EL YO DE LA CODICIA
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EL “YO” DE LA CODICIA “En verdad que vivimos felices si estamos libres de codicia entre los codiciosos. Si somos libres, moriremos libres de codicia entre hombres que son codiciosos. En verdad que si vivimos felices aunque a ninguna cosa la llamemos nuestra, seremos semejantes a los Dioses que se nutren de felicidad”. “El Dhammapada”, obra sagrada de Siddharta Gautama, el Buda.
“Muchos son los que rechazan la codicia, los que luchan contra ella, los que se disciplinan contra ella siguiendo determinadas normas de conducta, pero como no han comprendido en verdad todo el proceso de la codicia, resultan (en el fondo) CODICIANDO NO SER CODICIOSOS”. Samael Aun Weor, “Educación Fundamental”, Cap. Nº 4.
1- INTRODUCCIÓN El décimo mandamiento de la Ley Divina ordena “no codiciar los bienes ajenos”. En el lenguaje religioso, a la violación de la Ley se le llama “pecado”. Pecar implica, por lo tanto, cometer un delito. La codicia tiene sus modos específicos de violentar los mandatos divinos y los preceptos constitucionales establecidos en los códigos penales, administrativos, laborales, etc. de los países democráticos del planeta Tierra. Entiéndase por “codicia” el apetito psicológico o deseo vehemente, desordenado e inconsciente de adquirir riquezas y bienes. La codicia es uno de los 7 “Yoes” capitales, es un “Agregado Psíquico”, “Apéndice” o “Elemento Indeseable” que nos convierte en miserables esclavos del dinero y de los bienes materiales. El desequilibrio mental, emocional y motor-instintivo-sexual que provoca el “Yo” de la codicia podemos evidenciarlo si auto-observamos muy juiciosamente sus íntimas reacciones frente a los objetos que desea. Este “elemento subjetivo” o “Yo-demonio” que ahora estamos estudiando, suele asociarse íntimamente con los “Yoes” ladrones que en nuestro interior cargamos, y es así que (entre otras muchas cosas) le place usurpar, quitar, malversar, robar lo que no le pertenece, negociar ilícitamente con el alimento ajeno, hambrear a los pueblos (o a los grupos de gente) acaparando víveres, encareciéndolos para sacar de ellos absurdas plusvalías, negándole el pan al hambriento y el agua al sediento. Motivados por el “Yo” de la codicia, los poderosos terratenientes olvidan que la tierra es de quien la trabaja, del campesino que la labra, que la suda, absorbiendo o tomando para sí grandes extensiones de terrenos cultivables. Pero no siempre el Ego de la codicia desea bienes exclusivamente terrenales; también codicia (de común acuerdo con la envidia) las Virtudes de los Santos, los Poderes del Alma, las Iniciaciones de los Adeptos Calificados, o bien desea ir al Nirvana, o vivir en los diferentes Cielos de que nos hablan los antiguos Sabios. El “Yo” de la codicia poco a poco nos entristece, nos agobia, nos angustia creándonos falsas necesidades, hasta que llega un momento en que somos total-
mente infelices por no poder poseer todo aquello que deseamos. En su libro titulado “Educación Fundamental”, Capítulo Nº 27, el V.M. Samael se refiere a la inconformidad de este Ego con las siguientes palabras: “El Yo de la codicia se va a los extremos y quiere acumular ricas fortunas. El ser humano necesita pan, abrigo y refugio; necesita tener pan, una casa propia, vestidos o trajes y abrigos para cubrir el cuerpo, pero no necesita acumular enormes sumas de dinero para poder vivir”. “Nosotros (añade el Maestro) no defendemos la riqueza ni la miseria. Ambos extremos son condenables: muchos son los que se revuelcan entre el lodo de la miseria y también son bastantes los que se revuelcan entre el lodo de la riqueza”. “Es necesario poseer una modesta fortuna, es decir, una casa hermosa con bellos jardines, una fuente segura de ingresos, estar siempre bien presentado y no pasar hambre. Esto es lo normal para todo ser humano; la miseria, el hambre, las enfermedades y la ignorancia no deberían jamás existir en ningún país que se precie de culto y civilizado”. “Todavía la democracia no existe, pero necesitamos crearla. Mientras exista un solo ciudadano sin pan, abrigo ni refugio, la democracia no pasa de ser un bello ideal”.
2- NUESTRA RELACIÓN CON EL DINERO “¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuír tu codicia”. “Con dinero podemos comprar medicinas, pero no podemos comprar la salud. Con dinero podemos comprar alimentos, pero no podemos comprar el apetito. Con dinero podemos tener mucha gente a nuestro alrededor, pero no podemos comprar la amistad. Con dinero podemos tener muchos sirvientes, pero el dinero no nos garantiza la fidelidad de la servidumbre. Entonces, ¿es Don Dinero un poderoso caballero”, como dijera el poeta Don Francisco de Quevedo?” (Notas de los editores)
“El dinero es una garantía de que se podrá obtener lo que se quiera en el futuro. Tener dinero en demasía es fuente de temor, y no tenerlo moderadamente es fuente de dolor. Un hombre sin dinero en esta época fatal en que vivimos, es como un arco sin flecha. El dinero en la mano es como la Lámpara de Aladino; el dinero es un buen sirviente, pero un mal amo. El que posee dinero tiene en el bolsillo a los que no lo tienen; por eso es que el pobre siempre ha sido un esclavo. Pecunia alter sanguis (el dinero es otra especie de sangre), dice el proverbio latino. Debemos trabajar para tener lo necesario, pero no debemos codiciar. No olvidemos jamás que la riqueza ha creado más codiciosos que la codicia hombres ricos. La codicia tiene tal poder cegador que todos los argumentos del mundo no convencerían jamás a un hombre de que él es codicioso. El Yo de la codicia se reviste con santos ropajes. Los ricos están siempre llenos de codicia, pero ellos jamás aceptarían tener el defecto de la codicia. Entre las gentes del alto mundo abundan los avaros, y por eso es que los poderosos de la Tierra son crueles. La avaricia (o apego desordenado a atesorar riquezas) es la madre de la crueldad; el Capital (ya sea el privado o el estadal) es siempre cruel y despiadado. El dinero es como el estiércol: no es bueno a no ser que se esparza. El afán de riquezas obscurece el sentido de lo justo y de lo injusto; los gobiernos que favorecen a los ricos y desprecian a los pobres, obran injustamente. Nada dura más en la vida que una fortuna moderada y nada llega más rápidamente a su término que una gran fortuna. Es muy difícil que los ricos sean modestos, es muy trabajoso que un hombre modesto sea rico. Ningún hombre justo se ha hecho rico; la riqueza es un poder usurpado (por unos pocos ladrones) para obligar a la gran mayoría a trabajar en su provecho. El que desea llegar a ser rico quiero serlo muy pronto, pero a expensas del dolor de sus semejantes. En la vida, más de un hombre habría sido peor si su fortuna hubiera sido mejor. Jamás en la vida hemos comprobado que la honradez de los hombres aumente con la riqueza. El pobre está lleno de temores y se imagina que todo el mundo lo desprecia... La miseria tiene un grave defecto: incita al pobre a cometer malas acciones. La pobreza hace humildes a algunos, pero perversos a la mayoría. Ya está dicho: algunos se revuelcan entre el lodo de la riqueza y otros entre el lodo de la pobreza. Al orgullo no le gusta deber y al amor propio no le gusta pagar. El hombre que sabe gastar y ahorrar es felíz porque disfruta de ambas cosas”. Samael Aun Weor, “Transformación Social de la Humanidad”, Cap. Nº 42.
