Del policía que llevamos dentro Adrián Cangi
“En la provincia donde no se dice la verdad En los locales donde no se cuenta una mentira –Esto no sale de acá–” Cadáveres . Néstor Perlongher.
“Pero no todo es poesía y esa noche haíamos sido pillados!” Melodías argentinas. "ilita "olina.
Culmino estas líneas con la emoci#n popular de un nuevo nieto recuperado. Cada uno –en la cuenta de los ciento catorce $ue volvieron a su historia– no s#lo es el esplendor de una imagen imagen de la alegría sino el sonido sonido de los gritos del dolor graados en el oído oído arge argent ntin ino. o. Cada Cada cuer cuerpo po $ue $ue reto retorn rnaa de la ause ausenc ncia ia se reco recort rtaa sor soree la desaparici#n y la tortura de nuestra historia %unesta. &in rodeos' es esa misma historia la $ue llev# llev# la represe representa ntaci# ci#n n hasta hasta su límite límite.. Algo Algo perman permanece ece irrepre irrepresen senta tale le en las siluetas $ue atravesaron la ciudad con su resistencia. En a$uellos contornos de rasgos roados a la memoria un resto vacante de dolor model# cada parcela de nuestros cuerpos. A$ue A$uell tiem tiempo po en ruin ruinas as %ue %ue diu diu(a (ado do por por el poet poeta) a) “Era “Era ver ver cont contra ra toda toda evidencia* Era callar contra todo silencio”. Aprendimos de su inclemencia $ue' para $ue la represe representa ntaci# ci#n n comuni comuni$ue $ue lo humano humano'' se precis precisaa $ue ésta %racase %racase y muestr muestree su %rac %racas aso. o. + es esa esa para parado do(a (a en la $ue $ue esta estamo moss inst instal alad ados os)) en la $ue $ue conv conviv iven en simult simultáne áneame amente nte'' sin síntesi síntesiss alguna alguna'' la emoci# emoci#n n p,lic p,licaa $ue cierra cierra herida heridass con la presencia y la (usticia por mano propia $ue e-pone con cada linchamiento el sedimento represivo de nuestra cultura. Cada uno de estos actos p,licos de violencia e-trema nos aisma en la ausencia de un mundo posile' a pesar de $ue no de(amos de sentir la emoci#n popular de un (ir#n de vida $ue retorna. C#mo puede uno llegar a decir sin decir como lo hi/o el poeta en la urgencia del dolor0 Estamos empu(ados al centro del decir por$ue no vivimos como anta1o aterrori/ado aterrori/adoss por una locura sin rostro. rostro. Nuestra escena reclama por igual poder saer y sent sentir ir en el %rac %racas aso o mism mismo o de la repr repres esen enta taci ci#n #n de la cult cultur ura' a' allí allí dond dondee cada cada linchamiento es un golpe de e-cepci#n $ue pretende volverse la regla día tras día. Estamos llamados a decir para testimoniar el escalo%río $ue atraviesa nuestro cuerpo. Pero sentimos' como lo anota una de nuestras plumas más sutiles' $ue “En la 2ictadura' todo era desaparecer”. + “eso no puede escriirse”. 3oy podemos decir y escriir alguna palara nuestra para intentar con(urar el policía $ue llevamos dentro.
3orror 4a comunidad a la $ue pertene/co a(usticia a( usticia por mano propia. 5u/ga y mata. "ata o (u/ga. E(erce la %uer/a en ausencia de ley. No se trata de casos aislados) casos de una cuenta numerale de uno en uno' sino de una práctica $ue se e-tiende en nuestro medio' 6
en los países de la regi#n y $ue como un virus' recorre las redes sociales. Práctica $ue a%ecta a la dimensi#n antropol#gica de la cultura y a la su(etividad contemporánea por$ue e-pone como pocas una etnología de nosotros mismos. Cada caso recorta en el tumulto %iguras claras con nomres propios' singularidades an#nimas $ue en los linchamientos atravesaron la con%usi#n social y se perdieron en la disoluci#n de la violencia. &e are en nuestra comunidad la duda suspendida en la mirada entre la distinci#n singular de unos cuerpos y la disoluci#n en la locura calle(era' donde el horror ad$uiere el rostro de la emriague/ de la (usticia por mano propia. 4as instituciones y los goiernos alucean una respuesta. Pero nada aten,a la gravedad de los hechos. Percio a una manada de homres de nuestra sociedad civil o de nuestras instituciones policiales $ue act,an cada ve/ como una manada de estias. Cual$uier sutile/a intelectual ante los hechos alega en %avor de la ararie. 4a más mínima simpli%icaci#n desnuda el carácter ret#rico de políticas con alcances programáticos. 4as palaras miserales lan/adas por do$uier chicanean a la indignaci#n p,lica. 7ale preguntarse si hay testigos de estos hechos. 4a respuesta es simple) hay algunos testigos directos de los hechos y una comunidad $ue los percie a través de las redes sociales mientras se e-tienden al mundo entero. El espectador $ue en%renta estas imágenes se despla/a entre el horror $ue parali/a y la insistencia de una pregunta) c#mo continuar %rente a este estado de descomposici#n $ue arrastra los la/os sociales al aismo trágico. Es cierto $ue ante las imágenes de estos hechos la reacci#n ordinaria es la de cerrar los o(os o apartar la mirada %rente a a$uello intolerale. Algunos rasgos $ue éstas destilan nos vuelven incapaces de mirar por dolor o indignaci#n. Pese a todo' necesitamos imágenes como memoria hist#rica y como potencia de interrogaci#n de cara a lo intolerale. 8odos saemos $ue una imagen (amás está aislada. Cual$uiera de las imágenes de linchamientos $ue circulan en las redes sociales pertenece a un dispositivo de visiilidad especiali/ado en la construcci#n de la víctima. Construcci#n $ue regula el estatuto de los cuerpos presentados y el tipo de atenci#n $ue merecen. Cuando las miramos reconocemos $ue la tortura de ayer' sedimentada en nuestra sociedad' está lista para volver a hacer el mismo papel hoy y ma1ana. El prolema es saer $ué clase de humanos nos muestra la imagen en la emriague/ de la violencia y a $ué clase de humanos está destinada. &e dice con agude/a $ue ante la imagen estamos %rente al tiempo. 4as imágenes de los linchamientos en nuestro medio se me/clan con otras $ue hoy parecen le(anas en la memoria del siglo 99. En%rento una imagen reciente' en la $ue unos homres reunidos en círculo y registrándose con un celular' han pateado con cal/ados deportivos de reconocimiento social' a un supuesto ladr#n de menudencias en el gran :osario. &us /apatillas están manchadas de sangre sore la misma marca de su pretendido prestigio y sus manos cargan piedras y palos ante el cuerpo destro/ado $ue yace con su cae/a partida en esta ronda nocturna. El plano de la imagen muestra descarnadamente el crimen entre descamisados' en el $ue la inteligencia inconsciente del encuadre acent,a la mostraci#n de la tortura por$ue s#lo revela alg,n %ragmento de torso y amontona piernas y pies sin cae/a. &uperpuesta a ésta' otra imagen me interpela. E-hie a unos varones lancos estadounidenses de 7irginia del &ur $ue provienen de varias décadas pasadas. &e muestran en primer plano con sus pare(as posando en una escena de apariencia uc#lica y dominical. Pulcros se alinean para el registro' reali/ado por uno de los participantes de la escena. 4ucen camisas claras' coratas y vestidos impecales' mientras resplandecen sonrisas c#mplices de é-ito social. En la pro%undidad de campo y contrastados con la lu/ del primer plano' cuelgan dos cuerpos negros torturados y destro/ados. Entre otros
