NorbertElias
LosAlemanes
Prólogode CarlosBelvedere
~~Trilce
Elias Norbert Los Alemanes 1a ed. - BuenosAires: Nueva Trilce, 2009. 432 p.; 23x16 cm. ISBN 978-987-24976-3-7
INDICE
1.Sociologia Fecha de catalogación: 28/08/2009 Traduccion:Luis Felipe Segura y Angelika Scherp
PRÓLOGO Por Carlos Belvedere.
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Nota Del Editor Alemán
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Introducción
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PRIMERA PARTE: CIVILIZACIÓN E INFORMALIZACIÓN © 2009 NUEVA TruLcEEDITORIAL
www.nuevatrilce'.com.ar
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[email protected]
A. Transformaciones
en el Siglo XX
en los patrones europeos de comportamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
B. La Sociedad de la Satisfacción del Honor
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Primera edición: Octubre de 2009 Impreso en Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723
SEGUNDA PARTE: UNA DIGRESIÓN SOBRE EL NACIONALISMO. "Historia de la Cultura e "Historia Política" De las élites de clase media humanistas
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a las nacionalistas
La dualidad del canon normativo nacional-estatal. Prohibida la reproducción total O parcial de esta obra bajo cualquier método, incluid~s la reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autonzac10n por escrito de los titulares del copyright.
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TERCERA PARTE: Civilización y Violencia Sobre el monopolio estatal de la violencia
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J. Los cánones de la burguesía guillermista
n. La exaltaciónde la guerra
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en la literatura de la
república de weimar (Ems(jünger)
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ID.El desmoronamiento del monopolio estatal de la violencia durante la república de weimar . .
PRÓLOGO
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Carlos Belvedere
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IV. Lucifer sobre las ruinas del mundo V. El terrorismo en la república federal alemana: Expresión de un conflicto social intergeneracional
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Las !!e.lle.raciones de la preguerra y la posguerra: rnre:entes e."q)eriencias, ideales y moral . . . . . . . · · · · .261 Los problemas de la juventud
prolongada de los grupos burgueses
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Terrorismo. orgullo nacional y Patrones nacionales de civilización . 285
Cl.TARTA PARTE El colapso de la civilización Conclusión . . . . . . .
.307 .399
QUINTA PARTE Reflexiones acerca de la Repulica Federal Alemana
Dedico este texto a la memoria de Pedro Krotsch, de quien adquirí el gusto por la placentera lectura de Norbet Elias.
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El lector tiene entre sus manos un libro maravilloso, a pesar de que no es literalmente un libro si por tal se entiende una unidad discursiva de largo aliento pergeñada hasta el detalle por su autor. Los Alemanes es, como se sabe, una recopilación de diversos trabajos, realizados en tiempos distintos, que han sido reunidos en torno a una temática común y cuidadosamente editados por Michael Schroter. Aún así, merece el nombre de "libro", y en un sentido superlativo. Si Los Alemanes es un Libro, a pesar de las contingencias relatadas, no es sólo porque la selección de textos y el orden escogido han sido aprobados por Norbert Elias sino ante todo porque, al trasluz de las palabras y silencios del texto se troquela la figura de un Autor. El lector podrá encontrar en las páginas que introducimos los grandes temas de la obra de Elias. Ciertamente, se habla aquí del proceso civilizatorio, de la perspectiva de largo plazo, de la concepción procesual de lo social, entre otros núcleos temáticos que abarcan sus inquietudes programáticas. Enumerarlas exhaustivamente resultaría tedioso; así que no se inquiete, estimado lector: intentaré evitar la locura de pretender resumir las 500 páginas de un texto tan profundo y complejo en un breve prólogo -intención parangonable con aquella de intentar vaciar el océano con un balde-. Además de la inviabilidad de esta empresa, me mueve la inquietud de no pri,·ar al lector del placer de ir siguiendo paso a paso los fascinantes momentos de la exposición de Elias, descubriendo a su debido tiempo las consecuencias a las que ella conduce. Nuestro autor es generoso en su narratiYa. atenta a los detalles Y senderos laterales. ¿Por qué perder, entonces. ese placer de f76.ne1:r que nos
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obsequian los grandes volúmenes del minucioso trabajo de Elias? Tampoco quiero ser como aquellos críticos de cine que anticipan el final de las películas que recomiendan con indicaciones bien intencionadas pero algo torpes. Aún así, el objeto de estas páginas es referirse a esa obra; de modo que haremos referencia a su contenido, presentando algunos de sus núcleos problemáticos y de las perspectivas más llamativas que ella presenta antes que reconstruyendo argumentos y exponiendo razones que, entre la perspicacia del lector y la claridad expositiva de Elias, hacen ocioso todo intento de clarificación. Los Alemanes es un libro sobre el genocidio perpetrado por el nacionalsocialismo. Eso es estrictamente cierto; pero también es verdad que se trata de un texto sobre los nacionalismos en general; antes, incluso, sobre el carácter nacional; y en el que uno puede apreciar, más allá de inquietudes temáticas circunscriptas, los intereses de largo aliento de un autor con obra propia y una concepción amplia de las sociedades y el devenir de la humanidad. Los Alemanes es, digamos, un auténtico "Elias". Tenemos entre manos, entonces, un libro sobre Hitler, pero también sobre el fascismo (al cual Elias propone distinguir, para su comprensión, del nacionalsocialismo), sobre otros dictadores contemporáneos (Stalin, Galtieri), la conquista de América, y la monarquía absoluta. Más ampliamente, es un texto consagrado a pensar las más diversas formas de violencia tales como el terrorismo, la lucha de clases, las relaciones entre marginados y establecidos, y los conflictos generacionales. Dado el amplio abanico de cuestiones y procesos analizados en Los Alemanes, no es casual que sus páginas remitan a otros grandes textos de la producción de Elias, y que busquen ''hacer máquina" con El proceso de la civilización al presentar el estudio sobre el nacionalismo como una derivación no prevista ("rizomática", si se me disculpa el barbarismo) de aquella otra investigación. Es que encontraremos en estas páginas un desarrollo magistral de la sociología figuracional elaborada por Elias, que sabiamente toma distancia respecto de los extremismos más nocivos del pensamiento social contemporáneo. Así, veremos que esta sociología profunda es indiferente a los falsos debates entre objetivismo y subjetivismo que tantas divisiones artificiales y empobrecedoras han producido en la teoría social contemporánea. Elias, sabiamente, busca evitar el acartonamiento academicista de la realidad por medio de la oposición de modelos objetivistas y subjetivistas, en procura de una mayor congruencia entre conceptos y realidades. A su entender, el apego unilateral a uno u otro modelo no produce más que visiones parcelarias de la vida social. Tomemos de ejemplo una cuestión sociológica fundamental: la estratificación social. Si uno se apega a una imagen formada únicamente sobre la baf:'e de las clases económicas, podría fácilmente tener la impresión de que la estratificación social se encuentra determinada exclusivamente por la propiedad o no propiedad de los medios de producción. Si, en cambio, uno toma en cuenta cómo clasifican las personas mismas que forman parte de una sociedad a sus
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diferentes estratos sociales, not~á _querara _vezocurre q1;1~ 1~m~e~a en que los estratos se clasifican entre s1 es m~ependie?te del eqwli~no obJetivoy real de poder que existe entre ellos. Es decir que la imagen ~el ruve~de estatus. q~e forman los diferentes estratos que componen una sociedad, leJos de constituir :a mera irrealidad es un síntoma bastante confiable de la distribución real El!a~ ~o co,!°bate sino que recupera lo qu~ otras del poder entre ellos. perspectivas llamarán el subJetivismo , pero no lo hace de un modo unilateral sino como un complemento necesario de lo que aquellos mismos excesos verbales etiquetarán como "o?jetivis~o". La verdad de la estratifica~ón _noestá ~n las clases económicas m en la imagen que ellas se forman de s1 mismas, smo en éstas como indicadoras y constitutivas de aquéllas. Una clase no se forma sin una distribución simbólica del poder, así como una distribución tal sólo es real si impacta en la constitución de relaciones de clases.
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Por su manera compleja y polifacética de comprender los procesos sociales, podemos decir que el pensamiento de Elias es de un carácter sociológico estricto aunque a la vez transgresor. ¿Cómoes posible esto? Recuperando la matriz fundamental del pensamiento científico sobre lo social, a la vez que descartando los automatismos irreflexivos y dogmas superficiales en los que a menudo incurren sus cultores, desnaturalizándola. Así, veremos a Elias asumir por cuenta propia cuestiones fundacionales del pensamiento sociológico y a la vez transgredir toda suerte de tabúes y manías propias del sociologismo. A guisa de ejemplo, veamos de qué manera reformula lo que podríamos caracterizar, siguiendo la tradición estructural-funcionalista, como el problema hobbesiano del orden. Con frecuencia, se plantea el falso problema de cómo es posible que las personas que viven en una sociedad lastimen o maten a otras; pero sería más adecuado -nos dice Elias- el planteo contrario: cómo es posible que tantos individuos vivan en paz, sin temor a que otros más fuertes los lastimen o maten, cómo es posible que convivan de manera pacífica tal como se da normalmente en las grandes sociedades estatales de hoy.Tendemos a olvidar que nunca antes en el desarrollo de la humanidad tantos seres humanos (millones de personas) convivieron de una manera relativamente pacífica como en la actualidad. Bien haríamos en recordar el alto nivel de violencia que las relaciones humanas tenían en épocas anteriores. Deberíamos recuperar nuestra sensibilidad para valorar el sorprendente e insólito grado de no violencia relativa de nuestras uniones sociales en comparación con las de quienes nos precedieron. El pl~te~ inconducente al que alude Elias se basa en una tendencia equivocada a atnbmr los conflictos entre individuos a una supuesta agresividad innata en el hombre. La hipótesis de que los hombres poseen un impulso congénito que l~s ~leva a atacar a sus semejantes (el instinto de agresión), de una estructura similar a la del instinto sexual, carece de fundamento. Si bien Elias admite que el hombre ha heredado un potencial para ajustar automáticamente todo su aparato corporal ante la percepción de peligro, preparando su aparato muscular
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y esquelético para un movimiento intensivo (en especial, para la lucha o la huida), argumenta que este ajuste está condicionado por situaciones específicas, presentes o pasadas, a diferencia de los pretendidos impulsos instintivos humanos, que se liberan fisiológicamente o se desencadenan desde dentro con relativa independencia respecto de la situación concreta. Así, Elias argum~nta de manera explícita contra Konrad Lorenz, afirmando que: "No es la agresividad lo que desencadena los confUctos sino los confiictos los que desencadenan la agresividad." Los conflictos son, entonces, un aspecto de las estructuras sociales y no una respuesta instintiva predeterminada por la naturaleza humana. Pasando ya de las cuestiones sociológicas a las taras del sociologismo de las cuales Elias hace caso omiso (como el "atrincheramiento de los sociólogos en el presente", que fuera objeto de críticas en otros textos suyos), deberíamos ocuparnos de una de las nociones centrales de Los Alemanes: la idea de un "carácter nacional". Semejante noción sería inconcebible hoy en día, y le estaría enfáticamente desaconsejada a cualquier estudiante que se postulara para la obtención de una beca de iniciación. Los resabios de un empirismo trasnochado siguen imperando en el modo en que concebimos el objeto de nuestras investigaciones. En nombre de un trivial apego a la experiencia, hemos ido descartando como "metafisicas" las grandes cuestiones de la sociología. Así, por ejemplo, la vulgata del sociologismo diría que ''los alemanes" no existen sino que ''hay alemanes y alemanes", que se diferencian en función de su extracción social, su pertenencia de clase, etc. Elias, en cambio, con un coraje y una osadía que no son frecuentes, encara con naturalidad la pregunta por "el carácter de los alemanes" y lo hace de un modo estrictamente sociológico.Veamos cómo. Según Elias, el carácter nacional de un pueblo no está determinado biológicamente sino que se vincula con el proceso de formación del Estado-nación. Es decir que no presupone diferencias hereditarias o biológicas entre los pué:olos. Podríamos decir, incluso, que la idea de una existencia de caracteres nacionales es consecuencia necesaria de aspectos centrales de la teoría del proceso civilizatorio tales como la afirmación de una correlación entre psicogénesis y sociogénesis. Pues bien, el carácter nacional vendría a ser la configuración de estructuras de personalidad en el seno de procesos macrosociales tales como la tendencia a la centralización y el monopolio en la administración de bienes y recursos fundamentales para la vida social. Dicho más brevemente, como en Los Alemanes: la estructura de dominación arroja luz sobre la estructura de la personalidad. Elias presenta este vínculo haciendo una analogía entre el modo en que Freud analiza la relación del destino instintivo del individuo con su desarrollo personal, de un lado, y la relación entre el destino a largo plazo y las experiencias de un pueblo con su respectivo desarrollo social, de otro. También en el nivel de la construcción de la personalidad colectiva -al cual Elias llama "el estrato del nosotros"- operan fenómenos de perturbacíon, cuya fuerza y coacción opresiva
sobre el individuo son similares a las deseriptaspor-filremipam la personalidad individual. En ambos casos, se trata de elevar al.plattoJiela ~oncien.cia .-oon frecuencia, en contra de resistencias muy tenaces- lo que .hemos olvidado.· Estas resistencias, así como los demás problemas actuales de un grupo, están determinados por su destino previo, el cual constituye una de las "tareas no resueltas de la sociología". El problema básico que plantea Elias a este respecto es el de analizar cómo influye el destino de un pueblo a lo largo de los siglos en el carácter de los individuos que lo conforman. La pertinencia de esta cuestión debería ser obvia para el sociólogo medio: un destino compartido a lo largo de los siglos debería generar caracteres individuales afines entre quienes lo viven en común porque una prolongada exposición de los individuos a influencias constantes del medio social no podría más que generar similitudes personales -tal como ya Durkheim lo describía (sin que pase inadvertido para Elias) bajo los nombres de "solidaridad social" y "socialización".
Ahora bien, si hablar de un carácter nacional era escandaloso, ¡cuánto más lo ha de ser pretender explicarlo recurriendo a la idea de destino! Sin embargo, esta noción tiene un antecedente sociológico de relevancia -y Ellas lo sabe- en la idea de "comunidad de destino" de Weber, lo mismo que en su caracterización de un ethos del capitalismo. ¿Por qué no admitir, entonces, que es perfectamente posible (y hasta necesario) afirmar sociológicamente que la exposición continuada y prolongada a condiciones sociales compartidas termina produciendo condiciones subjetivas compartidas? Claro, la dificultad para ello ra~ca en el Yª. mencionado atrincheramiento de los sociólogos en el presente; Ehas,. en cambio, como asume el punto de vista del largo plazo, puede percibir este tipo de configuraciones, en las que la coordinación entre estructuras de la personalidad y estructuras sociales se conforma a lo largo de siglos según se suceden las generaciones. ' ¿De.qué manera se da esta convergencia? Por ejemplo, a través de los símbolos nac1onale,s,que conde~san los sentimientos colectivos de un grupo de modo ta~ qu~ los vmculos emoc10nales de los individuos respecto de su colectividad cnstahzan ~ se organizan en tomo a ellos. Así, y gracias a la fuerza irradiante de l~s emoc10nes,la colectividad que es representada simbólicamente adquiere cual~dades numinosas. Otro ejemplo de ello es la conformación de un idioma comun; lo cual evidencia que el destino de un pueblo cristaliza en instituciones :esponsables de ~ue los individuos más disímiles de la sociedad reciban la misma impronta: es decir, que adquieran el mismo carácter nacional En su "Prefacio" a la edición inglesa de Los Alemanes Eric Dunning y Stephen M;,nr_iellreparan en que Elias emplea recurrentemen~ el término habitus para ~:~se ª esta "segunda naturaleza" o "aprendizaje social incorporado"; y que p ~ mucho antes de qu~ su uso fuera popularizado por Pierre Bourdieu. ~ 1emtando con la _concepción esencialista y estática del "carácter nacional" ª mo O en que antiguamente se lo concebía, Elias subraya que la suerte de
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una nación a lo largo de los siglos se sedimenta en el habitus de sus miembros individuales y, por lo tanto, el habitus cambia con el tiempo, precisamente porque cambian y se acumulan la suerte y las experiencias de la nación o de los grupos de pertenencia. Dicho esto, no puede objetarse sociológicamente que Elias intente describir cómo se ha dado en la conformación del "carácter nacional alemán" -es decir, de un canon propio de comportamiento y una forma de pensar específicos- una correlación entre la estructura social y la estructura de la personalidad. En otras palabras, Elias emprende la ''hermosa tarea" de escribir la biografia de Alemania en tanto sociedad estatal, argumentando que, así como en el desarrollo de un individuo las experiencias de otras épocas continúan actuando en el presente, también ellas actúan permanentemente en el desarrollo de una nación. Por lo tanto, no sólo los hombres en lo individual sino también los grupos sociales (las clases, las naciones, etc.) aprenden de sus experiencias merced a una memoria colectiva que es el correlato de la continuidad generacional. Así que no debemos perder de vista que, el presente, es un libro sobre los alemanes; es decir, que no es sólo un libro sobre el ascenso de Hitler y el genocidio implementado durante su régimen. De ahí que, como dijimos, pueda resultar para Elias una hermosa tarea escribir la biografia de una nación de la cual seguramente él también se sintió parte -tal como, a su entender, se sintieron parte de ella muchos judíos que se negaron a abandonar ese país que sentían como el suyo-. Por eso, el ánimo de Elias no es ni condenatorio ni exculpatorio sino ante todo científico: busca explicar los procesos de largo plazo que hicieron posible que, en una nación europea y por lo tanto civilizada, haya tenido lugar el mayor retroceso a la barbarie que la humanidad sufriera en el siglo XX. Y explicar -dice Elias- no es disculpar. Aún así, la tesitura eliasiana contradice las interpretaciones establecidas sobre el fenómeno del nacionalsocialismo (tal como veremos pronto). Podría ilustrarse este distanciamiento exponiendo brevemente algunos reparos que Elias antepone a la teoría de la "personalidad autoritaria" de Theodor Adorno y otros. Elias no la desestima in toto sino que la considera parcial y unilateral, a la vez que la presenta empleando su propia terminología -es decir, la reformula-. A su entender, la estructura de la personalidad autoritaria orienta su conducta, en gran medida, de acuerdo con coacciones externas, lo cual significa desarrollar el hábito de seguir las instrucciones de otras personas y, a su vez, trasmitir esas instrucciones a otros por medio de órdenes. Ahora bien, esta teoría supone que el síndrome de esta estructura de carácter se desarrolla debido a una estructura familiar específica padecida durante la infancia. Elias no sostiene que es preciso descartar esta explicación sino que hace falta complementarla porque la estructura familiar autoritaria se encuentra ligada a la estructura autoritaria del Estado; en consecuencia, no es posible
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describirla sin caracterizar también a la organización estatal en la que surge y de un proceso de largo plazo. Entonces, .ón considerada como parte asuev OluCl , . . . t ría de la personalidad autontana puede ser retomada por Ehas como 1 eoaracterización de los procesos de psicogénesis cuando es vinculada con los una csos de sociogénesis de un régimen absolutista-monárquico o dictatorial,por proce · c·6mo se crea una marca d a disposicr · '6n · plo. Así considerada, permite apreciar eJeml individuo a obedecer órdenes y a deJarse . · · xte gmar por coacciones e rnas. en ~o está lejos, Elias, de la concepción kantiana de la minoría de edad, a la cual incluso cita oblicuamente. La personalidad autoritaria está predispuesta a obedecer órdenes que vienen de arriba, decisiones ya tomadas; de ahí que, en Lo mismo que este tipo de régimen, el individuo se mantiene e.n la fase de :i:i-mo. las órdenes paternas, tampoco las órdenes del dictador son siempre agradables; no obstante, en última instancia se las obedece, de lo contrario, entran en acción rápidamente el Ejército o la policía, pilares de toda organización estatal autocrática y monolítica. Por eso es que, para asegurar la obediencia por completo, los gobernantes autocráticos suelen aprovechar su ilimitado poder de disposición sobre el monopolio de la violencia del Estado, dándole la mayor solidez posible al aparato de control de la coacción externa para garantizar así que el individuo no se le extravíe. El "régimen autocrático" es, entonces, el complemento de la "personalidad autoritaria": ni su causa ni su efecto, sino elementos de una misma figuración en que ambos se desarrollan de manera convergente. Un régimen autocrático exige una estructura de la personalidad relativamente simple, tanto a las personas que mandan como a las que obedecen. En cambio, un sistema parlamentario multipartidista constituye una forma de gobierno más compleja y difícil que requiere, por lo tanto, una estructura de la personalidad también compleja y plural. La descripción de fenómenos sociales -en especial, de uno tan oscuro y dificil de comprender como lo es el nazismo- no admiten explicaciones unilalterales sino que requieren de la articulación de niveles y dimensiones psicosociales y socioestructurales. Así es que, para explicar el ascenso de Hitler al poder, Elias se basa en factores aparentemente irrelevantes tales como el modo de beber y e~~ado de infelicidad del pueblo alemán. Los esquematismos del sociologismo dinan que hace "microsociología" ... Pero no es el caso. Elias es renuente a las co~partimentalizaciones empobrecedoras, encarando el estudio de los procesos social~~ en toda su dimensión y complejidad. Por eso, su interpretación del genoc1d10no discurre por los carriles ya transitados. ~ric Dunning Y Stephen Mennell señalan la singularidad de este planteo comparandolo, por un lado, con el énfasis germanocéntrico puesto por Hannah Arendt Y The?d_orAdorno, por un lado, y la posición contraria de Emst Nolte que veía el genoc1d10pergeñado por los nazis como algo no excepcional basado en el modelo .,. d , di d e ,°:º o asiatico e matanza y mostrando algunas continuidades entre la vida pohtica Y social "normal" antes y después de la aberración del nazismo. Aunque
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Jürgen Habermas, entre otros, objet? la interp~etación .de Nolte (mo~trando algunos rasgos diferenciales entre Hitler y Stalm, por eJemplo), la tesis de la inespecificidad del nazismo tuvo otros expositores, como Zygmunt Bauman. Su argumento es que las sociedades "modernas" y "racionales" producen condiciones bajo las cuales los efectos de las acciones individuales son llevadas más allá de los límites de la moralidad. En breve, entonces, para Eric Dunning y Stephen Mennell las posiciones sobre el nazismo pueden ordenarse en un continuo entre quienes se concentran en el carácter excepcional de Alemania, y quienes lo interpretan como consecuencia de procesos más generales. Elias se ubicaría, en este espectro, en una posición intermedia. Precisemos mejor en qué consiste la peculiaridad del planteo de Elias. Más que una posición intermedia, lo que podríamos encontrar es una síntesis y una profundización de ambos argumentos. De un lado, hay una singularidad en el proceso del que emergió el nacionalsocialismo: la biografía colectiva que hace a las peculiaridades del pueblo alemán. De otro lado, hay una generalidad, puesto que uno de los motivos fundamentales por los cuales el genocidio más atroz de la modernidad pudo ocurrir en Alemania es porque se pensaba que, al ser una sociedad europea, era naturalmente civilizada; con lo cual, se desestimaron el contenido de dogmas y programas que hubieran sido tomados muy en serio y al pie de la letra de haber sido sostenidos por el líder de alguna nación africana, desprovista para el europeo medio de los atributos de la civilización. Por lo tanto, si el genocidio tuvo lugar en Alemania es también porque hace a los posibles derroteros del complejo y permanente proceso civilizatorio, con sus contrafinalidades y reflujos descivilizatorios. En la imposibilidad de anticipar el retroceso hacia la brutalidad y la barbarie de siglos anteriores, entró en juego no sólo el preconcepto de que la civilización es un atributo natural de los europeos sino también un prejuicio teórico: el de la racionalidad de la acción, reforzada por los presupuestos de la teoría de la ideología. Expliquémosnos. El genocidio no fue redituable para sus autores: el considerable gasto de fuerza de trabajo y bienes materiales necesario para transportar Y matar a millones de judíos en los momentos culminantes de la guerra no rendía ningún beneficio especialmente cuando ambos elementos adquirían cada vez mayor valor. La,"solución final" no se tomó por motivos "racionales" o "realistas": se trató simplemente de la realización de la creencia profundamente arraigada en el movimiento nacionalsocialista desde sus inicios según la cual la grandeza de Alemania y de la raza "aria" requería "pureza racial". Las amenazas desenfrenadas y el ejercicio sistemático de la violencia física fueron dos ~e los factores que llevaron a Hitler al poder, y la búsqueda de la pureza racial mediante la eliminación de los grupos "inferiores" siempre fue un punto esencial de su programa. Si estos ideales tardaron en realizarse fue porque se temían los efectos de las acciones conducentes en la opinión pública de otros países; pero la guerra terminó con esta restricción y, por lo tanto, indujo a la
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. .6 d este deseo de eliminación del otro al sentir que ya no se corrían reabzac1 n e andes riesgos. d d 1 ·· · · gr d te fue que a pesar de estar presentes es e e pnnc1p10 en cti ulta Lo sorpren en ' · · d los nacionalsocialistas, y aunque visto en retrospe va res e · · · 1 tu lid d · 1 des las creencias 'ble e1 curso de los acontecimientos, m la mte . t· ec a a m os gran , Predec1 . d 1 época tomaron en seno estas cues 10nes porque no cre1an que estadistahs e a reali'dad Subestimaron los dogmas políticos Y sociales de este fueran a acerse . 'd d 1 . · t t 1como habitualmente lo hacían con otros, cons1 erán o os mera moVIrmeno, a l "in "d 1 1 "'d 1 'a"carente de sustancia más allá de os tereses e os grupos que a i eo ogi . b' · d 1 li Se suponía que las acciones y o ~etivos e os grupos se exp can 1 li t 1 protiesa ban · · ·ntereses porsusi , que son intrínsecamente raciona es y rea s as, ·y no1por ,os d y creencias que esos grupos tienen. En este caso -excepc10na , segun Elias lo admite, pero significativo- la decisión de matar a todos los o~as el m1smO · tó h · ,, . · d' no sirvió a ningún propósito "raciona1 smo que se onen acia una JU 108 d . '6 H fuerte creencia, a un dogma irracional profesa o con convicci n. ay v~ces en
que los objetivos fijados por los do~as y fantasías de un grupo determman su acción más fuertemente que cualqmer otro fin. La creencia en la racionalidad intrínseca a la acción, orientada por intereses más que por creencias, hizo que muchos contemporáneos no estuvieran preparados para anticipar el genocidio, y permanecieran en la pasividad bajo la esperanza de que a la larga los intereses introducirían racionalidad y moderación. En definitiva, este patrón intelectual impedía ver la capacidad real de un grupo para cometer atrocidades sobre la base de un programa que incluía como uno de sus puntos descollantes el ejercicio de la violencia y la destrucción total del enemigo, así como el valor intrínseco de la crueldad y la matanza. En definitiva, no se tomaron en serio ni el programa ni la ideología del Nacionalsocialismo, y se desestimó el hecho de que Hitler y la mayoría de sus colaboradores cercanos estaban profundamente convencidos de gran parte de lo que decían. Lejos de ser un problema del pasado, la experiencia traumática del nazismo (como todo trauma) mantiene una reiterada actualidad. Una de las principales secuelas del hitlerismo radica en la dificultad de reconocer responsabilidades colectivas, más allá de las responsabilidades individuales. Elias considera que recién las jóvenes generaciones que no habían vivido la guerra comenzaron a tomar consciencia de que no sólo los individuos que habían participado personalmente en las brutalidades de la época hitleriana cargaban con la mácula sino toda la nación. A las generaciones anteriores, el nazismo se les había presentado como una cuestión de culpa o inocencia personal, mientras que para las de sus hijos adquirió mucho más realce la dimensión social del problema y la pregunta por cómo pudo surgir semejante régimen. . A consecuencia de este carácter traumático de la experiencia del nazismo, las d~ficultades que enfrenta su comprensión resultan particularmente graves. En la vida de los pueblos (y en la de otras agrupaciones sociales), se dan experiencias
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traumáticas colectivas que penetran profundamente en el patrimonio psíquico de sus miembros, donde causan graves daños. En este marco, Elias considera que la situación de la República Federal Alemana no dejará de ser incomprensible mientras se omita la referencia a la experiencia traumática del dominio nacionalsocialista y a las terribles consecuencias que tuvo para ella. En este sentido, no se trata de un problema del pasado sino de una problemática de persistente actualidad. Por eso, Ellas señala que sería equivocado intentar imponer un tabú a la discusión pública sobre el nacionalsocialismo y sus causas. En relación con los mencionados tabúes, Elias observa que el debate alemán hacia fines de los años '70 y principios de los '80 pivoteaba en torno a dos miedos enfrentados: el antifascismo y el anticomunismo; y que, en este enfrentamiento, las fantasías colectivas forman parte de la realidad, así como ocurrió con los nacionalsocialistas. La salida de ambos laberintos sería, para Elias, la misma, ya que la problemática más reciente es también una secuela de largo plazo del trauma nacionalsocialista. En parte, estas consecuencias traumáticas se expresan en la tendencia a representarse otros fenómenos violentos, como el terrorismo, simplemente como los actos de unos cuantos criminales -es decir, bajo la figura de un conjunto de responsabilidades individuales, sin que llegue a aflorar la idea de una responsabilidad colectiva-. Si se comprende mal la significación social de este tipo de fenómenos, es -según Elias- porque se ha procurado reprimir del nivel consciente la influencia duradera de aquel trauma sobre el curso posterior de la evolución alemana. De todos modos, la solución a este tipo de violencia -lo mismo que a los conflictos sociales en general- no es la utopía, también fantasiosa e irracional, de la ausencia de conflictos -precisamente, una de las fantasías características de todo régimen autocrático-. Las luchas entre clases, entre partidos, lo mismo que entre otros grupos sociales, son inevitables; pero no por ello es inevitable la progresiva vehemencia y desmesura en la lucha. Un Estado democrático no debe buscar suprimir los conflictos sino morigerarlos y arbitrarlos institucionalmente. No es esta situación deseable la que Elias observa en la Alemania de entonces, donde no encuentra comunicación entre los bandos antagónicos de un conflicto en que la intensificación recíproca de los temores, junto con el proceso no premeditado de la escalada de violencia, se mantenían ocultos tanto para la izquierda como para la derecha. Elias habla aquí de una estructura de polarización entre dos sectores sociales, con sus respectivos miedos. De un lado, Elias ubica a la izquierda (sobre todo a los jóvenes), entre quienes está muy difundido el temor "bastante serio" de llegar a vivir en un futuro "Estado autoritario" o "Estado policíaco", cada vez más duro. En breve, se trata del espanto ante la posible emergencia de un nuevo Estado fascista. Elias considera que hay motivos de peso para experimentar ese tipo de sentimientos, ya que existen líderes de derecha que, aún si no adhieren a la doctrina nacionalsocialista, han asumido posturas humanas que denotan una afinidad ominosa
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. d ·a de los representantes de un Estado fascista autoritario. la actitu prop1 d' con . . t d ha despertado también algunos o 10s, que se expresan por Esta mqu1e u " ampaña desmesurada" contra los "simpatizantes"' lo cual ha · d o d e L'iact o a · roplo en una e el miedo de que Alemama· se esté aproximan eJe reforzado a su vez . a dictadura de partido. . . , . -al un d de esta estructura de polanzac16n, la derecha pohtica sen a Del otro 1a O 1 ., E te te . . t te que sus adversarios buscan la revo uc1on. s es su mor, y eroenEllas cree que hay ''motivos . ms1sten , b'é sóli'd os" puesto que mue h os marxis· tas aqw1 taro i1 nligera palabras como''revolucrón . " o ''revolucronano . . ", oiVI ,. 'dand o que una erop1eana a . 1 Ad ás '6 es un acontecimiento tan cruento y VIOento como una guerra. n em , 1 revouc1n ... · b fi d ·1 encia · 'd ue resulta cada vez más dificil diferenciar am as ormas e VIO cons1 era q . · d 1 , afri · da tal como lo mostraría la expenencia e os pruses canos. orgaruza , . fr d Sendos temores, por bien fundados que estuVIesen, están en asca os en un · perverso cuya dinámica podría eventualmente llegar a un punto de no 3uego , . fr 1 d t omo , Elias espera que no sea así," ya que aun es· posibled enart' e "avance e re ese movimiento por el bien de esta pobre Alemania auto estruc 1va . Ahora bien, ¿tiene este libro algo que decirle al resto de la humanidad, o ha sido escrito específicamente para ''los alemanes"? Lejos de esto, estamos refiriéndonos a un texto sobre el devenir de la humanidad, que bien podría leerse como el reverso de la obra inaugural de Elias, El Proceso de la Civilización. De algún modo, en la dedicatoria de aquel gran libro se anunciaba ésta otra parte, maldita, al evocar en la más profunda reflexión sobre la pacificación social el fantasma de Auschwitz y las atrocidades que en carne propia testimonió su autor. Así que no debe sorprender que estos dos grandes textos muestren una íntima vinculación: uno de los destinos posibles de la civilización es su "bancarrota", y cuando ella se pierde, el resultado es atroz. Lamentablemente, llegó a ocurrir que lecturas apresuradas de Elias le objetaran una supuesta incapacidad por dar cuenta del conflicto social, del poder y el ''lado oscuro del corazón" del hombre. Lejos de ello, Elias, como otros grandes pensadores judíos (entre quienes quiero nombrar a Levinas) nos ha regalado páginas preciosas sobre la paz que no surgen del olvido ni del resentimiento sino de una meditación profunda sobre su propia biografia personal y social. Conmueve hasta las lágrimas ver que vidas marcadas por el horror puedan todavía buscar la paz. Lo hemos visto a Elias, en las páginas iniciales de este Prólogo, asombrarse no de la barbarie sino de la convivencia de hoy entre un enorme número de seres humanos. Esta sorpresa no es ingenua sino que, como mostramos, se sustenta en elucubraciones sociológicas de fuste, una de cuyas consecuencias es precisamente el ll_ama~oa abandonar la ingenuidad y correr de los ojos la venda de los dogmas rac10nahstas de Occidente. Elias nos enseña a ver con anticipación, es decir, a prever. Esa es justamente una de las lecciones que nos ha dejado su interpretación sociológica del
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Nacionalsocialismo: ¡cómo es que no lo vimos venir! Esa enseñanza no está dirigida únicamente a ''los alemanes", que en tiempo de Elias todavía estaban intentando superar aquella experiencia traumática; también va dirigida a Europa y su preconcepto de que la civilización es un atributo que ha adquirido de un modo definitivo, y que por ende no puede perderse fronteras para adentro· y va dirigida, también, a la humanidad toda, inmersa en el proceso sin comienz~ y sin final de una civilización que, por evolucionada que esté, siempre puede perderse, retrotrayéndose a las épocas más oscuras de nuestro devenir. En breve, Elias nos recuerda a todos que la civilización no es algo concluido sino un proceso frágil y en permanente riesgo. Tal vez algunas de las miradas ligeras sobre la obra de Elias a las que aludíamos arriba podrían confundir su teoría de la civilización con la utopía de un mundo sin conflictos. Nada más lejos de ello, puesto que los conflictos sociales y personales son -según Elias- parte de las manifestaciones normales de la vida comunitaria. La civilización no radica en la ausencia de conflictos sino en el modo de procesarlos. Lo característico de la civilización es que la permanente tensión entre violencia y pacificación se maneja a través de instituciones específicas cuya función no es suprimir los conflictos sino mantenerlos en una intensidad media y articularlos desde una mediación compleja y multilateral. La convivencia civilizada no tiene entonces un contenido exclusivamente negativo (como ausencia de violencia) sino también uno positivo (como modelación específica de los individuos en marcos institucionales y sociales que permitan la convivencia en el conflicto desde la pluralidad y la tolerancia). De hecho, una convivencia sin conflictos es materialmente inconcebible. Para Elias, la sociedad utópica no es aquella que los elimina sino la que los regula sometiendo sus tácticas y estrategias a reglas siempre imperfectas pero que tienen el valor de mantener viva la tensión en un "nivel medio". Este tipo de "conflicto moderado" exige de las personas que lo componen un grado de autocontrol y de dominio muy superior al que requiere un régimen dictatorial. Entonces, son las instituciones y no la "naturaleza humana" o la "condición humana" las que hacen de la humanidad un modo de ser civilizado o bárbaro. Luego, las atrocidades del nacionalsocialismo, en tanto bancarrota de la civilización, son -para Elias- sociológicamente explicables, aunque moralmente injustificables. Y uno de sus ribetes trágicos tiene que ver con que hubiera podido preverse. 13) Ahora bien, dijimos que esta experiencia traumática no es un hecho del pasado sino una herida abierta que aún nos duele. Los Alemanes muestra que la barbarie puede siempre surgir en el seno de la civilización. Que el genocidio orquestado por los nazis haya tenido rasgos singulares no significa que sea irrepetible, justamente porque una de sus particularidades consiste en haber surgido en una nación civilizada. El argumento de Elias nos da qué pensar. ¿Cuáles son los signos de la barbarie de hoy que preanuncian las potencialidades más siniestras de nuestros futuros posibles?
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el proceso civilizatorio es ambivalente; por eso mismo, no podríamos ir una invitación a la lectura de una obra como ésta sin salir de la y el "pensamie~to negativo". S~gur~ente, el m~do.de entend~r la filosofia y las ciencias sociales c?mo _Teona C?tic.a h~ co~stituido,. para Elias, ~ obstáculo no sólo epistem~lógic,o smo tamb~én. mstituc1onal y b1ográfi~o. ¿'?ue t 'a por decir aún la Soc1ologia del Conocimiento, de la cual proverua Elias, formación temprana junto a Karl Manheinn? Máxime si, para colmo de :ales este pensamiento anacrónico -viejo y nuevo a la vez- mostraba cierta proxi~idad con la Teoría de Sistemas ... Elias fue un exiliado gran parte de su vida primeropor la persecución nazi; después, por los sectarismos académicos. Per; de circunstancias tan dramáticas no surgió ni una mera "sociología de escuelas" (como peyorativamente se dice a menudo) ni la persistente queja ante una positividad que sólo se puede negar bajo la excusa de que ''la filosofia no tiene una receta". La obra de Elias no es sólo crítica, no es sólo descriptiva, no es sólo explicativa: contiene también una dimensión propositiva, que nos permitirá cerrar este prólogo con alguna ilusión bien fundada -es decir, no con utopías sino con esperanzas en el curso futuro de la civilización humana, sustentadas en argumentos sociológicos-.
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Elias brinda aquí una serie de consideraciones respecto de las condiciones mínimas requeridas para que el proceso civilizatorio tome el mejor de los cauces posibles. Entre ellas, cabe destacar que no hay pacificación factible si el nivel de bienestar y las cuotas de poder son distribuidas de un modo muy desigual al interior de una figuración; como, a la inversa, tampoco hay bienestar posible sin pacificación duradera. Civilización y bienestar general, entonces, se reclaman mutuamente. Ya en El Proceso de la Civilización insistía en que uno de sus rasgos esenciales era la disminución de los diferenciales de pod~r ~ los contrastes de clase. Incluso había llegado a sugerir la conveniencia de limitar la propiedad monopólica e intervenir el derecho de herencia. En síntesis, Elias considera que la realización creciente de un ideal igualitarista es un componente intrínseco a todo proceso civilizatorio. Otro rasgo esencial de la civilización es el humanismo, del cual Elias da muestras conmovedoras. Muchas veces lo hemos visto argumentar que la co~sideración por el Otro en tanto ser humano perteneciente no sólo a un mismo · , smo · a un proceso mayor al interior del cual mi grupo y mi .gru , po o ~ac10n fi _nacionson solo una parte y no el Absoluto, es inherente a toda subjetividad orJdadaen el seno de la civilización. Pero en Los Alemanes lo veremos hablar no ya esde el pen sam1en · t o smo · d esde el corazón. Elias sabe que el humanismo se :xdpresa, ~ntre otros, en sentimientos de piedad y compasión. Por eso ma'" a 11a e expl icac10nes, · , · · ~ criticas y advertencias, lo que mejor perfila a ese autor . I , · d , . que, se" trasluce en . . as paginas e 1 po 11facetico texto que aquí presentamos es su sentimiento d 1 . t que" e a In egn ºd a d h umana" que lo impulsa a exhortar a' se perdone a los enemigos de ayer". La justicia infinita no es justicia
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sino ajusticiamiento. Ella debe tener medida y límite. Castigar cruenta e inhumanamente no puede contribuir a superar los traumas del pasado ni a impulsar la civilización hacia una paz duradera. Queda pendiente -y no porque Elias lo haya descuidado sino porque es una problemática que exige permanente atención- la persistente pregunta por los límites de la civilización. ¿Quién velará por la civilización de los civilizadores? Elias nos impulsa a perfeccionarnos, en tanto seres civilizados, en la capacidad de autolimitarnos en el ejercicio de nuestros poderes, y de concebirnos como miembros -es decir, como pares- en la más extensa de todas las figuraciones: aquella que constituye la condición humana.
Carlos Belvedere es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Se desempeña como investigador - docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento y en la Universidad de Buenos Aires. Es docente del Doctorado en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social, donde imparte sus clases sobre la sociología figuracional de Norbert Elias.
NOTA DELEDITOR ALEMÁN
La presente colección reúne los ensayos de Norbert Elias sobre la evolución alemana en los siglos XIX y XX. Giran en torno a dos problemas principales vinculados entre sí: el de la identidad nacional, tratado ya en el primer capítulo de Über den proze/3 der zivílisation ("Zur soziogenese der begriffe 'kultur' und 'zivilisation"'), y el de la irrupción de la barbarie bajo el nacionalsocialismo, los patrones específicos del proceso alemán de formación estatal y civilización que la permitieron y sus efectos posteriores. La selección de los textos reproducidos aquí y el orden que se les ha dado fueron aprobados por el autor, pero son, en última instancia, responsabilidad del editor. En su mayoría--<:omo lo muestran sus títulos- fueron redactados como respuesta a planteamientos más amplios, utilizando la situación alemana, por lo pronto, como material para esclarecer a aquéllos. No obstante, la referencia a Alemania tiene tanto peso en este contexto que pareció conveniente basar en ella la selección para este volumen, que adquiere de tal manera cierta unidad. Las colaboraciones fueron escritas a lo largo de un periodo extenso (con cierta concentración en los años del regreso temporal de Elias a Alemania) y en forma por completo independiente entre sí. Esta circunstancia sirve para explicar algunas repeticiones en el análisis, pero permiten, al mismo tiempo, observar la continuidad y el desarrollo de una investigación teórico-empírica muy característica. . Con excepción de la Tercera parte (desprovista de notas al pie y apéndices), nmgun? de los textos aquí incluidos fue preparado para su publicación por el prop10 autor. Esta versión requirió, por lo tanto, un trabajo de redacción
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relativamente extenso llevado a cabo por el editor bajo la supervisión del autor. La "Introducción" fue redactada especialmente para esta colección. La Primera parte es el producto de una conferencia dictada en la Universidad de Bielefeld el 18 de diciembre de 1978. La sección A reproduce esencialmente la ponencia presentada en aquella ocasión (con una conclusión nueva), mientras que la B representa la elaboración posterior de uno de los planteamientos importan. tes de aquélla, ambas con subtítulos del editor. El manuscrito original contiene versiones y pasajes diferentes. Aquí se presenta una selección global ligada por el editor; el texto fue dividido en secciones, a veces también en párrafos, se condensó cuidadosamente y se sometió a correción de estilo. Este trabajo persiguió el objetivo de presentar en forma coherente un máximo de sustancia. La Segunda parte se escribió, probablemente, durante la segunda mitad de los años sesenta, con la intención de ampliar el primer capítulo de Über den proze/3 der zivilisation para una edición inglesa en forma de una investigación conceptual sociológica independiente. La traducción al alemán realizada por el editor se basó en una copia bastante limpia del texto original. Algunos pasajes correspondientes a continuaciones fragmentarias fueron integrados a las notas. Los subtítulos y la división de las secciones (desde la 16) fueron agregados por el editor. La Tercera parte se produjo en relación con un discurso pronunciado el 18 de septiembre de 1980 en el XX Día Alemán del Sociólogo. El texto corregido fue publicado en Lebenswelt und soziale Probleme. Verhandlungen des 20. deutschen Soziologentages zu Bremen 1980, editado por Joachim Matthes, Frankfurt/ Nueva York, 1981, pp. 98-122. Aquí se reproduce el texto ligeramente condensado por el editor, con una nueva división en secciones y una redacción que pulió las huellas del estilo de conferencia que el autor conservó en un principio. En las primeras dos secciones se agregaron versiones posteriores, en algunas partes, y al final de la tercera, una anterior. De las distintas versiones así como de los pasajes cortados del manuscrito original se extrajeron, además, los apéndices (con títulos del editor) y un gran número de notas al pie. La base de este trabajo y su realización fueron las mismas que para la Primera parte. La Cuarta parte se escribió en 1961-1962 (ver la nota 1). El texto original en inglés, dividido en secciones (desde la 7) y traducido por el editor, fue pro· porcionado en copia limpia con pocas correcciones y adiciones hechas a mano. La penúltima sección proviene de un fin incompleto; la última, de un borrador previo. La Quinta parte es de 1977-1978 (ver la nota del título). Excepto unas cuantas tachaduras, se publicó en Merkur, año 39 (1985), pp. 733-755, y aquí se reproduce completa.
Michael Schroter
INTRODUCCIÓN
1) Detrás de las investigaciones aquí publicadas se encuentra -semi-ocultoun testigo presencial que ha vivido en carne propia, durante casi 90 años, el curso de los acontecimientos. Pero la imagen que uno se forma como afectado personal por ellos es, en general y de manera característica, distinta de la que surge cuando se los mira con la reserva y a la distancia propias del investigador. Una cámara es un buen símil: uno tiene la posibilidad de ajustar el objetivo a diferentes distancias, cerca, más lejos y mucho más lejos. Algo parecido ocurre con la visión de quien es, a la vez, partícipe e investigador. Varios de los trabajos aquí presentados tienen su origen en el esfuerzo por hacerme y hacerle comprensible a cualquier persona dispuesta a escuchar, cómo es que pudo darse algo como el ascenso del nacionalsocialismo y también la guerra, los campos de concentración y la división de Alemania en dos Estados. En el centro de mis preocupaciones ha estado el intento de reflexionar sobre el desarrollo del carácter nacional alemán que hizo posible el impulso anticivilizatorio de la época hitleriana, el de vincularlo con un proceso de largo alcance, como es la formación del Estado alemán. Es evidente que en un planteamiento de esta índole deben esperarse ciertas dificultades. A ello se añade la circunstancia de que, en el caso de los alemanes de la Rep~blica Federal Alemana, la preocupación por el carácter nacional y el pensamiento acerca de él conducen a una zona tabú. La creciente sensibilidad frente a todo aquello que recuerde las doctrinas nacionalsocialistas ha tenido como consecuencia que el problema del "carácter nacional" siga cubriéndose
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con un manto de silencio. Pero tal vez por esta misma razón sea aconsejable llevar, tanto este como otros temas, al ámbito de una tranquila reflexión por parte de las ciencias humanas. Uno puede ver con rapidez, en tal caso, que el carácter nacional de un pueblo no es algo biológicamente determinado de manera definitiva, sino que se encuentra muy vinculado al proceso correspondiente de formación del Estado. No es necesario, por supuesto, dudar de que existan también diferencias hereditarias, biológicas, entre los pueblos de la Tierra. Pero aun aquellos con una mezcla racial similar o igual pueden ser de una gran diversidad en lo que se refiere al trato entre las personas. También en Holanda o en Dinamarca es posible encontrar individuos que, sin lugar a dudas, habrían sido considerados como prototipos del homo germanicus en la época de Goebbels. Pero el carácter nacional de los holandeses y el de los daneses es notablemente diferente al de los alemanes. 2) Si se me preguntara qué peculiaridades del proceso de constitución del Estado en Alemania me parecen de particular importancia para la comprensión del carácter alemán, seguramente fijaría mi atención en cuatro procesos dentro de la compleja madeja de desarrollos parciales estrechamente ligados entre sí.1 El primero se refiere a la situación y a las modificaciones en la conformación de un grupo étnico, cuya lengua fue primero germánica y más tarde alemana. Las tribus germánicas se establecieron en la planicie profunda al oeste del río Elba, así como en un amplio territorio entre ella y los Alpes. En los siglos de la migración de los pueblos se vieron encajonadas, por una parte, entre etnias cuya lengua se derivaba del latín y, por otra, entre pueblos orientales cuya lengua era de origen eslavo. A lo largo de más de 1000 años, estos tres grupos lucharían entre sí en torno a los límites de sus territorios de asentamiento. Unas veces, la frontera entre ellos se corría en favor de los pueblos occidentales y orientales, y otras en favor del bloque germano del centro. La transformación de parte del II Imperio de Occidente o Sacro Imperio Romano Germánico de los francos en el Estado que hoy conocemos como Francia, ofrece un ejemplo de la lucha entre los grupos latinizados y los germánicos, al igual que el afrancesamiento, siglos más tarde, de h región de Alsacia-Lorena o los permanentes conflictos entre valones y flamencos en la actual Bélgica. De manera similar, la penetración de los pueblos de habla alemana más allá del Elba muestra que la tensión entre los grupos germánicos y eslavos se mantuvo vigente. Estas tensiones se pondrían nuevamente de manifiesto, tal vez por última ocasión, con las modificaciones que sufrieron, a consecuencia de los resultados de la l.
CARLOS BELVJ!.'DERE
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No deja de tener alguna importancia el que yo hable aquí de "procesos" en un campe de investigación que normalmente se entiende como "historia". Sin embargo, la visión tradicional del pasado de las sociedades como "historia" constituye una síntesis de baJO nivel, limitándose normalmente a contextos y relaciones de breve duración. En realidad. las consecuencias de acontecimientos sociales se hacen evidentes. con frecuencia, sólo siglos más tarde. Es necesario, por Jo tanto, contar con modelos de largo alcance cronológico para dar cuenta de ellos.
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las fronteras entre Alemania y los dos estados eslavos, da guerra mun dial , segun ·a y hacia Occidente. t·tución del Estado alemán sería influido profundamenRusia Y Po1omd' . oceso e cons i El pr mo bloque intermedio en la configuración de estas tres . 'ó U posici n CO , te por s . L s grupos latinizados al igual que los grupos es 1avos, se "d des étmcas. o ' , t a vez amenazados por un Estado aleman demográficamente um .ª, senbn?11, ~naÓ ~runa de las partes aprovechaba, sin escrúpulos de ningún ~ayont~no_. :rtunidad de expansión que se le presentaba. Las presiones tipo, cua qmderº~ta configuración de Estados conducirían, en el bloque interresultantes e · margina · l es, a su de smoronamiento constante de 1os terr1·t onos . medio a un e 1 . . E t d ' 'ó de la unión estatal alemana y a su estab ecim1ento como s a os separac1 n · l . d di ntes El desarrollo de Suiza y Holanda es un eJemp o temprano, e 1d e m epen e . . , d L 'ó la República Democrática Alemana un eJemplo tard10 e ese proceso. a creac1 n de esta última pone, además, de 1?anifiesto el temor ~ermanente de los Est~dos vecinos a una posición hegemómca del Estado aleman que la guerra de Hitler contribuiría a alimentar.
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3) El segundo aspecto del proceso de constitución del Estado alemán que ha dejado su impronta en la peculiaridad de su carácter, está íntimamente relacionado con el primero. En el curso seguido por el desarrollo europeo y, en realidad, por el de la humanidad misma, las luchas de secesión de los grupos en el plano de la integración de las tribus como Estados, ha jugado un papel determinante. Es posible que, en nuestros días, la humanidad se acerque al fin de las luchas separatistas libradas en forma de guerras, aunque aún no podemos estar plenamente seguros de ello. Con mucha frecuencia, las unidades estatales o tribales que han salido derrotadas en estas violentas luchas, deben vivir con la certeza de haber perdido definitivamente la esperanza de convertirse en Estados o en grupos étnicos de mayor envergadura y, por tanto, con la de que están condenados a llevar, para siempre, una existencia de unidades subordinadas e inferiores y a vivir a la sombra de un pasado glorioso. Uno podría estar inclinado a preguntar: "¿Qué significa todo esto? ¿A quién le interesa si su propio Estado es un centro de poder de primer orden o de segundo o tercero?" No estoy hablando aquí de deseos e ideales. El decurso de la historia establece como un hecho que, aquellos que forman parte de Estados u otras unidades sociales que han visto sucumbir sus pretensiones de una posición de n_iayorr~ngo en las luchas de secesión de su época, requieren a veces mucho tiempo, mcluso siglos, para conformarse con esta situación modificada y con ~; disminución consecuente ~e su a~toestima. Y es probable, además, que no lo gren nunca. En el presente mmediato, encontramos en Inglaterra un ejemplo conmovedor de las dificultades de una potencia de primer orden para adaptarse ª su estatus actual de potencia de segundo o tercer rango. 11a de las reacciones más comunes en estos casos es la negación de la realidad del propio descenso. Se actúa como si nada hubiera cambiado. Cuando
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ya no es posible engañarse y se tiene que admitir que la propia formación social a que se pertenece ha perdido toda esperanza de alcanzar una posición en el grupo que encabeza la jerarquía tribal o estatal y que, con ello, se ha reducido también una parte de su autonomía, en general, se manifiestan signos de depresión en el carácter de los individuos que la conforman: se entra en una fase de luto por la grandeza pasada. Pensemos tan sólo en Holanda o en Suecia. En el siglo XVII, Holanda podía todavía enfrentarse, como potencia marítima de gran envergadura, a Inglaterra. Por su parte, Suecia se veía envuelta hasta el siglo XVIII en diferentes luchas de secesión con Rusia, de las que saldría derrotada. Considerada en su totalidad, Europa ha perdido también, en nuestros días, el monopolio como potencia hegemónica entre los pueblos del mundo, es decir, una posición que, aproximadamente desde el siglo XVII, han reclamado para sí los Estados que la constituyen. Debemos aguardar y ver cómo asimilan esta situación los europeos. Para los alemanes no es insólito llevar una vida a la sombra de un pasado más glorioso. El imperio alemán de la edad media -el II Imperio de Occidentey, en particular, algunos de los emperadores medievales más notables sirvieron por mucho tiempo como símbolos de una "Gran Alemania" que se había perdido, y también como símbolos del afán de ocupar un lugar preponderante en Europa. Pero es precisamente la etapa medieval del proceso de constitución del Estado alemán, la que contribuye de manera decisiva a que este no vaya a la par de los procesos correspondientes en otras sociedades europeas. En el caso de países como Francia, Inglaterra, Suecia o aun Rusia, el Estado feudal estamentario del medievo se transforma, sin solución de continuidad, en un Estado en general superior, de carácter monárquico y absolutista, a través de la firme integración lograda en las luchas por el poder. A diferencia de ello, en Alemania, los centros de poder pasan paulatinamente del emperador a los príncipes locales. A contracorriente del centralismo creciente de otros Estados europeos, el imperio alemán padece una erosión del poder central. El caso de los Habsburgo permite observar, muy de cerca, cómo el poder del emperador depende cada vez más de los recursos puestos a su disposición por el poder local. El Estado imperial del medievo pierde a lo largo de los siglos su función. Dentro de él estallan, ya en el siglo XVIII, luchas de secesión entre los reyes de Prusia y los gobernantes Habsburgo de Austria. Con Bismarck, Prusia reincorpora a sí tales Estados en el siglo XX. Era evidente que lo que estaba en juego en el anacrónico imperio alemán era su hegemonía. Al salir vencedora Prusia de esta guerra, los soberanos austríacos se separan de la federación imperia~, se despojan del inútil manto del Imperio y se declaran emperadores de Austria. En la antigüedad, el Sacro Imperio Romano Germánico o II Imperio ~e Occidente, se legitimaba como una especie de reencarnación del Imperio Romano. En estas fases tempranas del desarrollo del Estado, los soberanos alemanes, francos, sajones o los Staufer gozaban de un lugar privilegiado en la federación de la Iglesia romana, una federación que comprendía lo que hoy
INTRODUCCIÓN
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'fi tación de esta preeminencia fue el hecho de que E ropa Una maro es li . se llama u · di artie1'paran en las luchas entre guerreros y re giosos por s que na e, P te tre quienes gozaban de un acceso monop61' ico a los ellos,an d' . d Supremo esto es, en d el po er ' oder de la violencia fisica y quienes 1Spus1eron e ~ acceso instrume~to;!ti~ de la espiritualidad y de los instrumentos d~ poder ligados a al mundoin. ue el temor al poder potencial del bloque étruco germano p~r ellos. Es posible qd os no alemanes haya comenzado a hacer su trabaJo d lOs Esta os europe . . L eculiaridades de la constitución del Estado alemán se parte e ya en esa épotca. f:astopres a que los Estados no alemanes reaccionabansiempre , , 'd t 1 deben' entre o. rosd ac ·rami'entos tan pronto como se hacia evi en e. a guna · ·ngu'ntipo e m1 01
sm d b'l'd d n aquel la mayoría de las veces como contraofensiva a sus fisura o e 1 i a e . ' tensiones hegemómcas. , é en que muchos de los Estados circunvecinos se transformarian pre En una poca . 'fi d l , s efiectivamente centralizadas e mternamente paci ca as, a en monarqma d b'l'd d · t ci'ón del imperio alemán se muestra como una gran e 1 1 a · · E n e1sig · 1o XVIII , d espu é s laxa m egrauna especie de invitación a las invasiones. tru tu al eser, ,. 11 tttes an es Y 1a d e 1os en fr entamientos intestinos entre prmc1pes oca es¡· pro · · · · 1 católi'ca de Roma , después de las en casa 1mpena . . guerras re 1giosas . siempre . . el siglo anterior: Alemania se conVIerte en el escenano pnnc1pal de aume nto d ' . . , tól' las guerras hegemónicas entre soberanos y eJérc1tos de otros paises ca icos Y protestantes, pues los ejércitos oficiales de otros so~eranos se enfrentaban en su territorio. Todos ellos necesitaban cuarteles y ahmentos de sus campos, la inseguridad era cada vez mayor y las bandas asolaban al país cubriéndolo de incendios y muerte. Una buena parte de la población alemana se empobrecía cada vez más. De acuerdo con los especialistas en la materia, Alemania perdería una tercera parte de su población durante la guerra de los Treinta Años. En el contexto del desarrollo alemán, estos treinta años de guerra constituyeron una catástrofe nacional y dejaron huellas indelebles en el carácter de los alemanes. La imagen histórica que franceses, ingleses y holandeses tienen del siglo XVIII es la de uno de los periodos más brillantes de su desarrollo, una época rebosante de creatividad en el campo de la cultura y un tiempo de pacificación y civilización del individuo. Sin embargo, para Alemania, esta es una época de empobrecimiento, incluso en el terreno de la cultura, y de una brutalización creciente de las personas. Las características particulares del hábito de beber de los alemanes, continuadas en el siglo XIX y a principios del XX por los estudiantes, estarían prefiguradas ya en el siglo XVI -y posiblemente antes- Y se las encuentra lo mismo en las pequeñas que en las grandes cortes de los príncipes alemanes. Tales costumbres permitían al individuo beber y embriagarse en buena compañía, enseñándole al mismo tiempo a controlarse aún en un estado de aguda embriaguez, con lo que se protegía a los mismos bebedores de los excesos de la incontinencia. Los usos sociales que conducían a la ingestión inmoderada de bebidas y que, al mismo tiempo, acostumbraban a cierta disciplina en el estado de
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embriaguez dejan traslucir un alto grado de infelicidad: es evidente que, por este medio, se buscaba hacer más llevadera una situación de penuria, una situación que duele, pero de la que no se puede escapar. Con frecuencia se señala que la constitución tardía de un Estado unificado moderno es una de las peculiaridades básicas del desarrollo alemán. Tal vez sea menos claro que la debilidad relativa -comparada con otros Estados- traiga consigo situaciones de necesidad específicas para los individuos afectados, que se sufra con la inseguridad física, se dude del valor propio, se padezca humillación y deshonra y se entregue uno a sueños de venganza en contra de los causantes de esa situación. A finales del siglo XVII, serían las tropas de Luis XIV las que se enfrentarían en luchas de poder con las tropas imperiales en suelo alemán. Puede recordarse aún que, en el curso de estos acontecimientos, el castillo de Heidelberg fue consumido por las llamas. En el siglo XIX, los ejércitos revolucionarios bajo el mando de Napoleón irrumpirían en Alemania en un intento por unificar Europa bajo la égida francesa. Aquí se pondría nuevamente de manifiesto la debilidad alemana en relación con sus Estados vecinos efectivamente centralizados. La reina de Prusia huyendo ante la proximidad del ejército francés se convertiría con el tiempo en una imagen simbólica de la humillación alemana. Los estudiantes alemanes formarían cuerpos libres que se dedicarían a molestar a las tropas de ocupación. Uno de ellos, Theodor Korner, en un poema que alcanzó celebridad, cantaría loas a "La espada a mi lado ..." (schwert. an meiner seite.. .), en una época en que los poetas representativos de Francia, Inglaterra, Holanda y otros Estados consolidados abordaban ya rara vez los temas militares. Con frecuencia, la debilidad estructural del Estado alemán, que una y otra vez había constituido un poderoso atractivo para la invasión del país por parte de las tropas de los Estados vecinos, suscitaría, sin embargo, en los alemanes una valoración idealizada de las actitudes militaristas y las acciones bélicas. Es significativo que un Estado local alemán relativamente joven, cuya casa reinante se había encumbrado gracias a una serie de guerras de alto riesgo, aunque en última instancia exitosa, se convirtiera en la punta de lanza de la recuperación militar alemana. La dinámica de las luchas de secesión interestatales empujaría a la casa reinante de Brandemburgo-Prusia --que se había convertido también ya en la casa dominante de Alemania-a competir por la supremacía en Europa. Pocos años después de salir victoriosa en esa lucha por el poder, se enfrascaría en una guerra con Francia, el rival más poderoso en el plano inmediatamente superior de integración, y resultaría vencedora. Esta victoria en la guerra de 1870-1871 hubiera podido significar el fin de su proceso de consolidación. Pero, en el fondo, Alemania seguía siendo una monarquía absolutista. Su grado de desarrollo como Estado haría que las rivalidades dinásticas siguieran siendo determinantes en su relación con las grandes potencias. De este modo, los políticos elegidos por el emperador, se dirigirían sin que nadie lo advirtiera hacia una nueva guerra -la primera guerra mundial-, en apariencia, sin plantearse
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la pregunta de si el país estaba en condiciones de salir victorioso en el caso de que Estados Unidos participara también al lado de los aliados occidentales. Para muchos alemanes la derrota fue una experiencia inesperada y muy traumática, además de tocar un punto neurálgico del carácter nacional, el de sentirse como en un regreso a la época de la debilidad alemana, de los ejércitos extranjeros en el país, de la vida a la sombra de un gran pasado. El proceso de consolidación alemán en su totalidad se encontraba en juego. Muchos miembros de las esferas medias y altas alemanas -tal vez la mayoría de ellos- sentían que no podía vivirse ya con esta humillación y que era necesario prepararse para la siguiente guerra, con grandes perspectivas de obtener esta vez la victoria para Alemania, aunque todavía sin tener claro, en principio, cómo es que esto podía lograrse. Para la comprensión del ascenso de Hitler al poder resulta de alguna importancia recordar que los grupos representativos de la República de Weimar eran desde el comienzo muy limitados. Entre ellos se contaban, sobre todo, la masa de los trabajadores socialdemócratas y el grupo reducido de la burguesía liberal que incluía a muchos judíos. La mayor parte de las clases media y alta pertenecía al otro bando. Tanto para los viejos como para los nuevos representantes de estos estratos dominantes tradicionales, la comunicación con las masas había sido y seguía siendo algo dificil. Por sí solos no tenían ninguna posibilidad de organizar un movimiento amplio en favor de la derogación del Tratado de Versalles ni, en última instancia, de organizar una guerra de revancha. Necesitaban de alguien cuya retórica y estrategia de lucha se acomodaran mejor a las necesidades de los estratos inferiores para movilizarlos. Hitler obtendría de este modo una oportunidad, pero la desperdiciaría. De nueva cuenta surge la esperanza de escapar de las sombras del gran pasado; de nuevo, el sueño de un 111Imperio, de un Tercer Reich, parece estar al alcance de la mano bajo la guía de Adolf Hitler, después del I Imperio alemán en la edad media y del II Reich, creado por Bismarck en 1871 y destruido en 1918 con la derrota de Alemania en la primera guerra mundial. Pero también esta esperanza estaba destinada al fracaso. 4) Independientemente de cómo quiera verse el fin del III Reich hitleriano en él se evidencia con toda claridad otra peculiaridad del procesode constitució~ del Estado alemán que resultará determinante para el desarrollo del carácter de esta nación. Este aspecto se puede percibir mejor cuando se comparan entre sí los procesos de formación del Estado y tal vez, luego, los procesos civilizatorios de varios países. . En comparación con otras sociedades europeas, por ejemplo la francesa. la m~lesa o la holandesa, el desarrollo del Estado en Alemania muestra muchas ~as rupturas, así como las discontinuidades correspondientes. Uno tiene una impresión primaria de esta diversidad cuando observa las capitales de los tres Estados, Francia, Inglaterra y Alemania. Londres era uno de los puntos de
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apoyo principales de Guillermo el Conquistador, quien hizo construir allí una fortaleza hace más de un milenio. Prácticamente todas las dinastías inglesas dejan su huella en la Torre de Londres, donde todavía en nuestros días, se conservan las coronas de los reyes de Inglaterra. En esta continuidad de Londres como capital se refleja la del desarrollo del Estado inglés, lo mismo que la firmeza de su desarrollo cultural y civilizatorio. Algo semejante puede decirse de París, en su calidad de ciudad capital de Francia. Allí, la catedral medieval de Notre Dame, al igual que el Museo del Louvre con su pirámide de cristal construida hace apenas unos años, constituyen símbolos de la tradición viva e ininterrumpida del país. En otro lugar he analizado con algún detalle el proceso de formación del Estado en Francia, proceso de una notable continuidad y linealidad. Los señ.ores del centro del Estado francés en formación tuvieron pocas derrotas que lamentar. El ~ar quiso que algunos reyes de París y de Orleans lograran gradualmente, por medio de afortunadas operaciones militares, matrimonios favorables y también un afán estratégico, tener fronteras que pudieran defenderse adecuadamente y extender sus dominios. Sin duda, la revolución francesa representa una ruptura en la continuidad de la tradición nacional; pero en esta etapa, tanto la lengua como el carácter franceses eran ya, en general, algo tan estable que, a pesar del rompimiento con el Antiguo Régimen, pudo mantenerse en muchos ámbitos la continuidad del desarrollo. Esta afirmación es válida no sólo en lo que se refiere a la fuerte centralización del aparato estatal, sino también a la producción cultural. La lengua francesa conservaría su impronta cortesana y culta en el momento en que la burguesía nacional se convertía en el grupo hegemónico que serviría de modelo. La afinidad entre las novelas de Proust y las memorias de Saint-Simón no puede ser pasada por alto. Conozco poemas franceses del siglo XIX que recuerdan a los grandes poetas de la Pléyade en el siglo XVI y que no obstante, son sin lugar a dudas, creaciones de su tiempo. Sin embargo, los representantes más avanzados del clasicismo alemán, encuentran insoportable la poesía de sus predecesores barrocos. La civilización cortesana del siglo XIII prácticamente no ejerció ninguna influencia en la constitución del carácter alemán. En comparación con París y Londres, Berlín es una ciudad joven que cobra importancia cuando se convierte en la ciudad capital de los dominios de los Hohenzollern. Sus triunfos, tanto en lo interno como en lo externo, en unión con una buena porción de habilidad diplomática, levantan a la ciudad, sobre todo durante los siglos XVIII y XIX, cuando se convierte definitivamente en la capital imperial del II Reich alemán. Es posible que una sola derrota del rey de Prusia en su lucha con sus rivales los Habsburgo, hubiera detenido para siempre el ascenso de Berlín. Federico de Prusia estuvo con frecuencia cerca de ello en los siete años de guerra. Tal vez resulte útil añadir que, en la época de los emperadores austríacos, Viena era la capital del I Imperio alemán y que también Praga tuvo esta función -Viena era una ciudad del imperio alemán mucho antes que los Habsburgo trasladaran su corte allí. Recordemos también que Walther von der
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Vogelweide formaba parte, a fines del siglo XII, de la corte de los Battemberg. Es evidente que, en este caso, el desarrollo está lleno de rupturas. Otro ejemplo de esta característica es el hecho de que las formas de vida y los logros de las ciudades medievales alemanas con gobierno prácticamente propio, no son vistos como una parte importante del desarrollo nacional con la que los alemanes actuales pudieran identificarse. En su obra, Los maestros cantores de Nüremberg, Richard Wagner se esfuerza por dar algo de realce a estos estratos urbanos. Sin embargo, el éxito de su ópera cambió poco el hecho de que, en la imagen que tienen de sí mismos los alemanes, la cultura urbana de la edad media juegue un papel más bien insignificante. Haciendo caso omiso de excepciones como las ciudades hanseáticas, la tradición se trunca. Las dimensiones de esta interrupción pueden quizá reconocerse mejor cuando se compara el desarrollo alemán con el que tiene lugar en un país donde una tradición similar pero continua de ciudades autogobernadas, ha permanecido viva hasta nuestros días. Me refiero a Holanda. 5) En el siglo XVI, las ciudades holandesas, lo mismo que los territorios ligados a ellas salen de manera definitiva de la federación del I Imperio alemán, después de haberse defendido con éxito de las pretensiones de dominación de los Habsburgo españoles. Con Amsterdam a la cabeza, al lado de Venecia y los cantones suizos, los Países Bajos se constituyen en la única república en Europa. Todos los otros Estados tienen la forma de una monarquía absoluta. Por el contrar~o, en Holanda s_edesarrolla al mismo tiempo, a pesar del autogobierno d_elas ciudades, un gobierno global responsable, sobre todo, de la política exterior, aunque conservando alguna influencia en los asuntos internos de las siete provincias. ~os cargos en este órgano republicano son ocupados, en su mayor parte, por miembros de los patriciados urbanos respectivos. Tanto en Italia como en Alemania o Inglaterra existían estamentos urbanos análogos. Pero en Alemania, el ascenso de las monarquías absolutistas altamente centralizadas y de la nobleza guerrera cortesana a lo largo de los siglos XVI puso fin en gran medida a cualquier intento de autogobierno urbano Y ~I, de tipo par~amentario que, como en Holanda, había existido también antes. E~ F~orencia, las capas correspondientes se habían convertido muy pronto en subd1tos de los Medici. Cuando Carlos I de Inglaterra quiso obligar a obedecer por l:15armas as~~ oponentes parlamentarios, los jefes de los grupos ciudadanos londm~nses mo':hzaron a los gua~dias ª:11:1-ados de la ciudad para llevar ayuda a los d~putados, Junto con los oficiales civiles y las tripulaciones de las flotas c~merciales Y de la ~arina de guerra. Pero tanto en Inglaterra, como en Alemama Y otras monarqmas europeas, estos grupos civiles y urbanos de vanguardia ~en.te de segundo rango. Su lugar en la sociedad se encontraba detrás de prm~1pes Y de los estratos encumbrados de la nobleza cortesana y también, en ocas10nes'.de la nobleza ~r?vinciana. Sólo en Holanda y tal vez en algunas partes de Suiza, los grupos civiles de este tipo constituían el segmento superior
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de la jerarquía social. No sólo gobernaban su propia ciudad! ~ino la r~pública en su totalidad, dando de esta manera continuidad a la tradición medieval del autogobiemo. Los retratos colectivos que representan a hombres de estos grupos -el ejemplo más célebre es, sin eluda, la Guardia nocturna,de ;8,embrandt- dan cuenta plásticamente de su orgullo y de la confianza en s1 mismos. En el curso de su desarrollo nacional, los ciudadanos urbanos holandeses ofrecen un ejemplo paradigmático de la solución al problem~ de cómo ~ueden protegerse los estratos civiles. ~e las inva~iones vio~~ntas ~m s:r dominado.~ por sus propios protectores militares. Sus Jefes mantimos, mclmdos los alm1 rantes, habían surgido en parte de las capas medias y pequeñoburguesa,s, como consecuencia de las peculiaridades de la guerra en el mar que requerrn, ante todo, de un conocimiento especializado. Por tierra, los hol~deses lucharon por su independencia y por su consolidación como una rep~bhca protestante. En tierra, lucharon, en lo esencial, con la ayuda de mercenarios comandados por los representantes de una dinastía de nobles protestantes, la Casa de Orange. Entre estos gobernantes nobles y los patricios burgueses encargados d~,los asuntos de gobierno, se dio con el tiempo, en los estados generales, un~ relac10n de ~~nfianza que, si bien no estaba exenta de disputas graves, era suficientemente sohda para sobrevivir a tales conflictos. . En el Congreso de Viena, los monarcas que habían hecho fracasar las ambiciones imperiales de Napoleón decidirían, entre ~t~as cosas, esta~l,ecer un.nu~~o orden para Holanda. Para Metternich se convertín~ en una ~ue_stionde P1:"1n~ip10 -como reacción ante la revolución francesa- abohr las republicas Ys~stitm_rlas por una monarquía absoluta. Fue entonces, en seguimiento de estas ~irectrices, que Holanda se transformaría en reino, con los gobernantes anteriores, co~o reyes. Es posible que haya otros casos.e~ los que el ~alacio de un prmc1pe se haya convertido en un palacio mumc1pal. En esa epoca, en Amsterdam, el palacio municipal se transformaría en palacio ~~al, l? que probableme?~e sea el único caso de este tipo en Europa. La relac10n milenaria de la familia Orange, que hasta nuestros días sigue siendo la ca.sa ~eal ~e _Holanda, ~on los demás grupos de la población es un signo de la contmmdad mmterrumpida del desarrollo holandés. . Con la transformación oficial de Holanda en una monarquía absoluti~ta. se restringiría, sin duda, el margen de decisión de los estados generales, s1 bien conservarían bastantes instrumentos de poder. Aquellas personas ~~e formab~ parte de una tradición patricia y, en un sen~ido ampli.o, de una civil-comerci~l siguieron teniendo un papel de considerable importancia en los asunto~ .del pais. No fueron escasos los intentos de conceder a las posiciones y ~alor,es_mi~i:ari~tas una mayor importancia; el dominio colonial holandés contribuyo sigmficativamente a esta tendencia, y en sus colonias, los holandeses se ~omportaro~ como todos los colonialistas. Pero todo eso sucedía fuera de la patria: los no m1ciados y en casa no sabían gran cosa de ello. Los patricios civiles urbanos en su calidad de estrato °:ºdelo, esto es,_de los estratos a imitar, iniciaron una tradición de comportamiento Y valorac10n
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notablemente diferente a la de la nobleza militar, la cual contaba con grupos civiles encumbrados que se orientaban de acuerdo con ella. Los estados generales constituían una especie de Parlamento en el que se intentaba persuadir, no disuadir, a otros sin recurrir a las armas, sino con palabras y argumentos. Este sería el modo en que los ciudadanos de ciudades comoAmsterdam o Utrech incorporarían su herencia tanto al desarrollo del Estado como al del carácter de los holandeses. El arte de gobernar con ayuda de discusiones, acuerdos y compromisos pasa de la ciudad al Estado. En Alemania, por el contrario, en distintos niveles, los modelos militaristas de mando y obediencia superan con mucho a los modelos urbanos de discusión, acuerdos y convencimiento. Un ejemplo adecuado de esta diferencia en las tradiciones y de la fuerza con que estos cánones de comportamiento y forma de pensar se manifiestan durante generaciones enteras, lo encontramos en la relación entre padres e hijos en ambos países. Hasta la fecha se dice -y las observaciones lo confirman- que los holandeses conceden a sus hijas más libertad que los alemanes. En buen alemán: los niños holandeses están mal criados. La persistencia e intensidad con que la igualdad entre las personas se ha convertido en divisa de los holandeses ponen de manifiesto, en este ámbito como en muchos otros, el carácter altamente civil del desarrollo holandés. Esta actitud resulta mucho más comprensible si recordamos que en la Europa de los siglos XVII, XVIII y XIX, los estratos superiores de los patricios civiles tuvieron que luchar con los aristócratas cortesanos y militares por disputar una posición igual a la de ellos. Pero, al mismo tiempo, estos mismos patricios consideraban importante preservar la desigualdad que existía y que les favorecía en relación con las capas interiores de la sociedad. Esta situación paradójica de uno de los estratos superiores civiles ha marcado profundamente el carácter de los holandeses. El cultivo de la igualdad se hace pues prioritario. Esto se evidencia, por ejemplo, en el trato relativamente tolerante que se da a católicos y judíos en un país mayoritariamente protestante. Resulta evidente asimismo en la actualidad, en la aversión que suscitan los símbolos de algún ti~o de desi~aldad entre las personas. Pero todo ello no ha podido anular un cultivo más sutil de un~ ~esi~aldad no orientada a modelos militaristas. Esa desigualdad ha sobrevivido discretamente en los descendientes varones y mujeres de las viejas casas patricias, como una pretensión secreta y justificada por la propia conducta por la decencia Y_por una amabilidad reservada en el trato con otras personas. ' Por el_co?trano, la ?obleza alemana legitimaba en gran medida su pretensión de supenondad apoyan~ose e-? una genealogía aristocrática no interrumpida y. hasta donde est? era posible, hbre de elementos civiles. En completa oposición a ello, las pretens10nes secretas de los patricios holandeses -y esto mismo ocurre con 1~ noble.za en Inglaterraencuentran su legitimación en una conducta especial: la ide~ d~ ~ue "eso no lo haría un holandés", esto es, el compromiso q_ueplantea al mdividuo la pretensión de ocupar una posición superior, sigue siendo algo muy arraigado.
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6) Aún hoy en día resultan evidentes, a pesar de las similitudes fisicas, las grandes diferencias que existen entre el carácter de los holandeses y el de los alemanes. En este último se han incorporado en gran medida, sobre todo a partir de 1871, modelos de origen militarista. Sin embargo, la penetración de tales modelos en la burguesía alemana -algo tan peculiar en el caso prusiano-no ocurrió de una vez por todas, sino que es el resultado de un proceso, del cuarto proceso parcial de la constitución del Estado alemán, que es importante considerar en este contexto. El periodo clásico de la literatura y de la filosofía alemana constituye una etapa en el desarrollo social de Alemania, en que se da un gran antagonismo entre la burguesía y la nobleza cortesana y en la que es correspondientemente agudo el rechazo de las actitudes y de las valoraciones militaristas por parte de esta burguesía. A ello se agrega el hecho de que, a la gran masa de la burguesía civil, le estaba vedado por completo el acceso a la milicia, excepto en el caso de desempeñar el cargo de consejeros civiles en una de las numerosas y pequeñas monarquías que conformaban el imperio alemán. La pugna entre estratos burgueses y cortesanos en la Alemania del siglo XVIII -de la que me he ocupado con bastante detalle en el primer capítulo de mi libro El proceso civilizatorio- es expresión de un conflicto real entre estamentos sociales. En la actualidad, esto se pasa a veces por alto, debido a que las pugnas económicas entre la burguesía y el proletariado en los siglos XIX y XX siguen teniendo una fuerte influencia en las ideas acerca de este conflicto. Sin embargo, en el primer caso resulta menos fácil desentenderse del choque de intereses económicos en el complejo problema de la oposición entre nobleza y burguesía, puesto que este es, con toda seguridad, un elemento real e importante. En el marco de las monarquías absolutas del siglo XVIII, estas oposiciones tienen, al mismo tiempo, un carácter político, civilizatorio y también económico. Es bien conocido el rechazo y menosprecio que Federico II sentía por la literatura burguesa de su época. Gotz von Berlichingen de Goethe le provocaba verdadero horror. Es posible también que, el Goethe más maduro, el clásico, haya recordado con reprobación las obras de su juventud. Goethe es uno de los pocos exponentes de la élite burguesa de su tiempo que logró alcanzar un puesto en la corte de un príncipe, en una corte bastante pequeña y en un Estado que también lo era. Sin embargo, en general, las puertas de acceso a los puestos clave de la política permanecerían cerradas para los representantes del clasicismo alemán. Su idealismo refleja esta posición exógena. Durante algún tiempo, el humanismo idealista del clasicismo determinaría las metas políticas de la burguesía alemana en la oposición. En general, pueden reconocerse dos grandes corrientes de política burguesa a lo largo del siglo XIX y principios del XX: una corriente idealista-liberal y una conservadoranacionalista. Durante la primera mitad del siglo XX, entre los puntos programáticos más importantes de ambas tendencias se encontraba la unidad alemana, el fin de la multiplicidad de Estados. Resulta, por lo tanto, de gran
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importancia para el desarrollo del carácter alemán, el hecho de que tales planes hayan fracasado. El shock que esto provocó se profundizaría aún más cuando uno de los príncipes, el rey de Prusia, y su consejero von Bismarck lograran dar satisfacción a este deseo de unidad -al que no le había sido dado cumplirse de manera pacífica- con ayuda de vina victoria bélica, esto es, por la vía militar. La victoria de los ejércitos alemanes sobre Francia es, al mismo tiempo, una victoria de la nobleza sobre la burguesía. El Estado de los Hohenzollern exhibe todos los rasgos característicos de un Estado militarista surgido gracias a una cadena de guerras llevadas a cabo con éxito. Sus dirigentes eran absolutamente receptivos en lo que se refiere a la necesidad de una industrialización cada vez más intensa, lo mismo que a la de una modernización en un sentido amplio. Pero ni la burguesía industrial ni los capitalistas conformaban el estrato superior del país. La posición tanto de la nobleza militar como de la nobleza burocrática, en su calidad de estrato hegemónico de la sociedad, fue no sólo conservada sino reforzada por la victoria obtenida en 1871. Y una buena parte de la burguesía, aunque no su totalidad se adaptaría con relativa rapidez a las nuevas condiciones. Se insertaría en elÍas como representante de una clase de segundo orden, como súbditos en el orden ~ocial d~l imperio. La fa~!~ia ~e Max y Alfred Weber ofrece un ejemplo muy ilustrativo de q1;1ela tradic10n hberal-burguesa no había desaparecido del todo. No ~ebemos olvidar ~ue, ~tes ~e 1914, era dificil imaginar qué tipo de régimen podía reemplazar al rmpe~3:L Sm embargo, amplios círculos de la burguesía se mcorporarian al Estado militar y adoptarían sus modelos y normas. Hace su aparición así, en escena, un tipo característico de burgués: un civil q':e hace suy~s l~s actitu_des vitales y las normas de la nobleza militar. A ello se anade un aleJamiento evidente de los ideales del clasicismo aleman' El fra d 1 t t . . . caso e e~ ra o prop10 de la misma burguesía, de sus intentos de realizar el ideal de la ~da~ del país unido a la experiencia de que se llevara a cabo gracias a y bajo la dirección de la n_oblez~,militar, c?nducen a un proceso que puede describirse como el ~e una capitulacion paulatma y creciente de círculos muy amplios de la bur!511es~aante la nobleza. La burguesía se vuelve ahora con decisión en contra del ide~i~mo cl~sico burgués, para favorecer un pseudorrealismo del poder. Este :s tambie,n un signo de la fragilidad del desarrollo alemán, y una modificación e s~ caracter co1:1la que puede hacerse corresponder, de manera muy precisa ~;a as~ determmada del desarrollo del Estado. En este caso, la ruptura e; nto mas gr_avecuant~ que la adopción de los modelos de la nobleza descansa ~o~ f~ecuenc1_a,en una interpretación errónea de ellos. Los funcionarios noble; y ª1 nan s~r~do como consecuencia de un origen civilizatorio bastante peculia; para evaluar qué tan lejos podía llegarse en la aplicació~ pr/ ten:ibtdad quech::ened os modelos nobles se pierde con _mucha frecuencia en la apropiación un _eellos_los grupos burgueses, qmenes se convierten en paladines de recurso irrestncto a la prepotencia y a la violencia.
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He analizado con algo de detalle la difusión de los modelos militaristas en algunos segmentos de la burguesía alemana porque creo que el nacionalsocialismo y el impulso anticivilizatorio que el mismo encarnaría no puede ser entendido cabalmente sin la referencia a este contexto. Un ejemplo sencillo de la adopción de los modelos de la nobleza y de su ~~mitivizació~, es la. exigen,cia de que cada "ario" tuviera que mostrar esta condición por medio de cierto numero de ascendientes que pudieran considerarse de este tipo. Pero, sobre todo, el recurso ilimitado a la violencia como el único medio real y decisivo de imponer una política -el mismo que constituye el centro de la doctrina hitleri~a Y,de hecho, la estrategia de su ascenso al poder-, únicamente puede explicarse de manera satisfactoria a partir de este trasfondo. 7) El final de Hitler significa, de nueva cuenta, una ruptura en el desarrollo de Alemania. Sin lugar a dudas, dos derrotas tan contundentes no dejan de tener sus consecuencias. Que los alemanes hayan emergido de estas violentas sacudidas como un pueblo vital y eficiente es una prueba de su capacidad de resistencia. Sólo podemos esperar que su desarrollo futuro esté menos plagado de rupturas y discontinuidades de lo que hasta hoy ha sido el caso. Lo único que podemos . desear para Alemania es un desarrollo ulterior lineal y continuo. Pero retrocedamos un poco y contemplemos a la distancia el escenar10 alemán. Alemania: dos guerras perdidas que no han podido imponerle la marca de un grupo étnico en vías de extinción, humillado o desprecia~o. En su lugar nos encontramos con un país que disfruta de un alto grado de bienesta_r, por no decir de prosperidad, y que goza, en general, del respeto de los dem~s Estados del mundo entre ellos sus enemigos de ayer. Muchos de ellos estan hoy asociados a Al~mania Occidental, muchos otros a Alemania Oriental. Es posible que no pensemos con frecuencia en ello, pero el hecho de que la República Federal Alemana pueda llevar una exi~tencia bastan~e normal Y como un Estado industrial rico, después de dos terribles y destructivas guerras desencadenadas justamente por Alemania, nos dice mucho acerca de los elevados patrones de civilización de la humanid~d en nuestros días, Y ~s algo que resulta sintomático de la gran interdependencia global entre las naciones. Para los mismos aliados occidentales resultaba muy importante ayudar a poner de pie a esa semidestruida parte occidental del continente. Pero el que haya sido interés de los vencedores, que el pueblo derrotado no se sumiera aún más en la pobreza y el hambre una vez que la amenaza había desaparecido, no hace menos sorprendente y notable el hecho de su ayuda. Recuerdo una declaración de un dirigente del nacionalsocialismo en la última fase de la guerra, ante el avance en el este y el oeste de las tropas aliadas. La leí en la Chatam House ~n Londres en donde hasta 1945 los miembros podían consultar, con frecuencia el mism~ día de su publicación, los periódicos de la Alemania de Hitler. No recuerdo ya si fue Goebbels o Goering u otro quien la hiz?, P,ero sí su t:no_r: "Perder la guerra nuevamente significa el fin ~e ~lemama. N~ fue_ª.s1. Sm embargo, la digestión psicológica de los acontecimientos no ha sido fac1l para
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muchos alemanes. Generaciones van y generaciones vienen y todas ellas, sin excepción, deben enfrentarse de nuevo con el hecho de que la imagen colectiva de los alemanes se encuentra mancillada por el recuerdo de los excesos de los nazis y que -o quizá incluso su propia conciencia- les echa en cara lo que Hitler y sus secuaces hicieron. Es posible que de toda esta experiencia pueda concluirse que la percepción de la persona como un individuo completamente independiente es falsa. Uno es siempre, lo quiera o no, parte de un grupo. El lenguaje que uno habla es el de un grupo: uno es responsable y se hace corresponsable de lo que el grupo hace. Por siglos y siglos la Iglesia hizo responsables a mis ancestros judíos de que Jesús fuera crucificado. Resulta de gran utilidad preguntarse si uno mismo no carga consigo un bagaje de imágenes despectivas de otros grupos y de si, involuntariamente, al toparse con sus representantes individuales, busca evidencias de que el estereotipo del grupo que uno tiene en la mente coincide con la realidad. Ya antes era grande la inseguridad acerca del sentido y el valor que tenía ser alemán o alemana debido al carácter discontinuo del desarrollo de Alemania. Lo es hoy más que nunca. La dificultad resulta mayor por lo poco que se habla públi~~mente acerca d~ estos ~emas. La memoria de la forma grotesca que a~qm~1ó el orgu~lo ~a~~onal baJo el régimen nazi ha hecho del tema algo no discutible. En m1 opm10n, uno no debería tener empacho alguno en tomar el tor? por los cuer"°:os.Hay efectivamente formas del orgullo nacional que son pehp-osas ! ofensivas para los demás. Pero el problema aquí no es si el orgullo n~c10nal m1~~0 se considera bueno o no: se trata de un problema táctico. Si uno mira despreJuiciadamente a su alrededor reconocerá que, en todos los Estados del planeta, la gente discute el problema del orgullo nacional y que quienes se en~uentran en la etapa de desarrollo de las tribus hacen lo equivalente en relación con el. orgullo tribal. Ningún político argentino, por ejemplo, puede atreverse. a decir que Argentina tiene ante sí un brillante futuro, a pesar de que sus estadistas carezcan de los instrumentos para compensar la derrota sufrida ante Ingla~erra P?r el dominio sobre las islas Malvinas, sea por la vía militar o por medios pacificos. En Estados Unidos se ha logrado hasta ahora en un grado notab~e: co"°:v.ertiren americanos a inmigrantes de todos los paí~es del orbe. ~l servic10 m1htar, el culto a la bandera norteamericana, los programas de ::~u?10s en las escuelas )'.m~chas instituciones contribuyen a que, con el paso tie~po, los grupos de mm1grantes marginales aprendan a identificarse con 1ª nac1on Y a hacer suyo el orgullo de ser norteamericano. El orgullo i:iacional es Y seguirá siendo un punto neurálgico en la formación pers?~ahdad de los individuos afectados, aún en los países más poderosos t· es ~ahdo con ~ayor razón para aquellos países que en el transcurso deÍ una posición superior a una inferior en la jerarquía ;::poE tanddesHcend1do_de s s a os. e analizado ya en otro lugar el tema Tamb'' , · ien pa1ses como Inglaterra o Francia enfrentan en la actualidad probl emas respecto al orgullo nacional. En Holanda, que en alguna ocasión fue
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una gran potencia marítima, la gente se ha acostumbrado en bu~na medida a la pérdida de su poder e influencia mundial, aunque una nota ligeramente depresiva, un luto apenas verbalizado _porsu gran pasado es P:rrtea~~í todavía: en muchos sentidos, del carácter nacional. Se ama a la propia nacion, se esta orgulloso de los logros de los holandeses, desde Rembrandt hasta Van Gogh, Y la época colonial holandesa no ha dejado remordimientos demasiado graves, pero se añade con un dejo de autoironía: "No somos más que una pequeña nación." Los daneses ofrecen un ejemplo instructivo sobre una nación que ha logrado afrontar bastante bien el problema del orgullo nacional. Después de su derrota en la guerra con Alemania y la obligada cesión de partes de Schleswi~-Hol~tein a Austria y Prusia en 1864, la existencia de Dinamarca corría un seno pehgro. Fue necesario llevar a cabo una serie de reformas para mantener la vida de la nación. En la actualidad, los daneses han vuelto a alcanzar el equilibrio. Se ven a sí mismos como una nación simpática y piensan que es agradable ser danés. En especial, después de la segunda guerra mundial, se extendió el tuteo entre la población, un hecho que constituye una expresión de la intimidad de la nación danesa y de su relativa satisfacción consigo misma. Durante un paseo con un amigo de Dinamarca, nos encontramos a un matrimonio danés que él no conocía. Una exclamación de la mujer y un breve intercambio de palabras en danés indicaban que algo había ocurrido. Pregunté a la señora de qué se trataba: "¡Es danés y me habla de usted!" 8) El destino de un pueblo cristaliza en las instituciones responsables de que los individuos más disímiles de la sociedad reciban la misma impronta, que adquieran el mismo carácter nacional. Un ejemplo inmediato de ello es el idioma común. Pero hay muchos otros. Como caso paradigmático de la influencia de las instituciones: determinan:e en el carácter, he elegido para su análisis el duelo, en el sentido de desafio, que en Alemania tiene un desarrollo particularmente notable. El duelo es una institución paneuropea, cuyo origen se localiza en una cultura de la no?leza que traspasa las fronteras. Ahora bien, mientras que en otros países pierde importancia con el ascenso de la burguesí~, en. ~lemania puede observ~~se un desarrollo que toma prácticamente la direccion opuesta. Con la adopc10n, después de 1871 y posiblemente antes, de los modelos de la nobl~za por parte de algunos círculos de la burguesía, el duelo, el lance de honor, se extiende como una institución constrictiva entre los estudiantes de este último grupo social. Dos de mis maestros en la escuela tenían marcado el rostro con cicatrices, producto de cortaduras sufridas en ese tipo de desafíos. He elegido el duelo como símbolo de una cultura social muy específica. Constituye, en realidad, una imagen patente de una actitud muy especial de las person~s: de un culto soci_alr?ente reglamentado de la violencia. Los estudiantes y los m1htar~s ~ran los prmc1pales representantes de esta cultura duelista. Una consecuencia 1mportan~e de todo ello es una aceptación, por la fuerza de la costumbre, de un orden estnctamente
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jerárquico, esto es, un énfasis en la desigualdad entre las personas. La idea de esta extendida difusión de modelos socialmente sancionados de la violencia, surge casi naturalmente por sí sola cuando se plantea la pregunta de cómo fue posible el fenómeno Hitler: la difusión de tales modelos de una violencia socialmente aceptada, así como de la desigualdad social, constituye de hecho una de las condiciones necesarias para su advenimiento al poder. Tal vez este ejemplo permita hacer manifiesto que, con el presente volumen, se abre un campo muy amplio de investigación que hasta ahora había escapado a la atención de los estudiosos. El problema básico que aquí me planteo es el de analizar cómo influye el destino de un pueblo a lo largo de los siglos en el carácter de los individuos que lo conforman. Al sociólogo se le ofrece aquí una tarea que recuerda lejanamente la que Freud trató de enfrentar. Freud intenta aclarar la relación entre el destino individual, en particular, el destino instintivo de una persona y su desarrollo personal. Pero existe una relación análoga entre el destino a largo plazo y las experiencias de un pueblo, por una parte, y su respectivo desarrollo social, por la otra. También en este nivel de la construcción de la personalidad -llamémoslo por el momento "el estrato del nosotros"- operan complejos y fenómenos de perturbación, cuya fuerza y coacción opresiva sobre el individuo son similares. En ambos casos se trata de elevar al plano de la conciencia --con frecuencia en contra de resistencias muy tenaces- lo que hemos olvidado. Y tanto en uno como en otro caso, una empresa de este tipo exige cierta distancia y puede contribuir, de resultar exitosa, a hacer más flexibles ciertos modelos rígidos de comportamiento. No es común, ni siquiera en nuestros días, vincular el desarrollo social actual Y,en consecuencia, el carácter nacional de un pueblo, con su "historia" --como se le llama-, ni en particular, con su desarrollo como Estado. Muchas personas parecen compartir tácitamente la idea de que ''lo que sucedió en los siglos XII, XVI o XVIII, etc., pertenece al pasado. ¿Qué tiene que ver conmigo?" Sin embargo, los ?:oblemas actuales de un grupo se encuentran determinados de manera decisiva por su destino previo, por un devenir que no tiene principio. Aquí nos enco~tram~s, por lo tanto, con una de las tareas no resueltas de la sociología, al mismo tiempo que con un procedimiento que puede resultar de utilidad par~ ~nfrenta: con éxito el pasado de un pueblo. Este libro tiene, entre otras, la funcio~ de abnr brecha en el tratamiento reflexivo y práctico de tales problemas. Es posible en efecto que ver la relación entre el pasado y el presente de esta manera tenga un efecto catártico y también que la comprensión del propio· desarrollo social permita encontrar una nueva vía de acceso a uno mismo. Un problema abierto en relación con Alemania es el de si este país ha logrado elabora~ Y sac~r provecho de su pasado y, de ser ;sí, en qué medida. N O es fácil ~ornar distancia de todos estos sucesos. Uno tiene con frecuencia la impresión e qu~, el abceso llamado Adolf Hitler aún no ha sanado. La pus punza pero todavia no h a sa I"d · · · 1 o. L as mvestigac10nes que aquí presentamos tratan, ·en su mayor parte, del pasado alemán. Quizá faciliten la elaboración y superación del
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legado hitleriano. Sin embargo, el pasado de w_ipueblo ~~ñala siempr~ más allá de sí mismo. Su conocimiento puede ser también de utilidad en relación con la actitud que haya que adoptar respecto a un futuro común. Hitler encaja todavía en los problemas de la vieja Europa y sus luchas por el poder y la hegemonía. Con las mandíbulas apretadas~ rechinando los dientes ~ató de establecer el predominio hegemónico de Alemarua en Europa, en un penodo en que resultaba ya evidente que la hegemonía mism~ de Eur?pa sobre el resto del mundo había llegado a su fin. El continente se veia sometido entonces Y en medida creciente a las presiones provenientes de otras regiones del globo.De haber triunfado Hitler la opresión de las naciones circunvecinas y las casi inevitables guerras de liber~ción que ello hubiera desencadenado habrían.disminuido mucho la fuerza del continente. En nuestros días, tal fuerza puede manifestarse plenamente gracias a que se trata de una región integrada por naciones li~res. Sin embargo, el equilibrio entre la solidaridad y la competencia en las relaciones, tanto de las naciones europeas entre sí comocon el resto de los pueblos de 1~Tierr~, no es fácil de conseguir. En la actualidad es claro que entre tanto, la humarudad ~s~~ como un todo se encuentra en peligro a causa de la destrucción del entorno biologicoYde la posibilidad de un conflictonuclear. Todo ello plantea problemas d~ vital importancia que superan con mucho las dificultades relacionadas con el nazismo .. Los problemas del pasado son importantes. En muchos sentidos este_ ~s todavía algo no resuelto, pero hoy hemos llegado a un punto de transform~cion radical, frente al cual muchos de los viejos problemas, entre ellos los del caracter, pierden actualidad, además de que por todas partes surgen nuevas tareas, para las cuales no existe nada similar en el pasado. ·
PRIMERAPARTE
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A. TRANSFORMACIONES EN LOS PATRONES EUROPEOS
DE COMPORTAMIENTO EN EL SIGLO XX 1) No es posible realizar una discusión adecuada sobre los cambios en los patrones de comportamiento que pueden observarse en las sociedades europeas en general y, en particular, en Alemania, sin echar una mirada previa a determinadas transformaciones estructurales de la sociedad en su conjunto, acaecidas durante el mismo periodo. Mencionaré aquí solamente cinco de ellas que me parecen de gran importancia para lo que tengo que decir sobre este tema El siglo XX ha sido testigo de una multiplicación del producto interno o nacional de la mayoría de los países europeos, en un grado y con una rapidez que la hacen única. El sorprendente impulso en esta dirección comenzaría lentamente, más o menos a mediados del siglo XVIII, experimentando, aunque con altibajos, una aceleración en el siglo XX, en especial después de la segunda guerra mundial. Así, por ejemplo, en el periodo que va de 1951 a 1976, el producto bruto interno en los países de la Comunidad Económica Europea tuvo una tasa de crecimiento de entre 3 y 4% per capita, lo que significa un incremento aproximado de 100%. Tal vez esta tasa haya sido superada solamente por Estados que se hallaban en las primeras fases de su industrialización, como Inglaterra en el siglo XIX o Rusia en el XX. Sin embargo, mientras que en los países en etapa temprana de industrialización el aumento se empleaba. sobre todo, en hacer inversiones de capital, en los países que atravesaban fase~ posteriores se utilizaría más para el mejoramiento del nivel de vida. 1 l.
En los años setenta del presente siglo Japón se convirtió en un ejemplo de rápida transición de la primera fase de industrialización, orientada a una gran acumulación de capital --en
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A) El grado relativamente alto de seguridad social en estos países, que incluye a los segmentos más pobres de la población; la protección ante el hambre y la subalimentación; el grado igualmente alto de liberación de todos los hombres y mujeres del trabajo corporal pesado; un nivel nunca antes alcanzado en la historia de la seguridad física (interestatal) combinado con una constelación de auxiliares mecánicos en la vida cotidiana y una reducción creciente de la jornada de trabajo. Todo esto plantea nuevos problemas acerca del ser humano, los problemas de la vida comunitaria que, en sociedades de menor bienestar, son ocultados por la dureza del trabajo y la corta esperanza de vida, al igual que por el gran abismo entre la masa de los pobres y la minoría de ricos y poderosos. Seguidamente, nos ocuparemos de algunos de estos nuevos problemas, que han resultado característicos de la fase tardía de la industrialización por su gran énfasis en los mercados cada vez más grandes de consumidores. B) Un segundo aspecto de las transformaciones globales de la estructura de la sociedad en el siglo XX, que puede contribuir a la comprensión de los cambios simultáneos en el canon de comportamiento, ideológico y de percepción, se refiere a la serie de movimientos de emancipación que han tenido lugar en este siglo. Se trata de las modificaciones en el equilibrio del poder entre los grupos establecidos y marginales de los más distintos tipos, en el curso de las cuales, los segundos se fortalecen, mientras que los primeros se debilitan. Estos movimientos de emancipación han conducido en un solo caso a un cambio en el equilibrio de poder a favor del grupo marginal. Y esta transformación ha ido tan lejos que el grupo que alguna vez tuvo el monopolio ha dejado de ser un factor de poder en el juego de fuerzas de su propia sociedad, es decir, en la relación de la burguesía con la nobleza. El desarrollo que tuvo lugar en Alemania nos ofrece un ejemplo de ello. No olvidemos que aún durante los primeros 18 años del siglo XX, el Pmperador y su corte eran el centro del estamento alemán. A los representantes de la burguesía y con alguna reluctancia también a los de los trabajadores no se les abrió el acceso a los puestos más altos del Estado y de la administración, sino hasta la República de Weimar. 2 En ella la nobleza sólo podía hacerse valer parte lograda gracias a una restricción del consumo masivo-- a la segunda: para sostener el crecimiento de la economía en esta fase tuvo que recurrir a una no fácil elevación del mercado interno de consumidores, es decir, de las necesidades de consumo de las masas. 2. Puede decirse, en general, que la República de Weimar fue el escenario de una lucha interna entre dos diferentes estamentos por la hegemonía política. No es falso, aunque sí bastante impreciso, decir que se trató de una lucha entre un estamento burgués Y uno obrero. En la actualidad, sin embargo, una afirmación de ese género puede entenderse con facilidad en el sentido de que se trataba de estamentos cuyos directores eran, de acuerdo con su origen social, burgueses por una parte, y obreros por otra. Pero esta inclinación a considerar como criterio determinante -y con frecuencia único-- para la inclusión de una persona en un estrato social dado su origen social, eso es, la pertenencia estamentaria
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omo aliada de ciertos grupos burgueses, si bien seguía detentando los puestos ~ás elevados del ejército Y la diplomacia. Serán precisamente los dirigentes del experimento nacionalsocialista los que den la puntilla a este último resto de influencia social de la nobleza, poniendo al Inismo tiempo, tal vez sin proponérselo, punto final a una lucha secular, desde la edad media, entre la nobleza y la burguesía. Este es, por lo tanto, el gran movimiento emancipa torio del siglo XX, con el cual, el ascenso de un estrato que había sido marginal conduce prácticamente a la desaparición del antiguo estamento de poder,proceso de gran importancia para la modificación de los cánones de comportamiento. sabido, por ejemplo, que muchos dirigentes del movimiento obrero eran de origen burgués. Tanto en Alemania como en otros países, los jefes de los partidos burgueses y obreros, que competían entre sí por ocupar las instituciones fundamentales del poder del Estado, se diferenciaban principalmente por la norma de comportamiento y de sentir y pensar de que eran a la vez portadores y representantes. Independientemente de su extracción social. los jefes de los partidos obreros encarnaban otra tradición de pensamiento y conducta que los de los partidos burgueses. Su filiación, sus objetivos de acción y sus ideales eran completamente diferentes a los de los partidos burgueses. Esta diferencia es tanto más notable cuanto que, en Alemania, el canon de comportamiento y forma de sentir y pensar de los políticos burgueses seguían determinados, en gran medida, por la tradición de la conducta y forma de sentir y pensar de la nobleza alemana, especialmente la prusiana. De hecho, algunos aspectos del canon guerrero alemán sustentado por la nobleza, subsisten como modelos de comportamiento en épocas de paz en amplios sectores de la población. Un elemento característico de la tradición noble y aburguesada tiene que ver con la exclusión -en la que la nobleza ponía particular énfasis- de los estratos inferiores. Esta exclusividad se expresaba, entre otras cosas, por medio de una cadena ge~ealó~ca intachable. _Todoel árbol familiar resultaba manchado y se perdían algunos pnvileg¡os y_derechos, s1 .entr~ los ancestros había alguien de origen burgués o, también, una sola mujer de rango mfenor -aunque alguna de estas cosas hubiera ocurrido cuatro o cinc_ogeneraciones antes. La peculiaridad de esta tradición noble alemana resulta muy notona cuando ~e la compara con la mgl~sa. El prestigio y el rango de un noble inglés entre ~us pares s_eve1an ~oca afec~~dos, por ejemplo, por la existencia de una mujer burguesa 0 mclus~ judí~ en su línea familiar, con tal de que sus descendientes cumplieran a satisfacción las exigencias del canon aristocrático en lo relativo a su comportamiento y formas de pensar Y sent1r. El sello personal en el sentido de este canon era decisivo. Por lo demás los des':endientes de una familia inglesa de la alta aristocracia pasaban a formar parte' ~on el tiempo,_aunque gradualmente, de la burguesía. Esto favorecía la preservación de 1~ ~q~eza fam1har. Por el contrano, en Alemania, todos los hijos e hijas de nobles llevaban e btitulodistmtivo Y el rango de sus ascendientes. Había, en consecuencia muchos nobles 1 ·· ' ' po res qu ·1O d' de e so po ian eg¡trmarse gracias a su linaje, esto es, a su "sangn•". Como criterio pertenencia esto era mucho más importante que su conducta. El examen genealóg¡·co reapa recera· en ¡¡orma a burguesada en el canon nac1on·1ls,>ci·i!st·• de comporta . f . . ' ' ' 1' n .d d .. miento Y orma de pensar Y sentir, extendiendo también a todo el ¡rn,,blo Ja l ea e 1a pureza de sangr " · · .. e , es t o es, d e un ongen impecable hasta la cuarta u qurnh g enerac10n El pueblo alemán li · 1 d.d d 1 · ' , .· . . , mp10, en a me 1 a e o posible, de toda mPzda con gr .upos socialmente mfenores deb' · ah . el do · · d ' ia asum1r ora, como una especie de nobleza l'Uropl'a, de raza infer·o1 r. El h ech o d e que esto tuviera · mm10 med·10 d 1 e los pueblos . qul' ucurnr por · · · . guerrer e a conqmsta de otros paíse s e.xpresa, as1m1smo, una contmmdad d,, la trad1c10n a, esta vez envuelta en un ropaje pequeñoburgués.
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C) En todos los demás movimientos de ascenso social del siglo XX, de consecuencias notables para el tipo de convivencia entre las personas y, asimismo, para su conducta y sensibilidad en el trato comunitario, el grupo establecido no había desaparecido, sino que se había dado solamente una reducción en las diferencias de poder entre los grupos más fuertes y los más débiles. En relación con ellos no intentaré aquí otra cosa que un breve listado. Lo que en el siglo XX ha disminuido es la diferencia en la escala de poder: -En la relación entre hombres y mujeres. -Entre padres e hijos o dicho de manera más general, entre las generaciones más viejas y las más jóvenes. -Entre las sociedades europeas y las sociedades de las que alguna vez fueron sus colonias y, de hecho, con el resto del mundo. -Aquí con algunas reservas, en la relación entre gobernantes y gobernados. La fuerza de este movimiento social de impulso ascendente, llevado a cabo por grupos marginales no poderosos, resulta ciertamente sorprendente cuando se lo ve en su conjunto. No pretendo explicar aquí este cambio estructural, pero sí deben mencionarse dos de sus efectos. D) Una transformación en las relaciones de poder de grupos tan diversos entre sí provoca, inevitablemente, una profunda inseguridad en muchas de las personas implicadas en las vicisitudes de ese cambio. La norma usual de comportamiento en el trato entre grupos, orientada a una jerarquización más estricta, deja de corresponder a las relaciones reales entre sus representantes. Y una norma sustituta sólo puede irse conformando de manera gradual, a partir de muchas experiencias. Después de todo, el nuestro es un siglo en que las personas enfrentan una creciente inseguridad en cuanto al estatus. El problema mismo de la identidad social se plantea de manera mucho más explícita en las rel?.~iones de poder en una transformación de este tipo, que en el caso de sociedades no sujetas a una dinámica tan fuerte. Con la inseguridad en el estatus, con la búsqueda de identidad, aumenta también la inquietud. El siglo XX es, qué duda cabe, un siglo de inquietudes, y no sólo a causa de las dos grandes guerras. E) Entre las fuentes de inquietud que cobran creciente importancia, en especial durante la segunda parte del siglo XX, se cuenta el hecho de que sólo la disminución en la escala de poder entre los grupos mencionados -en buena parte provocada sin ningún tipo de plan- hizo conscientes a las personas de su magnitud, lo mismo que del problema que para nosotros plantea. Ilustraré esto con un solo ejemplo: Hoy más que nunca, somos conscientes de que una abrumadora parte de la humanidad vive toda su vida en los límites del hambre; de hecho, constantemente y en todas partes mueren personas por inanición. Sin lugar a dudas este problema no es nuevo, con pocas excepciones, las hambrunas constituyen
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de los fenómenos recurrentes en la historia de la humanidad. Pero una ~nr s peculiaridades de nuestro tiempo es que ni la pobreza ni las altas tasas de ª ortalidad se aceptan ya como algo inevitable, como algo inseparable de la e :ición humana. En algunos de los países más ricos, muchas personas ven ~::iseria de otros grupos humanos, prácticamente, como ~na obligación de prender algo para contrarrestarla. Para que no se me malinterprete: lo que embacees, en realidad, muy poco;pero lo que ha cambiado durante el siglo XX es conformaciónde la conciencia. Seguramente, el sentido de corresponsabilidad entre los hombres es mínimo considerado de manera absoluta, pero ha aumentado si se lo compara con lo que ocurría antes. Afirmo esto no para expresar un juici~ de valor, sino simple y llanamente en un sentido descriptivo. De manera concomitante a este ligero desplazamiento de poder, en detrimento de los grupos que en alguna ocasión formaron parte del estamento de mando y en favor de los grupos marginales, tiene lugar una modificación de la formación de la conciencia de ambos.
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2) Como tal vez sea evidente, no estoy intentando aquí una consideración aislada, en el sentido de las teorías de la conducta hoy dominantes, del comportamiento de las personas. Las modificaciones de los patrones de conducta, a las que me refiero en seguida, se encuentran indisolublemente ligadas a los cambios estructurales masivos de las sociedades respectivas. Las clasificaciones tradicionales, que asignan la tarea de investigar la conducta de las personas a los psicólogos y los problemas del poder a los politicólogos, no coinciden, en mi opinión, con los hechos observados. Consideremos, a manera de ejemplo, el tipo de comportamiento que asumen las personas que se encuentran en una relación de gobernantes y gobernados, tal y cómo se pone de manifiesto en una fuente del siglo XVIII. En agosto de 1778, Leopold Mozart, padre de Wolfgang Amadeus Mozart, que había sido durante muchos años vizekapellmeister3 en la corte de Salzburgo, presentó al arzobispo una solicitud de promoción, al quedar vacante el puesto de kapellmeister por la muerte el año anterior de quien ocupaba el cargo. El tenor es el siguiente: 4 Su alteza principesca y magnánima Príncipe excelentísimo del Sacro Imperio Romano Príncipe generosísimo del país y supremo señor: Arrojado con la mayor obediencia a los pies de su magnánima excelencia y dado que el kapellmeister ha pasado a la eternidad, que no he tenido otro salario que el de vizekapellmeister y que, como su magnanimidad principesca _sabe,he servido desde hace 38 años al Arzobispado y desde 1763 y los quince que llevo ya como vizekapellmeister he llevado a cabo, y aún lo hago. 3. Una especie de subdirector musical. IN del T.] 4. Mozart, briefe und aufzeichnungen, Wilhelm A. Bauer y Otto Erich Deutsch vol. 2/, Kassel/, etc./ 1962/, p. 462.
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la mayoría y casi la totalidad de los servicios que se me han encomendado sin dar motivo de queja, me atrevo a encomendarme a su excelencia y gran príncipe y magnanimidad con la mayor humildad y muero del más profundo sometimiento. A su alteza principesca y magnánima A mi príncipe, señor de estas tierras y supremo señor Con la mayor humildad y la máxima obediencia Leopold Mozart W. A. Mozart mismo se sirve de una forma de expresión similar, aunque no tan servil, al dirigir una petición a su príncipe de Salzburgo y patrón. También él le escribe utilizando "príncipe imperial, piadosísimo príncipe de estas tierras" y la para nuestros oídos sorprendente forma "supremo señor". ¿Cómo debe uno entender conceptualmente este lenguaje y las formas de comportamiento que con él se ponen de manifiesto? ¿Como "oficial",como "cortés y correcto de acuerdo con las convenciones" o como "formal en el sentido de algo no sinceramente sentido"? Cualquiera que sea el caso, hay aquí una correspondencia entre el ceremonial que debe observar quien ocupa un rango inferior al presentar una petición a alguien que se encuentra en un nivel superior y a quien se dirige como peticionario, y la escala de poder. En el trato con un superior, el subordinado debe hacer constantemente patente, por medio de la observación de un ritual formal, su propia posición subordinada, su sumisión al hombre de jerarquía superi~~Sin embargo, esta estricta formalización de la conducta no se extend10 a todas las esferas de la vida de esa época. De hecho, si a través de las líneas de la cita anterior habla una formalidad ritual, que supera el grado de formalidad en las sociedades industriales y parlamentarias de nuestros días, al mismo tiempo se topa uno, en otras esferas de la misma sociedad, con una norma de conducta y de los sentimientos q_ue,por decirlo así, deja,atrás ~on mucho, en cuanto a informalidad, la norma VIgente entre nosotros. As1,por eJemplo, Mozart sugiere a su padre mandar a hacer a su nombre para los Bólzelschiessen un vidrio en el que se ilustrara plásticamente la indicación de que Goethe, en su Gótz van Berlichingen, les había dado carta de naturalización en la sociedad. 5 A diferencia del autor de un texto científico actual, que no puede hacerlo, Mozart no se anda por las ramas y se refiere a las cosas por su nombre. Lo que aquí se pone de manifiesto no es un defecto personal de Mozart, 6 sino el canon de comportamiento y la percepción social informal del grupo al que pertenece. 5. Ibid.,p. 103. Carta del 4 de noviembre de 1777. . . 6. Uno de los problemas constantes en las discusiones recientes sobre la literatura mozartiana es el del gran desenfado con que en las cartas de Mozart. se hacen chistes :--por ejemplo acerca de los fenómenos musicales ligados a las flatulencias~ que hoy en dia _nos provocarían más un sentimiento de embarazo que hilaridad. En el siglo XIX Y tambie~, a pnncipios del XX, estas cartas indeseables de Mozart se hacían de lado, pasandose tamb1en por alto estos desagradables -así se veían entonces- rasgos de su personalidad. Se
El ctrculo de Mozart podía referirse de la manera más directa y cruda a acti.d d s humanas de caráct:er fisiológico a las que, en nuestros días en especial VI Uille ·ones sociales entre hombres y mujeres, sólo es posible aludir a lo más de en re ra casual, discretament:e y en voz baJa. . M enc1onar . 1as se cons1'dera ba como man::iptura leve de un tabú, a la que contribuían conscient:ement:e tanto hombres una mu1eres, con el fin de animar la vida social. Era normal en tales casos utilizar · · t;e mas cu1inas, como ~ que, en nuestros dí as y aun en reumones expresiones exc1us1vamen rovocarían una sensación de incomodidad, de vergüenza y de pena. P La sociedad de Mozart se caracterizaba, por lo tanto, por una simultaneidad entre una formalidad en el trato entre personas de diferentes. posiciones ~n la jerarquía social, que superaba, con much~ en dur~za ceremomal la formahd~d correspondiente de nuestros días, y una mformal1dad dentro del grupo propio, que iba mucho más lejos de lo permisible en la actualidad entre personas de, relativamente hablando, la misma posición social. El aspecto del proceso de civilidad que aquí nos sale al paso requiere ser entendido cabalmente. En todas las sociedades, tanto en las más diferenciadas como en las más sencillas, existen, por una parte, esferas de relaciones y actividad donde el canon social de las personas involucradas exige un comportamiento formal, esto es, sustantivo, que requiere de la formalidad del comportamiento. Pero también existen, por la otra, ámbitos de relaciones y actividad en que, de acuerdo con la norma, resulta adecuado un comportamiento informal, esto es, un grado mayor o menor de informalidad. La investigación de este aspecto de la civilidad plantea la necesidad de contar con medios de orientación conceptualmente claros. Lo que debe ser analizado y elaborado de manera sociológica es, por decirlo con un sólo término, el espectro formalidad I informalidad de una sociedad. Es decir,
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guardaba silencio sobre ellos porque no eran compatibles con la imagen ideal de un genio alemán y porque, tal vez, habrían perturbado el gozo de una música considerada siempre encantadora y bella. En la literatura más reciente, por el contrario, el proceso social de informalización resulta evidente. El tabú que prohibía hablar de aquellas regiones oscuras de la existencia humana ha perdido mucho de su peso. Una consecuencia de ello es que el interés en las bromas acerca de materias fecales y partes anales de la vida humana con las que uno se topa, en especial, en las cartas a Biisle del joven Mozart son objeto de mención y análisis, pero se las considera, en lo esencial, como una peculiaridad personal, una especie de fijación neurótica de este gran personaje en la fase en que a los niños muy pequeños se les enseña a hacer coincidir sus necesidades naturales con ciertos e~~acios y ocasiones. Esta interpretación puede o no ser correcta. Pero la verdad es que los b10grafos se ocupan en la actualidad, todavía con mucha frecuencia, de las características peculiares de un personaje, como si se desarrollaran en un vacío social. Mientras esto siga haciéndose, no es posible distinguir claramente entre aquellos modos de conducta pensamientos y sentimientos que constituyen rasgos propios de un individuo y aquello; otros que resultan comunes y propios de su época y que esa persona comparte. por lo tanto. con otros miembros de su sociedad. De hecho, es necesaria una teoría de la civilización que nos permita diferenciar, claramente en tales casos, aquello que en el comportamiento v las .formas de s~ntir y pensar de un individuo es representativo del patrón vigente en 1 sociedad, es decir, del grado de desarrollo del canon en cuestión y aquellos otros elemento~ que conforman una síntesis muy personal de ese canon.
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se trata de una simultaneidad de directrices en una sociedad o, expresado de otra manera, de Ja escala sincrónica entre formalidad e informali~ad. E~te fenómeno se distingue, en la escala de la informalización, de la escala diacrónica de informalizaci6n, en el sucesivo desarrollo de la sociedad. Los hechos y características de que hablo son conocidos, en mayor o menor medida, por todas las personas de nuestra propia sociedad. Todos hemos. sido invitados en alguna ocasión a algún sitio en que todo transcurre con.cierta rigidez: todos los presentes se contienen, son excesivamente amables Y piensan en cada palabra antes de decirla. Después, de regreso a casa, pueden actuar de manera más relajada, "aflojar las riendas" un poco más. Las mismas personas se encuentran en cierto sentido a caballo entre las esferas sociales más formales Y las más inf~rmales. En nuesh'os días, en muchos de los Estados industrializados más avanzados, el espectro formalidad/informalidad es relativamente reducid~ Y, tal vez, entre las nuevas generaciones sea mucho más reducido que en cualquier otra época. Pero no se es claramente consciente de ello; uno no es capaz de verse, por así decirlo, en el espejo de las fases anteriores de la sociedad, ni en el de otras sociedades contemporáneas que corresponden, en cuanto a estructura, a una fase anterior a la de la sociedad propia. El breve ejemplo de la época de Mozart que hemos presentado podría ser útil a este respecto: No só~omuest~a que. existe una escala sincrónica en el parámetro de la formalidad, smo al mismo tiempo, que este puede transformarse y que, de hecho, así ocurre. Tal ve: las. etapas de este cambio no se hayan borrado del todo en las personas que aun viven. En la época de las grandes monarquías europeas, de los Habsburgo, los Hohenzollem y los Romanov antes de la primera guerra mundial, la escala formalidad/informalidad no era ya tan grande como en el siglo XVIII, pero aún era considerablemente mayor que en la República de Weimar. Creció nuevamente durante el periodo del nazismo y se redujo de nueva cuenta en lós ~ños q~e siguieron a la guerra. Me parece qu~ e~ste en todo.ello un~ notable diferencia entre las viejas generaciones que vivieron un periodo mas o me~os largo de su vida antes de la guerra y las generaciones jóvenes que no nacieron ~asta después del conflicto bélico. En estas ultimas se da un ~tento ~u! consciente de disminuir aún más la formalidad en el comportamiento. Qmza se_amenos consciente el hecho de que, al mismo tiempo, el margen reservado a la mfo~malidad también se ha reducido en los ámbitos fundamentales del comportamiento informal. La tendencia parece ser hacia un mismo comportamiento -en parte intencional, en parte no- en todas las circunstai:cias. Es ?osible que los experimentos de convivencia de un grado extremo de mformahdad, llevados a ca?o por las nuevas generaciones, oculten las dificultades a que se enfrenta un afan de lograr una ausencia absoluta de formas y normas. ., Sin embargo, la flexibilización de u?a conduc~a que en alguna ocas10n fue formal, va más allá de los círculosjuvemles. 7 Los eJemplos son patentes. Muchas 7. El problema del impulso moderno hacia la informalización como un aspecto del proceso civilizatorio, ha sido abordado en especial por algunos de mis amigos Y estud1antes_holandeses. De hecho, uno de ellos, Cas Wouters, ha introducido el concepto de mforma/,zaczon
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frases de cortesía y de reconocimiento de desigualdades han desaparecido. de 1 antes se hubiera usado en alemán el "Mit vorzüglicher Hochachtung Dhonehr ergebener ..." [aproximadamente: "Manifestándole a usted mi más I tr se nsideración, su serviºdor..."] se u til·iza h oy: "Mit fr eun dl'ich en Grussen .. ..." f'A~cotamente ..."], similar al "Yours sincerely" de los ingleses y al "Yours truly" d 1 n americanos. Aun en escritos dirigidos a altos funcionarios, a ministros, e ºci~lleresO reyes sería impensable el "Arrojado con la mayor humildad a can pies ..." mozartiano, · · t ad y tam bºé i n, mutatis· mutan dºis, e 1 "De vues tr a maJes ~u~ilde siervo" que, como sea, se utilizaba todavía en el trato a Guillermo II. Oupiénsese en el estricto ritual del traje y el sombrero de copa en la sociedad guillermista y la pendiente que a partir de ello condujo al relajamiento que privó en los bares para oficiales y estudiantes de ese tiempo o al predominio de las reuniones en las que un grupo de personas se reunía regularmente en una cantina para contar chistes, beber y jugar. Todo ello nos da una idea clara del gran alcance de la polarización entre el comportamiento formal e informal todavía en la época imperial, esto es, a principios de siglo y de cómo ha ido disminuyendo de manera gradual, a pesar del retroceso al respecto que significó el nazismo. Uno puede percatarse, al mismo tiempo, de que el proceso de democratización funcional, es decir, un impulso que disminuye la escala de poder entre gobernantes y gobernados, entre el estamento estatal en su totalidad y la gran masa marginal, tiene algo que ver con esta transformación de los patrones de conducta. Señalemos de paso, que la escala sincrónica formalidad/informalidad puede también tener una estructura bastante diversa en diferentes naciones del mismo periodo. Así, por ejemplo, existe una notoria diferencia a este respecto entre Inglaterra y Alemania. Es evidente que en Alemania es más amplio el espectro formalidad/informalidad y también que el comportamiento formal es mucho más ostentoso que en Inglaterra. Pero es, asimismo, relativamente mayor la posibilidad informal de "soltar un poco las riendas" y "dejarse ir", con tal de que se trate de iguales, esto es, de personas de un mismo estrato. La costumbre formal en Alemania de saludar de mano a toda la concurrencia en u_nafiesta, tanto al llegar como al partir, ha cedido su lugar en Inglaterra a un ntual no obligatorio y más bien discreto de una inclinación de cabeza y de una desaparición casi sin despedida. Baste esto como ilustración. Debemos entonces tener presente que la estructura de control o normativa que el código o canon de comportamiento y de los sentimientos de nuestra~
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en su ~nsayo "Informalisierung und der prozess der zivilization", publicado nuevamente en ;· Gle_1chmann,J. Goudsblom y H. Kort (comps.), Materialien zu Norbert Elias Ziuilisations heone: F Lankfurt a. M. 1979, pp. 279-298. El tema se contmua en "lnformalisiunmg und formahs1erung der geschlechterbeziehungen in den Niederlanden", aparecido en J::,.KiJIn~r Zeitschnft für Soziologie und Sozialpsychologie, año 38, 1986, pp. 510-528. Véase también ~h:st1en Brinkgreve y Michael Korzec "Margriet wllt raad", Gevoel, gedrag, moraa/ 111 . e rl~nd 1938-1978, Antwerpen, Utrecht, 1978 (Resumen en alemán en: Matenalien. op it., pp. 299-310). Los tres autores se sirven de su material también para una contrastanon Y desarrollo ulterior de mi teoría de la civilización.
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sociedades (y tal vez de todas las sociedades) no es ~ompl.etamen~ homogé~eo, que en cada sociedad existe una escala de formahda~mformahd~d ~elativa esRecífica y exactamente determinable que puede ampliarse o restringirse. La estructura de esta escala se transforma en el curso del desarrollo de la sociedad de un Estado y su desarrollo en una dirección dada constituye un aspecto del proceso de civilización. 3) Podemos ahorrarnos aquí un análisis más detallado de la naturaleza y de la orientación general de un proceso de civilización. Algu?os señalamientos breves no están, sin embargo, de más y podrían ser suficientes como preparación para un examen del peculiar impulso informalizador,. cuya ola más pequeña puede observarse después de la primera guerra mundial Y cuya segunda y más fuerte no se dejaría sentir sino hasta después de la segu~da guerra mundial. Estos comentarios me parecen especialmente necesarios para dar cuenta de una dificultad que impide una ex~licaci_ónadecu~~~ de ~~e proceso. Algunos han creído encontrar la clave de m1 teor1a de la c1vil1zac~on en una frase tomada de un libro medieval de buenas costumbres que traducida libremente dice: "Las cosas que alguna vez eran permitidas hoy se prohiben". 8 Inmediatamente después se plantea, comprensiblemente, el problem~ de si la dirección de las transformaciones no ha sido precisamente la contraria en los últimos treinta años· si no tendríamos más bien que decir: "Las cosas que antes se prohibían hoy se ~ermiten". Y, de ser así, ¿no significa esto que vivimos en una época de regresión civilizatoria, de una nueva barbarización? 9 No obstante, 8. N. Elías, Über den prozess der zivilisation, Frankfurt a.M., 1976, vol. 1, p. 107. [El proceso de la civilización, Fondo de Cultura Económica, México, 1989.] . . . 9. De hecho, el problema de la civilización se me planteó en un pnncip10 como '.1n problema completamente personal en conexión con el gran colapso del comporta.miento civil~zado,con el impulso a la barbarie que tuvo lugar ante mis propios ojos en Alei_naniay que habia resu!tado algo absolutamente inesperado e inimaginable. En realidad, en la epoca del 1:acionalsoc1alism_o, una tendencia latente a "soltarse l~s riendas", a "dejarse ir" y al relaJamiento de la _propia conciencia, a la rudeza, a la grosena y a la brutalidad --que mientras se mantuvo mtacto el aparato constrictivo heterónomo del control estatal podía _ponerse de mamfiesto, en el mejor de los casos, sólo de manera informal en los resqu1C1osp;1vados de la red de c~ntrol ,del Estado- se formaliza y se convierte en un tipo de comportamiento estatalmente esti'.nulado y exigido. Cuando el problema del impulso a la barbarie en Alema_ma se, convirho en_m1 preocupación principal, cuando empecé a escribir mi libro sobre la civihza_cwn,me parec10 ya muy msatisfactorio analizar esta gravísima ruptura _delos controles c1vihzatonos como un problema de politología en el sentido de doctrinas partidanas, es decir, como hoy se expresa;1a con un poco de vergüenza, como un problema de fascism_o.Con ello resu!taba muy d1,f1c1l explicar algunos de sus aspectos centrales. Estaba convencido de que esto solo pod1~lograrse · como cien · t'fico s1, 1 social , uno podía distanciarse suficientemente . de 'd la grave s1tuac10n. , 1 s1 uno do no sólo preguntaba de manera cronológicamente muy restnng:i a: ¿por que en e segun cuarto del siglo XX tiene lugar en un pueblo civilizado en alto grado un colapso de la norma d~ la conciencia civilizada? Me pareció que, en realidad, no sabiamos en absoluto como Y por que t.ienen Jugar las modificaciones del comportamiento y la forma de pensar y sentlf, en el sentido de un proceso de civilización en curso del desarrollo, en primer término, de la humanidad Y
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scansa en mi opinión, en una comprensión insuficiente de la la pregunt de 'a de la civ1hzac10n. teor1. ui'siera definir el problema fundamental de cualquier proceso de . e 8 1 uno q . . . 'ó podría decir qué este es el de cómo puede el ser humano satisiacer 1 n, con otros seres humanos sus neces1"dades anim . ales e 1emen t a1es c1viizac1 · encia conviv d · e ·, · "fi d en . sta búsqueda e satis1acc1on sigm 1que ca a vez Ia des t rucci'ón, 1a sin que e·ón la humillac10n · , reciprocas , ' dano - mu t uo de a1guna m ' do1e, o a1gun frust raci . des e 1emen tal es de un m . d'ivi'duo · sin' que la satisfacción de las necesida . de 1a sa ti s1acci e "ón de esas necees decir, de un grupo de individuos se reahce ad costa o'd · d' 'd E 1 . d s por parte de otro u otro grupo e m ivi uos. n as primeras e t apas si a e 1 , · del desarrollo de la sociedad, ~l ser hu~an? toma como a g~ po~ si mis~o 'd nte la propia forma de la vida comunitana, esto es, el propio origen social. ;~ emuchomás tardíamente en el desarrollo de la humanidad, en especial en 0 nuestra época -en la que se es cada vez más consciente de que los modelos de vida comunitaria humanos poseen una diversidad muy grande y que son, también, en grado extremo mutables- tal forma se convierte en un problema. únicamente entonces, en un plano de reflexión superior, es posible que las personas intenten explicar e investigar las transformaciones no planeadas que estos modelos sociales han experimentado y planear también, a largo plazo, ciertas transformaciones a futuro. Un factor central para una aproximación a los problemas humanos y, por lo tanto, también al problema de la civilización es la investigación de las restric-
ª . . .,'
luego, restringiendo un poco nuestra visión, en el caso del desarrollo europeo en particular. En una palabra: no puede entenderse el colapso del comportamiento y de las formas de sentir y pensar civilizados mientras no se haya comprendido y explicado cómo es que se llegó en las sociedades europeas a la conformación, al desarrollo de un comportamiento y formas de pensar y sentir civilizados. Los antiguos griegos, que con tanta frecuencia se nos presentan como el paradig:ina de conducta civilizada, pensaban todavía que resultaba enteramente natural perpetrar actos de exterminio masivo que, si bien no pueden identificarse con los llevados a cabo por los nazis, sí son, no obstante, similares a ellos. La Asamblea ateniense decidió, por ejemplo, exterminar a toda la población de Melas debido a que esa ciudad no quería integrase al imperio colonial de Atenas. En la Antigüedad se dan, además de esta, decenas de formas de lo que hoy llamaríamos genocidio. A primera vista, la diferencia con el genocidio que se intenta en la tercera y cuarta décadas de nuestro siglo no es fácilmente detectable. Y, sin embargo, es completamente clara. En la antigüedad griega este comportamiento guerrero era considerado algo normal. Correspondía a la norma. La construcción de la conciencia humana, su estructura de personalidad estaba conformada de tal manera, que un proceder de este tipo se presentaba como algo del todo normal. En el siglo XX, la construcción de la conciencia de las sociPdade~ e!' ~topeas , por el contrario_ -y, en realidad, de grandes porciones de la humamdad~ stmta, establece un entena para el comportamiento humano. Es precisamente de acuPnlo c~n este que la conducta de los nazis suscita repulsa y se ve con horror. El problema c¡ue se!me P anteaba era, por lo tanto, el de explicar y hacer comprensible l'l desarrollo de estructurus d., la · 1, de la conciencia · · o del autocontrol que rPprcsentan un,1 n,,rmn d,. h personalidad . Y,en especia umamdad que va mucho más allá de la que existía en la antigüedad v que. l'n consenw11c1a. reacc10na espont, t h .. . . . lo . aneamen e con orror y constemac1on ante un comportamiento como e! dl· s nazis o ante acciones parecidas en otros pueblos.
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ciones a que se encuentran sujetas las personas. Podemos distinguir a grosso modo cuatro tipos de ellas:
A) Las restricciones a que se ven expuestas las personas debido a las peculiaridades de su fisiología. La restricción del hambre o la impuesta por el instinto sexual constituyen los ejemplos más evidentes de los de este tipo. Pero entre ellas se cuentan también el envejecimiento, la necesidad de cariño y amor o también el odio y la enemistad. B) Aquellas cuyo origen se encuentra en eventos naturales de índole no humana, esto es, sobre todo, la búsqueda de alimento y de protección de las inclemencias del tiempo, por nombrar sólo algunas.
C) Las que se ocasionan entre sí los seres humanos en la convivencia. Con frecuencia se habla de ellas conceptualmente, como de "restricciones sociales". Pero es útil tener claro que todas las que llamamos así o, en ciertos casos restricciones económicas, son las que ejercen unas personas sobre otras a causa de su interdependencia. Me referiré provisionalmente a ellas como restricciones heterónomas. Las de este tipo tienenlugar en cada relación entre dos o tres personas. Cualquier persona que viva con otras, que sea dependiente de otras -y en esta categoría estaríamos todos- se encuentra, debido a esta dependencia, sujeta a restricciones. Pero también estamos sujetos a ellas cuando convivimos con 50.000.000 de personas; por ejemplo, debemos pagar impuestos. D) Las restricciones basadas en la naturaleza animal, particularmente, en la instintiva del ser humano, deben diferenciarse de un segundo tipo de restricciones individuales al que, por ejemplo, nos referimos con un concepto como "autocontrol". También lo que llamamos "entendimiento" es, entre otras cosas, un aparato de autocontrol, al igual que la "conciencia". Me referiré a este tipo de restricciones como autónomas. Estas últimas difieren de las naturales instintivas porque, biológicamente, lo único que tenemos es un potencial de restricción autónomo. Si este potencial no se actualiza por medio del aprendizaje, esto es, por medio de experiencias, se mantiene sólo como algo latente. Tanto el grado como la forma de su activación dependen de la sociedad en que un individuo crece, transformándose, además, de manera específica en el curso de la evolución humana. Este es precisamente el punto de partida de la teoría de la civilización. En la conjugación de los cuatro tipos de restricciones, su constelación cambia. Las restricciones elementales de la naturaleza humana -el primer tiposon, dejando de lado ligeras variaciones en todas las etapas de la evolución humana, las mismas en todas las razas de nuestra especie, el hamo sapiens. Por el contrario, el modelo de restricciones autónomas desarrollado en relación
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más diferenciado. Esto ocurre, en particular, en 1 experiencias es mucho conas .. "dda es en e ronomas en socie aciones entre restncciones aut6nomas y hte' l las re etapas d~ desarrollo y taro b'é distintas i n, aunque en menor gra do, en soci'eda des difirentes en la misma etapa de desarrollo. ~ sta donde sé, no existe ninguna sociedad donde el dominio de los impulsos fi · l;gicos elementales de las personas se deba exclusivamente a restricciones h s~orónomas, esto es, al temor o la presión de otras personas. En todas las e :edades que conocemos, lo que la restricción heterónoma de la primera . . , au t'onoma. P ero soc · educación infantil proporciona es un mo d e1o d e res t ricc10n n sociedades más simples y, de hecho, en las agrícolas de todo el mundo, el :parato autorrestrictivo es relativamente débil y, si podemos expresarlo así, lleno de huecos, si se compara con el desarrollado en las sociedades industriales altamente diferenciadas y, en especial, con aquellas de entre estas donde se da un sistema de partidos. Es decir, los miembros de las primeras necesitan, en gran medida, para autorrestringirse, de un reforzamiento del temor que infunden los otros, de la presión que ejercen. La presión puede partir de otras personas, por ejemplo, de un jefe o también de figuras imaginarias, esto es, digamos, de antepasados, espíritus o dioses. Independientemente de su forma, es necesaria aquí una buena dosis de restricción para reforzar en las personas la estructura autorrestrictiva, indispensable para mantener su propia integridad, de hecho, para su propia sobrevivencia, lo mismo que para las demás que con ellas conviven. Según creo haber descubierto en mis investigaciones, los procesos civilizatorios se caracterizan por un cambio en la relación entre restricciones sociales heterónomas y autónomas o autorrestricciones individuales. Se trata únicamente de uno entre varios criterios; me concentraré en él en vista de que ofrece una vía de acceso relativamente sencilla a los problemas más bien complejos del impulso a la informalización. Pensemos en un niño que es golpeado con frecuencia por su colérico padre cua?do es de la opinión de que aquel no ha observado el comportamiento debido. Por temor a su padre, ese niño aprenderá a evitar un comportamiento no deseado. Pero con ello sólo se desarrolla un aparato autorrestrictivo incompleto. _Para poder controlarse, el niño depende de una amenaza externa. Su capa_c1dadde autocontrol podría desarrollarse con mayor fuerza si, hablando con el, con argumentos y muestras de cariño, el padre lo convenciera de evitar la co:1d~cta no deseada. El niño castigado no aprende a controlarse sin una · 1a amenaza de una sanc10n . , paterna y está suJ·eto restncc1ón h et eronoma, sm ~00 . . . L nsec~e.ncia, en gran medida, a sus propios impulsos de odio y hostilidad. ª probabilidad de que él mismo se convierta en un golpeador esto es de que ' ' tome , sm · ~ab er lo, al padre como modelo es muy grande . . Este eJemplo puede trasladarse fácilmente a los sistemas políticos. Los miembros de la . d dd E . soc1e a e un stado regida durante mucho tiempo de manera . · d es d e arn 'b a, en una forma que llamaríamos de Estado poa bso1utista , es d ec1r,
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licíaco, desarrollan estructuras de personalidad completamente análogas, en las que su capacidad de autocontrol depende de una restricción heterónoma, de una instancia violenta y fuerte que amenaza, desde fuera, con un castigo. Un régimen no absolutista, es decir, un régimen de partidos exige un aparato mucho más fuerte y firme de autorrestricción. Un aparato de este tipo corresponde al modelo de educación que construye a las personas como individuos, no con la regla y el palo y no con la violencia primitiva, sino por convencimiento y persuasión. Esta es la razón por la que la transición de un régimen absolutista, dictatorial o también de caudillos a un régimen de partidos es tan difícil, a pesar de que tanto la participación como la formación de la opinión entre los gobernados se da dentro de límites bastante estrechos en el tipo actual de gobierno pluralista de partidos. Pero aun esta reducida exigencia de una formación de opinión y de un autocontrol autónomo de las personas como votantes individuales que han vivido en un régimen de caudillos enfrenta, en el sentido de una estructura de la personalidad, enormes dificultades. Esto es particularmente válido en lo que toca a una batalla electoral emocionalmente controlada y a la medida de las pasiones que exige. Las dificultades son tan grandes que, normalmente, es necesario que transcurran tres, cuatro o cinco generaciones antes de que se logre una coordinación entre las estructuras de la personalidad y la forma pacífica de la lucha electoral. Podemos resumir diciendo que en el curso de un proceso de civilización, el aparato autorrestrictivo se hace más fuerte en relación a las restricciones heterónomas. Es también más uniforme y más versátil. Ofreceré un ejemplo acerca de esto último: en sociedades con una gran diversidad de equilibrios de poder se desarrolla un aparato de autocontrol en el estamento estatal de los gobernantes y los funcionarios de alto rango, principalmente en relación a sus iguales. En el trato con los subordinados no es necesario, según el lenguaje mismo nos lo dice, andarse con inhibiciones, uno puede dejarse ir. Andreas Capellanus, que escribió en el siglo XII sobre las reglas de comportamiento de los varones y las mujeres, analizó en detalle la manera en que un noble debía conducirse frente a alguien de una posición social superior, con alguien del mismo nivel social y frente a una mujer "plebeya". Cuando toca el tema de la conducta hacia una campesina, dice algo parecido a: "en ese caso puedes hacer lo que quieras". 10 En el siglo XVIII, una dama de la corte se hacía servir por su ayudante de cámara en el baño. Para ella él no era un hombre, no era una persona ante la que tuviera que avergonzarse. 11 En comparación con estas sociedades antiguas, en las nuestras se conforma un sentimiento de verglienza polifacético. Ciertamente, la escala de la diferencia social es todavía bastante amplia, pero en el curso del proceso de democratización se ha reducido la escala de poder. Esto se corresponde con el hecho de que, en el trato con las personas, 10. Andreae Capellani,
De amare libri tres. E. Troje!, Copenhague,
s.f.
11. Véase N. Ehas Übe,; op. rit., vol. l. p. 188. También, del mismo autor, Die lwfische. gesellschafl,
NeuwiPd Berlín, 1969/. p. 77/, nota 22
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en el trato con las de una posición social inferior, estamos obligados a incuso 1 desarrollar un alto grado de autocontrol. ) Pasemos ahora al impulso actual hacia la informalización, que constituye unto central de todas estas reflexiones. Me limitaré aquí a dos esferas de 1 e lp iones en que tal impulso puede observarse de manera particularmente re ac la relación entre mujeres . · · y nuevas clara: y hombres y 1a re 1ac1'ón entre viejas generaciones. . . . . ., Tal vez la mejor manera de demostrar el impulso hacia la mformahzac1on ea comparar el canon que regía las relaciones entre ambos sexos entre los s studiantes antes de la primera guerra mundial con la norma hoy vigente. ~tes de la primera guerra, la mayor parte de los estudiantes provenía de las clases medias ricas. Por lo regular, ellos formaban parte con frecuencia de una asociaciónde estudiantes y concretamente, de una liga en que los golpes de sable eran de lo más frecuentes, por lo que estaban entrenados para batirse en duelo, es decir, eran parte de la sociedad de satisfacción del honor, de la sociedad de quienes eran considerados honorables en tal sentido. Para ellos se podían distinguir con toda claridad dos tipos de mujeres. Por una parte, estaban las que pertenecían a su mismo estrato social, aquellas con las que uno podía contraer matrimonio. Estas mujeres eran sencillamente intocables; frente a ellas había que observar las formas de trato de la buena sociedad; había que inclinarse, besarles la mano, bailar con ellas de acuerdo con las normas prescritas y, si lo permitían, se les podía dar un beso o hacerles una caricia; de ser necesario se hablaba con sus padres, etc. En resumen: en el trato con este tipo de mujeres privaba un canon bien establecido y estrictamente formal de conducta. Había también mujeres de un tipo diferente: muchachas de otra clase social, ya fueran prostitutas en un burdel o hijas de la pequeña burguesía u obreras con las que se podía "tener una relación". Es notable cómo se han transformado las cosas a este respecto. Hasta donde sé, la prostitución y las "relaciones" han desaparecido prácticamente por completo del panorama estudiantil. Rituales como "distinguida señorita" Y aún el distante "usted" se han convertido en algo obsoleto no sólo en las universidades. Tanto los -como las- estudiantes, así como muchas otras personas, de la misma edad, se tutean de entrada y sin conocerse en absoluto con la mayor naturalidad del mundo. . Aquí tenemos, por lo tanto, un ejemplo sencillo de un impulso hacia la mformalización que, además, pone claramente de manifiesto los problemas p~anteados en relación con tal impulso. En las generaciones de principios de siglo había rituales bastante rígidos para que un hombre hiciera la corte a una 1:1ujer,aun tratándose de personas muy jóvenes. A un joven estudiante de una hga, a un zorro grosero, 12 otros colegas de la misma liga se encargaban de 4
12 Para ¡· ·, · una exp 1cac10n de esta denommac1ón,
véase más adelante.
\N. del T.
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hacerle aprehender con bastante rapidez, en el improbable caso de que eso no hubiera ocurrido ya en su propia casa; junto con el ceremonial del bar o el del duelo, estaban estas reglas de buen comportamiento frente a las damas de la asociación u otro tipo de mujeres jóvenes dignas de ser tomadas por esposas. Todo esto que, sin duda, forma parte de la historia alemana, no ha merecido ser tomado en cuenta por la historia tradicional. Sin embargo, para el sociólogo es de fundamental importancia, no para juzgar ni reprobar o elogiar el pasado, ni tampoco para contraponer a la "historia política" una consideración de carácter "histórico-cultural". Estas categorías ya no son útiles. ¿Cómo podrían, en efecto, separarse los cambios en las sociedades universitarias de las transformaciones en las sociedades más comprehensivas de Estado? La tarea que aquí se plantea es, entonces, en primer lugar, la de hacer comprensible la gran línea de modificación de la estructura del comportamiento y echar luz sobre la fase actual de estos problemas por medio de la comparación con las estructuras de una etapa anterior. Es evidente que en esta modificación, la emancipación de un grupo que alguna vez careció de poder, las mujeres, ha abierto a las jóvenes las puertas de las universidades prácticamente como iguales. En esta situación, el ritual tradicional y peculiar que regulaba las relaciones entre hombres y mujeres en las sociedades europeas, ha perdido mucho de su función original, se encuentra en uso sólo en forma muy primitiva. Pero ese ritual daba a ambos, hombres y mujeres, cierto sustento y apoyo en su trato entre sí. Les servía como una restricción heterónoma a la que podía atenerse también una persona que contara con un aparato autorrestrictivo relativamente débil. En muchos sentidos era precisamente esta la función del ceremonial de las asociaciones estudiantiles. Quienes formaban parte de ellas se habituaban, de manera similar a como ocurre en la vida militar, a una disciplina externamente controlada. La emancipación de este aparato de restricción heterónomo socialmente determinado que, en algunos casos, aunque no en todos, adquiere la forma de una revuelta consciente, significa, por tanto, que los jóvenes en general, dentro y, por supuesto, también fuera de las universidades, se enfrentan hoy a una tarea social menos prefigurada. El problema de pretender a alguien -lo que significativamente los hombres llamaban ''hacer la corte"-, todo ese proceso de formación de parejas ha dejado a los participantes, más que nunca, solos. En otras palabras, pretender y formar parejas ha alcanzado un alto grado de individualización. Y aunque a primera vista pueda parecer paradójico, este proceso de informalización, esto es, la emancipación de restricción heterónoma de un ritual socialmente prescrito, plantea mayores exigencias al aparato de autorrestricción de las partes individuales. Requiere, en efecto, de cada una de ellas que se prueben entre sí y a sí mismas, no pudiendo confiar en esta tarea en otra cosa que en sí mismas, en su propio juicio y sus propios sentimientos. En todo ello puede observarse también, naturalmente, la formación incipiente de un nuevo canon de comportamiento; de hecho, incluso, de un control de grupo. Con alguna frecuencia ocurre que los amigos o las amigas, un círculo de
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. tades interviene cuando una pareja se encuentra en dificultades, cuando amisde las partes se comporta -en opinión del círculo- demasiado mal con ~ªtra. Sin embargo, la carga de conformar la vida en pareja se encuentra O a en manos de los individuos mismos. En consecuencia, la informalización ~ º~ica mayores exigencias para el aparato de autorrestricción y, al mismo ::po una experimentación más frecuente, una inseguridad estructural. No hay, realidad, modelos para orientarse, cada u~o debe elaborar por. cuenta propia, precisame~te llevando a c~bo tales e~penmentos, la estrategia de la aproximación,lo mismo que de la VIdaen comun. Lo que trato de demostrar aquí con base en el ejemplo de la relación entre los sexos en las universidades, tiene también validez para el desarrollo de la relación entre hombres y mujeres en un sentido amplio. La revista americana Time informa en ocasiones de la inseguridad de los hombres aún anclados en los hábitos antiguos. 13
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Es posible que un hombre que viaja en un autobús urbano esté forzado a realizar una prueba antes de ofrecer su asiento a una mujer. Tiene que aprender a evaluar a la mujer de acuerdo con su edad, nivel educativo y posibles inclinacionesfeministas antes de hacerlo.¿La ofenderá esta muestra de cortesía? ¡Todose ha hecho tan ambiguo! ¿Es sexualmente emancipado o simplemente mal educado un hombre que se niega a abrir la puerta para que pase una mujer? Por lo demás, un libro americano reciente de urbanidad establece la siguiente regla: 14 "Quien vaya adelante debe abrir la puerta y dejar pasar a los otros." Con todo ello se perfila ya lo que en este contexto resulta, desde el punto de vista sociológico, particularmente importante, es decir, la peculiaridad y la explicación del impulso hacia la informalidad que ha tenido lugar en el siglo XX. En ú!tima instancia, sólo cuando se ha reconocido y entendido la estructura de este impulso, puede responderse a la pregunta de si se trata de una incipiente rebarb~zac~~n, del principio del fin del movimiento civilizatorio europeo o de su contmuac1on en un nuevo plano. El ejemplo mismo de la relación entre los sexos muestra ya la estrecha relación entre el colapso de una norma de conducta Yu~ ~a~rón de pensar Y sentir, por una parte y, por otra, una modificación en el eq~ihbno de poder entre aquellos grupos sociales cuyo nexo había sido orientado socialmente por la norma en cuestión. ~o es posible analizar aquí con mayor detalle la sociogénesis del canon que re~adel trato entre hombres Y mujeres de los estratos medio y superior en las - 1ar que en ese canon se unen, de una manera soc1e _ades euro peas. B as t ara, sena · ·, · ext rana rasgos d superior de las mujeres con respecto a los h ombres , con otros ed una pos1c10n · · , · fi · e una pos1c1onm enor de ellas en relación a estos. En pocas 13 · Time, 27 de noviembre de 1978 p 47 l4. The Amy Vande b ·¡ ' · ·. . Citado en el n: i t codmpllTete book ofetiquette, revisado Y ampliado por Letitia Baldndge mero e ime de la nota anterior, p. 48. ·
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palabras: formas de comportamiento que son inequívocamente características del trato con personas de una posición social superior, como, por ejemplo, reverencias o besos de mano, se integran en un canon de comportamiento que, por lo demás, está fuertemente marcado por un elemento masculino, andrárquico. 15 Es precisamente la modificación en el sentido de una igualdad de toda esta estructura ambivalente de poder, lo que se pone de manifiesto por la mencionada transformación del patrón de trato entre los sexos. 5) Cuando no se tiene una clara idea sociológica del pasado, resulta inevitable tener también una imagen deformada de las relaciones sociales del presente. Esto es válido tanto en lo que se refiere a la relación entre los sexos, como entre las generaciones de la pre y la posguerra. Las transformaciones en el canon de comportamiento y de percepción, tal y como se pone de manifiesto en la comparación de dichas transformaciones, pueden ser mejor entendidas, en lo esencial, en un plano reducido, limitándonos en principio a las de las generaciones universitarias, esto es sobre todo, a los estudiantes. Cuando comparo la vida estudiantil de mis años de juventud con la de los estudiantes en la actualidad, lo primero que me viene a la mente es la forma de comportamiento notoriamente jerárquica de la época imperial y la actitud no menos notoriamente igualitaria de las generaciones posteriores a la segunda guerra mundial. La diferencia resulta más que evidente cuando se piensa en que, antes de la primera guerra mundial, la mayoría de los estudiantes formaba parte de asociaciones o cuerpos estudiantiles; en ese tiempo, y tal vez aún en la actualidad, tales asociaciones educaban para una actitud claramente marcada de subordinación y de supraordenación. El novicio tenía la obligación de realizar toda clase de tareas para su tutor en el cuerpo, si no es que, tal y como ocuni:a en una relación similar en las public schools inglesas, de limpiar y dar brillo todos los días a sus zapatos. La regla sobre la cerveza era que el más joven bebiera con el más antiguo tantas veces como este lo exhortara a hacerlo, pudiendo retirarse a los sanitarios cuando finalmente se sintiera mal. Como por tradición, puesto que se suponía que un estudiante estaba dedicado al "espíritu" y no tenía tiempo para nadie, la universidad alemana no disponía de ningún tipo de_instalación para la vida social de los jóvenes, las asociaciones estudiantiles Jugaban un papel nada despreciable y complementario. A ello se agrega el hecho de que la absoluta mayoría de los estudiantes hasta la primera guerra mundial estudiaba, hasta donde sé, a costa de sus padres. Esto condicionaba una selección social muy específica. A~n sin contar con documentos estadísticos puede estimarse que, antes de la pnmera guerra mundial, los estudiantes de las universidades alemanas provenían en un 90% de las clases medias adineradas. En contraposición, observemos la división 15. Véase a este respecto N. Elias, "Wandlungen der machtbalance zwischen den geschlechtem" [Cambios en el equilibrio de poder entre los sexos], y Kolner Zeitschrift fiir Soziolo,;ie und Soziaipsvchologie, año 38, 1986. pp. 425-449; en especial pp. 425-427.
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del padre, en una universidad de _ soc1ºal de acuerdo con la actividad profesional la República Federal Alemana en el ano de 1978. 16
Obrero Empleado Empleado oficial Profesional libre Otros
18.1% 34.6 % 19.5 % 20.5 % 7.3 %
Aunque ciertamente estos datos no corresponden a la proporción de las distintas posiciones de los padres en la población total, sí muestran, no obstante, comparados con 1910, una tendencia a la modificación en el reparto del poder. Si observamos con atención, encontraremos que entre los estudiantes se presentan rasgos característicos que poseen una especificidad más generacional que de estrato social. Podría ser que los cambios se encontraran en gestación, pero en la actualidad, entre los estudiantes alemanes puede constatarse con frecuencia una desconfianza específica frente a las generaciones anteriores, es decir, a las que vivieron la guerra. Sin que haya una articulación precisa al respecto, se los culpa de lo ocurrido durante la contienda, así como del ascenso de los nazis, cosas ambas de las que uno preferiría olvidarse y con las cuales la generación más joven no puede identificarse. El sentimiento de que "nosotros no tuvimos nada que ver con eso" divide a las nuevas generaciones y las separa cada vez más de las viejas, que sí "tuvieron algo que ver con ello". A pesar de que en la República Federal son estas últimas las que detentan la autoridad ' tal autoridad no es reconocida, en mi opinión, por los estudiantes. L~ ?ronuncia?a tendencia igualitarista en la nueva generación se pone t~mbien _de_mamfiesto, entre otras cosas, en el tuteo estudiantil, que se extien?e a~Imismo, en alguna medida, a los profesores y docentes jóvenes. Durante al~n t~em~o resultaba evidentemente natural que uno se dirigiera aún al ordmarius_ sm se_rvirse de ningún título, simplemente con "Señor" -un signo de la tendencia hacia la informalización y, a la vez, de una mayor pretensión de poder de parte ~e los estudiantes en su relación con los profesores-. No me atrevo a predecir el curso que esta tendencia tomará. En última instancia el desarrollo _enlas universidades depende del desarrollo de la República Fede~al en su totalidad. Un reforzamiento de las tendencias autoritarias en ella hará que estas tendencias también se vean reforzadas en las universidades En un trabajo referido a Holanda en particular 17 se subraya. la intensidad con qu~ se presenta en muchas personas de las generaciones más jóvenes · 1 t' ~ -que tienen ante sí E t d , como eJemp o nega 1vo,1a reglamentación impuesta por el res ta. ~ el dese.o de "liberar completamente la personalidad individual de las S ncc1ones sociales" s· b d'"' ' · m em argo, a 11erencia de épocas anteriores, cuando 16. Bielefelder U · · .. . nwersitatszeitung, núm. 108 dic. 12 de 1978 17· Wouters/ "In~ ¡· · ' · , orma 1s1erung", loe. citl, nota 7/, p. 289.
