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Universidad Francisco IVIarroquín
http://www.archive.org/details/eltrabforzOOIsheguatguat
»
EL TRABAJO FORZOSO EN
AMÉRICA CENTRAL —SIGLO XVI—
**En verdad, si los indios no son hombres, sino monos, non sunt capaces ínjuriae. Pero si son hombres y prójimos, et quod ipse prae se ferunt, vasallos del emperador, non video quomodo excusar a estos conquistadores de última impiedad y tiranía, ni sé que tan grand servicio hagan a su magestad de echarle a perder sus vasallos*'. Francisco de Vitoria, 1534, en Relecüo de Indis o Libertad
de los Indios, pp. 138-39.
Wílliam L. Sherman
El Trabajo Forzoso en América Central —Siglo
XVI—
Versión
al español de Flavio Rojas Lima.
Colección Luis Lujan Muñoz Universidad Francisco Marroquín
www.ufm.edu
-
Guatenrtata
Seminario de Integración Social Guatemalteca
1987
Editor: Flavio Rojas
Lima
Seminario de Integración Social
Portada:
©
Marco Augusto Quiroa
Derechos reservados por
el editor.
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S<.
''.
Impreso en Guatemala
Tipografía Nacional de Guatemala, 1987
C. 25019-6M- 2-87/0.
TIPOGRAFÍA NACIONAL
IMPRESO NÚMERO 6896
SEMINi^áUO DE INTEGRACIÓN SOCIAL GUATEMALTECA Publicación No. 45
Consejo Consultivo
Hugo Cerezo Dardón Ernesto Chinchilla Aguilar David Vela Jorge Skinner-Klée Jorge Arias de Blois Secretario General
Flavio Rojas
Lima
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Esta obra fue editada originalmente, en inglés, por la imprenta de la Universidad de Nebraska (1979), entidad que cedió al Seminario de Integración Social Guatemalteca los derechos para la presente edición en español.
A
mi familia
^«J:'7a¿':l'
1
Contenido Nota del Seminario
xi
Liminar
xiii
Prefacio Introducción
xxiii
3
Primera Parte 1
2 3
4 5
6
La esclavitud prehispánica La esclavitud y la conquista española
19
26 44
Esclavos de rescate El tráfico de esclavos La marcación de esclavos Precios y número de esclavos
53 88
94
Segunda Parte 7
Servicios personales:
trabajo tributario for-
zoso. 1524-49 8
9
117 182
Las reformas de Cerrato Reacción ante las reformas
216
Tercera Parte 10 1
12
271
El repartimiento de indios Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600 Trabajo agrícola
296 342
Cuarta Parte 13
14
aristocracia nativa bajo la dominación pañola La mujer indígena y los españoles
La
es-
373 435
469 497
Consideraciones finales
Apéndice A: Poblaciones indígenas Apéndice B: Vecinos españoles de ca Central durante colonización
el
Notas Bibliografía
.
,
la
Améri-
primer siglo de
|^^
.
la
507 525 613
-<')
Nota
del Seminario
El Seminario de Integración Social de Guatemala, con verdadera satisfacción, incluye en su serie mayor de publicaciones, la obra titulada El Trabajo Forzoso en América Central —Siglo XVI—, escrita por el doctor William L. Sherman.
Se trata de un enjundioso estudio sobre uno de los problela sociedad colonial centroamericana, a saber, el trabajo forzoso a que fueron sometidos los indios, por los españoles, durante la conquista y la primera etapa colonial. Este problema específico, que ajuicio de muchos historiadores, define en su esencia y justas dimensiones el fenómeno de la relación colonial y su prolongada secuela histórica, contribuye también a explicar la naturaleza de las sociedades centroamericanas del presente, en especial la guatemalteca. Esta última razón, precisamente, es la que indujo al Seminario a traducir al español y editar la meritoria obra del doctor Sherman, llamada, sin duda, y por ello mismo, a prestar invaluables beneficios en el estado actual de la ciencia social en nuestro medio.
mas fundamentales de
La obra del doctor Sherman, por su rica base documental y por otros de sus méritos académicos indiscutibles, representa un esfuerzo objetivo por documentar un estadio decisivo en el proceso de la sociedad guatemalteca, y no constituye, como autorizadamente lo afirma el doctor Silvio Zavala, una mera contribución a las tendencias cada vez más superadas de la simple Leyenda Negra. Antes bien, y así lo entiende el Seminario, la obra de Sherman es una demostración ejemplar del análisis científico de la historia en función de la realidad de las sociedades contemporáneas.
En la presente edición en español, por otra parte, y por razones de tiempo y de claridad, nos pareció más viable retraducir, del inglés al español, las numerosas citas documentales, xi
Nota dei Seminario
xii
demás, proceden de fuentes archivológicas diverse hizo, excepto en casos fácilmente perceprespecto de las fuentes bibliográficas propiamente
por
que, sas;
y
¡o
tibles,
lo
mismo
dichas.
En cuanto al juicio crítico del doctor Silvio Zavala, que se reproduce a manera de Liminar en la presente edición de la obra del doctor Sherman, conviene informar que se trata de un comentario publicado antes en las revistas The Americas (XXXVII'3, USA, enero 1981, pp, 369-377), Historia de América (No. 90, México-Caracas, julio-diciembre 1980, pp. 225-232), y Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala (No. L V, enero-diciembre 1981, tomo L V, pp. 8992). La autoridad reconocida del doctor Zavala, y el valor propio de sus observaciones sobre la obra de Sherman, justifican sobradamente la inclusión, aquí, de su comentario citado. La presente edición del Seminario, además, debiera considerarse como una respuesta al llamado formulado por el doctor Zavala respecto de la necesidad de hacer llegar esta obra al gran público lector de la misma Centroamérica de hoy. El Seminario, finalmente, desea dejar constancia expresa de sus agradecimientos al doctor Sherman, al doctor Zavala, a la oficina editorial deja Universidad de Nebraska y a la DiNacional de Guatemala, de tales personas y entidades, no habría sido posible este nuevo logro editorial del Seminario. rección
pues
y personal de
la Tipografía
sin la colaboración
El editor.
Liminar
Sobre
personal de los indios en Centroamérica
el servicio
*"
Silvio Zavala
William L. Sherman ha escrito un buen libro sobre
el
tema
del servicio personal de los indios, que tuvo importancia en la
vida social de la colonización española de América, aquí referido al área centroamericana.
Existen otros estudios sobre los desarrollos del trabajo forzoso en los virreinatos de Nueva España y de Perú, mas esta región intermedia sólo había sido objeto de investigaciones esporádicas. Ahora recibe un tratamiento más intenso y amplio. La base documental utilizada proviene de archivos de España y de Centroamérica, comprendiendo actas de cabildo, cartas, testimonios, pleitos, juicios de residencia y protocolos notariales. El autor tiene presente también la bibliografía antigua y moderna, salvo algunas omisiones. Incluye con el título de su estudio distintas formas institucionales de trabajo, como la esclavitud por guerra y por rescate (parte en la que amplía los conocimientos del tema en toda la región) y, sobre todo, del tráfico de nativos de Honduras con las islas de las Antillas y de los de Nicaragua con Panamá y Perú, aunque haciendo limitado uso de fuentes peruanas; en lap. 540, nota 11, recuerda, fuera ya del territorio centroamericano, la extracción de indios de la provincia de Panuco en la Nueva España, con destino a las islas del Caribe. No deja de citar datos sobre la liberación de los esclavos, aunque sin entrar aquí en el estudio cabal de ella en la región centroamericana, lo cual se debe a que se puede consultar su artículo xiü
xiv
**;v
Liminar
'Indian Slavery and the Cerrato Reforms*\ H.A.H.R., 51 y lo que luego dice en el libro que reseñamos con el título de Las Reformas de Cerrato, p. 182 y ss., en el cual trata de éstas en su conjunto. Estudia también la encomienda de servicio personal y su reforma, con la importante y por el autor admirativa y cabalmente expuesta actuación del licenciado Alonso López de Cerrato, en cumplimiento de las (1971), 25-50,
Leyes Nuevas de 1542-43, con efectos de liberación de esclavos, moderación del servicio personal de las encomiendas, de los naborías y tamemes, y tasación de los tributos, p. 211; el análisis de Sherman se distingue de los de la leyenda negra, porque si bien no es parco en recoger el relato de los malos tratamientos a los indios, cubre el examen de los esfuerzos de reforma y de las fuertes reacciones que provocaron entre los colonizadores: **Their reasoning, however spurious at times, deserves a hearing,.. ", p, 217; logra así su propósito de acercarse a la realidad histórica sin cercenarla o seleccionarla intencionada o inadvertidamente; de ello volveremos a decir algo al fin de esta reseña; el tratamiento acordado a la figura del oidor Tomás López, peca de corto e insatisfactorio, p, 258, El autor trata a continuación de los repartimientos de trabajo en el siglo XVI, como luego veremos; y de la situación de las clases altas nativas y de la mujer indígena en la sociedad colonial.
El lector del libro puede advertir pronto que el autor posee una cualidad que ahora no es común ni alabada con frecuencia: la de la prudencia en el ejercicio del juicio histórico. Son ilustrativas a este respecto las páginas que dedica a los cálcude población, tanto prehispánica como colonial, y a la disminución de ésta por epidemias y otras causas (p. 4yss., y p. 98 sobre el número de los esclavos indios). Sabe acercarse a las personas (v.g., en su descripción de la de Pedro de Alvarado, p. 12), sin caer en presentaciones rígidas o tendenciosas. Asimismo, muestra moderación, sin perjuicio de sostener su propio punto de vista, cuando estima necesario disentir del juicio de otro autor por el que siente respeto (véase, por ejemplo, la opinión que emite acerca del adelantado Francisco de Montejo, la cual difiere algo de la que sostiene el doctor Robert S. Chamberlain, autoridad en la materia, p. 531, nota los
^
Liminar
45. Ello
guarda relación con
la política
de Montejo ante
la
y Honduras, pp. 71-73. los juicios de SHermán y los de
esclavitud de los indios en Yucatán
Tampoco hay acuerdo entre Rubio Mané sobre Alonso de Maldonado, p. 199, punto que parece demandar la reconsideración por ambos autores). En otro caso admite que algún aspecto de su propio argumento pueda ser inválido (al discutir el precio de los esclavos indios enviados a Perú, pp. 110, 544, nota 61). Me han parecido apreciables las citas que hace de los documentos del Protector de los naturales Cristóbal de Pedraza, que llegó a ser obispo de Honduras. Unidas a las que figuran en otras obras ya publicadas, proporcionarían la materia de un estudio biográfico de sumo interés. En algunos puntos se asemeja esta figura a la de D. Juan del Valle, Primer Obispo de Popayán, estudiada por Juan Friede. Sherman se plantea en lap. 119 y ss., después de haber terminado el examen del caso de los esclavos indios, cuál era la prestación de trabajo de los indios libres sujetos al sistema de la encomienda. Las categorías comprenden el servicio agrícola, ganadero, minero e industrial; el de construcción de edificios
y
otras obras
como
acequias y caminos, dando los indios
con frecuencia los materiales; el de transporte; el doméstico, con inclusión de mujeres (p. 121). Distingue el período de la primera mitad del siglo XVI en el cual el tributo consistía a menudo en servicio personal. Ahora bien, cuando la encomienda fue reformada en varias regiones de la América Española, quedó como una institución suministradora de tributos en especie o en dinero. El servicio personal no debía ser incluido como parte de la tributación, salvo en las regiones como Venezuela, Paraguay o Chile, donde subsistió hasta época más tardía. Pero la necesidad de que los indios prestaran servicio a los colonos españoles subsistía en todas partes y la causa de que, donde había sido reformada la encomienda, se estableciera el sistema del repartimiento de trabajo, que era compulsivo, pero temporal y retribuido. Es lo que el autor del presente libro estudia a partir de la p. 271, Parte III, bajo el título de **El Repartimiento de Indios** que en muchas regiones se siguió llamando servicio personal, y aún es designado así en las cédulas generales de la Corona española de prin-
fue
Liminar
xvi
distinto del servicio que se prestaba encomienda, aunque en la terminología de la época se mantiene el vocablo en ambos casos. Hasta puede decirse que la antigua significación del servicio como parte del tributo se fue olvidando en las provincias reformadas, y el término quedó como un sinónimo del repartimiento de trabajo, que tanto ascendiente tomó a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Permítome ilustrar el caso con un ejemplo peruano, cuando explica el conde de Superunda a su sucesor en el virreinato D. Manuel de Amat y Juniént, en relación que abarca desde el 9 de julio de 1 745 hasta el fin del mismo mes de 1756, lo siguiente:
cipios del siglo XVII,
antes
S.J
como parte de
Es
la
**E1 servicio personal de los indios debía ser, según lo pedia su misma libertad, voluntario y no forzado; pero la pública utilidad obligó a no dejar en su arbitrio aquel trabajo sin el cual no se podían mantener las Indias, y aunque sobre esto sintieron diversamente muchos hombres doctos, se declaró últimamente la forma y modo con que se les podría precisar a algunos servicios, de que se formó el título 12 del citado libro (el VI de la Recopilación), sin que esto se oponga a su entera libertad, pues debe ser correspondido el trabajo que impendieren, con el jornal que deberían percibir siendo voluntarios, porque cualquiera República bien gobernada puede precisar a sus habitadores a que se apliquen al cultivo de los campos, y a otras ocupaciones necesarias a su conservación, y como los indios son naturalmente flojos, si no los obligaran estaría el Reino falto de lo más preciso*'. (Cit. en el tomo III, p. 51, de mis estudios sobre El servicio personal de los indios en el Perú, México, 1980).
Fuera de esta cuestión de terminología en la que hay que tener presente la lengua de los colonizadores españoles en la época (con advertencia de que también el término de Repartimiento conoció distintas aplicaciones y usos en los lugares y años de la colonización de que tratamos, como bien lo supo apreciar el historiador de lengua inglesa F. A. Kirpatrick), encuentro que el estudio de Sherman traza bien la evolución de
Liminar
Jívii
la encomienda en Centroamérica desde 1524-1549 hasta después de las reformas del presidente Cerrato. Examina los casos de los naborías y de los tamemes, p. 140 y ss., y sugiere una posible relación entre el naboría y el peón endeudado, pp. 143, 154, 310-314, dando como explicación de base: 'Uhose who were... rootless**, p. 143. Es un punto que requiere más estudio, con la necesaria distinción entre el servicio doméstico, el agrícola, el de minas y el de los obrajes. Hay elementos de terminología que pueden utilizarse en las Fuentes para la Historia del Trabajo en Nueva España, sin perjuicio de seguir la evolución en la región centroamericana en particular. El nexo entre las encomiendas y el uso de tamemes en Centroamérica queda claramente ejemplificado, pp. 160 y ss., 314. La cuestión de los transportes ha sido bien estudiada por F. V. Scholes en Yucatán y por J. Friede en el Nuevo Reino de Granada; el libro de Sherman sobre Centroamérica viene a completar útilmente esos trabajos. El autor sabe que algunos abusos de los encomenderos continuaron, pero no desconoce el alcance de los cambios efectuados a mediados del siglo XVI, p. 267.
Conforme al título del libro, la Parte III, sobre el repartimiento de trabajo, constituye el meollo en el cual terminología y contenido coinciden, y se aprecian las distintas clases de servicios que prestan los indios considerados libres, pero obligados a laborar para los españoles, como ocurría también en México y Perú. Se trata cronológicamente de la segunda mitad del siglo XVI, en las varias regiones de Centroamérica.
La presentación del tema por Sherman (pp. 271-276) me parece correcta, aunque vuelve a caer (sobre todo en el comentario de la p. 2751 en la discusión terminológica sobre el servicio personal a la que ya nos hemos referido y en la que sigue quizás excesivamente a fray Miguel de Agía, cuando hay un conjunto amplio de fuentes a partir de la segunda mitad del siglo XVI que despejan la duda en lo que toca al contenido de las varias formas de trabajo. El autor menciona la cuestión de la vagancia, pero no tiene en cuenta los antecedentes europeos legales sobre ella, que tomaron en las Indias un particular camino en la heterogénea sociedad posterior a la conquista. No es amplio el análisis sobre el concepto del bien público
Liminar
xviü
la doctrina y en la ley para fundar el repartí' miento del servicio forzoso, mas el autor advierte oportunamente que ei repartimiento también servía para el beneficio de amos españoles particulares, pp. 273, 278. A lo largo de la historia del servicio forzoso en Nueva España y Perú, esta
que se invocó en
presencia del interés del agricultor, del minero, del obrajero, bajo el manto del bien de la república, constituyó uno de los aspectos más delicados del problema; pero no escapó a la consideración de los tratadistas ni de las leyes y mucho menos de los críticos contemporáneos del servicio personal. Es sabido que ahora está de moda '*dejar de lado'* estas consideraciones sobre pensamiento y legislación, porque las gentes de hoy somos más realistas y nos gusta ir al grano en sí. Ya he comentado estas tendencias ante la Segunda Reunión de Historia del Derecho en México. No encuentro convincente el comentario, p. 291, de que por repetirse a lo largo de los años el mandato de algunas leyes puede apreciarse la medida en que eran ignoradas; la repetición de la ley tiene habitualmente su motivación y conviene conocerla en cada caso. Observa el autor, p. 478, Que la bebida se convierte en un incentivo del indio para ir a trabajar.
una lista de quejan sobre el servicio segunda mitad del siglo XVI, que muestran violaciones a las reglas; pero también hay denuncias de tales transgresiones y órdenes de la Corona para remediarlas, las cuales forman parte de la historia. Parece aconsejable el análisis completo en lo posible de cada caso para llegar a conclusiones sobre el funcionamiento del sistema, expuesto como estaba por su naturaleza a la injusticia hacia los trabajadores. En cuanto a las opiniones desfavorables al repartimiento en general, por los motivos que se citan en el pasaje del oidor Zorita, p. 294, y en el resumen de las quejas del obispo fray Juan Ramírez a comienzos del siglo XVII, pp. 481-483 ^puede decirse que llegaron a formar un cuerpo abundante en las varias regiones donde se practicaba, a semejanza de lo que antes había ocurrido con las voces de quienes censuraron la esclavitud de los indios o los excesos en las encomiendas. Como el repartimiento compulsivo surgió después de mediar el siglo XVI, esta historia fue más tardía, pero no del todo distinta
Sherman
personal en
ofrece, p. 291, la
Liminar
xix
del cuadro general que conocen los historiadores de la administración española en las Indias. La región centroamericana
no es extraña a ese conjunto y puede verse como parte del mismo. El autor así lo plantea en su p. 577, nota 55, con mención de la Nueva España, y en la p. 487 que luego mencionaremos.
Buena información aparece en la p. 296 y ss., sobre los contratos de trabajos de indios y otros operarios registrados en los libros de Protocolos y las remuneraciones pactadas, a partir de 1572; también figuran mujeres y menores; se recuer-
dan, asimismo, los contratos de aprendices de oficios. Estos datos no son de índole controversial y dan lugar a páginas que se cuentan entre las más informativas y serenas del libro.
Desde la p^ 302 se examina la situación, en la segunda mitad del siglo XVI, de los antiguos esclavos liberados; de los naborías, p. 310; y de los tamemes, así como la apertura de caminos, pp. 314-318. Hay algunos datos sobre la minería en esta época, p.331; y la construcción de edificios y barcos, p.335. El capítulo 12, **Trabajo Agrícola", p. 342 y ss., se ocupa bien de los productos de exportación: cacao, azúcar (en particular en Chiapas), índigo o añil, zarzaparrilla, cochinilla. Termina con datos sobre la sal y la ganadería.
más
ser tan extenso y variado el examen de Sherman, no de considerar al término de la Parte III de su dejar puedo obra, que dedica al repartimiento de trabajo, que no parece haber encontrado los registros gubernamentales de las órde-
Con
nes o mandamientos de servicios forzosos equivalentes a los que ofrece el ramo General de Parte de Archivo General de la Nación de México o los que dio a conocer Moisés González Navarro en lo que ve a la Audiencia de la Nueva Galicia. Lo que más se acerca a ello es lo extractado en laspp. 279-292, en particular los mandamientos de Chiapas en la p. 287, Es de esperar que no se hayan perdido del todo, y en tal caso sería posible que la valiosa contribución que comentamos fuera continuada en lo relativo a su Parte III. Si esa documentación apareciera, vendría a ilustrar considerablemente los conocimientos acerca del repartimiento en Centroamérica en la se-
Liminar
XX
gunda mitad del siglo XVI y después, que fueron esbozados por L. B. Simpson, The Repartimiento System (1938) y en mi Contribución relativa a Guatemala (1945).
La Parte
IV, relativa a los caciques y principales, p. 373 y describe los malos tratamientos de que fueron objeto, en especial durante los primeros años de la conquista. Explica
ss,,
luego la posición que tuvieron las autoridades indígenas bajo régimen español. ¿ Qué tributos y servicios recibían de los indios comunes? ¿ Cuál fue su función como agentes de los repartimientos para los españoles? No es mucho lo que en estas páginas se dice sobre estos aspectos más directamente relacionados con el título del libro. La función de los caciques como responsables del pago del tributo del pueblo para los encomenderos es señalada, pp. 412, 424, 427. También lo que debían ver que se diera a los clérigos en Chiapas en 1561, p. 422^ Desde 1552 la Corona ya aspiraba a que los tributos y servicios para los caciques fuesen tasados, p. 424, pero sus excesos dejan huella en años posteriores, pp. 426, 430, 432. El papel de los gobernadores en pueblos de indios es mencionado brevemente, p. 434. el
La mujer india y los españoles vienen a ser el tema del último capítulo, p. 435 y ss. Se registran algunos precios de indias esclavas, pp. 440, 603. Los párrafos sobre mestizos y mestizas distinguen bien los casos y matices de las situaciones y posibiAcerca de los trabajos que prestaban las indias libres se anotan algunos datos en las pp. 447, 449, 460, 463, 465, 466. Sobre el pago de tributos por las viudas, véase lidades, pp. 457-459.
la p. 468.
El Apéndice A, p. 497 y ss., se refiere a cifras de población india en las provincias de Centroamérica. Y el Apéndice B, p. 507 y ss., a vecinos españoles en el siglo XVI.
En relación con el capítulo de conclusiones, p. 469 y ss., es de observar que los pobladores españoles en el Nuevo Mundo gozaban en general de amplia posibilidad de expresar sus opiniones y de formular sus quejas en cartas y testimonios, aun en contra de sus jueces y gobernantes. En esos casos daban paso libre a sus pasiones, enemistades e intereses. Había el derecho de tachar a los testigos, pero sus dichos quedaron en los papeles que están ahora al alcance de los historiadores. Ya
Liminar
xxi
Las Casas había advertido que sus acusaciones se verían confirmadas en las páginas de los numerosos juicios abiertos en la época contra los ''crueles y tiranos" conquistadores. Mucho después, el historiador mexicano Genaro García seguiría por semejante camino en su apretada censura del Carácter de la conquista española en América y en México según el texto de los historiadores primitivos (México, 1901). El libro de Sherman se apoya en buena medida en la primera clase de fuentes, que ofrecen ciertamente un medio de acercarse a los hombres y a la sociedad de que se trata» mas también pueden inclinar el relato hacia la maledicencia, como en un cuaderno de cargos. este libro de historia ha sido escrito con con sentido del tiempo y de sus diferencias.
Cabe preguntar si criterio histórico,
La respuesta afirmativa puede asentarse sólidamente sobre las primeras páginas de las conclusiones, 469-479, en las que se ofrece un panorama del siglo XVI centroamericano en sus dos mitades, con fino aprecio de su evolución y de las causas generales de ella. El autor utiliza el concepto de frontera, habiy estima que al paso de las décadas de ese siglo sociedad centroamericana se pacifica y entra en policía, como se decía en la época. Junto a este panorama bien visto y explicado, se hallan en la obra vislumbres de los cambios temporales, como en la p. 436, donde en relación con las costumbres acerca de las mujeres pone en guardia al lector para que no se deje llevar en su juicio **by our lights**. En la p, 472, pide, asimismo, que se vea la descripción que hace de ciertas formas del trabajo indígena, *'in the context of the times", y "Considering the times and circumstances...", p, 491. Siguiendo en particular a fray Miguel de Agia, pp. 485, 489, ofrece un resumen comparativo de las prácticas de trabajo en distintas regiones hispanoamericanas, aunque advierte que **one should not place too much reliance on the views of one man**, p. 485. Por cierto, una de las contribuciones más extensas de la obra viene a ser la relativa al tema de la esclavitud de indios e indias, que reaparece en distintos capítulos y ocasiones y atrae evidentemente al autor, acaso por su diferencia con el mundo posterior, si bien en algunos casos, que no mencionan, se hacen sentir los efectos de esa instual en su país,
la
^ titución
Liminar
mucho más
tarde que a mediados del siglo
XVI, por
de los negros en Estados Unidos y el Brasil. No se propone» pues, nuestro autor, cediendo a los modelos sociológicos de moda, dotar a la gente del pasado con nuestras propias y abundantes ideas. No obstante las cualidades que posee Sherman como historiador y que hemos señalado (él puede pensar que es a causa de ellas), sus conclusiones vienen a ser fuertemente críticas de la administración española en las Indias, pp. 489, 495. Sus simpatías, por ejemplo en la p. 265, van hacia un gobernante radical como fue López de Cerrato C'un poco precipitado** le llama uno de sus contemporáneos, p. 568), y no del lado de quienes se colocaron en otra línea política más moderada para dirigir la convivencia de las dos repúblicas, la de los españoles y la de los indios (la que el propio autor, p. 315, -llama: **apolicy of modera t ion and common sense**, recomendada por fray Francisco Bustamante en 1551). Pero repetimos que si a ratos este relato se aproxima al cuadro de la leyenda negra, no es de creer que su propósito sea el de engrosarla sino el de presentar una historia realista de las crudas prácticas de la soejemplo en
la situación
ciedad colonial. He dicho alguna vez» al término de una conferencia de historiadores mexicanos y estadounidenses en Pátzcuaro, que muchas páginas de libros religiosos hablan de un momento final en el que resucitarán los muertos; he pensado qup el destino de los historiadores en aquel trance puede ser terrible, porque hechos a **juzgar** a mansalva a los hombres de otras épocas, se encontrarían frente a ellos en capacidad de pedir a su vez cuentas a sus historiadores. Acaso Sherman podría entonces oír razones de peso de hombres como Marroquín, de Guatemala (sobre el cual escribe, sin embargo, líneas sensatas, p. 229); Motolinía y Vasco de Quiroga, de México, y de gobernantes como Sebastián Ramírez de Fuenleal y Antonio
de Mendoza.
No
sería
una prueba fácil.
Podemos los lectores de este libro
discrepar de lo escrito en o cuales páginas o de algunos de sus planteamientos; mas parece justo que el autor alcance los premios profesionales a los que es acreedor, y una pronta y buena traducción de su obra en lengua española. tales
Prefacio La sociedad de las Indias españolas en el siglo XVI sigue siendo un tópico poco estudiado, no obstante que durante esas décadas formativas, es precisamente cuando empieza a desarrollarse la estructura de clases de Latinoamérica. La conquista española de los indios produjo dislocaciones sociales bastante serias. Pese a la fusión étnica subsecuente, persistieron allí dos comunidades distintas, la española y la indígena. Formando la periferia, y culturalmente a la deriva, estaba el grupo de los mestizos.
En
el
nuevo orden de cosas que siguiera a
la conquista,
muchos españoles de baja condición se encontraron formando parte de una aristocracia nueva y rústica, mientras los orgullosos Señores nativos a menudo fueron reducidos a las más inferiores circunstancias. Las implicaciones sociales y económicas del sistema derivado de la esclavitud indígena, fueron de tales dimensiones, que trascendieron el drama de la conquista misma. En cuanto al trabajo de los nativos, puede decirse que fue la base sobre la que descansó la sociedad colonial española, y sin el mismo, el imperio no habría sido sino una pálida imitación del complejo vasto y rico que llegara a ser. El grado en que el conquistador dependía de los vencidos, refleja a la vez la debilidad de la estructura de la sociedad colonial y define las relaciones entre los dos grupos étnicos. El primer obispo de Guatemala se vio obligado a reconocer que "los españoles de estas partes son inútiles sin sus amigos nativos".
Los europeos que se embarcaron hacia el Nuevo Mundo durante el siglo XVI, venían en busca de oportunidades, pero no estaban dispuestos a llegar a los máximos sacrificios. Cortés habló en nombre de todos ellos al decir que no había dejaXXIII
—
XJH.V
do España para arar la
tierra
Prefacio
en estas latitudes. Por supuesto,
vinieron artesanos españoles a ejercer sus oficios, comerciantes
a
traficar,
abogados, médicos y otros profesionales a pracy una burocracia incipiente se desparra-
ticar sus profesiones,
mó por las cuatro direcciones. Los españoles, por cierto, representando prácticamente todos los tipos de España, emigraron para efectuar toda clase de trabajos, excepto los menesteres plebeyos. Un campesino español consideraba poco ventajoso mantenerse como campesino en las Indias, pese a todos los esfuerzos que se hicieran por convencerlo de lo contrario. La crisis de mano de obra fue enfrentada con la fuerza de trabajo disponible entre los indios conquistados, quienes, sin embargo, se mostraron renuentes a trabajar en beneficio de sus nuevos amos. No obstante, y pese a todo, ellos trabajaron. Por medio de la esclavitud abierta y de otros manipulados sistemas de trabajo libre, de los cuales el más notable fue la encomienda, los nativos formaron la base laboral de la economía colonial. El aspecto más dramático del trabajo nativo fue el de la y precisamente hacia dicho objeto empecé a dirigir mi trabajo de investigación relacionado con manuscritos en español, en los comienzos de la década de 1960. Las líneas generales de la esclavitud indjgena, eran conocidas. Muchos de los relatos iniciales eran fragmentarios, aunque hay autores, como el historiador cubano del siglo XIX, José Antonio Saco, que dejó un estudio impresionante, basado en una amplia documentación tomada en su mayor parte de la Colección Muñoz de documentos, que se encuentra en Madrid. Tal estudio, sin embargo, es de alcances tan amplios, que necesariamente resulta superficial respecto de regiones y épocas específicas. En años más recientes, los estudios de Silvio Zavala han ido más afondo que otros, y el largo trabajo de este autor sobre la esclavitud indígena en la Nueva España, constituyó la culminación de varias décadas de investigación. El área de estudio que yo escogí es la América Central, que si bien estaba propiamente dentro de la jurisdicción de la Nueva España, para toda clase de propósitos e intereses era autónoma en grado considerable. Zavala se ha ocupado de dichas provincias, pero no con mucho detalle, y sus puntos de interés esclavitud,
xxv
Prefacio
son diferentes de los míos. Al final de cuentas se hizo evidente para mí que la esclavitud, en su totalidad, era nada más que una manera restringida de examinar los alcances del trabajo
formas que, si bien menos estudiadas, más importantes y no menos interesantes
nativo. Existen otras
constituyen partes
de
la cuestión.
El tema del trabajo no-esclavo no ha sido ignorado por los ha hecho una importante contribución, en especial sobre la encomienda; José Miranda ha publicado un estudio sobre el tributo. Los hallazgos archivológicos de France V. Scholes y Eleanor B. Adams, proporcionan abundante información sobre ambos temas; y en una serie de agudos estudios, Lesley Byrd Simpson ofreció el más comprensivo cuadro del trabajo indígena de cuantos se han escrito en inglés. Luego, el estupendo estudio de Charles Gibson sobre los aztecas bajo el dominio español, exploró el tópico a gran profundidad. Otros aspectos del problema han sido analizados por diferentes autores. José María Ots Capdequí se ocupó de las connotaciones legales del mismo, y tanto Lehistoriadores. Zavala, de nuevo,
wis U.
Hanke como Benjamín Keen analizaron los aspectos Muchas otras obras modernas han abordado la
filosóficos.
materia, pero la lista es
Aun y do a
todo,
no
muy
larga para citarse aquí.
existe todavía
un detallado estudio dedicaAmérica Central,
los aspectos sociales del trabajo en la
durante el siglo XVL Lo que más se acerca a ello es la Relación escrita por el juez real Alonso de Zorita, pero, aunque se trata de un relato valioso de la misma época, el mismo está dedicado en gran parte a México. De todas maneras, se trata la versión de un hombre negada por muchos otros. Hay una gran cantidad de escritos del período colonial con una amplia variedad de puntos de vista, pero muchos de ellos permanecen inéditos. El más influyente de los escritores del siglo XVI, de cuantos se ocuparon del tema, fue el formidable Bartolomé de las Casas, cuyos criterios han tendido a prevalecer sobre todos los demás, cuando menos en los círculos no-
de
como es la general acometida de los también es generalmente aceptado que exageró en cuanto a sus cifras. ¿ Tergiversó también otros aspectos?; y sifué así, ¿en qué medida lo hizo? Raras veces un españoles. Persuasiva escritos del dominico,
Prefacio
xxvi
historiador de habla inglesa
con fuerza
el punto
de
ha estado inclinado a contradecir
vista lascaciano.
En
la actualidad
muy
pocos simpatizarían con la posición del encomendero, pero ésta requeriría un análisis más completo, aunque sólo fuera para tratar de comprender el problema desde todos sus ángulos. En ningún caso los escritores más hostiles a los encomenderos han sido los contemporáneos, aunque su pluma no es comparable a la de Las Casas o a la de Zorita, para tales efectos. Sin embargo, puesto que la mayoría de los estudios favo-
encomendero permanecen inéditos, o cuando menos no han encontrado todavía el acceso a las imprentas que publican en inglés, se hizo necesaria una investigación afondo de los documentos. Si los argumentos que en éstos figuran son inaceptables para la mayoría de las gentes de hoy, sigue rables al
siendo tarea importante del historiador divulgar dichos documentos, porque sólo de esa manera se puede hacer cierta luz en la sociedad y en sus particulares controversias.
Es algo generalmente aceptado que mientras las leyes de Indias eran avanzadas para la época, no eran cumplidas, sin embargo, por varias razones, entre las cuales la conveniencia era
Se aducen, asimismo, otros motivos, pero a mela más cruda hipocresía, sin parar mientes en su carácter simplista. El problema total del trabajo nativo forzoso es mucho más complejo. Yo no he abordado los aspectos legales en ningún sentido, pero me doy cuenta que los mismos no pueden ignorarse. La cuestión es que, en efecto, muchos estudios se han basado en gran medida en las leyes, en particular en la Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias. Dichas leyes registran las supuestas intenciones reales, pero los estudios basados en ellas no toman en cuenta, en grado suficiente, lo que realmente sucedía en las colonias, lo cual, por otra parte, ha constituido mi principal punto de inla principal.
nudo se recurre a
terés.
A
fin de presentar un cuadro razonablemente exacto y detallado del trabajo nativo, he decidido concentrar mi investi-
gación en el siglo XVI, lo que cubriría tres generaciones; y, lado, resolví limitar el estudio a la América Central. Mi plan era el de hacer un examen afondo de los manuscritos originales, tarea que me absorbiera, sola ella, por casi una dé-
por otro
xxvü
Prefacio
cada. Además de ello existían muchos importantes trabajos publicados, de los cuales sólo he hecho uso limitado allí donde pensaba que ellos enriquecerían mi estudio. En consecuencia, y a excepción de algunos antecedentes respecto de los cuales existen escasas fuentes archivológicas, la mayor parte de lo que sigue está basado en cartas, informes y procesos legales de la época. Esta metodología presenta algunos inconvenientes, especialmente en cuanto los documentos tienden a to-
marse de modo literal y por tanto inhiben la fluidez del estilo. El aspecto positivo de la cuestión estriba en que no comencé con modelo alguno preconcebido y, en gran medida, el trabajo se orientó hacia donde los manuscritos lo demandaban. El problema más difícil fue el de la organización, un dilema no resuelto por la intención de basar el trabajo, hasta donde fuera posible, en hs documentos del siglo XVI.
Es de esperar que, como resultado final, se haya obtenido un examen del tema, que no pueda ser obviamente incluido ya en la escuela indigenista, ya en la hispanista. En rigor, y como cada una de tales escuelas tiene mucho de admirable, ni la una ni la otra pueden desligarse por completo del presente trabajo. Esto no es el resultado de ninguna predisposición sentimental de mi parte, sino algo derivado de la naturaleza de las fuentes, que reflejan lo que parece ser una común inclinación del hombre: hacer hincapié en el lado más oscuro de los hechos. Si para deleite del misántropo hubieren actos de terror y de violencia perpetrados por los españoles sobre los pueblos nativos, no debiera perderse de vista, sin embargo, que muchos otros españoles se mostraron por ello tan aterrados que dejaron abundante documentación sobre tales atrocidades. En tanto es realmente lamentable que sólo haya pocos relatos indígenas disponibles, existen en cambio abundantes fuentes españolas que defienden la causa indígena con vehemencia.
Aunque
el material
historia social,
que sigue puede bien
también se asemeja a
como En am-
definirse
la etnohistoria.
bos tipos de investigación la evidencia es mucho más evasiva que en los estudios propiamente históricos. A menudo se encuentra información muy significativa en un improvisado comentario hecho en un documento nada prometedor. La evi-
Prefacio
xxviii
dencia vital para un historiador social, con frecuencia carece de todo interés para aquellos que escribían en el siglo XVI, de modo que nuestra imagen de su sociedad resulta imperfecta, para decir lo menos. Más aún, existe un considerable desacuerdo entre los autores sobre casi cada tópico, de modo que resulta difícil arribar a conclusiones razonablemente exactas. Todo escritor pone al descubierto sus particulares tendencias y pocos fueron realmente moderados en sus actitudes. La correspondencia del Cabildo, por lo general refleja los criterios del encomendero, aunque no es extraño que los regidores expresen cierto interés por la situación de los indios. Los miembros de la audiencia demuestran cierta diversidad de opiniones, pues si bien todos ellos eran funcionarios de la Corona, no había un criterio oficial al que adhirieran de modo consistente. Por otra parte, sus propios intereses personales, y por lo mismo no-oficiales, condicionaban frecuentemente su actuación política. Existía un agudo desacuerdo en el clero, y aun los obispos no exhibían unanimidad de opiniones. Otros funcionarios e individuos dedicados a su vida privada, reflejaban una gama todavía mayor de puntos de vista. Además de proporcionar una gran variedad deformas de pensar, sin embargo, los documentos ofrecen también una sustancial información detallada, así como lo hacen los testimonios de los notarios con particular referencia al trabajo contratado. Todas las fuentes mencionadas son comunes a todos los investigado-
aunque pocos de éstos las han examinado con el cuidado que ellas merecen. No obstante la conflictiva información que contienen tales documentos, ciertas verdades emergen finalmente con alguna claridad. res,
Entre
las
fuentes
más descuidadas
se encuentra la sección
Sevilla. La exploración de los procesos es un asunto tedioso, pero generalmente vale la pena, como sucede también con el mismo tipo de docu-
Justicia del Archivo General
de Indias de
mentos en el Archivo General de Centroamérica, en Guatemala. Son de especial interés los Juicios de Residencia, o sea el control judicial al que se sometían los funcionarios a la entrega de sus cargos. Tales procesos eran a menudo muy largos, acumulando a veces centenares de páginas; había también algunos relativamente cortos. Todos ellos pueden ser de
Prefacio
xxix
gran importancia, en especial para la historia social, ya que toda la comunidad, incluyendo los indígenas, eran incitados a formular cargos contra el funcionario en cuestión. En los testimonios recogidos se revelan asuntos de mucho interés, de los que no se ocupan otras fuentes, inclusive cierta dosis de chismografía. En el curso de la presente investigación se estudiaron no menos de treinta juicios de residencia, obteniendo sustanciales beneficios de algunos de ellos.
Al final de nuestro las notas
trabajo, quizás sólo cerca de la
acumuladas pudo ser
por ejemplo,
utilizada.
los capítulos relativos
audiencia, los jueces menores
No
mitad de
se incluyeron,
a los roles especiales de
y funcionarios subalternos,
la
los
encomenderos, la Iglesia y una sección dedicada al tributo. Todos estos temas figuran de alguna manera en los capítulos siguientes, pero un tratamiento más a fondo de los mismos, en la medida en que se relacionan con el trabajo indígena, habría hecho de éste un libro demasiado voluminoso.
Dentro de los límites impuestos, he tratado de hacer una exposición detallada del tema, presentando todos los puntos de vista. Me pareció aconsejable citar numerosos ejemplos a fin de prevenir posibles cargos de generalización infundada, lo que en efecto ha constituido el punto débil de algunos estudios interesados en alcanzar un mayor grado de síntesis. Lamentablemente, nuestra ignorancia sobre las relaciones raciales en la Centroamérica del siglo XVI, es de tales proporciones, que sería necesario otro cuarto de siglo de lo que suele aceptarse como investigación **tradicional*', para poder escribir un trabajo de síntesis digno de ser publicado. Sin embargo, la historia es indagación, y ahí donde la evidencia lo permitía, no dudé en usar el análisis y la interpretación.
América Central, como objeto de este estudio, fue el resultado de mi interés original y prolongado sobre la carrera de Pedro de Álvarado. La atracción que ejercieran en mí los escenarios de sus aventuras, estuvo reforzada por la creciente certeza de que dicha región ha sido relativamente relegada por los historiadores modernos. Existen importantes crónicas del período colonial, es cierto, pero todas ellas escritas por religiosos, cuyas orientaciones son bien evidentes. Por otra parte, ellas reflejan la idiosincrasia de la época, ocupándose de
XXX
Prefacio
minucias aburridas y descuidando asuntos que serían de intepara un lector moderno. Otros cronistas antiguos, como Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (quien no era religioso), incluyeron a América Central en sus relatos. Antonio de Remesal, el historiador dominico, fue el primero de los cronistas, y en muchos aspectos el mejor, en dedicar específicamente su obra a la América Central, y él, como Oviedo, fueron copiados desvergonzadamente por quienes les siguieron. Pese a todas sus limitaciones, los cronistas son fuenrés
tes
muy
tos
que ya no
importantes,
dado que
utilizaron
muchos documen-
existen más.
El fascinante relato de Thomas Gage, el inglés que en el XVII pasara varios años en América Central, despertó cierto interés en el área, de parte de los lectores ingleses, pero no fue sino hasta en el siglo XIX, con las obras de John L. Stephens y Ephraim Squier, cuando se amplió el círculo de
siglo
de tales temas. Empero, tales relatos no eran estudios históricos en sentido estricto. Una significativa contribución en este orden, es la publicación del monumental tratado de Hubert H. Bancroft. Su Historia de la América Central, en tres volúmenes, si bien ha sido blanco popular de críticas en los últimos años, constituyó un notable logro para su época; y pese a ciertos errores, a su tono pontifical y a varios estereotipos comunes en su época, Bancroft sigue siendo una fuente lectores
formidable.
Debido a los intrigantes misterios de la brillante civilización maya, han sido los antropólogos los que han continuado la investigación del pasado centroamericano, desde las postrimerías del siglo XIX hasta lo que va del presente. En los tiempos más recientes algunos de ellos se han inclinado más a la etnohistoria, pero la mayor parte de sus investigaciones ha sido dedicada a las culturas prehispánicas y, en los años ulteriores, a los aspectos socioeconómicos de las modernas comunidades indígenas.
Hasta
muy
recientemente, la investigación hecha
bert S. Chamberlain seguía siendo
uno de
por Ro-
los pocos trabajos
académicos, de los escritos en inglés, dedicados al siglo XVI en la América Central. Este infatigable académico trabq/ó con dedicación los documentos de España y la América
Prefacio
xxxi
Central, hasta llegar a producir obras de
una constante y de-
El presente estudio debe mucho a las orientaciones fundamentales trazadas por Chamberlain. Más o menos en la misma época en que el presente trabajo fuera emprendido, Murdo MacLeod comenzó una valiosa investigación sobre un tema muy importante. Trabajando en polos opuestos (él comenzaba en América Central y yo en España), ninguno se enteró de la investigación del otro, sino hasta que las mismas estaban bien avanzadas. La publicación del amplio e imaginativo trabajo de MacLeod, su Spanish Central America: A Socio-Economic History, 1520-1720, inaugura el área para el tratamiento de temas hasta entonces
purada calidad
científica.
sólo ligeramente tocados por otros autores. Los futuros historiadores, en particular aquellos interesados en la temprana
económica de la América Central, habrán de mantener una deuda hacia MacLeod por su admirable trabajo pionero. El profesor MacLeod amablemente permitió que yo estudiara su manuscrito, el que, para mi infortunio, sólo tuve por un período muy breve. La culminación de su trabajo llegó cuando el presente estudio estaba en sus etapas finales, lo que explica el limitado uso que en éste pude hacer de aquél; de otro modo, muchos más de sus hallazgos habrían sido incorporados aquí. Si bien nuestros pasos se cruzan en algunos tópicos (y algunas veces disentimos), los estudios se complementan de manera recíproca, pues su tónica es diferente. Otros estudios importantes emprendidos por diligentes académicos jóvenes, se consideran conjuntamente, Christopher Lutz ha concluido una excelente tesis doctoral sobre la historia de la ciudad de Antigua Guatemala (Santiago), bq/o la supervisión del desaparecido profesor John L, Phelan, Hénry Ibargüen ha investigado recientemente el tema de la tenencia de la tierra en la Guatemala del siglo XVI, bqjo la dirección del profesor Charles Gibson. Salvador Rodríguez, de la Universidad de Sevilla, ha publicado un trabq/o sobre las encomiendas en el mismo período, y ya se encuentra disponible el estudio de Pilar Sánchez sobre los hidalgos de Guatemala, Estos trabcuos, todos muy recientes para ser utilizados aquí. historia
*
Hay
edición en espafiol, N. del T.
xxxii
Prefacio
constituyen significativas contribuciones en el análisis de una área importante de la historia colonial que, hasta hace poco, había sido ignorada por los modernos historiadores.
La investigación que demandaba este proyecto no habría sisin algún apoyo institucional. La Fundación Del
do posible
Amo generosamente financió en parte una beca de un año de duración para investigar en Sevilla. Una nueva estadía en España, para investigación adicional, fue financiada por el Faculty Improvement Committee de la Universidad del Estado de Colorado, institución que también proporcionó los fondos para la compra de microfilm y otros materiales. El Research Council de la Universidad de Nebraska ayudó a st^fragar un viaje para investigar en el Archivo General de Centro América, en la ciudad de Guatemala; la misma institución ayudó a cubrir el valor de microfilm y fotocopias de documentos, así como el de un trabajo mecanognifico. Una beca de la Fundación Woods me permitió el tiempo necesario para escribir, y la ayuda de la Fundación de Nebraska hizo posible mi regreso a la América Central para seguir investigando, A todas esas instituciones mis agradecimientos.
A lo largo de los años se acumulan deudas, con individuos que nos han estimulado y ayudado de varias maneras. Su ayuda ha sido diversa, pero todos los que aquí se mencionan (y sin duda otros que se escapan a mi mente) fueron muy generosos. Estoy en deuda con el desaparecido William Lytle Schurz, quien despertó mi interés en la historia latinoamericaComo estudiante y luego como miembro del Colegicrde México, obtuve un conocimiento inicial sobre las culturas nativas, gracias a Wigberto Jiménez Moreno, Femando Horcasitos y el fallecido Pablo Martínez del Río. Deseo agradecer en especial a Richard E. Greenleqf y a Paul V. Murray, por su ayuda. En la Universidad de Nuevo México me ayudaron Edwin Lieuwen, Troy S, Floyd, France V. Scholes y Donald C, Cutter, En Sevilla me prestaron una valiosa ayuda dos directores del Archivo General de Indias, José de la Peña y Rosario Parra, así como todo el personal de dicha entidad. Carlos Molina Arguello me hizo partícipe de su familiaridad con los documentos centroamericanos, y con otros académicos visitantes comparto una deuda de gratitud hacia Miguel Marticona.
xxxiii
Prefacio
rena. El desaparecido José Joaquín Real Díaz, Antonia M. Heredia y Luis Navarro García, fueron siempre generosos con su tiempo y sus conocimientos. Cuando yo no me encontraba en Sevilla, Ángeles Flores me enviaba los microfilmes con gran eficiencia. En Guatemala fui tratado deferentemente por Ricardo y Juanita Barrios, Manuel Rubio Sánchez y David Vela, y por varios miembros de la Sociedad de Geografía e Historia. El director interino del Archivo General de Centro América, Rigoberto Bran Azmitia, y el director posterior, Arturo Valdés Oliva, junto con el personal del mismo, siempre fueron atentos y serviciales. Tengo una especial deuda de gratitud con la fallecida secretaria del archivo, Carmen Peláez Olivares, por su ayuda y atenciones. Mis colegas de la Universidad de Nebraska-Lincoln, Ralph H. Vigil y Michael C. Meyer (ahora en la Universidad de Arizona), me escucharon pacientemente y me dieron ideas por muchos años. Christopher Lutz contribuyó en este trabajo con su generosidad y compartiendo información, y ha sido valiosa la crítica de Benjamín Keen, Murdo MacLeod y Dave Warren. Deseo agradecer también a Flavio Rojas Lima, por su excelente traducción de este trabajo. Finalmente, pero más importante que todo, reconozco mi deuda por la paciencia de muchos años demostrada por mi esposa Carolina y mis hijos Bill,
Cristina
y Rowena.
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EL TRABAJO FORZOSO EN
AMÉRICA CENTRAL —SIGLO XVI—
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V
Introducción Los españoles emprendieron la conquista de la América Central en 1523-24. Ellos encontraron una tierra poblada abundantemente con gente de diversas culturas y en un proceso declinante respecto de la magnificencia del pasado maya, de los grandes templos de piedra cubiertos de vegetación. Empero, era gente de una raza vigorosa, que resistió la intromisión extranjera con mucha decisión antes de someterse finalmente. Durante el primer cuarto de siglo, después de la conquista, la América Central fue una colonia de considerable valor en el imperio español de las Indias. Era un territorio que prometía riquezas minerales y era el centro de un floreciente tráfico de esclavos indios. Se convirtió en un vital foco intermedio entre los asentamientos europeos del norte (México y las Antillas) y las expediciones que se movían hacia el Perú y la Tierra Firme. En el lapso de dos décadas el suministro de esclavos nativos disminuyó y la modesta producción minera fue opacada por las ricas vetas de plata descubiertas en Perú y México en el decenio de 1540. Pero si bien dichos descubrimientos relegaron a la América Central a un segundo plano, sus provincias mantuvieron su importancia a lo largo del siglo XVI. Siguieron siendo regiones ricas en la producción de cacao, y posteriores descubrimientos de yacimientos de plata renovaron el optimismo respecto de sus potencialidades. Santiago de los Caballeros de Guatemala, la capital, se convertía en un atractivo y próspero centro, el más importante entre las ciudades de México y Lima. Las regiones que aquí se consideran eran las comprendidas dentro de la jurisdicción política de la Audiencia de los Confines. Tal distrito comprendía el área de la actual Centroamérica, al norte de Panamá; esto es, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador (este último llamado eníon-
4
El trabajo forzoso en América Central
San Salvador y perteneeiente a la provineia de Guatemala), Además, la Audiencia incluía las modernas regiones mexicanas de Chiapas (nombre éste que se escribía Chiapa en el siglo XVI) y Soconusco. Por unos pocos años Yucatán, Tabasco y Cozumel también formaron parte del distrito, pero estos territorios apenas si se tocan en el presente estudio. En su totalidad, se trataba de una colonia de buen tamaño, pues alcanzaba algo así como 600 leguas de largo (incluyendo Yucatán) y de 80 a 90 en su parte más ancha, i La tierra era de una gran variedad, pues incluía dentro de sus límites los altiplanos, acentuados por dramáticos picos volcánicos, donde el aire es frío en los meses frescos y templado en el verano. Había puertos naturales en ambas costas, en sofoees
cantes regiones tropicales
donde proliferaban
la fiebre y otras
enfermedades endémicas. En tanto la mayor parte del paisaje era agreste y montañoso, algunas provincias, como Nicara-
mucha tierra plana. Había muchos ríos, que se sala estación lluviosa, y muchos lagos, entre ellos el hermoso Atitlán y el enorme lago de Nicaragua, En los
gua, tenían lían
de madre en
extremos del medio físico descansaba la riqueza: la plata en las montañas de difícil acceso, y el cacao en la extenuante humedad de las tierras bajas,
¿Cuántos nativos vivían en la América Central antes de la venida del hombre blanco?; ésta es una cuestión que por mucho tiempo ha confundido a los estudiosos. El desacuerdo es tal, que no se puede ofrecer confiadamente un cálculo razonable. Se ha dado la cifra conservadora de 2,250,000 habitantes, pero otros llegan hasta 6 millones y aún más.^ Los informes de los primeros conquistadores, en que se dice que había tantos habitantes como en México y Perú, no ayudan en nada. Las primeras impresiones no deben ser tomadas muy en serio. En la época había una tendencia a usar cifras de manera descuidada, y era beneficioso para un capitán dar la impresión de que había descubierto y conquistado una gran civilización. Otros autores de una época posterior, presentan datos demográficos altos, a fin de dramatizar la escandalosa declinación de la población nativa. Hasta transcurridas unas dos décadas no hubo muchas cifras confiables, y aun entonces las disparidades traían más confusión al tema.
,..«.;
Introducción
5
Dejando de lado algunos cálculos sin fundamento de individuos particulares, debemos prestar más atención a los informes de los misioneros y funcionarios reales, algunos de quienes tenían razones suficientes para mantener registros adecuados, Pero ellos también recurrían a menudo a números redondos, y algunas veces usaban viejos recuentos. Por otra parte, las cifras rara vez incluían —si es que alguna vez lo hicieron— a todos los poblados indios bajo control administrativo y por cierto no lo hacían así respecto de los que estaban fuera del control español. Las listas de tributarios podrían ser confiables si no fuera porque las cuentas de algunos pueblos han desaparecido y las cifras ocasionalmente incluían indios fallecidos
mucho tiempo
atrás.
además una imprecisa aplicación de cierta terminología, como algo que viene a complicar más el cuadro general. Las listas de tributarios sólo toman en cuenta a los indígenas que realmente pagaban tributo. Pero otros informes no Existe
siempre dejan claro si las cuentas se refieren a los tributarios, como algunas veces son claramente designados; con frecuencia se hace referencia sólo a los **indios**, lo que podría incluir a todos los nativos. Es probable que en la mayoría de los casos el término indios signifique tributarios, aunque en el
Apéndice
A
la distinción necesaria respecto de siguiente tarea sería la de establecer la
he hecho
muchos ejemplos. La
proporción de tributarios respecto de aquellos que estaban eximidos de dicho pago. Precisamente el establecer quiénes formaban el grupo de reservados, es algo que varía de una época a otra; sin embargo, por lo general se trataba de niños, ancianos y enfermos, algunas veces mujeres, indígenas que trabajaban en distintos cargos para la Iglesia, y ciertos funcionarios nativos incluyendo la nobleza. En algunas épocas, los indígenas (generalmente de México) que ayudaron a los españoles en la conquista, también estuvieron exentos del pago del tributo.'^
Es muy difícil alcanzar una proporción razonablemente segura entre los tributarios y los reservados. La misma se vería alterada, a lo largo de los años, por las guerras y las epidemias, en contraposición a los períodos de paz y relativa prosperidad. Entre otras conclusiones, se vería que la tasa de nata-
El trabajo forzoso en América Central
,6
lidad varía según las condiciones.
Un
rasgo estadístico sobre-
a los pocos niños que había en las familias indígenas y, además, se presenta un buen número de parejas que no tenían niños del todo, otras con sólo un hijo, y relativamente pocas con más de dos niños .^ Sin embargo, los otros miembros de las familias que estaban eximidos, debieran ser tomados en cuenta. Con las reservas del caso, me parece que un tributario representaba un total de unas cuatro personas. saliente en algunas listas
Es muy raro que
de
tributarios, se refiere
alguien formule estimaciones de la pobla-
ción en todo el distrito bajo la jurisdicción de la audiencia, pues en la mayoría de los casos se trata de cálculos locales. El
cosmógrafo y cronista real, Juan López de Velasco, no obstante, asumió aquella tarea en los comienzos de la década de 1570, Existen razones para poner en tela de juicio el grado de certeza de sus cifras, pero éstas son con todo las mejores de que disponemos. Su afirmación de que habían 120,000 tributarios no difiere en mucho de las estimaciones compuestas hechas por otros alrededor de la misma época, lo que no ocurre al hacer otras comparaciones similares. Los indios, muchos de los cuales estaban asignados en encomienda, vivían en cerca de mil pueblos. Algo así como un tercio de ellos vivía en Guatemala, El cosmógrafo admitía que carecía de datos respecto de algunos pueblos,^ Usando una proporción de 1:4, alcanzamos una cifra de 480,000 indígenas que habitaban la América Central en los comienzos de los años 1570, Tomando en cuenta aquellos no incluidos por López de Velasco, se puede decir que el distrito tenía quizás cerca de medio millón de habitantes, después de medio siglo de la ocupación española. Algunas autoridades en la materia se inclinan por una proporción de 1:5, lo que arrojaría un total de más de 600,000,^ Si aceptamos las cifras un tanto conservadoras de 2.250,000 indígenas para la época prehispánica, la declinación de medio millón en cinco décadas, resulta desastrosa; sin embargo, debe hacerse notar que algunos, partiendo de un total más alto y de una tasa más baja de sobrevivencia, alcanzan una proporción de pérdida de población en términos aún más catastróficos. Si bien la tasa de declinación de la población fue a todas
Introducción
.'!
;,
7
luces drástica, se hace necesario emprender mucha más investigación especializada antes de llegar a estimaciones aceptables.
No es muy probable que un dato absolutamente cierto
sea conocido alguna vez. En tanto algunas autoridades en la materia, acudiendo a estimaciones hiperbólicas, hablan de una población diezmada (como ocurrió en las Antillas), existen buenas bases para hablar de la reducción en términos ligeramente menos calamitosos. El presidente de la Audiencia se refirió en 1582 a una reducción de algo así como los dos tercios de la población original, lo cual equivaldría a una tragedia proporcionalmente más grande que la Peste Negra en Europa (siglo XIV), pero aun así todavía menor que la que presentan las estadísticas a menudo citadas. Los testimonios de eclesiásticos en el informe del presidente, atribuyen casi toda la pérdida de población a tres o cuatro pestes, que, según ellos, llegaron de México. No está claro si tal cosa se refiere sólo a la provincia de Guatemala. La medida en que la pérdi'^
da de vidas humanas deba atribuirse a las plagas es algo discutible, pero yo me inclino a pensar que el porcentaje señalado es muy alto. MacLeod opina que cuando menos un tercio de la población del altiplano de Guatemala, murió muy al principio, víctima de las epidemias.^
En cuanto a la población española de la América Central durante el siglo XVI, tenemos un patrón de asentamiento mucho más confiable y un recuento bastante seguro de vecinos. Lo que asombra inicialmente respecto de las cifras, en especial las de los primeros años, es el número muy reducido de españoles registrados, y el hecho de que algunos pueblos aparecen como pequeños caseríos poco dignos de tomarse en cuenta. Se encuentran referencias a caseríos con diez o doce españoles y aún menos. Dichas cifras, sin embargo, son engañosas, porque si bien muchos pueblos eran en verdad pequeños, un simple visitante podía haber visto mucha más gente que la indicada. La designación de vecinos se refiere sólo a los jefes de familia, ciudadanos inscritos en las listas del pueblo. Esto quiere decir que el vecino era un residente permanente de la comunidad, un propietario, por lo general un jefe de familia y un activo participante en los asuntos locales. En los primeros años se trataba más regularmente de un enco-
El trabajo forzoso en América Central
8
mendero y conquistador. ¿Cuántas personas más eran representadas por un vecino que figuraba en el censo?; ello es algo que varía de modo considerable. En el período de la conquista un vecino no representaba a ninguno más que a sí mismo, aunque su familia podía estar compuesta por una concubina indígena, los hijos mestizos y varios criados indígenas o quizás negros, siendo dicho vecino, por consiguiente, el único español de la casa. Antes de que transcurriera mucho tiempo, sin embargo, al conquistador se le unieron varios parientes y amigos llegados de España, quienes podían residir en su casa. Probablemente todos tomarían eventualmente esposas españolas y tendrían hijos.
Los encomenderos prósperos por lo general tenían familias grandes y lo mismo resultaba cierto comúnmente respecto de los burócratas reales, abogados, comerciantes, miembros del más alto clero, y otros colonizadores de fortuna. A manera de ejemplo presentamos el caso contenido en una probanza de 1551, en la que Francisco Sánchez afirma tener 13 hijos (uno de los cuales era "natural"), más siete nietos y varios yernos.^ Su familia, de tal manera, incluía más de 20 españoles, sin tomar en cuenta que probablemente tendría criados españoles, ya fuere en casa o en las cercanías. Incluyendo a los sirvientes no-españoles, Sánchez debió alimentar a cuando menos 30 personas sólo dentro de su familia, y quizás aun más.
No cabe duda que la familia de Sánchez era más grande que de ellas, pero, por otra parte, hay pocos registros fácilmente accesibles de los cuales se pueda deducir el tamaño promedio de la familia. Si usamos la proporción de un vecino por cada cinco españoles, existen pocas probabilidades de abultar las cifras, a mi manera de ver. Debe tenerse presente que la proporción pudo ser más pequeña en los primeros años y que luego pudo incrementarse de modo considerable dada la proliferación de las familias. El concepto de familia extendida pudo desarrollarse adecuadamente en la segunda mitad del siglo, con el resultado de que algunas familias, por cierto, debieron ser bastante grandes. Los españoles trajeron de España hermanas y sobrinas solteras, así como hermanos, sobrinos, padres, primos y amigos. En las comunidades había muchos otros españoles no unidos a una familia establecida. el promedio
Introducción
9
Algunos tenían
el transitorio status de estantes, en tanto otros simplemente pasaban unos días de visita o sólo se trataba de transeúntes. Por otro lado, y pese a los esfuerzos por
mantenerles al margen, siempre había vagabundos instalados en los alrededores.
Los índices de población en los centros portuarios permanecieron bajos en la mayoría de ios casos y ello se debía principalmente a lo malsano de los climas. A la llegada de los barcos mercantes acudían muchos comerciantes, conviniendo a tales pueblos en centros de intensa actividad por períodos cortos. Los marinos, en gran número extranjeros, se movían entre las multitudes y algunas veces abandonaban el barco.
Al tomar en cuenta los factores enunciados antes, se concluye que un pueblo con un centenar de vecinos españoles, hacia 1575, probablemente tendría un total de cuando menos 500 españoles, y quizá muchas más personas de otros grupos raciales. Es posible que haya quienes no estén de acuerdo con lo anterior, estimando que la relación de ¡O habitantes (de todos los grupos raciales) por cada vecino español registrado en las listas, es una manera de falsear la realidad en uno u otro sentido. Empero, resulta útil tener alguna idea sobre el total de habitantes en los establecimientos centroamericanos, aparte de las cifras engañosas que se refieren a los vecinos. Si bien es cierto que mis cálculos en el sentido apuntado no se basan en una información consistente, creo, por otra parte, que los mismos tienen una base razonable. Algunos de los establecimientos españoles perdieron poblaque otros simplemente desaparecieron. ¿Qué pasó, por ejemplo, con la Villa de Santa María de la Esperanza? Este establecimiento minero, que tenía unos 70 encomenderos en 1531, parece haber desaparecido, ¡o En unos pocos casos los nombres fueron cambiados, haciendo más confusas las cosas. Mientras que los cambios o traslado de los pueblos estaban algunas veces relacionados con la falta de adecuadas condiciones económicas, otras razones, en cambio, como el mal clima o mayores facilidades portuarias, también podían incidir en el traslado. Las amenazas de los indígenas obligaron a la relocalización de la primera ciudad de Santiago; una inundación destruyó la segunda; y la tercera ción, en tanto
10
El trabajo forzoso en América Central
debió ser abandonada en el siglo XVJII, a causa de un terrible terremoto. Una erupción volcánica, que comenzó a hacer estragos afínales del siglo XVI, determinó el abandono de la ciudad de León, en lo primeros años del siglo XVII, La ubicación de la nueva ciudad, unas cuantas leguas distante, a menudo se muestra en los mapas en el sitio original. En realidad, no fue sino hasta hace pocos años que se descubrieron las ruinas de León viejo, en un campo cercano al lago y peligrosamente pegado al volcán Momotombo, 1
Las cifras de López de Velasco (véase Apéndice B) muestran 19 pueblos españoles en América Central, en los comienzos de la década de 1570, con una población que oscila entre 2,200 y 2,300 vecinos. Las estadísticas de Pineda, V^ 1594, indican sólo 16 pueblos, con una población de más de 1,760, Vázquez de Espinosa, escribiendo cerCa de 1620, registra 15 pueblos y más de 2,840 vecinos españoles. Respecto de varios pueblos, tanto Pineda como Vázquez de Espinosa usan la expresión '*más de'*, junto a las cifras que ofrecen, y ambos pasan por alto algunos establecimientos. Las estadísticas más impresionantes indican que, en una población total de más de 2,000 vecinos, en la América Central de 1570, se produjo una declinación a sólo 1, 760, después de cerca de un cuarto de siglo. La reducción es aun más notable si se toman en cuenta las estadísticas de López de Velasco, de alrededor de 1572-73, en las que se indican de 2,200 a 2,300 vecinos y un decremento de unos 500 de ellos. Nos encontramos en presencia de un desarrollo complicado, máxime si se considera que un total de cerca de 2,500 españoles dejó la escasamente poblada colonia.
menos un par de razones que explican el éxoEntre 1576 y 1581 una plaga de cocoliztlimatlazáhuatl (o gucumatz, probablemente una epidemia pulExiste cuando
do
aludido.
monar) arrasó
la
América Central, causando una
terrible
mortalidad entre los indios y provocando, consecuentemente, una reducción de la fuerza de trabajo de la que dependían los
Por otra parte, los problemas económicos a los que se refiere MacLeod, estaban produciendo sus efectos. La economía mostraba algunas señales de recuperación hacia la españoies,^^
Introducción
11
segunda década del siglo XVII, aunque habían quedado menos pueblos. Durante el decremento de la población, Santiago, la ciudad más grande, tenía 500 vecinos según Pineda. Hacia 1620, Vázquez de Espinosa indica que la población se había duplicado a algo más de 1,000. Santiago era entonces una importante ciudad, quizás con una población total de unos 10,000 habitantes. Finalmente, debe enfatizarse el cambio del patrón demográfico de las primeras décadas, cuando menos como una explicación de las aparentes discrepancias entre las cifras de población presentadas. A manera de ejemplo, se puede ver que Oviedo presenta a la ciudad de León, Nicaragua, con más de 200 españoles entre los años de 1527 y 1530; después de esta fecha, tal número de habitantes desaparece. La razón obvia es que muchos españoles de dicha región se alistaron en las expediciones para la conquista y colonización del Perú. Otro hecho similar ocurre, sin duda, cuando muchos hombres se unieron a la expedición de Alvarado hacia el Perú (Quito) en 1534-35, y a su armada construida para explorar el Pacífico en 1539-41. Un cambio drástico en los índices de población siguió, por cierto, a la revuelta de Contreras, registrada en Nicaragua en 1550.
La conquista de
la
América Central fue seguida por
la ine-
españolas en ambos extremos geográficos, y la tierra se convirtió en un campo de batalla al que concurrieron las fuerzas contendientes por muchos años. Ansioso de extender sus dominios, Hernán Cortés envió a Pedro de Alvarado hacia el sur, en las postrimerías de 1523. Los hombres de Pedrarias Dávila (Pedro Arias de Ávila), se movían desde Panamá hacia Nicaragua y aun más al norte, en 1523-24. Poco tiempo después, el mismo Cortés encabezó una calamitosa marcha hacia Honduras, una área disputada por muchas facciones en los años siguientes. En todos los casos, las compensaciones obtenidas por los conquistadores eran indios, tomados como esclavos o asignados individualmente a españoles a quienes dichos indios rendían trabajo y tributo. A la conquista inicial siguió un período de unos 25 años en que surge lo que podría llamarse vitable expansión
de
las posiciones
El trabajo forzoso en América Central
12
una sociedad de conquista, período en que el conquistadorencomendero tenía poca oposición y vivía a expensas del trabajo de los conquistados.
La extremada explotación de los indios existía casi incontrolada, debido a que las autoridades la aprobaban. Todavía quizás más importante, y a diferencia de lo que ocurría en México (donde existían condiciones similares bajo circunstancias políticas ligeramente diferentes), tal cosa se producía dos décadas antes de que América Central contara con una estruc-
tura burocrática centralizada. Por el contrario, se daba un dominio de los hombres fuertes a nivel provincial. Mientras Cortés retenía el poder político en México por un período relativamente corto antes de ser desplazado por funcionarios reales, su antiguo lugarteniente, Pedro de Alvarado, fue capaz de mantener su propio control sobre gran parte de Centroamérica, por cerca de 17 años. Su dominación nunca fue seriamente desafiada. A I varado fue la quintaesencia del caudillo, cuyo carisma se derivaba de su imponente presencia física, sus proezas en el campo de batalla, su gracia y encanto, su seguridad personal, su carácter despierto, y una inclinación a la violencia combinada con un espíritu generoso; todo lo cual impresionaba a los indios tanto como a sus compañeros españoles. Para los nativos era conocido como *'Tonatiuh**, hijo del sol. El lisonjero apodo (supuestamente debido a su complexión hermosa y a su jovial talante), denotaba más temor que afecto. Los indios, en efecto, le temían, y se decía que su sola presencia tenía el efecto de calmar —o mejor, de intimidar—- al populacho. ^'^ Magnánimo con sus amigos y cruel con sus enemigos, Alvarado fue el señor de Guatemala de 1524 a 1541. Por medio de calculados matrimonios, y de astucia y fuerza, obtuvo los títulos de adelantado, gobernador, y capitán general.^^ Como tal, permitió que se hiciera uso irrestricto de los indios, a la inmensa y total satisfacción de sus seguidores.
No menos famoso, sur, Pedrarias Dávila.
a su modo, fue
Mucho más
de la región que Alvarado, tenía
el caudillo
viejo
también impresionantes antecedentes como soldado y atleta, que se remontaban a mucho antes de su arribo a las Indias. De no ser por las crueldades cometidas en Panamá y Nilos
Introducción
.
13
caragua» sin duda habría entrado en la historia
como un
hombre de proporciones heroicas. El salvaje trato que diera a los indios y su predilección por ahorcar a los españoles buenos y populares, impidieron aquel tipo de reconocimiento por la historia. Con amigos poderosos en la corte, sin embargo, Pedrariasfue capaz de retener el poder hasta su muerte a una edad avanzada, en ¡531. 15 Como Alvarado, gobernó con
tenacidad por 17 años. Después de un período de unos tres años, en los que gobernara el licenciado Francisco de Castañeda, quien no hizo cosa alguna de importancia, el yerno de Pedrarias, Rodrigo de Contreras, asumió la gobernación de la 16 Por una década (1534-44), Contreras y su familia
provincia.
Fue un período de y de irrefrenada opresión de la población nativa. Otro hombre poderoso ejerció también la autoridad en
ejercieron el gobierno de Nicaragua. violencia
los primeros años de la etapa coloSe trata de Francisco de Montejo, el frustrado adelantado que pasó años tratando de conquistar Yucatán. Nombrado finalmente gobernador de Honduras, más tarde fue presionado a salir por Alvarado. 17 Hubo otros gobernadores durante estos críticos años iniciales, pero en su mayor parte fueron sujetos ineficaces y mantuvieron sólo un discreto control del territorio bajo su jurisdicción.
América Central, durante nial.
El hecho de que América Central no hubiese llegado a tener una burocracia dedicada y con experiencia —aparte de los infaltables funcionarios de tesorería , no explica satisfacto-
—
fracaso en cuanto a la protección a los indios. Después de todo, México tuvo una alta corte real (audiencia) con jueces muy versados, y un ilustrado virrey, muchos años antes de que se introdujera allí ninguna reforma sustancial. La verdad es que México se quedó finalmente atrás de la riamente
el
América Central en cuanto a desarrollar una
significativa le-
gislación sobre el trabajo indígena.
se trataba de que faltara un cuerpo de leyes aplipues unos 12 años antes de que comenzara la conquis-
Tampoco cables,
de Centroamérica, en 1512, se había promulgado la legislación humanitaria conocida con el nombre de Leyes de Burgos. Los indios debían ser bien tratados y convertidos al cristianismo. Aunque estaban obligados a trabajar para los espata
El trabajo forzoso en América Central
14
ñoles durante nueve meses al año, los tres meses restantes podían dedicarlos a trabajar en sus propios campos o en calidad de asalariados. Además de aspectos puramente generales, las leyes mencionadas contienen regulaciones específicas como las siguientes: los indios debían ser provistos de hamacas a fin de no verse obligados a dormir en el suelo; los encomenderos debían dar a cada uno de sus indios un peso de oro al año, a fin de que compraran las ropas necesarias; y ningún español podía golpear a un indio o llamarlo **perro" o de otro modo que no fuese su verdadero nombre. Ningún indígena debía ser usado como cargador y, finalmente, se establecía que se enviarían visitadores oficiales a los pueblos a efecto de inspeccionar la correcta aplicación de las l^es. 18
Los edictos reales que proclamaban que los indios eran hombres libres no sujetos a servidumbre alguna, fueron emitidos cuando menos en seis ocasiones entre 1526 y 1542; es dedesde los comienzos de la colonización en Centroamérica hasta la época en que fueron emitidas las famosas Leyes Nuevas. ^^ Existen además numerosas instrucciones menos formales dirigidas a los funcionarios reales sobre la misma materia, aunque de poco beneficio. cir,
La
cambió en alguna medida ocasionalmente, gobernadores fuertes e independientes, que favorecían los intereses de los encomenderos, dieron paso a la burocracia real en Centroamérica. Ello se hizo por razones situación
conforme
los
tanto políticas
como
humanitarias.
La distancia que mediaba entre los indígenas y la real audiencia dio lugar a un justificable interés de la Corona, principalmente con respecto a la lealtad de los encomenderos y a la habilidad de las autoridades para controlarlos. Las rebeliones que brotaron sucesivamente en varias colonias del Nuevo Mundo, durante el siglo XVI, ponían de relieve la verdadera magnitud del peligro. Cuando menos en alguna medida, tal aprehensión fue quizás un factor en la remoción del mando que sufriera Colón mucho antes en las Antillas. Y un poco más tarde, Carlos V, dando muestras de falta de confianza en la aristocracia, lo que se viera agravado por una lucha de poder con la nobleza española precisamente durante la conquista de México, tomó rápidas medidas para minar la
Introducción
15
perpetua influencia política de Cortés. El prestigio de los conquistadores del Nuevo Mundo presagiaba la formación de una aristocracia colonial, que de nuevo podía desafiar lo autoridad real en las Indias.
Pero mientras los funcionarios reales se hacían cargo de la situación en México, los gobernadores provinciales de América Central persistían en crear una
crisis
en
la
administración;
gobernaban de manera arbitraria o bien se mostraban incapaces de resolver los problemas locales. En consecuencia, la Corona decidió abolir el sistema y sustituir a los gobernadores independientes por una audiencia que pudiera asumir una administración fuerte y centralizada, reflejando los intereses de la Corona y no los particulares. La estructura corporativa del aparato judicial cuidaría de la justicia y el orden mediante la aplicación de la legislación existente, soslayando éstos
los peligros inherentes al sistema del gobierno provincial ejercido por un solo hombre. En tal forma, el control pasaría de los ingobernables conquistadores a los burócratas, hombres sobrios éstos, de mucha integridad y de entendimiento. Todo
aseguraba así buenos resultados.
Las providencias tomadas en el sentido apuntado, siguieron su cauce normal gracias a que los más poderosos líderes no estaban presentes para oponier una efectiva resistencia. A I varado había sido muerto en 1541, una década después de la muerte de Pedrarias. Con los cainbios políticos aludidos coincidía la promulgación de un amplio conjunto de leyes humanitarias las Nuevas Leyes de las Indias para el Buen Tra1542-43. to y Preservación de los Indios, proclamadas en Al mismo tiempo se dispuso el establecimiento de la nueva corte, la Audiencia de los Confines. Así surge una etapa diferente, en la cual los jueces estaban específicamente encargados de poner en práctica las reformas.
—
Sin embargo, lo que parecía ser un cambio de tan buenos auspicios para los pueblos nativos, en realidad les benefició bien poco. De 1544 a 1548, los oidores fueron capaces de ejercer una mejor administración e impartir una justicia más de-
purada. Empero,
la situación
de los indios continuó en
mucho como antes, excepto que la violencia se reducía un tanto de manera gradual, debido más al eventual proceso de pa-
El trabajo forzoso en América Central
16
cificación y aculturación, que a ninguna resuelta medida de la primera audiencia. El proceso natural de asentamiento tuvo efectos moderadores, Y pese al desasosiego de los colonizadores por la amenazante aplicación de las leyes reguladoras del trabajo indígena, una preocupación que rayaba en el pánico, los jueces permitieron que las cosas continuaran sin mayores cambios.
Casi se produjo un escándalo, por consiguiente, cuando, en una nueva audiencia bajo la presidencia del licenciado Alonso López de Cerrato. Juez austero y responsable, dispuesto a no tolerar irregularidades, Cerrato impulsó una política que fue recibida por los colonizadores como la causa de su completa ruina. Esto quiere decir, simplemente, que Cerrato estaba por completo dispuesto a aplicar las leyes. Sus logros sustanciales, en tal sentido, frente a fuerzas tan poderosas, marcan un hito en la historia del trabajo indígena en 1548, se integró
Nuevo Mundo. Hacia 1550 la situación de los indios se había alterado de modo significativo debido a las acciones de Cerrato, y su condición nunca más fue tan deplorable como en el pasado. Esto no quiere decir que los altos ideales de la legislación española hubiesen sido plenamente realizados. En el plano de la realidad, la vida de los indios seguía siendo de servidumbre respecto de sus amos blancos, y tal condición persistió a lo largo del siglo XVI y aún más allá. Los funcionarios que siguieron a Cerrato no le igualaron en su celo y su coraje, y así los esquemas propios de la sociedad de conquista se cimentaron más profundamente. Los capítulos siguientes se refieren a un pueblo conquistado y al trágico destino a que ese pueblo fue sometido por sus amos. Más aún, en ellos se intenta describir en detalle cómo ocurrió dicho fenómeno y se busca explicar en parte cuáles fueron las causas del mismo. el
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PARTE
I
LAGO DE NICARAGUA t
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4
La
esclavitud prehispánica
La esclavitud estaba bien establecida entre los pueblos indígenas de América Central mucho antes de la llegada de los españoles y parece remontarse tan lejos como lo indican los registros históricos, i Los esclavos formaban una clase especifica en la jerarquía social, formada típicamente de la siguiente manera: a) nobles (pipiltin); b) comerciantes (pochteca) y artesanos (amanteca); c) plebeyos (macehualtín); y d) esclavos (tlatlacotin).^
Como
en
mayoría de
antiguas sociedades estratificano sólo en términos de la ocupación, sino en la manera de vestir, las condiciones de vida y los privilegios o falta de los mismos. En Nicaragua los esclavos eran marcados de modo permanente. Un polvo la
las
das, las diferencias de clase se reflejaban
negro llamado tile, hecho de carbón de pino, era frotado en una cortada producida en la cara o en el brazo del esclavo, y mientras la herida sanaba la marca negra permanecía. 3 En Yucatán los esclavos eran rapados.
Los esclavos eran prisioneros de guerra o criminales reducidos a tal condición por su propia sociedad, pero sus hijos eventualmente nacían libres. Los caciques de Santiago Atitlán en Guatemala, en la época de la preconquista, tenían vasallos de manos de sus hombres y mujeres y recibían esclavos subditos, en calidad de tributo. 5 Antiguamente, en El Salvador se acostumbraba expulsar a quienes violaban las leyes y se les vendía como esclavos, pero esta condición no era hereditaria.6 En otras regiones la esclavitud era transmitida a los descendientes; en Yucatán, no obstante, "los hijos podían redimirse o manumitirse al asentarse en tierras desocupadas y convertirse así en tributarios ".7
—
—
20
El trabajo forzoso en América Central
Edward Calnek señala que en la época prehispánica existía en Chiapas la clase de los esclavos y que en el lenguaje local se hacia la distinción entre un esclavo comprado (munat o manbíl munat) y uno capturado en la guerra (tzoc). El mismo autor indica que **la defínición de Oghouh y Aghanetic como *señor de siervos' en el diccionario tzotzil, sugiere que tales esclavos eran comprados o pertenecían a la clase gobernante. La expresión *siervo nacido en casa', sugiere que algunas formas de esclavitud podían ser hereditarias* '.8
En la cercana Acalán, de cuya organización social se conoce menos, los esclavos estaban claramente identificados. En un texto chontal publicado por las autoridades, **ellos son llamados *meya uinicob* o agente trabajadora V en chontal, y 'esclavos*. en español*'. Los autores de los manuscritos mayas de Yucatán señalan que "con la excepción de la Crónica de Calkini, se evita toda mención de la esclavitud; pero las palabras del chol para designar a los esclavos del sexo masculino y femenino, pentac y mun, son casi idénticas a las palabras mayas correspondientes, que son ppentac y ah muníl, de modo que
se puede sospechar que la expresión chontal mencionada antes no era sino un eufemismo**.
La captura de esclavos era cosa común, y la guerra era a menudo fomentada con el preciso objeto de tomar esclavos para el sacrificio o para el trabajo. En Honduras algunas tribus observaban
formalidad de enviar embajadores para de los esclavos en poder de otras tribus, y los resultados eran negativos cuando tales esclavos habían sido hechos por la fuerza. A fin de distinguir a los esclavos capturados, se les cortaba la nariz; ello en el supuesto de que fueran dóciles, pues de otro modo eran lanzados en los precipicios para que no causaran más problemas.! o En las sociedades nativas la necesidad de esclavos era una justificación de la guerra, y por ello los indios no se preocupaban de explicar racionalmente sus acciones bélicas. Al parecer ellos tenían una limitada concepción de lo que los españoles llamaban **justa guerra*'. No obstante, si bien es cierto que no hacían distinciones legales y filosóficas, tampoco había hipocresía en su conducta inmediata, aunque se tratase de una conducta despiadada. Como no estaban atados por tal tipo de considela
exigir la liberación
La esclavitud prehispánica
' i
,
21
raciones, los indios tenían en los prisioneros de guerra su mayor fuente de esclavos, n De tal modo, la expresión española "esclavo de guerra'*, era fácilmente comprensible para los
nativos del
Nuevo Mundo.
Los pueblos de la costa de Honduras calan algunas veces en hábito de matar a sus prisioneros, pero en términos generales los cautivos eran mantenidos en esclavitud para servir a sus amos. En Nicaragua los jefes capturados eran matados y comidos en algunas ocasiones, en tanto la gente común era simplemente sometida a esclavitud* En algunas regiones los prisioneros de alto rango eran con frecuencia sacrificados. Quizás sólo mientras era cautivo, el plebleyo estaba en mejor posición que un noble; empero, si los captores carecían de una víctima aristocrática, el prisionero común podía ser ofrendado a los dioses. 12 En la Verapaz eventualmente se compraban esclavos para ser sacrificados, pero los pueblos capaces de levantar un cuerpo apreciable de guerreros, preferían organizar expediciones para capturarlos por la fuerza. Quince días antes de una ceremonia religiosa se invadían los territorios del enemigo y se tomaban tantos esclavos como fuesen necesarios. Si se capturaban más de los que se necesitaban para la ceremonia religiosa, se cedían algunos al gobernante y el resto se dividía entre los guerreros. Todos los enemigos tomados en la guerra, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, eran sometidos a la esclavitud. 1 el
Además de los esclavos tomados en la guerra, otros más eran convertidos en tales entre la propia gente. Las razones para basaban en una serie de principios distintos de aquellos que determinaban tal condición en Europa; dichos principios, además, proporcionaban un número de posibilidades de trabajo forzoso, mayor que el número de posibilidades que los invasores españoles podían introducir. ello se
En Guatemala, bajo
tan severo código de justicia, muchos sancionados con la pena de muerte, y entre algunos grupos era común someter a la esclavitud a la esposa e hijos del criminal sancionado. La pena para la violación era la muerte si la acción se consumaba; en caso contrario, el asaltante era sometido a la esclavitud. Si alguien robaba algo delitos eran
El trabajo forzoso en América Central
122
sagrado y de valor en un templo, era lanzado en un precipicio; pero si lo robado era de poca importancia, el culpable era reducido a la esclavitud.
En Nicaragua, el ladrón detenido era forzado a servir como esclavo del propietario de la cosa robada, a menos que pagara por ella. Como esclavo, él podia ser vendido a otra persona, aunque con la autorización del cacique podia ser redimido. Cuando un servidor huía de su señor, era muerto si se le capturaba, y su esposa e hijos eran hechos esclavos. La misma suerte esperaba a la familia de un traidor. Si un indio de una tribu enemiga era sorprendido cazando o pescando en lugares comunales destinados a tales efectos, el mismo podia ser ejecutado o esclavizado. í^ Entre los indígenas de Verapaz era común la venta de personas. Se tenia gran cuidado y astucia en cuanto a localizar un comprador, presumiblemente fuera de la tribu. Una vez alcanzado el siniestro acuerdo, la víctima era secuestrada y vendida. Debido a la gravedad del delito, había una ley dura cualquiera que fuera encontrado culpable contra el mismo era sometido al garrote de manera sumaria. Además, los de
—
eran vendidos como esclavos, y del dinero obtenido venta se compraba comida y bebida para los vecinos que se reunían para presenciar la ejecución y para la celebración
la familia
de
la
que le seguía. Bartolomé de las Casas señala que el secuestro no era raro en Guatemala, pese al castigo drástico que consistía en apalear al culpable hasta la muerte y someter a su esposa e hijos a la esclavitud. Las Casas agrega que en Nicaragua un padre 1
podía venderse a sí mismo y a sus hijos, como esclavos, debido a la extrema pobreza, si bien la manumisión era posible en tales casos. 16 Más tarde los españoles encontraron muchos indígenas que habían sido vendidos como esclavos por la mis-
ma
razón.
En
el
caso de un regicidio las severas leyes se extendían aun
a las propias pertenencias del tirano. La costumbre en Guatemala consistía en que si un rey era cruel, injusto, tirano, los jefes de familia que se sintiesen agraviados comunicaban sus
sentimientos en secreto a aquellas personas con posiciones de liderazgo en el reino. Si sus argumentos eran atendibles se or-
La esclavitud prehispánica
.
23
*
ganizaba una conspiración y el rey era muerto, tomándose después como esclavos a todas sus esposas y concubinas así como a sus hijos. Las propiedades del rey muerto se dividían entre el pueblo. Si los quejosos carecían de suficiente apoyo en la ciudad o el reino, los conjurados presentaban entonces su plan ante el más poderoso de los señores de las cercanías, ofreciéndole a los familiares del rey como esclavos, así la entrega de las otras posesiones de éste. 17
como
Un esclavo era considerado como un objeto de propiedad pura y simple, y se podía, por lo mismo, abusar físicamente de él y aun matarlo con impunidad, es decir, sin incurrir en responsabilidad alguna. Tampoco constituía delito serio el al esclavo de otro, aunque se debía compensar al propietario por la pérdida correspondiente. Por otra parte, la pena por matar a una persona libre era invariablemente la muerte, ya fuere por la horca o por garrote. 18 Todo ello indica cla-
matar
ramente
poca estima en que
a los esclavos. Éstos, al la Nicaragua prehispánica se podía comprar uno por sólo 100 pepitas de cacao. 19 la
se tenía
parecer, se obtenían fácilmente, pues
En
los
pueblos de Guatemala,
el
sabemos que en
hombre que
tenía rela-
ciones sexuales con una mujer esclava, era castigado con una multa que algunas veces equivalía al valor de ella. Eventualmente el fornicador era obligado a comprar otra esclava del mismo valor para entregarla al propietario. Si la ofensa se cometía con una esclava perteneciente a un señor que hubiese
tenido
él
mismo acceso
carnal a
ella, la
multa era del doble.
