Spinoza, Correspondencia. Traducción de Atilano Domínguez. Madrid, Alianza, 1988, pp. 347-352.
Carta 63
Carta 64
G. H. Schuller al muy eminente y agudo filósofo B. d. S.
B. d. S. al muy docto y experto señor G. H. Schuller (Respuesta a la precedente)
Muy eminente y noble señor: Me avergonzaría del prolongado silencio que hasta ahora he guardado, ya que por él podría ser acusado de ingratitud ante la benevolencia que inmerecidamente usted me ha dispensado, si no pensara que su generosa humanidad le inclina a excusar más bien que a acusar y si no supiera que ella se consagra a tan importantes meditaciones por el bien común de los amigos, que el perturbarlas sin causa suficiente lo perjudicaría y dañaría. Ese es, pues, el motivo de mi silencio, pues me contentaba con saber por los amigos que usted seguía gozando de buena salud. Pero con la presente quiero informarle de que nuestro nobilísimo amigo, señor Tschirnhaus, todavía en Inglaterra, también goza de ella con nosotros, y en las cartas (que él me ha escrito) me ha encargado tres veces que presentara a su señoría sus respetuosos saludos y le ofreciera sus servicios, y me ha rogado reiteradamente que le propusiera a usted la solución de las dudas siguientes y que le pidiera también la anhelada respuesta, a s aber: «1°. Si le agradaría a su señoría convencernos, con una demostración ostensiva y no con una reducción al absurdo, que nosotros no podemos conocer más atributos de Dios que el pensamiento y la extensión, y si, además, se sigue de ahí que las creaturas que constan de otros atributos no podrían, por el contrario, concebir extensión alguna; ya que, de ser así, parece que existirían tantos mundos cuantos son los atributos de Dios. Por ejemplo, la misma dimensión que tiene, por así decirlo, nuestro mundo de la extensión, la tendrían también los mundos que constan de otros atributos; y
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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MODERNA – MODERNA – Beatriz Beatriz von Bilderling
Muy experto señor: Me alegro de que se le haya presentado, finalmente, la ocasión de recrearme con su carta, para mí siempre gratísima, y le ruego insistentemente que lo haga con frecuencia, etc.
Paso a sus dudas, y, respecto a la primera, digo que el alma humana sólo puede lograr conocer aquellas cosas que implica la idea de un cuerpo que existe en acto o lo que se puede deducir de esa misma idea. Porque el poder de una cosa cualquiera se define por su sola esencia (por la proposición 7 de la parte III de la Ética) y la esencia del alma (por la proposición 13 de la parte II) sólo consiste en que es la idea de un cuerpo que existe en acto; y por tanto el poder del alma de entender tan sólo se extiende a las cosas que contiene esta idea del cuerpo o a las que se siguen de esa idea.
así como nosotros no percibimos más que la extensión, fuera del pensamiento, así las creaturas de aquellos mundos no deberían percibir nada más que el atributo de su mundo y el pensamiento.
2°) Puesto que el entendimiento de dios difiere de nuestro entendimiento tanto en esencia como en existencia, no tendrá, pues, nada común con nuestro entendimiento, y, por tanto (por la proposición 3 del libro I) el entendimiento de Dios no puede ser causa de nuestro entendimiento.