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los jóvenes buscaban solamente para sí mismos una tarea significativa, en la actualidad existe una fuerte tendencia entre las generaciones que buscan emanciparse a buscar la satisfacción y la realización individual en grupos o en movimientos sociales. En este sentido, las acentuadas tendencias hacia el individualismo que uno puede constatar aquí adquieren un carácter enteramente diferente a las del liberalismo político o cultural. [Y, a causa de esto,] las inevitables restricciones que la vida en grupos o en movimientos impone al individuo anulan con facilidad, una y otra vez, las imaginarias esperanzas de una libertad individual... A pesar de las reservas y precauciones a que la generalización obliga, puede reconocerse aquí un problema que se encuentra íntimamente vinculado con el de la informalización. Comparemos la organización altamente formalizada de las corporaciones estudiantiles antiguas -el korps, las asociaciones juveniles, las asociaciones gimnásticas- y sus formas estrictamente jerárquicas y autoritarias con los intentos de crear formas de organización igualitarias entre los estudiantes de la actualidad. Si bien uno reconoce en tal caso las diferencias, tiene también una idea de las dificultades especiales a que se enfrentan estos intentos de los estudiantes en nuestros días. La unión de personas jóvenes que hoy buscan formar grupos igualitarios conduce en muchos casos a una jerarquización. Y como toda convivencia de personas impone restricciones a quienes participan en ella, una unión que no reconoce este hecho y que busca realizar una vida libre de ellas (que no existe) acarrea por necesidad, si es que uno puede expresarlo de esta manera, desilusiones. La comparación con las asociaciones estudiantiles a la vuelta de siglo, pone al descubierto otros puntos centrales de la diferencia entre esa época y la actual, también en lo que toca a la relación entre generaciones. Dos de tales puntos centrales resultan particularmente evidentes: el retroceso de las asociaciones de estudiantes, el desplazamiento del poder en favor de los estudiantes "no corporativos", significó eo ipso un impulso masivo a la individualización, una emancipación de la disciplina formal de grupo que acompañaba a los "corporativos", aún en el ambiente relajado de los bares; por su parte, las generaciones nuevas, mucho más individualizadas, que ya no sentían que su carrera dependía de la protección de los antiguos señores, exigieron en lugar de ello, una posición de mayor igualdad con las viejas generaciones. Una serie de factores ligados entre sí contribuyó a un desplazamiento del equilibrio de poder en favor de las generaciones más jóvenes. El avance de la ayuda del Estado para hombres y mujeres estudiantes jugó un papel de importancia en este contexto, al igual que la descalificación, de numerosos representantes de las viejas generaciones, debida a su asociación con el nacionalsocialismo y, en general, a haber perdido la guerra. Sin embargo, estos son sólo ejemplos. En realidad, fue toda una serie
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mpleja de factores la que, después de la guerra, puso en las manos de las ~:evas generaciones más instrumentos de poder en la lucha nunca acabada con 1 s generaciones precedentes. ª Como suele ocurrir con frecuencia en una situación de este tipo, muchos representantes de las jóvenes generaciones sintieron que los vientos soplaban en su favor y sobreestimaron sus fuerzas. Con un desconocimiento que a veces resultaba conmovedor de los medios de poder realmente a su disposición decidieron que había llegado el momento en que podía lograrse todo aquello que habían deseado. Si anteriormente las viejas generaciones habían dado expresión a su superioridad de poder con respecto a las jóvenes, por medio de rituales de comportamiento formales, los representantes de estas se vieron envueltos ahora en una lucha cuya meta era la destrucción de todas estas formalidades, no sólo en el trato de las generaciones entre sí, sino también en el de las personas en general. Si echamos una mirada retrospectiva a la década de los sesenta y los setenta, quizá recordemos solamente la desmesura de las expectativas y el amargo sabor de la decepción que el curso objetivo de los acontecimientos dejó en la boca de muchas personas al no cumplirse lo que habían esperado. Sin embargo, la inutilidad de las luchas de poder con expectativas excesivas, oculta en ocasiones el hecho elemental de que el desarrollo social no vuelve, simple y sencillamente, al nivel anterior de formalización una vez que los ánimos se han apaciguado: los sueños no se cumplieron, pero la distribución de los equilibrios de poder entre las generaciones es ahora mucho menos desigual a la de antes de que estallara el conflicto entre generaciones. Un te~eno en que esta transformación se observa de manera particularmente evidente es .el de .1~relación de las mujeres no casadas y sus padres y, en general, de las muJeres Jovenes y los representantes de las viejas generaciones. De entre t?dos. ~oscam~ios regis~rad?s en el curso de este siglo en los patrones de form.ahzac10n o ?e mformahzac1ón y en el equilibrio de poder entre las generac1?nes, el crec1e~te poder de las mujeres jóvenes solteras es, sin duda, uno de los mas notables )'.neos en consecuencias. En amplios círculos de la burguesía ~u!~ª nobl~za, la vida de estas mujeres había sido regulada, hasta el primer d l"bo del siglo XX, fundamentalmente por sus familias. El ámbito individual 1 e t ert~d p~ra la autorregulación a disposición de ellas era muy limitado El · con ro 1 eJerc1do p 1 or as personas mayores abarcaba prácticamente todos los . . aspectos de su vid Re lt b a solas en al , a. su a ª. completamente maprop1ado, por ejemplo, estar gun cuarto con un Joven que no formara parte de la familia al igual . . que ir sm a 1guna c -, 1 1 ' condenaban a u om~ama por a cal e. Las relaciones sexuales premaritales descr1'pc·, b na muJer que se respetaba a una vergüenza de por vida Una ion astante ce 1 al'd · la traged· d G rcana a a re 1 ad puede encontrarse en Rose Bernd campesin~at e der~art Hauptmann, donde la hermosa y honrada h.ija de u~ finalmente' pras e adcual los hombres andaban como aves de presa es seducida .. ' e ellos y s ucum b e por la verguenza este hecho a or, uno . que ha acarreado con s1 misma y f: T N comportamiento d 1 a su ~m.1ia. o debemos olvidarlo: esta regulación del Y e os sentimientos de las mujeres jóvenes por parte de los
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padres, la Iglesia, el Estado y todo el círc~l~ d~ amistades, era tambi~~ un tipo de formalización que correspondía al eqmhbno del poder en la relac10n de las . _ . generaciones y de los sexos. Como podemos observar, en menos de cien anos ha teru~o lugar un~ ,transformación bastante radical. Cuando ahora, a finales del siglo xx, dos Jovenes se unen y esperan un niño, esto no es considerado en muchos casos n~ por los padres ni por los jóvenes mismos como una vergüenza. Es evidente el ~mpulso informalizador a este respecto, aún cuando, sin duda, el mismo no se extienda en igual medida a todos los estratos y sectores de las sociedades más desarrolla~as. Sin embargo, con frecuencia en las discusiones públicas no result~ claro s1 lo que realmente ha experimentado un cambio, es la estructura misma de la transformación. Es común no reconocer en él ninguna otra cosa que un paso más hacia la ausencia total de reglas. Es decir, el cambio aparece simplemente como expresión del relajamiento de los cánones de comportamiento Y de los sentimientos sin los cuales una sociedad, por necesidad, sucumbiría. Sin embargo, esta concepción no hace justicia a los hechos. Los cambios en el patrón social que determina la vida de las mujeres jóvenes muestran, de manera inequívoca, que ahora el peso de las decisiones y con ello también el de la regulación, ha pasado en gran medida de los padres y las familias a las mujeres mismas. Se ~rata, en realidad, por ese lado, es decir, por el lado de la relación entre generaciones, de un incremento de la presión social hacia una autorregulación o, dicho en_?tras palabras, de un impulso hacia la individualización. Ver una tran~formac10n de este tipo como un acto de descivilización significa entender erroneamente la teoría de la civilización.
B. LA SOCIEDAD DE LA SATISFACCIÓN DEL HONOR 1) Hay aspectos de la estratificación social tanto en la Alemania de 1900 como en general, que espontáneamente pueden conside~~rs~ co~o algo suficientemente conocido y que, por esta razón, a una reflex10n c1entifica Y,por lo tanto a una investigación sistemática pueden pasarle desapercibidos. Pensemos tan sólo en dos tipos prominentes del análisis científico de los proble~as_ ~e estratificación social: la determinación por estratos con base en la fil~ac1_on profesional y la basada en la clase social a ~ue se pertenece. Ambo_sentenas de estratificación son indispensables, pero nmguno de ellos es suficiente para una comprensión de la ordenación fácticamente observable de las personas en un estrato superior O inferior. Para este fin, resulta igualmente necesario saber cómo se clasifican a sí mismas y cómo clasifican a los demás las personas de una sociedad que disponen de diferentes oportunidades de ejercer poder Y que gozan de estatus.
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E tre los criterios de estratificación que muestran cómo se asocian las :as en una sociedad cuando se las considera únicamente de manera persper:~sta como "ustedes", es decir, como representantes de la tercera persona 1 1ural, se cuentan aquellos que se alcanzan cuando los investigadores e ~stituyen en su propia conciencia la perspectiva propia de los investigados, , . t an e 11os en s1,. mismos, en l.a pnmera recondo examinan como se expenmen cu:sona así como en la tercera persona del plural. 18 Cuando la imagen que res pers~nas que conviven en una sociedad dada tienen de su propio nivel, y de quienes las rodean en la pirámide social, se estructura en un modelo comprensivo y con criterios de estratificación establecidos desde la perspectiva del investigador; entonces este modelo tiene la posibilidad de resultar fructífero para la continuación del trabajo. Porque, de hecho, la experiencia de la estratificación por parte de quienes participan en ella, forma también parte de los elementos constitutivos de la estructura de esta última. Y gracias a que la estructura de la experiencia de estratificación, y en tal caso, su deformación o bloqueo perspectivista, se integra a su campo visual, resulta posible, para quien lleva a cabo la investigación, evitar el acartonamiento académico de la realidad por medio de la oposición de modelos objetivistas y subjetivistas, pudiendo alcanzarse así una mayor congruencia entre los símbolos conceptuales y las relaciones observables. Cuando uno, de manera unilateral, se apega a la imagen estratificadora enfocándola a las clases económicas, tal y como fue elaborada en primer término por los fisiócratas y, luego, fijada programáticamente por Marx, podría tenerse fácilmente la impresión de que la estratificación social de la Alemania imperial se encontraba determinada única y exclusivamente por la propiedad, o no propiedad, de los medios de producción. En tal caso, uno está obligado a entender la desigualdad en la distribución de poder y las relaciones sociales de subordinación Ysupra-ordenación de este periodo, en primer lugar, de acuerdo con la relación d~ la_sc~ases "econ~micas", esto es, de las especializadas en producir bienes y d1stnbmrlos, es decir, de empresarios y trabajadores. Entonces, uno se ve orillado a considerar a los grandes empresarios capitalistas como el estrato socialmente más pod~roso Yencumbrado en la Alemania imperial. Sin embargo, esta imagen de la_sociedad alemana de entre 1871 y 1918 no corresponde a la realidad. Si exam_inamos cómo clasificaban las personas mismas que formaban parte de e~~a sociedad a los diferentes estratos sociales de ella, llegaremos a la conclus10n de que ni los empresarios ni los grupos afines por eiemplo los grandes ' comer_cian · t es o 1os banqueros, ocupaban en forma alguna el" lugar 'más elevado de la Jera , · 1 T · . .. rqma socia . anto los oficiales del gobierno de alto nivel como los militares , elevado que los comerciantes . . tenían un rango d efim·t·ivamente mas neos,: ~ncluso,un profesional relativamente acomodado, digamos, un abogado o un medico' ocupaba un 1ugar mas ' e1eva d o que e1d e un comerciante · o empresario
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l8. Véase N. Elia "D. F·· ·· · . . . 1970/. pp. 132s:139z.e urworterserie als Figuratwnsmodel', Was ist soziolog1e''. Mumch!.
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tal vez más rico, pero sin estudios. Podríamos tener asimismo la impresión de que, un capitalista con finanzas fuertes pero no profesional, era también socialmente más poderoso que uno que disponía de menos capital; pero esta es una idea que tendría que manejarse con mucho cuidado. Rara vez ocurre que la manera en que los estratos se clasifican entre sí, es decir, su imagen de la jerarquía social, sea independiente del equilibrio objetivo. y real de poder que existe entre ellos. Por supuesto, hay periodos de transición, en los cuales, el rango de los estratos en la escala de jerarquía ya no coincide o todavía no coincide con la distribución de poder. Pero si pasamos por alto las discrepancias de tales periodos de transición, encontraremos que la imagen del nivel de estatus que se forman los diferentes estratos que componen una sociedad constituye un síntoma bastante confiable de la distribución real del poder entre ellos. Entre los criterios que determinaban el rango social de una persona en "la buena sociedad" de la Alemania imperial, contaba su origen en mucha mayor medida que en la actualidad, es decir, el nivel social de los padres o abuelos. En el caso de las autoridades y entre los militares con toda seguridad; entre los profesional más bien se pasaba por alto, considerándose tal vez como algo de lo más natural, que sólo una familia adecuadamente acomodada estuviera en condiciones de enviar a sus hijos a la Universidad. Y, a pesar de que el padre mismo no hubiera formado parte de los círculos superiores, el hecho de que alguien hubiera superado las barreras de los ritos de iniciación de las asociaciones juveniles y de las asociaciones corporativas de estudiantes y, que más tarde, hubiera alcanzado el grado de doktor, borraba el recuerdo de un origen no particularmente distinguido. Pero en las "buenas sociedades" no se olvidaba nunca del todo que los comerciantes y empresarios enriquecidos, que no habían pasado por el bautismo de sangre estudiantil o militar, tenían el detecto de venir de "abajo", de ser "arribistas", parvenüs. Las cosas no eran de ninguna manera como sugiere el uso bastante despreocupado del concepto de "sociedad capitalista", que ya en la época posterior a 1871, los grandes capitalistas constituían también el estrato socialmente más poderoso y, en consecuencia, el de mayor jerarquía social en la sociedad alemana. Como corresponde a su desarrollo tardío como Estado nacional, Alemania era un país donde también la riqueza de la gran burguesía se desarrollaría en la época moderna relativamente tarde. Tomando en cuenta el estado actual que guardan nuestros conocimientos de ese periodo, no es fácil decir cuántos de los comerciantes y empresarios ricos de la segunda parte del siglo XIX eran "arribistas", es decir, grandes burgueses de la primera generación. Pero no es exagerado suponer que se trataba de un elevado porcentaje. De cualquier modo, en la estructura social de la Alemania imperial hasta 1918, los representantes de las "viejas" familias, que prácticamente tenían el monopolio absoluto de los altos cargos en el gobierno, de la oficialidad militar y de la diplomacia ocupaban, sin duda alguna, un lugar más elevado en la jerarquía social que los "capitalistas". Heinrich Mann, en su novela Der untertan [El súbdito} ha caricaturizado la relación de un empresario con los representantes nobles del Estado. No obstante,
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sus descripciones de las diferencias de poder, donde los representantes nobles de las autoridades estatales, por ejemplo el presidente del gobierno, aparecen como superiores, mientras que el empresario se presenta como un súbdito de mucho menos poder, corresponden en gran medida a la realidad. Observemos ahora, con un ejemplo, cómo es que los participantes mismos veían la jerarquía de poder Yde estatus en la Alemania de finales del siglo XIX 0 de principios del presente. El fragmento ha sido tomado de la novela estudiantil de Walter Bloem, Der krasse fuchs. 19 El cuerpo de Marburg se dividía en dos castas: en la asociación y en lo que no formaba parte de ella. Que una persona o que una familia tuviera que considerarse como perteneciente a una u otra clase era algo que decidía una característica diferenciadora muy simple: los miembros de la Sociedad del Museo conformaban la sociedad; quien no formara parte de este círculo era consider~do como un ser desp:ovis~o de toda calidad. Los miembros que desempenaban cargos en la Umvers1dad, en los cuerpos administrativos de la ciudad,_en el c~erpo de ~ficiales del batallón de cazadores, y la totalidad de los profesionales mdependientes y comerciantes acomodados pertenec 1'an 1 ''óP n. or poco din ero, el cuerpo estudiantil podía solicitar su memb asoCiaCI , fc recia. · De es te .m~do, qu1e1:es ormaban parte de él, o de la asociación juvenil, de las asociac10nes regionales y de los clubes académicos de ,,. aimna s1a · goza ban · . t am bi'é n, sm excepciones, del derecho al Museo. Pero en la sociedad misma había también numerosos y más selecto í 1 · al' d s c rcu os que, a~que nv .izan o ~n al~os aspectos, en última instancia, constituían en realidad, una~er~r~uia social interna en una construcción verticalmente ascendente, al prmc1p10,y más tarde, en lento descenso. El mayor-zorroinstruía en cada ·' d · · . reuruon e renuncia a los Jóvenes estudiantes ~~rpo~ativos :n cómo respetar exclusivamente ciertos estratos jerárquicos pr:v~ .~s Y ;e~alados de m~era exacta. Werner sabía, por tanto, con toda po¡:s~o~Í a egar a s~ primera reunión del Museo que, por supuesto no que an~~ :e con cualquier muchacha que le agradara; sabía perfectamente cue~o si 1 dpresentarse ~te ella, tenía que informarse con algúnjoven del cuerpo teO:a t~:. en cuest10n formaba también parte del círculo con que el
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Pero todavía sabía demasiad d 1 . mente incómodo e o poco_ ~ a VIda como para sentirse particulardiversión y estímu~olo; estrechos hm1tes, dentro de los cuales, podía buscar tal manera que le r~su~~~ba~oco ~e había convertido en todo un cimber, de t~ ~ mas natural del mundo bailar únicamente con damas-cimber. S · de los colores azul· us. senbl1mientos estaban comp Iet amente impregnados aneo de la aso~iación; lo que estaba fuera de esta perspectiva ~ an poco, como debieron contar para un ciudadano
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19. Walter BJ
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oem, Der krasse fuchs Berlín 1910 ' 1 ' . 'pp. 73 y ss. / _Fuchs significa literalmente a alguien que había alcanzad n qlu~ os_estudiantes corporativos utilizaban para designar d el cue · d ¡ · ·. . oª gun mvel en laJera rpo tenia, además su/¡ h . rquia e a asociac1on. Todo miembro . uc s, a quien estaba obligado a prestar servicios. IN. de I T.J o, ro. Esta era la denominació
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romano de la primera época, las mujeres de aquellos pueblos con los que Roma no mantenía ningún tipo de commercium et connubium. La división social de una pequeña ciudad universitaria alemana alrededor de 1900, vista desde la perspectiva de los estratos superiores, se presenta en esta descripción de manera bastante clara. También las novelas pueden servir, utilizadas críticamente, para hacer aparecer nuevamente ante nuestros ojos una sociedad del pasado y sus diferencias de poder. Como en toda ciudad alemana, ya fuera grande o pequeña, también en Marburg había un grupo sobresaliente de habitantes, su "buena sociedad". Quienes pertenecían a él formaban una red de personas que, a pesar de cualquier rivalidad o enemistad internas, se sentían parte integrante del grupo y que, en su conjunto, poseían suficiente poder como para cerrarse y excluir a otros de su exclusivo círculo de trato y relaciones. Esta exclusividad, esta pertenencia a "la buena sociedad" se hacía patente a través de su membrecía en una asociación local, la "Sociedad del Museo". Que uno tuviera derecho a participar en los actos organizados por ella, particularmente en su gran reunión, en el Gran Baile, era señal menos visible e institucionalizada de una línea de demarcación entre personas: entre quienes eran considerados por los miembros de "la buena sociedad" como parte de ella y quienes no eran considerados por ellos parte de la misma. La aceptación en la Sociedad del Museo constituía, por tanto, la expresión manifiesta de que una persona "estaba dentro", aunque sin crear ni justificar este estatus. Este último se determinaba a partir de criterios internos tales como origen, título, posición profesional, educación, fama e ingresos, por medio del relativamente discreto intercambio de opiniones en los canales de chismes de la red de "las buenas familias" locales, a la que estaban conectados los cuerpos y asociaciones juveniles. Entre los miembros de la Sociedad marburguense del Museo se contaban en primer lugar, como vemos, las autoridades de la ciudad, de la Universidad, de la administración y del cuerpo de oficiales estacionado en la región con sus familias; venían luego los profesionales locales y quienes formaban parte de las asociaciones identificadas con el grupo. Como una ramificación local se incluían también algunos comerciantes ricos. En correspondencia con la distribución de poder en el II Reich, también aquí los representantes del Estado ocupaban el lugar má!; alto de la jerarquía. Los comerciantes y los representantes de la economía les iban muy a la zaga en cuanto a poder y estatus. Un estudiante corporativo habría tenido que romper algunas barreras y habría experimentado en carne propia todo el peso del enojo de sus compañeros si, en lugar de relacionarse con las damas de la asociación, en el círculo donde el cuerpo estudiantil se relacionaba y tenía tratos, se hubiera inclinado por la bella hija de un comerciante. De acuerdo con esto -Bloem lo dice abiertamente-, había también dentro de este círculo una serie de niveles. Pero, en general, la pertenencia determinaba con quién podía "uno" relacionarse sin poner en riesgo su propio estatus superior. La pertenencia identificaba a una persona como miembro de "la buena sociedad", es decir, en un sentido amplio, del estamento de poder alemán. La no pertenencia
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señalaba a una persona como alguien de fuera esto es como alunie . · 'd I ' , bnaquien 1e estaba impedi ~ e acceso tanto a las posiciones de poder como a los círculos de relaciones y amistades de las clases superiores. 2) "Lasbuenas sociedades" son formaciones sociales de un ti·po espec1'fico. S e forman como corre1ato de los estamentos de poder. que de este d d · 'ó d . , , mo o, pue en conservar su posici n e monopolio más allá de una generacr'o' d · di 'd , d I · ,/ n e 1n vi uos como circulas e re aciones entre personas o familias que pert di h ' · d . enecen a c os estamentos. La socie ad cortesana constituye un tipo determ · d d "b . d d" L , d 1 d' rna o e uena soc1e a . a mayona e as 1ctaduras son demasiado J'o'ven · t bl 1 fi ., es e 1nes a es · para con d ucir a a ormacion de "buenas sociedades" · De cua Iquier · manera · l Al . ' uno encuentra es b azos d e una formación social de esta e · · , specie en a emama nazi, 1o mismo que en 1a mas estable Unión Soviética p d · d 1 d' ·, · o emos encontrar una society e arga tra icion en Inglaterra en donde hast h l d . ' , a ace poco, a corte era · el pu?to cu lmmante e su Jerarquía, representando al mismo tiem po su centro y temendo como vocero la "Court page" del Tim es. . euan do la rntegración , de un país es incompleta o tiene lu se desarrollan, tal y como ocurrió en el cas O d Al . gar tardiamente, sociedades" locales sin ue nin d emama, muchas "buenas •e 1 ni resulte determi~ant; para eica:o: :~r~ ~odas las demás ien m 1cador de pertenencia u otros criterios de membrecía Mi tr Francia fue la sociedad capitalina la . e~ das que tanto en Inglaterra como en frente a todas las sociedades locales que, ~rn uda alguna, alcanzó preeminencia 'y m1ent:as que, posiblemente, en Estados Unidos la sociedad de Washingt . .' on comenzana a tener u fu · , d la sociedad cortesana de Berlín , 1 1 , na. nc10n e este tipo, Reich alemán ·u a d ~o ? ogro, en el corto penado de unión del II En su luga~Je! lie::~aefruaelirm1tlada .e~te papel central e integrador. , on as VIeJas instituc· d ., . · . ' 1as asociac10nes estudiantiles proclives l . l . wnes, aparte el e3erc1to, funciones integradas Para un h b . a a v10 encia, las que desarrollaron tales estudiantiles de ren~mbre sign -~m ;e Joven, la entrada a una de las asociaciones sólo en el de una única ciudad; e~ªetd:~:s~enso en ~l es~am~nto de poder y no a una asociación estudiantil de ese . c ~dad _umvers1tana. La pertenencia tipo lo identificaba como miembro de un poder local en todo el II R . h e1c Y como congéne 1 · y fi orma de pensar se sujetaba a un c r_e,como a gu1en cuya conducta alem,anas de la época, característico a;o~ pecu~iar Y,_P~ra las capas superiores patron de comportamiento d . . s o era o dec1s1vo.La educación en un y e ideas específico que se extendería a esar d las variantes locales de distintas dependenc/as d:~n~:ªenbaasta~tderdegular de 1871 a 1918 a t~·av~s de la: de estas · . socie a era un d I f · de d ª~?c1ac10nes estudiantiles ro J' ~ e ~s unc10ncs principales pon~ u~ac1on de los oficiales milities c ives a la lv10lenc~a._Junto con el modelo buir~ edeacento en otro_aspecto, el can~i{~~;~:u taba s1m1lar al suyo, aunque formad manera considerable a la un 'fi . de estas corporac10nes contridesunid::ensarl de las capas superiores¡ dº:::~1~:dd1 c~mportami~nto y de la a a emana -aun bastante en a era del II Reich im e . 1 p na . Un elemento central en el marco de
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estas dos formas de reglamentación era la reducción de la lucha privada con otra persona al duelo. El canon tanto de los estudiantes como de los oficiales del ejército, de acuerdo con su función, aunque no de acuerdo con su sustancia, era el equivalente alemán del canon del gentleman inglés. Sin embargo, este último se había extendido gradualmente, a través de siglos de existencia, entre los grupos y aristócratas, aunque con algunos matices claramente de terratenientes reconocibles, a otras capas de la población. Esta expansión y transformación de lo que originalmente era un patrón de comportamiento de los grupos más encumbrados, gracias a su absorción por parte de amplios sectores del pueblo, resulta bastante característico del grado relativamente alto de permeabilidad entre las clases sociales que habría de marcar el desarrollo de la sociedad inglesa. Lo que aquí se pone de manifiesto, en comparación con Alemania, es la diversidad en la diferencia formalidad/informalidad del canon del gentleman inglés. En el siglo XIX, esta escala no era tan vertical como en el caso del patrón alemán correspondiente. En general, para decirlo con brevedad, la formalidad inglesa se haría más informal con el tiempo que su contraparte alemana, a la vez que un proceso similar, aunque en sentido contrario, tenía lugar con la informalidad. En parte, este hecho se relaciona con la circunstancia de que, el canon guerrero de los oficiales de los ejércitos de tierra, una de las raíces del patrón nacional, jugó un papel menor en el desarrollo de Inglaterra que en el de Alemania. La obligación de batirse en duelo ya había desaparecido en Inglaterra, incluso del canon de los oficiales de tierra, a mitad del siglo XIX, es decir, en los tiempos del príncipe Alberto, lo que influiría en alguna medida en ello. El hecho de que "la armada marítima" -l 'armée navale, the Navy- haya cobrado primacía sobre el ejército de tierra como arma de ataque y de defensa en Inglaterra, tiene en este contexto una importancia fundamental. En Alemania, como en casi todas las naciones continentales, el desarrollo tomaría otro curso que tiene que ver, más bien, con su fragmentación como Estado y con su papel repetido de escenario de guerra en Europa. En especial en Prusia y en Austria, el patrón de honor de los guerreros y, por tanto, la reducción del duelo a asunto privado, como signo de pertenencia a los estratos con "honra", a las capas establecidas, conserva su papel determinante hasta entrado el siglo XX. Como en otros países continentales, por ejemplo Francia, la costumbre noble de batirse en duelo, como un recurso de los estratos superiores para defender su honor individual a.l margen de las leyes y los tribunales estatales y con la exposición misma de la propia persona, contagia a los círculos más elevados de la burguesía. De este modo, el código de honor, lo mismo que el duelo, adquieren la función de un medio correctivo, de un símbolo de pertenencia entre los estudiantes, visible en las cicatrices como un signo que proclamaba su expectativa de ser aceptados en los estamentos de poder, de ocupar una posición importante en la sociedad imperial alemana. Como ya hemos dicho, las asociaciones corporativas estudiantiles, al igual que las asociaciones juveniles adquirirían una funci, ,11 unificadora de considera-
ción en el I~ Reich alemán, que aún después de 1871 . bastante dispar y porosa. Gente de las más d. mos~ba una integración adquirían en elias, a pesar de los distintos niv;~er~as, re~ones de Alemania diantes corporativos mismos, una impronta relativ s Jerarqui~os entre los estucuya unificación ocurre tardíamente en un , . amente ~orme. En un país 81 sirva como modelo, ni institutos de educació: :esf una soc~ed~ capitalina que de las public schools inglesas, las asociacio q orme~ urutariamente al estilo su proclividad a la violencia fisica J'unto neis corpor~tivas de estudiantes, con . . , 1 fun . , d ' con as cantinas-clube fi . a dqwnnan a c10n e sitios formativos del atr , , s para o iciales, e ideología ~e los estratos superiores aJemtn on ~omun de comportamiento comportamiento que buscaban m·cul es. Sm embargo, el modelo de . car era muy pee 1' D decirse que estas capas superiores di u iar. e hecho puede . , versas como eran l ' en os numerosos Estados y cmdades de Alemania conformab . ' an una so1a y gr ·d quienes estaban facultados para la t. :fi . , an socie ad compuesta por sa is acczon del h d . . . al . or~or,es ecir, por aquellos que goza ban del pnvdegio de exigí una satisfacción con las armas en l r a cu quier otro miembro de esta sociedad a mano en caso d ti , su vez, estaban obligados a batirse d • e sen rse ofendidos y que a 1 en ueoconotro J , d cuan o estos creyeran que su hon h bi . s e ementos de esa sociedad De este modo en la sociedad al or a a sufndo mácula de su parte ' fu ' emana como e al · erza, hasta ya entrado el siglo XX fc ' n .gunas otras, conservaron su características de las sociedades gu ' onnas de relación que siempre habían siºdo ·l · en-eras pero q l . VIO encia por el poder había desplazado I ' ue e ?recien~ monopolio de la muchas otras esferas de la vida co 't en~a Y, en ocasiones, titubeantemente a ;s:rma del due~o, hasta la época :~ig:::~!';:i~atrón ~errero subsistiría, en c.anonpernute a quienes son fisic t , n de qmenes son hoy abuelos a~tucia de los medios violen . amen e mas fuertes o se sirven con . i1estros que ellos en el uso :~!~~er ~u ~olunt~d a quienes son onores. En la actualidad sobre tod Y, mismo tiempo, cosechar ma or :e~~rza f~sica o la habilidad en el °z.::~;t/daísts altamente industrializ:do:s en el im~ortancia para el estatus de una e as armas ha perdido en grar: superioriiaS:~~~:n. general, el pendenciero, co~::~::~ para su resp~tabilidad respeto particul at;: Pª:ª someter a otros a su volunt ;as, que se sirve de su guerreras tenormente no ocurría est a no goza ya de ningún y un eJemplo de una sociedad de e . o. En todas las sociedades Atenas es también la de la antigua sobre ella~robarse en una batalla física con o:;;tº respeto que en su caso, su muerte ha sido un ersonas, obtener la victoria intenta lim·t a de mostrarse un hombre a si' m· e emento imprescindible del i ar el ent . 1smo. La trad · · , .. esto es posible renamiento para aplicar la v· l . ici~n militar actual duelo era un r~ a personas que no pertenecen a la 10 en?1a física, hasta donde resultaba d0 . manente de los tiempos en t propia sociedad estatal El mmante l que ambién l . · que el más de'b"l e recurso a la violencia e d en a propia sociedad I o men d. n caso e confl. t d . La tradición del os iestro se encontraba a me ic o, e la época en epoca en que l duelo como medio de res l rced de los mas fuertes os pode o ver un co fl · · res centrales del Estad . t n icto, se remonta ·i la o mentaban, paCJ ·Ticar su domi n ws ' y'
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reservar para sí mismos y sus representantes el derecho a recurrir a la violencia fisica dentro de tal territorio; en otras palabras, de la época en que proclamaban su propio monopolio del uso de la violencia. Con ello despojaron a la nobleza guerrera de sus tierras del instrumento de poder por excelencia, tanto en sus relaciones con quienes eran socialmente más débiles y que, por lo tanto, ocupaban una posición inferior, como en sus desavenencias con sus pares. Se extendería entonces entre el estamento guerrero gradualmente sometido, como un gesto de rebeldía e inconformidad frente a los cada vez más poderosos señores del principado central, la costumbre de resolver entre sí en una lucha, por lo menos aquellos conflictos que tocaban el honor personal, en lugar de someterlos, tal y como lo exigía la ley del Estado central, a sus tribunales; pero de resolverlos usando la violencia física -ahora prohibida- en la forma privada de un duelo. Puede decirse que la costumbre del duelo entre pares estamentarios fue, de hecho, la última canonización de un tipo de ideología y de comportamiento que la nobleza guerrera, cada vez más integrada en el aparato estatal, comportaría con otros estratos superiores en situación similar. "El aparato restrictivo y las leyes del Estado -se pensaba- son útiles para mantener en paz la inquietud de las masas. Pero nosotros, los guerreros y los gobernantes, somos los que garantizamos el orden en el Estado, somos los que dominamos el Estado. Vivimos según nuestras propias reglas, según las que nosotros mismos nos hemos dado, luego estas leyes estatales no se aplican en nuestro caso." En la Alemania imperial estaba legalmente prohibido el uso privado de armas y, en consecuencia, también las luchas entre dos personas, fuera en serio o como juego, en que con frecuencia los participantes se causaban daños físicos de consideración. Tales luchas representaban una abierta ruptura del monopolio estatal de la violencia, el último refugio de un estrato superior para resolver entre sí los asuntos personales de acuerdo con las reglas que sus miembros se habían impuesto y que sólo tenían validez en ese estamento propio, de privilegiados. Ahora bien, como en la Alemania de 1871 a 1918, los puestos de decisión y poder del Estado se encontraban ocupados o controlados por miembros facultados para la satisfacción del honor (que en ellos debían velar por el cumplimiento de las leyes y que tenían la obligación de sancionar las transgresiones privadas al monopolio estatal de la violencia fisica), también formaban parte de la privilegiada sociedad los encargados de castigar a quienes violaban la ley (los órganos ejecutivos de la violencia estatal, por ejemplo, la policía), estos últimos no eran movilizados en caso de duelo para actuar en contra de los delincuentes. Para facilitar a las autoridades la tolerancia de estas violaciones a la ley del Estado que eran los duelos -y también para apartar de los ojos de las masas populares este uso permitido de la violencia-, tales desafíos se organizaban en lugares inaccesibles para quien no debía estar allí, por ejemplo, en algún granero de pueblo especialmente adaptado para este fin o, en el caso de los duelos a pistola, en un claro de un bosque. De todos modos, prácticamente todo el mundo sabía de ello.
3) En la primera parte de esta investigación hemos s · ra de la escala formalidad/informalidad se encu~ntra estr':!~ndo que la es?<1ctu_ amente relacronada con la de la escala de poder correspondiente e formalidad/informalidad en el JI Reich imperial :{ ur: ~ociedad. La gradación grande si la comparamos con la de la República ;,md aleÁ!871 a 1918 era muy el pasad e er emana de los años setenta del presente siglo. Sin embaro-o 0 • o no es nunca sim 1 te el ' pasado. El pasado mfluye, con mayor o menor intensidad , p e~en te L ', segun las c1rcunstancias, como un factor codeterminante del pr raz~n de ello no es sólo la inercia de las tradiciones que siguen ciega esent · sino también porque una imagen de las fas men e ~u cammo, por. así decirlo, sigue viviendo, a pesar de lo deformada que es ~revias de la prop~a sociedad actual, sirviendo inconscientemente como pue ª.estar, en la conciencia de la los demás. A causa de esto, tal vez no sea d;i°~~~:: ,e? el ~ue uno se ve y ve a util sen~lar al~nas de las peculiaridades del desarrollo alemán entre 1871 19 18 rt )'. que tienen importancia para el de los patrones alemanes de co . . .. mpo amiento e ideo} para e1a bamco de pos1bihdades formalidad/infi . ogia Y, por tanto, La unificación política del Estado al án ormahdad. emd ' con el avance consecuente del rey de Prusia y su transformación en e . d . mpera or de Alemani cap1ta1 e Prusia, y su conversión en la ·t l d l I a y con e1 de Berlín la de un solo golpe la integración de 1 cap1 a e I Reich alemán, no lograría · 1 bue nas soc1e · d ades locales y regiona es m· la unificación de sus as 'd"numerosas d ello se establece, sin embargo u co igos e comportamiento e ideología. Con ·, , n marco de referenc · · t· · · t m egrac10n y se da también un p d . Ia ms ituc10nal para esa o eroso Impulso a la formación de un estrato superior alemán unitario. d. El . . tradicional era , d e acuer d o con su · . IV1s10nista;su fidelidad era con la tierr prop10 sentido de pertenencia, feudal, . Ta, e~ _cada uno de los sentidos de esta palabra, no con el II Reich, con el im amb1en en el c~o de Bismarck ocurriría esto: su lealtad era, en primer lu :no. ~os~pos burgueses urbanos los !u~ ~n_ el re~ de Pr~sia. En realidad, fueron
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r~r~·;E:1:i:2~:~:.~ if:;:!;:r~;~: ;a p~r;:;;::t::a::ó~~;::: e!e e~::~::a1:2;~~:ii!/J:7aa:~:~:iii:~: nec . e I o a la división del aís urgues1a alemana le faltaban stados soberanos, las fuente¡ a u::::;tausad~_Poder.El desarrollo ~e la e;:udcahdoaslEe c1onsum mana se verí nfr fracasarían en . amente paradójica: los pioneros b a e entado, así, divisionista vie/u mte1;1to,entre otras cosas, por ue lurgu~se~ de la unificación on, no sm razón, un objetivo de lu q os pnnc1pes y su nobleza la burguesía . cha de clases en este objetivo de era todav' y porque su potencial de m·flu 1a en O • enc1a como el . mucho mayor cas1ones y precisamente a cau as~ supenor tradicional, el ?e las clases medias. Sin embsa de la_diversidad de Estados contexto de la mam1ca de las relaciones inte t ~go, mas tarde, sobre todo en el res at es, este es, de las rivalidades y
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tensiones entre Alemania y otros Estados, serían precisamente los representantes nobles divisionistas los que pondrían fin al divisionismo alemán. Es así como el estrato tradicional señorial de Alemania, los príncipes y la nobleza, conservaría en lo más interno del reunificado II Reich alemán su situación preeminente de poder. A los pioneros burgueses, la unificación alemana les caería, pues, del cielo, pero sin que con ello pudieran lograr la realización de su lucha social, su meta permanente: despojar a la nobleza del poder, democratizar la sociedad alemana. Esta paradoja tendría consecuencias de largo alcance para todo el desarrollo de Alemania. Los antiguos estamentos señoriales trasladarían, sin solución de continuidad y sin modificación sus ideas tradicionales acerca del papel que ellos jugaban en los Estados alemanes al que jugarían en el nuevo y unificado II Reich imperial. Continuaron considerándose el verdadero poder en Alemania y prácticamente, su encarnación, de la manera más natural tal como antes lo habían hecho en los diferentes Estados alemanes divididos. Su tradición como señores feudales innatos de los territorios alemanes se vería, de esta manera continuada, aun sin percatarse de que la unificación de Alemania y, por tanto, las mayores oportunidades de unificación de la burguesía y el proletariado que ello acarrearía, debía por fuerza resultar a la larga en detrimento de su propia situación tradicional en la escala social. La unificación de Alemania insertaría casi automáticamente al país en un rápido proceso de nivelación, de recuperación y en un intento de superación con respecto a las sociedades de las viejas potencias de Europa. Bajo la presión de esta rivalidad, caería en el remolino de un proceso acelerado de modernización que daría un fuerte impulso a los grupos económicamente especializados, a la burguesía industrial y comercial y al proletariado industrial. Es comprensible que el agudo y prolongado sentimiento de debilidad de Alemania se haya transformado en tales circunstancias en un sentimiento aún más intenso de fuerza. El emperador y la nobleza verían así, por considerarse los señores naturales de Alemania, confirmadas sus ideas de unificar al país, en lo cual, sus pares jugarían un papel decisivo. El hecho de que la unificación se haya logrado por medio de una victoria en la guerra sería la causa de que, en esta sociedad, los oficiales nobles y los militares en general gozaran de un prestigio aún mayor. No deja de notarse también el hecho de que la burguesía aumentara su poder en la nueva sociedad alemana. Pero en los círculos cortesanos del II Reich imperial y, en general, en los de la aristrocracia seguiría muy viva la creencia tradicional de la nobleza guerrera, de que una actividad profesional en el comercio no era muy honorable. Todavía a principios del presente siglo, el Deutsche Adelsblatt llevó a cabo una campaña en contra de los comerciantes. A pesar de las relaciones Y entrelazamientos, en especial de la alta nobleza, entre la gran propiedad del suelo, la tierra y la industria, la idea de que una actividad comercial no era adecuada para un noble conservaría toda su fuerza. Y este estigma continuaría señalando en la nueva Alemania a los representantes burgueses de tales oficiosy profesiones. Sin duda, en las sociedades cortesanas del II Reich imperial había una mayor
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aperturahacia las personas de origen burgués. Sin embargo los tad d fun . . d al . ' acep os eran sobreto o, ~onanos. e to mvel, entre ellos, profesores universitarios ei:. particular escritores Y científicos conocidos. La circunstan · d h :>'. . 1 1 dé . 1 cia e que ayan sido en pnmer u?ar os aca mtcos, os considerados socialmente aceptabl li ' la importancia de las destaca~as conexiones a este respecto. es, exp ca · te · . De este modo, durante el tiempo relativamente bre"e de • su exis nc1a se iría forman d o d e manera gra d ual, en el II Reich alemán reun'fi d · t r t i ca o, ese estrato supe~fior and~cu iai:mehn ~ estructurado del que hemos hablado. El desarrollo espec1 co e emania ana que, prácticamente cada re ·, · d d · "b · d ,, ' gion Y c1u a contara uena soc1e ad . Pero aunque los criteri·os d t . con su propia ºfi b b b d e per enencia se Uill lCbran y a arcaban ~a a vez más tanto a elementos burgueses como de la no eza, preserva an mtegramente al mismo tie l d . tradicional que concedía a los nobles e~ todos los ropo, e or_ en e~tatutano , casos, preeminencia sobre la . burgues Í a. U na con di c1ón necesaria para ello era 1 "d d d a capac1 a el burgués d defien der su h onor, esto es, su disposición y su destreza . .e una ofensa, exigir satisfacción con las armas en la para, en caso de recibir era ~osible únicamente cuando la persona era mi::ºt ~mo reg~a general, eso o miembro de alguna asociación proclive a la viole '. aE~ez _ofic~ald~ res_erva la capacidad de dar satisfacción y de reconocimieni:~1ai c:iteno umtano de . .e os mismos patrones de honor y duelo no eran los únicos signos d 1 de la sociedad alemana -relativamen~ ~ c~nstituc16n de ui:i estrato superior inclusión de personas de origen hurgué e m egra_do Y ~mphado gracias a la gradual a la de la política del II Reich :;· c1;iyaumfic,ac16n s_e~iría de manera La sociedad cortesana que s eman, pero s1 los pnnc1pales.20 representaba el centro de integr e -~grdupab,a en torno de la corte imperial d t . · ac1on e mas alto ran qmenes eran considerados honorable 21 E d l go e es a sociedad de :::-::----. --s. ra e todo natural, entonces, habida 20. La umficación del código de honor de 1 1 con esto entre los estudiantes y los' ofi ·ªa1sreg as de duelo y de todo aquello relacionado . 1c1 es es un sínt d es "b L a ~ena .s,oc1edad"que tiene la capacidad d d om~ e este_ proceso formativo de l a um~cac10n progresó a pesar del rechazo d e ar y exigir la s~~1sfacción de su honor. os m1mstrns de Guerra, a quienes habían . : esta regla~e?'tac10n oficial por parte de ~as rsociac1ones proclives a la violencia El ~~nrdo sus_ pet_1c10nesen contra los jefes de ue o_estaba oficialmente prohibid D . 1 c_ azo se Justificaba argumentando que el tproximación entre ambos grupos e: loer:f~.qUie~ manera, por la vía social se daría una as transfonnaciones del canon de com o a ivo a as leyes de honor y las reglas del duelo ~~;;;;;ati\os -s~bre las cuales tendre~==:~o Y la fonna de pen.s~ de los estudiante; 1 ans ormac1ones de una "subcultur " . gunas cosas que decu- constituven no s:t~'::!~:c s: s;ente_n obligados tanto los~~:~:: desarrollo de tales patrone~. ante que unía e o e caracter de un estrato superior alem . eses como. nobles. era en la época 21. En un sent~ el orden Jerárquico a grupos de nobles an en forr;;ac1on, esto es, de un estrato facultadas ~:r~ho, a la sociedad cortesana imperi:l !:;;'.feº:ec:gueses. todas las que re ~ la corte, es decir, no sólo aquellas que det ~do el grupo de personas ella o las qu d gu armente o de cuando en cuando ·b· en¡ta an puestos en ella, smo e, espués de ¡ , rec1 ian a orden d ceremonias t a entrega de su tarjeta de ., e presentarse en el ingreso a~¡ ras _unexamen cuidadoso por parte der;esentac10n al maestro imperial de guna de las recepciones imperiales t I qUipo en tomo a el, se les permitia , a vez, a Ull baile.
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cuenta del papel tan importante que jugaban los militares en la sociedad cortesana, que todos los miembros varones de ella se sintieran obligados por el canon de honor y que hubiera un acuerdo básico en lo relativo al trato entre ellos. Normalmente, quienes formaban parte del círculo amplio de la corte se conocían, por lo menos, de nombre o por la reputación de que se gozaba. Algo similar ocurría en el caso de la nobleza alemana en general. Si bien no todos sus elementos se conocían personalmente, sí podían identificarse con exactitud en toda Alemania para su relación con otros nobles. Los oficiales, incluyendo a los de reserva, legitimaban su pertenencia a esta clase por medio de sus regimientos. Los profesionales se legalizaban, si no por sus puestos y títulos, por sus relaciones. Por lo demás, las cicatrices daban testimonio patente de su pertenencia. Todas estas personas, desde el noble encumbrado hasta los oficiales de reserva y los profesionales provincianos se consideraban personas honorables. Los comerciantes no "lo eran, independientemente de la gran riqueza que pudieran haber acumulado, puesto que se trataba de alguien de diferente categoría. Entre los grupos que no debían contar como personas de honor se encontraban, además, los propietarios de pequeños negocios, los artesanos, los obreros, los campesinos y los judíos. Durante el siglo XIX, algunos de ellos lograron tener acceso a las asociaciones corporativas, pero a finales de dicho siglo fueron excluidos de ellas de manera formal. La posición social del emperador proporcionaba al ocupante de esta dignidad no sólo las posibilidades de ejercer el poder reservadas a una figura representativa, sino la de ser un símbolo de unidad nacional, una figura paternal para las masas. Había también otras facultades que le correspondían, como la de ser comandante supremo del ejército, ya que el emperador tenía a su disposición una parte considerable del monopolio estatal de la violencia. Sin embargo, le resultaba no obstante difícil, desde la perspectiva que le ofrecía su elevada La sociedad cortesana era bastante amplia. También los miembros leales de la nobleza provinciana fueron reconocidos como susceptibles de admisión en la corte. La saison se convertiría en la época imperial, en una práctica regular, a semejanza de la antigua season londinense, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII. La gran variedad de bailes, de gala de esa temporada daba también a la nobleza de provincia la oportu· nidad de presentar a sus hijas a la pareja imperial en la corte y de introducirlas en sociedad. El ceremonial que a partir de ello se crearía era una versión alemana del ceremonial tradicional de las grandes cortes europeas. En Baviera, en Sajonia y en muchas otras regiones existían durante el II Reich pequeñas cortes. Pero como centro de integración del estamento superior alemán en creación y de sus formas de trato y relaciones, resultaba más importante la radiante corte imperial. Si bien es cie~to que la nobleza constituyó el núcleo mismo de la sociedad cortesana, lo es tambien. evidentemente, que era política de la corte imperial invitar a funcionarios de ménto de alto rango a participar en algunos actos específicos. Personalmente, recuerdo que el director de mi bachillerato tomó parte en uno de los viajes anuales del emperador en su yate, gracias a una invitación de esa especie. Es posible que esto no haya sido sino una de las formas de comunicación, a través de las cuales, los elementos del canon de los estratos superiores llegaron a las escuelas superiores.
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atalaya, percatarse de que los ejércitos reclutados por medio de un s . . 1 ervic10 . t · militar gener al Y obl 1g~ ono - as guerras imponían la movilización de toda la población- reforzaban mmensamente el potencial de influencia de las 1 que representaba un debilitamieni:° de las _posibilidades de ejercicio del ;::·d; su parte. Como sus pares en Austria y Rusia, a la vez sus aliados y contrari apoyaba en la lealtad del cuerpo de oficiales (por lo menos , de los de alt orango, os, s)e . preferentemen ted e 1os d e ongen noble, con los cuales, en última instanc·a h b' · 'd · d · t p 1 , a 1a una comc1 enc1a e m erese~. ero independientemente de si el emperador y sus generales eran o no conscientes de la diferencia entre una conduce·, d hiº d ion e 1a . guerra a 1a an t 1gua, con JOS e campesinos y artesanos pobres a sueld ·, ·t e d o,yuna rood~rna, con eJerc1 os 1orma os p~r conscriptos de todos los estratos sociales, es evidente que pasaro~ por alto el impacto de esta transformación estructural bº, 1 , en su margen de autondad en la guerra y la paz lo cual t . . . d ºb"d 1 ' am ien e paso a 1 prmc1p10 esaperc1 · e 1caracter • . . .1 o a a masa del pueblo mismo . En con secuencia, aparentemente ilimitado de la autoridad del emperador, la pretensión tradicional de su poder y el de sus generales hasta la guerra de 1914 1918 · , . . --que d estruina poco a poco esa apanenc1a- superaba considerablement to ·d d l · e su au n a real D . ecua qmer manera, esta autoridad era mucho mayor a princ· · siglo XX que la de los príncipes europeos en una posiºciºo'ns· ·1 t ip10s e 1 d · 1 , t d 1 , . imi ar res cuartos e sig o mas ar e: a pohtica exterior alemana en su tot l'd d d d' .d d d . . a epen d gran me i a e sus ecis10nes personales de las sim , i a · . ia en prínci_~e;en últim~ instancia, era él quie~ decidía sob:!i: y :~tipatias del Tambien eran considerables sus posibilidade d . f1 . l gu , ~a )'. la paz. Tanto en el II Reich mismo como antes en s .e m mr en_ a pohtica mterna. diferentes ministros incluyendo l . . tPrusia, era él quien nombraba a los b · ' a mims ro del Interi encontraba la policía, aunque, en el caso del II R . h l or, a~o cuyo ~ontrol se caer a un gabinete Era pues el d eic ' os partidos podian hacer nombramiento de l~s oficiale; d e~pera or el q1:1edebía hacer o confirmar el la administración civil del Estad e a o r~n~?, I_>Ud1endo apoyarse, por tanto, en siguiendo la tradición prusian ~yen e eJercito. Con muy pocas excepciones y los puestos más elevados a , a a respect~, reservaba siempre en ambos casos En cuanto a las presion~s s~~imo una sene de posiciones medias, a la nobleza. aristocracia desde sus est,bli u_sa~,pero palpablemente crecientes de la alta · a ecimientos de pr · · veian en ocasiones con desconfi l H ovmcia -cuyos representantes al emperador y algo parecido p:~a ~ o~ ohenz~l!ern-, apoyaban en general de la nobleza alemana. Hasta 191: ecirse, tambien en general, de la mayoría Y.~ pesar de todas las tensiones internas esta pudo, en su carácter de :ti ma~t_ener el estatus más elev':d~~;ºt soci_al, reforza~ sus pretensiones d~ pos1~10nesmás sólidas de pod . f1 a so~1edad, gracias a disponer de las considerable de apoyo.22 ere m uenc1a y gozar, por ende, de un grado
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. a, ca a año se pr 0 d . · ucian un par de matrimonios . desiguales mal de ell' pSarticulannente en los niveles más alt d 1 e~tre personas so,·ialnwnt~ o. m embargo, la absoluta mayoría de ¡°s e a no leza. y la soCJedad hablaba a nobleza alemana se ca~,ü,a L'lltr,, ,1
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En el rango de la escala social, los nobles eran seguidos por los altos funcionarios burgueses, normalmente formados como juristas. Aquí, en la administración de alto nivel, había con frecuencia un estrecho contacto entre los nobles y los burgueses que, en muchos casos, ocupaban puestos de la misma jerarquía. El desplazamiento gradual del poder en la relación entre la nobleza y la burguesía, una de las consecuencias no previstas de la creciente urbanización e industrialización, se pondría de manifiesto en el progresivo número de miembros de la burguesía que ocuparían cargos oficiales. 23 Como antes, entre los funcionarios burgueses que seguían en rango social a los miembros de la nobleza se contaban los profesores universitarios, los maestros de carrera de todas las facultades. Más o menos al mismo nivel social se encontraba el alto clero protestante y, con algunas excepciones, el católico. Después de ellos, seguían todos los funcionarios burgueses con algún tipo de calificación académica, probada por el título de doctor, es decir, no sólo los funcionarios de los tribunales y de la administración, sino también los maestros principales del bachillerato, además de los profesionales libres de éxito, cualquiera que fuera su rama. 24 Algunos representantes de la alta aristocracia se aliaron con empresarios y hubo, por ejemplo, un conde que al asumir la dirección de una gran fábrica, abdicó de su título como concesión a la otra parte. Pero tales casos eran relativamente raros. La nobleza más pobre temía, particularmente, la humillación inevitable que ante sus congéneres significaba el ingreso a una empresa comercial. 23. Hans Ulrich Wehler, Das deutsche Kaiserreich, Gotinga, 1977, p. 76 da los siguientes dalos: "Después de 1871 puede afirmarse que ha pasado la época en que, como en 1848, 42% de los cargos oficiales medios y superiores en el gobierno prusiano era aparentemente ocupado por personas de origen noble. En 1910, de 11 miembros del Ministerio prusiano de Estado 9 eran nobles, de 65 consejeros, 38; de 12 presidentes superiores. 11; de 36 presidentes de gobierno. 25; de 467 consejeros provinciales, 271. En 1914 había en los altos cargos del servicio exterior 8 príncipes, 21 condes, 20 barones, 54 nobles sin título y también 11 miembros de la burguesía. En ese mismo año 55.5 % de todos los funcionarios prusianos de nivel medio y alto era noble (en 1890, -40.4; en 1900. 40.6); todavía en 1918, 51' % de todos los asesores del gobierno tenía ese origen". 24. Todavía a principios del presente siglo, estos grupos de nobles y burgueses conformaban en conjunto a pesar de las no escasas tensiones internas, el cuerpo de gobierno alemán, el estrato con mayores oportunidades de poder, el más rico y de mayor estatus, es decir, precisamente, el estamento formado por quienes se consideraban honorables. En comparación con este centro de dirección primario de la sociedad, la economía era aún, como diríamos, un centro de dirección secundaria. Sólo tomando en cuenta la dinámica de esa sociedad, podemos percatamos de que las posibilidades de poder de ambos grupos sociales, es decir, de todos los grupos profesionales vinculados -incluyendo a los adversarios entre sí- y especializados en la producción y distribución de bienes, eran cada vez más grandes en relación a las de las clases superiores. Si consideramos superficialmente la sociedad cortesana de la Alemania imperial, podríamos tener la impresión de que la época de Luis XIV no es, en realidad, algo muy lejano En esta retrospectiva lo importante es considerar justamente las posibilidades de poder de los estratos superiores alemanes del periodo, es decir, no pensar que eran mayores ni menores de lo que eran. Por una parte, tales estratos eran todo menos los órganos ejecutivos de los empresarios, los funcionarios de la burguesía. Sin embargo, por la otra, su posición privilegiada se vería extraordinariamente más sujeta a presiones y más amenazada por el ascenso de dos gn1pos sociaics, los obreros y los empresarios, que de los altos estratos monárquicos de los siglos
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Las asociaciones proclives a la violencia sobre todo las co,rnn ti . . . • , • .t'~ra vas y Juverules representa b an, a 1os OJOS de los estratos superiores de la époc 1 . · t · . a, ormsmoque a los P:opios, una e apa pnm~na en la gestación de aquellos rasgos de carácter de los Jóvenes, complementanos de la formación estrictament · tífi d 'd d · ecien ca ela Universi a , y necesanos para la práctica posterior de profesi'ones d, . · d ·t · ld aca emicas del tipo escn o, en especia e las pertenecientes al aparato del Estado; se . d trataba de una educación para pertenecer al estrato supen'or d 1 . . e a socie ad d e comportamiento 1deolóoico que da a la · · d alemana. El canon e 'ó b· convivencia e 1as . . personas J venes en 1as asociac10nes corporativas de este p · d · t b' eno o su impronta . tan pecu li~r es an_i ién, en muchos sentidos, una característica r · P opia del estrato social supenor de la Alemania imperial,25 Para la comprensión cabal · , de la estructura de este estr a t o supenory de sus patrones de con d ucta, podna resultar de utilidad el - l · t d , d d sena amien o e que las 'ó · fl , ., re lac10nes e po er, que hallaban en todo ello su 'd . b expres1 n, m man tambien 1 en as 1 eas que pnva an en esos círculos acerca de l fu 'ó d II nci E n e una .Uni vers1'd a d y d e l as metas que comprendía estud · ciertas corrientes impulsan a orientar. tanto iar eln e ª· n la actuahdad, Ia escue a como la U · , ·d d las tareas que esperan a los jóvenes en la economía E l Al n~v~rsi a . ' a la tarea principal de la Universidad se veía aún . n a ~mania impenal, con una añeja tradición, como la preparación ' en gran m~d~da y de acuerdo tpara el servic10 al Estado. En consonancia con ello los estudiantes c orpora ivos se concebían a sí mismos como aspirantes y cru°ididatos a una carrera que los l , b la población y los insertaría en los r l d e evana so re la masa de una carrera que los conduciría a los c angos e ev~ os de la sociedad, es decir, a de las profesiones académicas lib ;gos s1;1pe~oresdel sector público o a una las asociaciones tuviera como mertes. ra mas bien raro que algún miembro de a una carrera en la m · d us t na· o e 1 comercw· . ese era normalmente el ob' t· ~e ivo que se planteab 11 . ' . deb1do a su origen tenían as gu d an aque os estudiantes que . ,. ·1· ' e ra o e 1 mgreso a l di ., ' iam1 iar de éxito Tamb1'én l t di a recc1on de una empresa os es u antes bu · a 1guna asociación se inclinab rgueses que formaban parte de honorables, a considerar las p~~f,c~mo quería e~ estamento de las personas como ~ctividades y personas de se es10nes comerciales y a sus representantes 'al gundo rango, como aquellas que ocupaban un lugar mterior en la escal Ve a soc1 . b mos, entonces, que esta socied d d h ~rguesía, jerárquicamente . a e onorables, en la que nobles mismas formas de trato y rel e~~ratificlados,_ se encontraban unidos por la~ se com , d ac10n, por os mismo t . ·¡ s pa rones de autodirección poma e un sector milita . r y uno ClVI . En el caso del primero el camin~
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anteriores. Una pregunta , , . que aqm se plantea es la de en qué medida I , . de estos estratos su penares -y tal vez la mayoría de s . os actore:; pnnc1pales este debilita . 25. El hecho de miento de su posición de poder y de su cr . u\ mfi1embros- eran conscientes de ec1en e unc10nahzac1ón. ran d d que en Alemania a difere . d. , es e mu h ncia, 1gamos de F , · 1 .. Para una c c os anos atrás, a algunos de sus h . .' lraUnc1_a,as fa1111hasnobles ennaarrera de f¡ · . IJOS a a mve ·d d desarrollo d I unc10nanos del gobierno tend ., . rs1 a como preparación e canon estudiantil alemán. ' na una importancia dec1s1va para el
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· tit u tos d . s de cadetes escuelas de guerra y otros ms , conducía a través de aca d e~a. al que asi~aba a las personas de orige~ burgu';s similares, a una carrera e o c1 ado de mayor que quizá también podía a regimientos menos selecto~ hasta un gr bles a osiciones más elevadas. La conducir, si las circunstancu:~an en ~sp:cial en el caso de los mejo~es totalidad de los puestos más d y ro: bleza En el sector civil, el cammo regimientos, 7stabanUre_serv?d o;yª1a: :ociaci~nes corporativas mencion~das llevaba a traves de la mversi 8: . o rusianos- a los cargos supenores -con algunas variantes en tern~orios d: 1! administración del Estado con sus te dicha educación, Suprema Corte, y, por último, a los cír_c~loss~penore~ distintas ramas (admimstrac1ón _propiamen e sí or ~uchos vínculos y se unían etc.) Sus fundamento_s est?ban ligados fn~~ier:o alemán, es decir, la sociedad en la cúspide d~ 1~ pir~nnde ~ue 1:rpae:s!na misma del emperador. cortesana Y,en ultima mstancia,
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. , d la im resión de que la sociedad cortesana 4) Un examen superficial podría ~ 1 1p del emperador Guillermo II, no se de los últimos Hohenzollem, en ~articu lardaL . vnr2s Lo riguroso del ceremo. ·a1m te de digamos a e ws ai v. . d diferenciaba esenc1 en ' . . un baile de carnaval, la presencia e la boda de un príncipe, todo ello era nial, el carácter ritual de las fes:vid?, que en la corte francesa de 200 años un personaje en la óper~,. la cele ra:~os: 1 1 dor y la n·queza desplegados en realizado de manera casi igual de gr · - t b·éncone espen . antes. Algo parecido ocurn~ am i . la magnificencia de la vestnnenta cboarngo las diferencias eran también de las instalaciones de los banos f~~lens1:°"ºª• ulin ilitar y c1vi . m ero ' cortesana mase a, m rti ular importancia en este contexto. consideración. Dos de ellas son de pa c d ncia con el curso relativamente Luis XIV podía apoyarse, en codrrefrspon,e en una tradición del ceremonial . . , del Esta o anees, . miras continuo de. la .mtegracmn . t n"buyo'a desarrollar con , d rt ue él mismo con , 1 Y de orgamzacmn e a co e q , para sus fines. Detras de os d de la que se servia . 1 a incrementar su, po, ·er y ente la tra di cmn . , m as' b1"enpobre de la corte prusiana. b ue ello traía aparejada, junto con las nuevas Hohenzollern ha ia un1c~ en muchos sentidos, tanto a ellos como a ~us El ascenso al poder y la nqueza obligaciones del cargo, los colocab l t la elaboración de un ceremonial. , · t reas en o tocan e a 1 diferencia relativa a la seguridad del r~gimen. consejeros an~e n~e".as ~ Todavía mas s1gmficativa es a . h b1'a estado expuesto a nmguna , · 0 en Francia no a . l durante todo el periodo que va de, d1gam~s, a El estament_o ~onarqmc amenaza s~na, mterna o exter~: mitad del siglo XVIII. Esta relativa segundad a la segun t la v1·da y las costumbres . de una mitad del siglo . XVII · a de la cor e en 1 · fl que reforzana a m uenc1 d h cho una condición necesana para e1 buena parte de la noble~a fr~~es~ es ; o~amiento e ideológico en ese periodo desarrollo del patrón. anstocr~:1co e c~stble de su estancamiento. El poder en y, en última instancia, tamb1en_r~spo b d una seguridad comparativamente ~roceso de constitución del II Reic go~a a :nización como el ceremonial de la mucho menor, pues era nuevo. Tanto a org
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. ver not a 11 . !Hay traducción al español. N. del T.l 26. Véase N. Elías, Die hdfische, op. cit.,
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rt del rey de Prusia tuvieron que desarrollarse de manera relativamente cáo como corte imperial. El. II Reich, r p1.ªda, de acuerdo con su nueva función b ºfi ado mediante guerras, resulta a una amenaza para sus vecmos y, a su um cus vecinos, sintiéndose amenazados, constituían también una amenaza vez, saque!. En Jo interno, la unificación del país favorecía la prosperidad. A la far: este hecho reforzaría también el potencial de influencia de los estratos arg s~enso de la burguesía comercial e industrial y del proletariado industrial al estamento tradicional monárquico-aristocrático. Por supuesto, a corto plazo, este último se fue fortaleciendo por su victoria sobre Francia y por Ja nueva posición de gran potencia que esto acarrearía al II Reich unificado bajo el mando del emperador Guillermo I de Prusia. Por otra parte, 1a influencia creciente del proletariado industrial y las pretensiones cada vez mayores de poder de parte de sus representantes provocarían, gradualmente, que una buena parte de la burguesía alemana se colocara del lado de la nobleza. Así, en el periodo que va de 1871 a 1914, la mayoría de las clases medias alemanas haría la paz con los estratos superiores. Sin lugar a dudas, los exponentes de la industria y el comercio, como se los llamaba entonces, sufrirían los efectos del desprecio de ese estamento de poder, cuyos miembros consideraban que sólo la riqueza habida por herencia o matrimonio era valiosa Y, por tanto, no la que era producto del trabajo. Sin lugar a dudas, en 1a industria y el comercio, tanto comerciantes como fabricantes se quejaban y murmuraban y; de tiempo en tiempo, el Vossische Zeitung echaba pestes sobre la posición privilegiaba de la nobleza. Pero amplios círculos de la burguesía, en primer término los de los funcionarios de alto nivel y los profesionales, se sometían alegremente y; en ocasiones, incluso con entusiasmo, a la conducción política y militar de la corte y la nobleza. Estos ultimos gozaban y se enorgullecían del esplendor del nuevo imperio, conformándose con ocupar la posición subordinada y secundaria de un socio menor. El estrato medio que, como su nombre lo indica, tenía dos frentes, uno hacia arriba y otro hacia abajo, se convertiría, de hecho, en un estrato uniforme, pues, como su grupo superior formaba parte de las esferas inferiores de los estratos más altos, allí su frente desaparecía Y, en consecuencia, todas las fuerzas se concentraban en esa dirección. Allí se juntaban los intereses de los estratos medios y superiores, lo que equivalía, a su vez, a un fortalecimiento de la corte y la nobleza. Todo ello comportaba al mismo tiempo una infiltración, mucho más profunda que en cualquier otro momento, de elementos del canon monárquico-aristocrático e~ el patrón burgués. Este había sido en alguna ocasión anticortesano y tena cierta igualdad social; aquel, por el contrario, como correspondía a la die~t_e_ Posicwn social y a la tradición de sus representantes, se regía por un carácter guerrero Y tomaba como punto de referencia la preservación de las diferencias fe.ntr~ las personas, el respeto al más fuerte y al mejor y la aceptación de la atahdad del ri d ¡ 'd H , . d . gor e a VI a. asta las guerras napoleomcas -y todavía mucho e;~ues---_la _fuerte Y marcada impenetrabilidad social de la nobleza corte~ana Y Provincia por los grupos urbanos burgueses había tenido como efecto
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una mezcla relativamente escasa entre la cultura burguesa y la cortesana en Alemania. Esto significa, entonces, que la primera poseía un carác~er 2~ás específicamente burgués que, por ej~mplo, la de Ingl~te~ra o Francia. La elucidación de en qué medida se modificaría esta peculiaridad en el curso del desarrollo alemán antes de 1871, está por determinarse. Como sea, después de 1871, puede constatarse que hubo en Alemania un notable acercamie~to entre algunas porciones de la burguesía y la nobleza, así como una penetración correspondiente de valoraciones y actitudes de canon, vigente e~;ª époc~, en ~?s patrones de comportamiento y formas de pensar de la burguesía. La umficacion del canon estudiantil alemán de duelo y honor es un ejemplo de ello. Con el ascenso social de las clases comerciante y obrera, algunos elementos de estos patrones pasarían a formar parte del canon mismo de estas, convirtiéndose, al aburguesarse a su manera, en aspectos de lo que torpemente ~e ha llamado el "carácter nacional" de una sociedad de Estado. El encanto especial de las mujeres y la elegancia informal en el idioma en los territorios de los ~stados que sucederían a las dos cortes más poderosas del siglo XVIII y, en p~te, incluso del XIX así como en las cortes imperiales de Viena y París, son igualmente testimmrios de estas transformaciones de las pautas de comportamiento e ideológicas originalmente aristocráticas, en pautas nacionales, de maner_a similar a cómo el canon, inglés del gentleman, que originalmente era privativo de las clases ~uperiores, se extendería a otros estratos y se convertiría en un aspecto aburguesado del canon nacional inglés. Existieron también algunos patrones de comportamiento y forma de pensar de la nobleza alemana, so~re todo ~e la prusiana, que se convertirían, aburguesados, en elementos del caracter nac101:al de los alemanes. Es seguro que tales rasgos habían penetrado en amplios círculos de la población antes de la institución del imperio; sin emb~rgo, ~a acentuada tendencia por parte de la nobleza alemana de mantener a distancia a la burguesía dificultó o impidió en aquel momento el traslado de los patrones 27. N. Elías, Über, op. cit., vol. I, op. cit. (nota 8), cap. l. (Hay traducción al español. N. _delT.] Véase también, del mismo autor, "Das schicksal der deutschen barocklynk. Zw1schen , hofischer und bürgerlicher tradition", Merkur, año 41, 1947, pp. 451-468. 28. Soy consciente de que he indicado aquí de manern dem~siado fugaz, un patron de desarrollo social que, en realidad, merece una cons1derac10n menos breve. El siglo XVIII alemán en el que algunos movimientos marcadamente burgueses alcanzan un grado relativ;mente alto de autonomía frente a la tradición específicamente cortesana_ de la época se contrapone aquí al curso que sigue la sociedad alemana en la epoca imperial; en ella, p~rtes de la burguesía alemana se subordinan a la dirección d_elos grupos cortesaiws y nobles, absorbiendo al mismo tiempo elementos de su_trad1c10n cultural. No ha_si_do considerado, por lo tanto, el periodo intermed10, es decir, el lapso que va de pnnc'.p10s del siglo XIX al año de 1871. El desarrollo de las relaciones entre nobleza Y burguesia en este periodo requeriría, sin duda, de un análisis mas cuidadoso y exacto. Y, sm embargo, el contraste es evidente: en el siglo XVIII, batirse en duelo no era, con tocia ~egundad una costumbre que formara parte de los usos de la sociedad burguesa; despues de 187 adquiriría importancia en la sociedad de los consid_erados honorables como elemento constitutivo de la tradición nacional de la cultura alemana.
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onducta y formas de pensar de una clase a la otra. Sin embargo, con la e i~cación del II Reich y la creciente incorporación de los grupos burgueses un or ejemplo, otorgándoles títulos y órdenes- a los estratos inferiores del -ramento cortesano y aristocrático, se reducían los obstáculos para que esos es trones aristocráticos penetraran en los círculos burgueses y para que se pa . al transformaran en pautas nac10n es. Ahora bien, el canon de comportamiento y forma de pensar de la nobleza prusiana y, en cierta medida, de la alemana, tenía características especiales. Sin duda, en los siglos XVII y XVIII era posible encomiar una especie de cultura cortesana y aristocrática, cuyos patrones de comportamiento y forma de pensar partían de Versalles Y,con algunas variaciones, se extendían por todas las cortes europeas, encontrando también, con frecuencia, imitadores en los círculos de la burguesía. Pero Prusia era un país relativamente pobre, sacudido por la guerra y, en general, un territorio marginado de la cultura cortesana de estos siglos, cuyo centro era Francia. Los ocasionales intentos del rey Federico II de promover en Berlín hábitos cortesanos, no tuvieron ningún eco particular. Los trastornos producidos por las frecuentes guerras, a las que Prusia debería su grandeza, concedían constantemente prioridad a los valores del guerrero sobre los del cortesano como norma de conducta y forma de pensar de la nobleza. Había un elemento adicional. En Francia, el destino de la nobleza guerrera hab_íasido determinado, en gran medida, por el hecho de que, hasta muy entrado el siglo XVIII, tanto la nobleza como la burguesía disponían aproximadamente de las mismas oportunidades de poder, al tiempo que las tensiones entre ambos est~atose~an, por r~z~nes q~e no viene al caso investigar, relativamente grandes. Lms ~V 1mpulsana mtenc10nalmente esta constelación, institucionalizándola tamb1en en parte. Se trataba, en realidad, de una de las premisas más importantes para el gran margen de maniobra de los reyes franceses, pues permitía a estos Ya sus represen~tes crear rivalidades entre las distintas castas y rangos y, de es~ .~anera, manipu~arlos. El rey podía de este modo, sin poner nunca en te!~ deJmc10 su pertenencia a la nobleza, distanciarse también de ella· y podía ' obligar. a la , para e'l espec1'al mente peligrosa, alta nobleza --que constantemente fe queJaba de que el rey había convertido a sus miembros en súbditos como todos os temás, que los había degradado-- a observar sus leyes para someterla la buº: otr~ pa~e,_en _Inglaterra, las tensiones entre partes de la nobleza.y de gru ~e:~ dismmmrían ya durante el siglo XVII. De común acuerdo ambos de ~~:e ª ian elaborado las condiciones para limitar las pretensiones de poder 1 compl . yes. Alcausa de ello, en la Inglaterra del siglo XVIII se desarrollaría una centroeJa d esca d a de tens·wnes, den t ro de ¡a cual, el rey y la corte constituirían un e po er,.tal vez no el más fiuer t e, mien · t ras que los grupos aristocráticos y burgu eses umdos (la gentry) r t , · epresen ª ban otro centro de poder del mismo peso y tal v h ' ez, asta mas poderoso. En Prusia po ¡ . rrera sería so~ :: c~ntr_an_o';(tratándose de un país pobre, la nobleza gupseñores pr· . el i a a pnnc1p10, como había ocurrido en otras partes ¡Jo; lo" mc1pa es · Con 1a convers10n ., d , " e sus fuerzas en ejércitos profesionalps
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-cuya existencia era una condición necesaria en el proceso de monopolización de la violencia por parte de los monarcas, al mismo tiempo que uno de sus síntomaslos guerreros, que constituían un grupo relativamente libre de terratenientes y caballeros nobles, se transformarían también en oficiales al servicio de los señores principales. Sin embargo, siendo como eran las ciudades prusianas relativamente pobres, el potencial de poder resultó desigualmente dividido entre la nobleza y la burguesía en detrimento de esta última, al tiempo que las tensiones sociales entre ambos estratos siguieron siendo, como en casi todas partes en Alemania, particularmente grandes. En correspondencia con esta situación, el equilibrio de poder entre estos tres centros -rey, nobleza y burguesía- se transformaría en una configuración cercana a un acuerdo tácito entre los dos primeros. Por una parte, la nobleza necesitaba de una casa reinante hereditaria en sus pugnas con otros Estados más o menos centralizados: tenía necesidad del rey como comandante del ejército, como coordinador supremo de la organización militar y de los funcionarios, como árbitro en los conflictos entre la nobleza y la burguesía, lo mismo que para otras funciones de integración. La república de nobles polaca, con su rey electo, mostraba de manera particularmente clara las debilidades de un mero dominio de la nobleza en sus conflictos con otros estados monárquicos vecinos altamente centralizados. Pero, si bien simplemente por estas razones la nobleza dependía del rey, por otra parte, la relativa debilidad de la burguesía reforzaba su papel junto al monarca. Surgiría así una constelación en que la nobleza se sometía al rey, unos al proporcionarle oficiales del ejército o prestar servicios en la corte y otros como funcionarios. Pero también el mismo rey se sometía a la nobleza al obligarse a preservar la primacía de ella en la escala social del país. Este pacto no explícito convertiría al rey en guardián de los privilegios de la nobleza; entre ellos se encontraba el derecho a ocupar la totalidad de los cargos más altos en la corte, la milicia y la administración, así como a obtener un máximo de posiciones medias para usufructo de sus hijos. La situación de peligro constante, unas fronteras de difícil defensa y la posibilidad consecuente y siempre presente de guerras en el propio territorio son también factores que contribuirían a que la cultura de los guerreros se mantuviera en límites más bien estrechos. 29 Sin duda alguna, también se daría una transformación de la nobleza guerrera con la creciente monopolización de la violencia por parte de los reyes y con la comercialización y monetarización ~e la sociedad ligadas a ello. Pero esta transformación no alteró la preeminencia que en el canon de la nobleza prusiana, tenían los patrones militares sobre los patrones civilistas-cortesanos. 29. A diferencia de esto, en Francia, en general, la fuerza de los ejércitos de tierra, junto co.n el monto de los ingresos reales darían al rey y a sus generales la posibilidad de dirimir los destructivos conflictos militares por alcanzar la supremacía en Europa, fuera de su propio país. Durante toda la segunda mitad del siglo XVII y todo el siglo siguiente, el territorio central de !<'rancia, en especial París, no fue nunca amenazado senamente por alguna potencia extranjera enemiga.
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Portanto, el carácter peculiar ~e los patrones de comportamiento y forma de pensar que, por el mayor acercamiento de _los~pos nobles ~arios y militares los grupos urbanos burgueses, se modificaria y se convertiría en un canon ~ominante de la nación alemana, no puede entenderse satisfactoriamente si se pasa por alto el hecho de que la buena sociedad de la Alemania imperial no era, en forma alguna (a pesar de que por ella fluían elementos del pasado prusianoo también, según sea el caso, del pasado bávaro o sajón), una sociedad particularmente rica en tradiciones, sino más bien y en el fondo, una "buena sociedad" insegura y amenazada. En comparación con el poder tradicional de los más antiguos grandes Estados de Europa, había detrás de ella un largo periodo de relativa impotencia en los territorios alemanes, aunque los sentimientos de humillación se transformaban en el curso de algunos decenios, con la creación del II Reich, justamente en lo opuesto. En particular, el estamento de poder de la Alemania guillermista no sólo era un estrato amenazado en lo interno y externo, sino también un estrato no muy seguro de sí mismo, a la manera en que lo son los nuevos ricos. Sin esta sucinta mirada retrospectiva resultan ininteligibles, por ejemplo, la notoria y ostentosa formalidad de los alemanes al igual que la peculiaridad del abanico formalidad/informalidad del que forro~ parte. Los modelos de comportamiento de una nobleza militar que sólo en un sentido muy modesto Y parcial se había hecho cortesana fueron absorbidos en el periodo posterior a 1871, por amplias capas de la burguesía. Esto tendría como consecuencia que fueran tales patrones los que determinaran tamb"e' i n, "d 1 en ~an ~e di a, o que se ha dado en llamar el carácter nacional alemán. es decir, mas ~xactamente, la tradición específicamente alemana del canon de comportamiento y forma de pensar. El papel del due_loen_el trato social entre los nobles y, más tarde, entre los oficiales_de los rangos infenores de la jerarquía militar es síntomático en especial en Prusia, en el desarrollo del equilibrio de poder entre los señores p~íncipales y 1~nobleza guerrera. La pretensión de los nobles, de no tener que dirimir sus conflictos personales con hombres de su mismo estrato social mediante una d · · , de autorid d d 1 d . . ecision . a e rey o e sus tnbunales, smo de solucionarlos contraviniendo el 0 0 ~ ho real de la violencia, con las armas en la mano en una lucha entre los ::c ª os Y_~ea~uer~? con el código de honor propio, era como ya hemos dicho 'loª ceoxmprelsion_ si1:1dbohcade la forma en que la nobleza se veía a sí misma. n; So o a cuspi e de 1 · , "d · 1 · · del E t d E a pirami e socia ' smo como la verdadera encarnación se aj~s: ~- n consonan~ia con ello, sus representantes en el estamento estatal estrate ~at~ a ~us ~ro~:os reglamentos, a sus patrones de comportamiento v las leye~ del E:;a;~ sr:~nd~se autorizados~ rebasar, en determinados sentido~. masa del uebl . nc~ón ~e estas ultimas era mantener el orden entre la alta noble~a u o, ent_re los subditos del rey, pero realmente. los miembros de la nunca del e supie:on_conserv~r las propiedades heredadas, no se sintieron o como subditos de nmgún príncipe reinante.3º
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Es un hecho que los altos estratos de la sociedad de otros países europeos consideraban también, hasta los primeros años del presente siglo, que observar los principios de un código de honor aristocrático era algo obli.gatorio. Pero es dificil que, en algún otro de estos países, batirse en duelo haya Jugado un ?ªPel tan importante hasta 1918, como núcleo mismo del canon de honor no solo de las capas sociales más altas, sino de las medias altas, y no sólo de la .nobleza y el cuerpo de oficiales en su totalidad, sino de los ~u~rpo~ de estudi~ntes y profesionales, como en los territorios alemanes, Austna mclmda. Y ~s mas: ~sta función no la asumirían como un remanente específico y concreto de tiempos idos que pueda considerarse de manera aislada. Su importancia no se reducía a una competencia violenta y armada entre dos hombres; se hacía patente en ella la posibilidad de amenaza, presente en todo momento, de lucha entre do~ pe~s~nas, de una lucha que podía dar siempre al más fuerte poder sobre el ma~ d.ebil,al mejor tirador control e influencia sobre el peor. Consciente de su supeno~dad, el primero podía rechazar el intento formal de una conciliación o de una disc~lpa. En otras palabras, el duelo resultaba característico de un comport~miento social estratégico, ampliamente extendido en la sociedad no tan pacifista de épocas pasadas y que ahora, arropado con rituales formalizados, seguía con la alta nobleza se encontraba la multiplicidad de Estados y las posibilidades de evasión que esto ofrecía a ~uienes estaban al servicio de un príncipe. En la Francia d~l antiguo ré~men había únicamente una corte importante. Un cortesano de rango no tenía runguna pos1bihdad de evasión cuando había caído de la gracia del rey. Por el contrario, en Alemania, si una persona de rango perdía el favor de un príncipe o se sentía ofendido por él, podía aband?nar su corte o dejar de estar bajo su servicio y buscarse un lugar en 1~corte o_e_nel serv1c10_ de algún otro príncipe alemán, sin tener la sensación de que con ello iba al ex1ho o que su Vl~a había perdido prestigio y sentido. Existen numerosos ejemplos de esta estrategia_ de evas1on. Recuerdo en este momento uno tomado de la época guillermista (véase F Zobelitz, Chromk der Gesellschaft: unter dem letzten Kaiserreich, 2 vols., Hamburgo, 1992 [nota 32], vol. 1, pp. 133 y ss.) Guillermo II gustaba de atraer a su, corte ~o~bres de la alta nobleza que le acarrearan fama. A este tipo de personas pertenecia el pnnc1pe Car! Egon von Furstenbe~g. Se trataba de un miembro de la nobleza de la primera época; su origen se remontaba, ~m interrupciones, a condes y terratenientes nobles del siglo cuyos descendientes hab1an sido elevados en el siglo XVII al rango de príncipes del I Re1ch, hasta que, a con~ecuenc1a de las guerras napoleónicas, su principado perdió influencia. El Fürstenberg gu1lleni:11sta estaba casado con la princesa de :alleyrand-Périgord, y e_rainmensamente neo, ª.~emas d: gozar de la buena vida en la sociedad cortesana de Berlin y Postdam. Era tamb1en lo qu se llamaba en aquella época un deportista entusiasta, amaba las carreras,.elJuego y la vida mundana. El viejo emperador y su esposa le dispensaban gran afecto. ElJov.en emperndor, Guillermo II impetuoso e impulsivo, hizo, algunos años después de su ascens1on al gobierno y en el marc~ de sus esfuerzos por limitar la vida cada vez más llena de lujos de la 80crndad cortesana, incluyendo a los oficiales militares, una observación d':spect1va que el pr~.nc1;; van Fürstenberg interpretó como referida a su persona. Poco despues. abandonan a la c1ud v se instalaría en sus propiedades del sur de Alemania dejando, como se ehJo entonces. u~ hueco sensible en la buena sociedad. El emperador buscó luego traer de regreso a su corte a ., · _Ycargos ca,d a ~e zrn• rico seüor, otorgándole primero un rang~ muy honroso .en e 1eJerc1to er altos en la corte. Con el tiempo, ambos senores se reconciliaron y el pnnc1pe von Furntenb g regresó con su familia a Berlín.
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.da en una sociedad posterior más pacificada, a pesar de que transgredía el :onopolio de la violencia pue~to en manos del ~eñor principal y, con ello, del Estado. El duelo colocaba en pnmer lugar a los miembros de determinados estamentos sociales: el de la nobleza y el cuerpo de oficiales, y el de las asociaciones burguesas de estudiantes corporativos y el de sus antiguos patrones burgueses, en suma, al estrato de los honorables, sobre la masa del pueblo. Para llevarlo a cabo, se sometían a una norma especial de restricción que, en determinadas circunstancias, convertía en algo obligatorio para ellos recurrir al uso de la violencia,posiblemente con un desenlace fatal. De este modo, la estrategia social típica de las castas militar~s, a la que nos hemos referido anteriormente, se conservaba y era una especie de escala de valores en cuyos niveles superiores, si no es que en su nivel más elevado, se ubicaba la fuerza fisica, la destreza y la disposicióna participar personalmente en una lucha. Otras formas más pacíficas de competencia, otras estrategias de trato, particularmente el debate, es decir, la discusión, la persuasión y el convencimiento, se consideraban, de acuerdo con ello, de escaso valor o, de hecho, despreciables.ª1 Un episodio de mitad del siglo XIX muestra en miniature lo impedidos que se e?~ontraban .ª~n el rey mismo y su órgano ejecutivo, la policía, bajo las cond1c10nestradic10nales de poder existentes en Prusia de sancionar la transgresión, derivada del código de honor noble, pues ello~ mismos debían doblegarse ante un ilícito que, aunque formalizado era un hecho violento. En 1848, m:~.señor von Hinckeldey, casado con una dama cuyo nombre de solte;a era Frenn von Grundherr, era el director de la policía de la ciudad de Berlm. Se trataba de un hombre rígido y honrado que, haciéndose eco de los 31. Allí donde a la estrategia de trato con las personas, consistente en mandar y obedecer. se le asi~a un valor particularmente alto en el canon de relaciones de una sociedad de ac~erdo :n as estruct?ras de poder vi~entes en ella, también se le asigna, comprensiblemente, 1valor r~ducido a la estrategia de persuasión y convencimiento qua discusión En un e~ omo ~si, el arte de_!_adiscusión no tiene muchas oportunidades de desarrolla;se al
:;~~:: ~=:!: ~:t::~t¿~d1 1: b ::
e~ u¡~li_z,aciótde la estrategia correspondiente resient:Íos estrategias de orden a. ra 1c1ona eman.a es bastante notoria esta habituación a indirecto de la fue y .e enc1a ~on frecuencia también acompañada del uso directo o en estrategias de rd~a IS~~a- al iguhal, hasta hace poco, que la relativa falla de habilidad 1scus10n como erencia de I h - d · · estructura de b. ' . . os mue os anos e sometimiento a una nuestros días gp~e1dernoy dtom1mo absolutista o prácticamente absolutista. Todavía en e cons atarse en Alemania n I t d · relativamente com le'a con ' . ' u ma es ar pro uc1do por la reserva de los conflictos ex pi U. que se mamfiestan los afectos, una reserva hacia las soluc10nes c us1vamente con ayudad 1 d' ·, b', el agrado con que s . t . e a 1Scus10nY,tam 1en, en el sentido opuesto En mi libro U"b d onpv1s as 1as estrategias simples de orden y obediencia , . er en roze der z · ·r t · 12 ¿ · c1as entre las estr t . d wi iza ion, va . ' oc. cit. [ver nota 7J ilustro las diforenf a eg¡as e trato correspond ·e t t d · ranceses opuestos t . . . I n es, ornan o como eJemplo a dos nobJps · di a es os princ1p1os a fin d 1 · 1 X\'l · in gna públicamente contra el re es e_ s1g o l. El duque de l\1ontmorL•ncv Sl' una lucha fisica· por el t . yly busca realizar sus obJet1vos a la manera guerrL•r·, L'n ' con rano e duquedeS · ts· · 1 • l· a conversación, por medio de 1~ , . , ain imon o hace a la manera cortesana de persuas10n Y el convencun1ento del asp1rantl' al tron,,.
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intereses de su rey, no sentía sino desprecio por la agitación democrática de esta época y hacía sentir a los agitadores toda la fuerza de la ley. Pero como representante de la ley, consideraba su deber hacerla valer también cuando eran los aristócratas quienes la transgredían. Uno de los usos del mundo de la aristocracia consistía en frecuentar los casinos que, si bien ilegales, eran tolerados por la policía cuando sus clientes pertenecían a los altos rangos de la sociedad. Sin embargo, von Hinckeldey decidió intervenir. Una noche tomó parte personalmente en la clausura de un casino para nobles. Al hacerlo tuvo un enfrentamiento con un individuo de nombre von Rochow-Plessow, quien sintiéndose ofendido, exigió satisfacción en duelo con pistola. Una nota, redactada por "un testigo ocular", describe lo que ocurrió después. 32 El testigo era el doctor Ludwig Hassel, que había tratado con frecuencia al director de policía como paciente. A Hassel le fue solicitado por el mayor de policía Patzke, el 9 de marzo de 1856, presentarse a la mañana siguiente para "un asunto médico de honor" en el departamento del consejero superior secreto de Estado, Freiherr von Münchhausen, llevando vendas y material de curación. De allí, el grupo se trasladó en dos coches a Charlottenburg. El primero era ocupado por von Hinckeldey y Münchhausen, el segundo exclusivamente por el Dr. Hassel. Los carruajes se detuvieron cerca de la caseta de vigilancia de Charlottenburg: allí encontraron también al viejo director de policía, el doctor Maass, con quien Hinckeldey intercambió unas palabras antes de que los coches siguieran su camino. Se dirigieron rápidamente hacia el bosque, al llamado Claro de las Vírgenes, por la casa forestal del Konigsdamm. Al llegar allí, se dirigieron a pie hasta el lugar acordado, donde ya esperaba el señor von Rochow. Faltaba todavía, sin embargo, el noble von Marwitz que era la instancia imparcial. No apareció sino hasta un cuarto de hora después: un puente levadizo bajo el que pasaban las barcas lo había detenido. El duelo se inició a la manera usual. Marwitz intentó de nuevo, inútilmente, una reconciliación. De acuerdo con el informe de Hassel, el estado físico y mental de von Hinckeldey, era terrible; lo aquejaban los presentimientos y pensaba en su pobre mujer y sus siete hijos. Al principio del duelo falló la pistola de von Hinckeldey, por lo que pidió otra. Se escucharon después los tiros. Von Rochow seguía de pie, ileso. Por el contrario, Hinkeldey hizo un medio giro con el cuerpo y se desplomó en los brazos de Hassel y Münchhausen, que lo depositaron suavemente en el suelo. Hassel se dio cuenta de inmediato que la herida era mortal: sangre de la arteria manaba de la boca del herido. La bala se había alojado en el pulmón. Con la ayuda de los dos cocheros y del sirviente Hinckeldey fue subido a uno de los coches. Para no exponer a Rochow a una detención, se decidió no regresar a Berlín, sino llevar a Hinckeldey con el director de policía Maass.
Hassel y Münchhausen se dirigieron luego a informar al rey; q · ., 1 till d Ch , uien en esos días VIVIa:n e cas . o e arlottenburg [...] El rey los recibió profundamente conmoVIdo, cammó ,llorando de un lado a otro de la hab"t1 ac1on ·, y parecia, . estar desespera d o. Lo uruco que podía hacerse era dar a la :fianu"li Hi ck Id . f"[]Eldíd . a neey . a el sepelio, el rey y los príncipes se presentaron en la tnste no 1C1a... el departamento de Hmckeldey, tratando de consolar a la infeliz viuda.
¡· Aquí se muestra, con toda claridad que es imposible ente d 1a · · d I , ' n eryexp1car con~venclia e las PI ersonas ?asandose exclusivamente en las fuent.es oficiales arte no escntas · ' por eJemp o, en as eyes escntas. Las reglas sociales en buen . , aP constituyen un aspecto por lo menos tan rico en consecuen · ' d ' c1as como 1as reglas , ·t d I expl1c1as e canon Y,en to o caso un elemento absol t te · d" 'I d · . ' u amen m 1spensable de e un aspecto que eJa su impronta en los patrones obs bl d fi d erva es e compor. t t amien o y ormas e pensar de los individuos sociali"z d d . a os e esa manera tal y como l o hacen 1as leyes oficiales que forman parte d I t ' e as es ructuras formales . . del monopo l 10 estata 1 de la v10lencia. En la actuali"d d h h h · · . se · a ec o frecuente recurrir· a I concep t o d e cotidiamdad y servirse d 'I l b ·, . e e como mstrumento teóri . ~o para a o servac1on e mvestigación de formas de comporta · t más o menos privadas 33 Por desgr . I fi m1en o y experiencia · acia, en a orma en que e tT d h s u I _iza o. oy -~or secta~ filosófico-sociológicas resulta inútil como inst Un eJemplo de ello lo tenemos a la vista El b t· rum~ntol de mvestigac1on. superiores, lo mismo que las palizas de ~ I~se e~ ue o de los estratos 1 en la "cotidianidad" de la fenomenol , d sl capas mfer10res, podrían incluirse pseudofilosóficas de la sociología fr:~e:ta~=t~ometodologí~ o de ?tras ramas el uso sin rigor de este concepto araliza c _en~estros d1as. Sm embargo, las estructuras de la convivenci~ entre 1/alqmer mtento de ~omprensión de estructuras de poder. Induce a la investi s_~erson~s, e~ part~cul_a~, el de las gac10n de s1tuac10nes md1V1duales de manera aislada como s1·exi· t· , s 1eran en un vacío · l' · ª.perderse en interminables y arb. t . . socio º!51CO, y es proclive también sm brújula en un mar de e . d" I r~C ~s mterpretac10nes. Se navega entonces , piso 10s. ¿ orno podemos fi fienomenos cotidianos como l b ti d ' en e ecto, esperar que de • ' e a rse en uelo entre lo · b 8 upenores o las palizas entre I . fi . s nuem ros de los estratos vivo cuando al mismo tie os m enores pueda resultar científicamente algo de las estru~turas sociale~:qno nos ebsforza1_110~ en ~onstruir modelos teóricos ue am os estan mclmdos? La compar . , ¡· · acwn entre el duelo y I una luz más a ro i . . as pa izas co1oca a ambos fenómenos b . eq~ilibrios de ~od~rª!:·e~l:mm~ndo, además, la distribución de los palizas, constituirían guerra: so~1e~ad. ~bos hechos sociales, el duelo v la~ ~ pnva as, fenomenos que seguían a un confli~to. i,
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· Vease N El' " M · · ias, Zum begriff des allt " en Kurt Hammench y l\lichael Klem i rnmps ' im~e;za/ien zur soziologie des alltags 34. En la ~z1alP¡_sychologie,Opladen. 1978 p;;;~;;pecial 20. Kolner Zeitschrif/ /111Soz1ulo.~i,: IeJa Iteratura no di . ' .. Se trata d d . se stmgue, en realidad ~ de const't e ~' versiones de la misma palabra Ú. en orma alguna. entre duel/um \" beílum 1 UC!ondel Estado, con la monopoli ... mcamente con el desarrollo dl' los· procero, zac10n creciente. del a ·acc10n · nolenta · µor parte'
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32. Ludwig Hassel. Die letzten studen des polizeidirektor van Hinckeldey, Beitrag zu seinem :s.;ekrolog rnn einem Augenzeugen, Leipzig, 1856. La descripción que sigue ha sido tomada de: Fedor von Zobelnitz. Chronik ..op. cit. La cita se encuentra en el vol. l. pp. 208-210.
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Sin embargo, el duelo era un tipo de acción violenta formalizado en alto grado, un acto que atentaba contra el monopolio estatal de la violen~ia y rese1:7~do, ante todo, a los nobles, sobre todo, a los oficiales, y luego también a los civiles burgueses de un estatus social suficientemente alto. La gente de los :angos inferiores de la sociedad podía golpearse sin necesidad de guardar mnguna forma si entraba en conflicto con alguien, y el Estado no se preocupaba de ello con tal de que nadie resultara herido de gravedad. Si tales individuos se enfrentaban entre sí con las armas en la mano, se los enviaba, siempre que resultara posible, a prisión. Si en uno de tales litigios, alguien disparaba Yhería de muerte a otra persona, era probable que él mismo fuera condenado a ~uerte y ejecutado en nombre del Estado. Sin emb~rgo, en el duelo, l~s autor~dades estatales aceptaban que los delitos de este tipo eran una especie de dehtos de caballeros y que, por tanto, no podían ser castigados de la misma manera que las acciones violentas de otras clases sociales. En correspondencia con ello, los duelistas no eran condenados por los tribunales a ir a la cárcel, sino a una detención en alguna fortaleza, por un tiempo que variaba de acuerdo con la gravedad de las heridas causadas. En caso de muerte del rival, era común que quien lo sobrevivía se trasladara por algún tiempo al extranjero. . . Un episodio como el que acabamos de presentar es representativo de cierto tipo de sociedad. Su estructura es también la de esta, en especial, su estructura de poder; aquí, en primer término, la distribución de poder entre los elementos de la sociedad real prusiana y de su heredera, la sociedad imperial alemana. Resulta impresionante ver la naturalidad con que el canon soc~al de _las clases superiores activa la solidaridad de sus miembros frente a ~a v10lencia estatal, aún cuando poco antes se habían enfrentado, con una seriedad mortal, como enemigos. El código de honor de la nobleza tiene prioridad a_nte las leyes del Estado. El rey mismo estaba obligado a acatarlo. Aun los guardianes ~e .las leyes del Estado se esforzaban de manera automática por evitar que el hom1C1dafuera castigado por los guardianes de la ley, que recibiera un castigo que un homicida de menor rango social habría recibido de inmediato. . . El consenso que se daría aquí, como también más tarde por las cicatrices y los duelos estudiantiles, entre todos los participantes para evitar que los tribunales del Estado y sus leyes intervinieran cuando se hacía uso de las armas y se produjeran consecuencias penales, expresa una convicción que puede encontrarse no sólo en los estratos superiores alemanes, pero cuyos efectos se sienten de manera particularmente intensa en el desarrollo de la nueva ~~s Alemania y pueden aún casi constatarse en la actualidad. Esta es la idea clases superiores que vuelve a adquirir fuerza después de 1871, la conviccion de que los que realmente constituyen Alemania son los ~upas relativamente poderosos --en la época, por ejemplo, el emperador, la socJCdad cortesana Y la
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de un seño supremo, pueden las personas distinguir la diferencia entre un acto v1ohmto dteclarado formalmente desde la alta atalaya del jefe de un Estado y el acto v10lento de mvel mfonor, esto es el declarado y organizado de manera privada como el duelo.
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nobleza, seguidos por los sostenes civiles y militares del Estado- En relación con ellos, los otros estratos de la sociedad aparecen si no como comparsas, sí como inferiores, subordinados y como elementos externos. Exactamente esa misma idea encierra la identificación de este estamento con el "pueblo" 0 con la "nación". Por lo menos, en tiempos de paz, estos conceptos abarcaban a toda la población sólo como abstracción, como símbolo de una fantasía fuertemente cargada de afectos positivos; en la práctica, sin embargo, se incluía en esas designaciones solamente al propio estamento social. A todo ello correspondía, como representación consecuente, la imagen tradicional que, en la masa del pueblo alemán, existía acerca del Estado. Sus representantes tenían la experiencia del Estado no como algo que ellos mismos conformaran, sino como algo externo, constituido por los altos gobernantes, los que f?rman pa~e ~e~ poder instituido, los que m~dan. En la época imperial, esta imagen comc1d1a mucho menos con la realidad -en el sentido de una distribución realmente ~bservable del poder entre el gobierno y los gobernados, entre el estamento dommante y estos externos dominados- que anteriormente en la Prusia monárquica. En correspondencia con esta situación especial de ~ régimen más o menos absolutista y autocrático y un canon tradicional de orden y obediencia,. la estructura de la personalidad de los individuos se ajustaba, en gran medida, en los Estados alemanes, a un orden social estrictamente autocrático Y jerárquico. El arraigo de una forma de dominio autocrático crea en ~l carácter de los individuos, una necesidad constante de una estructur~ social que corresponda a esta estructura de personalidad es decir la necesidad de una jerarquía sólida de supra y subordinación que' se manifieste entre otras cosas, en ~as formas estrictamente ritualizadas de distanciamient~ social ya que, en realidad, en el caso de una estructura de personalidad constituida de ~~ta man.era, 1~,formalización social establecida como orden y obediencia, facihta la on~~tac1on del trato y las relaciones sociales con otras personas, así ~ornola _solu~10~de los problemas que en ello puedan surgir. Una formalización e ese tipo hmita d~ manera precisa el margen de decisión de cada individuo pues le ofrece, gracias a los lineamientos de responsabilidad y competencia' : ~~oyo firme :n. sus propias decisiones, haciendo posible a la vez un controÍ in~ iv_amen~efac1~d~ las _tensiones personales. Estas, en efecto, crecerían de edifato, si esta Jerarqmca armazón social se debilitara o si fuera sacudida en sus undamentos. 6) El · d' punto d:p1so .10que hem~s cita~o puede, por lo tanto, servir con provecho como zación Elpa_rti~a.padra la i?vesti~ación adicional del problema de la formalieJerc1c10 e la v10lenc1a que permi ·t,ia e 1 estrato superior prusiano . bl' y al que b se tratab: d1;:n: ~o:us m¿emb~~s n? era simplemente de un tipo arbitrario; Sin duda 1 . ma e acc10n v10lenta formalizada de manera extrema • as pas10nes y los mied · t , · ,, os in ervenian en ello, pero se encontraban sometidos a un ""' ierreo contra 1 por medio d ·t 1 · · . e un n ~a social mmuc10samente e1aborado. El duelo . 8 mckeldey-Rochow nos permite tener una idea dP ello.
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Era del todo evidente que el director de la policía berlinesa temía a su _rival. Además, no es raro que el miedo de quien maneja un instrumento contnbuya al surgimiento de problemas técnicos, a que las armas fallen. No cabe duda que Hinckeldey sabía que su oponente era un notable tirador, y que presentía que se había propuesto matarlo. Pero la presión social ejercida sobre él, la restricción heterónoma para autorrestringirse, no le dejaba otra opción. Abandonar el duelo no sólo hubiera tenido como consecuencia la pérdida de su puesto, sino también de todo aquello que daba sentido a su vida. 35 Es posible que von Rochow hubiera sabido que él era el mejor tirador. Tal vez lo alegraba -una alegría vi~culada a su enojo- mostrar al director de policía que lo había distraído de sus Juegos de casino cuál era su lugar. Disparó al pulmón, así que es evidente que su intención era matar a Hinckeldey sabiendo que nada le podía pasar. Se descubre aquí, con gran claridad, la restricción en las formas de trato a que se sujetaban esos estratos superiores. Cuando hablamos de un abanico de formalidad/informalidad, nos estamos refiriendo no sólo al ámbito de lo que, en un sentido estrecho, se podría llamar maneras. No nos referimos solamente a hábitos como el de dar la mano a cada uno de los presentes al llegar a una casa o decir simplemente "¡hola!", o al de llevar o no flores a la señora de la casa cuando se visita a una familia. Con ello queremos referirnos, más bien, al grado y la fuerza de los rituales sociales ligados al comportamiento de las personas en el trato con la gente, hasta el fin de sus días. Por otra parte, en esta historia resalta la relación entre estructura social y estructura de la personalidad. Las sociedades en que, si bien en una forma extremadamente formalizada, el uso de la violencia fisica en el trato se tolera o, como en este caso, prácticamente se fomenta, favorecen el desarrollo de formas ideológicas, perceptivas y prácticas que permiten, a quien es fisicamente más fuerte "comportarse groseramente" y sin consideración con otras personas, tan pron~ creen percibir en ellas alguna debilidad. ~a din~mic~ inmanente de los grupos humanos en que se concede al uso de la v10lencia fisica un papel determinante en el trato y las relaciones sociales, aunque sea en la manera altamente formalizada del duelo y de las cicatrices entre los estudiantes corporativos, los conduce constantemente al ascenso en ellos de un tipo de personas que se 35. Tal vez sea útil agregar aquí que a lo largo del siglo XIX, sobre todo con la integración de los funcionarios burgueses de alto nivel y los profesores a la sociedad cortesana del imperio, el manejo arbitrario del honor ~izo posible una interprnt~ción más tolerant: del código, en especial, en el caso de los civiles. Cuando, a prmc1pios de 1894. e(morda F ih rr von Stumm-Hallberg desafió a duelo al conocido conseJero secreto Adolf Wagner. re e . , d 1 , d. . t ·ar este último lo buscaría para establecer un Jurado de honor. Se ec aro is.puesto a te. u. las afirmaciones que von Stumm consideraba ultrajantes si mostraba la misma d1sposin~: en lo relativo a sus propias ofensas. Hasta donde puede constatarse, el Jurado
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. . en no sólo por su fuerza o habilidad fisicas, sino por experimentar placer distingua aÍsometer, siempre que se presenta la oportunidad, a otras personas Y al~gríarmas O con las palabras. Tal y como ocurre en sociedades más simples con as s pacificadas, los enclaves de la acción violenta formalizada dan al más Y mrten~al más hábil, al más agresivo, al golpeador y pendenciero, incluso en las fue. dades e · · más pacifica d as, 1a oportuni 'd a d d e tiranizar a otr os y d e reci'b'ir con 9 fteal mismo tiempo, una gran atención social. El acto violento formalizado del ed O no era, como hemos dicho antes, un hecho social aislado, sino sintomático 1 · due ·ertas estructuras soc1'al es; tema' una fu nc1'ón espec ífica para 1as cases social e c~ecuyas estrategias de comportamiento formaba parte; era característico de tipo específico de estrategias de trato entre las personas, del tipo dominante ~n tales círculos, y, también, de una valoración específica de ellas Cuando hablamos de las funciones que tiene el batirse en duelo para los estratos dominantes de la sociedad, esto no debe entenderse como que tales funciones sean reconocidas por las personas que constituyen estos grupos y declaradas expresamente como el objetivo claro y unívoco de tal ejercicio. Entre las peculiaridades de estas funciones, hay una que merece ser estudiada con mayor detenimiento, aunque no precisamente en este contexto. Quienes formaban parte de estos estratos eran conscientes, de alguna manera, de que instituciones como el duelo tenían una función específica para su existencia social. Pero su reconocimiento de esta función no encontró ninguna expresión directa en la comunicación entre ellos ni con otros grupos, si bien no faltan manifestaciones indirectas de ella. Había además legitimaciones directas del duelo que, en general, servían más para ocultar sus funciones sociales reales que para sacarlas a la luz. Se hablaba, por ejemplo, de la necesidad de que un oficial demostrara su valor cuando fuera necesario y de estar siempre dispuesto a defender con las armas en la mano su nombre y el de su familia de cualquier mácula ocasionada por los chismes de otros. Se hablaba del gran valor educativo del duelo, no sólo para los oficiales del ejército, sino también para los civiles, como una preparación para las tareas a cumplir al servicio de la nación. . Las funciones ocultas bajo estas y otras legitimaciones expresas eran de otro bpo._Tal vez se vean con mayor claridad si se compara de nuevo el duelo, como med1~ para dirimir conflictos entre personas del mismo rango en los estratos ~upe~ores, con los medios de solución de los conflictos personales entre las clases mfenores. Consideremos las palizas, el darse de golpes. Más allá de las razones frofundas que haya en la enemistad de dos personas que llegan a los golpes. 0 que apa.rece normalmente es, en rápida sucesión, discusión y acciones. La ~spont~ne1dad de los sentimientos, el enojo, la rabia, el odio, toda la fuerza de ª~paswn~s entra aquí. Tal espontaneidad es poco amortiguada por un entrena. miento social que prescn 'b a a l as personas determmados patrones de lucha física en caso de co f1' t d · ._ n 1c os no arma os pero violentos. En comparación con el duelo la nna espontá l , . . . co . nea a go pes posee, aun en el caso de estar mflmda por patrones de mpetenc1a dep t' h , . or iva como 1a 1uc a y el box, un caracter altamente informal. Po 1 re contrano , el d ue Io cons t't1 uye un eJemplo . . altamente formalizado de un tipo
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de enfrentamiento fisico. Aquí, los adversarios no se arrojan espontáneamente uno contra el otro bajo la presión de la ira o el odio; el ritual prescrito exige, en primer lugar, un firme control de todos los sentimientos de hostilidad, un bloqueo de los impulsos agresivos de los órganos ejecutores, los músculos, y, de este modo, de la acción consumatoria. Aquí, la restricción heterónoma realizada por los patrones sociales, requiere de una restricción autónoma de gran intensidad. Y nada de ello resulta, en realidad, extraño para ese tipo de formalización de las estrategias aplicadas a los sentimientos y la conducta. El ejemplo del duelo pone al descubierto una de las funciones sociales más importantes de la formalización. Esta es, según vemos, un signo distintivo del grupo dominante, un símbolo de la diferenciación entre quienes forman parte de los estratos superiores y quienes no forman parte de ellos. Como otros rituales de la clase más alta, el del duelo eleva a los miembros de los grupos poderosos sobre la masa que ocupa un lugar más bajo en la jerarquía social. Se trata también, por lo tanto, de un mecanismo de distanciamiento. La diferencia entre la violencia minuciosamente formalizada de un duelo y una pelea a golpes comparativamente informal entre personas de estratos más sencillos, esto es, la gama de gradaciones de la escala formalidad/informalidad con que aquí nos topamos puede servir como criterio sobre la distancia social entre las diferentes clases que intervienen. Pero, además, a sus funciones de diferenciación y distanciamiento entre los estratos superiores e inferiores, el duelo añade la función de integrar al grupo superior. Al reforzar el sentimiento de elevación entre las personas de rango superior, refuerza al mismo tiempo el orgullo de pertenecer a él. Esto que aquí observamos es, en realidad, una de las dobles funciones recurrentes de la formalización de las estrategias de comportamiento de los estratos establecidos: implantar en sus miembros patrones autorrestrictivos específicos, según el desarrollo y la situación, es decir, de resistencia y negación que, por otra parte, también sirven como señales de distanciamiento, como signos de distinción, como símbolos de su superioridad. Como recompensa y premio placentero a la negación, a estas resistencias, ofrecen al individuo un acrecentamiento del valor de su propia persona, así como la profunda y constante satisfacción individual derivada de la conciencia de pertenecer a un grupo de rango superior y, a la vez, lo que normalmente esto significa pa_ra la idea que el individuo tiene de sí mismo: la de pertenecer al grupo de los meJores. El dominio de las sutiles estrategias de trato y desenvolvimiento en las ''buenas sociedades" que sus miembros han absorbido desde su niñez, no solamente constituye un símbolo de su pertenencia al grupo que considera particularmente valioso, sino que él alimenta, siempre de nuevo, al poner en práctica estas estrategias, la necesidad de una confirmación de su propio valor, reforzando la solidaridad con el grupo y el sentimiento de ser mejor como ser humano, es decir, un sentimiento de . superioridad frente a los demás. La dependencia de las negaciones, resistencias y frustraciones estamentana· mente específicas, que el canon de las clases superiores impone a sus elementos,
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por una parte, y el placer y la satisfacción que el individuo perteneciente a ellas obtiene de esa conciencia de pertenencia al grupo de los más poderosos, de los superiores y más valiosos, como retribución compensatoria por la frustrante autorrestricción, por la otra, se pone de manifiesto, de manera especialmente aguda, cuando el po~er d.~un ~stamento d~ este tipo es sacudido en sus fundamentos. En una s1tuac10nas1, el valor mismo del propio grupo y, por tanto el de la autodisciplina, el autocontrol y las privaciones a que aquel obliga aÍ individuo es puesto con frecuencia en tela de juicio, ya sea como instrumento de dominación, como instrumento imprescindible de gobierno y control de los menos disciplinados o, simplemente, como símbolo de pertenencia al grupo de los elegidos, particularmente, entre los miembros más jóvenes y en las nuevas generaciones. La obtención de placer y satisfacción, el sentimiento exacerbado del propio valor, el premio narcisista-que equilibra, todo ello, tanto la observación de las prohibiciones específicas del grupo como sus mandamientosse débil se hace entonces la ven reducidos y debilitados. Correspondientemente capacidad de observar los patrones específicos del grupo y de llevar a cuestas las frustrantes obligaciones que ello impone al individuo. En estos casos, nos topamos, por lo tanto, con impulsos a la informalización de un tipo muy determinado. Un sistema de costumbres caracterizado por un pat:ón es~ecífico de autorrest.ricción se hace frágil y se desmorona, sin que est~ a la _vista otro que lo .s~stitu!ª· El sentido y el valor de las negaciones y resistencias heredadas, qmza func10nales anteriormente como condiciones para la preservación del dominio, se pierden en el marco de ese desmoronamiento y, sobre todo, ~on la pérdida del dominio que hace aparecer como dudosos el sentidd Y ~l valor nusmo de este grupo, aún para sus propios miembros. En una situación asi, a los elementos de los grupos en desgracia les resulta casi imposible dar forma a otro canon o, por lo menos, adoptar nuevos patrones que les permitan restablecer una regl3:_ment~ción con sentido, valiosa, de la convivencia. Entre los casos mas radicales de procesos de informalización de este género s~ c1:1fient~ la destrucción de los rituales fundamentales de las formas más sigrn cativas en la vid d bl . ' ª e pue os menos compleJos como consecuencia de la ., 1 . evangelización europeas. Uno de los ejemplos más extremos deoe olmdzac10n a egradac1ón de un an d b "d . . comu ·t . . c on que a a senti o y onentac1ón a la convivencia deten:b:na, e_nrelación c~n p~rdida de poder por parte del grupo que lo de las el es, smbduda, la ehmmac1ón por parte de los españoles y portugueses coloniza:i~':' go ~r1:an~es ~?el continente americano a consecuencia de la el viejo estaX:e~~is~iamzacion. Es evidentemente cierto que, en estos casos de acuerd 0 lo ue reemplazado por otro nuevo. Pero el canon. las reglas con as cuales t - l ·d , resultaban l ranscurna a v1 a del nuevo grupo en el poder , por o menos al · · · d l d · · sometidos D"fi ·1 pnncip10, e to o mcomprensibles para los pueblos · 1 c1 mente podí l t sus vidas El an, por o anto, compensar la pérdida de sentido en · aspecto human d t h . Poco estudiado El si ºfi o e es e proceso a sido, hasta donde podemos ver. · gni icado que pueda tener para las personas afectadas. la
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destrucción externa y relativamente acelerada de aquellas formas de vida socia] que daban sentido y valor a su existencia como pueblo, y la implantación violenta de un nuevo canon por parte de los nuevos señores, merece una investigación mucho más exacta. Conceptos como "cristianización" nos ayudan poco, pues representan la visión de los conquistadores, no de los conquistados. En el caso de los incas y los aztecas se trató, en realidad, de un colapso prácticamente total de la antigua forma de organización de la sociedad y de sus mecanismos de orientación. El estamento antiguo fue destruido de manera mucho más radical que, por ejemplo, durante la revolución francesa, al mismo tiempo que el grupo que tomó su lugar era de un tipo comparablemente más extraño. Uno tiene la impresión aquí de que, aún siglos después, la población campesina autóctona no se ha recuperado del todo de estos golpes traumáticos de parte de los españoles y los portugueses. En algunas regiones de América Latina se ha conservado entre los campesinos la lengua de los antiguos estados, pero las personas han sido tratadas tan mal por los patrones y señores a lo largo de los siglos, que un resto de apatía por el momento incurable parecería persistir. Algo semejante se encuentra en los detallados informes del etnólogo inglés Rivers acerca de los efectos que, entre la población de las islas de la Melanesia, ha tenido la actividad de las misiones protestantes. En este caso -y quizá en muchos otros- la desvalorización de formas antiguas de vida por parte de un grupo más fuerte ha llevado a un periodo de profunda aflicción, a síntomas de lo que en un lenguaje clínico se llama depresión. La única diferencia es que con lo que aquí nos enfrentamos, no es una depresión individual, sino la de un grupo. 36 No faltan procesos de este tipo en la historia de las sociedades europeas, a pesar de que la ruptura en la sucesión de los estamentos es, en general, mucho menos radical. De cualquier modo, en realidad no lo sabemos porque lo que llamamos historia de Europa ha sido escrita, hasta ahora y en muy gran medida, desde la perspectiva de los vencedores, y es muy raro que la visión de los vencidos aparezca en las imágenes que esta historia nos proporciona. Esta es también la razón por la que permanecen en gran parte sin ser investigados fenómenos como la diversidad de sus formas de vida, la absorción de los patrones típicos de los estratos superiores por los estratos medios e inferiores, el ascenso de cánones de comportamiento y formas de pensar bajas y medias, así como el marco de referencia de estas transformaciones formales. 7) Son fenómenos del tipo que acabamos de mencionar, los que se producen a consecuencia de determinados desplazamientos sociales de poder y a los que se alude cuando se habla de una formalización o de un impulso a la informalización. En los últimos tiempos, se ha discutido con frecuencia, en particular un proceso de este género al que se alude con expresiones como :36. Véase W. H. R. Rivers, ''The psychological factor" en W. H. R. Rivers (comp.), The depopula· tion o[ Melanesw, Cambrige, 1922, pp 84.113.
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" . dad permisiva". Sin embargo, es muy dificil que pueda hacerse justicia ' " recumen ' do a concep t os de es t a especie. . s·m duda se alsocie fi ómeno en discus10n ;n en lo esencial, de un desmontaje parcial de usos y costumbres formalitr~ ªtradicionalmente. De acuerdo con esto, el carácter y las dimensiones del za :eso de informalización, producidos con múltiples retrocesos y avances a lo tºgo del siglo XX, sólo resultan claramente conscientes cuando se observan las ;~ensiones y el carácter de la formalización peculiar al equilibrio de poder r;lativo a los estratos medio y superior. Sólo entonces está uno en condiciones de precisar el problema que presenta al investigador la disolución de muchas reglas anteriormente canonizadas de la vida comunitaria. En otras palabras, para aclarar los fundamentos y la estructura del impulso contemporáneo a la informalización, es necesario analizar el impulso formalizador de la fase anterior, es decir, el avance que se da en Alemania durante la unificación de los territorios de gobierno alemanes por el estamento cortesanoimperial. Sólo con una visión ampliada de este tipo, puede uno aproximarse a una conclusión acerca de si, en el impulso a la informalización de nuestros días lo que tenemos es simple y sencillamente un colapso de los mecanismos civilizatorios de autocontrol o si se trata, más bien, de un desmontaje de formalizaciones que han perdido parcial o totalmente su función a consecuencia de las transformaciones sociales. Si tenemos presente el desarrollo de los patrones de comportamiento de los estratos superiores y medios en Alemania, en una sociedad hasta hacía poco monárquica-prusiana y ahora cortesana-imperial, podremos constatar cierto endurecimiento y rigorización de las formas de trato, un énfasis en la etiqueta y el. ~eremonial. No. se trata, sin embargo, de un proceso abrupto. La t~ansformac1on en este sentido era todavía relativamente poco perceptible en vi~a del emperador; se reforzaría en el periodo de gobierno de Guillermo II. Mientra~ que el viejo emperador, por ejemplo, se hacía presentar a personas des.conocidas en los bailes a que se asistía y charlaba animadamente con ellas Guillermo II prefería la distancia. En su época, las ceremonias se harían cad; vez · · , . m'as precisas y 1UJosas, los movimientos de las personas más mecánicos y ~r;os, los arregl?s de_las damas más elegantes, sus joyas más ricas. Al mismo po se ~ace mas agitada la competencia por el estatus en la "buena sociedad" · b · en un sentido am r1 · en la . . P º· sus miem ros compiten en la decoración de sus casas y exquisitez de los banquetes ofrecidos a sus huéspedes al icnial que en el . ' "'· . monto de lo que se arriesga en 1os casmos o en las apuestas en el caso de las carreras de b 11 e . . . . ca a os. orno Lms XIV, Gmllermo II ama también las grandes Ceremomas d · com ·.- t · comO 1 ~ mam1es ac10nes e su dignidad y grandeza. En Alemania ten ª Francia de finales del siglo XVII y principios del XVIII esta fiorma de au oexhib'c·' · , . . ' 1 10 n sirve como simbolo visible del poder y de la distancia social com0 . t ms rumento de dominio. ' · · Con demasiad fr todavía d a ecuencia se olvida en la actualidad que en Alemania hubo • urante las dos pri d, d d · sociedad cortes meras eca as e este siglo, una superior y poderosa ana compuesta por los considerados honorables, que extendía sus e
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ramas ampliamente y penetraba los grupos burgueses más encumbrados. Tal vez un ejemplo pueda revitalizar nuestra memoria. Se trata de una colección de viejas notas periodísticas, publicadas por su autor, Fedor von Zobelitz, en 1922 bajo el título Chronik der gesellschaftunter dem letzten kaiserreich.37
"23 de enero [1897]
Comenzaron ya las Grandesfiestas de la corte.Toda la pompa del ceremonial se hizo presente el día 18 en la reunión de los Caballeros del Águila Negra. Uno cree encontrarse a veces en los tiempos del primer rey de Prusia, cuando se leía la invitación del conde Eulenburg a esta celebración. Pero no puede negarse que la pompa y el esplendor son imponentes. Este año se celebra la investidura de seis nuevos caballeros: tres excelencias, el gran duque heredero de Sajonia, el príncipe de Schwarzburg-Rudolfstadt y el príncipe de Wied, de los generales von Hanisch y von Seeckt y del ministro de Estado, von Delbrück. La solemne procesión parte de la llamada Galería de Madera, que está al lado de las habitaciones del rey. Delante van dos heraldos vestidos a la usanza antigua alemana, siguen después los pajes de cámara del emperador von Trotha y Freiherr von Rechenberg, así como los pajes de la corte con sus trajes rojos con bordados dorados; llevan, en cojines de terciopelo, las insignias de los caballeros que serán recibidos en esta ocasión, el maestro de Tesoro de la orden, consejero secreto de la corte, Borck, y el secretario de la orden, conde Kanitz llevando los estatutos, el maestro supremo de Ceremonias, conde Eulenburg, los miembros capitulares de la orden en gran uniforme, con banda, cadena y capa, los príncipes y caballeros príncipes de la orden y, por último, el emperador mismo. Cuando la procesión llegó a la Sala de los Caballeros, el cuerpo de trompetas reunido en el llamado Coro de Plata entonó ... una resonante fanfarria. Los músicos provienen normalmente de la Guardia de Corp y la Guardia de Coraceros; los instrumentos son largos y antiguos, con banderolas y se utilizan únicamente en las festividades de la corte. El número de invitados era en esta ocasión particularmente grande. Por sí solos los encargados de la corte formaban ya una comitiva muy grande; sus uniformes iban de los vestidos de corte recargados de oro hasta el sencillo frac azul oscuro de la servidumbre de cámara. Estaban también los ministros y un inmenso número de generales y almirantes. Entre ellos casi desaparecían los auténticos consejeros secretos de primera clase, igualmente en uniforme y zapatillas, un verdadero desfile de pantorrillas. Las fanfarrias, iniciadas por el coro de trompetas más lejano, duraron hasta que el emperador había subido al trono y la corte se había ordenado en torno de él de acuerdo con el ceremonial prescrito. Sólo entonces dio inicio el acto de investidura. Excelencias principescas, en este caso el duque Johann von Mecklenburg y el príncipe heredero de Sajonia-Coburg, condujeron a los príncipes que iban a ser aceptados en la orden ante el trono, y a dos generales con el resto de los nuevos caballeros, donde el emperador, en su calidad de
gran maestro, colocó en su cuello las cadenas, hizo la acolada y, una vez que bubieronjuramentado sus deberes de caballeros, los saludó de mano ... Menos rígido y solemne, pero más animado y no menos grandioso en su colorido, fue el gran desfile el miércoles. Para el oficial joven que por primera vez tiene la oportunidad de pisar el tablado de la corte, este es un día de especial alegría. Como en estos días la cantidad de invitados a palacio suele ser enorme, la oficina de ceremonial tiene no poco trabajo regulando las llegadas y las reuniones. Aún los espacios del archivo que se encuentran en la planta baja tienen que utilizarse. Esta vez, el recorrido comenzó en los apartamentos im¡~erialE~s.A la llamada gran avanzada, integrada por la totalidad de los funcionanos de la corte y encabezados por el chambelán suprei:110,el p~cipe herede~o ~e Hohenlohe-Oehringer, la seguían la pareja impenal, las pnncesas Y pnncrpes. Todo el cuerpo de pajes estaba también formado; los pajes personales de la emperatriz y de las princesas llevaban la cola de sus vestidos lo que, por lo demás, parecería más fácil de lo que era en r~~idad, pues req?ería de un~ a!ención constante, además de una gran habihdad para seguir cada movimiento de la dama respectiva. En otros tiempos, quienes iban a ocupar ese cargo practicaban en el cuerpo de cadetes el arte de llevar la cola de los vestidos, en general sirviéndose de sába que_1os "moch'l1 as ", esto es, los cadetes novicios debían sujetarse alrededor nas de la cmtura. Una vez que sus_majestades habían ocupado el trono en la Sala ?e l~s Caballero_sY.que habian ocupado también sus lugares a su derecha e 1zqwerda los prmcipes Y_las!'rincesas,_ la corte y los huéspedes extranjeros, comenzó con un acompanamiento musical el propio desfile."
Una de las fiestas más importantes del II Imperio alemán era el cumpleaños del emperador. Durante el gobierno de Guillermo II este di'a 29 d c · t 10 ·' l b ., , , e enero, se ~n~ir en una ce_e rac10n cargada de ceremonias en todo el país. Tanto 0 cia es como estu~iante~ lo festejaban en sus campamentos y en sus casas la ;scu~la se su~pendia, se izaban banderas en todas las grandes ciudades 'en el ~scenso a palacio para felicitar al emperador. Las ~:rles q~t::i:~::í~~za~a cerraban a castillo -adornado esta vez con numerosas banderasse una gran ~:;:c~?, perder el control de la masa popular, pues resultaba para esta ríos que iban 10~ ver .¡;asar !ªs pesadas y lujosas carrozas y los altos dignatatodavía una en e as_. e~~ues del desfile de felicitación en palacio tuvo lugar ceremoma militar el gran · · pronunciamiento solemne militar. Con frecuencia nevab , , En ceremonias p~~besta razon se hablaba mucho del "clima Hohenzollem". aclarara. Este a am~ Ifi re se esperaba, en atención al emperador a que el cielo es un In orme del pro · · h ' nunciamiento echo en el cumpleaños del emperador en el - d 1 ano e 897: 38
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De pronto, proveniente del. d' d . de los cañones E l Jar m e Juegos de enfrente se escuchó el estruendo ~ . ra e saludo de la artillería y el signo inequívoco de que en 38. fbid. Vo} 1
37. Zobelitz, op. cit. (ver nota 32), vol. 1, pp. 138-140.
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· · p. 144.
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. . . d sftl de felicitación. Simultáneamente y con compañía del Regimiento de Granader?s palacio había dado rmc10 el e, ruidoso paso acompasado, avanzoFr . 11 apostándose frente. a la Armena. di d 1 Emperador ancisco , de la Guar a e ' b l h del pronunciamiento so 1emne. El públi~o se inquietó. ~e .acerc\:ra: c:~~a cortesía de siempre, apena:s si La multitud se arremohn~ l~s poblo Se escucharon entonces vivas Y gritos podían contener el asalto e pue ··· . 'ó a la armería se acercaba una de júbilo in cr~~cendo.De~c:t~~:r~~e~r~::~ajado, el emperador,e~undado pomposa comitiva. Marc ª. a l d iel con la banda anaranJada del en un abrigo gris de amplias so ª?ªs e p beza con un yelmo emplumado. águila negra y el chal encima, cubriendo :u :cía de salud y bienestar. A su Su rostro, ligeramente sonrosado, relsCup an de Guardia herr von Winter, 'b 1 . l al e comandaba e erpo ' lado iba e gener qu h , ntarios ocasionales; tras el i an os l y ayudantes una multitud feld con quien el emperador acia come ' 1 · · al los genera es ' comandantes del cuarte pnncip ', .t la primera fila de la compañía, de altos oficiales. El emperador pas~ r~;.8 a ~ Durante el pronunciamiento saludando luego al coman~ante r~ee: tal:e:::siones, "¡Viva el :mperador Y solemne -que era, com_o~iemp Al 'andrinos entonó una sene de alegres rey!"-, el Cuerpo de Musica de los eJb e se escucharon los cornos y los marchas. Después re~~b!arr~ lo:i/amN~:v:.-s aclamaciones; la ceremonia ha piccolli -había dado ~cio e es: erador de vuelta a palacio ... terminado y la proces10n acompano a emp
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. Guillermo I y de su gobierno era estimular La política oficial del emper~dorl . d t . El día en que se inauguró la 1 mercio y a in us ria. d. ., P or todos los me ios e co ·rt· , t bién por ello en una ocasion . ., C . al d Berlín se convi 10 am .: S d Exposicion omerci ~ belitziano de la inauguracion de la e~n a So . a i'magen bastante viva de lemne en extremo. El informe zo . d B l' nos proporciona un .,. me lo hacía de frac y era sobreExposición Comercial e er m, . . Q . día asistir en um,or , · t" las ceremonias. men no po d iones y órdenes oficiales al asis rr entendido que se portaran todas las con e~:f:ro de apariencia particularmente al acto. Zobelitz se burla un poco de un et O den de Cristo, mientras que en el judía, que llevaba al cuello la Cruz de a pee h o po rtaba la Orden griega del Redentor.
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, . .. e eran las cruces ante las cuales el caballero n individuo sarcastico diJo qu t os ti·empos eran los de los gu llo Que nues r . . había olvidado vencer su or . t d manifiesto con la apariencia 1 edaba claramen e e . ¡ uniformes era a go que qu . b entales· el primer conseJero, e de gran cantidad de los conseJeros gu erntam e habían aparecido vestidos . · ro secreto y o ros qu . E segundo consejero, e1conseJe . d . 1 calidad en las medias. n d d d ados y cmtas e igua .,. de corte con bor a os e r . d b. se habría vestido de um,orme, otros tiempos, ningún consejero I e 1;:ºcambian y con ellos también los el frac resultaba suficiente; pero os iem U
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consejeros de gobierno.. La Comisión de TrabaJo parecia, h a b er esperado algo más de cordialidad 39. !bid. vol. 1, pp. 124 y ss.
las deferencias dispensadas por las instancias supremas. No todas las :nmpestades han desaparecido del panorama. Uno de los tres señores que r:rmaban parte de ella -por lo demás, el más. hábil e indust1:loso- había olvidado, por ejemplo, según se comentaba, quitarse de la nanz los quevedos mientras hablaba con el emperador: debemos hacer aqui esta penosa bservación. Fue también objeto de muchos comentarios el hecho de que º1emperador no haya invitado a la Comisión de Trabajo al desayuno que :uvo con sus cortesanos a bordo del Bremen. Más correcto, sin embargo, habría sido que la Comisión de Trabajo hubiera demandado del emperador si se dignaba asistir a un desayuno; y, por supuesto, lo más correcto habría sido que se hubiese informado antes con alguna personalidad apropiada, por ejemplo el caballero von Mirbach, cuál debía.ser el ~ompoz:tamie~to apropiado en presencia del emperador. Se hab~an e~tado as~ actos 1mp:op1os y situaciones desagradables, y tampoco habna habido motivo de q1:1eJapor el incumplimiento de alguna expectativa en las aguas de Treptow, m habría habido necesidad de dar gritos después en la Bolsa berlinesa de Mordio. Vivimos tiempos en los que los modales son de gran importancia. Otra cosa es, por supuesto, si sería o no mejor cortarle un poco la trenza a la corte, pero en nuestros días, debe contarse con ella, no importa que tan larga sea. Aquí podemos verlo con toda claridad: en la corte está en curso un impulso a la formalización y es precisamente la burguesía comercial e industrial la que no lleva el paso. Es posible que ni siquiera entre los representantes más activos y capaces de la industriosidad burguesa se hubiera difundido que el emperador, como supremo señor, exigía que cualquier encuentro con él fuera acompañado de los debidos ceremoniales y que al mismo tiempo uno se quitara también de la nariz los quevedos como muestra del debido respeto. En señal de desagrado no invitaría luego a los evidentemente confundidos miembros de la comisión a desayunar a su yate. Quitarse los quevedos al saludar a alguien que ocupa un lugar más alto en la jerarquía social: aquí tenemos en miniatura un síntoma del impulso a la formalización, al mismo tiempo que podemos percatarnos de la pequeña prueba de fuerza que se esconde tras ello. El emperador tiene el poder de otorgar o rehusar muestras de gracia o favor. Para una burguesía de comerciantes Y empresarios que, en cuanto a poder y estatus, constituía, en comparación con la sociedad imperial cortesana, un estrato subordinado de segunda clase, esta D_1ue_stra de insatisfacción del emperador tenía un gran significado. Tendrían, siguiendo los consejos de Zobelitz, que recurrir a una personalidad apropiada, esto es, a alguien de la corte, para solicitar previamente consejo. d El creciente impulso a la formalización se hace también igualmente evidente fi ur~nte la época de Guillermo II, aunque de otro modo, en que en una ocasión .estiva tuvieran que presentarse todos los funcionarios de alto rango los conseb' · ' Jeros de gobier l · · d l no, os conseJeros superiores e go ierno ' los conse•eros secretos • , os con · E 1 se!eros secretos reales, con el uniforme con bordados de oro de la corte. n a sociedad e rt .t 't· d l II I . , . mpeno aleman y; particularmente o esana ans ocra ica e
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bajo Guillermo II, los uniformes adquieren un prestigio especial. Su falta misma entre las personas vestidas de frac, de los civiles, permitía ya identificarlas corno individuos de segunda clase. Por tanto, como muestra de gracia, el emperador, al igual que otros príncipes reinantes, concede a los altos funcionarios de la adin¡. nistración civil, que, en realidad, no tenían ningún derecho a llevar uniforme, por lo menos el de vestir un uniforme de corte correspondiente a su cargo. Zobelitz que, particularmente a este respecto, posee un ojo bastante agudo, observa que estos costosos uniformes recamados de oro de la aristocracia cortesana eran cada vez de peor gusto, y que algunas personas vestidas con ellos provocaban en ocasiones la impresión de ser porteros de algún hotel elegante de París. La "trenza de la corte", de que habla Zobelitz, o la vida en una época que "concede gran importancia a los modales" son también indicadores del impulso a la formalización de un régimen que, quizá, en mayor medida y habilidad por parte de sus dirigentes, se habría transformado en una monarquía constitucional, por la creciente presión de las clases industriales. Pero el canon de los grupos dominantes estaba imbuido, de manera decisiva, por la inflexible tradición militar de orden y obediencia. En la visión que el emperador tenía de sí mismo, eran su persona y su círculo cortesano los elementos que, en realidad, constituían Alemania. Se encontraba ya demasiado sometido a la crítica pública, como para poder decir abiertamente lo que es posible que Luis XIV no haya dicho nunca de manera explícita, la frase que se le atribuye: L 'État c'est moi. Sin embargo, la tradición de la que provenía, así como el aparato de gobierno cuasi autocrático a su disposición, hacían posible que pensara lo que muchos dictadores contemporáneos parecen creer sinceramente: que la oposición contra los gobernantes equivale, en realidad, a una traición a la patria. No es posible entender la rigidez característica de las estrategias imperiales y, por lo tanto, tampoco el impulso a la formalización que tiene lugar durante la época guillermista, si no se toma en cuenta que se trataba de un régimen que se sentía amenazado, es decir, de un régimen que carecía de seguridad en sí mismo. La marcada y acelerada industrialización que tuvo lugar desde 1871 en todas direcciones, con el objeto de lograr el equilibrio del país, debilita el predominio de los estratos tradicionalmente privilegiados agrupados en la corte, en el ejército y en todo el círculo en torno al emperador. Por otra parte, la unión nacional que la dinastía imperial había impulsado y de la que el emperador, el ejército y la corte se habían convertido en símbolos, reforzaba su régimen. La imagen de este impulso a la formalización no estaría equilibrada sin una referencia, aunque sea breve, a la latente oposición al régimen y a la completa incomprensión de ella por los círculos superiores. No quiero privarme de citar otro extracto de la crónica de Zobelitz que ilustra fehacientemente, con un pequeño ejemplo, la actitud de los privilegiados en relación con los "camaradas apatridas", al igual que lo ridículo de sus formalidades: 40
8 de septiembre [1895] Terminó ya el Jubileo de Sedán,* pero prosiguen aun los penosos sucesos organizados por los socialdemócratas para perturbar la gran celebración. Si uno paseaba alguna de estas noches por las calles principales de Berlín, era perseguido constantemente por grupos de jóvenes que llevaban un paquete de periódicos bajo el brazo; deambulaban por las aceras y molestaban a los paseantes con sus estridentes gritos: "¡El Vorwarts [Adelante] caballeros!... ¡El Vorwiirts del 2 de septiembre!" Los propietarios del órgano central de la socialdemocracia han querido aprovechar también comercialmente sus ideas apátridas. Los infames ejemplares del Vorwiirts con sus calumnias contra el viejo y gran emperador, contra el ejército y el espíritu de la fiesta popular, con la publicación de cartas privadas ajenas, se vendían a los curiosos, por miles, a 20 pfennige cada uno. ¡Ante todo, el negocio! fue hasta ayer que la policía intervino, prohibiendo la venta de aquellos números que además han sido confiscados. Por lo demás, la actitud de la policía durante los días de la celebración, merece ser elogiada sin reservas. De cualquier modo, las medidas restrictivas durante la consagración de la Iglesia del Recuerdo fueron muchas: el pueblo se apretujaba demasiado estrechamente donde la calle Kurfürsten se convierte en la Kurfürstendamm y verdaderamente debe considerarse como un milagro que no haya ocurrido allí una tragedia. Un pequeño Y curioso acontecimiento durante la consagración de la iglesia p~es~nciada por el emperador fue pasado por alto, hasta donde sé, por todos los dianas. Un amigo me había ofrecido un lugar en un balcón de la Kurfürstendamm, desde el cual podia observar en su totalidad y con comodidad el desfile de las más altas a~toridades. Precisamente enfrente de donde estaba, en el otro lado de l,a Kurt?r.stendamm, se encuentra el muro que se extiende a lo largo del Jardín Zoolog¡co.Cuando las campanas comenzaron a repicar y Su Alteza el Em~erad~r P?día aparecer en cualquier momento, resonó de pronto entre los_sorudos 1_:tmicosd~ los metales y los primeros vivas y hurras del pueblo un ruido extrano. !,,os ~males depredadores del zoológico, sobre todo los lobos, comenzar?n .ª mqwetarse. También entre quienes habían asistido con perro hubo m~vimi~ntos. Un concierto de lastimosos aullidos, el ladrido de los canes Yd el ladrido aun más alterado de los lobos se mezclaron con los tañidos de paz e las cam 1 . 'bil d 1 . ofi . pan~s, Y e Ju o e a .~u::itud. Eso no estaba en el programa. Un cial d~ 1~policia, a caballo, se dirigio a galope tendido al Jardín Zoológico·un ¡ªr :e v_igilantes del orden co~eron también en esa dirección para prohib,ir a ast ~stias asustarse con ese tipo de música, por la fuerza de sus cargos y su :~u~:~~:d, P~ro esos ''rebeldes" no mostraron respeto alguno por los uniformes . · eguian aullando, ladrando y gruñendo. Finalmente pudo hacerse vemr a un em 1 dO d 1 · d' e, ' de P ea e Jar m. orno pudo apaciguar a las bestias es algo que deslconozco;es probable que les haya servido el desayuno algo más temprano ·º normal D 1 · episod· h . ecua q~uer manera se callaron, pero habían provocado un ~co en medio de la seriedad de la fiesta. Conmemoración de ¡ d ta f francesa de Sedán [~. ;:;] rancesa por los alemanes, en la batalla ocurrida en la ciudad
40. Ibid., vol. l. pp. 77 y ss.
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8) En el prefacio a su colección de informes e imágenes de la época im~erial, originalmente escritos como crónica cotidiana para las ~amburge~ N~c~nchten, Zobelitz habla de los sentimientos e ideas con que él mismo, a pnncipios de los años veinte de este siglo, lee nuevamente, ahora como ciudadano de la primera república, estas notas que habían sido redactadas "en días que hoy parecen infinitamente lejanos". Zobelitz considera sus informes "con cierta admiración (...], con una sonrisa de resignación( ...] y un sentimiento de perplejidad: 41
''Así había sido antes; y entre ese ayer y el hoy se interpone esa descomunal revolución que convirtió, de la noche a la mañana, a una monarquía de más de 500 años en una república, transformando con ello también, en todos sentidos a la antigua sociedad." Zobelitz señala después algo que todavía para él era absolutamente claro, pero que resultará cada vez más difícil de captar y entender para las generaciones posteriores: que esta sociedad era, en realidad, una especie de gremio, "a la manera en que lo son hoy los trabajadores de los diferentes sindicatos", "lo que entonces se llamaba sociedad constituía un grupo por sí mismo". Para el observador del momento, es decir, para un observador que había formado parte de esa "sociedad" era completamente claro que esta tenía el carácter de una formación social relativamente cerrada. Sin embargo, la comparación con los sindicatos no es del todo exacta en el sentido de que la pertenencia de una persona a esa "sociedad" no estaba institucionalizada y externamente expuesta por una organización individual creada con fines específicos, Y.tampoco por medio de una organización conscientemente planeada y sosten~da como tal. Pero la cohesión de las personas que conformaban lo que Zobehtz llama simplemente sociedad y que, a la distancia, aparece como una sociedad con significado de "buena sociedad", de una society, cie1:ª~:nte no era meno: ~ue la existente entre personas agrupadas en una orgaruzac1on con reglas exp~1c1~~s y, en general, codificadas por escrito. Precisamente el hecho ~e que la asociac10n de un grupo de individuos en una "buena sociedad" de este tipo, en el esta~ento jerárquicamente estratificado del II Imperio, d~scan_s~ en buena med~da en criterios no escritos de pertenencia, en símbolos 1mphc1tos de membrecia que prácticamente sólo conocían los iniciados -por lo que resultaban_ casi incom· prensibles para alguien de fuera- es lo que, entre otras cosas, exphca l~ escasa atención que han concedido los historiadores y sociólogos a formas social~s de este tipo, a pesar de que las mismas se cuentan a veces entre las ~orm~c10nes sociales más poderosas de su tiempo. Particular.mente, son los h1s~onadores -desde Ranke en adelanteentrenados intensivamente para aplicarse a la documentación explícita, los que normalmente han perdido de vista a_qu_ellas formas de la socialización, cuya cohesión se basa, en general, en el conoc1m1ento de símbolos menos articulados. Es un hecho que, entre los círculos en cuestión, reinaba un sentimiento íntimo de pertenencia al grupo privilegiado, es decir, de comunidad con otros 41. !bid. vol. l. pp. 5 y s.s.
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miernbrosdel mismo ?111Pº·Este sentimiento unía aún a los peores enemigos y encontrabasu expresión no sólo en la observación rigurosa y común de rituales cornoel duelo. Este era, sin lugar a dudas, uno de los factores que daba una granconsist~~cia ~ un alto grado de co~esión al tejido aparentemente laxo de la formac10n social de una buena sociedad, a pesar de la ausencia de una organizaciónexplícita al respecto. En este contexto, el desfile autoexhibitorio y renovadoanualmente de sus miembros, en bailes, bazares de caridad, visitas a la ópera, ceremonias militares y cortesanas y muchas otras ocasiones festivas tenía la función de un reforzamiento constante de la solidaridad, del sentimienU:: de grupo y de pertenencia Y de superioridad sobre los excluidos, sobre la masa del pueblo, cu~os representantes podían jugar el papel de espectadores jubilosos y aplaudidores Y tener, de vez en cuando, una imagen del estrato social superior reunido ceremonialmente, lo que contribuía a exaltar aún más en sus componentes su elevado valor. Los miembros de los grupos superiores, sobre todo, aquellos que formaban parte del círculo estrechamente unido de la nobleza prusiana y, en general de la nobleza alemana Y que habían crecido en él, estaban familiarizados desd~ la infancia ' con sus símbolos . . de pertenencia a la "buena sociedad". Estos símbol os les servian como cnteno, . . no sólo para verse a sí mismos , sino también p ara ver a .1os ot ros, un c~1teno del que, lógicamente, se servían sin ser realmente conscientes de qu~ Juzgaban y valoraban a otras personas de acuerdo con pautas correspondientes a su propio es trato. Todos juzgaban en sus círculos a las personas de esta manera, llegando a considerar como algo natural su forma de hacerlo. No había razón para pensar de otro modo. En la crón.ica de Zobelitz pueden encontrarse numerosos ejemplos de este n_oconscient~ d~ un mo_delode persona que corresponde a un estrato pecifico como cnteno para Juzgar a las personas en general Zobelitz mismo 0 : era, en realidad, más que un aristócrata de mente estr~cha. Si bien es :rt? que l~s s_ucesos que tenían lugar en el mundo de la nobleza son los que 8 , sci{an prmc1palmente su interés, también mantenía relaciones con otros cir_cutos,por lo que mostraba una buena dosis de benéfica tolerancia en ellas Y d · Jus amente porque l , esenciale es en a epoca el II Imperio, cuando los elementos sectores ~ df l canon de la nobleza son absorbidos en buena medida por ciertos nacional af o~ estratos burgueses, pasando luego, a formar parte del canon un juicio n, es que res~lta instructivo considerar de paso un ejemplo de nota necr~ór~~:al d~ Zobehtz ..El 18 de_mayo de 1913, Zobelitz publica una de Fausto y :ofeded1~a~~ a Ench Schm1dt, descubridor de la versión original de la Universidads~r Be ;~eratur~ a~emana, quien había sido también rector e er m. El siguiente es un fragmento de la nota:42 Ha c1a - una figura es 1, d. d hombre dot d d en I a, por eso lo adoraban las mujeres y era un ª o e unap fuerza imponen t e, 1o que lo hacia , . · ~ ser estimado por los
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42. lbid, vol. 2. p. 318.
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, . a de las características que uno asocia normalme~te hombres. No tema rungun -" d 1i·teratura había creado un nuevo tipo . · ·d de un pro1esor e , con la vieJa i ea . 1 , or pnm' era vez podía tomar 1o con 1 teria Quien o veia P ' . d de profesor e ama . l.d . ·1 Una valentía y un temperamento anos seguridad por un oficia e civi : . tos pero al mismo tiempo, lo rodeaba traslucía de cada uno d~ s~s movimien. da era de una calidez contagiosa. un halo de alegría y optimismo y su mira .. . a una persona, ocupa un lugar En la escala de valores utihzada p~a Juzgar "como un oficial de civil". Que particul~ente ~estac~do ~i:e ~::~e~~: ~:\legría y optimismo", "calidez y . " o es sin embargo algo de lo que como elogio máximo se e a ~uien había sido distinguido contagiosa" y ''valentía Ytemp~rame:i::i;mo deba hacerse responsable a Ench Se , 'br amedte. "Valentía Ytemperamento con muchas órde?es y nunca ~s.fi°rtó p~I ~cestacaba y Hitler lo imitaría. Son las generaciones alemanas arios" eran cuahdades que m er~o los nazis que para , · d conceptos vu 1ganza os im~ en a rechazar y aparecen aqm, en ti·tutiva del ideal humano del recientes, representan precisamente la arteg • -" •gm· al como p cons retrospectiva, en su iorma on ~oblema que valdría la pena investigar es en aluación de las personas se encuentra oficial noble. A este respecto, ~ p d qué medida el tipo nacionalsociahs~a ; ev o origen se halla y forma parte del imbuido por ideas ocultas y vulganza as, cuy
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acervo de la nobleza alemana. . . " rresponden a este orden de ideas, al También "la alegría y el optimismo tco to califica positivamente: "Un poco con igual que 1a pose, ª la que en . otro . ex a dema's, que es cierto que seh m1·dt "· Zobehtz menc10na, . de pose se ve b ien ... , d d' ulpa que· "por supuesto no . - ade a manera e 1sc , · . " se decía libera 1' aunq~e an ' . . da" Según él, Schmidt habría sido e1 . u persona no sólo un profundo en el sentido de esos liberales de izqme~ t a' que reunia en s ·t único 'profesor de l i era ur . . ·a y encanto verdaderamente · r dad ' smo expenenc1 . 1 t Entre los rasgos positivos que Zobehtz conocimiento de su especia i mundanos".43 La imagen se comp e ~- t nto además de la buena figura, la por o a b'l'.d d el valor el temperamento P one de relieve , se encuentran, 1 gancia la ama 1 1 a , , . . , 1 nobleza de caracter, a e ~ . . . 'mo Es decir, en esencia, los entena~ ~qui y un poco de pose, de exh1b1c10ms., . d las ersonas de una clase m1htarmanifestados eran los de valorac10n be orbe~an luego algunos elementos ~e aristocrática. Los estratos bur~eses 1ª s1·ncorporarían selectivamente, segun as superiores y os . trones de comportamiento. este canon d e 1as cap sus necesidades, a sus pr~~10s.pa .d orlos modelos de las clases domina~tes Por lo demás, la atracc10n eJ_erc~a? , latinamente a la vuelta de siglo, ses d1smmmna pau t s sobre los estratos b urgue . .dad para proteger a los estra o cuando la debilidad de la nobleza, su mc~{,ac:da vez más clara. La creciente medios del ascenso de los º?reros resu b~n~zación contribuirían de man~~ª industrialización Y,en particu1ar,. a ~r eso político específico de la poblac1on decisiva a este desarrollo, al re ucir e p
ria en comparación con el de la población citadina. Prácticamente, cada Parlamento significaba un aumento en el número de votos y de · E s d.f, ·1 en ver d a d , 1magmarse · · e eccitados del Partido Socialdemócrata. d. 1 1c1, ipbulmentela reacción de la clase superior considerada honorable, cuando, ca a912 los social demócratas se convierten, . . por primera vez, en e 1 par t·d i o 1 en' oderoso, como resultado de las e 1·ecc10nes par 1amen t·anas. Corno ocurre P mástodo · estamento, a los aristócratas alemanes y, en espec1·al , a 1os prusianos, co~como a los estratos burgueses que, en general, se identificaban con ellos as:n otras palabras: a los miembros de la sociedad que podían batírse les - ultaba absolutamente evidente que eran ellos y sólo ellos quienes estaban .. ón d e res destinados a tener el dominio y el gobierno en Al emama.. E n su v1s1 1 realidad era del todo claro que la gente de abajo, esos trabajadores y sus r:presentantes, no tenía madera para gobernar un imperio tan grande. Y no obstante, ahora se encontraban, gracias al creciente número de votos obtenidos por la socialdemocracia, frente al alud incontenible de las "masas", como ellos las llamaban. Es seguro que en el curso de este proceso, creció la tensión -por lo demás existente siempre durante el II Imperio- entre los grupos urbanos comerciales y los industriales, por un lado, y los agrarios, por otro. Por su parte, los estamentos comerciales urbanos -representados en el Parlamento, por ejemplo, por los liberales- constituían también uno de los grupos opositores que, desde antes de la guerra de 1914-18, no siempre se habían plegado a los ordenamientos y reglas de la buena sociedad cortesana-aristocrática. En sus cuarteles se manifestarían, ya a finales de la era imperial, tendencias a la informalización, a la ruptura de los estrictos y extremadamente formalizados cánones de los estamentos dominantes. Un ejemplo de ello es el desarrollo del vestido femenino hacia fines de la época imperial. En junio de 1914, Zoblitz observa en una de sus crónicas, con gran indignación, que ni siquiera las buenas familias burguesas se ajustaban ya del todo al estricto código de los estratos superiores. Aquí encontramos, en efecto, signos claros de un impulso a la informalización que, poco después, tras la guerra, ganaría igualmente terreno en el contexto de la derrota de los estratos imperiales: 44
ª1gra ·ón del
El vestido femenino moderno ha sido criticado con frecuencia y acrimonia por los defensores de las buenas costumbres y se ha polemizado también en su contra desde el púlpito. Incluso un obispo ha condenado con dureza el pecado de las f~ldas abiertas y los grandes escotes de las blusas. No soy ningún zelote y no consideroen absoluto que cualquier cosa que sea de alguna manera descarada, es ya por ese solo hecho, pecaminosa; yo mismo me he pronunciado hace poco contra un juicio condenatorio general de nuestra moda femenina. Sin embargo. debo confesar aquí que mi opinión se ha modificado; tengo que aceptar que los 44 Jb·d 1 ·
43. /hld., vol. 2. P· 309
IOS
·,
vol. 2. pp. 351 y ss.
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vestidos de mujer no sólo son ahora del tipo que nos suscita una agradable sorpresa, del que nos hace exclamar "¡Oh!",sino que en ocasiones, han pasado definitivamente a ser del que nos quita el aliento, ante el que sólo tenemos un "¡Pfui!"El hecho de que las jóvenes damas de la llamada buena sociedad enseñen las piernas hasta la rodilla cada vez que hacen un movimiento, indica una extraña falta de sentido del pudor. Los trajes que hoy vemos a diario en las calles y reuniones habrían sido impensables veinte años atrás. Es posible que las ninfas del Palais Royal hayan llevado vestimentas similares durante la época del Directorio. En aquellos tiempos la revolución había dado, desde arriba, el impulso para una transformación del género. En nuestros días, el impulso viene, más bien, del centro misino de la decente e industriosa bur~esía. Porque es un hecho que las damas con falda abierta y escotes atrevidos no són,pas de tout, mujerzuelas salidas de algún local nocturno, sino hijas de buenas familias. Precisamente esto es lo escandaloso. Por lo demás, también la vestimenta masculina se ha hecho demasiado informal. Puede pasar todavía que uno lleve el sombrero en la mano Y no puesto. Pero que el saco se lleve sobre el brazo y que se salga a pasear en mangas de camisa es algo que, definitivamente, raya en modo~ que más bien estarían bien para un aprendiz de artesano manual. No lo disculpa en nada el que la camisa sea tan blanca como una nube; resulta indecente y da a entender también una falta de pudor exhibirse públicamente con ropa que no corresponde al uso social.
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No puede dejar de reconocerse como un hecho, cuando se empiezan a observar ocesos a largo plazo e independientemente de las diferencias nacionales en que se refiere al desarrollo de los patrones del vestido, que en los Estados 0 . dustrializados avanzados ha tenido lugar durante el siglo XX un paso a la ~ormalización de la vestimenta, tanto masculina como femenina. Uno podría 1 onformarse con la explicación de esta transformación, simplemente, como ~ebida a un proceso de racionalización. Sencillamente es más racional -podría decirse- que un hombre ande en mangas de camisa y sin sombrero cuando hace mucho calor. Pero en esta relación, se pone de manifiesto, de manera particularmente clara, el estrecho vínculo entre un impulso a la informatización y la modificación de las relaciones de dominio. La vestimenta de una persona emite una serie de señales a los otros; simboliza, sobre todo, cómo se ve a sí misma esa persona y cómo desea ser vista por los demás en el marco de sus posibilidades. Ahora bien, cómo se ve a sí misma y cómo quiere que se la vea depende, por supuesto, de la estructura de poder de una sociedad en su totalidad y de la posición de esa persona dentro de ella. Para los grupos dominantes de la corte y la aristocracia, las diferencias manifestadas por los grupos, es decir, las ceremonias y el ritual y, naturalmente, la apariencia de las personas -todos ellos símbolos de la pertenencia y de las distancias sociales, es decir, entre otras cosas, en su calidad de medios de dominio- tenían un papel mucho más importante que para las clases sociales industriales superiores. El desmontaje y la descomposición de las formalidades y, por tanto, de los tipos de vestimenta cuya función exclusiva o primaria era la simbolización visual de las diferencias y distancias sociales, la manifestación tangible de lajerarquía social, se lleva a cabo,en consecuencia, más fácilmente en los Estados industriales desarrollados donde los representantes de los grupos burgueses y obreros se encuentran e~ una lucha por el poder, que en los Estados nacionales industriales de principios de este siglo, donde el establishment tiene, todavía en gran medida, un carácter cortesano, aristocrático y militar.
re
Este fragmento nos permite dar una mirada fugaz a los inicios del impulso de largo alcance dado a la informalización del vestido: un impulso que será realizado plenamente en el siglo XX. En el curso del mismo salen a la luz las piernas y el busto de las damas, que emergen de un ocultamiento al que habían sido confinados como signo claro del predominio inalterado de los hombres. También a estos les será posible ahora, en el contexto de este desarrollo, mostrarse públicamente sin sombrero, sin perder por ello el respeto de sus conciudadanos y su categoría de personas respetables. Los hombres pueden ahora atreverse a pasear en mangas de camisa o incluso a presentarse así en la oficina sin que por ello se los mire de reojo. De cualquier modo, el grado de es.ta informalización en el vestido no es el mismo en todos los países. En Alemania, por ejemplo, se concede todavía hoy, más valor ~ la ropa mas.culina formal, entallada y cortada a la medida y se está menos dispuesto ª.qmtarse el saco_Y a andar en mangas de camisa que, digamos, en Estados Umdos. En Alemama se ha preservado una parte de la regla que dispone que un hombre debe verse "como salido de un molde" lo que es, sin duda, parte de las formas de trato ostentosas. En el canon inglés del vestir s?n particula~mente estimado~ otro~ signos relativamente menos notorios, por eJemplo, ~a calidad de los ma~enales un buen y discreto corte. Que un profesor de Cambndge, que un Cambridge-Don, le haya dado alguna vez un pantalón nuevo a uno de sus estudiantes para que Jo usara y adquiriera así el aspecto de lo usado es, por supuesto, un mito, aunque ;;ignifica tivo.