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gestos más llamativos en la escena $ue se ampli%ican por su vehemencia' mi o(o se detiene en el margen i/$uierdo de la %otogra%ía' en la $ue posa una pare(a) una (oven y ella ni1a e-hie un emara/o $ue recién comien/a. 4o $ue provoca mi mirada es el hi(o en el vientre de la madre recortado sore el %ondo de los linchamientos. Entre una y otra %otogra%ía hay un intervalo insalvale para la memoria hist#rica. En una se e-hie la rapi1a entre pores< en la otra' la tortura de ra/a. 4a insistencia entre amas imágenes es la e(ecuci#n de una pretendida (usticia de la tura' $ue actuali/a el triste y célere nomre del estadounidense Charles 4ynch. A$uel $ue en la =uerra de la >ndependencia' en%rentando cual$uier accionar de la (usticia sure1a de 7irginia $ue no (u/gara seg,n su criterio a los se1alados' practic# la detenci#n y e(ecuci#n de los sospechosos de permanecer leales a la Corona ?ritánica. &u accionar' considerado heroico por algunos y miserale por otros' llega hasta nuestros días' cada ve/ $ue una multitud an#nima asesina sin motivo y sin ley' para (u/gar y punir aritrariamente por mano propia. &e nos impone una evidencia) en estas imágenes no hay medida alguna ante el dolor de los demás ni (usti%icaci#n de ning,n tipo por las prácticas $ue lo producen. "ás allá de la evidencia' no parece haer en ellas ni realidad oculta a(o las apariencias' ni régimen ,nico de presentaci#n y de interpretaci#n de lo dado. @rente a ellas' cual$uier acuerdo de la opini#n p,lica $ue a%irme el sentido com,n o el uen sentido moral' entra1a alg,n peligro. Escudado en el decir de las redes sociales' el sentido com,n reaccionario' no hace más $ue aplanar las divergencias oligando a perciirlas a(o un mismo régimen de signi%icaci#n. Creo $ue el consenso $ue las descrie no es más $ue miopía y pérdida sin retorno de la empatía con el dolor del otro. &entimos $ue la emoci#n ante el dolor del otro no dice “yo” sino $ue nos implica en lo $ue sucede por un nau%ragio $ue nos apunta y nos espera. Creo $ue la miopía no es simplemente una ararie delierada o pro%esional. 4a humanidad $ue posa en estas imágenes' al igual $ue los medios de comunicaci#n y los goiernos $ue estandari/an la crueldad de los hechos en las in%ormaciones' miran sin ver. 4a ararie estalla cada ve/ como un contrasentido en la civili/aci#n) está tanto en los goernantes como en los puelos. "ientras unos alucean' otros dicen $ue se e-agera) por todas partes se a%irma $ue los casos no son una práctica. Pero nada aten,a la gravedad de los hechos' sore todo cuando la pregunta golpea a las puertas del porvenir) c#mo haitar en una tierra donde la (usticia se entronca con la suasta y la e-hiici#n de la tortura con el espectáculo. El horror comien/a con la duda suspendida en la mirada entre la distinci#n y la disoluci#n en la $ue unos homres act,an como una manada de estias salva(es. No se trata de multitudes en estado de revuelta. Creo $ue los $ue (u/gan o matan no son los condenados de la tierra $ue act,an por hamre o por un sue1o de revoluci#n' como el e-cedente de la violencia del oprimido $ue estalla uscando una salida. &e trata más ien de una violencia de la idolatría propia del capitalismo $ue a%ecta a,n más a los oprimidos' a los desclasados y a los olvidados' pero $ue no de(a de contener en sus %auces a cada uno y a todos. 7iolencia en la $ue algunos adoran o(etos $ue s#lo sirven para ser vendidos y nunca usados< otros adoran el e(ercicio del poder en nomre del policía $ue todos llevamos dentro o en nomre de una ley mayor aritraria y satírica constructora de ídolos' y algunos más e-ponen la violencia de instituciones piramidales y (erár$uicas con una %uerte militari/aci#n de sus prácticas y modos de sociailidad implicados en el e(ercicio del poder. En el sedimento sensile de nuestra sociedad ora una enardecida rapi1a $ue (u/ga y mata' $ue (u/ga o mata' sin conciencia alguna de los hechos en la $ue el anonimato escuda y protege. 4a idolatría –maravilla resplandeciente del
capitalismo $ue hunde sus raíces en las %uentes teol#gicas– (usti%ica' a diestra y siniestra' el linchamiento en el cora/#n de la mercancía. 4a historia en%renta con cada singularidad la muerte o la tortura asurdas ante el rillo m#rido de los %etiches $ue no cesan de reinar como revés de la vida. Práctica >nnumerales son en nuestros días las imágenes de violencia organi/ada y de ararie. Nos llegan como memoria hist#rica concentrada por vías del archivo o el testimonio. 4os linchamientos son la actualidad en ruto $ue actuali/a la memoria' y como tal' son verdaderos documentos de ararie. Percio $ue nuestra comunidad' aun$ue sumida en el dolor y la indignaci#n e-presada por te-tos periodísticos y voces mediáticas' en%renta esta práctica con la terrile normalidad de un mundo espantoso. El o(eto de la violencia parece despla/arse y trans%ormarse del hamre a la adoraci#n de %etiches de la rapi1a indignante. Algunos matan para roar' otros matan para punir. Pero el hamre desorda sin e-plicaci#n por todas partes como un amasado de muerte $ue impugna a la concepci#n misma del capitalismo. 4a idolatría del o(eto o de la moral vacía parece circular entre hamrientos y satis%echos de un mandamiento a otro. 4as voces p,licas descrien un dilema del $ue parecemos prisioneros) se nos dice $ue o ien vivimos en un mundo cada ve/ más violento e in(usto en el $ue se anuncia $ue la salida es paciente y por vías de la inclusi#n social' en el $ue la (usticia por mano propia s#lo e-presaría la rutal desigualdad de oportunidades< o ien $ue vivimos en un mundo atravesado por la desigualdad estructural' acompa1ada por la inmoralidad institucional de las prácticas del poder y de la (usticia' en el $ue la violencia por mano propia sería el re%le(o de la corrupci#n estructural. Bnos reclaman tiempo para cerrar las heridas sociales con más inclusi#n. tros regan por más moralidad institucional' más seguridad de la ciudadanía y de la propiedad. Esta es la cuesti#n parado(al) se legitiman derechos para ampliar la vida y el acceso a los ienes' mientras $ue la cultura en la $ue vivimos no parece ni pretender preservar la vida ni comprender el sentido de los ienes. Algunos piden %le-iili/ar las prácticas para $ue el amor triun%e %rente a la muerte' mientras $ue los otros piden endurecerlas con más control y punici#n para $ue el derecho individual encuentre su cauce. A esta altura de la historia argentina saemos $ue endurecer no es otra cosa $ue rutali/ar y violar derechos' práctica $ue ahonda sin %in un culto a la violencia ciega. Ante el dolor $ue estos hechos producen orroneo estas líneas. 