Freddie decía: “En un determinado momento, dos o tres años después de empezar, estuvimos a punto de disolver el grupo. Nos parecía que no estaba funcionando, había demasiados tiburones en el negocio, y aquello se nos hacía demasiado cuesta arriba. Pero algo dentro de nosotros nos animaba a seguir, y aprendíamos de nuestras experiencias, buenas y malas”. En otra ocasión Freddie contradecía su anterior valoración, con la siguiente declaración: “Nunca tuvimos la mínima duda, cariño, nunca. Yo estaba totalmente seguro de que lo conseguiríamos. A todo el que nos preguntaba le decía eso mismo”. Roger también recordaba aquellos tiempos con optimismo: “Durante los dos primeros años realmente no pasó nada”, confirmaba. “Todos estábamos estudiando, pero el progreso del grupo era nulo. Sin embargo, teníamos muy buenas ideas, y de alguna forma todos sentíamos que lo conseguiríamos”. Queen tenía mucho trabajo que hacer. Seguros de su talento como músicos, y convencidos de que eran una buena mezcla como grupo, siguieron dando la lata a todas las discográficas de Londres. También actuaban en directo a la mínima oportunidad, y aparecían en todos los conciertos universitarios que podían. Algunos tenían una buena asistencia, otros no tanto. Tony Stratton-Smith, director del sello Charisma, mostró un interés temprano por Queen, y les hizo una oferta sustancial de 20.000 libras. Había cosas peores que firmar un contrato con aquel directivo de Birmingham, loco por el fútbol, un excéntrico según el propio Freddie. “Strat”, un gran bebedor, propietario de caballos de carreras, antiguo periodista y homosexual, había estado a punto de morir en el desastre aéreo de Munich de 1958, que se cobró veintitrés vidas, entre ellas las de ocho futbolistas, ocho Busby Babes del Manchester United; Stratton había decidido en el último minuto cubrir un partido de clasificación para el Mundial. A finales de los sesenta se convirtió en manager de rock y propietario de una discográfica, que manejaba desde una minúscula oficina de la calle Dean, en el barrio londinense del Soho. Firmó un contrato con Genesis en 1970 y financió los álbumes de Monty Python, así como a Peter Gabriel, Lindisfarne, Van der Graaf Generator, Malcom McLaren y Julian Lennon. Strat, al que sus artistas adoraban, era “el hombre que hacía realidad los sueños”. Pero Queen no se iba a dejar seducir por el gran Strat (ya fallecido), aunque estaban hechos el uno para el otro. Queen sospechaba que siempre iban a ser segundo violín respecto a Genesis, según decían los rumores. Calculaban que, si para Strat ellos valían 20.000 libras, sin duda debían de valer más para alguna otra discográfica, y utilizaron la oferta y el entusiasmo de Charisma para atraerse el interés de otros sellos. “Desde el momento que hicimos una demo, fuimos conscientes de los tiburones”, recordaba Freddie en 1974. “Teníamos unas ofertas increíbles de personas que nos decían: ‘Vamos a hacer de vosotros los próximos T. Rex’, pero tuvimos mucho, mucho cuidado de no lanzarnos así como así. Literalmente recorrimos todas las discográficas antes de llegar a un acuerdo definitivo. No queríamos que nos trataran como a una banda cualquiera”.