Sermón sobre Salmo 130 Lectura: Salmo 130
Introducción a la lectura: “El Salmo 130 forma parte de la colección de los salmos de peregrinación. Salmos que Israel cantaba cuando iba en camino a Jerusalén. Para celebrar las fiestas. Son los salmos 120 – 134. Este salmo tiene la forma de una oración individual al SEÑOR, una petición por ayuda. Pero, el salmista se sabe parte de la comunidad. Al final habla de Israel.
El salmo tiene cuatro partes. par tes. La primera parte, los versículos 1 y 2, es una invocación y petición (leer los versículos 1 y 2). La segunda parte son los versículos 3 y 4. Es una declaración sobre la relación en que los hombres pecadores están ante el SEÑOR y el perdón (leer los versículos 3 y 4). Luego una confesión de fe con una ilustración (leer los versículos 5 y 6). En la conclusión, los versículos 7 y 8, el salmista cambia de oración a exhortación. No habla con el SEÑOR. Se dirige a Israel y llama al pueblo a esperar al SEÑOR (leer los versículos 7 y 8).”
SERMÓN sobre el Salmo 130 Espera al SEÑOR
Amada iglesia de nuestro Señor Jesucristo “Desde las profundidades”.
¿Qué tenemos que hacer con este Salmo? ¿Cuál es su mensaje? ¿Para quién es? ¿Acaso es un salmo para los depresivos entre nosotros? ¿O es un salmo anticuado, superado? ¿Un salmo que podemos borrar del himnario después de la venida de Cristo? ¿Acaso no somos personas que conocemos el evangelio, la Buena nueva de Cristo? ¿Acaso no nos dice Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!”? ¿No nos obliga el evangelio adoptar una actitud de vida con una sonrisa siempre? En la liturgia de la iglesia Romanista en verdad se ha sacado este salmo del himnario regular y solo lo utilizan como un salmo para los muertos. En esa liturgia se aplica el salmo a las almas de los difuntos. Varios compositores han compuesto una misa para difuntos, con las palabras de este salmo, y titulada: “De profundis”.
Calvino, en su comentario a este salmo, critica esta práctica de la iglesia romanista. Dice que los romanistas profanan el salmo, utilizándolo contra su propósito, como un salmo para los difuntos. De esta forma casi todo el mundo ha comenzado a creer que este salmo no tiene utilidad alguna para los vivos. Por lo tanto, los romanistas, dice Calvino, le han robado al mundo un tesoro incalculable. Según Calvino este salmo es un salmo para los vivos, para los cristianos, para ti y para mí. “Desde las profundidades” es un salmo para cristianos. Y no solamente para los cristianos deprimidos o pesimistas o tristes. Al final del salmo se trata de Israel, es decir: de todo el pueblo de Dios. Es un salmo para la iglesia. También para los cristianos con un carácter alegre y optimista. Pero ¿por qué Calvino lo llama un “tesoro incalculable”? Porque es tomado de la vida. Realista: así somos nosotros. Nuestra vida no es un altiplano continuo. Cada uno de nosotros tiene altibajos en su vida y en su fe. Hay momentos que nos sentimos felices en todas las áreas de la vida: en la familia, en el trabajo, en colegio y nos sentimos unidos al Señor. Pero también conocemos períodos con contratiempo en el trabajo o en la escuela. Con problemas en la familia y tu fe en crisis. O, cuando experimentas algo triste en tu vida. Podrás comenzar a dudar: ¿dónde está el Señor en este momento en mi vida? ¿Qué provecho me da la fe? ¿Realmente tengo fe verdadera? ¿Soy realmente hijo de Dios?
Esos períodos de crisis pueden ser la consecuencia de un pecado persistente. Porque vivir en pecado siempre te aleja del Señor. Si vives en un pecado de que no quieres convertirte, entonces no quieres ver ni experimentar al Señor, y a tus hermanos tampoco. Todos sufrimos esos períodos que nos sentimos “en las profundidades”, también los más santos, los “héroes de la fe”. Los Cánones de Dort hablan de eso en una forma muy pastoral (I, 16): “ Hay que no sienten poderosamente en sí mismos la fe viva en Cristo, o la confianza cierta del corazón, la paz de la conciencia, la observancia de la obediencia filial, la gloria de Dios por Cristo ”. No progresan tanto en la fe como querían. ¿Quién de nosotros no se reconoce a sí mismo en esta descripción?
