La Táctica en las Batallas de la Historia Tomo I
La Táctica en las Batallas de la Historia Tomo I
Claudio Morales Gorleri Editor y compilador
2010
Dirección editorial Cnl (R) Omar Locatelli Revisión Lic. Juan Ignacio Cánepa Diseño y maquetación Alejandro Arce Corrección Diana Palma Parodi de Bertorello Diseño de tapa Ingrid Colell
Táctica en la batalla de la historia / Claudio Morales Gorleri ... [et.al.] ; compilado por Claudio Morales Gorleri. - 1a ed. - Buenos Aires : Universitaria del Ejército, 2010. 238 p. ; 22x15 cm. ISBN 978-987-24767-3-1 1. Táctica Militar. I. Morales Gorleri, Claudio II. Morales Gorleri, Claudio, comp. CDD 355.42
Fecha de catalogación: 15/02/2010 La táctica en las Batallas de la Historia Tomo I 1ra edición Editorial Universitaria del Ejército (EUDE) Cabildo 65, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. www.iese.edu.ar
ISBN 978-987-24767-3-1 500 ejemplares Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723. Libro de edición argentina. No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Sumario
Introducción ..............................................................................................
Tcnl (R) Claudio Morales Gorleri
Jenofonte y la Expedición de los Diez Mil .............................
17
Tcnl (R) Jorge Osvaldo Sillone
Pausanías y la Batalla de Platea .................................................
45
Grl de Div (R) Edgardo N. Calvi
Julio César y la Batalla de Farsalia...........................................
65
Tcnl Gabriel Aníbal Camilli
Narces y la Batalla de Taginae .....................................................
91
Dr. Rubén A. Barreiro
Los Ejércitos Europeos y las Cruzadas ......................................
109
Ing. Alejandro Nazar Anchorena
Federico II el Grande y la Batalla de Rossbach ....................
141
Cnl (R) Juan Felipe Peltzer
Möltke y la Campaña Austro-Prusiana ....................................
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Dr. Benjamín García Holgado
Maximilian von Prittwitz y la Batalla de Gumbinen en la Ira GM ........................................................................................ Tcnl “VGM” Luis Esteban Dalla Fontana
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Claudio Morales Gorleri Editor y compilador Teniente Coronel (R) del Ejército Argentino. Doctor en Historia (Universidad del Salvador) y Magíster en Historia de la Guerra. Fue Secretario Académico de la Escuela Superior de Guerra (ESG). Actualmente se desempeña como profesor de Historia Militar Argentina, Historia de la Educación Argentina y Americana, y Análisis y crisis de la Historia (ESG). Es director de la Comisión de Estudio e Investigación de Historia y Director de la Maestría en Historia de la Guerra. Es investigador universitario acreditado ante el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Ha publicado ensayos, artículos, cuentos y poesías. Entre sus obras se destacan los libros El rey de la Patagonia, El general Petit y La batalla de San Ignacio.
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Introducción
Los principios de la Conducción como variable de estudio de la tensión entre el nivel táctico operacional y el estratégico a través de la Historia Militar. Tcnl (R) Claudio Morales Gorleri
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a guerra en el mundo moderno requiere de un avanzado y completo análisis de todos los niveles de conducción y ejecución. Así como las actividades en general han adquirido un mayor grado de complejidad en interés de mejorar su efectividad, esta sofisticación también alcanza a las áreas bélicas. Es notoria la falencia de estudios profundos en el área de la táctica. Si bien es cierto que fragmentariamente aparecen investigaciones vinculadas con la descripción o análisis de hechos bélicos, en muy pocos casos el estudio profundiza en las características genéticas, evolutivas o imitativas de la táctica. En igual sentido, poco se habla del carácter científico de la táctica y de los procedimientos de combate. Hoy, cuando las acciones y decisiones tácticas alcanzan el nivel de cuerpo de ejército, su estudio en el marco académico resulta imprescindible. En este sentido, esta obra está dedicada a satisfacer el análisis y vinculación de elementos históricos de práctica y teoría militar en el nivel táctico con el objeto de proveer información y conocimientos acerca de las decisiones afectadas a ese nivel de conducción. Las distintas batallas narradas en las páginas que siguen forman parte de un plexo mayor que está inserto en un Proyecto de Investigación que se desarrolla en la Escuela Superior de Guerra “Teniente General Luis María Campos” y que consiste en explorar sistemáticamente en la Historia Militar la tensión entre lo táctico en interacción con la estrategia, en la convicción de que esta dinámica es un elemento clave de la conducción. El proyecto se fue gestando en la necesidad del oficial del Ejército Argentino de reemplazar el conocimiento empírico del fenómeno “guerra” por el
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estudio de la historia militar. Los grandes capitanes han coincidido, desde Alejandro hasta nuestros días, en que la falta de experiencia sobre la guerra sólo puede ser reemplazada por su estudio histórico. Así, Napoleón aconsejaba a sus generales recomendándoles que hicieran la guerra como Alejandro, Aníbal, César, Gustavo Adolfo, el Príncipe Eugenio y Federico: “Leed la historia de sus ochenta y tres campañas. Volved a leerla y formaos en su ejemplo. Ese es el único camino para llegar a ser un gran general y dominar los secretos del arte de la guerra”, y agregaba que “se adquiere el conocimiento de la alta conducción solamente por el estudio de la Historia Militar y la experiencia”. La Escuela Superior de Guerra se ha dedicado largamente al estudio de la Historia Militar, y sin embargo, no existe una moderna compilación bibliográfica. Fueron valiosos los aportes hechos sucesivamente por dos prestigiosos investigadores académicos de la Historia. Uno de ellos fue el coronel Juan Beberina, cuyas obras, editadas por el Círculo Militar, se consideran hoy indispensables para la tarea de investigadores. Entre otra, se pueden citar: Las invasiones inglesas, en dos tomos; La guerra del Paraguay, en siete tomos; Las campañas de los ejércitos libertadores 1838-1852; Caseros. Estudio histórico de las campañas de 1851-52; La guerra contra el Imperio de Brasil; y El virreinato del Río de la Plata. Su organización militar. Posteriormente, el Coronel Leopoldo Ornstein publicó en 1957 El estudio de la Historia Militar, en donde se esboza un método para la investigación en esta disciplina, que después lo aplicará en sus obras La campaña de los Andes, La batalla de Chacabuco, Las campañas libertadoras del General San Martín en el Perú y su enseñanza o El proceso al General Belgrano por el fracaso de la expedición al Paraguay. En los años siguientes, la tendencia fue elaborar manuales dirigidos más al análisis de la causalidad de la guerra que a las maniobras o aplicación de principios en las batallas. Esa tensión entre la causalidad de la guerra, que implica un análisis estratégico del fenómeno, y el estudio de las maniobras o de los principios en las batallas que se relacionan con lo táctico u operacional, constituyen el meollo de estos estudios. La historia militar se volcó en la segunda mitad del siglo pasado hacia lo estratégico y también lo político. Lo que se plantea acá es la necesidad de retomar su característica histórica, consistente en el estudio táctico u operacional de las batallas.
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Los modernos desarrollos de la teoría militar colocan a los niveles tácticos y operacionales en el centro de la actividad bélica. En la actualidad, la postrema Doctrina de la Batalla Aeroterrestre señala que el alcance de esos niveles de acción incumbe a las decisiones de conducción de grandes unidades de batalla como el cuerpo de ejército. Esta concepción ha sido receptada en el Reglamento de Conducción para el Instrumento Militar Terrestre (ROB-00-01). Los oficiales involucrados en esos niveles decisorios reciben el mayor volumen de instrucción y educación para su perfeccionamiento en la Escuela Superior de Guerra, de donde se infiere que esta institución no se halla ajena al análisis y estudio de la táctica. Por otra parte, la evolución reciente de las teorías y prácticas bélicas ha proyectado sus propósitos estratégicos apoyándolos en el perfeccionamiento de las actividades tácticas y operacionales. Por ejemplo, la idea de la profundidad de las grandes operaciones de guerra, que en épocas pasadas sólo estuvo ligada a la idea de la estrategia, es actualmente uno de los temas tácticos fundamentales, como lo indica el reglamento antes mencionado en el apartado 1.027.b. Preceptos Básicos que rigen la Conducción de la Batalla. Esta vinculación íntima de la táctica y la estrategia pone a la primera, indefectiblemente, dentro del ámbito de los estudios académicos de esta institución. Las repercusiones de los efectos tácticos, en un mundo regido por la inmediatez comunicacional, son cuestiones que el conductor estratégico no puede derivar simplemente a comandos subordinados, sin tener antes un profundo conocimiento de ellas. El conocimiento táctico provee a la conducción de niveles superiores de una acabada comprensión de lo que constituyen las herramientas básicas del complejo trabajo de la toma de decisiones en el campo militar. Esta verdad no es nueva, los conductores del pasado la conocían. Como muestra de la apreciación que tenían de la táctica como base para las decisiones de nivel superior, es interesante recordar este pensamiento del Mariscal de Campo Arthur Wellesley, Duque de Wellington: “Uno debe entender el mecanismo y el poder del soldado individual, luego el de una compañía, un batallón, una brigada y así en más, antes de que uno pueda aventurarse a agrupar divisiones y mover el ejército. Creo que debo mi éxito a la atención que siempre presté a la parte inferior de la táctica como oficial regimental. Hay muy pocos oficiales en el ejército que conozcan esos detalles mejor que yo; son la fundamentación de todo el conocimiento militar”.
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La relevancia de la relación táctica-estrategia sólo estuvo oculta u olvidada durante muchos años debido a la necesidad de desarrollar el campo estratégico desde su aspecto intelectual, especialmente bajo el imperio de las conmociones mundiales del siglo XX. Así, en el campo académico militar se le ha prestado mayor atención a la estrategia que a la táctica. Por ello, esta última se halla huérfana de la erudición dedicada de que ha sido objeto la primera. Hoy la evolución doctrinaria hace imprescindible subsanar ese desamparo. El proyecto de investigación que enmarca este trabajo pretende corregir en parte esa situación, analizando las variables que faciliten, en cada caso particular, identificar el ámbito estratégico del táctico a través de su dialéctica histórica. El reconocido pensador estratégico contemporáneo Edgard Luttwak define la táctica como “el arte y la ciencia de usar las fuerzas armadas en la batalla”; en un sentido más general, el término designa el conjunto de conocimientos que pueden aplicarse a decisiones sobre las fuerzas armadas que operan en un determinado teatro elegido por una decisión estratégica. La táctica es inherente a las ciencias militares, siendo su producto manifiesto las técnicas de aplicación de las capacidades de combate. Estas últimas, receptadas en los reglamentos y prácticas, no son la táctica misma, sino su aplicación a la realidad. La táctica es la disciplina que elabora los conceptos teóricos sobre el fenómeno del combate, de donde luego subliman los procedimientos acordes con cada época conforme las condiciones políticas, sociales, económicas y tecnológicas que la enmarcan. El estudio histórico evolutivo de la táctica aportará los antecedentes científicos de su desarrollo y evolución. Como en toda ciencia, los antecedentes evolutivos del objeto de estudio resultan fundamentales para avanzar en el conocimiento de la especificidad. Esto -en el caso de la táctica- es una poderosa verdad, pues el combate ya ocurrido es el laboratorio de análisis de las teorías y abstractos postulados en cada ocasión. Es este íntimo mecanismo el que permite el desarrollo de nuevas ideas que se cristalizan temporalmente en procedimientos concretos de combate. El conocimiento del ambiente táctico no sólo surge de la práctica, sino que también es producto del razonamiento y estudio. En ese sentido, la literatura militar es amplia y no puede ser soslayada, si se pretende aquí un resultado exhaustivo. El estudio de las obras de historiadores, teóricos y críticos militares debe formar un cuerpo de estudio tan importante como el de la práctica misma de la guerra, pues el conductor se forma bajo la interacción de ambas gestiones.
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Esa interacción es el ámbito de formación donde el conductor, de manera empírica o teórica, formal o informal, aprende su profesión. La determinación de esa preparación nos permitirá conocer el ámbito intelectual desde el cual el conductor elabora sus decisiones. Respecto de ese ambiente Clausewitz enseña que no hay reglas ni recetas para las acciones militares, que hay principios generales que conforman una teoría del fenómeno militar. Esa “…teoría no puede equipar la mente con fórmulas para resolver problemas… pero puede darle a la mente la visión de la masa del fenómeno y sus interrelaciones, otorgándole libertad para elevarse al reino de la acción”. El conocimiento de la teoría sirve, entonces, para preparar la mente crítica, analítica y práctica, dándole la capacidad de resolver problemas reales circunstanciados. Esa capacidad sólo puede obtenerse con el estudio y la preparación intelectual. La táctica efectiva reposa en la mente del conductor, que deberá cultivar y profundizar sus conocimientos si quiere alcanzar la victoria. Esta simple verdad está hoy casi oculta, sepultada bajo la fascinación de la tecnología. Pero no se le escapó a un brillante hombre de armas, el general Luis María Campos, quien, al fundar la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino en 1900, afirmó “Estudiar es progresar”. Él sabía lo que todo hombre de armas debe saber: no es el sable el que gana las batallas, sino el conocimiento el que alcanza la victoria. De la combinación de práctica, teoría y formación del conductor en el ámbito táctico-operacional, según ha sido expuesta, surgió la necesidad e importancia de una investigación como la que encaró el equipo de investigadores de Historia Militar. En las sucesivas ediciones del Manual de Historia Militar de la Escuela Superior de Guerra (1975-1983), se centra el estudio de esta disciplina en el análisis de las causas de la guerra. Este método de estudio respondía a un marco histórico que caracterizó la historiograf ía militar desde el cuarto lustro de la segunda mitad del siglo XX, profundamente influenciado por el enfrentamiento dialéctico e ideológico bipolar, propio de la época. Es de hacer notar que el Manual de Historia Militar cumplió treinta años de su primera edición, y constituyó una obra de jerarquía que prestigió a la Escuela Superior de Guerra en el ámbito castrense y académico nacional e internacional. Creemos que el método de estudio de la Historia Militar no debe centrarse en lo estratégico y, menos aún, en lo político, sino que el meollo de estudio debe ser la táctica, sin perder de vista los marcos referenciales de los niveles mencionados y/o constituidos por aquellas disciplinas.
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El método más adecuado para confrontar y deducir los errores y los aciertos de los distintos conductores en las situaciones más dif íciles y decisivas de los conflictos armados es el análisis crítico de la aplicación de los principios de la conducción en las batallas más importantes de la historia. Al menos así lo consideramos, fundamentalmente para los niveles de grado académico. Otra perspectiva tendrán los posgrados en Historia de la Guerra, en los que la causalidad tendrá una mayor importancia, sin descuidar el estudio de la táctica. Siguiendo esta línea de ideas, en los artículos que continúan, se abordará el estudio de la Historia Militar, colocando el foco analítico en las tácticas sin descuidar los marcos referenciales estratégicos. Intentaremos enfocar ahora la problemática de la batalla y los combates aplicando el método crítico deductivo, contrastando el hecho histórico con los principios de la conducción, sin explicitarlos, para fortalecer así el estudio y análisis. Al ser la Historia la disciplina que estudia metódica y razonadamente el pasado humano y la Historia Militar una de sus variables específicas, su campo de estudio tiene, en realidad, la magnitud de la misma humanidad. Exige, naturalmente, divisiones reducidas para su mejor estudio científico. El primer hito divisor lo marca su fuente más segura: la escritura. De este modo, el período anterior a la aparición de la escritura se denomina prehistoria y es mucho más extenso que el histórico, que es el posterior. Pero la escritura no aparece al mismo tiempo en todas partes. Tiene sus más antiguas manifestaciones en países o regiones tales como Sumeria (hoy parte de Irak) y Egipto, unos cuatros mil años antes de la era cristiana, mientras que países modernos y hoy muy avanzados, desconocieron la escritura hasta fechas mucho más tardías. Por ejemplo, en Alemania, la escritura ingresó con la conquista franca, en el siglo IX de la era cristiana. Sin embargo, se puede determinar en muchos casos, una etapa en la cual un país o una región permanecen ágrafos y, sin embargo, poseemos noticias de él, en especial sus guerras, a través de conquistadores o viajeros provenientes de lugares que ya poseían la escritura. Aquello que conocemos como protohistoria, desde un punto de vista historiográfico, no favorece al análisis científico, porque su hermenéutica no nos permite contrastar las distintas facetas de los hechos acaecidos. En el equipo de investigación se sigue la división en etapas que se inició en la época renacentista con la finalidad de facilitar la investigación y la enseñanza.
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Así, se considera a la edad Antigua desde la aparición de la escritura hasta la caída del Imperio Romano. En esta etapa aparecen las primeras civilizaciones, nace la filosof ía, florecen las artes, se establecen las primeras bases de las ciencias, el derecho adquiere un importante desarrollo y, de la mano de Jenofonte, aparece el pensamiento estratégico y táctico en Occidente. Consideramos la Edad Media el período comprendido desde la finalización de la etapa anterior hasta el siglo XV. En consecuencia, con la moderna historiograf ía, consideramos hasta el descubrimiento de América en 1492, en lugar de la caída de Constantinopla, en 1453. En realidad, desde el punto de vista de la Historia Militar, se podría haber tomado el descubrimiento de la pólvora en el siglo XIV, que marcó realmente un hito historiográfico, pero no escapará también que su aplicación en los ejércitos aparece generalizada recién a fines del siglo XV. Lógicamente, para este extenso período de las divisiones de la Historia, se aplica también la subdivisión generalizada de Alta y Baja Edad Media, limitadas por la Primera Cruzada. La Edad Moderna nace con la revolución científica encabezada por Copérnico -y luego por Kepler y Newton- y, desde nuestro punto de vista, que intenta facilitar el análisis del período, se extiende hasta 1914 con la Primera Guerra Mundial. Desde la lógica de la Historia Militar, la dividimos en dos períodos, siendo su bisagra la Revolución Francesa con sus posteriores guerras del Imperio, que marcan otro hito en la historiograf ía que nos incumbe con la creación de los ejércitos nacionales y la leva en masa. Llamamos Edad Contemporánea, en la Historia Militar, a la que se inicia con la Primera Guerra Mundial y que produce un cambio sustancial en la percepción humana del fenómeno guerra. Desde la Antigüedad, ya Platón en “La República” definió al hombre compuesto por tres elementos constitutivos; la Razón, el Deseo y el Thymos. Este último consistía en la necesidad de reconocimiento que tiene el ser humano y que siglos después, en su monumental “Filosof ía de la Historia”, Hegel define como el “motor de la Historia”. El soldado ponía en juego su thymos en el campo de batalla porque la muerte por su señor o por su patria era la máxima expresión de entrega para sentirse reconocido. Ese fue el motor de la historia militar en general, el cual
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propiciaría su desaparición, como dice Fukuyama1, al estandarizarse la muerte junto con la estandarización de la fabricación del material bélico y el thymos platónico se desdibuja al diluirse el reconocimiento individual en enormes fosas comunes. Es de hacer notar también, que esta clasificación periódica de la Historia Militar que llamamos Contemporánea, contiene las guerras más recientes y con más incidencia para la formación de conductores militares. Por otro lado, y a caballo de los siglos XIX y XX, el equipo de investigación intentará materializar la Historia Militar Sudamericana, que aún no ha sido estudiada en su integridad sino fraccionada en cada país del subcontinente. Su estudio y la integración con expertos de otras naciones sudamericanas, constituyen un desaf ío que augura un inédito, complejo y fascinante resultado que será presentado y publicado en un segundo Tomo. En esta obra, cada investigador nos relata una batalla o hecho táctico correspondientes a distintas épocas o escenarios geográficos, iniciando con el primer escritor táctico y estratégico de Occidente, Jenofonte, cuya voz grave atravesó 2.400 años de historia para hacernos comprender la vigencia de los principios de la guerra.
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Fukuyama, Francis, El fin de la Historia y el último hombre, Buenos Aires, Planeta, 1992.
JENOFONTE y LA EXPEDICIÓN DE LOS DIEZ MIL
Jorge Osvaldo Sillone Teniente Coronel (R) del Ejército Argentino. Licenciado en Administración y Gestión de la Educación y licenciado en Estrategia y Organización. Magíster en Historia de la Guerra, especialista en el área de administración y recursos de la Defensa y diplomado en Desarrollo de Políticas de Defensa y Administración de Recursos por la Universidad Nacional de la Defensa, Center Hemisferic Defense Studies (CHDS). Actualmente se desempeña como docente en la Escuela Superior de Guerra.
Jenofonte y la Expedición de los Diez Mil Tcnl (R) Jorge Osvaldo Sillone
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studiar las obras de Jenofonte (430-355 a.C.) desde el punto de vista militar permite comprender la realidad política, económica, cultural y social, no sólo de su ciudad estado -Atenas- sino de su contemporaneidad griega, y de la potencia de la época, Persia. Con ese criterio consideramos a Jenofonte como el primer pensador militar e historiador de esta disciplina en occidente que escribió sobre aspectos de táctica y estrategia en forma sistemática, influyendo sensiblemente en su presente y para la posteridad en la conducción de los instrumentos militares1. Captó y reflejó la transformación de su tiempo, en el que la antigua polis va a decaer como forma socio-política y cederá el paso a unidades de poder de otra naturaleza. Su ideal de cultura giraba en torno a la asociación de las virtudes y el concepto del deber del guerrero y del agricultor. Enseñó sobre la importancia del esfuerzo en conseguir metas, en observar la sencillez y la autenticidad de la vida natural, al margen de las ambiciones políticas y la mezquindad de otros comportamientos ciudadanos. Pertenecía a la escuela filosófica de los estoicos, por eso en sus obras se expresa la esperanza de una superación de las circunstancias adversas. Trató de advertir a los responsables de la guerra que la misma no se puede afrontar con pre-conceptos ni con subestimaciones sobre el grado de riesgo a enfrentar. En estilo de consejos, su obra constituye un verdadero modelo para la conducción militar, de su presente y para generaciones futuras. Los trabajos sobre Jenofonte en Occidente se han orientado hacia otras consideraciones de la vida de los pueblos griegos, en particular la Filosof ía, la Historia y las crónicas de la cultura de su época. 1 Tesis titulada “Jenofonte como primer pensador táctico y estratégico de occidente” presentada por el autor en Oct. ‘06 en la ESG en el marco de la Maestría en Historia de la Guerra.
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De sus trabajos, tomamos en particular aquellos considerados referentes para la historia militar y, a la luz de la interrogación histórica, los consideramos “documentos” y les “preguntamos” en relación a los principios de la conducción. Con respecto a este enfoque, consideramos que estos trabajos fueron en Occidente el origen de lo que hoy conocemos como principios de la conducción. Jenofonte insistió con prioridad en la importancia formativa, en la asimilación y aplicación prioritaria de aquellos conceptos que hoy conocemos como de masa y sorpresa unidos a la ejecución de operaciones de velo y engaño como parte de requisito para su éxito. Tomó de sus antecesores y de su propia existencia experiencias que las colocó en su narrativa dándole especial importancia a tres factores: • La naturaleza del poder. Consideraba que el mismo debía ser sostenido por un pueblo que quisiera a su/s gobernante/s y estos debían poseer virtudes que debían demostrar en su ejercicio. • La organización de las Instituciones, basándose en su origen ateniense y, por supuesto, siendo la democracia la forma de gobernar, pero con una disciplina que limitara los desvíos que la misma pudiera tener en sus ciudadanos y gobernantes. • La existencia de una fuerza militar que, como sostén del estado, sus instituciones y la sociedad, estuviera constituida por un conjunto de ciudadanos que fueran reconocidos por su profesionalidad y eficiencia, tanto en el ejercicio del mando como en el cumplimiento de su deber.
¿Por qué relacionamos a Jenofonte con los principios? Desde el análisis de las obras de Jenofonte, es posible comprobar que existen esencias inalterables a través del tiempo de los principios enunciados, pese a las diferencias de época. Esta base de pensamiento se constituyó en fuente de inspiración de conductores que siguieron aplicando esos conceptos hasta lograr hacer primar los mismos en la organización que comandaban2. Los principios son tan 2 Compartimos así el concepto de A. J. Pérez Amuchástegui que en su obra Algo más sobre la historia, Buenos Aires, Argentina, Editorial Abaco de Rodolfo Depalma, Segunda Edición, 1979, expresa en Pág. 20 que “Los hechos humanos son pasado o son históricos en la medida que se le reconocen significatividad. Los significativos son históricos por su incidencia en la vida presente”.
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vigentes en el siglo XXI como lo fueron al ser enunciados. Los mismos se encuentran expresados en forma conceptual o explícita básicamente en las obras Anábasis3(Expedición de los 10.000), El Hipárquico4, y Ciropedia5. Estos conceptos se complementan en el resto de sus obras. • En la Anábasis expone su experiencia como participante en la expedición de mercenarios griegos para ayudar a Ciro el Joven abarcando aspectos geográficos y etnográficos, así como el detalle de los temas militares. • En el Hipárquico da consejos al jefe de la caballería y en Sobre la equitación da otros a cada jinete en particular y se refiere al trato que se debe dar al caballo. • En la Ciropedia expresa sus ideas sobre la preparación corporal que todo joven príncipe o noble guerrero debía tener, y las ejemplifica con el comportamiento de Ciro, que vivió en pleno siglo VI a.C. -un siglo antes que Pericles- y que no era griego. Su temática central está dirigida a los atenienses, a quienes se presenta este libro que versa sobre la educación de los jóvenes aristócratas medos y persas. Es una novela de tendencia político-pedagógica, basada en hechos y personajes históricos. Narra la educación, juventud, ascenso al trono y reinado de Ciro el Viejo. En ella abundan los discursos y los episodios moralizadores, así como los relatos novelescos. Para Jenofonte este era un soberano que logró realizar la combinación perfecta entre la máxima autoridad y una extraordinaria afabilidad: ser querido, temido y respetado Este primer cuerpo normativo de características militares estuvo inspirado en la experiencia6 de un pueblo guerrero, el espartano, que poseían un sistema de gobierno que Jenofonte admiraba. Con su crítica, anhelaba perfeccionar la democracia ateniense y una educación cultural refinada en el esplendor y las virtudes, como era la persa, considerando un estilo de vida donde lo militar era parte de una concepción de ciudadano. 3 Jenofonte. “La expedición de los diez mil”, Anábasis, Quinta Edición, Espasa Calpe Argentina, SA, Buenos Aires-México, 1950. Esta obra fue la tomada para el análisis particular. 4 Jenofonte, “El Jefe de la Caballería o el Hipárquico”, en Obras Menores, Madrid, Gredos, 1984. 5 Jenofonte, Ciropedia, Traducción y notas de Ana Vegas Sansalvador, Madrid, España, Biblioteca básica Gredos, 2000. 6 Marc Bloch, en Introducción a la Historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1974, expresa que “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado”. Pág. 38.
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Sabemos de la existencia, evolución y vigencia de estos conceptos militares en círculos del poder del renacimiento italiano, ya que Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe, después de citar ideas de Jenofonte, expresa que “Alejandro Magno imitaba a Aquiles, César seguía a Alejandro y Escipión caminaba tras las huellas de Ciro. Cualquiera que lea la vida de este último, escrita por Jenofonte, reconocerá después en la de Escipión cuánta gloria le resultó a este haberse propuesto a Ciro como modelo y cuán semejante se hizo a él, por otra parte, con su continencia, afabilidad, humanidad y liberalidad”.7 Con posterioridad, la Historia Militar ilustra profusamente la aplicación de estos conceptos que llegan a nuestros días con adaptaciones distintas para cada nación, según las particularidades de su concepción de la Defensa y a su Actitud Estratégica.
Marco Teórico y contexto militar de la época A través de la paideia griega8, se alcanzaba el ideal del ciudadano virtuoso. El mismo se lograba al pasar por un severísimo entrenamiento f ísico y mental. La paideia identificaba la cultura griega y su enseñanza se reflejaba a través de la denominada kalokagathía, concepto de modelo que debía estimular su imitación adornado por virtudes varoniles y nobles9. Jenofonte se inspiró en su presente, complicado en lo político-militar, en las tradiciones y experiencias que los conflictos le mostraban, y creó un paradigma nuevo, que propuso a sus contemporáneos: el ciudadano con grandes virtudes cívicas, el soldado profesional y agricultor, en tiempos de paz. Esto era la conjunción y respeto entre la “civis” como un todo y el sector militar, como parte inseparable del mismo cuerpo. Propuso crear un cuerpo militar orgánico y estable, profesional, con dedicación exclusiva a formarse militarmente como deber cívico. A la ciudad, le sugirió disponer de un presupuesto para el reclutamiento y capacitación de estas organizaciones. Simultáneamente, propugnó generar desde la paz un cuerpo de normativas y previsiones de combate que fuera capaz de enfrentar las amenazas estudiadas, seleccionadas e identificadas como potenciales enemigos. 7 Maquiavelo, N., El Príncipe, Cáp. XIV 8 Jaeger, Werner, Cristianismo primitivo y paideia griega, en Cap. IV llamada 1, México, Breviarios de FCE, 1974. 9 Jaeger, Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega, en Cap. VII “Jenofonte: el caballero y el soldado ideal”, México, FCE, 1967.
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La falta de recursos humanos para conformar cuerpos potentes y de disponer de capacidad de reemplazos lo llevó a concebir conceptos sobre la conducción donde era esencial apelar a las estratagemas de velo y engaño, y a no empeñarse en combates que le significara a la organización quedar aferradas. Las experiencias para semejante concepción innovadora fueron de carácter directo e indirecto. Las guerras médicas10 unieron transitoriamente a Atenas y a Esparta, pero, al desaparecer el peligro común provocado por el Imperio Persa, renacieron los odios. Posteriormente, la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) entre estas dos ciudades-estado, constituyó un enfrentamiento panhelénico que transformó las bases sociales y políticas de los estados griegos. En esta guerra, Jenofonte participó en combate para Atenas en la formación ecuestre de la misma, ya que ese era el lugar de combate para los jóvenes aristócratas. Los conceptos sobre la guerra y su evolución, para los griegos, tuvieron en este período algunos rasgos comunes que pueden ser individualizados de la siguiente manera: • Los sistemas de defensa tenían su organización basada principalmente en la capacidad de sostén logístico que los individuos podían disponer para costearse sus armas. Salvo unidades especiales, que operaban normalmente como escoltas y defensa de monarcas, el resto de los contingentes eran armados según la procedencia de las clases sociales. Esa composición tenía como resultado una capacidad militar heterogénea, falta de unidad de criterio y de cohesión, ya que no existía un sentido de pertenencia, ni espíritu de cuerpo. • El sistema de reclutamiento, en base a los ciudadanos propietarios, tenía sus limitaciones. Esparta, en particular, sufría este proceso de experimentar una disminución de sus recursos humanos para sostener las organizaciones militares, ya que desde el siglo VI a.C., tenía un constante descenso de su población militar. A principios del siglo V a.C. podía poner en pie de guerra a más de 8.000 ciudadanos, descendiendo esta cifra a unos pocos centenares en el siglo III. • Los griegos tuvieron su organización armada con un sentido político como referencia, lo cual le dio trascendencia y solidez a la organización. 10 Primera guerra médica (490-480 a.C.), Batalla de Maratón (13 Set 490 a.C.),
Segunda guerra médica (480-479 AC), Combate en las Termópilas, Batalla naval de Salamina (480 AC), Batalla de Platea (479 AC). 21 |
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• Constituyeron un sistema novedoso al crear el ejército de guerreros ciudadanos, fiel a la idiosincrasia de la polis a la que pertenecían. • Disciplina y entrenamiento fueron exigencias de este sistema en el que la fuerza estaba en el conjunto. Operaron la revolución militar a través de la concepción de una formación cerrada en cuerpos de alineación rígida y en el principio que relaciona a la participación en una milicia organizada en calidad de ciudadano, a través de los derechos y deberes inherentes a la ciudadanía. • El hoplita y la falange, el hombre y la organización tenían sentido en un contexto geográfico y cultural de la Hélade, donde las polis generaron, con sus características, organizaciones similares aptas para el combate. • Algunas limitaciones que existieron para este sistema fueron muy importantes y restrictivas en su capacidad, ya que la falange tenía serias dificultades para realizar la guerra de asedio y, por su táctica y procedimiento de empleo, estaba circunscripta en bloque, a combatir en espacios de llanura. Carecía de flexibilidad y maniobrabilidad. Las operaciones basadas en el poder de la infantería disponían que la caballería operara en los flancos de la falange y, por lo tanto, su protagonismo era escaso. Estos aspectos generaron la necesidad de contar con un cuerpo regular de tropas ligeras -cuya capacidad de combate se debía aplicar tanto al asedio como a la guerra en montañas y lugares escarpados- y de desarrollar la infraestructura y maquinaria para sostener las operaciones. Esta última modificación organizacional será especialmente sensible para las consideraciones militares y los principios que Jenofonte irá a concebir y explicitar en sus obras. En esos tiempos, la maniobra terrestre requería ser complementada por un desarrollo naval. Esto se debía a la necesidad de sostén logístico y a la dificultad que el terreno imponía para el transporte de los “trenes logísticos” (inexistentes en este período como tales). Este aspecto generó por sí mismo una cultura propia que difería de la concepción de espíritu de cuerpo y tácticas y procedimientos de empleo que utilizaba el componente terrestre en la experiencia que se arrastraba desde otras organizaciones. Después de la Guerra del Peloponeso fue necesario pasar de un ejército de ciudadanos a un ejército sin clases, mercenario, donde se sostenía una relación con la organización en base a la paga que el general podía pagar a
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sus tropas. Esta transformación tuvo consecuencias en la concepción y en la aplicación de los empleos para el combate. Los mercenarios, al estar en general más especializados en las tácticas de las tropas ligeras, practicaban una lucha más abierta, menos rígida y con un grado de flexibilidad que se distanciaban de las tácticas de la falange. En esta evolución, las tropas ligeras adquirieron mayor capacidad de combate cuando realizaban emboscadas y aplicaban el factor sorpresa en todas sus operaciones. Esta característica de combate requería previamente una completa preparación, ya que, como requisito de éxito, debían ser bien comandadas y las órdenes ejecutadas con rapidez y determinación. Se eludía al máximo el enfrentamiento directo de los combatientes y se empezaba en esta evolución a utilizar el encubrimiento que proporcionaba el terreno o de formaciones humanas para disparar el arco o la honda. La relación con el mando y el comando tuvieron transformaciones profundas, ya que el ejército de mercenarios disponía de mandos que basaban su poder en la persona y ejercían libremente su autoridad, sin estar sujetos al poder institucional y civil. En este marco organizacional, Jenofonte concibió sus obras.
Análisis sintético de las obras referentes de Jenofonte a- La Anábasis. Síntesis argumental de la obra. El argumento de la obra es un relato de un ejército heleno que apoyó a Ciro11, quien se rebeló en su satrapía de Asia Menor y que aspiraba a ser rey de Persia, contra Artajerjes II, su hermano, que ocupaba el trono. Ponerse a salvo de su hermano y ocupar el trono fue para Ciro la motivación de su vida. La historia tiene la característica de ser relatada en tiempo presente, ya que él mismo participó en ella. La derrota y muerte de Ciro en la batalla de Cunaxa, cerca de Babilonia, provocó al contingente griego la necesidad de regresar a su patria. Viendo que su causa estaba perdida, los mercenarios decidieron volver a su tierra, y para eso fueron a reunirse con el sátrapa persa Tisafernes, reunión en la que los principales generales griegos fueron asesinados. Fueron elegidos otro jefes, entre los que se encontraba el propio Jenofonte, para guiar al resto del ejército en su retorno a Grecia a través de territorio 11 Sátrapa de la Lidia, la Gran Frigia y Capadocia.
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enemigo, remontando el Tigris y atravesando Armenia hasta el Mar Negro. Traicionados por los ejércitos aliados inicialmente con Ciro, los griegos se habían quedado solos y rodeados por tribus y ciudades enemigas. Liderados por Jenofonte, quien fue elegido por sus antecedentes probos, los griegos comenzaron la larga marcha, la Anábasis, para retornar a Atenas a través del hostil Imperio Persa, logrando llegar hasta la ciudad griega de Trebisonda en el mar Negro. Desde Trebisonda, los diez mil llegaron en barco hasta Bizancio, (Estambul en la actual Turquía) donde al cabo de un tiempo lograron entrar al servicio de un sátrapa de Asia Menor, una parte del contingente. Había pasado un año y tres meses desde que los Diez Mil partieron de Grecia con Ciro. Aquí finaliza el trabajo desconociéndose cómo llega Jenofonte a Grecia ya que no lo relata.
b- Análisis sintético de los conceptos expresados en la Anábasis, de interés en relación con los principios. Estructura de acontecimientos12. El libro contiene siete partes (denominados Libros). Jenofonte relata los sucesos épicos del grupo expedicionario con minuciosidad. Ejerce un liderazgo basado en el uso de la palabra, que permite la aparición en ese momento histórico de un novedoso funcionamiento militar, racional y democrático, frente al resto de los generales. Su poder radica en su capacidad de convencer con buenas razones. Esas razones se ponen de manifiesto en los diferentes momentos bélicos narrados, donde se aceptan sus resoluciones debido a lo alto de su ascendiente como líder y conductor de hombres. Sus elementos técnicos para la conducción son novedosos para la época, ya que demuestra a los atenienses que la educación en el sacrificio es beneficiosa para aplicar con éxito estratagemas de velo y engaño. La sorpresa estuvo presente en todos los momentos de la expedición y la forma de vencer la incertidumbre se apoyó en una adecuada exploración. El envío de hombres a distancias controladas, pero en profundidad del dispositivo o territorio enemigo, fue una constante en la expedición de los diez mil. Esa actividad de combate posibilitó estar siempre en capacidad de reducir la incertidumbre y de evaluar sobre las condiciones del terreno, el clima y, lo más importante, sobre las intenciones y las capacidades del enemigo.
12 http://www.uc3m.es/ (Universidad Carlos III-Madrid)
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Redujo las posibilidades de sorpresa por parte del enemigo y aumentó las capacidades propias, ya que, pese a estar en retirada, sus capacidades de combate estaban en condiciones de enfrentar a fuerzas siempre superiores y en terreno desconocido. La necesidad de disponer siempre de recursos humanos suficientes hizo que el principio de masa fuera tenido en cuenta ya que asestaba los golpes militares con superioridad numérica local y sectorial, allí donde el enemigo era débil o no esperaba el ataque, logrando así la sorpresa necesaria y la victoria. Numerosos relatos ejemplifican esta metodología de conducción, tanto en la etapa inicial, cuando combaten contra los persas que los persiguen, como cuando se internan en los países desconocidos en busca del Mar Negro. Esta forma de conducción militar fue observada por los persas, quienes aplicaron sus enseñanzas en forma inmediata en los combates que libraron contra los griegos en las décadas siguientes. El Libro I tiene como eje argumental los artilugios para acrecentar el poder real a través de un ejército que le diera a Ciro la capacidad para disputarle a su hermano la posibilidad de ocupar el trono. Estratagemas para reclutar gente y que su hermano no se enterase (velo) muestra las condiciones de un conductor militar. La descripción del terreno donde se deberán realizar las operaciones y sus reales condiciones de afectar o favorecer a las tropas son de una visión militar por excelencia. El relato indica las previsiones para el aprovechamiento de los recursos naturales como las acciones de mando para generar las condiciones aptas para la formación del espíritu de cuerpo en tropas heterogéneas. El Libro II demuestra el perfil común del liderazgo militar en ese período: disciplina, temor al jefe más que al enemigo y la necesidad de disponer condiciones de sagacidad para poder engañar al enemigo y a los propios, para ocultar las intenciones de su conducción militar y no ser sorprendidos en la ejecución de la maniobra. Es esta una clara conciencia de la disciplina del secreto, denominación técnica actual para mantener la seguridad en la información. El Libro III describe los pormenores de la elección de Jenofonte13 como conductor de los griegos, siendo esta parte de la obra el epicentro y giro de la historia.
13 Anábasis, Libro Tercero, Cap. I. “Había en el ejército un cierto Jenofonte, de Atenas, que no iba como general, ni como capitán, ni como soldado. Próxeno, que era viejo amigo suyo, le había invitado a que abandonase su patria prometiéndole que le procuraría la amistad de Ciro”.
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Se erige un liderazgo nuevo, basado en ser jefe por consenso y por capacidad. Surge así una doble relación entre el que manda y el que obedece, de absoluto convencimiento de los roles que se desempeña, implicando esto una responsabilidad extrema, ya que los dioses eran testigos de la relación. Es en este Libro donde se inicia formalmente la Retirada de los 10.000 al cruzar el río Zapata e intentar la travesía por territorio desconocido para poder regresar. Debe destacarse la preocupación permanente por el poder de combate relativo y la importancia del alcance de las armas propias y de los enemigos, ya que este aspecto obligaba a un replanteo de la organización para el combate y el orden de marcha. En relación con las condiciones de combate, surgen tácticas innovadoras y un ejercicio de la conducción y del liderazgo sometido a la tensión de los éxitos y fracasos diarios. El realismo del análisis y la claridad y efectividad de las resoluciones que se debían adoptar eran la prueba máxima a la que se podía someter a un comandante. De esta experiencia surgen las recomendaciones que serán recogidas en sus obras. Se ponen en evidencia la necesidad, posibilidad y ventajas de una adecuada flexibilidad organizacional a la que Jenofonte, con su pensamiento y visión de la realidad, contribuye intensamente. El final del libro demuestra la aptitud permanente de realizar maniobras de velo y engaño sobre el enemigo, ya que, pese a ser observados, sus preparativos de hacia dónde continuarían y cómo combatirían, no podían ser conocidos por sus seguidores persas, porque se realizaban maniobras para confundirlos. El Libro IV aborda contenidos de conducción táctica, en territorios hostiles. El combate en terreno montañoso no sorprendió a los griegos, quienes volvieron a reorganizarse liberando prisioneros y cargas logísticas para estar en mejor aptitud organizacional para el combate particular, tan ágil y sorpresivo, de día y de noche. Su combate en montaña es de una gran determinación, observando principios de esta conducción particular que se mantienen inalterables en la conducción táctica: la aproximación indirecta, el uso de la niebla para cubrir su avance, aprovechamiento de la cobertura que proporciona la noche y de atacar por los sectores de menor expectativa, para obtener la sorpresa.
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Las consideraciones sobre el combate en montaña quedan nuevamente registrados al final de este libro con diversos consejos como el de “eludir a los enemigos en vez de atacar posiciones tan fuertes y a hombres preparados”. Este es un principio de conducción en la montaña, básico; eludir a toda costa el ataque frontal a una posición organizada. La necesidad de tomar prisioneros para obtener información era vital, por eso, Jenofonte expresa que es conveniente durante la marcha hacer prisioneros para “tener guías conocedores del país14. El Libro V plantea el cambio de perspectiva ante la nueva situación: seguir hasta Grecia por mar y cesar los combates, o quedarse en la colonia griega y fundar otra en algún lugar del Ponto. Existen en este contexto relatos de combates a ciudadelas fortificadas y nuevamente el triunfo de los griegos se debe a los engaños y estratagemas que Jenofonte hace poner en práctica15. El Libro VI transmite las vicisitudes de las disputas por el poder y la necesidad de iniciar la marcha confundiendo a un enemigo hostil. Muestra una gama de recursos para procurar víveres, marchar, combatir y desinformar al enemigo, asegurando la aproximación al objetivo final, Grecia. El velo y engaño queda manifiesto. Es este el Libro donde se demuestra la necesidad de la disciplina y de la condición inapelable de las cualidades personales que deben adornar a un jefe para ser reconocido como tal y estar en capacidad de conducir con éxito, aun en circunstancias desfavorables. En el orden táctico, una vez más, el engaño y la sorpresa, unidos al concepto de masa, le daban a Jenofonte la victoria ante los enemigos. El Libro VII trata el problema de la salida del ejército griego de Asia. Han pasado un año y tres meses desde que los Diez Mil partieran de Grecia con Ciro. El final de este libro no establece el destino de Jenofonte, ya que sólo indica que abandona el Asia con recursos para volver a su patria, dejando abierto el interrogante de cómo y por donde este regreso se produjo. Esta travesía demostró a las polis griegas que Persia tenía grandes debilidades que quedaron en evidencia al no poder afectar al ejército griego en retirada. Esta situación alentó a los espartanos para disponer de incursiones que se dedicaron durante largo tiempo a saquear y conquistar las partes más cercanas del Imperio. 14 Anábasis, Libro Cuarto, Pág. 81. 15 Ibidem, Libro quinto, Cap. II.
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Es probable que Alejandro Magno haya tomado conocimiento sobre el Imperio Persa con múltiples pasajes del libro de Jenofonte, teniendo en cuenta que su tutor fue Aristóteles.
c- El Hipárquico. Análisis sintético de interés en relación con los principios16 Su finalidad era mejorar la instrucción de la caballería ateniense que debía enfrentar a un enemigo concreto, la caballería beocia. Atenas debía organizarse defensivamente para oponer “una caballería superior”17. Establece conceptos básicos entre la relación militar y la ciudad, destacando la trilogía: de la persona, de sus relaciones humanas como compromiso y de la pertenencia a la ciudad. Recursos humanos y logística. El primer problema que advierte Jenofonte es el de los escasos recursos humanos. El alta de soldados cada vez era más dif ícil y este es un punto vital para su concepción de los principios de masa y sorpresa unidos a la ejecución del velo y engaño. Pocos eran los efectivos y debían rendir al máximo produciendo el mayor daño al enemigo con el menor costo en recursos del estado. Adiestramiento. En esta idea es que escribe su obra De La Equitación, como un complemento a la conjunción del caballo con el jinete. Le asigna una importancia extrema al adiestramiento individual y al de conjunto. Así, expresa que “se ha de ejercitar a los jinetes, primero, para que sepan saltar sobre el caballo18; pues la salvación para muchos se debe a esto; segundo, para que puedan cabalgar en toda clase de terrenos; porque las guerras se desarrollan cada vez en terrenos diferentes”. Sostenimiento público. La ley establecía que la ciudad debía disponer de los medios para armar a los no caballeros y, además, debía proporcionarles un sueldo. Este aspecto enunciado por Jenofonte constituye un importante antecedente sobre el sostén público del instrumento militar, expresando que “en tiempos de paz recibían una cantidad determinada para cuidar el caballo19”. El reconocimiento público se establecía a través de los jefes de escuadrones, quienes exponían ante la ciudadanía, en paradas y desfiles públicos, el estado e instrucción de sus soldados, proponiéndose también la creación de premios para los destacados. 16 Cfr. “El Hipárquico”, artículo de Claudio Morales Gorleri en Revista de la Escuela Superior de Guerra, Oct-Dic 97, Buenos Aires, Argentina. 17 Jaeger, Werner, Paideia; los ideales de la cultura griega, México, Fondo de Cultura Económica, 1ra ed, 10945 traducción del alemán. 18 La gran dificultad que debe considerarse es que en ese momento no se usaba el estribo. 19 Ibidem, Pág. 169 en llamada 7.
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Profundiza concepciones organizacionales20. “El jefe de escuadrón debe ser el primero de la fila”, en una señal inequívoca de fidelidad a la organización que comanda. Prevé colocar en las últimas filas a los veteranos y capaces, ya que pueden estar en aptitud de comandar una retirada o de impulsar los ataques. Considera también la necesidad del relevo del comando, por baja o por otra causa. Con estas previsiones, Jenofonte21 recomienda que las organizaciones sean lo más flexibles posibles. Establece claramente las Obligaciones del Jefe de la caballería: • Ofrecer sacrificios a los dioses que velan por la caballería. • Preparar en las fiestas cabalgatas que sean dignas de contemplar. Realizar de la forma más bella posible, las paradas que hay que ofrecer a la ciudad. • Hacer demostraciones ante la ciudad, teniendo en cuenta que otros estarán observando para obtener información sobre la capacidad adquirida. Recomienda, entonces, en el pasaje o parada, “inclinar las lanzas lo menos posible unos contra otros, manteniendo cada una en medio de las orejas del caballo, si se quiere que infundan miedo, sean bien visibles y a la vez, den la impresión de ser muchas22”. Este apartado contiene diversas recomendaciones23 técnicas para el buen uso de los caballos y su presentación. Lo esencial que queda claro a través de esta obra es que los Jefes de Caballería deben demostrar su aptitud de combate ante el poder formal del Consejo, órgano de poder máximo de la ciudad. Proporciona consejos referentes a las marchas de la caballería y las previsiones que debe adoptar el Jefe. En esta parte es cuando recomienda acciones en relación a la sorpresa, tanto para lograrla como para evitar que la logren los enemigos. “Cuando marches a algún sitio, sin saber si te encontrarás con enemigos, es necesario dar descanso a los escuadrones por turno, pues sería penoso que los enemigos se aproximaran cuando todos han desmontado.”
20 Ibidem, Parte II Ap 2. Parte de la base de 10 escuadrones de tribus asignados por ciudad. Sobre este número recomienda Jenofonte establecer jefes por cada grupo de 10 hombres. 21 Ibidem, Parte II, Ap 7 “...si se les dan esas instrucciones, estarán organizados mucho mejor que si salen al azar”. 22 Ibidem, Parte III, Ap 3. 23 Ibidem, Pág. 172 al 174.
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Establece indicaciones relacionadas con formaciones a adoptar en diversos terrenos, todas conducentes a restringir la incertidumbre táctica. Ser prudente, para Jenofonte, “es mandar adelante soldados que informen de los avances, pues ver con anticipación al enemigo es de lo mas útil, tanto para atacar como para defenderse”24. Al respecto, y siguiendo con el tema de la sorpresa, es contundente el párrafo siguiente: “Incluso en tiempo de paz, conviene que el jefe de la caballería se preocupe de tener un conocimiento práctico de los países enemigos y de los amigos; y si careciera de él, que lleve consigo a otras personas que tengan gran conocimiento de la zona; ya que, si el que dirige conoce los caminos, tiene una gran ventaja sobre el que no los conoce, y el que ataca al enemigo y conoce la zona tiene muchas ventajas sobre el que no la conoce”25. Relacionado con medidas de seguridad, Jenofonte es un agudo observador de la condición humana y de la manera como se reúne y se protege la información. Sus consejos y recomendaciones sobre aspectos técnicos tales como el uso de agentes e informantes, actividades de contrainteligencia, medidas de seguridad, el engaño dentro de las actividades activas de la defensa y los procedimientos para la reunión de información son sintetizados en esta parte en los apartados 7 a 12 inclusive26. Desarrolla con prioridad el engaño. Afirma que “es necesario ser ingenioso para que muchos jinetes parezcan sólo unos pocos, y, a la inversa, pocos los numerosos; también, para que dé la impresión de estar cerca, encontrándose lejos, y de encontrarse lejos, estando cerca, y finalmente, para no solo sustraer las fuerzas enemigas, sino también, disimulando los propios jinetes, atacar de improviso al enemigo27”. Aconseja inducir al enemigo a una confusión tal, que logre provocar una decisión “que no ataque cuando las fuerzas propias son débiles, y cuando son fuertes, infundirle temeridad para que lo intente”. Recomienda conocer la fuerza del caballo para poder agruparlos y que parezcan así muchos, evitando ser contados si estuvieran dispersos. Complementa estos consejos diciendo que “la caballería parece mayor si se colocan a los palafreneros con lanzas entre los jinetes”. Apela una vez mas al oculta-
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Hipárquico, Part IV, Ap 5 en pág 175. Ibidem, Part IV, Ap 6 en pág 176. Ibidem, Pág. 76 y siguiente. Ibidem, Pág. 179 y ss
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miento si en el engaño se quiere dar la impresión de ser menos “teniendo unos al descubierto y otros ocultos en zonas que no estén despejadas”. Avanza en las consideraciones del terreno y su influencia militar ya que si fuera absolutamente despejado, la variante para el engaño consiste en adoptar una organización particular; “se deben formar grupos de diez para la marcha y conducirlos de flanco, dejando intervalos y que los jinetes de cada grupo de diez de lado del enemigo mantengan las lanzas rectas, y las demás abatidas sin que sobresalgan”. En esta recomendación, se nota claramente la influencia organizacional contemporánea a Jenofonte de las tácticas utilizadas por Epaminondas28 y los éxitos del mismo. Complementan los consejos la prosecución de “asustar al enemigo con falsas emboscadas, con falsas expediciones de socorro y también con falsas informaciones”, afirmando que el mismo potencia sus capacidades al saber o creer que disminuyen las propias. Remata su afirmación sobre la conveniencia de llevar a cabo los engaños con un mandato: “es necesario que el jefe se las ingenie siempre para engañar en la circunstancia que se halle, pues en la guerra, realmente, no hay nada más provechoso que el engaño29”. Las capacidades de aplicar la sorpresa, el velo y, en particular, el engaño, Jenofonte concluye que sólo son posibles cuando se tienen en conjunción distintos factores30: • El principal es tener la ayuda del Dios, fuente de la energía necesaria para encarar todos los ardides que se tramaren. • Disponer de un perfil, de una característica distintiva, ser reconocido de estar en capacidad de realizar operaciones de riesgo y ofensiva. Ese conocimiento por parte del enemigo sobre uno, da un espacio de tiempo para la inacción, ya que el enemigo no sabrá si estamos aprovechando el tiempo para atacarlo. • Disponer de una organización preparada espiritualmente y dispuesta disciplinadamente con una adecuada gestión de mando. Este aspecto es una condición necesaria para el éxito, ya que “los subordinados serán afectos al jefe (...) siempre que el jefe los trate cordialmente y parezca que se preocupa de que tengan alimentos y que descansen con buena vigilancia”.
28 Creador del órden oblicuo (N. del A.). 29 Hipárquico, Ap 9 30 Ibidem, Pág. 181
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Gestión del comando. Titulamos así esta parte, ya que abarca aspectos que hoy pueden separase en diversas responsabilidades de los jefes y que Jenofonte dividió en su obra: • Estar en capacidad de reconocer cuáles son los momentos adecuados donde el comandante debe emplear la sorpresa. Resalta como requisito “que nunca se debe atacar sin contar con observadores y puestos avanzados”, y además que “es bueno penetrar sin ser visto en la zona enemiga, con ayuda del dios, procurando observar cuántos hay de cada lado y en qué lugar están los puestos de guardia.” Une la necesidad de la exploración a la reunión de información para el logro de la sorpresa. Sus recomendaciones son de alto valor para las operaciones nocturnas y de profundidad en territorio enemigo. • Para la época, esta es una gran innovación, ya que los combates se realizaban durante el día, normalmente eran frontales y se sostenían para la victoria en la mayor cantidad de combatientes que se podían colocar en el campo de combate. • Dotar a la organización de una aptitud para las operaciones de alto riesgo y sostenido esfuerzo. • Infundir en los hombres el convencimiento de la lucha a través de disponer de una motivación profunda. • Realizar una correcta apreciación de situación para adoptar una organización para el combate acorde con las fuerzas que se enfrentarán31. • Recomienda el empleo de emboscadas y la preparación de los propios hombres en esa actividad de combate.
d- Ciropedia. Su esencia argumental La obra se compone de ocho libros (Capítulos). En ella establece temas de educación, valores morales, ciencia militar y administración política, en la que la idealización biográfica trata de comunicar un paradigma ético y pedagógico, un mensaje de contenido filosófico, que pasaría por la búsqueda del líder ideal. Esta obra aporta datos de sumo interés para tomar contacto con las ideas educativo-políticas del mundo antiguo no helénico. El trabajo era 31 Ibidem, Pág. 186
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dirigido a los atenienses, a los que les presenta este libro que versa sobre la educación de los jóvenes aristócratas medos y persas. Jenofonte combina la kalokagathía griega con la areté persa, aunque no deja de resaltar el contraste entre la educación individualista griega y la comunitaria persa. En el gobernante ideal que presenta, encontramos la concepción socrática de la virtud, el apoyo en las virtudes cardinales platónicas y el modelo isocrático de estadista.
e- Análisis sintético de los conceptos expresados en la Ciropedia, de interés en relación con los principios. El monarca arquetipo de Jenofonte debe dominar en territorios que van más allá de la propia ciudad y del propio país, necesitando atributos que le den el perfil de estadista que le permita ejercer el respeto a la autonomía política y religiosa de las regiones que va anexionando. Jenofonte presenta el problema del poder con un enfoque formal declaradamente práctico. No hace consideraciones sobre el origen y el sentido del poder, o en la presentación crítica de sus distintas formas, sino que enfoca su esfuerzo en el método que lleve a la posibilidad de ejercerlo con eficacia. Comienza su obra enfatizando la dificultad de ejercer el poder sobre los hombres. La experiencia muestra, según él, su inestabilidad bajo cualquier forma política que adopte, sea democracia, monarquía u oligarquía. Menciona como una de las claves, obtener la obediencia voluntaria, que es lo mas dif ícil, y asevera que es innato a la condición humana rebelarse contra quien manda. Jenofonte plantea que, para ejercer eficazmente el poder, hay que disponer de una educación apropiada y de la flexibilidad necesaria para poder adaptarse constantemente a las cambiantes situaciones que se van presentando. Este realismo, para la guerra, tiene sus expresiones básicamente en los siguientes aspectos: • Las medidas que toma para conseguir una formación f ísica y psicológica que asegure la eficacia y fiabilidad de su ejército. • Su actitud frente a sus enemigos, a los que consigue convertir muchas veces en fervientes colaboradores y aliados. • Sus cuidados para conseguir buenos soldados empiezan por tomar medidas que aseguren su salud y preparación: acampar en lugares saluda-
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bles, cuidar que su dieta alimenticia sea adecuada, mantenerlos activos f ísica y mentalmente, estimular la emulación entre ellos. • Disponer de una preparación específica en el ejercicio de las armas y de las tácticas de guerra, para lo que la caza es repetidamente considerada un buen entrenamiento. • Realizar siempre una planificación prudente del ataque; disponer de arrojo y valentía y carecer de indecisión. Da sustento espiritual al mensaje que hace llegar a sus contemporáneos como clave de la fortaleza individual. El conocido “Conócete a ti mismo” aparece en varias ocasiones, así como la idea de que el poder debe ir unido a la virtud de la justicia o la idea, expresada por el mismo Ciro en el lecho de muerte, de que el alma da vida a los cuerpos durante el tiempo en que habita en ellos. Las ideas del autor sobre educación personal, caza, equitación, política, y arte militar, que expresa de forma individualizada en tratados especializados, aparecen aquí presentados en conjunto y en forma sistematizada, constituyendo cada uno y en su complementariedad, un sistema formativo para el combate. Jenofonte introduce la novedad de la aplicación de ideales griegos a una personalidad persa. Con esta licencia literaria, trata de influir en sus contemporáneos con un paradigma cultural, basado en la ética, la concepción humanista, la bondad, el ejemplo, el rigor consigo mismo como modelo válido para constituirse en arquetipo de líder político y militar (tal cual era el poder constituido en esa época). La Educación de Ciro es tratada en el primer libro; los restantes se ocupan de presentar el resto de su vida como prototipo del soberano y militar ejemplar, ejerciendo la conducción en sus distintas facetas: • Ser piadoso. Para su logro debe realizar determinadas acciones que la obra indica que se consigue a través del respeto a los dioses. • Ser justo. Este era el objetivo central de la educación persa. • Ser respetuoso. • Ser generoso al comprender los problemas de los demás y tener un trato agradable con todas las personas. Se logra así acortar las distancias con quienes le dependen y facilita que estos acrecienten su confianza y afecto al monarca. • Ejercitarse en la obediencia para después ejercer el mando. | 34
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• Ser capaz de absorber las dificultades. El espíritu debe ser capaz de dar la fortaleza necesaria para soportar con buen ánimo las adversidades, el cansancio, el frío y el calor, el hambre y la sed. Esta última cualidad distingue el perfil de los persas, principalmente los medos. Los griegos de la época clásica establecen que esta virtud era el sostén necesario para ejercer el real dominio de sí mismo. Los aspectos particulares relacionados con los principios se encuentran en el resto de los libros, ya que relatan la experiencia militar de Ciro desde su formación como joven junto a su abuelo monarca hasta el ocaso de su vida, después de haber combatido en diversas latitudes de la tierra persa. El empleo de la sorpresa y la conveniencia que ello implicaba junto a la decisión del comandante y la actitud del mismo se resalta en forma temprana en los diversos diálogos de Ciro con su abuelo. Los mismos siempre se complementan con un concepto de engaño.Esta relación entre el concepto de sorpresa y el de engaño se completan con la persecución a los enemigos como explotación del éxito inicial donde Ciro siempre es colocado en la obra, a la cabeza de sus hombres, como ejemplo, pese a rayar en la temeridad al exponer su vida. Para consolidar la preparación de Ciro, su padre, Cambises, rey de Persia, le expresa una serie de consejos32 para ser un buen jefe en el ejercicio del mando y durante la conducción de los combates: • Buscar el favor divino33. Estar-Cuidar de que los soldados tengan sufcientes provisiones34. 32 Ciropedia, Llamada 50. Se expresa que “Las cualidades que aquí presenta Jenofonte como necesarias para el buen general son las mismas que pone en boca de Sócrates en Mem. III 1-4. También hay similitud con los consejos dados a Hierón, Cf. Hierón X-XI. Todas estas recomendaciones van encaminadas a enseñar a manejar a los inferiores, tema que interesó mucho a Jenofonte como pone de manifiesto, asimismo, en Econ. V 14-17, donde hace un paralelismo entre la conducta del buen agricultor con sus obreros y la del general con sus soldados”. 33 Ciropedia, Llamada 51. “La importancia de la interpretación de los signos divinos también se subraya en Memorables IV 7: “Cuando se reconocen los signos que los dioses nos dan, no se deja nunca de recibir su consejo”.El propio Jenofonte conocía el arte de la adivinación, Cf. Anábasis V 6, 29”. En llamada 52 se destaca que “El primer deber es sacrificar a los dioses y dirigirles plegarias” (Cf. El jefe de la caballería I 1). También en Agesilao III 2 5, resalta la extrema religiosidad del tirano”. 34 Ob.cit., Llamada 53. “Ocuparse del bienestar de los soldados es un requisito indispensable para el buen general también en Memorables III 1,6. Esta condición es entendida por Jenofonte a dos niveles: a) procurar los víveres, y b) procurar el dinero necesario; para conseguirlo el general debe ser astuto y planear estratagemas y conquistas de plazas.”
