La Teta Feliz Relatos e Historias
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ALGO NUEVO Max
- Ya me tenés harta, siempre en tu trabajo ¿Cuándo te vas a encargar de mí? De tu familia - Le gritaba a mi mamá mientras el camión de mudanzas bajaba las últimas cosas. - ¿Acaso me preguntaste a mí si quería venir? ¿Si quería dejar mis amigos para venir aquí? ¿Qué haya dejado a mi novio? ¿No te importa, verdad? Realmente te importa un carajo…
En ese momento, el delgado hilo que me unía a mi madre terminó por quebrarse, esa delgada línea que hay entre el amor y el odio, esa que tanto luché por no cruzar… ya estaba del otro lado de aquella línea y en ese momento supe que no había retorno. La mano de mi madre, la cual debía ser mi protectora, que debía arroparme por las noches, cuidarme y acariciarme, en esa fracción de segundos, se elevó con furia y se estrelló sonoramente en mi indefensa mejilla. Corrí los cabellos que me tapaban el rostro y voltee mi cara para mirar la suya, esperé ver a lo sumo una expresión de mínimo arrepentimiento, arrepentimiento, pero solo vi. el rostro de una mujer que en algún momento fue mi madre, pero que ahora se había convertido en una extraña, una fría persona que a mis ojos ya era una desconocida. - Mocosa de porquería, la próxima vez que me vuelvas a hablar en ese tono… Soy tu madre, por dios, no te voy a
permitir que me hables así y mucho menos que digas groserías, te juro que si lo volvés a hacer algo así te…
- ¿Qué, qué vas a hacer? ¿Me vas a golpear? ¿Nos vamos a mudar acaso? - Dije conteniendo las lagrimas, no de dolor, realmente sentía que algo se había roto en mi interior. Y aunque me costaba creerlo, mi madre elevó una vez más su mano para volver a golpearme. Para mi fortuna, el chico de la mudanza interrumpió la escena.
- Ll…Lo siento -Tartamudeó al darse cuenta que debía haber golpeado antes. – ¿Podría firmarme?-. - Si, no te hagas problema - Y mirándome con un rencor insólito se dirigió a mi - Con vos voy a hablar más tarde, ahora, desaparece, no quiero volver a verte en todo el día, y ni se te ocurra venir a cenar, prepárate que mañana empezas el colegio. - Morite - Dije por lo bajo y me marché a mi cuarto.Cerré la puerta detrás mío de un portazo y le puse llave, zambullí mi rostro en la almohada y no pude aguantar el llanto. No se que había pasado, mi vida no era perfecta pero andaba bastante bien. Y ahora, de repente se había convertido en una pesadilla. Cuando murió mi padre, hace dos años, mamá quedó destruida, se quiso suicidar y hubo que internarla. Yo me quedé con mi abuela por un tiempo y mientras tanto seguí mi vida como pude. Rita, mi mamá, estuvo internada 6 meses, pero nunca se recuperó del todo, jamás volvió a ser la misma. Antes de lo de mi padre, mamá era una luz, una chispita como quien diría, alegraba todo a su paso, coqueta como pocas y una excelente persona, llena de amigas. Le gustaba salir de fiesta acompañada de mi padre e ir a cenas de negocios. Pero después del accidente, y una vez que salio del hospital, cambió. Ya no se maquilla, ni se peina casi, trabaja desde casa, manteniendo la empresa que era de papá, no tiene amigas, no sale con nadie y creo que en el fondo me culpa de lo sucedido, por eso me maltrata. Entiendo que lo amaba y que él era todo para ella, pero para mí también, yo también lo amaba, era mi padre y ya no estaba. No pude siquiera llorarlo aún y ya han pasado
dos
años,
dos
tristes
y
devastadores
años.
En cuanto a mí, no tengo mucho por decir, hasta ahora nunca fui feliz, siempre le faltó un no se qué a mi vida. Como ya lo mencioné, dejé un par de amigas en mi ciudad, pero nada de importancia, lo dije solo para molestar a mamá; y mi novio, ya lo había dejado, mi primer y único novio formal, creo que me voy a morir soltera. Nunca me consideré normal, no me gusta serlo, parecerme a otros, me gusta ser original, diferente... Nunca tuve una gran relación con mamá, ella esperaba que yo fuera su princesa de cuento de hadas y terminé siendo algo así como Daniel el travieso. Que se halla ido mi padre fue un golpe muy duro, estaba todo el tiempo con él; tuneaba coches, era dueño de una empresa, mi madre era la encargada de la venta de los vehículos. Cuando murió asumió su mejor amigo, y mi madre sigue en su puesto trabajando en casa. Siempre soñé con crecer y seguir el trabajo de papá a su lado, me encantan los autos, pero mamá siempre quiso que sea cocinera o que me gustara pintarme las uñas. ¿No podía dejar de preguntarme por qué, por qu é a mí, hay tanta gente de mierda y esto me tenía que pasar justo a mi? Me paré de un salto, estaba al borde de un ataque de nervios, quité un trapo de arriba de un viejo espejo, lo limpié con la manga de mi camisa y me miré. No se que esperaba ver, buscaba una respuesta, una solución, pero solo me encontré con mi reflejo. Al otro lado del espejo me miraba una muchacha alta, delgada y con curvas sutiles pero armónicas; vestía unos jeans negros, una camisa y zapatillas negras. ¿Era yo? ¿Realmente lo era? Hacía tanto que no me miraba a un espejo, antes solía verme a los ojos, la única cualidad de mi físico que adoraba, esos ojos esmeralda, profundos, que encerraban tantos sueños y metas por cumplir; esos ojos que ahora
estaban hinchados, con el rimel corrido y enjugados en lágrimas negras; ojos que se veían vacíos, como si alguien hubiese entrado a hurtadillas en ellos y se hubiera robado todo su esplendor. Lloré aun con más fuerza, no me pude contener, ni siquiera lo pensé, tomé una tijera y respirando profundo corté mis largos cabellos rubios. Me desplomé en el suelo, abracé mis rodillas y lloré, me descargué por estos años de dolor, no sabía lo que hacia, lo que quería, no tenía mas deseos, ni metas ni sueños. Solo había en mi interior un dolor repugnante que no podía sacar fuera. Sabía que algo le faltaba a mi vida, sabía que podía, pero no sabía qué…
