl ás en otro tono! Yo le explicaba simplemente por qu é me habí a permitido – ¿hubiese permitido? - esta expresi ón: taciturno. Eso es todo, pareci ó que lo conmov í a. No tenés por qué interrumpirme, te dirigí s a mí en otro tono, no ten és por qué elegir mis palabras, indicarme lo que tengo que decir o no decir. Te lo anot ás en uno de los rincones oscuros de tu cabeza: ya no somos nada el uno para el otro, vos y yo, nada de nada, casados no m ás, ¿me entendés? Venidos acá para arreglar nuestros asuntos, el dinero, todo esto, no lo olvid ás, no volvés a empezar… Vos tampoco, no cambi ás, no más que él, no evolucionás, era la idea que buscaba, es esto, perfectamente, no evolucionás. Paul : Te pido perdón. No te hablaba mal, esto empezó muy mal, viste c ómo reacciona, no era agresivo, no lo creas, sinceramente, no escuchaste. Hélène : Bien. No dije nada. No digo nada. Estoy enojada, est úpidamente, me enojé, me conocés, el viaje, todas estas historias. No tenemos que hacerle la vida imposible, hacerlo a propósito. Es un hombre fr ágil.
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(…) Antoine : No decí s nada. ¿Te aburr í s? Lise : No. Te hab í a avisado, te acord ás. Vine ac á, aquí , con ustedes, con vos y ella porque era lo que deseaban, lo que me pediste, pero no voy a cambiar de opini ón, esto no es asunto m í o. Es asunto de ellos. Me quedo ac á, no te preocupes por m í , los espero, miro, debe haber un jard í n, no me muevo y no me alejo hasta que ustedes hayan terminado, que ellos hayan terminado. Antoine : Es mi hija. Anne : Si, ya lo s é. Me lo dijeron también. Fue uno de los acontecimientos esenciales de mi vida, el nacimiento de esta ni ña, sus primeros pasos, sus primeros dientes, las deliciosas palabras de ni ños, me tuvieron al tanto. Claro no me imaginaba que hubiera crecido tanto, preferí a no pensar en eso. Estoy muy feliz. Tiene una hermana, creo, ¿me equivoco? Pero jam ás hablamos de ella, creo que no est á en el orden del dí a, está bien visto olvidarla. Antoine : Está muy bien informada. (…) Paul : ¿Cómo va? ¿C ómo te va? Hola. Soy, ¿c ómo decirlo? Un amigo… un amigo y… Bueno. Paul, es mi nombre. Pod és llamarme por mi nombre. Paul. No me molesta en absoluto y… Vos, es Lise. No me equivoco. Listo. Nos conocemos, no te pod és acordar, nos conocimos, eras alta así , así de chiquita, flor de belleza hoy. Lise : ¿Me preguntaba c ómo estaba? Paul : Sí . Exactamente. Fue lo que dije. ¿C ómo va? Quiero decir: usted, ¿est ás bien? Lise : Muy bien, te, le agradezco. (…) Anne : Le parec í a extremadamente simp ática, dijo esto más arriba, insinuó esto, como si nada, en medio de una de sus largas e inagotables digresiones, lo not é. Me cayó bien. ¿No dijo esto acaso? ¿Me equivoco? Casi al comienzo, me pareci ó gentil, sí , la palabra, gentil. ¿Me encuentra todav í a tan simpática, así , ahora? Haremos el balance, si le parece, de tanto en tanto para evaluar d ónde nos encontramos, la simpat í a que usted tiene por m í , el grado de simpatí a que todaví a tenga por mí . Antoine : La voy a tener al tanto. (…)
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Hélène: ¿Andás bien? ¿Est ás bien? Me parece. Ten és buena pinta, no parec és enfermo… S í . Es cierto que nunca fuiste un hombre muy… ¿c ómo decirlo? “Cachetes colorados”, “Buenos gordos cachetes colorados”. Estoy muy contenta de volver a verte, espero que no te quepa duda. Estoy muy contenta, sinceramente, soy un poco convencional pero quer í a decí rtelo, estoy muy contenta de volver a verte, a pesar de todo. Pierre : Me va directo al corazón. Me dijo que no quer í as venir. ¿Es cierto? Lo pensaste mucho y reservaste por largo tiempo tu respuesta, quer í as, lo que dijo, quer í as que arregláramos nuestros asuntos, nuestros peque ños asuntos sucios, el dinero, esta casa, todo esto, por cartas, a trav és de mensajes, correos o intermediarios… ¿Abogados? Ahora ten és que ser una mujer seria con abogados y… ¿C ómo se dice? En la literatura policial anglosajona… con abogado y consejero. ¿Ten és un consejero? ¿Tu marido? Es un chiste. Si ya no podemos hacer chistes… ¿Lo ves, lo volv és a ver, a menudo, a Paul? Hélène : Sí . De vez en cuando. No. Pocas veces. Él no tendrí a que haberte dicho eso: vine ¡“Al fin y al cabo”! ¿Siempre necesita contarte todo? También está mi marido, ahí , Antoine, no sé si se vieron, y mi hija, la m ás joven de mis hijas, Lise. Pierre : Sí . Ya sé. Linda muchacha. ¿ Él vende autos? Hélène : Es un poco t í mida, reservada s í . La edad. Él, no lo conoc és, nos conocimos mucho despu és que vos y yo, de alguna manera, nos perdimos de vista… No vamos a volver con ese tema. Pierre : No dije nada. Hélène : Me enerv ás. ¿Estás solo? Paul me dijo. ¿Segu í s viviendo solo? No volviste a estar con alguien… qu é s é yo… Pierre : Yo tampoco. Hélène : Bueno. Lo que dec í a, en eso estaba, mi marido, cuando me cas é con Antoine – un lindo nombre, ¿no? – no te avis é, pero no dud é que él, aquel, el otro, no iba a dejar de escribí rtelo en seguida, llamarte, telegrama, tele… Sigue informándotelo todo, nunca un paso el uno sin el otro… Pierre : No lo llames el otro. (…)