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• Convencerse de que la táctica es solo una parte del arte de la guerra35. - Cuidar la salud de los soldados36. Jenofonte conoció la existencia en Persia de médicos militares, a diferencia de los existentes en Grecia, que disponía en sus polis de médicos públicos. - Buscar el celo, la disciplina y la amistad de los soldados. Jenofonte insiste con la idea fuerza que incluye en casi todas sus obras, “los hombres obedecen voluntariamente a quienes consideran mejores”37. Estos aspectos son complementados con una serie de consejos para adquirir ventaja sobre los enemigos: • Ser tramposo38. (En Ap. 27 de pág. 74 ratifica que debe ser “Conspirador, disimulado, mentiroso, ladrón, bandido y superior en todo al enemigo”) • Engaños39. La generalización de esta costumbre formativa para los griegos se le atribuye a Licurgo. • Jenofonte destaca permanentemente que la capacitación del ejército debe hacerse en función y en relación con el tipo de enemigo que van a enfrentar. Esta es una de las mayores enseñanzas en toda la obra para los conductores militares. Medidas de seguridad, velar las operaciones, actuar con sorpresa y sigilo, son conceptos que Jenofonte reitera a lo largo de su obra. La ausencia de cartas y otro tipo de información escrita hacía necesario ejecutar reconocimientos sobre las rutas disponibles.
35 Surge este consejo dentro de un diálogo entre Ciro y su padre quien le asevera que de poco le sirve como general conocer de táctica si su ejército no tiene recursos, sin salud, sin el conocimiento de las artes inventadas para la guerra y sin la disciplina. En Ob. Cit., Pág. 67. 36 Ob. cit., Llamada 56. “La preocupación por la salud abarca disponer de médicos en el ejército, acampar en lugares salubres, potenciar las condiciones f ísicas de los soldados y seguir una dieta alimenticia equilibrada”. 37 Ob.cit., Llamada 60. Notas de la traducción. 38 Ob.cit. Establece que la educación en el arte de la caza, con colocación de trampas para combatir a animales más fuertes como el león, tiene por finalidad acostumbrarlo al combatiente a utilizar estratagemas diversas de engaño. 39 Ob.cit., en llamada 65, se afirma que Jenofonte muestra gran interés por las emboscadas, cf. Anábasis V 2, 28; Jefe de Caballería IV 10, 12, V 8 y VIII 15, 20. Se trata de un desarrollo de las estratagemas aconsejadas en I 6, 13, y se corresponde con Memorables III 1, 6.
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Existe un análisis sobre la importancia de potenciar las propias capacidades después de las victorias y consolidar las mismas con las virtudes y la razón. Es de destacar la afirmación sobre las guerras que “las batallas se deciden por la valía de los combatientes, lo que da mayor confianza en uno mismo40”. Refuerza el concepto de la obediencia al mando como madre del éxito, pero en el término de aceptación voluntaria de la imposición, como hombre libre. Vemos en estos conceptos, en plenitud el espíritu griego de la libertad como excelencia de la vida y valor más preciado, diferenciándose en la obra de la situación de obediencia que tienen los esclavos. En ese caso, el mando no existe, es la obligación del esclavo de aceptar órdenes, cualquiera sea, lo que marca la diferencia conceptual con la situación anteriormente planteada. Política y fuerza militar, en su gestión, iban de la mano, ya que el poder, normalmente, era ejercido por un soberano que, a su vez, era el conductor militar. Por eso, las organizaciones militares y la sociedad en su funcionamiento tienen una estrecha relación41. Esta situación queda reflejada en el apartado organización de la economía a imagen del ejército42 al establecer lo que hoy llamaríamos “cabezas de sistemas” como interlocutores con él y, a la vez, responsables sectoriales del funcionamiento global del problema económico. Queda confirmada otra idea fuerza militar, la caza es el mejor entrenamiento para la guerra. Por lo tanto, aquellos que pertenecían a la corte, salían con el mandatario a ejercitarse en esta actividad, con la finalidad expresada. “Soportar la fatiga, el frío, el calor, el hambre y la sed’ eran exigencias que mantenían en aptitud de combate a quienes practicaban esa actividad de la caza. Estos conceptos era posibles aplicarlos con un requisito esencial: Ciro no creía conveniente el acceso al poder de alguien que no fuera superior a sus súbditos. La superioridad está colocada en el concepto de la eficiencia y de la exigencia mayor en la persona del que gobierna como ejemplo a seguir por los demás. Quien no tenga esas cualidades de esfuerzo, no debería tomar el poder. Por eso, Jenofonte insiste en la idea de que los gobernantes deben distinguirse de los gobernados43. Las medidas de seguridad tenían una gran importancia en las previsiones ya que Ciro “tenía la firme confianza en que no era posible que sufriera un 40 Ibidem, Ap. 35. 41 Ob. Cit., La organización administrativa reflejada en la Ciropedia es la establecida por Darío I y se mantenía vigente en época de Jenofonte. En llamada 336. 42 Ob. Cit., Ap. 13. 43 Ob. Cit., Ap. 40.
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atentado por parte de los hombres que él había sometido, pues los juzgaba cobardes y los veía desorganizados”. Pero desconfiaba de los poderosos y les adjudicaba capacidades de hacer daño a su persona para usurpar el poder. Como medida para estar informado, Jenofonte describe el sistema como “los ojos y oídos del rey44”, disponiendo de diversos medios de reunión, sin que se conozcan unos con otros y de esa manera el rey confirmaba por distintas fuentes sus informaciones. Cada uno era recompensado convenientemente en función del valor de sus informaciones. A través de diversos pasajes la obra, describe aspectos de la vida social de la corte, de la ciudad, de los asuntos públicos, de las ceremonias y conmemoraciones y de los banquetes. En todas ellas siempre existen referencias a la seguridad personal del rey y la prevención de atentados. Por ejemplo, “delante del Rey todos debían tener las manos metidas entre los caftanes (vestimenta holgada) para evitar atentados45”
Aporte de Jenofonte a la conducción militar A través de sus obras establece un perfil de fuerza necesaria, tanto en lo organizacional como en su educación y en cuanto a cómo deberían ser los apoyos logísticos necesarios y adecuados para hacer frente a las necesidades emergentes de la guerra.
Este perfil puede sintetizarse en los siguientes conceptos: • Organizacional - Elementos con capacidad de combate suficientes, aun en las organizaciones menores, para hacer frente a organizaciones mayores. Avanza así en la idea de la autosuficiencia. - Elementos con adecuada movilidad capaces de aprovechar cualquier acción, esperada o inesperada. De allí la asignación de gran importancia a la caballería y a la movilidad de la infantería adquirida en el riguroso entrenamiento.
44 Este concepto aparece detallado en llamada 351 donde se consigna la existencia de una red de espías y confidentes distribuidos por todo el territorio. Se trataba de un cuerpo de oficiales independientes del sátrapa que actuaban como inspectores. Su aparición parece relacionada con la reforma administrativa emprendida por Darío I”. 45 Ob. Cit., en llamada 360, Pág. 391
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- Elementos con adecuados medios de información. La exploración y el reconocimiento unidos a la seguridad son capacidades organizacionales excluyentes para todos los niveles. - Evoluciona en el concepto rígido de la falange originaria e inspirado en Epaminondas46 y su aplicación del orden oblicuo, avanza en el concepto de constituir organizaciones ágiles y flexibles, adaptadas a terrenos variados. - Elementos con tropas especiales y con medios especiales. Podríamos decir que insiste y es precursor en generar la conveniencia de disponer de tropas aptas para realizar operaciones de infiltración y para producir confusión en la profundidad del territorio o dispositivo enemigo. • Educación - Formar jefes con gran capacidad de resolución, capaces de capacitar y conducir a tropas agresivas, con gran espíritu de ofensiva. - Ejercitar a las organizaciones en el concepto necesario de ejecutar adecuadas maniobras de la organización para estar en aptitud de colocarse siempre en el mejor y adecuado lugar decisivo. Este concepto contribuye a afianzar el principio de masa. - Educar en distintas técnicas y procedimientos para reunir información. Es un iniciador sistemático de introducir lo que hoy conocemos como Actividades especiales de Inteligencia, en requisito necesario y fundamental para la decisión estratégica, antes de concurrir a la guerra. Simultáneamente es un celoso defensor de lo que hoy se conoce como educar en la disciplina del secreto. Es insistente en este aspecto y da ejemplos diversos a través de sus escritos de la importancia que tiene en observar esta pauta de seguridad.
46 La falange fue perfeccionada por Filipo de Macedonia tras su permanencia en Tebas, haciéndola mucho más flexible (la tebana era más rígida) y añadiendo a la caballería como estructura de combate a las alas de la falange (los tebanos carecían de caballería). Mas tarde, Alejandro realizará la modificación de su estructura.
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- Desarrollar una mentalidad creadora. La iniciativa sólo se logra a través de una educación sistemática que tenga por objetivo generar personas aptas para realizar y concebir operaciones que no puedan ser previsibles para el enemigo. Contribuye así a la materialización del principio de sorpresa. • Elementos y Servicios para el apoyo de combate - Disponer de elementos con adecuada movilidad para estar aptos en diferentes tipos de terreno. - Disponer de elementos con adecuada autonomía. Ya en sus escritos pone de manifiesto la previsión de no sustentar a su ejército sólo con los recursos que encuentre en el campo de combate ni en el país enemigo. Preveía que la política de tierra arrasada era posible. Alentaba, por lo tanto, para evitar la escasez de recursos, el transporte de los efectos necesarios para sostener las operaciones. - Disponer de distintos componentes y modos para llevar los efectos. Esta variedad fue una innovación, ya que apela a un concepto de multiplicidad para el transporte, que se trasladó a través del tiempo. • En relación con la Historia, Jenofonte realiza los siguientes aportes: - Proporciona información sobre aspectos variados de la vida de sus contemporáneos - Constituye un conjunto de textos para quien se introduce por primera vez en el estudio de la lengua griega. - Ilumina a los investigadores de Historia militar sobre aspectos organizacionales, de entrenamiento, de tácticas de combate, de armamento y de doctrina que toma de la experiencia de otros pueblos y la que crea en función de las amenazas y riesgos que debían enfrentar. - Deja en todo momento sentado el principio de autoridad política sobre las organizaciones de la defensa de las ciudades. Asimismo, incorpora una vertiente del conocimiento poco conocida como era el de la economía. La administración es tratada en su libro Oeconomicus. Se enfoca sobre la administración eficiente a nivel del productor y/o de la familia, pero lo aplica a planos más complejos como la organización militar y la administración pública. | 40
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Conclusiones a. Jenofonte construyó con sus trabajos un cuerpo normativo de consejos militares en diversas circunstancias que pueden vivirse. Abarcan desde el origen de sus recursos humanos, el reclutamiento de los mismos, su motivación, el entrenamiento según el tipo de combate que deben afrontar, la preparación de los conflictos a través de una adecuada reunión de información, el uso de medios de reunión encubiertos, el uso de reconocimientos antes de iniciar el combate, las previsiones logísticas, las disposiciones para el avance para tomar contacto, el despliegue del orden de batalla, el comportamiento del líder durante el combate, el trato que se da a los prisioneros de guerra, las relaciones de poder con la interacción necesaria y las medidas de seguridad a tener en cuenta, tanto personales como organizacionales. b. El Hipárquico, la Anábasis y la historia de Ciro constituyen un cuerpo normativo desde su inicio hasta el final insistiéndose, en esencia, en la idea fuerza que el mando, por encima de todo, es obediencia voluntaria basada en una sumatoria de factores que abarcan desde el respeto formal al jefe hasta el respeto que se le tiene por su idoneidad y exigencias personales que le hace referente indiscutible para el mando. Se insiste en que el seguimiento al jefe formal se convierte a través de la correcta conducción en seguimiento al líder. c. Conocer sobre el arte de la guerra y su evolución significa disponer de la capacidad del insumo intelectual necesario para poder adoptar las medidas oportunas y acertadas para contrarrestar los riesgos y amenazas que se presenten, a través de planificaciones adecuadas. d. Aunque la historia de la guerra no reemplaza la experiencia adquirida, puede, sin embargo, prepararla. En la paz pasa a ser el verdadero medio de aprender la guerra y de determinar los principios del arte. e. Estos principios de conducción deben ser concebidos e interpretados como de aplicación variable según las circunstancias, en forma racional, no dogmática y orientados al logro de la finalidad perseguida. f. La guerra, dentro de la historia universal es una circunstancia crítica de una crisis. Cuando estalla, las sociedades recurren a los profesionales para el manejo del instrumento militar y así se espera poder encontrar una salida a la resolución de la misma, en el menor período de tiempo posible.
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g. En el marco de la capacitación y doctrina de Occidente, el Ejército Argentino, como otras organizaciones militares, siempre dispuso para la formación de sus oficiales de un cuerpo doctrinario que contemplaron los principios de la conducción, y orientaron el espíritu de su formación con centro de gravitación en actitudes estratégicas ofensivas o defensivas, según hayan sido los contextos históricos del país en relación con la evaluación de sus probables conflictos a enfrentar. h. Es recomendable para todos aquellos interesados en los asuntos de la conducción en la actualidad, reconocer la importancia de volver a las fuentes e identificar las esencias de los principios enunciados y que mantienen plena vigencia pese al cambio de tecnologías, a las diversas concepciones políticas que han afectado al empleo del instrumento militar en el mundo y a cambiantes criterios organizacionales. i. Las experiencias de la historia militar de actuar siempre sobre el enemigo en aquellos sectores de menor expectativa, implica para quienes deban combatir y comandar, aplicar el principio de la sorpresa, de masa y las actividades de velo y engaño. Estudiar sobre el origen de esta concepción y sus fundamentos, es un importante acto formativo contribuyente a la idoneidad profesional.
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Edgardo N. Calvi General de División (R) del Ejército Argentino. Egresado del I.D.C. College. Fue profesor de la Escuela Superior de Guerra, subdirector del Museo de la Casa de Gobierno y profesor de la Facultad de Historia y Letras de la Universidad de Salvador. Es “Miembro de número” del Instituto de Historia Militar Argentina y “Expositor Sanmartiniano” por el Instituto Nacional Sanmartiniano. Dirigió el primer equipo que investigó y redactó el primer Informe Oficial del Ejercito Argentino sobre el conflicto en las islas Malvinas.
Pausanías y la Batalla de Platea Grl de Div (R) Edgardo N. Calvi “Nunca ha embrazado su mano izquierda un escudo ni ha hecho jamás frente a una lanza. El arco!, esa es arma de cobardes...” (“La locura de Heracles”, Eurípides)
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os ejércitos que marchaban y combatían desde el río Indo hasta el estrecho de Gibraltar en el siglo V a.C., continuaban empleando procedimientos tácticos que tenían su origen remoto en la protohistoria1, a pesar de las diferencias en equipamiento y magnitud. Dos de ellos eran características2: la elección de común acuerdo de terrenos llanos para enfrentarse, y la acción frontal buscando arrollar al enemigo. Las modificaciones a ese esquema fueron siempre resultado de las contingencias del combate y no de formas originales de conducir las fuerzas. Milcíades quebró esa tradición en Maratón y Pausanías, en Platea, agregó nuevos modos racionales de alcanzar el éxito mediante cambios de formación, modificaciones al despliegue, sorpresa y oportunidad para ordenar, lo cual ha justificado la frase de E.Wanty : “Platea fue el aguijón del pensamiento militar dormido”.3
1 Keegan, John, Historia de la Guerra, Barcelona, Ed. Planeta, 1995, pág. 218. “Solían enviar mensajeros para acordar el lugar y la hora del combate y pedían también segar los campos para que los carros tuvieran libertad de maniobra”. Todavía en Gaugamela, 148 años después de Platea, “Darío no solo niveló toda la zona antes del encuentro, sino que hizo construir tres pistas para sus carros” y el mismo Alejandro descartó “atacar de noche aduciendo que si perecía, sería indigno y si vencía, el triunfo quedaría mancillado”. 2 Nefedkin, Alexander K., The Tactical Development Of Achaemenid Cavalry,
http://gladius.revistas.csic.es/ index.php/ gladius/article/view/1/1 (2006), cita que en el estilo asiático de combatir el objetivo fundamental era “el general enemigo”, táctica heredada de la prehistoria y que se observa en Platea, donde se ve a los persas conmocionados por la muerte del general Masistio. 3 Wanty, Emile, Historia de la Humanidad a través de las Guerras, Madrid, Ed Alfaguara, 1972, pág.11. 45 |
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Antecedentes En Salamina terminó la grandiosa epopeya que la imaginación de Jerjes había forjado. Su sueño de someter a Grecia omitió considerar que, por primera, vez enfrentaba a ciudadanos que voluntariamente integraban sus ejércitos en defensa de su estado y de su forma de vida. Un combate menor en las Termópilas y un par de batallas navales4 de resultado incierto hicieron flaquear el ánimo del Rey5, que a pesar de tener una flota en condiciones de continuar las operaciones6 y un ejército que no había combatido, resolvió intempestivamente retornar a Susa. Alojado en una Atenas despoblada y destruida, la certeza de que los griegos no se rendirían sin lucha impulsaron su decisión; antes de partir y siguiendo el consejo7 de la Reina Artemisia8 de Caria, aceptó la propuesta de mantener una fuerza de ocupación, a fin de reanudar las operaciones en la primavera siguiente. Los persas abandonaron el Ática por el camino de la costa y en Tesalia, Mardonio comenzó a elegir sus tropas: las primeras fueron “los Inmortales -menos su general Hidarnes- los coraceros y el regimiento de los Mil Caballos”, agregando luego unidades de medos, sacas, bactrios e indios, e incorporó, del resto de las fuerzas, a aquellos que se habían destacado en combates anteriores. Los persas y los medos “que no los igualaban en valor”, formaban el grupo más relevante por su prestigio, siendo el resto de menor calidad profesional; la heterogeneidad de su armamento9, la confusión de idiomas y las 4 Batalla naval de resultado incierto en Artemisium, al noroeste de la isla de Eubea y batalla de Salamina, victoria ateniense no decisiva. 5 Es evidente que el número de combatientes del ejército de Jerges era superior en una proporción (desconocida) al de los griegos, cuya superioridad en equipo, armamento y disciplina, permitía compensarla con una acertada conducción. 6 Heródoto, Los nueve libros de la historia, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1978, pág. 626: “cuantos iban reuniéndose en Salamina [después de la batalla] se preparaban para un segundo combate, persuadidos que el Rey se valdría de las naves que le quedaban para entrar otra vez en batalla”. 7 Heródoto, ob.cit., pág. 629: lo aconsejó que retornara a sus estados, dejando a Mardonio porque si ganaba, el agregaría esas tierras a sus dominios y si fracasaba, “no será pérdida considerable para el Estado”. 8 Primera mujer Almirante que comandó 5 naves en Salamina; de ella diría Jerges: “¡Mis hombres se han convertido en mujeres y mis mujeres en hombres!”. 9 Heródoto, ob.cit., pág. 521. Algunas muestras de la variedad en equipamiento: 1.Cascos: tiaras de lana (persas), cascos de bronce (asirios), cascos de madera (colcos) , el cuero de la cabeza de un caballo con crin(etiopes); 2.Petos: túnicas con escamas de metal (persas), de lino (asirios), de algodón (indios), pieles de leones (etiopies); 3.Escudos: gerras de mimbre (persas y medos); alas de grullas (etíopes); 4.Armas principales: arcos grandes (persas), lanzas cortas y ballestas (bactrianos), porras cubiertas de
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diferencias de costumbres disminuyeron su capacidad de combate e influyeron en la falta de coherencia espiritual. En total, retuvo “a 300.000 hombres”10, cifra que revela más la preocupación que a los griegos inspiraba esa fuerza que una cifra lógica acorde con su magnitud. Los tebanos le sugirieron a Mardonio que tendría dificultades si quería dominar a los griegos por la fuerza, pero que podía controlarlos “sin disparar un solo dardo” con solo “echar mano al dinero y con tal que lo derrames, sobornarás a los principales… de sus respectivas ciudades”. Heródoto, comenta irónicamente que “el error fue que no lo admitió” .
Mardonio retornó a Beocia, donde la ciudad aliada de Tebas le propuso invernar en su territorio, levantando sus reales en la llanura al norte del río Asopo11. Aislado políticamente, puso en ejecución un plan para dividir las ciudades griegas y atraer a los atenienses. Comenzó por estimular la rivalidad de Argos con Esparta y, al fracasar, ocupó por segunda vez la despoblada Atenas; desde allí ofreció a los atenienses, a quienes sabía distanciados de los espartanos, “un perdón absoluto por el pasado y una alianza con Persia sobre una base de igualdad”12, pero estos demoraron la respuesta para presionar a Esparta, con la amenaza de aceptarla y retirar la flota que protegía las costas del Peloponeso, dejándolas a merced de los persas. Ante el peligro, los lacedemonios dispusieron el rápido envío de su ejército al istmo de Corinto, al mando de Pausanías. Rechazada su propuesta y conocida la concentración de tropas griegas en el estrecho de Corinto, la perspectiva de tener que combatir en el terreno desfavorable del Ática impulsaron a Mardonio a retirarse a su campamento fortificado en las llanuras tebanas, donde obtuvo la colaboración de las ciudades aliadas de Beocia, Lócrida, Tesalia y hasta de un regimiento de la Fócida13. La reunión de todas ellas se fue realizando al norte del río Asopo, con el objetivo poco disimulado de atraer a la llanura al ejército griego.
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hierro (asirios), ballestas (indios), arcos de caña (caspios), arcos largos (arabes), redes (sagartios). Heródoto, ob. cit, pág. 635. Asopo: río que nace en el monte Citerón y desemboca en el Estrecho de Euripo. Heródoto menciona otro rio con ese nombre en las Termópilas Fuller, J. E. C., Batallas decisivas del mundo occidental, Barcelona, Ed.Caralt, 1961, tomo I, pag. 58. Heródoto, ob.cit., pág. 667: “no colocó [reclutó] allí mas por cuanto no seguían al medo todos ellos, siendo algunos del partido griego, los cuales […] salían a infestar y robar al ejercito de Mardonio”.
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El ámbito geográfico La región de Beocia14 era la llanura más llana, húmeda y fértil de Grecia. Dos cadenas montañosas paralelas la limitaban al norte y al sur, dando a la planicie una amplitud de 40 km., la mayor parte con una altitud por debajo de los 600 m.; el área al sur de Tebas, con una extensión de unos 1.059 km2 , era la el verdadero granero regional . Allí, en la llanura Tenérica, Mardonio alojó al ejército al oeste de Tebas, para asegurar su abastecimiento, levantando su campamento frente a la pequeña planicie Parasopia (181 km2) que llegaba hasta Platea, de la cual la separaba el río Asopo, único curso de agua con caudal permanente, asegurándose un recurso escaso, que tuvo un importante papel en la batalla. Al sur del río, una imponente cordillera jalonaba con sus cumbres la frontera entre Beocia y el Ática, comenzando al oeste con el monte Citerón (1.409 m), prolongándose hacia el este con otras elevaciones importantes como el Pastra y el Parnés (1.413m) (ilus. 1).
Ilustración 1.
14 http://www.ffil.uam.es/antigua/grecia/herakles/herakles1.htm#2 (08-2008)
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En ese marco imponente, el terreno del futuro choque armado descendía suavemente desde Tebas hacia el S.O., hasta alcanzar la margen norte del rio Asopo; cruzándolo, ascendía suavemente en su extremo occidental hacia la ciudad de Platea, pero hacia oriente, el curso de agua convergía con las estribaciones montañosas, cuyas laderas se elevaban abruptamente desde sus márgenes hacia la línea de las altas cumbres. Entre la llanura “Tenérica”, la planicie Parasopia y las estribaciones del monte Citeron, habría de librarse la última batalla de la Segunda15 Guerra Médica.
Los efectivos El dilema de la cantidad de participantes en las batallas de la Edad Antigua, ha sido confrontar su reiterada exageración con deducciones más o menos acertadas, ante la carencia de testimonios que permitieran sustituirlos por datos más confiables y, aunque se han estudiado los niveles demográficos de los estados, su riqueza global, los costos de los ejércitos y de cada combatiente, los resultados han continuado siendo discutibles16. En Platea, los griegos contaban, según Heródoto, con “37.800 infantes; tantos y no mas eran los hoplitas armados de pies a cabeza”, a los cuales había que agregar los armados a la ligera, entre ellos “siete por cada espartano, todos bien apercibidos para el combate”17 y en las filas de los demás, “ascendía el número a 34.000”, así que el “grueso del ejercito… constaba de 110.000 combatientes”18. Delbruck ajusta estos números y presume que los espartanos y atenienses alistaron 5.000 hoplitas cada uno y entre los otros pueblos reunieron una cantidad igual, llegando así a 20.000 hombres equipados “que con el mismo número de armados a la ligera, formaba una masa de 40.000 hombres”.19 15 West Point Military Series, Ancient and Medieval Warfare, USA., Ed. T. E. Griess, 1984. Aceptamos este nombre tradicional, pero en realidad esta fue la Tercera Invasión persa; pocos recuerdan el fracasado intento de Mardonio en 492 a.C., cuando debió abandonar, por la tormenta que hundió parte de su flota en el Monte Athos. 16 Harmand, Jacques, La Guerra Antigua, Madrid, E.D.A.F, 1976, Pág. 151, disiente con algunas conclusiones de Delbruck; sin embargo, este autor fundamenta con amplitud el tema de los efectivos. 17 Sekunda, Nicholas, Los Antiguos Griegos, Oxford, Osprey Publishing C., 1998. En la batalla de Platea los lacedemonios enviaron una “leva de 5000 espartanos … acompañado cada hombre por 7 ilotas combatiendo como psiloi o infantería ligera”. 18 Herodoto, ob.cit., pág. 666. 19 Variedad de opiniones: J.E.C. Fuller en “Batallas decisivas del mundo occidental”, ob.cit., asigna los mismos efectivos que Delbruck y en cambio J. Boudet en la Historia Universal de los Ejércitos, Barcelona, Ed. Hispano Europea, 1966, pág.71, menciona sin explicar a 16.8000 hombres.
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Los persas disponían de los trescientos mil “entre peones y jinetes” que supuestamente había dejado Jerjes al retirarse, no explicando Heródoto si los contingentes griegos de las ciudades aliadas que estima en 50.000 hombres20, están o no incluidos. La caballería ha sido citada sólo cuando retienen al regimiento 21 de los mil caballos, reforzado posteriormente por los jinetes tesalios, varias veces citados, pero sin mencionar su número. Delbruck sostiene que “los persas con los griegos que se agregaron a ellos, posiblemente se aproximaban a los mismos efectivos”22 que el ejército de Pausanías, ya que, de haber dispuesto Mardonio de una fuerza tan numerosa como la mencionada o algo menos, hubiera podido defender los pasos montañosos, con capacidad de envolver sin el peligro de ser batido por partes, sobre todo contando con caballería, arqueros y hoplitas griegos en sus filas. Al mando de cada una de las fuerzas, dos hombres muy diferentes y con experiencia se enfrentaron: por un lado, el aristocrático y culto persa, quien consideraba tener una capacidad de conducción superior a los griegos, a los que menospreciaba23; sin embargo, su experiencia provenía de combatir a pueblos asiáticos rudimentarios, en tanto debía influir en su espíritu el aislamiento f ísico y espiritual en el cual se encontraba. Por su parte, Pausanías tenía el reconocimiento tácito de hombres de diferentes ciudades, que sabían a los espartanos capacitados para llevarlos a la victoria. Su fuerza era homogénea en cultura, en idioma, armamento y hasta equipamiento, pero su mayor ventaja era su disciplina y una cierta uniformidad en procedimientos de combate.
La batalla El río Asopo que nace en los montes Citerón, fue mudo testigo de una lucha intensa y diferente de las contiendas que por siglos habían asolado la zona. Principal fuente de agua, separaba regiones ocupadas en esos momentos por millares de seres humanos y de animales para los cuales, la disponibilidad del precioso elemento era vital. Los persas lo controlaron inicialmente, 20 Heródoto, ob.cit., pág. 667. 21 Nedesfkin, A., ob.cit, pág.1. “En el siglo VI y la primera mitad del siglo V a.C.,
los caballeros fueron armados con arcos y jabalinas y luchaban como caballeria ligera”. 22 Delbruck, H., ob.cit., pág. 112 y 113. 23 Delbruck, Hans, ob.cit., pág 112: “una cosa es clara: los Persas creían ser tácticamente superiores a los Griegos, y que estos no se atreverían a presentar batalla en campo abierto”. Lo mismo cita Heródoto en varios párrafos.
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sin percibir totalmente su importancia, facilitando que los griegos hicieran de él un uso precario pero suficiente durante las acciones. Pausanías, en su avance hacia el norte, había ordenado a su ejército trasponer los desfiladeros de la cadena de montañas y detenerse en las laderas descendentes próximas al río que necesitaba, permaneciendo a cubierto de posibles sorpresas de la caballería persa, mientras, a la distancia, observaba el campamento enemigo. Mardonio, ansioso de destruir o hacer retroceder al enemigo antes de que todas sus tropas terminaran de trasponer la cadena montañosa, dispuso atacarlos apenas desembocaron de los desfiladeros24, empleando para ello en un terreno desfavorable lo mejor de su caballería: los arqueros montados25, al mando del general Masistio, hombre de gran prestigio. Los hoplitas megarenses que marchaban a la cabeza de los griegos, soportaron la embestida pero requirieron ayuda; una fracción de 300 atenienses, a la que se agregó una partida de ballesteros26 concurrió en su auxilio, enfrentando a los jinetes que atacaban por escuadrones hasta que su comandante, al ser herido su caballo por una flecha, cayó y fue muerto de inmediato. Alrededor de su cadáver se trabó una intensa lucha que finalizó con la llegada de más tropas griegas que obligaron a los persas a retirarse a su campo. Aunque fue “solo una escaramuza, sus resultados fueron importantes”27: los persas percibieron la vulnerabilidad de su caballería al enfrentar a la infantería pesada en terreno accidentado, al mismo tiempo28 que cayeron durante un corto lapso en el desánimo por la muerte de Masistio, en tanto los griegos elevaron su moral por el triunfo a una altura equivalente al temor que todavía inspiraba la fama de los persas. Pausanías adelantó durante algunos días sus fuerzas hasta las últimas estribaciones montañosas que terminaban en las márgenes del Asopo, intentando tentar al enemigo a iniciar un nuevo ataque, celada en la cual no ca24 Fuller, J.E.C., ob.cit., pág. 59 25 Nefedkin, Alexander R., The Tactical development of the Achaemenid cavalry, Gladius, 2006, http://gladius. revistas. csic.es/index.php/gladius/article/view/1/1. (092008), pág.8. “La caballería se acercaba (a los griegos) y atacaba con fleches y jabalinas a una formación cerrada causando grandes heridas, porque ellos eran arqueros montados muy dif íciles de enfrentar en combate”. El arquero montado era dif ícil de formar, de entrenar y de alto costo, lo cual lo llevó a ser sustituidos por jabalineros o lanceros. Solo pueblos de jinetes como los escitas los tuvieron en cantidad. 26 Heródoto, ob.cit., pág. 661. Posiblemente se tratara de arqueros ya que la ballesta no era conocida. 27 Fuller, ob.cit., pág. 59. 28 Heródoto, ob.cit., pág. 662, describe el dolor y honras fúnebres en el campo persa.
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yeron los persas. En lugar de ello, sus arqueros se aproximaron a la orilla del río para dificultar con sus proyectiles el acceso al agua a hombres y animales, creando una situación crítica en el campo griego. El hábil lacedemonio tomó, entonces, una arriesgada resolución: descender hacia las tierras bajas29 próximas a Platea, donde la fuente Gargafia podía abastecer del preciado líquido y al mismo tiempo, amenazar el flanco derecho de los persas y su línea de comunicaciones con Tebas. La dificultad estaba en ejecutar el desplazamiento lateral frente al cercano campo persa, exponiéndose a ser atacados por el flanco durante el movimiento si eran descubiertos (ilus. 2).
Ilustración 2.
La operación comenzó con una dificultosa marcha nocturna en terreno de montaña, a cubierto de las vistas enemigas por las colinas próximas al río, con el ejército dividido en tres columnas. Iniciaron la marcha los atenienses para ocupar el ala izquierda de la nueva posición, seguidos por los aliados, en tanto los espar-
29 Zona más favorable para la caballería persa, tal vez sobrevalorando su primer éxito contra Masistio.
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tanos fueron los últimos en retirarse, para proteger el movimiento y organizar el ala derecha de la línea de combate. La precisión y disciplina debieron ser extraordinarias, porque permitieron completar el movimiento de millares de hombres y animales antes del amanecer del nuevo día, sin que los persas lo percibieran.30 Descubierto tardíamente el movimiento, Mardonio31 abandonó su campamento y cubrió la margen norte del Asopo con sus tropas, manteniéndose los contendientes durante los ocho días siguientes en esa inestable situación. Inquietos los persas ante la pasividad del enemigo, resolvieron enviar su caballería a realizar un rodeo “por el lado de Platea” a los desfiladeros del Citerón, conocidos con el nombre de Las Tres Copas32, ruta utilizada para hacer llegar a los griegos refuerzos diarios. Allí “sorprendieron una recua de quinientos bagajes” cargadas de trigo y, después de matar a hombres y animales, cargaron lo que allí quedaba y con el botín regresaron al campamento, dejando fuerzas que ocupaban los desfiladeros.33 Dos días más transcurrieron sin que la situación fuera alterada, en tanto continuaban las escaramuzas en el río, donde “los tebanos, más medos de corazón que los medos mismos, provocaban a las avanzadas griegas y luego entraban en ellas los persas y los medos… que hacían prodigios de valor”. La estabilidad favorecía a los griegos, que tenían posibilidades de aumentar sus efectivos a medida que las ciudades observaban las vacilaciones persas, mientras que estos, aislados y con aliados poco confiables, percibían su endeble posición. Delbruck agrega como muy probable que la sedición en las ciudades griegas de la costa asiática, pudo haber impulsado a Jerjes a pedirle a Mardonio “apurar una decisión y enviar parte de sus tropas para mantener la subordinación de las ciudades jonias”34.
30 Fuller J.C., ob.cit. pág.60. No encuentra explicación a porqué Pausanías no atacó el flanco descubierto persa, y supone finalmente “quizá esperaba a que el enemigo tomase la iniciativa”. 31 Shahbazi, A., Achaemenid Army, http://www.iranchamber.com/history/
achaemenids/ achaemenid_army.php (2008): “los persas no marchaban ni combatían de noche” y esto pudo estar en conocimiento de los griegos. 32 Heródoto, ob.cit., pág. 670., lo llama “Copas de la Encina” y Fullner, ob.cit., lo denomina “Cabezas de Roble”. 33 No esta claro si los tres pasos o alguno de ellos. Se sabe que perjudicaron el abastecimiento griego y que Pausanías estaba preocupado por ello. Tampoco se conoce porque Mardonio no aprovechó esta ventaja. 34 Delbruck, H., ob.cit., pág. 117. Es una suposición del autor con fundamento pero sin testimonios, buscando una probable razón al apresuramiento de Mardonio de atacar en terreno desfavorable.
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En ese contexto, una reunión en el comando persa dio lugar a un duro cambio de opiniones entre Artabazo, partidario de “trasladar el campo bajo las murallas de Tebas” donde tenían trigo, forraje y “mucho oro acuñado y sin acuñar” para comprar voluntades sin arriesgar un enfrentamiento y Mardonio, partidario de atacar, por estimar a su ejército mas poderoso que el griego: “su voto muy fiero y obstinado”, prevaleció (ilus 3).35 Heródoto cita dos episodios curiosos: al enfrentarse los ejércitos, dice que Pausanías, por temor a los persas que enfrentaban a sus espartanos, modificó el orden de batalla para evitarlos; como Mardonio lo imitó, finalmente retornaron ambos al orden inicial. En el segundo cita que los persas recurrieron a la antiquísima costumbre del Duelo de Campeones, desaf íos entre individuos o grupos de cada parte donde el triunfador se llevaba la victoria, evitando mayor derramamiento de sangre. Este procedimiento había sido abandonado por los helenos siglos atrás, porque para ellos la acción colectiva enmarcada en la falange prevalecía sobre las individualidades. Termina diciendo “el heraldo retador, viendo que nadie se tomaba el trabajo de responderle, retrocedió”.
Ilustración 3. 35 Heródoto, ob.cit., pág 671.
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Conociendo que los atenienses y los aliados se abastecían de agua en el Asopo y los espartanos, de la fuente situada detrás de su posición, Mardonio decidió ejecutar una operación con objetivo limitado a perturbar y provocar una reacción, atrayendo a los griegos a su campo. El ataque comenzó con el lanzamiento de una cortina de proyectiles sobre los atenienses y aliados, obligándolos a retirarse del río y recargar al manantial Gargafia ubicado tras el ala derecha, pero la caballería persa, “aunque no se sabe con certeza”36, atacando por escuadrones, hizo retroceder a los espartanos. Cuando los griegos pudieron recuperar el terreno perdido, la fuente había sido cegada, provocando una crisis en el campo heleno. Los mandos griegos se reunieron “en la mañana del segundo día después del ataque”37, para considerar la falta de agua, la carencia de víveres por la acción de la caballería enemiga38 en los desfiladeros de las montañas y las dificultades para oponerse a ella. Pausanías decidió una retirada para ocupar nuevamente la posición del Monte Citerón, lo cual le permitiría liberar y proteger los pasos y asegurar sus comunicaciones con el Atica. El plan era sencillo: los tres pasos Platea-Megara, Platea-Atenas y Atenas-Tebas (Po. Drioscéfalos) serían ocupados, pero como los contingentes de aprovisionamiento seguían siendo detenidos en los pasos, los espartanos se adelantarían para liberarlos. Problemas inesperados se presentaron de inmediato: la retirada era nocturna y las distancias a recorrer, demasiado grandes para el centro y el ala izquierda, por lo cual se resolvió ocupar una línea defensiva intermedia a la altura de la Isla, retrocediendo con el mismo dispositivo que tenían en las márgenes del río. Cuestiones personales hicieron trizas el plan sencillo: los atenienses, que estaban a la izquierda, reclamaron el ala derecha en la posición de la Isla - abandonada por los espartanos- que les correspondía por etiqueta militar39, para lo cual debían esperar primero que aliados y espartanos se replegaran. En la noche, los efectivos aliados se replegaron correctamente a la posición prevista 36 Fuller J.E.C., ob.cit. pág. 61. 37 Ibidem, pág. 61. 38 Heródoto, ob.cit., pág. 675: “Si bien este [Pausanías] lamentaba la mala situación,… mayor pena recibía al comprobar que iban faltando los víveres, sin que los enviados por trigo al Peloponeso pudieran volver al campo, ya que los pasos eran interceptados por la caballería enemiga”. 39 Fuller, J.E.C, ob.cit., pág 62. El prestigio tenía tanta fuerza que no les importaba el peligro de un cruzamiento en la noche de decenas de miles de hombres y animales.
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de la Isla, pero la demora en partir de los espartanos, negados nuevamente a retirarse frente al enemigo, trabó el avance de los atenienses a medio camino. “Los persas no formaban un cuerpo táctico; los hombres tendí-an a ello pero no lo conseguían. Por su forma de ser, trataban de esparcirse antes que formar una unidad”. La formación de combate clásica consistía en una primera fila (los sparabara) con lanza de 2 m., puñal o espada corta, un gran escudo de mimbre forrado en cuero (spara) con el que formaban un para-peto para proteger a las nueve filas de arqueros que formaban detrás; sus arcos compuestos tenían un alcance y poder de penetración notables. Nota: siendo una masa de arqueros, sus movimientos para cargar y disparar les impedían tener la cohesión de los hoplitas. Fuente: Delbruck Hans, ob. cit., p.67
Mardonio creyó percibir que había llegado el momento decisivo de la batalla, olvidó sus prevenciones40 contra el terreno montañoso y lanzó sus fuerzas sin coordinación contra formaciones que creyó en retirada: “los persas decidieron seguirlo con entusiasmo, sin orden ni disciplina,… iban en tropel, no a pelear con los enemigos sino a despojar a los griegos”41. En el ala derecha, los beocios chocaron con los atenienses, que detuvieron el repliegue, hicieron frente ordenadamente al ataque y con cierta facilidad los derrotaron; los sobrevivientes se retiraron hacia Tebas, perseguidos por los Corintios. Ignorante de lo que acontecía en su ala derecha, a la cual podía haber apoyado para alcanzar un triunfo parcial importante, Mardonio lanzó la caballería tras los espartanos, que recién alcanzaban las primeras estribaciones montañosas, con el fin de detener ese repliegue y permitir que la infantería persa los alcanzara. Lograron su propósito atacando por escuadrones sin llegar al choque, obligando a los hoplitas a combatir mientras continuaban su lento repliegue. El genio de Pausanías vio aquí la oportunidad favorable que tanto había esperado. Ignorante también de los sucesos en el ala izquierda de su dispositivo, en un ambiente donde el polvo levantado por millares de individuos dificultaba la visión y presionado por sus hombres, que combatían en retirada en contra de sus principios, hacía recoger a sus heridos42 y continuaba el retroceso lento hacia la parte superior de las laderas, mientras consultaba y fundamentaba una y otra vez sus resoluciones en los oráculos, cuyos presagios (convenientemente) no lo favorecían. 40 Como citamos, pudo tener motivaciones que desconocemos. 41 Heródoto, ob.cit., pág. 679. 42 Delbruck, Hans, ob.cit., pág. 59. El juramento del ciudadano ateniense citaba expresamente: “No abandonaré a un camarada detrás, con el cual formé en la línea de batalla”.
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La infantería persa relevó a la caballería en la ofensiva, porque el continuo retroceso de los griegos había llevado el combate a un terreno más alto, poco apto para ellas. Los sparabara erigieron el parapeto de escudos, detrás de los cuales los arqueros con sus proyectiles atacaban a los hoplitas, causándoles bajas que los ponían en dif ícil situación; al retroceder, el muro de escudos avanzaba, se reinstalaba y, bajo su protección, continuaba la acción de millares de arqueros. Pausanías esperó con paciencia a que la masa de la infantería persa y los asiáticos que se sumaron detrás de ella sin una misión táctica concreta, hubieran entrado al terreno montañoso. En ese preciso momento, los presagios fueron favorables y entonces, “dio la señal para el ataque”. Los hoplitas, a la carrera, asaltaron y desmantelaron el frente de escudos, llevaron por delante43 a los lanceros y a los arqueros, quienes en su retroceso y fuga, arrastraron a los asiáticos que los seguían. La lucha fue prolongada. Mardonio, al frente de mil hombres escogidos, intervino para revertir la retirada y sólo su muerte, junto a la de toda su escolta, desmoronó al ejército. Quedó así demostrado que los persas formaban la estructura del ejército, pues apenas fueron vencidos, las unidades de los otros pueblos se dieron a la fuga44 o se replegaron hacia el norte del río Asopo. Dioses y soldados: entre los griegos, el emblema del Dios marchaba al frente en la guerra y no se adop-taba ninguna resolución sin consultarlo. El adivino de los lacedemonios, Tisameno, les había dado bue-nos augurios si no cruzaban el Asopo, y como se habían cumplido, durante la retirada al Citerón, conti-nuó haciendo nuevas predicciones a pedido de Pausanías, quien con habilidad, utilizó al oráculo, cuyos designios nadie discutía, para manejar una situación comprometida y acomodarla a los requerimientos tácticos Fuente: Heródoto, ob.cit, p. 669.
La caballería persa y la beocia protegieron la retirada, cuya persecución debió ser ordenada para evitar que en el llano ocurrieran derrotas parciales como las de los hoplitas de Megara, que sorprendidos por la caballería tebana, perdieron 600 hombres en la única derrota del día para los griegos. En el campamento fortificado, los restos del ejercito resistieron inicialmente a los lacedemonios, no acostumbrados a sitios, hasta que llegaron los atenienses en su ayuda; abier43 Herodoto, ob.cit., pág 681: “lo que mas incomodaba a los persas y los obligaba a retirarse era su mismo vestido, sin ninguna armadura defensiva pues debían combatir a pecho descubierto contra los hoplitas”. 44 Ibidem, pág. 682.
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ta en la muralla de madera una brecha por los de Tegea, “el fuerte fue derribado y sus defensores no pudieron rehacerse ni formar en escuadrón…y si bien no fue breve la resistencia… aturdidos… y como fuera de sí… no pensaban en defenderse45 y se dejaban matar”. Diez días después, Pausanías puso sitio a Tebas, la cual se rindió luego de un corto tiempo, ante las condiciones benignas ofrecidas por Temístocles, que no deseaba su destrucción. Los datos de bajas proporcionados por Heródoto, no son confiables: afirma que de 300.000 persas, sólo 3.000 escaparon con vida, excepto los 40.000 hombres que con Artabazo46 retrocedieron y menciona sólo unas pocas docenas entre los griegos, en tanto Plutarco alude solamente a 1960 bajas entre los helenos.47
Conclusiones Platea quebró largos siglos de batallar bajo el rígido esquema de enfrentamientos cortos y decisivos. El 27 de agosto de 479 a.C. es la fecha estimada de la batalla, si bien nadie ha definido a qué fase de la misma se refiere; el extenso lapso (30/40 días) durante el cual ambos ejércitos lucharon, fue testigo de tensas discusiones, variedad de resoluciones, cambios de dispositivo y combates parciales íntimamente relacionados entre si. Por primera vez se puso en evidencia la mutación de la guerra a operaciones mas complejas, que habrían de destruir inexorablemente a Grecia a partir del ultimo tercio del Siglo de Oro. Los persas no tuvieron un objetivo definido48 que les facilitara organizar la fuerza necesaria cuando decidieron permanecer en Grecia. Abandonados por su Rey, la voluntad de vencer entre los aristócratas que formaban las unidades de Inmortales y de Caballería debieron superar en mucho al desinterés de los reclutas de pueblos asiáticos y al escaso entusiasmo de sus aliados griegos, lo cual trajo repercusiones negativas en los comandos y en la actitud de las tropas en combate. Por el contrario, derrotar a los persas a fin de liberar el 45 Herodoto, pág. 683. 46 Herodoto, ob.cit., pág 681: describe el proceder de Artabazo, abandonando el campo con sus soldados sin combatir, actitud acorde con sus opiniones en la reunión de mandos y la falta de coherencia espiritual entre los persas. Era un general valiente y de gran experiencia. En pág. 639 y siguientes, se pueden ampliar datos de su personalidad 47 Plutarco, Vidas paralelas, Barcelona, Ed. Raiz y Rama, 1945, pag. 154. 48 Para Jerges, decidido a retornar a Susa, el motivo fue casi lúdico, (si gana me beneficio y si no, nada pierdo) y para Mardonio, era personal, recuperar la confianza del Rey, ya que su asesoramiento lo impulsó a invadir Grecia.
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Pausanías y la Batalla de Platea
territorio fue para los griegos una motivación tan importante, que depusieron rencores seculares, uniéndose sin reticencias ante el peligro. Pausanías mantuvo su libertad de acción con incansable iniciativa, obligando a los persas a adaptarse a sus cambios de dispositivo. Tres posiciones sucesivas -dos de ellas con dif íciles marchas nocturnas en montaña- fueron ocupadas por sus disciplinadas tropas, sorprendiendo siempre a su estático adversario. En el campo táctico, la intención de librar la batalla en el terreno propio fue común a los dos generales, impuesta por el tipo de tropa disponible por cada uno. Sin una idea definida del empleo de sus fuerzas, ambos esperaban una circunstancia favorable mientras intentaban atraer al enemigo mediante acciones limitadas. La falta de exploración no le permitió a Mardonio conocer la crisis de los atenienses en sus momentos de confusión en la posición de La Isla, a quienes pudo haber atacado con su caballería en vez de continuar obstinadamente tras los espartanos en forma frontal y en terreno desfavorable. Mardonio creyó tener la oportunidad que esperaba al observar el repliegue de los griegos a la línea del Monte Citerón y, tomado de sorpresa, creyendo perseguir a quien no huía, organizó apresuradamente un falso esfuerzo principal, sumando efectivos sin idea de maniobra. Pausanías49 percibió el error del enemigo y armó sobre la marcha una astuta celada, esperando con paciencia a que la eufórica fuerza enemiga ingresara totalmente al terreno desfavorable, donde quedó indefensa50 ante el avance de su línea de hoplitas pesadamente equipados. La caballería persa fue mal empeñada en ataques frontales y en terreno desfavorable, tanto en el ataque inicial, donde perdió a su mejor general, Masistio, como en la acción final, donde no intentó atacar los flancos ni envolver por rutas que conocían para cerrar los desfiladeros, una de las mayores preocupaciones de Pausanías. 49 Platon, “Laques o el valor”, Obras completas: “…los lacedemonios…he
oído decir que en la batalla de Platea, cuando atacaron a los persas, que formaban un muro con sus broqueles, creyeron que no les convenía mantenerse firmes en su puesto, y emprendieron la fuga; y cuando las filas de los persas se rompieron por perseguir a los lacedemonios, volvieron éstos la cara como la caballería, y por medio de esta maniobra estratégica consiguieron la victoria”. 50 Herodoto, Ob. Cit., pág. 680; describe como combatían los persas a cuerpo descubierto contra los hoplitas.
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La unidad de comando se vio comprometida en ambos ejércitos por disidencias internas; los griegos, más cohesionados ante el peligro, las redujeron a límites manejables. En los persas, la falta de unidad comenzó con la fuga del Rey, continuó con la muerte de Masistio y culminó con las disidencias de Artabazo, que con “40.000 hombres”51 no concurrió a la batalla del monte Citerón y se retiró a Tebas. Pausanias y Mardonio manejaron los mismos elementos de una dif ícil y confusa situación: el terreno ascendente, el ataque frontal, la ignorancia sobre el resto del frente de batalla, la retirada de la caballería, los muertos, los heridos y el polvo que todo lo cubría. Donde uno vio una persecución sencilla y una victoria al alcance de sus manos, el otro percibió los detalles que le permitieron armar sobre la marcha una celada definitiva.
Epílogo La batalla puso terrible final al período de las invasiones orientales. Grecia se situaba así en el umbral del nacimiento de Europa, sosteniendo J.C. Fuller 52 que “no existen en la Historia dos batallas mas portentosas que Salamina y Platea; ellas forman los pilares sobre los que descansa toda la arquitectura de la historia de Occident”.
Bibliograf ía Boudet, Jacques, Historia Universal de los Ejércitos, Barcelona, Ed. Hispano Europea, 1966. Delbruck, Hans, History of the Art of War, vol. 1, London, Ed. Greenwoods Press, 1900. Durant, Will, La Vida en Grecia, Buenos Aires, Ed Sudamericana, tomo I, 1945. Eurípides, Las diecinueve tragedias, México, Ed. Porrúa, 1993. Fuller, J.E.C., Batallas decisivas del mundo occidental, Barcelona, Ed.Caralt, 1961. Harmand, Jacques, La guerra antigua, Madrid, 1976. Heródoto, Los nueve libros de la historia, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1978. Keegan, John, Historia de la Guerra, Barcelona, Ed. Planeta, 1995. Platon, “Laques o el valor”, en Patricio de Azcárate, Obras completas de Platón, Madrid, 1871. Plutarco, Vidas Paralelas, Barcelona, Ed Raiz y Rama, 1945. Sekunda Nicholas, Los Antiguos Griegos, Oxford, Osprey Publishing C., 1998. Sekunda Nicholas, El Ejercito Persa 560-330 A.C., Oxford, Osprey Publishing C., 1998. Wanty Emile, Historia de la Humanidad a través de las Guerras, Madrid, Ed. Alfaguara, 1972.
51 Heródoto, ob.cit., pág. 683. 52 Fuller, J.E.C., ob.cit., pág. 67.
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Pausanías y la Batalla de Platea
Artículos Nefedkin, Alexander K., The Tactical Development Of Achaemenid Cavalry http:// gladius.revistas.csic.es/index.php/gladius/article/view/1/1 (08-2008). Shahbazi, A., Achaemenid Army, http://www.iranchamber.com/history/ achaemenids/achaemenid_army.php (08-2008). West Point Military Series, Ancient and Medieval Warfare, USA., Ed. T.E. Griess, 1984.
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JULIO CÉSAR y LA BATALLA DE FARSALIA
Gabriel Aníbal Camilli Teniente Coronel del Ejército Argentino. Licenciado en Relaciones Públicas (UADE) y en Estrategia y Organización (IESE), y magíster en Historia de la Guerra. Es profesor titular de Metodología para la Toma de Decisiones y adjunto de Historia Militar en la Escuela Superior de Guerra (ESG).
Julio César y la Batalla de Farsalia Tcnl Gabriel Aníbal Camilli
L
a batalla de Farsalia es la obra maestra de la táctica cesariana (de Julio César) y presenta algunas particularidades que la han hecho objeto de atento y admirado estudio a lo largo de los siglos. En primer lugar, los contendientes son dos “primeras espadas” mundiales, nada menos que los dos más grandes soldados romanos desde Cayo Mario sesenta años antes. En segundo lugar, la batalla de Farsalia es una batalla de romanos contra romanos, de legiones contra legiones, lo que la hace enormemente atractiva ya que en teoría existía una cierta igualdad táctica.1 En tercer lugar, es una de esas pocas batallas que realmente han cambiado el curso de la Historia. Según nuestra óptica, la Batalla de Farsalia (48 AC), desarrollada entre los ejércitos de Julio César y Pompeyo, se definió a favor del primero por haber aplicado correctamente en tiempo y espacio los principios de la conducción. Particularmente, el factor del éxito de César fue: haber previsto el comportamiento de su adversario y en consecuencia, haber adoptado las medidas necesarias para tomarlo por sorpresa.
Los principios de la conducción en la historia militar En la antigüedad existía un conocimiento rudimentario acerca de la aplicación de escasos principios de la guerra. Así fue con Jenofonte, en la antigua Grecia, cuando aparecen escritas tres obras clásicas referidas al arte militar: Anábasis, Ciropedia y El Hipárquico. 1
Extraído y adaptado del Proyecto de Investigación de la Escuela Superior de Guerra: los principios de la conducción en los niveles tácticos y operacional a través de la Historia militar.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Estos principios fueron tenidos en cuenta durante el transcurso de la historia por importantes conductores militares, hasta que Napoleón inició su sistematización en escritos póstumos. Con mayor o menor precisión, los distintos capitanes los tuvieron en cuenta para el planeamiento y ejecución de sus campañas y batallas. A medida que fue siendo normativa la doctrina militar en los distintos ejércitos, esos principios fueron tenidos en cuenta como verdaderos axiomas surgidos de la experiencia de guerra, tanto propia como ajena. Esa experiencia indirecta se hace presente a través del estudio de la historia militar. Estos dos principios para conducir las operaciones, interrelacionados, sirven de guía al conductor y lo auxilian en la correcta aplicación del arte militar. Los principios para conducir las operaciones son, en esencia, similares en todos los países del mundo. El Ejército Argentino reconoce los siguientes: Voluntad de vencer, Economía de Fuerzas, Masa, Sorpresa, Libertad de Acción, Maniobra, Ofensiva, Seguridad, Simplicidad, Unidad de Comando y Objetivo.
