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EL ARTE HINDÚ El arte hindú se caracteriza principalmente por ser un reflejo de la compleja sociedad india, sociedad india, multiétnica multiétnica y multicultural. Asimismo multicultural. Asimismo tiene un carácter principalmente religioso, principalmente religioso, sirviendo el arte el arte como medio de transmisión de las distintas religiones que han jalonado la India: la India: hinduismo, hinduismo, budismo, budismo, islamismo, islamismo, cristianismo, cristianismo, etc. También hay que destacar como la naturaleza , como adaptación al rasgo distintivo del arte indio su afán de integración con la orden universal, teniendo en cuenta que la mayor parte de elementos naturales para los indios un carácter sagrado. La India ha sido cuna de una gran civilización que se extendió, gracias sobre todo a la expansión del budismo, por todo el centro y el sureste asiático, llegando a influir incluso en poderosas culturas como la china y la japonesa. En Occidente fue conocida principalmente tras la expedición a la India de Alejandro Magno, cuando llegaron noticias de los adelantos técnicos, culturales y artísticos desarrollados en el subcontinente indio. El arte indio tiende a la sacralización simbólica de todos sus elementos, y el carácter narrativo de todas sus expresiones plásticas tiende por lo general a la trascendencia de su significado inherente, expresado a través de imágenes de gran sensualidad que connotan un gran refinamiento estético. El arte floreció en la India durante la antigüedad con la Cultura del valle del Indo; sin embargo, tras la llegada de los pueblos arios se produjo un período de vacío artístico del que nada conocemos, ya que no han quedado vestigios que muestren las realizaciones de esta época, entre el 1500 y el 300 a. C., hasta la instauración del Imperio mauria. Posteriormente, la aparición del budismo y el jainismo, que convivieron pacíficamente con el hinduismo hasta la llegada de los musulmanes, sentaron las bases culturales, estéticas y artísticas del arte indio hasta la edad moderna. Así como el hombre occidental occidental ha buscado siempre adaptar adaptar la naturaleza naturaleza a sus necesidades, los indios han procurado en cambio integrar sus obras en el entorno natural, como los santuarios rupestres excavados en la roca y en grutas naturales. La naturaleza tiene para ellos un carácter sagrado, como se percibe en la sacralización de ríos,
montañas y árboles, o en la divinización de los elementos naturales: sol (Sūrya), luna (Chandra), fuego (Agní), lluvia (Indra), etc. Uno de los factores más influyentes en el arte y en la mentalidad india es el clima monzónico, que con su carácter cíclico, su naturaleza ambivalente, que tanto puede beneficiar como perjudicar a la vida en el subcontinente indio, provocan una cierta dualidad en la personalidad de sus habitantes, unos cambios de actitud que se reflejan en una gran diversidad de estilos artísticos, pudiendo convivir de forma simultánea estilos contrapuestos y aparentemente enfrentados, desde el naturalismo a la abstracción, del realismo al idealismo Una de las facetas más sorprendentes del arte indio para los occidentales es la representación sin tapujos del erotismo: según la religión hindú, el sexo es una forma de oración, un canal entre lo humano y lo divino, una señal de trascendencia y de espiritualidad. Buena muestra de ello es el culto al lingam (símbolo sexual masculino) y el ioni (símbolo sexual femenino), ambos provenientes de antiguos ritos neolíticos de la fertilidad, y que fueron asumidos por el hinduismo. El linga representa la potencia creadora del dios Sivá, y es el principal objeto de veneración en las capillas de los templos dedicados a este dios. Se suele representar mediante un pilar (stambha) terminado en forma de glande (mani), aunque puede variar desde la forma más naturalista hasta una forma abstracta consistente en un cilindro, o diversas manifestaciones como un falo con ojos (ambaka-li ṅgam), con un rostro (ekamukha-li ṅgam) o cuatro rostros (chaturmukha-liṅgam). En la tradición drávida los li ṅgam se asocian a los elementos: agua (apas-