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Antoine : Hicieron las presentaciones. Estoy muy contento de ver esto. No es muy habladora , sociable en general. Para que le dirija la palabra a un desconocido, no lo digo mal, pero hay que reconocer que para ella, usted es un desconocido, para que le dirija la palabra a un desconocido, tiene que, verdaderamente, caerle bien. No sabe el honor que le hace. Lise : Callate. Paul : No me dec í a nada. Antoine : Otra vez todo mal. (…) Anne : Anne es mi nombre. Lo dijo m ás arriba, él, ahí , mi marido. Ya nos conocimos, estoy segura, no tengo la memoria de los n úmeros, hace siete u ocho a ños. ¿No? Aquí , una vez, el mismo lugar. Es un lindo lugar, una linda casa, qu é suerte tiene de vivir… Bueno. Lo reconocí todo, me acordaba perfecto. ¿No hizo ninguna obra? Tení a que hablarle. Un poco. Hay una cosa, puede ser que lo aburra, hay una cosa que quiero explicarle. ¿Se queda en silencio? No debe haber malos entendidos. Estar í a muy triste si existiera cualquier tipo de malentendido. Entre nosotros, s í . Es la primera vez que nos volvemos a hablar y me pone muy feliz. Bueno. Sí , lo que quer í a decir: quer í a quedarme a un costado, desde el principio – me pareci ó que las cosas no andaban maravillosamente bien entre ustedes… ¿me equivoco? – y no quer í a meterme. No son asuntos m í os. No querí a venir. No se lo tome a mal. Fue él, Paul, quiso que yo estuviera, no fue una orden, no, no es su estilo – lo conoce mejor que yo – dese ó expresamente que participe en esta pequeña reunión de familia. No hubiera entendido que me libere de esta formalidad. Lo que no quiere, de manera m ás precisa, es que mi ausencia a su lado, sea cual sea la circunstancia, pueda ser interpretada de una manera u otra. ¿Ve?, ¿entiende lo que quiero decir? Y sin embargo, esto no hubiera podido ser – mi ausencia- no hubiera podido ser pretenciosa, considerada como pretenciosa. ¿No? ¿No contesta? Hubiera preferido no volver a ver nada. Me acordaba lo suficiente. Y quedarme as í , como un pariente pobre… Lo que quer í a que supiera: temí a molestar con mi presencia, nunca me quisieron mucho, Hélène y usted; y él, cerca de ustedes, me quiere menos, prefiero no constatarlo. Un poco excluida de antemano, inoportuna, extasi ándome así sobre el jardí n , el aire del campo – ¿no le dije? No me gusta mucho el campo y no deseamos tomar su lugar; venir a descansar, el asado, la m áquina de cortar el c ésped para las hierbas altas, no estamos cansados… Bueno.
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No le parezco muy clara, lo aburro. Disculpe. Compleja, complicada… Pierre : La escuchaba con mucha atenci ón. Anne : Sí . Le agradezco. Le estoy muy agradecida. No dudaba de eso, usted es el hombre que mejor escucha en el mundo. ¿De qu é me estoy quejando? ¿Que m ás puedo reclamar? Le da un poco lo mismo, me parece. (…) Hélène : Mentí a. Mentí a, quizás siempre mentí , no lo s é, es posible. Quiz ás no sea muy agradable de escuchar, pero cuando los volv í a ver, así , hoy, quizás entendí esto, por lo menos esto: ment í a, todo el tiempo, tanto. Habí a olvidado o nunca me lo hab í a confesado. Lo admito sonriendo, viste, sonrí o mientras lo confieso, un poco perra, la idea que se hacen de m í , mi sonrisa ligeramente triste sin embargo, siempre un poco melanc ólica, les gustaba tanto, ¡oh, c ómo les gustaba! Lo repetí an sin parar. Esta manera que tiene mi cara de nunca reclamar nada. Mentí a. ¿Qué importa? Puede hacer un poquitito mal, es la única razón, ¿no les parece? Empecé a mentir, no me acuerdo, no hubo un d í a en particular, no fue una decisi ón precisa, organizada, empec é a mentir “as í ”, una vez de casualidad, sobre un detalle, para estar en paz, no dar explicaciones, terminar con una cosa min úscula, deshacerme de algo. Estar en paz, exactamente, en paz y tranquila: tener menos miedo de vivir con ustedes; bastaba entonces con encadenar las mentiras una tras otra, no equivocarse, con inteligencia, tener cuidado de las rid í culas traiciones y vivir as í , sin problemas. Arreglármelas. Son tan complicados, siempre hace falta una respuesta para todo. Callarse no era posible, otras preguntas: ¿Por qu é no habl ás? No era posible, admisible y la guerra con ustedes, decir las cosas, con violencia, no creo que me hubieran alcanzado las fuerzas. No paraban de interrogarme, de pedirme noticias de mi cuerpo, mi cabeza, si los quer í a, y cada uno más que el otro, no terminaba nunca. Huir de ahí . Huir. También hubiera podido ser una opci ón, abandonarlos. No lo s é. No lo hubieran entendido y hubieran estado tan tristes, juntos. Mi tiempo, mi vida – una palabra demasiado grande – entonces la organic é de otra forma, me puse a existir de otra forma – no lo sabí an, no escuchan nunca -, en secreto al lado de ustedes. Los engañaba también, si es lo que quieren escuchar. Es la expresi ón que se usa. Otros hombres de vez en cuando, y algunos con una ternura infinita. Pero no es lo esencial, no m ás importante que contestarles s í cuando pensaba no. Estaba apacible, entonces. Y ustedes se tranquilizaban. Me puse a sonre í r, menos melancólica, hablaba de esto hace un rato. Una palabra m ás. Lo que hay que saber y lo que hay que a ñadir: evidentemente, ya no los amaba. Y también: cuando te dej é para irme con él, cuando abandon é a uno por el otro, no hab í a elegido, no querí a más a uno que al otro. Pierre : Te deshací as por lo menos de uno.