La batalla de Farsalia Marco Histórico: En 48 AC. Batalla que enfrentó en Grecia a los ejércitos romanos de Julio César y Gneo Pompeyo Magno, en el contexto de la guerra civil entre populares y optimates.
El sitio de Dyrraquium y la Batalla de Farsalia Cuando en el año 62 a.c. Pompeyo regresó triunfador de Oriente, la república, aunque conservando todavía su forma, empezaba a deshacerse como un terrón de azúcar sumergido en agua. Constituido en Concejo ciudadano, el Senado era incapaz de desempeñar sus funciones, y mientras por un lado rechazaba la idea de autocracia, su escasa disposición para comprender los problemas de alcance mundial a los que se enfrentaba el ahora Imperio, esterilizaba su imaginación y ponía trabas a su voluntad. Después de las guerras contra Aníbal tuvieron lugar cambios económicos radicales originados por el aumento de riquezas y el gran número de esclavos importados. Los negocios estaban concentrados más en el manejo de capitales que en el comercio y consistían, especialmente, en lograr contratos estatales, en la financiación de juegos públicos, en la imposición de tributos y en la recaudación de indemnizaciones bélicas y de botín en cantidades que a veces ascendían a 600 millones de libras actuales (1).
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Julio César y la Batallea de Farsalia
Cuando el 29 de septiembre del año 61 a.c. Pompeyo entró triunfante en Roma, vistiendo, según se dice, el mismo atavío que Alejandro2, el pueblo lo aclamó como a su héroe. Cuando en el 66 a. de J. sustituyó a Lúculo en Oriente, resulta fácil imaginar que se comparase al gran macedonio. Igual que éste, llevó la guerra al otro lado del Éufrates, conquistó grandes regiones y fundó ciudades. Mandaba un ejército poderoso y estaba en posesión de grandes riquezas. El dinero significaba donativos, y éstos adulación. De la adoración al héroe fue surgiendo poco a poco, primero, la sombra y más tarde la sustancia de una nueva monarquía. Pero cuando todas las miradas estaban fijas en Pompeyo, apareció un segundo personaje, hombre de noble ascendencia, nacido en 102 a.c.3 , que se proclamaba pariente de Eneas, hijo de Venus y Anquises. Su nombre era Cayo Julio César. Aunque la mayor parte de su familia pertenecía al partido senatorial (optimates), él figuraba en el bando del pueblo (populares), posiblemente a causa de que su tía Julia se había casado con el gran Mario. En 68 a.c. sirvió en España como cuestor (secretario de asuntos económicos) y hallándose en Gades (Cádiz) «al observar una estatua de Alejandro Magno en el templo de Hércules, exhaló un profundo suspiro, y como irritado consigo mismo por no haber realizado aún nada notable a una edad en la que Alejandro tenía ya el mundo a sus pies, solicitó la dimisión de su cargo, con el fin de aprovechar la primera oportunidad que se le presentase para realizar alguna empresa importante en Roma» 4 Después de su fallido asedio a Dirraquio, César se dirige a Tesalia para unirse a otras fuerzas de su partido allí presentes, y Pompeyo hace lo propio. Contando con una ligera ventaja numérica y con la moral alta después del éxito de Dyrraquium, Pompeyo ofrece batalla y César acepta el desaf ío.5
2 Warde, W, Social life at Rome in the age of Cicero, 1908, pág. 66. 3 Seutonio, El Julio Deificado. 4 Idem. 5 Extraído de Batallas decisivas del Mundo occidental, Vol. I, Cáp. VI.
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Conflicto Fecha Lugar Resultado Populares
Cuadro 1. Puntualización de la batalla. Guerra Civil Romana 48 a.c. Tesalia, Grecia Victoria cesariana Combatientes Optimates Comandantes
Julio César
Gneo Pompeyo Magno Fuerzas
30.000 infantes y 1.000 jinetes
59.000 infantes y 7.000 jinetes
Consecuencias Destrucción del ejercito pompeyano
Desarrollo de la Batalla6 1. El terreno y la maniobra En esa estación del año, la llanura de Tesalia se hallaba completamente dorada por los trigos maduros. A pocos kilómetros al nordeste de la ciudad de Farsalia, junto a la orilla sur del Enipeo, un mediano afluente del Peneo, había instalado Pompeyo su campamento al pie de una colina escarpada, en una posición muy fuerte. El campamento de César, situado a cinco kilómetros de allí, se encontraba en un sitio mucho más bajo. Por lo tanto, Pompeyo habíase asegurado la ventaja de la posición y poseía, además, una superioridad numérica muy grande. Si la batalla decisiva debía librarse allí, si el prudente general, que hasta ese momento la aplazara, habíase decidido al fin, por lo menos había puesto en sus manos todas las cartas del triunfo. Cada mañana disponía su ejército en formación de combate al pie de su campamento, en una posición dominante, esperando que César viniera a atacarlo, pero César se guardaba bien de hacerlo, contentándose con maniobrar en presencia del enemigo aproximándose cada vez más, esperando él también que Pompeyo descendiera a la llanura. 6 Extraído y adaptado, de Mandale, Jaques, Cesar, Buenos Aires, EUDEBA, 1965, Pág. 189-195.
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Ilustración 1. Mapa extraído del libro de Goodenogh, Simon, Tactical Genius in Battle, New York, Ed. Phaidon, 1979. Muestra los dos obstáculos naturales que encuadraron a las fuerzas enfrentadas.
Cuadro 2. Los ejércitos enfrentados. CÉSAR:
31.400
POMPEYO:
66.200
Caballería Galos:
600
Germanos:
400
Total:
Aliados:
1.000
7.000
7.000 Infantería romana
Legionarios:
23.000
Legionarios:
23.000
50.000 50.000
Infantería auxiliar Con la caballería:
400
Aliados:
7.000
Total:
7.400
Españoles:
5.000
Aliados:
4.200 9.200
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2. El encuentro, la batalla dividida en fases Fase Previa El acontecimiento se produjo, finalmente, al amanecer del 9 de agosto de 48 ( 28 de junio de nuestro calendario). Aquel día, César se aprestaba a comenzar sus movimientos habituales “cuando se vio que las líneas pompeyanas, en contradicción con su costumbre cotidiana, acababan de avanzar a cierta distancia de las trincheras, de manera que parecía posible entablar la lucha sin desventaja. Entonces, dispuesta ya la columna para salir del campamento, dijo César a sus soldados: “Debemos dejar nuestra marcha para después; ahora hemos de pensar en la batalla, esa que hemos reclamado siempre. Preparemos nuestro ánimo para luchar; no volveremos a encontrar fácilmente la ocasión de hacerlo. Y de inmediato hace dejar la carga y salir las tropas del campamento”.7 Esa batalla de Farsalia, un modelo en su género, ha sido prevista largamente por los dos jefes. Se dará el día elegido por Pompeyo, en un terreno escogido también por él; sin duda, debe renunciar a las ventajas de la posición dominante, pero su caballería, muy superior a la de César, puede desplegarse libremente en la llanura, y cifra en ella su victoria. Es el cuerpo que envolverá el ala derecha de César, con mucho la más expuesta, en primer término porque su ala izquierda se apoya en el Enipeo; pero, en particular, porque los soldados del extremo del ala derecha no se encuentran protegidos por sus escudos, que llevan en el brazo izquierdo. Era un plan de una sencillez luminosa, al parecer infalible, pero su defecto consistía en que César podía preverlo y, en consecuencia, precaverse de él. Detrás de su tercera línea, nuestro cónsul ha dispuesto una cuarta formada por cohortes selectas, y cuando la caballería de Pompeyo se crea victoriosa, un repentino contraataque de esa cuarta línea cesariana decidirá la suerte de la jornada. “César introdujo una innovación aprendida en las Galias: unir a los escuadrones de caballería un contingente de infantería ligera de 400 hombres al típico modo germano, con lo que la eficacia de los jinetes se veía redoblada. Esta innovación resultó decisiva en el planteamiento táctico de César y demuestra lo ya comentado anteriormente, la importancia del momento en el 7 Lucano, en La Farsalia, es el único que comenta estos hechos. Quizás, al salir con celeridad para la batalla, o bien no quería dar tiempo a Pompeyo arrepentirse de su decisión, o bien temía un rápido avance del mismo.
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que ambos jefes llegan a la batalla, con un César recién salido de las Galias, con ideas nuevas y frescas y un Pompeyo anquilosado por los mármoles de Roma con un manual en lugar de ideas. Aquellos hombres que formaban el reducido ejército de César eran el mejor cuerpo de combate que se ha paseado por la época y estaban mandados por el más grande general de todos los tiempos, el maestro absoluto de la estrategia.” 8 He aquí, pues, en las llanuras de Farsalia, a los dos ejércitos frente a frente, con sus insignias desplegadas, los escudos, los cascos, las armas y las trompetas brillando bajo el sol estival. El espectáculo semejará una fiesta, una especie de baile mortal. Por última vez, los jefes recorren a caballo el frente de sus tropas, dirigiendo a los soldados sus postreras exhortaciones. Pompeyo explica la maniobra de su caballería y manifiesta su certidumbre de vencer; en cuanto a César, recuerda todos los esfuerzos que ha realizado para evitar que se llegara a esa situación, y los ofrecimientos de negociación incesantemente rechazados. No es por culpa de él que dos ejércitos, romanos por igual, se encuentren hoy a punto de chocar: “Nunca he deseado —dice— prodigar inútilmente la sangre de mis soldados, ni privar a la República de uno u otro de los dos ejércitos”. Si hemos de creerle, los soldados se muestran, entonces, plenos de ardor y exigen la batalla con grandes voces. Las trompetas cesarianas dan la señal de combate. Según otras fuentes, es lentamente, como con pesar y en medio de un sombrío silencio, que los soldados romanos se aprestan a luchar contra otros soldados romanos.
Fase 1: El ataque de aferramiento Sea como fuere, existe la certidumbre de que los cesarianos fueron los primeros en atacar, recorriendo con paso de carga el intervalo que separaba las dos líneas. Pompeyo había dado a los suyos la orden de esperar el choque a pie firme, porque esperaba que la línea del enemigo entraría en contacto con la suya sofocada por la carrera y un poco dislocada; habiendo mantenido la formación, sus propios soldados penetrarían entonces en los puntos débiles y sembrarían un máximo desorden en las filas cesarianas. Esa táctica suscita en César el siguiente comentario: “Por nuestra parte, nos parece que Pompeyo no tuvo razón al obrar así, porque una especie de ardor del alma es un sentimiento natural e innato en todo hombre, y el deseo de combatir lo enardece. Los jefes de ejército no deben 8 Relato extraído de la página web www.historialazo.com
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reprimir sino excitar ese sentimiento, y no sin razón se ha establecido desde la más remota antigüedad la costumbre de que suene en todas partes la señal, y que todos los soldados den grandes gritos: con ello se ha pensado atemorizar al enemigo y, al misino tiempo, excitar la tropa.” Por otra parte, también con respecto a ello había tomado César sus precauciones. En efecto, continúa así: “Pero cuando nuestros soldados, dada la señal, se abalanzaron con las jabalinas hacia adelante, y advirtieron que los pompeyanos permanecían inmóviles, instruidos por la experiencia y formados por las batallas precedentes, por propia decisión aminoraron el paso y se detuvieron más o menos en mitad del recorrido para no hallarse agotados al acometer al enemigo; luego, algunos instantes después, volvieron a partir a paso de carga, lanzaron sus jabalinas y desenvainaron la espada rápidamente, como César les había ordenado. Sin duda, los pompeyanos se mostraron a la altura de la situación y no sólo soportaron la descarga de proyectiles enemigos, sino que resistieron el choque de las legiones, mantuvieron su formación, y después de arrojar sus jabalinas, sacaron la espada. Al mismo tiempo, la caballería, en el ala izquierda de Pompeyo, lanzóse en masa hacia adelante, de acuerdo con las órdenes recibidas, y se extendió toda la muchedumbre de los arqueros”9. Según Plutarco, era Labieno quien dirigía la maniobra. Pero, prosigue César: “Nuestra caballería no resistió su carga, fue rechazada y cedió un poco de terreno; la caballería pompeyana la acosó con mayor vigor y comenzó a desplegarse en escuadrones y a rodear nuestra línea por la derecha”. He aquí el instante decisivo.
Labienus
6 Cohorts
Ilustración 2. Esquema de la Fase 1. 9 César, Julio, De Belio Civili, libro III.
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Fase 2: El contraataque “Al advertirlo César, dio a la cuarta línea, que había formado con seis cohortes, la señal convenida. Sus tropas se lanzaron de inmediato hacia adelante y realizaron, en columnas de ataque, una carga tan vigorosa contra los jinetes de Pompeyo, que ninguno de ellos resistió: todos volvieron la cara y no sólo cedieron terreno, sino que se dieron a una fuga precipitada para refugiarse en las crestas más altas”. Esos jinetes eran la flor de la aristocracia romana, y César había recomendado, sin jactarse de ello en su relato, que se los atacara en el rostro, porque no soportarían el ser desfigurados; así fueron puestos en fuga. Y prosigue César: “Después de su derrota, todos los arqueros y honderos que quedaban sin apoyo, indefensos y sin protección, fueron muertos. Con el mismo ímpetu, las cohortes sobrepasaron el ala izquierda pompeyana, a pesar de la resistencia de la línea enemiga que se mantenía, y la atacaron por la retaguardia. “Al mismo tiempo, César dio la orden de ataque a su tercera línea, que no había sido molestada y hasta ese momento no se había movido de su posición. Entonces, frente a esas tropas frescas e intactas que habían relevado a los hombres fatigados, y mientras que otras los tomaban por la retaguardia, los pompeyanos no pudieron resistir y se dieron a la fuga. Por otra parte, César no se había equivocado al pensar que las cohortes que había dispuesto en la cuarta línea contra la caballería, serían la causa determinante de la victoria, como lo había anunciado personalmente al arengar a las tropas. Ellas fueron, en efecto, las que, en primer término, rechazaron a la caballería, las que aniquilaron a los arqueros y honderos, las que, después de rodear por la izquierda a la línea pompeyana, decidieron la derrota. “Pero Pompeyo, cuando vio a su caballería en fuga y comprendió que las tropas en las que había depositado más esperanzas eran presa del pánico, sin que las demás le merecieran ya confianza, abandonó las líneas, trasladóse a caballo sin detenerse hasta el campamento y, dirigiéndose a los centuriones que había dejado de guardia en la puerta pretoriana, dijo en voz alta, para que lo oyeran los soldados: Guardad el campamento y defendedlo sin desmayo, si sucediera alguna desgracia. En cuanto a mí, voy a recorrer los demás puestos para fortalecer la defensa. Pronunciadas estas palabras, se dirigió hacia el pretorio (que es la tienda del comandante en jefe), sin aguardar ya un resultado feliz, pero en espera, sin embargo, del término de la lucha”. Plutarco confirma esta parte del relato de César, como veremos de inmediato: “Entonces Pompe-
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yo, después de ver desde el otro extremo de su línea a sus jinetes desbandarse así y alejarse derrotados, no fue ya el mismo que había sido antes, ni se acordó de que era el gran Pompeyo, sino que semejante en todo a un hombre al que los dioses han quitado el juicio y que se halla aturdido por una destrucción ocurrida por virtud divina, se retiró a su tienda sin pronunciar palabra, y sentóse allí, en espera de lo que pudiera suceder, hasta que su ejército entero fue desbaratado y derrotado, y los enemigos llegaron para subir a los parapetos que rodeaban su campamento y combatir con golpes de mano contra los que lo defendían; entonces, como si hubiera vuelto un poco en sí, solo dijo estas palabras: ¿Cómo? ¡Hasta nuestro campamento! Se despojó apresuradamente de su sobreveste y su atavío de general, vistió una vestimenta adecuada a su fortuna, y salió a hurtadillas”. 10
6 Cohorts
Labienus Reserveline
Ilustración 3. Esquema de la Fase 2.
10 César, Julio, De Bello Civili, libro III, parágrafo 94, frase 5-6 (Cesar): “Sed Pompeius, ut equitatum suum pulsum vidit atque eam partem, cui maxime confidebat, perterritam animadvertit, allisque diffisus acie excessit protinusque se in castra equo contulit et eis centurionibus, quos in statione ad praetoriam portam posuerat, clare, ut milites exaudirent, “tuemini,” inquit, “castra et defendite diligenter, si quid durius acciderit. Ego reliquas portas circumeo et castrorum praesidia confirmo.” Haec cum dixisset, se in praetorium contulit summae rei diffidens et tamen eventum exspectans.
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Fase 3: La persecución César dio a sus soldados la orden de tomar por asalto el campamento pompeyano, porque nada le desagradaba tanto como dejar incompleta una victoria. Pero ¡qué contraste entre la sombría resignación de Pompeyo y la indomable energía de César! Ni delante de Gergovia, ni de Dirraquium, habíase abandonado éste un solo instante, y jamás habría aceptado la derrota en una batalla campal (lo veremos todavía en su última batalla, en Munda); antes habría preferido la muerte. Sin duda, Pompeyo no era menos valiente, ya que la última de las virtudes de aquellos romanos consistía en saber morir en el combate, pero, como Plutarco lo señala con mucho acierto, Pompeyo se somete al destino; puesto que los dioses le son adversos, nada queda por hacer. César, por el contrario, no cede ni ante las propias divinidades, ya que las obliga a colocarse de su parte, y los reveses sólo son para él accidentes que deben repararse cuanto antes. No cree en ellas, excepto en la medida en que lo favorecen, y si faltan a su deber, posee un recurso supremo: esa invencible Fortuna, cuyos favores se complace en recordar; una Fortuna más fuerte que el destino, si no se confunde con él. Necesitó esa indómita confianza para llevar a cabo tantas tareas diversas; porque ni siquiera una jornada como la de Farsalia pone fin a la guerra, puesto que aún hay pompeyanos en todas partes, y no permanecerán por mucho tiempo abatidos por la derrota de Tesalia. Pompeyo huye al Asia Menor, y luego hacia Egipto, donde será asesinado a traición por orden del joven rey Tolomeo; pero ni su propia muerte da término a la lucha. Dueños todavía de los mares, los pompeyanos atacan Sicilia, y poco falta para que Casio se apodere de Mesina. En cuanto a César, persigue de inmediato a Pompeyo, sin siquiera tomarse el tiempo necesario para llevar con él un ejército suficiente.
3. Algunos detalles de la conducción y organización de Julio César Frente a las once legiones prácticamente completas de Pompeyo, César sólo disponía de ocho muy mermadas de efectivos. Evidentemente, ocho legiones no pueden ocupar el mismo frente de combate que once, y esto es importante cuando el enemigo tiene tanta superioridad numérica, ya que, si se dejan los flancos al descubierto, las líneas pueden ser flanqueadas. La maravillosa elasticidad de la legión romana permitió a César “alargar” sus cohortes para conseguir que cubrieran mayor espacio. 75 |
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A pesar de ello, la línea de César no era tan larga como la de Pompeyo, por lo que César formó a toda su infantería auxiliar, compuesta de infantes y honderos españoles y arqueros cretenses, en su ala izquierda. César buscó el combate sacando cada día a sus legiones y formándolas en orden de batalla en la llanura. Cuando finalmente Pompeyo se decidió a combatir y formó a sus tropas, César sabía que Labieno, con su superioridad de 7 a 1, sería la estrella de la función. Toda la batalla dependía del ataque de Labieno, que lanzaría a sus 7.000 jinetes contra los 1.000 de César arrollándolos como un tren y ganando así la retaguardia cesariana, donde podrían atacar a gusto a la tercera línea de sus legiones, que era la más débil. Para evitar esto, César sacó de la tercera línea de cada legión una cohorte. Teniendo en cuenta que una cohorte de cada legión se quedaba a guardar el campamento, la tercera línea de César sólo tendría dos cohortes por legión y, además, estaría muy mermada en cuanto a efectivos, por lo que esta tercera línea no podría entrar en combate más que fortaleciendo las dos líneas anteriores, o como reserva táctica (ilus. 4). El plato fuerte de la táctica de César eran las ocho cohortes que había sacado de la tercera línea y que situó a la derecha, junto a la Décima legión y por detrás de la caballería.
POMPEYO Léntulo
Escipión
Enobardo
Arqueros y honderos
Caballería
Panta Labenio
Río Enipeo
Antonio
Domicio
Tropas ligeras
P. Sula 4º
CÉSAR
lín
ea
Ilustración 4. Batalla de Farsalia, 48 a. c.
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En el éxito de la misión de estas ocho cohortes estaba el resultado de la batalla, ya que su cometido consistía, ni más ni menos, en frenar en seco a los 7.000 jinetes de Pompeyo. César instruyó a estos legionarios para que dejaran pasar entre sus huecos a sus propios jinetes, cerraran los espacios y atacaran a los jinetes de Pompeyo sin darles tiempo a reaccionar. Para ello, el ataque había de ser extremadamente rápido y agresivo, por lo que César ordenó a sus hombres que atacaran directamente al rostro de sus enemigos para infundirles pánico.
4. Un dato interesante objeto de discusión histórica: La posición de las ocho cohortes La clave de las ocho cohortes era impedir que la caballería pompeyana consiguiera flanquear el ala cesariana, por lo que es lógico pensar que las mismas se situaron de la forma abajo expuesta, en línea (diferente ubicación que el esquema anterior), con los huecos entre manípulos abiertos para permitir el paso de la caballería propia. De esta manera, las ocho cohortes formaban un muro entre el flanco derecho de la Décima y la ladera del monte, de modo que no hubiera posibilidad alguna de replegarse y reagruparse, ya que al este y al norte estaba el monte, al sur las ocho cohortes y al oeste dos ejércitos que se aproximaban como una prensa en la que la caballería quedaría aplastada (Ilus. 5). Si la caballería de Pompeyo era rechazada, sólo cabía huir ladera arriba, esparciéndose monte arriba en completo desorden. Es posible que estas ocho cohortes permanecieran ocultas detrás de la línea de legiones hasta el último momento para evitar que Pompeyo las detectara y se diera cuenta de la trampa, pero aunque hubiera sido así, una línea de tan escasa profundidad no hubiera inquietado a éste ni a Labieno, que hubieran pensado en arrollarla fácilmente.
5) Las bajas, un indicio de la magnitud de la victoria Cuadro 3. Bajas. Total fuerzas
Muertos
%
César
31.400
1.200
3,82
Pompeyo
66.200
10.000
15,10
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Cneo Pompeyo Magno
Legiones
Infantería ligera
Caballería
Caballería
Legiones
Las ocho cortes
Cayo Julio César
Ilustración 5.
Como vemos, si los dos ejércitos hubieran presentado una batalla convencional y tras una hora de combate se hubieran retirado cada uno a su campamento con las líneas intactas, las bajas habrían sido aproximadamente de un 4 a un 5% por bando, lo que concuerda con las bajas cesarianas. Que los pompeyanos tuvieran casi ¡cinco veces! más bajas es la consecuencia de la carga de las ocho cohortes contra el flanco que comprimió sus líneas y la huida que se tradujo en una verdadera carnicería al encontrarse los fugitivos atrapados entre el enemigo y sus propias fortificaciones. Las tajantes órdenes de César de respetar la vida de los enemigos que se rindieran en combate impidió que las bajas pompeyanas se dispararan.11
11 Según César, tras la batalla se contaron unas 15.000 bajas y 24.000 prisioneros, y eso contando con las tropas que ocupaban los diferentes puntos fuertes en la costa o en el interior y que se entregaron luego al paso de Sila. Aunque si seguimos a Asinio Pólion, que participo del lado de César en la batalla, sólo se recogieron 7.000 cuerpos de soldados de Pompeyo del campo de batalla.
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Los principios de la conduccion en la Batalla de Farsalia “Los principios de la guerra son los que han guiado a los grandes capitanes cuyos altos hechos nos ha trasmitido la historia”12. Voluntad de vencer: Ambos comandantes tenían este principio perfectamente marcado y así lo trasmitieron a sus tropas. Según nos dice el ROB 00-01 - “Consiste en la disposición para empeñar todos los recursos disponibles en la búsqueda del éxito.” Al planificar detalladamente la batalla, contaban ambos bandos con tropas imbuidas de una elevada moral, la que les permitió enfrentar cualquier circunstancia, aun las más adversas, con voluntad de vencer. Constituyó, sin dudas, el resultado de una acción formativa, constante y permanente, que desarrollaron Pompeyo y César sobre sus ejércitos. Ambos tenían mucho que perder y ganar, el poder de Roma. Objetivo: El claro objetivo de ambos ejércitos en esta batalla pasaba por la destrucción del enemigo, esta era la única opción posible que permitía a ambos contendientes cumplir los objetivos estratégicos planteados, establecerse como agente de máximo poder en Roma. “Cada operación militar, cualquiera sea su nivel deberá, encaminarse hacia un objetivo, el cual constituirá el propósito o finalidad que, se persigue alcanzar. Tras él se encauzarán todos los esfuerzos y se orientará la acción. El objetivo deberá reunir tres condiciones, a saber: • Ser claramente definido desde el punto de vista material y/o de los efectos a lograr.” En este caso destrucción de fuerzas. • “Ser decisivo. Su adquisición debe ser esencial para el cumplimiento de la misión.” Con la desaparición de Pompeyo de la escena, César obtiene el poder. • “Ser obtenible con los medios disponibles y en los límites de tiempo y espacio impuestos”. Precisamente este fue el arte de Julio César, manejar las variables tácticas, de manera de lograr la victoria en Farsalia. Ofensiva: Ambos contendientes buscaron la ofensiva mientras pudieron. Recordemos que la ofensiva: “Consiste en la disposición para actuar contra el enemigo, buscando destr irlo o capturarlo en toda circunstancia, aun en la inferioridad.” Julio César buscó actuar contra Pompeyo, y lo hizo a través de la aplicación de la ofensiva. Esto facilitó al conductor actuar con iniciativa, imponer su volun12 Napoleón, mencionado en el libro Apuntes de Historia militar del My Juan Perón..
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tad al enemigo, establecer los términos y seleccionar el sitio de la confrontación. Para ello, Julio César aprovechó las debilidades y las explotó adecuadamente. Es importante destacar que Julio César obtuvo y mantuvo la iniciativa mediante la acción ofensiva, obligando a Pompeyo a obrar por reacción. Debemos recordar que César mantuvo la ofensiva hasta la persecución de las fuerzas enemigas. Maniobra: Recordemos, “consiste en la ejecución de un conjunto de actividades (principalmente desplazamientos), mediante las cuales se buscará colocar en una situación ventajosa a las propias tropas frente al enemigo.” En este caso, César maniobró realmente colocando a sus tropas en una situación ventajosa frente al enemigo, pero en este caso, no sólo fueron desplazamientos. La eficacia de la maniobra la utilizó, además, logrando una organización adecuada y flexible, un terreno apto para el propio despliegue y que, además, dificultaba el del enemigo. La correcta aplicación de este principio contribuyó a la obtención de la economía de fuerzas, y consecuentemente posibilito la aplicación del principio de masa. Libertad de Acción: Brillantemente, Julio César aplicó el poder de combate disponible según la propia intención, sin que Pompeyo, -por sus medios (Superioridad de fuerzas de Caballería) o por efecto de su conducción (Su Acción de mando en la batalla)- pudiera impedirlo. En consecuencia, este principio contribuyó a la imposición de la propia voluntad y se vio favorecido por el mantenimiento de la iniciativa. Julio César pudo obtener la libertad de acción a pesar de tener una relación de poder de combate desfavorable, logrando desequilibrar esta desventaja con una habilidad superior a la de Pompeyo. Unidad de Comando: Consistió en conferir, a ambos comandante enfrentados, toda la autoridad necesaria para asegurar la unidad de esfuerzos en el empleo coordinado de los medios disponibles. Su aplicación permitió, en especial a César, asegurar la unidad de concepción, dirección y control, y crear las condiciones necesarias para producir, oportunamente, aquellos cambios y modificaciones que beneficiarían la maniobra, como por ejemplo, creando una 4ta línea, ubicando a las 8 cohortes en el lugar decisivo de la batalla Ambos conductores tenían el control total de sus ejércitos y estos obedecían sus órdenes directas. Los dos demostraron sus capacidades de conductores y ninguno de sus subordinados dudaba de ellas. Economía de Fuerzas: Consistió, por parte de Julio César, en dosificar magistralmente el poder de combate disponible, de modo de asegurar los medios suficientes en el lugar decisivo, y los mínimos necesarios en las áreas de
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esfuerzos secundarios. Implicó, en definitiva, por parte de Julio César, un uso equilibrado del poder de combate para cumplir la misión autoimpuesta. Su aplicación conllevó asumir riesgos que debieron ser cuidadosamente calculados por este gran conductor militar. Los aspectos fundamentales que la distinguen son: la distribución adecuada de las fuerzas, la regulación del esfuerzo humano y material, y la reunión de los medios. La maravillosa elasticidad de la legión romana permitió a César “alargar” sus cohortes para conseguir que cubrieran mayor espacio. A pesar de ello, la línea de César no era tan larga como la de Pompeyo, por lo que César formó a toda su infantería auxiliar, compuesta de infantes y honderos españoles y arqueros cretenses, en su ala izquierda. Evidentemente, César sabía que Labieno, con su superioridad 7 a 1 sería la estrella de la función. Toda la batalla dependía del ataque de Labieno, que lanzaría a sus 7.000 jinetes contra los 1.000 de César arrollándolos como un tren y ganando así la retaguardia cesariana donde podrían atacar a gusto a la tercera línea de sus legiones, que era la más débil. Para evitar esto, César sacó de la tercera línea de cada legión una cohorte. Teniendo en cuenta que una cohorte de cada legión se quedaba a guardar el campamento, la tercera línea de César sólo tendría dos cohortes por legión y, además, muy mermadas de efectivos, por lo que esta tercera línea no podría entrar en combate más que fortaleciendo las dos líneas anteriores o como reserva táctica. Masa: Julio César no tenia superioridad de fuerzas. No obstante ello, manejó este principio con maestría al aplicar un mayor poder de combate relativo en el momento y lugar apropiados, para obtener resultados decisivos. Veamos: • El ataque de la caballería cesariana había frenado la carga pompeyana. Los germanos habían conseguido unos segundos de pausa preciosos, ya que ahora los pompeyanos dejaron pasar otros segundos más preciosos aún reorganizándose para embestir en línea. Esos segundos de desfasaje entre la pérdida de contacto y la carga fueron vitales para permitir que la caballería cesariana escapara por los huecos de las ocho cohortes que, tras pasar el último jinete y el último infante ligero, se cerraron en cuestión de doce segundos, formando así una línea continua entre el flanco derecho de la Décima y las laderas del Dogandzis. Si la caballería pompeyana quería pasar sólo podía hacerlo por allí, así que, confiada, cargó contra la delgada línea formada por las ocho cohortes. al revés. Efectivamente, cuando los jinetes pompeyanos llegaron ante la línea
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cesariana, las ocho cohortes atacan como una muralla de escudos y pila móvil ante la que los jinetes de Pompeyo no pueden hacer nada salvo frenarse. Es en ese momento cuando las ocho cohortes atacaron como un mazo a aquella gigantesca masa de jinetes cuyo factor primordial táctico, la potencia de carga, ha sido anulado por el frenazo al que han sido sometidos. Como una verdadera muralla, en orden cerrado, los legionarios cesarianos atacaron ferozmente a los jinetes pompeyanos de la primera línea, destrozándoles el rostro a lanzazos. Ante la inusitada violencia del ataque, el pánico se apoderó de la segunda línea pompeyana, que no tardó en reunirse con sus compañeros caídos. Los jinetes de las siguientes líneas volvieron grupas tratando de huir. • El principio de masa está estrictamente relacionado con el principio de economía de fuerzas, y su aplicación. César lo hizo posible, mediante una adecuada maniobra. Por esta causa, Julio César pudo a través de la consideración apropiada de este principio permitir, que sus fuerzas numéricamente inferiores, lograran resultados decisivos. Sorpresa: Julio César logró actuar contra su enemigo con medios inesperados. Como ya hemos destacado, en esta batalla de romanos contra romanos los dos contendientes eran conocidos, sus procedimientos, su doctrina, sus medios. No fue esencial que el enemigo no haya sido tomado de improviso, sino que a través de los cambios introducidos por César, Pompeyo no tuvo el tiempo suficiente para reaccionar eficazmente. La aplicación de este principio permitió revertir una situación numérica desfavorable. ( Ampliamos este concepto en el punto L) Simplicidad: Los comandantes aplicaron el principio conociendo las capacidades y limitaciones de sus hombres, impartiendo órdenes sencillas y prácticas para las tropas novatas, dejando tareas y movimientos complejos a los veteranos que, en definitiva, definirían la acción. Seguridad: Estuvo dado por el dispositivo adoptado por ambos comandantes. Resulto exitosa la adopción de un conjunto de medidas destinadas a prevenir la sorpresa, preservar la libertad de acción y negar al enemigo información sobre las propias fuerzas, que aplicó Julio César. Siendo el riesgo un factor inherente a toda operación, la aplicación del principio de seguridad no implicó que las medidas de seguridad adoptadas por el triunfador condujeran a excesos que interfieran en la necesaria flexibilidad de razonamiento y de acción. Es evidente que Pompeyo cometió un gravísimo error no dejando parte de sus tropas como reserva táctica. También es evidente que su punto vulnerable era su flanco iz-
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quierdo, pero él creyó que era precisamente su punto fuerte. Los errores de Pompeyo y los aciertos de César: Pompeyo planeó bien la batalla de Farsalia, pero cometió un error, y cometer un error contra un adversario como César es igual que ponerse la soga al cuello y tirar de ella. El error táctico de Pompeyo fue pensar que el terreno lo beneficiaba a él cuando no era así. Según todas las normas y manuales en uso el terreno realmente le beneficiaba, pero tratándose de enfrentar a César no había normas ni manuales que valieran, ya que la norma era el propio César, quien halló el modo de que la tremenda superioridad numérica de Pompeyo se volviera contra él, ideó un plan para frenar a la caballería enemiga y convirtió el flanco este, que debía ser el camino triunfal de Pompeyo, en una trampa mortal para su confiado enemigo. Es evidente que Pompeyo cometió un gravísimo error no dejando parte de sus tropas como reserva táctica. También es evidente que su punto vulnerable era su flanco izquierdo, pero él creyó que era precisamente su punto fuerte. En César encontramos a un general que podía manipular los acontecimientos e incluso el terreno a su antojo, volviendo lo negativo positivo y lanzándoselo a la cara del enemigo como un bumerán. La utilización de cohortes que actúan de manera independiente fue algo habitual en la guerra de las Galias. Recordemos Alesia. Los legionarios de César estaban perfectamente acostumbrados a luchar de esta manera y la tercera línea era especialista en desbaratar maniobras de flanqueo desde los lejanos tiempos de los helvecios y los germanos. Pero los legionarios de Pompeyo no tenían esa preparación. Lo que para los soldados de César era habitual, para los de Pompeyo era una maniobra complicada y peligrosa. Pompeyo debería haber previsto todo esto y dejar una fuerza de cohortes preparada para evitar que, si la caballería era derrotada, todo su flanco se viera comprometido, y previendo que ante una derrota sus jinetes sólo tendrían dos salidas: subir por el Dogandzis o arremeter contra su propia infantería ligera, Pompeyo hubiera debido situar estas cohortes tras la tercera línea de sus legiones. Pero Pompeyo, y sobre todo Labieno, jamás se plantearon la posibilidad de que sus 7.000 jinetes fueran derrotados y, como se vio claro, confiarse ante César era muy, pero que muy peligroso. La batalla de Farsalia es una obra maestra en la que uno de los contendientes aprovecha en su propio beneficio las enormes ventajas tácticas del otro. Una obra de genios que tan sólo Alejandro, Aníbal, César y Napoleón conse-
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guirán a lo largo de la Historia de manera tan rotunda, tan definitiva. De ellos, tan sólo Alejandro y César morirán invictos, triunfantes en la cumbre de su poder, demostrando que además de genios de la táctica, fueron maestros de la estrategia. Frente al proyecto de Alejandro, diluido tras su muerte, César conseguirá dejar los cimientos del Imperio Romano listos para ser edificado. Farsalia fue el inicio de todo aquello, la batalla en la que se decidió que Roma se convertiría en un Imperio Universal como el que soñó Alejandro siglos antes y que ahora César iba a convertir en realidad.
El proceso de toma de decisiones13 Retomando el tema desde la perspectiva de la toma de decisiones, el ingrediente del éxito de César fue: haber previsto el comportamiento de su adversario y en consecuencia haber adoptado las medidas necesarias para tomarlo por sorpresa. La Sorpresa hizo valer su importancia sobre el dispositivo enemigo y sobre la moral de las tropas pompeyanas, determinando el colapso definitivo. ¿Existe un proceso metodológico para la toma de decisiones militares, que por si solo este en capacidad de elaborar decisiones similares a las de César en Farsalia? La respuesta es evidente, creemos que no. Entonces, se pueden proponer métodos como una suerte de líneas guía, que funcionen como listas de control para ayudar a los decisores a no dejar de lado ningún aspecto del PMO. Creemos que los grandes conductores, y en este caso Julio César, descubrió la necesidad de focalizar las acciones en el Desarrollo a nivel Intuitivo, para anteponerse a su enemigo. ¿Que método aplico César para idear este modo de acción, que lo llevo a la victoria, en Farsalia? De acuerdo con el análisis hecho hasta este momento, acerca de la batalla de Farsalia, intentaremos hacer, a modo de ejemplo y ejercicio, a través de este caso concreto. Misión: para ambos contendientes, destruir las fuerzas enemigas. Situación: Terreno: Llanura con un río sobre un lado y línea de alturas sobre el otro.
13 Extraído del Articulo de la Revista de la ESG, Mayo 2006, del Tcnl Gabriel Camilli.
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Relación de Fuerzas: Superioridad Pompeyana en los términos expuestos, no obstante que las tropas de César eran de mayor calidad. Determinación de los modos de acción propios: de acuerdo con el análisis táctico anteriormente explicado, a primera vista no es fácil determinar el Modo de Acción adoptado por César. No ponemos en duda que sea posible construirlo, en el ámbito de varias opciones, pero ¿existe algún modo para hacerla aparecer como evidente? Intentemos por otro camino: Antes de pensar en los modos de acción, pensemos en las capacidades del enemigo. ¿Es posible determinar de manera simple las capacidades del enemigo? Diríamos que sí: Pompeyo dispone de la superioridad numérica, a propósito elevada en el caso de la caballería (7 a 1). La presencia del río restringe a los dos ejércitos a desplegar la caballería sobre el flanco oriental. Para aprovechar su superioridad es bien claro y presumible que Pompeyo empleara su caballería intentando envolver el flanco oriental de César, donde el terreno y la debilidad de este podían hacer atacar a las legiones por el flanco y aferrar el frente. Determinada esta capacidad, que es la más Probable y, a la vez, la más Peligrosa, tenemos un punto de partida, para construir un modo de acción: Proteger el flanco derecho y hacer fracasar el diseño de Pompeyo. ¿Cómo protegerlo, sin demasiada caballería a disposición? No existen muchas posibilidades: Disminuir y achicar dolorosamente la profundidad de las Legiones, recuperar cohortes de infantería, desplegándolas detrás de la caballería, listas para apoyar el repliegue de la caballería cesariana (que no se debe aferrar) y frenar en seco la embestida pompeyana. Una vez producido este contacto, la caballería cesariana reorganizada contraataco a la sorprendida, encerrada y ya casi en fuga hacia el monte, caballería pompeyana. Ahora bien, busquemos sacar una especie de “Método” de este ejemplo. Creemos que, después de analizar la Misión y la Situación, se realizaron: • La determinación de las Capacidades (sin presumir que el enemigo se ciña a la propia doctrina) • Elección de la Capacidad más probable y más peligrosa • Diseño de varios MMAA capaces de oponerse a la Capacidad elegida. • Elección del Modo de Acción que ofrece mayores garantías para favorecer el engaño y la sorpresa.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Una diferencia sustancial, con respecto al proceso tradicional, es que los MMAA y las Capacidades no son elaborados separadamente y después confrontadas, sino que los MMAA son construidos directamente “después” y “sobre la base” de las Capacidades. Como vemos, esta construcción y determinación de Capacidades se torna el momento más critico del proceso. El procedimiento no es en paralelo, sino secuencial. Esta secuencia parece llevarnos en consecuencia a la elección del MA de César.
Conclusiones La batalla de Farsalia es una obra maestra en la que uno de los contendientes aprovecha en su propio beneficio las enormes ventajas tácticas del otro. Una obra de genios que tan sólo Alejandro, Aníbal, César y Napoleón conseguirán a lo largo de la Historia de manera tan rotunda, tan definitiva. “La batalla impone una conducción centralizada que asegure una absoluta unidad de acción, el empleo de la fuerza y la aplicación de los principios en forma que se adapte a la evolución de la situación, sumando circunstancias favorables y neutralizando las desfavorables con medidas y contramedidas oportunas, fija la atención en la gran idea directriz que guía la conducción y el anhelo puesto en el objetivo”14. Sobre los principios de la guerra, Foch menciona al respecto: “El arte de la guerra, como todos los otros, tiene sus teorías, sus principios o bien no sería arte”. Desde el punto de vista táctico, Farsalia es una batalla de envolvimiento, La decisión se obtiene luego de anular el poder de masa de la caballería pompeyana, lograr un aferramiento de su infantería, cambiando el dispositivo de la infantería cesariana durante el combate, lo que permite modificar el centro de gravedad del ataque, para luego perseguir al ejercito pompeyano hasta su derrota total. A lo largo del trabajo de investigación, hemos logrado establecer la relevancia y el impacto de la aplicación de los principios para conducir las operaciones en la Batalla de Farsalia (48 AC), al destacar los aciertos en su aplicación por parte de César. Además, por medio de nuestro análisis, logramos establecer la relación clara y unívoca de los principios para conducir las operaciones con el estudio de la historia militar como factor fundamental en la formación del oficial del Ejercito Argentino. Se ha desarrollado una descripción de la batalla de Farsalia utilizando fuentes primarias y secundarias, destacando el impacto de la aplicación de los principios para conducir las operaciones en la resolución de la misma.
14 Fuller, J.E.C., Batallas Decisivas del Mundo Occidental, Vol. 1, Ed. Barcelona, 1965.
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Julio César y la Batallea de Farsalia
Bibliograf ía Frediani, Andrea, Le grandi battaglie de Giulio Cesare, Roma, Biblioteca Storica, 2003. César, Julio, Las Guerras Civiles, Traducciones de E. Mandruzzato y Maria Pía Vigoriti, Roma, 1995. Lucano, Farsalia o la guerra civil, Traducción de L. Canali y F. Brena, Milán ,1997. Magnito, D., Vidas paralelas, Plutarco, Alejandro y César, Milán, 1987. Marcote, A., Vidas Paralela, Plutarco, Agesilao y Pompeyo, Milán, 1996. Apiano, Las Guerras Civiles, Traducción de E. Gabba y D. Magnito, Torino, 2001 Maudale, Jaques, César, Buenos Aires, EUDEBA, 1965. Casalat, Luís, Batallas decisivas del mundo occidental y su influencia en la historia, Vol. I, Barcelona, 1961. Historia Universal de los Ejércitos, Volumen 1, Ed. Hispano Europea, 1965. Fuller, J.E.C., Batallas Decisivas del Mundo Occidental, Volumen 1, Ed. Barcelona 1965. Ejército Argentino, ROB-00-01 Reglamento de Conducción para el Instrumento Militar Terrestre 1992. Ejército Argentino, ROD –71-01 Organización y Funcionamiento del los Estados Mayores, 1998. Perón, J. D., Apuntes de Historia Militar, Buenos Aires, Círculo Militar, 1951. Vigo, Jorge A., Fuego y Maniobra – Breve Historia del Arte Táctico, Folgore Ediciones, 2005. Revista ESG – “Grandes Conductores de la Antigüedad”, Nro 350 1963. Revista ESG- May 2006 , Camilli, Gabriel. La Batalla de Farsalia y las líneas de menor previsibilidad.
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NARCES y LA BATALLA DE TAGINAE
Rubén Barreiro Abogado y magíster en Historia de la Guerra. Como investigador ha visitado distintos campos de batalla en Europa y Estados Unidos. Es autor de numerosas obras relacionadas con la Historia Militar.
Narces y la Batalla de Taginae Dr. Rubén A. Barreiro
L
a batalla de Taginae o de Busta Gallorum tuvo lugar hacia mediados del año 552 entre el ejército del Imperio Romano de Oriente (Bizancio1), comandado por Narses, y el ostrogodo al mando de Totila. La lucha concluyó con el aplastante triunfo de los bizantinos, muriendo el general enemigo en el campo de batalla. Esta victoria bizantina significó el rápido final de la dominación ostrogoda en Italia, consolidada con su derrota en Monte Lactario, al año siguiente. Inscripta en el marco de la Guerra Gótica, y esta en el gran proyecto del emperador Justiniano de la recuperación del Imperio de Occidente, la batalla de Taginae presenta singularidades, desde el punto de vista militar, que la tornan un relevante ejemplo de innovación en el campo táctico, con dispositivos y maniobras que se adelantaron en casi ochocientos años a desarrollos similares. Por último, la batalla nos presenta a un conductor de singular habilidad, Narses, quien no adquirió la notoriedad y fama de la que era merecedor por sus propios méritos en el campo de batalla, por el mero hecho de haber actuado en una época y circunstancias en las que el genio militar tenía un paladín indiscutible: el gran Belisario. Son estas las razones que nos han impulsado al estudio de esta batalla, no siempre recordada en su justa dimensión y analizada en consecuencia. 1 Por una razón de claridad en la exposición, hemos optado para utilizar, salvo contadas excepciones, las expresiones “Bizancio”, “Imperio bizantino” o “bizantino” para nombrar al Imperio Romano de Oriente y a su gente. No se nos escapa que, paradójicamente, durante la prolongada existencia del imperio éste nunca se dio tal denominación, que surge con posterioridad a su caída, habiendo sido utilizada por primera vez, al parecer, por Hieronymus Wolf en 1557 (http://es.wikipedia.org/wiki/Hieronymus_Wolf, sitio visitado el 19.9.2008). Procopio, por ejemplo, en su magna obra, invariablemente utiliza la palabra “romanos” y sus variantes para tales referencias.
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La “recuperatio imperii” El emperador Justiniano, quien gobernó el Imperio Romano de Oriente desde el año 527 al 565, fue la figura central de lo que, con justicia, se consideró como la Edad de Oro del periodo temprano del Imperio Bizantino2. La obra de Justiniano es demasiado extensa para siquiera mencionarla en este trabajo, sólo diremos que, en el campo jurídico, dio el Corpus Iuris Civilis, fuente en la que se viene nutriendo buena parte del derecho occidental hasta nuestros días. Pero, sin dudas, “...el rasgo más sobresaliente de este periodo es el intento de Justiniano de recobrar para Roma las tierras que ocupaban ahora los bárbaros y establecer la voluntad del soberano como la única ley del Imperio recobrado”3. Tal propósito, elevado a categoría de política de Estado bajo la denominación de Renovatio imperii romanorum o recuperatio imperii, se llevó a cabo entre los años 533 y 554, y se recuperó el territorio del África romana (que coincidía, aproximadamente, con el actual territorio de Túnez y la franja costera de Argelia), Córcega, Cerdeña y las Baleares, entonces en poder de los vándalos (la “guerra vándala”)4. Por último, hacia el año 552, Justiniano envió una expedición al sur de España, entonces en poder de los visigodos, quienes pronto fueron vencidos, dando lugar a la creación de una nueva provincia del Imperio: Spania. Naturalmente, esta política no hubiera sido posible de realizar de no haber mediado una pronunciada recuperación económica del imperio, que le permitió afrontar los gastos de las campañas de “recuperación”, sino también hacer frente a las amenazas planteadas al Imperio en su frontera oriental por los sasánidas5. 2 Gregory, Timothy E., A History of Byzantium, Blackwell Publishing, Oxford, 2005, pág. 119. Probablemente, la única época que superó en esplendor a la de Justiniano, fue la que va del 963 al 1071, fecha en la que batalla de Manzikert constituye el principio del fin del imperio milenario de Bizancio. 3 Baynes, N. H., El Imperio Bizantino, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición, 1951, pág. 36. 4 Esta guerra presenta algunas características notables. En primer lugar, lo atrevido del plan, ya que se trató de una expedición naval en la que se transportaron más de 15.000 hombres desde el mar de Mármara hasta las costas africanas, utilizándose nada menos que 500 buques de transporte escoltados por 92 dromones, buques de guerra donde los esclavos habitualmente utilizados como remeros habían sido reemplazados por 2.000 soldados. Véase Evans, J.A.S., The Age of Justinian: The Circumstances of Imperial Power, Routledge, Londres, 2000. Pág 127. Belisario, quien mandaba el contingente, pronto dio cuenta del ejército vándalo en las batallas de Ad Decimun y Tricamarum (esta última presenta la particularidad de haber sido enteramente peleada por las caballerías de ambos bandos). Con la caída de su capital, Cartago, desapareció el reino vándalo. 5 Principal, aunque no excluyentemente, esta política de Justiniano hizo decir que, en realidad, fue “el último de los grandes emperadores de Roma”; véase Diehl, Charles, History of the Byzantine Empire, Princeton, Princeton University Press, 1925, pág. 19.
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La Guerra Gótica El siguiente paso fue la invasión de Italia, entonces en poder de los ostrogodos. Justiniano proyectó una estrategia inteligente: una aproximación hacia el norte de la península, que comienza en Dalmacia, donde Mundo, al mando de las tropas bizantinas, toma la ciudad de Salona (actual Split), que tendrá relevancia al tratar nuestro tema específico, según se verá6. Por su parte, en 535, Belisario salta desde el recién conquistado territorio vándalo a la isla de Sicilia, a la que conquista en poco tiempo y sin encontrar oposición de relevancia7 (ilus. 1).
Ilustración 1.
6
En Dalmacia los contraataques ostrogodos produjeron cambios reiterados en el dominio territorial, hasta que finalmente los bizantinos se adueñaron del terreno ante la retirada definitiva de aquellos. 7 Evans, op. cit., pág. 139. Belisario invadió con sólo la mitad de las fuerzas que habían derrotado a los vándalos. Sus órdenes eran, según el autor citado, “tomar Sicilia si no demandaba gran esfuerzo, pero regresar a Cartago si encontraba una resistencia obstinada”. La escasez de tropas a su disposición fue una constante de la actuación de Belisario en esta guerra, lo cual realza sus hazañas. “Belisario sabía muy bien que no podía enfrentarse a los godos en campo abierto y que éstos eran ineptos en lo que a operaciones de sitio se refiere. En consecuencia, evitó las batallas campales e hizo el mayor uso posible de las ciudades amuralladas …” Fuller, J.F.C., Batallas decisivas del mundo occidental y su influencia en la historia, Vol. I, Barcelona, Luis de Caralt Ed., 1961, pág 363).
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Ante tal éxito, Belisario cruza el estrecho de Messina e invade el territorio continental ocupado por los ostrogodos, progresando rápidamente y ocupando Reghium (actual Reggio Calabria) y Nápoles, a la que sitió por veinte días, para terminar ocupando la mismísima Roma, ante la retirada de Witiges, nuevo rey ostrogodo (ilus. 2). Este reúne fuerzas y marcha contra Roma, a la que pone sitio, dándose la situación a la que se refiere Fuller en la nota 7. Este sitio dura un año (marzo de 537 a marzo de 538) y finalmente es levantado por los ostrogodos, sin haber podido doblegar a Belisario.
Ilustración 2. El Reino Ostrogodo al comienzo de la Guerra Gótica.
A partir de allí, y con la llegada de refuerzos y la incorporación de Narses al mando de dos mil hérulos, los bizantinos se proyectaron hacia el norte, hasta llegar a ocupar toda la Liguria, incluida Mediolanum (la actual Milán). Es precisamente aquí cuando, en 538, comienza la contraofensiva de los ostrogodos,
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ayudados en este caso por los francos, desalojando de Mediolanum a los bizantinos, minados para entonces por serias controversias entre Belisario y Narses8. Pese a ello, Belisario toma Ravena en 540, antes de partir para Constantinopla, adonde condujo prisionero al rey Witiges. Y como los persas habían desatado nuevamente la guerra en el este, allí fue Belisario, mientras Italia quedaba conquistada, a excepción de los pueblos situados al norte del río Po. Así termina la primera etapa de la guerra, según la división en la que coinciden la mayoría de los autores9. Esta primera etapa, caracterizada con el imparable avance bizantino, es seguida por otra, en el que se da la constante histórica pendular que tiñó toda la historia de Bizancio: la contraofensiva ostrogoda, que implicó una profunda recuperación del territorio perdido. En 541 adviene al trono ostrogodo Baduila, más conocido bajo el nombre de Totila (“el Inmortal”), quien estaba destinado a ser derrotado en Taginae. Pero mucho tiempo y muchas cosas ocurrirían hasta entonces. En efecto: a las desinteligencias en los mandos bizantinos (que de ningún modo se agotaban en las rencillas entre Belisario y Narses, sino que se multiplicaban en los escalones inferiores) y a la nueva guerra en el este contra los persas sasánidas, que insumía recursos de toda índole que debían forzosamente distraerse de Italia, se agregó el estallido de una peste, que diezmó fuerzas en el Imperio. En el decenio 541-551, Totila avanzó a través del territorio italiano, infligiendo duras derrotas a los bizantinos en Faventia (Faenza) y Mucellium (Mugello). De allí se dirigió hacia Roma, pero no se distrajo en conquistarla, sino que siguió hacia el sur10, llegando hasta Calabria, mientras una parte de sus fuerzas sitiaban Nápoles, hasta rendirla por hambre en 543.
8 Estas diferencias “eran ahora peligrosas. Narses se negaba a cumplir las órdenes de Belisario...”. Este escribió al emperador, quien confirmó que Belisario era el general en jefe y por lo tanto era necesario seguirlo “en interés del Estado”. Narses, “veterano en las lides de la burocracia”, arguyó a su vez que el plan de Belisario no era en el interés del Estado. Véase Evans, op. cit., págs. 147/148. Fuller, al evocar estas querellas, recuerda la frase de Napoleón: “Un mal general... vale más que dos buenos” (op. cit., pág. 366, nota 4). 9 Bury, J. B., History of the Later Roman Empire: From the Death of Theodosius I to the Death of Justinian, Volumen II, New York, Dover Publications, 1958. Págs. 226 y ss. 10 La razón por la que Totila no se decidió a la conquista de la Toscana y el resto del centro de Italia se habría debido a su razonable decisión de no enfrentar con sus fuerzas a las superiores de los bizantinos, concentradas en los puntos fuertes de las grandes ciudades y fortalezas; cuando Totila rendía una plaza fuerte, arrasaba sus murallas, de manera tal que no pudiera ser utilizada posteriormente (tal el caso de Beneventum y de Nápoles), esto, enmarcado en su estrategia de volver sobre sus pasos, una vez asegurado el sur, para rendir a las fuerzas bizantinas dejadas atrás en su by pass de la Toscana (Bury, op. cit., pág. 231).
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Luego de ello, Totila decide jugar fuerte sus cartas y retorna hacia el norte, con Roma por objetivo. Hacia fines de 545 (o principios de 546, según el autor), el rey ostrogodo pone sitio a la ciudad, “en persona y vigorosamente”11, cayendo en su poder en 546, aunque fue recuperada por Belisario en 547 y vuelta a capturar por los ostrogodos en 549. Pero es necesario retroceder a la época en que Totila parecía ser dueño de la situación, esto es, hacia el tiempo de la captura de Nápoles. Justiniano se alarma ante esta ofensiva tan incontenible como constante y toma diversas medidas, “todas las cuales estaban lejos de ser suficientes”12. Ya con Totila apuntando hacia Roma, el Emperador decide retirar a Belisario del frente oriental y ponerlo al mando de los ejércitos en Italia. Belisario pronto cayó en la cuenta de que la guerra estaría perdida si no se le daban los medios para continuarla. En tal convicción, manda a Justiniano una carta cuya necesaria trascripción adelanta elementos que serán de importancia en el análisis de los diversos aspectos que incidieron la batalla de Taginae. “Llegué a Italia sin hombres, caballos, armas o dinero. Las provincias no pueden proporcionarme fondos porque están ocupadas y la cantidad de nuestras tropas ha quedado reducida por las numerosas deserciones de los que se pasaron a los godos. Ningún general puede triunfar en tales circunstancias. Enviadme las tropas que he reclutado13 y grandes hordas de hunos y otros bárbaros, y enviadme dinero”14. Belisario batalla durante cuatro largos años contra los ostrogodos y, finalmente, Justianiano decide, en 548, retirarlo de la campaña, haciéndolo volver a Constantinopla, retiro del cual ya no volvería. Es en estos días cuando comienza a prepararse la tercera y última etapa de la Guerra Gótica, cuyo momento culminante y decisivo sería la batalla de Taginae o de Busta Gallorum.
11 Bury, op. cit., pág. 236. 12 Bury, op. cit., pág. 231. La primera de ellas, en lugar de designar a un general experimentado al mando de sus tropas, designar como Prefecto del Pretorio en Italia a un civil, Maximinus (según Bury, “una de las peores elecciones que el emperador podría haber hecho”), dándole poderes de supervisión general para la conducción de la guerra y enviándole considerables refuerzos. 13 Uno de los primeros pasos dados por Belisario al ser reasignado a Italia, fue reclutar de su propio peculio, cuatro mil hombres en las provincias de Illiria y Tracia, que quedaron estacionados en Salona, sobre el Adriático. Véase Bury, op. cit., pág. 234. 14 Bury, op. cit., pág. 235.
