REINALDO ARENAS Lazarillo de Tormes
2003: ¡10 años de Eloísa cartonera!
Al lector
Una obra sólo merece el calificativo de clásica - y El La- zarillo de Tormes lo es- cuando sobrevive al momento en que se escribe y mantiene intactas su novedad, su pro fundidad y su vigencia. Y el mejor objetivo -quizás el único- de la versión moderna de un clásico es estimular y facilitar al lec tor el acceso al texto original. Ojalá esta versión logre ese propósito. Reinaldo Arenas
EDICIONES ELOÍSA CARTONERA
¡Mucho más que libros! ALGUNOS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN: César Aira... Mil Gotas/El Todo que surca La Nada/El cerebro musical Alan Pauls... Malarma Mario Bellatin (México)... Salón de belleza Oswaldo Reynoso (Perú)... Cara de Ángel Gabriela Bejerman... Pendejo Cucurto... Néstor vive (relato)/ 1999 (poesía) / Cuentos para chicos cumbianteros Ricardo Piña... La Bicicleta Ricardo Piglia... El pianista Néstor Perlongher... Evita vive Haroldo de Campos (Brasil)... El Ángel izquierdo de la poesía Gonzalo Millán (Chile)... Seudónimos de la muerte Glauco Mattoso... Delirios líricos/ El queso del quéchua Douglas Diegues (Brasil)... El astronauta paraguayo Enrique Lihn (Chile)... La Aparición de la Virgen (y otros) Dalia Rosetti... Sueños y pesadillas Leónidas Lamborghini... Comedieta Jorge Mautner (Brasil)... Susi Martín Gambarotta... Punctum Víctor Hugo Vizcarra (Bolivia)... Borracho estaba, pero me acuerdo Manuel Alemián... 23 cuentitos Dani Umpi... Aun soltera Víctor Gaviria (Colombia) El rey de los espantos Paulo Lemiski (Brasil)... Desastre de una idea Martín Adán (Perú)... La casa de cartón Cuqui... Masturbación Juan Calzadilla (Venezuela)... Manual para inconformistas Diana Bellessi... Crucero ecuatorial Ramón Paz... Pornosonetos Fabián Casas...Veteranos del pánico Tomás Eloy Martinez... Bazán Ernesto Camilli... Tachero de mi vida Alberto Sarlo... Pura Vida Luis Luchi... El obelisco Cristian Aliaga... Espíritu de los peones Raúl Zurita (Chile)...Tu vida derrumbándose Salvadora Medina Onrubia... Gaby y el amor Fabián Casas... Boedo Pedro Lemebel... Bésame de nuevo forastero Cucurto... 1999 PARA NIÑOS: Ernesto Camilli...
Las casas del viento
Ricardo Zelarayán... Traveseando Carmen Iriondo... Animalitos del cielo y del infierno Horacio Quiroga... La Tortuga gigante María José Lopez... No me gustan las princesas
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Vivió e exilio en Nueva York, donde en 1987 le fue diagnosticado el virus del sida. El 7 de diciembre de 1990, Arenas se suicidó. Envió a la prensa y a sus amigos una sentida carta de despedida, en la que culpaba a Fidel Castro de todos los sufrimientos que padeció en el exilio. Algunos de sus hermosos libros son: Celestino antes del alba (1967), El mundo alucinante (1969), Otra vez el mar (1982), La loma del ángel (1987), El portero (1989), Antes que anochezca (1992)
Presentación La historia de un niño huérfano que no quiere morirse de hambre—aunque todo conspira para que así sea -es, aparentemente, el tema fundamental de esta obra del siglo XVI que marca el nacimiento de la novela contemporánea: el antecedente más ilustre de El ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha , de Miguel de Cer vantes. El Lazarillo de Tormes se publica en 1554 en tres ediciones simultáneas -en Burgos y Alcalá, España y en Amberes, que es hoy ciudad belga. Por la maestría con que el libro está escrito, es posible suponer que su autor era un hombre ilustrado, tal vez ilustre y hasta famoso en aquel tiempo. Pero las críticas que en el libro se hacen la Iglesia Católica, así como a los representantes más destacados -curas, jueces, caballeros, arciprestes- de la sociedad española del siglo XVI, parecen haber deter minado que el autor prefiriese permanecer en el anonimato. Así evitaba problemas con la Inquisición -entiéndase “justicia”-, muy activa en ese tiempo. La obra, además de crear un género literario -el de la novela picaresca-, es un fresco de toda una sociedad y de todo un siglo, y es también un espejo de la condición humana. Lazarillo se asombra ante la falta de bondad de muchas de las personas que encuentra en su camino. A pesar de las vicisitudes y trabajos que sufre, de la picardía de que tiene que hacer uso para sobrevivir dentro de una sociedad en crisis. Lazarillo nunca se desprende de una ingenuidad y un candor naturales que lo salvan, mostrándose como un joven travieso y astuto, pero noble.
