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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN: UN MUNDO Y MUCHOS DIOSES REFLEXIONES: EL MONOPOLIO DE LA MAGIA Y EL NEGOCIO DEL INFIERNO UN PASEO POR LA HISTORIA UN IMPERIO POLITEÍSTA EL MITO ANTISEMITA ¿Y QUE PASÓ ENTONCES? DIOS Y LOS JUDÍOS EL CRISTIANISMO ANTES DE CRISTO ORIGENES: DE SECTA PERSEGUIDA A RELIGIÓN IMPERIAL LA BIBLIA PIRATA ¿Y QUIÉN MATÓ A JESÚS? LA CAÍDA DE ROMA Y EL AUGE DE LA IGLESIA LOS PAPAS OSCUROS DEL IMPERIO ROMANO LOS PAPAS OSCUROS DESPUÉS DE ROMA UN NUEVO IMPERIO PARA EL PAPADO LOS PAPAS OSCUROS DEL NUEVO IMPERIO EL SÍNODO DEL CADÁVER LA PORNOCRACIA EL APOCALÍPTICO AÑO 1000 LA RUPTURA DE LA IGLESIA PIRATERÍA EN EL NOMBRE DE DIOS
CONCLUSIÓN: DE QUÉ LADO PELEA DIOS BIBLIOGRAFIA 2
INTRODUCCIÓN: UN MUNDO Y MUCHOS DIOSES
Hace poco más de dos mil años había muchos dioses en el mundo, vaya, hoy los sigue habiendo, sólo que hoy también existe una institución económica y política que dice que sólo hay uno, y que únicamente puede y debe ser venerado de una sola forma, la que ellos dictaminan. Hoy en día en todos los rincones civilizados del mundo existe la libertad de culto, pero no hay que olvidar que, por lo menos del siglo IV al XVI, ser católico, apostólico y romano no era una opción en Europa, era una obligación cuya desobediencia se pagaba con una muerte lenta y dolorosa…., infligida desde luego, en nombre de un Dios al que presumían como suma bondad. Jesús nació en el Imperio Romano, en uno de sus rincones más lejanos y olvidados; Palestina. Ahí nacieron también las primeras comunidades que comenzaron a seguir sus enseñanzas, pero el cristianismo como hoy lo conocemos, la Iglesia como institución, nació en una de las ciudades más importantes del Imperio Romano: Nicea, y no en manos o boca de un profeta, sino de un emperador: Constantino. La idea de que el obispo de Roma fuera líder de todos los cristianos no existió durante los primeros cuatro siglos de la era cristiana, se impuso en Nicea en el 325, no por decisión de los demás lideres cristianos, sino por una imposición imperial. En un imperio lleno de dioses como era el romano, de pronto el cristianismo se impuso como culto oficial, con prohibición de todos los demás. En diversas etapas de su historia,
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la Iglesia Católica fue apoyada por diferentes poderes para imponer el culto a sangre y fuego, y así, desde el año 380, Dios comenzó a luchar contra los dioses, una guerra que para el siglo XIII se seguía librando, cuando en el Norte de Europa aún existía el culto a Thor, que no se extinguió cuando la gente descubrió la verdad católica, sino cuando se les impuso con la espada y las hogueras. A lo largo de la Edad Media, el papado se valió de diversas órdenes religioso-militares, como los Caballeros Templarios, la Orden del Dragón (esa a la que perteneció el príncipe Drácula), o los caballeros Teutones, entre muchas otras…, que por el bien de las santísimas almas inmortales de los paganos, se dedicaron a purificarlos en hogueras, o mandarlos directo a su juicio final a través de la espada. La fe, como siempre, fue sólo un pretexto para promover fines mucho más materiales: las cruzadas, de donde surgen los Templarios, buscaban dominar los puertos más orientales del Mediterráneo para el comercio Europeo, la Orden del Dragón mató a miles de musulmanes para que Europa oriental no cayera en manos de los turcos, lo cual no lograron, y los Teutones evangelizaron por la fuerza el Norte de Europa, con lo que se consiguió el control de los puertos del Mar Báltico y se evitó la expansión de la Iglesia Ortodoxa Griega. Fue a través de la violencia como se impuso la Iglesia Católica y su fe. Esta multimillonaria institución basa todo su negocio en un personaje histórico que dijo, entre otras tantas frases: “Mi reino no es de este mundo”. Así es como la Iglesia, en nombre de un hombre
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(dios para los creyentes) que proclamó un reino no material, fuera de este mundo, ha hecho un imperio muy de este mundo, muy material, muy político y muy poderoso. De 7 mil millones de personas en el mundo (en noviembre de 2011) tan sólo mil millones son católicos, apostólicos, romanos; menos del 20% de la población, pero la Institución tiene influencia en todo el planeta, creyentes o no, practicantes o no. El Papa no sólo es un Jefe de Estado, para muchas personas sigue siendo el representante de Dios en la Tierra, lo que por cierto, es una invención medieval, vestigio del medioevo que permanece hasta el tercer milenio. Este libro no se ocupará de cuestiones de fe, ya que la fe es personal, o debería de serlo, es una decisión individual, o debería serlo, y como tal es respetable como cualquier creencia. El catolicismo tiene como uno de sus dogmas, que la fe debe ser necesariamente encausada por la Iglesia, y aun así aumenta día a día el número de católicos que, sin renunciar a sus creencias, cada vez otorgan menor credibilidad a la tan humana institución que pretende monopolizar a dios y a la fe. Así pues, ésta no será una historia de fe, será simplemente historia, en este caso específico, la historia de una institución que a lo largo de dos mil años pasó de ser el culto comunitario de algunas colectividades pobres del Imperio Romano, a una institución de dominio mundial…, será desde luego, una historia que hará énfasis en los episodios oscuros, los no contados, los escondidos. Una historia de datos y de análisis, de hechos y de escritos, no de suposiciones, especulaciones o misterios inescrutables de dios.
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No es ésta una historia de cuestiones de fe, sino del auge de la institución que pretende acapararla, y de todas las malas artes de las que tuvo que valerse para convertirse en lo que es. La historia de cómo un culto perseguido se convirtió en religión de Estado del Imperio Romano, y de ahí a la gran institución de poder de la Europa Medieval. Antes había muchos dioses, en los tiempos de las religiones paganas, politeístas y tolerantes. Los dioses explicaban el mundo natural y estaban relacionados con él. Religiones de civilizaciones agrícolas tenían dioses relacionados con los elementos, y claro, como respuesta a todo lo inexplicable. Pero cada pueblo tenía sus dioses sin que eso significara la no existencia de los dioses de otros pueblos; todos eran aceptados, todos cabían en el pensamiento humano. En tiempos de Cristo había en el Imperio Romano varios cultos, unos monoteístas, como el mazdeísmo, el mitraísmo o el judaísmo; y otros politeístas como el olimpismo griego, su versión romana, cultos egipcios a dioses diversos, y el tradicional culto imperial del Sol Invictux, que finalmente era un tipo de monoteísmo que representaba a la divinidad en el sol triunfante, como debía ser un emperador. Los primeros grupos cristianos no fueron perseguidos por ser cristianos, ya que Roma aceptaba todos los cultos, siempre y cuando se respetara la autoridad del César y se pagaran los impuestos; éstas eran dos cosas que los cristianos no hacían, y de ahí que se les persiguiera y castigara…, es decir que no son mártires de la fe, sino rebeldes al sistema.
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Por conveniencias políticas, no por convicciones religiosas, el emperador Constantino decidió eliminar toda persecución al cristianismo en el año 313, convocó al primer gran concilio en el año 325, que es cuando surgió la Iglesia como institución, adjunta al poder imperial; y en el 380 el emperador Teodosio, también por estrategia política, decidió establecer el cristianismo como culto oficial del Imperio, sin tolerancia para otras religiones y dioses…, es ahí cuando comenzaron las verdaderas persecuciones religiosas, cuando los cristianos comenzaron a perseguir a los que creían en otros dioses…., e incluso a los otros cristianos, que creían en el mismo dios pero lo veneraban de diferente forma. Así fue, a los cristianos, ahora con todo el apoyo del Imperio, no les bastó con perseguir a todos aquellos que no estuvieron dispuestos a creer en su único dios, en realidad comenzaron las matanzas de cristianos contra cristianos, ya no por el asunto de dios, sino por la forma en que debía ser venerado, fue la llamada época de las grandes herejías, entre los siglos IV y V, donde todos los que no se alinearan a la versión católica del culto, tenían dos opciones: abandonar el Imperio o morir. Cuando todos los dioses convivían en paz, sus respectivos creyentes peleaban por muchas cosas, pero definitivamente NO por dios o los dioses; desde que un solo dios se impuso sobre todos los demás, los seres humanos comenzaron a matar en su nombre, a pesar de que decían de Él, que era suma bondad. Es decir, la Iglesia Católica le heredó al mundo la intolerancia religiosa…, todo eso será plasmado históricamente en este libro que, se insiste de nuevo, no tiene intención alguna
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de atacar la fe, ninguna fe, sino de sacar a la luz las malas artes de la Iglesia, que no son pocas. Otras herencias de la Iglesia al mundo fueron: la culpa, el pecado, la represión de los instintos, la admiración de la pobreza (para los creyentes, no para los dirigentes), el desinterés de este mundo en espera de otro hipotético pero eterno…, y ante todo, el rencor, porque finalmente sólo el rencor pudo generar un concepto como el del infierno cristiano, donde un dios sumamente bondadoso, castiga por toda la eternidad, de formas indescriptibles, a los que tuvieron la osadía de no creer en Él, y de la forma en que la Iglesia lo exige. Los inicios del cristianismo, desde los tiempos de Cristo hasta el siglo IV, fue la época de lucha de Dios contra los dioses, el siglo IV fue el momento del triunfo de Dios, y en Europa, de ahí en adelante, fue la era de las persecuciones a los no cristianos, la destrucción de los cultos paganos nórdicos, y las muertes en hoguera de aquellos que no creían, literalmente, como dios manda. Fue también la época en que terminó de tomar forma el malévolo concepto del infierno. En la Europa del Norte los dioses resistieron más tiempo, el culto a Odín y Thor seguía muy vigente en el siglo XI, tanto, que aprovechando esa matanza en nombre de dios que fueron las cruzadas, la Iglesia ordenó convertir o matar a los paganos nórdicos. Los dioses terminaron de morir en el Viejo Mundo y Dios tomó el poder…., bueno, sus representantes terrenos; porque de haber un dios, definitivamente es ajeno a la política
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humana, y finalmente a eso se ha dedicado la Iglesia, a la política antes que a la espiritualidad. Eso poco ha cambiado.
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REFLEXIONES: EL MONOPOLIO DE LA MAGIA Y EL NEGOCIO DEL INFIERNO El cristianismo imperial y político de principios de la Edad Media se confrontó con una realidad con pros y contras; el pueblo europeo, para entonces mezcla de romanos y germanos principalmente, era profundamente creyente y religioso, lo malo es que no necesariamente muy cristiano. Creían en toda suerte de amuletos, sortilegios, supersticiones y nigromancias, pero bastante personales y que no requerían de la intervención de una Iglesia central. Situación que había que corregir. En los despojos del Imperio Romano, escindido por guerras, invasiones y migraciones, ante el vacío de poder, el Obispo de Roma y su estructura, intentó ocupar el lugar más alto; reyes y emperadores se cristianizaban y contribuían a la causa, pero era necesario ejercer la autoridad y someter, controlar, al pueblo. Desde entonces hasta hoy la Iglesia prohíbe la magia, la adivinación, supersticiones y amuletos, horóscopos y augures, por considerarlos cosa del demonio, un atentado al libre albedrío, precioso don de Nuestro Señor, o un intento de escrutar los inescrutables designios de Dios; en realidad, sólo era cuestión de controlar la religiosidad popular, atascada de paganismo, y sustituirla por una fe centralizada, alineada y desde luego, controlada. Magia y religión tienen similitudes y diferencias; ambas parten de la creencia en fuerzas superiores, impersonales en la primera, personalísimas en la segunda; es decir, en la magia, el individuo se basta a sí mismo o con los servicios de un buen agorero o brujo; en
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la religión se requiere necesariamente de la estructura proporcionada por la Santa Madre Iglesia. Una mera cuestión de poder lleva a prohibir una como cosa demoníaca y exaltar la otra como regalo celestial…, finalmente toda fe es un pensamiento mágico. Es imposible terminar de tajo con las supersticiones y creencias populares, por ello el cristianismo simplemente las adoptó y adaptó, y las puso bajo mandato de la estructura; es decir, al final si se vale que haya magia, pero sólo si la Iglesia tiene el monopolio de lo inexplicable. Se ataca la idolatría pagana pero se promueven los santos y las vírgenes. Se considera absurdo pedir una bondad a algún espíritu, pero no al santito de la comunidad, otrora dios pagano cambiado de nombre. Fue entonces y allá como es ahora y acá, es decir, en México. No debemos enterrar un cuchillo para alejar la lluvia, pero si se lo podemos pedir a San Isidro Labrador, quien quita el agua y pone el sol; no debemos orar a la Santa Muerte pero si a un pedazo de tela en el Tepeyac, no debemos ser idólatras, pero venden estampitas de todo tipo en las iglesias; la superstición es pecado, pero el agua de Lourdes cura a los enfermos; no debemos creer en nigromantes pero si en profetas. Desde la caída de Roma, cuando el dios Apolo se convierte en San Apolo y el sol invictux en aureola de santidad, hasta la América del siglo XVI donde Tonantzin se convierte en Guadalupe, todo es lo mismo: someter la brujería, la adivinación, la magia popular y todo tipo de creencia individual que no requiera el reglamento de una estructura religiosa, a un pensamiento igual de mágico, pero con jefe central y con poder político, unidos en la
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persona del Papa, que para mayor importancia, es representante de Dios y además infalible, según el dogma emitido por el propio papado. Así, la religiosidad popular de la Edad Media fue una mezcla de los rituales paganos absorbidos por el cristianismo y transformados en una ortodoxia que la iglesia podía controlar. Hasta el día de hoy, paganismo e idolatría no dejan de estar presentes en la religión que dice ser de un solo Dios, pero que está plagada de cientos de divinidades. La Iglesia Católica entonces no prohibió la magia, las supersticiones y los mitos, simplemente los monopolizó y los encauzó…, y para todo aquel que no estuviese de acuerdo había varias formas de persuasión, una de ellas, el miedo, específicamente el miedo al infierno. El infierno atemorizó a los europeos por siglos, aquellos tiempos en que el dios sumamente bondadoso estaba eternamente enfurecido y era absolutamente justiciero…, el miedo como método de control, eso fue y es el infierno; un lugar donde, desde el siglo IV y hasta el Concilio Vaticano Segundo en el siglo XX, se iban todos los que no eran católicos, es decir, el 80% de la humanidad. Crepitar de llamas, rechinar de dientes y tinieblas eternas esperaban a todo aquel que no se sometiera a las leyes impuestas por el papado, pero con la llegada de la Ilustración en el siglo XVII, y del pensamiento libre en todos aquellos países europeos donde fue abolida la Inquisición, el infierno y el miedo a tan abracadabrante lugar, fueron perdiendo peso, y con ello la Iglesia fue perdiendo influencia entre la gente.
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Y así llegamos hasta nuestros días, donde tenemos libertad de creer, pero donde el miedo sigue siendo una estrategia de dominio. Así pues, en vista de la popularidad que ha estado perdiendo el infierno desde el siglo XX y evidentemente en el XXI, y la consecuente falta de clientes que esto debe de acarrearle a la Iglesia, el Papa Benedicto XVI, el primero del tercer milenio, dedicó los primeros años de su reinado, perdón, pontificado, a hacer campaña en su favor. Este santo señor que debería ocuparse, según mi entendimiento, de los asuntos celestiales, parecía estar más ocupado en los negocios de la competencia; y es que se le vio, desde el inicio de su mandato, más preocupado en hablar del infierno y del pecado que del perdón, el cielo y la salvación. Es decir, el énfasis de su discurso, muy católico medieval, estuvo en el miedo, el miedo como forma de control. Al principio de su reinado, en un reino muy de este mundo, declaró que el infierno existe, es real y es eterno; comenzando el 2008 volvió a recetar la dosis aclarando que no es una metáfora ni un estado del alma (como en su momento dijo su antecesor Juan Pablo II), sino un lugar físico. Como en plena Edad Media, la política del miedo para sujetar a los clientes, perdón, fieles, del pescuezo. La santa obsesión con el infierno tiene mucho sentido, tristemente, y porque así lo ha educado la iglesia por siglos, la mayoría de los clientes-feligreses-creyentes de la institución que preside el Pontífice, están ahí, no por la promesa de venta de dicha empresa (el cielo), sino por temor a caer en manos de la competencia (el infierno). Es decir, es el diablo quien mantiene a las ovejas en el redil en la mayoría de los casos. 13
Sólo gente muy mala y perversa, o con mucho rencor…, o mucha necesidad de dominio y control, puede inventarse la existencia de un lugar tan temible como el infierno. Almas caritativas y buenas no podrían concebir la existencia de aquel sulfuroso lugar. Pero para entender mejor la obsesión pontificia con esa leyenda medieval del fuego eterno es preciso remontarse a los orígenes mismos del diabólico lugar. Los primeros cristianos, súbditos romanos, desarrollaron la idea de una vida después de la presente, donde todas sus actuales desgracias se convertirían en recompensas. Hablaban de una recompensa para ellos, lo cual no significaba las llamas eternas para los demás, pero con el paso del tiempo el cristianismo se hizo religión oficial del imperio, y única permitida, no por una conversión del emperador Constantino (quien nunca se bautizó católico), como señala el catecismo, sino por una necesidad política y de control. En el año 325, el emperador llamó a los obispos del Imperio a la ciudad de Nicea (en la actual Turquía) para celebrar el primer concilio, y donde se establecieron los dogmas básicos de la fe (redacción de El Credo); aún ahí no se estableció el infierno, que terminó de ser diseñado por Agustín de Hipona en su obra La Ciudad de Dios, en el año 426, como una forma de persuadir más eficazmente a los paganos para su conversión. No era muy difícil generar el infierno, todos los cultos paganos tenían algún tipo de inframundo, que no eran un lugar de castigo, sino simplemente el lugar de los muertos; pero el cristianismo transformó en demonios malignos a todos los dioses, y en infierno y tormento eterno a los antiguos submundos. Ya no bastaba el premio para los creyentes, ahora había castigo para los infieles. 14
Pero desde aquellos remotos días tenía problemas la Iglesia, que ya estaba bastante dividida en más de 100 versiones de cristianismo, de las cuales Roma sólo aceptó la católica (seguidores de las enseñanzas de Saulo de Tarso o San Pablo), a la que hizo oficial, y se dedicó a la persecución de las demás. Ahí comenzó a llenarse el infierno cristiano, con los otros cristianos, los no alineados…, al poco tiempo ingresaron los judíos, los paganos, y en cuanto se supo de su existencia, los budistas e hindúes…, y en cuanto aparecieron en la historia, los musulmanes. Hablamos sin duda de la época dorada del infierno, que nunca había tenido tanto huésped; y aunque el cielo estaba aparentemente vacío, porque todos eran pecadores, lo que seguía lleno, además del averno, eran las arcas de la Iglesia. Pero el asunto se volvió delicado por ahí del siglo XIV, cuando las opciones eran sólo dos: cielo e infierno, y todo el mundo sabía que acabaría en esta última, porque para entonces Dios estaba eternamente enojado según sus emisarios. En esta época, sin sustento bíblico alguno, la Iglesia instituyó la sala de espera o lavandería de almas a la que llamamos Purgatorio, basados en la maravillosa creatividad del poeta Dante Alighieri, quien debió de patentar la idea, y hasta hoy sus descendientes recibirían regalías de la Santa Sede por la explotación comercial de la idea del dramaturgo. Porque el Purgatorio era una sala de espera muy lenta donde uno podía estar miles de años, a menos que, con dinero baila el perro, se comparan indulgencias; es decir, pagar por el perdón, en efe y por adela; como cuando un conductor ebrio compra por
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adelantado su amparo pre aprobado contra la detención de 36 horas en el torito (que ha de ser todo un Purgatorio) por ser detenido en el alcoholímetro. El terror mantuvo a las ovejas en el redil y a las arcas rebosantes gracias al pague ahora y peque después. Cabe señalar que para entonces el mercado de la Iglesia se reducía a Europa occidental, ya que la parte oriental tenía su propia versión de la fe sin obediencia al Papa: la Iglesia Ortodoxa Griega, cuyos seguidores entraban y salían del infierno debido a que en diferentes concilios, la Iglesia de Roma decía a veces que la salvación sólo estaba dentro de la Iglesia, lo cual mandaba a los ortodoxos al inframundo, y a veces decía que estaba dentro de Cristo, lo cual los sacaba, en su calidad de cristianos. Pero en 1517 un monjecillo de mente lúcida, de las más brillantes del siglo XVI, Martín Lutero, hizo una serie de interpretaciones bíblicas según las cuales el Papa carecía de autoridad, y media Europa estuvo de acuerdo con él. Ante el avance de la Herejía protestante, la Iglesia convocó al Concilio de Trento, en 1545, donde otra vez todos se fueron al infierno: la sentencia fue que no hay salvación fuera de la Iglesia; ortodoxos, protestantes, y desde luego judíos, musulmanes, hinduistas y otros, volvieron a las llamas eternas, encabezados por Lutero, y permanecieron ahí hasta el Concilio Vaticano II, en la segunda mitad del siglo XX, cuando se aceptó la posibilidad de salvación en cualquier fe. El infierno se vacío y las arcas también…, bueno, no tanto. A partir de entonces, con esa modernización de la Iglesia, que no gustó a todos sus agremiados, uno era libre de elegir racionalmente su fe y salvarse, y para entonces el
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menú de cristianismos era inmenso; varias ovejas cambiaron de pastor. Luego el menú se amplió con las creencias orientales y el rebaño decreció aún más. Sumemos a esto a los que simplemente no les interesa el menú, opción cada vez más común y muy de moda en Europa. Afortunadamente la Iglesia ya se había abierto un nuevo mercado menos cuestionador y más sumiso: Latinoamérica, de ahí que Juan Pablo II se la pasara tanto por estos lares. La realidad del siglo XXI es simple; la religión más grande del mundo y la que más crece se llama Islam, con 1,600 millones de fieles y contando; todos los cristianismos juntos lo empatan, pero sólo unos mil millones son católicos, religión que sigue creciendo gracias a la prohibición de anticonceptivos, una estrategia vital; si no hay conversos nuevos, hay que reproducir mucho a los que ya tenemos. Y en América Latina, ese mercado siempre fiel, los cristianos no católicos crecen a pasos agigantados. Momento de hacer una campaña de reposicionamiento del infierno. Y aunque la postura oficial de la Iglesia es la del Concilio Vaticano II, y sólo puede cambiar con otro concilio, o si al Papa decide usar de facultad de infabilidad, Benedicto XVI, a título personal, volvió a mandar a todos los no católicos al infierno, que ya debe ser una parranda de primera, ya volvió a dar misa en latín…., en fin, está haciendo una feria medieval. Lo curioso es que trata de echarle más la soga al cuello al creyente, de infundir más miedo, pero si esa estrategia ya no funcionó en el siglo XVI, es difícil pensar que va a
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funcionar en el XXI, con gente más informada y más opciones de salvación. El infierno existe, es real, es eterno y es un lugar físico, en palabras del Sumo Pontífice…, lo cual sería bueno por algunos Papas de la historia que merecen estar ahí: León X, Inocencio III, Julio II y Alejandro VI, que de no existir el infierno, pero si un Dios, debería hacer uno para ellos solitos. Espero no escandalizar, ya que no soy el primero en mandar Papas al infierno, ya Dante en su Divina Comedia del siglo XIV ubica a diversos pontífices en varios círculos del infierno. Y el creyente promedio: pobre, ignorante, sometido, sufriente en este mundo, tiene que volver a sufrir más en esta vida por el temor al averno; qué poco bondadosa me resulta una Iglesia que espera que los pobres permanezcan en ese estado, y que además lo disfruten, pues es su invitación confirmada al paraíso. Probablemente todo aquel que haya recibido la menor educación católica, recibió lecciones sobre el infierno, y tenemos un imaginario colectivo bastante claro sobre cómo debe ser el lugar del castigo eterno: llamas, azufre, fuego eterno que nunca se consume, temperaturas calcinantes, aire irrespirable, aliento que quema, ríos de lava ardiente, flamas…, y en medio de todo ello un rojo, o negro personaje, chamuscado, con alas carbonizadas, o con patas de cabra, el mismísimo Lucifer medieval. La idea de un infierno ardiente la retomó la Iglesia Católica de lo más profundo del Hades griego, la caverna profunda donde los dioses olímpicos encerraron a los Titanes: el Tártaro, siempre en llamas y sin salida alguna. Desde entonces y hasta el siglo XXI, esa ha
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sido la concepción popular sobre el infierno, imagen a la que contribuyó Dante con su Divina Comedia. Por si Dante no bastara, y como se acaba de comentar líneas atrás, el Papa Benedicto XVI comenzó su pontificado recordándonos la existencia real del infierno, y su calidad de lugar ardiente…, sin embargo pareciera que el averno tiene algún tipo de crisis energética, ya que al tiempo que el Papa Ratzinger hablaba de un infierno eternamente encendido, en otros rincones del Vaticano se hablaba de un infierno totalmente apagado…, congelado de hecho. ¿Un infierno apagado? Cómo sería eso posible si durante siglos nos han vendido un infierno en llamas, no obstante Juan Pablo II, en una visión más filosófica, habló del infierno como un estado del alma de ausencia total de Dios, lo cual no deja claro ni su estatus ni su ubicación; pero Benedicto XVI volvió a dejar claro que es físico y de fuego, mientras que otro monseñor del Vaticano, Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura del Vaticano, dijo que era un lugar helado. Total que ni los socios del negocio se ponen de acuerdo. Resulta que durante siglos, particularmente los siglos medievales, la imagen del infierno entre los creyentes era de aquel sulfúrico lugar con llamas eternas, temperaturas insoportables y un espeluznante crepitar de almas torturadas y sufrientes; ésta era una imagen bastante útil en la época de la venta de indulgencias, cuando la Iglesia saturó sus arcas gracias al temor del fiel ignorante, que por unas monedas podía librarse del castigo
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eterno al adquirir su paquete completo “pague ahora y peque después”, es decir, una indulgencia. Este horno eterno fue la imagen infernal durante los siguientes cientos de años, y no se enfrentó a su primera gran crisis hasta el siglo XIX, cuando ya varios pensadores, filósofos e incluso teólogos, se atrevieron a dudar directamente de la existencia de este dantesco (literalmente, visualizado por Dante) inframundo; algunos negaban directamente su existencia, otros comenzaron a plantearlo como una metáfora o un estado del alma. En el Concilio Vaticano II, última modernización global de la Iglesia (que se quedó muy corta), en el siglo XX, evidentemente tuvo que tocarse el tema, y democráticamente el infierno siguió siendo “fuego eterno, tinieblas exteriores donde habrá llanto y rechinar de dientes”. En una época donde el menú religioso era ya vasto, entre las diversas versiones cristianas y todas las alternativas orientalistas, el catolicismo comenzaba a decaer y la solución por la que se optó fue la misma del siglo XVI: atemorizar con el infierno, aunque hay que decir que en esa misma reunión se estableció la posibilidad de salvación en otras religiones, lo que constituyó un gran acercamiento ecuménico y cultural por parte del Vaticano. Pero bajo el pontificado de Juan Pablo II, menos partidario del sistema del miedo, la cosa cambió, cuando el Papa viajero declaró que ni el cielo era un lugar físico entre las nubes, ni el infierno era tampoco un lugar, sino un estado del alma, la situación de quien se aparta de Dios; el purgatorio quedó definido por él como un lugar provisional y sobre el
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mismísimo Satanás nos dio una gran noticia: está vencido, Jesús nos ha librado de su temor. Todo esto no lo digo yo, lo dijo el Papa. Entiendo entonces que el derrotado príncipe de las tinieblas no está en el infierno, ya que, el no ser físico, no es un lugar donde se pueda estar, y si Luzbel está derrotado ya no hay que preocuparse de su poder. Si a esto sumamos la idea teológica católica de que el mal no existe, sino que es una ausencia de bien, llegamos a que no puede haber un Diablo, la encarnación de algo que no existe, y que habita un lugar que no tiene ubicación física. Así es como el infierno pasó de caverna ardiente a paraíso tropical, conforme bajaba la temperatura, hasta simplemente apagarse en el pontificado de Wojtyla. Cuando con Benedicto XVI, literalmente se le estaba echando más leña al fuego, en un intento de avivar al moribundo infierno, todo parece indicar que el multicitado inframundo, no sólo se apagó sino que de plano se convirtió en un lugar de hielo, más parecido a Groenlandia que al núcleo del sol, y tal vez sustituyendo al Maligno por el Abominable Hombre de las Nieves. Explicaremos esto a continuación. En un intento de revivir el pánico medieval al castigo, siempre desde luego, por el bien de nuestras almas; al Papa alemán nos recordó que el infierno si era de fuego, era real, nada de metáforas, que existe, es un dogma, que es eterno y que es un lugar físico…, de pronto se reencendió el infierno; pero por el otro lado apareció el ya citado Gianfranco Ravasi, para decir que el infierno lo debemos entender como un lugar de hielo, precisamente porque es la ausencia de Dios, aunque coincide con el Papa en que es un lugar físico. 21
Esto que parece una contradicción se puede entender perfectamente si nos basamos en lo que tienen en común ambas declaraciones; el hecho de que el infierno es un lugar físico; eso explica que haya sido un fuego terrible, luego algo bastante neutro, que finalmente se apagó y que ahora está incluso congelado. Claro que de esto surgen también otras contradicciones y problemas. Comencemos por decir que si es un lugar físico, necesariamente tiene que estar en algún lado, ahí la gran pregunta es dónde está el infierno…, pero probablemente el secreto no sea revelado. Pasemos entonces al siguiente punto; si el infierno es un lugar físico, debe de estar sometido, por lógica, a las leyes de la física, entre ellas la llamada ley de la entropía o la disipación de la energía, que nos dice que los cuerpos emanan y pierden calor. Siempre calor, nunca frío; el frío es, como el mal, una ausencia; en este caso de calor. Entonces, dice la comprobada ley de la entropía, todo cuerpo que emana calor tiende a perderlo, la energía se disipa; en resumen, todo lo que está encendido, en algún momento se apaga; un cerillo, una fogata, el sol, el universo mismo, que llegará a su muerte térmica, y desde luego, el infierno. Esta situación nos explica los cambios en los dominios de Satán; es decir, no es que la Iglesia se contradiga a lo largo de la historia, sino que la situación del infierno va cambiando. Me inclino a pensar que el averno surgió con el Big Bang y que de ahí viene su inmensa temperatura; pero desde entonces, debido a la entropía, la temperatura comenzó a bajar.