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Luego de alguna hesitación, Justiniano designa a Germanus Justinus, su primo y posible heredero en el trono del Imperio. Este se abocó a la tarea de reclutar un ejército para avanzar sobre los territorios ocupados por los ostrogodos, basando su estrategia en una larga marcha que lo llevaría desde las costas de Dalmacia hasta Roma, siempre costeando el Adriático. La tarea de reclutamiento no era sencilla, ya que el grueso del ejército bizantino estaba empeñado en la lucha contra los sasánidas. Fue preciso reclutar algunos voluntarios, y muchos mercenarios (especialmente hérulos, hunos y lombardos). Pudo también contar con algunos escuadrones de caballería estacionados en Tracia. Lo cierto es que disponía de abundantes fondos para ello, los que se habían retaceado sistemáticamente a Belisario, tan envidiado por el Emperador15. En 550, Germanus estaba dispuesto a partir, pero una repentina enfermedad acabó rápidamente con su vida. El mando de los ejércitos no fue llenado por un tiempo, hasta que Justiniano designó a Narses para hacerse cargo y llevar a cabo la campaña contra los ostrogodos, que a la postre concluiría para siempre con el dominio de éstos en Italia.
La batalla de Taginae o Busta Gallorum16 El avance del ejército bizantino. Como se ha dicho, el ejército bizantino estaba concentrado en Salona, en Dalmacia. Existían dos posibilidades para acceder a los territorios ocupados por los ostrogodos, teniendo en cuenta que el objetivo final era Roma. El primero, más rápido, era el transporte por mar de las tropas, cruzando el Adriático. Esto acortaría enormemente la distancia a recorrer, aunque carecería del efecto sorpresa, ya que Totila esperaba la invasión por mar y había obrado en consecuencia, fortificando la costa en los lugares donde presumiblemente desembarcaría la expedición. Reforzaban la creencia de Totila las grandes dificultades que presentaba el camino costero, con numerosas desembocaduras de ríos, que lo tornaban de dif ícil tránsito17. 15 Bury, op. cit., pág. 253. Aunque, como ocurría frecuentemente (había pasado con Belisario), Germanus destinó fondos propios para el reclutamiento de sus soldados. 16 Como sucede en todo lo relativo a las llamadas “guerras de Justiniano”, la fuente más confiable son los ocho libros de Procopio de Cesárea. Es innecesario expresar que prácticamente todos los historiadores del periodo basan sus relatos en aquellos. Por tal razón, salvo cuando sea indispensable, no existirán citas directas de Procopio, para no alargar innecesariamente las notas. 17 Liddel Hart, op. cit., pág. 70.
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Narses tampoco podía emprender una expedición por agua, por carecer de suficientes embarcaciones para hacerlo18. Pero sí disponía de una gran cantidad de pequeñas embarcaciones, que destinó al cruce de los estuarios, bien embarcando a sus tropas en las mismas, bien armando con ellas puentes de fortuna, procedimiento al que más acudía por ser el que permitía el más rápido pasaje de sus hombres. Los pueblos y fortalezas que se encontraban en las proximidades de Venecia estaban ocupados por los francos, a quienes pidió paso benévolo, siéndole negado por cuanto en su ejército se encontraban soldados lombardos, acérrimos enemigos de aquellos. De todos modos, el evitar estos puntos fuertes lo alejó de Verona, donde lo aguardaba un lugarteniente de Totila, Teias19 (ilus 3). Desde Istria, el ejército bizantino llegó a Ravena, donde permaneció unos días, continuando luego hasta Ariminum (Rímini), y sin entrar en la ciudad giró hacia el oeste, tomando la Vía Flaminia que conducía a Roma. A unos kilómetros de allí, en Busta Gallorum, se dispuso a acampar. A unos veinte kilómetros, en Tagina (actual Gualdo Tadino, cerca de Gubbio), ya se encontraba Totila. Este había marchado hasta ese lugar desde las cercanías de Roma y esperaba con ansiedad que Teias se le reuniera con sus dos mil hombres, después de su encuentro fallido con los ostrogodos en Verona.
Ilustración 3. 18 Bury, op. cit., pág. 70. 19 Bury, op. cit., pág. 272; Evans, op. cit., pág. 177. Teias sucedió como rey de los ostrogodos a Totila, después de la muerte de éste en Taginae. Poco después, en dramática similitud, muere en la batalla de Monte Lactarius, derrotado también aquí por Narses. Con respecto a los mercenarios, se ha expresado que eran pagados “a precios de oro” (Lot, Ferdinand, L’Art militaire et les armées au Moyen Age en Europe et dans le Proche Orient, volumen I, Payot, París, 1946, pág. 38.
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La aproximación de Narres Las fuerzas enfrentadas Como sucedía generalmente, las fuerzas bizantinas estaban compuestas por guerreros bárbaros mercenarios y tropas procedentes del Imperio. En este caso, integraban las huestes de Narses unos 5.000 lombardos a las órdenes de Audoin, más de 3.000 hérulos, 4.000 gépidos, numerosos hunos y desertores persas20. Con relación a las tropas imperiales, no existe un número preciso, como tampoco para las tropas ilirias y tracias reclutadas directamente por Germanus y Narses, aunque es casi seguro que superaran en número a los extranjeros, cuya cantidad no excedía los 11.000. Por esta razón, puede estimarse en 25.000 la cantidad total de hombres a las órdenes de Narses21. En cuanto a los ostrogodos, se desconoce su número, aunque todos los autores coinciden en que era considerablemente menor al de los bizantinos. Sí puede decirse que, aproximadamente, la mitad de sus fuerzas eran de caballería, y eran “la flor de su nación, reforzados por varios cientos de mercenarios germanos que, en uno u otro momento, habían desertado de los ejércitos bizantinos para servir a órdenes de un líder en el cual reconocían al último de los reyes guerreros”22. Los comandantes. Narses, designado para llevar adelante esta campaña, había nacido hacia el año 478, de manera que, a la época de los acontecimientos que nos ocupan, tenía 74 años, una edad más que avanzada para la época. Desde el punto de vista militar, debe recordarse que se lo ha presentado como un “ávido y teórico estudioso de la guerra, que había tenido la oportunidad, durante el apogeo de primera campaña italiana de Belisario, de acreditar su habilidad en la práctica”23. Ya se ha dicho anteriormente que durante la fase mencionada, sus continuas discrepancias con los criterios de Belisario impulsaron a éste a obtener su relevo. De todos modos, se ha señalado que Narses tenía una excelente relación con sus comandantes, y que había mostrado sus cualidades tácticas24. Como se verá, tales cualidades quedaron no sólo demostradas en la planificación y desarrollo de la batalla que es objeto de este trabajo, sino en las que le siguieron, Monte Lactarius y Callinicum, especialmente esta última. 20 Bury, pág. 261/262. Lot, con su característica causticidad acota, con relación a estas cifras -tomadas todas de los relatos de Procopio- “a menos que Procopio no nos haya engañado dándonos cifras de fantasía” (op. cit., pág. 38, nota 2). 21 Evans establece dicha cifra en “no menos de 30.000 hombres” (op. cit., pág. 177). 22 Oman, op. cit., pág. 33. 23 Liddel Hart, op. cit., pág. 50. 24 Evans, op. cit., pág. 177.
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Ha sido, tal vez, Oman quien le rindió el tributo que merecía: “La batalla de Taginae (552), la cual significó el fin de la lucha, fue ganada por el eunuco Narses, el cual, pese a sus antecedentes como mero chambelán de la corte, mostró talentos militares no inferiores a los del propio Belisario...”25. En cuanto a Totila, es descripto como “un valiente y experimentado soldado, que había batido a los bizantinos en varios encuentros de menor cuantía y conocía acabadamente las tácticas y métodos de sus adversarios”26.
El terreno27 El campo de batalla propiamente dicho era una pequeña pradera, con pendiente, situada entre colinas, con una anchura de unos 3.000 metros de terreno apto para el movimiento de la caballería. En el extremo del ala derecha del ejército bizantino, ligeramente adelantada con relación a la posición de Narses, había una colina aislada, bastante empinada. Esta dominaba un camino que conducía a su cima y, de allí, a la retaguardia bizantina28. En la otra ala no existía paso practicable29.
El orden de batalla (véase Esquema I): Narses dispuso en el centro de su dispositivo a los lombardos, gépidos, hérulos y otros auxiliares bárbaros. Eran tropas de caballería, pero las hizo desmontar y formar como infantería, armadas con picas. En ambas alas, situó sus tropas regulares y a cuatro mil arqueros delante de cada una de ellas, que formaban en media luna con relación al centro. En cuanto a la colina del ala izquierda, emplazó en sus cercanías a 1.500 hombres de reserva, disponiendo que 500 de ellos debían participar allí donde la batalla lo requiriera y 1os 1.000 restantes aguardarían el momento oportuno para rodear el presumible ataque de la caballería ostrogoda tomándolos por la retaguardia30. 25 Oman, Charles, A History of the Art of War in the Middle Ages, Nueva York, Burt Franklin, 1924, pág. 32. Fuller dice que “el nombramiento fue bien acogido, puesto que Narsés era famoso por su generosidad y, en consecuencia, los condottieri acudieron presurosos a engrosar las filas de su ejército” (op. cit., pág. 370). Este autor considera, entre las ventajas del ejército bizantino, el “estar mandado por Narses”. 26 Oman, op. cit., pág. 32. 27 En las proximidades se libró, en el año 295 AC y en el marco de la tercera guerra Samnita, la batalla de Sentinum, entre la República Romana y las diferentes tribus samnitas y sus aliados, entre ellos, algunas tribus galas. Triunfaron los romanos y el lugar pasó a conocerse como Busta Gallorum (“tumba de los galos”). 28 Fuller, op. cit., pág. 372. Este autor señala que el campo de batalla estaba “a gran altura dentro de los Apeninos”. 29 Bury, op. cit., pág. 264. 30 Bury, , pág. 264.
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Decidido por una táctica defensiva, Narses elaboró un cuidadoso dispositivo. Tuvo en cuenta para ello varias circunstancias, que demuestran un conocimiento acabado del enemigo: en primer lugar, era consciente de la innata tendencia ofensiva de los ostrogodos, de manera que descontaba que serían ellos quienes tomarían la iniciativa de atacar. Por otra parte, conocía el desprecio que sentían los ostrogodos por la fragilidad de la infantería bizantina ante las cargas de caballería. Y ante ello, Narses urdió una celada: al hacer desmontar a los aguerridos jinetes bárbaros y formarlos como infantería en el centro hizo creer a Totila que tenía frente a sí a los infantes bizantinos, de bien ganada fama de flojos ante las cargas de caballería. Los arqueros, numerosos, se adelantaban en media luna, como quedó dicho, con relación al centro, de manera tal que podrían atacar por los flancos a los jinetes ostrogodos mientras eran detenidos a pie firme por el centro31.
Esquema 1.
31 Liddel Hart, op. cit., pág. 70. Oman recuerda lo opinado por Procopio, en el sentido de que la idea de Narses de hacer desmontar a los mercenarios obedecía más que a una razón táctica, a la desconfianza en la lealtad de aquellos, que si conservaban sus cabalgaduras podrían desertar o aun unirse al enemigo (op. cit., pág. 34). Si bien los mercenarios, por definición, no siempre pueden ser ejemplos de lealtad, el argumento no parece decisivo: ni la deserción, y menos aun, el pasarse al enemigo, tenía mucha relación con el hecho de estar montados o desmontados. Una u otra posibilidad no requería de caballos para consumarse...
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El dispositivo de Totila fue mucho más sencillo, concordante con la importancia que otorgaban los ostrogodos a la caballería: formó a ésta por delante de la infantería, compuesta principalmente por arqueros, que quedó relegada a una segunda línea.
La batalla -Fase I: El ataque ostrogodo y la defensa bizantina. Hacia el mediodía de la batalla32, Totila dio a su caballería la orden de atacar. Su propósito era lanzar una única, rápida y contundente carga, sin dilaciones ni distracciones, convencido como estaba de que el centro bizantino estaba compuesto por las despreciables tropas de infantería del imperio. La rapidez del ataque era también fundamental, porque Totila era consciente del efecto devastador de los arqueros que esperaban a ambos lado de la infantería, formando una especie de embudo. Había elegido el mediodía porque pensaba que en ese momento el ejército bizantino estaría comiendo, pero Narses había dispuesto que los hombres aguardaran el combate en sus puestos, sin abandonar sus armas, escudos y armaduras. El ataque fue frontal, directamente dirigido hacia el centro (Nº 1 en el esquema II). No se destacó fuerza alguna para tratar de neutralizar a los arqueros o al menos hostilizarlos para evitar que entraran decisivamente en el combate. Siendo así, con los bizantinos ya formando un semicírculo, el destino de la caballería ostrogoda estaba sellado. Totila dio una orden incomprensible: hizo que los jinetes sólo se armaran con sus lanzas... Tal como ocurriera ochocientos años después, en la batalla de Crécy, que presenta numerosas similitudes con la que comentamos, los jinetes ostrogodos se vieron dificultados en su avance por los cuerpos de quienes los precedían, que yacían, junto con sus caballos, víctimas de las flechas bizantinas. Los piqueros (Nº 2, II) resistieron a pie firme, mientras los arqueros de las alas (Nº 3, II) rociaban con una lluvia de flechas a los godos y la caballería de la izquierda (Nº 4, II), oculta hasta entonces en la colina, tomaba por la retaguardia a la caballería goda. Todo quedó reducido entonces a una enorme confusión, “y la batalla se transformó en una pelea cuerpo a cuerpo sobre un frente reducido”33 . 32 No existen datos ciertos sobre la fecha de la batalla, que se considera habría tenido lugar hacia fines de junio o principios de julio de 552 (Bury, op. cit., pág. 261, nota 4). 33 Oman, op. cit., pág. 35.
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Esquema 2.
Fue así que, al alcanzar las líneas principales enemigas, el ataque se encontraba definitivamente debilitado, tanto por la disminución de la cantidad de atacantes, como por la pérdida del ímpetu inicial, sobre el cual se basaba Totila. Nunca pudieron los ostrogodos lograr abrir una brecha entre los piqueros enemigos, pese a las varias horas de combate, luchado con denuedo y extrema valentía por una y otra parte. Mientras tanto, la infantería ostrogoda se abstuvo de avanzar ante la nube de flechas que la amenazaba desde ambos flancos y el temor de quedar envueltos por la caballería de la extrema izquierda bizantina. • Fase II: El contraataque bizantino. Al advertir lo insostenible de la situación para los ostrogodos, quienes ya comenzaban a insinuar la retirada, cuando ya iba atardeciendo Narses ordenó cargar a su caballería (Nº 2, esquema III), que no había entrado en combate y que, por lo tanto, se encontraba en inmejorables condiciones para intervenir contra un enemigo debilitado en número, cansado y sobre todo desmoralizado. Ante la carga de los bizantinos (esta vez quienes intervenían ya no eran mercenarios sino tropas procedentes del Imperio), los ostrogodos comenzaron a huir, transformando su retirada en desbande (Nº 1, esquema III).
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Esquema 3.
• Fase III: La derrota de los ostrogodos. La caballería ostrogoda volvió grupas y, al retroceder en tales condiciones, lo hizo llevándose por delante su infantería (Nº 3, esquema III), que no le abrió sendas para que franquearan sus líneas, para luego cerrarlas y enfrentar el avance enemigo, sino que fue atropellada por los que huían, a los que se unieron quienes no habían sucumbido en medio de la confusión. El campo quedó sembrado de cadáveres (la estimación fue de 6.000 muertos ostrogodos, en la batalla; los numerosos prisioneros fueron ultimados, en especial por los lombardos, frente a lo cual Narsés tomó la precaución de licenciarlos de inmediato, no sin antes pagarles sus jugosos emolumentos. En cuando a las bajas bizantinas, no se sabe a ciencia cierta su cantidad, aunque puede asegurarse que han de haber sido muy inferiores a las de Totila). Totila murió podo después de la batalla, presumiblemente en Caprara. Al respecto, hay dos versiones: según Procopio, habría recibido heridas al principio de la batalla, lo cual explicaría el fracaso ostrogodo por la ausencia de su liderazgo. Otra afirma que abandonó ileso el campo de batalla, pero que fue alcanzado por un reducido escuadrón bizantino, siendo herido de muerte en tal ocasión.
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Lo que dejó la batalla La mayoría de los autores coinciden en que en esta batalla, el dispositivo de Narses fue novedoso, tanto, que es necesario avanzar ochocientos años para encontrar algo similar: la batalla de Crécy (1346), en la primera fase de la Guerra de los Cien Años, cuando las huestes inglesas de Eduardo III vencieron a los franceses y sus aliados de manera aplastante. ¿Cuál es tal similitud? La adopción de una táctica defensiva basada en el conocimiento de los hábitos ofensivos enemigos, preparando una posición fuerte, donde se combinan las picas, blandidas por jinetes desmontados, y arqueros. Por eso se ha dicho que “... el general eunuco había adoptado un orden de batalla que parece haber sido de su propia invención; hasta el momento no había sido utilizado por ningún otro general en esa época”34. Lo realmente notable es que Narses parece haber adoptado este dispositivo por su profundo conocimiento del enemigo, tanto de su propensión al ataque à outrance, como de su creencia acerca de que la infantería bizantina no podría resistir el embate de una caballería aguerrida y tenaz. En esto, el general bizantino hizo honor a uno de los rasgos que preconizaron los grandes autores militares bizantinos, con Mauricio y su Strategikon a la cabeza: el conocimiento profundo del enemigo, de sus tácticas y de sus costumbres. Narses, con una extraordinaria simplicidad, hizo uso de sus recursos de una manera acertada y juiciosa: por un lado, emplazó sus tropas más aguerridas en lo que sería el centro de gravedad del ataque enemigo -es decir, el centro de su dispositivo-, concentrando al mismo tiempo fuerzas que serían decisivas en el desarrollo de la batalla allí donde su presencia fue más eficaz: los arqueros en las alas, formando media luna con el centro. No caben dudas, también, de que con la maniobra de desmontar sus tropas y hacerlas pasar por una infantería de inferior calidad a los ojos del enemigo, consiguió una sorpresa de la que los ostrogodos no pudieron reponerse.
34 Oman, op. cit., pág. 33/34. Nuevamente cáustico, Lot acota que la afirmación de Oman puede ser de “cierta temeridad”, ya que “estamos tan mal informados de la Antigüedad” . Lo cual no le impide decir que el “rasgo de genialidad de Narses”, es decir, el empleo en el centro de la caballería desmontada, fue lo que aseguró su victoria, más allá de la superioridad numérica de sus fuerzas (op. cit., pág. 38).
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Bibliograf ía Baynes, N. H., El Imperio Bizantino, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición, 1951. Bury, J. B., History of the Later Roman Empire: From the Death of Theodosius I to the Death of Justinian, Volumen II, New York, Dover Publications, 1958. Chassin, L.M., Bélisaire – Généralissime Byzantin, París, Payot, 1957. Delbrück, Hans, History of the Art of War, Vol. III, Medieval Warfare, Westport, Nebraska University Press, 1990. Diehl, Charles, History of the Byzantine Empire, Princeton, Princeton University Press, 1925. Eggenberger, David, An Encyclopedia of Battles, New York, Dover Publications, 1985. Evans, J.A.S., The Age of Justinian: The Circumstances of Imperial Power, Londres, Routledge, 2000. Fuller, John F.C., Batallas decisivas del mundo occidental y su influencia en la historia, Vol. I, Barcelona, Luis de Caralt Ed., 1961. Gregory, Timothy E., A History of Byzantium, Oxford, Blackwell Publishing, 2005. Haldon, John, Byzantium at War AD 600-1453, Londres, Routledge, 2002. Liddell Hart, B. H., Strategy, Segunda Edición Revisada, Londres, A Meridian Book, 1991. Lot, Ferdinand, L’Art militaire et les armées au Moyen Age en Europe et dans le Proche Orient, volumen I, París, Payot, 1946. Oman, Charles, A History of the Art of War in the Middle Ages, New York, Burt Franklin, 1924. Procopio De Cesarea, History of the Wars, Books V. and VI, The Gothic War, edición digital, Project Gutenberg, http://www.gutenberg.org/etext/20298. Historia de las Guerras, Libros VII y VIII, Madrid, Gredos, 2007.
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Alejandro Nazar Anchorena. Ingeniero Civil. Entre sus trabajos de Investigación realizados se cuentan: Malvinas. Causas que llevaron a la decisión del 2 de abril (Museo Histórico Nacional, 2005); La batalla de San Carlos (Museo Histórico nacional, 2006); Napoleón. Campaña de 1815, (Escuela Superior de Guerra, 2006 –inédito-); El ejercicio del mando en la batalla de Arbelas (Escuela Superior de Guerra, 2006); La Guerra Ruso-japonesa 1904-1.905, (Escuela Superior de Guerra, 2005 –inédito-); y El ejercicio del mando en la Guerra Rusojaponesa (Escuela Superior de Guerra, 2007 –inédito-).
Los Ejércitos Europeos y las Cruzadas Ing. Alejandro Nazar Anchorena
Antecedentes Cuando el Islam se expandió en el siglo VII y avanzó sobre el imperio de Bizancio, ocupando Palestina y Siria, lo hizo respetando la vida y costumbres de los pueblos y comunidades existentes. El peregrinaje a la Ciudad Santa por parte de los cristianos fue permitido. Por otra parte, Bizancio pudo conservar Anatolia, verdadero corazón del Imperio, por lo que el estado de situación era más que aceptable para sus líderes, alcanzándose algunos acuerdos para facilitar el acceso de los peregrinos. En el siglo XI, una nueva amenaza se cernía sobre el imperio Bizantino. Eran los turcos seléucidas, de religión mahometana, pero no árabes. Vinieron desde el norte -desde el Cáucaso-, e invadieron Siria y Palestina, amenazando ocupar la propia Anatolia. Con su llegada, la situación de Jerusalén cambió drásticamente: se incendiaron iglesias, mataron a clérigos y capturaron peregrinos. Pero al tiempo se debió reconocer que gran parte de la riqueza de la ciudad provenía de los peregrinajes por lo que se permitió, aunque de mala, gana la continuación de los mismos. El problema mayor era otro, pues los nuevos invasores eran una amenaza mortal para Bizancio. El emperador Romano Commeno IV armó un poderoso ejército para expulsar a los turcos de Asia Menor, pero fue completamente derrotado y muerto en Manzikert en el año 1071, batalla en la cual Bizancio perdió sus mejores tropas. Tras la derrota, parecía que llegaba el final del Imperio. Mientras los habitantes de Constantinopla podían ver con sus propios ojos del otro lado del Bósforo a las tropas turcas, se enteraban de que los normandos les arrebataban Sicilia. Pero Bizancio iba a reaccionar milagrosamente, como lo hizo a lo largo de toda su historia, gracias a la llegada al poder de un nuevo emperador, Alejo I Constantino (1081-1118), quien solicitó al Papa ayuda para enfrentar el peligro desde el Este.
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En principio, sólo deseaba el envío de algunos centenares de caballeros cuya fama de buenos guerreros había llegado incluso a Anatolia, donde habían combatido exitosamente con fuerzas mahometanas que, sistemáticamente, agredían a los peregrinos cristianos a Jerusalén. El interés del Emperador estaba basado precisamente en la protección del Imperio de Oriente contra estas fuerzas. Recién en 1095 respondió el Papa al llamado, pero dirigiéndolo hacia la liberación del Santo Sepulcro, cuyo acceso estaba prohibido por los nuevos mandos mahometanos. En el Concilio de Clermont, el 27 de noviembre de 1.095, Urbano II proclamó la guerra a los mahometanos para liberar el Santo Sepulcro y la Tierra Santa. “Convocó a los caballeros de Cristo a tomar parte en una guerra de liberación. Los cristianos de Oriente debían ser liberados de las condiciones humillantes y brutales a las que los musulmanes los tenían sometidos”1 Nunca había habido en Occidente una situación similar. En un mundo donde la fe era común a todos los reinos, por vez primera existía un proyecto superador a las históricas rencillas que, por arrebatar algunos cientos de kilómetros cuadrados a los reinos, dividían a la cristiandad. Lo que el Papa pedía era una tregua entre las naciones para poder, todos juntos, unir fuerzas en pos de un proyecto común. Quienes abrazasen la causa tendrían la salvación de sus pecados; quienes efectuasen el largo viaje tendrían sus propiedades protegidas por la Iglesia. Todos podían participar de esta aventura. Ricos y pobres; civiles y militares; nobles y plebeyos. Todos alcanzarían el perdón de sus pecados, ya sea porque volvían como peregrinos, o como mártires. Quien no podía ir, debía contribuir económicamente. En todas las ciudades, miles de individuos tomaban la cruz y se comprometían públicamente en esta aventura única en la historia europea. Muchos estudiosos consideran que otros motivos materiales favorecieron la Cruzada, entre ellos el exceso de población en Europa, la hambruna de 1094, la excesiva subdivisión de los feudos, el interés de los comerciantes venecianos en expandirse hacia Oriente. Pero hay un reconocimiento de que el verdadero motivo era el religioso.2 El resultado consistió en un peregrinaje armado hacia Jerusalén. Muchos años después, pasó a la historia con el nombre de la Primera Cruzada. Pedro 1 Madden, Thomas, Cruzadas, la verdadera historia, Buenos Aires, Lumen, 2005, pág. 24. 2 Montgómery, Historia del Arte de la Guerra, Madrid, Aguilar, 1969, pág. 175.
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“El Ermitaño” y cientos de monjes predicaron por toda Europa la propuesta del Papa. Los “cruzados”, como pasaron a llamarse estos guerreros por la túnica en donde llevaban bordada una cruz de diferentes colores, acorde con su nacionalidad, provinieron principalmente de Francia, y minoritariamente de Alemania, Flandes e Inglaterra. Es por ello que también se los denominó “Francos”. 1- La Cruzada de los Príncipes El primer problema a resolver era el traslado de esa inmensa cantidad de hombres y mujeres a través de Europa. Estaba claro que si viajaban todos juntos, se iba a producir la devastación del territorio donde se desplazasen. Se estima que se movilizaron más de 100.000 peregrinos. Se pusieron en marcha el día de la Ascensión de 1096, (15 de agosto) y avanzaron por cuatro trayectos, hasta converger en Constantinopla, con gran preocupación del emperador Alejo, que temió que ese ejército de varias decenas de miles de hombres conquistase la ciudad y el Imperio.3 Siendo la primera experiencia de la integración de un ejército con tantas nacionalidades, el ensamble del mismo dejó mucho que desear. Fuller4 considera que, más que de ejército, se debería hablar de una Confederación de Ejércitos, organizados en cuatro grupos, con mandos independientes, según el origen de los mismos. El primer grupo estaba integrado por Godofredo de Bouillon, duque de Lorena, con su hermano Balduino. Estaba formado por caballeros de la Lorena. Se dirigió a Constantinopla a través de Alemania y Hungría. El segundo grupo estaba compuesto por caballeros normandos septentrionales, comandados por Hugo de Vermandois, que llevaba el estandarte papal, Estéfano II de Blois, cuñado del rey Guillermo II de Inglaterra, por el conde Roberto II de Flandes y por Roberto II de Normandía. Se dirigió a Constantinopla vía marítima, partiendo desde Bari. El tercer grupo lo componían los caballeros normandos meridionales a cuyo frente se encontraba Bohemundo de Tarento. Tras reunirse con los normandos septentrionales partieron juntos hacia Constantinopla.
3 Madden, Thomas, Cruzadas, la verdadera historia, Buenos Aires, Lumen, 2005, pág. 39. 4 Fuller, J.E.C., Batallas decisivas del Mundo Occidental, Barcelona, Caralt, Volumen I, p 468.
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El cuarto grupo estaba compuesto por caballeros provenzales dirigidos por Raimundo de Tolosa, a quien acompañaba Ademar de Le Puy, legado pontificio y jefe espiritual de la expedición. Este contingente se dirigió a destino atravesando Eslovenia y Dalmacia. Era el contingente más numeroso y lo integraban 1.200 caballeros y 8.000 hombres de armas. Todos ellos tomaron la cruz y se juramentaron a llegar al final del camino o a morir en el intento. El total de las tropas que pasaron a Asia sería de unos 30.000 hombres de armas y 5.000 caballeros, cifra pocas veces vista en aquella época. Este inmenso ejército estaba conducido por los familiares directos de los reyes de Europa. Durante su peregrinaje, debían integrarse para enfrentar a los infieles en un ejército compacto, hombres que estaban guerreando entre sí durante décadas. El emperador Alejo, desconfiando de las intenciones del Papa, les exigió a los jefes cruzados, en cuanto arribaron a Constantinopla, un juramento de obediencia a su persona, de tal manera que los territorios que conquistasen y que antiguamente hubiesen pertenecido al Imperio de Bizancio le fueran reconocidos. A cambio de esto, les prometió ayuda. El tema era complejo, pues si bien era claro en el caso de algunas ciudades como Nicea, ubicada a 70 kilómetros de Constantinopla y perdida hacía sólo 20 años, no lo era en el caso de Jerusalén, que estaba en poder de los sarracenos desde el año 638. Si bien muchos nobles, como Raimundo de Tolosa, se rehusaron a hacerlo, Godofredo de Bouillon sí lo hizo, pues entendió que lo que había que hacer era avanzar y no perder tiempo en discusiones. El juramento de vasallaje era una costumbre exclusiva de los señores feudales de Occidente. Era pública y solemne. En ellas, el vasallo colocaba sus manos entre las de su señor. No había forma de echarse después atrás.5
La cruzada del pueblo Es de señalar que Pedro el Ermitaño había iniciado la cruzada por su cuenta, encabezando un contingente de peregrinos y soldados que, partiendo de Colonia en agosto de 1096, llegó a Constantinopla meses antes de que el grupo principal. Impacientes ante la demora del grueso, y sin posibilidades económicas para alimentar a la multitud de peregrinos en los mercados de Constantinopla, cruzaron los Dardanelos e ingresaron en territorio de los Seléucidas. En este grupo de peregrinos iban 300 caballeros, cifra que se consideró suficiente como protección. Pero había un problema, y este era la falta de liderazgo militar, algo que no podía exigírsele a Pedro. Se considera 5 Hindley, Geoffrey, Las Cruzadas, Barcelona, Vergara, 2004, pág. 57.
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que en total los peregrinos, que pasaron a ser conocidos como la “Cruzada de los pobres”, alcanzaban a 20.000 hombres entre civiles y militares. Imprudentemente, se aproximaron demasiado a la ciudad de Nicea, con intenciones de conquistarla, cayendo en una emboscada, y fueron masacrados. Luego, los turcos se dirigieron al campamento, asesinando a las mujeres y niños. Sólo se salvó el 15% de los peregrinos, que se incorporaron al grueso de los cruzados.
Ilustración 1.
La campaña de la Primera Cruzada Nicea Finalmente, cruzaron hacia Anatolia. El 6 de mayo de 1.097 se puso sitio a Nicea, ciudad que estaba ubicada en la costa del lago Ascanio, de 200 kilómetros cuadrados. La ciudad estaba protegida por una muralla de tres kilómetros de longitud y diez metros de altura. Un total de 114 torres aumentaban el poderío de sus defensas. Esta ciudad era muy cara a los sentimientos cristianos, pues fue allí donde, en el año 325, se efectuó el primer Concilio y donde se había redactado “la primera manifestación de fe conocida como el “credo Miceno”.
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Los cruzados iniciaron el asedio por el lado de tierra firme, es decir por el norte, este y sur de la ciudad con la ayuda de 2.000 soldados bizantinos, al mando de Titiakos. Kilj Arshan, el gobernante seléucida de la región, al comienzo le restó importancia a la nueva invasión y cuando ésta ocurrió, estaba a centenares de kilómetros, combatiendo con otros gobernantes seléucidas. Pronto debió regresar para intentar romper el cerco de la ciudad. El día 16 atacó a las fuerzas de Raimundo de Tolosa, pero fue rechazado. La oportuna llegada de Godofredo de Bouillon, que cargó contra las tropas sarracenas, permitió obtener una victoria decisiva, que marcó para siempre el valor y el profesionalismo de los cruzados, y especialmente el poderío de su caballería.6 El rechazo de la fuerza de relevo desanimó notablemente a los defensores. El 17 de junio, el Emperador atacó con barcos el lado oeste de la ciudad, es decir desde el lado del lago, mediante embarcaciones que trajeron a través del estrecho por tierra. Ahora los defensores debían cubrir dos frentes de ataque, y sucumbieron. Finalmente se rindieron ante el Emperador el día 19. De acuerdo con lo convenido con Alejo, Nicea fue entregada a Bizancio. El día 26 los cruzados continuaron su peregrinaje.
Dorileum El 1 de julio de 1097, cerca de Dorileum tuvo lugar la primera gran batalla de los francos contra las tropas seléucidas. La batalla fue el resultado de una accidental división de las columnas cruzadas por motivos logísticos, que permitió al general Kilij Arslam I sorprender al campamento de Bohemundo de Taranto y atacarlo con su caballería liviana, integrada principalmente por arqueros. Bohemundo disponía de una fuerza de 500 caballeros con unos 6.000 hombres de armas. Iban acompañados por una cifra indefinida de varios miles de peregrinos. Habían acampado en la orilla del río Timbres. El gran ejército turco, al mando de Kilij Arslam, había marchado con diez mil jinetes para enfrentar a los cristianos, suponiendo que las tropas de Bohemundo eran el total de los peregrinos. El día 30 se habían producido pequeñas escaramuzas entre ambas fuerzas, a pesar de lo cual los cristianos demoraron en formar en batalla. Al amanecer, la caballería turca atacó el campamento cristiano. La sorpresa fue total. 6 Hindley, op. cit., pág. 59.
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Bohemundo mandó pedir auxilio a los otros jefes cristianos, a la vez que ordenó montar a los caballeros; pero sus cargas, descoordinadas, no tuvieron éxito. Una lluvia de flechas caía sobre el campamento cristiano, hiriendo a todo aquel que no estuviese protegido con armadura. Visto el fracaso de la carga, Bohemundo ordenó desmontar a sus caballeros y quitarse las espuelas, con lo que se formó una falange en torno a la cual se reagruparon sus fuerzas. La moral subio entre la tropa, pues los caballeros iban a vencer o morir con ellos. El hostigamiento sarraceno se intensificó y las saetas continuaban matando hombres, mujeres, ancianos y niños. El primero en llegar fue Godofredo, que lo hizo cerca del mediodía, al frente de 50 caballeros que cargaron a los turcos de flanco. El refuerzo era insuficiente y muchos caballeros cayeron antes de alcanzar las filas de Bohemundo. Los sarracenos volvieron a cargar y empujaron a los cristianos contra el río, cuyas costas pantanosas frenaban a los atacantes. Los cristianos llevaban ya siete horas combatiendo cuando llegaron más refuerzos, lo cual permitió pasar al contrataque. Con los refuerzos, se formó una línea de batalla, donde los príncipes combatieron juntos por vez primera. Allí estaban Bohemundo, Tancredo, Roberto de Normandía, y Esteban de Blois en el ala izquierda. Raimundo y Roberto de Flandes en el centro, mientras que en la derecha, Godofredo. Al grito de “Deus le volt” (Dios lo quiere), la caballería cristiana cargó contra la caballería sarracena, que, una vez repuesta de la sorpresa, continuó su hostigamiento.7 La llegada de la caballería de la otra columna cruzada, al mando de Ademar de Le Puy, Nuncio papal, y que atacó a los turcos por retaguardia, transformó una derrota incipiente en una gran victoria. Los cristianos dispusieron del tesoro de Kilij Arslan I. Se considera que el ejército cristiano llegó a los 12.000 hombres, y a 25.000 los seléucidas. Las pérdidas cristianas alcanzaron los 4.000 hombres, contra 3.000 de los sarracenos. A partir de entonces, el camino estaba expedito para avanzar hacia Antioquía, en un recorrido que les llevaría tres meses, sufriendo las penalidades del verano. Esta batalla tuvo un sentido especial para los cristianos, pues daba sentido moral al “peregrinaje armado”. Se había derrotado a un enemigo po7 Hay otra versión más prosaica sobre el grito de los cruzados al cargar, más vinculada a la fortuna que ganarían con la victoria.Ver Wilkipedia, The Battle of Doryleum (19/8/2008).
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deroso que utilizaba tácticas desconocidas y que había atacado por sorpresa. La batalla les dejó dos grandes enseñanzas: la primera, que había que proteger a los caballeros de la caballería ligera sarracena. Para ello era necesario recurrir a la infantería. La segunda lección era que había faltado unidad de mando. Bohemundo pasó a ser el jefe del ejército y se unificó el mando. El resultado práctico de esta batalla fue la creación del estado latino de Edesa, proclamándose Balduino conde de Edesa. Los cristianos fueron respetados como una poderosa fuerza militar y no volvieron a ser molestados en su cruce por Anatolia.
La conquista de Antioquía La campaña continuó con bastantes problemas, motivados por enfermedades y rivalidades entre los jefes. A medida que se avanzaba por Anatolia con un ejército tan numeroso, los problemas logísticos aumentaban desmesuradamente. El alimentar a este ejército era, de por sí, un problema; el otro lo era el territorio fragoso y hostil que atravesaban. El próximo objetivo era Antioquía, a orillas del río Orontes. La ciudad fue objeto de un largo asedio que se inició el 21 de octubre de 1097. Parecía una aventura que culminaría en desastre, pues las defensas de la ciudad parecían inexpugnables. Una extensa muralla exterior rematada por numerosas torres protegía a la ciudad, mientras que una segunda muralla más poderosa separaba la ciudadela militar del sector civil. Para complicar más la situación, la única manera de alcanzar Antioquía por la ruta norte que utilizaron los cristianos, era a través del denominado “Puente de hierro”, cruce sobre el caudaloso río Orontes, protegido por una fortaleza. El día 20 Roberto de Normandía encabezó el asalto utilizando la técnica de la “tortuga”, o “testudo” romano.8 Esta técnica consistía en avanzar hacia las murallas protegidos de los disparos de flechas que provenían de las murallas en formación cerrada, donde los soldados del centro colocaban los escudos sobre la cabeza, mientras sus compañeros ubicados en el frente y laterales los protegían colocándolos en posición vertical. Al día siguiente se dio comienzo al asedio. El ejército cruzado se ubicó del lado este del río, enfrentado con la muralla ubicada en la otra orilla, mientras que una fuerza cubría el sector norte. El asedio prometía ser largo, por lo
8 Según Hindley, esta técnica le fue explicada a Roberto por medio del obispo Ademado, lo cual muestra la influencia de la Iglesia en cuestiones militares. Ver Las Cruzadas, pág. 63.)
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que se envió una fuerza hacia el sur por el fértil valle del Orontes, para liberar el puerto de San Simeón y permitir la llegada de los barcos cristianos. Fueron necesarios varios enfrentamientos y algunas batallas para convencer a los turcos de que, por el sur, no era posible el relevo. En el mes de diciembre, un ejército de relevo proveniente de Damasco fue derrotado por los cruzados al mando de Bohemundo y Roberto de Flandes. No se intentó tomar la ciudad. Se prefirió esperar que algún traidor permitiese el ingreso de los atacantes. Esto, que parece extraño, era una de las formas más comunes de conquistar fortalezas en aquellos tiempos.9 El asedio a la ciudad resultó sumamente penoso. Los cristianos tuvieron inmensos problemas para el avituallamiento de un ejército tan numeroso. Los alimentos debían venir desde las islas de Rhodas o desde Chipre, o bien desde lejanos mercados de Siria. Esto los volvía sumamente caros. Los jefes y caballeros no solían tener problemas de alimentos, pero sí los soldados, que carecían de recursos. Cuando los meses avanzaban se recurrió a comerse los propios caballos, e incluso se comenta en los libros consultados que hubo casos de canibalismo entre la tropa, a expensas de los turcos. Los caballeros, en cambio, decidieron soportar estoicamente la situación. Para la Navidad comenzaron las deserciones. Esteban de Blois consideró perdida la causa y regresó a Constantinopla; mientras que el pequeño ejército de Bizancio se retiró hacia el norte para ocupar los vacíos territorios que habían conquistados los cruzados. A medida que avanzaba el invierno, los cristianos se quedaban cada vez más solos, rodeados por un enemigo que se comenzaba a reagrupar. Finalmente, logrando la complicidad de un oficial de la guarnición, los cruzados ingresaron al recinto exterior, mientras los defensores permanecían en la ciudadela ( 3 de junio de 1098), pero fueron imprevistamente objeto, a su vez, de un duro asedio mahometano de un ejército de relevo al mando del atabeg10 de Mosul, Kerbogha, que los puso en situación de derrota. Diezmados por el hambre y las enfermedades, y aprisionados entre dos fuerzas enemigas, parecía que los cruzados estaban ya derrotados. Incluso dos fuerzas de relevo que se dirigían hacia ellos, los abandonaron al dar por caída la posición. 9 Raimundo aconsejaba el asalto directo, mientras que Bohemundo se oponía. Tenía sus razones, pues de ser exitoso el ataque, la ciudad sería del noble más poderoso, que era Raimundo-El deseaba Antioquia para sí. Ver Madden, op. cit., pág. 46. 10 Atabeg: Originalmente, un regente turco. Llegó a significar “gobenante”. Mosul rendía en esa época vasallaje a Damasco. Ver Madden, Cruzadas…
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Todo parecía encaminarse al desastre cuando un insignificante monje, Pedro Bartolomew, le comunicó a Bohemundo que había tenido un sueño donde el propio San Andrés le había indicado el lugar donde estaba enterrada la lanza con que fue muerto Cristo. Nunca se sabrá si fue real o no el sueño, o bien si fue todo un montaje de parte de Bohemundo, lo cierto es que, en una solemne ceremonia, fue excavado el lugar señalado y una mohosa punta de lanza fue encontrada ante la emoción de los presentes. La aparición de la “Santa Lanza” cristiana provocó un entusiasmo entre las tropas, que llevó a Bohemundo a presentar batalla el 14 de junio contra el ejército de Kerbogha. Los cruzados a los cuales les quedaban sólo 600 caballos, pues los restantes habían sido comidos, salieron por la puerta principal de la ciudad llevando como estandarte de batalla la Santa Lanza, cuyo descubrimiento era de conocimiento incluso del enemigo. El jefe musulmán no hizo caso a sus comandantes, que le aconsejaron cargar antes de que se desplegara la caballería cruzada, prefiriendo atraerla hacia un terreno más fragoso donde esta tuviera problemas para operar, mientras la acosaba con su caballería ligera provista de arqueros. Bohemundo completó su despliegue en siete divisiones y cargó directamente contra los mandos árabes. A pesar de voltear al portaestandarte que llevaba la “Santa Lanza”, el empuje de la caballería cristiana fue imparable. Bohemundo obtuvo una victoria decisiva, que los cruzados otorgaron con justicia a la participación divina. Se considera que el total de tropas cristianas que participaron en el sitio alcanzó las 25.000 plazas, siendo los seléucidas el triple. Las pérdidas de ambos bandos son desconocidas.
Jerusalén Luego de seis meses de reorganización, el ejército marchó hacia Jerusalén, recibiendo importantes refuerzos que llevaron su poderío a los 12.000 hombres. La ciudad tenía un gobernador, Fatimí, quien se aprestó con tiempo a la defensa, expulsando previamente a los habitantes cristianos. El 7 de julio, los cruzados sitiaron la Ciudad Santa, y la conquistaron el día 15. Previo al asalto, el día 8, el ejército cristiano desfiló frente a las murallas. Pero no lo hizo en formación de batalla, sino descalzo, desarmado y entonando cánticos. Llegaron así hasta el Huerto de los Olivos, donde Pedro “el ermitaño” pronunció un sermón para alentarlos en la etapa final. 11 11 Madden, Thomas, op. cit., pág. 55.
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Los reinos latinos de Siria, circa 1.100Reino de Jerusalén Principado de Antioquia. Condado de Edesa. Condado de Trípoli
Ilustración 2.
La noche del 13 al 14 los cruzados avanzaron hacia las murallas, llevando el material de asalto integrado por dos torres que atacaron dos sectores opuestos de las murallas. A la tarde del díaCCC 14, la torre de Raimundo atacó la muralla, pero fue rechazada. El 15, la otra torre, de Godofredo, tuvo éxito al superar a los defensores de la muralla, y lograr abrir una de las puertas de la ciudad, permitiendo el ingreso de los demás cristianos. Existe una tradición árabe que señala que todos sus habitantes fueron pasados a cuchillo, lo cual es parcialmente correcta.12 Con la recuperación de Jerusalén, surgió el problema de cómo encarar la defensa de los territorios. Bizancio reclamó la devolución de lo conquistado, pero los cruzados se opusieron. Habían recorrido demasiado camino y soportado grandes sufrimientos para renunciar a lo conquistado. Se 12 Hindley, Geoffrey, op. cit., pág. 75.
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crearon el Reino de Jerusalén, los condados de Trípoli y Edesa y el Principado de Antioquia. La corona de Jerusalén fue ofrecida a Raimundo de Tolosa, quien la rechazó, diciendo que no podía ser rey en el reino de Cristo. Como llegaron noticias de que los fatimíes estaban organizando un fuerte ejército y marchaban sobre Jerusalén, los nobles no perdieron tiempo y ofrecieron la corona a Godofredo, por cuanto sus tropas fueron las primeras en entrar en la ciudad. Godofredo también la rechazó, aceptando sólo ser el “protector del Santo Sepulcro”.13 Luego de resolver el problema de la unidad de mando, los cristianos marcharon sobre Ascalón, sorprendiendo y derrotando al ejército egipcio el día 11 de agosto. Godofredo cayó gravemente enfermo al año siguiente y los nobles eligieron sucesor a su hermano Balduino quien asumió como Rey de Jerusalén. Este rey expandió el reino conquistando Acre (1104), Beirut (1110), y Sidón (1111).
Las Cruzadas de 1101 y 1102
Ilustración 3. Recorrido de las cruzadas de 1101 y 1102.
13 Fuller, op. cit., pág. 469. | 120
Los ejércitos europeos y las Cruzadas
El éxito de la primera cruzada provocó en Europa un entusiasmo arrollador. Había llegado el momento de defender y colonizar el reino. Miles de caballeros y simples peregrinos marchaban hacia Jerusalén. Las repúblicas de Venecia y de Pisa apoyaron oficialmente el proyecto, construyendo flotas que permitieron desarrollar el comercio. Pero para comerciar era necesario conquistar las ciudades de la costa de Palestina, y los italianos colaboraron en la empresa enviando más de 200 galeras, con un numeroso contingente de soldados, lo que permitió tomar Haifa. Un ejército de nuevos cruzados, la mayoría lombardos, se dirigió por Anatolia siguiendo el recorrido de la primera cruzada. Esteban de Blois, que había desertado ante Antioquía, fue obligado por el Papa a cumplir su juramento y marchar con el nuevo ejército. Pero, igual que Tancredo, fueron sorprendidos por los sarracenos y derrotados esta vez completamente. Sólo escaparon con vida Esteban y un puñado de seguidores. La derrota aumentó el carácter épico de la primera campaña.
La guerra contra los Fatimidas Balduino es considerado con justicia el creador del reino de Jerusalén. El 7 de septiembre de 1.101 obtuvo una brillante victoria contra los ejércitos egipcios en Ramla, (Ramleh), cerca de Ascalón. Los cristianos sumaban 260 caballeros y 900 auxiliares, mientras que los fatimíes, cerca de 10.000. Las dos primeras divisiones cristianas se dieron a la fuga, y el rey simuló hacerlo con la caballería, para luego “dar caras” y destrozar al sorprendido ejército egipcio. Al año siguiente, Balduino se confió y se encontró rodeado por poderoso ejército fatimida, nuevamente en Ramleh. Él sólo disponía de 500 caballeros. No teniendo forma de escapar, los cristianos cargaron dispuestos a vender caras su vidas, pereciendo la mayoría de ellos. Balduino logró refugiarse en la torre de la ciudad hasta recibir refuerzos, terminando por derrotar a sus enemigos. En una de estas cargas cayó heroicamente Esteban, que logró de esta manera salvar su honor, mancillado por su actitud en Antioquia. Los ejércitos fatimidas estaban integrados por arqueros sudaneses apoyados por caballería provista de lanzas y espadas. En el año 1105 hubo una tercera batalla en Ramla, quizás la más sangrienta, y donde los egipcios fueron apoyados por arqueros turcos. La presencia de estos jinetes complicó los planes de Balduino, quien debió recurrir a la infantería para proteger a sus caballeros. Finalmente, tras largas horas de combate, logró la victoria.
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2. La estrategia durante las cruzadas Es común, por muchos historiadores modernos, subestimar el análisis estratégico de las Cruzadas y el inmenso esfuerzo que fue, en primer lugar, que cuatro ejércitos con decenas de miles de hombres atravesasen Europa y coincidiesen sobre Constantinopla en tiempo y forma. Si recordamos que, hasta el año anterior, esos reinos combatían entre sí, y que ahora cerraban filas tras una única bandera, podemos reconocer la grandeza del plan del papado. Hasta ese momento, era la figura del arzobispo Ademar de Le Puy, la verdadera cabeza de la expedición. Luego, a medida que se enhebraban las victorias de Nicea, Dorilea y Antioquia, el mando fue pasando al normando Bohemundo de Tarento, el jefe más eficiente. La decisión de atravesar Anatolia por la ruta interior, fue también una decisión estratégica que permitió alejar a los seléucidas de Constantinopla, conquistando ciudades y reinos como Edesa, que protegieron las espaldas del ejército cristiano. Recién al caer Antioquia, se siguió la ruta de la costa, lo cual permitió ser avituallados por las flotas veneciana y genovesa. Tras la conquista de Jerusalén, debió plantearse una nueva estrategia para la defensa. Habiéndose roto de hecho las relaciones con Bizancio, había que desarrollar la ruta del Mediterráneo. Es así que se fueron conquistando a comienzos del siglo XII las ciudades costeras. La nueva estrategia se basará en la defensa de una faja del territorio de Palestina apoyada en las ciudades costeras y protegida de los ataques de los mahometanos por una cadena de fortalezas.
El apogeo de la caballería Una vez que se conquistó Jerusalén, buena parte de las tropas, las de moral más alta, se retiraron y volvieron a Europa, obligando a replantear la defensa de los nuevos reinos conquistados. Un punto a favor de los europeos lo dio la superioridad de su caballería pesada con respecto a la caballería musulmana. Los caballeros cruzados, con sus cotas de malla y largas espadas, eran irresistibles en el choque armado. En cambio, la caballería musulmana era más ágil y agresiva con sus arqueros a caballo. Los sarracenos evitaban el choque hasta el final. Efectuaban cargas cortas, arrojando nubes de flechas que, si bien sólo lastimaban las cabalgaduras, les ocasionaban heridas que obligaban a sus jinetes a desmontar. Para proteger a los caballeros se debía, pues, recurrir a caballería ligera, o, en su defecto, a tropas de infantería.
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La solución del problema lo dio el diseño de ejércitos compuestos por todas las armas que actuasen apoyados en plazas fuertes. Es así que se ideó una estrategia defensiva basada en una cadena de fortalezas que protegiesen la frontera oriental, mientras que los caballeros debían batir en terreno abierto a las ágiles tropas musulmanas, antes de que estas pudiesen replegarse al desierto. Esto llevó a la necesidad de disponer de una numerosa cantidad de caballeros, muy superior a la que correspondería a la riqueza de los reinos latinos. La solución ante este nuevo problema vino de mano de la religión, pues aparecieron en la Historia las órdenes de caballería, siendo las más conocidas las de los caballeros Hospitalarios y los Templarios. Como las Cruzadas fueron planeadas como peregrinajes de expiación, aquellos individuos, que no podían incorporarse a las mismas, colaboraban con fuertes sumas de dinero. Una buena parte de este dinero fue a parar a estas órdenes, que, con el tiempo, adquirieron gran poder económico, incluso después de la caída de Jerusalén. Esto les permitió recuperarse una y otra vez.
La orden del Hospital Desde comienzos del siglo XI existía en la ciudad Santa el Hospital de San Juan, destinado a dar albergue y protección a los peregrinos, como a su vez atenderlos en sus enfermedades. Esta organización caritativa se extendió luego por todo el recorrido del “camino de los peregrinos”, construyendo numerosos hospitales. Al haberse entrado en conflicto tanto con los musulmanes, resultó necesario que la orden aceptase “hermanos caballeros” que tomasen las armas en defensa de la fe, para defenderla en asuntos terrenales. En 1.113 el Papa Pascual II creó la “Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. La orden tenía como base principal la fortaleza del “Krak de los Caballeros”, cuyo estudio será visto en otro apartado. Independientemente de las vicisitudes que tuvo a largo de los siglos, la orden permanece en la actualidad con el nombre de los “Caballeros de la Orden de Malta”. Vamos a ver actuar a sus hombres en las próximas batallas.
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La orden del Temple Esta orden nació como idea de Hugo de Payen, caballero de la región de Champagne, y estaba basada en la necesidad de proteger a los peregrinos que viajaban a Jerusalén. A diferencia de los Hospitalarios que nacieron como entidad caritativa, el Temple nació desde el comienzo como entidad exclusivamente militar. El clérigo Bernardo de Claraval impulsó el desarrollo de la nueva orden. Muy hábil en su retórica y sus escritos, sentó las bases de la “Nueva caballería”. La orden ubicó su sede en el templo de Salomón en Jerusalén, por lo que adoptó de allí su nombre. La organización tenía un Maestre como jefe, que atendía todos los problemas de los caballeros, desde la relación con el rey hasta la selección de las cabalgaduras y su asignación a los caballeros. Sus miembros practicaban el celibato y la pobreza, pues consideraban que sólo se podía ir al combate con el corazón puro.
Los Caballeros Teutónicos Nacieron como una organización caritativa para atender enfermos y heridos de origen alemán. En el año 1091 fueron reconocidos como la “Orden Teutónica del Hospital de Santa María de Jerusalén”. En el sitio de Acre construyeron un hospital para soldados germanos. Para llegar a ser caballero, los individuos, entre otros requisitos, debían ser legítimos germanos e hijos de caballeros. Combatieron en Palestina hasta la caída de Acre, trasladándose a Alemania, enfrentando durante décadas a los pueblos paganos de Prusia, Polonia y Lituania.
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La orden del Santo Sepulcro Creada por Godofredo de Bouillon en 1098. Se originó como una confraternidad de laicos y sacerdotes católicos. Balduino I le fijó los reglamentos, participando en todas las batallas cristianas hasta la caída de Jerusalén en 1.187. Su objetivo principal era la defensa del Santo Sepulcro del cual Godofredo era el “Protector”. Luego, se trasladó a Europa como entidad caritativa. Participó activamente en la reconquista de España por lo que conserva allí su entidad, mientras que en otras regiones de Europa se integró a la Orden de los Hospitalarios.
La segunda cruzada En la Navidad de 1144, el emir de Mosul Imad Ed-Din Zanghi conquistó la estratégica ciudad de Edesa, gobernada por Jocelin II. Luego de que ingresaron las tropas se procedió a asesinar a toda la población cristiana. Esto motivó una ola de indignación en Europa. Conrado III de Alemania y Luis VII de Francia acudieron al llamado de San Bernardo de Claraval, quien predicó esta Segunda Cruzada. En la primavera de 1.147 comenzó el largo peregrinaje hacia la ciudad Santa. Conrado no esperó la llegada de Luis y continuó su avance en solitario desde Nicea. No avanzó mucho, por cuanto igual que les ocurriera a los primeros cruzados, fue atacado en Dorylea, siendo derrotado. Luego de abrirse camino penosamente por el sur de Anatolia, los reyes lograron unirse a Balduino III, rey de Jerusalén. Allí surgió una discusión que alcanza hasta nuestros días, por cuanto Raimundo de Antioquia quería atacar Edesa, pensamiento compartido por muchos de los cruzados europeos, que consideraban que ese era el motivo de su largo viaje. Por razones familiares, Luis no simpatizaba con Raimundo y sí con Balduino, por lo que se inclinó por atacar Damasco. Al final las tropas se dirigieron hacia esta ciudad, ocupada por Mujir ed-Din Abaq, quien hábilmente sembró la división entre las tropas cristianas, mediante el soborno. 14
14 Fuller, op. cit., pág. 471.
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El ataque se frustró y ambos reyes volvieron desilusionados a Europa. El sucesor de Zanghi, Nur ed-Din continuó la ofensiva del Islam, conquistando Damasco y otras ciudades del antiguo condado de Edesa.
3. La Batalla de Hattin (4 de julio de 1187) Antecedentes En el año 1176, el emperador Manuel fue derrotado por los seléucidas en Myriocéfalo. Esta derrota dejó a los cristianos solos para enfrentar a los mahometanos, que ahora se encontraban unidos bajo el mando del sultán Saladino. En 1182, Manuel murió y el poder pasó a su hijo menor, quedando la Emperatriz, que era latina, como regente. Ese mismo año, ésta fue asesinada en una revuelta donde todos los habitantes latinos de Constatinopla fueron también asesinados y Andrónico Commeno se hizo del poder. Temiendo una reacción de los latinos de Sicilia, el nuevo emperador llegó a un acuerdo con Saladino donde, a cambio de una protección contra los seléucidas, le dejaba libertad pare atacar a los cristianos de Jerusalén. En 1187 estalló finalmente la guerra entre Saladino y el nuevo rey de Jerusalén, Guido de Lousignac. El momento era sumamente malo, pues los cristianos estaban divididos en dos bandos. Por un lado estaban los que querían la guerra, encabezados por el rey y apoyados por los Templarios y Reynaldo de Chatillon, señor de Kerak. El otro era el encabezado por Raimundo III, conde de Trípoli, quien tenía buena relación con Saladino y con los Hospitalarios. Cuando Guido comprendió que Raimundo no lo reconocería rey, organizó un ejército para marchar sobre Tiberíades, fortaleza de Raymundo. Aquí comienzan a precipitarse los acontecimientos, pues Raimundo, primero hace una alianza defensiva con Saladino, alianza que pronto deshace, cuando comprueba que estalla la guerra entre cristianos y musulmanes. Todo ocurrió cuando Saladino pidió autorización a Raimundo para hacer una demostración de fuerza al oeste de Tiberíades. Este lo aceptó, a condición de que no se efectuasen daños a los pobladores. Para romper el acuerdo, los templarios agredieron a los musulmanes en Nazareth, combate en donde 190 caballeros enfrentaron a 7.000 jinetes mahometanos que los derrotaron. Esta situación obligó a Reinaldo a tener que decidirse por la causa del rey, a abandonar su castillo y a unir sus fuerzas a las de Guido. Lo que comenzó como una guerra entre cristianos por la sucesión monárquica, concluyó como una guerra total entre religiones.