P á g i n a | liṅgam), aire (akkasha-li ṅgam), fuego (tejas-li ṅgam), viento (vayu-li ṅgam) y tierra (prithiviliṅgam). Por su parte, el ioni representa a Śakti (la Diosa Madre), así como a Parva ti (diosa de la naturaleza y la fertilidad), mujer de Sivá. También se puede representar en forma naturalista como una vagina, o geometrizada en forma de triángulo. El lingam aparece a menudo junto al ioni, el órgano sexual femenino, formando un recipiente de forma cóncava del que sobresale el lingam. Este símbolo expresa la unidad dentro de la dualidad del universo, la energía creadora, a la vez que la transmutación del impulso sexual en energía mental, la ascensión desde el mundo de los sentidos a la trascendencia espiritual, lograda mediante la meditación del yoga. Estos antiguos ritos se fusionaron con el tantra, filosofía que busca la verdad en la energía que emana del cuerpo, que es un potenciador espiritual, como incluso la energía sexual (ku ṇḍalinī). Junto a los cuentos del
Kāma Sūtra («Libro del Amor»), estos cultos tuvieron una gran representación en el arte indio, sobre todo en la escultura, donde abundan los mithuna o escenas eróticas, como en
los templos de Khajurāho y Koṇārak. La estética india se desarrolló sobre todo en el período gupta, en el que se analizaron, recopilaron y clasificaron la mayoría de escritos védicos (los textos sagrados hindúes, transmitidos de forma oral desde aproximadamente el 1500 a. C.). Para el arte fueron primordiale s especialmente los textos sagrados denominados Śastras, en particular los Vastu- Śastras, tratados arquitectónicos que hablaban de la construcción de templos para los dioses, y los Śilpa -Śastras, tratados figurativos para pintores y escultores y la forma de transcribir en imágenes el mensaje divino. Los gupta desarrollaron varios tratados técnicos y normativos sobre los principios fundamentales del arte, así como
técnicas, materiales, estilos, iconografía, etc. Uno de los más importantes es el Śadanga, que establece los «seis principios» estéticos para la pintura: rūpa -bheda (ciencia de las formas), pramani (sentido de las relaciones), bhava (ciencia del sentimiento), lavannayojanam (sentido de la gracia), sadrisyam (ciencia de las comparaciones) y varnikabhanga (ciencia de los colores). Más adelante se añadieron otros dos: rasa (quintaesencia del gusto) y chanda (ritmo).
El rasa está ligado a la emotividad: para los indios, el arte ha de conmover, ha de suscitar emociones. Así, distinguen nueve tipos de emociones, que se relacionan simbólicamente con diferentes colores:
Amor o rasa erótico (śringāra): color negro. Valor o rasa heroico (vīra): color rojo. Cólera o rasa furioso (raudra): color rojo.
Alegría o rasa cómico (hāsya): color blanco. Asombro o rasa admirativo (adbhuta): color amarillo. Dolor o rasa compasivo (karuna): color gris.
Asco o rasa repulsivo (bībhasta): color azul. Miedo o rasa temoroso (bhayānaka): color negro. Paz o rasa sereno (śānta): color blanco.
Estas emociones se traducen a su vez en distintas actitudes y posturas (āsana) de las figuras representadas en escultura o pintura:
P á g i n a | Samabhaṅga: postura rígida y equilibrada, bien de pie o bien sentada. Significa la serenidad espiritual, y es la postura típica de Buda y dioses como Vi ṣṇu. Ābhaṅga: postura de ligera inclinación. Significa la meditación, y es propia de bodhisattvas y divinidades menores. Tribhaṅga: postura de triple flexión. Significa sensualidad y, a la vez, espiritualidad. Es la típica en figuras de apsaras y yak ṣīs. Atibhaṅga: postura de extrema inclinación. Significa violencia o dramatismo, y es
la idónea para Sivá y los Lokapāla («guardianes del mundo», que custodian los cuatro puntos cardinales).
La escultura se caracteriza por una composición centrada y personajes colocados generalmente en grupos, sin dejar apenas espacios vacíos, con una peculiar sonrisa en los rostros femeninos, y reinterpretando los estilos anteriores en un lenguaje ecléctico. Buda es representado a veces con aspecto humano y a veces como símbolo: generalmente una rueda, que se asociaba al disco solar, pero también un caballo —que montaba cuando renunció a su vida mundana — o una higuera —el árbol de la sabiduría bajo el cual predicaba —.