En otras zonas, las relaciones sexuales con una esclava o una viuda eran castigadas con una multa de 60 preciosas plumas de quetzal, las cuales podían aumentarse hasta 100, según las circunstancias. El pago se podía hacer también con otros artículos como cacao o tejidos. Si alguien llegaba a tener relaciones íntimas con una mujer esclava dentro de la casa del señor de ésta, la pareja era llevada fuera del poblado, donde era apedreada hasta la muerte. En ocasiones la mujer era
quitaba la vida atravesándole una estaca mientras el hombre era destinado al sacrificio. 20 Si un esclavo o cualquier otro hombre era
estrangulada o se en la garganta,
le
24
V
El trabajo forzoso en América Central
I
sorprendido cometiendo adulterio con la mujer de un noble, la pena correspondiente era la muerte por garrote, aunque a veces se le reservaba para el sacrificio durante una fiesta.2i
En algunos grupos indígenas la fornicación con un esclavo ocasionaba la esclavitud del responsable, aunque podia ser perdonado por un alto sacerdote si el responsable se distinguía en la guerra. En la Verapaz, el desgraciado esclavo hombre estaba en la situación más negativa en cuanto a las condiciones prácticas del sexo: '*Si los esclavos cometían fornicación con mujeres de su propia condición, ambos eran muertos, rompiéndoles la cabeza entre dos piedras, o metiéndoles una estaca en la garganta, o por medio del garrote; el hombre, sin embargo, algunas veces era vendido para el sacrificio'*. Alguien que era cogido en una mentira, era duramente azotado, con la excepción de que si la mentira se referia a asuntos de guerra, el mentiroso era hecho esclavo por traición.22
algunas veces se casaban con hombres los hijos heredaban la condición del padre. Cuando los hijos de los señores nativos se casaban con muchachas muy jóvenes, la familia de la novia proporcionaba al novio una esclava, con la cual éste se divertía hasta tanto la esposa-niña era lo suficiente adulta para recibirle. Los hijos de una unión con mujer esclava no podían heredar un status noble, aun cuando el padre no tuviese hijos de su legítima esposa.23
Las mujeres
esclavos, pero,
libres
cuando menos en Verapaz,
Una adúltera reincidente podía ser sometida a la esclavitud por su esposo, quien inclusive podía venderla como tal si así lo decidía. Cuando un cacique importante enfermaba de gravedad, sus hijos tenidos con mujeres esclavas eran eventualmente sacrificados como ofrendas a los dioses; si no tenía hijos ilegítimos, podían ser ofrecidos como ofrendas aquellos tenidos con sus esposas legales. Después de tal ceremonia el cacique confesaba sus pecados, los que por lo general se referían a la simple fornicación y el adulterio. Este último, cometido con una mujer libre, era un pecado atroz, pues había una parte ofendida; si el objeto de las atenciones del hombre había sido su esclava, empero, tal cosa no se consideraba una ofensa grave, dado que ella podía ser usada por el amo del
La esclavitud prehispánica
modo que
25
éste lo juzgara
en algunas tribus
con veniente. 24 Squier comenta que hecha esclava por su esposo
la adúltera era
ofendido.25 Muchos individuos eran hechos esclavos con el objeto de venderlos a otros, y el tráfico con frecuencia era fuerte, a fin de satisfacer las demandas tanto domésticas como de exportación. La esclavitud, en efecto, constituyó uno de los más importantes renglones del comercio desde la península de Yucatán a Honduras, y Cortés dice que en Acalán había un considerable tráfico de esclavos. Éstos también eran transportados de Yucatán a Guatemala.26 Los códices mexicanos nos muestran que los esclavos eran cargados con yugos de madera y llevados a tierras extrañas, separándolos de sus familias. La descripción del historiador fray Diego Duran sobre una expedición de esclavos hecha por los
Totonacas en
el valle
de México en 1454, sin duda podría de la antigua América
aplicable a escenas similares Central: ser
Colocaban yugos en
Los
esclavos,
uno
el cuello
de
los viejos
y
los jóvenes.
tras el otro formando líneas, eran Ile-
vados fuera de las ciudades en forma lastimosa, el esposo dejando a la mujer, los padres al hijo, la abuela al nieto. Iban llorando y sus lamentos llegaban al cielo. En esta forma, compraban gran número de esclavos de todas estas naciones.
2'^
En la sociedad indígena los esclavos realizaban tareas domésticas similares a las que realizarían para los españoles. Los hombres acarreaban agua y leña, conducían canoas, cazaban, pescaban, cultivaban los campos de sus amos y cargaban las cosas de éstos. Eventualmente eran sacrificados. Las mujeres trabajaban en las casas, hilaban y tejían, cocinaban, molían maíz, y algunas veces compartían la cama de sus amos. la venida de los españoles el papel de los esclavos permaneció esencialmente el mismo; una importante diferencia, sin embargo, fue la introducción en la nueva sociedad esclavista, de los indios esclavizados con diferentes pretextos. Y resulta
A
muy
significativo
una institución manencia bajo
que
la preexistencia
de
la esclavitud
como
nativa, sirvió para reforzar y justificar su perla
dominación española.28
;í;^'.a i
La
esclavitud y la conquista española
Los españoles comenzaron a reducir a los nativos a la esclavitud desde el momento mismo de su llegada a las Antillas, y si bien la reina Isabel se mostró apenada por el trato dado a sus vasallos y trató de controlarlo, las comunicaciones eran tan pobres y la administración de las islas tan ineficiente, que aquella situación continuó inalterable. La reina fue sucedida por Fernando, quiei\se mostró menos interesado en el bienestar de los indios. 1
En
1519,
cuando Hernando Cortés empren-
conquista de México, España estaba bajo el reinado de Carlos V, y precisamente bajo esta larga administración la esclavitud floreció de manera considerable, pese a las muchas disposiciones legales encaminadas a eliminarla. Antes de la abdicación de dicho monarca, sin embargo, la esclavitud de dió
la
los indios fue abolida
como
institución legal.
En América
Central, por su parte, la esclavitud legal de los indios por los
españoles duró casi un cuarto de siglo.
Entre los conquistadores de América Central había muchos que habían acompañado a Cortés en México y que estaban acostumbrados, por lo mismo, a tomar indios como parte del botín de la conquista; justamente con este propósito se había
organizado la invasión de las tierras situadas al sur de los dominios aztecas. Otros aventureros habían sido enviados desde Panamá y hacia el norte, por Pedrarias Dávila, y sus expectativas no eran diferentes. Los españoles esperaban encontrar grandes tesoros, y en caso de no ser ello posible, se decía, las tierras eran muy populosas y cuando menos darían la oportunidad de obtener indios para venderlos como esclavos, obteniendo grandes beneficios.
La
esclavitud tenía
de este
modo
la
una larga
conducta de
historia en el Viejo
los españoles 26
en
Mundo
y
las Indias se veía
La esclavitud y la conquista española
27
apoyada por la fuerza de una larga tradición. No obstante que muchos consideraban natural el tomar enemigos en una guerra justa para reducirlos a la esclavitud, habia también aquellos que ponian en tela de juicio la legalidad de las conquistas españolas en el Nuevo Mundo. 3 Se presentaban, sin embargo, otros tipos de consideraciones para justificar la esclavitud, y entre ellos no eran menos importantes los razonamientos sobre la inmoralidad de los nativos. Ya en 1504 los indios caribes habian sido sometidos a esclavitud en el Nuevo Mundo, **por los pecados de sodomia, idolatría, y porque comían carne humana".^ No tenemos aquí la intención de implicarnos en las interminables controversias filosóficas que ocuparon la atención de humanistas y otros intelectuales durante el siglo XVI; baste decir que fueron expresadas opiniones de todos los matices, por lo general en largas e ingeniosas disquisiciones. 5
Debido a la abrumadora complejidad de los argumentos esgrimidos, Carlos V y sus consejeros permitieron con cierta reluctancia la esclavización de los indios,^ pero ello sólo bajo Aquellos que de manera obstinada se de la Corona española y de la Iglesia, y no estaban dispuestos a someterse de modo pacífico a los conquistadores, prácticamente perdían sus derechos como hombres libres. Aquellos que de buen grado admitían convertirse en vasallos de los soberanos españoles, no eran sometidos a la esclavitud, pero quienes se mostraban obstinados y se resistían por la fuerza de las armas, podían ser tomados como prisioneros en una 'iusta guerra' y usados como esclavos. ciertas circunstancias.
resistían a reconocer la autoridad
Los nativos eran enterados de
condiciones de la conel más curioso de todos los documentos ; se les explicaba la autoridad de los reyes españoles y la sucesión de los papas. Tal documento se debía presentar, por medio de intérpretes, a los indígenas reunidos. Sin duda el artificio parecía perfectamente razonable a los juristas que se sentaban a discutir en los consejos de Castilla. El mismo probablemente satisfacía el espíritu de legalidad y justicia de aquellos consejeros, y seguramente ayudaba a acallar la conciencia real. nivel de los hechos, sin embargo, poco sentido tenía dicho documento entre los inlas
quista mediante la lectura del requerimiento
—
A
—
8
28
El trabajo forzoso en América Central
no estarían por cierto espeproclamación del requerimiento. A menudo no había a mano un intérprete o traductor competente, y aun donde lo había, el documento por fuer^ perdía mucho en la traducción. Si las intenciones no eran en verdad las de inspirar moralmente a los perplejos indios, el ultimátum era lo suficiente claro: ellos, es decir, los indios, debían someterse pacíficamente, o de lo contrario sus mujeres e hijos serían tomados y vendidos como esclavos. La culpa de que la alternativa se presentara de ese modo, decía el requerimiento, no era de los españoles, sino de los intransigentes indios.^ dios. Si los nativos eran hostiles
rando
la
Para complicar
cosas todavía más, según se ha dicho, el leído sin que pudiera oírse. Durante la conquista de Centroamérica algunos jefes indios se sometieron pacíficamente, sea que hubiesen entendido o no los nebulosos términos del requerimiento, pero, con todo, las hostilidades fueron suficientes para asegurar una buena provisión de esclavos. El concepto de justa guerra fue extendido también a las rebeliones, de modo que, aun después, los indígenas ya pacificados podían encontrarse en peligro. Las evidencias sugieren que algunas veces las revueltas eran provocadas por los españoles, a fin de tener pretextos para esclavizar a los indios. las
documento era con frecuencia
Ciertos caciques üefes) de América Central, al saber de la caída de México-Tenochtitlán, enviaron embajadores a los españoles, ofreciendo someterse pacíficamente. Así, y mientras
avanzaba hacia el sur por Soconusco y con dirección a Guatemala, Pedro de Al varado recibió más proposiciones de paz. Este capitán español envió mensajeros a Iximché (Patinamit), la capital cakchiquel, y el rey Belehe Qat aceptó una alianza con los invasores. Como algo todavía más prometedor, los mensajeros fueron acompañados a su regreso por 5,000 esclavos llevando riquezas de la tierra por valor de 20,000 pesos. Deslumhrado por estas muestras de buena voluntad y opulencia, Alvarado retornó a México para hacer los necesarios preparativos para la conquista de Guatemala. Entretanto, otros emisarios enviados por Cortés regresaron a Utatlán (Kumarcaah), la fortaleza de los quichés, con obsequios y ofertas de paz, imprimiendo más optimismo a la empresa en perspectiva.
o 9
La esclavitud y la conquista española
29
Sin embargo, Alvarado fue retenido en México por algunos problemas y no salió hacia Guatemala sino hasta diciembre de 1523.
En el intervalo, no obstante, algunos de los pueblos guatemaltecos se aliaron con los de Soconusco para resistir a los españoles, con el resultado de que este último lugar debió ser tomado por la fuerza de las armas. Muchos de los indios capturados en el campo de batalla, fueron hechos esclavos de guerra. Alvarado siguió hacia el sur, con su ejército abriéndose paso a través de densas selvas, hacia Zapotitlán (Suchitepéquez), a fin de asegurarse la región costera.
Como la mayoría de estados nativos del Nuevo Mundo, los de América Central no fueron capaces de zanjar las disputas internas hasta el grado de presentar una resistencia unificada a los españoles. Los reinos más poderosos eran los quichés, con su capital Utatlán, y los cakchiqueles. Estos últimos estaban luchando entre ellos mismos y se habían dividido: un grupo, que retenía el nombre, tenía su capital en Iximché, en tanto que los otros, conocidos como tzutujiles, tenían su centro en^Atitlán. Los quichés, en consecuencia, constituían el poder dominante, pues las fuerzas cakchiqueles habían sido debilitadas además por varias devastadoras plagas entre 1520 y 1521. Una buscada alianza de los tres grupos había fracasado debido a sus marcadas diferencias, y cada uno debió enfrentar a los españoles por su propia cuenta, i Con todo, aunque con probable exageración, se ha dicho que solas las fuerzas quichés sumaban 200,000 guerreros. Alvarado llevaba unos 420 españoles, de los cuales 120 eran de caballería, y además unos 20,000 indios aliados. Los ejércitos chocaron cerca de la grande y fortificada ciudad de Xelahuh, y después de furiosos combates los quichés fueron subyugados y sus fuerzas cayeron presas de la desmoralización en la primavera de 1524. Los sobrevivientes se retiraron a la imponente capital Utatlán, la que, por su situación, parecía inexpugnable. Alvarado fue invitado a esta ciudad- fortaleza co» muestras de paz y amistad. Parece ser, sin embargo, que la verdadera intención del jefe Oxib Quieh, era la de atrapar a los españoles en la ciudad. Mas Alvarado, veterano de Cholula, descubrió la treta y en la batalla siguiente las armas espa-
El trabajo forzoso en América Central
30
ñolas salieron finalmente victoriosas. El rey y algunos nobles fueron quemados o ahorcados, incluyendo aquellos que figuraban en la linea de sucesión del mando. Otros más fueron esclavizados, dando una quinta parte de ellos al tesoro español para venderlos en concepto del quinto real que correspondía a la Corona.
En una carta de relación de abril de 1524, Alvarado decia a Cortés que había dado a conocer a los quichés los términos del requerimiento, pidiéndoles su lealtad. Decia que les había informado de las ventajas que obtendrían de venir en paz; **y si no, les amenacé con hacerles la guerra, como a traidores alzados en rebelión contra el servicio de nuestro Señor el Emperador y que como tales serían tratados, y además de esto que serían hechos esclavos todos aquellos que se tomaran vivos en la guerra**. 11
Después de comprobar
las
demostraciones de fuerza de los
españoles, Sinacán, el gobernante cakchiquel en Iximché, envió sus manifestaciones de amistad a Alvarado. Los españoles tenían ahora aUados seguros y una base desde la cual podían operar. Entretanto, el rey tzutujil de Atitlán, permanecía desafiante. Los mensajeros enviados por Alvarado habían sido muertos en dos ocasiones. Los españoles decidieron entonces marchar contra los tzutujiles, y después de una fogosa batalla en la ribera del lago, Alvarado sitió la ciudad y aceptó la rendición.
El capitán español retornó luego a Iximché, donde las relaciones con el jefe cakchiquel se habían deteriorado debido a que Alvarado pretendía para sí a una aristocrática mujer nativa, la bella Súchil, esposa del propio Sinacán. Bajo el pretex-
Alvarado hizo prisionero a Sinacán y tomó a la mujer. El jefe indio sólo fue liberado al pagar un rescate de esclavos hombres y mujeres, junto con algunas joyas. Según un testigo, los esclavos fueron entregados a los soldados. Alvarado aceptó las joyas y los esclavos, pero también retuvo a
to de deslealtad,
Súchil, a quien devolvió días
más
tarde. 12
tales cosas, la gente de Yzquintepeque (Eslos cristianos; Alvarado, por su parte, deburló de cuintla) se cidió atacar la capital Panatacat, lo que hizo durante la noche, en medio de una tormenta y sin observar las formalida-
Al conocer de
3
La esclavitud y la conquista española
31
des del requerimiento (aunque el mismo fue leído después de que la ciudad había sido tomada). En esta oportunidad, el rápido sometimiento de los indios privó a los españoles de la po-
de tomar un gran número de esclavos. Los conquistadores continuaron su marcha hacia el sur y llegaron a Atiquipaque, donde, después de una amistosa bienvenida inicial, los nativos huyeron a las colinas. Este fracaso exasperó al capitán español, cuyo ejército había llegado exhausto, buscansibilidad
do comida y abrigo. Habiendo sido acusado más tarde de reducir a la esclavitud injustamente a la gente de dicho lugar, el conquistador Alvarado negó tales cargos, y afirmó que si algunos de sus hombres o de los indios auxiliares habían hecho tal cosa, ello
había sido sin su conocimiento.!
Alvarado escribió de nuevo a Cortés el 28 de julio de 1524, para informarle de un ataque que le hiciera la gente de Nacendalan (Nacintla). Él había enviado a unos indígenas de la zona con el requerimiento, pero la gente había rehusado venir de paz. Al parecer omitió describir todo lo que había ocurrido subsecuentemente, pues otros relatos dan cuenta de que fuerzas hostiles les atacaron por la retaguardia, matando a muchos indios auxiliares y tomándoles muchas valiosas provisiones de guerra, que nunca más serian recuperadas debido a la generalizada resistencia. Después de su fracaso en cuanto a inducir a los indios a venir de paz, Alvarado dio fuego a la ciudad y
quemó
Mientras
el
vivos a algunos nativos nobles.
conquistador estaba todavía en aquel
sitio, al-
gunos de sus sirvientes nativos le informaron que la gente de Pasaco venía en son de guerra. Cuando los españoles salieron al encuentro de dichos atacantes, los indios sirvientes huyeron, llevando las provisiones de los conquistadores. Esta reacción de los nativos ocurría con frecuencia y parece que provocaba particularmente la ira del capitán español, pues su enor-
me
en marcha dependía de los poblados nativos para de vituallas. Al tratar del incidente tiempo después, Alvarado dijo que al entrar al pueblo de Pasaco, los españoles vieron muchas flechas clavadas en el suelo y encontraron un perro sacrificado, todo lo cual constituía un signo de guerra. Él no se atrevió a enviar un mensajero decía Alvarado por temor de que los indios lo matasen, como ejército
la provisión
—
—
5
32.,
El trabajo forzoso en América Central
había ocurrido con anterioridad. Los nativos atacaron sorpresivamente y todo ocurrió con tal rapidez continuaba diciendo el conquistador— que no tuvo tiempo de hacer leer el requerimiento. Alvarado fue herido varias veces en la batalla, de lo cual estuvo a punto de morir, según su propia versión. Además los indios mataron el alazán que él montaba,!^ y en cuyo pago demandó que se le entregaran esclavos. También pidió a varios soldados españoles que entregaran algunos de sus esclavos para compensar a aquellos españoles cuyos valiosos caballos habían sido matados. Si bien el precio de un esclavo fluctuaba bastante, podía requerirse entonces de unos 200 o más esclavos para cubrir el costo de un caballo. Los testigos presenciales estuvieron de acuerdo en que los indios pusieron en ridículo a los españoles y desafíaron su paciencia. Ellos, en efecto, rehusaron traer comida a los extranjeros y algunas veces les engañaron diciéndoles primero que llegaban de paz para luego atacarles. Este desprecio a sus armas fue tomado como un insulto que, según pensaban los españoles, debía ser vengado por el bien de la tierra que estaban conquistando. 1
—
Los conquistadores cruzaron el río Paz hacia lo que es hoy El Salvador, cuyo territorio y capital regional se conocía entonces como Cuscatlán, encontrando que los indígenas huían ante su avance. Frustrado por estas repetidas ** deserciones**, Alvarado envió a varios de sus hombres a capturar tantos indios como fuere posible, para marcarlos como esclavos. Al parecer esta acción tenía en parte el propósito de advertir a los otros indios que correrían la misma suerte si se resistían a cooperar; sin embargo, a menudo sucedía que el miedo a la esclavitud sólo servía para mantenerse a distancia de los españoles.
En el juicio de residencia que se le siguiera cinco años después, Alvarado fue acusado de tratar mal a los habitantes del pueblo de Moquizalco (Mosuiscalco), situado cerca de Sonsonate, así como a los de Acatepeque. Se le acusó de exigir cola gente que salía a saludarle y de cometer crueldades contra los indios que, asustados, ya no regresaban. Acatando órdenes de Alvarado, los soldados capturaban y marcaban tantos nativos como podían. Alvarado admitió que habían
mida a
33
La esclavitud y la conquista española
hecho esclavos entre los indios de tales pueblos, pero adujo que sus hombres estaban fatigados y sufriendo muchas penalidades, privados de toda ayuda y soportando las burlas de los indios. Bajo tales circunstancias, él creía que su reacción quedaba justifícada.i^ Cerca de Acajutla esperaba a los españoles un gran ejército indio. Los invasores maniobraron hábilmente y derrotaron a los indígenas, pero éstos lograron herir seriamente a Alvar ado. Éste recibió una flecha en el muslo, la que había sido disparada con tal fuerza que atravesó inclusive la montura. A partir de entonces, el elegante capitán cojeaba de una pierna, más corta que la otra en unos cinco dedos. Pocos días después los españoles sometieron una fuerza todavía más grande en el pueblo de Tacuxcalco, mientras su lastimado jefe simplemente
observaba.
Alvarado
se dirigió
a
la capital regional
de Cuscatlán,
comprobando que los pueblos del camino estaban todavía más desiertos. Poco después describiría lo ocurrido, en una carta enviada a Cortés. Habiendo encontrado vacía la ciudad de Cuscatlán, destacó mensajeros a las colinas para asegurar a los indios que serían tratados amigablemente si se sometían al servicio de Dios y Su Majestad. "Ellos contestaron —escribió Alvarado que no conocían a ninguno de los dos y que no deseaban venir, y que si yo deseaba algo de ellos, que estarían esperando con sus armas". Como los indios persistieron en tal actitud, el conquistador dice: **Sentencié a muerte por traidores a los jefes de estas provincias y a todos los que habían sido tomados en la guerra o fueran tomados de allí en adelante, y hasta que dieran obediencia a Su Majestad serían hechos esclavos y marcados**. 17 Sin embargo, los cargos formulados contra Alvarado años más tarde, presentan una versión diferente. Según ésta, los nobles de Cuscatlán salieron a encontrar a Alvarado en el camino, donde habían colocado montones de frutas y otros alimentos. Luego, cuando ya los españoles se habían alojado confortablemente en el pueblo según dijeron los acusadores Alvarado ordenó a sus hombres tomar tantos indios como fuere posible, incluyendo los Señores, y todos ellos fueron marcados como esclavos. Alvarado refutó estos car-
—
—
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El trabajo forzoso en América Central
34
gos declarando que los moradores se **rebelaron'* el siguiente día y desaparecieron en los bosques, y tal hicieron pese a los ruegos para que retornaran. En su opinión, y debido a que los indios sumaban grandes cantidades y los cristianos sólo hacían un número pequeño, la tierra no podía ser ganada para el rey de otra manera. La resistencia pasiva de los indios, de acuerdo con Alvarado, era plena justificación para reducirlos a la esclavitud. 18
Fray Bartolomé de las Casas nos ofrece un relato, quizás un tanto fantástico, pero bastante interesante para los tiempos actuales:
Este capitán [Alvarado] pidió a los señores que trajeran mucho oro, porque ese era el principal fin que le traía. Los indios contestaron que estarían contentos de darle todo el oro que ellos tenían, y recogieron una gran cantidad de las hachas que ellos usan y que son hechas de cobre brillante que parece oro, pero tienen poco de éste. El capitán ordenó que los objetos fueran examinados y habiendo comprobado que era cobre, él dijo a los españoles: **al diablo con este país; dejémolo porque no hay oro y cada quien ponga en cadena a los indios que habrán de servirle y yo ordenaré que sean marcados como sus esclavos*'. Así se hizo, y ellos marcaron como esclavos, con la marca del rey, a todos los que pudieron lazar. Vio al hijo del príncipe del pueblo marcado de ese
modo.^^ Existe cierta evidencia de que Atlacatl, el rey de los cusen efecto dio la bienvenida a los españoles antes de que los habitantes abandonaran la ciudad. Cuando fracasaron las amenazas y los halagos para hacer regresar a los in-
catlecos,
dios, los conquistadores recurrieron a la fuerza, éxito.
Fue un encuentro costoso en que
aunque
sin
los españoles per-
dieron once vaHosos caballos, habiendo obtenido una ciudad abandonada por sus habitantes.
al final sólo
Alvarado regresó a Iximché, la capital de los cakchiqueles, y se estableció 21IIÍ formalmente el asentamiento español de Santiago, en julio de 1524. En junio de 1525, Alvarado escri-
La esclavitud y la conquista española
3$
bió a los lugartenientes de Cortés, que se quedaron a cargo del gobierno de México en tanto duraba el viaje de Cortés a Honduras. Alvarado daba cuenta de la fundación de Santiago, asi como de San Salvador, ésta hacia el sur, en el territorio bajo la jurisdicción de Pedradas. 20 Poco después, como consecuencia de las crecientes demandas de los conquistadores, los cakchiqueles se rebelaron; los españoles abandonaron el establecimiento y finalmente derrotaron a los rebeldes después de una larga campaña. Más tarde los españoles fundarían dos pueblos más con el nombre de Santiago: el primero, situado en lo que hoy es Ciudad Vieja, y que duró hasta la desastrosa inundación de 1541; y el segundo, fundado poco después, donde hoy se encuentra la Antigua.
Alvarado fue acusado de someter injustamente a la esclavitud a otros indios, durante la conquista, pero él adujo que usualmente se hizo asi debido a que los nativos rehusaban someterse a la autoridad española. En otras ocasiones, justificó sus actos aludiendo a las artimañas y al engaño de los cacivarios nobles fueron invitados a su refiere ques. Una vez mesa, sólo para que se rebelaran más tarde. Ellos hicieron una guerra "bien cruda", cavando hoyos y colocando estacas puntiagudas en el fondo y cubriéndolos con grama, en los cuales encontraron la muerte muchos españoles y sus caballos. Su hermano Gonzalo confirma esto, haciendo ver que su propio caballo fue herido en esta forma.2i
—
—
Después de varios meses de una guerra cruenta, Alvarado logró que Soconusco, Guatemala y El Salvador se sometieran a la soberania española. La primera fase de la conquista estaba consumada y los grupos indígenas más importantes habían sido sometidos. El proceso de pacificación, no obstante, continuaría por muchos años, y Alvarado trataría después de invadir Honduras para conquistar otras tribus. La política de esclavización fue similar a la ya descrita, y de nuevo Alvarado fue objeto de cargos sobre procedimientos ilegales. En su defensa, admitió que había marcado algunos indios chontales, debido a que éstos 'hicieron la guerra y se resistieron a entrar *
de la Corona**. Sus hombres tenían que ser recompensados, y era aconsejable que se les dieran los esclavos, porque los chontales eran "perversos, malos y belicosos**.
al servicio
E! trabajo forzoso en América Central
36
Sus razones para hacer esclavos cerca de la villa española de San Miguel, eran más candidas: habia muy poco con lo cual los moradores de ese nuevo establecimiento pudieran mantenerse, de no ser con los esclavos.22
Al comentar
la carrera
dice que sus soldados
sanguinaria de Alvarado, Las Casas entre 50 y 100 escla-
tomaban cada uno
vos indios, y se expresa asi
.yts-
el
dominico:
Habiendo matado a todos ios señores y a todos los hombres que podían hacer la guerra, pusieron a todos los demás en la ya mencionada infernal esclavitud; demandaban esclavos como tributo, de modo que los indios daban sus hijos e hijas puesto que no tenían otros esclavos, todos ellos los pusieron en barcos y los enviaron para ser vendidos en Perú, Por medio de otras masacres y muertes además de las mencionadas, destruyeron y devastaron un reino de más de cien leguas cuadradas, uno
'ya °'
'
'*
los más felices en cuanto a fertilidad y población en el mundo. Este mismo tirano escribió que era más populoso que el reino de México, y decía la verdad. Él y sus hermanos, junto con otros, han matado más de cuatro a cinco millones de personas en 15 ó 16 años, de 1525 a 1540, y continuaron matando y destruyendo a los que quedaban todavía; y así matarán al resto. ^^
de
Ésta es, por supuesto, una gruesa distorsión de parte del magistral polemista. Otros autores sólo han sido ligeramente
menos hiperbólicos. Bancroft culpa a Pedradas por la muerte de "cientos de miles de asesinados salvajes**, y cita a Oviedo diciendo que desde el arribo de Pedrarías en 1514, hasta su muerte en 1530, éste fue responsable de la muerte de dos millones de indios.24 Por cierto, casi todos los primeros españoles exageraron el número de nativos en América Central, y el factor más mencionado como causante del decrecimiento de la población es el de las trágicas plagas que con frecuencia arrasaban la tierra.25 No hay manera de calcular siquiera el número de indígenas muertos en la guerra, pero la imaginación se resiste a admitir ni remotamente las cantidades citadas con anterioridad. _ ...
La esciavitud y la conquista española
3?
Es probable que en las expediciones de conquista y pacificación comandadas por Alvarado, se hayan tomado más esclavos que en cualquiera otra, pero debe recordarse que otros capitanes conquistaron otras partes de América Central y que ellos también marcaron indios. En enero de 1522, Gil González Dávila salió de Panamá con el encargo real de explorar hacia el norte. Su experiencia fue muy diferente de la obtenida en la mayoria de expediciones similares. Este conquistador marchó a la tierra del cacique Nicoya, de quien to-
mara
el
nombre
el
territorio,
y estableció
alli
relaciones
con los indios. Prosiguiendo a la tierra de un jefe más poderoso llamado Nicarao (de aqui el nombre de Nicaragua), los españoles enviaron mensajeros con un requerimiento. Después de una larga discusión filosófica con el curioso gobernante, Gil González logró pacificamente convertirlos, a él y a su gente, al cristianismo. Pronto los nativos de los alrepacificas
dedores vinieron de paz, pidiendo el bautizo, y trayendo, entre otros regalos, esclavos para los españoles, sin que tal cosa les hubiese sido pedida. Hasta aqui la expedición de Gil
González fue singular, dada la facilidad con la cual fueron sometidos los indios; se trataba de una circunstancia feliz, debida no menos a las pacifícas actitudes de los nativos que a la inteligente y humana política del capitán español. Luego, el poderoso jefe Diriangen se acercó con un espléndido séquito, demostrando interés en lo que ofrecían los españoles, a quienes, sin embargo, atacó más tarde. Cuando la columna española regresaba a Panamá, los nicaraguas hicieron un débil ataque a la misma, pero ésta, aparte de ello, regresó pacíficamente a Panamá, adonde arribó en junio de 1523, después de una aventura feliz y provechosa. Pedradas organizó seguidamente una expedición colonizadora. Este adusto gobernador, con el sol de su vida en decHnación, había sido destituido y se mostraba interesado en recuperar el favor de la Corona. Con este propósito, en 1524, despachó hacia el norte a su lugarteniente Francisco Hernández de Córdova, quien fundó el pueblo español de Bruselas, en el golfo de Nicoya, pueblo que no duraría sino tres años. Unas cuantas leguas más allá estableció Granada, en la orilla del lago de Nicaragua, y un poco más lejos fundó la ciudad de León.
38
El trabajo forzoso en América Central
A
partir de este punto, la historia inicial de Centroamérica, en especial en cuanto a la desgraciada provincia de Honduras, se torna bastante complicada debido a la disputa entre facciones opuestas: Gil González regresó a las costas del Caribe, sólo para ser desafiado por Hernando de Soto, enviado éste de Francisco Hernández de Córdova; Cortés envió a su lugarteniente Cristóbal de Olid, para que también se estableciera en Honduras; y las autoridades reales de Santo Domingo, en el deseo de hacer valer su autoridad en la misma provincia, enviaron a su agente Pedro Moreno. 26 Este último recibió de los españoles las seguridades de una lealtad que no era sincera, y con tales resultados se preparaba a regresar. Antes de hacerlo, sin embargo, atacó una aldea indígena y capturó 40 esclavos. Posteriormente Cortés presentó cargos formales contra Moreno, resultando de ello una orden de Carlos V para que los indios fueran puestos en libertad y se investigara el asunto. Cortés había hecho la travesía desde México hasta Honduras, llegando aquí en 1525. El secuestro de los nativos, efectuado por Moreno, había despertado sentimientos hostiles, y Cortés insistió en que Moreno fuera apresado. Por lo demás,Cortés sospechaba que los esclavos habían sido hechos con el consentimiento de los jueces de la audiencia de Santo
Domingo.27
En
años que siguieron a tales hechos, se toesclavos en varias correrías hechas en tierra firme y
los turbulentos
maron
las islas cercanas. Una expedición esclavista en 1525, capturó indios en la isla de Guanaja, frente a las costas de Honduras, destinados al trabajo de minas en Cuba y Ja-
con destino a
maica. Los traficantes tenían licencia ofícial para proceder de modo, pero Cortés procuró luego que los esclavos fuesen liberados. Si bien este último se oponía a la ilegal esclavitud de los indios, reconocía que aquellos que hubiesen sido esclavos en la sociedad nativa podían legalmente permanecer en tal condición bajo los españoles. Una expedición comandada por Gabriel de Rojas salió de Nicaragua e invadió Olancho en Honduras, habiendo hecho muchos esclavos, y a finales de 1526 algunos indios de Nicaragua fueron marcados y embarcados a Panamá. En la esperanza de componer la desastrosa situación política de Honduras, la Corona nombró gobcma-
ese
I
La esdavitud y la conquista española
'
39
dor a Diego López de Salcedo, en 1525. Éste estableció una dura política contra los indios, habiendo ahorcado a algunos sospechosos de complicidad en una rebelión, y condenando a otros a la esclavitud por el mismo hecho. 28 Salcedo informó a la Corona que mientras unos nativos se sometían pacíficamente, otros debían ser conquistados, y opinaba que se justificaba la esclavitud, particularmente en el caso de aquellos que se mostraban amistosos al principio sólo para rebelarse más tarde. 29 Una orden real de 1527, haciendo notar que los indios rebeldes se habían fortificado adecuadamente y matado a varios españoles y nativos aliados, disponía que se aceptara la rendición de los rebeldes mediante una amnistía, pero si ésta era rechazada, los culpables debían ser hechos prisioneros y condenados a esclavitud perpetua.30 Luego, en 1530, la Corona prohibió que se hicieran más esclavos. 31
Andrés de Cerezeda, gobernador de Honduras en 1533, señalaba insistentemente que él estaba cumpliendo el decreto que prohibía hacer esclavos de cualquier clase, y ello a pesar de creer que tal disposición inducía a los indecía dios a rebelarse. Y, algo más todavía, Cerezeda afirmaba que sin esclavos los españoles no tenían nada con que comerciar para mantenerse ellos mismos. 32 Se quejaba el gobernador de que, cuando su enemigo Vasco de Herrera había gobernado antes, los españoles habían hecho la guerra a los indios y los habían esclavizado. Precisamente, debido a tan duro trato, los indígenas se habían rebelado, y dado así una excusa adicional a los españoles para que tomaran de entre ellos más esclavos de guerra. 33
—
—
Cerezeda afirmaba también que, pese a las ricas minas de Honduras, había pocos españoles en las provincias, debido a que la tierra no podía ser pacificada sin recompensar a los jóvenes soldados con cierto número de esclavos. Si ellos tuvieran licencia para esclavizar a los rebeldes, él estaba seguro que se podían tomar entre uno o dosciendecía Cerezeda tos, número suficiente para mantener la tierra.34 si bien la Corona había presentado fuerte oposición a la esclavitud en
—
—
1530, llegando inclusive a proscribir dicha práctica, más tarde revocó tal disposición ante la presión de los conquistadores. El argumento de que sin la amenaza de la esclavitud los se
.
El trabajo forzoso en América Central
40
indios se sentian estimulados a resistir y ello provocaba más muertes, fue algo que convenció a la Corona como justificación de los esclavos hechos en la guerra. Por otra parte, mientras los esclavos en poder de los mismos indígenas
permanecían en la idolatría, sería mejor para ellos convertirse en esclavos de rescate, en manos de los cristianos.35 El año siguiente de 1534, varios indios fueron hechos esclavos cuando un capitán español apresó 50 hombres en una acción dirigida a sofocar una revuelta en Naco. La expedición punitiva fracasó en su principal objetivo debido a lo fragoso del terreno, pero los soldados capturaron cerca de 60 indios, que fueron sometidos a la esclavitud y embarcados con otros para ser enviados fuera de la provincia. Apelando a los intereses de la Corona, el tesorero, Diego García de Celis, agregaba que se habían descubierto buenas cantidades de oro en los ríos, pero que los indios lanzaban flechas a los mineros y frustraban la búsqueda del precioso metal.36 Aunque la esclavitud de los 60 indios fue admitida abiertamente, la misma al parecer se tenía todavía como ilegal, porque sólo un mes más tarde el veedor (inspector real) solicitaba la autorización de la
Corona para marcar a
Una cédula
los rebeldes
como
esclavos. 37
de 1534, de nuevo permitió que los indios tomados prisioneros en justa guerra, fueran hechos esclavos, aunque dicho documento no se dio a conocer en América Central hasta febrero de 1535.38 Año y real emitida al principio
medio más
tarde, sin embargo, el cabildo de Puerto Caballos hizo saber que, como era ilegal tomar esclavos en cualesquiera condiciones, los vecinos sufrían de ello, pues carecían de otros ingresos, además de que los indios se sentían estimulados a resistir. Éstos eran perversos —se decía—, y dados a matar españoles de no existir la amenaza de la esclavitud. 39
Más o menos en la misma época, en el verano de 1536, Pedro de Alvarado llegaba a la zona para tomar posesión de la misma; venía dispuesto a no perder tiempo haciendo esclavos a aquellos indios rebeldes que mataban a los españoles y a sus aliados nativos. Esta política, según un funcionario, daba como resultado la pacificación de la tierra. Éste decía, asimismo, que la Corona había permitido la esclavitud sólo en el caso de hombres mayores de 15 años, y que sería bueno esclavi-
La esclavitud y la conquista española
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zar también a las mujeres cuyo trabajo era necesario, en vez de dejarlas morir en la guerra.'^o La correspondencia subsi-
guiente acerca de la esclavitud de los indios en Honduras, durante la década de 1530, indica la confusa concepción que se tenia de las leyes a nivel local, o quizás sólo se trataba de una fingida confusión como pretexto para continuar las anteriores políticas
que favorecían
la esclavitud.^i
Cuando Pedrarias fue reinstalado en el poder en Nicaragua, envió a Martín de Estete a la región este de dicho territoy allí se tomaron muchos esclavos. Pese a las medidas reapara proteger a los nativos, Pedrarias dio a Estete un hierro de marcar, el que supuestamente sería usado sólo para rebeldes y crimínales. Estete marcó ilegalmente a muchos hombres, sin comedimiento alguno, en viéndolos en cadena a Pedrarias, que se encontraba en León.42 rio les
En la ocasión en que Cristóbal de la Cueva, al mando de unos 70 españoles, fundó la villa de San Miguel, dicho conquistador fue acusado de violar las provisiones reales al dar malos tratos y esclavizar a los habitantes de la región. En la acusación se decía que, cuando los nativos vinieron de paz, De la Cue^/a mandó a uno de sus lugartenientes a hacerles la guerra, y a consecuencia de ello habían sido muertos unos 200 indígenas; otros más, algunos de sólo cuatro o cinco años de edad, fueron reducidos a la esclavitud. Varios testigos confirmaron dicha versión y uno de ellos dijo que todos los cautivos fueron marcados, incluyendo los pequeños infantes que eran amamantados por sus madres. Debe hacerse notar, sin embargo, que los pequeños, pegados **a las tetas de las indias", no eran necesariamente infantes de muy corta edad, pues los niños por lo común mamaban hasta la edad de cuatro o cinco años. Otros testigos interrogados dijeron que los nativos se mostraron pacíficos al principio, pero luego se tuvo noticia de una conspiración; para castigar a los culpables, los españoles los atacaron y tomaron algunos esclavos, como era costumbre en la guerra. Don Cristóbal mismo refutó los cargos diciendo que los indios cargadores (tamemes), que llevaba consigo como aliados, se habían amotinado y huido, dejándole desamparado en territorio hostil; cuando él envió mensajeros a los indios, invitándoles a venir de paz, los mismos enviados
El trabajo forzoso en América Central
42
fueron sacrificados. En resumen, los españoles sostenían que habiendo sido prevenidos sobre que los indios estaban resueltos a matarlos, ellos los atacaban por temor a perder la vida, y hacían esclavos a los sobrevivientes porque los indios eran w i-^ «m; .. ^ >^ traicioneros.43 .
Las prácticas referidas de esclavizar a
•
los aborigénes, re-
gistradas durante la conquista de la América Central, se repitieron desde Chiapas hasta Costa Rica, con sólo ligeras variaciones. Resulta poco útil para nuestros propósitos, por
consiguiente, reproducir aquí ipás de tales oprobiosas cir-
cunstancias. Mientras parece evidente que muchos de los conquistadores se valían de cualquier pretexto para tomar escla-
ha visto que algunos, como Cortés y Gil Gonoponían a la esclavitud. Si se acepta lo afirmado en los largos y aburridos relatos del quejumbroso Francisco de Montejo, se estaría inclinado a colocar a este Adelantado en el mismo lugar. Sin embargo, existe clara evidencia de que Montejo, antes de trasladarse a Honduras, esclavizó en Yucatán a un gran número de indios, según se verá más adelante. Parece ser que este capitán había solicitado permiso para recompensar a sus hombres y que tal cosa se había hecho actuando dentro de los límites de la ley. Este era, sin embargo, un argumento utilizado también por otros conquistadores. Lo cierto, empero, es que Montejo desechaba todo escrúpulo cuando las circunstancias lo demandaban. Montejo reprimió la esclavitud en Honduras, es cierto, y su empeño de que se reconociera dicha política se debió sin duda, y en cierta medida, a su disputa jurisdiccional con Alvarado, sobre el territorio de Honduras. En tal sentido, estaba ansioso por demostrar a la Corona que sus métodos eran humanos, en contraste con los de su rival, y en apariencia lo eran en efecto. De tal modo, escribió al rey informándole que luego de tomar la tierra se registró una sublevación en la que fueron muertos varios cristianos. Al pacifícar el territorio de nuevo, los españoles habían soportado muchos sufrimientos y la muerte de muchos compañeros, a lo largo de un periodo de dos años. No obstante, continuaba Montejo, no habían tomado esclavo alguno, en tanto Alvarado había venido p^a hacer una guerra "muy cruda", tomando muchos esclavos. Posteriormente co-
vos, también se zález, se
La esclavitud y la conquista española
43
mentaba que habia tomado la tierra '*sin matar 50 indios ni haber tomado un ciento de esclavos". Sin embargo, y pese a su aparente antipatía hacia la servidumbre humana, Montejo parece haber dejado algunos esclavos en sus propios dominios.^ Al final, él mismo se rinde ante la evidencia de los hechos. Chamberlain escribe que **a pesar de sus principios, Montejo creía que eran necesarios algunos esclavos para el trabajo y por ello permitió que en la guerra se tomaran varios nativos como tales, de acuerdo con las disposiciones reales'*. 45
Como
ya era tradicional tomar como esclavos a
los pri-
sioneros de guerra, y como los indios que rehusaban someterse a la soberanía de España eran considerados traidores, los conquistadores capturaban tantos nativos como podían, por lo general impunemente. Después de la pacificación de la mayor parte de Centroamérica, la lucha continuó de manera irregular por muchos años, como resultado de la resistencia aislada y las revueltas de aquellos previamente sometidos. La intransigencia a menudo se interpretaba como traición, y a consecuencia de la misma muchos nativos más eran sometidos a la esclavitud. Tales condiciones no resueltas, conducirían a un rentable tráfico de esclavos.
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3
Esclavos de rescate Además de
los esclavos
de guerra hechos durante
la
con-
quista y pacificación, la Corona aprobó también que se tomaran esclavos de rescate. Se definían como tales aquellos indios que ya eran esclavos entre su propia gente, antes de la llegada
de los españoles. En el momento del contacto habia gran cantidad de nativos en dicha categoría, situación, por lo demás, bien conocida por los españoles, i Una premisa básica de la legislación española para las Indias, consistía en
que
los nativos
debían beneficiarse como vasallos de Carlos V y que de ninguna manera sus condiciones serían peores que las prevalecientes bajo sus gobernantes nativos. En tanto los esclavos podían ser tomados en la guerra o las rebeliones una costumbre casi universal, tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo se razonaba que los esclavos de rescate sufrían tal condición sin ninguna culpa de los españoles. Como ellos habían sido encontrados en dicha posición en la sociedad nativa, bien podían permanecer así, en tanto su situación no resultara peor que antes. La lógica oficial española sostenía que tales esclavos se beneficiarían al servir a los españoles, pues de este modo eran introducidos a la santa fe, disfrutando de los beneficios del cristianismo. Dichos esclavos se se sostenía liberarían de los pecados del paganismo, sus almas serían salvadas, y, cuando menos algunos de ellos, arrebatados de los altares del sacrificio. Además, al estar en contacto con sus nuevos amos, estarían expuestos a la influencia de la superior civilización de los europeos y serían de esta manera más fácilmente asimilados por la cultura española. Este último punto, empero, fue de modo obstinado pero vanamente negado por el clero, que sostenía que los indios aprendían malos hábitos de los españoles. De tal modo, se permitió a éstos traficar con
—
—
—
44
—
,
45
Esclavas de rescate
dichos esclavos y en algunos casos recibirlos como tributo. todo» los funcionarios tenían mandado establecer si los indios implicados eran efectivamente esclavos de rescate, aunque es innecesario decir que no siempre se observaron las formalidades establecidas para estos últimos efectos.
Con
Entre los pocos capitanes empeñados en observar
las
dispo-
siciones reales estipuladas, estaba Cortés. Éste, en efecto, escribió en 1525 a su lugarteniente destacado en Trujillo,
Honduras, con respecto a la adquisición de esclavos de rescate; en esencia, le decía que el rey habia otorgado a los vecinos de Nueva España el privilegio de recibir los esclavos de rescate de manos de los señores nativos de la tierra. Consecuentemente, el mismo Cortés daba su autorización para que los españoles que tenían pueblos de indios en encomienda, pudieran adquirir esclavos de los caciques. El teniente Hernando de Saavedra se encargaría de determinar el número de esclavos permitido a cada español, de acuerdo con los méritos del favorecido y según el número de indios radicados en el pueblo donde se obtendrían los esclavos. Además de lo anterior^ todos los nativos asegurados por medio del rescate o el comercio de esclavos, deberían obtenerse ante Saavedra y su escribano, y en presencia del jefe o señor de los indios o de quien estuviera negociando el esclavo. El dueño debía ser preguntado sobre la forma en que, en los viejos tiempos, se hacían los esclavos entre los indígenas mis-
mos. De
este
modo
se
buscaba establecer quiénes eran
legíti-
mos
esclavos según la costumbre nativa y los así juzgados eran entonces otorgados a la persona poseedora de la licencia. Debía averiguarse también si el amo nativo estaba de acuerdo
con
liberar al esclavo
y satisfecho con los términos de
la
transacción. Para verificar estos extremos el teniente debía llevar al señor indígena fuera de la habitación, de modo que éste pudiera hablar libremente, sin ser intimidado
por
el
comprador español.2 En Honduras, durante la primera etapa de la dominación española, muchos de los indios que eran esclavos entre su propia gente, confesaron libremente su status a los conquistado-
Cuando un cacique traía un esclavo para venderlo, el español debía comprobar si efectivamente se trataba de un res.
3
El trabajo forzoso en América Central
46
el lugar de origen, status y paradero de los padres, e indagar si éstos eran o no esclavos. Además de todo lo anterior, el comprador debía averiguar si el indígena había sido vendido antes y»si tal era el caso, cuántas veces y por qué precio. Una vez se establecía realmente su condición de esclavo, y por ende su condición de legítimo esclavo de rescate, el nativo era marcado en la cara, para ser vendido a los traficantes de las islas. Como las existencias eran muy limitadas en Honduras durante los años 1520, y en vista de que había una gran demanda de mano de obra en las Antillas, el tráfico se hizo muy intenso. En 1526 atracaron en Honduras un bergantín procedente de Fernandina (Cuba) y otro de la Española, con el propósito de hacer trueque de comida por esclavos. Una arroba (25 libras) de vino o de vinagre costaba cuatro pesos, y si bien no existe información precisa sobre el precio de los esclavos en esa época y lugar, es muy probable que uno de los pequeños toneles se cambiara por un humano o quizás dos. Algunos de lüs traficantes eran menos escrupulosos en cuanto a determinar el status legal de los indígenas, de los cuales muchos eran simplemente capturados y puestos en los barcos.
esclavo, debía establecer
En
gobernador Diego López de Salcedo impartió Méndez, previniéndole de no hacer esclavos de rescate sin el previo examen hecho por él mismo o por el alcalde de la villa de Trujillo. La persona que trajera los indios decían las instrucciones— debía rendir testimonio jurado y no debía producirse intimidación alguna sobre los indios para hacerles confesar falsamente su condición de esclavos. Los indígenas debían contestar las preguntas aludidas antes, y si se establecía que eran verdaderos esclavos, podían entonces ser marcados con el hierro real. Esto se aplicaba a los indígenas ofrecidos por los caciques, en tanto los esclavos de guerra podían tenerse sólo mediante un proceso. 1527
el
instrucciones a su lugarteniente en Trujillo, Diego
—
A
causa de que se produjeron muchos desórdenes en Trurelacionados con la venta de esclavos no marcados, los hierros de marcar se mandaron poner en manos de una persona de buenos hábitos y reputación, alguien conocido como celoso servidor del rey, a manera de no dar lugar a fraude algu-
jillo,
^
Esclavos de rescate
v^\
47
Un esclavo entregado por un cacique y que confesara que y su madre eran esclavos, podía ser marcado en la cara. Podía entonces, asimismo, ser vendido o cambiado como un bien cualquiera. Sin embargo, quien no confesara que su madre era esclava y dijera haber sido vendido por sus padres sin necesidad para ello, debía ser marcado en el muslo y actuar perpetuamente como sirviente (naboría), en compensación de los sacrificios hechos por su amo durante la conquista de la tierra. Tales sirvientes podían ser intercambiados dentro del área, pero no podían ser sacados fuera de la provincia, so pena de 100 azotes y una multa de 100 pesos. no.
él
En 1530 la Corona prohibió la esclavitud de los indios. Quienes violasen tal prohibición serían privados de su derecho de propiedad y deberían cubrir los gastos del regreso del indígena a su pueblo de origen. Los funcionarios negligentes en la aplicación de la ley estaban expuestos a perder sus cargos y deberían pagar una multa de 100,000 maravedíes. 5 El decreto, empero, parece haber sido objeto de muy poca atención, pues ^n 1532 la Corona específicamente prohibió a Alvarado adquirir esclavos de rescate, en una disposición apelada luego por un procurador. La Corona se ablandó en 1532 ante el argumento de que los esclavos que continuaban en poder de los caciques nativos corrían el peligro de ser sacrificados. A partir de entonces los esclavos podían adquirirse de los caciques, pcto no debían ser extraídos de sus tierras. Al cabo de poco tiempo también esta disposición legal fue revocada.^ Sin embargo, hacia 1534, se observó qjie los indios continuaban ofreciendo resistencia a los españoles, resultando de ello que la tierra no había sido pacifícada todavía, después de unos diez años de comenzada la conquista. Los nativos, al comprobar que no eran condenados a la esclavitud por rebelión, como ocurría antes, se sintieron estimulados a desafiar la autoridad española con creciente audacia. Por otra parte, en tanto los españoles ** sufrían'* sin esclavos, los indios nobles mantenían los suyos propios, y la experiencia demostraba según la opinión real que los esclavos mantenidos por los indígenas permanecían en estado de idolatría, "conservando sus vicios y abominables costumbres" de antes, todo lo cual cesaría si ellos se convirtieran en esclavos de
—
—
El trabajo forzoso en América Central
48
En consecuencia, se promulgó una nueva céduen adelante, cuando se hiciera justa guerra de acuerdo con las condiciones prescritas, los indios capturados podían ser reducidos a esclavitud y vendidos, pero no podrían ser llevados a las islas, a menos que lo aprobaran los funcionarios religiosos y seculares. Esta clase de excepción, tan común en la legislación real, permitía poderes discrecionales, de los cuales abusaban con frecuencia los funcionarios inescrupulosos, auspiciando así el tráfico de esclavos. De acuerdo con las nuevas regulaciones, las mujeres y los niños menores de 14 años no podían ser reducidos a la esclavitud y debían ser colocados en la casa de sus captores como naborías, lo que implicaba generalmente el servicio doméstico. Ellos, no obstante, eran hombres hbres, no esclavos. En todos los pueblos pacificados debía elaborarse una matricula ante un anciano, registrando en la misma todos los esclavos en poder de los caciques y de otros indios, asentando no sólo el nombre de cada esclavo, sino los de sus padres, así como el del amo correspondiente. Si la víctima admitía ser un esclavo de rescate, podía ser marcado como tal. Éstos podían entonces ser comprados o cambiados, mas los caciques no podían ser forzados o presionados en las transacciones. los cristianos. la:
Un
español tampoco podía cambiar o comprar un esclavo entre los indios de su encomienda, ya fuere personalmente o por intermedio de alguien más. Tampoco podía negociar arreglos semejantes con otro encomendero, a fin de intercambiar los encomendados de ambos. La pena por una transacción de este flpo consistía en la pérdida del esclavo y una multa. Los caciques antiguamente sometían a otros indios a una esclavitud injusta y lo hacían por causas baladíes, pero en 1534 ellos fueron informados de que ya no podrían tener esclavos. 7
tomado de
Entre los españoles era práctica común pedir, y aun demandar de los señores, el traer esclavos de los pueblos de indios para la venta o el trueque. Cuando el pueblo de Santiago Atitlán, en Guatemala, fue sometido al dominio español, los caciques entregaron como tributo entre 400 y 500 esclavos de uno y otro sexo, destinados al trabajo de minas.8 Como artículos de intercambio, los españoles a menudo usaban la
49
Esclavos de rescate
mercadería pagada a ellos como tríbulo por los maceguales (gente del común) de los pueblos nativos. Dichos productos consistían en casi cualquier cosa, pero los caciques preferían cacao, usado por los indios como moneda. Una vez establecido que un indio era esclavo, podía ser marcado y vendido.
A
como
a los mismos esclavos, se les hacía saber que estos últimos pertenecían entonces a su amo español, y que éste podía venderlos a quien quisiere. los caciques,
No obstante tales explicaciones, los españoles se quejaban de que los caciques, sin el menor asomo de vergüenza, a veces robaban a los esclavos dados en pago por ellos mismos. Esto ocurría, decían los españoles, aun cuando los esclavos podían ser identifícados por sus marcas. Además, los rescatados a veces huían a sus pueblos, y los caciques no cooperaban para que regresaran a manos de sus dueños españoles. Los caciques se mostraban a menudo renuentes a negociar sus propios esclavos, e inclusive a actuar como simples agentes para asegurar otros esclavos a los españoles; esto ocurría pese a que había sido costumbre en la sociedad prehispánica vender públicamente, como cualquier mercancía, *Mos esclavos que deambulan como el ganado en España**. Dicha práctica persistió en el período de la postconquista, según se colige de lo dicho por un testigo que, en 1531, aseguró haber comprado esclavos en el tiánguez o mercado nativo. ^ Cuando se supo en México que la Corona había autorizado en Guatemala el mareaje de los esclavos rescatados, la Audiencia de aquel territorío dio a conocer su asombro e incredulidad, y su temor por los grandes daños que podrían derívarse. En repetidas ocasiones, en los comienzos de la década de 1530, los oidores escríbieron con tal insistencia y convicción, que la política real fue modificada, en parte debido a esas mismas opiniones, lo Cualquiera que hubiese sido
la causa, la práctica
de ad-
— según ley realidad fuera otra — por provi-
quirir esclavos de los caciques fue cancelada
la
cuando menos, aunque la las siones reales que prohibían a los indios hacer esclavos entre ellos mismos. 11 Nuevas restricciones a dicho tráfico se promulgaron en 1534, y en 1536 la Corona ordenó no hacer más esclavos por medio de trueque (rescate). Los edictos correspondientes al parecer fueron inefectivos, pues en sendas cédu-
:
El trabajo forzoso en América Central
50
las de 1538 y 1539 se establecía que, debido al continuo y excesivo tráfico de indios y a los malos tratos de que eran objeto, ningún español podía adquirir indios esclavos de caciques
No obstande los cabildos de cuatro importantes pueblos respondieron con una queja común: que por no haber otros medios de subsistencia, muchos españoles dejarían la América Central si no tenían esclavos para el trabajo de minas. Pedían que se les permitiera negociar los esclavos de rescate con los caciques. 13 o principales, ya fuere directa o indirectamente. 12
te este tajante decreto, los regidores
Estos últimos por lo general fueron autorizados a retener algún resabio de autoridad ante sus propios pueblos, ya que por su intermedio los españoles obtenían diversos servicios de la gente y, por otra parte, dichos jefes resultaban útiles para la administración de las masas nativas. A fin de preservar dichos privilegios, muchos señores nativos se mostraban muy ansiosos de congraciarse con sus amos europeos, ya que, por otro lado, ellos mismos temían perder su condición de hombres Ubres en caso de no haber esclavos disponibles. Francisco Marroquín, el primer obispo de Guatemala, decía que el licenciado Alonso Maldonado, presidente de la audiencia (1543-48), tenía curiosidad respecto de los procedimientos usados para hacer esclavos, ya que, aun observando las disposiciones reales al pie de la letra, todos los indios podían haber sido marcados sin ningún examen. La razón decía el obispo^ consistía en que la selección de los esclavos se había dejado a los señores nativos y **dado que éstos deseaban complacer a sus amos, sus propios hijos confesaban haber sido esclavos'*. Por otra parte, según las recientes disposiciones reales, no había necesidad de ningún examen para determinar quiénes eran verdaderos esclavos. **De tal modo'* continúa el obispo
—
—
^,;
—
Yo adopté otro método, que fue el de informarme yo mismo hablando con los señores. Y cuando tal fue hecho, yo los sacaba de la habitación donde estaban los esclavos y hablaba con éstos en general, diciéndoles que ya sabíamos de cierto cómo los señores los habían defraudado haciéndolos esclavos a su conveniencia, y
Esclavos de rescate
-51
' *
que no debieran temer y si no fueran esclavos no debían que lo eran; y si lo eran, ellos serían preguntados por qué o en qué forma habían sido esclavizados, y que se pondría especial atención a su edad para ver si eran jóvenes. Y aun si ellos decían que eran esclavos, si eran jóvenes, yo no tenía autoridad para marcarlos... Cuando yo hube hecho el examen, el gobernador —o en su ausencia el teniente gobernador observaba si la marca había sido hecha. No creerá Su Alteza, que tales exámenes fueron muy rigurosos: exactamente lo suficiente para prevenir a los españoles de hacer lo que ellos quieran. ^^ decir
—
En consecuencia, y bajo tales circunstancias, hubo muy poco freno teó
un
al
procedimiento de
serio
podían o no
la esclavización.
problema adicional: ser
si
Y luego se plan-
los indios convertidos
hechos esclavos.
A pesar de los esfuerzos de Marroquin y de otros para proteger a quienes hablan sido legalmente libres, todas las buenas
intenciones de aquellos se vieron frustradas por la intimidación de que eran objeto los indios. En ciertos casos, cuando los caciques eran amenazados por los españoles para que trajeran esclavos, los gobernantes nativos simplemente juntaban un cierto número de hombres libres y afirmaban que eran esclavos. Anticipándose a la interrogación posible de los funcionarios, los caciques instruían a las desgraciadas víctimas sobre la forma de responder. Algunos se rehusaban a cooperar y decían a los examinadores que ellos eran hombres libres. Éstos, en consecuencia, no eran marcados, pero casi inmediatamente los caciques los capturaban y los hacían volver con respuestas diferentes, diciendo que habían mentido la primera vez por temor al hierro ardiente, listo a ser aplicado en sus caras. Al final de cuentas, el miedo a más azotes o quizás a la muerte, era más fuerte que su pavor al hierro de marcar. 15
Don Pedro de Alvarado fue el amo de la mayor parte de América Central hasta su muerte, acaecida ésta en 1541, y la práctica de adquirir esclavos de rescate fue una de las que él suscribiera con facilidad. Los funcionarios reales reportaron al rey que el mismo conquistador había tomado 3,000 escla-
El trabajo forzoso en América Central
$2
VOS en un solo año y, por tanto, no se encontraba en situación de discutir el procedimiento, aun cuando hubiese querido hacerlo. 16 Algunos españoles, para parecer razonables, pidieron a la Corona que sólo los indios ya esclavos de los caciques fuesen adquiridos por los españoles. Pero, según una carta de Las Casas, escrita en Nicaragua en 1535, aquel intento era ** diabólico'*, pues bajo tal pretexto los caciques pretendían esclavizar entre la mitad y dos tercios de sus vasallos, a fin de venderlos a los españoles. 1 7 Todas las pruebas indican que muchos de los abusos cometidos al hacer esclavos de rescate fueron conocidos, pero el tráfico continuó por varios años.
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El tráfico de esclavos La demanda de mano de obra
esclava estimuló
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tráfico en cuanto a la adquisición y venta de indígenas. Algunos de los españoles menos sedentarios estaban más interesa-
dos en las rápidas ganancias obtenidas de dicho comercio, que de otras más mundanas ocupaciones. Las perspectivas de un enriquecimiento fácil fueron decepcionantes, pues los conquistadores encontraron relativamente muy poco de oro, plata y piedras preciosas. En cambio, había un buen mercado para los esclavos fuera de la América Central, y algunos inescrupulosos traficantes encontraban rápidos compradores. Sus actividades estaban restringidas por las leyes generales que regulaban la esclavitud, pero sus hábitos nómadas, las pobres comunicaciones y el escaso control administrativo, eran factores que se combinaban para estimular las violaciones a dichas leyes. Algunos de tales traficantes probablemente ni siquiera estaban enterados de las últimas modificaciones a las leyes, en vista de que la Corona a menudo cambiaba de opinión o cualificaba una legislación anterior. Por otra parte, en algunas regiones los funcionarios españoles más altos con frecuencia estaban implicados de alguna manera en el tráfico de esclavos, en especial durante la primera década. Y luego, bajo el pretexto de esperar aclaraciones respecto de las nuevas disposiciones legales, los funcionarios por lo general permitían la continuación de prácticas establecidas en espera de la información solicitada, que por lo general tardaba en llegar uno o
más
años.
Las expediciones esclavistas datan de los primeros años de la ocupación española en las Antillas, y a comienzos del siglo XVI ya se hacían incursiones en otras islas y eventualmente en áreas de la tierra firme. Las primeras dos expediciones que 53
El trabajo forzoso en América Central
54
precedieron a Cortés en Yucatán, tenian como propósito más importante el de hacer esclavos para utilizarlos como mano de obra en las islas ocupadas. A medida que el rápido descenso de la población nativa dio como resultado la creciente reducción de la mano de obra en las Antillas, más y más cacerías de esclavos se hacian en los territorios vecinos.
En América Central los conquistadores defraudados reclamaban esclavos como recompensa a sus sacrificios. Además, la disponibilidad de mano de obra gratuita fue una de las formas en que la Corona esperaba inducir a los desesperados y ambiciosos españoles a que poblaran la tierra. Pero, si bien una concesión hecha a título individual, a fin de conseguir el establecimiento de los españoles, la Corona no pudo contener el tráfico de esclavos como medio de enriquecimiento. ésta era
De manera reiterada se dio a conocer que los indígenas no podían ser sacados de sus territorios nativos en atención a los problemas sociales consiguientes y debido también a las amenazas a la salud de los afectados, derivadas de lo mismo. La constitución física de los indios no podía resistir los rigores de un cambio radical de clima. Al trasladarlos de los helados altiplanos, donde no eran extrañas las temperaturas realmente bajas, a las húmedas tierras bajas tropicales, se provocaba la enfermedad y la muerte de muchos de ellos, en particular de aquellos forzados a desempeñar trabajos pesados. Los mismos resultados trágicos se obtenían cuando los indios de las tierras bajas eran llevados a las montañas. Una razón más para no sacarlos de sus tierras tradicionales, se refería a la posible reducción de la mano de obra en los lugares de origen. Si esta
medida disuasiva hubiese sido efectivamente aplicada,
el
tráfico de esclavos habría sido prácticamente detenido. Infor-
tunadamente, y contra toda credibilidad a la Corona, una cédula real emitida en 1535 autorizó que los indios rebeldes de Honduras fueran marcados y enviados a las islas o a otras partes donde pudiesen ser vendidos. Si bien ésta fue una temporal equivocación, constituye, sin embargo, otro ejemplo típico de los errores que llevaban a los españoles a luchar por sus intereses.!
Por otro lado, la orden que prohibía el traslado de los indígenas desde sus tierras de origen, que supuestamente tenía
El tráfico de esclavos
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vigencia general, impedia a los españoles viajar con sus
55'
sir-
que a menudo eran realmente esclavos. Además, en tanto la Corona habia reconocido las demandas de los españoles para que se les dotara de sirvientes, tal concesión fue disfrutada de manera abusiva por vecinos que viajaban a ultramar llevando gran cantidad de ** sirvientes'*, que luego eran vendidos como esclavos, percibiendo buenas ganancias. En espera de poner coto a dicho aspecto del tráfico esclavista, el rey mandó en 1531, que los esclavos indios no fuesen sacados de la provincia de Guatemala. Cuando los vecinos se quejaron por dicha orden, la Corona cedió y permitió que cada español pudiera tomar siete indios para su servicio, en el entendido que se debía demostrar que se trataba de esclavos adquiridos legalmente y que se había depositado una fianza para asegurar su regreso. Un mes más tarde, en junio de 1532, el número de esclavos autorizados con aquellos propósitos, fue elevado a diez, siempre con un depósito como garantía de su retorno. 2 Tres años más tarde se dispuso que los españoles vientes,
en viaje desde Centroamérica, pudieran llevar sólo cuatro esclavos a España, con la obligación de registrarlos por su nombre en el puerto de Veracruz. Un año después, en marzo de 1536, se emitió una cédula por la que se establecía que ningún esclavo podía ser llevado a Castilla. A principios de 1538, y debido a que se habían sacado muchos indígenas de Honduras, se dispuso prohibir que se tomara más de uno o dos como sirvientes. A la vuelta de cinco años, ningún español podía trasladar legalmente a un indígena a otra provincia, sin importar si se trataba de esclavo o de hombre libre, y aun cuando ello fuere con el consentimiento del indígena. Quienes violasen tal disposición sufrirían una multa de 100,000 maravedíes y podrían ser expulsados a perpetuidad de las Indias. Si el culpable no estaba en condiciones de pagar la multa, sería castigado con 100 azotes propinados públicamente. El regreso del nativo sería también a expensas del culpable.3 Tan vertiginosos cambios producidos en el curso de tan pocos años, ilustran las dificultades en cuanto a formular generalizaciones válidas acerca de la política española en las Indias. Aun cuando las más grandes concentraciones de población indígena en la América Central se encontraban en el altiplano
;
^:.
El trabajo forzoso en América Central
de Guatemala,
como
sigue siendo en la actualidad, los centros
Honduras y Nicaragua; en cuanto a la primera, ello se explica por la proximidad de sus puertos respecto de las Antillas, y en cuanto a Nicaragua, se debía a que ésta era el nexo entre la Nueva España y el territorio de Perú, recientemente descubierto. Ambas provincias tenían los puertos más ocupados y hacia éstos precisamente eran llevados los indios esclavos para ser embarcados. En consecuencia, se colige que Honduras y Nicaragua eran escenarios de los más notorios abusos. r
más
activos del tráfico de esclavos estaban en
Anteriormente
se hizo
breve mención del secuestro de in-
dios hondurenos hecho por
el fiscal,
bachiller
Pedro Moreno,
enviado por la Audiencia de Santo Domingo. Cortés presentó un cargo formal, acusando a Moreno de haber tomado más de 50 hombres y mujeres, a quienes marcó ilegalmente como esclavos, a pesar de las protestas de los vecinos de Trujillo. Un testigo indicó que el bachiller había tomado **ciertas piezas de indios e indias**, desafiando la orden del alcalde. Juan de Medina, el alcalde ordinario, dijo que él se había enfrentado a Moreno, previniéndole de no tomar los nativos, pero éstos de todas maneras habían sido marcados. Uno de ellos era un noble y otros dos eran pacíficos mozos que transportaban los vestidos de un español con la promesa de que luego serían liberados. Los nativos fueron llevados ealos barcos de Moreno hacia La Española. Parece ser que más tarde el fiscal fue castigado de orden del rey.^ Si Cortés estaba en lo correcto. Moreno contaba con la aprobación de la Audiencia de Santo Domingo, y el fiscal no demostró así preocupación alguna por las disposiciones dictadas por los funcionarios de
Honduras.
No mucho después del incidente aludido, el gobernador Diego López de Salcedo atacó a los habitantes del Valle de Olancho, como castigo por haber matado a algunos españoles. El gobernador ahorcó a varios de los capturados y llamó a los representantes de otros pueblos para darles a conocer los términos del requerimiento. No obstante, los indios de Trurebelaron y huyeron hacia las montañas por temor a ser esclavizados. Efectivamente, se hicieron muchos esclavos en tal ocasión, y López de Salcedo quitó algunos a los espaflo-
jillo se
El tráfico de esclavos
•.
.
:
57
para luego redistribuirlos entre sus amigos y criados, pero cuidándose de guardar los mejores para si mismo. les
Las acciones del gobernador produjeron descontento no sólo entre los españoles, sino también entre los nativos, quienes, en su cólera, dejaron de recoger oro y cultivar la tierra.
Esta intransigencia de los indígenas redujo los modes-
mismo tiempo para todos. Los indígenas, según el cronista Herrera, se desesperaron hasta el punto de asaltar a otros indios y comerlos. El canibalismo era un problema extremo que los españoles no deseaban provocar y, junto a la actitud general de los nativos, el caso presentaba una buena oportunidad para la esclavización de los indios, de acuerdo con la opinión de los europeos. Se otorgaron licencias para marcar a los culpables y para enviarlos a Panamá. 5 En esta forma continuó el tráfico de humanos con la autorizatos ingresos de los vecinos españoles y creó al
una reducción de
los recursos alimentarios
ción oficial.
A fines de 1526 se había emitido una disposición real por la que
se
ordenaba a
los justicias establecer quién tenía esclavos
indios alejados de su habitat nativo. Dichos indios debían ser
regresados a su tierra si ellos así lo deseaban, y en el entendido de que ello podía hacerse sin inconveniente alguno. En el supuesto de que tal cosa no pudiera efectuarse fácilmente, empero, los indios debían ser liberados y tratados como hombres libres. Los liberados debían recibir ayuda y ser destinados a trabajos no excesivamente duros. Si se trataba de indios cristianos, no debían regresar a sus tierras de origen, dado el peligro de recaer en el paganismo.6
En América Central se produjeron intentos muy tempranos orientados a morigerar el problema de la mano de obra por medio de la introducción de esclavos; éstas fueron operaciones planificadas al más alto nivel. En 1527, Pedro de Alvarado celebró un contrato con Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, y con el doctor Diego Beltrán, miembro del Consejo de Indias, por medio del cual se buscaba embarcar 600 esclavos destinados a trabajar en las minas de Guatemala. Se estipulaba que debían ser esclavos negros, lo cual daba un nuevo cariz al asunto. Los indígenas de los nuevos reinos eran considerados vasallos del rey y bajo la especial tutela y protec-
El trabajo forzoso en América Central
58
ción de la Corona y la Iglesia, condición de la que no disfrutaban los africanos. Debido a las condiciones del mercado, sin embargo, el proyecto aludido nunca se llevó a cabo. Los negros debian ser introducidos de manera gradual, y sus cantidades no serian nunca realmente grandes, de modo que la mano de obra nativa seguiria siendo la base de la economía. Los primeros años de colonización vieron en Honduras el "7
de las operaciones esclavistas, cuya responsabilidad puede atribuirse en gran medida a la insensibilidad de los funcionarios reales. Bernal Díaz describió dichas condiciones de esta manera: terrible espectáculo
.
Y diré de la gobernación de la provincia de Honduras, que enviaron los frailes Jerónimos, que estaban por gobernadores en la isla de Santo Domingo, que plugiera a Dios que nunca tales hombres enviaran, porque fueron tan malos y no hacían justicia ninguna, porque además de tratar mal a todos los indios de aquella provincia, herraron muchos de ellos por esclavos y los enviaban a vender a la Española, y a Cuba, y a la isla de San Juan de Baruquen, y decíanse aquellos malos gobernadores: el primero. Fulano de Arbitez; el segundo. Cereceda, natural de Sevilla; y el tercero, Diego Díaz de Herrera, que también era de Sevilla, y estos tres fueron principio de echar a perder aquella provincia. Y esto que aquí digo sélo porque cuando vine con Cortés a lo de Honduras me hallé en Trujillo, que se decía en nombre de indios Guaimura, y me hallé en Naco, y en el río de Pichín, y en el de Balama, y en el de Ulúa, y en todos los más pueblos de aquellas comarcas, y estaba muy poblado y de paz, y en sus casas con sus mujeres e hijos. Y desde que fueron aquellos m^los gobernadores los destruyeron, de manera que en el año de mil quinientos cincuenta y un años, cuando por allí pase, que vine de Castilla, como me conocieron dos caciques del tiempo pasado, me contaron sus desventuras y malos tratamientos con lágrimas en sus ojos, y hube mancilla de ver la tierra de aquel arte. *8
La afirmación de Díaz sobre los daños hechos a la provinno parece ser exagerada, mas debe observarse que, bajo
cia
aquellas circunstancias, era duro para los gobernadores poner *
Tomado
del original en español. Bernal
Conquista de
dera de
la
p. 402.
N. del T.
la
Díaz del Castillo, Historia Verdaeditorial Porrúa, México, 1955,
Nueva España, •
.
.
,
. .
.
-;U^«.,
.
.
^
.-
59
El tréftco de esclavos
bajo control a los intratables conquistadores. Las continuas rencillas y desórdenes entre los españoles contribuyeron al descontento de los nativos. Herrera asevera lo siguiente: *'Deftas discordias de los Caftellanos fe feguia dar ania los Indios que eftavan pacíficos para rehelarfe, y enfeñarles a pelear, porque también eftavan defcontentos de la orden que avia dexado don Hernando Cortes; que rebelandofe fueijen ávidos por efclavos, y lo que fe
mo
ufava con los Indios de las Iflas que llamavan de los Guanaxos, les da va mala fatisfacción, porque fiendo pacíficos y obedientes al Rey, los navios de Cuba los hurtavan, y llevaban por efclavos, fo color que ivan a las Ybueras a comprarlos; adonde por no tener los Caftellanos ninguna grangeria, y fer la tierra muy cara, por el poco comercio que acudía de Castilla, y de las Iflas, no avía cofa que veftir, ni vitualla: y los Indios davan poco mantenimiento, porque no trabajavan, penfanso que por falta dello fe irian los Chrisftianos, y por efto no fe fuftentavan"*9
Robert Chamberlain hace los siguientes comentarios sobre en los primeros años de la colonización en
la esclavitud
Honduras:
La práctica de la abusiva esclavitud de los indios en granha sido realizada, o permitida, en Honduras-Hibueras, por los gobernadores que precedieron a Montejo. No sólo tomaban a los nativos en la guerra, convirtiéndolos en esclavos bajo la ley, sino se hicieron ilegales cacerías de esclavos contra pueblos pacíficos. Muchos indios, primero en Trujillo y después de 1534, en Hibueras, fueron llevados a las Indias Occidentales para ser vendidos. Algunos fueron marcados según las ordenanzas reales que regulaban la esclavitud, pero la mayoría parece haber sido tomada con pocas pretensiones de legalidad. Antes de la llegada de Montejo, una gran proporción de colonos parece haber estado comprometida en las operaciones esclavistas, de unafordes cantidades,
Tomado
Antonio de Herrera, Historia General de Amberes, 1728. N. del T.
del original en español.
las Indias Occidentales,
El trabajo forzoso en América Central
ÍÉD
ma u otra. Ellos habían retenido pocos indios esclavos comparativamente, a pesar del gran número de ellos tomado bajo anteriores gobernadores, incluyendo Cerezeda y Alvarado, lo cual parecía deberse a que era más lucrativo venderlos fuera de la provincia. A medida que su situación se hizo más permanente, y conforme se desarrolló la minería y las necesidades de mano de obra aumentaron, los españoles se convencieron de que un gran número de indios esclavos era necesario para el desarrollo económico de la provincia. ^^ Cómo reacción frente al trato inhumano, ban en frecuentes
rebeliones,
los indios se alza-
que a su vez servían como excu-
sas convenientes para tomarlos como **esclavos de guerra'*. El ambicioso regidor Vasco de Herrera, capturó más de 300 indios como esclavos.! i Otros regidores más responsables en el cabildo de Trujillo, reconocían que los nativos tenían causas suficientes para rebelarse. Muchos individuos, así españoles como indios, se complacieron bastante con la destitución de Saavedra, el teniente gobernador dejado por Cortés, pero la llegada de Diego López de Salcedo, condujo a una situación aún más desesperante para los nativos. Este utilizó a los indios como cargadores para transportar sus pertenencias hacia la ciudad de León, en Nicaragua, incluyendo no sólo sus objetos personales, sino también barras de hierro y otros objetos, algunos de los cuales se usaban en el tráfico de esclavos. Más de 300 cargas fueron llevadas por los indios, entre quienes figuraban miembros de la nobleza, sujetados todos con cadenas y anillos de hierro alrededor de sus cuellos. Según el informe del cabildo, López de Salcedo había dejado órdenes para que todos los indios que regresaran fueran ahorcados, orden que fue cumpUda oportunamente. Sin embargo, ocurrió que en su mayoría los cargadores perecieron de fatiga o a consecuencia de los malos tratos. 12 Por la misma época llegaron hasta el emperador otros informes sobre españoles rebeldes que estaban robando esclavos en Honduras y se hablaba de otros más que habían incursionado en la isla de Guanaja, secuestrando a pacíficos nativos. Un grupo de esclavistas había capturado más de 150 indios y los había marcado. 13
Ei tráfico de esclavos
;
v.
51
Quizás el comentario más gráfico y demoledor sobre los primeros años de la esclavitud en Honduras, fue formulado por el licenciado Cristóbal de Pedraza, el Protector de los Indios y más tarde obispo de Honduras. En su ** Información contra los gobernadores**, Pedraza presenta sus propias opiniones, asi como las de varios testigos. Critica especialmente la crueldad de López de Salcedo, en cuanto se refiere a la expedición a León, aludida con anterioridad. Después de que el grupo dejara Honduras, dice Pedraza, la tierra quedó casi arruinada, debido a que aquellos que permanecieron en la misma, viendo el gran número de sus hombres y mujeres llevados afuera, también huyeron de los pueblos. Muchos murieron en las montañas y otros nunca más aparecieron.
Un testigo de las crueldades perpetradas en esta época, afirma que entre los asesinados figuraban niños pequeños. Agrega dicho testigo que un capitán bajo el mando de Salcedo, de nombre Alonso de Solis, quemó vivos a 14 indios en el pueblo de Cañóla, lo que ** parecía al testigo la más grande crueldad del mundo y algo que le hizo erizar la carne**. Muchos pueblos fueron casi arrasados, y Tepusteca, que pertenecía a Diego Nieto, fue convertido en **un desierto**, dejándole sin un solo habitante. Cuando algunos de los indios conducidos por la fuerza comprobaron que estaban siendo llevados lejos de sus hogares, buscaron la manera de escapar. De acuerdo con el relato del obispo, los españoles los persiguieron y los traspasaron con sus lanzas, i^
En muchos casos la violencia fue tan gratuita, que parecía una demostración de sadismo. Pedraza denuncia que cuando en cadena por el camino, bajo la mirada de López de Salcedo y sus hombres, algunos de los cargadores caían agobiados por el esfuerzo y no podían continuar. A fin de evitar la pérdida de tiempo que implicaba el abrir los anillos para liberar a los estrangulados, simplemente se les cortaba la cabeza y los cuerpos eran abandonados en el camino, **la cabeza de un lado y el cuerpo del otro, y ellos seguían su camino**. El alcalde ordinario dio testimonio de haber presenciado semejante conducta bárbara: cuando un jefe indio llamado Migesti se dobló bajo su carga, el candado no se abrió de inmediato y su cuello fue cercenado. Los acusalos indios eran llevados
é2
El trabajo forzoso en
Améñca
Central
dores aludidos, sin embargo, se apresuraron a decir que quien cometía semejantes atrocidades no era realmente un español, sino más bien un levantisco, llamado Agustín de Candía. Por otra parte, un testigo que vio a Candía tomar a otro indio de la cadena, dice:
uno de ellos, cansado y débil, cayó al suelo, y él [Candía] quería quitarle la cabeza, como había hecho con otros. El testigo y otros cristianos le rogaron no hacerlo y él abrió la cadena y liberó al indio. Y entonces, viendo que no podía hacer lo que quería (que era decapitar al indio), saltó sobre él (el indio todavía estaba tirado en el suelo), se montó sobre él, y tomando su espada con ambas manos comenzó a hundirla en el cuerpo del miserable, y atravezó el cuerpo dos o tres veces, de un lado a otro, hasta que el indio murió allí mismo. El testigo y otros lo lamentaron. Algún tiempo después. Dios permitió que el tal Agustín muriera en manos de los indios, que lo cortaron en pedazos, cercenando su cabeza y sus pies. 15
El testimonio relacionado con estos actos de barbarísmo reno sólo la depravación del ** levantino", sino también la asombrosa sensibilidad del testigo espaftol. El observador fue Diego de Caloría, quien indica que el mismo Candía cometió varios actos inmorales en el pueblo de Telicachima; aquí mató a un indio y a varios niños que, enfermos, se cubrían con una sábana. Caloría dice que quiso matar a Candía cucuido se percató de su crueldad, y que le llamó "perro, mal cristiano y moro blanco.**. El "levantino** era un tipo particularmente sádico, pero también se reportaron otros casos, como el de un peón pervertido, de nombre Mexía, que también descabezó a un indio enfermo para evitarse el trabajo de abrir la cadena. i^
vela
El obispo Pedraza índica que algunos indígenas se las arreglaban para escapar de la expedición de Salcedo, pero, luego, en el camino de regreso, morían de hambre o a manos de los nativos hostiles. Pedraza descríbe a López de Salcedo como un hombre presionado por las deudas y dedicado al tráfico esclavista a fin de solventar las mismas. Francisco Vás
El tráfico de esclavos
pio$ pueblos de gar sus deudas.
/..
-
63
J
encomienda y también de otros, a fin de paVásquez vio a muchos de ellos, marcados y
vendidos, y observó muchos barcos cargados de esclavos. Cacorla, al darse cuenta de los hechos, estimó que la cuota de Diego López de Salcedo llegaba a más de 500 esclavos toma-
dos en los pueblos de indios. Los mayordomos de éste iban a las pacificas comunidades y pedían esclavos a los jefes, a fin de ayudar a López a pagar sus gastos; cuando los esclavos llegaban, de inmediato eran marcados. Esto ocurrió en varios pueblos, hasta que por fin la región entera decidió rebelarse. 17
Rodrigo del Castillo, otro alto funcionario de Honduras, ofrece detalles adicionales sobre la
misma
expedición, otor-
gando así más credibilidad al relato de Pedraza. En su ruta de Honduras a Nicaragua, los españoles incendiaron pueblos y causaron gran destrucción. Niños recién nacidos eran tomados de los pechos de sus madres y lanzados al aire. Los caciques y principales eran colocados, con anillos al cuello, en cadenas de diez. Más de 400 indios fueron sacados del Valle de Guamira y cargados con todas las pertenencias del gobernador y sus acompañantes. Si un indio caía, su cabeza era cortada de
tajo.
En Aguatega fueron castigados 200 indios: una
tercera par-
te de ellos fue colocada en una gran choza y allí fueron quemados vivos; otra tercera parte fue despedazada por los
perros; entre los
que quedaron
se
cometieron toda clase de
crueldades, pues a unos les sacaban los ojos, a otros les arran-
caban
los brazos. El
autor citado pedía a
la
Corona que
dios culpables fueran castigados de acuerdo
con
los in-
de que no fueran quemados vivos, ni descuartizados por los perros, ni torturados en otras formas salvajes. 18 Quizás ni el rey, ni el Consejo de Indias, tuvieron oportunidad de ver el informe precedente. De todas maneras, al notar meses más tarde que los esclavos habían sido capturados en la llamada ** pacificación'*, la Corona se mostró más interesada en advertir a los españoles que una quinta parte de los esclavos debía venderse en beneficio de la real hacienda. 19 A la muerte de Diego López de Salcedo comenzó a gobernar Andrés de Cerezeda, el contador. Al mismo tiempo, y a Castilla;
las leyes
0}
El trabajo forzoso en América Central
pesar de las anteriores depredaciones, Cerezeda fue de la opinión que los indios rebeldes debían ser reducidos a la esclavitud y vendidos. Si se tomaban unos 2,000 de ellos, le decía al rey, la tierra no sufriría ningún daño. 20 Todavía existían pueblos con 200 a 500 jefes de familia, y algunos hasta con 800. La destrucción, sin embargo, continuaba bajo la administración de Cerezeda, y los pueblos eran objeto de pillaje y los habitantes sacados para entregarlos a los capitanes de los barcos, a cambio de vino, aceite y otras mercaderías.
Considerando las operaciones esclavistas de la época, el regidor Paz afirma que él vio a un capitán de Cerezeda, llamádose Alonso de Ortiz, sacar indios de su encomienda de Juticalpa, incluyendo un principal, de quien oyó decir que fue sacado en cadena. El pueblo tenía 500 hombres cuando comenzó a gobernar Cerezeda, y se trataba de uno de los mejores del valle. Ortiz lo despobló casi por completo. El mismo Cereze-
da hizo
igual cosa con sus propias encomiendas en el gran pueblo de La Haga (¿La Haya?) Otro encomendero más, Sancho Esturiano, limpió su encomienda de Sonaguera, sacando en cadena a toda la gente, de manera indiscriminada. Algunos de los indios fueron llevados en barco y otros por tierra. Un pueblo muy populoso de nombre Ylniga (?), fue despoblado por Diego Bravo, su encomendero; la gente de Taguala, que pertenecía a Diego Maldonado, fue sacada en su totalidad; y los indios de Papayeca fueron tomados como esclavos por Alonso de Pareja.
En esta forma, sin ninguna pretensión de legahdad, Cerezeda y sus seguidores cobraron sus propios beneficios a la población. Convertir en esclavos a los indios libres de encomienda, era algo contrario a la ley, sin duda alguna, y el hecho mismo de esclavizar a sus propios tributarios, demuestra su aversión a vivir tranquilamente del tributo y el trabajo de sus indios. Más aún, Cerezeda envió a algunos de sus españoles, junto con el mulato Antonio Herrera, a capturar y conducir a los naborías pertenecientes a los vecinos de Ciudad Trujillo.2i
Pedro Morillo, teniente gobernador en
la
época de
la inves-
tigación de Pedraza, dijo que en Honduras había habido una infinidad de gente y que, no obstante el daño hecho por Diego
'
65
El tráfico de ^clavos
López de Salcedo, todavía quedaban muchos para ser tomados por Cerezeda y sus hombres. Per Afán de Ribera, alcalde del rey, confirmó lo anterior y daba ciertas indicaciones en el sentido de que los asentamientos indígenas no siempre eran simples aldeas. En muchos pueblos él había visto 13 ó 14 cámaras donde se alojaban los caciques y principales **y ellas parecían reales aposentos de reyes y señores'*. En una de ellas habían dormido en una oportunidad de 50 a 70 hombres y cada uno había extendido su estera, sin tocar la del otro. **Y todo esto fue destruido", afirmaba Ribera, aporque los jefes que gobernaban en esa época, parecen no haberse dedicado a *
conquistar y pacificar, sino a destruir y robar, y por ello consentían que sus hombres hicieran las mismas cosas". 22 Antón de la Torre testificó que muy pocos indios fueron capaces de escapar de los esclavistas, y que quienes permanecieron en los pueblos y pertenecían a vecinos españoles, se re-
belaron ante las crueldades; a los padres e hijos encadenados les fueron sacados los continuaba diciendo De la Torre ojos. Recordó que el hijo de un cacique de la isla Guayava, llegó a Trujillo para ver a su señor y,
—
—
el dicho Andrés de Cerezeda llamó a este indio y con sus propias manos le puso una cadena en torno al cuello, le puso el collar y se lo llevó con los otros, Y viendo esto, otro principal del dicho pueblo, un hombre viejo, viendo cómo se ponía al indio en la cadena, vino llamando a la casa de este testigo; al mismo tiempo vino Cerezeda a despedirse de este testigo, y cuando el susodicho indio lo vio, huyó con tal prisa que rompió la pared de la casa, pensando que el dicho Cerezeda podía hacer lo mismo con ^/.23
Los testigos informaron que cuando la tierra estaba arruinada, y casi sin indio alguno, Andrés de Cerezeda y sus consejeros, incluyendo al padre Juan de Xvila, decidieron dejar el lugar. Entonces se dieron a juntar a todos los indios extraviados que podían encontrar y los enviaban a los puertos. Algunos de los esclavos fueron intercambiados por camisas, vino, aceite y otros artículos, y los restantes fueron embarcados en Puerto Caballos y Puerto de Sal.24
El trabajo forzoso en América Central
66
De modo
que, con base en los detalles de lo ocurrido,
de acuerdo en que el informe de Pedraza es exacto sin duda alguna. Sin embargo, habia obvias distorsiones: pareciera ser que la tierra estaba casi despoblada bajo Diego López de Salcedo, pero hay quienes afírman que cuando llegó Cerezeda todavía existían pueblos con poblaciones que iban de unos cuantos cientos a más de mil habitantes. La encomienda de Cerezeda en La Haga (¿La Haya?) tenía una población de mil hombres adultos, y se dijo que cuando aquél la abandonó estaba casi desierta. De seguro «e exagera cuando se afirma por los testigos que varios pueblos habían sido completamente esclavizados. Algunos de dichos pueblos sin duda quedaban desiertos cuando los indígenas huían a las montañas para escapar de los españoles. El regidor Gonzalo de Herrera dice que Cerezeda y sus compañeros se llevaron en el momento de su partida, más de 1 ,900 indios contados. Ni siquiera 50 de ellos retornaron alguna vez.23
muchos
testigos están
Cuando los barcos zarpaban con los esclavos, Cerezeda continuaba en tierra con otros cautivos, muchos de los cuales morían debido al cambio de clima y a lo escabroso del terreno. También la fatiga contribuía a elevar los índices de mortalidad, pues la carga de algunos indios consistía en pesados instrumentos de hierro y piedras de moler. Para colmo de penas, había escasez de comida, exigida a los indios para alimentar a los españoles. El mal trato y las enfermedades aumentaban el número de muertes a lo largo del camino. el Valle de Naco, donde los españotomaron provisiones pertenecientes a los nativos, y éstos
Cerezeda se detuvo en les
fueron reducidos a
la esclavitud.