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Paul : No es lo que dijo. Hélène : Es lo que quise decir. (…) Lise : Hicieron un poco de todo: son bastante representativos, familia de la burgues í a emergente provincial y comerciante, Poitiers, Dijon, Rouen, el tri ángulo terrible, estudios larvales, diversas reivindicaciones post-adolescentes, llegada a la capital, tentativas art í sticas, literatura alemana y cine cuarto-mundista, reivindicaciones m últiples preadultas, huida de la capital, hacia el sur, el aire puro, “ la vida verdadera”, alternativas artesanales, malva y rosa mesopotamia, la felicidad, el paraí so, esta misma casa, y de nuevo un estallido, cada uno por su cuenta, nacimiento de la primer linda nenita, nacimiento de la segunda linda nenita, abandono definitivo del dulce tiempo de la juventud, biblioteca comprable seg ún el temperamento, mesa baja, palta-camarones, retrospectiva Antonioni en el lugar mismo del crimen. Tengo diecisiete a ños. Para nada caricaturesca. Me destino – de la palabra destino, destinada – me destino a los oficios de la comunicaci ón, l ógico. Bilingüe, un año o dos en los Estados Unidos (hubiera podido decir “United States” y no lo hice), biling üe y moderna. Schnitzler en edición de bolsillo, pelo corto y fotos en blanco y negro. Es un chiste.
(…) Anne : No tendrí a que haber venido. Paul : ¿Por qué, no es simpático? Hay como un ambiente… Anne : No est és siempre haciendo chistes. Paul : No hago chistes. Podr í a ser peor, es menos grave de lo que esper ábamos. Esperar no es la palabra. Son buenos y… ¿Viste el jardí n? Anne : No dije nada. Me quedo ac á, no estoy lejos. ¿Hay un jardí n? Puedo medir el terreno si eso ayuda a que se arreglen las cosas. (…) Pierre : No nos conocemos. Me imagino que deben haberte hablado de m í . Lise : No.
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Pierre : ¿Ah? ¿S í ? Sí . Puede ser que no te acuerdes, pero es probable. Lo contrario me extrañarí a y… Lise : No. Pierre : Bueno. Bien, ¿c ómo decir? Soy… yo y tu madre, y este otro hombre, all í , cuando éramos jóvenes… Cuando tu madre era m ás joven… Me siento viejo de golpe, con este tipo de frases, “cuando tu madre era m ás joven…”. ¿Nunca te habl ó de mí , sinceramente, francamente?… Lise : Sí . Quédese tranquilo. Pierre : Ves. Bromeabas. Me lo imaginaba. Te habl ó de m í , lo sabí a, lo contrario me hubiera extrañado y… Soy yo quien escrib í a libros, uno o dos, la poes í a, seguro que tiene eso, en casa, en alg ún lugar, por ahí te lo mostró y… Así me gusta más. Lise : Es lo que me dijo, efectivamente. Pierre : Sí . ¿Perdón? No entendí … ¿Podés repetir? Esperá. ¿Qué dijo sobre mí ? Volvé. (…) Antoine : … Y despu és, lo que de hecho es lo m ás cautivante, es el contacto humano, los contactos humanos, la relaci ón privilegiada que uno puede tener, ¡y que es necesario tener!… Es una de la reglas esenciales del oficio, nunca hay que perder de vista esto: el contacto humano, con el cliente, la clientela… Paul : La psicologí a. Antoine : Seguro, sí : la psicologí a. Quizás sea la primera cualidad, se puede llamar una cualidad, un don. Un hombre, tomemos un hombre, las mujeres son diferentes, no se puede negar, son diferentes… No soy yo quien va a decir lo contrario. Paul : No. Antoine : Tomemos un hombre, el ejemplo de un hombre: la psicologí a , el don de la psicolog í a, el sentido agudo de la psicolog í a – así es, exactamente as í -, el sentido agudo de la psicolog í a, no hay secretos, no hay misterios, un hombre lo tiene o no lo tiene.
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Y si no lo tiene, no hay m ás secreto o misterio que anteriormente, “ejecutivo de ventas” – el trabajo que hago -, “ejecutivo de ventas” o “representante” as í de corto, simplemente, sin la psicolog í a, no est á hecho para él, no es un drama, pero que ni lo sue ñe, no es para él. Todos empezamos por ah í , en todos los oficios, es lo mismo, “representante”, y, entonces, despu és de algunos a ños, la antigüedad, es cierto, y el m érito, por qué olvidarlo, “ejecutivo de ventas”, ascenso y promoci ón, no hay vergüenza, progresivo, ninguna verg üenza en acordárselo. Y el error, al contrario, es no querer tomarlo en cuenta. Hacer como si nada, la pretensi ón, estos cuentos, confiar en el producto, la publicidad… Hay gente, conozco gente, conoc í a un hombre – con las mujeres, ya hemos visto, es diferente, intervienen otros factores… Conoc í mujeres, sin embargo no es misoginia, soy el hombre menos mis ógino de la tierra, conoc í mujeres para las cuales la ausencia total de psicolog í a tendí a a lo crónico, es extraño, ¿no? Y sin embargo, todos lo hemos escuchado, se escucha a menudo, las mujeres son m ás psicólogas que los hombres. La intuici ón, esa palabra… - conocí a un hombre, entonces, al que no le faltaban cualidades, bastante inteligente y buen mozo, s í , buen mozo, grande y fuerte, lo que se llama “un buen mozo”… No se puede negar – hago un par éntesis – no es menospreciable “ejecutivo de ventas lindo” y “ejecutivo de ventas feo”. A veces, financieramente se entiende, pueden haber diferencias enormes, no se puede imaginar. No me cree, es la verdad. Sobre un largo per í odo, se podr í a experimentar: en el mismo territorio, con el mismo producto y la misma muestra de clientes, tantos hombres, tantas mujeres, las mismas categorí as socio-profesionales, rango de edad , etc. – sobre los hombres, las