En otro de sus extraordinarios libros (“El Cristo Social”), el fundador de las Asociaciones Gnósticas de Estudios Antropológicos y Culturales arroja luz sobre el “Yo” de la codicia y sobre cómo debería ser la correcta o justa relación de cada uno de nosotros con el dinero, y comienza preguntando: “¿Por qué el dinero ha asumido tan inmensa importancia en nuestra vida?
¿Acaso dependemos exclusivamente de él para nuestra propia felicidad psicológica?” “Todos los seres humanos (aclara el Maestro) necesitamos pan, abrigo y refugio. Esto se sabe, ¿pero por qué esto (tan natural y sencillo hasta para las aves del cielo) ha asumido importancia y significación tan tremenda y espantosa? El dinero ha asumido tal valor exagerado y desproporcionado porque psicológicamente dependemos de él para nuestro bienestar; el dinero alimenta nuestra vanidad personal, nos da prestigio social, nos brinda los medios para llegar al poder.” “El dinero ha sido usado por la mente con fines y propósitos totalmente diferentes de los que tiene en sí mismo, entre los cuales está cubrir nuestras necesidades físicas inmediatas. El dinero está siendo usado con propósitos psicológicos, y esa es la causa por la cual el dinero ha asumido una importancia exagerada y desproporcionada.” “Necesitamos dinero para tener pan, abrigo y refugio (eso es obvio), pero cuando el dinero se convierte en una necesidad psicológica, cuando lo utilizamos con propósitos distintos de los que él tiene en sí mismo, cuando dependemos de él para conseguir fama, prestigio, posición social, etc., entonces el dinero asume (ante la mente) una importancia exagerada y desproporcionada. De aquí se origina la lucha y el conflicto por poseerlo.” “Es lógico que tenemos necesidad de conseguir dinero para satisfacer nuestras necesidades físicas, para tener pan, abrigo y refugio, pero si dependemos del dinero (exclusivamente) para nuestra propia felicidad y satisfacción personal, entonces somos los seres más desgraciados de la Tierra.” “Cuando comprendemos profundamente que el dinero sólo tiene por objeto proporcionarnos pan, abrigo y refugio, entonces le ponemos (espontáneamente) una limitación inteligente. El resultado de esto es que el dinero ya no asume ante nosotros esa importancia tan exagerada que tiene cuando se convierte en una necesidad psicológica.” “El dinero (en sí mismo) no es bueno ni malo, todo depende del uso que hagamos de él: si lo utilizamos para el bien, es bueno; si lo utilizamos para el mal, es malo.” “Necesitamos comprender a fondo la verdadera naturaleza de la sensación y de la satisfacción; el que quiera llegar a comprender la verdad, debe estar libre de estas trabas. Si queremos liberar el pensamiento de las trabas de la sensación y de la satisfacción, tenemos que empezar con aquellas sensaciones que son para nosotros más familiares y establecer allí el adecuado cimiento para la comprensión.” “Las sensaciones tienen su lugar adecuado, y cuando las comprendemos profundamente (en todos los niveles de la mente), no asumen la estúpida deformación que ahora tienen.” “Muchas personas piensan que si todo orden de cosas marchase de acuerdo con el partido político al cual pertenecen y por el cual luchan siempre, entonces tendríamos un mundo felíz, lleno de abundancia, paz y perfección.” “Ese es un concepto falso, porque realmente nada de eso puede existir si antes no hemos comprendido (individualmente) el verdadero significado de las cosas. El ser humano es demasiado pobre internamente y por eso necesita del dinero y de las cosas para su sensación y satisfacción personal.” “Cuando alguien es pobre internamente, busca externamente dinero y cosas externas para complementarse y buscar satisfacción. Es por eso que el dinero y las cosas materiales han tomado un valor desproporcionado, y también que el ser humano esté dispuesto a robar, mentir y explotar a cada instante. A eso se debe la lucha entre el capital y el trabajo, entre patronos y obreros, entre explotadores y explotados, etc.” “Son inútiles todos los cambios políticos sin antes haber comprendido nuestra propia pobreza interior. Puede cambiarse una y otra vez el sistema social, pero si no hemos comprendido profundamente la íntima naturaleza de nuestra pobreza interior, el individuo creará siempre nuevos medios y caminos para obtener satisfacción personal a costa de la paz de los otros.” “Es urgente comprender profundamente la naturaleza íntima de este mí mismo (el de la codicia,
en este caso), si es que realmente queremos ser ricos internamente. Quien es rico internamente (en valores del Alma), está libre de las trabas de la sensación y satisfacción personal.” “Quien es rico internamente, es incapaz de explotar al prójimo, es incapaz de robar y mentir. Quien es rico internamente ha hallado la felicidad.” “Necesitamos dinero, es cierto, pero es necesario comprender profundamente nuestra justa relación con él. Ni el asceta ni el avaro codicioso han comprendido jamás cuál es la justa relación con el dinero. “No es renunciando al dinero ni codiciándolo como podemos llegar a entender nuestra justa relación con él. Necesitamos comprensión para darnos cuenta, inteligentemente, de nuestras propias necesidades materiales sin depender desproporcionadamente del dinero.” “Cuando comprendemos nuestra justa relación con el dinero, termina de hecho el dolor del desprendimiento y el sufrimiento espantoso que nos produce la competencia.” “Debemos aprender a diferenciar entre nuestras necesidades físicas inmediatas y la dependencia psicológica de las cosas. La dependencia psicológica de las cosas crea la explotación y la esclavitud.” “La codicia de los demás individuos vive dentro de nuestra propia Conciencia; la codicia del mundo está dentro del individuo. La codicia es la causa secreta del odio y de las brutalidades del mundo.” “Nosotros somos el mundo. Sólo comprendiendo el complejo proceso de la codicia en todos los niveles de la mente, podemos llegar a experimentar la Gran Realidad”.
“Cuando alguien es pobre internamente, busca externamente dinero y cosas externas para complementarse y buscar satisfacción. Es por eso que el dinero y las cosas materiales han tomado un valor desproporcionado, y también que el ser humano esté dispuesto a robar, mentir y explotar a cada instante. A eso se debe la lucha entre el capital y el trabajo, entre patronos y obreros, entre explotadores y explotados, etc.”