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Ahora bien, esta idea del cuerpo no implica ni expresa otro atributo de Dios fuera de la extensión y del pensamiento. Pues su objeto, es decir, el cuerpo (por la proposición 6 de la parte II) tiene por causa a Dios en cuanto se considera bajo el atributo de la extensión y no bajo ningún otro atributo, y por consiguiente (por el axioma 6 de la parte I) esta idea del cuerpo implica el conocimiento de Dios en cuanto se considera únicamente bajo el atributo de la extensión. Además, esta idea, en cuanto es un modo de pensar, también tiene a Dios (por la misma proposición) como causa, en cuanto es una cosa pensante y no en cuanto se le considera bajo otro atributo; y por tanto (por el mismo axioma) la idea de esta idea implica el conocimiento de Dios en cuanto se considera bajo el atributo pensamiento y no de otro cualquiera. Es, pues, evidente que el alma humana o la idea del cuerpo humano no implica ni expresa ningún atributo de Dios, fuera de estos dos. Por lo demás, de estos dos atributos o de sus afecciones no se puede deducir ni concebir ningún otro atributo de Dios (por la proposición 10 de la parte I). Concluyo, pues, que el alma humana no puede alcanzar mediante el conocimiento ningún atributo de Dios, fuera de estos dos, que es lo que yo he propuesto. En cuanto a lo que usted añade, de si, por consiguiente, hay que admitir tantos mundos como atributos existen, vea el escolio de la proposición 7 de la parte II de la Ética. Esta proposición se podría, además, demostrar más fácilmente mediante una reducción al absurdo, forma de demostración que yo suelo preferir a la otra, cuando la proposición es negativa, pues está más acorde con la naturaleza de tales propo siciones. Pero, como usted sólo me pide una prueba positiva, paso a la otra cuestión , a saber, si una cosa puede ser producida por otra de la que difiere tanto en esencia como en existencia; ya que las cosas que se diferencian así, no parecen tener nada común entre sí. Pero, dado que todas las cosas singulares, a excepción de aquellas que son producidas por otras similares, se diferencian de sus causas tanto en esencia como en existencia, no veo ahí ningún motivo de duda. En qué sentido entiendo yo que Dios es causa eficiente de las cosas, tanto de su esencia como de su existencia, creo haberlo explicado
3°). En el escolio de la prop. 10 dice usted que nada hay más claro en la naturaleza que el hecho de que cada ser debe ser concebido bajo algún atributo (cosa que percibo perfectamente) y que cuanta más realidad o ser tiene, más atributos le corresponden. De ahí parecería seguirse que se dan seres que tienen tres, cuatro, etc., atributos, mientras que de lo demostrado cabe colegir que cada ser tan sólo consta de dos atributos, a saber, de un determinado atributo de Dios y de la idea de ese atributo. 4°). Desearía ejemplos de aquellas cosas que son inmediatamente producidas por Dios y de aquellas que lo son mediante alguna modificación infinita. A mí me parece que son del primer género el pensamiento y la extensión, y del segundo, el entendimiento en el pensamiento, y el movimiento, en la extensión, etc.» [Al margen: La faz de toda la naturaleza que, aunque varíe de infinitos
modos, siempre permanece la misma. Vea el escolio de la proposición 13 de la parte II. (Se
suficientemente en el escolio y en el corolario de la proposición 25 de la parte I de la Ética. El axioma del escolio de la proposición 10 de la parte I lo formamos, según he insinuado al final de dicho escolio, a partir de la idea que tenemos del ser absolutamente infinito y no del hecho de que existan o puedan existir seres que tienen tres, cuatro, etc., atributos.
Finalmente, los ejemplos que usted pide son: del primer género, en el pensamiento, el entendimiento absolutamente infinito; en la extensión, en cambio, el movimiento y el reposo; del segundo género, la faz de todo el universo, la cual, aunque varíe de infinitos modos, permanece, no obstante siempre la misma: vea sobre esto el escolio del lema 7 que precede a la proposición 14 de la parte II.
supone que es agregado siguiendo la respuesta de Spinoza, con errores)]
Estos son los puntos que nuestro amigo Tschirnhaus desea, junsto conmigo que su eminencia nos aclare, si sus ocupaciones se lo permiten. Me cuenta, además, que los señores Boyle y Oldenburg se habían formado de su persona una idea extraña y que él no sólo la eliminó, sino que adujo argumentos con los que consiguió que vuelvan a tener de usted una opinión sumamente digna y favorable y que incluso aprecien en alto grado su Tratado teológico político. Por respeto a su estilo de vida, no me he atrevido a comunicárselo, pero esté seguro, nobilísimo señor, de que siempre estoy totalmente dispuesto a hacerle cualquier favor, pues soy su devotísimo servidor.
G. H.Schuler Amsterdam, 25 de julio de 1675 P.D.: El señor Van Gent le saluda respetuosamente, junto con J. Riew.
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Con esto creo haber respondido, eminente señor, a las objeciones de usted y de vuestro amigo. No obstante, si considera que aún subsiste alguna dificultad, le ruego que no tenga reparo en comunicármelo, a fin de eliminarla también, si me es posible. Que si ga usted bien, etc. La Haya, 29 de julio de 1675.