Bueno, en esos momentos te puedes preguntar: ¿el Señor aun quiere ser mi Padre? ¿No me ha abandonado por siempre? Hermanos, en esos momentos no ayuda decirte a ti mismo o a tu hermano: ““Alégrate siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrate! ” Porque así no funciona. No puedes levantarte a ti mismo de las profundidades. Y por eso el Salmo 130 es un tesoro tan incalculable. Porque te enseña que en una situación así no estás sin el Señor. No necesitas negar o reprimir tu miseria, tu tristeza o tu duda. Tampoco debes quedarte callado ante tus hermanos y ocultarte. No, así son los hijos de Dios. En la iglesia no estamos para pretender o para jugar un papel. En la familia de Dios puedes ser honesto: “mi hermano, me siento en las profundidades”. Los Cánones continúan diciendo en el artículo que leímos: “en esos momentos no debemos desanimarnos, ni contarnos entre los réprobos, sino … añorar ardientemente días de gracia más abundante y esperar éstos con reverencia y humildad ”. Aquí encontramos el mismo verbo que en el Salmo 130: “esperar”: “Espero al SEÑOR, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza. Espero al SEÑOR con toda el alma, más que los centinelas la mañana.”
“Esperar al SEÑOR”. ¿Qué es e so? ¿Cómo lo haces? Esperar al SEÑOR en todo caso no es algo que puedes hacer pasivamente. Como esperar en la cola del banco, aburrido, matando el tiempo. Esperar al SEÑOR es como esperas la mañana. Pero no durmiendo. No colocando el despertador a las seis y dormido esperar que suene. La ilustración en este salmo no es: como durmientes esperan la mañana, sino: como los centinelas la esperan. La palabra que se traduce con “esperar” significa: esperar con ansias, con un ferviente deseo. Como cuando en el aeropuerto estás esperando la llegada un ser querido, buscando con los ojos, y con el cuello extendido.
Así Simeón esperaba. Lukas nos cuenta de él: Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel. Esperaba al Mesías. De la misma forma nosotros tenemos que esperar al SEÑOR, extendernos hacia Él. Justamente cuando lo sientes lejos, en las profundidades. Porque lo especial de esperar al SEÑOR es, que estás orientado hacia alguien fuera de ti mismo. No son tus sentimientos que determinan si el SEÑOR está contigo. Los hechos no son determinados por nuestros sentimientos. Todo lo contrario: primero vienen los hechos, luego los sentimientos. Esos sentimientos pueden concordar con los hechos. Pero, a veces, son contrarios a ellos. Los sentimientos del hombre fueron afectados y dañados por el pecado. Dios nos creó con sentimientos puros, que siempre reflejaban la realidad. Pero a partir de la caída nuestros sentimientos comenzaron a engañarnos. Ahora tenemos que agarrarnos a los hechos. Y esos hechos están en la palabra de Dios. Por eso el versículo 5 dice: “ Espero al SEÑOR, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza. Su palabra nunca fue afectada por el pecado. Su palabra es fiel y nunca nos engaña. Ahora ¿cuáles son esos hechos de su palabra? Un hecho es que Dios no toma en cuenta mis pecados y que hay perdón en él (vs. 3). Un hecho es que en él hay amor inagotable; en él hay plena redención (vs. 7). Un hecho es que el SEÑOR me ha dado este salmo también a mí, para animarme y fortalecerme. Esto significa que puedo tomarlo por hecho que la relación entre el SEÑOR y mi está bien. El SEÑOR no me ha abandonado. No me ha dado la espalda. Aunque experimento una miseria profunda, el SEÑOR ha quitado la causa de mi miseria. Eso no es algo que nosotros mismo podríamos descubrir o que resulta de un autoexamen profundo. No, eso es algo que Dios mismo tiene que decirme. Eso