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El plan de Saladino El sultán había cruzado el Jordán e instalado su campamento al sur de Tiberíades. Disponía de 20.000 hombres, la mayoría a caballo. Sabía perfectamente que no podía atacar a la poderosa caballería normanda, por lo que necesitaba ser él el atacado. Pero no podía permanecer mucho tiempo en el territorio, por lo que necesitaba imperiosamente que los cristianos atacasen enseguida. Para provocarlos, atacó Tiberíades, ciudad donde estaba Esquiva, la mujer de Raymundo. Este aconsejó a Guido no caer en la trampa que tendía Saladino, pues el trayecto entre Saforia, campamento cruzado y Tiberíades, si bien era de 20 kilómetros, era un desierto. Consideraba, contra su propia conveniencia, que era mejor dejar caer la ciudad. Sin embargo, el rey cedió a los consejos de Reinaldo y Gerardo que le dijeron que no escuchase a un traidor, que sólo aconsejaba aquello favorable a los intereses de Saladino, y ordenó concentrarse en Saforia para “marchar a salvar las damas”. Esto originó gran entusiasmo en los caballeros, que hacía tiempo querían medirse con Saladino.15
El plan de los cruzados Guido organizó un inmenso ejército con 1.200 caballeros, 2.000 jinetes de caballería ligera y 10.000 infantes, sustraídos de las fortalezas, que quedaron indefensas.16 Su plan era muy sencillo: atacaría a Saladino mientras este estaba enfrentando al asedio de la ciudadela y lo encerraría contra el lago. Pero surgió un gran problema que fue subestimado, y éste era la necesidad de alcanzar una fuente de agua antes de la batalla. ¿Pero qué ocurriría si entre el agua y los cristianos se interponía Saladino?
Preparativos y avance Guido distribuyó sus fuerzas en tres cuerpos, ubicando a Raimundo en la vanguardia, conservando él el centro, mientras que Hospitalarios, Templarios y turcopoles cubrían la retaguardia. Se puso en marcha el día 3 de julio, un día de calor sofocante. Pronto se quedaron sin agua. Saladino ordenó a sus arqueros montados frenar el avance del ejército cruzado acosándolo con nubes de flechas. El resultado fue que se comenzó a frenar el avance, principalmente, de la retaguardia. Raimundo instó al rey a acelerar la marcha para no quedarse en ese desolado terreno. Pero no hubo caso. Aunque la vanguardia avanzó algunos kilómetros, el resto con el rey, vivaqueó en un 15 Fuller, op. cit., pág. 487. 16 Ibid., pág. 486.
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lugar entre dos cerros, llamados los “Cuernos de Hattin”. Habían avanzado 15 kilómetros en una jornada sofocante. Estaban a sólo 6 kilómetros del Mar de Galilea. ¿Llegarían a alcanzar la meta al día siguiente? Durante la noche los cristianos fueron acosados por los arqueros a caballo de los sarracenos, que para aumentar las penurias cristianas, prendieron fuego los pastizales.
La Batalla El día 4 fue otra jornada de calor tórrido. La vanguardia de Raimundo se había alejado, pero el rey lo mandó llamar para proteger a la infantería del centro. Los caballeros efectuaron numerosas cargas, pero no podían rechazar al enemigo. Tampoco se lograba avanzar. Sedienta, la infantería entró en gran confusión, y para evitar el acoso de los arqueros, subió al cerro, lugar hacia donde se dirigió el propio rey llevando la reliquia de la Santa Cruz. Esto dejó a la caballería de Raimundo sin protección y los caballos comenzaron a ser heridos por las saetas. Luego, llegó la caballería cristiana de la retaguardia, pero la confusión continuó. Los infantes se dirigían a la cruz para pedir un milagro. No pedían la victoria, sino agua. Pero la moral no decayó, principalmente entre los caballeros de las órdenes religiosas que sabían que no tendrían esperanzas de sobrevivir a una rendición. Muchos actos de valor se realizaron esa jornada; pero la posición era insostenible por el calor sofocante.17 La batalla duraba ya varias horas cuando el rey, viéndola perdida le ordenó a Raimundo que hiciera lo posible por salvarse. Juntando a todo caballero que pudiese montar. Raimundo cargó por última vez contra el círculo de arqueros y lanceros musulmanes y se abrió paso. Finalmente el ejército cristiano sucumbió a la sed. Cuando se rindió Guido, Saladino lo llevó a su tienda y le acercó una copa helada, que en los códigos de aquella época significaba el perdonarle la vida. Cuando Reinaldo intentó beber, el sultán le quitó el vaso, señal de que iba a morir. Reinaldo lo insultó, antes de caer por un certero tajo de Saladino.
Consecuencias La derrota sufrida por los francos fue completa. En menos de 60 días caería Jerusalén y con ella la cristiandad perdería la Ciudad Santa. Sólo se conservaron algunas ciudades costeras como Antioquia y Trípoli. Pero lo más grave fue 17 Vigo, Jorge, Fuego y Maniobra, Buenos Aires, Folgore, 2005.
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la pérdida de “la verdadera cruz”, que fue paseada invertida por Damasco. Al enterarse del desastre, el Papa murió de un infarto. El impacto en la fe fue muy grande. Se incrementó el secularismo. A pesar de ello, la reacción de los reinos de Europa fue notable. De inmediato, se organizó una nueva cruzada. Si los cristianos habían sido derrotados, se debió a un castigo divino por los pecados de los reinos latinos. Para financiar la campaña, se creó un impuesto que pasó a llamarse el “diezmo de Saladino” Esta próxima Cruzada, que pasó a la Historia con el nombre de la “Cruzada de los reyes”, fue encabezada por Federico de Alemania -apodado “Barbarroja”-, Enrique II, que murió antes de partir, siendo reemplazado por su hijo Ricardo, y Felipe II Augusto de Francia.
4. La Tercera Cruzada y la Batalla de Arsuf Federico inició la cruzada en mayo de 1189, partiendo desde Babiera. Siguió el valle del Danubio, llegando en el mes de noviembre a Adrianópolis, donde decidió pasar el invierno, mientras negociaba el paso de sus tropas con el emperador bizantino Isaac II, declarado enemigo de Occidente. Luego de firmar un tratado de paz, ingresó a Asia Menor, donde también había acordado el libre paso con el sultán de Iconium, (Konya), Kilij Arslan II . El acuerdo duró poco y pronto turcos y cristianos volvieron a enfrentarse. Abriéndose paso combatiendo, los alemanes llegaron hasta la Armenia, cuando un hecho accidental destruyó la expedición, por cuanto el rey Federico se ahogó mientras nadaba en el río Saleph. Con la pérdida del anciano líder, la expedición, conocida como la cruzada de Barbarroja, se desintegró. Ricardo y Felipe decidieron evitarse el largo trayecto terrestre y viajar por mar. Guido, rey de Jerusalén, había caído prisionero de Saladino en la batalla de Hattin. El sultán lo liberó a condición de que se embarcase para Europa. No bien Guido se enteró de la organización de una nueva cruzada decidió revalidar sus títulos reales sitiando a la ciudad de Acre, en la costa del Mediterráneo en el mes de noviembre de 1.189. El rey Felipe llegó el 20 de abril del año 1.191 tomando el mando de las tropas. Dos meses después, lo hacía el rey Ricardo con más equipos de asedio. Saladino intentó infructuosamente socorrer la ciudad, pero fracasó. El 3 de julio, los cruzados abrieron una brecha en las murallas y, pocos días después, Saladino firmó la rendición. Las condiciones incluidas al rendirse exigían que el sultán devolviese la Santa Cruz. Como garantía de esto los cruzados tomaron 3.000 prisioneros como rehenes. El día 13 de agosto, el rey inglés ordenó
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matar a todos los prisioneros con la excusa de que Saladino no había cumplido el acuerdo. Muy posiblemente esa fue la razón por la que el rey recibió el apodo de “Corazón de león”, apodo que no debe tomarse como una virtud moral como lo describen los historiadores ingleses.
La batalla de Arsuf (7 de septiembre de 1.191) Una vez ejecutados los prisioneros, Ricardo comenzó a planear el siguiente paso para alcanzar Jerusalén que era su meta. Tenía dos opciones: la primera, avanzar directamente sobre la ciudad, como lo hicieran Godofredo y Raimundo de Tolosa un siglo antes, o continuar por la costa, fortificando las ciudades hasta Jaffa y luego girar hacia el este y sitiar la Ciudad Santa. El poderoso ejército de Saladino que se interponía en su camino lo llevó a elegir esta segunda opción. Decidió avanzar siguiendo la costa. El ejército cruzado avanzó sobre las dunas que bañaban el Mediterráneo en tres cuerpos. La vanguardia estaba integrada por los caballeros templarios. El centro estaba compuesto por dos columnas: la del oeste era el tren logístico; la del este, la infantería, que protegía el flanco izquierdo del ataque de Saladino. La retaguardia la integraban los Hospitalarios La flota avanzaba cercana a la costa. El avance resultó lento y penoso. El calor era sofocante, y el ejército era acosado en forma permanente por la caballería musulmana. Se tardó cuatro días en cubrir los 16 kilómetros existentes entre Acre y Arsuf. Hubo momentos en que el avance se redujo a un kilómetro por hora. Próximos a la ciudad de Arsuf, los caballeros Hospitalarios perdieron la paciencia y cargaron contra los sarracenos. Viendo el peligro de quedar dividido, Ricardo ordenó una carga general de la caballería, obteniendo una gran victoria. Los cruzados tuvieron 1.000 bajas y 7.000 los musulmanes.
5. Las fortalezas cruzadas Los Cruzados no extendieron sus conquistas hacia el Este más de lo necesario. Mucho se discutió el error de no haber conquistado Damasco. Lo concreto es que el reino de Jerusalén estaba ubicado en la ruta de las grandes caravanas que unían Egipto con Siria. De hecho, eran tres los caminos históricos que atraviesan Palestina: el camino de la costa, que era la antigua vía romana; el del valle del Jordán, y el denominado “del desierto” que bordeaba el Mar Muerto por el este. Esta última ruta estaba fuera del control de los cristianos, si bien era vigilada. Sea porque no se consideró que los shiitas o fatimíes de Egipto podrían alguna vez unirse a los sunitas de Damasco, lo cierto es que el tercer camino quedó expedito a las caravanas.
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Es por esto que se construyeron una cadena de fortalezas que protegiesen los reinos desde el Este. De Sur a Norte, éstas eran: Aila (Akaba), en el golfo del mismo nombre; Montreal y Kerak al Este del Mar Muerto. Sobre los desfiladeros que llevaban al Jordán estaban Baufort y Belvoir, ubicada a 17 kilómetros al sur del lago de Tiberíades. Luego venían Saphet y Castillet. Más al norte, en la actual Siria, estaba la más famosa de todas, el Krak des Chevaliers y Mont Ferrand en la frontera del Líbano. Las fortalezas estaban separadas entre sí por una distancia de 20 kilómetros. De noche podían comunicarse por fogatas que indicaban si eran atacadas .
El Crac de los Caballeros Como su nombre lo indica, esta fortaleza, (krak en árabe), pertenecía a los caballeros Hospitalarios desde 1.142, quienes la ampliaron agregándole una muralla exterior de 12 metros de ancho con ocho torres de 30 metros. Resultó así una fortaleza concéntrica, única en su género y modelo de muchas construcciones europeas. Estaba construida en un risco, al que estaba vinculada por profundas construcciones subterráneas. La parte central disponía de muros de 30 metros de ancho, con torres cuadradas. Se le adicionó una capilla y acceso general reforzado.
Ilustración 4. “Krak des Chevalliers” en la actualidad.
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Siendo propiedad de los caballeros Hospitalarios, sus establos albergaban varios centenares de caballos con sus pesebres. Podía albergar una guarnición de 2.000 hombres y aun así, tenía reservas de alimentos suficientes para soportar un asedio de 5 años. Aún se conserva en bastante buen estado. Originalmente, había sido una fortaleza bizantina y posteriormente transformada en lujosa residencia árabe .En 1031, los turcos la transformaron en fortaleza, construyendo la parte central. El sector exterior es obra de los Hospitalarios.
Kerak (le Crac de Moab) Esta fortaleza, tristemente célebre por ser la causa de la desgracia cristiana, estaba construida en 1142 sobre las rutas de las principales caravanas de comerciantes que unían Damasco con Egipto. Esto le permitía cobrar jugosos peajes. Igual que muchos otros castillos, estaba construida sobre una antigua fortaleza bizantina. Originalmente fue asentamiento moabita. Fue señor de Kerak Reinaldo de Chatillon, un pelirrojo aventurero que logró conquistar el corazón de Estefanía, la viuda del anterior regente del castillo, misteriosamente asesinado. Desde que se instaló en Kerak, Reinaldo fue una fuente de conflictos, que lo llevaron a ser tan odiado por Saladino, que éste sitió e intentó destruir la fortaleza en más de una oportunidad, pero Kerak resistió (sitios de 1173 y 1183).
Ilustración 5. Kerak en la actualidad.
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Belvoir
Ilustración 6. Belvoir, “la estrella del Jordán”, en la actualidad.
Estaba ubicada sobre una elevación de 500 metros de altura sobre el río Jordán y 20 kilómetros al sur del Mar de Galilea. Era un punto estratégico para proteger el ingreso de los ejércitos que, provenientes del Este, atacasen el Norte del reino. Belvoir fue comprada por los Hospitalarios a un noble francés en 1168. Fue reforzada y ampliada. Era una fortaleza concéntrica. Consistía en una planta cuadrada de 110 metros de lado. En su interior se encontraba la ciudadela de 50 metros de lado, también cuadrada. Tres de sus lados tenían un foso de 14 metros de profundidad por 20 de ancho. Tenía por fin evitar las torres de asalto. Como toda fortaleza Cruzada disponía de amplias construcciones subterráneas, así como un de sistema de captación de agua de lluvias y amplias cisternas. En el amplio patio de armas que separaba el sector exterior del reciento interno existían pesebres, armerías, y era zona de vivienda de los auxiliares. Resistió exitosamente un asedio de Saladino en 1189.18
18 Madden, Historias de las Cruzadas, pág. 90.
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6. Las tácticas contra el Islam Cuando los cruzados se enfrentaron por vez primera contra el Islam, lo hicieron con los turcos seléucidas. Una gran ventaja de la que dispusieron fue que, por coincidencia, eligieron el momento en que fuertes enfrentamientos entre facciones turcas afectaban su unidad. Los seléucidas dominaban perfectamente el principio de la sorpresa, que era propio de los árabes. Ellos le agregaron el principio de maniobra del doble envolvimiento con la caballería ligera. Ante la carga de la caballería enemiga se retiraban, para luego aparecer por los flancos arrojando nubes de flechas hasta debilitar las fuerzas oponentes. Como vemos, la maniobra incluía el principio del engaño como requisito previo. En el teatro europeo donde los bosques y el terreno hacían muy dif ícil la maniobra de flanqueo, la caballería normanda era empleada en el choque frontal contra formaciones de arqueros o bien de infantería pesada. Nunca hasta entonces, los jefes cruzados se habían enfrentado con una caballería ligera como la sarracena. Veamos cómo resolvieron este enigma militar los cruzados. En Dorilea recibieron la primera lección de batalla, que consistió en el oportuno uso que hicieron los turcos del factor sorpresa, atacando el campamento de Bohemundo. Cuando la caballería cristiana cargó se encontró con que el enemigo rehusaba el combate, replegándose mientras enviaba una lluvia de flechas sobre los caballeros, que si bien eran inmunes a las saetas, veían consternados que sus cabalgaduras quedaban heridas. Debieron desmontar y formar una falange. Allí recibieron la segunda lección, cuando vieron que la caballería turca cargaba hasta distancias de 50 metros, arrojaba sus flechas y se replegaba sin que se la pudiese lastimar mayormente, mientras que en el campamento, todo aquél que no dispusiese de cota de malla era herido o muerto. Aprendieron que la infantería actuando sola tampoco podía enfrentarlos. Recién cuando fueron llegando los escuadrones de caballeros cristianos de la otra columna que cargaron por diversos frentes a la sorprendida caballería del Islam, se logró la victoria. Desde entonces, quedó claro que si los cristianos querían triunfar, la caballería pesada debía estar apoyada por otras fuerzas. Cuando llegó el momento de defender el reino de Jerusalén, la táctica consistió en distribuir la infantería en una cadena de fortalezas que debían resistir el tiempo necesario hasta la llegada del relevo, integrado por la poderosa caballería pesada. A veces, sólo bastaba con la presencia de los caballeros
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para dispersar al oponente. También se utilizaba la táctica de la “espera” o “aferramiento” que consistía en desplegar la fuerza de relevo sobre la costa provocando que la caballería sarracena se replegase por problemas de logística. Cuando tenía oportunidad de trabar combate, la caballería cristiana era muy superior, obteniendo victorias legendarias como la ocurrida en 1177 en, donde 370 caballeros cargaron contra 20.000 mamelucos de Saladino, derrotándolos (aun cuando esta cifra sea exagerada, con sólo ser el diez por ciento verdadero, fue sin duda un gran hecho de armas).19 Esto provocó un exceso de confianza que les resultó fatal. En Hattin, el Rey rehusó los consejos de Raimundo y se apoyó en los del maestre de los templarios que estaba enfrentado con Raimundo. Cuando los cristianos atacaron la concentración sarracena de Saladino, marcharon hacia una trampa, pues la caballería del sultán se replegaba mientras lanzaba flechas a sus oponentes, agotando sus reservas f ísicas y haciéndoles perder cohesión. Cuando se perdió la formación, al rey no le quedaba otra alternativa que retirarse con los caballeros abandonando a la infantería, o formar una falange final en torno a la cruz. Eligió esta decisión que era la más honorable. Cuando los cruzados enfrentaron a los fatimíes, se encontraron con un ejército similar a los europeos. Los egipcios presentaban formaciones de arqueros sudaneses a pie en primera línea, mientras la segunda y tercera estaban formadas por jinetes a caballo con lanzas y espadas. Los cruzados los derrotaron fácilmente. En Arsuf, el rey Ricardo avanzó protegido por la costa y mantuvo sus fuerzas cohesionadas. Los ballesteros genoveses protegían a la caballería de los ataques de los arqueros montados de Saladino, hasta el momento en que se produjo la corta y decisiva carga cruzada. Ricardo fue, sin duda, el más grande capitán de las guerras de las Cruzadas, y no porque lo alaben los ingleses, sino porque fue uno de los primeros en devolverle a la infantería el rol perdido. Bajo su mando la infantería actuó como en los tiempos del Imperio. En agosto de 1192, Ricardo fue sorprendido en su campamento por una fuerza que no le dio oportunidad de montar. Ordenó a sus caballeros clavar sus escudos en la arena, mientras apoyaban la lanza sobre ellos formando un vallado y protegiendo así a los ballesteros, que rechazaron el ataque.20 19 Fuller, op. cit., pá. 475. 20 Wanty, op. cit., pág. 63.
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7. El legado militar de las cruzadas Los historiadores reconocen a las cruzadas un notable legado cultural, basado en el desarrollo del comercio, el conocimiento de algunos desarrollos técnicos como el molino de viento, el conocimiento de las especies así como de nuevos alimentos. Pero lo que no se ha analizado tanto es el legado militar de estas expediciones. Es más, se lo subestima, lo que entiendo es un error. La necesidad de defender estos pequeños reinos, contra un enemigo que lo rodeaba tanto por el Norte como por el Sur, llevó a los cristianos a desarrollar un sistema defensivo basado en fortalezas interconectadas y apoyadas por una fuerza relativamente pequeña de caballería pesada. Esta caballería necesitaba del apoyo de un infantería altamente entrenada. El teatro de operaciones era sumamente complejo y la logística pasó a condicionar las operaciones. Los mandos cristianos que fueron exitosos comandaron a grandes soldados, sin duda, pero todos ellos tenían profundamente arraigados la Voluntad de Vencer, el dominio de la conducción de las diferentes armas, el manejo prudente de la logística, los principios de Masa, Sorpresa, Maniobra, Objetivo, Libertad de acción y Economía de fuerzas. Plantearon la Ofensiva Estratégica cuando les convino, como ocurrió con la Primera Cruzada. Plantearon la Defensa Estratégica y la Ofensiva Táctica cuando defendieron el Reino de Jerusalén. Cuando tuvieron la unidad de mando fueron exitosos, como en tiempos de Bohemundo, Balduino y Ricardo. Cuando se pelearon por el poder, fueron derrotados. Por encima de todo, eran temibles a la hora del combate. Dejaron una impronta en el arma de caballería que se mantuvo por siglos. En el Siglo XX, cuando los ejércitos alemán y británico combatieron en África, desplegaron sus fuerzas ubicando adelante poderosas fuerzas de infantería, protegidas por fortificaciones de campaña. Detrás de ellas se ubicaba la reserva acorazada de carros de combate. En 1967, el pequeño estado de Israel se veía enfrentado al mismo problema de los cristianos en 1087. Pero no repitió el error de Hattin y no marchó a tontas y locas contra el primer objetivo, que eran las tropas sirias en Golan. Atacó primero a Egipto, destruyendo con sus carros de combate apoyados
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por infantería blindada a los ejércitos de Nasser, acorralados en los pasos de Mitla e Ismailía, igual que la caballería de Balduino derrotó a los mahometanos en Ramla. Mientras las fortificaciones del norte resistían los ataques sirios, Israel se movió por líneas interiores y atacó a las tropas sirias, expulsándolas del Golan. Eran golpes de corto alcance, pero duros y precisos, iguales a los de la caballería cristiana. Los tiempos pasan, y con ellos llegan los nuevos armamentos, pero los grandes principios de la Conducción Militar se mantienen a lo largo de los siglos.
Bibliograf ía Bennett, Mathew, Técnicas Bélicas del Mundo Occidental, Madrid, Libsa, 2007. Dhondt, Jan, La alta Edad Media, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975. Escuela Superior De Guerra, Manual de Historia Universal, Buenos Aires, 1980. Fuller, J. E. C., Batallas Decisivas del Mundo Occidental, Barcelona, Luis Caral, 1961, Primer Tomo. Grousset, René, Las Cruzadas, Buenos Aires, EUDEBA., 1965. Heers, Jacques, Historia de la Edad media, Barcelona, Labor, 1976. Hindley, Geoffrey, Las cruzadas, Barcelona, Vergara, 2004. Keegan, John, Historia de la Guerra, Barcelona, Planeta, 1995. Le Goff, Jacques, La baja Edad Media, Madrid, Siglo XXI, 1974. Madden, Thomas, Historia de las Cruzadas, Barcelona, Blume, 2005. Madden, Thomas, Cruzadas, la verdadera historia, Barcelona, Lumen, 2003. Mac Donald, John, Grandes Batallas del Mundo. Batallas de Arsuf y de Hastings, Barcelona, Folio, 1989. Montgomery, Bernard, Grandes batallas que conmovieron el mundo, Barcelona, Aguilar, 1968. Peron, Juan Domingo, Conducción Militar, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 1975. Pirenne, Henri, Historia de Europa, Mexico DF, Fondo de la Cultura Económica de la Universidad, 1942. Romero, J. L., La Edad Media, Mexico DF, Fondo de Cultura Económica, 1956. Vigo, Jorge, Fuego y maniobra, Buenos Aires, 2005. Wanty, Emile, La Historia de la humanidad a través de las guerras, Barcelona, Aura, 1972.
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Juan Felipe Peltzer Coronel (R) del Ejérctio Argentino. Es Oficia de Estado Mayor del EA y Oficial de Estado Mayor del Ejército del Brasil. Es Licenciado en Estrategia y Organización y Magister en Historia de la Guerra. Es egresado de la Escuela de Defensa Nacional y del US Army War College. Fue Jefe del GA 9 y Director de la Escuela de Artillería “Tte Grl D. Eduardo Lonardi”. Ha sido profesor del área de la Estrategia en la ESG y otros institutos. Fue profesor invitado en Colombia y en México.
Federico II el Grande y la Batalla de Rossbach Cnl (R) Juan Felipe Peltzer
1 Lo que más había asombrado a los contemporáneos europeos sobre la aventura silesiana de Federico fue la combinación de rapidez y éxito del Rey y su Ejército con la desproporción aparente de poder entre los dos contendientes: Brandenburgo-Prusia, una potencia de tercer orden y Austria, la potencia conductora del Sacro Imperio Romano Germánico ubicada en el primer orden entre sus pares. El logro de Prusia aparece como mucho más impactante cuando se lo compara con los de Sajonia y Baviera. El Elector de esta última, Carlos Alberto, sufrió una serie de derrotas debiendo buscar refugio fuera de su país. Los sajones salieron un poco mejor librados de esta segunda guerra silesiana y, habiendo apreciado que no tenían nada que ganar a través de su colaboración con la Liga de Nymphenburg1, cambiaron rápidamente de bando para luchar al lado de los austríacos en 1743, a tiempo para recibir una dura derrota en Hohenfriedeberg. En 1740, Prusia había sido sólo uno -y no el más rico- de un grupo de estados alemanes con el potencial de trascender su status dentro del Imperio. Pero para 1748, había literalmente saltado hacia delante, eclipsando a sus competidores. Por cierto que no había ninguna certeza -y mucho menos la tenía el Rey- de que Prusia pudiera conservar o mantener su rico botín silesiano. La conquista de esta provincia austríaca había creado una nueva y peligrosa situación. María Teresa y su Gobierno se negaban de plano a reconocer la pérdida de esta provincia, la más rica de la monarquía, y se negaron a firmar la Paz de Aix-la-Chapelle2 en julio de 1748, porque formalizaba la posesión por parte de Brandenburgo-Prusia de la provincia arrebatada.
1 Baviera entra en alianza con Francia y España contra Austria. Prusia por el momento mantiene su neutralidad mientras digiere su conquista silesiana 2 Término de la Guerra de Sucesión Austríaca. Sus términos fueron dictados por Francia e Inglaterra. Austria en general es perdedora de buena parte de su territorio. Se reconoce la psesión de Silesia por parte de Prusia.
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La creación de una coalición anti prusiana capaz de recuperar la Silesia y arrojar a Prusia a las filas de los estados alemanes más insignificantes, se convirtió en el interés dominante de la monarquía imperial. Ya se podía contar con Rusia; alarmada por los éxitos militares prusianos, la Zarina Isabel y su ministro principal Alexis Bestuzov-Riumin comenzaron a considerar a Prusia como un rival de influencia peligrosa en el Báltico Oriental y un poderoso obstáculo frente al interés permanente de Rusia de expansión hacia Occidente3. En Junio de 1746 los rusos firmaron una alianza con Austria; también participaron Inglaterra y Sajonia. Aquí, María Teresa declaró que su renuncia a Silesia quedaría sin efecto, no sólo si Austria era atacada, sino también si los prusianos atacaban Rusia o Polonia4. Inglaterra, si bien no comprometía tropas, sí prometía subsidios en metálico a Rusia. Una de sus cláusulas secretas comprometía a los firmantes a lograr la partición de la Monarquía de los Hohenzollern. “Odio eterno a Prusia y su Rey” aseguró María Teresa a la Zarina. También se llegó a un acuerdo estratégico militar: Austria y Rusia emplearían su poder militar sobre Prusia desde dos direcciones diferentes, considerando que le sería dif ícil su defensa eficaz. Sajonia esperaría que el Ejército Prusiano hubiera sido batido para “llevar su espada al punto mortal”.5 Tan poderosa era la fijación de la monarquía austriaca con Silesia, que produjo una reorientación fundamental en la política exterior de los Habsburgo. En la primavera de 1749, María Teresa reunió a su Consejo Privado para hacer una profunda evaluación de la situación y su evolución probable como consecuencia del desastre silesiano. Estaba presente en la reunión el brillante y joven Ministro, Conde Wenzel Anton von Kaunitz. Este propuso y argumentó poderosamente un cambio fundamental de política exterior. Tradicionalmente, Inglaterra era la principal aliada de Austria, así como Francia su enemiga secular. Pero una mirada objetiva de la alianza con Inglaterra mostraba que siempre había sido de muy poca utilidad para Austria, poniendo como ejemplo las estipulaciones del Tratado de Aix-la-Chapelle, donde Inglaterra logra el reconocimiento de su posesión y sucesión de Hannover y otras regiones
3 Clark, Christopher. Iron Kingdom. The Rise and Downfall of Prussia, 1600-1947, Cambridge, MA, The Belknap Press of Harvard University Press, 2006, Pág 197. 4 Se recuerda que el Elector de Sajonia era Rey de Polonia 5 Schlieffen, Graf v., Federico el Grande, Buenos Aires, Círculo Militar (Biblioteca del Oficial, Vol. 134), 1929, Pág. 71-72.
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alemanas, por cierto con poco gasto. Además, allí habían presionado para que Austria aceptase como irreversible la posesión prusiana de Silesia, y apresurándose a salir como garante de Prusia y su integridad territorial presente –incluyendo a Silesia, por cierto. La raíz del problema, señalaba con énfasis el joven Ministro, estaba en el hecho de que los intereses fundamentales de una potencia marítima como Inglaterra y los de una potencia terrestre como el Imperio eran objetivamente muy divergentes como para formar y sostener una alianza. En consecuencia, los intereses de la Monarquía de este modo imponían que Viena abandonase a su poco confiable aliado inglés y, en su lugar, procurase la amistad de Francia6. Esta fue una postura radical en la escena austriaca, no porque involucrase una transformación de la estructura tradicional de sus alianzas, sino porque aparecía un nuevo enfoque en el pensamiento político basado, no en términos de la autoridad, tradición o interés dinástico, sino en las realidades geopolíticas y de seguridad o defensa de su territorio. Por cierto que el único en adoptar esta posición fue Kaunitz; los otros participantes -viejas personalidades apegadas fuertemente a la tradición política y diplomáticano lo acompañaron. Sin embargo, María Teresa eligió adoptar el punto de vista del joven ministro. Este fue enviado a Versailles para que comenzara a trabajar sobre una alianza con Francia, y en 1753 fue nombrado canciller con responsabilidad directa en la conducción de la política exterior de la Monarquía. Claramente, el “shock” silesiano había trastocado totalmente sus premisas en cuanto a su estructura y contenido tradicional. Para la época, una verdadera Revolución Diplomática.7
6 Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomos IX a XIII, Barcelona (Esp.), Editorial Ramón Sopena, 1980 Pág. 148 y, fundamentalmente el Cap. XIX, passim. Universidad de Cambridge, Historia del Mundo en la Edad Moderna, Edición española dirigida por Eduardo Ibarra y Rodriguez. Tomo XI: El Siglo XVIII, Buenos Aires, La Nación, 1913, Pág. 481-487. Clark, …, Pág 197-198. 7 Clark, …, Pág. 197-198. Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomos VII, Barcelona (Esp.), Editorial Ramón Sopena, 1980, Pág. 148, y, fundamentalmente el Cap. XIX, passim. Universidad De Cambridge, Historia del Mundo en la Edad Moderna, Edición española dirigida por Eduardo Ibarra y Rodríguez, Tomo XI: El Siglo XVIII, Buenos Aires, La Nación, 1913, Pág. 481-487. Schlieffen, …, Pág. 73-74.
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2 La Guerra de los Siete Años (1756-1763) que pronto va a estallar, debe reconocer como uno de sus antecedentes más profundos y determinantes el hecho inevitable de que los cálculos políticos y estratégicos de Austria y Rusia se fueron entrelazando con el conflicto global entre Inglaterra y Francia, que iba escalando firmemente. Ya en 1755, hubo algunos combates poco intensos entre tropas francesas e inglesas en el valle del río Ohio.8 A medida que Londres y Paris se deslizaban hacia la guerra abierta, el Rey Jorge II de Inglaterra buscó impedir de alguna manera que Prusia, por el momento una aliada de Francia, diera un zarpazo sobre Hannover, la tierra alemana natal del Rey. Así como los franceses habían usado a los suecos para amenazar a Brandenburgo en Pomerania después de la Guerra de los Treinta Años, los ingleses ofrecieron ahora, más formalmente, financiar los eventuales despliegues terrestres y navales rusos a lo largo de la frontera de la Prusia Oriental. En septiembre de 1755 Inglaterra y Rusia definieron los detalles en la Convención de San Petersburgo, si bien todavía no ratificada.9 No es de extrañar que esto inquietara bastante a Federico II, quien aún sin conocer los detalles del acuerdo ruso-inglés, tenía fuertes temores por su frontera oriental. Por otra parte, demostraba siempre una tendencia a sobreestimar el poderío ruso. Deseoso de aliviar esa presión percibida en sus posesiones del Este, el Rey prusiano se acercó y entró en un curioso acuerdo con Inglaterra -la “Pérfida Albión”- la cual, entre paréntesis, siempre se manejó en función de sus intereses sustantivos y jamás por consideraciones éticas en su política y estrategia nacional. Dicho acuerdo se concretó en la Convención de Westminster del 16 de enero de 1756. Los ingleses se comprometieron a retirar a los rusos su oferta de subsidios; y los dos estados, Inglaterra y Prusia, entre otras cosas, decidieron concretar operaciones militares combinadas de carácter defensivo en el caso de que Francia atacara Hannover10. 8 Clark, …, Pág. 198. 9 Clark, …, Pág. 198-199. Schlieffen, …, Pág 74. Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomo VII, Barcelona (Esp.), Editorial Ramón Sopena, 1980, Pág. 321. 10 Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomo VII, Barcelona (Esp.), Editorial Ramón Sopena, 1980, Pág. 322. Schlieffen, …, Pág. 74. Clark, …, Pág 198.
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Parece que este movimiento de Federico no fue demasiado juicioso. No se tomó el trabajo de consultar con su aliada Francia, aunque debería haber imaginado que este pacto imprevisto con su tradicional enemiga pondría a la corte de Versalles en un estado de intensa rabieta y arrojaría a Francia en los brazos de Austria, lo que les vendría muy bien a María Teresa y a Kaunitz. Este reflejo de Federico ante sus temores frente a Rusia expuso la debilidad de un proceso de adopción de decisiones basado en el talante y percepciones de una sola persona. Nadie puede dudar del brillo político y estratégico de Federico y de sus logros para su Patria, pero no era un Napoleón, acostumbrado a ver claro, rápido y lejos consistentemente, aun en las circunstancias más críticas.
La posición de Prusia ahora evolucionaba con peligrosa rapidez. Luis XV, respondiendo al Tratado de Westminster, aceptó la oferta de María Teresa de una alianza defensiva (El Primer Tratado de Versalles, 1ro de mayo de 1756), por el cual las dos partes se obligaban a proporcionar un Ejército de 24.000 hombres al otro en el caso de ser atacado. Por supuesto, el retiro de los subsidios ingleses ofrecidos también enfureció a la sanguínea Zarina Isabel, quién acordó en abril de 1756 unirse a una coalición anti-prusiana11. En los meses siguientes fueron los rusos quienes se convirtieron en los principales impulsores de la sucesión de eventos hacia la guerra; mientras la Emperatriz María Teresa ponía especial cuidado de que sus preparativos militares aparecieran con un bajo perfil, ciertamente Rusia no hizo esfuerzo alguno para ocultar su acumulación de fuerzas militares. Federico ahora se encontró rodeado por una coalición de tres enemigos poderosos, cuya ofensiva combinada sería lanzada en la primavera de 1757, según su apreciación. Cuando el Rey demandó seguridades categóricas de parte de María Teresa en el sentido de que no estaba maquinando nada contra 11 Clark, …, Pág. 199. Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomo VII, Barcelona (Esp.), Editorial Ramón Sopena, 1980, Cap. XIX passim. Universidad De Cambridge, Historia del Mundo en la Edad Moderna, Edición española dirigida por Eduardo Ibarra y Rodríguez, Tomo XI El Siglo XVIII, Buenos Aires, La Nación, 1913, Pág. 481-487.
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Prusia y que no tenía intenciones de comenzar una ofensiva, sus respuestas fueron desagradablemente ambiguas y equívocas. Federico ahora resolvió ser el primero en actuar, en lugar de ceder la iniciativa estratégica a sus adversarios. El 29 de agosto de 1756, el Ejército Prusiano invadió al Electorado de Sajonia, comenzando así una guerra terrible que iba a durar siete años y donde estaría en juego la misma supervivencia de Prusia como Estado.
3 Esta fue otra inesperada y profundamente chocante iniciativa prusiana, y sólo el Rey la decidió, según sus hábitos de autócrata. En cierta medida, la invasión estaba fundamentada en un concepto erróneo acerca de la política de Sajonia. Federico estaba convencido -erróneamente- de que el Elector Federico Guillermo12 se había unido a la coalición contra él, e hizo que se buscaran, sin éxito, las pruebas documentales al respecto. Pero esto es probable que sólo haya sido una excusa, si es que su personalidad necesitaba alguna. En realidad, había un conjunto de ventajas estratégicas importantes para Prusia de carácter mucho más general. En sus escritos anteriores, Federico había puntualizado tres tipos de guerra éticamente permisibles: la guerra defensiva en respuesta a una agresión; la guerra para perseguir justos derechos – como la Primera guerra Silesiana, según él; y la “guerra de precaución”, en la cual un príncipe descubre que sus enemigos están preparando una acción militar en su contra y lanza un golpe “pre-emptivo” a fin de no desperdiciar las ventajas estratégicas de comenzar las hostilidades en sus propios términos13. 12 En general los reyes alemanes eran poco originales con sus nombres, dificultando su precisa identificación por parte de los estudiosos… 13 Clark, …, Pág 199. Federico El Grande, Anti Maquiavelo, Cap. XXVI, Ver su trascripción completa en http://www.geocities.com/danielmacryan/antimac.html./ Por cierto que en esto no hay nada nuevo bajo el sol. La doctrina militar conjunta norteamericana distingue claramente el concepto de guerra preventiva y de ataque pre-emptivo. La primera está definida como “una guerra iniciada en la creencia de que un conflicto militar, aunque no inminente, es inevitable, y cualquier retardo aumentará los riesgos”. En cuanto al ataque pre-emptivo se lo define como: “Ataque iniciado sobre la base de evidencia incontrovertible de que un ataque enemigo es inminente”. Por cierto que la realidad nunca se presta a ser encasillada claramente en categorías como estas. La acción de Federico II El Grande al iniciar la guerra, según el análisis estratégico histórico sobre la base de fuentes por largo tiempo consolidadas, debiera ser encuadrada en el campo de la guerra preventiva, más que en el ataque pre-emptivo. Pero las distinciones en la realidad son eminentemente subjetivas.
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La invasión de Sajonia encaja bien dentro de su tercera categoría; por lo tanto, estaba totalmente tranquilo desde el punto de vista de la corrección moral de su acción. Como consecuencia, permitió al rey iniciar la guerra antes de que sus enemigos hubieran podido concentrar debidamente sus fuerzas y con toda su potencia. Además, le dio el control de una zona estratégicamente sensitiva que, casi ciertamente, habría sido utilizada por sus enemigos como una base adelantada -60 a 80 km de Berlín- para sus ofensivas. Sajonia también era una tierra de muy considerable valor económico; por cierto que la implacable maquinaria administrativa prusiana la exprimió sin piedad durante la guerra, proveyendo más de un tercio del total del gasto militar prusiano. Aunque, como siempre en la apreciación que se puede hacer de los actos de Federico, resulta casi imposible saber cuán intensamente el tema financiero y de otros recursos pesaron en sus resoluciones, aunque se sintiera muy feliz con sus resultados. Pero la decisión de ir a la guerra, sean cuales fueren los motivos y los fines, siempre es un acto político. Y desde el punto de vista político, a pesar de las ventajas de tipo estratégico señaladas, su impacto fue realmente desastroso para Prusia. La coalición anti prusiana se revistió con el ropaje propio de la dignidad atropellada –actitud bastante hipócrita por cierto. Rusia ya había puesto bastante presión sobre la alianza en el sentido de realizar una ofensiva, pero los franceses todavía no estaban dispuestos. Algunos autores sostienen que, si Federico hubiera manejado mejor los tiempos, esto es, demorado su golpe “pre-emptivo” por un tiempo “vigilado”, y se hubiera convertido en víctima de un ataque por parte de Austria y/o Rusia, es muy probable que Francia hubiera permanecido neutral. En vez de ello, Francia y Austria firmaron un Segundo Tratado de Versailles (1ro May 1757), de un carácter abiertamente ofensivo, por el cual Francia se comprometía a proporcionar 130.000 hombres y 12 millones de libras francesas por año hasta que Silesia se hubiera recuperado (Francia iba a ser recompensada con el control de la Bélgica Austríaca -esto último prometido por María Teresa, que llegaba a cualquier extremo llevada por su inquina personal, ciertamente femenina, contra Federico). Rusia, por supuesto, se unió a la alianza ofensiva con 80.000 hombres -esperaba adueñarse de la Curlandia polaca y compensar a Polonia con la Prusia Oriental. Los integrantes del Imperio Romano Germánico formaron un Ejército Imperial de 40.000 hombres. Aun los suecos se unieron, en la esperanza de arrebatar a
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Prusia –ya fuertemente empeñada en la guerra- toda o parte de la Pomerania, territorio que consideraban propio y siempre ambicionaron.14 Por supuesto que esta no era una guerra para decidir el destino de Silesia. Era una guerra de partición, una guerra para decidir el destino de Prusia, esa extraña anomalía política, ese país todavía no bien terminado y percibido como muy peligroso para la estabilidad europea. Si los aliados hubieran tenido éxito en el logro de sus propósitos políticos a través de una guerra exitosa, el Reino de Prusia, claramente, habría dejado de existir. Privada de la Silesia, de la Pomerania y de la Prusia Oriental, además de los territorios menores que los “estadúsculos” del Imperio reclamaban -como buitres- por sus contribuciones, Prusia habría retornado a su condición primordial: un Electorado del Norte de Alemania, territorialmente encerrado. Esto habría estado de acuerdo, precisamente, con el principal propósito político de la Monarquía Imperial, expresado por Kaunitz: “la réduction de la Maison de Brandenbourg à son état primitif de petite puissance trés secondaire”15 Para el verano de 1756, cuando Federico invade la Sajonia, Europa estaba dividida en dos campos hostiles: Inglaterra y Prusia por un lado, y Francia, Austria y Rusia por el otro, apoyadas por Sajonia, Suecia y un número más o menos grande de los pequeños estados semi independientes del Imperio.
4 Que Federico haya prevalecido contra tan masiva y poderosa reunión de fuerzas aparecía como milagroso para sus contemporáneos, como también muy notable para el moderno observador, aunque disfrute de la ventaja de la visión retrospectiva con todos los datos de la situación perfectamente conocidos. ¿Cómo se explica? Como se expresara anteriormente, los prusianos disfrutaban de ciertas ventajas geográficas muy importantes, que el genio del Rey 14 Clark, …, Pág. 200 Schlieffen, ..., Pág. 75-76. Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomo VII, Barcelona (Esp.), Editorial Ramón Sopena, 1980, Pág.334. Universidad De Cambridge, Historia del Mundo en la Edad Moderna, Edición española dirigida por Eduardo Ibarra y Rodriguez. Tomo XI El Siglo XVIII, Buenos Aires, La Nación, 1913, Cap. IX, passim. 15 Citado por Clark, …, Pág. 200.
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convertía en arma poderosa. El control de Sajonia le daba una base territorial compacta (por supuesto, excluyendo a Prusia Oriental y los principados de la Westfalia), desde la cual lanzar sus fulminantes operaciones. Estaba escudado en las fronteras del Sur de la Silesia por los montes Sudetes de la Bohemia del Norte. Su flanco del Oeste estaba protegido por el Ejército de Observación de Hannover –subsidiado por los ingleses- , el cual mantenía a los franceses más o menos tranquilos por ese lado16. Asimismo, en los años 1758-1761, Prusia recibió un subsidio anual de la Corona Inglesa equivalente a 3.500.000 thalers, que significaban más de un quinto de sus necesidades financieras de guerra. Y Federico –quien temprano decidió no empeñarse en operaciones en Prusia Oriental o en Westfalia- disfrutó de las ventajas de su posición central, que permitía la maniobra por líneas interiores a su duro y maniobrero Ejército, mientras que sus enemigos –con la excepción de Austria- operaban lejos de sus tierras. Estos, dispersos alrededor de la periferia del Teatro de Operaciones principal, encontraron siempre dif ícil, si no imposible, coordinar efectivamente sus esfuerzos17, en particular en el nivel operacional de la guerra18 Por otra parte, como en toda guerra de coalición, se planteaban varios problemas más o menos importantes de motivación y confianza entre los aliados. La fijación de María Teresa con la destrucción del “monstruo prusiano” no era compartida por el resto de los integrantes de la alianza, que tenían propósitos más limitados. En principio, Francia estaba más preocupada con el conflicto más importante en el Atlántico; y su entusiasmo inicial en la lucha contra Prusia se desinfló bastante luego de la aplastante derrota recibida en Rossbach. En lo referente a Suecia y los demás “estadúsculos” alemanes del Imperio presentes en la coalición, estaban en ella ante la perspectiva de obtención de fáciles ganancias; no tenían ninguna gana de empeñarse en una larga guerra de desgaste. El eslabón más fuerte de la alianza era la relación Rusia- Austria, 16 Tampoco tenían muchas ganas de enfrentarse decisivamente con Federico al cual le tenían un saludable respeto por lo que habían observado en la primera y segunda guerra silesiana. 17 Ver los Mapas de conjunto: Anexo I La sincronización de los esfuerzos estratégicos militares constituye una condición “posibilitante” para el éxito de las campañas 18 Fuller, John Frederick Charles, Military History of the Western World. Vol II From the Defeat of the Spanish Armada to the Battle of Waterloo, New York (EEUU), Da Capo Press, 1955, Crónica 6 y Cap. 6, passim. Para una definición adecuada de esta expresión ver ROB-00-01 (Proyecto) Conducción del Ejercito Argentino - Ed. 2007. Cap. 1 Sec. IV
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pero aquí también hubo problemas. Ninguno deseaba que el otro se beneficiase desproporcionadamente con la guerra. Ahora bien, todos estos verdaderos factores de fuerza –en el más alto nivel de conducción del Estado- para Prusia no deben tomarse como una previa garantía de éxito en la guerra. La Tercera Guerra de Silesia o Guerra de los Siete Años, se arrastró a lo largo de siete terribles años, precisamente porque bajo las condiciones estratégicas militares, operacionales y aun tácticas de la época fue muy dif ícil resolverla militarmente. Además, se debe insistir en que, en lo fundamental, los aliados nunca pudieron hacer prevalecer su superioridad de medios, por causa de una carencia de voluntad política para compatibilizar sus intereses –y por cierto de habilidad estratégica- a fin de lograr la necesaria unidad de esfuerzos en todos los niveles de conducción de la guerra. No hubo una cadena ininterrumpida de brillantes triunfos prusianos; sí una lucha casi constante, sangrienta, terrible, en la cual la victoria para Prusia, en última instancia, fue sobrevivir para luchar otra vez.
5 En los momentos previos a la ofensiva sobre Sajonia, Federico había realizado la siguiente y necesaria distribución estratégica militar: Para vigilar a Suecia y realizar eventuales operaciones con la finalidad de retardar la decisión, un pequeño cuerpo de 11.000 hombres. Para observar a los rusos unos 26.000; un ejército de 37.000 para la defensa de Silesia; y el esfuerzo estratégico militar principal, a órdenes directas del Rey, con el grueso del Ejército prusiano, de poco más de 70.000 hombres de todas las armas para su empleo en las operaciones en Sajonia y posteriores emergentes19. Diez días después de comenzar su invasión a Silesia, ocupó la ciudad de Dresden, su capital, y comenzó de inmediato a adaptar la organización administrativa del Electorado según sus necesidades y a repasar detalles de instrucción de su Ejército, sin perder un minuto. El Rey espera prudentemente que los pasos estén libres de nieve y hielo para continuar su ofensiva y, desarrollando una brillantemente ejecutada maniobra estratégica operacional convergente, avanza hacia Praga, la capital de Bohemia. Cuando se encuentra con los austriacos, los derrota el 6 de septiembre de 1757, pero sufre una pérdida terrible: el Conde Schwerin, su 19 Fuller, …, Pág 199.
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General más capaz, muere en combate. A continuación, establece el sitio de la ciudad, y continúa su avance hacia el Sur. El 18 de Junio se encuentra con un muy fuerte Ejército Austríaco en Kolin, al mando del extremadamente hábil Mariscal v. Daun. Federico lanza un ataque, más que intrépido, temerario, y recibe el duro golpe de la derrota, la primera de su carrera. El Ejército Austríaco algo había aprendido en los años de paz que precedieron a la guerra, y era especialmente fuerte en las operaciones defensivas, cuando estaba bien comandado como en este caso. Los prusianos perdieron más de 13.000 hombres de un efectivo de 33.000. Federico tuvo que levantar el cerco de Praga y retirarse a la Sajonia20. Pero si los austriacos querían recuperar su Silesia, y castigar a Federico y a Prusia, en algún momento deberían pasar a la ofensiva. Bastante animados por el triunfo del Mariscal v. Daun, los aliados lograron acordar la realización de una maniobra estratégica militar orientada a cercar a Federico y destruirlo. Un Ejército Imperial fuerte, de 33.000 hombres, y compuesto por austriacos y alemanes pertenecientes a más de cien “estadúsculos”, al mando del bastante áspero Príncipe Joseph von Saxe-Hildburghausen, debía reunirse con un Ejército francés de 30.000 hombres, comandado por el Mariscal de Soubise, cuyo nombramiento para un comando en campaña no se debía tanto a sus aptitudes militares –escasas, por cierto- como al hecho de ser un favorito de la favorita del Rey Luis, Mme. de Pompadour. Esta fuerza debía operar ofensivamente desde el Oeste y reconquistar la Sajonia. Otro Ejército francés, al mando del Mariscal d’Estress y del Duque de Richelieu, fuerte de 100.000 hombres, debía avanzar contra el Duque de Cumberland en Hannover. Asimismo, una fuerza rusa de 17.000 hombres, que ya habían capturado Memel en la Curlandia prusiana debían invadir a Prusia por el Este. Los suecos, con 17.000 hombres al mando del General Ungern von Strenberg, debía desembarcar en la Pomerania. Y, especialmente, un Ejército Austriaco de 100.000 hombres bajo el mando del príncipe Carlos de Lorena y del Mariscal v. Daun, debían operar contra los restos del Ejército prusiano derrotados en Kolin.
20 Fuller, …, Pág. 200. Citino, Robert M, The German Way of War. From the Thirty Years’ War to the Third Reich, Kansas (EEUU), University of Kansas Press, 2005, Pág. 68-70.
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La maniobra estratégica operacional y la batalla21 Todavía curándose las lastimaduras recibidas en su amor propio por la derrota sufrida en Kolin y tratando desesperadamente de reunir reemplazos para las disminuidas unidades de infantería que constituían la columna vertebral del Ejército, Federico ahora tenía que considerar algunos elementos graves de la situación. Los austriacos se agitaban al sur, pero como él bien sabía, el proceso de alistamiento de sus fuerzas sería más o menos prolongado. Los rusos, que avanzaban desde el Este, lo hacían muy lentamente por la casi carencia de caminos y el mal tiempo. La amenaza más inmediata la constituía el denominado “Ejército Combinado de Ejecución Imperial y Francés”, de Soubise y Hildburghausen. Su avance hacia Turingia utilizaba la mejor red de caminos de Europa y podía saquear y arrasar los prósperos territorios occidentales del Reino –según las costumbres militares francesas de la época- y amenazar su posición en la Sajonia en pocas jornadas de marcha22. La lógica de hierro de la línea interior imponía, sin duda alguna, derrotar a esta fuerza enemiga en primer lugar, para luego volverse contra el grueso de los austriacos en la Silesia Dejando una fuerza en Silesia bajo el comando del Duque de Bevern, Federico y su Ejército de sólo 25.000 hombres salieron de Dresden el 31 de agosto hacia el Oeste. Claramente, éste no era el Ejército prusiano de la primavera pasada; era una fuerza desgastada cuyas unidades estaban disminuidas en sus efectivos en mayor o menor medida, y estaban conducidas por comandantes y jefes cuya confianza en el Rey seguramente estaba sacudida. Una notable excepción era el joven General Friedrich Wilhelm von Seydlitz. De Caballería, era uno de los pocos que habían impresionado a Federico en Kolin. Ahora estaba al mando de la vanguardia del Ejército en marcha a través de Alemania y tuvo varios pequeños encuentros con un par de Regimientos de Húsares austriacos agregados al Ejército Combinado, a los cuales rechazó sistemáticamente. Otros elementos de Caballería enemiga y de Pandours croatas hostilizaron la columna principal sin mayores problemas para la rapidez del movimiento de
21 Ver mapa de conjunto Anexo I 22 Citino, …, Pág. 72. Fullner, …, Pág. 201. Schlieffen, …, Pág 113-116. Frantz, Gunther, La Batalla de Aniquilamiento en Ejemplos de la Historia de Guerra, Trad. Tcnl Carlos von der Becke y My Humberto Sosa Molina, Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial Vol 145, 1930, Pág 23.
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los prusianos. Marchando livianos, y dejando detrás la parte no indispensable de las columnas de bagajes, el Rey dispuso abastecer sus tropas con lo que se conseguía en la región que atravesaban y las alojaba al término de cada jornada de marcha en las localidades cercanas. Esto era una rareza para la doctrina de la época y particularmente para la de Federico, que basaba su sostén logístico en sus propios almacenes y columnas de abastecimiento23. Cruzó el Río Saale el 10 de septiembre y entró en la región de Turingia, alcanzando la ciudad de Erfurt el 13 de septiembre. El Ejército Prusiano había marchado más de 260 km en 13 días –un promedio de 20 km diarios. Dos días más tarde su vanguardia estaba en la localidad de Gotha. Seydlitz se movió tan rápido que estuvo a pocos minutos de capturar a los dos Comandantes enemigos.24 Es muy probable que Federico haya intentado una rápida campaña exitosa en Turingia para volverse contra la concentración austriaca que amenazaba Silesia. Pero su avance a Gotha encontró al Ejército Combinado fuera de alcance; sus movimientos retrógrados buscando atraerlo sólo lograban que aquel realizara un avance cuidadoso sin darle la oportunidad de batirlo. El principal problema de los aliados no era el talento -o su falta- de los Comandantes, sino el hecho de que eran dos. Soubise prefería maniobrar y no buscar una batalla. Hildburghausen –técnicamente su superior, deseaba precisamente lo opuesto. Consideramos como muy probable su reconocimiento del principal factor de debilidad de su fuerza, que era la tensión centrífuga originada en la multitud de orígenes de sus tropas, y su carencia de instrucción y adiestramiento comunes. Para él, la demora en lograr una decisión incrementaba el problema. A veces, sin embargo, las preferencias de los Comandantes se revertían, con Soubise repentinamente afecto a una batalla y el austriaco recomendando precaución. Federico también tenía que ser muy cuidadoso. La información que su sistema de obtención constantemente le proporcionaba, afirmaba que la magnitud del Ejército Combinado alcanzaba entre los 55.000 y 60.000 efectivos, casi tres veces el propio. Como puede apreciarse en la ilustración 1, varias veces ejecutó movimientos retrógrados para ver si atraía a todo o parte del ejército enemigo, sin que
23 Van Creveld, Martin, Supplying War. Logistics from Wallenstein to Patton, New York, Cambridge University Press, 2004, Pág 28-29. Citino, ..., Pág 72-73. 24 Citino, …, Pág. 73. Van Creveld, …, Pág 29
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Ilustración 1. Movimientos previos a la Batalla de Rossbach.25
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Ilustración 1. Movimientos previos a la Batalla de Rossbach.25
25 Mapa extraído de la obra Schlieffen, Alfried Graf v., Federico el Grande, Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, Vol. 134, 1929.
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éste mordiera el anzuelo. Los ejércitos adversarios se movían hacia atrás y adelante, en una especie de danza buscando una oportunidad, con el Río Saale como límite entre ambos26.
Intermedio En eso estaba, cuando el Rey recibe, el 12 de octubre, casi un mes después de su llegada al Saale, la noticia de que una fuerza austriaca ejecutaba una incursión sobre Berlín. El día 16 de octubre entró en la ciudad. A órdenes del General Conde Hadik, una fuerza de tamaño brigada -más o menos 4.000 efectivos- asaltó las puertas, libró una serie de pequeños encuentros exitosos en los suburbios con las tropas de la guarnición y, en general, se puso a difundir un poco de terror en la ciudadanía, quemando algunas casas, saqueando moderadamente, etc. Se retiró al día siguiente, no sin antes haber extraído un pago de 200.000 thalers, más un plus de 15.000 para “refresco de las tropas”27. Había sido una operación de poca monta en realidad, pero ciertamente causó momentos de ansiedad, y el Burgomaestre de la ciudad despachó a la reina Elizabetha Christine y al príncipe de la corona -el sobrino de Federico- a la ciudad de Spandau. Marchando aceleradamente a rescatar a su Capital de lo que parecía un ataque masivo, Federico dio la vuelta rápidamente cuando supo de la escala limitada de la operación austriaca.
Se aproxima la batalla La incursión del Conde Hadik tuvo un efecto fuera de proporción con su importancia intrínseca. La partida de Federico hacia Berlín fue justo lo que Soubise y Hildburghausen deseaban. Aún un comando casi paralizado como ese no podía dejar de explotar la oportunidad. El 24 de Octubre, el Ejército Imperial –Soubise no acompañó el movimiento- cruzó el Saale. Ciertamente, 26 Citino… Pág. 73 Fuller…Pág. 201 Schlieffen… Pág 113- 116 Frantz, Gunther. La Batalla de Aniquilamiento en Ejemplos de la Historia de Guerra, Trad. Tcnl Carlos von der Becke y My Humberto Sosa Molina, Buenos Aires, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial Vol 145, 1930, Pág 23. 27 Citino, …, Pag-73. Fuller, …, Pág. 201. Schlieffen, …, Pág. 117-118.