Y entre sollozos me desperté, volví a tener la misma pesadilla, estaba parada de la mano de mi padre muy feliz y de repente alguien, no se quien lo arrancaba de mis brazos, corría y corría inmersa en la más profunda oscuridad pero no lo hallaba. Me quedaba un rato allí, esperando a que volviera, hasta que despertaba…
El dolor de mi espalda era terrible, eran las seis de la mañana y estaba durmiendo desde las siete de la tarde del día anterior en el piso y con las ventanas abiertas. Con dificultad me incorporé y fui al baño a ducharme. Agarré ropa limpia del bolso y con los ojos casi cerrados entré a la bañera. El agua fría era lo único que podía despertarme en la mañana. Tomé un shampoo que traía conmigo, lo coloqué en mi mano y cuando lo froté por mi cabello salí de un salto de la ducha. Había olvidado que la noche anterior en un ataque de locura corté mi cabello, al principio me espanté, pero luego de mirarme más detenidamente, sonreí, después de tanto tiempo una sonrisa volvió a esbozarse en mi rostro. No me quedaba tan mal, era corto, si, tal vez hasta varonil, pero me gustaba como me quedaba, me gustaba esta nueva yo, tal vez
siempre fui esta, solo que nunca me había encontrado. Volví a la ducha y me prometí que hoy sería un nuevo comienzo, olvidaría mis problemas y empezaría el colegio de la mejor manera. Salí en ropa interior a mi cuarto y comencé a revolver las valijas buscando algo para este primer día. Me puse unos Jeans ajustados negros y una camisa de mangas cortas abierta con una remera negra de bajo. Tomé mi mochila escrita con liquid paper y coloqué en ella un cuaderno y mi cartuchera con un par de útiles. Me delineé los ojos de color negro como de costumbre y peine mi corto cabello con una sonrisa. Por último, cuando estaba por salir me miré una vez más al espejo y vi una chica muy distinta a la que se había reflejado ayer, una pequeña llama de esperanza iluminaban aquellos ojos esmeralda. -
Nunca
más
-
Me
dije
-
Yo
puedo…
Y así, me encaminé a mi nuevo instituto. Por la muerte de papá había perdido un año, así que con mis dieciocho recién cumplidos estaba empezando el quinto año en la secundaria Saint Michelle, aparentemente la más prestigiosa de los alrededores. Para mi suerte el barrio en el que nos alojamos era muy tranquilo y podía andar en mi bici sin peligro, el colegio quedaba a unas veinte cuadras y debía ir alerta para no perderme ya no lo había visto nunca. Dejé atrás mi nueva casa, era bastante bonita, pequeña, perfecta para una viuda y su hija. Por fuera estaba pintada de un color beige gastado y se podían admirar sus enormes ventanas de algarrobo; tenía un frente adornado con dos hermosos pinos, pero la parte trasera estaba
bastante abandonada. Por dentro, tenía un pequeño comedor, una amplia cocina y un baño; en el segundo piso estaban las habitaciones, tres en total, cada una con su baño y una sala de lectura. Una casa pequeña pero acogedora y que por suerte no daba escalofríos sino una tranquila sensación de calidez hogareña. Las calles parecían alargarse más y más, creí que nunca llegaría al bendito colegio, hasta que lo vi. Al final de una cuadra que venía en subida se erguía la enorme estructura, era el Saint Michelle. Parecía un castillo, por un momento me sentí Harry Potter y luego me reí de mi elocuente comparación; realmente era imponente, una gran torre de piedra simulaba una entrada a lo que parecía un fuerte que engendraba otra construcción, donde se encontraban las aulas. Mi colegio anterior también era privado y bastante caro, por cierto, pero no se comparaba siquiera con este instituto. Dejé mi bicicleta en un predio cerrado que se usaba de estacionamiento para bicis y motos y me dirigí a la enorme entrada. A medida que avanzaba el bullicio iba incrementándose, era impresionante, me aterraba entrar y ver como me mirarían todas esas voces, que debían ser millones. Un hombre alto y de cabellos rojizos custodiaba la entrada. - ¿Eres nueva? - Preguntó con un extraño acento - Si, me mudé ayer, soy Morgan, Luz Morgan - ¿A qué año vas? -A quinto señor El hombre sacó un carpeta y buscó mi nombre allí, por un momento temí que no lo encontrara, pero se detuvo un
segundo y con una amigable sonrisa abrió la puerta y me hizo pasar. No me había equivocado, dentro de la gran fortaleza se cernía un campus enorme que rodeaba el edificio principal. Caminé sin prestar mucha atención a los jóvenes que hacían picnic en el campo y a los que jugaban fútbol. Una vez dentro del edificio, la muchedumbre estaba más tranquila, había más chicos que debían ser nuevos por que andaban solos con la mirada perdida por los pasillos. Me acerqué a la ventanilla de secretaría y dando unos golpes en el cristal comencé a sacar mi documentación. - Si señorita, ¿En que puedo ayudarla? - Preguntó una señora regordeta del otro lado - Disculpe, soy nueva y quisiera saber mi número de aula, los horarios y todo eso - Dije extendiéndole mis documentos Después de ingresar mis datos en la computadora imprimió un papel y me lo entregó junto con las llaves de mi casillero, este decía: ALUMNA: Luz Natalia Morgan. EDAD: 18 Años. FECHA DE NACIMIENTO: 22/11/91 AÑO: 5º A. SALÓN: 504 222
CASILLERO:
Papel en mano fui en busca de mi casillero. Estaba muy bien ubicado, justo al lado de los baños y enfrente de la escalera que daba al segundo piso. Me agaché para abrirlo y comprobar si la llave andaba y efectivamente lo hizo, no tenía nada que dejar así que volví a cerrarlo. Me incorporé y fui en busca de algún mapa, para mi suerte, al costado de las escaleras se hallaba uno. Comencé a