En
esta
misma
expedición,
avanzaban de pueblo en pueblo. Cerezeda fundó una villa de españoles en el cercano Valle de Zura, que a la sazón tenía más de 25 pueblos de buen tamaño y con mucha gente. Los pueblos fueron destruidos y los cultivos arruinados por el ganado del mfsmo Cerezeda y del padre Avila. Si un indio osaba quejarse, era amarrado y azotado o bien arrojado a los hispanos
los perros.26
Resumiendo los cargos, Pedraza afirma que Andrés de Cerezeda, habiendo recibido órdenes del rey sobre no hacer más esclavos, se valió de un subterfugio para que aquellos que
El tráfico de esclavos
vivían en paz la esclavitud.
.67
como hombres libres, pudiesen ser sometidos a En efecto, ellos fueron acusados de crímenes
falsos, por los cuales podían ser exiliado^; de sus tierras a perpetuidad. Las lanchas se mantenían a distancia para llevarlos, y ya en los barcos eran cambiados por pesos de oro, espadas, machetes, aceite, vino y otras mercancías. Ya en calidad de esclavos, los indios eran llevados a Cuba, Santo Domingo y Jamaica. Si las afirmaciones de Pedraza no son exageradas, la
operación descrita debió ser en verdad muy provechosa, pues dicho testigo sostiene que cuando Cerezeda entró en el pueblo de Naco, había en éste de ocho a diez mil hombres, aparte de mujeres y niños, y en la época del informe de Pedraza, en 1539, no quedaban sino 250 indios varones. No cabe duda que desde la partida de Cerezeda habrían muerto muchos indios, ya por motivo de las pestes o por haber sido asesinados o sometidos a la esclavitud, pero seguramente una gran cantidad fue tomada por Cerezeda. Sólo uno de los soldados de éste, llevó 100 indios a la isla donde vivía, para su propio uso.27 La queja más común entre los españoles llegados a Honduras, era la de que la tierra tenía pocas riquezas que ofrecer a los colonos. Había indicios de oro y plata, pero pasarían años antes de que la minería se convirtiera en un negocio estable y de rentas apreciables. Inclusive si se tenía una encomienda, los tributos correspondientes eran tan pobres que se hacían poco atractivos, y se obtenía escaso beneficio del trabajo libre de los indios. El único incentivo era el tráfico de esclavos, que difícilmente podía conducirá una sociedad estable. En 1531 un testigo dijo que se habían realizado cuatro expediciones colonizadoras, pero que los capitanes decidieron no establecer pueblos, dada la escasez de carne seca y salada. Sin duda había otras razones poderosas, pero, en todo caso, las expediciones, organizadas inicialmente como aventuras de colonización, se convirtieron en meras correrías esclavistas. 28 La invasión de Hibueras (Honduras), por don Cristóbal de la Cueva y sus 60 hombres, bajo las órdenes del gobernador en ejercicio, Jorge de Alvarado, parece haber sido una de tales expediciones. Si bien el contingente al parecer buscaba un buen puerto para enlazarlo por carretera con Santiago, los españoles y sus 500 auxiliares nativos, empezaron a **correr" pueblos y a tomar muchos esclavos.29
as
El trabajo forzoso en América Central
Cristóbal de Pedraza escribió otros informes tan crudos
que
lo
colocan en
el
mismo plano de Las Casas, como un dado a
por los españoles. obispo de Chiapas, Pedraza merece más crédito. Entre aquellos contra quienes dirige sus ataques durante los años de la pacificación, se encuentra la figura más eminente de América Central en aquella época, el Adelantado Pedro de Alvarado. Cuando éste fue a pacificar la tierra a Honduras, llevó consigo cuadrillas, o sea grupos de esclavos destinados a buscar y trabajar posibles yacimientos minerales. También llevó otros indios como **amigos", o sea aliados sumamente efectivos. abierto critico del trato
Empero, menos dado a
los indios
la hipérbole
que
el
Una de las razones del gran éxito de Alvarado en cuanto a derrotar a las fuerzas nativas, consistia en su estrategia de inspirar terror entre sus enemigos, y en ninguna parte ello fue mejor demostrado que en la campaña de Honduras. Junto con las fuerzas españolas iban unos auxiliares nativos de Guatemala llamados achies, descritos por Pedraza como **la gente más cruel de las Indias y los más grandes carniceros y canibales". Agrega Pedraza que su corazón se quebró al ser
informado de
las horripilantes prácticas de esa gente. Su sola presencia aterraba a los relativamente pacíficos indios de Honduras, pues **como los nativos de esta tierra no comen
carne humana, ni han oído nunca de tales cosas, se quedan asustados y quietos". Los achíes capturaron a muchos hondurenos, que llegaron a sumar más de 6,000 personas, entre jóvenes y viejos de ambos sexos, y de los cuales unos 3,000 fueron hechos esclavos.
Pueblos que tenían de 400 a 500 casas cuando Alvarado llegó, sólo tenían cerca de 30 cuando Montejo arribó un poco más tarde. Los principales del pueblo de Taloa dijeron a Pedraza que de todos aquellos llevados como esclavos o comidos por los achíes, unos 200 pertenecían a su propio pueblo. 30
Los cristianos que marcharon con Alvarado eran vecinos de Guatemala y San Salvador, y sus intenciones no eran tanto las de poblar el territorio cuanto de tomar esclavos. En consecuencia, capturaron todos los indios que pudieron, sin considerar el daño hecho a la tierra, pues no abrigaban la idea de establecerse en aquellos territorios. Ellos sólo estaban en dis-
o
1
fB
El tráfico de esclavos
posición de saquear la tierra, según lo reconocían abiertamenSus amigos achíes formaban sus propias bandas en tanto se dedicaban al saqueo de los pueblos, aunque quizás sin que te.
Alvarado tuviese pleno conocimiento de sus métodos. Un vecino de Guatemala envió a uno de sus criados con la misión de reunir esclavos para él, y el sirviente marcó 120 a nombre de su patrón, además de otros indios libres marcados en su propio nombre y comprados a los auxiliares nativos. Estos esclavos, de nuevo, incluían mujeres preñadas o con niños de pecho, que eran tomados por la fuerza y encadenados. Niños entre 3 y 5 años eran tomados como esclavos. Algunos testigos dijeron que entre 1 ,000 y 1 ,500 indios murieron cerca de Trujillo, a consecuencia de los malos tratos y de los destructores efectos de la separación. Agregan tales testigos que más de 3,000 indios libres fueron tomados contra su voluntad, además de aquellos legalmente esclavizados. Muchos de los indios acudían a Pedraza llorando y pidiendo ayuda, pero éste por entonces casi nada podía hacer. 3
Honduras quedó de tal modo devastada, escribió Pedraza, que un pueblo que en la época de los gobiernos de López de Salcedo o Cerezeda hubiera tenido unos 1,000 indios pasó a ser un pueblo unas 1,000 casas, como alguien dijera sin un solo habitante hacia 1539. El decrecimiento de la población nativa fue tan drástico, afirmaba Pedraza, que un solo repartimiento de México, o la tierra de un solo conquistador o colono de dicho país, tendría más indios que todo el territorio de Honduras de uno a otro extremo. Pedraza aseguraba al rey que tales cosas no eran fábulas, y que él no creía que hubiesen 15,000 indios en toda la gobernación; mientras tanto, al decir de aquellos que acompañaron a Gil González Dávila y al marqués Hernando Cortés, el área tenía casi tanta gente como México. Allí había más orden y rase decía zón entre los nativos, quienes eran gente mejor dispuesta y mejor vestida, y más o menos con las mismas aptitudes que la gente de la Nueva España. Pedraza describía la vida pacífica en Honduras antes de la llegada de los españoles, y se lamentaba de la partida de Cortés y su lugarteniente Saavedra. El tráfico de esclavos continuó intacto hasta el arribo de Francisco de Montejo como gobernador. Poco después, Pedraza
—
—
—
—
El trabajo forzoso en América Central
7l9
escribía lo siguiente: **de acuerdo
con
lo
que
me ha sido infor-
[Montejo] no ha permitido que alguien saque una persona fuera de la tierra'*. Y^ según Pedraza,se hacía necesario que tal práctica continuase por dos razones:
mado,
él
Una, porque así estos nativos pueden ver que Su Majescomo su rey y señor y verdadero padre, devolverá a ellos sus hijos y mujeres y hermanos y esposos, como justo juez que él es; y la otra, que esta tierra sea poblada de nuevo, pues las cosas malas del pasado y la destrucción que ellos han hecho en los dichos pueblos y a los nativos de ellos. por los gobernadores o más bien los no gobernadores del pasado, desde el tiempo en que Diego López de Saucedo [Salcedo] y Ceregeda gobernaron aquL^^ tad,
'(
1
. .
franqueza mostrada por Pedraza en sus escritos, que en la realidad era más bien cirpidió expresamente que su relación se mantucunspecto, pues viera en secreto. Explicaba esta actitud diciendo que apreciaba a los "caballeros** implicados y no quería que sus opiniones escritas convirtieran sus relaciones con ellos en relaciones como **las de los perros en la calle**. Debe abonársele, no obstante, no ser de aquellos dados a criticar sin ofrecer soluciones, e incluía así sugerencias que implicaban ciertos sacrificios de su parte. Creía que los indios sacados de sus tierras debían ser regresados, y con tales propósitos pidió permiso a la Corona para ir a Guatemala a abogar por los nativos de Honduras, con la idea específica de separarlos de los españoles que los tenían en su poder. Otros indígenas habían sido llevados ilegalmente a varios lugares, como Cuba, y él trataría de que también éstos retornaran. Pese a
la
se tiene la impresión de
Los
justicias **y otros
buenos hombres**
le
ayudarían y los
prelados de las regiones adonde hubiesen sido llevados los esclavos y hombres libres, podrían ser conminados a extender cartas de excomunión contra quienes obstruyeren la justicia. Ninguna apelación sería permitida a quienes tuviesen indios injustificadamente; antes bien, tan pronto como se estableciera el origen de los indios, se ordenaría su inmediata libertad. Los arreglos correspondientes al retorno no debían dejar-
El tráfico de esclavos
,
71
,
en manos de los propios nativos, pues los cristianos podían no deseaban partir sino permanecer en los lugares donde se encontraban. Y ello decía Pedraza **es contra la verdadera naturaleza, pues cada uno quiere y desea vivir y morir en su propia tierra nativa, como lo sabe bien Su Majestad**. Tanto pesaban las injusticias en su conciencia, que el obispo se proponía ir a todos los lugares donde fuera necesario repatriar indígenas, y lo haría a sus propias expensas, como una misión personal. 33 se
intimidarlos a fin de que los indios dijesen que
—
—
Parece claro, según lo entendía Pedraza, que
Montejo respecto a
la esclavitud, era
más
la política
de
severa que la de
cualquier otro gobierno anterior en Honduras. Empero, el papel de Montejo en toda la cuestión de la esclavitud, es mucho más controversial. Montejo, en efecto, fue acusado de tomar un gran número de esclavos en Yucatán, y parece ser que algunos de ellos fueron vendidos a fin de reunir fondos para sufragar su expedición a Honduras. Si fuéramos a tomar en cuenta otro testimonio específico sobre la misma cuestión, no se podría decir con certeza que el Adelantado se opuso a la esclavitud desde un principio, a menos que hubiese tenido la idea de cambiar sus intenciones. 34 La esclavización de 50,000 indios en Yucatán, de la cual se le acusa directamente, sobrepasa con creces cualquier operación similar conocida en
Centroamérica. Escribiendo desde Yucatán en 1534, Montejo decía que los españoles sufrían grandes penalidades sin esclavos, y que él había enviado algunos de éstos a México para traer un cargamento de artículos de hierro, mas los mismos habían sido liberados por otros españoles. Pidió a la Audiencia de México que se le permitiera hacer esclavos de rescate y guerra, pues la
no tenía otra cosa qué ofrecer y por ello mismo 200 de hombres habían salido ya con destino al Perú. 35 No obstante todo lo anterior, Montejo parecía haberse moderado bastante en Honduras, pese a ciertas quejas referentes a la entrada de españoles de Guatemala, los cuales llegaban con
tierra
sus
sus cuadrillas de esclavos para dedicarse a la explotación mi-
nera en Honduras. Tres o cuatro mineros de este territorio, cada uno con unos 15 ó 20 esclavos, habían encontrado oro, pero luego llegar oa los foráneos, con sus grandes cuadrillas
El trabajo forzoso en América Central
72
de esclavos, y les echaron fuera. Montejo, asimismo, estaba presionado por los vecinos y, a pesar de sus esfuerzos por controlar los abusos, admitió que había un considerable comercio de esclavos, debido a la pobreza de la tierra.36 Chamberlain agrega lo siguiente:
La
política de Montejo desagradó a los colonos, acostumbrados como éstos estaban a desobedecer las disposi-
ciones reales enderezadas a proteger a los nativos, y a depor sus propias inclinaciones para hacer
Jarse llevar
Más o menos en la época de la gran revuelta general (1537), los colonos pidieron a Montejo que, por un periodo de seis meses, permitiera la esclavitud de los indios mayores de 15 años, bajo las condiciones hasta entonces permitidas por las leyes. Ellos dijeron a Montejo que tal medida era necesaria para evitar el abandono de la provincia, pues ellos no podían mantenerse por sí misesclavos.
mos sin un
-
suficiente número de esclavos. Bajo esta preMontejo cedió un tanto y, contra su voluntad, aprobó la petición, estableciendo, sin embargo, que las
sión,
disposiciones reales debían observarse con sumo cuidado. Se daba cuenta de que sería difícil aplicar las leyes correspondientes y que, dadas las circunstancias, se hacía necesario atender temporalmente las necesidades de los colonos. Escribió a la Corona pidiendo aprobación a las
medidas tomadas, 5
práctica.
las cuales,
en tanto, se pusieron en
No obstante, parece que no se tomaron muchos
esclavos en el período señalado de los seis meses. 37
La Corona, empero, puso oidos a los argumentos en contrario y claramente prohibió a Montejo permitir la exportación de esclavos. "Esta cédula, que llegó después del sofocamiento de
la revuelta general —escribe Chamberlain—, reforzó la mano de Montejo en cuanto a atacar la esclavización indiscriminada y evitar el extensivo comercio de esclavos*'. 38
Las restricciones ofíciales parecen haberse combinado con la reducción de la población nativa, para dar paso a un control bastante adecuado de lo que habla sido un floreciente comercio de esclavos en Honduras. .
Ei índico de esclavos
-r
..
73
En 1539, sin embargo, en tanto sostenía que ningún vecino de Honduras tenia esclavos en su poder, Montejo se quejaba de la falta de esclavos como una verdadera penalidad, pues los españoles no podían extraer oro de las minas sin la ayuda de aquéllos. Por consiguiente, estaba en favor de permitir unos pocos esclavos, quizás de otras provincias, para trabajar en las minas conjuntamente con algunos naborías voluntarios. A petición de sus hombres, que amenazaban marcharse, Montejo concedió licencia para marcar mujeres mayores de 15 años, lo cual se podría hacer por un período de 6 meses; más tarde, empero, insistió en que tal cosa se había hecho de acuerdo con las leyes reales y que, en todo caso, no se habían marcado más de 20 mujeres. En esa época —1545— decía que sólo unos tres o cuatro vecinos estaban sacando oro, con unos 15 ó 20 esclavos cada uno. 39 Todavía en 1540, el cabildo de Trujillo se quejaba de que, en contra de la ley, 20 indígenas libres, junto con algunos legítimos esclavos, habían sido embarcados y transportados a la fuerza. En 1543 se enderezó una causa criminal contra Miguel Díaz, vecino de la ciudad de Gracias a Dios. Se le acusaba de que en 1541, y un poco antes, había ido al pueblo de Alcatoa, en Hondura^, y había pedido al cacique que le diera esclavos para trabajar en las minas. Cuando no se le dieron todos los que quería, Díaz envió a sus negros a matar a los caciques y a varios indios. Luego de ahorcar a líderes nativos se procedió a quemar sus casas y sementeras. Díaz regresó después al pueblo, junto con sus amigos negros e indios, y mató tres caciques más, ahorcó a otros hombres y mujeres, quemó graneros, y secuestró muchos muchachos indígenas para hacerlos esclavos. Y en tanto la gente de su encomienda estaba todavía de paz, Díaz, sin causa aparente, amarró a muchos indígenas y los puso en el cepo. Otros menos afortunados fueron colocados en galeras, donde luego fueron quemados. Con el objeto de aterrorizar a otros, según se alegó, Díaz los puso en la cárcel a fin de que hicieran lo que él ordenaba. Muchos indios fueron entonces cargados con bultos excesivamente pesados y llevados a las minas de Cuyapeque, distantes más de 60 leguas, a consecuencia de todo lo cual murieron muchos de ellos.^ Otras actividades esclavistas ilegales consistían en la
74
El trabajo forzoso en América Central
venta de indios de encomienda, lo cual se prolongó hasta 1546.41
No menos críticas eran las amenazas a los indios libres de Nicaragua, donde los esclavistas actuaban con pocas restrícciones. Después de su visita a esa atribulada provincia en 1544, el licenciado Diego de Herrera informó que allí se cometían muchos excesos en el comercio de los esclavos.42 Si bien eventualmente cayó bajo la jurisdicción de Guatemala, Nicaragua fue saqueada antes por hombres procedentes de Panamá; el primero de ellos fue Pedradas Dávila, quien, de acuerdo con la versión de Las Casas, entró como "lobo hambriento** a devorar a las **ovejas**. El licenciado Francisco Castañeda,43 el alcalde mayor, se opuso en 1529 a que se marcaran los indios libres, y cuando requirió del alcalde ordinario de Granada la necesaria información para identificar a los nativos llevados fuera de la provincia, el gobernador Pedrarias Dávila se mostró muy enojado con él. El gobernador mismo habla estado concediendo licencias para hacer esclavos, y por esta razón los indios estaban desapareciendo. Castañeda fue informado que las licencias se hablan otorgado para un número de 3,000 esclavos. v ,
i
Poco tiempo después, y quizás debido a
la reducción de la para el trabajo en las minas, Pedrarias ordenó que no se exportaran más esclavos. Dos capitanes de barcos anclados en puerto ignoraron tales órdenes y cargaron sus embarcaciones con indios, asi esclavos como libres. Dichos capitanes no permitieron una inspección a boi]do, de los enfurecidos funcionarios. Este fue un asunto que causó gran escándalo y alboroto, pues los barcos finalmente se marcharon a Panamá, sin que Pedrarías hiciera nada para evitar la flagrante transgresión, pues los dueños de los barcos eran cer'\í: canos amigos suyos.
mano de obra
Nicaragua, al igual que Honduras, era una tierra pobre, que sólo producía maíz y cacao. Aunque ambas provincias podían llegar a producir plata y algo de oro, en los primeros años de la colonización la única empresa rentable era el tráfico de esclavos. Quienes buscaban corregir las injusticias se veían frustrados, pues para presentar la denuncia correspondiente era necesario hacer una larga jomada a Santo Domin-
75
Ei trafico de esclavos
go. Se nombró un funcionario en el cargo de Protector de los Indios, pero, según Castañeda, el mismo no hacia nada, y el cargo fue objeto de burlas. En consecuencia, Pedrarias se salió
por fin con
las
suyas .^
Lo anterior no quiere decir, sin embargo, que los abusos pasaran siempre desapercibidos. Por ejemplo, Rodrigo Núñez, un vecino de León, probablemente sin ninguna particular amistad con Pedrarias, fue objeto de un proceso formal. Se le acusaba de haber llegado por la noche al lugar donde estaban sus indios de encomienda, capturando a algunos de ellos y marcándolos en las caras como sus esclavos. Se señalaba también que el acusado habia forzado a los caciques y a otros principales a buscar para él más "esclavos**, y cuando éstos no fueron enviados, aquéllos fueron azotados.^5 años del gobierno de Pedrarias se hicieron muchos esclavos, y las ciudades de León y Granada se convirtieron en los cuarteles generales del tráfico consiguiente. Este se tornó muy animado entre Nicaragua y Panamá y otros puntos más al sur. El gobernador mismo se vio envuelto en el negocio, y entre otros españoles prominentes que obtenían grandes beneficios se encontraba Hernando de Soto. En Panamá los indios eran subastados en el mercado de esclavos, y algunos de ellos destinados a centros de trabajo situados en el Perú.^
Durante
los largos
la muerte de Pedrarias en 1531, Castañeda decargo de gobernador de 1531 a 1535. El tenor de su correspondencia con la Corona refleja un sincero interés por la condición de los nativos. Castañeda decía que había tratado de poner coto a la exportación de indios a Panamá, pero Pedrarias, tomándolo como enemigo suyo, le habia hecho objeto de diversos ultrajes, diciéndole a los vecinos que habia sido él. Castañeda, quien habia evitado la prosperidad de todos ellos en el comercio de esclavos. Castañeda afirmaba que, en su calidad de gobernador, no había dejado salir un solo indio, aun cuando los españoles le rogaban para obtener una licencia, prometiendo el futuro regreso de los afectados. Muchos nativos habían sido llevados como "sirvientes** a Panamá o Perú, en el entendido de que regresarían con sus
Después de
sempeñó
el
El trabajo forzoso en América Central
76
patronos; sin embargo, muy a menudo ellos fueron vendidos r y nunca más vieron a sus familias de nuevo. •
Castañeda habla de un serio decrecimiento de la población, pero ello se debe —decía— a "nuestros pecados". Hace referencia a la epidemia que asoló la ciudad de León y el área circunvecina, y de la cual murieron muchos nativos con dolores de estómago y fiebre. Cerca de dos tercios de los indios tenían» tumores. La peste afectó a los indios de todas las categorías agregaba Castañeda y las muertes no podían atribuirse a los malos tratos. Si la enfermedad no se hubiera extinguido, según la opinión de Castañeda, pronto no hubiese quedado nadie para mantener a los españoles radicados en la provincia. Castañeda pidió al rey mandar que los indios esclavizados por rebelión no fueran sacados de la tierra, a fin de que pudieran mantenerse los pueblos. ^7 Los regidores de León se mostraron del mismo modo preocupados por la reducción de la mano de obra. En 1531 y haciendo alusión a una cédula anterior (Burgos: 29 de noviembre de 1527), por* la que se autorizaba a los vecinos a to-
—
—
,
mar
esclavos entre los indios, aquellos regidores leoneses pidieron que se promulgara una ley contra el tráfico de esclavos, debido a los excesos registrados en el mismo. Al propio tiempo pedían se les eximiera del pago del quinto real y de otros impuestos relacionados con los esclavos.^8 Entretanto, los vecinos de Panamá describían el descenso de la población nativa en dicha zona, como un resultado de una epidemia desastrosa. Ellos deseaban importar esclavos y naborías de Nicaragua, y también del Perú, pero sólo en el caso de aquellos condenados a muerte.49 Cualquiera que hubiese sido la respuesta de la Corona, el tráfico continuó de todas maneras. El licenciado de la Garra, en tres cartas fechadas en 1533, hablaba de las continuas injusticias cometidas por el factor Miguel Juan de Ribas, quien llevaba esclavos de Nicaragua hacia Pa-
namá. 50
Como
caso de muchos otros. Castañeda encontraba de otros, pero otro asunto muy diferente por cierto era el tratar por sí mismo con iguales problemas. El, también, se sentía compehdo a aplacar a los desesperados colonos. En carta de 1533, dirigida
en
sumamente
el
fácil criticar la política indigenista
El tráfico de esclavos
al rey,
gado
,
•,
^
daba cuenta de una epidemia de viruela que había vida de unos 6,000 indígenas, lo cual había tenido
la
en
77
sese-
trabajo de la explotación de minas. Además, las rebeliones indígenas habían dado como resultado la muerte de los cristianos en algunas nuevas minas. Los indios chontales eran especialmente belicosos, y sus constantes ataques habían perturbado la operación de las minas. En consecuencia, solicitaba permiso para someterlos a la esclavitud y poder de ese modo sacarlos de la tierra, ya que, en su ausencia, los esclavos negros podrían trabajar productivamente las minas. Se tenía como algo decisivo para el poblamiento de Nicaragua el hecho de que los vecinos estuvieran contentos, en especial tomando en cuenta el buen éxito registrado en el Perú, por el cual se sentían atraídos muchos españoles. Por otra parte, la ubicación de Nicaragua como un puerto de salida hacia Perú, hacía de ella un emporio para el comercio de esclavos. Los indios se necesitaban no sólo como sirvientes y para otros servicios personales, y por ello muchos fueron llevados a Panamá y Perú para ser vendidos. Las mujeres servían para los mismos propósitos, y algunas simplemente eran alquiladas a los marineros, que deseaban compañía en sus viajes. 51 rias repercusiones
el
Castañeda, que antes había escrito sobre su preocupación por los infortunados nativos y sobre sus esfuerzos por ayudarlos, ahora aparecía él mismo en la picota de la crítica. Los regidores de Granada escribían en 1535, que durante los cuatro años o más del gobierno de Castañeda, las injusticias cometidas eran espantosas. La marcación de esclavos continuó con la aprobación de la Corona, aunque solían ignorarse las condiciones estipuladas, lo cual producía resultados desastrosos.52
Un
edicto real
promulgado desde 1534, estaba orientado a
a la exportación de indios; permitía la esclavitud de los prisioneros tomados en justa guerra, pero prohibía su venta y la remoción de sus provincias nativas. 53 Por aquella época, en febrero de 1535, se anunció en Santiago de los Caballeros de Guatemala, que Alvarado se había marchado en una expedición de un año hacia el Perú. Su ejército, según Francisco de Barrionuevo, incluía 4,000 indios, Ips cuales al
poner
fin
Eí trabajo forzoso en América Central
78
marcharse dejaban más despobladas las provincias de Guatemala y Nicaragua. Para empeorar las cosas aun más, decía Barrionuevo, muchos de aquellos indios nunca retornarían, pues morirían por la falta de comida en las nuevas tierras o por los severos cambios de clima. 54 Uno de los prímeros colonos de Nicaragua escribía en 1535, que las cosas se habían deteriorado porque allí se producían millares de abusos y ni un solo juicio de residencia,55 y que a pesar de la generosidad de la tierra las condiciones eran malas. El cambio de gobernadores y las rencillas entre los españoles se sumaban a los disturbios en las comunidades indígenas. La preocupación de los nativos era tal, decía un cronista, que "por dos años no habían dormido con sus mujeres a ñn de que no nacieran más esclavos para los castellanos". 56 Una razón por la cual la ley era burlada con tanta facilidad, era la de que los transgresores muy raras veces eran traídos ante la justicia, y si tal cosa ocurría, sólo eran objeto de multas menores. Castañeda condenó a muerte, por "sentencia definitiva" y en ausencia, a Juan Fernández, dueño de un galeón, convicto de transportar a muchos indios libres al Perú y a otros lugares. Cuando Fernández regresó a Nicaragua, sin embargo, fue perdonado, debido según se dijo a que Diego de Almagro envió desde el Perú una corona de oro valorada entre 1,000 y 2,000 pesos, la cual debía entregarse a Castañeda a cambio de la vida del capitán Fernández. Otros testigos dijeron que se habían entregado vasos de oro al alcalde y al notarío, para obtener su favor en el caso. En su defensa. Castañeda dijo que la sentencia de muerte contra el ausente Fernández sólo había sido un ardid necesario, a manera de advertencia dirigida a los capitanes de barcos que estaban sacando muchos indios sin las correspondientes licencias. Indicaba que nunca había tenido la intención real de ejecutar a Fernández y, finalmente, negaba haber recibido el obsequio en cuestión. 57 El comercio ilegal persistió, asimismo, porque los funcionarios con frecuencia eran parte de las transacciones. De nuevo. Castañeda fue acusado de permitir a Alvarado anclar en el puerto del Realejo, llevando esclavos ilegales de Guatemala. Todavía peor, decían los cargos, permitió a Alvarado hacer más esclavos en Nicaragua y llevarlos fuera del país, todo lo cual se hizo a cambio de más de 1,000 pesos. También permitió a otro español llevar indios libres al Perú, a cambio de un regalo de la encomienda del español. un sobrino suyo y a otro capitán de quien era amigo cercano, se les permitió
—
—
A
El tráfico de esclavos
79
también exportar indios, algunos de ios cuales provenían de encomiendas. 58 El alcalde ordinario, y en cierto tiempo lugarteniente de Castañeda, Fernando de Alcántara, fue acusado también de permitir la sacada en barco de muchos indios libres. 59
Otro lugarteniente de Castañeda, Luis de Guevara, también fue implicado. Los libros de registro mostraban que él permitió el paso de 206 indios hacia Panamá y Perú. 60 El tesorero, Pedro de los Ríos, también había sido lugarteniente del gobernador, y de igual manera fue acusado de delitos similares. Se afirmaba que había otorgado licencias para embarcar 80 indios, lo cual constaba en los libros de registro, y que por otro lado, él mismo había tomado 100 más, que nunca fueron registrados. También fue acusado de permitir a varios españoles capturar y retener indios e indias libres, con la intención de llevarlos a la conquista de la Nueva Segovia. El tesorero dijo en su defensa que sólo había tomado ocho o diez indígenas para llevarlos a Panamá. Estos además, afirmaba, habían sido registrados, y si alguno había muerto había sido por fiebres. Los indios llevados a Nueva Segovia, agregaba el acusado, eran rebeldes culpables de la muerte de varios españoles. 61 Si bien la Corona ordenó que los indios de Nicaragua fueran liberados y devueltos a sus provincias, todo parece indicar que
una orden no cumplida con gran efectividad; y no obstante las afirmaciones de los oidores de Santo Domingo, en el sentido de que estaban tomando las medidas nece-
se trataba de ello,
sarias para liberar a todos aquellos injustamente esclavizados en Honduras y Nicaragua y, además, tratando de castigar a los culpables.62 Años más tarde la Corona hacía nuevas reconvenciones, pues los españoles seguían comprando ilegalmente indios libres en Nicaragua, los cuales adquirían a precios bajos y vendían más caros en otros territorios coloniales. Una vez más, se ordenó liberar a los nativos y regresarlos a expensas de quienes los habían llevado fuera. 63
Los
esclavistas habían estado efectuando su comercio con reimpunidad, pues ya en 1535 era gobernador de Nicaragua Rodrigo de Contreras, yerno de Pedrarias Dávila. Contreras, cuyos intereses económicos eran varios, no sólo permitía sacar esclavos del Realejo, sino él mismo invadió Costa Rica y capturó esclavos para sí, tomándolos de otros españoles dedicados a pacificar la región. 64 Hacia 1545, fue lativa
80
El trabajo forzoso en América Central
acusado de permitir
la salida de Nicaragua de unos 500 inprovidencia alguna para asegurar su retorno.65 Además de los indios embarcados hacia Panamá y Perú durante su administración, otros más, calculados entre 300 y 500, fueron tomados por Contreras durante la conquista de la región del desaguadero del Rio San Juan, la salida natural del Lago de Nicaragua. Contreras permitió que algunos españoles salieran ** rancheando", es decir, atacando y capturando indios, algunos de los cuales eran robados de las encomiendas. De aquellos llevados al desaguadero, muchos pere-
dios,
sin
tomar
cieron.
Al hacerle saber los cargos, Contreras dijo que no se le el haber tomado indios a la fuerza. Era verdad —decía—, que había tomado algunos vagabundos, y aun en estos casos había sido con la voluntad de los mismos, y sin llevarlos en cadena, como lo afírmaban sus detractores. Sin los podia probar
servicios de los indios, los soldados se rehusarían a
ir
en
la ex-
pedición. Si algunos nativos morían, ello era a consecuencia
de enfermedades que también mataban españoles, y no precisamente -insistía Contreras— como resultado del trabajo excesivo o de malos tratos. Por otro lado, sostenía que había liberado esclavos traídos ilegalmente de San Miguel, por un tal Juan Diez Guerrero. Cuando ellos arribaron al Puerto de la Posesión (Realejo), en dirección a Panamá, ¿1 los había sacado del barco y los había regresado a sus provincias en canoas. Era cierto —admitía— que algunos indios habían sido sacados de Nicaragua durante su ausencia, y é\ había permitido salir a otros no nativos del país. Los españoles que abandonaban la provincia eran autorizados a llevar cinco o seis indígenas para su servicio personal, en el entendido de que los
mismos
serían regresados.
En cuanto
a la esclavitud de los indios de encomienda, Contreras hacía notar que cuando menos un encomendero que había marcado indios de su pueblo había sido privado de la encomienda y encarcelado.66 De todo esto se obtiene la impresión de que Contreras en algunas ocasiones efectivamente cumplía la ley, pero era menos escrupuloso cuando los implicados eran cercanos amigos suyos. Parece ser que sólo seguía la política establecida del cumplimiento selectivo.
Y
si
1
Ei tráfico de esclavos
8
bien el tráfico de esclavos en Nicaragua disminuyó gradualmente, todavía en 1548 se daban casos de naborías y otros
indígenas libres marcados y embarcados hacia
el sur. 67
Como
una ciudad situada tierra adentro, Santiago de Guatemala fue menos un centro para el tráfico de esclavos, que aquellos establecimientos cuyas condiciones portuarias facilitaban la operación de escurrir a los indios en los barcos dedicados a dicho negocio. La provincia de Guatemala en su totalidad, sin embargo, debido a su densa población, fue una fructuosa plataforma para los traficantes. Su proximidad a México la hacía también atractiva a los tratantes, quienes solían enviar indios al norte; así, el número de guatemaltecos en México, al parecer llegó a ser considerable. Con frecuencia había pretextos para hacer esclavos de guerra, debido a los aislados focos de resistencia o a las rebeliones entre los indios ya pacificados. Los casos más flagrantes eran los de aquellos esclavistas que, sin pretensiones de legalidad, descaradamente, invadían los pueblos de encomienda y secuestraban a los indios libres. Los funcionarios reales se quejaban de que antes del retorno de Alvarado como gobernador, el capitán Martín de Estete, enviado por Pedrarias, había entrado en San Salvador e invadido seis encomiendas, llevándose 1,500 pacíficos nativos como esclavos. Una fuerza de resistencia integrada por vecinos expulsó a los intrusos, quienes dejaron abandonados a un millar de cautivos. Los 500 restantes ya habían sido enviados en servidumbre a León. 68 Fray Pedro de Ángulo escribió acerca de 700 indios tomados como esclavos sólo en el pueblo de Tecucitlán.69
Entre los esclavistas más activos figuraba Pedro de Alvarado. Según se decía, tenía U 500 esclavos marcados trabajando en sus minas (lavaderos de oro), y hacia el verano de 1531 había fundido una cantidad equivalente a 12,000 pesos. 70 Más tarde, cuando entabló un juicio para recobrar algunas propiedades perdidas durante su viaje a Honduras, Alvarado sostuvo que tenia 17,000 castelíános, provenientes principallos esclavos y su trabajo en las minas. Montejo, empero, quien fue testigo principal en el proceso, respondió que en los 15 meses de la estadía de Alvarado en Honduras, los esclavos de éste no habían reunido ni siquiera 3,000 castella-
mente de
El trabajo forzoso en América Central
$2
nos, y agregó que las ganancias de Alvarado habían costado la vida a la mitad de los esclavos de sus cuadrillas. '^^
En
el
juicio de residencia de 1535,
Alvarado fue llamado a
declarar por haber sacado indígenas de sus habitats nativos,
aunque algunos de ellos eran en realidad esclavos. La diversidad de los intereses del Adelantado requería una considerable mano de obra, y de allí que moviera indios a discreción. Cuando se marchó a Honduras, llevó esclavos de Guatemala para sus cuadrillas de minas, y algunos de los que sacó de San Salvador fueron enviados a México. Además de todo ello, fue acusado de fletar un barco con 200 esclavos a Panamá y, en tanto esto parecía del todo ilegal, él mismo declaró tener una licencia especial de España, en la cual se le autorizaba la susodicha transacción. De todas maneras, la operación fue frustrada cuando el barco fue obligado a regresar. Infortunadamente, el percance terminó con la muerte de algunos indios ahogados. 72
En la preparación de su ambiciosa expedición al Perú, Alvarado usó liberalmente los indios disponibles, así los libres como los esclavos. Muchos fueron usados para acarrear equipaje a León, y a su vuelta algunos fueron matados por guerreros nativos. Según un testigo, los barcos de la armada salieron ''cargados de esclavos y maceguales**. El cargo ofí-
formulado posteriormente, indicaba que Alvarado había 1 ,184 indios. A todos los compañeros del Adelantado se permitió tomar esclavos. De acuerdo con su status un soldado podía tomar de 2 a 8 indígenas a su servicio. La mayor parte de los esclavos sobrevivientes en esta aciaga expedición, fue vendida en el Perú. 73 cial
tomado
Acusado de permitir que su hermano Diego vendiera a sus encomienda como esclavos, Alvarado contestó que Diego había prestado grandes servicios al rey, y no obstante ello tenía grandes deudas. La concesión perseguía poner a indios de
Diego en condiciones de ordenar sus asuntos, de modo que pudiera prestar servicios adicionales a la Corona en el Perú. 74 Otros españoles contribuyeron también a reducir la población por medios similares, y hacia 1543 se dijo que ''en aquellas provincias*' se habían perdido más de 14,000 indios.73
83
El trafico de esclavos
La zona fronteriza de Chiapas, entre Guatemala y México, fue también escenario de una considerable actividad esclavista. Un informe del cabildo, de fecha 1537, daba cuenta detallada de una expedición realizada no precisamente por renegados, sino por españoles comandados por el capitán Francisfines de 1535, Gil co Gil, quien ostentaba autoridad oficial.
A
gobernador Alvarado a fundar un poblado en el valle de Tequepán-Pochutla, a fin de que los indios de la región no tuvieran que recorrer todo el camino hacia San Cristóbal para entrar en contacto con los españoles. Gil salió con unos 40 españoles y algunos nativos aliados tomados de las encomiendas de San Cristóbal. Tenia instrucciones de dar al nuevo pueblo el nombre de San Pedro. Los españoles permanecieron en Tequepán-Pochutla por varios dias, durante los cuales causaron disturbios entre los habitantes; luego, en vez de asentarse normalmente en el lugar, Gil se movilizó hacia el Rio Tanochil, en la provincia del mismo nombre, donde estableció el pueblo español. Como tal comportamiento significaba el incumplimiento de órdenes expresas, el capitán procedió a entregar el mando a Francisco de Montejo, poniéndose él mismo bajo las órdenes de éste. Montejo, entonces gobernador de Yucatán, nombró a Gil como teniente gobemafue enviado por
el
dor.76
fundación de San Cristóbal, efectuada unos años Tequepán-Pochutla habian entregado sus tributos y servicios a los vecinos españoles de San Cristóbal. Mas con la fundación de la Villa de San Pedro, la cual no estaba llamada a cambiar la situación de las encomiendas, Gil y sus compañeros intervinieron y se apoderaron de los indios de encomienda pertenecientes a otros españoles. Intimidaron a la gente de Tuni (Xitultepeque), Tesco, Nogango, Ocingo (¿Ocosingo?), Suteapa (¿Suchiapa?) y otros pueblos. Gil les hizo saber que se proponía llevar 200 esclavos a la ciudad de México, y asegurar otros tantos para vender a los tratantes de
Desde
la
antes, los indios de
la zona.
A
efecto de cumplir tales ambiciones, Gil se trasladó a pueblos pacíficos cercanos. Primero asaltó Tila, pueblo de encomienda de Francisco Ortes, donde hizo dos o tres entradas de guerra, pero falló en tomar algún esclavo. Acudió en-
,
84
El trabajo forzoso en América Central
tonces a medios más sutiles y acampó con sus hombres en un pequeño caserío en las afueras de Tila, llamando a la gente a venir de paz. Los detalles exactos de lo que ocurrió a continuación aparecen un tanto oscuros en los relatos diversos de los testigos, mas en todos ellos de manera uniforme se condena a Gil. El informe del cabildo dice que Gil hizo guerra injusta contra los pueblos, sin ninguna otra razón que la de aprovechar la oportunidad de hacer esclavos. Se refiere cómo Gil exigió la presencia de 14 señores y principales, a quienes demandó un cierto número de cargadores o tamemes. Cuando éstos le fueron enviados, Gil procedió a marcarlos como esclavos de guerra. Después de que el capitán hubo tomado su parte, el resto de los cautivos fue dividido entre sus compañeros, en tanto los 14 señores de Tila fueron condenados a la hoguera. A otro señor del lugar le fue cercenada la nariz y una mano, y se le colgaron al cuello; luego, fue enviado donde.estaba su gente, a manera de advertencia.
Cristóbal de Aguilar declaró que cuando Gil llamó a la gende Tila a venir de paz, cerca de 70 lo hicieron así, y Gil pidió a éstos que le ayudaran a hacer la guerra. Esa misma
te
noche muchos de ellos huyeron, pero los 26 que quedaron fueron amarrados y llevados a Tila y aquí la mitad fue
quemada nuevo
y
la
otra reducida a la esclavitud. Cuando Gil de para venir de paz, sólo dos señores lo
citó a los indios
enviado a traer otros más, pero como no regresó ni siquiera mismo, el señor que había sido retenido sufrió el cercenamiento de la nariz y una mano y luego fue liberado. Lucas de Beneciano declaró que al ser llamados los indios de Tila, algunos dijeron ser principales y llegaron con varios tamemes; los señores, entonces, fueron quemados y los otros marcados con fierros de guerra en sus caras, y fueron divididos entre los españoles. De acuerdo con Antón Portugués, dos principales y seis o siete nativos comunes contestaron el llamado. Dos indios fueron enviados de regreso con el fin de convencer a más gente que viniese, en tanto los otros eran amarrados. A la gente de Tila se le dio un plazo de tres días para escoger entre somehicieron
así:
uno de
ellos fue
él
f.
El tráfico de esclavos
.
'
j
.
I
35
de los españoles o ver quemados a sus viniera ninguno, ni siquiera los propios de los principales fue quemado, y al otro se
terse a las exigencias líderes.
Como no
mensajeros, uno le cercenó la nariz y una mano y se le colgaron al cuello. Este hombre desfigurado fue remitido hacia donde estaba su gente, para llevarles el mensaje de Gil; el mensaje decía simplemente que debían armarse y prepararse porque él, Gil, regresaría a hacerles la guerra en un mes. Los restantes cinco o seis indios todavía en poder de los hispanos, fueron marcados. Unos 15 ó 20 días más tarde —recordaban los testigosIos españoles tomaron a un indio de Tila, quien les refirió que unos 60 aborígenes venían hacia el cuartel español cuando encontraron en el camino al principal mutilado y entonces dieron marcha atrás de una vez por todas. El capitán Gil marchó luego hacia el pacífico pueblo de Petal?ingo, el cual estaba sujeto a los vecinos de Tila y daba también servicio a Francisco Ortes. Luego de establecer su cuartel unas dos leguas fuera del pueblo, Gil envió un mensaje a los señores del mismo. Uno de éstos vino hasta los españoles, acompañado de unos 40 de los suyos y trayendo regalos
de miel. Los indios fueron mandados a limpiar el camino ese siguiente fueron destinados al trabajo para el cual Gil había hecho que vinieran, esto es, acarrear sus pertenencias. De 20 a 25 fueron tomados como tamemes y se les obligó a hacer una jornada de un día una vez estuvieron atados y marcados como esclavos. Al siguiente día Gil envió a su maestre de campo, Lorenzo de Godoy, y a cinco de sus hombres (otra fuente dice que eran ocho), de regreso a Petalcingo, con órdenes de quemar el pueblo y tomar todos los esclavos que pudieran. El plan, empero, se frustró cuando los invasores encontraron el pueblo quemado y desierto. Ante dicho estado de cosas, Gil y su pandilla se encaminaron al pueblo de Yzcatepeque, tenido en encomienda por Bernaldino de Coria. Antes de entrar en el poblado, los españoles agarraron dos o tres indios encontrados en el camino, y los marcaron. Cuando vinieron otros a dar vituallas a los hispanos, también fueron capturados sin mediar provocación, y se les destinó al hierro. Un comerciante que había pasado antes por el lugar había descrito a esa gente como amigable, reía-
mismo día, pero al
^í^
El trabajo forzoso en América Central
tando cómo
le habían proveído de comida. El cabildo denunque 200 hombres, mujeres y niños, fueron sacados del pueblo, mas un testigo que permaneció en el cuartel dijo que sus compañeros habían regresado con sólo 60 escla-
ció después
Suteapa, pueblo perteneciente a un vecino de San Cristópor Lorenzo de Godoy. Muchas mujeres y niños huyeron por temor a los cristianos, pero varios señores dieron a éstos vituallas y servicios. Godoy, ** deseando tener un pretexto para decir que el pueblo se había declarado en rebeUón'', ordenó volver a todos los indios, dándoles un plazo de tres días para cumplir la orden. Los que habían permanecido en el pueblo pidieron a los españoles salir primero ellos, es decir los hispanos, para que los indios pudieran regresar y servirlos. Siete indígenas que dijeron ser señores y principales "y quienes, por su aspecto, parecían serlo**, rehusaron cooperar. La respuesta de Godoy fue encadenarlos y encerrarlos en una choza de paja; luego se dio fuego a ésta y los hombres mubal, fue visitado
quemados. Con tal advertencia, Godoy ordenó amarrar 25 jóvenes, a quienes se llevó como esclavos a San Pedro. Estos no habrian permanecido voluntariamente aquí de no ser por la intervención airada de Francisco de Montejo. Este reprendió a los españoles por haber tomado injustamente a los indígenas, los cuales fueron liberados y regresados a su pueblo, el cual, sin embargo, había sido quemado a la salida de Godoy. Montejo, **dada su cólera... no quiso permanecer más tiempo... y se marchó a Tabasco**. rieron
Juan de Alcántara, un vecino de San Cristóbal, tenía el pueblo de Tuni en encomienda, y se quejaba de que sus indios habían sido ahuyentados a los bosques o esclavizados. Del testimonio de varios testigos se desprende claramente que Gil había ordenado la destrucción del pueblo, tomando a sus habitantes como esclavos. Los sucesos posteriores ocurrieron esencialmente así: Francisco Gil había acampado en el pueblo de Canopochil, desde donde envió a Godoy en misión hacia Tuni. No se pudo echar mano de la sorpresa, como querian los españoles, porque dos nativos de Zinacantlán salieron primero para alertar a los habitantes de Tuni, quienes decidieron quemar el pueblo y retirarse a las montañas. Godoy encontró
El tr¿(fico de esclavos
87
pueblo destruido y entonces envió mensajes a la gente para Dos nativos llegaron primero y Godoy les dio un sombrero como regalo y les rogó decir a los otros que trajeran comida. Siete u ocho nativos aparecieron entonces con pollos y otros alimentos, pero, según testigos oculares, sorpresivamente fueron atados, y después quemados. Un testigo español dijo que 29 indígenas habían llegado, y que el más viejo de ellos fue enviado a llamar otros más. Cuando el testigo se marchó a San Cristóbal, los indígenas fueron atados, pero aquél ya no presenció el destino final de estos últimos. En resumen, el cabildo de San Cristóbal acusó a Gil y a Godoy de arruinar a los vecinos españoles al invadirles sus encomiendas, y de hacer guerra abierta e injusta, provocando la muerte de muchos indios auxiliares, así como de esclavizar ilegalmente a los indios libres y pacíficos de las encomiendas. Los regidores afirmaron que Gil operaba en connivencia con comerciantes ambulantes, a quienes permitía comprar esclavos y sacarlos de su tierra. Y en todo ello, los culpables procedían "como hombres que usaban sus cargos reales en jurisdicciones ajenas, en las cuales carecían de poder**. Por tales razones, el cabildo rogaba al virrey y a la audiencia de México castigara a los responsables de los mencionados deliel
venir de paz.
tos.77
Las operaciones esclavistas presentadas aquí constituyen tan sólo unos cuantos ejemplos, aunque de los más notorios, de la esclavitud de los indios durante los primeros años que siguieron a la conquista. Muchos individuos tomaban un indio aquí y otro allá, bajo varios pretextos, y parece ser que la
mayoria de españoles tenía cuando menos una pareja de esclavos a su servicio, en tanto otros tenían muchos más. Algunos estaban implicados de modo activo en el tráfico de esclavos y unos cuantos se hicieron ricos en el negocio. El aspecto
más
pernicioso del tráfico, fue quizás la responsabililos más altos funcionarios. Con escasas excepciones, ellos permitían a sus amigos y familiares participar en el negocio ilícito, y con mucha frecuencia ellos mismos tenían participación directa o estaban implicados de alguna manera. Y en la mayoria de los casos, los responsables de tales hechos gozaban de íinpunidad.78
dad grande de
La marcación de
A
Dado
esclavos
estado de ilegalidad generalizada que prevaleció en centroamericano en la primera época de la conquista, la Corona se vio obligada a utilizar ciertos medios para establecer cuáles indios debian tenerse como esclavos legítimos. Quienes habían sido justamente sometidos a la esclavitud, según la ley, podían ser marcados en ciertas circunstancias reguladas; no obstante, había numerosas y flagrantes violaciones que llevaban a marcar a muchos hombres y mujeres libres. el
el territorio
1526 una cédula real hacía notar que muchos indios estaban siendo marcados de manera injusta. En adelante, la marcación debía hacerse en presencia del gobernador y de otros funcionarios, y sólo después de haberse comprobado cuidadosamente el status de las presuntas víctimas. Los españoles que usaren de modo ilegal el hierro de marcar, sufrirían la pena máxima, esto es, la muerte, o la pérdida de todos sus
En
libres
bienes. 1
Según fray Bartolomé de las Casas, algunos españoles hicieron poco caso de aquella preocupación de la Corona, no obstante los severos castigos establecidos. Las Casas relata el caso de un vecino de nombre Orduña, quien tenía una esclava con una marca que significaba ** libre'*, en su brazo; ésta era, por supuesto, la marca generalmente aplicada a un esclavo liberado. Al arribo de Las Casas, y temiendo que la mujer le fuese quitada, Orduña agregó a la marca anterior algo, cuyo significado era más o menos el siguiente: **en tanto sirva a su amo**. Las Casas pidió que el vecino fuera castigado como secuestrador y como responsable de esclavizar a una persona libre. Exigió reiteradamente, además, que la mujer se dejara 88
3 2
La marcación de esclavos
: ,
i
89
..
en libertad de hacer lo que quisiera, y que todos los españoles culpables de violaciones legales semejantes fuesen castigados, a fin de poner coto a tan *' horribles crímenes".
Los indigenas, como no podia
ser
de otra manera, tenían
terror a los hierros de marcar. Una vez estigmatizados con la marca, resultaba trágicamente irónico que pudieran recobrar
su libertad con la aplicación de otra marca, la cual indicaba su
de liberado. En cierta ocasión un barco cargado ilegalmente de indios de encomienda reducidos a la esclavitud, atracó en un puerto de Nicaragua, y el gobernador intervino
status
para liberarlos a todos y enviarlos de regreso a sus casas. Lo primero que se hizo fue anular la marca colocada en la cara de los nativos, algunos de los cuales eran mujeres y niños todavía lactantes. Para ello, las letras de la palabra "Hbre" fueron marcadas con fuego en sus rostros ya cicatrizados. El mismo año de 1532, la Corona previno legalmente a todo aquel que se atreviera a marcar a un indígena en la cara.
Una de las formas usadas para controlar la indiscriminada marcación de los indios, fue la de limitar la posesión de los fierros o hierros de marcar. Para estos fines, se decretó repetidamente que tales hierros se depositaran en manos de los justicias u otros funcionarios, y que toda marcación debía hacerse en presencia de algún representante de la autoridad. Cuando no estuviesen en uso, los hierros debían permanecer guardados en la caja oficial, de la cual habrían tres llaves, cada una en poder de los tres funcionarios más importantes. Estas regulaciones resultaron efectivas hasta cierto punto, aunque la constante repetición de la orden denota simplemente que las infracciones eran bastante frecuentes. Un funcionario de
informó al rey que en la zona habían tres hierros rede marcar, pero que los mismos estaban en manos de particulares. Sospechando la existencia de fraudes, el funcionario pedía al gobernador Diego López, que mandara recoger los hierros citados y se le entregasen a él. El caso es que sólo dos fueron encontrados y, según se dijo, el tercero se había roto, pero este extremo no pudo ser comprobado.^ Trujillo ales
Otra manera de evadir el cumplimiento de la ley, consistía en falsificar los hierros de marcar. Un ejemplo de ello lo encontramos durante los caóticos primeros años de la coloniza-
El trabajo forzoso en América Central
90
ción de Honduras, cuando un español de nombre Vasco de Herrera marcó 50 indios, no precisamente con el hierro real reconocido por las autoridades, sino con uno hecho por si mismo. Algunos, inclusive, tenian la audacia de usar una
marca por completo
diferente.
Un
testigo relata
que Alonso
tomó varios indios en mentón con una cruz, a fin de iden-
Cáceres, lugarteniente de Montejo,
Cerquín y los marcó en el tifícarlos y en el entendido de que servirían como naborías. Esta era una acción claramente contraria a la ley, pues la marca real estaba formada por las letras **ROC**, aunque la marca para los rescatados a veces era **R*',5 que eventualmente se usaba también para naborías. Sin embargo, cerca de 30 nativos fueron marcados con la cruz de Cáceres.^ No era nada extraño marcar a los esclavos con el nombre del amo español. La reina ordenó el cese de tales prácticas como respuesta a cierta información llegada de Honduras, en la cual se denunciaba que los indios estaban siendo secuestrados y esclavizados mediante engaño, y luego marcados en el rostro con el nombre de sus amos. Además de todo ello, se dispuso que todos los indios reducidos a la esclavitud durante las administraciones de Cerezeda, Alvarado y Montejo, debian ser regresados a sus hogares. 7 Ciertos esclavos provenientes de México y radicados en Guatemala, sometidos a tal condición a raíz de una rebelión en Jalisco, tenian "columnas** distintivas marcadas en el rostro. 8 Durante los primeros años de la conquista a veces se usaron otras marcas: Bemal Diaz del Castillo indica que en la conquista de México era común marcar a los indios tomados en la guerra, con la letra **G**, que significaba precisamente 'guerra*;^ un contemporáneo de Cortés dijo que cuando éste estaba en Honduras, en 1525, ordenó que unos indios rebeldes fueran hechos esclavos y marcados en sus caras con la letra **C**, presumiblemente para identificarlos como propiedad del mismo Cortés. lO
^-
Guerra
-
'g
Rescate
Las irregularidades aludidas no eran desconocidas en EspaUna cédula general, fechada en 1528, hacía referencia a los esclavos que injustamente habían sido reducidos a tal con-
ña.
2
La marcación de esciavos
.^
,
91
,
dición y marcados en sus rostros, y agregaba que esos indios libres hablan sido enemigos. Por consiguiente, quienquiera que adujese justas pretensiones sobre esclavos, debía presentarse ante el presidente y oidores de la audiencia,
con sus
y demás justificaciones respecto de sus presuntos derechos. Los esclavos debían ser registrados y si el propietario deseaba marcarlos sólo podía hacerlo con la licencia y orden del justicia y, entonces, sólo con una marca reconocida. El hierro debía estar en posesión del justicia y de nadie más. Si los hierros fuesen encontrados en poder de otra persona, o si títulos
el
esclavo era
marcado con un hierro que no fuese
el oficial,
o
sin la correspondiente licencia del justicia, el responsable
podía ser multado con
la
mitad de sus bienes y perdía
los
esclavos, lí
Había una razón más para que la marcación de los esclavos y la declaración de la esclavitud se hiciera en presencia de los funcionarios reales, y ella consistía en que de tal manera se aseguraba la recolección del quinto real, es decir, la quinta parte del valor de los esclavos, la cual correspondía al rey. Los funcionarios, por su parte, se mostraban muy ansiosos de tal requerimiento, pues había una ley, de 1534, permitía cobrar un impuesto de hasta real y medio de plata por el uso del hierro oficial, aparte de que el notario cobraba también sus honorarios. í
cumplir con
que
les
Separadamente de los obvios aspectos brutales que implica marcar a los humanos como ganado, se aducían razones prácticas en favor de dicha costumbre. Algunos creían que la identificación permanente ofrecía la ventaja de proteger a los hombres libres, a quienes, de otro modo, podía tenérseles como esclavos; es decir, se podía así separar a quienes eran verdaderos bienes muebles. Cuando en 1542-43 se emitieron las Leyes Nuevas, con las cuales se buscaba la protección de los indios, se prohibió la esclavitud, y se dispuso asimismo que los sirvientes que no fueran esclavos, no podían ser marcados. Pero éstos con frecuencia huían de sus amos y como no tenían marca alguna que los identificase, los españoles de otras partes no podían determinar su status, y ello conducía de plano a su esclavitud.
El trabajo forzoso en América Central
92
Otra de las consideraciones prácticas aludidas, se referia a que algunos sirvientes habian sido condenados a tal condición por haber cometido serios delitos, y como ocasionalmente huían de sus amos y no podían ser identificados por marca alguna, su regreso se hacía más diñcil. Debido a esta situación, tales criminales permanecían impunes; se otorgó entonces la autorización para marcar a todos aquellos que hubiesen sido sentenciados a servicios temporales
como castigo por
los deli-
tos cometidos. 13
La Corona deseaba que
la marcación se supervisara por el gobernador, o el lugarteniente de este último, pero las circunstancias en las cuales se había tomado el esclavo, impedían tal procedimiento. Cuando Alvarado fue acusado de marcar esclavos sin la presencia del obispo, respondió que él había tomado sus esclavos en San Miguel y Puerto de Fonseca, a casi cien millas de la sede del obispado en Santiago. Si hubiese tenido que marchar con ellos hasta la capital dijo algunos hubiesen muerto de agotamiento en la larga jomada y otros hubiesen escapado en el camino sin las marcas que les identificasen como esclavos. Los testigos en favor de Alvarado dijeron que, en efecto, los esclavos habían sido marcados en la costa sin la presencia del obispo, pero había estado presente el gobernador, es decir, el mismo Alvarado, y además un sacerdote. juicio de tales testigos la distancia hacia Santiago no era tanta como afirmaba Alvarado, pero, aun así, el camino atravesaba muchos ríos y pantanos
obispo y
—
—
el
,
A
peligrosos. 1^
Una queja similar sobre los procedimientos de marcar, llegó de Nicaragua. En 1529 se produjo cierta inconformidad sobre la forma en que las prohibiciones de la Corona estaban afectando la economía, puesto que, según se afirmaba, no habían otros ingresos a más de los esclavos. Se pidió autonzación al cabildo de Granada para marcar indios en la ciudad, puesto que León era el único sitio habilitado para tales efectos. Por fin, el gobernador, el Protector de Indios y otros funcionarios, estuvieron de acuerdo en que el hierro de marcar podía ser confiado al capitán Martín de Estetc, quien al llevarlo a Granada podía ir marcando esclavos a lo largo del camino. Tal como lo dijo un funcionario, dicho procedimiento
La marcación de
93
esclavos
una burla a la disposición de la Corona, aunque algunos creyesen que de ese modo se servían los intereses de los constituía
colonos. 15 No obstante lo anterior, seis años
más
tarde, los regidores
ciudad de Granada, haciendo referencia a la autoridad real otorgada al gobernador y a otros funcionarios de León para marcar esclavos bajo ciertas condiciones, dijeron que las regulaciones no estaban siendo observadas y que la tierra estaba siendo arruinada. Esta reacción de inconformidad, si bien reflejaba sin duda la verdadera situación, posiblemente era provocada en parte por la rivalidad entre las dos pobla-
de
la
ciones implicadas. 16 La Corona no autorizaba de modo indiscriminado la marcación de esclavos, aun cuando se tratara de los tomados en la guerra. Eventualmente se dispuso por ley, que ninguna mujer podía ser marcada como esclava, y que los muchachos menores de 14 aflos no podían ser sometidos a la esclavitud. Hubo, sin embargo, muchas violaciones a tales leyes. Un tal Diego Monroy, a quien Alvarado identificó como su enemigo, dijo que en Naco, Honduras, el Adelantado había marcado tanto mujeres como jóvenes menores de 14 años, pese al perfecto
conocimiento de las provisiones reales en contrario. ^ 7 Y cuando la Corona prohibía la marcación en un punto determinado, se dice que Alvarado retenía la orden real, hasta tanto él y sus seguidores habían terminado de marcar un gran número de esclavos de rescate adquiridos por ellos. ^^ Una cédula de 1552 prohibió que los indios se marcaran como un objeto de propiedad particular, pero para entonces la esclavitud de los indios, excepto en raros casos, era cosa del pasado. ^^
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Precios y
Como una
número de
mercancía cualquiera en
esclavos
mercado, el esclavo pues la demanda era constante. Durante los primeros años de la conquista y la pacificación, los españoles conseguían esclavos de guerra en grandes cantidades, junto con esclavos de rescate obtenidos por otros medios. En consecuencia, por algún tiempo los prisioneros tenían muy poco valor desde el punto de vista del comercio. Sin embargo, en la medida en que más y más nativos eran diezmados por las epidemias, por el agotamiento y los malos tratos, y como muchos otros eran embarcados hacia otras colonias, la oferta disminuyó considerablemente. Otros factores determinantes en el alza del precio de los esclavos, se relacionan con el creciente número de españoles llegados a la América Central, y las consiguientes presiones de la Corona para limitar la esclavitud. Allí donde escaseaba bastante la mano de obra nativa, como en las Antillas, los esclavos alcanzaban precios altos, lo cual constituía una característica del mercado e impulsaba la exportación de indios. El valor de un esclavo también estaba ligado a las tendencias inflacionarias tenia
un precio relacionado con
el
la oferta,
del período. 1
Por cierto, en la época de la conquista costaba mucho menos tener un indio que un caballo. Este valía entre 500 y 800 pesos.2 El costo de un esclavo, en cambio, durante las etapas iniciales de la dominación española, en 1524, probablemente era de unos dos pesos. Ese mismo año, durante la pacificación de Soconusco, los cerdos se vendían a 20 pesos oro cada uno, y una carga de cacao se conseguía a 10 pesos oro. 3 Los esclavos a menudo se cambiaban por comida u otras provi94
Precio y
número de esclavos
""
'
95
siones de gran escasez en los primeros años de la conquista. En 1526, durante la pacificación de Honduras, Salcedo dijo que el tráfico de esclavos era la única cosa que permitía existir
a los españoles, pues la tierra no ofrecía nada más para el trueque. Los esclavos eran intercambiados por comida traída de las islas, la cual era bastante cara. Una arroba —25 libras de carne salada costaba cuatro pesos; una fanega y media de maíz valía cuatro pesos, e igual era el precio de una arroba de vino o vinagre. Una arroba de aceite o la misma cantidad de cassava, se obtenían por seis pesos, y otros productos eran proporcionalmente altos.^ Como los esclavos valían un par de pesos cada uno, ya puede calcularse cuánto costaba uno en términos de comida. En 1531 los esclavos podían comprarse por precios de dos a cinco pesos. 5 Como cosa bastante rara, aun un esclavo negro costaba sólo nueve pesos en 1530, según lo dicho por Pedro de Alvarado.6 En el verano de 1533, algunos franciscanos de México se mostraron preocupados por la marcación de esclavos en Guatemala, haciendo ver que éstos se vendían por sólo dos pesos cada uno.^ En un comentario a dicho informe, el presidente de la Audiencia de México afirmaba que en 1532 los esclavos se vendían en la Nueva España a 40 pesos, en comparación con los dos pesos que valían en Guatemala en 1533.8 Una autoridad en asuntos sobre la esclavitud, colige de la aludida correspondencia, que la disparidad de precios es prueba
—
gran abundancia de esclavos en Guatemala.^ Puede hatal aserto, pues en 1533 ó 1534, un vecino de Santiago de Guatemala, haciendo referencia a los muchos esclavos que había en el país, decía que en la ciudad de México, en cambio, había gran escasez de los mismos. Como había tantas minas de oro en México, el vecino pedía liceocia para llevar a 200 indios a tales centros de trabajo, mas la Cor6na le dio permiso para llevar sólo 20. lo La disponibilidad de esclavos tenía relación, muy probablemente, con el hecho de que, de acuerdo con los testigos, un esclavo indio se vendía, durante la década de 1530, por un precio oscilante entre tres y seis y medio pesos. íi Estos precios se refieren sin duda a mano de obra sin ninguna calificación. A medida que los nativos adquirieron algunas de las destrezas europeas, se produjo obviamente una cierta selección en
de
la
ber algo de verdad en
W la
El trabajo forzoso en América Central
demanda.
Un
indígena con experiencia en albañileria o en
mucho más que uno usado sólo para cuidar ganado o como peón o cargador. En 1530 se hacía referencia a
herrería, valía
**un esclavo indio muy bueno'*, comprado por 50 pesos oro enTrujillo, y de quien su propietario confesaba que **era sus
manos y
sus pies**. 12
Francisco Barrientos, veedor en Honduras, escribía en 1534 los esclavos, **los mejores de la tierra**, podían comprarse por unos 33 pesos la pieza. 13 Hacia mediados del siglo, otro español, a quien se había despojado de sus esclavos, afirmaba que su cuadrilla minera de 30 esclavos, más una media docena más que usaba en su casa y sus campos de cultivo, estaban valorados en más de 4,000 pesos, o sea un promedio de unos 1 12 pesos por cada uno. El hombre que le había vendido la cuadrilla unos días antes, le había dado como precio de venta el de 3,000 pesos, o sea 100 pesos por esclavo. El quejoso insistía en que sus pérdidas eran mticho mayores, debido a que no podría continuar sus operaciones mineras, para lo cual también había comprado herramientas y equipo, así como ganado y comida para los esclavos. 1^
que
El conquistador Diego de Holguín protestaba en 1548, en la pérdida de sus 50 esclavos. Decía que le habían costado 3,000 pesos, pero tal cosa era sin duda una exageración, en la misma medida en que insistía en su pérdida. 15 Otro español de Chiapas había comprado esclavos en subasta, cuyas ganancias habían sido destinadas al quinto real. Su hijo rindió testimonio diciendo que en 1548 habían sido
San Salvador, por
despojados de 200 esclavos, los cuales tenían en esa época un valor de 70 a 80 pesos la pieza. Los testigos dijeron que habían visto cómo una pareja de tales esclavos había sido
comprada unos cuatro años antes a 50 pesos cada uno.^^ Otro factor que algunas veces hacía subir el precio de los esclavos era el control ejercido por los funcionarios locales.
En
Nicaragua, durante los años de 1530, se registró una gran fluctuación de los precios, debido a que el gobernador Francisco de Castañeda estaba comprando esclavos baratos para venderlos más caros, en una situación que él podía controlar por ser el amo de la provincia. Entré sus facultades estaba la de extender las licencias necesarias para llevar indios a Pana-
Precio y número de esclavos
97
má y Perú. Un escribano de la ciudad de Guatemala se lamenle habia obligado a venderle 12 muy buenos esclavos, que vallan más de 10 a 15 pesos cada uno, a un precio de sólo siete pesos por pieza. El escribano dijo ha-
taba porque Castañeda
ber sido intimidado, sin dejarle otra alternativa.
Castañeda obtuvo sus más grandes utilidades de la venta de En declaraciones judiciales se reveló que el gobernador habia vendido varias de ellas a 200 pesos, cuando en realidad sólo valían entre 25 y 40 pesos. A fin de obtener una licencia para sacar un esclavo fuera de la provincia, era necesario comprarlo al mismo Castañeda, al precio impuesto por éste. Según algunos de los testimonios, buenos esclavos del sexo masculino podían comprarse por precios tan bajos como 6 y 7 pesos, en tanto una mujer alcanzaba precios más altos gracias a sus especiales atractivos. Una mujer indígena podía alcanzar ocasionalmente tanto como 100 pesos, en una transacción ordinaria. Castañeda, sin embargo, sostenía que las esclavas se vendían generalmente entre 200 y 300 pesos, y que las vendidas por él a 200 pesos eran buenas lavanderas y costureras. Nada se nos dice sobre si tales destrezas eran o no relevantes en la mente de los aventureros compradores. El proceso, empero, no es nada convincente, a pesar de lo dicho por los testigos del propio gobernador. Si bien este personaje fue multado con drasticidad un poco más tarde, todavía está por comprobarse si la multa fue pagada finalmente. De todas maneras, él iba por cierto muy adelantado en sus ganancias. Hubo testigos, en efecto, que hablaron de seis barcos en travesía de Nicaragua a Perú en un periodo dado, llevando cargamento de indios, de los cuales muchos eran hombres libres. 17 esclavas.
De lo dicho lo
se
hace evidente
la
gran dificultad de establecer
que podria considerarse como precios regulares de
esclavos a lo largo de los años.
En
las
los
primeras etapas de
la
conquista, ellos se vendían entre uno y tres pesos. Los precios permanecieron bajos durante los años de 153CI, para luego subir en la siguiente década a 50 y 60 pesos la pieza. El costo variaba considerablemente según el sexo y las aptitudes del esclavo, en tanto que, por otro lado, la escasez de mano de obra y las tendencias inflacionarias constituyen variables que también deben tomarse en cuenta.
"W'
El trabajo forzoso en
Estimar
de esclavos hechos en América Central,
el total
una tarea de
es
frutos relativos. Debieron llevarse libros de re-
gistro para establecer la parte
pero
América Central
muy pocos
de
que correspondía a
tales registros existen
en
la
la
Corona,
actualidad.
Muchos
otros esclavos, tomados de manera ilegal, nunca fueron inscritos del todo. En consecuencia, existe muy poca información confiable sobre la cual se pueda basar una aproximación razonable. Más aún, se trata de un problema que espera todavía un examen detenido
Tenemos información fragmentaria sobre
las existencias
de
varios españoles, individualmente considerados, que tenían
esclavos trabajando para ellos; ello puede ofrecer alguna indicación de las cantidades que podían tener a su servicio los ve-
más prominentes. Se ha hecho observar, de acuerdo con algunos funcionarios, que Alvarado tomó 3,000 esclavos de rescate en un año, pero aun cuando tal cifra fuese cierta, no hay evidencia de que los haya mantenido todos a su propio servicio. Las mismas fuentes aseguran que en 1531, el Adelantado tenia 1,500 esclavos marcados, trabajando en sus minas. 8 Un cronista dice que Alvarado tenía 500 esclavos indígenas en los lavaderos de oro, antes de salir para el Perú (Quito) en 1534, pero tal afirmación no está debidamente documentada. í9 Hay poca duda sobre que las existencias de esclavos de Alvarado excedían con mucho las pertenencias de otros españoles radicados en América Central, con las posibles excepciones de Pedrarias Dávila y Rodrigo de Contrecinos
í
ras.
Jorge, el hermano de Alvarado, tuvo en cierto momento la mitad del pueblo de Atitlán en encomienda y de ésta obtenía un total de 200 a 270 esclavos, según sea el testigo a seguir. Es posible que tuviese otros más. La otra mitad de Atitlán perteneció por un tiempo a Sancho de Barahona, quien tenía una cuadrilla de 100 o quizás 200 esclavos en los lavaderos de
oro.20
Juan de Espinar declaró en 1537, que su encomienda de Huehuetenango le daba 250 esclavos, y que tenía otro grupo de 100 formado por mixtecas de México y todavía otros más. 21 Baltasar Guerra, un encomendero de Chiapas, tenía
más de 200
esclavos ilegales trabajando en su ingenio de azú-
Precio y número de esclavos
,,
99
Diego de Holguín, un encomendero de San Salvador, tenía 50.22 Cristóbal Lobo, de Chiapas, reportó en 1549, una existencia de 42 esclavos.23 Juan Pérez Dardón, un prominente conquistador y en una car, según dice el cronista Remesal.
época teniente gobernador, compareció el 11 de febrero de 1549, y declaró 107 esclavos de uno y otro sexo, los cuales posteriormente le fueron quitados. 24 El tesorero, Francisco de Castellanos, por cierto una figura poderosa, se decía que era "muy rico y tiene de 80 a 100 esclavos, según él mismo confiesa* '.25 Un tal Francisco de León se quejaba de que el juez, licenciado Pedro Ramírez, liberó su cuadrilla de más de 100 esclavos sin oírle previamente. 26 Los casos de estas personas muestran cuántos esclavos tenían unos cuantos españoles prósperos en una época determinada, pero es indudable que los mismos sujetos tuvieron otros en el curso de los años. Evidentemente la mayoría de los españoles establecidos como colonos antes de la mitad del siglo, tenía algunos esclavos, pero los funcionarios menores y muchos vecinos a menudo no tenían el dinero necesario para comprar y mantener muchos de ellos. En 1544 la Corona ordenó a los justicias de los pueblos recoger secretamente toda la información posible sobre el número de esclavos y el trato de que eran objeto. 27 Si los reportes correspondientes existen todavía, ellos no han estado nunca al alcance de mi vista. Es razonable suponer que un conquistador de Guatemala, durante la gobernación de Alvarado, podía tener más esclavos que otro igual bajo la gobernación de Montejo en Honduras. De este modo, las restricciones locales y además la disponibilidad de esclavos, dan la pauta del número de los mismos. A la confusión propia de este cuadro, contribuye el hecho de que varios indios de encomienda y naborías eran usados como esclavos. A fm de aumentar la producción de oro, Alvarado pidió a los españoles que pusieran a sus indios a trabajar en las minas, lo cual implicaba necesariamente que se trataba de esclavos no legales. Dicha orden aumentó la fuerza de trabajo de 10 a 90 cuadrillas, según un testimonio de 1531.28 En esta época probablemente había menos de 100 vecinos en Santiago, y aunque pudiera parecer de lo dicho antes que casi todos los vecinos tenían una cuadrilla, debe recordarse, por
>^00
,
El trabajo forzoso en América Central
Otro lado, que algunos tenían más de una cuadrilla. Por supuesto, había muchos españoles presentes sin la calidad de vecinos. 29 Las cuadrillas por lo regular consistían de 100 a 120 indios, y a veces hasta 150. Parece ser que el número más co-
mún era 100, lo que indica, para las 90 cuadrillas, un total de 9,000 indígenas. Muchos de ellos, sin embargo, no eran esclavos legales. De cualquier manera, lo menos que podía tener una cuadrilla eran de 10 a 12 personas.
Un funcionario real de Honduras afirmó en 1537, que habían cerca de 30 cuadrillas de Guatemala trabajando en las minas de Honduras. Dichos indígenas, quizás en un total de 3,000, habían sacado de 28,000 a 30,000 pesos del precioso metal, en un período de cuatro o cinco meses. 30 En 1539, en una carta enviada poco después de su llegada, el licenciado Cristóbal de Pedraza afirmaba que 3,000 indios habían sido reducidos a la esclavjtud en Honduras. 3 Como Protector de los Indios y celoso guardián de sus cargos, Pedraza no estaría inclinado a minimizar las proporciones de la esclavitud en Honduras, pero aquella cifra tan baja está sin duda equivocada. Los vecinos de San Pedro se quejaban de las presiones ejercidas sobre ellos para reducir la esclavitud, pero tenían 20 cuadrillas de 100 o más esclavos cada una. Estas cuadrillas podían extraer de 5,000 a 6,000 pesos de metal al año, cada una, lo que representa un ingreso mínimo anual de 100,000 pesos para toda la comunidad. Se hacía notar que de suprimirse la esclavitud, no sólo estarían en peligro dichos ingresos, sino se perdería también la cuota de 20,000 pesos o más (el quinto real), que correspondía a la Corona.32 1
Las cifras dadas para Guatemala, en especial respecto de de Santiago, señalan que los únicos asentamientos de cierta importancia en el territorio de lo que era propiamente Guatemala, eran aquellos usados inicialmente para la minería. Las evidencias numéricas respecto de los esclavos en los asentamientos no-mineros, así como las cifras sobre Nicaragua, Chiapas, San Salvador y otros centros menores, son bastante oscuras. Relatos dispersos de funcionarios de la hacienda real, arrojan alguna luz sobre el número de esclavos tomados en determinados años, y ofrecen aún más información sobre los prelos alrededores
3
Precio y número de esclavos
^»J
'3
dos correspondientes. De acuerdo con
jOl
las leyes,
una quinta
parte de todos los indios reducidos a la esclavitud, debía separarse y destinarse al quinto real. Dichps esclavos eran vendidos más tarde en pública subasta y los fondos así obtenidos se
colocaban en las arcas reales. En 1530, la cuota de la Corona en Guatemala sumó únicamente 345 pesos, seis tomines; para la misma época se indicaba que el valor total de los esclavos tomados en la guerra, sumaba cerca de 1,725 pesos, lo cual no era una suma muy grande. Parece ser, por otro lado, que parte de los 345 pesos provenía de la recaudación de multas. Si en dicha época los esclavos se vendían a razón de unos dos pesos, se desprende que unos 800 esclavos de guerra fueron tomados legalmente en el mismo período. Pero ésta puede ser la estimación más alta y podía ser que en la realidad la cifra fuese mucho menor. Dado que se hacía referencia específica a '* esclavos de guerra*', la estimación aquella no toma en cuenta evidentemente los esclavos de rescate. 3
Por supuesto, no hay manera de conocer la cantidad de los esclavos tomados ilegalmente, sin pagar el quinto real. Si las reflexiones anteriores son correctas, resulta en verdad sorprendente que sólo cerca de 800 esclavos de guerra fueran tomados en Guatemala, durante los turbulentos meses de 1530.
Cuando Pedro de Alvarado invadió la provincia de Puynmatlán, en los primeros días de enero de 1531, la cuota de la Corona sobre los esclavos tomados se declaró en sólo 33 pesos, lo cual indica un valor total de 165 pesos. Esto significa que probablemente fueron reducidos a la esclavitud entre 50 y 80 indígenas. 34 Hacia 1536, el precio de los esclavos había aumentado y los funcionarios afirmaban que se habían separado 221 para el rey, de un total de 1,136. Tales indígenas eran chontales, capturados por Alvarado durante la conquista de las provincias hondurenas de Naco y Zula. Vendidos en pública subasta, se obtuvo un precio promedio de poco menos de 7.5 pesos por cada uno. 35 Pruebas y detalles adicionales de este tipo, nos darían seguramente un conocimiento mucho más completo de las cantidades y valor de los esclavos indígenas.
102
Cuando en 1548 comenzó
El trabajo forzoso en América Central
la liberación
de esclavos en gran
nuevo presidente de la audiencia dio a conocer por escrito que había liberado a varios de ellos en Honduras, después de lo cual había soltado otros 500 que tenían en su poder 40 vecinos de San Salvador. 36 Infortunadamente el funcionario citado no da cifras para las otras provincias, o cuando menos no fueron encontradas en el proceso de la presente invesescala, el
tigación. Quizás la información más sólida proviene del licenciado Pedro Ramírez, un juez de mucha integridad, quien habló de 5,000 indígenas liberados. 37 Se refería al número de liberados durante su tiempo de servicio (1544-59), pero no hay duda que en su mayoría lo fueron entre 1548 y 1551. Podemos tomar dicho total como una cifra bastante confiable sobre el número de esclavos en poder de los vecinos de la América Central alrededor de la mitad del siglo en cuestión. Como uno de los responsables de la abolición, el juez Ramírez no podía subestimar las cifras respectivas. No obstante, por esa época los españoles habían estado esclavizando indios por cerca de un cuarto de siglo, y a lo largo de este período muchos de ellos habían sido embarcados hacia fuera del área o bien habían sucumbido ante la conquista y colonización. Otros más habían muerto en las luchas de resistencia a la misma esclavitud. Infortunadamente, aun las cifras registradas que poseemos son imprecisas. Pedraza escribió que, según unos testigos, **entre 1,000 y 1,500** indios murieron cuando Alvarado estuvo corriendo la tierra en Honduras.38
¿Cómo sería posible arribar a cálculos razonables respecto de aquellos indígenas embarcados hacia el exterior en el tráfí^ co esclavista? Poseemos, en efecto, algunas cifras, pero las disparidades son tan grandes que se hace difícil alcanzar conclusiones satisfactorias. Permítasenos empezar con las cifras más bajas. Como se dijo antes, Pedraza escribió en 1539, que en Honduras se habían hecho 3,000 esclavos. Como ésta parece una cantidad baja, en especial si se toma en cuenta el cuadro general de desolación que nos presenta este mismo cronista, es dable suponer que tal vez Pedraza quiso referirse a 3,000 esclavos hechos en un período determinado antes de su propio arribo, y no precisamente desde los comienzos de la conquista.
Precio y número de esclavos
g..
^
.103
Si bien los primeros españoles llegados a Honduras ya estaban complicados en la exportación de indios a las Antillas, es muy probable que hacia 1539 el tráfico hubiese descendido a niveles insignificantes. Honduras era una región minera y muchos de los esclavos fueron enganchados en dicho trabajo, en tanto que otros fueron llevados a Nicaragua. Si la cifra de Pedraza se refiere a todos los esclavos hechos desde la conquista, estoy inclinado a creer que estaba equivocado, pues es casi seguro que hablan muchos más. La esclavitud continuó por algunos años después de que Pedraza escribiera la carta en cuestión, pero yo no he visto cifras adicionales sobre los esclavos hechos después de la fecha de la carta. Quizás no sería muy exagerado sugerir, con ciertas reservas, -que en total fueron embarcados desde Honduras y como parte del tráfico esclavista, unos 4,000 indios. Otros más^ sin duda, fueron enviados a las islas desde áreas fronterizas con Honduras.
El presidente Alonso López de Cerrato, quien
no era muy
exageraciones, dijo en 1548, que más de 6,000 esclavos habían sido sacados de Nicaragua. 39 Cerrato fue un
dado a
las
duro crítico de los esclavistas, y por lo mismo se puede asumir que tampoco estaba minimizando el problema. Si se incluyen los exportados de Honduras, un total tentativo de 10,000 embarcados desde las dos regiones, resulta una suma pequeña comparada con la de muchos relatos, y probablemente representa la cantidad mínima. Sin embargo, se trata de una estimación basada en cifras dadas por dos de los más altos funcionarios de América Central, dos personas, además, a quienes exasperaba el tráfico con humanos. Puede agregarse, por otro lado, que quizás otros miles de esclavos fueron llevados a México, pero, en lo que a mí concierne, ésta resultaría
una mera conjetura. Otras autoridades presentan un cuadro inmensamente difeBartolomé de las Casas es citado afirmando que en 1536, no menos de 52,000 indios habían sido embarcados en Nicaragua hacia el sur: 25,000 a Panamá y 27,000 a Perú; empero, más tarde dio un total de 500,000 ijidios implicados en el tráfico esclavista.^o El primer total es probablemente exagerado, aunque no por ello inconcebible. Sin embargo, una cantidad adicional de 448,000 esclavos en la siguiente dérente.
El trabajo forzoso en América Ontral
104
cada, es algo increíble. Murdo MacLeod, en su excelente estudio, toma una postura un tanto más moderada: "Diez mil esclavos por año en la década comprendida de 1532 a 1542, parecía por cierto una cifra baja, y un total de 200,000 indios para todo el período esclavista de Nicaragua, resulta ser un cálculo conservador**. 41 El profesor MacLeod puede estar en lo correcto,
pero yo no he encontrado documentos que convamantengo una actitud de escepticismo volúmenes del tráfíco esclavista.
liden tales cifras, y
sobre tales
Para ilustrar la gran divergencia de los puntos de vista enunciados, podemos citar la curiosa carta de Martin de Esquí vel, el factor y veedor (y por lo mismo conocedor de tales materias), en la que se criticaba a Contreras y su floja política sobre el tráfico de esclavos. Respecto del aproximado periodo a que alude MacLeod, Esquí vel informaba al rey que en los diez años del gobierno de Contreras (en realidad fueron casi nueve años, 1535-44), el tesorero, Pedro de los Ríos, había sacado o permitido que se sacaran, más de 900 indios que nunca retornaron. 42 Quizás Esquivel se refiere sólo a los sacados de la región sin ser esclavos legales, aunque estamos inclinados a creer que dicha cifra incluía la mayoría. Puede muy bien tratarse de un simple desliz de la pluma del escribano, mas, en cualquier caso, esa cifra tan baja puede ser objeto de discusión, como también las altas cifras dadas por Las Casas.
hemos, de asumir que un gran número de indios estaba embarcado a Panamá y Perú, ¿existían, por cierto, las facilidades correspondientes para transportarlos? En esa época los barcos se construían en la costa del Pacífico (o Mar del Sur), principalmente en Nicaragua, dado que, si bien Magallanes había atravesado el estrecho de su nombre unos años antes, no sería sino hasta muchos años después que los barcos lo surcarían de liueyo. No se dispone de información satisfactoria sobre el número y calado de los barcos, aunque poseemos algunos datos sobre el particular. Había unos cuantos barcos, más o menos grandes, navegando por el Mar del Sur en aquella época, pero los más eran realmente pequeños. Sabemos que los barcos aparejados para la travesía del Atlántico eran de tamaño modesto; en efecto, los Si
disponible para ser
Precio y número de esclavos
"^'
105
que hadan
la ruta de las Indias, tenían en su mayoría unas 50 toneladas (toneles: un tonel equivalía a 5/6 de una tonelada), y el más grande no tenía más de 400 toneladas. 43 1
Si leemos acerca de un barco navegando de las costas de América Central, con una carga de 400 esclavos a bordo, nos encontramos, por otro lado, con que también hay informes que sólo mencionan 10 o 12 esclavos. Cuántos indígenas podían cargarse en un barco de determinado tamaño, es algo que depende de varios factores. Sin necesidad de ahondar en las relaciones entre el número de esclavos y el tonelaje de los barcos, puede* resultar de algún interés observar que, en el
siglo XVII, los holandeses ponían 600 esclavos negros en un barco de 400 toneladas. Estas eran condiciones de un apiñamiento exagerado, que ocasionaban la muerte de las víctimas en un 20 a 30 por ciento, y que debieron por lo mismo ser superadas. Sin embargo, en el siglo XVIII, los ingleses y franceses tenían barcos de esclavos con un promedio de dos esclavos por tonelada.^ No he encontrado cifras comparables en los barcos españoles de esclavos, aunque tales comparaciones, de todas maneras, tendrían necesariamente grandes limitaciones, aduciéndose de uno y otro lado argumentos varios, como el
volumen
del tráfico, etcétera.
Por una parte podía decirse que los buques de la América el siglo XVI, probablemente no eran construidos en la misma forma que los posteriores barcos de esclavos, con cubiertas especiales para atiborrarlos, usando cualquier espacio disponible. Es muy probable que aquellos fuesen diseñaCentral, en
dos para el transporte de pasajeros regulares y mercaderías, con algunas pocas excepciones. Al mismo tiempo, cuando menos para una travesía tan corta como la de Nicaragua a Panamá, sería posible apiñar indios a bordo, como sardinas. Además, tal como me lo ha sugerido MacLeod, es muy posible que los indios fueran llevados a Panamá en endebles balsas sobrecargadas. Sin embargo, si hemos de tomar en cuenta los cálculos
ragua, y
si
de dicho autor sobre los esclavos sacados de Nica-
tomamos un promedio de 100 esclavos por
viaje, se
año para alcanzar la cifra de 10,000, o sea aproximadamente un total de 200,000 esclavos para las dos décadas que abarcara el tráfico. necesitarían 100 viajes por
E! trabajo forzoso en América Central
106
Ahora
..
bien, todo lo anterior
lo posible.
Es probable que
no
está fuera de los límites de
los barcos disponibles
pudieran
transportar las cantidades sugeridas por MacLeod, bajo ciertas circunstancias. Mas la irregularidad de los viajes hace dudar de tales extremos. Si bien los barcos podían navegar entre
Nicaragua y Panamá con relativa facilidad, el viaje al Perú, en cambio, era una cuestión diferente. Sobre esta materia, resultan pertinentes los hallazgos de James Lockhart:
La navegación en
,
,^
^
j
la costa oeste estaba fuertemente afectada por los prevalecientes vientos del sur, que hacían casi imposible llegar al Perú desde Panamá, excepto durante los meses de enero y febrero. El gran viaje de Panamá (o Nicaragua o México) hacia Lima y el ¡'egreso, sólo se hacía, por consiguiente, una vez al año, aunque bajo condiciones óptimas podía haber ocasión de hacer varios viajes. Con vientos favorables, un barco que salía de Panamá, podía llegar a Piura, en nueve o diez días. De ordinario el viaje tomaba más tiempo, y si el barco salía muy tarde, podía pasar tres o cuatro meses a merced de los vientos, antes de alcanzar Manta, el puerto peruano más al norte, cerca de Portoviejo. El viaje de regreso del Perú a Panamá ofrecía pocos problemas y podía hacerse en cualquier época del año, la travesía de Lima a Panamá, aun con frecuentes paradas, duraba por lo general menos de un mes.^^ . .
