Una mujer de malas Acto único Una fonda pequeña de apariencia muchísimo menos que modesta; paredes descascaradas, adornadas con calendarios que marcan diversas fechas y con anuncios, también algo decrépitos; mesas y sillas muy despintadas, no hay manteles. Al fondo, pertas que da a la cocina, donde pueden verse las enormes cazuelas de barro puestas en el fogón y en la estufa de gas.
Adela: Hay que cargar la batería. (Haciendo algunos gestos) Dos caldos de médula Mariquita. ¿Qué tanto hicieron anoche? Horacio: No se mande Adelita, ¿no ve que Ramón es muy penoso? Adela: (coqueteándole) Penoso, pero jugoso. Adela: Pues como llegan pidiendo caldo de médula, yo digo: ¿en qué se gastarán las energías estos muchachos?
Sentadas platicando están Adela la dueña, que es algo abundante de carnes (y para ciertos gustos, muy de buen ver) y Rosa, algo delgada. Al fondo, comen un obrero y su mujer.
Rosa: (suspira) Cosas
Un silencio.
Adela: Aquí, Rosita, que me platicaba.
Rosa: (Suspira) Así son las cosas.
Horacio: ¿Qué le pasa Rosita?
Adela: Ni hablar. Así son.
Horacio: ¿Y usted, por qué tan triste?
Rosa ve al matrimonio
Obrero: Me da por favor, otros chiles en nogada.
Rosa: Orita le cuento, nomás que estemos en confianza.
Adela: Ya se acabaron
Ramón: Me da una cerveza
Obrero: ¿Cómo se acabaron? Había bastantes, yo vi.
Adela: Una dos equis, Mariquita.
Adela: Están apartados. Mujer: Además, ya te comiste dos platos. Te va a hacer daño.
Mariquita ya esta entrando con el café para el matrimonio y la cerveza para Ramón
Obrero: Usté cállese. (un silencio) Frijoles, por favor.
Adela: ¿Y qué dice el futbol, Ramoncito?
Adela: Mariquita, frijoles.
Ramón: Pues ahí nomás.
Rosa: ¿Y cómo pasa a creer que chuchis se haya llevado mis cosas?
Horacio: Había de haber la patadota que le hicieron.
Adela: Así son las amistades. Entran Horacio y Ramón. Este es joven y atlético, el otro es pequeño, de bastante más edad y algo rechoncho. Traen lentes negros. Horacio: Que pasó Adelita. Buenos días.
Ramón, muestra la espinilla vendada Rosa: ¿No le digo, Adelita? Es la onda. A ver si no lo roban también. Adela: Ni lo permita Dios. El matrimonio paga y se va.
Adela: Tardes.
Matrimonio: (saliendo) Buen provecho
Horacio: Dos caldos de Médula.
Todos: Igualmente
Adela: (los ve salir) Les aparté c hiles en nogada
Rosa: Ay, con el me da pena porque no le tengo confianza.
Horacio: ¡Vienen!
Ramón ya se alzó los lentes y Rosa se cubrió. El se los baja otra vez. Come. Ella duda.
Adela: Ahorita se los traigo Mariquita: Ora si cuénteles. (Sale) Rosa: Pues es que ando de malas. Horacio: No me diga. ¿Qué le pasó? (come vorazmente, sin prestar mucha atención) Rosa: M e encerraron una sem ana, ¿no ve que no había venido? Horacio: Y eso, ¿por qué? Rosa: Se acuerda de Chuchi, la güera oxigenada esa, dizque muy mi amiga, se fue para el norte con todas mis cosas. Unos vestidos nuevos, que todavía estoy pagando. Pero fíjese, primero llega borracho el policía este que le dicen Trucutú. Siempre le di su mordida, yo en eso soy rete cuidadosa. Llega y nomás porque sí, me dice << pinche puta>>, usté perdonara la expresión pero así me dijo. Horacio: No son modos. Rosa: Pues no, una cosa es tener que vivir de eso y otra que me vengan a insultar, ¿no cree? Horacio: Pues claro. Rosa: Yo el menté la madre, no me iba a dejar, y que me pega así nomás, me pega. Ah y eso sí que a mí no. Ni mi papacito, que en gloria este, me levanto nunca la mano, ¡pues luego un policía, que nomás vive de lo que nos quita? Entonces que le rompo los dientes, y que me agarran a patadas entre él y otros dos que llegaron enseguida, diciéndome de groserías. No sabe cómo me dejaron, miré le voy a enseñar. Digo, si aquí el joven no se molesta.