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9) Zobelitz --él mismo un hombre de la nobleza además de oficial prusiano antes de dedicarse, por las circunstancias, a escribir novelas ligeras y crónica~ ~ema~ales sobre la sociedad berlinesa para el ávido público hamburguésEescnbe la sociedad cortesana simplemente como una sociedad de estamentos. _nefecto, la nobleza constituía el núcleo mismo del poder en el II Imperio Pero si ,nuestra inten cion ·, es h acer Jus · t·1cia · a las peculiaridades del estrato social · d t . mas elevado de t · , es e peno o, enemos que considerar el orden que guardaban ent re .si, los prin cipa · 1es grupos b urgueses, asi, como suJerarqmca . , . y estratificada coh am erio~con la nobleza, su unión con ella en una "buena sociedad" en sentido 10 decf ·. orno durante el II Imperio la buena sociedad en un sentido lato es r, vista como una fi ., . 1 . . expli' ·t d . ormac10n socia , no se d10 a sí misma una constitución ci a ebido a la i 'b Td d d · de crit . . mposi i i a e sus miembros de reconocerse por medio · h e e 1egida · como termzno , . técmco, . para su des·enos .no , escntos d e per t enencia, ignac10n conceptual e spec1'fiica su caractenstica , · prmc1pal · · de pertenencia:
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la capacidad de batirse en duelo. Nuestra elección ~oloca en el centro de la "n el hecho de que el estamento imperial aleman no sólo era un estrato a te nCio .. fu · · aristocrático, constituido por la nobleza cortesana, rmhtar y por 1os .ncion,~os nobles, sino por una fusión e integraciónjer~quic~ de.estos g_rupos.an~tocraticos y de otros, no de co~erciantes y empres~os ca~itahstas, smo p11;11cip~lm~mte, de funcionarios civiles de alto rango que mclman profesores umversitanos y profesionales de todo tipo. El menosprecio del que tradicionalmente hacía objeto la nobleza guerrera al comerciante era todavía bastante agudo en el II lmpe~o, como c~rrespondí~ a la posición social de la primera en la época. La expresión pey?rativa koofrmch. ["cómprame", como sustantivo en dialecto b~~linés. N. ';;~ T.], al i~al .~u~la carga negativa que acompaña a la palabra Verstadterung [ cmdadanizacion , esto es, imitar los modos urbanos. N. del T.] han pasado, con otros ele~:ntos del _acervo cultural de la nobleza, a formar parte del habla corriente en el.idioma nac~onal: El aburguesamiento de los patrones nobles de honor tiene una histo~1a bastante compleja, en la cual no necesitamos adentramos más. De cualquier manera, el carácter común del código de honor era uno de los elemento~ q~e ligaba -con determinadas variantes y en determinados niveles-:- a las asociaciones de estudiantes y a los profesionales con los grupos nobles mas enc~mbra~~s de la sociedad uniéndolos en esa sociedad más amplia de q~ienes po~ian exigir satisfacción del honor. Tal vez sea útil, para formamos una imagen :1;ªde ell~, ofrecer aquí un ejemplo de la forma en que esta sociedad se exh1bia Y hacia patente ante los otros su poder. . A principios de marzo de 1895, los estudiantes de las escu~l~s supe:1or:s de Berlín organizaron una fiesta-Bismarck en honor del~~ vteJOde Fne~1chsruh. En esta festividad tomaron parte no sólo las asociaciones de estudia1:1tes con sus miembros y banderas, sino también el prínci~e Ho~e~lohe, canciller del Imperio, así como varios de sus ministros. Se ~i~ cita, as1mism?, un~ gran cantidad de generales, diputados -entre ellos el dmgente del Par~1do C~~servador-, consejeros secretos y profesores, adem~s de príncipes Y_d1~lomatico_s. Un estudiante escribió una canción dedicada a Bismarck, cuya ~~-ergicamelodia fue entonada por todos los presentes con fervor. Empezaba as1: º Que ascienda radiante la llama del entusiasmo en nuestro canto al hombre de germánica estirpe, al héroe que venció al dragón, al hombre nacido en los viñedos que bordean el Rin, al varón valiente que hizo realidad los sueños y anhelos de nuestros ancestros
Hubo un tiempo en que la masa de los estudiantes alemanes se opuso de anera más o menos pronunciada al establishment y también, posiblemente, a :Us mayores. A principios del siglo XIX, los estudiantes corporativos eran, pre.samente, quienes formaban la avanzada en la lucha por una mayor igualdad :~tre las personas y en este sentido, también los representantes de un impulso a la informalizaciónque intentaba hacer un poco más laxos los anticuados rituales de desigualdad, por ejemplo, el desamparo casi total en que se encontraban los estudiantes novicios frente a los de mayor antigüedad. La meta estudiantil corporativade unificar Alemania iba unida, en muchos casos, a la de imponer constituciones democráticas en los Estados alemanes divisivos, como un paso previo para la conformación de un Parlamento alemán. 46 El entusiasmo de las primeras asociaciones estudiantiles por los ejercicios fisicos con aparatos, introducidos por Jahn, puede también considerarse como una manifestación de esta búsqueda de libertad e igualdad. Porque lo que Jahn entendía por este ejercicio corporal no era la formalizada ejercitación con aparatos de años posteriores, que habría de convertirse en un instrumento de la educación pública impartida por el Estado. Jahn mismo rechazaba cualquier forma de rígida disciplina y de monótono ejercicio.47 Tampoco era su idea que dichos ejercicios se convirtieran en algo obligatorio. Más bien, cada quien debía ir formando su rutina de cada día, como más le acomodara. Aún el ejercicio en grupos se consideraba, en sus círculos, como una restricción. De hecho, eran los ejercicios voluntarios, así como los juegos en común correspondientes a las necesidades de los participantes, lo único que podía hacer justicia a los ideales de esos tiempos sobre ello. En consecuencia, los juegos de aparatos y ejercicios de Jahn no tenían nada de domesticación o amansamiento. A muchas asociaciones estudiantiles de los primeros tiempos les agradaba este tipo de ejercicios,justamente porque ~o las constreñían a formas rígidas, porque concedían un amplio margen de libertad individual dentro de la general. ~in embargo, a finales del siglo XIX, la meta largamente acariciada de la unificaci~nalemana -a ~rincipios de siglo sólo un sueño lejano- era ya una realidad. Es cierto que las asociaciones estudiantiles [burschenschaften], eran pred01ninante~ente burguesas Yocupaban un lugar menos importante en la jerarquía social que ;s cue~pos -Guillermo II mismo había formado parte en su juventud del Korps r:;u;s;a-, per~ ahora también ellos, como, en general, los miembros de mayor en e1~r~s p~of~sw~ales de la burguesía alemana, se subordinarían e inscribirían de e~Je~arqmco de los estratos dominantes de Alemania. Muchos miembros 1 por~s asociaci_onesestudiantiles habían sido acusados de demagogia y perseguidos as autoridades del Estado por sus convicciones liberales y democráticas. 46 '-0' . ease Hermann Hau t "K F 11 " H Huridert ·ah P ' ar O en en ermann Haupt/Paul Wntzcke icomps 1 47 1921, p. re deutsche burschenschaft, Burschenschaftliche Lebenslaufe. He1delb;~g
i?.
· W1ihelm Ko f "T ss. P · urnte Turnvater
45. Jbitl. (nota 32), vol. 1, p. 69.
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Jahn?". En piid. extra, número
11/1978. pp. 39 y
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Pero una vez alcanzadas sus metas nacionales, las organizaciones de este tipo renunciarían a los objetivos sociales que antes se habían planteado, Y aceptarían la desigualdad, el carácter subordinado de su propia existencia social com~ civiles, al igual que la posición privilegiada en el II Imp~rio de los e~tratos_d?m~nantes de la nobleza: era el precio a pagar por sus propios y no escntos pnvilegios, por su elevación sobre la masa, en contra de las crecientes presiones de los estratos inferiores; en realidad, a la par de la unidad nacional tuvo lugar una unificación de la organización partidista de los trabajadores, y un incremento de su potencial político.Ya en el siglo XIX, es decir, mucho antes de que los bolcheviques tomaran el poder en Rusia, el temor de una revolución era motivo de inseguridad para los estratos dominantes alemanes, para aquellas porciones nobles y burguesas de esa sociedad formada por quienes podían exigir la satisfacción del honor. Zobelitz lo 48 dice sin tapujos. El 19 de octubre de 1894 escribe: Únicamente el filisteo al que nada sacaría de su placentera tranquilidad, hasta que el techo mismo de su casa se viera envuelto en llamas, puede cerrar los ojos ante el fragor de los volcanes socialistas que se han ido formand? en el subsuelo de la sociedad contemporánea. Sólo un filisteo que ve reducidas sus rentas a causa de los impuestos, podría negar que la única garantía de seguridad es un ejército fuerte, lo único que puede constituir un dique de contención ante el crecimiento de aquellos elementos que amenazan el Estado. El juramento de lealtad del día de ayer debe ser el sostén y la defensa del gobierno ante la revolución. Las palabras mismas del emperador -que una prensa cegada por pasiones partidarias ha comenzado ya a deformardeben interpretarse también en este sentido. La integración de las asociaciones estudiantil~s -fu~d~~entalme~te burguesas y, en las cuales, prevalecían con f~ecuencia al pnncip10 t_ende~cias democráticas y críticas del Estado y de la sociedad- a la 'buena sociedad ~ue sostenía el Imperio, con su cúspide cortesana y aristocrática, tuvo consecuencias serias para la estructura y el canon de conducta de estas asociacione~. Cuando se rebelaban contra el orden dominante, eran exponentes de un conflicto generacional; su oposición al estamento de poder noble y, sobre ~odo, estatal de sus días iba acompañado de una oposición a los valores, las actitudes, en resumen, al c~non de las viejas generaciones. Ahora, en su calidad de socias menores de tal estamento, ellas, al igual que las asociaciones estudiantiles, se identificaban cada vez más con los valores y las prácticas de la vieja guardia. . Hasta el estallido de la guerra franco-prusiana de los años setenta del siglo pasado, las asociaciones estudiantiles tenían una tr~dición fundamentalmente civil -se diferenciaban por lo tanto, de las corporativas, de los korps, que eran más aristocráticas, sob;e todo por sus metas nacionales y sociales. El resultado de la guerra de 1870-71 no trajo consigo la realización de todas las esperanzas Y 48. Zobelitz. op. it., vol. 1, p. 14 7.
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deseos políticos de las asociaciones estudiantiles y algunos de sus miembros losdecepcionaron porque la unificación alemana no incluyó a Austria. Sin se bargo, si bien no todos los sueños se habían cumplido, la unificación se :bía logrado. De cualquier manera, la ~ealizació~ de los objetivos ~olíticos de grupo tiene, en general, consecuencias prácticamente tan radicales para un desarrollo ulterior como la destrucción definitiva de sus sueños. En el caso s:e nos ocupa, la realización de sus objetivos sociales había sido llevada a ¿abo de forma tal que dificilmente puede pensarse que correspondiera a sus expectativas y, en general, a las de la alta burguesía alemana. La esperanza de una unificación de Alemania no surge como resultado de la victoria de estos grupos sociales sobre aquellos grupos de nobles que, anteriormente y en gran medida, eran partidarios de mantener la diversidad de los Estados, cada uno con su príncipe a la cabeza. Los grupos burgueses que buscaban la unidad nacional sobre todo, las asociaciones estudiantiles, recibieron prácticamente como regalo la realización de sus sueños y quienes se lo entregaban eran precisamente quienes habían sido sus enemigos sociales. Esta realización de los sueños y esperanzas burgueses de las asociaciones estudiantiles, junto con el afianzamiento de los grupos sociales que habían contribuido fundamentalmente a ello, es decir, en primer lugar, del emperador y sus generales y enseguida de la nobleza en su totalidad, exigía una reorientación radical de los estudiantes organizados en tales asociaciones. Sus objetivos nacionales habían sido así alcanzados, pero los sociales pasarían a segundo o tercer término, como pago de su incorporación al nuevo estamento alemán49• Este reacomodo no ocurriría de golpe, pero es sintomático del proceso de transformación experimentado por amplias capas de la burguesía alemana: de la fusión de sus estratos más elevados con la nobleza jerárquica agrupada en torno al emperador y su corte, como una especie de rango ínfimo en una red estamentaria superior, entre cuyos criterios de pertenencia ocupa ~n lugar 49. De manera similar a como las asociaciones estudiantiles sufren una transformación -en cuyo ., a 1os estratos superiores del estamento de curso · 1es, en re 1acron od pasan de .ser gru pos margina P _ealr de su soc'.edad, a ser grupos que comparten con él la misma orientación en laJ·erarquía tamb.,ien 1a re 1acron ., d e 1os estudiantes · soo - se. modifica . organizados en estas corporaciones · . con 1asb VleJas generaci ones,· sob re t odo, con 1os antiguos miembros de las asociaciones que ocupa ~ ya altos cargos Y distinciones. Después de 1871, los antiguos miembros de estas asociacrones se agrupan . en un10nes . ch . ca d a vez con mayor fr ecuencia mayores. A partir de los an os o enta estas un · · ' lOnes a d quieren una gran mfluencia sobre las asociaciones juveniles: finan . compctianY apoyan las casas de las asociaciones, multiplicadas notoriamente a raíz de la · 1as asoc1ac10nes · · situa e. .encia que les h acian dispuestas al duelo y como expresión de una de los estratos mteresados . · prospera · La luc10n h económica mas durante ]a época del II Imperio I estatus provoca ad e a por e · 1 . luJosas. . escribe (P ' emas, que ta es casas sean cada vez mas Georg Heer· W I 1939, vol.~~ p Georg Heer, Geschichte der deutschen burschenschafl. Heidelberg. pnncip10, estas casas eran bastante modestas ... Aproximadamente a Partir de 190.O 1· ·· entonces una d ,ascasasseha'' d d nan mas amp rias Y se las acond1c10naría mejor. 1\ivo lugar · · · · · 1as diferentes aseno . a . a competencia entr e tod as 1as asociaciones estudiantiles, no sólo entre ociac1ones, por construirse casas cada vez más elegantes".
;;):~,C:t
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central la capacidad de batirse en duelo, como obligatoriedad de un código de honor común. Pero si las asociaciones estudiantiles y los korps se habían distinguido, hasta antes de 1870 y, en muchos aspectos, debido a sus respectivos patrones de comportamiento y a sus diferentes metas políticas, ahora las primeras ajustaban gradualmente sus códigos y objetivos a los de los segundos. Las metas a futuro desaparecerían cada vez más de su programa de principios mientras que la consolidación y preservación del orden social y político existenU: pasarían notoriamente a ocupar el centro de su atención. Así, los rasgos más bien idealistas de su programa desaparecerían también, un ejemplo de ello es el de aquellas asociaciones que habían mantenido el principio de abstinencia sexual entre sus miembros. Este precepto desaparecería ahora. Al igual que los korps, las asociaciones estudiantiles -que antes no habían hecho del principio de batirse un precepto obligatorio- lo harían ahora. Para todos sus miembros lo seria también mostrar determinado número de cicatrices o prueba de ello por semestre. Las reglas, y en general, las del duelo con armas pesadas o pistolas, se harían cada vez más estrictas y, con el tiempo, serian unificadas para todas las asociaciones estudiantiles dispuestas al enfrentamiento. Con la desaparición de objetivos futuros comunes, se reforzaría también el significado de las formalidades que regulaban la convivencia entre estudiantes, que servían como símbolos de estatus, como señales de superioridad sobre las masas, como objetos de lucha, en la competencia por el prestigio, tanto entre estudiantes de una misma asociación como entre los de diferentes asociaciones. En correspondencia con la distribución de poder y de jerarquía en el macrocosmos de los estratos más en cumbrados alemanes, en el microcosmos de las asociaciones estudiantiles inclinadas a la violencia se conformaría poco a poco una jerarquía estamentaria firme y clara. En ella, los korps, con la exclusiva del Borussia de Bonn incuestionablemente a la cabeza, ocuparían el rango más elevado. Las asociaciones estudiantiles se conformarían con el segundo lugar, aunque tratando continuamente de demostrar -con la rudeza de sus costumbres en lo que a cicatrices atañe- que no iban en absoluto a la zaga en valentía y honor a ningún korps. Después de ellas venían en el orden jerárquico las demás asociaciones juveniles donde los golpes eran importantes. Examinemos con más detalle la vida de estas corporaciones. 10) Ya hemos explicado que la educación de los jóvenes --Bn aquellos tiempos se habla apenas, más bien como excepción, de estudiantes del sexo femenino-, en el sentido de imbuir en ellos un canon unificado de los estratos superiores, es una de las funciones no planeadas ni explícitas que desempeñan las asociacion~s estudiantiles violentas. Particularmente el bautismo de sangre de la cicatrIZ como prueba, contribuía a la nivelación del comportamiento y de la forma de pensar de los descendientes de familias decentes, aunque no muy distinguidas, con la ideología y las costumbres de las "viejas" familias. 50 50. La educación para el duelo, es decir, para una forma de violencia estrictamente
reglameo·
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La educación peculiar que estas corporaciones imbuyen a sus miembros esponde a una necesidad creada por las universidades alemanas, aunque co~ólo por ellas. De acuerdo con su propio diseño, las universidades eran, en n~er término, instituciones de instrucción. Por supuesto, en ocasiones, se daba P1 aso de que los profesores universitarios cumplieran también, a la vez que con eucfunciónde productores y transmisores de conocimiento, tareas formativas. ~uando esto ocurría, representaban una influencia en la vida personal de los estudiantes y participaban en su sociabilidad, en su vida gregaria. Pero, como normageneral, esto no ocurría. A ese respecto en esos tiempos, como ahora, las universidades abandonaban a sí mismos a sus estudiantes. En consecuencia, las asociaciones estudiantiles llenaban un hueco importante. Quíenes cursaban su primer semestre en la universidad vivían, quizás por primera vez, fuera de sus familias y; posiblemente, en una ciudad en la que no conocían a nadie. Con toda seguridad, a algunos de ellos se les recomendaba ya en la familia el ingreso a determinadas asociaciones. Pero sucedía también, con mucha frecuencia, que las asociaciones mismas buscaran por su cuenta a personas idóneas para su aceptación en el grupo y que trataran de "pescar" a este o a aquel elemento. El ingreso a la asociación facilitaba en muchos sentidos la vida de un recién llegado: le permitía un contacto inmediato con otros estudiantes, ayudándole así a salir rápidamente de su aislamiento y, según fuera el caso, a superar la incertidumbre de su nueva situación. En la asociación le aguardaba un programa lleno de actividades sociales que a veces dejaban poco tiempo para el estudio propiamente dicho -la bebida de la mañana el paseo matutino, el salón de fiesta, la noche de cerveza, el boliche, los nai;es o el solemne festín estudiantil. Es cierto que la vida de la asociación exigía obediencia y subordinación a los miembros más antiguos, pero al nuevo se le tenían ciertos miramientos al principio; había un tiempo de indulgencia para los k~~sse füchse [zorros groseros], como se llamaba a los novicios. Es posible tamb1en que a los nuevos les causara una sensación de bienestar el que todo se llevara a cabo de una manera tan exactamente reglamentada. Estaban entre pares~ s~l? necesitaban dejarse llevar por la corriente, sólo observar las reglas de la asociac1ony de sus representantes, los estudiantes más antiguos, sabiendo ~ue ?º habría ningún problema inesperado, por lo que no había por qué ~n~m~t~rse. Las universidades instruían, las asociaciones educaban. Ofrecían l i~d1v1duosociedad y convivencia alegre, una gama amplia de actividades y segun la ~gura de los Viejos Caballeros, la promesa de una red de relacione¡ para la vida futura, es decir, de una ayuda en la carrera. tada tenía tamb·' · d d · · •. 1en, sm u a, su propio peso. Satisfacía las necesidades de los Jt'>V"Il"'que 1 . . Por eJem 10 para el~ Yª mlsmo tierripo en Inglaterra, se servían .de las competencia~ deportiva, todo mom smo fin. Pero servia igualmente como preparac10n para una sociedad donde. <'n de t ento, estaba_ presente para un hombre la posibilidad de ser de~afiado a ,!twlu 0 que en:; que hacerlo el ~msmo, (Por lo demás, no sería sino hasta el 26 de mayo J,, J 8,1.'l 1 • P ey, se decretana que la prueba estudiantil no era legalmente pumblP 1 e
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Al principio, la formalización de la convivencia en el marco de una asociación estudiantil tenía todavía mucho del salvajismo de los grupos juveniles. Entre los rasgos fundamentales de este entrenamiento del carácter de los estudiantes se contaba, no sólo permitir, sino también obligar a dar rienda suelta a impulsos relativamente infantiles y bárbaros que hasta entonces habían sido reprimidos por medio del control de la conciencia, en la conducta de muchos de los novicios' así como cultivar al máximo esta forma de vivir por medio de una valla d~ rituales de precisa observación. Para los novicios, para los zorros groseros, no resultaba en forma alguna fácil someterse a las restricciones de este paradójico canon estudiantil que fomentaba la vivencia extrema de impulsos salvajes a los que antes se había sujetado a tabúes muy estrictos -por ejemplo, golpearse sangrienta y conscientemente con otra persona-y que, al mismo tiempo, reprimía ceremonialmente tales impulsos a través de la observación inclemente de un estrechísimo complejo de normas de comportamiento. La familiarización de los nuevos con este impulso a vivir, a experimentar lo prohibido y a la simultánea sujeción de esas vivencias por medio de una rígida formalización, era posible gracias a la estructura de dominio de las asociaciones. Toda asociación de este tipo era una federación masculina de grupos generacionales, dentro de la cual, en una estratificación muy precisa, los más viejos gozaban de poder de mando y decisión sobre los más jóvenes. Estas relaciones entre grupos de diferente edad no carecían de camaradería, de cariño y amistad: cada novicio tenía que elegir entre los socios más antiguos un leibburschen * que hacía el mayor esfuerzo por apoyarlo, no obstante las diferencias generacionales, durante todo el difícil proceso de transición. Sin embargo, a pesar de todo el apoyo que se daba a los novicios, el aparato de dominio de las asociaciones tenía también aspectos rígidos e inclementes, y tanto los viejos como los más nuevos eran prisioneros del mismo. Ese aparato era el instrumento de restricción heterónomo necesario para dar a los más jóvenes fuerza para sobrellevar el explosivo canon de conducta estudiantil, en otras palabras, para tenerlos bajo control durante el periodo de familiarización con el mismo. A los más viejos, a quienes ya habían logrado su total identificación con los procedimientos de la asociación, la restricción heterónoma de la sociabilidad corporativa los ayudaba también a evitar, en toda esta vida llena de competencia y con la fuerte presión de los certámenes obligatorios, tanto las apuestas de bebida como los duelos ligeros y los más comprometedores: las oscilaciones entre la desinhibición total de lo instintivo y su férreo control y el no dejar nunca de estar atentos a sí mismos. El mayor peligro que en todo ello se corría era la expulsión de la asociación. Esta amenaza pendía constantemente sobre todos los miembros, reforzaba el dominio de los más viejos sobre los más jóvenes y el de la asociación misma como un todo sobre el individuo, porque, en efecto, el futuro de una persona que había sido expulsada de la asociación estaba marcado. El crecimiento de la sociedad * N. del T. [Es decir, un colega más antiguo que fungiera corno una especie de tutor para él en la asociación]
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rable por toda Alemaniahacía que en un caso de esa especie no hubiera ho~~a pues el estigma deuna pérdida de la membresía en una corporación de sali ti~o pesaba sobre un estudiante no sólo en la ciudad de su universidad, e~eoen todoel país. Cambiar de universidad no ayudaba, porque pronto lo 8 anzabala noticia persiguiéndolo siempre que intentara tener acceso a los ª;culos de quienes podían batirse en duelo. Había, por supuesto, otros grupos c los que podía ser aceptado, pero, con frecuencia, la idea que teníade sí mismo, ef igual que su conciencia de clase o estrato, es decir, suidentidad personal se ~abía ajustado a la pertenencia a esos círculos. Laamenaza de exclusión de la asociaciónera, en consecuencia, un instrumento de sometimiento muy serio que contribuía a disciplinar a los estudiantes rebeldes o, en su caso, que ayudaba a vencer sus resistencias a los rituales del grupo. Porotra parte, la asociación ofrecía un gran número de alegrías compensatorias por el temor -nunca del todo ausente-- de las restricciones, de fracasar en alguna prueba, de estar a merced de un golpeador más fuerte o más hábil, de las omisiones en el comentario cervecero, de cualquier desliz en la observación de las formas -antes de que se convirtieran en una especie de segunda naturaleza- de cualquier error que pudiera tener graves consecuencias. Entre las compensaciones se contaba la inserción en el grupo, la participación comunitaria en las noches de cerveza, los desfiles con todo el brillo de las bandas en las ocasiones festivas, la elevación sobre las masas, el orgullo de haber superado difíciles obstáculos y pruebas en el camino hacia las alturas de la sociedad y el de formar parte, en consecuencia, de ella. La estructura de dominación, el aparato jerárquico de restricción de estas asociaciones estudiantiles, arroja también luz sobre las peculiaridades de la estructura de la personalidad que se desarrollaba en ellas. Esa estructura no se orienta a lo que Max Weber, con razón o sin ella, llama "la formación de la conciencia protestante", es decir, a la constitución de una instancia de autocontrol con cuya ayuda el individuo sería capaz de dirigirse a sí mismo, independientemente de lo que digan otras p~rsonas, sería capaz de decidir y responsabilizarse exclusivamente ante sí y su D1?s.~a educación de los korps y las asociaciones tenía como meta no explícita, mas ~ien, la formación de una personalidad en la que la sujeción de impulsos propios dependiera en gran medida del reforzamiento social, del control por P~e de otras personas. Para la sujeción de sus impulsos violentos y combativos, qui~nhabía pasado por el entrenamiento de las pruebas tenía necesidad de una sociedad que lo apoyara, de una sociedad con una escala jerárquica clara con i1sªr~ad~s.diferencias de superioridad e inferioridad, de mandato y obedie~cia. e md1V1duodesarrollaba entonces una estructura de la personalidad en que · · requenan , de un apoyo las autorr es t r1cc1ones, · · · 1a propia· conciencia, es d ecir, por ~arte de la restricción heterónoma, de un elemento dominante para poder ~ncionar. La autonomía de la conciencia individual era limitada pues estaba ligada com · · 'bl e cor d,on um b'l' . _ o por un mv1s1 1 1cal con una estructura' social que inclu1a. u na Jerarqma · - d e man d o estrictamente . formalizada. Por sí mismos, los mecamsmos de autocontrol -a cuya implantación se ajustaba la vida típica de
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. dos honorables. Gracias a él, los estratos dominantes nobles pueden consider~ se y colocarse por encima de otros grupos de la sociedad, es decir, difer~?ciar n particular, de los estratos medios legitimados en primera instancia taJllbien y :n moral. La comparación pone de manifiesto la diferencia: el canon · ' represen ta un gra d o mas ' por undcanlos estamentos me d'10s requiere y tamb' 1en 1 worad ~ dividualización, una mayor autonomía relativa de los autocontroles 10 alto · 1men te cie · rto que, . . .ed ales que el canon o código de honor; s1· b'1en es 1gua mdi.vi u ente como fenómeno social, no posee nunca la autonomía absoluta que fácticalll · · ti gacion · ' filoso'fi ca d e 1o que d ebe ser. aimente' se le asigna en 1a mves norillC O sea la comparación del código de honor de los estratos guerreros oro , . 'd 1 . d 1canon moral de los estratos medios, hace evi ente que e primero va e tn e no de una estructura de dominio que descansa en una jerarquización e:;:ta de las relaciones humanas, en una ordenació~ ~lara del mandato ~ ~a b diencia· mientras que el segundo parece tener exphc1tamente la pretens1on ~/ser válido para todos los seres humanos y de postular implícitamente, la igualdad de todos ellos. Una de las características específicas de las asociaciones estudiantiles alemanas es que el canon moral de los estratos medios --euya expresión filosófica más grandiosa es la Critica de la razón práctica, de Kant-- tiene importancia en realidad, únicamente, durante el inicio de esos grupos, de las llamadas asociaciones estudiantiles. Ya de allí se mezcla de manera específica con el código de honor de los estratos dominantes. Cuando, después de 1871, en el contexto del nuevo y II Imperio alemán, una buena parte de los estratos medios se vincule cada vez más a las clases superiores, se perderán también en estas asociaciones -cuyos elementos provenían mayoritariamente de los estratos medios- todos los elementos anteriores del canon moral. Como en su vida social, sus objetivos educativos se orientan ahora -y a este respecto se borra cualquier diferencia con los korps y las asociaciones dispuestas al enfrentamiento--- exclusivamente a la observación del código de honor, dejando de lado los elementos morales. Algo similar ocurre con la jerarquización. Como ya hemos mencionado, en los primeros tiempos de las asociaciones estudiantiles, algunos de sus miembros intentarían, siguiendo las tendencias igualitaristas de los estratos burgueses de la época y en tiempos en que la supremacía de la nobleza se asentaba ya en bases firmes, abolir o, por lo menos, hacer más llevadero el dom_inioa veces brutal de los más viejos sobre los más jóvenes. Ahora, a finales de si_gl~,los rituales de dominio de la vieja generación habían pasado, en esas asociac10nes,de una reglamentación estricta a una sólida costumbre. Es posible que ~l ~redominio de las generaciones anteriores fuera más llevadero en las asociaciones estudiantiles que en la sociedad de los adultos habida cuenta de que se trataba en ellas, de algo de breve duración. Los gru~os generacionales estuddiantiles circulaban con relativa rapidez. Si eran los jóvenes quienes debían pa ecer hoy el yug o a que l os mas , v1eJos . . l os sometian, , eran consciente~ de 11 . que, en uno o d os anos, e os mismos ocuparían ese lugar. La máxima nulitar
los estudiantes en las asociaciones- eran demasiado débiles para resistir los impulsos que, en parte, esta misma clase de vida hacía aflorar con renovada energía. En otras palabras: la sociedad estaba diseñada de modo tal que, en el individuo educado en ella se produjera la necesidad de una sociedad de este tipo, pues su instancia individual de conciencia dependía de sus directrices. Siendo demasiado débil para tener bajo control los impulsos instintivos más elementales, tenía necesidad de órdenes y mandatos dados por otros, o dados a otros, para tener alguna eficacia. La formación de una conciencia en que el entrenamiento del carácter que las asociaciones impartían dejaba su impronta es, por lo tanto, notoriamente afin a la implantada en el entrenamiento al que se sometía a los oficiales en el ejército, inmersos también, a fondo, en una jerarquía de mandato y obediencia. Ahora bien, la imagen de grupos constituidos de manera que los individuos que forman parte de ellos desarrollen una conciencia independiente y de funcionamiento completamente autónomo es, sin lugar a dudas, una exageración idealista típica. En la realidad, un individuo no es nunca -menos en caso de enfermedadenteramente independiente en sus determinaciones, en la dirección que toma su vida, del significado que pueda tener la realización de su proyecto de acción, tanto para otros como para él mismo. Lo que puede observarse es, en realidad y solamente, un grado mayor o menor de relativa autonomía de la conciencia individual, una mayor proporción de restricciones autónomas o heterónomas en las decisiones del individuo. En consecuencia, lo dicho antes sólo puede significar que la estructura individual del carácter, a cuya constitución, con la ayuda del canon estudiantil y militar, se orientaba la educación, incluía una porción bastante grande de dependencia de la conciencia individual de otras personas y, por lo tanto, también una dependencia más o menos grande del apoyo que los mecanismos propios de autocontrol de los impulsos instintivos inmediatos recibieran de parte de las restricciones heterónomas. El concepto mismo de honor remite también a esa estructura porque, sin importar el grado en que la conciencia del honor propio influya en la dirección que tome la autoorientación, el temor de una pérdida del honor ante los ojos de los demás, del grupo, del "nosotros", tiene siempre una función central como reforzamiento de la autorrestricción necesaria para comportarse tal y como lo exige el código de honor. Esto coincide con la circunstancia de que el concepto de honor, considerado como un hecho social -no filosófico--- observable, desempeña un papel central en los grupos donde el vínculo entre las personas es muy estrecho, concretamente y en particular, en los grupos guerreros y afines. Originalmente, eran sobre todo los estamentos guerreros los que encontraban su legitimación en un código de honor, es decir, en la conjunción de violencia y valor. Por su parte, los estratos civiles pacificados se legitimaban mucho más, para decirlo formalmente, por medio del símbolo conceptual de la honorabilidad o de la honradez. El concepto de honor es. al mismo tiempo, un medio y un signo de distinción social para quienes son
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de los oficiales de educar a un joven en la obediencia estricta para que, lllás tarde como veterano, pudiera él mismo dar órdenes, era también un elemento fundamental en el canon de las asociaciones estudiantiles. Lo único diferente eran los medios. Entre las formalidades más peculiares de las asociaciones estudiantiles se cuentan las juergas estrictamente ritualizadas. Estos acontecimientos tenían una larga tradición. La convivencia cervecera de las asociaciones estudiantiles universitarias era heredera de una tradición alemana que se remonta por lo menos hasta los siglos XVI y XVII. En aquellos tiempos, en una época de interminables guerras, en la que Alemania se convierte en el escenario central de la resolución violenta de prácticamente todos los conflictos europeos, se desarrolla en su territorio una especie de epidemia etílica, no sólo en la forma del alcoholismo individualizado de nuestros días, sino en la de una actividad comunitaria. En esos años, tal vez como compensación a las penurias ocasionadas por una guerra que no cesaba, adquieren también en las cortes carta de naturalización los rituales de los brindis y las competencias de trago que dan a las juergas el carácter de una lucha lúdica. Ahora, en su forma tardía, este canon alemán del brindis y la competencia se convierte para las corporaciones estudiantiles, tanto en un tipo formalizado de sociabilidad como en un medio educativo, en un instrumento de dominio de los viejos sobre los jóvenes. En efecto, para los jóvenes existía en estas celebraciones la obligación de beber: debían aprender a "secundar" cuando un estudiante más antiguo brindaba con ellos, independientemente de que les gustara o no; y más o menos a sostenerse en pie, aunque ya estuvieran bastante ebrios y a tomar las medidas pertinentes, cuando realmente se sintieran mal. Se brindaba, se "tallaba la salamandra", se entonaban las viejas canciones: Frei, frei, frei ist der bursch. En el curso de la celebración uno se sentía más alegre, más libre, en una palabra, más relajado. Pero se trataba de una alegría ritualizada en alto grado por un complejo de restricciones. Todo ello refuerza los deseos de lucha: "¡Veamos qué tanto aguantan los nuevos!" Se brindaba con ellos, se tomaba con ell?s Y contra ellos en competencias y cada vez en mayor medida. Quien más resistiera resultaba vencedor. La alegría reforzaba el sentimiento de pertenencia, de estar juntos, uno al lado del otro. El canto fundía las voces individuales, el ~oro era la representación misma del grupo y el individuo se fundía con la totalidad: \5; barreras desaparecían ... para volver a aparecer al día siguiente. A la vuelta del siglo se da un movimiento en contra de la obliga~i~n de beber iniciado por los Viejos Caballeros, quienes señalaban las permc10~as consecuencias del consumo inmoderado de alcohol, abogando por una fleXIbl· lización de las restricciones a la convivencia cervecera y defendiendo incluso la tolerancia de los miembros abstemios. Es difícil determinar si tuvieron o no éxito. Algo parecido ocurre con las pruebas. Hasta los años sesenta del siglo XIX, las pruebas estudianti~es tenían. el carácter de u_ndue~o r~a_L~:; conflictos verdaderos entre estudiantes, asi como entre oficiales, se dinm recurriendo directamente a las armas. En consonancia con esto, el duelo se encontraba relativamente poco ritualizado. Los oponentes tenían bastante
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. ad de movimiento, podían hacerse a un lado, esquivar _con la cabeza e bbe~ ligeramente hacia adelante el tronco para colocar meJor un golpe. En inclinar n la unificación del imperio alemán, cuando incluso las asociaciones 71 18 _cotiles -antiguamente en la oposición- al igual que el korps y otras estu_ ia_nnes dispuestas al enfrentamiento se concebían así mismas cada vez asoc1ac10representantes d e la nueva Al emarua, . como awa ·1· 1ares d e l gob'1emo 0 ~áse::i los ritos estudiantiles del duelo se diferenciaban de manera notable. imP rte' de la lucha entre dos personas conservaba el carácter de los duelos. Unapa 1 d Con su ayuda, las personas que formaban parte de las clases más e eva as, 'derando indigno golpearse a la manera en que lo hacía el populacho, cons1 . . . , al gu1 d . tentaban canalizar la ira y el odio reciproco de una manera go más re a a, :a manera que convinier~ más a su estatus. De esta forma, una persona podía herir de gravedad a otra e mcluso matarla. Sin embargo, tendría lugar en ese momento un desarrollo de una forma especial de lucha bipersonal que concuerda con la función de las corporaciones estudiantiles, como instituciones formadoras de los nuevos estratos dominantes en Alemania, lucha que habría de convertirse en un instrumento de educación de un tipo característico. Se exigía ahora que, con las armas en la mano, los elementos de la asociación aprendieran a causarse mutuamente heridas sangrientas. Concretamente: sólo en el rostro, el cráneo o las orejas, heridas que no tenían, en general, ninguna secuela perniciosa de consideración, excepto un par de feas cicatrices en la cabeza. A esta forma de lucha bipersonal que servía como instrumento disciplinario, se la llamaba prueba de determinación. Los encargados de dos asociaciones dispuestas a enfrentamientos de este tipo determinaban cuáles de sus miembros más jóvenes debían batirse con florete. También los miembros más viejos se enfrentaban previo acuerdo. No se trataba ya, por lo tanto, de cobrar una afrenta, de vengar el honor mancillado en lucha con otra persona o de expresar el enojo con quien se tenía un problema o a la que se consideraba insoportable, recurriendo a las armas. En estas luchas sostenidas por acuerdo, se peleaba contra alguien que, en la mayoría de los casos, no había sido elegido por uno mismo, se luchaba contra él, como norma general, por el honor de la asociación y, por lo demás, simple y sencillamente como un ejercicio obligatorio. Todo miembro de una asociación de este género estaba n_osólo obligado a participar en cierto número de pruebas de determinación, smo que, además, se velaba estrictamente que su intervención en ellas fuera aceptable. Quien no satisfacía adecuadamente estas rigurosas reglas ~ra expulsado, con todas las consecuencias que ello tenía en la sociedad de onorables de la Alemania unificada.
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11) En el impulso estatal desarrollado para la unificación de Alemania 1 corresponde a la . . d' d 1 , . s asociaciones ispuestas a enfrentamiento una unificación 1 l 1 . e os codigos d h lucion . , tiene . 1 e onorl Y as reg as de. duelo, A partir de entonces ' su evoestat d ugar en e marco de una mtensa competencia por alcanzar un us entro de ellas, lo mismo que en las diferentes corporaciones de ese
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tipo, adquiriendo también, gracias a esta presión, una dinámica propia; J)ero en su orientación. podían intervenir, en realidad muy poco,las personas ligadas entre si de ~ manera, sobre todo porque en última instancia, tal dinámica dependía de la situación general y de la transformación de los grupos sociales
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debíatener lugar en el acto~ en ocasiones,durante el mismo aquellosotros Es:diantes que fungían ahoracomosecundantes también litigaban, llegándose es varoente a otro duelo. Como Heer observa ,63 esto condujo a que, en general, ~:~osempeñaran como secundantes gente pendenciera y proclive a la violencia ue encontrabaalgún gozo en tales peleas. q Comosea, después de 1871,la lucha entre dos personas, ya fuera en la forma d ma prueba de determinación o en la de un duelo con armas pesadas -dado i8c~so incluso con pistolas- se convertiría en el núcleo mismo de la vida de ~asasO::iacionesde este tipo. Si en otras situaciones (de las que podríamos dar ejemplos) lo que encontramos es una dinámica de refinamiento, la que aquí hallamos es una de vulgarización y rudeza. Su conexión con una formalización de Ja acción violenta puede ser reconocida con facilidad. La práctica social de las relaciones interpersonales que corresponde al códigode honor, en primer término la reducción al duelo - aunque también la obligación de participar en las competencias de bebida y de brindis, así como otros derivados estudiantiles del canon guerrero- tenía una doble función: representaba tanto una selección humana, en el sentido de unas estructuras de personalidad muy específicas, como una educación, en cuanto a actitudes valorativas muy determinadas. Como suele ocurrir en sociedades con un carácter guerrero, esta selección favoreció a los que eran físicamente más fuertes, a los más diestros, a los más rapaces, a los pendencieros. Esta educación preparaba al individuo para una sociedad con desigualdades notoriamente jerárquicas, donde, en cada caso, el que ocupaba una posición más alta se comportaba también de manera ostensible como persona superior, como alguien mejor, haciendo sentir esto a todos los que tenían una posición más baja, a todos los inferiores, a todos los que eran más débiles y "peores" que él. Considerado de manera global, el desarrollo del canon de las asociaciones ?ispuestas al enfrentamiento durante la época del II Imperio, constituye un impulso en dirección a un aumento de los rituales y a un mayor énfasis en ellos, en la acción violenta formalizada. Los miembros contemporáneos de la sociedad de honorables consideraban que la dinámica del ejercicio ritual de la violencia, como una lucha entre dos personas -ya fuera en forma de una prueba de determinación, o en la de resolver asuntos de honor con las armas en la mano- era, en el fondo, una institución positiva que había que apoy~. El grado en que las llamadas deformaciones eran, en realidad, aspectos negativos de la dinámica inmanente de las asociaciones estudiantiles esto es ~endenc_ias a la transformación --o implantadas por el canon de las mis~as- e~ ª relación entre las personas, es puesto de manifiesto por el sonado fracaso de 1 dosrepetidos intentos de reformarlas. Heer describe algunos de estos intentos . . , d e "los efectos . he reforma para 1ograr 1a e 1·1mmac10n cancerígenos de un ser e~mano degenerado por las pruebas". Algunos de estos intentos se repetirían en periodo qu e va de fina les d el siglo . XIX al año de 1914. Todavía en el Congreso
~ ""· llnd., p. 82.
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de las burschenschafien de 1912 se emitiría una serie de recomendaciones para_ mejorar los efectos perniciosos de tales situaciones reprobables. En 1914, otro Congreso se declararía ya, sin embargo, "incapaz de hacer otras sugerencias, en vista de la oposición de los grupos estudiantiles a cualquier reforma". 54 La gran importancia que había adquirido -más que en ningún otro lugar de Europa- el recurso a la violencia ritualizada entre las clases dominantes alemanas como símbolo de su poder y estatus superior, la fuerte competencia entre las asociaciones estudiantiles, la situación en el fondo precaria, a pesar de la pompa y el fasto aparentes del establishment guillermista, son factores que, en conjunto, contribuirían considerablemente, en el sentido de intensificarla, a la dinámica propia que adquirió el duelo entre los estudiantes. Por otra parte, la selección de personalidades que su institución lleva a cabo, en favor de un tipo humano con los rasgos de un espadachín agresivo y diestro, tiene también consecuencias similares. La orientación educativa que los miembros más antiguos de las asociaciones violentas trataban de inculcar a sus novicios subordinados, se encuentra total y estrechamente vinculada al gran valor concedido al duelo como símbolo de distinción, como signo de una actitud moral que destaca a cada miembro de esas asociaciones, como individuo y como grupo, de la masa de los alemanes. Una de sus metas era también la exhibición ostentosa del rango alcanzado en la jerarquía de los niveles sociales. En este sentido, la simbolización estudiantil de las relaciones de poder y rango con la actitud de la persona hacia los demás se asemeja a los usos ceremoniales de una sociedad cortesana, con los cuales, por otra parte, los usos de las corporaciones en la época del II Imperio se encontraban íntimamente ligados. Sin embargo, no menos clara y notoria es la diferencia entre ellos. Mientras que en la corte, las diferencias de rango entre los adultos simplemente eran expresadas y determinadas por la etiqueta cortesana, es decir, no era necesario que quien detentaba cierto rango o dignidad hiciera un particular énfasis en ellas con ciertas actitudes; en el caso de un estudiante joven, la conducta ceremonial correspondiente al rango de su asociación iba acompañada con frecuencia de gestos destinados a acentuar ostentosamen!e su propia y más elevada condición. El siguiente es un ejemplo de la estrategia del trato "de arriba a abajo" entre estudiantes: 55 Con una elevación despectiva de la nariz, Wemer avanzó entre las mesas de los deportistas y de las burschenschaften ... con la gorra inclinada. Venían de Hessen y Westfalia. Con un gesto ceremonioso se sentó a la mesa del cimber, donde no se le dio la bienvenida en voz alta y juvenil con un jovial '¡Hola!', sino con la alegría medida de que, en dondequiera que se encontraran, hacían siempre gala los cuerpos estudiantiles, particularmente cuando se sentían observados.
54. !bid. p. 85. 55. Bloem, vp. cit. (ver nota 19). p. 89.
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ntexto esta cita ilustra de manera fiel -nuevamentela escala · · entre 1as asocia· que prevalecía en la convivencia de forJllªt diantiles al igual que en general, en la sociedad de honorables en la · nesania es uguillermista. ' · d a reum.'6n cio La escena' tiene lugar durante la menciona .A}emS · dad Marburguense del Museo, es decir, durante una fiesta con baile · · ' a lto de la ociesistían corporativamente las asociaciones estu d'ianti ·1es d e mas ª ail b · · ·1 · la que ª donde sus miembros podían encontrarse y b ar aJo vigi ancia con 1as rango y'óvenes de la buena sociedad local o de las pensiones acreditadas. Era darnas Jnte importante, por lo tanto, observar en tal ocasión, • un compo rtami' en to sUillame amente formal que debía vanar · y aJustarse, · ' e1 rango mas ' o segun extremª
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del individuo como miembro de la clase dominante. Por lo tanto, sus miembros pagarían un precio por su participación en los privilegios de estatus y poder de la "buena sociedad": en presencia de personas del mismo rango o de un rango superior estarían siempre obligados a presentarse y a legitimarse como miembros del grupo. Con frecuencia podían abandonarse un poco, cuando no estaban entre pares. Pero que esto pudiera ocurrir y hasta dónde dependería de la escala de poder de la sociedad en cuestión. Esta diferencia en la escala formalidad/informalidad en el trato entre miem. bros del mismo estrato superior y entre los de este con los de estratos inferiores puede ilustrarse muy sencillamente considerando el canon prevaleciente en 1~ asociaciones estudiantiles respecto al comportamiento sexual. En su relación con muchachas del mismo estrato social, los estudiantes de las asociaciones dispuestas a la violencia debían observar reglas muy precisas e inflexibles. Sin embargo, la relación que podían tener con mujeres de otros estratos era, en cuanto a los mandamientos canónicos, bastante libre, permitiéndoles hacer 0 dejar de hacer lo que quisieran. Los únicos límites aquí estaban dados exclusivamente por las leyes del Estado. El significado de este conocido código de doble moral masculina para los jóvenes estudiantes se describe muy vivamente en la multicitada novela de Bloem. Un estudiante recién salido del pupitre de la escuela y recién llegado a una ciudad universitaria que ingresaba a una asociación estudiantil, encontraba en ella una situación que tal vez, nunca hubiera podido imaginar y que al principio lo sacudía. Ello debido a que un estudiante de este tipo era producto de esa peculiar educación en que, tanto la casa paterna como la escuela, alejaban de la esfera de aprendizaje y experiencia del joven cualquier problema relacionado con la sexualidad. A pesar de que se transmitían a los jóvenes varones y mujeres muchos otros conocimientos, se cuidaba al extremo el no hacerlos partícipes de cualquier conocimiento sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Lo que sabían al respecto se debía a otros jóvenes o había sido tomado de la Biblia y otros libros, de los que, en secreto, intentaban extraer aquellas informaciones, esto es, aquellos conocimientos que decían algo sobre uno mismo y que los adultos cercanos no querían o tal vez no podían comunicar, por encontrarse ellos mismos inmersos en esa red de inhibiciones o porque tenían que vencer demasiadas resistencias internas contra el tabú social de una conversación abierta sobre el tema. Era frecuente, por lo tanto, que un estudiante llegara a la Universidad ~in ningún tipo de experiencia sexual, sin una comprensión clara de sus propias necesidades, con un conjunto de ideas y deseos más o menos vagos y difu~os y una conciencia formada de acuerdo con los principios morales que reg¡an en la casa paterna. Como sus necesidades más apremiantes y los dictados de su conciencia no eran del todo compatibles, se atormentaba. Los adultos veían estas cuitas como rasgos característicos de la edad, como signos de la
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da pubertad . Esta es también la imagen que describe Bloem con su 1laJI1ª
rsonaje central. pe El encuentro con ~us colegas ~e la asociaci~n arran~a abruptamente aljove~ "de una situación de este tipo. Las canciones mismas que se entonan alh "zorro rnuestranmuy claro que hay dos clases de muchachas: 56 "Muchachas que aman y besan" La canción dice de ellas que "en cantidad están siempre allí". A ellas se oponen aquellas muchachas
"...que allá languidecen y aman platónicamente".
Werner escucha al mismo tiempo que el primer dirigente de la asociación estudiantil, a quien se considera el mejor y más poderoso espadachín de la Universidad, es padre ya de tres hijos ilegítimos en la ciudad. 57 Tal vez no sea muy realista la intención de Bloem de transmitir la impresión de que esta habría sido la primera ocasion en que· el joven zorro escucha que hay mujeres que "aman y besan", es decir, que no todas las muchachas se limitan a amar en forma "platónica". Independientemente de los elementos novelísticos exagerados o deformados en su descripción, la estructura básica del escenario social de la doble moral se apega bastante a la realidad. En Alemania como en muchos otros países, el código burgués de las relaciones sexuales tenía, por una parte, el carácter de lo que normalmente se llama moral: esto es, el carácter de una ley aparentemente eterna, válida para todos los tiempos y lugares. En su centro estaba el mandamiento de limitar las relaciones sexuales entre hombres y mujeres a las que entre ellos podían darse dentro del matrimonio. Esto significaba para los jóvenes la exigencia de una total abstinencia carnal mientras no contrajeran matrimonio. Puesto que, normalmente, un estudiante no estaba en condiciones de contraer nupcias hasta los más o menos 25 años o hasta que rayar en los 30, la observación consecuente de los mandatos morales de la sociedad equivalía para él, prácticamente, a una larga vida casi monástica. Pero la sociedad de la época era, por otra parte, relativamente tolerante o "pe~misiva"para utilizar una expresión en boga, en lo que se refería a la observación del código moral impuesto por ella. Exigía el estricto cumplimiento del 56 · ~id .. p. 11. Algo parecido se presenta también en el informe sobre la reunión de la Sociedad .arburguense del Museo (pp. 92 y ss.): ''Y las madres, al igual que las directoras de las P~mswnes veían apaciblemente con una sonrisa lo que ocurría, .. ¡Que gozaran la vida esos Jove_nes ... aunque para ello tuvieran que darse un par de citas y besos ... Ningún peligro seno P~an representar para las muchachas los estudiantes ... Para ello había otras mujeres había ras posibilidades, más cómodas y sin riesgo!" 57. lb,d., p. 13.
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de carne del animal. Los instrumentos usados para golpear en las pruebas de determinación estaban pensados, en lo fundamental, sólo para producir ortaduras en la piel del rostro, del cráneo y de los vasos sanguíneos de esas ;artes del cuerpo. Los ~jos estab'.'°1.a resguardo. Un buen ~olpe podía hacer que la piel del adversan~ se convir~era en una mas~ san~olenta, se podía partir al oponente la nanz y los labios, por lo que qwen sufria esto se veía por un tiempo impedido para hablar; las cortaduras en las orejas podían hacer que colgarany que la sangre corriera a chorros por las sienes. El estudiante novato requería normalmente de cierto tiempo para endurecerse antes de que su asociación lo enfrentara en lucha a un rival adecuado. Sin embargo, cuando había superado este obstáculo su orgullo aumentaba. Sin lugar a dudas, el procedimiento no era peor que el practicado por pueblos más sencillos en los ritos de iniciación. En estos, el dolor se considera, en efecto, como una demostración de virilidad y las cicatrices son vistas como un signo de pertenencia al grupo. Es evidente además que, la lucha en nombre de la propia asociación contra algún representante de otro organismo, reforzaba también el sentimiento de solidaridad con la corporación a que se pertenecía. Pero es también obvio que todo ello reforzaba la presión de las rivalidades internas y la crueldad con que los miembros de estas asociaciones juzgaban individualmente la actitud de cualquier colega durante las pruebas, además de que contribuía a la imposición de un código de honor profundamente gregario. Ya hemos mencionado una de sus consecuencias: en un ambiente comunitario juvenil donde, a diferencia de lo que ocurre en un contexto militar, este canon no estaba directamente relacionado con tareas ubicadas dentro de un servicio definido,ni con algún otro tipo de tareas profesionales, la competencia por alcanzar una mejor posición en la opinión del grupo, como, en general, en los grupos locales, de_semboca,una y otra vez, en una agudización de los rituales de combate. Los rmembros de las asociaciones estudiantiles se convierten, entonces, en prisioneros de.una estructura social que hacía del duelo un instrumento fundamental -tal vez el mstrumento fundamental- de legitimación de sus pretensiones de rango. m Con est~ podemos tener una visión más amplia de las actitudes o, dicho de ~nera mas general, de la estructura de la personalidad a cuya creación se orienta este tipo de convivencia estudiantil y de entrenamiento del carácter Se trata b a de un hábito humano que no conocía de seres hu. man?s Jovenes. ·' 1 a clemencia: qmen mostraba alguna debilidad no valía nada. En el fondo se fiormaba , l · aqm a as personas para golpear fuerte tan pronto se percataran de :e e~ta?an frente a alguien más débil; se las enseñaba a hacer sentir la propia 1 penondad a otros Y a mostrarles así su propia inferioridad de inmediato y e adramen~e.No hacerlo era un signo de debilidad y esta de suyo algo indign~ Y espreciable. Las a · · , · ex 1. sociac10nes teman sistemas de argmnentos legitimadores que buscaban P icar tanto 1 · b · los ob' a os miem ros mismos como a quienes no lo eran el sentido y ~e ivos de las formas estudiantiles de vida, en especial, del duelo. Walter
mandato de la castidad hasta el matrimonio solamente a las mujeres jóvenes, mientras que permitía apartarse de él a los jóvenes. En la práctica de los jóvenes de la burguesía, es decir, también en la de muchos estudiantes, el mandato moral se limitaba a la abstinencia sexual hasta el matrimonio, exclusivamente en lo tocante a las relaciones con muchachas de la misma clase social. Como, de hecho, de ellas se exigía la castidad hasta el momento del matrimonio y se castigaba con rigor implacable cualquier transgresión a ese principio -por ejemplo, con la vergüenza social o el repudio-, a los hombres jóvenes de las clases superiores les estaba absolutamente prohibido mantener relaciones eróticas que llegaran al contacto sexual con mujeres del mismo estrato. Lo que aquí se presenta como una discrepancia entre el mandato moral y la práctica selectiva constituía, en realidad, una expresión de la escala del poder social: mientras que en el trato con mujeres solteras, dentro del mismo nivel social, no había para un hombre joven de las clases superiores sino distancia y matrimonio, en el trato externo estaban, por el contrario, permitidas las relaciones sexuales, ya fuera en la forma de verdaderos amoríos o de un recurso a la prostitución. Al mismo tiempo, tenemos aquí un ejemplo claro y conclusivo del abanico que va de una formalidad ostentosa en el comportamiento -cuyo mantenimiento supone la existencia de una fuerte presión social heterónomaa su antípoda, esto es, a expresiones, comparativamente extremas de la informalidad, del abandonarse a sí mismo y dejarse ir, de la vivencia externa de afectos en esferas de acción en que ninguna restricción heterónoma refuerza la capacidad relativamente débil de autocontrol. 12) La familiaridad con una peculiar mezcla de una formalidad rígida y de una informalidad limitada que caracterizaba el canon de comportamiento tanto de los korps como de las burschenschaften, no era, ya, como hemos apuntado, algo que los jóvenes estudiantes pudieran hacer con facilidad. En particular, la introducción a los rituales de la prueba de determinación y, en general, al duelo, los enfrentaba a un deber nada fácil. Aunque es verdad que tales combates se organizaban de manera que los participantes no sufrieran normalmente daños de consideración, se trataba, en el fondo, de asuntos bastante sangrientos. Los más jóvenes estaban acostumbrados a que los novicios obligados a plantarse por primera vez en la palestra, se sintieran mal, pues provenían de un círculo social donde estaba estrictamente prohibido golpear sangrientamente a alguien. Los sueños infantiles violentos de sangre y muerte que podían haber tenido ocupaban ya un lugar secundario en su conciencia. Que algunos novicios experimentaran un sentimiento de pavor era tan sólo la expresión de una rebelión, de una conciencia negativa que prohibía tal brutalidad. Sin embargo, aún la más leve muestra de malestar en ellos provocaba enseguida las burlas bienintencionadas de los colegas más antiguos. Una broma bastante popular consistía en encargar a un nuevo que llevara un pollo vivo a la tarima, diciéndole que lo necesitaba para sustituir luego de la lucha su nariz con algún trozo
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Bloem pone con frecuencia en la boca de varias de las figuras de su novela juvenil argumentos clásicos al respecto. El personaje principal del libro, Werner Aschenbach se encuentra, al poco tiempo de haber ingresado a una asociación, horrorizado de lo que ha visto. Pregunta a un miembro más antiguo el significado real de todo ello, de ese honor estudiantil. ¿Cómo puede, en efecto, imponérselo a sí mismo sin saber de qué se trata exactamente? El estudiante más antiguo le explica entonces: 68 Sí muchacho, ¡el honor! ¡El honor estudiantil! Ojalá hubiera palabras para expresarlo... Mira, creo que el honor es precisamente algo... comolo que ocurre con la prueba. ¿No te parece realmente que toda esa esgrima y combates son una tontería? Dos tipos que nunca en la vida se han hecho daño alguno ni ofendido son enfrentados por los responsables, obligándoseles a causarse mutuamente heridas en la nariz y la cabeza... ¡Qué imbecilidad! Pero... uno se hace hombre así, uno se curte y aprende a pelear y defenderse... Todo eso no es más que la cáscara que protege a la nuez y, entre nueces igualmente duras, hay algunas sin contenidoy otras cuya almendra está podrida; también entre la fruta estudiantil hay algunas nueces vacías y algunas podridas. Pero la almendra, el núcleo, si es sano, ¡verás qué bueno es, aunque la cascara sea muy dura! Aquí aparece nuevamente la idea del hombre a la que ya aludía Zobelitz: un hombre duro y sin dobleces. Esta imagen está estrechamente vinculada con una muy específica de la sociedad misma. La vida adulta es una lucha constante de todos contra todos, en la que impera la dureza y para la que uno debe estar preparado. Uno tiene que ser agresivo y estar preparado para imponerse en esta lucha general. El ethos guerrero se pone aquí, en una versión aburguesada, nuevamente de manifiesto en toda su crudeza. Y, efectivamente, una forma de convivencia así puede arraigar profundamente y reproducirse a causa de ello,una y otra vez, sin alterar esencialmente el tejido social, considerado como un todo, en una sociedad donde predomina una tradición de comportamiento no social sino entre personas, viéndolas inmersas en una lucha en todas direcciones y en que existen instituciones que se proponen, específicamente, la formación de la estructura de la personalidad correspondiente. Por lo tanto, también esta forma tardía del canon guerrero evidencia una de las peculiaridades características de aquellas sociedades donde la lucha física entre personas, independientemente de cuán formalizada fuera, tenía una importancia fundamental. La aspereza de las relaciones humanas que encuentra expresión en el recurso a la violencia física, en causar heridas y, dado el caso, también la muerte a personas, se extiende como una infección e invade incluso aquellos ámbitos de relaciones en los que no hay en absoluto ningún tipo de lucha corporal. Uno de los rasgos más notables de este canon es que existe toda una gama de aspectos de la convivencia entre las personas que no es afectada por él. Tales
as..,.,.+-11s puedenrealizarsesegúnlas características peculiaresde los · di 'd • · d I · vi uosen los!:"""resquicios e a redd e regIas de una sociedad de ese tipo pero no m están ujeto al canon. Esto puede verse con toda claridad cuando se ex~m· a 1 ods s ·te · ás · o que p emos l]arnaruno de los en nos m unportantes de un proceso civilizato no. · · 1al d I 'd tifi .6 e canee y d did la profun a e a i en cac1 n entre las personas Y, en consecue . l al d d d 'd ' ncia, e canee y la profundi a .e su capaci ad de empatía, de ponerse en el lugar del otro Y d sentir y s~r partícipes de sus ~entimientos O forma de pensar. e El código de honor estudiantil, tal y como se nos presenta a pa t' d 1 . te expu to 1· . . r ir e o anteriormen es ., e muna prácticamente por completo este aspecto social del trato personal, lo mismo que el entorno en las actitudes den· d E · '6 d 1 · va as. s cierto 'al d que la educaci n e as corporaciones estudiantiles de la épo · . . t d l 'd . ca impen pro ucía un sentim1en o e so 1 andad . entre los agremiados a una misma · , . asociación Pero se trata b a d e a lgo muy hmitado relativamente pl b bl · ·t l d · . ' ano Y,pro a emente l 'd ' más bom o en e recuer o ideahzado y añorante que E en a vi a presente de . t los estu d ian es. n esta bastaba con frecuencia · · 'l'd un mov1m1ento en falso un h ' momento de d e b 11 ad para incitar a otros coleg metafóricamente, sobre uno. as ª ec arse, aunque fuera t Bloem describe una escena que ilustra viv despiadadamente a algún miembro que h ame; edes~a tendencia a atacar O ;ad aqueza. Uno de los jóvenes, de nombre Klauser, no había cumpl~:Js 1 de determinación, con las esperanzas ue en e , o o en ux_iade las pruebas Se había comprometido con una chica noche ~1:b.1an depositado sus colegas. todos sus pensamientos. Eso daría ábulo a s nor y :ra ella la que ocupaba expulsión. Klauser debía ahora esp p us companeros para aplicarle la purifi_c~ción, la cual, con un poco de s':~ pi;~a~arse para la dificil pru~ba de penmtir su reingreso a la asociación. Mie~ias1~ arle una nueva oportumdad y cuarto con una venda que a ro d tu anto, estaba solo, sentado en su . , anera e rbante en l , b 1as h endas. No era pos1'ble . ' vo VIa su ca eza y ocultaba , . pensar en sahrmedi d , cone1md1ce.Wemer Achenbach d 'd . . . o mun o 1o habria señalado to~avíano acababa de entender lo e~e ~VI;~tarlo. E:n su calidad de zorro grosero quien le da la siguiente respuesta:19 a Ia ocurndo. Se lo pregunta a Klauser,
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- Mira, entre nosotros los estudiantes del k ~~ deporte, no es un simple ·ue o d orp_s,la prueba no es meramente c1on.Un estudiante debe d J g e armas ... smo un instrumento de educa las deformaciones a las h e_~ostrar allí, que es indiferente al dolor físico ~ Cuandohayas est~do , et~ as graves y a la misma muerte... , , al mas 1empoen el gru 1 t if1°os aiios, las exigencias en lo relat· poi o en enderas mejor. Desde hace P en ahora cos ivo a as pruebas han aume t d S realiz as ... que no cualquiera uede r . n a o... e p cump ir Y hay qmen las puede de , ar hoy,pero ya no lo puede h tus::o:n que te encuentres ... d:c:~ :::~:~~:ruenddedmeulcho dde!~~tado ..· a con 1c10nde ..·
~ ... PP. 158 y ss.
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-Oye, pero, entonces, ¿se te está castigando por haberte comprometido la noche anterior? -Pues sí, podemos decir que así es. -¡Pero eso es absurdo! ¡Absurdo! -Bueno, mira ... No debes olvidar nunca que los que nos juzgan ... son jóvenes seres humanos como tú y yo, personas que no son infalibles. El e.e.es del~ opinión que mi prueba fue bastante mala. Es como estar ante un tribunal: a veces un inocente es encontrado culpable. Es lo que podemos llamar mala suerte personal. -¿Mala suerte? Más bien creo que esa dureza es un defecto terrible del korps. .. ¿Sabes Klauser? Estoy algo desesperado precisamente en relación con el korps en general. Pero bueno, a ti debe pasarte en este momento algo parecido. Es como sentir en este momento en carne viva, en la sangre, las bendiciones de esta famosa institución ... -¿En carne viva y en la sangre? Sí, eso es lo que siento. Estoy sentado aquí, el korps me ha expulsado después de quince pruebas, me han despojado de mi grado y en este momento no sé si el sábado próximo seré aceptado nuevamente en el grupo o se me echará para siempre. Bueno, me puedes creer: no tengo en este instante ánimo para ver las cosas de otro modo que como son en realidad. Tienes razón: mucho de lo que ocurre en la asociación no es algo que a uno le pueda gustar. Muchas cosas podrían cambiar, ser menos duras, más humanas, según el esquema F. Pero ... si me tocara ser otra vez zorro grosero ... ¡Sería nuevamente un estudiante del korps \ -¿Otra vez? ¿A pesar de todo? -Sí, por supuesto, a pesar de todo. No sé, pero una voz interna me dice: Todo tiene que ser así. todo se ha dispuesto así para que seamos útiles para lo que viene ... ¡Para que aprendamos a apretar los dientes! ¡Para que podamos convertirnos en hombres! La sociedad de satisfacción del honor, que constituye el estamento rigurosa· mente jerárquico de la Alemania de 1871-1918, imponía a sus jóvenes una red estrechísima de reglas que, en el caso de muchas asociaciones de los estratos superiores, incluía la totalidad misma de la vida social. Ahora bien, cuando las personas, en especial durante su juventud, aunque también en una edad mát avanzada, son insertadas en un aparato social con un grado muy elevado de formalización que, por una parte, les impone duros sacrificios, pero que a la vez, les promete recompensas adecuadas, por ejemplo la conservación de un alto estatus, es fácil que se convenzan a sí mismas de que los sacrificios que deb~n hacer, que las frustraciones que deben padecer tienen un sentido. Con frecuencia ocurre que se trata de un sentido que uno mismo no conoce o no entiende, pero de cuya existencia se está, de todos modos, plenamente convencido. Porque es muy probable que tener que confesarse a sí mismo que las penurias sufridas no significan otra cosa ni tienen otra función que la de preservar o auinent~ el poder del grupo al que se pertenece y servir como símbolo de lo elevado de propio estatus, resultaría muy frustrante.
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cuando se ha invertido tanta energía en la adquisición de habilidades como las cultivadas por l~s ~sociaciones estudiantiles de esos tiempos, parece natural ensar que los sacnfic1os Y penas padecidos son necesarios y tienen un sentido. ~ si bien no se alcanza a veces a entender esto último, de cualquier manera, el consensoentre todas las personas que forman parte del círculo de la necesidad de tales privaciones, permite que uno se convenza de que, efectivamente estas son necesarias. 60 La descripción de Bloem ilustra fehaciente e impresio~antemente este punto. El profundo arraigo de la estructura regulativa de la sociedad de satisfacción del honor en la ~ersonalidad individual de sus representantes, el código convertido en una especie de segunda naturaleza, identifica a la persona como miembro de este estamento. La totalidad de su carácter, de sus actitudes, sus formas de expresión, sus concepciones básicas acerca de las personas lo señalan como tal. Esa es su re_comp':n.sa. En ~a sociedad como esta, cuyas capas superiores cortesanas Y ar~stoc~aticas deb1an la continuidad de su privilegiada posición a~?ªgue~ra victonosa, las fo~~ias de comportamiento y de pensar y sentir ~ml~t~resJuegan un papel dec1s1vo. Las concepciones acerca del trato entre md1viduos -que formab~n parte del armazón de reglas, del canon de estos estratos Y del comportamiento corr~spondiente en las relaciones de persona a persona- no.:ueron, en ~ene~al: obJeto de reflexión. Tales ideas no encuentran nunca expres10n en una srntes1~ rntelectual de un nivel más elevado, en libros de filosofi~,p~ra lo cual, _la~ayon~ de_los miembros de esta sociedad de duelistas no te~ia m el en~end1m1ento m el mterés. En el mejor de los casos, sus ideas se articulan en ~ros comun~s del tipo de los que un escritor ha puesto aquí en ~~ca~e un estud1~te en peligro: "Apretar los dientes para hacernos hombres" ~ismo ~abe Y.di~~ q~e en su grupo hay poca humanidad y poca com asió~ En e_lse exige suJec1on mcondicional a los mandamientos del códi'go L pt · gres1onesd b 1 . as ransT d 1 e ian, por o tanto, castigarse duramente y sin contemplaciones sin c~n~:r os estrato~ do_minantes relativamente cerrados disponían también en alto gra~~ne~r~::;:a~one~ cre~das ex profeso, de sanciones fuertes y eficace~ además una se . a e qmen violaba el canon que las sustentaba existiendo sarrollado sob mteJdanzaelntr_e~Has y las que los estratos inferiores habían de~ 1 mpos, t raves, d e una unión organizada Y planeada' e re bo o en os ultimas t·e · on ase en esta org · · - por eJemplo, · 1 d an1zac1on, los esquiroles en una huelga podían se Tamb1'e' 1 r expu sa o~ de los sindicatos e incluso perder su trabaJ·o n cas capas · 1 su . penares, s1· b'ien cuantitativamente más limitadas amenazaban on e estigma y la p 1 . , d 1 . , e1canon. El temor e~ u s1on e a sociedad a quienes violaban tales medidas a ante :stas sanc10nes era aquí tanto más eficaz cuanto que menaza an con destruir no sólo la carrera profesional de una
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60. La prueba d d . la Ju d e etermmación es un buen e·em ¡O d ¡ f, · z e un desarrollo ult · , J P e ª ugacidad de tales conv1ccíones A e1producto de una evo! e:10dr,plarecena no tener propiamente ninguna funcion sm,i ~er " por e"l: son sus prisioneros. UC!On e canon a I que no pue den sustraerse las personas '" ligadas
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persona, sino su identidad misma; pues cuando alguien que ha fincado su orgullo, su autoestima y su consecuente sentimiento de superioridad en su pertenencia a un estrato superior, ve que su membresía en tal grupo se cancela a causa de una violación del canon, se ve también enfrentado a una pérdida de identidad y valor que, con frecuencia, resulta irreparable. Esta caída es de dificil compensación y superación. Por otra parte, a menudo, la ruptura del canon no descansaba en una decisión de la persona afectada que, como ocurre en el caso de un esquirol, se aparta de las reglas del grupo con plena conciencia de las posibles consecuencias de ello. La violación podía sobrevenir de manera completamente inesperada, como un rayo en descampado. Un ejemplo de esto lo tenemos en la novela de Bloem. La idea no consciente que estaba en la base de la educación de las aso. ciaciones dispuestas a la violencia, lo mismo que en sus objetivos, es decir, la de vivir toda la vida como un miembro de los estratos imperiales superiores y concibiendo la convivencia entre seres humanos como una lucha de todos contra todos posee rasgos hobbesianos. En el desarrollo de Alemania no adquiere, sin embargo, como ya hemos dicho, el carácter de una filosofía que pensara en todas sus consecuencias, sino el de una tradición de comportamiento y formas de pensar no planeada, producto del ciego destino de la historia. Precisamente por tratarse de algo no meditado, se presenta envuelta en un halo de naturalidad e ineluctabilidad todavía mayor: tan pronto como uno muestra alguna debilidad está perdido; es bueno y conveniente, por lo tanto, hacer patente la propia fuerza: quien hace ver que es débil merece que uno lo ponga en su lugar, quien es susceptible merece que se le eche sal en las heridas y merece también schadenfreude, * la intraducible expresión alemana que, si bien es necesario hacer notar que este sentimiento existe en muchas sociedades, en pocas de ellas se acuña un concepto que lo exprese y en pocas de ellas se consagra, en consecuencia, de manera involuntaria, como un atributo cuasi-normal de las personas. De manera análoga a como ocurre con el duelo y el código de honor, también la imagen correspondiente de la convivencia entre seres humanos resulta com· prensible como manifestación de un estrato superior que puede -aunque algo tarde y después de padecer muchas derrotas y humillaciones- ponerse al parejo de sus vecinos gracias a una muy breve serie de guerras victoriosas, de un estrato que, sin embargo, al mismo tiempo se sabía amenazado en la base misma de su existencia. Teniendo en mente el incontenible avance de la socialdemocracia Y su ingreso, a pesar del derecho electoral triclasista, al Parlamento prusiano, el entonces jefe de la fracción conservadora, von Heydebrand declaraba: 61
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Literalmente: alegria por el daño (ajeno) [N del T] 61. Pachnicke, Führende md.nner des alten und neuen reiches, Berlín 1910, p. 13. Véase también von Heydebrand, "Beitriige zu einer geschichte der konservativen partei in den letzten 30 Jahren 1888-1919" en Konservative monatschrifl, 1920, p. 607.
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"El futuro les pertenece; la masa hará valer su fuerza y despojará a la aristocracia, nos despojará a nosotros, del poder y la influencia Sólo un hombre fuerte podría detener algún tiempo esta ola devastadora. Pero lo que no queremos es abandonar por nuestra voluntad nuestras posiciones ..." Otros países, particularmente Inglaterra, contaban con estratos dominantes más flexibles. Dejando de lado las escasísimas excepciones al respecto, en los estamentos superiores alemanes y, por lo tanto, también en la tradición alemana, la negociación y las estrategias de compromiso tenían muy mala fama. Luchar hasta lo último, mantenerse en el puesto sin retroceder, a pesar de todo y hasta el amargo final, es una vieja tradición guerrera europea. 62 En Alemania, con la incorporación de una parte considerable de los grupos burgueses al estamento cortesano-aristocrático, se convierte también en una tradición nacional. 13)Si comparamos a la burguesía alemana de la segunda mitad del siglo XVIII con la de la segunda mitad del siglo XIX, podremos constatar un impresionante cambiode formas. Bastará ilustrar aquí esta transformación haciendo evidente el lugar que ocupa la cultura en la escala de valores de los círculos representativos. En la segunda mitad del siglo XVIII, los logros culturales, sobre todo en el ámbito de la filosofiay de la ciencia, adquirirían un rango muy alto en la escala valorativa de esa alta burguesía. El poder económico y la conciencia del mundo de los círculos urbano~ y burgueses irían y~ en aumento en esa época. Sin embargo, haciendo casoormso de algunas excepciones, la burguesía prácticamente no tenía acceso a aquellos puestos políticos en que se tomaban las decisiones fundamentales sobre los_as_untospolíticos, militares, económicos y muchos otros relativos al Estado. Pract~ca~ente, tales deci~iones_estaban, de manera exclusiva, en las manos de l~sprmc1pes Y de los func10nanos cortesanos ilustrados del Estado, pues en los :~:os cortesan_osla nobleza continuaba teniendo absoluta prioridad sobre los entos med10s, Y aquellos elementos de la burguesía con acceso a los altos 62 · Esta incondicionalidad, este absolutismo en la conducta de los guerreros su perspectiva de que un_guderrero debe luchar hasta lo último por su causa para poder c¿nservar su honor era un I eal de cons'der · f1 · 1 · ., 1 a bl e m uenc1a en a tradic10n europea. Por esta razón tal vez no . d sea e 1todo oc10soseñalar sus diferencias con el canon guerrero J.aponés El alem' an' d · b una sahda a 1 · eJa a En la t d' . ,ª persona que se enfrentaba en combate, un poder evidentemente superior , ra icion europea tal salida no existía o no estaba consagrada Para un gue · . Japones era pos 'bl · ., · rrero ese mom i e, en un~ s1t1:1~c1on desesperada unirse a su adversario y servirle desde Este ejeme71~:on/oda de.~cac10n, como lo había hecho antes con el señor anterior. en tradicfone st a tamb1en hasta qué punto las tradíciones guerreras pueden convertirse fuerza de a _s~~c10~ales. A es~e respecto, resulta natural pensar que la extraordinaria que ver ents1m1tac10n de Japona los vencedores de la última guerra mundial tiene • re o ras cosas con el hech d · correspondencia c 1 ~ ' ., .º. e que, como estrategia de sobrevivencia y en incomparablem ;n ~ ormac1on trad1c10nal del superyo, el mimetismo con un enemigo tos de inferiori;:d e mas fuerte no va acompañada de pesadas cargas de culpa y sentimienPermitidas de b 'pues, en cierto sentido, este mimetismo corresponde a las estrateaias so rev1venc1a. ,.,•
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cargos de la administración del país y judicial imitaban, en gran medida, en su comportamiento, las tradiciones cortesanas y aristocráticas. Mayormente, esos círculos orientaban sus patrones de comportamiento y formas de pensar hacia los franceses. De hecho, en ellos se hablaba francés y era este también el lenguaje de los miembros burgueses de la corte. En resumen: se civilizaban. Aquellas porciones de la alta burguesía excluidas de las oportunidades de poder en las sociedades cortesanas desarrollaron un canon de comportamiento e ideológico característico. En él, los problemas de moral jugaban el mismo papel que, en el canon cortesano, los asuntos de cortesía, buenas maneras y decencia en el trato social. Al igual que ocurría en el canon de otros grupos ascendentes, en el de la burguesía alemana progresista los ideales de igualdad y humanidad -Seid umschlungen millionen ...", [N de T. Abrazados todos} escribía Schiller y Beethoven lo retoma- ocupaban un lugar central, en abierta oposición al del patrón cortesano aristocrático, donde, por lo menos de manera implícita, estaba enraizada una idea de desigualdad esencial entre las personas. En estrecha correspondencia con esto, el concepto de cultura --que en esa época adquiriría el carácter de símbolo de la conciencia y la autovaloración burguesas- se envolvería en una capa de fuerte contenido humanista y moral. El patrón de moralidad que tal concepto encarnaba reflejaría, sin embargo, de facto, la moralidad limitada, propia del estrato social de estos círculos burgueses, a pesar de ser postulada y entendida por sus representantes como algo universalmente válido, es decir, válido para todos los hombres, independientemente de la época y el lugar. El cambio en la función del concepto cultura y de aquello a que hacía referencia en los estratos superiores de la burguesía alemana después de 1871, en comparación con el papel que jugó en la segunda mitad del siglo XVIII, representa, en miniature, con toda agudeza, la gran transformación formal que sufría la burguesía alemana de ese periodo. Por supuesto, aún después de 1871, algunas porciones de la burguesía alemana continuarían legitimándose por medio de los conceptos culturales e ideales humanistas, y los problemas de moral seguirían teniendo una importancia central tanto en sus patrones de comportamiento como en su forma de pensar y sentir. Sin embargo, muchos círculos de la burguesía -precisamente aquellos que se habían integrado a la sociedad honorable o que buscaban hacerlo- harían suyo el código de honor de los estratos superiores. Ahora bien, en la escala de valores de este código, en particular, en su versión prusiano-alemana, los logros culturales Y todo aquello que los representantes de la burguesía habían tenido en tan alta estima, durante la segunda mitad del siglo XVIII, como el humanismo y la mor~ universalista, ocupaban ahora un rango menor, si no es que negativo. El interes artístico de la sociedad cortesano-aristocrática era más bien reducido; Y algo parecido puede afirmarse de los círculos militares superiores de la Alemania imperial. Es evidente que en ambos lo que se postula es la tradición del cód1g~ de honor guerrero y no el canon burgués de cultura y moral. Y lo es tamb1e que se sentían ligados a una idea de desigualdad jerárquica de origen entre las personas, a una incondicional diferencia entre superiores e inferiores.
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. lusión de un número creciente de estudiantes burgueses en la sociedad LaJ.IlC · ' korpsble -ya fuera como rmembros de las burschenschaften o de al~ hon:;:a en pequeño la diferencia entre la burguesía educada del s1~lo XVIII xnu 'd en gran medida del estamento de poder y de la buena sociedad de .-exc 1u1 a . . d d , _ y la burguesía que sí estaba hgada a tal estamento y socie a , es d susias · dl'lXXE ., . la honorable del siglo XIX y comienzos e s1g o . n comparac1on decir, a· terés que suscitaban las prue bas, l as conVIvencias · · cerveceras y de todo 1 c?n el Ul bares y las ocasiones de sociabilidad festiva, los intereses culturales tipo, os 1 . . . 1 t educativos tenían un papel insignificante en as as~c1ac10nes VIOen as, pues uestiones de honor se valoraban alto, y las cuest10nes de moral ocupaban . as c ar secundario o terciario. Los problemas h umamstas re l a t·1vos a 1a un 1u g 'd d d .. , 1'd ntificación entre las personas, habían desaparec1 o e su campo e V1s1ony, negeneral, estos ideales clásicos eran considerados negativamente, como una ~ebilidad de los estratos inferiores de la jerarquía soci~. , . En el conjunto de tareas e intereses de las personas vmculadas por el cod1go de honor no entraba en consideración, de forma general, reflexiva o literaria, el canon de su comportamiento e ideología. Pero hubo un hombre, quien desde la perspectiva de clase de estas personas podía ser juzgado como alguien ajeno, que expuso claramente los principios subyacentes en la educación y la práctica social de las asociaciones estudiantiles violentas, en su análisis intelectual y literario de la época guillermista: ese hombre fue Friedrich Nietzsche. A pesar de su ocasionalodio hacia los alemanes, formularía mejor y más agudamente que nadie algunos de los principios fundamentales implícitos en la existencia misma de la sociedadde honorables del 11Imperio. Lo que antes había sido presentado a escala reducida en la descripción del destino de un estudiante cualquiera, lo mostraría ampliamente expresado con un lenguaje poderoso y sutil. Un ejemplo: 63 Y 1
¿Qué es lo bueno? Todo lo que aumenta el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre. ¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad. ¿Qué es la felicidad? El sentimiento de un aumento de poder, el sentimiento que aparece cuando se supera un obstáculo. No satisfacción, sino mayor poder; no paz en general, sino guerra; no virtud, sino aptitud y excelencia (virtud en el sentido renacentista, virtú, es decir, virtud libre de moralina}. El primer principio de nuestro amor a los hombres debe ser: todo lo que es débil Y fallido debe desaparecer. Y es deber de uno contribuir a ello. ¿Qué puede ser más pernicioso que cualquier vicio? La compasión activa con todo lo que es fallido, no realizado y débil: el cristianismo ... ~l odio a los alemanes manifestado en ocasiones por Nietzsche en ,-us escritos, era en buena medida una especie de odio a sí mismo. Aún cuando les ~
63. Friedr h N . . . 1165 YicSS. ietzsche, Der Antichrist, Karl Schlechta (ed. l. \\~r·ke. vol. 2. l\1umch J 9Gti. pp
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d rninación no ilustradas y absolutistas que privaban en esos Estados, atra0ndo a algunos sectores juveniles a un movimiento opositor no muy eficiente yeconfrecuencia, digno de conmiseración. Pero los Estados alemanes estaban [arnbién prácticamente imposibilitados para salir vencedores de una guerra de liberación por un impulso propio y no la emprenderían sino en calidad de aliados de las grandes potencias. Sin embargo, la victoria sobre los franceses no borraría en los círculos burgueses el recuerdo de su humillación ni su sentimiento de debilidad. En la segunda mitad del siglo, tendría lugar un ascenso relativamente rápido de Alemania que la convertiría en una potencia europea. El imperio alemán, considerado todavía a mitad del siglo pasado como un gigante con pies de barro en el concierto occidental de las naciones, se transformaría en pocos años en la potencia dirigente de la Europa Continental. Cuando un alemán de la época buscaba explicarse cómo había sido posible un cambio tan repentino, encontraba fácilmente una respuesta precisa y directa: gracias a una corta sucesión de victorias militares, sobre Austria, Dinamarca y Francia. No es sorprendente que, para muchos esta experiencia del notable y prácticamente imprevisible ascenso de lo más profundo a lo más alto, de la debilidad a la fuerza, condujera a una exaltación de la fuerza, a la idea de que, en realidad, el valor que se dispensaba a la consideración a los demás, al amor a otros y a la disposición a ayudarlos era algo basado en la hipocresía. Los acontecimientos mismos, la serie de guerras victoriosas son, sin duda, suficientemente conocidos. Pero tal vez no siempre se haya considerado con suficiente detenimiento lo que estos sucesos de política exterior, y sus consecuencias políticas internas tocantes a la distribución social del poder, significaron para la sensibilidad de las personas. ¿Sorprende verdaderamente que experiencias comola del ascenso prusiano-alemán, debidas a una guerra victoriosa tras otra impusieran el predominio de la idea de que, en la convivencia entre individuos' la de_bilidades algo negativo, mientras que la fuerza es algo positivo? ' Sm duda alguna, la emergencia de tales concepciones se encuentra estrecham~nte relacionada con el puesto privilegiado que ocupaban los militares en la sociedad cortesana y, en general, en la buena sociedad alemana, debido, en buena parte, al papel fundamental que jugaron los éxitos obtenidos en la guerra para el ascenso mismo del país. Pero, a su vez, existe un nexo indisoluble entre esa posición privilegiada de los militares en la época y una escala de valores profundamente integrada a la nueva conciencia alemana. En ella en efecto se conced eria , un valor muy elevado, si no es que el supremo al poder ' en un ' marco d e convivencia · · entre seres humanos, mientras que la debilidad ' social de la que Al · E emama· misma acababa de salir, era confinada al nivel más bajo.' stverdad también que no faltaron, después de 1871, voces que se que;aban de es e predo . . d 1 ·¡· . " mimo e o mi itar y los umformes en la vida social y que muchos · . ' contempor , . aneos vieron con toda claridad que la preeminencia de los valores mi.1i.t aristas y, en par t·icu 1ar, d e 1 co'd' igo de honor de la sociedad dominante ib d a e la mano c 1 ., on una va oracion correspondientemente inferior a aquellos
reprochaba su "cobardía interna ante la realidad", su hipocresía, "convertida en ellos en instinto", su ''idealismo", en el fondo, él luchaba consigo mismo. En última instancia, Nietzsche buscaba ocultar, reprochándose su anhelo de fuerza gueITera, su propia debilidad. Lo que Nietzsche proclamaba de forma iracunda y con voz fuerte, como algo nuevo y extraordinario, no era sino la verbalización simple y reflexiva de una estrategia social muy antigua. El desprecio por los débiles y fracasados, la alta estima de la guerra y la fuerza en oposición a la paz y a la satisfacción civil, no son sino rasgos distintivos del código que hemos estado analizando, del canon que aparece siempre en la práctica de los grupos guerreros. Ese canon puede limitarse según sea el lugar y la experiencia, a las obligaciones de honor y rituales caballerescos; pero los estratos guerreros lo observarían sin demasiadas reticencias. Este código de comportamiento fue tomado, por primera vez, como objeto de reflexión y como tema europeo, en la época del renacimiento. Maquiavelo es el más conocido y quizá el más grande, pero no el único exponente de esta primera gran corriente de reflexión, por la cual, una práctica social antiquísima de los grupos guerreros sería elevada a un nivel de síntesis superior y, de esta forma, convertida, de manera más o menos explícita, en una prescripción obligatoria. Nietzsche da un paso más allá al generalizarla en un plano mucho mayor y transformarla en un deber universal. Nietzsche se remitiría al renacimiento, que ve como el último gran periodo de la historia occidental anterior a la adopción por los europeos de la errada vía de la religión cristiana, con su valoración exagerada de la compasión y la debilidad. Pero como muchos otros estudiosos anteriores y posteriores, él no fue capaz de distinguir la reflexión acerca de una práctica social y la práctica misma; así ocurriría, por supuesto con sus reflexiones, si bien en un nivel de síntesis inferior. No se percataría de que su elogio al renacimiento se basaba, en primera instancia, en libros donde se reflexionaba innovadoramente, esto es, en un plano más elevado, sobre estrategias de violencia ya observadas ~n la sociedad misma, ni fue consciente de que, como tales, tenían un uso social mucho antes de su propia formulación intelectual, ni de que, a pesar de todas las prohibiciones de libros, seguían desempeñando, con restricciones crecientes, una función de importancia en la práctica social. Muchos estudiosos tienden a oscurecer la distinción entre aquellas reflexiones amplias que presentan los libros acerca de la praxis social y la praxis misma, relativamente meditada o apenas considerada a un nivel bastante elemental. Nietzsche no es la excepción. Apenas si toma en cuenta el profundo nexo entre su elogio de la fuerza Y de la voluntad de poder, por una parte, y los acontecimientos de su tiempo Y las conclusiones empíricas que sugieren a los pensadores de su tiempo, por otra; La transformación que experimentarían los territorios alemanes a lo largo del siglo XIX es precisamente uno de tales acontecimientos. A principios ~e dicho siglo, sus Estados eran todavía débiles. Aun la belicosa Prusia, se~ia arrollada sin muchos problemas por los ejércitos revolucionarios de Napoleon. Directa o indirectamente, eso contribuiría a un relajamiento de las formas de
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logros y actitudes que, hasta la primera mitad del siglo XIX, habían ocupado un lugar tan preponderante; sobre todo, en la vida de los círculos burgueses, la subestimación de lo que hasta entonces se había llamado cultura, una cultura de la que el código moral burgués mismo formaba parte. El desarrollo de una rruna de la historia, cuyo tema central es la cultura y que busca situarse por encima de una historia centrada en los asuntos del Estado y de los problemas políticos no es sino una de las muchas manifestaciones de estas voces de protesta. S~ embargo, la fuerza de los agentes del código de honor era demasiado grande en Alemania, después de 1871, como para que los representantes del canon cultural hubieran podido ocupar algo más que una posición bastante subordinada en la sociedad imperial de la época. Nietzsche no era, con toda seguridad, consciente de que, concediendo al poder una posición tan elevada en la escala de valores humana por su desprecio de la debilidad social y del código moral burgués, estaba dando expresión, en forma intelectual y en un plano de máxima universalidad filosófica, a tendencias de desarrollo que se habían convertido -de manera no pensada- en las dominantes en la sociedad imperial alemana de su tiempo; esto es, en la orientación ideológica fundamental de una sociedad que, con frecuencia, él había hecho objeto de una acerba crítica. Es evidente, asimismo, que tampoco era consciente de que este aspecto de su filosofía no era, en realidad, sino una paráfrasis filosófica de formas de comportamiento y actitudes valorativas que han sido parte esencial de la existencia social de muchos grupos guerreros en la historia. En tales sociedades resultaba normal considerar que la fuerza es algo bueno y que la debilidad es algo negativo. Para sus miembros esta valoración constituye una experiencia cotidiana de vida. Así, lo que en el elogio nietzscheano de la guerra y la fuerza se expresaría es la apropiación que hacían amplios sectores de la burguesía de su época de un canon guerrero que, en un principio, había sido sustentado por la nobleza. Estos sectores burgueses se habían convertido en un estrato establecido en el II Imperio alemán, pero se trataba de una capa social secundaria en cuanto a poder en relación con el estamento dominante, la nobleza guerrera. De este modo, ellos adoptarían, a pesar de no ser particularmente belicistas, elementos del código guerrero del estrato superior, y lo adaptarían a su propia situación, con el celo de las sectas, instrumentando una doctrina burguesa nacional o como ocurre en el caso de Nietzsche, una doctrina filosófica tan general c~mo la moral clásica, sólo que de signo contrario. En la diferencia entre el imperativo categórico de Kant y la proclama nietzscheana de una "aptitud de excelencia libre de moralina" se reflejaría, en otras palabras, la transición de la burguesía alemana de una posición externa y marginal a una de estamento de segundo orden.
SEGUNDA PARTE
UNADIGRESIÓN SOBRE ELNACIONALISMO "HISTORIA DE LA CULTURA E "HISTORIA POLÍTICA'' Uno de los hallazgos relativamente inesperados de una investigación a largo plazo sobre el desarrollo de los conceptos de "c~ltura" y "civilizaci~n" 1 es que, durante el siglo XVIII, su significado fue determinado en gran medida por 1:1na percepción transitoria de los hechos a que se refieren, mientras que en el siglo XX, esos conceptos se utilizan para considerar tales hechos de manera poco menos que estática. Esta desaparición de la sensibilidad en la percepción de la dinámica social, la creciente tendencia -no limitada, en forma alguna, a las palabras "cultura" y "civilización"- a considerar los hechos pertinentes como si se tratara de objetos inmutables, pone de manifiesto una contraposición entre las direcciones del desarrollo conceptual y el de la sociedad misma considerada en un sentido amplio. En esta se daría, en efecto, entre los siglos XVIII y XX, una notable aceleración en la dinámica de los procesos. Esta paradoja no es privativa de Alemania, pero el desarrollo alemán puede servir como ilustración, a la vez que permitir su explicación. En nuestros días, prácticamente se ha olvidado, tanto en Alemania como en otras partes, que en algún momento, el concepto "cultura" se refina a un proceso de cultivo, es decir, a la transformación de la naturaleza por parte del hombre. En el siglo XVIII, cuando fue adoptado paulatinamente por las élites alemanas de la clase media en ascenso, como expresión de la idea que estas tenían de sí mismas y de sus ideales, designaba todavía justamente esta imagen de ellas, tal y como se veían, en el contexto del desarrollo general de la humanidad. La visión que la élite intelectual media alemana tenía de este desarrollo era l. El texto que a continuación se presenta es el resultado de una revisión dl' \::i Partl' I. "Acerca de la sociogénesis de los conceptos de 'cultura' y 'civilización' ". de nn líbni El proceso de la civilización, Frankfurt a.M., 1976, vol. I, pp. 1-64
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.dad han contribuido a su propia cultura" y, que "las más alejadas regiones mf1\aneta" contribuían aún a su lujo presente. Él justificaba el estudio de la d~ ria universal con el argumento de que la red de acontecimientos que había bíS:ucido a la situación actual sólo podía entenderse en un marco integral. ;n sus propias palabras: 3 "Una larga cadena de hechos se extiende desde el n mento presente hasta los inicios del género humano, una larga cadena cuyos mfabones se enlazan entre sí en la forma de causa y efecto." es Es evidente que Schiller recomendaba el estudio de la historia universal o humana, lo mismo que las investigaciones comparativas, como uno de sus métodos principales,porque pensaba que la concatenación objetiva de los acontecimientos, la interdependencia fáctica de todas las regiones del mundo, sólo podía ser entendida en el marco general del desarrollo de la humanidad en su totalidad. La conciencia de losnexos entre los hechos que Schiller subrayaba aquí, no había sido borrada ni destruida todavía por el avance inconmensurable y acelerado de un conocimiento detallado,microscópico, al que la visión integral tuviera que hacer justicia. Schiller es también a este respecto un representante típico de la intelectualidad de los estratos medios de su tiempo: mientras que tanto algunos historiadores como otros estudiososde las humanidades del siglo XX, ya no pueden ver el bosque por fijarse en tantos árboles y se mueven como si se hallaran en un laberinto carente de toda estructura, sus colegas del siglo XVIII parecen, con frecuencia, hacer precisamente lo contrario; percibir el bosque y no los árboles. En el siglo XVIII el significado de conceptos como "cultura" y "civilización" se situaba justamente en esta perspectiva general. En la actualidad, el concepto "cultura" puede aplicarse a sociedades más o menos desarrolladas, independientemente del grado de desarrollo que cada una haya alcanzado. Y algo semejante ocurre con el concepto de "civilización". Se habla así, por ejemplo, de la "cultura" de los aborígenes australianos lo mismo que de la "cultura" del renacimiento, y de la "civilización" de los cazadores del neolítico al igual que de la civilización inglesa o francesa del siglo XIX. En la época de Schiller era distinto. Cuando en Alemania se hablaba de kultur o cuando en Francia se hablaba de la civilité o de la civilisation se pensaba, más bien, en un marco general dentro del cual el desarrollo de la h~mam'd ad o de ciertas sociedades se concebía en una escala ' que iba de un mvel de progreso reducido a uno avanzado. Como voceros de estratos sociales en ascenso, los intelectuales de las clases medias de esa época vislumbraban co~ esperanza y confianza un futuro mejor. Y como para ellos, el progreso social futuro era muy importante, tuvieron el impulso emocional de percibir ~esubrayar los progresos de la humanidad realizados en el pasado. Muchos sus conceptos, sobre todo, aquéllos como "cultura" y "civilización" tenían que,ver con su imagen · · · ' co1ectiva, con la imagen del "nosotros" y reflejaban este caracter profu d t d 11· d' , . . . . n amen e esarro 1sta y mamico de sus concepciones v de los Pnnc1pios q ue reg¡an , sus conv1cc10nes. . . ·
bastante similar a la de sus pares de Francia o Inglaterra. De hecho, los escritos de historiadores escoceses, como Robertson, o los de Voltaire y su círculo en Francia tuvieron una gran influencia en las ideas de los grupds intelectuales emergentes en Alemania. Pero es posible también que su pensamiento fuera mucho más abstracto y su tendencia más idealista que la de sus colegas de Occidente debido a que su situación social era bastante más restringida por vivir en un país relativamente subdesarrollado y con una clase dominante de cortesanos y nobles extremadamente excluyente. Pero su convicción de que les había tocado vivir en una época de progreso y de constantes avances fue durante algún tiempo, casi tan fuerte como la de las clases medias intelectuale~ en ascenso en otras sociedades europeas. Cuando en un discurso inaugural, "¿Qué significa la historia universal y cuál es el fin de su estudio?", Schiller describe a grandes trazos el desarrollo de la humanidad, lo que en realidad presenta es la versión más o menos oficial de la vanguardia intelectual ilustrada de su tiempo. Era el afio de 1879. Pronto comenzaría a extenderse el temor a la revuelta y la violencia revolucionarias en el pensamiento de los europeos, arrojando una lúgubre sombra sobre sus esperanzas de un futuro mejor, tal y como también ocurriría en la segunda década del siglo XX debido a la impresión causada por la violenta explosión de las nuevas revoluciones. En Schiller tales esperanzas eran todavía diáfanas y libres de temor. Y si bien su idea era demasiado simple, no deja de sorprender lo mucho que ya entonces podía verse de lo que ahora se piensa (cuando la esperanza y la fe de la humanidad en su capacidad de encontrar mejores formas de convivencia sobre la Tierra, han sido sacudidas en sus fundamentos por el temor a la revolución y a la guerra) y que con un conocimiento inmensamente más detallado, ya no se reconoce como un hecho o, en todo caso, se lo reconoce a medias y con reservas. Schiller podía constatar todavía con confianza que la "cultura" humana había avanzado, y que este hecho se ponía claramente de manifiesto cu2.;1dose comparaba la vida común existente con la de sociedades menos complejas. Ponía de relieve, además, la crudeza y el terror que imperaban en la vida de muchas de esas comunidades, lo terrible de múltiples de sus aspectos particulares que provocan en nosotros, como él dice, "sólo repulsa o compasión". Y podía afirmar todavía, directa y abiertamente como un hecho, lo que en una época posterior, a una ideología nacional que exigía cada vez con mayor fuerza la idealización del pasado del país, podría haber parecido como una especie de traición o herejía: ''.Así éramos también nosotros. Hace 1800 años, César y Tácito no nos encontraron en mejores condiciones. Pero, ¿qué somos ahora? ... ¡Cuán diferente se muestra un pueblo en un mismo territorio cuando lo observamos en épocas distintas!" 2 Por lo demás, Schiller le recordaba a su auditorio que estaba en deuda con el pasado y con las regiones apartadas; que "los más diversos periodos de la hu·
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2. Friedrich Schiller, Was heibt und zu wlchen Ende studiert man Universalgeschichte( en Sch1llers, Obras, Edición Nacional. Weirnar, 1970, vol. 17, pp. 365 y 367 Y ss.
3. Ibid, p. 370.
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No men~s ~ar!1cterístico era el .u.so de estos y otros conceptos afines como emblemas distintivos de ~a nueva visión de la historia acuñada por los representantes de las cl~ses medias en ascenso. Algunos de ellos, por ejemplo, Voltaire sustentaban la idea de una forma correctiva de escribir la historia, opuesta ' la. de la entonces dominante· , es decir , opuesta a u naª . "historia política" hasta . histor:iografia en que las acciones de los príncipes y cortesanos, los conflictos las alianzas entre los Esta~os, los logros de los diplomáticos y de los grande~ generales, en suma, las acciones de los grupos dominantes de la aristocracia d los Estados absolutistas, ocupara el centro de la atención. e . Es muy ~ignific~t~vo y dice bastante sobre la postura y la imagen que de sí mismas teman las ehtes de la clase media alemana, el hecho de que se le haya d?do no~bre de ''historia de la cultura" a la tradición de la escritura de la histona mas opuesta a la ''historia política". Esa historia dirigía su atención a aquellas esferas de la vida social humana en que dichas clases excluidas del poder político, habían encontrado su legitimación y orgullo; en ámbitos como la religión, la ciencia, la arquitectura y la poesía, pero también en el progreso de la moral humana, tal y como se manifestaba en las costumbres y formas de comportamiento de la gente común. En correspondencia con la situación especial que ocupaban las clases ~edias en Alemania, la línea de demarcación entre "cultura" y "política" (al igual que las resonancias antagónicas de una escritura de la historia que se presentaba o bien como "historia de la cultura" o como "historia política" en el sentido ~ue estas denominaciones tenían durante los siglos XVIII y XIX), eran especialmente claras, tal vez mucho más nítidas y agudas que la oposición entre "civilización" y "política" en Inglaterra o Francia. De hecho, puede afirmarse que, en la base misma del concepto alemán de kultur, se encontraba una orientación apolítica, quizá incluso antipolítica, que resulta sintomática del sentimiento recurrente de las élites de la clase media alemana de que, mientras la política y el Estado representaban el escenario de su dependencia Yhumillación, la cultura constituía el de su libertad y orgullo. Durante el siglo XVIII y parte del XIX, esta vanguardia antipolítica se dirigiría en contra de la multitud de príncipes autócratas y de la política de las cortes absolutistas, por lo que, en esa medida, representaría también un correlato de la avanzada anticivilizatoria del concepto de cultura de los estamentos medios. Ambos factores, un comportamiento político y civilizatorio, representaban le grand mond, "al gran mundo", en el que las personas, según pensaban los miembros de las "pequeñas" clases medias, desbordaban de arrogancia e hipocresía y carecían de sentimientos auténticos y elevados. Desde esta perspectiva, formaban parte de lo mismo, el mundo de los cortesanos civilizados y sus ideales de cortesía, de buenas costumbres, de prudencia en la expresión de los sentimientos espontáneos, y el mundo de la política con su obligado autocontrol, sus estrategias diplomáticas y su tacto y buen comportamiento.
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En una etapa posterior, esta tendencia antipolítica se volvería en contra de la política parlamentaria de un Estado democrático. No ~eja de s~rpdrednd~mrtos tozudez con que se presentan, una y otra vez, en 1a misma sacie a , cie os 1ª trones de pensamiento, de formas de sentir y actuar a través de muchas pa eraciones aunque naturalmente, con señaladas adaptaciones a las nuevas g~~unstancias. Podemos suponer con toda seguridad que el significado y, sobre ~~o, la carga e~ocion~ de ciertas palabras _c,lavestransm~tid~s sin examen y, on frecuencia sm cambio alguno, de generacion en generación,Juegan un papel ~uy importante en la continuidad flexible de lo que se acostumbra llamar las peculiaridades del "carácter nacional" . 2) La discusión acerca de la especificidad de una ''historia de la cultura" en oposición a una historia política tuvo lugar en Alemania, si bien con interrupciones, en el periodo comprendido entre los siglos XVIII y XX. Recibió un impulso nuevo con la aparición de obras de gran envergadura como la Kulturgeschichte der Renaissance de Jakob Burckhardt y tampoco estuvieron ausentes los intentos para determinar con precisión la línea divisoria entre ambos tipos de historia. Pero el motor principal de todo ello no provino de un análisis desapasionado de las características reales de la historia o de la sociedad, sino que fue de naturaleza ideológica. En tal distinción se expresaría de forma indirecta la permanente y apolítica oposición de las élites alemanas de la clase media a las clases dominantes, políticamente privilegiadas y, socialmente de rango más elevado. En su postura oposicionista, algunos representantes de estas élites pudieron constatar la parcialidad y las limitaciones del género de escritura política de la historia, practicado por personajes que aceptaban, de manera más o menos acrítica, el orden social y los valores dominantes de los Estados alemanes. Sin embargo y por encima de ello, la determinación de la diferencia entre tales formas de la historia continúa siendo insatisfactoria, ya que pasa por alto la estructura particular de la sociedad que las produce. Para muchos miembros de las clases alemanas medias educadas "cultura" continuó significando un espacio de retraimiento y de liberación de las' opresivas r~stricciones de un Estado que los trataba, en comparación con la nobleza, como cmdadanos de segunda clase, y que les negaba el acceso a la mayoría de sus puestos de dirección y a aquellas responsabilidades vinculadas con el poder y el prestigio. Retirarse a la esfera apolítica de la cultura les permitía mantener una actitud de reserva -de una reserva que era a veces muy crítica- frente al orden social existente, sin tener que oponerse activamente al régimen ni embarcarse en un conflicto abierto con sus representantes. Esta era una de las soluciones posibles al dilema fundamental al que se enfr?ntaban muchas clases medias, un dilema que en la Alemania del siglo XIX Yprmcipios del XX, es decir, en un país inmerso en un proceso de modernización pero aún. feud a l01'd e y semiau · t ocra't'ico, se presenta en una sola variante especial: ' cualquier oposición activa y decidida al régimen y sus grupos hegemónicos
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principesco-aristocráticos es obstaculizada y, con frecuencia paralizada por el temor de que un derrocamiento del orden existente, producto de una lucha contra la posición privilegiada de las clases más altas, pusiera en peligro la propia posición de encumbramiento frente a las clases más bajas. A este dilema se le dan principalmente dos respuestas: uno se podía identificar con el régimen, a pesar de sus aspectos opresivos y humillantes (esta es la vía que elegiría un número cada vez mayor de miembros de las clases medias alemanas después de 1871). Pero uno podía también exiliarse en el ámbito apolítico de la "cultura", que ofrecía todas las oportunidades compensatorias de la creatividad, el interés y el disfrute de la vida, además de dejarle a uno la posibilidad de preservar su ''libertad interior", su integridad como persona y su propia autoestima. Esta fue la solución comúnmente elegida por aquellos historiadores y otros representantes de las clases medias alemanas que podemos llamar "liberales", si bien el término cubría un espectro más amplio de sistemas de creencias. Su aversión -muchas veces grande- al orden hegemónico bajo el cual vivían se suavizaba, porque su fuerza de voluntad política se hundía en una resignación pasiva al no tener a la vista ninguna alternativa, relativamente libre de riesgo, para un cambio de la situación. No necesitamos adentrarnos aquí en detalle en la prolija discusión entre los exponentes de una "historia de la cultura" y los defensores de una ''historia política" en Alemania. Como punto de referencia mencionemos sólo que, en Francia, la oposición de los representantes de la élite intelectual de una clase media emergente al tipo tradicional de escritura política de la historia, correspondiente al Antiguo Régimen, conduciría, después de la revolución, a una ampliación general del interés y del campo de la visión de los historiadores, al tiempo que la discusión entre los historiadores de la civilización y los políticos perdería mucho de su aspereza anterior. Resulta, por lo tanto, sintomático del desarrollo alemán, la persistencia de un orden social donde, en el plano político, hayan persistido, a pesar de una súbita y acelerada industrialización, numerosas características del viejo régimen y donde el debate entre los historiadores de la cultura y los políticos se haya prolongado, con algunas interrupciones, durante . , . todo el siglo XIX. Poco antes del inicio del presente siglo se reavivaría en Alemania la polem1ca entre los exponentes de ambos tipos de escritura de la historia. Ello mu~st~a claramente la continuidad con que en esa sociedad, la "cultura" desempenana la función de espacio protegido, con frecuencia productivo de aquellos elemen~s de las clases medias que seguían manteniendo una actitud crítica, pero sin llevar a cabo una oposición activa al régimen; mientras que sus opositores del bando historiográfico elegirían la otra vía abierta a las clases medias alemanas educadas: no sólo tendrían que convenir con el Estado en que vivían, sino que se identificarían con el y allí encontrarían su ideal de vida.
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3) Para efectos de ilustración de la polémica que tenía lugar en Alemania a la vuelta del siglo acerca de las notas que distinguían a un tipo de historia del otro, bastará presentar aquí pasajes de dos ensayos al respecto. El primero de ellos es un folleto del profesor Ernst Gothein, un amigo íntimo de Max Weber, que lleva el título Die aufgaben der kulturgeschu:hte (1889). Salta a la vista la continuidad que existe entre las reflexiones de Schiller cien años antes y la argumentación de Gothein. En el escrito de este último pueden reconocerse todavía las implicaciones apolíticas o incluso antipolíticas y humanistas del concepto de la cultura. Comouna nota personal, en tal contexto aparece la idea de que la historia como historia de la cultura, podría ocupar el lugar de la filosofia: 4 Si la historia, en el estadio actual del desarrollo.del espíritu humano, quiere ocupar este lugar [el de la filosofia], sólo puede hacerlo como historia de la cultura. Pero, en tal caso, su meta debe ser presentarnos gradualmente el contenido y las formas de moralidad y costumbres [gesittung} humanas. Un enfoque exclusivamente político de la escritura de la historia, una visión que sólo trate de la conformación de la vida del Estado, estarían imposibilitados para abocarse a esta tarea. Sin duda, la religión, la ciencia y el arte tienen lugar en el marco de un orden social; su crecimiento es estimulado o inhibido por la situación que prive en este. Pero, ¿quién podría afirmar que esas instituciones toman sus contenidos más importantes de la vida del Estado? La historia política posee una necesidad y un valor que deben atenderse. Pe~ola historia general, la historia de la cultura requiere que esa historia se mtegre y subordine a ella. La historia de la cultura no ve en la vida del Estado, sino una parte más de la moralidad humana, tal vez la más importante -aunque, en realidad, ¿quién podría afirmar esto con toda exactitud cuando todas son igualmente imprescindibles?-, pero sólo una parte que a su vez, debe considerarse relacionada con todas las demás como todas la~ considerarse relacionadas con ella. La historia d~ la cultura está d~más debe1;1 leJosde considerar el valor de los demás ámbitos de la cultura en función de lo que estos aporten al Estado; más bien, su inclinación es estimar el significado ~e cada pueblo de acuerdo con las contribuciones que haya hecho al desarrollo mtegral de la humanidad en los campos de la religión, la ciencia, el arte, el derecho y la economía. Es evidente que una concepción de la historia de este género no será aceptada pdormodo~'! que será objeto de rechazo en especial por parte de los historiaores poht1cos... de ~~~o ~~u~ vemos, el _interés profundo de Gothein, presentado bajo el manto nahsis de las diferentes concepciones de la historia, se halla en las div ció:rsNasescalas de v8!ores. Sería paradójico llamar "política" a su argumentat d , d . . • uestros lenguaJe una ., s son o avia emasiado burdos para proporcionamos expres1on clara d . l . 1· . :;----::---_ que es1gne as 1mp 1cac10nes políticas de un sistema de 4· Emst Goth ·
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em, Die aufgaben der kulturgeschichte, Leipzig, 1889, pp.2 y ss.
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creencias O valores apolítico o antipolítico. Pero, más allá del término ~ue se l..1 las concepciones expresadas en la cita ponen claramente de manifiesto ~a!:'~ensa que hacían los miembros de ~a int~ligencia alemana de la~ c~ases medias, de su respeto a sí mismas, de su mtegndad personal)'.' del sentimiento d su propio valor recurriendo a un concepto de cultura umvers~l ~umana, fr:nte a un sistema en ascenso de creencias nacio~alistas que ~nfa~1ca1:llente colocaba al Estado y a la nación -no sólo en la escntura de la h1stona, smo en . . . general- sobre todos los demás valores. La posición de fondo implícita en las opm1ones _expresadas en la cita ~s casi· l"de'nti·ca a la que un siglo antes habían mantemdo estos ' exponentes. r d AhSm embargo, en comparación con el pasado, la antítesis se hab1a amp ia o. . ora se sitúa ya no entre la "cultura", concebida como un símbolo represe~tat1vo_de aquellas esferas de las que los miembros educados de los eso;~~~ ~ed~os pod1an extraer un sentimiento propio de logro, por una parte, y la c1VIhzac1ón, ~orno ' b ol o d el mundo de los príncipes ' de las cortes y de las clases un s1m " ltsuperiores ,, dominantes, por la otra. La oposición se da ahora entre una cu u~a que · "' ·endo la reserva de las clases medias alemanas educadas con ideales SiguIO SI h b' t "d humanistas y un Estado que, en sus niveles más elevados? se a ~a man em o como un coto exclusivo de las clases hegemónicas de la a~IStocracia, _estoes, ~e las personas que sabían hacer uso de la estrategia po~ít1ca, de _1~d1plomac1a, bservaban el comportamiento debido y que, a los OJOS de la ehte de la clase que o d " lt " media humanista carecía, en realidad, de verda era cu 1:1ra· Todavía a la vuelta de este siglo, el imperio alemán reunificado se encontraba dividido no sólo por clases, sino por límites heredados de un orden estamentario que otorgaba, por nacimiento, privilegios legales o basados en el _d~rec?o consuetudinario a las personas de origen noble. Como uno de tales privilegios tradicionales era precisamente el acceso a muc?os ~e los. cargos elevados ~el Estado este siguió siendo, para un sector de la mtehgenc1a de la clase med1.a, una in~titución con que no podía identificarse por completo. El v~to d~ Got~:m f v r de una prioridad de la historia de la cultura frente a la historia pohtica :~ t:-n :ólo una pequeña muestra de la ininterrumpida tensión que se daba entre los representantes de los diferentes estamentos. Es significativo, en relación con las diferencias entre el ~esarrollo e~ · l ue se daba digamos en Inglaterra (para menc10nar tan solo u mama y e q • ' · · T · dose ejemplo) que, en alemán la palabra stand (esta~ento)_ siguiera utI izan ivar desi·gnar un tipo determinado de estrato social, mientras que su equ pa lentea en inglés, estate, sonara anticuado y re~ultara d. e d'f' i ici·1 emp_1co, porque nado otros significados de esta palabra (riqueza, bienes raices, etc.) ~abian g\rato terreno y fuerza en comparación con su uso para hacer refe~en~ia a un e~a en social La expresión compuesta middle-state resultaba mas bien extra_ inglés·. Por el contrario, en Alemania se prefirió hablar durante mucho;::~]. 0 dPl mittelstand [estamento medio] en luga~ de la mittelklasse _[_cla~e tual Aquí, nuevamente, las características pecuharcs de una formac10n concep
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f1ejaban caract.erísticas peculiares del desS1TOlloy de la estructura social. En re conjunto, ambos aspectos ayudan a explicar la razón porque, en Alemania, ~: círculos conservadores y nacionalistas se inclinaban, mucho más que en I~glaterra, por una solución de los problemas de su país recurriendo al restablecimiento de un orden estamentario. Exist.en muchas vías para tratar de explicar, mejor que en la actualidad, los supuestos secretos de las diferencias en el comportamiento de las diversas naciones. El análisis conceptual sociológico es como aquí vemos, una de ellas. 'La defensa que los letrados de las clases medias hacen de una "historia de la cultura" en oposición a una "historia política", muestra, además, con toda claridad y a escala reducida, cómo el exilio constructivo de la cultura al ámbito apolítico puede producir entre los afectados y de manera selectiva -como ocurre con otras posiciones angostadas por una estratificación social relativamente rígida-, una ampliación y una reducción de las concepciones. La prioridad de los valores humanos generales frente a los nacionales aun es subrayada, si bien con más vacilaciones que cien años antes - ... en la vida del Estado no ve sino una parte de la moralidad humana, tal vez la más importante..."-, y el diagnóstico de lo limitado de un tipo de historiografía centrada, sobre todo, en las acciones de los príncipes, en la legislación de un Estado, en las guerras, en la hegemonía política y en temas similares es riguroso y preciso. Sin embargo, son igualmente claros los elementos que restringen el campo visual. En su examen de la relación entre los dos tipos de historia referidas, Gothein se interesa no sólo en los vínculos fácticos entre el arte, la ciencia, la economía, la religión y el resto de las esferas vitales que pueden considerarse como "culturales", sino también en los acontecimientos políticos o militares. Lo que le interesa es tan sólo el valor que debe atribuirse a cada uno de estos ámbitos. Toda su exposición se mueve, en efecto, en una zona indefinida donde los enunciados atributivos y los imperativos (ideológicos), y las valoraciones autónomas y heterónomas se mezclan y se penetran de manera prácticamente indisoluble.
Al:
4) yale la pena examinar, así sea de manera sumaria, una de las manif~stac'.ones del bando contrario, es decir, las explicaciones de uno de aquellos ~stonad~res de las clases medias que no sólo se había resignado con el papel cundano de su estrato (de su estamento) en lo relativo a los asuntos del Estado sin 'd t'fi b · o que, se i e? i ~a a sin reservas con el Imperio y su orden social. En 0 0 . .: P sic10na las tendencias liberales y humanísticas a la baja, estos historiadores Dietrich Schafer. · el autor de ep:esentan la tendencia lrac1taqu t· ,, nacional en ascenso. . a con muac10n presentamos, impartía su lección inaugural como e profesor en 1884 J 1 · · · · h b' . . , en ena, e mismo sit10 en el que casi cien aü.os antes Schiller a ia drncurrido sobre la historia universal: 5 ~D
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30 y ss.
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eutsc es natzonalbewusstsein
mi licht der geschichte, Jena, 1884, pp.
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Permítaseme recordar que hace casi un siglo, en este mismo lugar, Friedrich Schiller, en una ocasión similar, intentó dar respuesta a la misma pregunta: "Was heisst und zu welchem ende studiert man universalgeschichte?" En aquellos días, un gran entusiasmo y muchos sueños acerca de los derechos humanos recorrían Europa. Al hombre es a quien, según Schiller, se dirige, sobre todo, la historia. Pero añade, "para reunir materiales para ella debe examinarse la relación de una fecha histórica con la condición actual del mundo", es decir, tal y como lo llama él, "con nuestro siglo humano ..." Los acontecimientos ocurridos en las décadas que siguieron a su época arrojaron una luz peculiar sobre la concepción schilleriana del tiempo. Los excesos de la revolución francesa y de Napoleón hicieron que las brasas incandescentes de los sentimientos nacionales de los pueblos se convirtieran en ardientes llamaradas. El lugar de la humanidad fue ocupado por la nacionalidad, al impulso por lo humano en general siguió un llamado a la cultura nacional y el eco de este llamado aun resuena ... La ciencia misma de la historia navega ... también ligera en las aguas nacionales. Esta disciplina considera en nuestros días, con sobrada razón, que una de sus tareas más importantes es el cultivo y la reanimación del sentido nacional, que con muchísima frecuencia se afirma, en una exageración unilateral; es su única tarea. Y,esto no lo podemos negar: nuestra ciencia ha aprendido a navegar en estas aguas nacionales. En estas frases se dicen muchas cosas que pueden considerarse típicas, tanto de lo relativo a la continuidad como al giro que tomaría la situación y los sistemas de creencias de las élites alemanas de la clase media en el Imperio, después de 1871. Mientras que algunos sectores de estos grupos de vanguardia continuaban manteniéndose a distancia del Estado y cultivaban, como herederos directos de los pensadores y literatos clásicos alemanes, ideales humanistas como el de "cultura" y hay también entre ellos una corriente secundaria de fuerte aunque inactiva crítica a las clases dominantes, otra porción de esa misma clase media, de creciente influencia y poder, aceptaría el papel subordinado asignado a sus cuadros superiores, el de socio menor del estrato dominante, aun sumamente exclusivo, consciente de la jerarquía de la nobleza. En el caso de estos segmentos, su frustración y amargura enlazada a su posición secundaria se manifestaría, no en su relación con los grupos más elevados de la escala social -que, en un sentido general, ven como los representantes de la nación y el Imperio y con los c~ales se identifican-, sino en las mantenidas con todas aquellas formaciones sociales inferiores a ellos en cuanto a estatus o poder político. Entre ellos se encontraban también aquellos grupos de humanistas o liberales de su misma clase, muy especialmente, la inteligencia humanista alemana de clase media. ,, La polémica en tomo a las supuestas ventajas de una ''historia de la cultura sobre una ''historia política" o viceversa, era uno de los muchos síntomas de_Ja oposición existente entre estos dos grupos rivales de clase media, que, ademas, marca el punto de retorno en el destino de ambos. Poco a poco, los sectores na· cionalistas cobran fuerza, mientras que los humanistas se debilitan, volviéndose, al mismo tiempo, más nacionalistas. Es decir, transitarían a una actitud que
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oncedería un valor más alto en su escala a una imagen ideal del Estado y de la :ación, aún cuando intentarían conciliarla con los ideales anteriores de carácter universal, humanista Y moral. A los sectores más radicales de la inteligencia nacionalista alemana tales problemas les resultan ajenos. Los pasajes citados ¡¡ustranfehacientemente su credo, mostrando el desprecio soberano con que se empieza a hablar en ellos de los ideales morales y de humanidad, de la esperanza y la convicción de un futuro mejor, del "progreso"que, en las primeras fases de su ascenso social, habían servido de orientación no sólo a las clasesmedias alemanas, sino a las de otros países europeos. Sin embargo, fuera de Alemania, los grupos conservadores nacionalistas de esas clases medias intentarían una y otra vez una fusión de esas ideas humanistas, universalistas y morales con sus ideales nacionales. Por el contrario, los grupos comparativamente equivalentes de Alemania, rechazarían todo compromiso mostrando con frecuencia un gesto de satisfacción y triunfo sobre los ideales humanistas y morales del periodo de ascenso de la clase media, cuya falsedad, según creían, habría sido puesta en evidencia por el tiempo. Un problema que exige mayor atención que la que podemos dispensarle en este lugar, es el de las razones por las que el desprecio y el rechazo de la inteligencia nacionalista hacia los ideales humanistas y morales de tiempos anteriores, blasonados por las clases medias emergentes, era en Alemania tan radical después de 1871. De cualquier manera, el asunto tiene relación con el tema principal de este libro y no puede ser pasado del todo por alto.
DE LAS ÉLITES DE CLASE MEDIA HUMANISTAS A LAS NACIONALISTAS 5?La tendencia general: del siglo XVIII al XX, la prioridad que las clases medias. de la mayoría de los países europeos daban a los ideales y valores humamstas Y morales, supuestamente válidos para todos los individuos se des l , ,. •' . P az?na en ,avor de una valoración que ponía por encima de ellos una trgen ideal de la propia nación. Casi en toda Europa, las élites intelectuales 1e as. as~e.ndentes clases medias del siglo XVIII compartían una misma fe en hospn1:cip10s morales, en los derechos humanos y en el progreso natural de la umamdad. Ellas estaban orientadas hacia el futuro, aún si en sus actitudes Y maneras se ase · b ¡ · . fu I meJa an un poco a a aristocracia cortesana reinante --como e e caso de Fr · h t · =· dommantes . anciaY, as a cierto punto, aceptaban la convicción de los b' u pos d , b épo . e que su epoca so repasaba en cultura y civilización a las cas anteriores d I h' t · l ' la hu 'd e a is ona, pues es parecía evidente que la situación de mam ad me· , 1fu E . . . conce t 0 d. ~arana en e tura. se futuro prom1sono, simbolizado por el e ~rogreso, revestía a sus ojos un ideal, por el cual se podía luchar con la co~ anza mquebrantable de su realización final. La barbarie y la cruP!dad. e
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las enfermedades y las humillaciones, la pobreza y el sufrimiento generalizado que observaban en sus sociedades y que, con frecuencia, habían sufrido en carne propia, eran peores que casi todo lo visto por las élites de la clase media de las sociedades altamente industrializadas del siglo XX. Pero esas experiencias incluyendo las recurrentes catástrofes de la guerra y las epidemias, lejos d~ minar su esperanza en un futuro mejor o en el progreso continuo del destino de la humanidad, las fortalecieron. A medida que en Europa, país tras país, los individuos provenientes de la clase media lograban participar en los asuntos de gobierno unidos a las capas gobernantes de tradición aristocrática, o desplazando a estas de aquéllos, y que sus sectores dirigentes se establecían cada vez más firmemente como los grupos dominantes de la sociedad, sus ideas, convicciones e ideales progresistas perderían su antiguo significado, y desaparecería la esperanza de un futuro mejor. Entre tanto el conocimiento científico empírico acerca de los avances a largo plazo de la humanidad se incrementaría enormemente, y la convicción de que el movimiento ascendente continuaría perdería de forma paulatina su carácter de sostén emocionalmente satisfactorio. Considerado en conjunto, el progreso efectivo que ha tenido lugar en el siglo XX en cuanto a la solución de los problemas de carácter fisico, biológico y hasta económico y social, ha sido mayor y seguramente más rápido que el del siglo XVIII. Planeado o no, el trabajo de las clases medias industriales, comerciales y académico-profesionales ha producido avances en incontables ámbitos en el siglo actual. Sin embargo, como símbolo de un objetivo supremo y comprensivo, como ideal, el concepto de progreso ha perdido rango y prestigio entre la élite intelectual de los estratos medios en aquellos países donde sus representantes habían colaborado con o sustituido a la nobleza; ha dejado de ser el símbolo alentador de un futuro mejor, un símbolo imbuido de pasión y vigorosos sentimientos positivos. En lugar de ello, entre la mayoría de las clases medias europeas se afirma una imagen idealizada de la propia nación como centro de la idea que tienen de sí mismas, de sus doctrinas sociales y de sus escalas de valores. Mientras que en la época de su ascenso habían mirado -al igual que otras clases ascendenteshacia el futuro, una vez convertidos sus cuadros dirigentes y élites intelectuales en clases gobernantes, basarían su imagen, al igual que los otros grupos, cada vez más en el pasado. La mirada retrospectiva sustituiría a la visión al futuro como fuente de satisfacción emocional, y su propia tradición nacional como ideología, sería la que constituiría el núcleo de su imagen e ideal colectivos. ABí como los grupos aristocráticos habían derivado su orgullo y sus pretensiones de una supuesta valía especial de su origen familiar, los sectores dirigentes de l~s clases medias industriales (como sucesoras de aquéllos y en paulatina union con las de sus trabajadores, al alcanzar estas una posición más influye~tel harían lo propio, tomando cada vez más como base un origen nacional o bien de logros, características y valores nacionales aparentemente inmutables. Una imagen ideal de sí mismas como nación ocuparía entonces el primer puesto en
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su escala pública de valores, eu detrimento de los viejos ideales humanistas y Jllorales. Esa imagen resulta predominante en caso de conflicto con estos y se convierte, imbuida de sentimientos positivos, en el centro mismo del sistema social de creencias. 6) Este cambio de actitud, este desplazamiento del acento emocional del futuro hacia el pasado Y el presente; de la creencia en la transformación que Jl)ejora a la fe en el valor inmutable de las características y tradiciones nacionales, así como la modificación total consiguiente del clima de opinión de la intelectualidad de clase media en la mayoría de los países europeos, desde el siglo XVIII hasta principios del XX proporciona el marco para el desarrollo conceptual que constituye el punto de partida de las presentes reflexiones. En el contexto de estas extensas transformaciones, conceptos como "civilización" y "cultura" dejan de referirse a procesos y desarrollos progresivos y se vuelven nociones que denotan estados invariables. En un principio sirven, cada uno a su manera, como símbolos de la propia imagen colectiva a los grupos progresistas que encuentran ante todo, en los valores universales humanistas y morales y en su contribución al progreso continuo de la humanidad, una base emocional satisfactoria para su propia estima y orgullo; en adelante funcionarán, cada vez en mayor medida, como símbolos de imagen a grupos para los que esa base está ante todo en las realizaciones de sus ancestros colectivos, en la herencia inmutable y en la tradición de su nación. Son diversos para cada nación los símbolos conceptuales que reflejan, como v?l~r s.upremo, ese ~esplazamiento del énfasis -del futuro al pasado y de lo ~i~am1co a lo estáti~o- en la imagen e ideales colectivos de las respectivas ehtes de la clase media. No obstante, expresiones como La civilisation franr¡aise ?die deutsche kultur, en tanto que referidas a los atributos aparentemente m~utables Y eternos de una nación, revelan un sello similar. La diferencia radica en que la noción de "civilización", contra lo que sucede con la de "cultura" pre~~rva auln _como símbolo de la imagen colectiva de la clase media de un~ nacwn dete~mmada, algunas de sus asociaciones con valores humanistas y :oral~s u~1versales. Así, la frase la civilisation franr¡aise est la civilisation e~mai~e c~ertamente es, de alguna manera, una expresión del nacionalismo y el P~si omsmo franceses. Es igualmente externa la creencia de que la tradici'o'n nac10na1franc · para 1 h e~a encierra va 1.ores y logros morales y de otra naturaleza válidos ª umamdad en su conJunto. ál t b · . Representaciones kultur:. an ogas es a an asociadas también con el concepto alemán orient~tºr ~Je~plo, cuando denota que la educación, el cultivo de las personas se e. p.le.nodesarrollo de sus potencialidades. Pero en las postrime/ías del siglo~ creciente e mlic10s~el XX, cuando el concepto cultura es utilizado de manera · l" , sus anteriores connotaciones ' humanist , con e sentido d e "cu It ura nac10na as Y morales pasan a segundo 1 h t d Es posibl . P ano, as a esaparecer por completo. e que, precisamente, esa cancelación total de los matices humanistas
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oderosa, la Iglesia medieval con su cabeza en Roma, pierde una parte su campo de influencia -y con ello el monopolio del control del consiamiento de las sociedades · · al es- es cuan d o se sec ul ariza · lfi occ1dent a orma pens e los grupos dominantes de diversos territorios se trataban entre sí. La en q1:1s del poder que determinaba esa forma de trato había sido siempre que pr:° grupo buscara, sin miramientos, la consecución de sus propios intereses como los percibía- sin que ningún º?stáculo lo impidiese, ~ornando en ta únicamente los instrumentos relativos de poder necesar10s para ese cuenPero fue entonces cuando los modos tra d'1c10na . 1~s de compo.rt amie_n. . t o se fin. virtieron en objeto de reflexión explícita. Fue a partir de la praxis tradicional 1 d l ., con . . de los grupos dominantes en sus relaciones mterestata es y e a prosecuc1on controlada de sus propios intereses bajo la presión de la desconfianza y el no . temor recíprocos -en los que el engaño y el asesmato eran me d'10s norm al :s puestos al servicio del fin propuesto-, que Maquiavelo construyó una especie de sistema de principios generales de acción. Su propósito no era descubrir cómo el hombre podía tener un mayor control de los ingobernables mecanismos de la rivalidad entre los Estados: a las tácticas políticas del poder las consideraba inalterables. Su estudio de los mecanismos no planeados del poder tenían por objeto,primordialmente, aprender cómo jugar con mayor conciencia y habilidad. Independientemente de que se la elevara o no al plano de la reflexión explícita, la práctica de una prosecución irrestricta de los intereses egoístas en la competencia continuó siendo característica del comportamiento de los príncipes y los grupos aristocráticos dominantes en las relaciones interestatales. Esto sería válido, en diversa medida, desde el siglo XVI hasta principios del actual. Aún en el interior del país, las reglas y restricciones que determinaban el trato entre los representantes de las élites gobernantes carecían del carácter de normas humanistas o morales. El código aristocrático era el del honor, la cortesía y las maneras refinadas, la conveniencia y la diplomacia, pero aún aplicado a miembros de un mismo estrato social, no excluía del todo el uso de la fuerza, mientras se observaran las formas apropiadas, como en el duelo, por ejemplo. Hasta cierto punto, el canon del honor y la civilidad, que regulaba las relaciones entre nobles y caballeros dentro de los Estados dinásticos se extendería hasta abarcar también las relaciones entre los miembros de las clases superiores de diversos Estados, llegando a mitigar un poco el manejo tradicional de las relaciones en aquellos Estados donde el soberano, con sus ayudantes nobles, sujeto a una configuración tan incontrolable como necesaria ?el equilibrio del poder, recurría, "maquiavélicamente", sin escrúpulos ni impedimentos morales, al engaño, la fuerza y otros medios que prometieran cualq~ie:"otra ventaja, mientras no temiera derrotas o humillaciones por parte ~e P~mc1pes más poderosos. En los Estados dinásticos con élites gobernantes ommadas por la nobleza, había -si es que en realidad las había-pocas cont~adicciones entre las reglas observadas en el misino Estado v en las relaciones entre Estados. ·
o morales, aunada al énfasis en el pasado, haya coadyuvado a su transmisión extendida de generación en generación en un grupo, independientemente de los valores positivos o negativos que tengan para otros grupos o para los hombres en general; y también a la adopción del concepto "cultura" en ciencias sociales como la antropología cultural y la sociología, con la significación aproximad~ conquistada como símbolo de la imagen colectiva de los sectores de las clases medias alemanas de fuerte orientación nacionalista y conservadora. Cuando se buscó un concepto representativo de las diversas peculiaridades distintivas de determinada sociedad, esencialmente inmutable y transmitido desde el pasado en el concepto cultura, tal y como se ha conformado en su desarrollo alemán' se encontró algo que cumplía muy bien esa función. En un contexto científico' la ausencia en él de todo valor moral o humanista absoluto, lo mismo que 1~ ausencia referencial a cada proceso, a cada asociación con cursos de gestación podía aparecer sin duda durante un tiempo, como una ventaja. '
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7) Pero esa reducción significaba algo distinto relacionado con la imagen de la propia nación, pues indicaba la subordinación de los valores morales o humanos a los nacionales. Hasta ahora no se ha llevado a cabo un estudio sistemático del proceso de cambio social, donde la imagen ideal de la propia nación alcance, si no el rango más elevado, sí uno destacado en el ideal colectivo y en el sistema de valores de las élites de la clase media y también, aunque en forma gradual y quizás no tan rápida, en los de la clase trabajadora. Este no es el sitio apropiado para hacerlo, pero podría ser útil realizarlo para trabajos futuros, lo mismo que brevemente, para aclarar los temas inmediatos del presente escrito. La desconfianza mutua entre grupos de individuos, el uso no controlado de la fuerza en sus relaciones ha sido, desde siempre, para obtener tal o cual ventaja sin el temor de represalias, un fenómeno generalizado, casi podría decirse normal. Algunas veces, el miedo al castigo por parte de instancias sobrenaturales aflojó este círculo vicioso. Sin embargo, sólo en muy contadas ocasiones, si no es que nunca, la salida de ese círculo se ha dado considerando que los individuos deben arreglar sus propios asuntos domésticos o que si desean vivir libres de temor entre ellos, ya sea en grupos o individualmente, deben establecer determinadas reglas de comportamiento comunes, con sus correspondientes restricciones. Algunos observadores suponen que, la creencia en los castigos sobrenaturales, actuaba como un inhibidor que preservaría a los individuos de vivir en el temor constante frente a los demás y que les impediría optar por la fuerza física en sus relaciones recíprocas, cuando creyeran poder actuar con impunidad. Existen muchas formas distintas de creer en instancias sobrenaturales, pero los diversos grupos religiosos desarrollados en consecuencia, no han sido menos asediados por el temor y la sospecha que otros grupos humanos. Se han combatido Yse combaten unos a otros, en muchas ocasiones con una violencia y un encono que no se diferencia en nada de los empleados por los demás grupos. No es una mera coincidencia que, cuando en Europa, la organización de la fe ultraterrena
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9) Es posible que esta digresión pueda verse como algo rebuscado en el resente contexto. Pero sin una ojeada al pasado, a la sociogénesis de este tipo pspecíficode normas humanas, no es posible observar en su perspectiva correcta el cambio experimentado en las creencias e ideales de las élites de clase media \ropeas entre los siglos XVIII y XX. Sin ella, es difícil comprender las expe~encias que afrontaron los grupos que ascendieron, o bien sus representantes, de "clases medias" de los estados dinásticos educadas en la tradición de su clase, a clases gobernantes de los Estados nacionales, como sucedió en el curso de la industrialización, la urbanización y otros desarrollos del proceso global de la modernización de esa época. Quizás no se ha considerado lo suficiente el problema de lo que sucede en un caso semejante con las tradiciones de una clase o, como se denominan, con la "cultura". Mientras no veamos el problema en un sentido más amplio, es decir, mientras las transformaciones de las élites de las clases inferiores al ascender -de manera paulatina o abrupta- a la posición de clase gobernante no se vean comoun rasgo fundamental de todas las sociedades europeas, no se puede tener ]a claridad suficiente para apreciar los rasgos característicos de ese desarrollo en una sociedad particular. Como individuos, los hombres de la clase media habían acc~dido con frecuencia a altos cargos antes de los siglos XIX y XX.Pero en ese entonces eran más o menos absorbidos por las tradiciones de las clases dominantes de sus sociedades en correspondencia con la estructura dinámica de las sociedades estatales. L~ mayor parte de las veces, su ascenso se producía al hallarse al servicio de un príncipe. Llamados y promovidos por el se convertían en cortesanos, se vestían como tales y adoptaban sus maneras y actitudes. Con su ascenso individual prácticamente abandonaban las tradiciones de su propia clase, se asimilaban e~ ma!or o ~~nor. medida a las tradiciones de las clases dominantes y sus élites y la !mea divisoria que los separaría de la clase burguesa, pronto sería igual a la que había entre esa clase y los cortesanos de origen aristocrático. De_sdelas postrimerías del siglo XVIII y durante el XIX, los problemas que tendnan que enfrentar las élites ascendentes de clase media serían diferentes En esos siglos, el avance de los miembros de la clase media a posiciones elevada¡ ya no era un acontecimiento que concerniera a individuos o familias que en ' unaod os generac10nes, · a b andonaban a su clase y eran asimiladas por otra. Las otrora clases medias experimentarían ahora una elevación de estatus y de poder. Cuando en esa fase del desarrollo social las personas alcanzaban puesto · ' . s d ommantes en el Estado, ello ya no significaba su ingreso a otra clase ndique tarde o temprano se desharían de la tradición los hábitos y el cano~ e comp rt amiento · d e su propia clase y se identificarían' con los de una clase et 1evada · s·igm'fi ca b a ahora que detentaban cargos de dirección en el Estado sin , . y su canon de comportamiento en . a su es t a t us, sus h abitos pener que ren unciar ocas palabras, a la "cultura" de su estrato medio originario. '
8) La situación cambiaba de manera considerable cuando las clases social
que normalmente trabajaban para su manutención o que vivían de una rique es creada a fuerza de trabajo pasaban de una posición subordinada a una domin za t:. La p~er! que logró _t~l elevación de estatus y de poder -la pluralme: diferenciada clase media -, había desarrollado en sus propios círculos c?~i?o de co~portam~ento muy dis~i~to del. referido aristocrático de hono;~ civilidad. El tipo específico de regulacion autonnpuesta del comportamiento y¡ relaciones humanas que llamamos "moral", estaba arraigado principalmente: tales grupos de los estamentos medios, cuyos miembros estaban acostumbrad . para su propia. su b'sistencia. os a tbra aJar El canon ,de.las clases medias era el de la virtud, no el del honor. Una de sus caractensticas era una menor dependencia del temor a otros individuos Y u,?.ª m~yo.r d~~e~dencia de !ª propia conciencia, es decir, un mayor grado de_ mteri~r~zacion , como decimos hoy. De ahí que sus normas fueran tanto mas coercitivas, pues revestían un carácter absoluto. Eran humanistas en el sentido de su validez para todos los individuos, más allá de la clase social a la que pertenecieran o de su nacionalidad, pues, en los grupos de la clase media de las sociedades europeas se conformó, por primera vez, un código moral Y humanista del comportamiento conectado a ciertos temas extraídos de la tradición judeocristiana. Concretamente, esto ocurre en el nivel de desarrollo en que, los sectores superiores de las clases que viven del producto de su trabajo, ocupan todavía un lugar claramente subordinado en comparación con la nobleza reinante, a pesar de encontrarse inmersas en un proceso de ascensión. Tal normativa que, como moral, pretendía ser válida para todos los individuos, era utilizada con frecuencia como arma por las clases medias en sus constantes conflictos con las clases aristocráticas, como una suerte de código contrario de valores y virtudes internos opuesto al canon exclusivo del honor y las maneras refinadas, cuyos portadores no consideraban, por supuesto, válido para las clases inferiores. El complejo normativo desarrollado por los sectores del "tercer estamento", esto es, el canon moral absoluto e igualitario, supuestamente válido para todos los hombres, sería sistematizado finalmente como una reflexión de quienes se ganaban el sustento mediante el trabajo, por sus propios intelectuales, como Kant, que lo elevarían al nivel de teoría filosófica. Es sintomático de la fuerte interiorización del canon normativo igualitario, humanista y burgués que llamamos "moral", en contraposición al estético y exclusivo canon del honor de las clases superiores que, en la discusión filosófica, sus exigencias se presentan simplemente como una serie de leyes generales, casi del mismo tipo que las naturales. En otras palabras, los pensadores de clase media concebían estas reglas de comportamiento no como creadas por los hombres. sino como recibidas de algún a priori metafísico, percibido como el eterno absoluto, ya fuera la naturaleza, el cielo, la razón, el instinto o bien una voz interior.
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ban a la cabeza de las clases industriales, habían hecho en cierta medida esta las tradiciones dinásticas y aristocráticas en ese campo. Intentarían pues, ~u~a~ la fe de su código normativo igualitario y humanista tradicional, que inc ~~ía el uso de la fuerza dictando una identificación fundamental con todos pr\ombres, uniéndola a la convicción de que, en las relaciones entre Estados, losb' tener prioridad un irrestricto interés propio. De tal modo, entrarían -y lo de ia . . de 1a suspicacia . . y elte mor reciprocos , tinúan haciendo- al círculo vicioso que conb' reaido anteriormente las relaciones entre los Estados y que gobernaría te b ha ia las relaciones humanas en su totalidad, en tanto quedqmenes mt gra a~d~a ación social específica no se pusieran de acuer o respec o a un co igo fiorm . fi . · te normativo común y lo mantuvieran e ectivamente vigen .
En consecuencia, cuando en esa fase tardía, la élite de las antiguas "clases medias" se convierte al ascender en élite dominante, coinciden dos tradiciones --0 "culturas"-, que anteriormente se habían formado en círculos relativamente separados, en capas sociales cuya relación no había sido muy estrecha (si bien el grado de separación varía fuertemente de una sociedad a otra); se da entonces una fusión de ambas "culturas" o, mejor dicho y puesto que dificilmente eran compatibles en una serie de aspectos, chocan con frecuencia entre sí en la misma persona. Las que procedían de la clase media y que habían crecido en las tradiciones específicas de un código moral igualitario y humanista, debieron adaptarse a deberes y responsabilidades y se vieron sujetas a experiencias y a un tipo de vida que anteriormente no habían estado al alcance, o al menos no directamente, para los de su círculo y tradiciones, excepto en el caso de un ascenso individual, en que aquel que progresaba y su familia tarde o temprano se incorporaban a una "cultura" ajena. Cuando las antiguas clases medias como tales ascendieron a la posición de clases gobernantes, sus representantes, con acceso ahora a los puestos de mando del Estado, sobre todo en el ámbito de las relaciones interestatales, se vieron confrontados con experiencias anteriormente reservadas en su abrumadora mayoría a individuos de tradición cortesana y noble y se enfrentaron a ellas sin renunciar a sus tradiciones ni a su código de conducta de clase media. Pero no era fácil aplicar ese código, desarrollado en el mundo preindustrial más estrecho de los artesanos y comerciantes y de sus élites, a algunas de sus nuevas experiencias como élites gobernantes de un Estado. Fue sobre todo en las relaciones internacionales donde encontraron formas de conducta en que su código moral no encajaba con facilidad. Por consiguiente, es fundamentalmente en ese ámbito, pero no sólo en él, que tendrían que recurrir, como tales grupos gobernantes, a modelos tomados de la "cultura" de los anteriores grupos dominantes, a un código de conducta que, a falta de mejor denominación, se puede llamar maquiavélico. En efecto, dado que el principio rector de la política de las anteriores dinastías y de los grupos más prominentes de la aristocracia de diversos Estados en sus relaciones mutuas, era la creencia o el temor de que únicamente el poder o la capacidad superiores de sus enemigos potenciales limitarían la prosecución de sus propios intereses, lo cual había dejado al respecto una herencia de desconfianza y miedo recíprocos. La tradición aristocrática de las relaciones entre los Estados -tradición que había tenido su origen en las clases guerreras europeas y que había sido asumida por la nobleza con todas las ideas y valores militares correspondientes- seguramente no coincidía con la de las doctrinas de la fe y los valores de las clases medias preindustriales y de los inicios de la industrialización. Antes de que estas ocuparan por completo el lugar de los grupos gobernantes, muchos de sus voceros intelectuales, como Herbert Spencer, expresarían su profunda convicción de que el ascenso de las "clases" industriales terminaría, casi de manera automática, con el dominio de la tradición militar en las relaciones entre los Estados. Pero lo que realmente había ocurrido era que, los grupos que
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10) Es verdad que, cuando las clases medias lograron ocupar el lugar de las clases gobernantes y sus élites llegaron a co?trol~r los ~ues~s. de man~o .de la sociedad, no adoptaron sin más el legado dmástico-anstocratico. No hiciero_n simplemente suya la tradición de buscar sin reservas, apoyados. en su podeno militar sus propios intereses, ni la del temor mutuo en las relac10nes entre los Estad;s, sino que las transformaron en alguna medida. Hasta el s~glo XVIII, el código aristocrático de la valentía y el honor había sido compartido por las clases gobernantes en la mayoría de los países europeos. Como en el caso del duelo, los nobles que se enfrentaban en la guerra hacían cuanto estaba a su alcance para vencer y aún matar al oponente. Pero incluso el uso de la fuerza física, la mutilación y la muerte se sujetaban, con ciertos límites, a ese código de honor que los contrincantes compartían: las guerras, al igual que los duelos, eran materia reservada a caballeros de la nobleza y no anulaban el altamente desarrollado esprit de corps, el sentimiento colectivo de los oficiales que, en su calidad de nobles, eran miembros del mismo estamento. En última instancia, ese sentimiento colectivo de las clases superiores de la Europa prerrevolucionaria traspasaba las fronteras estatales y era más fuerte que el sentimiento de unión que pudiera existir entre los individuos de las clases superiores aristocráticas y las inferiores de su propio país. El vínculo de ellas con su Estado no tenía aun el carácter de vínculo con una nación. Con pocas excepciones, los sentimientos nacionales eran extraños a los nobles europeos antes de la revolución francesa Y continuaron siéndolo todavía, mucho tiempo después, en muchos países. Naturalmente, estaban conscientes de ser nobles franceses, ingleses, alemanes o rusos; pero en las sociedades europeas de entonces, el sentimiento colectivo de los grupos locales referido a su terruño, su religión o su país no era equivalente ª un sentimiento de solidaridad nacional. En ellas, la estratificación anterior al ascenso de las clases medias industriales o comerciales y sus élites adquiría la forma de una jerarquía por estamentos de poder, no de clases. No se pueden ent:endercabalmente como hechos sociológicos las particularidades de los valores Ysistemas de creencias nacionales, si no se tiene una idea clara de su relación conuna determinada etapa del desarrollo social y, por lo tanto, también con una estructura social de un tipo determinado. Sólo en las sociedades de clases, no
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en las estamentarias, los sentimientos de identidad de las élites gobernantes adquieren el sello característico de sentimientos nacionales. Puede verse con toda claridad la manera en que cambian los sentimientos de identidad cuando las élites gobernantes que provenían de la clase media reemplazan, ya sea de manera paulatina o abrupta, a las élites de la clase superior tradicional aristocrática en los Estados europeos. 6 La identificación con los connacionales como tales se hizo más fuerte, mientras que se debilitó la de la misma clase y rango con individuos de otros países. Este cambio en el modelo del "nosotros" y "ellos", de la identificación y la exclusión, constituye una de las condiciones decisivas para el desarrollo de sentimientos, valores y doctrinas de la fe nacionales. Como muestran el célebre tratado de Sieyes y otras publicaciones revolucionarias, los sentimientos, valores y axiomas de fe que giran en torno de la imagen de nación, están desde un principio vinculados con la imagen que de sí mismas se hacían las clases medias y, un poco más tarde, también con la imagen de unas clases trabajadoras que se disponían a disputar o asumir realmente los puestos de mando del Estado.
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ll) El hecho de que las élites d~ la clase media, al .º~upar los puestos.~e ando estatales, se conciban a sí mismas como grupo d1ngente de una nacion Ill 'lo de un país y un Estado, influye en la actitud que observan respecto Y no so Iaciones internacionales. En cierto sentido, simplemente adoptaron el a'd' las rede los príncipes, es decir, el canon maqwave · 'I'ico de I a políti ca deI poder: su co igo · 'I'ico se modifiica ..:~ idad es muy clara. Pero, por otro lado, eI código maqwave , · · · ód' conau,U anera sigmficativa al transitar y convertirse en un c igo de cIase me d'ia. de m forma originaria, ese código de comportamiento había sido moldeado, en Ensu . , . t , . Ah · er término, por las relac10nes de un pnnc1pe con o ros prmcipes. ora se pnm· rte en un canon cuya referencia · pnmaria · · es e I maneJo 'di e as re1·aciones de convie . . . Estado nacional con otros Estados nacionales. El desarrollo imphca tanto el un bio como la continuidad. Ambos aspectos se hacen patentes al comparar la ::era en que Maquiavelo presenta, en primer lugar, la política _debúsq1;1eda · restricta del interés propio, como pauta que los gobernantes debian seguir en relaciones entre los Estados, con la descripción que, siglos después, se hace de la política, esencialmente idéntica, de las élites nacionales en el siglo veinte. Los consejos de Maquiavelo eran mucho más prácticos, como se deja ver en el ejemploque se ofrece en las notas. 7 Ahí se expone la forma en que, en su opinión, un príncipe se puede afirmar en la jungla de las relaciones interestatales. Como experimentado consejero de príncipes,dispensaba consejos de tipo práctico a los gobernantes, a algunos de los cualeg él mismo conocía personalmente. Al ejercerse la política en nombre de la nación, ciertos aspectos centrales del poder complejo que conformaban
-y, con el curso del tiempo, también de las capas más amplias-
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6. Durante la revolución francesa se pueden observar expresiones masivas de este cambio en los sentimientos de identidad. Una de las evidencias literarias más conocidas de la transición a un sistema de creencias y valores que pone en lo más alto la imagen de una nación, se encuentra en la obra de E. J. Sieyes Qui est-ce que le tiers otat (1789. Aquí se cita la edición Emmanuel-Joseph Sieyés, Politischc Schriften 1788-1790, traducido y editado por Eberhard Schmidt y Rolf Reichardt, Darmstadt/Neuwied, I975, pp. 117-195). El siguiente pasaje es ilustrativo del nuevo énfasis que se hace en la idea de nación: "Estando la nación al principio, constituye el origen de todo. Su voluntad siempre es legal, pues es la ley misma. Antes de ella y por debajo de ella sólo está el derecho natural" (p. 167). Sieyes presenta a las clases medias ascendentes en el sentido propio del término, es decir, como las clases que se encuentran en medio de los estamentos privilegiados "en Francia, la nobleza y el clero y los pobres, que no ganan lo suficiente para contribuir al financiamiento del Estado. Teóricamente, aún se mantiene a favor del ideal de la igualdad de todos los seres humanos, el arma utilizada por las esforzadas clases medias en ascenso en su lucha contra los estamentos privilegiados, ¿'ero, en la práctica, en sus propuestas para la nueva Constitución quiere restringir el derecho de elección para la Asamblea Nacional a aquellos burgueses que puedan aportar 3 livres al año en impuestos. Sin embargo, el frente principal en el que Sieyes lucha como represéntante de las clases medias es, en la situación revolucionaria, el frente contra las clases privilegiadas dominantes. contra los reyes, los nobles y el clero. Por lo tanto, ¿qué es el tercer Estado? Todos. pero todos los encadenados y oprimidos" (p. 123). Frases como la citada muestran claramente que los inicios de la identificación con la "nación" adelantan determmados cambios en la atmósfera emocional. Aquí encontramos, en una época en que en algunos ámbitos la manera de pensar era más realista o racional y menos emocional, el surgimiento de una nueva mística, no en relación con la naturaleza sino con la sociedad y el ascenso de un nuevo sistema de creencias que tenía su eje en la imagen ideal de la propia nación, en una mezcla de hechos y fantasía. La diferencia en el entorno aparece con particular claridad al comparar esa y otras manifestaciones del emergente sistema de creencias nacionalista con el enfoque que tienen autores como Maquiavelo en relación con los Estados dinámicos que aun no eran propiamente nacwnes.
7. En un capítulo de El Príncipe, bajo el título "¿En qué medida deben mantener su palabra los príncipes?", se lee: "Sabed pues, que existen dos formas de lucha: una, con las armas de las ieyes, la otra, con la violencia pura. La primera es propia de los hombres, la segunda, de los animales. Pero dado que la primera muchas veces no basta, debe recurrirse a la segunda. De ahí ha de comprender un príncipe el uso correcto tanto de la naturaleza de los hombres como la de los animales. Esto le habrán de enseñar de manera indirecta los historiadores antiguos que reseñan cómo Aquiles y muchos otros príncipes de la antigüedad habrán sido dados al centauro Quirón para que los educase. Tener a un maestro mitad animal, mitad humano, no significa otra cosa que un príncipe debe participar de ambas naturalezas, y que ni la una, ni la otra, perduran. Dado, pues, que el príncipe debe estar en condiciones de utilizar correctamente la naturaleza del animal, debe elegir entre ellos al zorro o al león, pues el león está indefenso contra una trampa y el zorro contra los lobos. En consecuencia, ha de ser un zorro para reconocer las trampas y un león para aterrar a los lobos. Aquellos que se atienen simplemente a la naturaleza de los leones, no entienden nada. Un gobernante astuto puede y debe. en consecuencia, faltar a su palabra cuando esta vaya en su perjuicio o los motivos que fundaron su promesa ya no estén vigentes. Si todos los hombres fueran buenos, entonces esta regla estaría mal; pero, puesto que son malos y no pueden mantener su palabra. entonces no tenéis necesidad de sostener la vuestra. Tampoco le han fallado a un pn ncipP motivos para disfrazar el rompimiento de su promesa. Se podrían dar numerosos eJemplos recientes de esto y mostrar en qué medida los pactos para la paz y tantas promPsas han ¿ºedado sin valor y anuladas por la deslealtad del príncipe; y quien me.1orentienda valersp e la naturaleza del zorro, hará lo mejor."
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entre sí los Estados permanecerían sin cambios. También en este caso, los grupos dominantes de las organizaciones estatales, interdependientes aunque soberanas, siguen una política de interés propio, incontrolado y aparentemente incontrolable, en los intercambios y relaciones interestatales; esa política no sólo era impulsada por la desconfianza y el temor mutuos, sino que a la vez los generaba, si bien, teniendo como dique más importante, el mantenerlos dentro de determinados límites. Pero la política del poder practicada en nombre de una nación y no de un príncipe no pudo ya concebirse y desplegarse como política de o para una persona. Ahora se ejercía en nombre de una colectividad tan grande que la mayor parte de sus integrantes no se conocían entre sí ni tampoco tení~ ninguna posibilidad de hacerlo. El cambio en la comprensión de una política de poder bastante estable que pasa de ser asunto de una persona soberana a serlo de una colectividad también soberana tiene consecuencias notables. En comparación con un colectivo soberano, en ella era más fácil expresarse de manera práctica y realista sin emotividad, a propósito de cuestiones políticas cuando se hablaba a u~ príncipe o sobre él. Ambos, príncipe y colectivo soberano necesitaban de algún grado de vinculación emocional de parte de los individuos que los auxiliarían en la tarea de llevar a la práctica -o practicar ellos mismos como representantes- cualquier política que se ejerciera para estos individuos o en su nombre. Pero, en el primer caso, la lealtad y el deber eran todavía sentimientos de persona a persona; en el segundo, los vínculos emocionales tenían un carácter considerablemente distinto. Eran, en mucho mayor medida, vínculos simbólicos, conectados con los símbolos de la colectividad. Esos símbolos podían ser muy diversos, pero entre todos ellos, los símbolos verbales desempeñaban una función especial. Independientemente de la forma que tuvieran para una colectividad y sus múltiples aspectos, los símbolos -que habrían de ser el núcleo de los vínculos emocionales de las personas con la colectividad- parecían dotarla de una cualidad característica. Podía decirse que le conferían una existencia numinosa per se, más allá y por encima de los individuos que la componían, una suerte de santidad como la que antaño se atribuía sobre todo a los seres sobrenaturales. Una característica de los procesos democratizadores, que tal vez no haya despertado todavía la atención que merece, consiste en que, en el curso de estos procesos e independientemente de estos desemboquen en un Estado pluripartidista o de partido único, en una forma de gobierno parlamentaria o dictatorial, las personas atribuyen tales cualidades numinosas y las emociones correspondientes a la sociedad que ellos mismos constituyen. De acuerdo con la teoría de Durkheim, en las sociedades más sencillas cristalizan y se organizan los vínculos emocionales de los individuos con el colectivo que componen en torno de formas o imágenes de dioses y de antepasados, de seres de naturaleza más o menos sobrehumana. Cualesquiera que sean las funciones adicionales que puedan tener, poseen ciertamente la de los símbolos que condensan los sentimientos colectivos de un grupo. Comparadas con sociedades más sencillas, las sociedades de los Estados nacionales de los
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XX son más grandes y, sobre todo, mucho más pobladas. También siglos}{IX yal s entre los millones de individuos que pertenecen a una Y la Jos }azos r~ ded con todos sus nexos a través de la división del trabajo y de su d . . t ., . a socre a ' JlllSffi . 1mismo marco de los aparatos de gobierno y a rmms rac1on Y ac1ón en e · "bl d integruchoso t ro,s son mucho más complejos, mucho más mcomprens1 .es . es d e de m to de vista de aquellos mismos que integran esas enormes or~an1zac10n~s elP~ s ue las relaciones que pueden encontrarse en las sociedades mas soc1ale ,Mq. tras el nivel de educación no haya avanzado considerablemente, · · ples · d ien· terdependencia real de los individuos que conVIven sim en E s t a d os e m te los lazos . · dustriales altamente diferenciados no pueden ser en n d"d 1 os, en ac1ona1es m fr . n e·or de los casos, sino a medias, dado que permanecen con ecuei:ic1a en el m ~ "d d para la mayor parte de sus integrantes. Los vínculos emocionales la olsc~ndiaviduosrespecto a su colectividad cristalizan y se organizan en torno . , tipo · d e e l uc1"dac1"ón empir1ca, ' · de ,osbm1 s comunes que no reclaman mngun a Slffi O O d l"d . t" 10na bl e que pue d en Y deben verse como valores absolutos e va 1 ez mcues . n parte del núcleo mismo de un sistema de creencias comunes. y que fior ma . l ti .d d y soberana . arios , dudar de la fe comunitaria en la propia uest 10n . . . , co ec VI . . ,a . ecomo un valor elevado, si no es que supremo, eqmvale a desVIac10n Y tra1c1on, puede conducir incluso a una exclusión vergonzos~ o algo_peor. , S" embargo en oposición a sociedades menos diferenciadas, los s1mbolos de en las sociedades más diferenciadas de los siglos~ YXX la co:ctividad~ue atraen y condensan las formas de percepción y pensamiento de sus miembros individuales- poseen un carácter mucho más impersonal. Los símbolos del lenguaje que desempeñan esa función constitu~en un ejemplo de el~o. Con algunas limitaciones, tales símbolos pueden variar de un Estado nac10nal a otro, pero todos ellos poseen la fuerza irradiante de las emociones y otorgan a la colectividad que representan las cualidades numinosas a que nos hemos referido. La mayor parte de las veces, los nombres de los Estados nacionales mismos, junto con sus derivados, son utilizados de esa manera por sus ciudadanos cuando la ocasión se presenta, con un tono de santidad y reverencia. Así, los franceses, los alemanes o los norteamericanos se valen de las expresiones "la France", "Deutschland", y''America", respectivamente, como símbolos verbales de entidades colectivas con atributos numinosos. Y el mismo uso del nombre de la propia nación se encuentra en casi todos los Estados nacionales con un grado relativamente alto de desarrollo, mientras, al mismo tiempo, es probable que el equivalente en otro idioma se aplique con otras connotaciones, con frecuencia negativas, correspondiendo a lo paradójico de las relaciones entre los Estados. Pero no sólo el nombre de un país, sino todo un espectro de símbolos verbales puede asumir tales funciones en diversas sociedades. Entre ellos se cuentan e~presiones como "patria", "tierra", "terruño" o "pueblo". A lo que parece, expresiones como "nación" y "nacional" son los símbolos más generales y difundidos de ese género: basta comparar la palabra "nación" con otras como "país" o "Estado" Para reconocer la diferencia. Los hechos sociales mismos a los que se refieren esas palabras son eminentemente idénticos, y por lo que hace al aspecto real.