8ra/o' como un hilo tendido sore el aismo' un acceso a la noche del condenado. ?usco comprender a$uella madrugada del ;; de mayo de ;D6 en la $ue el santa%ecino 7íctor :oledo %ue encontrado cruci%icado en &an @rancisco' C#rdoa. &oy uno de los tantos testigos del horror de mi comunidad. "is o(os se han vuelto c#mplices y mi mirada se ha vuelto dole) una mirada mira el hecho con el horror $ue éste acarrea y otra mirada se mira mirar' en el suspenso de un escalo%río' revisando la peligrosa %rontera $ue hemos cru/ado. Bn linchamiento es un hecho en ruto $ue conmociona a las pasiones y al lengua(e com,n por el espanto y la ignominia $ue produce. Para $uienes lo e(ecutan es la pruea del é-ito criminal y la marca del ardor de un destino $ue no reconoce reglas. Fui/ás podría decirse $ue $uienes lo reali/an e-igen de la comunidad $ue la pruea sea terrile. No es simplemente una pruea de la %uer/a o de la virilidad sino un heroísmo del sinsentido sumido en la idolatría de la mueca o de la gesticulaci#n $ue pretende dar presencia p,lica a a$uello $ue no parece ser del orden de la presencia. 8rato de comprender por $ué ninguna de estas representaciones %otográ%icas o videográ%icas'
reproducidas por la televisi#n y las redes sociales' llega (amás a tocar el e-tremo del horror de la tura. Escucho la vo/ de $uien dice $ue el espanto vacía lo $ue está puesto en (uego allí. 4a política logra diu(ar un lugar cuando se1ala un hecho en ruto para hacer visiles a los an#nimos. En este sentido es $ue todas las culturas occidentales de nuestro tiempo' más $ue nunca se reclaman realistas y pragmáticas. +' tal ve/' tengamos $ue considerar $ue algunas de ellas lo sean. Pero no todas dan a la realidad y a las %aulaciones sore la realidad el nomre de política. Para algunas culturas' crecientes y dominantes para la opini#n p,lica' se aren otras l#gicas $ue disputan el lugar y el nomre de esta práctica en la ciudad' como ciencia o técnica' como salud o mercado. Prácticas a%ines a la numeraci#n estadística más $ue a la singularidad de la e-periencia vital. E-periencia de la singularidad' $ue en nuestro tiempo' s#lo podría ser recogida en sentido e-tremo por una política en sintonía con la vida. Cuando la política ora en el sentido en el $ue a,n la comprendemos' diu(a un lugar de disenso $ue plantea una l#gica del mundo $ue entra en colisi#n con otras posiles l#gicas. El lugar $ue la política produce con el disenso permite agrupar a unos an#nimos por un (ir#n de pasi#n y de lengua $ue da cuenta del hecho en ruto. Este gesto a%irma $ue no hay política más $ue para los seres halantes $ue organi/an lo sensaci#n y el sentido como una visi#n del mundo posile. 8oda visi#n del mundo es una imagen del pensamiento $ue constituye el al%aeto donde se escrie el la/o social. Creo $ue hemos cru/ado una peligrosa %rontera por$ue no deería ser haitual en el al%aeto político de nuestro tiempo $ue algunos pocos halen de unos homres linchados y otros persistan sumidos en el silencio apartando la mirada. 8odo el edi%icio de la representaci#n política trastailla %rente al hecho en ruto de un linchamiento. Parado(a Bn homre %ue hallado cruci%icado. 8res voces toman la palara sore el hecho del ;; de mayo. El (oven $ue aparece cruci%icado vivo' la policía acusada del hecho y la %iscalía $ue investiga las declaraciones del (oven y las actuaciones de la policía. 7ale decir $ue se are un umral entre el hecho y las declaraciones' entre las representaciones y el lengua(e $ue da cuenta del hecho. &e trata de un e$uilirio inestale $ue oscila entre el sentido y el signi%icado. Como vemos las parado(as se han vuelto haituales en un tiempo como el nuestro en el $ue todas las interpretaciones reclaman su verdad y su l#gica sore los hechos. &ore todo cuando las síntesis posiles' entre las l#gicas de los mundos en (uego' conservan un estado de suspensi#n sin ninguna soluci#n superadora. Cuando la reclamada dialéctica' como movimiento de la historia' ad$uiere un carácter suspensivo' el estado de e-cepci#n de los linchamientos amena/a con constituirse en la regla. 7íctor :oledo' un (oven de ;G a1os oriundo de @rontera –localidad santa%esina $ue linda con &an @rancisco– %ue visto por un vecino de la ciudad cordoesa atado a una cru/ de madera. 4a policía cordoesa interviene en la madrugada del ;; de mayo para trasladarlo al hospital local donde %ue asistido por los médicos. :oledo declar# en la unidad (udicial de &an @rancisco $ue %ue aandonado en esas condiciones “por entre cuatro y cinco policías de @rontera”' $uienes le harían dado una “%ero/ golpi/a” y lo harían de(ado en ese estado en una “/ona concurrida”. 4eonor @ailla' la %iscal de &an @rancisco' enunci# al iniciar la causa $ue :oledo “estaa encintado como una momia' conciente' vestido' con cinta de emala(e $ue le curía todo el cuerpo aun$ue tenía la nari/ descuierta' lo $ue le permitía respirar. A la altura de los homros tenía un tro/o de madera $ue le oligaa a mantener los ra/os e-tendidos a modo de cruci%i-i#n”. 4a %iscal dice $ue “él cuenta $ue cuatro o cinco
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policías de &anta @e lo harían golpeado %ero/mente' lo encintaron' lo adhirieron a un tro/o de madera y le colocaron un cartel en el pecho $ue dice INo roarásJ”. @ailla constata $ue los médicos $ue lo asistieron in%ormaron $ue “no e-istía en su cuerpo ning,n tipo de lesi#n”. Para la %iscal este hecho reviste contradicciones entre los datos de la víctima y los datos de las declaraciones médicas' a los $ue de entrada denomina “o(etivos”. En relaci#n con estas contradicciones la %iscal are una investigaci#n –como tantas $ue se agolpan en las %iscalías provinciales sore el orar de la policía– para indagar si :oledo haría sido víctima de una privaci#n ilegítima de la liertad o si haría simulado el hecho para inculpar a la policía. 4a policía de &anta @e in%orm# $ue :oledo tiene antecedentes penales y $ue haía sido detenido el ;6 de mayo por un incidente calle(ero con un automovilista' en el $ue arro(# un ladrillo $ue lesion# en el rostro al conductor de un Peugeot HD' por$ue este ,ltimo haía ostruido con su auto un estacionamiento. 4a policía a%irma $ue al día siguiente %ue lierado. &aemos ien $ue la policía de &anta @e' como otras tantas policías provinciales' dio su%icientes indicios de mandos corporativos ligados a hechos de corrupci#n y a una cultura $ue hereda las %ormas represivas de nuestra sociedad. 4a %iscal duda antes de la simulaci#n de 7íctor :oledo $ue de los posiles apremios ilegales de la policía provincial. Ante esta duda' y aun$ue vivamos en una sociedad democrática' crece la l#gica de la sospecha y con ésta' un estado suspensivo en el $ue el terror calcula solapado su retorno. &ore todo cuando la policía está a,n organi/ada por mandos corporativos militari/ados sospechados de apremios ilegales. Conocemos ien en la vida latinoamericana el riesgo institucional $ue una comunidad padece cuando una cultura policial está sospechada de causas armadas' de secuestros ilegales y de negocios pertenecientes a una narcocultura. ?a(o la apertura de la causa y la correspondiente independencia de los poderes' la política provincial y nacional se sustrae del hecho. 