Para ti. La que lo está por leer. Que sí. Que otra vez. Porque sí. Porque por qué no. Y no le digas a nadie, pero no se me ocurre nada mejor que escribir aquí … Pero tú shhh, porfis.
© B. B., 2016 Corazón En Llamas por B. B.
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Tabla de contenidos
Primera parte
Nota del autor
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Primera parte
Acabo de bajar las escaleras pensando en cómo acercarme, pero ella es tan inaccesible para mí, que me es difícil penetrar su intimidad para poder besarle la mejilla, decirle Buen día, o tan siquiera abrazarla. Siempre tan distante, tan fuera de los límites. De mis límites. No creo que sepa que existo. No creo que sepa que la amo, que me preocupo por ella. ¿Acaso nota que duermo a su lado por las noches?. Me miró. A los ojos. Está sentada en la banqueta alta en la que desayuna todos los días. -Hola. Me animo a decir. Pero no puedo aguantarle la mirada. No quiero verla a los ojos. No quiero enterarme todavía. Ya sé que no me ama, pero no quiero confirmarlo aún. No hoy, aunque hayan pasado ya años desde que lo sospecho. -Hola. Dice. Tomo cuidadosamente la taza de té que siempre me prepara de la barra del desayunador, y la ubico frente a mí, en el extremo opuesto al suyo. Me estoy rebanando los sesos tratando de encontrar, sin éxito, algo para decirle. Pero me da la impresión de que cada vez que le hablo la perturbo. La molesto. Por eso prefiero callar. Corazón En Llamas por B. B.
Me duele en el corazón ver que nuestro matrimonio esté así. Que nosotras estemos así. No nos besamos en los labios desde hace semanas. No hacemos el amor desde hace meses. No hablamos desde hace años. La última conversación real que tuvimos, a solas, porque quisimos, fue en nuestro aniversario de casadas. No el último. El de hace casi tres años. Ya van cuatro años. Cuatro y medio desde que se arrodilló frente a mí y le dijeSí. Pero las cosas cambiaron desde entonces. Se levantó. Escucho sus pasos, está arriba, en el baño. Se está preparando para ir a trabajar. Yo también debería terminar de hacerlo. Como siempre, ya estoy casi lista, solo me falta maquillarme. Suelo desayunar después de cambiarme. Ella solía hacer lo mismo. Pero desde hace dos años y medio dejó de hacerlo. Supongo que porque le molesta compartir tanta intimidad conmigo. Compartir el baño. Luego cambiarse frente a mí. Dejarme ver su desnudez… Y se me parte el corazón. Porque la extraño tanto. Está bajando las escaleras. Está lista. Está perfecta. Traje gris juego con sus ojos. Camisa de seda blanca. Hermosa. Cómo me rodearla con mis brazos por el cuello y colgarme de sus labios. lengua en la mía. Pero no puedo. Sólo observo. La observo. Porque dejar de mirarla. Porque la amo y la extraño.
perla, a gustaría Sentir su no puedo
-Adiós. Dijo. No me miró. Lo dijo de espaldas a mí. Con una mano en la puerta y la otra en su maletín. Sin beso. Sin Te Quiero. Sin Te Amo. Sin Te voy a extrañar. Así. Bien crudo. Como todos los días desde hace ya tanto tiempo. Y mi corazón sigue roto. Corazón En Llamas por B. B.
Ya pasaron veinte minutos desde que salí de la casa. Ya me maquillé, me perfumé y me observé frente al espejo de cuerpo entero. ¿En tan horrible criatura me he convertido a sus ojos, que ya casi ni me mira?. Quisiera seguir allí. Adivinar cuál es el problema. Pero no puedo. El día sigue adelante sin mi permiso. La oficina está bastante animada, pero mi despacho está en silencio. No lo aguanto más. Tenemos que hablar. Simplemente no lo aguanto más. Estoy llamándola a su despacho, pero no atiende. Llamo a su secretaria. Ocupado. Mierda. Voy a su despacho. Tenemos que hablar. Llego y camino directamente hacia su oficina, pero veo que la puerta está abierta y adentro no hay nadie. -Buenos días, ¿con quién tengo el gusto?. Me dice su secretaria. La vi una vez, hace ya unos meses. Es... Para que mentir. Es joven, hermosa, sexy. Faldas cortas, escotes pronunciados. Siempre comiéndose con la mirada a mí esposa. Porque es mía. Porque me pertenece. No así como así tampoco. Pero sí. Así. Mía. Y esta cría siempre mirándola con los ojos llenos de sexo. Y encima pretende desconocerme. Creo que vio cómo se me enrojeció el cuello de la rabia, porque dejó su desliz de lado y me habló otra vez.
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-Discúlpeme, no la reconocí. Ella no está. Dice... Zorra. -¿Cuándo vuelve?. Digo secamente. -Está en una reunión. No sé hasta cuándo estará en ella. ¿Quiere que le deje un mensaje?. Me responde. Levantó una ceja mientras hablaba. Leí perfectamente el mensaje entre líneas. No quiere que la moleste. A mi propia esposa. Veneno es poco para describir la forma en la que escupí mi respuesta. -No. Ya la veré esta noche. En nuestra casa.