¿
Parece probable que los años del tráfico esclavista más pesado, fueron los que precedieron a Contreras, o sea durante los períodos de Pedrarias y Castañeda, cuando las violaciones a la ley alcanzaron su apogeo. Por aquellos años, y en realidad hasta 1536, Las Casas, quien dicho sea de paso nunca ha sido acusado de minimizar el problema, dio un total de 52,000 el sur, según lo hemos ya anotado. Pero aun este autor se refiere a sólo cinco o seis barcos implicados en el tráfico de esclavos desde Nicaragua, por unos cinco o siete años comprendidos entre 1523 y 1533. Cuando Pedrarias Dávila se trasladó de Panamá a Nicaragua, en 1528, el tráfico se intensificó. Pero aun durante los años de
esclavos embarcados hacia
Precio y número de esclavos
107
Pedrarias en Nicaragua (murió en 1531), sólo había unos cuantos barcos; en marzo de 1529, sólo habla cinco viajando entre Panamá y Nicaragua, "haciendo el viaje redondo por lo general entre 15 y 20 días, con el peor tiempo*', según dice el profesor Woodrow Borah.^ ;'
Aquellos pocos barcos seguramente llevaban otras pesadas además de los esclavos indios. Después de 1530, la construcción de barcos aumentó considerablemente, en gran parte como resultado de la penetración al Perú. No sólo hubo de transportarse a los hombres de la expedición de Pizarro, sino, además, en 1532, tanto Almagro como Alvarado estaban organizando sus flotas. Borah agrega que, "a finales de 1533 o principios de 1534, se reportaron entre 15 y 20 carabelas dedicadas exclusivamente al tráfico de esclavos con Panamá'*, pero el mismo Borah acertadamente pone en tela de duda la afírmación (hecha por el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas), de que todas eran precisamente carabelas, las cuales tenían tamaños que iban desde cuatro hasta 50 toneladas. De un total de más de 30 barcos que navegaban en el Pacífico en octubre de 1533, Borah afirma que más de la mitad estaban implicados en el tráfico de esclavos. 47 Doce de ellos pertenecían a Alvarado y formaban parte de su armada hacia el Perú. Almagro también se aprestaba a marchar con sus propios barcos.^ Francisco de Barrionuevo escribió al rey, tres meses más tarde, que por aquella época sólo habían unos 20 barcos en el Mar del Sur, pero que a la vuelta de un año o 18 meses habrían unos 40.^9 Es difícil establecer si tal optimismo era justificado, aunque se lee que en agosto de 1533, habían hasta 20 barcos dedicados exclusivamente al tráfico de esclavos entre Nicaragua y Perú. 50 cargas,
Las Casas, escribiendo unas semanas más tarde desde Granada, afirmaba que en los dos años anteriores, más de 12,000 indios habían sido enviados al Perú y, decía, ** todos están muertos", ninguno ha sobrevivido. Las pruebas de esto, afirmaba, están registradas en los libros reales, pero al parecer tales registros no llegaron hasta nuestros días. Otros indígenas habían sido transportados de Nicaragua a Panamá en número de 25,000, y de nuevo dice el cronista, "todos están muertos**. Ningún barco zarpaba de los puertos nicaragüen-
El trabajo forzoso en América Central
lOg
ses
— sostenía
indígenas, y
Las Casas
muchos de
—
éstos
que no llevara más de 300 morían de sed y de hambre antes
de llegar al Perú. 5 1 En respuesta a dicha carta, la Corona ordenó que ningún español tomara sino uno o dos esclavos legales para su servicio. Los gobernadores de Castilla de Oro (Panamá) y Perú, fueron instruidos para no permitir que indios de Nicaragua desembarcaran en sus puertos. 52
No obstante, Lockhart sostiene que había más indios de Nicaragua, que de ninguna otra parte, en el Perú de los primeros años: **En una serie de documentos fechados desde 1531 hasta 1543, más de dos tercios de los indios eran de Nicaragua, y dividido en partes iguales entre México y el resto Guatemala**. 53 Dada la proximidad de Panamá respecto de Nicaragua, y dada la demanda de indios, se podría esperar una gran cantidad de ellos en el istmo. Mas, con todo y la despoblación del área debida al éxodo al Perú, un foncionario escribía en 1534, que había muy pocos indios disponibles y que, por consiguiente, no sólo no era posible extraer oro, sino que difícilmente habían bastantes para cultivar maíz.54 De acuerdo con uno de
los
primeros colonos,
la
población
original de Nicaragua había sido reducida hasta en cuatro
consecuencia de los malos tratos. En aun tratándose de hombres libres, habían sido esclavizados, marcados y enviados fuera de Nicaragua, lo cual equivalía, al decir de aquel colono, a una sentencia de muerte. Ese mismo informante sostenía la opinión de que ni una veintiava parte de los indios llevados a Panamá y Perú, había sobrevivido. En una ocasión un barco saUó con 400 indígenas y antes de que el viaje terminara ni siquiera 50 permanecían vivos todavía.55 Los esclavos indios se podían comprar muy baratos pn Nicaragua, es verdad, pero causa verdadero asombro el hecho de que, si casi todos morían antes de alcanzar los mercados, los traficantes esclavistas pudieran seguir sufriendo tan intolerables pérdidas año tras año.
quintas partes,
más de un
como
tercio, los indígenas,
Existen informes sobre un catastrófico decrecimiento de la población, lo cual, a su vez, induciría a pensar en la probabilidad de un volumen realmente alto en el comercio esclavista hacia el sur. El licenciado Diego de Herrera hace notar que de
Precio y número de esclavos
109
600,000 habitantes que tenía Nicaragua al momento del contacto con los españoles, sólo 30,000 sobrevivieron. 56 Herrera conocia de oídas esa cuenta original, puesto que él no estuvo presente en el tiempo de la conquista. Además, luego de que él tomara el juicio de residencia al gobernador Contreras, surgió una clara enemistad entre ambos, y no sería raro que aquél exagerara la pérdida de vidas en descrédito de la administración de Contreras. Las Casas, quien también subraya la drástica merma de la población, tuvo problemas con el gobernador, los cuales terminaron con su forzosa remoción del pulpito de Nicaragua, efectuada por los criados de Contreras. 57 Pese a
las
dos referencias aludidas, es curioso que hayamos
visto tan bajas cantidades ofrecidas por los funcionarios des-
tacados en Nicaragua, quienes, por otra parte, eran duros de humanos. La cifra más alta, aludida aquí mismo con anterioridad, era la de las 3,000 licencias otorgadas por Pedrarias, según se decía; otras de las fuentes citadas, en cambio, se expresan en términos de cientos o aún menos. ¿Y cómo es posible que Alonso López de Cerrato, el gran enemigo de la esclavitud de los indios y quien finalmente aboliera la misma en Centroamérica, sólo informara en 1548, que "más de 6,000*' habían sido embarcados? ¿Y cómo es posible que ésta fuera una cifra capaz de sorprenderle a él críticos del tráfico
mismo?
La estimación de Barrionuevo de que habían 40 barcos disponibles en 1535, bien .pudo ser correcta a la luz de la afirmación de Francisco Sánchez sobre la existencia de 20 barcos dedicados exclusivamente al tráfico de esclavos, en aquel año. No he encontrado evidencia alguna que refute directamente dicho aserto, aunque existen razones suficientes para ponerlo en tela de juicio. Los primeros años de la década de 1530, fueron años de una navegación intensa, no sólo por la fuerza movilizada por Pizarro, incluyendo los grupos que se le unieron desde Nicaragua, sino también por los buques de Almagro (tres en 1533), y los 12 de la flota de Alvarado, todo lo cual hace un total de muchos barcos dedicados al tráfico noesclavista. En todo caso, se trataba de barcos que sólo podían transportar un limitado número de indios. 58 Alvarado fue
1
El trabajo forzoso en América Central
10
acusado de llevar un gran número de éstos (4,000), aunque es probable que la verdadera cantidad sólo fuera de 1 ,000, y ello utilizando sus 12 barcos.
Uno
pone a pensar
si todos aquellos barcos podían usar su valioso espacio para esclavos indígenas, pues, además de los propios españoles y todas sus provisiones, armaduras, armas y otros equipos, los barcos llevaban también muchos caballos y esclavos negros. Alvarado dijo una vez que tenía 260 soldados de caballería (aunque al parecer eran menos), con sus respectivas bestias, y el correspondiente forraje y agua, todo lo cual necesitaría un espacio considerable. 59
se
mucho de
Por otra parte, los comerciantes se mostraban ansiosos de transportar caballos al Perú, dadas las altas ganancias derivadas de dicho negocio. En esa época, un caballo costaba en el Perú de 1,0(X) a 3,000 pesos, y un **buen" esclavo negro valía de 100 a 130 pesos. 60 Ño puedo decir cuál sería el valor, en el Perú de la época, de un indio esclavo de la América Central; si tal indio podía ser comprado aquí al precio tan bajo de cinco o seis pesos, no sería raro que alcanzara un valor mucho más alto en el sur; si tal fuera el caso, valdría la pena averi-
pero
guar
si el
margen de
utilidad hacía de
él
una de
las
más
codi-
ciadas cargas para los comerciantes.61
Otros artículos más, el aceite, cera,
como
las indispensables
pipas de vino,
papel, telas, conservas, ganado, y
un
sinfín
más de
otros productos, tomaban seguramente un considerable espacio en los barcos. Pronto viajaban a las nuevas provincias las familias de los españoles, así como los burócratas y los religiosos.
¿Podía
ser
acomodada toda esa gente y obtener número de indios esclavos?
todavía espacio para un gran
Muchos más barcos posteriores a 1535,62
se construyeron, sin
aunque en apariencia
duda, en los años produjo una re-
se
ducción en la demanda de espacio para mercaderías; tal se desprende del informe de un funcionario, de octubre de 1536, en que se dice que Perú estaba lleno de productos varios, y los precios eran bajos y el comercio escaso.63 Ello podría significar un aumento de los barcos disponibles para el tráfico de esclavos. Por tanto, pudiera ser pertinente considerar las siguientes conclusiones: 1) Entre 1526 y 1532, el tráfico de esclavos indios hacia el sur estuvo limitado por el reducido
H
Precio y
número de esclavos
^^^
'^ -
'
1
número de barcos; y 2) de 1532 a 1536, la fuerte demanda de espacio en los barcos, como consecuencia de la conquista y colonización del Perú, debió limitar el tráfico de esclavos.
MacLeod es de la opinión que el comercio de esclavos alcanzó su plenitud entre 1536 y 1540,64 lo cual resulta bastante lógico si la navegación estaba libre de otras presiones. Sin embargo, si bien el gobernador Contreras y sus amigos estaban en efecto implicados en el comercio de esclavos, parece no haber evidencia alguna de que tal actividad fuera más fuerte que antes. Los enemigos de Contreras y ele los lugartenientes de éste, tenían amplias oportunidades de acusar al bando de estos funcionarios por su actividad esclavista ilegal, pero las cantidades de indígenas victimas de dicha actividad no se registran en los juicios de residencia. Si carecemos de información adecuada sobre el número de barcos navegando en el Mar del Sur en la década posterior a 1535, es de reconocer que una situación parecida se da respecto del tamaño de los buques. Probablemente habían balsas y otras embarcaciones muy pequeñas negociando entre Nicaragua y Panamá, e inclusive había carabelas de apenas unas cuatro toneladas. Quizás el navio más grande a lo largo de toda la costa en los años 1530, tenía 300 toneladas, y habría muchos otros de sólo la mitad de ese tonelaje. Se sabe de uno, botado en Nicaragua en 1544, que llevaba 90 caballos. 65 Según las apariencias, el informe correspondiente más parece una hipérbole típica del siglo XVI. Fernand Braudel nos dice que **el transporte de caballos requería un tonelaje de cuando menos 20 toneladas por cada caballo**. 66 El informante español, entonces, nos está pidiendo creer que estamos ante el espectáculo de un navio de 1,800 toneladas, navegando a lo largo de la costa de América Central, en 1544. Sin embargo, parece muy probable que el tamaño promedio a que se refíere Braudel no se aplicaba a las Indias, según la información disponible. Ya en 1532 se decía que Almagro tenía un barco, **el más grande construido en esta mar**, capaz de llevar 40 caballos. El mismo autor de tal comentario,
afirmaba un año más tarde que la Capitana de Almagro, tenía sólo 150 toneladas. 67 Al mismo tiempo se decía, en la misma fuente, que la Capitana de Alvarado, tenía 300 tonela-
El trabajo forzoso en América Central
112
Otro funcionario aseveraba unos meses más tarde, que navios de Alvarado (presumiblemente la misma embarcación lider), podia transportar 50 caballos, 68 y agregaba que, en enero de 1534, de los 20 barcos surcando entonces la Mar del Sur, seis o siete eran capaces de llevar 50 caballos. Puesto que el navio más grande era aparentemente de 300 toneladas, ello nos da un promedio de un caballo por cada seis toneladas a lo mucho. Por consiguiente, el barco aludido de 1544, podría haber tenido 540 toneladas, un tamaño todavía muy grande para la época. Sin duda era más pequeño; tal vez de unas 400 toneladas. Si el navio de Almagro, de 150 toneladas, podia transportar 40 caballos, y si asumimos que algunos de los seis o siete barcos citados como capaces de llevar 50 caballos en 1534 no tenían más de unas 300 toneladas, resulta entonces bastante difícil establecer el promedio corresdas.
uno
de. los
—
—
,
pondiente.
Tenemos, en cambio, una información más especifíca
res-
pecto de algunos barcos de la época. En 1532, Alvarado tenia ocho naves: una de 300 toneladas, otra de 160, dos de 150, una carabela de 60, un patache de 50, y dos carabelas todavía más pequeñas.69 Al año siguiente, el mismo Alvarado tenía 10 navios, pero dos se perdieron frente a las costas guatemaltecas, y fueron después reemplazados por otras dos embarcaciones capturadas por él en el Realejo. En enero de 1534, Alvarado estaba listo para zarpar hacia el Perú, con una flota de 12 barcos, ocho de los cuales eran de más de 100 toneladas y el más pequeño de 40.70 Más o menos en la misma época, Almagro tenía, además de su navio de 150 toneladas, dos pequeñas fragatas de 40 y 50 toneladas cada una.7i En 1538, Alvarado adquirió cinco barcos: dos navios, un pequeño bergantín, y dos galeones por entonces todavía en un astillero.72 En noviembre del siguiente año había aumentado sus existencias. Había completado la formación de su armada para las Islas de la Especiería y la conquista de "China**, y estaba listo a zarpar con 14 embarcaciones: 12 galeones y naos grandes, una goleta (**de veinte bancos**), y un bergantín de 13 bancos. 73 Un informe de 1545 indica que el tesorero ae Nicaragua, Pedro de los Ríos, quien había estado implicado en el tráfíco de esclavos, era propietario de tres barcos grandcs.74 Una in-
Precio y
número de esclavos
113
vestigación especializada sobre la materia podría revelar
más
información, pero aun de los detalles presentados aquí en forma esquemática, se puede colegir que un gran porcentaje del tonelaje naval de los años 1530, estaba acaparado por Alvarado, para quien el tráfico de esclavos era una operación de menor importancia. Finalmente, aun cuando los barcos estuviesen disponibles para transportar las grandes cantidades de esclavos que algunos sugieren, ¿existían realmente esas grandes cantidades listas para ser cargadas todo el tiempo? ¿Había grandes correrías para capturar esclavos en números no conocidos por nosotros? Estoy inclinado a pensar que los registros de las más notorias expediciones han llegado hasta nosotros por uno u otro medio. Ciertamente habían **rancherías'*, que eran poco más que pequeñas partidas esclavistas, y sin duda habría muchos casos de incursiones no registradas, en las cuales se capturasen unos cuantos indios. Mas todos los líderes tienen enemigos prestos a acusarlos en la primera oportunidad, como ha ocurrido siempre. Y si hacemos caso omiso de Las Casas, ¿dónde se ha atribuido a algún conquistador de la América Central, participación directa en la tarea esclavista, en una escala comparable a la atribuida a Montejo y sus seguidores, de quienes se dice que sacaron 50,000 indios de Yucatán? Es posible, por supuesto, que algún relato adicional haya sido destruido o permanezca oculto en algún oscuro legajo.
gran número de esclavos que según se dice fueron Panamá, cuando ellos fueron liberados allí, en 1550, sólo se habló de una cantidad de 821 De ellos, 158 eran de Nicaragua, 18 de Guatemala, cinco de Honduras, dos de Veragua y dos de Realejo. 75 Es cierto que la vida de un esclavo en Panamá era corta, pero es extraño de todas maneras que del gran total sugerido (aparentemente más de 150,000 sólo para Panamá), sólo 185 indígenas centroamericanos sobreviviesen para ser liberados a mediados del siglo. Pese
al
llevados a
.
En
nuestra era de los adelantos tecnológicos, a
menudo
perdemos de vista el hecho de que los españoles del siglo XVI eran poco escrupulosos con las cifras, y nuestro error con frecuencia consiste en tomarlos muy literalmente. Las Casas es a menudo señalado por inflar grandemente los números, pero
114
.
El trabajo forzoso en América Central
debe a que es el mejor conocido de los cronistas que se ocuparon del trato dado a los indios. Sin embargo, él no es el ello se
único, y muchos otros españoles de la época, de varias condiciones y posiciones, recurrren a la hipérbole por razones particulares. 76 Por otra parte, las exposiciones superficiales no eran raras, lo cual hace aparecer como más confiables los
cómputos menores.
Una
gran cantidad de esclavos era destinada a
ción, en tanto otros eran utilizados en la
la
exporta-
misma América
punto que algunos capitanes de barco y trahombres de mucha importancia. Los investigadores se ocuparán en los próximos años de las dimensiones de la esclavitud indigena, y quizás ellos ofrezcan entonces mejores respuestas. Quizás corresponda a alguien que haya pasado años estudiando la materia, ir más allá de las conclusiones de otros y arriesgar un juicio propio. Sobre la base de la documentación ahora considerada, me sorprendería si el número total de esclavos hechos en toda América Central, entre 1524 y 1549, sobrepasara los 150,000, de los cuales no más de un tercio fueron embarcados a oirus tierras. Así como en México, el porcentaje de indígenas que en verdad eran esclavos era relativamente pequeño. 77 El número de indígenas inducidos al trabajo forzoso, bajo circunstancias a menudo un poquito mejores que la esclavitud, es, sin embargo, una cuestión diferente. Central, hasta
el
tantes se convirtieron en
•^.
i.
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PARTE
II
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CRACIASADIOS
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SANTIAGO LA
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ACAJUT^i— S:::^i;^E^V«''^f °E 'í„;TJArí. A NICARAGUA íso^^íi^o io >>s^^^^^:sAleon iviEJO)
REALEJOTT^^^^^SvLAGO DE MANAGUA
MARDEL SUR
(PUERTO DÉLA POSESIÓN)
DISTANCIAS APROXIMADAS ENTRE LOS PUEBLOS ESPAÑOLES Enleguos Basadas en varias
/^*:;$ií<
^
GRANA0A(^LAGODE NICARAGUA *^ \ MAR DULCE RIO
fuentes archivológicas GOLFO DE NICOYA DISTANCIATERRESTRE ESTIMADA •
ASENTAMIENTOSESPAÑOLES LIMITE PROVINCIAL
SAN JUAN
:r Servicios personales: trabajo tributario
forzoso, 1524-49 Desde la conquista hasta mediados del siglo XVI, la mayor parte del trabajo nativo cae, ora bajo la categoría de la esclavitud legalizada, ora bajo lo que se conoce como servicio personal. A pesar de las grandes cantidades de indígenas sometidos a la esclavitud, los pobladores nativos fueron considerados en su mayoria como vasallos libres de la Corona española. Es cierto, sin duda, que las condiciones de estos últimos con frecuencia eran sólo un poquito mejores que las de los puros esclavos, pero, con todo, es una inferencia ligera en algunos autores el creer que los indios realmente fueron esclavizados en masse. La distinción estriba en que el esclavo **mueble*i o puro esclavo, era legalmente una pieza de propiedad personal, que podía ser comprada y vendida, y usada en la forma que el propietario quisiera. Un vasallo libre, en cambio, no pertenecía st hombre alguno, aunque, si era parte de una concesión de encomienda, se le tenía bajo la jurisdicción del encomendero. ,
En términos generales, las formas de trabajo a que fueron sometidos los pueblos conquistados, eran adaptaciones de las formas indígenas ya existentes. Alonso de Zorita, un juez que pasó muchos años en México y América Central, comenta las prácticas prehispánicas de la manera siguiente: El servicio personal (obligación de proveer de agua combustible y servicio doméstico) era asignado» o prorrateado para cada día, entre los pueblos del gobernador y sus barrios» de manera tal que cada individuo tenia que ir sólo dos veces al año a lo más» y.., aquellos que iban dos y
117
El trabajo forzoso en América Central
118
veces eran los que vivían más cerca. Dichos individuos también pagaban un tributo un tanto más bajo que los otros. A veces todo un pueblo traía la porción de leña que le correspondía en un período dado, en especial si la gente vivía a una regular distancia de la residencia del gobernador. Sin embargo, la mayor parte del trabajo doméstico era hecho por esclavos, de los cuales, el señor tenía una gran cantidad.^ <^^v/>^
Los indígenas sometidos a encomienda, vale decir la mayor parte de quienes vivían dentro de los límites de la administración española, estaban^ya bajo el control individual de un español, ya en una encomienda real; entre sus obligaciones principales estaban las de contribuir con fuerza de trabajo sin
compensación alguna, y pagar el tributo. En consecuencia, los indios confiados a los encomenderos eran explotados en toda clase de trabajos, a veces bajo la dirección del encomendero mismo, pero con más frecuencia a las órdenes de los capataces o calpixques como se les llamaba generalmente. Estos calpixques existían ya en las sociedades prehispánicas, con la función principal de recoger los tributos; bajo los españoles continuaron con la misma función y la responsabilidad adicional de manejar otros asuntos financieros del encomendero. La diferencia consistía en que, en América Central, los españoles casi nunca usaron indios como calpixques; a veces eran españoles, pero después fueron en su mayoría mestizos, negros o mulatos. En el caso de un pueblo que pertenecía a la Corona en encomienda, por lo general era el agente real, y eventualmente un regidor, quien miraba los asuntos relacionados con el tributo y la mano de obra para el rey. El servicio personal comenzó muy teniprano en el -'' u. .. lo explica Simpson: -^
Mundo, según
'^
:
Nuevo
'
Su primer presagio se 4
localiza en una exposición de Colón a la Corona, en la que se pedía se permitiera a los colonos usar el trabajo de los nativos por uno o dos años, hasta que la colonia fuera capaz de sostenerse por sí sola.
El había invocado ya, por cierto, el mismo principio, después de la rebelión de 1494, cuando en algunos casos
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>
í
119
commuíó a servicio personal el tributo que pesaba sobre pueblos nativos... En la distribución de tierras en la
los
Española, Colón permitió que los españoles pudieran obligar al cacique y a la gente de cada parcela o territorio, a trabajar en beneficio del propietario.^
Generalmente se tiende a asociar el tributo con la encomienda, más que con la fuerza de trabajo, pero ésta fue a menudo la contribución más importante de los indígenas, pese a algunos intentos por limitar las características e implicaciones de la misma. En 1523, Cortés habia instituido el uso del servicio personal en Nueva España, con regulaciones específicas:
Los indios debían trabajar 20 días; su horario de trabajo iba desde que salía el sol hasta una hora antes de que se ocultara, con una de descanso al mediodía; como empleados, debían ser alimentados. Después de trabajar 20 días, no podían ser llamados de nuevo para otros 30 días. A cambio del trabqjo de un año, los indios sólo estaban obligados a pagar medio peso.^ El 4 de diciembre de 1518, la Corona giró instrucciones pael servicio personal: los indios de encomienda no serian usados para llevar cargas, para trabajar en las minas o para la construcción de casas. Además, no podían ser sacados de sus campos durante las épocas de siembra y de cultivo.^ En tanto el uso de la mano de obra indígena por los encomenderos individuales pudo haber sido limitado por las leyes citadas, otros indios más fueron obligados a entrar en el sistema ra restringir
de
servicio.
Gibson anota
lo siguiente:
En los corregimientos de 1530 y después, las provisiones sobre la mano de obra estaban contenidas en las regulaciones sobre el tributo. La Iglesia de los primeros años, mediante la persuasión y la influencia sobre los caciques, empleó trabajadores indígenas en la construcción de los edificios eclesiásticos y en otros servicios personales. En Tenochtitlán y Tlatelolco, los primeros cobros de tributo
.
120
'
El trabajo forzoso en América Central
los españoles, consistieron casi totalmente en demandas de trabajo, con servicio para el virrey, construcción de canales y otras tareas para contribuir al mantenimien-
por
•'
*
to
de
la capital colonial.^
^ t^^v
>
•
-
sentido estricto, y si aceptamos la distinción hecha por Miguel Agia, el trabajo prestado para bien de la comunidad no era exactamente servicio personal. Aunque ello no significaba mucha diferencia para los indígenas implicados, tal clase de trabajo no beneficiaba a ningún individuo en lo personal, sino más bien a los vecinos en forma colectiva.
En
Fr.
Existen razonables indicios de que, en la década de 1530, la vacilante posición en materia de servicio personal. Walter Scholes escribe que:
Corona mantenia todavía una
'>"' •
•^
^<-.
.
las instrucciones de Antonio de Mendoza, emitidas el 25 de abril de 1535, indicaban un sesgo de la calidad de indio libre hacia uno dedicado al servicio personal. Mendoza ordenó hacer un censo de la tierra y establecer cuánto pagaban los indios de tributo y si podían pagar más. No se permitía el pago de tributo en especie. Las instrucciones decían también que si los indios no podían pagar tributo en dinero, podía permitirse el pago en trabajo, volunta-
riamente
y por
las cantidades establecidas.
Como
mayoría de los indios no tenía dinero, ello puso el ma de tributo sobre la base del servicio personal.^
la
siste-
En algunas provincias la tierra rendía poco en forma de tributos apreciables, y en tales casos los ingresos del encomendero consistían casi totalmente en fuerza de trabajo, que resultierras taba ser un sustitutivo del tributo. En otras regiones productoras de cacao, por ejemplo los frutos de la tierra eran tasados tan alto que los indios eran gravados con altos tributos en dichos productos, y así pasaban mucho de su tiempo cultivando cacao, artículo más valioso para el encomendero que cualquier otro tipo de ocupación.
—
—
,
La convicción de que los pueblos conquistados debían mantenerse ocupados, era algo fundamental en la política de la Corona sobre las Indias. La ociosidad, según se creía, les
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121
llevaba a una vida de pereza y vicio; pero, más importante aún, su fuerza de trabajo se necesitaba para el mantenimiento del imperio. Además, el criterio de la Corona de que los nativos eran como delincuentes morales, necesitados de una estrecha vigilancia, condujo de modo inevitable a una política de paternalismo, caracterizada por la regimentación. Se trataba de un sistema convalidado por la Iglesia, porque sólo de
esa
manera
— se creía— En
,
los nativos
podían
ser
adecuadamen-
plan así concebido no era del todo irracional, aunque en la práctica dio lugar a innumerables abusos, a pesar de la legislación real y las disposiciones locales enderezadas a impedir la injusta explotación de los nate indoctrinados.
su conjunto,
el
tivos.
El concepto de servicio personal ha sido poco comprendido, e inclusive las autoridades vinculada? a los sistemas de encomienda y de trabajo no siempre distinguen aquel término con claridad. 7 Si bien abundan las referencias al mismo, es raro que alguien explique con exactitud lo que constituye el servicio personal. Este no denota, como lo sugieren los términos,
un sirviente personal, cuando menos en el sentido de un paje, aunque un indígena sometido a servicio personal podía eventualmente actuar en tal capacidad. En realidad, dicho indígena estaba implicado en casi toda clase de trabajo imaginable en un tiempo y lugar determinados. Por lo general, sus tareas caían en una de las siguientes categorías: a)
b)
Trabajo agrícola, recolección de materias primas, minería e industria. Servicio de construcción, que consistía en levantar o reparar las residencias del encomendero o de los que trabajasen para éste; construcción de establos y corrales; otras clases de trabajos similares, como la construcción de una presa o una cantera. Ajiemás del trabajo, con frecuencia se requería de los indios parte de los materiales,
c)
como madera,
cal, etcétera.
Traslado de mercaderías y efectos personales, y cualquier cosa que debiese moverse de un lugar a otro. Estos cargadores eran llamados tamemes, una clase especial de trabajadores a la que se concede un tratamiento separado en este capítulo.
8
Í22
.
El trabajo forzoso en América Central
d)
Servicio doméstico en los hogares españoles del encodel calpixque. Mucho de este servicio
mendero y
consistía en el trabajo de mujeres indígenas dedicadas a cocinar y cuidar de las casas.
Si bien las categorías citadas cubrían casi todo el trabajo prestado como servicio personal, los indios eran requeridos para realizar cualquier tarea que les asignase el encomendero o el administrador de éste.
No
ambigüedad de la expretampoco se hacían en la époFr. Miguel Agía, quien pasó varios años en Guatemala en postrimerías del siglo XVI, hace notar la confusión entre debe causar sorpresa
la actual
sión, pues las distinciones claras ca. las
personal y el trabajo de repartimiento, equivocación a la cual dedicaremos alguna atención más adelante. Por el momento baste decir que tal servicio forzoso fue llamado personal, porque era prestado en beneficio personal del encomendero, en contraposición con el trabajo que beneficiaba a la comunidad en su totalidad. El primero, según Agia, se acostumbraba desde los primeros años de la presencia de los españoles en las Antillas, y llegó a convertirse en un sistema el servicio
de virtual esclavitud, no obstante las órdenes contra el mismo dictadas por la Reina Isabel, después de que fueron de su co-
nocimiento los abusos cometidos por los gobernadores, inclu-
yendo a Cristóbal Colón (a quien se refiere Agia como *' cierto almirante'*). La reina resolvió que en ningún caso se permitiera el servicio personal, y la orden fue reiterada por Carlos V en comunicación dirigida a Cortés en junio de 1523.9
En una cédula de 1529, dirigida a la Nueva España, el emperador declaraba que los indios debían ser, por derecho y razón, completamente libres y de ninguna manera obligados a prestar servicio personal, sino sólo a pagar tributo. lO
En
el
curso de los años se dictaron órdenes similares, aparentemen^ te sin ningún efecto, y en América Central los encomenderos dieron por supuesto el servicio personal. '.
i.
*
'
El trabajo forzoso sin paga alguna fue visto como algo necesario, debido a que siempre hubo escasez de mano de obra.
3
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Lesley B. Simpson escribe lo siguiente:
En
123
i
menos en los primeros 50 fue considerada por sus beneficiarios como un subterfugio de la esclavitud; sólo después de medio siglo de una furiosa agitación desatada por Las Casas y los reformadores, y tras el activo interés de la Corona por suprimirla, se le despojó de su rasgo económico más nocivo, esto es, el privilegio de usar los servicios de los indios, y fue reducida a algo parecido a un sistema social. Por cierto, la metamorfosis de la encomienda, que alcanzó duradera notoriedad por el escandaloso desperdicio de mano de obra que implicaba, en una especie de paternalismo benevolente, constituye uno de los más curiosos fenómenos de la historia colonialM realidad la encomienda» al
años de su
existencia,
No obstante que la Corona llegó a considerar dicho trabajo como un mal necesario, buscó, por otra parte, la ocasión de mejorarlo y regularlo debidamente. Si bien los indios no tenian otra alternativa que trabajar, la política real trató, aunque sin buen éxito, que dicho trabajo fuese pagado. 12 Por un tiempo, durante la década de 1530, algunos funcionarios de Honduras y Guatemala buscaron la manera de poner en práctica los propósitos de' la Corona sobre la materia, pero tales intentos sólo tuvieron efectos esporádicos. 1 En particular en aquellas áreas donde se recogian tributos reducidos, los encomenderos llegaron a tener el trabajo forzoso de sus indios de encomienda, como un sustituto del tributo. Los indios de Honduras a menudo traían pobres ofrendas, pero como esa provincia tenía minas, los encomenderos se mostraron inclinados a preferir el trabajo de los nativos de las minas, a cambio del tributo. La minería era un trabajo tan fatigoso que el obispo de Honduras imploró a la Corona una orden para que no se exigiera de los indios otro trabajo que el servicio prestado por un mes en las tierras del encomendero, seguido ello de un descanso de tres meses, durante los cuales los indígenas podrían trabajar sus propias parcelas. Tal rotación, llamada por los nativos ** lunas'*, podría dar cierto alivio a los trabajadores, de modo que pudiesen soportar el arreglo correspondiente. obligatorio
El trabajo forzoso en América Central
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El problema, tal como lo vio el obispo Pedraza, estaba en tasación del tributo. En muchas provincias las obligaciones derivadas de éste eran tan altas que los indígenas no podian cumplirlas, y como consecuencia tenían que contribuir con su fuerza de trabajo para cubrir la diferencia. En su calidad de Protector de los Indios en Honduras, Pedraza se dio a la tarea la
fijar los tributos personalmente, de modo tal que el presidente de la audiencia y sus oidores **no se molestaran y pudieran permanecer en su casa, en la sombra, y jugar cartas y otros juegos de salón, todo el día'*. Los oidores habían delegado previamente la responsabilidad de fijar el tributo, en los curas párrocos, pero como éstos estaban sujetos a los ayuntamientos locales, y los regidores les ordenaban dar vueltas **como negros", los sacerdotes no podian sino hacer lo ordenado, so pena de ser expulsados de los pueblos, sin dilación.
de
Si el rey estuviera
de acuerdo con que
butos, éste podría hacerlo de
el
obispo fijara los
modo satisfactorio con
tri-
ayuda oidores tuviesen nada la
de dos sacerdotes o frailes, sin que los que hacer en el asunto. El obispo pedía a la Corona disponer que su fijación de tributos se reconociese como la única, y que para la provisión de mano de obra se siguiera el sistema de las lunas. Pedraza era de la opinión que el servicio personal estaba contra la ley, pues tal era la opinión de todos los teólogos. Si tal servicio debía existir, decía el religioso, cuando menos los abusos debían ser reducidos. í^
Con un sentido realista, el obispo estaba enterado al mismo tiempo de la escasez de mano de obra, haciendo notar que no había tan siquiera un indio para llevar un tonel de agua o una cubeta de argamasa. Si tanto el trabajo doméstico como el calificado debían ser ejecutados por españoles, no sería suficiente todo el oro de las minas para pagarlo, decía el obispo, ya que un maestro ganaba no menos de dos pesos al día y los aprendices pedían uno diario. Hasta los peones de albañilería pedían un ducado de oro por un día de trabajo. La solución del prelado consistía en hacer el modesto requerimiento de media docena de esclavos negros para aliviar la escasez de mano de obra, agregando que después de hacer el trabajo para los vecinos, tales esclavos podían ser devueltos a la Corona para su venta. La hacienda real podía beneficiarse de estos
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.
«íí
125
;í
no aculturados), porque, si se trataba de trabajadores, podían aprender oficios como albañrleria y carpintería, y así su precio de venta alcanzaría el doble de lo que la Corona habría pagado por ellos original**bozales'* (negros
buenos
mente.
Por otra parte, y dado que no había hombres disponibles para efectuar los trabajos públicos, ya fuere para hacer ladrillos u otras faenas similares, el obispo pedía al rey permitir el uso de indios radicados en pueblos cercanos a Trujillo, para hacer aft-gamasa y acarrearla y para atender otras necesarias tareas del modo como se habían atendido antes. Esto sobre bases voluntarias, sugería el prelado podía hacerse de modo que aquellos indios que así lo quisieran podían trabajar en días libres, cuando no estuviesen ocupados por sus encomenderos. Durante esos días los encomenderos no podrían detenerlos o mantenerlos ocupados con otros asun-
—
tos,
y
si tal
—
hicieren serían castigados.
De
esa
manera muchos
indios podrían ayudarse con los salarios que ganaran, y podrían aprender algo del negocio de la construcción. Todo
no sólo sería beneficioso para la ciudad, y de provecho para los trabajadores, sino además sería edificante para sus espíritus. Trabajar un mes para el encomendero y el siguiente para sí mismo, sería algo que dejaría satisfecho a cualquiera. Finalmente, el religioso decía que los encomenderos no debían interferir con los indios que trabajasen para la Iglesia, pues éstos eran hombres Hbr^.i5 Si bien es cierto que nunca fue sugerido seriamente que los conquistadores españoles y otros de los primeros colonos trabajasen con sus propias manos, también es verdad que no se pasó por alto del todo la idea de usar trabajadores traídos de España. Al menos ya en 1531, un fraile llevó 30 agricultores casados a Honduras, en el entendido de que se les daría tierra y serían bien tratados. 16 Hubo otros experimentos similares, aunque ninguno de muy buen éxito. En 1540, Pedraza trató de relevar a los indios de sus cargas al contratar 165 negros que fueron distribuidos proporcionalmente en tres establecimientos españoles de la provincia. Aunque había quizás entre 1,500 y 2,000 negros en Honduras hacia 1545, su número en América Central nunca fue suficiente para satisfacer la deello
manda. 17
El trabajo forzoso en América Central
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Los primeros indios destinados a §ervir a los españoles en América Central, llegaron con los conquistadores, procedentes de otras regiones. Ya se tratara de esclavos o de hombres libres, actuaban como sirvientes personales, acarreando la comida de sus amos, la ropa y el equipo. Atendían todas las necesidades de los españoles, sufrían las mismas penalidades, y morian de una u otra causa. Algunos morían accidentalmente en
Otros eran combatientes activos conocidos co"amigos*', y en ocasiones eran objeto de un trato prefe-
las batallas.
mo
cuando terminaban las hostilidades. 8 Los que sobrevivían por lo general permanecían con sus amos, en una u otra condición. Poco tiempo después de la conquista, los pueblos nativos de la América Central fueron repartidos en encomienda entre los españoles y se creó una gran fuerza de 1
rencial
trabajo entre los vencidos.
Como
los indios realizaban casi todas sus tareas
en las prode sus actividades era amplio. La mayoría de los indios del común (maceguales) no eran trabajadores calificados, pero casi de inmediato los artesanos españoles comenzaron a entrenar a los aprendices nativos en los diversos negocios necesarios para crear comunidades tan semejantes a las españolas como fuese posible. Una indicación de dicho entrenamiento puede apreciarse en las listas de tributos en que aparecen las ocupaciones de los indígenas. Uno de tales registros revela que en tanto la mayoría de los tributarios no tenía especialización alguna, otros, en cambio, eran identificados como carpinteros, alfareros, trabajadores de las salinas, fabricantes de esteras, aserradores, ladrilleros y *tejeros*, ^caleros', vincias, el radio
herreros, cocineros, pescadores, sacristanes, porquerizos, comerciantes, aprendices de *maestros de coro' en las iglesias
como varias clases de oficiales. 19 Esta no de manera alguna una lista completa de los varios oficios aprendidos por los indios, pero constituye una prueba del desarrollo de la mano de obra especializada entre los nativos a lo largo de los años. ^. a.) 1 ^
(teupantlacas), así es
,
Además de pagar
el
,
»
»:
.
1
,
tributo y trabajar para sus
.
i
encomende-
que mantenerse a sí mismos y a sus famitasación del tributo muestra que la mayoría de indígenas tenía sus terrenos privados, o milpas, donde se culros, los indios tenían lias.
La
Servidos personales, 1524-49
,-
)
127
:
chile, frijol y otros productos comestibles. tenían colmenas para la producción de miel. Unos
tivaba maíz,
Muchos
cuantos se dedicaban a la crianza de gallinas, las cuales eran muy apreciadas entre los nativos. 20 fin de asegurar su propio bienestar, los indígenas estaban obligados, según las leyes españolas, a mantener sus chozas y milpas para procurarse su sustento, so pena de 100 azotes en caso de incumplimiento. En muchas ocasiones, sin embargo, los maceguales eran mantenidos fuera de sus pueblos, trabajando de modo tan intenso para los españoles que no tenían tiempo para atender sus propios cultivos, los cuales, en consecuencia, se perdían. Una carga más era la de contribuir con mano de obra en los terrenos comunales, así como la de proporcionar cierta cantidad de un determinado artículo para los depósitos comunales, ya fuere con el objeto de cubrir los tributos del pueblo o como medida preventiva contra las malas cosechas.
a
Todos los procedimientos anteriores estaban lo suficiente cerca de las costumbres de los indígenas, hasta el punto que no representaban grandes problemas para ellos. Lo que les causaba los mayores problemas era la responsabilidad adicional de cultivar los campos de los españoles o efectuar otros trabajos de los conquistadores. Debía proveerse de alimentos a los pueblos de españoles y eventualmente se destinaban algunos productos agrícolas a la exportación. Si bien las mayores utilidades provenían de la minería, la agricultura también daba ganancias apreciables. Mientras un encomendero de Huehuetenango hacía 8,700 pesos al año como producto del trabajo de los esclavos que trabajaban en las minas, el pueblo de su encomienda también le daba unos 200 ó 300 "indios de servicio*' que le acarreaban el metal o madera de las minas, así como mujeres que preparaban la comida. Aquellos que labraban los campos del encomendero y cuidaban de sus cerdos, le producían unos 3,000 pesos extras. 21
Un
presidente de la audiencia hacía notar que existían tres
tipos básicos de trabajo efectuado por los indios en la:
1)
cultivar los
campos de
obras públicas, esto dinario',
o sea
las
es,
Guatema-
de construcción básica; y 3) ^servicio or-
muchas
los españoles; 2) proyectos
tareas rutinarias, cotidianas,
como
El trabajo forzoso en América Central
íiS
trabajo doméstico, cocinar, hacer pan, acarrear agua, recoger leña, llevar forraje para las bestias y cuidar de los caballos,
para no mencionar sino unas cuantas. 22 Conforme llegaron más españoles a la América Central, creció la demanda de una dieta más europea, lo cual implicaba el cultivo de trigo para el pan, en sustitución de las tortillas indigenas de maíz o los pasteles de casava. Con este propósito, se permitió a los españoles usar indigenas en la preparación de los campos de trigo, con ayuda del arado tirado por bueyes. Esta concesión fue objeto de abusos por parte de los españoles, pues los indigenas fueron obligados, no sólo a arar, sino también a limpiar la tierra y recoger el trigo, lo cual requería mucho de su propio tiempo en el año e implicaba necesariamente el descuido de sus propias milpas.23
Había algunas los españoles
tareas que los indios podían efectuar para en sus propias casas, en especial el tejido hecho
por mujeres. En general, sin embargo, el trabajo requería que los indios dejaran sus hogares, a menudo por períodos largos. No obstante que una orden real de 1531, prohibía a los españoles obligar a los nativos a dejar sus pueblos, tal disposición no era práctica ni susceptible de ejecutarse.24 Algunos indígenas eran obligados a caminar unas 100 millas o más hacia los lugares de trabajo, llevando su propia comida, así como otros objetos que cargaban como tributo a sus amos. Aparte de aquellos que caían exhaustos en el camino, muchos morían de hambre pues su comida era consumida antes de arribar a su destino. 25 La segunda mitad del siglo XVI pudo ver una variedad más amplia de cultivos de exportación, pero el primer cuarto de siglo de la colonización (1524-49), encontró a los españoles más preocupados en empresas con perspectivas de un enriquecimiento más rápido, esto es, principalmente el tráfico de esclavos y la minería. Sin embargo, y además de la agricultura de subsistencia para consumo local, se dio algún esfuerzo por capitalizar las demandas europeas de azúcar. Es cierto que las plantaciones de caña de azúcar no fueron en Centroamérica tan importantes como en otras partes de las Indias, mas había unas cuantas en operación y, por supuesto, la mano de obra era proveída por los indios y por unos cuan-
Servicios personales, 1524-49
129
En Chiapas el encomendero Baltasar Guerra tenía un terreno fértil al que llamaba La Vega, y en el que había levantado una gran plantación de caña de azúcar, con más de tos negros.
200 trabajadores indios. Estos, al decir de Remesal, fueron reducidos a la esclavitud de manera injusta, aunque, entre las muchas mentiras dichas a los sacerdotes. Guerra había afirmado que todos los indios habían sido liberados. El trabajo en la plantación era de tal manera duro, que muchos maceguales morían, y se temía que todos sucumbieran a la fatiga. De acuerdo con el cronista citado, los indígenas recibían por su trabajo cerca de una centésima parte de lo que en justicia merecían. 26
Alonso López de Cerrato comprobó que en Chiapas había una ** tiranía" de los propietarios de las plantaciones de caña de azúcar, a quienes los encomenderos alquilaban sus indios de encomienda. El trabajo en dichos lugares, aseguraba López de Cerrato, era mucho peor aun que el de las minas; era en verdad tan malo, que una sola plantación de caña era suficiente para matar 2,000 indios en un año.27 Quizás sin sospechar los daños que ello implicaba para los trabajadores nativos, el humanitario obispo de Honduras trató de promover el cultivo de la caña de azúcar en 1547. El habló a la Corona de un grande y fértil valle, situado a sólo seis leguas de Trujillo, donde habían ríos y crecían muchas clases de plantas. Gracias a las condiciones favorables, decía el obispo, podría resultar atinado sembrar caña, sobre todo si se tomaba en cuenta que algunas plantas sembradas hasta entonces habían alcanzado un grande crecimiento. 28
no se mostraba resueltamente opuesto a plantaciones de caña de azúcar; en efecto, en una ocasión escribió a la Corona relatando cómo después de que se concediera un préstamo del tesoro real a un vecino de San Pedro, para la construcción de un ingenio azucarero, varios vecinos de Santiago se habían acercado a él, preguntando si la Corona podía facihtarles dinero para los mismos propósitos. Cerrato respondió que él no tenía autorización alguna para otorgar por sí mismo tales préstamos, pero les ofreció indagar sobre el asunto. Cerrato, que pocos meses antes había escrito, informando sobre los desastrosos efectos de las plantaciones de caInclusive Cerrato
las
El trabajo forzoso en América Central
'(SÓ
se mostró entonces dispuesto a estimular dicho cultivo en Guatemala, informando esta vez a la Corona que había buena disposición para tal empresa, en particular desde que él había ordenado la construcción de una carretera al puerto del Caribe. Cerrato aseguraba al rey que podía recomendar una persona confiable para el proyecto aludido, pero nada decía, en cambio, sobre el bienestar de los indios que trabajarían en las plantaciones. 29 Tal vez Cerrato y el obispo de Honduras eran ambos de la opinión que el trabajo era dañino sólo si los maceguales lo hacían hasta el punto de la extenuación, y que, por lo mismo, una política moderada no ló haría en exceso perjudicial para los trabajadores.
ña en Chiapas,
El cultivo de la caña de azúcar era una operación productiva si se la emprendía en circunstancias adecuadas, y un empresario de éxito podía hacerse rico fácilmente. Requería, sin embargo, una considerable inversión de capital. El cronista Oviedo, escribiendo sobre las plantaciones de La Española, se refiere a las instalaciones que se hacían necesarias, así como a una cantidad mínima de 80 a 120 trabajadores negros; omite decir, empero, que si la mano de obra era indígena se agregaba requerirían muchos más trabajadores. Además Oviedo estaban los gastos derivados del mantenimiento de unas 1 ,000 a 2,000 cabezas de ganado, el cual sería usado en el para un fuego que se mantendría casi acarreo de la leña para halar carretas, y a veces constantemente encendido para mover los molinos. Las carretas eran caras y el procesamiento completo del azúcar resultaba una operación larga y difícil. Todo ello, decía Oviedo, tendría un costo de más de 15,000 ducados de oro, sólo para empezar. 30
—
—
—
—
,
En cierta ocasión, un español de Chiapas, a quien le fueron quitados sus esclavos, se quejaba de que no podría completar la operación azucarera qu^ había iniciado, y solicitaba un préstamo a la Corona de 3,000 pesos, para un período de cuatro años. El préstamo fue autorizado, con la condición de que utilizaría un molino movido por agua y no un **trapiche'*, es decir, un molino movido por animales u hombres. Otra condición se refería a que el español estaría en capacidad de invertir cuando menos 6,000 ducados. 31
Servicios personales, 1524-49
La
131
una actividad imporde inversión requerido, a los problemas de trabajo, al transporte incierto del producto de exportación y a la competencia de otras regiones de las industria azucarera
tante, precisamente
no
debido
llegó a ser
al capital
Indias.
Mucho del trabajo nativo antes de la mitad del siglo XVI, estuvo dedicado a la construcción de edificios. Una de las primeras preocupaciones de los nuevos amos de la tierra, fue la de erigir adecuados lugares para vivir, pues se mostraban poco inclinados a permanecer por mucho tiempo en las chozas de los nativos. Las primeras toscas residencias para obtener algún abrigo, fueron luego sustituidas por las llamadas *casas solariegas', construidas con el afán de mostrar a los vecinos la posición y dignidad de los propietarios. Los conquistadores prominentes y los altos funcionarios que tenían la necesaria capacidad económica, deseaban casas grandes, como fortalezas, dignas de los magníficos de las Indias, y entre cuyas paredes podia residir, a discreción y gusto del señor de la casa, un gran número de paniaguados, parientes, amigos y aduladores, lo cual resultaba ser un signo de la munificencia del señor. Mucho más que en nuestra propia sociedad, tan imponente mole arquitectónica era un símbolo de un status alta,
mente deseable. Después de concluida la pacificación de una zona determinada, se formaba la corporación edilicia del pueblo, con funcionarios electos, cuyas responsabilidades incluían la de ver por el normal asentamiento de la comunidad. De esa manera, y después de cierto desahogo de los vecinos más ponderados, exactamente el 23 de marzo de 1528, el cabildo de Santiago ordenó a todos aquellos que tuviesen indios en encomienda, ocupar a sus trabajadores en la constru^cción de casas en los solares de españoles. Se dio un plazo de tres días para comenzar a construir las paredes alrededor de \as casas y limpiar las calles del frente. Quienes no cumplieran estaban expuestos a perder sus solares y sus indios, y además serían multados con 50 castellanos en efectivo.32 Aun así, parece que la mayoría necesitaba muy poca presión, pues Remesal refiere que era tal la prisa de los españoles en hacer sus casas, que ni siquiera permitían a los nativos descansar en los días de fiesta. Al final
El trabajo forzoso en América Central
132
cabildo dispuso, en 1534, que como algunos encomenderos hacían trabajar a sus indios aun en domingos, en contra de lo establecido por la Iglesia, cada español culpable de tal transgresión, seria multado con tres pesos de oro por cada domingo trabajado por los indios en cualquier construcción. Lo mismo se aplicaba al uso ilegal de indígenas durante las fiestas el
generales. 33
A los ojos de los funcionarios no resultó menos importante la
necesidad de edificios públicos para albergar
otras dependencias, en tanto los eclesiásticos
el
cabildo y
abogaban por
para el culto y monasterios para la contemplación. A de reunir a todos los posibles trabajadores, los regidores de Santiago propusieron que se echara mano de los aliados tlaxcaltecas y cholutecas, quienes tan sólo recientemente habían luchado bajo las órdenes de Alvarado, durante la conquista; se buscaba aprovechar.su fuerza de trabajo en los proyectos de obras públicas. En tal ocasión al menos, la Corona hizo honor a las concesiones otorgadas a los ** amigos'* de México, y denegó la aludida propuesta. 34 En 1538 la Corona había ordenado que se construyeran monasterios en los pueblos de indios o en las vecindades de los mismos, y los nativos no dados en encomienda fueron obligados más tarde a contribuir con un tercio del costo total del edificio de la catedral de Guatemala. 35 a lo largo de los años sucesivos, grandes cantidades de indígenas fueron obligados a contribuir con mano de obra para la construcción de impresionantes iglesias y monasterios, a menudo contra su voluntad y generalmente edificios fin
sin
paga alguna.
';
'
Después de la calamitosa inundación de 1541, que destruyó Santiago, la ciudad española capital del reino de Guatemala ahora conocida con
el
nombre de Ciudad
Vieja, los colonos se
trasladaron al valle cercano para fundar otra capital, que también se llamó Santiago y ahora se conoce como Antigua. El nuevo sitio, el Valle de Panchoy, también sería seriamente
dañado por el gran terremoto del siglo XVIII (el terremoto de Santa Marta de 1773), ocasionando el nuevo traslado de la capital hacia donde hoy se levanta la ciudad de Guatemala. Las ruinas magnificentes que todavía se mantienen en pie en la ro-
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mántica ciudad de Antigua, sin embargo, dan
133
fe del
enorme
trabajo y de la consumada destreza que fueron necesarios para su construcción. 36
Al trasladarse a su nuevo sitio la tercera ciudad de Santiago de Guatemala, se hizo necesaria una mayor reglamentación del trabajo nativo en la construcción de la nueva capital. Una vez más se procedió a la distribución de solares entre los particulares acreedores a los mismos, en tanto se elaboraban los planos para las estructuras que albergarían las entidades gubernativas y religiosas, y se trazaban los terrenos ejidales. De acuerdo con una autoridad en la materia, '*cada mes los Cakchiqueles bajo la dependencia del Ahpopzotzil [rey], eran obligados a proporcionar 1,000 trabajadores de uno y otro sexo, para ayudar a los prisioneros de guerra en la construcción de la ciudad"; la audiencia y el virrey de la Nueva España opinaron que los indios de las tierras del difunto Pedro de Alvarado, debían tomar parte en la construcción. 37
Por temor a la amenaza de aventureros buscadores de fortuna, y ante la necesidad de dar un poco más de estabilidad a las colonias, la Corona dispuso la erección de esos magníficos y permanentes edificios. Empero, su política restrictiva sobre trabajo indígena, impedía al mismo tiempo el logro de aquellos objetivos. Estaban vigentes las cédulas reales que prohibían tasar en tamemes el tributo de las encomiendas; el
también estaba prohibido que los aborígenes cortaran madera; y no se podía contratar a los indios de encomienda para ^r otros trabajos. ,^ ,
A manera de ejemplo de la situación aludida, se puede citar oportunidad en que los regidores de San Salvador se quejaron de que con semejantes restricciones se hacía imposible proseguir con la planificación de su nuevo pueblo. Por cuanto la vieja localidad de San Salvador era precaria en muchos aspectos, los vecinos habían comenzado a Feconstruir la ciudad en un sitio más adecuado. Sus planes se vieron frustrados, sin embargo, debido a que no había ** maestros" españoles, ni artesanos especializados en la construcción, ni se disponía de los materiales necesarios a los que dichos vecinos estaban acostumbrados en España. Por otra parte, se encontraban a 80 leguas del puerto en que se podían conseguir los materiales de la
^"^
El trabajo forzoso en América Central
construcción, y careciendo de recuas para el transporte no tenían otro recurso que usar a los cargadores indios. ¿Y cómo podrían ellos construir si los indios no podían ser usados ni siquiera para cortar madera? Tampoco se podía contratar a los naturales de la tierra para otras clases de trabajo, y no había
o negros, y en caso de encontrar algunos, estaban ocupados en las minas de oro y de plata, y el hecho de separarlos de la industria minera podía ocasionar la disminución de las rentas de la Corona. Muchos españoles, decían los regidores de San Salvador, estaban contentos con el nuevo sitio y ya habían comenzado a construir sus casas, usando para esclavos, indios
trabajadores nativos que recibían una compensación y la supervisión de oficiales capaces de prevenir los abusos. Uno de los tantos problemas —se decía—, consistía en que las encomiendas tenían pocos indios y aun los encomenderos carecían asi de suficiente mano de obra. Si la construcción se paraba, aun los vecinos casados deberían salir y el pueblo quedaría abandonado. Los miembros del cabildo, quienes deseaban tener la libertad necesaria para contratar indios, que a su vez podrían usar los salarios así ganados para pagar sus triello
que laboraban bajo
butos, los regidores, decimos, imploraban al Consejo de Indias la revocación de las cédulas respectivas, de
modo que
se
pudiesen construir casas buenas y sólidas. 38 La demanda de mano de obra para la construcción casi siempre estuvo en conflicto con los esfuerzos de la Corona por mejorar las condiciones de los indios, y el caso citado sólo es una de las
muchas controversias
similares.
Durante la invasión y pacificación de la América Central se un gran optimismo sobre las posibilidades de descubrir depósitos de metales preciosos. Antes de esa época, las cantidades de oro y plata encontradas en las Indias habían sido decepcionantes y, como consecuencia de ello, los esperanregistró
zadores informes sobre supuestas grandes riquezas al sur de México, estimulaban la expansión de la conquista. Los depósitos minerales y las corrientes auríferas fueron lo suficiente fructíferos para mantener el interés por la búsqueda durante muchos años, y en las dos primeras décadas pareció que Centroamérica era la gran esperanza de España en cuanto a la
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"
•'
135
En consecuencia, y por unos cuantos años, nuevas provincias adquirieron una alta posición en la estimación de la Corona, gracias no sólo a su potencial minero, sino también a que los cálculos iniciales equiparaban la población con la de México, lo que parecía asegurar la mano de obra necesaria para la explotación de las minas. Pero luego, en un corto y dramático período, los grandes descubrimientos de plata en Perú y México, durante los años 1540, relegaron el distrito de la Audiencia de los Confines a una posición de olvido relativo. Aun antes de ello, en la década de 1530, un cierto número de conquistadores centroamericanos, decepcionados por sus pobres recompensas y sin poder confiar más en las promesas, abandonaron el área centroamericana para unirse a la empresa de Pizarro. Después del descubrimiento del Potosí en 1545, todos ellos salieron raudos hacia el sur. Para algunos españoles, sin embargo, América Central tenía suficiente riqueza mineral para ofrecer modestas fortunas a los empresarios, y así fue como la minería continuó siendo rentable a lo largo del siglo XVI. El lamento familiar que se oiría a lo largo de décadas, sería el de que las minas no podían trabajarse adecuadamente por la escasez de mano de obra. riqueza mineral. las
La ansiedad' de los españoles por mantener a los indígenas en las minas fue tal, que de ello se derivaron graves problemas. 39 Antes de 1530, el primer obispo de Guatemala, Francisco Marroquín, hizo ver a la Corona que los indios del altiplano encontraban muy difícil el trabajo en las minas, así como peligroso durante el invierno. En opinión del prelado, ellos debían trabajar en las minas sólo durante la temporada seca, es decir, de noviembre a marzo, porque, aparte de los daños, al comenzar las lluvias, en abril, comenzaban también las siembras de los indios, y era una época, por lo mismo, en que ellos debían estar en sus pueblos. La Corona estuvo de acuerdo y giró órdenes en tal sentido.^o *
Los sobrecargados indios de Honduras (en Jilotepeque y otros tres pueblos> tomaron las cosas en sus propias manos, y en la primavera de 1531 se rebelaron contra el trabajo duro de las minas, organizando un motín en que murieron cinco colonos. ^i Los españoles pudieron someter de nuevo a los nativos y,
aunque
las
amenazas de rebelión continuaban,
las
ganan-
El trabajo forzoso en América Central
136
de Montejo informó a España en 1537, que 50,000 pesos oro se habían obtenido de la minería en Honduras, suma sin duda suficiente pacias parecían justificar los riesgos. Francisco
trabajo de los indios. 42 oponía al trabajo forzominería, pues consideraba que sólo debían usarse los
ra afectar la política real sobre
Chamberlain afirma que Montejo so en
la
el
se
indios legalmente sometidos a la esclavitud,
o bien aquellos que de modo voluntario quisieran trabajar por una paga. La llegada de Cristóbal de Pedraza como Protector de los Indios, en 1538, agregó un fuerte apoyo a la causa de estos últimos, pero este funcionario no tuvo éxito, como tampoco Montejo, en cuanto a controlar los excesos.'*^ Si bien la plata y el oro ofrecían en Honduras las mejores perspectivas, en otras áreas, en cambio, el oro se encontraba
en limitadas cantidades. Hacia 1531 se comenzaron a extraer algunas cantidades de oro en Nicaragua, y los funcionarios escribían entusiasmados diciendo que a menudo descubrían nuevas minas con buenas perspectivas de producción.^ En la esperanza de estimular a los colonos para hacer nuevos descubrimientos, la reina autorizó a los funcionarios reales de Guatemala a ofrecer una recompensa de 100 pesos a todo aquel que descubriese una nueva mina.45
Las condiciones intolerables a que estaban sometidos los mineros indios de Nicaragua, les llevaron a sublevarse. Después de matar a varios españoles, y junto a algunos de sus caciques, los rebeldes fueron sometidos y obligados a regresar a las minas, donde permanecieron por el resto de la estación (demora). Parece ser que la demora fue establecida eventualmente por un período de ocho meses, de manera uniforme, pero en el siglo XVI a menudo era de nueve y aun de diez meses. El período aludido terminaba en agosto, lo cual hace suponer que el ruego del obispo Marroquín en el sentido de hacer cesar los trabajos de minería en la estación de las lluvias, evidentemente no había sido atendido. El autor del correspondiente informe era el licenciado Francisco Castañeda, alcalde mayor de Nicaragua, quien demostraba cierta simpatía por la situación de los maceguales. Aparte de los trabajadores muertos en las minas, se había producido poco antes una epidemia de sarampión, la que provocó la muerte de unos 6,()00
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t
137
indígenas. Todas las plagas, decía el autor del informe, se habían llevado aproximadamente un tercio de la población nativa.
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Castañeda y otros funcionarios estaban de acuerdo en que deberían tener un descanso después de la estación minera, a fin de hacer sus siembras antes de regresar a las minas. Los nuevos centros mineros no sólo eran peligrosos para los indios, sino, además, su aislamiento constituía una amenaza para los nativos locales. Dado que muchos españoles habían salido hacia el Perú, eran pocos los que quedaban para dar protección al territorio, y las nuevas minas estaban en terrenos inhóspitos, donde vivían los hostiles chontales.^ los indígenas
Castañeda se mostraba preocupado por
el decrecimiento de población nativa, lo cual se debía auizás a razones humanitarias; sin embargo, su comportamiento posterior hace pensar que su inquietud se debía más a la resultante reducción de la mano de obra. Afirmaba este funcionario, que a la vuelta de cuatro años no quedarían indios en el territorio si alguien no hacía algo por conservarlos, protegiéndolos no sólo de la peste y otras enfermedades que se presentaban cada año, sino también del agotador trabajo de las minas, por sí mismo suficiente para exterminarlos. Los trabajadores debían viajar 40 leguas desde León y Granada, hacia arriba de las montañas, y una vez allí trabajar en el frío y bajo la lluvia; ello, combinado con la fatiga, afectaba la salud de los indios provenientes de las tierras bajas. Su acostumbrada dieta en el trópico inclma una gran variedad de frutas y pescado, sin lo cual se minaba su condición física.47 De todas maneras, ellos eran un
la
pueblo de constitución débil y carentes de energía. Los que no morían en las regiones mineras caían en los caminos que conducían a ellas, y éstos aparecían así sembrados de huesos de aborígenes. Castañeda decía conocer a un encomendero que había perdido 200 nativos de su pueblo de encomienda en una sola estación minera, y otros que habían tenido buenos repartimientos de indios no tenían ya ninguno de los que les habían sido adjudicados. Dada la cantidad de gente que moría, el alcalde mayor afirmaba que las minas ya no estarían en funciones a la vuelta de unos dos años. ^8 Tres años más tarde, el gobernador de Nicaragua decía que las minas ya no
138
El trabajo forzoso en América Central
podrían mantenerse dada su remota ubicación en terrenos fragosos, y debido a la falta de indias encargadas de preparar la comida de los mineros.49 Las posibilidades de amazar una fortuna rápida, fueron suficiente motivo para desalentar los impulsos humanitarios entre la mayoría de los encomenderos españoles. Uno de los conquistadores prominentes, Sancho de Barahona, constituye un ejemplo adecuado para ilustrar las tentaciones de la riqueza rápida. Este sujeto tenía en encomienda la mitad de los indios radicados en el populoso asentamiento de Atitlán; de aquí, precisamente, tomó una cuadrilla de 100 indios mineros (testigos del pueblo afirmaron que el grupo se componía de 120 personas, entre mujeres y hombres), capaces de producir 2,000 pesos de oro para Barahona, en una sola demora de diez meses. Varios testigos españoles indicaron que la cuadrilla extraía de las minas un equivalente de seis a siete pesos diarios. Dos mil pesos anuales no eran suficientes para satisfacer la sed de riqueza de Barahona, y por ello la minería era sólo una parte de los ingresos que le proporcionaba el próspero pueblo de Atitlán. 50 Un tesorero real, Diego García de Celis, describía las potencialidades mineras de Honduras indicando que cuatro ríos cercanos a la costa habían sido examinados en cuanto a su riqueza en oro, y se había comprobado que todos ofrecían grandes perspectivas inmediatas. Un joven y tres indios, trabajando sólo a medio ritmo, extraían un equivalente a siete reales de oro, en unas pocas horas. 51 Unos cuantos meses más tarde, el gobernador de Honduras informaba al rey que a sólo dos o tres leguas del establecimiento de Buena Esperanza, se habían descubierto unas minas, en las cuales ocho o diez indios podían extraer más de 200 pesos en un corto tiempo. Aun prescindiendo de las grandes cuadrillas de Guatemala y Nueva España (las cuales, según el informante, consistían de 120 a 150 indios), Honduras podía organizar equipos adecuados, capaces de obtener buenas cantidades de oro en una demora de diez meses. 52 No obstante que al cabo de pocos años las cantidades de metales preciosos provenientes de Centroamérica, parecerían mezquinas o haladles, la Corona se mostraba más interesada en la década de 1530. r^«r.
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139
En las montañas de Honduras, situadas en medio de los dos mares, en una próspera región con muchos pueblos de indios, se estaba estableciendo una ciudad de españoles llamada Gracias a Dios. Se habia nombrado ya a los funcionarios del ayuntamiento y se habían concedido repartimientos de indios a 80 encomenderos. Significativamente, el lugar estaba situado bastante cerca de algunas minas ocho leguas de las de Alax y 14 leguas de otros que estaban siendo explotadas a la Las nuevas minas eran ricas, según la opinión del gosazón bernador, quien deda haber visto a una cuadrilla de 20 hombres y 40 mujeres de Guatemala, extraer 150 pesos de oro en 27 días. Por lo general, afirmaba el gobernador, un indio podía extraer de tres tomines a medio peso diarios, aunque a veces dicha suma podía ser de un peso o más.53
—
—
Todo
.
no caminade unos pocos interesados en el bienestar de los nativos. Pedraza era un vigoroso oponente del uso indiscriminado de la mano de obra indígena. Chamberlain hace notar que *' Pedraza renovó la prohibición contra el empleo en las minas de los indios libres y de aquellos dedicados a trabajos domésticos, medida ésta establecida por Montejo entre 1537 y 1539, pero ignorada después del regreso de Alvarado", El mismo autor citado resume el conflicto entre Pedraza y los vecinos, de la siguiente manera: ba
el
referido orden de cosas, por supuesto,
sin la oposición
Los esfuerzos de Pedraza para proteger a los indios y por emitir disposiciones legales que les favorecieran, provocaron la misma clase de oposición despertada por las anteriores medidas dictadas por Montejo. El cabildo de Gracias a Dios inclusive instruyó a Pedraza, en su
dad de procurador de Honduras-Hibueras ante
cali-
la corte,
para abogar por medidas reales que permitieran el empleo de los indios en las minas, lo cual iba en contra de las propias regulaciones dictadas por Pedraza. Luego, después de que éste saliera de Castilla, los funcionarios del tesoro real atacaron acremente su política y protestaron contra ella, diciendo que él había presentado las condiciones de los nativos mucho peor de lo que realmente eran, y que, por medio de sus medidas de protección.
El trabajo forzoso en América Central
;|40
había entorpecido el desarrollo de la minería. Los aludidos denunciantes llegaban al extremo de pedir a la Corona que desconociera a Pedraza como procurador, hasta que se examinaran cuidadosamente en la corte los despachos y documentos extendidos por Montejo contra Pedraza, como resultado de la destitución del último de los nombrados, en el cargo desempeñado en HondurasHibueras en 1539. Se pedía asimismo, examinar, con los mismos propósitos, las protestas de otros cabildos. Los funcionarios del tesoro real repetían los viejos argumentos de que los indios de Honduras-Hibueras pagaban poco en tributos si se comparaba con lo obtenido por el mismo concepto en otras provincias. Se decía también que las minas constituían la única fuente de ingresos efectivos para la Corona y de riqueza individual para los t
>íí
En consecuencia, los funcionarios citados señalaban con insistencia y deducían la estrecha relación entre la minería y la subsistencia de la colonia, en la forcolonos.
'';
ma como ellos concebían esta última, y abogaban porque se liberase el uso de los indios en la explotación de los metales preciosos. La Corona, sin embargo, apoyó con firmeza
las
medidas tomadas por Pedraza. ^^
Montejo decía, al describir su llegada a Honduras, que habia encontrado españoles sacando oro con hombres y mujeres de los pueblos, por carecer de esclavos, y que ello había producido un desorden tal, hasta el punto de llegar a destruir los dichos pueblos nativos. Como resultado de tal situación, Montejo pedía 1,000 negros para aliviar la situación difícil de la mano de obra.55
Un
español que había pasado seis o siete años en Honduen Sevilla, en 1543, que los indios de encomienda en dicho lugar, sólo daban servicios personales en pago del tributo, y ello de acuerdo con los caprichos de sus amos españoles. Por lo general dichos indios eran usados en el acarreo de provisiones a las minas o a cualquier otro sitio, y algunas veces los encomenderos alquilaban sus indios a otros españoles, que los usaban en dichos menesteres. Además, otros de los indios encomendados eran obligados a trabaiar en las ras, declaró
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plantaciones de maíz de los españoles. Ellos, no obstante, no debían trabajar en las minas, pues este último trabajo estaba reservado a los esclavos nativos, los negros y los naborías. 56
Las Leyes Nuevas de 1542, tenían, como su primer objetiel de paliar los abusos a que eran sometidos los indios. Entre sus regulaciones había una que prohibía el uso de indios en las labores de extracción del oro. Si bien los nativos seguían siendo empleados en las operaciones mineras, los españoles sostenían que los trabajadores no estaban ocupados exactamente en lavar oro y por lo mismo no se podía decir que estaban dedicados a extraer el metal, y, en consecuencia, no estaban destinados a tareas ilegales. 57 Era precisamente esta clase de razonamientos lo que conducía a una ininterrumpida violación de las leyes. vo,
Las labores mineras fueron interrumpidas en los años 1540, por los continuos ataques de indios hostiles. Justamente en 1544, una gran fuerza de éstos, procedente de las villas de Comayagua, Olancho y Nueva Segó vía, juntamente con otros de las afueras de San Pedro, se rebelaron y mataron a muchos españoles y a varios negros de las cuadrillas mineras, a cpnsecuencia de lo cual algunas ricas minas debieron ser abandonadas.
58'
Unos cuantos mes.es más tarde una cédula real insistía en que ningún indio trabajara en las minas, ni en cualquier otra clase de faenas que les fatigasen o dañaren su salud. La Corona hacía notar que, según informaciones en su poder, en la fijación de tributos en los pueblos de encomienda se exigía el pago por medio de servicios personales, entre los cuales se incluían el servicio de los cargadores y el de los trabajadores
A
las minas. estos últimos se les exigía lavar oro, así como acarrear leña y efectuar otros trabajos en las minas. En relación con el peculiar razonamiento a que nos hemos referido antes —aquel en que se indicaba que si los trabajadores no es-
en
taban realmente lavando oro, no estaban en efecto dedicados al trabajo minero la Corona estipuló que todo trabajo implicado de alguna manera en el proceso de la minería, estaba prohibido para los indios, so pena de la pérdida de la mitad de los bienes poseídos por el español que violase dicha norma. La reincidencia estaba penada con la pérdida de todos
—
El trabajo forzoso en Améríca.Central
142
los bienes, y, además, el exilio de la provincia.59 El decreto fue enviado a la audiencia, pero debido a que los miembros de ésta estaban ellos mismos implicados en la industria minera, los cambios subsecuentes fueron realmente insignificantes. Como se verá más adelante, no fue sino hasta el advenimiento de la segunda audiencia cuando las cosas tomaron un dramático
sesgo.
De todas las categorías de trabajo efectuado bajo la denominación de servicio personal, las de los naborías y los tamemes son lo suficiente importantes para merecer una mayor consideración. No sólo eran esenciales desde el punto de vista del trabajo en general, sino además, se trata de formas de trabajo que han persistido hasta los tiempos modernos, con sólo ligeras variantes.
.;.[
^^^
Naborías Resulta
difícil
ofrecer una defínición exacta del término
mismo aparentemente significa difetiempo y el lugar. Se trata de una palabra usada en la época prehispánica y retenida por los españoles con muy ligeras Variantes en su significado. Inclusive entre los españoles de la época, los diversos usos del vocablo se hacían un tanto oscuros. Obsérvese lo que escribiera el versado Bartolomé de Las Casas en su Historia de las Indias: **naboría**,
dado que
rentes cosas, según
el
el
En estas islas había para los españoles dos clases de esclavos perpetuos: primero» aquellos que podían ser vendi-
dos públicamente, como los tomados en la guerra; y segundo, aquellos que no podían ser vendidos abiertamente y que eran llamados naborías; éstos se podían adquirir y vender de manera secreta y habían mil argucias para hacerlo. En su lenguaje común, los indígenas llamaban naborías a los criados y a los sirvientes de la casa.^o
La
ma
anterior fue acaso la interpretación inicial, pero la mis-
engañosa al aplicarla a la América Central. Los naborías no eran precisamente esclavos; en el plano legal eran resulta
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-
143
personas libres, que no se podían comprar ni vender. A veces llamaba '* naborías perpetuos", sin que ello necesariamente significara que su condición de servidumbre fuese siempre por toda la vida. Me parece que su status semeja más el de un peón por deuda, quien parece ser un descendiente en línea directa del naboría del siglo XVI. se les
Los indios tomados en las **inútiles" islas del Caribe, las Antillas Menores, fueron hechos naborías, sin contar para ello con su propio consentimiento. Simpson anota que **los indígenas dados en encomienda no eran esclavos, sino naborías, pues el rey Fernando consideraba que pesaría en su conciencia el hacerlos esclavos'*. 6i
En 1512, y por vecinos de Puerto biendo tener para y de sus caciques,
medio de una orden real, se permitió a los Rico adquirir indígenas como naborías, deello el consentimiento de los propios indios "porque de este modo ellos serían bien tratados*'. Cuando menos en el comienzo, se da una clara similitud de circunstancias con los indios de encomienda. Pero, en tanto unos y otros contribuían con su trabajo, los naborías no estaban obligados a pagar tributo. La posición legal de estos últimos fue aclarada en 1531, cuando se determinó que sólo los indios que estuviesen de acuerdo con tal situación podían ser hechos naborías. Se dispuso asimismo que ellos no servirían más de manera perpetua, sino sólo por el tiempo que quisieran, lo cual se dejaría bien claro por medio de intérpretes. Ellos, además, no serían dados en encomienda, o en cualquier otra forma, si ello fuese contra su voluntad; finalmente, se estableció que tendrían la libertad' de escoger al español para quien trabajarían.62 Los naborías, pues, eran indígenas que trabajaban para los españoles, principalmente como sirvientes domésticos, aunque sus obligaciones no se circunscribían necesariamente a los hogares. 63 Prestaban un servicio personal, pero lo hacían con una categoría propia, distinta de la de los indios de encomienda, quienes realizaban casi las mismas tareas. Por lo menos en los primeros años, parece ser que los naborías eran personas desarraigadas, como consecuencia de los vaivenes de la guerra. Esto quiere decir que, por lo general, eran individuos de otro territorio, a veces de las islas del Caribe, y que se en*
144
El trabajo forzoso en América Central
contraban asi en tierras extrañas, sin ningún vinculo de identificación con los nativos locales. Sin tener un lugar seguro en el pueblo o aldea donde vivian, sin familiares o amistades de ninguna clase, tales indios estaban como *sueltos', lo cual constituía una condición no tolerada por las autoridades españolas. 64 Precisamente porque no pertenecían a pueblo alguno, no podían caer bajo una concesión de encomienda. De modo eventual, sin embargo, algunos de tales indígenas llegaban a formar parte de los repartimientos en los cuales las personas desplazadas eran asignadas a los españoles, a fin de mantenerlas ocupadas y bajo supervisión. Como legalmente se trataba de personas libres, a pesar de que en la mayoría de los casos habían sido sacados por la fuerza de sus terruños, estaban comprendidos en la categoría de aquellos aludidos por las leyes cuando éstas afirmaban que los nativos libres que hubiesen sido sacados de sus hogares, supuestamente eran libres de retornar a los mismos. El hecho de llamar ** libres" a estos nativos, es un peculiar ejemplo de casuística ante nuestros ojos. No obstante, se dejaba claramente establecido que no podían ser comprados ni vendidos, y que, por consiguiente, no eran esclavos. Por tanto, ipso facto, eran **libres'*. Pese al derecho a regresar a sus tierras, que la ley reconocía a los nativos de que venimos hablando, las barreras para tales efectos eran por lo general insalvables: a menudo ello significaba una larga y difícil jornada, sin mencionar los costos de la misma. De tal manera, la mayor parte de ellos permanecía en las tierras a que se les había conducido. Algunos habían sido forzados a prestar servicios en ciertas etapas de la conquista y la pacificación, después de haber sido capturados en las primeras incursiones. Durante los años de la pacificación, los indígenas, en especial mujeres y niños, no fueron esclavizados, pero fueron hechos naborías "perpetuos". No podían ser vendidos, pero apenas llegaban a la condición de vasallos libres. Los naborías llegaron a ser considerados "sirvientes naturales" de los españoles.65
Los invasores españoles traían naborías cuando llegaron a conquistar América Central, y los que traía Alvarado, tratando de salvaguardar su propia seguridad en territo«o hostil.
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un inminente ataque de sus eneprimeros años, muchos naborias que acompañaron a los soldados en las campañas de pacificación, procedían de México, y algunos de ellos desempeñaron el papel de conquistadores adjuntos y no precisamente el de humildes sirvientes. En una reunión del cabildo, celebrada en Santiago en 1529, se denunció que algunos encomenderos enviaban a sus naborías a los pueblos, no sólo para agenciarse artículos de consumo doméstico, sino también para recolectar tributos. En los pueblos de encomienda los naborías maltrataban a los señores y a los maceguales, amarrándolos y azotándolos. Los principales se quejaban por tales tratos y aun se temían levantamientos y motines de no cesar tales cosas. El cabildo dispuso que todo español que enviase un naboría a molestar a otros indígenas, podía perder a dicho naboría y estaría sujeto a una multa de 25 pesos oro. En adelante los naborías sólo podrían ser enviados a los pueblos con la condición de no molestar a nadie o, de lo contrario, serían sancionados. Sin embargo, si demostraban ante el juez que habían actuado bajo las órdenes de su amo español, el encomendero podía también ser sancionado. 67 Dicha conducta agresiva de parte de los naborías no era muy frecuente y al parecer se limitaba a aquellos que llegaron de fuera de América Central durante los primeros años. advirtieron al Adelantado de
migos.66
En
los
Como
en
el
caso de cualquier tipo de sirviente, no es
fácil
generalizar acerca de los naborías en términos de sus obligaciones y su status. Un cronista los equipara a los criados, pe-
ro ello resulta engañoso.
La palabra
criado, actualmente usa-
da en el mismo sentido que sirviente, a menudo se refería a un ayudante español, de la confianza de un hombre prominente, aunque de una baja posición social. Los naborías, en cambio, por lo general eran indios humildes y explotados, aunque existe un interesante ejemplo de un naboría a quien se otorgó un cargo con cierto poder. Durante una sangrienta expedición efectuada en 1541, Miguel Díaz, un español que no tenía autoridad alguna para actuar de esa manera, dio el bastón de justicia a su naboría Perico. No cabe duda que se trataba de una farsa, por medio de la cual Díaz buscaba hacer de las suyas. 68
1
El trabajo forzoso en América Central
146
Los indios que habian sido esclavos en su propia sociedad prehispánica, de ordinario fueron convertidos en esclavos de rescate, aunque ello no fue siempre de esa manera. Un conquistador de Honduras fue informado en 1527, que todos aquellos cuyos padres los hubiesen vendido como esclavos sin mediar una clara necesidad para ello, así como aquellos que fueran tomados prisioneros en una batalla sin haber sido esclavos con anterioridad, debían ser marcados en el muslo y debían ser hechos naborías; además, debían servir a sus captores a perpetuidad, como una recompensa a los soldados conquistadores de la tierra. Se estableció, de manera
que dichos naborías no debían ser sacados de sus propios territorios, so pena de 100 azotes, una multa de 100 pesos oro y la pérdida de los indios implicados.69
explícita,
En una daba
actitud de flagrante violación de las leyes aludidas,
práctica de "correr** otras tierras, con el expreso propósito de capturar indios, ya naborías, ya esclavos; esto fue particularmente cierto en las Antillas, donde los españoles no habían fundado establecimiento alguno en las islas más pequeñas. En 1540, los españoles todavía se dedicaban a capturar indios en Curasao y las Islas de los Gigantes, a fin de usarlos luego como naborías. El rey ordenó liberar a dichos indios, subrayando que las Leyes Nuevas, emitidas para conseguir un mejor tratamiento a los nativos, eran de observancia general en todo el Nuevo Mundo. 70 se
la
Había otra ley que estipulaba que las mujeres y niños menores de 14 años, tomados en justa guerra, no podían ser sometidos a la esclavitud, pero podía retenérseles como sirvientes domésticos, o bien dedicarlos o otros trabajos con la categoría de naborías. Tales personas, según la ley citada, debían ser tratadas como hombres libres, y debía proveérseles de comida y albergue y cubrírseles otras necesidades; además, debían ser objeto de un buen trato,
tal
como
lo establecía la
ley relativa a los naborías. 7
En consecuencia, los naborías no debían ser marcados.72 Sin embargo, en 1544, Alonso de Cáceres, un lugarteniente de Montejo, fue acusado de haber capturado indios en la ocasión en que fuera sitiado el pueblo de Cerquín, y de haberlos marcado en la mejilla con el signo de la cruz, diciéndoles que
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147
debían servir como naborías. La controversia, tal como se produjo en el momento, no se refería a que Cáceres estaba
marcando naborías, sino a que estaba usando un
hierro
ilegal. 73
Cualesquiera que hubiesen sido sus circunstancias personaen España, la mayoría de los españoles tomó a los sirvientes indígenas como algo natural, como un derecho que en justicia les correspondía. El tesorero de Honduras hacía observar que, debido a las primitivas condiciones prevalecientes allí, los españoles dependían del servicio de los naborías y ya estaban acostumbrados al mismo, pues tenían a mano a dichos indígenas aun para las más pequeñas tareas. 74 Como no había pan de Castilla ni otras muchas cosas a las cuales estaban acostumbrados los. españoles, éstos argüyeron desde el principio que los sirvientes eran necesarios. En realidad era un tanto difícil retenerlos, pues, de acuerdo con la ley, eran les
libres
por
lo
ir adonde quisieran, sin estar sujetos a presiones, y, mismo, algunos de ellos abandonaban a sus amos espa-
de
ñoles.^s
En los primeros años los naborías estaban disponibles para todo, pero muy pronto se produjo una escasez de tales sirvientes. El tesorero de Honduras aludido antes, que había llegado hacia octubre de 1533, se quejaba de que no tenía suficiente servicio, a pesar de su alta posición. Era cierto argumentaba el funcionario que la provincia tenía pocos nativos relativamente, pero había algunos españolas que tenían hasta 60 y 80 naborías, aunque la mayoría sólo tenía de
—
—
ocho a diez. El gobernador había juzgado conveniente darle un muchacho como sirviente. Es verdad que él poseía diez más, pero éstos los había comprado, y en el supuesto de que hubiese tenido 20, éstos no habrían sido suficientes para todos los menesteres indispensables. El tesorero opinaba que debido a los muchos viajes que debía hacer por toda la provincia, el gobernador debía darle cuando menos una docena de naborías. Si no se tiene suficientes '*yndios mansos'', uno estaba perdido, porque los "bravos" se fugaban con frecuencia. Como otros funcionarios, él solía viajar con cierto personal que también necesitaba sirvientes. Para cuidar a cada casólo
ballo se necesitaban dos naborías, pues, entre otras tareas, a
El trabajo forzoso en América Central
148
menudo tenían que recorrer alguna distancia a fin de encontrar buena grama para el forraje. Otros más se necesitaban para moler diariamente el maíz en los metates, a fin de preparar las tortillas, y algunos más todavía, debían coger el pescado que se consumía de ordinario, ya fuere viajando hacia el mar o a los ríos comarcanos. todo lo anterior se su-i maban otras muchas tareas misceláneas. 76
A
La escasez de naborías, aun para los altos funcionarios, fue confirmada por el veedor unas semanas más tarde; en efecto, éste dijo que él era uno de los funcionarios con menos sirvientes en la provincia. Para terminar de empeorar las cosas, justamente después de la división de los naborías disponibles agregaba el veedor casi todos los suyos habían huido a los cerros y él se quedó sólo con cinco o seis para atender sus
—
—
,
necesidades. 77
Los primeros conquistadores, por supuesto, tomaron las mejores tajadas del botín, y esto se aplicaba también al servicio personal. Un numeroso personal de servicio otorgaba prestigio al señor de la casa y hacía su vida relativamente cómoda y, cuando menos en los primeros años, los conquistadores obtenían dicho servicio en forma gratuita, sin importar cuan magras fuesen las raciones de comida que debían proveer. Jorge de Alvarado, quien disfrutó de la mitad del pueblo de Atitlán por un tiempo, mantuvo no menos de 40 indios al servicio de su casa, según lo afirmado por testigos oculares. Además de su trabajo, tales servidores daban también a Alvarado, gallinas de la tierra y otros alimentos. Si, en los diez meses que vivió allí, Alvarado hubiera tenido que pagar realmente por el servicio y la comida recibidos, hubiese requerido más de 500 pesos oro o algo parecido, según los testigos aludidos. 78
Un
presidente de la audiencia escribió años más tarde, que más humilde de los españoles tenía dichos sirvientes, no había visto vecino decía el funcionario pues él mismo alguno que ho tuviese cuando menos cinco o seis indios sir-
aun
el
—
—
,
viendo en su casa. Tras una investigación sobre el asunto, encontró que en el repartimiento y tasación hechos por la primera audiencia, los españoles recibieron indios para su servicio personal, y aun cuando se trataba de personas libres, tales sir-
Servicios personales, 1524-49
vientes eran tratados
naborías. rio,
era
misma Pese
el
Un de
como
149
no obstante llamarles apuntado por el funcionatrágica separación entre los miembros de una esclavos,
inevitable resultado la
familia.79 al justificable interés del referido presidente
audiencia, los indios que trabajaban
como
de
la
sirvientes domésti-
cos estaban relativamente bien, a menos que su mala suerte colocara bajo la férula de un amo particularmente duro. En términos generales, el servicio doméstico era menos terrible que otros trabajos, y cuando menos habla comida y abrigo contra los elementos de la naturaleza. De modo usual, les
podían permanecer con sus familias. Como en el caso de los esclavos, los trabajadores domésticos estaban sujetos a mucho menos hostigamiento que los trabajadores agrícolas o quienes laboraban en las minas. Una indicación de que tal trabajo era comparativamente menos subyugante, de acuerdo con el testimonio de un antiguo residente de Honduras, se encuentra en el hecho de que casi todos los indios cristianizados procedían precisamente del grupo de los naborías. Es verdad que ellos eran más accesibles a la indoctrinación, pero también es evidente que, al contrario de lo ocurrido en el caso de otros trabajadores, al menos disponían de algún tiempo para la instrucción religiosa. 80 Como es dable suponer, los indios que trabajaban en el seno de un hogar, a menudo eran tratados con cierto cuidado y afecto. veces ocurría que el español para quien trabajaba un naboría, participaba en una "entrada de guerra", y en tal caso el indígena debía acompañarle, dándose una situación que, por lo común, significaba no sólo trabajo extra y penalidades, sino también peligros inminentes. Baste citar el ejemplo de una expedición efectuada en Honduras, en la cual una patrulla de españoles y sus naborías fue atacada por indios hostiles: algunos de los naborías, careciendo por completo de protección, fueron seriamente heridos. Las cosas se hicieron peores cuando se agotaron las reservas de comida de la patrulla y los naborías fueron privados de la misma, muriendo casi todos a consecuencia del hambre. 81 No obstante las respectivas prohibiciones legales, otros naborías, en los primeros años, fueron usados en empresas mineras. Francisco de Montejo, quien recordara al rey en más. los sirvientes
A
150
El trabajo forzoso en América Central
de una ocasión que él no había permitido hacer esclavos en Honduras, consintió, sin embargo, que los españoles hicieran uso de los naborías libres en la minería. Montejo explicaba que, precisamente debido a la falta de esclavos, se hubo de echar mano de otros indios, a fin de poder extraer el oro. De todas maneras —agregaba— sólo fueron usados en tales trabajos aquellos naborías que voluntariamente quisieron hacerlo, pues había pocos nativos y ellos eran bastante delicados. En un trabajo tan duro como el mencionado, los indígenas debían ser bien cuidados. 82 Por mi parte, no puedo eludir la sospecha de que los voluntarios también eran objeto de ciertas presiones. Al inicio de la década de 1540, según parece, concluyó la práctica común de usar naborías como mineros, cuando menos en lo concerniente a Honduras. 83
Como muchos de
los naborías
eran mujeres, en algunos ca-
sos eran llamadas a efectuar servicios de índole más personal, y no era raro que una moza muy atractiva tuviera una especial
demanda. El oidor, licenciado Herrera, prestó una naboría de uno de sus vecinos en Santiago. El vecino acudió varias veces a la casa del juez demandando la devolución de la mujer, cuyos servicios necesitaba su propia esposa, pero Herrera se negaba a devolverla. Se decía que el juez dormía con la indígena, y que, en la cama, la llamaba **doña Ysabelica"; de ésta, según las murmuraciones de los testigos, se afirmaba que ejercía cierta autoridad sobre uno de los Villalobos, quien también había tenido relaciones amorosas con la naboría. 84 Se habían promulgado algunas leyes para proteger los derechos de los naborías, pero las mismas eran en gran medida inefectivas. En 1536 se emitió una ley prohibiendo llevar naborías como sirvientes a Castilla, pero la reiteración de la misma prohibición legal 50 años más tarde, indica que la misma no había sido realmente observada. 85 Si un indio era llevado a España, ciertamente había la obligación de ponerlo en conocimiento de las autoridades, pero el hecho de trasladar a un naboría de una a otra provincia en las posesiones coloniales de ultramar, era en reahdad un asunto por completo diferente. raíz de la conquista los naborías se asignaban a los españoles más o menos en la misma forma en que se entregaban los indios de encomienda, aunque los primeros eran supuestamente independientes.