7emos en%rentadas en este caso la palara del an#nimo –$ue ien podría ser un simulador' como lo sugiere la %iscal– y la de la 2irecci#n de :elaciones Policiales de la 5e%atura de la Policía de &anta @e –$ue ien podría haer orado corporativamente' como lo indican las prácticas a las $ue estamos haituados–. Pero las palaras de la %iscal amplían mi indignaci#n. A%irma $ue “no huo intenci#n de darle muerte' por$ue le de(aron descuierta la nari/ para $ue respirara sin prolemas”. Ante seme(ante a%irmaci#n podríamos detenernos. Pero es ésta la $ue are una mirada $ue se trans%orma en acci#n y posici#n. Creo $ue una cultura reaccionaria sedimentada por capas de violencia atraviesa la super%icie y los es%uer/os democráticos argentinos propiciados por la ampliaci#n de derechos civiles. Bna pro%unda inmoralidad' a veces apa1ada por la interpretaci#n del derecho' (usti%ica antes a las instituciones $ue a los cuerpos del padecer an#nimo. &on muchos los $ue creen $ue las instituciones valen más $ue la chispa de vida de un homre. Aun$ue valoramos $ue la (usticia investigue' lo $ue deería ser un háito en nuestro suelo' las declaraciones de la %iscalía muestran indicios $ue modi%ican rápidamente la opini#n p,lica' sore un gesto como el de cruci%icar a alguien' $ue en una cultura como la nuestra' deería ser considerado dramático. >ncluso' aun$ue tomemos en cuenta la posiilidad remota planteada por la %iscal de $ue el hecho %uera un simulacro' éste reviste para nuestra memoria el retorno de prácticas represivas $ue oscilan entre la punici#n y el gesto atemori/ador. Policía 4a con%ormaci#n peligrosa e incivili/ada de nuestra sociedad –criminal ella misma– me lleva a dudar' en el actual estado de descomposici#n institucional policial' tendiente a la generaci#n de una instituci#n con mandos civiles' $ue en ésta haya de(ado
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de estar activa una práctica castrense $ue hunde sus raíces en la memoria argentina de la desaparici#n. 8odo indica' más allá de las dudas de la %iscal' $ue 7íctor :oledo %ue cruci%icado en un gesto de herencia castrense' el ;; de mayo de ;D6 en la intersecci#n de las calles ;H de "ayo y &aatini' en las lindes de &an @rancisco. &e trata de una práctica arraigada en el imaginario represivo $ue se1ala $ue la policía posilemente lo (u/gara y lo humillara. 4ogísticamente pudo haer dispuesto la escena %uera de su (urisdicci#n envolviéndolo en un sudario plástico con cintas de emalar. :oledo %ue e-hiido con el peso del símolo y con un mandamiento en su pecho) INo roarásJ Es el testimonio viviente de un (uicio secreto con el peso de un mandato universal impreso en el cuerpo. 4a punici#n $ue la cruci%i-i#n evoca pone en (uego a todo el pensamiento si no somos capaces de desentramar el sentido mismo $ue se encuentra cerrado en la escena. &entido $ue ha $uerido ser agotado por el hecho en el e-ceso de su representaci#n' al pretender ser un sentido completo en el $ue el acto de punir me/cl# policía y moral en un símolo popular. "e/cla en la $ue ya no haría más sentido $ue el nihilismo de la creencia vacía $ue no de(a de operar en la repetici#n implicada en cada linchamiento. &iempre lo supimos. 4a policía no es una %unci#n social sino una constituci#n sim#lica de lo social. Es un hecho en nuestro territorio) la policía aspira simultáneamente a la %unci#n y a la constituci#n sim#lica de lo social. A pesar de renovados es%uer/os' nuestra policía ha e(ercido la represi#n y a,n la e(erce. 3a e(ercido el poder sore lo vivo y a,n lo e(erce. Pero sus %unciones no se agotan en estas prácticas. 4a constituci#n sim#lica a la $ue aspira) separa y e-cluye' e-hie y oliga a participar a la comunidad. En pocas palaras' hace visile lo $ue todos vemos y hace decile lo $ue todos escuchamos. "ueve los sedimentos sensiles reaccionarios $ue están en la ase misma de nuestra sociedad. El entramado de micro%ascismos argentinos $uedan e-puestos y se re,nen en el ritual de la cruci%i-i#n en una síntesis ic#nica de teología y policía orientada hacia un ,nico %in) se1alar' con todos los peligros $ue ello acarrea' la insu%iciencia política. 4a política s#lo se separa de la policía cuando le disputa una intervenci#n sore lo visile y lo enunciale. En la cruci%i-i#n de :oledo el poder de policía interpela al individuo con%undiéndose con la su(eci#n a la creencia religiosa popular. Acci#n $ue llama a ver la evidencia de lo $ue hay. En este disenso irreductile se con%orma nuestra sociedad' con un deseo conservador $ue prevalece y valora el poder de policía antes $ue la constituci#n sim#lica política. 4o $ue se disputa entre policía y política es en sí mismo la constituci#n sim#lica de la sociedad entre los lugares estalecidos y la movilidad de los sinLparte y de los sinLlugar. Nuestra sociedad' en especial las clases medias apoyadas por el comple(o de los medios de comunicaci#n' reclaman mayor intervenci#n policial y penali/aci#n de las protestas y del delito en nomre del derecho. 4a policía siempre indica $ue el espacio está para ser circulado. Pero en el gesto de la cruci%i-i#n de(a un indicio' $ue por %alta de intervenci#n política' se1ala $ue el espacio está dominado por una ley mayor $ue la ley (urídica. 4a ley divina entroncada en la creencia popular es evocada y e(ercida por los %ieles de la %uer/a hasta convertirse en su ra/o e(ecutor. 4os servidores de 2ios y del Estado aren con este indicio la e-cepci#n $ue da paso a (u/gar' delatar y punir a los ciudadanos en nomre de una ley mayor $ue se con%unde en el Estado laico con las aspiraciones de un símolo religioso. 2e este modo' la policía anuda inseparalemente con su orar' el gesto teol#gico con el castrense' con serias pretensiones de activar un %ondo reaccionario siempre latente en nuestra cultura adormecida.