Agregué lo último para recordarle a esa cría que al menos ella dormía conmigo todas las noches. Porque es mía. Mí esposa. Me doy la vuelta y salgo. No respondo a su saludo. Me subo al auto y vuelvo a mi oficina. Y así se pasan la horas.Con mi corazón en llamas. Por celos. Por rabia. Por amor. Por todo. Y ya no aguanto más. Y me duele en el alma, en todo mí ser, y no lo aguanto más. Son las cinco de la tarde ya. En una hora termina mi día laboral. Necesito saber si estará en casa en poco tiempo. Porque tenemos que hablar. Por eso le mando un mensaje. -¿A qué hora llegas a casa?. Corazón En Llamas por B. B.
No le explico el por qué. Sólo le pregunto a qué hora. -No sé. No sé. No. Sé. No lo sabe. Eso es todo lo que obtengo. Esta vez no se me rompe el corazón. Esta vez se me llena de rabia. De bronca. De impotencia. De odio. Pero no la odio a ella. No. Odio a su secretaria. A esa zorra, cría imbécil que se la come con los ojos. Odio a cuanta mujer se folle, bese y abrace. A cuanta mujer acaricie, mire, y escuche. Porque soy celosa de ella. Siempre lo fui. Porque la amo, y me consumen los celos cuando pienso en la cantidad de amantes que habrá tenido durante todos estos años. Y las odio a todas ellas. Aunque no sepa sus nombres. Aunque no reconozca sus rostros en la multitud. Las odio por tener algo que me pertenece sólo a mí. Porque mi esposa, mi mujer, la mujer de mis sueños, es mía. Porque me pertenece su boca. Sus manos. Sus ojos. Sus piernas. Su coño. Su corazón. Aunque ella no lo sepa. Aunque ella no lo quiera. Es mía. Y estoy muerta en vida, consumida por celos. Y así. Histérica. Pensando en quién será la última mujer que besó esos labios que me pertenecen sólo a mí, se me pasó la tarde. Y la noche también. Porque de la oficina, apenas trabajando, peleándome con mi concentración, o con la falta de ella, salí a las diez y media de la noche. Repasé la escena en mi mente. Formulé mi guion. Sé lo que voy a decirle. Tomé en cuenta todos los escenarios, me inventé sus posibles respuestas, sus reproches, sus gritos, todo. Y así es como, finalmente, decidí partir a casa.
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Son las once menos cuarto. No hay ningún ruido en la casa. No sé si ella llegó aún. O si se está follando a la zor-. No importa. Basta ya. No la quiero ni mencionar a esa zorra. Por zorra. Por mirar lo que sólo me pertenece a mí. Basta. Joder. En cuanto la veo, hablamos. Porque tenemos que hablar. Porque ya no aguanto más. Tanto silencio. Tanta desolación. Esto se acaba hoy. Apago las pocas luces encendidas. Cierro todo. La puerta con llave. Las ventanas con trabas. Y subo. Por cada peldaño que subo mi corazón se achica un poco más. Estoy temblando. Termino de subir, avanzo unos pasos. La puerta de la habitación está abierta. La luz prendida. Y la veo. Allí está. Sentada contra el respaldo de la cama. De su lado. Leyendo. No sé si me escuchó subir. No sé si me escuchó llegar. Pero estoy aterrada. El corazón me va a mil. Asustado y marchito. Porque tenemos que hablar. Pero antes de dar otro paso veo el traje gris perla que usó hoy. Está colgado en una percha, pero no dentro del armario. Está reposado en una silla. A pocos metros de ella. Y lo recuerdo otra vez. Recuerdo la cara de satisfacción al escuchar miNo, que puso esa imbécil que tiene por secretaria. Recuerdo la forma que esa zorra tiene de mirarla a ella. Al amor de mi vida. A la persona más importante para mí. Y otra vez mi corazón se incendia de celos. De odio. Y así,con mi corazón en llamas, ya no lo aguanto más. Pero no puedo moverme otro centímetro más hacia adelante. Me obligo a entrar al baño. Estoy respirando hondo. Tratando de calmarme. Me toma unos minutos pero lo logro. Vuelvo a repasar mis líneas. No es muy complicado de decir. Pero temo no ser lo suficientemente fuerte como para pronunciar esas malditas palabras. Porque la amo. Porque ella es mía. Y no quiero que deje de serlo. Corazón En Llamas por B. B.
Pero ella no me ama. No creo que lo haga. Al menos no ahora. No desde hace tiempo ya. Y salgo. Pero la vergüenza de que note mis ojos enrojecidos. La vergüenza de que me vea llorar me vence. Y me clavo allí. Justo debajo del marco de la puerta. Y me congelo. Siento los latidos de mi corazón en las sienes. Y me pesa tanto el alma, que no sé si voy a poder hablar. Pero tenemos que hablar. Y me obligo a hacerlo. Me toma un momento. Pero lo digo. -Te voy a dejar. Ni se inmuta. Creo que escuché el ruido de mi corazón romperse. Por milésima vez. Un poco más cada día. Pero esto se acaba aquí. Hoy. -Te voy a dejar. Repito. Sigue sin mirarme. Es como si no se enterara que existo. Que estoy aquí. A su merced. No me mira. No me habla. No me ama. Y esta vez sí. Esta vez me enojo con ella. Porque no tiene la decencia de mirarme a la cara cuando le hablo. Porque me ignora. Me ignora cuando más necesito de su atención. -¿Me escuchas?.