Rosa: (púdica) Bueno, mire. Le enseña, muy ruborosa. Él se alza los lentes. Ve. Ramón: Chin… (G esto apreciativo. Sigue comiendo)
Horacio: Pero si quiera le rompió usted el hocico. Son unos desgraciados, es lo que son. Rosa: Pues sí, pero ve que ahora no puedo salir en la noche, porque en cualquier chico rato me vuelven a pegar. M e lo dijeron. Y todos estos días, ve que no saco el gasto. Pues ayer no hice nada, ni un centavo. Como nomás porque Adelita aquí me fía… Y a mí no me gusta deber..
Todavía no le pago dos comidas de Chuchi. Adela: Faltaba más, esas no se las cobro. Rosa: Pero cómo va a ser… Y o las pedí.
Adela: Después de que la robó, va usted a pagarle cuentas… Un día que
me la encuentre, y es chico el mundo, voy a cobrarle lo mío y lo de usted. Rosa: Es rete buena amiga. Pero le estoy debiendo ya tanto… Adela: No se apure. Ya cuando pueda, poc o a poco. Rosa: Estoy rete endrogada, no veo la mía.
Entra Tom. Muchísimo pelo. Mucho acento al hablar. No es necesariamente rubio. Tom: Buenos días
Ramón: (Muy correcto) No, no faltaba más, enséñele. (s igue comiendo)
Adela: Tardes, güerito.
Rosa: En el muslo, mire. Y aquí atrás, fíjese como estoy
Tom: Sí, ya es muy tarde. Dormí mucho. Muy flojo yo, Quihúbole.
Horacio se alzó los lentes y Rosa le enseña el muslo. Horacio: Que bárbaro, qué moretón. Mira, Monchis.
Horacio: Quihubo. Gesto de Ramón.
Tom: Por favor, caldo de médula.
Rosa: Sí fíjese. (Le enseña pudorosamente)
Horacio: Médula
Tom: Oh, caramba, caray. Qué barbaridad. Es que está oscuro, no veía. Ahora veo. Que caray.
Tom: Ah, sí: me dula. Adela: Qué me dulas güero Tom: ¿Eh? ¿Cómo dice usted? Adela: que me dulas para el g üero, Mariquita Entra con chiles en nogada para los dos y con el caldo. Tom: Y cerveza por favor.
Rosa: Fíjese nomás. Tom: ¿Por qué no le avisa a la policía? Rosa: (suspira) Ah, qué güero este. ¿Pues quien cree que me puso así? Los azules. Ramón: Mira, Tom Le enseña la pierna
Horacio: Pues es cierto.
Tom: Oh. ¿Azules también?
Rosa: Regáleme un cigarro, güerito.
Ramón: No, jugando fut.
Tom: Sí, con mucho gusto
Horacio: Otro poquito y lo dejan cojo
Adela: No vayan a ser de petate, güero.
Rosa: Pues a mí me marcaron el tacón del zapato. Clarito.
Tom: (apurado) No, no. Seguro que éstos no. (Lo enciende)
Horacio: Bueno, pero en blandito. Duele menos. En cambio, un golpe en
Rosa: Muchas gracias
hueso…
Entra Mariquita con la cerveza. Mariquita: Enséñele nomás la güero Rosa: Mire lo que me hicieron güero Tom; ¿Eh? ¿Cómo? Rosa le enseña. Tom: (confundido) Oh, oh. Gracias. Muy … Bonito. Pero estoy… muy pobre. Todo lo mismo, muy bonito. Rosa: Favor que usted me hace. Ay, ya me dio pena. Creyó que nomás le enseñaba yo. Adela: ¿Pues no ve que le pegaron? Eso le enseñaba Rosita. Tom: ¿Cómo? ¿A usted? Ah. Le pegaron.
Rosa: Sí, jugando. Así me golpearan a mí. Horacio: No, pero ni de juego. Un hueso es un hueso. Mire. Enséñele Monchis. Tiente, pero quedito. Está hinchado. Tiente. Ramón les enseña Ramón: Mira Tom Horacio: ¿Viste Tom? Quítate la venda, para que vean. Ramón obedece. Rosa: Sí, quéjese. Mire, güero, como tengo todavía. Tom observa ambas lesiones. Hace gestos expresivos. Tom: Caray, caray. Caramba, que mal. Muy mal. Gosh… Horrible.
Entra de pronto un señor ancianito, con aspecto de ranc hero.
Señor: Muy buenas tardes. ¿Se puede comer todavía?
Adela: Pero no deje comer solo al señor. Acompáñelo, Rosita.
Adela: Pásele, que para eso estamos.
Señor: Se llama usted Rosa. Muy adecuado nombre de flor, para tan hermosa flor.