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Cuando la policía ora de esta manera los puelos $ue constituyen nuestra comunidad están listos para caer a(o la idea de polaci#n o de ra/a. &aemos lo $ue esto signi%ica para la memoria del siglo del horror $ue nos antecedi# en el $ue la cruci%i-i#n %orm# parte de la tortura en las “parrillas” de nuestros centros clandestinos. El morda/ testimonio de =uillermo "arcelo @ernánde/' con el $ue cerr# la presentaci#n de prueas sore la "ansi#n &eré' da cuenta de estas prácticas) “+ el 8ano0 “Fué persona(e grosero el 8ano' eh0 Pegaa %uerte el 8ano. Bn día' al grito de Mhi(os del dialo' hi(os del dialo' agarr# un látigo y empe/# a pegarnos. M&on todos (udíos' decía' Mhay $ue matarlos. Nos olig# a re/ar el Padrenuestro. A Claudio 8amurrini se le haía hecho un lanco. "e lo di(o y se lo recité. + así %ue esa especie de orgía religiosa $ue haía organi/ado el 8ano.” El caso :oledo se trans%orma en una práctica conocida y por ello terrorí%ica. En esta práctica los an#nimos pasan de no ser vistos a ser e-hiidos por un movimiento uni%icado $ue supone (u/garlos y punirlos de tal %orma $ue la humanidad entera resulte (u/gada y punida por una ley mayor a la de la comunidad. Constatamos cada ve/ $ue cuando la policía e(erce la constituci#n sim#lica de la sociedad pone en riesgo a la política. Pone en riesgo a los modos de su(etivaci#n tramados por el disenso $ue mani%iestan la di%erencia de la sociedad consigo misma en el largo traa(o social para dar parte y lugar a los an#nimos. 7ale recordar $ue cuando la policía' reclamada en nuestro tiempo por un clamor de medios y goernantes' ora acentuando un poder sim#lico cuenta las partes reales para proteger las %unciones atriuidas' los lugares estalecidos y los intereses ad$uiridos $ue constituyen lo social. El disenso político traa(a por la parte de los an#nimos $ue entran en escena para una nueva distriuci#n de lo $ue hay. 2ostoievsOy comprendi#' como ning,n otro' $ue hay una di%erencia entre Cristo y la verdad. 4a policía de &anta @e implicada en la cruci%i-i#n de :oledo parece reunir en el icono' la pretendida verdad de una punici#n $ue se pretende aleccionadora y moral en la es%era p,lica con el símolo de la creencia popular $ue evoca el sacri%icio de Cristo como canino para una nueva alian/a. Pero en el inconsciente #ptico la con%usi#n de niveles se sinteti/a en la %igura de la tortura. 4a política s#lo logra constituir su lugar si tra/a una di%erencia con la pretendida verdad y con la %igura aurática de Cristo' para $ue los an#nimos de(en de ser tratados y e-hiidos por los ventrílocuos del poder. 8estigo El cruci%icado %ue e-hiido ma(estuoso en &an @rancisco como la %igura $ue el triun%o de Atila de(a a su paso. :oledo %ue ungido por el terror. @ue emalado en las arrancas oscuras de su cuerpo donde el horror se con%unde con la emriague/ y el desamparo se %unde con el aandono. 4a envoltura de cintas $ue lo curen no reduce su desnude/' al contrario la e-pone como me/cla inseparale de dolor y soledad ante la mirada del $ue (u/ga y e-hie. El sayo de plástico de su envoltura muestra la desnude/ de la vergen/a para las cámaras $ue registran con impudicia el hecho. A pesar de ésta' creo $ue necesitamos imágenes pese a todo por$ue el e-ceso del acto logr# el desa%ío sensile uscado. 2estina a los devotos' como una &anta >n$uisici#n' el sacri%icio de la cru/' para resumir con éste las %altas p,licas y los pecados privados. 8amién dirige a los no devotos el poder de la e-hiici#n de a$uello $ue es capa/ la %uer/a de una instituci#n (erár$uica y castrense. Conocemos las palaras $ue dicen) “Este es mi cuerpo' entregado por ustedes” y “Esta es mi sangre' derramada por ustedes”. &on el cuerpo y la sangre de la nueva alian/a prometida por el cristianismo' en el $ue las palaras de 5es,s aren por el sacri%icio el pasa(e al reino sagrado. Para $ue la alian/a sea posile es necesaria la %e en
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la transustanciaci#n. @e $ue permitirá ingresar en el carácter espiritual del cuerpo y la sangre. 4a alian/a supone una promesa) la conversi#n del cuerpo y la sangre en pan y vino en el reino de 2ios. Estrictamente halando' la sangre y el cuerpo $ue son movimiento y %orma se convierten en espíritu' $ue s#lo se mani%iesta como un soplo impalpale. &oplo $ue atraviesa el cuerpo y la sangre sin integrarse a él. 4a emriague/ de la transustanciaci#n siempre lleva consigo el legado del sacri%icio o la comunicaci#n con lo sagrado. En su historia el cristianismo no podía recha/ar del todo la impure/a' no podía recha/ar la mácula para hundir sus raíces en el mundo popular. Por ello' el %ondo de lo sagrado impuro entr# desde entonces en el mundo pro%ano' en la creencia más íntima de los %ieles armados' como una transgresi#n $ue de(aa de ser el %undamento de su divinidad' para comen/ar el largo camino de su decadencia) el de la misa pro%ana de la cruci%i-i#n $ue va de los centros clandestinos de detenci#n a los linchamientos p,licos. Nunca el cristianismo en su voluntad más loale aandon# la esperan/a de reducir el mundo egoísta de la discontinuidad al reino in%lamado del amor continuo. &e trataa de una superaci#n de la violencia pagana antigua en %avor de una sulime continuidad estalecida por la superaci#n de los límites de sus rituales de sangre. El espíritu religioso retuvo lo esencial de a$uellas prácticas al sostener la continuidad del mundo por vías de la e-periencia de lo sagrado. &ea cual %uere la osesi#n de la imagen del cruci%icado' el sacri%icio sangriento y la misa no coinciden %ácilmente. En la misma idea del sacri%icio de la cru/' el carácter de la transgresi#n de%orma la e-periencia sagrada' por$ue el acto de matar es un hecho sangriento y de %acto' para el cristianismo' constituye un pecado y' entre todos' el más grave. &in emargo' toda su %uer/a popular proviene de la inversi#n del acto pagano destinado a un nuevo mundo de %e en el $ue la imagen de la cru/ ocupa el centro de la creencia. El escándalo del pensamiento comien/a cuando el pecado de la cruci%i-i#n es repudiado por el sacerdote $ue celera el sacri%icio de la misa. 4a resonancia de la liturgia toca la herencia de un pensamiento pro%undo $ue animaa a la humanidad primera y $ue se disuelve en el sentimiento cristiano. 4a cruci%i-i#n es en sí misma una imagen parad#(ica y como tal' un lugar de paso entre lo pro%ano y lo sagrado en el $ue' como ense1# el cristianismo' se e-ceden los límites. &ore todo' cuando perciimos – como en el caso :oledo– una intenci#n satírica. &u%iciente horror porta sore sí la imagen del cruci%icado para e-hiirla satíricamente. 4a imagen de :oledo cruci%icado se trans%orm# por el terror en un in%ierno transitorio y ridículo' con e%ectos sim#licos duraderos. “8ortura” es el ,nico nomre en la historia $ue conocemos para esta práctica. 4o $ue perdura en esta práctica como e%ecto sim#lico es la supervivencia de un gesto trágico cuya emoci#n perturadora hace de la %igura el lugar del tormento y de la urla' $ue al %in se convierte en patrimonio de una comunidad cuyo la/o social está %undido en la memoria del horror. A pesar de toda la puesta en escena de la pose %aricada' el testigo nos impugna transmitiéndonos una indiscutile sensaci#n de responsailidad. Fué decir ante el horror. C#mo en%rentar la temile empatía. Creemos $ue el pensamiento s#lo se despierta si sae ver en lo $ue sucede a$uello $ue nos concierne y $ue lleva a recti%icar el pensamiento mismo por el e%ecto empático de la e-periencia y por el distanciamiento necesario de ésta consigo misma. 4a distancia ante la escena nos permite saer $ue lo indecile es a$uello $ue no encuentra e-presi#n y $ue cual$uier e-plicaci#n es del orden de la imaginaci#n desgarrada. Ante la imagen de :oledo cruci%icado no se eligen los propios argumentos' se los su%re por$ue el gesto are un aismo sin %ondo y nos e-ilia en los límites de lo posile.