seguir el trayecto que debí hacer con el dedo hasta llegar al aula que me tocaba. Estaba en el cuarto piso, bastante alejada de todo. Emprendí mi búsqueda repitiendo una y otra vez el mapa en mi cabeza y por fin, después de mucho subir escalones encontré mi salón. Respiré hondo y entré al aula, ya había bastante gente allí y todos voltearon a verme, fijé mi vista en la ventana y sin darles importancia me senté en el segundo pupitre. De a poco comenzaron a llegar más alumnos, los bancos eran dobles, así que indefectiblemente alguien se sentaría conmigo. Sentía como si miles de ojos me traspasaran, parecía como si todos me observasen y estuvieran hablando de mí. Saqué mi cuaderno he intenté concentrarme en poner nombre a mis cosas y no hacerles caso. - Buenos días alumnos - Dijo una muchacha muy joven con voz melodiosa entrando al aula.- Bueno, algunos ya me conocen del taller literario, soy la profesora Ponds, pueden llamarme Irene, ese es mi nombre. Seré su profesora de literatura durante el ciclo lectivo. Bien, ahora vamos a conocernos un poco, me gustaría saber de ustedes y ya que estamos que conozcan si tienen algún compañero nuevo. Empecemos por aquella fila - Y apuntó a la primera, por suerte yo estaba en la última.- Quiero que me digan su nombre, color preferido, lo que saben hacer, y algunas cosas que les iré preguntando yo -
Bueno,
me
llamo
Leonel,
mi
c olor…
Y uno a uno se fue parando y diciendo lo que Irene les había indicado, fue un ejercicio muy interesante porque iba conociendo de a poco a mis nuevos compañeros, pero no quería que me toque a mí. Justo cuando estaba por pararme irrumpió en el aula un a chica… - Justo a tiempo Gabriel, sentate junto a tu nueva
compañera que estaba por presentarse - Y con una seña le indicó el asiento a mi lado - Bueno, mi nombre es Luz, mi color preferido es el negro y me gusta cantar.- No sabía que decir, estaba tan nerviosa como si fuera mi primer día de primaria.- Bien, decinos, Luz, sos nueva, ¿no? - Asentí con la cabeza ¿Te gusta leer? - Si, y escribir también - Perfecto, nos vamos a llevar bien. Ahora es su turno alumna Rinaldi -¿Otra vez? - Y tras una mirada fusilante de la profesora prosiguió - Mi nombre es Gabriel, me gusta el color rojo, toco la batería y llegué tarde porque me quedé dormida -Bien,
la
clase
de
hoy
vamos
a…
La clase siguió adelante pero a mi compañera parecía no gustarle demasiado. Tomé nota y anoté los libros de texto que teníamos que comprar hasta que por fin el timbre de fin de hora hizo que todos salieran en estampida. - Así que te gusta leer, es bueno sentarse con una protegida de la profesora Ponds, a mi no me puede ni ver Dijo con una sonrisa tendiéndome la mano - Soy Gabriel - Yo Luz - Y le devolví el saludo -
Voy
almorzar
al
comedor,
¿querés
venir?
- Si, claro. Y luego de elegir entre una variedad inusitada de comidas
nos sentamos en una mesa alejada y vacía. Nunca había entablado una charla tan amena con nadie, ni siquiera con amigas de toda la vida; esa tarde hablamos de cosas sin sentido ni importancia, conversamos de programas de Tv, de actrices, música,… Era como si nos conociéramos de
toda la vida, la charla no se cayó en ningún momento, entre risas y divergencias el tiempo pasaba. No hablamos de nosotras, es decir, de nuestras vidas fuera del establecimiento, tal vez por falta de confianza, pero sospecho que ella compartía mi razón, aquella basada en mantener nuestra vida lo más lejana posible, como un mal sueño. - Te juro que me indigna sobremanera que Michelle Rodríguez se muera en cuan película actúe, me pone de la cabeza - Dijo Gaby en cierto momento con una rabia muy particular. - Es verdad, deberíamos escribir una carta a Hollywood quejándonos Nos miramos un instante nuestros rostros encolerizados y sin más, reímos a carcajada como dos dementes. Todo el comedor volteó a vernos, pero no nos interesó. No teníamos idea del resto de la gente, estábamos como inmersas en una burbuja, lejos, muy lejos de la cruel realidad. Después de una hora de bromas sin sentido y pensamientos descabellados, nos dirigimos al salón 105 para la clase de filosofía, mi materia favorita. Sin decir una palabra ambas dimos por sentado que seríamos, una vez más, compañeras de banco. Por lo visto a ella no le agradaba demasiado la materia y prefirió pasarse la hora dibujando en un pequeño anotador que ocultaba de la profesora debajo del banco. El timbre de fin de hora funcionó como un disparador para que los demás alumnos salieran despavoridos del aula, a
diferencia de nosotras que parecía como si ambas quisiéramos quedarnos allí. Guardamos nuestros útiles con una lentitud extrema y por fin nos encaminamos a la salida. - ¡Qué bien que dibujás! - Dije espiando el par de ojos que había estado diseñando durante la hora y media de clases Pero de la clase, ni hablar, ¿no? Que se yo, dijo alguna que otra hueveada de Platón y del río de no se que mierda - El mar de las ideas - Dije entre risas - ¿Puedo ver tu cuaderno de dibujos? - NO-. Y alejó el cuaderno bruscamente, pero al notar mi rostro afligido replicó - Perdona, es que no están terminados y además, no son tan buenos tampoco Nos despedimos en la puesta de salida del instituto, tomé mi bici y rápidamente volteé para verla una vez más, pero Gaby ya se alejaba con paso pesado en dirección contraria a la mía. No quería volver a casa, quería que la tranquilidad del instituto durara por siempre. En estas cinco horas había sido más feliz que en los últimos dos años de mi vida y no quería borrar esa sonrisa de mi rostro por nada del mundo. Pedaleando a casa me volvió a embargar esa horrible sensación de desarraigo, soledad, de vacío dentro de mí, como si faltara una parte de mi; esa sensación que por primera vez hacía un rato había logrado abandonar. Frené en seco la bici al llegar a casa, no podía tener tan mala suerte. El estropeado Cadillac del novio de mamá descansaba mal estacionado en la cochera, pensé en irme de allí, pero no tenía a donde. Entré en silencio rogando no ser percibida, pero fue en vano.