debe salir de su palabra. Hermanos, es importante no ser subjetivista en la fe. Vivimos en un mundo roto. Nosotros también sufrimos las consecuencias de eso. Si comenzáramos con nosotros mismos, y concluyéramos algo desde allí sobre la relación entre el SEÑOR y nosotros, entonces qué deplorable sería nuestra situación. Somos espejos rotos. Que no dan un reflejo confiable de la realidad. Hasta las cosas perfectas se ven en ellos como pedazos. Por esa razón tenemos que esperar la palabra del SEÑOR. Aferrarnos a ella y dejarnos subir de las profundidades por ella. El SEÑOR nos dice: “la causa de tu miseria ha sido quitada”. Aunque aun sigues sintiendo los síntomas de ella. Pero esos síntomas son como las cicatrices de una enfermedad en el pasado. No dicen algo sobre tu estado actual. Tu estado actual es, que estás sano, perdonado, sin culpa. El SEÑOR nos ve a través de Cristo. Todo lo que Cristo mereció ahora es nuestro. Aun sufrimos las consecuencias del pecado y de nuestra miseria. Y estas pueden hacernos tristes. ¿Quién de nosotros no sufre por las consecuencias feas del pecado en su vida? Pero, la causa ya fue quitada. Por eso
nuestros sentimientos no deben determinar nuestro concepto de la relación entre el SEÑOR y nosotros. Ellos nos pueden engañar. Extiéndete hacia el SEÑOR. Espérale a él. ¿Cómo? Los Cánones nos dan un consejo práctico: observa los medios que el SEÑOR te ha dado. Esperar al SEÑOR no es: esperar algo espectacular, una señal o un milagro en tu vida. Esperar al SEÑOR es: leer la biblia, escuchar la predicación del evangelio, estar en comunión con tus hermanos y no dar la última palabra a ti mismo, sino al SEÑOR. Si tú estás pasando por un período difícil o si dudas de tu fe, no te retires en tu isla privada. Donde a nadie le cuentas de tus problemas, al SEÑOR tampoco. No, este salmo nos enseña que también en esa situación podemos clamar al SEÑOR. “Desde las profundidades.” Tan vulnerables y frágiles que estemos, podemos ir al SEÑOR. Los “héroes de la fe” en la biblia no son personas que nunca hayan pasado por valles o que nunca hayan dudado. Al contrario, son personas que han estado en las profundidades y que fueron sacados, y que justamente por eso puedan comprender, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento.
Tenemos un ejemplo en David. Después de su pecado con Betsabé es un hombre con el corazón en pedazos. Pero ¿qué hace?. Va al SEÑOR y compone y canta el Salmo 51. Otro ejemplo es Juan Bautista. Cuando Juan estaba en la prisión, dudaba. Pero, comunicó su duda a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” Qué alivio, hermanos, que podemos ir al SEÑOR de esta manera. Ante él no necesitas pretender. No necesitas ponerte una máscara. Puedes confiarte a él como eres y en la situación que estés. Y puedes estar convencido de que él te haya aceptado. Porque él te lo dice. Desde las profundidades puedes dejarte subir por su palabra. Y por eso no hay una contradicción entre este salmo: “Desde las profundidades clamo a ti” y el texto de Filipenses: “ Alégrate siempre en el Señor.” Si desde las profundidades escuchas al Señor diciéndote, que él tiene compasión de ti, que te ama, y que te quiere cerca de él, entonces vas a ver, cuales son los hechos. Y esos hechos producen sentimientos nuevos. “Alégrate”. “Alégrate” es el llamado que acompaña la llegada del Señor. Es lo primero que los centinelas escuchan en la mañana. Quien espere al SEÑOR, y escuche su palabra, quien experimenta ese tiempo de gracia abundante, tiene toda la razón de alegrarse. Por siempre. Esperemos al SEÑOR, hermanos. En él hay amor inagotable; en él h ay plena redención.” AMÉN