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Nuestra comunidad insiste' %rente a los linchamientos' en la ausencia de pensamiento. :epite los lugares comunes $ue corroen la consciencia y envuelven el mundo con una corte/a opaca. En este caso el lugar com,n es el “mal” en su aspecto más terrile) el mal $ue no sae $ue es mal. 4a misma “analidad del mal” $ue permite decir no sin escalo%ríos' $ue el lugar com,n no es otra cosa $ue el acto de cruci%icar como tormento y urla en la cotidianeidad de la sucesi#n de los días. >n%ierno 4a e-clamaci#n en algunos medios de comunicaci#n %rente a este hecho ha sido) I$ué in%iernoJ Esto no es s#lo un mero decir sino $ue' para la creencia popular' tal ve/ sea algo más $ue un decir. Bna noci#n como ésta sinteti/a el carácter siniestro del mundo $ue nos rodea) es privativa de la tortura y de la carne. 4a historia del mundo como %igura del in%ierno es una de las más persistentes a lo largo de la trans%ormaci#n de las con(eturas de las prácticas sociales $ue nos interrogan. Cada ve/ $ue aparece esta %igura está modelada por la propia sustancia de la $ue está hecha la hip#tesis sore su e-istencia. &uponemos un in%ierno y le otorgamos cualidades por$ue éste pasa a ser la determinaci#n de un hecho necesario en el $ue se (uega nuestro cuerpo. En todos los in%iernos imaginados el dolor es la materia de los sentidos y tal ve/ pueda decirse $ue se trata de la más real de todas las cualidades materiales e-istentes. 4a antigua concepci#n cristiana del Averno concie el in%ierno como una prolongaci#n natural de las propiedades del cuerpo. Bn lugar de tormentos corporales de la $ue están hechas las sensaciones. 4a imaginaci#n poética sore el in%ierno' considera' para pensar sus %iguras' nociones como “eternidad” y “cuerpo”. Pero los grados del dolor en el orden de las %iguras permiten decir $ue el in%ierno es la %orma $ue tiene la dimensi#n in%inita del padecer de los cuerpos. 4a sustancia com,n a su concepci#n es de%inida por 2ante en la inscripci#n graada sore las puertas del Averno) “2e(en todas las esperan/as' ustedes $ue entran”. Cuando los apremios ilegales pueden orar de este modo' anticipa el sacri%icio com,n al $ue se dirige la sociedad. 4a cruci%i-i#n como tormento y urla en el caso :oledo de%ine un mundo' en el $ue la esperan/a tanto como la (usticia' depende de la aritrariedad del accionar de las %uer/as oscuras y reaccionarias del sedimento emocional de la comunidad. Es en este sentido en el $ue la comunidad se trans%orma en “comunidad de condenados” cada ve/ $ue el terror sim#lico se entronca en la materia misma del cuerpo torturado. El terror act,a entonces' como una posiilidad en sí misma. Cada uno de nosotros es una posile víctima por venir. Ante esta constataci#n se are un signo de estremecimiento $ue cru/a el cielo hist#rico de nuestro presente. El nacimiento de la conciencia crítica en la tradici#n de nuestra cultura nos permiti# entrever el gesto de la cruci%i-i#n como un in%ierno esencialmente político. Bn in%ierno como el $ue testimonia Primo 4evi. Bn in%ierno $ue e-hie la vergen/a misma de ser homre. 2istinto de a$uel de la teología medieval en el $ue el homre se convierte en el gran intermediario entre cielo e in%ierno. 8amién' independiente' de la noci#n recuperada después de 2ante' $ue repone lo $ue haía sido el gran mito de la edad clásica' cuando invocaa la %igura de r%eo. El mito de r%eo se repite sin %in a lo largo de la tradici#n literaria de ccidente' en especial en la leyenda medieval del 2octor @austo tratada en nuestra tradici#n por "arloSe' Calder#n' =oethe o 8homas "ann. En la analidad del mal de la cruci%i-i#n de :oledo nadie desciende a los in%iernos en usca de Eurídice< tampoco la acci#n del gesto asegura un don' como en los grandes relatos' $ue sacrali/a al visionario para $ue logre tocar lo real in%ernal. Estamos más cerca de los Sueños de Fuevedo en los $ue el in%ierno tiene un carácter notalemente e(emplar y está construido como un sistema #ptico de
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e-hiiciones o de El matrimonio del Cielo y el Infierno de ?laOe en el $ue la visi#n del in%ierno aparece como la otra cara del cielo' y resulta indistinta del mundo terreno' siempre transitorio y ridículo en el $ue se tortura sin %in. 4a eternidad en estos imaginarios del in%ierno parece estar ausente' tan ausente como en el %ulgor transitorio del caso :oledo' ariendo el camino de la posile muerte temporal en el $ue no hay ni ascenso ni descenso sino s#lo la desnude/ del poder como repetici#n sin %in. Es lo $ue susiste en el Ulises de 5oyce e-plicado por la emriague/ de las %iguraciones con relaci#n a la muerte de la historia inmanente. El in%ierno se vuelve esencialmente político cuando el tormento se convierte en patrimonio de una comunidad. Así lo a%irman Ta%Oa y ?urroughs< Céline y Artaud) “Esto es el in%ierno!”' cuando la tortura y el dolor de la carne se vuelven escena transitoria y doméstica. >dolatría 4a cruci%i-i#n pro%ana de :oledo nos interroga sore los símolos de nuestra creencia popular y sore el poder de las imágenes $ue %orman parte de nuestro inconsciente #ptico. El cristianismo se constituy# como una religi#n popular por el camino de la iconolatría. Cierto es $ue las religiones monoteístas –te-tual o tácitamente– en%rentaron a los ídolos y e-plícitamente traa(aron para su prohiici#n. &upieron ver en los %alsos ídolos a un dios %aricado. Entre los monoteísmos' el cristianismo con%ront# el verdadero dios al %also ídolo sin por ello adicar a las imágenes como pedagogía y liturgia. &in emargo' el verdadero dios %ue considerado para la teología como una visi#n de la e-periencia interior y como un movimiento de la palara divina destinada a acompa1ar al puelo en marcha. El verdadero dios de cu1o hereo es palara –anuncio y espera' nunca mostraci#n– sin emargo' el modo popular cristiano' pleno de sutile/as y delicade/as para acercarse por las imágenes a la creencia sensile' no (u/ga el rostro $ue evoca al Cristo o a los santos en la estampa' sino $ue es la teología' revisando el %undamento de la %e' la $ue en%renta a cual$uier interpretaci#n sim#lica –reali/ada por vías de la pintura' de la escultura o de la ilustraci#n– $ue se presenta para la creencia como una %igura cerrada de sentido inalterale. Por su herencia el cristianismo es parado(al) %arica imágenes pedag#gicas al mismo tiempo $ue critica la %alsa adoraci#n de éstas. En%renta cual$uier signo de idolatría contenido en la interpretaci#n del %also ídolo' cuya signi%icaci#n de%initiva y cerrada sería la muerte de la %e' pero impulsa la liturgia por la pedagogía de la imagen como mostraci#n de la %e. Esto ocurre por$ue entre la %e' como palara de anuncio y espera sin imagen' y la creencia' como mostraci#n pedag#gica por la imagen' parece insistir un conector transitivo $ue nos dispone entre lo decile y lo visile. 8ransitividad $ue e-plica $ue la adhesi#n al anuncio del acto de %e es una sensaci#n de pertenencia al in%inito reali/ado. Adhesi#n producida por el anuncio y la espera $ue percie en la mostraci#n del sacri%icio de la cru/ el acto de %e presentado. 4a cultura occidental popular de las imágenes mantiene la alian/a entre el precepto monoteísta de una imagen aierta a la interpretaci#n pero nunca cerrada en la idolatría y el tema griego del arti%icio de las imágenes $ue produce e$uivalentes en ausencia de original. Esta alian/a concertada' como la han llamado algunos' entre el mundo griego y el hereo' es sinteti/ada en el monoteísmo cristiano para producir simultáneamente' una valoraci#n y una descon%ian/a hacia las imágenes' en una cultura como la nuestra $ue no cesa de producirlas con aundancia y adoraci#n. 4a cruci%i-i#n pro%ana de :oledo por su carácter satírico' es una imagen popular $ue aspira a indicar por la mostraci#n menos la santidad de un mandamiento moral para la acci#n $ue una mueca indiciaria $ue vacía la %e por la transgresi#n del