- ¿No vas a saludar a tu madre, mocosa? - Dijo Marcos con una sonrisa burlona y zamarreando la lata de cerveza que tenía en la mano. Dije hola y subí corriendo a mi cuarto. Marcos era un borracho que empezó a salir con mamá unos meses después de lo de mi padre, es más, sospecho que eran amantes. Era asqueroso, se la pasaba bebiendo y mirando tele, cuando mi madre no hacía lo que el quería, la golpeaba, a mi eso me tenía sin cuidado, ella se lo buscaba, eso sí, a la primera que me pusiera una mano encima lo mataba. Una vez en mi cuarto, cerré la puerta de un portazo, le di una vuelta de llave y me zambullí en mi almohada a llorar. Extrañaba tanto a papá, daría lo que fuera por que él estuviese aquí conmigo. No se cuando me quedé dormida, pero lo hice profundamente ya que desperté a las cuatro de la mañana, después de dormir unas 12 horas seguidas desde que llegué al colegio por la tarde. Me duché y lentamente me preparé un desayuno con las pocas cosas que había en la casa. Ya a las cinco estaba lista, sentí que mamá y Marcos se peleaban, sin pensarlo ni un segundo más salí de casa y me encaminé al colegio en bici. Todo estaba bastante oscuro, siempre había querido ver un amanecer, así que aprovechando que era muy temprano para ir al colegio, lo rodeé buscando una plaza donde quedarme y al fin di con una. Era una pequeña plaza muy bonita, con frondosos árboles y unos juegos para los niños. Di unas vueltas en mi bici y justo cuando iba a bajarme en un bonito rincón para ver el amanecer,
la
vi…
- Gaby, ¿sos vos? - Dije al ver la inconfundible mochila
llena
de
estampas,
era
ella,
debía
serlo
Volteó para ver quien la llamaba y al verme salió corriendo, por un momento dudé, pero al ver su rostro no cabían dudas. Era mi compañera, aquella con la que me sentí tan a gusto el día anterior, pero a pesar de la oscuridad noté una expresión extraña en su rostro. Sin pensarlo dos veces arrojé la bici y salí detrás de ella, que parecía huir. La corrí un rato hasta que tropezó con una rama y calló al suelo llorando desconsolada, me paré en seco, no sabía que hacer. Y allí estaba, con el sol queriendo asomar, en una plaza desconocida persiguiendo a alguien que tampoco me era familiar pero a la que en ese momento sentía, debía ayudar. - ¿Qué te pasó, te lastimaste?-. Pregunté corriendo a su lado, no parecía estar herida, pero su llanto era devastador - Estoy bien, déjame sola - Dijo empujándome para sacarme de su lado- Pero, ¿Qué hacés a esta hora acá? - Mirando a mi alrededor me di cuenta que la plaza parecía bastante sombría y peligrosa ahora que la observaba detenidamente.- Te dije que me dejes sola, ¿estás sorda? Métete en tus cosas y déjame tranquila. ¿Me estás siguiendo? Realmente estaba furiosa - No, yo sólo pasaba y te reconocí, pensé que te pasaba algo - Bueno, pero no me pasa, así que podés seguir tu camino y dejarme de joder La miré a los ojos, aquellos ojos hinchados de tanto llorar
que ahora con fuerza contenían las lágrimas. No se por que tenía esa necesidad de ayudarla; no se porque sus palabras me herían tanto; o porque me enfadaba que me echara si ni siquiera la conocía. Pero me pasaba, me pasaba justamente eso, me sentía triste, desvalida, desdichada, la única persona que había traído un poco de alegría a mi vida ahora me la quitaba de un manotazo. - Pero anda a cagar, ¿qué te pensás que sos? - Y me paré bufando - Encima que te vengo a ayudar me rompes las pelotas, pero morite tarada Una vez arriba de mi bici y con una angustia que no comprendía volteé para verla. Aun estaba en el piso, parecía tan frágil, tan sola, pero no me dejaba ayudarla y yo no podía obligarla. Me sentía responsable de esa muchacha, esperé a que se incorporar y una vez que lo hizo me preparé a irme, pero su paso no era firme, estaba tambaleante, me acerque sigilosamente y corrí nuevamente a ella cuando la vi desplomarse en el suelo húmedo de la plaza. No sabía que hacer, no había nadie alrededor, no tenía idea de donde estaba el hospital, no sabía donde vivía, apenas si sabía su nombre. Elevé su cabeza y reaccionó, pero estaba muy débil. Recordé que hoy mamá y Marcos peleaban por que ella debía irse a trabajar y él no quería llevarla, por lo que en casa no habría nadie a esa hora. La puse en pie y la monté en la bici. Al llegar a casa, al principio creí que mamá aun podía estar allí, pero el silencio y la tranquilidad que parecía haber me dieron a entender claramente que por suerte no era así. Dejé la moto en el garaje y ayudé a Gaby a llegar a mi cuarto, estaba demasiado débil. La recosté en mi cama y corrí al botiquín del baño cuando divisé el corte que tenía sobre el ojo.
- ¡Auch! - Se lamentó - ¿Por qué hacés esto? Yo, yo te eché... - No tengo ni idea por que mierda te ayudo, supongo que me diste lástima - Dije asiéndome la desinteresada, la verdad era que su actitud anterior me había lastimado. -
Lo
siento...,
no
quise...,
no
tendría
- No te hagas problema, soy alguien que se encariña muy rápido con las personas, demasiado. Y, a veces soy muy metida - ¡No! No digas eso, si no fuera por vos todavía seguiría tirada en la plaza - Bueno, pero, como me debes una, tenés que contestarme algunas cosas En ese momento reparé en su verdadero estado, tenía las rodillas del pantalón gastadas y manchadas de lo que supuse era sangre, el rostro todo magullado y se la veía muy pálida. No sabía lo que le había pasado, pero si que era algo de lo que seguro no quería hablar. - ¿Querés algo para comer? - ¿Vos no tenés que ir al colegio? - ¿Quién dice? Y así nos quedamos toda la tarde, las dos faltamos al colegio. Al igual que el otro día, hablamos de estupideces sin sentido, quería levantarle un poco el ánimo a Gaby, la veía tan mal, sola, triste, no sé porqué, pero me mataba verla así.