3- LA CODICIA Y LA AMBICIÓN “Si nosotros no transformamos las impresiones, nada cambiará en nosotros. La lujuria, la codicia, el orgullo, el odio, etc., existen dentro de nuestra psiquis en forma de impresiones que vibran incesantemente. ¿Por que existe la codicia? Porque indubitablemente muchas cosas despertaron en nosotros el deseo de poseer dinero, joyas, cosas materiales de toda clase, y cometimos el error de no haber transformado esas impresiones en algo diferente: en una atracción por la belleza, en alegría, etc. Tales impresiones no-transformadas se convirtieron en Yoes de codicia que ahora cargamos en nuestro interior”. Samael Aun Weor.
Así como la vanidad es pariente del orgullo, del mismo modo la ambición es hijastra del “Yo” de la codicia. Muchos reconocen que tiene ambiciones en la vida (a las que consideran “normales” y “naturales”), pero es muy difícil que alguien admita la existencia del “Yo” de la codicia dentro de su propia Psiquis. “Ambicionar” implica “desear ardientemente una cosa”. La ambición, por lo tanto, es en sí misma una emoción negativa, un sentimiento apasionado o deseo por conseguir (de cualquier manera) dineros, poder, fama, virtudes, etc. Para beneficio del aspirante gnóstico que anhela saber cómo o de qué manera uno mismo ambiciona aquello que codicia, trascribiremos textualmente el Capítulo Nº 7 del libro “Educación Fundamental”, denominado precisamente “La Ambición”... Nos dice, pues, el Maestro: “La ambición tiene varias causas y una de ellas es eso que se llama miedo”. “El humilde muchacho que en los parques de las lujosas ciudades limpia el calzado de los orgullosos caballeros, podría convertirse en ladrón si llegase a sentir miedo a la pobreza, miedo a sí mismo, miedo a su futuro”. “La humilde modista que trabaja en el fastuoso almacén del potentado, podría convertirse de la noche a la mañana en ladrona o prostituta si llegase a sentir miedo al futuro, miedo a la vida, miedo a la vejez, miedo a sí misma, etc.” “El elegante mesero del reataurant de lujo o del gran hotel podría convertirse en un ganster, en un asaltante de Bancos o en un ladrón muy fino si por desgracia llegase a sentir miedo de sí mismo, de su humilde posición de mesero, de su propio porvenir”. “El insignificante insecto ambiciona ser elefante, el pobre empleado de mostrador que atiende a la clientela y que con paciencia nos muestra la corbata o los zapatos, haciendo muchas reverencias y sonriendo con fingida mansedumbre, ambiciona algo más porque tiene miedo, mucho miedo: miedo a la miseria, miedo a su futuro sombrío, miedo a la vejez, etc.” “La ambición es polifacética, la ambición tiene cara de santo y cara de diablo, cara de hombre y cara de mujer, cara de interés y cara de desinterés, cara de virtuoso y cara de pecador”. “Existe ambición en aquel que quiere casarse y en aquel viejo solterón empedernido que aborrece el matrimonio. Existe ambición (asociada con la vanidad) en aquel que desea con locura infinita ser alguien, figurar, trepar, y existe ambición en aquel que se hace anacoreta, que no desea nada de este mundo porque su única ambición es alcanzar el Cielo, liberarse”. “Existen ambiciones terrenales y ambiciones espirituales; a veces la ambición usa la máscara del desinterés y del sacrificio. Quien no ambiciona este mundo ruin y miserable ambiciona el otro, y quien no ambiciona dinero, ambiciona Poderes Psíquicos”.
Cuando se asocia con el “Yo fariseo”, “al Yo, al mí mismo, al sí mismo le encanta esconder la ambición, meterla en los recovecos más secretos de la mente, y luego dice: Yo no ambiciono nada, yo amo a mis semejantes, yo trabajo desinteresadamente por el bien de todos los demás seres humanos”. Por ejemplo: “el político zorro que se las sabe todas, asombra a veces a las multitudes con sus obras aparentemente desinteresadas, más cuando abandona el cargo es apenas normal que salga de su país con unos cuantos millones de dólares. La ambición, disfrazada con la máscara del desinterés, suele engañar hasta a las gentes más astutas”. “Son muchas las gentes que renuncian a todas las pompas y vanidades del mundo porque sólo ambicionan su propia Auto-Realización Intima. El penitente que camina de rodillas hasta el Templo, no ambiciona aparentemente nada y hasta se da el lujo de dar sin quitar nada a nadie, pero es claro que ambiciona el milagro, la curación, la salud para sí mismo o para algún familiar, o bien la salvación eterna”. “Nosotros admiramos a los hombres verdaderamente religiosos, pero lamentamos que no amen su religión con verdadero desinterés”. “Las santas religiones, las sublimes escuelas, órdenes, sociedades espiritualistas, etc., merecen nuestro amor desinteresado. Es muy raro encontrar en este mundo alguna persona que ame su religión, su escuela, etc. desinteresadamente, y eso es muy lamentable”. “Todo el mundo está lleno de ambiciones; Hitler se lanzó a la guerra por ambición. Todas las guerras tienen su origen en el miedo y la ambición, todos los problemas más grandes de la vida tienen su origen en la ambición. Todo el mundo vive en lucha contra todo el mundo debido a la ambición, lanzándose unos contra otros y todos contra todos”. Toda persona, en la vida, ambiciona ser algo o alguien. Las personas de cierta edad (maestros, padres de familia, tutores, etc.) estimulan a los niños, a las niñas, a las señoritas, a los jóvenes, etc. a seguir por el camino horrendo de la ambición. Los mayores le dicen a los alumnos y alumnas: Tienes que ser algo en la vida, volverte rico, casarte con gente millonaria, ser poderoso”. “Las generaciones viejas, horribles, feas, anticuadas, quieren que las nuevas generaciones sean también ambiciosas, feas y horribles como ellas. Lo más grave de todo esto es que la gente nueva se deja marear y también se deja conducir por ese camino horrible de la ambición”...
4- LOS MOTIVOS DE LA CODICIA “Alborota su casa el codicioso; más el que aborrece el soborno vivirá. Mejor es lo poco con justicia que la muchedumbre de frutos sin derecho; mejor es adquirir sabiduría que oro preciado, y adquirir inteligencia vale más que la plata”. Proverbios de Salomón-Rey.