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gesto. =esto $ue no logra representar (amás el lugar e-tremo $ue indica por$ue monumentali/a y aplana simultáneamente la representaci#n del símolo $ue evoca. El acto pro%ano urla el nervio de la %e al mostrar al cruci%icado como víctima irrisoria y %alsa' %aricada para concentrar sore sí misma un valor sim#lico $ue actuaría sore los creyentes y una mostraci#n del terror $ue a%ectaría a los ciudadanos laicos. En un gesto de este tipo la palara $ueda interrumpida como movimiento y visi#n interior $ue (usti%ica el acto de %e cristiano por$ue la imagen se presenta acaada como una escultura tallada para ser vista por sus e%ectos. 4a representaci#n de la cru/ en este caso' es la presencia de la “cosa” $ue pretende un valor o sentido completo en el $ue ya no haría más sentido. Ning,n criterio estético posile nos permite desentra1ar esta imagen por$ue se1ala en e-ceso con su gesto indiciario un sitio del espanto y una impotencia del interpelado. lo una interpretaci#n política parece poder desentramar su poder y el e%ecto sensile inconsciente al $ue aspira. En el caso :oledo creemos $ue el inconsciente #ptico del cristianismo popular parece con%undir pedagogía y policía en la mostraci#n satírica de la cru/. Con%usi#n $ue se cumple en el nihilismo y s#lo como nihilismo. 7eo en esta cruci%i-i#n y en la práctica de los linchamientos' la incandescencia %inal del sentido o el sentido $ue se revela para no revelar más $ue su agotamiento. lo nos $ueda desensamlar en la imagen el gesto o la mueca $ue testimonia una relaci#n con la historia y la tradici#n. Cuando percio esta imagen s#lo puedo ver a$uello $ue en el pasado %ue el %in de un modo de vida y en la actualidad' la mostraci#n para el porvenir de un terror siempre latente en nuestra cultura Acaso no es el %in como mostraci#n lo $ue está anudado en la creencia popular cristiana0 No es eso lo $ue muestra la cruci%i-i#n de :oledo acentuando a,n más el %in con su carácter satírico0 Para la simoli/aci#n del cristianismo popular a$uello $ue se muestra lo es todo aun$ue guarde una relaci#n transitiva con la palara. &in emargo' la tradici#n teol#gica dice $ue la verdadera potencia del cristianismo radica en el anuncio y no en la mostraci#n. 7ale preguntarse cuál es el sentido de lo $ue se anuncia como adhesi#n al acto de %e. El anuncio' como la verdad de la palara es el acto de %e en sí mismo' $ue s#lo se presenta como intencionalidad pura o adhesi#n a la palara sin imagen. Para la tradici#n monoteísta más radical la cru/ no anuncia una intenci#n de %e' s#lo muestra una pedagogía del acto de %e presentado para la creencia. Pedagogía sore la $ue se sostiene la instituci#n y su poder. 7ale recordar $ue' para los te#logos' la intenci#n del acto de %e es la pertenencia a un in%inito reali/ado al $ue no contriuiría en nada la mostraci#n de la imagen. En el caso :oledo' deemos reconocer $ue no hay anuncio sino mostraci#n desnuda del poder' a través del símolo satiri/ado $ue desgarra cual$uier imaginaci#n y silencia cual$uier palara. lo parece posile rodear la imagen con tanteos contra todo silencio. 8al ve/ esta sea la alian/a popular inconsciente en la representaci#n del cruci%icado entre cristianismo y policía. Alian/a $ue dice $ue es con 2ios' y no con su ausencia' con $uien todo está permitido) las violencias' las in%amias' e incluso' la moral. 8odos estos actos encontrarían una (usti%icaci#n en la narraci#n %igurativa de la cru/ $ue reina sim#licamente sore la vista y está impresa en el inconsciente #ptico popular. Por ello' tal ve/ es en este acto de mostraci#n de la cruci%i-i#n de :oledo donde no se pone en (uego la %idelidad a la palara divina del mandamiento como acto de %e' sino la creencia popular $ue siempre usca un encadenamiento entre poder y mandamiento' pedag#gicamente e-presado por la imagen. Es por esta ra/#n $ue el cristianismo como monoteísmo' teol#gicamente siempre supo $ue haía $ue en%rentar a los %alsos ídolos para preservar la %idelidad a la palara como %idelidad en sí misma.
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Con(uro 4os ,nicos cristos $ue me conmueven son a$uellos $ue no han sido cruci%icados por$ue intuyo en ellos $ue la instituci#n (erár$uica ha sido con(urada. 4os he visto en culturas populares en las $ue el cristianismo se entram# con un tras%ondo panteísta oprimido por la instituci#n y su relato. Bn gran cineasta e-perimental como 5onas "eOas' cuenta en su diario ing!n lugar adonde ir" $ue su puelo lituano enaltece la %igura de "aría –como &anta "aría de las Puertas del Ala' Nuestra &e1ora de 7ilnius' reuniendo en ésta el principio panteísta %emenino de la 8ierra y el &ol– $ue culmin# venciendo al principio masculino de 5es,s. 2e tal %orma' 5es,s %ue convertido en un motivo de la escultura popular en talla de madera policromada en la $ue siempre se lo retrata sentado y triste. "eOas agrega $ue en muy raras y pocas ocasiones el Cristo de la talla aparece en la cru/' aun$ue ésta proli%ere como símolo del poder. A$uello $ue me interroga es el acto de resistencia popular de los cristos sentados del camino. En los via(es por las tierras lituanas al país del puelo los cristos oservan el paisa(e y a los trashumantes' con la cae/a apoyada sore la palma derecha mientras $ue la palma i/$uierda descansa sore el muslo' con una e-presi#n muy' pero muy triste. En los caminos hay miles de %iguras de este Cristo sentado mirando con mucha triste/a a las personas $ue pasan. Fuiero ver en esta %igura un acto de resistencia popular a la dominaci#n del poder de la instituci#n y un con(uro a la imaginería de la cru/. El reverso del Cristo sentado es la %igura de un dialo travieso y nunca malvado' similar a un %auno' $ue se mete en prolemas al entrar en ayuda de las personas. 4a triste/a de cada cristo del camino contrasta' y tal ve/ se compensa' con el dialo $ue destila en los hogares suerte y %elicidad. Estas %iguras concentran una percepci#n popular $ue se opone a cual$uier voluntad institucional. Esta imagen $ue puede parecernos le(ana para nuestro medio encuentra su e$uivalente en la resistencia de las grandes cosmogonías de los originarios $ue lograron desmontar cual$uier %orma de Estado. 4a palara luminosa del puelo guaraní acepta el Cristo sentado introducido por las congregaciones (esuíticas antes $ue la incomprensile %igura de la cru/. 8al ve/ podamos pensar $ue una imaginería popular de este tipo es posile cuando una sociedad logra desentramar las (erar$uías del poder $ue la llevan hacia la %orma astracta del Estado. 4os artesanos mesti/os de herencia guaraní tallaron estas %iguras a%errados a la palara luminosa de sus ancestros antes $ue a la imagen del poder de la cru/. lo un régimen insurrecto en el arte occidental ha logrado en%rentar conscientemente a la creencia popular de las imágenes religiosas y su poder narrativo. No puedo de(ar de pensar en el modo en el $ue @rancis ?acon dice perciir la Crucifi#i$n de Cimaue U6;KHV en %res estudios para una crucifi#i$n U6RK;V. “&iempre pensé en eso como una imagen' como un gusano arrastrándose por la cru/”. 4a imagen del gusano en la cru/ lo persigue en el acto de pintar. Por cual$uier camino de su e-perimentaci#n volvía una y otra ve/ a encontrarse con ella ondulando hacia el pie de la cru/. ?acon dice “No me niego a contar una historia' pero $uiero llegar' como proponía Paul 7aléry' a dar su sensaci#n sin caer en el aurrimiento de tener $ue comunicarla”. 4a %rase de 7aléry $ue recuerda es de 6RQ' escrita durante la tragedia de los campos de concentraci#n) “Callarse' I$ué lecci#nJ Fue noci#n más inmediata de la duraci#n”. 8oda la tensi#n de la representaci#n está puesta en (uego entre amas %rases. ?acon cree $ue no se trata de escapar de la representaci#n como narraci#n sino de mostrar por su %racaso la sensaci#n humana. &oretodo en un tiempo en el $ue la línea de hori/onte plantea un dilema actual) “ICuánto menos se representa' más se propone el simulacro de la representaci#nJ”.