- Gracias - Dijo con una sonrisa recostándose en la almohada, como si no quisiera mirarme a los ojos Realmente te traté muy mal y vos igual me ayudaste, ¿porqué? - No sé - Y me hice la misma pregunta, ¿porqué? Supongo que me caíste extremadamente bien - Qué raro, ¿no? Llevo en ese colegio desde los diez años y nadie se me acercó, de repente llegás vos... Y me salvas la vida - No sé si tanto como salvarte la vida - Dije acostándome en la alfombra del piso del cuarto -
No
me
conocés,
vos
no
sabés
- Mira, sé que no nos conocemos, pero realmente me caes muy bien y quiero ayudarte. Si no me querés contar no importa, pero decime si te puedo ayudar en algo. Te va a sonar raro, pero no me gusta verte así, me pone mal y el hecho de no poder hacer nada para ayudarte me pone peor-. A medida que me sinceraba con ella me fui poniendo en pie, pude ver como una lágrima caía por su mejilla y la limpiaba para que no la vea. Me senté a su lado en la cama y me quedé mirando sus profundos y tristes ojos marrones, Gaby seguía con expresión dura mirando el techo. - ¿Por qué no llorás? Es horrible llorar sola, yo se lo que te digo Y dicho esto, se incorporó en la cama y tras mirarme unos segundos me abrazó. Comenzó a llorar desconsolada, como si hiciera décadas que aguantaba el llanto, como si lo hubiera contenido durante años. Nunca supe abrazar,
siempre fui muy fría, al principio quedé paralizada, no entendía lo que estaba pasando, hacía horas que conocía a esta chica y ahora era como si nos conociéramos de hacía años. Sin pensarlo más la estreché devolviéndole el abrazo y también comencé a llorar, recordé a mi padre y lo bien que me hubiera venido un abrazo así cuando él se fue. Era como si el tiempo no pasara, solo estaba nosotras dos, allí, detenidas en un mismo llanto, como si fuéramos una. Ya nos estábamos calmando y solo quedaban sollozos del llanto pasado, pero aparentemente ninguna de las dos quería soltar a la otra. Era extraño lo que sentía, algo me sucedía, no quería soltar a Gaby, quería quedarme por siempre allí, junto a ella. De repente y como si nos hubiera tomado por sorpresa nos dimos cuenta, Hacía ya un buen rato que dejamos de llorar, pero no nos soltábamos, dos adolescentes solas en un cuarto abrazadas, sin decir una palabra, sin un gesto, solo ese abrazo que nos unía. No quería soltarla, pero necesitaba saber, entender porqué estaba así, necesitaba ayudarla y ahora sentía que debía hacerlo. Dejé las dudas y preguntas que me había dejado ese abrazo para conmigo misma y pensé a mil por hora, saqué conclusiones, até cabos y por fin, con toda la dulzura que me era posible me separé de ella. - ¿Quién te hizo esto? - Pregunté alcanzándole un pañuelo de papel- Ya estoy acostumbrada, esto no es nada - Me miraba extrañada, como si no entendiera que hacía en la casa de una extraña a punto de contarle cosas de su vida privada No te preocupes, mañana ya voy a estar bien - No me importa como estés mañana - Estaba enfadada, sus palabras daban vueltas en mi cabeza y mis conclusiones eran una más escalofriante que la otra -
Necesito saber por lo menos que te pasó, es obvio que alguien te golpeó, ¿no? ¿O me vas a decir que te caíste? - No, no me caí - Un gotón volvió a asomar en su rostro Te juro que yo no hice nada, esta vez ni siquiera le dirigí la palabra, estaba durmiendo y él me despertó... Pero, pero Tartamudeaba, la voz le temblaba, se moría por contarme que le sucedía, pero algo se lo impedía - No lo iba a dejar, no otra vez, ya no aguanto Luz, no aguanto. Volvió a quebrarse en un mar de lágrimas y nuevamente la estreché en mis brazos. No me pude contener, necesitaba protegerla, no sabía de que pero en ese momento solo quería y podía abrazarla. Esta vez acaricié dúlcemele su espalda, su cabello, intenté demostrarle que todo estaba bien. Nos separamos y quedamos mirándonos, ninguna dijo un apalabra, por primera vez, ambas nos veíamos a los ojos. Fue extraño, se sentía extraño, mil ideas locas pasaron por mi cabeza y solo rompió esa atmósfera mágica el sonido del teléfono. -
Lo
siento
-
Dije
tragando
saliva
-
Debo...
- Claro Bajé las escaleras trastabillando, me sentía como dentro de un sueño, ¿qué estaba haciendo? ¿qué estaba pensando? ¿Me estaba volviendo loca? -Luz, Luz - Gritaba mi madre al otro lado del teléfono -¿Qué pasa?
- Mira, Marcos me invitó a comer y después vamos a salir, no voy a volver a casa, cálculo que mañana a la noche voy a estar llegando.- Ok - Le dije y corté Mientras subía las escaleras me daba cuenta que en lo único que pensaba era en Gaby, no importaba que mi madre no durmiera en casa, que pasara la noche con el enfermo de su novio. Nada, solo quería subir a estar con Ella y si era posible seguir abrazándola. - Mi mamá no viene a dormir - Le dije desde la puerta de mi cuarto - Supongo que a tu casa no podés, ni querés volver Hizo una seña afirmativa – tomá - Y le lancé un par de toallas y un pantalón suelto - El baño está al final de pasillo, date una ducha. Te podés quedar a dormir y si mañana te sentís mejor vamos al colegio-. Me dedicó una sonrisa y mucho más animada que antes corrió al baño. Me recosté en mi cama y cerré los ojos, pensé en todo lo que había pasado ese día y todo lo que iba a pasar, pero frené mis pensamientos. No entendía que me pasaba, por que pensaba en ella de la manera que los hacía, por que definitivamente no la pensaba en plan de amistad. Pero aquello no era normal, no estaba bien, era mi amiga, ¡¡¡por Dios!!! Bajé al primer piso y tomé un sorbo de leche fría de la heladera, intenté por todos los medios borrar mis malos pensamientos, pero no podía, es más, una parte de mí, una gran parte de mi no quería borrarlos. Volví al cuarto y cambié las sábanas sucias por unas recién lavadas. Prendí la radio y ordené un poco el desorden cuando la oí detrás
de
mí.