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Para la Edad Media el infierno seguía evidentemente muy caliente y así era representado por la Iglesia; resulta obvio que para la época de Juan Pablo II estaba bastante templado, y claro, ha seguido pasando el tiempo, y ahora, tal como dice Ravasi, está helado. Todo explicado por la ley de la entropía. El Papa no había recibido informes de la temperatura actual del infierno y por eso seguía con la versión del fuego eterno. ¿Parece burla?..., bueno, definitivamente lo es, pero es que precisamente la Iglesia se burla de los creyentes con el cuento del infierno y sus diversas versiones. Si uno analiza la mitología cristiana de cerca, podría ver que está llena de contradicciones, y si el católico leyera la Biblia, libro en que se basa su religión, vería que en dicho texto no hay sustento para muchos de los cuentos que cuenta la Iglesia. Otro problema. Dice la Iglesia que el mal no existe, que es una ausencia de bien; es decir, entre más se aleja algo de Dios, del bien, hay más ausencia, y a ese vacío le llamamos mal. Satanás es la encarnación del mal, que no existe (por lo que Él tampoco ha de existir) y su infierno es la ausencia total de Dios, ese es el castigo. Pero se supone que Dios es omnipresente; característica que queda en duda cuando nos deja claro la misma Iglesia, que hay por lo menos un lugar donde Dios no está, ya que si hubiera la más mínima presencia de Dios en el infierno, habría por lo tanto algo de bien, por lo que no podría ser la guarida de aquel que es la representación del mal, que no existe. Además de que si hay bien y Dios es suma bondad, terminaría por perdonar a aquellos condenados a esas flamas en proceso de congelación.
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Entonces, el infierno era caliente, pasó por una etapa templada y finalmente se enfrío, precisamente porque es un lugar físico. Entonces, al día de hoy y según la última declaración surgida del Vaticano, el infierno está congelado; es el lugar donde está todo el mal, que no existe según la Iglesia, y donde mora Satanás, encarnación de ese mal inexistente. Por otro lado ya vimos que es evidente que Dios no tiene la más mínima presencia en ese lugar, dicho por la Iglesia. Sin Diablo ni Dios en una cueva helada que aunque es física no está en ningún lado, queda claro que era más sensata la postura moderna de Juan Pablo II; el infierno es un estado del alma, y está vacío. Como se pudo ver en todo el galimatías anterior, lo propia Iglesia se contradice y se enmaraña. Entonces, en resumen, el infierno pasó de caldera inmensa al cero absoluto, no hay Diablo ahí, porque es la encarnación de algo que no existe, y Dios, suma bondad, no está presente en él porque precisamente es el lugar de la ausencia de Dios, quien hubiera perdonado a todo aquel en el que haya una chispa de bondad, que como ya vimos, son todos. Dicho de otra forma; el infierno NO EXISTE. Pero una institución que se empeña en seguir catalogando como posesiones diabólicas a la esquizofrenia, y que canoniza a gente que no existió (pero Juan Diego es otra historia), evidentemente pretende seguir manteniendo a los fieles a través del terror, tal como en el medioevo; aunque la política del miedo sigue siendo usada de forma eficaz por muchos gobiernos, aunque Estados Unidos es otra historia. 24
Sólo hay algo peor que los cuentos que la Iglesia cuenta sobre el Infierno: que hay gente que se lo cree. Pero precisamente para eso está la historia y la reflexión sobre ella, para entender, en este caso, todo el proceso de nacimiento, crecimiento, auge y declive de la Iglesia Católica, y entender que tras muchos de sus dogmas y posturas tenemos necesidades económicas, políticas y sociales. Dos mil años de historia tiene el catolicismo y, como se ha mencionado, unos mil millones de feligreses…, no es, ni demográfica, ni democrática, ni cronológicamente la más grande, aunque probablemente sí la que más influye. Dos mil años de historia que serán abordados en dos libros. Comencemos con el primer milenio…
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UN PASEO POR LA HISTORIA
UN IMPERIO POLITEÍSTA Independientemente de cuestiones religiosas, todo parece indicar que hay suficiente evidencia histórica para poder asegurar la existencia de un personaje conocido como Jesús el Nazareno, nacido hace poco más de dos mil años en una de las provincias más lejanas, pobres y olvidadas del naciente Imperio Romano: Palestina. Ese Jesús era judío, hijo de un constructor, de clase media, y muy poco se sabe de él, además de que nació y de que murió. Aparentemente fue miembro de una secta judía mística conocida como Esenios, y todo parece indicar que con el tiempo se convirtió en un maestro con seguidores y discípulos, que creían que él era el Mesías anunciado por Dios a los judíos en sus escrituras. En aquella zona del Imperio Romano se hablaba predominantemente en griego, idioma en que Mesías (enviado o ungido por dios) se dice Cristo. El primer gran promotor de la doctrina de Jesús fue precisamente un hombre de origen griego, Saulo de Tarso (San Pablo), y por eso a Jesús se le conocía como Jesús el Cristo, Jesucristo o simplemente Cristo. Todo esto viene a cuento para entender porque a los seguidores de este maestro y su doctrina se les llama cristianos: los seguidores de Cristo. Es decir que Cristo no es un nombre propio, y aquel personaje no se llamaba Jesucristo, sino que éste último apócope es resultado de la contracción de su nombre (Jesús) y su principal cualidad (el Cristo).
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Todo lo anterior puede parecer obvio para algunos, pero en términos de historia es importante dejar todos los cabos bien atados. No se sabe exactamente cuándo nació Jesús, pero con los ajustes que se le han hecho al calendario a lo largo de la historia, el acuerdo general es que debió haber nacido alrededor de los años 7 y 4 a.E 1 y que probablemente murió alrededor del año 30. Es extraño decir que Cristo nació en algún año “Antes de Cristo”, pero por diversos ajustes en el calendario occidental, así es. Si Jesús pretendió o no establecer una Iglesia, entendida ésta como una Institución de poder de dominio mundial, es tema de debate de los analistas de las escrituras, donde evidentemente los representantes de la Iglesia dicen que sí. Si los textos evangélicos son ciertos, Jesús efectivamente encomendó a uno de sus discípulos, Simón Pedro, que fuera la piedra de su Iglesia; pero no hay que olvidar que los textos originales se escribieron en griego, idioma en el que “eclessia” se refiere a la comunidad de creyentes, jamás a una institución jerárquica. Pero sea como sea, lo que es un hecho es que desde el año 60 había ya una serie de comunidades cristianas en diversos puntos del Imperio Romano, pero no es hasta el año 325 cuando comienza a existir la Iglesia Católica como una importante institución de poder del Imperio. Hasta antes de aquel año, el cristianismo era uno más dentro de un cúmulo de cultos dentro del territorio romano; en el añ0 380 el emperador Teodosio declaró al cristianismo como culto oficial y único del Imperio…, fue ahí cuando los otros dioses comenzaron a morir. 1
En mis textos de historia no se usa a.C Antes de Cristo ni d.C después de Cristo, sino una denominación más académicamente aceptada. En vez de a. C aparece a.E (antes de nuestra era) y en vez de d.C se usa n.E (nuestra era) Si no aparece especificación se da por añadidura que se habla de nuestra era.
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Para poder entender bien toda esta historia, comencemos desde el principio, o un poco antes; vayamos a los tiempos de Cristo y a la pequeña zona por la que se desplazaron él y sus discípulos: la palestina del Imperio Romano de hace unos dos mil años. Palestina es la costa más oriental del Mediterráneo, en el Medio Oriente, una zona habitada por fenicios, filisteos, hebreos, egipcios y otros pueblos semíticos, pero desde el siglo V a.E varias comunidades griegas se establecieron en la zona, y para el siglo III a.E, Alejandro Magno conquistó todo el territorio entre Grecia y la India, con lo que formó un impresionante imperio griego, que incluso abarcó Egipto, donde Alejandro fue coronado como Faraón. A partir de los tiempos de Alejandro, fueron la cultura y la lengua griega las que dominaron toda la mitad oriental del Mar Mediterráneo, mientras los romanos lentamente iban dominando toda la parte occidental. Para los tiempos de Cristo los romanos ya habían conquistado toda la parte oriental del Mediterráneo, es justo la época de la historia en que Roma deja de ser una República para convertirse en un Imperio…, así pues, Jesús nació dentro del Imperio Romano, como judío que era, en la costa palestina, donde habitaba el 90% de los judíos o hebreos, en la mitad del Imperio donde la lengua dominante era el griego. Pero en qué creían estas personas que vivían en el Imperio Romano, cuál era la religión de esos aproximadamente 40 millones de personas que vivían en la cuenca del Mediterráneo en el primer siglo de nuestra era. Hay que decir para comenzar que Roma no era un imperio religioso, es decir, no se consideraba divino al emperador o César, la religión no era lo que legitimaba al soberano en el poder, en ese sentido, no había una religión de
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Estado que fuera estratégico promover, y por eso mismo no había ninguna religión prohibida. Además, Roma, como cualquier imperio, se basaba en la expansión, y a la par que crecía iba incorporando a diversos pueblos de distintas creencias…, para Roma bastaba con que fuesen buenos ciudadanos, y esto se limitaba a dos cosas: cumplir la ley y pagar impuestos. En tiempos de Cristo Roma abarcaba toda la cuenca mediterránea, es decir, toda la costa de la actual Europa, la actual Turquía, el Medio Oriente, Egipto y el resto de la costa del norte de África. Evidentemente los cultos eran diversos y unos se influían sobre otros. Se dice que la ciudad de Roma fue fundada en el año 753 a.E, como una monarquía que lentamente evolucionó a República para finalmente convertirse en imperio precisamente en los tiempos de Cristo. Desde aquella lejana época existía el culto a una mujer sobrenatural de carácter indefinido llamada Numinia, además de cultos a dioses relacionados con el ciclo agrícola y los llamados dioses familiares. Conforme los romanos conquistaron las tierras orientales del Mediterráneo fueron recibiendo la influencia de diversas religiones, como el culto a Cibeles, diosa griega de Frigia, o los cultos egipcios a Isis, Osiris y Ra. Pero poco a poco fue el olimpismo griego lo que más popularidad tuvo entre los romanos; es decir, el culto a Zeus y los demás dioses del Olimpo, retomados y adaptados por Roma.
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Octavio César Augusto, sobrino e hijo adoptivo de Julio César, fue el primer emperador formal de Roma, entre el 27 a.E y el 14 E.c; es decir que bajo su mandato nació Jesús, que probablemente murió bajo el gobierno de Tiberio, del 14 al 37. En Roma, imperio expansionista, nunca hubo intolerancia religiosa. Esto es bien importante tenerlo muy claro para desmitificar muchas cosas, la más importante: judíos, y luego cristianos, nunca fueron perseguidos por su credo o costumbres, sino por ser grupos rebeldes al imperio, focos de insurrección, por negarse a aceptar la autoridad romana y por no pagar los debidos impuestos. De cómo el cristianismo pasó de secta perseguida hasta llegar a ser aceptada, apoyada y finalmente formalizada como la única religión aceptada en el Imperio Romano, se hablará más adelante, pero primero es importante dejar en claro otra cosa: el cristianismo surgió del judaísmo, y es por eso que no se puede entender el primero sin tener conocimientos básicos del segundo. Para comprender el origen del culto cristiano hay que entender a los judíos, así de simple, y para comprenderlo a cabalidad, es absolutamente imprescindible conocer la situación de los judíos dentro del Imperio.
¿INCOMPRENDIDOS O REBELDES?: EL PUEBLO HEBREO EN EL IMPERIO Por increíble que parezca, resulta que hay muchísimos cristianos que no saben que su religión tiene como origen el judaísmo, pero no hay que olvidar que los que todo tipo de cristianos llaman “Antiguo Testamento” no es otra cosa más que el libro sagrado de los
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judíos, la Torá…, y claro, no olvidar que Cristo, a quien veneran como hijo de dios, no es otro más que el Mesías que algunos judíos esperaban y del que se habla en los libros proféticos del judaísmo. Pero quiénes son los judíos, ésta es una pregunta difícil de responder por varias razones, la primera y más importante es que hay pocas, por no decir ninguna, fuente originaria que hable del origen del llamado pueblo hebreo…, hay una según ellos, pero es la Torá, y evidentemente en historia no se puede tomar un libro religioso como fuente, ni la supuesta palabra rebelada de Dios como un hecho. Agreguemos otra complicación, y es el hecho de que hoy en día de pronto se usan como sinónimo las palabras judío, hebreo e israelí, y definitivamente no lo son, así es que comencemos por aclarar: judío es hoy, el practicante de la fe judía, aunque el nombre viene de cuando existió, hace más de dos mil años, un reino llamado Judá, y judíos era el nombre de sus habitantes. Israelí es hoy en día el nombre que recibe el ciudadano del moderno estado de Israel, sea o no sea judío, y hebreo es el nombre que muchos judíos usan para referirse a ellos como pueblo, más que como religión; es decir, tenemos al pueblo hebreo y a la religión judía. Aclarar otra cosa: antes de la existencia del reino de Judá, no había nadie llamado judío, así es que comenzaremos su historia refiriéndonos a ellos como hebreos. Todo esto se complica más porque el propio pueblo hebreo no está muy de acuerdo con su historia…, y eso es, en opinión de quien esto escribe, precisamente porque NO SON un solo pueblo, mucho menos una raza. Esta situación hace difícil llegar a acuerdos históricos, 31
a esto hay que sumar, dicho con todo el respeto posible, pero como una verdad recalcitrante, que la historia judía ha sido bastante manoseada y reescrita por los propios judíos y no judíos a partir de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. En esta nueva versión se les presenta como un pueblo que siempre ha estado unido, que siempre ha creído lo mismo, que siempre han estado ligados por el mismo credo, y que siempre han sido las víctimas inocentes de todos los demás pueblos y civilizaciones. Nada de lo anterior es verdad, así es que intentemos comprender quienes son originalmente los hebreos, y quiénes eran y cómo estaban organizados en tiempos de Cristo, es decir, inicios del Imperio Romano. En una cosa están de acuerdo los judíos y no judíos sobre su origen. Dicen ser los descendientes de un tal Abraham, así es que partamos de ahí, ubicados aproximadamente dos mil años antes de Cristo. Según la propia tradición judía, Abraham vivía en la ciudad de Ur; este dato nos dice mucho, la ciudad de Ur estaba ubicada en el actual Irak, al sur de donde hoy está Bagdad, de hecho donde casi se juntan los ríos Tigris y Éufrates, poco antes de desembocar en el Golfo Pérsico…, es decir, en la antigua Mesopotamia, para entonces Imperio Babilónico. Esto arroja el primer gran dato: Abraham NO era judío, estrictamente hablando no era ni siquiera hebreo…, más rigurosamente hablando, y en términos históricos, hay que decir una cosa fundamental, que desde luego le puede doler a judíos, cristianos y musulmanes: Abraham probablemente ni siquiera existió; es, como en tantos casos de la historia, un mito, una mezcla de verdad con mentiras y exageraciones que buscan explicar algo. 32
Pero en este caso y por extraño que resulte, su existencia es lo de menos. Iremos directamente el mito bíblico-religioso para tratar de entender varias cosas. En toda la zona de Medio Oriente, desde el Golfo Pérsico, Mesopotamia y hasta Egipto, vivían diversos pueblos de ancestros comunes que son generalmente conocidos como pueblos o razas semitas, derivado del mito bíblico que nos dice que son los descendientes de Sem, uno de los hijos de Noé. Así pues, hay que decir y entender que los judíos son semitas, de ahí que se llame antisemita al que ataca a los judíos; no obstante, este término así utilizado es incorrecto; ya que también son semitas los árabes, los asirios, los egipcios, los fenicios y de hecho los palestinos, con quienes los judíos mantienen guerra constante desde 1967. Por lo tanto, alguien que esté del lado de los palestinos en este conflicto, no puede ser, bajo ninguna circunstancia, tachado de antisemita. Pero esa es otra historia. Rastrear el origen de los judíos y armar su historia se vuelve una tarea titánica y prácticamente imposible, ya que se sabe muy poco con certeza sobre ellos debido, como se ha señalado, a los pocos documentos escritos que existen al respecto, y a lo míticas que resultan muchas de estas fuentes. Básicamente ellos consideran La Biblia (la primera parte, Antiguo Testamento o Torá) como su historia, y muchos libros de historia judía se basan en la Biblia como fuente; con todas las contradicciones, falsedades y alteraciones que hoy sabemos que tiene este libro. De esta forma, la historia judía se pierde y se difumina entre el mito y la leyenda con un poco de verdad. 33
DE JOSÉ EL SOÑADOR AL PRÍNCIPE DE EGIPTO. Las narraciones de los hebreos han sido fuente de inspiración para cualquier cantidad de historias épicas, debido al gran heroísmo y misticismo del que están revestidas; historias en verdad fascinantes, pero que en la gran mayoría de los casos tienen mucho de fantasía, por no decir invenciones, y poco de verdad. Esta es una situación completamente comprensible. Los hebreos, desde su origen, habían sido un pueblo errante, sin gran cultura, sin asentamientos importantes, normalmente tributarios de los grandes imperios que dominaban la zona; no tenían ni un presente ni un pasado glorioso, y esto es difícil de soportar para cualquier pueblo, por lo que la reinvención de la historia suele ser un arma comúnmente utilizada. Como decíamos, la historia de los judíos pretende estar recogida en la Torá, conjunto de libros conocidos en la Biblia como Antiguo Testamento y que narran las peripecias de este pueblo desde que Dios creó a Adán y Eva. Evidentemente, no se puede confiar como fuente histórica en un libro que habla de Adán y Eva, no obstante los hebreos pretenden hacerlo. Así tenemos una historia de un pueblo que lleva una relación personal con Dios y que habla con él a través de sus profetas. Pero podemos brincar toda la parte del Génesis hasta Noé, y remitirnos como origen del pueblo hebreo, y de su estrecha relación con el creador, a la figura de Abraham, que aunque tiene su tumba en Jerusalén, visitada anualmente por millones de peregrinos de las tres religiones que lo tienen como origen, no existió.
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Dice la Biblia que las razas se derivan de los hijos de Noé. Se puede hablar así de semitas (descendientes de Sem), donde están judíos y árabes; camitas (descendientes de Cam) que serían los negros, y los Jaffitas (hijos de Jafet) que son los europeos. Ese es el primer antecedente racial de los judíos que los hermana con los árabes. La versión hebrea de su origen, como raza y como religión, dice que son los hijos del patriarca Abraham (también patriarca de cristianos y musulmanes); quien llegó a Palestina desde la ciudad caldea de Ur alrededor del 2000 a.E. Cabe señalar, se insiste en ello, que no existe información certera sobre Abraham, que las fechas que se dan de su existencia, vida y peregrinación son demasiado contradictorias y que finalmente muchos historiadores no creen en la existencia de Abraham más que como mito. Pero sigamos con la historia como la cuenta la Biblia. Cuando Abraham llega a Cannán, toda la zona ya estaba habitada por un importante número de tribus semitas que para generalizar denominaremos Palestinos; tribus que eran como clanes familiares y que vivían en pleito constante unas con otras y mezclándose entre si, por lo que realmente no se podían diferenciar racialmente. Finalmente, y siempre según la Biblia, y después el Corán, Abraham se instala en Cannán junto con su esposa Sara; todo iba bien para ellos salvo por un detalle: la feliz pareja no podía tener hijos, Sara era aparentemente estéril y Abraham ya era muy mayor, por lo que estaba condenado a no dejar descendencia, a pesar de que Dios le había prometido que tendría un vástago y que sería el padre de una gran nación a través de su descendencia.
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Así las cosas, la muy comprensiva Sara le dice a su marido que procree un hijo con una de sus esclavas, Agar; el muy obediente Abraham así lo hace, y de esta unión nace el primogénito, llamado Ismael. Sin embargo la historia se complica cuando comienzan los milagros; ya que, con todas las probabilidades en contra, Sara queda embarazada, evidentemente por gracia de dios, y tiene un hijo al que llaman Isaac. Aquí entran en escena los celos, y Sara pide a Abraham que corra a Agar y a su hijo Ismael. Madre e hijo fueron expulsados y se fueron sin rumbo fijo hacia el desierto del sur…, pero dios consuela a la esclava y le dice que también su hijo, como hijo de Abraham, será el padre de una gran nación; con esta promesa pendiente, Agar e Ismael continúan con rumbo desconocido hacia el gran desierto que se extendía al sur; es decir, si estamos en Cannán, hoy la costa palestina, madre e hijo tomaron con rumbo a la Península Arábiga. La historia de la Biblia y la Torá deja este capítulo en suspenso en este punto, pero será justamente aquí donde será retomada por el Corán, que toma a Ismael, hijo primogénito de Abraham, como el origen del culto al único dios entre los pueblos árabes; es decir: el origen del Islam. Como en este momento es la historia judeocristiana la que estamos contando, regresemos a ella. Ahí estaba la feliz pareja (Abraham y Sara) con su crío (Isaac), cuando ese extraño y caprichoso dios del Antiguo Testamento hace su aparición de nuevo y le pide a Abraham que demuestre su lealtad sacrificando a su único hijo, Isaac. Esto podría resultar incomprensible; la razón por la que Abraham dejó Ur, y sus cultos paganos y politeístas, según la versión religiosa, fue porque dios, el único y verdadero, 36
habló con él y le pidió que tomará a su mujer y sus cosas y se fuera de ahí en busca de una tierra prometida, y que si así lo hacía, sería padre de una gran nación a través de su descendencia…, y bueno, de pronto a su primogénito Ismael lo había expulsado a causa de los celos de Sara, y ahora que finalmente tenía un hijo habido en su matrimonio, dios le pedía que lo sacrificara, con lo que la promesa de la gran descendencia quedaría en letra muerta. Pero Abraham nunca cuestionaba la voluntad de dios, y sin pensarlo dos veces, se fue con su hijo al monte, listo para inmolarlo. Cuenta la leyenda que estando a punto de consumar el acto, un ángel del Señor bajó a impedirlo, y le dijo que sólo era una prueba de dios que quería ver su fidelidad…, ese es el humor divino. Debido a la sumisión absoluta de Abraham hacia dios, éste decide recompensarlo, y selló con él un pacto; es ahí donde queda determinado que los descendientes del patriarca serán el pueblo elegido. Isaac, hijo de Abraham, creció y tuvo sólo dos hijos, Esaú y Jacob, pero éste último a su vez tiene 13 criaturitas, 12 de ellas hombres, que serán el origen de las 12 tribus de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftali, Gad, Asser, José y Benjamín. Este penúltimo hijo, José, es importantísimo y ha inspirado desde libros, pasando por películas animadas, hasta musicales de Broadway. Resulta que José era el hijo consentido de Jacob, lo que lo convirtió en el blanco de los celos de sus hermanos, que un buen día decidieron atacarlo y venderlo como esclavo a una caravana de beduinos que pasaban por el desierto.