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El pintor reconoce $ue su mirada –como la del régimen de la visualidad occidental– está condicionada por el icono religioso como narraci#n dominante $ue a%ecta al inconsciente #ptico. Percie $ue el sentido' mientras esta imagen insista' asegura el valor pict#rico y narrativo de cual$uier %iguraci#n. Pero agrega' $ue estar tomado por ella no le permite ver nada en la imagen sino $ue la representaci#n' como narraci#n dominante' se le impone a través de ésta. &ae $ue tiene $ue arrancar una imagen a la cruci%i-i#n por$ue la misma ha tomado su imaginaci#n. ?acon usca con(urar y volver la imagen contra sí misma. Para ello dee ver lo $ue no se ve en ésta. Pensando en el Cristo de Cimaue' cree $ue lo $ue allí hay' es “una pie/a de carne”) es el gusano $ue a(a ondulando por la cru/. Es la carne muerta del torturado $ue se despla/a trans%ormada en el plano material. + a%irma $ue es s#lo en%rentándola donde encuentra la posiilidad de poder roarle el poder $ue esta imagen porta. Por esta ra/#n' y a su (uicio' la pintura moderna tuvo $ue indagar en un “(uego ateo” para lierarse del relato de la tradici#n $ue pesa en la imagen cristiana. Entonces' ?acon cree $ue es posile alcan/ar la propia sensaci#n' reconociendo $ue es en la pintura de Cimaue donde está presente el antídoto para escapar de la representaci#n dominante y así poder desprenderse de las e-igencias de la cru/. 4ogra intuir $ue las sensaciones $ue produce la propia cruci%i-i#n no se corresponden con los c#digos e-istentes en la >glesia como instituci#n y en el relato $ue ésta impone sore la %igura. El c#digo narrativo $ue la >nstituci#n proyecta sore la creencia popular s#lo será desordado por las sensaciones $ue indagan en las emociones pro%undas $ue están atrapadas en la %igura. ?acon sae $ue la %#rmula sore la $ue traa(a enuncia) “es con 2ios con $uien todo está permitido”. 8al ve/' por ello deduce $ue el cuerpo de Cristo representado en la cru/ de Cimaue está elaorado por la propia tradici#n cristiana con una inspiraci#n dia#lica. >nspiraci#n $ue le permite pasar por todos los dominios de la sensaci#n) celestes' in%ernales y terrestres. 7e en estos dominios el %uturo de la pintura como %aulaci#n sin %in de la %igura (erár$uica. Así como el Cristo de =iotto puede ser visto por el pintor como un cometa surcando los cielos' el de Cimaue es perciido como un gusano reptando en la cru/' En uno y otro' ?acon logra ver el poder del sentimiento religioso $ue cal# en el alma popular con su narraci#n y tamién' el posile con(uro de sus potencias si su gesto es capa/ de trans%igurar por de%ormaci#n o anomalía la narrativa $ue la %igura le impone. ?acon are con su práctica el imperio de la imagen religiosa en un (uego de posiles o de e$uivalentes sin modelo para apropiarse vitalmente de esta. &e trata de una atalla en el cora/#n de la representaci#n $ue consiste en con(urar la narraci#n $ue toda imagen carga sore sí y en renunciar a la representaci#n $ue se nos impone. En estas dos potencias consiste la emancipaci#n del espectador como apertura ante la posile parálisis de lo visile. lo podemos esperar del con(uro de la cruci%i-i#n un paisa(e nuevo de lo posile. 8al ve/' más desgarrador y menos consolador $ue la imagen del relato de la cru/. El con(uro de ?acon no olvida la Crucifi#i$n de =rneSald U6H6KV en la $ue se percie todo el peso del pecado en el erotismo e-acerado del cuerpo en la %igura. El erotismo tamién pone en su límite la representaci#n a través de la %usi#n y suspensi#n del límite del cuerpo' y e-pone la disoluci#n de todo o(eto er#tico' ariendo la de%ormaci#n como sendero de la %igura. Es cierto tamién' $ue el erotismo de la carne' siempre a%irmado y negado simultáneamente por los preceptos religiosos cristianos' ad$uiere en la imaginería del pintor un inesperado retorno de lo reprimido' con e%ectos trans%ormadores para la %igura.
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4a mirada alcan/a lo $ue hay no s#lo cuando oserva con mayor o menor competencia sino cuando se implica entre la emoci#n y la distancia (usta hasta $ue el su(eto apare/ca en esa misma implicaci#n. Bna mirada sin %uer/a y sin %#rmula no puede descomponer la %orma de la narraci#n dominante por$ue sigue el camino iterativo e intensivo' (urídico y políticoLteatral de la representaci#n. No es más $ue una mirada muda con$uistada por el sentido com,n y el uen sentido moral del inconsciente #ptico de una comunidad. &e necesita $ue una %uer/a desgarre la %orma para $ue la mirada pueda ser más allá de cual$uier posiilidad de e-plicaci#n y de conocimiento. >mplicarnos nunca supone e-plicarnos' por$ue la e-periencia sensile %rente a las reacciones de dolor de una escena como la de :oledo' nos traslada de una “imagen intolerale” a una “imagen pensativa” s#lo si la representaci#n indaga en su %racaso. En la representaci#n en sí están en (uego simultáneamente el e%ecto estructural $ue supone “mandato” y “%igura” en la iteraci#n intensiva y (urídica' política y teatral del término. Para $ue el mandato $ue prima en la representaci#n de la %orma revele su %racaso se re$uiere $ue la %igura esté a la altura de la %uer/a $ue produ(o el acontecimiento de la violencia en la escena. Entre Niet/sche y Warurg comprendimos $ue la representaci#n es portadora de e%ectos estructurales antag#nicos o parad#(icos $ue siempre e-ponen al unísono las pervivencias de una %orma del inconsciente #ptico y las desgarraduras sintomáticas de las %iguras por venir. En la memoria argentina visual reciente tres oras me interrogan en el monta(e de sus relaciones) &ímite de proyecci$n I de 2avid 4amelas U6RKGV' 'utorretrato fusilado de "arcelo ?rodsOy U6RGRV y Cristo en el gara(e de Antonio ?erni U6RQ6V. 4amelas sostiene y vacía simultáneamente la representaci#n escénica se1alando la ausencia del mandato y el espacio vacante de una %igura por venir $ue reclama la presencia. 4a representaci#n %ue puesta en su propio límite como anticipaci#n de lo $ue vendrá. "arcelo ?rodsOy encarna en 'utoretrato fusilado –la imagen del pared#n' del cruci%icado en la tortura y del rostro eliminado por e%ectos de la composici#n– para dar lugar por la %igura a la violencia de la memoria y el cuerpo de la autopuesta en escena $ue comien/a el largo camino de descomposici#n del mandato narrativo. &in emargo' ?erni nos recuerda con su Cristo orero cruci%icado en el gara(e suurano $ue el e%ecto iterativo $ue atraviesa el inconsciente #ptico de las creencias populares persiste como un retorno de lo religioso en el campo hist#rico. El con(uro del inconsciente #ptico se produce cuando el e%ecto estructural iterativo' ligado a la imagen intolerale' logra invocar una imagen pensativa' $ue simultáneamente vacía la representaci#n en la espera de una %igura por venir. @igura $ue no aandona la memoria del dolor $ue la %uer/a del acontecimiento evoca' ni los e%ectos trans%ormadores sore la narraci#n dominante. . E-cepci#n "e gustaría culminar recordando el pasa(e 7>>> de So)re el concepto de *istoria de Walter ?en(amin' en el $ue el pasado como un %ulgor le hala a nuestro presente y al porvenir) “la tradici#n de los oprimidos nos ense1a $ue el estado de e-cepci#n en el $ue vivimos es la regla”. 4a e-cepci#n como regla de la cultura argentina se con%irma en la idolatría $ue atraviesa a los oprimidos y los vuelve en cada linchamiento serviles de a$uello de lo $ue creen lierarse. En la emriague/ de la violencia del linchamiento a(o el símolo de la cru/ perciimos el triun%o del sacri%icio. 8riun%o $ue en de%initiva produce dos víctimas de di%erente naturale/a) una $ue sería el cuerpo del sacri%icado presentado como carne desnuda para la tortura y otra $ue proviene de la tradici#n del cuerpo oprimido encarnado en el propio sacri%icador. El pintor argentino =ariel
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=laiman interroga en la serie &inc*amientos U;D6V nuestra mirada desdolada $ue lucha ante la imagen para poder decir entre la distinci#n y la disoluci#n $ue produce la violencia.
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