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expresiones como "nación", "población nacional" o "ciudadano" se em 1 . . ó . . ' Pean casi como sm mmas con cierto margen para desarrollos locales. Pero .. , tr te, en1a comumti~ac1onen edcot rr anefuos,ld~expresi?n "nación" es portadora de maneras d e sen r YE pen sa~ eala 1 pro n 1dad y riqueza que la hacen distinguirse de 1as otras. 1co1ectivo que se refiere es revestido por esa palabra de u ífi . al , n aura espec ca muy emoc1on y aparece as1, como algo muy valioso sacrosanto dº . . , ' ' Igno de a dm1rac10n Y respeto. Esas formas de pensamiento y percepción abarcan nor?1almente todo aquello que se puede considerar como perteneciente nación o_ favorable al interés nacional e incluyen también el uso de la fu erzay ª 1ª e1 engano o, dado el caso, la tortura y la muerte de otras personas. 12) Se podrá ente~d.er meJo~ el lazo de cambio y continuidad en el desarrollo que conduce de un cod1go ongmalmente maquiavélico a su sublimación co t d ·t . , mo par ~ e un sis ema nac10nal de creencias, si se dilucida primero el desplazam1~mto del_punto focal de los vínculos emocionales de un príncipe vivo a los s1mbo!o~ 1~personales de un colectivo sobrevalorado. En un mundo de Estado~ ~masticos, sobre todo cuando eran regidos por monarcas más O menos autocraticos, los soberanos que provenían, ya sea por nacimiento o gracias a sus logros militares y políticos, de una tradición guerrera ejercían de manera personal u~a política sin trabas de procuración del interés propio en el campo de las relac10nes entre Estados. El código al que en tal contexto se adherían era poco más o menos, una extensión del que determinaba sus relaciones personales'. No había ninguna barrera demarcatoria ni ninguna línea de separación neta entre ambos, así como tampoco ninguna contradicción fundamental entre la moral personal o privada y la estatal o pública. Lo que en alguna ocasión había sido el principio de una estrategia práctica y, se podría decir que en alguna medida realista, de los príncipes en su trato recíproco, cambió su coloración emocional al convertirse en estrategia de las naciones o, mejor dicho, de sus élit~s gobernantes. Los aspectos realistas del código guerrero tradicional, que cultivaba la desconfianza y el temor entre los distintos grupos gobernantes, a la vez que se nutría de ellos, se confunden con la mística de un credo nacionalista, en el que miles podían confiar a ciegas como en algo absoluto. Resulta claro por qué esa forma de concebir a la "nación" como un sacrosanto ideal colectivo, hace su aparición en la era de las sociedades masivas altamente industrializadas, con un servicio militar universal y una creciente implicación del conjunto de la población en los conflictos con otras sociedades de masas. En esas circunstancias, el solo entrenamiento y obediencia a un príncipe o comandante militar, no eran ya suficientes para garantizar el éxito de un país en guerra con otros. Aquí surgía la necesidad de que todos los ciudadanos, además de plegarse a las restricciones heterónomas, se sintieran obligados por su propia conciencia y sus propios ideales, es decir, mediante una coerción que los individuos ejercían sobre sí mismos, a poner en juego su vida, dado el caso. Los miembros de todas esas sociedades de masas con un nivel de diferenciación
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. nte muy elevado debían encontrar una fuente de inspiración y relatrva~; plena en una incontrovertible en el valor de la sociedad que · ", pues no siempre · sat isfaccion . os m·tegraban es decir en la "nación se h a b'1an Jl}iSIIl ' ' . 1 0 eU ~ demostrar de manera empírica las perfecciones y méntos de a soe1"eda d po~do t para aquellos cuyas vidas o dedicación se demandaba. ,, d e1nac1ona · 1·ismo como sis · te ma e,asten . b" e el resorte primario para la formac1on Si ien . . al artir ·as proviene de la esfera de las relaciones mterestat es, ya sea a P de creenci . . d 1 . . mún respecto a la integridad y la sobreV1venc1a e a propia sociedel temorelCo 1 t· · deseo compartido por acrecentar el poder, el estatus Y e pres 1gio de dad' ya delación con otras sociedades soberanas, un ere d o nac1on · al"is t a t am b"ien ' esta en r . d 1d . . , ervir a fines internos como instrumento de gobierno, o e omm10 pod1a s ' , . iraban unos pocos grupos sobre otros. Una de las caractensticas Sp al que ª . · · ~n la f:~se que va d e 1 fundamentales de las sociedades de Estado mdustnales, · 1 XIX al XX es la simultaneidad de una interdependencia creciente de todas sigo ., t trl las clases sociales, por una parte y, por otra, una tens1on per~anen e en e os grupos que encabezaban a la clase trabajadora y a la clase med1~. En tomo ª.e~:8 representada por medio de la opos1C1on e·e de tensión principal -normalmente e~tre asociaciones patronales y sindicatos-- habrían de agruparse numerosas discordancias secundarias entre distintos grupos profesionales. En tal situación, alguno de los grupos dirigentes podía invocar y :i,itilizar,valié_nd_osede ellos como palanca para la promoción d~ sus interese~ particulares, sentlffile~tos y lealtades nacionales que, por una vanedad de motivos -ante todo relac10nados con las guerras y una elevación del nivel educativo gracias a las escuelas públicas o el ejército-, habían echado hondas raíces que iban más allá de las fronteras de clase. Como es sabido, en muchos países, entre ellos Alemania, los grupos descontentos de la clase media utilizaron principalmente ese recurso. En países muy avanzados, con un nivel de vida relativamente elevado, los sistemas de valores y creencias nacionalistas se orientarían por lo regular y como hemos dicho, hacia el pasado. En tales sociedades esos sistemas se utilizarían, como es bien sabido, para preservar el orden establecido en esos momentos en que el movimiento social que surgía en nombre de la herencia nacional y sus virtudes apuntaba, en los hechos, a un trastorno de ese orden. Cuando este era el caso, ocurría por lo general bajo el signo de un restablecimiento del pasado y de la herencia inalterable de la nación. En pocas palabras, el carácter de las ideas nacionalistas resulta de difícil comprensión cuando se intenta derivarlo únicamente a partir del estudio de esas ideas tal y como se presentan en las obras de filósofos o prominentes escritores, es decir, cuando son objeto de investigación a la manera tradicional, como una "historia de las ideas". Las ideas e ideales nacionalistas no forman, por así decirlo, una secuencia autónoma como la que con frecuencia se atribuye a las ideas filosóficas. Su sucesión en el tiempo no descansa únicamente en el hecho de que los autores de una generación lean a los de las anteriores y continúen trabajando los conceptos y Pensamientos que les fueron transmitidos, adhiriéndose a ellos o critidndolos,
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sin ninguna relación con el desarrollo y las particularidades estructurales d las sociedades en que esos libros son escritos y leídos. Y mucho menos son la: ideas nacionalistas de escritores prominentes la "causa" del "nacionalismo" De manera manifiesta o latente, el nacionalismo es, si no el más, por lo rneno~ sí uno de los sistemas de creencias sociales más poderosos de los dos últirnos siglos. Las ideas que están en la literatura son, para emplear una metáfora útil aunque algo gastada, sólo la punta del iceberg. En ellas se encuentran las expresiones más articuladas de un proceso en cuyo transcurso, las formas de pensamiento, percepción y carácter nacionales tarde o temprano se extienden por todo el ensamblaje de una sociedad. Si no nos preguntamos qué cambios estructurales de las sociedades de Estado son los responsables de que el vínculo con el príncipe -Vive le rol!- expresión de una forma de pensamiento y percepción anterior, se haya visto sustituida por otra con un sentido de lealtad a la nación -Vive la France.'-, tampoco estaremos en condiciones de evaluar si las obras de una intelectualidad nacionalista influyen en la nacionalización del carácter y de los sentimientos de la masa de individuos que integran esas sociedades y en qué medida ocurre esto. Una investigación sociológica de la formación y el refinamiento de los ideales nacionalistas que observe y analice los sistemas de creencias, los conceptos 0 ideas, tal y como aparecen en los libros en el contexto del desarrollo social, y que señale su función para los subgrupos de las sociedades correspondientes, se encuentra aún en pañales. A este respecto, bastará, por el momento, una breve referencia al hecho de que tales creencias e ideales son comunes a todas las sociedades en una fase específica de su desarrollo y a las razones por las que esto es así, añadiendo la advertencia de que su destino depende tanto de las relaciones entre Estados como de las relaciones internas de estos. Valdría la pena ampliar con mayor exactitud, tanto a este como a otros respectos, el modelo teórico del constante entrelazamiento de los desarrollos tanto en el plano tanto interestatal como interno del Estado. Con ayuda de un marco teórico ampliado de esta manera, se podría demostrar mejor que aun la explotación, por parte de los representantes de los intereses seccionales de las tendencias nacionalistas latentes en los Estados nacionales industriales altamente diferenciados e integrados, rara vez se da con una clara conciencia del hecho mismo; es decir, rara vez tiene lugar como una simple mistificación ideológica calculada y bien pensada. Las teorías tradicionales que a veces describen a las ideologías en este sentido, tienden a simplificar demasiado. Es típico, tanto de las doctrinas nacionalistas como de otras que, ,1 lravés de un proceso automático de reforzamiento recíproco, adquieran cada vez mayor poder sobre sus adeptos bajo determinadas condiciones. Como el credo per se asigna el valor más elevado al ideal del propio grupo, así como a la lealtad hacia él, nadie puede negar públicamente su adhesión a aquéllos que con mayor énfasis subrayan su creencia en la absoluta excelencia del grupo. Así, la tendencia de personas o grupos a superar a otros en la afirmación del propi_o credo llega a ser muy fuerte en determinadas situaciones sociales. No es difícil
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IJlO esos sistemas autoglorificadores de creencias adquieren, mediante tales ver co ·smos y en especial cuando el colectivo que los mantiene es muy grande, -~ erza que nadie, ninguna persona o grupo, es capaz ddiri"" e grr. unafu
13) Tras todo lo que acaba de mencionarse, el nacio:1alis~o se revela, incluso análisis sociológico preliminar, como una particularidad estructural de en ';andes sociedades de Estado en su etapa de desarrollo de los dos últimos l~sl s. Está emparentado, aunque distinguiéndose claramente de ellas, con las sig:ocias que expresan los sentimientos de solidaridad individual Y de unión erelacionados con colectivos como los de a ld ea, cm "dd a , prmc1pa · · d o o reino · de r:apas anteriores del desarrollo social. Se trata de una creencia de naturaleza esencialmente secular, que no requiere, por tanto, de ninguna justificación a :ravés de instancias sobrenaturales; es similar a las formas de fe y ética que MaxWeber describe como formas del "mundo interior" y supone un nivel elevado de democratización en el sentido sociológico, no político, del término. Cuando las barreras sociales entre los grupos de distinto poder y rango son demasiado elevadas -como por ejemplo, en las sociedades estamentarias con nobleza hereditaria o en los estados dinásticos con diferencias de nivel muy acentuadas entre el príncipe y sus subordinados-, los sentimientos individuales de unión, solidaridad y obligación respecto a la sociedad estatal poseen un carácter distinto al que presentan cuando se expresan en la forma de un ethos nacionalista. El ethos nacionalista descansa en un sentimiento de solidaridad y obligación dirigido no sólo a determinadas personas o a una sola en un puesto gobernante, sino a un colectivo soberano que los individuos mismos integran junto con miles o millones de personas. El colectivo aparece entonces organizado como un Estado -o como algo que, según la convicción de sus miembros, lo estará así en el futuro; a él están unidos todos sus miembros por símbolos especiales, entre los cuales también se encuentran las personas. Con esos símbolos y con el colectivo que integran los unen fuertes emociones positivas del género que, por lo común, se llama "amor". El colectivo es percibido como algo separado de los individuos que lo componen, como algo más elevado -más sagrado- que ellos; con ello se da una sobreestimación correspondiente de los símbolos. Las colectividades que producen ~ ethos nacionalista están integradas de tal manera que los individuos que las mtegran pueden ver en ellas y, más precisamente, en los símbolos que encaman sus ~aneras de sentir y pensar representaciones de sí mismos. El amor a la propia nac10nnunca es solamente un amor a los hombres o a grupos humanos a los que se denomina "ellos"; es también siempre el amor a un colectivo al que uno se dirige como"nosotros". Como sea, también es una forma de amor a sí mismo. En consecuencia, la imagen que los miembros individuales tienen de su n~ción es, al mismo tiempo, parte integrante de la imagen que tienen de sí ~1Smos. Las excelencias, el valor y el sentido de nación son iguales a los de e l~s mismos. En la medida en que se ocupan de tales relaciones las teorías soc10ló · · . ' g¡cas Y ps1cosociales actuales procuran la reflexión al respecto del con-
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cepto de identificación. Sin embargo, la verdad es que este concepto no hace del todo justicia a los hechos observables. El concepto de identificación provoca la impresión de que el individuo está situado en un hogar y la nación en otro· sugiere que "individuo" y "nación" son dos entidades distintas y separadas e~ el espacio. Pero, como las naciones se componen de individuos y los individuos viven en las desarrolladas sociedades estatales del siglo XX formando parte inequívocamente en la mayoría de los casos, de naciones, esa conceptualizació~ que invoca la imagen de dos entidades distintas y espacialmente separadas a la manera de madre e hijo no coincide con los hechos. Las relaciones de ese género sólo pueden comprenderse adecuadamente con ayuda de los pronombres personales. Un individuo no posee solamente una imagen y un ideal de su propia persona, sino también una imagen y un ideal colectivo, el del "nosotros". Como puede observarse empíricamente en las sociedades industriales de Estado de los siglos XIX y XX, a la nacionalización del ethos y de la sensibilidad individuales se encuentra indisolublemente ligado el hecho de que, la imagen correspondiente del Estado, representada, entre otras cosas, por símbolos verbales como "nación", sea parte constitutiva de la imagen y el ideal colectivos de la mayor parte de los individuos que conviven en sociedades de este tipo. Aquí nos topamos, dicho brevemente, con uno de los muchos ejemplos de correspondencia entre determinada estructura social y cierta estructura de la sensibilidad. Cuando un miembro de un Estado industrializado nacional altamente diferenciado de nuestro siglo, hace una afirmación en que él mismo se caracteriza por medio de un derivado del nombre de su país -"soy francés", "soy norteamericano", "soy ruso"-, por regla general, expresa mucho más que si dijese: "nací en tal o cual país" o "tengo pasaporte francés, norteamericano o ruso". Para la mayor parte de los individuos que han crecido en una sociedad de Estado como ésas, una afirmación semejante remite al mismo tiempo a su nación y a sus características y valores personales. Se refiere al mismo tiempo al individuo percibido como un "yo" frente a los otros -a los cuales se refiere en pensamiento y palabra como el "tú", "él" o "ellos"- y al individuo percibido como parte integrante de un colectivo -al que se refiere en pensamiento Y palabra como un "nosotros" frente al "ustedes" o "ellos"- Normalmente, quisn dice: "Soy ruso, norteamericano o francés, etc.", quiere decir también: "creoY creemos en ciertos valores e ideas, desconfiamos de los representantes de ese o aquel Estado nacional y nos concebimos más o menos como sus enemigos''. ''Yo y nosotros estamos unidos a esos símbolos y al colectivo que representa~. y tengo y tenemos obligaciones respecto a ellos." Una imagen de ese "nosotros penetra, sin disolverse, en la organización personal del individuo que, en tales casos, utiliza los pronombres "yo" y "nosotros" en relación con él mismo.º
14) Como puede apreciarse, el sentido que se da a la expresión "naciona" en el presente trabajo difiere del uso que tiene en la vida cotidiana. El . hsIIlºorriente del lenguaje opone el adjetivo "nacionalista" a palabras como ~so ~onal" 0 "patriota". En el primer caso, se manifiesta desaprobación, en el nac1 do, aprobación, sm . em b argo, en mue h os casos, "nac1ona . 1·1smo,, s1gm . 'fi1ca s~gunplementeel "patriotismo" de los otros, siendo en cambio el "patriotismo", s1m . ,, . 1"nacionalismo prop10. e Para los propósitos de una investigación sociológica, se debe acuñar y convenir un concepto que pueda ser utilizado sin resonancia alguna de desaprobación enaprobación. Se requiere de un término para esta escala de valores especial, 0 ara este tipo específico de percepción y pensamiento de las doctrinas, creencias ~ ideales, con que, en las sociedades de Estado altamente industrializadas de los dos últimos siglos, los individuos se han vinculado con la sociedad soberana que ellos mismos conforman. Es necesario contar con una expresión unitaria y un instrumento conceptual claro para entender las particularidades estructurales comunes a ese género de vínculo emocional, de creencias y de organización de la personalidad que tarde o temprano aparece, no solamente en este o aquél, sino en todos los estados nacionales industriales en la etapa de desarrollo de los siglos XIX y XX. Y puesto que los sustantivos con la terminación "ismo" y los adjetivos con la terminación "ista" son los términos aceptados para designar a tales sistemas sociales de creencias y a las estructuras de personalidad ligadas a ellos, el lenguaje cotidiano ofrece principalmente la opción entre "patriotismo" y "nacionalismo" para la uniformación sociológica de un concepto unitario. A fin de cuentas, el segundo parece ser más adecuado como expresión sociológica uniforme. Es más flexible; se pueden derivar de él otras expresiones fácilmente comprensibles de carácter dinámico, como "nacionalización del pensamiento y la percepción". En ese sentido libre de resonancias de aprobación o desaprobación se utiliza aquí, y designará un aspecto de la amplia transformación que determinadas sociedades de Estado, como partes de cierta configuración del equilibrio del poder entre sociedades interdependientes, experimentan en un lapso dado de tiempo. Ese significado se relaciona con un sistema social de creencias que la sociedad estatal, el colectivo soberano al que pertenecen sus miembros eleva, de manera latente o aguda, al rango del valor supremo ª que t?dos los demás valores se pueden subordinar y al que, de hecho, deben subordmarse en ocasiones. Como uno de los grandes sistemas seculares de creencias de los siglos XIX Y XX,el nacionalismo difiere en varios sentidos de los otros sistemas sociales ~~;;e~ncias de la ~is.roa época, c~m? el cons~rvadurismo y el comunismo, el alisma Y el sociahsmo. Estos ultimas obtienen su impulso del cambiante
8. El nacionalismo, como expresión del amor hacia una particular unidad comunitaria. de orgullo e identificación con ella, es algo que hay que distinguir de los vínculos apare~: temente semejantes de.los grupos aristocráticos trad!cionales. Bismarck por ejemplo,~~ presentado como prototipo del nacwnahsmo aleman. En realidad. su amor estaba dingl
en. primer luga r a 1 rey Y a 1 remo, · · , alemana o en todo caso, pue~to que ., pero no a 1a nac1011 v1v10en una , d t. . . , 1 h' . . hab' epoca e ians1c10n, o izo en el sentido de rendir tributo a un ideal al que 1 ª que mostrar respeto no a una representación simbólica de las masas del pueblo a 1enian en su totalidad.
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equilibrio del poder en las sociedades de Estado e influyen sólo de ma nera . b l l . . se~~ d ana so re a_sre ac1ones ~~er~statales. El primero obtiene su impulso pnnc1palmente del mestable equ1hbno del poder entre las diversas sociedad de Estado Y afecta sólo de manera secundaria las tensiones y conflictos tes las distintas capas sociales dentro de ellas. en re Aún cuando los ideales y percepciones vinculados con la polarizació d clases interdependientes dentro de una misma sociedad de Estado se me nl e . l l . zc en d e m últ 1p ante todo d es maneras con as ideas nacionalistas -procedentes · 'ón_en l a confi gur~c1?n · del ~quilibrio de poder de sociedades ' ' e 1a ~ol anzac1 de Estado ":1t.erdepend!entes- estas últimas eJercen, a largo plazo, una influencia más d . c1s1v~Y continua en la orientación política. Estas sociedades pueden diferencia;e co~s1derablemente en cuanto a los axiomas de creencias e ideales por los que s éli~s go~ern.~tes se dejan dirigir en su política interior; pero todas comparten~ nac10nalizacion del ethos y del sentimiento, del lazo y la representación colectiv de ~~ mayoría de_los i~dividuos que las integran. Como se puede observar facilidad, esa nac1onal1zación se lleva a cabo en todos los países en vías de mode . nización alrededor de los siglos XIX y XX, independientemente del origen soci~ de sus élites gobernantes. Aunque al principio es más bien un signo distintivo de los Estados nacionales con élites gobernantes cuyas actitudes, ideales y valores están en la tradición de las viejas clases medias (las que al ascender a la posición más elevada en la sociedad abandonan gradualmente el centro), su penetración no es menor en los Estados nacionales con élites gobernantes cuyas actitudes Y valores están en la tradición de las viejas clases trabajadoras (las que a su ascenso pierden paulatinamente su peculiaridad, si no como capa social, sí al menos, como clase social).
d esa dualidad característica. Sus propuestas de solución al problema sable eecerían por ello, en el terreno de la especulación y la vaguedad. perlllª~argo el 'hecho de percibir el problema como tal y de delimitarlo con Sinelll 'dd a es nos .d d es un' paso importante. Bergson se pregun tó : ¿a qu é soc1e clafiri. os al hablar de obligaciones morales?, ¿a la humanidad como un todo?, reenm · 1es, nues tr os concm 'dd a anos ·o lo hacemos a propósito de nuestros connac10na miembros del mismo Estado?
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U filosofia moral -escribe-- que no pone el acento en esa diferenciación, na por alto la verdad; sus investigaciones necesariamente quedan falseadas pasa · da d r ello. De hecho, al afirmar que el respeto al deber, 1a VI'd a y 1a prop1e ~~l prójimo es una demanda fundamental de la vida social, ¿de ~ué sociedad hablamos en realidad? Para responder a esa pregunta, sólo necesitamos tener a la vista lo que sucede en épocas de guerra. No solamente son permitidos la muerte y el robo, así como la insidia, el fraude y la mentira, sino que resultan incluso meritorios. Los comandantes dicen, como las brujas de Macbeth: "Fair is foul, and foul is fair.''9
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Aquí se ve nuevamente la línea de continuidad que va del ethos absolutista o, según sea el caso, aristocrático, al nacionalista en los asuntos de Est~do. Este último es sucesor directo del primero. Una vez más podemos recurnr a la voz de Maquiavelo para dilucidar las diferencias y similitudes, el cambio y la continuidad de esa línea. 10 Uno debe saber disfrazar su naturaleza de zorro y ser un gran hipócrita y mentiroso. Los hombres son tan simples y obedecen tanto a las necesidades del momento que aquél que engaña siempre encontrará a otro que se deje engañar. Por lo tanto, no es necesario que un príncipe posea realmente todas las buenas cualidades, sino que debe dar la apariencia de que esto es así. Me atrevo a sostener que son nocivas cuando se las posee y siempre se les guarda lealtad; y que son útiles sólo cuando se finge poseerlas. De tal modo, debéis parecer gentil, fiel, humano, recto y piadoso y también serlo. Pero debéis también estar preparado para poder transformar todo esto en su contrario siempre que se requiera. Uno debe darse cuenta de que un príncipe, especialmente cuando apenas ha llegado al poder, no puede observar todo aquello por lo que los hombres son juzgados como buenos, pues para sostener su gobierno estará constreñido a infringir la virtud, la piedad, la humanidad y la religión. De ahí que siguiendo el viento de la suerte y la mudanza de las circunstancias deba poseer el ánimo que le preparará para cambiar de la bondad a la maldad en el momento en que sea necesario. Que un príncipe salga victorioso y afirme su dominio: los medios para ello siempre se considerarán honorables y serán elogiados por todos.
LA DUALIDAD DEL CANON NORMATIVO NACIONAL-ESTATAL 15) Cualquiera que sea la forma en que hayan sido organizados, la mayoría de los Estados nacionales soberanos e interdependientes que, en conjunto, integran la configuración del equilibrio del poder en el siglo XX genera en sus ciudadanos un canon normativo doble, cuyas demandas son en sí contradictorias. Por una parte, un canon moral de carácter igualitario, proveniente del de los sectores ascendentes del tercer estado, cuyo valor supremo es el hombre, el ser humano como tal y, por otra, uno nacionalista de carácter no igualitario, originado en el canon maquiavélico del príncipe y los grupos dirigentes de la nobleza, cuyo valor supremo lo constituye un colectivo: el Estado; la región o la nación, es decir, la colectividad a la que pertenece el individuo. Henri Bergson ha sido uno de los pocos filósofos que enfrentó el hecho de ese canon doble, al llamar por lo menos al problema por su nombre. Ciertamente no era su objetivo y quedaba fuera del campo de sus reflexiones investigar el desarrollo específico de las relaciones intraestatales e interestatales, respon-
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· ~enri B~rgson, Die beiden Que/le der Moral und der Religion, Jena, 1933, p. 26. [.Hay raducc1on al español.] 1O.Maqmavelo. op. cit. (nola 7), pp. 138-141.
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i lo XX,tal como pudo lograrse e~ las socied~des cfviles ~inásti~as, mediante del s g 'd raciones relativamente racionales del mteres propio realizadas por las e di · ., al 1 1ª5 consi ~ 'lites gobernantes. La fe nacional produce pre sposic10n person en a pequendasl es individuos. Esto sienta las bases para una disponibilidad de su parte e Oa empeñar todas sus fuerzas, a luchar, mc!uso · • ~sasauesta amo~,• en 1as si·tu ac10nes di p 1 intereses o la sobrevivencia de su sociedad se vieran amenazados. en qu:o ;:rciben un peligro para la integridad del colectivo, las élites gobernantes Cuanal O potenciales de esos colectivos grandes y soberanos, pueden apelar a actues 'bl o os apropia'd os. N o es sposiciones y suscitarlas con ayuda de los sim · ·11as ac ti ven. tales pre di tensiones entre los diversos sectores de la po bl acion · ' ClVI 'al d d 1 ., raro que 1as .. t que esas disposiciones permean todo el teJido soci an o su co oracion pue~0 de pensar, generan prejuicios y nublan la visión. La dificultad reside en mtoalespredisposiciones actúan de manera automática. En muchos casos... son que . . tibies de ser relativamente moderadas y modificadas gracias a un JUICIO suscep · to 'ti te realista y un conocimiento práctico, pero p_uedendesa~e casi au ma camen , sin un propósito expreso de parte de alguu~n en esp~ci_al. . Así los hombres adquieren en las sociedades civiles de los siglos XIX Y XX disposiciones que orientan su comportamiento, según al menos do~ c~n?nes normativos principales y, en algún sentido, incompatibles. Cada md1v1duo asume la conservación, la integridad y los intereses de su propio soberano colectivo -Y de aquéllos a quienes este representaen su interior, como una pauta de acción que, en ciertas situaciones, puede y debe resultar prioritaria y determinante. Al mismo tiempo, ese individuo crece con un canon D?-oral humanista e igualitario, cuyo valor supremo y decisivo es el hombre mismo. Ambos son, como se dice con frecuencia, "interiorizados", o quizás debiera decirse, "individualizados", convirtiéndose en facetas de la propia conciencia individual. Cuando alguien transgrede alguno de estos cánones, se expone a ser castigado no sólo por otros, sino por él mismo en la forma de sentimientos de culpa o "mala conciencia".
En épocas posteriores -y aún en la suya- Maquiavelo ha tenido la farn de representar la amoralidad y una enseñanza diabólica en el arte de gobern: En realidad, sólo formuló, en un lenguaje claro y universal -más de lo qu · suele ser el caso- las reglas para el manejo de las relaciones entre los Estad e que, en la práctica y sin formulación teórica, antes y después de él y hasta presente, han observado normalmente las élites gobernantes responsabl: 8 de la política exterior de sus países. Puede decirse que la convicción de 10 adecuado e inevitable de un comportamiento entre Estados en la línea d Maquiavelo es uno de los principales factores para la continuación de es: tipo de comportamientos. Las estrategias sociales determinadas por la sus. picacia, el recelo y el temor mutuos y no sujetas a un código común acordado y efectivamente mantenido, poseen -mediante la reproducción constante del recelo y el temor- un impulso autoperpetuables, ya sea que las apliquen individuos en su trato con otros o grupos en su trato con otros grupos. De ese modo se aclara fácilmente la continuidad de un carácter maquiavélico en las relaciones entre Estados de manera casi independiente de las características y tradiciones sociales de las élites gobernantes, simplemente por el hecho de que esas mismas relaciones permanecen en una esfera de la convivencia social donde ninguna de las unidades sociales interdependientes puede estar segura de que, en última instancia, las otras no recurrirán a la fuerza física para atender sus intereses. No obstante, la continuidad del credo y el canon de conducta autoperpetuables que unía la estrategia de los príncipes y las élites gobernantes aristocráticas frente a otros Estados con la de las élites de las clases medias y trabajadoras nacionalistas del siglo XX no era absoluta; dejaba también un margen para ciertas variaciones. La más notable es aquí quizás el cambio en el carácter del postulado de que, en materia de intereses iinterestatales, atender los del propio Estado sería la última y decisiva pauta de acción. Otrora una simple máxima de carácter práctico de los príncipes y sus ministros o de élites gobernantes aristocráticas con una posición privilegiada --quienes veían como una especie de propiedad al Estado y a la masa de sus subordinados y a ellas mismas como el eje y pivote de él-, con la democratización creciente de las sociedades estatales y ia correspondiente nacionalización de las actitudes y del sentimiento de la mayoria de los individuos que las integraban, se convierte en un imperativo categórico con hondas raíces no sólo en las maneras de sentir y pensar de los individuos sino también en su conciencia y su imagen e ideal del yo y el nosotros. La mayoría de los seres humanos que vivían en Estados nacionales industriales diferenciados no poseía ninguna experiencia directa, ni conocimientos especializados del problema de las relaciones entre Estados y, de hecho, ninguna oportunidad de adquirirlos más que de manera indirecta, es decir, a través de los medios de información públicos, con frecuencia tan selectivos, confusos y parciales. Así, una percepción hondamente sentida, una constitución individual de la conciencia, que en uno de sus compartimentos concibe al propio Estado como valor supremo, cumple, mutatis mutandis, un objetivo similar en los grandes Estados nacionales
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16) Las normas sociales se analizan con frecuencia suponiendo que las normas de una sociedad son, todas ellas, de la misma índole. Pero los hechos dicen otra cosa, como aquí se ve. En sociedades con cierto nivel de diferenciación pueden coexistir códigos normativos incompatibles, con grados diversos de mixtura y separación. En determinadas situaciones y tiempos, cada uno de ellos puede convertirse de algo latente en algo activado. Los asuntos privados pueden poner en vigor un código moral; los públicos uno nacionalista. En tiempos de paz P_redominael primero; en tiempos de guerra, el segundo. Por supuesto, muchas situaciones activan al mismo tiempo a ambos. Las tensiones interestatales y los conflictos del presente siglo parecen pertenecer a este tipo, si no en todos los casos, por lo menos en la mayoría. Fácilmente conducen a luchas por la supremacía, a tensiones y conflictos entre ambos cánones, lo cual a su vez SL' pone de manifiesto en tensiones y conflictos entre sectores diferentes dP la población de un mismo Estado o en luchas internas entre los individuo,;
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Diversos grupos e individuos pueden resolver esos conflictos de diferente 8 maneras. De hecho, las imágenes representativas de sí mismos, al igual que lo8 ideales de quienes pertenecen a diversas naciones representan con frecuenci las diferentes formas de manejar estas contradicciones. Tales diferencias so: una fuente constante de obstáculos para el entendimiento entre los miembro de las sociedades de Estado de que se trate y aumentan la tensión entre lo: mismos. Pero, por lo regular, falta un conocimiento claro del problema primordial que comparten todos los Estados nacionales del presente siglo. Por regla general, la investigación desapasionada de las doctrinas nacionalistas o patrióticas ha estado sujeta, hasta ahora, a una fuerte censura pues constituye un tabú social. Una de las expresiones de esto es la maner~ muy difundida de hablar de "normas" como si se tratase de hechos benéficos promotores de la cohesión de los seres humanos. Especialmente en los textos de sociología impera una tendencia a separar la forma y el contenido, por así decirlo, en la discusión sobre el papel y la función que desempeñan las normas sociales; tampoco se toman en consideración las diversas funciones sociales que puedan tener las distintas normas, ni las funciones tanto integradoras como desintegradoras que cumple al mismo tiempo la mayor parte de los tipos de normas. En muchos casos se las concibe de manera muy idealizada, lo que permite al usuario de ellas percibir aquellas funciones que le parecen deseables y hacer de lado las que le parecen indeseables. En las exposiciones más inteligentes de los conceptos sociológicos fundamentales, puede encontrarse con frecuencia una clara descripción de las funciones de las normas en un plano que se podría denominar "empírico", esto es, ligado a la investigación de determinados detalles, a un Skotom para ellas en el nivel teórico. He aquí un ejemplo de ello: Un sistema social -leemos en uno de los mejores y más utilizados manuales de sociología recientes- 11 es siempre normativo. Su integración se apoya t!n el hecho de que todos los que pertenecen a él llevan en su mente, como parte de su herencia cultural, una noción de que ciertas cosas deben hacerse y otras omitirse, de que ciertas acciones son buenas y otras malas o equivocadas. Que cada individuo se juzga a sí mismo y a sus semejantes de acuerdo con estas reglas sutiles y omnipresentes y que toda violación de ellas es castigada con una reacción negativa, ligera o severa. Así, toda sociedad humana está imbuida de una actitud valorizadora, de elogio o de reprobación, de acusación ojustificación. Un cuestionamiento de las reglas o, lo que es peor, de la sensibilidad que las subyace, acarrea sanciones, la menor de las cuales es la réplica o el desacuerdo. Quien en su propio pensamiento trata de escapar por completo del sistema moral para analizar con objetividad el comportamiento es catalogado rápidamente como agnóstico, cínico, traidor o algo peor. En lugar de esperar un apoyo público a su trabajo, debe dar por descontada una abierta hostilidad. 11. " Kingsley Davis, Human society, Nueva York, 1965, pp. 10 y ss.
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iedad existen maneras de sentir y pensar que no deben cues· · d · d pues la -on to d a so C ~ rse y ni siquiera ser objeto de investigación esapas1on~ ~' . violación en un tono que no sea el de la md1gnación, t1ona ' .ó d sola menc1 n ~dsu d como 'tabú Más de un docente ha sido despedido 1 .d al d las uede ser cons1 era o . . . p as universidades norteamericanas por mvestlgar ~ ~1. a sexu e de 1 solteras por mantener una posición despreJmc1ada respecto al personas l"gioso p~r conducir un seminario sobre socialismo o por sostener dogma red1 . t' t· atriota Tales temas si es que han de ser mencionados, un punto e VISaan 1p · ' . t· 'ó · e con suma cautela en la docencia y la mves 1gaci n, siempr e;arse an b de en m ~ . · d 1 al premos con el acento puesto en la propia reverencia e os v ores su · Esta es la manera en que, al ocuparse de problemas de ~etalle ! percibir te algunos de los conflictos surgidas de la pluralidad e mcompac~~~t:a~nde las normas sociales, un destacado sociólogo atribuye con toda no delimitante o excluyente t1 1 1 . , un carácter meramente integrador-y d , cons1"dera d as como "valores precauc10n . b · , _ a las normas de su propia soc1eda tam ien s" No logra guiar la atención del lector clara e inequívocamente al . · 1 'd d supremo . , ter inmanentemente ambiguo de las normas sociales, a su part1cu an a ~:r~:cular entre sí a los hombres y, al mismo tiempo, de pone: ~ las pers?nas así ligadas en contra de otros. Su tendencia a la cohesió~ es, dmase, al m~smo tiempo, una tendencia a la dispersión, en todo caso, _mientras la hu:13amdad como un todo no forme su marco de referencia efectivo. Por lo d~mas, queda aquí fuera de consideración el hecho de que los valores supremos ~smos de una sociedad pueden ser en sí contradictorios y, sin embargo, ello es eVI?ente. En los Estados nacionales contemporáneos, el canon más poderoso puede mculcar a los miembros de una misma sociedad que el hombre aislado, el individuo, es e_lvalor supremo y, al mismo tiempo, que lo es el colectivo soberano, el Esta~o na~10n~l Y que todos los objetivos e intereses individuales, incluyendo la sobreVIvencia fis1ca del individuo, deben supeditarse a ello. . Como ya se mencionó, los conflictos originados en u~ canon ~or~_ativo dividido y discordante y una constitución de la conciencia de los md1v1d~os correspondientemente desarmónica, pueden permanecer latentes en vanas épocas y agudizarse sólo en determinadas situaciones. Sin embargo, el hecho mismo de que existan contradicciones de tal género es importante, no sólo_para la comprensión de las sociedades en cuestión, sino también para la sociedad en general. Toda teoría sociológica debe dar cuenta de que, tanto en las etapas pasadas como en las actuales del desarrollo social, se haya atribuido Y se atribuya muchas veces un mayor valor a la sobrevivencia del grupo de individuos como tal que a la de los individuos considerados en particular. Un enfoque teórico que utilice una norma idealizada como instrumento de análisis no satisface las tareas de la investigación sociológica. Puede ser que problemas como los del canon normativo contradictorio, que caracteriza a los Estados nacionales industriales más desarrollados, se encuentren sujetos a un tabú social en esas sociedades y que por ello resulte difícil conceptualizarlos
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y discutirlos. Pero es probable que, justamente por esa razón e E . l h 'd h , sos stado 8 nac10na es ayan s1 o asta ahora incapaces de escapar al círculo vicioso la amenaza, el temor y el recelo mutuos pues ese tipo de problemas n 0 de se r mves · t'1gad os y d'1scut'd · ' pueden 1 os abierta y desapasionadamente.
17) Las contradicc~ones fundamentales a las que todo esto se refiere so en tod~ caso, lo suficientemente sencillas y susceptibles de resumirse· en, las donde las élites gobernantes son de la t ra d'1c1on ·, d e 1as clas · n · d sociedades · . m ustr1a 1es media Y trabajadora, los individuos son educados en ge es 1 • d:ntro de u~ canon normativo según el cual, es incorrecto, b¡jo cuat:t circu~stan?ia, matar, m1:1tilar, asaltar o mentir, engañar, robar y emba~c:r Al m1~1?º tiempo, se les imbuye la creencia de que todas esas cosas no est -r. permitidas, ~asta el punto de sacrificar la propia vida, si es necesario aa:1 defender los mtereses de la sociedad soberana que ellos conforman 'p ª Ya s~ ha? señalado algunas razones -no todas- del caráct~r dual contradictorio de este canon normativo · En el a'mbi'to de las r el acrnnes · E d entrey sta os, los re~rc~sentantes de las antiguas clases media y obrera tuvieron que enfrentar cond1c10nes y pasar por experiencias, como miembros de las élites gobernantes, a_que no. habían tenido acceso mientras las capas no aristocrática 8 tuVIeron una posición subordinada. De ahí que en ese terre a que pe~ec1an hayan c?ntmuado las tradiciones de las otrora clases gobernantes, cuyo can~~ normativo, ~ ~esar de todos sus refinamientos, había conservado su sello guerrero Y militar. En to~os los países europeos -incluso en Inglaterra, donde un grupo de clase media, compuesto por terratenientes burgueses había pasado a ,formar parte de los grupos aristocráticos dominantes, antes,que en la m~yona de lo.s o~ros estados del continente- los quehaceres y actividades relac10nados prmc1palmente con los asuntos diplomáticos eran, en general, acaparados por personas que operaban dentro de las tradiciones de la nobleza. L~s repres~ntantes ~e esas profesiones se mantuvieron fieles a ese origen, aun desp~es ~el a~nbo de las clases industriales al poder. Ciertamente, la de~ocratizac10n hizo que las tradiciones de las capas monárquicas y nobles anti~uas cobraran, como ya se expuso, otro carácter; el código guerrero se volv10 una segunda moral. Y esta moral particular, no igualitaria nacionalista no era m~nos exigente, incondicional e indubitable que la univerdal igualitari~ y humanista. ' Este .desa.rrollo -el surgimiento de un canon normativo dual y en sí mismo contrad1ctono---: es un rasgo común a todos los países que han pasado por el pro~eso de camb10 de una estructura aristocrático-dinástica a una democrática, nac10na), estat~I. Es ~osible que las contradicciones internas, los conflictos y las tens10nes solo surJan y se vuelvan agudos en situaciones especiales sobre todo e~ emergen~~as nacionales, como las guerras. Pero un código dual este tipo eJerce tamb1en, como determinante latente de la acción, una influencia considerable sobre el pensamiento, las percepciones y el comportamiento de las personas, por lo que es responsable de una determinada polarización de los
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l't' Da margen asimismo a que muchos grupos puedan asignar ideales po I icos. s un may;r peso a l~s valores del credo nacionalista y la us programa d 1 d l t di " en 8 .• 'n errera, sin renunciar necesariamente del to o a os e a ~a c1on trad1c10 gu . t e igualitaria· y también a que otros procedan a la mversa, al huroanis d' t' t · d' 'd Jllor a an variedad de combinaciones. ~ace pos1b~e que is m os m IVI uos en un:. de acuerdo con su posición social, sus actitudes, o su estru~tura de se un l'd d a grupos que pueden estar más cerca del centro o mas cerca a ,los polos de ese espectro. A su vez, 1a con fi1gurac10n · ' misma · en persona no1 de de algul'd d y la incorporación de grupos de personas entre ambos polos se su total an a en todas las sociedades de este tipo. . encue ntr
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lS) Debemos, por fuerza, pasar por alto muchos problemas rela~ionados con ·dad principalmente la preeroinencia recurrente que adquiere el canon · d a d , as1' como esta· po1an lista en' los grupos conservadores acomo d a d os d e una soc1e nacfi10na a de atracción que ejerce una confesión nacionalista más militante y la uerz 'd d , · No extrema sobre algunos grupos de clase media, de menor capac1 a econom1ca. obstante, resulta indispensable decir unas palabras sobre ~a manera en q1:1e~e ha pretendido resolver en distintos países el problema comun: las cont~ad1cc1?nes en las exigencias respecto al modo de actuar provocadas por la coexistencia de dos cánones normativos incompatibles en muchos aspectos. ~orq1;1e,en efecto, el motivo inmediato de esta digresión en la sociología del nac10nabsmo al~mán es justamente este: el nacionalismo alei_nán se c~nsidera, con fr~cue1:c1a,. ~e manera aislada, como si sólo en Alemama se hubiese dado la nac1onahzac10n de la manera de sentir, de la conciencia y de los ideales. Al tocar problema del canon nacionalista alemán, muy pronto se esclarece la necesidad de un modelo que delinee los procesos de desarrollo comunes que han producido una variedad de nacionalismos en todas las sociedades civiles industrializadas de los dos últimos siglos, a fin de distinguir lo que es específicamente alemán en la diversidad de esta muy difundida fe. La existencia de un canon dual, que, por un lado, gira en tomo del individuo y, por el otro, del Estado nacional como valores supremos, constituye un momento central del desarrollo que comparten todas esas sociedades. •percibir mejor las particularidades de la orientación alemana respecto a ese problema, si echamos una breve ojeada, al menos, a un tipo de orientación nacional suficientemente alejado de la alemana, la inglesa, a fin de mostrar el amplio espectro de las variaciones posibles. En este punto, salta a la vista una diferencia cardinal, siempre perceptible, entre las tradiciones inglesa y alemana. En Inglaterra predomina la tendencia a fundir ambos cánones; siempre se da un esfuerzo por hallar soluciones de compromiso a sus exigencias contradictorias y también -al parecer con éxito-- por olvidarse de la existencia del problema. Por el contrario, en Alemania imperó la tendencia a poner de relieve la incompatibilidad. Era o lo uno o lo otro y los compromisos entre esos códigos, en correspondencia con el tenor general del pensamiento alemán. se juzgaban ilegítimos, producto de un pensamiento confuso, si no es que llanamente deshonesto. Y puesto que las estrategias de las relaciones entre Estados suelen
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estar en armonía con las propias tradiciones de pensamiento de cada uno, esas diferencias generan con frecuencia serias dificultades de comunicación en el desarrollo del disonante canon normativo. En sus intercambios mutuos, los miembros de cada Estado consideraban su propia forma de desarrollo como evidente; sencillamente les parecía la correcta, la única forma posible de pensar y actuar. Toda otra forma les parecía falsa y hasta desdeñable. En la relación con el exterior, en la comunicación entre miembros pertenecientes a otras naciones, surgen por ello barreras para la comprensión mutua por las diferentes maneras en que se abordaba la dualidad básica de las normas. Los alemanes, que pensaban que los aspectos contradictorios de un canon normativo moral y uno nacionalista no admitían ninguna solución de compromiso, suponían implícitamente que los ingleses reconocían, al igual que ellos, los rasgos amorales de una política de poder nacionalista, aunque ocultándolos conscientemente bajo el manto protector de la moral. De acuerdo con su propia mentalidad, el empeño inglés por las soluciones de compromiso no podía interpretarse más que como un engaño deliberado, como hipocresía. Por el contrario, los ingleses, que habían aprendido a ver su solución de compromiso del dilema (en el fondo, lo era) como natural, como una solución a la vez razonable, práctica y viable, consideraban reprochable y peligrosa la falta de ,compromiso con que, los sectores nacionalistas del pueblo alemán, mant~man que una política de poder amoral, orientada en extremo a atender los mtereses de su propio Estado, era la política común de todos los Estados. En ambos casos: ~a tradición interna de pensamiento y acción era la medida para su percepc10n y juicio de la contraparte. Valdría la pena mostrar en detalle la gradual nacionalización de la mane:ª de sentir, y de concientizar e idealizar de todas las clases, así como la correspondi_ente moralización de la imagen de nación y Estado en Inglaterra, durante los siglos XIX y XX. Se podría mostrar cuán estrechamente relac~o~ada estuvo la ~ompenetración recíproca de ambos cánones con una permeabilidad entre las diversas capas sociales comparativamente grande en relación con las sociedades europeas continentales de las fronteras, sobre todo después de la unión de facto entre Inglaterra, Escocia y Gales en el siglo XVII y principios del XVIII. Esto ~e debe ll. su vez -la elucidación sociológicamás reciente es también aquí muy sencilla-~ que la seguridad de la población insular en los conflictos inte:estatales. no dependí~ en primera línea de un ejército estable, comandado por oficiales surgidos ~~l anti~o estamento guerrero, de la nobleza terrateniente, sino de una formac10n militar especializada en la guerra naval, es decir, de una marina. , Un cuerpo de oficiales de marina no podía, independientemente del caracter · ·, · l , de las específico de sus técnicas de combate y de su composic10n socia , en razon particularidades del orden militar al que servían, desempeñar el mismo ~apelen las relaciones intraestatales que un cuerpo de oficiales de un ejército de tierra en . . las autocracias absolutistas del contmente, como fue e1caso de Al emam.a hasta el fin de su fase dinástica en 1918. No podía ser utilizado por gobema~te~ cuyo poder estaba vinculado a la separación y a las diferencias entre los principales
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uadros sociales de su reino, así como a un fluctuante equilibrio de tensión entre :uos, como un instrumento para mantener o incluso fortalecer una reducida permeabilidad en las barreras entre los diferentes estratos. A causa de ello, en la Inglaterra del siglo XVIII, tras lentos e interrumpidos comienzos en el XVII, se da un flujo relativamente continuo y en ascenso de los modelos de clase media y en descenso de los modelos aristocráticos. Se observa un primer impulso en dirección a una moralización de la imagen del Estado y a una nacionalización de la moral -todavía concebida de manera religiosa- en el breve periodo de la Commonwealth cromwelliana. En el siglo XIX,la moralización de la imagen de Inglaterra como Estado y nación aparece como un efecto concomitante, primero del creciente poderío de los grupos de las clases medias industriales y, un poco después, de su ascenso a la posición de clase gobernante. En el presente siglo se impone de manera definitiva la moralización de la imagen rectora del Estado y la nación, así como la nacionalización de su propia imagen en las clases medias y, con un cierto atraso, en las clases trabajadoras, principalmente después de la primera guerra mundial, cuando ese ascenso a la posición de clase dominante y gobernante se había casi consumado y los grupos de las clases trabajadoras ocupaban el lugar de clase gobernante secundaria. La interpenetración de los cánones en Inglaterra descansa no en el efecto misterioso de un "espíritu del pueblo", dado que habría dispuesto a los ingleses al compromiso,y tampoco en Alemania la tendencia contraria expresa misteriosos atributos étnicos o raciales. Frente a problemas de este género es tentador recurrir a una teoría metafísica de las razas como explicación. La respuesta sociológica es, como se dijo, muy sencilla. Su eje y punto nodal es la cuestión de por qué en Inglaterra, al contrario, digamos, que en Prusia, fracasan los esfuerzo~ de la dinastía reinante en el siglo XVII por construir un régimen autoc:ático en contra de la oposición de la Asamblea de los Estamentos. La incapa_c:d~dde los reyes ingleses para reunir fondos suficientes que mantuvieran un eJercito estable para obligar al pago de impuestos obró de manera decisiva para su derrota en la lucha contra los estamentos. Y esa incapacidad estaba ~d~ment~da en ~l hecho de que la seguridad de Inglaterra dependía no de un eJercitode tierra, smo de una marina. Para entender la relación entre la victoria de la Asamblea de los Estamentos ~~sas del Parlamento sobre los reyes ingleses, por un lado, y la mayor abihdad de las fronteras entre las capas sociales por el otro hay que tener pre · . con que los reyes absolutistas' en Francia · ' Prusia sen t e l a consistencia Y muchos ot , d l · ' _. ros paises e contmente afirmaron tales barreras considerando e0 mo d ani · ' no a sus mtereses cualquier debilitamiento de las mismas. A partir de 11 ras~ Je~~:de e~t~nderse el aparente enigma de por qué la mezcla de "culturesp'e t· tradic10nes de los respectivos estamentos y posteriormente de las . La mayor penetración ' trad' e. ivas clases . • pu d O 11egar t an leJos. mutua ' de las ic10nes . , ar ist ocra't· icas Y de clase media a partir del siglo XVlII -mayor en compa lllismaracli.oncon el desarrollo alemán correspondientey en el marco de la , e intento de a lgunos sec t ores de las clases medias . mglesas . ' por vincular
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el canon normativo aristocrático de relaciones entre Estados con el canon mora} y humanista que las había acompañado en su ascenso, es uno_de los muchos ejemplos del hecho sociológico fundamental al que aquí nos refenmos. Por tanto, en este caso, el mayor flujo entre las capas sociales más cercanas favor~ce en Inglaterra una influencia recíproca específica entre sus cánones normativos y una propensión general a los compromisos pragmá~c~s entre ~:las .. Es posible que una visión de este tipo pueda, qmzas, tamb1en sit~ar en su correcta perspectiva algunos hechos que, por lo n?rmal -aunqu~ ~v1dentespermanecen aislados y sin aclarar. Piénsese en el papel de la fam1ha real en la sociedad inglesa. En el siglo XVIII, la corte era un centro de poder dentro de un jueg? de partidos en el que los nobles marcaban la pauta. El canon normativo_que regia _elc_om~ortamiento de la familia real era aristocrático. En consonancia con la distnbuc1ón del poder en la sociedad inglesa, una moral de clase m~dia dificilme1;-te tenía posibilidades de imponerse en la corte. Los reyes y las n~mas eran con~1derad~s, en primera instancia, como personas de carne y hueso y, solo en segunda 1~stanc1a, como símbolos del reino. Con la creciente democratización se va fortaleciendo, de manera continua aunque con altibajos, la función simbólica de la casa rea~ como representación física, corporal, de un ideal nacional. Cuando las clas~s ~tas mdustriales una tras otra, ascienden a una posición dominante, la propia imagen del puebl; inglés como un colectivo soberano, como una nación se forja, naturalmente, de acuerdo con las exigencias de un canon moral. La masa del pueblo esperaba que también la política externa de Inglaterra se orientara según esas exigencias, según los principios fundamentales de la justicia, de los de~ec~o_shuman~s, de la a~da a los oprimidos, incluidas las naciones sojuzgadas. Los m~;1duos podían no satisfacer los lineamientos de su código normativo, pero la nac10n, que representa?ª ~ los Y ojos de la masa del pueblo un "nosotros" ideal, sólo_podíaj,ustific~ los saci:1fic10~ las restricciones que le imponía a sus miembros, s1 parecian satisfacer exigencias morales. De ahí que la casa real, como símbolo viviente de cómo debían_comport~ los británicos y, por lo tanto, del ideal nacional del "nosotros", estuviera. tamb1en obligada a cumplir con los patrones de u~a mo:al de clase me~ia Y,~~ste_no_rmente, de una moral de clase trabajadora. La dmastia real conservo un sitio h~itado ~n el multipolar equilibrio de poder de la sociedad inglesa y un lugar rr_iasampho en el mundo sentimental del pueblo como encamación del "nosotros" ideal, dela imagen colectiva del ser de la nación dándose por sentado que sus repr~sentantes se plegarían al papel de ideal vivo y cum~lirían, e~ realidad o en apanencia, con las exigencias de una moral de clase media y trabaJadora. . Ciertamente esta función de símbolos de la sociedad de Estado siempdre , . . p t t upo er formaba parte del complejo de funciones del remo. ero en an o que s d asociado con la posición social de los reyes y reinas fue muy grande, c01n~ara1 5 . los idea e con el del pueblo común, la necesidad de representar como personas de del pueblo fue más bien débil. El constante despla_zamiento en el repar: la poder. concebido como "democratización", fue haciendo depender mas ean masa.a quienes ocupaban el trono. Los antiguos gobernantes se transforlll
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así en símbolos de la nación. Las exigencias morales planteadas a la casa real en Inglaterra son un ejemplo -uno entre muchos- de los procesos de democratización, moralización y nacionalización; de los efectos de la forma de sentir, de pensar y de los ideales en conjunto, como hilos de uno y el mismo proceso comprensivo de transformación de la sociedad. En la práctica, no cambiaron ni se aminoraron en Gran Bretaña las contradicciones de la penetración mutua, ni tampoco la fusión de la tradición maquiavélica de guerra, de ropaje nacionalista cuyo ímpetu surgía del carácter incontrolable de su convivencia interestatal con la tradición moral humanista de las clases sometidas en otros tiempos, derivada de su control relativamente estricto por el poder en su coexistencia dentro del Estado. Pero el hecho de que los representantes de la política exterior británica tuvieran que rendir cuentas, tanto de sus propias directivas como de las acciones de sus subordinados, a una opinión pública cada vez más sensible a los problemas morales que ello implicaba y cuya lealtad a la nación estaba más o menos ligada a la preservación de su fe en la superioridad de su propio valor, habría de ejercer con el tiempo una influencia claramente inhibitoria. Esa misma fe en el elevado valor de su propio país ante todos los demás o a la mayoría de ellos, es el denominador común en todos los sistemas nacionalistas. Pero la ideología nacional peculiar, la justificación específica del reclamo de un valor superior se diferencia hasta cierto punto de un país a otro, según los destinos particulares de cada uno de ellos en el pasado y el presente. Las diferencias tienen un alcance considerable. Resultan notorias, entre otras cosas, en la estrategia seguida por las élites gobernantes de un país en las relaciones internacionales. De hecho, sin un conocimiento del canon nacionalista dominante, sin una clara idea de la imagen nacional del "nosotros" y el "ellos" Y de su desarrollo social, resulta difícil entender y predecir el manejo de los asuntos e intereses de una nación por parte de sus élites gobernantes frente a los de otras naciones. 19) Aun hay que tener en cuenta otro factor. Mientras que la tendencia f::eral _de~desarrollo anteriormente descrito fue la misma en todos los Estados ustnahzados, hubo diferencias considerables respecto al momento en que 10 ~ Estados interdependientes en la configuración europea del equilibrio de po J.r, entraron en una fase determinada. Esta estaba formada por sociedades e~ . :versas etapas de desarrollo y en ese complejo las menos desarrolladas civiE1izadas. Y h uman1za · d as atraian , a las otras a su nivel ' ' y viceversa. 1.penado que abarca hasta la terminación de la segunda guen-a mundial Permite recon de E t d ocer con t od a cl an 'd ad las consecuencias de esa interdependencia '
la al~ \ os en diversas etapas de desarrollo. En algunos de los más avanzados solam: :rguesía h~bía accedido ya a puestos de poder, si bien al principi~ era todn e, como_soc10menor de la aristocracia dominante, cuyo rango social , un poco menor que en los Países mavia casi tan e l eva d o como antes y solo enos desarrollados de la misma época. Hasta 1914 seguía swndo un
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El descenso de los grupos dinásticos y aristocráticos de las posiciones gobernantes de las sociedades europeas y su sustitución por las clases industriales Illedia y trabajadora tuvo lugar en el curso de un proceso paulatino. Por lo que concierne a las clases medias, termina antes de 1918. Si sólo se considera estructurado el desarrollo interno, principalmente de los Estados europeos, y comodesestructurado y fortuito el desarrollo de las relaciones interestatales,
signo distintivo de las potencias dirigentes del sistema e~tatal europeo que su estamento militar, su diplomacia internacional y la actitud genera~ de sus gobiernos respecto de las relaciones ínterestatales -para sólo mencionar lo mínimo- fueran determinados por tradiciones aristocráticas, incluso cuando quienes se encargaban de la práctica política. provinier~ de la b~rguesí~ ..En una serie de potencias europeas, como Rusia y Austria, las antiguas ehtes dinásticas y nobles continuaban rigiéndolas de manera eminentemente auto. crática; seguían detentando casi de manera exclusiva las posic~ones internas de mando del Estado, en el mejor de los casos, con algunas concesiones a las clases industriales estatales, cuando estas existían. No se puede entender el desarrollo y la estructura de una red de este tipo de relaciones interestatales Y,por lo tanto, del sistema de equilibrio del poder como tal, a partir de ellos en sólo uno de los Estados integrantes. Sólo puede entenderse como un nivel de configuración sui generis, interdependiente, pero no aplicable a otros y t~mpoco susceptib~e de ser explicado únicamente a partir de ellos. En el plano interestatal, ~~mman el escenario durante el siglo XIX -y aun después de este- las tradic10nes y normas dinástico-aristocráticas, aunque los desarrollos técnicos, científicos e industriales de la época le confieren a las rivalidades de poder entre los Estados europeos un impulso y un aliento expansionista más fuerte que los de los siglos anteriores. Al XIX se le presenta a veces como el siglo burgués . un1'l a t era 112 por excelencia. Pero esa es una perspectiva . 12. Aún la Inglaterra victoriana, que pasa con frecuencia por una sociedad gobe~ada por clases medias industriales, posee ya una estructura de poder mucho más compleJa._Esas c!ases medias sólo podían aparecer desde el punto de vista de las clases trabajadoras mdustnales, como los grupos dirigentes del país. Vistos en el contexto d~ la sociedad en su conJunto Y de su desarrollo, las tensiones y conflictos entre las clases medias ascendentes ,Ylas clas~s altas tradicionales en Inglaterra, eran apenas menos grandes que los que opoman a las ultimas con los grupos designados por sus contemporáneos como la~ masas o los ~bres. . . . Por lo que toca a la política entre Estados, la preemmencia de las trad1c1ones dinast1coaristocráticas en la Inglaterra victoriana frente a los Estados contmentales era de otra clase sólo en la medida en que, en la estrategia de poder británico, era 1~~arma Y no un ejército de tierra la que jugaba el papel más impor_tante y en la que el _eJerc1tose formaba no por la conscripción obligatoria de burgueses, smo por el reclutamiento general sobre bases voluntarias, de mercenarios, provenientes en su mayoría_ de los círculos pobres. ¡0 demás, el principal impulso expans10msta de_Grnn Bretana_ apuntaba, merced a e· superioridad de su armada, a la conquista o domm10 de terntonos fuera de Europa. P queños contingentes de tropas, apoyados por navíos de guerra, armamento Y conocimiento superiores, bastaban para someter grandes territorios poblados por sociedades en etapas de desarrollo menos avanzadas. . _ . der Estos y otros aspectos de la posición especial de Gran Bretana en la competen_ci_ade Pº 1 europea son responsables de que la nacionalización de las masas del pueblo bntamco, en e · · J Alemania sentido cabal del término, haya comenzado un poco d. es pues que, _poreJ_empo, en eas O Francia. Mientras las expansiones y guerras se on,entaran hacia sociedades no eurs: del 0 menos desarrolladas y fueran conducidas por eJerc1tos de mercenarios, el grue d. 5 pueblo británico no tenía mucho que ver con_ello. La intelect~alidad _delas. cl~se\:~ed;~a podía entender esa guerras todavía baJo el signo de una mis10n CIV1hzadora,s1bru
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definición de Matthew Arnold: "La civilización es la humanización de los hombres en la sociedad" (M. Arnold, Mixed says -Works, Edición de lujo, Londres, 1904, vol. 10. p. VI). O bien, cuando estaban faniiliarizados con los rasgos de la expansión colonial británica, que no correspondía a las categorías de un humanismo de clase media, podían criticar a su país con más libertad que aquéllos que pertenecían a las sociedades continentales, como Alemania o Francia, donde con frecuencia la nacionalización de los sentimientos e ideales impulsada por instancias estatales ya había ido más lejos y los habría convertido en parias o traidores. Una prueba de ello, la constituye la amarga indignación de Alfred Scawen Blunt, acerca de la desacertada política de Inglaterra en Egipto, "The wind and the whirlwind" (1883) en Wilfred Scawen Blunt, The poétical works, Londres, 1914, vol. 2, p. 233): "Thou at t _becomea by-word fot dissembling/A beacon to thy neighbours for ali fraud!l'hy deeds ofv10lence men count and reckon/Wbo takes the sword shall perish by the sword/ Thou hast deserved men's haired/l'hey shall hate thee/l'hou hast deserved met 's fear/l'heir fear shall killl/l'hou hast thy foot upon the weak/I'he weakest with his bruised head shalt/ strike thee on the heel. "Thou wentest to this Egypt for thy pleasure/I'hou shalt remain with her for _thy_sore pain/ Thou hast possessed her beauty!l'hou wouldst leave her/N ay/ Thou shalt he with her as thou hast lain." Te has vuelto la encarnación de la hipocresía/Un faro para tus vecinos en cada engaño/ Los hombres cuentan y anotan tus golpes/El que a hierro mata a hierro muere!I'e has ganado el odio de los hombres/Y te odiaránfl'e has ganado el te~or de los hombres. Su te~o~ te matará/Pisaste al débil. El más débil/habrá de pisar tus talones/Fuiste a tierra egipcia en busca del placer/Y permanecerás ahí para morder la amargura/Poseíste su belleza qu~ luego abandonarás/ No. Yacerás con ella como has yacido. Lo q~e a OJO~de los hombres que se habían formado dentro de la tradición moral de clase media era h~p.ocresía, engaño y violencia, constituían, de hecho, características normales de una tr~dición guerrera dinástica y aristocrática. En interés del propio dominio y del prop_10pa1s amb?s eran mseparables páralos príncipes y las élites gobernantes, todos esos medios conshtman armas necesarias e ineludibles, de acuerdo con el canon de las clases supenores tradicionales, en sus luchas permanentes con otros gobernantes y países. En las ~elaciones_entre ~stados se recurría a ella~ con toda naturalidad. Sólo en una época en que as clases mdu~tnales ~n ascenso, con las elites de clase media como su vanguardia luchan en un frente mas amplio por la participación en pie de igualdad en el poder gubern~mental contra las clases superiores tradicionales, comienzan aquéllas a criticar abiertamente y c:~szecuencia,_con gran agudeza, los recursos maquiavélicos del arte de gobernar. En lo¡ P . s del contmente empieza antes la presión para ajustarse a un credo nacionalista lo mismo · · • d e I d.ISeño. La pnmera · • t d que . 1 proscnpcwn gran ola de nacionalismo parece haber eesa O vmculada en Inglaterra con la guerra anglo-boer y el sitio de Mafeking El resultado s 1a constit · Y difu s10n · · d e un sistema · · a la nación , uc10n de fe uniforme, que ponía en el centro ~~:~~~:\~olo de valor incuestionable, en el que, se pensaba, se vinculaban más O menos cuJt d s requisitos md1spensables del arte de gobernar y las expectativas de las masas as . e Ias clases media y trabaJad ora d e que Ja nac10n, · · el Estado y sus representantes satisfi ellas :~::~· en su f~rma ideal, los patrones y cnterios morales y humamstas hacia ¡os que s se hab1an onentado, de manera menos perfecta. dentro de la sociedad.
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puede quedar oculto fácilmente todo el peso que tuvieron los grupos gobernantes antiguos antes del fin de la primera guerra mundial. El segundo de estos desarrollos, incluyendo los conflictos, las rivalidades y las guerras entre Estados y el desarrollo estatal interior no son separables. Al tener en cuenta a ambos, resulta menos paradójico y fortuito que los grupos aristocráticos con una fuerte tradición militar y diplomática continuaran desempeñando un papel determinante, aun en los países más avanzados del siglo XIX. Así, de ninguna manera está en contradicción con la estructura social de entonces el que un aristócrata como lord Palmerston, cuyas maneras y estrategias: patrones, criterios y normas de comportamiento en la vida pública y privada habrían cabido tan bien en el siglo XVIII, fuera durante algún tiempo el ídolo de las clases industriales inglesas, o el que Bismarck, la encarnación misma de un noble prusiano, haya vuelto realidad el sueño de la unidad nacional de Alemania, algo que ni las mismas clases medias alemanas alcanzaron por sus propios medios. El predominio de las élites dinásticas y aristocráticas en casi todos los Estados miembros del sistema estatal europeo, en el siglo pasado, fue una característica estructural del desarrollo del sistema en esa fase de transición. Incluso en los países más avanzados, el poder de las clases medias industriales era, en todo caso, lo suficientemente grande como para hacer posible su ascenso a las posiciones de mando de su sociedad, como aliadas de los grupos dominantes más antiguos. Su habitual "cultura" otorgó a los hombres que habían crecido dentro de ellas o que se habían asimilado a las mismas, una clara superioridad sobre el arte de gobernar tradicional que, con todos sus defectos y obstáculos, continuaba influyendo en las opiniones y actitudes de la mayoría de los estadistas más importantes. Esto era válido ante todo en las relaciones interestatales, a las que había contribuido sólo de manera marginal la experiencia de las clases medias y sus tradiciones. En Inglaterra, la peculiar mezcla de Gladstone, absoluta e inflexible legalidad de principio y una buena dosis de pragmatismo, oportunismo y disposición al compromiso, señala en la práctica los problemas con que tenían que luchar los individuos provenientes de la clase media una vez que habían accedido a una posición de poder estatal. Esa discrepancia no era simplemente la expresión de una peculiar disposición personal, sino que mostraba en forma concreta las dificultades que surgían del encuentro de dos diferentes culturas estamentarias y, especialmente, de dos cánones normativos en muchos sentidos opuestos, cuyos trasfondos de experiencia eran completamente distintos. Quizás se logre ver mejor el problema si recordamos, por último, lo que escribió sobre Maquiavelo otro anglicano que despertaba simpatías no conformistas, en un periodo temprano, cuando las clases medias, todavía excluidas de las posiciones gobernantes, no estaban expuestas a la tentación de comprometer la pureza de sus creencias mediante compromisos. He aquí las palabras con las que John Wesley acusa públicamente al autor de El príncipe entreviendo, aparentemente, la posibilidad de que los asuntos
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de su propio país pudieran florentino: 13
conducirse
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Consideré las opiniones menos corrientes, copié los pasajes en que estaban contenidas, cotejé unas con otras y busqué formarme un juicio frío e imparcial. Llegué a esto: si todas las enseñanzas diabólicas que ha habido en el mundo desde la escritura y han sido confiadas al papel fueran reunidas en un volumen, este estaría detrás de aquel libro; y cuando un príncipe se figurara, de acuerdo con ese libro, que la hipocresía, la traición, la mentira, el robo, el sometimiento, el adulterio, la prostitución y el crimen de todo tipo son recomendables, Domiciano y Nerónserían como ángeles de luz comparados con ese hombre. Aproximar y buscar la reconciliación entre el canon normativo moral de la clase media y el canon maquiavélico-dinástico, no era cosa sencilla. No es sorprendente que al igual que, en general, como había ocurrido con el ascenso de las clases medias industriales al poder, ello se haya logrado en el curso de un proceso gradual; 14 incluso cuando las tensiones y prolongados conflictos sociales ligados a todo ello hayan desembocado, en algunas ocasiones y algunos lugares, en violentas luchas revolucionarias.
13. Citado de John Drinkwater, Patriotism in literature, Londres, 1924, pp. 244 y ss. 14. C~n frecuencia, la percepción de cambios de largo plazo de este tipo se ve oscurecida por cntenos poco claros. En muchas ocasiones no se separa con suficiente nitidez el ascenso individual de una capa o una clase a otra sin que la posición relativa de esos mismos esta~entos se altere y haya un cambio en la posición subordinada O más elevada de las d1stmtas capas sociales como tales. De ahí que ambos procesos no se investiguen adecuadamente en su relación recíproca. Una diferenciación de este tipo resulta indispensable para la investigación de las tradi~wnes, las cult'.1ras, las normas específicas, los criterios, los patrones y representaciones ideales. de _lasd1stmtas capas. El ascenso individual tiene normalmente como consecuencia que el md1v1~uo abandone la cultura de su capa originaria y adopte la de la capa superior ~ la que asciende o, mejor dicho, es la familia la que asciende y la que, en el transcurso e dos o tres generac10nes, cambia de una cultura a otra (it takes three generationR to make a gentleman). Por el contrario, si bien es posible que el ascenso de toda una capa social · · d e estatus y poder respecto de otras acarree un desarrollo ulterior • s u e 1evac10n d e su cultura, no ocasiona necesariamente un rompimiento cun su tradición. Se avien" en general con una continuidad en el desarrollo de las normas, patrones v doctrinas t drad1c10nales, aun cuan d o pue d a observarse una absorción de elementos de ·la tradicion • E:~;: :apa qu.e anteriormente había sido superior o una fusión amplia de las culturas. portumdades relativas de poder de las capas en ascenso y en descenso decide en t a I caso el proce . so espec1'fi1cod e cam b.10sobre la manera en que ambas culturas se int1uven Y sob re el tipo de mezcla final. ·
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TERCERAPARTE
CIVILIZACIÓN YVIOLENCIA SOBREELMONOPOLIO ESTATAL DELAVIOLENCIA
1) La civilización de la que hablo no es nunca algo concluido y siempre está amenazada. Amenazada porque el afianzamiento de un patrón y de criterios de comportamiento y sensibilidad en una sociedad depende de ciertas condiciones; entre ellas se encuentra un autocontrol relativamente estable de las personas que, a su vez, está vinculado con una estructura social específica. El aprovisionamiento de bienes y el mantenimiento de los niveles de vida tienen cabida allí; en ocasiones, también la solución pacífica de los conflictos internos del Estado y la pacificación interna de la sociedad, pero esta última se encuentra siempre amenazada y lo está por los conflictos sociales y personales que forman parte de las manifestaciones normales de la vida comunitaria del ser humano, conflictos que las instituciones pacificadoras se encargan de solucionar. Lo que sigue se ocupa de este aspecto del proceso de civilización, de la tensión entre violencia y pacificación, con referencia especial a determinados problemas alemanes. 1 l. Cuando, como aquí se hace, se contrapone la civilización a la violencia, a la violencia que los hombres ejercen unos contra otros en las guerras, en la lucha política. en la convivencia personal o donde sea, se está restringiendo de entrada la idea que se tiene de ella. Con ello se afina el concepto de tal manera que sólo uno de sus aspectos constituya el obJeto de nuestra atención: la vida en común y pacífica de los seres humanos. Pero la convivencia civilizada posee un contenido que va mucho más allá de la mera ausencia de violencia. De ella forma parte no sólo algo negativo, la desaparición de los actos violentos en el trato entre los individuos, sino todo un conjunto de características positivas, princ1palme1ll,' la modelación específica de los individuos: Esta sólo puede tener lugar cuando el pehgni
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CIVILIZACIÓNY VIOLENCIASOBREEL MONOPOLIOESTATALDE LA VIOLENCIA
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. O basta que uno se percate de cuán alto era el nivel de violencia en las sinl , ones humanas en las épocas anteriores del desarrollo de la humanidad. re aci · d'1VI 'd uos, a 1 en t rar en con t1·1ct o De hecho, la actitud primaria es que 1os m ando son presa de la ira y el odio contra otros, arremetan contra ellos y llegan cuherir O hasta matarlos. Y aquí se plantea el problema al que me refiero, pues :odo ello, ira mutua, odio, rivalidad, enemistad, siempre está presente, pero 1~ agresión y el crimen han sido relegados a un segundo plano. Como s\~~d m~ enfoque es diferente. Se trata de despertar nuevamente nuestr~ sens1 1 1 a ra percibir lo sorprendente e insólito que resulta el grado relativamente alto ~: no violencia en nuestras uniones sociales. Sólo a partir de aquí se puede realmente explicar y entender por qué determinados individuos no se adaptan a este canon de civilización de nuestros días. No es dificil responder -en todo caso, no en una primera aproximación- la pregunta acerca de la manera en ~ue pu~o darse tal pacifica~ión ..~a cre~ción de espacios pacificados durables esta relacionada con la organ1zac1on social de la vida en común en forma de Estados. Max Weber ha sido el primero en percibir un aspecto de este problema. Weber señala el hecho de que los Estados se caracterizan porque, en ellos, el grupo gobernante reclama para sí el monopolio de la violencia física. Esto significa que vivimos en una organización en que los gobernantes disponen de grupos especializados, autorizados para utilizar la violencia fisica en caso necesario, y también para impedir su uso a otros ciudadanos. 3 El monopolio de la violencia puede señalarse como una invención técnico-social del ser humano. 4 Las invenciones se dan no sólo en los ámbitos naturales, sino también en los sociales. Tales inventos raramente son concebidos por individuos aislados; en su mayoría son creaciones colectivas no planeadas. El monopolio de la violencia física es una de esas invenciones sociales no planeadas. Se ha conformado bajo la forma de un largo proceso, muy gradual, a lo largo de los siglos, hasta alcanzar el estadio actual. Y ciertamente no es esta la última etapa. No sería realista decir que este monopolio de la violencia interna en los Estados funciona libre de problemas. Los hombres deberán seguir trabajando en ello y la formación sociológica de conceptos puede contribuir a que lo hagan con mayor conciencia. Ese monopolio de la violencia física, que hoy por lo común controlan y conducen los gobiernos estatales, representados como órganos ejecutivos por el ejército y la policía, es como muchas otras invenciones humanas, un logTo de
Es frecuente hacer un planteamiento erróneo cuando uno se propone investigar el problema de la violencia física en la convivencia humana. 2 Normalmente, uno se pregunta cómo es posible que personas que viven en una sociedad lastimen o maten a otras o cómo es que pueden llegar a convertirse en terroristas. Sería más adecuado y, por lo tanto, más fructífero, si planteásemos la cuestión de otra manera: ¿cómo es posible que tantos individuos puedan vivir en paz, sin temor de ser lastimados o muertos por otros más fuertes, de forma tan pacífica como normalmente se da en las grandes sociedades estatales de Europa, América, China o Rusia de nuestros días? Hoy en día se pasa por alto con demasiada facilidad que nunca antes, en el desarrollo de la humanidad tantos seres humanos, millones de personas, habían convivido de manera t~ relativamente pacífica -es decir, a salvo en buena medida de ataques fisicoscomo en los grandes Estados y ciudades de nuestros días. Quizás no se perciba, de que los hombres se ataquen físicamente unos a otros o que se fuercen a algo que no harían sin esa coacción ha sido proscrito de su trato social. El moldeado civilizatorio de los individuos en ámbitos pacíficos se refleja en las artes, con las que los hombres se gratifican mutuamente; en los juegos deportivos, con los que se ponen a prueba sin hacerse daño: en los viajes y expediciones en territorios pacificados y en muchos otros campos. Ninguna pacificación es posible mientras el nivel de bienestar sea diferenciado y las cuotas de poder muy diversas. A la inversa, ningún bienestar es posible sin una pacificación estable. 2. Este equivocado planteamiento del problema está relacionado también con la tendencia, actualmente muy difundida, a atribuir los conflictos entre los individuos -y los conflictos internos que se derivan de ellos- a una agresividad innata en el hombre. La hipótesis de que los hombres poseen un impulso congénito que los lleva a atacar a sus semejantes, un instinto de agresión, similar en su estructura a otros instintos como el sexual, carece de fundamento. El hombre posee un potencial heredado para ajustar de manera automática todo su aparato corporal cuando se siente en peligro. A veces se habla de una reacción de alarma. El cuerpo reacciona a la percepción de peligro con un cambio automático que prepara para un movimiento intensivo al aparato muscular y esquelético, en especial la lucha o la huida. Los impulsos humanos que corresponderían al modelo de un instinto se liberan fisiológicamente -o como se dice, se desencadenan "desde dentro"- de manera relativamente independiente de la situación concreta. El ajuste corporal que dispone para luchar o emprender la huida es condicionado en mucho mayor medida por situaciones especificas, ya sean estas presentes y concretas o se trate de recuerdos. El potencial de agresividad puede ser activado por situaciones naturales y sociales de determinado tipo, principalmente por las conflictivas. En oposición consciente a Konrad Lorenz y a otros mvestigadores que atribuyen al hombre un instinto agresivo modelado de manera análoga al instinto sexual, deseo hacer la siguiente y algo exagerada fonnulación: No es la agresividad lo que desencadena los conflictos, sino tos conflictos los ,¡ue desencadenan la agresividad. Nuestros hábitos de pensamiento crean la expectativa de que todo lo que buscamos explicar respecto a los hombres puede aclararse a partir ele la consideración de individuos aislados. El cambio ele actitud mental y de la expectativa de explicación al modo en que los hombres se vinculan entre sí en grupos -y por lo tanto, a las estructuras sociales- es evidentemente dificil. Los conflictos son un aspecto de tales estructuras, es decir, de la convivencia de los seres humanos. Son. asimismo, un aspecto de su vida en común con los animales, las plantas, el sol y la luna, en pocas palabras, con la naturaleza no humana. La naturaleza ha amoldado al hombre a esa vida en comun con los seres humanos y la naturaleza, y a sus conflictos.
3. En una palabra, la forma estatal de la vida comunitaria y la pacificación que trae consigo se basa ella misma en la violencia. El antagonismo entre civilización y violencia. que a primera vista puede parecer absoluto, se revela como algo relativo cuando se considera la diferencia entre más de cerca. Lo que se esconde detrás de el es fundamentalmente individuos que a nombre del Estado o bajo la protección de sus leves.amenazan o atacan con violencia, con armas o con fuerza muscular, a otros individuos ·que hacen lo mismn sm el permiso del Estado y sin la protección de las leyes. 4 · Un modelo explicativo de su desarrollo se expone en mi obra El proceso de la civ,/izn. e1011.
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·ble rastrear el avance de ese proceso. En épocas anteriores, aún en el siglo posi do era natural en muchas capas sociales que los hombres golpearan a las pas~ere~para someterlas a su voluntad. Hoy, en la sensibilidad individual está JllUJ • } • 1a pro hib 1c1 .. Ón da mucho más profundamente que en s1g os antenores, t . anca1 ' . b . . . de que los hombres maltraten a las muJeres , aJo mngun~ crrcuns ancia o -~ue olpeen entre sí aprovechando que son mas fuertes o, mcluso, que los nmos se objeto de maltrato. La pacificación en el Estado, la restricción externa se ~: transformado en autorestricción. Sólo. cuando este auto~ominio aut~mático de los impulsos espontáneos a la ~olencia se vuelve consc~ente ~n _socied_ades relativamente civilizadas, se arroJa luz al problema de la v10lencia mtencwnal y premeditada. Aun así, dentro de los Estados existen grupos, legales e ilegales, que ejercen la violencia. Pero la situación se ~omplica cuando no exis~. un monopolio de la violencia en el plano de la relación entre Estados: J:Ioy V1v1mos~n este plano, de la misma manera como nuestros antepasados V1V1eronen med10 de su llamado salvajismo. Al igual que, en el pasado cada tribu representaba un peligro para las otras, cada Estado representa constantemente, en la actualidad, un peligro para los otros. Sus miembros y representantes siempre tienen que permanecer alerta y contar con la eventuá.lidad de ser atacados por otro Estado más poderoso, depender de él o ser dominados. Un mecanismo de amenaza y temor mutuo -yo lo denomino proceso de enlace doble- incita a los Estados a hacerse más fuertes y más poderosos que los otros para no quedar atrás de ellos.5 En particular, es parte de las relaciones entre los Estados que los más fuertes se vean envueltos en luchas por la hegemonía, precisamente porque viven en un constante temor mutuo. Ninguna fuerza superior impide en este plano a los participantes realizar una acción violenta, cuando uno de ellos se cree superior y espera derivar ventajas de eso. Esto acontecía en todas partes en épocas anteriores, y aún dentro de los Estados debía temerse al vecino más fuerte, que podía utilizar su fuerza fisica para amenazar, chantajear, robar y esclavizar a otros individuos. En comparación con ello, la pacificación y la civilización estatal interna de los seres humanos ha avanzado, pero se ha producido una notable fisura en cuanto a entender a nuestra civilización como de toda la humanidad. En la vida interna de los Estados se prohíbe y, de ser posible, se castiga la violencia entre ~oshombres; pero en las relaciones entre Estados rige otro canon. Todo Estado importante se prepara de manera continua para enfrentar actos de violencia de otros Estados; y cuando se llega a ellos, se aprecia extraordinariamente a aquéllos que los llevan a cabo y no pocas veces son incluso objeto de elogio y recompensa. Pero cuando se considera la disminución del peligro físico que los h?mbres representan para los hombres en los Estados -y por lo tanto. de la dimensión de la amenaza mutua o, a la inversa, el aumento de la pacificación-
doble filo; tiene la cabeza de Jano. Al igual que la invención del fuego hizo posible la cocción de los alimentos y el incendio y la destrucción de casas y chozas o que la elaboración del hierro determinó grandes avances en la agricultura y trajo consigo el avance en la guerra o que la fuerza del átomo puede ser una fuente de energía y un arma terrible, así también las invenciones sociales pueden mostrar una doble faceta. El surgimiento de monopolios de la violencia física es un ejemplo. Debo dejar de lado este aspecto del problema, pero esto es lo que sabemos: por un lado, un monopolio estatal de la violencia fisica puede servir como un arma peligrosa. Desde los faraones hasta las dictaduras de la actualidad, el monopolio de la violencia ha sido utilizado como una fuente de poder decisiva para beneficio de pequeños estamentos. Pero, la de los órganos y las personas que ejercen el control del monopolio estatal de la violencia, no es una única función; es también un desempeño elevado para los hombres vinculados en un Estado, que hasta ahora ha sido una condición indispensable para la pacificación interna de grandes conglomerados sociales, especialmente, para la convivencia pacífica de grandes masas humanas en los Estados industrializados condición estrechamente vinculada con el monopolio fiscal, ya que sin impuesto~ no hay poder armado, ejército o policía y sin ellos no hay impuestos. El punto que salta a la vista aquí es el del equilibrio entre las dos funciones del monopolio de la violencia, la de sus inspectores y la que toca al conjunto de la población del Estado, por ejemplo, en relación con su pacificación interna. En épocas anteriores, el equilibrio de poder en este sentido era tan desigual, podían que los que controlaban el monopolio -o quienes casi lo detentabanimponer esta función gracias a este manejo, de manera ilimitada, en beneficio de sí mismos a expensas de la tocante a los gobernados. Se dice que Luis XIV dijo: "El Estado soy yo." De hecho se sentía su dueño. A partir de entonces, en algunos Estados, el equilibrio de poder se ha inclinado, en alguna medida, en favor de la otra función, la correspondiente a la sociedad estatal en su tota-lidad. En la etapa más avanzada, quienes ejercen el monopolio de la violencia y sus inspectores están, a su vez, bajo el control de otros representantes de la sociedad; estos vigilan que los medios a disposición de aquéllos, no sean sólo utilizados en su beneficio particular o en favor de los intereses de ciertas capas de la población organizada estatalmente. La pacificación individual, el hecho de que, en caso de conflicto, la mayoría rara vez llegue a pensar en arrojarse contra sus oponentes e iniciar una pelea, por furiosos que estén, da muestras de una profunda transformación civilizadora de la estructura de la personalidad. Los bebés se defienden de manera espontánea con pies y manos, independientemente de la sociedad a que pertenezcan, los niños pelean entre sí con mucha frecuencia. El hecho de que se haya impreso tan profundamente el tabú de los actos v10lentos en quienes han crecido en las sociedades más desarrolladas es algo relacionado, en buena medida, con la efectividad creciente del monopolio estatal de la violencia. Con el tiempo, las estructuras de personalidad de los individuos se van ajustando a ello. Las personas desarrollan cierto temor o incluso una profunda aversión, una suerte de disgusto, ante la utilización de la violencia física. Es
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· Acerca ~e este concepto y su contenido, véase: Norbert Elías, "Engagement und d1stanzie1rung en Michael Schriiter (comp.). Arbeiten zur wissenssoziologie, Frankfurt. 198;3 ' vo · 1, pp. 121 y ss.; "Humana Conditio". Frankfurt. 1985.
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como uno de los criterios decisivos para evaluar la etapa civilizatoria, se puede decir que los hombres han alcanzado un estadio más elevado de civilización en las relaciones internas en el Estado que en las relaciones externas. En el caso de los Estados industriales desarrollados, en los que, efectivamente, se observa un alto grado de pacificación interna, el desnivel entre la pacificación intraestatal y la amenaza interestatal es con frecuencia particularmente alto. En el terreno de las relaciones externas, los seres humanos se encuentran en un escalón más bajo del proceso civilizatorio, no porque sean malos por naturaleza, ni tampoco porque sientan deseos congénitos de agresión, sino porque en las relaciones internas estatales se han formado determinadas instituciones sociales que, con mayor o menor efectividad, contrarrestan todo acto de violencia no autorizado por el Estado, mientras que en el trato externo, tales instituciones aún no existen. Así, todos los grandes Estados, al igual que muchos de los más pequeños, tienen a su disposición especialistas de la violencia que pueden entrar en acción cada vez que amenaza la irrupción violenta de otro Estado o también, dado el caso, cuando el Estado en cuestión amaga a otro. 6 Mientras que en el plano de las relaciones entre Estados, la formación de un monopolio de la violencia fisica y, por lo tanto, también del proceso de formación del mismo Estado, es muy rudimentaria -por motivos y con consecuencias que no requieren ser analizados aquí-, su desarrollo en el plano interno estatal es ciertamente mucho más avanzado, pero su avance no es en todas partes uniforme. Aún allí donde es relativamente eficaz, continúa siendo vulnerable, por lo que, en las situaciones sociales críticas, los especialistas estatalmente autorizados para controlar y ejercer la violencia, pueden verse envueltos en una lucha violenta contra otros grupos sin tal autorización. En lo que sigue, nos referiremos a dos de estos casos tomados de la historia alemana reciente.
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. dividuo, las experiencias de otras épocas continúan actuando en el presente inen el desarro lido e una nac10n. ., y Aun hoy, en la evolución de Alemania sigue viva la experiencia de que el ·mperio alemán haya sido, durante un largo tiempo, un Estado débil y de que ~aya ocupado una posición subordinada dentro de la jerarquía de los Estados europeos. Bajo ella padeció un sentimiento de indignidad personal entonces, de humillación y su percepción de su propio valor sufrió un daño. En muchos testimonios de los siglos XVII Y XVIII alemanes se puede leer cómo se sentían entonces a este respecto los individuos y cómo experimentaban en carne propia esa debilidad de Alemania -al contraponerla, por ejemplo, con Francia, Inglaterra, Suecia o Rusia- debido a la fragmentación del país. Una biografia de Alemania debiera mostrar cómo ese sentimiento de impotencia y de inferioridad de poder se transformó en lo contrario cuando el Estado, anteriormente inconexo y tardíamente integrado, se unificó en el contexto de una guerra victoriosa. En el lugar de aquellos sentimientos profundos de minusvalía nacional se instaló una acentuada sensación de grandeza y poderío nacionales. A la Alemania reunificada se le había abierto el camino para convertirse en una potencia mundial. Como normalmente ocurre en asuntos de poder entre Estados, eso dio lugar rápidamente a una actitud de lucha por la supremacía. Respondiendo a un movimiento pendular -de una humillación extrema a un sentimiento extremo de superioridadcada vez más y más individuos de las capas dirigentes alemanas sintieron que su país debía prepararse para alcanzar la hegemonía en Europa y, quizás, en el mundo. Al igual que en otros casos, al cambiar las circunstancias, un grupo anteriormente humillado se había transformado en uno arrogante, uno oprimido en uno opresor o, para decirlo en el lenguaje de la época, en un pueblo de amos. Y, dado que la etapa de la integración nacional se había alcanzado muy tardíamente en el caso alemán Y como su correspondiente ascenso al estrato superior de las potencias europeas ocurrió también muy tarde, los representantes de Alemania sintieron la urgencia de hacerse lo más rápidamente posible con el instrumental de una gran potencia, requerido para competir por la supremacía internacional en ' especial, en cuanto a colonias y flota marítima. ~o se puede entender por completo el proceso alemán y, por tanto, tampoco la actitud actual hacia el uso de la violencia en el territorio de la República Federal Alemana, si no se tiene presente esa gran línea de desarrollo de Alemania en la :tructur~ interestatal y, en consecuencia, en la jerarquía de poder y de e::;tatus. 0 _e~posible establecer aquí una separación en las líneas de evolución de la f:~~~ca interior.y exterior. Desde el punto de vista sociológico. las estructuras soci ~r_Yexterior del Estado son inseparables, no obstante que la tradicion 01 . og¡ca se haya concentrado hasta ahora, principal y exclusivamente en la Pnmbera. El desarrollo de Alemania muestra con especial claridad en qué rr:ed'da am os pro . . . i , cesos se entreteJen de manera md1soluble. P tAsi .Pues, el ascenso de Alemania después de 1871, dentro del conjunto de las o enc1as europe d 1 1· , 1 , . as Y e pe 1groso c1rcu o magreo de sus Estados en lucha por
2) Sería una hermosa tarea escribir la biografía de una sociedad estatal, por ejemplo, la de Alemania pues, al igual que ocurre en el desarrollo de un 6. Pero también pueden ser llamados para apoyar a una capa social o a un determinado partido en lucha contra otros en los conflictos internos. Ya dije que el monopolio de la violencia posee un doble faceta. Por lo demás, son los mismos individuos los que, por un lado, en una etapa relativamente elevada de la civilización, son educados en el espín tu de un fuerte rechazo al uso de la violencia fisica en la vida interna del Estado y, por el otro, son formados -<:orno en el servicio militar- corno especialistas para matar en el arnbito de las relaciones entre Estados. La diversidad de los niveles de civilización en las relaciones internas y externas de las sociedades estatales actuales se refleja, por tal motivo, en los desequilibrios personales específicos y en los conflictos de las personas afectadas_ pues se sedimenta en la estructura de sus personalidades. En la paz, dentro de los rn1s1nos ámbitos pacíficos donde se castigan los actos de violencia, se prepara a los hombres para la guerra, en la cual la violencia es permitida y exigida. Después de la guerra, donde se les ha acostumbrado a todo género de violencia, los sobrevivientes retornan a los espacios pacíficos de sus países y se espera de ellos que se adapten de inmediato a la ausencia de violencia allí requerida. Pero con harta frecuencia, esto no puede hacerse tan rápidamente. La marea de la guerra expande sus olas violentas a través de generaciones en las sociedades pacificadas por el Estado.
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la hegemonía, tuvo también una profunda significación en la política interna. La unidad del país se había logrado gracias a las victorias militares logradas contra sus Estados rivales. La conducción de esas luchas estuvo en manos de la nobleza y, por contraste, la burguesía urbana alemana había desempeñado un papel político de segundo orden. En buena medida, sus cuadros habían sido excluidos de las posiciones de mando superiores del Estado alemán y las grandes decisiones políticas y militares continuaban siendo responsabilidad de las cortes reales. Especialmente en Prusia, las posiciones cupulares estuvieron casi siempre reservadas, con contadas excepciones, a la nobleza. Es cierto que muchos individuos pertenecientes a la burguesía no se conformaron con el papel marginal que se les había asignado y habían luchado de una u otra manera contra la hegemonía de la corte y la nobleza. Pero la consumación del sueño burgués de la unificación de Alemania, gracias a los servicios prestados por los estratos más poderosos y de mayor estatus, por un príncipe y sus ministros y generales nobles y gracias a una guerra victoriosa significaba, en primer lugar, el fracaso de la burguesía. El hecho de que la victoria nacional realizada bajo la dirección de una nobleza cortesana y militar implicara, al mismo tiempo, la derrota social de la burguesía en su lucha interna contra la hegemonía de la nobleza, tuvo vastas consecuencias en la actitud política y social de las clases medias alemanas. Muchos miembros de la burguesía estatal, aunque seguramente no todos, renunciaron a esa lucha: se dieron por satisfechos con su papel de capa social de segundo orden. La elevación de su propio valor como alemanes, como miembros del nuevo imperio alemán, compensaba la relativa humillación de haberse aceptado a sí mismos como un estrato de segundo rango, inferior en poder y posición a la nobleza. En relación con esa aceptación, tendría lugar una notable metamorfosis en la actitud y en el canon de comportamiento de importantes porciones de la alta burguesía alemana, transformación que resulta significativa para la teoría de la civilización. El componente idealista de la tradición cultural burguesa alemana, aún dominante a finales del siglo XVIII y que con frecuencia iba de la mano con una actitud anticortesana y antiaristocrática limitada a lo cultural, comenzó a desvanecerse, o en todo caso, continuó operando sólo en círculos muy estrechos. Su lugar sería ocupado por la adopción, por parte de otros sectores de la burguesía -sobre todo por los altos funcionarios y la totalidad de los círculos de profesionales- de los valores nobles, esto es, de los valores de un estamento de fuerte tradición centrada en las relaciones internacionales. Dicho con otras palabras, esos sectores de la burguesía alemana se asimilarían a la capa social superior adoptando como suyo su ethos: el guerrero. Sin embargo, en el curso de esa asimilación, el canon aristocrático se transformó; para decirlo brevemente, se aburguesó. En los círculos nob~es,!_os valores militares, representados por términos abstractos como valor, obed1e~C1,a, honor, disciplina, responsabilidad y lealtad eran parte de una larga tradicion
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'liar.1 En correspondencia con su diferente condición social, los círculos fam;ueses adoptarían solamente ciertas partes del canon aristocrático, y al bur adoptado, sufriría los cambios funcionales correspondientes al estamento. ;er dería su carácter de modelo de comportamiento ligado a la tradición y, por loe:anto, su relativa espontaneidad y se e~presaría en una doctrina explícitante formulada y reforzada por la reflexión. Lo que para la nobleza era más m:enos una tradición incuestionable -una muy ingenua apreciación de las 0 titudes valorativas guerreras, una comprensión tradicional del significado ;:l potencial de poder en la correlación de fuerzas entre los Estadosse convertiría en adelante en una conquista. Raras veces se había dicho y escrito tanto en alabanza del poder, incluso del poder violento. Del hecho de haber conquistado la unidad mediante guerras y bajo la conducción militar de la nobleza, se extrajo la conclusión de que la guerra y la violencia eran buenas y bellas consideradas como medios para ejercer la política.8 No todos, pero sí algunos sectores importantes de la burguesía alemana convertirían esta tendencia de pensamiento en el núcleo mismo de su ideología. Mientras que para muchos nobles, la guerra y las intrigas de la diplomacia constituían un oficio tradicional, una especialidad conocida, en aquellos sectores de la burguesía pacífica asimilados al canon guerrero se daba una especie de romanticismo del poder, una literatura en la que también el poder alcanzado 7. Ese canon se formarla por la práctica de generaciones de oficiales pertenecientes a una nobleza no especialmente acomodada. En esos grupos se daba por sentado que la guerra era un oficio sangriento. Se mataba a los enemigos, se incendiaba, de ser necesario, sus casas, se vivía de la tierra y también, sin duda, se practicaba el pillaje. Pero para los oficiales existían al mismo tiempo determinadas reglas, un canon de comportamiento, en virtud del cual se tenían consideraciones con el enemigo, especialmente cuando se trataba de miembros de la misma clase. Para los nobles, la guerra era una suerte de profesión: por mas que se pudiese aborrecer a un enemigo, la actitud hacia él estaba determinada a gran_d~srasgos, P?r ~- código de caballeros relativamente uniforme. Hasta el siglo pasado, Yqmzas hasta pnnc1p1os del presente, se consideró prácticamente como obligatorio en los Estados europeos. 8. No sólo los hombres en lo individual, sino también grupos sociales como las clases o las na_c10nesaprenden de sus experiencias. Como correlato de la continuidad generac10nal eiaste algo así_como una memoria colectiva de los grupos sociales. El recuerdo de que el d~seo de la umficación de Alemania no se logró por la vía pacífica, ni por la inteligencia m por u_narevolución burguesa contra la hegemonía de los príncipes y la nobleza sin¿ Por la victoria militar sobre Francia bajo la conducción de los nobles formaba pa;te de 1as expen · 1 · ' , encias co ectivas fundamentales de amplios sectores. de la burguesía del imper1·0 a 1eman El · · . d I b · ViraJe que tuvo lugar. en virtud de esa experiencia colectiva en buena parte e ª urguesía alemana se expresa, tal vez con alguna simplificación. de la siguiente t·d d d . .. , manera como si id 1 ' una gran can I a e sus miembros d1Jera al unísono: "nuestros bellos ea es no nos han serv"d d L h 1 0 para na a. o que nos a llevado de lo más hondo a lo,- más alto 1O mili't qlue nos ha conducido a la realización del objetivo tan anhelado ha sido el poder ar, a v1olenc·1 b T E ·d ª e ica. s ev1 ente que ella es, en última instancia, lo que cuenta en los asunt 0 h humanid ~ umanos. Las hermosas palabras de Schiller, Goethe y otros. su llamado a la y la infle ª.b,.ltoddo ello nos ha servido de poco. Sólo nos sirvió la lucha, la voluntad de poder xi 1 1 ad en su realización."
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mediante la violencia aparecía, embellecido, como valor supremo. Nietzsche, que había tomado parte como enfermero voluntario en la guerra de lo_saños setenta entre Alemania y Francia, hace su formulación filosófica de esa ideolo~a de la burguesía guillermista en su obra La voluntad de poder, por supuesto ~m tener conciencia de ello. [1]9 Cuando se conocen los libros de la época, especial1:1ente la literatura novelesca, cuando se tienen presentes los duelos entre estudiantes burgueses realizados de acuerdo con el código unificado de honor_~~ unas a~ociaciones de carácter fundamentalmente burgués o noble o la posicion especial de los oficiales de reserva o los consejeros privados en uniforme cortesano, puede reconocerse con facilidad el proceso. de ad~ptación de las ~apas med~as superiores a la nobleza y a la corte. Al mismo tiempo, se ~precia la p~cuhar paradoja de la estructura social y psicológica, presente también en. ot~os c1rculos de funcionarios y académicos de la época. En su esfuerzo por asimilarse a los valores guerreros y maquiavélicos de la aun poderosa n?bleza, a pesar ~~ su tradición gremial pacífica y su tradición cultural comparativamente poco m1htar, se refleja el anhelo oculto de estos burgueses po~ ser algo que nunca podrían ser--en todo caso, no en una generación-, es de~ir, nobles. , . ., Un ejemplo ayudará a apreciar con mayor claridad esa enfatica aceptaci_on~e la violencia. En 1912, un escritor burgués muy popular, Walter Bloem, publicana una novela bajo el título Volk wider volk, en la q_uemues~ra a_sus lectores y lectoras, una vez más, la sorprendente experiencia de la victoriosa guerra de 1870-71. Cito aquí un episodio de ella, el encuentro de las tropas ale:manas con las fuerzas de la resistencia francesas a las que entonces denommaban "francotiradores": 10
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hecho de que aquí esa especie de brutalidad es expuesta explícitamente en una novela ligera como . signo de un código de comportamiento considerado positivo digno de elogio. y Cuando se leen tales testimonios -y hay muchos de este génerer- se ve de golpe que desde el "Seid umschlungen Millionen" ["Hombres, os abrazo a todos" de la Oda a la alegría] de Schiller, desde la época de los grandes idealistas clásicos alemanes, cuyas obras encontraron amplia resonancia como modelos de pensamiento y como lectura de la burguesía ilustrada alemana, se había dado un viraje esencial en la actitud de amplios estratos burgueses. La identificación, en última instancia, entre los hombres, que quizás allí se ensalzaba de manea idealizada, aquí es negada con un énfasis reflexivo en favor de una identificación exclusivamente nacional. En la guerra no se requiere tratar al pueblo del enemigo como seres humanos, esas gentes no son más que "bestias salvajes malignas". El popular autor espera, manifiestamente, que sus lectores compartan y aprueben esa actitud.
3) Muchos jóvenes alemanes fueron al campo de batalla en 1914 con la conciencia de que la guerra era algo maravilloso, glorioso y grandioso. Estaban inmersos en la certeza de una victoria 11 en que reflejaban la fuerza de su sueño de una gran Alemania. "¡Hurra!" -escribía un estudiante de derecho a sus padres, que habría de ser herido de muerte mes y medio después en el Mame 12 "finalmente recibí el llamado [al campo de batalla). ¡Venceremos! No es posible que no lo logremos con tan poderosa voluntad de vencer. Mis queridos, estad orgullosos de vivir en esta época y con este pueblo y de enviar a muchos de vuestros seres amados a esta orgullosa lucha." , ~a guerra, ~al como de hecho se desarrolló, fue terriblemente cruel. El proceso behco contradice en los hechos los planes elaborados previamente por los generales._Los comandantes militares de ambos bandos habían planeado una guerra ofensiva n:i,uybreve. Los generales franceses, los vencidos de ayer, planeaban una ofensiv~ a fondo, con batallas a paso acelerado; los alemanes seguían el plan de Sc~ieffen modific:1do,que preveía una marcha inesperada sobre Bélgica Y desde ahi sobre Francia, para dar una batalla decisiva contra el enemigo fra , d l"bnces, e manera que las tropas alemanas en el frente occidental fueran 1 ~radas para acudir al frente oriental. Las ofensivas así planeadas se anularon reciprocamente. Tras sufrir fuertes pérdidas, se estancaron en una espantosa guerra ?e trincheras. Esto fue predicho por algunos observadores externos, qfiues~bian que el desarrollo de la tecnología bélica favorecía la defensiva no la . vemr. la guerra de posiciones. • o ens1va C · H · G· W,e11s Y otros h a b'ian visto uando Estados Unidos que, al igual que Inglaterra, temía un continente
Los francotiradores corrían desesperados y en ello les iba la vida [...] Alguien tropezó [...] un segundo más tarde, George Rappen disparó por encima de los caídos -sólo un golpe de su sable encontró el brazo que a manera de escudo intentaba proteger el cuerpo; detrás de él se escond_íaun rostro azorado, . descompuesto por el dolor y la angustia ... era una muJer [...] Entonces ataron juntos con correas a los tres, la mujer y los dos piesangs Y seguidamente aceleraron el trote, los prisioneros tuvieron que correr hasta echar la lengua, si no querían ser arrastrados hasta la mue~~e [...] Y '.~; ulanos no escatimaban golpes, patadas, pescozones( ... ) ta~b1~n la muJ e recibió su parte [...) Hacía mucho que se habían ol~d.ado de d1stmgu1r entr los hombres y el ganado [...] Un enemigo hecho pns10nero no era otra cosa que una bestia salvaje y maligna [...] . . l . orrespondientes, Sentimientos como los descntos, lo mismo que as acc10nes c d son espontáneos y cotidianos en el tumulto de las guerras. Lo que se ~ue considerar como característico de la situación burguesa alemana de 191 es
:i
~ . o mismo la experi
t, t , te co . men e - ema apenas 17 anos- como algo extraño y no completumenmprens1ble · Pero t uve campaneros ánimo. Y conoc1·d os que compartían ese estado de 12.Philipp Witk op (comp.), Krie!{sbriefe gefallener studenten, Munich, 1929, pp. 7 y s.
. ' .. 21sa3051 9. Los números romanos entre corchetes remiten aJ contexto de los apend1ces (pp. (Véase nota final del editor alemán). (N. del T. l 10. Walter Bloem Volk Wider volk. Leipzig, 1912, pp., 326 Y s.
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dominado por Alemania, entró en guerra, la posibilidad de que esta última ganara se desvaneció por completo: lo impensable se volvió_re~lidad, Al~mania consumió sus fuerzas y fue vencida. El emperador y los prmc1pes perdieron el trono. Las cortes, centros de la buena sociedad alemana, desaparecieron; esta misma -la sociedad de honorables, de los que reparaban con las armas el honor ultrajado, que comprendía desde la nobleza de alcurnia hasta las corporaciones de estudiantes burgueses, desde los mariscales de campo hasta los oficiales de reserva burgueses, unidos todos por el código del honor- fue detenida de un golpe en su carrera hacia la supremacía europea, como un corredor que se estrella con toda su fuerza contra un muro. La consecuencia fue un choque traumático. [II] Por lo demás, la derrota del orden establecido guillermista en la lucha interestatal correría pareja con otra derrota, al menos parcial, en el ámbito interno del Estado. El fin del antiguo régimen y la ruina del país tras la pérdida de la guerra ampliaron las posibilidades de los grupos que hasta _entonces h~bían permanecido al margen, principalmente, los del proletariado orgamzado. Por primera vez en la historia de Alemania, sus representantes tomaron el gobierno del Reich. 13 Como siempre sucede en tales casos, el ascenso de grupos 13. En general, a muchos miembros de las antiguas capas gobex:nantes alemanas les pareció una ruptura con la tradición y una abdicación de sus propios derechos el hecho de.q~e ahora los representantes de aquéllos que anteriormente habían esta~o a s~ d1spos1C1on asumieran funciones gubernativas. Por ello, el régimen parlamentario segun el modelo occidental apoyado por los aliados, los enemigos de ayer, les parecía reprobable en un sentido doble: por un lado, porque era promovido por los occidentales y, por el otro, porque parecía hecho para asegurar a los representantes de la c~~se trabajado.ra un acceso perdurable a las posiciones del gobierno, abriéndoles la posib1hdad de conqwstar el poder, algo que nunca había sucedido en los Estados alemanes: , . Esa contradicción puede ser interpretada como expres1on d~ un conflicto entre clases, pero no en el sentido que se imprime a este término en los hbros. La~ tens10nes entre los distintas sectores del pueblo alemán -que en el periodo de la Repubhca de We1mar adquirirían con frecuencia características similares a las de una guerra civil Y fueron acompañadas de violencia- no correspondían ya por completo a la imagen s1mphfrcada que Marx había esbozado. En su escenario, las fábricas aparecen como el centro de l~s Conflictos de clase constituyendo el punto de choque de las tensiones entre la burguesia · ·n denlos ' · Esas tensiones aparecen sencillamente como l.a expr~s 10 la y la clase trabajadora. intereses económicos contrapuestos entre los patrones y los obreros mdustnales. E época de Marx, ese quizás era un diagnóstico suficiente, aunque naturalmente ya entonles la fábrica era un aparato de dominación y esas luchas en tomo de las oportumda des económicas solamente un aspecto -ciertamente uno central- de la lucha por el po En el trans~urso del siglo XX, sin embargo, además de los conílictos fabriles cobran_ca 8 . . ·eso al gobierno, z más importancia las tensiones y conflictos en e l terreno pol't' 1 1co.y e1 acc .. . 1 ve . . . , es t a t a l y mu111c1pa en. así como a una extensa gama de posiciones en la a d mm1strac10n 18 logrados por los representantes de la clase obrera después de la_guerra_ de 19l!~ arto Alemania (y también en Inglaterra), desempeñó un papel de cons1derac10n en el P de las oportunidades para hacerse del poder entre esos dos ~pos sociales. /grupo Cuando la distribución de los equilibrios de poder en una relac10n estamento de poder , rgi· marginal, con una escala de grandes diferencias, se desplaza en favor de los grupos 01ª
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Illarginales que antiguamente ocupaban posiciones inferiores -un antiguo talabartero, como sucesor del káiser- fue considerado por muchos miembros de la buena sociedad alemana y otros que se adherían a ella, como una afrenta insoportable a su propia autoestima. El desarrollo de Alemania muestra aquí de manera paradigmática, la reacciónde un estamento acostumbrado a ejercer el poder y la de sus adeptos ante un cambio en las estructuras sociales que le acarrea un desplazamiento desfavorable a su margen de participación del poder. No sólo las revoluciones, sino también las guerras ocasionan transformaciones estructurales en las relaciones de poder.Tales transformaciones se abren camino dentro del aparato tradicional de las instituciones, que antes las había ocultado. Probablemente, una guerra ganada habría garantizado una vez más la subordinación de la masa del pueblo a las capas dominantes. La derrota puso de relieve el callado desplazamiento del equilibrio de poder que había tenido lugar a espaldas del Estado imperial en el curso de la rápida industrialización de Alemania. Las grandes masas de soldados y trabajadores negaron su obediencia a sus fracasadas capas dirigentes. Se entenderá mejor la evolución de Alemania y también la del terrorismo en el periodo de la primera república alemana, si se tiene a la vista un bosquejo claro de las estructuras de poder internas y externas, de cómo eran y cómo se las percibía y experiment~ba. El orden establecido guillermista, la sociedad de ho~orables, ahora ampliada por los estratos de comerciantes y empresarios anteriormente excluidos, había sufrido una derrota, en lo interno y en lo externo. Es comprensibleque no estuviera preparado para asimilar una situación de ese tipo.No sabía bien de qué manera sería posible compensar ambas derrotas· por una part:: c~mo reconquistar la posición de Alemania como potencia apo;ada P?~un eJercito :uerte y, por otra, cómo mantener sus prerrogativas de élite dmgente ~el pms f~ente a las pretensiones de la clase trabajadora organizada. Pero los mismos obJetivos estaban nuevamente en su mira.14 nale~, normalmente la tensión entre ambos bandos se agudiza con frecuencia de manera cons~~erable.El hecho de que los otrora subordinados, en este c~o. los representantes de los Parti os obrems, tuvrnran acceso a las posiciones de mando del Estado, además de a muchos pc_uest osbmedios Y baJos de U Jerarquía de la administración, no era percibido por muchos ircu 1os urgueses c0 m . .fi . . a1 . . o un paso s1gru 1cativo hacia la integración de la clase trabaJadora ., desª naciodn,smo simplemente como una reducción de la propia función directiva como un censo el valor p · d ·. ' 14 An b . . como una estrucc10n de los propios ideales · · 1 os obJet 1 roprn, · de pod" •vos, e mterno Y el externo, apenas si correspondían a las relaciones reales er, por 1o que m , b · t · l , trialización de Ale as ien elllan e caracter de una fantasía. Con la creciente indus-aunqu t b' , man1a, la porc10n de poder de los patrones y de otros grupos capitalistas e am 1en la de la cla Ob · d · , . • · equilibri· . se rera m ustnal- habia crecido en el entramado de esos os socia 1es Era ne es · 1 · t · d . . . .· d c ana a exis enc1a e cond1c10nes extraordinarias -tal vez una trisis e conom1ca e grandes · - d es que real , proporcwnes, acompana a de un elevado desempleo-- si de la clas mbente quena lograrse_la destrucción de los medios de poder más importantes e O rera su orgamzac 10 p lI't' ¡· · , Pudiera lograrse e~ . . n ica Y pro es10na 1· I<"sdudoso que a la larga esto condic10nes mas o menos pacificas. Pero es igualmente dudoso quP <>n
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Situaciones similares se habían dado en múltiples ocasiones en la evolución de las sociedades humanas. La merma de poder del antiguo orden establecido en relación con el ascenso de los grupos marginales, desata en tales casos una amarga resistencia, un anhelo de restauración que la realidad, con frecuencia, ya no justifica. Los motivos para ello no ~on sólo e~onómicos, sino q~e tam~ién se deben a que los viejos estratos dominantes tienen ahora el mismo mvel de poder y jerarquía que los grupos que ant:riormente ~espreciaban co~ 0 inferiores, como chusma. Por esa razón se sienten rebaJados en su propia autoestima. Ya en la antigüedad se encuentran testimonios escritos que muestran con claridad que los grupos dominantes ven en su superioridad d~ poder una prueba irrefutable de su mayor valía respecto a otros grupos margmales. El redactor desconocido de una carta atribuida a Jenofonte, que vivió probablemente en el siglo V a. C. y al que actualmente se llama comúnmente "el Viejo Oligarca", pone de manifiesto una apreciación de ese tipo hacia grupos menos poderosos, concediéndoles menor valor humano. Es probable que e! autor de la carta haya sido un aristócrata ateniense, expulsado de Atenas junto _conotros. ~e su misma clase por una revuelta de amplias capas populares y 1~mtroduccion de una constitución democrática. El oligarca habla con desprecio del populacho democrático. Todos saben, escribe, que este está formado por elementos indisciplinados y de mal carácter. 15 Una actitud análoga se encuentra e1: el informe que un teniente llamado Mayer, enviado como agente de reclutamiento de un una época en que Estados Unidos se perfilaba ya como una supel'J'.otencia, las proporciones del imperio alemán resultaran suficientes para reclamar para s1.-.n contra de Esta.dos Unidos y sus aliados- la hegemonía de Europa. De seguro, tal pos1b1~1dadestaba exclwda, desde el momento mismo en que la dirección alemana provocana que sus ':.nem1gos naturales Rusia y Norteamérica, se aliaran en su contra. Cuando el sed~c~?r sueno de una predestinación mundial grandiosa y hegemónica del país o de una m1_s,10n que abarque a todos los pueblos, gana fuerza en los grupos dirigentes de una nac1on Y en t~do~ que se identificaban con ellos, es raro que exista un camino menos costoso en te_rmmen humanos para que esos grupos despierten de su sueño, a fin de que se apague la 1mag, fantástic~ y narcisista de la superioridad de su nación sobre otros pueblos Y la asp1raci~n heaemónica asociada con ella, que la derrota social y militar. Que Alemania necesita~~ ~ do; apabullantes derrotas de sus estratos dirigente~ para hacer concordar c_onla_readu;a, su idea nacional de sí misma y los objetivos de la poht1ca asociados con ella tien~. s!Ild d que ver con la enorme fuerza de atracción que ejercía sobre un pueblo que habia pa eci 0 la derrota, durante largo tiempo y a causa de su debilidad de la meta de convertirse en
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una gran potencia. . . . . VIL Scrípta 15. Pseudo-Jenofonte,Athénaion politeza, cap. l. vern. 5, en_Jenofonte, Obra~, vo 1. ·s Para el mz·nora Londres/Cambridge, 1968 (Loeb Class1cal L1brary, 183), PP· 476 Y sN.· El' -/J. 1ª· · ¡_es,vcase modelo 'general de las relaciones estamento de po d er ¡grupos margma . · • unity L. Scotson. "The established and the outside;s" A ,'wciological enqu1ry _u':ºco~~¡~~desa: problems, Londres 1965; con una introducc10n teonca nueva en la echc10~:~n la P· 18 De gevestigden en de buitenstaanders, Utrecht/Amberes. 1976, pp. 7-46 (a. bleniente en la cita de Jenofontel. Una edición alemana de ese hbro aparecera proba 1990.
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cuerpo de voluntarios a Wurzburgo, dirige el 2 de enero de 1920 a su superior, el capitán Berchtold: 16 Después de que no he dejado pasar ningún día [...] sin tener la vista puesta en el estado de ánimo del pueblo, se ha confirmado mi opinión de que todo lo que está encima de la plebe anhela la liberación de esta pocilga, especialmente del yugo judío que pesa sobre el pueblo y, lo que es de particular significado. progresista frente a lo pasado: está dispuesto a participar activamente en la futura obra de liberación. El llamado "¡Abajo los judíos! ¡Abajo los traidores de nuestro pueblo!" resuena en cada banco en las cervecerías; anuncios y leyendas anuncian lo mismo en todos lados. Cada tarde se cuelga a un Erzberger ... Dos caballeros del Reichswehr se nos unieron junto con sus hombres. Y espero ganarme a dos más. Aunque no todos se hayan expresado de manera tan drástica, la idea de que el cogobiernode grupos considerados socialmente inferiores significaba una degradaciónde uno mismo y, por lo tanto, de Alemania, estaba ampliamente difundida en los círculos de tradición del orden establecido guillermista. Se sentían y llamaban a sí mismos "nacionales", pues en el fondo se consideraban los verdaderos representantes de la nación, viendo a todos los que no formaban parte de esos grupos, especialmente a la clase obrera con sus organizaciones y a la minoría de los judíos alemanes, como ajenos a su sociedad y a la nación alemana. 4) El extracto anterior proporciona una imagen muy clara de la disposición de ánimoen los mejores círculos de Würzburg a principios de 1920. Al mismo tiempo, transm_iteuna impres~ón _dela mentalidad de los Cuerpos de Voluntarios que, en ese penado eran los prmcipales responsables de la violencia política extraestatal. Su propaganda en amplios círculos de la población servía a la preparación de un ?olpe de Estado en contra de la odiada república parlamentaria. Como es sabido, el primer intento, el golpe de Estado de Kapp, fracasó por motivos que : e~ necesario tratar aq\1-f.Uno de l~s cuerpos de voluntarios, la brigada de or~a E~hardt, e~tuvo direc~ente involucrada. De eUa surgiria más tarde la ga_m~ac10n terronsta clandestina "Cónsul", que se proponía entre otras cosas laeh ·, · · ' ' 1 m_macionsistemática de prominentes políticos indeseables. A ella se debió ~ asesinato del diputado Erzberger, que cayó acribillado el 26 de agosto de 1921 urante un paseo en la Selva Negra. Su acompañante, el diputado Dietz resultó . . ' con una he .d d b 1 L . nofia · e1 a a. os asesmos, Hemrich Schulz y Heinrich Tilles sen ' , sido hªb1an , a la plana mayor de la brigada de Marina Ehr har dt y e 1cm 1 ,es lt' Y pertenecian · , .' n de os u irnos tiempos, habían sido empleados por uno de los princiPales po11ticos B · l · · d aviera, e conseJero pnva o Heim. Eran miembros de la Liga de Pr te . , del as:s:~~: Y_D~fensaPopul.ar Y de otras organizaciones nacionalistas. Después , Vl8Jaron a Munich, donde había sido preparado el atentado. De ahí
~ u ms Gumbel,
Verschworer, Viena, 1924, p. 14.
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El comité para la movilización debe ponerse en contacto inmediatamente con los hombres de confianza del estudiantado, para saber hasta dónde están organizados los estudiantes y qué sectores se mantienen todavía al margen. Es especialmente importante aquí saber si podríamos tener sectores que se nos opusieran, puesto que se trata de fanáticos, a los que se debe neutralizar. Debe quedar establecido el principio de que los estudiantes se organicen en compañías o grupos de marcha propios, y puedan servir como reserva, porque es en el estudiantado donde descansa nuestra fuerza principal.
huyeron, provistos de falsos pasaportes aparentemente proporcionados por 1 policía bávara, a Hungría, donde fueron arrestados y puestos en libertad tras ~ acuerdo telefónico con una autoridad de Bavaria. Su superior en la organizació "Cónsul" era el teniente de navío von Killinger, también él un antiguo ofici~ que había tomado parte en la lucha contra la Raterepublik bávara* y que luego durante el golpe de Estado de Kapp, fue acusado de complicidad en el asesinat ' de Erzberger, pero absuelto por el tribunal de Offenburg.11 Es difícil precisar cuántos hombres fueron asesinados en los primeros años de la República de Weimar, como elementos políticamente indeseables, por miembros de los cuerpos voluntarios y por asociaciones de estudiantes cercanas a ellos; posiblemente fueron varios cientos, quizás más de mil. Entre ellos estaban prominentes comunistas como Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht quienes tras un fracasado levantamiento de trabajadores fueron detenidos e~ una casa sitiada y, hasta donde se sabe actualmente, de camino a la cárcel fueron apaleados hasta morir. También hubo víctimas menos conocidas, entre ellas mi compañero de escuela Bernhard Schottlander, un hombre físicamente frágil y extraordinariamente inteligente, que con sus gruesos lentes parecía ser, ya en el primer año de primaria, un joven erudito y que, influido por su lectura de Marx, se inclinaba por el comunismo. Su cuerpo, si mal no recuerdo, fue sacado de la fosa común de la ciudad de Breslau envuelto en alambre de púas. Entre ellos se contaban también políticos liberales, como Ra-tehnau 18 y muchos otros cuyos nombres se han olvidado. Al igual que la mayoría de los miembros de la República Federal Alemana, también los terroristas de la República de Weimar provenían principalmente de hogares burgueses; una minoría pertenecía a la nobleza y casi todos eran jóvenes. Los cuadros jóvenes de la buena sociedad guillermista eran oficialeso estudiantes. Precisamente, entre estos dos grupos se reclutaban los terroristas de la República de Weimar. En un memorándum bávaro relativo a la preparación de la dictadura, se encuentra el siguiente apartado: "Movilización de las fuerzas de defensa y del estudiantado". 19 Y en otro documento, también de la época del golpe de Estado de Kapp, se lee lo siguiente bajo el título "Estudiantado":~º
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Aquí se percibe el problema. Por entonces, el grueso del estudiantado estaba del lado de aquellos que, en unión con los cuerpos de voluntarios y otras organizaciones militares, buscaban poner fin, de ser necesario con violencia, a la joven república parlamentaria, favoreciendo una dictadura con fuertes tintes militaristas. Había excepciones y, por lo tanto, evidentemente había estudiantes que no apoyaban la idea de una revuelta patriótica contra la república, ni tampoco de una dictadura militar-burguesa. Pero todos ellos eran, en la visión de los terroristas de la época, precisamente "fanáticos" a los que había que eliminar. La idea de que eliminar a los oponentes políticos es legítimo, aparece aquí como algo completamente natural. Pero ciertamente ella no se presentaba únicamente en un solo bando. La guerra había dejado en los círculos obreros mucha inquietud y amargura. Quizás habrían soportado las pretensiones, con frecuencia despóticas, del gobierno si el emperador y sus generales hubieran triunfado. Sin embargo, la derrota mostró que los oficiales, las capas dominantes, habían conducido mal la guerra, que sus promesas eran palabras huecas, que las penurias y la miseria habían sido inútiles. El fallido golpe de Estado de Kapp avivó aún más el resentimiento de la clase trabajadora. El odio era mutuo. Cuando la brigada Erhardt se retiró de Berlín después del fracasado golpe de Estado, fue insultada por la multitud ante puei1:a de Brandenburgo. Parte de la tropa retrocedió y abrió fuego contra a m:11titud. Sobre la plaza de París quedaron una docena de muertos y gran cantidad de heridos.2 1 . Como siempre, el odio y la violencia recíprocos de ambos bandos se intensi~caron. En la época del golpe de Kapp, los oficiales no podían aparecer en uniforme sin correr el riesgo de ser atacados y maltratados por los habitantes e~ la parte norte Y la parte oriental de Berlín, ni en muchos otros suburbios Es cierto.que los dº1ngen . t es m1·1·t . 1 ares del golpe organizaron tropas en su mayor parte mtegrad as por los an t·1guos oficm . 1es. Pero tras su fracaso, esas , tropas que Pªt ru l!aban en ' m . grupos re ¡a t·1vamente pequenos, se encontraron en una situación Pe1igr~sa frente a la masa de los habitantes locales. En Schoneberg los 1 · · . ' nocia es ah1 estacion a d os rec1'b'1eron mstrucc10nes de retirarse sin armas para provocar a la pobla · , T , carga L' h c10n. eman que ser transportados en dos camiones de ª 1c terfelde , sin em bargo, luego d e h a b er avanzado unos cien . metros
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17. Gumbel. ibid .. p. 45. * [N. del T. una especie de república socialista que tuvo una corta vida en los años veinte! 18. Los milicianos tenían una canción conocida: "Knalt den Walther Rathenau.die gotttverdam· me Judensau!" [Disparen contra Walther Rathenau/el maldito puerco judío.) La can taran Y también la llevaron a los hechos. El culto a la brutalidad, la sobrevaloración de la vwlencia fisica que había empezado a dar fruto en la juventud burguesa de la Alemania guillermista formaba ahora parte, con toda su fuerza, de la cultura del Cuerpo de Voluntarios. En gran me dida eran representantes de la rama anticivilizadora, antimoral, idealizadora de la violencia de esa tradición neoburguesa. Tal rudeza encuentra su expresión más acabada en el régimen nacionalsocialista existen también mdicios de que los jóvenes terroristas alemanes de nuestros días se inscriben en esa tradición. 19. Gumbel. ibid., p. 29. 20. lhici., p. 27.
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Kameraci reich mir die hdnde, Berlín, 1933, p. 156.
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la multitud impidió que los camiones continuaran avanzando. La excitada muchedumbre arrojaba piedras y botellas de cerveza contra los oficiales, que permanecían apretados en el camión. Uno de los camiones pretendió avanzai: pero unos hombres entre la multitud se abalanzaron contra sus ocupantes' Nueve de ellos cayeron al suelo y fueron pateados hasta morir, el resto de lo~ heridos fue rescatado por la policía -a la que alguien había llamado- y puesto a salvo.22 Escenas similares se suscitaron durante la rebelión de los trabajadores en la cuenca del Ruhr. A través de tales ejemplos se puede seguir de cerca, con mucha claridad, el proceso de un enlace doble de la violencia. A este respecto, la revolución rusa desempeña un gran papel como modelo y como figura espectral; sin embargo, la comparación del curso de los acontecimientos -especialmente con el que sigue la organización de las masas, predominantemente campesinas, y que conduce a la insurrección violenta- muestra, es verdad, que la clase obrera industrial alemana estaba, en cierto sentido, en desventaja en cuanto a la movilización para el uso de la fuerza. Es evidente que el Partido Comunista intentaba tran 8• formar en una acción militar organizada el enardecimiento espontáneo de la clase obrera y las numerosas escaramuzas y luchas locales con el Cuerpo de Voluntarios o el Ejército Imperial. Pero la instalación de un comando superior en Mülheim, en el Ruhr, mediante un comunicado emitido por el puesto de dirección militar, el 28 de marzo de 1920, no provocó el efecto esperado. La subordinación de las uniones locales de trabajadores al mando central no tuvo éxito, sus dirigentes locales continuaron actuando por cuenta propia. Considerando el estado de la tecnología en ese momento, podría pensarse que resultaba más fácil transformar en una tropa eficiente a campesinos acostumbrados a obedecer que a obreros industriales voluntariosos y seguros de sí mismos. Tal parece haber sido una de las experiencias de la insurrección del Ruhr. Pero esa experiencia arroja luz, al mismo tiempo, sobre el curso peculiar del proceso de enlace doble entre los grupos de jóvenes oficiales burgueses Y estudiantiles y los grupos de trabajadores: ambos perseguían sus objetivos políticos recurriendo a la violencia militar. Aun no se ha podido dar una respu.esta definitiva al problema de hasta dónde el cuerpo de oficiales ruso, en su ~ah~~d de heredero del orden tradicional, se conservó intacto después de la abdicacwn del zar. Por su parte, el cuerpo de oficiales alemán siguió siendo completamente operativo después de retiro del emperador, manteniendo intacta, como de cuad~o cerrado su capacidad de acción. También el espíritu del cuerpo se mantuvo sin en ?arte 1~er; alteraci~nes. El alto mando del ejército se sentía responsable realmente- de la integridad del Estad?. Naturalmente, sus aliados i~~us 1~: 0 al ejército alemán limitaciones muy estrictas, pues estaban hartos del m1htan5 alemán. Pero al mismo tiempo temían la posibilidad de que el comunismo.ruso . e l .. d . crmitieron d Pudiera hacer escuela en Alemama orno so uc10n e compromiso, P · que Alemania tuviera una fuerza de 100 mil hombres en armas, en lugar e
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Esto equivalía también a una importante disminución en el cuerpo de 400 ooo. íiciales. Muchos de ellos, al regresar del campo de batalla al terruño, aún eran ºelativamente jóvenes; la mayoría no tenía ninguna otra ambición que la de r~m,fr siendo oficiales: el servicio militar era para ellos la única tarea con sentido S"6dí ' la profesión que en ten 'an Yque los satisfacía. ¿Qué otra cosa podían hacer? Las uniones voluntarias de Freikorps fueron la respuesta. Había muchos de est.os grupos, se formaban en tomo de antiguos oficiales con ciertas cualidades de mando y estaban compuestos, en su mayor parte, por jóvenes provenientes de l~ burguesía, quienes tenían, en razón de su condición, un amplio espectrode eneJDJgos,que buscaban combatirlos por todos los medios siempre que se presentara la oportunidad de hacerlo. Entre ellos se encontraban, en primer lugar, to_do~aquellos grupos a los que, en general, se llamaba "bolcheviques", es decir,pnnc1palmente aquellos sectores obreros que, ya fuera por la influencia de los cua
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23. En ese tiempo, en las ex r . . . baJas aparecen siempr e_s1:nes mamfestac1ones de las capas superiores, las capas fundamentalmente buen: aJ~e e:s ormas: por un lado como el pueblo, cuyo natural es los oficiales como s b fi _Ylq fi amigable y obediente, tal y como lo conocían por eJemplo d l ' u o 1cia es teles y serv · · ¡ . ' · e a guerra se revela co b Id h . icia es, y, por otro, como el pueblo que despue~ eso d more e e astil y hasta · ¡ t ¡· -. • s os aspectos del " uebl ,, ' . . _ VIO en Y pe 1groso. La diferencia entre amotinado respondiencio a 1/1a~e e~phcab~ d1c1endo que era bueno, pero que se habna or e agita ores profes10nales, sobre todo bolcheviquc>s.
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luntarios y los grupos radicales de trabajadores, los primeros lograron sacar ventaja con relativa facilidad, toda vez que eran frecuentemente apoyados por el Reichswehr, pues, no solamente estaban mejor entrenados, sino también, casi siempre, mejor armados. Así, las posibilidades de éxito de los levantamientos de trabajadores, en los primeros años de la República de Weimar, eran muy limitadas debido a que los cuerpos de altos oficiales permanecían intactos y habían sido rápidamente reorganizados. A ellos se añadía la hostilidad de los aliados hacia cualquier forma de expansión de la revolución rusa. Sin embargo, como legitimación de su propia existencia, el peligro del bolchevismo era de gran importancia, tanto para los cuerpos de voluntarios como para el Reichswehr. Con el pretexto de la revolución rusa y el peligro de su expansión, todos estos grupos y muchas otras uniones patrióticas que se formaron en aquella época -entre ellas algunas organizaciones terroristaslograban obtener el apoyo de gran cantidad de simpatizantes nobles y burgueses. El éxito de Hitler años más tarde y, en especial, la aceptación del rearme alemán por parte de los aliados sólo puede explicarse cabalmente como consecuencia de la revolución rusa, como expresión del rechazo total de amplios sectores de la burguesía y aun de una porción considerable del proletariado del "fantasma del bolchevismo" y de la exportación del modelo revolucionario ruso a otros países, [III]
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organización sistem?tiea de as~sinatos y ~tros a~s brutales como medio para sacudir y, de ser posible, destruir a un régunen odiado. Ernst von Salomon, que pertenecía al pequeño círculo de los asesinos de Rathenau, muestra ya en los títulos de los capítulos de su novela la dirección que tomaría ese desarrollo: I II III
"Die versprengten",["Los desbandados''] "Die Verschworer'',["Los conjurados''} "Die Verbrecher", ["Los criminales"]
Las etapas por las que un individuo transitaba en esta vía se veían así en los años veinte: l. Oficial del ejército guillermista (si se era demasiado joven, entonces también cadete en el cuerpo de cadetes prusiano) 2. Miembro de un cuerpo de voluntarios, frecuentemente con participación en la malograda campaña báltica; 3. Miembro de una liga clandestina conspirativa de carácter terrorista. Como una cuarta etapa -de la que aquí no hablaremosse podría mencionar el ingreso al Partido Nacionalsocialista que, para muchos desbandados, antiguos miembros del cuerpo de voluntarios continuamente amenazados por el peligro de verse desclasados, significaba la oportunidad de ascender nuevamente en la escala social Y la satisfacción -en última instancia falsa- de ver cumplidos sus anhelos políticos. Se ha dicho no sin justicia que, el ascenso de Hitler al poder difícilmente hubiese sido posible sin el apoyo militar y organizativo de los miembros de los antiguos cuerpos de voluntarios. De joven, Saloman se había incorporado, recién egresado del cuerpo de cadetes, ª,un cuerpo de voluntarios de Hamburgo dirigido por un tal teniente Wut?. ~h se encontró en compañía de aventureros, un poco salvajes, un poco romant~cos, con usos y costumbres provincianos. Así aparece en su recuerdo 24 la,of~nsiva: "L~ palabra 'ofensiva' tenía para nosotros, los que nos íbamos al Baltico, un sentido lleno de misterio, felizmente peligroso ... el sentido de una severa comunidad ... la disolución de todos los lazos que nos unían a un mundo que se ~undía, podrido, con el que un verdadero guerrero no podía tener nada en comun."
5) La mayoría de las personas que formaban parte de los cuerpos de voluntarios tenía tras de sí una existencia que había sido sacada de su curso normal. Ya hemos dicho que miles de oficiales veían terminada su carrera militar a causa de la derrota y de las condiciones del armisticio. Con frecuencia habían combatido en el frente, y los puestos civiles que correspondían a sus conocimientos y posición eran muy escasos, por lo cual muchos esperaban poder continuar su carrera militar en las fuerzas regulares, cuando Alemania volviera a ser una gran potencia. Es por ello que odiaban a la república, cuya "política de satisfacción del honor" parecía oponerse a sus anhelos. Otros vieron un nuevo futuro en las provincias del mar Báltico, donde se había establecido desde mucho antes una clase alta alemana. Finqueros báltico-alemanes y algunos líderes del Movimiento Nacional Letón ofrecían a los milicianos tierras para establecerse con tal de que los ayudasen a liberarse de la supremacía rusa. Una serie de cuerpos de voluntarios se trasladó al Báltico; allí podían luchar contra el odiado enemigo, los bolcheviques y res~rcirse de la inevitable pérdida deAlsacia-Lorena con la anexión de las provinc1~s bálticas a Alemania. Al mismo tiempo, podrían comenzar una nueva existencia adecuada a su rango, con la adquisición de tierras. Su recuerdo de la campaña militar en el Báltico puede ayudar a ente~~er la evolución de algunos de esos grupos y su conversión al terrorismo pohtico contra el nuevo Estado alemán. Algunas citas de una novela, más o menos autobiográfica , de Ernst von Salomons, Die gedchteten, pueden arrojar luz . ~ sobre el desarrollo de un proceso que habría de desembocar en el terrorismo.
se muestra con claridad meridiana una etapa característica del proceso del Aquí que suroi , 1 . . b.nan os grupos terronstas. Estos hombres se sentían al margen de una sociedad 1 . . a a que, por su parte, consideraban totalmente podrida Estaban eonvenc1dos de t b d d . . rr umbarse au que es · a , a en eca , encia y deseaban que terminara de deel d ' -?"queqmzas no teman claro, bien a bien, lo que sucedería tras el ree~umdbe.S~n embargo, resulta irónico en el caso de Saloman -a quien en hundcuer o' laJo . ven repu'blº1ca a 1emana se le presenta como "un mundo que, se e Ypodndo" · · ~ - que Justamente haya sido la vieja sociedad, en cuyas tradi24. Emstv
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s¡ . on a ornan, Die gedchteten, Berlín. 1931. p. 69
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ciones él mismo y muchos de sus camaradas habían crecido, la que hubiera sido derrotada y estuviera a punto de hundirse definitivamente. El imperio alemán había sucumbido, pero numerosos representantes suyos habían sobrevivido en tanto que con él había desaparecido la misión que daba sentido a sus vidas'. Emst von Salomon se había educado en la escuela de cadetes, preparándose así para una carrera de oficial en el ejército prusiano; pero el antiguo ejército se había desmoronado y se estaba apenas en la fase de planeación de uno nuevo y mucho más pequeño. El comandante supremo se había refugiado en Holanda: ¿había todavía en esta república surgida de la derrota, lugar y una misión para hombres como él? La expedición al Báltico, que prometía una compensación por la pérdida de territorios en la parte occidental y una posición acorde con el rango de quienes participaban en ella -acaso hasta una propiedad- dio nuevas esperanzas. No se preguntaba lo que diría el victorioso enemigo de Alemania o el gobierno alemán en Berlín acerca de esa colonización de las provincias rusas del mar Báltico; además, la política mundial era algo lejano y el sueño era bello. Pero por mucho que ese sueño representase un nuevo y mejor futuro para la sensibilidad de los que lo acariciaban (un sueño opuesto a esa miserable política de paz de la odiada república alemana), en el fondo, lo que se anhelaba era la restauración del mundo antiguo, de un Reich alemán con un poderoso ejército, en cuya jerarquía los oficiales y los valores militares ocuparían nuevamente el rango debido. La disciplina, la dureza y el valor militares serían justipreciados de nuevo, y la debilidad y los escrúpulos morales de tipo burgués recibirían el desprecio que merecían; lo mismo sucedería con los civiles que gobernaban en Berlín y con los diputados, que mucho hablaban y poco hacían. 25 Sin embargo, para los milicianos establecidos en el Báltico, el Estado parlamentario era un mundo extraño. La unidad de estos combatientes no era ya, como en el antiguo ejército, determinada por un reglamento militar sancionado por el Estado y elaborado por su burocracia, ni por la jerarquía de mando cuya instancia simbólica más elevada era la figura del emperador. En el fondo, los hombres del Cuerpo de Voluntarios no se sentían obligados sino con su propio grupo. Cada cuerpo tenía su propio dirigente que, en general, era una personalidad carismática; su autoridad personal, su participación personal en la lucha, su promesa tácita de victoria, de botín y de un futuro mejor los mantenía unidos; era decisiva para la solidaridad y para la combatividad de esas tropas. El teniente Wuth, el comandante del Cuerpo de Voluntarios de Hamburgo,
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uno de ellos. Era, así lo describe Salomon, un hombre alto, moreno, tosco. era , un colmillo que le salía por el labio y que acostumbraba hundir en su 'fenia . b d . suta barba; en los combates cambiaba su gorro de campo por un onete e bir . pelo como el que solían usar los exploradores. Las batallas que había que tercio , . tener en el Báltico eran duras, las pérdidas elevadas. Pero la esperanza no se 8 :0guía y la vida era libre y constituía una alternativa a la vida burguesa con :oda su ri~dez y legalidad, ~º?_todas sus coerciones. Aquí ~n el ~áltico toda~a había movimiento y la pos1b1hdad de alcanzar ~uevas victorias que podian hacerle olvidar a uno las derrotas en la parte occidental. Posteriormente sobrevendría el golpe que acabaría con todas esas esperanzas. Sucedería lo impensable: los comisionados del gobierno firmarían el terrible tratado de paz que sellaría la degradante derrota. Salomon describe ese acontecimiento traumático: 26 Un día, al comienzo del armisticio, estábamos sentados en la cabaña del teniente Wuth. Schlageter había venido de visita y discutíamos las posibilidades de establecernos en la región. Wuth quería comprar una finca y un aserradero ... En eso, el teniente Kay entró al cuarto y nos espetó entre el humo del tabaco: "¡Alemania ha firmado el tratado de paz!" Por un segundo se hizo un gran silencio, tanto, que la habitación casi se cimbró cuando Schlageter se puso de pie ... , se detuvo a la mitad, miró fijamente hacia adelante y dijo, con un tono de voz casi maligno: "A fin de cuentas, ¿qué tiene que ver eso con nosotros?" Cerró la puerta azotándola ... Nosotros lo escuchamos, espantándonos de lo poco que en realidad, todo esto nos importaba. Quizás durante un momento pudieron creer realmente que ese acontecimiento lejano no les concernía. Pero los hilos invisibles que los unían a la patria lejana pronto se hicieron sentir. En el fondo, no eran más que tropas alemanas dispersas en los extensos dominios rusos. La firma del tratado de paz por parte de esos arribistas que ahora representaban a Alemania, sellaba su destino. Se sentían traicionados: 27 Nos miramos escalofriados. Por un momento, sentimos la frialdad de un abandono indescriptible. Habíamos creído que el país nunca nos abandonaría, que estábamos unidos a él mediante un lazo indestructible que nutría nuestros deseos más profundos y justificaba nuestras acciones. Ahora todo había acabado. La firma nos dejaba en libertad.
25. Bien considerado, se pueden diferenciar tres niveles en el sueño de estos milicianos, niveles que se entretejían de múltiples maneras. Necesitaban, en primer lugar, una existencia, un ingreso, una carrera; necesitaban, en segundo lugar, un grupo que ofreciera a los hombres maduros en la sociedad un sitio de refugio, aparte y móvil, menos comprometido con el contexto de la familia, una segunda patria, un escudo contra el aislamiento. una respuesta a las necesidades de amor, amistad y afirmación del sentido de autoestima a través de!ª inclinación y el afecto de otros individuos; finalmente, en tercero, necesitaban la sem;acwn de ser útiles, desempeñar una tarea que proveyera de sentido a su vida.
Este ejemplo muestra con claridad el alcance del significado emocional del hecho de que el gobierno de Berlín no declarara públicamente que: "por consejo del alto mando del ejército, nuestros comisionados han firmado el tratado de 26. Salomon, ibid. p. 109. 27. !bid. p .llü
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. in leses Poco a poco,los cuerpos de vo1unt anos apoyadapor barcos;e gu::u ;egunda experiencia traum~tica: gente q~e no fueronexJ?ulsado~ s::~emania había sido vencida en occrdente,expenmen. te b'apodidoacep q
--paz tal como nos fue propuesto." La famosa astucia campesina de Hindenbur logró que la indignación por la firma del tratado y, por lo tanto, por la derro/ militar, se atribuyera a los representantes de la república parlamentaria. Est 0 permitía renegar de la república a todos aquellos que se sentían perjudicado por ella. La traumática experiencia de la firma de un tratado tan humillan~ y desventajoso pudo haber sido sentida de distinta manera en otros casos particula~es. Pero ~l efecto _so~re los ID;ilicianos tuvo, en _cierto sentido, tal y como aqm se descnbe, un s1gruficado eJemplar. Desconocian las apremiantes circunstancias que habían llevado al gobierno a optar por la firma. Quizás hubieran aceptado esa parte de haberla firmado el emperador o Hindenburg y Ludendorff. Pero ahora como únicas responsables, aparecían personas que, en la tradición de la vieja sociedad de honorables y, en especial, en la de quienes habían sido educados en el espíritu del cuerpo de oficiales, eran consideradas como advenedizas, como arribistas. 28 Finalmente, por la presión de la Entente y en consonancia con la letra del tratado de paz, el gobierno del Reich en Berlín ordenaría el retorno del cuerpo de voluntarios del Báltico. Muchos de los milicianos se negaron a obedecer a su gobierno; se quedaron y continuaron combatiendo, no contra el Ejército Rojo, que ya se había retirado, sino contra una tropa letona y estona recién organizada 28. Muchos alemanes -entre ellos la mayoría de los milicianos- odiaban al nuevo Estado y a la nueva sociedad porque la derrota era completamente irreconciliable con su idea de grandeza y orgullo de Alemania. El antiguo sueño de una Alemania unida y fuerte, finalmente realizado en 1871. hacía imposible reconocer que su país había sucumbido ante una potencia superior y no vencida por una traición interna. Aparte de esto, el llamado mito de la puñalada trapera fue un modelo de estigmatización muy efectivo, que al mismo tiempo sirvió como coartada, como medio para descargar de culpa al antiguo estamento alemán, al igual que como arma en la lucha contra la masa emergente de grupos marginales. Liberó a Hindenburg y a todo el régimen imperial de la responsabilidad de la derrota y de sus consecuencias para el pueblo alemán, arrojando la culpa de todo ello sobre aquellos grupos considerados inferiores que ahora, como consecuencia imprevista de la guerra, habían logrado un aumento considerable de poder. Como en otros casos, la fuerza del estigma correspondía a la proporción de poder de los grupos establecidos y los marginales (véase Elias-Scotson, op. cit., nota 15). Uno se pregunta si las cosas hubieran sido distintas en la evolución de Alemania, si los militares de alto rango, especialmente Hindenburg en persona, hubieran asumido públicamente la responsabilidad por la derrota y, por lo tanto, por la firma del Tratado de Versalles. En lugar de ello. se distanciaron públicamente de la decisión de firmar el tratado de paz, dejándose abierta la opción para un nuevo enfrentamiento armado cuando la ocasión fuera propicia. Es sintomático el episodio, según el cual, Ebert llama a Hindenburg para saber si el gobierno debía aceptar las condiciones del tratado de paz o si, según el alto mando militar, había aún posibilidades de presentar resistencia. Hindenburg simplemente abandona la habitación. Tocó a uno de sus representantes, el general Groener, comunicar al presidente del Reich que, según la opinión del alto mando, la resistencia militar ya no era posible (para detalles al respecto, véase Cordón A. Craig, The polities of the prussían arrny, Oxford 1964, pp. 372 y ss.) Ebert y los demás representantes partidistas, cuya obligación entonces era firmar el tratado, fueron estigmatizados por una decisión que, en última instancia, había tomado Hindenburg.
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~~s~:=~s del lugar donde habíamo~ h~bit~do.!s:::;:b:~:~~: ;;::, ardiendo a causa de nuestro ataque rem~ an 1 o;:, Una estela de humo señad' 1 como accesos supurantes en un campo impo u . laba nuestro camino. Habíamos encendido una hoguera, en la que ar ia a go , t . . rte también ardían ahí nuestras esperanzas, nuestros mas quema errn me , d · T d . d'a anhelos las mesas burguesas, las leyes y valores del mun o~: i~a ºci ~ todo ~astrándonos con todo lo que aún nos quedaba de voca ano Y e a e 'd de una e'pocaque nos despedía cual trastos llenos de polvo. , en 1ascosase1 eas , N d · Nos retiramos, intoxicados por la emoción y carga~os con el botm. o eJamos nada en pie a los letones, pero en la mañana, ah1 estaban de nuevo.
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Podemos inquirir sobre las condiciones en que. en i:na. s~~iedad .c.omi:~zan . lverse 1as fiormas de comportamiento y conciencia civilizadas. a d1so · d aqm . , .se · ve t nuevamente una de las estaciones de este camino, que es~ camino e.crecien e barbarie y deshumanización y que en las sociedades relativamente civilizadas requiere siempre de bastante tiempo. . En tales sociedades, el terror y el horror casi nunca aparecen'. smo co'.no resultado de un largo proceso social de descomposición de la conciencia. Con 29. Por ejemplo Oertzen, íbid. (nota 21); p.131. 30. Salomon, íbid., pp. 144 y ss.
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é,dto se debe, en buena parte, a que lograría movilizar a amplios sectores de la población sirviéndose de medios de propaganda extraparlamentarios. Los cuerpos de voluntarios son sus predecesores más importantes y quienes le habían preparado el terreno, pues sus propósitos eran, en muchos sentidos, idénticos a los suyos. Pero, con toda su degeneración y embrutecimiento, se mantendrían en la actitud y la mentalidad de la tradición elitista de la oficialidad, inmersos en la tradición de la antigua sociedad noble y burguesa de satisfacción del honor. Hitler, el ex cabo, rompería con las barreras elitistas del movimiento de oficiales y estudiantes y las transformaría en un movimiento con una base popular muy amplia que haría caso omiso de las restricciones elitistas que se oponían a su expansión masiva. La pertenencia a la raza aria abría el acceso a muchos más individuos que la pertenencia a la buena sociedad aristócrata-burguesa o, entre los jóvenes, al cuerpo de oficiales o a las asociaciones de estudiantes.
demasiada frecuencia se busca hacer comprensible el fenómeno de la violencia elemental -como objetivo de un grupo-, legitimada o no por el Estado, recurriendo a diagnósticos y métodos de explicación estáticos y que toman en cuenta sólo un intervalo muy breve de tiempo. Esto podría tener sentido cuando lo que a uno le interesa no son, en realidad, las explicaciones, sino dirimir culpas. En tal caso resulta bastante fácil presentar la reserva y civilidad propias, en cierto sentido, como expresión de una decisión personal que ha sido elegida libremente. Pero un diagnóstico y una explicación voluntarista de este tipo no nos lleva muy lejos. Si aceptamos que el curso que sigue el desarrollo del Cuerpo de Voluntarios es una de las vías que conducen, tanto a la violencia extra estatal del terrorismo en el periodo de Weimar, como a la violencia estatal en la época de Hitler, apreciaremos mejor el largo periodo de incubación que, a pesar de no ser muy notorio, precede a los grandes actos de barbarie aparentemente surgidos de la nada. Quienes participaron, por rabia y desesperación, en la orgía destructiva del Báltico y quienes entre ellos -como Salomon mismo- intentaron acabar con la odiada república perpetrando actos terroristas, habían salido del país con grandes expectativas. La aventura los atraía, soñaban con grandes éxitos para su causa y para ellos mismos, y cuando los signos del fracaso y la derrota se multiplicaran, lo primero que harían es negarse a reconocerlos. Se arroparían en su sueño como si fuese un manto protector y cuando, finalmente, se vieran obligados a enfrentarse a la amarga realidad debido al desmoronamiento de sus ilusiones, enloquecerían prácticamente. La presión creciente de una realidad frustrante destruiría no sólo sus sueños, sino también su conciencia. Emprenderían un camino que algunos de ellos intentarían continuar con mayor discreción a su regreso a Alemania participando en organizaciones clandestinas. Se darían así a la tarea de destruir un mundo que les negaba la plenitud de sentido, que les parecía carente de él y que sólo merecía ser destruido. Sus esperanzas renacerían con la subversión del régimen de Weimar y con el intento de implantar una dictadura. Con el fracaso del golpe de Kapp, esa esperanza también desaparecería y algunos elementos decididos de los Cuerpos de Voluntarios no verían otro camino que el terror para desestabilizar Y finalmente hacer caer al odiado régimen. Por esos días, una serie de ex oficiales, en su mayoría miembros de la brigada Ehrhardt, fundaron justamente con tal fin, su organización secreta. El asesinato de prominentes políticos debía ser una especie de señal de salida; con su ayuda, el podrido régimen podría ser sacudido en sus fundamentos hasta desplomarse. [IV] Hitler lograría entonces lo que los cuerpos de voluntarios no habían podido hacer: la destrucción en los hechos del régimen parlamentario de Weimar.31 Su
6) De manera similar a como ocurrió en la República de Weimar, en la República Federal Alemana también se formaría una organización ilegal de jóvenes para llevar a cabo atentados como un medio para provocar un cambio o la caída del Estado y del orden social establecido y abrir así a los participantes nuevas posibilidades para el futuro. 32 También aquí, esa organización se desarrollaría de manera gradual, después de una serie de desengaños y fracasos. Como los de de diferenciación -y, por lo tanto, de industrializaciónel potencial de poder de la masa de la población en relación con el del gobierno es demasiado grande como para que a un régimen le fuera posible cumplir sus funciones sin una coincidencia ideológica -aunque _porciones considerables de los gobernados. La coincidencia se logra fuera m~pulada--con Y se mantiene por medio de una organización partidista que agrupa a amplios sectores de ~oblación, e~ cuya ~úpula se encuentran los gobernantes mismos. Las repúblicas con regimenes plunpartid1stas y parlamentanos, así como las unipartidistas y dictatoriales, son dos formas de organización social en una misma etapa de desarrollo de la sociedad humana. La necesidad de partidos de masas, como organizaciones de comunicación entre _gobernante_s y gobernados --que no existen en los estados territoriales de siglos antenoreses smtomática de las restricciones inherentes al proceso que he llamado "democratización, funcional". Véase N. Elias, Was ist soziologi,e?, Munich, 1970, pp. 70 y ss. [Hay traducc1on al español.] 32. Muchas características de la estructura de la ola terrorista posterior resultan evidentes tomando como punto de comparación el ejemplo de los movimientos precedentes de ese tipo Y es ~osible que tales rasgos sean en estos mucho más claros, puesto que la situación social en epocas pasadas se puede observar con mayor distanciamiento. En el análisis de los acontecimientos posteriores, su inclusión en la lucha entre partidos deforma con facilidad Ja VlS. ion , . 'd e JJegar al problema clave de las razones de su origen al problema de ¡. e 1mp1 1 expli · · d J · ' W . cacwn e desarrollo de los grupos terronstas. En especial, en Jo n•Jativo al periodo de' su:imar, puede aclararse con facilidad el hecho de_que, para poder dar una explicación del es !~mento de tales orgamzac10nes, sea necesano no perder de vista la situación sooal .P jfica en que se desarrollaron. Tal vez resulte extraño contentarse con explicar los lwcho~ 1entos de los terronstas alemanes de los años veinte siguiendo el mismo modelo que S<' vhio a utilizado para e I t erronsmo · d e ¡os an?s - setenta, , . resu] esto es, explicarlos por ejemplo. como tado de la lectura de determmados libros o de las ideas de detenmnados maestros.