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Y para no hacer el cuento muy largo, José fue esclavo de un egipcio muy rico, Putifar, hasta que su esposa inventó que la había intentado seducir; tras ese acontecimiento pasó un tiempo en la cárcel, donde se reveló como un gran intérprete de sueños, lo que a la larga lo llevó hasta el faraón. El gran monarca de Egipto había tenido un sueño extraño que José interpretó como siete años de abundancia que precederían a siete años de escasez; este vaticinio permitió a los egipcios prevenir y guardar para los tiempos de vacas flacas, e hizo que el faraón nombrara a José el hombre más poderoso del imperio, su administrador, su mano derecha…, y así, de pronto un esclavo hebreo pasó a ser el número dos en Egipto. Y aunque tampoco hay muchas fuentes fidedignas que puedan corroborar nada de esto, dicen judíos y cristianos que esta historia aconteció alrededor del 1,600, a.E. Se aparece un problema matemático, y es que José era hijo de Isaac y por lo tanto nieto de Abraham, es decir que entre el abuelo y el nieto se interponen 400 años, situación imposible, pero más curioso aún es que esto, lejos de restar credibilidad a la historia, se soluciona para los creyentes de forma simple: asumiendo, como dice la Biblia, que en aquellos tiempos la gente vivía cientos de años. Los sueños de José se cumplieron y Egipto vivió siete años de superabundancia en los que el gran administrador de Egipto guardó para los malos tiempos, que finalmente llegaron, no sólo a Egipto, sino a toda la zona de Mesopotamia. Ya en tiempos de hambre, los hermanos de José, que no sabían nada de él y lo daban por muerto, no tenían ni un pan que llevarse a la boca, por lo que fueron a pedir ayuda a Egipto, donde son reconocidos 38
por su hermano, que tras ponerles una serie de trampas, decide perdonarlos e invitarlos a ellos con todas sus familias, y su padre Isaac, a vivir a Egipto. Esta es la forma en que los hebreos justifican a través de sus textos fantasiosos, el hecho de que su pueblo haya permanecido como esclavo durante siglos en la tierra de las pirámides. Ellos dicen que llegaron invitados, por lo cual abandonaron su tierra, y que después de años de vivir en sana convivencia con los egipcios, estos decidieron esclavizarlos. Bien, toda la narración anterior es, palabras más, palabras menos, y desde luego en resumen, lo que señala la Biblia y también el Corán, pero es definitivamente una historia mítica. No importa cuántas películas la cuenten, y cuántas veces las veamos en televisión durante semana santa, esto no es verdad, y las películas, sobra decirlo, aunque a veces es necesario, NO SON una fuente histórica. Pero todos los mitos contienen una verdad en algún sitio. Alrededor del 2,000 a.E. la zona hoy conocida como Mesopotamia, actual Irak, era una zona muy poblada y muy conflictiva. El territorio había sido por siglos el hogar de los sumerios, aunque diversos pueblos luchaban por el dominio, hasta que en el año 2,350 a.E, Sargón, un rey de otro pueblo, los acadios, conquistó todas las ciudades sumerias y estableció un imperio que existió aproximadamente un siglo, hasta el año 2,220 a.E, cuando una serie de grupos nómadas del norte invadieron el territorio y comenzó con ello un nuevo periodo de guerras.
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Alrededor del año 2,100 a.E nuevamente una dinastía sumeria tomó el control de todo el territorio de Mesopotamia, pero para el 2,003 a.E, el caos volvió ante los ataques de pueblos invasores como los acadios y los amorreos. Es decir, que para los tiempos en que debió de haber existido Abraham, la ciudad de Ur es escenario de guerras, y por lo tanto de enfermedades, hambrunas y muerte…, suficiente razón para que haya olas migratorias. Eso explica la supuesta peregrinación de Abraham desde Ur hasta Cannan. Los mitos son más interesantes que la historia real, son más románticos, épicos y heroicos, pero eso no los hace reales.
EL MITO ANTISEMITA Por más que hubiese querido evitarlo, hay que llegar a la parte escabrosa, una de tantas, en este libro. Digo escabrosa porque desmitificar la historia de los hebreos o judíos siempre lo coloca a una bajo el dedo acusador de alguien, los señalamientos de muchos y el escarnio de otros tantos, sobre todo, como se ha comentado, después de la Segunda Guerra Mundial. Así es que comencemos por las aclaraciones. Los judíos han sido, en efecto, un pueblo perseguido a través de la historia, específicamente de la historia europea, y más específicamente por la Iglesia. Sus comunidades fueron expulsadas de varios países entre el siglo XII y el XX, y casi siempre por razones económicas, ya que con el tiempo se hicieron un pueblo próspero con el que frecuentemente estaban endeudados los reyes, los nobles y hasta los jerarcas católicos de
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varios países de la Europa medieval…, en determinadas circunstancias, expulsar a los hebreos era básicamente muy rentable: las deudas quedaban eliminadas y además sus propiedades eran confiscadas. Peor aún es decir que la gran promotora de las expulsiones y de la vejación constante al pueblo hebreo, fue casi siempre la Iglesia Católica, que a través de los púlpitos promovía fantasiosas, macabras y falsas historias de judíos que se robaban niños, que practicaban cultos satánicos, que profanaban templos, robaban
hostias, envenenaban pozos,
causaban sequías o inundaciones…, historias, todas ellas, evidentemente falsas. También hay que decir que para rematar esta historia de persecuciones tenemos a los nazis en el siglo XX, y la matanza masiva de judíos antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Es decir, es cierto que los judíos han sido perseguidos, pero, y aquí es la parte en que este autor se mete en problemas, también es cierto que se han dedicado mediáticamente a exagerar estas persecuciones, y más aún, nadie ha lucrado más con el fustigamiento a los judíos, que los propios judíos. Lo malo es que el asunto de los judíos, su sufrimiento y sus persecuciones, se ha vuelto por lo tanto un tema tabú en la historia, cuando para éste que escribe y que se dedica a la desmitificación, simplemente no deben existir los temas tabú. En el caso del tema judío, comentarios tan simples como los que acaban de ser vertidos párrafos arriba, generan que uno sea señalado y etiquetado con el mote de antisemita; es decir, de ser alguien que está en contra de los judíos, que como han inventado el mito de que son una raza, lo convierte a uno automáticamente en racista. 41
Para este autor hay una cosa clara: el racismo es una enfermedad que se cura leyendo y el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando. En mi opinión, nadie que estudie historia con seriedad puede ser anti nada, ni antisemita, ni tener ningún otro tipo de prejuicio a cualquier grupo humano, sea por religión, etnia o costumbres. Pero vuelvo al origen de esta perorata, y es que los propios judíos han lucrado tanto con su historia de eterno sufrimiento y persecución, con todo el poder que tienen sobre diversos medios de comunicación, que manifestar cualquier opinión, en este caso histórica, contraria a sus versiones, lo coloca a uno en esa etiqueta antisemita. No soy antisemita ni anti nada, pero tampoco soy condescendiente. Todo lo anterior lo señalo por algo muy simple: la historia judía se basa en que el pueblo hebrero ha sido perseguido SIEMPRE, y que siempre lo ha sido por su condición racialreligiosa. Eso es absolutamente falso, y no me refiero en este caso, ni al holocausto nazi ni a las terribles persecuciones medievales, sino a la historia en la que estábamos; la historia de la esclavitud en Egipto. En la versión mítica ya narrada, en la que los hermanos de José y sus familias llegan a Egipto como invitados, y generaciones después son esclavizados, se pretende que fueron hechos esclavos por su condición de raza judía y a causa de su religión monoteísta en un imperio lleno de dioses. Eso es absolutamente falso; de hecho, para esos tiempos, alrededor de quince siglos antes de la era de Cristo, no existía aún el concepto de pueblo judío, no se llamaban a si mismos judíos, no estaba unidos sino todo lo contrario, divididos
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en doce tribus que peleaban entre ellas…, y lo más importante de todo, ni siquiera estaba aún definida su religión, ni eran monoteístas. Volvamos al principio de esta historia mítica: Abraham vivía en Ur, en Mesopotamia, en un imperio lleno de dioses, y por lo tanto el tal Abraham, de haber existido, hubiera sido uno más de esa pléyade de creyentes en varios dioses. La idea de un solo dios llegó hasta tiempos de Moisés, ubicada aproximadamente en el año 1,200 a.E, y no se consolidó hasta un periodo que comprende entre el año 1,000 y el 600 a.E…, a todo esto hay que sumar otra agravante; al igual que Abraham, Moisés es un personaje que pertenece más al mito y a la leyenda que a la realidad y a la historia. Dicho en todas sus letras: NO EXISTIÓ, no por lo menos como lo narra la Biblia, y menos aún como lo imagina la mayoría de los creyentes, que tienen como fuente, por encima de las escrituras, la película “Los Diez Mandamientos” con Charlton Heston, el equivalente sesentero de Mel Gibson. Todo esto viene a cuento porque muchos judíos pretenden establecer que fueron esclavizados por los egipcios por su calidad de judíos, lo cual, insisto, es del todo falso. La historia del antisemitismo, entendido como la persecución a judíos por su situación religiosa, no se remonta a aquellos lejanos tiempos, sino que es una historia medieval que tiene su origen en las cruzadas, a partir del siglo XI. La verdad histórica es que los egipcios, el imperio más poderoso de la época, fueron a palestina en busca de esclavos, y se llevaron, tanto a hebreos como a otros pueblos de la zona…, pero esta versión es menos heroica y menos legendaria. Otras versiones apuntan 43
a que los propios pueblos nómadas de la zona palestina habrían aceptado voluntariamente la esclavitud egipcia a cambio de agua y comida, en tiempos de una hambruna que los hubiera condenado a la muerte. Lo que parece un hecho histórico es que varios pueblos semitas, entre ellos los hebreos, eran esclavos en Egipto por lo menos desde el siglo XV antes de nuestra era…, del mismo modo que todos los grandes imperios han tenido esclavos, y normalmente han esclavizados a los pueblos débiles de los alrededores. Y así pasaron siglos de esclavitud en Egipto sin que dios se inmutara por el mal trato recibido por su pueblo favorito, cuando, según las escrituras, les envió a Moisés. Cuenta la leyenda que los hebreos ya eran muchos, por lo que el faraón (la Biblia y el Corán siempre se refieren a Faraón, con mayúscula y como nombre propio, sin especificar jamás a qué faraón se refieren) tomó una drástica medida de control natal: matar a todos los bebés de cada familia hebrea. Este hecho, por cierto, no está registrado en la larga tradición egipcia de inscribir, asentar y plasmar su historia Así pues, siguiendo con la leyenda bíblico-cinematográfica, una madre hebrea puso a su hijo en una canasta y lo envió a flotar por el Nilo para intentar salvarlo. La canasta llegó hasta el palacio, donde el niño fue recogido y criado como príncipe de Egipto junto a Ramsés, el hijo del Faraón. Dos acotaciones: 1) la Torá, la Biblia y el Corán no refieren que el faraón haya sido Ramsés, este es un acuerdo de historiadores según los hechos y fechas si registrados, 2) si el faraón mandó matar a todos los infantes de los esclavos, es poco probable que haya recogido a uno del Nilo, y más aún, que lo haya educado como su hijo y 44
como príncipe de Egipto, sin importar lo que diga la Biblia y las películas, se impone el sentido común. Pero este niño al que llamaron Moisés, creció, y a pesar de ser príncipe de Egipto, se sabía hebreo y sufría por su pueblo. Un día mató a un capataz por accidente y huyó del imperio, atravesó el desierto sólo y a pie, y llegó a una caravana de beduinos donde tomó esposa y se instaló, todo esto en las faldas del Monte Sinaí, donde según aquellos beduinos, árabes con mucha certeza, vivía dios, el dios sin nombre, el dios desconocido, el único y verdadero dios, el dios creador del mundo y de los hombres, el dios del que Moisés nunca había escuchado hablar, y de quien sintió el llamado de subir a la cima del monte. Es decir, ya casado y establecido como patriarca de un clan, así de cómoda estaba su vida como pastor, cuando un día dios se le apareció, en forma de zarza ardiente, y le ordenó volver a Egipto a liberar a su pueblo. Moisés obedeció y aquí comienza la historia de las plagas de Egipto, hasta que el faraón deja ir a los esclavos hebreos para luego perseguirlos hasta el Mar Rojo, mismo que Moisés abre, con el poder de dios, para que los hebreos pasen y se salven, y luego cierra para que sucumban los egipcios. Así es como el dios creador de toda la humanidad, salva a un pueblo y asesina a otro; ventajas de ser el consentido. Pero ese dios del Antiguo Testamento es de un humor muy cambiante y voluble, no como el del Nuevo Testamento, que es todo amor; así pues, dios salvó a su pueblo, pero luego, para castigarlos por su poca fe, los condenó a vagar cuarenta años por el desierto hasta
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que toda la generación nacida en Egipto hubiese muerto, y fueran puros nacidos en el peregrinación los que finalmente vieran la tierra prometida y entraran en ella. Volviendo a la forma en que se entreveran el mito con la historia, esta es la única forma de explicar que Moisés y su gente, tardaran cuarenta años en recorrer un desierto que puede recorrerse en semanas. Hay quien dice que el número 40 es simbólico, y que simplemente se refiere a una cantidad indefinida pero larga de tiempo…, pero sea como sea, cuenta la leyenda que ningún hebrero de los que salió de Egipto pudo llegar a la tierra prometida. Se podría argumentar que los hebreos caminaban sin rumbo pues no sabían cuál era su destino, pero aquí es importante señalar que la llamada “tierra prometida” a la que se encaminaba Moisés, era finalmente la mima tierra prometida a la que en su momento se encaminó Abraham, y de la que se fue Jacob. Claro que ninguno de estos personajes existió en realidad, pero el punto es que estas tribus semitas conocidas con el genérico de hebreos, no iban sin rumbo fijo. Pero finalmente, tras cuarenta años de caminar por un desierto que se puede caminar en un mes, los hebreos llegaron a la tierra prometida por Dios, que no era otra más que la misma que habían abandonado en la época de José, es decir, Palestina. Y ahí estaban, como siempre habían estado durante todo ese tiempo y desde antes; los palestinos y otros pueblos; es decir que para colmo, dios prometió una tierra que ya tenía dueño. Todo lo anterior es mito, no sucedió en realidad, no por lo menos de la forma en que se narra, lo que se ha contado en las páginas anteriores no es más que lo que dice la Torá 46
judía o Antiguo Testamento cristiano, una hipotética fuente histórica donde la gente vive 400 o hasta 900 años, donde un diluvio inundó todo el planeta, donde un hombre separa las aguas de los mares, y en el que dios conversa con la humanidad. Para mayor agravante, los hechos narrados tan míticamente ocurrieron teóricamente entre el 2,000 y el 1,200 a.E, pero no fueron escritos hasta, aproximadamente, el 600 a.E.
¿Y QUE PASÓ ENTONCES? Desde luego que nadie puede afirmar a ciencia cierta lo que ocurrió en realidad, pero consultando diversas fuentes se puede armar un rompecabezas menos fantástico, más verosímil, y cuyas piezas encajen con las historias de otros pueblos y grupos humanos que coinciden geográfica y cronológicamente. Aquí es particularmente importante la historia de los pueblos mesopotámicos, la de los egipcios, la de los griegos, y los estudios de historiadores judíos serios que buscan la verdad y no la justificación religiosa. Alrededor del segundo milenio antes de nuestra era, no fue Abraham, o no sólo un Abraham, quien salió de la ciudad de Ur hacia Cannán, y desde luego no fue siguiendo una indicación divina. Desde los inicios de la civilización, y de hecho desde antes, y hasta la actualidad, los grupos humanos siempre han migrado, y nunca lo han hecho por indicación de un dios. La gente migra cuando las condiciones de vida de su lugar de origen se tornan intolerables, los grupos humanos migran en busca de mejores condiciones de vida. Eso fue lo que sucedió hace unos cuatro mil años en Ur, cerca del Golfo Pérsico, en la
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desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates, migraciones humanas sobre las que hay varias teorías y ninguna certeza. El delta formado por estos ríos genera una zona fértil que fue buen asiento de la civilización, y no obstante eso, alrededor del 2,000 antes de nuestra era, diversas tribus dejaron la seguridad de la civilizada Mesopotamia y se aventuraron hacia el norte. Pudo ser el hambre o las guerras civiles, y estas solían estar relacionadas con las inundaciones, las sequías o los conflictos entre diversos pueblos. En esa lejana época es cuando muchas personas, no Abraham, e impulsadas por la necesidad, no por dios, dejaron Ur. Los pueblos de Ur eran politeístas, y muchos llegaron a Cannán, donde otros politeísmos dominaban y la religión egipcia dejaba ver su influencia. Cuatrocientos años después, alrededor del 1,600 a.E, la sequía azotó el desierto de Cannán, y muchas tribus, no sólo los hijos de Isaac, buscaron el refugio de la civilización egipcia aunque el precio fuese la esclavitud. Cuatrocientos años después, por ahí del 1,200 a.E, muchos grupos humanos esclavos de los egipcios huyeron de esa esclavitud hacia la peligrosa libertad del desierto, no sólo un Moisés liberando a un pueblo judío que para entonces ni siquiera existía, fue de hecho sufriendo la pena común de la esclavitud, que muchas de las tribus semitas, eternas enemigas del pasado, se fueron identificando como un grupo humano, y fue entonces cuando, contra el dominio religioso del politeísmo egipcio, fue surgiendo la idea de un solo dios liberador.
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Una versión histórica más verosímil que la del niño rescatado de las aguas que luego habla con Dios, es que Moisés era en efecto, el hijo menor del Faraón, y que ante la imposibilidad de reinar en Egipto, organizó una revuelta entre los esclavos para liberarlos y ser su rey como premio de consolación. Una versión más plausible pero menos divina y heroica, además de que coloca la liberación judía en manos de un egipcio y no de un profeta. Hay varias teorías históricas además de ésta; se habla también de que Moisés no es otro que el mismísimo faraón Akenatón (Amenophis IV), un emperador monoteísta que de hecho tuvo que renunciar al trono a causa de sus creencias. Esto coincide más o menos con el año 1,200 a.E, cuando se calcula que debió haber sido el famoso Éxodo bíblico. Sobre este Éxodo hay que decir otras cosas; poco probable es que un buen día, con o sin ayuda de dios, todo un pueblo haya salido de Egipto en Caravana, se encaminaran al desierto del Sinaí, y permanecieran en él algo así como cuarenta años; de hecho tendría que haber vestigios arqueológicos en esa zona y no los hay. Además de que es muy improbable que miles de nómadas sobrevivan en un desierto por tantos años. Más probable es que, alrededor del año 1,200 a.E, los hebreos y otros esclavos hayan aprovechado los conflictos del imperio para ir abandonando Egipto paulatinamente con rumbo a Palestina. Hablamos aquí de un momento histórico hoy muy conocido, es la época de la que tuvieron lugar las invasiones de los llamados Pueblos del Mar, horda de bárbaros que de hecho pusieron fin a casi todas las civilizaciones mediterráneas, menos Egipto (hoy se sabe 49
con cierta certeza que esos Pueblos del Mar, provenientes del Norte, son el origen de los griegos). Con todas las tropas imperiales defendiendo las fronteras contra los salvajes, los esclavos tenían oportunidad de huir. Pero esta versión, de hecho la más histórica, no involucra ni a Dios ni a un profeta, y no es absolutamente heroica en nada; por lo que definitivamente no pasa como versión válida para las escrituras. Y así, cuando los hebreos volvieron a la tierra que habían abandonado, y en la que habían permanecido los palestinos y otros pueblos, llegaron con la versión de que el terrenito les pertenecía, ya que Dios en persona se los había prometido, versión que desde luego no fue aceptada por los pobladores del lugar, que veían cómo unos arribistas pretendían quitarles su hogar. He aquí la historia contra el mito. Las guerras entre los hebreos y los otros pueblos antes de establecer un reino de Israel, son narradas también en la Biblia, aunque claro, con dios metiendo mano en favor de los primeros.
DIOS Y LOS JUDÍOS Es así como se comienza a desarrollar entre los hebreos, que para entonces seguían sin llamarse judíos, una teoría que mantienen hasta la fecha y que ya les ha causado muchos problemas: decir que ellos son el pueblo elegido de dios, que de hecho dios se comunica con ellos (no con todos, sólo con los elegidos) y que además les había regalado las tierras 50
que pretendían apropiarse. Dios se había aparecido a Abraham, le había dicho que los hebreos (que para entonces no existían) eran su pueblo favorito, y firmó un pacto con ellos que los convertía en el pueblo elegido. Es importante mencionar que Abraham no era monoteísta y que la religión que practicaban los hebreos en su origen tampoco lo era; eran, como prácticamente todas las tribus, politeístas. Uno de sus dioses, de los más importantes, era Yahvé, que fue el que selló el pacto. Poco a poco, aún dentro de su politeísmo, los hebreos fueron colocando a Yahvé como su dios principal, que con el tiempo fue desplazando a los demás hasta que la religión se volvió, con el paso de muchos siglos, monoteísta. Muy en resumen, el punto es que, tras liberarse de los egipcios y huir de sus dominios, los hebreos finalmente fundaron el Reino de Israel, cuyos orígenes históricos podemos ubicar en torno al año mil antes de nuestra era; un reino efímero que duró poco y sólo tuvo de hecho tres reyes: Saúl, David y Salomón. A la muerte de Salomón, las terribles y eternas disputas internas entre los hebreos, a los que ahora ya podemos llamar israelitas, provocaron la división del reino en dos: Israel al norte y Judá al sur…, sólo a partir de ese momento se puede hablar ya de judíos, y únicamente para referirse a los habitantes del reino de Judá. Todas las tribus hebreas, tanto de Judá como de Israel, mantenían para esa época su creencia en un solo dios, dios que no evitó que los hebreos fueran invadidos por hititas, asirios, babilonios, persas, griegos y finalmente romanos. Así, bajo dominio romano, llegan los hebreos, a los que a partir de ahora llamaremos judíos, a los tiempos de Cristo. 51
La Torá, Antiguo Testamento de la Biblia cristiana, comienza con una colección de cinco libros conocida como Pentateuco, o los cinco libros de Moisés: el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. En ellos se narra desde el inicio mismo de ésta y de todas las historias, es decir, desde la creación; se habla de Adán y Eva, del diluvio, de Noe, de Abraham y todo esto que ya se ha plasmado en este libro, pero con especial énfasis en la huida de los hebreos de Egipto, los años en el desierto y las leyes que fue estableciendo Moisés, más, desde luego, las diez otorgadas por Dios: los diez mandamientos. Para los judíos más conservadores y ortodoxos éstas son las únicas escrituras de carácter revelado; es decir, inspiradas por dios; sin embargo hay más libros que narran precisamente la creación del reino de Israel, como el de Josué y los de Jueces…, luego vienen los libros proféticos, que son precisamente los textos en los que algunos agoreros del pueblo hebreo comienzan a hablar de la inminente y necesaria llegada de un Mesías, enviado por dios para liberar al pueblo. Esto nos lleva necesariamente a varios cuestionamientos o aclaraciones, y el primer punto importante es definir el concepto de Mesías, una palabra hebrea que se refiere a un enviado, ungido (dignificado) por dios, la palabra Mesías, bajo ninguna circunstancia quiere decir o se puede interpretar como HIJO de dios, y esto por algo fundamental a entender: para estos tiempos entre los judíos ya se había establecido un rígido monoteísmo, creencia en UN SOLO dios, y ese único dios no tiene asociados, ni divinidades menores, ni hijos; de hecho es vital el concepto de la UNICIDAD e INDIVISIBILIDAD de dios, muy estricto entre los judíos. 52
Es decir que entre diversos grupos del pueblo judío se hablaba de la llegada de un Mesías, un salvador ungido por dios, pero JAMÁS de un hijo de dios; esa es precisamente la invención cristiana en toda esta historia, de hecho se ha tergiversado tanto esta historia y el significado de las palabras hasta llegar al punto en que el creyente católico cree, precisamente, que el Mesías era el hijo de dios. Esto nunca fue así. Ahora bien, se ha dicho que algunos estratos del pueblo judío esperaban al Mesías, porque de hecho no todos creían en los profetas y por lo tanto NO TODOS los judíos estaban a la espera del tan mentado Mesías. Otro punto importante es preguntarse de quién debía salvar el Mesías al pueblo judío, cuando de hecho, tras el éxodo se llega a la parte triunfante de la su historia, cuando salen de Egipto y establecen su reino. Bueno, aquí es necesario decir que la idea de un Mesías surgió entre las clases bajas de los judíos, y esperaban un Mesías que los liberara de sus propios reyes, ya que para la inmensa masa social, como pasa en toda la historia, liberarse del Faraón sólo significó quedar bajo la tiranía de un nuevo monarca, sólo que ahora hebreo y no egipcio, pero nada más cambió. Con el paso del tiempo los libros proféticos fueron tomando más auge, conforme diversos pueblos dominaban la zona y ponían a los judíos bajo su mandato; así pues, de pronto se hablaba de un Mesías que liberara a los judíos de los asirios, de los hititas, de los babilónicos, de los persas, de los griegos, y finalmente de los romanos. Una vez más en este estado de cosas llegaron los judíos a los llamados tiempos de Cristo.