- Con la desesperación de traerte ni siquiera me fijé en el despelote que era mi cuarto - Dije al voltear Gaby vestía una musculosa y un short, ropa que le presté para dormir. Sus rodillas estaban prácticamente en carne viva y sus piernas llenas de moretones, al igual que sus brazos, los cuales tenían algunos cortes. Nuevamente sollozaba y no se movía del umbral de la puerta con sus jeans y demás ropa en las manos. - No te preocupes - Dije tomándola de los brazos - Nadie te va a hacer nada mientras yo esté cerca. Y, cuando quieras contarme yo voy a estar, no te preocupes. Acóstate - Dije apuntando mi cama - Yo duermo en el cuarto de mi vieja - No me dejes sola, por favor... Tengo miedo - Está bien - No podía negarme a ese pálido rostro suplicante - Recostate que voy a traer un colchón Traje el colchón de mi madre y lo armé lo más de cerca de ella posible. - ¿Sabés? – Decía - Nunca nadie hizo nada por mi y vos, sin siquiera conocerme... No se como voy a poder agradecerte -
Buenas
noches
-
Dije
apagando
la
luz
Al principio me costó dormir, pero después de muchas vueltas logré conciliar el sueño. Unos gritos me despertaron. - ¡No por favor. No quiero! ¡No quiero papá! - Gritaba Gaby a mi lado
- Tranquila, ya pasó - Dije sentándome a su lado y palpando su rostro en la oscuridad - Ya pasó... Cuando se despertó no pude ver su rostro, pero sentí sus lágrimas en mi mano y su corazón palpitando a mil por hora. Me abrazó, como si le diera seguridad, como si alejara a ese monstruo que le hacía tanto daño. - Estás conmigo, nada va a pasarte - Dije acariciándole el rostro - Perdóname Luz, no tendría que haberme quedado, yo. Es que no se que hacer, me siento tan sola - Nunca más vas a estar sola - Dije prendiendo un velador de luz muy tenue que tenía a mi lado - Abrázame, abrázame y no me sueltes, por favor. No quiero despertar y que no estés al lado mío Y lo hice, la abracé lo más fuerte que pude, apagué en velador y así pasamos la noche. No lo podía creer, no entendía que estaba haciendo allí, abrazada a esa chica y feliz, por primera vez en mucho tiempo... El reloj estaba por sonar pero lo atrasé una hora, no quería despertarla, esa chica había sufrido más de lo que podía imaginar, estaba segura y se merecía un descanso. Pero la verdad era que no quería soltarla, quería tenerla a mi lado siempre. Sentir su cuerpo junto al mío por un segundo más, sentir los latidos de su corazón y su respiración, enlazarla entre mis brazos y acariciarla tímidamente como lo estaba haciendo. Una hora más tarde, como si nada hubiera pasado nos levantamos. Le presté un poco de ropa mía y nos encaminamos al colegio, era muy temprano. - ¿Vamos caminando? – Preguntó - No quiero que este día
termine
nunca
- Si estás segura que aguantás, sí - Me ponía feliz saber que ella pensaba como yo No dijimos una sola palabra en todo el camino. Nuestras manos colgaban y se rozaban tímidamente, hasta que Gaby dio el primer paso e hizo aquello con lo que pensaba desde que salimos de casa, me tomó de la mano. Enlazamos nuestros dedos como atándonos a esa sensación hermosa que parecía flotar en el aire, nos miramos un segundo y sonreímos. Me sentía muy a gusto yendo así a clases, de la mano de esta desconocida que tantas cosas nuevas me hacía sentir. - Ya estamos llegando al colegio, ¿si querés puedo soltarte? Dijo tímidamente - No, ¿por qué? ¿Debería?-. - Por ahí piensan cualquier cosa - ¡Ah! - Dije soltando su mano con tristeza - Si a vos te incomoda está bien - Para nada - Y dicho esto tomó aún más fuerte mi mano y me besó dulcemente en la mejilla Sentía como si volara a su lado, todos nos miraban. Nuestras manos enlazadas, nuestras caras de felicidad, el hecho de que no nos importara nada, cada uno sacaba sus propias conclusiones y yo ya no quería pensar más. Ya había pensado demasiado, durante toda mi vida, ahora no, ya no, ahora dejaría de pensar, de soñar y comenzaría a vivir. Solo iba a dejar que cada cosa pase como tenía que pasar.
El día transcurrió igual que cualquiera, pero había algo distinto, extraño, mágico, algo que ambas sabíamos pero que aun no estábamos listas a enfrentar. Y así pasaron los meses, ya nos conocíamos más, sabíamos nuestros gustos, las cosas feas que nos habían pasado y las lindas, cosas de la vida, algunos secretos e indiscreciones, pero aun sentía que no conocía del todo a esa chica que tantas cosas nuevas me hacía sentir. Varias veces Gaby se quedó a dormir en casa, cuando mamá no estaba, siempre pasaba lo mismo, nos desvelábamos charlando de cosas vanas, nos acostábamos juntas y amanecíamos abrazadas, no decíamos ni una palabra, la primera en despertarse se sacaba a la otra de encima y no se hablaba del tema. Nunca se había aclarado el accidente sucedido hacía ya dos meses atrás cuando encontré a Gaby en la plaza. Tenía mis sospechas pero no quería sacar conclusiones fatalistas, hacerme malasangre sin sentido y Ella no parecía querer hablar del tema. A veces llegaba con moretones o la tocaba y gemía de dolor, pero con el tiempo me acostumbré a no preguntar, si le preguntaba, se enfadaba y no me hablaba en todo el día, en cambio, si no habría mi boca y simplemente la invitaba a casa, con alguna excusa me dejaba curarla. La semana del 5 de agosto hacía un frío polar, tomé mi bufanda, mi pulóver y dejé mis calzas debajo del Jean. La moto no quería arrancar así que tuve que intentarlo varias veces hasta lograrlo. Llegué a la escuela helada, como me atrasé tuve que ir rápido y el frío helado en el rostro me golpeó como si hubiese traspasado una barrera de hielo con mi cabeza. Dejé la moto en el estacionamiento y entré a clases, busqué a Gaby pero no estaba entre los pocos alumnos que habían asistido, era raro en ella, siempre venía más temprano y nunca faltaba. Ese día no le di demasiada importancia, pero la semana pasaba y ni
señales
de
Gaby,
ya
me
estaba
preocupando.