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estas eran las noticias que Federico había estado esperando y se lanzó a forzar una decisión. Para el 31 de octubre, el cuerpo principal prusiano, reforzado con las tropas del Príncipe Moritz y del Príncipe de Brunswick, había alcanzado nuevamente la línea del Saale. El rápido movimiento de Federico de regreso a Turingia concentró por fin las mentes de Soubise y del austriaco. Éste, cuyo audaz movimiento a través del Río Saale no había sido apoyado por Soubise, se retiró nuevamente al otro lado del río, operación cuya premura decía del respeto que tenía por los prusianos, en especial por el Rey. El 2 de noviembre entonces, los dos ejércitos aliados habían establecido su contacto nuevamente, el Ejército Imperial moviéndose desde el SE y uniéndose al Ejército francés en St. Micheln. Juntos sumaban unos 41.000 efectivos de las tres armas. Eran bastante menos de los 60.000 que había apreciado Federico según sus informes, pero todavía una fuerza muy importante28. Federico cruzó el Río Saale por Weissenfels temprano el 3 de noviembre. Reuniéndose con otro destacamento comandado por el General Keith, bajando desde Halle, el ejército prusiano estableció su campo entre la localidad de Braunsdorf y el Arroyo Geisel, dando frente hacia el Oeste, alrededor de 5 km al Este del dispositivo aliado. Aún después de incorporar todos los destacamentos, la fuerza prusiana sólo contaba con 22.000 hombres, distribuidos en 27 batallones de infantería, 45 escuadrones y 25 piezas de artillería. Aunque ya estaban reunidos sus ejércitos, ambos Comandantes aliados pasaron momentos bastante dif íciles tratando de ponerse de acuerdo acerca de cómo operar contra Federico. La ubicación del campo y las disposiciones dentro del mismo le parecían a Hildburghausen decididamente suicidas. El frente del dispositivo estaba orientado hacia el Norte, basado en la creencia de que el cuerpo principal prusiano estaba cruzando el Saale en Halle y bajaría sobre aquel desde esa dirección. Hildburghausen, cuyas avanzadas de combate habían estado en contacto de combate con los prusianos en Weissenfels, no podía convencer a Soubise que Federico estaba al acecho hacia el Este. El hecho de que su Ejército Imperial formaba el ala derecha del campo, y de este modo tendría que aguantar el ataque prusiano desde esa dirección, no contribuía para nada a su tranquilidad. El campo defensivo, organizado ligeramente,
28 Citino, …, Pág 75.
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“era la cosa más confusa que he visto en mi vida”29 sostenía Hildburghausen. Por ejemplo, el puesto de comando del Ejército Combinado estaba ubicado al Norte de las tropas, esto es, al frente del dispositivo. Hildburghausen requirió muy formalmente un inmediato cambio de frente hacia el Este. Al principio, Soubise se resistió pero al final estuvo de acuerdo. También parece que, al fin de cuentas, había aceptado lo inevitable de un encuentro con el Ejército Prusiano; tanto fue así que hay informes de que pasó casi todo el día 3 de noviembre reconociendo el campo de batalla potencial30. Los dos ejércitos enemigos estaban ahora separados por unos cuatro o cinco kilómetros, pero sin saber cada uno cuál era la ubicación precisa del otro. El mismo 3 de noviembre, las patrullas de exploración de Federico fueron las primeras en aclarar la situación. A última hora de la tarde, informaron a su Rey que los aliados estaban en posición dando frente hacia el Norte, y de este modo ofreciendo en bandeja su flanco derecho a un ataque de Federico. Por supuesto, inmediatamente el Rey resolvió atacar a la mañana siguiente31. Sin embargo, esa noche, sea por causa de los informes de actividad de los prusianos frente a su flanco derecho, o por la presión de Hildburghausen, los comandantes del Ejército Combinado de Ejecución Imperial-Francés realizaron el cambio de frente de su dispositivo para la batalla. La nueva posición daba frente al Este, apoyada al Norte en la localidad de Muckeln y Branderoda en el Sur, paralela al dispositivo prusiano.32
La batalla Antes del amanecer del 4 de noviembre, Federico ordenó a su Ejército aprestarse para el ataque al dispositivo aliado. Como casi siempre lo hacía, se adelantó para tener una visión personal del campo de batalla y del enemigo. En lugar de ofrecer su flanco como le había sido informado la tarde anterior, el Rey descubrió que el enemigo formaba una muy fuerte línea de batalla con frente al Este. Un ataque frontal contra tan superiores efectivos listos para el encuentro, no le resultaba atractivo después de Kolin. Más tarde, Federico
29 Estado Mayor General Aleman, Hastenbeck und Rossbach, Citado en Citino, …, Pág. 75. 30 Estado Mayor General Aleman, Hastenbeck und Rossbach, Citado en Citino, …, Pág. 76. 31 Los ataques nocturnos estaban fuera de toda consideración en el universo operacional de Federico. 32 Citino, …, Pág. 76. Schlieffen, …,Pág 119.
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escribió que podría haber tomado la posición enemiga, pero le habría costado 20.000 hombres, por cierto no los tenía para eso. El Rey ordenó la suspensión del ataque y la ocupación de una posición entre Bedra y Rossbach, instalando su PC en esa última localidad.33 Como el estudioso de esta temática histórica militar seguramente estará de acuerdo, muchas de las campañas de los ejércitos europeos del Siglo XVIII son bastante dif íciles de seguir y analizar. Con ejércitos relativamente pequeños, y tres o cuatro destacamentos en movimientos simultáneos en diferentes regiones y direcciones, el efecto es de alguna perplejidad. Pero al mediodía del 4 de noviembre, la situación en este frente se había acomodado de manera tersa y clara. Los dos ejércitos enemigos se enfrentaban en líneas de batalla paralelas separadas por unos cuatro km. Ambas estaban orientadas N-S, el Ejército Combinado al Este, los prusianos al Oeste. Desde el punto de vista de la Estrategia Operacional y de la táctica superior, es casi imposible concebir que cualquiera de estos ejércitos enfrentados pudiera lograr una victoria decisiva al día siguiente, como en realidad aconteció. Hasta el día de hoy resulta muy dif ícil para los historiadores militares reconstruir los fundamentos precisos por los cuales los Comandantes aliados resolvieron lanzar un ataque contra el dispositivo de Federico. Sin embargo se pueden hacer algunas consideraciones. En primer lugar, la situación de abastecimiento era crítica, y hacía imposible permanecer a la espera, por más fuerte que fuera la posición ocupada. Los ejércitos habían estado moviéndose por toda la región por muchas semanas, y los recursos de la misma estaban agotados. Ejecutar una retirada, tampoco era un modo de acción atractivo. Conociendo a Federico, sabían que atacaría como un rayo, aprovechando la oportunidad mientras estuvieran en situación desfavorable al formar las columnas e iniciar el movimiento retrógrado para alejarse. Quedaba sólo una opción. Al caer la noche del 4 de noviembre, los Comandantes aliados resolvieron avanzar contra Federico. Quizás una maniobra alrededor del flanco de la posición prusiana y amenazar sus comunicaciones en Weinssenfels sobre el Saale, sirviera como una palanca para obligar al Rey a abandonar su posición y retroceder más o menos en desorden. Si esto no funcionaba, y Federico no 33 Citino, …, Pág 76. Schlieffen, …, Pág119. Fuller, …, Pág. 202. Jones, …, Pág. 300. Frantz, …, Pág. 24.
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abandonaba su posición, el Ejército Combinado estaría - el 5 de noviembre al anochecer- en una posición entre Obschutz y Reichartswerden para atacar su flanco. En ese caso, lanzarían el ataque el 6 de noviembre con las primeras luces. Hildburghausen objetó la carencia de especificidad, y temprano en la mañana del 5 de noviembre hizo que Soubise pusiera por escrito su intención de atacar a los prusianos –una clara indicación del tipo de ambiente de cooperación que se vivía en el Comando aliado. Pero el plan era bastante apropiado, y quizás habría funcionado bien contra la mayoría de los Generales del Siglo XVIII34. El 5 de noviembre, pasado el mediodía, la activa exploración prusiana informó que los aliados habían levantado su posición y se movían hacia su derecha, esto es, hacia el Sur, en términos generales. Federico de ninguna manera saltó a ponerse en acción. Los aliados bien podían estar moviéndose para reaprovisionarse en Freiburg. Quizás se estaban retirando hacia y a través del Río Unstrut. No había ninguna necesidad, argumentaba con sus ayudantes, de lanzarse a ninguna acción precipitada. Ya había visto lo suficiente de la aptitud de maniobra del ejército enemigo y de la energía y capacidad de sus Comandantes, y no estaba para nada impresionado. Seguramente sus intenciones se aclararían enseguida, y cualquier cosa que hubieran decidido Hildburghausen y Soubise, habían tenido la gentileza de ahorrar al Ejército prusiano un ataque frontal contra una fuerte línea de batalla preparada para resistir. Sólo por prudencia, ordenó que inmediatamente se preparara una fuerza de diez batallones de su ala derecha y todos sus escuadrones de húsares y dragones para atacar la retaguardia aliada si el Ejército Combinado realmente estaba realizando una retirada general.35 Para un ejército que realiza una maniobra a todas luces bastante audaz como la que intentaba el ejército aliado, ciertamente se tomó su tiempo. Los franceses en particular tuvieron bastantes dificultades en levantar el campo y formar las columnas de avance. Aún con Hildburghausen urgiendo la mayor rapidez, el movimiento no empezó hasta el mediodía36. 34 Citino, …, Pág 76. Schlieffen, …, Pág119. Fuller, …, Pág. 202. Jones, …, Pág. 300. Frantz, …, Pág. 24. 35 Federico El Grande, Rossbach, Citado por Citino, … Pág 77. 36 Schlieffen, …, Pág. 120.
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Ilustración 2. Plano de la Batalla de Rossbach. 5 de noviembre de 1757.37
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Ilustración 2. Plano de la Batalla de Rossbach. 5 de noviembre de 1757.37
37 Extraido de Frantz, …, Anexos.
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La vanguardia consistía en seis escuadrones de Húsares austriacos, seguidos por el cuerpo principal en tres columnas. La columna izquierda, que constituía el primer escalón de la línea de batalla, consistía en 16 escuadrones de diferentes estados alemanes del Imperio, seguidos por 16 batallones de infantería franceses y por último otros 12 escuadrones franceses. La columna del medio formaba con 17 escuadrones alemanes seguidos también por 16 batallones franceses. La columna de la derecha contenía el cuerpo francés de reserva y la infantería del Ejército Imperial -las unidades menos confiables de la fuerza- seguido todo por la artillería alemana de reserva. La artillería francesa formaba una columna propia y exclusiva y marchaba entre la segunda y tercera columna. 38 El Ejército Combinado marchó entonces hacia el Sur durante una hora, y aproximadamente a las 1300 horas dobló hacia el Este en proximidades de la localidad de Zeuchfeld, una conversión de noventa grados realizada por las cuatro columnas cerradamente formadas que llevó a una tremenda confusión. Pronto las cuatro columnas se habían convertido en cinco. La marcha continuó manteniendo ese orden, pero, según los testigos de la época, no era un espectáculo digno de aplaudir. Eran ahora las 1400 horas. Las columnas aliadas hicieron alto de modo que los Comandantes pudieran reconocer el campo prusiano. No había contacto de combate aún y, sin sorpresa, se produjo una fuerte discusión entre Hildburghausen y Soubise. Este último todavía argumentaba a favor de establecer un nuevo campo o posición entre Obschutz y Reichardtswerden, mientras que el General austriaco quería atacar tan pronto se alcanzara el flanco prusiano. Lo que seguramente llamará la atención del lector es la total falta o carencia de evaluación acerca de lo que podría estar haciendo el Ejército prusiano y cuáles podrían ser sus probables acciones. También resulta notable la detención de todo el Ejército, que estaba ejecutando una audaz maniobra de rodeo. Pero del lado positivo, la pausa permitió a los contingentes de infantería alemanes, que ya se estaban retrasando bastante, pudieran alcanzar al resto del Ejército Combinado.39
38 Schlieffen, …, Pág 120. Citino, …, Pág 78. 39 Schlieffen, …, Pág. 120. Citino, …, Pág. 78. Fuller, …, Pág 203.
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No resulta claro en las fuentes disponibles quién o quiénes, en el Comando de Federico, detectaron la conversión aliada en Zeuchfeld. Parece que los honores no le corresponden al Rey personalmente, a pesar de que, personalmente, acostumbraba a observar todos los movimientos principales del ejército enemigo. Pero claramente, en algún momento alrededor de esa hora, las 1400, recibió un informe acerca de movimiento de unidades de infantería. Eso lo convenció de que los aliados venían contra él.40 Así como había sido obstinado en no creer las evidencias del movimiento aliado sobre su flanco, ahora fue igualmente activo en la realización de una apreciación de situación abreviada para resolver una acción contra el Ejército Combinado en marcha. Casi inmediatamente fue claro para él que podía lograr algo totalmente raro en esos tiempos: tomar al ejército enemigo en marcha atacándolo antes de que tuviera tiempo para desdoblar y desplegar sus unidades y deshacerlo en la primera acción. Es imposible saber si Federico estuvo rumiando antes del 5 de noviembre esta resolución. Él nunca afirmó tal cosa. Es casi seguro que fue producto de la inspiración del momento.41 “La guerra implica azar; en ninguna otra esfera de la actividad humana se deja tanto margen para este intruso, porque ninguna está en contacto tan constante con él, en todos sus aspectos. El azar aumenta la incertidumbre de todas las circunstancias y trastorna el curso de los acontecimientos…Si queremos estar a salvo de este continuo conflicto con lo inesperado, son indispensables dos cualidades, en primer lugar una inteligencia que aun en medio de la oscuridad más intensa, no deje de tener algunos vestigios de luz interior que conduzcan a la verdad y, en segundo lugar, el valor para seguir esa tenue luz. A la primera se la conoce figuradamente por la expresión francesa coup d´oeil; la segunda es la determinación…(dicho golpe de vista) equivaldrá a dar con una verdad que para la mente común no es visible o sólo aparece luego de largo examen y reflexión”
A las 14.30 horas, todavía cambiando opiniones con sus ayudantes, el Rey impartió sus órdenes y puso en movimiento a su Ejército. Los prusianos, en agudo contraste con su enemigo, levantaron el campo con extraordinaria rapidez, y pronto estuvieron en marcha. Un oficial francés que vio la operación 40 Fuller, …, Pág 203. El General inglés afirma en su obra que Federico instaló a un Cap. Gaudi en el techo de la Municipalidad de Rossbach donde estaba almorzando, para observar al enemigo, y fue su informe que lo hizo cambiar de idea 41 Fuller, …, Pág 203-205. Citino, …, Pág 79. Schlieffen, …, Pág. 120.
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comentó que “fue como un cambio de escena en la Ópera”.42 Algunos dicen que fueron minutos, lo más probable es que haya sido alrededor de media hora. En la vanguardia, como de costumbre, avanzaba el formidable v. Seydlitz con la Caballería prusiana. Aunque era el más joven de los Generales de Caballería del Ejército, el Rey reconocía el talento militar donde aparecía, y lo puso al Comando de 38 escuadrones. v. Seydlitz tomó casi exactamente en dirección al Este, hacia la localidad de Klein Kayna. El camino elegido y ordenado por Federico lo llevaba detrás de una larga altura, una cuchilla más bien, llamada el Janus Berg. La Infantería prusiana pronto seguiría detrás de su Caballería. Increíblemente, los Generales aliados habían observado la escena desde el pueblo de Luftschiff, donde habían hecho alto. Pudieron ver claramente al Ejército prusiano levantando el campo, formando, iniciando su marcha hacia el Este y desvaneciéndose totalmente detrás del Janus Berg. Se realizó un rápido consejo de guerra para discutir las implicancias de estos acontecimientos. El modo de acción más probable que se asignó al Ejército prusiano, y que estaba en ejecución a todas luces, era el de retirarse, probablemente hacia Merseburg y luego nuevamente hacia el Saale. Este fue el gran momento de Hildburghausen. Por bastante tiempo había estado predicando una actitud mucho más ofensiva contra Federico, y los eventos estaban probando ahora la sabiduría de esa postura. El Ejército Combinado debía darse prisa y atacar a los prusianos en plena retirada. Soubise y los otros Generales franceses estuvieron de acuerdo. La resolución adoptada disponía adelantar la Caballería de todas las columnas para perseguir al enemigo aparentemente desmoralizado. La dirección elegida era hacia el NE, dado que se trataba de alcanzar a Federico y batirlo antes de que se escapara a través del Saale. El resto del Ejército seguiría inmediatamente detrás de la Caballería43. La pausa de los aliados había posibilitado a v. Seydlitz completar la maniobra envolvente dispuesta por Federico. Su marcha lo había llevado primero hacia el pueblito Klein Kayna, luego hacia el Sur hacia Gross Kayna (ver Anexo I). Todo el movimiento había estado fuera de las vistas de los aliados, oculto primero por el Janus Berg y luego por su extensión, el Polzen Hugel. Cuando llegó a la parte más alta de esta última lomada 42 Fuller, …, Pág 205. 43 Citino, …, Pág 79.
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había logrado el sueño de todo Comandante o Jefe en combate: lograr una total y completa sorpresa.44 No menos de siete Regimientos de Caballería prusiana estuvieron en la primera carga que inmediatamente se iba a ejecutar; tres en el primer escalón, y cuatro en el segundo. Un octavo Regimiento, los Húsares de Szekely, formaba el extremo flanco izquierdo de la formación de v. Seydlitz. Era una poderosa fuerza, quince escuadrones en el primer escalón y dieciocho en el segundo, cabalgando como el viento –uno de los grandes momentos de la historia de la Caballería. A eso de las 15.30 horas, la Caballería aliada había, justamente, sobrepasado la localidad de Reichardtswerden, cuando el joven General prusiano levantó y agitó su larga pipa, su conocida señal para iniciar la carga. Entonces, dice M. des Castries, un oficial de Caballería francés “apenas habíamos formado, cuando toda la Caballería prusiana avanzó compacta como una pared y a una increíble velocidad. Con su derecha, cargó a la Caballería austriaca, que estaba en columna y no pudo hacer formar para el combate más que tres o cuatro escuadrones. Su izquierda se nos vino encima como una nube de demonios”. 45 El combate inicial fue bastante duro, eventualmente degenerando en una mêlée de encuentros individuales sable contra sable. Con su segundo escalón moviéndose a toda velocidad para envolver a la Caballería aliada a la derecha e izquierda, ésta pronto fue derrotada sin atenuantes. Una carga por los Húsares de Szekely contra el ala derecha del enemigo fue el golpe final, poniendo a la Caballería aliada en completo desorden. Cuando un Regimiento de Caballería francés intentó formar su línea, por dar un ejemplo, primero fue desorganizado por su propia Caballería que huía, y luego enseguida fue arrollado completamente por las compactas formaciones de jinetes prusianos. Casi de inmediato, la totalidad de la Caballería aliada estaba en fuga hacia su retaguardia.46 Hasta ese momento, la Infantería aliada tenía sólo una muy leve idea de lo que estaba ocurriendo en su frente. Pronto una rápida serie de acontecimien44 Fuller, …, Pág 205-206. Schlieffen, …, Pág. 120. 45 Fuller, …, Pág. 206. Citino, …, Pág. 80. Schlieffen, …, Pág 120. 46 Fuller, …, Pág. 206. Citino, …, Pág. 80. Schlieffen, …, Pág 120.
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tos la pusieron en situación. Primero, fue una gran turba de jinetes cabalgando a gran velocidad hacia ella. A medida que se acercaba, resultó evidente que eran los remanentes de la propia Caballería, que hacía poco rato se había puesto en marcha para perseguir a los supuestamente desmoralizados prusianos. Se veía claramente que les había caído encima un desastre imprevisto. Sin mantener ningún tipo de orden y aparentemente aterrorizados, los jinetes en huida pasaban a toda carrera hacia retaguardia, a veces a través de las unidades formadas para la marcha.47 Y entonces, literalmente a los pocos segundos, una línea de Infantería prusiana, escalonada hacia la izquierda apareció sobre la cresta del Janus Berg. Dicha Infantería avanzó al Este de la localidad de Lunstadt y realizó una conversión a la derecha, cerrando el avance de la Infantería aliada, que aún mantenía su formación de marcha y comenzaba a recibir el fuego eficaz de una gran batería prusiana que apareció también sobre la cresta de la loma del Janus Berg. Solamente algunos Regimientos que marchaban a la cabeza se arreglaron para formar alguna clase de línea para el combate. Ciertos Regimientos franceses se arrojaron en columna contra la línea prusiana donde pudieron. Pero todavía no era la época de Napoleón. Sin la protección proporcionada por las gruesas nubes de escaramuzadores moviéndose en orden abierto, las cerradas columnas francesas fueron un blanco magnífico para los fusiles prusianos. A medida que Federico extendía hábilmente su línea en ambos lados, formando una “V” alrededor del enemigo, el pánico comenzó a difundirse en las filas del Ejército Combinado. El Rey ahora cambió de posición a la Artillería que estaba en el Janus Berg y la hizo emplazar en proximidades de Reichardtswerden, desde donde comenzó a batir a fácil alcance a las tambaleantes columnas aliadas, que ya no tenían dirección superior ni lugar donde ir. El golpe final fue asestado por la Caballería. Después del completo éxito de su primera carga, Seydlitz hizo lo que muchos Jefes del arma dejaban de hacer. Rápidamente reagrupó y reorganizó sus Escuadrones. Desplegándolos ahora hacia el SO, entre Tagewerben y Storkau, lanzó una gran carga contra el flanco del tambaleante Ejército aliado. Dicha acción fue como una señal 47 Citino, …, Pág 80. Schlieffen, …, Pág 119. Fuller, …, Pág. 206. Jones, …, Pág. 300. Frantz, …, Pág. 24.
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para que Federico ordenase ahora el avance general de la Infantería prusiana. Bajo estos golpes, el Ejército Combinado de Ejecución Franco-Austriaco simplemente se disolvió, siendo aproximadamente las 16.30 horas.48 Individuos, grupos y unidades enteras perdieron toda disciplina, arrojaron sus armas y huyeron como podían hacia retaguardia. Solamente un puñado de elementos disminuidos se arreglaron para marchar en orden hacia retaguardia. Una gran porción de la Artillería aliada, y un tren de bagaje increíble –después de todo eran franceses- cayeron en manos de Federico: “baúles llenos de perfumes y polvos aromatizados, grandes cantidades de ropa elegante, redes para el cabello, quitasoles, camisones de seda, loros y hasta dos bañeras supuestamente utilizadas por algunas damas acompañantes del Comando francés”.49 Pero fue la lista de bajas de Rossbach, sin embargo, lo que dio la mejor indicación de lo que había sucedido. Los aliados habían perdido más de 10.000 hombres, incluyendo más de 5.000 prisioneros. Los prusianos muertos en combate sumaban 169, y los heridos, 379. Para una época en que las batallas eran libradas y ganadas por el desgaste de largas líneas de infantería haciendo fuego al unísono a muy cortas distancias del enemigo, y por entreveros de caballería poco decisivos, Rossbach fue bastante inusual. Fue una batalla única, la más fácil y completa victoria de toda la carrera de Federico. Soubise no podía comprender qué le había sucedido. “Nuestra disposición era en realidad muy buena, pero el Rey de Prusia no nos dio tiempo para ejecutarla. Ante todo, es de la mayor importancia, en lo que sea factible, salvar el honor de la nación y echar al ejército del Imperio la culpa de lo acaecido”. Más tarde informaba a su gobierno: “J´écris à V.M. dans l’excés de mon désespoir, la déroute de votre armée est totale”50
48 Citino, …, Pág 81. Schlieffen, …, Pág 120-121. Fuller, …, Pág. 202-206. Jones, …, Pág. 300. Frantz, …, Pág. 24. 49 Jones, …, Pág. 299. 50 Schlieffen, …, Pág. 121-122.
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6 “Lo que más distingue a Federico, no es su habilidad en maniobrar, sino su audacia. Llevó a cabo cosas a las que yo nunca me hubiera atrevido. Abandonaba su línea de operaciones, y a menudo actuaba como si no tuviese ningún conocimiento del arte de la guerra”.51
Por supuesto que no se puede exaltar o canonizar a Federico por esta victoria, y casi ningún estudioso lo ha hecho, aún aquellos bastante prejuiciados historiadores militares del Estado Mayor General Alemán de la segunda mitad del Siglo XIX. El Rey mismo repetidamente señalaba la incompetencia del enemigo que enfrentó allí en Rossbach. El Reichsarmée no era un ejército, era una colección de contingentes. El Ejército francés mostró grandes debilidades desde el soldado hasta su Comandante en Jefe. Sus oficiales eran venales y corruptos, sus soldados sin entusiasmo, su doctrina táctica en estado de confusión. Pero el Ejército Combinado era aún peor. Sus Comandantes eran incapaces de tomar la más simple de las resoluciones sin que el proceso degenerase en una discusión amarga en todos los casos. Generalmente, se argumenta que este ejército, al recibir un golpe más o menos fuerte, simplemente colapsaría sin remedio, como efectivamente sucedió. Pero esto no es tan así cuando se observa con detenimiento –y se analiza- el curso real de esta parte de la campaña52 y el encuentro en que culmina. A pesar de los problemas que presentaba el Ejército Combinado, Federico tuvo bastante dificultad en obligarlo a una batalla. Cuando finalmente lo hizo, tuvo que suspender el primer ataque ante el cambio de frente del dispositivo aliado. No parece tampoco que el elemento humano del Ejército combinado fuera muy diferente de otros que el Rey tuvo que enfrentar. Aunque todas las fuentes utilizadas señalan que Federico no tenía mucho respeto por estos adversarios –que bordeaba en el desprecio-, debemos tener presente que éste es el mismo Federico que hacía muy poco tiempo había lanzado un temerario ataque frontal contra una fuerza austriaca mucho más grande en Kolin. Generalmente, tenía desprecio por casi todo el mundo en esta etapa de su carrera. 51 Comentario de Bonaparte, citado en Fullner, ..., pág. 194. 52 La campaña se concretaba en una maniobra por líneas interiores. Rossbach culmina la primera parte; faltaba ahora volverse rápidamente contra los austriacos en la Silesia.
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La clave para la debida inteligencia de esta batalla puede identificarse sólo cuando se la estudia desde el punto de vista de la táctica superior, y en la gris frontera con la estrategia operacional. Aunque prácticamente en todas las batallas durante su activa carrera había procurado alcanzar el flanco del enemigo, lo había intentado, hasta ahora, con una marcha de flanco en contacto de combate con el enemigo. A menudo, sus hombres ejecutaban el desplazamiento envolvente bajo el fuego, lo cual tendía a retrasarlo como sucedió en Praga, o lo desbarataba totalmente como en Kolin.53 En Rossbach, el Rey tuvo el campo libre. Pudo llevar a cabo su movimiento de flanqueo completamente fuera de las vistas y alcance de la fuerza enemiga, y entonces lanzarse de improviso sobre sus formaciones como apareciendo de la nada. En una época de batallas bastante formales, de tácticas rígidas y líneas de batalla paralelas, Federico se ingenió, en un brevísimo tiempo, para tomar al enemigo estirado en una larga y bastante desordenada columna de marcha, casi totalmente inerme frente a su ataque. Rossbach no fue simplemente el triunfo de un ejército mejor conducido sobre otro menos apto para la lucha. También lo fue del “Espíritu Militar” que los Hohenzollern supieron infundir en la Fuerza
“Un Ejército que mantiene sus formaciones usuales bajo el fuego más intenso, que nunca vacila ante temores imaginarios y resiste con toda su fuerza a los temores bien fundados; que, orgulloso con sus victorias no pierde nunca el sentido de la obediencia, el respeto y la confianza en sus jefes, aun en el desastre de la derrota; un ejército con sus poderes f ísicos templados en la práctica de las privaciones y el esfuerzo, como los músculos del atleta; un ejército que considera todas sus tareas como medios para conseguir la victoria, no como maldición que descansa sobre sus hombros, y que siempre recuerda sus deberes y virtudes mediante el catecismo conciso de una sola idea, o sea el honor de sus armas, un ejército como éste esta imbuido del verdadero espíritu militar”54
53 Ver, por ejemplo, Schlieffen, …, Pág 25-131, passim. 54 Clausewitz, ..., pág. 132.
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Federico triunfó con su “golpe de vista”. Los aliados le habían servido la oportunidad en una bandeja de plata por supuesto, pero el Rey la reconoció casi intuitivamente y la explotó en gran estilo. En el proceso, afianzó su reputación militar, sumergió a los franceses en una timidez militar de la que emergerían sólo después de cuarenta años, y demostró sólidamente que los números, por sí mismos, no son decisivos en la guerra. Y considerando sus operaciones militares hasta Rossbach, no es exageración afirmar que allí descubrió, más o menos inadvertidamente, más o menos concientemente, el arte operacional
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Anexo I
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Federico II el Grande y la Batalla de Rossbach
Bibliograf ía Federico II de Prusia “El Grande”, “The Instruction of Frederick the Great for his Generals, 1747”, Traducción al inglés y edición del Brigadier General Thomas Phillips, en Roots of Strategy, Harrisburg, Stackpole Books, 1985. Luvaas, Jay (Editor y Traductor al inglés), Frederick The Great On The Art Of War, New York (EEUU), Da Capo Press, 1999. Clark, Christopher, Iron Kingdom. The Rise and Downfall of Prussia, 16001947, Cambridge, MA, The Belknap Press of Harvard University Press, 2006. Schlieffen, Alfried Graf v., Federico el Grande, Buenos Aires, Círculo Militar (Biblioteca del Oficial, Vol. 134), 1929. Citino, Robert M., The German Way of War. From the Thirty Years’ War to the Third Reich, Kansas (EEUU), University of Kansas Press, 2005. Delbrück, Hans, History of the Art of War within the Framework of Political History, Vol IV The Modern Era, Trad. al Inglés de Walther J. Renfroe, Lincoln (NE-EEUU), University of Nebraska Press, 1990, Book III Pass. Jones, Archer, The Art of War in the Western World, Urbana (IL- EEUU), University of Illinois Press, 2001. Lynn, John A, “States in Conflict 1661-1763 y Nations in Arms 1763-1815”, en Parker, Geoffrey(Editor), The Cambridge History of Warfare, New York (EEUU), Cambridge University Press, 2005. Lynn, John A., Battle. A History of Combat and Culture. From Ancient Greece to Modern America, Boulder, Colorado, EEUU, Westview Press, 2005. Fuller, John Frederick Charles, The Conduct of War, 1789-1961, New York, Da Capo Press, 1992. Fuller, John Frederick Charles, Military History of the Western World, Vol II From the Defeat of the Spanish Armada to the Battle of Waterloo, New York (EEUU), Da Capo Press, 1955. Frantz, Gunther, La Batalla de Aniquilamiento en Ejemplos de la Historia de Guerra, Trad. Tcnl Carlos von der Becke y My Humberto Sosa Molina, Buenos Aires, Círculo Militar, 1930, Biblioteca del Oficial Vol 145. Van Creveld, Martin, Supplying War. Logistics From Wallenstein To Patton, 2da Ed. New York (EEUU), Cambridge University Press, 2004. Clausewitz, Carl v., De la Guerra, Traducción de Raquel Warschauer de Settaro, Buenos Aires, Editorial Mar Océano, 1960.
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Bibliograf ía ampliatoria sugerida Universidad De Cambridge, Historia Del Mundo En La Edad Moderna, Tomo XI El Siglo XVIII, Buenos Aires, La Nación, 1913. Universidad De Cambridge, Historia Del Mundo En La Edad Moderna, Tomo XII El Siglo XVIII, Buenos Aires, La Nación, 1913. Cambridge University Press, Historia del Mundo Moderno, Tomo VII El Antiguo Régimen 1713-1763, Trad. María Calamar Perez, Barcelona (Esp.), Ed. Ramón Sopena S.A,1980.
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MÖLTKE y LA CAMPAÑA AUSTROPRUSIANA
Benjamín García Holgado Es profesor concursado en la Escuela Superior de Guerra. Posee nueve títulos universitarios. Se desempeñó y se desempeña como profesor en numerosas entidades académicas del país, entre ellas la Universidad de Buenos Aires, la Universidad de Belgrano y el Instituto de Enseñanza Superior del Ejército (IESE).
Möltke y la Campaña Austro-Prusiana Dr. Benjamín García Holgado
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esde el punto de vista de los acontecimientos militares esta guerra hace honor, en gran parte a la preparación hecha por el Estado Mayor Prusiano, como también a la tarea y a la determinación para llevarla hasta sus últimas consecuencias en el plano específico.1 Se puede atacar y decir todo lo que se quiera en torno a su realización. Pero el gran secreto de su éxito está en su firmeza y determinación. Para que ésta pueda afirmarse, crecer y vencer, nada puede trabarla en el comienzo de las hostilidades, en una palabra, en su preparación, la perfección humana. El Estado Mayor dirigido por Möltke maneja hábilmente una y posee la otra. El desarrollo de los acontecimientos habla por sí solo. Las movilizaciones de los protagonistas se empiezan a realizar desde fines de abril. Prusia empieza a llevarlo a cabo en la primera semana de mayo hasta el 10 de aquel mes. El ejército territorial lo hace a continuación. El problema de la concentración es el siguiente2: Tres grupos de Estados enemigos rodean a Prusia por el Oeste, Sudoeste y Sur. Entre ellos se extiende su territorio sin unidad física, fraccionado. El problema de las fronteras es desfavorable.
1 Craig, G.A., The Battle of Königgraetz, London, Weidenfeld & Nicolson, 1965. Craig, G.A., The politics of Prussian Army 1640-1945, London, Oxford UP, 1954 v/ed. Hughes, D. J., Moltke and the art of war, Paperback, London, s/f. Maguire, M. & Herbert, W., Notes of the Campaign between Prussia and Austria, London, Jelion and Cº, 2000. Diana, J., Campaña austro prusiana en Alemania, Buenos Aires, J. Sivori., 1919. 2 Moltke, H., Memorias, Barcelona, Montaner y Simon, 1891, v/edic, passim. Luckwakdt, F., El sistema de los Estados Europeos, (1850-1890), Madrid, Espasa-Calpe, 1934, en W. Goetz, Tomo VIII 11.85/428. Relaciones con oficiales de la campaña de 1866. Austria. Relaciones con oficiales de la Campaña. de 1866. Alemania. Muller, W., Moltke (1800-1888), London, Woodfall, 1888. Diana, J., op. cit., passim.
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Ante el desarrollo de los acontecimientos desde Berlín, el gabinete ministerial con fecha del 16 de junio de 1866 intima a los reinos de Hesse, Hannover y Sajonia a guardar la neutralidad y firma en el plazo de 12 horas un tratado especial, so pena de ser sometidos militarmente. Expirado el plazo, los Estados de la Confederación son invadidos. El 18 de junio el ejército del Elba se encuentra en la ciudad de Dresde con los efectivos del Iº. El ejército sajón se retira hacia Moravia. El 19 el general Beyer penetra y se hace cargo del Ducado de Cassel. El general v. Falkenstein, que desde el 16 se encontraba en el reino de Hannover, toma su capital el 17 y el 18 se hace presente la división al mando de von Manteuffel. Comienza esta campaña que dura diez días (hasta el 29 de junio) donde se pone fin a la independencia del reino de Hannover y su dinastía. Terminadas3 estas operaciones, debe pasarse a tratar las determinaciones a tomar frente a Austria. Frente a las diferentes posibilidades Prusia monta un dispositivo defensivo para proteger de la presencia de Austria los territorios de las Marcas y de la Silesia. El 20 de junio antes de que el adversario termine su movilización, el ejército del Elba tiene el flanco derecho desde Dresde. El Iº ejército, tiene a su cargo el centro ubicándose en Goerlitz; el IIº ejército, que se encuentra agrupado en la zona del Neisse, defiende el flanco izquierdo. Se trata de un frente de 140 km desigualmente repartidos. El centro y la derecha están separados tan sólo por dos días de marcha. Pero entre el Iº y el IIº, hay entre cinco o seis días de marcha. Esta separación resultaría demasiado peligrosa si no hubiesen hecho un avance concéntrico y sin demoras de una sola jornada. Frente a las dificultades, Möltke demuestra su determinación al respecto con un telegrama enviado a los ejércitos Iº y IIº: “Por orden de su Majestad el Rey, los ejércitos penetrarán en Bohemia tomando todas las medidas para concentrarse en dirección a Gitschin”. Esta decisión plantea varios interrogantes. ¿Por qué hacerlo en esa dirección? ¿Por qué debe ser impuesta y no aceptada por los prusianos? ¿Por qué 3 Diana, J., op. cit., passim. Hozier, H. H., The seven weeks’ war, London, s/edit, 1900. Relación oficial de Alemania y Relación oficial de Austria. En el caso de estas relaciones oficiales existen versiones en varios idiomas: francés, inglés, italiano y por supuesto, en alemán. Ullrich, J., Kriegszeit 1938, Berlín, 1938, s/editorial. Hay versión francesa.
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ha colocado en un frente tan extenso, en forma tan espaciada sus ejércitos? La respuesta está en ganar en rapidez al adversario. Para conseguirlo hay que tener a su disposición la mayor cantidad posible de rutas, las mayores facilidades para el abastecimiento, los acantonamientos más extensos y espaciados para la tropa. ¿Hay en ello riesgo? Hacer la guerra sin riesgo es algo todavía no inventado. Por lo tanto, claro que existe “fortuna juvat audaces”. Es un problema de determinación y, no menos, de inteligencia y conocimiento de “las cosas de la guerra”. En este momento Benedek ocupa el principado de Bohemia. Ante él se presentan diferentes opciones o planes: puede ir hacia Berlín por Zittau y Hoerlitz; caer en medio de las concentraciones prusianas todavía sin finalizar; alterar profundamente sus proyectos y/o algún otro recurso preparado. Desbaratar todo lo pensado y preparado con esta serie de audaces ofensivas. Más tarde, caer sobre los dos ejércitos de Prusia que están bastante aislados entre sí, uno en Silesia y el otro en Sajonia. La ofensiva puede hacerse; todo está a punto. Sin embargo, se deja pasar el momento. Pero el enemigo de Benedek ataca en Bohemia y éste se resigna a ir a su encuentro en una larga columna de una longitud de 100 km. Este largo movimiento de concentración tiene como objetivo a Koeniginhof. El general Clam-Gallas con la izquierda del ejército austríaco y los sajones que se le han unido, es el encargado de, con setenta mil hombres, enfrentar a los ciento cuarenta mil prusianos penetrando por las rutas de Gabel y Reichenberg. Benedek se reserva para sí el enfrentarse al príncipe heredero de Prusia a la salida de los desfiladeros. ¿Cómo lo lleva adelante? Enviando destacamentos uno detrás de otro, en combates aislados. Uno tras otro son derrotados con bajas siempre superiores a las del oponente. El mejor análisis sobre esto puede encontrarse en diferentes partes del informe histórico hecho por el Gran Estado Mayor del ejército austríaco. En torno a las disposiciones de Benedek donde se formulan severas apreciaciones. En estos últimos días le ordena al príncipe de Sajonia la realización de tareas imposibles como mantenerse firme en el Iser y enviar destacamentos importantes, profesionalmente capacitados, en un desastre seguro. Además la relación de fuerzas es totalmente asimétrica para los sajones. Estas disposiciones ante las consecuencias negativas destruyen la cohesión y la moral de las tropas frente al adversario. Hay en Benedek una ausencia total de iniciativa y fuerte determinación.
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Henos aquí ante las acciones decisivas. La iniciativa es impuesta por los prusianos y los austríacos no hacen otra cosa que seguirla. Se encuentran subordinados a los movimientos de su adversario. Este les ha impuesto el punto de concentración, su teatro de operaciones dictado por su voluntad operativa. Si se toma un mapa de Bohemia se observa y se comprueba que para penetrar en este país se hace necesario forzar el cuadrilátero de montañas que lo aíslan y lo defienden. Limitando el uso de los pasos de montaña, su acceso es arriesgado y dif ícil. Si los defensores se hubiesen percatado, esta ventaja estaría totalmente a su favor. Los prusianos abordaron los desfiladeros sin disparar un solo tiro. Salieron sin grandes inconvenientes ni daños. Con otros adversarios en lugar de Benedek, las operaciones prusianas se hubiesen convertido en obstáculos infranqueables. La excelente información y su análisis a posteriori le permite a Möltke saber hasta dónde puede llegar en su osadía. El 23 de junio lanza la orden de marchar a los tres ejércitos comprometidos en esta operación haciéndoles saber del retraso austríaco en la movilización y concentración del Norte de Bohemia. El ejército del Elba franquea el desfiladero de Schluckenau y, después de un combate de la vanguardia en Hünerwasser, Mühchengraetz en el Iser. En este lugar el día 28 se hace contacto con el ejército del príncipe Federico Carlos en día, hora e itinerario preestablecido. El Iº ejército atraviesa los desfiladeros de Grottau, Friedland y Neustadt desembocando en Reichenberg, deteniéndose en Turnau, a orillas del Iser. En su camino sostiene varios encuentros en Liebenau, Podol y Münchengraetz, éste último con el concurso del ejército del Elba. En ese día, los dos siguiendo su movimiento concéntrico hacia Gitschin, con dos de sus divisiones que les han llegado por las rutas de Turnau y de Sobotka, toman contacto con el enemigo. Pero el combate que libran simultáneamente es tan diferente que piensan que lo hacen en singularidad. Mientras tanto, el IIº ejército dividido en tres columnas desembocan la primera desde Landshut sobre Trautenau, por el desfiladero de Schatzlar. Otra viene desde Braunau sobre Eipel y la última desde Glatz sobre Skalitz por el desfiladero de Nachod. Este ejército tiene a su cargo la tarea más delicada, al arriesgarse a ser detenido en los largos y estrechos desfiladeros distantes, unos de otros, en unos 25 km y sin comunicaciones laterales.
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El movimiento de la marcha se inicia el 22 de junio. El 26 se pisa el territorio del enemigo, los desfiladeros se han superado sin resistencia. Se ha invadido el país enemigo con solo dos encuentros. El primero acontece en Trautenau donde la columna de la derecha prusiana es derrotada en Lagensalza, pero al día siguiente los mismos soldados derrotan al ejército austriaco del general Gablentz en Neu-Rognitz. El mismo día de Tratenau, el Vº Cuerpo del ejército prusiano a las órdenes de von Steinmetz se traba en combate a la salida misma del desfiladero de Nachod. La cabeza de su columna pese a su posición crítica resiste hasta la entrada en línea de dos divisiones con las que retoma la ofensiva contra el adversario a quien hace retirarse hasta Shalitz. Los resultados no dejan dudas. Los austríacos no luchan para repetir el éxito de Tratenau sobre los prusianos, sino también con un destino aciago que los aplasta. Sin embargo, sus enemigos se lo tienen: saben hacia dónde se dirigen, qué es lo que hacen y además, por qué lo hacen. Técnicamente el armamento de los prusianos y su empleo marcan una superioridad fuerte sobre los austríacos. En Podol, la diferencia desventajosa para los prusianos frente al fusil Lorenz se compensa en el combate donde ellos manejan el propio Dreyse en un orden profundo y un espacio muy estrecho, como era este desfiladero. El uso de la iniciativa en la determinación y la preparación resuelven positivamente el problema. El día 27 de junio, el cerco de naturaleza estratégica, se ha transformado en táctico. Ahora, el feldzeugmeister Benedek no está en condiciones reales de poder para dirigirse contra el ejército del Norte sin que el ejército del príncipe heredero le pise los talones. Si quiere enfrentarlo cara a cara, expone su flanco izquierdo a los esfuerzos combinados del general Herwarth von Bittenfeld y del príncipe Federico Carlos. Al analizar los actos realizados por Benedek, se tiene la impresión de estar preparando su plan de concentración en Königinhof, sin tener en cuenta los movimientos que pudiese estar haciendo el enemigo. El 28 de junio, el Estado Mayor Austríaco da la orden de concentrar el ejército entre Milletin y Josephstadt, con un cuerpo de observación a la extrema izquierda hacia Gitschin. Durante estos acontecimientos, el teatro de operaciones se ponen al rojo vivo. Después de su éxito en Skalitz, el cuerpo de ejército de von Steinmetz rechaza en Schiwinschadel al IVº cuerpo de ejército austríaco causándole abundantes bajas y persiguiéndole hasta tiro de cañón de Josephstadt cerca de Solnei.
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Continuando su marcha hacia delante, se une cerca de Gradlitz con el Cuerpo de la Guardia del Ejército se encuentra reunido sobre la línea del Elba entre Arnau y Jaromir. El Iº ejército ya se encuentra en marcha hacia Koeniggrätz. En los dos bandos el 1 y el 2 de julio se dedican a la preparación ante la inminencia de la batalla. El ejército prusiano se prepara con un estado de ánimo optimista. Desde Berlín han llegado el rey, Bismarck, Roon y Möltke como artesanos de la “victoria”. Las tropas se encuentran en predisposición para la lucha. Del lado austríaco no está el optimismo. Los resultados desde el comienzo de la campaña no les han sido favorables4. Sin contar el cuerpo de los sajones, los cinco cuerpos austríacos han sufrido seriamente los avatares de la lucha. La situación moral es de desgaste. El general en jefe, Benedek ha perdido la confianza en sí mismo, en su entorno y en sus tropas. Inclusive, en la causa por la que se ha combatido hasta ese momento. A su llegada a Koeniggräetz se encuentra el Teniente Coronel Beck, integrante de la Casa Militar del Emperador Este, enviado para verificar “in situ” el estado real de los acontecimientos. El Feldzeugmeister hacia las once y media de la mañana, sin consultar con nadie de su entorno, envía un telegrama cuyo texto es el siguiente “Le pido insistentemente a Su Majestad de llegar a la paz a cualquier precio. Una catástrofe para el ejército es inevitable. El Teniente Coronel parte al instante”. Benedek demuestra una ausencia de determinación que llega a la desesperanza total. La ubicación de su ejército se encuentra entre el Bistritz y el Elba y entre Josephstadt y Koeniggrätz. Aunque estuviese dominado por la idea de combatir, el espíritu y el ánimo del Comandante en Jefe continúa fluctuando, incapaz de decidirse, de tomar resueltamente una decisión final. Mientras tanto, se fortifican los bordes occidentales de Lipa y de Chlum y de Nieder-Prim y de Prohlus. Se instalan baterías fijas en la zona de Nedelist. Todas estas tareas sobre este terreno hacen pensar que Benedek se encuentra decidido a librar la batalla delante del Elba.
4 Relaciones oficiales alemana y austríaca, op. cit., passim. Carrias, E., La pensée militaire allemande, Paris, These, PUF, 1948. Heller, E., Benedek und Benedek Legenden, Viena, Ost, Verlag. 1937. Puede consultarse la obra hecha por G. Stilke, a la que sólo he tenido acceso muy parcial. Es de 1927.
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No obstante, al mediodía del 2 de julio, convoca a los generales al mando de los diferentes cuerpos del ejército y de las divisiones de caballería. En esta reunión no dice una sola palabra sobre las operaciones a realizar ulteriormente. Solo a la noche hacia las 11 horas, ante los reiterados avisos de las marchas y progresión de las tropas prusianas es que se decide, finalmente, a redactar el orden de batalla para el 3 de julio. Son las dos de la madrugada. En forma casi simultánea, en el Cuartel General del rey de Prusia, los hechos se están sucediendo en forma diferente. Se toma conocimiento por los informes enviados por el príncipe Federico Carlos que el enemigo se encuentra concentrado entre el Elba y el Bistritz. En el Consejo de Guerra celebrado a la media noche, Möltke propone atacar con todas las fuerzas disponibles del ejército prusiano disponibles en la zona del Elba5. No se debe preocupar si están en presencia de la totalidad del ejército adversario o sólo una parte considerable del mismo. Con la aprobación real, el teniente coronel von Finkenstein acto seguido tiene la misión de llevarle al Príncipe Heredero las órdenes para el día siguiente. Parte a las doce de la noche. Pese a las lluvias y al estado de los caminos cubre la distancia de Gitschin a Königinhof en cuatro horas. El destinatario recibe el mensaje cuyo despacho lleva la firma de Möltke. El texto dice: “Su Alteza Real tendrá a bien tomar sobre la marcha las disposiciones necesarias para venir en ayuda del I° ejército con todas sus fuerzas; dirigiéndose sobre el flanco izquierdo del enemigo, a quien encontrará, posiblemente en formación de marcha, atacándolo inmediatamente. Las órdenes que le fueron enviadas desde aquí, después del mediodía, tenían un objetivo diferente y por lo tanto, quedan anuladas”. Desde este momento, el plan para la jornada siguiente se presenta claramente. El I° ejército es llamado a combatir sobre el Bistritz, atacará de frente buscando atraer sobre él, el esfuerzo de las tropas austríacas hasta que el ataque preparado sobre sus flancos puedan salir airosos. El ejército del Elba atacará el flanco izquierdo y el II° ejército lo hará contra el flanco derecho. Este es el caso de una batalla que antes de iniciarse está ganada moralmente por la determinación puesta para vencer el enemigo y sobre la irresolución que éste demuestra en toda su dimensión agustiante. 5 Möltke, H., op. cit., passim. Relación oficial alemana y austríaca. op. cit., passim. Muller, W., op. cit., passim. Luckwaldt, F., op. cit., passim. Diana, J., op. cit., passim, en especial el capítulo de Sadowa. Maguire, M. y Hebert, W. op. cit..
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Batalla de Sadowa6 Se puede decir que empieza a las 8 a.m. con el tronar de las baterías austríacas. Los prusianos desde horas ocupan las posiciones asignadas con anterioridad. El ejército del Elba avanza, para atacar el flanco izquierdo austríaco. Lento, sin apuro éste espera. Möltke al tanto de esta parsimonia ordena atacar inmediatamente para avanzar. Se toman algunos pasos sobre el Bistritz. La aldea de Sadowa es rodeada por el general Horn con la D.N° 8 forzando de este modo la retirada de los austríacos. La D.N°7 al mando de Eransecky inicia su avance después de los hechos de Sadowa. Poco después la artillería austríaca ubicada entre Lipa y Langenhof desde sus posiciones castiga a los efectivos prusianos. Los bosques de Hola y Swiep son martillados fuertemente por estas baterías causándoles grandes bajas. El IV cuerpo de ejército austríaco detiene la maniobra para evitar de este modo su progresión en espera de la llegada del II° ejército prusiano. Lamentablemente para Benedek los cuerpos de ejército combatientes cerca de Maslowed se han alejado de las posiciones asignadas. La orden de regresar a ellas pone en riesgo la maniobra de Feldzeugmeister. El ala derecha prusiana se encuentra en una situación complicada pues la artillería enemiga la bombardea en el bosque de Hola. Todos los ataques para ayudar a descomprimir, les fracasan a los prusianos. Durante cuatro horas los austríacos resisten firmes. El desgaste de éstos genera un estado de debilidad en su resistencia ante la llegada del ejército del príncipe heredero. El II° ejército se encuentra en condiciones de cumplir con la tarea más dif ícil de la batalla. Llegar y sobre la marcha decidir el objetivo. el primero es la conquista de las alturas desde las que la artillería enemiga barre a los prusianos. El ataque hecho en regla, permite la toma de la posición de Chlum, clave del dispositivo enemigo. Los ataques y contraataques causan considerables bajas a los dos bandos de contendientes. Con la toma de Lipa los austríacos empiezan a abandonar las alturas. La retirada empieza desde Lagenhof por Rosnitz. El X cuerpo se ve obligado a hacer lo mismo protegido por la división de caballería del conde von Condenhove. Benedek, prácticamente solo, sin nadie del Estado Mayor a mano sigue 6 Ibídem.
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dando las órdenes bien ante el fantasma de una posible confusión. El castigo que empieza a sufrir las tropas de la retaguardia genera la carga de casi la totalidad de la caballería prusiana para entablar combate. El más importante ocurre en Stresetitz. Los resultados del enfrentamiento registran demasiadas bajas para los resultados obtenidos. Sin embargo, con menos bajas, los prusianos no hicieron un manejo aceptable y menos un empleo táctico adecuado. En medio de estos acontecimientos los ejércitos I y II toman contacto entre sí en Langenhof. Libre el terreno de la caballería enemiga el príncipe Federico Carlos empieza a colocar todas las baterías disponibles desde posiciones diferentes para bombardear a las tropas en retirada. La artillería austríaca sigue combatiendo hasta el final. El ala izquierda prusiana está a dos kilómetros de distancia de la derecha del ejército del Elba. El cerco se cierra. Todos presionan contra el centro. Nuevamente la artillería austríaca con 170 piezas abre fuego contra las 98 prusianas. Este duelo artillero se hace fretne a Plotit, Ziegelschlag y Kuklena. Benedek no puede evitar el desorden en la retirada. El cruce del Elba, las confusiones frente a la fortaleza de Königgratz, la acumulación de directivas contradictorias empeoran los problemas. La persecución no se hace en forma inmediata. Las dos divisiones del II° ejército se encuentran agotadas. Parte de este mismo ejército no ha llegado al campo de batalla (Div. n° 6) pues la caballería y la artillería del adversario retrasan su avance cerca de Slezirek. El resultado final desde el punto de vista táctico es dif ícil de evaluar. A pesar de todo, los datos cuantitativos se inclinan a favor del éxito de los prusianos. Sin negociaciones o armisticio a la vista, el austríaco organiza su retirada.
La retirada La inacción del vencedor permite organizar pasablemente la retirada del vencido. Se organizan tres columnas de la forma siguiente: 1. La Derecha por Wildsenschwer sobre Landskron. 2. El centro por Hohenmauth sobre Mährisch Trübau. 3. La izquierda por Charte y Policka hacia el Sur de Zwittau.
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Van llegando casi todas desde el 11 de julio a Olmütz donde se reorganizan los siguientes sectores. El haber elegido este punto excéntrico cabe pensar si se tenía en vista un ataque al flanco de los prusianos. No puede descartarse por la inacción de Prusia que da el tiempo necesario para ello. Se hubiera podido hacer si Benedek tuviese las condiciones personales para poder hacerlo en ese momento. No puede escapar a la percepción de Möltke la formación de un ejército para la defensa de Viena donde se integrarían los vencidos. Pero en realidad el verdadero problema es “limpiar” el terreno, la zona de los desprendimientos del ejército austríaco que puedan realizar un ataque al flanco de los ejércitos prusianos. La posible realización de presiones diplomáticas para alcanzar la paz supone una derrota política para los vencedores. Para anticiparse a ello debe reanudarse la persecución y la derrota final de Austria.
Guerra austro prusiana de 1866 Teatro de operaciones de Italia-Austria7 Antecedentes El 8 de abril de 1866 se firma la alianza ofensiva defensiva entre Prusia e Italia. El objetivo es distraer parte de las tropas austríacas en el frente del Sur. Italia por su parte, empieza a dar solución final a su unidad política. La presión de los grupos militares de Viena tiene su resultado final que es la movilización del Ejército del Sur. Los italianos hacen lo mismo con fecha 29 de abril con una movilización que incrementa sus efectivos. El desarrollo de estos acontecimientos detiene el proceso de desmovilización que los prusianos están empezando a realizar. El 20 de junio de 1866 Italia declara la guerra a Austria.
7 Scala, F., La guerra de 1866 per l’unitá italiana, Roma, Eof, 1929. Garibaldi, G., Scritti politici e militari, Roma, s/edit., 1907. Valsecchi, Fr., Napoleone III nella storiografia italiana, Milano, Marzorati, 1953. Just, Leo., Bismarck, Milano, Marzorati, 1953. Lamarmora, A., Un po’di luce sugli evento, Firenze, 1867. Fragmentos justificativos de su protagonismo en 1866. Bortolotti, P., La guerra de 1866, Milano, UTET, 1941. Relación oficial austríaca, Campaña en el frente del Sud.
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Möltke y la Campaña Austro-Prusiana
Los planes del frente por la parte italiana no tienen cohesión pues las divergencias son marcadas entre los mandos operativos, el rey y los partidos políticos. Desde el punto de vista de los prusianos se requiere una participación más activa y efectiva. Möltke considera que los dos teatros de operaciones aptos son el Tirol y la zona de Triestre por la Valtelina.
Las operaciones en el teatro italiano Las fuerzas armadas antes del enfrentamiento se encuentran con la siguiente estructura:
Lado austríaco • Ejército austríaco del Sur: Está al mando del archiduque Carlos. Compuesto por tres cuerpos de ejército y una brigada de caballería. A mediados de junio se encuentra concentrado sobre la margen izquierda del Adigio con unos noventa mil efectivos, entre Verona y Legnano. • Una división encargada de la defensa del Tirol. Está al mando del general Kühn.
Lado italiano • El ejército del Mincio: Está al mando del rey Víctor-Manuel. Compuesto por tres cuerpos de ejército y una división de caballería. Son ciento veinte mil efectivos concentrados en la margen derecha del Mincio y la Chiesa. • Ejército del Bajo Po: Se compone de dos cuerpos de ejército a las órdenes del general Cialdini. Son noventa mil hombres concentrados en Ferrara y sus cercanías. Una división de caballería reunida cerca de Cremona, debe asegurar el enlace entre los dos ejércitos. • Garibaldi y sus voluntarios: Están considerados para hacer operaciones en el Tirol, por razones políticas se lo destina a un “posible escenario secundario”.
El desarrollo de las operaciones La superioridad numérica de los italianos les hace pensar que el emprendimiento de la ofensiva es la clave para expulsar a los enemigos del territorio de Venecia. 185 |
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Esto sólo se puede alcanzar si las defensas del adversario en el Cuadrilátero son vencidas. Las plazas fuertes que lo dominan son Pescara, Mantua, Verona y Legnano. Para conseguir este objetivo sólo se puede conseguir ya sea atravesando este territorio ya sea envolviéndolo. Cada uno de los comandantes de ejército tiene su propio plan, a saber: 1. Cialdini:El ejército principal hará demostraciones en el Mincio y trabajará el movimiento envolvente con el ejército del Bajo Po, por esa parte de la cuenca de dicho río. 2. La Marmora:Jefe del Estado Mayor del rey plantea actuar, por el contrario, con que el ejército al mando de Cialdini haga las manifestaciones por el curso inferior del Bajo Po y atacar desde el Mincio con el ejército principal. 3. Víctor-Manuel:El rey no adopta ninguno de los planes de acción. Debe según sus planes, emprenderse una ofensiva simultáneamente con los dos ejércitos, reunirlos mediante marchas concéntricas en las proximidades de donde están los austríacos. Allí, en esas posiciones, librar la batalla decisiva. Los ejércitos del Mincio serán los primeros en actuar para atraer la atención de los austríacos. Esto le permitirá a Cialdini cruzar el río Po sin ser hostigado. Del análisis del plan se desprenden ciertos niveles de paralelismos y analogías con los de Möltke en las campañas de Bohemia. Pero sus desarrollos, evolución y resultados finales no son los mismos. No sólo por el paisaje geográfico, cantidad y calidad de los materiales humanos y tecnológicos sino también por los oficiales y tropa tenidos como adversarios. Primero, no se tiene un Möltke, ni enfrente un Benedek. El comandante en jefe de los austríacos es un general dotado de las mejores condiciones personales y profesionales. El archiduque Carlos tiene además, y casi en forma simultánea, las condiciones de táctico y estratega. Hombre inteligente convierte sus ventajas tácticas en una estrategia victoriosa. Su posición central entre los dos ejércitos italianos le da la oportunidad de derrotar a los dos por separados. Con la información de la crecida del Po en niveles más que normales deduce que el general Cialdini se encuentra en dificultades para cruzar el río al ritmo necesario para la normal evolución del desarrollo de sus operaciones. Por lo tanto, en este sector y por unos días no tiene nada por qué inquietarse.