ARTE EN EL PERIODO VÉDICO
En esta etapa se introdujeron los pueblos arios, apareciendo las religiones tradicionales indias. Los arios introdujeron el lenguaje sánscrito, así como el hierro y animales como el caballo, y crearon pequeños reinos regidos por el sistema de castas, donde los sacerdotes (brahmanes) tenían una posición preeminente. En esta época surgieron los grandes poemas épicos indios: el Mahabharata y el Ramayana, y las escrituras filosóficas Upanishad, que desarrollaron el hinduismo, religión de corte mitológico que aunaba las prácticas esotéricas con diversas filosofías vitales. Sus principales deidades eran Sivá y Visnú, aunque también tenían diversos conceptos más abstractos, como el Brahman, el alma del mundo; atman, el alma humana; y Maia, la energía que engaña a las almas y las hace vivir en el mundo material. El objetivo de la religión hindú es acerca al atma al Brahman, para así liberarse del karma, y la sucesión de reencarnaciones marcadas por la conducta en vida del individuo. A su vez, estas reencarnaciones delimitan el sistema de castas hindú: brahmanes (sacerdotes y políticos), chatrías (militares gobernantes), vaisias (comerciantes y agricultores), sudrás (esclavos) y dalits (parias, extranjeros e intocables).
Existen pocos restos arqueológicos de esta etapa, apenas algunos objetos de bronce y cerámica, por lo que existe una gran laguna entre la cultura del Indo y el arte mauria. Ello se debe principalmente a la utilización de materiales perecederos como la madera y el barro cocido. Así, pese a ser una época de gran esplendor sobre todo en el terreno literario, en el artístico hay un gran desconocimiento de las realizaciones de esta época.
En el siglo VI a. C. aparecieron el budismo y el jainismo, religiones humanistas que ofrecían la salvación personal y el final del sistema de reencarnaciones, el budismo a través de la práctica del ascetismo y la meditación, que conducen al paraíso (nirvana), y el jainismo igualmente a través del ascetismo, principalmente las «cinco abstenciones
P á g i n a | mayores» (jina-kalpa): no matar (ahi ṃsā), no mentir (satya), no robar (asteya), no abusar del sexo (brahmacharya) y no codiciar (aparigraha).18 Al final de este período, la expedición a la India de Alejandro Magno (entre el 326 y el 325 a. C.) abrió contacto con el arte helenístico griego, que se plasmó en el arte grecobudista. También se establecieron estrechos lazos con el arte persa. ARTE MAURYA
La Dinastía maurya expulsó a los sucesores de Alejandro Magno de la India septentrional, ocupando todo el curso medio del Indo y la parte central de la península del Deccán. Cultura de religión budista, todo su arte giraba en torno a la vida y enseñanzas de Buda. Se han testimoniado numerosos contactos comerciales con Persia, Grecia, Egipto, Sri Lanka y el sudeste asiático.
La piedra sustituyó al ladrillo como material de construcción, resultando edificaciones más duraderas que las de períodos anteriores. Los primeros vestigios los
tenemos en los santuarios rupestres de Barābar y en el Palacio de Aśoka en Pātaliputra. Son características las columnas monolíticas (stambha) de gres pulido, con capitel campaniforme en forma de flor de loto, generalmente con un grupo animal esculpido en
alto relieve, como el Capitel de los Leones, en Sārnāth (siglo III a. C.), realizado en arenisca color crema (actualmente, este capitel figura en el escudo de la India). Estas
columnas fueron erigidas por el rey Aśoka a todo lo largo de su imperio, con inscripciones en que se declaraba ferviente devoto de Buda y renunciaba a la violencia. Solían tener unos diez metros de altura, y sus figuras esculpidas ―generalmente leones― recuerdan a la escultura aqueménida.
El monumento característico de este período es el stūpa, túmulo funerario que servía de relicario ―contenía reliquias corporales de Buda, que el rey Aśoka r epartió entre las principales ciudades de su imperio―, a la vez que tenía carácter conmemorativo, ya que su planimetría simbolizaba el universo: sobre una gran plataforma (medhi) que significaba la Tierra, se situaba una cúpula semiesférica que representaba la bóveda celeste, aplanada en su parte superior, donde se situaba una empalizada cuadrangular (harmika) con una estructura en forma de mástil (yashti) que simbolizaba el eje del mundo, y tres discos decrecientes en forma de sombrilla (chhattravala) que representaban las Tres Joyas del budismo (Buda, la ley y los monjes).