31. No es casual que, durante los años veinte, los dirigentes de la lucha terrorista extraparlamentaria de los cuerpos de voluntarios, con su aún importante trad1c1ón de la oficialidad guillermista, y en contra de la República de Weimar. hayan ing-resado a las umones armadas de los nacionalsocialistas. En los Estados nacionales con un alto grado
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Weimar, la mayoría de los terroristas de Bonn procedían de hogares burgueses. Entre ellos había también muchos estudiantes, pero no había ningún oficial del ejército; en cambio, había mujeres, las que estaban del todo ausentes entre los de Weimar.33 Pero hay un problema. En el periodo de Weimar los grupos de jóvenes burgueses que sentían que el régimen establecido les negaba la posibilidad de una vida plena, consideraban a la clase obrera como su adversaria, a los comunistas como sus peores enemigos y a la misma burguesía como abominable. En cambio, en la República Federal Alemana, la oposición extraparlamentaria, compuesta igualmente en su mayoría por jóvenes burgueses, de cuyos miembros se reclutaban en gran medida las células secretas terroristas, tenía el perfil opuesto: simpatizaba con la clase obrera y con frecuencia también con una u otra forma de comunismo. 34 Su hostilidad era contra la buena sociedad burguesa establecida, una sociedad que, a sus ojos, tenía como base única el lucro y el cuidado de los intereses individuales. También ellos consideraban insoportables las condiciones sociales existentes y las restricciones que esto les imponía. Y al analizar todo ello con mayor detenimiento se descubre también aquí, en la base de todo, las penurias de una generación joven en busca de una vida con sentido, que encuentra los canales que conducen a ella demasiado estrechos o cerrados. Lo que se juzgaba que tenía sentido era muy distinto en ambos casos; pero la razón de fondo, la sensación de estar encerrado en un sistema social que le hacía dificil a uno, que le hacía dificil a las nuevas generaciones el accesoa las oportunidades de un futuro con sentido, era la misma. Esta razón de fondo se escucha en los testimonios de los movimientos extraparlamentarios desde los años sesenta hasta nuestros días. Pero es común que se ignore y que, con frecuencia, sea ocultada con un ropaje marxista y sus derivados. En mi opinión es de la mayor importancia, no verla equivale a ocultar un serio problema social de nuestros días. . . . . . Existe una suposición implícita en las sociedades mdustriales plunpartidistas de nuestra época que se opone al reconocimiento de ese problema. De acuerdo con ella las sociedades en cuestión están hechas de tal modo, que toda persona en des;rrollo puede encontrar en ella una función con sentido y satisfactoria si se esfuerza lo suficiente. Esto es engañoso. En esas sociedades se pueden distinguir fases en que los canales de ascenso para las nuevas generaciones son 33. Se trata de un cambio notable de nuestra sociedad, que se muestra aquí en el espejo del movimiento terrorista. El rompimiento del monopolio estatal de la violencia era has~ entonces un privilegio de los hombres. La terrorista es, con pocas excepciones, una noved~ · 10 Pues aquí no se trata de actos violentos bajo la presión espontánea o reprimida de un° · , en e1caso d e 1as muJeres-, · actos se trata . de !mente personal -eso siempre se ha dado, tamb1en relativamente impersonales, fríamente concebidos, que pueden ser eJecutados igua por hombres o por mujeres. ·gni. ., en e1. espectro po l't· otra s1 34. Esta diferencia en su estrabficac10n i 1coes t,a re 1ac1·onada con . , . ades. Para ficativa entre ambos movimientos terronstas: el fmanciam1ento de sus activ1d d la . de We1mar . ·1consegmr. 1o como para, los ede. no fu e tan dif"1c1 los terroristas de la República República Federal Alemana. El círculo de sus simpatizantes ricos era mucho mas gran
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lativamente numerosos y abiertos y otras, en que son limitados y estrechos. se trata sólo de oportunidades de trabajo; lo que hemos mencionado se 0 fiere también a oportunidades fuera del ámbito laboral que dan igualmente r:ntido a la vida, entre ellas y sobre todo, las referidas al campo de la contienda s olítica. Los conflictos políticos han adquirido actualmente, en muchos aspectos, a función de dotar de sentido a la vida, esto es, los cometidos que anteriormente desempeñaban las luchas religiosas. La orientación en el espectro político preestablecido que, en la actualidad aunque sin duda no para siempre, se despliega entre los dos polos opuestos y, en última instancia enfocados al uso de la violencia, del comunismo y el fascismo, se ha convertido, quizás más que nunca, para muchas personas, en el centro mismo de la orientación del mundo. Sin embargo, precisamente en este sentido, en la actualidad está cerrado para los jóvenes de múltiples maneras, tal y como ellos lo viven en la práctica de los partidos políticos, el camino hacia una actividad rica en sentido. Muchos jóvenes son lo suficientemente despiertos e inteligentes para reconocer con claridad las fallas y debilidades de la sociedad actual. La gente de generaciones anteriores, experimentada en las luchas por el poder, se amoldaba con frecuencia a la necesidad de las soluciones de compromiso, mientras que los más jóvenes son en muchas ocasiones inflexibles respecto a las deficiencias. Aquí tenemos, por lo tanto, un aspecto de un conflicto generacional no elaborado en la reflexión que se da a todo lo largo de las sociedades industriales occidentales. Muchos de los miembros más capaces de las generaciones jóvenes no desean conformarse con soluciones intermedias. En consecuencia, cuando se aventuran en los canales institucionales de las organizaciones partidistas en busca de expresión y participación, no es raro que vean cerradas las vías y bloqueada su necesidad de sentido. La formación de una oposición extraparlamentaria en la década de los sesenta constituye un ejemplo muy evidente de esta situación. Algo similar es válido respecto del movimiento estudiantil, vinculado con aquélla por la frecuen~e participación en ambos de las mismas personas. En él los jóvenes descubrieron en principio aquello que no encontraban en el marco de las instituc!ones políticas establecidas ni en los partidos firmemente organizados. Las accionescomunes, las comunidades de vivienda, las grandes manifestaciones daban a los :i:iarticipantes no sólo un sentimiento de pertenencia, sino también una sensación de tener un objetivo pleno de sentido, al mismo tiempo que prov~cabaen ellos una sensación de poder vinculada con un estímulo de alegria Y satisfacció A , t b l · , No ne ?-· qm ~s. a an, as tareas a rea~izar, ~qm e~taba el sentido. cesito describir aqm el proceso de v10lencia creciente: el camino relatid l · . , vamente largo q • V10 1entas a l .ue vad' e as pnmeras acciones pacificas a acciones cada vez más cont . ' . os_mcen 10sprovocados contra los grandes almacenes o los ataques · ra insti tuc . wnes nort eamericanas planeados como acciones de protesta por la guerra de V1etna p · , , de u t' . m. ero qmzas no este de más decir que se trataba una vez más n ip1co pro d 1 autom, . ceso e en ace doble con una fuerte tendencia al 'escalamiento ' . . . atico. Desde . . . 1 un prmcipio, as acc10nes y mamfestac10nes del movimiento ;
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extraparlamentario se dirigieron contra las instituciones establecidas, entre ellas la estructura de autoridad de las universidades. No es sorprendente, por lo tanto que las autoridades tomaran represalias. En esa situación se cometieron mucho~ errores, entre los cuales, la muerte del estudiante Ohnesorg fue probablemente el de más graves consecuencias. Dado el entorno, un error de esa magnitud se convierte en una especie de antorcha, de directriz: si el Estado recurre a la violencia -por entonces ésa era una percepción muy difundida-, también nosotros debemos utilizarla. En semejantes procesos de enlace doble no existe un comienzo propiamente dicho. Ciertamente, la policía se sentía desafiada por los manifestantes y quizás hasta amenazada. Pero esto constituye una regla universal, precisamente la de un proceso de enlace doble: la violencia genera la contraviolencia, esta eleva la violencia de la parte opositora, y así sucesivamente. 35 Al considerar las relaciones de poder, se llega rápidamente a la conclusión de que el peso del potencial de violencia del Estado y el del potencial de violencia de los movimientos extraparlamentarios -y posteriormente también del de los terroristasera demasiado desigual, como para que estos últimos hubiesen tenido una posibilidad seria. Pero de seguro, muchos dirigentes del movimiento estudiantil y de la APO* estaban persuadidos de que podían provocar el colapso del orden social basado en el lucro y abrir camino, como la clase obrera, a un orden menos opresivo y utilitarista, a un orden con más sentido. Tras los éxitos de 1968, cuando ganó terreno la certidumbre de que en realidad no se avanzaba, cuando después del entusiasmo por los triunfos, se impusieron gradualmente la desilusión y el abandono de los sueños y la convicción de que lo único que se había logrado era provocar algunas grietas en el odiado edificio del Estado, de que este estaba intacto, muchos de los participantes se enfrentarían de nuevo al problema de un futuro cancelado, a la pregunta de a dónde ir, de qué hacer. En el mismo año, aparte del desengaño respecto a la propia empresa fracasada, se añadiría la decepción de Rusia, que por entonces envió tropas a Checoslovaquia. Con diversos pasos intermedios, como la liberación de un dirigente encarcelado, se desarrollaría en determinados círculos del movimiento extraparlamentario la convicción de que el poder superior de las organizaciones estatales represoras no se podía vencer por las vías legales. De manera similar a lo ocurrido c?n !ºs grupos totalmente opuestos al Estado de la época de Weimar, en la ~ep~bhca Federal Alemana, algunos jóvenes burgueses sacarían de sus expenenc1as la conclusión de que el edificio social sólo podía debilitarse por la vía conspirativa, mediante la formación de bandas secretas y con acciones terroristas sistemáticas contra sus más prominentes representantes. Tal vez así se podría despertarª la aletargada población. 36 . 1a cu 1pa d e 1os ac on tecimien-. :35. Resulta ocioso disputar acerca de cuál de 1os oponentes tiene · 1an mu t uamen t e. El Problcma aqui tos: en un proceso semejante. Ambos ban d os se estnnu . 1 es más bien: ¿cómo se puede atenuar el escalamiento y quizás hasta detenerlo? En geneza' el bando más poderoso es mucho más capaz, de hacer esto que el bando débil. * Oposición Extraparlamentaria, por sus siglas en alemán. lN. del T.] b. . ar . . . . 1en tas que busca b an de >,esta ,1,z 86. El paso a la formación de organizaciones conspirativas v10
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de los principales temores de quienes tomaron la iniciati~a de formar O n rrilla estatal y asumir su dirección era el de que, en Alemama, se llegara una gue te a una dictadura de partido. En muchos sentidos la República uevamen . "d Al . b n 1Al mana era ya para ellos un régimen fasc1st01 e. gunos m1em ros Federa e izaciones terroristas ' ' · "d pensaban que sería meJor hacer evi ente e I an · · Ien ta s de las org · . mbozado que parecía ponerse de mamfiesto en 1as acciones vio fascismo e , · 1 1 1 1 E t do mediante la contraviolencia para, por as1 decir o, arrancar e a de s Sin lugar a dudas las medidas represivas de la República Federal máscara. ' . d I ., d Alemana se endurecieron de diversas maneras a consecuencia e a pres1on e los actos terroristas. . Cuando en nuestros días se lleva a cabo un balance retrospectivo ~obre que esa lucha cobro, por t años ' es difícil no sentir pesar por las.. víctimas , u_rgent e esos los sufrimientos que ocasionó y por la inutilidad d e am b o~.T an t o mas. entonces cobrar conciencia de los problemas sociales que ongmaron resu Ita · t d , esos conflictos. En una gran proporción no han sido resueltos_ y existen o avia. Intentaré resumir lo que me parece ser el núcleo de la cuestión. .. Quizá pueda hacerlo mejor recurriendo a una expresión que ya_he 1;1tihzado aquí. Ya dije que quienes a~umieron un pape~ dirigente en ~as.orgamzac:?.nes extraparlamentarias, tanto violentas como pacificas, eran prmc1palmente Jóvenes burgueses". Se valían a menudo de una orientac.ión id«:ológica r~l~~ionada con los problemas de la clase trabajadora. Pero no sm razon se escnb10 una vez, a propósito de ellos, lo siguiente: 37 "La clase obrera mistificada es el palo que ha de destruir al mundo de los padres." Aquí, al igual que en otros casos, detrás del uso ideológico de los conflictos de clase está de hecho presente, como fuerza impulsora, la realidad de un conflictoentre generaciones. Es cierto que, en las organizaciones terroristas de la República Federal Alemana había también gente que provenía de círculos obreros y que, en parte, se seguía ganando el sustento como obrera, pero eran una minoría. Era notable la diferencia entre ellos y los terroristas de extracción burguesa en lo que se refiere a la actitud y a la capacidad de hacer uso de la violencia física como un medio de lucha político. Pero esa es otra historia. Michael Baumann era uno de esos individuos de origen proletario que durante algún tiempo desempeñó un papel activo, aunque aparentemente no dirigente, en una organización terrorista. Su libro Wie alles anfing, de 1975, contribuye en muchos sentidos a una mejor comprensión del lado humano de los terroristas. Al igual que Hans-Joachim Klein -otro trabajador terrorista por temporadas y autor de una autobiografía-, 38 Baumann se convirtió en
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y. de ser posible, destruir
el régimen mediante un resquebrajamiento demostrativo del monopolio estatal de la violencia se llevó a cabo, en ambos casos, en una situación en que habían fracasado todos los esfuerzos por transformar por otros medios el orden estatal establecido -percibido como algo sin sentido y carente de valor. 37 · J ochen Steffen, "Nachwort" en K. R. Rohl (comp.). Fünffinger sind heinP Faust. Colonia. 19 77, P.452 38 Reinbeck. 1979. · Hans-Joachim Klein, Rückkehr in die meschlichkeil.
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CJVI1,IZACIÓNY VIOLENCIA SOBRE EL MONOPOLIOESTATALDE LA VIOLENCIA
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d como sucede con frecuencia en la actualidad, a un número considerable Cu~ó º'es le son canceladas las posibilidades de sentido, se da una situación de deJ ven cia ' en la sociedad, un potencial explosivo · que, b aJo · cie · rt as crrcuns · t anemergen 1 , . d . . to . · mpre encuentra forma de expresión en a gun tipo e movim1en s que c1as,"fi sie tan una acentuada opos1c1ón · · a 1as mstituc1ones · · · pol't" 1 1cas es tabl ec1"das. man1 ieseferido antes a los terroristas de la Repubhca , . d e We1mar, . en t re ot ras Me h e rs debido a que me pareció útil mostrar que 1os mov1mien · · t os ex tr aparazone , · "fi t · ' damentarios, ya sean violentos o pacífl_cos,no co.nstituy~n una ma1;1-1 es ac10~ , · y aislada sino que responden, baJo determmadas circunstancias, por as1 un1ca ' . · ' · lo a la estructura de las sociedades industnales no d"1ctatona· 1es y, qmzas ... ·1 decir, también, a la de las sociedades mdustriales d1ctatona :s .. A ello hay que agregar que, precisamente en la Repubhca Federal Alemana, diferencia entre las ideas morales de los mayores y el carácter de las jóvenes 1 :neraciones es particularmente acentuado. Como reacción ante el recuerdo raumático de la inhumanidad del periodo de Hitler, en las últimas h_aechado raíces un carácter muy pronunciado hacia la movilización contra la desigualdad, la opresión, la explotación, la guerra y en favor de _una nueva forma _de_d:coro entre los hombres. Habrá que esperar para saber s1 este --que, en pnnc1p10, es todavía de tipo utópico- se mantiene cuando los jóvenes de hoy envejezcan. Como sea, puede suponerse con alguna seguridad que, el problema de la búsqueda de sentido entre las generaciones jóvenes -del que el terrorismo es, entre otros, una expresión- se pondrá siempre nuevamente de manifiesto, incluso de forma violenta, mientras no nos ocupemos de manera consciente e intensiva por mejorar. No es difícil ver que esa pérdida de sentido para una parte no despreciable de los jóvenes, ya sea debido a las leyes, al desempleo o a lo que sea, constituye un terreno fértil no sólo para los traficantes de drogas del presente, sino también para las futuras guerrillas urbanas y para los movimientos radicales del mañana, de izquierda o de derecha. Nadie puede decir lo que sucederá con la República Federal Alemana, si esa semilla vuelve a crecer, [V]
intelectual gracias a sus contactos con el movimiento estudiantil pero sob todo, por ser un autodidacta. Ninguno de ellos perdió nunca la impront~ de re · · entre sí tan distintos ambos siguieron sie su d ongen soc1·al . s·m em b argo, siendo ·t . E "alm ' dos sol1 anos. spec1 ente Baumann que era más anarquista que comun ·nt º · · a b an d ona la carrera que le deparaba su origen hacieisad ' con tod a conc1enc1a 't dl · no ~ J?OCO mas ar. e o m1s~o en relación con el movimiento terrorista. ' Era, Para utilizar su propia expresión, un "trabajador deschavetado". . Es significativo que Baumann se haya planteado relativamente temprano en su vida el problema acerca del sentido real de lo que hacía: 39''En el trabajo que h hí d ., . . aces a n~ pue es ver nmgun ~entido, digamos, en ir a buscar algo o alguna idiotez s:meJante. Enton_cesya no tienes ganas de avanzar en el aprendizaje del oficio,este solo provoca en ti desgano. Es sólo una cosa más de la que te has despojado." . Baumann se ~aría cuenta de que lo que aprendía era exactamente lo m1smo_q~e ten~na que hacer durante los siguientes· cincuenta años. Eso le produ~ma un mied? cerval, hasta que logró salir. Su descripción es muy viva:4º Por eJemplo, el primer día, cuando todos los aprendices fuimos a la oficina de ingeniería y luego nos llevaron en uno de esos coches a la construcción. En e~ trayecto se me hizo de pronto claro: esto es lo que vas a hacer durante los c~ncuenta años que siguen, no hay escapatoria El terror me invadió. Por eso siempre busqué la posibilidad de salir." Parecería útil detenerse en esta pregunta: ¿por qué, en realidad los movimientos de oposición extraparlamentaria en los años sesenta y set~nta y, con toda seguridad, también otros posteriores, estaban integrados principalmente por personas de origen burgués? Entre los trabajadores jóvenes, la experiencia que B_aumann describe es más bien rara. Se puede suponer-como hipótesis de trabaJo-- que, en esos círculos, el tránsito de la escuela a la instrucción práctica y de allí al puesto de trabajo se lleva a cabo todavía, hasta ahora, a la manera tradicional y sin mucha reflexión al respecto: así lo han hecho todas las personas que uno conoce; así lo hace uno mismo. Uno se somete alas obligaciones, pero aparentemente con una letargía creciente. Gente como Baumann, que no siguen ese camino, que ven su destino de repente y se dicen con terror: "¿Esto es lo que va a ser mi vida?", son todavía una excepción entre los trabajadores jóvenes. Para los jóvenes de origen burgués, en especial para los estudiantes, la cuestión del futuro "¿Qué será de mí? ¿Cómo será mi vida?" es, en general, una preocupación urgente y fundamental. El deseo de un futuro que tenga sentido para uno mismo, que se considere satisfactorio, es más fuerte; la búsqueda de sentido se vuelve, correspondientemente, más consciente. Independientemente de lo que los grupos de jóvenes burgueses rebeldes de los años sesenta y setenta quisieran ver o señalar como el objetivo de sus manifestaciones, de su ocupación de casas, de su compromiso con los oprimidos y víctimas, la pregunta por el sentido era siempre la fuerza motriz de fondo.
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39. Michael Baumann. Wie alies anftng, Munich. 1980. p. 13. iO. Ibid., pp. 10 y s.
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I. LOS CÁNONES DE LA BURGUESÍA GUILLERMISTA [p. 194] Salvo excepciones aisladas como la de Nietzsche, los aburguesados cánones militares de la sociedad guillermista no fueron representados tanto en libros eruditos, ni en los pensamientos y las acciones cotidianas de la población. Se revelan en los usos nuevos del lenguaje o en las novelas populares de la época. RudolfHerzog, por ejemplo, renombrado exponente de la literatura que gozó de popularidad entre la burguesía acomodada, presentó a empresarios contemporáneos como protagonistas de varias de sus obras. Entre ellas se encuentra su novela Hanseaten (1909). El personaje principal de la misma es Karl Twersten, dueño y director de un astillero en Hamburgo, el cual heredó de su abuelo. Al comienzo de la narración Herzog describe, entre otras cosas, la forma en que se cuadran los obreros cuando el dueño del astillero entra a un barco recién construido. En cierta ocasión, una tormenta y el mal clima en general impiden a los trabajadores presentarse en el puerto; cuando se les descuenta un día de sueldo, envían a una delegación a ver al jefe. La conversación se desarrolla de la siguiente manera: 41 -Veamos -
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, 1923. pp. 126-127. y Berlm,
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E8 O deseo hacer. Y lo haré, porque lo amo de todo corazón. Sin embargo, erotiene que ser comoyo quiero.No puedo ceder en eso. Su carácter tiene pruninclinarsehacia un solo lado, el mío. No se me ocurre idea más terrible que la de que el dueño del astillero K R. Twersten pudiera ser un hombre O alguien capaz de omitir, a causa de un arranque sentimental, una medidaférrea cuando haga falta.
de su sangre mism~ y los conozcodesde hace mucho tiempo. Sin embargo, hay cientos de holgazanes a quienes se les podría ocurrir usar el mal tiempo como excusa diaria para llegar un par de horas más tarde al astillero. Sólo tendría que darse a conocer el día de hoy: "Funcionó, ¡sí nos van a pagar!"Y ustedes, los aplicados y decentes, tendrían que sufrir las consecuencias... No, hombres, no tengo que explicarles más. No son unos chiquillos y saben que tiene que haber disciplina. No importa que duela o no, ¡tiene que ser así! -iEs cierto! -aceptó el herrero y se puso la gorra con un movimiento enérgico. -Lo recuperarán haciendo horas extras. Ya quedamos. -De acuerdo, señor Twersten. Y disculpe usted la molestia.
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"Férreo"es otra palabra clave de este periodo. Ser débil o mostrar alguna d b'l' dad es algo terrible, como ya se vio. La burguesía de la época recuerda un 11 .e p0 de debilidad y se siente obligada, en cierta forma, a exaltar la actitud tiem , ' llenos de te s ti momos · en e 1s1guien · · te traria. Los documentos de 1a epoca estan co~tido:Alemania fue débil, ahora es fuerte y tenemos que hacer todo lo posible ;:raque lo seamos cada vez más, tanto en lo militar como en lo económico. En la guerra también hay que mostrar dureza. Los guerreros no deben identificarse demasiado con sus enemigos, porque eso les impediría golpearlos matarlos y vencerlos. El vocabulario de la época contiene términos que estigmatizan la compasión. Este tipo de emociones humanas se rechazan comonocivas calificándolas simplemente de "sensibleras". Donde domina una "voluntad férrea" y se requieren "gallardía"y una "conducta enérgica", la "falsa sensibilidad", el "sentimentalismo", está fuera de lugar. La "moral" también es sospechosa. Las objeciones basadas en ella se invalidan con términos como "sermón" y "moralina". El cambio de la debilidad a la fuerza a nivel estatal también se refleja, por lo tanto, en el paso de un canon civilizador basado en valores humanísticos y morales a otro caracterizado por fuertes tendencias anti:humanísticas, antimorales y anticivilizadoras.
La Alemania guillermista no fue el único caso en que la tradición militar vigente durante la primera fase de industrialización del país, contribuyó a moldear la relación entre patrones y obreros; en el Japón también se observa una transferencia semejante de los patrones de conducta militares a condiciones industriales. Es cierto que esta novela no necesariamente describe dicha relación tal como fue en realidad. Sin embargo, expresa con gran claridad y de manera bastante fidedigna cuál debía ser el carácter de esta relación desde el punto de vista del autor y del público lector al que se dirigía. En este sentido salta a la vista la importancia de los modelos militares para la formación burguesa de la relación laboral. La distribución del poder durante aquella época probablemente favoreció, hasta cierto grado, la transmisión de los valores militares al ámbito laboral por los propios obreros, así como en última instancia al concepto nacional del trabajo y a la conciencia individual. El vocabulario también muestra cierta influencia militar. Palabras clave como "disciplina" y ''honor" son importantes en el canon militar y reaparecieron en el que regía la relación patrón-obrero. Al cambiar de clase y función, estos símbolos de una tradición concreta se convirtieron en atributos de los principios estudiados, en recursos para una argumentación ideológica explícita. Lo mismo puede decirse de actitudes como la dureza y la inflexibilidad. Seguramente se dan en todo el mundo cuando las relaciones de poder son muy desiguales, cuando los poderosos se encuentran con los débiles o los grupos establecidos se enfrentan a los marginados. No obstante, es relativamente raro que los grupos más poderosos no sólo adopten una actitud dura e inflexible con sus subordinados, sino que incluso la exalten en forma expresa comoun ideal como un alto valor. Esta idealización de la dureza humana y culto a la infle~ibilidad sólo se encuentran en la literatura y las declaraciones de cierta parte de la burguesía guillermista. Karl Twersten habla sobre su hijo con una buena amiga. Le comunica sus dudas acerca de la dureza de su carácter, ya que ha heredado la sangre de su madre, una alegre cubana. Su amiga le aconseja que le muestre a su hijo cuánto lo ama. Twcrstcn responde con las siguientes palabras: 42
II. LA EXALTACIÓN DE LA GUERRA EN LA LITERATURA DE LA REPÚBLICA DE WEIMAR (ERNST JÜNGER) [p. 196] . :7~rias obras literarias de la primera república alemana, creada en 1918 y no dmd1da aún, examinaron la experiencia de la guerra. Es posible distinguir entre dos corrientes opuestas: la que exaltaba y la que rechazaba la lucha armada. , ~a literatura guillermista sobre la guerra había representado los conflictos behcos de una manera que, en la República de Weimar, fue retomada y desarrollada por la narrativa dedicada a exaltar la violencia y la guerra. Novelas c?m~Y_olkwidervolk, de Bloem, no sólo expresan una actitud positiva hacia el eJerc1c10 de 1a vio · 1encia · en 1a guerra o el orgullo por la propia falta de compasión con el enemigo; también pretenden que el público lector acepte la guerra sin ocu1tarle s h . . . ' m d' us orrores, Y mantemendo vivo su entusiasmo por las batallas iante una i t t . , , t· d l . e h . n erpre ac10n roman 1ca e os hechos v10lentos como actos ero1cosy rep t, d 1 . comouna e r~sen_ an o o~, en cierta forma, c?m~ 1:1ngra.n suceso. cósmico, xpenencia embriagante en la que el md1v1duo pierde su identidad
42. Ibid., p. 99.
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, decirlo del interior de los guerreros. En otro pasaje habla de los profundos 45 parasi. que Ía guerra despierta y del combate como el destino del hombre. En ·~~ . tal lod ¡ll1S alabra, representa el acontecer real de la lucha mteresta por e p er unaP icería como algo positivo al envolver su carácter repugnante, que no Y1~ con una fina malla de sentimientos nobles e idealizadores. Atenúa el dísun:· los cadáveres de los cuerpos destrozados, del dolor de los moribundos, Mrr<> r :escripciones d~ la audacia militar, del valor ejemplar de los oficiales Y con1as e la lealtad de los soldados fieles. . . . d El diario novelado de Jünger no muestra al hombre, smo al oficial eJemplar, . e sereno y muchas veces heroico, que se ha resignado al hecho de que s1emprino puede alcanzarlo en cualqmer · momento. M atar a ot ros hom bres m. dt'tubear •t se ha vuelto una costumbre natural para é1, y J" unger no di'sim ul a sin 1 soluto el placer que se obtiene . · Qmere · al matar a 1 enemigo. convencer de en ab ·1 · · d ellotambién al lector, y no menciona momei:itos d~ temor, vac1 ac10n.e~,mie o o debilidad porque sigue vigente el canon guillermista de que la _debilidad y las uezas son funestas y deben ser encubiertas. Todos los oficiales alemanes flaq . prue b a que se que aparecen en el libro son fuertes y va 1·ientes ante cua 1qmer les presente. De esta manera se glorifica el horror, se da un aire romántico al acto de violencia y, junto con las referencias al origen mítico de la guerra, esto sirve para dorar la barbarie. A ello se agrega el éxtasis, la guerra como droga capaz de provocar en el hombre un dichoso estado de exaltación y de sacarlo del aislamiento individual, precisamente en los momentos de mayor peligro. Al igual que en la descripción de Bloem, también en el texto de Jünger, una batalla decisiva -si la consideramos desapasionadamente, el último intento vano de los alemanes de salvarse- adquiere dimensiones cósmicas: 46
particular. De esta manera se atribuye un sentido enigmático a las frías I hegemónicas entre los Estados:4ª Uchas
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Fue ~oso: ~n cuanto su ~~esto elevado sobre el montón de escombros de la capilla ardiente, le permitió a Alfred dominar en su totalidad el escen · · mu da, obstmada · ano de esa resis't ~ncia y, más allá, el paisaje velado por la niebla -el perfil dist~nte de los cerros chatos coronados por las nubes grises d v~por desprendidas por las baterías enemigas-, las casas, los molinos y lo: pliegues del .terreno, detrás de los cuales, la infantería atacante posiblemente estaba ~euruen.dofuerzas para una nueva embestida ..., y a todo su alrededor e~amplio y accidentado campo de piedras que una hora y media antes habí sido un cementerio ... y, en cuclillas, junto a los últimos pobres restos / la barda, ese grupito de hombres imperturbables, tapados hasta el cuen: por los escombros, con los cuales se mezclaban los huesos desenterrado de c~erpos desaparecidos hacía mucho tiempo ..., cuando contempló en s: totalidad ese teatro increíble, inconcebible, de furia y fortaleza humana se borró en su interior hasta el último vestigio de una conciencia de peligr~ personal... y sólo quedó una sensación innombrable de asombro ... Le pareció que ya no era él mismo quien lo estaba viviendo ..., su propio yo se había hundido en profundidades extremas ... y, en esa hora, por primera vez desde que había iniciado la campaña, sintió que se fundía por completo con la idea de ese combate de titanes ... Ya no se trataba del enfrentamiento de unos individuos contra otros ..., de unos regimientos y divisiones contra otros ..., era la lucha de un pueblo contra otro ..., de una patria contra otra ... para que, en la pugna entre las entidades más elevadas creadas hasta ese momento por la humanidad, florecieran plenamente las virtudes más altas de la raza humana ... de este lado ... y del otro.
La división entre los pueblos mostraba un aspecto extraño. En los cráteres abiertos delante de las trincheras enemigas, cuyo curso se modificaba una y otra vez bajo el poderoso impacto del fuego, aguardaban los batallones ofensivos, agrupados por compañías, un frente tan ancho que era imposible abarcarlo con la vista. Al contemplar la fuerza de estas masas contenidas, nuestra irrupción me pareció segura. ¿Tendríamos aliento suficiente para abrir las reservas enemigas y desgarrarlas, destruirlas? Estaba seguro de ello.Parecía haber llegado la hora de la lucha final, la última embestida. El destino de los pueblos encontraría ahí su desenlace implacable, se trataba de apoderarse del mundo. Estaba consciente de la significación de la hora, aunque sólo fuese por intuición, y creo que en todos y cada uno, el elemento personal se disolvió bajo el peso de la responsabilidad que descendía sobre nosotros. Quien ha vivido momentos semejantes sabe que la historia de los pueblos se eleva y se hunde al fragor de las batallas.
Esta tradición en la narrativa de la guerra se prolongó después de 1918. Uno de los primeros ejemplos, quizá la mejor obra de la literatura alemana que exaltó la guerra durante esta época y, en todo caso, la más representativa, es la novela In stahlgewittern (1922) de Ernst Jünger. Este escritor tampoco encubre en absoluto la barbarie de la guerra; incluso llega a describirla con cierto gusto, como en la escena en que, después de un duro intercambio de tiros, una especie de duelo, frente a las trincheras enemigas, Jünger y sus hombres hacen prisioneros a unos hindúes heridos y moribundos a quienes se llevan "~orque se había puesto premio a la cabeza de todos los prisioneros, muertos o vivos". Habla de la vuelta triunfal a sus trincheras: 44 "Nuestra procesión, en la que los gemidos de los prisioneros se mezclaban con nuestros gritos de júbilo Y risas, tenía un aire de guerra primigenia, de barbarie." De manera semejante a Bloem, Jünger eleva la barbarie de la guerra a un nivel superior presentándola como algo primigenio que brota espontáneamente,
45. Ibid, p.288. 46. !bid.,.p. 256.
43. Bloem, Volk wider volk, op. cit. (nota 10), pp. 400 401. 44. Ernst Jtinger, In stahlgewittern. Ein kriegstagebuch, Berlín. 1937. pp. 166,240 .. p.
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Reinaba un ambiente extraño, encendido al máximo por la tensión. Los oficiales se mantuvieron erguidos, intercambiando bromas exaltadas. Finalmente llegó el momento crítico en el que la masa de los atacantes t que abandonar la protección de las trincheras y entregarse personalmente ~~o lucha para romper las líneas defensivas del enemigo, sometido durante muchª tiempo al fuego desgastante de la artillería. En todo el mundo se han concebid~ estrategias a las que los guerreros recurren en esos momentos para super su miedo a la mutilación y la muerte y dar rienda suelta al placer másª~ meno~ r~frenado de matar. Es posible que esta entrada en batalla no haya sido tan dificil para los grupos humanos cuya vida cotidiana incluía la necesidad d~ sostener enfrent~m~entos violentos con otros seres, como las antiguas trib~s de guerreros mdigenas del continente americano o los combatientes medievales con sus caballos y armaduras. Debe ser un poco más dificil para los miembros de las sociedades nacionales industrializadas, educados, con fines civilizadores, reprimir toda inclinación personal al recurso de la violencia fisica. La descripción de Jünger da cierta idea de ello. Retrata el esfuerzo colectivo para superar las barreras internas mediante voces de aliento mutuo, ingestión de alcohol y la entrega a un estado de furia extrema, a fin de cumplir con el deber social del valor: 47 Tres minutos antes de atacar, mi ordenanza, el fiel Vinke, me ofreció una cantimplora llena. Tomé un gran trago, parecía agua. Sólo faltaba el puro antes de la ofensiva. El aire me apagó el cerillo tres veces. Había llegado el gran momento. La avalancha de fuego inundó las primeras trincheras. Nos dispusimos a avanzar. Animados por sentimientos mixtos, provocados por el deseo de matar, la furia y la ebriedad, emprendimos la marcha contra las líneas enemigas con pasos pesados pero incontenibles. Me adelanté mucho a la compañía, seguido por Vinke y un voluntario de hacía un año llamado Haake. Con la derecha asía la cacha de la pistola, con la zurda, la fusta de bambú. En mi interior hervía una terrible rabia que me había asaltado inexplicablemente, que nos llenaba a todos. El poderoso deseo de matar aceleraba mis pasos. La furia me sacaba lágrimas amargas. La inmensa voluntad de destruir que cubría el campo de batalla se condensó en los cerebros y los bañó con su vaho rojo. Intercambiamos palabras entrecortadas, entre sollozos y balbuceos, y un observador ajeno a los hechos hubiera podido creer, quizá, que nos había arrebatado un exceso de felicidad. El hecho de que Jünger su horror, como algo capaz muy positivo, sin duda da en un contexto social bien 47. !bid., p. 257.
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haya logrado representar la guerra, sin ocultar de inspirar dicha y emoción, o sea, como un valor fe de su talento literario. Este esfuerzo se ubica definido.
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ue la novela de Jünger se basa en el diario que llevó durante la
pese a q . fl '6 p versión que conocemos fue escnta después de la con agraci n. or 1 erra, a , 1· . l' , gu to el libro pertenece a un genero iterano que cump ia en esa epoca con 10 ~ción propagandística e ideológica específica. Este género pr~sentaba
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un como un suceso digno de ser aprobado a pesar de sus atrocidades, Y la guerra'a de manera enfática y consciente a la literatura · · b a. que 1a impugna se oponi · ' 'bl l'fi t del contexto general de la época de We1mar, sena pos1 e ca 1 car I n Dentro ·ttern de Jünger comola contrapartede Sin novedad en el frente (1929) stah · · E gewi ·ch-Maria Remarque, una relación del sufrimiento cotidi ano causa do por 1a de n desprovista de todo romanticismo e idónea, sin duda, para hacer perder te supo te nci·al para guerra, or las batallas incluso a los Jóvenes. . · Fue precisamen e1guSto P 1 d bilitar en el pueblo la voluntad de tomar las armas, e que conVI·rt·'10 nove 1as e la de Remarque en una especie de traición a los ojos de ciertos grupos de ··1 comOblación alemana. Y estos grupos fueron 1os prmc1pa es pro dtuc ores, a su 1ª podel género que exaltaba la lucha armada, por medio del cual se pretendía -" . t o b e-1·1coy, por vez, . d e 1en1rentam1en mantener vivo el gusto por la aventura hermca ende la disposición general para participar en un conflicto. El contraste entre ambos géneros de literatura de guerra también se revela en otro aspecto. Uno adoptaba, en términos generales, el punto de vista de los oficiales, mientras que el otro prefería la perspectiva de los soldados rasos y las clases. La novela de Jünger de nueva cuenta puede tomarse como prototipo de ello. En el fondo, In stahlgewittern glorifica al joven oficial alemán de extracción burguesa, representante de la generación nacida durante los años noventa del siglo XIX. Los altos mandos castrenses, en su mayoría aristócratas, ocupan un plano más remoto. El punto focal corresponde al teniente y comandante de origen burgués integrado por completo al canon aristocrático del oficial alemán, quien orgullosamente se considera parte de una casta de oficiales sujeta a un rígido y distinguido orden ritual de conducta. Sin embargo, al asimilar la cultura y el credo del oficial, estos jóvenes burgueses les dieron un matiz un poco diferente al que les atribuían los oficiales aristócratas de los rangos superiores. Aquéllos, en muchos casos, eran herederos -Jünger constituye un ejemplo perfecto de ello- de la tradición antimoral, antihumanística y anticivilizadora abrazada por grandes grupos de la burguesía alemana guillermista. Para estos sectores la guerra no era, como para la aristocracia militar, un simple suceso social, el destino natural de los pueblos y, sobre todo,del soldado. La veían, más bien, como un hecho obligado y deseable, como el ideal de la vida masculina. De esta manera, su violencia y brutalidad aparecían ~ornoalgo grande lleno de sentido. Esta diferencia influyó mucho en las luchas mtemas por el poder sostenidas durante la época de la República de Weimar, cuyopequeño ejército oficial de élite, la Reichswehr, sancionado por el Tratado de Versalles, se encontraba esencialmente al mando de oficiales aristócratas. Los ~uerposde voluntarios y otras agrupaciones paramilitares --o sea, las unidades e defensa semiilegales-, eran, por el contrario, encabezados principalmente
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por oficiales burgueses, para quienes, convertidos ahora en marginados, el código de honor del oficial alemán había perdido un poco de fuerza. Una de las características de la antigua tradición del oficial era la convivencia relativamente estrecha entre este y la tropa, combinada con un distanciamiento social que se observaba de manera estricta. En términos generales, en el libro de Jünger, la tropa desempeña el papel de comparsa. El gran número de ordenanzas que lo acompañan a lo largo de la guerra aparecen, simplemente como "el fiel Kettler" o "el buen Knigge", sin adquirir nunca una personalidad individual propia: 48 "En cuanto al rasgo que distinguía a nuestros hombres, quisiera señalar que me resultó imposible convencer a mi ordenanza, el fiel Knigge, de dormir en la sala caliente, sino que insistió en hacerlo en la cocina fría. Esta reserva típica de las personas de la Baja Sajonia le facilitaba mucho al comandante tratar con la tropa." En los años veinte, cuando este libro se escribió, las tropas ya habían llegado a negar la obediencia a sus oficiales. El recuerdo de la "reserva" de los soldados rasos, que "facilitaba" el trato con la tropa a su comandante, eran recuerdos de un pasado mejor, idénticos a la esperanza de un futuro mejor. En forma tácita, rara vez descrita abiertamente, esta literatura dedicada a exaltar la guerra perseguía una doble intención ideológica y propagandística. En el ámbito de la política exterior se trataba de restaurar a Alemania como potencia, de ser posible hegemónica, aunque para ello hiciera falta otra guerra. En el contexto nacional se pretendía restablecer la antigua transparencia en las relaciones de superioridad y subordinación entre el jefe y la tropa, no sólo en el Ejército sino en todo el pueblo. La controversia que se dio durante los primeros años de la República de Weimar entre la literatura que exaltaba la guerra y la que se oponía al conflicto, reflejaba de esta manera una confrontación mucho más amplía, una de las más importantes que tuvieron lugar en Alemania en ese entonces. Había grupos que no deseaban más guerras, convencidos de que su país se las podría arreglar aun sin incrementar su poder por medios bélicos, siempre y cuando se conservaran la unidad del Estado y las fronteras existentes, y se redujera la enorme carga de las deudas de la guerra. En este sector de la población se encontraban la mayoría de los obreros industriales, algunos miembros de la burguesía li~e_r,al y muchos intelectuales. En conjunto, estos grupos celebraban la de~~panc1on del emperador del escenario político alemán y aprobaban la fundac10n de una república parlamentaria, sin dejar de lamentar, tal vez, la derrota milit~r Ylas cargas financieras que habían resultado de ella. Ellos habían sido vencidos en las batallas interestatales, pero habían ganado las íntraestatales. Por otra parte, el desenlace de la guerra de 1914-1918 significó una doble derrota para los antiguos sectores dominantes de la población alemana Ytodos los que los apoyaban: en la lucha decisiva por la supremacía en Europa Yla~ partes del mundo que dependían de este continente, en lo que se refiere ª 48. [bid, p. 142.
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ámbitointerestatal; y en cuanto al intraestatal, en la,pugna por la preponderan,a dentro de Alemania. En estos grupos se encontraba la aristocracia alemana, ~~n sus representantes en el cuerpo de oficiales, los altos funcionarios burgueses de la administración pública y judicial y gran parte de los empresarios, grandes comerciantes y banqueros, entre otros. También incluían a gran parte de los jóvenes de origen burgués que habían sido oficiales durante la guerra. Como oficiales de los cuerpos de voluntarios y otras organizaciones paramilitares, muchos de ellos se convirtieron en la vanguardia, especializada en actos violentos, de todos los sectores y grupos de la primera república alemana que perseguían la doble intención ya mencionada, si bien con matices diferentes: en el interior, poner fin al sistema multipartidista y restaurar relaciones claras, jerárquicas y formales de superioridad y subordinación, como habían existido durante el imperio alemán; hacia el exterior, restablecer a Alemania como una gran potencia, con guerra o sin ella.
III. EL DESMORONAMIENTO DEL MONOPOLIO ESTATAL DE LAVIOLENCIA DURANTE LA REPÚBLICA DE WEIMAR [p. 204] 1) La reducción en la cuota de poder correspondiente a los representantes de mayor de edad de la oligarquía guillermista, a raíz de la derrota de 1918, no tuvo la misma significación para sus sectores aristócrata y burgués. El primero que había legitimadlo sus derechos de dominio y primacía, principalmente con base en triunfos bélicos, estaba dedicado en su mayoría a la explotación agrícola, y ya con anterioridad se había visto obligado a renunciar a una parte de su antiguo poder conformeavanzaba la industrialización del país. La derrota militar y la abdicación del emperador lo privó de su posición privilegiada dentro del entramado estatal exceptoen un solo ámbito: por el momento no se vio afectada su posición de mand~ dentro del Ejército alemán. La desaparición de los privilegios aristócratas asegurados en Prusia, por ejemplo, por la Alta Cámara y el sistema electoral d~ tres clases, benefició a la clase media burguesa. Los grupos dirigentes dentro de esta, que hasta el momento habían constituido una élite de segunda fila de súbito se ' tran_sfiorm_aronen una nueva clase alta. Pero mientras que la burguesía francesa habia tenido que echar mano de revoluciones para liberarse de los privilegios ~al~supre_macía polí:ica ejerci~os por la aristocracia, a la alemana todo esto le / del ~ielo despues de la primera guerra mundial, debido al levantamiento idota~omzado por los obreros y los soldados y la desaparición de los tronos. eras, este avance burgués se vio compensado por el incremento simultáneo en e poder de Tos obreros organizados, al desintegrarse el régimen absolutista Yarrancar la t · ·, h · , · d . rans1c10n acia una repubhca parlamentaria auténtica o sea ependiente de la mayoría de votos. ' ' De haber est d 'd l b · . hubiera o . a o um os os o reros mdustnales, su partido posiblemente P dido asegurarse la supremacía política dentro de un régimen cons-
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titucional que atribuía el mando del gobiernoal partido que reuniera el mayor número de votos. Mas, como una consecuencia imprevisible de la revolución rusa y de la toma del poderpor el PartidoComunista en Rusia, se produjola división de los obreros organizados de Europa en dos bandos que se hacían la guerra enconadamente entre sí: los que pretendían organizar la sociedad en beneficio de los obreros sin recurrir a la violencia y; los que querían imponer este cambio con las armas, de acuerdo con el ejemplo ruso. En Alemania, tuvo consecuencias trascendentes esta división de los obreros y los intelectuales burgueses que simpatizaban con ellos, entre un grupo con pretensiones nacionales y otro rusófilo. Una de ellas es evidente: la unión de los obreros industriales era muy importante para ellos, más que para los grupos burgueses, en lo que se refiere a la cuota de poder que pudieran reclamar en la sociedad. Su división entre dos bandos hostiles redujo en considerable medida, sin pretenderlo, el potencial obrero para aspirar al poder. Sin embargo, eso no fue todo. No es preciso abordar aquí la cuestión de si el ineficaz y opresor régimen zarista se hubiera desintegrado, después de ser derrotado en la primera guerra mundial, aun sin recurrir sus opositores a la violencia extraestatal. En todo caso, el ejemplo del cambio de gobierno violento en Rusia ejerció una influencia extensa en otros países, durante un periodo extraordinariamente largo de tiempo, ya sea como modelo a imitar o como amenaza. En Rusia, el recurso a la violencia extraestatal demostró su eficacia para arrebatar el monopolio estatal de la violencia y del fisco a un grupo gobernante y para permitir su apropiación a los dirigentes del grupo violento. Este hecho se hizo sentir con tal fuerza y durante tanto tiempo, en la relación entre violencia extraestatal y estatal en otros países, que el ejercicio de la violencia en nombre de la revolución -repito, como modelo a imitar o como amenaza- se ha convertido en uno de los patrones de conducta dominantes de nuestro siglo. El siglo XX se ha desarrollado a la sombra de la revolución rusa, muc~o más todavía que el XIX a la sombra de la revolución francesa. Una diferencia importante radica en el hecho de que la fe en los ideales de la revolución francesa no estuvo ligada a la fe en la necesidad de recurrir a la violencia -de hacer una revolución- a fin de realizar esos ideales, además de que no contó con una base teórica concreta expuesta como un canon en libros que la autorizaran. La extraordinaria acción a distancia ejercida por la revolución rusa, deriyó su carácter específico, precisamente, de que ambos eran casos dados. Es ~!erto que la estructura clasista de los países industrializados (como tambien la de los predominantemente agrarios) y sus desigualdades de poder m_ucha: veces institucionalizadas constituyeron su punto de arranque. Pero, mas alla de estos factores concretos existió un pequeño número de libros altamente calificados desde el punto de vista intelectual, que sirvieron para uniformar y difundir las ideas revoluc~onarias. _E~tostextos, las ~bra.s_de Marx. Y En:se:~ establecieron un estrecho vmculo teonco entre la reahzac10n de los ideal
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na mayor igualdad y humanidad y el recurso a la violencia extraestatal. La :olencia registrada durante la revolución francesa fue, en términos generales, de carácter espontáneo e impremeditado. Pero después de la revolución rusa, los grupos de marginados excluidos del terreno del poder la erigieron en un elemento imprescindible de sus planes. Además, los dirigentes que por medio de la violencia extraestatal habían tomado el poder en Rusia, así como sus sucesores que ahora encabezaban un poderoso imperio, fomentaron la difusión de sus ideales entre los grupos simpatizantes de otros países. Tal fue el punto de partida de esta dialéctica peculiar de la violencia. Los movimientos rusófilos que fuera de Rusia buscaron realizar sus ideales por medio de la violencia extraestatal, según este ejemplo, apoyados principalmente en algunos sectores obreros, así como ciertos grupitos de intelectuales burgueses, debieron enfrentar la oposición de otras asociaciones que, a su vez, decidieron hacer frente, por medio de la violencia extraestatal, al peligro de que aquellos movimientos revolucionarios tomaran las armas. A fin de impedir que el otro bando lograra la conquista violenta de los monopolios estatales, ellos mismos la emprendieron. Ese fue el problema. Hasta la fecha se aprecia relativamente poco el hecho de que, el ejercicio de la violencia por parte de un grupo determinado contra otro, hace muy probable que el segundo responda de la misma forma en cuanto se le ofrezca la menor oportunidad para ello. En muchos casos, la respuesta violenta del segundo grupo provoca una reacción semejante, pero más fuerte, por parte del primero. Una vez que esta interrelación se ha puesto en movimiento resulta sumamente difícil de detener y con frecuencia adquiere un impulso propio. Reproduciéndose en forma automática y a menudo con intensidad creciente, se apodera de las personas, de los grupos hostiles que le dieron origen, y se convierte en una trampa que obliga a ambos bandos involucrados a combatir por medios violentos al respectivo enemigo, por miedo a la violencia que este último pueda hacer valer. Desde la revolución rusa, muchos países del mundo, quizá todos, se encuentran atrapados en el círculo perverso impuesto por este mecanismo. El hecho ~e que, en Rusia, la violencia extraestatal se impusiera a la estatal desató mt~rrelaciones entrelazadas de violencia en todo el mundo. Uno de los primeros paises en que se manifestó esta influencia fue en Alemania. En comparación con Rusia, había alcanzado un nivel bastante más elevado de industrialización urbanización, educación popular y todos los demás aspectos del proceso d~ modernización. Los obreros industriales de Alemania estaban mucho mejor o~ganizados y contaban con una mayor formación política que los rusos. Esta circunstancia sólo sirvió para acrecentar el miedo de la burguesía alemana d: ~ue tras la revolución rusa, estrechamente ligada a la derrota militar del regu~~n zarista, con su expropiación violenta de la propiedad privada, la desaparición del gob'ierno impena · · 1 en Alemama· tam b',ien pudiera · . conducir· a un cambio programático en las condiciones de poder y propiedad. Este temor se
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intensificó debido al indudable incremento en el poder de los obreros alemanes tanto durante la guerra del 14 como después de la derrota del país. '
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alemán del periodo de Weimar era en este sentido un Estado rudimentario, lo cual dio oportunidad al surgimiento de movimientos y organizaciones violentas, tanto dentro de la burguesía como del sector obrero. Dicho de otra manera, la capacidad del gobierno nacional para poner los órganos ejecutivos del monopolio de la violencia, el Ejército y la policía, al servicio de las decisiones parlamentarias y gubernamentales, estaba muy limitada. Frente al gobierno central republicano, que representaba una especie de alianza entre los sectores moderados de la burguesía y los obreros, el Ejército, comandado como siempre por aristócratas, poseía una independencia y un potencial autónomo de poder impensables para la institución militar del Imperio. 49 De manera semejante a lo que ocurre en muchas naciones en vías de desarrollo de nuestro tiempo -en algunas repúblicas latinoamericanas, por ejemplo-, los militares destacados de la República de Weimar perseguían sus propios objetivos políticos. En el juego de fuerzas de aquel entonces ellos constituían un centro de gravedad semiautónomo dentro de las relaciones de poder. Por lo tanto, el gobierno alemán podía contar a lo sumo con la policía de ciertas provincias para mantener la paz, buscando y castigando a los grupos violentos. En general podía disponer de la prusiana para estos fines, mas no de la de otras provincias, como la bávara, por ejemplo. Otro hecho también tuvo mucha importancia en la lucha entre las organizaciones violentas de carácter burgués y obrero. Si bien los representantes obrer?s de tendencia socialdemócrata que formaban parte del gobierno, 0 sea, en pnmer lugar los comisarios del pueblo, hombres como Ebert, Scheidemann y No~ke, est~b?-11muy decidi_dos,por una parte, a reformar el régimen imperial c1:1as1_ au~ocratico ?~be1:efic10 de un gobierno parlamentario no estorbado por nmgun tipo de pr1vileg10s, pero por otra parte rechazaban la violencia física
2) La división de las organizaciones obreras alemanas a raíz de la revolución rusa, entre un bando que perseguía una reforma sin violencia y otro que pretendía la revolución armada, coincidió con una evolución paralela dentro del sector burgués. En el seno de la burguesía también había grupos cuyos objetivos se mantenían dentro del marco delimitado por el monopolio estatal de la violencia y las reglas de juego del convenio mutuo aseguradas por él; y otros que abogaban por recurrir a la violencia extraestatal, sobre todo en la lucha contra las organizaciones obreras y el Estado que las legitimaba. Sin embargo, mientras que las organizaciones obreras a favor y en contra de la violencia -que en este último caso también estaban a favor del Estado- se combatían encarnizadamente entre sí, una alianza abierta o tácita unía a las organizaciones burguesas análogas. No sólo las unidades de defensa, las sociedades secretas y otros grupos violentos mantenían una actitud hostil contra la república, sino también amplios sectores burgueses no dispuestos a recurrir personalmente a la violencia en la contienda intraestatal. Por lo tanto, estos últimos no vacilaron en apoyar a los primeros por todos los medios posibles. Después de 1918 se extremó así la valoración positiva de la violencia física por parte de la burguesía alemana, presente ya desde el periodo guillermista. Sin embargo, adquirió ahora un matiz novedoso. En la Alemania imperial, el recurso a la violencia en los conflictos intraestatales, como en el caso de una huelga, por ejemplo, era asunto del Estado, por lo tanto, en gran medida, no se analizaba, aparecía como el ejercicio natural y legítimo del monopolio estatal de la violencia. La aplicación de la fuerza fisica en el curso de la revolución rusa representó, por el contrario, una forma de violencia analizada detenidamente sobre las bases teóricas de la valoración marxista de la revolución. De igual manera, la amenaza y el recurso de la violencia en manos de la burguesía también se convirtieron en armas manejadas en forma consciente Y reflexiva, dentro de la lucha de las organizaciones de clase por el poder. Desde ese momento se integraron en forma permanente a la experiencia de muchos países, tanto en el continente europeo como en otros, interrelaciones en cuyo transcurso la amenaza de violencia por parte de grupos comunistas despertaba y reforzaba la misma actitud en los grupos "fascistas" y a la inversa. El potencial de estos grupos para romper con el monopolio estatal de la violencia dependía de_la f~erza y la estabilidad del poder central del Estado, particularmente, de la efic1enc_1~ del monopolio que ejercía sobre la violencia, así como de la seguridad y la estab1hdad del desarrollo económico de la sociedad, estrechamente ligados a aquellas. La situación alemana al finalizar la guerra de 1914-1918 se caracterizó por el hecho de que, las nuevas autoridades gubernamentales sólo ejercían un control muy limitado sobre las fuerzas militares y policíacas necesarias para conservar el monopolio de la fuerza física y, por lo tanto, la paz intraestatal. El Estado
49. En su historia de la República de Weimar (Geschichte der Weimarer Republik, Frankfurt de Meno, ~961, _P·75), Arthur Rosenberg llama la atención sobre estas circunstancias. "Unos revoluc10nanos a_uténticos -apunta el autor- hubieran tenido muy presente el peligro que amenazab~ ª.Wem_1arpor parte del Ejército. La Asamblea Nacional hubiera podido declarar que.la repubhca misma se encontraba en peligro, tal como lo hiciera la Convención. Hubiera podido llamar a todos los republicanos y socialistas a las armas a fin de salvar a la patria. De ~:berse armad~ el pueblo. en esta forma se hubiera eliminado la amenaza de los cuerpos de luntano asfixiado de ongen el peligro de golpes de Estado aislados, asegurado la frontera ~nen tal contra los polacos y fortalecido, quizá, la posición de Alemania en las negociaciones e paz con las potencias aliadas." rosenberg se apoya en los ejemplos de las revoluciones francesa e inglesa e interpreta ¡. tyes de los procesos revolucionarios exclusivamente como fenómenos intraestatales. Por l · ¿nto, no aprecia correctamente la situación política exterior de la joven república alemanaº sulta muy poco probable que los aliados se hubieran mantenido indiferentes ante · 1evantam t · . · un d ien. 0 masiv? semeJante por parte del pueblo alemán. Para lograr w 1 levantamiento rie esa magmt.ud -aun con la anuencia del Ejército y estando disponibles las armas necesaats;¡--, se hubiera temdo que recurrir a consignas revolucionarias francas O encubiertas Lo os occiden~ales ya.estaban bastante molestos por el movimiento revolucionario movihzac10n semeJante en Alemania hubiera dado pie a la invasión. ·
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de poder que antes habían estado cerrados para ellos. Por el contrario, en el cornbateentre asociaciones violentas, las organizaciones burguesas pronto obtuvieronla ventaja después de haber vencido a los grupos comunistas. Estas últimas trataron de socavar el entramado republicano del Estado y la sociedad mediante el desmoronamiento del monopolio estatal de la violencia desde el interior,además de sembrar la inseguridad en sus representantes por medio de los más diversos actos de terror. De esta manera pretendían derribar al odiadosistema, Y al final lo lograron, auxiliados por la crisis económica, cuando el poderestatal legítimo fue asumido por el hombre que había destacado en la cornpetenciacon otras organizaciones paramilitares por el uso particularmente duro y sistemático que hacía de los medios de violencia ilegales de carácter extraestatal. Tengo la impresión de que, hasta el momento, la historiografía no ha adjudicado a este socavamiento interno del Estado alemán, por actos de terror y el ejercicio sistemático de la violencia, el peso que en realidad le corresponde. Esto impide apreciar la función paradigmática que esta amenaza contra el monopolio estatal de la violencia durante el periodo de Weimar, que al final terminó prácticamente por paralizarlo, pudiera tener para la comprensión de procesos similares y del papel que los monopolios de la violencia desempeñan en las sociedades humanas en general. Se ha hecho usual ahora examinar los fenómenos económicos en forma aislada de los políticos, interpretados a su vez por la historiografía principalmente, como producto de las instituciones legales. La dificultad estriba en cómo explicar de manera convincente que la evolución de las organizaciones violentas, sus fases de integración y desintegración, son tan estructuradas como la producción social de mercancías. Tendré que renunciar a exponer aquí con detalle la evolución y las transformacionesrecorridaspor el poder,en el curso de la lucha extra-parlamentaria que tuvo ~ugar~ntre 1918 Y 1933 y en la semioscuridad de una situación ilegal tolerada 0 imposi~le de evitar por parte del Estado, en forma paralela a las pugnas parlamen~as por el poder,pero también en relación con estas. Baste con señalar que :s posible trazar un ~esarrollo continuo.de tipo subcultura! y personal, desde los ctos de terror cometidos por los francotiradores en los comienzos de la república ~asta las _trifulcas parlamentarias y los enfrentamientos callejeros de principios e lo~ tremta. Mi propia experiencia de este periodo contribuyó seguramente a , · ' ' agudizar · ·, d 1 . . m1 comprens10n e a problematica de los monopolios estatales de la ~~~ncia Y ~u.~ela~i,óncon los cambios en la conducta colectiva, ya sea hacia el . de. la c1vil1zac10no de la barbarie. El crescendo en las manifestaciones de 1 ~~l:~c:a e~:~estatal, desp~jando el camino para la toma del poder por parte de , s dificil de reproducir para los oídos de las generaciones másJ·óvenes de 1 , . nuestros días N b t t . , u · o o s an e, qmza resu te util una pequeña referencia personal a n suceso que ha permanecido grabado en mi memoria. En r 1 ·, 1 la Fed e ª?~on con. a ?eca de un estudiante, tuve una junta en la sede de en I eracion d~, Smdicatos en Frankfurt en 1932. Aproveché una pausa ª conversac10n para preguntar: "¿Qué precauciones han tomado para
como medio para imponer los intereses de los obreros, de manera igualmente decidida y con una aversión espontánea de sorprendente intensidad. El rechazo que mostraban hacia los grupos obreros que favorecían el ejemplo ruso de la revolución violenta, llevaba casi la misma carga de hostilidad que el encarnado por las asociaciones y organizaciones burguesas. Esta fue una de las causas que condujeron a la alianza -el "matrimonio de conveniencia"- entre los comisarios del pueblo y los mandos superiores del Ejército (e incluso de algunos cuerpos de voluntarios). Junto con la huelga de los obreros, esta asociación frustró el primer intento de golpe de Estado por Parte de la burguesía, el de Kapp. 50 Al mismo tiempo reveló, sin embargo, la enorme dependencia del gobierno republicano de Weimar del Ejército semiautónomo así como, por consiguiente, la debilidad constitutiva del gobierno. Al lado del Partido Socialdemócrata y de los sindicatos, los oficiales formaban un núcleo de organización que se había mantenido prácticamente intacto pese a la incipiente desintegración que siguió a la derrota en la guerra. Estos dos grupos, representados por Ebert y Groener, formaron, pues, una especie de alianza en medio de la crisis y la confusión que reinaban después de 1918. Los unía una apreciación bastante realista del peligro en que un intento de golpe de Estado violento de cualquier tendencia política podía poner al Reich, ya sea que fuera ejecutado por un grupo de carácter burgués militar o una asociación obrera comunista. Lo más probable era que cualquier intento de esta naturaleza provocara la intervención de las potencias aliadas. 3) Por lo tanto, desde el principio, el entramado estatal de la primera república alemana tuvo una doble cara. Por una parte, el enfrentamiento entre los intereses e ideales de clase se ventilaba en la pugna de partidos, que tenía lugar en el escenario parlamentario, ante la luz pública y relativamente sin violencia, de acuerdo con reglas específicas. Por otra parte, unidades de defensa y sociedades secretas zanjaban este choque con los recursos de la violencia física y a la media luz de las conspiraciones. No obstante, esta lucha equívoca y violenta era muchísimo más desigual que la contienda parlamentaria de los partidos. Por medio de la ocupación potencial o real de puestos gubernamentales y estatales de otro tipo, esta última brindaba a los representantes de las organizaciones obreras interesadas en ejecutar una reforma no violenta, el acceso a espacios 50. El Ejército no ayudó porque simpatizara con la república parlamentaria sino porq~e consideraba prematuros, tanto este primer intento de golpe de Estado como la proclamac10n de una dictadura. Su estrategia era la de mantenerse a la expectativa. Por mucho que compartieran los deseos y las esperanzas de los golpistas, los oficiales de mayor edad Y experiencia reconocían claramente que todavía no había llegado el momento indicado para el rearme militar y para sustituir el Estado parlamentario por otro régimen que gozara de suficiente fuerza y popularidad para llevar a cabo este propósito. Esta vacilación por parte del Ejército contribuyó, en parte, al hecho de que no se estableciera una dictadura de part'.do hasta 1933, cuando esto ocurrió de manera formal y a través de los cauces parlamentanos, ocasionando entre otras cosas la disolución de los partidos y los sindicatos.
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ganar o siquiera para mantenerse en estas violentas luchas extraparla::tarias por el poder, sostenidas entre organizaciones de combate con metas de carácter obrero y burgués.
defender esta sede de un ataque armado?" Recuerdo el silencio que se prod . . 'ón. E nsegw 'd a se d esa t'o una di ~c~~1ón · algo acalorada que me dejó UJo a cont m~ac1_ claro lo siguiente: había expresado una pos1b1hdad que, desde hacía bastant tiempo, se mantenía agazapada y medio oculta en el fondo de la conciencia de algunos de los presentes. Sin embargo, no se habían atrevido a formular s e . 1· . d 1mp 1cac10nes a b'1ert amente porque eran opuestas al curso acostumbrado us la vida, porque resultaba demasiado terrible aceptar el hecho de que su cur e normal estuviera acercándose a su fin. También hubo una o dos voces q so declararon totalmente imposible tal suceso. Era inquebrantable su convicci~e de que una especie de providencia histórica otorgaba siempre la victoria sobt el oscurantismo a lo que ellos consideraban como la "razón".51 e . Surgió la pregunta de qué se podría hacer. Era evidente que las asociaciones violentas extraestatales de derecha estaban a punto de obtener el triunfo sobre las de izquierda, en sus enfrentamientos cada vez más encarnizados. Expresé la pregunta del por qué. El cuadro que resultó en esa ocasión y también en otras indagaciones aún permanece muy vivo en mi memoria. Remite a algunas de las características estructurales del ascenso hitleriano que son fáciles de pasar por alto. Las unidades de defensa republicanas, como el Reichsbanner Schwarz-RotGold, de tendencia socialdemócrata, carecían de tres recursos indispensables
A) Las organizaciones de este tipo eran costosas. En comparación con los fi dos de que disponían sus adversarios, las unidades de defensa formadas por ~ eros organizados contaban con cantidades mínimas para comprar armas, 0 :formes y otro equipo. Salvo algunos casos excepcionales, no podían ofrecer a U::S miembrosun puesto plenamente remunerado ni reponerles el salario perdido sor faltar al trabajo ni los gastos de transporte. Dependían esencialmente de fa participación voluntaria de personas que, después del trabajo o en sus días libres, se ponían el uniforme para participar en ejercicios y manifestaciones callejeras, encargarse de la seguridad de los auditorios cuando hubiera algún discurso y tomar parte en las riñas que se producían a continuación, muchas veces bastante peligrosas. Las asociaciones enemigas, sobre todo las unidades de asalto de Hitler, contaban con un porcentaje mucho mayor de mercenarios de tiempo completo. Estaban en condiciones de reclutar a desempleados e instruirlos y someterlos a un proceso de adoctrinamiento ideológico. B) Además, las unidades de lucha fundadas por los obreros organizados sufrían de falta de oficiales, pues la gran mayoría de los oficiales alemanes se concentraba en el otro bando. De esta manera, la rigurosa separación por clases que existió durante el imperio guillermista entre los oficiales y los rangos inferiores influyó, después de la guerra, en la eficiencia desigual de estas organizaciones extraestatales de combate. Las unidades de defensa obreras simplemente carecían de comandantes y organizadores con instrucción militar.
51. Quizá sea útil ilustrar, por medio de una cita, la gran influencia que esta certeza>tuvo en la evaluación errónea del potencial político del movimiento hitleriano por parte de sus adversarios, sobre todo de los intelectuales. Según apuntó Gumbel en su libro publicado en 1924 (op. cit. [nota 16], pp. 177-178): "El nacionalsocialismo sólo puede comprenderse a nivel intuitivo. No cumple ni con las exigencias más primitivas de la razón. Se trata de una pasión surgida de la miseria económica y de la rabia social gestada por ella. No posee ninguno de los elementos de una política auténtica. Su planteamiento conceptual se origina totalmente en el romanticismo ... [La] idea de la pureza racial es desde luego imposible de llevar a la práctica en un Estado y las demandas en este sentido snn sólo frases huecas, pero encuentran a sus partidarios entre la juventud ... Este tipo de ideas conduce por supuesto directamente a su realización, a ataques contra personas judías en la calle, a la destrucción de periódicos, etc., porque este nivel corresponde a los instintos más bajos y violentos ..." La corriente de pensamiento conocida hoy como "racionalismo" dio origen a la idea del hombre como un ser dolido de razón por naturaleza. Este concepto se desarrolló en relación estrecha con la tendencia del incipiente Estado absolutista a la pacificación, así como posteriormente bajo el Estado nacional, que continuó la pacificación interna. Los pasajes citados ilustran claramente porqué sus exponentes tienen dificultades para integrar a su idea del hombre, como un problema universal de la convivencia social, el control o la liberación de la violencia en la resolución de los conflictos interpersonales. Un aspecto del nivel de civilización que se manifiesta en conceptos como ''.juicio","razón" o "racionalismo" es que los grupos que lo han alcanzado todavía no analizan las condiciones civilizadoras de sus términos representativos. Por lo tanto, no saben que el movimiento que ellos denominan "racionalismo" y también conceptos como "razón" o "racionalidad" se basan 1 en un alto grado de satisfacciones de cierto tipo. Simplemente adjudican el ejercicio.de violencia como fenómeno social al ámbito de lo irracional, si no es que de lo antirracwna ' y de esta manera sigue siendo incomprensible.
C) Por último, no existía en este sector el apego a una tradición militar y el gusto por las actividades marciales que del otro lado eran casi naturales. No es de sorprender, por lo tanto, que las unidades obreras con frecuencia hayan sido derrotadas en estas violentas luchas extraparlamentarias por el poder. Sus oradores propagandísticos tenían muchas veces problemas, sobre todo en los mítines electorales. Tampoco es de sorprender que amplios sectores de la población, cansados de las revueltas y la violencia, votaran por el líder de los batallones evidentemente más fuertes. Hablar de la paralización creciente del monopolio estatal de la violencia y del_socavamiento interior cada vez más extenso del Estado alemán durante el reno~o de Weimar, no constituye en absoluto, pues, una metáfora literaria. Desde os ?,rimeros años de la posguerra, amplios sectores de la burguesía alemana ;e Íl]aron la meta política de destruir el régimen parlamentario republicano. d~ ~:a m~ta era el rearme mi~itar,. como primer pa~o ~a~ia la reinstalación ~ama como gran potencia. Sm embargo, al prmc1p10 no eran más que 1 dantasias. Resultaban poco realistas por el simple hecho de que, tras la firma e1tratado de paz, 1as un1'd a des ext rapar l amentanas. de defensa ya no pudieron
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intervenir en la vida pública de manera abierta. Al comienzo de los . . . t . 1 . anos 'Velllte os abados, vigilaban atentamente qu 1 , 1as po te nc1as vic or1osas, · e e potenc·a1 1 roilit ar d e Al emarua no rebasara el límite fijado por el Tratado de Vi all ello radicó una de las principales causas de que los actos de violenci·aeters e~.En rrons~~."<16, por me di o de 1os cuales, desde entonces se pretendió debilitar y, de 'b 1 'bl' ' ser pos1bl e, dern. ar a a repu 1ca parlamentaria, tuvieran un aspecto un poco di t' finalizar la década o al inicio de la siguiente. s mto al ~urante dic~a f:15etemprana, este movimiento se manifestó mucho más ~edio de conspu:ac1ones que durante la Gran Depresión y luego de su fin c1on.En este penodo posterior, el temor que el militarismo alemán m· s . ahiza. d fu ul · Pira a en 1os a l1a os e, pa atinamente, reemplazado por su miedo al milit · M ch tadi 'd ansmo ruso u os es stas occ1 entales no veían con malos ojos la consolidaci'ó d 1 · fu tirrus ti . n e as erzas. ~ as y an comurustas en Alemania. De esta manera, las unidades , param1htares de defensa de orientación burguesa que desde antes · · d ' venian pers1gmen o, por los mismos medios violentos sus ob;etivos nacionali'st . y sus metas sociales en ' el marco J ~~ ma te'd na e polí'tica extenor de la política inte · emp~zaron poco a poco a salir de la semiclandestinidad de las conspiracio nor, Pudieron mostrarse en público más o menos tranquilamente. Las am nes. · 1 t d · , . enazas Y os. 3:c os e VI~ 1encia pub 11ca perpetrados por estos grupos, produjeron las cond1c1ones caóticas que ellos mismos achacaban a la república parlam t · ana · di ~o · de d eb'li como un m 1 dad e incompetencia. Los enfrentamientos en losen niveles parlamentano y extraparlamentario, que al comienzo de la república se habían desarrollado en forma paralela, fueron entretejiéndose de manera cada vez más e~tre.cha y terminaron por fundirse, cuando el parlamento legalizó a las organ1zac1ones protagonistas de la violencia extraparlamentaria. La crisis económica a partir de 1929 no afectó desde luego sólo a Alemania. No obstante, en este país estableció una interrelación entrelazada con una crisis política que asemejaba una guerra civil. Ambas crisis se reforzaron mutuamente. L.a económica, pro~dizada por la política, atizó el fuego de las luchas pohticas violentas, y estas últimas a aquélla. En última instancia, la República de Weimar fracasó por la debilidad estructural de su monopolio de la violencia y por la explotación resuelta de esta debilidad destinada a destruir el régimen republicano parlamentario, por organizaciones burguesas a las que la ausencia de una tradición parlamentaria había hecho sentirse perjudicadas por el régimen.
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Iv. LUCIFER SOBRE LAS RUINAS DEL MUNDO [p. 204] 1) La organización hitleriana, una asociación de masas, se preparó para debilitar y disolver el régimen multipartidista por medio de riñas cerradas Y manifestaciones masivas. Años atrás, los cuerpos de voluntarios habían perseguido el mismo objetivo con tácticas terroristas, una actividad violenta
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dirioidas contra destacados representantes del régimen, pero con 0 • ' de élit Ahora e, • · te n to s. Jllas , ·to fueron derrotados también en es to s m . pocoéXl .: htete Salomon describe algunos aspectos de los preparativos para~ :EnGeac t , Rathenau y la decepción que experimentó ante la resonancia · Sal omon narra aten.~~m te rovocada por el acto, en relación con las expectativas. defic1e:ie~ buscar a los autores del atentado, sus amigos, para ayudarlos. ~n t de la muerte violenta que han sufrido. Loco de desesperacion cóm0 5 t ense en era 1 . el r. úa el viaje, acosado ya por la fiebre, y tiene que soportar _oscomentarios co~1:ID es de los demás pasajeros sobre el suceso. Cuentan chistes acerca.de ti:1v1a~rzberger,asesinado, al llegar al cielo quiere invitar a Rathenau? también coIIl~ d tomar una botella de vino; sin embargo, San Pedro les dice que la asesina o, a berna está cerrada todavía. ta As' bra conciencia de que las esperanzas alimentadas con respecto al gr8:° es~~: no se han cumplido y que el sacrificio de sus amigos fue en vano._B~JO as. 'ón de esta certeza expresa algo que probablemente sea caractenstico 1 la · · de1mpres la estructura de los objetivos y las expect~tivas terronstas en genera 1. El · ato del destacado hombre debía convertirse en una antorcha que desperasesm 'd difi · d 1 tara a los ciudadanos y sacudiera desde sus c~entos al corromp1 o e c10 e , · n sm· embargo no sucedió nada semeJante. El acto de terror no alcanzó regime . , · · d 1 a prender la mecha. Claro, la gente se alarmó. Algunos penódicos con enaro? e hechoa voces y con palabras altisonantes; otros se expres:rron en voz .más baJa Y discreta. Pero el letárgico curso de la vida burguesa contmuó como s1empr~. No había motivos para creer que el asesinato del ministro de Relaciones Extenores hubiera trastornado el régimen mismo en lo más mínimo. La desesperación de Salomon se pone de manifiesto en una ~nt~resante fantasía que inventada o no, sirve para arrojar luz sobre los sentimientos de ' 'ó 52 las personas inmersas en un estado semejante de profunda frustrac1 n. Había que arrancar de raíz ese asqueroso mundo tan satisfecho de sí mismo ... Ya no existían personas, sólo quedaban muecas. En realidad ya se ha establecido la igualdad de todo lo que tiene rostro humano. Hay que balacearlo. Destruirlo, fría y sistemáticamente. La tierra ya no soporta a más demonios ... ¿Porqué no firmar el contrato infernal? Quisiera ser invisible. Ojalá existiera la fórmula, el ungüento mágico; él anillo al que se le da una vuelta en el dedo; el manto que desaparece al portador, dedicado no a Sigfrido sino a Hagen; ¡quizá la piedra filosofal que uno se mete a la boca para hacerse invisible! Y a Kern [uno de los asesinos] habría que encenderle una antorcha, una luz que ilumine los campos de ruinas: incendios en las ciudades, por todas las calles, y el bacilo de la peste en los pozos. El dios de la venganza tenía a sus ángeles verdugos. Yo me apunto para esa unidad. No servirá ninguna cruz de sangre en los postes. Hay que dinamitar esta masa podrida y hedionda para que la porquería salpique hasta la Luna. ¿Cómo se las arreglaría el mundo sin gente? Recorrería los recintos humeantes, las ciudades grises, 52. Saloman. op. cit. (nota 24), pp. 333-334 .
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to de violencia, su planeación y realización se ha convertido en rutina para ª;os. Renunciar a ello sería una prueba de su propia derrota, significaría reco:ocer su fracaso. El carácter inútil del propio esfuerzo sería evidente, habría que admitir que la falta de sentido de la sociedad que se pretendía desenmascarar ha sido reemplazada por la falta de sentido de las propias acciones. Descubrir un hecho así resultaría insoportable. Además, no hay salida para las personas en esta situación. ¿A dónde podrían ir? Es posible que la llama de la fe personal en el futuro haya menguado desde hace mucho tiempo, extinguiéndose incluso; y en su fuero interno, quizá lo intuyan o lo sepan. Sin embargo, nadie puede confesárselo al grupo. Se interpretaría como una traición que tal vez sería castigada con la muerte. Dentro de los estrechos límites del grupo de conspiradores se mantiene vivo el deber de mostrarse fiel a una fe antes viva y ahora anacrónica, al uso rutinario de los lemas habituales. La gran esperanza de un mejor futuro para la sociedad es sustituida por el placer que produce el ejercicio del poder destructor. Desistir significaría aceptar la inutilidad de todos los esfuerzos y sacrificios previos. Por lo tanto, se insiste en el camino de la destrucción, con de encontrar el propio fin. la perspectiva casi cierta --o incluso la esperanzaQuizás a veces resultaría menos costoso para la sociedad tenderles puentes a los que carecen de salidas.
despobladas, en las que él aroma de los cadáveres ha asfixiado los últimos vestigios de vida, todas las vestiduras colgadas en tristes andrajos de las paredes rotas, mostrando la desnudez de los deseos huecos. Encendería las máquinas en las fábricas muertas para que la chirriante marcha en el vacío las despedazara sola; calentaría dos trenes y los haría chocar, de tal manera que se encabritaran y se retorcieran y se apilaran y bajaran rodando el talud desbaratados; estrellaría a todo vapor contra las piedras de los muelles lo~ transatlánticos, los buques gigantes, las maravillas del mundo moderno hasta que se les abrieran las panzas relucientes y se hundieran con sonid~ siseante entre el oleaje revuelto. Habría que arrasar con todo en la Tierra hasta que no quede en pie nada creado por la mano del hombre. Quizá un; nueva raza llegue de la Luna o de Marte ... ; venga, el inundo debe tener sentido de nuevo. Este pasaje revela en forma casi paradigmática un delirio característico del t~rrorismo político :--también del actual-, así como de otros muchos grupos v10lentos durante cierta fase de su desarrollo. Su análisis ayuda a explicar un poco ciertos rasgos compartidos por este tipo de asociaciones. De este texto, al igual que de otras muchas manifestaciones semejantes, se desprende el papel central desempeñado por la impresión de que la sociedad en que se vive carece por completo de sentido y valor. La única esperanza para una vida más realizada, dotada de mayor sentido, radica en su destrucción. En estas circunstancias, la destrucción fácilmente se convierte en finalidad absoluta. Se deja de reflexionar acerca de lo que habrá de suceder después; queda muy al margen la pregunta de cómo habrá de organizarse esa sociedad diferente que brinde un mayor sentido a la vida. Todos los esfuerzos y afanes se concentran en el presente, en la planeación del próximo acto violento y en la presión constante de evadir a los testigos críticos. El elemento nihilista adquiere mayor fuerza, tanto en el programa como en los métodos del grupo violento que se encuentra en esta situación. Ya sólo piensa en asegurar el éxito del siguiente atentado, incendio o asesinato. La destrucción lo es todo. Las demás esperanzas se han desvanecido. Sólo la destrucción tiene sentido. Y esta-la capacidad de destruir- produce al mismo tiempo la sensación de ser el propio poder. Cuando la sociedad niega a las generaciones jóvenes una forma creativa de dar sentido a sus vidas, finalmente hallan su realización en el acto destructor. El que destruye es todopoderoso según la fantasía citada. Al final triunfa el destructor: Lucifer sobre las ruinas del mundo. Este elemento nihilista aparece en forma muy marcada entre los grupos terroristas al llegar a una fase tardía de su desarrollo. No se ha cumplido su expectativa de derrumbar a la sociedad dominante. La muerte de sus víctimas y compañeros o bien, en su caso, el encarcelamiento de estos últimos empiezan a revelarse paulatinamente como sucesos desprovistos de sentido. Se ha esfu· mado la gran esperanza. La red tendida por los perseguidores se estrecha. Sin embargo, insensibles ya, los terroristas siguen haciendo planes de destrucción y siembran la muerte. Si bien se ha debilitado su fe en la salvación a través del
2) La rabia y la voluntad destructiva que se apoderaron de muchos miembros de los cuerpos de voluntarios formados durante los primeros años de la posguerra, producto de sus sueños destrozados, se mencionan en un discurso en que se hace referencia a muchos de los antiguos terroristas de la República de Weimar. (Varias de estas observaciones, probablemente, también puedan aplicarse a los terroristas de la República Federal Alemana.) (Son unos revolucionarios permanentes que] han sido desarraigados, perdiendo así todo vínculo interno con xin orden social reglamentado ... [personas que] han_hechosu última profesión de fe en el nihilismo. Incapaces de cooperar con na~e realmente, resueltos a oponerse á cualquier tipo de orden y colmados de od10contra toda autoridad, su inquietud y agitación sólo se satisfacen con la reflexión constante acerca de cómo destruir lo existente, con la conspiración para lograrlo. Son por principio enemigos de cualquier autoridad. to La ironía d~ las circ~n~t:'111ciasra~ica en el hecho de que se trata de pasajes mados del discurso d1ngido por Hitleral Reichstag, poco antes de tomar el P0 der,_co~el fin de esclarecer la matanza que tuvo lugar durante la noche del Od~ JU~10 de 1934. 53 Durante aquella "noche de los cuchillos largos", así como as siguientes, los secuaces de Hitler asesinaron, además del líder RoBbach, a
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53 · ~otlúscher beabc:-chter, 14 de julio de 1934. citado según Max Dornarus Hitler. /\Reden proklarrwtwnen ¡932-1945, Neusuidi an der Aisch 1962 to1no' 1 pp 411-41"· ve-ase tamb len ' R b ert C· L · Waite., · ' ' ..· 1952. pp. ~. _ 1. Vanguard of nazism, ' Cambridge, Mass 280
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tigma de los excesos impresos por el régimen hitleriano, durante los casi el es años de su duración, sobre la historia y la sociedad alemanas, induce una treta vez a los jóvenes de origen burgués a buscar un sentido vital en ideales Y~;cos opuestos a las grandes consignas de este pasado corrupto. Después de po fase caracterizada por la exaltación casi ilimitada del ideal nacionalista, las unaeraciones jóvenes no sólo tuvieron que cargar con la mancha de la derrota g~: también con el oprobio, más dificil de superar, de pertenecer a una nación cometió actos bárbaros de violencia. q Una de las estrategias de liberación de ese oprobio fue la entrega de muchos jóvenes burgueses a un credo político contrario a la doctrina burguesa que prevaleció antes de la guerra y durante esta, o sea, en muchos casos la de sus padres y abuelos. De esta manera, esperaban desprenderse del sentido vital corrupto de aquel periodo y, al mismo tiempo, hallar uno nuevo que fuera capaz de expresar el conflicto generacional particularmente agudo en esta situación. El marxismo en sus diversos matices cumplió con ambas funciones. Hizo posible el distanciamientodefinitivo de las atrocidades paternas y prometió facilitar el ingreso a un mundonuevo y justo. En pocas palabras, la doctrina marxista sirvió de antídoto contra la de Hitler. La búsqueda de un sentido vital por parte de las generaciones burguesas de la posguerra, no sólo se integró así a un poderoso movimiento político que trascendía por mucho las fronteras nacionales, sino que también produjo una catarsis y una redención de la carga impuesta por la maldición del pasado nacional.Esta maldición había tocado también a las generaciones jóvenes, aunque personalmente se sintieran inocentes, ya que muchos de ellos ni siquiera habían nacido en el momento de la ruina moral de su nación. No es necesario ni posible detallar aquí las diferencias y los vínculos entre las manifestaciones burguesa y obrera55 del marxismo. Baste señalar que, en el
otros muchos ex miembros de los cuerpos de voluntarios que se habían unido a la organización nacionalsocialista y que veían el ascenso de Hitler como la realización de todas sus esperanzas. La brutalidad del movimiento nacionalsocialista y la desintegración casi completa del monopolio estatal de la violencia -sin el cual ningún Estado puede funcionar a la larga-, con la ayuda de unidades de defensa organizadas por particulares, se encargaron de destruir la República de Weimar desde dentro· así se cumplió el sueño de los cuerpos de voluntarios y sus simpatizantes'. La motivación de la juventud nacionalista de aquel entonces, agrupada en muchas unidades de combate, sólo había sabido definirse en términos más bien vagos y negativos. Ernst Jünger escribió que él no tenía nada que ver con la monarquía, el conservadurismo, la reacción burguesa o el patriotismo del periodo guillermista. Esta delimitación negativa de sus objetivos adquirió una orientación positiva con la toma del poder por Hitler. A continuación, el 30 de junio de 1934, habría de erigirse en el símbolo típico, casi paradigmático, del punto de viraje en la evolución de un movimiento revolucionario radical que había tenido éxito y cuyos integrantes estaban dejando de ser los destructores del Estado para convertirse en sus representantes.
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V. EL TERRORISMO EN LA REPÚBLICA FEDERAL ALEMANA: EXPRESIÓNDE UN CONFLICTOSOCIALINTERGENERACIONAL[p.217] La necesidad de un sentido vital y la lucha intergeneracional por el poder 1) La necesidad de hallar un sentido personal en la vida distingue a la tradición cultural burguesa de la del sector obrero y, en las sociedades desarrolladas del siglo XX con frecuencia se la satisface mediante la entrega a un ideal político. En el Estado que sucedió al 111Reich alemán en la parte occidental, dicha necesidad se vinculó más que en otras partes, con la problemática generacional específica de los grupos burgueses.54 El ineludible enfrentamiento con
o por lo menos limitarla, formando grupos de bases más bien reflexivas, como las comunas, por ejemplo. Por lo tanto, el problema del sentido vital -que con frecuencia encuentran, como yalo señalé, en el ámbito políticer- adquiere una urgencia e importancia mucho mayores. 55. Utilizo el adjetivo "obrero" porque llena una laguna en el vocabulario de la lengua alemana, como en el de la mayoría de los idiomas europeos. El uso adjetivado de las otra. 1; referencias a clases sociales se sobreentiende, por lo cual, se habla de los sectores "aristócrata" y "burgués". Las relaciones sociales de poder dan, por lo general, una connotación marcadamente negativa al calificativo correspondiente a. la respectiva clase inferior. Los dueños de un mayor poder pueden estigmatizar eficazmente al q'.1emenos poder tiene. Las implicaciones peyorativas que se adhieren con facilidad al termmo "burgués" tienen su origen en el uso aristócrata de esta palabra. Hizo falta el mcremento de poder de la clase obrera, aplicado de manera consciente a la lucha de clases, para que adquiriera el carácter social de una estigmatización desde abajo. tfarxy Engels fueron, al parecer, los primeros en percibir como una laguna en el vocaulario, la ausencia de un adjetivo que correspondiera al término "obrero". La llenaron con la forma adjetiva de "proletariado", hasta entonces un insulto que ellos procuraron ~fe~:sformal' en .voz laudator.i~. No ?bstante: para mi gusto, el término "proletario" ccn. una especia de valorac10n pohtica positiva o negativa que lo vuelve inútil para la mvestigación · t'fi · · . cien 1 1ca. El a d.Je t·1vo "ob rero ", mex1stente en alemán, cumple mejor las necesidades de la investigación sociológica, desde mi punto de vista.
54. Entre la mayoría de los obreros, el problema generacional es mucho menos marcado. En las sociedades industriales, tanto capitalistas como comunistas, las opciones de que la mayor parte de los niños obreros dispone para su futuro, son relativamente limitadas en lo que se refiere a su posibilidad de ascender a otro tipo de empleo aparte del industrial; sólo una pequeña minoría tiene esta oportunidad. La mayoría lleva una vida "adaptada", según la denomina Baumann, quien sí logró salirse del patrón y ascender en la escala social (M. Baumann. op cit. ínota 39], p. 8). Los hijos de obreros viven y trabajan, en términos generales, tal como lo hicieron sus padres, y aunque logren mejorar su nivel de vida, se mantienen fieles a las tradiciones culturales y sociales del sector obrero. Esta tradición resulta tan natural que basta para otorgar sentido a la vida del individuo, inserto en gran medida en la convivencia con el grupo, tanto en la vida profesional como en la privada. El caso de los jóvenes burgueses de clase media es distinto. Viven un aislamiento y una autonomía muc~o mayores como individuos, aunque actualmente procuren a veces contrarrestar esta situacion
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segundo caso, se trata principalmente de una lucha por los intereses palpable del sector obrero, mientras que en el primero predomina la función casi moral de~ sentido vital. Desde este punto de vista, el marxismo se les presentó a muchos d los nacidos durante la guerra o en la temprana posguerra, como alternativa a une sociedad llena de exigencias absurdas, como encarnación suprema del anhelad~ advenimiento próximo de una sociedad libre de opresión y desigualdades. Los aspectos teóricos y morales de la doctrina marxista desempeñaron un pape¡ decisivo en el movimiento estudiantil de la República Federal Alemana, así como en la oposición extraparlamentaria de los años sesenta y setenta. Al volver de la primera guerra mundial, muchos jóvenes oficiales encontraron un sentido vital en la lucha contra la República de Weimar en nombre de la grandeza de Alemania, ya que tal república representaba, desde su punto de vista, una posición más bien tibia, incluso pérfida. Con la misma intensidad otros grupos jóvenes se enfrentaron a la República de Bonn, que ellos tachab~ de tibia, en nombre del fervoroso ideal de la justicia social y la libertad en contra de la opresión y la coerción. En ambos casos, se trató de movimientos de carácter predominantemente burgués protagonizados por generaciones jóvenes que, por decisión propia o por obra del destino, se encontraban marginadas de las generaciones burguesas ya establecidas en ambos periodos de la historia alemana. El segundo frente de jóvenes marginados se oponía, de la manera más decidida, a lo que aquellos antecesores de los años veinte así como sus propios padres y abuelos, habían considerado en su juventud como el ideal más sagrado y dotado de mayor sentido; sin embargo, la orgía de violencia y la derrota catastrófica que pusieron fin a la unidad de la nación lo habían desvalorizado por completo. Carecía ya totalmente de sentido. Las jóvenes generaciones burguesas de los años sesenta y setenta lo resumieron todo con el término "fascismo", el cual se convirtió en la contraparte simbólica del sentido que ellos mismos luchaban por dar a su vida. En él,la imagen de las generaciones pasadas de "amos" alemanes -integradas no necesariamente por los padres y abuelos personales, pero sí por los nacionales-, de cuyos artículos de fe y actos de violencia había que liberarse, se fundió con la imagen de las generaciones burguesas establecidas en el poder, en cuanto representantes de la opresión y la coerción sociales que se experimentaban personalmente. 2) Marx ha sido casi el único científico social que ha producido un entramado teórico armado en torno a la noción de la desigualdad y la opresión sociales,el cual incluye, además, la promesa de resolver este problema. Por lo tanto, su obra se convirtió en una referencia esencial para los jóvenes grupos burgueses que sufrían bajo las circunstancias sociales de su momento, debido a la posiciónque ocupaban dentro de esta situación. El problema es que la doctrina marxista se reduce a un tipo específico de desigualdad social. Indudablemente, esta forIJl: 5 de desigualdad es muy importante en las sociedades industriales, pero
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á}isis teórico aporta sólo una vista parcial de las exigencias, desigualdades y
an nf}ictossociales de la época. Los choques entre los empresarios industriales co monopolizan el capital, por una parte, y los obreros excluidos de las deciq~ees que se toman sobre este, por otra, constituyen el núcleo de la teoría; sin 610 ~argo, este esquema no explica muchas formas de desigualdad y opresión em'ales de manera satisfactoria. Esta limitación teórica provocó cierta confusoci · · "n al ser adopta dlo e marxismo pos t·enormen t e por 1·ó asJ venes generaciones SIO . b rguesas, las cu al es se vieron obli ga d as a Iegi·t·1mar una y otra vez su propia. l:cha refiriéndola a la coerción económica a que los obreros industriales se ncontrabansometidos en sociedades como la suya. Los jóvenes y luego también ~aspersonas mayores de origen burgués, cuyas vidas eran muy distintas a las del sector obrero Y que, en muchos casos, estaban poco familiarizados con sus problemas, buscaban guiarse con la ayuda de una estructura teórica que vaticinaba la desaparición de la desigualdad social entre los hombres por medio de la dictadura de la clase obrera. El marxismo burgués adolecía, pues, de curiosas irregularidades manifiestas en la actividad de los grupos que lo adoptaron. Su teoría legitimadora los obligaba una y otra vez a entrar en contacto con los obreros industriales. No obstante, estos esfuerzos rara vez fueron sencillos y con frecuencia forzados. Esto se aprecia, por ejemplo, en las divergencias entre los jóvenes burgueses y obreros acerca del uso de la fuerza física como medio en la lucha política. Michael Baumann, hijo de obreros, vivió esta diferencia cuando fue terrorista y la describe con las siguientes palabras: 56 E.lintelectual se basa en una abstracción cuando aplica la fuerza, porque dice,"me dedico a la revolución por el imperialismo" o por algún otro motivo teórico.De ahí deriva el derecho de recurrir a la violencia en contra de los demás. También, por supuesto, de la experiencia del movimiento del que ~armaparte, pero principalmente de esa situación abstracta. Por eso es un mtelectual, el cual se distingue por su capacidad de revisar las cosas primero conla cabeza. Nosotros vivimos con la violencia desde niños, sus raíces son materiales. Cuandoes día de paga, el viejo llega a casa totalmente ebrio y lo primero que h aceespeg 1 1 .. . ar e a a VIeJa:asi· son tod as las historias. En la escuela te peleas· imponerte a golpes es algo completamente normal. Te peleas en el trabajo. en las tabernas· , tie nes una re 1ac10n · • mas • sana con eso. Para ti la violencia es' ª1gomuy espontáneo que puedes aplicar con facilidad. Estos comentari
. os nos acercan a la realidad y a la vez son importantes para la las ~iza_nosea casual que Baumann derive su postura ante la violencia de que tuvo con su padre Y del nivel relativamente alto de violencia que vi·v·1_1encias 10 en su f T ami ia Y su escuela. De esta manera, vincula lo que él llama su
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nn, op. c,t. (nota 39), pp. 92-93 .
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"postura en contr~" ~~n °1:1 temprano conflicto generacional. Romper las barreras elevadas por la civilización contra el uso de la violencia física es mucho lllá8 dificil para los jóvenes de origen burgués, de acuerdo con las normas diferente que regían _en sus. f~milias. Ellos tienen que justificar la violencia por medi: de la reflexión, legitimarla con base en una teoría. Sin embargo, la teoría de 1 coerción Y los con~cto_s que justifica tal violación de las leyes estatales y de 1~ normas de la conciencia personal, de ninguna manera tiene que coincidir con la naturaleza real de la coerción y los conflictos que impulsan al acto de violencia El h~ho de que no hayan sido los terroristas obreros los que recurrieron a un~ teo~a centrada ~n los conflictos eco-nómicos entre obreros y patrones, sino precisamente los mtelectuales burgueses, que carecían de contactos estrechos con los obreros industriales y que con frecuencia tenían problemas de comunicación al tratar con estos, indica, al parecer, una discrepancia de este tipo .. Cabe dudar si los terroristas burgueses hayan arriesgado realmente sus vidas con el fin de eliminar la opresión económica sufrida por una clase social a manos de otra en la sociedad industrial. Es probable que, en su lucha violenta contra el orden social vigente, su propia impresión de enfrentar una fuerte coerción social y su deseo de liberarse de esa opresión intolerable hayan desempeñado un papel mucho más determinante de lo que su teoría indicaba. Esta sospecha adquiere más peso si se analizan las diferencias en el nivel de pacificación señaladas en la última cita, entre las familias de los distintos sectores sociales. La observación autobiográfica de Baumann debe ser ciertamente aplicable sólo a una minoría de las familias obreras, pero no dejan de ser reveladoras sus afirmaciones acerca de la diferencia en el grado de espontaneidad con que los terroristas de origen obrero y burgués hacían uso de la violencia. Entresacaré sólo un punto: es posible dar por hecho que aceptar el uso de la violencia en asaltos bancarios, incendios y asesinatos, como instrumento en la lucha política, debe resultar mucho más dificil para unos jóvenes intelectuales burgueses procedentes de familias muy pacíficas, en que es muy mal visto el empleo de la fuerza física en las relaciones de poder entre padres e hijos, en las luchas intergeneracionales por tal poder, que entre personas originarias de familias obreras en las cuales es corriente que los más fuertes intimiden a los débiles por medio de la amenaza fisica. Sin duda, para estos burgueses el uso de la violencia en la lucha política será menos espontáneo; requieren un esfuerzo mucho mayor para romper el tabú erigido en su contra, tanto por la sociedad como por ellos mismos. Un indicio de ello es la necesidad de encontrar una justificación intelectual, de legitimarse a través de la reflexión. Es preciso estar consciente de estas circunstancias para apreciar, con cierta claridad, el carácter particular del problema que plantea un terrorismo burgués de este tipo. Lo que hay que preguntar es qué es lo que induce a personas a las que desde siempre se ha inculcado la prohibición de la violencia, a tomar la decisión de amenazar y matar a otros arriesgando su propia vida y después de haber superado, quizá, la oposición de su propia conciencia. Sólo la experiencia
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presión muy fuerte, la percepción de una coerción sumamente gravosa, de:11ªer capaz de impulsar tal rompimiento y de producir esta decisión. De de ~ s al leer las declaraciones de terroristas intelectuales, una y otra vez, se bec ~o con la impresión de vivir dentro de una sociedad intolerablemente topa ·va y carente de libertad la cual hay que destruir para permitir a la gente opres1 ' .stencia libre y justa, digna de un ser humano. unaS)eXl · d e t errons· t as que apareci"6 No cabe duda de que la primera generación del todo 1 República Federal Alemana, o por lo menos su mayorteparte, fue enª . e mJus ··to , a en su apreciación y convicción del carácter sumamen opresivo d"fi' ·1 1· t · "ón (1 smcer de la sociedad en que vivían. Resulta muy ~ ici exp icar e~ a convic.c1 .a cual, ciertamente, no se restringía a los terronstas), porque, vista a la distancia _ bre todo si se observan los procesos a largo plazo-, es probable que esta re;~blica sea menos opresora, injusta y desigual en la distribución del poder que todas las estructuras sociales anteriores del país. Con ello, no pretendo afirmar que se desconozcan la opresión, la desigualdad las injusticias sociales. Todas estas deficiencias, así como los conflictos sociales 0 que provocan, figuran entre sus problemas más evidentes. Lo que .quiero es llamar la atención sobre un problema menos patente. ¿Cómo se exphca que la impresión de vivir sujeto a la coerción ejercida por una sociedad de carácter carcelario y por ende intolerable (la cual resultaba además moralmente reprobable debido a sus desigualdades sociales), y que los movimientos de protesta y la lucha de los jóvenes burgueses contra estas injusticias hayan cobrado más fuerza justo durante un periodo en que la opresión de los más débiles por los grupos establecidos había disminuido, en comparación con el pasado, y en que las condiciones económicas de los primeros, o sea, su nivel de vida, se había elevado más que nunca? Esta situación, que tal vez parezca paradójica cuando se mira superficialmente, sólo puede explicarse si se la explora desde otro ángulo distinto al que muchas veces se ve: si se toma en serio la impresión de sufrir opresión y coerción sociales, tal como la articulan los afectados, y se indagan sus causas, sin limitarse a definir esa coerción con base en razonamientos económicos,como ellos mismos lo hacen. Los aspectos generales del problema se abarcan fácilmente. Los grupos humanos, por lo general, se rebelan contra lo que perciben como opresión no en el momento en que es más intensa, sino justo cuando empieza a debilitarse. En todo el mundo, los grupos jóvenes de los que aquí se trata dependen por algún tiempo, al crecer, de grupos de adultos que detentan más poder. De hecho es posible que la coerción a que esta relación los somete -por imprescindible que sea para su proceso de crecimiento- tenga un carácter más o menos opresivo o se preste, en todo caso, a que los jóvenes mismos la experimenten como una situación frustrante de opresión. Esta impresión se intensifica, cuando la diferencia en el poder ejercido por las generaciones jóvenes y las mayores disminuye de facto. Tal ha sido el caso en todas las sociedades industriales más desarrolladas, no sólo en la República Federal Alemana, en el transcurso del siglo XX.
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Como consecuencia de las dos grandes guerras de este siglo surgieron de. terminados impulsos de emancipación o, dicho de º1:1°ª.manera,aum~~taron las posibilidades de los grupos antes más débiles u oprumdos para participar en el poder;57baste con señalar el incremento de poder de los obreros con respeci:° a los patrones, de las mujeres en relación con los ho~bres, de los pueblos colo~nzados del mundo entero respecto a las naciones colomzadoras de la Europa occidental. En todos estos casos disminuyeron las diferencias de poder entre los grupos involucrados, sin que se estableciera una relación de igualdad. Lo mis~o es cierto en cuanto al desplazamiento del poder ocurrido entre las generaciones establecidas de mayor edad y las jóvenes, sobre todo en el seno de la burguesía. Cabe suponer que el mejoramiento de la situación económica _notable desde fines de los años cincuenta haya contribuido también al creciente deseo de emancipación de los jóven~s grupos burgueses, sobre todo estudiantiles, y servido para, agudizar, por ende, el conflicto generacional. . Este cambio tampoco carece de paradojas. En comparación con las ge~eraciones de sus padres y abuelos, los jóvenes burgueses de los sesenta se salieron de sus casas familiares para independizarse a una edad más tempr~a. Las instituciones del Estado benefactor y la relativa facilidad con que los Jóvenes podían ganar dinero en empleos temporales, les permitió adquiri: más pronto.la independencia financiera de sus padres. No obstante, esta m~~or m~e~endencia, también expuso más pronto a los así liberados a la coercion anomma de la burocracia estatal y, en cierta forma, del mercado laboral. ~~ta fue una de las causas decisivas --seguramente sólo una- de la.receptiv1d.ad ~ue estos jóvenes grupos burgueses mostraron hacia una doctrma que adJudicab~ una importancia central a los problemas de la opresión so~ial sufr~d~ por ciertos sectores a manos de otros, del ejercicio de fuerzas sociales anommas Yde la desigualdad y la injusticia sociales. . ., ., . No es posible apreciar del todo la intensidad de la rmpresion de_opresi~n social presente en muchas declaraciones de jóvenes burgueses de aquel tiempo ~mtener en cuenta esta peculiar paradoja de su. situación. Estaban ~eno~ subordm~do::. sus padres que las generaciones antenores en sus resp~ctivo~ ~iempos d~JU~ tud. Su relación filial los oprimía menos, si se me perr~nte _utilizar este terrn~ 0 que a los hijos burgueses de épocas pasadas, es decir, disfrutaban de may" ;
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. · población 57. En la época actual, los conflictos bélicos prolonga d os reqmeren que t od a la dencia del participe. En estas circunstancias, una guerra pone de manifiesto la depen ucho niás sector dominante de los grupos dominados y menos poderosos, en forma t siglo evidente que en tiempos de paz. Las dos grandes conflagraciones de masas e es \ que se caracterizaron por la promesa de recompensar a la población con creces, una dveenlos se obtuviera la victoria. Si bien estas promesas no se cumplieron en su totahia ' hacia respectivos periodos de posguerra se llevaron a cabo sendos desplazamientos c dades la "izquierda", según el lenguaje político actual; es decir'. aumentaron las r:ie~:lucióO de los grupos más débiles, sobre todo los obreros, de participar en el po~er. e un fan,oso posterior de este impulso democratizado se dio de acuerdo con el patron d desfile: tres pasos al frente, dos hacia atrás.
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libertad. No obstante, su temprana independencia, sobre todo en lo referente a su sustento, los exponía más pronto a la coerción relativamente impersonal de la sociedad adulta. En estas circunstancias, la teoría marxista de la opresión sufridapor los obreros a manos de los capitalistas les sirvió como un grato medio de orientación. Asimismo les permitió identificarse con los grupos oprimidos de todo el mundo! como el pequeño pueblo de los vietnamitas, por ejemplo, que se resistía con éxito a las fuerzas superiores del capitalismo estadunidense.ss La obra de Marx Y Engels ciertamente constituye la estructura teórica actual más completa e impresionante, es más, casi la única, que sirve de arma ideológicay guía ~ los grupos de marginados que ejercen menos poder en comparación con determmados grupos establecidos que impiden a los primeros satisfacer sus necesidades ..Por esta causa, los más diversos grupos de marginados la utilizan para orientar sus reflexiones. Sin embargo, como ya lo señalé su explicación sólo abarca una parte de la realidad. Por lo tanto, al adoptars~ el modelo obrero-patronal específico y la promesa de salvación inherente a la disolución de esta oposición, como modelo universal para todas las relaciones ent~e marginad~s Y est~blecidos, en muchos casos, dicho modelo adquiere el caracter de una ideologia que puede resultar útil como medio de lucha, pero a la vez sumamente engañosa como medio de orientación. 58. ~a .siguiente relación ~e.~ testigo ocular y participante habla por sí misma (RalfReinders ultima palabra en elJmCio contra Lorenz; en Die Tageszeitung, edición especial del 11 d~ octubre_de 19~~. p. 60): "~uestr~ sublevación tuvo en ese entonces un importante punto de ~-art1dapohtico, la manifestaCión de Pascua ... El movimiento generado por la manifestacwn de Pascua fue un punto de arranque para la APO. APO tres letras que constituían la esper~nza de t?da una generación ... Era lo que indican la~ tres letras, una oposición extrapar ~enta-~a que representaba a todos los sectores de la generación joven. La e~presion política general de la sublevación fue el deseo y la voluntad de determinar el pr~p10destmo de mane_ra cole~tiva e individual. Fue el esfuerzo para dar forma a nuestras =~t~:i~:~ cu~n~a, P.rlopial,en libertad, sin permitir ya que decidieran por nosotros unas es im ec1 es o os representantes de los intereses del capital... ';;:;;:en aquel entonces nos creó tal euforia fue el hecho de que no estuviéramos solos el impe~:~ha. En iodo el mundo se había desatado la contienda contra el capitalismo En Est d ' U ·a Fismo Y .ªs anqwlosadas estructuras de dominio. En Vietnam m os n Fran E Ch' D ... a os Est a es ... una de las c1a... d l n · ma... esde entonces hemos aprendido mucho .. ·" las reflexiones u ec a_rac10nescapace~ de dar una idea, a quienes no estuvieron ahí de e~ la Alemania Fed q movianl a muchos miembros de la oposición extraparlamentaria a jóvenes de t~~:s ~n aqu~ entonc~s.tese a la aseveración de que el movimiento reunía determinan o~ sec ores socia es, este breve pasaje basta para mostrar el a el La referenci:e ;:aen el !ete1,Ilpfñó la visión global de los jóvenes intelectuales burgi;e!s. Sin embargo I se e 10ª- ~ marcada necesidad de orientación teórica de este grupo intraestatal ;s~e:1:fira~~o teonco marxista se limita a analizar una relación de pode; marginados en . i icat n re tanto, otras muchas relaciones entre grupos establecidos v a la visión de lo~m~: ante m~~da tam_bién de carácter interestatal, se habían sumad~ Y la opresión No g b fºs sensi les hacia los problemas de la desigualdad en el poder decimonónica.de s ante, l~s faltaba la capacidad de desarrollar la limitada teoría Por lo tanto, optaronopresion e acuerdo con las experiencias más amplias del siglo XX: por envasar su vmo nuevo en botellas antiguas. .
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4) La aplicación que el ideario marxista encontró dentro de las sociedad europeas de la posguerra, como medio de lucha y de orientación para los rnes vimientos de sublevación y protesta protagonizados por jóvenes hurgues o. contiene indicios inequívocos de que las luchas por el poder y las situaciones, . ti vas expenmen · t a das por 1os Jóvenes, · confl 1c sólo pueden explicarse de mane es parcial e insuficiente haciendo referencia al conflicto entre patrones y obre/ª0 generado por intereses económicos opuestos. 59 Al analizar con mayor detenirnie ~ to las declaraciones hechas por la primera generación de terroristas hurgues n una )'.?tra vez se ~nc1;1entranindicios bast~nte claros de que la estrechez y~~ coerc1on que sentian impuestas por la sociedad, tanto a ellos mismos como otros, no tenían únicamente el carácter de oposiciones económicas de clas: Der_itrode una perspectiva amplia es cierto que para el análisis de la coerció~ social a que se encuentran sujetas las personas resulta imprescindible tomar en cuenta también la económica, pero esta visión no lo abarca todo. Los otros tipos de coerción no cuentan con una articulación teórica igualmente sutil Sin embargo, desempeñan de hecho un papel cada vez más importante en 1~ evolución de la sociedad, de manera específica en el nivel de las sociedades industriales relativamente muy desarrolladas de nuestro tiempo. Uno de elloses el de buscar un sentido vital, una misión que conduzca a la realización personal y pueda experimentarse como portadora de sentido. Entre las quejas expresadas de manera reiterada por los terroristas -y no sólo por ellos- se encuentra la referente a la falta de sentido en la sociedad actual. Esta queja con frecuencia se vincula con la idea de que sólo puede tener sentido la vida en una sociedad donde el beneficio que la acción personal reditúa a la colectividad es más importante que el particular.
59. El esquema marxista y sus derivados presentan este conflicto no sólo como modelo teórico para todos los conflictos sociales, sino como su raíz efectiva. El problema es que el conflicto entre las dos grandes clases sociales de la era industrial posee, de hecho, una importancia central en cuanto motor del desarrollo social durante los siglos xix y XX, pero coexiste con toda una serie de conflictos sociales de distinta naturaleza que. de ninguna manera, han desempeñado un papel menor que el conflicto económico de clase en la evolución social del siglo XX; algunos de ellos son incluso mucho más importantes. Tomarlos en cuenta no equivale a negar la trascendencia de los conflictos económicos de clase. Sólo se traía de corregir los errores en la orientación intelectual derivados del monismo económico que caracteriza a todas las versiones del marxismo y de señalar, por ende, la función ideológica cumplida por estas. El presente estudio abordaron mayor detenimiento, ya sea en forma directa o indirecta, tres de los conflictos olvidados por este monismo: 1) el conflicto entre gobernantes y gober· nadas (el cual se desarrolla de distinta manera en los Estados multipartidisias que en los unipartidistas; aquí se hace referencia casi exclusiva a los primeros); 2) el conflicto entre Estados y, 3) el conflicto entre generaciones. Esta lista no es exhaustiva. Una importante ausencia dentro de este planteamiento es el conflicto entre los géneros, vistos como grupos sociales, aunque definitivamente también forma parte de esta problemática. A los conflictos interestatales tampoco se les da el realce que corresponde a su significación real.
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Resulta típica de nuestra sociedad la experiencia -dice Horst Mahler, por . mplo,al recordarsu tiempo de terrorista- 60de que es imposible realizar las eJ:opiasideas de lo que debe ser una vida dotada de sentido; de ver por todas partes cómo los intereses particulares se imponen, muchas veces de manera ~ca y despiadada,~ lo que se reco:°oce~mo valor colectivo. Se menosprecia la pretensión de los Jóvenes de regir su vida por valores más elevados. Esto pone a funcionar un mecanismo de desagravio: ''No tiene ningún caso. No podemoslograr nada. No hay que dejar títere con cabeza." Esta cita no es única en este sentido. Michael Baumann, de cuya vida ya se describió un episodio, le escribió a su novia desde la cárcel: "La vida tal como suele desarrollarse nos parece falta de sentido", y mencionó la consigna que hizo famoso a su grupo: "Destruyan lo que los destruye a ustedes." 61 Este lema expresa el sentimiento que rige las acciones de muchos terroristas: la impresión de que la carencia de sentido a la que la sociedad condena a sus miembros amenaza con destruirlos como personas. Algunos tratan de escapar del vacío aturdiéndose con drogas, otros prefieren el alcohol. No obstante, en lugar de autodestruirse -a esto se refiere la consigna- es mejor destruir la sociedad que quiere impulsarlo a uno hacia la autodestrucción. En mi opinión, este tipo de declaraciones nos acercan un poco más a las raíces del problema del terrorismo que las referencias a la llamada izquierda o derecha política. Los conflictos abordados aquí pueden conducir hacia cualquiera de los dos extremos del espectro político, según la posición generacional ocupada por los grupos en cuestión y de acuerdo con las circunstancias sociales en general. Falta explicar el hecho de que la necesidad del sentido vital y la búsqueda de una existencia social que la satisfaga, hayan pasado cada vez más a ocupar el primer plano entre las inquietudes de las generaciones jóvenes de origen burgués, predominantemente en el transcurso del siglo XX, en lugar del problema primario de la alimentación y la búsqueda de una existencia social que lo resuelva. 62 Mencionaré dos aspectos importantes dentro de este contexto. 60. ~el Jeschke y Wolfgang Malanowski (comps.), Der minister und der terrorist. Conversac10nes entre Gerhart Baum y Horst Mahler, Hamburgo, 1980, p. 32. 61. Baumann, op. cit. (nota 39), p. 86. 62. A esto se añade otro cambio de enfoque que también ha tenido lugar en el siglo XX y que actualmente se considera muchas veces como algo natural, aunque no lo sea en absoluto. El orden social existente se toma como el origen de todos los medios de coerción por los que al md1vi~uo joven le resulta difícil, si no es que imposible, satisfacer su necesidad de un sentido vital. El siglo XIX y el temprano siglo XX se caracterizaron por la idea de que una ba~era. mtema u:ivisible impedía la realización del individuo (véase N. Elías, Die gesellschaft der ind1viue'.1,editado por M.Schrtiter, Frankfurt del Meno, 1987, u gr., pp 166 y ss.). Desde ~nton~es, evident~mente ha cambiado el enfoque. Ahora también la coerción autoimpuesta e caracter represivo y opuesta a la realización personal se explica principalmente con base enla coe_rc10n ·, opresiva · sufnda · a manos de la sociedad, a la cual por ' tanto hay que' cambiar 0 dest_ru1r,mcluso, para que las personas se encuentren a sí mismas y puedan satisfacer su necesidad de un sentido vital.
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Uno de ellos es el proceso de secularización progresiva. No es preciso ex. plicarlo en este lugar. Baste con señalar que, conforme ha tenido lugar esta transformación, la búsqueda de un sentido interior para la existencia ha ido desplazando la idea de un sentido externo. Las tendencias a la secularización por lo demás se encuentran funcionalmente vinculadas, de manera muy estrecha con la mayor seguridad disfrutada por la vida humana dentro de las unidade~ nacionales; la mayor protección contra ataques ffsicos por otras personas que brinda, por ejemplo, la eficiencia cada vez mayor del monopolio estatal de la violencia; y la mayor protección contra enfermedades debido a los avances en la higiene social y la ciencia médica. El enorme incremento en la esperanza media de vida que se ha dado a lo largo de los últimos 200 o 300 años, resulta sintomático de ese aumento en la seguridad disfrutada por el individuo dentro de los límites del Estado. En relación con las reflexiones que siguen, cabe tener presente que esto ha modificado, asimismo, los conceptos sociales de juventud ' edad adulta y vejez. Otro cambio no es menos significativo: el incremento en el bienestar de los sectores más pobres precisamente. Cuando se vive con la duda permanente de si será posible saciar el hambre, y la "lucha por el pan de cada día" ocupa, por lo tanto, la mayor parte de las energías humanas, tener éxito en esta lucha tiene muchísimo sentido. En unión con la lucha contra otros peligros que amenazan la vida misma, el deseo de obtener ayuda y éxito en este nivel se impone a todas las demás formas que pudiera adoptar la búsqueda de sentido. En el siglo XIXy a comienzos del XX, muchas personas aceptaban como un aspecto inevitable de la vida social el hecho de que una parte considerable de la población se encontrara constantemente en peligro de sufrir hambre o incluso de morir de inanición, hasta en las naciones industrializadas más desarrolladas del momento. Sólo en el curso del siglo XX, algunas sociedades nacionales alcanzaron un nivel de productividad que les permitió asegurar prácticamente a todos sus miembros, jóvenes y viejos, un nivel de vida ubicado muy por encima del límite del hambre. Muy pronto, el carácter extraordinario de una sociedad sin hambre -en relación con la evolución social que se había dado hasta ese momento- fue olvidadoY empezó a considerarse como algo natural la protección social, tanto contra el peligro de morir de hambre como contra muchas enfermedades y otras amenazas de la existencia física. Al verse liberado el individuo de la presión permanente ejercida por la tarea de obtener los recursos para satisfacer sus necesidades 1:1~~ elementales, primero las propias y luego también las de su familia, adqmno más peso la búsqueda dentro de la sociedad de tareas dotadas de sentido Y personalmente satisfactorias. 5) Cambios en la sociedad humana como los que acaban de describirse -Y otros que no es preciso comentar aquí- constituyen una especie de marco que debe tenerse presente aunque no sea posible analizarlo más detenidamente¡ Se trata de uno de los factores determinantes de un problema, del cual, e
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t rrorisroo, como una de las formas adoptadas por el movimiento de protesta
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burgueses, es sólo la punta del iceberg. A final de cuentas, en ste movimiento de protesta se expresa una encarnación peculiar y una inten\'icación aguda de un conflicto permanente desarrollado, en su mayor parte, :~jo la superficie de la sociedad, por lo cual todavía se escapa demasiado a la bservación y la reflexión. Me refiero al conflicto generacional, mencionado ya o . 63 en varias ocas10nes. Los conflictos generacionales, tal como aquí se conceptualizan, figuran entre las fuerzas impulsoras más poderosas de la dinámica social. No se les hace justicia si se enfocan principalmente como conflictos entre padres e hijos o entre hijos y padres. También el problema del terrorismo ha sido abordado, a veces, desde este punto de vista: 64 El origen social de los terroristas y su indomable oposición contra su clase de origen (la "casa paterna burguesa") son indicios de la negligencia, incluso del fracaso tanto de estas casas paternas como de la "sociedad adulta" en conjunto. Cualquier reflexión oportuna acerca de las causas del terrorismo tendría que partir de aquí, entre otros puntos. Pueden servirnos de guía para la autointerrogación crítica preguntas como las siguientes: ¿les dimos a nuestros hijos el ejemplo de una vida con sentido y les mostramos el camino hacia la elección de una actividad satisfactoria capaz de llenar sus vidas? ¿No será que después de 1945, felices de habernos salvado, nos instalamos de manera demasiado cómoda en la "sociedad de la abundancia"? ¿No nos mostramos demasiado autocomplacientes? ¿No descartarnos como "lujo dominguero" o pospusimos para "después" cualquier reflexión acerca de cómolograr una mejora definitiva en las condiciones de vida de los sectores dependientes de su salario, los obreros extranjeros o los pueblos hambrientos y explotados del tercer mundo? . Es ?asible que este planteamiento del conflicto generacional merezca ser discutido, pero no coincide con la interpretación que aquí se le pretende dar. E~.el presente texto, no se trata de la cuestión de si unos padres en particular hicieron algo bien o mal en la relación con sus hijos. Los conflictos que tienen · , constituyen . lugar . de . .nt ro d e f:ami·1·ias en particular solo un plano, precisamente el mdividual, de un conflicto generacional mucho más amplio. Mientras que 63. El cambio est · d o por este conflicto en el curso de la evolución social . ruc t ura 1 expenmenta . ·, ' se resiste a cu 1 · . a qmer exp 11cac10ncausal. Por lo general, aún se sostiene la expectativa de 1 ª mtensificación señalada del conflicto generacional, pueda explicarse mediante la e,erenc1a a una c . á d" . de t ausa 0 , qmz , a iez causas. Sm embargo, los procesos continuos carecen pun os de part'd1 b 1 ., un t "'d h ª ª so utos Y,por 1o tanto, tamb1en de causas. En realidad sólo existe eJ1 o umano muy comp 1eJo . t) ue, en su tota lid ad, se encuentra siempre . y suJet0 en movimiento 64 ¡ . ª un proceso de cambio. · nng Fetsche "Th minist r, esen zun terrorismusproblem",Jeschke y Malanowski (comps.) Der ' er, op. cit. (nota 60), p.116.
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nos limitemos a este plano, como ocurre, por ejemplo, con la teoría freudian. del complejo de Edipo, nos resultará imposible comprender los conflictos ge~ neracionales que se desarrollan en el plano social. En su caso, las intencione y los planes de unos padres e hijos en particular desempeñan un papel menor, fortuito e involuntario, en comparación con la importancia de otro tiPo de confrontaciones, las cuales, los afectados muchas veces ni siquiera identifican como conflictos generacionales. El conflicto generacional al que yo me refiero es de tipo social. Ciertamente se pone de manifiesto también a través de los enfrentamientos personale~ entre determinados padres y determinados hijos. Sin embargo, ni siquiera este tipo de choque es tan inmutable como lo afirmaba Freud. La estructura de las tensiones y los conflictos entre padres e hijos en particular también se modifica de acuerdo con los cambios a que está sujeta la relación entre padres e hijos en la mayor parte de las sociedades o en algunos sectores aislados, y de igual manera se transforma la influencia ejercida por estas tensiones y conflictos sobre la formación instintiva y afectiva de los hijos. Sin duda existen ciertas estructuras básicas recurrentes: la relación entre padres e hijos casi siempre es una relación de dominio caracterizada por una distribución marcadamente desigual del poder. Seguramente el equilibrio de poder dentro del grupo familiar individual también está sujeto a constantes variaciones. Sin embargo, no-son esenciales dentro del presente análisis del equilibrio de poder, eD:_ la relación entre las generaciones y los cambios que ha sufrido. La estructura de estos procesos está determinada, a fin de cuentas y a nivel individual, por la estructura de la relación intergeneracional en un ámbito social más amplio, o sea, en la tribu o el Estado, por ejemplo. · · No es dificil encontrar ejemplos de conflictos sociales intergeneraci."onales.En la mayoría de las sociedades, desde las más simples hasta las más complejas, las generaciones de mayor edad disfrutan del privilegio de ocupar los puestos que corresponden a su monopolio en la toma de decisiones y ordenanzas de alto nivel respecto a los asuntos que afectan a todo el grupo. Las generaciones más jóvenes, por lo general, no disponen de acceso a estos puestos. Una razón para excluirlas, mencionada con frecuencia, es la necesidad de que una persona cumpla con un periodo más o menos largo de preparación y aprendizaje para adquirir la capacidad de cumplir adecuadamente con las tareas de dirección. Sin embargo, existe desde luego una gran diversidad de modelos institucio~ales, según los cuales, se regula y se maneja el mando ejercido por las generac10nes mayores sobre las jóvenes a través de la autoridad de sus puestos. También se observan grandes diferencias en el tiempo en que las generaciones mayores permanecen en los puestos sociales decisivos y ejercen el poder otorgado por estos, durante el cual, las generaciones jóvenes deben aguardar en puestos relativamente subordinados que se les abra el acceso a aquéllos. . En el curso de la evolución social han variado mucho los conflictos ocasiona· dos por el monopolio prácticamente universal de las funciones sociales por las
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raciones de mayor edad, por una parte, y el deseo de suplirlas que anima
gefe generaciones más jóvenes, por otra. Sin embargo, muestran un carácter
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ª :·cular específico en cada fase evolutiva y cada sociedad. Su estructura pa le explicarse en función de la estructura global de la sociedad en cuestión. re una sociedad más simple, por ejemplo, un miembro de determinada familia, vez ocupe el puesto de rey mientras conserve su fuerza y su salud, ya que los ~ t resados tienen la idea de que el bienestar del grupo depende de la fuerza lflle salud de su príncipe. No obstante, si una hambruna, una epidemia o la ~ ~ota frente al enemigo demuestran que el rey está perdiendo su carisma, es esible que la tradición obligue a matarlo para que pueda ser reemplazado por p~o de sus descendientes más jóvenes, dueño aún de sus fuerzas mágicas en ;lenitud. Pero en el caso de unas tierras de labor, puede regir la costumbre de que su dueño se retire en cuanto empiece a debilitarse fisicamente, cediendo su autoridad a un hijo. No obstante, también hay sociedades en que los campesinos viejosconservan el mando sobre sus propiedades hasta los 60 o 70 años de edad, por lo cual, sus hijos mayores carecen de propiedad particular hasta los 40 años 0 incluso por más tiempo y se ven impedidos, por lo tanto, para casarse. En este último caso, la imposibilidad de convertirse en propietario también cierra las posibilidades.de llevar una vida dotada de sentido. El campesino viejo corre el peligro de perder, por la presión del joven, todo lo que desde su punto de vista otorga sentido a su vida; no sólo su poder de mando, sino también la independencia que perderá cuando por fin se retire. La longevidad y tenacidad de su padre hacen que el joven campesino se haga cada vez más viejosin oportunidad de casarse y sin dar a su vida el sentido que, de acuerdo con los cánones de-su sociedad, sólo obtendrá en cuanto pueda mandar sobre la tierra-y fundar una familia. No es necesario referirse a casos particulares para comprender que, de vez en cuando, alguno de estos jóvenes campesinos pueda ser presa de la desesperación, se ponga violento y tal vez incluso ataque a su padre. Todo ello demuestra que los conflictos generacionales no se dan por culpa de alguna de las dos partes, sino que se encuentran determinados, en muchos casos, por la estructura específica de las instituciones sociales. En las sociedades cuya estructura y funcionamiento resultan muy difíciles de comprender en su totalidad par!l sus miembros en particular, como sucede en el casode l_asnaciones industrializádas del siglo XX, la naturaleza de sus conflictos generacionales es, desde luego, mucho menos fácil de entender que en el caso de las sociedades más simples a que se refieren los ejemplos. Tanto más fácil es perd~r de vista que estos problemas no derivan de particularidades, sino que constituyen conflictos institucionales.
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re ). señalado ya una circunstancia curiosa: muchos de los jóvenes burgueses grum os dentro de la oposición extraparlamentaria y a la postre también en los repufº~terroristas consideraban, al parecer, su sociedad como intolerablemente es1va' inJ"usta, Ypor en de, muy repro ba bl e en el sentido moral. Sin embargo,
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égiinen hitleriano y de la Unión .Soviética tuvieron el promedio de edad 1 deár bajo del siglo para este nivel dirigente. Jll ~uando las opciones de vida y de encontrar un sentido vital se estrechan sanchan en términos generales, sobre todo las alternativas profesionales ~ _enonibles para las generaciones más jóvenes, el equilibrio de poder intergene16~0nales afectado profundamente. Sería posible afirmar que, en estos procesos, racincuentra el núcleo de los conflictos sociales intergeneracionales. se eTodas estas re fl ex10nes · tal vez sirvan · para ac larar un poco por que' seria' n error suponer que estos conflictos representan choques conscientes entre ~ferentes grupos generacionales con intereses opuestos. A primera vista puede arecer así: los grupos de mayor edad son los consagrados, los que dominan el ~ccesoal poder y también al sentido vital, y mientras su edad o su estado de salud no les impidan desempeñar las funciones sociales relacionadas con ese poder,mientras ejerzan el monopolio sobre esas funciones para decirlo de otra manera, el acceso a ellas permanece cerrado para las generaciones jóvenes o puede ser controlado por las mayores de acuerdo con sus propios intereses. No obstante, si bien los grupos mayores establecidos pueden, hasta cierto punto, regular el cambio generacional, los procesos sociales determinantes de que las vías de ascenso profesional y las opciones de vida y de encontrar un sentido vital, ya se estrechen o se amplíen, se cierren o se abran, son involuntarios. La guerra o la revolución no persiguen de manera consciente el objetivo de acelerar el cambio generacional, máxime cuando aún no se construye una teoría de este proceso. No obstante, las guerras y revoluciones, por muy distintos que sean sus fines declarados, por regla general aceleran el cambio generacional. Tampoco es posible acusar simplemente a las generaciones mayores, dueñas de las cúspides jerárquicas y los puestos establecidos, en los prolongados tiempos de paz, de cerrar las vías de acceso a las opciones de vida deseadas por las generaciones más jóvenes. El estado actual del conocimiento indica que este proceso también es involuntario, en términos generales. Sin embargo, al cobrar conciencia de tales procesos involuntarios su dirección consciente paulatinamente se hará más factible. ' Es evidente que el destino de las generaciones más jóvenes dentro de los sectores sociales cuyas expectativas se cifran en una carrera ;rofesional se ~e pr_ofundamente afectado por este proceso periódico de apertura y cierr~ de as vias de ascenso profesional en una sociedad. La tensión intergeneracional l dos con ella se agudizan . · Eatenteylos confl'1ct os re 1ac10na al estrecharse las vías. stt pr?blemas se ponen de manifiesto de maneras muy variadas. . as dificultades que resultan de ello no se pueden apreciar adecuadamente mientras no d 1 nal que e c aro que dependen de la clase social. La estructura profcsio1os ob reros m . d ustnales . en que se mue se caracteriza entre otras cosa1Por 1a brevedad d ven 1 l d ~' lotant e ª esca era e ascenso que se encuentra a 'su disposición. Por 1 vaga8 o, as ~xpectativas profesionales del sector obrero son por lo general más · ' no es raroY no tiene n e l mismo peso que para el burgués. En 'este último caso que 1OsJ'óvenes d"1senen ¡ · un p an profes10nal bastante preciso, dividido
la desigualdad social y las tendencias opresoras que, por supuesto, existían en¡ República Federal Alemana eran de hecho menos agudas que durante la época hitleriana y la mayoría de los periodos anteriores de la historia alemana. Des/ mi punto de vista, es posible explicar esta paradoja, con base en un conflic/ 0 generacional amplio como el descrito. En el proceso de evolución de las sociedades complejas se distinguen pe. riodos, durante los cuales, las vías de ascenso para las generaciones jóvenes se encuentran más o menos abiertas, en comparación con otras épocas en que estas vías se estrechan cada vez más y tal vez llegan a cerrarse por un tiempo. El problema que estoy abordando es intrincado y, sobre todo, en las sociedades muy complejas llega a ocurrir también que, en muchos sectores, el estrechamiento de las vías de ascenso vaya de la mano con el ensanchamiento de otras vías o con la creación, asimismo, de vías nuevas abiertas de par en par. En relación con un ámbito social en particular, el modelo más sencillo -demasiado sencillo, quizá- para este abrir y cerrar de las vías de ascenso es la organización militar convencional de los Estados modernos, sobre todo del cuerpo de oficiales. Dicho en suma, las vías de ascenso profesional dentro de esta organización se abren en tiempos de guerra y se estrechan o incluso pueden cerrarse temporalmente en tiempos de paz. Es difícil de apreciar en su totalidad, el grado de cierre o apertura de las vías de ascenso profesional en las distintas fases de evolución de una sociedad estatal. Sin embargo, también en este caso suelen ser las fases violentas, ya sea en las relaciones interestatales o intraestatales entre las personas -es decir, los periodos de guerra interestatal y guerra civil o revolucionaria, seguidos por la restauración del monopolio estatal de la violencia-, las que brindan vías de ascenso relativamente anchas y abiertas. Durante los largos periodos de paz tanto intraestatal como interestatal, el paso por las vías de ascenso se vuelve por el contrario más lento. La circulación generacional se aletarga. En la mayoría de los casos aumenta, por lo tanto, la edad media de los grupos establecidos que ocupan la punta de la jerarquía profesional. Las opcionesde vida se reducen para las generaciones jóvenes, de manera particular las opciones a que el individuo atribuye un sentido vital, y aumenta la presión ejercida por los grupos establecidos sobre los marginados, por ejemplo, de las generaciones de mayor edad y jerarquía sobre las dependientes más jóvenes. Se producen muchos fenómenos secundarios y colaterales, en la literatura, por ejemplo, o en lo que vagamente se denomina como el espíritu de una época, en los que se hace notar esta presión y tendencia a un cambio generacional más lento. No es posible entender las variaciones sociales en el poder, sin tomar en cuenta las clases o los sectores cuyas relaciones recíprocas se modifican por obra de revoluciones o de cambios de régimen intraestatales. Sin embargo, c~n frecuencia tampoco es posible entenderlas ni explicarlas sin hacer referencia ' . · 1en a los conflictos generacionales y a los problemas del camb10 generacwna_dos general. Recuerdo haber leído que, antes de la guerra, los grupos estableci
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en etapas, que les indica a qué edad deben alcanzar determinados peldaño 8 la escalera profesional. La diferencia entre las estructuras profesionales di en nibles para los jóvenes de origen obrero o burgués, influye considerable:rn:p~ en la desemejanza de sus respectivas reacciones a la obstrucción de las "~ e profesionales en su campo de interés. ias Las sociedades más complejas ofrecen, por cierto, ciertas alternativa ambos grupos, las cuales permiten a un pequeño porcentaje de afectados evi:; el estrechamiento o cierre de las vías profesionales. La carrera de futbolist 0 boxeador constituye tal opción para los jóvenes obreros; para las personas~ origen burgués sería, por ejemplo, la carrera de escritor o poeta. La carrere política es una posibilidad para ambos grupos. ª Las sociedades contemporáneas se caracterizan porque el conflicto generacional no sólo se hace notar en el nivel profesional sino también en el político. Esta circunstancia está relacionada con el hecho de que el modelo estatal del siglo XX es dominado por los partidos políticos; o sea, se trata de un Estado dentro del cual los titulares de los puestos de gobierno y a veces también los altos funcionarios encuentran legitimación como miembros del sistema político de su sociedad, mediante la pertenencia a un partido que, a la vez, abarca algunos sectores de la población en general; entre ellos, por lo común, hay también representantes de las generaciones más jóvenes. La organización estatal basada en partidos políticos, ya sea de un Estado unipartidista de carácter dictatorial o de un Estado multipartidista parlamentario, constituye un fenómeno relativamente nuevo. Una de sus consecuencias es que en estos Estados no sólo las vías profesionales, sino también las políticas pueden abrirse o cerrarse, ensancharse o estrecharse. Por lo tanto, también en estas últimas pueden darse conflictos generacionales abiertos o latentes. El acceso a los puestos de mando partidarios y del gobierno ocupados por la generación mayor, puede permanecer cerrado a las generaciones más jóvenes durante muchos años y abrirse nuevamente como resultado de la competencia entre los partidos o por la muerte de algunos miembros del partido o del gobierno. Sea comofuere, la presión ejercida sobre las generaciones más jóvenes llega a expresarse en la imposibilidad de encontrar una forma de vida y una actividad dotada de sentido, tanto en el nivel profesional como en el político. Con gran frecuencia es producto de una combinación de limitaciones en ambos niveles. 7) En el presente estudio, he presentado dos ejemplos de los posibles efectos que esta reducción de las opciones de vida y de sentido vital puede tener sobre una generación joven, de carácter predominantemente burgués. En el casode la República de Weimar se trataba de los oficiales jóvenes que, despué~ ?e ~a primera guerra mundial, intervinieron de manera decisiva en la formacwn le cuerpos de voluntarios y, posteriormente, de conspiraciones terroristas. Para ª mayoría, la carrera ordinaria de oficial en el Ejército alemán era la única ~ue correspondía a sus habilidades y satisfacía sus exigencias de estatus; la úmca,
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·das cuentas, capaz de brindar una oportunidad de realización y un en :~~u vida. La posición regulada con meno~ rigo~ ofrecida por los cuerpos sen tarios con cierto toque de soldado comun y ligeramente degradante, de v~1unó par~ ellos la carrera militar, en vista de que el Ejército se había . d e sus di mensiones · · 8ust1tu)' 'do a una fracCión an te nores. d e uci · e 1E"Je~ci'to , r Estos facciosos alimentaban sentimientos muy am b'iguos h acia ltos mandos les impedían el acceso a los anhelados puestos de oficiales cuyoi5 ~ército regular. Durante los primeros años de la posguerra, se opusieron en ed los intentos para poner fin al régimen parlamentario por medio de las a to os aunque no simpatizaran con él. Los margina · d os reum 'd os d en t ro d e 1os armas, de voluntarios simplemente no podían ' en fr entarse con e 1E'é ~ rci·t o. Al fin cuerpoS . . fr · al cabo,él era su protector y abado y los º~:iales de esos cue~?s con ecuen~!ª yd dían de su ayuda. Era similar su relacion con los grupos Civilesde extracc10n art'd . epen . . l i o_snac10burguesa O aristocrática, particularmente l~s _asocia;ion~s y os/ les que al igual que ellos albergaban sentirmentos nacionales . Los rmembros ~: los cuerpos de voluntarios, relegados a una vida más irregular, tal vez despreciaran a los ciudadanos establecidos y a la burguesía nacional muchas v~ces numerosa; sin embargo, esta ultima también representaba una poderosa abada cuya protección y apoyo financiero resultaron en muchos casos imprescindibles. En estas circunstancias, no pudo estallar el conflicto generacional latente en la relaciónentre los líderes relativamente jóvenes de los cuerpos de voluntarios y sus seguidores,por una parte, y los titulares de mayor edad del alto mando militar, así comolos dirigentes de las asociaciones y los partidos nacionales, por otra. La jerarquía de los oficiales del Ejército cerraba el acceso a la carrera deseada a los oficialesde los cuerpos de voluntarios; los jóvenes e inseguros ciudadanos vestidos con el uniforme de oficial de un cuerpo de voluntarios, no simpatizaban mucho conla vieja burguesía patriótica. Sin embargo, la lucha por las opciones de vida y de un sentido vital no pudo librarse en esta arena entre los jóvenes grupos de marginados y los establecidos de mayor edad. A pesar de sus diferencias de intereses, estas generaciones más jóvenes y mayorestenían un punto en común, enfrentaban al mismo enemigo: los grupos de ascenso reciente que habían ganado el acceso a nuevas posibilidades de poder debidoa la derrota del sistema imperial. Se trataba principalmente del muy numeroso sector obrero organizado y de parte de la sociedad burguesa judía, muy reducida en número, la cual constituía, por así decirlo, una burguesía de segundo orden dentro de la sociedad alemana. Junto con la pequeña ala demócrata-liberal de la burguesía alemana, estos grupos, cuyos representantes :~ ha.bí~ convertido, a su vez, en dirigentes del sistema republicano, constituían prmcipal blanco de la lucha sostenida por todos los que no se conformaban ~:~ der:ota de Alemania, cuya esperanza estaba puesta en restaurar el brillo mpeno Yde su alta sociedad. Por lo tanto, la oposición extraparlamentaria ;~~mo t~l vez se la pueda denominar- de la República de Weimar, a la que din' enecian los cuerpos de voluntarios, también luchaba contra los nuevos gentes rep ubl'1canos y los sectores que los apoyaban. Estas circunstancias
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ponen de relieve un fenómeno que no carece de importancia, como prototipo de una teoría de los conflictos sociales intergeneracionales para abrir las opciones de vida y de sentido vital que se encuentran cerradas o para ensanchar las que se han estrechado. La protesta de un grupo más joven contra los dirigentes del propio país, que les cierran el acceso a las deseadas opciones de vida, puede desviarse en determinadas circunstancias de este objetivo y fijar su oposición en otros grupos. Asimismo, el ejemplo muestra con bastante claridad la forma en que pueden entrelazarse las luchas de las generaciones más jóvenes de carácter predominantemente burgués, para abrirse opciones profesionales y políticas. De hecho sólo Hitler fue capaz de despejar el camino a ciertos grupos de las generaciones más jóvenes hacia puestos de mando político Y,por ende, el acceso a las anheladas opciones de vida y de un sentido vital que los partidos gobernantes de Weimar les habían cerrado. Primero lo logró mediante estrategias extraparlamentarias y luego aprovechando hábilmente las vías parlamentarias de ascenso. El conflicto de clases que halló expresi?n en la lucha contra el régimen de Weimar, tanto de los cuerpos de voluntarios como del movimiento nacionalsocialista, estuvo estrechamente vinculado, por lo tanto, con un conflicto generacional. 8) El movimiento del cual surgieron los terroristas de la República de Bonn también fue un conflicto generacional. De igual manera, los representantes de una generación más joven se opusieron a grupos establecidos de mayor edad cuya autoridad consideraban como obstáculo opresor para su acceso a las p~siciones en que creían poder encontrar un sentido vital. No faltaron los ataques que pretendían abrir vías profesionales estrechas o cerradas. _Entre las demandas del movimiento estudiantil de fines de los sesenta Y comienzos de los setenta figuraron las de ampliar el acceso a los puestos docentes e~ l~~ universidades y de participar en los nombramientos. No obstante, revist10 mayor importancia la lucha contra los dirigentes polític~s de ma_yoredad. Al organizar una oposición extraparlamentaria, la cual también funcionaba fuera de los partidos existentes, las generaciones más jóvenes estaban enfrentando la presión ejercida sobre ellas por los dirigentes de los par~id?s. . , . Los partidos políticos se convierten fácilmente en asociaciones Jerarquicas gobernadas por un grupo dirigente de mayor edad, de modo qu~ el _asc~nso interno por parte de las generaciones más jóvenes, con f~e_c~enciasolo tien~ lugar de manera muy lenta. Este estrechamiento de las posibilidades de ascens político debido al dominio de los dirigentes de mayor edad, no se nota t~nto en los Estados multipartidistas, donde la competencia entre los partidos ~n-ve . rt'd' i is t as d e caracter1 para abrir un poco los espacios, como en los Esta dos unipa dictatorial, cuyos dirigentes, en muchos casos, sólo están dispuestos a ceder e poder que les brinda mucho sentido y posibilidades de realización, cuando un~ enfer:Uedad o el quebrantamiento de su salud en la vejez los obliga a ello,d) . 1 ., lamente e . t'cuyas constituciones por lo común no exigen que a suces10n se reg 1 una manera sujeta al control público. Con todo, también los Estados multlpar
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distas, pese a la competencia entre los partidos, se inclinan marcadamente por estrechar u obstruir las vías intrapartidistas de ascenso e impedir,por lo tanto, el acceso de las generaciones más jóvenes a puestos políticos de decisión más menos independientes. Debido a esta situación, los miembros más jóvenes de 0 los partidos están menos dispuestos a oponerse a las condiciones existentes. Se ejerce una presión considerable para el conformismo intrapartidista. Por lo tanto, la oposición extrapartidista y extraparlamentaria es con frecuencia para las generaciones más jóvenes, la única oportunidad de manifestar objetivos políticos y sociales que no cuentan con posibilidades de expresión ni de ser atendidos dentro del marco de los partidos existentes, ni tampoco, por lo tanto, en las instituciones parlamentarias. Quizá se debería tomar más conciencia de lo que se acostumbra hoy sobre el carácter particular de tales movimientos, en cuanto indicios de un estrechamiento o cierre en las opciones políticas de vida y de un sentido vital para las generaciones más jóvenes dentro de los partidos. Para entender la dinámica de un movimiento extraparlamentario hay que tener en cuenta que las vías de ascenso político, bastante estrechas e inasequibles para gran parte de los jóvenes dentro del marco de los partidos institucionalizados, sobre todo durante prolongados periodos de paz, constituyen el único camino hacia una participación política eficaz en los Estados parlamentarios de nuestro tiempo. Si los miembros de mayor edad del partido se apoderan durante muchos años de los puestos de mando internos y también, por lo tanto, de las posibilidades de ejercer funciones de gobierno, las generaciones más jóvenes cuentan con pocas oportunidades para imponer sus metas políticas. Esta situación constituye una de las características estructurales de la relación intergeneracional en los Estados multipartidistas y sirve para explicar hasta cierto punto, aunque no del todo, la impresión de los jóvenes de vivir en una sociedad opresora. La convicción de que muchas cosas deberían de cambiar en su sociedad es con frecuencia muy fuerte entre los jóvenes que apenas llegan a l_avida pública. No obstante, dentro del marco de las instituciones públicas existentes, cuentan con muy pocas posibilidades de trabajar eficazmente a favor de un cambio en las debilidades que observan. , Dicha imposibilidad de participar eficazmente cobra una trascendencia aun mayor porque, en el siglo XX, las doctrinas políticas han adquirido más ~00 . . ' nea, una importancia suprema para las personas y son capaces, por lo tanto, de dotar o vaciar de sentido a una vida. He señalado ya que, en épocas pasadas, se buscaba un sentido vital en doctrinas religiosas no materiales pero que en el_curso de la gran secularización iluminista se adjudicó cada vez ~ayor , · Por esta causa en el siglo XX Peso a canone s poil't' icos d e caracter material. 1os enfr t · ' , .1 t . en amientos librados en torno a estos poseen muchas veces la misma n ens1dad · al . . . los . emocion que las luchas entre doctrmas religiosas que se dieron en s1g10s ante nores. · E · tomar en cuenta que la lucha por los ideales ol't· P 1 icos cumpl 1 fu s .necesario , d d ferv e a nc10n e otar de sentido a la vida, si se ha de entender el orylaentregae · al l ·, , extr mocion con que os Jovenes líderes burgueses de la oposición apar Iame t · 1 · n aria Y os conspiradores terroristas defendieron sus metas de
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cambio social durante los años sesenta y setenta, respectivamente, Ydenunciaron como un sistema de opresores falto de valor moral al Estado existente encarnado en muy alto grado por los miembros dominantes de los partidos. 65 De hecho durante los sesenta y setenta, una de las raíces más fuertes del descontento; las acciones de los jóvenes representantes de la oposición p~lítica en la República Federal Alemana, debió ser la imposibilidad de persegmr por medio de actividades políticas objetivos dotados, a su manera de ver, de un sentido supremo. Lo impedía un Estado multipartidista en que los partidos ejercían el monopolio sobre el acceso a cualquier puesto pol~tico:Vista de esta manera, la aparición de una oposición extraparlamentana dio realc~ a un factor latente en cualquier sociedad dirigida por un régimen monopolizador de partidos: la existencia de grupos de marginados, sobr~ todo jóven~s, caracterizados por una motivación política muy fuerte, que se m!eresan viv~~ente en los problemas. públicos de su sociedad, sea cual fuere la m~erpretac10~ que ellos mismos den a este interés, sin que las instituciones oficiales les bnnden la posibilidad de hacerse escuchar. . . . Diversas formas de oposición extraparlamentana y extrapartidista constituyen, por lo tanto, un fenómeno normal dentro de los Estados con régimen parlamentario. En muchas de las sociedad~s industri8:1izadas más desarro~adas del mundo, particularmente Estados Umdos, Francia e Inglate1;a,. surgieron movimientos de protesta emparentados con el que se dio en la Republica Federal Alemana. En todos estos países, personas de origen burgués en su mayoría, se asociaron para tratar de desquiciar, por vías extraparlamentarias, regímenes dominados por viejos grupos burgueses. Su esfuerzo afectó, en muchos casos de manera duradera, la relación entre las generaciones de mayor edad Ylas jóvenes, sobre todo en las universidades. Sin embargo, l~s grandes esp~ra:izas que los participantes alimentaron en el momento culmmante del movimiento se vieron frustradas en todas partes. De haber prosperado esta lucha, hubiera terminado el dominio de lo~grupos de mayor edad sobre las instituciones. Las ~as est:e~has u obstruidas d~l ascenso político se habrían abierto y habrían sido sustituidas ~or otras, todaVIa anchas y flexibles. Los hombres y las mujeres de las generac10nes mayores se 65. Lo paradójico es que el enfrentamiento abierto entre las generaciones ~n l?s años se~enta;:e~ obra de la oposición extraparlamentaria y del movi~mento estudiantil, solo fue posibl: lio marco de una estructura social que brindaba a sus miembros un margen relativamente an1 para la lucha entre grupos que sostenían ideales políticos opuestos Y,por lo tanto, tan:i 1~0 entre las generaciones. En los Estados absolutistas totalmente opresores de la actua!::n:ies importar el color de su bandera política, es posible que haya conflictos mtergener Uo · d e mam'fiestarse, aunque Pre c1·samente por n·etos latentes pero no tienen la oportunidad ' · de la supe rfiicie. · El h ech o d e qu e los. con como ic tal vez ardan con mayor intensidad debaJo intergeneracionales se hayan podido manifestar y desarrollar de ma~era _tan abie~ dela sucedió en la República Federal Alemana durante aquellos años, fue mdic10,por tan ;ot en elasticidad relativamente grande de las instituciones políticas Ydel carácter poco opre ' comparación, del régimen gobernante.
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habrían retirado, siendo reemplazados por miembros de las generaciones más jóvenes. No ob~t~te, por regla general, es sumamente reducida la posibilidad de que tal movimiento logre el acceso al poder, en comparación con los partidos organizados y, sobre todo, con quienes ocupan la cúspide en la jerarquía de los partidos: la clase dirigente. Si no cuentan con el apoyo de una severa crisis de su sociedad,sus representantes casi nunca tendrán la posibilidad de lograr el acceso a una actividad política eficaz conforme a sus propios objetivos políticos. Una crisis de este tipo permitió finalmente a la oposición extraparlamentaria de la República de Weimar intervenir en la lucha política entre los partidos. Los representantes de la oposición extraparlamentaria de los años sesenta en la República de Bonn, no tuvieron una oportunidad semejante. El movimiento fue muy concurrido, las manifestaciones masivas despertaron grandes expectativas y el movimiento estudiantil, desarrollado en forma paralela obtuvo notables victorias en ~u esfuerzo por modificar el equilibrio de poder entre las generaciones esta~lec1das de pro~esores de mayor edad y las marginadas, formadas por los e~:ud1~~s Y los a~istentes jóvenes, en beneficio de estos últimos, lo cual tamb1ens1~ó para ab~ o ensanchar muchas vías de ascenso profesional. Todo ellosembro gran entusiasmo entre los participantes. Parecía acercarse el soñado mo~e~to en que realizarían sus ideales y liberarían a los oprimidos por la Repubhca, sobre todo a las generaciones más jóvenes que estaban participando en la lucha ..~o obstan~, c~~do menos lo esperaban, el sueño se derrumbó. Una depres10n general s1gu10a la euforia y la lucha se endureció.
LASGENERACIONES DE LA PREGUERRA Y LA POSGUERRA DIFERENTES EXPERIENCIAS, IDEALES y MORAL . d 19) La generación joven políticamente motivada se sintió excluida no sólo e tcce~o ª todos los gremios en los que se tomaban decisiones políticas sino ~:ci:~:unos g~~erales de la posibilidad de participar en forma activa e~ las por las nes poht~cas, durante muchos años, por culpa del monopolio ejercido mu h0 generac10nes de mayor edad. Esta frustración seguramente influyó c. ednrepresentar al Estado existente como el peor de los males tal como Sehi zo entro de al , 1 d ' años gunos c1rcu os el movimiento extraparlamentario en los carac:::;~~~ y setenta en 1~ Repúb~i~a Federal Alemana. Sin embargo, otras comoc1·rt as de la experiencia v1v1da por esta generación más J.oven así e os aspectos , 'fi d . . ' tuvieronel mis mas espec1 cos el conflicto mtergeneracional también generacion b mo efecto. Uno de ellos fue la postura diferente adoptada por las nacionalso::li::;~es~s d_em~yor edad y las jóvenes con respecto a la irrupción Puede r l _n.a histona alemana, sus causas y consecuencias. · esu tar util tratar d · · l · ·, salierona escena o . e im~ginarse a s1tuac10n en que estos jóvenes la República Fed~;a{~ec1rlo de algu~ modo, y observaron el paisaje político de emana por pnmera vez con plena conciencia. Llama la
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atención, en primera instancia, la enorme diferencia entre las experiencias de los recién llegados y las personas de mayor edad que e~ ese entonces ocu~~ban todos los puestos dirigentes y la cabeza de todas las vias de ascenso pohtico y profesional, incluyendo las de los partidos y las universid~?es, desde d~nde regían el destino de la sociedad estatal alemana, o sea, tamb1en el de los nnem. bros jóvenes de esta sociedad. Desde el punto de vista de las generaciones burguesas de mayor edad que habían vivido la transición de la República de Weimar a la dictadura del partido nacionalsocialista y luego también la guerra, la cuestión de la culpabilidad o inocencia del individuo, o sea, de la personal, revestía una importanci~ decisiva en la reflexión en torno a este episodio histórico, que puso a Alemania en una posición contraria a todos los valores de la civilización. La mayorí~ había recibido la constancia por parte de las comisiones de limpieza de los aliados o alguna otra autoridad, de no haber tomado parte en las atrocidades de la época nazi, o sólo de manera insignificante. Para ellos bastaba con eso para res.olver, en gran medida, el problema de la "asimilación del. pasado alemán". Ofi~iah~ente no tenían nada qué temer ni de qué arrepentirse, aunque su conciencia tal vez los importunara de vez en cuando. No obstante, los dirigentes d? esta generación opinaban que en la vida pública era posible enterrar la pesad~~ª de los años hitlerianos. Los horizontes de este grupo sólo abarcaban la cuestion de la participación individual en organizaciones nacionalsocialistas; por lo c?mún ya no alcanzaban a indagar el problema de ~ué pe~uliaridad de l~ sociedad estatal alemana o de su tradición específica hizo posible aquel estallido brutal e inhumano. Conscientes de encontrarse más o menos libres de la m~cha de haber pertenecido a aquel grupo ahora estigmatizado, procuraron contmuar la tradición estatal alemana, que se prolongaba desde el imperio ale~án hasta la República de Weimar y la nueva República Fede:al Ale~ana a traves de muchos linajes familiares de la antigua burguesía y anstocracia. En muchos aspectos . continuaron como si nada hubiera sucedido. Tal como aquí se aprecia, la dirección de los asuntos alemanes mternos ~or representantes de las potencias victoriosas tuvo claros efecto~ :etardatanos sobre el desarrollo de la República Federal Alemana. Los dirigentes de la posguerra, caracterizados por la figura paternal simbólica de Adenau~r,; esforzaron sobre todo por reconciliarse con los vencedores y por construir Estado estable de acuerdo con la tradición liberal-conservadora d~ ~a preguerra~ De esta manera, la joven República Federal A1e1:1anapu~o. legitim.arse co~a aliada confiable de las potencias occidentales y aspir~r a recibir cuantiosa ª·~es económica. El análisis de los puntos de vista y los ideales de las generacrn 1 dominantes de mayor edad por parte de las más jóvenes, fue ~~lazado Pr~ct:: , errota y el prolongado periodo de reconstrucc10n. El ca 1 de la d secue as . . ., t xpreso explosivo que este análisis ad~mno en lo_ssesenta y setenta en par e e su necesidad de recuperar el tiempo perdido. [as El problema del pasado nacional adoptó un cariz muy distinto Pª::rena jóvenes generaciones burguesas que en ese momento penetraron en la
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política, q~e pa~a las de sus padres! abuelos. Nacidos en los últimos años del régimen h1tlenano o una vez finalizado este, podían considerarse libres de culpa de las atrocidades cometidas. Sin embargo, cobraron conciencia, quizá con cierto asombro, de que el mundo en general imputaba al pueblo alemán el surgimiento de un régimen violento que había rebasado por mucho las manifestaciones normalmente tolerables de barbarie. Dicho de otra manera, se enteraronde que no sólo los individuos que habían participado personalmente en las brutalidades de la época hitleriana cargaban con la mácula sino toda la nación.Todos los alemanes lo percibían al encontrarse con extranjeros, aunque sujuventud demostrara su inocencia respecto a haber participado en los sucesos estigmatizadores. A las generaciones anteriores, el problema de limpiar el pasado se les había presentado principalmente como una cuestión de culpa 0 inocencia personal. Para las de sus hijos, adquirió, por el contrario, mucho más realce como I:>r?blema social, el de cómo el régimen nazi había podido surgir. A ellos que ".1v1anuna época posterior les resultó más claro que a sus padres que la p~sa~lla del pasad? no se dejaría enterrar tan fácilmente. Este aspecto del con~1cto mtergenerac1onal fue el que estalló con particular crudeza, y no necesanamente como enfrentamiento familiar sino antes que nada social. La c~mpetencia usual entre los grupos de marginados más jóvenes y los est~blec1dos_demayor edad,_que _durante años había monopolizado las opciones soCJalesde vid~ y de un sentido vital, adquirió una fuerza muy particular en este caso.Era comun ahora que la generación paterna fuera percibida como autoritari~ Y opresora por los hij~s a quienes obstruía el acceso a las opciones sociales d~vida. No obstante, esta rmpresión quizá no articulada de manera precisa se vmcul~ba, en la mente de muchos jóvenes burgueses, con la conciencia de que e~osmisn_ios_Padres representaban a una generación responsable, en forma d~r?~tao mdirecta, del ascenso de Hitler y sus partidarios. Esta generación pidio,de modo mucho más explícito que cualquiera hasta ese momento que se e~con_trarauna r~spuest~ a _la pregunta de cómo pudo darse en Alem~ia la ;ctona de los nac1onalsoc1alistas o "fascistas", como solía llamárseles y exigió a certeza de que los sucesos no fueran a repetirse. ' Est · · · d' t da experiencia .explica su preocupación de que pudiera surgir otra ~cª ura Y su, disposición a interpretar las formas contemporaneas de en op Alemama ·, . . res10n como fascista • Amb as apreciacwne d - smtomas de un segundo récnmen b' esei_n?,enaron un papel muy importante en los planes y las acciones de Y, posteriormente, también en los de los c a ~pos1cion extraparlam~ntaria marxismo o;spir~dores. terronstas. Dieron un lugar a las necesidades que el conincl' P_omet_ia satisfacer, sobre todo entre los jóvenes de origen burgués sus dnrim~c10nes m~electuales. En términos generales, la doctrina marxista y bur;es:: ~;;ip,hero~ una ~ui:ción cuádrup_le para las jóvenes generaciones de! naci·onal . ª1~poca. les sirvieron de med10 para librarse de la maldición socia ismo· p · t este últi·mo como de la ' ara· donen d arse acerca , del carácter social tanto de generaciones establ .; so~1e a es contemporaneas; para luchar contra las ec1 as e mayor edad, sus padres y la burguesía, y como
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modelo de una sociedad alternativa y una utopía portadora de un sentido, que permitía iluminar mejor los defectos de la sociedad existente desde un punto de vista crítico. Por un breve momento histórico, los dirigentes de esta juventud burguesa en Alemania consideraron posible liberar a la sociedad de la coerción ejercida por el régimen social existente, interpretada en términos económicos, para así alcanzar la meta soñada: el fin del dominio capitalista y la transición a un régimen dirigido por la clase obrera. Se acercaba la hora, desde su punto de vista, en que el impetuoso ataque de los marginados habría de transformar la república, instalada en Bonn por los representantes firmemente establecidos del régimen, en otro sistema social más libre y dotado de mayor sentido que por lo común denominaban "socialismo", a fin de ahuyentar de manera definitiva al fantasma del fascismo. 66 Cuando el sueño de esta generación joven tampoco se cumplió y su gran esperanza empezó a disolverse, la dinámica de la protesta llevó a choques más violentos entre los grupos opositores y los representantes del monopolio estatal de la violencia. Finalmente se formarón organizaciones secretas que pretendieron derribar la estructura dominante por medio de actos sistemáticos de violencia, en vista de que era imposible sacudirla mediante estrategias no violentas. Al tratar de explicar el terrorismo que surgió en la República Federal Alemana, no es posible hacer caso omiso de que los movimientos de oposición,protagonizados por las generaciones más jóvenes, condujeron a la formación de grupos violentos, principalmente en los países en cuyo pasado reciente había intervenido de manera decisiva una dictadura más o menos despótica imposible de controlar por vías legales, a la manera de los regímenes fascista o nacionalsocialista. Las mismas condiciones y tradiciones sociales que favorecieron, tanto en Alemania comoen Italia, la formación de gobiernos dictatoriales violentos, contribuyeron tam?ién aparentemente al surgimiento de movimientos violentos de carácter antifascista. Además, en ambos países -y posiblemente también en el Japón-, el temor al surgimiento de una nueva dictadura autoritaria y violenta era, por razones comprensibles, particularmente fuerte. Algunos grupos de las jóvenes generaciones de la posguerra se mostraron, por lo tanto, muy sensibles hacia cualquier indicio aparente del regreso ~e tal régimen. Una vez rotas las barreras que, en las sociedadesestat~les -~ª8 desarrolladas limitan normalmente el uso arbitrario de la violencia üsica como medio para resolver los conflictos, las brasas permanecen vivas. En 66. Uno de los aspectos más asombrosos de los testimonios rendidos por los participantes en el movimiento es su absorción total por lo que veían y sentían en el momento. La fuerza '. impulso' aparentemente de tal manera que rara vez se ocupar ®~~ de sus deseos los . detalles de lo que habría de suceder una vez eliminado el Estado capitalista. Ténmno~ como "socialismo" les bastaron por completo para asegurar el beneficio de elimmar ª Estado existente. Su fe en la necesidad de destruir la sociedad estatal del momento, nunca perdió del todo el carácter de un sueño colectivo basado en pasiones muy intensas.