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La situación de que el pueblo que se decía elegido fuera siempre tributario de alguien más y sometido por otro pueblo, era inaceptable, por lo que en tiempos de Jesús eran comunes los rumores y teorías sobre que el famoso Mesías, ese enviado de dios que salvaría a los judíos, no tardaría en llegar. Cuando Jesús comenzó a predicar era muy común que surgieran diversos mesías por todo el territorio judío; Jesús fue uno más de ellos, considerado así por algunos de sus seguidores; de hecho Juan el Bautista, también en su momento fue considerado el Mesías por sus seguidores. El punto es que Jesús, con seguidores y discípulos que los consideraban el Mesías, generó muchas expectativas entre varios grupos de judíos, que esperaban una revuelta contra los romanos que nunca se produjo, lo que decepcionó a varios seguidores (como Judas). Es importante recodar de nuevo que Jesús era judío, nació, creció y vivió en un entorno judío, era considerado Mesías por algunos judíos, y sus discípulos eran judíos…, es por ello que NINGUNO de ellos lo veía como el hijo de dios, ya que ese concepto era simplemente inconcebible para los judíos.
EL CRISTIANISMO ANTES DE CRISTO Pasemos a uno de los temas que más gusta de ocultar la Iglesia Católica, y es algo muy simple, que no hay nada de original en el cristianismo, que sus ideas, tradiciones, ritos,
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cultos, valores, ética y demás, son retomados de movimientos religiosos del pasado; es decir: el cristianismo tiene antecedentes históricos. Esto debería verse como muy normal, pero no olvidemos que la Iglesia pretende que el catolicismo es una religión REVELADA, es decir, que sus ideas fundamentales no eran concebibles por el ser humano, y por ello dios tiene que revelarlas, a través de profetas, y en el caso del cristianismo en general, culminando la revelación enviándose a sí mismo a La Tierra en forma de su propio hijo…, porque no hay que olvidar que son el mismo dios. Así pues, una religión que se pretende revelada, debe ocultar sus orígenes históricos para parecer totalmente nueva. En el caso del cristianismo, en cualquiera de sus variantes, hablamos de los que veneran a Jesús, el Cristo (ungido) y a sus ideas e ideales…, que no son propias (se le considere dios o se le considere hombre), que no son en absoluto nuevas, sino una compilación histórica de varios pensamientos. Particularmente hoy se sabe que Jesús además de judío, era miembro de una secta de rebeldes del judaísmo conocida como los esenios; hecho que la Iglesia se empeña en esconder, pero que se hizo más que evidente cuando se descubrieron los Rollos del Mar Muerto. Jesús fue esenio, y las ideas que predicó eran las ideas que ya tenía de tiempo atrás ese grupo religioso; ideas, costumbres y rituales que guardaban celosamente para si mismos, y que Jesús predicó públicamente a todo aquel que las quisiera escuchar. Decir que Jesús era esenio nos lleva a entender que no todos los judíos eran iguales ni pensaban lo mismo; de hecho para tiempos de Cristo había cuatro grupos muy bien definidos: 55
SADUCEOS: eran la clase alta judía, los sumos sacerdotes, los encargados de la ortodoxia, los judíos ricos y los que lucraban con la fe, porque de esos hay en todas las religiones. Eran las máximas autoridades de los hebreos y los responsables (cómplices) ante la autoridad romana. A los saduceos no les convenía ninguna rebelión contra el sometimiento romano, pues ellos así vivían con todas las comodidades. FARISEOS: eran judíos de buena posición social, pero gente de dinero y de trabajo a la vez. Eran gente estudiada y preparada, se dedicaban al comercio a gran escala, tenían contacto con otras religiones, culturas y lenguas, y por su alto estatus social podían ser rabinos o doctores de la ley; es decir que también eran importantes a nivel de cúpula religiosa. Sobra decir que ni Saduceos ni Fariseos esperaban un Mesías, pues no lo necesitaban, para ellos la dominación roma no significaba una opresión pues eran las elites de las que Roma se valía para someter al resto del pueblo. Ese resto del pueblo era pobre, sometido por los propios judíos de rango alto, antes que por Roma, esos judíos eran los que pagaban los impuestos a Roma, y además al templo judío, y además al Sanedrín, un grupo de sumos sacerdotes, casi siempre saduceos, que eran los guardianes del templo, la religión, la ortodoxia, las buenas costumbres, y los encargados de que el pueblo llano no se rebelara contra Roma. Dentro de este pueblo destacaban dos grupos más: ZELOTAS: eran judíos de clase baja, explotados por los propios judíos de clase alta y por Roma, un grupo de inconformes listos para rebelarse contra la opresión religiosa y la política, por las armas si era necesario. Muchos de los apóstoles de Jesús eran de este grupo, por eso iban armados, como Pedro. 56
ESENIOS. Eran un grupo de inconformes con la corrupción religiosa y la complicidad de las clases altas con Roma, pero en vez de optar por las armas, decidieron aislarse del mundo y vivir en comunidades pequeñas autosuficientes a orillas del Mar Muerto. Eran judíos, aunque incluso lo judíos más ortodoxos no los consideraban como tales; tenían sus propias ideas, sus propios libros y sus propias doctrinas. Jesús y Juan el Bautista fueron parte de este grupo La palabra esenio, de hecho, quiere decir curandero o terapeuta, lo cual hace más sentido cuando vemos al actuar de Jesús, que precisamente se dedicó a curar gente. El historiador judío fariseo de tiempos de Jesús, Flavio Josefo, los describe: “... hay entre los judíos tres clases de escuelas filosóficas: los fariseos, los saduceos, y la tercera, que ajusta su modo de vivir a reglas en extremo rigurosas, es llamada, esenios... …estudiaban con gran cuidado ciertos escritos de medicina sobre las virtudes ocultas de plantas y minerales...” Sobre sus actividades y forma de vida dice lo siguiente: “... son de naturaleza judía, pero el nexo que los mantiene unidos entre sí es el amor (no carnal) . No tienen en gran estima el matrimonio, en cambio acogen a niños ajenos de corta edad, susceptibles de ser educados... “ “...Desprecian las riquezas, todo aquel que entra en la secta tiene que hacer entrega de sus bienes a la comunidad...” “... en su manera de vestir y en su apariencia exterior dan la impresión de hallarse en plena juventud. No se cambian de vestidos ni de zapatos hasta que se hallan totalmente gastados...” “... se dedican con predilección al
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estudio de las escrituras de sus antepasados con el objeto de averiguar qué es lo más saludable para el cuerpo y para el alma...”. Otro historiador judío, Filón de Alejandría dice: “La palestina está habitada por judíos..., una parte de ellos, 4 mil, se denominan esenios. Estos hombres se dedican especialmente a los menesteres divinos... No atesoran plata ni oro y no adquieren grandes haciendas de las que obtener pingües beneficios, sino que van solamente en procura de satisfacer las más urgentes necesidades de la vida...” “…Viven sin propiedades ni bienes de ninguna clase, no tienen esclavos, más bien todos son libres y se ayudan entre si. Disponen de una caja para todos y para los gastos colectivos; celebran las comidas en común, comparten el mismo techo, la misma manera de vivir y se dedican a ayudar a los demás curándolos de sus males. La descripción que hace Flavio Josefo, pero sobre todo la de Filón de Alejandría, detalla con exactitud la forma de vida de las primeras comunidades cristianas en el siglo I y II, antes de que hubiese una Iglesia centralizadora y monopolizadora de la fe: vivían en comunidad, no atesoraban riquezas, se ayudaban entre ellos, compartían todo, comían juntos y compartían la comida…, un comportamiento como el de los primeros cristianos, pero en una comunidad judía que existía desde dos siglos antes, y de la cual surgió Jesús…, todo esto quedó más claro cuando fueron hallados los llamados Rollos del Mar Muerto. Los Rollos del Mar Muerto no son hoy en día ningún secreto, sin embargo durante décadas la Iglesia Católica hizo todo lo posible por negar su existencia, cuando ésta era
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incontrovertible, hizo lo que pudo para censurar su contenido, para evitar que se conociera, y para que no fueran publicados…, pero finalmente la verdad salió a la luz. Es importante no confundirse; los Rollos del Mar Muerto, como hoy se sabe, son libros esenios, de antes de Cristo, que nada tienen que ver con los llamados Evangelios Apócrifos, una serie de textos completamente distintos, que son de los primeros tres siglos del cristianismo, y que circulaban libremente entre diversas comunidades cristianas hasta que fueron prohibidos por el Imperio Romano y por la Iglesia en el siglo IV. Volviendo a los Rollos, el punto es que en 1947 lo que se sabía sobre Jesús y la religión cambió radicalmente con el descubrimiento de estos manuscritos en el Mar Muerto. En ese año, unos pastores beduinos encontraron por accidente, en una gruta junto al Mar Muerto, una cueva llena de pergaminos que resultaron ser documentos de hasta el año 60 sobre la comunidad esenia, de la que aparentemente Jesús formó parte y quizás hasta fue su líder (maestro de justicia). Estos pastores nunca supieron lo que encontraron y los vendieron como piel a un zapatero, y los textos hubieran y terminado cubriendo los pies de alguien de no ser porque afortunadamente los vieron unos anticuarios y los compraron. Con el tiempo, cuatro de los rollos fueron vendidos al archimandrita Ortodoxo de Jerusalén, y otros tres al profesor Eleazar Sukenik, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en 1954. Con el estudio de los rollos quedaron claros varios puntos sobre los esenios:
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1) que eran una secta, aunque de origen judío, que aceptaban a gente de otros orígenes. 2) se dedicaban al desarrollo espiritual. 3) se dedicaban a la preparación personal y física. 4) su vida estaba dedicada al trabajo extremo (predicar y curar). 5) no tenían propósitos políticos.
Aparentemente los esenios derivaban de una Hermandad Blanca, de origen en Egipto. Los esenios como tales, en Palestina, existieron del 90 a.E al 70 E.c, pero la hermandad blanca, que practicaba la magia blanca, era una organización antiquísima. Se dice que eran continuadoras de las creencias órficas de los pitagóricos, así que creían en la previa y posterior existencia del alma inmortal. Una de las bases de las creencias esenias es la existencia de dos grandes espíritus poderosos que presiden el mundo: el espíritu del bien o ángel de la verdad y el espíritu del mal o Satanás. Se supone que los esenios sabían utilizar la fuerza vital, la energía, para actos asombrosos (milagros). A través del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto se puede dar prácticamente como un hecho que Jesús era esenio; esto también se puede corroborar comparando las prácticas y enseñanzas de los esenios con las enseñanzas de Cristo. Ahora bien, los esenios también estaban influenciados por otras corrientes filosóficas y religiones; en el primer caso es lógico pensar que tuvieran influencia del estoicismo, la 60
filosofía más importante de aquel tiempo en el Imperio Romano, una filosofía que habla de renuncia, aceptación y resignación, tal y como se pregonará en el cristianismo original. En el segundo caso, además de la influencia egipcia que ya se ha mencionado, también tiene sentido que los esenios, como cualquier otro grupo religioso, tuviera influencia de una de las religiones más importantes del Oriente Medio: el culto persa a Ahuru Mazda, conocido como mazdeísmo. Ahuru Mazda era un dios benigno y creador de todo el mundo, tal y como creían los esenios. De Ahuru Mazda surgieron dos espíritus, uno del bien y otro del mal, de modo tal que el bien y el mal estaban en infinita disputa en este mundo terrenal…, tal y como creían los esenios, quienes también creían, tal y como enseñaba el mazdeísmo, desde 1,500 años antes de nuestra era, en la existencia de un alma inmortal, de un fin de los tiempos, y de un juicio final en el que el creador premiaría a los buenos y castigaría a los malos. En resumen: un dios bondadoso y sumo creador, la lucha terrenal entre el bien y el mal, la existencia de un alma inmortal, un juicio final al fin de los tiempos y un premio o castigo según el comportamiento en el mundo. Eso creían y pregonaron los mazdeístas, y eso creían los esenios…, mejor aún, esa es nada más y nada menos que la base del cristianismo. Dato interesante: con el paso del tiempo el mazdeísmo fue perdiendo importancia en aras de otro culto emanado del propio mazdeísmo: el mitraísmo. En el mitraísmo, evidentemente la deidad adorada se llama Mitra, que resulta ser, nada más y nada menos, 61
que un dios hijo, el hijo del mismísimo Ahuru Mazda, que para hacerlo más interesante aún, tuvo a este dios hijo a través de una mujer virgen…, todo esto unos cinco a seis siglos antes de los tiempos de Cristo y del cristianismo. Con el mitraísmo y el mazdeísmo sucedió lo que en su momento ocurrió también con cristianismo y judaísmo, que de pronto cobró más importancia para la comunidad de creyentes la adoración al dios hijo que al dios padre…, aunque al final fueran el único dios. Pero las similitudes entre el mazdeísmo-mitraísmo como las creencias de los esenios y finalmente el cristianismo primitivo son tan idénticas que no dejan lugar a dudas: no sólo Jesús fue esenio y pregonó las enseñanzas de aquel grupo, sino que dichas creencias religiosas, base del original cristianismo, se remontan a siglos atrás, a la adoración persa a Ahuru Mazda y más adelante a Mitra; ambos, cultos que seguían existiendo en tiempos de Cristo y más allá, y que eran comunes dentro del Imperio Romano. En fin, todo este relato no debería ser grave, simplemente explica los orígenes del pensamiento y las creencias cristianas, que se remontan a por lo menos un milenio antes de Cristo. Tan sólo es grave para la Iglesia, y por eso lo oculta, ya que el catolicismo pretende que todas sus creencias, no sólo son originales, sino que eran desconocidas para el hombre hasta que Dios mismo se envió a sí mismo en forma de su hijo para trasmitir a la humanidad estas verdades absolutas…, sin embargo, a la luz de los hechos, es imposible negar sus orígenes humanos e históricos. Hay textos y autores que señalan, más como análisis que con fundamento en alguna fuente original, que Jesús era esenio, porque de hecho sus padres, por lo menos José, ya 62
lo eran; incluso se sabe que el Bautista lo era, y por eso bautizó a Jesús, siguiendo un rito esenio que luego retomó el cristianismo. De esta suposición viene la idea de que por eso José huyó con su familia a Egipto en la infancia de Jesús, por que ahí estaba la sede de la hermandad blanca, de donde se originan los esenios. Hay que decir que el tema del viaje de José y la llamada Sagrada Familia a Egipto sí se encuentra respaldado en libros; se llaman Evangelios Apócrifos, pero por supuesto, la Iglesia niega su contenido. Todo esto también explica que Jesús, a los 12 años, según cuenta la Biblia que sucedió, pudiera discutir con los doctores de la ley, porque tenía conocimientos que había adquirido con los esenios en Egipto. Puede ser que después, en la vida secreta de Jesús, él haya estado estudiando con los filósofos griegos (helenistas herederos de Aristóteles y Platón) o nuevamente en Egipto…, aunque desde luego es igual de probable que simplemente haya permanecido en Palestina todo ese tiempo…, aquí hay que tener cuidado, porque ese hueco en la vida de Jesús, que va por lo menos de sus 12 años a sus 30, se presta a que todo tipo de charlatanes, escriban sin sustento alguno más allá de su generosa imaginación, alocadas y peregrinas fábulas sobre su supuesta estancia en la India, en Tíbet, y según los más recalcitrantes embusteros, hasta en América…, nada de lo cual tiene el mínimo sustento histórico La misión de Jesús era entre su propio pueblo judío; tenía la intención de reformar la ley de Moisés y la religión judía; que ya estaba gastada y corrupta; recordar que los esenios eran disidentes de los judíos ortodoxos, Jesús quería popularizar sus enseñanzas entre 63
todos los judíos. No hay que olvidar que al hablar de historia, por lo menos de historia seria, Dios no es una fuente histórica, de hecho hablando de historia ningún vestigio de divinidad debe colarse entre los textos, argumentos y análisis, por lo que evidentemente aquí e habla de Jesús, el hombre. Total, que finalmente parece ser que el origen del cristianismo no es otra cosa más que la expansión de las enseñanzas de los esenios, que a su vez estaban influenciadas por creencias religiosas de egipcios y persas, y por la tardía filosofía griega. Ojo, hablamos aquí del cristianismo original, que dejó de existir más o menos desde que Saulo de Tarso, alias San Pablo, pregonó su propia religión, y murió definitivamente con Constantino. Las comunidades originales de seguidores de Jesús, el Cristo, y sus enseñanzas, eran también judíos, con poca aceptación hacia los gentiles (nombre que los judíos dan a los no judíos). Saulo de Tarso tomó la figura de Jesús, la adaptó a la cultura griega, llenó sus enseñanzas de filosofía platónica, a la persona de Jesús le dio características de héroe mitológico griego y comenzó a enseñar su propia versión del cristianismo, a la que denominó católica, que en griego quiere decir universal, precisamente porque decía que el pacto de dios con los judíos ahora se extendía a toda la humanidad. En el año 325, el emperador Constantino, que ya había dado libertad de culto a los cristianos en el 313, decidió unificar todas las diversas versiones de cristianismo en una sola, la versión católica, que no es ni la enseñanza de Jesús ni la de sus apóstoles ni la de los esenios…, es la versión de un hombre que jamás conoció a Jesús. Saulo de Tarso, alias
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San Pablo. Todo eso también se oculta, lo cual es particularmente fácil cuando los propios creyentes no tienen ganas de buscar.
ORIGENES: DE SECTA PERSEGUIDA A RELIGIÓN IMPERIAL No deja de ser un hecho particularmente interesante que el cristianismo, nacido como una secta del judaísmo, cuyos creyentes fueron perseguidos por rebeldes en el primer siglo de nuestra era, acusados de incendiar Roma, escondidos en tumbas subterráneas para profesar su fe, tres siglos después fuera, ya no sólo la más importante religión de Roma, sino de hecho, la única permitida. Lo anterior es interesante, no sólo por la rápida ascensión del cristianismo, sino por el hecho de que este ascenso viene de la mano junto con una gran historia de intolerancia religiosa promovida por el catolicismo. Dicho con todas sus letras: la intolerancia es una herencia del cristianismo. Cuando muchos dioses existían y eran venerados en Roma, todos los creyentes vivían en paz, Roma, como imperio, no prohibía religión alguna ni se interesaba del estatus espiritual de los ciudadanos, mientras se cumpliera la ley y se pagaran los impuestos, el culto era algo muy personal. Y sin embargo de pronto se comenzó a promover el cristianismo desde el gobierno imperial, a partir del año 313, comienza una cercana relación entre religión e imperio a partir del 325, y para el 380 todas las demás religiones han quedado proscritas y perseguidas. ¿Por qué?
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La respuesta católica es simple y simplista: el emperador Constantino, hijo de Santa Helena, vio una cruz en el cielo, entonces descubrió la verdad, abandonó sus creencias paganas y abrazó la única verdad religiosa y la fe en el único dios, por lo tanto, por el bien espiritual de su pueblo, se convirtió, se bautizó y decidió promover la verdadera fe. Como historia romántica es muy bonita, adecuada para el catecismo, pero absolutamente falsa y sin el menor sustento histórico. Así pues, echemos un ojo a esta historia de intolerancia religiosa. Para el siglo I de nuestra era, el cristianismo y el judaísmo eran creencias muy minoritarias en un Imperio Romano que ya abarcaba toda la cuenca del Mediterráneo; para esos tiempos convivían en Roma toda una pléyade de cultos de diversos orígenes e influencias, tales como el olimpismo griego (culto a Zeus y demás dioses olímpicos) y su versión latinizada (culto a Júpiter); también había diversos cultos órficos de origen griego pitagórico, diversos grupos de sectas gnósticas de influencia persa, egipcia y hasta hindú, varios cultos solares heredados de Egipto y de grupos griegos veneradores de Apolo, el culto romano al sol, conocido como Sol Invictux, del que era seguidor Constantino en el siglo IV…, y extendida por todo el imperio, la religión persa monoteísta de la que ya hemos hablado: el mazdeísmo (culto a Ahuru Mazda) y el Mitraísmo (culto a Mitra, hijo de Ahuru Mazda). Junto a todas esas creencias estaba el judaísmo y el cristianismo, y también cada vez había más influencia de religiones nórdicas, conforme Roma se expandía y comenzaba a hacer frontera con los pueblos germánicos. No había religión prohibida ni religión oficial, ni siquiera el cristianismo, por más que la historia de la Iglesia Católica haga tanto énfasis en 66
siglos de persecuciones de Roma contra los cristianos, la verdad es que se les perseguía por rebeldes, no por sus creencias, mismo caso que con los judíos. Se usa la expresión “cristianismo primitivo” para referirse al cristianismo antes de la fundación institucional de la Iglesia, en el siglo IV, cuando cada comunidad de cristianos de diversas partes del imperio tenía sus propias creencias y a su propio líder o episkopo, y no dependían de una autoridad central. Dentro de estos primeros siglos se habla del paleo cristianismo para referirnos al cristianismo del primer siglo, es decir, del mismo siglo en que murió Jesús. Este paleo cristianismo tiene tres etapas: la comunidad primitiva de Jerusalén (aproximadamente del año 30 al 45), la época apostólica (del 45 al 65), y la etapa de los evangelizadores (del año 65 al 95). Hay que recordar que Jesús no nació en el año cero y murió en el 33; de hecho ha de haber nacido entre el 7 y el 4 a.E y no se sabe cuándo murió, aunque debió ser alrededor de los 35 años, el número 33 es sólo una tradición, no un hecho corroborable. Entendido esto, se entiende que la primera etapa, la de la comunidad de Jerusalén, se refiere a los apóstoles de Jesús y a los seguidores de éstos. Hablamos pues de los discípulos originales que conocieron a Jesús, más un tal San Matías, quien se sumó al grupo tras la deserción de Judas Iscariote. Este es el grupo que según el catecismo y el canon bíblico, era liderado por Pedro, aunque varios evangelios apócrifos ubican como líder a Santiago, a Tomas, a Felipe y algunos hasta a María Magdalena.
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Hablamos de un grupo muy reducido, que quedó totalmente desconsolado y perdido tras la muerte de su maestro; un pequeño grupo de judíos convencidos de que Jesús había sido el Mesías anunciado en sus libros proféticos, y que su muerte no había sido una derrota, pues la salvación de la que hablaba era ante todo espiritual. Eran judíos de clase baja, esenios y zelotas, que nunca dejaron de ser judíos, y que promovían sus ideas únicamente entre judíos. Este era un grupo condenado a desaparecer. A partir, mas o menos, del año 45 se habla de la etapa apostólica, cuando estos seguidores originales se dedican a hacer apostolado, es decir, a tratar de llevar su verdad religiosa a otras personas, pero siempre dentro del judaísmo, lo cual los limitaba a una expansión muy reducida, pero es la etapa en la que aparece Saulo de Tarso con su propia versión de cristianismo, que comienza a propagar entre no judíos, razón por la cual se le da históricamente el título de Apóstol de los Gentiles. Las enseñanzas de Saulo de Tarso eran muy diferentes a las de la comunidad apostólica de Jerusalén, y en temas de importancia toral: mientras los apóstoles limitaban la enseñanza de Cristo a judíos, Saulo pregonaba entre toda la población griega, y mientras la comunidad apostólica hablaba de Jesús como el Mesías judío, es decir, un enviado ungido por su dios, el de Tarso habla de un hijo único del único dios. Esto generó muchos choques, vaya, Pedro y Pablo no eran amigos, ni siquiera compañeros, de hecho la relación entre ellos fue de franca enemistad y enfrentamiento, tanto por el liderazgo de la comunidad como por los dogmas planteados. Es curioso para muchos leer esto, ya que en la actualidad San Pedro y San Pablo se nos presentan casi 68
siempre juntos, en templos, en retablos y hasta en nombres de farmacias, como si hubiesen sido compañeros inseparables, lo cual estuvieron muy lejos de ser. El desencuentro entre Pedro y Pablo llegó incluso a amenazar con una muy temprana partición del naciente culto, pero cuenta la leyenda, literalmente, la leyenda, que en el año 60 se reunieron los apóstoles originales con Saulo de Tarso, en lo que la Iglesia llama el Concilio de Jerusalén, en el que se reafirma la autoridad de Pedro, pero se imponen los dogmas de Saulo y la idea de universalizar el cristianismo, es decir, llevarlo más allá de los judíos. Es después de este concilio cuando los apóstoles, según la tradición, viajan a diversos puntos del imperio a promover la nueva fe cristiana. Hay que decir que de todos ellos, probablemente el único que era un hombre ilustrado con preparación filosófica, y que sabía leer y escribir, era precisamente Saulo de Tarso, quien no sólo fundó varias comunidades cristianas, sino que mantuvo siempre un contacto epistolar con ellas; de ahí que los primeros textos del cristianismo no sean los evangelios, sino las Cartas del Apóstol San Pablo, redactadas entre el año 60 y 70, y no con las ideas de los apóstoles, sino con las de Saulo de Tarso o San Pablo. Cuando se habla de la etapa de los evangelizadores, aproximadamente entre los años 65 y 95, nos referimos a la época en que fueron escritos la mayoría de los evangelios, no sólo los cuatro hoy aceptados, sino varios de los hoy llamados apócrifos. Es importante señalar que los evangelios no fueron escritos por los apóstoles, sino por seguidores de estos, lo cual es lógico simplemente por las fechas, en que los apóstoles ya estaban muertos. 69
Tampoco deja de ser curioso que las únicas fuentes cristianas originales no nos vengan de los apóstoles judíos, sino de griegos que no conocieron a Jesús; es el caso de Saulo, y es también el caso del llamado San Lucas, un médico griego, que nunca conoció a Jesús, pero que se dedicó a recabar información sobre él entre aquellos que lo conocieron, de él nos viene evidentemente el Evangelio según San Lucas, pero también el libro conocido como Hechos de los Apóstoles, aunque es muy probable que fuera la fuente en la que se basaron los evangelios según San Mateo y San Marcos. Es decir que los primeros textos cristianos, tanto los de Lucas como los de Saulo, nos vienen de personas que no conocieron a Cristo, y nos vienen desde luego, no en arameo, lengua de Jesús y sus discípulos, sino en griego, la lengua culta y universal de aquella época en aquel sitio. Todos estos son detalles que la Iglesia Católica no sólo no enseña, sino que de hecho trata de ocultar sutilmente. Pero el punto está en que en el segundo siglo de nuestra era, es decir, después del año 100, el cristianismo era una creencia extendida entre varias comunidades en distintas provincias del Imperio Romano, comunidades con poco contacto entre ellas, a excepción de los seguidores de Saulo de Tarso, autodenominados católicos. Tantas comunidades, tan distintas, tan distantes, con orígenes diversos y basadas en textos distintos, dio como resultado un cristianismo en el que casi ningún cristiano estaba de acuerdo con otro, en cuestiones dogmáticas tan elementales como definir si Jesús era hijo de dios, un iluminado, un ungido, un ser humano común y corriente con enseñanzas filosóficas o hasta un iniciado gnóstico; desde luego menos acuerdo había en cuestiones 70
como la virginidad de María , los hermanos de Jesús, su relación con María Magdalena…, o en cosas mucho más abstractas como el Espíritu Santo, la trinidad y demás situaciones sobre las que no había acuerdo. Volviendo al tema de las persecuciones, no todos los emperadores persiguieron cristianos, en realidad la Iglesia toma los mandatos de Nerón y Calígula, encarnizados perseguidores, para pretender que esa fue la situación durante trescientos años, lo cual está muy lejos de la verdad. Sin embargo es cierto que en ciertas épocas, ser cristiano no fue fácil, Nerón los culpó del gran incendio de Roma en el año 64 y desencadenó una lucha terrible contra ellos; es la época más famosa de las catacumbas y de los mártires en el coliseo romano. En un ambiente tan hostil, es interesante preguntarse por qué el cristianismo, desde las sombras y en medio de las persecuciones, no sólo sobrevivió, sino que incluso creció. Es decir, qué podía motivar a alguien para ser cristiano en condiciones tan adversas.., la Iglesia de nuevo se va por la fácil y simplista respuesta de la fe, pero vale la pena ahondar más en este hecho. Desde el siglo segundo, el Imperio Romano vivía una gran crisis económica y de empobrecimiento de sus ciudadanos, y hay que decirlo con todas sus letras, el cristianismo era bien recibido entre los pobres, ya que a falta de consuelo terrenal, prometía una hipotética vida después de la muerte en la que los pobres de este mundo recibirían su recompensa.