La arquitectura estaba íntimamente ligada a la naturaleza, descollando ―además del stūpa― dos tipologías diferenciadas de edificios: el santuario (chai tya) y el monasterio (vihara). Generalmente eran santuarios rupestres, excavados en cuevas y laderas de montañas, donde la escultura tenía un papel fundamental, a la que a menudo estaba supeditada la propia arquitectura. El chaitya suele tener planta absidal con tres naves y bóveda de medio cañón, formada por una sucesión de arcos ku ḍu (típico arco indio de
forma ligeramente apuntada) y sostenida sobre pilares. El vihāra («lugar de reunión») tiene planta cuadrada, alrededor de la cual se colocan las celdas de los monjes, con un sistema adintelado de cubierta plana. Entre las construcciones de esta época sobresale el chaitya de Karli, excavado en la roca, con una fachada donde se destaca su arco conopial, y el interior dividido en una nave y diversos pasillos con un sistema de columnas de capitel campaniforme y relieves con figuras humanas y de elefantes, con un pequeño estupa al fondo, a modo de ábside.
P á g i n a | ARTE DE GANDHARA
El arte de Gandhara se desarrolló en el ámbito indogriego, de tradición grecobudista, con influencia helenística y sasánida, destacándose por la representación
directa de la imagen de Buda ―cambio propiciado por el budismo mahayana―, que empezó a ser venerado como un dios, junto a un panteón de figuras como los bodhisattvas, que renunciaron al nirvana para enseñar la salvación a los hombres. Surgió así la iconografía más típica de Buda (lakshana): se solía representar con el mandala, aureola o nimbo de santidad; el ushnisha, moño o protuberancia craneal que denota un conocimiento superior; el urna, llama o círculo lunar en el entrecejo, simbolizando la iluminación; los lóbulos de las orejas alargados, símbolo de sabiduría; pliegues en el cuello, símbolo de felicidad; un manto monacal, que representa la austeridad; y la mano derecha dando la bendición o en determinados gestos llamados
mudrās. Para estas figuras se inspiraron en obras griegas y romanas, especialmente en los ropajes con marcados pliegues, que dejan entrever el movimiento del cuerpo, generalmente en un suave contrapposto. Asimismo, la idealizada expresión del rostro, que denota paz y serenidad, recuerda algunas imágenes de Apolo del mundo grecorromano. En el terreno de la arquitectura, los monasterios estaban compuestos por santuarios, celdas y salas de reunión, como el vihāra de Takht -i-Bahi, cerca de Peshāwār. Evoluc ionó la tipología del stūpa: la cúpula se situaba sobre un alto tambor cilíndrico
colocado sobre una base cuadrada. Un buen ejemplo es el de Kaniśka, en Peshāwār. El imperio Kuśāna se benefició del comercio procedente de la ruta de la seda: exportaban de la India especias, metales y piedras preciosas, mientras que importaban de China seda,
jade y artículos exóticos. En Kapisa (al norte de Kabul), ciudad de veraneo de los Kuśāna, se encontró un tesoro de marfiles labrados de la India, lacas chinas, bronces romanos y vidrio alejandrino, prueba de las fértiles relaciones comerciales entre el Mediterráneo y el Lejano Oriente. ARTE DE MATHURA
Este estilo se localiza en la ciudad de Mathurā , situada en la cuenca superior del Ganges, entre Agra y Delhi, capital del reino Kuśāna. Desarrollaron una importante escuela artística que se difundiría por el resto de la India e influenciaría al arte gupta. Nos han llegado pocas representaciones de este período debido a la destrucción producida
por la invasión islámica. El estilo Mathurā mezclaba elementos tradicionales indios con motivos grecorromanos: cabe destacar la serie de marfiles del ajuar de una princesa
hallados en Bēgrām. La imagen de Buda era más puramente india que en Gandhāra, generalmente en postura sedenta, con las piernas cruzadas en forma de yoga, y con ruedas incisas en manos y pies. Cuando aparece rodeado de otras figuras, tiene mayor tamaño que éstas, mostrando un orden representativo de tipo jerárquico. ARTE GUPTA