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Le pregunto. Estoy haciendo malabares para no poner el grito en el cielo. -Sí. -¿No tienes nada que decirme?. -No. Y es que no lo creo. Suspiro para contener el grito que quiere escapar de mi garganta. Suspiro para no ponerme a llorar. De la impotencia. Y del abatimiento. Porque le digo que la dejo y no tiene nada para decir. Porque no me ama. Porque no me desea. No me besa, ni me abraza. No me habla, ni tampoco me escucha. No me hace el amor. No me ve. Y ya no aguanto más.
-¿Es que significo tan poco para tí que ni siquiera tienes la decencia de mirarme a los ojos?. Estoy a nada de desquiciarme. Pero me quiero controlar. No quiero perder el control. Levanta la vista hacia mí. Es la primera vez, desde que entré, que repara en algo que no sea en su libro. Pero la aparta muy rápido. Como si mi visión le molestara. Como si verme allí le molestara. Porque preferiría estar follándose a quien sabe quién, en vez de escuchar el desgarro de mi corazón mientras le pido piedad. Mientras ruego por su atención. -Eres increíble.
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Digo. Y es que lo es. Ha vuelto a mirar su libro. Apenas y me ha contestado nada de lo que le he preguntado antes. Pero esto no puede seguir así. Porque me hace mal. Siento que estoy muy cerca del borde. Siento que pierdo el control de mi enojo. -Dime una cosa. ¿Para qué coño me pediste que me casara contigo? Si ni siquiera me hablas, joder. ¿Es que nunca me has querido, ni un poco?... ¿No crees que merezco que al menos me mires a la cara? ¿EH?. Ya está. Lo perdí. Y no me importa. O me importa muy poco. Porque aunque la ame con todo el alma, tenemos que hablar. Pero una conversación se lleva de a dos, porque de a uno es un monólogo. Y ella ni me mira, ni me responde, ni nada. Y eso me hace enfurecer. Y ya no lo aguanto más. Y se me escapan las lágrimas. No sé cuál es la fórmula exacta de mis lágrimas, pero sé los ingredientes. Dolor. Tristeza. Rabia. Celos. Enojo. Odio. Amor. Levantó la vista hacia mí. Por segunda vez. Y no puedo contener mis lágrimas. Porque me queman, y las tengo que expulsar. Pero vuelve a bajarla. Y sigue callada. Y ya no lo soporto. -¡HÁBLAME!. -Tienes razón. Escucho. Lo dice muy bajo. Con la mirada fija en sus manos. En esas manos que me pertenecen. Pero por alguna razón eso no me alcanza. No me alcanza y no me interesa que me dé la razón. Porque no quiero tener razón en esto. En esto no. Porque quiero estar equivocada. Quiero que las cosas se arreglen. Pero ella es tan inaccesible para mí. Y ya no controlo la rabia.
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-¿RAZÓN? ¿RAZÓN DE QUÉ JODER?... Grito. Casi no reconozco mi voz. Y eso me hace darme cuenta de que perdí el control. De que estoy llorando. De que estoy gritando. Y trato. Lo intento mucho. Y respiro hondo para ayudarme un poco. Y me calmo. -¿Razón de qué?. Pregunto. Esta vez en un tono apagado. La sigo mirando, pero ella tiene la vista en sus manos. Aún no se ha movido de allí. Estoy perdiendo los estribos otra vez.
-En dejarme. -¡HA!. Se me escapa el grito. No puedo más. Está bastante claro que no le intereso. Que no le importo. Me tiemblan los labios. Me llevo la mano a la boca. Trato de recomponerme un poco. Pero me cuesta. Así que respiro hondo. Me armo de valor y doy tres pasos dentro de la habitación.
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-¿Tan poco te importo? ¡No! Espera, mejor aún, dime. ¿Alguna vez te importé?. Le digo. Me aprieto los dientes para no gritar. Pero aún sigo en el límite. En la cornisa. Me mira. A los ojos. Me mantiene la mirada. No estoy segura de lo que veo en ellos. -Te amo. Dice. ¿Qué?. No. Espera. ¿Qué?.
No. Debo haber escuchado mal. Encima de que me ve así de afectada, al borde de perder el control, me gasta un chiste. -¡HA!. Y es que no lo puedo evitar. Y apenas me río. Y no me causa tanta gracia. Pero no puedo evitar la risita. Porque hay que ver el momento que elige para hacer chistes. Rompo la conexión de nuestros ojos porque ya no sé lo que veo en los suyos. Corazón En Llamas por B. B.