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este caso, el temor de que la dictadura regrese puede inducir más fácilmente también a sus adversarios, a recurrir a la violencia como medio de prevención contragolpe. Sea cual fuere la aportación que se quiera hacer para explicar 0 el terrorismo en la República Federal Alemana, hay que tener en cuenta que, en otros países con gobiernos parlamentarios, los movimientos de oposición extraparlamentaria, al perder su impulso y, por ende, también la esperanza de lograr una pronta transformación del régimen existente percibido como opresor,no se produjo el surgimiento de grupos de conspiradores terroristas. La tragedia de algunos integrantes de estas generaciones más jóvenes fue que, al esforzarse por crear una mejor forma de convivencia humana, más cálida y dotada de mayor sentido, como contraparte del régimen nacionalsocialista, se vieron impelidos a cometer a su vez actos cada vez más crueles. Quizá la culpa de la tragedia no fue suya solamente, sino también del Estado, de la sociedad que trató de cambiarlos y de las generaciones de mayor edad que, dueñas de todos los puestos de poder, representaban a la sociedad y al Estado. Estas últimas, de conformidad con las nuevas condiciones de poder, ya habían intentado también suavizar la dura herencia dejada por el Estado absolutista autoritario, herencia que sobrevivió en los Estados republicanos sucesores de la milenaria monarquía alemana, no sólo en muchos rincones y recovecos de la organización estatal misma, sino también en las estructuras de personalidad. La catástrofe de esta tradición alemana había destruido la unidad estatal lograda tras luchas muy duras. Esta circunstancia reforzó seguramente la voluntad y el deseo de los grupos dirigentes que encabezaron la reconstrucción de un Estado menos autoritario, de reformar en este sentido las instituciones del Estado y educativas. No obstante, el temor a la invasión de las doctrinas revolucionarias enarboladas por naciones vecinas y próximas puso límites a su voluntad innovadora. Estas naciones prolongaban y desarrollaban en su interior el modelo del absolutismo autocrático, pero la propaganda que dirigían a otros países exigía la libertad y la destrucción del orden existente. Algunos grupos de las generaciones más jóvenes consideraban insuficientes las refo_rmaslimitadas llevadas a cabo por las de mayor edad, marcadas todavía P.orel tiempo de la preguerra. A pesar de las instituciones parlamentarias y del sisterr_ia °:ultipartidista, descubrieron muchas peculiaridades propias del Estado autontano autocrático en el nuevo Estado reformado. Creó ciertas dificultades que,en muchos casos, la teoría marxista, que en efecto presentaba y denunciaba al.Estado como instrumento de la clase dominante, les haya servido de herra:1e~ta para la crítica intelectual. Por una parte, la realización de esta doctrina abia ~a.dopor resultado, casi sin excepción, Estados de carácter sumamente autocratico Y opresor. Por otra, el marxismo provocaba inevitablemente a los gr'lt~pos establecidos de mayor edad de su país. Hacía mucho tiempo que estos U . ' ian d ec1'd'd 1 o bnndar un amplio margen a la libre competencia entre lo imoshab' vi.:t~~;f es partidos, de ~cuerdo con el ejemplo de sus aliados occidentales y en as nuevas relac10nes de poder interestatales. No obstante, el marxismo
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despertaba en ellos emociones y posturas parecidas a las suscitadas por los sectores dominantes anteriores de Alemania. Esto confirmó la sospecha, en los jóvenes grupos burgueses reunidos en la oposición extraparlamentaria, del peligro de que en la República de Bonn se volviera a imponer la tendencia al uso de la fuerza fisica, lo que en el caso de la República de Weimar había conducido a la instalación de una dictadura autocrática. Atormentados por la idea de que también la segunda república parlamentaria alemana fuera vencida por las tendencias a la dictadura violenta de los sectores dominantes, parte de los grupos de oposición formados por la generación más joven intensificaron la lucha contra las generaciones de mayor edad, las cuales ocupaban todos los puestos de poder en los partidos Y,por ende, en el gobierno y a las que consideraban propensas a implantar la dictadura y a recurrir a la fuerza policíaca. De hecho, el miedo de que surgiera una nueva dictadura violenta no soltó a estos jóvenes. Y no sólo el miedo: extraían gran parte de la energía canalizada hacia sus actividades reformadoras o revolucionarias de la idea de que, tras la máscara del Estado multipartidista parlamentario, una nueva dictadura y sus huestes se encontraban ya a la expectativa de que llegase su hora; la policía de la República Federal Alemana constituía para ellos la vanguardia de estas fuerzas. La convicción de que, el gran enemigo denominado "fascismo" no sólo no había sido destruido, sino que podía resucitar en cualquier momento, constituye una especie de leitmotiv que se repite una y otra vez en sus declaraciones. De ahí seguía la necesidad de obligar al adversario a salir de su escondite a la luz del día. En su lucha contra las autoridades estatales, las organizaciones formadas por la generación más joven, adoptaron cada vez más la estrategia de provocar a los representantes del Estado con el fin de poner al descubierto su auténtica naturaleza fascista. No interesa aquí si esta idea de la República Federal Alemana, como un Estado sumamente opresor y precursor de un régimen fascista hayi:. sido cierta. Las jóvenes generaciones burguesas que sostuvieron una lucha~~traparlamentaria contra el Estado de Weimar, en los años veinte'. t~mbien estaban profunda y sinceramente convencidas de que aquella repubhca ~ra del todo nociva y perjudicial y que había que tratar de derribarla por cualq~ier medio. Lo mismo ocurrió con las jóvenes generaciones burguesas de los ~nos sesenta y setenta. En ambos casos, la convicción se basó en un sueño, en la idea de construir una sociedad mejor y dotada de mayor sentido: en aquel entonces, una forma de nacionalismo que, de manera directa o indirecta, apuntaba hacia la dictadura fascista; después, una sociedad justa y humana, l.i~re de coerción desigualdad y opresión social, la cual limpiaría en defimtiva al ' · · a 1eman , de 1a macu , 1a h.is t,onca · de Estado Estado occidental sucesor del imperio 1 fascista. La República Federal Alemana no coincidía evidentemente con e ideal de sus jóvenes opositores, así como tampoco la República de Weimar con el de sus jóvenes adversarios. Sin embargo, también debe tomarse en cuenta
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que, en ambos casos, el Estado existente cerraba a estas generaciones más jóvenes en gran medi?a el c~ino a las opciones de vida ~ue interpretaban corno dotadas de sentido. En mnguno de los dos casos teman una idea muy clara de la sociedad que fuera capaz de satisfacer sus demandas, pero sabían muY bien qué era lo que no querían. 10) Una de las diferencias entre los jóvenes grupos de oposición extraparlamentaria de los años veinte y los sesenta, es que los primeros compartían los ideales de sus mayores, por distintos que fueran los matices, mientras que esto no fue así en el segundo caso. Tanto los cuerpos de voluntarios como los nacionalsocialistas compartían con la burguesía establecida de su tiempo los ideales nacionales, el sueño de la grandeza y del destino extraordinarios de Alemania. Es cierto que estaban excluidos de los puestos de poder ocupados por las generaciones mayores y que este hecho convertía a los jóvenes grupos burgueses en los marginados de su sociedad. Sin embargo, no descargaron su rabia en la lucha contra la generación mayor de su propia clase social, sino contra los otros, contra los extraños, sobre todo los obreros y los judíos. Los jóvenes grupos burgueses que llegaron a la edad adulta después de la segunda guerra mundial, por el contrario, encontraron faltas precisamente en los ideales de sus mayores, y por ello pretendían desbaratar los ideales del nacionalismo y todo lo relacionado con este. Amplios sectores de la burguesía alemana Y un considerable número de obreros se habían dejado seducir, en su momento'. por la atracción ejercida por el ideal nacional, y brindaron un apoyo entusiasta a Hitler y al movimiento encabezado por él. Aquel nuevo esfuerzo por hacer realidad el sueño de la hegemonía alemana en Europa Y en el mundo había expuesto a Alemania y a todos sus ciudadanos a la vergüenza :yla deshoi:ra. El ideal nacional había perdido así toda capacidad de ~ar sen ti.do a las vidas de las jóvenes generaciones burguesas en ascenso. El ideal social encarnado por la doctrina marxista se ofreció entonces como nuevo recurso. Sin dud~ el ideal nacional sufrió una devaluación particularmente fuerte ~n Alemai:ia Y la entrega a la contraparte, el ideal social, resultó por demás 1 ~tensa. Sm embargo, no se haría justicia plena a este proceso si se interpretara 8 comoun suceso específicamente alemán, si el carácter extremo adoptado por ~ideal ~ocia!de lucha contra la desigualdad y la opresión por el terrorismo en la e~aru~ Federal se tomara como una simple oscilación del péndulo después del nacionah~mo extremo del movimiento hitleriano. La lucha interge~eracional se d en forma an~'l .oga SI· b'1en atenuada, en otros Estados multipartidistas deesarrollo E uropa Y Norteamenca. Tal vez se , · entre los ide na conv~mente en~ocar como una rel~ción de equilibrio, la que se da a la "d d ales n_ac1onaly social en cuanto med10s que orientan y dan sentido Las ~e:io ~ amplios -~upo~ de la población en las naciones contemporáneas. gias de legit1mac1ón política muy rara vez dejan de hacer referencia
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a ambos. Por lo común, se producen diversas combinaciones dominadas Por cualquiera de las dos tendencias. Al tratar de acercarse un poco más al carácter distintivo de cada uno de est.os tipos ideales, es posible afirmar que se trata de diferentes maneras de normar las relaciones recíprocas entre los grupos humanos. Los ideales nacionales estimulan el placer y la satisfacción de las personas en nombre de la gloria y la grandeza del grupo al que pertenecen. Los intereses de este último, de la nación justifican la lucha contra otros grupos humanos y también, de ser necesario, s~ opresión y destrucción. Tanto el ideal liberal, que deriva el orden social óptimo de la actividad rigurosa en beneficio de los intereses propios de los individuos, como el ideal nacional, que otorga un papel preponderante entre sus normas de comportamiento a la entrega absoluta a los intereses propios del pueblo al que se pertenece, constituyen ideales egocéntricos. En primera instancia es posible decir lo mismo del ideal social. En su versión marxista empieza igualmente por elevar los intereses de una clase particular, la obrera, por encima de los de su adversaria estructural, la clase capitalista. Sin embargo, más allá de este primer significado, Marx atribuyó al ideal egocéntrico de la clase obrera y al esfuerzo por realizarlo una significación moral y una "virtud" especiales, porque se trababa del egoísmo de una clase oprimida y explotada. Al echar a volar su imaginación, el conflicto entre las dos clases sociales de las sociedades industrializadas se le reveló como la última batalla a librar, por así decirlo, en la magna guerra de los oprimidos contra sus opresores desarrollada a lo largo de la historia de la humanidad. En cierta forma equiparó los intereses del sector obrero con los de la humanidad. Vaticinó que una vez obtenida la victoria de los obreros sobre los capitalistas, una vez erradicada esta forma de explotación de un grupo humano por otro, la humanidad entraría a una fase de libertad en la que no habría ni oprimidos ni opresores. En ese momento, el egoísmo de los distintos grupos humanos dejaría de intervenir como móvil de sus acciones. El verdadero curso de los acontecimientos demostró que el proceso de limitar y mitigar el egoísmo de grupo en las relaciones humanas es mucho más dificil y largo de lo que Marx se imaginara. Su idealismo romántico -el idealismo del materialistale impidió reconocer el simple hecho de que los oprimidos, al obtener la victoria, no tardan en convertirse a su vez en opresores, además de que el egoísmo de grupo de sus representantes es capaz de manifestarse de manera tan despiadada como el de sus adversarios estructurales. Con todo, el sistema teórico marxista les sirvió de guía a las jóvenes generaciones burguesas de la posguerra en el mundo social en que se encontraban inmersos, tanto en la República Federal Alemana, como en otras muchas naciones industrializadas de Europa y Norteamérica. No existía ninguno que fuera semejante, ninguno que describiera el mundo social en forma global~ lativarnente apegada a la realidad, desde la perspectiva de los menos favorecid y los oprimidos. Así que ellas pudieron desentenderse de los problemas Y las
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contradicciones que surgían al tratar de realizar su modelo ideal, una sociedad libre de opresores y oprimidos. El ideal social satisfacía sus necesidades, y resultaba fácil pasar por alto el hecho de que la misma doctrina marxista contenía la semilla de una nueva opresión denominada "dictadura de la clase obrera". Es comprensible que, precisamente los jóvenes grupos de intelectuales burgueses alemanes de la posguerra hayan sentido con tal fuerza la necesidad de un ideal semejante. Esto se debió a un proceso de aprendizaje colectivo: la entrada del imperio alemán, en 1871, a la lucha hegemónica que los Estados europeos venían sosteniendo desde hacía siglos y que había conducido a la derrota de 1918. La enorme capacidad desarrollada por amplios sectores de la burguesía alemana para borrar cualquier hecho desagradable de su mente les permitió interpretar este suceso a su manera: como traición de sus adversarios de clase. Esto les evitó la molestia de examinar las causas de la derrota en forma realista para que sirvieran de puntos de referencia en el futuro. Una vez más, otro gobierno alemán logró movilizar a la masa de su pueblo, sobre todo la burguesía, para que volviera a tomar las armas en nombre del ideal nacional. El duro golpe de la segunda derrota y los excesos de la época hitleriana,justificados por el egoísmo nacional, produjeron finalmente un proceso de aprendizaje. El ideal egocéntrico dejó de parecer natural, no por obra de argumentos sino por el desarrollo efectivo de los acontecimientos sociales. Cuando empezó a amainar el shock de la derrota y sus consecuencias, era demasiado tarde ya para que las generaciones de mayor edad trataran de buscar un nuevo punto de referencia que les permitiera asimilar las duras lecciones de la realidad. La generación de sus hijos, por el contrario, no sólo estaba dispuesta a buscar un nuevo punto de referencia sino que lo exigía. Reconoció claramente que, entre las tareas que el pasado alemán les había legado, se encontraban las de luchar contra el egoísmo de los grupos sociales en su relación con otros y de buscar un trato más humano y menos opresor entre las personas. Más difícil es entender por qué la lección impartida por los excesos del nacional.socialismono influyó sol~ente en el pensar y el sentir de los jóvenes grupos de mtelectuales del Estado occidental sucesor del imperio alemán· su resonancia se fue e~tendiendo a otros países europeos conforme la victoria ~btenida sobre A;emama revelaba su carácter pírrico. La segunda guerra mundial puso fin no solo al sueño de la grandeza y la hegemonía nacionales de Alemania sino a la ~upre~acía global de Europa en general, sobre todo, de las grandes ~otencias Jmpe?ales, Inglaterra y Francia. En las otras naciones europeas también estaban surg¡end · ' · . o Jovenes generac10nes a las que la desintegración de la grandeza ;:~rnnal lle:aba a contemplar con ojos críticos las acciones y los ideales de sus hue~es.El eJemplo de la segu_ndagran conflagración del siglo XX dejó profundas com0 ~ en el pens~ Yel sentir de las generaciones más jóvenes incluso en países stados Umdos y Japón, aunque quizá en forma algo atenuada.67 ~E. sto se aplic t b. , 1 del nacional' a am ien, p_or o tanto, a Estados Unidos, aunque la constitución peculiar ismo estadumdense se haya encargado de encubrir un poco las repercusiones
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Cada nación produce un equilibrio muy particular entre el ideal nacional y el social, entre el sueño con la grandeza de la propia nación Y el anhelo de una convivencia menos desigual, opresora y autoritaria entre los grupos sociales. No obstante, en términos generales, es posible señalar una diferencia fundamental entre las perspectivas adoptadas hacia los ideales nacionales por las generaciones de mayor edad y las que crecieron en los cincuenta Y sesenta en los países más desarrollados, ubicados fuera de la zona de influencia de la Unión Soviética. El pasado arroja su sombra sobre el pensamiento y las percepciones de las generaciones jóvenes en todas las naciones industrializadas de Europa, al igual que en Alemania. Es cierto que el complejo de culpa producido por las atrocidades de sus padres es particularmente marcado en Alemania. No obstante se le encuentra, con distintas gradaciones y matices según las circunstancias históricas particulares, en Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica y, posiblemente, también en otras naciones europeas. La reducción de poder que sufrieron -el fin de la supremacía europea en el mundo Y el relativo ascenso de Estados previamente subordinados y dependientesindujo a las generaciones más jóvenes a adoptar posturas y actitudes que pueden interpretarse como una especie de rito de distanciamiento Y limpieza con respecto a los pecados paternos. Sus padres se habían considerado a sí mismos, los europeos dominantes, no sólo como el grupo más poderoso, sino también como el mejor y el más valioso en el aspecto humano, tal como suelen hacerlo los grupos establecidos. En contraste, las jóvenes generaciones de la posguerra reaccionaron en muchos casos contra estas actitudes autoritarias con la tendencia a juzgar a los grupos oprimidos como los mejores y más valiosos en el aspecto humano. En muchos países europeos, la matanza ocurrida en las dos grandes guerras del siglo XX sembró una profunda desconfianza contra las consignas. nacionales y patrióticas en cuyo nombre se habían enfrentado los pueblos. Ciertamente esta desconfianza es por demás fuerte en la República Federal Alemana, como ya se ha señalado. Hasta el final del régimen hitleriano, la b1:1rguesíaal~mana había rodeado la palabra "nacional" de una aureola especial, como simbolo tanto de su propia hegemonía dentro del Estado, como de la grandeza de su nación en relación con las demás. Sin embargo, el uso de esta palabra Y de sus derivaciones cayó a tal grado en descrédito empezando por su asocia~ión con el término "nacionalsocialismo", que resultaba prácticamente imposible ronunciarla en la vida pública de la República Federal Alemana sin hacerse P . s·i b'ien ot ros P~íses sospechoso de ser un aliado tardío de los padres del mismo. . no cargan en la misma medida que los alemanes, con el recuerdo traumati~o ' · · · b urguesas mas de los excesos cometidos por el nac10nahsmo, sus generac10nes 'fi . , d sus 1 'óvenes también se volvieron más cautelosas en cuanto a 1a g on icac10n e J ·, · · · tos del naciones y dejaron de aceptar como natural 1a persecuc10n sm rnirarnien de la guerra europea más reciente. ejercido una influencia semejante.
. 1 . . d Es posible que a experiencia e
v·1et na m haya
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interés nacional en las relaciones interestatales. El ejemplo nacionalsocialista había mostrado con nitidez que esta doctrina, a la que antes se adjudicara un valor absoluto, podía tener consecuencias deshumanizadoras. Entre las generaciones intelectuales más jóvenes, la actitud un poco más crítica hacia la subordinación incondicional de todos los objetivos a los intereses de la nación se presenta, por regla general, en compañía de una mayor sensibilidad hacia las distintas formas que toman la opresión y la desigualdad en las relaciones de grupo e individuales entre las personas. Una mayor sensibilidad en este sentido puede expresarse -aunque no necesariamente tiene que ser así- mediante la adhesión a alguna variante del marxismo. Sin embargo,en el fondo no se trata simplemente de adoptar cualquier entramado teórico, sino de una especie de aprendizaje colectivo, de hecho, de un pequeño paso hacia la superación menos egocéntrica de los problemas sociales. Este pequeño paso, producido como reacción contra un terrible estallido de egoísmo nacional, desde luego puede desandarse de nuevo, como cualquier avance en el aprendizaje colectivo de la humanidad. Cabe agregar, quizá, que el único grupo entre las naciones industrializadas relativamente avanzadas que, hasta el momento, no parece haber tomado parte en este proceso de aprendizaje (en la medida en que es posible apreciarlo, en vista de su relativa impenetrabilidad) es la Unión Soviética y sus aliados. El entretejimiento peculiar de objetivos de carácter social y nacional que ha tenido lugar en esta región, al parecer, no pone trabas a la persecución de los intereses nacionales en nombre de un ideal social. Una de las causas radica en que, en no pueden manifestarse de estos países, los conflictos intergeneracionales manera abierta y de que rara vez llega a surgir algún tipo de oposición extreparlarnentaria. Por lo mismo, los indicios de un cambio similar en la postura y las experiencias de la generación de la posguerra en comparación con la de la preguerra, son muy raros y hasta ahora no han dejado de ser efimeros. 11) El intento de reconstruir la experiencia vivida por las generaciones a las cuales pertenecieron los hombres y las mujeres dirigentes de la oposición extr~p~rlamentaria de izquierda y, luego, de los grupos terroristas en la Repubhca Federal Alemana, produce un cuadro distintivo. En apariencia el · ' recuerd .ºd. ~ la h'is t ona· a 1emana reciente aumento,, desde sus tiempos escolares, 8 u sens1bihdad ante las atrocidades cometidas en el trato social y el sufrimient~ que las personas son capaces de infligirse unas a otras por medio de actos v10lentos · · carga b a con el peso de cómo explicar la deshonra de , · Su conciencia ru pais que ahora era la suya. Esto no sólo intensificó su sensibilidad hacia ~xcesos Y las crueldades cometidas en nombre de Alemania, sino también ~cia la maldad del mundo en general; si se me permite expresarme en los mismos términos ing enuos, es t os Jovenes ·, · , lo experimentaron. Al recordar . qmza aque11as pnme · · d . ras experiencias e su generación, Horst Mahler utilizó la frase hegel 1ana d e 1" corazon , que late por el bien · de la humanidad" para resumir el
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hecho de que él y sus coetáneos construyeron, por decirlo así, una moral propia. Sensibilizados por los crímenes de sus padres, al salir de la escuela y entrar al mundo más amplio con plena conciencia, descubrieron que este también estaba lleno de crímenes. 68 "El mundo es malo; diariamente se producen un sinfin de sufrimiento, homicidios y matanzas. Tenemos que cambiar eso. La violencia es el único medio y también cobra sus víctimas, pero en total siempre serán menos que si se perpetuara la situación actual." En cierta forma esto toca el núcleo de la experiencia que condujo hasta el terrorismo. Lo que así aparece tiene más bien el carácter de una tragedia antigua, como ya lo he comentado, que de un simple delito. Lo trágico radica en que determinados grupos pertenecientes a las generaciones más jóvenes, que comenzaron como idealistas desinteresados, se hayan endurecido en el enfrentamiento cada vez más violento con las generaciones de mayor edad representadas por las autoridades estatales y policíacas. Al mismo tiempo, estas últimas también sintieron la necesidad de tomar medidas cada vez más duras y rigurosas contra los grupos de jóvenes. Conforme se desarrollaron sus interrelaciones entrelazadas, cada bando empezó a asemejarse cada vez más, como suele suceder en estos casos, a la imagen negativa que su contraparte tenía de él. Cuanto más duras se volvían las represalias de los adultos -la policía y los tribunales, pero también los parlamentos legislativos y los partidos-, más llegaban a parecerse a la imagen negativa que se tenía de ellos como un aparato inhumano de represión. Y cuanto más luchaban los inquietos jóvenes en nombre de la humanidad, la justicia social y la igualdad de todos los hombres, contra el Estado que consideraban un régimen violento de opresores, más violentos e inhumanos se volvían ellos mismos. Se pierde de vista fácilmente que ambos adversarios justificaban sus a~ciones con un canon normativo o una especie de moral. Para ambos era muy importante la convicción de estar haciendo normalmente lo correcto. No obstante, el contenido de sus disposiciones normativas y la forma en que las manejaban eran tan distintos que, para cada bando, la moral del otro parecía el colmo de la inmoralidad. Este contraste no se limitaba de ninguna manera a los grupos relativamente pequeños de políticos y terroristas. Su ejemplo pone de manifiesto una discrepancia, entre las generaciones de mayor edad y más jó_ven~,s,que contribuyó y contribuye en gran medida a las dificultades de comumcac10nque suelen suscitarse entre ambas. Las personas de mayor edad han pactado por regla general con las imperfeccl·ones de la humanidad ' se han acostumbrado. a transigir con el mal. d'Conocen · Yel las deficiencias de la vida social, las conces10nes constantes a la co 1cia , s nada se . . l d re egoísmo de las personas; saben que en la convivencia con os ema . 1 hace como en realidad debería de hacerse, que la buena voluntad s1e~1P · · hacia su termina atascada en el pantano de l os mtereses, a me d'10 cammo destino. Los adultos por lo general han hecho las paces, de manera t'aci·t a, con 68. Jeschke y Mu\ano
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ski (comps.). véase Der ministe,; op. cit. (nota 60), P· 16 .
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lasconcesiones a la vida social. Saben o creen saber que no es posible combatir todos los males de la humanidad. Las jóvenes generaciones alemanas que llegaron a las universidades después de que el país superara las peores secuelas de la guerra todavía no lo sabían no querían saberlo. Lo que querían saber era por qué esos actos perversos 0 habían ocurrido en su país y cómo sería posible impedir que se repitieran, no sólo en su país sino en todo el mundo. Al contrario de los adultos todavía no estaban dispuestos a encubrir la maldad del mundo, a transigir con ella y a encogerse de hombros. Puede argumentarse que los jóvenes se caracterizan per se por su tendencia a no transigir en sus pensamientos y acciones, por lo que seguramente, en ellos, no sería un error. Sin embargo, en el caso de las generaciones de la República Federal Alemana d~ las que aquí se trata, esta tendencia adquirió una dureza e intensidad fuera de lo común. Debiendo librarse de la mácula impuesta por el pasado nacional, opinaban que con su postura intransigente se oponían a las generaciones de sus padres, las cuales parecían estar dispuestas a transigir mil veces con el terrible pasado y aparentemente ya habían aceptado su culpa. No debeolvidarse que el gobierno del momento influyó en este punto de vista. A los ojosde esa juventud animada por motivaciones políticas, el régimen encabezado por Adenauer y Erhard todavía formaba parte de la época antigua. No obstante, confiaban en que Brandt y sus socialdemócratas les brindaran ayuda para realizar su deseo de enfrentar de manera rigurosa los actos violentos del periodo hitleriano, de combatir en forma radical a los sectores dominantes tradicionales y de reformar el régimen existente de modo eficaz. La coalición formada entre los dos partidos grandes frustró esta esperanza. El recuerdo de esta experiencia aun demostraría ser muy vivo en la conversac~ónentr.e el ministro Baum y el ex terrorista Mahler que ya he citado en vanas ocas10nes. El político piensa en las virtudes de las concesiones y en el efect~ contraproducente de la moral absoluta. Pregunta por qué las jóvenes generac10?es bur~esas que, en su momento, formaron la oposición extraparlament~~ia se reti.~aron del diálogo con los partidos. Desde su punto de vista, esta acc10nlos aleJo de la realidad. 69 Usted.',señorMahler, se enfrascó en ese entonces en una discusión teórica y ~ealeJode la realidad. Perdió toda relación con la política real quizá a causa e una profunda decepción,y llegó a la conclusión de que sus r~ivindicaciones m?r~le~Y 1~ realidad eran incompatibles. No tomó en cuenta que cualquier reivmd1cac1ón moral , Y con mayor razon , 1as mas , ngurosas . . siempre se di's. t anc1a ext . de 1ª rea r1da d, en todo lugar y en cualquier momento.' Algunos grupos raJeron de esa d'iscuswn ·, t eonca , · e1deseo francamente cínico de provocar al Estado y el E Y de prese~tarlo comolo que ellos querían: un Estado fascista. Mahler: stado se deJo provocar.
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Este diálogo permite asomarse por un momento entre bastidores y presenciar el nacimiento de las interrelaciones, cuyo desarrollo llevó a los grupos que representaban al Estado y a los que se sentían marginados de él a empujarse recíprocamente hacia una escalada de violencia. 70 Sin embargo, la disposición para transigir que caracteriza a la generación de mayor edad y la relativa intransigencia de la más joven no es la única diferencia entre las generaciones. Su incomprensión mutua también es indicio de un pro. fundo cambio estructural en lo que cada una de ellas considera como moral. Lo moral, desde el punto de vista de las generaciones de mayor edad, se vinculaba principalmente con la esfera privada de la vida humana, el ámbito en que cada individuo toma decisiones que lo atañen sólo a él. Por lo tanto, la regulación de la conducta sexual desempeñaba un papel de particular importancia en este contexto. Incluso hoy en día, el término "inmoral" se refiere al parecer en gran medida a las faltas de tipo sexual y con frecuencia se utiliza como sinónimo de "impúdico". No obstante, incluso más allá de esta acepción apunta sobre todoa normar el comportamiento individual. En este nivel, los principios morales tal vez exijan también una observancia estricta y absoluta. Todavía se recuerda que el canon moral de la burguesía con respecto a la conducta individual fue alguna vez muy estricto y que posiblemente lo siga siendo. No obstante, en la vida pública, como lo sabe una persona adulta con experiencia- y Gerhart Baum, político y ministro, lo expresó en términos explícitos-, es imposible actuar de manera intransigente de acuerdo con principios rigurosos. Esto sería poco realista. Según el ministro, cuantos más esfuerzos se dedican a resolver los problemas políticos con base en principios morales absolutos, más se aleja la acción de la realidad. Las generaciones más jóvenes critican este punto. Aquí es donde se pone de manifiesto la diferencia entre lo que ellas entienden por moral e inmoral y la interpretación que de ello hacen las personas de mayor edad. Mahler lo señala en forma indirecta. La disposición a transigir que los políticos defienden por realista a él se le presenta como "el hábito de mentir de los políticos", y es posible que con ello esté expresando la opinión de toda una generación de jóvenes.71
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Co1!1~uno de lo~ afectados sól? puedo decir que el hábito de mentir de los po~ti.cosd~ partido con los que mtentamos dialogar nos causó una impresión dee1s1va.Sunplemente observamos que los políticos siempre se apuraban a afirmar los valores que defendíamos, pero cuando se trataba de pas l '6 ar a a acCI n polít'1ca,aunque sólo fuera por medio de programas de concientización de manifestar su oposición,siempre buscaban los pretextos más endebles no; dejaban plantados y nos engañaban. ' La ~ferencia entre los dos c~ones morales -originalmente una diferencia generacional Yel focode un conflicto intergeneracional- es muy trascendente Lo que aquí pu~do comentar al respecto se reduce a un esbozo muy esquemáti~o. El camb10 de peso d~ la moral privada a la pública constituye un factor clave en este proceso. Sm duda que entre las generaciones más J.óven es, se regu1a en fiorma norma ti va 1a conducta individual en las relaciones particulares entre las per~onas. No obstante, una de las diferencias generacionales más marcadas radica en .que . el peso de las normas referentes a la con duc t a sexua 1 . al d de las personas ha dismmmdo considerablemente dentro del cano n gener e . t s· b' rt amien compo o. i ien no han desaparecido las normas est bl 'd 1 · a eci as por l os · Jóvenespara. as relac10nes entre los sexos , algunas de las r egl as ob serva d as por las generac10nes de mayor edad definitivamente han de' d d · ti · d · . ' , ílª o e eXIs r o se han del pecado e;erce menos p b suaviza o. La idea convenc10nal ., " eso so re Ia re 1aci'ón d 1 · · ent re 1os sexos y tambien se ha reducido por lo tanto 1 d ¡ , . ' , a carga e sentimiento fi e cu P:1_ en este ambito. No obstante, el mismo trato entre los sexos produce la ormac10nper?1anente de nuevas normas, y la convivencia grupal más intensa de las generac10nes 1:1ásjóvenes incrementa la influencia de la O inión del sobre lo que se considera decente. Esto es sólo un ejemplo entr~ muchos grupo imp:~::tª\~ue d:stacar: ~or encima de todo, en este contexto, es la cr~ciente pública del E~ta:s~ a~qm7endo la moral de las relaciones sociales en la vida El compromiso mi le; ~ a a moral_del trato individual en la esfera privada. medida, en torno :ros e ª~1generac10nes m_ásjóvenes gira, cada vez en mayor carácter absoluto del i:;er::~~ ~=t~a ~e.s1gualdad Y la opresión sociales. El en regular la condu t . d' . gonco, que alguna vez se concentrara las exigencias mora~ a~~ _i~tual, rhora reaparece en el carácter absoluto de ello radica uno de es in_g¡ as~ a~ relaciones mutuas entre los grupos. En generaciones. Las c!~:t;itivos prmc1pales de l~~ malos entendidos entre las de partido y el ex miemb madas de la con:7~~sac1onentre el ministro y político grupoterrorista ilu ro tanto de la opos1C1onextraparlamentaria como de un puntualizan la 16' . stran el~tosproblemas de comunicación. De igual manera g¡ca pecu 1ar del destino · 1, . ' Por lo general se t h d . que impu so a reahzar acciones que animadas por una :inii~ci;n1::~ir~:1~l~~ml idnaldes,a un grupo ~e personas 1 e es e su punto de vista.
70. Cabe llamar la atención, dentro de este contexto, sobre otro punto más: cuando en retro.,. pectiva se leen las declaraciones de las personas que, en aquel entonces, participaron como portavoces o líderes en la campaña de las generaciones jóvenes contra las de mayor edad: impresiona una y otra vez la fuerza de su convicción moral de representar una causa justa asi como la poca comprensión que tenían de los medios autoritarios del Estado, de los partidos y, en resumen, de todos los grupos políticos y económicos a los que sus acciones desafiaban para una lucha por el poder. Del otro lado estaban los miembros de una generación de mayo~ edad que, en muchos casos, se esforzaban de igual manera para distanciarse de la praxis: la teoría de la desigualdad y la opresión, encamadas por el credo de los nacionalsociahsta,. No obstante su larga experiencia les había enseñado a aplicar una prudencia extrema en su actividad 'política. Formados en el choque permanente entre objetivos deseables desd~~u . autontanos · · esgnm1 · 'd os por Ios grupos opues to s as u realizacion, punto de vista, y los me d10s estaban paralizados de antemano, impedidos para defender metas deseables. 71. [bid., p. 20.
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LOS PROBLEMAS DE LA JUVENTUD PROLONGADA DE LOS GRUPOS BURGUESES 12) He tratado de demostrar que los movimientos políticos desarrollados fuera del marco de los partidos políticos, ya sean de tipo violento o no violento, tales como se dieron en los años sesenta y setenta del siglo XX, fueron fundamentalmente el resultado de conflictos intergeneracionales. En la República Federal Alemana, la diferencia entre las experiencias vividas por las generaciones de la preguerra y de la posguerra era particularmente grande y, por ende, también los problemas de comunicación que se suscitaron entre ellas, sobre todo en las capas medias de la población. La tendencia de algunos científicos sociales a hablar de "capas medias", "clase media" o ''burguesía", como si se tratara de una unidad social inmune a los cambios diacrónicos de la sociedad, o sea, en términos metafóricos, ubicada más allá del tiempo, no corresponde a los hechos que pueden observarse en la realidad. Una buena parte de la lucha librada en ese entonces contra la burguesía, también en el nivel teórico, fue protagonizada por jóvenes grupos de marginados burgueses, no tanto -y con certeza no forzosamente- contra sus padres en particular, como contra las generaciones establecidas. No es fácil identificar las características de tales conflictos en las sociedades más complejas, que se encuentran además menos sujetas a las tradiciones que las sociedades agrarias y que están inmersas en un proceso de cambio acelerado por revoluciones y guerras. La multiplicidad de las formas dificulta reconocer como conflictos intergeneracionales las diferencias entre las necesidades de los grupos más jóvenes y de mayor edad y los choques que de ellas resultan. Asimismo es posible que, actualmente, las personas se resistan a interpretar la relación entre las distintas generaciones interdependientes dentro de un Estado, la cual hace muchas veces que la evolución ideológica parezca una transición fácil y natural, comoun proceso que casi siempre produce luchas abiertas y latentes por el poder. En muchas sociedades más simples, estas luchas culminan con los "ritos de tránsito", consagrados por la tradición y reforzados por las instituciones, en cuyo transcurso los miembros más jóvenes de una sociedad aprenden de manera muy eficaz, muchas veces a través de horrores y tormentos a los que son sometidos por parte de sus mayores, a subordinarse a las coacciones Y reglas de la vida adulta, ya sea por autodominio o por el temor a los demás. En este caso, un proceso civilizador individual modifica la conducta instintiva del niño relativamente libre de restricciones normativas, según las normas de la co~ducta adulta y se ve coronado por una ceremonia de transformación angustiosa, muchas veces dolorosa y, por lo tanto, sumamente eficaz, pero muy limitada en el tiempo. Por el contrario en las naciones industriales heterogéneas y complejas de nuestro tiempo, el ~roceso de llegar a la edad adulta tanto en el aspecto soci~l como en el psíquico, abarca un periodo comparativamente muy largo, ademas de carecer de una estructura institucional específica. La razón principal se
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identifica fácilmente: las sociedades como las nuestras requieren modificaciones civilizadoras mucho más extensas de las estructuras instintivas que las sociedades más sencillas. A fin de desarrollarse más o menos con éxito como adulto en estas sociedades, es preciso ejercer un control mucho más amplio, constante y variado sobre los instintos que en las sociedades que se encuentran en un nivel más temprano de evolución. El indicador externo de duración y complejidad de este proceso civilizador individual con que las personas deben cumplir en las sociedades industrializadas más desarrolladas de nuestro tiempo, es el aprendizaje extraordinariamente largo que se les exige y la duración inusitada de lo que se considera como juventud. Mientras que la naturaleza prescribe el momento de la madurez biológica con cierto margen para variaciones, en nuestras sociedades, muchos jóvenes todavía no terminan de alcanzar por completo el carácter de adultos, o sea, aún no llegan del todo a la madurez social, entre diez y quince años después de dicho paso natural del crecimiento. Esta distancia entre la madurez biológica y la social se ha agrandado en el curso del siglo XX. La falta de coincidencia cronológica entre ambas líneas de desarrollo, producía dificultades especiales hasta hace relativamente poco tiempo porque, cualquier relación amorosa considerada como legítima, o sea, socialmente aceptable -sobre todo para las mujeres, pero de manera un poco menos estricta también para los hombres-, estaba vinculada con el matrimonio y la fundación de una familia; en resumidas cuentas, con las condiciones de la vida social adulta en los círculos burgueses. La falta de coincidencia entre los momentos de madurez biológica y social creaba problemas personales específicos en ese entonces, para los jóvenes procedentes de casas burguesas respetables, e~tre e~lo~,~osproblemas -muchas veces interpretados sólo desde el punto de vista b1ologico- de la adolescencia socialmente prolongada. La cada vez más frecuente educación conjunta de los sexos y la mitigación de los tabúes sexuales los ha reducido, aunque no han desaparecido por completo. Tanto más destacan otros problemas sociales relacionados con la mayor duración así de la juventud como de la vejez. ' Buen~ parte de estos problemas son de clase o, por lo menos, se manifiestan con particular fuerza entre los jóvenes grupos burgueses receptores de una educac10n ·' .acad'em1ca. · E n estos grupos, que ocupan puestos cada vez más altos e~ las nac~ones industrializadas, no es nada fuera de lo común que los jóvenes aun .se esten preparando para su futura profesión al finalizar su tercera década de vida Y a veces incluso durante más tiempo. Una vez encaminados profesio~alme1:_te,muchas veces se considera jóvenes, si no es que juveniles, apersonas e 39 anos de e~ad. Con frecuencia se juzga insólito que una persona llegue a un puesto establecido de mando antes de cumplir los 45 o incluso los 50 años de ed d ya sea e_nel ámbito profesional o político. Es común que los miembros de e:t~ grup? solo permanezcan en la cima de su carrera entre quince y 20 años. fisi~icho con o~as pal~bras, ~a .vejez más larga, producto de la mayor seguridad en las sociedades mdustnal1zadas relativamente desarrolladas, coincide con
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una juventud prolongada. Se trata, en cierta forma, de la contraparte del cierre 0 el estrechamiento de las vías de ascenso profesional y político por parte de las generaciones establecidas de mayor edad, del que se habló antes. Tal vez no sea posible apreciar por completo la peculiaridad de este prolongado "estado de juventud" y el problema de sus causas sociales hasta no recordar cuánto discrepa esta división de la vida humana de la usual en los estadios anteriores del desarrollo social.72 En las sociedades guerreras, como los ejércitos de conquistadores árabes, normandos o turcos, por ejemplo, se podía llegar a ser un guerrero cabal entre los 18 y los 25 años de edad, habiendo asimilado por completo las normas de los adultos de la sociedad, el patrón de sus controles instintivos y afectivos. El proceso de transformación de los impulsos instintivos y afectivos individuales, el proceso civilizador individual, era en consecuencia relativamente corto. El hecho de que se haya alargado tanto en las sociedades industrializadas del siglo XX, sobre todo en sus rangos superiores, se debe a las mayores exigencias dirigidas a la transformación de los impulsos instintivos animales básicos y a la apropiación de las normas adultas, imprescindible tanto para hombres como para mujeres, si es que ha de lograrse la convivencia en sociedades tan complejas y heterogéneas. Tiene un carácter peculiar el problema que resulta de vincular los modos de conducta y las experiencias de las generaciones más jóvenes, mismos que encuentran su expresión extrema en la formación de grupos terroristas con las características y, sobre todo, la duración del proceso civilizador individual en las sociedades contemporáneas. La tendencia predominante a analizar estas relaciones científicamente, sitúa en el centro del análisis la asimilación de los patrones de conducta y afectivos de las generaciones de mayor edad por las más jóvenes; el término "socialización" resulta representativo de ello. En esta forma se está dando por hecho, de cierta manera, que el entramado de reglas de los adultos es autoritario para los jóvenes. El problema de su asimilación se considera casi exclusivamente un problema del individuo aislado. La pregunta clave es si cada miembro en particular de una generación más joven se apropia este entramado de reglas y en qué medida lo hace. Desde este punto de vista, dificilmente será posible abordar conflictos intergeneracionales como los que aquí se están analizando. Los conflictos de este tipo se sustraen a la vista si se fija la atención en cada representante de la generación más joven, como si él o ella pudiera considerarse, en cualquier aspecto, como un ente aislado de los demás. En la República Federal Alemana así como también en parte, en otros Estados industrializados desarrollados de Europa y América, resulta característico del periodo posterior a la segunda gran guerra del siglo XX que grupos pertenecientes a las generaciones más jóvenes de origen predominantemente burgués, se rebelaran contra las generaciones de mayor edad y, sobre todo, contra el entramado de normas que ellas representaban. Ellos apuntaron sus armas críticas contra las formas de vida y los ideales de las generaciones burguesas de mayor edad Y,en 72. Véase también N. Elías, "Die zivilisierung der eltern" en Linde Burkhardt ... und wie wohnst du?, IDZ, Berlín, 1980, pp. 21-22.
(comps.),
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lugar de asimilar su patrón de conducta y afectivo de estas, tal como lo prescribe el concepto de la socialización, empezaron a contraponerles sus propios patrones. Los nuevos patrones de las generaciones jóvenes no surgieron de golpe, sino encubiertos en parte por patrones convencionales de pensamiento que sirvieron para expresar una postura de oposición contra las generaciones establecidas de la vieja burguesía. En cuanto a los patrones de conducta y afectivos independientes de los jóvenes, fueron desarrollándose, por lo general, muy lentamente y con algunos titubeos y, ciertamente, no fueron un resultado puro del trabajo intelectual, en forma de doctrinas teóricas extraídas de libros. En buena parte derivaron de experimentos de convivencia, que se hicieron necesarios porque los patrones más antiguos se consideraban insatisfactorios y no hubiera sido posible hallar otros satisfactorios sólo mediante el análisis, sino a través de la práctica, mediante un prolongado proceso de ensayo y error. Vista desde esta perspectiva, la tendencia terrorista constituyó uno de estos caminos experimentales errados. Fue la expresión de la desesperación de algunos grupos de jóvenes ante la resistencia de las generaciones de mayor edad y la poca probabilidad de éxito de su lucha contra la forma de vida de estas. En épocas pasadas, ocurrieron sin duda conflictos intergeneracionales, en cuyo transcurso, una generación más joven en ascenso trató de protestar contra el canon establecido de conducta y afectivo, celosamente custodiado por las generaciones de mayor edad, y de reemplazarlo por uno nuevo. No obstante, al igual que en el caso tratado aquí, también en los otros se dificulta la apreciación de tales conflictos como generacionales, porque los propios participantes interpretan sus enfrentamientos en un sentido meramente impersonal o sea como choque entre credos e ideales antagónicos o por lo menos irreconciÍiables'. El hecho de tratarse, antes que nada, de un conflicto entre personas adultas Y jóvenes aparece, en todo caso, como fenómeno marginal. Se está consciente, quizá, de la diferencia de edades entre los principales representantes de las distintas opiniones. Sin embargo, por lo común, no se reconoce que las discre~ancias de opiniones e ideales se relacionan con las de las experiencias y los intereses entre grupos generacionales de mayor y menor edad. 13) En el caso que aquí nos ocupa, la naturaleza característica de este conflicto sólo se revela al investigador cuando su análisis toma en cuenta la situación social particular y la experiencia, con ella relacionada, de las jóvenes generaciones burguesas entre las cuales se reclutó a los miembros del movimiento extraparlamentario Y,luego también, a gran parte de los terroristas de la República Federal Alemana. A continuación se destacará un aspecto de esta situación, vinculado ª su_vez con peculiaridades estructurales de la sociedad más amplia. Se refiere precisamente a que, la mayor parte de los grupos en cuestión, es taba pasando por ~¡prolongado proceso civilizador, que se observa siempre que en las sociedades llldu t . r ' , .. d s na izadas mas desarrolladas, la confrontación directa con las coacciones el trabajo profesional y con la necesidad de ganarse la vida pro-fosionalmente
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se relega hasta los 25 y 30 años de edad o incluso más tarde. Hasta la fecha, esto resulta característico de las personas de origen burgués. Estos jóvenes hombres y mujeres habían permanecido algo más de tiempo en la escuela que la mayoría de sus coetáneos procedentes de hogares obreros. Puesto que muchos de ellos pasaron directamente de la escuela a la Universidad, su desarrollo específico fue distinto del de los niños obreros. El camino de estos últimos conduce, en forma más o menos directa, de la escuela a un puesto en el mundo de los adultos, si bien a un puesto de rango muy bajo, como aprendiz, por ejemplo. La mayoría de los jóvenes descendientes de familias obreras, busca un empleo remunerado antes de cumplir los 20 años de edad y, por lo tanto, se ve sujeta a las coacciones específicas del trabajo profesional, desde esta edad relativamente temprana, siempre y cuando haya empleos disponibles. Por el contrario, los jóvenes hijos de burgueses que iniciaron una carrera universitaria, permanecieron, en su gran mayoría, en una especie de isla de la juventud: más o menos independientes con respecto a sus casas paternas, pero situados todavía al margen de las funciones profesionales de los adultos y sus coacciones particulares. Esto les dio la oportunidad, en mayor medida, de organizarse como generación y de formar un frente común contra las generaciones de mayor edad, armados de objetivos, ideales y patrones de conducta propios. En muchos casos, el Estado -la sociedad- financió sus estudios. 73 Este financiamiento era, por regla general, suficiente pero muy justo, y con frecuencia se complementaba con empleos remunerados durante las vacaciones. En conjunto los estudiantes no eran pobres, como pudo ocurrir en épocas anteriores. No corrían peligro de sufrir hambre y gozaban de un ingreso completamente seguro. También estaban asegurados en lo que se refiere a enfermedades, accidentes y cualquier otro tipo de incapacidad. Con todo, tuvieron que arreglárselas con una cantidad relativamente reducida de dinero, menos de lo que ganaban sus coetáneos en las fábricas. En algunos casos, su nivel de vida bajaba durante el periodo universitario, en comparación con el que habían tenido en el hogar burgués de sus padres. De esta manera, sus ingresos se encontraban entre los más bajos de la sociedad, mientras que sus expectativas con respecto al propio futuro, también en lo referente al estatus, figuraban entre las más altas. Otra característica de la situación vivida por estos estudiantes era la de representar un grupo marginado, en relación con los establecidos de su sociedad, con las generaciones de mayor edad. Presentarse en masa u organizarse en grupos sólo les servía un poco para aumentar su potencial de poder. Sin embargo, como ya se ha señalado, uno de los elementos estructurales de las sociedades industrializadas, si no es que de la mayoría de las sociedades, es que todos 73. En este punco se sitúa otra analogía entre los dos grupos de jóvenes marginados burgueses, que formaron oposiciones extraparlamentarias después de la primera y la segunda guerras mundiales, respectivamente. Para ambos (durante un tiempo también pa~a los cuerpos de voluntarios), el Estado no fue el único financiador quizá, pero sí el mas importante. Sin embargo, apenas se estaba consciente de ello.
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los puestos decisivos de mando y de poder se encuentran reservados para las generaciones de mayor edad, mientras que las más jóvenes, aunque se unan, seguirán siendo unos marginados relativamente carentes de poder. Se impone la idea de que la creciente sensibilidad ante los problemas sociales -sobre todo los relacionados con la pobreza y la opresión- y la mayor disposición a identificarse con los grupos de marginados se debieron también, entre otros factores, a esta curiosa situación: la de un grupo sostenido de modo apenas suficiente, por una sociedad de carácter anónimo con la que mantiene un trato impersonal a través de empleados administrativos y reglas muchas veces incomprensibles. Los problemas producidos por todo ello se pusieron de manifiesto en la República Federal Alemana cuando la reconstrucción hubo avanzado lo suficiente después de los estragos causados por la guerra. Las generaciones jóvenes de este periodo tuvieron más oportunidad que sus antecesores para analizar el destino y la significación de su país. El recuerdo del pasado reciente las volvió particularmente sensibles frente a la coerción autoritaria, la represión de un grupo social por otro. Además, su propio Estado poseía una tradición muy larga como Estado autoritario y policíaco, profundamente inscrita además en las estructuras de la personalidad individual de sus miembros y, por consiguiente, en su forma de tratarse. Las generaciones de la posguerra, cuya infancia se ubicó en un periodo en que el país vencido volvía a progresar, se sintieron libres de toda culpa con respecto a los crímenes de sus padres. En parte por eso se les facilitó distanciarse de ese origen y enfrentarse con las generaciones establecidas de mayor edad en varios frentes, sobre todo en las propias universidades, así como en el nivel de la política estatal y de partidos, donde sostuvieron una lucha de poder abierta e inicialmente no violenta. En su esfuerzo para limpiarse de la mácula de su nación, todos los representantes de las generaciones de mayor edad, de la oligarquía burguesa en las empresas económicas o las universidades, el Estado o los partidos, les parecieron sospechosos, aunque como individuos no hubieran participado en l~s vergonzosas brutalidades del pasado. En lo colectivo, desde el punto de vista de los más jóvenes, cargaban con parte de la culpa por no haber impedido el advenimiento del régimen inhumano. Si volvieran a darse las condiciones pa~a el resurgimiento de un Estado violento, ¿sabrían enfrentar el peligro de meJor manera que las generaciones de mayor edad, que ya habían fracasado una vez? ¿No constituían sus aspiraciones sociales y políticas, simplemente, ~a nueva versión corregida de la República de Weimar, o sea, el regreso a las mis~as formas de convivencia estatal y social que le habían dado oportunidad ~: dictador y conducido al país, de tal manera, a la catástrofe? A los ojos de los Jovenes de la actualidad, su autoridad moral también estaba disminuida por el hecho de no haber podido ofrecer nuevos caminos. . , Sensibles ante cualquier indicio de represión autoritaria estos grupos más JOV ' ' enes mterpretaron como tales, todas las coacciones a las que se encontraban
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también contribuye a alargar el tiempo de aprendizaje. Si bien las instituciones cadémicas ya no cumplen con esta función, debido a una tradición tendiente : la especialización extrema, donde en gran parte esto queda relegado a la iniciativa propia del individuo, en la mayoría de los casos, ofrecen muchos estímulos para el aprendizaje y la reflexión independientes de los estudiantes interesados en este sentido, así como bastante tiempo libre para ello. Otro aspecto es muy característico de las coacciones peculiares a las que se encuentran sometidos los estudiantes. Las profesiones a que aspiran no requieren sólo conocimientos muy amplios y extensos, sino que además se trata de un tipo de conocimientos que los educandos no pueden asimilar, si el miedo a los demás constituye su único incentivo para trabajar. Dicho de otra manera, se trata de un tipo de conocimiento para cuya adquisición se precisa, además de las coacciones externas, un alto grado de coacciones personales. La organización universitaria coincide con ello, lo cual no les facilita la transición a los jóvenes: los maestros de educación básica y media se preocupan mucho por si trabajan o no, mientras que los profesores universitarios lo hacen poco. Los exámenes, por su parte, que ciertamente son ejemplos de coacción externa, pertenecen a una categoría que sólo resulta eficaz si se complementa con una coacciónpersonal bastante fuerte. Aquellos que cuentan con suficiente autodisciplina, en forma de concentración intelectual, por ejemplo,tienen la oportunidad de aspirar a una profesión situada en un rango relativamente alto de la jerarquía profesional de su sociedad, tanto con respecto al prestigio social como también, por lo general, a los ingresos. No obstante, el camino que conduce desde la peculiar estación intermedia de las universidades, en la que se encuentran estos jóvenes hasta las de des~ino d~ sus futuras profesiones, se encuentra sembrado de riesgos, trampas, mcertidumbre y peligros: es posible que los anhelados puestos en el mundo de los adultos permanezcan ocupados durante muchos años por personas mayores y cerradas, por lo tanto, las vías de ascenso profesional que lle~an has~a. ellos; el estudiante individual puede rezagarse en la competencia abierta o d1s1mulada con sus compañeros; o bien la coacción personal necesaria pa~a concentrarse en el trabajo puede sufrir ante las tentaciones de la vida social específicamente estudiantil.
sometidos, las cuales no faltaban en el Estado occidental sucesor del antigu 0 Imperio, como tampoco en otras naciones. 14) La relativa libertad en las restricciones en el trabajo profesional remunerado, situación característica de un creciente número de jóvenes de origen burgués, no significaba de ninguna manera que estuvieran libres de coacciones sociales en general. En su caso, fueron de otro tipo, por ejemplo, las coacciones del legislador que como financiador anónimo adjudica becas estudiantiles; las de las instituciones de educación superior o de los lejanos ministerios de Educación y Ciencia que diseñan los planes de estudios y de exámenes, se distinguen considerablemente de las del trabajo de oficina, por ejemplo, el cual se desarrolla siempre en contacto directo con los jefes y los colegas. En comparación con los empleados de oficina, los estudiantes cuentan con un margen mucho más amplio para entregarse a sus inquietudes individuales de conocimiento y para realizar sus propios análisis. Las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, dedicados a realizar estudios superiores desde el final de su segunda década de vida y muchas veces hasta finalizar la tercera, forman una sociedad especial, una sociedad de estudiantes cuyas estructuras no son menos específicas que las de la sociedad cortesana por ejemplo, y cuya evolución se remonta hasta la edad media. Sus miembro~ se encuentran desde siempre, hasta donde puede apreciarse, en un curioso estado de indecisión, de expectativa: se han separado de sus familias y, por ende, de su infancia y temprana juventud, como personas que más o menos tienen que cuidarse así mismas y buscar su propio camino en los laberintos de la convivencia social. Sin embargo, aunque se hayan desligado del estrecho vínculo familiar, todavía no están unidos a otras personas por un vínculo, en comparación igualmente estrecho, de un empleo de adulto y sus coacciones. El centro de su vida social -en ambos sentidos de la palabra- se sitúa, tanto para los hombres como para las mujeres, entre sus compañeros de edad y de estudios. Entre ellos se desarrolla una subcultura específica y bien definida, la cual cuenta con un canon de conducta y afectivo que, por muchas características peculiares que tenga, puede coincidir con el de las generaciones de mayor edad establecido en su Estado, o bien oponerse decididamente a él.74 Y están aprendiendo. La duración de su tiempo de aprendizaje o educación deriva del hecho, con frecuencia dado por sobreentendido, de que el saber humano ha aumentado Y también se ha vuelto más complejo y heterogéneo en muchas áreas. Debido a su mayor diversidad, se incrementan, asimismo, las exigencias dirigidas a lo que en alemán se denomina "cultura": la orientación general que, dentro de sociedades tan complejas y extensas como las nuestras, todos los especialist~s requieren más allá de sus conocimientos particulares. Esta circunstancia
1?-demás,a despecho de lo que digan y piensen los propios involucrados :tda estudiantil no es sólo una estación intermedia, una sala de espera d~ P mera clase en la que se permanece un tiempo hasta que el tren reanude su marc~a. En cuanto al tiempo dedicado a la educación y el desarrollo de la pelrso~~hdadposee, en efecto, un valor muy peculiar, en el sentido de que otorga · · d epend1entes · da OSJovenes por primera vez m de su familia, la oportunidad Pe P~obar al mundo y de probarse a sí mismos una forma de construir por su s:ºt~~~~uen_ta~as bases generales para su orientación en la vida. En el pasado , principalmente, de las bases religiosas y filosóficas para orientarse 1
74. En la República de Weimar, la situación fue curiosa en este sentido, la cultura de los: estudiantes de la época sobre todo de las asociaciones estudiantiles, se orientó fundamen· talmente de acuerdo c~n el canon del Imperio. Su entramado normativo determinante concordó, por lo tanto, con el de la vieja burguesía de corte conservador. 1
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ante el mundo; incluso la postura del individuo en los enfrentamientos sociale y políticos de la época, se presentaba con frecuencia con atavío religioso. En 1: actualidad lo que por lo común se desarrolla durante esta fase de la vida son de manera muy directa, las bases de una cultura interior, para su orientació~ dentro del intrincado entramado del mundo social. En este aspecto, desempeñan precisamente un importante papel las relaciones, o sea, los conflictos entre las generaciones establecidas de mayor edad y las de los marginados más jóvenes de las universidades. Es comprensible que estas relaciones sean casi siempre de carácter ambivalente. A ello·contribuye el simple hecho de que se trata de relaciones de dependencia mutua de alcances desiguales y naturaleza bastante compleja. Aquí, al igual que en otros ámbitos las generaciones de mayor edad disponen de las oportunidades que sirve~ para satisfacer las necesidades de las más jóvenes; cuentan con una especie de monopolio sobre ellas, entre las cuales figuran, en primer lugar, ciertas partes de fondo de saber de su sociedad. Pero también la imagen presentada por los profesores -la cual ofrecen a los educandos como imitación de su padres, ya sea como contraste o como modelo- pertenece a las oportunidades de satisfacción en manos de los mayores de las necesidades de los jóvenes, lo mismo que la función que los maestros cumplen dentro del proceso civilizador individual como agentes atemorizantes o intimidatorios en el desarrollo de coacciones personales a los estudiantes Sin embargo, los profesores y las generaciones de mayor edad de un sociedad en su conjunto, dependen a su vez de los jóvenes, por el simple hecho de que en ellos se cifra el futuro de su sociedad: los jóvenes so literalmente el futuro de los mayores. El día de mañana ocuparán sus puestos actuales en el mundo de los adultos. Las decisiones sociales que hoy todavía se encuentran supeditadas, en gran medida, a las generaciones de mayor edad, serán tomadas mañana por los miembros de las generaciones jóvenes de hoy, a menos que la distribución del poder entre las generaciones sufra un cambio radical. Si bien en este momento, la supremacía de poder de los mayores es tan grande, precisamente porque monopolizan el acceso a muchos puestos de poder, sus cuotas están limitadas ya que todo su esfuerzo y trabajo habría sido en vano, si los representantes de las generaciones más jóvenes que mañana ocuparían su lugar desvalorizaran los resultados de sus esfuerzos y su trabajo por medio de decisiones equivocadas. Desde el punto de vista estadístico, es posible que dentro del entra_mado social, las generaciones más jóvenes aparezcan como sumamente depend~e.n~s de las de mayor edad; pero desde el punto de vista dinámico, el deseqmhbr~o en las cuotas de poder de ambos grupos no es ni por mucho tan gr~~e. Si~ embargo la tendencia de muchos grupos sociales de explotar las pos1b1hdade · ·, en la de poder 'que les corresponden en un momento dado, debido a su pos1c10n sociedad y sin pensar en el futuro del grupo en su conjunto, no es rara; tampoco lo es en la relación entre las generaciones de mayor y menor edad, sobre todo en un Estado que cuenta con una tradición tan fuerte y prolongada de órdenes
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obediencia como el alemán. También en la relación intergeneracional,
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'Y lió de los grupos de personas más jóvenes contra las normas de los mayores rebe nhazo demostrativo de algunas reglas del juego político, fácilmente se
'Ysu rectan como un desafio intolerable al poder estatal. En las prue bas d e fu erza presenlOs representantes del poder estatal de mayor edad y los grupos rebeldes entre · · án . nes los primeros olvidan coli frecuencia• que estos úl trmos p arti c1par deJ6ve ' en la vida de su sociedad cuando ellos hayan muerto.
TERRORISMO, ORGULLO NACIONAL Y PATRONES NACIONALES DE CIVILIZACIÓN 15) En la sucesión de las generaciones, hay a~~nas en qu~ la orientación ltural y política de las de mayor edad y las mas Jóvenes evidentemente es ~: misma, y otras en que las más jóvenes evidentemente op?nen patron~s. de rientación nuevos a los de las generaciones mayores establecidas. La opos1c1ón ~xtraparlamentaria y los terroristas de la República de Weimar constituyen un ejemplo del primer tipo; los de la República de Bonn representan.al segundo. He señalado ya la imposibilidad de comprender del todo este último contraste generacional en la orientación, el credo y los ideales políticos, si no se tiene presente que se dieron conflicto~ análogos en casi todos !os Es~ados ~á~ desarrollados de carácter no dictatonal, sobre todo en las naciones mdustrializadas de Europa. 75 Están relacionados, en gran medida, con que la segunda guerra mundial incidió en ciertos aspectos más profundamente en el desarrollo de este grupo de Estados que todas las guerras y revoluciones europeas anteriores. A consecuencia de la misma, no sólo los Estados europeos medianos y pequeños, sino los más grandes y poderosos sufrieron un cambio decisivo en su nivel dentro de la jerarquía global de los pueblos del mundo; perdieron la posición hegemónica que durante siglos habían ocupado en ella y, en el mejor de los casos,se convirtieron en potencias de segunda categoría. No cabe analizar en 75. Ciertamente, también ocurren conflictos intergeneracionales bastante agudos en los Estados menos desarrollados y en un estadio anterior del proceso de modernización. Pero difieren de los conflictos intergeneracionales de los países más desarrollados, y esa diferencia resulta sumamente reveladora en cuanto a la relación entre las estructuras de desarrollo social y los conflictos intergeneracionales. Se sobreentiende que, en ambos casos, las generaciones de mayor edad se inclinan por continuar la tradición sin cambiar la situación existente, mientras que las jóvenes están más dispuestas a innovar. No obstante, en el caso de los llamados países en vías de desarrollo, se trata de sociedades cuyas generaciones más jóvenes opinan --<:on o sin razón- que su país está progresando. Quieren liberarse de una situación de pobreza económica y degradación política, además de que las tradiciones que la generación previa desea conservar y continuar portan, en muchos casos, el estigma de la humillación nacional, al que los jóvenes se oponen con el orgullo de su recién descubierto valor propio, con el orgullo nacional como portaestandarte del progreso de su país. Pero en las naciones relativamente muy desarrolladas de las regiones no dictatoriales de Europa, la situación es casi la opuesta.
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este lugar los efectos que una pérdida semejante de estatus tiene, en términos generales, sobre las personas que forman estos Estados. Bastará con continuar las reflexiones emprendidas arriba acerca de su significado con respecto a la relación entre las generaciones de mayor y menor edad. El cambio en la cuota de poder de su país y, por lo tanto, también en su estatus, afectó poco, en muchos casos, el orgullo nacional de las generaciones de mayor edad. Su educación y formación personal tuvieron lugar antes de la guerra. Su imagen colectiva como ingleses, franceses, italianos o alemanes databa de aquella época, y, puesto que tal imagen se graba profundamente en la conciencia del valor propio y en la estructura de la personalidad del individuo también en este caso se mostró relativamente inmune a las modificacione¡ sufridas por la realidad. La frialdad de su comprensión racional del estatus disminuido de su país, de su cuota de poder más pequeña, afectó poco la calidez de su conciencia nacional y su orgullo nacional en conjunto permaneció intacto. Fue distinto el caso d~ los nacidos durante la guerra o después de ella. Con todo, hubo considerables diferencias entre las naciones europeas en este sentido. Las generaciones inglesas de la posguerra, por ejemplo, estaban ciertamente conscientes del cambio en la posición de su país, antigua potencia mundial, después de la guerra de 1939-1945; este conocimiento influyó también seguramente en su sentido de su propio valor como ingleses. 76 No obstante, la conciencia del alto valor que implicaba la pertenencia a su nación era allí particularmente estable, tal vez más que en cualquier otro país europeo. Esta conciencia colectiva del propio valor no tenía el carácter de un ideal político sujeto a estímulo por la propaganda de partido. Se refería y se refiere al sentimiento muy difundido y sobreentendido de que es mejor ser inglés que francés, alemán, etc., algo que no requiere de pruebas territoriales ni de énfasis especial. 77 Su surgimiento se vinculó con el proceso de formación estatal continuo, llevado a cabo a lo largo de siglos por el creciente poderío y riqueza del país; la interdependencia e integración, cada vez mayores de los distintos sectores sociales y las regiones, también desempeñó un papel decisivo en el proceso paralelo de formación nacional y de la evolución de un sentimiento de solidaridad que abarcaba a toda la nación. Además, este sentimiento encuentra un apoyo y una confirmación especiales en los ingleses en forma de un canon de conducta muy pronunciado pero relativamente discreto, el cual les sirve también -y no en último lugar 76. Es discutible que tal sentido del propio valor deba denominarse simplemente "nacionalis-
mo". Este término puede referirse por igual a una estructura de argumentos netamente teórica, a un programa de acción de tipo intelectual, en su mayor parte, o a una ideología de partido que sirve para encubrir determinados intereses de clase. Quizá sería útil distinguir entre el nacionalismo definido de esta manera y otra cosa que, de ningún modo, cuenta siempre con una clara articulación intelectual; a saber: el sentimiento o la conciencia nacionales. 77. Así ha sido, en todo caso, desde los excesos del "jingoísmo" (según Jo denominaron sus adversarios ingleses) a comienzos del siglo XX.
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de illlPortancia- de rasgo distintivo: con su ayuda -basándose en pruebas hechas al azar sobre la forma en que reacciona un desconocido- se identifica on facilidad como ingleses a los que reaccionan correctamente; y a los que 78 e dte o ro mo do, como extranJeros. . reaccionan Se trata, pues, de un patrón de conducta nacional profundamente arraigado en la estructura personal del individuo, y de una imagen colectiva estrechamente ligada a aquél, la cual constituye a la vez un elemento integral de la identidad individual, un símbolo seguro de la pertenencia de una persona a su grupo, de la unión con los otros miembros de este. Este patrón de conducta e imagen colectiva también cumple con una función de conciencia, en la medida en que íncluye determinadas reglas obligatorias de cómo se porta un inglés y de cómo no hay que portarse porque se es inglés. El ejemplo inglés del vínculo entre sentimiento, patrón de conducta y estructura de conciencia nacionales me permite introducir un problema al análisis de Jasociogénesis del terrorismo en la República Federal Alemana que se sustrae fácilmente a la atención si se enfoca el terrorismo alemán en forma aislada, sin echar ocasionalmente un ojo a la cuestión de por qué los grupos de las generaciones de la posguerra que se entregaron a la protesta, eligieron formas violentas 78. En uno de sus ensayos, George Orwell describió algunos aspectos del sentimiento nacional inglés ("England your england" en Inside the whale and other essays, Penguin, Hermondsworth, 1957, pp. 72-73; debo agradecer a Cas Wouters el haberme señalado este texto). Un pasaje necesariamente breve ilustrará lo comentado arriba: Sin duda es correcto que las llamadas razas británicas se sienten muy diferentes entre sí. Un escocés, por ejemplo, no le agradecerá mucho que se dirija a él como inglés ... Sin embargo, de alguna manera, estas diferencias desaparecen en el acto en cuanto dos británicos se encuentran frente a un europeo ... Vistos desde fuera, incluso el nativo de Londres y el hombre de Yorkshire se parecen como dos miembros de una misma familia. Se reduce hasta la diferencia entre ricos y pobres cuando se contempla la nación desde fuera. La desigualdad material en Inglaterra es indudable. Es más pronunciada que en cualquier otro país europeo ... Desde el punto de vista económico, Inglaterra seguramente se compone de, dos naciones, si no es_que de tres o cuatro. No obstante, al mismo tiempo, la gran mayona de estas personas siente que forma una sola nación y está consciente de asemejar~e más entre sí que a los extranjeros. El patriotismo es, por lo general, más fuerte que el od10 de clase o cualquier tipo de internacionalismo. Excepto un breve momento en 1920 (e! movimiento de 'no intervención en Rusia'), la clase obrera británica nunca pensó m actuo de acuerdo con criterios internacionales [...] En Inglaterra, el patriotismo adopta distintas formas en las diferentes clases. No obstante, las atraviesa a todas como un hilo unificador. Sólo los intelectuales europeizados son realmente inmunes a su atracción. Como sentimiento positivo es más fuerte en la clase ;edia que e_nla superior. En la obrera el patriotismo está profundamente arraigado, pero e manera mconsc1ente ... El famoso 'carácter insular' y la xenofobia de los ingleses son miucho más marcados en la clase obrera que en la burguesía. Durante la guerra de 1914-18 a clase oh · lesa tuvo un co~tacto extraordinariamente frecuente con extranjeros. La' única rera mg consecuencia fue que volvieron a casa con un sentimiento de odio contra todos los :~ropeos_excepto los alemanes, cuyo valor admiraban ... El carácter insular de los ingleses negativa a tomar en serio a los extranjeros, es una necedad que de vez en cuando Sa ¡e muy ca . fluye en su expenencia . . como mística inglesa." . ra. N o ob s t ante, m
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de actividad política precisamente en Alemania, a diferencia, por ejemplo d Inglaterra. Lo que tengo que decir al respecto es una sugerencia o bien, si a;· e 1 quiere, una hipótesis, que tal vez merezca una investigación más detenida. se Al utilizarse asesinatos, incendios y robos como medios para imponer det minados objetivos políticos, se está violando el monopolio estatal de la violene!fisica, el cual asegura la convivencia relativamente pacífica, es decir, no violen: de las personas dentro de un Estado. Un requisito para que se sostenga 1 complejo entramado funcional de un Estado nacional industrializado, es un al~ grado de pacificación interna. La estrategia violenta de los grupos terrorista constituyó un ataque premeditado contra la existencia del monopolio estat~ de la violencia y se dirigió, por lo tanto, contra el corazón mismo del Estado por así decirlo; si este monopolio dejara de funcionar y se desintegrara, tard~ o temprano se desintegraría también el Estado. 79 Sin embargo, su violación requiere simultáneamente que se violen las barreras individuales opuestas a la realización de acciones violentas dentro de los Estados e incluidas, normalmente, en la formación de cada uno de sus miembros desde la infancia, como parte del proceso con que se moldea su conciencia. La imprescindible renuncia intraestatal al acto violento es uno de los elementos básicos de lo que llamamos una "conducta civilizada" y, de hecho, se produce un entrelazamiento íntimo de los procesos civilizadores y de formación estatal; por lo tanto, los movimientos terroristas representan corrientes regresivas, desde el punto de vista del proceso civilizador. Tienen un carácter anticivilizador. Esta exposición no contiene, seguramente, nada que los grupos terroristas mismos hubieran aceptado como contraargumento a su forma de actuar. Su razonamiento era que el Estado de la República Federal Alemana y su civilización no merecían más que la destrucción, por el medio que fuera. En vista de que sólo creían posible alcanzar esta meta por medio de actos violentos, se hicieron terroristas. En Inglaterra también entraron en escena grupos de jóvenes burgueses armados de ideales más o menos revolucionarios, los cuales se oponían a la injusticia de su orden social de la manera más enérgica y luchaban contra ella. Sin embargo, ninguno de ellos, que yo sepa, fue tan lejos como los terroristas alemanes. No hubo ningún movimiento que procurara sacudir al Estado por medio de secuestros, asesinatos, incendios y robos. Tengo la hipótesis de que la limitación de los grupos de oposición extraparlamentaria en Inglaterra -al igual que en Francia u Holanda, por ejemplo-a formas de oposición más o menos desprovistas de violencia y por lo tanto legales se debió, entre otros factores, a la solidez inquebrantable del sentimiento nacional en estos países. Las observaciones hechas por un hombre como Orwell respecto a las primeras décadas del siglo XX, en el sentido de que había en
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f' il 79. "Claro, nada de eso desmoralizó al Estado, ni siquiera Jo afectó seriamente no e_s tampoco, Pero se violó su monopolio de la violencia. Hubo que violarlo ...", R. Rem ers, · cit. (nota 58), p. 63.
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}aterra un sentimiento nacional ba~tante sólido capa~ de trasce1;1der todas Jngdiferencias de clase, así como también un orgullo nacional colectivo, probalas ente aún puedan aplicarse a la situación de los años ochenta, si bien la ble~tura protectora de la civilización parece estarse aflojando bajo la presión de en"ºolpes propinados por la realidad, los cuales le han quitado a Inglaterra gran 10 de su brillo anterior. Nadie puede prever si la forma tradicional del orgullo P ·onal inglés habrá de sobrevivir a estos golpes y por cuánto tiempo. No nact · · d e que se h a man te m'd o m · t ac t a l a b tante se tiene por lo pronto la impresión 0 s ciación del alto valor que para una persona tiene ser inglés. Evidentemente ., · tr apre . to sigue incólume también entre los grupos más Jovenes, qwenes mues an es a actitud muy crítica hacia el orden social existente en su país. Tanto como U::tes subsiste, hasta el momento, un vínculo claro entre orgullo nacional y :utodominio civilizador, el cual impide que surja la idea de recurrir al asesinato y al robo como medios en la lucha política. El orgullo nacional y la transformación civilizadora del individuo se encuentran vinculados por una relación peculiar. La modificación civilizadora, que abarca desde la libertad total de los instintos en los niños pequeños hasta la apropiación de los patrones de control de los instintos por los adultos, produce dificultades considerables y todo tipo de temores, sufrimiento y tormentos incluso en tribus sencillas. En las sociedades más desarrolladas, este proceso no sólo es especialmente largo, de acuerdo con su nivel de civilización relativamente alto, sino también bastante penoso. El riesgo que entraña siempre es considerable. Dichoen pocas palabras, lo decisivo, en última instancia, es el equilibrio que se logra entre la renuncia a los instintos impuesta a una persona en el curso del proceso civilizador individual, y las posibilidades de placer que este permite o abre. Si fuera posible satisfacer todas las necesidades y los deseos del niño pequeño en el instante, seguiría siendo un niño aunque su cuerpo creciera. Tanto el premio como la privación, el dulce y el látigo, intervienen para promover su transformación en una persona adulta capaz de refrenar y transformar sus impulsos e instintos de acuerdo con las normas del mundo de los adultos. El mantenimiento de los medios de autocontrol civilizadores ya desarrollados, r~quiere también el contrapeso de algún tipo de premio, de placer. El orgullo nac10nal,una forma más amplia de amor propio, sirve como tal premio. Inglaterra sólo.constituyeun ejemplo entre muchos del carácter complementario del orgullo nac10nal,por una parte, y de la observancia, por otra, de un patrón normativo de la conducta y el sentimiento de índole específicamente nacional. E~ países como Inglaterra o Francia se ha desarrollado un patrón sólido y ;uy mdependiente de civilización de manera paralela a una evolución estatal e mu:hos siglos y, lo que es más importante, de carácter continuo, un progreso ~a~Iat~o ~asta alcanzar la categoría de gran potencia. A despecho del problema de perdida de poder después de 1945, este patrón permitió a las generaciones ue a po~guerra ubicarse en la sucesión nacional de las generaciones y asociar s~nbdo Y un valor con esta identidad nacional natural. La recompensa ocional que el individuo recibía por su participación en el valor colectivo de la
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nación, quizá fuera más pequeña e incluso algo cuestionable en comparación con la entregada a las generaciones que crecieron antes de la guerra. Con todo, pese a todos los trastornos, el valor y el sentido de la identidad nacional y el patrón correspondiente de civilización permanecieron relativamente intactos en estos países. El tiempo habrá de revelar los efectos a largo plazo del menor sentido vital derivado de la pertenencia a la nación, y si los ideales Y los patrones de conciencia nacionales podrán mantener su vigencia -y por cuánto tiempo- a pesar de las privaciones que imponen al individuo, en vista de la reducción de las recompensas afectivas brindadas por el orgullo nacional. No obstante, hasta el momento, el conflicto permanente entre las generaciones de la preguerra y la posguerra, que tampoco ha dejado de presentarse aquí, no ha producido una ruptura en la continuidad de la evolución estatal ni en la del desarrollo de los patrones nacionales de civilización. Al igual que en todas las naciones altamente industrializadas, en Alemania la vida como adulto requiere también de una extensa transformación civilizadora de las estructuras instintivas del individuo. No obstante, el premio de placer que interviene en otros muchos Estados más desarrollados para ~segurar la autocoacción y las privaciones civilizadoras, la recompensa derivada de la asociación de un valor especial al hecho de pertenecer a la República Federal Alemana son bastante reducidos, en caso de que existan siquiera. No hay otro Estado entre los rangos superiores de la jerarquía estatal del mundo, cuyos miembros tengan una imagen colectiva tan vaga y relativamente descolorida como los ciudadanos de tal República. En este sentido, Alemania es un país desdichado. 80 Después de haber experimentado dos embates funestos de un nacionalismo que trascendió por mucho las verdaderas posibilidades del país, así como dos duras derrotas, el legado ha sido un sentimiento nacional confuso y negativo, en muchos casos. Al nacionalismo extremo del perio~o hitleriano? al onanismo excesivo del orgullo nacional, del narcisismo colectivo, que ofrec10 y permitió al pueblo alemán, siguió, después del cataclis~o, un ~ontr~~olpe igualmente extremo en dirección opuesta. Lo que se produJo a contm~ac10n.~o fue en realidad un análisis frío, sino que sobrevino un periodo de desonentac10n marcado por una fuerte tendencia a la autoestigmatización Y,en algunos casos, al odio de sí mismo. , . al Es probable que la condena absoluta pronunciada contra la Repubhca Feder Alemana por algunos miembros de la oposición extraparlamentaria, así como de los grupos terroristas en particular, haya estado relacionada, entre ~t.ros factores con esta falta de una imagen colectiva nacional de carácter positivo. "Para n~sotros, el Estado era el enemigo absoluto", declara Horst Mahler, por · ·fi · laridad debe 80 El hecho de que estas relaciones por lo general no se 1denti 1quen con mas c ' ara · · · de buscar exp 11cac10nc · · s a corto P · atribuirse sobre todo a la irremediable ten dencia . plazo te Sólo asuntos que sólo las concebidas a largo plazo logran esclarecer de manera convi~~enrá~tica. cuando estas se tomen en cuenta tal vez sea posible resolver tales problemas en P
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. mplo.ª1Además de que el término, históricamente cargado, de "nación"-y fue borrado del c:o público, el referente mismo prácticamente desapareció por completo de las ~eriencias de la generación más joven. 82 No creo que hubiera sido imposible otorgar al Estado alemán occidental un . gnificado positivo en la mente de las generacionesjóvenes. Es posible imaginarse 61 n movimiento cuyos miembros dijeran: "En todo el mundo, los Estados son :paratas de coacción. En vista de que, en el actual nivel de evolución, no puede confiarse en que todos los miembros de un Estado ejerzan el dominio de sí mismos,necesario para una convivencia próspera, no es posible renunciar en este momento a la policía y a otros organismos semejantes de coacción externa a fin de asegurar la convivencia en Alemania. No obstante, la mejor forma de limpiarse y librarse del recuerdo del Estado alemán del periodo hitleriano, que se convirtió en una úlcera cancerosa, es mediante la creación de un Estado ejemplar en lo humano, de un Estado que haga hincapié en formar en las personas la conciencia de que la convivencia pacífica y amable de millones de personas no es posible sin un considerable grado de autodominio y de consideración mutua, en el que ni siquiera la policía se deje llevar por las atrocidades de los criminales para a su vez cometer actos de violencia inhumana." Desde luego no es posible lograr algo semejante en un día ni en un año. No obstante, la ruptura decidida con la tradición del Estado autoritario, la tenaz humanización experimental de todas las instancias estatales, entre ellas los partidos, la burocracia y el Ejército, seguramente hubieran sido útiles y satisfactorias en cuanto medios para librarse del estigma del pasado y, al mismotiempo, para dotar al Estado y a la nación de un sentido actual y futuro: alguna vez debería surgir en el mundo un Estado humano. 83
eJ: mayor razón los de "conciencia nacional" o "nacional"-
16)Sin duda, también hubo indicios de una incipiente erosión de los patrones nacionales de civilización y síntomas de cierto desmoronamiento, en países europeos cuyo Estado se había formado a lo largo de siglos y que habían tenido un ascenso continuo hasta la categoría de gran potencia. La solidez de sus patro~~s de civilización ciertamente correspondía, en términos generales, a la durac10ny continuidad del proceso formativo del Estado, que proporcionó un contextoa la evolución de aquellos. No obstante, la dirección de este movimiento :~· ieschkey M~lanoswky (comps.), Der minister, op. cit. (nota 60), p. 16. · 1Estad_o d1ctatonal de la República Democrática Alemana no tiene tantos problemas en este sentido. El monopolio estatal de los medios de formación que ahí existe ayuda a levantfil pdor10menos, la fachada de una conciencia nacional homogénea. El entrecruzan1icnto de lo¡ 1 eales nac·o ¡ · 1 · · · , 1 na Y socia permite convertir el credo social del marxismo, superficialmente en el. nucleo de la conciencia · · es t a t a 1y qmza · ' tam b.1en ' en una naciente · · E . conciencia nacional ' _difícilapreciar, por el momento, qué aspecto tienen las cosas detrás de esta fachada · 83· Ess Justo - al · . · sen, ar que ha habido algunos intentos en este sentido. No obstante fueron demasiado de'b·¡ 1 es y d. · ' pudiera c is~rs~s Y tuvieron que enfrentar obstáculos muy grandes para que en torno a ellos nstal1zarse la conciencia del sentido y el valor positivos de tal Estado.
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se invirtió después de 1945, produciéndose un descenso todavía moderado que suscitó una conmoción así como conflictos patentes, algunos de ellos bastante agudos, entre las generaciones más jóvenes de la posguerra y las de mayor edad de la preguerra. También en estos casos, los representantes de las primeras exigieron una revisión parcial de los tabúes de la civilización que parecían sacrosantos a muchos miembros de las generaciones de mayor edad. En la medida en que este profundo conflicto generacional giró en torno a diferencias o incluso contradicciones entre los respectivos patrones normativos se observan similitudes notables en todos los países europeos en los que s~ dio. Las generaciones más jóvenes contrapusieron sus propios patrones a los cánones de las de mayor edad sobre todo en el ámbito de la moral sexual. Por otra parte, el compromiso moral de las primeras era también en las cuestiones de desigualdad social, mucho más grande. En todas partes se puso de manifiesto una indiferencia consciente, y quizá también cierto desprecio, hacia las sutilezas de las formas sociales en el trato entre las personas -la gradación exacta de las reverencias y las inclinaciones, por ejemplo-, especialmente en la medida en que estas formalidades parecieran simbolizar diferencias de poder, rango y prestigio. 84Al fin y al cabo estas forman parte del síndrome de las normas que adquirieron mayor peso para las generaciones de la posguerra que para las que crecieron antes de la conflagración: una defensa más marcada de la causa de los oprimidos en su lucha contra los opresores, de los débiles contra la superioridad de los fuertes. Este cambio en el compromiso moral de las generaciones europeas es fácil de comprender. Para resumir de nueva cuenta lo que ya se ha dicho digamos que, los abuelos y los padres crecidos antes de la guerra tuvieron una moral individual que se refería a la conducta y el sentir de cada persona, sobre todo en la vida privada. La posición hegemónica que ocupaban con respecto a grupos menos poderosos en otros países o en el propio no se incluía en el ámbito de las exigencias morales, o sólo en la medida en que interviniera la conducta individual. Estas generaciones paternas aceptaban generalmente como a~~o natural las diferencias de poder en las relaciones intergrupales, o sea, tambien la propia superioridad social y las ventajas que esta les brindaba, sin someterlas a un examen crítico. La pérdida de la supremacía europea en muchas partes del mundo obligó a las generaciones de la posguerra a confronta_r ?l. pasado reciente. Sin haberlo pretendido, los hijos y nietos sometieron aJUlClOa sus padres y abuelos. Ellos mismos comenzaban sus propias vidas, en much?s casos, como marginados y dependientes. Ya no tenían a su alcance la oportunidad -o sólo en menor medida- de seguir los pasos de sus padres como señores Y amos sobre otros grupos sociales. Pertenecían a países europeos cuya cuota d~ ~oder evidentemente había disminuido en relación con otros pueblos, y percibieron la supremacía de sus padres como una injusticia cometida contra los grupos · d enomma · da "'m,orma r 11zac10n · · · " ; v éase el apartado A 84. La aparición de esta actitud ha sido de la primera parte del presente libro, nota 6.
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!l1enospoderosos. En la confrontación con estos, los hijos se colocaron firme e inequívocamente del lado de los oprimidos. 17) En vista de estas similitudes entre distintos países, se impone la pregunta de por qué el estancamiento que finalmente se produjo en los movimientos de oposición compuestos en forma predominante por jóvenes burgueses, después de haber logrado apreciables éxitos parciales, desembocó en el nacimiento de grupos terroristas en el caso de dos naciones: Italia y Alemania. Estos grupos procuraron forzar, mediante actos violentos, la meta de transformar la sociedad, inasequible por medios pacíficos, mientras que en los otros países, pese a que su problema generacional era parecido, no se produjo el paso a la ilegalidad, al uso de la fuerza física; en resumidas cuentas, no surgieron grupos nacionales de terroristas. Esta es la pregunta que, desde mi punto de vista, no puede explicarse sin hacer referencia a los distintos patrones formativos del Estado y a las correspondientes diferencias en los patrones nacionales de civilización. Italia y Alemania se agregaron tardíamente al grupo formado por las grandes potencias europeas, en lo que se refiere al proceso de centralización estatal y a su unificación como naciones. Este proceso se retrasó en los dos Estados sucesores del Sacro Imperio Romano-Germánico particularmente con respecto a Inglaterra y Francia, porque en ellos, l; extraordinaria extensión de este imperio medieval favoreció el desarrollo i~dependi~nte de unidades parciales en forma de reinos, principados, cmdades hbres, etc. Las consecuencias fueron profundas y amplias. En ambos casos la integración, deseada sobre todo por los sectores medios d_ecaráct~r burgués, se impuso esencialmente a través de reyes y sus ejércitos, mediante el uso de violencia de algún tipo. Tanto en el uno como en el otro de estos países el Estado se concibió como una estructura social situada fuera de los propios ciudadanos, más allá de estos, como algo que los atañía a "ellos", no a "noso t ros ", a 1a manera de un sombrero con el que se recoge el cabello,de un armazón de hierro construido alrededor de un edificio en ruinas Pu t O . . es que su rngreso a la fase del Estado nacional centralizado tuvo lugar en f~chas tan tardías y sólo mediante un esfuerzo supremo tanto italianos como ª emane~ sufrían una inseguridad casi crónica con respecto a su propio valor ~omonac10nes, la cual se expresó en oscilaciones muchas veces extremas entre datobre~aloración Y la desvalorización. La baja dialéctica en el sentimiento valor nacional en la oposición extraparlamentaria de la República Fedprop10 loe eral _ Alem ana duran t e 1os anos sesenta, después de su exaltación durante b · 1 , · . . s anos de la p much , reguerra ªJº ~ regimen hitleriano, sólo es un ejemplo entre com os. Ademas, en ambas naciones la pacificación se logró en fechas recientes fi . , t d' T . , o corresponde a era 1,. su ormacron ar ra. an mestable como el orgullo nacional e ,actor de 1 t 'ó d' , física 1 a au ocoaccr n que rsuadra a las personas de usar la fuerza ª ocurrir. confl' ctos, Y que era sostemdo · por la coacción externa ejercida 1
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por el Estado. Nada ilustra mejor la fragilidad de los controles civilizadores inmanentes contra el uso de la fuerza física que el hecho de que, en ambos casos se dio un fin violento a los conflictos sociales, producidos en gran medida po; tensiones entre la burguesía y el sector obrero organizado. 85 Su esfuerzo por recuperar el tiempo perdido y ocupar también "un lugar bajo el sol" llevó a la derrota de Alemania e Italia en la primera guerra mundial. Este descalabro en las luchas eliminatorias entre las naciones dejó una dosis considerable de amargura y resentimiento sobre todo en los sectores burgueses de ambos Estados. Mussolini fue el primero en aprovechar este orgullo nacional herido o rencor nacional para su propio ascenso, y Hitler sin duda aprendió mucho de las experiencias del fascismo italiano. No obstante, su intento para sacar provecho del modelo italiano se convirtió en la práctica en otra cosa, en algo característico del patrón seguido por la formación estatal específicamente alemana y de la tradición de sentimientos y conducta relacionados con aquel. En efecto, además de las similitudes esbozadas, también existen diferencias muy importantes entre los dos Estados sucesores del imperio medieval. 86 Incluso en la cumbre de su poder, Mussolini y sus partidarios no produjeron ni por mucho la misma resonancia entusiasta entre la masa del pueblo italiano que Hitler y sus seguidores en la cima de su poder en Alemania. Sobre todo, hay que señalar que el movimiento fascista italiano, sin duda bastante violento, nunca desarrolló una violencia tan metódica como su contraparte alemana. El asesinato de millones de personas, al parecer planeado fríamente, sin emoción alguna, entró a la historia como una característica del movimiento nacionalsocialista, pero no figuró entre los elementos del fascismo italiano. El uso sistemático e ilegal de la violencia por medio de una organización de carácter inicialmente extraparlamentario, no fue per se un rasgo exclusivo de la evolución alemana, así como tampoco la aplicación continua de fuerza física después de subir al poder a fin de fortalecer al régimen, de destruir a sus enemigos. De todo ello existen precedentes en otros Estados. El rasgo _único,_para el cual todavía se carece de una explicación convincente, son las d1mens10nes 85. La referencia a la lucha de clases contenida, por ejemplo, en la teoría marxista del fascismo, nobasta para explicar el ascenso de Mussolini y sus partidarios en Italia ni el de fütler Y . Hubo confhctos . · · · dustnahzados, semeJantes en mue h os paises m sus secuaces en Alemania. avanzados entre ellos Francia e Inglaterra. Por lo tanto, hay que seguir indagando_pordque, ' · · r ·• a 1a ,ormac10n Y,fima ¡me1.1te , la dicta ura en otras partes estos confhctos no conduJeron 1 de un partido e~tra- parlamentario, encumbrado en sus inicios mediante el terror Y e usto . de la violencia y por qué esto ocurno.. precisamente en Al emama· e It a ¡-ia. Al plantear es1,a5 ' . ,· fu ndamenta 'regunta se pone de manifiesto con gran claridad, que estas d'1¡·erencias _. ·on P . . , l)ese111pena1 no pueden explicarse únicamente con base en las estructuras economic,1s. zo · · cos ·1 corto P1ª ' un papel decisivo varios procesos a largo plazo que los ana·¡·1s1s economi ' . . .. dores. 1 . .. ·t taJ y CIVI !Zd por lo común, pasan por alto, y sobre todo los procesos d e tormac10n es a ' así como los estrechamente afmes de pacificación. JI social -~ y u't'J1 para Ia compre nsión o ¡Jregmntarse si. resulta fructi,ero · l del .desarro d e Hi·tJer Y 86 · ('nhn ,u ~ • . . · uhstas cu ro peo que las difcrenci_as ~ntre las dos d1cta~.uras na~)ona -pop J\Iussolini se encubran cahficandolas a ambas de fascistas .
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que alcanzó el asesinato calculado de personas incapaces de oponer resistencia; hasta la fecha no se ha identificado un motivo que pueda llamarse "real" o "racional",que lo justifique como alguna utilidad o ventaja para la sociedad y el régimen que, en cierta meidida,corresponda al gasto de energía invertido en la organización de la matanza. Lo que se afianza en la memoria, como problema que aun carece de explicación, es el vasto proyecto de exterminio al servicio de algo que se ha denominado como una teoría o bien una doctrina e ideal político, es decir, la matanza al servicio de una utopía, del sueño con un gran imperio europeo gobernado por alemanes o por personas de origen alemán. Esta mezcla de un ideal cuasicientífico y pseudorracional con una violencia libre de toda claudicación, cuyas víctimas humanas eran en realidad ya sólo cosas impersonales para los ejecutores de las atrocidades, manejadas como los materiales de una fábrica para ser transformadas en objetos útiles como jabón, huesos en polvo,alimento para animales, etc., y debido a lo cual, quienes mataban a las personas las veían en el fondo ya sólo como símbolos de una teoría: esta mezcla constituye el problema que hasta la fecha no ha sido resuelto. Este problema tiene importancia en relación con el tema analizado aquí, porque en algunos grupos terroristas de la época posterior se encuentra una mentalidad afin. En su caso también se pierde, en el curso del tiempo, la sensibilidad al hecho de que sus víctimas son seres humanos, o sea, la identificación última de una persona con sus enemigos. Para los ejecutores de la violencia, sus víctimas también son simples símbolos dentro del marco de una teoría, representantes de una colectividad a quienes ya no perciben como seres humanos, sino sólo como personificaciones simbólicas de un fenómeno social que en cierto sistema de argumentos han demostrado ser merecedores de la destrucción. Para explicar esta peculiaridad del nacionalsocialismo y luego también del terrorismo en la República Federal Alemana es preciso tomar en cuenta el carácter distintivo del patrón alemán de desarrollo y del correspondiente patrón de civilización. Enseguida se distingue que la evolución alemana tiene muy_p~cos tramos rectilíneos y que se encuentra plagada, por el contrario, de n_iov1m1entos cruzados en todas direcciones. A diferencia de Inglaterra por eJemp~o, ?l destino histórico de los alemanes ha impedido un proceso prolon~ado Ycontmuo de formación estatal en una sola dirección, procurando la ventaja oraª, unos, ora a otros en la lucha entre grupos de intereses centrípetos y centnfugos · h acia · la m · t egrac1on · , y la desmtegrac1ón · · estatales. T .. , entre t en d encias da~b1en en este aspecto se encuentra una íntima relación entre la estructura / Eesarrollo estatal y la de las tradiciones nacionales de conducta y sentimieno. sto se pon e d e mam 'fi es t o con particular . ent claridad al observar la conexión 1 ~?ods procesos formativos del Estado y la pacificación de los ciudadanos por mea10 , ela t bTd de conflict. es_ª 1 1 ad de los factores inmanentes de autocontrol que, en casos embargo ~, si_rven para re~lar Y bloquear. quizá, el uso de la violencia. Sin 1 alem 'h 8 dificultades derivadas de la discontinuidad parcial de la evolución ana an con t n'b m'd o al hecho de que, el desarrollo del patrón alemán de
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1tercer reino imperial-, todas las coacciones civilizadoras de honor y morales ese volvieron ms1 . 'gnifi can t es.
civilización, se haya explorado relativamente poco. Por lo pronto sólo es posible emitir conjeturas a este respecto. Llama la atención el contraste entre la valoración relativamente baja de los actos guerreros, las virtudes militares y las acciones violentas en general en los sectores dominantes de la burguesía alemana durante la segunda mitad del siglo XVIII, el periodo de los grandes poetas y pensadores clásicos de Alemania, y la valoración comparativamente alta de las acciones bélicas y otras formas de violencia sancionadas por el Estado durante el periodo del II Imperio y luego en el naciente III Reich. Al parecer, la entrada de la Alemania unificada a las luchas eliminatorias entre las grandes potencias, debilitó las barreras civilizadoras del autodominio opuestas al uso de la violencia en el trato social. Los duelos, por ejemplo, no se reducían a lances graves de honor como en Francia, sino que por así decirlo eran el pan de cada día de la mayorí; de los estudiantes. Su significación fue sólo uno de los muchos síntomas de la fuerza que adquirió la tradición militar de la violencia, en el patrón de civilización específicamente alemán desarrollado, sobre todo, después de 1871. Es evidente su vínculo con el patrón del proceso formativo del Estado alemán, de la unificación tardía a mano armada. 87 La lucha por la causa de la nación justificaba, ante todo, el uso de la violencia. En apariencia, introdujo a la tradición alemana de conducta y percepción una nota de brutalidad calculada al servicio de una causa. Mientras ejercieron la supremacía los militares aristócratas, esta brutalidad calculada aún pudo ser refrenada por las obligaciones que imponía el canon de honor de las clases superiores. Hitler y sus secuaces no habían nacido envueltos en púrpura y tuvieron que ganar su ascenso luchando; para ellos, tales barreras de caballeros carecían de importancia. Persiguieron el poder y la grandeza sin reserva alguna, por todos los medios y a cualquier precio. De ello formó parte el uso incondicional de la fuerza física, libre de códigos de caballeros o escrúpulos. Ante su aspiración de realizar el sueño alemán del III Reich-bien entendido,
La referencia a la grandeza del antiguo Imperio Romano y de la cultura de la anB.güedadromana sirvió para legitimar el nacionalismo italiano; el nacionalismo alemán de Hitler encontró legitimación en la referencia a las tribus germanas del tiempo de la migración de los pueblos que, como bárbaros, participaron en cierta medida en el fin del Imperio Romano. La diferencia entre los respectivos modelos que encarnaron el ideal nacional influyó en el nivel de civilización alcanzado por los dos movimientos dictatoriales: el fascismo y el nacionalsocialismo. En uno de ellos,los dirigentes se regían por la imagen de un Estado imperial y su cultura; en el otro, por la idea de una raza destinada por la naturaleza, para decirlo de alguna manera, a dominar el mundo. La movilización enérgica de todo el pueblo para luchar por el gran premio del imperio mundial soñado por el último monarca de Alemania, un emperador advenedizo, se encargó de borrar todos los elementos de autodominio en el nivel político, incluso de los que se oponían a las atrocidades más inhumanas, si estas prometían servir al fin anhelado: la creación de un imperio germano de raza pura. El llamado dirigido por este objetivo fantástico al amor propio nacional también esclarece por qué la masa de la población se subordinó, gustosa, al mando del gran líder y sus colaboradores. La nivelación casi total del pueblo alemán por el régimen de Hitler, no se explica sólo por los medios de coacción a disposición de los gobernantes del momento que hizo valer contra los inadaptados. Se explica, principalmente, por la promesa de abundantes recompensas placenteras que el nacionalsocialismo hizo a sus seguidores a cambio de las privaciones, muchas veces extremas, que aceptaron al ponerse a su servicio. A quienes obedecieran las órdenes del Führer los aguardaba el gran premio de gobernar a todos los demás pueblos de Europa, como miembros de la nueva élite del continente, de una nueva aristocracia. Con miras a esta promesa se justificó la entrega del individuo, su sujeción total al mando de su superior inmediato Y,a final de cuentas, del Führer mismo. Dicho de otra manera, esta estructura estatal sustituyó la conciencia personal con las órdenes del Führer en todos los asuntos políticos.
87. No fue casual el hecho de que la corte principesca más grande, la del emperador en Berlí~, tuviera un marcado carácter militar. En Estados como Inglaterra y Francia, la pacificacwn tuvo lugar mucho antes que en Alemania y también, por lo tanto, la limitación del uso del uniforme militar, como uno de sus símbolos, a situaciones bélicas. En el tiempo de Lms XIV ya no se acostumbraba a presentarse en la corte vestido de uniforme mili~ar. El punto de vista inglés se ilustra mejor, de nueva cuenta, con una cita tomada del mismo ensayo de Orwell (op. cit. [nota 78], p. 69). Al leerlo hay que tener presente la función que los oficiales alemanes y la corte imperial apegada a los uniformes, ejerció hasta 1918 como modelo para la sociedad alemana: "Lo que prácticamente todas las clases del pueblo inglés a~orrecen · que se pavonea u,ano ,, · 1a per cuswn de.. 1as y J·actancwso, de todo corazón es el tipo de oficial . de las botas. Muchas decadas , · , t u viese noticias espuelas y el estrépito antes de que cua 1quiera . ' . , . ., e ahora tiene de Hitler en Inglaterra se le daba a la palabra prusiano la misma a~epcwn qu . los 1 do la de 'nazi'. Este sentimiento está tan arraigado que, desde hace mas o menos un sigo, oficiales del Ejército británico siempre se han vestido de civil en tiempos de paz, cuan no están de servicio."
18) La estructura de la personalidad de quienes orientan su conducta en g:i-anmedida, de acuerdo con coacciones externas, es decir, con las inst;ucciones de otras personas y que, a su vez, están acostumbrados a trasmitir estas.instrucciones a otros por medio de órdenes, ha sido descrita y analizada amph~ente dentro del marco de la teoría de la personalidad autoritaria. 88 La ~upos1c1ón fundamental implícita es que las personas desarrollan el síndrome e esta estructura del carácter, debido a la estructura familiar específica :::-.:----_ 88. El estudi · ba'o .ºmas, conoci'd o es e 1pu blicado porT W.Ado:110,E. Frenkel-Brunswick et al. en 1950 J el titulo The authontanan personality (edic10n Incompleta en alemán: T. \V. Adorne S tudien zu t . .. h k F m au ontaren e ara ter; rankfurt del Meno, 1973). [Hay traducción al cspaüol.l
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que conocieron en su infancia. No hay que descartar esta explicación, pero no es suficiente. La estructura familiar autoritaria se encuentra a su vez íntimamente ligada a la estructura autoritaria del Estado. Para reconocer esto es preciso enfocar la organización estatal en su evolución, como un aspecto de un proceso a largo plazo. Hasta 1918, el gobierno de Alemania fue absoluto, pese a ciertas limitaciones establecidas en el imperio unido después de 1871, en el que aumentó el poder de los partidos. La estructura de la personalidad de los alemanes estaba acoplada a esta tradición absolutista ininterrumpida durante siglos. A esto se agregó que las formas militares de rango superior e inferior, de mando y obediencia, sirvieron en gran medida de modelo para las relaciones humanas en otros ámbitos. Influyeron en las conductas dentro de la jerarquía burocrática, la policía y ciertamente también la familia. Los modelos puestos por el Estado autoritario se situaron en el centro de todos estos espacios y algunos más. Es preciso cobrar plena conciencia de la profunda penetración lograda por los modelos estatales autoritarios en la conducta y el sentir de los alemanes en su trato recíproco, y de la posición clave que en esta estructura ocupaba el hombre en la cima, el supremo caudillo, para comprender en toda su magnitud las dificultades por las que pasó el pueblo alemán después de la abdicación del emperador en 1918. Antes de la primera guerra mundial, el emperador y rey había conservado muchas de las atribuciones de un gobernante absoluto: decidía sobre la guerra y la paz y nombraba a los altos militares, a los funcionarios de mayor rango de la administración y, sobre todo, a los integrantes del gobierno. Cuando desapareció, a muchos alemanes les causó horror la idea de enfrentarse, por primera vez, a la tarea de participar en la decisión de quién los debía gobernar, sin comandante superior, sin órdenes superiores. Este sentimiento no derivó sólo de su consternación ante el hecho de que ahora también los "pobres", el sector obrero, tenían el derecho de participar en la elección del gobierno y de que hombres de bajo rango ejercían funciones gubernamentales. Fue una reaccion a la repentina desaparición del cuadro social, de un personaje central al que se había adaptado la estructura de su personalidad, y al que habían remplazado figuras incapaces de cumplir con sus necesidades emocionales y con su canon de conducta. Una de las importantes funciones del emperador había sido servir de símbolo positivo de la imagen colectiva de los alemanes. Ebert, como presidente del Reich, no pudo cumplir ya con esta función, y lo mismo sucedió con otros muchos aspectos del nuevo régimen. Desempeñaba un importante papel instrumental o, mejor dicho, lo hubiera podido desempeñar si a la población alemana le hubiera interes~do, en primer lugar, erigir el más eficiente autogobierno institucionalizado posible. No obstante, ofrecía muy poca satisfacción emocional en cuanto al deseo de una figura simbólica protectora, parental suprema. La fuerza con que la hostilidad emocional contra las instituciones parlamentarias se manifestó a los pocos meses de finalizar la guerra, estuvo segura y estrechamente ligada con ciertos antagonismos de clase. Sin embargo, para
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eJtPlicarla no basta con señalar intereses cuasi racionales o una falta de claridad en la apreciación de las ventajas de un sistema de gobierno "democrático". A fin de
comprenderla intensa oposiciónde muchos alemanes a la República de Weimar, debe tomarse en cuenta que un régimen parlamentario requiere de estructuras de
personalidadmuy específicaspara funcionar,las cuales sólo pueden desarrollarse en formapaulatina a través de la práctica parlamentaria misma. La transición del régimen del emperadory rey,hasta cierto punto absolutista todavía, al régimen parlamentario de la República de Weimar sobrevino de maneramuy repentina.Para amplios sectores de la poblaciónse produjode modo completamenteinesperado y relacionada con asuntos muy desagradables, como la derrota en la guerra. En el fondo, muchos alemanes aborrecían una forma de gobierno basada en luchas, negociaciones y transigencias entre los partidos. Odiaban la "casa de chismes" del Parlamento, donde al parecer sólo se hablaba sin actuar. Qué importaba la libertad; lo que anhelaban era la forma de gobierno comparativamente mucho más sencilla y menos complicada en que el hombre fuerte en la cima tomaba todas las decisiones políticas trascendentes. A él se le podía dejar la tarea de cuidar el bienestar de Alemania. Bastaba con limitarse uno mismo a la vida privada. Desde los inicios del régimen de Weimar, muchos hombres y mujeres ansiaron ver en la cima del gobierno a un hombre, príncipe o dictador, que tomara las decisiones y diera órdenes. Lo exigían como una droga. Estaban acostumbrados a él y se lo habían sustraído muy repentinamente. Las peculiaridades de la adaptación a un régimen parlamentario se pasan por alto con facilidad si se analiza esta forma de convivencia desde el punto de vista ideológico, como con frecuencia sucede, relacionándola sólo con sus ventajas racionales en comparación con formas dictatoriales. Hay poca conciencia acerca de que es muy prolongado el proceso de desacostumbrarse a un orden gubernamental donde un mandatario simbólico asume la responsabilidad de un pueblo de súbditos, para adaptarse a un régimen que impone al individuo cierta re~p.onsabilidad, por muy limitada que sea; para llevarse a cabo, requiere un mmuno de crisis y por lo menos tres generaciones. La historia europea brinda muchos ejemplos de las dificultades de tal reorientación. Uno de los pocos países ~n ~u.e,hasta ahora, la estructura estatal parlamentaria y la de la personalidad 1 ~div1~ual han logrado una adaptación mutua casi perfecta es Inglaterra. Y la histona d~ Inglaterra permite observar con bastante claridad el largo proceso que conduJo a esta adaptación. De hecho se llevó a cabo en forma muy lenta desde e~momento en que el hijo del dictador puritano tuvo que ceder las rienda~ del gobierno al rey reinstalado con una limitación considerable de su poder.B9 Tal vez sea de provecho exponer algunas reflexiones acerca de la razón por 1 ª que esta reorientación resulta tan difícil. La teoría de la civilización nos vuelve · L a estructura de la personalidad adaptada a un , . a mos t rar el cammo. 1 reg men absolutista-monárquico o dictatorial crea una marcada disposición ~"I lei
t duc t'rnn ,, en N · L'J' ' . : s,. '.1.r~ r, ias Y E. Dunmng, Quest far excitemenl. Sport cmd sure zn the cwilizmg process, Oxford, 1986, pp. 26 y ss.
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en el individuo a obedecer órdenes y dejarse guiar por coacciones externas. De esta .~anera, se le ahorr.a al ciudadano individual la p~sada c.ar~a de tener que participar en enfrentamientos entre personas que sostienen d1Stintas opiniones Los gobernados no tienen que elegir entre dos bandos. La orden viene de arriba; la decisión ya está tomada. En el nivel estatal, el individuo se mantiene en la fase del niño, en este tipo d~ régimen. Las órdenes paternas ciertamente no siempre son agradables, y lo mismo sucede con las órdenes de los príncipes autocráticos y los dictadores. No obstante, en última instancia se les tiene confianza, y si no se les obedece entran en acción rápidamente el Ejército o la policía, los pilares principales de una organización estatal autocrática de carácter monolítico. No obstante, para asegurarse por completo, los gobernantes autocráticos aprovechan por lo general su poder de disposición ilimitado sobre el monopolio de la violencia del Estado, para dar la mayor solidez posible al aparato de control, de la coacción externa, a fin de garantizar que el individuo no se les extravíe. Si las formas autocríticas de gobierno de tipo monárquico o dictatorial y las parlamentarias donde compiten, por lo menos, dos partidos se ven como etapas de un intrincado proceso de formación estatal y de civilización, en el cual las relaciones de poder entre los distintos grupos sociales se modifican ciega e impremeditamente, se hace evidente que representan fases de evolución diferentes. El régimen autocrático pide una estructura de la personalidad relativamente simple, tanto a las personas que mandan como a las que obedecen. Este hecho explica que, a lo largo de los milenios, haya sido posible una y otra vez que un solo hombre -rodeado por un pequeño grupo central de partidarioshaya logrado establecer y conservar su gobierno sobre muchos. Así se ha dado desde la época en que los faraones extendieron su poderío, tanto sobre el Alto Egipto como sobre el Bajo, ciñéndose la corona doble, o cuando los príncipes de la dinastía Chin llegaron a dominar el corazón de la actual China, si no es que desde antes, hasta los tiempos de las monarquías alemanas, austríacas o rusas, que llegaron a su fin en 1918, y luego hasta nuestros días en forma de dictaduras. En contraste, el sistema parlamentario multipartidista se revela como una forma de gobierno mucho más compleja y dificil, y que, por lo tanto, requiere de una estructura de la personalidad igualmente compleja y plural. Esta diferencia entre las dos formas de gobierno está relacionada con que el régimen parlamentario multipartidista legitima el confl,icto entre las personas o los grupos sociales. No relega los conflictos a la categoría de lo inusual, anormal 0 irracional, sino que cuenta con ellos como fenómenos normales e indispensables de la convivencia social. En este sentido podría decirse que la democracia se opone a los principios del racionalismo clásico, el cual equiparaba orden con armonía, o sea, con la ausencia de conflictos. 90 En su caso, el orden estatal debe regular los conflictos de grupo más importantes en la sociedad a través de 90. De hecho ' el rémmen dictatorial es mucho más compatible con la idea de una organizacilot·n ,,. · rnu 1completamente racional de la convivencia humana que el régimen parlamentano . y partidista; todo funciona como por arte de magia, de arriba abajo, en completa armonia
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instituciones especiales que den lugar tanto a la lucha entre grupos antagónicos como a su resolución, limitando los enfrentamientos a formas de disputa zanjadas, principalmente, en discusiones o duelos de palabras y sometiendo las decisiones a la observancia de ciertas reglas por todos los involucrados. Los ideales o utopías de la convivencia humana, como han sido planteados, por ejemplo, por la literatura o la ciencia, por regla general parten de la idea de que un régimen o una sociedad ideal tiene que estar totalmente libre de conflictos y en armonía. Esta vísión expresa el hecho de que los conflictos entre las personas desgarran los nervios, por decirlo de alguna manera, y constituyen un elemento perturbador; así, un estado total de calma y paz les parece ideal a muchas personas. No comparto este punto de vista. La convivencia sin conflictos es materialmente inconcebible en mi opinión, por lo cual, no tiene caso diseñar modelos sociales ideales -los cuales al fin y al cabo están pensados también, de alguna manera, como medios para orientar y encauzar las acciones- sin tomar en cuenta la importancia fundamental de los conflictos en las sociedades humanas. Una sociedad sin conflictos tal vez parezca la cúspide del racionalismo pero al mismo tiempo sería una sociedad dominada por un silencio sepulcral' una máxima frialdad sentimental y un aburrimiento sumo, además de esta; privada de todo dinamismo. Cualquier sociedad deseada, como la actual, no enfrenta la tarea de eliminar los conflictos -una empresa imposiblesino de regularlo~, de someter las tácticas y estrategias de ellos a reglas que nunca pueden considerarse perfectas. Estas reglas mantienen viva la tensión de los c~nflictos en un nivel me?io, como una llama que brinda calor, pero que no debe m crecer tanto que termrne por devorarse a sí misma y a todo lo que está a su alrededo:, ~i debilitarse a tal grado que ya no sea capaz de emanar calor O luz. supone este tipo de conflictos Un regimen que, como el parlamentario, moderados, ciertamente exige a las personas que lo componen un grado de con eficiencia máxima. El Estado dictatorial bien organizado sería la encarnación misma de la razón, para decirlo de otra manera. Quizá no sea casual que una filosofía construida en torno al concepto de la razón la de Kant, por eje~plo, se ha~a desarrollado al máximo en la época del absolutismo'. del fondo de su corazon, el propio Kant adoptaba una actitud más bien crítica hacia 1 ;uc 1~~adura real. Esta dictadura. misma, el Estado de los Hohenzollern, no era ni por perfecta. Sm embargo, el ideal de un orden sujeto en forma por demás lógica a 1eyes urnversales que Kant encontró en la naturaleza y en el mundo moral de los hombres ::guramente se ap~yó en mucho en la imagen estatal ideal del absolutismo ilustrado' E presentada en su Juventud, por ejemplo, por Federico II de Prusia. ' ra~ó:u:tt~ al aspecto sometido a deliberación en el texto, desde el punto de vista de la el reino asica en realidad no existen los conflictos. Por lo tanto, también Kant veía tanto podido :: la naturaleza como el de la moral como ámbitos de máxima armonía. Hubiera hum gumentar que los conflictos tal vez se den en la realidad de las relaciones quie:~:sdpern que no los habría si todas las personas actuaran racionalmente si cad~ anormat eciera tanto las leyes del Estado como las de la naturaleza. Los conflict~s son lo de fricci~J:tu~bac10nes en la,convivencia entre los hombres, la cual se mantendría libre Y ena de armoma si realmente cumpliera con los principios de la razón.
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autocontrol, de dominio, que es difícil de lograr y que supera en mucho la exigencias comparables del régimen dictatorial. A esto se refiere precisamente 1 afirmación de que, dentro del proceso de civilización, el régimen multipartidista representa un nivel más alto que la monarquía absolutista o la dictadura. Este último tipo de régimen -si bien indudablemente también contribuye a formar elementos de auto-coacción- se apoya, en última instancia, en la primacía de las coacciones externas sobre las personales. Una de las características más importantes del régimen parlamentario multipartidista es, por el contrario, el mayor grado de autodominio que requiere. La coacción externa no desaparece· está presente en todos los Estados. No obstante, el régimen parlamentarios~ desintegra si se agrieta o rompe el sólido techo del autodominio, el cual impide a todos los individuos participantes luchar contra sus adversarios haciendo uso de la fuerza o violar las reglas del juego parlamentario. Si el autodominio se pierde en la lucha política, el régimen multipartidista llega automáticamente a su fin y es probable que se transforme en una autocracia dictatorial o monárquica. Entonces desaparece la exigencia de contenerse de manera permanente en los enfrentamientos con los adversarios. El sistema parlamentario multipartidista se parece en este sentido a un partido de fútbol: tiene lugar un enfrentamiento, pero de acuerdo con reglas estrictas cuya observancia también requiere un alto grado de autodominio. Si la lucha se vuelve demasiado violenta y el partido de fútbol se convierte en una riña comparativamente desordenada, deja de ser un partido de fútbol. El autodominio de los jugadores cede entonces su función al control externo, representado, por ejemplo, por la policía. Este ejemplo tal vez cojee, pero llama la atención sobre un aspecto fundamental. Al igual que todas las sociedades, también los Estados absolutistas, ya sean monárquicos o dictatoriales, tienen sus conflictos estructurales específicos. No obstante, en la vida pública se mantienen entre bastidores. Oficialmente reina la armonía en la vida de este tipo de Estados. En los niveles bajos, los conflictos se resuelven simplemente mediante órdenes superiores ----<:oacción externa-, Ylos que se dan en el nivel más alto de mando se dirimen a puerta cerrada, sin tomar en cuenta a la opinión pública. 91 Es posible que muchos de los afectados estén enterados de su existencia. Sin embargo, no cuentan con ningún espacio en el entramado institucional. La ideología oficial del Estado tampoco los reconoce. El hecho de que el régimen parlamentario multipartidista plantee exigencias mucho más grandes a la capacidad de autodominio de los miembros de su organización estatal que el régimen absolutista, es una de las principales causas por las que el paso de un régimen de este último tipo a otro del primero constituye un proceso sumamente difícil. Muchas de las personas a quienes corresponde el destino de participar en tal transición, no son capaces de hacer frente a estas
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. ·as Acostumbradas a relaciones simples de superioridad e inferioridad ,agenci . . , · · e dominadas por coacciones externas, a una Jerarqma en apariencia de rango alí · "b , · en que todos excepto el gobernante supremo y gener simo, reci en atJllOillCa de arriba y dan ' órdenes hacia abajo, la lucha entre 1os p artid os inh eren te órde_n~sen multipartidista les parece irritante o incluso intolerable. Hasta en al regim . 1 , ·ores circunstancias como lo he señalado, se reqmere por o comun que las meJvarias generaciones ' en la vida de un pueblo, para que se ll eve a ca.b o e 1 paseb~ n las estructuras de personalidad que posibilitará el funcionamiento cam 10e un réoimen parlamentario multlpart1dista. · ·· Etd , n o os 1os pruses que seguro de .mentado b· ·1 · · titu · al es Y osci ac10nes ms cion un proceso semejante, ocurren en hanexp . · 1?gra aJUS · t arse a un . Tzadoras típicas hasta que la sociedad, paulatmamente, cdiviirrollo más equilibrado de las instituciones parlamentanas y las correspon· · c1vi · ·¡·iza d or.92 d'esates formas de renuncia a la violencia, o sea, del auto d om1mo ie~e hecho desgarran los nervios los conflictos e~tre di_stin~osgrupos a plen~ 'bli'ca en los que no se renuncia al uso de la v10lencia e mcluso a las maru1uz pu . d ·P , festaciones extremas de odio, a insultos verbales dema~iad~ provoca ores. ¿ er_o hasta dónde se podrá llegar antes de que los adversanos pierdan su autodo~i. antes de que la lucha moderada de acuerdo con las reglas parlamentarias . · d mo, . transforme en una riña, una revuelta, una mterrelación caracteriza a por escalada recíproca de violencia? ¿No constituirá el surgimiento de grupos terroristas otro aspecto más del proceso largo y difícil, en cuyo transcurso, una sociedad se va elevando desde un nivel anterior de civilización donde, en cuestiones de política, sus miembros se reprimían por temor a la mano dura del rey o dictador, hacia otro posterior, en que los integrantes serán capaces de dominarse a sí mismos y de someterse a reglas del juego aceptadas por todos y que incluyen el enfrentamiento con adversarios políticos, casi sin necesidad de coacción externa?
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19) Al afirmar que un régimen parlamentario multipartidista requiere un grado más alto de autodominio que uno de tipo autocrático-monárquico o dictatorial y que, en este sentido, constituye un nivel más alto de civilización, simplemente se está expresando un hecho. Esto no implica de ninguna manera, que la forma actual en que se resuelven los conflictos dentro de un régimen de esta naturaleza sea la definitiva o ideal, como con frecuencia se afirma. La configuración actual de los Estados parlamentarios multipartidistas constituye un hito en el proceso de formación estatal y de civilización, el cual ha reducido 92. Si se interpreta la transformación de un régimen absolutista o dictatorial en uno de tipo parlamentario simplemente como resultado de una decisión intelectual a favor de una forma más racional o libre de convivencia estatal entre las personas, pasando por alto la problemática civilizadora relacionada con ello --como algunas teorías politológicas parecen hacerlo-, resultan incomprensibles las dificultades enfrentadas por las sociedades contemporáneas en el camino que va de la constitución tribal tradicional a la integración de una nación con gobierno parlamentario, o bien de un Estado dictatorial unipartidista ele larga duración aun Estado parlamentario multipartidista.
91. La información sobre las diferencias de opinión y los antagonismos que se dan en ]os mveles m:-is altos, si acaso llega hasta la masa de la población lo hace en forma indirecta, por medio de rumores o chismes. En términos generales, la oligarquía ele los Estados con gobierno autocrático muestra un frente cerrado y homogéneo a los gobernados.
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las desigualdades de poder entre gobernantes y gobernados y aumentado el autodominio civilizador de ambos grupos. Sin embargo -para sólo destacar un punto-, no hay por qué suponer que los conflictos centrales determinantes de la formación de los partidos siempre vayan a poseer o tengan que mostrar el mismo carácter que en la actualidad, o sea, el carácter de conflictos de clase 0 entre sectores sociales. Otros conflictos también pueden servir de base para la formación de partidos, aunque hoy se encuentren disfrazados y relegados a un segundo plano a causa .de la presión ejercida por los conflictos de clase; algunos de ellos serían los que se dan entre hombres y mujeres, entre generaciones más jóvenes y de mayor edad u otros de origen regional y étnico. En términos muy generales, la idealización del régimen parlamentario multipartidista provocada por el constante enfrentamiento en el ámbito de la política exterior entre los Estados de este tipo y otros de gobierno dictatorial impide que se dé una discusión pública de los problemas estructurales qu~ reiteradamente provocan dificultades. Entre otros asuntos encubre, por ejemplo, las dificultades que los miembros de las generaciones jóvenes tienen a veces para asimilar las realidades peculiares del régimen parlamentario dentro del marco de su proceso civilizador individual. 93 La educación oficial sólo les trasmite, por lo común, una imagen ideal estereotipada de lo que es la democracia. De las circunstancias reales de la praxis parlamentaria se enteran, muchas veces con cierto asombro, por experiencia propia. Este asombro y la experiencia de que la praxis de los partidos no siempre coincide con el cuadro ideal de sus principios influyó, probablemente en importante medida, en la estigmatización del Estado por parte de los grupos de terroristas en la República Federal Alemana. La ejecución práctica de un régimen parlamentario multipartidista obliga a todos los involucrados a transigir constantemente con sus adversarios. Impone negociaciones en las que resulta ventajoso conocer la cuota de poder exacta manejada por los interlocutores y estar dispuesto a hacer concesiones de acuerdo con este conocimiento. Ahora bien, en todas las sociedades, pero de manera particular en las industrializadas de carácter muy heterogéneo, existen determinadas discrepancias entre los patrones de civilización de las generaciones más jóvenes en ascenso y de las establecidas de mayor edad, 93. Entre las otras dificultades puede señalarse el hecho de que el nivel del control emociona logrado en el nivel parlamentario mismo, con frecuencia es mucho más elevado que el de la población más amplia, a la que los parlamentarios electos deben rendir cuentas de sus actividades. Por este motivo, entre otros, los regímenes parlamentarios actuales se caracterizan por la discrepancia entre las luchas efectivas por el poder que ocurren en el nivel del parlamento y del gobierno, dentro de cauces relativamente moderados, Y los cuadros ideales así como el carácter emocional artificial de las consignas Y los lents presentados por los políticos a la población, por escrito y en sus discursos, los cua es apelan mucho más a las emociones. La gravedad del problema se debe al hecho d.e que. en las sociedades actuales, los enfrentamientos políticos cumplen con frecuencrn ~on funciones semejantes a las de las luchas religiosas del pasado. Con todo, estas necesida .es . de 1os en frentam1en . t os par lamentanos emocionales influyen poco en el desarrollo efectivo y en su distanciamiento de las emociones personales.
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JllO ya se ha puntualizado. En la vida política de los Estados multipartidistas, cotas diferencias se manifiestan, entre otras formas, en la tendencia de las es eraciones más jóvenes, en contraste con las de mayor edad, a favorecer ::ruciones intransigentes Y.radicales para los conflicto.s agudos. ~n cas~ ~odos artidos se da la disparidad entre el carácter relativamente mcondic10nal 1os P · d las demandas expresadas por las generac10nes m ás J'6venes y 1a mayor /sposición de las de mayor edad a ajustar sus objetivos de acuerdo con el ~uilibrio de poder, muy complejo en la mayoría de los casos, entre los distintos e artidos. A los ojos de los observadores -particularmente cuando se trata de ~na generación más joven crítica, inteligente y perspicaz-, es fácil que este tipo de concesiones parezcan traicionar los ideales y principios enarbolados por un partido. El régimen de partido ya no parece ofrecer, en general, nada capaz de despertar la simpatía o la esperanza de los jóvenes miembros de los grupos de oposición. Es posible, una vez más, que este sentimiento haya cobrado una intensidad comparativamente tan fuerte en la República Federal Alemana que esté relacionado con las tradiciones peculiares de este país. La renuncia a·la violencia en el trato entre distintos grupos de interés trae aparejadas ciertas formas de toma y daca que, en alemán, frecuentemente sólo pueden describirse con palabras que producen cierto gustillo negativo. El término feilschen, por ejemplo, suena mucho más desagradable que la voz inglesa bargaining [negociar]. La acción incondicional, la lealtad absoluta a los principios, la perseverancia libre de toda claudicación en las propias convicciones son ideas que aún suenan muy bien en alemán. Concesión, por el contrario, tiene un resabio mezquino. De nueva cuenta se trata de valores militares profundamente arraigados en la tradición alemana de conducta y percepción. El oficial no puede transigir en cuestiones de honor personal, del honor de su patria, de su emperador, de su Führer. Desprecia a los comerciantes que regatean y que terminan por ceder una que otra parte de su postura inicial. El idioma alemán aún conserva muchas valoraciones propias de los siglos autocráticos del pasado, valores de formas estatales y sociales anteriores que no son compatibles con las condiciones dadas por la convivencia parlamentaria e industrializada. Los vivos se comunican entre sí con un lenguaje que, en muchos ámbitos, fue marcado por los muertos. De esta manera, los muertos se vengan de los vivos por haber dado la espalda a sus cánones. En efecto,las instituciones del régimen parlamentario multipartidista adjudican un alto valor, precisamente, a cuestiones despreciadas por la tradición militar. S~stituyen el enfrentamiento violento que, en última instancia, es cuestión de vida o muerte, por la negociación no violenta. La obediencia absoluta hacia la autoridad y los principios -la "fidelidad a los principios"-tiene que ceder ante 1 ~ ~úsqueda del punto medio, de sugerencias conciliadoras v transigencias. Es facilubicarse en un paisaje en el que sólo existen prohibici~nes y órdenes; esto resulta mucho más dificil en un lugar donde hay que extraer de la experiencia cierta sens1'b'l'd d 1 1 a para saber hasta dónde es posible llegar en una situación
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dada y hasta qué punto hay que contenerse. zdel ejercicio del tacto a la hora de tantear cuándo es posible avanzar y cuándo hay que ceder, figuran entre los procesos más elementales del parlamentarismo, y todavía están muy lejos de ganar un alto puesto en la escala de valores alemana. Para ello probablemente se requerirán varios siglos de aclimatación.
CUARTAPARTE
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1.En apariencia, el juicio contra Eichmann 1 fue individual. Intervinieron el antiguo miembro de las SS como acusado y sus acusadores israelíes, un grupo de testigos, entre ellos algunos supervivientes de los campos de concentración, y un públicointernacional invisible que siguió de cerca y analizó las declaraciones de ambas partes. No obstante, conforme las noticias al respecto recorrían el mundo a lo largo de los meses introduciéndose en las conversaciones, los pensamientos y los sentimientos de muchas personas en un gran número de países, pareció convertirse en algo más que el juicio contra un individuo. Empezó a transformarse en un pequeño hito: al igual que las dos guerras alemanas, sirvió para incrementar el cada vez más amplio conjunto de experiencias que ponen en duda el concepto que tenemos de nosotros mismos como sociedades civilizadas. Loque era en apariencia un suceso local, fue adquiriendo un significado mucho más extenso y profundo. No se desconocía el hecho de que los nacionalsocialistas habían agraviado a losj~díos. No obstante, antes del juicio contra Eichmann ya se había puesto a func10narla enorme capacidad humana para olvidar las cuestiones dolorosas. ~~~re todo cuando estas afectan a otros y estos otros son, además, relativamente e iles. El recuerdo de la forma en que un Estado moderno había tratado de exterminar a una minoría odiada se había ido desYancciendo cada vez má::-de
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1. ( 1texto que se presenta a continuación fue escrito en 1961-1962. En el original en ingles as referencias al juicio de Eichmann están en tiempo presente \Nota del editor de la vers1on alemana)
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la conciencia de las personas. El juicio de Jerusalén lo volvió a sacar a la 1 del día. Ya no importaron las deliberaciones de si no hubiera sido mejor permi:z que se disipara el recuerdo de las víctimas y de sus asesinos, dejando a lo sumr 0 unas cuantas líneas ocasionales en algún libro de historia como único epitafi El recuerdo había vuelto. Y las circunstancias en las que esto ocurrió resultara~ muy ilustrativas. En términos generales, las víctimas de la historia, los grupos vencidos carentes de poder, tienen poca oportunidad de que se les recuerde. Hasta la fecha el marco más importante para el recuerdo histórico es el Estado, y los libros d~ historia siguen siendo en gran parte crónicas de los Estados. De tal suerte, el recuerdo de los judíos asesinados fue reavivado por el nuevo Estado judío y sus recursos de poder. De esta manera, cobraron renovada fuerza las muchas preguntas a las que este recuerdo da lugar. ¿Cómo era posible que unas personas hubieran sido capaces de planear y llevar a cabo de manera racional -es más, científica al mejor estilo del siglo XX-, una empresa que se presenta como una recaída en la brutalidad y la barbarie del pasado? Dejando aparte las diferencias en el tamaño de la población, hubiera podido ocurrir en la antigua Asiria o en Roma, si es que póstumamente les reconocemos a los esclavos la calidad de seres humanos. No hubiera estado fuera de lugar en la sociedad feudal, cuando terratenientes guerreros reinaban sobre la vida y la muerte de sus siervos, ni entre los cruzados, que saquearon y quemaron a los judíos de su tiempo. Sin embargo, en el siglo XX ya no se esperaba ver un fenómeno semejante. El principal problema planteado por esta matanza, perpetrada en nombre de una nación contra los hombres, las mujeres y los niños de otro grupo, no radica, si se mira bien, en el hecho en sí sino en la incompatibilidad de este hecho con las normas que se está acostumbrado a considerar como características de las sociedades más desarrolladas de la actualidad. Las personas del siglo XX tienden con frecuencia a interpretarse tácitamente a sí mismas Yal tiempo en que viven como si sus normas de civilización y racionalidad fueran muy superiores a la brutalidad del pasado o de las sociedades actuales menos desarrolladas. Pese a todas las dudas que pesan sobre la fe en el progreso, esta sigue muy presente en la imagen colectiva dominante. No obstante, ~us sentimientos al respecto son ambivalentes. En ellos se mezclan el amor pr.opw.Y el odio hacia sí mismos, el orgullo y el desconsuelo: orgullo de la extraordmana riqueza de invenciones que se ha dado en su época, de su espíritu empre~dedor y sus progresos humanitarios; y desesperación ante sus propias atroc1d~des desprovistas de sentido. Un enorme conjunto de experiencias les trasmite la_idea de representar el nivel más alto de civilización alcanzado por la humamdad, mientras que otras entre ellas una interminable serie de guerras, nutren las dudas al respecto. El juicio contra Eichmann y todo lo que sacó a la Ju~ pertenecen a la segunda categoría. De manera ineludible, a la vez persona y autorizada sirvió para exhibir datos disponibles desde hacía tiempo ..Ya ~o ' fue posible apartar la vista. Muchas personas escucharon 1a tern 'bl e h1stona
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en su transcurso, se fue revelando como si fuera por primera vez con ~ue,edulidad horrorizada. Se resistieron a creer que tales cosas hubieran 1 ~~do ocurrir en una sociedad industria~i~~da altamente desa.rrollad~, que b'eran podido ocurrir entre personas civilizadas. En ello radicó su dilema ;n~amental y ahí se encuentra el problema_del sociólogo. . La forma de manejar el problema que se impone es el postulado tácito de ue la obra destructora encabezada por Hitler constituyó una excepción. Los q ionalsocialistas, podría argumentarse en este caso, representaron una ~lacra cancerosa en el cuerpo de las sociedades civilizadas. Sus acciones fueron u cede unos dementes, en mayor o menor grado; d envaron · d e l an t·isemi·t·ismo 1as · al es o b'1en, qmz · á, ·rracional de unas personas particularmente malas e mmor ~e tradiciones y características peculiares del pueblo alemán. Todas estas explicaciones presentan la matanza masiva fría y metódic~, J?lani~~ada, como algo único. En circunstancias normales -este es su mensaJe implícito-, tales atrocidades no se dan en las sociedades más desarrolladas del siglo XX. Las razones de esta índole nos protegen de la dolorosa idea de que algo semejante pudiera repetirse, es más, de que tal irrupción de brutalidad y barbarie pudiera basarse en tendencias inherentes a la estructura de las modernas sociedades industrializadas. Nos ofrecen cierto consuelo y, sin embargo, no esclarecen el asunto. Es muy fácil identificar los aspectos históricos únicos del proceso que desembocó en el intento de exterminar a los judíos en Europa. Otros elementos, por el contrario, no son en absoluto de carácter único. Muchos sucesos de nuestro tiempo indican que el nacionalsocialismo reveló, quizá en forma extrema, ciertas condiciones de las sociedades contemporáneas, determinadas tendencias de la acción y el pensamiento en el siglo XX, que también se encuentran en otras partes. Al igual que las guerras masivas basadas en métodos científicos, la aniquilación organizada con detalle y planeada en forma científica de grupos enteros de la población por hambre, gas o fusilamiento, ya sea en campos de la muerte instalados de manera expresa o en guetos cerrados, no parece salirse totalmente del marco de las sociedades mecanizadas de masas. En lugar de consolarse con la idea de que los acontecimientos ventilados en el juicio contra Eichmann hayan sido de carácter excepcional, sería más útil analizar las condiciones propias de las civilizaciones del siglo XX, las condiciones sociales, que favorecieron este tipo de atrocidades y que pueden favorecerlas de nuevo en el futuro. ¿Cuántas veces -la pregunta se impone-- tendrán que repetirse estas bestialidades antes de que aprendamos a comprender cómo y P?r qué ocurren, y antes de que los gobernantes muestren la capacidad y la disposición de canalizar este conocimiento hacia medidas de prevención? Todavía se tiende fácilmente a confundir la necesidad social de exigir responsabilidad individual a las personas por los daños y el dolor causados a otros, y la necesidad social de encontrar explicaciones sociológicas y también psicológicas de cómoYpor qué ocurrió el hecho. La segunda necesidad no anula a la primera. :m1bastienen su lugar en el curso del acontecer humano. Aun de adjudicarse un interés central a la acusación hay que encontrar explicaciones; y el intento de
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explicar no necesariamente equivale al de disculpar. El juicio contra Eichm levantó por un momento la cortinilla que suele cubrir el lado más oscuro d annl e as personas c1·vil·iza d as. As omémonos. 2) La determinación definitiva de destruir fisicamente a todos los judíos t 1 te . . . ' anto . en Alemama como en os rntonos conqmstados, fue al parecer tomada por Hitl y el ~culo de ~us más estrechos colaboradores en la dirección del Estado y d:~ Partido en septiembre de 1939, al poco tiempo de haber invadido Polonia. J?esde antes ya se había asesinado a algunos judíos en los campos de concentracrón, además. de realizarse ocasionales cacerías humanas contra ellos , que así su fri eron 1a misma suerte que otras minorías perseguidas, como los comunist l~s.testi~os de Jehová, los homosexuales o los pastores protestantes y curas tohcos. Srn ~mbargo, d~r~te e~te periodo el ataque no se dirigió principalmente contra la vida de los Judios, srno contra la base de sus ingresos y su traba·o Antes que nada, se pretendió quitarles la mayor parte de sus propiedad~~ -empresas comerciales e industriales, casas, cuentas bancarias, joyas, obras ~e arte o lo que :uera- y retirarlos de cualquier actividad profesional o de otro tipo que los pusiera en contacto con la población no judía. Más o menos el uno por ciento de la población total de Alemania eran judíos. Si bien formaban una minoría, urbana en su mayor parte y concentrada en profesiones comerciales in~ustriales Y académicas, era muy reducida la ventaja económica que la to~ talidad de los alemanes podría obtener de estas medidas de expropiación. Con todo hu?o se~ramente determinado número de familias alemanas que obtuvo beneficios directos de estos abusos, como ocurre en cualquier transferencia forzosa de propiedad y puestos de trabajo entre grupos sociales. La humillación de l_osjudíos dio gusto a un número mucho más grande de personas, y más aún derivaron de ella la esperanza de un mejor futuro. En todos estos sentidos, la persecución de los judíos tuvo un fuerte elemento de realismo y racionalidad. Por lo demás, en aquel entonces los judíos aun podían abandonar Alemania con vida si encontraban un Estado dispuesto a concederles asilo y si no se sentían demasiado viejos para emigrar del país que consideraban su patria. Incluso se les permitía llevarse algunos bienes personales, así como, durante cierto tiempo, una cantidad limitada de dinero. En retrospectiva tal vez parezca previsible la decisión tomada en 1939 por los dirigentes del Estado hitleriano de asesinar a todos los judíos dentro de su ámbito de poder. Sin embargo, en los años treinta, cuando los nacionalsocialistas tomaron el poder, todavía les resultaba completamente inconcebible a la mayoría de las personas en Europa y los Estados Unidos que los alemanes f':eran capaces de asesinar a sangre fría a millones de hombres, mujeres y mños. Por lo cual la élite nacionalsocialista tomó su determinación en el más absoluto secreto. De su realización se encargó el Departamento de Asuntos Judíos de la Gestapo, dirigido de 1940 a 1945 por el comandante de las tropas de a.salto Karl Adolf Eichmann, pero aunque ya fijada la meta, no se tuvo clandad acerca de la mejor forma de alcanzarla. Conforme avanzaban los
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frentes occidental y oriental, era cada vez mayor el número de judíos apre~ados r el dominio alemán, mas no existían modelos para el asesinato orgamzado ~~ varios millones de personas desarmadas. Por lo tanto, hicieron falta muchas eflexiones y experimentos para encontrar los métodos más eficaces y econó~icos de matanza. Se requirió un aparato administrativo cada vez más grande para planear y controlar las distintas me?idas tom~d~s para dest;ll~r a los ·udíos. Cuanto más crecía este aparato, mas se multiplicaron las fricc10nes y los conflictos entre autoridades rivales. La organización estatal nacionalsocialista se componía de una serie de secciones semiautónomas cuasi feudales al mando de sendos líderes de segundo rango, hombres como Ribbentrop, Goering, Himmler o Goebbels, cuyas dependencias abarcaban todo el país. Cada una de estas secciones estaba a cargo de un sector administrativo específico;el prestigio y el estatus del hombre situado a la cabeza dependían de la utilidad que su sector tuviera para Hitler y el Partido. Puesto que el equilibrio de poder entre estos líderes era inestable, cada uno de ellos, al igual que el propio Hitler, desconfiaba de los demás. El ascenso de uno podía acarrear la ruina del otro. El que estaba dispuesto a recurrir a la violencia y el asesinato como instrumentos normales de la política no se libraría nunca del temor de que otros pudieran hacer valer los mismos medios en su contra. Por lo tanto, detrás de la eficiencia funcional en apariencia perfecta del Estado hitleriano, se revela un cúmulo extraordinario de tensiones, rivalidades, manipulaciones de estatus y el desperdicio correspondiente de recursos y fuerza, dado que el aparato dictatorial del Estado y los jefes rivales de los sectores administrativos cuasi autónomos se mantenían unidos y bajo control, principalmente, por la dependencia que compartían hacia su líder supremo y por un dogma común al que se adhirieron con diferentes grados de ortodoxia. Al igual que en otros muchos Estados dictatoriales, la policía secreta constituía una de esas formaciones y estaba incluida en el sector administrativo de Himmler. Junto con todos sus ramales, ella representaba un órgano central de las SS, el sostén principal de su poder. Desde fechas muy tempranas, los líderes de las SS habían defendido una ortodoxia nacionalsocialista militante. La decisión personal de Hitler de matar a los judíos fue apoyada enérgicamente por ellos, lo cual significaba un incremento de su poder, en comparación con el de las camarillas rivales de la corte de Hitler, que en primer lugar, se tradujo en una enorme extensión del campo de actividades del Departamento para Asuntos Judíos de la Gestapo. Como el exterminio sistemático de los judíos o bien, como se denominó oficialmente, la "solución final", había sido desde si~mpre uno de los objetivos primordiales de Hitler, hombres como Himmler, E1chmann y sus subalternos, encargados de llevarlo a cabo, podían contar con la simpatía y el apoyo del Führer. Esto fortaleció su posición y prestigio dentro del Estado de entonces. No obstante, se requirió de cierto tiempo para efectuar estas medidas. Primero hubo que desarrollar recursos técnicos y administrativos adecuados. Los pogroms, la forma tradicional de atacar a los judíos, habían caído en desuso
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trol administrativo. Los judíos eran enviados a los campos que estaban co~ supervisión directa del Coinité para Asuntos Judíos de la Gestapo. El 1 ?ª~;e;ento en competencia y prestigio logrado en esta forma, siguió provoc~do J.ll. · es en la relación con otros departamentos del aparato estatal. Pasó cierto frlCClOn 'al . t b', . antes de que se desarrollaran no sólo la técnica maten , smo am ien 0 üelllPtrateoias administrativas adecuadas para asesinar de manera eficiente las ·es tos de E,· . . t ra t·ivas, en t re 1as miles de personas. Las dificultades a dmmis a cien . ., d . dío, al s figuró la cuestión de cómo determmar a qmen eb'ia consi'derarse JU cu e finalmente resueltas en una junta de los dirigentes más altos convocada fueron fi' l or el suplente de Himmler en enero d~ ~942. En ~se,encuentro ~e ~aron os mientos definitivos para el extermmio de los Judios. Las atnbuciones del :C~~r dirigido por Eichmann fueron delimitadas con mayor _claridady confiromité se entregó a su tarea con todas sus energias hasta octubre mad aS . Su C . 1 d d de 1944, cuando Himmler giró la orden -que no ~u.eobedecida de to o- e d ·ar de matar a los judíos y de mejorar las condiciones en los campos de la U:~erte. En aquel entonces, la derrota de Alemania ya se perfilaba clarame?te. Por lo visto, Himmler tenía la esperanza de que los aliados lo perdonaran s1 les entregaba vivos a los restantes. A comienzos de 1945 declaró ante un gru~o de 'efes de distrito austríacos que los judíos constituían su garantía más valiosa. resumidas cuentas, entre fines de 1939 y comienzos de 1945, de 9 a 10 000 000 de judíos cayeron bajo el dominio de la Alemania nacionalsocialista. Unos 5 000 000 murieron asesinados por fusilamiento, gas, hambre o en alguna otra forma.
en Alemania, pero los nacionalsocialistas los resucitaron y, bajo la dirección d las SS, los organizaron de manera más metódica y en gran escala. En 194 cuando las tropas alemanas avanzaron hacia el Este, las SS mataron siste: máticamente, junto con otras divisiones del Ejército a todos los judíos de lo que lograban apoderarse en las ciudades y los pueblos ocupados. Unos 32 oo~ judíos fueron asesinados en Wilna y 34 000 en Kiev, y un total de 220 000 en los antiguos Estados bálticos. Dondequiera que se presentaran las tropas alemanas en Polonia, Rusia y -con menos saña- en los Balcanes, se efectuaron cacerías sistemáticas de judíos, matándolos en lo posible a todos. No obstante, como método de exterminio, los pogroms públicos tenían sus defectos: provocaban demasiados comentarios negativos, porque eran sucios fatigosos y no muy eficaces y algunos judíos siempre conseguían huir. A fin d~ lograr el objetivo de la destrucción total, hacía falta una técnica de asesinato masivo más limpia, menos pública y menos dependiente del azar. Se requería una organización global capaz de tender una malla tan estrecha que ningún judío de las regiones europeas ocupadas por los alemanes pudiera evadirse una estructura tan sólida que todos los pasos que tomara pudieran ser guiado~ directamente desde el nivel directivo de la Gestapo y su Comité para Asuntos Judíos, sin necesidad de la intervención de los oficiales de las fuerzas armadas u otros extraños. Por lo tanto, los altos funcionarios de las divisiones de la Gestapo responsables concibieron una nueva técnica de asesinar, menos complicada y sucia, para complementar los métodos más antiguos de carácter militar, como el fusilamiento, y diversas formas de violencia física directa. Al aplicarse de manera correcta, la nueva técnica requería sólo un mínimo de violencia directa y permitía matar a cientos de personas simultáneamente tan sólo con dar vuelta a una llave, además de brindar a los funcionarios la posibilidad de dirigir y controlar todo el proceso a distancia. Se trató de las cámaras de gas. En comparación con los pogroms y otros procedimientos de tipo militar, esta nueva forma de eliminación representó un avance en cuanto a eficiencia y burocratización. Los experimentos realizados con gases tóxicos para desinfectar los campos de concentración o para asesinar rápidamente a personas consideradas no aptas para vivir por parte de los nacionalsocialistas ya habían sugerido esta opción.2 Por lo demás, Hitler, quien fue víctima de ataques con gas en la primera guerra mundial, recomendó el uso de gases tóxicos para matar en masa a los judíos desde 1925, en Mi lucha. Una vez efectuados algunos experimentos, las primeras cámaras de gas auténticas fueron instaladas a fines de 1941 en un campo de concentración cerca de Posen, a las que siguieron otras. Si bien la matanza directa de tipo militar continuó, la carga principal de la política de exterminio fue asumida por un pequeño número de campos de concentración provistos de instalaciones especiales de las cuales no había ya escape posible. Las cámaras de gas aceleraron el proceso de eliminación de los judíos procedentes de toda la Europa ocupada, el cual se concentró en pocos sitios, facilitando el
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3) El propósito de exterminar en su totalidad a la población judía en los territorios dominados por los alemanes se quedó a medio camino sólo porque Alemania fue derrotada. No se trató, de ninguna manera, de la única regresión a la barbarie ocurrida en las sociedades civilizadas del siglo XX; fácilmente podrían enumerarse otras. Sin embargo, entre todas estas regresiones quizá haya sido la más profunda. No existe otro ejemplo que ponga de manifiesto con tal claridad la vulnerabilidad de la civilización, que recuerde tanto los peligros inherentes a los procesos de crecimiento actuales y el hecho de que los procesos de crecimiento y decadencia no sólo van de la mano, sino que estos últimos pueden prevalecer sobre los primeros. El concepto erróneo que, de entrada, se suele tener de la civilización, es una de las causas de la lentitud con que se ha comenzado a reconocer el trato dado a los judíos por los nacionalsocialistas, como síntoma de uno de los colapsos más graves sufridos por la civilización en la historia europea reciente. Muchos europeos opinan en apariencia que la conducta civilizada forma parte de su naturaleza, más o menos de la misma manera que los aristócratas tácitamente consideraban innatos su conducta y modales específicos. A veces los europeos mismos se definen incluso, de palabra y pensamiento, como miembros de "razas civilizadas", a diferencia de las "no civilizadas", como si la conducta civilizada
2. Véase, con respecto a esto y lo que sigue G. Reitlinger, The final solution, Londres, 1953
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La utilidad militar de los pogroms y las cámaras de gas era nula. Todos los grupos étnicos de las regiones conquistadas de Europa r~pr~sent~ban cierto eligro para sus señores y opresores alemanes; el de los Jud10s dispersos no pramayor. Su muerte no sirvió para desocupar tierras de cultivo para colonos ~emanes. No incrementó en absoluto el poder político de los nacionalsocialistas n Alemania ni el de la Alemania hitleriana entre los demás Estados del mundo. ~o cumplía ya tampoco con la función social que los ataques contra los judíos habían tenido sin duda para los nacionalsocialistas, en medio de las tensiones y los conflictos producidos entre los distintos sectores del pueblo alemán en las luchas previas a la toma del poder de aquéllos. Ahora, su valor propagandístico era más bien insignificante o negativo. No redituaba ningún tipo de beneficio el considerable gasto de fuerza de trabajo y bienes materiales necesario para transportar y matar a millones de judíos en los momentos culminantes de la guerra, cuando ambos elementos adquirían cada vez más valor. Entre más datos se conocen, más palpable se vuelve el hecho de que nuestras explicaciones acostumbradas no son suficientes.
fuera un atributo genético de ciertos grupos humanos y no de otros. La idea de que la civilización constituye una dote natural de las naciones europeas influyó en cierta medida en el hecho de que, ante sucesos como la recaída abierta de los nacionalsocialistas en la barbarie, muchas personas reaccionaran primero con incredulidad-"eso no puede pasar en Europa"- y luego con asombro y desconsuelo perplejo -"cómo fue posible que eso pasara en un país civilizado?" La experiencia pareció dar la razón a las muchas voces que habían murmurado acerca del inevitable ocaso de la civilización occidental, las mismas que ahora se hicieron más fuertes y amenazaron con imponerse por completo a la fe cada vez más incierta en el progreso eterno y la superioridad duradera de esta civilización. En efecto, quien había crecido con la idea de que su propia civilización superior era parte de su naturaleza o raza muy bien podía caer en la desesperación y pasar al otro extremo al comprender, ya de adulto, que los sucesos desmentían esta convicción halagüeña. Cualquier guerra representaba, evidentemente, una regresión a la barbarie. Sin embargo, hasta el momento, las guerras europeas habían constituido regresiones relativamente limitadas. En términos generales, solían observarse ciertas reglas mínimas de trato civilizado, incluso en relación con los prisioneros de guerra. Con pocas excepciones, se conservaba un núcleo de dignidad que impedía atormentar sin razón a los enemigos y conservar la identificación esencial con estos como seres humanos así como con su sufrimiento. Nada de ello se observa en la posición de los nacionalsocialistas hacia los judíos. Por lo menos en un nivel consciente, los tormentos, el sufrimiento y la muerte de los judíos no parecían ser más importantes para ellos que si se hubiera tratado de moscas. Aunado al estilo de vida que las SS permitieron en los campos de concentración y que ahí impusieron a los presos, el asesinato masivo de judíos probablemente represente, como ya se ha dicho, la peor regresión a la barbarie ocurrida en la Europa del siglo XX. Podría suponerse que la guerra movió a los nacionalsocialistas a tomar estas medidas. Sin embargo, tal exterminio, si bien ocurrió durante el conflicto y en parte fue facilitado por este, tuvo poco que ver con su dirección. No fue una acción militar. Eichmann y otros lo compararon con la muerte de los civiles japoneses a causa de las primeras bombas atómicas estadunidenses. No obstante, los japoneses habían atacado a Estados Unidos; Pearl Harbar precedió a Hiroshima. El ataque perpetrado por los nacionalsocialistas contra los judíos careció casi por completo de la reciprocidad que, de acuerdo con la manera de pensar actual, otorga cierto elemento de realismo a la enemistad y la matanza entre grupos que se dan en las guerras. Su odio contra los judíos no era correspondido en la misma medida. A la mayoría de ellos les hubiera costado trabajo precisar por qué los alemanes los trataban como a sus peores enemigos. El único sentido que podían encontrar en los sucesos derivaba de sus propias tradiciones. Habían sufrido persecuciones desde tiempos inmemoriales. Hitler era un nuevo Haman, el último de una larga serie, quizá un poco más amenazante que sus predecesores.