Llevados de la mano por el V.M. Samael Aun Weor, adentrémonos ahora en ese mundo horrible de la codicia, leyendo muy juiciosamente el Capítulo Nº 20 del libro titulado “El Misterio del Áureo Florecer” que textualmente dice: “Viajando por todos estos países del mundo, hube de morar por algún tiempo en la ciudad del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, al pie de las montañas de Monserrate y Guadalupe. Por aquellos tiempos, ya muy cercanos a la segunda guerra mundial, me fue presentado en aquella ciudad un amigo por cierto muy singular”. “Sucre se llamaba, y viajando también había venido en busca de conocimientos universitarios desde cierto puerto del Atlántico hasta la cumbre andina”. “Con aqueste amigo de otros tiempos todo fue muy curioso, hasta la insólita y misma presentación”. “Alguien cuyo nombre no menciono, tocó cualquier noche en la puerta de mi morada con el evidente propósito de invitarme a una plática de fondo con el consabido amigo. No fue por cierto muy hermoso el sitio de reunión (una tienda de mala muerte con un pequeño salón), y después de todos los formulismos de presentación, entramos en materia de discusión”. “Resultó palmaria y manifiesta la capacidad intelectual de mi nuevo amigo, sujeto teórico, especulativo, estudioso. Se decía fundador de alguna Logia de tipo Teosófico y citaba con frecuencia a H.P.B., Leadbeater, Annie Besant, etc.” “En el intercambio de ideas es indubitable que brilló haciendo exposiciones seudo-esotéricas y seudo-ocultistas. Si no hubiera sido por su afición al hipnotismo y al deseo exhibicionista, aquella reunión de amigos habría terminado pacíficamente, más he aquí que el Diablo donde quiere mete la cola”. “Sucedió que a este amigo le dio por hacer demostraciones de su poder hipnótico, y acercándose a un señor de cierta edad que estaba por allí, sentado cerca a otra mesa, le rogó muy cortésmente que sirviese de sujeto pasivo para su experimento”. “En tratándose de cuestiones relacionadas con la Hipnología, no está de más enfatizar la idea de que no todos los sujetos son susceptibles de caer en trance”. “Sucre, con su Yo exhicibicionista, es ostensible que no quería verse en un ridículo, necesitaba demostrar su poderío, y por ello hizo sobrehumanos esfuerzos para sumir en sueño hipnótico al caballero. Más todo fue inútil: mientras Sucre luchaba y hasta sufría, aquel buen caballero (en sus adentros) pensaba lo peor”. “Y de pronto, como si cayera un rayo en una noche tenebrosa, sucedió lo que tenía que suceder: el caballero pasivo saltó de su lugar increpando a Sucre, tratándolo de ladrón, estafador, bandido, etc., más nuestro consabido amigo, que tampoco era una mansa oveja, tronó y relampagueó. Afortunadamente intervino la policía y todo quedó tranquilo; el pobre Sucre hubo de empeñar su equipaje para pagar la deuda”... “Pasado aquél tan desagradable descalabro, fijamos una nueva cita con el mencionado amigo, la cual es obvio que fue más tranquila pues a Sucre no se le metió en la cabeza la absurda idea de repetir su experimento. Entonces aclaramos muchas ideas y conceptos de fondo esotérico y ocultista”.
“El amigo aquél ingresó más tarde a la Universidad con el propósito de hacerse un buen abogado, y es evidente que era un magnífico estudiante”. “Un día cualquiera, después de muchos años, el mencionado amigo me invitó a comer y de sobremesa hubo una conversación sobre tesoros escondidos. Entonces a mi se me ocurrió narrarle el siguiente caso: “Dormía yo en mi recámara (le dije) cuando fui súbitamente despertado por un extraño ruido subterráneo que corría o circulaba misteriosamente del noroeste al suroeste”. “Me senté, algo sobresaltado por tan inusitado sonido, para ver desde mi lecho lo que estuviera sucediendo. Entonces, con gran sorpresa, vi que en un rincón de mi dormitorio la tierra se abría y surgió, como por encanto, el fantasma de una mujer desconocida que con voz muy delicada me dijo: hace muchos años soy muerta; aquí, en este lugar, enterré yo un gran tesoro. Sácalo tú, es para ti”... “Al escuchar Sucre mi relato de sobremesa, me rogó (vehemente) que le llevara al lugar de los hechos, y es claro que yo no quise negarle este servicio”. “Otra tarde, vino a decirme que se había puesto en contacto con el dueño de esa casa (un doctor muy famoso de la ciudad) y me suplicó le investigara si tal personaje era o no realmente el dueño de dicha propiedad, pues tenía sus dudas”. “Confieso llanamente, y con la más entera franqueza, que no me fue difícil realizar el Desdoblamiento Astral; sencillamente aproveché el estado de trancisión entre vigilia y sueño. En instantes de empezar a dormitar, me levanté delicadamente de mi lecho y salí a la calle. Es ostensible que el Cuerpo Físico quedó dormido en la cama. Así se realizó el desdoblamiento del Eidolón con pleno éxito; todavía recuerdo aquel notable experimento psíquico”. “Volando, flotando en el ambiente Astral del planeta Tierra, anduve por varias calles buscando el consultorio médico del doctor. Rogué a mi Intercesor Elemental que me llevara a ese Despacho, y es ostensible que fui asistido”. “Al llegar a cierta casa, ascendí; tres gradas conducían a la portada suntuosa de una mansión”. “Me entré por aquellas puertas y me encontré en un salón de espera; avancé un poco más y penetré resueltamente en el consultorio. Examiné en detalle el interior de éste último; vi una mesa y sobre ella algunas otras cosas. Una ventana permitía ver el patio de la residencia; el doctor estaba sentado y en su Aura pude ver la consabida propiedad”. “Regresé a mi Cuerpo Físico, muy satisfecho con el experimento (el Eidolón, ciertamente, es extraordinario)”. “Muy de mañana vino mi amigo a conocer el resultado de mi experimento psíquico; yo le narré detalladamente todo lo que había visto y oído. Entonces vi asombro en el rostro de Sucre; él conocía tal Consultorio y los datos que le daba resultaban exactos”. “Lo que sucedió después es fácil adivinarlo: Sucre no sólo logró que aquel médico le alquilara la casa, sino que además (y esto es lo más curioso) lo hizo su socio”... “Por aquellos días resolví alejarme de aquella ciudad, a pesar de los ruegos de aquel amigo quien insistía en que yo cancelara mi viaje”. “Cuando regresé más tarde a aquél lugar, después de algunos años, ya todo había cambiado, la casa aquella había desaparecido. Entonces me encontré en un terreno árido, horrible, pedregoso, espantosamente aburridor. Y vi instalaciones de alta tensión eléctrica y motores de doble bomba, y máquinas de toda especie y trabajadores bien pagados, etc., etc., etc.” “Sucre, viviendo allí mismo, dentro de un cuarto que parecía mas bien una trinchera en un campo de batalla, entraba, salía, daba órdenes a los trabajadores, etc. Aquel cuarto estaba protegido con gigantescas rocas y en sus muros se veían muchas ventanillas pequeñas que podían abrirse o cerrarse a voluntad”. “Por aquellos postigos vigilaba Sucre lo que pasara a su alrededor; tales mirillas eran dizque