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Möltke y la Campaña Austro-Prusiana
Su primer objetivo, es el ejército comandado por el rey Víctor Emmanuel. Deja controlando el frente del Po un batallón y cuatro escuadrones. Da de este modo un excelente ejemplo de economía de fuerzas. Todo el día 22 de junio es empleado para agrupar sus tres cuerpos de ejército en las cercanías de Verona. Las hostilidades comienzan el día 23 de junio. El conjunto de informaciones inexactas analizadas por Víctor Manuel le hacen creer en un diagnóstico equivocado. Su conclusión es que el ejército austríaco se encuentra retirado, arrinconado detrás del Adigio. Dejando un cuerpo de ejército en las cercanías al Oeste de Mantua. Emplea todo el día 23 de junio para hacer cruzar el Mincio a los otros dos ejércitos y continuar la marcha al día siguiente. Ese mismo día el ejército austríaco deja Verona en dirección a Mantua. El archiduque, conociendo los movimientos de los italianos mientras que éstos ignoran totalmente los propios, detiene sus tropas en las alturas de Villafranca, al Noroeste. Su ala izquierda es colocada hacia Custozza, su derecha al Sur de Castelnovo y se propone que cuando los italianos reanuden su marcha, recibirlos con todos los honores, en la extensión completa del frente y actuar ofensivamente con su derecha para tomarlos por el flanco y cortarles la comunicación con el Mincio. El 24 de junio las columnas italianas deben ponerse en marcha en dirección a Verona. El único objetivo de Víctor Manuel es colocar a su ejército en posición de espera sobre la línea general del Castelnovo-Villafranca. Sin embargo, sus columnas chocaron, sin esperarlo, con las tropas austríacas donde ellas ignoran su presencia. Su ala izquierda sufre un fracaso completo entre los dos cuerpos del ejército austríaco. En cuanto a la derecha italiana, después de una serie de enfrentamientos violentos en las cercanías de Custozza. A su vez es derrotada por el desencadenamiento de una ofensiva general ordenada por el archiduque Alberto hacia el fin de la jornada. Los italianos vuelven a repasar el río Mincio. Acto seguido, el archiduque Alberto se dispone a marchar contra el general Cialdini. En ese momento el jefe asutríaco se entera que la derrota del ejército del Mincio ha frenado todo el movimiento del ejército del Bajo Po. Cambia la dirección del ataque y se dirige hacia el cruce del Mincio con el objetivo de atacar con las fuerzas al rey de Italia, Víctor Manuel.
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Sus planes se detienen, súbitamente, al tomar conocimiento de la derrota de Sadowa. El gobierno de Viena le da la orden inmediata de evacuar toda la región de Venecia ocupada por Austria. La única presencia debe ser un cuerpo de ejército para controlar a las tropas italianas. Estas se dividen en dos grandes grupos. Mientras que los ejércitos de Víctor Manuel se dedican a asediar las plazas fuertes de la región veneciana. Las tropas al mando de Cialdini quien ante Custozza se retira “prudentemente” a sus bases de partida, se concentra en perseguir a las tropas austríacas en retirarda hasta el río Isonzo donde libra algunos combates con ellas. La celebración del armisticio detiene las operaciones. Mientras tanto, el ejército austríaco al mando del general Kühn, cumple con la tarea asignada que es la defensa del Tirol. Estas instrucciones las ha recibido desde antes del inicio de las operaciones militares. Excelente conocedor de la guerra de montaña, elabora un plan prácticamente clásico, tanto como táctico como estratégico. Delante de sus tropas se establecen destacamentos con el objetivo de dar alerta temprana a garantizar la seguridad. Esta estructura se implanta en las zonas de los valles de Brenta, Adigio, Della Chiesa, de L´Oglio y del Adda. El núcleo fuerte de sus tropas se instala en la zona central y en torno a la región-ciudad de Trento. Tácticamente es una posición inmejorable. Está a distancia óptima de todos los destacamentos, con el objetivo de concurrir con la cantidad de efectivos para combatir a los efectivos de las brigadas Garibaldinas que merodean en la región. La aplicación por Kühn de esta táctica le rinde excelentes resultados, especialmente en los combates de Condino y Bececa.
El Armisticio y la Paz8 Desde antes del estallido de la guerra se han realizado contactos diplomáticos para obtener los mismos resultados por la vía de las negociaciones. Incluso, en plena guerra, los anales a través de terceros siguen funcionando. Tal vez, el resultado de Sadowa precipita rápidamente, la búsqueda de la paz. 8 Bourgeois, L., De Metternich à Bismarck (1830-1878), Paris, Berlín, 1927, pp. 672 y ss. Renouvin, P., Historia de las Relaciones Internacionales, T. XIX, Madrid, Aguilar, v/ edic., passim. Droz, J., Alemania 1789-1871, Barcelona, Vives, v/ediciones, pp. IV, VII/XII; 217/247. Idem. «L’ Epoque contemporaine» Tome I. 1815/1871, Paris, PUF. v/edic, passim.
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Möltke y la Campaña Austro-Prusiana
La gran potencia continental del Occidente está a ojo vizor. Napoleón III siempre quiere imitar a su tío, en el protagonismo: si no es por las armas, por las negociaciones. Ya antes del triunfo prusiano, el 3 de julio, se ofrece como mediador. Los austríacos viendo que la derrota puede significar el desmembramiento de su imperio activan los buenos oficios del francés. El 4 de julio le reiteran la cesión de Venecia. Enseguida “Le Moniteur” publica la noticia de la cesión austríaca a los franceses. El mismo periódico anuncia que se envían las misivas a las partes involucradas para concertar el armisticio correspondiente. En realidad, el resultado de las propuestas francesas es revulsivo. Los italianos, con su nacionalismo exacerbado después de Custozza se niegan a ello. El general Cialdini después del retiro de los efectivos enemigos cruza el Po y avanza cautelosamente hacia el Norte. Los irregulares garibaldinos se esparcen por el Tirol del Sud, prácticamente vacío de adversarios, en modo cauteloso. En forma escalonada, se remontan hacia el Norte, hacia el Isonzo y las cercanías de Trento. Las ilusiones del éxito arrollador del principio no existen. Sus pocas esperanzas desaparecen cuando el almirante austríaco Tegethoff destruye la flota de guerra italiana en Lissa el 20 de julio. Las inquietudes italianas por el desarrollo de los acontecimientos internacionales son para ello reales. ¿Cuál ha de ser la actitud de Prusia frente a la Paz? ¿Respetará los términos de la alianza? Nada puede garantizar que se termine encontrando sola frente al hasta ahora enemigo victorioso. Cuando empiezan las tratativas de paz de Prusia con Austria, Italia se mantiene firme en su actitud negativa y no participante. Los pases de facturas y reproches se dan entre ambos. Según Prusia la cuestión de Venecia se ha logrado, por lo tanto, la cuenta está saldada. Las demás aspiraciones, reclamos, corren por su exclusiva cuenta. En el desarrollo de estos acontecimientos la posición de poder prusiana, obliga ex post a los italianos a la aceptación de las tratativas y posterior firma de su tratado de paz. Se decide por la presencia de tropas austríacas en la frontera de Venecia y el posible aislamiento. La tregua se firma el 12 de agosto. De los armisticios y las treguas se pasa a las conversaciones que desembocan en los tratados de paz. A modo de conclusión, se dará su “lista”.
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Los Tratados de Paz El 2 de agosto, se firma el armisticio en Nikolsburg que pone fin a las hostilidades. Inmediatamente se procede al inicio de las tratativas que terminan dando origen a los tratados de Praga, Berlín y Viena.
1. Tratado de Praga Firmado el 23 de agosto de Austria y Prusia. Austria reconoce la disolución de la Confederación Germánica y da su consentimiento a una nueva organización de la Alemania, en la que no participará. Cede a Prusia todos sus derechos sobre los ducados de Sleswig-Holstein. Paga una fuerte indemnización de guerra.
2. Tratados de Berlín Son firmados el 13 de agosto y el 21 de octubre entre Prusia y los Estados alemanes aliados de Austria. Todos le pagan una indemnización de guerra. Además los territorios de Hannover, Hesse electoral, de Nassau, del SleswigHolstein y la ciudad de Frankfurt oder Mein son anexionados a Prusia. Sajonia entra en la nueva confederación y recibe guarniciones prusianas. Su ejército pasa a estar bajo las órdenes de los mandos prusianos.
3. Tratado de Viena Firmado el 3 de octubre de 1866 entre Austria e Italia. Austria y el emperador Francisco José reconocen al reino de Italia. Ésta recibe la región de Venecia. De esta serie de tratados resultantes de la guerra Austro-prusiana es la constituyente de la nación alemana y el fundamento de la unidad italiana. Pese a su derrota, Austria no pierde en Alemania ningún territorio. Sin embargo, allí donde logra sus triunfos militares deja en manos del vencido y precisamente instalado en su frontera con esa nación beneficiada.
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La guerra austro-prusiana: estudio de la campaña El empleo del armamento9 La diversidad de materiales empleados en cada especialidad hace dif ícil su estudio y sobre todo su valoración.
Prusia Fusil: El fusil modelo Dreyse (1841) es la base de la infantería. Es de un rendimiento mediano en cuanto a la balística se refiere. Se carga por la culata y su ventaja es, por lo tanto, su mayor velocidad de tiro.
Austria Fusil: el fusil modelo Lorenz es el de uso general en la infantería, Se carga por la boca. Balísticamente es superior al prusiano en alcance y precisión pero inferior en velocidad de tiro. El mejor uso del fusil por parte de los prusianos acentúa su superioridad en el combate. Artillería: El cambio tecnológico se hace presente en esta arma en mayor medida que en las armas portátiles. La expansión de industrias vinculadas al armamento facilita la expansión de la innovación tecnológica en la artillería. En las fechas del conflicto, Prusia ha empezado a renovar su material de artillería. El uso táctico previsto general el perfeccionamiento de la balística, en potencia, alcance y precisión. Sin embargo, al estallido de las hostilidades, tiene en uso todavía un 30% de piezas tecnológicamente superadas. Son de “ánima lisa” y cargables por la boca. Los dos tercios, sí responden a las nuevas necesidades tecnológicas: son de retrocarga y rayados. Su calidad superior frente a los austríacos permite obtener ventajas en las armas en sí.
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Klincktroem, C. von., Historia de la Técnica, Barcelona, Labor, 1965, pp. 209/349. Klemm, Fr., Historia de la Técnica, Barcelona, L. de Caralt, 1962, v/edic. Nef, J.U., La naissance de la Civilisation industrielle, Paris, Colin, v/edic, última parte. Nef, J.U., La guerre et le progres humain, Paris, Alsatia, 1960, cap, XVI, pp. 393/427. Morazé, Ch., The nineteenth century. 1775-1905, Part fourth, Scientific Revolution, Industrial Revolution, and Technical Developments, London, Allen & Unwin, 1976, Chapter XL.
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En el caso de los austríacos la situación es diferente. No tiene prácticamente materiales de última generación. El parque de artillería es de todo tipo y función: son de “ánima lisa”, reciclados y no de retrocarga. Desde el punto de vista balístico, son inferiores al adversario. La relación entre cantidad de cañones y hombres, de las estadísticas surge una diferencia insignificante a favor de Prusia. En su conjunto, el uso artillero hecho por los prusianos ha sido en lo que refiere al uso táctico de los materiales profesionalmente buenos. Análisis de la táctica en la Guerra Austro-Prusiana de 186610 Los prusianos después de Jena y durante la ocupación francesa dejan de lados los “órdenes” tácticos del siglo XVIII. El sistema lineal es reemplazado, según los nuevos manuales de maniobras, por la táctica del esfuerzo escalonado de las columnas organizadas en profundidad. Este nuevo orden queda codificado en los textos del arma de infantería vigentes en las vísperas de la guerra y “ad usum” actualizado de la infantería. El cambio en el campo de batalla se organiza del siguiente modo: La primera línea se integra con las tropas especialmente preparadas para el combate. Las reservas quedan a disposición del mando para ser usadas cuando la situación táctica lo requiera. Las grandes unidades de combate están organizadas sobre la base de las brigadas. Generalmente están escalonadas y organizadas como teniendo el primer escalón formado por los tiradores y el segundo, por sus apoyos, que en los hechos están prácticamente integrados en la primera línea de combate. La segunda línea siempre está dispuesta a ingresar no importando si en la lucha se mezclan con los combatientes de la primera línea. Mientras que las de reserva están de acuerdo a disponibilidades y circunstancias.
10 Cnl. Bonal, M., La manoeuvre de Sadowa, M. de la Guerre, 1869. Borstaedt, M., Campagne de 1866, Idem. Lecomte, Cnl., Guerre de Prusse et l’ Italie contre l’Autriche, Conferences faites en 1869 par le M. de la Guerre. «Exposé sommaire de la campagne de l’ Allemagne 1866» «Exposé sur la campagne de 1866 en Italie» «Tactique de l’ infanterie prussienne pendat la campagne de 1866» Moltke, Memorias, passim. Con respecto a la táctica y la estrategua de Moltke es Schlinchting, B, y para el clima de Alemania en determinados sectores es: Von der Goltz, M., La conducción de la guerra, en sus múltiples versiones
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Los elementos que no están organizados como tiradores se encuadran en columnas de compañía o de apoyo (eventualmente la integración de combatientes puede ser de medio batallón). Esta es una innovación del reglamento prusiano producto del sistema de reclutamiento para tiempos de guerra. La nueva unidad por su articulación y tamaño, puede entrar en combate con la suficiente autonomía y eficiencia. La infantería tiene como objetivo táctico, convertir a su potencia de fuego en el elemento clave que asegure su superioridad frente al enemigo. En el movimiento táctico del combate real, los sectores de apoyo siguen de cerca a la primera línea con las que se funden al entrar el combate según lo considere el mando donde está en ese momento o en las alas para envolver al enemigo. ¿Cómo se avanza? Con fuego nutrido, rápido y desde corta distancia. En estos momentos el combate está en las manos del elemento humano: El jefe de la compañía y los subalternos quien manda y motiva a sus soldados frente al enemigo que se encuentra enfrente. Los procedimientos tácticos de 1866 difieren totalmente las experiencias anteriores de 1859 y 1864. Ahora los tiradores son el elemento fundamental del enfrentamiento. La sucesión de refuerzos que se van incorporando son como las olas que transforman la táctica de exploratoria en la de ejecutoria. Estos cambios generados se convierten en predominantes. Las técnicas del poder de fuego y la personalidad de los jefes de compañía se consideran objeto de máxima atención en el entrenamiento táctico de los prusianos. En el caso de Austria pesa a que ha tenido varias experiencias bélicas después de 1815 en materia de táctica, en 1866, ellas son obsoletas. Pese a las enseñanzas han servido para poco y nada. Desgraciadamente su visión no tiene en cuenta a un adversario entrenado y provisto de un armamento portátil de calidad, en su uso, superior. Sin preparación de artillería, antes del ataque, las formaciones austríacas atacan en forma cerrada, con bayoneta. Todavía el general Horsetzky (1863) no ha sabido retener la experiencia de Solferino. Según él, la bayoneta es lo que valora y da honor al soldado. Por lo tanto, las cargas, en estas condiciones, traen pérdidas crueles por inútiles, pero cuando se retiran son nuevamente castigadas por la persecución del rifle de tiro rápido del enemigo. En los dos bandos el funcionamiento táctico de la caballería está bien planteado en cuanto se refiere a la estructuración de cuestiones organizativas de grandes unidades.
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En realidad, el factor de la innovación tecnológica, favorece esencialmente al infante y al artillero. Por tanto, en el combate se desdibuja su acción: sus límites son el poder de fuego en manos del oponente. Los analistas del arma de artillería consideran que existe un amplio margen a favor del austríaco en cuanto al elemento humano, técnicamente considerado. Esa superioridad no está en las bocas de fuego sino que está en el centro. Su inmejorable organización táctica y al “esprit de corp” del arma. Los instrumentos de combate valen, más, esencialmente, por su modo de empleo que por las posibles calidades intrínsecas. Es aquí donde vemos la superioridad de la táctica sobre la técnica. En la artillería prusiana hay una gran cantidad de oficiales y personal de tropa que no están entrenados ni al tanto de los adelantos aportados por los nuevos modelos. Su desarrollo táctico es todavía anticuado. No sabe manejarse en grandes conjuntos. No está estructurada en función de un comando único que les permita a las grandes unidades artilleras a combatir como una unidad más. Los artilleros austríacos más independientes son más audaces. Hombres y armas siempre van adelante con empuje y determinación en las retiradas se encuentran a la altura del trabajo que se les pido. Tiene pericia en reunirse en grandes baterías. En la preparación del terreno para la infantería no están conscientes del valor de la concentración del fuego sobre un objetivo restringido. En cuanto a las fortificaciones de campaña no son de uso sistemático por los prusianos. Sus adversarios si las utilizan con criterio “ex ante” con lo que su uso es básicamente defensivo malogrando con ello su utilidad práctica. Para los prusianos como ya se ha señalado los infantes son la parte esencial y protagónica del combate. La infantería es la reina de las batallas. En el análisis de las bajas operadas en esta guerra y en comparación las de la infantería austríaca son muy superiores debido a la pésima táctica ante el combate y la insuficiencia de la artillería en la preparación de sus ataques. Las nuevas tácticas requieren una gran libertad de movimientos grupal e individualmente considerados. El sólido entrenamiento de las personas se convierte tal como empieza a verse en 1866, en una exigencia urgente del momento. Por lo tanto, lo importante es el estímulo en todo momento, las habilidades personales de los oficiales, suboficiales y personal de tropa. La reorganización estructural del personal se orienta a una capacitación que se adecue a la innovación tecnológica.
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En este aspecto las guerras de 1864 t 1866 se convierten para el fusil en el punto de partida de un perfeccionamiento continuo en todos los ejércitos. Los resultados también se extienden a la artillería. Su transformación en extensión y profundidad es superior, incluso, a las armas portátiles. La discusión del cañón de tubo rayado se zanja a su favor. A ellos se debe añadir el mejoramiento de los proyectiles como son los obus y el shrapel. En los cuerpos especiales son la influencia de la innovación tecnológica, la diversificación plantea aumentar en forma significativa sus integrantes. De la idea de que todo soldado puede ocupar cualquier lugar o empleo se llega a la de crear en el seno de cada arma sus ramas especializadasEn este proceso de cambio no puede omitirse el rol desempeñado por la revolución en los transportes. el desarrollo del ferrocarril y sus redes revista una importancia estratégica y táctica de primer orden. Ante su nuevo papel, en todos los ejércitos y en especial el prusiano, hay una política de formar y capacitar especialistas en la actividad, con este nuevo medio de transporte que se estrena “intensivamente” en 1864 con resultados, para esa época apreciables aunque con serios desniveles en cuenta a la eficiencia. Repitiéndose, en menor escala, los mismos problemas de 1864 en el 1866, se crean en el ejército vencedor una serie de tropas especializadas en el funcionamiento de este medio de transporte. Incluso, dada la importancia que reviste el medio, el personal civil de tiempos de paz está encuadrado en un régimen de movilización automática. Su función es reforzar inmediatamente el servicio, en cuanto se refiere a su funcionamiento. Pese a su corta duración, la guerra de 1866 es relevante, en cuanto al uso, dado a la revolución en las comunicaciones. Möltke y el Estado Mayor al igual que los generales norteamericanos en la Guerra de Secesión, hace un uso intensivo del telégrafo en sus etapas iniciales desde Berlín. Después de las modificaciones de los dispositivos tácticos hechas por las concepciones napoleónicas se desemboca en la constitución de unidades más grandes. Con la reforma, en Prusia, de la organización del ejército desde 1857 se constituye la brigada como la pieza base y la división en la unidad más grande. Ésta, término medio, está constituida por dos brigadas de infantería, una de caballería y otra de artillería. En el transcurso del siglo XIX la integración de la artillería en este esquema tiene grandes fluctuaciones en cuanto a su integración en la unidad divisionaria. Austria, recién después de 1866, ante la lección aprendida, lo lleva a cabo.
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Los cuerpos de ejército (Armekorps) de tiempos de guerra se convierten en permanentes desde las reformas implantadas por Roon. Para comprender su estructura en 1866 decimos que se compone de dos divisiones con diversas unidades llamadas “Korpstruppen” integradas por artillería y las formaciones técnicas. Las agrupaciones de cierta cantidad de ellos constituyen los ejércitos (Armée) que son autónomos comandados por mandos especiales surgidos de un proceso de selección exigente. Con este sistema, en el ejército prusiano, se establece el sistema de mandos escalafonarios a partir de 1866. Sus respectivos estados mayores sólo se constituyen en cada uno de ellos en tiempos de guerra. Pese al cambio de táctica generado a comienzos del siglo XIX desde 1830 se cae en un cierto estado de letargo. Las experiencias bélicas de Crimea y la de Italia (1859) no aportan enseñanzas asimilables en la táctica; la de 1866, sí. Sus aportes le dan un impulso significativo hacia una nueva y radical evolución. El fusil de retrocarga prusiano prueba en lo técnico y en la instrucción táctica su superioridad sobre el material austríaco y el de los alemanes del Sur. Dispara tres veces más rápido. Por ello, el infante prusiano es instruido, desde el primer momento, en la preferencia por el tiro de precisión y en la aplicación táctica del orden desplegado. El adversario al prusiano ataca en formaciones compactas de batallones, en cargas a la bayoneta. Por lo tanto, aquellos hacen en las filas austríacas verdaderas carnicerías. Es evidente que los acontecimientos de 1859 como enseñanzas sólo les sirven pero al revés. Buscan sistemáticamente, en el asalto ciego, bayoneta calada y sin la debida preparación de la artillería, el éxito. En los encuentros de este tipo los prusianos dan preferencia al tiro con los resultados sobre el enemigo que uno puede calcular. Las experiencias de 1859, ironías aparte, quienes más aprovecharon fueron los prusianos de totalmente y no a los austríacos. El crecimiento, en cuanto a sus componentes, lleva a la extensión de los frentes. La eficacia de las armas aumenta la importancia de tiro frente a las consideraciones del pasado. Pero además, ello implica acordarle a cada soldado una mayor autonomía y libertad de acción en el campo de batalla. Con el objetivo de explotar al máximo la potencia de fuego adquirida y de hacer posible el desbordamiento del enemigo por las alas, el frente ex extendido en detrimento del escalonamiento en profundidad. El individuo soldado es ahora menos accesible al mando directo. Ahora no sólo es necesario instruirlo sino además, educarlos para la acción independiente.
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Möltke y la Campaña Austro-Prusiana
Möltke en 1868 resumió las experiencias adquiridas en la campaña de 1866 en una obra fundamental “Geheime Instrucktion für die höheren Truppenführer”. Con palabras concretas, no altisonantes, define la base de la “fortuna” en la guerra. En tiempos de paz, el elemento moral tiene una importancia relativa, en tiempos de guerra se constituye en la “conditio sine qua non” de todo éxito, en el verdadero valor de una tropa. En la guerra, el carácter predomina sobre la inteligencia. En la acción militar lo que se hace importa menos, a veces, del cómo se hace. La determinación firme y la perseverante realización de una idea simple conduce más seguramente a la meta. La guerra exige un esfuerzo creciente del oficial, quien debe por su conducta, ganarse la confianza del soldado. Se espera de él, que en las situaciones más dif íciles, conserve su calma y seguridad; es a él a quien se quiere ver a la cabeza, allí donde el peligro es mayor. Seguro el jefe de sección delante del enemigo, el capitán de infantería o de caballería es en él en quien se posan todas las miradas y descansa la fuerza del ejército. Es necesario además que esta fuerza sea dirigida por la inteligencia de los jefes sobre quienes descansa y pesa una responsabilidad tanto mayor cuanto más es el cargo ocupado”. Dada su calificación como estratega conviene tener sus concepciones tácticas en el campo de batalla. Este texto que no tiene desperdicio, también estudia el comportamiento de la infantería. “Insuficientemente apoyada por la artillería apenas secundada por la caballería, ella está en todos lugares, independiente y consciente de su fuerza, dirige ofensivamente su fuego hacia el enemigo. Con las salvas de sus pequeños fusiles recibe a los batallones austríacos destruyéndolos. Para responder al fuego de las baterías enemigas, sus infantes, acercándose hasta el alcance de sus armas eliminan a sus sirvientes, y caballos apoderándose de sus cañones. Cuando se trata de enfrentar a la caballería a tal punto es consciente de su superioridad que a veces ni se preocupa de formar el cuadro (Knäuel)” “El combate en compañías, encolumnadas se dice que genera una actividad combativa a veces independiente... en un gran número de jóvenes formados para la actividad de lucha” “La formación y la inteligencia existente en un gran número de oficiales puede, en el futuro, aportar considerables ventajas en el ejercicio de mando y de la conducción”
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“En la guerra no se producen nunca dos casos o circunstancias iguales. Las fórmulas aprendidas no alcanzan para todos ellos y aquí es necesario dejar en manos de los oficiales subalternos el margen de actuar según su propio entendimiento... Son los jefes de los destacamentos de avanzada quienes se encuentran mejor colocados, ubicados para observar, para ver por dónde es posible apoderarse de una posición ventajosa en el terreno. Cuando el enemigo aparece debilitado en algún punto de la línea se abalanzan sobre él los “Habbataillon” de tiradores y de asalto para dominar firmemente a la posición tomada, gracias al tiro masivo o al arma blanca” Según Möltke la última razón, decisiva de la victoria reside en la combinación táctica del combate intensivo de los tiradores con su poder superior de fuego y del asalto consecutivo lanzado contra un enemigo quebrado por el tiro realizado previamente. En cuanto a la artillería, la superioridad táctica está del lado austríaco. En el campo de batalla, la artillería prusiana se sigue manejando de una manera demasiado rígida, tal vez anticuada. Mientras que la artillería imperial, con un artificio heterogéneo, ha sido “reciclada”. La prusiana todavía tiene cerca del 38% de “anima lisa”. Este inconveniente está poco compensando por el hecho de casi todos son de retrocarga mientras que, la casi totalidad de los austríacos, se cargan por la boca. La campaña de 1859 les enseña que de ser posible, las baterías de la artillería, su grueso, debe intervenir desde el comienzo del combate. En lo que se refiere a los prusianos su capacidad táctica se sigue manejando con los mismos principios y lecciones de uso en la época de la guerra de la independencia. Sus operaciones se inician con fuego de los tiradores acompañados por un débil apoyo artillero. El grueso de la artillería, ubicada en el orden de marcha de uno de los últimos escalones, siempre se encontraría llegando tarde a la lucha y en una posición muy alejada de las líneas de avanzada. Con baterías de cañones lisos, se obligan para ser eficaces, a una aproximación a no menos de 300 metros del oponente. Si está emplazada desde el inicio del enfrentamiento muy lejos del objetivo, su funcionamiento principal se queda desdibujado y poco eficaz. En estas condiciones queda en reserva como un recurso “in extremis”. Los cañones estriados no eran necesarios utilizarlos a las distancias de mayor alcance. Estos tienen alcances superiores a los 1.800 metros. Con este alcance de tiro relativamente grande se puede emplear casi inmediatamente la masa principal de la artillería que puede así cambiar rápidamente
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de posición durante la liza Ello posibilita además dirigir sus disparos sobre diferentes puntos del dispositivo enemigo sin cambiar de posición. Todos estos artificios tácticos, los austríacos los han aprendido de los franceses en 1859. Si la infantería prusiana puede escapar a la masacre que representa este uso táctico de la artillería es porque utilizan para avanzar el orden desplegado. Así, de este modo, sortean la superioridad del adversario. Además conviene añadir, que la poca eficacia de la artillería prusiana se debe también a que se inculca al artillero prusiano que, desde ningún caso, su cañon debe caer en manos del enemigo. Es un deshonor la pérdida del arma. Por lo tanto, se debe descarta “a priori” la perdida eventual siquiera, de las piezas. Ello lleva al arma de la artillería prusiana, al revés del adversario, a colocarlas lejos de las primeras líneas con resultado poco eficaces. En el caso de las austríacas, ante esta táctica del enemigo, procede a aprovecharse de ello. Sus piezas puede disparar hasta el final desde corta distancia, sin temor a ser molestada por las piezas del adversario. Durante la guerra de 1866 la necesaria cooperación y coordinación de estas dos armas, la infantería y la artillería, presenta diferencias.
Observaciones finales Möltke es el primero en la historia del arte militar que sistemáticamente busca poner de su lado, desde el despliegue intencionado de sus tropas en vista a la batalla, hasta los elementos adecuados para arrebatar con determinación la definición del combate frente al adversario. Junto a ello, el haber dado con este fin de amplio margen de libertad y autonomía a la iniciativa de los mandos inferiores. A medida que los ejércitos crecen en cantidad y calidad, en efectivos y tecnología se convierte en mandato imperioso preveer y calcular todas las eventualidades posibles. Por lo tanto, la función de la lógica y el cálculo no cesa de aumentar y de crecer. La verdadera innovación de Möltke, entre muchas, consiste en la preparación metódica de la batalla, ex ante, de su comienzo real. Sin embargo, no es una mente que funciona en abstracto. Con profunda clarividencia y objetividad siempre tiene en cuenta los límites que hacen a la previsión en el campo de batalla. En diferentes oportunidades reconoce el valor de los imponderables. El uso de la distinción entre lo racional elaborado y lo no racional le permite conciliar lo que es la sola y la preparación con la necesaria autonomía
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que deben tener los mandos inferiores frente a los presentados por la realidad. Esta es la única forma de prepararse ante las posibles acciones del enemigo, pero que nunca son cognoscibles y previsibles ni tampoco tiene en cuenta las medidas que frente al propio “plan” de guerra, en caso probable pueda tener el enemigo. En un libro clásico “De la Estrategia” la define como “…Die Strategie ist ein system der Auschilfen”. Lo define pues como el arte de desentrañar. Es más que una ciencia, es la transposición a la vida práctica de todo el conocimiento, es la evolución de la idea rectora, primitiva en función de cirncunstancias que son permanentemente cambiantes es el arte de actuar en las condiciones más difíciles. En casi todos sus trabajos, incluso los “Kriegspiel” se concentra siempre en el despliegue de sus propias tropas y en probable ubicación de las del adversario. Hay, como una idea permanente de imposibilidad de alcanzar la exactitud causal. En diferentes manifestaciones sostiene que por más minuciosa que sea la preparación de una campaña es imposible preveer con precisión sus resultados concretos, por el efecto constante de los elementos imponderables. No hay método estratégico y táctico universalmente válido, aceptado y a la vez infalible. Las teorías del arte militar no van más allá de los principios fundamentales del simple sentido común. Después de la guerra del 1866 se han originado toda una serie de consideraciones críticas al manejo en la dirección del conflicto especialmente centradas en Möltke. Pese a su éxito resonante, a su plan de operaciones se le hicieron un conjunto de observaciones que no suelen ser muy objetivas en la mayoría de ellas: 1. Su penetración en Bohemia no se basa en los verdaderos principios de la estrategia. 2. Benedek, disponiendo de una posición central no supo qué hacer con ella. Podría haber liquidado uno a uno a todos los ejércitos prusianos o escapar del cerco de acero que lo empuja al Elba y lo atenaza en Sadowa. 3. Las críticas, como se ve, son esencialmente contratácticas, más de celos y peleas de escuela que no pueden resistir o soportar un hecho real, objetivo que es el desarrollo y el resultado. 4. Evidentemente, detrás de un escritorio todos somos sin duda “Feldezeugmeister”-
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5. v. der Goltz escribe al respecto “…La concentración prusiana ha sido una de las más logradas. Después que se llevó a cabo y que el éxito coronó la empresa de la tomó como de lo más natural. Otros se preguntaron cómo lo puedo hacer de modo diferente”. Pero si se la considera la realidad ex ante y en su comienzo se estará de acuerdo en que esta concentración fue algo, realmente, fuera de lo común.
Bibliograf ía seleccionada Obras generales sobre la Historia de Alemania Srbik, H.V., “Deustsche Einhait”, Manchen, Welt Verlag, v/edic. Benaerts, P. “L’ Unité allenade”, Paris, PUF, e/ed. Droz, J. “Histoire des doctrines politiques en Allemagne” Paris, Colin, 1970. Droz, J. “Le Libéralisme rhénan” 1815-1848, Paris, v/edic. Anderson, E.N. “The Social and political conflict in Prussia (1854-1864)”, Lincoln, UP, 1970.
Bibliograf ía Específica Moltke, H. “Möltke tactical problems”, London, Allen, 1894. Moltke, H.”Gesammelte Schriften und Denkwurdigkeiten”, Berlin, s/edit, 1890. Moltke, H. “The art of war”, Selected writings by D. J. Hughes. Etat Major Allemand. “La campagne de 1866”, Paris, 1868. Osterreich, K.K. “Generalstebsbureau fur Kriegsgechichte”, Osterreich, K.K. “Kampfel. 1866”, Wien, 1867. Bonnal, H. “Sadowa”, Paris, 1901, Baudoin ed. Bonnal, H. “Vers Sadowa”, Nancy, s/edit, 1901. Craig, M. Gordon. “The politics of the Prussian Army. 1640-1945” London, U. Oxford, 1945. Maguire, M.T. & Hebert, W. “Notes on the campaign between Prussia and Austria in 1866”, London, Helion, 2000. Diana, J. E. “Campaña Austro-Prusiana” (En Alemania) Buenos Aires, Imp. Sívori, 1919.
En cuanto a la bibliograf ía debo señalar, por experiencia propia, que es dif ícil localizarla. La inmensa mayoría de ella es centenaria y en muchos lugares no ha podido ser encontrada. Por ello es que se ha debido proceder con mucha cautela. Hecha esta aclaración, se facilita estas obras que so de la mejor calidad en su tiempo y hasta hoy lo han resistido.
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Luis Esteban Dalla Fontana Teniente Coronel “VGM” del Ejército Argentino. Licenciado en Ciencias de la Educación, especialista en Personal. Es alumno de la maestría en Historia de la Guerra. Participó en la Guerra del Atlántico Sur en el Regimiento de Infantería 25. Es Profesor de Logística de Personal, Conducción de Recursos Humanos e Historia Militar (como adscripto) en la Escuela Superior de Guerra.
MAXIMILIAN VON PRITTWITZ y LA BATALLA DE GUMBINEN EN LA IRA GM
Luis Esteban Dalla Fontana Teniente Coronel “VGM” del Ejército Argentino. Licenciado en Ciencias de la Educación, especialista en Personal. Es alumno de la maestría en Historia de la Guerra. Participó en la Guerra del Atlántico Sur en el Regimiento de Infantería 25. Es Profesor de Logística de Personal, Conducción de Recursos Humanos e Historia Militar (como adscripto) en la Escuela Superior de Guerra. Actualmente presta servicios en el Ministerio de Defensa.
Maximilian von Prittwitz y la Batalla de Gumbinen en la Ira GM Tcnl “VGM” Luis Esteban Dalla Fontana
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ocos días más tarde de que Austria-Hungría recibiera de Alemania el famoso “cheque en blanco”, una aprobación tácita para que la monarquía del Danubio hiciese lo que le pareciera con Serbia según sus objetivos e intereses, la ciudad de Belgrado fue bombardeada por los austriacos en la madrugada del 30 de julio de 1914.1 Aquella resolución de los hombres de Berlín, propia de los soberbios que hacen uso y abuso de un poder circunstancial como si fuesen a permanecer toda la eternidad, permitió escalar de lo que se creía sería la tercera guerra balcánica a una guerra general europea, y finalmente a la guerra mundial, en muy poco tiempo. Luego de ese ataque, que el emperador Francisco José y su Jefe de Estado Mayor, el General Franz Conrad von Hötzendorff, justificaron como inevitable frente a la movilización que los serbios habían iniciado el 25 de julio después de rechazar el último de los diez puntos que exigía el ultimátum enviado por Viena, a raíz del homicidio del archiduque Francisco Fernando y su esposa en Sarajevo, los movimientos militares empezaron a vislumbrarse en el romántico mundo de la Europa de otrora, después de casi cien años de “paz armada” y conflictos regionales vividos desde el Congreso de Viena de 1815 tras la caída definitiva de Napoleón Bonaparte.
1 Strachan, Hew, La Primera Guerra Mundial, Barcelona, Editorial Planeta, 2004, p. 21: “Los cañones instalados en la fortaleza de Semlin dispararon a través del Danubio, y desde el mismo río navíos de la marina austro-húngara lanzaban proyectiles sobre la capital serbia – Belgrado –. El hospital fue alcanzado. ‘Las ventanas se hicieron añicos /…/ y los suelos estaban cubiertos de cristales rotos. Los pacientes empezaron a gritar. Algunos se levantaron de la cama, pálidos y atónitos. A continuación hubo otra explosión, y otra, y luego de nuevo el silencio. Así pues, ¡era verdad! La guerra había empezado’.”
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El Leviatán se estaba desperezando otra vez a la puertas del Viejo Mundo, tanto lo habían tentado que finalmente, y muy a pesar de todos, se había despertado.2 Acto seguido, la cadena de ruptura de relaciones y declaraciones de guerra entre los principales países llenaron los titulares de todos los medios gráficos. Los trenes empezaron a transportar de una ciudad a otra, y de uno a otro país, a cientos de miles de hombres vestidos de uniforme que acudían a presentarse a sus cuarteles en plena licencia de verano. Durante esos últimos días de julio, el zar Nicolás II y el káiser Guillermo II cruzaron desesperados telegramas pidiéndose mutuamente mantener la calma para no enfrentarse. Francia pedía a sus aliados, los rusos, que cumplieran con lo pactado desde 1898 y estuvieran listos para movilizarse contra Austria-Hungría y Alemania. En los Balcanes, la tensión aumentaba hora tras hora. De nada sirvieron las advertencias, las cartas estaban echadas. Gran Bretaña, el controlador del mundo de entonces, observaba sigilosamente. En algunos espíritus habitaban la angustia y la desolación, pero para la mayoría de los habitantes europeos, y del mundo entero más tarde, esta guerra tenía cierto rasgo épico, romántico, novelesco. Enormes cantidades de jóvenes se presentaban como voluntarios; en los foros políticos las rivalidades dejaban paso al esfuerzo común en defensa de la patria, en los círculos intelectuales se esforzaban por simpatizar con la causa en contra del enemigo que se estaba levantando. Reverberaban en la época varias ideas e ideologías, en contra y a favor del conflicto, buscando justificar el estallido de 1914. Los gobiernos de Europa, al sentirse impotentes y temerosos cuando se desencadenó la furia incontrolable de la violencia, gracias a la intemperancia de mantener a ultranza sus objetivos políticos, se alzaron para incitar a sus pueblos a la lucha, diciendo que sería una “gran guerra”, porque en ella se combatía por las grandes ideas. Todo el tenor étnico y nacionalista que desde hacía tiempo, más precisamente desde la pérdida de la hegemonía otomana en los Balcanes, habían tenido los conflictos regionales, se transformaba ahora en motivo de peso universal. Es interesante recordar todo esto para comprender que, como
2 Hobsbawn, Erich, La era del imperio, 1875-1914, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1998, p. 312: “La atmósfera internacional parecía tranquila. Ninguna cancillería esperaba un conflicto en julio de 1914 y desde hacía muchos decenios no era infrecuente el asesinato de un personaje público. En principio, a nadie le importaba siquiera que una gran potencia lanzara un duro ataque contra un vecino molesto y sin importancia”, (como aparentaba ser el ataque austro-húngaro contra Serbia a fines de julio de ese año) /…/ “Hasta el fin de su vida, Gavrilo Princip, el asesino del archiduque Francisco Fernando, no pudo creer que su insignificante acción hubiera puesto el mundo en llamas…”
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en la mayoría de los momentos de la historia, la llegada a las puertas de esta guerra no fue un asunto meramente militar. La sociedad en su conjunto estuvo comprometida, por acción u omisión, con los hechos desgraciados que se vivieron durante poco más de cuatro largos años, ocasionando la muerte en combate de más de diez millones de personas y de otras tantas lejos de las líneas de los frentes.3 La mirada expectante de los ingleses se agudizó bajo un gesto de ceño fruncido cuando el 3 de agosto de 1914 siete ejércitos alemanes invadieron Bélgica, tirando por tierra la neutralidad de este país, tan celosamente custodiada. Tal osadía llevó a la ruptura de relaciones entre los primos soberanos: Jorge V de Inglaterra firmó la declaración de guerra contra el imperio de Guillermo II (ilus. 1). Cumpliendo con lo dispuesto en el “plan Schlieffen”, y simultáneamente con la ofensiva por Bélgica hacia Francia, los alemanes desplegaron al VIII Ejército4 en la Prusia Oriental para hacer frente a la famosa y poderosa “aplanadora rusa”, adoptando una actitud estratégica operacional defensiva para evitar la penetración enemiga en su propio territorio, contribuyendo así a las operaciones que se ejecutarían en Francia. Comenzaba a configurarse el Teatro de Operaciones que se conocería como Frente Oriental, el cual se iniciaba en las costas del mar Báltico, al Norte, a la altura de la ciudad prusiana
3 Strachan, Hew, Op cit, pp. 61 y 64: “La guerra de la revolución contra el feudalismo se está
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reanudando. ¿Serán los ejércitos de la república capaces de asegurar el triunfo de la democracia en Europa y de perfeccionar el trabajo de 1793? Será más que una guerra inevitable para la patria y el hogar, será el despertar de la libertad - diría el socialista francés Jean-Richard Bloch mientras iba a alistarse. /…/ Antes de la guerra el diputado socialista francés Jean Jaurés había sido criticado por la derecha radical por su internacionalismo y su defensa de un ejército puro de ciudadanos. Pero cuando fue asesinado por un disidente solitario el 31 de julio de 1914 - entre ultimátum, amenazas y declaraciones de guerra - su muerte se convirtió en un símbolo, tanto para la derecha como para la izquierda. Aquella era una guerra jauresiana: una guerra de autodefensa nacional. /…/ Alemania afirmaba representar el progreso y el cambio. El 16 de octubre de 1914 más de cuatro mil académicos firmaron un manifiesto en el que identificaban la cultura alemana con el militarismo prusiano. /…/ Un judío alemán, Nachum Goldmann, describió en 1915 al espíritu militar como el medio para alcanzar el progreso humano porque combinaba la igualdad de oportunidades con las ventajas de una meritocracia.” Nota del Autor: El VIII Ejército alemán contaba con, aproximadamente, 150.000 hombres agrupados en tres Cuerpos de Ejército activos (el I, XVII y XX), uno de la Reserva (el I) y varias grandes unidades de combate de Caballería, Artillería, Zapadores-pontoneros, de la Reserva y de Guardias Nacionales. Disponía de un excelente servicio de comunicaciones, exploración aérea y apoyo logístico, como así también de informaciones y guardias territoriales. Los pobladores civiles fueron de gran apoyo a las operaciones con sus constantes operaciones de sabotaje en contra de las fuerzas rusas. Hasta los guardaparques estaban instruidos para proporcionar información. Los Cuerpos, a su vez, estaban organizados con dos Divisiones de Infantería, una de Caballería, una Brigada de Artillería liviana y pesada e idénticas tropas de apoyo de combate, aéreo y logístico.
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de Memel, llegando hasta la frontera con Rumania, al Sur, con una longitud de aproximadamente 900 kilómetros, medidos en línea recta entre esos dos puntos cardinales, y unos 1.600 siguiendo el trazado curvo del límite internacional. Esta línea de fronteras, en su recorrido de Norte a Sur, delimitaba claramente tres sectores definidos, cuyos nombres habrán de identificar a las tres campañas militares más importantes llevadas a cabo durante la guerra en el Este de Europa. El primero de ellos, ubicado más al Norte, era la Prusia Oriental, una de las provincias en las que se dividía el Imperio Germano donde se encuentra un conjunto enorme de espejos de agua conocido como los Lagos Masurianos, que constituía un obstáculo natural de aproximadamente cien kilómetros de frente, medidos éstos de Noreste a Sudoeste. Los otros dos sectores, eran el Reino de Polonia, bajo dominio ruso, y la región de Galitzia, en el Imperio Austro-Húngaro.
Ilustración 1.
Prusia Oriental tenía una extensión de Este a Oeste, desde la frontera con Rusia hasta el Río Vístula, de aproximadamente 500 kilómetros, y de Norte a Sur su ancho era de casi 300 kilómetros, penetrando como una “península” en territorio ruso. En su mayor parte era una llanura, con algunas ondulaciones y gran cantidad de bosques, matorrales, pantanos y arenales. Además de contar
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con los Lagos, estaba atravesada por una gran cantidad de cursos de agua que generaban ventajas y desventajas desde el punto de vista militar, en particular el río Vístula, su límite con la Prusia Occidental, que cobraban valor estratégico como vías de comunicación y/o infiltración y como obstáculos para las operaciones militares.
Ilustración 2.
Una mención especial merecen los ferrocarriles5, ya que fue mediante este medio de transporte sobre el que los alemanes se apoyaron para poner en práctica algunos de los principios de la conducción que los llevarían a obtener el éxito operativo en la campaña de Prusia Oriental, por ejemplo: la maniobra 5 Baur, Tcnl (R) H, Las tropas de ferrocarrileros alemanas en la Guerra Mundial (1914.1918), Buenos Aires, Círculo Militar, 1933, p. 21: “Moltke (el viejo) fue el creador de los ferrocarriles militares de Prusia /…/ El 19 de mayo de 1871 se creó el Batallón 1 de Ferrocarrileros /…/ Estaba formado por oficiales de carrera, empleados superiores del ferrocarril, ingenieros constructores de ferrocarriles, inspectores de vías, zapadores-pontoneros, soldados de parques y trenes y obreros de estructuras metálicas.”
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y la sorpresa. Todas las operaciones militares tácticas y logísticas6, de abastecimiento y evacuación, desarrolladas en el Frente Oriental, fueron posibles merced a su empleo. Esto permitió que pudiesen conservar la iniciativa en sus manos, aun en inferioridad de condiciones cuantitativas, reflejando con ello el empleo de la libertad de acción como principio de la conducción de las operaciones, transportando tropas de uno a otro frente y de cualquier punto a otros del mismo Teatro con una rapidez y precisión matemática, desplazando el puesto de comando del VIII Ejército, y de los otros creados con posterioridad, a los lugares donde se configuraba el centro de gravedad o el esfuerzo principal, según las circunstancias de la batalla.7 También es dable mencionar que, desde Prusia Oriental, principal región agrícola-ganadera de Alemania y centro de la remonta que abastecía a la Caballería de sus ejércitos, partían las provisiones para las tropas del Frente Occidental, cargadas en las formaciones ferrocarrileras. No obstante haberse constituido como esfuerzo secundario de las operaciones alemanas al inicio de la guerra, las acciones del VIII Ejército no debían concretarse por la pura defensa, sino que, según la orientación del Alto Mando, debería proceder por la línea interior para lograr la destrucción de las fuerzas invasoras. En tal concepto, como era de esperarse, el Comando en Jefe alemán aplicaba la ofensiva como principio inmediatamente prioritario luego del objetivo. Esa era su doctrina vigente. No desechaban la defensa, pero la aplicaban sólo como un medio circunstancial, no como una actitud de valor permanente.8 El Comandante alemán y su Estado Mayor tenían información de que el enemigo avanzaría desde el Noreste y Sureste, de hecho así lo habían practicado, así lo habían estudiado desde su época de alumnos en la Academia de Estado Mayor hasta los últimos juegos de guerra del año 14, pero desconocían si sería un avance simultáneo o escalonado y cuál de los dos ejes 6 Pertiné, Tcnl Basilio, Algunos acontecimientos de la Gran Guerra-1915-1918, Buenos Aires,
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Talleres Gráficos de G. Pesce, 1919: “Los alemanes pudieron poner en funcionamiento, en los prolegómenos de la guerra, 370 trenes cada veinticuatro horas. Movilizaron en poco más de diez días 26 Cuerpos de Ejército y seis divisiones de Caballería. En total unas 3.950 formaciones”. Strachan, Hew, op. cit., p. 140: “Los alemanes /…/ tenían una línea para cada cuerpo de ejército y a veces incluso para una división.” Archivo del Estado alemán, La Guerra Mundial de 1914 a 1918. La liberación de la Prusia Oriental, Primera parte, Tomo II, Buenos Aires, Biblioteca del Oficial, 1927, p.136.: El 14 de agosto el Cnl Grl Helmut von Moltke, “el joven”, (Jefe del Estado Mayor del Alto Mando alemán) envió un mensaje al comandante en el Este: “¡Cuando vengan los rusos, de ninguna manera defensiva, sino ofensiva, ofensiva, ofensiva!”
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de invasión se configuraría primero. Luego de escuchar las proposiciones el Coronel General Maximilian von Prittwitz, Comandante del VIII Ejército alemán, resolvió desplegar sus fuerzas en un amplio frente a ambos lados de los Lagos Masurianos, con su ala norte apoyada en las costas del Mar Báltico, donde son inabordables, aprovechando la cobertura defensiva brindada por la fortaleza de Könisberg, y su ala sur apoyada en la fortaleza de Thorn, dando frente al Sureste y tomando la forma de un gran arco que abarcaba las probables vías de invasión. Además, el despliegue del ejército estaba sustentado por la cadena de fortalezas existentes en la región delante, entre y detrás de los Lagos, conformando sucesivos y resistentes obstáculos defensivos. Desde esa posición intentaría detectar el centro de gravedad enemigo y configurar su propio esfuerzo principal y los secundarios. Por su parte, el Comandante en Jefe de los Ejércitos Rusos, el Gran Duque Nicolás Nicolajewitch, tío segundo del Zar, ordenó, aún sin haberse finalizado la movilización en Rusia, el desplazamiento del Primer Grupo de Ejércitos (o del Noroeste) hacia la frontera ruso-alemana, y el del Segundo Grupo de Ejércitos (o del Suroeste) hacia la región de Galitzia, frente a Austria-Hungría, requiriendo al príncipe heredero de Serbia que también iniciara la ofensiva contra ese Imperio, y decidió mantener numerosas tropas estacionadas en el Lejano Oriente. Todavía se temía en Rusia por la actitud que adoptaría Japón, su aún cercano enemigo en el tiempo. Ese Primer Grupo (I y II Ejércitos rusos) tenía la misión de efectuar una maniobra convergente, por el Norte y el Sur de los Lagos Masurianos (ilus. 3), contra las fuerzas alemanas desplegadas en Prusia para lograr su destrucción, a fin de contribuir con las operaciones francesas. Su Comandante, el Grl Shillinski, quien hasta el reciente nombramiento se había desempeñado como gobernador general y comandante de la región militar de Varsovia, era conocedor de la zona, del plan a aplicar y de las exigencias pactadas con sus aliados. Contaba ahora con fuerzas superiores. Todo hacía prever que el éxito estaría de su lado… El I Ejército ruso (General de Caballería Pavel von Rennenkampf, aproximadamente 250.000 hombres), conocido también como “Ejército del Niemen”, nombre del río en cuyas proximidades inició su concentración, tenía como misión rodear los Lagos Masurianos por el Norte y aislar a los alemanes de la fortaleza de Könisberg, sobre el mar Báltico, y así poder cortar la retirada de las fuerzas alemanas hacia el Oeste. El 2 de agosto, sus primeras tropas
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de exploración se internaron unos 50 kilómetros en Prusia Oriental detectando la existencia de una fuerte resistencia por parte de lo que, aparentemente, eran tropas de guardias nacionales alemanas. Así también informaron sobre la concentración de gran cantidad de efectivos en dirección Norte y Oeste de sus posiciones.
Ilustración 3.
Efectivamente, esas tropas eran las del Cpo Ej I alemán (General de División Hermann von François) que estaban tomando posición al Norte de los Lagos Masurianos, a unos 40 kilómetros más al Oeste de la frontera, y las vanguardias del Cpo Ej XVII (General de Caballería August von Mackensen) que se dirigían a ocupar las suyas, a continuación del Cpo Ej I. Las que se estaban emplazando más al Oeste, y a retaguardia del XVII, prolongando su ala derecha hacia el Sudoeste hasta tomar contacto con la línea de los Lagos, eran las del Cpo Ej I de la Reserva (General de División Otto von Below). El II Ejército ruso (General de Caballería Alexandr Samsonov, aproximadamente 300.000 hombres), conocido como “Ejército del Narew”, por la misma razón que el primero, tenía la misión de rodear los Lagos Masurianos por el Sureste y, avanzando hacia Könisberg en coordinación con el I Ejército, atacar
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la retaguardia enemiga y destruir las fuerzas alemanas. Mientras efectuaba su concentración, sus primeras tropas de exploración cruzaron la frontera e ingresaron en territorio alemán desde el Sureste e informaron haber avistado fuerzas alemanas que, mientras se replegaban, ejecutaban importantes acciones de devastación del terreno e incendiaban algunos poblados. Otras tropas de exploración rusas chocaron el 2 de agosto con fracciones enemigas que avanzaban desde el Oeste. Aquellas avistadas en su repliegue eran las del Cpo Ej XX alemán (General de Artillería von Sholtz) que se dirigían a tomar posición al Suroeste de los Lagos, para que su ala derecha quedara en contacto con las “Tropas de Unger”9 que ya se habían emplazado con frente hacia el Sureste-Sur. Las que avanzaban desde el Oeste pertenecían a la fortaleza de Thorn, y algunas de ellas ya se habían internado varios kilómetros en territorio ruso, hacia el Sur, ocupando algunos poblados. Acciones como estas se produjeron en varios puntos de la frontera ruso-germana, incluso en otros de la línea limítrofe ruso-austriaca, en los primeros días de agosto de 1914.10 Se iniciaba la Campaña de la Prusia Oriental, según los alemanes, o la del Noroeste, según los rusos (ilus 4). Los ejércitos rusos11 se disponían a avanzar por dos ejes separados entre sí por una distancia de poco menos de 90 kilómetros, que con el correr de los días se iría extendiendo. Lo previsto y estudiado en Berlín se estaba por cumplir: el enemigo oriental de Alemania debería canalizar sus fuerzas por el Norte y por el Sur para poder invadir. Entre los rusos quedarían los Lagos Masurianos y se abriría, además, un período plagado de desaciertos y descoordinaciones que les permitiría a los alemanes, día a día, incrementar cualitativamente su superioridad. No habían configurado su centro de gravedad, ni en Prusia ni en todo el Frente Oriental. El Estado Mayor General ruso había previsto una ofensiva en amplio, amplísimo frente, en todas partes desperdi-
9 Nota del Autor: eran tropas de algunas de las fortalezas de Prusia Oriental agrupadas bajo el comando del Grl Br Federico von Unger y llamadas así por los alemanes.
10 Golovine, Grl Div Nicolás, Historia de la Campaña de 1914 en el frente ruso. El principio de la guerra y de las operaciones en la Prusia Oriental, Tomo I, Buenos Aires, Círculo Militar, 1928: “En todas partes fueron hechas tentativas para romper la ‘cortina’ que cubría el despliegue estratégico del enemigo a fin de determinar (su) dispositivo.” 11 Nota del Autor: Los rusos tenían una organización similar a la de los alemanes pero no contaban con Artillería pesada y su apoyo de comunicaciones, aéreo y logístico, particularmente este último, era deficiente. Agravaba su situación el hecho de tener que operar en otro país, con sus líneas de comunicaciones extendidas, y rodeados del pueblo prusiano que les era hostil.
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Ilustración 4.
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gando sus fuerzas y olvidando que tal maniobra, sin llevar en un punto mayor ímpetu y poder de combate, se asemejaba más a una “defensa agresiva” que a una ofensiva.12 Con ello, se corría el riesgo de ser debilitado también en todas partes, hasta que, por alguna de ellas, pudiera filtrarse la derrota. Pero una reciente noticia daba cierto respiro al gobierno zarista: era inminente la declaración de guerra por parte del Japón contra Alemania y Austria-Hungría. Su lejana frontera oriental estaría momentáneamente a salvo y podía trasladar hacia el Oeste muchos de sus cuerpos de ejército allí desplegados. Ratificando las misiones impuestas a sus grandes unidades, el General Shilinki ordenó el ataque en todo el frente prusiano a partir del 16 de agosto, cumpliendo con ello lo pactado con los franceses cuando él era Jefe del Estado Mayor ruso, pero precipitando irremediablemente el inicio de las operaciones. Esto se vio aún más agravado cuando se comprendió que el lugar de concentración del II Ejército había sido mal seleccionado pues, desde donde lo estaba haciendo, tendría que avanzar directamente hacia el Oeste, chocando contra la inmensa extensión de los Lagos Masurianos. Para tomar la dirección estratégica operacional correcta debió desplazarse en el orden de los 140 kilómetros hacia el Suroeste, hacia su izquierda, en una zona muy dif ícil de transitar a raíz de la escasez de caminos y la abundancia de terrenos arenosos, retrasándose más de tres días respecto del I Ejército y obligando a las tropas a realizar marchas forzadas durante todo el día, lo que provocó un desgaste prematuro y un efecto desmoralizante, que se iría agravando con el transcurso de las operaciones. Incompletos, con sus servicios de retaguardia desorganizados, desconectados uno del otro, con las pocas vías de ferrocarril colapsadas o interrumpidas, los dos ejércitos rusos de los que se esperaba ingenuamente un pronto éxito, se aprestaban para iniciar sus operaciones. La Caballería del I Ejército fue desplegada en ambos flancos del dispositivo de avance. El Cuerpo de Caballería Combinado (cuatro divisiones), en el Norte, debía proteger el propio flanco derecho y envolver el ala izquierda alemana, evitando su retirada hacia el Oeste, mientras que una división reforzada debía asegurar el flanco izquierdo ruso, al Sur. Esta concentración de grandes unidades montadas pudo instrumentarse merced a la reducción casi total de
12 Perón, Capitán de Infantería Juan, Guerra mundial 1914. Operaciones en la Prusia Oriental y la Galitzia. Tannenberg, Lagos Masurianos, Lemberg. Estudios estratégicos, Buenos Aires, Círculo Militar, 1931, p.144.