Señor: Muchas gracias. Echó al entrar una ojeada a Rosa, que muy apurada no tuvo tiempo de cubrir su exhibición y ahora está componiéndose la ropa. El señor no puede quitarle los ojos d encima, pero disim ula. Adela: ¿Comida corrida? Señor: Si tiene la bondad. ¿Qué está comiendo el señor, si no es indiscreción preguntarlo? Tom: Caldo de Médula. Muy bueno. Señor: (pícaro) Ah, eso da muchas energías. Demasiadas. Deme uno por favor. ¿La señorita permite que le invite una cerveza? Rosa: Ay, no, señor. Cómo se va a molestar. Señor: No es molestia, señorita, es un placer. Y a los señores, si gustan, con toda confianza. Y usted, señora, o señorita, ¿puedo también invitarla? Adela: Ahí usted dirá. Entra Mariquita con cubiertos, servilletas de papel y caldo. Señor: Cervezas para todos, por favor. Así la señorita no podrá decir que no. (Saca ostentosamente una billetera repleta de dinero.) Cóbrese las cervezas. Rosa: Ay. Me da pena señor. (Se le desorbitaron los ojos ante la billetera.) Señor: De ninguna manera, no tiene por qué. Mariquita: Luego le traigo toda la cuenta Horacio: Aquí, que sean dos equis. Muchas gracias señor. Da las gracias Monchis. Ramón: (Boca llena) Gracias (Y gesto) Codazo de Adelita a Rosa, animándola.
Rosa: Ay, señor, cómo será. Adela: Ande, acompáñelo. Rosa: No, pues que va a decir de que me siente en su mesa. Señor: Sería una honra y placer, se lo suplico, tenga la bondad. Rosa: Pues ya que insiste… (Se sienta con él)
Mariquita trae las cervezas, sale Señor: Permítame presentarme. (Se levanta, se descubre) Nemesio Calderón para servirla, y en Atlixco, Puebla, tiene usted su casa. Y allí estamos yo y mi corazón. Para servir a usted. (Lo dijo todo muy serio) Rosa: (Muy confundida) Mucho gusto, muchas gracias. Rosa Ramírez a las ordenes de usted. Le da la mano. El la conserva entre las suyas viéndola fogosamente. Nemesio: Subió una abeja a un rosal y libó de sus colmenas. Nada me importan las penas si usted no me trata mal. Aplausos de Horacio. Tom ve en torno, sin entender, y aplaude. Rosa: (Apenada) Muchas gracias Nemesio: (A todos9 Allá en Atlixco hacemos a veces nuestros versitos… cuando hay motivo digno para hacerlos. (Alto) Señorita, unos huevos crudos por favor. Suelta la mano a Rosa, se sienta, come. Adela: Mariquita, Huevos crudos. Nemesio: (Comiendo a prisa) Pero permítame que la invite a comer, señorita.
Rosa: Muchas gracias, ya comí.
Adela: Mariquita, caldo de médula y par de crudos
Entra un cliente de traje, muy clase media, mal encarado. Se sienta en un rincón.
Nemesio: Esta comida da muchas energías. Allá en el rancho, porque ha de saber usted que tengo un rancho, me desayuno a veces seis pares de huevos. A ver qué día va a visitarme.
Cliente: Comida corrida. Adela: Comida corrida, Mariquita. Nemesio: Lo lamento infinito, quisiera haber tenido el placer de invitarla.
Rosa: Ahí cuando usted me invite s erá. Entra Mariquita, sirve.
Si no ha pagado su cuenta confío que me permitirá…
Mariquita: Pues si ve que la está invitando. (Sale)
Rosa: (Hipocritona) Ay, no, señor, pues cómo va a ser… Mucha
amabilidad.
El cliente del roncón golpea el vaso son la cuchara furiosamente. Entra Mariquita y le sirve.
Adela: (Sagaz) Es que Rosita está abonada. Paga por mes.
Mariquita: Va usted a romper el vaso
Nemesio: Me hará favor de traerme la cuenta de la señorita. No faltaba más.
Cliente: Si se rompe, lo pago
Rosa: (Muda ya) Ay. Nemesio: ¿Usted cuántos años me calcularía? Rosa: Pues… No sé…Unos 40…
Nemesio: Eso me calculan siempre, señorita, 40. Pero tengo más. Tengo más. Échele. A ver.
Adela: Y si su mamá se rompe, ¿quién la paga? Carcajadas de Horacio y Ramón. Sale Mariquita. Cliente: ¿Cómo dijo? Adela: Nadie le habló a usted. Nemesio: ¿Y usted en que se ocupa?
Rosa: ¿40 y… 5?