A
Servicios personales, 1524-49
151
Al gobernador Contreras, de Nicaragua, se le pidieron cuentas por reasignar naborías cuyos amos habían muerto y por repartirlos arbitrariamente, sin conceder a los propios afectados participación alguna en el asunto. Varios fueron entregados a un fraile y a su madre, y otros más fueron trans*
por medio de 'cédulas de encomienda", para servir como naborías en casa de un sobrino del mismo Contreras. Al contestar los cargos correspondientes, éste dijo que cuando él arribó a Nicaragua se acostumbraba distribuir naborías en encomienda si sus anteriores propietarios fallecían, y que la Corona lo había instruido para proceder de la misma manera. Un testigo confirmó lo anterior, agregando que él mismo poseía cuatro o cinco de las cédulas de encomiendas de naborías, dictadas por Pedrarias Dávila y el licenciado Castaferidos,
ñeda. 86
Un número apreciable de naborías fue llevado en barco al Perú, de manera ilegal, y todos permanecieron allí indefinidamente. Cuando la armada de Alvarado salió hacia dicho país del sur, este conquistador llevó muchos naborías como sirvientes, sin los cuales los soldados no hubiesen podido arreglárselas. 87 Algunos de tales naborías fueron vendidos o cambiados por otros indios o bien por joyas, vestidos, ganado y comida. Como consecuencia de ello muchos huyeron, en tanto otros preferían ahorcarse o morir de hambre, antes que regresar con los cristianos. La reina aprobó una ley ordenando que cesara la venta y trueque de naborías, so pena de una multa de 100,000 maravedíes por la primera infracción, y la pérdida de la mitad de los bienes y el exilio de las Indias, para el
infractor reincidente. 88
El mito de la independencia del naboría se demuestra también por el hecho de que ciertos funcionarios abusivos solían despojar a los vecinos de sus naborías, sin oír previamente a dichos vecinos, ni emprender investigación de ninguna clase;
consideraba como una violación a los derechos de los no a los de los indios. 89 Cuando el licenciado Castañeda, el antiguo alcalde mayor y gobernador de Nicaragua, salió subrepticiamente hacia el Perú, llevó en su barco cerca de 35 naborías e indios de encomienda, todos los cuales fueron sujetados con cadenas. 90 El sucesor de Castañeda, ello se
vecinos, pero
El trabajo forzoso en América Central
152
Rodrigo de Contreras, permitió
llevar al Perú, naborías de obligación de pagar una fianza para asegurar el regreso de los afectados, sanos y salvos, pero muchos de ellos nunca más fueron vistos.91 Muchos otros de estos casos saldrían a luz, sin duda alguna, en las reseñas judiciales sobre funcionarios importantes.
ambos
sexos.
Impuso
la
Lo anterior no significa, empero, que ningún naboría disfrutara alguna vez de cierta independencia. Los funcionarios locales se quejaban de que, cuando llegaron para continuar
la conquista, tenian
áreas.
Como
en su poder muchos indios de otras
éstos habian sido bien tratados y también se
hablan beneficiado de la guerra, se mostraban contentos de estar en compañía de los españoles. Una vez colonizada la tierra, dichos indios se veían en una posición elevada y, gozando del favor de algunos españoles ricos, rehusaban reconocer sus obligaciones de servidumbre hacia la Corona o hacia cualquier persona. Antes bien, vivían dedicados al robo y al juego, provocando el escándalo y prejuicios entre los indios locales, pues cometían muchos abusos y causaban grandes problemas por permanecer siempre ociosos. Tales indios eran llamados **naborías'* en Guatemala, y los funcionarios abogaban ante el rey para que tales sujetos fueran obligados a servir a sus anteriores amos. Se pedía que aquellos llegados sin amos, fueran puestos bajo el cuidado de los españoles residentes, a fin de que se comportaran adecuadamente y aprendieran la doctrina.92
En general, sin embargo, a los naborías se les negaba la libertad de movimiento que les otorgaba la ley, y su supuesta opción en cuanto a escoger a su empleador, también era ignorada. Ya se ha hecho notar que algunos españoles los trataban casi como a sus esclavos, que se daba la transferencia y la venta de indígenas, así en "piezas" individuales, como también formando parte de lotes o parcelas de fincas o haciendas. Cuando estas prácticas se trajeron de nuevo a la atención de la Corona, se dispuso legalmente que todos aquellos culpables de vender, transferir o sacar de sus tierras ancestrales a cualquier naboría, debían ser castigados. Todo español que vendiera un naboría o cualquiera que comprase uno con pleno conocimiento de la operación, era sancionado con la pérdida
Servicios personales» 1524-49
^^^
153 ,,
de la mitad de sus bienes y podia ser exiliado de la provincia a perpetuidad. Por otra parte, y dado que los naborías eran personas libres, podían vivir con el amo que quisieran y también podían renunciar a su relación de servicio con cualquiera, según lo estimasen conveniente.
Quien osare violar taderechos de dichas personas, sería multado con 100 pesos oro, la mitad de los cuales quedarían en poder de la parte acules
sadcra.93
Empero, y aun cuando las Leyes Nuevas prohibían usar los un naboría o tapia, en contra de la voluntad de éste, y pese también a que el rey hacía constantes recordatorios servicios de
respecto de tales leyes, era casi imposible dar cumplimiento a mismas, y los abusos continuaban. 94 El Protector de los
las
Indios en Honduras, denunció en 1547, que los naborías se seguían reteniendo, en contra de su propia voluntad, en las residencias de españoles, y que, en ocasiones, eran muertos por azotes, leñazos o a puntapiés. Se les amarraba a postes como
—
—
sin que nadie les ayudecía el funcionario a los esclavos dase o les diera aunque fuese una camisa; y así, en su desesperación, muchos de tales hombres y mujeres se ahorcaban por sí mismos. El Protector solicitaba permiso para hacer comparecer ante él a los naborías, a efecto de interrogarlos y establecer si eran retenidos por la fuerza, y liberar a quienes así lo pidieran. También pedía el derecho de establecer si aquellos infelices habían sido azotados o quemados con gotas hirvientes de manteca de cerdo, como se acostumbraba por algunos españoles, y tomar las medidas para castigar a quienes, entre es-
tos últimos, resultasen culpables. 95
Desde el principio los españoles trataron de justificar el uso de los indios como naborías. En 1531 el alcalde mayor de Nicaragua decía que los "mansos** servían en hogares cris,
donde eran bien vestidos e igualmente cuidados, y si había acusaciones sobre la muerte de muchos de ellos, tal se debía a las pestes que golpeaban también a los españoles.96 Los residentes de Honduras se mostraban más interesados en el papel restringido de los naborías, de acuerdo con las leyes. Desde el punto de vista legal, en efecto, los naborías no debían ser usados en la industria minera, pero los españoles se quejaban de que sin la minería no había ingresos posibles. De-
tianos,
El trabajo forzoso en América Central
154
bido a que había allí pocos indios y casi ningún esclavo, los vecinos habían usado algunos naborías en las minas, pero las cosas cambiaron cuando el licenciado Pedraza arribó con el cargo de Protector de los Indios, a finales de 1538. Este funcionario colocó órdenes escritas en las puertas de las iglesias, por las cuales se estipulaba que ningún naboría o indio de encomienda debía ser usado para aquellos trabajos; estas medidas provocaron gran confusión y escándalo entre los colonizadores y otras personas, quienes habían adquirido grandes deudas con la Corona y con particulares. A pesar de la riqueza de las minas los colonos no podrían aprose decía vecharla. En consecuencia, decía un informe del cabildo, muchos españoles estaban pensando dejar la tierra, amargados por haber hecho tantos sacrificios para terminar tan
—
—
pobres.97
Un poco más tarde el cabildo de Gracias a Dios pidió a la Corona que se les permitiera el uso de naborías y de otros indígenas capturados en las rebeliones, para trabajar en las minas. De otra manera, afirmaban los miembros del cabildo, no podrían mantenerse a sí mismos, pues no tenían esclavos, ni medios para adquirirlos. Los firmantes pedían 500 negros,
entendido de que los vecinos reembolsarían el valor de la Corona, en pagos periódicos. 98 La restricción sobre el uso de naborías en las minas fue considerada como un golpe por los colonizadores, sobre todo porque los negros eran caros y los naborías prácticamente gratuitos, y además no cobraban salarios y recibían poca comida. Sin embargo, y pese a todos los lamentos, la minería siguió adelante. Con todo y la denunciada escasez de mano de obra, en 1542 se reportó al rey que se habían fundido 45,000 pesos oro.99
en
el
los
mismos a
Una de las dificultades asociadas a la posición de los naborías, era la vaguedad de su clasificación. Hasta finales de la década de 1540 pudieron ser diferenciados de los indios esclavos, debido a las marcas faciales de estos últimos. Por otro lado, había poca distinción evidente entre ellos y los indios de encomienda. En efecto, había poca diferencia entre las dos categorías en especial en lo concerniente al trabajo, pese a lo establecido en contrario por la legislación de la materia.
Servicios personales, 1524-49
155
Los oidores de la primera audiencia mantenían la ficción de que las Leyes Nuevas se observaban debidamente y que, por ende, ningún naboría se usaba en trabajos no permitidos legalmente, pero el testimonio de los mismos españoles indicaba que casi todos los vecinos tenían naborías sirviendo en sus hogares. La verdad era, al decir de un vecino, que los mismos jueces de la audiencia no sólo usaban naborías, sino además trataban de halagar o inducir a los empleados por otros españoles, para hacerlos entrar a su propio servicio; esto lo hacían usando como pretexto el supuesto derecho de los indios a escoger libremente a su amo, pero luego de atraer al naboría a su propio servicio, se negaban por todos los medios a devolverlo a sus anteriores amos. Se había prohibido de modo específico que las mujeres fueran usadas como naborías o en cualquier otra forma de servicio similar, pero los oidores las hacían trabajar sin paga alguna y permitían a los vecinos hacer lo mismo. Los funcionarios argumentaban, a manera de respuesta, que ellos no usaban indígenas como naborías o tapias, y que, antes bien, utilizaban los servicios de indios libres, quienes trabajaban por su propia voluntad, recibiendo comida, vestido, y otras cosas según era la costumbre. Tales trabajadores, insistían los oidores, eran libres de ir y venir como les pareciera. Cuando se hacía la distribución de indios entre los encomenderos, afirmaban los citados funcionarios,
no
se les asignaba indios naborías; sin embargo, se les permitía usar maceguales provenientes de sus pueblos, para su servicio personal. Y si bien tal práctica no estaba autorizada por una ley específica de la Corona, estaba permitida en cambio por las Leyes Nuevas, en las cuales se esdecían tipulaba el servicio que los indios estaban obligados a
—
—
,
prestar. 100
Nebulosa como era
la clasificación
de los naborías, en
la
práctica ellos formaban la numerosa clase de los sirvientes familiares de los españoles, a quienes, por lo general, servían sin paga alguna. Su status, como el de otros trabajadores nativos, sufriría ciertos ajustes con las reformas legales introducidas a mediados del siglo. Sin embargo, la persistencia del tipo .
de los naborías, cualquiera fuera el nombre con el cual se les designase más tarde, es un hecho con cierta importancia en la
Í56
El trabajo forzoso en América Central
historia de las relaciones de trabajo. Identificados
con algu-
y adheridos a éstas, los naborías del siglo XVI pueden muy bien ser el origen del sistema conocido como peonaje por deuda, en la moderna América Latina. Los hijos de los naborias trabajaban para los hijos del mismo amo español, y no cabe duda que las deudas se contraian en algún punto del camino. nas familias y sus
tierras,
Tamemes Si las
'
condiciones de
^'
muchos naborías eran relativamente
razonables, no puede decirse lo mismo, en cambio, de los indios que servían como cargadores. Un alto funcionario de Nicaragua escribió que si un español deseaba ir de León a Granada, para visitar sus minas, no había necesidad de tomar guía o preguntar sobre las direcciones si él no conocía el camino; lo único que debía hacer era seguir la huella de los huesos de los indios caídos en la senda, loi Quizás ésta sea una exageración, pero es evidente que el uso de seres
humanos como
cobró un terrible costo de vidas humanas entre la población indígena. El uso de estos tamemes no fue introducido originalmente por los españoles, pues ellos habían ya servido por mucho tiempo en la sociedad nativa de la época prehispánica.102 Dado que los indios no habían desarrollado un uso práctico de la rueda, y como además carecían de animales de carga, las cosas sólo podían ser transportadas por humanos. En consecuencia, siempre existieron aquellos cuya principal función en la vida económica consistía en cargar bultos, a menudo sujetos por cordeles a sus espaldas. En la sociedad indígena, como en la de los españoles, tales trabajadores no calificados estaban muy bajo en la escala económica y social. bestias de carga,
La llegada de los españoles, más materiaHstas, sólo incrementó la demanda de los tamemes. El simple movimiento de artículos de un lugar a otro, constituía un cierto problema logístico.
La necesidad de
transportar la mercadería importa-
da de España, complicaba aún más el cuadro del trabajo. Las distintas provisiones que arribaban en barcos españoles, tanto materias primas como artículos de lujo, significaba que cada
Servicios personales, 1524-49
157
clase de carga debía ser llevada de las costas tropicales a los fríos altiplanos, en una jornada en la que se habían de salvar
muchas barreras físicas y la furia de los elementos. No contentos con los exóticos productos de las Indias, los conquistadores y quienes les siguieron, demandaban vino, aceite, vinagre, conservas, papel, libros, armas, herramientas, plantas, y casi todo artículo asociado con su anterior vida en España, pues ellos trataban de reconstruir un rincón de Castilla al alcance de la mano.
Debía transcurrir un largo tiempo antes de que se deAmérica Central un sistema de transporte semejante al de Europa. La América indígena no había tenido sino rústicos senderos, y a pesar de la urgencia con que la Corona ordenó la construcción de carreteras para utilizar carretas y animales de tiro, dichas carreteras fueron lastimosamente inadecuadas a lo largo del siglo XVI. 1 03 Si bien pronto llegaron a proliferar en América Central los caballos, muías y bueyes, se necesitarían muchas décadas para satisfacer la demanda de artículos de consumo ordinario. Aun cuando los animales de carga llegaron a estar disponibles, la naturaleza del terreno en muchos lugares era tal, que dichos animales eran sólo de uso limitado, especialmente por la falta de carreteras. Por tales razones los españoles echaron mano, como lo hicieron en sarrollara en
muchos otros casos, de los recursos nativos tradicionales. La demanda de tamemes llegó a ser tan grande entre los conquistadores, que los indios de todas las clases sociales se vieron
empujados a tan fatigoso
En
el
servicio.
hubo una legitima necesidad de Corona sobre el asunto parece hauso de tamemes cuando fuera del
principio ciertamente
mozos. 104 La
política de la
ber sido la de autorizar el todo necesario, pero una cédula real enviada a los funcionarios de la Nueva España, en 1528, prohibía hacer que los indios llevaran cargas a las minas o a cualquier otro lugar, con propósitos de lucro. 105
sistema hubiese sido supervisado con tino y con justicia, bien podría excusarse su existencia, cuando menos en relación con los primeros años. Lo mismo podría decirse respecto de muchas otras prácticas de trabajo colonial. Sin embargo, un sistema razonable en el fondo, coSi
el
espíritu
de
El trabajo forzoso en América Central
158
mo
el que nos ocupa, fue objeto de grandes abusos. Si bien tamemes prehispánicos recorrían largas distancias con sus cargas —como por ejemplo cuando transportaban cacao de Soconusco a Tenochtitlán existe poca información sobre los detalles de su trabajo en América Central. ¿Habla algún limite en el peso de las cosas que cargaban, y si tal era el caso, cuál era ese límite? ¿Había alguna regulación sobre paradas para descansar, en especial en las montañas y durante la temporada de fuertes lluvias? ¿Se les proveía de comida adecuada? ¿Cuál era la retribución o compensación obtenida por
los
—
ellos?
,
¿Trabajaban en equipos de relevo? Las respuestas a
es-
tas preguntas y a otras parecidas, debieran conocerse antes
de hacer ninguna consideración sobre la suerte de los tamemes antes de 1524, y en los años sucesivos.
Hay suficiente evidencia para afirmar que los tamemes sufrieron grandes penalidades después de la conquista. En cierta ocasión se les hizo llevar sus cargas desde el puerto mexicano de Veracruz hasta Santiago, la capital del reino de Guatemala, lo cual implica una distancia de cerca de 1 ,400 kilómetros, en un terreno fragoso. Las jornadas entre 300 y 600 kilómetros, eran comunes. Aun en distancias más cortas el trabajo debió ser agotador en extremo, y ello debido a lo tortuoso de los senderos, que subían y bajaban, serpenteando en las escarpadas pendientes y valles que dominan la superficie de la América Central. El paso por aquellos rústicos caminos era en verdad fatigoaun en las mejores circunstancias, pero se convertía en una tortura insoportable en la estación lluviosa. Hay que inmaginar aquellos cargadores subiendo las empinadas cuestas con una lluvia persistente, encorvados bajo una carga de 75 ó 100 libras, luchando desesperadamente con el barro, resbaso,
lando y cayendo, aguijoneados por un capataz obsesionado por los rígidos itinerarios. Si el tameme no era virtualmente doblado por la extenuación, podía de seguro enfermar por los efectos de la intemperie, ahogarse en un río crecido a consecuencia de lluvias tempestuosas, o sufrir un accidente que lo dejaría postrado o quizás Hsiado para toda su vida. Esta última posibilidad era vista por algunos como una bendición, pues significaba abandonar el oficio mismo. Los efectos ero-
159
Servicios personales, ¡524-49
sivos de la estación lluviosa eran de tal magnitud, que los puentes se caían y los senderos se anegaban de lodo, y de esta manera se hacia imposible viajar en ciertas áreas durante los
meses más húmedos.
Un
indígena del frío altiplano por lo general se enfermaba descender con su carga a las calurosas tierras bajas de las costas, y muchos morían como consecuencia del severo cambio de clima. En una nublada provincia como Soconusco, el calor y la humedad se hacían insoportables para alguien acostumbrado a las montañas, especialmente si al cambio de clima iba aparejado un trabajo extenuante. Y los indios de la costa no se sentían mejor cuando eran expuestos a las frías lluvias del altiplano. Las fatigas extremas sufridas por los tamemes eran de lo más dañinas a su salud, dada la miserable dieta con la cual debían subsistir. Por lo común debían cargar con su propia comida, que por lo general consistía de un tamal diario y nada más. Estaban de tal modo desnutridos, que con facilidad se enfermaban de indigestión, fiebre, pestes, y una gran variedad de otros trastornos. al
Muchas de las condiciones aludidas eran de origen natural, y sobre ellas los españoles tenían escaso control. Otros procedimientos, en cambio, podían haber sido aliviados, y a veces lo eran en efecto. Cargas excesivas, largas jornadas, reclutamiento forzoso y bajo intimidaciones, trabajo sin paga, malnutrición y malos tratos, todo ello constituía la serie de abusos que la Corona, así como algunos individuos preocupados,
—
—
trataron de impedir aunque a veces muy débilmente a lo largo del siglo XVI. El mejoramiento del transporte nunca fue suficiente para abolir el uso de los tamemes, si bien se pro-
dujo eventualmente alguna reducción de
los excesos.
Los tamemes desempeñaron un papel
crucial durante la
conquista, y muchos de los veteranos españoles de las campañas de México, se acostumbraron a tener indios cargadores para transportar sus efectos personales y sus provisiones. Con
bastante frecuencia los caciques ofrecían cargadores a los españoles que llegaban, pero si tal no ocurría, se formulaba el requerimiento o la demanda consiguientes, y los jefes por lo general los entregaban. 1 06 Los entregados en tal calidad a menudo eran tamemes en sus propias sociedades, aunque en
El trabajo forzoso en América Central
JBÉD
muchos
otros casos se trataba de personas sin dicha condición
anterior.
Aunque legalmente
veces perdían tal
los
tamemes eran gente libre, a manos de los conquistado-
status al caer en
Se dice que Alvarado recibió indios como cargadores y luego los esclavizó durante los primeros años de la pacificación. 107 Cuando tomó rumbo al Perú con su armada, en 1534, se dijo que había tomado muchos maceguales para usarlos como tamemes y que muchos de ellos murieron. 108 res.
A pesar de todo, no se conocen atrocidades atribuidas a Alvarado en el uso de tamemes, comparables a las que se asocian con la expedición de López de Salcedo, efectuada de Honduras a Nicaragua, con un cierto número de indios cargados; ésta fue una tragedia especialmente perjudicial para la despoblada Honduras. 109 Como uno de los ejemplos más catastróficos, la expedición incluía 4,000 tamemes cargados, en una jornada en la cual no sobrevivieron más de seis para regresar a sus hogares. lio Los regidores de Chiapas denunciaron en 1537, que Francisco Gil había convocado a los señores y principales para exigirles tamemes, y que luego éstos habían sido amarrados y marcados en la cara como esclavos, y distribuidos entre los hombres del mencionado
A medida que
Gil.m
burocracia colonial se íue instalando, los más regularmente a los encomenderos, se reservaban pueblos enteros para la Corona, y los pobladores se dejaban en uno y otro caso al cuidado de clérigos o se les alquilaba como naborías; como resultado de lo anterior, la disponibilidad de cargadores casi cesó precisamente en el tiempo en que la demanda aumentaba. En consecuencia, se hizo costumbre entre los encomenderos el utilizar a los indios de sus pueblos como tamemes, ya fuere para atender sus propias necesidades o para obtener ganancias de los servicios de tales cargadores, quienes eran alquilados a comerciantes u otras personas. Esto último fue llevado a conocimiento del rey, quien ordenó, en 1541, que la práctica cesara. Unos meses más tarde se dirigió una cédula real a Nicaragua, porque aquí los encomenderos y sus estancieros estaban alquilando indígenas a otras personas y haciéndoles cargar madera y otros materiales, en cantidades y pesos excesivos, lo que ocasionaba la muerte de muchos de ellos. 112 Los encomenderos la
indios se asignaban
Servicios personales, 1524-49
161
alquilaban sus indios a comerciantes que los hacían cargar en distancias de 100 y hasta 200 leguas; de esta operación se derivaban ganancias para los encomenderos,. pero por lo general
ninguna paga para los tamemes. Inclusive con la creación de la audiencia no se pudieron controlar los abusos del sistema de encomiendas. 113 Por el contrario, los encomenderos descansaron cada vez más en el
encomendados, como una importante los encomenderos no podían legalmente hacer uso del servicio de los tamemes como parte del tributo, ellos lo siguieron haciendo de ese modo. Las Leyes Nuevas de 1542, prohibieron el uso de toda clase de tamemes, exceptuando algunos casos especiales; tal disposición, sin embargo, nunca fue efectivamente aplicada. 114 En algunas realquiler de sus indios
fuente de ingresos.
Aunque
el alquiler de cargadores llegó a ser el principal sostén encomenderos, cuyos representantes demostraron que sin el uso de tamemes algunos españoles no serían capaces tan siquiera de permanecer en la tierra. La única fuente de ingreso de éstos, eran los 'pueblos de tamemes", designación que indica precisamente la flagrante violación de normas
giones
de
los
*
vigentes. 115
El oidor, licenciado Herrera, hizo notar que en Nicaragua principal tributo recogido por los encomenderos consistía en el alquiler de sus indios como cargadores, y sugería a la Corona la conveniencia de suprimir a los tamemes como par-
el
de tributos. Los cargadores debían tomarse del grupo de los esclavos, en la opinión de Herrera, y no precisamente de los indígenas cuyo trabajo estaba reservado para el servicio personal. 16 Unos meses más tarde la Corona reprendió a la audiencia por permitir que en los pueblos de encomienda se incluyera a los tamemes como parte del régimen de tributos obligatorios, y se hizo recordar a los jueces que tal te del sistema
1
cosa era
ilegal.
1
17
Como una reacción ante las normas que limitaban la práctica aludida, el cabildo de Gracias a Dios, se quejó de que los vecinos de Honduras sufrían mucho porque era imposible obtener cosecha alguna en provincia tan montañosa, y que los nativos no tenían otra cosa que dar a sus encomenderos como no fuera su propio trabajo. No había cacao, telas, sal o cosa
El trabajo forzoso en América Central
162
alguna de valor. La única fuente de ingreso, y además muy modesta, era el servicio de los tamemes, quienes, según señalaban con insistencia los regidores, eran objeto de un buen trato a fin de que la población no declinara. 18 Dichos regidores podian haber agregado que existían minas en el territorio, pero el caso es que ellos no estaban autorizados a utilizar el trabajo de los indios en la extracción de oro. Los oidores de la audiencia informaron a la Corona, más o menos en la misma época, que las leyes que prohibían designar pueblos para proveer de tamemes a los españoles, estaban siendo observadas normalmente, aun cuando de ello se derivaban grandes penalidades para los españoles. ^^9 1
Poco tiempo después, te
de
la
audiencia,
el
sin
embargo,
nuevo presidenLópez de Cerrato, de comprobar el de-
llegó el
licenciado Alonso
quien, al entrevistar a los oidores a fin sempeño de sus funciones, comprobó que, en realidad, aquellas leyes no habían sido aplicadas de modo efectivo. Se esperaba que la audiencia pusiera fin a la práctica corriente de grabar a los pueblos con el servicio de tamemes, pero no sólo no se había hecho tal cosa, sino se permitía a los encomenderos usar a los moradores para cargar, se hubiese hecho o no la
correspondiente asignación de un pueblo para tales menesteres.
Para no citar sino un solo caso concreto, se puede acudir al de un encomendero llamado Pedro Cava, quien alquiló 40 indios para cargar objetos de San Pedro hacia el puerto, y otros más para cargar objetos de San Miguel a Comayagua. En lugar de despojar a dicho encomendero de sus pueblos, como en efecto debieron hacer los jueces ante una conducta ilegal que además causó muertes, ellos se limitaron a multarlo y prácticamente se dejó sin castigo al español quezal alquilar indios se colocaba al margen de la ley.
Los jueces indicaron que ellos debieron conformarse con la orden por la cual se prohibía a los pueblos proporcionar mozos como parte de su tributo. No obstante proseguía su argumento habían permitido a los encomenderos usar sus indios para tales propósitos, porque como la tierra era tan estéril, dicha forma de servicio personal era la única utilidad posible de obtenerse. En cualquier caso, agregaban los jueces,
—
—
Servidos personales, ¡524-49
163
acostumbrados a cargar, y se suponía que un pago en cacao por su trabajo. Los encomende-
los indios estaban
recibirían
ros continuaron, pues, alquilando los indios de sus pueblos,
en especial a comerciantes que hacían cargar a los tamemes pesadas cargas a lo largo de grandes distancias. Ello devino en una forma de vida para ciertos indios, quienes llegaron así a estar tan ocupados, que no contribuyeron con ninguna otra cosa para acrecer el patrimonio de sus encomenderos, ni derivaron beneficio alguno para sí mismos. 120
Los encomenderos, por su parte, se mostraron satisfechos con tales arreglos en aquellas situaciones en que sus pueblos no producían un tributo estimable. El presidente de la primera audiencia, Alonso Maldonado, dio en encomienda el pueblo de Macholoa a su primo hermano, y éste obtuvo una renta de 2,000 pesos al año precisamente de alquilar los indios moradores de dicho poblado. Hacia finales de la década de 1540, no era raro que los pueblos contribuyeran con tamemes
como
su tributo principal. 121 El presidente Maldonado favoun joven que no era conquistador ni hombre casado, con el pueblo de bolomba, que no ofrecía otro tipo de tributo que no fueran sus tamemes. El muchacho, sin embargo, pronto comprobó que el trabajo de los indios le representaba la bonita suma de 800 a 1,000 pesos anuales. 122 reció a su criado,
Informada por españoles de buena fe, la Corona conocía bien los daños derivados del sistema de tamemes, y ya en 1529 emperador había emitido una disposición por la cual se prohibía a todo cristiano hacer cargar a un indio; la prohibición se refería inclusive a distancias cortas y establecía severas el
Aun cuando demostró su impracticabilidad real, pues el sistema parecía ser una carga necesaria en la espalda de los nativos, la ley citada constituyó
penas para los transgresores.i23
cuando menos un intento por mejorar las condiciones existenEn 1533, se ordenó que ningún indio podía llevar cargas
tes.
de más de 50 libras (dos arrobas). 124 Aunque era muy difícil controlar el peso de las cargas, en particular en las áreas más remotas, parece ser que aún en los contornos de la propia capital Santiago, la ley no fue estrictamente observada. En 1542 el cabildo de dicha ciudad resolvió que, como los indios se
164
El trabajo forzoso en América Central
mantenían muy ocupados cargando provisiones y materiales, no podian ser obligados a cargar más de dos arrobas al
ellos
mismo tiempo. 125 Conforme llegaban a España otros informes sobre las cargas excesivas conducidas por los indígenas, la Corona emitió una vaga y equívoca orden, en la cual se establecía que los indios no debían llevar cargas pesadas. Al final, y a requerimiento del cabildo de Santiago, la audiencia fue instruida para hacer cumplir la ley por la cual se limitaba el peso de las cargas a 50 libras. 126 Pese a todas estas disposiciones legales, los testigos seguían hablando de los tamemes sobrecargados, quienes a veces eran obligados a llevar hasta 100 libras. 127 En uno de los relatos se refiere cómo, en cierta ocasión, un español no pudo tan siquiera levantar del suelo un fardo que ya había sido transportado por un indígena en una larga distancia. 128
Se hicieron esfuerzos asimismo para limitar las distancias los tamemes debían recorrer con sus cargas. En respuesta a las órdenes de la reina para revisar las ordenanzas relativas al uso de cargadores, la audiencia de México, después de consultarlo con el clero, estableció, en 1531, que los tamemes no podían hacer jornadas mayores de un día fuera de sus pueblos, y que para el recorrido del día siguiente debía organizarse un nuevo grupo. 129 Estas disposiciones legales fueron inefectivas en América Central, donde los indígenas siguieron cargando en distancias largas. Las Casas se indignó cuando un procurador solicitó permiso para que ciertos indígenas transportasen el tributo sobre sus espaldas hacia los establecimientos de los españoles, situados a unas 30 ó 40 leguas. En tales viajes, escribía el polémico religioso, los indios morían, porque además de las cargas debían llevar sus magras raciones para una jornada de 60 leguas de ida y vuelta. Los cargadores morían simplemente por no poder llevar suficientes provisiones. 130 Los indios de encomienda, alquilados a comerciantes por sus amos, eran obligados a transportar mercaderías en recorridos de hasta 200 leguas, como resultado de todo ello, una cédula real dispuso la pérdida de sus indios por todo aquel culpable de alquilarlos con tales propósi-
que
tos.131
165
Servicios personales, 1524-49
Las jornadas más largas eran aquellas entre
la
ciudad de
México y Santiago, una distancia de cerca de 1,127
kiló-
A
veces se incluíanlos casi [322 kilómetros hacia o desmetros. de Veracruz. Los comerciantes con frecuencia alquilaban ta-
memes que cargaban en distancias mayores de 950 kilómetros. 132 La primera audiencia, que permitió ilegalmente el alquiler
sus
de tamemes, trató de restringir
disposiciones
poco
generosas
las distancias,
permitieron
que
pero los
indígenas cargaran en jornadas de cuatro o cinco dias desde sus pueblos. Y resulta bastante curioso que varios testigos hostiles a la audiencia, también estimaron como razonable limitar la jornada a cuatro días. 133 sin especificar los lugares de destino, se dijo que los vecinos españoles necesitaban tamemes para acarrear maíz a las minas, sitas a una distancia de más de 900 kilómetros.! 34 lo largo del siglo XVI, los infor-
a
mes llegados de América Central hacían ver a fracaso en cuanto a reducir de manera efectiva
la
Corona
el
las distancias
recorridas por los indios cargadores.
Una de
uso de tamemes, usados quienes estuviesen dispuestos a servir voluntarimnente. Esta no era una norma ingenua o vana, pues siempre había habido indios cuya ocupación fue la de transportar objetos en su espalda. Se trataba, pues, de un negocio como cualquier otro. Sin embargo, dados los excesos del sistema operado luego por los españoles, pocos indios estaban dispuestos a ofrecer sus servicios para jornadas de las cuales podían nunca regresar. En consecuencia, ninguna disposición de la Corona relacionada con el transporte de objetos fue más ilusoria que el mito de los tamemes voluntarios, y está bastante claro que el indígena cargador por propia voluntad era tan sólo la solitaria excepción de la regla, pese a las muchas protestas de los españoles en contrario.
establecía
las estipulaciones respecto del
que sólo deberían
ser
La base de la citada legislación española, era la de que un indio libre llevando cargas moderadas en distancias cortas, estaría más dispuesto a ganar un salario. Las actitudes nativas no obstante, que pasaría mucho tiempo antes de hispanizaran hasta el punto de adquirir el hábito consumista de acumular más de lo necesario; como resultado de ello, raras veces se mostraban dispuestos a efectuar eran
que
tales,
los indígenas se
El trabajo forzoso en América Central
^tÍ6
cualquier clase de trabajo.
Con
lograba un arreglo la propuesta real. La existencia de los cargadores en los tiempos modernos es una prueba de que, en circunstancias razonables, los indígenas estarían anuentes a tomar el lugar de los animales de carga para el transporte de mercaderías. equitativo, habia sin
todo,
si
se
duda algún mérito en
Si bien los indígenas no fueron del todo materialistas, tenían cuando menos cierto interés en recibir salarios por su trabajo, aunque sólo fuese para ayudarse a cumplir sus obli-
gaciones tributarias. Si se les colocaba en la disyuntiva, parece ser que preferían no trabajar para los españoles; si no tenían alternativa, esperaban la paga correspondiente. í35 si no tenían tan siquiera la promesa de pago, debían usarse medios coercitivos para ponerlos a cargar. Las Leyes Nuevas de 1542, las cuales permitieron el uso de tamemes bajo especiales circunstancias, establecían que en ningún caso se les obligara a trabajar sin salario. 136 De acuerdo con disposiciones legales dictadas por la audiencia de México hacia 1531, los tamemes dispuestos a cargar debían recibir una paga de 100 pepitas de al día. 137 En Guatemala, Pedro de Alvarado también pagaba sus tamemes con cacao, artículo éste tan aceptado por los nativos, como lo era el oro y la plata. 138
cacao
Hacia 1540 los encomenderos podían alquilar sus indios encomendados a razón de un peso y dos tomines la pieza, por un día de trabajo prestado a los comerciantes; esta situación se puede ilustrar bien con el ejemplo del encomendero de Cam-
una ocasión dio 40 tamemes a dicho precio. 139 embargo, los indios por lo general no recibían nada, y aun cuando trabajaran para sus propios encomenderos no recibían recompensa alguna. Ni la Corona ni los funcionarios locales, hicieron nunca gestiones efectivas para establecer un salario mínimo de observancia general. Por el contrario, un funcionario exigió en cierta oportunidad un salario máximo, como el decretado en México, i^ En tanto que muchos españoles se mostraban interesados en perpetuar el sistema de tamemes, la Corona, conjuntamente con algunos elementos humanitarios, hubiese deseado eliminarlo. Al aceptar por fin la necesidad temporal de los tamemes, la Corona instruyó a los funcionarios reales para conspa, quien en
En
tales arreglos, sin
Servicios personales, 1524-49
167
por las cuales pudiesen circular carretas y animales de carga. Esta preocupación respecto de las carreteras
truir carreteras
se extiende a lo largo del siglo
XVI, aunque
la
infructuosa, con unas cuantas excepciones. El
misma
resultó
argumento más
poderoso y consistente de los vecinos, contra la prohibición de los tamemes, se referia a la ausencia de carreteras en las cuales pudieran transitar bestias cargadas. De modo que el remedio consistía en construir caminos adecuados, los cuales harían desaparecer la necesidad de tamemes y, por ende, también los abusos sufridos por los indios en dicha condición. Junto con las órdenes para la construcción de carreteras, se en que se usaran animales de carga, donde ello fuera posible. Al principio hubo una escasez de los mismos y por ende eran bastante caros. En consecuencia, aun en senderos donde era posible usar caballos y muías como animales de carga, resultaba más barato utilizar humanos para los mismos efectos, pues éstos costaban poco o nada. El cabildo de León, interesado en incrementar los hatos de ganado caballar, pidió al rey que se prohibiera sacar de la provincia de Nicaragua cualquier cantidad de hembras de ese ganado, por un período de cinco años. Durante este tiempo se podrían formar las recuas para acarreo, y los tamemes llegarían a ser insistía
anacrónicos. 141
La demanda de caballos en Nicaragua era particularmente dado que esta provincia era el punto de lanzamiento
crítica,
para la conquista y colonización del Perú; los traficantes de caballos estaban así en la posición de obtener pingües ganancias. Muy pronto, sin embargo, el ganado comenzó a reproducirse rápidamente y Las Casas pedía al Consejo de Indias
que se presionara para conseguir la apertura de carreteras, afirmando que había gran número de animales de tiro. 1^2
La Corona había ordenado que no se permitiera usar indios' cargadores entre Puerto Caballos y Santiago, el más grande establecimiento, este último, de América Central. Por consiguiente, las mercaderías se transportaban por el río Gua?acualco y luego, a espaldas de los indios, hacia Chiapas, y de aquí a Santiago; el último trecho de este viaje era de unas 60 ó 70 leguas, sobre pésimos senderos. El factor real u oficial de tesorería de Honduras, al describir las condiciones
168
inadecuadas de
El trabajo forzoso en América Central
la ruta,
subrayaba
la
urgente necesidad de
abrir la importante carretera entre el puerto y Santiago. 1^3 La via de Chiapas a Santiago podía, en todo caso, permanecer en
uso frecuente, dada la interconexión con México, pero se trataba de una ruta peligrosa en cualquier circunstancia. Especialmente para los tamemes, quienes debían cruzar ríos crecidos en balsas que zozobraban con frecuencia, provocando el ahogamiento de los indios y la pérdida de las cargas. Además de lo anterior, los leones de las montañas mataban a algunos tamemes, y otros más sucumbían en las frías lluvias de las montañas. Como sólo había tres o cuatro pueblos de indios en el camino, el aprovisionamiento de comida era incierto, y algunos tamemes morían de hambre. Un español declaró que de sus indios que hicieron el viaje, algunos de los cuales cargaban oro para fundir, 16 se perdieron en la via hacia Santiago. » 44
No
sólo entre las provincias eran pésimos la comunicación transporte, pues también eran difíciles dentro de las mismas provincias. El obispo de Honduras se quejaba de las
y
el
carreteras casi inexistentes en dicha región, en las cuales, por
ende, viajar resultaba duro y azaroso.
De Puerto
Caballos a
Trujillo había 30 leguas y no había camino; en consecuencia, el viaje se hacía a menudo por mar, con los consiguientes peligros. El prelado mencionaba un reciente naufragio entre los dos lugares citados, el cual había dejado como cauda la muerte de todas las personas a bordo, incluyendo los tamemes que transportaban un cargamento de oro. Los indígenas, decía el obispo, se habían ahogado o habían sido muertos por nativos salvajes de la costa, o habían perecido de hambre en la selva. Viajar por mar no había sido una bendición para los tamemes y además —el prelado se apresuraba a agregar—, se había perdido el oro. 145
Las perspectivas en Nicaragua eran brillantes, pues aquí la toda era plana. Si bien al principio hubo escasez de animales de carga, lo cual implica que los indios debían cargar el maíz desde las estancias y transportar toda clase de objetos, las condiciones de trabajo para los tamemes resultaban un tanto fáciles Los testigos en el si cabe tal afirmación. caso de Rodrigo de Contreras, quien llegó a ser gobernador tierra casi
—
Servicios personales, 1524-49
169
de Nicaragua en 1535, afirmaron que cuando éste llegó al establecimiento de Granada, sólo habia una o dos carreteras. Contreras ordenó que ningún indio fuera obligado a cargar y, en consecuencia, debían usarse las carretas para tales propósitos; de acuerdo con los testimonios aludidos, muchos vecinos cumplieron. Las carretas tiradas por bueyes comenzaron a sustituir a los tamemes, y se inició una nueva actividad. Un testigo dijo que él mismo debió construir cuatro carretas. Contreras prohibió inclusive el acarreo de madera por los indios, hacia los astilleros del Puerto del Realejo; ello dio como resultado el uso de carretas, aun fuera de las ciudades de León y Granada. Si los informes aludidos hubiesen sido ciertos, las condiciones habrían mejorado grandemente en Nicaragua, mas los tamemes todavía continuaban en uso. 1^6
Al
informado en 1545 sobre la abundancia de caballos, como para mantener un adecuado comercio, el rey ordenó de nuevo que se abrieran carreteras en Guatemala y Honduras y que se estableciera un servicio de inspección y mantenimiento dos veces al año. La reparación de los caminos debía financiarse con los fondos destinados a obras públicas y de ninguna manera daría lugar a nuevas imposiciones o perjuicios para los indígenas. A juicio de la Corona ya no habría excusa alguna para la existencia de los tamemes, al í)rocederse de aquel modo 1^7 Un poco más de dos años después, empero, los funcionarios de la tesorería informaban que ninguna carretera se había abierto y que debido a lo áspero del terreno y al desbordamiento de los ríos, se hacía extremadamente difícil viajar por el país. Los informantes opinaban que de no construirse las carreteras, el comercio ser
bueyes y carretas,
un cierto número de negros para construir las modernas carreteras, y una docena de ellos sería destinada al mantenimiento constante de las mismas, especialmente porque en la estación lluviosa dichas carreteras se veían obstruidas por los derrumbes. 148 quecíaría en ruina. Se necesitaba
A raíz de la instalación de la segunda audiencia se impulsó política más vigorosa. La Corona respondió ante los requerimientos del nuevo presidente de la audiencia, que los tamemes no podrían ser abolidos sin la existencia de carreteras, y se autorizó el uso de 1 ,000 pesos oro del tesoro real, para la
una
El trabajo forzoso en
170
América Central
construcción de caminos y puentes, i^^ Uno de los nombramientos del presidente Cerrato fue el de Alvaro de Paz, como veedor de Honduras, provincia en la que al parecer se hizo un considerable progreso. En el año de 1549, Paz informaba al rey que en Honduras casi todo el comercio se hacia por medio de animales de carga, y pedia que se abrieran carreteras a lo largo de todo el distrito de la audiencia, a fin de que las muías pudieran transitar por todas partes, como era el caso en su
propia provincia. 50 í
De enero de 1541 a mayo de 1576, se dictaron cuando menos ocho disposiciones reales, por las cuales se ordenaba la construcción y mantenimiento de carreteras; en este dato no se toman en cuenta las muchas referencias hechas a tales órdenes, en otras tantas piezas de la correspondencia real.i^i El ordinario sistema de carreteras fue mejorado gradualmente, en la medida en que se incrementaban los hatos ganaderos y el número de carretas. Pero, con todo, ningún sistema de transporte era tan barato y conveniente para los españoles, como la espalda de los indios. Y como las carreteras sólo conectaban los pocos establecimientos relativamente importantes, los tamemes seguían siendo vitales en la economía de la América Central.
La posición
de los tamemes fue tan
real sobre la cuestión
como lo fue en otros aspectos de la legislación de Aun en las Leyes Nuevas, de contenido comparativa-
vacilante, Indias.
explícito, se establece, en la regulación número 24, que audiencias debían cuidar de que los indios no fuesen usacomo algo dos como cargadores, pero luego se agrega
mente las
—
de la Corona y sus consejeros que en el caso de aquellos lugares donde tal prohibición no pudiera ser cumplida, debían observarse
característico de la actitud irresoluta
—
o
**
flexible**
—
ciertas consideraciones. Esta excepción la de permitir los cargadores donde fuesen necesarios se prestaba a particulares interpretaciones. Las condiciones consistían básicamente en que los indios debían llevar cargas moderadas, cuando ello fuera necesario; que sus vidas y su salud no debían ser puestas en peligro, y que sólo debían trabajar voluntariamente y por una paga. Quien osare desobedecer estos mandatos, sería se-
—
veramente castigado. 152
I
171
Servicios personales, 1524-49
El licenciado Diego de Herrera, uno de los oidores de la audiencia responsable de hacer cumplir las Nuevas Leyes, y quien a menudo estaba en desacuerdo con sus colegas oidores, informó a la Corona, dos años más tarde, que el artículo 24 no era observado estrictamente. 153 Sin embargo, de las quejas de los vecinos se desprende que la ley fue cumplidad en alguna medida. Ellos habían sido perjudicados decían los vecinos por la falta de servicios y provisiones, y quienes dependían del alquiler de los tamemes para su mantenimiento
—
—
,
estaban en circunstancias aflictivas. 1 54 Mucho de lo conflictivo en los testimonios sobre el cumplimiento de las leyes, se debe precisamente a }a forma selectiva en que se hacía tal cumplimiento. Los funcionarios de las provincias con frecuencia hacían cumplir las disposiciones reales en cuanto concernía a la población en general, pero luego personalmente quebrantaban dichas normas con impunidad y permitían que sus parientes, amigos y sirvientes, hicieran lo
mismo.
La
legislación española perseguía exceptuar del fatigoso
servicio de los
tamemes, a aquellos no calificados para tan du-
En 1530, la reina se dirigió al arzobispo de Guatemala, comunicándole su aprobación en cuanto a exceptuar a los menores de 14 años del servicio de cargadores. Su interés no se basaba en la razón obvia de que tales personas no estaban físicamente desarrolladas para el referido oficio, sino se explicaba más bien en que ello interfería con la instrucción religiosa de los menores. 155 Al principio las mujeres se usaban regularmente como tamemes. A menudo ellas tenían ros menesteres.
una carga adicional, pues les era necesario llevar a sus pequeños hijos junto con sus cargas de maíz u otros productos. 156 Según el gobernador Contreras, de Nicaragua, el servicio forzoso de las mujeres nativas como tamemes, cesó durante su administración. 157 Empero, y cuando menos en ciertas áreas y por algún tiempo, sólo se hizo escasa distinción entre hombres y mujeres en cuanto al trabajo duro. Francisco de Montejo anotaba que en Honduras se usaban las mujeres, junto con los hombres, para acarrear maíz a las minas, a distancias de más de 200 kilómetros sobre rutas despobladas. 58 1
172
El trabajo forzoso en
Los efectos perjudiciales sobre
la
América Central
salud de los tamemes, de-
rivados del cambio de clima de la fria sierra a la tierra caliente, fueron reconocidos desde los comienzos de la época colonial. Tales efectos eran especialmente notorios cuando los tamemes caían exhaustos por el duro trabajo. Un cronista relata que la mitad de los cargadores que viajaron entre aquellas zonas diferentes en una determinada ocasión, no sobrevivió a la jornada.
En costa
1530, la reina ordenó que los indios no cargasen de la altiplano o viceversa. ^ 59 Los colonos prestaron escasa
al
atención a la orden, sin embargo, y cinco años más tarde un funcionario real lamentaba la persistencia de aquella práctica,,
observando que ninguna otra cosa hacia más daño a los indígenas y abogando por su fin si se esperaba de algún modo progreso de esas tierras. Muchos de los indígenas caían enfermos y morían, decía aquel funcionario, y resultaba innecesario exponerlos de ese modo, pues había muías para hacer el mismo trabajo. >60 Sendas cédulas reales de 1538 y 1540, de nuevo prohiben el uso de tamemes de una zona climática a otra, y si bien las mismas permiten cierto control de tal costumbre, ello no implica que ésta hubiese concluido de modo el
definitivo. 161
Se emitieron otras leyes por las cuales la Corona buscaba soportadas por los tamemes. En 1536 se promulgó una prohibición para transportar en hamaca o
aliviar las condiciones
palanquín, a los españoles de cualquier rango. 1^2 Una antigua disposición, emitida por la audiencia de México, restringía el número de tamemes que podía usar un español para sus necesidades personales:
un hombre casado que
viajara sin su
mu-
autorizaban ocho si le acompañaba su esposa. A un soltero se le permitían sólo dos tamemes para distancias cortas. ^63 La Corona dispuso además que los indígenas no podían servir como cargadores en época de cosechas, y que ninguno prestaría más servicios personales que los fijados en la concesión de la correspondiente encojer, podía tener sólo cuatro, pero se
le
mienda, i^
problema generalizado hacia finales de la década de 1540, era el de que algunos indígenas perdían demasiado tiempo como tamemes, hasta el punto de desatender las co-
Un
Servicios personales, 1524-49
173
sechas propias y las de los españoles. La consiguiente escasez de alimentos provocó el hambre entre los indígenas y sus familias. Esto no había ocurrido antes, según los regidores de Gracias a Dios, porque si un español tenía 20 indígenas destinados al trabajo, sólo dedicaba 10 al acarreo de objetos y el resto se ocupaba de traer comida para los cargadores; esta práctica no se mantuvo por más tiempo, debido a que, como los tamemes costaban tan poco a los españoles, éstos no les otorgaban un valor alto; también se daba como otra causa, el hecho de que los indios eran demasiado "simples'*. 165
Algunos autores han arribado a una conclusión muy que las normas destinadas a controlar el trabajo de los indios fueron inefectivas debido a la complacencia de la Corona, y a la ineptitud, falta de resolución y complicidad de los funcionarios reales. Estos fueron sin duda
simplista, al afirmar
factores concomitantes, pero la situación era mucho más compleja. Con respecto a los tamemes, no se puede dejar de reconocer una genuina necesidad relacionada con el traslado
de bienes y mercaderías y, cuando menos en algunos casos, sería discutible afirmar que el uso de indios era la única manera de hacer un trabajo realizado antes bajo condiciones primitivas.
Hasta donde yo sé, nadie sugirió seriamente en América Central que los propios españoles cargaran sus propios enseres personales y mercaderías, aunque Las Casas participaba de dicha opinión. 166 Se trataba, en efecto, dé un problema real, y es erróneo asumir que todos los españoles eran insensibles ante las consecuencias del mismo, como también es equivocado creer que no se habían considerado otras alternativas. Ya en 1527, cuando mucha de la tierra era todavía hostil, cuando los españoles estaban aún planificando el nuevo sitio para el asiento permanente de la ciudad de Santiago, uno de los problemas tratados fue el de la disponibilidad de leña y otras necesidades que requerían el uso de tamemes. 167 sin duda las consideraciones en torno al asunto fueron más prácticas que humanitarias y quizás aquellos mismos españoles anticiparon la disposición real contra el uso de los indios cargadores—, pero ello indica, de todas maneras, la preocupación hacia el problema del transporte.
—
El trabajo forzoso en América Central
174
Los españoles justificaron a veces el uso ilegal de tamemes en proyectos de extraordinaria importancia, tal el caso de Alvarado y la defensa de su expedición a la América del Sur. El Adelantado llevó tamemes de Chiapas a sus astilleros de la costa sur de la América Central; los hizo cargar anclas, municiones y otras cosas para la armada, pero ello fue debido a que, según argumentaba, el terreno no permitía el uso de animales de carga. A juicio del adelantado la expedición era de tal importancia para la Corona, que no quedaba otra salida que usar tamemes, a fin de hacer posible su exploración del Mar del Sur. Además de ello decía Alvarado los españoles llegados a Guatemala desde el puerto de Veracruz, en México, habían transportado su vino y otros artículos desde Chiapas, haciendo uso de tamemes, pues las montañas no permitían el uso de bestias. 168 En una ocasión diferente, el gobernador de Honduras informaba a la Corona, en 1536, que no había tenido otra alternatíva que ser cargado por indios en una hamaca, pues había caído enfermo y el terreno era demasiado áspero para usar caballos. 169
—
—
Como
la irregularidad del terreno era la excusa persistente uso de cargadores humanos, Nicaragua presentaba una contradicción interesante. Afirmando que él había hecho cesar el uso de tamemes, el gobernador Contreras decía que éstos no habían sido utilizados porque la provincia era plana. Las carretas podían construirse gracias a la abundancia de madera, y había disponibilidades suficientes para incrementar los hatos de ganado. Como se ha visto antes, muchas carretas se construyeron después de prohibirse el uso de tamemes para el transporte de madera a la costa, y Contreras era de la opinión que, al cabo de unos tres años, el número de carretas sería suficiente para hacer innecesarios a los cargadores nativos. Según su dictamen, los indios todavía podían ser usados para llevar cargas ligeras, como vino o aceite, dentro de los linderos de los establecimientos de españolea. 70 Infortunadamente el optimismo del gobernador no se justificaba: a pesar de la tierra plana y de las carretas, el uso de tamemes no desapareció en Nicaragua, aun cuando Contreras había invalidado el pretexto para la continuación de tal fenómeno en la pro-
para
el
1
vincia.
Servicios personales, 1524-49'
Los funcionarios
>
'
173
reales, representantes del rey y respon-
menudo fracasaban en hacer cumplir las mismas sobre los tamemes, por varias razones. Para empezar, no existían alternativas viables en las primeras décadas de la colonización, de modo que, por un tiempo razonable, hubo motivos atendibles para posponer la aplicación de las leyes restrictivas. Por otra parte, se daban ejemplos claros en los cuales los propios funcionarios estaban obteniendo ganancias del uso ilícito de los tamemes. Inclusive un funcionario dedicado a la abolición de los cargadores, encontró que éste era un propósito impopular, peligroso y lleno de dificultades. En consecuencia, era la conveniencia lo que más a menudo dictaba la conducta oficial en las colonias. sables de la aplicación de las leyes, a
Los miembros de la primara audiencia de la América no fueron precisamente celosos en cuanto a aplicar ninguna legislación destinada al bienestar de los indios, pues
Central,
misma
necesariamente en detrimento de los intereses de Como aquellos funcionarios estaban personalmente implicados en la industria minera, las leyes dirigidas a prohibir el acarreo de maíz para alimentar a los mineros, afectaban sus propios intereses económicos. Los consejos dados a la Corona por dichos funcionarios, no mencionan, por supuesto, sus propios intereses, y se apunta más bien a lo que ellos llamaban la inevitable declinación de las rentas públicas, pues sin el servicio de los tamemes las minas no podrían operar. En una actitud más sumisa, los funcionarios aludidos confesaban que cuando uno de los jueces debía hacer un viaje de inspección, se usaban cuatro tamemes para llevar sus efecla
iría
los españoles.
tos personales. 171
En
tanto los oidores afirmaban que habían aplicado las
le-
yes contra el alquiler de tamemes, contra el uso de éstos entre zonas climáticas diferentes, o contra su uso innecesario en
cualquier otra forma, los testigos directos implicaban a dichos miembros de la audiencia en todas esas prácticas prohibidas. Uno de los oidores, el licenciado Juan Rogel, sostenía haber enviado a uno de sus criados al pueblo de Quimistán, perteneciente a la Corona Real y situado cerca de San Pedro; aquí, en la casa de un comerciante, el criado había
cargado a un grupo de indios con una remesa de vino, y
los
El trabajo forzoso en América Central
176
habia despachado hacia Gracias a Dios. Juan de Lerma, el factor, se dirigió asi a uno de los testigos: **Mira, ahi va el hcenciado Rogel, quien está violando las leyes que él está llamado a cumplir más que nosotros mismos'*. Cuando el testigo llegó a San Pedro vio cerca de un centenar de indios de Yamala, un pueblo de encomienda del presidente Alonso de Maldonado, quienes eran llevados por un negro llamado Marquillos, para recoger en el mar un cargamento de vino y otras mercaderías. El testigo preguntó al negro cómo era posible usar a los indios en algo que estaba prohibido, y Marquillos contestó que el adelantado Montejo y su esposa le habian ordenado hacer lo que hacía, pues se estaban transportando cosas que servirían para el matrimonio de Maldonado con la hija de Montejo. 172 ^ A. r
Debe reconocerse, por otra parte, que los jueces no se protegían mucho recíprocamente, tendencia que más parecía deberse a diferencias personales que a vocación de honradez o rectitud. Entre quienes escribían ocasionalmente a la Corona o al Consejo de Indias, de modo independiente, estaba el licenciado Diego de Herrera, quien tampoco era precisamente un dechado de virtudes. Este funcionario informó a la Corona, por el año 1546, acerca de los roces entre el presidente Maldonado y su suegro Montejo, como consecuencia de ciertas conquistas ilegales; en el informe se indicaba que Montejo había abandonado Gracias a Dios el día anterior, con toda su familia. Maldonado prosiguió con la expedición, ofreciendo regresar al cabo de 15 días. El presidente llevó 200
tamemes
cargados en su viaje a Chiapas, 120 leguas distante, y de aquí se proponía continuar a Yucatán. Según Herrera, los tamemes fueron llevados a. la fuerza, y no recibirían salario ni comida.173 ^^^ ^,.,,,,,,... ;_....,.,, .^,...^;,,^,. .,
El presidente de la audiencia no era el único en violar las leyes relacionadas con los tamemes. Un cacique de Tencoa, lla-
mado
Francisco, refunfuñaba diciendo que aun cuando los oidores ordenaban que los indios no cargasen para los espauso de los nativos, lleñoles, los jueces mismos hacían Ubre vándolos adonde apuntaban los intereses de los dichos jueces. El licenciado Rogel compró 100 fanegas de maíz, de las cantidades tributadas a la Corona, y las envió a espaldas de los na-
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177
minas de Zula, a una distancia de 15 leguas. Otro que había actuado como ejecutor de una finca, dijo
tivos a las testigo,
el licenciado Herrera había tomado ilegalmente 27 indígenas de la mencionada propiedad, para acarrear vino de Puerto Caballos a Gracias a Dios, pagándoles a todos en cacao. Por otro lado, se denunció que el presidente Maldonado y su esposa usaban tamemes de sus encomiendas de Ocotepeque, Ytalna, Yamala e Yxalapa, pueblos que ellos ocuparon por cerca de un año, apoyados en una cédula real.
que
Cuando Rogel
estaba en camino a Chiapas, obligó a 30 in-
dios de encomienda a cargar los objetos de su gente, lo que hicieron por día y medio, sin paga alguna. En el viaje de regreso, de nuevo usó indios del mismo pueblo para cargar objetos
hacia Guatemala, y una vez
Además de
más no
se les dio
paga alguna.
enviaron tamemes a las villas de San Salvador y San Miguel, para traer provisiones de sal, cacao y otros artículos. Tanto Rogel como Herrera habían enviado cargadores a la costa, aun cuando esto estaba claramente prohibido y había animales de carga disponibles para el viaje hacia el altiplano. Las cargas incluían a veces objetos de hierro y otros artículos pesados. Herrera fue acusado de cargar a 25 ó 30 indios, con cargas tan pesadas, que casi no podían moverse. Aparte de los tamemes enviados al mar por los funcionarios reales, los comerciantes, en número cada vez más alto, alquilaban indios con el mismo propósito, y ello se hacía en cantidades tales que los pueblos estaban quedando lo anterior, los jueces
desiertos.
Entre las personas que rindieron testimonio contra los oidores, había indios que se quejaban del corregidor de Tencoa, quien les hacía cargar vinos hacia las minas de Guayape, a unas 60 ó 70 leguas de distancia. El vino pertenecía al corregidor y a su amigo el licenciado Rogel. Los nativos afirmaban
también que este último había comprado maíz del real tributo, ofrecido en el mismo pueblo de Tencoa, y había hecho transportar por tamemes 200 fanegas hacia sus minas de Zula, donde Rogel tenía sus esclavos negros.
Una vez más ley,
se puede ver la aplicación discriminatoria de la pues se suponía que los tamemes no debían cargar más
allá
de San Pedro, en ruta hacia
la costa;
mas,
como hemos
17^
El trabajo forzoso en América Central
había sus excepciones. Algunas personas **de calidad" podían enviar seis o siete indígenas. Se suponía que aun esta excepción era sólo para acarrear vino, aceite, vinagre y nada más. Un vecino, empero, dijo haber visto a Herrera enviando ocho o diez tamemes al puerto, a fin de recoger un lote de vestidos. Si bien los oidores insistían en que los vecinos pagaban a los tamemes, ellos mismos no hacían lo propio de ordinario. visto,
Como
respuesta a todos los testimonios rendidos contra oidores sostenían que permitían el uso de cargadosólo cuando era necesario y debido a la configuración
ellos, los
res
—
—
montañosa de la tierra. Además afirmaban ,los indios trabajaban voluntariamente, recibían una paga y llevaban cargas ligeras, y, en consecuencia, ninguna ley había sido quebrantada.i74
El licenciado Herrera, acusado
él
mismo de uso
ilegal
de
ta-
memes, fue franco, sin embargo, sobre la cuestión de los abusos. La práctica de tributar con tamemes era errónea, según su opinión. Creía que el servicio personal es el verdadero trabajo de los esclavos, quienes por lo regular eran alquilados para trabajar en las minas y en los ingenios de caña de azúcar. Sus compañeros oidores le dieron escaso apoyo deliberado, sobre tan importante cuestión. 75 El licenciado Cristóbal de Pedraza, obispo de Honduras y Protector de los Indios, y además un crítico perceptivo y sensato sobre las prácticas españolas del trabajo forzoso en la América Central de la primera época, dejó para la historia detallados relatos sobre los sistemas en vigencia. Aunque dicho prelado estaba claramente inclinado en favor de los nativos, sus comentarios no varían de modo significativo del grueso de testimonios llegados de las colonias. Desesperado por la situación lamentable en que se encontraban los indios, el obispo relata la tragedia en forma tal, que debió tener una decidida infíuencia en la subsiguiente reforma lei^islativa. í
Al tasar, en un informe de 1547, lo que los indios debían, Pedraza estimaba que los tamemes no debían permitirse bajo ninguna circunstancia, excepto para acarrear su tributo desde sus propios pueblos hasta la residencia del encomendero, y ello si el cargador vivía cerca, ya fuera en una ciudad o una villa. Sin embargo, en su opinión y en términos generales, el
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'
179
.
servicio personal debía ser abolido. Si, en
todo caso,
el
mismo
que seguir existiendo, debía ser refrenado en sus excesos, contándose entre estos últimos el alquiler de los tamemes a los comerciantes mediante sumas estipuladas, y el hecho de enviarlos del altiplano a la costa o viceversa; en estas jornadas, decía el obispo, los indios mueren en los caminos, y agregaba: •*yo los he visto muertos muchas veces, acurrucados bajo los árboles en medio de los campos*'. Otros eran quebratenía
dos físicamente por las cargas excesivas echadas sobre su espalda al ser alquilados a los comerciantes para acarrear ropa y vino, éste en recipientes de barro; el Comerciante pagaba al amo del indígena uno o dos pesos, según el lugar adonde el ta-
meme
tuviera
que
ir.
El español, por tanto, entregaba sus indios a aquellos que, para obtener los mayores beneficios, se aprovechaban del sudor de los nativos, haciéndolos cargar a discreción cualquier clase de mercadería: "Caigan como caigan y mueran como mueran'*. Los indios acarreaban de 75 a 100 Hbras, a distancias de 50 a 60 leguas, atravesando cerros y montañas, con la comida que ellos mismos pudieran procurarse para la jornada, y con la mirada del capataz encima. El comerciante, o a quien se alquilaban los servicios de los tamemes, hacía entrega de éstos a un encargado o jefe de la travesía, quien podía ser un negro o un blanco, "el más cruel que se pudiera encontrar", a efecto de mantener en movimiento la^columna. Este conductor nunca decía "adelante hermano"," sino más bien, "adelante perro". Los jefes, a veces, hacían doblar las rodillas a los indios a fuerza de garrotazos. El encomendero no proporcionaba comida para los cargadores, y lo poco que éstos llevaban se agotaba antes de alcanzar el lugar de destino; de este modo, no había camino recorrido en que no muriesen 10 ó 12 y aun 20 tamemes.
El obispo decía: "El principal alquilador de indios es el presidente de la real audiencia de Su Majestad". Los oidores, miembros de dicho organismo, a fin de complacer al Presi-
dente Maldonado, y atender al mismo tiempo sus propios intereses, se mostraban de acuerdo en alquilar a los indios. En efecto, si el oidor tenía que traer su vino y otras cosas necesarias para su familia, debía pagar al arriero de 8 a 10 pesos por
El trabajo forzoso en América Central
180
cada muía cargada. De este modo, los amigos, parientes y seguidores de los jueces, permitian que sus indios cargaran para éstos; tales personas obtenian, a cambio, que los oidores les permitieran imponer cualquier pena y tormento a los indios. Esta era la causa por la cual la audiencia no deseaba que el obispo visitara los pueblos donde podia descubrir las prácticas referidas. La verdad, decia Pedraza, es que Francisco de Montejo ha obtenido una utilidad de 10,000 pesos por medio del alquiler de los indios, y su yerno, el Presidente Maldonado, ha hecho más de 6,000 con los mismos tamemes. Más deplorable todavía era el hecho de que más de 500 cargadores hombres y mujeres habían muerto de agotamiento, término éste que no constituía exageración alguna, según los informantes del obispo. Pedraza suplicaba al rey no dejarse engañar por los españo-
—
—
les, cuando éstos hablaban de que los indios deseaban ser cargadores y que desempeñaban felices tales menesteres, pues ellos, los indios, eran forzados a decir tales cosas bajo amenazas y reales palizas. Los españoles afirmaban que los indios sólo acarreaban efectos familiares de los colonizadores —para lo cual no había otra ahernativa, dada la ausencia de animales de carga que sólo conducían las cargas que ellos mismos, los indios, deseaban, y que se les permitía caminar despacio, parando para comer en cada arroyo, río u hondanada; mas todo ello era falso, decía el obispo Pedraza, y agregaba: en realidad los capataces los atormentan, no los dejan comer, beber o descansar, y ni siquiera les permiten rascarse la cabeza. Al contrario, el conductor del grupo los golpea y les exige mantenerse en movimiento. Si alguno de ellos enferma por mala suerte, es golpeado todavía más y lanzado al suelo acusado de fingirse enfermo. ** ¿Quién puede creer a esos verdugos cuando dicen que los indios desean alquilarse? ¿Y que, por su gusto, caminan en senderos anegados de lodo y sobre las montañas, hundiéndose y muriendo en la forma que he descrito, en vez de estar en el hogar con sus mujeres e hijos, con sus comidas preparadas a tiempo (pues es su costumbre comer muchas veces al día) y dedicados a sus cultivos?'*. Pero los indios, no tienen tiempo para todo ello, decía Pedraza, ocupados como están en acarrear los atavíos, las sedas y los juegos de los españoles.
—
,
Servicios personales, 1524-49
En
la
181
región había bestias de carga y las había suficientes, mayor parte viajaban normalmente
escribía el obispo; en su
en los caminos, y ahí donde éstos eran ásperos e intransitables, eran asimismo fácilmente reparables a costos reducidos, aun para el tráfico de carretas. Si los caminos se mantenían en buen estado, y si al mismo tiempo se prohibieran los tamemes, el problema quedaría resuelto. Por otra parte, ello redundaría en un mejor comercio y una más rápida comunicación entre los asentamientos de cristianos y otros lugares. También sería útil construir botes como los de Castilla, para ser usados en los ríos. Ya se encontrarían otras formas de acarrear el vino y los otros artículos, sin los tamemes, "pues hay hombres que, aun si una arroba de vino cuesta ocho o diez pesos, estarían en casa más contentos sin la capa
mas no
sin el vino; y
aun
cielo, ellos la abrirían,
si
la
como
montaña fuera más alta que el palma de la mano, para que
la
pasaran los animales de carga". Al final, el obispo sugería que el rey ordenara a cada pueblo hacerse responsable de la parte más cercana del camino. Todo español que tuviese negros podía prestar uno para ayudar a los indios a limpiar la carretera y mantenerla en buen estado, para beneficio de todos. De ese modo, las mercaderías serían más baratas y las rentas reales se verían aumentadas, especialmente si se construían carreteras desde Trujillo y San Pedro. 176
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4
•
Las reformas de Cerrato
'
regulaciones de las "Nuevas Leyes de Indias para y Preservación de los Indios** (u ordenanzas de Barcelona), decretadas en 1542-43, había una por la cual se
Entre
el
las
Buen Trato
creaba la Audiencia de los Confines, así llamada por estar situada en los confines de los territorios de Guatemala, Honduras y Nicaragua. En la regulación de marras se hablaba de una corte de cuatro jueces, de los cuales uno sería presidente. Justamente para presidirla fue nombrado el veterano juez (oidor) de la Audiencia de México, Alonso Maldonado.i Para servir bajo la dirección de éste, la Corona nombró como jueces a otras tres personas todavía radicadas en España; ellas eran los licenciados Diego de Herrera, Pedro Ramírez de Quiñones y Juan Rogel. A éstos se ordenó salir para las Indias, de inmediato. 2 El sitio escogido como sede de la audiencia fue el pueblo hondureno de La Villa de la Concepción del Valle de Comayagua, conocido localmente por el nombre más corlo de la Nueva Villa de Valladolid. Todos los oidores estaban acá a comienzos de 1544, pero como el pueblo había sido fundado sólo dos años antes, ellos lo encontraron carente de las comodidades necesarias, y la audiencia fue así trasladada a un sitio más adecuado, el de Gracias de Dios. Por fm, en mayo de 1544, la Audiencia de los Confines se instaló formalmente. Alonso Maldonado, un descendiente de distinguida familia de Salamanca, fue el hombre en quien recayó todo el peso de la responsabilidad, dada su vasta experiencia en asuntos de las Indias. El padre de Maldonado era llamado '*el bueno'*, sobrenombre éste que más tarde Bernal Díaz confiriera a Alonso y pasara así a otros historiadores. (Pareciera que el adjetivo no llegó a ser muy apropiado, dadas las cualidades 182
Las reformas de Cerrato
i
183
Maldonado
era bueno para los encomendeprecisamente uno de éstos). Maldonado tenía una licenciatura en derecho, sin duda de la gran universidad de su pueblo natal. Después de servir como Colegial mayor de Cuenca, le fue otorgado un cargo en el Nuevo Mundo, precisamente el de oidor en la segunda Audiencia de México.^ Fue recibido en este país, junto con sus distinguidos colegas, en 1530, y el que era un extraordinario cuerpo de fundel sujeto, pero
ros, y Bernal fue
cionarios comenzó a llevar cierto orden a la caótica situación prevaleciente en México. Maldonado sirvió como oidor en este país por más de 12 años, lo cual pone de manifiesto su competencia.
La América Central no le era extraña a Maldonado, pues había estado tres veces en Guatemala, una como "juez de agravios'* y dos más para hacerse cargo del gobierno; durante dicho tiempo le tocó presidir la ^residencia* contra Pedro de Alvarado.6 En 1535, la Corona le ordenó salir para Guatemala y sólo parece haber salido de México en marzo de 1536, para asumir el gobierno en Santiago el 10 de mayo del mismo año.'7 Entretanto, Alvarado salió para España a defender sus intereses, y Maldonado actuó como gobernador hasta el retorno de aquél, en septiembre de 1539, para luego, a su vez, regresar a México a reasumir sus anteriores funciones. A la muerte de Alvarado en la batalla de Mixtón, en Jalisco, el gobierno de Guatemala quedó vacante. Fray Pedro de Ángulo, un dominico e inmediato colaborador de Bartolomé de las Casas, escribió al rey, en febrero de 1542, diciéndole que los gobernadores hasta entonces habían trabajado en beneficio propio, pero que Alonso Maldonado o el obispo Francisco Marroquin podrían ser buenos gobernadores, porque ni el uno ni el otro anidaban intereses personales en el corazón, pues, antes bien, se dedicaban a servir al rey. El virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, envió a Maldonado a Guatemala para hacerse cargo del gobierno, del cual tomó posesión el 17 de mayo de 1542, en Santiago. En noviembre del mismo año, Maldonado fue escogido para desem-
cargo de presidente de la audiencia, que estaría forinstalada, por decreto real, diez meses más tarde. octubre de 1543, varios colonos interesados lo eligieron
peñar
el
malmente
En
El trabajo forzoso en América Central
184
para viajar a España, con el objeto de protestar por la reciente promulgación de las Leyes Nuevas.^ En el intervalo, no obstante, la Corona nombró a los otros oidores de la audiencia y Maldonado al parecer ya no pudo hacer el viaje. Un tiempo más tarde, el mismo Maldonado escribió al rey diciéndole que en sus 14 años de servir en las Indias, habla tratado en varias ocasiones de obtener el necesario permiso para regresar a España, a fin de casarse y atender algunos negocios particulares. No obstante haber obtenido el permiso
— decia—
asuntos oficiales importantes de la Nueva España agregaba se había habían retenido en las Indias. Ahora casado con la hija del Adelantado Montejo, y la muerte de sus padres y de aleunos de sus hermanos, indicaba que ciertas cuestiones legales no requerían más su presencia en España. Adeijiás, pensaba que no podía abandonar sus obligaciones en la audiencia, dado que los jueces de su corte tenían poca experiencia y conocimiento en relación con los asuntos de las ,
le
—
—
Indias. 10 El 15 de
mayo de 1544, se recibió el sello real en Gracias a Dios, formalizando así el establecimiento de la audiencia. Dos días más tarde los oidores comenzaron su trabajo, ii Entre sus preocupaciones estaba la relativa a la ejecución de
Leyes Nuevas, uno de los principales asuntos planteados al la creación de la audiencia. Dicha legislación abarca un conjunto extenso de regulaciones sobre el trato a los indios, en especial respecto del uso de su fuerza de trabajo. Se establecía, por ejemplo, no hacer más esclavos por ninguna razón posible, y aquellos que los tenían a la ffecha debían probar su justo título sobre ellos o dejarlos en libertad. Los españoles no podrían servirse más de los naborías, y en adelante no se usarían tamemes, excepto en casos inexcusables, en los cuales se les debía pagar y cuidar de que las cargas fuesen ligeras y que no se derivase de ello daño alguno para dichos indígenas. Ningún indio podía ser sacado de su tierra, so pena de muerte para el responsable. Los tributos debían ser revisados. El español que hiriese o matase a un indígena, o que tan sólo le pusiese las manos encima con ánimo de hacerle daño, sería castigado con severidad. El mismo precepto se aplicaría a quien tomare una hija o la esposa de un indígena o causare cualquier daño a un nativo. 12 las
momento de
Las reformas de Cerrato
185
Vecinos de Santiago, San Salvador y San Miguel, protestaron sin pérdida de tiempo por la norma que obligaba a probar la propiedad de un esclavo. La existencia de una marca afirmaban debia ser suficiente para probar dicha propiedad; aunque reconocian que en algunos casos sería difícil, si no imposible, verificar la marca, pues los esclavos habían pasado de un español a otro. Sin embargo, los propietarios habían pagado un impuesto (el quinto real) por cada esclavo, y no les parecía justo que la Corona hubiese tomado esa quinta parte, mientras ahora los españoles perdían al esclavo, después de haberlo comprado y haber pagado además el impuesto correspondiente al tesoro real. Muchos de los esclavos habían sido comprados en pública subasta, y luego fueron marcados con el hierro real. Esto había ocurrido de la manera más regular, y si ahora el español estaba condenado a perder sus esclavos al no poder probar la propiedad legal sobre los mismos, se estaría cometiendo una gran injusticia. Tal afirmaban con insistencia los colonos, porque algunos de ellos tenían todo su dinero invertido en esclavos. fin de evitar confusiones y malentendidos, el Hcenciado Rogel había ordenado a los españoles registrar sus esclavos ante el escribano local. Empero, los representantes del pueblo pidieron que se rescindiera la orden relativa a la probanza de la propiedad de
—
—
A
los esclavos. 13
Las regulaciones aludidas, en su conjunto, fueron suficienpara provocar una algazara, pero los sectores más explosivos fueron aquellos interesados en debilitar el sistema de encomiendas; la ejecución de las normas relativas a este asunto, en efecto, podían arruinar a los conquistadores y a los primeros colonos, así como a los descendientes de unos y otros. La tormenta de protestas fue tan intensa que la Corona se vio obligada a revocar algunas de las disposiciones relacionadas con el régimen de encomiendas; esto se hizo por medio de las leyes emitidas en Malinas, el 20 de octubre de 1545. Respecto de otras normas que afectaban el trabajo indígena, sin embargo, la Corona se mantuvo firme e insistió en su inmediata tes
aplicación.
Es bien sabido que
las
Leyes Nuevas provocaron una rebe-
lión en el virreinato del Perú, y que el virrey de la Nueva España se mostró vacilante en su aplicación ^temiendo las mis-
El trabajo forzoso en América Central
186
mas consecuencias. Se pensaba que aun evitando
la violencia,
los colonizadores podían en cualquier caso abandonar las Indias, al no tener razones para prolongar allí su permanencia.
Probablemente
los
miembros de
la
Audiencia de
los
Confines
veían las cosas de la misma manera, por lo que no debemos juzgarlos muy severamente. En otros aspectos, sin embargo, ellos fueron culpables sin duda alguna.
Los oidores eran
los
más
altos funcionarios en
América
Central, eran los jueces que devengaban un sueldo por ejecutar las reales órdenes. No les estaba permitido participar en actividades comerciales extraoficiales y
Con
tampoco podían
tener
tiempo, sin embargo, sus intereses particulares llegaron a identificarse estrechamente con los de los colonizadores, cuyos excesos estaban llamados a controlar. En consecuencia, los oidores no hicieron cumplir las leyes con el necesario vigor. El presidente Maldonado escribió a la Corona, a finales de 1544, diciendo que las Leyes Nuevas parecían demasiado severas y que la audiencia se había detenido en aplicarlas, a la espera de instrucciones de España y en vista de lo que estaba ocurriendo en Perú y México. '^ El resultado final fue que las Leyes Nuevas no se aplicaron en América Central ni en ninguna otra parte, excepto en Santo Domingo, donde un juez reformista trató de hacerlo. Los encomenderos y otros colonizadores españoles, se mostraban contentos al comprobar que pocas cosas habían cambiado con la venida de la burocracia real. Se registraron algunas protestas dispersas: el obispo y Protector de los Indios en Honduras, licenciado Cristóbal de Pedraza, mandó algunos tenebrosos informes a España; y el infatigable Fray Bartolomé de lias Casas negó la absolución, por tres años, a quienes tenían esclavos ilegalmente en Chiapas.15 En algunos aspectos es justo decir que la audiencia gradualmente consiguió un mejor estado de cosas, y se pueden encontrar informes sobre él control de ciertos abusos. No obstante, en general no se puede decir que los oidores buscaron mejorar el estado de los nativos con algún vigor. Y las cosas continuaron así hasta
encomiendas.
el
1548.
Mientras Alonso Maldonado y sus colegas oidores fueron comisionados para aplicar las Leyes Nuevas en América Central, la Corona nombró a Alonso López de Cerrato para
Las reformas de Cerrato
1
87
hacer lo propio en Santo Domingo. ^6 Vistas las cosas de modo retrospectivo, el honor conferido al segundo de los nombrados era de carácter dudoso, pero sin duda fue considerado como una recompensa por los largos y dedicados servicios prestados por López de Cerrato en España, aunque, a decir verdad, la naturaleza de tales servicios resulta un tanto vaga. El historiador Oviedo, que estuvo en Santo Domingo durante la administración de Cerrato (1543-48), nos dice que éste era originario del pueblo de Mengabril, en la provincia de Medellín.i^ Bernal Diaz, que le conoció después en Guatemala, dice que Cerrato provenia de Extremadura, i ^ Si bien hay una relativa escasez de datos sobre las primeras etapas de su vida y su temprana carrera, se puede concluir que, como era licenciado, también era un hombre de buena educación. Co-
mo fue presidente de dos audiencias, se puede inferir también que era un hombre de comprobada habilidad y alto sentido de lealtad. En las Indias probó ser un hombre dedicado y celoso servidor de la Corona. Estaba, ciertamente, imbuido de esa unidad de propósitos (algunos lo llaman fanatismo) que guía a todos los reformadores de éxito. En cuanto concierne a la aplicación de las humanitarias Leyes Nuevas, parece haber sido de los más efectivos entre los funcionarios de mayor responsabiüdad. Cerrato fue enviado a Santo Domingo, en 1543, como juez de residencia del presidente de la audiencia, obispo Alonso de Fuenmayor, y de los jueces colegas de éste, quienes estaban por abandonar sus cargos. 19 Se sabe, de entonces, que liberó a los indios sujetos a las cargas más onerosas, y pronto adquirió reputación por su indiferencia ante la opinión pública, cuando se trataba de alcanzar la justicia de la Corona. Cerrato y su colega juez Alonso López de Grajeda, escribieron al rey informándole que en la isla habían encontrado indios esclavos, con los cuales se traficaba como mercancías comunes. Hicieron una investigación para determinar si los títulos de los esclavos eran justos, según los términos de la ley. Los miembros del cabildo decían que los esclavos eran legales porque habían sido marcados en la cara con el hierro reporque así al. Ello era suficiente sostenían con insistencia había sido reconocido por la costumbre, desde la fundación
—
—
188
El trabajo forzoso en
Amério^ Central
del primer establecimiento de españoles. Algunos esclavos eran tomados en la guerra, otros lo eran de rescate, pero todos —afirmaban los del cabildo— estaban mejor como esclavos de los españoles, porque asi sus almas estaban salvadas.
Al proseguir la investigación fuera de la ciudad de Santo Domingo, los jueces encontraron unos 5,000 indios en calidad hombres y mujeres tenían de esclavos, de los cuales 100 tal status de manera notoriamente ilegal. Estos fueron liberados sin protesta de sus propietarios. Se nombró entonces un defensor de indios, con salario. Se ordenó asimismo que ningún indio abandonara la isla. Como había ya tan pocos, los esclavistas los estaban importando de otras áreas: dos carabelas habían arribado con más de 50 esclavos de Margarita y Cubagua, y los propietarios de estos indios **de aspecto miserable**, afirmaban que los mismos habían sido tomados antes del anuncio sobre las Leyes Nuevas. Los jueces embargaron dichos esclavos y otros más, en un número total de 250.20
—
Fray Bartolomé de Las Casas arribó a
—
la
ciudad de Santo
Domingo, el 9 de septiembre de 1544, camino de Chiapas y en compañía de 46 dominicos. Fray Tomás de la Torre, quien formaba parte del grupo, dice que el presidente Cerrato les distinguió con una formal visita, pues era grande amigo del obispo Las Casas. Este informante relata cómo Cerrato se mostró favorablemente dispuesto hacia los frailes e hizo arreglos para el siguiente viaje de éstos. Fray Tomás apuntó que, como había allí un gran número de esclavos indios, Cerrato estaba tratando de encontrar una solución al problema, no obstante la tosudez de los españoles. 21
Las Casas escribió de Cerrato lo siguiente: **...es un recto y grande juez. Le placería a Dios si Su Majestad tuviera aquí cuatro como él, para confiarles la reforma de estas Indias**. Tan pronto como llegó a la isla —decía Las Casas— comenzó a liberar a los esclavos. 22
Los vecinos de Santo Domingo, temerosos de las acciones de Cerrato, comenzaron a escribir a España dando a conocer sus quejas. Si yo fuera a ser juzgado por lo que la gente dice de mí, escribía Cerrato al rey, **mejor sería tener las piernas rotas que haber venido a las Indias**. Pese a las exageraciones
Las reformas de Cerrato
—
189
—
no se había excedido en su autoridecía de los quejosos dad ni por un pelo. La excusa de que la esclavitud salvaba a los indios de la embriaguez y a las mujeres de la conducta ligera, era vana, decía Cerrato, porque los nativos continuaban en tales prácticas aun siendo esclavos, pues no lo consideraban pecaminoso o simplemente malo. Además, agregaba, si todos los ebrios españoles y todas las mujeres españolas perdidas tuviesen que ser hechos esclavos, habría sin duda un exceso de éstos y se tornarían muy baratos. 23 ,
Pese al descontento general provocado por la política de Cerrato, la Corona le dio su aprobación.24 Hacia marzo de 1547, Cerrato se había cansado de la lucha; se daba cuenta que ya había pasado en las Indias más de lo planeado originalmente, y pidió entonces licencia para regresar a España.25 pesar de su entusiasmo reformista, se sentía desilusionado
A
por
la falta
de apoyo y por
el
hecho de no haber logrado
erra-
dicar por completo la esclavitud ilegal.26 Sintiéndose ya viejo,
deseaba pasar sus últimos años tranquilamente en España. Al abrir su correspondencia de finales de aquel año, se encontró, empero, con la negación del permiso solicitado. Al contrario, una orden real de fecha 21 de mayo de 1547, le mandaba asumir la presidencia de la Audiencia de los Confínes y dirigir allí el juicio de residencia a los oidores saHentes, después de tres meses de su arribo. 27 Es fácil imaginar la clase de inquietudes que aquella orden le produjo, pero Cerrato escribió al rey expresándole su gratitud por la nueva oportunidad que le brindaba.28 Cuando se conoció públicamente su inminente traslado, hubo ciertas peticiones para que se le sometiera a juicio de residencia. El cabildo, sin embargo, que por lo general reflejaba los intereses de los vecinos, hizo notar que no se había producido demanda alguna en tal sentido, y los regidores se manifestaron contrarios a aquellas peticiones, en la idea de que sólo despertarían pasiones innecesarias. 29 Uno de los presentes en la sesión del cabildo fue el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, quien servía a la sazón como alcaide (comandante de un fuerte). Este no era amigo de Cerrato, quien había escrito a la Corona protestando por las críticas blasfemas que Oviedo le había formulado y acusando a este cronista de corrupción. 30
El trabajo forzoso en América Central
190
Dadas sus diferencias personales, la historia de Oviedo es acusadamente objetiva en sus apreciaciones sobre el juez, excepto por unas cuantas acometidas no muy rectas. Respecto de
muchas quejas sobre
la administración de Cerrato, enfado de los vecinos era justificado, y se limita a dejar constancia de la mala impresión dejada por aquél y de su dudosa confiabilidad. Al mismo tiempo, Oviedo califica su propia posición, al observar que él mismo había sido nombrado procurador, para representar a la ciudad de Santo Domingo ante la corte española; esto último, por cierto, significaba que estaba obligado a oponerse a la legislación contraria a los intereses de los vecinos. A pesar de todo, el historiador afirmaba no tener la baja opinión de Cerrato que muchos otros tenian, y se refería a éste como un abogado versado en cosas de la justicia. En opinión de Oviedo, el voto de Cerrato podía ser admitido "entre pares**, pero luego afirma lo siguiente: las
Oviedo dice no saber
si el
ó no tener quien le mano. Sé á lo menos que es sacudido, y que no tracta bien de su lengua á los que antél litigan, ó ha de hager justicia; porque pienso que querría mas espantarlos ó enmendarlos con un aspecto ayrado, ó palabras ásperas que con el agote ó cuchillo. Y aunque esse artifigio fuesse assi (que no lo sé, porque solo Dios entiende al hombre), esas sus amenazas é palabras le hagen aborresgible; porque en fin los hombres no han de ser '*Pero otra cosa es ser gobernador,
vaya á
la
rhaltractados de la lengua del juez, ni vituperados, só color del mando é auctoridtid de la justigia é ofigio superior ^ i*
Oviedo, para su propio alivio y el de los habitantes de SanDomingo, escribió que uno de los caballeros integrantes del real consejo le había asegurado que Cerrato seria removido y que oportunamente le seria tomada residencia. (Lo que en efecto se haría cuatro años más tarde, sin la presencia del proto
Tomado
directamente del español. Historia General y Natural de las In-
dias, Editorial
Guarania, Asunción del Paraguay,
s. f.
pp. 285-6. N.
dd
T.