muy útiles. De cuando en cuando, al menor ruido exterior, empuñaba su pistola o su fusil, y entonces aquellas aberturas veíanse desde afuera ya abriéndose o cerrándose, o asomándose (a través de ellas) las bocas de fusiles o pistolas”. “Así estaban las cosas cuando yo volví. Entonces mi amigo me explicó que aquel tesoro era muy codiciado, que se trataba del famoso Becerro de Oro que había inquietado a muchas gentes de la comarca, y que por lo tanto estaba rodeado de mortales enemigos codiciosos que habían intentado asesinarle”. “¡Válgame Dios y Santa María! (me dije a mi mismo); en mala hora fui yo a contarle a este amigo la visión esa del tesoro, mejor hubiera sido callarme el pico”. “Otro día, lleno de optimismo me confesó que, ciertamente, a doce metros de profundidad había encontrado un muñeco de barro cocido y que dentro de la cabeza hueca del mequetrefe, halló un pergamino en el cual estaba trazado todo el mapa del tesoro”. “En el laboratorio del doctor fue sacado cuidadosamente tal pergamino de entre la cabeza del fantoche, pues con el tiempo y la humedad se había pegado demasiado. De acuerdo con el plano existían (a doce metros de profundidad) cuatro depósitos situados uno al Este, otro al Oeste, un tercero al Norte y el último hacia el Sur”. “Tal plano daba señales y datos precisos, y al final tenía una sentencia firmada con iniciales de nombre y apellido: Quien encuentre mi tesoro que enterré en pozos hondos, será perseguido por la Iglesia del Patrono y antes de veinte días que no sepan que sacó las ganancias que enterré para yo”... “Por esos días ya la segunda guerra estaba muy avanzada, Hitler había invadido a muchos países europeos y se preparaba para atacar a Rusia. Mi amigo era germanófilo ciento por ciento y creía muy seriamente en el triunfo de Hitler. Es claro pues que, influenciado por las tácticas políticas de Hitler, que hoy firmaba un tratado de paz con cualquier país y al otro día le atacaba, no quiso trabajar de acuerdo con las indicaciones del plano”. “Sucre se dijo a sí mismo: Tales indicaciones son un despiste; el tesoro está muchos metros bajo el muñeco, los citados cuatro depósitos no me interesan”. “Así pues, abandonó las indicaciones y se fue al fondo. Cuando me asomé al hueco aquél, sólo vi un precipicio negro, profundo, espantoso... Amigo Sucre (le dije), usted ha cometido un error muy grave: ha dejado el tesoro arriba, en los cuatro depósitos, y se ha ido al fondo; nadie entierra un tesoro a tanta profundidad. Es ostensible que tales palabras, por mi pronunciadas, llevaban la fragancia de la sinceridad y el perfume de la cortesía”. “Empero debemos hablar sin ambages para hacer énfasis en el Yo de la codicia. Incuestionablemente, éste último resaltaba exorbitante en mi amigo, combinándose con la astucia, la desconfianza y la violencia”. “De ninguna manera fue para mi algo insólito el que Sucre entonces tronara y relampagueara, vociferando y hasta endilgán-dome cosas en las cuales jamás había pensado. ¡Pobre Sucre!: me amenazó de muerte, creyó por un instante que yo dizque estaba muy de acuerdo con sus consabidos enemigos, tal vez con el propósito de robarle su tesoro. Después de todo, y viendo mi espantosa serenidad, me invitó a su refugio de trinchera a tomar café”... “Antes de alejarme definitivamente de aquella hispánica ciudad, en otros tiempos conocida como Nueva Granada, hízome aquel amigo otra petición: me suplicó, de todo corazón, que estudiara con el Eidolón (legítimo Cuerpo Astral del verdadero Hombre) su trabajo subterráneo”. “Yo también quería hacer una exploración Astral en aquella hondura, y por ello accedí a su petición”. “Y sucedió que en una noche tranquila de plenilunio, me acosté muy tranquilo en decúbito-dorsal (boca arriba) y con el cuerpo bien relajado. Sin preocupación alguna me propuse vigilar, espiar mi propio sueño; quería utilizar, para mi salida astral, aquel estado de transición entre vigilia y sueño”. “Cuando comenzó el proceso de ensoñación, cuando empezaron a surgir las imágenes propias
del sueño, delicadamente (y sintiéndome como espíritu) hice un esfuerzo para eliminar la pereza y entonces me levanté de la cama. Salí de mi recámara como si fuese un fantasma, caminando delicadamente, y luego abandoné la casa”. “Por las calles de la ciudad flotaba deliciosamente, lleno de una exquisita voluptuosidad espiritual. No me fue difícil orientarme; pronto estuve en el lugar de los acontecimientos, en el terreno de los hechos”. “Ante aquel hueco negro y horrible, que ya tenía más de setenta metros de profundidad, un viejito enano (un pigmeo, un gnomo de respetable barba blanca) me contempló inocente. Flotando en la atmósfera, descendí suavemente hasta el fondo acuoso del nefasto hoyo de codicias. En tocando con mis pies sidéreos el limo de la tierra húmeda y sombría, hice con agrado un esfuerzo más y penetré en el interior de ésta, bajo el fondo mismo del pozo”.
“¡Cuan horrible es la codicia! En tal lugar sólo reinaba el miedo, la desconfianza, el revólver, el fusil, el espionaje, la astucia, los pensamientos de asesinato, las ansias de mandar, de imperar, de subir al tope de la escalera, de hacerse sentir”.
“¡Cuán suavemente descendía con el Eidolón, bajo el asiento negro de tal antro del que manara mucha agua! Examinando detalladamente cada roca de granito sumergida bajo las aguas caóticas, me adentré muy profundamente bajo aquel subsuelo. Es evidente que el amigo de marras había dejado el tesoro allá arriba (como ya lo dijimos en párrafos anteriores). Ahora, y en estas regiones abismales, sólo veía ante mi insignificante persona, piedras, lodo, aguas”... “Más, de pronto, algo inusitado sucede: estoy ante un canal horizontal que saliéndose del terreno, se dirige hacia la calle. ¡Qué sorpresa!, Sucre nada me había hablado de esto, nunca me dijo que en semejantes profundidades pensara hacer una perforación horizontal”. “Serenamente me deslicé con el Eidolón por entre el sobredicho canal inundado por las aguas. Avancé un poco más y luego salí a la superficie, por el lado de la calle. Más tarde, cuando comuniqué todo esto a mi amigo, le vi muy triste. Este hombre sufría lo indecible: quería oro, esmeraldas, riquezas; la codicia se lo estaba tragando vivo. Empero se justifica diciendo que todo ese tesoro lo necesitaba para hacer una revolución proletaria, dizque necesitaba invertir esos dineros en armamentos, etc.” “¡Cuan horrible es la codicia! En tal lugar sólo reinaba el miedo, la desconfianza, el revólver, el fusil, el espionaje, la astucia, los pensamientos de asesinato, las ansias de mandar, de imperar, de subir al tope de la escalera, de hacerse sentir”. “Cuando salí de aquella ciudad, tomé la resolución de jamás volver a intervenir en esos motivos de codicia”. “Vended lo que poseéis (dijo el Cristo) y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”... Hasta allí el capítulo citado. Seguidamente estudiemos cómo y por qué el “Yo” de la codicia tiene dos extremos pendulares que van desde la avaricia hasta el derroche, desequilibrando la economía familiar y la economía de los pueblos, además de adormecer en forma alarmante la Conciencia individual.
5- LA AVARICIA Y EL DERROCHE “¿Acaso no violan la ley los pródigos y los avaros? ¿Acaso no alteran el equilibrio de la balanza económica de los pueblos? ¿Acaso no alteran el modus-operandi del Eterno Trogo-Auto-Egocrático- Cósmico Común? Reflexionad en todo esto, queridos amigos, damas, caballeros”. Samael Aun Weor, “Sí hay Infierno, sí hay Diablo, sí hay Karma”, Cap. Nº 8.