La época gupta es la más arquetípica del arte indio, la época clásica por excelencia. Es la época de expansión del budismo por el resto de Asia, de la creación de
los grandes sistemas filosóficos (Vedānta) y de la literatura dramática (Kālidāsa). Su arte es una evolución de los estilos anteriores, caracterizado por el purismo formal, la armonía
de proporciones y la idealización de la figura humana. Los stūpa son más verticales y
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otorgan mayor relevancia a la decoración escultórica, realizada en bajorrelieves de piedra y revestimientos de estuco; se distinguen los de Sarnath, Rayagrija y Nalanda. Sus principales realizaciones son los grandes santuarios rupestres o vihara (Aja ṇṭā, Aurangabad, Ellora, Elephanta) y los templos al aire libre (Chezārlā, Bhitargāon, Bodh Gaya, Sanchi, Deogarh, Sirpur). Predomina especialmente el templo de Aja ṇṭā (siglos II-VI), con un conjunto de treinta cuevas (5 chaityas y 25 viharas) excavadas en la roca (basalto volcánico), con santuarios, salas de reunión y habitaciones para los monjes, que aglutinan todas las manifestaciones artísticas: arquitectura, escultura y pintura. De estas cuevas dieciséis están decoradas con magníficas pinturas murales, realizadas con pigmentos vegetales y minerales sobre una capa de arcilla mezclada primero con paja y después con cal. La temática está centrada en la vida de Buda y en los cuentos populares budistas jataka, aunque también hay escenas cotidianas y de la naturaleza. En los frescos de Aja ṇṭā se aglutinaron el antiguo naturalismo hindú con el misticismo del budismo mahāyāna.
Destaca el famoso Bodhisattva del loto azul (550): se trata del bodhisattva Avalokiteśvara (llamado Guanyin en China y Kannon en Japón), representado más grande que el natural y rodeado de numerosas figuras y animales sin ningún orden ni perspectiva. Está en postura de ābhaṅ ga (doble flexión), y sus armoniosas facciones traducen el ideal de belleza de la literatura de la época, como los ojos en forma de pétalo de loto y las cejas curvadas como un arco indio.
Ellorā es uno de los mejores ejemplos de arquitectura y escultura hindú: el Templo de Kailāsanātha (750 -850), dedicado a Sivá, está excavado en roca volcánica, con un amplio patio de casi cien metros de largo, con edificios de dos plantas y grandes columnas exentas. Está cubierto en su exterior e interior por relieves de figuras humanas en diversas posiciones y actitudes, desde las prácticas sexuales hasta la lucha, el baile, la meditación o, incluso, figuras que parecen volar. También aparecen algunos elefantes de tamaño natural. La escena principal, de casi cuatro metros de altura, muestra a los dioses Sivá y Parvati en lo alto de una montaña, que es zarandeada por Rāvaṇ a, un demonio de múltiples brazos y cabezas. El templo principal está dedicado nuevamente al lingam, situado en el sancta sanctorum del templo. En este templo habitaron tanto monjes budistas como brahmanes hinduistas, claro ejemplo de la pacífica convivencia de estas religiones. El templo de Elephanta se sitúa en una pequeña isla de la bahía de Bombay. Su nombre proviene de la escultura de un elefante en el acceso al templo, y se lo dieron los portugueses en 1712. Este templo resalta por sus magníficos altorrelieves, especialmente un enorme busto de Sivá Majadeva (siglo VI), de seis metros de altura, representado con tres cabezas (trimurti), una masculina, otra femenina y otra andrógina, que simbolizan los principios destructivo y constructivo y la esencia divina o Absoluto. Pero su capilla principal está dedicada al lingam, el símbolo sexual masculino, principal atributo de Sivá, representado con un cilindro monolítico.