Las reformas de Cerrato
191
A
pesar de la cautelosa crítica de Oviedo y de su pió Cerrato). opinión sobre la ausencia de un buen gobierno en Santo Do-
mingo, la Corona juzgó conveniente encomendar a Cerrato el complicado problema de reformar las fronteras de Centroamérica. Oviedo, por su parte, concluye asi su referencia: '*Hubo mucho regocijo en la isla de la Española con motivo de su partida". 32 En resumen, la experiencia de Santo Domingo le sirvió como entrenamiento para encarar luego la situación de la América Central. Por lo menos había intentado aplicar las Leyes Nuevas, y hasta cierto punto se puede hablar de su buen éxito en tal gestión. Contó con el apoyo de Las Casas, y su juicio por invectiva le preparó para la prueba de establecer la real autoridad en la mal administrada Audiencia de los Confines. No fue sino hasta el 28 de abril de 1548, en carta enviada desde Santo Domingo, cuando Cerrato informó al cabildo de Santiago de Guatemala, que estaba presto a partir para tomar posesión de la audiencia de Gracias a Dios. 33 El siguiente mes de mayo, a día 26, el nuevo presidente asumía su cargo al frente del gobierno, cumpliéndose entonces justo un año desde que se emitiera la cédula por la cual fuera nombrado. Al día siguiente escribió al cabildo de Santiago de su investidura como juez de residencia. 34 simpatizaba con la reCerrato no cabe duda sobre ello nuencia de los oidores en cuanto a la aplicación de las leyes, sabiendo perfectamente que de ello se derivaría un fuerte movimiento de censura. Mas el austero juez no cometió disparates y mostró su enfado por el curso de los acontecimientos en la colonia. Oportunamente informó al rey que se había encontrado con que ninguna de las provisiones reales era debidamente cumplida; y se expresaba así:
—
—
culpa de todo esto corresponde al Presidente, porque que como él era el presidente y un hombre experimentado en la tierra y además viejo» ellos no hacían sino seguir su ejemplo. Y como él tenía indios de encomienda como también los tenía su suegro [Montejo], sus cuñados y sus hermanos nada se podía ordenar en favor de los indios; todo ello causa mucho daño a la reforma que he deseado introducir. ^^ la
los oidores dicen
—
—
£1 trabajo forzoso en América Central
192
La
tasa de los tributos era excesiva y habia necesidad de reagregaba **hace lo que
bajarla. **Cada encomendero'*
—
—
quiere y aunque matan y roban o esclavizan a los indios, no hay ningún castigo para ellos*'. No sólo los colonos abusaban
de los tamemes, sino el mismo presidente y los oidores hacían lo propio con los cargadores —y también con los indios de usándolos para acarrear provisiones a las miencomienda nas y aun alquilándolos a otros españoles. En efecto, afirmaba Cerrato, los indios de encomienda son usados en no mejores condiciones que los esclavos y quizás aun en peores circunstancias, ya que las disposiciones legales dirigidas a liberar a los esclavos ilegales, no hacían ni siquiera mención de los indios de encomienda. 36 En la primera audiencia nunca se habló de liberar a ningún indio, de prevenir el uso de tamemes o de revisar los tributos; ello se debía, según Cerrato, a que los jueces trataban de quedar bien con los vecinos españoles. 37 El ejemplo dado por los funcionarios más altos contradecía toda adhesión a las leyes. Cerrato se preguntaba lo siguiente:
—
,
¿Cómo pueden el
ser liberados los esclavos indios
cuando
mismo oidor tiene 200 ó 300 esclavos? ¿ Y cómo puede
ser erradicado el servicio personal
50 indios en su
cuando
el
oidor tiene
casa, acarreando agua, leña, forraje
y
Y cómo pueden
suprimirse los tamemes por un oidor que tiene 800 de ellos en las minas, y cuando aun sus perros son cargados por tamemes?^^ otras cosas? ¿
El carácter de la primera audiencia estaba en gran parte determinado por las actitudes de su presidente, Alonso de Maldonado (1544-48). Como miembro de la nobleza salmantina y con gran experiencia en las Indias, la influencia de Maldonado fue reafirmada por su conveniente matrimonio con doña CataHna Montejo. Tenía 6ajo su responsabilidad delinear la política de la corte, mientras sus colegas oidores se acostumbraban a la situación real del Nuevo Mundo. Como en el caso de muchos funcionarios reales de las Indias, los intereses particulares del presidente se llegaron a identificar estrecha-
mente con los de do a juzgar.
los colonos,
cuyas acciones
él
estaba llama-
Las reformas de Cerrato
Martín de Esquivel,
.
.
:
I93
de los puestos de factor y veMaldonado, en carta dirigida a la Corona a finales de 1545. Decia que éste había sido nombrado presidente de la Audiencia de los Confines, sin haber tenido juicio de residencia por los siete u ocho años durante los cuales había ejercido alguna autoridad ocasional en la provincia; y ello a pesar de que, de acuerdo con lo escuchado por Esquivel, había muchas quejas contra el citado Maldonado. Por ejemplo, a pocos días de iniciado su gobierno, Maldonado había casado a su hija bastarda con don Cristóbal de la Cueva, el factor real de Guatemala, quien antes había sido lugarteniente del gobernador Pedro de Al varado, y era además primo de Pedro de los Ríos, tesorero de Nicaragua y yerno de Contreras. Por otra parte, mientras Montejo estuvo residenciado, a la terminación de su período como gobernador de Honduras (Hibueras-Honduras), Maldonado se las arregló para desposar a la hija de aquél, antes de que se emprendiera la residencia de Montejo por la gobernación de Chiapas y Yucatán. Con tales alianzas matrimoniales y las consiguientes ccmexiones, tales hombres controlaban las cosas como querían y se las arreglaban para retener el uso de sus intitular
edor, se quejaba de la conducta de
dios.39
La formación de la nueva Audiencia tenía como uno de sus propósitos la sustitución del sistema de gobernadores independientes que había funcionado en Guatemala, Honduras, Nicaragua y Chiapas. Rodrigo de Contreras (1534-44), a pesar de sus buenas relaciones con Maldonado, fue suspendido en 1544, cuando se ordenó su juicio de residencia, efectuado subsiguientemente por el licenciado Herrera. La provincia de Nicaragua fue puesta, de aquí en adelante, bajo el directo control de los oidores de la Audiencia. Si bien la llegada de Maldonado y sus colegas oidores a Gracias a Dios, significaba el fin de la gestión de Montejo como gobernador de Honduras y Chiapas, el matrimonio de la hija del Adelantado con el presidente de la Audiencia pudo haber sido un consuelo práctico. Montejo era un hombre de fortuna cambiante, pero fue por muchos años una figura de importancia en América Central y prolongó su influencia en Yu-
El trabajo forzoso en América Central
194
catán y Tabasco por mucho más tiempo. Su nueva relación con el ahora yerno suyo, representaba ventajas para ambos.
Sobre este punto Chamberlain escribe
lo siguiente:
Las familias de Montejo y Maldonado parecían haber estado en estrecho contacto en Salamanca, y aquel vínculo familiar sirvió de mucho al Adelantado en cuestiones de gobierno. Aunque no ayudó para que él conservara el territorio del Río de Ulúa, le sirvió, sin embargo, para prolongar su autoridad en Tabasco por varios años más, así como contribuyó a que se retardara la cancelación de sus encomiendas según lo mandaban las Leyes Nuevas de
»
1542-43.
^
Estas
leyes
incluían
precisamente
varios
que prohibían a los gobernadores y a otros altos funcionarios tener encomiendas a su nombre, privándoles, de ese modo, de importantes rentas."^ artículos
Cuando Maldonado llegó por primera vez a Guatemala en muchos vecinos le dieron la bienvenida y se congratula-
1536,
la presencia allí de un oidor, especialmente aquellos mostraban resentidos con Alvarado. Ello fue particularmente cierto cuando menos en el caso de los indigenas, tal como se cita en los Anales de los Cakchiqueles:
ron por
que
se
Durante el año, el día 11 Noh [16 de mayo de 1536] llego Señor Presidente Mantunalo fsicj, quien vino a aliviar los sufrimientos del pueblo. Pronto cesó el lavado de oro; se suspendió el tributo de muchachas y muchachos. Pronto también cesaron las muertes por el fuego y en la horca, y cesaron los despojos en los caminos por parte de los castellanos. Pronto volvieron a verse transitados los caminos por la gente como lo eran antes de que comenzara el tributo, cuando llegó el Señor Maldonado ¡oh hijos el
míos!^^
Parece que fue hasta llegar a ser presidente de la audiencia, años más tarde, cuando Maldonado se vio implicado en empresas comerciales, lo cual podria haber dado lugar a una apreciación diferente de los indios, en especial de aquellos bajo su control inmediato. No hay duda de aue, en general, la
Las reformas de Cerrato
195
venida de la burocracia real prometia una mejor administración y una justicia más depurada; y en algunos aspectos, efectivamente, el gobierno mejoró. Puede decirse que la renuen-
Maldonado en cuanto a aplicar las Leyes Nuevas, se debía a una apreciación más realista de la situación local en comparación con la sostenida por las correspondientes autoridades en España; y que, como el Virrey Mendoza, de México, Maldonado, echando mano de su conocimiento, temía que la aplicación de las leyes provocara la rebelión de los colonos. Sin embargo, algo que hace difícil la aceptación de dicho punto de vista, es el hecho de que el presidente estuviera tan implicado económicamente en el status quo. Siendo él mismo un encomendero le era difícil ser un juez imparcial o un consejero objetivo de la Corona, especialmente en materia de encomiendas y del trabajo de los indios en general. cia de
Un vecino de Gracias con
cierta aprehensión,
a Dios, en 1546, escribía a la Corona,
que Maldonado encontraba
insufi-
ciente su propio salario y por ello había formado sociedad con un criador de ganado lanar en Guatemala. Este, un tal
León, no había prestado servicio alguno a la Corona, pero Alvarado le había concedido una encomienda y más tarde Maldonado le había otorgado una segunda. En un período de diez o doce años, León había logrado reunir más de 400 ovejas, y Maldonado se había beneficiado de la venta de unas 200 ó 300. A fin de consolidar la sociedad, el presidente premió a León con el cargo de corregidor de los importantes pueblos de Totonicapán y Quezaltenango, por lo cual recibía un salario de 100 pesos oro; León usaba este dinero para pagar a los indios que le cuidaban los rebaños en los pueblos mencionados.
Todo
ello era ilegal e injusto, pues había conquistadores pobres y viejos que pasaban grandes penalidades para atender sus necesidades con las encomiendas de sólo 40 ó 50 indios que les habían adjudicado. En opinión del corresponsal aludido, todos los oidores debían haber devuelto sus salarios a la Corona por no haber cumplido con sus obligaciones.'*^
En Honduras, Maldonado era servido por cuatro pueblos de indios, y además tenía minas con esclavos negros, así como hatos de buen ganado.^^ Oportunamente tomó posesión de las encomiendas que tenía Montejo en Honduras y de dos más
1%
El trabajo forzoso en América Central
que también pertenecían a éste en México; los ingresos de estas encomiendas los disfrutó Maldonado a lo largo de su presidencia.^ Eventualmente los bienes de Maldonado adquirieron proporciones impresionantes. Una fuente dice que él y su esposa percibían un ingreso de 5,000 pesos anuales de una encomienda en México; 4,000 ducados al año provenientes de inversiones en España, y valores diversos que ascendían a 200,000 pesos.'*^. Otra fuente, al referirse al "adelantado Maldonado", afirma que era bien sabido que sus haberes alcanzaban un valor de 200,000 ducados, sin contar las casas y otros ingresos localizados en México, que sumaban 100,000 pesos."^ el caso más escandaloso de violación a la leyes, fue adjudicación de una encomienda a la pequeña hija de Maldonado. Los indios de Tapixulapa, pertenecientes a Francisco Gil, un vecino de Tabasco, fueron adjudicados a la esposa y a los hijos de Maldonado, a la muerte de Gil. Los descendientes de este último fueron luego silenciados, y Montejo, como gobernador de Yucatán y Cozumel, puso los indios a nombre de su meta, es decir, la hija de Maldonado, que a la sazón tenia diez años y medio. El tributo del pueblo daba a Maldonado un ingreso de 600 pesos anuales. Cerrato, el sustituto de Maldonado, rescató Tapixulapa de manos de la familia de éste, e informó al rey que los indios debían volver a manos de la Co-
Quizás
la
rona.**7
El nepotismo estaba ya bien arraigado entre los indios de la
Maldonado nada hizo para desalentar dicha práctiLos mejores indios de Guatemala, a decir de un vecino, pertenecían a Castillo Maldonado, un pariente del presidente, que había sido autorizado por éste para traficar con indios.^ El hermano de Maldonado, Martín de Guzmán, obtuvo el época, y ca.
—
pueblo de Izalco —el cual vendió luego por 800 pesos y también la mitad del populoso pueblo de Atiquipaque. Inmediatamente después de la muerte de Pedro de Portocarrero, la encomienda que éste tenía en Sacatepéquez y su provincia, fue a parar amaños del hermano de Maldonado, pese a que el pueblo pertenecía a la viuda de Portocarrero. Cuando la acción fue impugnada, se dio a Martín de Guzmán una composición o pago equivalente a 4,600 pesos. El hermano también
I
Las reformas de Cerrato
197
Zacualpa y Malacatepeque, y cuando murió el contador Currilla, Guzmán tomó posesión de Zapotitlán y Apinula, reteniendo además Atiquipaque. Al primo hermano de Maldonado, Juan de Guzmán, que no era conquistador y tampoco siquiera un hombre casado, le fue otorgado el pueblo de Macholoa, que, gracias a los muchos tamemes que proporcionaba, estaba tasado en 2,000 pesos al año. Además de ello, el primo recibía el tributo y el trabajo del otro pueblo de Izalco (Los dos Izalcos, vecino uno del otro, eran llamados conjuntamente 'Tos Izalcos"). Otros parientes recibieron sus propias encomiendas, así como amigos y sirvientes de la familia. A varios allegados a Montejo, Maldonado les permitió rerecibió
tener sus indios. ^9
El obispo Pedraza de Honduras escribió que los indios del presidente eran forzados a trabajar en exceso, **como esclavos marcados", de la mañana a la jioche. Según este obispo,
Maldonado permitía también que
fueran alquilade sus encomiendas, fueran llevados de un clima a otro las mejores de la tierra para cargar artículos hacia la tamemes usara como que se les y costa y de regreso, lo cual ocasionó la muerte de una tercera parte de los hombres del pueblo de Comayagua. Los cargadores eran dirigidos por un calpixque negro del presidente, que azotaba a los indios y luego hacía verter manteca hirviendo sobre ellos. El calpixque también agarraba a las mujeres indígenas, algunas de las cuales eran vendidas. Maldonado vendió después su encomienda de Comayagua, a un comerciante que le pagó por ella 2,000 pesos oro. das. Este dejaba
asimismo que
las indias
los indios
—
—
Como
Pedraza hizo notar que el daba en alquiler más tamemes que ninguna otra persona, y que contaba para ello con la colaboración de los oidores. En Yucatán, por ejemplo, un alcalde mayor nombrado por la Audiencia, y quien era además gran amigo de Montejo, puso un pueblo entero a nombre de la esposa de Maldose indico anteriormente,
presidente
nado. Este y sus seguidores tenían los mejores pueblos de indios en el distrito, lo cual incluía un tercio o quizás la mitad de todos los pobladores nativos. Bajo tales circunstancias, el presidente y sus colegas oidores permitían que los encomenderos violasen todas las leyes. Pedraza, en su calidad de Protec-
El trabajo forzoso en América Central
198
tor de los Indios, fue prevenido de entrar en contacto
con
és-
de modo que no pudiera enterarse de la proporción de los abusos. A los indígenas no se les permitía ir a la casa del obispo para enterarlo de sus problemas y para qnejarse de las crueldades y opresiones sufridas por ellos, todo lo cual hacía desesperar a los nativos. 50 tos,
Aparte de las observaciones del obispo de Honduras, otros prelados dieron testimonios similares: Bartolomé de Las Casas, obispo de Chiapas, Francisco Marroquín, obispo de Guatemala, y Antonio de Valdivieso, obispo de Nicaragua, resolvieron preparar conjuntamente un informe muy similar en su contenido. Más tarde se les unió uno de los jueces, colega de Maldonado, el irascible Diego de Herrera. En cuanto supo de la acción de aquéllos, el presidente escribió al Consejo de Indias pidiendo una copia del documento a fin de estar en condiciones de responder los cargos. Afirmaba Maldonado que él había servido a la Corona con bastante buena voluntad y en forma tan limpia que no faharían testigos que le eximieran de las acusaciones. Además, daba por bienvenidíi la oportunidad para refutar los cargos que se le formulaban 51 Posteriormente se rindieron testimonios perjudiciales a él y su esposa entablaron un juicio para obtener el control de Yucatán y Tabasco,en su calidad de herederos de Montejo. De acuerdo con la política de la Corona, enderezada a sustraer el control político de las manos de algunas personalidades fuertes, los ataques contra Montejo y Maldonado llegaban oportunamente y servían a los intereses reales; sin embargo, a la luz de los acontecimientos posteriores, la sabiduría con que se emitieron algunos futuros
Maldonado, cuando
nombramientos,
resulta cuestionable. 52 Si bien los testimo-
nios incluidos en los
documentos pueden haber exagerado
las
acciones de Montejo en particular, resulta muy probable que la abusiva confabulación de los dos poderosos hombres mencionados, es un hecho esencialmente cierto aun en sus detalles. Un cronista opina que Maldonado, rico como era, debió contentarse con lo que tenía, pues la Corona no le debía el adelantazgo de Yucatán, ni por herencia>ni por contrato. Por otra parte, el juicio no tenía sentido, ni se justificaba de ma-
199
Las reformas de Cerrato
ñera alguna, en vista de
las
crueldades y excesos de su suegro.
A Maldonado y a sus parientes no debió permitírseles regresar a las Indias, pues ellos eran ricos y poderosos y su presencia sólo causaría problemas en las colonias. 53
La conclusión a que llega un historiador modernp es que Maldonado gobernó "con sabiduría y prudencia'*, mas dicho escritor sigue erróneamente la decadente memoria de Bernal Díaz, quien, a su vez, sostiene la opinión de que cuando Maldonado dejó la presidencia de la Audiencia de los Confines, lo había hecho presentando su renuncia ante la muerte de su suegro y a fin de presionar en relación con los pretendidos derechos de su esposa en Yucatán .54 Esta versión resulta incorrecta por dos razones: primero, Cerrat© fue nombrado
expresamente para
sustituir a
Maldonado, quien no
tenía ya
alternativa alguna; y segundo, Montejo no murió sino el otoño de 1553.55 Para Bernal Díaz, el juicio de residencia se-
guido por Cerrato contra Maldonado, estableció que el primer presidente había sido **un muy buen juez"; muy bueno, sin duda, pero para los intereses creados de los encomenderos. 56
Gracias a los muchos años al servicio de la Corona, y a sus en España, Maldonado salió limpio de los cargos. 57 Como no tuvo éxito en asegurar el adelantazgo de Yucatán, fue nombrado presidente de la Audiencia de Santo Domingo. El caso de Alonso de Maldonado contribuye mucho a explicar por qué la administración en las Indias fue ineficiente. No sólo fracasaban los funcionarios en cuanto a aplicar leyes impopulares, sino, además, ellos mismos violaban dichas leyes con una virtual impunidad en el mejor de los casos. La ironía final, después del intercambio de posiciones entre Cerrato y Maldonado, consiste en que el primero, quien siguió el juicio de residencia al segundo en 1548, se encontró con que su propia actuación como presidente de la Audiencia de Santo Domingo, sería juzgada por Maldonado en 1552.58 influencias
Maldonado sobrevivió a su más viejo adversario por muchos años, dejando una descendencia que sirvió muy bien a sus antecesores. 59 Como hombre que tuvo considerable poder e influencia en los asuntos de México, América Central y Santo Domingo, durante dos décadas cruciales, resulta cu-
El trabajo forzoso en América Central
200
rioso que los historiadores por lo general sólo hacen sobre referencias de paso. 60
No
se pretende aquí
futuro se refiera a
Maldonado como
bablemente no fue
ni
peor
**el
mejor que
que
él
la historia del
malo''; pues pro-
promedio de los XVI, frente a similares presiones. Mas, con todo, permítasenos no referirnos a él como **el bueno". Si ni
el
jueces del siglo fue
tal
para los vecinos españoles, es casi seguro que los indios dicho calificativo para su sucelicenciado Alonso López de Cerrato.
se vieron precisados a reservar sor, el
Maldonado
tenía
que
ser sustituido
tar cuáles fuesen los resultados
de
por Cerrato
la residencia,
sin
mas
la
imporperma-
nencia de los otros miembros de la corte (la audiencia) dependía de la clasificación de los cargos enderezados contra ellos. De estos oidores, el licenciado Pedro Ramírez de Quiñones (1544-59), parecía ser el de los méritos más sobresalientes y, en efecto, él continuó al servicio de la Corona por muchos años. Si bien Cerrato condenó a la primera audiencia en conjunto, Ramírez parecía haber abusado de su posición menos que los otros. Él, por ejemplo, era el único de los jueces que no había mantenido una cuadrilla trabajando en las minas. 61 Un tiempo más tarde, Ramírez subrayaba en una carta al rey que, en tanto sus colegas se dedicaban a enriquecerse, él no hacía precisamente lo mismo.62 Empero, la primera impresión que causó al puritano Cerrato, fue más bien negativa. Mientras los otros oidores fueron objeto de censura debido a su conducta privada, Ramírez parece haber ido más lejos que los otros, pues mantenía relaciones con no menos de tres mujeres casadas, en una situación complicada más todavía por el hecho de ser el juez un hombre casado, cuya esposa esperaba en España.63 **A él le hubiese gustado ir por ella escribió Cerrato pues todo el mundo murmuraba acerca de su conducta''. La Corona había ordenado que las esposas se unieran a sus esposos radicados en las Indias, y Cerrato agregaba con un dejo de sarcasmo: **me parece que él debiera ir por ella, pues no es justo que aquel mandato haya sido dado para otros y no para el oidor ".64
—
—
Aparte de su indiscreta vida personal, Ramírez probó ser los más confiables oidores del siglo XVI en América Central. Lejos de ser un mero juez de gabinete, se perfiló co-
uno de
Las reformas de Cerrato
201
mo
un vigoroso hombre de acción, que al parecer disfrutaba de los rigores del campo. Primero se le había ordenado viajar a Chiapas a fin de tasar de nuevo los tributos de la provincia, pero luego fue transferido a Nicaragua para tratar con los rebeldes del Perú. En 1546 puso término a los escándalos provocados Dor el capitán Melchor Verdugo (Berdugo), usando para ello métodos vigorosos de persuasión; y también se las vio con el capitán Juan Alonso Palomino, que había sido enviado por Gonzalo Pizárro. Ramírez fue transferido después Perú para auxiliar a Pedro de la Gasea contra la rebelión de Gonzalo Pizarro. Al frente de 200 hombres de América Central, Ramírez se distinguió como uno de los cinco capitanes a cuyo cargo estaban las fuerzas realistas. Participó en la batalla de Xaquixaguana, en la que fue capturado Pizarro, y después de ello el juez real regresó finalmente a la América Central, en el año de 1549.65 al
Ramírez estaba ausente cuando Cerrato seguía el juicio de el nuevo presidente le nombró de nuevo para la corte. Diez años más tarde Ramírez tomó de nuevo las armas,cuando la Corona ordenó la movilización de una fuerza española contra los indios lacandones, que habían residencia a la audiencia, pero
atacado varios pueblos cristianos en
denó entonces que, como
el
norte del reino; se or-
castigo, los lacandones fueran redu-
cidos a la esclavitud. En 1559, Ramírez comandó una expedición contra ellos, SQmetiendo a los rebeldes después de una campaña exhaustiva. En cierto lugar había sido asesinado un sacerdote, y como represalia fueron ahorcados 80 principales. Los españoles regresaron a Guatemala con 150 prisioneros. 66 Aunque Ramírez no estaba siempre en completo acuerdo con Cerrato, debe reconocerse que, en general, trabajó lado a la-
do con
el
presidente.
La naturaleza impetuosa
del licenciado Ramírez se hace evidente en este misterioso párrafo de los Anales de los Cakchiqueles: **Un mes y cinco días después que llegó la cam-
pana de bronce el Señor Licenciado Ramírez quiso matar al Señor obispo en Pangan (Santiago) cuando estaba el Señor Cerrado [Sic]. Ramírez penetró a la casa de Dios. Esto pasó el martes 2 Can [17 de enero, 1553]*'.67 El biógrafo del obispo Marroquín, titula su versión del accidente así: **El oidor
202
El trabajo forzoso en América Central
Ramírez desea matar al obispo' *.68 En efecto, en una ocasión en que el obispo intercedía en favor de un prisionero escapado, Ramírez montó en cólera y entró en la escena con una espada en la mano. Riñó con el fiscal, a quien arrebató el bastón para rompérselo luego en la cabeza; después blandió su espada contra el obispo, rasgándole los hábitos y rasguñándole el brazo. Ramírez pedía un arcabuz y, según el obispo, se preparaba a poner la mecha en el arma cuando alguien se la arrebató de las manos. Si el juez estaba realmente dispuesto a disparar contra el obispo, es algo que corresponde al campo de las conjeturas, pero, en todo caso, el asunto provocó un gran escándalo.69
En 1555, Ramírez escribió al rey pidiendo alguna consideración de su caso personal, pues había traído a su esposa y a su hermano a costa de considerables sacrificios económicos, y
como
consecuencia de ello se encontraba en aprietos finanHabía servido 13 años a la Corona, decía, mientras otros, con mucho menos servicio, habían obtenido permiso para regresar a España o habían sido promovidos a mejores puestos. Si bien Cerrato había obtenido crédito por las reformas, Ramírez se quejaba de que él había recibido muy poco, no obstante haber ayudado a ejecutarlas. Mientras otros oidores estaban acrecentando sus haberes él esdecía taba pacificando la tierra y sofocando rebeliones. 70
cieros.
—
—
,
Cerrato murió en 1555, mientras se le tomaba residencia por su sucesor, el Dr. Antonio Rodríguez de Quesada. Como lo consignan las crónicas tradicionales, Quesada murió en 1558, y entonces Ramírez, como **oidor decano'*, asumió la presidencia; en esta posición se mantuvo por más de nueve meses, hasta la llegada del licenciado Juan Núñez de Landecho.7i Sin embargo, existe suficiente evidencia documental indicando que Quesada murió realmente en octubre de 1555 y que, por consiguiente, Ramírez actuó como presidente de la audiencia aparentemente hasta la llegada de Landecho en 1559.72 Este
mismo año Landecho tomó
la
residencia a
Ramírez, quien resultó libre de todo cargo en su hoja de servicio. Los testigos tenían poco que decir acerca de los escandalosos amoríos del oidor, aun Bernal Díaz, por lo general tan dado a los detalles bien condimentados. ^3 Finalmente, en
Las reformas de Cerrato
203
1559, Ramírez fue ascendido y trasladado a la ciudad de La Plata de las Charcas, en el Perú, con el magnifico salario de
5,000 pesos anuales.74 Pese a su temperamento aguerrido, sirvió bien y por largo tiempo durante algunos de los años más turbulentos de la América Central. El licenciado Juan Rogel (1544-50) fue un hombre de menos sustancia, pero alguien que merece una rápida semblanza aquí, dados su carácter y su hoja de servicio. Comparadas con las de Ramírez, sus obligaciones fueron más prosaicas y sus intereses tenían que ver más con su cuenta de ahorros que con hazañas de guerra. Tuvo los "mejores" negros en Honduras, en una cuadrilla que trabajaba en las minas. Estos esclavos según el testimonio de un español sumaban más que los poseídos por 50 conquistadores juntos. 75
—
—
Rogel fue un tenorio, cuya conducta fue objeto siempre del chismorreo. Durante la ** residencia" que le fuera tomada, un alguacil mayor declaró que el juez iba y venía públicamente y de manera ** deshonesta", con una mujer casada; otros testigos dijeron que era del dominio público que tenía una **amiga". Gonzalo de Alvarado confirma la relación con dicha mujer casada, **con quien aquel dormía muchas noches". La unión provocó problemas a todos los implicados, debido a que el licenciado Rogel, según un testigo, azotaba a la infortunada mujer hasta hacerla dar de chillidos. El marido cornudo se quejaba amargamente de la situación y, cuando menos en una oportunidad, se deshizo en lágrimas. En vista de que algunos ciudadanos se quejaron públicamente del escándalo, uno de ellos se decidió a discutir con el propio Rogel su mala reputación informándole de las muchas habladurías sobre el asunto; poco después el desatento juez subrayó lo siguiente: '*en resumen, aquélla era una mala mujer que le daba su cuerpo a cualquiera que lo desease". (La afirmación al parecer era lo suficiente válida, pues los testigos dijeron que los favores de la mujer eran compartidos por Diego de Herrera, otro oidor colega de Rogel; y otros más creían que el propio Presidente Maldonado había tenido relaciones con ella, aunque agregaban que éste había sido muy discreto y que tal cosa había ocurrido antes de desposar a la hija de Montejo).
204
América Central
El trabajo forzoso en
Rogel también tenia relaciones con una joven doncella, cuya reputación fue arruinada por las impropias atenciones del oidor. 76 Este apenas podia excusar su conducta indecorosa por la pasión propia de la edad; en efecto, era un hombre que habia sobrepasado los 40. Rogel había expresado su deseo de ir a España para casarse, y la sugestión de Cerrato para que el rey le concediese la necesaria licencia para tales efectos, buscaba sin duda favorecer más la tranquilidad doméstica de la comunidad.77
Para hacer justicia a la primera audiencia, sin embargo, se debe hacer observar que, aunque modestos, algunos esfuerzos se hicieron para rectificar los abusos contra los nativos. Correspondió a Rogel llevar adelante lo que fue quizás la más significativa reforma en la provincia de Chiapas, durante su período como oidor. En 1546, Rogel viajó a dicha provincia a revisar los tributos con miras a una tasación más equitativa, y fue entonces cuando abolió mucho del servicio personal aportado por los indios en la industria de la minería, en los ingenios de azúcar, la ganadería y el trabajo doméstico en los hogares españoles. Prohibió entonces, bajo severas penas, el uso de indios en los ingenios de azúcar, ya fuere operando máquinas o en cualquiera otra condición; sin embargo, se permitía que trabajaran fuera, acarreando leña o caña.
De acuerdo con Remesal, Rogel suprimió también
la
mayor
parte de tamemes, y prohibió que humano alguno fuera obügado a cargar cosas más allá de 15 ó 20 leguas fuera de su re-
un tanto las pesadas cargas que aunque no fueron suficientes para satisfacer a éstos y a los frailes dominicos. Los encomenderos, en cambio, sentían que el oidor había ido demasiado lejos y, en 1547, un total de 35 vecinos firmaron y elevaron una pro-
gión. Estas medidas aliviaron
agobiaban a
los indios,
pues se hallaban muy resentidos por la pérdida de sus tamemes.78 Mientras estuvo en Ciudad Real, Rogel también siguió el correspondiente juicio de residencia a Francisco de Montejo.79 testa,
,.
.-
f,.
El licenciado Juan Rogel tuvo pocos defensores, pero el generoso Remesal nos ofrece la siguiente bien conocida opinión:
Las reformas de Cerrato
205
hombre letrado y cuerdo, amigo de la paz y de la jusy aunque quisiera hacer más de lo que hizo no fue en su mano pasar adelante, por hallarse en tiempos tan peligrosos**. 80 Rogel y el obispo Marroquín eran personajes recíprocamente antipáticos, y por ello éste nos dejó una muy diferente impresión de aquél. 81 Como veremos más adelante, el trazo hecho por Cerrato del carácter de Rogel, en poco difiere de aquel dejado por el obispo, sin embargo, Cerrato nombró de nuevo al oidor, por necesidad, aunque, para alivio, la Corona procedió a removerlo al cabo de poco más de un año. 82 Rogej se marchó a España, con la intención de no regresar nunca más a las Indias. 83 El único juez que permanecía siendo discutido en la audiencia era el licenciado Diego de Herrera (1544-48), considerado por Las Casas y el obispo Valdivieso, como el único apto para servir en dicho cuerpo. 84 Cerrato, en cambio, consideraba a Herrera como el peor de todos, 85 aunque era de esperar de él una opinión muy diferente, pues, en cierto sentido, Herrera era la conciencia de la primera audiencia, y a menudo estuvo de punta con sus colegas jueces. Sin embargo, sus intereses comerciales y su vida privada le incapacitaban para ser oidor, según la opinión de Cerrato. Quizás el más grave de los cargos que se le formulaban era el que se refería a la residencia tomada por él a Rodrigo de Contreras, quien había gobernado autocráticamente la provincia de Nicaragua. Los resultados de la investigación no fueron concluyentes, pero Herrera alegaba que se había ganado la enemistad del gobernador. En la investigación preliminar, o pesquisa secreta, efectuada bajo la dirección de Cerrato, así como en la residencia pública. Herrera fue encontrado **muy culpable**. El cargo más serio que se le formulara se refería a su participación en el tráfico de esclavos negros, adquiridos de un sacerdote en una empresa minera. pesar de las objeciones d^ Herrera, Cerrato estimó que el oidor no pudo hacer una efectiva defensa debido a su codicia.86 El caso contra Herrera fue, en palabras de Cerrato, de "gran importancia**. 87 Por otra parte, y además de disfrutar los favores de la amante casada de Rogel, Herrera retenía también una muchacha indígena, una naboría de es^píritu generoso, a quien el oidor llamaba **doña Ysabelica** **Era
ticia,
A
en los momentos más tiernos. 88
El trabajo forzoso en América Central
206
Aunque nombró de nuevo a Ramírez y Rogel con algún reno pudo mantener en el cargo a Herrera, debido
celo, Cerrato al
proceso pendiente. El presidente escribió
al rey
de
la si-
guiente manera:
El licenciado Herrera anda quejándose de mí, por que no lo nombré de nuevo para el cargo; y me parece que no tiene razón de actuar así, porque además de lo que aparece en la residencia, lo he hallado culpable de tomar por la fuerza una mina de un sacerdote, y de tomar también más de siete u ocho mil castellanos, así como el tributo de 40 negros que también tomó de malas maneras, Y aunque él apeló por todo ello, y yo le concedí la apelación, no quiso seguirla y llegó a un arreglo con la otra parte (el sacerdote). Y esto, junto con el resto, me parece que es suficiente razón para que él no permanezca aquí como oidor, porque, además, es muy perturbador y codicioso y no es conveniente que siga como oidor, al menos en esY me parece que debía estar satisfecho, ta provincia. por que es bien sabido que en poco más de cuatro años hizo 20,000 ducados. El ha hecho público que regresará a tomarme residencia. Si la tomara con la misma voluntad que yo he tomado la suya, yo me regocijaré de ello.^^
Herrera también escribió a Carlos V, para dar su propia versión: :-.
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a,'
'..
Después de tomar nuestra residencia... el licenciado Cerrato admitió de nuevo a los licenciados Ramírez y Rogel en sus posiciones oficiales y me dejó a mí afuera; y yo me he resentido de esto porque tengo derecho. La causa que le mueve será dada por él mismo. Lo que yo sospecho es que el licenciado Maldonado y Rodrigo de Contreras, quien fue gobernador de Nicaragua, creen con seguridad (y así lo han publicado) que yo he participado en sacar indios que tenían esposas e hijos. Y de este modo, en la residencia trataron de hacerme todo el daño que pudieron, en especial Rodrigo de Contreras, que en-
207
Las reformas de Cerrato
para situar contra mí 70 acusaciones. Y a otros que enderezaran procesos, ofreciendo dinero a todo aquel que los ayudara a satisfacer sus pasiones. Se dice que gastaron 1,000 castellanos; y entre otros que, a su ruego, presentaron cargos, estaba un clérigo de quien yo compré la tercera parte de una cuadrilla de 20 negros de minas que, conjuntamente, sin haber sido divididos, descubrieron una rica mina. Este clérigo reclamó en la residencia esa parte de la mina que yo tenía, gracias a mis negros; y reclamaba que los negros que me vendió fueron vendidos a un precio más bajo que su valor. Por eso Cerrato me condenó, indicando que yo debía pagar por cada negro, en cumplimiento, 140 pesos, habiéndolos comprado en 130. Me parece que él ha abusado de mí, y yo dije que pensaba alegar abuso en la residencia, debido a los cargos y reclamos que, más que otra cosa, me hicieron perder mi posición. 9f> vio aquí a su hijo
ellos solicitaron
Herrera tenía cierta razón al sospechar una actitud de venganza de parte de Contreras, pues habia sido él Herrera— quien condenara duramente al gobernador Contreras por su trato a los indios de Nicaragua. 91 El juez fue todavía más allá al escribir a la Corona indicando que los funcionarios no debían tener indios, ni podía asignarse número alguno de éstos a los familiares o sirvientes de dichos funcionarios reales; ésta era una sugestión de lo más impopular, que, de
—
—
—
adoptarse, habría afectado seriamente a los oidores. El juez,
además, recomendaba que el gobierno estuviese en manos de un solo individuo y que éste visitara la provincia personalmente. Al final, el oidor solicitaba permiso para regresar a España: **Yo temo mucho esta tierra" escribía, y agregaba que estaba enfermo y esperando encontrar cura a sus males en su tierra nativa.92 Quizás estaba presto a retirarse, porque a las consideraciones formuladas por Cerrato sobre la salud del juez, el obispo Marroquín agregaba que pocos hombres de cuantos habían llegado a las Indias, en tan corto tiempo, habían sido tan avaros como Herrera y Rogel.93 De acuerdo con el dicho de varios testigos, ambos habían usado indios de los pueblos de la Corona para construir sus propias residencias. ^^
208
El trabajo forzoso en América Central
Al parecer, la Corona no esperaba que Cerrato encontrara a los oidores tan vulnerables, pues ninguna providencia había sido tomada para sustituir a ninguno de ellos, aparte del presidente. Cerrato, en cambio, habría preferido sustituirlos a todos. El dilema que enfrentaba,
no obstante, era que no
había hombres calificados disponibles, y él no podía arreglárselas solo. En consecuencia, pensaba retener a los oidores cuyos antecedentes no le parecían tan escandalosamente censurables.
Luego de
finalizar la residencia
con
cierta
premura, Cerra-
to escribió al rey cuatro meses después de su llegada, el 28 de
septiembre de 1548, para informarle acerca de su difícil situación. Habiendo investigado los abusos cometidos contra los indios, pensó para sus adentros que permanecer quieto sería actuar **peor que Mahoma**. Los oidores habían creado una Situación intolerable que él no podía manejar sin ayuda. No podía desafiar a Herrera, aunque dijo que podía haberlo hecho de no ser por el juicio que pendía sobre él. Confirmó el nombramiento de Rogel, mas no el de Ramírez, que no había regresado del Perú. Si hubiese tenido alternativa no habría confirmado en el cargo a ninguno de los oidores, pues ** tampoco era conveniente para ellos estar aquí, debido a que habían amenazado a todo el mundo, inclusive a mi también, en una forma no exenta de pasiones* *.95
Cerrato se lamentaba^al cabo de poco tiempo, de haber el puesto. En el curso de los tres meses siguientes le escribió al rey diciéndole que el oidor se mostraba colérico con aquellos que habían testificado en su contra en la residencia, y de tal manera vengativo, que él, Cerrato, no podía confiar en los juicios de Rogel. La Corona designó al licenciado Tomás López para trasladarse a Centroamérica a sustituir a Rogel,96 quien por fin se marchó en 1550.
confirmado a Rogel en
Otros cargos de mala conducta se formularon contra los oidoen el juicio de residencia, pero lo expuesto es suficiente pa-
res
ra indicar las dificultades enfrentadas en cuanto a establecer una corte capaz de imponer el respeto y la obediencia entre los revoltosos vecinos españoles. De acuerdo con el críterío de Cerrato, la primera audiencia significaba ineficiencia, desor-
den e inmovilidad. Los jueces carecían de
la
dignidad e in-
209
Las reformas de Cerrato
tegridad que demandaban sus cargos. Para los colonos, empero, la Corte era tolerable, pues si los oidores mismos daban mal ejemplo, difícilmente podian esperar de otros un mejor comportamiento. La falta de formalidad legal a que los habitantes se habian acostumbrado, colocó a Cerrato en una sidifícil cuando trató de hacer caer todo
tuación excesivamente
peso de la ley en una comunidad hostil. Por otra parte, se encontró con la necesidad de actuar precisamente de tal modo, en compañía de jueces en quienes él tenía poca confianza y por quienes sentía escaso respeto. el
Cerrato
buscaba
la
transformación
del
distrito
de
la
una tarea para la cual hubiese necesitado los servicios de diez oidores, o cuando menos así lo informaba al rey.^^ Al completarse la residencia en Gracias a Dios, a finaaudiencia,
de septiembre de 1548, Cerrato liberó a los indios esclavos allí ilegalmente por los pocos colonos, y se trasladó a San Salvador. 98 En esta ciudad, que era por su importancia el segundo asentamiento de españoles en la provincia de Guatemala, los jueces encontraron a los indios sufriendo por los tributos no racionales que eran obligados a pagar, y remediaron tal situación en medio de las ruidosas protestas de los encomenderos. 99 Casi inmediatamente después de su llegada Cerrato liberó a los esclavos, y aun cuando éstos habían sido tomados ilegalmente de las encomiendas, los españoles culparon de sus pérdidas a los funcionarios aludidos. En San Salvador se tomaron cerca de 500 indios que estaban en poder de unos 40 vecinos. 100 Cerrato explicaría después cómo había sido liberado el grupo de esclavos, en que figuraban hombres y mujeres: les
retenidos
Se ordenó que mostraran los títulos que indicaban que habían obtenido los esclavos a justo título. Ninguno los presentó, y ni siquiera lo intentaron, porque en verdad todos los esclavos venían de pueblos de encomienda y ninguno había sido tomado en justa guerra o en cualquier otra clase de guerra, Y así, conforme a la ley aplicable en tales casos, todos los esclavos fueron liberados y todas las partes fueron citadas y oídas, loi
210
El trabajo forzoso en América Central
El cabildo de Santiago comentó la enérgica disposición de Cerrato, haciendo notar que en San Salvador,
,
.
la primera cosa que él hizo fue anunciar que todos aquellos que tuviesen esclavos debían presentarlos a la Audiencia, bajo cierta pena para los desobedientes. Más tarde, cuando los vecinos los trajeron, ordenó que los indios fuesen liberados.
Y los vecinos preguntaron a la Audiencia con qué autoridad deseaban liberar a los esclavos. Y el licenciado Cerrato dijo traer una cédula de Su Majestad por la cual había liberado a los esclavos de Santo Domingo, y también basado en la ley dada por Su Majestad para hacer esclavos.
Y no obstante que los vecinos reclamaron haber tenido -
los esclavos en esta área por los
como
un largo tiempo, poseyéndoesclavos marcados con el hierro de Su Majes-
tad; y habiéndolos comprado en pública subasta (y también en otros lugares), y habiéndolos conseguido por trueque, uno por otro, como se hace con esclavos; y que muchos de ellos son de los esclavos que los funcionarios de Su Majestad vendieron del quinto [real] sin que
—
ninguno de tales indios pidiera su libertad (por que no tenían razón de pedirla), el licenciado Cerrato ordenó liberarlos. Y él, con la autoridad de la mencionada Audiencia (y actuando como la Audiencia), dio la orden y ellos fueron marcados "libre** en sus brazos, y fueron liberados.
^^
La situación de los españoles se demostraba, como un ejemplo, en la petición hecha por el conquistador Diego de Holguin. Este explicaba que los 50 esclavos que había retenido eran todos para mantenerle, pues ellos debían darle su comida. El había comprado los indios por más de 3,000 pesos oro, y Cerrato se los había quitado, así como sus tierras y sus bienes inmuebles. 103 Muchos vecinos tenían grandes sumas de dinero invertidas en sus esclavos, y puesto que no había compensación alguna, en muchos casos las pérdidas eran realmente grandes.
211
Las reformas de Cerrato
Tras dejar San Salvador y a sus desamparados moradores, Cerrato se dirigió hacia Santiago de Guatemala, por entonces el más importante establecimiento español en América Central. Llegó alli en los primeros dias de 1549, encontrando la audiencia instalada en la mejor y más grande casa de la ciudad, la residencia del obispo Marroquín.io^
Cuando Cerrato estaba todavía en Gracias a
Dios, órdenes de los franciscanos y dominicos, habían viajado para pedirle, en su calidad de nuevo presidente, que fuera a Santiago a poner coto a las desgracias de los miserables indios. En Guatemala, como en Nicaragua y Chiapas, decían los visitantes, los jueces de la primera audiencia nada habían hecho por ayudar a los nati-
Marroquín y dos representantes de
las
vos. 105
Una
vez en Santiago, Cerrato se movió rápidamente para y de nuevo se dejaron oír las protestas. La relación del propio presidente sobre sus actos es de carácter sentencioso, indicando que la audiencia se limitaba solamente a liberar a los esclavos de acuerdo con la ley y a castigar a los culpables de violaciones a las mismas leyes. 106 El cabildo de la ciudad se quejó de que Cerrato había ordenado traer todos los esclavos a su presencia, fijando para ello un plazo de diez días. Luego, decían los miembros de dicho cuerpo, sin siquiera escuchar brevemente a los vecinos, liberó a los indios. Estos sumaban un total de 50 cuadrillas de esclavos que estaban extrayendo oro y plata de las minas, de modo que, con dicha medida, el rey perdió una gran cantidad de dinero de su cuota parte. 107 liberar a los esclavos retenidos ilegalmente,
En Chiapas las cosas eran objeto de gran preocupación, pues las reformas dictadas en 1546 por el licenciado Rogel, no habían sido observadas. Allí, como en Guatemala, **se ha hecho un número de esclavos increíble", decía el informe de Las Casas. 108 £1 Consejo de Indias nombró a Diego Ramírez, entonces residente en México, como visitador y juez pesquisidor, para investigar las circunstancias que rodeaban las protestas de Chiapas. Dicho juez, aludido por Fray Francisco Ximénez como **muy virtuoso y celoso de la justicia'*, llegó a Ciudad Real en junio de 1548, algo así como un mes después de la llegada de Cerrato a Gracias a Dios. Encontró Ramírez
m El trabajo forzoso en América Central
212
que aquellos indios, no reducidos efectivamente a la esclavitud, padecian tales sufrimientos por los tributos excesivos que debían pagar, que su situación en poco se diferenciaba de la esclavitud. Aunque Ramírez se vio realmente angustiado por condiciones encontradas en Chiapas, su influencia allí sólo lo que su presencia. su partida, las cosas retornaron a su estado anterior. í09 las
A
duró
Cerrato envió otro investigador en 1549, esta vez su primo Gonzalo Hidalgo de Montemayor, y los resultados parecen haber sido un poco más fructíferos. Hidalgo llegó armado con la autoridad de un juez real e investido de amplios pode-
para liberar a los esclavos
y retasar los tributos. Llegado Cuaresma, liberó indios esclavos así como naborías. lio Hubo gran júbilo entre los indios y también entre los frailes
res
en
la
dominicos, pues
el
procedimiento revistió aspectos ceremo-
niales.
La formal declaración del nuevo estado de cosas fue programada para el día de San Bartolomé, y el significado de dicha medida no escapó a los españoles, quienes culpaban a Las Casas por el giro que tomaban los acontecimientos. Precisamente por los refunfuños de los vecinos españoles, el acto hubo de ser pospuesto para el día siguiente, un domingo. Un vecino relata que se erigió una plataforma en la plaza, en la cual se sentó Hidalgo y sus oficiajes, el obispo, varios frailes dominicos y algunos de los esclavos marcados. Luego fueron proclamadas las leyes y traducidas por intérpretes, de modo que los indios de todas las lenguas pudiesen entenderlas. Al día siguiente se redujeron los tributos y se llamó a los alguaciles para ejecutar así las leyes. El testigo dice que nunca había visto tantos indios en la ciudad, y que allí se derramaron lágrimas de contento en medio de los cantos.
En
su versión del evento, Remesal anota que la pérdida de no sólo su comida e inversiones, sino también su autoridad y su honor. Los trabajado-
los indios, costó a los españoles res se retiraron
de
las casas,
de
las
fincas y de los ingenios de azúcar.
haciendas de ganado, de las Desde ese día, según el cro-
no hubo más tamemes y ningún indio prestó más los que tenía en su casa 40 ó 50 sirvientes (cuando quizás cuatro o cinco hubiesen sido sufinista,
servicios personales. El español
3
21
Las reformas de Cerrato
junto con indios dedicados a otros menesteres, fue dejado sin ayuda. Después dé dos dias los españoles empezaron a pedir a los indios varones que les acarreasen agua y leña a cambio de una paga, y lo mismo ocurrió cuando trataron de conseguir que las mujeres les hicieran pan. 1 12 Remesal, que llegó a América Central 65 años más tarde, pudo haber agregado que aquellas felices circunstancias no duraron mucho. Mas, como dominico y como admirador de Las Casas, se sintió compelido sin duda a saborear la victoria. cientes),
El mismo año del arribo de Cerrato, la Corona emitió nuevas leyes repitiendo la prohibición de hacer esclavos y ordenando la liberación de todos aquellos retenidos ilegalmencon lo cual se reforzaba la actuación del nuevo te, presidente.! 13 Al cabo de pocos meses, las prácticas seguidas respecto del trabajo de los indios en América Central, hablan sido drásticamente revisadas. Los tributos fueron reducidos de modo significativo, los esclavos liberados, los naborías separados de sus amos, y el uso de tamemes aminorado. En la frontera de Chiapas, donde las rebeliones indígenas dieron lugar a la detención de muchos nativos, los españoles fueron prevenidos de no aprovechar dicha situación para obtener ningún esclavo, ya fuese de guerra o de rescate.
Una cédula más general prohibió cualquier "entrada de rancherías", es decir, incursiones para hacer esclavos, so pena de muerte o pérdida de los bienes. ^^ La Corona aprobó la expedición enviada por Cerrato, bajo las órdenes del licenciado Ramírez, a la provincia de Verapaz, con el objeto de expulsar las tropas del adelantado Montejo, quien se encontraba
allí
a
la
caza de más indios. n^
Entonces, en 1549, se promulgó una ley muy importante, por la cual se prohibía conmutar el tributo por el servicio personal, aun cuando estuviesen de acuerdo los caciques y los maceguales. En muchos lugares se había convertido en práctica corriente para los encomenderos el requerir trabajo de sus encomendados, en pago del tributo. Dado que algunos de dichos encomenderos demandaban un tributo nada común en la región —como cacao, por ejemplo los indígenas debían cubrir largas distancias para intercambiar sus productos por cacao, algodón o lo que fuere. Esta era una práctica ilegal,
—
,
214
El trabajo forzoso en América Central
común de todas maneras. Por otra parte, y por diversas razones, los indígenas no siempre estaban en condiciones de pero
cumplir con
el
pago
realizar cierta clase
del tributo y por ello se veían obligados a de servicios personales. De esta manera,
en ciertos pueblos los compromisos respecto del tributo se cubrían casi exclusivamente por medio de contribuciones en trabajo. Los encomenderos valoraban particularmente el uso de tamemes, pues éstos a menudo se alquilaban a comerciantes u otras personas. Y con las leyes restrictivas aludidas antes, se suprimía un aspecto muy lucrativo de la
encomienda. 1^6 Los vecinos de Santiago de Guatemala vieron también con cierta aprehensión el traslado de la Audiencia de los Confines hacia su ciudad, y fue a consecuencia de dicho traslado que la corte comenzó gradualmente a ser conocida como audiencia la de Guatemala. En circunstancias normales tal distinción habría sido deseada por los colode ser sede de la audiencia nos, conocedores de las ventajas que su propio status podía obtener de aquel hecho, pero las perspectivas de la ominosa presencia de Cerrato en su propia comunidad, era vista como una ambigua bendición. El traslado tenía perfecto buen sentido dado el tamaño e importancia de Santiago y también su situación geográfica. En contraste, el sitio original de Gracias a Dios era, aun a juicio del propio cabildo del pueblo, **el más abyecto e indigente** asentamiento de las Indias. Los vecinos aquí debían ser unos 30, mas todos habían muerto por entonces. Los pueblos de indios de los alrededores estaban en manos de la Corona, y aun éstos daban sólo lastimosas utilidades; el mejor de todos rendía unos 100 pesos, que se usaban luego para pagar al corregidor encargado de administrar el mismo pueblo. Los otros pueblos pagaban sólo 60 pesos en tributos. Como los vecinos que todavía permanecían allí, apenas tenían con qué sostenerse ellos mismos, no había razón que justificara la existencia de una ciudad, excepto el hecho de que la audiencia estaba allí. Esto último resultaba satisfactorio para los oidores, que tenían sus propias cuadrillas trabajando en minas, y haciendas de ganado y otras empresas comerciales. Mas los vecinos pobres no tenían ni para comprar una camisa de Castilla, como no fuera con grandes sacrifi-
—
—
Las reformas de Cerrato
215
Cuando llegó Cerrato, unos meses más tarde, encontró el asentamiento con sólo 18 vecinos y sin los servicios de un médico, un cirujano o un farmacéutico. Su aislamiento y su ubicación en una zona montañosa, desanimaba a cualquiera que quisiera viajar allí en busca de justicia; en efecto, Cerrato dijo que en los cuatro meses que pasó en el lugar, se presentó un solo caso a considerar. Por otro lado, Cerrato apuntó que había poca disponibilidad de comida y aun forraje para los caballos. No había una posada donde pudiera alojarse un demandante, y el presidente agregaba: '*todo lo que ha pasado o está pasando en esta Audiencia será lanzado al mar si ésta no se mueve de aquí". La única razón para retener la audiencia en tal lugar era la de que el presidente Maldonado tenía cuatro pueblos de indios para servirle y, además, los oidores tenían inversiones más importantes que sus propios salarios y ellas debían salvaguardarse. Ellos disfrutaban también la ventaja adicional de no tener asuntos oficiales por atender, lo cual sería en desmedro de sus intereses comerciales. 118 El licenciado Herrera se opuso al traslado de la sede de la audiencia, sin contar previamente con la aprobación de la
En
Co-
junio de 1548, sin embargo, se autorizó a Cerrato a trasladar la corte al lugar que a él le pareciese más conveniente. Después de hacer el traslado, en 1549, recibió la aprobación real. 119 Finalmente, después de un cuarto de siglo en que las cosas dicurrieron más o menos con normalidad, los encomenderos sintieron el largo brazo de la burocracia española apretándoles el cuello. Con asombro, los ahitos conquistadores de los pueblos maya-quichés, vieron cómo un anciano juez destruía metódicamente lo que ellos consideraban el orden natural de las cosas en su pequeña esquina del mundo. La consecuencia inmediata fue la de poner en peligro el status social y económico de los confundidos encomenderos. Pero el drama no había concluido todavía, y ellos no estaban dispuestos a someterse sin librar una batalla más. rona.
^^'*
Reacción ante
las
reformas
Las reformas ejecutadas en América Central en los meses por los irritados colonos poco menos que draconianas. Y no cabia duda alguna en sus mentes de que ello era culpa de Alonso López de Cerrato: después de todo, él estuvo dedicado en gran parte a aplicar las Leyes Nuevas, que por años habian estado durmiendo. Inclusive la Corona habia sido bastante razonable respecto de las flojas administraciones de varios gobernadores y de la primera audiencia, y, de tal manera, resultaba muy natural asumir que sin la ruda intrusión del nuevo presidente, las cosas habrían continuado como antes, i Teniendo en mente el carácter violento de aquella sociedad, Cerrato resultaba ser la figura más inverosímil para efectuar aquellos cambios trascendentales en una atmósfera tan amenazadora como la prevaleciente. Al año de su arribo a Santiago, escribió al rey diciéndole que no se adaptaba a las Indias y que no tenia la menor disposición de continuar aquí. Consideraba mucho mejor para la Corona si él se marchaba. **Estoy viejo decia ahora que me aproximo a los sesenta. No me quedan dientes ni cabello, mi barba está gris, y no tengo fuerza suficiente para trabajar mucho**. Después de siete años en el Nuevo Mundo, deseaba regresar a su terruño para morir como un cristiano. 2 Además de las enfermedades de la edad, el juez sufría de dolorosos cálculos renales, que le mantenían en cama por largos intervalos. 3 Aun antes de que el diluvio de injurias descendiera sobre él, habia hecho saber al rey que su compromiso era demasiado para un hombre de sus años, en especial en una tierra de gente tan díscola.^ Mas si el Presidente no era en realidad un tipo robusto y valiente, la imagen bonachona derivada de sus rasgos personales, era desmentida por el arrojo y la energía con que siguientes, fueron consideradas
—
—
216
Reacción ante
las
reformas
217
perseguía sus objetivos. Lo admirable, dado el temple de la la pasión que generaban sus actos, es que no fuera asesinado. Al parecer existió un complot con tales propósitos, pero Cerrato sobrevivió siete años de amenazas, para morir,
época y
por
fin,
de muerte natural.5
Los colonos tuvieron una fiera reacción ante las medidas de Cerrato, la que además se produjo de manera inmediata y predecible. Lo que era en realidad un fait accompli, representaba para los vecinos un reto semejante al que implicaron anteriormente las Leyes Nuevas, pero quizás no tan desesperan-
como éste. Antes del arribo de Cerrato, la Corona se había replegado un tanto ante las terribles predicciones de quienes habitaban en las colonias. La diferencia consistía en que, mientras los anteriores funcionarios de la Corona deliberaban sobre las maneras de poner en vigor las leyes, Cerrato, en cambio, se dedicó de inmediato a aplicarlas. te
Los colonos habían defendido por años el uso de la mano de obra indígena, pues conocían muy bien la difícil posición mantenida por la Corona sobre materias como la esclavitud y otras formas de trabajo forzoso. La manera de razonar, espuria como era a veces, merece ser considerada si se quieren entender los acalorados argumentos y las actitudes de los vecinos. En efecto, y en una considerable medida, fueron las políticas de la Corona sobre la materia las que crearon las circunstancias a la postre desfavorables para algunos de los conquistadores. Estos encaraban las crudas realidades en los territorios conquistados, muy lejos de las confortables instalaciones de aquellos entregados a las meditaciones filosóficas, y de ahí el interés que ofrece el caso de los vecinos. Bernal Díaz, analizando la expedición de Hernández de Córdova a México, anterior a la de Cortés, hace notar piadosamente que cuando el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, quería que los miembros de la expedición sacaran esclavos de las islas cercanas a Honduras, ** nosotros los soldados sabíamos que lo que Diego de Velázquez nos pedía no era justo, y respondíamos que no estaba de acuerdo con la ley de
Dios ni con la del rey el que hiciéramos esclavos a los hombres libres" .6 Tales cosas, sin embargo, se escribían años des-
218
El trabajo forzoso en América Central
pues de la liberación de los indios esclavos y de ninguna manera representan el modo de pensar de la mayoría de los españoles, durante las primeras décadas de la conquista.
Desde
los comienzos, a manera de un pretexto conveniente, consideraba como entes subhumanos a los habitantes del Nuevo Mundo, y la opinión en este sentido, mantenida aun por autoridades eclesiásticas, influyó de modo significativo en las políticas trazadas por la Corona respecto de los indígenas. Las costumbres paganas sacudían la sensibilidad cristiana de los etnocéntricos españoles. El obispo García de Loaysa, Presidente del Consejo de Indias, decía que los caribes de las islas de ese nombre, habían sido sometidos a la esclavitud como consecuencia de sus pecados de sodomía^ idolatría y canibalismo.7 Fray Juan de Quevedo, obispo de Darién, afirmaba ante la junta de 1519, en Barcelona:
se
Yo soy de la opinión que ios indios nacieron para ser y sólo esclavizándolos se puede hacer que se
esclavos
componen
correctamente.
No
nos llamemos a engaño;
debemos abandonar irremisiblemente la conquista del Nuevo Mundo y sus beneficios, si permitimos a los indios bárbaros una libertad que podría resultar desastrosa para Si alguna gente merece en realidad ser tratada duramente, ellos son los indios, que más parecen bestias feroces que criaturas racionales. ¿ Qué pierde la religión cristiana al perder a tales sujetos? Nosotros tratamos de hacerlos cristianos, cuando ellos apenas son hombres... Sostengo que la esclavitud es el medio más efectivo y en realidad el único medio que se puede usar con ellos.^ nosotros.
. .
. .
Fray Tomás Ortiz, al pedirle, en 1525, que fijara su posición sobre la necesidad de esclavizar a los caribes de Tierra Firme, contestó así: *.
Que
.
comían carne humana; que estaban entregasodomía más que ningún otro pueblo; y que no practicaban la justicia entre ellos; que andaban desnudos y no tenían vergüenza; ellos eran como asnos, estúpidos y torpes, y no reparaban en matarse a sí mismos o a otros dos a
ellos
la
9
21
Reacción ante las reformas
de st4s semejantes; no eran leales; no saben de consejos; desagradecidos en extremo y amigos de las baratijas; se jactan de ser borrachos y tienen licores de diversas frutas, raíces y granos; se intoxican a sí mismos fumando tabaco..,^
El Cronista Remesal escribió lo siguiente sobre los hábitos
de los nativos:
El estado en que los Padres de Santo Domingo los hallaron era miserabilísimo en el alma y en el cuerpo: por que éste ordinariamente le traían desnudo como nacieron de sus madres. Sólo se ceñían y cubrían con una venda de cuatro dedos en ancho, que llaman mastel» que era bien poco reparo de la honestidad. Pintábanse o tiznábanse con un betún colorado o negro, sucio y asqueroso. El cabello que de su natural es grueso y negro, traíanlo encrespado o rebujado en la cabeza como estopas, a causa de que no se lo peinaban. Las uñas de las manos sucias y largas como de gavilán, por que nunca se las cortaban a propósito sólo se disminuían cuando por el ejercicio de las manos se rozaban. Para sus necesidades corporales tenían menos instinto que perros o gatos, por que unos delante de otros se orinaban sentados como estaban en conversación y las primeras veces que iban a sermón dejaban todo el suelo mojado y enlodado, no menos que un corral de obejas. lo
Los indígenas sacrificaban animales y pájaros en
la
más
in-
significante ocasión, y adoraban ídolos. En tanto retenían sus viejos vicios, en particular los sensuales, agregaron también
—
escribía de los españoles. Si después del bautismo un indio comenzaba a robar, perjurar, mentir, matar, secuestrar mujeres, seguramente diría: **Estoy comenzando a ser un poquito cristiano'*. Los caciques ya no tenían absoluto control sobre los indios, y los españoles se preocupaban poco de los hábitos de éstos en tanto los tributos fueran pagados puntualmente. Los indios seguían teniendo
los vicios
Remesal
—
diferentes mujeres, y la indoctrinación religiosa era escasa-
3
El trabajo forzoso en América Central
220
mente comprendida. Sin embargo,
el bautismo era deseado por muchos de ellos, pues consideraban que los hacia como **una persona de Castilla", y les daba ciertas ventajas con los españoles. Los indios se referían a su *compra' del bautismo, y como muchos de ellos olvidaban los nombres cristianos que
les daban los sacerdotes españoles, regresaban una y otra vez a pagar la tarifa para ser bautizados. ^^ Los puntos de vista expuestos en las líneas anteriores eran los sostenidos por religiosos bien educados. Las actitudes de los rudos conquistadores sólo pueden ser imaginadas. Quizás el cronista Oviedo es el que mejor ha sintetizado sus impresiones: ** ¿Quién podría negar que el uso de la pólvora contra los paganos es como ofrecer incienso a Dios?** 12 Tanto la Corona como la Iglesia adoptaron una actitud paternalista hacia los indios, y los colonos luego se dieron cuenta que tal política les favorecía. Estos fingían interés por el bienestar de los nativos y se mostraban solícitos con ellos, argumentando que tanto el cuerpo como las almas de los indios podían salvarse por medio de la esclavitud. El procurador de la ciudad de Santiago, Gabriel de Cabrera, sostenía que los esclavos estaban mejor bajo los españoles que bajo sus señores nativos, pues de tal manera no podían ser sacrificados; por el contrario, podían ser instruidos e indoctrinados en asuntos de la fe. La reina estaba de acuerdo. 1 En 1531 se hizo una encuesta para determinar, entre otras cosas, si los esclavos efectivamente estaban siendo instruidos en la fe, y varios testigos juraron tener esclavos que se habían convertido al cristianismo. Mientras algunos habían llegado a conocer a Dios aquellos otros que permanecían al decían margen de todo contacto con los españoles, seguían en sus prácticas infieles. Un testigo dijo haber visto indios sacrificados en los caminos, en lugares en que se celebraban ritos paganos y donde había ídolos con sangre fresca. 1^ Se afirmaba que además de la salvación de sus almas, los indios podían ser salvados en sus vidas, si se les reducía a la esclavitud al momento de tomarlos prisioneros en la guerra. Se tenía como un hecho evidente que la esclavitud era preferible a la muerte. 15 En 1545, los vecinos de San Salvador justificaron su trato a los indios diciendo que después de la conquista éstos se mostraron pacíficos, pero luego se rebelaron y trataron de
—
—
1
Reacción ante las reformas
^
í
matar a
los españoles,
herejes.
Como
—
rendirse
r
7
con
objeto de volver a sus prácticas consideraba una traición, los rebeldes se decía merecían la muerte, y entonces muchos indios, al ver que podían ser matados en combate, preferían el
la rebelión se
—
como
más humano,
i
22
esclavos.
La
esclavitud
no sólo era un castigo
además, los indios podían convertirse en cristianos, salvando así sus propias almas. Efectivamente —sostenían los españoles— al tratar de evitar el hecho de dar muerte a los rebeldes, para reducirlos en cambio a la esclavitud, se prolongaba el proceso de pacificación, y por ello mismo algunos soldados trataban de matar a los indios como medio de poner coto a la lucha de modo inmediato. sino,
De todas maneras, los vecinos decían que cuando los primeros españoles llegaron a San Salvador, los nativos acostumbraban tener esclavos que podían ser comprados y vendidos. Alvarado y sus sucesores concedieron licencias a algunos españoles para traficar con esclavos, después de las respectivas inspecciones efectuadas por el gobernador y el obispo para verificar que se trataba de verdaderos esclavos. Antes de la llegada de los españoles, los indios acostumbraban hacerse mutuamente la guerra por causas en verdad insignificantes, y de esa manera se robaban entre sí las mujeres, los niños y diversos bienes materiales. Los españoles le pusieron fin a dichas prácticas, manteniendo ocupados a los indios y cuidándolos, con el resultado de que los esclavos de los cristianos estaban más contentos que los otros nativos; ellos, además, se mostraban resueltos a luchar contra sus antiguos adversalos rios indígenas. Finalmente afirmaban los vecinos esclavos indígenas estaban mejor, porque no estaban más ba-
—
jo
el
—
control de sus opresores caciques. 16
Aparte de
tales expresiones
nativos, existía también el
de interés por
problema de
el
bienestar de los
la disciplina.
Aun esto
fue cubierto con aparentes sentimientos de altruismo, pues se observaba que los indígenas necesitaban ser constreñidos por su propio bien. Los esclavos de Jorge de Bocanegra se citaban
ejemplo. A la muerte de este español y de acuerdo con su propia voluntad, sus esclavos debían recobrar su libertad. Pero el obispo Marroquín, ejecutor de bienes de conquistadores y además Protector de los Indios, hizo ver a Alvarado
como un
222
El trabajo forzoso en América Central
la conveniencia de depositar a los indios con alguna persona capaz de reunirlos e instruirlos, a fin de evitar que anduviesen vagabundeando y cometiendo abusos en perjuicio de otros indigenas. En consecuencia, y "viendo que la opinión del dicho Señor Obispo era buena y sagrada**, Alvarado dio los esclavos al veedor, en calidad de naborías. 17 Los argumentos se presentaban también en un nivel pragmático, es decir, desde el punto de vista de la conveniencia de los propios españoles. Los conquistadores habían incurrido en grandes gastos, a fin de pertrecharse para las campañas; de consiguiente, esperaban recuperar sus inversiones, más las ganancias derivadas de sus sacrificios. Al prestar testimonio sobre este punto, Antonio de Salazar dijo que la mayoría de los españoles había incurrido en deudas y que sólo él debía más de 700 pesos oro, invertidos en su caballo y su equipo. Don Pedro de Portocarrero indicó que había comprado varios caballos, algunos de los cuales habían muerto en la conquista, y que tenía otros gastos por más de 3,000 pesos oro, de todo lo cual todavía debía una tercera parte. 18 Después de la conquista inicial persistía todavía la tarea de la pacificación, pues los motines y rebeliones nativos ocurrían esporádicamente. Muchos de los soldados se vieron desilusionados respecto de los beneficios obtenidos de sus esfuerzos, y ya no quisieron prestar oídos a las promesas de riqueza. Durante las primeras **entradas**, ellos se habían apoyado en las fábulas de las grandes riquezas nativas, pero pronto dirigieron sus miradas al Perú y a otras tierras. En las primeras campañas los conquistadores registraron algunas recompensas, gracias a los esclavos por ellos capturados; pero, dadas las provisiones reales restringiendo dicha práctica, los españoles perdieron todo interés en la lucha armada contra el enemigo. En este sentido es típica la actitud de Diego de Rojas, quien tenía tropas a su mando. Sus hombres hacían la guerra de manera más efectiva cuando podían obtener beneficios de la esclavitud de los indios; sin este incentivo, en cambio, los soldados no deseaban abandonar sus hogares y aun rehusaban combatir o lo hacían de muy mala gana. En opinión de Rojas la tierra nunca sería pacificada, a menos que los capitanes permitieran a sus hombres hacer esclavos entre los indios
rebeldes.
^^
r-
i
7^
Reacción ante
las
223
reformas
Portocarrero prestó declaración por la misma época y habló de haber ido con Aivarado a someter a los Chontales de Naco, en 1536, afirmando que en tal ocasión *'habian marcado esclavos para asegurar alguna utilidad a los españoles que fueron a hacer la guerra, la que hicieron mejor al ser motivados por el interés en los esclavos". La tierra se había declarado en rebelión —siguió diciendo Portocarrero— y muchos españoles habían, sido muertos; sin embargo, ninguno de éstos se decidía a pelear sin la promesa de esclavos, debido a lo inhóspito del terreno y "debido a que los indios eran indomables y despiadados en el trato dado a los españoles muertos en su poder'*.
Marco Ruiz declaró bajo juramento que hacer esclavos y la guerra despiadada contra los nativos era la única forma de a fin de **dar algún benefiimponer la paz, y por tal razón debía permitirse hacer esclavos. 19 cio a los compañeros" Como no recibían paga alguna por su participación en la lucha, la propia autorización para hacer esclavos a los nativos
—
—y
—
una media docena representaba una recompensa precaria de esclavos o algo así para compensar los gastos hechos en la campaña. En el caso de la guerra contra los fieros chontales especialmente, según Pedro Rodríguez de Carmona, **sin hacer esclavos los españoles no irían a conquistarlos, porque ellos iban a cambio de algún beneficio; de otro modo no deseaban servir contra los indomables y astutos nativos". 20 Generalmente
se
pensaba que
ciertas
medidas punitivas
eran necesarias para desalentar la rebelión en las provincias; en consecuencia, algunos sostenían que la perspectiva de la esclavitud constituía un disuasivo para los rebeldes. Rojas decía que los indios de la América Central eran menos razonables y tenían más resistencia que cualquier otro nativo visto por él en las islas o en la Nueva España. Dadas sus malas maneras y su iniquidad, según su opinión, ellos debían ser castigados. Tales puntos de vista eran apoyados por Portocarrero, quien agregaba que la guerra era endémica en aquellas regiones y que cada verano se hacía necesario para los soldados tomar las armas, a fin de mantener alguna semblanza de paz. Por lo general se consideraba preferible que los indios fueran aterrorizados por sus amos, a efecto de mantener la
224
El trabajo forzoso en América Central
dignidad y el respeto a los castellanos; de otra manera, afirmaba Francisco López, los nativos no obedecerían. Este relataba que en cierta ocasión, al ordenar a sus indios acarrear comida hacia sus minas, éstos se hablan reído de él y lo habian insultado, hasta el punto de temer por su vida.2i A pesar de todas las razones aludidas, es probable que en la mente del rey y de su consejo prevaleciera la amenaza de perder las colonias como resultado de un éxodo general de los colonizadores, quienes constantemente se quejaban de la pobreza de la América Central e insistían en el número de españoles que habían abandonado ya la región. El dilema más serio consistía en la imposibilidad de trabajar las minas sin mano de obra esclava, un asunto de gran interés para el tesoro real. 22 Juan Ruano, tesorero real de Honduras, escribió a la Audiencia de México haciendo ver que, pese a las ricas minas de oro de la provincia, había pocos españoles con quiénes conquistar y mantener la tierra, y una razón de ello se referia a que dichos españoles no tenían esclavos para trabajar las canteras de mineral. De acuerdo con la estimación de Ruano, eran necesarios de mil a dos mil esclavos para mantener la tierra.23
**Los indios de la tierra son contumaces y de poca razón... y mentirosos**, decía un testigo; hasta el punto de hacer casi imposible obtener de ellos el pago del tributo. La única cosa de valor era el metal precioso, el cual no podía ser extraído sin esclavos. Decía el dicho testigo que no sólo no era posible dejar a los españoles sin recompensa alguna, sino, además, se perderían los ingresos de la Corona y no podrían construirse iglesias, monasterios y hospitales. Otros españoles elucubraban sobre el mismo tema.24 Cuando Alvarado fue llamado a declarar por haber reducido a ilegal esclavitud a algunos indios de San Miguel y el Puerto de Fonseca, sostuvo candidamente que había dado los esclavos a ciertos vecinos merecedores de ellos, por tratarse de españoles muy pobres. Los esclavos se pidieron para sostener la villa de San Miguel y como recompensa por los servicios militares prestados por los españoles.25
Tales eran las principales razones esgrimidas, antes de la llegada de Cerrato, para convencer a la Corona sobre la necesidad de hacer esclavos. El arribo del segundo presidente de la
Reacción ante
las
225
reformas
audiencia dio nuevos ímpetus a la continuada campaña de los conquistadores por mantener el mencionado sistema de trabajo, y la índole de sus argumentos refleja la verdadera desesperación que sentían.
Como la audiencia representaba, al menos en teoría, la conciencia y el interés del soberano, así los cabildos hacían lo propio respecto de los vecinos. Como estos últimos se resistían a perder cualquier cosa, los cabildos se mantenían activos enviando sus protestas a España. Sus quejas partían
de dos premisas dudosas: el carácter inicuo de Cerrato; y el las reformas introducidas por éste causaban a los indígenas. Como las reformas del presidente incluían no sólo la liberación de los esclavos, sino también el uso calificado del personal de servicio y la reducción de las tasas del tributo, las protestas partían de la pérdida general observada en la recolección de mano de obra y del tributo.
daño que
los comienzos el cabildo de Santiago trató de persuadir presidente sobre la necesidad de considerar la situación cuidadosamente antes de liberar a los indígenas. Mientras Cerrato estaba todavía en Gracias a Dios tomando la residen-
En
al
cia a la
primera audiencia, los regidores
le
enviaron
la siguien-
te súplica:
La ciudad ha conocido de
la
comisión de su Excelencia
respecto de los esclavos... También hemos oído que su Excelencia no ha sido bien informado sobre la materia y estamos convencidos de que, respecto de una cuestión de tal importancia y dificultad, usted desearía considerar, sopesar y pensar las consecuencias. Y si procede de tal manera, usted abandonaría el proyecto, pues su Excelencia descubrirá que todo el bienestar de estas partes descansa en la satisfacción y el establecimiento permanente de los españoles, y en las pequeñas cantidades de plata y oro que están siendo explotadas y no en la alegría y satisfacción de los religiosos. El celo de éstos parece ser santo y bueno, pero no contribuye a sostener a la república en estas partes. ¿ Quién duda que las palabras dejar libres a ios indios, cuando son dichas por los religiosos suenan santas y buenas? Y aun si ellos dijeran su Majestad desea
226
El trabajo forzoso en América Central
que sus vasallos estén libres del tributo, ello sonaría igual, sea que fuere o no necesario para el bienestar, la paz universal y la felicidad, y consecuentemente para el sostén de la fe. Pero no resulta claro [para nosotros] como lo es para
y suplicamos a vuestra Excelencia, como y Presidente, nuestro Padre y Señor, en el nombre de Su Majestad, con vuestra gran prudencia, sabiduría y celo, considerar el sostén y buen gobierno de todos aquellos confiados en vos por su Majeslos religiosos
nuestro Gobernador
tad.
Y tenga en
somos
mente, vuestra Excelencia, que nosotros
cristianos
y nos consideramos
vasallos reales de
nuestro Príncipe, como hemos probado ser, en la guerra y en la paz, y que deseamos salvarnos y aclarar nuestras conciencias. Y sepa, vuestra Excelencia, que el descargo de la conciencia de su Majestad, y de la vuestra en su
nombre, y el buen gobierno de estas partes, ao consiste en liberar a estos indios llamados esclavos, porque su número es nada comparado con el resto. Al presente es mejor para ellos permanecer en nuestra compañía y no fuera de ella, porque nosotros consideramos a la mayoría de ellos como si fueran nuestros propios hijos. Y si en tiempos pasados hubo cierto descuido en el trato que se les daba, ello ya no es cierto más bien ellos nos agradecen por haberlos criado. La cuestión es que ellos están en las minas, y por esa razón vuestra Excelencia. debiera considerar lo que hemos dicho, es decir, que nuestro bienestar y felicidad descansa en gran parte en ese granito de oro. Considérese también que su Majestad nunca ha clarificado por completo el asunto [el de la liberación de los esclavos]. Cuando él, como nuestro Señor, ordene que así sea hecho, entonces así se hará, y nosotros obedeceremos humildemente.^^
—
. .
El nuevo presidente no se sintió impresionado por aquellos falaces argumentos, y la correspondencia del cabildo pronto perdió su tono suplicatorio. El cabildo de Santiago escribió tarde: **E1 presidente es muy riguroso y desatento y nos dio tan malas respuestas que estamos inseguros y aterroriza-
más
Reacción ante las reformas
"
227
Y luego dijeron que esperaban prerrogativas si encaminaran sus gestiones ante el propio rey. 27 Más tarde los regidores escribieron que Cerrato era *'tan rudo, tan ordinario y tan malcriado, que nadie lo apoyaría ni le agradecería por lo que decía y hacía"; y que nados y nos tiene en sus manos*'. alcanzar
más
die deseaba comerciar o traer productos a Santiago porque la ciudad estaba arruinada. La reputación de la tierra era tal, que los barcos del Perú y Nueva España, y aun los de España misma, no tocaban más sus puertos por temor al presidente. 28
De la correspondencia de los vecinos se saca la impresión de que Cerrato era un tirano rudo y arbitrario. Se le presentaba además como un desadaptado a causa de la senilidad. Se decía de él que contradecía sus propias órdenes el día que las dictaba, para satisfacer sus caprichos. Insultaba a los españoles llamándolos traidores y ladrones, y les daba "otros feos nombres que no pueden ser repetidos**. Era de tal manera ordinario que.
a comer a alguien que no es casado, le dice **cáhuésped le contesta que carece de los medios necesarios, pero que se casaría si Cerrato se los proporcionase, éste le dice que él no tiene fondos para tales cosas. Y si algún conquistador o poblador casado es invitado por Cerrato a comer, éste le pregunta **¿Por qué te casaste?** y luego agrega que su Majestad nada debe al si invita
sate**; y si el
susodicho. '^^
El cabildo se quejaba que el presidente molestaba a todo el órdenes y edictos, despojándoles de lo que tu-
mundo con
que tal proceder era reconocido públicamente por el Cerrato. Las personas se negaban a buscar la justicia, temerosas de que al acudir a la corte fuesen insultadas y deshonradas. "El no nos trata como vasallos de Su Majestad, si-
viesen, y
mismo
no como
fuéramos de algún otro rey extranjero**. 30 ha llegado inclusive a intimidar a los miembros del cabildo. En una ocasión ordenó que uno de los regidores, un anciano y honorable conquistador, fuera encadenado, **y por esta razón la ciudad no se atreve a formar un Cerrato
si
lo
— decían—
El trabajo forzoso en América Central
228
como era la costumbre, como lo ordena Su Majes-
cabildo, ni mantenerlo organizado,
para
el
bienestar de la república, y
tad'\3i
Además de
las protestas de los cabildos, algunos particulatambién enviaban las suyas al rey o al Consejo de Indias. A medida que pasaban los años aumentaban las mencionadas quejas, que, por lo general, se presentaban como apelaciones o solicitudes, ya fuera para obtener una encomienda o un puesto en la burocracia. Un ejemplo bastaría para ilustrar el carácter de las quejas. Cristóbal Lobo, un viejo conquistador y uno de los primeros vecinos, había vivido en la provincia de Guatemala por cerca de 25 años. Después de las reformas de Cerrato se encontró con seis hijos y pocos recursos económicos. Para todos los fines prácticos la audiencia consistía en el mismo Cerrato únicamente, y éste le guardaba especial rencor por haber denunciado ante el Consejo de Indias sus prácticas de nepostismo: tal afirmaba Lobo.32 En consecuencia, el presidente le despojó de su cuadrilla de 40 esclavos, la cual había estado extrayendo más de mil pesos oro al año. Lobo pidió compensación por los esclavos o cuando menos alguna consideración. Indicaba que sólo tenía unos cuantos indios en encomienda y que el presidente no le daba ningún apoyo, ni siquiera un corregimiento. Pero mientras la familia de Lobo estaba sufriendo, los parientes de Cerrato estaban disfrutando de prosperidad. Las encomiendas se otorgaban a los Favoritos, **como si fueran el patrimonio del presidente'*. Lobo, quien afirmaba representar a 30 encomenderos, sostenía que Cerrato había empeorado las cosas al Hangar ** ladrones** a los con-
res
quistadores y al dirigirles otros insultos.33 En resumen, el presidente era de tal modo severo e impetuoso, que los encomenderos pedían someterle a juicio de residencia tan pronto como fuera posible. 34 Estas actitudes eran compartidas por la
mayoría de
los vecinos
La recepción que obtuvo Cerrato de todo pura. En
los clérigos,
no fue
del
lo concerniente
a la jerarquía, la política del presidente estaba a tono con la sostenida por Las Casas el ausente obispo de Chiapas por el obispo Pedraza de Honduras y por el obispo Valdivieso de Nicaragua. Igual que Las Casas, Valdivieso instruyó a sus sacerdotes para no absolver a
—
—
,
Reacción ante las reformas
229
todo aquel que de manera ilegal tuviera indios esclavos en su poder; ello indujo a muchos españoles a liberar a los indios retenidos en tal carácter. Además, el prelado prohibió que los indios sirvieran a los sacerdotes y frailes. 35 En 1551, estando Las Casas en España y habiendo fallecido Valdivieso, Cerrato dijo que estos religiosos se oponían a sus políticas y sostuvo que- éstas, por lo mismo, habían sido ejecutadas de modo deficiente. Los misioneros citados actuaban, según las palabras de Cerrato, **como papas y reyes**. 36
De
todos los obispos centroamericanos el que tuvo una más duradera fue Francisco Marroquín, el primer obispo de Guatemala. Fue un hombre que gozaba de alta estiinfluencia
ma entre sus contemporáneos, y los historiadores han registrado pocas notas discordantes sobre tan prominente figura de la temprana historia guatemalteca. 37 Además de sus obligaciones religiosas, Marroquín sirvió de manera prominente en las esferas seculares; en una ocasión desempeñó si-
multáneamente la gobernación de la provincia, a raíz de la muerte de Alvarado. Probablemente más que cualquier otro individuo en la América Central del siglo XVI, Marroquín se acercó a la verdadera condición de un estadista. Como Protector de los indios demostró un sincero interés en el bienestar de Ips mismos, pero también llegó a entender a fondo la naturaleza de las relaciones entre españoles e indígenas y las implicaciones que ello tenía para el imperio español. Se mostró sensitivo respecto de la opresión de los nativos, mas fue comprensivo con Alvarado, Maldonado y con la situación de los encomenderos. El obispo era un hombre de mucho comedimiento, pero esa misma moderación le condujo inevitablemente a la confrontación con Las Casas y Cerrato. Mientras se mostraba contrario a la esclavitud de los indios, según los registros históricos,38 declaraba su temor por las reacciones, quizás violentas^ue podrían producirse al interrumpir de modo radical y tajante las prácticas establecidas; firme en tales convicciones, se regocijaba en buscar una solución de compromiso^ que asegurara la paz.
Con
su humanitarismo atemperado por sus convicciones Marroquín tenia toda razón al dar la bienvenida al nuevo presidente, de quien, a la luz de su gestión administratirealistas,
El trabajo forzoso en
230
va en
América Central
esperaba que mejorase la condición de Al principio las relaciones entre los dos personajes fueron armoniosas, pero luego las modestas propuestas del fraile desentonaron con el arbitrario poder de decisión de las Antillas, se
los nativos.
'
Cerrato.
•
'f
.
^
.í;
Bancroft opinaba que ya en 1548 existían malas relaciones Marroquín y Cerrato, y para dar base a tal afirmación dicho historiador cita un informe del segundo de los mencionados, escrito el 3 de noviembre del año citado, en el cual se dice que los tributos tasados por el obispo y por el ex presidente Maldonado eran intolerables. 39 Sin embargo, cinco meses más tarce, Cerrato escribió a Carlos V, diciéndole que estaba bien impresionado por los servicios prestados por Marroquín a la Iglesia y haciéndole notar que el obispo estaba dando todo lo que tenía y aun algo de lo que no tenía paentre
—
—
ra sostener a la Iglesia. ^o Los problemas entre najes surgieron cer
ambos persoobispo Marroquín comenzó a ofre-
cuando el una asesoría que
presidente
al
solicitada.41
Cuando
no
le
había
sido
sus consejos fracasaron en cuanto a
conducta de Cerrato, Marroquín comenzó a escrilos errores del presidente, y también a firmar alguna correspondencia del cabildo en que se formulaban acusaciones a Cerrato. Mas la Corona mantuvo su apoyo al presidente, reprendiendo a Marroquín con estas palabras: '* estamos asombrados de su mala opinión sobre lo que el licenciado Cerrato ha efectuado"; y se recordaba al prelado
cambiar bir a la
la
Corona acerca de
que, como. pastor del rebaño, era responsable del bienestar del mismo y que sus obligaciones no incluían la de criticar lo resuelto por la Corona en beneficio de los moradores. El rey señalaba de manera enfática que él consideraba la actuación de Cerrato como un servicio, y que Marroquín debía poner término a sus críticas y comenzar a ayudar al presidente en el logro de las reformas. 42
Hasta este momento la Corona había demostrado un firme compromiso y solidaridad con los métodos de Cerrato, aun al
punto de reprender
al prestigioso obispo de Guatemala, que causa de los vecinos en términos relativamente moderados. Por otra parte, el prelado fue censurado en cierta correspondencia real que hacía referencia a una supues-
representaba
la
Reacción ante las reformas
231
de Marroquín en el manejo de algunos dineros de gastados sin rendir las cuentas correspondientes; se hablaba también de falta de cooperación con otros funcionarios, y de utilizar esclavos indios para los trabajos de construcción de una iglesia. El dardo más doloroso lanzado al prelado se referia a una orden para que los asuntos financieros fueran confiados al licenciado Cerrato, **de cuya rectitud y conciencia estamos enterados**. El presidente, además, debía supervisar las actividades del obispo en cuanto a la recolección de las rentas. ^3 ta venalidad la Iglesia,
Bañero ft escribe que **las protestas del obispo Marroquin contra Cerrato sólo lograron desarrollar sentimientos hostiles en este último, los cuales se hicieron evidentes en una larga ausencia de los servicios religiosos dirigidos por el prelado** ."^4 Existe otra información ignorada por Bañero ft: Cerrato explicó más tarde que su ausencia se debió a los dolorosos cálculos renales y a una enfermedad de la orina, que le hablan confinado a la cama por un periodo de seis meses. Si bien se había perdido los servicios, explicaba Cerrato, la misa había sido oficiada diariamente para él, en su residencia.45 Quizás había mar de fondo, pero Cerrato era sin duda un devoto cristiano.
La postura de Marroquín fue
decisiva, dada su posición en comunidad. Por años el obispo había acaparado el respeto de sus compañeros españoles y, cuando menos antes del arribo de Cerrato, de la Corona también. La intrusa presencia del nuevo presidente en los asuntos locales, no sólo rebajó la influencia del prelado en la comunidad, sino también causó la pérdida de su prestigio en la corte. Con todo, Marroquin, apoyado por el clero secular y por la mayoría de vecinos, era un rival difícil para Cerrato. Este tenía una especial relación con los dominicos, pero a menudo se mostraba muy crítico hacia el clero secular. Estaba convencido de que muchos de la
de dicho sector faltaban a sus responsabilidacondiciones en que se encontraba la tierra cuando él llegó, se debían a aquéllos en no menor medida. Aun cuando Cerrato parece haber sido bastante piadoso, se dice que su desdén por los sacerdotes se traducía en sus frecuentes referencias a ellos como "picaros, ladrones y otros nombres silos integrantes
des, y
que
las
232
El trabajo forzoso en América Central
Sus enemigos decían que una evidencia más de la falde respeto de Cerrato, era su conducta al entrar armado en la iglesia lo cual constituía un mal ejemplo para los españoles y también para los indígenas.^^ Parece ser, sin embargo, que su conflicto con los seculares arrancaba del trato dado por éstos decía Cerrato una mujer ina los indios. En una ocasión dia se aproximó a él y al obispo, con la boca golpeada y manando mucha sangre, y se quejó de que, además, había sido halada fuertemente del pelo; acusaba al deán de haberle causado tales maltratos. Y Cerrato continuaba así: milares*'. ta
,
—
—
Yo pregunté al Dean por qué había tratado tan cruelmente a la mujer, y él contestó que ella había dicho y hecho no sé qué cosas. Le contesté que si ella había hecho algo [malo] era la justicia la encargada de castigarla y que él no podía juzgarla. El respondió muy desdeñosamente y con poca vergüenza **¡Esa refinada justicia usted debería hacérmela a mí!** Y respondí a esto que yo podía impartir una mejor justicia que la que él merecía, mas no le dije ninguna otra palabra injuriosa.