Ya hacía dos semanas y media que no sabía nada de ella, me desperté más temprano de lo usual y sin importarme lo que pudiese pasar fui a su casa. El día anterior con la excusa de que quería llevarle la tarea, logré que una de las profesoras me diera su dirección, la verdad que era un barrio bastante feo. Una vez frente a la casa me petrifiqué, ya estaba allí, pero, ¿ahora qué? Recordé que en charlas con Gaby me había comentado que la ventana de su cuarto era la única que tenía cortinas, unas rosas que le había hecho su madre cuando era pequeña. Dejé mi moto a un lado y acercándome sigilosamente tiré un par de piedritas a su ventana. Aun era de noche, serían las cinco de la mañana, si Gaby no me contestaba rápido me congelaría, y visto y considerando que mi plan de las piedritas fue todo un fracaso, decidí subir yo mismo por la ventana. No fue difícil, la rama de un árbol parecía acomodada estratégicamente para que alguien trepara. Una vez que llegué a la ventana las ansias me hicieron entrar en pánico, temí mucho, que ella estuviese mal, que no quisiera verme, que el padre me descubriera, pero justo en ese momento sentí un motor, me cobijé en el árbol y vi a un hombre manejando un Fiat uno destartalado, ¡era el padre de Gaby! Tomé coraje y golpee la ventana, pero nadie respondía. Rogué que estuviese abierta y efectivamente, lo estaba. Con una sonrisa por mi logro entré cautelosamente. El cuarto de Gaby era algo extraño, las paredes estaban pintadas de un color muy oscuro, y empapeladas con fotos de actrices y cantantes femeninas, pero me sentía a gusto allí. Cuando estaba concentrada mirando una de las chicas de los posters sentí un fuerte golpe fuera de la habitación y
como si hubiera sabido que fue salí corriendo hacia allí. Era Gaby! Pero estaba tendida en el suelo, me acerqué a ella y la ayudé a ponerse de pie. - ¿Estás bien? - Dije levantándola, se la veía muy desmejorada, sus cabellos azabaches caían secos sobre su rostro poblado de moretones, estaba muy delgada y no tenía fuerzas ni siquiera para pararse. - ¿Qué haces acá? ¿Cómo entraste? - No importa, vení vamos al cuarto Una vez allí, la ayudé a subirse a la cama y la pude observar con detenimiento. Estaba con una bata de baño blanca y su cabello le tapaba el rostro, se la notaba cansada, sin fuerza, no quería mostrar su rostro y lo ocultaba debajo de la maraña de cabellos húmedos. - ¿Qué te paso? -.Dije queriendo correr el cabello de su rostro, pero ella me corrió la mano - Nada, no te importa, tenés que irte, si él te ve, me va a matar, nos va a matar - ¿Por qué? Sólo vine a traerte la tarea. Mira Gaby, si querés que me vaya, está bien, no puedo andar persiguiéndote e intentando que me cuentes tus cosas para que pueda ayudarte, si no me querés contar, perfecto - Le dije parándome y dándome la vuelta - Me importas, pero parece que eso te tiene sin cuidado, estaba muy preocupada y ya veo que no estaba tan equivocada, pero si no me dejas ayudarte no puedo hacer nada - Por favor - Dijo justo cuando estaba por abrir la ventana para salir Por favor Luz, abrazame
No lo pensé ni un momento, hacía mucho tiempo que por alguna razón que no tenía muy en claro necesitaba abrazar a Gaby, sentirla, acariciar sus cabellos y sentirme cerca suyo. Volteé y mirando sus ojos marrones suplicantes y llenos de lágrimas fui hasta ella y sentándome en la cama la estreché dulcemente en mis brazos. Sentí como si volviera a respirar, como cuando aguantás la respiración al máximo, salís del agua y das una bocanada de aire, eso sentí, ese abrazo fue una bocanada de aire, una bocanada de aire que necesitaba hacía mucho. No quería soltarla, podía escuchar como sollozaba. Pero también Gaby me estrechaba, cada vez más fuerte, como si se quisiera fundir en mí, como si temiera que yo me escabullera y escapara. Acaricié su espalda y enlacé su cabello con mis dedos, tenía un perfume delicioso y aun su pelo estaba húmedo. Estábamos tan bien, no quería soltarla, sabía que al desprenderme de ella comenzarían los problemas, ese momento era perfecto, quería quedarme a vivir allí, no sabía que me estaba pasando, no entendía lo que sentía, pero dentro de mi pasaban cosas maravillosas y no me iba a privar de sentirlas. - Ya está, ya pasó todo, yo estoy acá - Dije soltándola y mirándola a los ojos - ¿Ahora podés contarme? ¿Qué pasó? Sus ojos marrones me miraban fijamente, nunca los había observado con detenimiento, eran hermosos, profundos, como secretos, como si ocultaran algún extraño secreto. - Mirá como estás, toda golpeada, es él, ¿no? ¿Es tu papá? Yo te juro que si lo veo,... - Calmate, por favor. Lo importante es que estás acá, no se como, pero siempre estás - Y acarició mi rostro mirándome
con
una
ternura
inmensa
- Necesito saber porqué. ¿Porqué faltaste tanto días al colegio, por qué no me avisaste? - Porque tenía miedo Luz, tenía miedo. Miedo de que te pasara algo, de que me pasara algo - De que me pasara algo a mí, ¿que decís? ¿Que está pasando? - Vos pasas Luz... - Y se hizo un silencio eterno - Vos, yo, eso pasa y mi viejo se dio cuenta, me escuchó hablando por teléfono y empezó a investigar y... - No te entiendo, ¿que tengo que ver yo con tu viejo? - ¿No te das cuenta? ¿No ves a tu alrededor? ¿Tan ciega sos? Dijo Gaby enfadada - No, ¿de que me tengo que dar cuenta? - Estaba muy nerviosa pero no sabía porqué, dentro de mí tenía un revoltijo de sensaciones impresionante, alegría, tristeza, ansiedad, miedo... - Te quiero Luz, ¿lo entendés? - Y acercándose aun más posó su mano sobre la mía. Estaba congelada, su mano firme se posaba acogedora sobre la mía helada y temblorosa, estaba transpirando, nerviosa, eso que hacía tanto estaba sintiendo, eso que me daba vergüenza y miedo. Todo un cúmulo de sentimientos que había estado guardando bajo llave dentro de mi hacía tantos meses estaban ahora a flor de piel. Miles de palabras se empujaban por salir de mi boca a la vez que miles de lágrimas caían descontroladas por mis mejillas, esto estaba mal, lo que hacía no estaba bien pero no podía evitarlo, yo también la quería, tanto! Pero no como amiga,