Rosa: (Ve en torno con azoro) Vendiendo. Cos as.
Nemesio: Más Rosita, más. Me permite q ue le diga Rosita, ¿verdad?
Nemesio: El comercio es una actividad muy movida, pero productiva.
Rosita: Con mucho gusto, encantada.
Adela: Ella lleva su mercancía a la frontera, y vende allá, y vuelve y
Nemesio: Tengo 70 bien cumplidos. Poquito más, muy poco más. Pero tiente usted, tiente usted (el brazo)
Rosa: Eso es
vende aquí…
Rosa: (exclamación) ¡Como roca!
Nemesio: Viaja mucho, entonces (celoso) El señor… no será su novio…
Nemesio: No cualquier joven tiene un brazo así.
Rosa: Ay, no cómo pasa a creer. Si allá son tan… desabridos. Y ve que a mí los señores muy jóvenes… no me simpatizan mucho ni para
Rosa: Ay que fuerte está usted. Nemesio: No le diré que tengo el vigor de un muchacho, pero muchos quisieran estar así. Otro caldo de médula y otros huevos crudos. (Risita pícara)
amistad. Y los de allá, menos.
Tom sintió alusiones s sí y a su país natal: los observa, no entiende, sigue comiendo. Nemesio toma la mano de Rosita a través de la mesa, se la aprieta
Nemesio: Rosita, Rosita… ¡Y deme otro par de huevos crudos, tenga la bondad! Va usted a acompañarme… a Chapultepec, ¿verdad? Rosa: (Sin saber si entendió) ¿Va usted… a Chapultepec?
Nemesio: Si. Y con usted, al fin del mundo. ¿Va a acompañarme? Rosa: (Coqueta) Ay, se ñor… Tan lejos, no sé. Nemesio: Chapultepec no es tan lejos… pero hay
en un hotel cerca de ahí.
rinconcitos… Yo vivo
Rosa: Ay, se ve tan buena gente. Horacio: Y el fajote de billetes... Rosa: Ay, ¿se fijaron? Ramón: Tenía de a mil. Adela: Mariquita, prepara la cuenta de Rosita Rosa: Mariquita, ponle otro mes adelantado, por las dudas.
Rosa: Ah.
Mariquita: (Fuera) Ya se lo puse.
Nemesio: Voy a ponerme muy ambicioso: quiero que me dedique su tarde. ¿Será mucha pretensión?
Tom: Terrific! Un abrazo Rosita. Congratulaciones.
Rosa: Pues… no sé. Tenía yo unos… c ompromisos.
Horacio: Cafecito para los dos.
Rosa: Ay, ni digan, no se valla a salar. Soy tan de malas…
Adela: Si quedo bobo con usted. Nomás la vio y empezó a fajarle Horacio: Es que al entrar le vio la bueno nacha… Taconeada y todo pero
Tom: Café también yo, por favor.
buena.
Nemesio: Va a acompañarme, ¿verdad?
Mariquita: (Se asoma). Aguas, que ahí viene. (Sale).
Mariquita: No te hagas del rogar Rosita.
Todos corren muy serios a sus mesas. El cliente los ve con indignación. Come haciendo ostentación de su aislamiento por medio de ruidos.
Adela: Se ve que el señor es persona seria, decente.
Cliente: Un vaso de agua.
Nemesio: Muy bien observado señorita.
Adela: Agua, Mariquita.
Entra Mariquita, sirve
Rosa: Pues… pues lo acompañare. Quién sabe dónde me quiera llevar.
Entra Mariquita y le pone el botellón.
Nemesio: Ya verá, ya verá… Discúlpeme un momento. Con su permiso.
¿Podría indicarme donde se encuentra su inodoro?
Nemesio: Perdón por hacerla esperar, Rosita. Mientras me alejo, mi corazón palpita.
Adela: Ahí nomás pasa por la c ocina, sale al patio, y en seguida.
(Comiendo) Nunca digan que el otoño
Nemesio: Muchas gracias. Con permiso de todos ustedes…
No es una buena estación,
Lo ven salir. Adela ve por la cocina. Ya que se alejo el otro, se vuelve a Rosa y la abraza con efusión.
Hay más vigor en un árbol
Rosa: Ay, Adelita, ¿será posible? Horacio: Ya agarró usted barco, Rosita
Que en un matorral pelón. (Se seca la frente) Este caldo hace sudar por lo picante, pero el picante e smuy bueno para el duodeno.
Rosa: Don Nemesio
Rosa: ¡Miren lo que le está pasando!
Nemesio: Quítele el don, Rosita. Quítele el don.
Adela: Agárrelo bien, Rosita.