Posteriormente Cerrato entró en problemas con Marroquín, debido a que no pudo castigar al deán que estaba bajo la jurisdicción del obispo. En otra ocasión, un clérigo admitió ante Cerrato y el obispo haber vapuleado a un indígena con un palo, y el presidente le dijo que si el obispo no hubiese estado presente lo habría puesto en el cepo aun tratándose de un religoso.^^ ««y tal son los clérigos de este obispado entre otras cosas'* decía Cerrato, para luego agregar...
,
.
Y son
tan tiranos con los indios que les roban pública-
y no desean permanecer en la iglesia, sino ir a de los indios, donde es bien sabido que les roban y les venden vino, y toman su cacao y les obligan a dar limosnas. Y se dice por todas partes que los sacerdotes les roban tanto como lo hacen los encomenderos. Y mente...
los lugares
los indios dicen que ellos se van en busca de algo para las limosnas, por que se les ordena dar un tostón [medio pe-
Reacción ante
las
233
reformas
so] cada día de fiesta; y aquel que no lo hace es acusado de tener una amante, de no ir a misa, y es azotado y sobrecargado de trabajo y esto no puede continuar impunemente, Y aunque el obispo advertía a los clérigos que no debían dedicarse al tráfico con indios, ello no les impedía seguir vendiéndoles vino y otras cosas, ni despojarles de su cacao y sus ropas; y los sacerdotes hacían cuanto querían, cometiendo otras atrocidades y dando
—
mal ejemplo a
los indios. ^^
Cerrato aceptaba, no obstante, que los fracasos de los sano eran del todo culpa de éstos. En efecto, y a propósito de las obstrucciones de los encomenderos, formuló los siguientes comentarios: cerdotes
Entre los indios no había doctrina, ni frailes o religiosos que se atrevieran a predicarla; tampoco se atrevían a entrar a los pueblos para hacerlo, por que ellos [los encomenderos] decían que no era necesario para los indios co* nocer ninguna otra 'doctrina**, excepto la de servir a sus amos y pagarles el tributo. Y en todas las formas a su alcance evitaban que los indios supieran que había justicia u otra cosa parecida, excepto la obligación de servir y pagar el tributo a los encomenderos. Y si algunos frailes o religiosos iban a predicarles o a indoctrinarlos, ellos [los encomenderos] los echaban del pueblo y no lo permitían. Y sucedió que mientras un fraile estaba predicando a los indios, el encomendero (o uno de sus esclavos) entraba y a gritos y empujones sacaba a los indios de la iglesia a fin de que se dedicaran a servir a sus amos y no a escuchar la doctrina. ^^
En
la provincia
de Chiapas particularmente. Las Casas y
sus dominicos ejercieron considerable presión en lo concer-
niente a las relaciones entre españoles e indios, provocando en gran medida el disgusto de los encomenderos. Como las actitudes de los frailes coincidían con las de Cerrato, muchos creyeron ver una conspiración contra los vecinos. Algunos fueron más allá al insistir que el presidente era un instrumento
.
El trabajo forzoso en América Central
234
de los dominicos y que en realidad eran éstos quienes daban Remesal escribió que Cerrato favorecía en mucho a los frailes, a quienes concedía gran crédito en todo lo concerniente a los indios. 50 **Esta infortunada ciudad" escribió el cabildo de Ciudad Real de Chiapa '*[ha sido] perseguida y conquistada por frailes de la Orden de Santo Domingo y por el obispo de esta provincia*'. Y se agregaba que los frailes se habían adueñado de los servicios de los esclavos liberados, y que **los justicias de Su Alteza no dirigían los asuntos de los indios, sino los frailes; y si los españoles se resistían a hacer lo que los frailes querían, éstos se lo decían al licenciado Cerrato para que lo incluyera en su informe". 51 las órdenes.
Los regidores de Santiago se mostraban igualmente exasperados y también escribieron diciendo que los dominicos eran quienes dirigían las cosas en Guatemala, y no precisamente la audiencia. Cerrato, ansioso del apoyo de dichos religiosos, temía cruzarse con ellos en su camino y por ello les dejaba hacer. Los dominicos, según el cabildo, estaban resueltos a ** romper todo en pedazos", antes que dejar que las cosas volvieran a su estado anterior; y estaban dispuestos a defender su posición **a capa y espada, y no como religiosos, pues tienen bastante mala voluntad hacia los vecinos de esta ciudad". Los regidores, al mismo tiempo, acusaban a los dominicos de hipocresía.
-«^
'
Si los españoles tienen,
y
no
tienen ahora esclavos, los frailes silos
los indios les sirven
servían a sus amos.
<
mejor de
lo
que antes
Los españoles nunca tuvieron un
ser-
personal tan completo como los frailes lo tienen ahora, por que éstos toman el servicio de los indios como vicio
si los
indios les pertenecieran...
Ahora no hay tamemes, los cuales fueron suprimidos principalmente por causa de los frailes. [pero] ellos cargan tantos indios como desean sin que nadie se los impi. .
da; precisamente hace pocos días sucedió que llegaron de la Verapaz, que está muy lejos de esta ciudad, cuatrocientos indios bien cargados. Y el presidente y los oidores los vieron, y como sabían que eran de los frailes, lo perdonaron.^'^
Reacción ante
las
235
reformas
Los españoles se mostraban desdeñosos cuando los frailes acusaban de ser "adorados"' por los indios. Cerrato fue acusado de creer que los dominicos eran divinos y de consideles
rar todas sus acciones (**aunque pudiera tratarse de la
grande tontera")
—
no
como
santas. El presidente
— decían
más los
gobernar por su temor a los frailes, y por las presiones de éstos liberó a los esclavos. En opinión de los vecinos, se trataba de una argucia de los frailes para asegurar para sí mismos el servicio de los indios. Por otra parte decían los vecinos en tono de queja, refiriéndose a los dominicos españoles
consideran
se atrevía a
como una herejía que ellos [los indios] nos y como algo santo que los sirvan a
sirvan a nosotros,
Ciertamente nosotros teníamos nuestras conciende buenas intenciones y de mejores obras. Si hablamos de la tasación de los tributos es una cosa ridicula y en los mismos pueblos ello causa risa ¿ Qué clase de gobierno puede haber si es dirigido y controlado ellos.
cias llenas
por
los religiosos?
^"^
Los regidores subrayaban que los frailes tenían en realidad un interés bastante diferente en el asunto, y que no se verían afectados en el mismo grado y de la misma manera que los vecinos:
Los religiosos pretenden ser adorados. Esto sólo provoca nuestro desprecio y perjudica en mucho la fe y la doctrina de Cristo Jesús. Y puesto que ellos no sienten pena por el bien o el mal de la tierra, se contentan con lo que es bueno para ellos o lo que parece ser bueno para ellos sin ver nada más adelante. Ellos tienen en mente
—
—
marcharse mañana, pero si pensaran en radicarse aquí para siempre, harían las cosas de otra manera, con más sabiduría. Esta es la verdad. Católico Señor; y nos da pena ver cómo se pierde lo que hemos trabajado por treinta años, en el servicio de Dios y de Vuestra Majestad, y ellos [los frailes] piensan que ellos la ganaron [la tierra] por sí mismos; y, como nosotros decimos, el tiempo lo dirá.
El trabajo forzoso en América Central
236
Mientras los que conquistaron la tierra estaban en la pobreafirmaba el cabildo, **no hay un fraile pobre; ellos pueden sostener a toda la gente por que ellos son los señores de los za,
pueblos' '.54
La medida en que los dominicos influyeron en Cerrato es algo debatible;55 es más probable que los puntos de vista de unos y otro coincidieran. La idea de que él se mostraba solicito con los frailes a fin de ganar favores en la corte, es algo que resulta inconsistente con la conducta de Cerrato. Al mismo tiempo, muchos de los cargos enderezados contra los
en particular los relativos al uso de la mano de obra una cuota de verdad. En el mejor sentido, los dominicos fueron grandes amigos de los indios; en el peor sentido, los impetuosos frailes cometieron violencias contra sus encargados. 56 Pese a las alegadas intromisiones de los dominicos, fue la audiencia sin duda la que promovió la nueva legislación, o, más exactamente, Cerrato. Los españoles deducian, en efecto, que los otros oidores miembros de la corte local, eran tan sólo instrumentos del presidente y se mantenían en sus puesfrailes,
nativa, parecen contener
tos a discreción de éste. *'E1 no toma en cuenta a los oidores*' afirmaba el cabildo, **ni les pone atención; y nó existe otra
audiencia que la que él desea que exista". 57 Un poco más tarde los regidores de Santiago escribieron acerca de Cerrato:
ordena de manera que los oidores no pueden hacer otra cosa que lo que él desea, y esta audiencia no es nada más que si sólo él estuviera en ella. Hablando acerca de esto, el licenciado Ramírez, quien es el único que ha resistido con él casi todo, dice que ya se lo hizo ver y que ya no puede hacer nada más; y que no desea crearse problema con Cerrato porque éste le puso en la audiencia, y que él es oidor de Cerrato y no de Su Majestad, y que él no puede hacer nada excepto lo que Cerrato ordena. ^^
Ramírez habla escrito antes a la Corona aplaudiendo el buen trabajo del presidente y usando un tono que permite obtener una impresión diferente: El [Cerrato] tiene
tal
cuidado y rectitud en obrar en todo
aquello que toca al servicio de Su Majestad, que me parece conveniente que sólo él provea en los asuntos de go-
Reacción ante
las
reformas
237
bierno y que debe darse a él una comisión privada; por que a veces los asuntos que necesitan atención deben esperar porque no todos ellos [los oidores] están presentes... Ni siquiera lo hacen con cuidado cuando se les encargan muchos [asuntos] como cuando se les encarga uno sólo. Y aun la distribución de los indios puede ser hecha mejor por él solo que por todos ellos. En la visita al distritio es conveniente que el presidente designe las provincias que cada oidor debe visitar, pues cada uno desea ir a la mejor tierra y donde haya menos gastos y menos trabajo.^^
No
tenemos comentarios de Ramírez respecto de
las in-
discretas referencias de los regidores sobre su actitud hacia
el
presidente; mas, asumiendo que en ellas se dijera la verdad, es muy posible que Ramírez gradualmente se fuera desilusionando. Se tiene la impresión de que Ramírez, como pro-
bado líder, se mostrara un poco irritado por las imperiosas maneras de Cerrato. Su sugestión de que el presidente gobernara solo, puede ser también un indicador de su deseo de no aunque debe verse asociado con las impopulares reformas apuntarse que más tarde se mostró deseoso por obtener parte del crédito por algunas de ellas. Al parecer Cerrato dominaba en realidad la audiencia, pero él negaba tener una responsabilidad única; en efecto, desechaba la creencia de que las reformas eran de su propia y única creación. De manera insistente
—
se refería a las acciones de la audiencia como resultado del consenso, y hablaba de la consideración otorgada a los votos de Ramírez y Rogel. Mas todas las quejas de los vecinos se dirigían hacia él, de modo que sólo él era visto como enemigo.60
Muchas de las críticas a Cerrato
se refieren a su carácter im-
formulaban también el cargo de nepotismo. Cerrato, empero, se mostraba poco inclinado a emprender una defensa vigorosa de dicha conducta, pues se trataba de un cargo respecto del cual casi ningún alto funcionario de las Indias podía sentirse exento. Los innumerables parientes y criados reunidos para recoger el botín, recibieron
perioso, pero sus detractores
le
238
El trabajo forzoso en América Central
encomiendas y posiciones oficiales, en lo cual el presidente se (iejó llevar por la costumbre establecida, no obstante ser tan escrupuloso en casi todos los otros aspectos de su vida. Quizás resulta significativo el hecho de que la mayoria de quienes le criticaban su nepotismo hacían énfasis no tanto en el principio implicado, sino más bien en lo que ellos consideraban como resultados desastrosos de los correspondientes nombramientos. El cabildo de Gracias a Dios, por ejemplo, imploraba al rey que sólo los oidores fueran autorizados a desempeñar funciones de visitadores (inspectores), aporque *
muchas veces vuestro Presidente y oidores nombran como visitadores a personas idiotas, que tienen ojos sólo para sus propios intereses y no administran justicia* *.6i Resulta pertinente revisar los comentarios de los vecinos al nepotismo de Cerrato, pues era uno de los pocos aspectos de su administración sujeto a una crítica justa. Los colonos esperaban sin duda desacreditar todo el programa administrativo del presidente al colocar al hombre mismo en descrédito, y, si tal cosa fallaba, quedaba cuando menos la satisfacción de poner en duda su integridad.
con respecto
El descontento Francisco de Bañuelos, cuyos servicios hablan sido rechazados por Cerrato, envió un despacho a Carlos V, en el que aludía a las pobres condiciones de los conquistadores, y hacía notar que otros recibían las recompensas que a ellos correspondían. Bañuelos dejó un detallado relato de las larguesas de Cerrato. Los cargos formulados fueron comprobados por el cabildo de Santiago, por Las Casas y otros. 62
Los colonos estaban irritados por el hecho de que el hermano del presidente, el Dr. Alonso Cruz Cerrato, recibió dos importantes encomiendas (o repartimientos) cerca de Granada, las cuales habían pertenecido a dos prominenconquistadores, los capitanes Calero y Machuca, quienes se habían distinguido por su exploración del desaguadero (el río San Juan). Los dos pueblos dados en encomienda eran considerados de lo mejor en Nicaragua, pues uno solo de ellos pagaba 6,500 pesos oro anualmente en concepto de tributo. Al menos tal afirmaba Las Casas. Otros decían que el ingreso de los dos pueblos era sólo un tercio o la mitad de la cifra es-
en Nicaragua, tes
Reacción ante
las
reformas
239
timada por Las Casas para uno solo. Aun así, de acuerdo con cabildo de Santiago, las rentas obtenidas por el concepto señalado eran casi iguales a las de todos los pueblos tributarios juntos en la comarca de Granada. Además de lo anterior, el Dr. Cerrato recibió un corregimiento por el que cobraba un salario de 150 pesos oro (o 250 según un testigo), más una cuenta de gastos varios. Y por encima de todo lo anterior, en algo que realmente presentaba un conflicto de intereses, el Dr. Cerrato también fue hecho Protector de los Indios. Según los vecinos, el Dr. Cerrato habia llegado pobre y se hizo rico en corto tiempo. Como abogado usaba su conocimiento del derecho en su propio beneficio, evitando anticipadamente que las partes afectadas hicieran reclamos legales. Y para colmo de todo, se decia que habia matado un hombre en España. El presidente Cerrato le dio a Nicolás López, casado con una hija de su hermano, dos pueblos muy ricos, uno de los cuales era Cegunteacán (o Santa Ana), que era parte de la provincia de San Salvador. Dichos repartimientos habían pertenecido a Antonio Campos, quien, según Las Casas, debió haberlos vendido, recibiendo quizás no más de 3,000 castella nos. Con base en las cosechas de cacao de dichos pueblos, se hablaba de un ingreso anual de 2,500 pesos oro por cada el
uno.63
A
Sancho Cano Guerrero, su yerno, Cerrato le dio un gran repartimiento en la villa de San Miguel, el cual pertenecía al capitán Aviles, funcionario en ese establecimiento por muchos años y, al decir de Las Casas, **un ladrón muy poderoso". Se decía que el pueblo pagaba a su encomendero más de 2,000 pesos oro al año.
Cuando el presidente llegó de La Española trajo consigo algunos de sus criados, a quienes les otorgó algunas recompensas. Un criado llamado Fuenmayor, recibió un buen empleo en San Miguel. Otro llamado Francisco de Morales, fue hecho relator de la audiencia, una posición que rentaba 600 castellanos al año; además de ello, el mismo individuo recibió un corregimiento, con un salario de 150 pesos al año. Otro criado más, Cristóbal Mexía, también recibió un corregimiento. Uno (Mexia?) fue hecho portero de la audiencia, con su corregimiento que le pagaba 100 pesos. El caso más notorio
El trabajo forzoso en América Central
240
entre todos los citados, se refiere a un amigo y criado de Cerrato, llegado de La Española, Juan Barba Vallezillo, quien fuera enviado por el presidente a Nombre de Dios y Panamá (o Reino de Tierra firme) con el cargo de gobernador y juez de
Según Bañuelos, en los siete meses que Vallezillo el cargo, había robado más de 10,000 castellanos. Cuando la Corona nombró a Sancho de Clavijo como gobernador, los cargos formulados contra Vallezillo en la residencia que se le siguiera, dieron como resultado que se le arrestara y se le pusiera en un barco con destino a España. Al parecer escapó en Cartagena y se dirigió a Puerto de Caballos (Honduras), y finalmente hizo contacto con '*su gran amigo** Cerrato. Este no sólo lo recibió, sino le recompensó con dos repartimientos en la villa de Comayagua, los que daban una renta de más de 500 pesos oro. Era acostumbrado, como una obligación familiar y hasta como una cuestión de honor, que un funcionario ayudara a sus parientes, y Cerrato favoreció aun a aquellos que no pertenecían a su famiUa inmediata. Su primo Gonzalo Hidalgo de Montemayor, **un hombre de muy bajas maneras**, fue enviado a inspeccionar la provincia de Chiapas, con el título de juez de residencia y visitador y con un salario de 2.50 pesos (o 3 pesos según otra fuente) al día. El cabildo de Santiago informó al rey que Hidalgo había quitado veinte repartimienresidencia.
desempeñó
número de conquistadores y primeros colonos, incluyendo los mejores pueblos de la provincia. Además, uno de los encomenderos fue multado con la considerable suma de 7,000 pesos y otros con 2,500 pesos. Los herederos de un español muerto unos años antes y responsable de varios dehtos, fueron despojados de sus indios y multados con 800 pesos. Por otra parte, algunos de los pobladores fueron arrestados y enviados a Santiago. Bañuelos afirmaba que Hidalgo personalmente robó 2,000 pesos a los vecinos de Chiapas. Los regidores de Ciudad Real se mostraban enconlerizados y escribieron a la Corona diciendo que el nombramiento del primo de Cerrato era tos a igual
contrario a lo que Vuestra Alteza
ha ordenado, o sea que un oidor hiciera las visitas; [pero él] es un pobre hombre no educado, con poco entendimiento y experiencia. El vi-
M
I
Reacción ante
las
reformas
-241
I'
'
no a colmar sus necesidades con nuestras propiedades, las cuales tomó de nuestras manos, y.., el resto quedó destruido. Y si bien hemos perdido como consecuencia . .
lo consideramos como nada, pues Vuestra Alteza ordenó que fuera un oidor quien hiciera la visita; por tanto, a fin de que ello se haga [correctamente] suplicamos a Vuestra Alteza ordenar que se haga una residencia al licenciado Cerrato y a su visitador por uno de los oidores de la Audiencia de México [tan pronto como sea posible]
de
],
\
I
la
inspección,
Otro de los primos de Cerrato fue hecho contador de la provincia de Chiapas y a otro' más se le dio el lucrativo puesto de visitador de minas, en tanto que a otro pariente, Alonso Hidalgo, se le dio la contaduría de Guatemala, la provincia de Nicaragua el presidente envió tres investigadores, amigos suyos y sirvientes, que llegaron a compHcar la situación en la atribulada provincia. Se produjeron muchas quejas de que Cerrato estaba usando a sus parientes, amigos y criados para hacer visitas oficiales que debían ser efectuadas por jueces de la audiencia.
A
El compadrazgo del presidente se extendía a aquellos que tenían amigos en la corte. En efecto, concedió indios en encomienda a un cuñado de Gregorio López, miembro del Consejo de Indias, sin que el beneficiario hubiese radicado en Améun rico propietario de minas, rica Central por un año. Alonso Bueso, se le dieron indios en la misma ciudad, sólo
A
por estar casado con una cuñada del influyente López. Cerrato envió a un amigo
como juez de
residencia a la pro-
vincia de Yucatán, y éste, **deseando imitar al Presidente en su crueldad", se comportó tan duramente que un juez, con
nombramiento
real, le siguió juicio
sionero. Se decía
que
de residencia y le hizo de por vida.
pri-
la sentencia era
Finalmente, los regidores de Santiago dijeron que Cerrato había concedido a una sobrina (la hija del Dr. Cerrato?) un determinado número de indios que pagaban un tributo anual de 2,000 pesos, y deseaba dar otros indios, que pagaban la misma sumaba su propia hija.65 Sin embargo, los conquista-
242
El trabajo forzoso en América Central
dores sin nada de qué vivir eran forzados a pedir favores y en daba dádivas de sólo 50 y 70 pe-
tales casos el presidente les
sos.
Cuando todos los cargos aludidos se acumularon contra Cerrato, durante la residencia que se le siguiera más tarde, éste no se atrevió a negar ninguno de ellos, aunque trató de atemperar las circunstancias. Insistió en decir que no había ignorado a personas notables al adjudicar las encomiendas y •enumeró 16 de tales beneficiarios, además de 12 hombres casados a quienes habla dado indios y entre los cuales se incluía Bernal Díaz del Castillo, quien había tratado de desacreditar al presidente. Cerrato reconoció haber dado provisiones en favor de su hermano y de un tal Gonzalo López, lo cual se había hecho en Nicaragua, una "triste y peligrosa*' tierra. En efecto, agregaba, lo que les había dado era realmente muy poco, y precisamente por la naturaleza del lugar, tanto el Dr. Cerrato como su esposa habían muerto, y lo mismo había ocurrido a López. Lo que le había dado a Sancho Cano Guerrero estaba en San Miguel, **un triste y solitario lugar**, donde Cano, tres de sus hijos y dos sobrinos, habían fallecido. Nicolás (Nicolao) López había recibido sus indios antes de casarse con la hija del Dr. Cerrato; en efecto, la familia había tratado de desalentar sus atenciones hacia la muchacha propinando a ésta una paliza.
En
respuesta a la reprimenda de la Corona, Cerrato contesque lo dado realmente por él a su hermano y a Sancho Cano Guerrero había sido la muerte. Además, no había visto que se tomara medida alguna contra la práctica de ayudar a los allegados de los altos funcionarios. En su servicio a la Corona, por un ya largo período de 41 años, no había observado tal cosa, ni en España, ni en las Indias. Desde la época del rey Fernando nunca había visto ni oído nada en contrarío de la mencionada práctica; antes bien, los funcionarios reales siempre habían ayudado a sus familiares, amigos y servidotó
res.
Las personas a las que él había otorgado encomiendas —decía Cerrato— eran, en su mayoría, hombres que habían venido con esposas e hijos, con hogares formados, y preparados a asentarse como gente de honor. Había repartimientos
243
Reacción ante las reformas
1
—
—
agregaba más valiosos que todos los entregaen Santiago dos a sus parientes. Según las cifras de Las Casas ello resultaba ser una exageración. Sin embargo, de los repartimientos "excesivos'* registrados por los dominicos en Guatemala, cuando menos tres reportaban ingresos de 4,000 pesos o más, y ninguno era un pueblo otorgado por Cerrato. Otros más rendían 2,000 en tributos.66 Extendiendo su defensa, Cerrato entraba en una larga consideración sobre el nepotismo en Guatemala; empezaba con Alvarado, para luego relatar en detalle cómo el ex presidente Maldonado habla repartido dádivas a todos sus allegados.67
Estaba claro que el presidente era culpable en cuanto a las acusaciones de favoritismo, pero en realidad sólo había observado una conducta pasiva e indulgente respecto de una práctica establecida en las Indias desde el principio de la ocupación española; los cargos, en consecuencia, parece que no despertaron gran interés en la Corte.68 Si bien los gobernadores, al momento de dispensar cargos y repartimientos, se complacían en dar preferencia a los conquistadores y a los hombres casados entre los primeros colonos, era acostumbrado favorecer a los elegidos de quienes se encontraban en el poder. Por el contrario, quienes se encontraban enemistados con los gobernadores, sin importar sus cahdades propias, a
menudo eran dejados con poco o nada.
Una alteración en las esferas de poder por lo general traía aunque también un cierto cambio entre los encomenderos en el caso de Cerrato ello al parecer fue más limitado que lo ocurrido con muchos otros gobernadores. Si bien dicha política era seguid^ en detrimento de muchos españoles merecedores, la misma llegó a ser aceptada como algo común y corriente, como un resultado de la praxis política. La respuesta de Cerrato al cargo de nepotismo consistía en débiles razonamientos, como puede verse, pero su récord completo está se extraordinariamente libre de corrupción. Es significativo que entre todas las quejas prepuede decir extraordinario sentadas contra el presidente no aparece un cargo sustancial demostrando que el funcionario se aprovechaba de su posición para fines personales. ^9
—
—
—
244
El trabajo forzoso en América Central
Se puede asumir razonablemente, por ende, que muchas de a Cerrato eran hiperbólicas; pero aun aceptando cierta base en las acusaciones sobre su manera de ser, subsiste el hecho de que mucha de la crítica era ad hominem y el disimulo ante dicha crítica resulta así irrelevante. La Corona había emitido un mandato Hberando a todos los esclavos hechos de modo ilícito, y el presidente lo había ejecutado ordinariamente. Había quienes asumieron, por otro lalas invectivas dirigidas
do, una actitud más racional, tratando de convencer a la Corona de la validez dedos premisas: 1) que los esclavos, en realidad, no eran tan mal tratados; y 2) que sin la esclavitud las posesiones coloniales del rey llegarían al colapso. Si los ele-
mentos humanitarios de
la Corte demostraban escepticismo primera de tales premisas, los consejeros más pragmáticos difícilmente podían ignorar la segunda.
respecto de
Si las
la
condiciones habían sido realmente
como
lo
afirma-
ban algunos colonos, quienes trazaban las políticas en la lejana España fácilmente podían justificar la esclavitud perpetua, dados los "beneficios*' concomitantes para los indios; pero lo engañoso de la propuesta se hacía sin duda evidente a los indianos, que habían visto la realidad de las cosas. Indudablemente había amos que trataban a sus esclavos favoritos con amabilidad y aun con afecto, pero no existe base documental para la tesis de una clase esclava satisfecha. Si existe alguna evidencia manuscrita en sentido contrario, se debe tener presente siempre la posición personal de los autores, cuyos inte-
en última instancia, pueden aclarar sus argumentos. Los vecinos podían usar su fantasía y escribir así acerca de la estrecha y amigable relación entre esclavos y amos. **De nin** guna manera*' escribían los regidores pueden estos [indios] que tenemos aquí, llamarse esclavos, ya en estima o en el trato. Los únicos a quienes falta la doctrina son aquellos que están recogiendo oro, y ello puede ser fácilmente reses,
—
—
remediado**. El cabildo seguía de este modo:
Sepa, Vuestra Majestad, que los esclavos de esta ciudad y pueblo han sido > son— tan bien tratados que la mayoría de ellos tienen libertad hasta el exceso; por
—
y
Reacción ante
las
reformas
245
que los dueños no ¡es piden cuentas, mas que para ver que hagan algunos cultivos para ellos mismos y para sus amos, con un servicio muy moderado. Y ellos van adonde quieren y regresan cuando les place. Ellos tienen y conocen, la doctrina con abundancia. Toda esta libertad se debe a que sus amos los quieren mucho, y ellos no son considerados como esclavos, sino ,
como
verdaderos hijos.
Nosotros prometemos a Vuestra Majestad, que por ningún precio un español les dejaría libres, por que él les ama. Y hay muchos que, si los quisieran vender, pedirían siete, ocho y aun diez mil pesos por ellos."^^
—
Como un esclavo podía comprarse por unos 50 pesos seguramente por no más de 100 lo absurdo de la anterior afirmación aparecía con toda claridad, inclusive para el más convencido esclavista. El hecho de que los regidores, presumiblemente los hombres más distinguidos de la comunidad,
—
estuvieran dispuestos a hacer tales increíbles afirmaciones ansu soberano, ilustra
te
muy
bien la desesperación de los veci-
nos, preocupados por la pérdida de sus haciendas.
Más
tarde, al lamentar
a debilitar
do
el
que
los frailes
hubiesen contribuido
afecto de los nativos hacia los colonos,
el cabil-
que nosotros los amamos a ellos [los indios] mucho, tanto más que ellos [los frailes]; y les deseamos todo el bien que ellos pudieran querer para sí mismos'*. 71 Este afecto sentido por los españoles hacia los nativos habría sido recíproco, o al menos así se informó al emperador. Pero las maquinaciones de los dominicos, y ahora la temeridad de Cerrato, habían echado a perder las relaciones de familia entre amos y esclavos. Los clérigos, según el cabildo, consideraban a los vecinos como enemigos de los indios, y éstos fueron convencidos de tal cosa por los frailes. Con el favor demostrado a los nativos por el presidente, las cosas habían llegado a tal punto que los indios se mostraban desvergonzados; "ya no nos reconocen; al contrario, nos desprecian. Qué tan peligroso sea esto, sólo el tiempo lo dirá*'. Y, "malos como somos** escribían "si nosotros nos retiramos, los frailes verán, y cualquiera podrá ver, como esta tierra y todo cambiará**. 72 escribía lo siguiente: "...La verdad es
—
—
El trabajo forzoso en América Central
246
El cabildo continuaba
así:
.o
*' Vuestra Majestad considerará sin duda que la principal base de la perpetuación de estas partes consiste en
que nosotros seamos buenos cristianos y que seamos amados por los indios; y que, a falta de ello» seremos temidos por ellos. Pareqe que el presidente y los oidores entienden todo esto al contrario, por que ellos han procurado —y procuran^ que en vez de amarnos, los indios nos aborrezcan... Nosotros los consideramos [a los indios] como nuestros hijos, y como tales han sido tratados, queridos y amados. ¡Qué semejante servidumbre! La libertad fue para sus almas y sus cuerpos... Debido a los religiosos los indios son nuestros enemigos, y los religiosos hacen que los indios les adoren a ellos. Aun un ciego podría juzgar si éste es el trabajo de Dios o del Diablo.^^
Y agregaban que la separación de los indios de los vecinos era una traumática experiencia para los nativos. En tanto que tal linea de razonamiento en su conjunto era más bien patética, hablan argumentos más racionales que podrían haber justificado una transición más gradual, en contraposición con la abrupta división favorecida por Cerrato. Con todo, la mayoría de los llamados a la moderación derivaba más de la emoción que de la lógica, tal como lo pone de manifiesto una carta que fray Francisco Bustamante dirigiera al rey en 1551. Este clérigo había tratado de convencer al presidente de la necesidad de un juicio más adecuado:
Con
respecto al asunto de los esclavos, yo le dije [a Cerrato] que me parece que no todo debía verse por igual, porque en la tierra de Guatemala hay cuatro clases de esclavos: 1) unos que sirven en las minas; 2) otros en las milpas (en los campos); 3) otros [que son esclavos] de los españoles que no son artesanos; y 4) aquellos que son
de
los artesanos. 7^
Pero Cerrato, subrayaba Bustamante, vino con
la idea
de
libe-
rarlos a todos sin hacer distinciones. Mientras todos los esclavos
pertenecientes a los españoles habían sido liberados, a los caci-
Reacción ante las reformas
247
ques nativos se les permitía mantener los suyos; esto era algo inexplicable para Bustamante, en especial porque muchos de los esclavos de los vecinos españoles habían sido comprados de los caciques. ¿Por qué —se preguntaba Bustamante— es considerado esclavo un indio que pasa a la casa de un español, pero no lo es si está en posesión de otro indio? 75 Su propuesta al presidente consistía en fijar un plazo de uno o dos años para disminuir progresivamente los esclavos de las minas, a fin de evitar así los serios trastornos económicos que seguramente surgirían de la inmediata y general manumisión. Durante el período señalado se podrían adquirir esclavos negros, que asumirían las obligaciones de los esclavos indígenas liberados. Entretanto, los esclavos nativos recibirían una paga por su trabajo y se velaría por su buen trato y por su uso en labores no excesivamente arduas o peligrosas. Si se daba por sentado que los esclavos de minas sufrían según el criterio de Bustamante considerablemente los que trabajaban en la agricultura estaban en circunstancias del todo diferentes. Estos, decía Bustamante;
—
—
,
trabajan la tierra con el amo, quien les da sus parcelas propias para cultivarlas y en algunos casos hasta una casa donde vivir. Ellos trabajan varios días de la semana para sí mismos y otros para sus amos. ¿Pueden éstos ser llamados esclavos, Su Majestad? yo le dije [a Cerrato] que me parecía que ellos eran como los renteros de España y que tal cosa no era esclavitud; que si los días que trabajaban para sus amos eran muchos, podían moderarse y reducirse. Pero que los esclavos no debían suprimirse. Que ello sería un gran daño a la república porque los cultivos de trigo y maíz eran el principal sustento de esta ciudad, y si los esclavos fueran suprimidos no habría quien sembrara y cosechara. "^^
—
agregaba Los indios que trabajaban en las casas tenían condiciones relativamente favorables, Bustamante aunque, en su opinión, ellos debían ser libres y recibir una paga por su trabajo. Mas como no tenían trabajo en exceso y podían permanecer con sus familias, debían ser obligados a
—
248
El trabajo forzoso en
América Central
embargo, si fuesen tratados mal en futuro, podían ser liberados y se les podía permitir ir a donde quisieran. Por el momento, en su mayoría eran bien trataservir a los españoles. Sin el
si fueran liberados sería muy difícil hacerles regresar a trabajar para los españoles. Si dichos indios estuvieran trabajando en los pueblos situados alrededor de la ciudad, la cosa
dos y
porque se verían obligados a abandonar a sus espoademás, ello podría implicar el tener que abandocultivos en las épocas en que éstos más necesitan de cuida-
sería peor
sas e hijos;
nar los dos. Finalmente, decía
el informante, '*todos los días los esde un lado a otro, uno enseñando cómo se almohaza un caballo, otro cómo se debe castrar una colmena, otros más cómo se hace el queso, y otras cosas similares; y justo cuando los indios han aprendido, su tiempo de
pañoles tienen que
ir
servicio se termina**.
En relación con aquellos indios que servían a los artesanos en calidad de aprendices, Bustamante escribió: Yo le dije [a Cerra t o] que ordenara una investigación para ver cuánto han servido a sus amos después de haber aprendido sus oficios. Porque no es correcto que, habiendo dedicado tres o cuatro años para enseñar un oficio al esclavo, éste se marche, sin que el amo obtenga otra satisfacción o servicio; porque aun los españoles, mientras son aprendices, dan algo al maestro. Y, finalmente, ya habiendo aprendido el oficio, el aprendiz trabaja un tiempo para quien le enseñó.
Por provenir de una de las pocas voces moderadas del molas sugestiones de Bustamante merecieron cierta consideración, pero el presidente no podía obedecerlas, "Todos fueron liberados*' se lamentaba el fraile, **sin condición alguna o examen previo, con gran premura, haciendo un anuncio tras otro**. Se refería a la técnica usada en México, la cual era algo así como el ** registro de una muerte lenta**, en contraste con los efectos del agolpe de martillo**, que ensordecía a todos en Guatemala. Bustamante proponía que Cerrato siguiera el ejemplo de México, y, si fuera necesario, **el tornillo podía ser apretado un poco, más tarde* '.77 mento,
*
Reacción ante
las
249
reformas
Mientras tanto -—escribía el cabildo— los indios estaban sin dueño, vagabundeando, como **hombres haraganes", confundidos y sin saber lo que estaba ocurriendo. **Y si nosotros no estamos contentos" afirmaban los regidores *' mucho
—
—
menos lo están los nativos". 78 Algo peor todavía era que los cambios perturbadores estaban haciendo insolentes a los indígenas, quienes no temían ya a los españoles; la nueva libertad les había dado ciertas aspiraciones y les había hecho perder la vergüenza. 79 Desde el punto de vista del fraile Bustamante los cambios habían obstaculizado el proceso de conversión. Decía este religioso que en 1551 los nativos mostraban menos formación cristiana que nunca, y había menos orden y más inclinaciones hacia los vicios carnales, el latrocinio y
la ociosidad.
Y
afirmaba más adelante:
Las borracheras han sido casi continuas y muy comunes en los dos últimos años en esta área; y son la raíz de todos los males y pecados porque de ahí viene la idolatría, el incesto y otros grandes pecados cometidos con la las hijas y las hermanas... Y si nosotros le deciCerrato] que los castigue porque hay un vicio infernal entre ellos, digno de grandes castigos, él contesta que los indios no entrarían a la fe a golpes y latigazos; y
madre,
mos [a
que
los
como
Moros de Granada también
lo
se emborrachaban,
hacen algunos cristianos. ^^
Una acusación
persistente era la de que Cerrato favorecía a en detrimento de los españoles. Esto no Sólo daba como resultado una falta de respeto y de temor hacia los españoles, sino conducía además a una abierta brutalidad de los indios hacia sus anteriores amos; o cuando menos tal lo sostenía el cabildo de Santiago. Los miembros de éste afirmaban que la nueva libertad había empujado a los nativos a tratar mal a los colonos, haciéndolos prisioneros y aun golpeándolos. Se decía que un español había sido herido mientras permanecía prisionero de los indios y que otro más había sido muerto cortándolo en pedazos. los indios
El trabajo forzoso en América Central
250
Uno
de los cargos formulados contra Cerrato se refería a mataron a un español en el pueblo de Ca^aguastlán, en 1551; como consecuencia del mismo uno de los culpables fue arrestado y puesto en la cárcel pública, pero Cerrato, desdeñando los hechos y responsabilidades, liberó al detenido sin imponerle castigo alguno. 81 Según los regidores, el presidente subrayaba que él habia llegado a la colonia a favorecer a los indios sin importarle cuánto pudiera costar tal conducta a los españoles. En una ocasión en que se temía una revuelta de los vecinos, los franciscanos comunicaron su preocupación a Cerrato, mas éste simplemente se echó a reír. Cuando los miembros del Cabildo le pidieron remediar la situación, antes de que la tierra se perfue que él según aquéllos diera, la respuesta de Cerrato sólo estaba interesado en los siete pesos que ganaba cada
un
incidente en que unos indios
—
—
día.82
Bustamante informó los nativos y
de
cómo
al
rey del favoritismo de Cerrato hacia
éstos se habían envalentonado
como re-
sultado de ello, hasta el extremo de negar comida a los religiosos, lo cual sólo pudo remediarse cuando el licenciado Ramírez fue a los pueblos y ordenó proveer la comida necesaria.
Por otra
parte:
.
^
,
,
Aun los muchachos que teníamos en la escuela para enseñarles a leer y escribir y para
que aprendieran la doctrina que luego debían enseñar en sus pueblos, se mostraban abusivos por lo que estaba pasando y todos se habían ido y ninguno se había quedado para ayudar a decir la misa. Y hablando de esto a vuestro presidente, contestó que aquéllos eran libres y que no debíamos forzarlos. ¡Cuáles podían ser las condiciones de la fe en Nueva España si dejásemos todo al deseo y voluntad de los indios!^^
Dejando de lado tan divertidos argumentos, el factor decieconómico en que se encontraban los vecinos. Porque si bien el principal interés de Cerrato sivo era realmente el aprieto
era la hberación de los esclavos, sus reformas más amplias derivaban también en la subsecuente revisión de las tasas tributarias, así como eñ la limitación del uso de tamemes y otras
Reacción ante
¡as
251
reformas
formas de servicio personal. Dado el excesivo grado en que se dependía de los indios, tales cambios afectaban el total estilo de vida de los españoles. No se trataba tan sólo de que sus drásticamente en algunos ingresos se viesen reducidos casos—, sino, además, de la dificultad para disponer de los muchos pequeños servicios que imprimían cierto aire de gentilidad a su existencia, por lo demás cruda y aislada. Con todo, el golpe más demoledor fue sin duda la abolición de la esclavitud, porque ella provocó la casi total paralización de las operaciones mineras, de la producción agrícola y la industria de la construcción. Las consecuencias de dicho fenómeno fueron tan severas que, si hemos de creer lo aseverado en las muchas protestas enviadas a la Corte, la vida misma en la colonia estuvo en peligro. Y las quejas sólo raras veces dejaban de recordar al emperador las pérdidas que para el tesoro real imphcaba aquella situación. El asunto se complicaba por el hecho de que los indios liberados no se mostraban deseosos de trabajar, aun cuando se les hiciera efectivo el pago de sus salarios, tal lo aseverado por los regidores de Santiago. Por el contrario ellos se tornaban vagabundos. 84 Cose decía mo los españoles, por su parte, no estaban dispuestos a trabajar por sí mismos, muchos se vieron obligados a liar sus bártulos en busca de mejores oportunidades en el Perú y otras áreas, y hubo quienes llegaron a perder toda esperanza y retomaron a España. No obstante, no se produjo una seria disminución de la población, como sería de esperarse.85
—
—
—
,
El cabildo de Ciudad Real de Chiapas envió un amargado la Corona, en el que se describían como catasfróficos los resultados de la administración de Cerrato. Mientras los esclavos existían todavía en otras partes de la Nueva España, los de América Central habían sido suprimidos, como consecuencia de la errónea idea de los gobernantes de que la tierra no se vería afectada en manera alguna. Los regidores sostenían que, en rigor, dicha acción era incompatible con los
informe a
intereses de la
Corona, dadas las pérdidas registradas en la sistema de haciendas y en la agricultura propiamente. Sólo había unos cuantos esclavos negros y ellos no se bastaban para todo el trabajo. En Chiapas no había un solo negro empleado en las minas, y tampoco había uno solo minería, en
el
252
El trabajo forzoso en América Central
disponible para
el servicio doméstico, lo cual implicaba que mujeres de los españoles debian permanecer solas en sus casas **careciendo de servicio en todo lo necesario". Y aun cuando algunos indios e indias decidieran, por propia voluntad, servir en algunos hogares, los frailes dominicos no lo
las
permitían. 86
No sólo podía cesar la extracción del oro en las minas en funcionamiento, sino también ocurriría lo mismo con la producción de azúcar. En Ciudad Real habían existido siete ingenios de azúcar, los cuales producían utilidades mayores que las de ninguna otra empresa. Ahora, empero, tales unidades se habían venido abajo y los dueños estaban sumidos en deudas y se mostraban incapaces de recuperarse. Los ingenios se habían operado principalmente con indios esclavos, aunque algunos nativos dados en encomienda habían sido empleados en el acarreo de caña, por ser éste un trabajo más ligero. A fin de sobrellevar los problemas derivados de la falta de mano de obra, los propietarios de los ingenios deseaban pagar a los indios por su trabajo, hasta estar en condiciones de comprar esclavos negros como reemplazo y evitar así la quiebra económica. Sin embargo, afirmaban los regidores, los
dominicos no
los frailes
lo consentirían.
La razón de
— decían los regidores — era que
la resistencia
de
ellos, los religiosos
mencionados, deseaban tener reunidos a los indios cerca de sus monasterios, a fin de utilizarlos en su propio servicio personal. En consecuencia, la industria azucarera, que había hecho prósperos a sus propietarios y de la cual se sostenía una gran parte de la ciudad y se beneficiaban también las rentas reales, se encontraba ahora en una vergonzosa ruina. 87
En Guatemala las haciendas y las minas estaban abandonadas y no se disponía de indios para cuidar los ganados. Otra importante consecuencia fue el éxodo de los muy necesitados artesanos españoles^debido a la falta de ayuda que padecían. Los indios que habían servido como aprendices, atendían ahora sus oficios en favor de los frailes. 88 La amargura de los vecinos hacia los dominicos, se hace evidente en la correspondencia enviada a España durante aquellos años.
Reacción ante
las
253
reformas
A
los ojos de los vecinos, Cerrato había ido simple aplicación de las Leyes Nuevas:
más
allá
de
la
En esta ciudad [Santiago] él expropió un ejido que había estado más de 20 años en poder de su dueño, y donde había mucho ganado pastando, así como yeguas, diciendo que la tierra pertenecía a los indios y a nadie más. Ordenó que todas las vacas y todos los animales fuesen matados [porque] hacían mucho daño en las milpas [de los indios]. Y entonces los indios mataron un gran número de ellos, de lo cual se derivó no poco daño a muchas personas, algunas de quienes inclusive llegaron a la ruina. Y los vecinos de esta ciudad, no teniendo otro producto, excepto el cacao que se les entrega como tributo, y que ellos venden en otras áreas, recibieron prohibición de Cerrato [para venderlo afuera]. Algunos que llevaron el cacao fuera fueron obligados a regresarlo a la ciudad desde largas distancias, lo cual les ha ocasionado grandes gastos. ^^ de que mucho dependía del trabajo de los indios,90 de Santiago pidieron a Cerrato que por lo menos entregara en encomienda a los esclavos liberados, pero él rehusó. Por otro lado, y como parte de las reformas-, el presidente y los oidores prohibieron a los indios llevar alimentos a la ciudad, como acostumbraban hacerlo. Cuando la escasez de provisiones provocó cierta inflación, el cabildo pidió atempe-
En
vista
los vecinos
rar la prohibición legal a fin de estabilizar los precios. También se solicitó que se instara a los indios a vender comida a los viajeros,
en vista de
la falta
de hospedajes en
las
pobla-
Los viajeros españoles se atenían a la costumbre de recomida de los nativos, pero cuando el presidente prohi-
ciones. cibir
bió dicha práctica, los indígenas rehusaron inclusive vender comida; esto dio como resultado que los viajeros comenzaran a apoderarse de ella, por sí mismos y por encima de la voluntad de los indígenas. Este estado de cosas, decían los regidores, podía producir una rebelión indígena, que a su vez
provocaría
una matanza indiscriminada. 91
— continuaban diciendo
los regidores
Cerrato
— había encontrado a
254
El trabajo forzoso en América Central
Santiago como la segunda ciudad de América, en prosperidad y buen orden, antecedida sólo por México, pero ahora todo se habia arruinado y los vecinos tenían menos libertad que los de Guinea.92 Quizás ningún documento resume las quejas de los pobladores de manera tan adecuada como la petición presentada por Bernal Diaz del Castillo, en su calidad de procurador de la ciudad de Santiago. Fechada el lo. de febrero de 1549, demuestra que los españoles no perdían tiempo en hacer representaciones ante el Consejo de Indias.93 sin embargo, y por encima de las abrumadoras reacciones negativas expresadas a la Corona por casi todos los elementos de la sociedad colonial española, esta vez la autoridad real se mantuvo firme.
Rara vez un funcionario del Nuevo Mundo se había mostrado tan desinteresado como Cerrato, ya fuera en cuestiones financieras, como en cuanto a las relaciones con los colonos españoles. Cerrato no se hacía ilusiones sobre popularidad, hecho al cual hacía frecuentes referencias. Cuando el presidente llegó la primera vez a Centroamérica y vio las condiciones imperantes, intuyó cierta oposición pública a sus planes. En septiembre de 1548, Cerrato escribió diciendo que las
quejas contra él probablemente' continuarían. En Comayagua había despojado de sus indios a varios vecinos, porque éstos estaban usando a aquéllos ilegalmente para transportar provisiones a las minas. Sus órdenes causaron '*tal escándalo que fue como si yo hubiera vendido la tierra a los turcos". Mas tratando de analizar el tema de la justicia con los vecinos, cuando menos en todo cuanto implicaba a los indios decía Cerrato se escuchaban **las cosas más incomprensibles". 94 Respecto del doble sentido de la justicia escribió: **comúnmente se considera que no es más pecado matar a un indio o a un ciento de ellos... como si se tratara de turcos. Quienquiera que interfiera en esto es considerado como un [hereje o
—
—
,
traidor] ".95
Quizás la única persona odiada en la misma medida era Bartolomé de Las Casas. Ambos hombres eran considerados fatales: el fraile por sus denuncias, que contribuyeron a promulgar las Leyes Nuevas, y el presidente por hacer aplicación de éstas. De los dos, Cerrato seguía siendo el más obscuro.
255
Reacción ante las reformas
La mayor
parte de las ideas y opiniones de éste estaban contenidas en los informes oficiales a la Corona, sin los matices
dramáticos característicos en la polémica del obispo de Chiapas. Los comentarios de Cerrato eran mundanos y se referían a cuestiones prácticas, en tanto Las Casas provocaba comparaciones espectaculares y estaba más interesado en argumentos filosóficos. Cerrato tampoco dejó trabajos para ser estudiados por futuros historiadores. Lo que dejara escrito en forma de informes, sin embargo, es más confiable que lo escrito por Las Casas, quien, aunque esencialmente correcto en sus observaciones, estuvo siempre inclinado á la hipérbole. La correspondencia de Cerrato se caracteriza por un estilo enérgico, por lo general desprovisto de retórica, y raras veces se muestra inclinado a filosofar sobre los aspectos morales de la esclavitud. Su interés principal fue siempre el de cumplir las .
leyes existentes.
Además de las reformas a los regímenes de trabajo y de tributos, habían otras razones por las cuales protestaban los vecinos. Como todos los funcionarios, Cerrato hizo algunos enemigos en el desempeño de su cargo, y comprobó así que muchas de las quejas en su contra obedecían a razones personales. En el juicio de residencia que se le siguiera conforme las prácticas establecidas, mencionó varios testigos, cuyo testi-
monio resultaba sospechoso. Unos eran personas a quienes había despojado de encomiendas; otros habían sido multados por diversas infracciones; la esposa de un hombre había sido procesada por Cerrato por el delito de proxenetismo y condenada al exilio; un religioso había sido encarcelado por azotar a un indio que se resistió a entregarle una hija suya; el archidiácono estaba enojado porque el presidente rompió una carta de excomunión dirigida a aquél; un vecino le había amenazado con **beberle la sangre'', porque no recibía ninguna forde sostenimiento, etcétera, etcétera.96 Si los funcionarios de Sevilla hubiesen estado dispuestos a escuchar a todos los españoles amargados que regresaban a España, no habría nada por hacer decía Cerrato **sino ordenarme que me
ma
—
—
,
cortaran la cabeza. "97 Con respecto a sus intenciones de corregir algunos de los abusos cometidos en la ciudad de Santiago de los Caballeros, el presidente escribió lo siguiente: "esto ha sido visto aquí co-
El trabajo forzoso en América Central
256
mo una cosa nueva y terrible, de modo que resulta increíble, pues esto no se habia visto ni oído antes, y les parece una cosa muy tremenda*'. Cerrato insistía en que él no se había excedido un ápice en la aplicación de la ley, y que había actuado con escribía tino y bondad. **Dios no quiera que Su Majestad me ordene intervenir en cosas que me dejen beneficios, pero sí en aquellas que dejan malos sentimientos, pasiones y quebrantos...*' Y luego continuaba **no hay nada más odioso en estas Indias que tener que condescender con aquello que Su Majestad ordena, especialmente si es en perjuicio de sus intereses...** Aún cuando había conquistadores pobres, los problemas de Cerrato se daban con los españoles ricos, muchos de los cuales **nunca habían visto a un indio salvaje en toda su vida**. Ante el cargo de ser amigo de los extremistas, Cerrato contestó así: Los vecinos eran responsables de conductas delictivas y por lo mismo era legal que se les sancionara.. [y] la moderación de las leyes de ahora en adelante es algo que no me corresponde a mí, ni tengo el poder [de actuar en tal
—
—
.
sentido]**.
En cuanto
a los esclavos se expresaba
así:
A
ellos se les ordenó servir a los españoles, recibiendo una paga razonable y evangelización, como Su Majestad lo ha ordenado; y así lo hacen ellos, pero los españoles no están contentos con esto y piensan que los indios deberían trabajar por nada y con el mismo sometimiento que antes, y éste es su descontento.^^ Se me echa en cara [anotaba Cerrato] que esto ni nada semejante se observa en la Audiencia de México; y, así, parece a ellos que les hacemos gran daño, y ello les da gran oportunidad de quejarse de nosotros. Humildemente pedimos que Su Majestad ordene que las quejas acerca de nosotros sean excusadas, y que [las leyes] se apliquen por igual eh todas partes; porque no hay razón para hacerlo en una región y no en otra.^ Si los españoles le atacaban, Cerrato respondía en la misma forma, calificándolos de aventureros toscos y sin principios, cuyas pretenciones de nobleza descansaban por completo en
Reacción ante
las
257
reformas
la espalda de los nativos. En consecuencia, excusaba sus tácticas bruscas en situaciones en que el tacto y la razón hubiesen servido poco. En su juicio de residencia, sostuvo lo siguiente:
Yo siempre he tratado bien a todos y siempre tuve las puertas abiertas para cualquiera a toda hora. [pero] la gente de las Indias es muy imprudente y ruda; y si alguna vez he tratado mal o rudamente a alguien, ello fue por su impudicia y su falta de vergüenza, y porque no pude tratarle de otra manera. ^^ . .
Existe amplia evidencia de que un primer requisito para el liderazgo en las Indias, durante el siglo XVI, era una personalidad dominante. Ello puede apreciarse en América Central al contrastar los logros de Alvarado con las frustraciones del débil Montejo. Los audaces dominicos se opusieron a los conquistadores con cierto éxito, aun hasta el punto de imponerles su voluntad en varios casos. De modo que los rasgos del carácter de Cerrato, que suelen esgrimirse en su contra, fueron precisamente los que le permitieron dominar un populacho airado y amenazante. los dos años de su llegada, Cerrato
A
aun cuando era difícil para los españoles de la época verse privados de los servicios de los indígenas, muchos llegaban después a reconocer que las reformas eran buenas y que él, su impulsor, estaba animado de buenas intenciones. lOi No cabe duda que esto último obedecía a la necesidad de afirmar su posición ante la Corona, pues el presidente apenas si podia creer él mismo en tales cosas. Y si tal fuera el caso, estaría gravemente equivocado, pues los vecinos jamás lo era de la opinión que,
perdonarían,
como tampoco
lo
harían
sus
hijos
y
sus
nietos. 102
El apoyo para las actuaciones de Cerrato fue mínimo, pero, aparte de la concurrencia general de los dominicos, parece
que cuando menos unos cuantos de los vecinos saludaron su llegada. Algunos habían sufrido a manos de los oidores de la primera audiencia, y se sabía que ciertos individuos habían sido amenazados tanto por Rogel como por Ramírez. 103 En relación con la audiencia misma, Cerrato obtuvo la cooperación de Ramírez, pero en mucho menos proporción la de ¡os otros jueces. 104 Los mayores problemas provenían de To-
258
El trabajo forzoso en América Central
más López, designado como
suplente en la segunda audien-
López habia salido de España el 7 de agosto de 1549, llegando a Puerto Caballos el 21 de noviembre del mismo año; sólo pudo llegar hasta San Pedro y cayó enfermo, permaneciendo en cama por largos tres meses; cuando por ñn llegó a Santiago, el 19 de marzo de 1550, sólo encontró a Cerrato en la audiencia, pues uno de los oidores (Ramirez?) estaba inspeccionando la región del Golfo Dulce y el otro (Rogel?) se encontraba a la sazón muy enfermo. López impresionó proncia.
to a los regidores del cabildo por su acendrado celo; pero desde el comienzo se hizo evidente que tal **celo*' sólo representaba los intereses de los vecinos. El nuevo oidor era bastante franco al expresar su simpatía hacia la situación de los colonizadores, de quienes decia que habian sufrido por la pérdida de sus esclavos y su personal de servicio. López era de la opinión que los métodos de Cerrato eran aplicados con mucha
dureza. El presidente, a su vez, se quejaba a la Corona de que la estuvo en orden hasta la llegada de López, quien contradecía todo y pensaba que las leyes en general eran mal aplicadas. López habia traído consigo una cédula real en la que se prohibía a los oidoi'es tener intereses comerciales tierra
cuando Cerrato trataba de aplicarla, tanto Rogel como el mismo López se enfurecían. Ramírez, en cambio, opinaba que se trataba de una buena ley.
(granjerias), pero
Con López en la Corte como amigo, los vecinos sé mostraban agitados y estimulados. Luego cundió el rumor de que un oidor de la audiencia de Jalisco, un tal licenciado Vena, seguiría un juicio de residencia a Cerrato y revocaría las reformas introducidas en el régimen de trabajo. En este punto -—afirmaba Cerrato— algunos deseaban descuartizarlo, otros opinaban que debía ser sentenciado a galeras o encadenado para que se lo comieran los piojos, en tanto otros pensaban que simplemente se le debía enviar prisionero a España. El presidente opinaba que López no sólo era desleal en cuanto a sus públicas declaraciones contra la administración establecida, sino también poco colaborador. En una ocasión, en que se debía dar cumplimiento a una orden real, uno de los jueces
debía ser enviado en un viaje de inspección a Chiapas;
como
Reacción ante
las
259
reformas
Ramírez estaba en Nicaragua y Rogel apenas había regresado de otro viaje, López era entonces el indicado; éste, sin embargo, se resistió a ir y el presidente tuvo que forzarlo; a su regreso, el oidor se mostraba enojado e inaccesible, lo gue hacía su conducta aún más criticable. Poco tiempo después, recién pasada la muerte de Cerrato, los otros jueces (el doctor Quesada, el presidente, y los licenciados Ramírez y Zorita), dejaron constancia escrita de su alta opinión sobre López. Este saHó **tan limpio'' de su juicio de residencia, que aquellos pidieron que su suspensión fuera levantada. 05 Alonso de Zorita, nombrado para integrar la audiencia en 1553, pensaba igual que Cerrato sobre el trabajo de los indios, y ayudó a mantener las reformas durante su corta estadía en América Central. 106 Más importante aún, los puntos de vista de Cerrato fueron apoyados por Las Casas, y
muy enfermo
í
las opiniones de éste contribuyeron mucho a desvirtuar los ataques dirigidos contra el presidente. La siguiente carta suscrita por el dominico, constituye un buen ejemplo de su
fuerte apoyo:
'*Muy Poderoso Señor.
— El obispo de Chiapa,
beso las
manos de
vuestra Alteza, y digo: que yo he sabido que un cierto vecino y procurador, que se dice ser de la ciudad de Guatemala, ha venido á esta corte suplica ó suplicado á Vuestra Alteza ciertas cosas en revocación de lo quel li-
cenciado Serrato ha ejecutado, en cumplimiento de lo que su Majestad ha mandado y es justicia, y según la ley de Dios para libertad y remedio de los indios de toda aquella provincia, las cuales ó entre las cuales son las siguientes. La primera, que los indios, que se han dado por libres, que los españoles tenian por esclavos, se tornasen diz que á sus dueños, para que les sirvan con obligación y fianzas; que no los sacarán de la provincia ni los traspasarán ó trasportarán, sino que los teman en servicio moderado, porque los vecinos quedan muy perdidos y sus haciendas no los podrían sustentar, y que de otra manera se despoblarían, etc. Verdaderamente, muy altos señores, estos tales procuradores, que tales demandas traen, áspera repulsa y recio castigo merecían, porque habiendo cometido tan execra-
El trabajo forzoso en América Central
260
pecados y tan gravísimas violencias y querencias contra Dios y contra los reyes de Castilla, destruyendo tantos reinos y tantas gentes, y señaladamente aquellos de Guatimala, debrian de haber venganza y temor de parecer ante su Rey é este su Real Consejo para pedir, no misericordia y remisión, que se les perdonasen las vidas, como merecían perdellas cada uno diez mil veces, sino para que los dejen perseverar en sus crueldades, porque acaben de consumir el resto que de sus matanzas queda, y desploblar las demás tierras, seguros de toda temporal pena. Vuestra Alteza tenga por cierto que de todas las partes de las Indias, donde más excesos y desorden ha habido en hacer injusta é inicua y malvadamente los indios esclavos, ha sido en Guatemala y Chiapa; porque no se pueden imaginar las maneras y cautelas que para hacellos bles
,e
tuvieron,
y
es increíble el
número
tan grande
que de
esclavos hicieron. Pues considere Vuestra Alteza,
si
ha-
biendo sido hechos esclavos iniquísimamente infinitos vecinos, indios libérrimos é inocentes, de los cuales han perecido en sus infernales, trabajos y servicios, de diez partes, las nueve, pedir agora este, que se los torne Vuestra Alteza á dar para que permanezcan siempre en pecado mortal, como siempre han estado en él, porque siempre han usurpado la libertad y consumido las vidas de tantos prójimos suyos con su tiranía, qué demanda es la de aqueste! .v,-> ,
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A
lo que dicen que se vernán, pluguiese á Dios, señoque ninguno de los que en estas obras han sido partícipes allá quedase, porque con lo que cada uno dello ha robado y usurpado y hoy tiene, podrá V.A. dar á cuatro, muy mejores y más provechosos á la tierra que ellos; antes afirmo que conviene que ninguno quede allá, res,
si el
Rey quiere tener seguras y fieles aquellas tierras, por-
que nunca jamás S. M. los podrá contentar, según están malvezados [Por mal avezados ó acostumbrados] de mandar y ser señores, aunque diese á uno lo que todos tienen, por mucho que fuese; y estos entiendo que son los que se jactan de conquistadores. Gente llana y quieta y no inficionada con tanto derramamiento de sangre hu-
261
Reacción ante las reformas
mana de aquellas pasadas y anatematizables conquistas para poblar aquellas tierras. Muy Poderosos Señores, se requiere.
No se asombren que los indios harán levantamiento, porque es falsedad y maldad grande, que ni están para levantar la cabeza, segund ellos los han oprimido y aniquilado. Ellos son y no los indios los que hacen los alborotos y hacen levantadizos los indios, y si se levantan, no es sino huir á los montes de sus crueldades, de desesperados; y ellos son causa de todos cuantos males ha habido y hoy hay, é de todas las perdiciones de las Indias. Lo segundo, diz que pide que tase el perlado de aquella ciudad los indios, porque saben muy bien quél los tasará como tasó á Chiapa, para que en muy menos dias pierdan todos las vidas. Porque ha tenido y tiene el Obispo [Este obispo debia ser Fr. Tomás Casillas, prior que había sido del convento de Santo Domingo en Guatemala y que en 1551 sucedió al P. las Casas en la sede de Chiapa]. Muchos indios y un su hermano y otros deudos y amigos, por los cuales ha hecho y causado grandes harturas y calamidades en aquellas provincias, y están destruidas, así por los tributos como por los muchos esclavos que él herró, de quien se habia confiado el hierro del Rey.
Pide, diz, que á
más que los
tributos traigan los indios
ciudad de treinta y cuarenta leguas, donde perecen, porque allende las cargas que traen de los tributos, échase encima deltas la triste comida para treinta leguas de ida y otras treinta de vuelta, y como no puede ser sino poca, quedan muertos por los caminos.
á cuestas á
la
Hagan camino y carguen
bestias,
pues hay
hartas,
y
estréchense y modérense en las sacas y comercio y fruto, y conténtense con lo que los desventurados indios
pueden.
Oigo decir que se queja que por muy livianas cosas son condenados algunos en privación de los indios, etc.; V. A. tenga por verdad, que son y han sido tantos y tan graves los males, vejaciones, crueldades y sin justicias que han hecho en los indios, que delante de Dios afirmo que
.
El trabajo forzoso en América Central
262
S, A/., á los que menos dañosos opresores y han sido, los podría privar muchas veces, si las tuvieran, de muchas vidas. Por todo lo cual á V.A. suplico que tenga por bien de mirar, que los indios no son obligados á perecer todos y á consumirse por dar de comer á los españoles, ni que porque ellos estén á su placer y triunfo, buscando y acarreando los indios para ellos los tributos, queden desmamparados, y al cabo de hambre mueran sus mugeres y hijos; pornue de otra manera, como hasta aquí se ha hecho, trastruécase el medio por fin y el fm por medio. La estada de los españoles en las Indias es medio ordenado para el bien de I00 mdios como afín; pues si este medio ha de ser para destruicion de los indios, dirán los indios que nunca Dios hobiera llevado á sus tierras tales profesores de la ley de Cristo. Sí los tributos de los iruiios de la provincia de Guatemala no bastan para cient vecinos de la ciudad de Guatemala, ni los de la Chiapa para sesenta de Chiapa, mídanse y entresáquen^e, y no haya tantos que coman y no trabajen, y muchos se tornen á sus oficios, pues serán oficiales, y dejen de ser caballeros con los sudores y sangre de los miserables y afligidos hombres. Mire V. A. que sobra allá mucha gente española, que no la puede sufrir la tierra, por ser todos holgazanes, por la mala orden que hasta agora en ella ha habido. Y por esto muchas veces digo y suplico en este Real Consejo, que la verdadera población y remedio de aquellas
justamente crueles
y
Indias consiste en enviar labradores, gente llana y trabajadora, que coma y sea rica y abundante con sus pocos trabajos; y no se diga que luego allá se harán holgazanes y escuderos, porque con esta orden no habrá la burla que se ha tenido. La causa de dejar los oficios fue porque andaban todos á robar, y quien más robaba y podia tiranizar, más rico se veia, pero agora, bendito sea Dios, V. A vá quitando y estirpando la tiranía, etc,^ Fr, Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapa '\^^*
Tomado
del original en espaflol. Luis Torres de
Documentos
Mendoza, Colección de
Inéditos, relativos al descubrimiento, conquista y organiza-
ción de las antiguas posesiones espaAoias de América y Oceania, Madrid 1%7, pp. 167-172. N. del T. . , r
Reacción ante las reformas
263
Cerrato estuvo a punto de regresar a España años ai\tes, cuando todavía estaba en Santo Domingo. En 1550, enfermo y cansado de la enemistad de los españoles, de nuevo pidió
permiso para dejar las Indias. E115 de mayo de 1551 reiteró su solicitud, que de nuevo fue denegada por la Corona argumentando que su presencia era necesaria en Guatemala. ^08 Por fin, en junio de 1553, la Corona le concedió licencia para regresar, después de completarse la revisión judicial de su gestión, para lo cual se nombró como juez al licenciado del Barco. 109 Este, al parecer, murió en España poco después, pues en noviembre del mismo año el Doctor Antonio Rodríguez de Quesada, oidor de la audiencia de Nueva España, fue comisionado para servir cotno juez de residencia en el juicio de Cerrato. lio Quesada llegó en enero de 1555 (**el día de los reyes"), después de una jornada de aproximadamente tres meses, al cabo de los cuales comenzó el proceso.m
Es cierto que, aparte del cargo de nepotismo, había muy poca base para acusar al presidente; sin embargo, sus acusadores fueron vehementes en sus ataques. 112 Cerrato se mostró amargado por la mala voluntad que se le demostrara durante la residencia, lo cual se hacía después de 1 1 años de servicio en las Indias y 28 años en el servicio real. En esa precisa ocasión dijo que estaba siendo entregado a sus enemigos, quienes '*como leones hambrientos estaban esperando beber mi sangre y comer mi carne". Ansioso de ver terminar su juicio, Cerrato escribía que ** prefería morir de hambre en España que permanecer aquí con todos los tesoros de las Indias".! 13
En
sus últimos meses Cerrato se vio a sí mismo cada vez mártir, y escribió que si se diera crédito a sus
más como un
debiera ser arrastrado y descuartizado. Recordaba que después de que él empezara a poner en práctica las reformas, éstas se aplicaron también en México y Perú, y de tal modo todos en las Indias le veían como el autor de las mismas; y esto, en 1^ mente de los colonizadores, constituía un daño sólo comparable con los adjudicados a Mahoma.ii4 Los últimos años de Cerrato estuvieron colmados de soledad y de las recriminaciones de sus conciudadanos. Al contrario de muchos funcionarios contemporáneos suyos, él no hizo aplicación discrimii^ada de la ley, cuando menos en lo concercríticos, él
264
El trabajo forzoso en América Central
niente al trabajo de los indígenas. Sus amigos,
como
el
resto
de personas, también perdieron sus esclavos y su personal de servicio. 115 Para colmo de males, la Corona comenzó a vacilar en cuanto a apoyar sus acciones; y hasta su viejo amigo y campeón en la defensa de los indios, Las Casas, se expresó con reservas acerca de Cerrato, en particular respecto de los favores que el presidente otorgara a parientes y amigos. Con todo y que el nepotismo era cosa común en las colonias, como ya hemos visto, los compinches de Cerrato parecen haberle hecho especial responsable de tal debilidad. El dominico Pedro de Ángulo, comentando la constante verticalidad del presidente, se mostraba asombrado de que éste estuviera enriqueciendo a sus parientes a costa del trabajo de los indios. 116 Cerrato murió el 5 de mayo de 1555, pocos dias antes de que finalizara su residencia. El juez de este proceso y entonces nuevo presidente, Doctor Quesada, junto con el moderado juez Ramírez, escribieron al rey diciendo que Cerrato era considerado un hombre sabio, cuya lealtad a la Corona perseveró hasta su muerte. Según los términos de la residencia, los servicios otorgados a sus parientes debieron ser examinados detenidamente y se estableció que las concesiones de encomiendas eran reducidas. Los firmantes del proceso señalaban que la mayor parte de los implicados habian muerto ya, pero que Cerrato había dejado varios miembros de su familia; y pedían asi que las contribuciones de Cerrato se recordaran y se tradujeran en ayuda a sus hijos y nietos. 1 17 £1 reformador fue dignamente enterrado en el monasterio de Santo Domingo, en la ciudad de Santiago. ns
Los contemporáneos de Cerrato no afectados directamente por los cambios en el régimen del trabajo indígena, por lo general reconocen los logros de su administración. El fraile dominico Tomás de la Torre, hace ver que si bien Cerrato tuvo sus fallas como administrador (y fue "muy amigo de sus parientes"), el hecho indiscutible es que nunca hubo otro en Centroamérica que favoreciera así a los indios y cumpliera del mismo modo las reales órdenes. En la opinión de dicho religioso hubiese sido más fácil corregir sus defectos, que tratar de encontrar alguien tan bueno como él.n^ Y el cronista mila-
Reacción ante las reformas
265
nés Girolamo Benzoni, que vivió en Santo Domingo y en América Central durante las administraciones de Cerrato, escribió lo siguiente:
Y puedo
atestiguar que a lo largo de la India [Le., las nunca hubo un juez mejor, ni otro que practicase los buenos preceptos de modo más estricto, obedeciendo las órdenes reales, esforzándose siempre porque los indios no fuesen maltratados por ningún español; y a veces, gracias al poco respeto que le demostraran sus conciudadanos como consecuencia de sus inquietudes por el bienestar de los indios, solía rogar a Dios que lo liberase de tan malas personas; y aún más, decía que si Dios le concedía la gracia de regresar a España, advertiría al rey que no permitiera a cualquier sacerdote viajar a las Indias, en vista de lo disoluto que eran algunos de ellos; pero la muerte se interpuso y no pudo hacer tal cosa J 20 Indias]
A propósito, fue un cronista nativo quien dejó más elocuente a su memoria: Cuando
llegó
esclavos
y
condenó a
el
tributo
los castellanos, dio libertad
a los
vasallos de los castellanos, rebajó los impues-
que pagaran a los hombres grandes y pequeños. El Señor Cerrado fsic.J alivió verdaderamente tos a la mitad, suspendió los trabajos forzados e hizo
los castellanos
los sufrimientos del pueblo.
Yo mismo
lo vi
¡Oh
hijos
míos! ^2^*
Aunque
las más notables hazañas admide las Indias españolas, Cerrato ha permanecido casi ignorado por los historiadores modernos. Poco más que referencias ocasionales se conceden al hombre que primero ejecutó las famosas Leyes Nuevas. Sus acciones constituyen una significativa victoria de la Corona en la lucha por el control del Nuevo Mundo; fueron el primer golpe realmente efectivo contra el sistema del conquistadorencomendero.
realizó
una de
nistrativas en la historia
Tomado
del original en español. Anales de los Cakchiqueles,
nos, traductor,
Fondo de Cultura Económica, México,
Adrián Reci-
1950, p. 141. N. del T.
El trabajo forzoso en América Central
266
Resulta curioso que tan trascendentales cambios ocurrieran primero en América Central, en especial si se considera la burocracia real relativamente débil aqui existente y la historia violenta del territorio. Buena parte de la explicación descansa en el coraje y la integridad del mismo Cerrato, pero hay otros hechos que probablemente se relacionan con su buen éxito. El fracaso registrado en el Perú en cuanto a la aplicación de las Leyes Nuevas, puede atribuirse a la anarquia imperante en aquel reino. En México, el virrey Mendoza decidió suspender la nueva legislación por temor a una rebelión; pero de estar dispuesto a correr los riesgos consecuentes, por cierto habría consolidado la autoridad real y sin duda habria facilitado la .\ aplicación de las reformas en otras colonias. iv-
En
Audiencia de Guatemala, se dieron dos facque permitieron a Cerrato alcanzar sus fines. Primero, sus acciones se produjeron cinco años después de la publicación de las Leyes Nuevas. Luego del intempestivo golpe de 1543, se emitieron otros decretos por los que se buscaba la inmediata aplicación de las Leyes y que condujeron a afirmar gradualmente la conciencia sobre el creciente interés de la Corona en aquéllas. Se trataba de una politica de 'avance gradual*, en la cual las ulteriores reformas no resultaban del todo inesperadas. En segundo lugar, Pedro de Alvarado habia sido muerto en 1541, y no habia surgido ningún otro fuerte caudillo que unificara con éxito la resistencia de los conquistadores ante la Corona. Si hubiese existido tal individuo carismático para dirigir a los vecinos, seguro que Cerrato habria fallado en sus propósitos. el
caso de
la
tores favorables
Más importante que todo, sin embargo, es el hecho de que Cerrato tuvo los arrestos necesarios para acometer una empresa que otros, inexplicablemente, habian soslayado. Al desafiar a casi todos los segmentos de la población española de América Central, Cerrato sentó un precedente seguido como en efecto se hiluego por otros. Puede argumentarse zo oportunamente que los métodos de Cerrato fueron duros y sin miramientos de ninguna clase, hasta al punto de ser contraproducentes. 122 ¿Habría sido acaso un procedimiento más moderado, como el sugerido por Bustamante, más beneficioso? Quizás no. Mas ello depende de cuál sector de la so-
—
—
&
Reacción ante
las
267
reformas
ciedad colonial tuviese su bienestar en juego. La experiencia habia demostrado que la legislación oscura provocaba confusiones, retrasos y amargos malentendidos. Al tomar en cuenta todos los diversos elementos concurrentes para frustrar una justa gestión en las Indias, se concluye que era necesario elaborar una clara y firme política imperial y que la misma fuese aplicada por un funcionario resuelto. Y la Corona encontró en Cerrato a dicho hombre.
Hacia mediados del siglo, se produjo cierto regocijo justificado entre los promotores de las libertades indígenas. Los tributos habían sido reducidos, se suprimió el servico personal prestado en pago del tributo, se restringió el uso de tamemes y naborías, y se promulgaron otras reformas relacionadas con el régimen de trabajo. El cambio más dramático y definido fue la abolición de la esclavitud de los indios. La esclavitud no sería más una condición a la que se pudiera someter a un ser humano y que obtuviera la sanción real, excepto en casos aislados y extraordinarios. Sin embargo, y pese a todo, todavía se pone en tela de juicio la eficacia de las reformas, particularmente por aquellos que niegan toda diferencia fundamental entre la esclavitud legal y la forma de repartimiento derivada de la abolición legal de la misma. No se discute el hecho de que la esclavitud clásica terminó antes en Centroamérica que en México. 123
Yo
creo, por cierto,
que
la
condición de los trabajadores
nativos mejoró generalmente en la segunda mitad del siglo XVL124 Un estudio detenido de los documentos revela un singular contraste en la clase y contenido de las quejas indígenas antes y después de 1550. Es cierto que se registra un creciente
volumen de actividad litigiosa entre los nativos, pero ello puede atribuirse a su también creciente sofistificación y dominio de las formas legalistas de la sociedad española. Los indígenas —como lo anotan algunos observadores— se
más diestros en el uso de las leyes y dispoaprovechar para abogados o favorables a más eran papel, el menos en cuando que, siciones ellos. Sin embargo, es muy significativo que la mayor parte de sus agravios y demandas son relativamente insignificantes.
hacían
"muy
ladinos", es decir,
recursos legales
268
El trabajo forzoso en
sobre todo
si
se les
compara con
Amtrica Central
las intensas relaciones re-
gistradas por escrito y referidas a los primeros 25 años de su sujeción al dominio español.
Con
la desaparición de Cerrato se registra cierto retroceso aplicación de las disposiciones sobre el régimen de trabajo, lo cual ocurre a medida que llegaron administradores menos celosos de la aplicación recta de las leyes. Por otra parte,
en
la
la naturaleza de la burocracia era tal que se hacia difícil aplicar las leyes en las más apartadas regiones, aun durante la gestión de los más ilustrados administradores. Las leyes laborales se hicieron más rigurosas, pero se daban frecuentes viola-
La declinación del sistema de encomiensiglo XVI, es algo que ha sido, por exagerado, cuando menos en lo concerniente a la Amé-
ciones a las mismas.
da en
la
cierto,
segunda mitad del
que los viejos conquistadores y sus hijos no hacían ya las cosas a su sabor y antojo, también es verdad, sin embargo, que ellos seguían siendo una fuerza con rica Central. Si bien es verdad
habia que contar. Pero, en tanto los abusos contila *'edad de oto'*^^^ de la esclavitud había pasado, las atrocidades habían sido contenidas en grado considerable, y la opresión de los indios presentaba formas más sutiles y peleadas. La época en que "los españoles no dudaban en azotar o matar a un indio, como si fuera un perro**, 1^6 cedió el paso a un período durante el cual la brutalidad hacia un nativo a menudo provocaba graves consecuencias para el agresor. la cual
nuaban,
j*>
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PARTE
III
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1
s
10
El repartimiento de indios Las airadas reacciones provocadas por las reformas de Cerrato se referían principalmente a la escasez de mano de obra. Los colonizadores estaban particularmente molestos por las restricciones impuestas sobre ciertas formas de trabajo que ellos habían manejado en forma libre. Como la mayoría de los indios no había estado en la exacta categoría de esclavos, se presume que aún existía una mano de obra disponible; sin embargo, los indios sólo debían trabajar voluntariamente y a cambio de una paga o salario. Acostumbrados a que se les hiciera todo sin costo alguno, los vecinos españoles encontraron difícil de aceptar el nuevo estado de cosas. Refunfuñaban, en efecto, dando a entender que la situación era ahora imposible, pues los indios no trabajarían voluntariamente bajo ninguna condición y se provocaría así una seria escasez de mano de obra. Existen razones para creer que tales puntos de vista eran exagerados, y que en realidad los indios ofrecerían regularmente su trabajo en el supuesto de que se les pagara un salario decente, pues el tributo, los gastos de la Iglesia y otras obligaciones, les hacían sentir la necesidad de disponer oportunamente de algún dinero en efectivo^ No se puede negar, no obstante, que existía un problema. Y al final de cuentas, el mismo se resolvió manteniendo una forma de trabajo que, si bien no era precisamente la esclavitud, era sin embargo de carácter forzoso.
La Corona no
permitiría la ociosidad de los indígenas y de que todos se mantuviesen ocupados en algún tipo de trabajo, para contribuir así al bienestar de la comunidad. Los nativos tendrían la necesaria libertad para escoger la clase de trabajo a que habrían de dedicarse, así como su patrono o empleador, y no debían ser coaccionados en ningún sentido. trataría
271
272
El trabajo forzoso en América Central
Por Otro lado, debían
recibir un salario justo y un buen Infortunadamente, estos propósitos de equidad no resultaron realistas, y lo que parecía ser una solución claramente razonable, terminó en un rotundo fracaso por varias razo-
trato. 2
nes.
En
centro mismo de la concepción del sistema de trabajo figuraba la ingenua idea, de parte de la Corona, de que los indios se prestarían voluntariamente para el trabajo. En realidad, ellos no deseaban trabajar para los conquistadores, ni necesitaban mucho dinero para cubrir sus necesidades más bien simples. **De ninguna manera servirían a los españoles el
libre
por su propia voluntad**, escribió un contemporáneo, agregando que quienes dijeran lo contrario estaban simplemente engañando a la Corona. 3 El problema surgió de una fundamental falta de comprensión, de parte de los funcionarios de Espaf 1, con respecto a las actitudes básicas de los nativos. El indio, no condicionado por los cánones históricos de Europa, era considerado muy indolente por la mayoría de los españoles; pero, en realidad, no era cierto que fuese **naturalmente haragán**, como tampoco estaba motivado por los mismos estímulos que los europeos. Una mentalidad capitalista no era, por cierto, parte de su herencia intelectual, y sólo estaba interesado en sus necesidades inmediatas, las que eran, por otra parte, muy modestas. Fray Miguel Agia, que había observado largamente a los indios, dijo que el rey y el Consejo de Indias habían sido persuadidos de que los naturales, con su nueva libertad, responderían a las necesidades de trabajo de la república y de los españoles. Sin embargo, agregaba Agía, una larga experiencia en las Indias demuestra que tal cosa no es cierta:
Para ellos no hay nada más odioso que trabajar, aun cuando sea para ellos mismos; además, los españoles y los indios son dos opuestos, ex diámetro: el indio no es codicioso por naturaleza, mientras el español es avaro en extremo; el indio es flemático y el español es colérico; el indio es humilde y el español es arrogante; el indio es lento en todo lo que hace, el español es apresurado en todo
273
El repartimiento de indios
lo
que desea;
de
servir**.
cias,
vida
uno amigo de mandar, el otro enemigo finalmente, son distintos en circunstan-
**el
Y,
y costumbres A
El fracaso de los indios en cuanto a adaptarse al trabajo no como resultado su ociosidad, sino, además, constitu-
sólo dio
yó un
problema para
mantenimiento y desarrollo de la mano de obra. Se hizo entonces necesario requerir a los indios para que prestaran su trabajo, bajo el sistema conocido como repartimiento de indios. Visto del modo más simple, éste consistía en que cada pueblo nativo era señalado para enviar un cierto número de hombres, cada semana, a un pueblo español. Los indios eran reunidos en la plaza principal, cada lunes en la mañana, para ser asignados al trabajo de la semana. Los trabajadores eran entonces divididos según las demandas de mano de obra, ya fuere para obras públicas o para uso de empresarios españoles individuales, quienes habían presentado previamente sus requerimientos para un determinado número de trabajadores. Un funcionario español, llamado juez repartidor, supervisaba el sistema, pero las autoridades indígenas locales estaban obligadas a hacer que se cumplieran las cuotas de trabajadores serio
el
colonia, en términos de la falta de
asignadas a sus propios pueblos.
En
1549, se abolió legalmente el pago del tributo de encodel trabajo, y la observación de dicha disposición pudo haber eliminado virtualmente el servicio perso-
mienda por medio
Las instrucciones giradas a Luis de Velasco, segundo Nueva España, establecían de modo expreso que se prohibía el servicio personal como forma de pago del tributo.5 Pero el obispo Marroquín, de Guatemala, se permitió aconsejar cautela. Mientras por un lado había abogado siempre por que el trabajo de los indios fuera debidamente compensado, ahora consideraba que aquella medida no era del todo procedente, pues los indios no querían trabajar ni siquiera mediante una paga. Como resultado de todo, los cultinal.
virrey de la
vos estaban abandonados y el ganado se perdía. Cerrato y los frailes pensaban que, como respuesta a dicha situación, los españoles podían hacer ellos mismos el trabajo necesario. El obispo, a su vez, sostuvo que los españoles no habían venido
274
El trabajo forzoso en América Central
las Indias para ello, y que tal solución no servia ni a Dios ni a la Corona, y tampoco era buena para los españoles o para
a
los indios.
Lo que importaba para un buen
gobierno, era que
los españoles fuesen apreciados y los nativos instruidos y bien tratados. Con tales propósitos en mente, los españoles no
debian ser afrentados o avergonzados y tampoco los indios Por consiguiente, Marroquín abogaba por el mantenimiento del servicio personal.^ exaltados.
En
personal continuó a lo largo del repartimiento no se estableció como un sistema generalizado de trabajo, el funcionamiento simultáneo de ambas formas de trabajo forzoso induce a cierta confusión, pues no se puede estar seguro en algunos casos si un grupo de indios trabajaba bajo el sistema legal o bajo el sistema persistente, aunque ilegal, del servicio personal. Realmente no es extraño que exista tal confusión en la actualidad, la práctica el servicio
XVI, y como
siglo
toma en cuenta que en la época los dos sistetomaban a menudo como la misma cosa. Analizando
sobre todo
mas
se
el
si
se
una cédula real emitida en 1601, Agia hacía notar la falta de una clara distinción en el lenguaje: "Habiéndose visto y entendido cuan dañino y perjudicial es para los indios el repartimiento que se hace de ellos para el servicio personal...*' La impresión de que los repartimientos de indios se daban para el servicio personal, en opinión de Agia, era ** notoriamente siniestra y directamente opuesta a la verdad*'. La realidad quizás no era tanto así, pero era engañosa sin duda.
En
las Indias se
entendía
cio personal era trabajo
En
— continuaba Agia— que
dado a
los
el servi-
encomenderos en pago
del
primeros años de la colonia, por supuesto, el servicio personal se había autorizado como algo adicional al tributo, pero llegó a ser común aceptar trabajo en lugar del tributo. Ello, al parecer, llegó más o menos a generalizarse en los tiempos de Agia (éste llegó a las Indias en 1563), pero no por lo mismo dejó de ser ilegal. Se le llamó servicio personal —explicaba Agia— porque se trataba de trabajo efectuado en beneficio personal del encomendero. El trabajo de repartimiento, por otra parte, era interpretado como trabajo al servicio de la república cuando se trataba del cultivo de la tierra, la explotación de las minas o los proyectos de obras públicas. tributo.
los
El repartimiento de indios
275
Agia recurre a subterfugios en este sentido, pues un español que requiriese trabajadores para cultivar sus campos privados por medio del repartimiento, sólo incidentalmente beneficiaba a la comunidad, y resulta lo suficiente claro que dicho individuo buscaba su propio beneficio personal. En otros sentidos, Agia vio el servicio personal como un mal, y en cambio consideraba el repartimiento como un sistema esencialmente justo.
Agia hace varias distinciones específicas: 1) El servicio personal se prestaba sin paga alguna, en tanto el trabajo de repartimiento recibía .un salario; 2) El servicio personal era perpetuo y
el otro era temporal; 3) El primero era impuesto por fuerza y la violencia, y el segundo lo era pacíficamente por la autoridad pública; 4) El servicio personal era cruel **escla-
la
de repartimiento se daba con ** naprimero era tiránico y cruel porque no se exceptuaba a nadie, sin importar el sexo, edad o estado físico; el otro se aplicaba a hombres de edad y salud aceptables, y se excluía a mujeres, niños, ancianos y enfermos; 6) Uno era inhumano, pues no sólo no se pagaba nada a los indios sometidos al servicio personal, sino que ellos debían proveer sus propios alimentos; el otro era humano, porque además de los salarios, los indios también recibían su comida; 7) El servicio personal no era de utilidad pública, pues sólo beneficiaba al encomendero, mientras el otro era de gran beneficio, pues el bienestar de la república dependía del trabajo de repartimiento; 8) El primero era completamente contrario al bienestar espiritual de los indios, porque no les deja tiempo para satisfacer sus propias necesidades religiosas; el otro, en tanto, no interfiere en manera alguna; 9) El servicio personal es una forma 'diabólica" de trabajo, que mantiene en constante desesperación a los sumisos y miserables nativos; mientras el otro les ocupa en tareas moderadas a cambio de una paga justa, alejándoles de la indolencia y la idolatría, a vitud*', mientras el trabajo
tural y cristiana libertad"; 5) El
*
que se mostraban muy inclinados; 10) En tanto el uno era todo contrario al derecho natural, al divino y ai humano, en la medida en que privaba a los hombres de su libertad, el otro, en cambio, se adecuaba a tales derechos, pues al gozar de completa libertad, los hombres eran capaces de servir al bien las
del
'
276
El trabajo forzoso en América Central
común;
1 1) Finalmente, el servicio personal habia sido piohibido desde la época de los reyes católicos, mientras el repartimiento era legal. Agia pudo agregar, en relación con el último punto, que la Corona, por medio de varias providencias oficiales, había permitido el servicio personal hasta mediados del
siglo.7
informada de que habia muchos españoles y también vagabundeando en los alrededores, sin oficio y deseos de trabajar, la Corona dispuso que lo hicieran, a de ganar su sustento. Varios españoles solteros e indolen-
AI
ser
muchos sin fín
indios
considerados como potenciales perturbadores del orden, fueron expulsados de las colonias y enviados en barcos con destino a España. Los indios que no estuviesen trabajando debían ocuparse en sus oficios si demostraban alguna destreza en los mismos, y, en caso contrario, en cualquier clase de trabajo que les permitiera ganarse la vida. 8 Unos meses más tarde, el príncipe Felipe dispuso que como los indios estaban resueltos del todo a no trabajar, lo cual, entre otros problemas, provocaba una escasez de alimentos, todos los artesanos indígenas debían dedicarse a su oficio y los agricultores debían comenzar a cultivar sus campos; unos y otros debían hacerlo para cubrir sus propias necesidades y las de la comunidad. Los comerciantes nativos debían dedicarse a sus actividades. Todo aquel indígena que no estuviere ocupado en una de las actividades mencionadas, debía emplearse para trabajar en los campos de otros o en las obras públicas emprendidas en los se decía en las estipulaciones pueblos. Si fuese necesario reales— serían obligados a trabajar, pero ello se haría por medio de funcionarios reales; los empresarios españoles no podían forzarlos, aun cuando los indígenas implicados pertenecieran tes,
—
en encomienda
al interesado.