no me alcanzaba, yo necesitaba algo más y aparentemente ella también. - ¿Podés entenderlo? Perdoname - Y corrió bruscamente su mano.- No quise hacerte poner mal, gracias por venir hasta acá, me hace mucho bien, pero si preferís que ya no nos hablemos, está todo bien, te entiendo, pero por favor no te pongas mal, no llores. - ¿Por qué todo es tan complicado? ¡¡¡Es todo una mierda!!! - Ya no aguantaba más, tenía que sacar todo lo que tenía fuera - Una vez que encuentro a alguien que me quiere, que yo quiero, ¿tiene que ser así? ¿Por que todo es tan difícil? Nunca nada me sale bien, siempre problemas, como si mi vida ya no fuera lo bastante complicada ahora esto... - Bueno discúlpame, yo no pedí enamorarme de vos... Cuando escuché eso levanté mi rostro y le clavé la mirada, ella también me miró, no se había dado cuenta realmente lo que me había dicho, lo había dejado explícito, lo dijo sin querer pero sin filtro, Gaby estaba enamorada de mí, de otra chica, de otra mujer y yo..., creo que yo también... No dijimos más nada, solo nos quedamos allí, mirándonos fijamente como intentando decirnos con la mirada todas esas cosas prohibidas que sentíamos, todo aquello que no se podía, que no debía hacer ni sentir. Como si estuviésemos guardando ese recuerdo en la memoria, ese día como el momento en el cual traspasamos la delgada línea que se establecía en nuestra relación de amistad. La línea de la moral, de lo legal, de lo normal, la línea de lo que debía ser, esa línea tan alejada de lo que era. - Por Dios, ¿por qué? ¿Por qué no me lo dijiste? -.Exclamó como leyéndome el pensamiento - ¡Todo hubiese sido tan fácil!
- Es que no sabía, no, no tenía idea, tenía miedo - Dije agachando mi cabeza como con vergüenza - Nunca me pasó algo así, nunca sentí algo tan fuerte, y menos, por una chica - Todo va a estar bien, todo va a estar bien Gaby me tomó nuevamente de la mano y con la otra mano tomó mi barbilla y levó mi rostro hasta que se encontró frente a frente con el de ella, nunca habíamos estado tan cerca. - Esto es nuevo para vos - Me susurró - Está bien que tengas miedo Acarició mi rostro con una sensibilidad increíble y acercándose lentamente a mí, me besó. Nuestros labios se fundieron tímidamente al principio pero pronto la pasión nos embragó. Jamás había besado una mujer, pero era una sensación tan extraña, tan calma y hermosa. Sus labios eran dulces y se movían uniformemente con los míos, como si estuviesen sincronizadas, pronto nuestras manos cobraron vida y comenzaron a acariciar todo cuanto pudieron. Nuestras lenguas se enlazaron y nos encontramos ambas recostadas en su cama, esa cama que olía a ella, esa cama en la cual tantas veces abría llorado sola, esa cama en la cual me estaba besando con mi mejor amiga, con mi chica, con la mujer a la que amaba... Pero a pesar de estar segura de mis sentimientos, aun no estaba lista para tanto, quería ir despacio, esta era una nueva etapa de cambios drásticos y quería tomarla con calma. Explorarla de a poco y con tranquilidad. Mi cabeza me decía que pare, pero mi cuerpo pedía más, sentía que el calor me recorría el cuerpo, no quería soltarla, ni dejar de besarla ni que me dejara de besar a mi, quería amarla eternamente. ¿Qué eran los tiempos? ¿Por qué esperar un tiempo prudencial para amar a quien te ama? Mi mente
estaba repleta de preguntas, pero el deseo era más fuerte. No sabía que hacer, jamás había si quiera imaginado estar con una chica y de repente estaba desnuda en la cama de Gaby. Me di cuenta que Ella tenía experiencia y no quería que se decepcionara conmigo, la besé cuanto pude y en todos los lugares que pude, acaricié hasta el más recóndito lugar de su cuerpo lo mejor posible, pero dudo haberle generado todo lo que ella me había hecho sentir, puesto que nunca había siquiera imaginado que podía sentir algo así. Me colocó suavemente debajo suyo y comenzó a besarme dulcemente, bajando, desde mi boca. Tomó mis pechos en sus manos y los beso uno a uno como si fueran tesoros, bajó aún más hasta mi vientre. Estaba en llamas, mi cuerpo se contraía una y otra vez, por un lado, sentía que estaba haciendo algo terrible y por otro, estaba disfrutando como jamás lo había hecho. Y así hasta zambullirse entre mis piernas y hacerme llegar al punto máximo del éxtasis. - No te das una idea lo que esperé este momento - Dijo Gaby sentada sobre mi y besándome dulcemente en el cuello - Sos, sos hermosa - Y me sonrió recostándose a mi lado.- Tenemos que irnos de acá, no podés, no te puedo... - ¡Shhhh! - Y me tapó la boca con la mano - ¿No podés disfrutar aunque sea un poco de la vida? ¿De esto que nos está pasando? - No sé, me siento rara. Siento que estamos haciendo las cosas mal. - ¿Quién puede juzgarnos? ¿Después de las vidas de mierda que tuvimos, no nos merecemos amarnos?