El mandato divino que ordena “no codiciar los bienes ajenos”, desde un punto de vista gnóstico es muy amplio, abarca múltiples facetas de nuestra particular psicología, y así debe ser entendido por los aspirantes al auto-conocimiento o auto-gnosis. Por ejemplo, uno puede codiciar también la mujer del prójimo, en cuyo caso este Ego se asocia íntimamente con el “agregado psíquico” de la lujuria, que como ya sabemos induce a la fornicación y al adulterio. Similarmente, cualquier amante de los excesos puede ser fácil víctima de la gula-codiciosa, o sea del “Yo” goloso en íntima conexión con el “elemento indeseable” de la codicia. Ya vimos, en el segmento anterior de esta guía de estudio, como en el nefasto mundo de la codicia sólo imperan los “Yoes” del miedo, de la desconfianza, de los recelos, de la astucia, de la violencia, de la ira, del homicidio y muchos otros cuya sola reseña ocuparía muchísimas páginas. Ahora bien, entre las diversas ramificaciones o derivados de este “Yo capital” resalta la avaricia, o deseo desmedido de acumular riquezas, de acapararlas en forma egoísta y hasta cruel. En tal sentido conviene recordar que “lo que internamente somos (espléndidos o mezquinos, generosos o tacaños, violentos o apacibles, castos o lujuriosos) atrae todas las circunstancias de la vida”, de donde podemos inferir que el avaro, el usurero, el egoísta, al igual que su antítesis el derrochador, el despilfarrador, atraen múltiples circunstancias penosas y dolorosas, en las que hay problemas legales, asuntos de policía, cárceles y desgracias de variado tipo. “Analizando esta cuestión a fondo, debemos aseverar, solemnemente, que es tan absurdo el despilfarro como la avaricia”. Si el avaro es un tremendo egoísta, por su parte el derrochador es un orgulloso, un vanidoso que malgasta el dinero y bienes en general por simple ostentación, para que todos vean su “grande generosidad”. Tanto en el uno como en el otro hay total olvido de sí mismos, de su propio Ser Interior Profundo. Cuando uno se olvida de su propio Ser vive en la más tremenda oscuridad psicológica y siente miedo, mucho miedo. Detrás del “Yo” de la codicia, de la ambición, de la avaricia, etc., está siempre oculto el “Yo” del temor. A su vez, el miedo es el producto fatal de la ignorancia de sí mismos y del Universo que nos rodea, y del cual formamos parte. Viviendo así, en tales condiciones, nada sabemos (por ejemplo) de lo que es la Ley del TrogoAuto-Egocrático Cósmico Común; ignoramos que esta Ley se manifiesta como alimentación recíproca de todo lo existente y que “nuestra Mónada Interior, la Chispa Inmortal, el Padre que está en secreto (como dijera el Evangelio Crístico) es el eterno regulador del proceso TrogoAuto-Egocrático Cósmico Común”. Por tanto, “él tiene poder para y para quitarnos”. Es decir, “si nosotros actuamos de
acuerdo con la Ley, si vivimos en armonía con el Infinito, si aprendemos a obedecer al Padre que está en secreto así en los Cielos como en la Tierra, jamás nos faltará el pan de cada día” y desde luego la codicia y la ambición salen sobrando. “Dentro del proceso meramente Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común, debemos permanecer siempre fieles a la Ley de la Balanza. Es claro que la violación de la Ley del Equilibrio trae consecuencias kármicas dolorosas”. “En el terreno de la vida práctica podemos verificar conscientemente las desastrosas consecuencias que devienen de la violación de la Ley de la Balanza. El pródigo, el derrochador, aquel que malgasta su dinero, aunque se sienta muy generoso es indubitable que está violando la Ley. El avaro, aquel que no hace circular el dinero, aquel que egoístamente lo retiene en forma indebida, está perjudicando a la colectividad, quitando el pan a muchas gentes, empobreciendo a sus semejantes, y por tal motivo está violando la Ley del Equilibrio, la Ley de la Balanza”. “El derrochador, aunque aparentemente haga bien haciendo circular la moneda en forma intensiva, es lógico que produce desequilibrio no solamente en sí mismo sino también en el movimiento general de Valores. Esto, a la larga, ocasiona tremendos perjuicios económicos a los pueblos”. “Pródigos y avaros se transforman en mendigos, y eso ya está comprobado. Es indispensable, es urgente cooperar con la Ley del Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común, no entorpecer el equilibrio económico, no dañarse a sí mismo ni perjudicar a los demás”... Todos estos párrafos que renglones arriba (y entre comillas) hemos transcrito, han sido tomados del libro “Sí hay Infierno, sí hay Diablo, sí hay Karma”, donde (además de lo dicho) el V.M. Samael añade que “la Ley del Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común permite la convivencia entre los mundos”, pues “hay intercambio de radiaciones entre los distintos metales que existen en el interior de la Tierra, hay recíproca alimentación entre los metales, y lo que más asombra es el intercambio entre aquellos que existen en el interior de la Tierra y los que subyacen dentro del reino mineral sumergido de otros mundos del Sistema Solar”. “Esta alimentación recíproca entre los planetas, este intercambio de sustancias planetarias, deviene originando el equilibrio de los mundos alrededor de sus centros gravitacionales. Con otras palabras diremos lo siguiente: existe recíproca alimentación entre las plantas, entre los minerales, entre los organismos de toda especie”. “Los procesos económicos humanos, las fluctuaciones de la moneda, el debe y el haber financiero, el intercambio de mercancías y monedas, la economía particular de cada cual, lo que cada uno recibe y gasta, etc., pertenecen también a la gran Ley del Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común. Es claro (repetimos), es evidente que en nuestro Sistema Solar, el radiante Astro que nos ilumina es de hecho el administrador de esta suprema Ley Cósmica”. “Ahora podemos explicarnos claramente el motivo fundamental por el que pródigos y avaros alteran la Balanza de Pagos y ocasionan funestas consecuencias en el equilibrio cósmico y humano. Quienes violan la Ley en alguna forma deben recibir su merecido. No es pues extraño encontrar en la antítesis solar, en el 4º Círculo Dantesco, a los pródigos y a los avaros”.
6- PREGUNTAS DE LOS ESTUDIANTES Y RESPUESTAS DEL V.M. SAMAEL AUN WEOR “Como quiera que el Sol es la fuente de toda vida y el agente maravilloso que sustenta toda existencia, de acuerdo con la Ley del Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común, obviamente la antítesis fatal y negativa de todo esto venimos a encontrarla realmente en el aspecto antitético solar de la cuarta zona sumergida terrestre. En esa tenebrosa región, en esos infiernos atómicos de la Naturaleza, encontramos dos tipos de gentes involucionantes. Quiero referirme, en forma enfática, a los derrochadores y a los avaros, dos clases de sujetos que no pueden reconciliarse entre sí jamás, y que una y otra vez se atacan incesantemente”. Samael Aun Weor, obra y capítulo citados.