Respiro hondo. Me sereno. Es difícil. Pero creo que le estoy tomando el truco. -¿Pero qué coño me dices?. No puedo evitar el coño. Estoy tratando inmensamente controlar el nivel de mi voz. Pero el enojo, la bronca, la furia, escapa de mí sin nada que se lo impida. -La verdad. La escucho decir. La miro muy seriamente. Y me amargo aún más, porque esto no puede seguir así. Porque no debería sentirme así. -¿Es que acaso sabes cuántas veces me lo has dicho?. Escupo. Pero me aparta la mirada. Otra vez. Espero su respuesta, porque si hablo yo, no voy a hablar. Voy a gritar. Y no quiero perder el control otra vez. -Sí. Dice. Me vuelve a mirar a los ojos. -¿A ver? ¡Dime!. Exijo. Porque al menos me debe eso. Me debe el reconocimiento. Porque ni una vez en su vida me ha dicho que me ama. Pero aparta la mirada hacia mis caderas. Calla.
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-¡DÍMELO!. Estallo. Porque necesito que se dé cuenta de lo mucho que me duele el corazón. Porque la amo. Demasiado. Y ya no aguanto más. -Ninguna. Un susurro. Eso es lo que fue. Y me enojo. Aún más. Porque no tiene el valor de mirarme a la cara para decírmelo. Y pierdo el control. Otra vez. -¿Y PARA QUÉ COÑO ME LO DICES AHORA? ¿EH?... ¿PARA QUÉ?. Y me vuelve a mirar a los ojos. Me sorprende que me mire ahora. Y las lágrimas se acentúan en mis ojos. Desbordándolos. Y me avergüenzo. Porque soy débil. Porque aún me importa lo que ella piense de mí. Porque no me gusta que piense que no soy como ella. No me gusta que piense que no soy fuerte. Y me tapo la cara con las manos. Para ocultarme. -Te lo digo... Empieza. Pero frena allí. La oigo respirar profundo. Y sigue. -Te lo digo para que no creas algo que no es... Dice. Estoy por hablar pero ahora me frena a mí. Quiero saber qué es lo que no es. Pero levanta la mano y me pide que calle. -Siempre te amé… Desde que te conocí supe que eras la mujer de mi vida. Y sin embargo...
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Escucho. Mis manos, ahora una a cada lado de mi cuerpo, están por ponerse a temblar. Y veo su rostro descomponerse un poco. Y escucho su voz quebrándose otro poco. Frena. Otra vez. -¿Sin embargo qué?. Digo yo. Y me calmo. Milagrosamente mis ojos dejan de llorar. Pero yo lo necesito. Necesito saber. Necesito oírlo. Porque si es verdad... Porque si me ama... No sé. No quiero pensar en ello aún. Quiero oír lo que tiene para decirme. -Sin embargo, nunca te hice feliz. ¿Sabes cuánto duele ver que la única persona en el mundo a la que has amado, la única persona por la que darías la vida sin pensarlo dos veces, es infeliz a tu lado?. Dice. Hace una pausa. Sigue.
-No tienes idea de cómo se siente ver que el amor de tu vida deja de preocuparse por cómo te ha ido. Deja de besarte en los labios. Deja de hacerte el amor. No sabes cómo duele. Termina. Y ya no sé qué pensar. Y tengo que bajar la mirada porque necesito pensar. Porque nada tiene sentido. Porque yo la amo. Porque me muero por besarla, por hacerle el amor, por preguntarle cómo le ha ido. Pero ella es tan inaccesible para mí, que no me animo. Y entonces cómo puede ser. Cómo hemos llegado a estar así. Aún siento sus ojos en mí. Esos ojos que me pertenecen.
-Mañana en la mañana junto mis cosas y me voy.
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Dice. Y ya no me queda tan claro que en verdad me ame. Porque si tan fácil le es dejarme, hacerme a un lado de su vida, entonces poco debo significarle. Y puedo sentir el enojo volviendo a mí. -¿Tan fácil es para ti deshacerte de mí?... ¿Es que ni siquiera vas a luchar por tu matrimonio?. Le reclamo. Porque no la entiendo. -No. No quiero. Y al escucharla no puedo aguantar las lágrimas, que se escapan de mis ojos otra vez. Pero esta vez no son sólo lágrimas las que huyen de mí, ahora se le suman los sollozos. Porque me duele el corazón. Porque ya no aguanto más. La miro otra vez, aunque poco veo a través del manto de mis lágrimas. Ella sigue mirándome a los ojos. -¿Para qué dices que me amas si ni siquiera quieres luchar por nosotras?. Le pregunto. Y mi voz se quiebra. Porque se me ha formado un nudo en la garganta. Porque me duele el corazón. -Porque te amo. Quiero que seas feliz. Y sé que no lo eres a mi lado. Así de simple. Dice. Y se levanta. Sale de la cama y se dirige hacia mí. Pero veo sus intenciones. Y no lo pienso permitir. Porque todavía tenemos que hablar.