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Y es que el cristianismo era la antítesis de las religiones aristócratas de Roma, en las que tras la muerte, aguardaba a todos, ricos y pobres, buenos y malos, el mismo inframundo, que no era un lugar de premio o castigo, sino simplemente de olvido; es decir, no había nada glorioso tras la muerte. Había, no obstante, paraísos para los predilectos de los dioses; los hermosos, los valientes, los grandes guerreros, los conquistadores, los triunfadores de grandes batallas…, condiciones para las cuales era necesario ser noble (patricio) de nacimiento; es decir que el pobre estaba condenado a su pobreza de esta vida y al olvido tras la muerte, mientras que el rico y noble tenía la esperanza de agradar a los dioses y tener una vida inmortal. En las tradicionales religiones aristocráticas de Roma, había que ser rico y poderoso en esta vida, y vivir en el constante esfuerzo del héroe, del campo de batalla, de la lucha por la grandeza, para alcanzar la inmortalidad; el cristianismo en cambio, ofrecía esta inmortalidad a cualquiera, por pobre que fuera, y sin necesidad de hazañas, al único precio de la fe ciega. Los pobres y miserables, cada vez más en Roma, veían en el cristianismo su única esperanza. Así pasaron los años, las décadas y los siglos, y en ese decadente Imperio Romano, lleno de religiones, el cristianismo siguió creciendo, cada vez menos perseguido, pero siempre bajo la mirada escrutadora de Roma. Así comenzó el cuarto siglo de nuestra era, y para el año 300, en un imperio de unos 50 millones de habitantes, había 7 millones de cristianos, es decir, casi un 15% de la población, distribuidos en cientos de comunidades y más de 1,500 sedes episcopales. Fue en esas circunstancias cuando el emperador Constantino promulgó el Edicto de Milán, en el año 313. 72
El Edicto de Milán otorgaba libertad de culto a los cristianos, pero no sólo eso, el emperador otorgó dinero en efectivo a los cristianos en compensación por lo años de persecuciones y hasta obsequió a las comunidades edificios públicos para que el culto, no sólo saliera de la clandestinidad de las catacumbas, sino que fuera públicamente promovido y con el apoyo de Roma. Aquí es donde la historia oficial de la Iglesia Católica se va por la simple y fácil, y nos habla de una intempestiva conversión del emperador Constantino, cuando en realidad el Edicto de Milán fue un movimiento político. El Imperio estaba en decadencia, sumergido en una terrible crisis económica, con millones de pobres a los que sólo el cristianismo daba esperanzas; también era un imperio cada vez mayor en términos territoriales, por lo que abarcaba cada vez más pueblos y tradiciones distintas, lo cual también generaba una gran crisis de identidad, y Constantino esperaba unificar su imperio gracias a la religión cristiana, que además tenía sedes episcopales por todo el territorio, y una serie de comunidades, los católicos herederos de Saulo de Tarso, acostumbrados a respetar una jerarquía y a creer ciegamente en sus líderes. Toda esa estructura es lo que quería aprovechar Constantino, quien para mayor referencia, jamás se bautizó como católico. Sin embargo Constantino se enfrentó a un problema: una vez promulgada la libertad para los cristianos, estos comenzaron a practicar públicamente su culto, y también comenzaron a pelear públicamente por sus diferentes creencias…, así pues, el culto con el que el emperador pretendía unificar Roma, no estaba unificado, de hecho, había corrientes verdaderamente antagónicas entre si. Los cristianos, que ya no tenían que luchar contra Roma, comenzaron a luchar entre sí; fue por eso que el emperador decidió convocar a un 73
gran Concilio, en la ciudad de Nicea, que se llevó a cabo en el año 325 con el objetivo de unificar el dogma cristiano. A Nicea llegaron obispos de todos los rincones del imperio, con posturas tan distintas, como creer o no en la divinidad de Jesús o la virginidad de María, que resultó simplemente imposible ponerlos de acuerdo. Ante esa situación, el emperador hizo valer su autoridad y presionó a todos los obispos para que se adaptaran a las creencias de las comunidades católicas (herederas de Saulo de Tarso) y redactaran una profesión de fe. Esa profesión de fe se sigue recitando hasta al día de hoy, cada domingo en cada templo católico y es conocida simplemente como El Credo, es decir, el resumen de las creencias católicas. Pero ese creo no fue resultado, ni del concilio entre las partes, ni mucho menos de la revelación divina, fue resultado de la imposición imperial. En dicho credo, y en contra de las creencias de muchas comunidades cristianas, se estableció que Jesús era hijo de dios, que había nacido de María Virgen, quien había sido fecundada por el Espíritu Santo, que fue definido como dios, igual que el padre y el hijo; se estableció que María había sido virgen, no sólo hasta antes de concebir a Jesús, sino antes, durante y después del parto. Se estableció como dogma la vida después de la muerte, el juicio final, la recompensa eterna para los creyentes…, y lo más importante, cuáles de entre todos los evangelios, eran verídicos y cuáles no; es decir, cuales habían sido inspirados por dios, y cuales eran simple y vulgar creación humana. Ahí en el Concilio de Nicea se estableció que la libertad de culto promulgada en Milán en el 313 sólo aplicaba a los que se ajustaran al nuevo dogma impuesto por el poder imperial, 74
y se estableció también que Jesús había fundado una Iglesia y había heredado su autoridad en Pedro, quien a su vez la heredó a su sucesor, con lo cual se funda la Iglesia y el papado como institución…, y ya que Roma es la capital eterna del imperio, se establece que el obispo de Roma será el líder de todas las comunidades. Para ello, claro, fue necesario crear el mito de que Pedro se fue de Jerusalén hasta Roma, para predicar en la ciudad eterna, y que ahí murió en defensa de la verdadera fe. Así pues, en el Concilio de Nicea, por decreto imperial, se estableció el dogma católico, y se formó una institución de poder político para que coadyuvara al poder imperial con el control social. Todo esto lo hizo Constantino con el que para entonces era obispo de Roma, hoy conocido como San Silvestre, que fue el primer papa institucional de la Iglesia. Ahí en Nicea, por autoridad imperial, se estableció la divinidad de Jesús, la virginidad de María y la autoridad de la Iglesia…, aun así, las demás religiones seguían siendo permitidas. El paso definitivo en esta historia de intolerancia la dio el emperador Teodosio, quien en el año 380 promulgó el Edicto de Tesalónica, a través del cual proscribió todo culto pagano, y estableció el cristianismo nicénico, es decir, el creado por Constantino, en la religión oficial del Imperio Romano y la única permitida dentro de los límites romanos. Es decir, esos 50 millones de habitantes que aproximadamente tenía el imperio, debían de convertirse al cristianismo o abandonar el territorio, lo cual para entonces, a causa de la gran expansión romana, era prácticamente imposible.
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Los otrora perseguidos se convirtieron ahora en perseguidores, y la Iglesia Católica, con todo el apoyo del poder imperial, se dedicó a eliminar y convertir a la fuerza a todos los que se aferraban a sus antiguas creencias. Cuando había muchos dioses, todos sus creyentes convivían en paz; ahora, con un solo dios, los demás quedaban relegados el terreno del mito, y se comenzó a matar en el nombre de la fe. Fue así como en el año 380, esa creencia minoritaria, compartida por algunos judíos de Jerusalén, proscritos y perseguidos, se convertía tres siglos después en la única religión permitida en el vasto Imperio Romano…, pero en el Concilio de Nicea, donde se unificó el dogma por la fuerza, habían surgido dos grandes conflictos: primero, definir cuáles, de entre todos los evangelios, serían considerados válidos, y segundo, cómo conciliar el hecho de que el Imperio Romano condenara a muerte a Cristo, y ahora de pronto comenzaba a venerarlo. Fue necesario desde entonces inventar dos mitos: la idea de que el Espíritu Santo inspiró las escrituras, que por lo tanto no pueden ser cuestionadas…, y la gran mentira medieval: que los judíos habían matado a Jesús.
LA BIBLIA PIRATA En el Concilio de Nicea, además de unificar el dogma y sintetizarlo en el credo, y crear la institución de poder que es la Iglesia Católica, se estableció también el libro religioso de la nueva fe cristiana católica: La Biblia. Para dar forma final a la Biblia fue necesario nuevamente caer en una serie de trampas, mitos y contradicciones…, que se esconden y refugian siempre tras el mismo pretexto: los misterios de la fe…, o lo que es lo mismo: 76
“tenemos contradicciones históricas y no tenemos cómo explicarlas”…, a eso le llamamos misterio. Para el siglo IV había más de 30 evangelios o libros que hablaban sobre la vida de Jesús, sus enseñanzas, sus parábolas, su vida secreta, su relación con Magdalena, su infancia, su relación con José y María…, cada comunidad de creyentes usaba diferentes libros, pero precisamente en el Concilio de Nicea se impuso por la fuerza, y sin concilio alguno, un canon bíblico, es decir, se decretó cuáles eran los únicos textos que la Iglesia reconocía como válidos: los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los hechos de los apóstoles, diversas epístolas y el Apocalipsis de Juan. Ni uno más, ni uno menos. A este conjunto de libros se les denominó Nuevo Testamento, para diferenciarlo de lo que la Iglesia llamó Antiguo Testamento, en donde reunió la mayoría de los textos de la Torá judía…, y aquí surgió la primera contradicción: la misma Iglesia que nacía enemistada con los judíos al declararlos “asesinos de dios”, incluía los textos judíos en el libro sagrado, pero finalmente era imposible negar que Jesús era judío, y así la Iglesia tomaba la historia de la relación de Israel con su dios, y la transformó en la historia de la salvación , la historia de cómo dios sellaba, a través de Jesús, un pacto con toda la humanidad. Todos los demás libros sobre Jesús, no sólo no fueron oficializados, sino que fueron negados, e incluso prohibidos y catalogados como herejías, es decir, contrarios a las verdades reveladas en los evangelios aceptados…, desde entonces se les conoce como evangelios apócrifos.
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Y así la Biblia católica quedó formada por la Torá judía, llamada Antiguo Testamento, que ya de por sí está llena de contradicciones, imprecisiones y adaptaciones de leyendas de pueblos antiguos; y el Nuevo Testamento, juntando cuatro evangelios y prohibiendo todos los demás. Aprovechando que los textos originales, que estaban en griego, se tenían que traducir al latín, de una vez se metió mano para que los hechos narrados en los evangelios tuvieran correspondencia con las profecías mesiánicas de la Torá judía. Hoy en día la iglesia católica se responsabiliza sólo por la divinidad del Nuevo Testamento, es decir, sostiene que son libros revelados por dios, pero reconoce y acepta que el Antiguo Testamento es más bien de carácter legendario y metafórico. Lo curioso es que el Nuevo Testamento se adaptó para corresponder el Antiguo, que hoy sabemos, se conformó realmente por textos de culturas anteriores, como Egipto, India, Mesopotamia y Persia. Así es, desde el Génesis, y de ahí en adelante, los textos bíblicos son adaptaciones de leyendas, tradiciones y cuentos de las antiguas culturas del Medio Oriente. El diluvio universal por ejemplo, es tomado del Poema de Gilgamesh, íntegro, un texto escrito en tablillas de barro pos lo menos 1,500 años antes que el primer texto judío; la historia del rey Salomón y su legendaria sabiduría está basada en Hamurabi y su famoso código, de la antigua Mesopotamia. Y así en casi todos los capítulos, casi siempre se encuentran antecedentes históricos, con lo cual la idea de la revelación divina queda totalmente desechada. La historia de José (el de los sueños) y Putifar, la egipcia que lo acusa de abuso al no acceder él a sus peticiones sexuales, es en realidad el babilónico cuento de los 2 hermanos; los diez mandamientos, incluso, están basados también en el Código de Hamurabi. 78
Volvamos al caso del diluvio; hasta el siglo XIX nada se sabía del Poema de Gilgamesh, y el relato bíblico de Noé pasaba por auténtico; pero en 1872, el arqueólogo George Smith del British Museum of London, descubrió ahí mismo que unas tablillas de arcilla que habían descubierto, eran un texto babilónico que resultó ser el Poema de Gilgamesh, con todo y el diluvio; un texto más antiguo que los judíos…, lo tiene todo, la orden divina de hacer un barco, las lluvias torrenciales, los vientos, el barco detenido en una montaña, la paloma que no vuelve, la que si lo hace, el sacrificio..., todo. También la mitología griega influye en los textos del Antiguo Testamento: el Elías bíblico, con sus caballos inflamados y su carro de fuego, es tomado del dios Apolo. Sansón es el mito pagano de Hércules, quien por cierto, como Jonás, también permanece dentro de un animal marino. Y finalmente, Saulo de Tarso estableció que, tras su muerte, y antes de la resurrección, Jesús bajó al inframundo…, como una buena parte de los héroes griegos: Hércules, Orfeo, Perseo, entre otros. Pero todos los mitos y leyendas tienen un origen; en este caso, el cristianismo está basado en el judaísmo, y por lo tanto comparte su origen, que es la leyenda de Abraham, este hombre que, según se dice, alrededor del 2,000 a. E. habló con Dios, quien le prometió que si lo veneraba, como creador y dios único, lo haría padre de una gran nación a través de su descendencia, que el suyo sería un pueblo elegido y que les daría una tierra prometida para establecer su gran nación. Hoy en día, Judaísmo, cristianismo e Islam aceptan que veneran al mismo dios, el dios de Abraham; es decir que la fe de más de 1,500 millones de musulmanes y más de 1,200 millones de cristianos, en sus diversos formatos, y de unos 20 millones de judíos, se basa en esta historia…, sólo que esta 79
historia, como casi todas en la Torá o Antiguo Testamento, es una leyenda, un mito, una fábula tomada de culturas y religiones más antiguas, en este caso el hinduismo. Veamos la leyenda hindú de Adgigata: un hombre predilecto de Brama (uno de los tres principales dioses del hinduismo), Adgigata no tenía hijos y estaba resignado a ello, hasta que su mujer, que no podía concebir, quedó embarazada milagrosamente por gracia de Brama. Pero un día Brama ordena a Adgigata que sacrifique a su único hijo; él se dispone a obedecer cuando Brama toma la forma de una paloma y lo detiene. Entonces le dice que ha sido un buen creyente, y que cuide bien al niño, porque de su descendencia nacerá la virgen que concebirá un germen divino. Es decir, esta leyenda hindú cuenta, por lo menos mil años antes de que se escriba o se narre la historia de Abraham, una historia idéntica. Después de saber esto hay dos opciones: o dios es muy poco original y por eso hay pasajes tan parecidos..., o la historia de Abraham es otra adaptación más de los textos hebreos, y luego cristianos. Ahora vámonos al verdadero principio de todo, nada más y nada menos que la creación del mundo, narrada, como sabemos, en el Génesis, el primer libro de Moisés, que comparten judíos y cristianos, y que es de hecho la misma historia de la creación que narra el Corán de los musulmanes. El libro del Génesis debió ser escrito aproximadamente en el siglo VI a. e…, pues bien, en la mitología religiosa persa, más antigua, Ahuru Mazda, el dios creador, promete felicidad eterna al primer hombre y primera mujer, pero un demonio en forma de serpiente es enviado por Arimán (el espíritu del mal) para persuadirlos de que éste es el dios repartidor 80
de los bienes; la pareja lo adora y él les lleva algunas frutas que comen, y en ese momento desaparece la felicidad. Una revisión cronológica, u el uso de la lógica y la razón, nos lo aclara todo; Moisés, de haber existido, es un personaje ubicado aproximadamente en el 1,200 a. E, pero los llamados libros de Moisés (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), base del judaísmo y del cristianismo, son aproximadamente del siglo VI a. E. Pues bien, el mazdeísmo es la religión de los pueblos iranios desde fechas tan lejanas como el 1,500 a. E, y fueron los primeros en escribir la historia de la creación, del primero hombre y la primera mujer, y la tentación del demonio…, todo eso en libros escritos unos ochocientos años antes que el primer texto hebreo, y claro, como 1,500 años antes de los tiempos de Cristo. El mazdeísmo o culto a Ahuru Mazda existe desde unos 1,500 años antes de los tiempos de Jesús, es común llamarle también zoroastrismo a esta religión, ya que su principal maestro es precisamente Zoroastro, quien habría nacido en el primer milenio antes de Cristo. Hoy en día se sabe que las enseñanzas de Zoroastro llegaron a dejar su huella en el judaísmo, lo que es evidente en las creencias angélicas, la idea de la inmortalidad del alma, de un único dios bondadoso y creador de todo, un juicio final y una vida eterna con premio para los buenos y castigo para los malos. La figura de Satanás, el Diablo, al adversario de dios, tan común en judaísmo, cristianismo e Islam, está basada en Arimán, el enemigo de Ahuru Mazda, al igual que la idea de un mundo creado, que llegará a un fin de los tiempos, la idea de un libro celestial en el que se 81
plasman las acciones humanas, la resurrección, el paraíso y el infierno…, todos son conceptos mazdeístas que influyeron sobre el judaísmo, y por añadidura sobre el cristianismo. No son enseñanzas reveladas por dios, ni mucho menos ideas originales del culto cristiano. Hoy se puede decir sin temor a equivocarse, que el mazdeísmo es la más antigua de todas las religiones monoteístas y que se dicen reveladas, y es la fuente original de la que bebieron los judíos, los esenios, y los cristianos para conformar sus doctrinas. Es también la religión viva más antigua, ya que tiene unos 3,500 años de antigüedad, y aunque pocos, aún tiene creyentes hoy en día; en Irán, India y Sri Lanka principalmente, y suman aproximadamente 500 mil. Más antiguo que el mazdeísmo, desde luego, es la religión egipcia y el culto a Osiris, y en realidad es ahí donde surgen las primeras leyendas religiosas sobre el conflicto terreno entre el bien y el mal, la resurrección, el alma eterna, un hijo de dios y una madre virgen. Las ideas egipcias dominaron toda la cuenca oriental del Mediterráneo desde el segundo milenio a. E. y hasta tiempos de Roma. En tiempos de Alejandro Magno las ideas egipcias entraron en contacto con las griegas, y desde luego, desde mucho tiempo antes habían entrado en contacto con las judías. Para los tiempos de Jesús, tanto el helenismo como el judaísmo estaban impregnados de ideas egipcias. En aquellos tiempos el culto a Osiris, Isis (su mujer) y Horus (su hijo), como trinidad divina (otro concepto nada original del cristianismo), estaba bastante extendido. El mito fundamental de Osiris plantea la rivalidad del bien y el mal a nivel religioso; Osiris (el bien) 82
es asesinado y despedazado por su hermano Seth (el mal), quien lo arroja al Nilo, donde es rescatado por Isis, quien con su amor le devuelve la vida (resurrección gracias al amor), y el bien triunfa sobre el mal. Osiris, como Jesús milenios después, muere como hombre pero resucita como dios. Cabe señalar que Isis encontró todas las partes descuartizadas de Osiris menos una: su pene, por lo que la concepción de su hijo, Horus, es milagrosa…, y desde luego, virginal, con lo que Horus, unos tres mil años antes que Jesús, es el hijo de dios, nacido de una virgen. Así pues, seguimos con las historias pirata de la Biblia, donde las fábulas, mitos y leyendas presentados, no son más que adaptaciones de fábulas, mitos y leyendas de los pueblos antiguos. En el caso de Isis, de esta historia se tomó, no sólo la idea de una madre virgen para el hijo de dios, sino que de ahí se copió prácticamente todo el culto a María, incluso las letanías marianas que se leen al rezar el rosario, son copia de letanías de Isis: estrella de la mañana, sede de la sabiduría, estrella del mar, puerta del cielo, etc... Así pues, tanto los textos hebreos recopilados en el Antiguo testamento, como las ideas básicas de los evangelios, finalmente conforman una Biblia pirata; es decir, un supuesto libro sagrado, revelado por dios, pero cuyo contenido existía previamente en las culturas más antiguas. La creación, el fruto prohibido, la serpiente, Satanás, el diluvio, Noé, Abraham, la sabiduría del rey Salomón, los diez mandamientos, un hijo de dios, la virginidad, la trinidad divina, la resurrección de dios, y hasta el juicio final al fin de los
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tiempos, son ideas de Mesopotamia, de los persas, de los griegos y de los egipcios, escritas siglos y hasta milenios antes del nacimiento del cristianismo. Pero por si todo esto no bastara, está la historia de la última cena de Jesús con sus doce discípulos antes de su pasión y muerte…, bueno, pues resulta que el escritor romano Plutarco, contemporáneo de los primeros cristianos, de los apóstoles, quien escribió sus libros antes que los evangelios, narra una historia perturbadoramente similar. En su libro “vidas”, Plutarco cuenta la vida de Cleomenes III, rey de Esparta del siglo III a. E. Este rey, narra Plutarco, canceló deudas y se propuso repartir tierras, liberar esclavos y organizar una revuelta contra el rey Tolomeo IV de Alejandría. El levantamiento fracasó y el rey decidió darse muerte; antes de eso se reunió con 12 de sus amigos más cercanos a cenar y les pidió no luchar más. Luego se suicidó y su cadáver fue clavado en una cruz, el populacho lo proclamó hijo de los dioses. No importa si esta historia ocurrió o no en realidad, y si fue o no de esta forma, aquí lo importante es que esto lo haya escrito un historiador romano de tiempos de los apóstoles, unos años antes que los primeros textos cristianos…, en los que aparece una última cena de Cristo, y una pasión y muerte tan extrañamente parecidas. La Biblia católica es finalmente una antología de 71 textos escogidos en el Concilio de Nicea, que respondían más a los intereses del imperio que a la doctrina, y que fueron ratificados doce siglos después, en 1563 en el Concilio de Trento, donde se impuso el Dogma de que habían sido inspirados por el Espíritu Santo, dios desconocido por los judíos, a pesar de que aparentemente inspiró también sus libros. También es interesante 84
que aunque son basados en leyendas de otras culturas, son considerados reales y verdaderos, aunque los originales no, como ejemplo tenemos el caso del diluvio, que aparece desde la Epopeya de Gilgamesh. Según la Iglesia, los textos de inspiración divina son, en el Antiguo Testamento, es decir, tomados de los textos judíos: • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •
Génesis Éxodo Levítico Números Deuteronomio Josué Jueces Ruth Samuel (2) Reyes (2) Crónicas (2) Esdras Nehemías Tobías Judith Esther Macabeos Job Salmos de David Proverbios de Salomón Eclesiastés Cantar de los cantares Sabiduría Eclesiástico Jeremías Isaías Ezequiel 85
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Daniel Lamentaciones de Jeremías Baruc 12 libros de profetas menores
Y en el nuevo Testamento, es decir, los propiamente cristianos: • • • • • •
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Evangelio de San Mateo Evangelio de San Lucas Evangelio de San Marcos Evangelio de San Juan Hechos de los Apóstoles Epístolas de Pablo a: o Romanos o Corintios o Galateos o Efesios o Filipenses o Colosenses o Tesalonicenses o Timoteo o Tito o Filemón o Hebreos Epístola de Santiago 2 epístolas de San Pedro Epístola de San Judas 3 epístolas de San Juan Apocalipsis de Juan
Todo esto no deja de ser más que una colección de textos, legendarios y de culturas antiguas en al caso del Antiguo Testamento; y de recopilaciones de seguidores de Cristo en el caso del Nuevo. Pero es un atentado contra el sentido común, pretender que un libro mal escrito, contradictorio, con errores de todo tipo, sobre todo históricos y desde 86
luego lógicos, sea palabra inspirada por Dios. Lo malo es que la religión disfraza todas esas incoherencias y faltas a la lógica, como misterios de la sabiduría divina, y por tanto no debemos pensar siquiera en cuestionarlo. Los mas ortodoxos, tanto del judaísmo como del cristianismo, tienden a tomar de forma literal los textos religiosos, otros más los interpretan, aunque la interpretación suele favorecer la postura del intérprete…, y en el caso de la Iglesia Católica, la interpretación libre de la Biblia fue oficialmente prohibida en el Concilio de Trento, en el siglo XVI…, de hecho se prohibió su lectura, con lo que, contrario al judaísmo y al Islam, religiones basadas en que sus creyentes lean sus escrituras, el catolicismo es una fe basada en que sus creyentes NO lean sus escrituras. Y bueno, el caso es que la lectura de las escrituras le dejaría claro hasta al menos observador, que es un texto plagado de imprecisiones y contradicciones; veamos sólo algunas a modo de ejemplo:
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Génesis 1,31: Y vio Dios todo lo que había hecho y vio que era bueno en gran medida...”