PREGUNTA: Querido Maestro, usted nos ha hecho una exposición, en verdad trascendental, sobre el 4º Círculo Dantesco; nos ha informado que allí moran los pródigos y los avaros. ¿Tendría ahora inconveniente en explicarnos qué tipo de sufrimientos padecen los seres que allí habitan? Amigo mío, su pregunta me parece bastante interesante y me apresuro a responderle. Como quiera que en los Mundos Sumergidos sólo vemos resultados, lo invito a la reflexión: pregúntese a sí mismo qué es la avaricia, en qué se parece un avaro a un mendigo, cuál es la vida de los avaros, sus enfermedades, sus padecimientos, y en qué forma mueren. Vayamos al otro extremo: pensemos por un instante en la persona que ha derrochado toda su fortuna. ¿En qué situación queda?, ¿cuál es la suerte de sus hijos, de su familia en general, etc., etc., etc.? En el Casino de Montecarlo se conocieron muchos casos de suicidio de jugadores que quedaron en la miseria, que perdieron sus millones de la noche a la mañana. ¿Qué diremos ahora de estos dos tipos de gente? Amigos: en los Mundos Infiernos sólo existen resultados y éstos son catastróficos, terribles, espantosos. En el Averno, desesperados los pródigos y los avaros blasfeman contra la Divinidad, maldicen, se combaten mutuamente, se sumergen en espantosa desesperación. PREGUNTA: Maestro, como quiera tanto que el derroche como la avaricia a mi manera de ver se relacionan con el hambre de los pueblos, y ya que la Ley del Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común rige el equilibrio, me parece que esto nos puede llevar directamente al problema de la alimentación, porque seguramente en el 4º Círculo Dantesco padeceremos sufrimientos, de no guardar un equilibrio en la balanza de nuestra nutrición. ¿Podría decirnos algo al respecto? Distinguido señor que hace la pregunta: ya en nuestra plática pasada, sobre el 3er. Círculo, hicimos énfasis sobre el caso de los glotones. Indubitablemente ellos en sí mismos y por sí mismos violan la Ley del Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común, llevando al interior de sus organismos un exceso de alimentos y de bebidas. Es claro que toda violación de la Ley de la Balanza ocasiona desequilibrio y el resultado es el dolor. PREGUNTA: Por lo expuesto llego a la síntesis de que en el 4º Círculo Dantesco-Solar habitan todos aquellos que desequilibran la balanza de la economía universal, o sea, desde un punto de vista meramente económico. ¿Estoy en lo correcto? Caballero amigo, su pregunta es correcta. Ciertamente no se puede violar impunemente la Ley de la Balanza Económica Mundial sin recibir su merecido. Ley es Ley, y la violación de toda Ley trae dolor. PREGUNTA: Querido Maestro, cuando hablaba usted de los glotones al tratar del desequilibrio de la Balanza, ¿por analogía se puede decir lo mismo de los que involuntariamente, por ignorancia, carecen de una nutrición adecuada, especialmente por desconocimiento de la Ley del
Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común? ¿Podríamos también considerar que los ortodoxos de la “religión de cocina” (o sea los vegetarianos) habitarían en el círculo que usted está tratando en esta conferencia? Distinguido caballero que hace la pregunta: permítame decirle con entera claridad meridiana que cada cual es libre de alimentarse como quiera. Existen vegetarianos insoportables que han de la comida una “religión de cocina”, y existen también sobre la faz de la Tierra carnívoros sanguinarios, casi caníbales, que han destruido su organismo. De todo hay en esta vida y todos pecan por el desequilibrio, todos violan la Ley de la Balanza, y el resultado de toda violación no es muy agradable. Empero no está de más repetir que cada cual es libre de alimentarse como quiera. Sin embargo no debemos olvidar la Ley: si destruímos nuestros cuerpos, nos toca soportar las consecuencias. Conviene especificar que en los abismos existen también muchos vegetarianos; ninguno de ellos vive allí por el delito de ser comedor de vegetales, sino por muchas otras cosas. En cuestiones de alimentación, que cada cual coma lo que quiera. Lo importante, repito, es no infringir la Ley. Eso es todo. PREGUNTA: Maestro, ¿qué podría decirnos de la materialidad y el número de leyes que gobiernan el 4º Círculo Dantesco? Respetable caballero, amigos, oídme bien... El 4º Círculo Dantesco está constituido por átomos muchísimos más densos que aquellos que vienen a dar forma y estructura a los 3 Círculos anteriores. Es evidente que cada átomo del 4º Cuarto Círculo Tenebroso lleva en su vientre 384 átomos del Absoluto. Este tipo específico de átomos dan a la 4ª Región Sumergida un aspecto terriblemente grosero y material, inmensamente más pesado y doloroso que aquel que se vive y respira en los 3 Círculos anteriores. Sin embargo no es extraño ver uno allí (en aquellas regiones) tiendas, almacenes de todo tipo, mercaderías, carros, cosas de todo tipo que al fin y al cabo no son más que simples formas mentales groseras, cristalizadas por las mentes de los difuntos. Todavía recuerdo un caso muy curioso. Una noche de esas tantas, metido con mi Cuerpo Astral dentro de esa tenebrosa región del Tártarus, ante el mostrador de un almacén (mera forma mental de un comerciante sumergido) hube de llamar a Bael. Aquél terrible Mago de las Tinieblas, vestido con túnica color sangre y turbante oriental de color rojo, vino hasta mi sentado atrás en su carro; sus secuaces lo traían, empujando su carruaje. El izquierdo personaje (Ángel caído, lumbrera del firmamento en otros tiempos) mirándome con oció, se lanzó sobre mi, mordiéndome la mano diestra. Es claro que lo conjuré, y al fin aquel fantasma se perdió entre las tinieblas de la terrible Morada de Plutón. ¡Oh, amigos, uno se asombra en esas regiones al ver tantos y tantos explotadores de cuerpos y de almas! Allí jugadores de lotería y de barajas, allí muchos sacerdotes y jerarcas, místicos que insaciablemente codician los bienes ajenos. Realmente uno se llena de asombro al ver a tantos prelados, anacoretas, penitentes y devotos que amaron a la humanidad a pesar de su avaricia. Viven todos esos perdidos en la 4º Región Sumergida, creyendo todavía que van muy bien, y lo más grave: que jamás aceptarían el hecho concreto de que van mal. PREGUNTA: Maestro, ¿podría decirnos si en ese 4º Círculo Dantesco hay aire, fuego, agua o tierra? Distinguida señora, las personas muy avaras son gente que se han metalizado demasiado. La invito pues a comprender que el 4º Círculo es esencialmente metálico o mineral, extremadamente denso. Obviamente las criaturas que viven en el agua (los peces) no ven el elemento en que viven. Igualmente, quienes moramos en el elemento aire no vemos tal elemento. Así también, quienes viven en el elemento mineral podrán ver formas mentales, figuras de almacenes, cantinas, tabernas, Bancos, etc., más no verán el elemento en que viven; éste será para ellos tan transparente como el aire. ¿Qué diremos ahora del elemento agua? Obviamente, es mediante este elemento como se
cristaliza el Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común, haciendo posible la recíproca alimentación de todas las criaturas. Si la Tierra quedara sin agua, si los mares se secaran, si los ríos desaparecieran, morirían todas las criaturas que habitan sobre la faz de la Tierra. Con esto queda completamente demostrado el hecho concreto y definitivo de que el agua es el agente mediante el cual cristaliza la Ley del Eterno Trogo-Auto-Egocrático Cósmico Común. En el 4º Círculo Dantesco las aguas son negras y el elemento fundamental (repito) es el mineral.