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Aunque ya no lo aguante más. Aunque le duela tanto como a mí. Tenemos que terminar todo esto de una vez. -Ni. Se te ocurra. Irte. Y me sale con bronca. Entre dientes. Porque no va a huir. No. Porque si me ama no puede huir de mí. Y se queda allí. Pero vuelve a intentarlo. -Ni. Se te ocurra. Irte. Le ordeno. Y no se me va a escapar. No ahora. Porque aún tenemos que aclararlo. Y allí se queda, mirando hacia abajo. Y yo allí me quedo también, mirando a la cama. Noto que retrocede. Más le vale tirarme al piso con todo su ser porque juro por mi vida que de esta habitación no sale nadie. Aún no. No hasta que no terminemos de hablar. Y se me tensan los puños al pensarlo. Pero lo noto de inmediato y los aflojo. Y es que la amo tanto. Y pienso en todo lo que me dijo. En todos los argumentos que utilizó esta noche. Y ninguno de ellos estuvo dentro de mis cálculos. Porque ella no me amaba. O al menos, yo en verdad no lo creía. Y entonces la miro. A los ojos. Y ella me devuelve la mirada. Veo un poco de temor en ellos. Y se me achica el corazón al pensar que ella pueda siquiera creer que yo la lastimaría. Que yo siquiera osaría hacer nada que la lastime. Si es que la amo. Joder. Con todo mi ser.
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Y recuerdo muy rápidamente lo que se siente al besar sus labios, y no lo aguanto más. Esta abstinencia. Este desierto. Y no puedo contenerme. Porque la necesito. Necesito sentirla. Tocarla. La tomo de las muñecas y la acorralo contra puerta. Pero la puerta se corre. Se estampa a su vez contra la pared. Y me paralizo un poco. Sólo un poco. Pero la veo. Así. Tan cerca. Tan nítidamente. Y mi corazón está en llamas. Pero esta vez no es por celos. Ni por rabia. Ni por odio.
Esta vez es por deseo. Me pego a ella. En toda su extensión. Porque la necesito. Necesito sentirla. La extraño demasiado. Y cuando estoy a punto de besarle los labios aparta su rostro. Y llora. Y me da un pinchazo al corazón. Porque no me gusta verla sufrir. -Ahora mismo junto mis cosas. Dice. Y no esperaba escucharla. Y lo que dice me pega directo en el corazón. Pero está tan cerca. Estamos tan cerca. Pegadas. Y mi corazón, más allá de los golpes, sigue encendido. Y no lo aguanto más. Porque la amo. Porque la necesito. Y la beso. Una. Dos. Tres veces. En el cuello. Ese cuello que tanto amo. Ese cuello que me pertenece. Y la escucho gemir. Y me vuelve loca ese gemido. Y una punzada de deseo llega a mi clítoris. Pero ella intenta apartarse.
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-No. Digo. Apretando sus muñecas un poquito más fuerte. Porque no la puedo perder. No ahora. Nunca, en realidad. Pero menos que menos ahora. Y vuelve a intentar zafar de mi agarre. Esta vez con más fuerza. Pero la vuelvo a apretar contra la puerta. Con todo mi cuerpo. -No. Repito. Y sus ojos se cierran. Y sus lágrimas cesan. Y la beso. Otra vez. En ese cuello que me pertenece. Y gime. Y cada gemido me vuelve loca. Porque la deseo. La extraño. Extraño su piel, su tacto. Todo de ella. Porque la amo. Y lamo su mandíbula. Dura. Fuerte. Sexy. Mía. Porque me excita. Porque me encanta. Porque es mi debilidad. Pero ella aún no cede del todo. -No lo hagas. Me dice. Muy bajo. Casi como si no lo quisiera decir. -¿El qué?. Me hago la tonta. Porque estoy perdida. En deseo y en necesidad. De ella, de su cuerpo. De sus labios. Y la intento besar. Pero ella lee mis intenciones y se aparta. Y no logro comerle la boca. Esa boca que me pertenece. Pero cierra los ojos. Y vuelve a gemir. Y ahora lo sé. Es definitivo. Sé que le cuesta tanto como a mí controlar el deseo. Y le beso la mandíbula. Corazón En Llamas por B. B.
Entera. De principio a fin. Porque me vuelve loca. Porque extrañaba demasiado besarle la mandíbula. Y gime. Sigue gimiendo. Y más punzadas de deseo se desatan en mi clítoris. -Basta. La oigo en un susurro. Pero no puedo frenar. Y le beso el cuello. Caliente. Cremoso. Tan suave. Perfumado. Mío. Y vuelve a suplicarme. -Basta. Pero estoy encendida. La amo. La extraño. La necesito. Y ahora no se me va a escapar. Y no me importa si ella ya se recuperó. No me importa si ella ha vuelto en sí. Si ha recuperado el control. Porque yo no lo he hecho aún. Porque la necesito demasiado. Y la miro a los ojos. Pero ella no corresponde mi mirada.
-¿No decías que me amabas, cariño?. Y no puedo evitar sonreír. Porque de alguna manera le encuentro gracia a la situación. Porque llegué creyendo que hoy moría mi matrimonio. Llegué creciendo que hoy la perdía. Pero aún conservo las esperanzas. Porque ahora ella me lo ha dicho. Te amo.
Lo ha dicho. Y gime.