historias de belleza f í sica, no me creer á, se sonrí e, cuenta tanto, es más sutil, es eso, en profundidad -, se puede experimentar… Se hizo, no quiero decir burradas, se hizo, en los Estados Unidos por supuesto, se hizo: es una experiencia que se desarroll ó a lo largo de meses, y el resultado es innegable, la belleza f í sica del vendedor cuenta casi tanto como la del producto, incluso si el producto en s í mismo no está mal. Lo leí , una serie de art í culos muy interesantes, se trataba de autos, de autos muy comunes, no estoy hablando de productos de lujo, perfumes, cosm éticos… Ahí , los hombres muy feos, es imposible, es evidente, y las mujeres, bueno, no insisto m ás, se imagina “fea para matarse” representante en productos de belleza, los chistes, publicidad mentirosa, ¿no le causa gracia? La cantidad de pedidos a fin de mes, espantosa… Sí , conocí a un hombre, entonces, y ese hombre del que le estoy hablando, a pesar de todas las cualidades que dije, f ís icas, morales – est á ligado muchas veces, ¿no? -, no la ten í a para nada, una ausencia total, completa, nada de nada, para nada el sentido de la psicolog í a, nada, siempre equivocado. La gente, hay que hablarle, adivinarle, seducirla y sonre í rle, por supuesto, sonre í r, pero, más allá de todo, sobre todo, hay que encontrar su punto d ébil, su falla, sentirla, hacerla resaltar. “Comprar, es curar la falla…” Tení a un profesor. Me cree si quiere, tuve profesores. Seguí amos un curso de perfeccionamiento; ya estaba trabajando, “representante”, bien abajo, no querí a quedarme en mi situaci ón: salir de mi condición, mejorarla, Hélène, las dos hijas, ofrecerles algo más, usted me entiende… Seguí a clases, todav í a hoy, estudio, se sonr í e, tengo la voluntad de no ser siempre lo que soy, hay gente que se satisface, es asunto de ellos. Mi profesor, decí a, entonces, – son tipos que eligieron compartir su experiencia. Es generoso de su parte – mi profesor, entonces, dec í a, me qued ó y me acuerdo seguido: “Comprar, es curar la falla…”
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No son las palabras exactas, el giro de la frase era m ás lindo, una cita, la cita, el lema del representante, como lo llam ábamos, y muy seguido, me lo repito, esta ac á, en la cabeza. Hasta la muerte, es est úpido creo, hasta la muerte hay ideas – le parece est úpido porque hizo estudios largos, lo que digo son cosas muy peque ñas – hay ideas, toda la vida, se las ense ñan cuando uno es ni ño, y toda la vida, puede ocurrir cualquier cosa, quedan. Ah í , grabadas, moldeadas en bronce. Este hombre del que le hablo, el que nunca tuvo un ápice, un pelo de psicologí a, su nombre no me lo acuerdo, nacido en el Sur – otro punto positivo: los Latinos tienen un don para la venta, hablan mucho, etc. – ese hombre era incapaz de adivinar, de penetrar en la cabeza de los otros. Se llamaba Nedetti, exactamente as í , Nedetti, un nombre latino como le dec í a, ¿no? Georges Nedetti. Georges o Albert, bueno ya sab í a que me iba a acordar. Era incapaz de adivinar lo que pensaba la persona que ten í a enfrente y tuvo que renunciar. (…) Hélène : De todas formas… Pierre : Va a hablar de plata, vas a hablar de plata. Estamos aqu í para esto. Hélène : No empieces. No se puede contar con ustedes. Tenemos cierta cantidad de cosas para arreglar, no es tan complicado si nadie complica nada, y no tienen ninguna raz ón de… Paul : Siempre esta linda manera de abordar los problemas por el lado contrario. Va a embarrar, me doy cuenta, el tiempo pasado, los recuerdos. Reducir a cenizas los irreductibles fantasmas de la juventud… Pierre : Dejala, se pon í a gracioso. Hélène : Qué pequeños y est úpidos y pendejos que son y tan, tan… Bueno. No es porque estamos, hoy… Perfectamente, ¿a qu é estamos jugando? Yo, no juego m ás, no juego m ás, terminado, no vine hasta acá para una visita de cortes í a. Paul : Va a hablar de los arreglos del techo… Pierre : ¿Qué tiene el techo? Hélène : Necesita arreglos. Paul : Lo que quiere explicar, es cu ánto el mantenimiento de esta deliciosa casa quinta, porque se volvi ó una casa quinta, no ignoro cu ánto nos chocaba la palabra en el pasado, pero para qué negarlo… el mantenimiento entonces… Hélène : ¿Pero con qui én estás, vos?
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Pierre : No está con nadie, está con nosotros dos, un sentido innato de la amistad, la fidelidad… Paul : El mantenimiento de esta deliciosa casa quinta cuesta una verdadera fortuna, dividida por tres estoy de acuerdo, pero igual una fortuna… Pierre : ¿Qué es este cuento? Pago un alquiler, estaba convenido. ¿Quieren aumentarme el alquiler? Se volvieron gente extra ña, quieren aumentarme el alquiler, y todo esto es por unos pesos más. Dan vuelta al asunto para llegar a esto, una mentalidad muy peque ña de propietario muy peque ño… Hélène : Escuch á, no dije nada parecido. Es él quien está interpretando mis palabras y vos, en seguida… Paul : Lo que quiere no es aumentar tu miserable peque ño alquiler… Pierre : ¿Miserable? ¿En semejante lugar? Paul : Quiere vender, es as í , nada m ás y que no se hable m ás. Pierre : ¡Holandeses! Hélène : Alemanes. Pierre (se r íe ): ¿Con el techo en este estado? Paul (tambié n se r íe ): Se hace visitar un d í a de sol radiante. Hélène : Son los dos iguales, no lo dije: son los dos iguales. ¿Qué se creen? ¿Qui én se creen que son? ¿Quién se creen que son? Sale.