4) La pregunta de por qué al iniciar la guerra los dirigentes nacionalsocialistas decidieron aniquilar a todos los judíos al alcance de su poder, tiene una respuesta sencilla y evidente. Sin embargo, casi podría decirse que esta respuesta carece de sentido para muchas personas. La decisión de intentar una "solución final del problema judío" no se tomó por ningún motivo de los que normalmente calificamos de "racionales" o "realistas", excepto dentro de algunos contextos secundarios, como lo sería la consolidación de Himmler, de las SS del Führer y de su fracción en la lucha constante por el poder sostenido en la cima del Estado y del partido. Simplemente se trató de la realización de una creencia arraigada de manera muy profunda y que desempeñó un papel muy importante dentro del movimiento nacionalsocialista desde sus comienzos. De acuerdo con esta, la grandeza actual y futura de Alemania y de la raza "aria" en general, cuya encarnación más alta era el pueblo alemán, requería de "pureza racial"; para asegurar esta "pureza" concebida en términos biológicos, era preciso expulsar y, de ser necesario, eliminar a los grupos "inferiores" y antagónicos que pudieran perjudicar a esa raza mediante el mestizaje, y sobre todo a las personas de origen judío. Hitler y sus partidarios no ocultaron nunca que, en su opinión, los judíos eran los peores enemigos suyos y de Alemania. No tenían necesidad de probarlo porque estaban convencidos de que la naturaleza, el orden del mundo y su creador lo habían decidido así. Creían que las características raciales naturales de los judíos los obligaban a odiar y destruir al pueblo ario-alemán, considerado superior a ellos, si se los dejaba. Por lo tanto, quien deseara salvar a la flor de la humanidad, la raza aria, de la destrucción a manos de los judíos y de otras ra~as inferiores, tendría que asumir el exterminio de los judíos como su tarea y misión más nobles. Los discursos de Hitler y de muchos de sus subalternos a;í
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aJ.mente hayan comenzado a llevar a cabo este deseo de eliminación, cuando . no creían correr mue h o riesgo. ya Lo que resulta algo sorprendente es que, durante ~ucho ti?~po, fueran pocas Jas personas, y sobre todo los estadist~s en las. n~ciones mas important?s d?l inundo, capaces de imaginar que los nae1onalsoe1alisyasfueran a h~cer al~ ~a realidad sus palabras. En aquel entonces -y todaVIa en la actuah~~d- exis_tía tendencia muy común de subestimar los dogmas de carácter P?lítico Y social. 1 los considera mera espuma, "ideologías" carentes de sustancia más allá de "intereses" de los grupos que las profesan, mismos que se definen d~ ~cuerdo 1 os el entendimiento que estos tienen de sí mismos. Según esta suposición, las coniones y los objetivos de las unidades sociales se exp1·ican en primera · · t ~cia· ms accartir de los respectivos "intereses de grupo"; los objetivos Y las doctnnas :!resas sólo sirven como explicación secundaria, en la medida en que son de utilidad para aquellos intereses que muchas veces :ncubren. . . , Por lo tanto, muchos intentos de explicar el ase~mato de millones ~-eJUd~o~ por los nacionalsocialistas parte_n de la e~pectativa de revelar un mt~res causas susceptibles lista al que esta medida servia. Se dedican a buscar rea . 1es ", de remi·t·irse a un d ser interpretadas en términos más o menos "rac10na p;opósito "realista" que no se agote en 1~ simple apli~a~ión _deun dogm~. En este sentido terminan por señalar, por eJemplo, su elnnmación como posibles competidores económicos y la creación d~ nu~~as posibili~ad~s de ingresos para los miembros del Partido; la con~ol~~ac10n de la ~ohdan~ad en~~e los propios seguidores, mediante la desviac10n de cu~lqmer mamfesta~10n de descontento hacia un chivo expiatorio externo o; simplemente, la meJora de las oportunidades de triunfar en la guerra mediante la aniquilación del mayor número posible de enemigos. Ciertamente no carece de justificación la sospecha de que algunos de estos intereses "realistas" u otros semejantes, hayan servido para impulsar la propaganda antisemita y explicar las medidas tomadas contra l_osjudíos durante la fase del ascenso nacionalsocialista al poder, así como postenormente, durante el periodo en el que Hitler ya formaba parte del gobierno pero aún no lograba asegurar su poder. Sin embargo, hay pocos indicios de que la decisión de matar a todos los judíos y los esfuerzos tenaces y costosos para llevarla a cabo que coincidieron con el tiempo de la guerra, es decir, cuando el gobierno nacionalsocialista ya estaba asegurado, se hayan basado exclusivamente en "intereses realistas" de este tipo, en torno a los cuales los dogmas antisemitas sólo levantaban una cortina de humo ideológica. En última instancia, se tiene que llegar a la conclusión de que el exterminio de los judíos no sirvió para ningún propósito que pueda calificarse de "racional" y que los nacionalsocialistas fueron movidos a intentarlo, sobre todo, por la fuerza y la firmeza de su misma creencia en ello. Esta es la lección que ha de tomarse del suceso. Con ello no se pretende afirmar de ninguna manera, que el significado aparente de los dogmas profesados de carácter irracional constituya siempre un
como toda la bibliografia nacionalsocialista dan fe de la fuerza y consistencia de esta doctrina. Ahí se podía leer que todas las desgracias sufridas por Alemania incluyendo la derrota de 1918 y las disposiciones ignominiosas del Tratado d~ Versalles, se remontaban, en última instancia, a maquinaciones judíasª. En estos texto~ se explicaba cómo una conspiración suya impidió la recuperación de Alemania después de su derrota; la forma en que unos provocadores judíos se dedicaron a sembrar de nueva cuenta la discordia entre Alemania y otros países después de la primera guerra mundial, aunque la visita de Chamberlain a Munich en 1938 desbarató sus proyectos; cómo los judíos de todo el mundo reaccionaron a este fracaso con un grito de furia, redoblaron sus esfuerzos y en 1939 finalmente lograron unir, en beneficio suyo, a varias naciones vecinas en la agresión contra Alemania. Todo esto se repitió una y otra vez con distintas palabras. Poner fin a la conspiración de la raza judía fue el objetivo de Hitler y del movimiento nacionalsocialista, y muchas veces lo declararon así. Desde los primeros días de su inicio, esta meta encontró su expresión popular en consignas como "¡revienta, Judea!", o en las frases que prometían el gran cambio "cuando los cuchillos hagan brotar la sangre judía". Las amenazas desenfrenadas y el ejercicio sistemático de la violencia física -en una sociedad en que muchas personas todavía se ceñían a las formas no violentas de trato político- fueron dos de los factores más importantes a los que Hitler finalmente debió su triunfo. La "pureza racial" de Alemania y la eliminación de los grupos "inferiores", sobre todo de los de origen judío, fueron desde el principio puntos esenciales en el programa político de los nacionalsocialistas. No obstante, evitaron realizar sus objetivos de manera demasiado concienzuda mientras consideraron necesario tomar en cuenta los efectos que sus acciones podrían tener en la opinión pública de otros países. La guerra acabó con estas restricciones, ya que los gobernantes nacionalsocialistas tenían asegurada su posición dentro de Alemania, como indiscutidos dirigentes de una nación en estado de guerra. En estas circunstancias favorables, Hitler y sus colaboradores más cercanos decidieron poner en práctica lo que creían y desde siempre habían pregonado: aniquilar de una vez por todas a las personas de origen judío, sin importar la religión que profesaran. Después de la guerra, Alemania -y el imperio "pangermano" que se pretendía establecer- quedaría libre de conspiraciones judías y del peligro de la contaminación de la sangre alemana por la de ellos. Por lo tanto, no resulta difícil responder a la pregunta de por qué en 1939 se eligió asesinar a todos los judíos: tanto esta decisión como su realización derivaban directamente de una doctrina central del dogma nacionalsocialista. Hitler y sus seguidores nunca ocultaron la enemistad total e irreconciliable que sentían por ellos ni tampoco su deseo de exterminarlos. No sorprende que
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3. Véase, por ejemplo, Dr. W. F. Kónitzer y Hansgeorg Trumit (comps.), Weltentscheidung in der judenfrage. Der endkampf nach 3000 jahren judengegnerschaft desdev , 1939
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fact.or primordial en las acciones de los grupos, sino sólo que hay circunstan · en las que funge como un factor primordial de este tipo. 4 Con bastante frecuCJ.as cia, los objetivos y las doctrinas expresas representan, cuando mucho factoen. t 1 , res . d ., secun danos e acc1on y a vez sólo un arma o un velo ideológicos que sirv . tr . te b' . d para encu bnr o os m reses su ~etivos más específicos, los cuales calificamos en "realistas" o "racionales" a falta de términos más precisos. En este caso expl' e icar . d 1 . ' 1as acciones e grupo a partir de estos objetivos y doctrinas resulta engañ ·1 · 1 . oso, 1 ~sono o por o menos muy mcompleto. Sin embargo, en ocasiones, el objetivo fiJado por el dogma expreso del grupo en sí es lo que determina, más que ningún otro elemento, el curso de sus acciones. Es posible que el dogma en cuesti, . l" , como solemos decir. en otros términos on Sea en extr emo «·1rrea l" e "'1rrac1ona e 'bl , , s pos1 ~ q~e tenga un alto contenido de fantasía, de modo que la realización de sus obJetivos promete un alto grado de satisfacción afectiva inmediata. En este contexto llega a suceder que tal realización -en un sentido de realidad social Y también a plazo más largo- no brinde otras ventajas a quienes la llevan a cabo que la de aplicar su dogma, o que incluso los perjudique. El intento de los nacionalsocialistas de exterminar a los judíos pertenece a esta categoría. Fue uno de los ejemplos más contundentes del poder que un dogma-en este caso uno de carácter social o, dicho de manera más precisa, de índole nacional~ puede ejercer sobre las personas. Esta es la posibilidad para la que muchos contemporáneos de los años veinte y treinta del siglo XX no estaban preparados, ni dentro ni fuera de Alemania. Los conceptos que manejaban los indujeron en el error de pensar que los grupos sociales -sobre todo los que ocupan el poder, entre ellos los gobernantes y estadistas de la Tierra-, por muy fantásticos que fueran sus dogmas profesados, a la larga siempre se orientarían de acuerdo con la "realidad" dura y sus llamados "intereses reales"; que, por muy rabioso que fuera su credo, por absoluta que fuese la hostilidad que pregonaran, a fin de cuentas reconocerían el beneficio de la moderación y conducirían sus asuntos de manera más o menos "racional" y "civilizada". Algo andaba muy mal, evidentemente, en un patrón intelectual que impedía darse cuenta de la capacidad real para cometer atrocidades y matar, propia de un movimiento-nacionalista cuyo programa otorgaba un peso tan grande al ejercicio de la violencia y a la destrucción total de los enemigos, y cuyos miembros constantemente hacían hincapié en el valor de la crueldad y la matanza. Por regla general no se examina a posteriori, a la luz de los sucesos que real· mente ocurrieron, en qué estuvo errada su propia forma de pensar y de actuar antes de los hechos. Si se analizaran en este sentido el sistema conceptual, las disposiciones y las convicciones que dejaron a un número tan grande de personas tan mal preparadas para reconocer acontecimientos como los campos 4. El problema de qué tipo de dogma de fe cumple con esa función y en qué circunstancias, rebasa el marco de esta investigación. No obstante, quizás incluso un estudio restringido como el presente pueda ayudar a verlo desde la perspectiva correcta y a reconocer su importancia
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de concentración nacionalsocialistas y el asesinato masivo de los judíos, habría que situar en el centro de la investigación el mencionado defecto fundamental del entendimiento vigente de la propia civilización. Aquellos contemporáneos no cornprendían la civilización como un fenómeno que requiere de un esfuerzo perrnanente para su conservación o mejora, basado en cierto conocimiento de sus rnecanismos funcionales. En cambio la interpretaron, de manera similar al concepto de la "racionalidad", como un atributo intrínseco de su propio ser; convencidos de su propia superioridad natural, pensaron que una persona civilizada lo sería siempre. Por ende, tanto en Alemania como en otras partes, al principio pasaron por alto las doctrinas y los actos atroces de los nacionalsocialistas. Se les hacía inconcebible que, en un país civilizado, las personas pudieran proceder en la forma cruel e inhumana anunciada por los seguidores del credo nacionalsocialista, o bien actuar de acuerdo con lo que señalaban como deseable y conveniente en nombre de su país. Cuando los miembros de una asociación tribal, como los Mau-Mau de Kenya, se adhieren a un dogma que exige matar a otras personas, el concepto en que se los tiene hace que se tome muy en serio la posibilidad de que de veras cumplan lo que están diciendo y que se adopten las medidas adecuadas de protección. Cuando algunos miembros de una sociedad industrializada avanzada, como los nacionalsocialistas, se adhieren a un dogma igualmente salvaje, la herencia conceptual induce al error de creer que se trata de una "ideología" y que sus acciones no serán tan crueles como sus palabras. Tal era la situación. La estructura mental de los observadores del acontecer alemán con cierto nivel educativo, tanto antes como después de 1933, no les permitió prever la posibilidad de una auténtica irrupción de barbarie entre ellos. Contaban con determinadas técnicas para el manejo intelectual de las doctrinas más brutales, cargadas estas últimas de más emociones y presentes en algunos movimientos políticos. A Hitler y a sus partidarios los clasificaron de "agitadores'.'cuya propa~anda utilizaba a los judíos como chivos expiatorios, pero no necesariamente creian todo lo que les achacaban. "En el fondo -parecían pensar estas personas-, los líderes nacionalsocialistas saben, al igual que nosotros, que muchas de las cosas que dicen son tonterías. Cuando las cosas ~epongan serias -suponían implícitamente--, esta gente pensará y actuará igual que nosotros. Sólo necesitan sus discursos propagandísticos para llegar al poder. Por eso lo hacen." La doctrina fue vista como un medio para lograr un fin racional. Se interpretaba simplemente como un instrumento concebido por los dirigentes nacionalsocialistas para ocupar el poder. Además, en todo el mundo, su meta de tomar el poder les iba a parecer sumamente "racional" a las personas que lo ostentaban. p 1 . d or o visto, tanto en aquel entonces como en la actualidad un gran número ~ personas, entre ellas seguramente muchos estadistas, no comprendían en ª soluto las mentalidades distintas a la suya. Eran incapaces de imaginar que udngr_upoperteneciente a un país civilizado pudiera adherirse seriamente a una qu e no f uese civi . ·1·iza d a por lo menos hasta cierto . ,octrma . punto. Si algún credo socialmost ra b a ser 11u1umano, . -,,_ .inmora l , md1gnante . . . y notoriamente erróneo, les
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parecía falso, un producto fabricado de manera intencional por líderes amb ·. ciosos que, por este medio, pretendían hacerse de adeptos entre las masas pa/ cump?1' con intereses personales de otra índole. Tal vez estuvieran vagamen~ conscientes de que la mayoría de las personas que dirigían el movimient 0 nacionalsocialista tenían un nivel educativo relativamente bajo. Sin embarg .. o, en apanencia no 1es qu eddó el todo claro que el propio Hitler, y la mayoría de sus colaboradores cercanos, estaban profundamente convencidos de gran Parte de lo que decían. El abismo entre los niveles educativos superiores e inferiores sigue siendo muy grande también en las sociedades industrializadas más avanzadas de nuestro tiempo. El número de analfabetas ha disminuido y el de los "semieducados" ha crecido. Muchos de los aspectos que se consideran característicos de la civilización del siglo XX portan el sello de esa brecha, un resultado de las deficiencias de los sistemas educativos actuales, con todas las decepciones y el desperdicio de habilidades que esto implica. Entre los factores más o menos palmarios del movimiento nacionalsocialista figuran los rasgos sociales peculiares de su élite. La mayoría de los líderes del Partido eran de hecho "semieducados". Se trataba de personas marginadas por el orden establecido o que habían fracasado bajo este, lo cual no es nada raro en un movimiento de este tipo, y consumidas además en muchos casos por una ambición tan grande que les impedía tolerar o admitir sus propias deficiencias. El credo nacionalsocialista, cuyo barniz pseudocientífico recubría un mito nacional primitivo y salvaje, fue uno de los síntomas más extremos de la media luz moral e intelectual en que vivían. El hecho de que no se sostuviera ante el juicio de personas con un nivel educativo más alto y que no ejerciera atracción alguna para estas, salvo muy pocas excepciones, debió ser uno de los motivos por los que no supieron reconocer la seriedad de la doctrina misma y la autenticidad de los sentimientos que aglutinaba. Pocos mitos sociales y sobre todo nacionales de nuestro tiempo se encuentran libres de falsedades y elementos semejantes de barbarie. La doctrina nacionalsocialista muestra en forma extrema, como en un espejo deformante, algunos de sus aspectos comunes. El hecho de que Hitler y sus secuaces hayan sido unos maestros de la simulación y de la difusión de mentiras intencionales, de que sus declaraciones contuvieran una gran dosis de odio, embuste e hipocresía, no era en absoluto incompatible con su convicción de la verdad absoluta de su credo. De hecho, en el nacionalsocialismo se reunieron muchas de las características de un movimiento religioso con las de un partido político. Una de las primeras condiciones para comprender lo que ocurrió es que se lo vea de este modo, como un movimiento apoyado en una doctrina a la que tomaba muy en serio. Comenzó como secta; su líder estaba firmemente convencido, desde el principio, de su apostolado mesiánico, de la misión que habría de cumplir para Alemania. Lo mismo puede decirse de muchos de sus seguidores. Cuando llegaron a la cima como de milagro, en el momento más candente de una crisis muy prolongada, se volvió absoluta e
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. uebrantable su certeza de que sus doctrinas eran ciertas, de que sus métodos :~an justificación y de que el lo~o de su cometid?, estaba I;>redes~ado. . Es comprensible que la magmtud de la regres10n ocurrida baJo los nac10nalsocialistas les haya caído como rayo a muchos represe1:1-tantes de la an~~a élite culta. Detrás de las mentiras, los trucos propagandísticos y el uso metódico de declaraciones falsas como arma contra los enem.ig~s, no fu~ron c~paces de reconocer la seriedad con que los exponentes del movumento ~re1an e~ ideas que ellos les parecían dudosas o francamente absurdas. Tendieron a mterpretar :ambién como propaganda o un medio deliberado para unir al pueblo alemán, y no como una pro~da convicción dotada d~ fue~~ª religiosa, al núcleo de la doctrina nacionalsocialista, sobre todo su antisemitismo extremo y brutal. El abismo aun presente en la actualidad entre las clases superiores "cultas", cuya forma de pensar rige su interpretación de los sucesos sociales, y la gran masa de los "menos cultos", cuya visión de estos acontecimientos es con frecuencia otra muy diferente, una y otra vez hace que los primeros sólo tengan una imagen deformada de estos últimos. Muchas personas "cultas", que habían crecido con la suposición tácita de que en las sociedades europeas la conducta civilizada se reproduciría sin ningún esfuerzo de su parte, estaban muy mal preparadas para la próxima quiebra de esta civilización. Es posible apreciar con mayor claridad el por qué, si se abordan algunas de las condiciones nacionales que brindaron su oportunidad a los nacionalsocialistas. 5) El ascenso del movimiento nacionalsocialista y de su doctrina es inexplicable si el análisis se limita, como con frecuencia sucede, a las condiciones que regían en Alemania en ese momento. Enseguida llaman la atención ciertos fenómenos a corto plazo que favorecieron este ascenso, como la dura crisis económica alrededor de 1930 y la lucha de clases agravada por ella, los cuales han sido examinados por la bibliografía especializada. No obstante, si se han de entender las condiciones que hicieron posible su peculiar triunfo, hay que contemplar, antes que nada, el patrón establecido por la evolución alemana a largo plazo. He escuchado con frecuencia la pregunta de por qué la regresión más fuerte a la barbarie ocurrida hasta la fecha en un Estado nacional muy industrializado tuvo lugar precisamente en Alemania. Es posible hacer caso omiso, como productos de la imaginación, de las explicaciones parecidas a las que usaban los nacionalsocialistas, o sea, la noción de que algún elemento propio de la "naturaleza" de los alemanes, una herencia "racial" o biológica, ocasionó el ~urso de los acontecimientos. Por lo tanto, hay que buscar la respuesta de manera consecuente en el ámbito que, en forma bastante deficiente, denominamos con el término "histórico", es decir, en la sociología evolutiva, en la evolución de Alemania como sociedad. Este tipo de problemas no se estudia con frecuencia, y si bien la evolución alemana ofrece de facto muchos puntos de partida para la explicación, en su mayoría no se han aprovechado. Sigue pendiente la tarea de indagar en forma
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sistemática, cuáles fueron los factores de la evolución alemana a largo plazo, así como del llamado "carácter nacional" alemán, que influyeron en el surgimiento de los nacionalsocialistas. En vista del estado actual del conocimiento de estos procesos de larga duración, lo único que puede hacerse es diseñar una teona, proponer una hipótesis consistente. Quizá debería adelantar también que, en la mayoría de los casos, no son específicos de Alemania estos factores evolutivos de largo plazo, sino su concurso en el tiempo y los patrones que de ello resultaron. Empecemos con algunas características específicas de los territorios poblados por los alemanes que figuran sin duda entre las condiciones permanentes de la evolución del país. Tanto al oeste como al este del Elba, los territorios alemanes eran dificiles de defender, de manera semejante a los polacos, pero diferente a los de otros grupos cercanos. Además, el fundamento inicial del Estado nacional alemán, el primer imperio gobernado por emperadores alemanes, era muy extenso. Las enormes dimensiones de los territorios considerados como alemanes por la población fueron sin duda uno de los motivos por los que primero el Estado unificado dinástico y luego el nacional, tuvieron un desarrollo más lento, ya que cada uno de ellos se hizo realidad en una fecha posterior a la de otros Estados dinásticos y nacionales de Europa, cuyo punto de partida había sido más pequeño. La pluralidad y la extensión de las distintas regiones del primer imperio alemán y la correspondiente intensidad de las fuerzas centrífugas tuvo como consecuencia que, a lo largo de los siglos, los alemanes lucharan unos contra otros, que sufrieran una desunión permanente y que, por lo mismo, se mantuvieran relativamente débiles e impotentes mientras la unificación y centralización de algunos Estados vecinos avanzaba de manera constante. Todas estas circunstancias dejaron profundas huellas en la imagen que los alemanes tenían de sí mismos y las que otros pueblos tenían de ellos. Aquí se encuentra el origen de su fervoroso anhelo de unificación, el leitmotiv que ha resurgido una y otra vez al pasar Alemania por situaciones críticas, desde que el equilibrio precario entre fuerzas centrípetas y centrífugas se inclinó a favor de estas últimas. No cabe analizar aquí cómo han de explicarse estos aspectos de continuidad en la imagen nacional o en actitudes y convicciones recurrentes, ni la forma en que se trasmiten de generación en generación. El hecho es que influyen en la evolución de las naciones, muchas veces a despecho de los factores discontinuos y las transformaciones que los métodos historiográficos actuales . colocan en el primer plano. Las experiencias acumuladas de disgregación y la imagen correspond1e:n~e que los alemanes tenían de sí mismos como personas incapaces de convivir sin discordia y controversias se expresó, además, en el anhelo de un soberano, . , Y 1a umon. " En un monarca un líder fuerte apto para llevarlos a la um'fi1cac10n , d , · ' cuanto elementos de la imagen que los alemanes teman e s1 mismo~, estos . · 'd a d d e conv1vir en · d o a 1a propia· mcapac1 rasgos complementarios -el mie paz y el deseo de una poderosa autoridad central que pusiera fin a las desavc. , No obstante, . d e caractens, t·1cas y func10n. nencias- con el tiempo cambiaron
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junto con otros patrones persistentes de la tradición dogmática y conceptual alemana, pusieron las bases para su inclinación a reaccionar siempre de una rnaneraespecífica a la experiencia traumática de la discordia interna; al hondo sentimiento de que, por su naturaleza, los alemanes habrían de permanecer desunidos, de no aparecer entre ellos un hombre fuerte, emperador o líder, que los supiera proteger tanto de sí mismos como de sus enemigos. En el pasado reciente, esta sensibilidad más desarrollada de los alemanes hacia sus luchas y disensiones internas se manifestó como aversión contra la democraciaparlamentaria, la cual producía un sinffn de tensiones y conflictos entre los distintos partidos. Los Estados parlamentarios de partidos sólo funcionanentre personas que han aprendido, más o menos, a tolerar y manejar las fricciones entre ellas, y a las que la rivalidad controlada entre varios partidos causa satisfacción o incluso placer, pues es considerada como algo que brinda orientación Y sentido a las ambiciones personales y da sabor a la vida. Para muchos alemanes, según sus tradiciones de pensamiento y conducta, los conflictos y las disputas entre las clases sociales y el enfrentamiento parlamentario entre los partidos políticos resultaron afectivamente repulsivos e incluso intolerables, pues no contaban con modelos tradicionales propios que les mostraran hasta dónde podían llegar en las discusiones o qué concesiones podían hacer sin traicionar sus convicciones. Debido a que carecían de reglas sólidas bien asimiladas para dirimir las luchas y las concesiones, temían tácitamente que, de quedar abandonados a sí mismos, sus conflictos se salieran de control y que ellos o sus adversarios cayeran en el desenfreno o la corrupción. El deseo del control externo por parte de un gobernante fuerte, el cual solía hacerse ~ás ~ntenso en las s~t~aciones de crisis, estuvo estrechamente ligado con ~o~ cr1tenos de autodom1mo inciertos trasmitidos a los alemanes por su trad1c1ón.En los años veinte y treinta del siglo XX todavía se escuchaban frases co_mo: "Sin monarquía irrumpe la anarquía." Muchas personas muy cultas y leidas ~maban, c~n sonrisa profétíca: ''Puede que la democracia parlamentaria l~s func10ne muy bien a los estadunidenses e ingleses, pero a nosotros no nos :rve, es contr~ri~ ~l carácter ale~án. Necesitamos a un hombre fuerte que antenga la d1sc1plma y el orden. Todavía pensaban en la unión tal como los alema~es la soñaban desde hacía siglos: una unión absoluta desprovista de cualquier rastro de disensión. Si bien el deseo de la unificación y la unión perfectas se refería ahora a un ma~comuy distinto, el de un Estado nacional altamente industrializado perduró z · · ' en el c ·¿ , orno eitmotw recurrente del sentimiento nacional, el anhelo de la unión 1 ea! que había echado raíces a lo largo de los siglos, durante los cuales los efmperadores alemanes fueron débiles, y el gran número de príncipes alemanes uertes La . ·, , "d b · . avers1on con que amp 110s sectores de Alemania contemplaban el q es araJus~e de los partidos" no fue más que la continuación de la antipatía I e~: e~ habia despe~tado el "particularismo estatal", la división del Imperio gr re ?cenas de umdades estatales antagónicas. Durante muchos siglos un an nume ro d e a 1emanes h a b'1a sonado con un emperador, un príncipe. , un
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monarca hereditario que salvara a su nación desdichada y dispersa. En las condiciones distintas de los años veinte y treinta del siglo XX, un gran nÚlnero de alemanes soñaba con el líder fuerte por antonomasia, fuera aristócrata o no· como habría de demostrarse, los aristócratas como clase social, ya no tení~ nada qué hacer. Entonces, los elementos continuos de la tradición nacional de pensamiento y conducta, ubicados dentro de la "mística nacional" y reforzados por la repetición de experiencias nacionales similares, se constituyeron en poderosos determinantes de la acción en cualquier momento, y el anhelo de unión, que en otro tiempo se expresara en el sueño de Federico I Barbarroja, se transformó conforme cambiaban las circunstancias, adhiriéndose a las figuras de otros líderes. El hasta ahora último en la serie, fue el hombre fuerte cuyo advenimiento había sido preparado por muchos alemanes en el ocaso de la República de Weimar, con la esperanza de que pusiera fin a algo que consideraban repugnante e intolerable: la lucha de los partidos en el ámbito nacional, y también las injusticias económicas y políticas cometidas contra la nación alemana por sus enemigos, según su punto de vista, tanto en 1918 como después de esta fecha. No obstante la visión de Alemania como una potencia particularmente fuerte y en potencia peligrosa que hoy en día prevalece entre las naciones del mundo, desde los siglos XV y XVI hasta la segunda mitad del XIX, fue considerada más bien débil, tanto dentro como fuera del país. La debilidad política del imperio alemán durante ese tiempo y la fuerza relativa de algunos de sus Estados integrantes, podría suscitar la impresión de que no debe hablarse de la existencia de una sola Alemania antes de 1871. Sin embargo, hasta donde puede apreciarse, los alemanes en ningún momento dejaron de sentirse tales y siempre han sido percibidos así por los ciudadanos de otras naciones, fuesen originarios de Prusia, Hanóver, Baviera o cualquier otra parte del imperio. Sin embargo, la imagen que ellos tenían de sí mismos siguió profundamente marcada por esta debilidad de siglos, y este conjunto, su identificación permanente como alemanes y la relativa debilidad del país, reforzó el carácter de ensueño de esta imagen así como el aura de irrealidad que muchas veces la rodeaba. Ello fomentó la tendencia a construir una visión ideal de Alemania, un arquetipo colectivo de carácter más idealista y alejado de la sucia realidad que el de casi cualquier otra nación. Además, las mismas circunstancias influyeron fuertemente en las contradicciones y las fluctuaciones típicas del sentimiento nacional de los alemanes. Su tradicional sensación de inferioridad con respecto a los otros Estados europeos y su resentimiento por la mortificación que ~~n frecuencia vinculaban a ella, encontraron su contraparte en la acentu~cwn extrema de su propia grandeza y poder después de 1871. Las oscilac1?nes que sufrió el amor propio de Alemania al finalizar las dos guerras mundiales del siglo XX, muestran un patrón semejante. Es posible que la image~ ,que una nación tiene de sí misma varíe considerablemente de una generacion Y de una clase social a otra. Con todo, cuando se la compara con las imágenes
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correspondientes de otras naciones, su carácter continuo y las peculiaridades
enla evolución de cada una de ellas se reconocen muy claramente. El uso de la palabra Reich en Alemania es otro ejemplo de este tipo de continuidades. 5 El equivalente inglés y francés, empire,indicaba en estos países la evolución paulatina de los antiguos reinos dinásticos. En Alemania, la palabra Reich señalaba algo perdido, el gran Imperio del pasado que los alemanes guardaban en la memoria. Términos como este mantenían vivo el recuerdo, y las formas de gobierno posteriores se presentaban como renovaciones del antiguo Imperio. La gran atracción ejercida sobre muchos alemanes por el ideal de un "111Reich", revela la fuerza que aun conservaba el recuerdo del Reich antiguo, del "I Imperio", como símbolo de la grandeza perdida de Alemania, el cual formaba una parte esencial de su propia imagen. El perfil selectivo de su historia, que integraron a su imagen nacional colectiva, poseía una estructura diferente al de la mayoría de las naciones grandes de Europa. Alemania comenzó como un reino extenso y poderoso que poco a poco fue perdiendo su cohesión y se encogió, a despecho de algunos impulsos en contrario, y no volvió a lograr una forma cercana al Reich ideal hasta muchos siglos más tarde, en 1871, después de la mayoría de las demás naciones europeas, pero en otro nivel y en una escala menor. Este Estado nuevo, por fin unificado, se convirtió durante breve tiempo en una gran potencia europea, como muchos alemanes lo habían soñado, pero en 1918 sufrió otra derrota, seguida, en opinión de muchos, por un periodo de decadencia, la República de Weimar. Dentro de esta imagen colectiva histórica, el idealizado III Reich procuró romper por tercera vez el hechizo que, al parecer, impedía a Alemania alcanzar la grandeza que merecía. Fue el último intento, y en muchos sentidos el más desesperado, de restablecer el Reich soña?o durante siglos, el que siempre había terminado por eludir a los alemanes. Al igual que en las ocasiones anteriores, trajo otra reducción más de su territorio y la división del país en dos mitades desiguales. Los franceses, los ingleses y también los rusos tenían más tiempo de vivir dentro del_contexto de un Estado unido y, hasta hacía poco, habían experimentado esencialmente procesos de expansión, cada uno a su manera. Pero, durante la mayor parte de su historia, Alemania fue no sólo un Estado débil sino cada "'.ez_ más peq~eño; su división más reciente en dos partes sólo constituyó el ultimo ,eslabon en toda una cadena de sucesos semejantes. Una y otra vez se h~b1~n separado del cuerpo principal del Reich, por medios violentos 0 no, d1stmta~ regiones cuyos ~abitantes hablaban una variante del alemán y iu~, en al~n momento, habian formado parte del imperio alemán, como los . aise~ BaJos, Flandes o partes de Suiza y Austria. En la alta edad media el 1 mpe~10alemán se extendió hacia Oriente, pero aunado a este primero y poderoso_impulso de colonización y expansión, vivió un proceso de desintegración creciente. La ruptura en la evolución lingüística entre el medio alto y el alto 5.
~éa se el articulo "Reich" en la enciclopedia Geschichte, Waldemar Besson (comp.), Fischer er 1ag, Frankfurt del meno, 1961, t 24.
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alemán moderno fue sintomática de la ocurrida en toda la tradición conductual alemana, ocasionada por el desplazamiento de los centros de poder de las regiones occidentales y meridionales más antiguas, a las orientales colonizadas en fechas más recientes. Durante la primera mitad del siglo XVII, Alemania se convirtió en el campo de batalla de Europa. En muchos sentidos, la línea evolutiva alemana fue probablemente más perturbada que la de cualquier otro país grande de Europa. Basta una revisión somera para sacar a la luz los efectos de este desarrollo alterado sobre las tradiciones conceptuales, de conducta y la imagen colectiva alemanas. 6) Como quiera que se mida al orgullo nacional y a la propia estimación colectiva de los alemanes, siempre fueron más frágiles que los de pueblos como el inglés o el francés, que tuvieron un desarrollo más sostenido Y fluido. Sobre todo en Inglaterra, cuya evolución del Estado dinástico al nacional sufrió muchas menos interrupciones en comparación con otros países, el orgullo y el amor propio nacionales adquirieron una solidez y una estabilida~ extraordinarias a lo largo de los siglos. Si una serie de estudios de caso exammaran la relación entre los patrones de desarrollo de las distintas sociedades estatales en su conjunto y los de sus tradiciones dominantes de conducta y conceptuales, en una escala hipotética, Inglaterra constituiría prácticamente las antípodas de Alemania. En ambos casos, como resulta típico en las naciones donde, en general, los ciudadanos crecieron con ideas muy exageradas respect? ~ ;alor Y.ª la importancia de su nación, si se las mide de acuerdo con una apreciac10n sobna basada en los hechos, su orgullo real por sus logros y peculiaridades nacionales se fue transformando imperceptiblemente en una jactancia de hazañas Y atributos exagerados o de plano imaginarios, en un orgullo nacional desmesurado basado en la fantasía colectiva de ser más grandes y mejores que los demás pueblos del mundo. No obstante, para bien o para mal, en Inglaterra, tanto el orgullo nacio~al realista como el desmesurado estaban tan firmemente arraigados que los prop10s ingleses podían burlarse de ellos y aceptar, dentro d~ ciertos lí1:1ite~,que otros se rieran O burlaran también. Mientras, en Alemania, la conciencia nacional se sentía relativamente insegura y vulnerable ante ambos tipos de orgullo Y burlarse de cuestiones tocantes a esto era tabú, a menos que la intención fuera ofender. Cuando el orgullo nacional alemán entraba en juego, se conv~rtía en un asunto solemne y muy serio. Los alemanes, por inseguros, se mo~tifica~an muy fácilmente, eran dados a sospechar que los tenían en menos y casi parec1an esperarlo, por lo que tendían a indignarse po_re~lo,con o si~ ;azón, Y a r~sp.~nde: poniendo un énfasis particular en su supenondad. Tambien su aprec1~c10n_d sí mismos oscilaba entre los extremos de una estimación demasiado baJa o bien muy alta. La imagen colectiva inglesa también ~1;1vo sus movimientos pendulares contradictorios pero eran leves en comparac10n con aquellos. , Y ' otras naciones, la imagen . · de 1os mg · leses contenia Al igual que en colectiva 1 · 1es. su "'d visiones idealizadas del pasado, presente y futuro nac10na 1 ~aI de . , · , , , · 1f¡caba nosotros" le decía al inglés en particular que era mg 1es y que no, que s1gi1
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serlo y cómo había que ser. Pero este ideal no era inalcanzable, sólo imponía a los educados conforme a él, el deber de adoptar cierta conducta prescrita para los ingleses, al mismo tiempo que les adjudicaba un premio: la conciencia orgullosa y placentera de estar actuando conforme a su ideal, un ideal que no estaba demasiado separado de las realidades nacionales. El patriotismo inglés no era romántico, aunque de forma semejante a los alemanes, los ingleses buscaron con frecuencia puntos de apoyo en el pasado; hasta hace poco, el pasado y el presente coincidieron en la imagen que tenían de su país. El pasado no era considerado por ellos muchísimo mejor que el presente, no descollaba como un periodo de grandeza perdida para siempre, como un ideal inasequible que hacía verse pequeño al presente. Gracias a la continuidad ininterrumpida de una tradición firme pero relativamente flexible, el pasado se fundía con el presente en la imagen que el inglés tenía de su país y del ser inglés. Por haberse adaptado lentamente a las condiciones cambiantes, esta imagen ofrecía al individuo una idea bastante clara de su identidad, así comolíneas de conducta igualmente claras con respecto a lo que un inglés debía hacer en casi todas las situaciones de su vida Resultaba mucho menos claro qué era lo alemán y qué no, lo que significaba ser alemán y cómo debía ser un alemán, pues, en comparación con la imagen que el inglés tenía de sí mismo, el alemán sólo tenía una idea vaga de su país y de sus características nacionales. No existía un way of life, un estilo de vida, que de pensamiento y palabra se considerara específicamente alemán. En todo caso, lo específicamente alemán era un particular "concepto del mundo". Se sabía, se percibía que tenía mucho valor ser alemán, pero permanecía bastante vago en qué radicaba ese valor, las opiniones al respecto diferían mucho. En el pasado, cuando el país era débil, el orgullo nacional de las clases medias alemanas en ascenso se basaba principalmente en los logros comunes dentro de los ámbitos de la ciencia, la literatura, la filosofia y la música, en una palabra, en la "cultura" alemana. Más adelante, al hablar del valor de lo alemán se hacía referencia más a sentimientos comunes y no tanto a hazañas compartidas, mucho menos a logros que tuvieran significación más allá de las fronteras alemanas para la ' humanidad entera. La imagen colectiva alemana prácticamente no servía para orientar al individuo en sus decisiones personales. No estaba vinculada con un canon de conducta ~oncreto que proporcionara al individuo -como lo hacía la imagen colectiva mglesa- un criterio bastante firme, integrado a su conciencia misma de acuerdo · · ' alemanes conel cu al po dí a Juzgar a otros y a si, mIBmo. Entre la gran mayoría de los · · la conciencia · · nac10n · al afl ora b a pnncipalmente en las manifestaciones masivas y,' sobre tod o, en 1as cns1s · · y en situac10nes · · de peligro como las guerras. Por lo tanto ' en 1a Vl·da coti·d·iana estaban menos conscientes de ser alemanes -aunque no lo' fu e~an menos- que los ingleses en su condición de tales. Para oídos alemanes 1 ~sim~le palabra "Alemania" estaba cargada de asociaciones extraordinarias, d~ . carisma que rayaba en lo sagi·ado. En la vida normal, el hecho de ser alemán llnphcaba pocas obl'igac10nes, · excepto frente a los gobernantes y a otras personas
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de autoridad. Por lo demás, era posible entregarse mucho más a los impulsos espontáneos personales, fueran amistosos, hostiles o de cualquier otro tipo. El orgullo del inglés y las obligaciones que asumía como tal se ponían de manifiesto tanto en situaciones comunes como en las extraordinarias. En este caso, el orgullo nacional estaba ligado a una especie de amor propio; ya sea en la vida cotidiana o en situaciones de excepción o extremas, había cosas que un inglés podía hacer y otras no. Se movía de acuerdo con un canon de conducta pormenorizado dividido de acuerdo con las clases sociales y lo bastante uniforme, a pesar de todo, para servir de rasgo distintivo colectivo que permitiera a los ingleses reconocerse mutuamente. Las coacciones bien delimitadas impuestas por este canon se convirtieron en cierta forma en una segunda naturaleza, en parte de la conciencia y del ideal individual del yo. Al igual que los miembros de otros grupos nacionales, los ingleses tuvieron una y otra vez problemas para cumplir a la perfección con sus reglas colectivas y con las normas correspondientes integradas a su propia conciencia, a su ideal de cómo debía conducirse un inglés. No obstante, su canon, el ideal nacional mismo tomaba en cuenta la insuficiencia humana. Dejaba cierto margen tanto a desviaciones tipo como a excentricidades individuales. El margen disponible para tales desviaciones, el espacio entre la conducta formalmente exigida y la que informalmente se toleraba, la medida en que era posible fallar ~ propio ideal sin menoscabo del amor propio ni de la estimación de los compatnotas, estaba delimitado con gran exactitud en cualquier momento y dentro de un sector social específico. En resumen, la imagen ideal que los ingleses ten~an de sí mis~os. e~a un poco exagerada, pero no demasiado, no resultaba imposible hace~le Justma. Siempre se tenía la sensación de que Inglaterra, tal como era, aun deJaba mucho que desear. Se expresaban quejas sobre sus deficiencias y se opinaba que esto o aquello había sido mucho mejor antes o debía mejorar bastante en el futuro. ~o obstante, a fin de cuentas, la vida real en el país rara vez se quedaba muy atras de lo que los ingleses consideraban como correcto y debido. Y puest? que por lo general no exigían la perfección, convivir les costaba menos trabaJO que a los alemanes siempre y cuando las coacciones inglesas altamente desarrollada~, con todos sus ~atices y gradaciones referentes a las distintas situaciones, estuviera?\ bien integradas en una persona. Acostumbrados ?:sde niños. ª.~ontemplar la~ debilidades humanas con cierta tolerancia, adm1ban la pos1b1hdad de que m siquiera los ingleses fueran perfectos. . El ideal, el canon alemán de conducta, no hacía concesiones a la~ msu~ciencias y debilidades humanas. Sus exigencias eran intrai:isigentes ~ meo~~: cionales sólo la conformidad total con sus normas proporc10naba sat1sfaccio · Durant~ los siglos de gobierno absolutista, los alemanes habían desarrolla~o un deseo tácito de ideales, doctrinas, principios y normas nacionales que pudier.an 0 ser obedecidos en forma total. Sólo se admitía el todo o nada, era un imp~ratI," categórico. No obstante, puesto que los seguidores del ideal nacional aleman solo 0 le encontraban sentido a él, lo vivían como objeto de orgullo Y por end~ .c0 ~ fuente de profunda satisfacción; y si estaban convencidos de su perfeccion, e
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su validez total y absoluta, nunca le podían hacer justicia en realidad, excepto a cortoplazo en ocasiones especiales y, sobre todo, en épocas de crisis nacional. En tiempo normal, la gran imagen ideal de Alemania ocupaba un segundo plano otorgando cierto brillo a la vida del pueblo alemán en los días de fiesta. pero arrojaba su sombra sobre él tan exageradamente que muchos alemanes experimentaban en comparación los asuntos políticos cotidianos como banales e insignificantes. A la luz del ideal nacional, las actividades parlamentarias parecían con frecuencia bastante sucias. En Inglaterra, Estados Unidos y otros pocospaíses donde la democracia parlamentaria constituía un elemento central de su patrimonio histórico, se toleraban e incluso se disfrutaban las presiones y tensiones de la disputa entre partidos, las elecciones recurrentes y las controversias parlamentarias, no sólo por la educación correspondiente recibida a través de las generaciones, sino también porque el pueblo se identificaba con esta forma de gobierno y estaba orgulloso de ella. La democracia parlamentaria formaba parte de la imagen ideal que los ciudadanos tenían de sí mismos como nación y comopersonas, la imagen ideal de aquello que se denominaba el "nosotros". Esta identificación y la sintonización de la mayoría con la tradición de la conducta parlamentaria pennitía cumplir satisfactoriamente con el gran juego representativo. Por el contrario, para muchos alemanes -al igual que para los ciudadanos de otras naciones de larga tradición autocratica-, la democracia parlamentaria no era un sistema con el que pudieran identificarse automáticamente cuando se estableció en 1918. Las grandes exigencias que planteaba en el sentido de ejercer ciertas formas de autodominio y una apreciación exacta de hasta dónde llegar en las luchas entre partidos y en los enfrentamientos parlamentarios sin destruir a la nación, no eran compensadas por el orgullo de acatar formas consideradas comopropias, como sucedía en Inglaterra y Estados Unidos. Entre los alemanes, e!orden parlamentario no se fundía con sus ideales nacionales, puesto que, a los OJOS de muchos de ellos, pertenecía a la vida común, de carácter más bien insípido Ymuchas veces sucio, y en él la práctica política con frecuencia en efecto se volvía sucia. Ta1:1bién en este sentido, el profundo abismo entre el ideal y la realidad, entre la situación extraordinaria y la normal, tuvo consecuencias trascendentes: desvalo~izó a esta última por indiferente y falta de sentido, mientras que el acer~~m1ento_al ideal en situaciones excepcionales estaba acompañado por una pre~10nemotiva tan fuerte que no podía sostenerse por mucho tiempo: el ideal n~c10nalalemán era una estrella resplandeciente en lo alto del cielo que en la vidª.co t'd· · ' 1 iana, no importaba mucho en cuanto guía para la acción u objetivo ProVIstode sentido, era posible soltar las riendas. Así, para bien o para mal los , que los mgleses, . ' aleman~s.pod'1an desc~1'd ar la forma mucho mas podían relajarse Y Perm1tirselo todo, siempre y cuando no violaran los controles externos la~ coa · · · · c:,10nesimpuestas por la sociedad en general. Sobre todo entre los sect~res rned10Y alto del pueblo alemán era muy común la idea de que, en la vida normal todas las pe rsonas · · s1mp · 1emente mtereses · persegu1an egoístas. Parecía natural ' ~:~echar que alguien debía estar s~can_dobeneficio personal de una situación. frecuencia esta sospecha estaba Justificada, pero no siempre. Según e;;to. las
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personas sólo eran capaces de superar estas limitaciones egoístas y de actuar en forma desinteresada en momentos excepcionales. Por lo tanto, el anhelo latente o abierto de una hora espectacular, extraordinaria, formaba parte de esta tradición alemana. Sus normas de conducta y conceptuales produjeron también, en este caso, una versión bastante extrema de ciertas disposiciones que en otros países industrializados muestran por lo común formas mucho más atenuadas. El deseo de alcanzar situaciones extraordinarias que llegaran a romper la rutina de la vida cotidiana existía en todas las sociedades industriales. No obstante, en la mayoría de estas, el contraste entre las actitudes propias de ambas situaciones no era tan fuerte como en Alemania ni tampoco la tensión en que se fundaban. En la vida cotidiana, entre meno~ apoyo encuentra el autodominio individual en normas y objetivos colectivos, menos pueden satisfacer las personas sus propios ideales en circunstancias normales y más dispuestas están a recurrir, como medio de satisfacción, a situaciones extraordinarias capaces de liberarlas de la esclavitud aislante de su egoísmo, a situaciones que prometan brindarles una comunidad afectiva en la entrega a ideales comunes. En la Alemania prenacionalsocialista, el deseo latente, muchas veces sólo consciente a medias, de un suceso insólito que tuviera el poder necesario para sacar a las personas de sí mismas y de derribar las barreras entre los individuos y entre el ideal y la realidad, para restablecer así una verdadera "comunidad", constituía el reverso del contraste muy agudo entre el ideal nacional tradicional y la praxis cotidiana de la sociedad industrializada parlamentaria. Por lo tanto, al llegar el momento de crisis, los grupos más insatisfechos del pueblo alemán pudieron aprovechar ese deseo como arma en su lucha por el poder. En comparación con este ideal, en la vida común los objetivos parecían insípidos y las normas inciertas. De esta manera, el ideal nacional no asumió una función moderadora ni directriz de la vida cotidiana, a diferencia de lo que ocurrió en Inglaterra. Los alemanes habían crecido con un "ideal del nosotros" más exagerado que los ingleses. Por lo tanto, con frecuencia se les dificultaba decidir cuáles insuficiencias en las relaciones personales, institucionales, particulares y públicas podían aceptarse razonablemente y cuáles no. Su perfeccionismo les result~ útil en el trabajo. En la vida social y sobre todo en la política, el profundo abi~mo entre ideal y realidad, la búsqueda de la perfección y el anhelo de una comumd~d ideal, del Reich de ensueño, encontraban su contraparte en experiencias de vac10 y muchas veces de indiferencia, apatía o cinismo: si el ideal era inalcanzable, casi no importaba qué se hiciera ni cómo. 7) Esta tendencia alemana a buscar un ideal colectivo fuera de la vida cotidiana fue reforzada y reproducida ':irtual~ente en f?rma c01:1sta°:tepord~ idea de la grandeza nacional que se creia perdida, por la imagen idealizada poderoso imperio de antaño, y asimilada por cada alemán en su identidad:º~º 1 tal y en parte co1:10respuesta_a la pregunta de qué era -~lcomo ~al. Una v; análoga del propio pasado nac10nal formaba parte tambien de la imagen q
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sí mismo tenía un inglés o un estadunidense. No obstante, en el caso alemán, trasmitía la sensación de una decadencia interrumpida sólo a ratos que con frecuencia oprimía la conciencia. Mientras que el pasado de otras naciones a xnenudo ofrecía a sus miembros vivos la elección entre héroes nacionales contrarios y antagónicos -Cromwell y el rey Carlos, Lincoln y Jefferson, Luis xrv; Marat y Napoleón-, los héroes nacionales del panteón alemán, personajes como Federico el Grande o Bismarck, se encontraban todos del mismo lado, conforme a la tradición autocrática y a la estructura monolítica del ideal nacional alemán. Muchos de ellos eran de tamaño sobrenatural y todos derivaban su prestigio de haber aportado algo a la creación del Reich. Los únicos héroes distintos incluidos en la imagen colectiva de los alemanes eran hombres como Goethe o Beethoven, héroes culturales ajenos a la política, pero no ''hacedores de historia" ni héroes opuestos a nivel nacional. La imagen idealizada de lo alemán, en la que un pasado glorioso arrojaba su sombra sobre el presente, no sólo se mantenía viva debido a la enseñanza de la historia o a través de los cambios sufridos por Alemania en el mapa (el cual probablemente constituye el retrato más palpable de una nación). También lo hacía el encuentro directo o indirecto con todos los grupos que, si bien hablaban una variante del alemán, no eran ciudadanos del Estado alemán actual: la discrepancia entre este y el "pueblo alemán" compuesto por un sinnúmero de grupos grandes y pequeños dispersos en el territorio del antiguo Reich y más allá de él. Este Reich, como imagen ideal de Alemania, fue el que en situaciones críticas se erigió una y otra vez como un punto de referencia real para la acción. Bajo su signo se reunían los alemanes, pues movilizaba fuerzas emocionales muy poderosas: la Alemania real y la ideal se aproximaban ahí la una a la otra Ya veces casi confluían brevemente. En estas situaciones el carácter absoluto e intransigente del ideal nacional alemán se manifestaba' entonces a plenitud. Cu~do se trataba de reinstalar a Alemania en su antiguo esplendor, no era posible tener en cuenta las circunstancias, en este caso la situación política del momento, cualquier concesión era impensable. Ciertas características de los alemanes que con frecuencia han sido tachadas_de peligro~a.s, no eran expresión de la existencia "natural" de mayores dosis de agresividad o sed destructiva en relación con otros pueblos, como ~lgunos observadores lo han sospechado. Más bien se debían a una tendencia mculcada a los alemanes no sólo por sus tradiciones de conducta sino también por la confluencia de experiencias históricas recurrentes, ensefíanza escolar Ypr~p~ganda: la tendencia a responder en forma tan incondicional como se 10 exig¡a su alto ideal cuando, en una situación de crisis se los convocaba en ~ombre de su imagen colectiva exagerada, en nombre d¡ Alemania; 0 sea, sin u:ar en c~enta l? que otros llamaban la "dura realidad", las consecuencias tal ~c~10npodia acarrear para otros y para ellos mismos. Al servicio de la u e~ama 1d~al, todo parecía posible y permitido, por la fuerza apremiante de na e _exclusiva, de un ideal incondicional de carácter nacional ~·social que por corto tie b . d b . J , • mpo, rm a a a sus seguidores la sensación de ser todopoderoso;- y que
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debía perseguirse a toda costa; aquí se encontraba el peligro que cobró formas tan extraordinariamente virulentas en el movimiento nacionalsocialista. Sin duda también otras,naciones y otros movimientos sociales conocen conceptos, ideales y tendencias de conducta de este tipo. El efecto acumulado de la historia alemana perturbada, caracterizada a largo plazo por derrotas y una pérdida consecuente de poder que había producido, por lo tanto, un orgullo nacional cascado, una identidad nacional insegura de sí misma, un ideal nacional vuelto hacia atrás que proyectaba sobre el futuro la quimera de un mejor pasado sólo favoreció el surgimiento de una variante particularmente maligna d~ tendencias de conducta y conceptuales que, como tales, también existían en otras partes. Se trató de una forma particularmente extrema y peligrosa de la entrega a ideales apriorísticos, a doctrinas o principios de carácter absoluto, inflexible e inmutable, los cuales no admitían cuestionamientos ni modificaciones a la luz de nuevas experiencias ni de argumentos más razonables. En una palabra, fue el tipo de doctrina conceptual que desde comienzos del siglo XIX resultaba característico de los movimientos nacionalistas y de otros muchos de índole social, así como, antes de esta fecha, de un sinnúmero de movimientos religiosos en el sentido más estrecho. Desde el principio del siglo XIX empezó a cobrar fuerza cierta inclinación a adjudicar un gran valor a la persecución de los ideales sociales en sí. La palabra "idealismo" adquirió un matiz positivo como algo ''bueno", y lo mismo sucedió, en muchos casos, con palabras como "fe", "principio" o "convicción". Se tenía en alta estima a las personas que tuvieran una "fe firme" y "principios sólidos", que "defendieran sus convicciones" o se condujeran en forma "idealista". No siempre se explicó por qué eran ''buenas" las ideas, los principios y los ideales de que se trataba. Sin importar lo que se entendiera por "bueno" o "malo", resultaba por lo menos concebible que también pudieran ser "malos". La circunstancia de que un ideal social, político o de cualquier otro tipo fuera ''bueno" o "malo" dependia por lo visto de la naturaleza del ideal, de la fe o del principio en cuestión. Hay m•.1chos indicios de que los ideales y las doctrinas de carácter absoluto e inmutable, cuando se adoptan como objetivos y directrices a largo plazo, tienen tanto el potencial de ocasionar conflictos y luchas encarnizadas entre las personas comoel de producir deferencia y avances en la cooperación interpersonal. Su naturaleza rígida y excluyente, su tendencia a cerrarse ante argumentos razonables o hechos contradictorios, ha demostrado ser en muchos casos una fuente latente o muy real de peligros. Ciertamente ha sido uno de los principales factores en el surgimiento de enemistades absolutas e irreconciliables entre los grupos sociales. El ideal nacionalsocialista de un Reich alemán totalmente libre de judíos, impulsó a sus seguidores a la manifestación efectiva de la hostilidad que se originó en ellos hasta límites extremos. No obstante, en muchos sentidos, la diferencia entre este y otros ideales apriorísticos que han dado y dan lugar a enemistades absolutas es más cuestión de intensidad que de calidad. Este fue particularmente exagerado como carácter excluyente y como limitación a una sola nación o "raza". En otros casos, como los del comunismo nacional ruso Y
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chino o el del capitalismo nacional estadunidense, el carácter exclusivo del ideal y la hostilidad que inspira en sus seguidores no son menos absolutos; sin embargo, en cierta medida los atenúa y modifica la referencia a un mejor futuro no sólo para una nación o "raza" única, sino para la humanidad entera. Al examinar las doctrinas, los principios y los ideales, quizá sería conveniente distinguir con mayor claridad sus formas y aspectos benévolos o bien nocivos para las personas, como estamos acostumbrados a hacerlo con la magia: entre conceptos "blancos" y "negros", entre ideales "blancos" y "negros". Si no se reconoce la sinceridad y la fuerza apremiante de las convicciones colectivas que animaron al movimiento nacionalsocialista y a la Alemania hitleriana, no es posible comprender, como ya se ha señalado, su significación y sus características. Tanto el triunfo como el fracaso final del movimiento nacionalsocialista son incomprensibles si no se toma en cuenta el fuerte elemento idealista de su doctrina, el cual con frecuencia cegó tanto a su jefe supremo como a sus s~dores par~ hacer cualquier reflexión excepto las prescritas por su credo y, en ocasiones, los hizo ver el mundo totalmente bajo la luz de sus propias esperanzas y deseos. Su entrega total a un ideal se aprecia claramente en los documentos que poseemos. Sin embargo, su idealismo tenía, de forma casi ejemplar, los rasgos de un "idealismo negro": el lado destructivo y bárbaro de su fe prevaleció por completo sobre el constructivo. Este rasgo fundamental del dominio nacionalsocialista, además de otros factores semejantes, influyó de manera decisiva en la quiebra de la civilización en Alemania, proceso que culminó con acontecimientos como 1~ c1:11eldadesen el trato a los prisioneros de guerra y la instalación y el mantem.~ento de campos de concentración y cámaras de exterminio por gas. En condic10nes normales de ejercicio político, confluyen en las decisiones de los líd~res de una nación tanto conceptos e ideales nacionales, de carácter preconcebid? Y d~~ático, como consideraciones más realistas y flexibles con respecto a_la s1!uac1on a largo plazo con que la nación tendrá que vivir; no obstante, hay s1tu_ac10nesen que prevalecen los primeros. Sobre todo en situaciones de crisis nac~onal como una guerr~, adquieren una influencia muy particular cuya fuerza vana de :i~uerdo con_las circunstancias y también, en importante medida, según las trad1c10nes nacionales de conducta. Algunas naciones tienden más que ?tras a esta entrega total a un "ideal del nosotros" exclusivo. Nada justifica la idea de que el ascenso de un movimiento como el nacionalsocialista haya sido ~~ resultado necesario e ineludible dentro de la tradición nacional alemana. m ~1:1?argo,aunque no haya sido un resultado forzoso del desarrollo de esta tra~1c10n,ei: e~ecto representó una de sus posibilidades. En muchos sentidos, el nac10nalsociahsmo mostró su sello característico. fi ~) Entre las pe~uliaridades continuas que cabe mencionar en este contexto igura la tendencia-comprensible, considerando la historia alemanaa ~~~eters~ a una disciplina y a un gobierno muy rigurosos en las épocas de sis nac10nal, por lo menos en forma temporal, si tales medidas se imponían en nombre de Alemania. La obediencia absoluta y sin cuestionamientos se
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Pocas naciones tendían a tal grado a incluir en su panteón a héroes muertos en la derrota, como los "oficiales de Schill",juzgados por un tribunal de guerra y fusilados por haberse levantado contra Napoleón con el propósito desesperado de liberar a Prusia de la ocupación francesa. Estaba la balada de Platen, muy leída y reproducida en un sinnúmero de libros escolares, sobre Alarico, el rey godo, y cómo sus fieles guerreros lo enterraron, vencido y muerto en batalla, en el lecho del río Busento, cuyas aguas desviaron y luego dejaron regresar a su cauce, para que ningún enemigo profanara su cadáver:
consideraba como el deber nacional del individuo en tales situaciones: si había que destruir a otros, debían ser destruidos; si se exigía el sacrificio de la propia vida, había que morir. Existen pocos pueblos cuya mística, poesía y canciones nacionales contengan tantas referencias a la muerte y al sacrificio de sí mismo como en el caso de Alemania. Los versos del "Buen camarada" a cuyo lado se había marchado y combatido hasta que la bala mortal le dio muerte eran una canción predilecta de los soldados y del pueblo alemanes. Otros ejemplos son la canción de la "Lorelei" que hechizaba al pescador de tal manera que se olvidaba de los peligros a su alrededor y moría ahogado; la del "crepúsculo matutino" que ilumina "la muerte temprana" de los cantantes; o la de los hombres que atraviesan a caballo la oscura noche "para morir, para morir". Estas canciones tristes se entonaban con pasión, una y otra vez; ejercían una curiosa fascinación sobre los alemanes. La historia les había hablado de la grandeza de Alemania, de una grandeza perdida, así que habían aprendido que el deber de un alemán era mantener en alto esa grandeza, restablecerla sin miramientos si se ofrecía la oportunidad y marchar hasta la victoria, sin importar las consecuencias para sí mismo y para los otros. No obstante, en lo más profundo de su sentir y pensar no se borró nunca el recuerdo de las generaciones perdidas, de los vuelos de la esperanza seguidos de la destrucción y la muerte. Si bien los ingleses, de acuerdo con lo que la historia les había enseñado, parecían convencidos en lo más recóndito de su ser de que, aunque hubieran sufrido alguna derrota, ganarían la última batalla (lo cual los ayudaba a hacerlo), los alemanes, aunque estuvieran triunfando, nunca parecían capaces de acallar por completo la sensación de que perderían la última batalla (lo cual contribuía bastante a que perdieran al final). Sin importar lo que los alemanes opinaran en la vida cotidiana, cuando su país estaba en crisis su doctrina nacional específica ejercía una fuerte presión sobre ellos: los obligaba a seguir a los líderes que declaraban que los alemanes tenían el deber de salir una vez más a combatir al enemigo común. No les resultaba fácil evadir las exigencias que se les hacían en nombre de Alemania, ya que su propia conciencia y su "ideal del nosotros", su imagen ideal de sí mismos, las reforzaban y establecían cómo debía conducirse un alemán. ~n tales situaciones se manifestaban no sólo las coacciones externas sino también las internas: su orgullo, su identidad y su conciencia del valor de lo alemán. Cuando su patria pasaba apuros, ellos tenían que obedecer a como diera lugar el llamado a las armas. Al marchar contra los enemigos de su país a los que esperaban vencer, cargaban con el recuerdo de las generaciones anteri?res que, al igual que ellos ahora, leales y sin cuestionar, habían salido a sufnr _la derrota, la muerte, con la firme esperanza de lograr la victoria para Alemama. Las canciones alemanas tristes de las personas -rnorituri te salutamos- que como hechizadas caminaban hacia el sacrificio de sí mismas, hacia su destino de muerte, expresaban este estado de ánimo. En ellas se expresan tanto un patrón histórico y social como un patrón de los ideales y la conciencia.
Y un viril coro cantó: "¡Duerme con el honor del héroe! ¡No habrá de vulnerar tu tumba la vil codicia de ningún romano!" Hoy en día, este poema se lee como un ensayo para la muerte de Hitler, quemado y sepultado 'en secreto tras su derrota y suicidio, para que tampoco en este caso ningún enemigo pusiera las manos en su cadáver. 6 La "muerte heroica" era un tema permanente no sólo de las canciones alemanas sino de la historia misma del país, o bien de lo que la posteridad tenía presente como tal. El hecho de que los hombres valientes que buscaron destituir y matar a Hitler, muchos de los cuales fueron ejecutados cruelmente, alcanzaran poco a poco el rango de héroes nacionales, corresponde de nueva cuenta al patrón alemán tradicional, según el cual, el heroísmo y el sacrificio por la patria terminan con la derrota y la muerte. No obstante, sí aparece aquí un elemento nuevo: si su recuerdo perdura, serán los primeros alemanes cuya memoria sobreviva porque lucharon en nombre de Alemania contra el gobernante del Estado alemán. A despecho de esto, su ejemplo también enseñará a to~os los escolares 1~ lección, recurrente en la historia alemana, de que el heroismo y la entrega mquebrantable a la patria a la que como alemán se está obligado desembocan regularmente en la derrota y la muerte. Esta lección no se formulaba de manera expresa en ningún lugar; sin embargo, iba incluida en la herencia alemana trasmitida de una generación a la siguiente. 9) ~ ~amparar al pueblo alemán con otros, se pone de manifiesto que también estos ultimos conocen su versión particular de patriotismo y nacionalismo de acuerd? con las lecciones impartidas por su historia y por la imagen colectiva producida por ellas. Todas estas variantes comparten algunos rasgos básicos, 6. El "testamento político" de Hiller contiene las siguientes afirmaciones· . "Adem,as, no quiero · . ~ae'.' en mano_s de los enemigos, necesitados de un nuevo espectáculo puesto en escena poi Jud1os pa_ra divertir a_sus masas amotmadas. Por eso he decidido pennanecer en Berlín v elegi_rah1 por m1 propia cuenta el mstante de morir, cuando considere que el mismo cuart~l de_lh~er Y canciller ya no podrá ser sostenido por más tiempo" (tomado de Max Domarus, Rifle,. Reden, und proklamatwnen ¡932-1945, Munich. 1965, t. II/2, p. 2237) .
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como los vínculos de lealtad típicos de determinadas formaciones sociales. Pese a algunas declaraciones en contrario, el patriotismo y el nacionalismo forman en realidad una entidad única, si bien conceptualmente se los separa con frecuencia. Se distinguen no en un sentido cualitativo sino por su intensidad, según los distintos grados de los sentimientos de superioridad, exclusividad y enemistad hacia otros que encierran. Ambos términos se refieren a un sentimiento de vínculo personal, identidad y pertenencia al propio país, a una fe incuestionable en el valor descollante de él como algo que en tiempos de crisis ha de defenderse a cualquier precio, incluso el de la propia vida, y constituyen, por consiguiente factores correlativos de los deberes externos que todos los países imponen a su~ miembros individuales. En todos los Estados nacionales modernos, la coacción externa impuesta a las personas en los tiempos de crisis nacional encuentra su contraparte en un sentimiento de lealtad y deber en relación con el propio país, mismo que está arraigado con más o menos firmeza en el "interior" del individuo, por decirlo de alguna manera, como un patrón de conciencia, y en la fe en la supervivencia de la nación como el valor más elevado. En todas partes, cuando un país está en apuros y con frecuencia también en tiempos de paz, se insta a las personas a ingresar a las fuerzas armadas como soldados o en otras funciones, para subordinar sus propias ambiciones, metas y esperanzas, es más, su propia supervivencia, a la de la sociedad a que pertenecen. Tal vez se hable de "individualismo", quizá se ensalce la libertad del individuo como el valor social más alto y se pregone su primacía sobre el "Estado", la "nación" o la "sociedad", pero en los tiempos de crisis nacional la libertad individual se limita y la supervivencia del individuo se subordina a la de su sociedad. Incluso en tiempos de paz, muchas disposiciones de organización y educativas del Estado nacional moderno -incluyendo específicamente la doctrina nacional, una versión particular de religión social- apuntan a la guerra. Las luchas organizadas de vida o muerte entre distintas sociedades no son nada nuevo. No obstante, la subordinación individual a las exigencias sociales en la forma actual de un proceso que abarca a todo el Estado, es bastante reciente. El "pueblo en armas" es un fenómeno relativamente tardío. Antes de la revolución francesa, y en muchos países también después de ella, la guerra era asunto de aristócratas y oficiales de carrera cuyas tropas se reclutaban entre los sectores pobres como servicio militar a cambio de un sueldo. La noción de que los aristócratas y caballeros no necesariamente tenían nada que ver con una guerra de su país no había desaparecido del todo, por lo menos en Inglaterra durante las guerras napoleónicas, y se escucharon algunas voces indignadas cuando Napoleón, que se encontraba luchando contra Inglaterra, molestó a unos ingleses en París. Las formas actuales de patriotismo y nacionalismo estuvieron estrechamente vinculadas al ascenso al poder de las clases industriales media y obrera Y al hecho de que los países afectados empezaron a depender cada vez más de la
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totalidad de sus ciudadanos para el ataque y la defensa. El surgimiento de doctrinas nacionales seculares -el propio país como portador de valores tan elevados que se exigía a cada uno de sus habitantes estar dispuesto a dar su vida por ellos-y la inclinación de los individuos pertenecientes a todos los sector~s de un Estado a identificarse con su país, es decir, a interpretar su pertenencia a una nación como elemento esencial de la imagen que tenían de sí mismos, estuvo ligado estrechamente a la creciente democratización de las sociedades estatales, así como a la necesidad de armar ejércitos nacionales. Por lo tanto, no sólo en Alemania sino en todos los Estados nacionales industrializados más desarrollados llegó el momento en que tanto conceptos "internos"como controles "externos"unían con su país a las clases alta y media y, cuanto más avanzaba la integración, también a la obrera. En ningún lugar el conflicto entre el deseo de la supervivencia individual y nacional adoptó, ciertamente, la forma de un conflicto sencillo entre el "individuo"y un poder "externo"llamado "Estado"o "sociedad".Siempre se trató al mismo tiempo de un conflicto "interno"entre ambiciones distintas del mismo individuo. Las reglas y normas de un Estado nacional, con todo y el sistema de actitudes y conceptos apoyado mediante la coacción externa del Estado, iban acompañadas por la autocoacción que los individuos ejercían sobre sí mismos por medio de su conciencia y de sus ideales colectivos. Es posible inclinarse a pensar que los patrones de lo "externo"y lo "interno", de la coacción ajena y propia, simplemente se complementaban, que ambos aparatos de coacción sólo se reforzaban mutuamente. Una noción semejante se encuentra en Durkheim, por ejemplo: la sociedad, según parece haber pensado, proyecta su&normas y reglas sobre el individuo. Freud y muchos de sus sucesores supusieron una relación de correspondencia igualmente estática, aunque en su caso con frecuencia pareció ser el "individuo" el que proyectaba sus patrones de conciencia sobre la "sociedad". Mientras el modelo del cual se parta sea simplemente el de una sociedad en un momento determinado, mientras sea un modelo esencialmente estático, hay poca posibilidad de explicarse las cosas de modo distinto a estas dos opciones. Sin embargo, no permiten abordar los muchos problemas planteados por la relación entre la organización y los patrones característicos de los controles personales y sociales. Estos sólo se ponen al alcance de los medios de análisis cuando los modelos estáticos son sustituidos por otros de carácter dinámico y tanto las sociedades como los individuos se interpretan como procesos de desarrollo. Este punto de partida facilita apreciar y explicar los distintos grados de coincidencia -o su defecto- entre los patrones del control estatal y de la conciencia. Si sólo se pregunta cómo son y cuál es la relación entre ellos en un periodo determinado de tiempo, sin examinar cómo llegaron a ser así o en qué forma se fueron entrelazando en el curso de su evolución, tanto sus puntos de correspondencia como sus discrepancias permanecerán a oscuras. Y los medios correspondientes de análisis y de lenguaje también seguirán siendo
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deficientes. Por lo común se abarca todo lo que ejerce coacciones "externas" sobre los individuos con conceptos como "sociedad", y todo lo que los individuos pueden interiorizar y exteriorizar, con conceptos como "cultura",como si estas dos facetas del desarrollo social no sólo fueran conceptos distintos sino incluso separados. Se establecen distinciones sin contar con modelos claros de entrelazamiento. Defacto no es posible reconocer con claridad la relación entre "sociedad"y "cultura","Estado"e "individuo",mecanismos de dirección "externos" e ''internos" cualesquiera que sean, si no se comprenden como algo que se encuentra en movimiento, como distintos aspectos de procesos sociales que, en sí, son procesos funcionalmente inter-dependientes que existen tanto en conflicto como en consonancia. Las correlaciones entre estos aspectos son complejas. No ocurre simplemente que uno de ellos sea el motor principal del desarrollo social, mientras que los otros sólo intervengan en forma secundaria o lo sigan de manera pasiva. En cuanto facetas de un proceso social, la mayoría cumple con funciones tanto activas como pasivas: moldean y son moldeados, impulsan y son impulsados o manifiestan su actividad mediante la simple resistencia que oponen a los cambios ocurridos fuera de ellos mismos. No obstante, varía su capacidad para influir unos en otros y en la evolución conjunta de la sociedad. Sus características específicas convierten a algunos de los numerosos procesos parciales que gustamos de representar como "sectores" del desarrollo de un país --el sector "económico", "cultural", "político", etc.- en agentes de cambio más poderosos que otros. Sin embargo, el poder que ejercen en sus relaciones recíprocas de ninguna manera es siempre el mismo en las sociedades de todo tipo y en todos los niveles del desarrollo social. Por lo demás, no siempre están tan claramente separados como nuestra terminología actual lo implica. Esta terminología se ha diversificado, de la misma manera en que la sociedad misma se ha diversificado y hecho más compleja. La complejidad aumenta debido a las diferencias en la capacidad de que disponen las personas en un nivel de desarrollo u otro para dominar y manipular los sectores sociales o procesos parciales. En tiempos recientes, por ejemplo, las instituciones estatales han sido modificadas como tales con cierta frecuencia de manera consciente y sistemática. La "cultura" o las peculiaridades del "carácter nacional" se sustraen mucho más hasta la fecha a cualquier intento de manipulación. Algunas de las distinciones conceptuales que estamos acostumbrados a hacer radican simplemente en este tipo de diferencias. Los rasgos distintivos de los distintos "sectores" sociales, que solemos considerar como características permanentes, a menudo no representan otra cosa que nuestro mayor o menor grado de capacidad para dirigirlos. El avance es bastante claro en el "sector político": en el siglo XVIII, los protagonistas de las revoluciones estadunidense y francesa emprendieron la transformación de las instituciones políticas de su país con mayor clarividencia y premeditación que los seguidores de Cromwell en el XVII, el volumen del conocimiento y la cantidad de conciencia con que las élites rusas en el poder acometieron su empresa revolucionaria en el siglo XX,
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fueron a su vez mayores en comparación con los revolucionarios de antaño en Estados Unidos y Francia. . Mientras las diferencias en el grado de control consciente que las personas son capaces de ejercer sobre los distintos sectores de su convi_vencia determinado nivel evolutivo no se reconozcan como tales, conducirán no en · que provocaran , t amb'é ólo a un desarrollo conceptual torcido y confuso smo 1 n s roblemas específicos en la evolución misma de la sociedad. Uno de los ~roblemas más importantes del desarrollo alemán después de la primera guerra mundial perteneció a esta categoría. . . . La derrota de 1918 permitió a los alemanes transformar las mstituc10nes políticas de manera muy consciente en una democracia parl~entari3:. Con base en estos cambios institucionales se pretendía otorgar estab1hdad a ciertas modificaciones realizadas en el equilibrio intraestatal de poder. Las clases alta Y media tradicionales de Alemania y las élites gobernantes que las representa?an perdieron poder debido a la derrota; la clase obrera en ascenso y sus ~htes dirigentes junto con sectores liberales relativamente pequeños de las antiguas clases medias, entre ellos muchos judíos, así como los intelectuales liberales y socialistas, ganaron terreno debido al cambio. Sin ~mbargo, este úl~i~o no abarcó las tradiciones conceptuales y de conducta nacionales de estos d1stmtos grupos de la sociedad alemana en la misma medida que a las instituciones políticas mismas. En aquel entonces no se tenía una idea clara, ni en Alemania ni en otra parte, de la forma en que se perpetúan las "características nacionales" de las personas; por lo tanto, tampoco se sabía cómo empujarlas en la dirección deseada. Eran mucho menos susceptibles de ser controladas sistemáticamente que las instituciones sociales políticas y de otro tipo. Por ende, en este periodo los alemanes experimentaron un avance bastante abrupto en el desarrollo de las instituciones y de las relaciones de poder, sin que hubiera un avance análogo en la evolución de su "carácter nacional". Mientras que las primeras experimentaron un cambio sensible hacia una mayor democratización, este último conservó en mucho mayor medida las cualidades propias del Estado autoritario que había adquirido a lo largo de los siglos de gobierno autocrático. La suposición que se dio en aquel entonces (y que sigue siendo común en la actualidad), en el sentido de que el establecimiento de instituciones parlamentarias democráticas redundaría enseguida en la democratización de las actitudes y las convicciones, puede citarse como una de las expresiones más extravagantes del racionalismo carente de conciencia histórica de nuestros días. 10) En la mayoría de los Estados alemanes, la costumbre de muchos siglos produjo una tradición de actitudes y conceptos enfocada a un gobierno vertical fuerte, con muy poca o ninguna participación por parte de los gobernados. La población estaba más o menos habituada, al hecho de que todas las decisiones tocantes a la dirección del Estado fueran tomadas por las élites autocráticas relativamente pequeñas en el poder, las cuales manejaban un siskma de
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control bastante extenso. En cierta medida este patrón de coacción externa fue interiorizado, como siempre sucede, aunque es posible que este proceso fuera más marcado en las autocracias nacionales de tipo dictatorial que en las monárquicas prenacionales debido al mayor alcance de las instituciones educativas. La estructura de la personalidad, la formación de la conciencia y el canon de conducta se habían adaptado a esta forma de gobierno. Los particulares sólo estaban en libertad de tomar decisiones en ámbitos que no parecieran afectar al Estado y que se encontraran fuera del alcance de su control directo, como la filosofía, la literatura y la música. En lo demás, las personas no pertenecientes a las élites gobernantes eran excluidas de toda responsabilidad y poder de decisión. Desconocían las cargas y los placeres del gobierno. Incluso cuando ciertos sectores de la población con un alto nivel educativo empezaron a exigir una participación política más amplia, las habilidades, los patrones de conciencia y el canon de conducta necesarios para ejercer un autogobiemo (limitado) no se desarrollaron en el mismo sentido que esta exigencia; no surgieron en forma espontánea e inmediata en cuanto se transformaron las instituciones. Algunas particularidades de la evolución alemana se oponían a tal adaptación. Entre estos factores no se encontraba sólo el largo tiempo durante el cual Alemania había estado dividida y gobernada por regímenes autocráticos, ni los ideales de tipo soñador, exigente e incondicional o la forma de pensar filo~ófica producidos por aquellos, sino la manera en que finalmente se logró umfi~~r al país en 1871. Una de las características más importantes de la evoluc10n alemana fue el hecho de que la unificación nacional y toda la fase temprana de la industrialización con el incremento en el poder de los sectores medio y obrero ligados a la industria, aún tuvieron lugar dentro del contexto de un régimen de carácter preponderantemente autocrático. El proceso de transformación, mediante el cual los Estados ~utocríticos y dinásticos de un periodo previo se convirtieron en Estados nac10nale.s, fue impulsado sobre todo, tanto en Alemania como en otras partes, por un mc~emento en el potencial de poder, así como en la confianza de los secto~es medios en sí mismos. Al igual que en Francia, la transición al Estado nac10nal n~ se dio hasta que el "tercer estado" aumentó su poder y fue capaz de asumirlo debido al avance logrado en el comercio y la industrialización. No obstante, a diferencia de la mayoría de los otros países europeos, en Alemania el "ter~~r estado" no consiguió hacer valer su mayor potencial de poder en u~~ ~~cion conjunta contra la antigua oligarquía autocrític~. ~ue sobre todo 1~divis~on de Alemania entre un gran número de reinos y prmcipados la que dificulto a la.s clases media y obrera alemanas, en comparación con los Estados más centralizados, formar organizaciones unidas que abarcaran, por lo roen.os, las ci~dades más importantes del país. En Alemania no exi~t.ía una capital. ?omman,te como Londres o París, que sirviera como foco decisivo para la accion; ademas, cuando en 1848 se ofreció una oportunidad en este sentido, la división del tercer estado entre las clases media y obrera ya estaba mucho más adelantada queª
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finales del siglo XVIII. Había crecido la confianza en sí mismos de los grupos pertenecientes al ahora "cuarto" estado, así como la presión ejercida por los representantes del sector obrero como tales sobre los exponentes del medio. La clase media alemana se encontraba ya aprisionada entre dos frentes. Su resistencia contra las élites tradicionales de la aristocracia y los funcionarios fue anulada por el temor a las cada vez más fuertes masas obreras y sus élites. Ubicada justamente "en medio", fue incapaz de tomar medidas decisivas contra el orden reinante. De esta manera, el sector medio alemán tuvo que recibir, finalmente, el cumplimiento de sus sueños nacionales de la mano de sus soberanos autócratas. Durante la primera gran fase de la industrialización, en la que el potencial de poder de los sectores medio y obrero alemanes iba en aumento, su poder político aún era muy restringido. Cuando el sueño de la nación alemana unida se hizo realidad, el Estado alemán seguía siendo en gran medida un Estado autoritario. El concepto que la mayoría de los súbditos tenía de su nación y de una política de nivel nacional siguió caracterizado por cierto aire de irrealidad. El ideal nacional de los alemanes no estuvo ligado al triunfo de movimientos reformadores y revolucionarios contra un autócrata y su régimen, como sucedió en otros muchos países de Europa; no incluía la imagen de héroes que pudieran contraponerse a las figuras heroicas monárquicas o aristócratas, y no proporcionaba modelos que mostraran cómo luchar por los sueños sociales, cómo ponerlos a prueba frente a la realidad y llevarlos a cabo con éxito. Incluso después de la realización del sueño, hecha como un obsequio por las clases superiores, este ideal conservaba un marcado carácter autocrático bañado a media luz por la fantasía. El hábito de ser regido desde arriba conservó su vigencia; la idea de apoyarse en una autoridad superior a la cual pudiera entregarse la responsabilidad y el poder de mando, siguió siendo atractiva. Mientras, la mayor parte del pueblo alemán -y lo mismo se aplica también a otros países- vivía en Estados dinásticos en los que todo giraba en torno a la corte del soberano; era muy ancho el abismo que la separaba de las élites privilegiadas en el poder, el cual designaba a la organización que llamamos "Estado" más como "ellos" y menos como "nosotros". Cuando Alemania fue unificada bajo los monarcas prusianos, ambos conceptos -el del Estado alemán que en gran parte seguía siendo una organización de privilegiados, percibido como "ellos" por las masas populares, y el de la nación alemana con la que podía identificarse el sector medio y posteriormente también el obrero y al que decían "nosotros"-comenzaron a fundirse poco a poco. De esta manera la imagen colectiva de la nación como unidad, como "nuestra", se asoció co~ una figura central autocrática, en lugar de desprenderse de ella. como ocurrió en otros muchos casos. , Un síntoma de esta fusión fueron declaraciones como la mencionada ant~riormente: "Los alemanes necesitamos a un hombre fuerte que mantenga la disciplina Yel orden."También se reflejaba en anécdotas medio burlonas como
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la historia del viejo sajón de antes de 1914, que todas las noches al regresar casa, pasaba frente al palacio real, veía la luz prendida en el gabinete del re a y se acostaba tranquilo con la idea de que "el rey vela y trabaja por nosotroi La subordinación a la autoridad encontraba su recompensa en la satisfacció~ de no tener ~~e preocuparse por los asuntos de Estado, de que se podía dejar la responsabilidad a otros. Con alivio se citaba la clásica rima alemana: Cada nueva mañana doy gracias a Dios por no tener que cuidar del Imperio Romano. E:l pro~eso d~ transición de la población en general de la autocracia a la partic1pac1ón activa en los asuntos del Estado y, por lo tanto, también a la incorporación a la.construcción nacional, no fue ni es tan sencillo en ningún país como se _suele pensar. Ser dominado por otros, cederles el mando y la con frecue_n_c1a ~esponsab1hdad, ciertamente se vive con frecuencia como una realidad opresora e mgrata, no obstante que, al mismo tiempo, el régimen autocrático ofrece grandes recompensas a los adultos, como si fueran niños. Es un Estado al que rara vez se renuncia de no existir presiones considerables para hacerlo. Es posible que el curso de los acontecimientos empuje a la masa del pueblo en esa dirección, no obstante, los afectados ceden, por regla general, a la presión de los sucesos con ideas más claras acerca de aquello contra lo que están luchando que de lo que pretendei:1 establecer. La subordinación a unas élites autocráticas de poder, ya sean de tipo monárquico o dictatorial, se vuelve una costumbre arraigada. Las poblaciones que adquieren este hábito, por lo común, encuentran dificil de aceptar cualquier otro tipo de gobierno, por muy insatisfechas que estén con sus gobernantes. La transición a un régimen no autoritario impone el aprendizaje de nuevas técnicas y habilidades sociales que plantean mayores exigencias al discernimiento personal y a la independencia y el dominio de sí de las personas. Por lo general, los pueblos sólo emergen paulatinamente de una larga era autocrática, durante la cual pudieron echar raíces las costumbres correspondientes. La tendencia a recaer de nueva cuenta en una fase autocrática cada vez que ocurre una crisis de cierta gravedad es muy común durante el periodo de transición. La evolución alemana no fue la excepción en este sentido. Lo único peculiar en su caso fue la fuerza que las costumbres y las imágenes de la autocracia -sin contrapartes- adquirieron dentro del canon y la imagen colectiva nacionales, así como el carácter muy exigente, incondicional y en este sentido particularmente opresor de la tradición autoritaria que se expresó en el "ideal del nosotros" de la nación alemana. lli No füeron características exclusivas de Alemania identific:arse con una unidad social que ejerciera amplias funciones coactivas, el amor por ella, ni tampoco la interiorización de la fuerza opresora en forma de c;onciencia e ideal. En el nivel actual de la evolución de la humanidad ambos factores constituyen ra;c;gosdistinti\·os de todos los Estados nacionales.
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El origen del Estado nacional en el autocrático, regido por ~rín~ipes que se hacían la guerra unos a otros, se puso de manifiesto. en la con~nmdad de esta ·ci'ónprincipesca La política de los Estados nacionales, al igual que antes tra d1 · de • · · násticos aún era reaida por la convicción de que 1as d'fi 1 erencias la d e l oS di , o• • d' l s· interés y opinión debían resolverse en última instancia ~e 1~te a gu~rra. m embargo, en los grandes Estados dinásticos no era posible m neces~o, en la · medida vincular entre sí a las personas de todas las clases y regiones con misma , · · · d · tema conceptual homogéneo impersonal y fuertemente mtenonza o que un SIS ' • l ''m al" d se integrara a la identidad de cada individuo. Lo que denominamos a or. e la población O de las tropas combatientes se mantenía, en gran parte, mediante presiones y coacción externas; el proceso de secularización todavía no e~taba tan adelantado como para que las masas populares se dejaran ?er~~adir con · tificaciones no religiosas de hacer la guerra, como la referencia a intereses JUS · t nacionales", "ideales sociales" u otros conceptos. semeJ8;11~s. En los Estados nacionales democratizados e industnahzados, cuyos secto~es medio y obrero urbanos disponían potencial o realmente ~e más poder, surgieron a continuación valores y doctrinas conceptuales nac10n~les comun~s que siguieron incluyendo la idea de la guerra como la ultima ratio regum. Pnmero en Europa y luego en el resto del mundo, se la consideraba como un medio imprescindible para conservar la integridad de la nación Y p~eparar d~ tal manera a cada uno de sus ciudadanos para que, en caso de necesidad, estuviera dispuesto a matar a los enemigos de la nación y a sacri~car su propia vi~a. Las doctrinas nacionales de este tipo, que en todas las naciones del mundo incluso en tiempos de paz preparaban a la mayor parte de la población para ~a guerra y la subordinación de la existencia individual a la del Est_a~o, contnb_uyeron en mucho a la ininterrumpida serie de guerras. Las rehg10nes nac10nales mutuamente exclusivas y las enemistades absolutas que crearon y nutrieron, se convirtieron en uno de los principales factores responsables de las quiebras recurrentes de la civilización transformadas en guerras. Las características peculiares que adquirieron en Alemania el opresor interiorizado y el concepto de nación, el cual en caso de necesidad, exigía hasta el sacrificio de la vida, agravaron ciertamente la tragedia. Cabe hacer hincapié en dos puntos a este respecto. Por una parte, se encontraba el carácter extraordinariamente estricto y exigente del ideal alemán. Cuando se trataba de la nación, ninguna transigencia parecía admisible; lo que hubiera que hacer había que hacerlo de manera incondicional. Cualquier consideración por las circunstancias reales se interpretaba con frecuencia como un engendro de una razón fría y calculadora, que podía ser oportuna en el comercio y la industria pero estaba fuera de lugar en los asuntos que concernían a la patria. Los rasgos particularmente opresores propios de la tradición nacional de conciencia y conducta, estaban vinculados en Alemania de manera muy estrecha con el alto contenido fantástico del ideal nacional alemán Y con el carácter fuertemente idealista que adquirió a lo largo de siglos en que la realidad nacional había sido percibida como insatisfactoria y, o no era posible
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distintos tipos de líder puede ser más o menos amplio. A su vez, la imagen del dirigente puede ser modificada por las acciones y la conducta de algunos líderes en particular, sobre todo si tienen éxito. No obstante, todas las variaciones, contrastes y modificaciones serán específicos, determinados por la evolución de esa nación --0 de esa colectividad- en particular. Por lo tanto, si en una nación o en algunos de sus sectores poderosos los conceptos, la conciencia y los ideales -en resumen, los factores que rigen la personalidad misma- son tradicionalmente muy severos y autoritarios, como ocurría en Alemania, entonces las personas muy probablemente buscarán a líderes con características semejantes. De hecho, las diferencias entre los tipos de líder que dominan el panteón histórico de las distintas naciones sirven como indicadores de las diferencias entre las imágenes dirigentes tradicionales y la imagen ideal que estas naciones tienen de sí mismas, los "ideales del nosotros". La circunstancia de que la evolución nacional no engendra sólo instituciones sociales específicas sino también doctrinas, conciencias e ideales específicos que se integran a la personalidad individual, contribuyó en gran medida a la reproducción, tanto en Alemania como en otras partes, de determinadas características de una tradición conceptual y de conducta colectiva a través de las generaciones, siempre y cuando la nación en conjunto o sus grupos dirigentes no sufrieran derrotas decisivas que obligaran a reorientar la identidad colectiva y por ende los conceptos, la moral, los ideales y los objetivos de la colectividad. Cuando una nación como la alemana, con su inclinación ancestral por un patrón autocrático de conciencia y un "ideal del nosotros" que subordinaba el futuro a la fantasía de un pasado más grande, era arrastrada, en una situación de crisis nacional, por una dinámica de intensificación donde primero la élite gobernante del poder y luego sectores más amplios de la sociedad se empujaban mutuamente, por medio del refuerzo recíproco, hacia una radicalización de la conducta y las convicciones y un bloqueo progresivo de su percepción de la realidad, se agudizaba el peligro de que la tendencia autocrática tradicional escalara de su severidad usual a la dureza tiránica y del dominio hasta entonces moderado de la fantasía a uno cada vez más fuerte.
contrastar el ideal colectivo con la realidad, o bien esto no resultaba deseable, por miedo a la decepción. Entre más fuerte es la influencia de elementos fantásticos en las exigencias de la propia conciencia, menos susceptibles son estas últimas de ser modificadas por un examen crítico basado en los hechos; menos es posible eludirlas y más duras, opresoras y tiránicas se vuelven. El carácter coactivo, ineludible e implacable de tales exigencias aumenta si no parten sólo de la conciencia y el ideal del individuo sino de que muchas personas se las aplican mutuamente. La presión colectiva en la dirección en que se mueve la conciencia y el ideal del individuo, el refuerzo recíprocode las voces interiorizadas, organizado o no, pone en movimiento una forma peculiar de dinámica de grupo que es común en las sociedades contemporáneas y que habremos de comentar todavía más adelante. Su influencia en los dirigentes nacionalsocialistas, sobre todo después de estallar la guerra, es muy fácil de reconocer una vez que se elabora y aplica el modelo conceptual correspondiente. El refuerzo social dificulta aún más la separación de las exigencias fantásticas de su conciencia e ideales, la cual un individuo todavía sería capaz de lograr. Paraliza aún más el juicio crítico y la capacidad de reconocer los hechos adversos como tales y da a estas exigencias, por grande que sea su carga fantástica, una apariencia natural, normal y sumamente realista. Sobre todo en tiempos de crisis, el refuerzo recíproco lleva a las personas a exaltar cada vez más las exigencias de su "voz interior", sus convicciones, sus principios morales, su ideal o lo que sea, subordinándose a ellos de manera cada vez más incondicional. En tales situaciones, los grupos, movimientos sociales o naciones enteras pueden verse arrebatados por una dinámica de intensificación, que pone cada vez más énfasis en sus fantasías colectivas y los induce a un comportamiento más y más ciego hacia la realidad, hasta que al final se produce la gran catástrofe que pone sus pies en la tierra otra vez -por lo común tras la pérdida de muchas vidas- y que, en retrospectiva, revela más claramente la futilidad de su idealismo coactivo. Los líderes que surgen mientras se lleva a cabo tal proceso con frecuencia lo siguen y explotan. En la lucha por las posiciones dirigentes, tienen la mayor probabilidad de ganar los candidatos, ya sea de primero o segundo rango, capaces de encarnar la tendencia hacia la radicalización y de expresar las doctrinas conceptuales y los objetivos comunes en su forma más extrema. Los líderes no son simples "figuras paternas", como a veces se afirma. Por lo general, los que se encuentran a la cabeza de las naciones -y de otras muchas formaciones sociales- poseen algunos de los atributos característicos de la conciencia y los ideales de los dirigidos, sobre todo cuando en una situación de crisis logran ganar adeptos e inspirar entusiasmo. Para ser aceptados como líderes, tienen que corresponder más o menos a la imagen que la tradición ofrece de estos o bien, como suele decirse estáticamente, a la "cultura" de aquellos a quienes quieren dirigir. Un líder tiene que ser capaz de desempeñar un papel en la imagen ideal que una nación u otro grupo tiene de sí misma, en su imagen nacional. El margen que esta última brinda a las variaciones y por ende ª
1~) La otra característica de la identificación alemana con el opresor se relac10naba con que la historia del país, fuera de su transcurso muy accidentado ~abía sido también la de un proceso de decadencia de siglos, con muchos altiba~ Jos.La compensación que los ciudadanos de otras naciones recibían a cambio de las funciones coactivas del Estado -la satisfacción de un incremento de poder orgullo Y gloria- sólo les tocó a los alemanes por breves ratos, les fue negad~ ~u~ante la may?r parte de su desarrollo histórico. Aún en la actualidad, las t~genes de Lms XIV o Napoleón, de Enrique VIII o Isabel, se han integrado a ~ idea ~ue sus pueblos tienen de sí mismos como símbolos de sus triunfos. En fuemama, por el contrario, la larga tradición del gobierno autocrático también lo e del fracaso relativo. A lo largo de los siglos hubo escasas victorias ejemplares
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en comparación con las derrotas, un descenso paulatino y repetidas fases que se perdió poder frente a otros Estados en ascenso. Tratárase del fin de Hohenstaufen o los Hohenzoller o bien del de Hitler y su régimen, el resultad 0 fue, cada vez, una Alemania más débil o más pequeña. Es probable que, en este aspecto de la historia alemana, también pueda hallarse una respuesta al problema que con frecuencia se ha descrito como la inclinaci, alemana por el sentimentalismo y la autocompasión. El ideal de la patria ~n incorporado ~or la conciencia de una parte cada vez mayor del pueblo alemán~ duran~ .los siglos XIX y XX, como un elemento para la dirección más o menos autom~tica de la ~onducta, sobre todo en las situaciones de tensión y conflictos con extranJeros. Este ideal representaba las exigencias de un Estado cuya imagen era lo ba~tante.grande y gloriosa para justificar el sacrificio de la propia vida, pero que al mismo tiempo, parecía condenado a caer y fracasar, de modo que el sacrificio resultaba inútil. El ideal contenía la promesa de una dicha tan resplandeciente como sólo puede serlo el amor, acompañada por el gusto anticipado de una catástrofe y una desesperanza tan crueles como sólo puede serlo la muerte. Varios rasgos propios de la tradición conceptual y de conducta alemana se pueden explicar mejor partiendo del patrón particular de la historia alemana como una historia de la decadencia. Esto permite distinguir de manera un poco más clara, entre otras cosas, cuáles de los muchos potenciales que tal tradición guardaba intervinieron en el surgimiento de un movimiento cruel y bárbaro como el nacionalsocialista. El ascenso y la caída de este movimiento marcaron el punto en que todo un periodo de la historia alemana llegó a su fin: un periodo durante el cual el pasado sirvió como principal medio de orientación para la percepción que los alemanes tenían de la grandeza nacional, simbolizada por el concepto del "imperio" o Reich. Casi todas las naciones europeas se vieron, tarde o temprano, involucradas en la lucha por un imperio. No obstante, por lo menos en tiempos recientes, sus energías se vertían por lo general en la construcción de un imperio en ultramar. Los alemanes fueron casi los únicos cuya tradición conceptual y de conducta incluyó la idea de un imperio europeo. Su inferioridad en la competencia por un imperio en ultramar, por razones interiores y exteriores, estrechó aún más su lazo con esta tradición. El movimiento nacionalsocialista entró en escena en un momento en que el sueño ancestral por la restauración del imperio alemán corría una amenaza más fuerte que nunca ante el curso auténtico de los acontecimientos. Una inquietud creciente se estaba apoderando de algunos grupos del pueblo alemán porque el sueño de establecer un gran imperio alemán en Europa y, con ello, gran parte de lo que consideraban valioso y dotado de mucho sentido, parecía cada vez más irreconciliable con la verdadera situación del país. El sueño había perdurado hasta la derrota de 1918. No obstante, la historia de Alemania casi había llegado al punto en que los alemanes, que a pesar de su debilidad se habían visto durante siglos como una nación grande y poderosa, de primer orden entre la humanidad, tuvieron que abrir los ojos ante el hecho de que su
's ya no era una nación de primera fila ni constituía el centro potencia~ de ~ p:enso imperio. El episodio nacionalsocialista marcó el mo~ento ?n la histona e mana en que se hizo casi ineludible reconocer el sueño 1mpenal como una 1 :e:iniscencia de un pasado que había quedado atrás,. de una ~ande~a q~e no gresaría nunca. Hubo otros motivos para la barbane del penodo hitlenano, ~:ro uno de ellos fue, definitivamen~e, la nega~~va a reconocer y aceptar esto. La fuerza del impulso a la decadencia se refleJo en la extrema crudeza de los . , medios con que se pretendió frenarlo. Otras naciones europeas enfrentaron el mismo problema en esa epoca un poco después. En todas partes fue preciso realiz_ar un doloroso ajuste de 0 la imagen que se tenía de la nación y del valor propio; en todas partes hubo que efectuar difíciles cambios en la tradición conceptual y de conduct~. La tarea resultó particularmente dura para los alemanes, porque la r~ahdad de su existencia nacional rara vez se había acercado a sus expectativas Y a su propia imagen ideal. . . , . El choque que experimenta una nación al cobrar conciencia de su perdida de poder y de su disminución de estatus entre las demás afectó d~ m~nera menos brutal a Inglaterra. Fue notablemente más moderada la inevitable turbulencia de su transición de potencia mundial a potencia de segundo orden, obligada a reconocer que había llegado a su fin su sueño con el im~erio eterno. Sin embargo, también en este caso se levantaron voces para que.iarse del curso de los acontecimientos con palabras acerbas de indignación. El 1 de enero de 1962 el Times publicó, por ejemplo, un manifiesto en el que se decía, entre otras cosas: 7 -
Hemos perdido todo derecho a reclamar un papel destacado en el mundo. Nuestra política exterior es prácticamente inexistente ... Nuestra participación en el comercio mundial se está reduciendo ... Los impuestos aumentan. La burocracia florece y se vuelve cada vez más arrogante. Los monopolios y los reglamentos entorpecen a la industria y la libre empresa. El nivel educativo está bajando. El tradicional orgullo artesanal está desapareciendo. Las nacionalizaciones y el egoísmo de los mineros en su conjunto han acabado con nuestras exportaciones de carbón ... - La violencia y los crímenes van en aumento y ya no reciben los castigos que merecen. - Los sindicatos extorsionan al país descaradamente y se han erigido en un Estado dentro del Estado. - El suministro eléctrico, nuestra industria clave sigue, en su mayor parte, bajo el control de Mr. Frank Foulkes, el líder comunista del ETU [Sindicato de Electricistas).
7. Tomado de un desplegado de la National Fellowship
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- Va e~ aumento el n~mero de muertos y heridos en accidentes de tráns· ocasionad?s p_orebl"!-edadY falta de consideración. ito - ~a educac1bóln infantil está convirtiendo a los niños en unos parásitos rrresponsa es. -:Mú~¿s~oral de la nación ha llegado a su punto más bajo en los últimos
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El amor a la patria y la lealtad ya no están de moda.
El m?vi~ent~ que con estas frases se presentaba ante el público afirmó ret~ndía:. asumir ~a tarea de titanes de guiar a la Gran Bretaña, por medi q~e onentación Y el eJemplo, para que se reinstale en su altura moral de ant~ O e su ~andeza pasada. Estamos convencidos de que, pese a sus muchos errare 8 y omisim~es,la Gran _Bretaña ha contribuido más al progreso de la civilización y de que el mundo aún requiere de nuestra dirección ~~e cuatqm~r ot~~ na_ció!1.Y al da ~tu~cion histónca Yla fase del desarrollo en que Inglaterra se encontr;ba re .e or e 1960, se parecían en muchos aspectos a las de Alemania cuand 0 surgieron los nacionalsocialistass En a~bos casos observamos un descenso en el poder nacional la incipient comprensión de esta pérdida Y el fervoroso deseo de restablecer 1~grandeza d:
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8. EOltr2oOedjemd~l~ gráfico de la misma situación se encuentra en la historia reciente de Portugal e 1c1embre de 1961 títuloFall f Go · ' el Daily. Tel,e . grap h pu bli co· la nota de un corresponsal bajo el· o :1stuns L1sbon. Radio dirges for end of an empire [La pérdida de Goa de'a ~nonadada a Lisboa. La radio entona cantos fúnebres por el fin de un imperio]. La noticia ~stra de ~rera muy cl~a _algunos de los aspectos típicos del momento crítico en que ~ .curso re:i. e os acontecmuentos choca brutalmente con las fantasías colectivas de las ehtes trad1c10nal1Stas Y estas sufren la repentina impresión de la realidad. Ha llegado el mo~ento de la verdad. Envueltas anteriormente por la ceguera colectiva y el refuerzo reciproco de su fe se ven obligadas a reconocer el hecho de que su imperio y los sueños correspondient~s con una grandeza y superioridad eternas se han perdido para siem re. Esta noche se corto_p_orcompleto la comunicación entre Lisboa y sus fuentes de inform!ión ~n °?ª· Las em~s10nes radiofónicas captadas en Karachi, que hablaban de la resistencia er01ca en PanJ1m y Mannagao, no fueron confirmadas por el gobierno Prevalece la opu:uón d~ que los combates serán suspendidos muy pronto, ~i no es que ya se hayan dete~1do. ~!les de fieles asistieron a una misa especial para Goa celebrada esta noche en la 1gles.ia de los_Jerónimos del siglo XV, ante el mismo altar portátil que Vasco d a Ga_ma se llevo en su viaJe de descubrimiento a la India. Las estac10nes de radio portuguesas sólo tocaron música solemne durante todo el día. Sonó como la sepultura de un 1mpeno. Y eso fue. Desaparece un mito Hoy fue el. día en ~ue los portugueses por primera vez, se dieron cuenta de que no son una potencia mund:al. La re?enti?a pérdida de Goa ha destruido, de una ve/, por todas, el mito que durante anos apoyo al regimen de Salazar. Reina la convicció~ de que Portugal, p_esea su debilidad militar y económica, posee una fuerza ~sp'.ntual parh~ular que la. c~?ªc'.ta,.como única nación europea, a permanecer en Asia y Afnca ª.l serv1cw. ~e una m1s10nc1v1hzadora cristiana no basada en principios raciales. Esta creencia penn1t10 a los portugueses prolongar hasta ahora en Angola una guerra colonial que al resto del .mundo le parece totalmente perdida. Se impone la pregunta de si tendrán el valor de contmuarla."
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antaño, No obstante, de acuerdo con las diferencias en la tradición conceptual
y de conducta, la reacción inglesa a una situación parecida fue muy distinta. Se percibe cuán dificil resulta para una nación que durante siglos fue un~ gran potencia, aceptar una posición más baja entre la totalidad de las naciones. También en Inglaterra, la élite establecida en el poder explotó esta dificultad hasta cierto punto, como arma en la lucha contra el reparto más amplio del poderque constituye un fenómeno secundario de la progresiva industrializa~ión, así como una condición para que esta se realice, y contra las reformas sociales necesarias para que tal proceso pudiera continuar y permitiera a la nación hacerse valer en la competencia con otras naciones progresistas del misino rango. Existía la misma impresión, como en su momento en Alemania, de que la propia nación era superior a todas las demás, si bien en aquel entonces se justificó con la referencia, no explicada, al hecho "natural" de la superioridad de la propia raza, y en el de Inglaterra, con base en una contribución única al proceso de civilización. Surgió el mismo impulso por restaurar la grandeza de antaño contra las influencias subversivas de los sindicatos, los mineros, los reglamentos y, en general, todos los grupos de la sociedad hacia los que se albergaban sentimientos hostiles. No obstante, en un caso el regreso a la antigua gloria se relacionó con la recuperación de un nivel moral perdido, mientras que en el otro debía lograrse sin consideración alguna por cuestiones de moral o humanidad. Intervinieron la ceguera de los iniciados a todo lo que no atañera al propio grupo, el refuerzo recíproco de los deseos y esperanzas y el intento de persuadirse mutuamente de la posibilidad, es más, la obligación de reconquistar lo irrecuperable: la antigua grandeza y el papel dominante en la política mundial. Es cierto que todo ello puede considerarse un presagio de las muchas dificultades de adaptación que habrían de darse. No obstante, con todo, la Gran Bretaña fue una de las pocas naciones europeas grandes que trató de adaptarse a la pérdida de poder sin recurrir a la violencia en un último arrebato, sin resistirse con una guerra al cambio que se anunciaba en el equilibrio interestatal de poder.En comparación con los cruentos combates librados por otros muchos países al retirarse, los pocos casos en los que también la Gran Bretaña se propuso salvar su posición anterior por medio de la violencia, como la crisis de Suez, por ejemplo, aparecen como pequeños tropezones. Por lo visto, los ingleses pudieron apoyarse en una tradición que les permitió evaluar y ajustar, hasta cierto punto, los ideales nacionales con base en un diagnóstico más o menos realista del acontecer real. Además, los siglos de poder y de hazañas gloriosas habían dado lugar a un sentimiento del valor nacional mucho más seguro en Inglaterra que en la mayoría de las demás naciones europeas, sobre todo en Alemania. El sistema conceptual nacional de Inglaterra legitimaba desde siempre su reclamación de superioridad, por lo menos en parte, con base en los méritos y servicios rendidos por ella en beneficio de otros, de la humanidad y la civilización. El derecho a
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ocupar un papel dominante en la política mundial -leitmotiv frecuente de 1 ideología nacional inglesa- fue característico de la forma en que el sistexnª conceptual del pueblo inglés orientaba su mirada sobre el resto del mundo. E a ella se reflejaba la experiencia de un pueblo que durante siglos había sostenidn0 relaciones comerciales con extensas partes del mundo y establecido colonias e ellas. En contraste, la ideología nacional alemana se enfocaba en sí misma. E~ derecho apoyado en la superioridad de la propia raza no requería justificarse por los se~cios prestados a los demás, ni siquiera por los servicios del liderazgo. Tanto los mgleses como los alemanes dieron a la palabra ''raza" un sentido que justificaba su propia supremacía. No obstante, cuando los primeros decían the british race, la expresión estaba impregnada de un sentimiento de superioridad que no requería de mayor énfasis. No se refería a una relación con los demás pero la cortesía hacia estos y el papel de dirigirlos como un servicio a ello~ figuraban entre los requisitos para legitimar el propio estado superior. El ideal nacional alemán era mucho más exaltado y alejado de los acontecimientos reales. Por ello, su carácter tiránico y opresor se manifestó con mucha más fuerza al llegar a una situación de decadencia. Su coacción no admitía ninguna corrección a causa de algo tan insignificante como el verdadero curso de los acontecimientos. Las realidades debían modificarse sin consideración alguna, adaptándose al ideal nacional. La tradición nacional que se había desarrollado en Alemania encontró mucho más dificil de soportar la impresión de verse como una potencia de segundo o de tercer orden. Muchos factores favorecieron el carácter extremista adoptado por los movimientos alemanes en los años veinte y treinta del presente siglo. Uno de los más importantes fue el intento de evitar a cualquier precio el shock de tener que reconocer el cambio en la posición de Alemania, así como el fervoroso deseo de revertir el proceso que amenazaba con relegar el país a un segundo o tercer rango. El esfuerzo resultó tan brutal y bárbaro por la comparación del cambio con el ideal, el imperio soñado, en parte, porque los recursos reales de Alemania ya estaban muy mermados, pues habían sido empleados por los nacionalsocialistas en tratar de recuperarlo. 13) No es posible elaborar más este último razonamiento sin retomar alguna~ de las reflexiones anteriores con respecto a las implicaciones más amplias que tiene para la propia imagen de la humanidad. Muchos elementos se oponen, por lo menos en apariencia, al concepto usual de la relación entre el individuo y la sociedad. Lo que se manifestó en la identidad nacional de los alemanes como una tendencia hacia la autocompasión y el sentimentalismo fue síntoma, al menos en parte, de un profundo conflicto, al igual que de otras características suyas. Se trató de la versión más aguda de un conflicto fundamental típico que se encuentra, en una forma u otra, en todos los ciudadanos de Estados nacionales grandes con una población muy individualizada y que en Alemania adquirió w1 giro especial debido al patrón particular seguido en el desarrollo del Estado nacional.
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No se trataba simplemente de un conflicto del tipo postulado, al ~are_c~r,por de un desarrollo mdividual. d ' en el sentido de que haya sido el resultado ]:<'reU ' ' d'iVI'd uo E rimera instancia se revelaba como un conflicto entre el deseo d e1 m d: !egurar su supervivencia personal y el de qu~ sobreviviera la soci~d~d a que rtenecía, unidad social a la que se encontraba vmculado por un sentirme1;1-tode ~: tidad y que al mismo tiempo lo trascendía. Entre más se perdía la funCión de ~o:~pos unidos por parentesco, como las familias o estirpes, en cuanto contenedoras de la identida~ de una persona y ~apaces ~e trascender su ~uen:e, más reforzaba esta funCión en otras formaciones soCiales. Durante cierto tiempo, se organizaciones religiosas especializadas, · · · que exis· t'ian a 1 como 1as Ig1esias, 1 de las estatales y que con frecuencia se conv.er~an en sus rivales en la lu:~ª 0 el pode!'. se convirtieron en Europa en los prmcipales focos de concentrac10n P0 rlos deseos' gemelos de identidad y de valor, una perten~n~ia? , • un sen t'd i .o mas de allá de lo que durara la propia vida. Más que los Estados dmasticos. de su tiempo, si bien a menudo en conjunción con estos, los representantes s?c1ale~ de. e~tas tradiciones conceptuales y de conducta sobrenaturales prometian al md1V1duo un valor y un sentido más allá de su existencia fisica. El temor a la destrucción de este valor, el miedo a la amenaza de una pérdida de sentido, también p~ovocó sentimientos de enemistad total. Estos impulsos eran tan fuertes Y apremiantes que los fieles, en nombre de su religión sobrenatural exclusiva -al igual que sus descendientes, en nombre de dogmas sociales, de clase, nacionales o lo que fuera-, estaban dispuestos a hacer la guerra a los seguidores de otros sis~emas conceptuales y de valores considerados como antagónicos y de ser posible, a destruirlos, para así asegurar la supervivencia o la supremacía de la propia organización religiosa y de la tradición que representaba. En tiempos más recientes, sobre todo en los siglos XIX y XX, los sentimientos de esta índole se adhirieron en creciente medida a formaciones sociales de tipo enteramente secular, con sus propias tradiciones conceptuales y de conducta; agrupaciones como la clase o la nación se convirtieron en los puntos focales de las necesidades correspondientes. Asumieron cada vez en mayor medida las funciones cumplidas anteriormente por grupos de procedencia más pequeños, como estirpes, familias u otros de parentesco, en cuanto garantes y símbolos de una identidad y un valor que al mismo tiempo eran de carácter personal y trascendían la vida particular. El registro, la enseñanza y el aprendizaje de la historia de la propia nación han pasado actualmente a ocupar en gran medida el lugar que, en las sociedades más sencillas, correspondió a la trasmisión oral de un saber ancestral muchas veces secreto -nombres y hazañas de antepasados, leyendas, rituales, etc.-, para otorgar al individuo un sentido de identidad Y solidaridad con su grupo y un sentido y un valor duraderos de la propia existencia en la relación con otras personas. . De esta manera, el mencionado conflicto fundamental que, en primera instancia y en la superficie, era entre el deseo de la supervivencia individual y el de la supervivencia de la propia nación, en un nivel más profundo se revela
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como el choque entre el deseo individual de asegurar la supervivencia fisica y el de que sobreviva aquello que ayudó a dar sentido y valor a la pro~i~ exist~ncia. Con respecto a la propia nación, así como antaño respecto a la condición social, la Profesión ' la Iglesia ' la tribu o la estirpe, había que elegir entre la permanencia de aquello a lo que se decía ''yo" y de aquello a lo que se decía "nosotros ". La alternativa a la entrega de la propia vida con frecuencia parecía ser una supervivencia fisica despojada de valor, orgullo y sentido. Hay pocas experiencias capaces de provocar efectos tan dolorosos y traumáticos en una persona como la pérdida de lo que considera tan valioso como su propia vida, la destrucción de aquello que le proporciona sentido vital. De qué se trata exactamente en cada caso individual puede variar. Es posible que sea algo que suscite fuertes lazos afectivos, i:er~ ~ue a~op~,una forma '!'?co clara en la conciencia. En las sociedades cuya md1viduahzacion ha adqumdo una forma tan peculiar como en las nuestras, se olvida fácilmente ~ue _i~cluso el valor y el sentido adjudicados a la propia vida en forma personal e individual, siempre lo son en relación con otros, con algo real o imaginario situado más allá de la propia persona. Desprovista de funciones orientadas hacia los demás, de funciones sociales sin importar la forma en que se disfracen, la vida humana es vacía y falta de 'sentido. La vida de una persona puede perder su sentido, -por ejemplo, cuando su amor y afecto hacia otra no encuentran correspondencia o cuando la persona amada muere. Dar amor, si bien es p~~ible ~ue s~ trate de una necesidad personal apremiante, cumple con una funcion social al igual que el acto de recibirlo. La fuente principal de la que se deriva el valor personal, la significación que trasciende la existencia, puede e~contrarse en ~l ~jercicio competente de una profesión. Para otros puede ser s~ nqueza, su n~:imiento, ~u colección de estampillas o el amor incondicional y exigente de un mno pequeno. También, la experiencia de una oración escuchada y la certeza de que se cuen~a con la gracia de Dios. Sociedades como las nuestras ofrecen las fuentes mas variadas para que las personas puedan obtener de maneras m~y.persoi:iales la experiencia del valor propio y del sentido vital, pero producen asimismo sm cesar amenazas contra estas fuentes destruyendo el sentido y el valor personales. No obstante, pese a toda individualización, la experiencia d~ la realiz~ción no realización que las personas viven de manera muy particular debido a 0 sus necesidades de valor y sentido, rara vez se mantiene totalmente al margen de tal experiencia, de las satisfacciones o las decepciones que confluy~n con su existencia, según la evolución, los triunfos o los fracasos de las umd~des sociales con que se identifican. En el nivel actual de evolución de la ~uman1dad, el bienestar del país, de la nación a la que se pertenece, des?mpena un papel cada vez más importante, como factor de realización o des~ruc~1ónde aq~ello que otorga sentido y valor a la vida de una persona a sus prop10s OJOS. Es posible que, en tiempos normales, no se preste mucha atención ~ e~t? vínculo o que ape~as se esté consciente de su existencia. Tal vez el lazo mv1s1ble que ata el sentido y el valor de la propia existencia individual al ~es.tino de la na~ión o ~e otra unidad social, no se perciba hasta que los acontec1m1entos en el mvel nac10nal 0
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internacional pongan en peligro aquello a lo que se adjudica sentido y valor en la vida individual. No obstante, aunque no se esté consciente de ello, los fracasos y los triunfos obtenidos en el nivel nacional, o en cualquier otro entre este último y el individual, cumplen con una función en cuanto fuente permanente de satisfacciones y decepciones personales, de exaltación y depresión, sentimientos que pueden llegar a intensificar o a atenuar considerablemente las emociones correspondientes producidas por las fuentes de carácter más individual. Las naciones y las relaciones que se dan entre ellas, el rango que ocupan unas en relación con otras, se han erigido en apariencia en la más dominante y poderosa de estas influencias supraindividuales sobre la experiencia de sentido y valor de las personas. Tanto en el nivel nacional como en el internacional, la interdependencia de los individuos se ha vuelto cada vez más estrecha e ineludible. Y los individuos están cada vez más conscientes de la medida en que casi todo aquello que da un rumbo y un sentido a su vida depende de la supervivencia de las unidades sociales en el nivel nacional, lo cual no es posible sin los países con que se identifican. Reconocen cada vez con mayor claridad la función de las naciones o grupos de naciones como garantes, guardianes, encarnaciones o símbolos de gran parte de aquello que consideran como los valores permanentes de su existencia individual. Los Estados nacionales del siglo XX son "Estados del nosotros", quizá más que cualquier forma estatal anterior, son organizaciones con las que en distinto grado se identifican todos los sectores sociales; en su caso, la solidaridad y la lealtad se encuentran aseguradas, probablemente más que nunca antes, por la comunicación recíproca de un sistema conceptual exclusivo, en el que se integran sentimientos de hostilidad hacia los extraños que no participan en la religión y la identidad nacionales. Este hecho intensifica la efectividad de todos los demás factores que provocan enemistades y conflictos entre los Estados. 14) En este punto surge un problema particularmente dificil: la significación característica de lo que las personas viven como algo dotado de sentido y de valor parece vinculada, en muchos casos, a su carácter exclusivo, a su limitación a grupos específicos de la humanidad y a hostilidades inherentes contra otros (si no es que condicionada por estos elementos). El valor y el sentido que las personas se adjudican a sí mismas como ciudadanas de un Estado nacional específico, es uno de los ejemplos -quizá el más gráfico- que puede señalarse en el momento actual. El carácter exclusivo, la polaridad esencial, cuenta entre sus atributos fundamentales una hostilidad latente o manifiesta contra los demás. Por lo tanto, las formas a~~ales d~ valor y sentido contienen, comúnmente, la semilla de su propia destrucc10n. Los cmdadanos de los Estados nacionales encuentran sentido en el hecho, sumamente valioso, de pertenecer a una nación en particular y a ninguna ?tra. El valor y el sentido de su vida individual parecen depender en última instancia, de que se conserve la integridad de su país. El temor a la destrucción de esta integridad, a la desaparición de lo que parece dotado de sentido y valor
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El hecho de que estos procesos de refuerzo mutuo puedan tener lugar en, por lo menos, dos niveles de un sistema de Estados nacionales -y más o menos en forma simultánea- dificulta aún más a las unidades implicadas en el proceso, a las naciones o los grupos afectados, conservar el control sobre la desviación inmanente hacia el conflicto armado. Para que una intervención pudiera frenarlos de manera efectiva, se requeriría una autoridad que no se identificara del todo con ninguno de los dos bandos y que, al mismo tiempo, dispusiera de suficiente conocimiento teórico sobre la naturaleza de tales procesos para poder rechazar la idea de la culpabilidad exclusiva de cualquiera de ellos, además de contar con poder suficiente para concebir y llevar a cabo una estrategia adecuada. Las dimensiones alcanzadas por la movilización de los sentimientos nacionales mediante el refuerzo recíproco, así como por la degeneración correspondiente de la conducta civilizada en el trato con los adversarios, varían según los países y las situaciones. Muchos factores resultan decisivos en este sentido: la estructura gubernamental, la intensidad y forma de los conflictos internos, las tradiciones conceptuales y de conducta y otros más. Sin embargo, también cabe señalar que las circunstancias inmediatas de un país nunca determinan por sí solas la fuerza y las características del sentimiento nacional ni el grado de barbarie de que es capaz una nación en el trato con quienes considera sus enemigos. El patrón establecido por su pasado y sus oportunidades y expectativas para el futuro determinan la conducta de una nación en cualquier momento, en la misma medida que el presente inmediato. Tanto en este sentido como en otros, el pasado influye en el orden y la conducta actuales de manera implícita, como una de sus condiciones y, en forma explícita, por la imagen que las generaciones vivas tienen del pasado de su país; al igual que el futuro, el pasado posee el carácter y la función de otro aspecto más del presente. En cuanto determinantes de la conducta, el pasado, el presente y el futuro actúan en forma conjunta. Las situaciones vividas son tridimensionales, por decirlo de algún modo. Por tanto, las doctrinas conceptuales, normas e ideales nacionales llegan a ser muy diferentes, según la interpretación que se tenga de las características parti.culare~del desarrollo pasado, presente y futuro de un país. No obstante, poseen al mismo tiempo muchos rasgos comunes, lo cual sólo se pone de manifiesto si se reti::ocedeun poco para contemplarlas desde cierta distancia. Los patriotismos y n~cronalismos de las distintas naciones muestran con frecuencia un sorprendente ~e de familia. Son capaces de atizarse mutuamente porque son idénticos en cuanto sistemas conceptuales de carácter exclusivo con su énfasis puesto en el valor sobresaliente de la sociedad cerrada, del Estado nacional único. Las situaciones en que las amenazas y el temor entre los Estados se refuerzan recíprocamente, casi siempre enc~entran su correlación intraestatal en la intensificación de los sentimientos n.acion.ales,lo cual toma el aspecto de una infección. De hecho, la repetición de tales situacion_es.en el nivel internacional es uno de los motivos principales, si no es que el mas i1:1portante,de que hayan perdurado las tradiciones conceptuales y de conduct.anac10n~es concentradas en la nación, en su función de guardiana de todo lo que tiene sentido, como el valor más elevado al que todo lo demás, la propia vida
para la propia vida, se manifiesta de manera casi automática, co~o amenazas abiertas u ocultas de destruir aquello que les parece dotado de sentido Y de valor a los miembros de otras naciones. Estos a su vez se encuentran atrap~dos por ese dilema que genera profunda inseguridad respe~to a la permanencia d~ su propio país o grupo de países, así como de muy estimados valores Y doctnnas conceptuales, lo cual produce una hostilidad contra otr?s países o ~upos de países que, por la misma causa, se sienten amenazados e_1gualmente mseguros. En este nivel ocurren también procesos de refuerzo reciproco, que ~~ reducen su acción a las concepciones y los ideales comunes dentro de una nac1on. En las relaciones entre las naciones, se revelan con particular claridad en el carácter recíproco de sus amenazas y del temor que se tienen unas a otras. E1;1~m~os niveles este tipo de movimientos pueden ser arrastrados por una dmamica de escalada creciente. Cuando esto sucede, la civilización entra en una fase de decadencia y se aproxima el momento de su quiebra. , En tales situaciones, incluso las personas que, por lo com~, apenas lo t?man en cuenta cobran una conciencia más clara del hecho de que la ~agen q:U~tienen de sí mismas como individuos encierra la de su nación. En la vida cotidiana, la identificación con la propia nación, la conciencia de pertenecer a ella Ylas voc~s de la conciencia nacional y de los ideales nacionales permanecen con frecuencia mudas como niveles de la propia conciencia y los propios ideales. Representan una di~posición a vivir y actuar de cierta manera que sale de su estado latente más O menos inconsciente como reacción a ciertas señales, las cuales se producen, de manera deliberada o no, en determinadas situaciones es?ecífica~ . . El proceso del refuerzo recíproco de los sentimientos nacionales mdividuales dentro de la nación constituye una de estas situaciones. Por regla gener_al,se encuentra ligado a la intensificación del temor y la am~naza entr~ las naciones, sobre todo entre las que forman el eje principal de tensión en un s1Stema ba~ado en el equilibrio de poderes. El refuerzo recíproco de las am~nazas y del ~iedo en el nivel internacional puede llegar a un punto en q:Ue,m~~no de lo~ involucrados sea capaz de detener el proceso, en que una dmamica mc~1;temble de escalada impulsa a ambos bandos a la lucha armada y la destrucc10i:1mutuas. En tales situaciones, las voces latentes de la conciencia y el ideal nacionales se levantan con particular fuerza en los individuos. Amenazas y temores cad~ vez más fuertes en el nivel internacional pueden servir de detonantes ~ue a~t.i~en, en los miembros individuales de las naciones involucradas, la disp?si?ion a actuar de acuerdo con sus ideales y normas nacionales. Si estos se?timiento~ crecen a nivel individual, pueden a su vez reforz~rse e~ forma recip~oca, Y e 1 arrebato del sentimiento nacional puede entonces m~nsifi?ar las tensiones Y~ temor a nivel internacional. La disposición personal a identificarse con la propia nación que surge en tal situación internaci.onal, i:1ºrepresenta un factor mete~~ a esta, como pudiera parecer a primera vista, smo que forma pa~e de ella. 1 refuerzo recíproco de los ideales y las doctrinas conceptuales nacion~les en Je nivel intraestatal, contribuye de una u otra manera a 1~escalada reciproca las amenazas y el temor en el nivel interestatal, Y a la inversa.
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de sí mismo y de los demás. Por mucho que varíe la capacidad de realizar esta adaptación entre un individuo y otro, en el caso del adulto enfrenta por regla general límites definitivos. Al hacerse ciudadano estadunidense, el francés o alemán adulto no pierde sin más los rasgos fundamentales que posee como tal ni el recuerdo de su identidad anterior. Toda una nación tampoco pierde en el acto las características fundamentales de su tradición de conducta y conceptual al ocurrir un cambio en su situación actual. También en el caso de una nación, el pasado, todo el patrón de su desarrollo, decide si será capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias y en qué medida, si podrá reorganizar su ideal tradicional del nosotros y la imagen que tiene de sí misma y hasta qué punto.
incluso, se encuentra subordinado; también comojustificación de los sentimientos de hostilidad ocultos o abiertos contra los ciudadanos de otras naciones y contra las minorías dentro de la propia, contra extraños y marginados. Estas tradiciones conceptuales y de conducta de carácter excluyente constituyen a su vez uno de los motivos principales, si no es que el más importante, para la repetición de los procesos de amenaza y temor recíprocos y crecientes en el nivel internacional, incluyendo la guerra como su manifestación última. En los periodos en que la conciencia y los ideales nacionales se movilizan de esta manera, la forma en que las personas se perciben a sí mismas también experimenta con frecuencia una transformación específica. Una de las características más elementales del ser humano es que no sólo tiene una imagen de sí mismo como una persona individual que se concibe como un "yo", sino también como miembro de grupos sociales a los que puede referirse como "nosotros". En las sociedades más simples, las experiencias del yo y del nosotros en la imagen que sus miembros tienen de sí mismos resultan muchas veces prácticamente inseparables. En los Estados nacionales contemporáneos más desarrollados, las experiencias del yo y del nosotros, en circunstancias normales, se encuentran claramente separadas. La primera, la experiencia de sí mismo como un individuo separado y aislado de todos los demás, ocupa con claridad y nitidez el centro de la autopercepción, mientras que la conciencia de las relaciones experimentadas como "nosotros" permanece más bien relegada al fondo. Esta forma de autopercepción es la que se expresa en el lenguaje cotidiano de hoy, por ejemplo, cuando se habla de la sociedad como el "marco social" de una persona. No obstante, en las situaciones de crisis nacional el foco se desplaza por un tiempo más o menos prolongado. El peso emocional ocupado por el nivel del nosotros, en la imagen que el individuo tiene de sí mismo, adquiere por lo común más fuerza, mientras que se debilita el del nivel del yo. Lo que el nivel del nosotros gana en carga emocional se lo sustrae al del yo. Este tipo de situaciones de crisis de ninguna manera son las únicas en que se pone de manifiesto que también en las sociedades altamente individualizadas, las imágenes de los grupos identificados por el "nosotros", como la nación, forman parte de la que los individuos tienen de sí mismos y que la estructura de la personalidad individual constituye una sola variante, entre el sinnúmero de variaciones posibles, del patrón nacional común. Otra situación en que se revelan tanto la fuerza como la elasticidad de los lazos que vinculan la identidad Yla autopercepción de los individuos con su sociedad es la del cambio de nacion~dad. Por lo menos para un adulto, cambiar de identidad nacional no es más fácil que cambiar de personalidad y la oportunidad de que se logre no es mayor. No basta con cambiar de pasaporte. La perturbación de la identidad nacional, de la imagen nacional integrada a la que se tiene de sí mismo, ya sea que se dé debido a un profundo trastorno en la vida del individuo o en la de toda la nación, siempre redunda en una reorientación de la conducta y del sentir. Impone una reevaluación de los propios valores y convicciones y un reajuste de la percepción
15) Es sólo a la luz de este tipo de reflexiones que se revela toda la significación que la historia y la imagen propia de una nación poseen con respecto a la que sus ciudadanos individuales tienen de sí mismos. Así como las circunstancias nacionales representan una de las fuentes del sentido y la realización en la vida del individuo, también pueden contribuir a la impresión de que el valor y el sentido se encuentran amenazados o se han perdido. Alemania brinda un ejemplo de la curiosa relación establecida entre la pérdida de poder y la pérdida de sentido y valor dentro de la conformación del mundo. La relación misma no se limita a ningún país en especial. Es posible observarla en otras muchas naciones, y no sólo en estas: ante la pérdida de poder, las formaciones dominantes de todos los tiempos sufren una pérdida correspondiente de sentido y valor a los ojos de sus miembros. Hay numerosos indicios de que las agrupaciones dominantes de toda índole cuyo poder se está debilitando, ya sea que se trate de tribus, élites, castas, clases o naciones, rara vez se retiran sin ofrecer una lucha, aunque las posibilidades de conservar su poder y dominio sean nulas. Entre más débiles son, entre más insegura y amenazada su supremacía, más extremas, despiadadas e irreales son, por regla general, las medidas con que buscan sostener su posición. Existe el concepto muy difundido de que los miembros de las formaciones sociales descendentes se aferran al poder y de que, con frecuencia, prolongan la lucha para conservarlo hasta las últimas consecuencias, sobre todo, porque no desean renunciar a los beneficios "materiales" que les brinda como un nivel de consumo más alto y la posibilidad de contar con los servicios físicos de sus subordinados. Con toda certeza, la pérdida de tales ventajas influye en sus temores y en su expectativa de un futuro desagradable que los impulsa a la lucha, la cual a menudo sostienen por medios cada vez más crueles y dese_sperados, aun cuando acontecimientos sustraídos a su influencia hayan modificado, evidentemente, el equilibrio de poder en perjuicio suyo. No obstante la explicación de tal conducta por causas "materiales" o "económicas" como co~ !1'ecuenciase dice, nunca es más que parcial. La amenaza de perder el' poder, sin importar l~s demás consecuencias que pueda acarrear, implica sin excepción, ra~a los miemb~os de las :ºr~aciones dominantes, una perturbación grave de ª imagen que tienen de si mismos y, a menudo, la destrucción total de lo que a 1
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sus propios ojos otorga sentido y valor a su vida, por lo que implica la amenaza simultánea de perder su identidad: la pérdida de sí mismos. Por todo esto, la amenaza contra lo que perciben como su identidad, valor y estatus entre las personas, les impide ver su situación tal como es y ajustar su identidad, sus objetivos y su percepción del propio sentido y valor a las circunstancias cambiantes. Casi sin excepción, no los vence sólo la supremacía fisica o social de sus adversarios en ascenso, sino todavía más su propia impresión de que ya no vale la pena vivir si desaparece el viejo orden en el que ellos mismos ocupaban la primera fila. Sin los atributos de su superioridad social, la vida parece perder su valor y su sentido. Si grupos sociales enteros sometidos a esta situación se resisten al cambio hasta las últimas consecuencias, si están dispuestos a luchar para conservar su supremacía, a sacrificar su vida por ello, esto no sucede sólo por el temor a vivir sin las comodidades materiales acostumbradas; no ocurre en primera instancia por la amenaza de perder sus medios de subsistencia o sus lujos, sino por la de tener que renunciar a su estilo de vida. La principal amenaza se dirige contra su estimación propia, su orgullo. Es posible que actualmente se subestime un poco la significación que muchas circunstancias, también las de tipo "material" o "económico", pueden tener para las personas en cuanto símbolos de su orgullo, su estimación y el estatus más elevado que casi todos los adultos y grupos sociales del mundo reclaman para sí en relación con otros. La exploración de tales relaciones dará tarde o temprano con la clave para los muchos problemas que, aún en la actualidad, plantea la curiosa relación entre pérdida de poder y pérdida de sentido y de valor. El hecho de que los miembros de las formaciones sociales poderosas estén dispuestos a luchar cuando el poder se les empieza a ir de las manos, y de que muchas veces en esta situación ningún recurso les parezca demasiado ordinario y bárbaro, tiene que ver con la circunstancia de que su poder y la imagen que tienen de sí mismos, como una formación amplia y grandiosa, poseen más valor para ellos que casi cualquier otra cosa; con frecuencia tienen más peso a sus ojos que su propia vida. Entre más débiles, inseguros y desesperados se sienten en su descenso, entre más se les hace sentir que en su lucha por la supremacía ya están acorralados, más feroz suele hacerse su proceder y más agudo se vuelve el peligro de que ellos mismos pasen por alto y destruyan las normas de la conducta civilizada de las que están tan orgullosos. Las normas de la conducta civilizada a menudo sólo tienen sentido para las agrupaciones dominantes mientras sirvan como símbolos e instrumentos de su poder, además de las otras funciones que deben cumplir. Por eso las élites del poder, las clases dominantes o las naciones emplean con frecuencia métodos diametralmente opuestos a los valores que dicen defender en la lucha que sostienen en nombre de sus valores y de su civilización supuestamente superiores. Acorralados, no es difícil que estos adalides de la civilización se conviertan en sus más grandes destructores. Se transforman fácilmente en bárbaros. Por lo tanto, para aquilatar correctamente las dificultades que entraña la adaptación a un estatus inferior, hay que incluir en el diagnóstico del descenso
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social la función que la superioridad del poder y del estatus cumple en cuanto portadora de valor y de sentido. Esta adaptación ya es bastante dificil en el caso de los individuos. En el de poderosas formaciones sociales --si es que sobreviven siquiera- resulta tan dificil que rara vez se logra en el espacio de una sola generación. Por lo general, se requieren tres generaciones o más para que una nación alguna vez poderosa (u otra agrupación que alguna vez lo fue) que ha sobrevivido como tal a la pérdida del poder, sea capaz de reconocer su estatus inferior con claridad y de aceptarlo emocionalmente, y para que la imagen de ese pasado poderoso desaparezca de la conciencia de las generaciones actuales como norma y exigencia para desarrollar una nueva imagen de sí mismas; como una unidad social que represente para ellas una fuente de orgullo y de estimación propia, dentro de la cual, puedan encontrar, pese a ello, tareas dotadas de sentido para el futuro y objetivos por los cuales valga la pena vivir. Las consecuencias inmediatas de tal descenso, de su pérdida de poder y estatus, suelen ser sentimientos de abatimiento y desilusión, futilidad y ausencia de un rumbo fijo, todo ello impregnado de ciertas tendencias al cinismo, el nihilismo y el retraimiento, las cuales pueden prevalecer. Por extraño que parezca, las mismas consecuencias se encuentran en las personas que han perdido su fe o cuyos ideales han sido destrozados por la realidad. Esto hace pensar en los sentimientos y las actitudes de luto por un amor desaparecido y tiene mucho en común con el proceso que los psicoanalistas denominan "regresión" al hacer un diagnóstico individual. También es posible que el movimiento descendente se lleve a cabo en forma muy paulatina, que la lucha por detenerlo se prolongue a través de generacio~es y que permanezca sin resolución durante mucho tiempo; o que renovados impulsos y reconquistas ocasionales enciendan de nueva cuenta de vez en cuando, la esperanza de restablecer la antigua gloria; en resumen, ~ue el descenso nunca llegue a un punto tan bajo que se esté obligado a enfrentarlo. En este caso, las ambigüedades en el estatus de una nación y los síntomas de inseguridad masiva en el estatus tienen tiempo para impregnar profundamente la identidad de sus ciudadanos y toda su tradición conceptual y de conducta. Esto ocurrió, ~recisamente, e~ el caso de Alemania. Nuestro propio tiempo, como se ha senalado, proporc10na muchos ejemplos de naciones que deben enfrentar una pérdida de poder y de estatus -muchas veces en forma bastante ~epentina e inesperada para ellas mismas-, lo cual las obliga a ajustar sus 1deal~snacionales, la imagen que tienen de sí mismas, su orgullo y su estimación propia a la extinción de su papel imperial. La adaptación alemana a la pérdida de este último, después de 1918, fue particularmente complicada, porque se t~ataba de una continuación del traumático proceso de descenso iniciado mucho ~iempo atrás, en_~a edad media. D~ntr_odel espectro de los distintos casos que ilustran la relac10n entre la expenencia de la pérdida de poder y la de sentido Yvalor, el patrón de la decadencia alemana fue extraño y quizás único. Se trató de una deca~encia furtiva desarrollada a lo largo de los siglos y caracterizada Por muchos impulsos en un sentido y en el otro. Nunca llegó a un punto tan bajo
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que hiciera obsoletos los esfuerzos de Alemania para construir un imperio o que la obligara a adaptarse definitivamente a un estatus más bajo entre los pueblos, ni a reorientar sus ideales o la imagen que los alemanes tenían de sí mismos. El asunto que está en tela de juicio aquí, el intento nacionalsocialista de exterminar a los judíos, constituye un solo episodio en el ascenso y la decadencia de un pueblo. No obstante, en varios sentidos posee el carácter de un paradigma, una muestra de lo que son capaces los líderes de una nación civilizada en su lucha por reconquistar o conservar su papel imperial, cuando la impresión crónica del descenso, de estar cercados y acorralados por sus enemigos, despierta en ellos la convicción de que sólo la falta absoluta de consideración, será capaz de revertir la pérdida de su poder y gloria. También ilustra los extremos a los que el carácter exclusivo de un sistema conceptual nacional, puede llegar en la conducta de las personas frente a los que consideran "marginados", ajenos al grupo y miembros de otro potencialmente antagónico. La falta de consideración y barbarie desplegadas por los líderes de la nación alemana correspondieron en esta ocasión en intensidad a la magnitud de las amenazas que percibían contra sus esperanzas y aspiraciones para Alemania. El amor a la patria que inscribieron en su estandarte y en cuyo nombre reunieron en torno suyo a amplios sectores del pueblo alemán no era el amor a Alemania tal como existía; no iba dirigido a ella como una entre muchas naciones iguales y mucho menos como potencia de segundo o tercer orden. Se trataba del amor a Alemania tal como opinaban que esta debía ser, una más grande que las demás naciones europeas y más incluso, en cierta forma, que todas las naciones del mundo. El objeto de este amor era un ideal, no la Alemania auténtica. Los esfuerzos de los líderes nacionalsocialistas y, en consecuencia, de grandes sectores del pueblo alemán apuntaban a realizar esta imagen ideal que era la que tenían de sí mismos. Y resultaron tan monstruosos, desesperados y despiadados porque los recursos de la Alemania real eran ya muy reducidos en relación con el imperio "pangermano" al que aspiraban y con el potencial de poder de todos los países contra los que, con este fin, había que hacer la guerra o a los que se debía subordinar. El abismo entre el ideal nacional alemán y la realidad nacional del país era grande y crecía cada vez más. Incluso Hitler interpretó su época como el último momento en la historia en que aún existía cierta esperanza de que Alemania recuperara su papel imperial y de que el mundo ingresara a la época de un ''reino milenario" alemán. A fin de lograr este objetivo se requería, como en repetidas ocasiones lo manifestó, movilizar todos los recursos alemanes, sostener una guerra total hasta las últimas consecuencias, una lucha completamente despiadada y desprovista de escrúpulos, misma que incluía la destrucción masiva de los grupos hostiles señalados como inferiores. Si los alemanes no conseguían recuperar y restablecer, mediante un esfuerzo supremo, el imperio más grande que creían haber perdido, enton~es daba lo mismo que desaparecieran para siempre, en opinión de Hitler. El tampoco sentía amor por Alemania tal como existía en realidad; lo que amaba era la
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quimera de Alemania y su grandeza personal. La guerra nacionalsocialista y todas la~atrocidades de aquellos años, como parte de la misma, representaron las medidas desesperadas de una nación que descendía con celeridad a una posición de segundo o tercer orden en relación con otras naciones más poderosas emprendidas como un último intento para hacer justicia a la imagen ideal qu~ tenía de sí misma como una potencia mundial de primer orden. Podría pensarse que l~s alemanes habrían podido aprender a vivir con una imagen menos magruficada de sí mismos sin sentir la necesidad de matar a millones de judíos. No o~stan~e! al ~nfrentar el incremento en la fuerza de los demás países y su propio deb11itam1ento, las formaciones sociales poderosas rara vez aceptan de manera pacífica, por comprender con claridad que los acontecimientos apwitan en su contra, que disminuya su poder, se rebaje su estatus social y de esta ?1an~ra cambie la ima~en que. tienen de sí mismas, su "ideal del nosotros" y su identidad. Aunque el diagnóstico sociológico de tal evolución sea muy evidente cuando se mira desde fuera y, quizá para algunas personas y grupos desde dentro de la unidad descendente misma, la gran mayoría de los afectados se muestra, por regla general, incapaz de percibir los hechos, ya que ello heriría profundamente su estimación propia y su orgullo. En esta situación buscan una Yotra vez a líderes que les pongan enfrente la imagen de su grandeza anterior, que los convoquen en nombre de esos valores y que los llamen a resistirse a la amenaza, a luchar por una superioridad colectiva y por los ideales implícitos en ella: ~n. tales mo?1entos ~e manifiestan con toda su furia y fuerza la ceguera de los m1ciados, la mcapac1dad de percibir lo que no se quiere reconocer y el refuerzo recíproco de una doctrina que corresponda a los deseos y las esperanzas comunes ~e la socieda~ en cuesti~n, aunque se opongan a su realidad. Al igual que los amma~es s~vaJes, las nac10nes u otras formaciones sociales poderosas ~e vuel:en mas pehgrosas cuando se sienten acorraladas, cuando tienen la imp~es1ón de_qu~ el equilibrio de poder se inclina en perjuicio suyo, que los medios autontanos de sus rivales y enemigos en potencia están superando a los suyos, que sus valores se encuentran amenazados y que su superioridad se desv~ece. En las circuns~ancias actuales y pasadas de la convivencia hwnana, este tipo de proceso constituye una de las situaciones más típicas y frecuentes en que las P:rso~as se sienten impulsadas a emplear la violencia. Se trata de una de las situaciones que provocan guerras. 16) Muc?os fac~ore~ contribuyeron a la desaparición particularmente eficaz de ~as_coacc10neseJer~idas por la civilización en el caso de la Alemania nacional ~ciahstay a que la v10lencia se dirigiera con especial saña contra los judíos d"gunos de ellos ya se han mencionado, otros habrán de explicarse todavía. L~ ic?o hasta el mome~to tal vez ya sea suficiente para aclarar un poco que las a~ti~udes Y las doctrmas de los nacionalsocialistas resultan incomprensibles s~ s?lo se toma en _cu~nta la situación que reinaba en Alemania durante el P nodo de su surgimiento y dominio. El hecho de que haya podido tomar el
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La confianza nacional alemana en la "política realista" está muy relacionada con la confianza en la guerra, en el empleo de tropas armadas como último recurso para resolver los conflictos entre las naciones. Ubica de manera particularmente contundente el origen de esta convicción en las tradiciones propias de los Estados dinásticos preindustriales, por lo general, de gobierno absolutista. Los príncipes autocráticos de los Estados predominantemente agrarios, con una población carente de educación formal en su mayor parte, y en el límite de la subsistencia o apenas arriba de él, tenían cierto derecho a creer que podían resolver cualquier conflicto con otros príncipes a su favor si contaban con una fuerza militar superior. Podían conquistar territorios e imponer a los pobladores su religión e incluso su idioma, si así lo deseaban, para incorporar así a sus propios dominios las regiones disputadas, que con frecuencia los atraían simplemente por sus riquezas o sus fronteras más favorables desde el punto de vista estratégico. La "política realista" alemana aun emulaba en gran medida la política de tales príncipes, como lo revelan las metas militares de sus líderes en las dos guerras mundiales. Sostenían la creencia de que "Dios acompaña siempre a los batallones más fuertes" y de que todos los conflictos entre las naciones, tanto en ese momento como en el futuro, serían decididos, en última instancia, por los ejércitos más fuertes y mejor dirigidos. Esta convicción perduró incluso cuando ya era evidente que, en un mundo caracterizado por la creciente interdependencia entre los Estados nacionales industrializados, las tropas vencedoras no necesariamente eran las que mayores beneficios sacaban del triunfo y los vencidos.no necesariamente se debilitaban ni tenían que sufrir más que sus adversanos. La confianza en la eficacia de la fuerza militar como ultima ratio regum no estaba fuera de lugar en el contexto de los equilibrios limitados de poder enn:e los Estados preindustriales que dependían relativamente poco unos de otros. Sm embargo, los alemanes la transfirieron, como si fuera lo más natural del mun~o, a un sistema de poder de dimensiones casi mundiales compuesto por un numero cada vez mayor de Estados nacionales entrelazados entre sí de manera cada vez más estrecha. Conforme aumentaba el nivel educativo g~neral, así como la conciencia nacional de las clases más pobres y el nivel de vida ha~ta d: los_menos fa:orecidos, 1~conquista y anexión de territorios ajenos, Y_lanac10nahzación expedita o paulatina de poblaciones extranjeras, plantearon dificultades cada vez mayores. . T~nto en 1914 como en 1939, la "política realista" de Alemania se enfocó en º~Jetivos de este tipo más antiguo. Muchas causas contribuyeron a inculcar en la 0 ~igarq:1ía d.e un país con una historia como la alemana, una fe tan fuerte en la v10lencia física como instrumento político decisivo. Una de ellas fue la debilidad que caracterizó a Alemania durante mucho tiempo. A lo largo de los siglos los alemanes estuvieron expuestos a los ataques y las invasiones de príncipes e~t~anjeros ..Como miembros de un conglomerado de Estados relativamente debiles, tuvieron muchas oportunidades para observar la forma en que los
poder en Alemania un movimiento de tendencias extremas nacionalistas, antidemocráticas y antisemíticas, con un dogma social determinado en gran medida por la fantasía y una inclinación especial por el uso de la fuerza bruta, no se comprende del todo si no se toman en cuenta, al mismo tiempo, la posición y la función que ocupaban tales tendencias en el contexto más amplio de la evolución de Alemania en el largo plazo. Entre las tendencias evolutivas de larga duración que contribuyeron al surgimiento de movimientos semejantes después de la derrota de 1918 y que favorecieron finalmente la toma del poder por uno de ellos figuró, como una de las más importantes, el paulatino proceso de decadencia vivido por Alemania, como gran potencia europea, interrumpido brevemente después de 1871 por el II Imperio. A diferencia de otras potencias europeas comparables con ella, sólo experimentó durante pocas décadas una grandeza en que su verdadera situación se acercó un poco al ideal nacional. Al finalizar este breve interludio, la separación entre el ideal y la realidad se fue haciendo de nueva cuenta cada vez más grande, al igual que antes. Ya se expuso el hecho de que esta tendencia originó, en cierta medida, el curioso matiz sentimental y "romántico" del ideal alemán de la patria y del concepto alemán del Reich como símbolo de su propio papel imperial. También sirve para explicar por qué amplios sectores de la población tendían a orientar sus objetivos en el futuro nacional de acuerdo con la imagen que guardaban de un pasado más glorioso. Ello favoreció el surgimiento de cierta disposición para cultivar actitudes nacionales que, de acuerdo con la terminología tradicional, pueden denominarse "romántico-conservadoras". La gran importancia que tenía este pasado idealizado como un tiempo de verdadera grandeza nacional en la propia imagen de los alemanes fundamentó también, por lo menos en parte, la gran significación que su ubicación en la historia -en un tipo particular de historia- adquirió en su escala de valores. También estuvieron estrechamente ligados a aquella tendencia evolutiva ciertos elementos propios de la tradición conceptual y de conducta de Alen:ania, que prepararon el camino para la brutalidad extrema que ejercieron en una época en que el conflicto entre su propia imagen tradicional y el curso real de los acontecimientos se agudizó, amenazando con imponerse en su conciencia como el momento de la verdad. Un ejemplo muy característico de disposiciones precursoras de este tipo, fue el concepto de política que halló expresión en la voz alemana "política realista". Este término aglutinaba un aspecto de su ideología nacional que puede resumirse, más o menos, de la siguiente manera. Sin importar lo que se diga, el único modo realista de ver es que la política se basa en el empleo desenfrenado de la violencia. Sobre todo la política internacional que no es más que una continuación de la guerra por otros medios. Por muy bellas que sean las palabras de los estadistas extranjeros, cuando las cosas van en serio, ellos también se apoyan sólo en su "poder" para lograr sus metas políticas, y lo utilizan sin escrúpulos, al igual que los alemanes. La única diferencia está en que nosotros somos más honestos.
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idioma y la tradición de estas fueran muy distintos. El recuerdo del pasado de Alemania incrementó la sensibilidad de sus sectores dirigentes hacia la política basada en el dominio y condujo a una articulación más clara del aspecto del poder en la política que en otros países. Sin embargo, estaban casi ciegos ante los límites -incomprensibles para ellos- que un sistema multinacional complejo impone a su uso en general y al poder militar en particular. Una de las paradojas fundamentales de la tradición conceptual y de conducta alemana fue de hecho la circunstancia de que las mismas personas apegadas a un idealismo nacional absoluto, incondicional y muchas veces de carácter muy poco realista, se jactaran de su "realismo", como ellos lo entendían, de su "política realista". Al igual que otras formas de idealismo, el idealismo nacional de los alemanes -como el de todas las naciones-cumplía también con la función de norte, de dirección, que otorgaba valor y sentido, a veces incluso realización, a las acciones de los individuos. Desde este punto de vista, constituía una de las condiciones necesarias para realizar los sacrificios que ofrecían a su país. Al tomar como marco de referencia al individuo, el idealismo nacional, ya sea patriotismo, nacionalismo o como se le quiera llamar, muestra algunas características que, por regla general, se adjudican a una conducta y un sentir "moralmente buenos". Al tomar como marco de referencia a Estados nacionales enteros, los ideales nacionales adquieren muchas características que, por lo común, se adjudican a una conducta y un sentir "moralmente malos". En Alemania y en otras partes, el idealismo nacional colectivo representaba una forma extrema de egocentrismo colectivo.Tenía el carácter exclusivo de todo dogma nacional, con sus enemistades contra grupos extraños integradas. Se ligaba fácilmente a la política basada en el dominio. El empleo de la violencia en el logro de los ideales nacionales estaba sometido a escaso control por normas y convenciones compartidas. De la misma manera en que el idealismo nacional alemán era todo menos "idealista" en este sentido, la "política realista" alemana también era todo menos "realista". Durante la época dominada por los Estados agrarios de gobierno dinástico, cuya población a menudo atribuía mayor importancia al hecho de que su príncipe gobernante fuera bueno o malo que a su procedencia de España, Austria, Baviera, Francia o Inglaterra, la fuerza superior de sus batallones, influía sin duda en la solución de los notorios problemas planteados por las rivalidades en el equilibrio de poder. El vencedor le podía quitar tierra Y súbdit~s, sus p.rincipales ~uentes de poder y riqueza, al vencido, hasta que este se viera obligado a retirarse de la contienda. En una sociedad mundial multina~ional, caracteri~ada por un equilibrio de poder sumamente complejo y una creciente dependencia mutua, así como por el surgimiento de controles cada vez más desarrollados contra la incorporación de territorios y poblaciones ajenos -en parte a consecuencia de una conciencia nacional cada vez más fuerteel emple.~ desenfre~ad?, del poder, incondicional y libre de toda represión po; una nac10n, su aphcacion como una especie de hechizo por medio del cual se resolvían todos los problemas internacionales, ya no correspondía a la política
otros empleaban su poder superior y la falta de escrúpulos con que a menudo lo hacían. La circunstancia de que primero Prusia y luego la propia Alemania debieron mayormente su ascenso a una serie de triunfos militares, que a su vez influyeron en la supervivencia de una aristocracia militar terrateniente como agrupación de élite, reforzó esta tendencia en la tradición conceptual y de conducta alemana. El carácter unilateral de sus percepciones concordaba con el patrón establecido por la historia nacional. Conscientes de su debilidad anterior y no del todo seguros de su fuerza después de 1871, los alemanes tendían a colocar el poder por encima de cualquier otra consideración política. Esto les permitió definirlo conceptualmente con mayor claridad que otras muchas grandes naciones europeas, cuyos dirigentes y pensadores trataban el ''poder" más bien como algo dado sin necesidad de cuestionarse. Así, los alemanes desarrollaron una gran sensibilidad hacia el papel de la violencia fisica y el ''poder" en las relaciones interestatales. Sin embargo, eran menos sensibles en cuanto a las limitaciones impuestas al uso de un poder superior, como habían surgído en otras partes. En los Estados nacionales europeos dueños de una tradición más larga de supremacía, el papel desempeñado por la aplicación de la represión y la violencia fisica en la convivencia entre las personas con frecuencia se definía y se articulaba de manera menos concisa, con algunas excepciones como en Hobbes, por ejemplo. Los medios autoritarios se empleaban, más bien, en forma tradicional, y la experiencia de muchas generaciones contribuyó en múltiples casos a concretar reglas usuales que determinaban cuándo resultaba útil -y cuándo no- emplear el poder superior sin escrúpulos. Esta experiencia favoreció el desarrollo de cierta apreciación de los límites para su uso comorecurso en la política práctica, así como en algunos casos, una estructura de conciencia que moderaba el empleo despiadado de la violencia cuando se reparaba en él y que servía de freno, aunque nunca fuera capaz de impedirlo por completo. Pero la tradición conceptual y de conducta alemana, con su tendencia a lo absoluto, creaba cierta disposición a subestimar la importancia de tales límites y restric..:1ones; con frecuencia se negó incluso a reconocer su existencia. Señalar un caso u otro de fuerza bruta, como en todas partes se dan, bastaba entonces para calificar los límites y las restricciones como una argucia, como expresión de hipocresía. Por lo tanto, cuando los propios alemanes adquirieron mayor fuerza y poder durante el imperio alemán, el primer Reich, su tradición conceptual y de conducta incluyó esa marcada inclinación a interpretar las relaciones políticas internacionales como relaciones de poder, en el sentido más elemental de la palabra; como una "política realista". Los grupos dirigentes tanto del II como del III Reich eran, comparativamente, unos novatos en el escenario de la política internacional. Herederos de una poderosa tradición autocrática, resultó natural para ellos orientar sus reflexiones y acciones según el ejemplo de los príncipes alemanes triunfantes, como el Gran Elector de Brandeburgo o Federico II, quienes aún fueron capaces de conquistar territorios enteros sin necesidad de tomar en cuenta los deseos de las poblaciones afectadas, y aun cuando el
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En aquel entonces, quizá de manera inevitable, aun no resultaba tan evidente como hoy en día, que este patrón de conquista y formación imperial era ya caduco en el momento de nacer, por estar sujeto a la profunda influencia de los estereotipos tradicionales propios de niveles preindustriales y prenacionales de evolución social. En Alemania, todavía participaban ampliamente en el diseño de la política nacional, las élites tradicionalistas del poder con mentalidades preindustriales, prenacionales e incluso ~tindu.striales. S~s modos de pensar aún eran dominantes frente a los de los mdustriales más importantes Y otras élites de la clase media con las que estaban aliadas, o al menos resultaban determinantes en la medida en que ambos grupos se habían fundido. Este hecho también influyó probablemente en la esencia tradicionalista de esta visión de la conquista y la formación imperial. Habrían sido prácticamente imposible mantener la soberanía de un grupo minoritario tan pequeño sobre un territorio tan amplio y con una población tan grande, por medio de la técnica gubernamental proyectada, aún de tratarse de un reino compuesto por sociedades agrarias más sencillas, como en ese entonces aún prevalecían, por ejemplo, en África. En este caso, por lo menos habrían sido muy grande la diferencia entre los "niveles de civilización", como con frecuencia se denominan, entre la respectiva capacidad para manejar los acontecimientos naturales y sociales ostentada por la minoría gobernante Y la masa de los pueblos subordinados. Esta circunstancia les habría brindado una superioridad al menos temporal a los conquistadores. Por el contrario, en un imperio como el que se imaginaban las oligarquías alemanas en 1914, los gobernantes y los gobernados habrían sido más o menos iguales en lo que se refiere a su nivel de conocimientos y habilidades; la diferencia en el nivel de "civilización" habrían sido, en la mayoría de los casos, mucho menor y en algunos casos nula. No sólo las proporciones numéricas poco favorables, sino también la superioridad relativamente insignificante en cuestiones de educación o instrucción les habríandejado poco margen a los alemanes para construir una estructura política relativamente duradera a partir de sus aspiraciones imperiales. No obstante, hay pocos indicios de que los estrategas alemanes se hayan entregado a reflexiones particularmente realistas, mucho menos sociológicas, acerca de estas cuestiones. Los gobernantes de un país en estado de guerra con frecuencia se ocupan más de la tarea de ganar su guerra que de los problemas de la posguerra, del entramado estatal que probablemente resulte de su triunfo; ellos, en comparación, poseen un perfil borroso. Tanto en aquel entonces como en la actualidad, está al parecer muy difundida la idea de que, una vez logrado el triunfo, todas las esperanzas se cumplirán y todos los problemas se resolverán por sí solos. En la primera guerra mundial y también en la segunda, los dirigentes alemanes se portaron como si una vez alcanzada la victoria el imperio les caería del cielo. La discrepancia entre los vestigios tradicionalistas en su forma de pensar
internacional real, tal como lo demuestra el destino de Hitler. En tal sociedad se volvió más necesario que nunca ejercer cierto autocontrol en su empleo, y sobre todo del poder militar, al servicio de una estrategia "realista". 17) Nada ilustra mejor la cualidad irreal de la "política realista" alemana que sus objetivos en la guerra. Si bien los respectivos grupos alemanes dirigentes de las dos guerras mundiales del siglo XX fueron muy distintos en lo que a su origen social se refiere, los objetivos que perseguían eran casi idénticos. Apuntaban a crear un imperio alemán en Europa, quizá con algunas dependencias en ultramar. La continuidad de la tradición absolutista, ligada a la imagen del antiguo Imperio, dio por resultado la visión de un Estado futuro que de hecho no era más que un imperio colonial alemán en Europa y otros continentes. Durante la primera guerra mundial, los objetivos oficiales por parte de Alemania, incluían anexiones directas, sobre todo en la Europa oriental, así como la creación de una unión centroeuropea compuesta por Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca y Austria-Hungría, con Italia, Suecia y Noruega como miembros asociados. Muchas regiones orientales, entre ellas Polonia y extensas partes de Rusia, debían convertirse sencillamente en colonias. También se perseguía ampliar el imperio colonial alemán en África. El título característico que se puso a estos objetivos y a otros semejantes fue el de ''política de fuerza". Esta consigna, utilizada por el canciller del imperio, von Bethmann-Hollweg, señala su relación con la confianza en la "política realista". Al comienzo de la guerra, un general alemán, von Falkenhayn, había insistido en el hecho de que Alemania ya no era lo bastante fuerte para ejercer tal "política". El historiador Fritz Fischer 9 ha expuesto con detalle cuan poco realistas eran estos planes. Llegó a la siguiente conclusión: aunque Alemania hubiera ganado en 1918 y procurado erigir el imperio de sus sueños, una hegemonía alemana en Europa -bajo el nombre que fuera-, tal como lo plantearan sus objetivos de guerra, el derrumbe final sólo habría sido aplazado. No hay motivos para suponer que el gobierno alemán hubiera desarrollado un concepto muy claro de las implicaciones de los objetivos de guerra que defendía. No obstante, basta una breve ojeada al número de personas afectadas para apreciar hasta cierto punto la magnitud de la tarea que los alemanes hubieran enfrentado. De haberse realizado los objetivos oficiales de la primera guerra mundial, el resultado habría sido un imperio con entre 400 y 450 000 000 de habitantes, en términos muy aproximados, entre los cuales, unos 60 000 000 de alemanes habrían constituido el grupo dominante. Se pretendía asegurar el dominio, en primer lugar, negando a muchos de los pueblos sometidos el derecho a mantener un ejército propio. Además, muchos de ellos debían perder su moneda. En resumen, a fin de asegurar su supremacía y el carácter del todo como un imperio alemán, se tenía la intención de ejercer, principalmente, un estricto monopolio de la violencia, así como una serie de monopolios económicos. 9. Fritz Fischcr, GrifT nach der weltmatch, Düsseldorf, 1961.
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y la tarea efectiva que enfrentaban, ayuda a explicar en parte su conducta y destino. No era concebible que unas naciones altamente industrializadas, cultas y seguras de sí mismas, y ni siquiera unas grandes masas campesinas encabezadas por élites muy elocuentes y seguras de sí mismas, se dejaran dominar por otros durante un tiempo prolongado, salvo si los vencedores fueran muy superiores en número a los vencidos o si estaban dispuestos a diezmar y quizá a exterminar, sistemáticamente, a los pueblos subordinados con la intención de reemplazarlos por miembros de su propio grupo. La primera posibilidad no existía para los alemanes. La segunda, por lo visto, aún no se les ocurría a los estrategas alemanes de la primera guerra mundial. A los dirigentes alemanes de la segunda guerra mundial sí se les ocurrió. Hitler abrigaba esta idea desde comienzos de los años veinte. El problema que lo inquietaba en ese entonces no era en esencia nada nuevo; se les había planteado muchas veces a los miembros de sociedades arrojadas desde la cima de su poder, según ellas mismas lo veían, al abismo de la derrota. En los siglos anteriores, los más afectados habían sido, por lo general, las élites de alta jerarquía, príncipes y aristócratas. Ahora, también personas menos acomodadas, incluso degradadas por la sociedad, participaban profunda y afectivamente en la humillación de la derrota. La reacción era sencilla y elemental: se negaba tal derrota: esta era obra de engaños maliciosos, de criminales, de una conspiración, de la "puñalada" asestada en la espalda de los combatientes por traidores internos. Según esto, nunca había tenido lugar una derrota verdadera y así se planteó la pregunta de cómo recuperar la grandeza de Alemania. Toda la imaginería de Hitler -así como la de la mayoría de los alemanes íntimamente ligados a la tradición nacional- era aún de carácter preindustrial. Su primer objetivo, y el más importante, fue el de conquistar tierras para la colonización campesina. "Si conquistamos Rusia, esclavizamos o matamos a la población nativa y poblamos la tierra con campesinos alemanes, Alemania será la nación más grande de Europa, es más, del mundo entero. En el futuro habrá 250 000 000 de alemanes." Ése era su sueño. La realidad era otra. El sueño daba por hecho que las naciones occidentales industrializadas, sobre todo Inglaterra, tolerarían la expansión alemana y compartirían la hegemonía mundial como socios y aliados. Hitler nu:1ca comprendió realmente la sensibilidad de los políticos ingleses hacia el ~ehgro de que una sola potencia continental dominara a las demás. No apreciaba el problema que una expansión alemana provocaría ~m el equilibrio del ?ºder. Por eso, al igual que los generales alemanes de la primera guerra mundial, no tuvo la oportunidad de sostener una guerra de frente único. En ambos casos, Alemania tuvo que luchar simultáneamente contra sus vecinos en Oriente_Y Occidente, y no sólo contra sus vecinos europeos: la amenaza de la suprem~cia alemana en Europa, incluso en Rusia, fue vista como un cambio tan ra~1cal en el equilibrio existente de poder que, en ambas ocasiones, Estados Umdos también intervino en el conflicto.