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Cada vez que la beso gime. Porque me ama. Porque me desea. Pero sus hermosos ojos se llenan de lágrimas. Y mi sonrisa se borra. Porque no quiero verla sufrir. Y me toma por sorpresa. Se escapa de mi agarre. Y ni lo pienso. Simplemente la sigo. Al instante. Y logro contenerla, justo fuera de la habitación. Y la estampo contra la pared, en el pasillo. Y esta vez no lo dudo. Porque ya no sé si voy a tener la misma suerte luego. Y la beso. Sí. La beso. En los labios. En la boca. En la que es mía. Porque la amo. Y me pertenece. Y la beso fuerte. Duro. Porque necesito que sienta mi necesidad. Mi amor. Mi deseo. Porque necesito que me entienda. Y se aparta un momento para volver a respirar. Pero pierdo la paciencia, porque no soporto no sentir sus labios en los míos. No soporto no sentir su lengua bailando con la mía. Y le asalto la boca. Con mi lengua. Y me excito tanto. Que no puedo aguantarlo más. Y mi mano suelta su muñeca y vuela hacia su coño. Y sus bragas me molestan y como puedo las aparto un poco. Lo suficiente para sentir su coño en mi mano. Y me vuelvo loca. Porque está mojada. Está muy mojada. Y la penetro un poco. Superficialmente. Como puedo. Con un dedo, porque no quiero lastimarla. Pero ella zafa de mi agarre, debilitado porque ahora una de sus manos estaba libre. E intenta escaparse. Pero no se lo permito. Porque esto aún no se ha acabado.
-No.
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Casi grito. Pero no por enojo. Por desesperación. Porque no puedo perderla. Porque la amo. Y porque me pertenece. Tanto como yo le pertenezco a ella. Que es enteramente. Porque soy toda suya. Y la tomo de las manos para dirigirnos a la habitación. Y ya no hace fuerza. Ya no trata de huir. Y cuando entramos la dejo ir pero no me aparto de la puerta. Porque ni bien entramos, la cierro con llave. Y cuando me doy vuelta la veo llorando. Sentada a los pies de la cama. Y mi corazón me duele un poco. Porque no la quiero ver así. Llorando. Sufriendo. Así que me acerco. Me agacho frente a ella. Le seco las lágrimas. Quiero que deje de llorar. Quiero que me diga que me ama y que es mía. Entonces sé lo que le tengo que decir. -No me vas a dejar. Le explico. Pero ella sigue mirando sus piernas. -¿Me escuchas?. Digo. Porque quiero asegurarme de que entiende. -Ni se te ocurra abandonarme. Nunca en tu puta vida se te ocurra dejarme. Le aclaro. Se lo digo para que entienda que yo sin ella me muero. Porque la amo demasiado. Porque no sabría que hacer sin ella a mi lado. Y porque ella me lo dijo. Te amo.
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Lo dijo. Y yo también la amo. Como siempre. Y no puedo evitar llorar. Porque estoy feliz. Porque me ama. Y a su vez, porque tengo miedo de que me deje. De que no me ame lo suficiente como para querer salvar nuestro matrimonio. Y la sigo mirando a los ojos. Pero ella también está llorando. Le seco las lágrimas. Porque no me gusta verla así. Y necesito oírlo otra vez. Necesito que me lo confirme. -Dímelo. Le pido. Pero no me entiende. Lo veo en sus ojos. Entonces tomo su barbilla en mi mano. La obligo a mirarme porque quiero verla a los ojos cuando lo diga. -Dímelo por segunda vez. Repito. Pero ella sigue callada. Y yo necesito oírlo. Porque la amo. Y ella me pertenece. Porque es mía. Porque soy suya. -Dilo. La urjo. Si tengo que rogar, lo pienso hacer. -Te amo.
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Y una sonrisa me llega a los labios. Pero no tiene comparación con lo que siento en el corazón. Porque siento que poco a poco está más tranquilo. Porque siento que no está tan roto como creí. Pero necesito saber algo aún. -¿Por qué nunca me lo has dicho antes?. Espero. -Porque no tenía el valor. Responde al fin. -¿El valor de qué?. -De decirlo. -¿Por qué?. No la entiendo. -Porque... Pero frena. Y yo necesito saberlo. Y la urjo otra vez. Y apoyo mi mano en su clavícula, porque me estoy muriendo por besársela. Porque la puedo ver a través del cuello de su camiseta negra. -Porque tenía miedo. Dice. Y nos quedamos así. Mirándonos a los ojos. Y ella sigue.
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-Tenía miedo de que no me lo dijeras de vuelta. Y se me escapa una lágrima. Porque me duele un poco. Que crea que no la amo. Porque me hace pensar que no se lo demuestro lo suficiente. Pero ella sigue. Y no me salen las palabras para explicarle cuánto se equivoca. -Tenía miedo de que me digas que ya no me amas. Porque te amo tanto, que cada vez que llegas a casa pienso en lo mucho que te extrañé durante todo el día. Porque cada maldito minuto de cada día que paso trabajando en mi oficina pienso en dónde estarás. Con quién. Pienso si algún día me vas a decir que te has enamorado de alguien más. Y esa declaración me duele también. Porque para mí no hay nadie más que ella. Porque la amo demasiado. Porque la necesito. Y la veo llorar otra vez. -Pienso qué día va a ser el elegido para que me digas que alguien más te desea. Que alguien más te ama. Y al escucharla no puedo evitar volver a llorar yo también. Porque me doy cuenta que hemos compartido, sin saberlo, los mismos miedos. -Se me parte el corazón cada vez que llegas a casa y tan sólo me dices Buenas noches. Por eso lo sé.