La escultura de esta época es serena y equilibrada, siendo representado Buda de forma idealizada y con una dulzura y espiritualidad procedentes del estilo de Mathurā. La principal representación continuó siendo la de Buda sentado en el trono, en actitud de meditación, con las piernas cruzadas en postura de yoga y las manos en las distintas posiciones o mudrās ―que constituyen un esotérico lenguaje de signos―, como el
magnífico Buda Maestro procedente de Sārnāth (siglo V). En general, la escultura se caracterizó por la suavidad de las líneas, la perfección de los rostros, que denotan una
P á g i n a | belleza ideal pero de un tono algo místico, y un ligero movimiento tipo tribha ṅga que traslucía a la vez sensualidad y espiritualidad, tan característico de la escultura india,
como se vislumbra en el Torso de bodhisattva procedente de Sānchī (siglo V), que junto a la tersura de la piel manifiesta una gran precisión en las joyas y los ropajes. En el templo de Dashavatara en Deogarh se destaca un relieve de Vi ṣṇu Anantasayin (siglo V), que aparece dormido sobre la serpiente Ananta, junto a otros dioses como Lakshmi, Brahmá, Indra y Sivá, relatando las manifestaciones o avatares de los dioses hindúes descritas en la Bhagavad- gītā. El arte gupta se extendió por casi todo el Deccán, generando una serie de estilos que se suelen denominar «posgupta»: los chalukias lo emplearon en los templos de Pattadakal, Aihole y Bādāmī (550 -750), y los palavas lo pusieron de manifiesto en su complejo arquitectónico-escultórico de Mahabalipuram.36 En Mahabalipuram (Patrimonio de la Humanidad en 1984) destaca un gran relieve del Descenso del Ganges, de 27 metros de longitud por 9 de altura, realizado sobre una roca de granito. Consta de más de 100 figuras de dioses, humanos y animales, destacando unos elefantes de tamaño natural. En esta localidad se tallaron también tres grandes rocas en forma de elefante, león y toro, así como cinco templos monolíticos de granito en forma de carros (Pancha
Ratha: ‘cinco carros’), con relieves con figuras humanas o de animales. En Bengala, las dinastías Pala y Sena continuaron la tradición gupta, aunque con una mayor majestuosidad y una expresión más impersonal. El estupa estilo Pala, de cúpula en forma de bulbo, se transmitió al Nepal y el sudeste asiático, principalmente Tailandia, Birmania y Camboya. Tras la invasión de los hunos blancos o eftalitas, la India nuevamente se resquebrajó en pequeños reinos que lucharon continuamente entre ellos. En el norte y
oeste de la India se establecieron los rājput («hijo de rey»), clanes guerreros que formaron diversas dinastías (Ra ṣṭrakuṭa, Pratihara, Solanki, Chandella) que crearon diversos estilos artísticos que sobrevivieron hasta la época mogol. El budismo perdió fuerza frente al hinduismo, que se reinstauró como religión nacional. Durante este periodo pervivieron los estilos anteriores, acentuando las formas brahmánicas. Se construyeron numerosos templos gracias a donaciones de los reyes terratenientes, que además del templo poseían grandes extensiones de tierra, favoreciendo un sistema social de tipo feudal.39 La arquitectura de esta época se divide en dos tipologías: «el edificio cubierto y la pirámide», característico del arte drávida (vimāna de Tanjore, siglo XI, dinastía Chola; Chidambaram, siglos XIII- XIV, dinastía Pāṇḍya); y «el edificio con tejado curvilíneo» (templos de Gujarāt
y Kāṭhiāwār). Los templos hindúes (nagara) se solían construir alrededor de antiguas capillas sacerdotales que custodiaban imágenes de dioses o símbolos sexuales (lingam y ioni), sobre las que se construía un edificio circular para la deambulación sagrada, quedando las capillas como garbha-griha («cámara matriz»). Delante se extendía un porche o ter raza con diversas salas (mandapa), y dominaba el conjunto la torre o śikhara, que proyecta el templo hacia arriba (nuevamente la torre vertical como elemento masculino sobre el garbha-griha como elemento femenino). Generalmente la planta del edificio se situaba en posición este-oeste, siguiendo el movimiento del sol, y su construcción se planificaba según estudios astrológicos. Las medidas seguían una cuidadosa escala de proporciones, emulando la estructura del universo. Utilizaban un sistema adintelado y,
aunque conocían el arco y la bóveda, no lo empleaban ―no serían elementos típicos en la India hasta la llegada de los musulmanes―. La decoración escultórica se situaba preferentemente en el exterior, mientras que el interior solía ser oscuro para no desviar la atención del culto sagrado.