Pierre : ¿Qué te parece? Paul : ¿A m í ? Pierre : Sí , a vos. ¿Qu é te parece? Paul : Oh, yo, no es muy importante. Me gustar í a que terminemos. Sab és. De verdad. Que terminemos, creo , cada uno por su lado, de aqu í en más. Pierre : ¿De verdad? Paul : Sí . Nunca lo digo pero me gustar í a que no nos conoci éramos más.
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Aquí , en este caso preciso, para aqu í , esta casa, el techo, los holandeses, los alemanes, alquilar o vender, me da igual, totalmente, a un punto, no podr í an imaginar. Voy a hacer lo que quieran, como siempre, cada vez, siempre hice lo que quer í an. No me gusta mucho el sol, ¿nunca te lo dije? (…) Antoine : Es profesor, H élène me lo dijo. Qu é bueno. Es el oficio m ás lindo del mundo. ¿No? Es apasionante. Transmitir, todo eso. El conocimiento, leer libros. Yo, no lo oculto, se ve a primera vista, no estudi é, es as í . No tengo vergüenza. Francamente, ¿deber í a tener vergüenza? No me enorgullezco. Tampoco, no hay de qu é. ¿No? No se elige. No eleg í . A veces, lo confieso, a pesar de todo, pasa que me arrepiento. Es normal. Bueno. ¿Profesor dónde? Pierre : Un secundario. Antoine : Sí . Un secundario. Qué bueno, los chicos no son demasiado grandes, demasiado peligrosos. Gracioso, ¿no? Me imaginaba… Pierre : ¿La universidad? Antoine : Sí . No. Sin embargo. Lo que pensaba… tenemos dos hijas y eso me importa, es normal, lógico, los hijos, hay que ocuparse de ellos. Claro, se puede jugar con las palabras, siempre, pero la manera que H élène hablaba de eso, lo menos que se puede decir, es que era ambiguo. Soy estúpido. Sólo yo puedo meter la pata de esta forma. Soy realmente est úpido. Nunca tendrí a que decir nada. Pierre : Esto, esta especie, ¿se llama m ás bien “profesor de secundaria”? ¿Es lo que quer í a decir? Antoine : Sí . Está bien también. No me permitirí a. No soy yo, desde abajo, casi… Este tipo de cosas, no le presto atenci ón. ¿Qué debe pensar de m í ? Creer que le presto atenci ón a… Soy un imbécil. Nunca tendrí a que decir nada. Pierre : Lo que hay que reconocer, nada m ás, lo que hay que reconocer, es que es ligeramente diferente. Antoine : Sí . Pierre : Estoy de acuerdo con usted. Auxiliar, colegio Saint-Exupéry, clases de tercer y cuarto a ño: la Edad Media, el amor cort és, Voltaire, Diderot, Rousseau, introducci ón à la Revoluci ón francesa, poemas de juventud de Victor Hugo, etc. “Transmitir. Todo eso. El conocimiento… leer libros…”
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(…) Anne : No nos conocemos. No soy muy r ápida. Mi nombre es Anne y me puede llamar por mi nombre, claro. Todaví a estoy en las presentaciones, apenas en el principio. No nos conocemos, nunca nos encontramos. Cuando usted era peque ña, niña, y todos los a ños siguientes, hubiera sido imposible para m í verla. Quiero decir: no lo digo por maldad, pero hoy es adulta, lo puede entender, hubiera sido dif íc il para mí . Nada más. De todas formas, no estaban en muy buenos t érminos, mi marido, él, este, Paul y su madre y no se ve í an mucho. Ocasiones como esta… Francamente, ¿jamás estuvieron en buenos t érminos? Debe pensar lo mismo que yo. Están un poco tensos. Se ve. Creo, sí , que hubiera sido preferible de todas formas que no la vea, cuando naci ó. Tal vez él no lo hubiera permitido. Lise : ¿Puedo serle útil en algo? ¿Necesita mi opinión sobre un punto preciso? Anne : ¿Perdón? No. Disculpemé. Me equivoqué. Le ruego que me disculpe. Le agradezco. (…) Pierre : Lo que dijo, esta historia de las mentiras, todo eso: no entend í nada. ¿Entendiste algo? Lo que dijo, ¿no lo pensaba de verdad? ¿No era verdad? Dec í a eso para embarrarla. Paul : No hablaba en serio. Pierre : Estoy contento. Me tranquiliza. Me pone contento que pienses en m í . (…) Antoine : ¿Cómo te sentí s? ¿Estás bien? ¿C ómo va todo? Hélène : Todo bien. No te preocupes. Van a estar de acuerdo sobre todo. El dinero. Todo eso. Vamos a contar, hacer las cuentas y todo se va a arreglar lo mejor posible. ¿No cre és? Es estúpido dejar que las cosas se duerman. Están de acuerdo conmigo sobre todo. Están completamente de mi lado. Nunca hablábamos de esto pero era una especie de pudor desubicado, est úpido: esperaban que alguien se hiciese cargo, que diese el primer paso. Lo entendieron perfectamente, son dos hombres inteligentes, entendieron perfectamente que lo necesitábamos, el dinero, todo eso…