¿Lo sabe? ¿El qué sabe?. Y ella sigue hablando. -Sé que ya no eres feliz conmigo. Pero soy débil. Soy una cobarde. No te puedo dejar. Porque dejarte es morir. Porque te amo demasiado. Pero me duele tanto verte así. Tan miserable. Miserable conmigo. A mi lado. Que hace años decidí que cuando ese día llegue. Cuando me digas que me dejas. Cuando
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me pidas el divorcio. Te lo voy a conceder. Sin lucha. Sin pelea. Porque a veces es más grande mi dolor por tu sufrimiento que mi amor por ti. Y mi corazón se encoje. Y mis lágrimas salen más rápido. Y sollozo. Porque me duele tanto que piense eso. Que crea que no soy feliz por su culpa. Que crea que no la quiero. Porque se equivoca. Si he sido infeliz ha sido porque creí que ella ya no me amaba. Porque creí que ella simplemente no me soportaba más. Y ahora resulta que hemos sufrido el mismo dolor por separado, cuando nos podríamos haber ahorrado tanto sufrimiento con sólo hablar. Y me rompo un poco. Porque la necesito tanto. Y la rodeo por la cintura con mis brazos, mientras escondo mi rostro entre sus piernas desnudas para seguir llorando. -Por eso... Por eso la que se va soy yo. Dice. Y mi corazón se para por un momento. Como preguntándome si después de esa declaración se supone que deber seguir funcionando. Y siento sus manos en mis hombros, intentando apartarme de ella. Y ya no lo aguanto más. -¡NO!. Grito. Porque estoy desesperada. Porque no me puede abandonar. Porque la necesito demasiado. Y me abalanzo sobre su cuerpo. Y vuelvo a esconder mi rostro. Esta vez en su pecho. -¡TE DIJE QUE NO!.
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Vuelvo a gritar. Necesito que lo entienda. Que no me puede dejar. Porque moriría. Estaría completamente perdida. Porque ella es mía. -Te dije que no. Le ruego. Porque mis fuerzas poco a poco se han ido agotando. Y ella me toma por la cintura, intentando apartarme. Pero no se lo permito. Porque la necesito. Necesito sentirla a mi lado. Mía. -¿ES QUE NO QUIERES SER FELIZ?. Me grita. Y necesito que lo entienda de una puta vez. Por eso le grito yo también. Aunque ya no tengo la fuerza necesaria para hacerlo. -¿ES QUE NO ENTIENDES QUE TE AMO?. Y me sale casi como un sollozo. Entonces freno. Pienso un momento. Pienso en todo lo que acaba de suceder. Y me siento. Aunque sigo encima suyo, me siento. Y la tomo por las muñecas, extendiendo sus brazos por encima de su cabeza. Y necesito saberlo. Porque necesito entenderla. -¿Por qué?. Dejo de llorar. Porque ahora en verdad necesito estar lúcida. Porque quiero entenderla. Y también quiero que ella me entienda a mí. -¿Por qué nunca lo has intentado? Si siempre supiste que te amaba. ¿Por qué nunca quisiste hacerme feliz?.
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Y no puedo evitar que suene a reproche. Porque en el fondo lo es. Porque siempre la amé. Y si tanto me ama ella, ¿entonces por qué coño hemos llegado a donde estamos?. -Porque no me animé. Dice. Luce extrañada. Como si me hubiera dicho un secreto. Y entonces necesito decírselo yo. Para que lo entienda. -Ni se te ocurra dejarme. Se lo digo con fiereza. Porque tiene que entenderlo. -¿Me has entendido? Tú eres mía. ¿Te enteras? Eres mía. Ni se te ocurra dejarme. Digo, apretando los dientes. Porque quiero que vea que lo digo enserio. Pero tengo que decírselo. Así como ella me lo dijo a mí. Tengo que hacerla ver. -¿Acaso sabes lo que es verte hablando con otras mujeres? ¿Imaginar con cuántas me has engañado? ¿Con cuál haz hecho el amor? ¿A cuántas le has comido el coño antes de resignarte a venir a casa? ¿A volver a mi lado?. Se lo digo al fin. Porque quiero que vea mis inseguridades. Porque quiero que me diga que están mal fundadas. Que se basan en simples celos, y no en verdades. Y sigo. -¿Acaso sabes cuántas veces me revolví de celos al ver que cada puta secretaria que has tenido era una jodida modelito rubia, de pecho y culo perfecto, de nariz perfecta y estómago plano? ¿Te imaginas lo que es llamar a
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tu oficina sólo para que una cría de veinti-tantos te diga que tu propia esposa está demasiado ocupada al momento como para hablar contigo? ¿Es que no sabes que todo el tiempo que no pasas en esta casa no paro de pensar en qué mujer es la afortunada de verte, de tocarte? ¿Qué mujer tiene el privilegio de besarte, de hacerte el amor?. Digo yo. Y estoy en llamas otra vez. Pero no por odio, ni por enojo. Por celos. Porque me vuelve a la memoria la visita de esta tarde a su oficina. La zorra que me atendió. Y me da rabia. Y necesito que me entienda. -Respóndeme. Quiero que me diga algo. Lo que sea. Porque estoy a punto de perderme otra vez. Y no quiero. Porque la amo demasiado. Y la necesito a mi lado. -Sí.