7- CONCLUSIONES “Querer mejorar es estúpido, desear la santidad es envidia, codiciar virtudes significa robustecer el Yo con el veneno de la codicia”. Samael Aun Weor, “Educación Fundamental”, Cap. Nº 22.
“El miedo induce al deseo de búsqueda de seguridad; el deseo de seguridad esclaviza la Voluntad, convirtiéndola en prisionera de barreras auto-defensivas dentro de las cuales se esconden todas las miserias humanas”. Enseñanzas psicológicas del V.M. Samael Aun Weor.
Enfatiza el Maestro: “Necesitamos reducir a cenizas la crueldad monstruosa de estos tiempos”, mencionando luego, a manera de ejemplo, ciertos Agregados Psíquicos como el de “la codicia insoportable, que ha vuelto la vida tan amarga” (véase el “Tratado de Psicología Revolucionaria”, capítulo Nº 4). Jeshuá Ben Pandirá, Jesús El Cristo, también advierte: “Cuidado con la codicia, porque puede provocar vuestra destrucción”. Obviamente, para poder “reducir a cenizas” el ”Yo” codicioso, que como señala el V.M. Samael “ha vuelto la vida tan amarga”, necesitamos auto-descubrirlo en plena acción, utilizando el sentido de la Auto-Observación Psicológica. “Quien acepta la Doctrina de los Muchos Yoes comprende, a base de Auto-Observación, que cada deseo, pensamiento, acción, pasión, etc., corresponde (en relación con la codicia) a este u otro Yo distinto, diferente”, derivado de ese mismo Ego. “Cualquier atleta de la Auto-Observación íntima trabaja muy seriamente dentro de sí mismo y se esfuerza por apartar de su Psiquis los elementos indeseables (de la codicia) que carga adentro”. “Si uno de verdad (y muy sinceramente) comienza a observarse internamente, resulta dividiéndose en dos, en observador y observado. Si tal división (interior) no se produjera, es evidente que nunca daríamos ni un solo paso adelante en el camino del Auto-Conocimiento”. Recordemos, una vez más, que el observador es la Esencia o Conciencia libre de “Yoes”, y que lo observado es (en el presente caso) el “Yo” de la codicia y sus diversas facetas, detalles o derivaciones. Huelga decir que quien se identifica con todos los procesos del Yo de la codicia, es siempre víctima de sus propios deseos de acumulación y de las diversas circunstancias que este tipo de “Yoes” atrae. Al respecto, el Maestro Samael pregunta: “¿Cómo podría modificar circunstancias aquel que no se conoce a sí mismo?, ¿cómo podría conocerse a sí mismo quien nunca se ha observado internamente?, ¿de qué manera podría alguien Auto-Observarse si no se divide previamente en observador y observado?” Con esta metodología gnóstica lo que los aspirantes gnósticos buscamos es la transformación radical, total y definitiva, pero “nadie puede empezar a cambiar en tanto no sea capaz de Auto-Observarse de momento en momento y luego decir: este deseo es un Yo animal de la codicia o de la ambición que debo eliminar; este pensamiento egoísta es otro Yo de avaricia que me atormenta y que necesito desintegrar; este falso sentimiento que hiere mi corazón por no poseer lo que otros sí tienen, es un Yo intruso que necesito reducir a polvareda cósmica”.
Y así sucesivamente: cada pequeña faceta del Ego debe ser considerada como un “Yo” diferente, más esto desde luego “es imposible para quien nunca se ha dividido entre observador y observado”. Dicho de otra manera: “quien toma todos sus procesos psicológicos como funcionalismos de un Yo único, individual y permanente, se encuentra tan identificado con todos sus errores, los tiene tan unidos a sí mismo, que ha perdido, por tal motivo, la capacidad para separarlos de su Psiquis. Obviamente, personas así jamás podrían cambiar radicalmente, son gentes condenadas al más rotundo fracaso”. Por lo común, ese tipo de personalidades considera que “tener dinero es el máximo objetivo de la existencia”, ignorando o pretendiendo ignorar que “la vida de muchas personas ricas es verdaderamente trágica”, que las “gentes adineradas, con magnífica residencia y muchas amistades, las más de las veces sufren espantosamente”; que “muchos archimillonarios padecen de impotencia sexual y ricas matronas lloran amargamente la infidelidad del marido”, y que, en fin, “los ricos de la Tierra parecen buitres entre jaulas de oro y por estos tiempos no pueden vivir sin guarda-espaldas”, mientras que “los hombres de Estado (enriquecidos casi todos ilícitamente, a expensas del Erario Público) arrastran cadenas, nunca son libres, andan por doquiera rodeada de gente armada hasta los dientes”... Con propósitos de reflexión, coloquemos (finalmente) atención plena a la palabra escrita de Tomás de Kempis: “Mucha paz tendríamos (nos dice en su libro “Imitación de Cristo”) si en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen, no quisiéramos meternos. ¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se entromete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí, poco o tarde se recoge? Bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz”. Y luego añade: “¿Cuál es la causa por que muchos de los Santos fueron tan perfectos y contemplativos? Porque estudiaron en mortificarse totalmente a todo deseo terreno, y por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios y ocuparse libremente en sí mismos. Nosotros nos ocupamos mucho con nuestras pasiones, y tenemos demasiado cuidado de lo que es transitorio. Y también pocas veces vencemos un vicio perfectamente, ni nos alentamos para aprovechar cada día, y por esto nos quedamos tibios y aún fríos”. “Si estuviésemos perfectamente muertos a nosotros mismos, y en lo interior desocupados, entonces podríamos gustar de las cosas divinas y experimentar algo de la contemplación celestial”. “El impedimento mayor es que somos esclavos de nuestras inclinaciones y deseos, y no trabajamos (sobre sí mismos) para entrar en el camino perfecto de los Santos”... “Si nos esforzásemos más en la batalla a pelear (contra los Yoes) como fuertes varones, veríamos, sin duda, la ayuda del Señor que viene desde el cielo sobre nosotros. Porque dispuesto está a socorrer a los que pelean (contra sus vicios y pasiones) y esperan en su gracia, y nos procura ocasiones de pelear (nos coloca “gimnasios psicológicos”) para que alcancemos victoria”. “¡Oh!, si mirases cuánta paz a ti mismo, y cuánta alegría darías a los otros rigiéndote bien (permaneciendo fiel a la Ley de la Balanza o Ley del Equilibrio), yo creo que serías más solícito en el aprovechamiento espiritual”.