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Antoine : Tampoco lo necesitamos tanto. Hélène : ¡Eso lo dec í s vos! No lo digo por maldad, no te lo tomes a mal, no quise decir eso, de todas formas es un capital que duerme, y al final me cans ás, un capital que duerme y… Bueno. Ponéte del lado de ellos. No te preocupes, es lo que te quer í a decir. Arreglamos esto muy r ápido y despu és, nos vamos, no vamos a hablar m ás de esto. No tengo ganas de verlos m ás. No vamos a hablar m ás de esto y nos iremos a casa, a nuestra casa. (…) Pierre : No hice nada, me qued é acá. Cuidaba este lugar, aqu í . Es ac á donde vivimos y nada más. Era joven y sin embargo de ah í en adelante mi vida iba a ser as í . Pasar. Se habí an ido, juntos primero y despu és cada uno por su lado, rehacer sus existencias – es as í como lo dicen. A veces tení a noticias suyas, el nacimiento de los hijos, algunos detalles, sus cambios de domicilio. Él, me hablaba de ella por tel éfono. Hélène no me decí a nada m ás. Me complazco en esta soledad. No estoy mal. Los años que siguieron a su abandono, poco a poco, era previsible, dej é de odiarlos, sin siquiera darme cuenta. S ólo de vez en cuando difamarlos un poquito, darme el buen papel, ser “el hombre más desgraciado de la tierra”. Claro, conocí otra gente, y a algunos, de cierta manera, los am é, se puede decir esto hoy. El deseo de estar con ellos, no fingir. Otros m ás, inevitable higiene de un hombre joven, apenas los percibí , y algunos incluso, no supe nada de ellos, ni una palabra, ni siquiera su nombre, no les preguntaba. Lo que hab í a que hacer, era vivir, quiero decir comer, pagar el “alquiler miserable” – esperaron dos o tres a ños antes de hablar de eso, escribirlo -, ganarme la vida, el dinero, todo eso. Hacerme cargo de mis gastos, es as í como se dice. La pavada, as í es como a veces llamo a mi juventud, la pavada se tenia que terminar. Me sumé a las filas, ser como los otros, que mi existencia de ah í en adelante fuera igual a la de los demás. Renunci é a la escritura pretenciosa de peque ños poemas adolescentes para devenir, ya era tiempo, profesor, profesor de colegio secundario, hablar en el vací o a los aterradores herederos de los otros. (…)
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Hélène : ¿Qué te pasa que sonre í s? ¿Es gracioso? Un poco rid í culo, me imagino. Lise : No sonrí o. Miro. Me instruyo. Hélène : Est ás siempre mirando. Tu manera de comportarte. No habl ás con nadie. Les contestás, bien educada. Nada m ás. Veo c ómo te comportás. No tendrí as que juzgar. No hay ninguna conclusi ón que sacar, no son malos muchachos. Lise : No juzgo a nadie. No me lo permitirí a. Soy demasiado joven. Demasiado chica. ¿“Malos muchachos”? Es lindo. Me gusta escucharte hablar as í . Lindo. Un poco falso, tal vez. Hélène : ¿Qué entendés? Lise : ¿Conseguiste tu plata? Hélène : No. Lise : Buenos muchachos, pero dif íc iles de manejar… Hélène : No era una buena idea, me parece. Es lo que pens ás. Este dinero, no habr á que contar con él. Tu padre piensa como vos. No vengan a pedirme nada, despu és. Una idea un poco ingenua, a la distancia. Lise : ¿No me digas que viniste s ólo para hablar de techos y de arreglo patrimonial? Esto, ¿la división en tres partes iguales? Hélène : Volver a verlos, hacer un poco el balance. Pero tampoco es una buena idea. Lise : Vos lo sab és. (…) Pierre : ¿Te quiso vender un auto de segunda mano? Paul : No seas malo. Es un buen tipo, se ve. Pierre : Es más, no se ve m ás que eso. ¿Te acordás lo que dec í amos de los buenos tipos? Paul : Está bien con él. Lo sab és. Un hombre como él con ella y que ella pueda ser feliz, te debe joder bastante. No tenemos m ás nada que ver. Se termin ó. Podés decir lo que quieras, se terminó. Bueno. Querí a que arregl ásemos este asunto, r ápido, de una manera u otra. Podr í as ser conciliador, ¿qué te molesta?
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Me gustarí a irme de aquí . No tengo ganas de quedarme m ás tiempo. No sos una buena persona. Te lo quer í a decir. Estoy triste, me pone triste, hubiera preferido no darme cuenta, jamás. No sos una buena persona. No est á de moda, esta manera de expresarse, me imagino, le falta esa necesaria pizca de cinismo. No sos una buena persona. No sos un buen hombre. Hubiera preferido no saberlo. Lo sé desde hace mucho tiempo. No es hoy que me doy cuenta, no te creas, las historias de dinero, la casa, lo s é desde hace muchos a ños, todaví a estábamos juntos, los tres, H élène vos y yo, me daba cuenta, no lo quer í a admitir. Engañaba. Siempre enga ñé un poco, yo tambi én. No sos un hombre generoso. Y eso es lo peor de todo. Pierre : ¿Qué dije? ¿Qué más dije? ¿Qu é te pasa? ¿No me van a hacer, uno por uno, su peque ña escena? No les hice nada. Qu é significa: ¿no soy una buena persona? ¿Sos un buen hombre, vos? ¿Cre és que sos un buen hombre? Paul : Perdoname. Estoy un poco cansado. Mi trabajo, la ruta, te pido que me perdones. No querí a herirte. Pónganse de acuerdo ustedes dos, H élène y vos. Creo que realmente necesita vender. Voy a hacer lo que quieran. Perdon áme. Pierre : No pasa nada. Ya est á olvidado, ¿s í ? (…) Antoine : … la mayor es muy diferente… Hélène : Olvidate. Es la verdad. Nunca hablamos de eso. Antoine : Es muy diferente. No dije nada m ás. No dije otra cosa. Es más frágil, es el término adecuado. ¿Prefer í s? Es más frágil. Paul : ¿No conoc és a Anne? Es un nombre. Ella, ah í , mi mujer. Nunca se conocieron, ¿no? Anne : Es est úpido. Nos vimos hace un rato, al principio. No nos hablamos, apenas nos vimos. No tuvimos la oportunidad. Hélène : La oportunidad, exacto. Antoine : Pero es una pena que no la haya visto porque es una muchacha m ás bien linda. Ella, la otra, desde este punto de vista, no se puede decir lo contrario… Hélène : No la llames la otra. Anne : Es est úpido, sabe perfectamente qui én soy.