Dice. Y no. No lo sabe. -No. La tengo que corregir. Porque de verdad dudo que sepa lo que es que te consuman los celos. Y el recuerdo de los celos me lleva a sentir algo más. Deseo. Y bajo mi rostro hacia el suyo, rozando sus labios con los míos. -No. No lo sabes. Repito. Y la beso. Y meto mi lengua en su boca. Porque necesito sentirla. Necesito tocarla. Porque el deseo crece en mí con pasos agigantados. Porque la necesito demasiado. Y la entraño tanto. Y ella gime.
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-No lo sabes, joder. Vuelvo a repetir. Y ella vuelve a gime. Y sigue haciéndolo. Y no lo aguanto más. Necesito sentir su piel en la mía. Ya no aguanto tanta distancia. Entonces suelto sus muñecas. Y la miro a los ojos. La advierto con la mirada. Porque no quiero que se mueva. Cuando sé que no hay peligro, subo mi falda hasta mi cintura. Remuevo mi saco negro. Lo tiro lejos. Comienzo a desabotonarme la camisa. Muy lentamente. Porque por más que muera por tocarla. Por besarla. Por hacerle el amor. Quiero que disfrute tanto como yo. Quiero hacerla desearme. Y cuando finalmente termino con los botones, recuerdo que hoy no llevo ropa interior. Y mis pechos quedan al descubierto, porque retiro mi camisa. Y en ningún momento he apartado mis ojos de los suyos. Poso mis palmas en su vientre. Y una punzada de deseo aterriza de lleno en mi clítoris. Estoy muy excitada ya. Comienzo a acariciar su abdomen, pero las ansias me vencen. Necesito verla. Desnuda. Ver su cuerpo desnudo. Ese cuerpo que me pertenece. Y la oigo respirar muy profundamente mientras comienzo a quitarle la camiseta negra. La tiro lejos. Y finalmente miro sus pechos. Y se me hace agua la boca, por las ganas inmensas que tengo de probarlos. Y me relamo y muerdo los labios. Porque estoy muy mojada. Muy excitada. Y mis caderas comienzan a moverse hacia adelante y hacia atrás. Y comienzo a fregar mi coño contra y vientre. Con fuerza. Porque necesito el contacto. Y mojo su vientre con mi excitación. Y ella gime. Y vuelve a gemir. Y se siente tan bien. Corazón En Llamas por B. B.
Y ella se corre. Se corre y yo estoy cerca también. Pero me freno un poco. Porque quiero correrme con su lengua, con sus labios y con sus manos en mí. Porque la extraño y necesito ser suya. Entonces me aparto de ella y me paro en el piso. Remuevo mi falda, pero aún queda un obstáculo. Y la miro. A los ojos, a los pechos... A las bragas. Y me relamo por las ganas de comerle el coño que tengo. -Quítatelas. Lo hace. Las deja a su lado. Y aun viendo el deseo marcado en su mirada, y el deseo marcado en su coño, necesito confirmarlo. Necesito saber que esto es de verdad. Que ella me ama, me desea y me necesita tanto como yo a ella. Así que lo decido. Me agacho, rebusco en mi falda hasta dar con la llave de la puerta, y salgo. Listo. Que me venga a buscar. Que me pruebe su amor. Si me quiere, que venga a por mí. Porque la voy a estar esperando. No quiero tomarla y después presenciar su rechazo. Morir de dolor y de vergüenza. Corazón En Llamas por B. B.
Así que me dirijo hacia el final del pasillo. Termino de bajar las escaleras y me asalta la oscuridad. Prendo un par de luces. Y como quiero darle a entender que pienso quedarme aquí, abajo, y desnuda, enciendo la televisión. Y así me quedo, viendo televisión por casi diez minutos. Hasta que la escucho. Sé que está ahí. Mirándome. Yo estoy con las piernas cruzadas, porque pienso ponérselo un poco difícil. Porque quiero saber cuán lejos piensa llegar. Cuán grande es su amor. Quiero que se arriesgue. Que me ame sin tapujos. Como yo la amo a ella. Se para frente a mí. Rápidamente se arrodilla, y, posando una mano en cada pierna, me las separa. Y al adelantar mis caderas al borde del sillón, finalmente, luego de tanto tiempo, y de tanto deseo reprimido, posa su boca en mi coño, y me siento desfallecer.
Fin…¿?
:I
Si por alguna razón has leído primero esta parte de la historia, deberías saber que el resto de esta escena continúa en "Corazón Hecho Cenizas". En realidad, para que no te asustes y creas que al empezar a leerlo estarás releyendo "Corazón en Llamas", déjame explicarte que se trata de la misma escena que ésta. Sólo que ésta comienza por la mañana, y termina justo cuando parece que se pone bueno. Y la otra ("Corazón Hecho Cenizas", la primer parte que escribí, en realidad), comienza por la noche, y termina... Corazón En Llamas por B. B.
Bueno... Ya te enterarás, supongo. Así que eso… ¡Gracias por llegar has ta aquí!.
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Nota del autor
¡Muchísimas gracias por leerme! De verdad, gracias. Ha sido un placer para mí escribir esta pequeña historia, y espero que lo haya sido para tí el leerla.
Besitos,
-B
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