Rosa: Nemesio: está sudando rete mucho.
Horacio: Pónganle u cuchillo en la boc a, o una servilleta.
Nemesio: El calor, Rosita. Es el calor.
Sale Mariquita y regresa con las servilletas
Rosa: Yo lo veo como pálido
Ramón: ¿Para qué?
Horacio: Se me hace uqe se mando con tantos caldos, don Neme. Son pesaditos.
Horacio: No sea que se muerda la lengua y se la trago
Nemesio: (Ve extraviadamente en torno. Quiere aparentar normalidad) Dengo un esdómago de fierro, joven. (Chasquea la lengua) Se me…
(Saca y mueve la lengua) Algo, la lengua. Es el bicante. Adela: Se está poniendo muy blanco. Mariquita: ¿Y que tal si le damos un tequilita? (Sale) Rosita: Sí, tráelo, Mariquita. Tom: Un cigarrito, señor
Nemesio: (Articula con trabajo) Si us ted diene la bondad de ofrecérmelo, se lo acebto Rosita se lo pasa. El fuma y la ansiedad le aumenta.
Mariquita: Que sea servilleta, pues como cuchillo, se va a cortar. Rosita le pone las servilletas en la boca Ramón: Ya se trago las servilletas. Le va a hacer daño Tom: O, my god! Mariquita: Habría que hacerlo vomitar. Métele un dedo Ramón: ¿Por donde? Mariquita: Caray, Ramoncito, más respeto. Yo lo cría más serio. Ramón: Caray, podía ser por las orejas, ¿no? Mariquita: A ver, ábrele la boca
Mariquita: A ver. Tome el tequilita. Que le caiga bien.
Ramón: (Alarmado) ¡Está tirando patadas!
Nemesio: Muy – muy – amable ddddd sssu bbarte… Salup. (Se lo bebe)
Rosa: (llora) Ay, yo creo que se está muriendo
Empieza a hacer gestos, torciendo la boca y pelando mucho los ojos. Abre y cierra la boca, que se le quiere torcer hacia una oreja.
Adela: Es que el caldo de Médula es muy pesado Ramón: Mejor llamen a la cruz
Rosita: ¡Ay, Nemesio, que le está pasando! ¿T e sientes mal, papacito?
Rosa: Nemesio, Nemesio… Dime qué te pasa…
Nemesio: Chispita, Chispitas de colores. Unas chispitas. Luces.
Nemesio: (Ruidos horribles) No es nada… Todo bien. Chapultepec
Rosa: (Casi llora) Ay, Adelita, creo que se está poniendo mal. ¿Pues cuales chispitas? Cae al suelo. Tratan de detenerlo. Tom: O, my god!
Rosita
Mariquita: Se está quedando tieso Tom: Denle un poco de agua Horacio: Mójenle la cabeza
Adela: Quítenle los zapatos
Rosita: ¿Eh?
Ramón: Aflojen el cinturón Adela: Mejor llamen a la cruz ora sí.
Cliente: Que aquí yo daré testimonio de todo cuando llegue la policía.
Ramón: (A Horacio) Dame para el teléfono. (Le da Horacio) Yo voy.
Mariquita: Ah, que señor. Pues allí más aprisa le roban todo.
Sale Ramón. Estertores muy desagradables de Nemesio. Adela: Pon papeles, Mariquita. Creo que ahora si va a vomitar. Tom empieza a darle respiración artificial, algo ineptamente. Mariquita: ¿Qué le hace güerito?
Tom: Respiración. Yo estuve de boy scout. Rosa: (Lo ha pensado hace rato, pero lo dice ahora.) Y en la Cruz van a robarle todo su dinero…
Horacio: Mejor guárdeselo aquí Rosa: Yo diría que Adelita lo guarde. Adela: A ver Rosita: usté que es su amiga, sáquele la cartera. El cliente se levanta y va a ella. Cliente: Sáquela, ande
Cliente: Ellos sabrán, para eso son la autoridad. ¡Y usted, paré de bolsear a ese hombre! Horacio: Le está dando respiración Cliente: Esos jalones no son respiración. Déjelo ya. Entra Ramón Ramón: Que orita vienen Adela: Oiga, usted vio todo lo que pidió. Cuando menos, hay que cobrar el consumo. Cliente: Yo no vi nada. Cóbrelo en la comisaría. Rosa empieza a llorar Rosa: Y me iba a llevar a Chapultepec. Y luego a Atlixco. Y me hacía unos versitos retémonos… Y me dio un beso en esta mano… Si les digo que ando de malas…
Sigue
llorando.
El
cliente
vigila
a
todos.