La estructura aparentemente sencilla de esta obra, sin embargo, es insólita en aquellos tiempos. La historia se cuenta a una segunda persona, con la cual supuesta mente se conversa o se le rinde un informe. El lenguaje está desprovisto de toda retórica: ni sentencioso ni re buscado, ni vulgar ni académico, ni pobre ni inflado. La ironía el sarcasmo y hasta la exageración, trazan con mano maestra situaciones y personajes que se nos hacen inolvidables desde nuestra primera lectura. Es fácil identificar en nuestros días los equiva lentes a Lazarillo y a los demás personajes de la obra, tal su universalidad. Encontremos también en ella lo que es patrimonio del genio: la recreación de un instante, de una vida, de un tiempo, de un mundo. Todo ello pudo ha ber quedado en la simple crónica o el trabajo sociológico, pero la ficción lo ha rescatado para siempre de un modo más vivo y permanente.
Reinaldo Arenas nació en el campo, en Aguas Claras, el 16 de julio de 1943 (en la parte norte de la provincia de Oriente, Cuba), más tarde su familia se mudó a Holguín. Su adolescencia estuvo marcada por el manifiesto enfrentamiento a la dictadura de Batista. Colaboró con la revolución cubana, hasta que, debido a la exclusión a que fue sometido, optó por la disidencia. En toda su vida, Arenas sólo pudo publicar un libro en Cuba: Celestino antes del alba . En 1980 salió del país cuando Fidel Castro autorizó un éxodo masivo de disidentes y otras personas consideradas indeseables por el régimen a través de Mariel. Reinaldo Arenas
alegan que nada van a pagar porque nada han recuperado. La autoridad responde que eso no le importa y que, por atender este caso, han perdido otros más importantes. Se formó allí tal escándalo que hasta de mi persona y de mi amo se olvidaron. Después de muchos gritos, la vieja y el dueño de la casa cargaron con la cama y la manta. Allá fueron los cuatro dando voces calle arriba, hasta perderse de vista. De esta manera, como le he contado, me dejó mi pobre y tercer amo, con lo que acabé de conocer mi desgracia. Pues todo me salía tan al revés que, siendo los mozos quienes huyen de sus señores, en mi caso era mi señor quien salió huyendo de mí.
un racimo de ellas. Y, quizás porque las frutas se le caían del racimo, o tal vez porque ese día mi amo me había dado muchos golpes y quería contentarme, acordó hacer con ellas un banquete, y sentándose dijo: -Lázaro, tú sabes que soy muy liberal, así que los dos comeremos a partes iguales de este racimo. Una vez te toca a ti y otra a mí. Pero has de prometerme que, igual que yo, tornarás sólo una uva cada vez. Hecho así el contrato, comenzamos. Mas en seguida el traidor empezó a tomar las uvas de dos en dos, pensando que yo hacía lo mismo, Pero yo, cuando vi que él no cumplía el acuerdo, las tomaba de tres en tres y me las echaba en la boca como podía. Acabado el racimo, el ciego me dijo: -Lázaro, me has engañado. Te has comido las uvas de tres en tres. -¡No señor! -juré yo-. Pero ¿por qué sospecha usted eso? A lo cual él respondió: -¿Sabes por qué sé que las comías de tres en tres? Porque yo las tomaba de dos en dos y tú callabas. “Más sabe el Diablo por viejo…” , pensé yo sin responderle, y seguimos caminando hasta llegar a la puerta de una taberna donde ojalá nunca hubiésemos entrado. Ya allí, mi amo sacó una longaniza de la bolsa para asarla y me dio una moneda para que le buscase un jarro de vino. Junto al fuego había un nabo seco. Yo, que me moría de hambre, tomé la longaniza que ya el ciego había puesto en el asador y puse en su lugar el nabo... Salí en busca del vino mientras mi amo daba vueltas en el fuego al nabo queriendo asar a quien por sus deméri tos ni siquiera había sido cocido. Despaché la longaniza y regresé con el vino. En ese momento el ciego tenía el nabo entre dos pedazos de pan.