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Génesis 6,6: Y se arrepintió Jehová de haber hecho al hombre en la tierra y le pesó el corazón...
Hasta donde se sabe, los seres perfectos, hipotéticamente, pues no existen; no se equivocan nunca, por lo tanto jamás, bajo ninguna circunstancia, se arrepiente de algo, mucho menos si son omnipresentes y omniscientes, pues todo lo pueden y todo lo saben. 87
Aunque evidentemente el Génesis es un relato simbólico, es difícil hablar de un dios perfecto y sumo creador al que el propio texto atribuye todo el tiempo características humanas. ¿Dónde quedó la perfección de Dios? Vamos con algo simple: •
Génesis 32,30: “vi a dios cara a cara y fue liberada mi alma”
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Éxodo 33,11: “ y hablaba Jehová a Moisés cara a cara”
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Éxodo 33,20: “dijo Jehová, no podrás ver mi rostro porque no me verá hombre y vivirá.”
Este tipo de contradicciones simples, sólo dejan claro que no hablamos de un libro que haya sido escrito por una sola persona., mucho menos Moisés; sino de una colección de textos recopilados a lo largo de siglos. A los primeros cinco libros de la Torá judía y de la Biblia se les llama Pentateuco o los cinco libros de Moisés, porque hablan de este personaje, no porque hayan sido escritos por él, que en realidad es probable que ni siquiera haya existido, ya que no hay pruebas históricas de ello. Lo importante aquí no es si ve o no el rostro de dios, ya que es evidente que se trata de un lenguaje metafórico (que es metafórico hoy, ya que en su
tiempo se escribió
pretendiendo que era verdad), sino comprender el hecho de que no es un texto escrito por una sola persona inspirada por dios, como hasta la fecha pretende la Iglesia Católica. Otro ejemplo de contradicciones; en el génesis, Antiguo Testamento, aparece: •
Génesis 3, 9: “él (Adán) respondió a Jehová, Oí tu voz y tuve miedo...” 88
Pero en el evangelio de Juan, parte del Nuevo Testamento, escrito unos 700 años después, se plantea: •
Juan 5,37: “nunca habéis oído su voz (la de dios) ni habéis visto su parecer...”
Vámonos a lo más simple: ¿se le oye o no a dios, y se saben o no sus designios? En el Antiguo Testamento dios habla todo el tiempo con la humanidad (interesante preguntarse por qué dios deja de hablar con la humanidad al tiempo que avanza el conocimiento y la educación), habla con Adán, con Noé, con Abraham, con Isaac, con Moisés, entre otros…, para tiempos de Jesús no habla con nadie. Más importante aún es si se saben o no sus designios, ya que finalmente los libros de Moisés, y prácticamente todo el Antiguo Testamento y la Torá judía, se basan en que, no sólo si saben los designios de dios, sino que el en persona y de propia voz es quien los da a conocer. Además, si no se saben sus designios, cómo la religión pretende saberlos y tenerlos en un libro..., es un misterio. Más contradicciones divinas: Jueces 1,19 (Antiguo Testamento): Jehová echó a los de las montañas, más no pudo echar a los que vivían en el llano porque tenían carros de fuego...” Mateo 19,26 (Nuevo Testamento): “para dios no hay imposibles...” Es evidente que el primer planteamiento aquí es si dios es o no omnipotente, ya que al parecer unos carros de guerra construidos por humanos son suficientes para detenerlo, pero en realidad volvemos al hecho de que surgen contradicciones en textos que están 89
separados por unos siete siglos de distancia, y lo más importante; textos que en realidad no tienen relación alguna entre si. Es decir, la Iglesia Católica pretende que los textos sagrados son inspirados por dios, lo cual de entrada debería mantenerlos exentos de errores, y pretende que hay una relación directa entre los antiguos textos hebreos y los del nuevo testamento, lo cual es absolutamente falso. Los hebreos escribieron sus textos para narrar su historia y lo consideran su específica relación con dios, los hebreos con dios, no la humanidad con dios; un dios tan exclusivamente suyo, que no sólo participa en las batallas, sino que mata a otros pueblos para salvar a los hebreos, lo cual sería impensable del dios planteado por los evangelios, suma bondad y padre y creador de todos por igual. LA Iglesia incluso metió mano en el Concilio de Nicea y en las traducciones y adaptaciones de los evangelios, para intentar que coincidieran con los textos proféticos de los judíos, y aun así, estas contradicciones sobre el poder de dios siguen presentes. Otro ejemplo de divinas contradicciones; el dios cristiano, el de los evangelios, es suma bondad, mientras que el descrito por los hebreos en sus textos es un dios castigador, guerrero, vengativo y eternamente encolerizado. Veamos: •
Éxodo 15,3 (Antiguo Testamento): “Jehová, dios de guerra, Jehová es su nombre...”
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Romanos 15,33 (Nuevo Testamento): “el dios de paz sea con vosotros...”
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Simple: ¿es dios de guerra o es dios de paz? En el Antiguo Testamento es un dios guerrero porque se narra la historia de los hebreos y todas sus guerras para instalarse en la zona de Palestina, la supuesta tierra prometida, y todas las batallas que tuvieron que librar por siglos, contra varios pueblos, para fundar y luego mantener el reino de Israel. En el Nuevo Testamento se habla de un Jesús que jamás dio guerra a los romanos, así pues, es necesario hablar de un dios de paz. Nuevamente: los textos hebreros nada tienen que ver con los evangélicos, por más que la Iglesia se empeñe en hacerlos coincidir. El punto es que este ejercicio comparativo podría llevar cientos de horas y miles de páginas; estas eternas contradicciones podrían deberse, como se ha comentado, a la distancia de más de siete siglos entra una compilación de textos y la otra, pero si nos vamos únicamente a los evangelios, según la Iglesia inspirados por dios a los discípulos de Jesús, las contradicciones también son evidentes. Por ejemplo, en temas fundamentales de los evangelios, como la estancia de Jesús en Jerusalén, su pasión y muerte, y sus milagros, los cuatro evangelios escogidos como buenos, de entre más de 30 textos, tampoco están de acuerdo. En cuanto a la visita a Jerusalén, los tres primeros evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas) dicen que Jesús fue una sola vez, pero el evangelio de Juan lo ubica ahí en tres ocasiones; el mismo Juan no menciona 27 milagros que los otros tres si mencionan, y cita seis de los que nadie más habla. Por algo será que la Iglesia no recomienda la lectura de la Biblia; de hecho, ante tantas contradicciones, ha aceptado que el Antiguo Testamento es más bien legendario y 91
metafórico, pero si se mantiene la idea del carácter divino del Nuevo Testamento. Ahora bien, hoy en día la Iglesia no recomienda la lectura de la Biblia, pero hasta la década de los sesenta del siglo XX esa lectura estaba simplemente prohibida. Como se oye, la Iglesia Católica prohibía a sus fieles leer la Biblia, prohibición que se hizo oficial en el Concilio de Trento, en el siglo XVI y no fue suspendida hasta el Concilio vaticano II, en el siglo XX. Veamos la paradoja: el judaísmo, el islam y el cristianismo reformado son religiones que se basan en que sus creyentes lean sus escrituras, mientras que el catolicismo es una fe que se basa en que sus creyentes NO lean sus escrituras. Tampoco hay que olvidar que la Iglesia Católica no sólo prohibía leer la Biblia, sino que en general prohibía leer todo aquello que consideraba nocivo para su poder. en el mismo Concilio de Trento se estableció el llamado índice de libros prohibidos, la lista de libros que todo buen creyente NO debía leer, so pena de condenar su alma por toda la eternidad. Por el índice prohibido pasaron los textos de Aristóteles, de Galileo, de Copérnico, de Giordano Bruno, de Kepler, de Newton, de Darwin, de Rousseau y todos los ilustrados franceses, de Marx, de Hegel, de Nietzsche, de Sartre, de Freud…, vaya, de todos los grandes pensadores de la humanidad. El índice no fue cancelado sino hasta el siglo XX, en el Concilio Vaticano II…, a partir del cual la Iglesia ya no prohíbe textos so pena de infierno, pero sigue elaborando una lista de todo lo que recomienda NO leer. Así pues, hoy, en el siglo XXI, está permitido, aunque no recomendado, leer la Biblia, aunque insiste la Iglesia en que, por su difícil comprensión, su lectura debe ser guiada por 92
un sacerdote experto… ¿y cómo no va a ser difícil comprender un libro lleno de errores, mitos, imprecisiones y contradicciones? Aun así, y hay que decirlo, la mayoría de los fieles católicos en la actualidad no lee la Biblia…, por lo menos no completa, y mucho menos parea someterla al análisis. Y para los creyentes que tengan la osadía de leerla, la Iglesia de cualquier forma tiene sus posturas oficiales e inamovibles, con lo cual, ya no se condena al que lee la Biblia, pero si al que la lee y la interpreta de forma distinta a la única permitida por la Iglesia. Hoy en día la Iglesia plantea su postura oficial de la Biblia y su interpretación de forma dogmática, en libros como “La religión Demostrada” del padre Hillaire, donde se deja clara, sin análisis, la postura de la institución. Ante la pléyade de errores, omisiones y contradicciones, el padre Hillaire escribe: “los evangelios, cuya autenticidad, integridad y veracidad nadie puede poner en duda, prueban la revelación divina”. Me pregunto en qué momento se “demuestra” algo en frases como esta, que simplemente imponen las ideas, sin ningún tipo de reflexión que las respalde. Pero ya vimos que claro que se pueden poner en duda. Ante la interrogante de si debemos creer en TODO, absolutamente TODO lo que dicen los evangelios, el padre Hillaire “argumenta”: “Sí, porque se debe creer a un libro histórico cuando es veraz, íntegro y auténtico. Los cristianos creemos que los evangelios son inspirados; es decir, que los Apóstoles y los discípulos los han escrito siguiendo el impulso del espíritu santo que se los dictó”.
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El primer punto a dejar claro es que los evangelios son libros religiosos, NO libros históricos,
bajo
ninguna
circunstancia
soportan
el
menor
rigor
histórico,
independientemente de la arrogante presunción de que son dictados por dios, lo cual es cuestión de la fe de cada creyente, pero el sentido común ya nos ha dejado claro a estas alturas de la lectura, que no sería posible que un dios omnipotente inspirara libros tan humanos, con pretensiones y características humanas, con errores humanos, algunos inocentes y otros deliberados, y que además están llenos de antecedentes históricos de milenios atrás. A esto habría que agregar que la zona del imperio romano donde vivieron Jesús y sus discípulos, la lengua de unidad y la lengua culta eran el griego, y los apóstoles eran unos pescadores analfabetas que sólo hablaban arameo, y que desde luego no escribían. Por eso los primeros textos cristianos son de gente que no conoció a Cristo, como los hoy llamados San Lucas y San Pablo, que hablaban y escribían ambos, en griego. Pero el colmo de todos los colmos es cuando el padre Hillaire pretende defender la autenticidad, veracidad e integridad de los evangelios, y define lo que es auténtico, verídico e íntegro: Nos dice en nombre de la Iglesia que un libro es auténtico cuando ha sido escrito en la época y por el autor que se le asigna. Pero hoy sabemos que los evangelios no fueron escritos por los llamados cuatro evangelistas, desde luego no por los apóstoles, ni siquiera cada uno por una sola persona sino que son compilaciones de ideas…, y con toda
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seguridad escritos en griego, alrededor del año 100, cuando ningún discípulo de Jesús estaba con vida. Nos dice que un libro es íntegro cuando ha llegado a nosotros sin alteración. Y vaya, si algo se sabe hoy es que los cuatro evangelios aceptados por la Iglesia son compendios de varios evangelios que hoy se conocen como apócrifos, que fueron escritor en griego, o algunos en copto, y luego traducidos al latín en el siglo IV…, este simple hecho de la traducción hace que el texto no sea íntegro. Finalmente nos dice que un texto es verídico cuando el autor no puede ser sospechoso de error o mentira. La primera pregunta al respecto sería ¿quién es al autor o autores de los evangelios? Para lo cual no existe respuesta; en el más religioso de los casos habría que decir que el autor es dios, que supuestamente los inspiró…, y en ese sentido es obvio que dios no es sospechoso de error o mentira…, pero si todos aquellos que dicen representarlo. Además dios no puede ser bajo ninguna circunstancia un argumento histórico. Si nos vamos a los apóstoles, sabemos que no sabían leer ni escribir, aunque Dios les haya dictado, y los evangelios si son sospechosos de manipulación, ya que eran propaganda religiosa, y partir del Concilio de Nicea, son también una herramienta de control y poder por parte del imperio romano. Así pues, la Biblia en su totalidad no puede ser tomada como auténtica, íntegra y verídica. De 1991 a 1996 se reunió en California un grupo de 80 panelistas, todos ellos expertos en teología y en los evangelios, estudiosos de varias iglesias cristianas, y formaron el “Jesús 95
Seminar” para analizar debidamente las escrituras. Todos con doctorados; incluso rabinos judíos que estudian los evangelios desde el punto de vista judío. Algunas de sus conclusiones fueron: •
Ningún evangelio es auténtico
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El cristo que impone el dogma no tiene validez histórica
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El 80% del contenido de los evangelios es ficción, inventado por quienes lo hayan escrito
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Que en gran medida son adaptaciones malintencionadas del AT
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Que sólo alrededor de un 18% de las palabras atribuidas a Jesús fueron dichas por él.
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Que ningún milagro es atribuible
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Que no predicó al Sermón de la Montaña
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Que nada se sabe de su nacimiento más que el nombre de su madre (Miriam)
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Casi todos sus dichos más bien los tomaron del libro de los salmos
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Que las palabras de la cruz son inventadas
Un detalle para finalizar con los textos bíblicos; el objetivo de la religión es la salvación, los textos sagrados son por lo tanto una herramienta para esa salvación, Jesús vino para salvarnos…, la pregunta es, ¿salvarnos de que? Hasta hace poco la respuesta era simple: salvarnos de la condenación eterna, pues la condena que traemos a cuestas por el supuesto pecado original que cometieron Adán y Eva…, pero hoy hasta la Iglesia acepta el
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hecho de la evolución y la no existencia de Adán y Eva, cuyo relato es simbólico. Luego, si no existieron, pues siempre no hubo pecado original..., y entonces de qué se nos salva.
¿Y QUIÉN MATÓ A JESÚS? Se planteó líneas atrás que en el Concilio de Nicea fue necesario crear dos grandes mitos; el primero, que las escrituras son incuestionables pues fueron inspiradas por el Espíritu Santo, y el segundo, la gran mentira medieval, causante de cientos de tragedias y persecuciones asesinas: que los judíos mataron Cristo. Lo primero fue revisado en el capítulo anterior; ahora pasemos a un tema vital, si no fueron los judíos, entonces quién mató a Jesús. En el siglo IV, como se ha visto, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio romano y en la única permitida. Ahora todos, desde el emperador hasta el más bajo de los plebeyos debía ser cristiano, es decir, venerar a Cristo…, a ese Jesús que siglos atrás fue ejecutado como delincuente, a ese rebelde condenado a morir en la cruz por la autoridades romanas…, quizás la más grande contradicción del momento fue esa: la imposición romana de adorar como dios al hombre que la misma Roma condenó a muerte. Ante este realidad se inventó la gran mentira, proclamada desde entonces como verdad incuestionable: que los judíos, y nos los romanos, fueron los que condenaron a muerte a Jesús y los que ejecutaron su sentencia; eran por lo tanto los asesinos de dios, condena
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que cayó mentirosamente sobre ellos, creada por Roma y respaldada y luego perpetuada por la Iglesia Católica, una artera mentira de la que la Iglesia fue cómplice por prácticamente 1,500 años, y que a lo largo de la edad media usó como pretexto para encabezar persecuciones asesinas contra los judíos…, claro está, en el nombre de dios. Vayamos paso a paso, en tiempos de Jesús el pueblo judío había sido sometido por el poder romano, con una gran autonomía, a grado tal de que les permitía tener un rey, aunque ese rey era cómplice de la dominación romana, como es el caso de Herodes el Grande, nombrado rey de Judea por Marco Antonio en el año 40 a. E., cuando los judíos no lo consideraban judío. Roma permitía que los judíos practicaran su religión y respetaran sus tradiciones y tuvieran sus propias leyes y castigos, siempre y cuando aceptaran la autoridad romana, y desde luego, pagaran sus tributos al César. Además del rey de Judea, los encargados de mantener en orden al pueblo hebrero eran los sumos sacerdotes, reunidos en consejo llamado Sanedrín, que era la máxima autoridad religiosa. Este Sanedrín, evidentemente, también era cómplice de la dominación romana, y velaba más por sus propios intereses y los de Roma antes que los de su propio pueblo. Para tiempos de la vida pública de Jesús, el rey de Judea era Herodes Antipas, máxima autoridad de los judíos, pero siempre bajo la tutela de Roma, quien mantenía a un procurador en la región, en este caso, Poncio Pilato. Los judíos bajo poder romano tenían ciertas limitantes, y una de ellas es que ninguna autoridad judía podía condenar a muerte, lo cual era una prerrogativa cien por ciento romana. Con este dato debería bastar: las 98
autoridades judías no podían condenar a nadie a muerte sin un juicio llevado a cabo por la autoridad romana. Si eso no basta, veamos el tipo de muerte. Jesús es condenado a morir en la cruz; desde el siglo II a. E., se venía practicando la crucifixión a los delincuentes sin ciudadanía romana, es decir que ningún ciudadano romano moría en la cruz. A partir del 70 a. E., los judíos se comenzaron a rebelar por toda la zona de Judea, y los romanos comenzaron a aplicar la muerte por crucifixión a todos los rebeldes políticos. En una época en que el pueblo hebreo estaba dividido en varias sectas y grupos religiosopolíticos, como se ha visto, lo cierto es que es difícil ubicar a Jesús. Todo parece indicar, como se ha mencionado, que fue parte del grupo de los esenios, de carácter místico; sin embargo entre sus discípulos había muchos zelotas, conocidos por sus ideas revolucionarias contra la autoridad romana…, pero también parece un hecho que Jesús tenía buena relación con el grupo de los Fariseos, judíos de posición acomodada. El único grupo que ni simpatizaba con Jesús, y viceversa, eran los Saduceos, de donde surgían casi todos los sumos sacerdotes del Sanedrín. Los Saduceos eran los judíos más ortodoxos, por eso no veían con simpatía las ideas renovadoras del judaísmo que planteaba Jesús; aun así, ser un líder con ideas religiosas innovadoras no era razón para matar a Jesús, y lo cierto es que los sacerdotes del Sanedrín decidieron que debía de morir. Esto nos lleva a pensar que su innovación religiosa traía también ideas políticas, ideas sediciosas, volvemos a que la mayoría de sus discípulos eran
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zelotas, judíos guerrilleros. El punto es que el Sanedrín consideró a Jesús una amenaza para su cómoda posición como súbditos cómplices de Roma. Así pues, es la guardia del templo, mandada por el Sanedrín, quien arresta a Jesús en el huerto de los olivos, y lo primero que hacen es llevarlo ante Caifás, el líder sacerdotal, quien después de una entrevista con él decide que es necesario ejecutarlo…, evidentemente por sus ideas políticas, no por sus ideas religiosas, y es por eso que lo manda ante Poncio Pilato, procurador romano, por dos razones: primero, porque al acusarlo de rebelión y sedición, es algo que compete directamente a Roma, y en segundo, porque Caifás pide la pena de muerte, que los autoridades judías no podían decretar. Pilato examinó a Jesús y no lo encontró peligroso, no vio en el al sedicioso que Caifás describía, y por eso, en un intento de no mezclarse en los asuntos del Sanedrín, con quien no tenía buena relación, decide enviarlo ante Herodes, rey de Judea y por lo tanto máxima autoridad judía. Herodes pudo haber encontrado a Jesús culpable de blasfemias o herejías, es decir, de faltas religiosas que a lo sumo ameritaba multa o azotes, de ahí que el Sanedrín insista en que debe ser juzgado por Roma, y sea devuelto ante Pilato. Así pues, es cierto que el Sanedrín judío ejerció presión sobre Pilato para que Jesús fuera juzgado como enemigo de Roma, y por lo tanto condenado a muerte…, el procurador finalmente cedió y condenó a muerte a Jesús. Hay pocos pasajes tan irracionales como aquel en que nos dicen que Poncio Pilato se lavó las manos y dejó a los judíos hacer lo que quisieran, ¡Pilato era la máxima autoridad, y en Roma todo se regía por el derecho!, así pues, es impensable e inverosímil que la autoridad de Roma permita un linchamiento. 100
Así pues, es Roma, a través de la persona de Pilato, quien condena a Jesús, de ahí que sean todo el tiempo centuriones romanos los que lo flagelan, y los que lo custodian todo el camino hasta el patíbulo, fueron igualmente los centuriones romanos los que se repartieron sus ropas y los que finalmente lo clavaron. Jesús, llamado por sus discípulos, el Cristo, fue ejecutado por órdenes de Roma…, por eso cuando esa misma Roma adopta el cristianismo, fue necesario maquillar esa parte de la historia y dejar que la culpa recayera sobre los judíos. El Sanedrín consideraba a Jesús, como Mesías, según creían algunos, una amenaza para su casta sacerdotal, pero fue condenado por Roma, seguramente por Sedición. Sin embargo en ese tiempo los Mesías estaban a la orden del día, muchos habían recibido ese calificativo antes de Jesús, entre ellos Juan el Bautista, y muchos lo recibieron después. Un Mesías más llegó en el año setenta, se levantó en armas contra Roma, y los judíos y su pequeño estado dentro del Imperio Romano fueron derrotados. En esta ocasión si hubo violencia, que Jesús evitaba, y hubo de ser controlada por los romanos, el emperador Tito mandó a 80 mil soldados contra Jerusalén, sofocó la revuelta y ordenó la destrucción del templo judío. En el año 135 hubo otra revuelta, encabezada por otro al que llamaron Mesías, y el emperador Vespasiano prácticamente destruyó a la nación judía; murieron más de medio millón de judíos y los sobrevivientes fueron desterrados de Palestina, con la expresa prohibición de vivir en Jerusalén.
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Este año 135 significa la desaparición del reino judío y es el comienzo de lo que se llama la Diáspora, o la dispersión de los judíos por el mundo. Básicamente se dispersaron por el mundo mediterráneo, muchos seguidores de Cristo huyeron a Roma, y los pocos que se quedaron en Palestina se hicieron romanos por ley, aunque conservaron su religión. Así pues, para el año 135 los judíos ya no tienen un reino y son un pueblo condenado a la dispersión, mientras que los cristianos ya no son una secta judía sino una nueva religión, perseguida frecuentemente por el imperio que no dejaba de verlos como judíos y revoltosos. Doscientos años después eran la religión oficial de Roma, y la historia verdadera tuvo que ser rescrita. Para el siglo V ya no hay Imperio Romano de Occidente, y es en gran medida el papado, instituido por la propia Roma, quien llena ese vacío de poder. así comienza la edad media, mil años de predominio de la Iglesia, una Iglesia que había condenado a los judíos como asesinos de dios, y con este pretexto los persiguió y asesinó por más de mil años.
LA CAÍDA DE ROMA Y EL AUGE DE LA IGLESIA El emperador Constantino dio tolerancia religiosa a los cristianos con el Edicto de Milán en el año 313, creó la Iglesia y el papado en el 325, y el emperador Teodosio convirtió al cristianismo en la fe oficial del Imperio Romano en el año 380…, todo esto ocurrió cuando Roma era ya un imperio en decadencia y constantemente azolado por invasiones de los pueblos germánicos del Norte.
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En el año 375, los Hunos atravesaron la cordillera de los Montes Urales, desde las estepas siberianas, y entraron sus hordas saqueadoras a Europa, lo que precipitó que los pueblos germánicos del norte de Europa se precipitaran sobre territorio romano. Pocos años después, bajo el reinado de Atila, los hunos se establecieron en el norte de Europa, y fueron tan poderosos que llegaron a someter al Imperio Romano, tanto en occidente como en oriente, a grado tal de exigirles tributo. La crisis económica del Imperio Romano de Occidente, la excesiva corrupción, la militarización, la incompetencia de la mayoría de los emperadores, sumado al ataque de Atila, más las invasiones de los pueblos germánicos, precipitaron la caída de roma y todo el imperio occidental, cuyo último emperador, Rómulo Augusto, perdió el trono en el año 476, ante el ataque del rey godo-germano Odoacro, quien envió las insignias imperiales de Roma a Constantinopla, y reclamó el título de Rey de Italia Estos acontecimientos significan el fin del Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma, pero el Imperio de Oriente, con capital en Constantinopla, perduró un milenio más, hasta que cayó en manos de los turcos en 1453. Ya sin emperador de occidente, los diversos pueblos germánicos: ostrogodos, visigodos, alamanes, francos, hérulos y demás, se comenzaron a disputar los territorios imperiales. Para el romano común, el mundo había terminado, Roma era el orden, el centro, el eje del mundo, la estabilidad, el progreso, la ley y la paz…, ahora el mundo quedaba sumergido en tinieblas. Pero ante esta situación, el papado, la única institución romana que subsiste, ocupará ese vacío de poder, y se convirtió el puesto político más importante de la historia 103
en los siguientes mil años de historia en la Europa occidental…, pero si el papado, como puesto de poder, ya era ambicionado desde el 325, y había sido causa de asesinatos y complotes desde aquel año, con la caída de Roma y el ascenso en poder que eso le dio a los Papas, el trono pontificio se convirtió en un botín por el que pasaron algunos de los peores seres humanos que ha visto la historia de la humanidad.