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los efectivos de Caballería de las divisiones de Infantería, debiendo éstas realizar por otros medios la exploración en el frente. De esta manera, las tropas divisionales iban a ciegas al encuentro con el enemigo, sin poder establecer contacto con otras formaciones en sus flancos ni actuar coordinadamente, excepto por casualidad, en caso de que fueran sorprendidos o envueltos. Con esta resolución, puede observarse que el principio prioritario para el Comandante fue el de la seguridad, aunque también es notable la afectación negativa de los principios de economía de fuerzas y libertad de acción al efectuar una distribución y concentración ineficaz de sus medios de mayor movilidad y rapidez operativa, privando a sus elementos dependientes de los recursos necesarios para su propia cobertura y limitando la flexibilidad que se requería para operar en un país extranjero, lo que convirtió a sus comandantes de grandes unidades de batalla en meros ejecutores de reacciones ante las acciones de un enemigo que mantenía la iniciativa, a pesar de su inferioridad numérica. Los alemanes habían desplegado al Cpo Ej I en su ala izquierda en un amplio dispositivo de más de 60 kilómetros de Norte a Sur dando frente al Este, dirección desde la cual se esperaba una parte de las fuerzas de invasión rusas. El comandante de ese Cuerpo, Grl Div von François, había recibido la orden de mantener esa zona y permanecer alejado de la frontera a no menos de 50 o 60 kilómetros hacia el Oeste, sin empeñarse en ningún combate hasta que el ejército concluyera su propia concentración para iniciar con la operación planeada. El Cnl Grl von Pritwitz pensaba reforzar esa ala del ejército para rechazar en el Norte el ataque ruso que, aparentemente, traía allí el centro de gravedad, para lo cual había dispuesto el desplazamiento del Cpo Ej XVII desde el Oeste. Cualquier acción prematura por parte de las fuerzas alemanas podría adelantar el avance de los rusos y tomarlos en plena adopción del dispositivo. Había que dejar que las tropas enemigas que avanzaban desde el Noreste se internasen lo máximo posible en territorio alemán, alejándose de sus bases de apoyo y aumentando su vulnerabilidad, y en ese momento presentarles batalla. En desacuerdo con su comandante, el Grl Div von François había efectuado su propia apreciación resolviéndose por otro modo de acción que, según él, contribuiría en mejor medida con las operaciones del conjunto: pasar cuanto antes a la ofensiva e impedir que los rusos entraran en Prusia Oriental. ¿No era eso, acaso, lo que tanto se había repetido en la Academia? ¿No era ese el objeto de tantos juegos de guerra, de los estudios estratégicos de 1898, 1899, 1905 y 1911, de las maniobras en las que habían participado? ¿No era
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esa la orientación de von Moltke (el joven) desde el Alto Mando? Si bien esto constituía una desobediencia por parte de un oficial superior a las órdenes de su comandante, es importante recordar que desde hacía muchos años se insistía en la libertad de acción de los mandos subordinados.13 Pero, además del problema disciplinario en sí mismo, el gran inconveniente de esta decisión pletórica de iniciativa e independencia de criterio es que von François no se la informó ni a von Prittwitz ni al Estado Mayor. Tal vez porque conocía a su Comandante, quien no gozaba de mucho prestigio ni siquiera en el propio Alto Mando, y no confiaba en que estuviese totalmente convencido de negar la Prusia Oriental a los rusos, a toda costa.14 Como responsable del control de la frontera oriental del Imperio durante la paz, el Grl Div von François tenía su comando en Könisberg y con el Jefe de su Estado Mayor, el Coronel von Schmidtseck, había estudiado detenidamente las operaciones en Prusia. Acorde con ello, y ante la aparente inactividad del enemigo, resolvió avanzar con sus tropas para realizar un reconocimiento y exploración que le aclarara la situación en el frente de su gran unidad. Su intención era impedir decisivamente el ingreso de tropas rusas a la provincia, lo que no podría llevar a cabo manteniéndose a la distancia prevista por el comando del ejército. Para ello, impartió órdenes precisas a sus comandantes de divisiones y brigadas independientes. El 15 de agosto desplegó parte de sus fuerzas, la 1ra Div I, a 15 kilómetros al Oeste de la frontera, delante del pueblo prusiano de Stallupönen, apoyando el flanco derecho de esa gran unidad en la vía férrea que lo unía con las localidades de Gumbinen e Insterburg, ubicadas a unos 25 y 60 kilómetros más hacia el Oeste de aquel pueblo, respectivamente. Aún no había arribado a las posiciones del Cuerpo la 2da Div I, que venía marchando desde el Suroeste con órdenes de desplegarse a la derecha de la 1ra.
13 Schneider, Coronel Fernand, Historia de las doctrinas militares, Barcelona, Editorial Vergara, 1966, p. 84: “La cualidad primordial que había que cultivar en el oficial (alemán) era la iniciativa. Quizás insistirán demasiado sobre ese punto. De hecho, acordándose de las iniciativas de los generales de 1870, los generales de 1914 serán con frecuencia culpables de desobediencia.” 14 Tuchman, Bárbara. Los cañones de agosto, Barcelona, Ediciones Península-Atalaya, 2004, p. 343: “Inútilmente Moltke, que nunca lo consideró apto para ese cargo, había tratado /.../ de darle un nuevo destino, pero las buenas relaciones de Prittwitz eran mucho más fuertes que todos los intentos contra él /.../ Como favorito de la corte, Prittwitz había disfrutado de una carrera de rápidos ascensos porque, según un oficial compañero suyo, sabía cómo alegrar los oídos del kaiser durante las comidas con toda clase de chistes y relatos muy sabrosos.”
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El otro gran inconveniente de esta forma de proceder, como viéramos muy propia de los generales alemanes de la época, fue que el comandante del VIII Ejército, cuando tuvo conocimiento parcial de tal situación, no quiso intervenir porque aún el enemigo se encontraba lejos y bastante inactivo, considerando que podría corregir el emplazamiento oportunamente (ilus. 5).15
Ilustración 5.
El 16 de agosto, a las 20 y 30 horas, tropas de Infantería y Artillería de las avanzadas rusas cruzaron la frontera y al día siguiente, con las primeras luces, el Grl Rennenkampf invadía Prusia Oriental con todos sus efectivos en un frente de aproximadamente 70 kilómetros16. Los alemanes respondieroncon 15 Archivo del Estado alemán, op. cit., p. 95: “No había indicios de una ofensiva general por parte de los rusos y la exploración aérea no había dado resultados en los últimos días, debido al mal tiempo.”
16 Nota del Autor: El I Ejército ruso estaba organizado con tres Cuerpos de Ejército (el III, IV y XX. Antes de la batalla de Tannenberg se le agregaría otro, el II), un Cuerpo de Caballería, dos Brigadas de Artillería y tropas de apoyo de combate y logístico.
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el fuego de su Artillería.17 ¡El Grl Samsonov todavía estaba desplazando las fuerzas del II Ejército ruso hacia el Suroeste de su posición original para finalizar la concentración e iniciar el avance hacia Alemania! Comenzaron a producirse algunos combates de encuentro en distintos sectores de la línea de contacto, hasta que, a las 11 de la mañana del 17 de agosto, el Cpo Ej III ruso, en el centro del dispositivo del I Ejército, chocó en cercanías de Stallupönen con las fuerzas del Cpo Ej I alemán, que intentaba envolver su ala derecha. La reacción coordinada de los comandantes de las divisiones rusas que marchaban allí (la 29na del Cpo Ej XX y la 25ta del Cpo Ej III, al sur de aquella) permitió bloquear el ataque envolvente alemán, resolviéndose uno de ellos a contraatacar con su gran unidad (la 29na de Infantería) cayendo sobre el flanco izquierdo y parte de la retaguardia de la 1ra Div I del Cuerpo alemán: “dirijo todas las fuerzas para apoyar a la 25° División” -informó a su comandante de Cuerpo- derrotando a las fuerzas alemanas del ala izquierda del Cpo Ej I, tomando gran cantidad de prisioneros. En tanto, varios kilómetros más al Sur, en proximidades del bosque de Rominten, coto de caza privado del káiser Guillermo II, se había abierto una brecha de unos 18 kilómetros entre los Cuerpos de Ejército rusos III (en el centro) y IV (en el ala izquierda), a raíz del avance descoordinado de las dos grandes unidades y de la ausencia de Caballería divisional, por la que penetraron fuerzas alemanas del Cpo Ej I y atacaron los flancos y retaguardia de las tropas rusas, aniquilando parte de ellas y provocando el repliegue de otras.18 Mientras esto sucedía en el centro del dispositivo del I Ejército ruso, en sus flancos la Caballería continuaba el avance con esporádicos combates. En el sector alemán, durante el transcurso de esos sucesos el mismo 17 de agosto, el comandante del VIII Ejército tuvo noticias de la situación de su ala Norte, pero no en forma directa, sino a través de un pedido extraordinario de proyectiles de Artillería que el Cpo Ej I había formulado al tren logístico del ejército. Ni bien supo lo que estaba sucediendo, el Cnl Grl von Prittwitz se puso en comunicación con el comando del Cpo Ej I, pidiendo hablar de forma urgente con el Grl Div von François. El Jefe del Estado Mayor le informó que el General se encontraba varios kilómetros más al Este, en el puesto de co17 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 157: “…particularmente sensible fue el efecto de su artillería pesada, que no sólo nos causaba bajas sino que también producía una impresión moral.”
18 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 157: “El Regimiento 105 (ruso) fue literalmente diezmado, fue muerto el Jefe del mismo, el Coronel Komarow y hubo 31 bajas entre los oficiales y 2.989 entre los soldados.”
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mando de la 1ra Div I que estaba combatiendo en el linde sur de Stallupönen. Recién en ese momento von Prittwitz comprendió que el Cuerpo I estaba adelantado más de 40 kilómetros respecto del resto del ejército, cuyo nuevo emplazamiento aún no había terminado, y corría el riesgo de quedar aislado sin posibilidad de ser apoyado en tiempo y forma. De inmediato, intervino enérgicamente ordenando que el Cpo Ej I debía suspender el combate y replegarse hasta Gumbinen. El Cnl Schmidtseck envió a un oficial del Estado Mayor en busca del comandante del Cuerpo para que le transmitiese esa orden. Cuando von François la recibió, envió de regreso al mismo oficial para que informara al comandante del Ejército que, por el momento, no podía cumplirla porque ya estaba combatiendo con éxito contra los rusos. El Cpo Ej I, que en realidad en ese momento estaba disminuido, con una sola División de Infantería, una de Caballería, la vanguardia de la 2da Div I y parte de su Artillería, había obtenido la victoria en su ala derecha, al Sur, haciendo retroceder gran parte de las fuerzas enemigas al otro lado de la frontera y capturando gran cantidad de prisioneros. Pero en su ala Norte las fuerzas del flanco izquierdo de la 1ra Div I estaban cediendo peligrosamente, al punto tal que los rusos las estaban envolviendo con éxito. Reforzándolas, el comandante de la División logró bloquear el ataque e impidió que sus tropas quedaran aferradas, ordenando el repliegue de ese sector. Este retroceso fue cubierto por la 1ra División de Caballería que se encontraba más el Norte. Los rusos se detuvieron y no iniciaron la persecución. Habían penetrado más de 40 kilómetros en algunos sectores de Prusia Oriental, conquistando varios pueblos y aldeas. Viendo que la situación en el Norte era poco menos que comprometida y que el éxito en la derecha del dispositivo del Cuerpo quedaría consolidado con la próxima llegada del grueso de la 2da Div I, el Grl Div von François se dirigió al atardecer hacia aquel sector. Al enterarse de que el enemigo se había detenido, reorganizó sus fuerzas y ordenó un ataque para el amanecer del 18 de agosto. Durante la noche llegó una nueva orden del comandante del ejército de “interrumpir el combate aún en caso de haber obtenido un éxito por las armas.”19 No era la intención de von François cumplir esta orden porque, según lo apreciaba, su gran unidad estaba en condiciones de obtener una victoria decisiva en su zona de responsabilidad y, según lo dice en sus 19 Archivo del Estado alemán, op. cit., p. 99.
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memorias (editadas en Berlín en 1920 con el nombre de: “La batalla del Marne y Tannenberg”20), ya le había ordenado a uno de los oficiales de su Estado Mayor: “Comunique al general von Prittwitz que el general von François interrumpirá el combate una vez que haya batido a los rusos.”21 Seguramente habrá escuchado con atención el asesoramiento de su Jefe de Estado Mayor, habrá evaluado otros elementos de juicio y, tal vez, pensando en la situación del conjunto del ejército y también en la disciplina que estaba luciendo ante todos algo más que quebrantada, von François, finalmente, ordenó el repliegue de sus tropas hacia Gumbinen el 17 de agosto, en horas de la noche. Lo que no sabía el belicoso General, mientras dudaba sobre cumplir la orden superior, era que los rusos, si bien se habían detenido y no habían iniciado persecución alguna frente al Cpo Ej I alemán, estaban adelantando sus alas y configuraban un probable doble envolvimiento mientras desplazaban parte del Cpo Ej IV hacia el Norte, estrechando su frente hacia las posiciones del Cpo Ej III. Tenían pensado lanzar un ataque contra el Cuerpo alemán a partir de las 4 de la madrugada del 18 de agosto, en dirección a Stallupönen. Cuando las primeras fuerzas rusas avanzaron para tomar contacto con el enemigo, ya no lo encontraron. El Grl Div von François volvía a tener éxito, aunque esta vez con un repliegue. El Grl Rennenkampf, al recibir la información al amanecer de que no había tropas enemigas en una extensa zona hacia el Oeste, empezó a pensar junto con su Jefe de Estado Mayor, el Grl Div Mileant, en la probabilidad de que los alemanes tal vez habían optado por abandonar Prusia Oriental. El combate de Stallupönen, primer choque de importancia táctica entre rusos y alemanes, fue considerado por estos últimos como una exploración en fuerza, de hecho tuvieron que entrar en combate para poder aclarar la situación sobre el frente enemigo, y por los primeros, como un simple combate de encuentro en su avance para tomar contacto. Lo cierto es que les dejó a unos y a otros la certeza de que el avance de la Infantería en esta guerra moderna, 20 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 158. 21 Tuchman, Bárbara, op. cit., p. 346: “Ya desde un principio el general von Prittwitz había tenido dificultades en imponerse al comandante de su I Cuerpo, el general von François, un inteligente oficial de antepasados hugonotes, de cincuenta y cinco años, que se parecía a un Foch alemán. El I Cuerpo había sido reclutado en Prusia oriental y su comandante, decidido a que ni un solo eslavo pisara el suelo prusiano, amenazaba ahora con desarticular toda la estrategia del Octavo Ejército al avanzar demasiado lejos.”
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sin haberse logrado la superioridad del fuego de Artillería, era lento y a costa de gran cantidad de bajas; la importancia decisiva del ataque envolvente por sobre el puramente frontal quedó demostrado en los éxitos de ambos durante ese día de combate, en las diferentes alas; los rusos aprendieron que privar de Caballería a las divisiones de Infantería significaba acortarles la visión profunda y el control temprano de la zona de acción, poniendo en riesgo sus flancos y su retaguardia. En los Estados Mayores habían comprobado la importancia vital de la seguridad como principio de la conducción. Pero también quedaba en evidencia que la unidad de comando, como precepto elemental para la dirección de las operaciones, había sido vulnerada a raíz de que un comandante subordinado consideró como prioritario, excediendo su propia jurisdicción, el empleo de la libertad de acción y la ofensiva a fin de concretar la intención del Alto Mando alemán. Sin dudas, el objetivo fue la norma que determinó las acciones del Grl Div von François, superando el efecto que deseaba su comandante directo y guiándose, en desacuerdo con él, por el efecto ulterior que desde hacía años regía los procedimientos a emplear por los alemanes frente al enemigo ruso. ¿Qué hubiese sucedido si este General actuaba según las órdenes de su superior? La respuesta seguramente dejará varias enseñanzas, pero entra en el ámbito de las conjeturas. Lo cierto es que el combate de Stallupönen hizo ver a los rusos y a sus aliados que los alemanes ostentaban, también en el Este, voluntad de vencer. El mismo día 18 de agosto el Grl Rennenkampf ordenó al I Ejército continuar el avance para alcanzar el 19 una línea con frente al Oeste, al Norte del bosque de Rominten, aproximadamente a 30 kilómetros más adelante de donde se encontraba, y para el 20 dispuso un día de descanso. Sus líneas de comunicaciones se estaban extendiendo demasiado y ya se sentían los efectos de un servicio logístico mal organizado y, por ende, deficiente en la mayoría de sus acciones. Las órdenes de este General buscaban respetar y llevar a cabo la intención de su Comandante en Jefe de “envolver lo más profundamente posible el ala izquierda enemiga, a fin de cortarle la retirada hacia Königsberg,”22 según se pensaba los alemanes estaban ejecutando. En el Norte, el 19 de agosto, el Cuerpo de Caballería Combinado ruso había entrado nuevamente en contacto por el fuego con los alemanes como lo hiciera dos días antes mientras una parte del ejército combatía en Satallupönen y, a raíz de una conducción más signada por los desaciertos que por la eficacia, había puesto en peligro la seguridad del ala derecha rusa. Esta situación no había pa-
22 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 213.
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sado para nada desapercibida a los ojos del Grl Rennenkampf, quien ya había hecho la reconvención pertinente al comandante del Cuerpo, el Grl Div Kan Nachitschewanski. Lejos de emplear a esas enormes fuerzas montadas acorde con la situación, el terreno y el enemigo, este General había provocado con sus órdenes inadecuadas el estrechamiento excesivo del frente de las divisiones de Caballería a su mando, condenándolas a una lentitud e incapacidad de maniobra impropias de tal fuerza de combate, llevándolas a choques frontales con la Infantería alemana sin poder ejecutar ataques envolventes en apoyo de las propias tropas de Infantería y, aún menos, las persecuciones que se necesitaban en el sector donde se estaba operando, como también había sucedido el 17 de agosto cuando este Cuerpo de Caballería no había acudido en auxilio de las tropas rusas ubicadas en el extremo Norte del dispositivo. Mientras los rusos avanzaban lentamente en la dirección prevista por su Comandante combatiendo esporádicamente con las retaguardias del Cpo Ej I, en el comando del VIII Ejército alemán se estaba terminando de configurar la situación del enemigo y se mantenía la orden impartida al Cpo Ej XVII de ocupar posiciones a la derecha del Cuerpo del Grl Div von François, y al Cpo Ej I de la Reserva de colocarse a la derecha y más al Oeste del XVII. Von François, en la mañana del 19 de agosto, había informado sobre los movimientos rusos en su ala izquierda y aseguraba que el enemigo traía ahí su centro de gravedad, que se preparaba para envolverlo y caer sobre su retaguardia, y que éste era el momento oportuno de lanzar el ataque, pero el comandante del ejército quería tener la seguridad de que las otras dos grandes unidades de batalla completaran su movimiento y desdoblamiento, mientras la tercera, el Cpo Ej XX, terminaba de fortificar sus posiciones al Suroeste de los Lagos Masurianos. Pero un nuevo elemento de juicio hizo que el Cnl Grl von Prittwitz coincidiera ahora con su subordinado y audaz General: el Ejército del Narew, el II ruso a órdenes del Grl Samsonov, se estaba moviendo desde el Sureste. Por las noticias proporcionadas por los aviadores se presumía que la concentración de esa gran unidad estaba finalizando en la región del río Narew, al Sureste de Prusia Oriental. El VIII Ejército alemán debía lograr ahora, imperiosamente, una decisión contra el Ejército de Rennenkampf. Debía atacárselo de inmediato. Éste, que había continuado su avance durante todo el día 19 manteniendo algunos combates en el Norte, se encontraba detenido desde las primeras horas del 20 de agosto, próximo a la ciudad de Gumbinen; el comandante ruso había autorizado los movimientos hacia el frente “sólo en la medida que esto fuera practicable sin combate serio en consideración al cansancio de las
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tropas y a la necesidad de la regularización del reaprovisionamiento.”23 En el flanco Norte del I Ejército ruso seguiría operando el Cuerpo de Caballería Combinado; en el ala derecha el Cpo Ej XX, que apoyaba su flanco izquierdo en la vía férrea que unía Stallupönen con Gumbinen. A su izquierda, en el centro del dispositivo y al sur de esa vía, continuaba emplazado el Cpo Ej III; a continuación y a la izquierda de esta gran unidad, estaba el Cpo Ej IV, dividido por el bosque de Rominten; más al Sur, otras fracciones de Caballería, y en el extremo meridional, todavía bajo jurisdicción del II Ejército ruso, se encontraba estacionado otro cuerpo de ejército, el II, que pasaría a depender en breve del Grl Rennenkampf. En horas de la tarde del 19 de agosto, el Comandante del VIII Ejército alemán había ordenado atacar al I Ejército ruso a la madrugada del día siguiente, en proximidades de la localidad de Gumbinen. El Cpo Ej I mantendría su posición en el ala Norte atacando en ese sector hacia el Este. El Cpo Ej XVII debía avanzar contra el centro del dispositivo ruso, a fin de atraer a las fuerzas que se dirigían a completar el ataque contra el Cpo Ej I. El Cpo Ej I de la Reserva debía mantenerse a la derecha del XVII y escalonado hacia el Oeste, a fin de rechazar cualquier ataque proveniente del ala Sur enemiga. Otras tropas de la Guardia Nacional y de la Reserva debían defender los desfiladeros de los Lagos Masurianos junto con la fortaleza de Lötzen, que se encontraba en el centro de éstos. Contando con estas fuerzas a su derecha, el General de Infantería von François24 concentró su atención en el Norte y dio la orden de ataque para las 4 de la madrugada del 20 de agosto. Para ello, resolvió modificar su dispositivo: el flanco Norte sería cubierto por las tropas de la 1ra Div C; la 2da Div I debía ejecutar una marcha táctica nocturna desde sus actuales posiciones hacia el Norte para ocupar una posición de partida a la izquierda de la 1ra Div I y constituirse en el ala septentrional de la gran unidad de batalla. “La 1ra División de Infantería ya había abierto el fuego con toda su artillería (72 piezas livianas y 8 obuses pesados) a las 3.30 (del 20 de agosto), antes del ataque de la 2da División de Infantería, a fin de desviar del envolvimiento la atención del adversario /.../ A las 4.30, los prusianos orientales se lanzaron al ataque. Los rusos fueron sorprendidos completamente.” 25 A las 5.30, la 1ra Div I pasó también al ataque y los rusos respondieron con su Artillería pero a las “7 horas y 10 minutos, el Comandante de la 28va División de Infantería (rusa) comunicó (a su comandante de Cuerpo): ‘la artillería del enemigo se halla emplazada en 23 Archivo del Estado alemán, op. cit., p. 112. 24 Nota del Autor: en esos días había recibido desde Berlín los despachos de ascenso. 25 Archivo del Estado alemán, op. cit., p. 114.
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excelentes trincheras profundas; nuestras baterías no pueden causarle daño alguno. Solicito el envío de una batería de obuses y que me preste ayuda la 29na División de Infantería’.”26 En todo el frente del XX Cuerpo ruso, la Infantería alemana intensificó su ataque y empezó a desplazarse hacia los flancos de la 28va Div I, ubicada en el ala derecha enemiga. La 2da Div I alemana, con idéntica cantidad de cañones que la 1ra, batía intensamente el frente en ese sector. Los rusos comenzaron a silenciar sus cañones y a desplazar sus tropas.27 El Grl von François, a las 8.30 de la mañana, al ver el éxito que obtenían las alas envolventes de sus divisiones, pensó que el enemigo se estaba replegando y así se lo informó al Grl von Mackensen, Comandante del Cpo Ej XVII, que había iniciado su ataque también en la madrugada del 20 de agosto desde unos 20 kilómetros más al Suroeste, sugiriéndole que dirigiera a la 35ta Div I hacia el Noreste, delante de Gumbinen, donde combatía su 1ra División, para romper el frente del Cpo Ej III y caer sobre los flancos de sus divisiones. El Grl von Mackensen así lo hizo y, además, mantuvo el avance de su 36ta Div I hacia el Este, donde se encontraban tropas del Cpo Ej IV ruso. 26 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 171. 27 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 174: “La situación se volvió catastrófica. Sufriendo enormes bajas y atacada desde el frente, flanco y retaguardia por la infantería alemana, la división empezó a retroceder. Durante la retirada se disgregó en varios grupos...” Uno de los artilleros rusos, participantes del episodio, relata: “Larga y tenazmente se mantuvo nuestra infantería. No se oían disparos aislados; parecía como si algo estuviese hirviendo en una caldera gigantesca. El enemigo se iba acercando... Poco a poco en la posición de la batería empezaron a silbar las balas. Bajo un fuego terrible, reducida a la mitad y habiendo perdido casi todos sus oficiales, retrocedía lentamente la 28va División de Infantería /.../ Momentos más tarde, hasta donde podía abarcar la vista, apareció la ola gris de las columnas alemanas. Las baterías abrieron un fuego nutrido, y la faja blanca de la carretera se volvió gris por la cantidad de cadáveres que la cubrió. Otra vez fuego nutrido, y otra vez el mismo cuadro. Entonces, con un coraje que llegaba hasta la temeridad, salió de una posición descubierta una batería alemana y, al mismo tiempo, encima de nuestras baterías, pasó un aeroplano alemán con cruces negras. En las baterías pasaba algo infernal. La infantería alemana seguía avanzando y envolvía a la 4ta batería. Esta tiraba con espoleta y a su retaguardia repiqueteaba una ametralladora alemana. La batería estaba perdida. De frente, la infantería alemana se acercó a las baterías a unos 500 o 600 pasos, haciendo fuego cuerpo a tierra. Las baterías disminuyeron la intensidad de fuego, debido a la falta de munición.’ /.../ La inspección del campo de batalla de la 28va División de Infantería, efectuada días después, una vez reconquistada esa zona, dio pruebas evidentes de la lucha heroica de dicha división. ‘Yacían líneas de compañías enteras con todos sus oficiales y jefes de batallón; ellos habían quedado como petrificados en las actitudes en que los sorprendió la muerte’. En una sola tumba /.../ fueron enterrados por el cura del Regimiento 112 de Infantería del Ural, 10 oficiales y 300 soldados /…/ A eso de las 11 horas la retirada de las unidades adquirió el carácter de un desastre. En su parte el jefe del estado mayor de la 28va División de Infantería relata que las unidades ‘desorganizadas por las bajas empezaron a retroceder en diferentes direcciones’ /…/ Estos escasos restos, agregados al flanco derecho del 29na División de Infantería, ayudaron a ésta a detener el avance posterior de las 1ra y 2da Divisiones de Infantería alemanas /…/ Las bajas generales de la 28va División /.../ ascendían a 104 oficiales y 6945 soldados,” sobre un efectivo inicial de 17.000 hombres.
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Mientras tanto, von François había ordenado a sus dos grandes unidades de combate cerrar el cerco por los flancos del Cpo Ej XX ruso, y a la reserva principal de Könisberg, que le había sido agregada, reforzar su ala derecha. La 1ra División de Caballería (Cpo Ej I alemán), al ver que progresaba el ataque de la propia tropa, se lanzó en persecución desbordante, logrando cortar la retirada de gran parte de los efectivos de la 28va Div I rusa hacia el Este y tomarlos prisioneros, pero habiéndose desplazado más de 25 kilómetros en esa dirección, detuvo su marcha al anochecer. Cuando estas acciones se sucedían vertiginosamente en las alas y flancos del Cpo Ej I alemán, en su centro se había producido un episodio adverso que permitió a los rusos obtener un éxito local: la 29na Div I rusa, reforzada con los restos de la 28va, había contraatacado el ala izquierda de la 1ra Div I alemana, logrando que se detuviera y comenzara a replegarse en forma sucesiva. Al observarse desde las posiciones de la 2da Div I ese movimiento retrógrado, e interpretado como un ataque ruso hacia el frente de su vecina, la Artillería de esa división abrió el fuego contra su propia tropa.28 Recuperados los efectivos que se habían desorganizado, pasado el mediodía, los alemanes prosiguieron el ataque amenazando cada vez más el flanco derecho de la 29na Div I rusa, lo que obligó a su comandante a ordenar el repliegue. Apreciando que los rusos también frente al centro del Cpo Ej I se estaban replegando y que no podía iniciar una persecución contra ellos, a raíz del desorden que aún existía entre sus propias tropas, el Grl von François ordenó en horas de la tarde detener el avance, reforzarse en el terreno para reorganizarse y descansar, y continuar el ataque con las primeras luces del día siguiente. En el frente del Cpo Ej XVII alemán, la situación no era mejor: sus fuerzas (35ta y 36ta Div I) estaban combatiendo contra los Cuerpos de Ejército III y IV rusos que, aparentemente, cedían en el frente y, creyendo que su enemigo se retiraba, los infantes del Cuerpo XVII se habían introducido peligrosamente en el dispositivo de los Cuerpos enemigos que ahora amenazaban con envolverlos, y la Artillería alemana, con la firme resolución de apoyarlos, había adelantado sus posiciones y tiraba desde campo abierto, sin protección (ilus 6).29 28 Archivo del Estado alemán, op. cit.: Esto provocó “un pánico grave, el cual hizo retroceder a toda la Infantería de la 1ra División /.../ El pánico se propagó también al ala meridional de la 2da División de Infantería /.../ pero el enemigo no persiguió en parte alguna. La intervención enérgica de todos los jefes subalternos y del comandante de la 1ra División de Infantería, Grl Div von Conta, quien se dirigió en seguida a gran galope a la primera línea, acompañado por un oficial de su estado mayor, y al toque de corneta ‘El conjunto-alto’, hicieron detener a los que retrocedían.” 29 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 172: Así recordaba este combate el Tte Kurt Hesse, Jefe de Sección en la 7ma Compañía del Regimiento 5 de Granaderos alemán: “Cuando las avanzadas
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Las fuerzas alemanas empezaron a ser envueltas por la Infantería rusa y su Artillería aprovechó la situación para descargar sobre ellas interminables ráfagas de proyectiles. Eran ahora los alemanes los que sentían la fuerza de choque y la potencia de los eslavos; se detuvieron, se clavaron en la tierra y, los que pudieron, empezaron a retroceder en desorden. El Grl von Mackensen lanzó su reserva para retomar la iniciativa y continuar avanzando, pero los rusos no cedían un paso.30 Al ver esta situación, el Grl von Mackensen resolvió el repliegue inmediato de sus tropas, cediendo a los rusos decenas de kilómetros antes conquistados. Más de 8.000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros, entre los que se contaban 200 oficiales, fue el resultado para el Cpo Ej XVII alemán. Los rusos también habían perdido gran cantidad de efectivos y material, pero la jornada en ese sector les pertenecía. A pesar de este éxito local, nuevamente, no persiguieron a los enemigos restantes. El Cpo Ej I de la Reserva alemán, que debía permanecer en posición al Suroeste del Cuerpo XVII y estaba reforzándose en el terreno para rechazar des-
rusas fueron rechazadas, en la 35ta División se creyó haber conquistado ya la victoria; pero justamente entonces la división chocó con la ‘invisible muralla de fuego’, la cual fue imposible franquear /…/ Parecía como si delante de nosotros se hubiesen abierto las fauces del infierno… Un fuego intenso desde la aldea /…/ en el flanco derecho, desde el molino de viento, desde la otra aldea; no menos intenso el que viene del flanco izquierdo, y así de todos lados. El enemigo queda invisible, se oyen sólo los disparos de miles de fusiles, de ametralladora y de artillería. Las unidades son diezmadas. Los muertos forman líneas enteras. Se oyen quejidos y gritos por todo el campo /…/ El fuego de la artillería rusa era aquí más terrible que en cualquier otro sector del frente. Aquí los rusos emplearon con singular acierto el fuego enfilado de sus baterías /…/ Nuestra artillería tarda en abrir el fuego; de las unidades de infantería se envían pedidos insistentes de apresurarse. Varias baterías salen a una posición descubierta en las colinas, pero casi inmediatamente vemos cómo entre los cañones empiezan a explotar proyectiles enemigos; los carros de municiones se dispersan en todas direcciones; se ven galopar por el campo caballos aislados sin jinetes /…/ Los oficiales de los regimientos /…/ dieron abundantes pruebas de gran arrojo, pero todo fue en vano. Muchos de ellos y sus soldados cayeron, y la impresión de ese combate resultó aplastante. El pánico que cundió entre las unidades adquirió aquí singular violencia. Ni aún el río Rominte pudo detener a los que huían /…/ El Regimiento comunicó que sus fuerzas estaban agotadas.” 30 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 171: El impresionado protagonista alemán ya citado, retoma la descripción de este último combate: “La reserva del cuerpo de ejército, el Regimiento 21 de Infantería, fue dirigida para apoyar el avance que se había paralizado. Al acercarse a la línea de combate, ese regimiento encuentra fugitivos que preguntan /…/ por qué el regimiento va allá /…/ de allá no volverá nadie… ¡El enemigo es fuerte! Los soldados del Regimiento 21 no hacen caso a las prevenciones. Un joven teniente da la voz de mando de empezar el avance por saltos. Esta fue su última orden. Dos o tres saltos más, y el regimiento echa cuerpo a tierra. Los hombres sienten cómo la muerte está rabiando entre sus filas. Pasa otro breve rato y también de ellos se apodera un terror ante el enemigo invisible. Empieza la disgregación, al principio lenta, luego más y más rápidamente… Hasta que por fin el pánico conquista una victoria sobre la más firme disciplina –la prusiana- la de los regimientos de la Prusia Oriental /…/ A eso de las 15 horas la infantería alemana no pudo resistir más y empezó a retroceder, abandonando el campo de batalla.”
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A raíz de su fracaso (o incapacidad: sus tropas estaban exhaustas) para cumplir con las instrucciones de Rennenkampf de asegurar la orilla oriental del río Inster, el Grl Khan Nachichevanski dejó desprotegido el flanco derecho ruso. La caballería alemana penetró por la brecha y exploró hasta la retaguardia el 1er ejército, llegando al pueblo de Pilkallen. A mediados de Agosto, a Prittwitz se le presentaban dos frentes de combate. La pregunta era: ¿quién atacaría primero, Rennenkampf o Samsonov? Los rusos resolvieron el problema. Ansiosos por cumplir con sus aliados, hicieron que el 1er ejército cruzar la frontera el 17 de agosto (varios días antes que el 2do). El 20 de agosto, luego de Gumbinen, los rusos creyeron que el enemigo se retiraba. En realidad, los alemanes comenzaban a concentrarse frente al Ejército de Narew. En este mapa puede observarse lo equilibrada que resultó la batalla: en las alas Norte y Sur triunfaron los alemanes, pero en el centro fueron derrotados.
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de allí el probable ataque ruso contra el flanco derecho de ese Cuerpo, había recibido la orden de avanzar también hacia el Este y pasar a la ofensiva contra lo que se suponía era el Cpo Ej IV ruso, que se encontraba a ambos lados del bosque de Rominten. Sorprendido por esta orden, el Grl Div von Below, comandante del Cpo Ej I de la Reserva, dispuso suspender las fortificaciones y emprender la marcha de aproximación a las posiciones de partida para el ataque, lo que logró concretar muy tarde en la noche del 19 de agosto, arribando a esas posiciones en la mañana del día 20, cuando ya las otras grandes unidades alemanas estaban combatiendo. En razón de que este Cuerpo todavía no contaba con propia exploración aérea, no pudo obtener información precisa y oportuna sobre los movimientos rusos en su flanco derecho. En el momento en que marchaba hacia el sector ordenado, casi al mediodía del día 20, fue sorprendido desde el Sureste por fuerzas del Cpo Ej IV, entablándose un durísimo combate en el que los rusos fueron rechazados. Cuando el Grl Div von Below informó la situación al comando del ejército, el Cnl Grl von Pritwitz ordenó que la 3ra Div de la Reserva, gran unidad bajo dependencia directa del ejército, avanzara hacia el Noreste para posicionarse frente al flanco izquierdo del Cuerpo ruso y, así, colaborar con las fuerzas de von Below. A pesar del éxito obtenido por los rusos en el centro del dispositivo alemán, las alas del I Ejército se encontraban ahora amenazadas y se perfilaba un doble envolvimiento, no solamente sobre los flancos, sino también sobre la retaguardia, con lo que podía ser aislado de su principal línea de comunicación desde el Este y cortado de su eventual retirada.31 La prudencia hizo que su Comandante, aunque no ordenara la retirada, mantuviese una posición expectante basada en una exploración cuidadosa, sin avanzar grandes distancias, con lo que permitió que los alemanes resolvieran sus futuras acciones sin mayores inconvenientes. Paralelamente, en el comando del VIII Ejército alemán, las apreciaciones no se hicieron esperar y las impresiones fueron variando desde la inminencia del éxito, cuando el Cpo Ej I derrotara al ala derecha de los rusos y el Cpo Ej I de la Reserva los rechazara en el ala izquierda, hasta la casi cierta posibilidad de que aquellos habían quebrado el frente de todo el dispositivo al derrotar 31 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 206: “En el estado mayor de Rennenkampf se oían voces de que era necesario retroceder /…/ Era muy lógico suponer que al día siguiente los alemanes iban a realizar un avance aún más enérgico. En tal caso, las perspectivas no podían parecer muy alentadoras. El general Rennenkampf carecía de reserva /…/ La 28va División de Infantería debía considerarse, para los tres días subsiguientes, como dada de baja.”
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al Cpo Ej XVII. El Cnl Grl von Prittwitz y su Jefe de Estado Mayor, el Grl Br von Waldersee, no estaban seguros de obtener un éxito frente al Ejército del Niemen, a pesar de que la situación parecía equilibrada y de que en algunos sectores los alemanes habían sido notablemente superiores. El segundo Jefe del Estado Mayor, Grl Br Grünert, y el oficial de operaciones, Tcnl Hoffman, insistían en que debía atacarse a aquel ejército ruso al día siguiente y derrotarlo, antes de que se configurara definitivamente el segundo eje de invasión desde el Sureste, ya que, por varios radiogramas rusos que habían sido interceptados, se sabía que en la región del Narew se habían concentrado los Cuerpos de Ejército I, VI, XIII, XV y XXIII y una División de Caballería, conformando el II Ejército ruso que ya se estaba desplazando hacia su objetivo. El Comandante del VIII Ejército se comunicó con sus subordinados, y todos, incluso von Mackensen, le contestaron que estaban esperando la orden para continuar la ofensiva y obtener una decisión. No obstante, con la intención de completar el cuadro de la situación, habló telefónicamente en horas de la tarde con el General de Artillería von Sholtz, comandante del Cpo Ej XX alemán, ubicado al Suroeste de los Lagos Masurianos, desde donde daba frente a la probable segunda vía de invasión rusa. Este General le respondió que, según la información obtenida hasta ahora, el desplazamiento de lo que apreciaba en su frente eran dos a tres cuerpos de ejército y dos brigadas de tiradores, se manifestaba lento y aún del otro lado de la frontera, que si bien él no contaba con ningún apoyo, era “fundamental obtener una victoria en la región de Gumbinen, agregando: ‘Aquí ya resistiremos nosotros’.” 32 Von Prittwitz seguía dudando sobre el éxito que todos parecían presentir. Las proposiciones escuchadas no lo convencían totalmente. El resumen de las bajas que le habían hecho conocer después de Gumbinen aumentaba su vacilación: 435 oficiales y 14.172 suboficiales y soldados, entre muertos, heridos, desaparecidos y capturados por el enemigo. Si bien contaban con un sistema de reemplazos eficientemente organizado, los efectivos no podrían ser enviados e integrados a las fracciones al momento de continuar la batalla, en menos de doce horas. Mientras estaba reunido con su Jefe de Estado Mayor evaluando las distintas alternativas, recibió una nueva comunicación del Grl Br von Unger, cuyo destacamento estaba ubicado más al Oeste del Cpo Ej XX alemán: los aviadores habían observado largas columnas en avance desde el Sur hacía la frontera. Este dato fue interpretado como el desplazamiento
32 Archivo del Estado alemán, op. cit., p. 131.
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de otro cuerpo de ejército enemigo. Efectivamente: eran las vanguardias del IIdo Ejército ruso que se dirigían hacia Prusia Oriental desde el Sudeste, extendiendo su ala izquierda más hacia el Oeste de lo que en el comando del VIII Ejército se había calculado. El segundo brazo de la invasión zarista se estaba configurando. Esto terminó por empujar al Cnl Grl von Prittwitz a una resolución definitiva: retirarse hacia el Oeste, a la orilla occidental del Vístula, con posibilidades de continuar el movimiento retrógrado hasta el río Oder. Excepto el Grl Br von Waldersee, que estaba de acuerdo con el Comandante, los otros Generales y oficiales del Estado Mayor trataron inútilmente de demostrarle que existían altísimas probabilidades de aniquilar a los rusos de Rennenkampf antes de que la amenaza del ejército de Samsonov se transformara en un nuevo frente de combate y tener que acudir contra él; mientras tanto, el Cpo Ej XX alemán tendría que defenderse por su cuenta y resistir. Von Prittwitz rechazó todas las propuestas, se convenció de que había caído en un cerco: creía que la detención del I Ejército ruso y la inexistencia de una persecución eran la puerta de una trampa. Por ahí quería el comandante enemigo que pasaran los alemanes mientras con el brazo proveniente del Sur caería sobre su retaguardia. A este general alemán, amigo del Káiser, “de sesenta y seis años /…/ impresionante en su aspecto f ísico, conciente hasta el grado máximo de su personalidad, rudo e incluso brutal /…/ conocido por el apodo de ‘Der Dicke’ (‘el Gordo’),”33 le había sucedido lo peor que le puede pasar a un comandante de campaña: había perdido la batalla antes de pelearla. Su voluntad de vencer se había quebrado. Estaba decidido a ceder la Prusia Oriental a los rusos. Ordenó que se comunicara su resolución a los comandantes de las grandes unidades y que iniciaran el movimiento de repliegue durante la noche para embarcarse en los ferrocarriles rumbo al Oeste, en retirada. Tomó el teléfono y pidió hablar con el Cnl Grl von Moltke en el Alto Mando. Para todos fue una sorpresa la decisión de von Prittwitz. Sus Generales comandantes de cuerpo y de divisiones independientes cuestionaron tal resolución, algunos se negaron a cumplirla, otros ordenaron a sus unidades que aclararan la situación en sus frentes y se mantuvieran en apresto para continuar la batalla al amanecer. El Grl von François, a través de la fortaleza de Könisberg, mandó informarle directamente a von Moltke sobre sus éxitos obtenidos en el ala Norte; en el Estado Mayor del VIII Ejército, algunos oficiales se reunieron sólo con von Waldersee y trataron de convencerlo para continuar las operaciones, aun contradiciendo al Comandante.
33 Tuchman, Bárbara, op. cit., p. 343.
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Desde el Alto Mando, en Coblenza, von Moltke trataba de entender lo que von Prittwitz le estaba planteando: ¡El ejército alemán se retiraría de Prusia Oriental! A raíz de las dificultades en las líneas telefónicas tuvo que reiniciar varias veces la comunicación. Mientras tanto, ordenó a varios oficiales de su propio Estado Mayor que se comunicaran directamente con los comandantes de Cuerpo del VIII Ejército y pidieran informes sobre la situación. Entre estas idas y venidas, entre control y descontrol, no extraños en un comando en operaciones y en una situación tan compleja, el Tcnl Hoffman le hizo otra propuesta al Grl Br von Waldersee, que incluía cumplir en parte lo que había resuelto el Comandante: abandonar la zona de Gumbinen, dejando frente al I Ejército ruso una división de Caballería como fuerza de cobertura y distracción, tomar posición en el Suroeste frente al II Ejército ruso, atacarlo, destruirlo y luego operar nuevamente contra Rennenkampf. ¿En qué basaba todo esto? Él aseguraba que el I Ejército ruso no avanzaría. Conocía bien a los rusos y sabía que la batalla que se había librado los había paralizado. No se animarían a extender tanto sus líneas de abastecimiento ni a pasar frente o detrás de los lagos para ir tras las espaldas de los alemanes durante ese movimiento. El Ejército del Narew, si bien avanzaba hacia ellos, estaba incompleto, no había concluido la concentración de sus efectivos y si se presentaba alguna dificultad para derrotarlo, los alemanes estarían mucho más cerca del Vístula, en caso de tener que retirarse. En otras palabras: el ejército del Grl Samsonov estaba en el camino de la retirada hacia el Oeste: ¿por qué no enfrentarlo…? Von Waldersee, no muy convencido, admitió que tal idea era factible y bastante aceptable. Trató de convencer a von Prittwitz, quien ya había informado a von Moltke sobre la retirada, de rever su anterior resolución. Le explicaron la propuesta y, finalmente, el Comandante accedió a retrotraer las cosas al punto anterior y suspender el movimiento retrógrado hacia la orilla occidental del Vístula. Operarían contra el IIdo Ejército. Todo estaba supeditado a que Rennenkampf no se decidiera a avanzar. En estas discusiones y vinculaciones dentro del Estado Mayor del VIII Ejército alemán puede observarse con claridad de qué forma el objetivo era tenido en cuenta como principio básico para la conducción de las operaciones; era él el que señalaba y configuraba las acciones propuestas: de alguna forma eficaz debía mantenerse el control de la Prusia Oriental, evitándole al enemigo un éxito estratégico que, de concretarse, tendría consecuencias funestas para las operaciones en el Frente Occidental y, por consiguiente, para el plan alemán. Como principio de la conducción predominante, rector de las decisiones y
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esfuerzos, el objetivo se destacó en la concepción de los alemanes y, como consecuencia de su aplicación, quedarían en evidencia casi la totalidad de los que hoy estudiamos en nuestra doctrina. En tanto, von Moltke, que ya había recibido noticias de los comandantes de Cuerpo sobre la situación, y del propio von Waldersee sobre la posibilidad de atacar al Ejército del Narew, estaba de acuerdo con el nuevo modo de acción y rechazaba una retirada como la que se había pensado. Trataba de entablar nuevamente comunicación con von Prittwitz para decirle que, en caso de no poder continuar la batalla contra el Ejército de Rennenkampf en busca de una decisión, debía intentarse un ataque contra el Ejército de Samsonov. En semejante ambiente de confusión nadie le había informado con certeza que la decisión de retirarse había sido modificada. Estaba muy lejos de Prusia Oriental. Las comunicaciones no eran óptimas en aquel primer momento de la guerra. Las presiones internas y externas para no perder aquella provincia lo atormentaron. Allí había sido coronado el primer rey prusiano en 1701; allí tenían su cuna los antiguos caballeros teutones y los ancestros del káiser; las grandes familias de junkers terratenientes poseían notables extensiones de riquísimas tierras; de Prusia Oriental llegaban los alimentos básicos para las familias y tropas alemanas; conquistándola se dominaba el acceso al Mar Báltico; por Prusia Oriental se llegaba directamente desde el Este hasta la cuenca del Ruhr que producía 140 millones de toneladas de carbón al año. ¡Y hasta Berlín! Todo ello hizo que en la mente de Moltke se reanimara un pensamiento que durante mucho tiempo lo había turbado: la necesidad de reforzar al VIII Ejército. Pero… ¿con qué? Mientras pedía insistentemente hablar con el comando de esa gran unidad de batalla, ordenó a su propio Estado Mayor que comenzara a estudiar la posibilidad de reforzar a los prusianos orientales con tropas del Frente Occidental. La génesis del cambio del plan Schlieffen estaba en marcha y, con ello, la alteración de la situación estratégica militar de Alemania. Cuando von Prittwitz decidió volver a comunicarse con von Moltke y ponerlo al tanto de la situación, recibió el parte de un aviador sobre la presencia de numerosas tropas en proximidades de Stallupönen y otra columna de marcha que se aproximaba hacia allí desde más al Noreste, aparentemente para reforzar a las fuerzas de Rennenkampf. El colapso fue total. El Coronel General retomó su anterior decisión y no aceptó más opiniones ni desacuerdos ni propuestas. Lo que no sabía él era que el Cpo Ej I, el del Grl von François, ya estaba en marcha hacia las estaciones de ferrocarril para retirarse de Gumbinen y dirigirse hacia el Sudoeste, donde ocuparía una posición de partida para atacar al Ejército del Narew, y que las tropas que se aproximaban, avistadas
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por el piloto del avión, eran las de la 1ra Div C alemana que había combatido más al Norte del Cpo Ej I, en la batalla de Gumbinen, y ahora intentaba reunirse con el ala izquierda de su ejército. En esos momentos logró ponerse al habla con von Moltke advirtiéndole que ordenaría la postergada retirada esa misma noche del 20 de agosto.34 Esto hizo que el Jefe del Estado Mayor General alemán entendiera que Prusia Oriental corría un grave peligro y que este provenía, principalmente, del Comandante de las propias fuerzas allí destinadas. Su próxima tarea era informar al Káiser y solicitar el relevo del Cnl Grl Maximilian von Pritwitz. La batalla de Gumbinen hizo cambiar el semblante y entorpeció la lucidez de algunos generales alemanes, en especial del Comandante del VIII Ejército. Von Prittwitz aseguraba que, además de los dos ejércitos rusos detectados, existía un tercero que avanzaba con dirección estratégica operacional hacia el centro, hacia los Lagos Masurianos, aunque nadie pudo comprobarlo. Quedaba confirmado que los alemanes, aunque inferiores en efectivos en esa región, eran poderosos en cuanto a su calidad de conducción, combate y potencia de fuego, y que los rusos no eran ni tan “aplanadores” ni tan temibles, según la fama que sobre los cosacos circulaba desde hacía muchos años, pero tampoco eran destinatarios de ningún menosprecio. La guerra contra el Japón les había enseñado mucho.35 En realidad, si bien los rusos habían demostrado, en estas primeras acciones, tener aptitud y actitud ofensiva36, 34 Archivo del Estado Alemán, op. cit., p. 138: Entre ellos se produjo el siguiente diálogo: “-Si usted tiene que retirarse, entonces queda en pie incondicionalmente su nueva misión de mantener la línea del Vístula -. Pero el comandante del (octavo) ejército tampoco se creyó en condiciones de prometer esto con seguridad, diciendo: -¿Cómo puedo defender el Vístula con este puñado de tropas si puede ser vadeado en todas partes?-” 35 Below, Hans von Tte Grl del Ejército Alemán (Ex Comandante Honorario y profesor de la Escuela Superior de Guerra de la República Argentina), Mis memorias de guerra, Buenos Aires, Círculo Militar, 1923: “He reconocido siempre en el ruso un buen soldado. Es de buen corazón, muy fácil de contentar estando prisionero, obediente, inofensivo como un niño; pero se volvía una bestia si sus pasiones salvajes eran excitadas, sea por el alcohol o por las órdenes de sus superiores. En contraposición con los soldados rusos, los cosacos eran de una crueldad innata, dando miedo a sus propios compatriotas y soldados. Trataron a nuestros heridos con tanta crueldad que nuestros soldados no les dieron más cuartel en el combate.” 36 Golovine, Grl Div Nicolás, op. cit., p. 190: En su obra (La gran guerra 1914-18), escribía el Coronel alemán Rudolff Franz: “Así fue como el 20 de agosto, por primera vez después de un siglo y medio, se encontraron en una gran batalla los prusianos y los rusos (quienes) se han mostrado como un adversario muy serio. Buenos soldados por naturaleza, estaban bien disciplinados, tenían una buena preparación bélica y se hallaban bien equipados. Son valientes, tenaces, aprovechan con destreza los accidentes del terreno y se han revelado como maestros en el emplazamiento oculto de la artillería y de las ametralladoras. Pero, de un modo particular, han resultado expertos en la fortificación de campaña.”
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eran en varios aspectos de su poder de combate, inferiores a los alemanes: sus Cuerpos de Ejército estaban organizados con dos divisiones de Infantería y sólo con piezas de Artillería liviana, y a pesar de tener una Caballería numerosa bajo el mando directo del Comandante del ejército, no la emplearon convenientemente y su traslado desde los confines del Imperio a través de largas extensiones les ocasionó un grave perjuicio.37 Estaban operando en otro país y a sus servicios logísticos ineficaces se sumó la acción de sabotaje efectuada por los pobladores civiles, lo que los llevó a retardar su avance. Esta evaluación del poder de combate relativo, que ponía a los alemanes en un nivel de superioridad cualitativa y momentánea, seguramente fue efectuada y expuesta a su Comandante por los oficiales del Estado Mayor del VIII Ejército, pero no lograron convencerlo en forma determinante. Esta batalla, cuya acción principal duró poco más de un día y cuyas acciones iniciales pueden encontrarse en el combate de Stallupönen y en otros de menor intensidad librados en varios puntos de la frontera desde el 17 de agosto, produjo un descalabro de consecuencias estratégicas gravísimas para Alemania y para Rusia. Para la primera, el cambio equivocado e improvisado de su plan de guerra. Von Moltke, aunque logró el relevo de von Pritwitz, no abandonó su idea de reforzar al VIII Ejército y mandó dos Cuerpos de Ejército y una División de Caballería a Prusia Oriental, debilitando el eje de invasión a Francia y contradiciendo la última sentencia del Mariscal Alfred von Schlliefen antes de morir.38 Esta modificación al plan precipitaría la derrota del Marne, en septiembre de 1914, con la consecuente retirada alemana de más de 60 kilómetros hacia el río Aisne y la paralización de la ofensiva lanzada un mes antes, dando inicio a la segunda etapa del conflicto en el Frente Occidental: la guerra de posiciones o de trincheras, que se prolongaría hasta mediados de 1918. Para Rusia, se abriría el camino para que, en el pensamiento de que los alemanes efectivamente se retiraban, sus ejércitos del Noroeste cayeran en una trampa aniquiladora, perdiendo la iniciativa en ese sector del Frente Oriental 37 Regan, Geoffrey, Historia de la incompetencia militar, Barcelona, Editorial Crítica, 2004, segunda edición: “La caballería no era rentable. En 1914 la obsesión rusa por la caballería impuso una enorme sobrecarga a su red de ferrocarril, al requerir una cantidad desproporcionada de material rodante. Se necesitaron cuarenta trenes para trasladar una división de caballería de 4000 hombres y 12 cañones /…/ Además un caballo necesitaba seis kilos de forraje diario y el transporte del mismo obstruía gran parte de la red.” 38 Perón, Cap Juan, op. cit.: “¡No debilitéis el ala derecha!
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e iniciando un camino hacia la derrota definitiva pocos años más tarde, hasta que, ya bajo el gobierno bolchevique, solicitaría un armisticio en diciembre de 1917, cuando las vanguardias alemanas y austro-húngaras se encontraban a poco más de 400 kilómetros de Moscú. Es en estas oportunidades donde cobran un inusitado valor aquellos conceptos de Clausewitz al referirse a la determinación como la suma del valor y de la inteligencia. Cualidades que marcan la diferencia con aquellos que confunden el hecho de inferir o suponer con el mero producto de la pura imaginación; que planificar o proyectar una acción se identifica con una simple expresión de deseo, como si fuese lo mismo; que plantear una hipótesis o un supuesto es igual a inventar descontroladamente las propias fortalezas y debilidades, así como las del enemigo, olvidándose que la conducción de la guerra es un asunto particular que no se aparta alegremente de las normas del pensamiento científico. En momentos como los que se vivieron en el comando del VIII ejército alemán y en el del I Ejército ruso, después de la batalla de Gumbinen, quedaron en evidencia más los desatinos y desinteligencias que los aciertos. Entre los rusos, la diosa del infortunio sería más cruel y despiadada, desde el Alto Mando hasta los comandos tácticos, aunque algunos lo presentían, nadie supo detener el desastre que se avecinaba. Entre los alemanes, la situación daría un giro favorable que los conduciría al éxito tan esperado. La maniobra de retirada que se había ordenado al VIII Ejército alemán fue transformada en otra que concluiría en la concentración de sus fuerzas para hacer frente al II Ejército ruso.39 Las tropas de Rennenkampf, durante el 21 de agosto, se mantuvieron estacionadas frente a Gumbinen. Recién el 22 algunas fracciones de exploración fueron destacadas hacia el frente. La cautela comenzó a intensificarse en el pensamiento de este General quien, además, confirmaba con su Estado Mayor que los alemanes se estaban retirando. Tal vez hubiese sido conveniente que 39 Archivo del Estado alemán, op. cit., p. 140: Una idea “flotaba, por así decirlo, en el ambiente: /…/ ¡Quizá sería posible envolver al Ejército del Narew en ambas alas! /…/ El coronel general von Prittwitz y su Jefe de Estado Mayor ya no estaban destinados a convertir estas intenciones e ideas en hechos /…/ El prestigio del comando del ejército ante varios de los comandos subordinados había sufrido gravemente. Así, parece dudoso que hubiera alcanzado para imponer enérgicamente, en esta situación crítica en el más alto grado, la voluntad del comandante del ejército a los comandantes de cuerpo de ejército, que estaban acostumbrados a obrar con gran independencia, en particular el del I Cuerpo de Ejército /…/ El coronel general von Moltke propuso para el cargo de comandante del (octavo) ejército al general de Infantería en disponibilidad (Paul) von Beneckendorff und von Hindenburg con el general de brigada (Erich) Ludendorff como jefe de estado mayor. El Emperador firmó el 22 de agosto a mediodía el nombramiento de ellos, que fue dado a conocer al comando del VIII Ejército en Mühlhausen en la tarde del mismo día.”
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comunicara esto a su par que avanzaba casi 90 kilómetros más al Sur, pero no lo hizo y el Grl Samsonov siguió marchando, aunque por ahora lentamente, hacia lo que él creía era la agrupación más débil de las tropas alemanas, en la seguridad de que su camarada del I Ejército atacaría desde el Norte. Dos enormes ejércitos enemigos, el II ruso y el VIII alemán, que reunían decenas de miles de hombres, caballos y armas, se dirigían hacia un choque sangriento. El otro, el del Grl Rennenkampf, seguiría incólume su marcha hacia la fortaleza de Könisberg, “donde se había hecho fuerte un puñado de ancianos y reservistas”40, para impedir que las fuerzas alemanas llegaran hasta allí pero éstas ya no se dirigían hacia el Norte, ahora que tenían suficientemente clara la situación, bajo la conducción de un nuevo Comandante y de otro Jefe del Estado Mayor, buscaban a su presa al Sur y al Oeste de los Lagos Masurianos. La primera etapa de una genial maniobra por líneas interiores estaba en marcha y, con ella, los prolegómenos de la batalla de Tannenberg empezaban a dibujarse en el horizonte.
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40 Solzhenitsin, Alexandr, Agosto, 1914, Barcelona, Barral Editores S.A., 1972, Cap XLI, p. 427.
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Esta edición se terminó de imprimir en los talleres gráficos Udaondo 2646, Lanús Oeste, Provincia de Buenos Aires durante el mes de marzo de 2010.