“Desde el punto de vista del nativo”, o ¿Cómo conocer del otro sin ser el otro?
Erick Alfonso Galán Castro
Clifford Geertz, antropólogo simbólico deudor de la tradición wittgensteiniana (que conoció de la mano de Gilbert Ryle), plantea como tema central en este artículo que, a pesar de nuestras propias limitantes culturales (prejuicios, creencias, miedos, etc.), es posible generar relatos etnográficos que den cuenta del “punto de vista” de las personas que forman parte del grupo al que nos estamos dedicando a observar en las estancias de campo. En este sentido, no es que se trate de reproducir fielmente lo que el otro diga, otro diga, sino más bien elaborar una suerte de traducción cultural de los términos significativos en la vida del grupo estudiado para que puedan ser entendidos por los integrantes de nuestro universo de sentido. ¿Por qué enfatizar, dentro de la discusión sobre la práctica etnográfica, la necesidad de interpretar el punto de vista del nativo? Para poder responder a este punto, Geertz cita el caso de los Diarios de Bronislaw Malinowski en Me lanesia. Malinowski, el primer clásico de la antropología social que enfatizó la necesidad de acercarse a conocer al nativo in situ, situ, fue también uno de los primeros en hacer ver que esta cercanía exigía una actitud objetiva de parte del investigador hacia el sujeto observado (al menos así lo hace ver en sus escritos científicos, como la introducción de “Los argonautas del pacífico occidental”). Algunos años posteriores a la muerte del antropólogo polaco, su viuda autoriza la publicación de los diarios elaborados durante su estadía en Melanesia. Y aunque una gran mayoría de los debates que siguieron a esta publicación se dedicaron a enfatizar el componente moral que implicaba pensar o no al nativo como “bruto” o como objeto culposo de deseo sexual (r ecomiendo leer dichos diarios), Geertz considera que lo más importante de estos escritos es el dilema epistemológico siguiente: ¿Podemos conocer a nuestros sujetos observados, aún cuando nuestro horizonte de sentido cultural puede llegar a limitar nuestro acercamiento con ellos? La apuesta del antropólogo norteamericano es que sí se puede, pero que el proceso es mucho más complejo que solo pensar en “ponerse en los zapatos del otro” . Citando al psicólogo social Heinz Kohut, Geertz nos comenta que existen dos tipos de experiencia humana: la próxima y la distante. La experiencia próxima es aquella de la que podemos dar cuenta desde dentro de nuestra propia mirada subjetiva y que reproduce nuestro sentir y el sentido común; como por ejemplo, la forma en que podemos describir una enfermedad como el empacho empacho y tratar de curarlo con remedios varios. La experiencia distante da cuenta de una visión racional y especializada del mundo; en el caso del ejemplo antes citado, un médico general podría describir la serie de síntomas como “dispepsia”, “indigestión”, etcétera, y tratarlos con medicamentos alópatas que han sido probados por su eficiencia en el combate a la enfermedad. Tal vez para algunos científicos, esta distinción deba hacerse clara y rigurosamente,
pero dentro de la elaboración de estudios etnográficos, el uso de diversas categorías que parten del sentido común (empacho) deben entenderse en un vaivén entre ambas experiencias, lo cual puede llevarnos a encontrar este “punto de vista nativo”. Las fronteras entre lo próximo y lo distante no son propiamente normativas, sino más bien de grado, y si puede relacionarse este texto de Geertz con el de Descripción Densa, precisamente el hilo conductor de esta argumentación es que la labor del etnógrafo es más parecida a la de un traductor que a la de un evaluador. En términos teórico-metodológicos, podría pensarse que situarse en medio de esta oposición dialéctica entre lo emic y lo etic es una labor sencilla, pero tiene una dificultad que no le pide nada a los análisis de regresión elaborados desde los métodos cuantitativos. Precisamente, en un tono más técnico, esta es la utilidad de instrumentos como los diarios analíticos, las bitácoras de campo, la guía para clasificación de materiales culturales (Guia Murdock) y otros más: con ellos podemos elaborar el análisis y la síntesis de dichos elementos para poder generar un relato etnográfico que pueda responder a la pregunta que Geertz plantea: “¿Qué demonios creen ellos que son?”. Los diarios y las bitácoras son instrumentos analíticos, la Guía Murdock y otros instrumentos de sistematización nos ayudan a la generación de síntesis de los relatos. Por lo general, esto implica que podamos utilizar categorías nativas como teóricas, de tal manera que nos estemos situando en el habla común de los nativos para comprender sus formas de vida. Un ejemplo, más allá de los utilizados por Geertz sobre el concepto de “persona”, es el que en algunos grupos religiosos utilizan para referirse al fin del mundo. Entre grupos como los testigos de Jehová, existe una categoría que define el paso del caos actual del mundo a un momento de orden y de evaluación moral del ser humano, que es el de Principio del Nuevo Mundo. Los pecadores y los que no observaron las leyes divinas serán mandados a un infierno más parecido a un desierto que a un caldero hirviente con demonios cornudos, mientras que los que hayan seguido la palabra de Dios se encontrarán en un paraíso terrestre, conviviendo en paz con otros seres humanos y con otras creaciones terrestres. En el caso de los mormones, por ejemplo, el término dado para hablar sobre el fin del mundo es el de dispensación. Ha habido en la historia de la humanidad, según los miembros de esta iglesia, 6 dispensaciones; al final de cada una de ellas, la tierra es arrasada y solo se mantiene viviendo a los hombres y mujeres justos. En la séptima dispensación, los que no hayan obedecido las leyes de Dios vivirán en la “cárcel espiritual” que es una especie de oscuridad eterna. Los que hayan obedecido a Dios, de acuerdo con el grado en que lo hicieron, pueden vivir en la tierra eternamente, vivir en la “gloria celestial” ce rca de Dios, o incluso ser Dioses e n otros mundos. En este par de ejemplos podemos ver que, de categorías muy locales, pueden entenderse aspectos globales como la noción de bien y mal, las estrategias de premios y castigos o las nociones de lo mundano y lo no mundano. Como dice Geertz, de aspectos muy específicos de diversos grupos sociales con distintas configuraciones simbólico-culturales, se pueden encontrar modelos totales de vida social. Por ello, el objetivo de la etnografía, tal como la piensa el
antropólogo norteamericano, es el de conocer las formas generales de la vida de los sujetos estudiados, y, al mismo tiempo, dar cuenta de los vehículos que encarnan estas formas de vida.
Fuentes:
Geertz, C. (1994): “‘Desde el punto de vista del nativo’: sobre la naturaleza del conocimiento antropológico”, en Conocimiento local, Barcelona, Paidós. pp. 73-90