LOS PAPAS OSCUROS DEL IMPERIO ROMANO Desde que se instituyó la Iglesia en el Concilio de Nicea (325) y el papado como institución de poder, los conflictos por el trono pontificio fueron terribles, y los papas oscuros fueron tantos que podría tomar miles de páginas señalarlos a todos a detalles, así es que veamos sólo a lo más destacado de la peor parte de la Iglesia en sus primeros siglos de existencia. Fue muy común durante todo el medioevo la existencia de los “antipapas” es decir, cuando los obispos no llegaron a acuerdo en la designación del pontífice, o el perdedor no aceptaba su derrota, y entonces cada quien nombraba a su Papa, en muchas ocasiones hubo dos Papas simultáneos, llegó a ver incluso tres, todos peleando por el poder y hasta matando por el trono papal. Esta bonita historia comienza con el Papa Liberio, pontífice des 352 al 366…, y como el trono papal ya era un puesto político importante, éste fue el primero al que salió un antipapa, conocido en la historia como Félix, de la secta herética de los arrianos, que decían que Jesús no era divino al igual que dios padre. Es decir, ya hay Iglesia, ya es
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poderosa, ya se había impuesto por la fuerza el dogma, y hasta en las ligas mayores seguían discutiendo si Jesús era o no era divino e hijo de dios. A la muerte de Liberio, el trono papal recayó en Dámaso, papa del 366 al 384; es este época no se habían establecido claramente los lineamientos para elegir a un nuevo papa, y Dámaso fue llevado al trono pontificio por aclamación popular de la chusma que en ese momento estaba afuera de la Basílica de San Lorenzo, un Lucina…, pero éste se trata, aparentemente, del primer caso de acarreo masivo en una elección, ya que esa multitud había sido convocada por el propio Dámaso. Ante esta irregularidad, otros grupos manifestaron su desagrado y eligieron a su oponente, Ursino, como pontífice…, como la historia la escriben los vencedores, y el que logró quedarse, por medio de la violencia, con el trono papal, fue Dámaso, hoy Ursino es considerado antipapa. La situación no fue sencilla ni pacífica, durante dos años ambos papas estuvieron en guerra, cada uno con su ejército que creía morir en nombre de dios…, hasta que triunfó Dámaso. Los seguidores de Ursino fueron perseguidos, y entonces se escondieron en una iglesia, con la idea de que un papa no se atrevería a atacar un templo. Para su sorpresa, la iglesia que les sirvió de refugio fue sitiada por las tropas de Dámaso durante doce días para que sus enemigos muriesen de hambre. Se recogieron 137 cadáveres. Ante estos hechos Dámaso fue acusado formalmente de asesinato, pero el emperador Valentiniano I (recordemos que aún estamos en los últimos años del Imperio Romano)
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absolvió a Dámaso en el 378 y desterró a Ursino. La impunidad es parte de la historia de la Iglesia desde sus orígenes. Ya afianzado en el poder pontificio, el radiante papa convocó al Concilio de Constantinopla, donde condenó al arrianismo, la doctrina de su oponente, como una herejía, y trató de presionar a los obispos del Imperio Romano de Oriente para que declararan que el Papa de Roma estaba por encima del Patriarca de Constantinopla, lo que no logró, pero entonces se sacó un as (un dogma) de la manga, y decretó la existencia del Espíritu Santo como dios, el igualdad a dios padre y dios hijo, con el detalle de que estableció que este Espíritu Santo era quien inspiraba a los obispos al elegir al Obispo de Roma. Es decir, mientras la elección y autoridad del Patriarca de Constantinopla era una simple elección por mayoría de un grupo de seres humanos, la elección del papa era una cuestión de dios. Ya que Dámaso se enemistó con todos los obispos del Imperio de Oriente, que hablaban griego y tenían las escrituras religiosas en griego, el único idioma en que existían hasta la fecha, institucionalizó al latín como idioma de la Iglesia y ordenó la traducción de las escrituras a su secretario, hoy conocido como San Jerónimo, quien aprovechando la traducción, adaptó varios pasajes e introdujo uno que no estaba en las escrituras originales: el episodio en que Jesús nombra a Pedro como la piedra de su Iglesia…, es decir, se inventa un pasaje que legitime su poder.
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LOS PAPAS OSCUROS DESPUÉS DE ROMA Como se ha señalado con anterioridad, el cristianismo se hizo culto oficial de un imperio decadente, un imperio que de hecho ya se había dividido en dos: imperio de occidente e imperio de oriente; la decadencia fue particularmente en el primero, que además de padecer todos los conflictos internos por el poder religioso, se enfrentó a las invasiones de los pueblos germánicos del norte, que para el siglo V simplemente terminaron de destruir el imperio romano de occidente. Los principales germanos invasores fueron los visigodos y los ostrogodos. Además llegaron los francos, los suevos, los burgundios, los anglos, los sajones, los vándalos, los frisones, los alanos (iranios) y los alamanes. Otros grupos germánicos como los sajones y los anglos se instalaron en Britania. Los vándalos arrasaron las Galias, Hispania, el norte de África y conquistaron Cartago, donde se dedicaron a la piratería. Los francos se establecieron en las Galias,
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convirtieron al catolicismo y se hicieron defensores radicales de la fe…, y con el tiempo sus reyes desarrollaron la teoría (absolutamente falsa) de ser descendientes de Jesús y Magdalena Los ostrogodos dominaban la península itálica desde el siglo IV, pero conservando simbólicamente a un emperador, hasta que el rey Odoacro destituyó a Rómulo Augusto en 476, decidió no nombrar a un nuevo emperador, envió las insignias imperiales a Oriente (Constantinopla se convierte en la única Roma), y a cambio el emperador de Oriente, Zenón, lo nombró Patricio, Dux del Veneto y Rex Italus. 107
Después del 476, y ya sin emperador en Occidente, la historia de los papas oscuros y truculentos continuó de peor forma aún que en el pasado. Contemos esa bonita historia. En el año 498 fue nombrado Papa el obispo Símaco, con lo que no estuvo de acuerdo el emperador de oriente, Anastasio, que entonces nombró a su propio papa, un tal Laurentis…, y así la historia de papas y antipapas continúa. Teodorico, para entonces rey de los Ostrogodos apoyó a Símaco, y el emperador Anastasio a Laurentis…, es decir, cada uno respaldó al que pensaban que podían manipular a su favor, y el papa se convirtió en un títere del poder. Es importante recordar que el título de antipapa se da con el paso de la historia de forma muy simple: al que terminó por imponerse se le reconoce como papa y de inmediato se habla del opositor como antipapa. Símaco, una vez que logró la supremacía, tras guerras y asesinatos que hubieran equivalido a una pena de muerte para cualquiera, estableció que el papa sólo podía ser juzgado por Dios. Se habla mucho de la época en que los romanos paganos perseguían a los cristianos, pero poco se nos dice de cuando las víctimas se convirtieron en victimarios, y es que durante y después del pontificado de Símaco (498 – 514), la Iglesia Católica comenzó a perseguir a todos los grupos religiosos: a los judíos por ser asesinos de dios, a los paganos por no aceptar al único dios, y los arrianos y otros grupos cristianos, por no adorar al único dios en la forma específica que determinaba la Iglesia. Comenzó aquí una etapa de oscurantismo que se prolongó por todo un milenio, donde todo pensamiento libre e individual desataba la ira de las autoridades religiosas, y donde 108
el conocimiento estaba prohibido a tal grado, que por ejemplo, la Academia, la tradicional escuela de fundada por Platón en el 384 a. E, donde se enseñaba matemáticas, filosofía y ciencias naturales, fue clausurada oficialmente en el año 529 por orden del Papa Félix IV. Esta oscura historia continuó bajo el pontificado de Bonifacio II, papa del 530 al 532. Este era un obispo de origen germano ostrogodo, y de hecho fue el primer germano y el primer no romano en alcanzar al papado. En este caso, no fue necesario hacer una elección papal, ya que su predecesor, Félix IV, lo dejó designado en vida; lo que desde luego generó la oposición de muchos religiosos que eligieron a otro obispo de nombre Dióscuro…, esto hubiera supuesto otro antipapado y otra ruptura, pero oportunamente Dióscuro murió a los 22 días de que Bonifacio tomara el trono papal, y antes de que se comenzara a organizar la oposición. Una de las razones por las que muchos obispos si poyaron la elección de Bonifacio, fue que, como germano que era, podía ser una buena oportunidad de evangelizar a los pueblos germanos del norte, donde el culto a Odín y Thor seguía muy vivo. Efectivamente durante su pontificado se dio una gran evangelización de pueblos germanos, que evidentemente no se hizo a través de la cruz sino de la espada. Saltemos al año 535, cuando nos encontramos con el papa Agapito I, como dato anecdótico, fue el que comenzó la tradición de cambiarse el nombre al convertirse en papa, Agapito fue el nombre que tomó, de nacimiento se llamaba Mercurio. Su pontificado duró sólo un año, pero eso le bastó para excomulgar al patriarca de Constantinopla a y a todos los monjes de la Iglesia oriental, y declarar que todo aquel que 109
no se rindiera a la obediencia del obispo de Roma ardería en el infierno…, cosa que poco le importó al patriarca oriental y a sus monjes, que siguieron sin reconocer la autoridad que pretendía tener el papa. En el año 536 tomó el trono papal Silverio I, hasta donde se sabe, el primer papa en ser hijo de otro papa, en este caso de Hormisdas, pontífice del 514 al 523, en una época de la historia en que no se había establecido el celibato sacerdotal; es decir, Silverio fue un hijo legítimo. El papa Silverio era aliado de Teodato, rey de los Ostrogodos, quien era enemigo de Justiniano, emperador de Oriente, por lo que lo apoyó en la guerra contra él…, pero Roma fue sitiada por las tropas del general Belisario, a las órdenes de Justiniano, Silverio fue desterrado y más tarde asesinado…, y así llegó al papado el que era candidato predilecto del emperador oriental: Vigilio, papa del 536 al 555. En el oriente el imperio romano seguía existiendo y mantenía su poder, mientras que en los despojos de lo que fue el imperio de occidente, diversos pueblos germánicos seguían invadiendo la zona, creando nuevos reinos y manteniendo un constante estado de guerra. Lo único que todos estos pueblos bárbaros tenían en común era que se convertían al cristianismo, por la conveniencia que eso tenía el momento de tener que controlar a las masas, y el papado vivía en la constante necesidad de pactar con estos reyes. Cuando los ostrogodos ya habían formado un reino estable en la península itálica, comenzaron las invasiones lombardas. Los lombardos eran un pueblo germano del norte que comenzó a invadir la Italia ostrogoda en el año 568, dominaron el Norte itálico desde el 575 y su reino en Italia existió hasta el 774, cuando la península fue invadida por los 110
Francos. Los lombardos eran paganos, y cuando se cristianizaron tomaron la herejía arriana; es decir, la que negaba la divinidad de Cristo, con lo que los conflictos por los dogmas continuaron. Los lombardos terminaron con el reino de los Ostrogodos y establecieron su propia monarquía, presidida por reyes cristianos arrianos, que en general vivieron en eterno conflicto con el papa, que finalmente se convirtió en súbdito más de los reyes lombardos. Los lombardos prácticamente aislaron al papa y rompieron todo contacto con el imperio de oriente, por lo que muchos de los papas de aquella época nunca fueron ratificados por el imperio de oriente, y la ruptura entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla fue creciendo. Por ejemplo, Benedicto I fue Papa del 575 al 579, pero su elección tardó once meses debido precisamente a la falta de comunicación con el Imperio de Oriente por la invasión lombarda. Murió, de hecho, sitiado por los lombardos. Su sucesor, Pelagio II, de origen ostrogodo, fue papa del 579 al 590, sin ser electo por el emperador de Oriente, y la distancia entre ambas iglesias siguió creciendo. Envuelto en guerras y rodeado de enfermedades que azolaron a toda la ciudad de Roma, el papa Pelagio murió por la peste. En el año 590 llegó al papado el hombre conocido como Gregorio Magno, quien fue papa hasta el 604, y quien de plano asumió que era un rehén de los lombardos a cuyos reyes pagó una renta de 500 libras de oro anuales a cambio de la paz. El papado era prisionero de los lombardos o vivía a expensas de las migajas que quisiera arrojarle el emperador de
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oriente…, es por eso que la Iglesia Católica se dio a la tarea de volver a crear un imperio occidental.
UN NUEVO IMPERIO PARA EL PAPADO Para el siglo VIII la situación del papado no podía ser más complicada; por el centro de Europa el poderío católico tenía su frontera con el imperio romano de oriente, al norte seguía habiendo pueblos paganos, los lombardos dominaban la península itálica, y desde el año 711 los árabes musulmanes ya habían penetrado a la península ibérica. El catolicismo se limitaba a un pequeño territorio europeo occidental, rodeado de imperios poderosos, y sumido en guerras. Gregorio III fue Papa del 731 al 741, durante su pontificado los árabes del Califato de Córdoba, que dominaban casi toda la Península Ibérica, penetraron al reino Franco y fueron derrotados por Carlos Martel en la Batalla de Poiters, en el año 732. Este hecho significó el alto a la expansión musulmana en Europa occidental, y el ascenso del poder del reino de los Francos bajo el mandato de Martel, primer ministro de los reyes francos. El reino franco ocupaba tan solo lo que hoy es el norte de Francia, pero Martel conquistó y unificó los territorios del sur hasta llegar al Mediterráneo. Al morir, en el año 741, era el hombre más poderoso del reino franco, y el poder quedó en manos de sus dos hijos, Carlomán y Pipino. Pipino nació en el 715, y desde la muerte de su padre comenzó su ascenso el poder, incluso por encima de su hermano Carlomán.
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Pero tanto Carlos Martel como sus hijos, no eran en realidad reyes, sino mayordomos de palacio o Primeros Ministros, que eran los que en realidad ejercían el poder. En el año 750, Pipino buscó una alianza política con el papa Zacarías, a quien le ofreció apoyo militar contra los lombardos a cambio de ser nombrado rey y ungido en señal de divinidad. El domingo 28 de julio de 754, el papa Esteban II consagró a Pipino y le otorgó los títulos de Rey de los Francos y Patricio de los romanos. Al asegurar el reinado de un aliado con poderío bélico, el papa dejaba de requerir la tutela del emperador de oriente, y tenía finalmente la posibilidad de atacar a los lombardos. Comienza una tradición de complicidad entre religión y realeza; el rey Pipino y la nueva dinastía real, los carolingios, serán ungidos y coronados por el papa para tener legitimidad en el trono, mientras que el papa se somete a la autoridad del nuevo imperio aliado, que está creado para derrotar a los lombardos y dejar de depender del lejano emperador romano de oriente. Pipino es el primer rey europeo que lo es “por la gracia de dios”, sólo por poner su ejército en favor del papa, ejército con el que arrebató tierras a los lombardos para entregarlas al pontífice y crear los Estados Pontificios. El siguiente Papa, Paulo I, electo en 757, por un lado pretendía ser la máxima autoridad de la Tierra al ser el heredero de San Pedro, pero por el otro, juró fidelidad y vasallaje a Pipino para seguir teniendo apoyo contra el imperio de oriente y los lombardos. Paulo fue pontífice diez años, y en 767 fue sustituido por Esteban III, a quien le tocó vivir la muerte de Pipino, en 768, y rendir fidelidad al siguiente rey de los Francos: Carlomagno.
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Carlomagno y su hermano Carlomán se convirtieron ambos en reyes de los francos en 768, la mala relación entre ambos gobernantes amenazaba con una guerra civil o una ruptura del reino, pero Carlomán murió repentinamente. Carlomagno fue rey de los francos desde 768, por su matrimonio con la princesa lombarda Desiré, fue rey de los lombardos desde el 774 y ostentó el título de emperador de occidente, dado por el papa León III, desde el año 800. Mantuvo todos esos tronos hasta su muerte en el 814. Carlomagno se asumió como amigo y defensor del papado, que a su vez legitimaba a Carlomagno como gobernante. Se lanzó a la guerra contra lombardos, eslavos y sajones, grupos a los que convirtió por la fuerza al cristianismo y los sometió a la obediencia papal, combatió a los musulmanes del norte de la Península Ibérica, territorio del que trató de apoderarse para cristiandad, sin éxito. Con sus campañas militares logró expandir sus dominios desde los pirineos hasta el centro y oriente de Europa, en los ríos Elba y Danubio y el norte de la Península de los Balcanes. Carlomagno unificó todas las conquistas bajo su mando, incluyendo el norte de la península itálica y los territorios pontificios, en los cuales respetó la autoridad papal; y al ser prácticamente dueño de toda Europa Occidental formó un gran imperio, entonces el papa León III le ofreció restaurar el imperio romano y coronarlo a él como emperador, con el título de Carlos Imperator Augustus, el 25 de diciembre del año 800, en Roma. A cambio de la nueva dignidad imperial, el papa exigió a Carlomagno que lo protegiera de los diversos enemigos que buscaban derrocarlo del trono papal.
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Fue así como finalmente el papa León III consiguió fundar un imperio que pretendía ser la nueva Roma, un imperio poderoso que defendiera el territorio pontificio de todos los pueblos enemigos, y que impusiera la fe católica en todo el territorio. Nació así el llamado Sacro Imperio Romano Germánico Carlomagno impuso y defendió la cristiandad en todo su territorio, lo cual significó una lucha constante contra grupos cristianos considerados herejes, como los arrianos, lucha constante contra los cristianos que reconocían la autoridad del patriarca de Constantinopla en el imperio de oriente, y un enfrentamiento eterno contra los paganos del norte que conservaban el culto germánico a Odín y Thor. Murió el 28 de enero del 814 con un solo hijo sobreviviente: Ludovico Pío, heredero de todo el Imperio. Ludovico Pío o Luis el piadoso gobernó con más pena que gloria, aunque el gran conflicto de su mandato fue precisamente su muerte en el 840, con tres hijos sobrevivientes que decidieron repartirse el territorio de su padre en el tratado de Verdún, en el año 843: Carlos, el hermano mayor, se convirtió en rey de los francos occidentales, dio origen al reino de Francia y en aquel país es conocido como Carlos II, Luis, el hermano menor, conocido en la historia como “el germánico” se quedó con la parte más oriental, de población ciento por ciento germánica, y su reino fue la continuidad del Sacro Imperio Romano Germánico. El hermano de en medio, Lotario, se quedó con una franja en medio de sus dos hermanos, conocida como la Lotaringia, desde la actual Holanda hasta el norte de Italia.
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Poco a poco la franja central, la Lotaringia, fue desapareciendo en manos de los otros hermanos, y el Sacro Imperio Germánico no volvió a ser tan poderoso como en tiempos de Carlomagno, con lo que el papado volvía a quedar en cierta debilidad. Aun así, con ese nuevo imperio como respaldo, el papado se sintió mucho más seguro, se volvió más poderoso, y por lo tanto la red de traiciones y corruptelas por hacerse del trono papal fue mayor que nunca. Como dato cultural hay que decir que el Sacro Imperio Romano Germánico subsistió hasta el siglo XIX, cuando fue disuelto por Napoleón, y en esos mil años de existencia las relaciones del imperio con el papa no siempre fueron buenas, e incluso llegaron a estar en guerra…, pero había algo muy importante, el pueblo de toda la Europa occidental era devota e ignorantemente cristiano, poco cuestionaban el actuar de sus reyes y del papa, y de este modo, la complicidad entre el altar y el trono siempre fue conveniente para los poderosos.
LOS PAPAS OBSCUROS DEL NUEVO IMPERIO Si pudiésemos ubicarnos temporalmente en la Europa Occidental del siglo IX nos encontraríamos en realidad con un territorio desolado, poco poblado, casi sin caminos, con comercio limitado. Se vivía en una sociedad rural cuya economía estaba basada en la agricultura de auto subsistencia, las ciudades estaban despobladas y reducidas a su mínima expresión, y el comercio había prácticamente desaparecido. Por supuesto era un
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mundo de pocos libros, menos aún de lectores, la ignorancia y la superstición era la moneda de cambio y el escaso conocimiento estaba encerrado en algunos monasterios. Esta ignorancia permitía los excesos reales y pontificios en nombre de dios, en una etapa en la que el papado siguió dependiendo de la sucesión de diversos reinos carolingios, tanto francos como germanos, y en la que nunca dejó de estar en guerra con ellos por el control político. Vayamos a algunos ejemplos. Nicolás I fue papa del 858 al 867. Y se enfrentó con Lotario II de Lotaringia y Borgoña, cuando éste quiso separarse de su esposa con al apoyo de un sínodo de obispos de su propio reino, pero sin la autorización papal, que ya para entonces se había abrogado el derecho de inmiscuirse en la vida privada de toda la realeza y la nobleza. El conflicto fue simple y muy poco cristiano; el papa excomulgó a Lotario y a los obispos que lo habían apoyado, y declaró inválidas las decisiones tomadas por ellos. Como respuesta, Lotario II sitió Roma con sus tropas, hasta que el Papa restituyó a los obispos y canceló las excomuniones. Las discusiones teológicas eran más simples en aquellos tiempos Brinquemos unas décadas para llegar al papa Esteban V, sumo pontífice del 885 al 891. Resulta que para aquel tiempo los reinos francos herederos de Carlomagno se habían vuelto a unir en un gran Sacro Imperio, situación que de pronto el papa vio con recelo: prefería muchos reyes débiles que un gran señor. Así es que durante su pontificado, específicamente en el año 887, a instancias suyas fue derrocado el emperador Carlos III, el
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imperio quedó del todo fragmentado y surgieron los gérmenes de los reinos de Francia, Alemania e Italia. En el 888 y ante el vacío de poder, comenzaron una serie de guerras por el poder imperial, lo que provocó una mayor fragmentación que dio más poder a los señores feudales y a los arzobispos. Desde este Papa y este año, el papado se dio cuenta de la conveniencia de reyes débiles y un sistema feudal. A partir de ese momento desfilaron por la historia de los siguientes dos siglos, papas corruptos, oscuros, bélicos, lujuriosos, probablemente ateos, y algunos cuya sed de venganza era tan poco cristiana y sus perversiones tan terribles, que protagonizaron eventos tan escatológicos como el llamado Sínodo del Cadáver.
EL SÍNODO DEL CADÁVER. Seguimos en el siglo IX, a finales de aquella centuria en que Carlomagno forjó un imperio santo que apenas décadas después era el botín de buitres reales y sagrados que se arrebataban cualquier vestigio de poder como carroñeros, pero probablemente ningún episodio en la historia de estos santos señores que son los papas, sea tan execrable como aquel que pasó a la historia con el nombre de Sínodo del Cadáver. En el año 891 llegó al trono papal un obispo de nombre Formoso, quien mantuvo la tiara papa, sobre su cabeza durante cinco años, hasta el 896. Formoso no llegó por la fácil, sino en una lucha encarnizada por el poder contra otros pretendientes: Bonifacio, Sergio y Esteban.
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Hay que decir que, antes de llegar a ser papa, Formoso ya había sido acusado constantemente, como obispo, de corrupción, rebeldía y simonía, que no es otra cosa más que la poco saludable costumbre de vender los cargos eclesiásticos…, de hecho para el 891 cuando llegó a papa, ya había sido excomulgado dos veces. Formoso vivió en guerra todo su corto pontificado, particularmente contra aquellos obispos que lo consideraban espurio y que se sentían con más santidad que él para ocupar el trono de San Pedro. Lo curioso es que para aquel entonces no hacía falta más santidad sino más perversión, y en el año 896 Formoso murió de causas no muy claras, y uno de sus enemigos, Esteban, ocupó el trono papal. Era tal la rabia que Esteban sentía por Formoso…, aunque algunos hablan de ciertas tendencias necrófilas, que habiendo pasado nueve meses de su muerte, Esteban ordenó desenterrar los restos A los nueve meses de haber muerto Formoso, mandó sacar sus restos, vestirlos de papa, con todos los trajes y ornamentos, y en ese estado de putrefacción con vestimentas de santo señor, juzgarlo por hereje. Para algo tan importante como juzgar a un papa, por más muerto que éste esté, hay que convocar a un concilio, mismo que se celebró en marzo de 897, con la presidencia del papa Esteban, en la Basílica de Constantinopla, donde el cadáver agusanado, cómodamente sentado, escuchó todas las acusaciones en su contra, evidentemente sin defenderse. Una de las principales acusaciones contra el muerto era que había abandonado su diócesis para ocupar como papa la de Roma, dejando en el olvido a su feligresía. Comprobado 119
esto, se procedió a invalidar su elección papal, a pesar de lo poco que importaba, pues ya estaba muerto…, pero entonces todos los actos llevados a cabo por Formoso perdieron su validez, y una serie de sacerdotes y obispos tuvieron que volver a ser consagrados La situación no hubiese sido tan morbosa si no hubiera sido por el remate final, cuando el cadáver fue despojado lentamente de cada una de sus vestiduras para irle quitando simbólicamente la dignidad sacerdotal, obispal y papal. Una vez que el cadáver quedó completamente desnudo, se procedió a arrancarle las tres manos de la mano derecha con los que era costumbre bendecir. Ya así de mancillado y humillado, completamente desnudo, hay autores que cuentan, sin pruebas fidedignas, que fue mancillado aún más…, ahora en su hombría, por cadáver que fuera. Una vez hecho todo este escarnio privado se procedió al público, cuando ya en este estado, desvestido y mutilado, agregando a esto los meses de putrefacción, fue amarrado a un carro y arrastrado por las calles de Roma entre los gritos salvajes del populacho, hasta que finalmente lo que quedaba de su cuerpo fue incendiado y arrojado al río Tíber. Toda una ceremonia muy cristiana de un papa contra otro. Lo curioso es que la multitud nunca ha tenido convicciones muy firmes, y una vez encendidos por la sangre es difícil detenerlos, así es que, parte del pueblo, evidentemente los seguidores de Formoso, al enterarse de los hechos, sitiaron el Palacio papal, tomaron al papa, lo encarcelaron y finalmente lo estrangularon el 14 de agosto del 897. Así es un papa, heredero de San Pedro, custodio de la religión, estrangulado por su feligresía.