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Se desarrollaron cuatro estilos principales de nagara: el de Orissā, construidos en arenisca roja, con volúmenes yuxtapuestos comunicados por un estrecho pasillo (templo de Liṅgarāja en Bhubaneshwar, Templo de Sūrya en Koṇā rak); el de Bundelkhand, en arenisca cremosa, con salas constituidas de multitud de columnas y pilares (templo de
Khajurāho); el de Rājpūtānā, con grandes salas (natyamandapa) destinadas a ceremonias cortesanas y danzas sagradas (templo de Chaturbhuja en G wālior); y el de Gujarāt, con una magnífica escultura de mármol translúcido (templos del Monte Ābū). Entre los siglos X- XI se produjo el arte de Khajurāho (Madhya Pradesh), capital religiosa de los Chandella, una dinastía que gobernó esta parte de la India entre los siglos X y XII. Está considerado el máximo exponente del arte indoario por la elegancia de sus templos y la escultura que los adorna. Originalmente había unos 80 templos de los que quedan 22 en buen estado de conservación. Toda la zona ocupa un área total de 21 km². Destaca el templo de Khandariya Majadeva (hacia el año 1000), construido sobre una plataforma que dirige al porche, con el santuario y el sikhara al fondo.43 En particular, la escultura de esta época fue de una gran calidad, en ciclos de temas legendarios, mitológicos y eróticos. Este templo es uno de los que más profusamente representó escenas del erotismo tántrico, con diversos grupos (mithunas) dispuestos en frisos (kāma bandha) desarrollando diversas posturas eróticas. El conjunto de Khajurāho fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986. El templo de Li ṅgarāja en Bhubaneśvara (1100) está dedicado a Sivá. Es un conjunto de varios edificios donde descuella el sikhara, en forma de torre maciza que se va curvando con la altura, culminando en un pináculo con un disco de piedra (amalaka) y un vaso ornamental (kalasa). Las paredes exteriores están decoradas con esculturas, mientras que la celda interior contiene un lingam en forma de bloque de granito sobre el ioni. Es de remarcar que el śikhara está decorado exteriormente con relieves en miniatura
del propio śikhara, ejemplo de la fascinación que los hindúes tenían por los números y la multiplicación de elementos.
El Templo de Sūrya (dios del sol) en Koṇārak (1240 -1258) es un magnífico ejemplo de la arquitectura de la época, aunque desgraciadamente sólo se conserva la mandapa, habiéndose perdido toda la estructura superior. Se construyó con forma de carro, con caballos esculpidos y ruedas en la base del templo. Fue declarado Patrimonio
de la Humanidad en 1984. Otro exponente es el templo de Keśava en Somnathpur (1268), construido al contrario que la mayoría en un formato horizontal, con tres santuarios en forma de estrella y una mandapa rectangular, con una profusa decoración escultórica. También cabe destacar los Grandes templos vivientes Chola (siglos XI-XII), entre los que
se encuentran el Templo Brihadiśvara en Thanjavur, Gangaikondacholisvaram y el Templo Airavateśvara en Darasuram.
el
Templo
de
La escultura de esta época siguió desarrollándose en los relieves de los templos, en figuras aisladas o escenas narrativas, generalmente sobre los ciclos mitológicos hindúes, aunque abundaron las escenas eróticas, en posturas sexualmente explícitas, sobre todo en Khajurāho y Koṇārak. Estas es cenas se suelen relacionar con el Tantra, así
como el Kāma Sūtra, aunque el sexo siempre ha estado ligado a la religión hindú como
vehículo de ascensión espiritual. Junto a la escultura en piedra se desarrolló la realizada en bronce, especialmente en Benga la y Bihār (de tema budista) y Tamil Nadu (de tema hindú). También se desarrolló la escultura exenta, igualmente en bronce, distinguiéndose las representaciones de Sivá Na ṭarāja (Sivá, rey de la danza), especialmente en Tamil Nadu bajo la dinastía Chola (siglos IX-XIII). Se suele representar con cuatro brazos y
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largos cabellos, un tambor en una mano (el sonido como elemento creativo) y una llama en otra (el fuego como elemento destructivo), y rodeado de un anillo de llamas que simboliza el proceso vital del universo. Otra notable realización de esta época fue la estatua de Gomateśvara (978 -993), una imponente figura de 17 metros de altura que representa al gran maestro jainí Bahubali.