Yo le puse frente al poste. Di un salto y me coloqué detrás. -Salte todo lo que pueda, para que no se vaya a mojar -grité. Apenas acababa de decirlo, cuando él se abalanzó con toda su fuerza, dando hasta un paso atrás para coger impulso. Dio en el poste con la cabeza, que sonó como si se rompiera una gran calabaza, y cayó para atrás medio muerto. -¡Cómo! ¿Y oliste antes la longaniza y no has po dido oler ahora el poste? Y lo dejé en poder de mucha gente que había ido a ayudarle, y salí corriendo. Antes de que llegara la noche, ya estaba en Torrijos. No supe nada más de lo que Dios hizo con aquel ciego. Ni me importó saberlo tampoco.
estuvo sin poder hablar. Mientras, yo echaba las cerraduras y pegaba mi hombro a la puerta… Pasó la gente con su muerto, y todavía yo desconfiaba de que nos lo metieran en la casa, -Verdad es, Lázaro -dijo entonces mi amo- que según lo que va diciendo la viuda, tú has razonado muy bien. Pero ya ves, puedes abrir la puerta e ir a buscar de comer. -Déjelos, señor, que terminen de pasar -dije yo. Aquel día comimos muy bien, aunque yo no le pude coger el gusto. Mi amo, sin embargo, no dejaba de reírse. Y luego me contó parte de su vida. Me dijo que era de Castilla la Vieja, de una ciudad que había abandonado porque en ella vivía un caballero que no se quitaba el sombrero cuando él pasaba, y que su honra no podía tolerar tal humillación... Todo eso a mí me pareció ridículo, más cuando en mi caso no tenía que preocupar me por quitarme o ponerme el sombrero cuando alguien me saludara, pues nunca he usado esa prenda. Me contó que tenía unas tierras que podrían valer mucho si no fuese porque habían desaparecido bajo el agua y ya sólo quedaban las piedras. También me aseguró tener un solar con muchas casas que sin duda valdrían una fortuna si no fuera porque se habían derrumbado. Ah, también tenía un gran palomar muy valioso de no haber sido destruido por una tormenta, y grandes colmenares que desgraciadamente una sequía había hecho desaparecer. Por último me dijo que había venido a este pueblo pensando hallar alguna manera de vivir, pero hasta ahora sólo había encontrado gente de iglesia y no hom bres de bien. En ese momento entraron por la puerta un hombre y una vieja. El hombre le pide el alquiler de la casa; la vieja, el
-A fe mía que los ratones y la culebra que tanto me perjudicaban ya los he cazado. Me miré y me vi tan maltrecho que al momento sospeché cuál era la causa. En ese momento entró una vieja curandera y medio bruja con un grupo de vecinos y comenzó a quitarme el trapo de la cabeza y a curarme el golpe. Vieron que ya había yo recuperado el sentido y, alegrándose mucho, dijeron: -No es nada. Dios lo ha amparado. Y volvieron otra vez a contar mis calamidades y a reírse mientras yo lloraba. Por fin me dieron de comer, que el hambre ya me mataba más que la herida, A los quince días me pude levantar sin pelig ro, mas no sin hambre: estaba medio sano. El malvado cura me tomó de la mano fuertemente y me llevó hasta la puerta. Ya en la calle, me dijo: -Lázaro, desde hoy eres más tuyo que mío. Busca, otro amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía a un servidor como tú. Bien se ve que has sido mozo de ciego. Y persignándose, como si yo fuera el mismo demo nio, entró en su casa y cerró la puerta con violencia.
III
Lo que le sucedió a Lázaro con un caballero Estaba otra vez en la calle, ahora enfermo y como siempre, muerto de hambre. Tuve que sacar fuerzas de donde no las tenía, y poco a poco, con ayuda de las buenas gentes de la ciudad de Toledo donde al cabo de quince días se me cerró la herida de la cabeza; pero, ay, se me abrió más la del estómago. Mientras estaba enfermo, alguien me daba alguna limosna con qué comer, mas después, la gente me decía ¡“Vete por ahí, vagabundo y busca por ahí algún trabajo!”. “Y dónde lo voy a encontrar”, me decía yo. Andando así, más muerto que vivo, me tropecé con un caballero, muy bien vestido y peinado, que por la calle se paseaba con paso sereno. Lo miré. El también me miró, y me dijo: -Muchacho, ¿buscas amo? -Sí, señor-, le dije, -Pues ven conmigo -me respondió- que Dios te ha concedido la suerte de que me encuentres. Alguna buena oración rezaste hoy. Y aunque en verdad no había rezado, ahí mismo empecé a dar gracias, pues, por el porte y las ropas que ostentaba, el caballero parecía ser lo que yo necesitaba. Era muy de mañana cuando encontré a éste, mi ter cer señor, Caminamos por toda la ciudad. Pasamos por las plazas donde había toda clase de provisiones. Yo pensaba que en aquellos mercados compraría alimentos y me cargaría con ellos. Pero él seguía caminando... Será en otro lugar, me