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Antoine : La segunda. Lise. “La otra”, no es una maldad. Dije eso autom áticamente. Todo le cae mal siempre. La m ás joven si prefer í s. La menor. Lise, entonces. Anne : Escuché hablar mucho de usted. Es lo menos que se pueda decir. ¿Qué más se puede decir? S í : estoy muy contenta. Antoine : La más joven, ella, ah í , Lise, es muy linda tambi én. Inteligente, sin duda. Sigue sus estudios – no es est úpida, llena de cualidades – y estamos muy satisfechos… No soy yo quien va a andar diciendo lo contrario. Hélène : ¡Cerrá el orto! Disculpen, nos excedimos, no s é lo que me pas ó. ¡Pero pará! ¡Te digo que pares! No le interesa a nadie. Les importa muy poco. Él, este, me est á tomando el pelo. Pierre : ¿Quién? ¿Qué decí s? ¿Yo? Te pido mil disculpas. No estoy sonriendo, sonre í a pensando en otra cosa. No crea lo que ella dice, me interesa mucho… Paul : Anne no quer í a venir. No hay que guardarle rencor . Es así , pero ahora, est á muy contenta de haberlos conocido. Las cosas est án más claras en su esp í ritu. Antoine : Ni siquiera me hab í a dado cuenta que estaba sonriendo. Anne : Dejá de hamacarte sobre una pierna. Hélène : Perdóneme: estoy muy contenta tambi én, por supuesto. Paul : No me hamaco. Antoine : La menor, es verdad, tuvo el ejemplo de su hermana mayor. Entendi ó muy rápido los errores que no hay que cometer. Hélène : Traduce perfectamente su pensamiento. Es un traductor nato. Sabe siempre mejor que uno lo que uno quiere decir. Anne : No se equivoca. No querí a venir, pero ahora, estoy muy contenta de haberlos conocido. Pierre : Escuchaste, ¿Paul? ¿Francamente estaba sonriendo? Antoine : La mayor fue quiz ás demasiado afectuosa, es lo que pensamos y… Paul : Escuche, flaco, no se lo tome a mal pero me parece que H élène no quiere que… Antoine : ¿Qué dijiste? Hélène : Vos, no te metas en esto. ¡Y no lo llames “flaco”!
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Paul : Creí a que… ¡Quién entiende lo que quer és! Hélène : ¡No te pedí nada! Pierre : ¿Ves? Esta enojada y no se puede decir nada. Paul : Escuchá, vos, ¡dej áte de joder! Anne : Las cosas est án más claras en mi esp í ritu. Hélène : No sea, siempre, tan… ¿c ómo decirlo? Anne : ¿“Tan poco sonriente”?… Hélène : Quizás, sí . Está lo que es la gente y lo que se dice de ella. Anne : ¿Dije algo desagradable? Hélène : No. Pero hubiera deseado tanto poder hacerlo. Antoine : No me molesta en absoluto que me llame “flaco”. Mucha gente lo hace. Paul : No voy a volver a hacerlo. Pierre : Este tipo es de una bondad desesperante. Hélène : Nos vamos a ir m ás pronto de lo previsto. Anne : ¿Qué le pasa a esta hija de la cual nunca se habla? Pierre : Están todos enojados y no se puede decir nada. Anne : ¿Qué le pasa a esta hija, la mayor, de la cual nunca se habla? Paul : No te metas. Anne : ¿Qué le pasa? Paul : ¡Por Dios! ¡No lo vas a repetir durante una hora! ¿Qu é le pasa? ¿Qu é le pasa? No se sabe nada, est ás contenta, no se sabe nada. Anne : ¿Qué le pasa? Hélène : No lo sé. De verdad. No hago trampa. Antoine : Nos vamos a ir más pronto de lo previsto. Dejar las cosas, el dinero, todas estas historias, la venta de esta casa. Nos da igual.
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Anne : ¿El Gran Hombre no quiere saber nada m ás? Pierre : Digame, usted, no se la oy ó hasta ahora y estaba muy bien as í … Paul : Escuchá, Hélène, necesitás este dinero y pod í as explicarle las cosas muy bien… Hélène: No era una muy buena idea. Nos vamos a arreglar de otra forma. No lo necesitamos, realmente no. Estuvimos sin él hasta hoy, ¿que importa? Nada muy vital. Pierre : Ojo. Yo estaba de acuerdo con todo. No plante é ningún problema. No den a entender que fue culpa mí a… Hélène : ¡Cerrá el orto! Pierre : Es increí ble, acaba de repetir “Cerr á el orto”, dice “Cerr á el orto” a todo el mundo, ya no sabe decir otra cosa… Bueno, me da igual. Paul : Yo tampoco, espero que te hayas dado cuenta, no estaba en contra de nada… Anne : Es un muchacho particularmente conciliador, ¿no? Paul : ¿Por qué decí s esto? Es verdad, es él, este, el otro… Anne : No lo llames el otro. Antoine : Estaba por decirlo. (…) Pierre : ¿Se van? Anne : Sí , mejor así , es lo que dice. Pierre : Tiene que haber cosas que firmar, un inventario. Supongo que un inventario est á previsto. Les gusta, contar, hacer una lista… ¿Qu é piensa de esto? Tiene derecho a pensar. Anne : No lo s é. No tengo nada que ver. No son mis asuntos. Pierre : Es su marido, los asuntos de su marido, le concierne tambi én, el patrimonio familiar. Anne : Usted no es una buena persona … Pierre : Ya lo escuch é. Usted no es muy original… Bien. Disculpe. ¿Deseaba decir algo, a ñadir algo? ¿A modo de conclusi ón? Usted es de las que les gusta concluir, me di cuenta enseguida.