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En el transcurso del siguiente año hubo cinco papas, incluyendo a Esteban, que aparentemente murieron todos asesinados. Esteban cayó estrangulado por los creyentes, su sucesor, Romano, fue papa de julio a noviembre del 897 y murió envenenado. Teodoro II fue papa algunos días del mes de diciembre del 897, encontró los restos de Formoso en el Tíber, canceló el juicio, le restituyó todos sus títulos y dignidades al cadáver y le dio sepultura; murió envenenado por otro de los enemigos de Formoso, Sergio, quien más adelante, a pesar de su asesino currículo llegó al trono papal.
LA PORNOCRACIA Si el juicio a un cadáver putrefacto no fuera suficientemente aterrador, el siglo X nos ofrece un episodio de la historia de la Iglesia conocido como la Pornocracia, una etapa de la historia papal caracterizada por la influencia que ejercieron dos mujeres, amantes de diversos Papas: Teodora, esposa del senador romano Teofilacto, y la hija de ambos: Marozia. La etapa de la Pornocracia se inicia en el año 904 con la elección de Sergio III, el asesino de Romano, y finaliza en 935, cuando Marozia y su hijo, el papa Juan XI, fueron encarcelados por Alberico II, duque de Spoleto, hijo también de Marozia. Una hermosa historia familiar. Por cierto, además de haber asesinado a Romano, Sergio III fue electo papa después de estrangular a su predecesor León V.
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También hay que decir que Sergio aspiraba al trono papal desde el 891 cuando se lo ganó Formoso, y aunque se tardó trece años y dos asesinatos en lograrlo, finalmente se convirtió en Papa; evidentemente una de sus primeras acciones fue cancelar todo acuerdo que hubiese rehabilitado a Formoso, volvió a desenterrar el cadáver de su odiado enemigo, lo juzgo de nuevo, pidió estar un momento a solas con él…., en el que no sabemos lo que pasó, y después volvió a arrojar sus restos al río. Los papas entre 904 y 935 fueron: Sergio III, Anastasio III, Landon, Juan X, León VI, Esteban VII y Juan XI. El siguiente papa de esta Pornocracia fue Anastasio III, pontífice del 911 al 913, electo para su cargo por presión de Teofilacto, senador romano, su esposa Teodora y la hija de estos dos: Marozia, a través de cuyos encantos el senador movía los hilos del papa. Landon fue brevemente papa del 7 de agosto del 913 al 5 de febrero del 914, fue otro títere del senador Teofilacto, y otro guiñapo manejado por los encantos de Marozia. Fue sustituido por Juan X, pontífice del 914 al 928, un hombre que se inmiscuyó en alta política lo suficiente para terminar muerto, ya que además había alcanzado la dignidad papa gracias al apoyo de Teofilacto y su hija Marozia, contra los que luego se reveló. Resulta que en el año 924 fue asesinado Berenguer I, último Sacro Emperador Germánico descendiente directo de Carlomagno, lo que dejó vacante el trono imperial, que se quedará vacío hasta el 962; pro dejó también vacante la corona del rey de Italia. El papa Juan X decidió apoyar a su propio candidato real, Hugo de Provenza, en franca desobediencia a su amante y benefactora Marozia, quien entonces ordenó a su marido 122
marchar contra Roma al frente de un ejército y arrestar al papa, quien falleció en prisión en mayo del 928, asfixiado con un almohada. Antes de que Juan X muriese en prisión, Teodora y Marozia ya habían movido sus influencias, sus encantos y su fortuna para elegir el nuevo pontífice, León VI, quien sólo les duró de mayo a diciembre de aquel 928 y fue sustituido por Esteban VII, otro pontífice que llegó al trono como instrumento de poder de Marozia, para entonces la mujer más influyente de Roma. Durante los dos años que duró su pontificado fue un eterno títere de la mujer detrás del trono, y murió asesinado en febrero del 931 Toda historia de la Pornocracia y los papas llevados al trono por Teodora y luego por Marozia, no pudo tener mejor fin, cuando en marzo del 931 se convirtió en papa nada más y nada menos que el hijo de Marozia, con el título de Juan XI…, para mayor detalle, era hijo ilegítimo de Marozia con el papa Sergio III. Pero como todo lo que sube tiene que bajar, finalmente tras décadas de dominio, Marozia perdió fortuna, poder e influencia, y su hijo el papa Juan XI terminó sus días recluido. Para rematar el periodo de la Pornocracia, es interesante el dato de que del 955 al 964, un nieto de Marozia tomó el pontificado con el nombre de Juan XII. Compró el papado con la fortuna familiar cuando apenas tenía 18 años y nula preparación religiosa…, que como se ha visto, no es que fuera requisito. El pontificado de Juan XII fue marcado por la traición, ya que después de formar una alianza de amistad y protección con el sacro emperador Otón I, le dio la espalda y buscó la alianza de Hungría y del imperio oriental para atacarlo. Otón entonces marchó sobre 123
Roma y obligó a Juan XII a huir de la ciudad. Ya sin papa presente el emperador convocó a un concilio, en el 963, en el que acusó al papa de incesto, corrupción, perjurio, sacrilegio y homicidio…, con lo cual evidentemente se le depuso como papa. Hoy se sabe que quizás muchas de estas acusaciones fueron falsas, y simplemente fueron aceptadas por temor al emperador. Al ser depuesto el papa fue necesario nombrar a otro, y éste fue León VIII, un hombre que ni siquiera era sacerdote y tuvo que recibir todas las órdenes religiosas en ese instante. Pero la historia no termina, ya que resulta que, digno nieto de su madre, Juan XII alcanzó a huir de Roma y además con todo el tesoro de la Iglesia, que no es poca cosa, con ello organizó un ejército y atacó Roma en febrero del 964. Este conflicto entre el actual papa y el depuesto hizo que el emperador Otón marchara de nuevo hacia Roma con su ejército pata aniquilar de una buena vez a Juan XII, pero no fue necesario, ya que, al llegar el emperador a la ciudad eterna, el pontífice ya había muerto, al parecer, bajo el puñal de un marido celoso que descubrió al santísimo padre pecando con su mujer. . EL APOCALÍPTICO AÑO 1000
Son bastante exageradas las historias, mitos y leyendas que nos habla de una humanidad preocupada y consternada por la llegada del año mil, y con él, el inminente fin del mundo. Lo cierto es que la mayoría de la gente ni sabía leer ni en qué año estaba viviendo, y
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además muy poco les importaba. Las condiciones infrahumanas de vida de aquella época en aquel tiempo hacían que a muy pocos les importara si el mundo llegaba a su fin. Por aquel tiempo la gente vivía víctima de hambrunas, pestes, sequías, guerras y abusos de la realeza, la nobleza y el papado…, todo ello más apremiante que el fin del mundo. Existía, eso sí, en general un gran miedo a la muerte, ya que por aquel tiempo no había cobrado notoriedad la idea del purgatorio, inventada desde el siglo VI, y la gente sólo vislumbraba dos opciones al morir: el cielo y el infierno…, y como en aquellos momentos el humor divino parecía muy malo, todo indicaba que tras la muerte lo esperaba a uno el infierno, con muy honrosas excepciones. El terrible medioevo de la Europa Occidental chocaba al oriente con la bonanza del imperio de oriente y al sur con el gran auge de la cultura musulmana, que para el año mil dominada toda la península ibérica, el norte de África, Egipto, el Medio Oriente, el Cáucaso y parte de la actual Turquía. Es Islam era visto por la cristiandad como la nueva gran amenaza. Para esos lejanos tiempos del año mil, el Mediterráneo oriental era el centro fundamental de comercio, y los árabes musulmanes dominaban el granero del mundo, Egipto, los puertos comerciales como Alejandría y Haifa, el paso a pie por lo que hoy es el Canal de Suez, y el mar Rojo, con lo que dominaban el eje del comercio, situación amenazante, tanto para la cristiandad ortodoxa del imperio de oriente, como para la católica de Europa Occidental. Aquí tenemos el origen de las cruzadas.
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Pero antes de pasar a tan oscuro episodio, hablemos de un poco de luz en medio de tanta tiniebla papal. El papa del año mil fue un francés, el primer francés en alcanzar al trono papal, tomó el nombre de Silvestre II y fue pontífice del 999 al 1003…, siempre se manifestó en el sentido de que no se iba a terminar el mundo. Su nombre original fue Gerberto de Aurillac y fue un hombre muy ilustrado para su tiempo, había viajado por gran parte de Europa y estudió gramática, retórica y dialéctica; en viajes a los reinos musulmanes de la península ibérica, antes de ser papa, entró en contacto con la ciencia árabe, las matemáticas y la astronomía. Bajo el pontificado de Silvestre II, Hungría y Polonia adquirieron el estatus de reino, ya que el papa nombró reyes a sus gobernantes. Fue todo un ilustrado con una buena obra literaria que incluye títulos como Sobre lo racional y sobre el uso de la razón o Sobre el cuerpo y la sangre de Cristo. Aunque sus obras teológicas son importantes, destacó como matemático e introdujo en Francia un sistema decimal que contemplaba el uso del cero, aprendizaje que tuvo de los árabes, que a su vez lo traían de los persas e indios. De hecho impuso el sistema métrico entre todos los monjes. También difundió el uso del astrolabio con instrumento de navegación. También inventó un ábaco que permitía multiplicar y dividir de forma rápida y eficaz, y parece ser que experimentó con el péndulo y los relojes. También desarrolló el monocordio, un primitivo instrumento musical de una cuerda flexible con caja de resonancia que le permitió descubrir y usar los semitonos. Claro que con tanta erudición en tiempos de supersticiones, no faltó quien lo acusara de tener pactos con el diablo y de incluso haber recibido la ayuda del mismísimo Satanás para acceder al trono de San Pedro. 126
Así llegó la Iglesia al año mil, con un genio al mando, rodeado de ignorantes supersticiosos que detrás de cada conocimiento científico esperaban ver al príncipe de las tinieblas.
LA RUPTURA DE LA IGLESIA Hay que recordar que el culto cristiano se promovió en Roma en tiempos de Constantino, cuando todo el territorio era un solo imperio, y que se impuso como único dogma permitido bajo el mandato de Teodosio…, pero después de eso el Imperio Romano quedó partido en dos: el de Occidente con capital en Roma, y el de Oriente con capital en Constantinopla Roma tenía su obispo, quien tenía la pretensión de ser obispo universal, pero Roma practicaba la versión latina de la religión cristiana, cuyas escrituras originales son griegas, por lo que el patriarca de Constantinopla era el líder de la cristiandad griega. Aun así, durante siglos, los concilios de la Iglesia, que se consideraba una sola, incluía a obispos de la parte la tina y la parte griega. Pero recordemos que en 476 fue depuesto el último emperador de Occidente, Rómulo Augusto, con lo que el imperio dejó de existir en esa zona; no obstante, el imperio de Oriente subsistió mil años más, hasta que fue destruido por los turcos en 1453. Durante ese tiempo se siguió llamando imperio romano, siguió teniendo un César, y siguió teniendo un líder religioso máximo que era el patriarca de Constantinopla.
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Las relaciones entre el papa y el patriarca eran tensas, no tanto por cuestiones teológicas sino por una situación de liderazgo, de nuevo, todo conflicto reducido a lo político. El punto más álgido llegó en el año 1054, cuando la Iglesia de Roma y la de Constantinopla rompieron definitivamente. Para ese tiempo, el sur de la península itálica estaba invadida por normandos y el papa estaba indefenso, por lo que decidió pedir ayuda al imperio de oriente para combatir a los invasores; para ese entonces el patriarca de Constantinopla era un hombre muy radical llamado Miguel Cerulario, quien en repetidas ocasiones había amenazado con cerrar los templos de culto latino católico a menos que le rindieran obediencia a él y no al papa. El patriarca tenía cierto argumento: alegaba que el liderazgo del obispo de Roma se había establecido cuando existía un imperio romano en occidente y Roma era una importante capital imperial, y no la ciudad en decadencia que era ahora…, además de todos los escándalos de corrupción y asesinatos en torno al papado. Por otro lado, decía Cerulario, Constantinopla era de hecho la única capital imperial y por lo tanto él era el único líder de la cristiandad. En 1054 el papa León IX intentó una alianza con el imperio de oriente y envió unos embajadores a Constantinopla; uno de ellos, Humberto de Silva, tuvo la poco diplomática idea de negar el reconocimiento de Cerulario como Patriarca y como líder cristiano, por lo que éste simplemente se negó a recibir a la embajada papal. En ese momento, Humberto de Silva, en calidad de legado papal, redactó una excomunión para Miguel Cerulario y abandonó Constantinopla, por lo que la reacción no se hizo 128
esperar, y el 24 de julio, el patriarca excomulgó al legado papal y a todo su séquito. El Papa León IX ratificó la excomunión sobre el patriarca, que a su vez decidió excomulgar al Roma…, y así cada uno quedó condenado al infierno del otro. Tras estos hechos, el patriarca cumplió la amenaza de tiempo atrás y cerró todos los templos católicos del imperio de oriente. La Iglesia quedó oficialmente fragmentada. Saltemos ahora a tiempos de Gregorio VII, pontífice de 1073 a 1085, quien evidentemente ya heredó una Iglesia partida que ninguno de sus predecesores había intentado reunificar. En 1075 publicó el Dictatus Papae, donde expresa sus ideas sobre el papel del Pontífice en su relación con los poderes temporales, especialmente con el Sacro Imperio. Estas ideas pueden resumirse en tres puntos: 1. El papa es señor absoluto de la Iglesia, por encima de los fieles, los clérigos y los obispos; de las Iglesias locales, regionales y nacionales, y por encima también de los concilios. 2. El papa es señor supremo del mundo, todos le deben sometimiento, incluidos los príncipes, los reyes y el propio emperador. 3. La Iglesia romana no erró ni errará jamás. Evidentemente estos tres puntos dejan muy poco espacio a la negociación y a la conciliación; el papa está por encima de toda autoridad, incluida la de los concilios de la Iglesia, la del emperador germánico, y desde luego la del emperador de oriente y su patriarca en Constantinopla. Con esto la ruptura sólo terminó de consolidarse. 129
Pero Gregorio no sólo terminó de culminar con esta ruptura entre las iglesias de occidente y oriente, sino que en este afán de pretenderse señor y año universal también se vio envuelto en una serie de conflictos con la nobleza europea, los reyes y hasta con el Sacro Emperador Germánico, con quien sostuvo un debate hoy conocido como la Querella de las Investiduras. Para aquellos tiempos del siglo XI y siguiendo con las prerrogativas otorgadas a Carlomagno, el Sacro Emperador Germánico tenía la facultad de nombrar obispos dentro de sus dominios…, bueno, pues en el año 1075 el papa Gregorio decidió entablar una querella contra el Sacro Emperador Enrique para que sólo el pontífice pudiese nombrar cargos eclesiásticos. Nuevamente lo que hay de fondo es un conflicto económico: obispos, cardenales y arzobispos nombrados por el emperador, le deben su título, su fortuna y sus privilegios al emperador, mientras que los nombrados por el papa le deben lo mismo al santo padre. Además, en cada templo católico en toda Europa, y donde más templos había era en el Imperio, se recaudaba dinero que iba a parar a las arcas romanas, situación que tanto el emperador como los nobles germánicos deseaban evitar. Así pues, el papa Gregorio declaró que sólo su santa persona podía nombrar obispos, arzobispos y cardenales, situación que el emperador se negó a aceptar, y siguió nombrado obispos en Milán, Spoleto y Fermo, territorios todos ellos en frontera con los estados papales, como una especie de afrenta, a lo que el papa respondió con la amenaza de excomunión al emperador, e incluso quitarle su dignidad imperial. 130
En 1076 el emperador Enrique reaccionó primero y convocó a un Sínodo en la ciudad imperial de Worms, en el cual decidió, junto a sus obispos leales, deponer al papa. Pero Gregorio respondió lanzando el edicto de excomunión por todo el imperio germánico, declarando a los nobles alemanes que quedaban libres del vasallaje prometido al emperador. Ante la inminente pérdida de poder político, el emperador tuvo que presentarse ante el papa y pedir su perdón. A pesar de que la soberbia es un pecado capital, pocas cosas hay tan soberbias como la actitud de un pontífice cuando hay que pedirle perdón. Para empezar, Enrique no puedo presentarse en su calidad de emperador, sino vestir andrajos y caminar hasta el lugar de encuentro como un simple mendigo penitente, y en ese estado de humillación, pedir perdón al papa, quien por protocolo, lo tiene que dar, no al emperador sino al penitente. El 28 de enero de 1077 el papa Gregorio absolvió al emperador Enrique a cambio de convocar a un concilio en Worms para aclarar el asunto de las investiduras eclesiásticas. El emperador accedió, pero se dedicó a dar largas al asunto, hasta que fue excomulgado por segunda vez, y en aquella ocasión el papa intentó nombrar a un nuevo emperador y el emperador nombrar a un nuevo papa, el hoy conocido como antipapa Clemente III, quien investido papa por el emperador, procedió después a coronarlo. El papa Gregorio, concentrado en tantos conflictos contra el emperador, se dedicó muy poco a atender Roma, ciudad de la que finalmente el pontífice era rey, y la ciudad eterna fue saqueada por invasiones de pueblos normandos, lo cual provocó levantamientos populares contra el papa, quien tuvo que huir de Roma y protegerse en Salerno, donde 131
murió en 1085. La querella de las investiduras no quedó formalmente resuelta hasta 1122, cuando en un Concilio en Worms, se decidió que nombrar a los jerarcas religiosos era exclusividad del pontífice. De este modo, para el siglo XI, el papado estaba en franca guerra con el imperio creado por esa misma institución siglos atrás, para obtener protección. Ciertamente el papado era ahora más fuerte que nunca, pero seguía acosado por los normandos al sur, los paganos al norte, los musulmanes desde África y la iglesia griega en oriente.
PIRATERÍA EN EL NOMBRE DE DIOS Piratería a gran escala, de forma salvaje y despiadada, y en el nombre de dios, dejando fuera todo romanticismo y mitos históricos, eso fueron las cruzadas…, eso, y el último recurso que encontró el papado para hacerse de poder en una Europa que le resultaba cada vez más adversa. Hoy la historia habla de ocho cruzadas, y es que ocho fueron las ocasiones en que algún rey respondió a los llamados del papado para matar en nombre de dios, aunque en realidad la idea de combatir a los infieles fue pretexto para muchos pontífices y reyes que necesitaban una guerra e intentaban motivar a las masas ignorantes con la perorata de luchar por dios y con la promesa de que sus pecados serían perdonados Jerusalén, donde la Iglesia del Santo Sepulcro, fue tomada por los árabes, al imperio romano de oriente, desde el siglo VII…., y de pronto, unos cuatro siglos después, el papa
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Urbano II pareció notarlo, y de pronto comenzó a enarbolar la bandera de recuperar tierra santa de manos de los infieles, y así, en 1094, el papa organizó una horda de ejércitos de fanáticos cristianos que se encaminaron a Jerusalén, con la idea de luchar en nombre de dios, cuando en realidad todo lo que hacían era conquistar para el papa las mejores rutas comerciales. Tierra Santa había caído en manos de los infieles desde el 632, y en las ocho cruzadas, hubo muchas que fueron directamente contra: los eslavos paganos, judíos, los cristianos ortodoxos griegos y rusos, los mongoles, los cátaros, prusianos, y enemigos políticos del papado en general. El Papa Urbano II convocó a la cristiandad a una cruzada con el supuesto objetivo de recuperar Tierra Santa de manos de los infieles, a partir de ese año, las guerras de la cristiandad contra el Islam duraron 200 años, siempre con pretexto religioso, aunque con la guerra contra el Islam como pretexto, de una vez se atacó a ortodoxos, a judíos, a cátaros, y a paganos del norte. Las cruzadas fueron la última gran ofensiva de dios contra los dioses…., todo aquel lugar donde el catolicismo no hubiera arraigado aún, debió de padecer el paso de los ejércitos de los locos de dios, imponiendo a cruz y espada la única y verdadera fe. El primer embate de una cristiandad encendida por su Iglesia lo recibió el Islam…, y los seguidores de Alá cayeron fulminados por los seguidores de dios…, después cayeron aquellos que seguían al mismo dios pero con otro líder en la Tierra, después los que veneraban al que era del dios padre del dios hijo al que los cristianos veneraban…,
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después cayeron los que aún vivían en el error de tener varios dioses o venerar a la naturaleza. Tras dos siglos de guerra santa azuzada por el papado, se podría decir que la cristiandad perdió, pues nunca lograron quedarse con ningún territorio en manos del Islam…, pero con las cruzadas como pretexto surgieron órdenes caballerescas-militares-religiosas como los caballeros templarios, los hospitalarios y los teutones, que bendecidos por el santo padre, salieron a recorrer el mundo conocido imponiendo la fe por la fuerza de la sangre. Con dios como pretexto, hordas desorganizadas de campesinos fanáticos se rebelaron contra sus señores, el papa en cuestión pude tener en jaque al rey que quisiera, se repartieron excomuniones para los que no participaban y perdones eternos para los guerreros sagrados. Doscientos años de usar a dios para mover tropas convirtieron al papado y su Iglesia en una de los poderes más importantes de la nueva era que amenazaba con nacer en el siglo XV. Las cruzadas fueron sin lugar a dudas uno de los engaños más descarados de la Iglesia Católica a sus creyentes y a la humanidad, dos siglos de asesinatos y hasta genocidios, un odio y horror sagrado…, todo en el nombre de dios.
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CONCLUSIÓN: DE QUÉ LADO PELEA DIOS Hace más de dos mil años convivían en el mundo miles de dioses y sus millones de creyentes…, ahí, en medio de ese mundo politeísta y pagano, con seres humanos que adoraban a la naturaleza y sus espíritus, surgió de pronto la ideas de un solo dios…, pero no un dios único que conviviese en paz con los otros, sino de uno que exigía la desaparición de los otros dioses y rechazaba cualquier forma de adoración a alguna fuerza superior que no fuera él. Ese fue el dios de los hebreos, el que era capaz de ahogar a todo el ejército egipcio en el Mar Rojo, con tal de salvar a sus consentidos. Con el paso del tiempo, según un muy pequeño grupo de creyentes, ese dios tuvo un hijo…, y con el paso de verdaderamente poco tiempo los creyentes del dios hijo y del dios padre se pelearon entre si. Con el correr de los decenios este dios único comenzó a luchar contra la divina multitud de dioses existentes, y durante varios siglos salió siempre derrotado. De pronto todo cambio, el poder político del imperio dominante se puso del lado de dios, y ahora fueron los dioses los que comenzaron a caer. De pronto, en ese vasto mundo que era Roma, sólo había un dios, solo una forma correcta de venerarlo y todos los creyentes en cualquier otra cosa tuvieron dos opciones: abandonar el imperio o morir…., fue así como dios se impuso sobre los dioses. El imperio cayó pero el poder de los hombres que decían hablar en nombre de dios, se mantuvo…, pasaron tiempos difíciles, nuevos dioses llegaron, pero el único y verdadero dios, ayudado por sus huestes humanas, se impuso sobre todos. De pronto, del otro lado 135
del mundo, unos beduinos del desierto comenzaron a creer también en el único dios, pero no del modo en que lo exigía el papa, pretendido único representante del único dios, y las guerras sagradas continuaron. Los pueblos del norte seguían venerando a todo tipo de dioses, los pueblos del oriente veneraban al mismo dios pero obedeciendo a otro líder, los pueblos del desierto veneraban al mismo dios pero con otras ideas, y los que fueron el pueblo elegido del dios padre original, seguían venerándolo a su modo, desperdigados por el mundo. En el siglo XI la Iglesia Católica lanzó una gran ofensiva que se prolongó por doscientos años para imponer el único culto al único dios y de la única forma permitida: las cruzadas Las cruzadas significaron probablemente el momento de mayor poder y gloria de la Iglesia, pero también, lentamente, marcaron su declive. En este libro vimos como un culto perseguido se transformó en la institución de poder dominante, justo antes de llegar a su gran guerra santa. No es una cuestión de fe y dogmas, que son en el catolicismo tan hermosos como en cualquier otra fe, es cuestión de que los jerarcas de esa Iglesia, históricamente no han creído en esos dogmas y los han utilizado como discurso para mover masas ignorantes a su favor. El conflicto de dios contra los dioses fue ganado por dios. En el siguiente libro de esta entrega: El lado oscuro de la Iglesia II, analizaremos a detalle estas guerras santas llamadas cruzadas, veremos el empoderamiento máximo del papado y a sus representantes más corruptos, presenciaremos la caída del Imperio Romano de Oriente y el embate del gran enemigo de la cristiandad europea: el Islam, hasta llegar al 136
punto en que no hizo falta un enemigo externo, ya que la corrupción desmedida hizo que la Iglesia se rompiera desde dentro cuando hizo su aparición Martín Lutero…., y los cristianos volvieron a perseguir cristianos. Dos mil años de cristianismo, en los primeros mil presenciamos el empoderamiento de la Iglesia Católica, la imposición de la fe, la intolerancia religiosa, la persecución de herejes…, pero la parte más oscura queda aún para los siguientes mil años; la corrupción del papado, la venta del paraíso, las hogueras purificadoras, la alianza con los poderosos, la creación de un imperio con dios como pretexto…, la peor parte del lado oscuro, no de la fe ni de la religión, sino de la Iglesia que pretende representarlas.
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