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De esta manera, la imaginería preindustrial sencilla de Hitler y sus generales tuvo que enfrentar la realidad de una guerra entre naciones industrializadas. :El sueño simple -matemos a la población de las regiones conquistadas que prometía reducir el potencial humano de los enemigos y quebrantar su voluntad para resistir chocó, entre otras cosas, con la realidad concreta de una guerra que fue superando el potencial humano de los alemanes y que los hizo cada vez más dependientes de la mano de obra extranjera. La destrucción de las poblaciones enemigas, que hubiera sido de utilidad para conquistadores de sociedades preindustriales con un exceso de campesinos, resultó ser contraproducente para conquistar países industrializados, ya que debilitaba la capacidad productiva de la industria. Este fue un dilema que los líderes de la Alemania nacionalsocialista debieron enfrentar durante la guerra, y no manifestaron ningún escrúpulo cuando se trataba de aceptar condiciones que disminuyeran el número de sus adversarios; en ocasiones crearon tales condiciones de manera muy consciente. No obstante, la creciente demanda de mano de obra los obligó a modificar sus procedimientos durante el mismo transcurso del conflicto. El cambio en el trato dado a los presos en los campos de concentración más o menos desde 1942, resultó sintomático de ello. Se encuentran aquí los primeros indicios de los problemas que tarde o temprano hubieran surgido en un imperio ''pangermano", de haberse realizado el sueño. Si los vencedores no son capaces de sustituir a las poblaciones enemigas por sus propios compatriotas, la conquista de territorios ocupados por una población altamente industrializada, y con un elevado nivel educativo, por otra en el mismo nivel de desarrollo, difícilmente conducirá a una estructura relativamente estable y duradera. Sustituir a tales poblaciones por la propia sólo es posible si se cuenta con una gran superioridad numérica, si sobran personas. Los alemanes no fueron capaces de emprender este camino, como algún día tal vez lo serán los chinos. Su conquista de regiones industrializadas era vana, si las personas que ahí vivían no estaban dispuestas a participar -o no eran capaces de ello-- en un alto nivel de producción de mercancías, así como en los servicios complicados típicos de las sociedades industriales. El dilema de los nacionalsocialistas se hizo notar durante la guerra misma: por un lado, su temor a un sinnúmero de "enemigos" establecidos por doquier y su deseo de compensar su propia inferioridad numérica mediante el exterminio del mayor número posible de ellos; y, por otro, su demanda de mano de obra que los obligó a mantener con vida al mayor número posible. De haber salido vencedores este ' dilema se habría prolongado en el futuro inmediato. No es posible desechar por completo la idea de que la matanza de los judíos ~aya estado relacionada con este dilema. Hubiera sido posible explotar a los Jud~ostambién como mano de obra; no obstante, en su caso, la hostilidad de los nac10~alsocialistas era tan avasalladora y su odio alcanzó tal intensidad que las reflexiones "racionales", como suelen llamarse, no lograron imponerse en ningún momento. En ocasiones se tiene la impresión de que los nacionalsocialistas
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18) La inutilidad del sistema conceptual nacionalsocialista como instrumento lítico, se revela con toda claridad al poner atención en otra de sus funciones. ~ta entró en juego durante la formación del imperio, así como más adelante para nsolidar y controlar el imperio construido. Los nacionalsocialistas profesaban dogma social específico susceptible de convertirse en propagada, la cual usperaban fuese capaz de ganar adeptos no sólo entre las masas alemanas sino ~bién entre las de las otras naciones industrializadas altamente desarrolladas que habrían de ser incorporadas al imperio "_panger~~o". Esta _do_c~a fue una de las características por las que los nac1onalsoc1alistas se distinguieron, como élite dominante, de las élites alemanas tradicionalistas del comienzo de la primera guerra mundial. La aparición de un sistema conceptual de esta índole fue sintomática del aumento en el potencial de las masas alemanas, una vez que las antiguas élites de poder del imperio fueron vencidas en 1918. En otros aspectos, sobre todo en lo que se refiere a su tipo de ideales, los nacionalsocialistas se parecían a las élites anteriores y continuaron sus tradiciones. Pero en este, se aproximaron, por el contrario, al del nuevo tipo de élite que tarde o temprano surge en todas las sociedades en el camino hacia la industrialización y la democratización. Las élites alemanas dominantes de 1914, entraron todavía a la guerra sin sentir la necesidad particular de contar con un credo social que sirviera para convocar a un movimiento de masas. También tuvieron que captar el apoyo de la población. No obstante, para este fin les bastó el llamado al credo nacional firmemente establecido e interiorizado en ese entonces, al amor por la patria y al deber tradicional de servirle; este llamado fue respaldado, además, por las formas usuales de coacción externa y por el servicio militar obligatorio. El hecho de que los nacionalsocialistas hayan buscado y encontrado el apoyo de las masas a partir de un dogma conjunto, simbolizado por una palabra que combinaba los términos "nacionalismo" y "socialismo", pone de manifiesto el aumento en el poder de la población en general, producido durante el periodo del desarrollo alemán que suele denominarse "República de Weimar". Tanto este aumento de poder como sus limites, se reflejaron en la composición y la mentalidad de los dirigentes del Estado y del partido después de 1933. Cuando los ejércitos aun se reclutaban, en su mayor parte, entre la población pobre y sin educación formal, bastaba con que los oficiales tuvieran una convicción. Pero la convicción de los oficiales no adoptaba la forma de un dogma social de carácter general, ni siquiera de una doctrina nacional: era una convicción personal, específica. Los oficiales aristócratas combatían por su príncipe, no por lo que ellos hubieran denominado la "plebe" ni tampoco por la nación. Lo que los impulsaba a la batalla era su honor de clase y su sentido del deber ante a su príncipe. Su convicción era, por regla general, una rigurosa convicción de casta. Las doctrinas nacionales más homogéneas surgieron cuando la técnica militar requirió de ejércitos burgueses, y de manera más perentoria todavía, cuando las guerras dejaron de ser resueltas fundamentalmente por los militares y empezaron a depender de la intervención de la nación en su totalidad, tanto de los civiles como de los militares, debido a la creciente interdependencia de todas las
desquitaron con los judíos -los menos poderosos entre todos los grupos a los que habían declarado su enemistad- la saña que no pudieron descargar contra otros adversarios y víctimas por necesitar su mano de obra o porque los grupos en cuestión eran demasiado poderosos. No realizaron esfuerzos tan sistemáticos y específicos para matar a ningún otro grupo, aunque desde el punto de vista práctico -en lo que se refería a las posibilidades de triunfar y de erigir un imperio duradero- fuera mucho menos importante exterminar a los judíos que a otros grupos extranjeros enemigos. Los nacionalsocialistas se portaron como una persona a la que se le impide destruir a enemigos realmente peligrosos y que opta por descargar su furia contenida contra otros cuyo peligro se limita más que nada, al reino de su imaginación. ' No es fácil calcular la magnitud de la desproporción que habría existido entre la población de un imperio alemán, tal como lo pretendían los nacionalsocialistas, y la de Alemania, que habría constituido el grupo dominante. Los límites del "reino milenario" no se definieron con exactitud. Si se suma la población austríaca a la alemana y se agregan la Europa continental, incluyendo a Rusia, así como partes de África, sería posible precisar a un grupo alemán de entre 70 y 80 000 000 de personas como la clase dominante, en un reino de 500 a 600 000 000 de habitantes. Los dirigentes nacionalsocialistas no desconocían el problema de que disponían de una población alemana relativamente pequeña, en comparación con las que pretendían someter y gobernar. No obstante, su conciencia de este fue empañada por sus doctrinas sociales. Enseguida de asumir el poder, los nacionalsocialistas tomaron una serie de medidas que apuntaban a fomentar el crecimiento demográfico en Alemania. Establecieron premios y facilidades fiscales para las familias con muchos hijos, aumentaron los impuestos a los solteros y fundaron centros para criar arios, "gente de raza pura". Más tarde incorporaron a grupos de habla alemana radicados en otros países y reunieron a niños de tipo ario -a veces, incluso después de haber sido destinados al campo de concentración- para su "arificación", su educación como alemanes y nacionalsocialistas. Estos esfuerzos para incrementar, con la mayor celeridad posible, el número de los potenciales señores del imperio muestran, entre otros, la clara conciencia que los nacionalsocialistas tenían de la inferioridad numérica de los escogidos frente a la cantidad avasalladora de sus enemigos, de los pueblos efectiva o potencialmente subordinados a su alrededor. Su fe en la superioridad mágica de la raza aria por encima de todos los demás seres humanos, resultaba muy poco adecuada como base para establecer una política demográfica enfocada al logro de sus objetivos imperiales. Al igual que otros dogmas sociales, el de los nacionalsocialistas desbarató con frecuencia sus propias intenciones. Produjo puntos ciegos y bloqueó sus percepciones. La estrategia en que derivó desperdiciaba el potencial humano y resultaba contradictoria. Este es un ejemplo de ello: mientras que el sistema conceptual nacionalsocialista produjo, por una parte, un crecimiento demográfico, redundó por otro en graves pérdidas: en él se basaron las medidas que llevaron a millones de alemanes a la muerte y a prisión.
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actividades sociales. En estas condiciones, se volvió cada vez más imprescindible conservar la moral con la ayuda de una doctrina colectiva basada en el valor de la propia nación y en la justicia de su causa. Puesto que la supervivencia de los Estados dependía de la moral y la solidaridad que existiesen entre todos sus ciudadanos, era preciso que, aún en tiempos de paz, las naciones inculcaran a ellos un profundo sentido de pertenencia a la nación y de identidad con ella, así como una fe inquebrantable en que se perpetuara. El credo nacionalsocialista constituía una versión extrema de tal sistema conceptual. En él se distingue bastante bien el doble filo que los caracteriza a todos: el de proteger a las naciones de los peligros que ellos mismos contribuyeron a crear. Las doctrinas conceptuales nacionales, el credo social de un poder o de una unión de poderes, por lo común, son percibidos por otros poderes como una amenaza contra sus valores y su existencia, de la cual tienen que protegerse mediante la propagación de un credo opuesto, mismo que el primer grupo interpreta, a su vez, como amenaza. La escalada de su propaganda conduce con frecuencia a una escalada de la propaganda contraria, hasta que el círculo perverso llega a su culminación en una guerra. El sistema conceptual nacionalsocialista es la encarnación extrema de los rasgos compartidos por todos los dogmas nacionales. Por lo mismo sirve especialmente para ilustrar algunos de estos rasgos. Como se ha señalado, opiniones un poco más realistas confluyeron con otras totalmente fantásticas en la doctrina conceptual nacionalsocialista. Tanto para los protagonistas de esta última, como para la masa de sus seguidores, a menudo resultó casi imposible distinguir entre ambas. Las últimas les parecían tan convincentes como las primeras. Ambas expresaban los deseos y las esperanzas de las personas a las que se dirigían estas doctrinas, de las que se apropiaron. Las fantasías puras les parecían tan auténticas como las ideas realistas, ya que en su conjunto la mezcla halagaba el amor propio y el orgullo de los fieles. El credo nacionalsocialista representó a los alemanes como un pueblo destinado a cumplir con una misión única en el mundo, como el ''pueblo elegido". La distribución democrática del poder que se impuso después de 1918, permitió a todos los alemanes y no sólo a los aristócratas, no sólo a los ricos con un alto nivel educativo, sentirse parte de la élite de la humanidad, siempre y cuando su cabeza y su cuerpo tuvieran la forma correcta o que sus antepasados fueran los indicados, es decir, mientras pertenecieran a la "raza" correcta. La introducción de una cualidad relativamente indefinida, como la de "raza", en cuanto criterio ulterior de rango, que sólo excluía al que fuera clasificado como "judío" o definitivame~te tuviera las características fisicas "equivocadas", estableció una base ideológica muy amplia para una pretensión de superioridad capaz de seducir a la mayor parte del pueblo alemán. No obstante, ese criterio de "raza" ofrecía al mismo tiempo a personas no alemanas la posibilidad de participar en esa superioridad. Las autoridades nacionalsocialistas hicieron todo lo posible para aprovechar su sistema con-
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ceptual como instrumento en la formación del imperio. Tenían la esperanza, no del todo vana, de que fuera posible atraer en los países subordinados, simpatizantes en quienes pudieran delegar parte de la responsabilidad en su gobierno, por medio de un dogma común provisto de fuertes tendencias antidemocráticas y antisemitas, y de un mito racial que prometía, incluso a las personas afectadas por un profundo complejo de inferioridad, la compensación de un sentido de superioridad y que justificaba matar y torturar a los enemigos pertenecientes a "razas inferiores" por tratarse de recursos legítimos para lograr su sometimiento. Preparar y explotar un dogma social común constituían pasos fundamentales en la organización del imperio "pangermano" tal como se lo imaginaban en 1939 y, sobre todo, del sistema de control que habría de utilizarse. Con su ayuda se pretendía formar con el tiempo una élite dominante que además del núcleo alemán incluyera también a miembros de otras naciones. Probablemente se tenía la esperanza de que el credo nacionalsocialista, respaldado por la violencia necesaria, fuera aceptado paulatinamente por un número cada vez mayor de personas en los territorios 'conquistados. De haberlo logrado, habría servido de hecho como un factor de homogeneidad y consolidación en el proceso de construcción imperial, al igual que los dogmas sociales de todos los imperios del siglo XX que requieren el apoyo de las masas. Para las élites alemanas más tradicionalistas, encabezadas por aristócratas de orientación marcial que llevaron a Alemania a la primera guerra mundial, establecer y dominar un imperio representaba, en primera instancia, un problema militar y policíaco. En segunda instancia, pensaban en implantar medidas de control económico, como correspondía al ascenso de las élites de poder industrial aliadas con ellos. Hitler y sus partidarios, por el contrario, encarnaron un impulso populista y el ascenso al poder por parte de amplios sectores de la sociedad que hasta ese momento no habían tenido acceso a él. De esta manera, agregaron a los otros instrumentos de dominio uno que resulta característico de las sociedades de masas: el dominio y la implantación de la disciplina por medio de un dogma social. No fueron los únicos que lo hicieron así: emplear un dogma social novedoso como instrumento para la construcción imperial y como recurso para sostener y estabilizar el dominio de una minoría sobre la mayoría, fueron fenómenos comunes de la época. Ya no era posible dirigir a masas con un nivel educativo alto o medio, que hasta cierto punto habían aprendido a pensar por sí solas, únicamente a través de coacciones externas. Más que nunca se volvió necesario dominarlas a través de sí mismas, por decirlo de alguna manera, a través de sus propias convicciones. Las religiones metafisicas habían perdido gran parte de su anterior fuerza como medios de dominio, así que fueron reemplazadas cada vez más por dogmas sociales. El credo nacionalsocialista afirmaba, ciertamente, que una raza específica estaba destinada a ejercer la supremacía sobre la humanidad, con Alemania como centro. Naturalmente sólo podía atraer en forma muy limitada a las
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poblaciones subordinadas, sobre todo, si ya poseían una conciencia nacional muy fuerte y viva, como ocurría en Francia, Holanda, Italia o Noruega. Es posible que los protagonistas del nacionalsocialismo como sistema conceptual hayan alimentado la esperanza de que por lo menos los aspectos negativos d~ este, como la exclusión y separación de los judíos, contaran con la aprobación general de los pueblos europeos, para de esta manera conquistar ayudantes y conversos en otras naciones, que destacaran como miembros de la casta dominante del imperio y que aumentaran el número demasiado reducido de esta. No obstante, a pesar de que el sentimiento antisemita estaba muy presente entre los pueblos europeos, ni siquiera este aspecto de su dogma sirvió a los nacionalsocialistas para ganar muchos conversos. No fue suficiente para imponerse a los sentimientos nacionales de cada lugar, que estaban además, intensificados por las acciones brutales de los colonizadores alemanes en los países ocupados. Por lo demás, los elementos fantásticos del sistema conceptual nacionalsocialista eran tan evidentes y extremos que en otros países su poder de atracción se concentró, más todavía que en Alemania, en las personas con un bajo nivel educativo y en los marginados por la sociedad. Si bien logró atraer a algunos ciudadanos de otras naciones, resultó repugnante para un número aún mayor. Además, el tipo de personas que componía a la élite nacionalsocialista tampoco fue el más indicado para propagar su dogma entre quienes no fueran alemanes. Al igual que Hitler se comprendían unos a otros y, en términos generales, al propio pueblo. No obstante, su trato con otras naciones se basó, en gran medida, en la suposición implícita que estas actuaban en la misma forma que los alemanes y que compartían los mismos sentimientos. No tenían sensibilidad alguna para las diferencias entre las tradiciones de conducta y conceptuales de las distintas naciones. Quizás hubieran logrado avasallar a las masas acéfalas de campesinos en la Europa oriental, pero no eran muy eficientes como colonizadores de naciones dueñas de una conciencia plenamente desarrollada de su singularidad y de un sólido orgullo nacional. Aún de haber ganado la guerra, habrían tenido poca probabilidad de pacificar en forma más o menos duradera, al imperio "pangermano" que se imaginaban. En una época caracterizada por el "despertar de las naciones", un imperio europeo que, en su mayor parte, comprendía a naciones ya "despiertas"habrían tenido aun menos posibilidades de sostenerse que los imperios antes establecidos fuera del continente. Existía, pues, la proporción numérica desfavorable entre gobernantes y gobernados. Estaba el sistema conceptual oficial de los gobernantes, el cual fue rechazado quizá no por todos los pueblos subordinados, pero sí por la mayoría. A esto se sumaba la falta de tacto y de habilidad sociales de la mayor parte del núcleo nacionalsocialista, su reducida comprensión de los sentimientos de los demás y su ingenua jactancia frente a las naciones vencidas. Y estaba el propio Hitler, con su perspicacia segura en los terrenos estrechos, su olfato
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el empleo triunfante del poder y la violencia desde una posición superior para sentido de la realidad profundamente perturbado en casi todos los demás y suti'dos Con toda probabilidad el III Reich, de haberse realizado, habría tenido sen luchar · contra un creciente número de grupos guern ·11eros y movim1en · · to s J~:esistencia nacional -tal vez incluso en Alemania-, los cu~les habrí~ contado con el apoyo de la mayoría de los países no oc1;1padosde cierto tamano en el mundo. Esta presión seguramente lo habría derribado, tarde o temprano, dejando tras de sí un rastro de sufrimiento y odio _quehabría superado en mucho a las consecuencias de la segunda guerra mundial. 19) No obstante, aún en este caso, hay pocos indicios de, qu_eHitl_erY s1;1slartidarios hayan pensado alguna vez en forma realista en el 'remo milenru:i~ que pretendían construir. La incapacidad de la mayoría de los estrategas m1htar~s para concebir de manera clara y realista las tareas _quel?~ ~speraban despues de la victoria, fue reforzada una vez más por la d1sposic10n ancestr~l de ~os alemanes a hacer lo que su ideal les pidiera, sin importar que sus exigencias fueran realizables o que existiese alguna probabilidad de éxito. Una larga tradición conceptual y de conducta culminó en la visión nacionalsocialista del III Reich. En ella se manifestó de nueva cuenta la inclinación alemana a obedecer de manera incondicional a su propio ideal nacional y a los líderes que lo representaban. Este rasgo fundamental se mostró tanto en las actitu~es ~e los dirigentes del Estado y del Partido, como en las de las masas que los siguieron. El episodio nacionalsocialista ilustra con extrema claridad el carácter opresor y tiránico de tal ideal. Arroja asimismo luz sobre la curiosa identificación con el opresor que ya se ha mencionado; se trata de la expresión extrema de un patrón más general, a saber: la identificación con un superior (o un grupo de superiores). El arquetipo temprano y muchas veces decisivo en la vida del individuo es la identificación del niño con sus padres. Algunos ejemplos sencillos de esta identificación con el opresor se encuentran en los esclavos que se apropian las actitudes, las doctrinas conceptuales y los valores de sus amos, o en los presos de los campos de concentración que se adjudican los de las SS que los vigilan. En las sociedades muy diversificadas, la situación es muchas veces más compleja. En sociedades como las nuestras, las masas de los dominados se encuentran a menudo aprisionadas entre intereses y sentimientos contrarios a los de la élite dominante más poderosa, y los intereses, sentimientos, valores y convicciones que comparten con quienes los dominan. Los intereses y las doctrinas de carácter nacional forman sobre todo un lazo entre todos los individuos y sectores de la sociedad estatal, debido a la exclusividad que pretenden y al frente común que permiten formar contra los "extraños", particularmente contra los enemigos jurados del momento. Este sentimiento de unión derivado del dogma y del ideal nacionales puede atenuar las tensiones y divisiones internas, oponiéndose en muchos casos a su manifestación abierta, sobre todo en las situaciones en que
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ni las posibilidades realistas de Someterse ~ . alcanzarlos. te cuestionar los ob;etivos a ineludible para los alemanes no sólo por presiones ex rnas -porque er s gobernantes estrictos O tiránic~s los obligaran- sino también debido a la ~~esión ejercida por sus propias voces internas, por su ideal estricto y muchas eces tiránico de la patria: esta era la trampa que los había apresado. v El Estado nacionalsocialista ha sido por lo pronto la última y más opresora y tiránica encarnación de una tradición conceptual y de conducta, _en cuyo transcurso se volvió usual exigir y esperar que el individuo se subordinara de manera incondicional -más incondicional que en otras ~artes- a los reclamos su deber frente del Estado en los momentos de crisis nacional; que cump~era co1;1 a la patria sin pensar en las consecuencias para sí mismo m para el ~tura, aunque hubiera peligro de su muerte individual o de una catástrofe nacional. Se trató de un tema constante en las canciones alemanas de los soldados: "Se cumple el deber frente a la patria, se cumple con .~legría Y º:gullo Y hay que sacrificarse. Al final del camino aguarda la muerte. No se podia hacer na~a. S~ era arrastrado a la muerte, como el pescador por el dulce canto de_Lorelei o los niños de Hamelin por los seductores sonidos del flautista; de la misma manera que los dioses del Valhala, habían tenido que ac~uarinexorablemente, con plena . conciencia de que estaban preparando su pro~ia muert~. . Los alemanes siempre tenían presente cierta conciencia de la fatalidad, incluso en sus momentos triunfantes, misma que cobró mayor fuerza conforme se acumulaban las derrotas, sin que por ello se debilitara mucho el hechizo de su ideal opresor ni la atracción de la promesa que encerraba: la profunda satisfacción que se experimentaría al obedecer las exigencias de la patria al lado de los compatriotas en tiempos de crisis. Así, aunque la realización del ideal nacional prometió una realización personal sin par a muchos miembros _dela nación, los fracasos y las derrotas una y otra vez redundaron en generaciones abatidas y "perdidas". Un conflicto típico era el inherente a la identificación con gobernantes e ideales estrictos o tiránicos de la que derivó el placer de la sumisión. En términos muy generales, es posible liberarse de la opresión mediante la resistencia o la rebelión contra el opresor. Sin embargo, esto sólo es posible si los súbditos disponen de un sistema conceptual y de valores íntegro que se pueda contraponer al de sus superiores u opresores, dado el caso. Pero si su sistema es más o menos idéntico al de sus superiores, si su propia conciencia e "ideal del nosotros" se sitúan del lado de los opresores, los elementos negativos en su apreciación de estos no pueden expresarse de manera directa y abierta. Las tensiones y los conflictos entre súbditos y gobernantes, entre oprimidos y opresores, se transforman en tensiones y conflictos interiores para los dominados y oprimidos. Las manos que de otra manera quizá se hubieran levantado contra los superiores se paralizan. La hostilidad producida por la opresión se vuelve impotente y no se puede manifestar. El escenario principal de la lucha se desplaza del terreno interpersonal al intrapersonal. Ante los opresores, el conflicto sólo se manifiesta con la intensificación del gesto contrario: el "placer de la sumisión".
las tensiones con respecto a otras naciones se viven en forma más intensa que aquellas. Dicho de otro modo, las doctrinas conceptuales nacionales fortalecen la unidad en el actuar y el sentir de las minorías dominantes, cualesquiera que estas sean, y de la gran masa de los que tienen cerrado el acceso a las posiciones más altas y poderosas del país. Al asimilar estas doctrinas, la mayoría con menos poder se identifica con los círculos dominantes que fungen como representantes suyos en las relaciones con otras naciones y que toman la mayoría de las decisiones. Se identifican con sus "amos". Cuando el dominio es autocrático, cuando se ejerce sobre todo en beneficio de los gobernantes y en forma más o menos opresora, como normalmente ocurría en el pasado y aun hoy día en muchas sociedades, el pensar, el sentir y el actuar de acuerdo con el credo nacional común, tiene de hecho el carácter de una identificación con los opresores. Aunque la población se sienta oprimida, su voluntad y su capacidad para aspirar a reducir o eliminar la opresión, se encuentra paralizada por su identificación con los ideales nacionales y por las personas que los encarnan. Estas personas cumplen, por una parte, con la tarea imprescindible de representar a la nación en su conjunto, mientras que por otra, muchas veces sin darse cuenta de ello, mantienen a algunas partes de esta en un estado de sujeción. La concentración del orgullo nacional en conservar y asegurar los valores colectivos desde los portavoces e intérpretes más destacados cumplen al mismo tiempo con la función de gobernantes, y a veces de gobernantes opresores, así como las idiosincrasias y adversidades compartidas con respecto a otras naciones -sobre todo los objetos canonizados por el odio, los enemigos mortales--, limitan la capacidad para luchar de manera eficaz contra la opresión. En Alemania, la mayoría de las hazañas políticas, empezando por la unidad nacional misma, fueron obra de gobiernos autocráticos o semiautocráticos, monopolizados en gran medida por grupos oligárquicos relativamente pequeños de la sociedad. Por consiguiente, la masa de sus súbditos enfrentó un dilema particularmente dificil. Se encontraba en una situación en que su estimación propia como alemanes, su orgullo nacional -humillado y herido por la prolongada debilidad del país en comparación con otras potencias-, sólo podían satisfacerse si se tragaban su orgullo frente a sus gobernantes. Al parecer sólo estos, según se confirmó durante varias décadas, eran capaces de elevarlos desde su insignificancia al rango ocupado por las naciones grandes y poderosas. Este dilema influyó probablemente en desarrollar el "placer de la sumisión" que se observa como una tendencia recurrente entre los alemanes, sobre todo en las situaciones de crisis; en su tendencia a someterse casi con entusiasmo y exaltación embelesada, como a menudo parece, a las órdenes de líderes de estricto carácter patriarcal (en el caso de sus élites autocráticas tradicionalistas) o duros v brutales (en el de los autócratas de reciente aparición y más democratizados), si estas órdenes se pronunciaban en nombre de Alemania, de su ideal nacional. Si los dirigentes apelaban al ideal de la patria había que obedecer, sin
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El aspecto intrapersonal de un conflicto de esta índole se puede manifest en o~as muchas formas. El "placer de la sumisión" se compensa con frecuenc7 mediante el "placer de la agresividad" dirigida contra otro blanco. La hostil~ dad ~on1:1"a los gob:mant~s.1?ás poderosos, a la que se le niega el acceso a la conc~encia Y cualqmer pos1bihdad de expresión, se muestra como resentimiento u odio contra perso~~s ~oci~lmente inferiores y más débiles o que aparentan serlo. El modelo de! ciclista que hace reverencias ante sus jefes y tira patadas contra su~ sub?rdinados ha convertido este desplazamiento peculiar en una metáfora mvanable. Gran parte de la hostilidad contra los judíos era de este tipo. Desde antes de 1933, m~ch~s alemanes. veían a los judíos como un grupo inferior socialmente. Sus se~tu_mentos negativos fueron agudizados por el hecho de que la mayoría ~e lo~ Judíos alemanes se conducía como si no estuviera consciente del estatus mf~nor ~~e se les había asignado. La cuestión se simplifica demasiado si el ant~se1:11tismo se explica por la simple razón de que los dirigentes ofrecieron los Ju~1os a la ple_be como "chivos expiatorios" para desviar los sentimientos ~egativos de s1 mismos. Los judíos constituían el objeto predilecto del odio de c1e1:1ossectores _dela ~oblación que vivían expuestos a una considerable presión social d~sde arnba, mientras que a través de sus ideales, normalmente en forma de un sistema conceptual nacionalista, se identificaban con sus superiores. De est:3-manera, el rencor inspirado por su subordinación auténtica no encontró una salida adecuada en e~ta área y buscó desahogarse, con un encono tanto mayor, con el grupo que consideraban más débil y socialmente inferior. resultó muy Tal _como podía esperarse, el sistema nacionalsocialista convemente tanto para reforzar los antiguos mecanismos del "ciclista" como para crear_ ot~os nue~os. Un ejemplo característico de este desplazamiento de los sentimientos, directamente relacionado con las actitudes antisemitas fueron ciertos rituales efectuados por los guardias de las SS en los campos d~ concentración. La preparación usual de los presos -escribió un antiguo preso sobreviviente- 10 tenía lugar P~~ lo c?m~ dur~te el transporte de la cárcel local al campo de concentrac10n. 81 la distancia era poca, a menudo se bajaba la velocidad para que hubiera suficiente tiempo para quebrantar la resistencia interior de los presos. Durante el transporte al campo, eran maltratados de manera casi ininterrumpida. El tipo de maltrato dependía de la imaginación del hombre de las SS responsable de cada grupo. Con todo seguían un esquema ~efin_ido.La violencia física consistía en patadas (en el bajo vientre y la región mgumal), azotes, golpes en la cara y heridas de bala y bayoneta. También se procuraba producir en el preso un estado de agotamiento total. Se le obligaba, por ejemplo, a permanecer durante horas en la luz deslumbrante o arrodillado, etcétera. 10. Bruno Bcttelheim, "Aufsand gegen die masse" en Die chance de individuums modernen gesellschaft, Munich, 1964, pp. 136.
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De vez en cuando se torturaba a un preso hasta su muerte. No se le permitía a nadie acudir en ayuda de un preso herido. Los guardias también obligaban a los presos a golpearse unos a otros y a cubrir de lodo sus bienes más sagrados, en opinión de las SS. Tenían que maldecir a su Dios, acusarse a sí mismos y unos a otros de actos atroces, así como a sus mujeres de adulterio y putería. No conocí a ningún preso al que se hubiera ahorrado este tipo de preparación para el campo de concentración, que duraba por lo menos 12 horas y a menudo mucho más ... El propósito de estas primeras torturas era el de quebrar la resistencia del preso mediante una experiencia traumática y de modificar por lo menos su conducta, aunque todavía no su personalidad. Así se infería del hecho de que los maltratos bajaban en intensidad a medida que el preso dejara de resistirse y estuviera dispuesto a obedecer en el acto cualquier orden de las SS, sin importar lo monstruosa que fuera. Seguramente se pueden encontrar buenas razones prácticas para este trato inicial. Como reacción a el y con el tiempo, un número considerable de presos llegó a identificarse con las SS y se sometió a ella. Es posible que también en este caso, la identificación con el opresor haya sido provocada en parte de manera sistemática, como un recurso oportuno para asegurar el dominio de los opresores y evitarles molestias. Con todo se han dado métodos muy diferentes en diversos países para obligar a someterse a la disciplina de un campo de concentración a grandes números de presos presentados ante los guardias como enemigos de su país. La similitud funcional de la situación deja mucho margen a variaciones nacionales en la conducta de los guardias. La de los guardias nacionalsocialistas resultó particularmente brutal y bárbara, como corresponde a su propia identificación con un líder por demás tiránico y cruel. También en su caso funcionó el mecanismo del "ciclista". Hasta donde se tiene conocimiento, la mayoría de los guardias procedía de los sectores de población con nivel educativo más bajo. Muchos de ello9, eran probablemente jóvenes campesinos. Desde temprana edad habían aprendido a someterse a la presión dura y muchas veces despiadada de sus superiores, tal como resultaba característica de todo el sistema de dominio. Acostumbrados a que se les tratara a puntapiés, al convertirse en guardias de campo de concentración, muchos de ellos se encontraban probablemente por primera vez en sus vidas aún cortas, en una situación que les permitía patear a otros. Sus impulsos ocultos habían sido frenados anteriormente por la necesidad de reprimir toda emoción hostil contra sus superiores y de someterse de buena gana a la estricta disciplina que el régimen imponía en nombre de un ídolo desapacible y opresor, que al mismo tiempo exigia, para protegerse a sí mismo, su identificación con tal régimen. Entonces estallaron con una fuerza terrible, como vapor mantenido a alta presión que de repente se libera, en el trato con unas personas a las que podían considerar inferiores y que eran totalmente impotentes. Frente a los presos, estos guardias podían desempeñar el papel de amos y opresores.
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Su conducta revelaba, en cierta medida, la forma en que se imaginaban que los opresores con quienes se identificaban podían y tal vez debían tratar a las personas, entre ellas a quienes no obedecieran las órdenes de manera incondicional y sin tardanza, que no dominaran en su interior, en su origen mismo, cualquier impulso rebelde, como los presos estaban obligados a hacerlo. Sus opresores también eran castigados severamente, incluso con la muerte, si por un solo momento se les olvidaba someterse íntegramente a sus superiores y mostrar frente a Hitler y a sus representantes esa obediencia ciega o "de cadáver" (¡expresión sintomática del vocabulario alemán!) que se les exigía. Por lo tanto, no sorprende que a su vez forzaran la obediencia ciega de los presos, con mucho empeño y en formas más brutales todavía. Cualquier asomo de independencia, hasta el menor indicio de rebeldía, tenía que ser aplastado con violencia. Lo único que se le permitía al preso era el sometimiento absoluto. Es muy posible que los guardias de los campos de concentración también hayan derivado cierto placer de ello, pues quizá lo sintieron como una especie de liberación. Como quiera que sea, la barbarie que ocurrió en los campos de concentración no fue, con toda certeza, un suceso aislado que pueda explicarse en primera instancia con base en las inclinaciones particularmente sádicas de una serie determinada de individuos. Remite a la enorme presión ejercida por las tensiones y los conflictos -interpersonales e intrapersonales- que reinaban detrás de la fachada monolítica de un sistema social cuyos dirigentes estaban acometiendo una tarea gigantesca apretando los dientes, por decirlo de algún modo, y para la cual disponían de recursos insuficientes. Esto arroja un poco de luz sobre el precio que las personas tuvieron que pagar por identificarse con un ideal nacional por demás opresor y por someterse de manera incondicional a un líder que prometía, por una parte, el triunfo y un reino milenario, pero que al mismo tiempo les recordaba constantemente a sus seguidores que eran indignos de él, que sus sacrificios serian en vano y que también en esta ocasión era posible que los enemigos de Alemania la vencieran. Es como si toda la fuerza comprendida en esta mezcla de sentimientos reprimidos y contradictorios, a los que el régimen proporcionó pocas salidas alternativas, se hubiera descargado en el trato a los presos de los campos de concentración: "Por fin los enemigos se encuentran en nuestro poder, están en nuestra mano y nadie nos observa, mostrémosles, mientras aún se pueda, quién es el amo." De esta manera se les hizo todo lo que en secreto se hubiera querido hacerles a otros. Se les hicieron cosas prohibidas incluso a los niños en las sociedades ordenadas, y en ellos se cobró venganza del cúmulo de decepciones sufridas. 20) Todas estas atrocidades ocurrieron con la aprobación de la instancia que fungió como conciencia para muchos alemanes, del líder, la autoridad estatal. Se dieron teniendo presente, hasta cierto punto, que las cosas no permanecerían iguales por mucho tiempo, y quizá sin grandes preocupaciones por el futuro que siguiera. "El imperativo categórico de la acción en el III Reich -escribió uno
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de los funcionarios más altos del Estado hitleriano, Hans ~~· miniso:_o del R,eichy gobernador general de la Polonia ocupada- 11 es el siguiente: actúa de tal manera que el Führer aprobaría tu acción si la conociera." El sistema nacionalsocialista favoreció la identificación con el opresor. Los campos de concentración muestran algunos de los result~dos. . . La máxima de Frank fue sintomática de una tendencia bastante difundida entre los alemanes -al igual que entre otros pueblos con un~ tradi~ión autocrática larga y autoritariadesde antes de 1933, la cual se mtens1ficó durante los años del dominio nacionalsocialista. La evolución de las tradiciones de la sociedad alemana produjeron, en muchos casos, una conciencia individual más bien débil. También en el caso de los adultos, la capacidad de funcionamiento de la conciencia individual, por lo menos en el ámbito cada vez más extenso de las relaciones públicas impersonales, dependía de la presencia de alguien que los vigilara desde afuera para reforzar la coacción y la disciplina que no eran capaces de imponerse por su p~opia voluntad. M':1chos alemanes requerían instancias externas para frenar sus impulsos egocéntncos y regular su conducta en estos ámbitos de la vida. El Estado y sus representantes figuraban entre las más importantes. Su conciencia no era lo bastante fuerte para erigir barreras sólidas contra impulsos ilícitos, prohibidos o peligr_osos._Para el autodominio se requería la ayuda de un Estado fuerte, el cual, en s1tuac1ones de crisis, de plano se anhelaba. Sobre todo en los trances dificiles para la nación y en la guerra, muchos alemanes se desembarazaban gustosos de la carga de tener que ejercer un control sobre sí mismos y de asumir la responsabilidad de su propia vida. En tales situaciones, la autoridad estatal, particularmente la figura simbólica en lo alto de su jerarquía, reemplazaba a la conciencia individual ya fuera en parte o por completo, lo cual motivaba la actitud de sumisión y veneración hacia el jefe del Estado. De buen grado se cedían a la autoridad las decisiones en cuestión de acciones, de bien y mal. Antes del ascenso de los nacionalsocialistas, Alemania fue un Estado constitucional donde, incluso los más poderosos, se encontraban sujetos a las disposiciones de un cuerpo jurídico impersonal y donde la administración de la justicia gozaba de una gran autonomía y buscaba dictar sus sentencias de acuerdo con principios establecidos. Este Estado proporcionaba a las conciencias individuales, que dependían de su apoyo, instrucciones y modelos basados en normas más o menos desarrolladas de rectitud y decencia humana. No obstante, el aparato estatal cayó en manos de personas que carecían de tales criterios y los gobernantes oficiales de Alemania, el jefe del Estado incluso, empezaron a fomentar tendencias que antes hubieran sido consideradas antisociales y criminales. Cuando esto sucedió, la gran mayoría de los alemanes, educada en tradiciones conservadoras, no poseía una conciencia personal fuerte e independiente que la hubiera capacitado para la acción autónoma. Era posible que, como individuos, tuvieran remordimientos 11. Hans Frank. Die technik des staates, Cracovia, 2a. ed-, 1942, pp. 15-16.
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líderes nacionalsocialistas, bullía con gran fuerza la presión de las tensiones, }os conflictos y las rivalidades. La poderosa máquina de guerra en que Alemania se convirtió después de 1933 y sus triunfos iniciales, la conquista expedita de la mayor parte de Europa, sirvieron con frecuencia para encubrir el esfuerzo descomunal que los respaldaba. Las victorias aparecían como obra de un genio, acompañadas por crueldades accidentales. En vista de los logros, la gente olvidaba el precio que estaba pagando. El hecho de que otros pueblos no estaban dispuestos a pagar un precio semejante en tiempos de paz, fue lo que hizo posible estos triunfos iniciales, que complementaban el carácter opresor del régimen. Distraían la atención de la resolución firme y desenfrenada con que Hitler y sus partidarios concentraban todos los recursos del país en el objetivo de lograr la superioridad militar o incluso la supremacía en Europa. Todo lo demás era de importancia secundaria al lado de este objetivo. Resultó sumamente eficaz la técnica que permitió a los nacionalsocialistas dominar la presión contraria producida por su carácter despiadado y su crueldad. En tiempos recientes, no hay otro ejemplo mejor de un uso tan eficaz del terror como instrumento de gobierno a corto plazo. Los campos de concentración no sólo alejaron a los enemigos reales e imaginarios del régimen de su campo de acción potencial, sino que contribuyeron también en mucho a intimidar al resto de la población, fueron característicos de la presión, bajo la cual, se dio el esfuerzo alemán de la guerra. Sin embargo, la eficacia de estas medidas y de otras semejantes no hubiera sido tan contundente, no hubiera logrado forzar la conformidad y la obediencia de la población a tal grado, de no haberse apoyado los nacionalsocialistas en la herencia de una tradición conceptual y de conducta que hacía muy receptivos a los alemanes a la coacción externa ejercida por el Estado, como complemento imprescindible de la autocoacción individual; y si la conciencia individual del alemán no hubiera requerido, en amplia medida, de la regulación y el control por parte de las instancias estatales para funcionar adecuadamente en asuntos públicos. Esta dependencia le dio su carácter especial a la identificación alemana con la nación y el Estado así como con el opresor, cuando el Estado lo era. En Alemania misma estuvo muy difundida la impresión de que resultaba inútil resistirse a la represión nacionalsocialista porque las medidas tomadas por el régimen para prevenir cualquier oposición o revuelta eran sumamente eficaces, casi perfectas. De hecho era imposible que los alemanes organizaran una resistencia efectiva porque, más allá de las coacciones externas que dificultaban su rebelión contra el Estado, la conciencia y las autocoacciones de la mayor part€ del pueblo alemán aún dependían de este en todos los ámbitos de la vida pública. sin importar quiénes fueran sus gobernantes y representantes. Las técnicas intensas de educación y propaganda empleadas por los nacionalsocialistas para asegurar la lealtad absoluta de la masa del pueblo hacia el Estado, sólo sinieron para reforzar los rasgos ya existentes de una estructura de personalidad en que la dirección de la conducta individual estaba sujeta. en gran medida. a la guia y
cuando llegaba a sus oídos la noticia de que en los campos de concentración se torturaba y mataba a mujeres, hombres y niños. No obstante, estos escrúpulos eran reprimidos rápidamente y olvidados a medias. Acostumbrados a contar con el refuerzo de los representantes del Estado alemán ante su conciencia experimentaban todo conflicto entre el patrón establecido por el control estatai y el de su propia conciencia como profundamente perturbador. Por lo tanto, se esforzaban de manera automática por apartar de su mente cualquier suceso que amenazara con producir tal conflicto. No lo admitían para sí mismos, no lo querían reconocer. Después se les preguntaría con frecuencia: "Pero usted debió enterarse de lo que sucedía en los campos de concentración, ¿no?"Y una Y otra vez se producía la misma respuesta: "No sabía nada." Se procuraba en lo posible evitar lo desagradable. En el conflicto entre el poderoso Estado y una conciencia personal relativamente débil y dependiente, el primero tuvo que salir vencedor. El control por el Estado sustituía el de la conciencia. Además, el régimen nacionalsocialista se distinguía de las fonnas anteriores de gobierno aútocrático en Alemania por la realización de esfuerzos más sistemáticos para debilitar la capacidad de las personas de recurrir a su conciencia individual en cuestiones públicas. Desconfiaba de las personas que pretendían tener una conciencia propia, independiente de Hitler y del credo del partido y, en lo posible, las castigaba. Dejaba un reducido margen para que se activara una conciencia con otra orientación que no fuera el ideal del Führer y el "concepto del mundo" nacionalsocialista, y respetaba poco una conciencia de esta naturaleza. La paráfrasis del imperativo categórico de Kant propuesta por Frank, sólo articuló lo que en efecto fue una tendencia general en la evolución del sistema en esa época. Produjo a muchos líderes, grandes y pequeños. Y como suele suceder, los que ocupaban el nivel más bajo de la jerarquía, hombres pequeños como los guardias de las SS en los campos de concentración, figuraron entre los opresores directos más crueles. La presión no era de ninguna manera de carácter unilateral. El Führer, en apariencia origen y fuente de toda la opresión, no gozaba de libertad alguna al tomar sus decisiones. Él mismo estaba sujeto al dictado de un ideal implacable y de un dogma nacional que lo empujaban de crisis en crisis obligándolo a realizar esfuerzos cada vez mayores, sin hacer caso de las circunstancias. Entre más personas adoptaban este dogma, entre más grande y poderoso se vohia el movimiento, la organización y, finalmente, el Estado encabezado por él. más lo impulsaban a cumplir con su destino. Una vez puesto en movimiento, todo el sistema. incluyendo al Führer en la cima, desarrolló una dinámica especial de autoperpetuación y autorrefuerzo. Hitler no podía escapar de las exigencias que le planteaban sus partidarios, como tampoco estos de las suyas. ~o podía defraudar sus esperanzas sin correr el peligro de perder su posición e incluso la ,ida. Cuanta más presión ejercía él sobre ellos, más aumentaba también la experimentada por él. Como siempre, la dureza y tiranía del imperio fueron proporcionales a las fuerzas contrarias que lo amenazaban. Bajo la superficie lisa de la disciplina y la capacidad de que se jactaban los
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el control del Estado, y que predisponía al individuo para someterse lealmente a las exigencias de un jefe de Estado al que se pudiera venerar y cuya imagen pudiera integrarse a la propia conciencia. Cuando un grupo de alemanes dotados de una conciencia de tal manera dependiente del Estado optó, a pesar de todo, por derribar de manera "ilegal" el gobierno "legalmente" constituido, algunas de estas dificultades afloraron en forma bastante clara. La decisión de matar al jefe del Estado alemán tomada por.los involucrados en un golpe a mitad de la guerra, les produj¿ graves conflictos de conciencia. En toda la historia alemana no había ocurrido nunca que unas personas que se consideraban buenos alemanes entre ellas aristócratas y oficiales plenamente identificados con la tradición nacional alemana y los ideales correspondientes, levantaran la mano contra el hombre al frente del Estado con la intención de matarlo. Quizá su fracaso no haya sido tan casual como parece. 21) A pesar del odio y de las dudas que muchos alemanes hayan experimentado en el fondo de su corazón, se conservó en gran medida la identificación con el opresor. Esto se pone de manifiesto también en el hecho de que la moral de las tropas combatientes o del pueblo alemán no sufriera un derrumbe notable durante la guerra. Al mirar el sistema nacionalsocialista en retrospectiva, con cierto conocimiento de la tensión extrema bajo la que vivían sus miembros, es posible apreciar mejor cuán extraordinario resulta que la identificación de la gran masa del pueblo alemán con sus opresores y su fe en estos se hayan mantenido más o menos intactas hasta el desenlace fatal. Aun cuando los ejércitos enemigos habían penetrado al territorio alemán, tanto por el frente occidental como por el oriental y avanzaban hacia el centro del mismo, la gran mayoría de los alemanes siguió obedeciendo de manera incondicional las órdenes de la autoridad estatal y del partido que alcanzaban a llegar hasta ellos. Hasta cierto grado esto seguramente se debió al hecho de que al final Hitler parecía ser lo único, en opinión de muchos alemanes, que los separaba de la destrucción total, pues no tenían alternativa. No obstante, en otros países y otros pueblos, la gente quizá hubiera perdido esta confianza y hecho una evaluación un poco más realista de su situación; conscientes de que resultaba inútil continuar la matanza y el sacrificio, tal vez hubieran dejado de obedecer por estar colmados de desesperación, o incluso se hubieran rebelado, furiosos, contra los gobernantes que los habían engañado. Pero los alemanes nunca dejaron de obedecer. Quizá pueda afirmarse que una gran parte del pueblo alemán conservó su fe inquebrantable en el Führer hasta que murió y tal vez todavía por bastante tiempo después. Uno de los máximos talentos de Hitler -y uno de los principales factores de su éxito-- fue su comprensión intuitiva de las necesidades que un líder de los alemanes y su equipo debían satisfacer en situaciones críticas, debido a que sus propias necesidades emocionales coincidían con las de sus seguidores. Reaccionaba, sin reflexionar mucho, a las señales emocionales enviadas por estos, ya fueran de carácter lingüístico o no, señales con las cuales exigían y esperaban
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recibirde un líder la confirmaciónde que sí habían de confiar en su capacidad para salvarlos de un trance y un peligro que de otro modo hubieran parecido desesperados.Su formade respondera estas necesidades no era la única posible. Hubo otros Führer en potencia que hubieran podidocumplir de una manera un poco diferente con el papel del "salvador" nacional requerido por Alemani~ en ese momento. Y hubo un considerable número de alemanes en los cuales los sunbolos y las señales empleados por Hitler provocaron reacciones nega~vas. . No obstante, la coincidencia entre la estructura de la personalidad de Hitler Y las necesidades de muchos otros bastó para que desempeñara con éxito ese papel de líder alemán, una vez que tomó el poder. Tal papel era muy singular Y en varios aspectos distinto al del líder necesario en otros países en tiempos de crisis. Cumplió de manera tan convincente con el papel de jefe de Estado que, paulatinamente, fue reconocido como tal por la amplia mayoría del pueblo alemán. Es decir, lo reconocieron como el complemento y la representación simbólicos de su propia conciencia y como la encarnación de su ''ideal del nosotros". El hecho de que Hitler haya sido militante nacionalsocialista, lo que en retrospectiva descuella tanto, para muchos alemanes fue pasando a segundo plano en el curso de la guerra, en beneficio de su figura de jefe del Estado alemán, de líder de todos los alemanes. Como tal satisfizo ciertas necesidades afectivas con las que ninguno de los dirigentes de la República de Weimar había cumplido del todo. Una de ellas que iba en aumento primero a causa de la crisis cada vez más grande de 1930 y luego por la serie de crisis que los propios nacionalsocialistas ayudaron a producir, fue la de un hombre al que fuera posible someterse ciegamente, que llegara a quitarles la carga de la responsabilidad y la asumiera él mismo, que se comprometiera a cumplir como por arte de magia, con todas las esperanzas y los deseos de la nación, con todos los anhelos de que la humillación de Alemania llegara a su fin, y que esta alcanzara una nueva grandeza y un nuevo poder. En este sentido y otros, es posible interpretar a Hitler como símbolo de un rasgo fundamental compartido por las sociedades actuales. Muchos de los problemas más urgentes de la vida social siguen abordándose de manera muy parecida: en la misma forma en que las sociedades más simples acometen los problemas derivados de los dos sectores que separamos como "naturaleza" y "sociedad". Se pretende hacerles frente con recursos medio mágicos. No es una metáfora sino un simple diagnóstico de los hechos, si se afirma que en Alemania Hitler cumplió una función muy parecida a la del hacedor de lluvia, curandero o chamán en órdenes tribales menos 'complejos, compartiendo con estos personajes características muy parecidas. Le aseguró a un pueblo perturbado por el sufrimiento, que le dária lo que más deseaba, de la misma manera en que el hacedor de lluvia promete a su pueblo, amenazado por el hambre y la sed de una larga sequía, que hará llover. Al igual que el cacique de una tribu, Hitler le exigió a ese pueblo sacrificios materiales y humanos, Y ya que los alemanes estaban sedientos de una renovada confianza en sí mismos, de una nueva grandeza y orgullo, les prometió hacer realidad sus
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deseos. Sin duda él mismo estaba convencido de su capacidad para cumplir su promesay hondamente persuadido de su propia omnipotencia, convicción que hasta cierto grado logró trasmitir a sus seguidores. Por mucho que haya actuado y mentido, al mismo tiempo creía con toda sinceridad que estaba destinado a restaurar la grandeza de Alemania y a gobernar Europa, si no es que el mundo entero. De esta manera, Hitler cubrió necesidades, con respecto a las cuales no sólo los alemanes, sino también otras muchas naciones modernas, no son menos simples y "pueriles" o, si se quiere, menos ''primitivas" que las sociedades tribales. Pese al control relativamente alto que hemos logrado sobre los sucesos ocurridos en el nivel del universo que denominamos "naturaleza", aún es muy reducido el grado de control que las personas han conseguido sobre sí mismas dentro de las sociedades, incluso en las hasta ahora más desarrolladas. En este nivel, todavía en la actualidad, se cree poder dirigir en muchos casos con medios mágicos, los fenómenos que a falta de conocimientos más precisos de los procesos que los componen se sustraen a nuestro control; también las posiciones de los dirigentes ante los procesos sociales, en el sentido más amplio de la palabra Y en que sus pueblos se ven involucrados, se encuentran marcadas, en gran medida, por las del grueso de la gente. Sobre todo en las situaciones críticas, la masa de la población, incluso en las naciones "más avanzadas", se siente amenazada por peligros, cuyas características no comprenden mejor que las sociedades tribales más simples: los de las inundaciones y las tormentas, la sequía o la enfe~m~dad. Y al igual que estas últimas tienden a llenar las lagunas de su conocimiento con medias verdades y mitos. En el fondo, Hitler fue un curandero político innovador. Es posible que otros elijan procedimientos más convencionales. El régimen nac~onalsociali~ta rep:~sentó una forma particularmente maligna de mitología social y de man1pulac10n mágica de la sociedad y, por lo mismo, arroja más luz sobre ~l :°-~velevolutivo alcanzado en nuestro tiempo por la capacidad humana para d1ngir los asuntos de la sociedad y para resolver sus problemas sociales. El hecho de que la moral del pueblo alemán no se haya derrumbado durante la guerra, a pesar de todos los shocks y las dudas, demuestra la fortaleza d~l vínculo que lo unía con el chamán supremo y sus ayudantes, no sólo a traves de coacciones externas sino también debido a sus propias necesidades y convicciones. La vida hubiera sido casi intolerable de tener que mirar de frente las propias inseguridades y el propio desamparo. Los actos mágicos y las doctr~nas míticas obran como un bálsamo para proteger a las personas de la severidad plena de la conciencia, del choque de tener que recono~er su _propia impoten~ia ante los procesos fenoménicos que amenazan tanto su VIda fís1~~como su ~entido vital. Al mismo tiempo, los actos mágicos y los conceptos m1ticos contribuy~n a conservar y renovar precisamente las condiciones que hicieron necesaria su existencia las condiciones de impotencia y de ignorancia humanas ante sucesos ame~azantes. Brindan a las personas un paliativo, emocionalmente satisfactorio, que les impide concebir siquiera la idea de que las causas de los
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sucesos sociales que las amenazan pudieran enfrentarse con una forma de reflexión menos mítica y más realista, así como sus peligros, con una forma de actuar menos mágica y más realista. En este círculo perverso estuvieron atrapados los alemanes bajo el régimen de ese entonces, al igual que todos los pueblos en cuya conducta y pensar doinina la fantasía. Con ello, Hitler y la fe nacionalsocialista participaron a su vez en la reproducción y el refuerzo de las inseguridades que en apariencia protegían a sus seguidores. El uso de conceptos biológicos como "raza" con un sentido mágico y mítico, en gran parte, fue sólo un ejemplo entre muchos de la extraña manera en que, en nuestro tiempo, los acercamientos científicos a la "naturaleza" se ponen al servicio de un acercamiento mágico-mítico a la "sociedad". Ilustró la forma en que los conceptos que en un contexto son científicos, pueden adquirir un carácter mítico al ser trasladados a otro. La simpleza elemental propia de la fe que muchos alemanes profesaron por su líder, al que veían como el símbolo de Alemania, y la solidez de la moral alemana por ella propiciada durante la guerra hasta su fatal desenlace, a menudo son encubiertas por argumentos intelectuales que parecen suponer que la mayoría del pueblo alemán (y de cualquier otro) disponía de un sistema conceptual bien definido e integrado tal como se describe en los libros, que los alemanes eran o nacionalsocialistas convencidos o bien, en caso contrario, demócratas convencidos y enemigos de los nacionalsocialistas. No es posible explicar adecuadamente la fe en el Führer ni el poder que este ejerció hasta el fin sobre la gran mayoría de la población con base en categorías políticas concisas de esta índole. Ambos fenómenos se fundaron, en última instancia, en las necesidades sencillas de personas sencillas cuyo desamparo ante los magnos procesos de la política mundial los empujó a buscar apoyo en un hombre que se imaginaban con la aureola de un salvador, cuyos atributos y características correspondían a sus necesidades y que con la ayuda de un aparato de coacción externa los capacitó para soportar todos los sacrificios y esfuerzos, toda la opresión de una sociedad enfocada hacia la guerra, sin que su dominio de sí mismos, débil y dependiente, sufriera una sacudida grave. 22) Quizá se comprenda un poco mejor la situación de estas personas al escuchar sus propias voces. Los siguientes extractos de cartas dirigidas al frente en el verano de 1944, servirán para ilustrar algunos de los problemas que se han examinado en un nivel más general, 12
12. Proceden de una selección de aproximadamente 300 cartas que el azar puso al alcance del amor. Puesto que este tipo de testimonio no es muy común, su reproducción en sí tal vez tenga cierto valor documental. Todos los nombres propios se modificaron o se disfrazaron. La ortografía y la puntuación fueron adaptadas cuidadosamente al uso normal.
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(6 de julio de 1944) Querido Robert: Acabamos de recibir otra mala noticia en el club: Martín murió ... Casi me desmayo cuando me entero ... En Navidad todavía organizamos juntos una fiesta, y luego de repente lo llamaron a filas y todavía no pudo pedir licencia para venir ... Qué terrible es cuando uña se pone a pensar en que ninguno de ellos regresará, es dificil de imaginarse. Hoy Anne-Marie vino a nadar. Se está escribiendo con Herbert Uhlich. Es la noticia más fresca que tengo. El tiempo estuvo excelente para nadar. El agua tenía una temperatura de 22º. Los niños también se divirtieron mucho. Sería increíble que pudieras pedir licencia ahora y que fuéramos a nadar todos los días. Pero por desgracia tenemos que esperar que termine la guerra y que puedas regresar a casa definitivamente. Por hoy es todo, mi amor; ya es tarde y los ojos se me están cerrando ... Tu fiel Lilli.
Nunca me hice ilusiones acerca de nuestra actual situación militar y me resultaba totalmente claro que harían falta un esfuerzo inmenso y sacrificios máximos para salir adelante. También era de suponer que los enemigos en el interior del Reich juzgaran que había llegado su hora. Pero a pesar de todo nadie hubiera esperado que unos generales alemanes fueran a rebajarse a ser los viles cómplices de nuestros enemigos ... Por eso una indignación colosal se ha apoderado de las grandes masas del pueblo. El ambiente que reina aquí puede resumirse así: gracias a Dios no le sucedió nada al Führer. Ahora tenemos que apoyarlo más que nunca. 13 Con todo sigue incólume laconfianza en que nuestros dirigentes y nuestras tropas logren contener el embate a pesar de todo. (21 dejulio) .. sólo quisiera verte unas horas, besarte la boca y las manos que tanto quiero ... creo que no soy capaz de más. Una tranquilidad terrible me llena ... Hoy ya tuvimos que bajar al sótano dos veces, esto no tiene fin ... Realmente van a reducir la ciudad a cenizas y escombros. ¡Ay,qué duro es a la larga no estar nunca en paz!
(19 de julio)
...Todavía tengo el susto metido en los huesos; me siento como si acabara de levantarme después de una enfermedad grave, muy cansada, y en general me siento mal. Querido Hermann, el domingo hubo un entierro. Estuve de servicio, como ya te escribí. Varios dijeron que de haber sabido cómo sería el entierro no hubieran ido; todo el teatro pardo sólo les dio coraje. El cura fue lo de menos. Los familiares no pudieron ni llorar de indignación. Todo pasará, así como empezó.
(23 de julio) Mi querido hijo Wolf:
Es domingo de nuevo, estoy otra vez completamente sola en la casa. Tu papá fue a la reunión de la Asociación de Guerreros. Anneliese está con tu tía Liria. Acabamos de recibir hoy tu linda carta del 14 de julio y nos causó mucha alegría, muchísimas gracias por tus atentas palabras. Mi querido hijo, escribiste que hasta ese momento estabas bien y aún puedo decirte lo mismo de nosotros. Sí, mi querido hijo, ahora también tú enfrentas al enemigo y sé que tú, mi querido hijo, cumplirás con tu deber como corresponde a un soldado alemán. Dios Todopoderoso te guarde. Nuestra querida patria alemana corre
(Continúa, 20 de julio) Volvió a sonar la alarma; nos sobrevolaron camino a N. [una ciudad grande], con un escándalo horrible. La señorita Steiger tiene un sótano bastante bueno. La gente está muy alterada aquí; en realidad yo me siento bastante tranquila. Sólo cuando tengo que pasar por las ruinas, varias veces al día, me da demasiada lástima y tengo que pensar en la pobre gente que se quedó sin nada. Entonces pienso que mi casa fácilmente pudiera estar igual. Van exactamente 63 muertos, ayer hablé con la amortajadora. Ayer por la mañana cuando sonó la alarma aérea, la señora Franzen del molino se agitó tanto que le dio un infarto. La señora Leber también está muy alterada; anteayer se la pasó tocio el día llorando. Ahora llora también porque ya no tenemos iglesia. El domingo iba a haber culto protestante a las nueve. Yo fui al cuarto para las ocho· en cuanto terminó la misa la alarma sonó otra vez, y poco antes de las diez hub~ toque de cese de alarma. Luego las campanas llamaron a los protestantes. Llegó mucha gente, el órgano empezó a sonar y otra vez la alarma. El radio sigue tocando, pero todavía no tengo ganas de escuchar música ...
13. Con toda la debida precaución hacia las declaraciones aisladas, se presenta aquí un problema que quizá merezca resaltarse. En Francia y otros países, la resistencia contra el régi~en nacionals~:ialista contó con el apoyo de amplios sectores de la población, porque uruo en la sublevac10n contra el opresor extranjero a miembros de distintas clases sociales Ya partid~rios de ~versas tendencias políticas. Al movimiento alemán de resistencia, por el contrar10, le falto una base amplia en la población. Consistió en una alianza entre los restos de las élites prenacionalsocialistas dominadas por las antiguas élites militares es muy posible que _el~echo de que el atentado contra la vida de Hitler fuera protagoniz~do por oficiales Y anstocratas haya incrementado la simpatía por el Führer entre las masas del pueblo alemán; en comparación con los antiguos sectores dirigentes Hitler sin duda ' era mucho más un "hombre del pueblo".
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nunca hubieran creído que un oficial alemán fuera capaz de eso. De plano hay que avergonzarse de esos tipos. La alarma aérea ahora sí suena todos los días. Anteayer una bomba cayó en una casa en M.Yotra muy grande justo en el estacionamiento de la residencia de las SA... En R. arrasaron con una casa, hubo dos muertos, franceses ... Ayer los enterraron, con vivas muestras de simpatía por parte de la población alemana. ¿Los franceses también irían al entierro de uno de los nuestros? Los alemanes nos negamos a aprender. Somos demasiado buenos y los extranjeros sólo se ríen de nosotros ... Todavía nos alcanza la comida y lo único que hay que hacer es creer con firmeza que algún día se dará la victoria. Todos tenemos que aportar algo; hay muchas mujeres que podrían ir a combatir. A veces parece que nuestro trabajo con el partido no rinde ningún fruto, pero luego hay otras evidencias y eso nos anima y tomamos impulso otra vez ... ¡Un fuerte Heil Hilter! Tu mamá.
gran peligro, por todas partes la atacan los enemigos. Y el 20 de julio ocurrió
lo peor: la propia escolta de nuestro amado Führer ejecutó un atentado en su contra. Pero el Todopoderoso no lo dispuso así, sino que lo amparó con mano protectora, de modo que sólo sufrió heridas leves. Sí, mi querido hijo, ¿qué hubiera sido de nosotros si el Führer desaparece en medio de todo? Esperemos que todo salga bien al final. Nuestro querido Erich también está herido. Ojalá lo traigan un poco más cerca de la patria. Bueno, mi querido hijo, hace un año por estas fechas estabas aquí con nosotros, segando el centeno. Este año tienes que cumplir con otro deber. Ojalá todo mejore para el año que entra. Es todo por ahora, mi querido hijo. Esta semana empezamos con la cosecha. Escn'benos dónde estás exactamente, en qué ciudad del Occidente. Bueno, mi querido hijo, ¡que Dios te guarde! ¡Te manda muchos saludos tu mamá que te quiere! ¡Hasta la vista, si Dios quiere!
(25 de julio) (26 de julio) .. .la única ambición que debe satisfacerse es la de ser un fiel camarada para los soldados en el frente. Si todos los hombres o por lo menos todos los miembros de las SS pensaran lo mismo que yo, no tendríamos que preocuparnos para nada. No obstante, mi fe sigue puesta en la vieja guardia, a la que ya no conocí personalmente, pero de la que sé que existió y por la que juro porque te conozco a ti. Ningún hombre podría ser un mejor ejemplo para una mujer que tú, tan orgulloso, tan majestuoso te veo delante de mí. Siempre trataré de mostrarme digna de ti ... Sé que algún día estarás aún más dispuesto a hacerme tu mujer por esta actitud.
...Hace algunos días llegaron unos aviones enemigos y tiraron bombas en la estación de trenes de E., pero no le dieron a la estación sino sólo a la calle que sufrió muchos daños, pero se supone que ya la arreglaron. Tambié~ echaron unas bombas en L., donde destruyeron una casa y macaron a 16 personas. Me sorprende que todavía no hayan bombardeado las fábricas de T. ni la planta de O., porque ambas trabajan de día y de noche para la [¿... ?]. Pr?bable~en.te nues~ros enemigos se desorientaron. Seguramente regresaran. La fabrica de hidrogenación en B. que acababan de construir en la que convertían carbón en gasolina. fue destruida hace poco con todo ; las casas que estaban alrededor, y se perdieron bastantes vidas. ¿Cuánto se supone qu_eeste proyecto de destrucción va a durar todavía, porque ya se le puede decir guerra? El cierr~ de nuestro ne~ocio me sacó de quicio y ahora me dedico a todo tipo de trabaJos, como a partir leña, porque es imposible conseguir a un trabajado?'. a~que muchos ~dan por ahí matando el tiempo, reciben su pensión y n~ les interesa trabaJar.
(24 de julio)
¿Todavía estas bien, mi querido muchacho? Fritz está cerca de Z., pero lo van a mandar a otra parte. Le tocó uniforme para zonas tropicales y cree que lo enviarán a Italia. Todo está carísimo allá, 7 marcos por un vaso de cerveza, 1 500 marcos por un par de zapatos, 20 marcos por 1/4 de vino, 50 marcos por medio kilo de cerezas ... Pero donde tú estás es casi igual, ¿verdad? Y cuando recuerdo la inflación que tuvimos aquí estos precios no son nada, porque en aquel entonces un pan costaba mil millones, un número que hoy ya ni se puede escribir. Y estaríamos igual si hubiera tenido éxito el atentado contra el Führer. ¿Qué comentaron en el frente? El corazón nos dejó de latir cuando escuchamos la noticia por radio. Probablemente ya no habría guerra ahora, si lo hubieran logrado, pero sí ocupación y guerra civil y bolchevismo.No puedo creer que todavía haya gente que no lo comprenda, sobre todo si debieron aprender algo en la guerra mundial que perdimos. Estamos muy contentos de que el Fiihrer esté vivo y bien de salud. Es impresionante lo que ese hombre tiene que sufrir, todo le pasa. Los franceses que están aquí en B. dijeron que
(27 de julio) Espero que la guerra por fin termine este año. ¡Esto no lo aguanta nadie 1 larga! Pero tenemos que seguir dando tumbos, como nos lo exigen. a a
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(27 de julio)
llegan a Varsovia.Hoy habló temprano para decirnos que fuéramos con él a la finca a como dé lugar.Ya no sabemos qué hacer, hay tantos argumentos a favor y en contra. ¡ . Ay,mi amorcito,qué tiempos tan locos!Todoel tiempo salen problemasnuevos. ¿Quéopinastú? Si de veras fuéramosa Q. y te transfirieranpara acá, entonces yo vendría sola y por lo menos sabríamos que los niños están a salvo.
...Es una lástima que ya no estés enterado de lo que sucede aquí. No obstante, la noticia del atentado contra nuestro Führer también habrá llegado hasta ti. Y también espero que, de esta manera, el destino esté dando aviso de que ha llegado el momento del cambio. Anoche habló el Dr. Goebbels. Manejamos varios kilómetros para escuchar el discurso. Fue bueno y tuvo mucho de cierto. Se me hace extraño que el partido haya necesitado once años para afirmar que tenemos un Estado nacionalsocialista y, sobre todo, se me hace gracioso que justamente ahora que estamos en guerra haya llegado el momento de colocar a nuestro pueblo bajo el liderazgo del partido ... Tú y yo ya habíamos comentado que algún día tendría que darse la elección entre un Estado militar o del partido. Ya se dio y me preocupa. El partido ha sido muy inactivo en la guerra hasta ahora, e! pueblo le ha perdido mucha confianza, y no sin razón. Con todo creo que el Dr. Goebbels lo sabrá arreglar como comisionado. Apoya al Führer al 100 por ciento, o sea, es un hombre realmente grande del partido. Y con Himmler, otro hombre grande del partido, como responsable del Ejército en el país, la cosa se tiene que arreglar. Como sea, las SS ya no le llevan ninguna ventaja al Ejército. Ya se le impuso el saludo alemán también al Ejército. ¿Tú crees que lo usen?, ¿y con qué cara? ... Sí, papito, no es bueno que en úna sola familia existan dos partidos. Casi caemos en la misma situación que Italia ... El pueblo en general es bueno. Poco a poco se está dando cuenta de que todos vamos a reventar si perdemos la guerra.
(2 de agosto) Mi amor:
Voy a escribirte rápido unas líneas. Acabo de llegar del campo. Segamos centeno y trigo. Queridito mío, a tu papá le haces mucha falta y a mí también, mi amor sobre todo en la cama, pero ¿cuándo llegará la hora? Querido maridito mío, ayer hubo bombardeos durante cuatro horas ... pero mi maridito, otra vez tuvimos mucha suerte. Veamos, querido mío, en K [y la fábrica X] ... se incendió todo, todo ardió. Llovió fósforo y la estación de trenes de K. está destrozada, las vías están completamente levantadas, verticales. Como sea, maridito mío, lo de ayer fue lo peor hasta ahora. No hay trenes ni correo. No aflojan desde hace varios días, todo está destrozado. ¡Muchos saludos de tu amorcito! Heil ... Comimos ensalada de ejotes, estaba muy rica. (6 de agosto; a una destinataria
(30 de julio)
en el país)
...Pero no tiene caso darle vueltas al asunto, Dios tiene nuestro tiempo medido . Es el único consuelo que nos queda. Todo mundo está muy desanimado aquí, porque ya nadie puede disponer de su propia vida. Ayer un muchacho hitleriano me entregó el siguiente escrito: "Ha sido asignada a la acción Marhold (un nombre secreto) para ayudar en la cocina y otras labores femeninas y se le ruega se prepare para partir en cualquier momento a partir del lunes 7 de agosto ... Mischke, directora de la Asociación de Mujeres del distrito." Hoy en la mañana pedí informes y averigüé que se trata de trabajos de zapa y que debemos atender a los zapadores. Ayer partieron 150 muchachos de preparatoria con destino desconocido, y hoy durante la alarma en el liceo me enteré de que varios señores directores y catedráticos del Instituto tienen que estar listos mañana (con ropa de trabajo). Todos tienen casi 60 años o más (64). ¡Y este calor infernal! ¡Qué bonito panorama! Sabes, todo mundo ayuda con mucho gusto en lo que puede, pero no deberían enviar a unos señores de 60 años a otro lado. No soporto el calor, ni tampoco ya dormir en condiciones tan primitivas ... No pierdo la esperanza de que algo cambie y me pueda quedar aquí...
...Y la situación aquí después de todo se está poniendo grave ... mi optimismo a toda prueba empieza a tambalearse ... ya casi llegan a Varsovia, y en el Báltico las cosas tampoco pintan color de rosa ... ¡A estas alturas hasta siento curiosidad de ver si nos echan! En tal caso, seguramente sólo podremos llevarnos muy poco... y con el chiquito ya tengo bastante qué cargar. Trataría de llegar con Irma, siempre es más agradable estar con alguien conocido que así sola con el pequeño Hans ...
(30 de julio; de las regiones orientales de Alemania)
... Por principio he evitado hablar de la guerra, pero quisie~a saber qué opinas de las zonas orientales. Espero que algún día todo meJore, pero ¿no será mejor irnos de aquí? Mi papá nos está volviendo locos, porque hace quince días llegó de repente con la intención de llevarno~ a Q: [en el sur ~: Alemania]. Pero nosotros no tomamos las cosas tan en seno, as1 que se volv10 a ir bastante tranquilo, aunque dijo que fuéramos de inmediato si los rusos
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Querido Otto: Hoy recibí dos cartas tuyas, del 30 de julio y del 1 de agosto, muchísimas gracias. Aquí todavía hace calor, y muchas veces es bastante sofocant_e.Anoche hubo truenos, pero llovió muy poco.Ya guardamos la ~secha ... El senor ~ahn, el que se casó con la hija de Schulz, fue declarado oficialmente desapareCido el domingo; quién sabe qué habrá pasado con los demás ~ue todavía no escriben. Faltan unos 20-30 de aquí, Achim tampoco ha escnto nada desde el 20 de junio, que es el mismo tiempo que llevaba el señor Dahn. Por todas. partes sólo hay llanto y aflicción, es lo único que se escucha ~ ve, a veces m g?11as dan de hablar con nadie. Los bombarderos nos han deJado_en paz, g_raciasa Dios, ojalá ustedes estuvieran igual, todo el tie~po tengo miedo por ti. De por sí me he vuelto muy miedosa y ya ni duermo bien ... Saludos y besos cariñosos de Tú Alma y los niños. (17 de agosto)
Algún día la guerra tendrá que terminar. Pero, querido Franz, por tod~s partes nos están llegando, ya sólo quedan las últimas reservas, en la Prusia Oriental están atravesando nuestros campos. Ojalá logren detener a los rusos, eso es lo que nos preocupa. A nuestros queridos soldados no se les pue~e culpar de nada, sólo los dirigentes tienen la culpa, porque los otros _estan entregando hasta lo último, el corazón le duele a uno cuando todo el tiempo se lee cómo luchan por la patria. (21 de agosto; una primera parte habla sobre la caza)
·Que por qué te escribo todo esto? Quiero distraert~ un rato de tus ocupacioL t · en G también fue idfüca en el sentido de que no se escuchaba · t · t se nes... a es anCia ni veía nada de la guerra, ni hubo criticones con los que uno. ;1".'1eraque es ar peleando. Sólo se asombraba uno de repente al leer el pe~od1co o escuc~ar el parte militar en el radio, pero entonces imitábamos la a~htud de las muJeres, de que todo eso pasaba en otro mundo y no nos concerma para nada. Y eso a pesar de que la situación en la que nos encontramos es sumame1:te ~ave. No es posible negar su superioridad aérea. Tú escribiste_:"Eso camb1a~a en ui_ias t semanas." Para mí es un misterio cómo lo piensan lo~ar, ¡pero tu lo chuandas b I Los bombarderos enemigos se dirigen sistemáticamente a las as e sa er. d b ' fábricas de tanques para destruirlas. Las de Y. lo saben e so ra ... segun m_e fue destruido por el embate terronsta de los conto, su geren t e, e1 60m -;o b enem1d 1 gos... dice que, por lo pronto, todo el personal está oc':pado desescom ran o a~ naves destruidas, pero lo están haciendo sin perder an1mos,90% de los obre~os e~,extranjero ... V2 realmente está listo para atacar, aunque mucha gente lo
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duda, porque creíamos que el alto mando tenía todos los motivos para lanzarse y a muchos les parece que la guerra ya está perdida, sobre todo porque de aquí de la zona llamaron a todas las mujeres al servicio ... sin consideraciones de profesión ni posición social, entre quince y 50 años de edad ... Un día llegó la orden y al otro tuvieron que estar listas para partir. No me imagino que las trincheras que vayan a abrir sirvan más que nuestra tan ponderada trinchera del Atlántico. ¡Pero no hay que renegar! Me levantó mucho el ánimo la carta que llegó ayer del hijo de nuestro casero para sus padres; es un administrador de unos 40 años de edad, está en el extremo norte del frente oriental. Escribió: ''No se preocupen, no perderemos la guerra. Hasta las existencias humanas al parecer inagotables del Iván ya se le están agotando, por aquí está llenando los huecos en sus tropas con niños de doce años, y cuando nuestros tanques atraviesan sus líneas no encuentran reservas atrás, sólo el territorio despoblado, inmenso, abandonado por todos. No sé por qué no en volvemos al enemigo, pero nuestros mandos, en los que tenemos una confianza sin límite, han de saber por qué!..." La alarma suena diario, en realidad, muchas veces también en la noche ... cuando la radio alámbrica (realmente es un invento maravilloso) da aviso todo el tiempo está informando dónde se encuentran los bombarderos del enemigo bajamos rápidamente al refugio antiaéreo ... Yo no lo soporto por mucho tiempo, sino que me pongo delante de la puerta. Se ve muy bonito cuando la defensa antiaérea dispara su munición luminosa y los proyectiles iluminan toda la ciudad como si fuera de día ... Ya no tenemos nada que perder en este mundo, la vida y la felicidad que nos pudo ofrecer ya quedaron atrás.
Estas cartas dan cierta idea del pensar y el sentir de personas comunes en un momento en que el curso efectivo de los acontecimientos hacía cada vez más improbable que se pudiera ganar la guerra y evitar la derrota. Muestran un poco el incipiente despertar de un gran sueño lleno de esperanza al horror inimaginable de la realidad. Al igual que los ciudadanos de otras muchas naciones, aunque quizá con más firmeza y menos sentido crítico que la mayoría, los alemanes creyeron las promesas y los pronósticos de sus líderes. Y ahora demostraron ser promesas vanas y pronósticos falsos. Desde la toma del poder por Hitler, la mayoría de los alemanes se había covertido en objetos más o menos pasivos en las manos de una minoría. 14 Fueron 14. (Interpolación de 1984) Al observar el desarrollo de los Estados durante
este siglo, se descubre una y otra vez cuan impotente es en realidad la masa de la población estatal en relación con fos grupos establecidos relativamente pequeños y, en particular, en lo que se refiere a los titulares de las posiciones gubernamentales, quienes toman decisiones sobre el bienestar Y,a veces, la vida y la muerte de los gobernados. Con bastante frecuencia estas decisiones resultan ser fatalmente erróneas. Sin embargo, aun de haberlo sabido los gobernados no hubieran podido modificar la situación. Su poca autoridad no hubierd b~stado para ello. Y en la mayoría de los casos ni siquiera se dieron cuenta de que eran v1ct1m~s de decisiones erróneas. Con bastante frecuencia las aprobaron de todo corazón, quizá mcluso con júbilo. Los movimientos de protesta por lo general sólo atestiguan la impotencia de los gobernados, no sólo frente al propio gobierno estatal sino también,:, c,m
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manes contra ciudades como Varsovia, Rotterdam o Londres. Aunque hubieran escuchado o leído noticias acerca de la destrucción ocasionada por su propia fuerza aérea, probablemente carecían de imaginación e interés suficientes para hacerse una idea de las consecuencias de la guerra aérea. la justificación propagandística de las acciones militares alemanas también debió producir cierta insensibilidad ante los sufrimientos que la fuerza aérea de Hiüer causaba a la población civil en las ciudades enemigas. Tanto mayor resultó así el shock de toparse con la guerra en las puertas de sus propias casas. Existen muchos indicios de que la disciplina y el autodominio frente a los bombardeos aéreos y las otras amenazas de la guerra evidentes en estas cartas, no derivaron sólo de la constante presión y coacción externas, sino también de la avasalladora sensación de que, de suyo, no se podía hacer nada. Una de las impresiones más fuertes producidas por las declaraciones citadas y otras semejantes) es la de un pueblo dócil y aturdido cuyos miembros habían perdido la capacidad y la posibilidad de organizarse a sí mismos, así como la iniciativa para realizar una acción colectiva independiente de las autoridades oficiales del Estado o dirigida en su contra. El distanciamiento relativamente pronunciado de los asuntos públicos, la tendencia a la "privatización", fue el reverso de esa incapacidad. No obstante, en esos momentos, cuando los ejércitos enemigos avanzaban contra ellos desde Oriente y Occidente, se volvía cada vez más difícil efectuar esta separación total entre los propios intereses y el curso de los acontecimientos públicos. Las citas muestran que hubo diversas reacciones. Un considerable número de autores y autoras se negaba aún a esas alturas a reconocer la posibilidad de la derrota. Incluso los que preveían el desenlace tenían por lo visto la impresión de que la derrota de Alemania significaría, si no el fin de sus vidas, sí el de sus esperanzas y deseos. Veían la amenaza de la derrota como una catástrofe de la que Alemania no se recuperaría durante su vida y que los condenaría a una existencia señalada por la miseria y la infelicidad. Esta desesperanza extrema en presencia de esa derrota, llama la atención sobre un problema del que no se puede hacer caso omiso en este contexto. La mayoría de las personas -en la medida en que reflexionaran siquiera acerca de lo qu~ pasaría con su país después de ella- suponía, probablemente, que Alemama no volvería a desempeñar un papel importante en la política mundial durante mucho tiempo y que transcurrirían varias generaciones antes de que los alemanes se recuperaran de la destrucción y fueran nuevamente capaces de llevar una vida satisfactoria y satisfecha. No es este el lugar indicado para abordar la cuestión de por qué tales expectativas fueron desmentidas radicalmente P?r los ~contecimientos ~iguientes. Sin embargo, el hecho de que esto haya ocurrido as1, de que Alemania haya podido recuperarse por completo por lo menos en algunas de sus partes, a pesar de su división política es una de las pruebas más contundentes del carácter absurdo e inútil de las ~erras en nuestro tiempo.
reducidos a un estado de relativa impotencia por un periodo caracterizado por una pasividad e irresponsabilidad políticas casi totales, durante el cual, además, cualquier indicio de pensamiento político independiente resultaba sumamente peligroso. Al desvanecerse el fantasma de la victoria, cuando la vida se volvió más difícil, inestable e insegura, el propio hogar, la familia, los amigos personales y las propiedades adquirieron más importancia que nunca, como el único asidero con que aún se contaba. El mundo más amplio perdió su apariencia conocida para un número cada vez mayor de personas. Su mundo particular se erigió en creciente medida, como el único elemento sólido en su vida. Muchos alemanes parecen haber respondido al evidente empeoramiento en la situación militar con una "privatización" progresiva de sus intereses 15 • Desde luego las cartas incluyen numerosas menciones de ataques aéreos. En conjunto ponen de manifiesto un considerable autodominio, por lo menos en apariencia. Es posible que se haya advertido a la población que no "renegara" al escribir a sus familiares en el frente, y que este tipo de medidas de parte de las autoridades, hayan contribuido a estabilizar la moral del pueblo, por lo menos hacia afuera. También en los casos en que se habla de destrozos ocurridos en los alrededores inmediatos y de muertes en el círculo directo de conocidos, los informes mantienen un estilo pragmático. Escritos en forma apresurada y a ojos vistas bajo gran presión emocional, casi no contienen quejas ni acusaciones abiertas. Sólo comentarios hechos al margen, como el de "la pobre gente que se quedó sin nada", clejan entrever un poco la tensión subyacente. Por otra parte, son bastante frecuentes comentarios generales y más personales sobre las progresivas destrucciones. Documentan con gran claridad cuán poco preparadas estaban las personas para experiencias de este tipo, y la poca información que tenían sobre los bombardeos realizados por los aviones alemayor razón, frente a las resoluciones de otros gobiernos, de las que depende el destino del propio país. Ésta es la situación actual. ¿Por qué no habría de señalarse alguna vez con franqueza que los pueblos de todo el mundo están sujetos actualmente, sin poder hacer casi nada al respecto, a las decisiones tomadas por las élites gubernamentales de Moscú y Washington? Y no hay que dejarse llevar, conscientes de la propia impotencia, por la idea de que los gobernantes de las dos potencias mundiales, de cuyas decisiones depende el destino casi de la humanidad entera, son personas capaces de tomar decisiones libres de coacciones externas e internas con base en informaciones más amplias que las de los gobernados. El acceso a la información por parte de los gobiernos de las grandes potencias y el margen del que disponen para tomar sus decisiones son mayores que los de los pueblos que dependen de ellas. No obstante, la mirada con que contemplan las relaciones intraestatales e interestatales, que deben comprenderse claramente para tomar decisiones acertadas, también se ve afectada por los lentes empañados de sus ideologías sociales y valores personales. También toman sus decisiones bajo la presión coactiva de procesos entrelazados que no comprenden y cuya existencia misma por regla general permanece oculta para ellos. Tanto menores son las posibilidades de los gobernados para conocer y llegar a comprender en su totalidad las causas de los procesos imprevistos de los que depende su futuro. 15. Las cartas incluidas arriba, escogidas entre otras razones por sus declaraciones políticas, OHcurecenesta tendencia un poco.
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Sería posible inferir de ello que, esta evolución confirma gráficamente lo expuesto arriba acerca de la diferencia entre los objetivos de la guerra en las sociedades preindustriales y las altamente industrializadas, cuya población ha adquirido los conocimientos y las habilidades necesarias para sostener a _una colectividad de este tipo. Y si el resto del mundo no estaba resuelto a exterminar a los alemanes, a asentarlos en otra parte o a dejarlos morir de hambre en el acto, en realidad la única opción era proporcionarles el capital necesario para reconstruir su sociedad industrial después de la derrota sufrida.
CONCLUSIÓN
Dos grupos de factores contribuyeron a la grave quiebra de la civilización ligada al nombre de Hitler y del nacionalsocialismo: las peculiaridades de la evolución alemana a largo plazo y las características del punto al que había llegado en ese momento. Entre las primeras se ubican el patrón extraordinariamente perturbado de esta evolución y la decadencia furtiva con que trataba de erigir un "imperio" perdido hacía mucho, como símbolo de la grandeza de Alemania y su supuesto restablecimiento como el objetivo más elevado para el futuro. Entre las segundas, la tradición autocrática casi ininterrumpida que legó a la masa de los alemanes una conciencia relativamente débil y dependiente en cuestiones públicas. Los factores de este tipo y sus consecuencias no necesariamente causaron su derrumbe, pero prepararon el camino para esta forma particular de quiebra de su civilización. A ello se agregaron las causas inmediatas. Un papel fundamental correspondió al conflicto entre las aspiraciones nacionales tradicionales y la imagen que poderosos grupos del pueblo alemán tenían de la nación, por una parte, y la renovada pérdida de poder de Alemania después de 1918, por otra. La crisis de 1930 llevó este conflicto hasta el extremo. El peligro clásico con que muchas naciones poderosas se topan tarde o temprano en el curso de su historia, no es tanto el resultado de un desvanecimiento efectivo de su poder, sino del momento en que sus ciudadanos ya no pueden evitar darse cuenta de su pérdida relativa de poder y de la amenaza que esto representa para su posición y rango en el entramado de las potencias. El hecho de que en Alemania, un hombre como Hitler y un movimiento como el nacionalsocialista hayan podido tomar el poder fue sintomático de tal situación.
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En el interior de Alemania, la progresiva industrialización modificó el equilibrio de poder en perjuicio de los cuadros dirigentes de antaño. Algunos representantes de la aristocracia alemana, reunidos en torno al viejo mariscal Hindenburg como mascarón de proa, trataron de recuperar el poder que se les iba de las manos, con la ayuda de oficiales frustrados y otros grupos. Arrinconados ya, su rebelión contra la República de Weimar, que descansaba sobre fundamentos más amplios, y su resolución de no hundirse sin librar una última batalla por su supremacía y hegemonía, les despejaron el camino a los nacionalsocialistas. En relación con otras naciones, el ascenso de los nacionalsocialistas, sin importar cuáles hayan sido los otros factores que contribuyeron a su triunfo, significó ante todo una radical medida de evasión por parte de gran parte del pueblo alemán. Dicho en pocas palabras, bajo la carga de una crisis económica mundial, muchos alemanes rechazaron la idea, es más, hasta su mera evocación, de que la antigua grandeza imperial de su país se hubiera perdido para siempre. Se trataba de evitar a toda costa el reconocimiento de que la posición de Alemania se había debilitado entre los demás pueblos del mundo. Hitler, el hábil chamán con su símbolo mágico, la cruz gamada, invocó una vez más ante las masas alemanas la quimera de un poderoso imperio alemán. Al igual que otras tantas grandes naciones que, con la espalda contra la pared, han luchado por recuperar su grandeza de antaño, los gobernantes de Alemania en esta situación, siempre que convenía a sus fines echaron por la borda todas las normas de integridad y rectitud, así como su identificación con otras personas. El objetivo de salvar la gloria menguante de Alemania parecía justificarlo todo. Al reforzarse recíprocamente los conceptos gratos y rechazar toda reflexión ingrata, amplios sectores del pueblo alemán tejieron un capullo de fantasías colectivas a su alrededor, con el fin de protegerse del "shock del conocimiento", el cual experimenta toda nación poderosa, es más, toda formación social poderosa, cuando sus miembros ya no pueden evitar reconocer que su poder y superioridad de antaño se han perdido para siempre. Muchos alemanes nunca fueron capaces de admitir, ni siquiera en su fuero interno, que Alemania había sufrido una derrota contundente en 1918, ni que las condiciones del Tratado de Versalles, no obstante sus demás ventajas o defectos, fueron bastante moderadas en comparación con las que ellos habían tenido la intención de imponer a sus propios enemigos en el caso de una victoria alemana. Los nacionalsocialistas resucitaron en los alemanes la creencia de que su país seguía siendo una potencia de primer orden con los recursos correspondientes, y de que sus líderes reinarían de nueva cuenta sobre amplios territorios de Europa, como emperadores medievales. La magnitud de la opresión, la violencia y la barbarie que desataron se igualó con la del esfuerzo necesario para restituir a Alemania la apariencia de su antigua grandeza y así evadir el shock de tener que reconocer que habían quedado atrás los días de la supremacía alemana y el sueño del imperio.
QUINTAPARTE
REFLEXIONES ACERCA DELA REPÚBLICA FEDERAL ALEMANA Este ensayo fue escrito entre octubre de 1977 y marzo de 1978 a solicitud de la revista Spiegel. Agradezco a Michael Schróter su colaboración
1) Una.de las observaciones más sorprendentes y alarmantes que se puede hacer actualmente en la Alemania Occidental, distanciándose un poco de e~la, es el e~orme rencor y hostilidad que algunos sectores de la población sienten hacia otros. En apariencia, se está desvaneciendo la conciencia de la interdep~ndencia efectiva entre todos los sectores y regiones de esa república. E.n.r~lación c~n esto, se percibe un creciente desconcierto: "¿Hacia dónde nos di17-gimos?¿Tiene un futuro la República Federal Alemana? y en caso de que asi sea, ¿cuá_l?"La ~ostilidad hacia otros grupos de la propia sociedad, que con frecuenc~a adqmere el c?~or del _odi~,está libre de toda claudicación y es abs_oluta, al igual. q~e sucedio en episodios anteriores de la historia alemana recie~te. Los sentimientos de enemistad total hacia los adversarios dentro del prop10 pueblo, son prácticamente imposibles de controlar y es probable que el esfuerz~ por hac~rlo sea incluso interpretado como falso, poco sincero y, por ende, contr~no al car~c~e~_al~mán. P~r. lo tanto, al igual que en otros casos, pudiera ocurnr q~e 1~~hvis10n .irreconc1hable impulse a todos los sectores del pueblo en una dir~c,c10nque mnguno se ha propuesto ni desea, por ejemplo, hacia un Estado policiaco o una dictadura de partido. En ~ancia, el l!der de los com~nistas declaró hace algún tiempo que los comumstas ocupanan la vanguardia en la defensa de su país, en caso de que fuera amenazado por un ataque. 1 En Inglaterra sigue intacto, en términos l.
Véase Der Spiegel. 1977. núm. 42. D. 188.
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aristocracia como de la alta burguesía, arrastraron al pueblo alemán a la peor catástrofe que había sufrido desde la guerra de los Treinta Años. Sin embargo, la masa del pueblo no parece haber comprendido la magnitud de esta catástrofe, ni en Oriente ni en Occidente. Ciertamente se tiene conciencia de su resultado visible, la división de Alemania en dos Estados. Pero otras consecuencias no menos graves no se reconocen como tales. No es fácil hablar de ellas porque, mucho de lo que se tiene que comentar al respecto es sin duda doloroso. Por lo tanto, resulta comprensible que amplios sectores de Alemania Occidental cierren los ojos ante estas circunstancias procurando olvidar la catástrofe histórica de su pueblo, precisamente, porque el intento de explicarla causa pena y dolor. Podría argumentarse, de esta manera, que el gobierno de Adenauer actuó correctamente en su momento, cuando hizo aparentar que el periodo nacionalsocialista había pasado y que, en realidad, no había cambiado nada.
generales, el sentimiento de comunidad y del alto valor que tiene el ser inglés, compartido por todas las clases y regiones, pese a las sacudidas sufridas, pese a su descenso de gran potencia a una de segundo orden, experiencia de la que Inglaterra participa al lado de otras naciones europeas. En Alemania, la alabanza desmesurada de la propia nación practicada por los nacionalsocialistas y el violento choque de las grandes fantasías colectivas con la dura realidad de las relaciones de poder interestatales, tal como se produjo en la posguerra, provocó, en muchos casos, sobre todo entre las personas más jóvenes, una oscilación igualmente fuerte de los sentimientos hacia el otro extremo. La pomposidad nacionalsocialista, aunada a los actos de violencia cometidos en nombre del pueblo alemán, quizá no destruyó el valor de este nombre para muchos grupos de jóvenes, pero sí lo disminuyó y salpicó de lodo su antiguo brillo. En otro lugar 2 señalé que el acercamiento de los jóvenes al marxismo, sobre todo de los grupos de origen burgués relativamente despiertos en el sentido intelectual, que llegó a su primera culminación con los acontecimientos de 1968, está vinculado en parte al deseo de liberarse de su identificación con esa parte del pasado alemán que carga con el estigma del nacionalsocialismo. Se me ha pedido comentar esta circunstancia con mayor detalle. Con ciertos titubeos respondo a esta petición, pues considero que no me puedo sustraer al compromiso. Como sociólogo se está acostumbrado a examinar y revelar las causalidades más amplias de los sucesos sociales. Quizá resulte útil exponerlas al gran número de personas que, bajo la presión de su propia labor especializada contemplan los acontecimientos de actualidad a plazo más corto. Sin embargo, si no sintiera un compromiso como sociólogo, no me aventuraría dentro de la arena de los sucesos de actualidad. Cuando se examinan las causalidades más amplias de los sucesos sociales más recientes, muchas de las explicaciones muestran ser insuficientes a corto plazo. No puedo hablar para dar gusto a nadie, ya sea de derecha, de izquierda o de centro: ¿qué sentido tendría mi trabajo si lo hiciera? Sólo puedo tratar de explicar en parte lo que hoy suc~de en la sociedad del Estado alemán occidental, y señalar algunas tendencias, particularmente las peligrosas, que observo en la misma. Quizá aún haya tiempo de prevenir una desgracia. Cuando se trata de explicar la profunda división del pueblo alemán occidental y los embates del odio y del temor que hoy lo recorren, no basta con fijar los ojos en el presente inmediato. Los actos violentos cometidos por grupos pequeños Y muy cerrados de terroristas en la República Federal Alemana y su reacción en forma de caza de simpatizantes, sólo tienen la función de un detonador que pone en evidencia bruscamente las rupturas latentes y las coloca a la vista de todo el mundo. Las causas del estado quebradizo de la sociedad alemana occidental se remontan más atrás. Los dirigentes nacionalsocialistas, que debieron su ascenso en gran parte a la ayuda activa de grupos rectores de mayor edad, procedentes tanto de la 2.
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Es cierto que Alemania se encuentra dividida en dos partes -parecía pensarse--, pero sólo debe tratarse de un estado pasajero. Simplemente, no hay que admitir que algo ha cambiado, no hay que hablar de la existencia de la República Democrática Alemana, ni del "pueblo alemán occidental". La unificación de Alemania se dará porque tiene que ser así. No ha cambiado nada decisivo, todo sigue igual. Business as usual. Así se encubrió la verdadera problemática, los problemas auténticos del Estado alemán occidental. Tal vez la conmoción haya sido demasiado grande todavía y la herida, demasiado profunda y dolorosa para ocuparse abiertamente de ello. Luego se produjo el milagro económico, y la relativa prosperidad también contribuyó a alejar de la discusión pública la peligrosa herencia dejada por Hitler al pueblo alemán. Hasta la fecha, la capacidad de producción económica relativamente alta de la República Federal Alemana ha servido para eliminar una vez más de la conciencia pública de la nación, la necesidad de enfrentar los graves problemas no económicos del pueblo alemán occidental como tal. En retrospectiva se distingue con bastante claridad que esta política de encubrimiento fue errónea. Ya es prácticamente imposible ocultar que algo irrevocable sucedió. Nuevas generaciones están creciendo en Alemania Occidental Y se preguntan qué sentido y qué valor tiene la sociedad en que viven. No es posible satisfacerlas diciéndoles simplemente algo como lo siguiente: "Espérense un poco hasta que regrese la gran Alemania unida de antes." Con ello sólo se agravaría uno de los problemas más serios que permanecen sin superarse en la Alemania Occidental: la crisis de identidad. La gran desorientación el creciente desconcierto sobre el rumbo, el valor y la significación de la República Federal Alemana, son consecuencia del intento de disimular que la desgracia del nacionalsocialismo y la destrucción de la Alemania unida que éste provocó hayan producido una nueva situación. Al principio, seguramente se tuvieron razones muy sólidas para querer causar la impresión de que todo seguía igual en el país, excepto la desaparición
Nurher Elias. ·'/\domo-Rede.
Rcspekt und kritik" en Norbert Elias) WolfLépcnics, Zwei Reden a11/ab/ichder verleih1111g des Theodor W Adorno Preises 1977, hankfu1t del Meno. 1977.p. 61.
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del Partido Nacionalsocialista. Esta actitud reflejó la convicción sincera de los antiguos sectores dirigentes de Alemania, encabezados por el venerable anciano, de estar destinados, al igual que siempre, a guiar el sino del pueblo alemán a la usanza antigua, después de haberse deshecho del infame arribista. Y la masa del pueblo occidental, paralizada por la derrota, la destrucción, los sufrimientos pasados y la penuria actual, estaba más que dispuesta a confiar su destino a una nueva figura paterna. En los tiempos de antaño, cuando los reyes o grupos dirigentes de un pueblo demostraban su falta de juicio llevando a éste de una derrota a la siguiente y finalmente a la pérdida de una parte de su territorio, por lo común perdían su confianza. En nuestros días se hubiera podido esperar, por lo menos, que los sectores dirigentes tradicionales de Alemania se sometieran ellos mismos a un examen de conciencia, aunque la masa del pueblo no se los exigiera. Se hubiera podido esperar que se preguntaran a sí mismos: "¿Qué anda mal en nuestra tradición, nuestra actitud, nuestra filosofia política, para que se haya podido dar esta catástrofe nacional?" No sólo no se sometieron a tal examen de conciencia, sino que aparentaron que no había cambiado nada, cerrándose de esta manera a la posibilidad de comprender los nuevos problemas que planteaba la creación de un Estado alemán occidental, lo cual contribuyó en forma decisiva a las dificultades surgidas en esta nueva sociedad. Lo que ésta necesitaba, más que ninguna otra cosa, era que la actitud de sus grupos dirigentes se reformara para adquirir un mayor carácter humanitario y más tolerancia, una unión expresa con todas las clases y generaciones de su pueblo. Puedo imaginarme que hubiera sido mejor que, en ese momento o también después, una persona a la que se prestaba atención se hubiera levantado para decir lo siguiente al pueblo alemán, de la misma manera en que Churchill le comunicó a su país al comienzo de la guerra que no podía prometerle más que sangre, sudor y lágrimas:
los obreros ni la consiguiente competencia por el reparto del producto social. Hast~ ahora ninguna ~ociedad ~ndustrial ha logrado resolver este tipo de conflict~s de cl_ase.Na~e.ha podido diseñar un plan convincente para crear una sociedad mdustnahzada en la que las desigualdades sean menores de las que actualmente existen en las sociedades industrializadas tanto capitalistas como comunistas. Estoy seguro que, para que esto sea ~osible no tendrían que modificarse sólo las condiciones de propiedad de los medio; de producción, sino también y sobre todo, los medios de producción mismos es decir, la forma fabril de producción industrial. Nacionalizar los medios d; producción sin llevar a cabo este cambio en su naturaleza misma no reduce la desigualdad entre las personas, como puede observarse con bas~te claridad en los países marxistas. Por lo tanto, tenemos que resignarnos a que seguirá habiendo conflictos de clase en la República Federal Alemana. Sin embargo, ambos lados tienen mucho qué perder, si no es que todo, si no zanjan estos conflictos con moderación consc~ente; si permiten, en cambio, que la violencia de las palabras y los brazo~ los impulse de nueva cuenta recíprocamente a una situación en la que no exista ya otra alternativa que el intento de obligar al otro bando a callar o _desometerlo fís~camente. ya sea por medio de un Estado policiaco o de una dict~d~a de partido. Esto es, cueste lo que cueste, lo que debemos evitar en la Republica Federal Alemana. Para ello se requiere una moderación consciente sobre todo, en relación con las personas que integran el lado contrario en lo; enfrentamientos internos. Sólo si somos capaces de esto, esta nueva Alemania más pequeña tendrá posibilidad de sobrevivir, florecer y prosperar. Es probable qu~ t~es pensamientos hubieran sido escuchados por amplios sectores de la Republica Federal Alemana, de haber sido planteados públicamente por un grupo depersonas decididas. Tal vez se hubiera podido producir la reforma correspondiente no sólo de las leyes sino también de las normas de conducta.entre la_spersonas, sobre todo en el trato entre adversarios, la cu~l !es hubiera podido comunicar, en creciente medida, a las generaciones mas .Jóvenes que valía la pena formar parte de la sociedad de esta República. Nadie puede afirmar con certeza cuántos jóvenes carecen de este sentimiento actual11?ente en la Alemania Occidental. Como sea, se tiene la impresión de ~ue e~ta aume~tando su descontento respecto a la República Federal Alemana. ¿Hara falta .senalar que todo el que contribuya a esta insatisfacción creciente con Alemama, ~ntre las generaciones más jóvenes, está poniendo en juego el futuro del propio pueblo, a cambio de beneficios a corto plazo? d A lo largo de los últimos siglos, otros Estados europeos han sufrido graves t:rro·t,as que ~o sólo condujeron a una reducción de su territorio, sino qu~ mbien sacudieron profundamente su orgullo y pusieron en duda su identidad ~omo pueblos Y Estados. Dinamarca, Suecia y también Francia son ejemplos ello. En tales casos, rara vez se ha dado una ausencia total de movimiento; es~eresados en :fectuar un examen de conciencia. Al principio varios grupos andalosos exigen, por lo general, una guerra de revancha, como ocurrió en
Hemos sufrido una grave catástrofe. La antigua Alemania, como nuestros padres la conocieron al menos desde 1871,ha dejado de existir. Ha surgido un nuevo Estado alemán y tenemos que unirnos para que, dentro de las fronteras de este Estado, se establezca un pueblo y, quizás en el futuro, una nación que se encargue de continuar lo mejor de la antigua tradición alemana y que a la vez cree una tradición propia, de modo que, para las generaciones más jóvenes de la actualidad y las que vengan después, resulte grato, estimulante y satisfactorio pertenecer a esta nueva Alemania. Sobre todo, tenemos que demostrarle al mundo y a nosotros mismos que esta ya no es la antigua Alemania que dio a luz al régimen inhumano del nacionalsocialismo. Tenemos que demostrar que formamos una Alemania nueva y humana. Para ello es necesario enterrar muchas antiguas querellas; combatir muchas actitudes ancestrales entre nosotros que se manifestaron en la violencia del nacionalsocialismo, vencerlas desde el ámbito familiar, en el jardín de niños y las escuelas, para construir de manera consciente actitudes nuevas e íntegras que aseguren el respeto mutuo entre todas las personas, sin importar su edad, posición social o partido. No podemos erradicar las divergencias de intereses entre los empresarios Y
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Francia después de 1871 y en Alemania después de 1918: era inconcebible que la antigua grandeza se hubiera perdido de manera irrecuperable. En algunos casos, la certeza de que era permanente la pérdida de la antigua grandeza y del rango ocupado previamente entre los pueblos, con~iguió pen~trar a la conciencia, quizás, hasta después de una o dos generaciones, dernbando el engañoso sueño nacional. Y en Polonia, después de las diversas divisiones que sufrió, y en Dinamarca, después de perder a Noruega y Slesvig-Holstein ¿cómo lograron sus pueblos asimilar el choque de la realidad? En Dinamarca, ciertas tendencias reflexivas fueron surgiendo paulatinamente al lado del movimiento para restablecer el antiguo y más grande imperio. Según correspondía a la estructura social del país, ellas perseguían, entre otros objetivos, el de integrar en el pueblo estatal a la masa de la población campesina que, en gran parte, aún constituía un sector pobre de bajo nivel educativo separado de los grupos establecidos. Algunos daneses reconocieron aparentemente en ese entonces, la necesidad social y nacional de aumentar el nivel de vida y educativo del pueblo, para de esta manera reducir las diferencias ~e clase, así como fomentar la conciencia de un destino común de carácter nacional. Entre otros recursos, este esfuerzo para lograr la renovación nacional después de la derrota, se apoyó en un sistema de universidades populares rurales, la~ ;uales contribuyeron a elevar el promedio del saber y, por lo tanto, el de produccion Y de vida del campesinado danés. El progresivo florecimiento de Dinamarca después de las derrotas sufridas, y quizá la supervivencia misma del país, seguramente se basaron, en gran medida, en este examen de conciencia y en las reformas correspondientes. Por otra parte, probablemente tampoco sea un error supon~r que haya influido en estos afanes el reconocimiento de que la defensa _deun pais depende en buena medida del bienestar y el sentimiento de pertenencia de todos . los sectores del pueblo, sobre todo de sus generaciones más jóvenes. Una de las características de la República Federal Alemana es la ausencia al parecer total de este reconocimiento, particula~mente entre muchos integrantes de los grupos dirigentes. Para las generaciones a las q~e pe~tene~~n Adenauer Brandt y Scheel, que crecieron antes de la guerra, la identificac10n con la tradición alemana aún está anclada en la conciencia como algo natural. Por eso con frecuencia no entienden que este no sea ni pueda ser el caso de las generaciones más jóvenes, por ejemplo de la de Rudi Dutschke: que crecieron durante la guerra o después de esta, ni que desde el punto de vista de ~stas la solución más realista al problema de la desintegración alemana sea el cmdadoso acercamiento entre la Alemania Occidental y la Oriental. Quienes no le encuentran gusto a esta solución deberían de co_mprender, en realidad, que estas convicciones de los miembros d: las generac10~:s de la posguerra no se disminuyen sino que se ref~erzan, si los s:ctore~ d1ngentes empiezan a dar puñetazos a derecha e izqmerda, por de~irlo asi, presos de una suerte de pánico. Campañas desmesuradas de los medi.os, leyes ~pre.soras y, sobre todo, su empleo por la administración como med10s autontanos al
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servicio de la política de partido, sólo sirven para ganar nu~vos adeptos a la convicción (y es de la convicción de que se trat9:) de que co~signas elector~es políticas, como "libertad"y "democracia",son dé~iles y que el incremento ~vo de la opresión en Alemania Occidental se aproxima cada vez más a 19:opresión abierta practicada en la Oriental. Conozco a jóvenes alemane_s occiden~ales que en realidad tienen poca simpatía por el régimen alemán onental,. qwenes me han dicho: "¿Cuál es la diferencia? Allá te impiden hac.er carrer_a ~i no e:es marxista. Aquí te obstruyen la carrera si eres o fuiste marxista, y qwza también por ser militante de la juventud socialista o liber~." A veces se as~~bra uno de la miopía de aquellos que aprueban enormes cantidades para adqw~ las armas más modernas a fin de defender a la República Federal Alemana, mientras que al mismo tiempo, distancian irrevocablemente de esta a partes co~si~erables de sus generaciones más jóvenes, o sea, a las mismas de cuyo sentimiento de pertenencia y conciencia de que el país mere.ce perdurar de~ende la _defensa efectiva de este al menos en la misma medida que del eqmpo preciso. Con paciencia, mod~ración, tolerancia e interés consci~nte en _las posi.bi~id~des de que disponen los jóvenes para encontrar una vida reahzada, m siqmera resultaría muy dificil lograr que las generaciones de las que depende el futuro de la República Federal Alemana adquirieran, por sí solas, la convicción de que los países marxistas de ninguna manera han hallado la llav_ede una socie~_ad más justa, ni menos autoritaria y opresora. Una reserva paciente, m?derac10n, humanitarismo y comprensión especial para las personas que sostienen otra opinión, rara vez han sido el fuerte de los sectores dirigentes de Alemania. 2) Reina actualmente bastante confusión acerca de la naturaleza de las tensiones que se extienden por nuestra sociedad mundial. Esta confusión se ve incrementada en mucho por el hecho de que, grupos menos poderosos de las más diversas tendencias, se apoyan en la teoría marxista para encontrar nuevos aliados y como justificación ideológica. La teoría de Marx, como es bien sabido, se refiere a conflictos de un tipo muy específico: los que se dan entre los expertos en economía con recursos de capital y los sin recursos que dependen de ellos y que sólo poseen mano de obra. Sin embargo, Marx vinculó el análisis objetivo de estas relaciones con una profecía. Vaticinó que el orden existente habría de ser derrotado, inevitablemente, por el triunfo revolucionario del proletariado, lo cual posteriormente se interpretó con frecuencia como la victoria revolucionaria de sus partidarios unidos en una dictadura establecida por los obreros industriales: de ello derivaría necesariamente un orden social sin división de clases, libre de desigualdad social y de opresión. Tendré que prescindir de recorrer en el presente texto los múltiples cambios experimentados por esta profética teoría social; por ejemplo, su transformación en una consigna de la lucha por la emancipación de las minorías nacionales o también, según el caso, de mayorías étnicas oprimidas. Sólo puedo señalar al margen que, en la actualidad, las reflexiones marxistas desempeñan un papel
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relativamente menor en la praxis de los enfrentamientos industriales entre obreros y empresarios en los Estados industrializados más ricos; además de que, en las postrimerías de este siglo -tal vez el último- de trabajo fabril tradicional, el carácter jerárquico de los mismos no es menor en la Europa oriental que en la occidental, sino más bien mayor, quizá: la teoría marxista no ha cambiado esta desigualdad en la fábrica en lo más mínimo. En cambio, en los Estados industrializados más ricos cobra ahora bastante importancia en tensiones y conflictos de otra índole, cuyas características sociológicas con frecuencia no se entienden del todo; se trata de tensiones y conflictos generacionales. Las guerras constituyen actualmente líneas divisorias en la cadena de las generaciones. La separación entre las experiencias de quienes crecieron antes de la guerra y los que lo hicieron después fue particularmente profunda en el caso de la guerra mundial de los años 1939-1945. Esta separación se dio en extensas partes del mundo; resultó particularmente marcada en el caso de los países imperiales de Europa, y fue más profunda todavía en el de Alemania. Inglaterra y Francia entraron a la guerra como grandes potencias imperiales y resurgieron como potencias de segundo orden que poco a poco fueron perdiendo sus imperios coloniales. Guardando las proporciones, también disminuyó el potencial de poder (aunque no siempre el económico) de países más pequeños como Holanda y Bélgica o Hungría y Checoslovaquia. Rara vez aparece la pregunta de cómo hemos asimilado los europeos esta declinación en el poder de nuestro continente. Mucho de lo que hoy sucede en las sociedades europeas resulta, por lo tanto, imposible de explicar. Entre estos procesos no explicados del todo, figura el movimiento estudiantil que halló su expresión más notoria, hasta ahora, en los sucesos ocurridos alrededor de 1968 en Francia, Alemania, Inglaterra y algunos países más. Quiero abordar en este texto, sobre todo, ciertos aspectos sociológicos del movimiento estudiantil alemán, así como del movimiento más amplio con que aquél está relacionado. Sin embargo, esto es imposible si no se toma en cuenta que se trata de un suceso que abarcó a toda Europa. Al buscar una explicación limitada al propio país, se obstruyen las posibilidades de discernir las causas de lo que, en ocasiones, tomó el aspecto de una revuelta juvenil. La oleada de tensiones que culminó, por lo pronto, en el movimiento estudiantil de alrededor de 1968, recibe y recibió su ímpetu central, en mi opinión, de los conflictos generacionales ya mencionados. Su diagnóstico y explicación son bastante sencillos. La primera característica estructural que llama la atención es el origen social de los grupos dirigentes y de una parte considerable de sus partidarios: predominaron los jóvenes de clase media, a los que se agregó un pequeño número de estudiantes socialmente ascendentes salidos de círculos obreros. Estos integrantes de las generaciones de la posguerra procedentes en su mayor parte de familias burguesas se vieron insertos en un mundo social ampliamente dominado por miembros de las generaciones burguesas de la preguerra y en parte también por aristócratas: tanto De Gaulle como Adenauer
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pertenecían a este sector. El movimiento estudiantil fue y hasta la fecha lo sigue siendo, la vanguardia de las generaciones aún excluidas. Sus paladines rechazaron enfáticamente los valores políticos y, en un sentido más amplio, los ideales humanos de la burguesía de la preguerra aún dominante en sus respectivas sociedades. Evaluaron las intenciones y acciones de sus padres y las desecharon, pues ya se habían desintegrado los imperios coloniales, que habían nutrido el orgullo y el amor propio de la burguesía de la preguerra, como prueba visible de la grandeza y el valor de la propia nación. En el caso de Alemania, el deseo de restablecer el imperio, de resucitar su conciencia imperial, resultó ser un sueño que desde hacía mucho tiempo rebasaba el poder efectivo disponible y que, por ende, podía calificarse de autodestructivo. Algo semejante puede decirse del anhelo de la alta burguesía, nunca desaparecido del todo, de recuperar el dominio ilimitado dentro de sus propias empresas, pretensión a la que la política económica nacionalsocialista dio pábulo en Alemania. Por último, en opinión de los nacidos después de la guerra, las generaciones paternas fueron las que involucraron a Europa y a gran parte del mundo dependiente del continente europeo en la guerra catastrófica de 1939-1945, por lo que, a final de cuentas, eran culpables no sólo de la destrucción y la humillación de Alemania, sino también de la degradación de la mayoría de los Estados europeos triunfantes, de la pérdida de su grandeza anterior. Por consiguiente, con frecuencia no se concibe en toda su magnitud la tarea que debieron enfrentar, de manera especial, los jóvenes intelectualmente más despiertos de las generaciones de la posguerra. No sólo en Alemania sino también en otros muchos Estados nacionales europeos, se les planteó el problema que en Alemania se denomina "asimilación del pasado". Al igual que la juventud de la posguerra en la República Federal Alemana, muchos jóvenes ingleses holandeses, franceses, italianos o daneses confrontaron -quizá de maner; menos urgente- el problema de la propia identidad. La antigua identidad nacional no se desacreditó ni se cuestionó en todas partes en la misma medida que en la Alemania dividida y, particularmente, en la República Federal Alemana. La "asimilación del pasado" resultó particularmente penosa y difícil para los hered_e,ros-contras~ propia ~ol~1itad- del nacionalsocialismo. Sin embargo, tambien en otros paises la perdida de hegemonía sacudió intensamente el sentimi_ento naci~nal trad\~ional, sobre todo para los franceses y los ingleses, con ~u imagen .e ideal del nosotros" mucho más estables y más firmemente arraigados debido a su evolución continua desde hacía siglos. El descenso de Alemania de la situación de gran potencia tuvo lugar en dos P~~os.Ambo~ ~eron producto de los intentos fracasados realizados por grupos dmgentes anstocratas y burgueses para ganarle a Alemania la hegemonía sobre lo~ Estado~ europeos y sus dependencias en otros continentes. En esta segunda mitad del ~igloXX no resulta muy difícil reconocer que estas competencias entre las potencias europeas sellaron la destrucción de la hegemonía europea sobre los países del mundo.
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En oodo caso, la pérdida de la situación de gran potencia a causa de la derrota de 1918 fue tanto más intolerable para los grupos dirigentes de Alemania, orientados según la tradición de la época imperial, cuanto que acababan de obtener hacía poco, en 1871, esta igualdad de su país con las grandes potencias más antiguas, además de que estaban perdiendo al mismo tiempo la posibilidad de la hegemonía en Europa y su propio dominio dentro de Alemania. Este doble choque que la realidad asestó a los representantes y sucesores de los grupos dirigentes del imperio desaparecido, a través de las derrotas externa e interna ocurridas en forma simultánea, fue demasiado doloroso e intolerable como para que hubieran podido admitir que la época de su dominio había pasado para siempre, tanto en el exterior como en el interior de su país. Por lo tanto, después de 1918, prepararon el renovado ascenso de Alemania al rango no sólo de una gran potencia económica sino también militar y política, así como al mismo tiempo el restablecimiento de su propio dominio en el interior del país, apoyándose de manera paulatina en la ayuda de advenedizos populistas como Hitler, a quienes en un principio seguramente veían como instrumentos oportunos para la consecución de sus propios fines. Cuando los advenedizos se apoderaron de las riendas, aquellos grupos dirigentes fueron apresados por su propia trampa. Su profundamente arraigada formación prusiano-alemana de la conciencia hacía prácticamente imposible, a la mayor parte de los grupos dirigentes educados dentro de esta tradición, oponerse al jefe del Estado, aunque reconocieran el enorme riesgo de su política, lo cual seguramente sólo fue el caso de una minoría. De esta manera, su lealtad al Estado paralizó cualquier política efectiva de resistencia contra el jefe del Estado alemán por parte de la mayoría de los integrantes de estos grupos, Y sin considerar siquiera las represalias que este pudiera tomar en su contra. Así, Hitler pudo contar con el respaldo de la mayor parte de los sectores dirigentes más antiguos aunado al de sus propios dirigentes nuevos, al preparar la segunda acometida para establecer la hegemonía de Alemania en Europa y sus dependencias. El enorme esfuerzo propagandístico y de or~a.nización Y la movilización total del potencial alemán de guerra que se reqmneron en el curso de la conflagración dan cierta idea de la forma en que, paulatinamente, se hizo sentir la brecha que separaba el sueño de hegemonía de un gran imp~rio alemán y sus recursos efectivos de poder en relación con los de sus adversarios, Estados Unidos y Rusia incluso. Así se desvaneció el sueño de la hegemonía alemana en Europa y así terminó al misino tiempo, de manera involuntaria, la de las potencias europeas entre los países del mundo. El enfrentamiento con las posturas y los ideales dominantes entre las generaciones paternas burguesas de la preguerra condujo a muchos de sus hijos, nacidos después del conflicto, a rechazar de manera categórica l~s. aspectos considerados inhumanos de esta tradición burguesa y a abrazar enfaticamente, al mismo tiempo, una ética de carácter más humanístico. Par~ ello con frecuencia se sirvieron y se sirven de fórmulas de habla y pensamiento basadas en l\Iarx. En realidad no sólo los grupos dirigentes burgueses, sino también los
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políticos e industriales burgueses, habían ~e~pejado el ~o a la org~zación nacionalsocialista, junto con los grupos dingentes anstócratas tradicionales de Alemania, sobre todo los compuestos por militares y terratenientes. Así la estructura que la propia sociedad había tenido antes de la guerra resultó m~y atrasada y ajena para las generaciones nacidas después de ella. En especial para los grupos que entre estas adoptaban la posición más milit~te qu_eveían a las sociedades de la preguerra y de la posguerra de su propio pais, muy simplemente, con una perspectiva muy corta: como una sociedad ~ur~esa dominada por la lucha de clases con el proletariado. No cobraron conciencia de que el uso del concepto de lucha de clases por los grupos predominante:'11ente burgueses de las generaciones de la posguerra ocultaba con frecuencia una decidida lucha generacional: el choque de los hijos de origen burgués contra las posturas y las normas burguesas de sus pa?res crecidos antes de!ª gue1:"ª·A:>i la teoría marxista que contaba con pocos nvales en cuanto hazana de smtesis sociológica y respecto a su relativa cercanía a la realidad, se les ofreció como un medio de orientación emocional e intelectualmente satisfactorio para confrontar las directrices políticas y morales de las generaciones anteriores, que habían fracasado en forma tan patente y catastrófica. Este rechazo apasionado de las posturas y las normas de sus mayores, concebido como un rechazo global contra las posturas y normas burguesas en general, da cierta idea de la diferencia entre el mundo experimentado por las generaciones de la preguerra y el que conocieron las de la posguerra (precedida, por cierto, por una ruptura análoga, aunque comparativamente mucho más débil, después de la primera guerra mundial). Sin embargo, la adopción de una nueva ética por parte de las generaciones que estaban creciendo después de la guerra, no se limitó en absoluto a los grupos que luchaban bajo la bandera del marxismo. Es cierto que los grupos marxistas cuentan con un medio de argumentación y orientación más completo debido tanto a su carácter sistemático desde el punto de vista sociológico, como a causa de su profecía de un orden social futuro más justo, el mismo que a la vez les brinda una fuerza especial en cuanto programa de acción. No obstante, en términos generales, se encuentra una postura básica social y ética nueva entre muchas de las demás personas que pertenecen a las generaciones de la posguerra; aun cuando no sean marxistas, han desarrollado una sensibilidad sobre la incorrección de muchas actitudes autoritarias, muy normales para las generaciones que crecieron en el periodo de la hegemonía europea. Una de las experiencias más conmovedoras de nuestros días es la de observar la pasión con que algunos sectores de la juventud de la posguerra, precisamente en las naciones industrializadas más ricas, se entregan a la lucha contra la injusticia, la opresión y la explotación de las personas en todo el mundo, a favor de los prisioneros políticos de regímenes tiránicos y para proteger las especies animales en peligro de extinción o por mantener la belleza de la Tierra intacta. Su ética humanista tiene unas veces un carácter utópico. pero otras es realista y constituye con frecuencia una mezcla de ambas tendencias. Este compromist'
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Occidental que en otros países. Las tensiones internas que ayudó a fomentar fueron tanto más agudas, cuanto que los grupos que dirigieron la primera reconstrucción dieron particular importancia a conservar la continuidad con el pasado. Esto los obligó a relegar a un segundo plano o a encubrir por completo, los nuevos problemas enfrentados especialmente por las personas nacidas en la República Federal Alemana después de la guerra. Este encubrimiento incrementó a su vez la tensión entre las generaciones. Una de las tareas más urgentes, en la situación muy nueva de la joven República Federal, hubiera sido organizar una discusión pública acerca del sentido y el valor de la misma, o sea, un examen de conciencia, una evaluación realista de los objetivos posibles. Era una deuda que se tenía no sólo con las generaciones contemporáneas sino sobre todo con las futuras del propio pueblo, así como con los enemigos profundamente heridos de ayer, que eran los aliados de hoy y mañana: identificar y reformar públicamente las tradiciones de dominio y conducta responsables de la regresión del Estado multipartidista más complejo a un Estado unipartidista autocrático más primitivo, y de la quiebra consiguiente del nivel de civilización alcanzado hasta ese momento en Alemania. De esta manera, tanto las generaciones jóvenes como los vecinos de Alemania no hubieran tenido que vivir con el temor secreto de una nueva recaída en la dictadura autocrática de partido, no sólo en la Alemania Oriental sino también en la Occidental, así como tampoco con el de una reiterada desintegración del nivel de civilización alcanzado. Se hubieran podido preguntar cómo se explica la evidente falta dejuicio realista característica de los grupos dirigentes alemanes del siglo XX o la tenaz preferencia de grandes partes del pueblo alemán por un gobierno vertical desprovisto de responsabilidad por sí mismo y por la sociedad. Como primer paso hacia la autoeliminación del estigma de la violencia desenfrenada heredada por Hitler a este pueblo, hubiera sido imprescindible un análisis semejante apuntado a aclarar la sociogénesis y la psicogénesis del III Reich, su ascenso y desaparición. Quizá hubiera sido útil propiciar un examen oficial imparcial de tales problemas, como preludio a la tan mentada "asimilación del pasado" que nunca se realizó, la cual no podía arrancar en el plano público sin una iniciativa gubernamental resuelta en este sentido. "La postura de una nación frente a su pasado -afirma un reciente editorial del Times sobre la "conciencia de Inglaterra"- 3 determina su reacción ante el presente. Si oculta sus crímenes debajo de la alfombra, aumenta el riesgo de repetirlos y mantiene con vida una imagen falsa de si misma, la cual tiende a distorsionar sus otras percepciones."
social y ético carece de vez en cuando del inseparable complemento de ser un compromiso ético individual, es decir, de asegurar la integridad en el trato personal entre la gente, lo cual con frecuencia se desprecia como un principio burgués liberal, pero visto más detenidamente, este constituye un deber social al igual que lo anterior. Significaría poco crear un orden social menos desigual y opresor si las personas se siguieran mintiendo y engañando mutuamente a nivel personal, si pasaran por alto, en resumen, el esfuerzo por observar un trato íntegro, amable y responsable entre sí. Quizá no esté por demás recordar que esta entrega personal intensa a ideales y principios relativamente impersonales, no animada por la expectativa de una ventaja personal, sólo se observa en realidad en las sociedades más ricas y desarrolladas. El filósofo inglés Hume señaló en cierta ocasión cuán asombroso resultaba que los partidos de su tiempo, sobre todo la aristocracia tory y whig y sus partidarios en el país, se distinguieran por los principios éticos que abrazaban. Hume, que también era historiador, declaró que por lo que sabía, este tipo de formación de partidos resultaba único en la historia pues, por lo común, estas agrupaciones se formaban en respuesta a los intereses inmediatos de los distintos grupos. Esta observación es aguda y muy reveladora. También en la actualidad, en los países más pobres donde la desigualdad entre grupos muy ricos relativamente pequeños y la masa de pobres urbanos y rurales, con frecuencia en el límite de la subsistencia, es muchísimo más grande que en las naciones desarrolladas, los partidos se dedican de manera bastante franca a perseguir sus propios intereses, ya sean de índole familiar, tribal o regional. No hace falta disimular la persecución de intereses personales porque la masa de la población es pobre, carece de experiencia y, en términos generales, también de poder. Con un solo golpe se pone de manifiesto aquí un poco la paradoja en que se basa la estigmatización de la Europa de la preguerra, como un sistema de explotación y colonialista por parte de considerables sectores de las generaciones europeas de la posguerra. Hubiera sido imposible para estas naciones acumular riqueza -sobre todo su alto ingreso per cápita, en comparación con el de las naciones más pobres- sin las desigualdades del pasado, es decir, sin la explotación de otros pueblos y clases por grupos dirigentes de extracción principesca, aristócrata y burguesa. Esta riqueza proporcionó el nivel de vida preciso a los miembros de las generaciones de la posguerra de estos países para capacitarse y rechazar la ética de explotaciónde sus padres, además de la injusticia en todo el mundo. Basta señalar, en el presente contexto, algunos de los aspectos comunes de la nueva ética humanística surgida entre muchos grupos de las generaciones de la posguerra en los Estados nacionales industrializados más ricos, para comprender el carácter peculiar de la relación entre las generaciones de la preguerra y la posguerra en la República Federal Alemana. La ruptura entre el mundo experimentado por estas generaciones, ocasionada por la guerra de 19391945, fue considerablemente mayor y más difícil de asimilar en la Alemania
3. "Britain's Conscience", Times, 20 de febrero de 1978. El artículo continúa así: "Una de las manchas más oscuras en el escudo de Inglaterra fue la repatriación (forzada de un elevado número de ciudadanos soviéticos al finalizar la segunda guerra mundial. Algunos prefirieron suicidarse antes que regresar. Muchos fueron asesinados en cuanto cruzaron la frontera soviética. Un gran número murió en condiciones atroces en los campos de concentración. U nos cuantos sobrevivieron."
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Los gobiernos de todas las naciones cometen crímenes. Lo que distingue los crímenes alemanes cometidos bajo el gobierno de Hitler, de los de las otras naciones es su magnitud, su gran contenido mítico y su proporción relativamente baja de realismo, así como su correspondiente desmesura y falta de sentido, características de ciertos aspectos de la formación alemana de la conciencia. El hecho de que la asimilación del pasado no haya sido más que una palabra en la nueva República Federal Alemana; que no se haya comprendido el "condicionamiento de las reacciones actuales de una nación por su postura ante su pasado"; que en los comienzos de la República Federal, los grupos dirigentes de esta hayan difundido por el contrario, la consigna de que en el fondo nada había cambiado, tal vez resulte también comprensible, en vista de las circunstancias de aquella época, por lo que se refiere a la intervención de los aliados. Sin embargo, el que los asuntos del país siguieran llevándose, sin reforma alguna, a la manera de sus antiguos sectores gobernantes, seguramente fue uno de los motivos más importantes para que muchos jóvenes de las generaciones ascendentes tuvieran la impresión de que, en el fondo, nada había cambiado y que seguían viviendo en un Estado autoritario. Lo decisivo no fue que esta idea fuera correcta o falsa, sino simplemente que un considerable número de jóvenes, quienes en medida creciente no conocían ya el pasado por experiencia propia, estaban llegando a esa convicción. En este punto se ubica, sin duda, una de las raíces de su radicalización y por ende también del posterior terrorismo, en los casos más extremos. La situación de crisis en la que la República Federal Alemana se encuentra hoy en día se debe, en importante medida, a esta ausencia de una explicación clara y orientadora del ascenso de Hitler y, por lo tanto, también del surgimiento de la República Federal. Conforme las generaciones que habían crecido antes de la guerra y que aun habían vivido el conflicto envejecían y se iban reduciendo, conforme aumentaba el número de quienes sólo conocían a la antigua Alemania de oídas, se intensificó entre estos últimos la necesidad de encontrar una explicación para las guerras perdidas por Alemania, para el ascenso del nacionalsocialismo y el descenso del país, de que eran herederos. El análisis abierto del pasado se volvió más urgente para la integración de la identidad como alemanes de estas generaciones más jóvenes. Al no ayudarles en ello, al tender la política oficial a evitar un enfrentamiento abierto con el pasado, no sólo se contribuyó a desterrar de la conciencia de la población alemana occidental el peligroso legado de Hitler, sino que se empujó, sobre todo a los jóvenes intelectualmente más despiertos, a buscar su identidad en el marxismo, la única teoría que les ofrecía una explicación del fascismo y, al mismo tiempo, la oportunidad de sentir que no tenían nada qué ver con este pasado, de que eran libres de toda culpa. El nuevo Estado alemán oriental buscó asimilar el pasado precisamente de esta manera. Adoptó como postura oficial la de explicar a las generaciones jóvenes que la burguesía capitalista se había sentido amenazada por el creciente poder
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de los obreros, por lo cual, muchos grandes industriales favorecieron el ascenso de Hitler, y que él a continuación destruyó el movimiento obrero y erigió un gobierno bárbaro y violento, cuyo legado se presentaba a los escolares mediante la visita a los campos de concentración abandonados. Por muy fragmentaria que resulte esta explicación, por lo menos constituye una tentativa de análisis oficial del pasado traumático. Ciertamente, este intento de esclarecimiento también es, en determinado sentido un intento de encubrimiento, porque cía la impresión de que la población de las partes de la antigua Alemania que hoy pertenecen al Estado oriental no participó en el ascenso de Hitler. Además, oscurece la política equivocada del antiguo Partido Comunista, que calificaba de fascista al tardío Estado de Weimar y señalaba como "fascistas sociales" a los socialdemócratas de ese entonces, contribuyendo de esta manera a la escisión irremediable de las organizaciones obreras alemanas y por ende al ascenso del fascismo alemán. Existe una afinidad estructural manifiesta entre la polarización de opiniones ocurrida en aquel entonces y en la actualidad. De nueva cuenta, el más extremo entre los grupos distanciados del Estado, el Baader-Meihofy sus sucesores terroristas, ha declarado, ciertamente sin razón, que el actual Estado alemán -ya no la República de Weimar sino la de Bonn- es un Estado fascista que con la ayuda de jueces parciales, macanas policíacas, una prensa difamatoria y otros medios de violencia oprime a todos los grupos no conformes, por lo cual sólo se lo puede combatir y destruir por medio de la violencia física. Una vez más, poderosos grupos dirigentes han tomado los actos de violencia de estas minorías como pretexto para efectuar la persecución de todos los grupos e individuos que no son de su agrado, mucho más allá del círculo de los culpables y con todos los medios de la violencia estatal y verbal. Al igual que los judíos en su momento sirvieron de chivo expiatorio, en que se descargaron los profundos conflictos intrasociales de la República de Weimar, hace poco la indignación provocada por los asesinatos cometidos por los terroristas, atizada por la lucha electoral, se adhirió a la palabra "simpatizantes", aplicada sin criterio selectivo alguno también a grupos opuestos a todo acto de violencia. En relación con este embate de odio se intensifica cada vez más el empleo de los medios autoritarios del Estado en contra de los grupos de tendencia izquierdista, aunque estos últimos condenen y combatan los actos de terror de la manera más contundente. Al amenazar de esta manera a muchos jóvenes con la obstrucción de sus carreras profesionales, o bien al sacarlos sin más a la calle, se contribuye a incrementar -como un producto secundario involuntario de una legislación cada vez más severa- el número de las personas distanciadas del Estado y, posiblemente, de los "simpatizantes". A nadie le va a dar más gusto esta evolución de la República Federal Alemana que a los terroristas mismos. Siempre han dicho que la libertad de los alemanes occidentales es una fachada, detrás de la cual, se oculta un Estado policiaco de carácter autoritario, si no es que fascista. Los acontecimientos más recientes otorgan a su ideología más fuerza de convicción que nunca. Si uno de
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los objetivos de los terroristas fue el de incrementar las tensiones dentro de la República Federal Alemana, lo han logrado. Es posible que la muerte de sus líderes y la más reciente ola de detenciones haya paralizado a su organización. No obstante, la reacción que han provocado sólo sirve para apoyar su convicción de que son capaces de acelerar la desintegración del aborrecido Estado o su transformación abierta en una dictadura autoritaria de partido. Puesto que, al igual que muchos extremistas de la República de Weimar, parecen creer que el fascismo abierto es preferible al oculto, es posible que, en este sentido, también opinen que sus estrategias han tenido éxito y decidan, por lo tanto, perseverar en ellas, sin importar los costos. 3) Las tensiones y los conflictos entre organizaciones obreras y patronales, entre partidos de izquierda y de derecha, figuran entre las realidades sociales permanentes de los Estados nacionales altamente industrializados. No obstante, los que cuentan con una tradición más larga en resolver sin violencia este tipo de conflictos entre sectores o clases sociales, como Inglaterra u Holanda, han aprendido a vivir con estas tensiones como una circunstancia normal de su existencia nacional. La herencia nacional de que disponen los ciudadanos de estos Estados, incluye una selección de formas de conducta que les permiten y a la vez les imponen dominar -más o menos- sus sentimientos al zanjar enfrentamientos y conflictos intraestatales. Además, las personas que forman Estados nacionales dotados de una tradición de este tipo, ininterrumpida y relativamente larga, poseen por lo común cierta sensibilidad para la dependencia mutua que es en última instancia, la que une a los grupos antagónicos dentro de su nación, para reunirlos como herederos de la misma comunidad de destino y de supervivencia. Aunque los anime una apasionada aversión, son capaces de reconocer, en última instancia, que nunca deben llevar sus enfrentamientos hasta el punto en que se cuestione su sentimiento de pertenencia, su solidaridad y confianza mutuas, como ingleses, franceses u holandeses, en las luchas de sus naciones por sobrevivir. Es cierto que, excepto en el caso extremo de una catástrofe natural o una guerra, esta unión de los sectores antagónicos de un Estado se da sólo en el curso de una larga sucesión de generaciones. Hacen falta condiciones muy específicas para que los sectores y grupos opuestos de un país venzan su desconfianza mutua, el temor a la violencia del otro grupo, y que adquieran suficiente confianza los unos en los otros, como para estar seguros de que sus adversarios, al igual que ellos mismos, obedecerán las reglas de juego de la lucha no violenta por el poder y cederán sin violencia, cuando estas así lo exijan, las posiciones de gobierno junto con todos los medios autoritarios que estas ponen a disposición de un grupo. En Inglaterra, es posible observar con detalle -más o menos entre 1650 y 1750- cómo y por qué se llevó a cabo la transición de la resolución violenta de los conflictos entre grupos, y la sospecha constante de que el bando contrario se preparaba para apoderarse del gobierno por la fuerza de las armas, a las reglamentadas luchas parlamentarias no violentas.
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En el territorio alemán, las luchas incruentas entre los ~artidos parl~~?tarios, aseguradas contra la violencia por reglas firmes, no ~enen una tradic;on muy larga. Las estructuras de personalidad, que son más importantes que as leyes y las constituciones escritas para que funcionen las luchas :ntredlos tores sociales en forma parlamentaria no violenta, tod~vía no se ~ a ap ~ o lo suficiente a esta manera de zanjar tensiones y confhctos.1:od~VIa en el siglo XIX y en el fondo hasta 1918, Alemania fue gobernada por pnncipes absolutos, sea en forma vertical. A este modelo de gobierno correspondia un carác~er 0 nacio~al de la misma índole, como el que se da en~ otros pueblos con un destino semejante. Las estructuras de personalidad estan profundamente acopladas al obierno desde arriba. Esto significa, entre otras cosas, que e1:1 ~emania s~ tu~o ~uy poco tiempo y oportunidad para desarrollar el autodomim~ y la conc~e~c1a que permite contener de manera individual, por voluntad propia, la hostilidad contra otros grupos y sectores de la propia sociedad, aunque s~ comprenda la necesidad de hacerlo. Sólo se ha aprendido a contenerla mediante el control . _ externo, por las órdenes procedentes de arriba. Cuando el soberano imperial desapareció de Alemani~ en el ano_de 1~18, el odio entre los partidos se manifestó enseguida con el_estalhdo de la VIole~cia. En este caso, fue particularmente la indignación expenmentada ~?r los m1e~bros de los antiguos sectores dominantes alemanes ante la ~dac10n de la ~nmera república alemana, la que se descargó en los acto~ v10lentos cometidos por los terroristas de ese tiempo, por ejemplo, los asesmatos de Erzberger, Rosa Luxemburgo, Rathenau y Liebknecht, así como también de ~uc~as personas menos conocidas. Siguió la creciente polarización de dere~~a ~ izqmerda, la ~ual se expresó al principio en las batallas libradas entre los eJe~c1tosde ~os_partidos antagónicos y finalmente desembocó en la dictadura nac10nalsociahsta. Fue una situación típica, cuya estructura fundamental se parece a la qu~ ~e ~bserva en la relación entre monárquicos y puritanos durante la revoluc10n mglesa del siglo XVII y después de ella, así como posteriormente en la relación en~re whigs y torys: cada uno de los grupos sociales polarizados teme ser someti~o violentamente por el otro (o los otros), en una situac~ón en que el ~onopoho central de la violencia física ejercido por el Estado, es mcapaz ya de imponerse de manera efectiva. A fin de prevenir que esto suceda, cada una de las agrupaciones amenazadas y amenazantes del país moviliza sus recursos violentos para someter a los otros. La escalada en las amenazas recíprocas conduce finalmente al dominio dictatorial de cualquiera de los bandos, basado en el monopolio de todos los recursos violentos. En la República Federal Alemana de hoy también se encuentra una polarización cada vez más intensa. A muchas personas de izquierda les preocupa seriamente que el país se esté acercando a una nueva dictadura fascista. Muchos círculos burgueses temen que se dé el movimiento marxista que lleva hacia la dictadura del proletariado. Los actos violentos de los terroristas han incrementado su temor y exigen medidas de opresión cada vez más severas sobre todo, y por lo pronto de carácter estatal, como policiacas, por ejemplo, que
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a su vez aumentan el número de las personas distanciadas del Estado y por ende la reserva de potenciales reclutas para el terrorismo. La irracionalidad de una cacería de brujas semejante en la República Federal Alemana, se pone de manifiesto con mayor claridad cuando se comparan los comentarios de los periódicos alemanes con los ingleses. En su momento, el Economisl escribió, por ejemplo:~ "Una situación de esta naturaleza requiere tiros de precisión, no el empleo crego de bombas de área, o sea, ataques precisos contra el núcleo duro de los grupos terroristas, y no se debe intimidar a los simpatizantes sino ganarlos en lo posible para el propio bando." La diferencia entre las tradiciones de conducta inglesa y alemana -particularmente entre los grupos dirigentes conservadores de ambos países- se revela claramente al observador al comparar esta afirmación del Economist con las posturas adoptadas por los órganos de prensa alemanes occidentales comparables con aquél. La tradicional falta de criterio de los sectores dirigentes alemanes, que tanto contribuyó a la desgracia del pueblo alemán, se manifestó de manera muy drástica en el empleo de ''bombas de área" contra los "simpatizantes". Aún en la actualidad opinan al parecer que, tácitamente, basta con desprenderse del contenido de las doctrinas nacionalsocialistas, sin necesidad de liberarse al mismo tiempo de las posturas humanas que se expresaron -de manera extrema, sin duda- en el nacionalsocialismo. Existe en Alemania la larga tradición de cerrarse ante los grupos externos y de rechazarlos. Esta tradición de conducta se distingue notoriamente de la asimilación limitada y por etapas de ciertos grupos de extraños que desde hace mucho tiempo se practica en Inglaterra, como la de los propios obreros ingleses en el siglo XIX por ejemplo, así como de obreros extranjeros (aunque con frecuencia dueños de pasaportes británicos) en el XX. Como quiera que sea, así se mantiene en movimiento la fatal dinámica del círculo perverso en cuyo transcurso el acto de violencia de uno de los bandos, aunque sólo sea anunciado o temido, fomenta actos de violencia recíprocos por parte del otro bando. Esto sucede en la evolución de muchos Estados, como ya se ha señalado; un ejemplo contemporáneo son los actos de terror y contra terror que se dan en Irlanda del Norte. La violencia hablada-no hay que olvidarlocontribuye al igual que la actuada a impulsar este círculo perverso. La dinámica imprevista de tal proceso ya se ha expuesto arriba: cuando cada grupo de un país teme el acto violento del otro, ambos se preguntan si no será mejor servirse de la violencia de manera preventiva para adelantarse al otro bando. Cuando el temor al acto violento del otro grupo provoca el empleo de violencia, el cual produce a su vez una reacción semejante por parte del bando contrario, resulta probable como desenlace el establecimiento de una dictadura violenta por cualquiera de los dos bandos, aunque posiblemente ninguno de ellos haya tenido la intención de favorecerla. La dinámica de este círculo perverso no se percibía en la República Federal Alemana, mientras la recuperación económica 4. Ecunomist, 17 de septiembre 1977 o. 13.
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del joven Estado creaba y reforzaba una sensación de solidaridad. En cuanto la situación económica se oscureció y empezó a desmoronarse el único símbolo del orgullo común, también se puso de manifiesto en forma. más ~bierta la enemistad mutua, y el círculo perverso del temor al acto de v10lenc1a del otro volvió a su obra subversiva. En estas circunstancias se pone de manifiesto también con mayor claridad el principal problema antes mencionado de la República Feder~ Al~mana, e~cual fue encubierto por el "milagro económico": el problema de la identidad nacronal. Desde el punto de vista de los medios de orientación sociales disponibles en la actualidad a menudo se tiene la impresión de que lo peor que le puede pasar a un pueblo ~s una crisis económica. En este aspecto, comunistas y capitalistas sostienen la misma plataforma: ambos creen que la economía constituye la esfera central de cualquier sociedad. No comparto esta opinión de la comunidad paradigmática capitalista-marxista. Una crisis furtiva de identidad, como la que se ha dado en la República Federal Alemana, no es menos peligrosa que una de carácter económico. Es muy comprensible que la desorientación en cuanto al sentido, el valor y el futuro del propio país sea particularmente grande en la República Federal Alemana, más grande, en mi opinión, que en cualquier otro Estado nacional contemporáneo de Europa, lo que resulta difícil para las generaciones más jóvenes del país. Se me ha comentado una y otra vez: "En esta sociedad no hay nada que le otorgue sentido, valor o rumbo a la vida." Este es el hueco que muchos jóvenes llenan con el marxismo. Les dio un rumbo y una esperanza a quienes no encontraban otra brújula en su sociedad. Es lamentable, desde mi punto de vista, que otros círculos reprochen con frecuencia actualmente a los estudiantes que un número tan grande de ellos se haya acercado al marxismo o que, en todo caso, no tenga confianza en su propio Estado. Presos de agitación se contentan con acusarlo hostilmente. Nadie pregunta cómo se explica que este Estado haya distanciado de sí a un número tan grande de sus ciudadanos más destacados. ¿Será posible que, a manera de reacción contra la producción forzada de un sentimiento de solidaridad nacional bajo el nacionalsocialismo, se haya dedicado muy poca atención al problema del sentimiento de pertenencia en el nuevo Estado alemán occidental, y que precisamente se deba a ello la impotencia con la que se enfrenta la creciente división dentro de la República Federal Alemana? Seguramente que uno de los problemas más difíciles de la República Federal Alemana es la falta aparente de una comunidad de destino que abarque a todos los grupos. Esta comunidad de destino de los alemanes occidentales es simplemente una realidad social. En apariencia no son muchos los alemanes occidentales, marxistas o no, que deseen seriamente que Alemania se unifique bajo el régimen del Estado alemán oriental y por ende dentro del bloque soviético. Lo único que les falta a muchas personas es la conciencia de esta comunidad involuntaria, cuyas forma de vida y existencia social dependen
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de 1~permanencia de la República Federal Alemana. En términos generales se tiende a esconder el problema bajo la alfombra. Muchas personas mayores ~que ~oco ~ poco están desapareciendo) consideran normal en apariencia la identifi~ación con el antiguo Estado alemán como existió más O menos desde 1871..Sm. embar~o, esto no es suficiente pára los más jóvenes, quienes por expene~cia prop~a sólo conocen la nueva república y para los que la antigua Aleman~a sólo existe en los libros de historia. La expectativa de que la antigua Alema~a pueda volv~r en un tiempo no lejano se revela cada ve? más como un suen~., La Alemam.a Orient~l, unida al menos de manera superficial por la adhes10n a la .doctrma marxista, sigue sus propios caminos. No existe un fundamento rea~sta para cre~r que, en el futuro cercano, vaya a separarse del Pacto de Varsovia a fin de unirse a la Alemania Occidental. Quizá se deberían contemplar ~n forma más detenida las consecuencias de este estado de cosas. Si es poco realista ~spei:ar que se restablezca la antigua Alemania más grande, el problema de la identidad de los ciudadanos de la República Federal Alemana en cuanto alemanes occidentales, adquiere una nueva urgencia. ' Hasta el mo~ento se ha evitado en gran medida, en la República Federal Alemana'. una ~1Scusión pública sobre este problema, además de imponerse durante cierto ~iem~o un tabú político al uso del ténnino "Alemania Occidental", cada. vez más .difundido en los otros países europeos occidentales. Ambas circunstancias ~ontribuy~n ampliamente al hecho de que los miembros de las distintas agrupac10nes sociales y también regionales de la República Federal Alemana estén, por lo com~, s.ólovagamente conscientes y a veces sin conciencia algun; d~ la dependencia e mterdependencia ulteriores existentes entre sus grupos. Ciertamente está presente la posiblidad de que el Estado alemán occidental profu:1damente divi~id? llegue a desintegrarse. Las fuerzas centrífugas que trabaJan en las provrncias tal vez aún no estén visibles en forma manifiesta aunq~e ya se observen inequívocamente en el terreno cultural. Sin embargo: son srn duda muy fuertes y se ven reforzadas por la dureza de la competencia entr~ los d?s grandes partidos políticos y la antipatía latente entre sus líderes. P?dna ~ecirse que los_intereses económicos mantienen unido al país, pero esto solo_es~a asegurado rment_ras no sobrevenga una crisis económica. ¿Quién puede decir si, en el curso del tiempo, las distintas provincias irán a convertirse en los dominios consolidados de los diferentes partidos, con la ayuda de sistemas electorales eficientes? ¿Quién puede decir si en esas circunstancias un futuro primer ministro bávaro no se sentirá bávaro en primera instanci; y alemán sólo en segundo plano? Quizá se tenga l_aidea tácita de que el sentimiento nacional se inscribe por naturaleza, por decirlo de alguna manera, en la conciencia de cada miembro de una nación, y que por ello no se percibe que la República Federal Alemana es uno de los pocos Estados de Europa cuyos ciudadanos carecen casi por completo del pega~e.nt7, de una identidad común, y con sólo un orgullo frágil por el "milagro econom1co . La brec~a generaci~nal mencionada antes y particularmente grande entre los que conocieron la antigua Alemania y quienes sólo conocen la nueva,
la' República Federal Alemana, también fomenta la desunión y la división del país. Los miembros de la generación mayor quizá digan: "Si un joven carece de este sentimiento de identidad nacional, pues que se vaya; es despreciable, un 'tipo sin patria'." Sin embargo, tal vez no reconozcan que por lo pronto sólo existe la cascara de una organización estatal en la Alemania Occidental. Esto no es ninguna garantía de que la población de tal Estado se sienta como una nación. El mal uso hecho por los nacionalsocialistas de la apelación al sentimiento nacional alemán, vuelve tanto más difícil asocia un valor positivo al término "nacional". En alemán no existe una palabra que corresponda exactamente a la expresión angloestadunidense nation-building. Sin embargo, casi parecería que las únicas opciones disponibles para la República Federal Alemana fueran la integración consciente o la desintegración impremeditada. En los Estados más antiguos dotados de una evolución continua se ha desarrollado un sentimiento de identidad nacional que, de manera impremeditada, ha llegado a abarcar todas las regiones y clases en el curso de los siglos: "soy francés, yo holandés, italiano, inglés", etc. En la mayoría de los Estados más jóvenes se trabaja de manera bastante sistemática en la tarea de construir la nación. En la sociedad alemana oriental, que de ninguna manera carece de clases sociales, los gobernantes persiguen la intención expresa de formar una nación. En la Unión Soviética también se cultiva de manera muy consciente el sentimiento de pertenencia nacional a la patria soviética. Cuando estas medidas políticas se vuelven dificiles, como en Bélgica o Irlanda del Norte, la población permanece durante décadas en un estado de guerra civil latente, al borde de la desintegración. No es inconcebible que la República Federal Alemana tenga también que prepararse para una existencia de este tipo. Las experiencias del nacionalsocialismo han vuelto imposible, con toda certeza, que la tarea de construir una nación y el desarrollo de un sentimiento de pertenencia nacional se aprovechen dentro del marco de un Estado alemán no dictatorial para disimular la supremacía de los antiguos sectores dirigentes. Por ende, esta tarea aún pendiente es particularmente difícil en la República Federal Alemana. Requiere que se brinde sobre todo a las generaciones más jóvenes, de cuya buena voluntad y sentimiento de pertenencia depende el futuro de cualquier país, la sensación de que vale la pena vivir en esta sociedad. Los éxitos económicos logrados por Alemania Occidental, pronto se transformarán en todo lo contrario si se amenaza o se pierde la unidad del país; si partes considerables de las generaciones más jóvenes se distancian de su Estado, por ejemplo, por el hecho de que en este país no encuentran una carrera profesional satisfactoria o de que se les obstruye toda posibilidad de ello. Construir una nación significa esforzarse para integrar a todos los sectores y grupos con igualdad de derechos en el ciclo de la vida social, a despecho de los conflictos de clase y de partido; integrarlos a la nación aunque no se esté de acuerdo con la actitud y las ideas de estos grupos. Al hablar lo hago en primera instancia como alguien que se siente profundamente ligado a la tradición europea. La desintegración de la República
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Federal Alemana o su transformación en un régimen dictatorial -ambas son posibilidades que deben tenerse en cuenta-, sería una desgracia no sólo para el pueblo alemán, sino para los países y la tradición europeos en su totalidad. Ambas constituirían una profunda amenaza contra la posibilidad de una unión más estrecha entre los países europeos, y un signo de mal agüero para el futuro del continente. La voz de una República Federal Alemana constantemente dividida sería débil en los consejos de Europa; y una segunda dictadura, disfrazada de la manera que sea, sólo serviría para sacar muy pronto de su sueño muy ligero a la desconfianza aún presente contra Alemania. Quizá se olvide a veces que los enconados enfrentamientos políticos interiores de Alemania Occidental se llevan a cabo en una arena abierta, delante de un amplio público europeo que se siente directamente afectado, por muy discretos que sean sus comentarios. 4) Mucho de lo que la discusión pública evita lo más posible en la República Federal Alemana, se expresa de manera discreta pero natural en otros países europeos. ¿No sería más provechoso discutir los problemas dolorosos con toda franqueza? Pienso sobre todo en el problema del estigma y los sentimientos de culpa legados por el nacionalsocialismo a las generaciones subsiguientes de Alemania. Pese a todas las afirmaciones en contra, nunca se aligeró el peso de este problema sobre la conciencia alemana. Se ha hablado mucho de asimilar el pasado, no obstante, resulta bastante claro que este sólo ha sido reprimido, no asimilado. Ciertamente no es muy fácil hablar de él: sé que esto significa tocar una herida abierta en la conciencia alemana del "nosotros". Sin embargo, precisamente porque la herida nunca se cerró hay que hablar de ello, no con la intención de acusar, sino para inaugurar el esfuerzo de explicar la quiebra temporal de la civilización humana en Alemania. Me parece importante, tanto para la salud como para el futuro de la Alemania Occidental (si es que tiene futuro), que este problema sea sacado otra vez del olvido en que ha caído y expuesto a la luz pública. Yo también pensé por un tiempo que era hora de olvidar el pasado. El problema es que tal vez en Alemania se pueda olvida., pero que en el resto del mundo no se olvida, particularmente en los países vecinos. En los lugares que sufrieron mucho bajo la ocupación por la máquina hitleriana de guerra, sigue siendo hasta la fecha un problema de actualidad la conducta de las personas durante aquel tiempo. El sentimiento nacional relativamente sólido de países como Holanda, Noruega o Francia se pone de manifiesto, entre otras formas, al sacar de vez en cuando a la luz pública casos de colaboración de algún hombre con los nazis, y entonces se discute con toda vehemencia en el país entero la cuestión de si cometió este tipo de traición a su patria. Los jóvenes alemanes tienen toda la razón al decir: "Pero nosotros no tuvimos nada que ver con eso. ¿Por qué nos atribuyen la responsabilidad por algo que hicieron nuestros padres?" La verdad es que los pueblos no hacen estas distinciones finas al tratar unos con otros; para ellos un inglés es un inglés; un francés, un francés; y un alemán, un alemán, sin importar su edad. Y con ello nos acercamos al meollo del problema: la carrera de un político inglés, holandés, danés o francés
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terminaría si recayera en él la menor sospecha de haber colaborado con el régimen de Hitler. Fue posible hace poco observar la vigencia que aún co~serva en Francia esta sensibilidad para tales manchas, a pesar del paso del tiempo, cuando ciertas acusaciones pronunciadas contra el líder del Partido Comunista, Marchais, despertaron la sospecha de que había acudido a trabajar a la Ale~ania nacionalsocialista no de manera forzada sino voluntaria. La confirmación de esta sospecha hubiera bastado para acabar con él en cuanto figura política Y Marchais, que es comunista, se defendió ... como francés. La República Federal Alemana es el único país de la Europa actu~ en qm: la reputación de una persona no queda manchada y su carrera profesional casi no se obstruye por el hecho de haber sido nacionalsocialista. El monstruoso asesinato del doctor Schleyer llamó la atención de golpe sobre este problema. En su artículo necrológico, el Times, una publicación conservadora, presentó de manera muy natural la información verídica de que el doctor Schleyer se integró al partido nacionalsocialista en su juventud, trabajando en la dirección de la asociación estudiantil nacionalsocialista, y luego entró a las SS, con las cuales participó en la administración económica de la Checoslovaquia ocupada; finalmente pasó tres años en un campo de prisioneros, porque los aliados clasificaron a las SS como una organización criminal. Estos datos no aparecieron en los artículos necrológicos de la gran mayoría de los periódicos alemanes. La nota del Times consternó a algunos de mis conocidos ingleses. "Al parecer -eomentó uno de ellos- no ha cambiado nada en Alemania." Sin duda, en el fondo estaba pensando: "Sostuvimos una guerra muy dura y creímos que el cáncer se había erradicado en Alemania y en Europa, pero tal vez siga con vida." No estoy de acuerdo. No cuadra con mi sentimiento de la integridad humana que no se perdone a los enemigos de ayer. Yo mismo soy un anciano y me parece inhumano, para mencionar un solo ejemplo, que un anciano como RudolfHess, que ya no le puede hacer daño a nadie, aún esté sometido a régimen de incomunicación. Sería un gesto simbólico de humanitarismo, desde mi punto de vista, que se lo liberara. Lo que mencioné arriba es simplemente un relato verídico, un indicio de que el problema nacionalsocialista no es un problema del pasado, nunca dejó de ser un problema de actualidad. En mi opinión es errónea -desde el punto de vista del futuro mismo de la sociedad alemana occidental- la medida política de imponer un tabú a la discusión pública sobre el nacionalsocialismo y sus causas. Hoy en día se tiene mayor conciencia que antes de que una intensa experiencia traumática en la vida del individuo le provoca graves perjuicios, si no se la desplaza al nivel de la conciencia por medio del lenguaje, de discusiones, para de esta manera dar una oportunidad al proceso curativo. Hace mucho que estoy convencido de que también en la vida de los pueblos, así como en la de otras agrupaciones sociales, se dan experiencias traumáticas colectivas que penetran profundamente en el patrimonio psíquico de sus miembros, donde causan graves daños -sobre todo en lo que se refiere a la conducta referida a la convivencia social conjunta- si
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se les niega la posibilidad de una purga catártica y el correspondiente alivio y liberación. La situación actual de la República Federal Alemana no dejará de ser incomprensible si se omite la referencia a la experiencia traumática del dominio nacionalsocialista y a las terribles consecuencias que tuvo para Alemania. Al permitir que esta penetrara en la conciencia y sustraerla de la discusión pública y por ende de la posibilidad de curación, ha cobrado una severa venganza. No pretendo pasar por alto los motivos sociales que hubo para hacerlo así. Sin duda la generación de transición que tomó las riendas enseguida de la derrota, estaba sinceramente convencida de que sería posible continuar los asuntos de Alemania como si nada hubiera sucedido, y que lo mejor para el pueblo alemán era olvidar el intermedio nacionalsocialista. No obstante, al mismo tiempo, su idea de poder dejar atrás de una vez el pasado fue una manifestación de su pretensión de dominio y voluntad de poder. He mencionado ya que la sociedad de la República Federal Alemana corre el peligro de verse involucrada en una escalada del temor, en la polarización cada vez más intensa de los conflictos entre quienes temen el posible surgimiento de una dictadura comunista y los que se preocupan por el restablecimiento de una dictadura fascista en la Alemania Occidental. La expansión del terrorismo sólo se comprende en este contexto, pues es un fenómeno social con causas de largo plazo. La negativa a reconocer este contexto y la tendencia a explicar las atrocidades de los terroristas simplemente como el resultado de su malicia personal, de su naturaleza criminal, son tentativas de suprimir de la conciencia el hecho evidente de que estos actos de violencia crueles son la consecuencia a largo plazo y de signo opuesto, de los crueles actos de violencia de los nacionalsocialistas, que a su vez con toda certeza no constituyeron el primer eslabón en la cadena. Los nacionalsocialistas también tuvieron sus simpatizantes, un círculo de simpatizantes muchísimo más grande que el de los terroristas actuales. La violencia de ambos grupos sólo puede explicarse mediante un examen a largo plazo del destino particular del pueblo alemán. El grupo Baader-Meinhoftuvo la impresión, y sus sucesores aún la tienen, de que el fascismo había vuelto en Alemania, de que la República Federal Alemana era un Estado fascista y que la única manera de derribar un dominio fascista sostenido de manera violenta era a su vez por medio de la violencia. Seguramente es una fantasía calificar de fascista al Estado alemán occidental. Sin embargo, no es posible pasar por alto el hecho de que estos actos de terror forman parte de la escalada del conflicto entre antifascistas y anticomunistas del que acabo de hablar. Al igual que en el caso de los nacionalsocialistas, también en este las fantasías colectivas forman parte de la realidad social y sólo es posible someterlas enfrentando su realidad, pues también ellas son una secuela a largo plazo del trauma nacionalsocialista. Al tratar de representar el terrorismo simplemente como los actos de unos cuantos criminales, se está comprendiendo mal su significación social, precisamente por haber procurado reprimir del nivel consciente la influencia duradera de aquel trauma sobre el
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curso posterior de la evolución alemana. Estoy seguro de que se obtendrían efectos catárticos y de limpieza, si se hablara más sobre estas relaciones, si sobre todo en las escuelas y las universidades, en tocios los lugares donde los jóvenes van a aprender, estos problemas se discutieran objetivamente y con toda franqueza. Son inevitables las luchas entre las distintas clases y partidos. Lo que no es inevitable es la progresiva vehemencia y desmesura de estas luchas. Al parecer no existe una verdadera comunicación entre los bandos antagónicos. La intensificación recíproca de los temores, el proceso impremeditado de la escalada, se mantienen ocultos para ambos. Por lo tanto, quisiera resumir una vez más la estructura de esta polarización. En la izquierda política, sobre todo entre los jóvenes, está muy difundido el temor bastante serio de que en el futuro habrán de vivir en un Estado autoritario cada vez más duro. Algunos lo llaman Estado policiaco; otros. Estado fascista. El nombre no es lo que importa, sino que tienen muchos motivos de peso para sentir este temor. Existen líderes de derecha cuya postura humana, si bien es extraña a la doctrina nacionalsocialista, pone de manifiesto, a los ojos del bando contrario, una afinidad ominosa con la actitud propia de los representantes de un Estado fascista autoritario. Esto se refiere a hombres que ocupan altas posiciones de gobierno y de partido al igual que a jueces, grandes industriales y policías. La campaña desmesurada, llena de odio y organizada en contra de los "simpatizantes" ha reforzado considerablemente, por supuesto, el temor de que Alemania se esté aproximando de facto a una dictadura de partido, incluso dentro del marco de un régimen nominalmente parlamentario. Además, en la derecha política se señala una y otra vez que sus adversarios buscan la revolución; en ello se concentra su temor, y también para esto hay motivos sólidos. Muchos marxistas manejan palabras como "revolución" o "revolucionario" muy a la ligera, como si se tratara de un bonito día de campo. En realidad, una revolución es un acontecimiento no menos cruento y violento que una guerra y, en la actualidad, resulta cada vez más difícil establecer una diferencia entre ambas formas de emplear la violencia organizada, como lo demuestra la experiencia de los países africanos. La amenaza de la revolución y el temor que provoca otra amenaza, la del Estado policiaco dictatorial con el temor correspondiente, se encuentran enfrascados de esta manera en un juego perverso. Es difícil decir si la dinámica de este proceso ha llegado ya a un punto en el que no hay regreso. Espero que aún estemos a tiempo para frenar el movimiento en este sentido. Si no ... pobre de esta Alemania autodestructiva.