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Anne : Sí . Para terminar, no s é si hago bien… tal vez no sabr í a muy bien c ómo expresar esto… tal vez me equivoqu é también… Pierre : El eterno cuestionamiento metaf ís ico del ama de casa al subir los pelda ños de su escalera… Anne : ¿Qué dice? Ah, sí . Le parece gracioso. Seguramente me cree est úpida y no muy culta, e incapaz de poner tres palabras una tras otra… ¿Usted, qué fue de usted? Todo esto, sus hermosas frases, el “bel esprit”, ¿qu é fue de usted? ¡Siempre con su incesante y ridí c ula y pequeña – tan peque ña – pequeñí sima ironí a impotente! Jamás va a podes escapar de eso. A veces, debe arrepentirse de no poder decir una palabra gentil, sin la sombra de una segunda intenci ón, pero ya es demasiado tarde, tiene que bromear, embarrarla sin parar. Pierre : ¿A modo de conclusi ón? Creí a haber entendido… Anne : Sí . Querí a hablar un poco m ás de él, Paul. Nos vamos a ir. Cuando nos casamos, no le avis ó, ni una palabra, una carta y quiz ás usted se qued ó triste y… Es un poco demod é, esta inquietud sobre la cortes í a, lo que se tendr í a que hacer, escribir. Usted sabe cu ánto, en el fondo, a pesar de lo que fue la vida de ustedes tres, usted sabe cu ánto le gustan las formas, las reglas en cualquier cosa y en cualquier circunstancia. Usted, parece siempre tan indiferente a todo, los seres, la gente y los acontecimientos, sean los que sean. Quizás también, nuestro casamiento, lo dej ó sin ninguna opini ón. No lo sé. Lo que quiero decir: tiene que entenderlo, me molestar í a que me malinterprete. Pens ó mucho tiempo en usted. No querr í a adelantarme, hablar en su lugar, piensa a menudo en usted y usted es de esa gente, que, en su vida…
Él es bastante infeliz, as í es, bastante infeliz por esta distancia que hay hoy entre ustedes dos. Usted no contesta las cartas y muchas veces, pretende haber salido de viaje. No es verdad, por supuesto, él lo sabe pero es m ás fuerte que él. A veces, de una manera u otra, tendr í a que contestarle. Es lo que quer í a decir. Pierre : Estoy ausente a menudo. Anne : Sí . Es lo que digo. Puede ser que él tenga miedo que un d í a usted se muera sin que nadie le avise. Pierre : ¿Qué importa? Es el pasado. Se acab ó, terminado. No vamos a hablar m ás de esto. Lo que usted deseaba que yo escuchara, es que es un buen muchacho, y que solas, las circunstancias son dif íc iles y sin delicadeza. Admitamos que escuch é todo esto. Váyase, dé jeme en paz.
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(…) Pierre : Estaba convencido de que me ibas a hacer un peque ño discurso. Un largo mon ólogo. Una declaración brillante. Decir finalmente el fondo de tu coraz ón, lo que uno tiene en la cabeza, ah í , las maldades acumuladas. Paul : Pará. Nos vamos, cuidate. Pierre : La peor de las cosas. Paul : ¿Qué querés que te diga? En el fondo, s í , no quer és nunca a nadie, siempre lo quer és escuchar todo… Y también, ¿qué importa? Pierre : Siempre resignarse, quedarse bajo techo, adentro. Demasiado miedo a que todo degenere. Tu auto, ¿qu é es? Paul : No insistas. Adi ós. Pierre : ¿Y el dinero, todo esto, el techo, nuestro patrimonio común? Paul : Si cambi ás de idea, si se ponen de acuerdo sobre una soluci ón cualquiera, H élène y vos, se lo dije, voy a estar de acuerdo, no voy a poner ninguna traba, me da igual – siempre me dio igual. Me pueden escribir, hay abogados, escribanos supongo para este tipo de cosas. Nunca más voy a pisar este lugar, ya lo s é, ahora. Ella tiene mi direcci ón. Pierre : Estar en paz. Vivir tranquilo, huir… Paul : Dejalo as í , son palabras… (…) Lise : Fue un d í a estupendo. El campo, el aire del campo, el jard í n, los pajaritos, vivificante, una dí a vivificante. Antoine : Bien, le digo adi ós y me puso muy contento encontrarme con usted, conocerla… Anne : ¿Ah s í ? Perdón. Adiós. ¿Se van enseguida? ¿S í ? Antoine : Trabajo mañana. Anne : Tengan cuidado con la ruta. Antoine : Bien, le digo adi ós y me puso muy contento encontrarme con usted, conocerlo…
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Pierre : Sí . Yo también. ¿Hélène no est á? Dónde está? No salud ó, me equivoco, no salud ó a nadie. Dijo “Cerrá el orto” a todo el mundo, pero “Adi ós” a nadie. Hubiera podido saludar. ¿Te saludó? Paul : Sí . Me salud ó hace un rato. Pierre : Estoy seguro de que no. Te qued ás así , como un cachorro apaleado, pero ella no te dijo nada… Antoine : Está un poco cansada y tenemos que hacer muchos kil ómetros todaví a. La autopista a la seis de la tarde, no la conoce pero… Bueno. Me puso muy contento encontrarme con usted, conocerlo… Decí les “adiós”, Lise. Paul : Ya me lo dijo, no es un problema. Nos vamos. Lise : Adiós, adiós, adiós, adiós y adiós. Anne : No te dijo nada. Pas ó por delante de tu cara y no te dijo ni una palabra. ¿Que dec í s? Paul : No te metas en esto, dej á. Pierre : Ya lo sab í a. Antoine : Bueno. Bien, le digo hasta luego y estuve muy… Paul : Sí . Nosotros también. Pierre : No está bien, no hubiera debido, no se hace. Hubiera podido decirte una palabra, no fue correcta con vos. Paul : No es asunto tuyo, es asunto m í o. Anne : No te hice nada, ¡habl áme en otro tono! Pierre, à Lise : Decile a tu madre que no est á bien actuar as í . Hubiera podido decirle una palabra a éste antes de irse. Lise : No le voy a decir nada. Si tiene algo para decirle, d í gaselo usted.
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