Se estableció que los oidores debían hacer cumplir aquellas disposiciones legales en ocasión de sus visitas a las provincias, y tal harían en las áreas más remotas como en los poblados más grandes. Los indios recibirían una paga personal a cambio de su trabajo, y bajo ninguna circunstancia se entregarian los salarios a ios caciques, principales u otras personas que no fuesen los propios interesados. Por otra parte, el trabajo que se les requiriera debía ser moderado y cualquier violación a
o
277
El repartimiento de indios
las condiciones establecidas sería castigada duramente.^ Las órdenes reales fueron repetidas a principios de 1553, y al año siguiente la audiencia informó que la ley estaba siendo aplicada adecuadamente, con el resultado de que un mayor número de indios estaba trabajando en las haciendas. Todo parece indicar que el éxito del programa no duró mucho, pues cuatro años más tarde se mencionaba una orden enviada al virrey de la Nueva España, en la cual se hablaba del daño derivado del hecho que **los indios, por natural inclinación, son amigos de holgar". Se dispuso una vez más, por consiguiente, que en las provincias de la Nueva España, todos los indios se ocuparan en alguna clase de trabajo, no fuera que adquirieran todos los vicios comunes a los holgazanes. Los religiosos quedaron encargados de convencer a los indios del acatamiento de lo mandado, asi como lo harían los jueces en sus viajes de inspección.! i Infortunadamente, sin embargo, aun cuando los indígenas deseaban trabajar, esto no era algo que valiese la pena para ellos. El problema era similar en todas las Regiones del territorio más grande de la Nueva España. En efecto, Benjamín Keen, citando una carta escrita en 1552 por fray Pedro de Gante, dice lo siguiente: í
Fray Pedro también llamó la atención sobre los daños derivados de la nueva institución del repartimiento. Los indios de los pueblos situados dentro del perímetro de diez leguas alrededor de la ciudad de México, tenían que venir a la capital para ser contratados por empresarios españoles. Un trabajador común recibía un salario de 12 maravedíes al día. Un indio podía necesitar dos días para viajar a la capital y luego podía verse obligado a esperar tres o cuatro días para que un español lo contratase. Durante dicho tiempo, tendría que vender las ropas que llevaba encima para mantenerse vivo. Al ser contratado, recibía sus 12 maravedíes al día, de los cuales, 10 y a veces los 12, los gastaba en comida; de esta manera, el indio trabajaba por nada e inclusive había perdido sus ropas en
el trato.
^'^
primeras órdenes dictadas en relación con los vagabundos, la Corona hacía ver que tales tipos aún persistían, en especial los mestizos, quienes, por ser
En
consecuencia,
al revisar las
278
El trabajo forzoso en América Central
**una gente ociosa'*, debían ser controlados y obligados a traPor otra parte, se disponía que todos los holgazanes
bajar.
—
—
españoles, indios y mestizos fuesen concentrados juntos, en dos^tres o más pueblos. Los indios se asentarían ellos mismos, y los españoles y los mestizos serían puestos juntos. En ambos casos se daría tierra a unos y otros, para cultivarla o para dedicarla a la cría de ganado. A todos se les daría la ayuda necesaria. Como en los primeros años la gente necesitaría ayuda en cosas tales como semillas para los cultivos, y puesto que debían comer hasta llegada la cosecha de sus siembras, y necesitarían ganado y otras cosas para mantener sus hogares, se dispuso situar fondos del tesoro real, destinados a préstamos para la gente que debía ser reasentada; los beneficiarios de tales préstamos estaban obligados a reembolsarlos al cabo de un cierto período. Frailes franciscanos serían enviados a administrar los asentamientos indígenas, y algunos 'buenos'* sacerdotes harían lo propio con los de españoles y mestizos. 13 *
En
el
contexto de
la política colonial
una medida razonable. Se trataba
española, aquélla fue
inclusive de
una ilustrada hombres
política individualista, dirigida a beneficiar a los
que a menudo causaban problemas al vagar por las ya simplemente como merodeadores o bien comprometidos en causas peligrosas para la estabilidad del reino. Si ellos fuesen convertidos en ciudadanos debidamente sueltos,
provincias,
establecidos, la república sin
duda
se beneficiaría.
La Corona se ocupó por entonces, y simultáneamente, de otro aspecto del vagabundaje. Citando un decreto de 1552, en el cual se pedía a todos los ociosos radicarse debidamente, el rey puso en evidencia un abuso del que había sido informado. Se decía que la audiencia estaba obligando a un gran número de indígenas a abandonar sus pueblos, para inducirlos a trabajar en específicos proyectos de obras públicas y otras labo-
—
—
res. Pero esa gente se decía también estaba siendo repartida para servir a individuos españoles escogidos por los oídores. Dichos empresarios españoles solicitaban indios, a quienes ponían a trabajar duramente y con una paga tan pequeña que no les alcanzaba para su propio mantenimiento.
Algunos eran obligados a viajar más de 12 leguas hacia la ciudad de Santiago, dejando a sus mujeres e hijos sin comida.
El repartimiento de indios
279
A veces,
A
a su vuelta, encontraban a sus familiares muertos. de remediar tan trágicos acontecimientos, se emitió una nueva cédula, en la que se disponía que la audiencia no podría obligar a los indios, con el pretexto de disposiciones legales anteriores, a engancharse como trabajadores, a menos que se tratase de comprobados holgazanes. Por otra parte, aun los verdaderos haraganes no podrían ser obligados a dejar sus poblados, excepto para ir a pueblos de españoles que careciesen de indios para satisfacer sus necesidades. En tales casos, los trabajadores no podrían viajar más de dos o tres leguas fuera de sus hogares. Además recibirían un salario justo, a criterio de la audiencia o de uno de los justicias; y si fuere aplicable al caso, podían ser pagados por contrato o por tarea, en lugar del salario por día.i^ El siguiente año se formuló una advertencia para la cumplida observancia de la ley, pero todo parece indicar que el problema de los vagabundos y los holgazanes desapareció por completo en el distrito de la audiencia, durante las décadas siguientes. í5 fin
Un problema concomitante era el de que los artesanos nativos no deseaban continuar en la práctica de sus oficios,porque eran forzados a dejar a sus familias en sus pueblos al viajar a los establecimientos de españoles donde prestarían sus servicios. De esta manera, un carpintero prefería hacerse agricultor y sembrar cacao para estar cerca de su familia y de su pueblo. El archidiácono de León afirmaba que la coerción ejercida sobre los indios para trabajar en otras áreas no era razonable, en especial si se tomaba en cuenta que había artesanos españoles y mestizos en las ciudades españolas. Los indios, por consiguiente, eran buscados simplemente porque a ellos se les
podía pagar
mucho menos, i^
El trabajo de los indios, ya fuere trabajo forzoso sin paga alguna y encuadrado en el concepto de servicio personal, o trabajo libremente reclutado por salario (repartimiento), estuvo sujeto siempre a abusos generalizados. La Corona, aunque siguiendo irregularmente el camino entre la conveniencia y la conciencia, trató desde los primeros tiempos de regular el trabajo nativo, a efecto de reducir las penalidades del mismo. Casi todos los indios estaban sujetos a prestar sus servicios como trabajadores regulares, aunque eventualmente se apro-
El trabajo forzoso en América Central
280
en cuanto a la obligación de trabacuanto al tipo de trabajo. En 1552 se dispuso que los indios condenados a trabajar en obras públicas, no podían entregarse a empresarios españoles individuales que fuesen dueños de haciendas, plantaciones de caña de azúcar, ingenios o molinos de cualquier clase y todo tipo de obraje. Ningún indio podia ser obligado a trabajar en un oficio que no le fuere familiar; y un poco más tarde se ordenó que ninguno fuera a servir a mestizos, negros o mulatos. i^
barón
ciertas limitaciones
jar y en
Los indios muy jóvenes y los ancianos estaban exceptuados Ningún enfermo podía ser enviado a trabajar, ni el esposo cuya mujer hubiese dado a luz recientemente; como no era costumbre que las mujeres se ayudaran de las vecinas o emplearan a una comadrona, la ayuda del esposo se hacía indispendable. Si un indio podía* demostrar que tenía obligadel trabajo.
ciones insoslayables en otra parte, debía ser eximido del tra-
bajo
durante
postrimerías del
semana correspondiente. ^^ En las siglo, la Corona dispuso que los indios casala
dos y sus respectivas esposas, debían vivir en sus propios pueblos y no podían ser entregados al servicio de nadie. La ley, sin embargo, no fue cumplida efectivamente, i^
Las autoridades indígenas estaban eximidas de la obligación de trabajar, y ello hizo muy deseadas tales posiciones. Un juez español que investigaba las condiciones imperantes en Soconusco en 1571 , notó que muchos nativos de dicha provincia se las habían arreglado para evadir toda clase de servicio personal al convertirse en autoridades locales.
queño pueblo de 20
En cada pe-
indios, el juez encontró seis
En
o
siete al-
pueblo principal de Huehuetlán (**Uebetlán"), el juez aquel encontró 24 alguaciles para 120 vecinos que tenía el poblado. Además de ello, el gobernador indígena residía en el pueblo, con otros tres o guaciles, regidores y gobernadores.
el
cuatro alguaciles. 20
En una curiosa carta dirigida al rey en 1582, el cabildo afirmaba que la audiencia había asignado muchos indios para servir
a los vecinos de
la capital, situación
denó corregir posteriormente.2i Esta
clase
que la Corona orde quejas sólo ra-
1
28
El repartimiento de indios
ras veces salían de las colonias, pues casi siempre había una gran escasez de mano de obra nativa, o cuando menos era lo que los vecinos decían.
Después de las reformas dictadas a mitad del siglo, se prolongó bastante el período de ajuste a la idea de contratar mano de obra libre; después de unos cinco años, empero, la audiencia había trazado firmes directrices según la voluntad real. En cada provincia, los indios residentes cerca de un pueblo español, podían emplearse voluntariamente para proveer de leña o forraje a un hispano, para repararle su casa y de carácter rutinario; es decir, llamaba servicio ordinario. Los trabajadores debían recibir un salario de tres reales a la semana o el justo equivalente en cacao, además de las comidas. Pero ninguno debía salir o ser llevado fuera de su pueblo. Estaba prohibido que los indígenas aserraran madera, acarrearan adobes o efectuaran otras labores no permitidas por la ley. Se establecía asimismo que los trabajadores fueran pagados en presencia de un justicia y del fraile local o sacerdote a cargo de su insrealizar otras tareas necesarias lo
que
se
trucción.
Para
los trabajos citados antes se usarían indígenas residena una distancia igual a una caminata de medio día con respecto al poblado español, y recibirían el salario correspondiente al viaje de ida y vuelta. Sólo unos cuantos podían sacarse de un pueblo: de un lugar de 100 vecinos, sólo dos a la semana podían estar ausentes trabajando para un español. Si razonaban los tales regulaciones se observaran fielmente oidores los indígenas no resultarían vejados y los españoles, que sufrían por la falta de trabajadores, se adaptarían más fácilmente a la pérdida de los esclavos y el personal de servicio, así como a la reducción de los tributos.22 Todas estas disposiciones sólo serían efectivas en la medida en que una administración celosa de su deber se mantuviese vigilante, situación que a menudo no se daba precisamente. tes
—
—
Existían otros problemas sobre los cuales tenían escaso control los funcionarios reales. Se desarrolló en Santiago una inusual y abundante provisión de dinero, y ello se produjo, de modo bastante extraño, en los años que siguieron a las refor-
282
El trabajo forzoso en América Central
;
las cuales habían dado pábulo a la predicción de un colapso financiero.. Se produjo así una aguda inflación, de mo-
mas,
do que
los salarios
pagados a
los indios representaban
para
éstos escaso beneficio. El vestido y el cacao alcanzaron precios tan altos y escasearon de tal manera en el mercado local,
que
abalanzaban sobre los mismos; de igual encarecieron productos como la leña, el maíz y otros artículos de primera necesidad. Los precios habían estado sulos españoles se
modo
biendo por varios años y nada se había hecho por controlarlos hacia la década de 1550. En consecuencia, un indígena que antes se vestía él y su familia por unos 10 reales, ahora debía gastar unos 100 por las mismas cosas. El resultado fue que los trabajadores tenían que cobrar salarios más altos, a fin de sobrevivir en la sociedad de los españoles. 23 Los salarios de los indios, por otra parte, se veían reducidos todavía más por ciertas gabelas y deducciones.
Hacia 1559, la Corona se enteró que, debido a la inflación y a ios impuestos, los indígenas a veces pedían salarios tan altos que nadie podía contratarlos; como resultado de ello, ocasionalmente se interrumpió el trabajo en los campos y en los edificios públicos, con el consiguiente detrimento de la
economía de
la
colonia.
Cuando
se
presentaban tales casos,
el
presidente fijaba el salario diario que debía pagarse a los indígenas al tenor del aumento en el costo de la vida, y con el
propósito de que los trabajadores pudieran mantenerse y el trabajo se efectuara en la forma debida. Además se prohibió descontar los impuestos de los pagos hechos en concepto de salario. 24
indígenas por su trabajo, los niveles de la sociedad todos explícitamente se extendió a española, incluyendo a los altos funcionarios como los oidores; éstos, precisamente, fueron prevenidos de que se abstuvieran de requerir indios destinados a servir en sus casas sin paga alguna. Todos los indios, sin excepción, debían ser pa-
La orden de pagar a
gados de acuerdo con el
los
las tasas establecidas
por
la
costumbre y
derecho.25
Los abusos y violaciones a las disposiciones legales referidas, cometidos por funcionarios provinciales, se hicieron evidentes, pero también los
mismos jueces de
la
audiencia fueron
283
El repartimiento de indios
señalados de incurrir en conductas fraudulentas. El Doctor Mexia, según se denunció, había enviado dos alguaciles españoles a recoger una cierta provisión de pescado, obtenido éste mediante los servicios de pescadores nativos. Muchos indios fueron ocupados en dicha tarea durante toda la cuaresma y el pescado había sido transportado hasta la casa del Doctor Mexía; los pescadores, en tanto, habían regresado sin paga alguna. Durante la residencia seguida a este funcionario, algunos testigos dijeron que aquélla no había sido la única oportunidad en que Mexía había procedido de tal modo,26 Los testigos que se presentaron al juicio de residencia del más honorable de los jueces, el licenciado Ramírez, juicio seguido el mismo año, dijerori que era práctica general que los indios trabajaran voluntariamente a la semana, pero a cambio del pago correspondiente. Bernal Díaz del Castillo rindió testimonio diciendo no saber de indio alguno que sirviera contra su voluntad y sin la debida compensación. Los testigos, a menudo encomenderos, no siempre eran confiables en sus testimo-
Un funcionario informó por escrito que todos los vecinos con indios a su servicio fueron requeridos de traerlos para ser registrados, y que él pudo establecer que la mayoría de los indios había servido por cinco o seis años sin paga alguna. ** Co-
mo
—
—
no se atreescribió el funcionario gente miserable" trabajar. Y negarse a miedo de tenían paga su vieron a pedir y lo que es peor, los jueces españoles no estaban dispuestos a hacer justicia. En el futuro —escribió el funcionario— ningún español recibiría un indio a su servicio sin antes obligarse, ante notario, a pagar el salario estipulado. 28 Él teniente gobernador de Honduras fue acusado de usar indios para limpiar su **milpa de yuca'*, sin pagarles en presencia de un justicia, como lo mandaba la ley. El funcionario negó el cargo, afirmando que él tenía negros para cuidar de su milpa, y que si había usado indios había sido para reparar su casa, lo cual era permitido por la ley, en el entendido de que serían compensados. Admitió haber usado trabajadores indígenas, pero ello fue antes de optar a la posición que tenía ahora, e insistió en haber pagado a dichos trabajadores. En cuanto al mandato de pagar ante un justicia, dijo que el mis-
mo
era aplicable sólo a los encomenderos. 29
284
El trabajo forzoso en América Central
En 1574, la Corona ordenó a la audiencia no hacer cambio alguno en cuanto a la costumbre de que los pueblos aledaños dieran indios para servicio a los vecinos de Santiago, por lo cual se pagaría cuatro reales a la semana a cada trabajador, más las comidas. 30 Como la ley permitía que los indios fuesen distribuidos en los proyectos de obras públicas, los españoles continuaron abusando de la concesión y usándola como pretexto; en tal sentido, se usaban indios para trabajar en las sementeras y en otras tareas diversas, pagándoles la insuficiente suma de cuatro reales a la semana, sin comidas y sin otro tipo de consideraciones. Reconociendo que los indios no podían vivir con tales jornales de hambre y mantener además a sus familias, la Corona ordenó que tal práctica se corrígiera.^i En respuesta a las investigaciones seguidas por el oidor, licenciado Diego García de Palacio, los testigos dieron una versión diferente sobre el trabajo indígena. Estuvieron de acuerdo en que la audiencia tomó las medidas necesarias para que los trabajadores estuvieran protegidos, tanto como lo hicieron algunas veces los mismos españoles. Uno dijo haber visto indios del valle que, al ser contratados para trabajar la semana en Santiago, habían recibido anticipadamente su pago. Trabajadores calificados eran pagados a razón de un real al día, o sea seis reales a la semana, mientras los menos diestros recibían cinco reales a la semana. Además de ello, los trabajadores recibían comida y eran bien tratados, aun cuando se presentaran tarde a sus labores. Los testigos declararon que todo lo anterior había sido acordado con anticipación. Otras personas más confirmaron tales aseveraciones casi al pie de la letra, lo que las hace más bien sospechosas. Afirmaron además que los convenios de
muy ventajosos para los indios y sus famihas, porque, como éstos eran "ociosos por naturaleza** y no deseaban trabajar, obtenían todo lo necesario para vivir y pagar sus tributos; no se dejaba sin mencionar, asimismo, la instrucción religiosa que recibían y que les permitía vivir como buenos cristianos, hacer caridad y aprender a temer a Dios.32 trabajo eran
Fray Gómez de Córdova nos dice que se dictaron varias medidas al analizar y regular el servicio personal, incluyendo una en la que se mandaba a los corregidores abstenerse de or-
—
El repartimiento de indios
285
denar que los indios trabajaran por sólo cuatro reales a la semana, por "amistad" o por cualquiera otra razón. 33 Los convenios o arreglos de trabajo se hablan empeorado aún más hacia 1587, y ello puede notarse por las intrucciones giradas al Presidente Mallén de Rueda, a efecto de averiguar quiénes se dedicaban a maltratar a los indios al forzarlos a trabajar a cambio de nada. 34
En
ocasióneselos casos se trataron
como en
las
primeras dé-
Por ejemplo, en 1591, se entabló proceso contra el encomendero Diego de la Barrera, a quien se acusaba de obligar cadas.
a los indios de su pueblo de encomienda, llamado Zambo, a acarrear leña y forraje para sus caballos y muías; se decía que a las mujeres las obligaba a servir como ** molenderas*', o sea a moler el maíz consumido por él y su gente; aún los alguaciles nativos eran forzados a recolectar chile, tomate, fruta y miel, en tanto otros cuidaban de los cabalios y muías de Barrera. Nadie recibía compensación alguna por dichos trabajos. Otros indígenas más se decía en las acusaciones eran obligados a atender los cultivos de algodón por una paga ínfima. Si los nativos no proporcionaban el forraje, maíz,
—
huevos, pescado y todo lo que se les pedía para Barrera y sus criados, eran encarcelados o recibían otras sanciones. Tres indígenas se usaban diariamente para el cuidado de los caballos y muías, sin recibir pago alguno. El encomendero usaba tamemes, a los que tampoco se pagaba. Si las autoridades locales indígenas no proporcionaban los cargadores y sirvientes. Barrera los llamaba **cabrones'* y usaba otros epítetos similares.
En general se le acusaba de insultar a su gente y de difamar a honorables mujeres y hombres que cumplían con los preceptos de la Iglesia. Se decía que golpeaba a hombres y mujeres indígenas y en una ocasión apuñaleó a un hombre. Una vez simplemente agarró a una muchacha indígena y la llevó a servir a su casa. Don Domingo Alvarez, un indígena principal, declaró que seis o siete indios traían diariamente las provisiones del encomendero. Cada uno de estos ** guapetones'* traía diariamente 30 pepitas de cacao, un huevo, varios camarones y una pequeña canasta de maíz para las tortillas. Ningu-
286
El trabajo forzoso en América Central
no era pagado por tales cosas. Finalmente, Barrera fue acusado de vender licor a sus indios de encomienda, incluyendo a las autoridades.35 Aunque tales procedimientos
prácticamente constituyeron durante muchos años, el rey juzgó necesario subrayar, hacia finales del siglo, que ningún español podia recibir los servicios de un indio sin declarar previamente que le pagaría por ello y que estaba dispuesto a cumplir su palabra, 36 Parece ser que, gradualmente y a lo largo de los años, el pago del trabajo indígena llegó a ser la norma, cojí las consiguientes excepciones obligadas. En un documento de 1598 se declaraba que los trabajadores indígenas estaban siendo debidamente pagados y que si alguien no recibía su salario podía quejarse. Si las quejas resultaban justas, el interesado recibiría su pago y el empresario sería castigado. 37 El presidente de la audiencia informó al rey en 1563, que los indios residentes en el valle de Santiago trabajaban en las sementeras cercanas y se^ dedicaban a reparar casas, pero, en ningún caso, se les'destinaba a otros trabajos en lugares distantes. Quienes vivían más cerca de la ciudad efectuaban el servicio ordinario, y quienes vivían en los pueblos situados a unas diez leguas trabajaban en campos ubicados unas cinco leguas de Santiago, es decir, a mitad del camino hacia dichos nadie tenía que viajar pueblos. Con este sistema se decía lejos, y no era necesarío que un indígena tomara un turno más de dos veces al año.38 Estos arreglos esencialmente razonables, están, sin embargo, en marcado contraste con el cuadro trazado para la provincia de Soconusco, ocho años más tarde. De acuerdo con un investigador, aquí se ocupaban maceguales, durante todo el año y por tres días a la semana, en trabajos para la comunidad; los tres días restantes de la semana, los destinaban a sus propios trabajos, a fin de disponer de los necesarios recursos para pagar los tributos. Los nativos de dicha región, además de pagar los tributos a la Corona (en lugar del encomendero), también debían contribuir con cacao a la comunidad. Aquellos que eran demasiado pobres, que carecían de bienes o los tenían muy escasos, también debían trabajar por dinero para sostener a sus familias. Como resultado de todo ello, los indígenas se mantenían constantemente ocupados para satisfacer sus necesidades elementales. la ley
—
—
W
El repartimiento de indios
Un juez visitador pidió la abolición del servicio personal prestado por los maceguales cada semana, pero, al mismo tiempo, ordenó que ninguno de ellos fuera exceptuado del servicio de construcción de la iglesia y de otros edificios públicos, y tampoco del trabajo en las milpas de la comunidad. Con todo, el juez estimaba que, al organizar y rotar los servicios en los diferentes proyectos públicos, se podia conseguir que ningún indio contribuyese con más de seis dias al año en trabajos para la comunidad. 39 Las obligaciones laborales llegaron a regularizarse más y el sistema de repartimiento de indios llegó a establecerse de manera más firme, siguiendo asi la práctica observada en la Nueva España. Bajo tal sistema los pueblos fueron obligados a contribuir regularmente con indios destinados al trabajo comunal, y los maceguales podían les por períodos determinados.
así ser
enviados a los españo-
Un ejemplo de lo anterior puede observarse en el llamamiento de trabajo para el pueblo de Chamula, en Chiapas, el cual estaba escrito en náhuatl en su mayor parte. Juan de la Tovilla, teniente general de alcalde y justicia mayor de Ciudad Real y sus provincias, ordenó al gobernador indígena, a los alcaldes y a los principales del pueblo de Chamula, que se dieran a Pedro Ortes de Belasco, un vecino español, ocho indios naborías para trabajar en sus campos, a quienes se pagaría cuatro reales a la semana, según las instrucciones del cabildo de la ciudad. En caso de no proporcionar los trabajadores, las mencionadas autorídades indígenas serían sancionadas con una multa de diez tostones. otro caso similar, Paulo Cota Manuel, alcalde mayor de Ciudad Real y sus provincias, ordenó a los alcaldes de Chamula que enviaran seis indios a un español que necesitaba re-
En
parar su casa. Cada trabajador recibiría un tostón a la semana, que era el salario acostumbrado. Los indios serian registrados para el trabajo el siguiente lunes, y en caso de incumplimiento los alcaldes pagarian una multa de diez pesos oro y se enviaria un alguacil español para hacer prisioneros a los alcaides, cargándose a estos mismos los costos consiguientcs.-w
288
El trabajo forzoso en América Central
Pese a las frecuentes advertencias de la Corona y de la audiencia, los abusos más extremos continuaban incontrolables. En 1581 se informó que un grupo de indios de Honduras había sido obligado a viajar al lugar donde trabajaría y que la caminata de ida y vuelta había tomado 12 días, a los cuales debían agregarse los ocho que debían trabajar. ñn de cumplir, los afectados debían abandonar a sus mujeres e hijos por 20 días, dejándoles en muchos casos en la más completa indigencia, ^i
A
Otro abuso más se ilustra por la comparecencia ante la audiencia de dos indígenas regidores y principales del pueblo de Ystapa, quienes presentaron una queja en la que se decía que el dicho pueblo, tenido en encomienda por Luis Destrada, estaba situado en las tierras bajas, a siete leguas de Ciudad Real de Chiapa. Aunque la ley claramente establecía que sólo los pueblos situados a una distancia de cinco leguas de un establecimiento español estaban obligados a proporcionar trabajadores para el servicio ordinario, los justicias españoles habían presionado a los comparecientes para que enviaran indios a Chiapa, cada semana. Éstos se enviaban, cada ocho días, de la tierra caliente al frío altiplano, lo cual hacía que tales trabajadores (tequitines) se enfermaran. El viaje a la ciudad les tomaba dos días. Se dio una orden para que en el futuro no se pidieran indios de Ystapa para trabajar en la ciudad por medio de ninguna clase de repartimientos; y que, además, dicho pueblo no fuese molestado más. Si el trabajo era realmente necesario se debía procurar en los pueblos cercanos, y cualquiera que violase tal disposición sería multado con 200 pesos. 42 Más o menos por la misma época, los frailes de Guatemala abogaron por que se limitaran las distancias a recorrer por los trabajadores indígenas, pero no precisaron cuáles debían ser tales distancias. ^3
Durante los largos períodos de trabajo, los hogares de los indios y sus efectos personales solían perderse. Las ausencias prolongadas significaban el virtual abandono de sus familias,
mucha frecuencia ocurría que tanto el marido como la mujer acababan por tomar sus propios amantes. Un funcionarío de Honduras, consciente del daño ocasionado, ordenó que todos los indios casados se juntaran y se reunieran en y con
^
El repartimiento de indios
289
los pueblos donde debían permanecer. Ello resultaba mejor para la propia conservación de los nativos —afirmaba el refe-
rido funcionario— porque en pueblos
donde antes hubo cien no quedaban más de cinco o seis de ellos. En 1576 la Corona fue informada que durante las largas
indios,
ausencias de los maridos, las mujeres a veces caían en actos pecaminosos en sus mismos pueblos. Sin embargo, el esposo no tenía otra alternativa que dejar el pueblo para trabajar. Si no cumplía con presentarse al trabajo en los lugares asignados, cada lunes, los alguaciles eran enviados a |)uscarle y era azotado y rapado, constituyendo éste el último de los vejámenes. El principal problema era que a menudo los hombres irabajaban muy lejos de sus propios pueblos como para regresar los domingos, que era el único día libre. La ausencia del hombre
de la casa, despertaba la malicia de los mulatos y mestizos, quienes de cuando en cuando incursionaban en los pueblos y violaban a las esposas y a sus hijas. De esa manera, una vez más, en 1605, se ordenó que todos los indios regresaran a sus pueblos y se les dejara solos.
Aunque muchas de las violaciones ocurrían en regiones nfiás bien aisladas, lejos del control de la audiencia, la capital misma no estaba libre de tales transgresiones. Todavía en 1593, y otros funcionarios de los pueblos de Malacatepeque y Aguacatepeque, se quejaron de que se les exigían de cuatro a seis hombres cada semana, para las cuadrillas de trabajo de Santiago. En el pasado no se les había obligado a contribuir con trabajo para la capital, porque sus pueblos estaban muy distantes. Además, su gente vivía en tierra caliente, mientras Santiago era tierra fría, y, por otra parte, eran cultivadores de cacao, un producto por él que pagaban altos los caciques
tributos. les contestó que como Sancon tantos españoles asentán-
El presidente de la audiencia tiago habia crecido tan aprisa,
dose continuamente, había necesidad de más trabajadores indígenas, pues muchos españoles carecían por completo de indios. En consecuencia, recientemente se habia dispuesto pedir a los pueblos más distantes que contribuyeran con trabajo. Agregaba el funcionario mencionado, que los pueblos en cuestión en realidad estaban sólo a cuatro o cinco leguas, lo
290
El trabajo forzoso en América Central
no era "muy distante", como uno de los caciques afirmaba. Por otra parte decía los pueblos de Malacatepeque y Aguacatepeque no estaban produciendo cacao. cual
—
—
Alonso de Bargas Lobo, sindico procurador, al tratar de uso de aquellos hombres para el servicio personal, hacía ver que otros indios llegaban a Santiago procedentes de tierra caliente y no se enfermaban por ello, ni morían. Algunos viajaban cubriendo distancias de más de siete leguas, y Malacatepeque sólo estaba, cuando mucho, a cinco leguas. De modo agregaba que los quejosos no tenían buenas excusas y
justificar el
—
—
estaban obligados a servir. Con respecto al cacao, afirmaba que aquellos indios no producían mucho, y sus cultivos, en todo caso, no requerían mucho de su tiempo y cuidado. El procurador pedía que se exigiera a los indios querellantes seguir dando ''servicio personal" cada semana. Esto indica claramente que, en 1593, el servicio personal, supuestamente abolido desde mucho tiempo atrás, era equiparado al trabajo
de repartimiento. ^5
En una investigación reahzada en 1598, con referencia a una orden dada por el presidente Landecho muchos años antes, un testigo dijo que las condiciones de trabajo para los jornaleros (pagados por día) y para los indios que prestaban el hecho muy tolerables debido a pueblos vecinos estaban sólo entre una y seis leguas de Santiago, y era raro que un indio viajara a distancias más largas. Y como los pueblos se dividían para prestar el servicio ordinario, formando tandas y haciendo turnos, no había problema para nadie. Cada quien trabajaba tres días semanales por un salario, y no se trataba de un trabajo difícil, pues consistía en acarrear una carga de leña o de zacate, llevar agua, y otras simples tareas diarias. Otros trabajaban en la construcción de edificios y casas, en la reparación de las mismas, en hacer corrales o trabajar en haciendas. El testigo afirmaba que los indios siempre eran pagados por su trabajo.46 servicio ordinarío, se habían
que
los
Por otra parte, y usando otros procedimientos, la Corona emitía leyes enderezadas a proteger a los indios en su trabajo. Los males fisicos, que aquejaban a los indios venidos de las
húmedas
tierras bajas
conocimiento de
la
a los
fríos altiplanos,
fueron hechos del
Corona desde una fecha muy temprana
y,
El repartimiento de indios
291
asi, en 1538, se decretó que los indios no fuesen llevados de un clima extremo a otro.^7 La ley se repitió en 1550, junto con una advertencia para que los indios no llevaran cargas fatigosas o fuesen maltratados en cualquier otra forma, de palabra o de hecho.48 El grado en que todas estas regulaciones fueron ignoradas por aquellos llamados a cumplirlas, se puede apreciar en las muchas cédulas similares dictadas en las décadas siguientes. Si bien fueron nombrados funcionarios especiales con títulos rimbombantes y presuntuosos, como el de ** Protector de los Indios", comenzando con Bartolomé de las Casas, tales hombres, por lo general de nobles sentimientos, sólo tuvieron un éxito parcial en cuanto a aUviar las condiciones de
los indios.
Un problema persistente a lo
largo de la segunda mitad del escarnio y la burla descarados de que se hizo objeto la legislación por los funcionarios más altos. De un oidor, el doctor Mexia, se decía que durante sus visitas a ciersiglo
XVI, fue
el
impartía órdenes para que, a fin de cumplir las obligaciones tributarias, la mitad de los maceguales trabajatos pueblos
en las sementeras, en las haciendas o en las plantaciones de cacao de sus encomenderos, lo cual debían hacer tres veces al año. Debían trabajar tres días a la semana cada vez, y aunque se suponía que el encomendero debía pagarles, el salario era de sólo un real para cada uñó, por los tres días. Esta era una grave injusticia, pues en el lapso de los tres días el indígena necesitaba dos- pesos para mantenerse él y su familia. Y algo peor aún, la referida obligación implicaba, para algunos, cubrir una jornada de diez o doce leguas a la propiedad del español.49 ra
Más de 20 años el servicio
después de promulgada la ley que prohibía personal, la práctica seguía siendo estimulada por
Pedro Pacheco, el gobernador español de Soconusco, bajo cuya gestión los maceguales eran forzados a trabajar cada semana.50 En las áreas más cercanas a Santiago, la sede del Gobierno, los indios parecían ser mejor tratados comparativamente, al tenor de la ley. En los años 1570, la audiencia informó que los maceguales estaban trabajando los campos, arreglando los caminos públicos y empedrando las calles, mientras las mujeres cuidaban de los hijos de los españoles.
2^2
El trabajo forzoso en América Central
Según los oidores, todo el trabajo prestado era voluntario y remunerado. Agregaban dichos funcionarios que para los indios era necesario vivir entre los españoles, pues de este modo podían mantenerse ellos mismos, dado que su haraganería no 4es dejaria hacerlo de otra manera.^i
Hay. no obstante, cuadros diferentes trazados por otras personas. En un "siniestro** informe a la Corona, formulado con el consejo de los dominicos, unos indios del Barrio de Santo Domingo; cerca de Santiago, se proponían convencer a la corte sobre la conveniencia de introducir modificaciones legales al servicio personal y al régimen de los jornaleros que según se decía afirtrabajaban en los campos. Los indios maban trabajar a la fuerza y sin remuneración. El procurador de Santiago negaba tales extremos e insistía en que los trabajadores eran bien pagados, aun antes de empezar sus labores, y decía que sin tales peones jornaleros los campos no podían
—
—
—
—
se ameAhora continuaba el procurador naza con suprimir el uso de tales trabajadores, **como si hubieran peones españoles para tomar su lugar, disponibles para llenar las plazas, como en España**. El procurador advertía luego que más frailes irían a España a tergiversar la situación de los vecinos.52 ser cultivados.
El presidente Francisco Bríceño, gobernador de Guatemala de 1 564 a 1 569, fue acusado de violar la ley al enviar a un español al pueblo dc^amayaque, con el encargo de contar a los indios para la tasación de sus tributos. En vez de ello, sin embargo, el español llevó a los moradores a un lugar situado a la orilla del río, a seis leguas de distancia, donde les exigió agarrar una gran cantidad de peces tepcmcchincs, bagres y de otras clases— para ser trasladada a espaldas de los maceguales. En el transcurso de la operación los indios fueron obligados a abrir un tosco camino, lo que por si solo requirió un gran número de trabajadores. Todo ello fue hecho contra la voluntad de los caciques y principales del pueblo. El camino no era necesario y sirvió sólo para aquella expedición pes-
—
quera.
Varios testigos afirmaron que sólo la apertura del camino demandó el trabajo de 400 hombres durante ocho dias, después de lo cual éstos invirtieron otros dos o tres días
citado
293
El repartimiento de indios
cogiendo Briceño.
los peces,
que luego fueron llevados
al
licenciado
Además, muchas mujeres fueron forzadas a
trabajar en las chozas construidas en las orillas del río,
ir
para
donde
se daba de comer a los trabajadores. El hombre de Briceño también tomó una gran cantidad de gallinas, tortillas, maiz, forraje para los caballos, con lo cual resultaron afectados muchos más indios. Otros trabajadores fueron obligados a cargar el equipaje de los españoles. Por todo este trabajo los indios no recibieron nada en pago y ello fue hecho —se sostenía en las acusaciones con el conocimiento y complicidad del gobernador, quien se abstuvo de castigar a su agente por los excesos cometidos. Pero, ciertos o exagerados los cargos sobre este grave abuso del trabajo de los indios, la verdad es que Briceño fue absuelto de los mismos. 53
—
£1 aumento de la población española fue concomitante con
de la población nativa, debida ésta principalmente a las devastadoras plagas. Conforme aumentaba la demanda de comida, la mano de obra disponible decrecía, con la consiguiente escasez de provisiones y la resultante seria inflación. La audiencia comunicaba, en 1559, que debido a los altos precios del maíz, el trigo y otros artículos de primera necesidad, era menester habilitar nuevos sitios de producción. Como la región en torno a Santiago era estrecha, y la capital atraía un gran número de ociosos, los jueces proponían que, en las afueras de Sacatepéquez, a cinco leguas de Santiago, se dieran tierras vacantes a los agricultores españoles, para cultivarlas y fundar un pueblo. Igual cosa debería hacerse en los terrenos baldíos cerca de Copanabastla, a mila drástica declinación
tad del camino entre Santiago y Chiapas. Ambos sitios y sus climas, eran aún mejores que los de la capital. Se hacía sentir la gran necesidad de un asentamiento en el camino a Chiapas para beneficio de los viajeros, y la tierra, además, era muy fértil.
para el avance pues no había poblados cercanos a las ciudades sugeridas, y los indios de los contornos estaban abandonados. Al mismo tiempo, los asentamientos españoles permitían la extensión de la religión, la justicia, la atención médica y otras cosas necesarias. La Coro-
Por otro lado,
los pueblos eran importantes
del cristianismo y el
buen orden de
los nativos,
El trabajo forzoso en América Central
294
na estuvo de acuerdo. 54 Nuevos asentamientos significaban también repartimientos de los indios de ios alrededores, quienes resultaban asi afectados. Mas ésta era la forma general de trabajo que prevalecia, y bajo tan amplia categoría se cumplía una gran diversidad de tareas. ^^ Los aspectos miserables del sistema de repartimiento fueron descritos por el oidor Zorita
como
sigue:
v*
"Sacan de sus casas cuando van á estas obras ó trabajos unos bollos ó tortillas de maíz para todo aquel tiempo, Al tercero ó cuarto día se les enmohecen ó se les avinagran, acedan ó pudren las tortillas» se paran secas como tablas, y aquello han de comer ó morir; y esto les falta, como está dicho, por no poder llevar lo necesario por su pobreza; otros por no tener quien se lo aderece. Van á las heredades y á los demás que está dicho, hácenlos trabajar desde el alba hasta después de anochecido con los fríos destemplados de la mañana y tarde, que hace vientos y tempestades, sin tener más refrigerio que aquellos bollos podridos ó tortillas secas, y aun de esto no se hartan. Duermen en el campo, en el suelo, desnudos, sin ningún abrigo, y aunque quieran comprarlo de su más que triste y miserable jornal para comer, no pueden, porque no se lo dan hasta que los despiden. Al tiempo de encerrar el pan, habiendo trabajado todo el día, hócenles llevar el trigo o maíz á sus cuestas, á cada uno una hane-
y después hácenles acarrear agua, barrer la casa, sacar la basura, limpiar la caballeriza, y al cabo no les pagan por entero su jornal, porque no les falta que argüHles ga,
para
y para quedarse también con
la manta: y aconcon que llevan agua á casa de su amo por hacérsela vaciar en el camino, y se lo cuenta en el jornal el que se ha servido de él; y así va á su casa, harto de trabajar, y sin paga y sin manta, y ha puesto la comida de su casa, vuelven transido de hambre, ello,
tece quebrarles otros el cántaro
quebrantados,
tristes, afligidos,
descontentos
y descon-
tantas veces, que nunca cesa pestilencia entre ellos, porque como llegan á sus casas, desmándase con la hambre que traen, demás que ya viene desconcertados, y certados,
y
El repartimiento de indios
295
dáies cámaras ó otro mal que fácilmente y presto los acaba; y se acabarán presto del todo, si con tiempo no se po-
ne en
ello
remedio J^*
* Tomado del original en español, Alonso de Zorita, Breve Rdación de los Señores de la Nueva España, Edit. Salvador Chávez, México, 1941, pp. 165-6. N. del T.
?t-"
..tp
11
Variedades de trabajo forzoso 1550-1600
A pesar de ciertos cambios en las relaciones laborales, se registra
una marcada
persistencia de
muchas de
las
variedades
postconquista, a todo lo largo de la segunda mitad del siglo XVI. Empero, las crecientes comunidades de españoles demandaban un número cada vez mayor de trabajadores
de
la
diestros, y asi los convenios laborales se hicieron
un poco más
formales.
Trabajo por contrato
Ya en la década de 1540, se registra una paulatina incorporación individual de los indígenas en el sistema de contratos de trabajo, celebrados con los españoles para periodos determinados; estos periodos podian cubrir semanas o años, según Los términos de los convenios eran registrados en por un notario, ante quien comparecían los Principales, conjuntamente con los testigos. El acuerdo de las partes se refería a la duración del trabajo, el tipo del mismo y la remuneración. Por lo general el empleador español se comprometía a proporcionar la comida y bebida del trabajador, y a menudo un cuarto si se trataba de servicio doméstico. De manera invariable, se establecía que el trabajador debía los casos.
detalle
ser bien tratado.
Los salarios variaban, naturalmente, según los años; pero, sobre éste y otros aspectos, la información más a mano aparece en los libros de protocolos, que van de 1570 en adelante. En 1572, para poner un ejemplo, un indio se comprometía a efectuar trabajos generales por sólo tres tostones al mes (un tostón equivalía a medio peso) y su comida, i Pero el año 1583 ofrece una situación un tanto más compleja. Un indio contra-
2%
2
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
297
tado (*'en servicio e soldada'') por un alcalde mayor para **hacer lo que se le habla dicho", recibía una paga de 32 tostones al año; otro más, contratado para servicio general, recibía 50. Un indio que se comprometía a pescar y a hacer y reparar redes de pesca, durante un período de dos años, era mejor pagado: obtenía 84 tostones al año y su comida.
Los arrieros a menudo aceptaban contratos por siete meses (por lo general durante el verano), y los salarios, en 1583, variaban de ocho a doce tostones por el citado período, más la comida. Alguien contratado para conducir un patacho de mulas en viaje de ida y vuelta a la ciudad de México, durante siete meses, recibía comida, bebida y diez tostones al mes. Pero un ladino no pagado justamente, sólo ganaba 60 tostones al
año.
Los indios que eran contratados como vaqueros para las estancias de los españoles, en 1583, ganaban de 50 a 75 tostones año, a veces incluyendo las comidas. 3 En la misma época, hermano de un indígena alguacil, hablante de náhuatl, aceptó trabajar un año en una panadería a cambio de su comida y 42 tostones. 4 Otro más tomó un trabajo como agricultor en una sementera de trigo, por sólo 40 tostones al año, además de su comida y bebida. 5 Cinco años más tarde, un indio aceptó trabajar un año en la desagradable ocupación de hacer añil en el obraje de tinta de un español, por tan sólo 70 tostones;^ y un arriero ladino, en 1592, todavía recibía sólo 12 tostones al mesJ Sin embargo, en 1595, un sastre indígena firmó un contrato por seis meses, con una buena remuneración equivalente a 16 tostones al mes.8 al el
Debe hacerse notar que los no-indígenas también se enganchaban con el mismo tipo de contratos. En 1583, un mestizo aceptó trabajar un año en una estancia y en una pesquera, por 40 tostones al año, pagaderos éstos en tres tantos iguales.9 En 1572, un mulato suscribió un contrato por dos años, y recibiría su comida más cinco potros cada año, en concepto de remuneración.! o En 1592, un joven mulato libre, de 16 años, aceptó trabajar durante la estación del añil (del 20 de junio al último de septiembre), por la apreciable suma de 15 tostones al mes.ii Asimismo, un cierto número de españoles también se enganchó para las mismas clases de trabajo
298
El trabajo forzoso en América Central
mencionadas antes; y algunos de ellos eran vecinos y no precisamente vagabundos. Por lo general, los españoles como éstos, ganaban más que los indios; pero a veces la diferencia no era muy grande. En 1583, un vecino español aceptó un contrato por el cual estaría en servicio por dos años, a cambio de sus comidas y 50 tostones anuales. 12 Como todos los demás, los españoles eran obligados a cumplir sus contratos. El mismo año mencionado en último término, un vecino español se enganchó para trabajar en un obraje de añil, por 13 tostones al mes, y otro más aceptó trabajar en un obraje de tinta, durante cinco meses, a cambio de comida, bebida y 10 tostones al mes. 13 Un español se empleó como vaquero, por dos meses, para ayudar a herrar y capar ganado en una estancia, recibiendo por ello, su comida y 13 tostones al mes.
Otro más, en 1583, suscribió un contrato para hacer diverun notario, con una remuneración de 80 tostones al año, más un potro, i^ Hacia 1598, los salarios parecían haber subido en términos generales, pues un arriero español que conducía las muías de un comerciante recibía 200 tostones al año, más comida y bebida. 15 sos trabajos para
Las mujeres indígenas también estuvieron dispuestas a trabajar por contrato, por lo regular en las casas, y si bien esto les significaba disponer de alojamiento, la paga, sin embargo, era muy baja. Se dio el caso de una viuda, por ejemplo, que al parecer no recibía sueldo alguno: en 1583, aceptó servir por un año a cambio de su comida, su ropa y otras necesidades, pero no se menciona el salario, i^ Otra mujer, abandonada por su marido, se empleó el mismo año, con su hija de 10 años, para criar ñiños en un hogar español; a veces tenía que servir chichigua (encargada de amamantar a un menor). Los salarios eran de tres tostones para la mujer y un tostón para la niña, más su comida. 17 Para citar un caso más: 15 años más tarde una mujer indígena aceptó servir a un comerciante por dos años, con el sueldo de tres tostones al mes.is
como
Las parejas indígenas con frecuencia se enganchaban conjuntamente. Usando de nuevo el año 1583 para propósitos de comparación, se puede citar el caso de un hombre y su esposa que entraron al servicio de un hacendado español, por seis meses, y con un salario combinado de 35 tostones por todo el
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
299
período del contrato. El esposo arreaba muías y la mujer hacía el chocolate y la comida y otros quehaceres de la casaJ9 Otra pareja indígena estaba un poco mejor, pues ganaba 1 10 tostones por el año de servicio, más comida y bebida. 20 Un convenio financiero diferente se registra el mismo año, en el cual la pareja recibiría comida y bebida; pero la mujer ganaría además, cuatro tostones al mes, mientras el marido recibiría sólo tres. 21 En 1592, los salarios para parejas todavía permanecían bajos. En un caso determinado, el esposo aceptó arrear muías, mientras la mujer haría las tortillas y el chocolate, ganando ambos 54 tostones en un período de seis meses.22
En
1596,
un hombre ganaba cinco tostones
al
mes y su mujer
recibía tres. 23
Era común encontrar niños mdígenas trabajando en hogacomo sirvientes, en un arreglo que probablemente beneficiaba a ambas partes. Dada su calidad de menores, eran representados por uno de los padres o por un tutor en caso de ser huérfanos. El tutor era, por lo común, un hermano o hermana mayor, una tía, un tío u otro pariente. Ocasionalmente un funcionario español desempeñaba tal función. No era raro ver a una muchacha de seis o siete años colocada en un hogar hasta alcanzar la edad casadera, es decir, hasta los 13 ó 14 años, en que recibía una modesta suma en efectivo, a manera de dote, para poder encontrar marido. Durante el tiempo citado, la familia española en cuya casa servía la muchacha, le daba cuarto, comida, ropa, trato amable y cuidado en caso de enfermedad. La instrucción religiosa, además, era responsabilidad de la familia. Un muchacho a menudo servía en una familia española en la misma forma, a fin de cubrir sus necesidades perentorias. Se trataba de un arreglo razonable, en el cual, al parecer, no se producían abusos de los españoles. En especial resultaba conveniente para huérfanos o jóvenes indígenas descuidados por sus padres. En 1583, una niña de siete años fue puesta a servir por sus progenitores en la casa de una mujer española, por un período de dos años; durante el primero, la muchacha recibiría lo estrictamente necesario para cubrir sus necesidades básicas; pero el segundo año recibiría, además, la suma de 12 tostones.24 Una niña ladina de ocho años, que había sido res españoles
300
El trabajo forzoso en
la
América Central
criada por una señora española, entró a trabajar en una relación más formal y con un contrato de seis años, lo cual le permitiría alcanzar la edad casadera. La muchacha recibiría cuarto, comida, ropa y cuidados; pero obtendría también la suma de 40 tostones, que se le entregarían a la edad de 14 años, para su dote. 25
En otro ejemplo, una indígena viuda dejó a su hija con una familia por espacio de un año, durante el cual la muchacha más
un tanto Es posible que en un poco mayor y debiera por lo mismo realizar más trabajo que otras niñas de menos edad. Una ladina de 15 años se empleó para trabajar durante tres años, a cambio de lo necesario para satisfacer sus necesidades, más 60 tostones al final de dicho período.27 Menos afortunada resultó una huérfana de 12 años, quien se comprometió a trabajar por un período de seis años, al final de los cuales recibiría 50 tostones. 28 En 1575, otra **indiesuela** de siete años, fue entregada por su padre, bajo contrato, para ganar 12 tostones por el servicio que ella prestaría en una casa. En 1596, no obstante, una muchacha de 10 años fue colocada en un hogar por su padre, para servir durante tres años, con una paga de sólo 10 tostones anuales. 29 Se puede observar fácilmente cómo los españoles, por medio del sistema aludido, podían tener pequeños sirvientes en la casa a casi ningún costo; sin embargo, yo me inclino a creer que ésta era, quizás, la forma menos onerosa del trabajo indígena. Los niños sin hogar, en especial, tenían pocas oprecibiría lo indispensable
para
vivir,
el salario,
más
justo, de 25 tostones al final del año.26 este caso, sin embargo, la muchacha fuese
ciones.
Los arreglos de trabajo para muchachos indígenas, fueron similares. En 1583, un funcionario español que actuaba como tutor, colocó a un huérfano de siete años para servir por un período de cinco años. El muchacho recibiría cuarto, comida, ropa, buen cuidado y evangelización o doctrina, además de 40 tostones en efectivo al finalizar el contrato. 30 En 1589, un huérfano de 11 ó 12 años entró a servir por un período de seis años, a cambio de lo indispensable para sus necesidades básicas y una suma en efectivo de 100 tostones al final del período contratado.31 Los anteriores son ejemplos
muy
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
Asimismo,
301
daban casos de acarreando leña o realizando otras tareas; se trataba de muchachos de ocho años o edades similares, cuando menos en Verapaz.32 bastante
representativos.
muchachos que trabajaban
se
sin contrato,
Finalmente, siempre habia algunos aprendices trabajando oficios. En el caso de este "servicio de aprendiz'*, los muchachos indigenas vivían y trabajaban con artesanos espauloles por períodos en los cuales se esperaba que aprendieran el oficio, en un arreglo muy semejante a los programas para aprendices que existían en Castilla y otras partes de Europa. Además de cuarto, comida, cuidado y buen trato, los muchachos recibían la doctrina y otras enseñanzas religiosas. De ordinario el aprendiz indígena también obtenía su ropa, aunque, al parecer, no recibía paga alguna, pues el cuidado y el entrenamiento se consideraban como un pago adecuado por su trabajo. Al final del período de aprendizaje, los muchachos por lo general recibían herramientas, ropa y acaso una pequeña suma de dinero.
en diferentes
Un contrato bastante viejo, de 1544, muestra que un indígena aceptó servir a un sastre por un período de tres años, a fin de aprender el oficio; recibiría cuarto y comida, además de 10 pesos de minas al año; pero seguramente se trataba de un adulto. 3 3 En lo que era probablemente un arreglo más típico, un contrato de 1567 se refiere a un muchacho aprendiz de 14 años, que se comprometió a servir a un herrero por un período de cuatro años; al final de éstos, el muchacho un poco de ropa que incluiría una gabacha, pantaloambas prendas de materiales domésticos, así como un sombrero, zapatos y dos camisas. 34 En 1595, un muchacho de 12 ó 13 años, que ya por entonces tenía cierta capacidad como ayudante de sastre, fue a trabajar con un maestro de sastrería, por espacio de sólo un año, a cambio de su comida y bebida, más un pago final consistente en pantalones, una capa, dos camisas y un sombrero. Aunque se trataba
recibiría
nes, hechas
de una persona con bastantes conocimientos en
el oficio, al
parecer no recibió salario alguno. 35 De esta manera, los muchachos indígenas aprendían oficios y de modo complementario adquirían otras enseñanzas impartidas por reli-
El trabajo forzoso en América Central
302
gíosos. Asi, al final del siglo XVI, existia un apreciable grupo de artesanos indigenas debidamente entrenados en los tradi-
cionales oficios europeos.
Los resabios de
la esclavitud
Después de su liberación, los esclavos solían congregarse, generalmente, bajo el cuidado de los dominicos. En Ciudad Real se ubicaron cerca del monasterio de Santo Domingo,y se pidió a la Corona no ocasionar molestias a todos aquellos que estuvieran en la condición de ex esclavos,y que, a pesar de su número, se les permitiera permanecer allí, a fin de ser indoctrinados y protegidos por los frailes. Oportunamente, en efecto, se dictaron las medidas legales correspondientes. 36 Muchos de los esclavos liberados se reunieron también en las afueras de Santiago. Obtuvieron permiso de la Corona para elegir anualmente a sus alcaldes y a un alguacil, quienes serian sus representantes. Tales funcionarios indigenas deberían ser ^'^ sometidos a juicios de residencia al final de su gestión. Seis años más tarde la Corona fue informada de que, en las dos ciudades mencionadas y El Salvador, las congregaciones de ex esclavos seguian siendo molestadas por los españoles. No obstante tratarse de gente libre, eran amenazados, maltratados y forzados a trabajar. Por tratarse de gente tímida, se mostraban temerosos de su situación, por lo que se pidió ponerlos bajo el cuidado directo de la Corona; y tal se hizo, en efecto, para evitar que fuesen velididos y que, por el contrario, fuesen tratados como vasallos. 38 Los vecinos afirmaban que, como los ex esclavos no pagaban tributo, debían ser forzados a trabajar en obras públicas y también para empresarios españoles particulares. Según la posición de la Corona, dichos indigenas habían sido temporalmente relevados del pago de tributo debido a su sufrimiento en el pasado. Su trabajo forzoso —se decia— sería peor que si pagaran tributo como los otros indigenas. Los esclavos liberados deseaban pagar un tributo moderado; pero pedían ser exceptuados por tres años, después de los cuales se haria la tasación de los tributos. En el intervalo, no serían compelidos a realizar ningún tipo de tra-
bajo.39
Variedades de trabcúo forzoso, ¡550-1600
303
De la tasación de tributos del barrio de Santa Inés, cerca del pueblo de Petapa, en los alrededores de Santiago, puede entresacarse alguna información sobre la situación de las comunidades de ex esclavos. Según la información recogida por Francisco del Valle Marroquín, un regidor de Santiago nombrado juez para la administración de los indios, el asentamiento mencionado consistía de muchos esclavos liberados y algunos naborías. En esta época, la palabra **tributo*' se escribía junto a los nombres de todos los indigenas, exceptuando a los liberados. Todos los indígenas convertidos, vale decir, prácticamente todos en el seno de la sociedad española, usaban nombres propios cristianos. Entre los radicados en Santa Inés, unos cuantos retenían sus apellidos nativos (e. g., Pedro Tzaquimux, Domingo Suchité y Andrés Cahuti), en tanto que otros simplemente tomaron los apellidos de sus anteriores amos españoles. Otros más adoptaron nombres tomados de las profesiones de sus antiguos amos: Diego Tesorero había sido un esclavo del tesorero Francisco Castellanos; Alonso Contador fue un esclavo del contador real, Currilla (Zorrilla). Castellanos había tenido varios esclavos, pero sólo uno tomó su apellido. ¿Necesitaban los indios el permiso del amo para tomar su apellido? ¿Se trataba, acaso, de favoritos o de hijos naturales?
lo
En una lista de 46 jefes de familia, 25 eran ex esclavos y sódos aparecían como naborías. Los otros no se incluían en
ninguna de tales categorías. El alcalde y un regidor eran ex esclavos, y un regidor más fíguraba como naboría. No está del todo claro si los esclavos fíguraban en la lista por gozar de alguna preferencia o por razones meramente burocráticas, pero es más probable que fuera por lo primero. Cerca de la mitad de los indios registrados en la lista de la comunidad, teiüa casas y milpas; había una anotación al margen respecto de quienes carecían de tales bienes, con la advertencia de que debían probar tal extremo, so pena de 100 azotes. Había cierta prosperidad entre aquellas personas, pues tenían caballos de la comunidad y habían comprado 25 yeguas al precio de tres y medio pesos cada una. Habían milpas comunales, asi de maíz como de trigo, y la gente tenia el
1
El trabajo forzoso en América Central
304
producto de 49 cabras vendidas en Petapa. En aquella época muchos asentamientos como éste, con diferentes grados de prosperidad.40 :£ -. o existían
b
,of^i.
,:*
.
.
En 1563, la audiencia, refiriéndose a una orden real que mandaba poner en pueblos de la Corona a todos aquellos que hubiesen sido esclavos (lo cual se haria para los efectos del pa-
go del tributo), sugirió que se incluyeran todos los indios que no tenían encomenderos y tampoco pagasen tributo, lo cual permitiría reunir 5,000 pesos al año.^i
informó que
Un mes más
tarde se
los ex esclavos se estaban
poniendo bajo control directo de la Corona, y que su tributo se comenzaría a pagar el día de San Juan, en junio de 1563. Fue denegada la solicitud de los encomederos para que los indios les fuesen asigna,.^ dos en encomiendas privadas.42 ^, Al aludir a los sobrevivientes de la población de esclavos, en 1574, la Corona hacia notar que sólo quedaban unos cuantos de ellos y que se trataba de hombres viejos^exceptuados del pago de tributo. ^^ Obviamente la Corona carecía de una información adecuada sobre la materia. Sin contar los asentamientos de ex esclavos de Ciudad Real, El Salvador y otros lugares, precisamente sólo en las afueras de Santiago habían 3 barrios y milpas donde ellos residían. Algunos fueron clasificados como ex naborías y no está bien claro si todos los restantes eran realmente ex esclavos, aunque parece que tal era el caso. Los pueblos enviaban representaciones para quejarse de su situación y algunos de ellos informaban sobre sus problemas generales, haciendo particular referencia a la tasación de ,
,
^
Nueve de los caseríos tenían tributarios, los cuales sumaban en total cerca de 500. Se infiere que la mayoría era
tributos.
de ex esclavos.
Por carecer de la información correspondiente, no puedo dar una cifra total respecto de los 31 establecimientos. Dicha información se encuentra posiblemente en los registros parroquiales. La comunidad con el mayor número de tributarios, registra I971de éstos, mientras la más pequeña tenía sólo una veintena. Se puede especular diciendo que todos los establecimientos sumaban probablemente unos 1,000 ex esclavos cuando menos, o quizás el doble. Considerando que existían tales comunidades en Chiapas y El Salvador (y muy probable-
305
Variedades de trabajo forzoso, ¡550-1600
mente en otras regiones), es sorprendente comprobar que un gran número de esclavos había sobrevivido durante el cuarto de siglo que siguiera a su liberación. Los hombres
libres
representados en
el
problema que
se
ventilaba frente a las autoridades, vivían en las orillas del pueblo español de Santiago, algunos muy cerca de los dominicos y otros a muy cortas distancias en dirección hacia la **ciudad vieja Tzacualpa Almolonga de Santa María Concep-
ción", es decir,
el sitio
ocupado por
la
anterior ciudad de San-
tiago y demolido en 1541. Otros vivían en milpas pertenecientes a varios españoles, incluyendo algunos religiosos.
medio de una real cédula, se exceptuó a los hombres libres del pago del tributo por un período de tres años más, tiempo durante el cual dichas personas tampoco serían compelidas a trabajar. Otro decreto de 1568, imponía un tributo moderado, pero los exceptuaba todavía del trabajo
En
1559, por
forzoso. En 1575-76, tales personas formularon peticiones y quejas, haciendo ver que las leyes no estaban siendo cumplidas, que sus tributos eran exorbitantes, y que estaban siendo
obligados a trabajar. Los indios mayores de 55 años se suponía tributo, pero ellos también, junto con los hijos,
que no pagaban
fueron tasados. Por otra parte, las viejas tasaciones establecidas para quienes habían muerto o huido, figuraban todavía en los
comunidad debía pagar su parte correspondiente. Las mujeres eran requeridas para vivir en hogares españoles en calidad de nodrizas (chichiguas, chichinas o chichivas), por períodos de un año o dos, sin remuneración alguna. Aquellas que molían maíz y realizaban otros oficios domésticos, a veces recibían un sueldo, pero éste era de sólo tres reales a la semana. Los hombres que cultivaban parcelas de los españoles, recibían la misma paga. Los niños eran separados de sus padres para trabajar en casas de españoles. libros, y la
Lo que se exigía a todas las personas mencionadas era realmente injusto, supuesto que no podían ser forzados a trabajar. Sin embargo, todo parece indicar que se trataba de la vieja modalidad por la cual se daba servicio personal en lugar de tributo. Algunos tenían tierras que les había proporcionado la Corona, y en algunos casos algo más de la misma había
.
306
El trabajo forzoso en América Central
—
una parcela de tierra sido comprada por una comunidad que hubiera pertenecido a un conquistador muerto, podia ser comprada en pública subasta por 210 pesos en el año de 155 1 Otros afirmaban carecer de tierras para cultivar aun su propio maíz y criar algunas gallinas. Los españoles trataban de obtener toda la tierra que podían de manos de los indígenas. En algunos casos vivian seis o más personas en una parcela, lo cual reflejaba un índice de aglomeración. En estas circunstancias no podían hacer frente a sus obligaciones tributarías. De los testimonios respectivos se desprende que el trabajo que cumplían no era realmente oneroso. Ellos debían desherbar los cultivos, regar agua en las calles, construir escenaríos y decorar con ramas y flores en ocasión de las fíestas, barrer los edifícios y realizar otras tareas regulares. Los establecimientos de indígenas eran obligados a proporcionar
**
yerbateros*'
para alimentar a los caballos de los españoles, pero usualmente recibían una remuneración entre 20 y 40 tapastes (pepitas de cacao) por la carga. De modo que, siendo siempre una molestia, signifícaba casi nada en comparación con los sufrímientos de los años anteriores. Muchos de los esclavos parecían haber estado mejor bajo la influencia de los dominicos. Después de su liberación tenían el derecho de regresar a sus tierras de nacimiento si así lo querían, mas los dominicos no les dejaban ir. Inclusive se adquiere la impresión de que los frailes eran sus protectores sólo hasta cierto punto, y que los indios aceptaban el control dominico de buen grado. En las peticiones formuladas a la Corte, cuando menos, no aparecen quejas acerca de los religiosos, en tanto consideraban como sus enemigos a los funcionaríos españoles y a algunos encomenderos. Quienes más sufrían de los abusos eran los funcionaríos indígenas, elegidos por los ex esclavos y los naborías. Ellos eran azotados, encarcelados y multados, si la comunidad no llenaba la cuota de trabajadores que le correspondía. Uno de los más frustrantes ejemplos consistía en la exigencia de proporcionar trompeteros para los bautismos y los juegos de cañas, y la consiguiente amenaza de azotar a las autorídades indígenas en caso de incumplimiento. Pero el caso era que sólo la Iglesia tenía trompeteros y las autorídades indígenas, al parecer, no podían usarlos.44
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
307
La Corona reaccionó ante
las reiteradas quejas, ordenando audiencia hacer observar fielmente las primeras cédulas promulgadas para proteger a los ex esclavos.45 Una crónica sobre la provincia de Guatemala, de 1594, indica que cerca de los cuatro monasterios de Santiago habían barrios de ex esclavos, que **eran esclavos que el licenciado Cerrato habla liberado**. Según se dice, todos tenían oficio y estaban bien establecidos. 26 leguas del pueblo de ^oloma, en el camino hacia Verapaz, había un pequeflo establecimiento de unos 30 vecinos indígenas, que también eran esclavos **liberados por Cerrato**; ellos tenían cultivos y pagaban pequeños tributos a la Corona.^ Dado el aflo citado, parece más probable que en su mayoría fuesen descendientes de los ex esclavos, aunque el texto es bien claro. Si bien los indios esclavos fueron liberados durante la administración de Cerrato, a mediados del siglo, el problema de la esclavitud indígena no estaba cerrado del todo en América Central. Algunos mantenían la idea de que los indios que resistían la soberanía española podían ser sometidos a la
a
la
A
Juan Pérez de Cabrera resulta muy en 1551, planeaba salir para tomar parte en la conquista de Nueva Cartago (Costa Rica); tenía en mente una campaña violenta (**a sangre y fuego**), en la cual pudiera tomar esclavos, es decir, precisamente la política que combatía Cerrato .47 El plan de Cabrera resultaba convalidado por el hecho que los indios rebeldes de México a veces eran sometidos a la esclavitud. En 1552, todavía existían^ en Guatemala, indios esclavos que habían sido capturados en Jalisco durante una rebelión registrada en Nueva Galicia. El príncipe Felipe, sin embargo, había ordenado que se les oyera, pues algunos de ellos habían sido esclavizados de manera injusta. El criterio era que si habían participado activamente en la rebelión, debían seguir siendo esclavos.^ El mismo año, Felipe llamó la atención sobre la tenencia ilegal de indios libres en poder de caciques de América Central y ordenó que la audiencia pusiera coto a esclavitud. El caso de ilustrativo: éste,
tales irregularidades.^^
En
el distrito del
dios de El
indomables inpor aflos las década de 1550, la Coro-
obispado de Chiapas,
Lacandón y Pochutla, habían
pretensiones de los españoles.
En
la
los
resistido
El trabajo forzoso en América Central
308
na se mostró muy preocupada por dicho problema, especialmente por los ataques sufridos por varios pueblos de nativos cristianos, a manos de los indígenas aquellos, todavía no sometidos. Al comienzo de 1553, los frailes dominicos de la cercana Verapaz recibieron el encargo dé pacificar a los lacandones y pochutlecos; los religiosos fracasaron, sin embargo, y los indios mencionados siguieron quemando aldeas y matando nativos, por lo que la audiencia ordenó investigar y hacer las
recomendaciones del caso.50
En marzo de 1558, la Corona autorizó una expedición con ánimo de pacificar a los rebeldes. Como los soldados no se mostraban dispuestos a tomar parte en la expedición sin la
el
consiguiente paga, se dispuso retribuirles con los tributos que los indios pagarían una vez pacificados. Todos los esfuerzos serian encaminados al establecimiento pacifico de los indios y en caso de no conseguirlo se podía hacer la guerra, en el entendido que los prisioneros podían ser reducidos a la esclavitud, **por su insolencia y rebeldía*'. 5 1 La expedición salió de Guatemala bajo las órdenes del enérgico oidor, licenciado Pedro Ramírez de Quiñones, quien^n 1559, logró someterlos. Según un reporte de la audiencia, Ramírez capturó a la mayoría de rebeldes, pero no hizo esclavo alguno. 52
Una orden
real de 1561 prohibió la venta de indios esclaen esa época sólo habría unos cuantos esclavos legales introducidos desde México, la ley aquella tiene una curiosa significación, a menos que estuviere llamada a aplicarse en Costa Rica. En esta provincia, todavía no pacificada en gran parte, se sabía que los caciques se dedicaban a robar indios a otros grupos y los sometían a la esclavitud.54
vos. 53
Como
Había, por otra parte, un plan diferente para importar esclavos desde México. El gobernador de Soconusco, hacien-
do notar la gran riqueza de la provincia, debida al cacao, indicaba asimismo la falta de población, debida en parte, según él, al sofocante calor. Sugirió entonces, en 1574, que la audiencia ordenara el reasentamiento de indios de Verapaz y Soconusco. Además, el virrey de la Nueva España, don Martín Enríquez, podía trasladar gente de la provincia de Tehuantepec, más o menos con el mismo clima. El funcionario aquel se refería simultáneamente a los indios libres, es de-
Variedades de trabajo forzoso, ¡550-1600
309
no esclavos, a quienes difícilmente podía llamarse independientes, pues estaban siendo forzados a dejar sus tierras cir, los
nativas.
El año siguiente, el gobernador tuvo otra idea: los indios esclavos de distintas partes de México, podían ser trasladados a otro lugar. Todos los años decía el gobernador— más de 400 indios eran vendidos como esclavos por cometer graves
—
Los chíchimecas y otros delincuentes, eran vendidos baje los auspicios de la propia Corona, por cantidades no mayores de 30 pesos cada uno, y debían permanecer siendo esclavos por ocho a nueve años. El gobernador pedía que el virrey y el gobernador de Guatemala, enviaran a Soconusco los indios vendidos como esclavos,, juntamente con otros que hubiesen sido exiliados por cometer serios delitos. Estos últimos podían llevar sus familias. De tal manera, al cabo de dos años. Soconusco podría ser repoblado, en tanto los 400 indios más o menos, que cada año eran sometidos a la esclavitud en México, producirían considerables ingresos para el tesoro real. Los indios esclavos de México serían vendidos a señores nativos de la localidad, quienes los usarían para su propio servicio, y ello daría como resultado una carga extra de cacao por cada indio hecho esclavo. La provincia se decía podría soportar unos 2,000 indios más. 55 delitos.
—
Como
—
que mataban y audiencia pidió permiso a la Corona para reducirlos a la esclavitud. Se aducía también la razón adicional de que vivían en tierras de difícil acceso, y por consiguiente había necesidad de incentivos especiales para quienes aceptaran pacificar a dichos indios. En respuesta a tales gestiones, en 1580, el rey resolvió que los chontales podían ser sometidos a servicio forzado por un cierto período, sin que por ello pudiesen ser tenidos como esclavos.56 Sin embargo, y por la misma época, el gobernador de Cartago, en Costa Rica, fue acusado de detener a pacíficos tributarios, incluyenlos indios chontales eran caníbales
robaban a sus pacifícos vecinos,
do varios muchachos, en
cierto
la
pueblo de
la
Corona, de don-
trasladaba encadenados a Cartago. Cuando dos de dichos indígenas murieron debido a los malos tratos, el gobernador dejó los cuerpos atados a las cadenas. 57 Todos los anteriores, empero, eran casos aislados, pues las evidencias de-
de se
les
El tralNijo forzoso en América Central
310
muestran que, excepto en circunstancias especiales, la esclavitud indigena fue prácticamente abolida en América Central, hacia 1550. En México, en cambio, particulaimente en la frontera norte, la esclavitud de los nativos continuó por muchos años más.^8
Im penistcnda
En
del sistena
de mborfas
^
>;
1549, Cerrato encontró tan maias las condiciones de los
naborías, que pidió la supresión de tales servidores en los hogares privados.^^sto iio se llevó a caDu, pero la Corona, con base en otro informe, ordenó que los naborías que por entonces estuvieran sirviendo en hogares, pueblos y estancias,
fuesen indagados por el Protector de los Indios o el alcalde, para establecer si su situación impedia su conversión reliDichos funcionaríos citarían conjuntamente y giosa. carearían a los naborías y a sus patronos, |a fin de establecer las obligaciones de ambos lados. En dichas circunstancias, se debia dejar bien establecido que los indios podían cambiar de amo si así lo deseaban, y en tal caso el Protector o el alcalde debían ayudarles a encontrar otra colocación, con los salarios establecidos de antemano. Se podía convenir además que, en caso de morir el naboría al servicio de un español, el fallecido sería inhumado en la iglesia española de la localidad, tratándose desde luego de un crístiano, y no sería, por consiguiente, enterrado a campo abierto. El patrono llevar\a la cuenta de los salaríos del indígena, a modo de saber cuánto dejaba a sus herederos un naboría fallecido, lo cual debia pagarse de inmediato.60 .7 ..
Todavía quedaban algunos problemas por resolver respecto los naborías. Unos años más tarde, en 1564, el archidiácono de la Catedral de León, licenciado Juan Alvarez de Ortega, informó a la Corona que los encomenderos estaban usando naborías, junto con indios de sus pueblos de encomienda, para su servicio doméstico, lo cual se hacia contra la voluntad de los afectados. Algunos españoles tenian entre 15 y 20 de dichos indios, a quienes no se permitía ir a sus pueblos a casarse, por temor a perder sus servicios. Por otra parte, los españoles daban malos tratos a dichos indígenas y en algunos de
1
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
31
casos ni siquiera les pagaban su trabajo. El arcediano mencionado sugeria que aquellos indios debían ser realmente libres de ir y venir a su antojo, y casarse en sus pueblos sin tra-
ba o impedimento alguno interpuesto por los encomenderos o cualquier otra persona, y que, por lo demás, debían ser compensados por su trabajo. 61
En términos generales, sin embargo, tales abusos eran relativamente pocos en el período posterior a 1550. Las evidencias indican que el status de los naborías fue aclarado después, o, para ser más exactos, la designación fue cambiada en el uso corriente. Quienes eran clasificados originalmente como tales llegaron a ser muy pocos en realidad, pues los indígenas foráneos eventualmente fincaron sus raíces. Con la pacificación de las regiones más aisladas, pocos indios fueron incluidos en la categoría de naborías, y menos aún fueron llevados fuera de sus pueblos. Los naborías originales se casaron, llegaron a identificarse con un hogar español, a veces con un pueblo, y allí encontraron vecinos y amigos. En forma gradual, ios descendientes de los primeros naborías se convirtieron en miembros de una clase de sirvientes, que trabajaban principalmente en casas en las cuales recibían lo necesario para vivir, y también sus magros salarios. Se convirtieron, en efecto, en dependientes familiares en el sentido más moderno. El sistema llegó a regularizarse en la medida en que los indígenas sometidos a dicha condición emergieron como un grupo menos amorfo.
Desde muchos años atrás permanecía en las leyes la disposición de que ninguno podía usar un indígena como naboría, de donde se puede colegir que dicha categoría social había sido abolida por la Corona, y el uso del término debería por tanto
No obstante, la cuestión cobra especial interés porque, si los naborías eran realmente libres y tenían movilidad, si se cuidaba de ellos y eran bien tratados, y si además se les pagaba por su trabajo, entonces, y sin importar cómo se les llamara, se trataba simplemente de sirvientes que aceptaban entrar al servicio de un español. Sin embargo, y como ocurría en efecto, muchos de ellos terminaban aprisionados o cuando menos virtualmcnte encerrados. En el juicio de residencia del oidor Ramírez, uno de los mejores jueces de la
desaparecer.
iÚ
^
El trabajo forzoso en América Central
audiencia durante el siglo XVI, este funcionario declaró que había aplicado la ley por la cual se prohibía que los indios sirvieran como naborías. Un testigo confirmó la aseveración, pero agregó a su vez que él mismo había visto varios indios sirviendo en calidad de naborías, lo cual hacían en forma voluntaria, pues necesitaban ganar los salarios correspondienél
tes. 62
Pese a las leyes en contrario, sabemos que la clasificación de algunos indios como naborías persistió a lo largo del siglo XVI y aun entrando el XVII. En 1600, el gobernador de Honduras, don Jorge de Alvarado, informaba a la Corona que en la jurisdicción de Olancho se había castigado a unos indios por invadir, en son de guerra, los pueblos de otros nativos pacíficos; agregaba el gobernador que se habían rescatado cerca de 500 indios, algunos de los cuales aparentemente habían sido naborías, '*pues tenían nombres cristianos'*. El gobernador ordenó que los ex naborías fuesen bien tratados y se mandó un cura4)ara bautizarlos. Luego se enviaron otras expediciones con la idea de encontrar más naborías retenidos por los indios de guerrar63 Parece ser, por consiguiente, que para tales épocas el término naboría se aplicaba ya muy libremente.
Al redactar
las
provisiones relativas a la tasación de tribu-
tos en 1603, se incluyó entre los tributarios a los ** indios naborías no registrados en sus pueblos**. El término se aplica
aquí a quienes no estaban asentados como vecinos de ningún pueblo. Los hombres, casados y solteros y mayores de 18 años, estaban obligados a pagar tres tostones, y la mujer soltera mayor de 16 años sólo pagaría un tostón en concepto de tributo. Los hijos que viviesen con sus padres y bajo su tutela, no estaban obligados a pagar el tributo, como tampoco lo estaban los hombres mayores de 60 y las mujeres más allá de los 50 años. Todos los naborías que pagaban tributo, darían además un tostón adicional a la Corona: dos reales para el día de San Juan y dos reales para las Pascuas de Navidad. 64
Como resultado de las medidas dictadas sobre la regulación de los ingresos reales, se produjo también un control más estrecho de los naborías. El funcionario local (gobernador, alcalde mayor, corregidor, o justicia ordinario) haría una lista
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
313
ante notario, dentro del plazo de tres meses después de la ley que mandaba mostrar los naborías y los negros radicados en la provincia. En cada partida se anotaría
proclamada
fecha de nacimiento, edad y marcas visibles del individuo, así como su oficio; se indicaría también el nombre del patrono en cuya casa residiera el naboría. Esta especie de censo se levantaría cada tres años y se guardaría en libros dejados en la
posesión del notario. trasladarse del lugar
Cuando un naboría o un negro deseara dado como su dirección, o en el caso de
querer asusentarse por cierto tiempo, se hacía necesario obtener una licencia del más alto funcionario español del área correspondiente, junto con una certificación sobre el cumplimiento en el pago de sus tributos. El funcionario mencionado debía ayudar al indígena en su traslado e inscribirlo en el libro local, y tambiéa hacer los cambios consiguientes en los registros del lugar abandonado por el naboría. Si se trataba de una ausencia temporal, el indígena debía presentarse al justicia y decirle por qué deseaba abandonar el área, y entonces podría obtener la licencia respectiva. Si el naboría se aventuraba a salir sin la licencia y la certificación mencionadas antes, estaría sujeto a un castigo de 100 azotes y sería regresado a su lugar de origen a sus propias expensas. 65 El sistema descrito presentaba algunas dificultades en la
una prueba más de que el uso de naborías se había formalizado con una creciente burocracia y práctica; pero constituye
modo persistente.66 La categoría social de naboría, pues, se mantenía, y gradualmente derivó en la relación amo-sirviente, que prevalece todavía hoy día en América Latina. Los documentos de la última mitad del siglo XVI son continuaba de
mucho menos .críticos
del sistema que los de anteriores décaobispo Juan Ramírez, quien critica bastante la explotación del trabajo indígena por los españoles en los inicios del siglo XVII, nada tiene que decir respecto de los
das, y
aún
el
naborías.
Desde el punto de vista histórico los mencionados sirvientes un interés adicional, porque deben ser vistos como los antecesores de los modernos peones, es decir, de los trabajadores de fincas o haciendas; éstos, también, son legalmente
tienen
El trabajo forzoso en América Central
3|4
pero sus familias han sido asociadas con la tierra y con de la familia del amo o propietario, y en muchos casos ello ha ocurrido por varias generaciones. De no ser victimas del sistema de peonaje por deudas, ellos podrían buscar otras colocaciones, pero ¿dónde? El mito del trabajador **libre'', por consiguiente, puede remontarse a 450 años atrás. La ley lo declara independiente, en efecto; pero su movilidad se ha visto limitada por una tradición y una realidad social y económica contradictorias, y de tal manera la mentalidad del naboría ha existido por siglos. libres,
la casa
.
El continuo uso de tamemes
No es cierto, como escribiera el cronista del siglo XVII^Remesal, que con la llegada de Cerrato, **el servicio de los indios acarreadores cesara por completo'*. 67 Sin embargo, es posible decir que sus reformas redujeron de modo significativo el número de tamemes y abolieron muchos de los abusos cometidos contra quienes seguían en dicho oficio. La ley, por supuesto, no prohibía de manera absoluta el uso de tamemes, sino ordenaba más bien la moderación en dicha práctica y el buen trato a los indígenas que la sufrían. Además, se establecía el pago obligado por dicho trabajo. Las condiciones del transporte eran tales, todavía a mediados del siglo, que los españoles no podían arreglárselas sin los tamemes. En
de la llegada de Cerrato, el cabildo de Gracias a Dios quejaba de que, pese a las órdenes de la Corona respecto de la construcción de carreteras, la audiencia nada había hecho sobre el particular, y por lo mismo resultaba muy peligroso viajar y aun caminar hacia lugares cercanos. En consecuencia, en tanto el uso de tamemes estaba restringido a casos de absoluta necesidad, realmente habían pocas alternativas. De todas maneras la práctica no era tan decían los oidores mala, porque para los tamemes, era algo acostumbrado y natural. 68 Cerrato admitía que poco se había hecho en materia de carreteras; pero se mostraba más preocupado por el alquiler de indios de encomienda para labores de acarreo, porque ellos **eran como esclavos y tratados todavía peor". Cerrato despojó a varios españoles de sus indios por usarlos como tamemes y éstos fueron liberados de tal condición. 69 los días
se
—
—
5
Variedades de trabajo forzoso, ¡550- ¡600
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El veedor Hernando de ligarte informó a la Corona que si bien Cerrato había abolido la práctica de forzar a los pueblos a contribuir con tamemes, lo cual estuvo bien hecho, también ello había provocado el alza en los precios de debido a la consiguiente escasez de los mismos. Con bastante frecuencia, agregaba el funcionario, algunos artículos de primera necesidad no se encontraban a ningún precio. Los indios, en consecuencia, eran utilizados para transportar ias provisiones en sus espaldas, y como no había caminos carreteros y los animales de carga no podían ser utilizados en muchos casos, los referidos nativos eran atraídos con halagos o engaños, pues los encomenderos ya no estaban dispuestos a alquilar a sus encomendados y había pocos tamemes de los cuales se podía disponer. Cuando éstos aceptaban trabajar en el acarreo de cosas, se permitían pedir salarios excesivos y los españoles se mostraban dispuestos a pagar lo que fuera a cambio de no perder las mercancías, como había ocurrido más de una vez. Los salarios exagerados, por tanto, no sólo impedían las ganancias de los comerciantes, sino hasta les podían producir pérdidas. Sería de gran ayuda si el rey ordenara un salario fijo, como escribía Ugarte había hecho el virrey de Nueva España. Si se procediera de tal modo, los tamemes, sabiendo que no podrían cobrar salarios más altos, estarían contentos con trabajar y no tratarían de cobrar tanto.70 Una de las voces más razonables que surgió en la disputa sobre el trabajo de los indios, fue la de fray Francisco Bustamante, quien con insistencia pedía una política de moderación y sentido común. En relación con la controversia sobre los tamemes, dicho religioso escribió que no era posible para nadie hacer una jomada sin la ayuda de los cargadores, pues era necesario transportar un baúl, la cama y los recipientes de comida, pues no había hospedajes y sólo muy pocos poblados a lo largo de los caminos. Si un español tenía un negocio de urgencia y se viera obligado a esperar por animales de carga, se veria en la situación de llegar tarde y de alquilar obligadamente unos tres caballos viejos y un negro para el viaje
era verdad
que
los alimentos,
—
—
completo, lo cual le resultaría demasiado caro. A veces, además, era necesarío ir a una aldea situada fuera del camino, en sitios donde los animales no podían transitar.
316
t>
El trabajo forzoso en América Central
—
De todas maneras —hacía notar fray Francisco acarrear pesadas cargas no era nada nuevo para los nativos, quienes estaban acostumbrados a ello. Los indios mismos no dudaban en usar a otros de su raza para acarrear objetos. A veces los tamemes que trabajan para agregaba Bustamante otros indios, eran obligados a llevar cargas de hasta 75 y 100 libras; dichas circunstancias favorecían a ios comerciantes indígenas y perjudicaban a los comerciantes españoles, y daban como resultado una posición ventajosa para los primeros. Si se fijara un límite a la jomada, el cual no excedería de cuatro o cinco leguas; si las cargas máximas se fijaran en 50 libras; si además los tamemes no fueran llevados de las tierras bajas a las montañas; y, finalmente, si los comerciantes ricos, necesitados de muchos tamemes, usaran en cambio animales para transportar las mercaderías, entonces —afirmaba el
—
—
fraile— no se ocasionaría daño alguno. Por el contrario, ello porque al trabajar de 15 a 20 días al año, los indios obtendrían suficiente dinero para pagar sus tributos. **No debe dejarse que ellos hagan creer a Su Majestad que todo puede hacerse con animales agregaba el fraile
sería beneficioso,
—
—
de carga y con buenos caminos; porque con la traída de los tributos, el acarreo de provisiones desde los puertos, y con el comercio y abastecimiento necesario para las minas y otras necesidades de la tierra, todos los animales de la Nueva España no serían suficientes; y una cosa es verlo desde aquí y otra diferente hacer que se lo entienda en España". 71
Las Casas, un fraile de diferente visión, encolerizado por el uso de humanos como bestias de carga, era de la opinión que los españoles podían arreglárselas sin sedas y otros lujos, contentando^ con lo que los infortunados indios pudieran ofrecerles. 72 Pero el idealista religioso apelaba a un ascetisnio indudablemente ausente entre sus conterráneos como en nuestra propia sociedad. Por otro lado. Las Casas no captaba el verdadero problema: los españoles debían ser persuadidos para renunciar a las sedas, que, dicho sea de paso, pesaban muy poco; pero ¿cuántos de ellos renunciarían a sus necesarias provisiones de vino, vinagre y aceite, todo lo cual era realmente
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
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Cerrato, cuando menos, había conseguido que fin dejaran a un lado su costumbre de hacer > que los tamemes también cargaran a sus perros.73 ^^
muy pesado? los españoles
por
»,
Un regidor de Santiago, al lamentar en 1549 la emisión de una ley por la cual se restringía el uso de tamemes, subrayaba no sólo el daño hecho a los españoles, sino también el persegún el juicio causado a los mismos tamemes, quienes trabajo por falta de hambre de regidor— sé estaban muriendo
—
y deseaban que se les dejara cargar libremente como antes. Si llevaban cargas moderadas y lo hacían voluntariamente, no habría necesidad de privarles del derecho de trabajar. El príncipe Felipe no estaba de acuerdo. 74 En dos cartas escritas más o menos por la misma época, decía que se encontraba informado de que una de las razones por la cual los indios no querían trabajar voluntariamente como cargadores, era la mia cambio de su trabajo: por lo general no más de ocho maravedíes y medio, al día, de lo cual debían tomar para comprar su comida. Ello no sólo era demasiado poco, según el criterio del príncipe, sino prácticamente equivalía a trabajar por nada. El soberano ordenó, por tanto, que cuanseria recibida
alquilar uno o varios tamemes, éstos devengaran salarios decorosos que les permitieran vivir adecuadamente y, además, guardar algo para cubrir futuras ne-
do fuere necesario
cesidades.
Aparte de lo anterior, Felipe dijo estar enterado de que los hatos de caballos, muías y otras bestias de carga, se habían incrementado hasta el punto de haber suficientes animales para acarrear todos los artículos necesarios en la tierra. Luego, como para no comprometerse, agregaba que como Cerrato estaba en el terreno mismo y como la Corona tenía confianza en él, el presidente podía conceder los correspondientes permisos para el uso de tamemes, siempre y cuando no hubiesen animales y carretas disponibles. En los pueblos cercanos a Santiago, donde los indios eran distribuidos para su uso como tamemes, se podía continuar con dicha práctica, siempre y cuando el trabajo fuese moderado, por períodos y distancias cortos, y utilizando a aquellos indígenas cuya ausencia se hiciera sentir menos. Esta posición del soberano, según la interpretara Cerrato, redujo la práctica del acarreo a espaldas
318
<^-
El trabajo forzoso en América Central
de los indios. Felipe hizo notar que Francisco Girón, un regidor del cabildo de Santiago, se habia quejado por las mencionadas limitaciones, pero el principe no estaba dispuesto a hacer ninguna otra concesión, dejando poderes discrecionales en manos de Cerrato.75 Cualesquiera que hubiesen sido las medidas tomadas por Cerrato, los excesos continuaron sin duda. Un encomendero fue acusado de usar sus indios para transportar 60 fanegas de maíz de tributo, y de que, por varios años, sólo les había pagado una vez, en que les había dado a cambio, a cada cargador, 60 pepitas de cacao. El acusado respondió los cargos diciendo que el oidor, licenciado Ramírez, le había autorizado para llevar el tributo a espaldas de los indios, en el entendido de que éstos serían pagados con medio real de plata al día o su equivalente en cacao. El encomendero Andrés de Rodas dijo en su defensa que él era un conquistador de 70 años, que había estado en Nueva
España, Honduras y Guatemala, haciendo un total de 40 años en las Indias. A fin de establecer su honorabilidad, hacía notar su matrimonio con la hija de otro conquistador, padre éste de dos hijos legítimos, y agregó que daba comida y casa a huérfanos y doncellas, que mantenía una casa, y estaba enfermo. No obstante todo ello, había sido privado de su encomienda, sin la cual decía él y su familia quedarían en un estado de completa indigencia. Al final, su solicitud había tenido buen éxito. Logró convencer al juez de que los indios testigos habían exagerado y distorsionado los hechos, y^al reexaminar los cargos, la audiencia le absolvió, imponiéndole sólo una multa de siete pesos oro, los cuales se usarían para comprar algunas cosas para la iglesia de 0?uma.76
—
—
Uno de los primeros proyectos de Cerrato
fue el de atacar el de carreteras, lo cual hacía necesarios los cargadores. Puso una cantidad de gente ociosa a trabajar en el plan, para el cual obtuviera la aprobación de la Corona.77 Ya en 1550 escribía que, desde su llegada, nada había quitado precedencia a la apertura de carreteras y que se habia construido una entre Puerto de Caballos y San Pedro, atravesando una enorme montaña. Otras más se estaban construyendo para comunicar San Pedro con Comayagua y
problema de fondo:
la falta
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319
Gracias a Dios. Otra seria completada de Gracias a Dios, a San Salvador y, de aqui, a Santiago de los Caballeros de Guatemala. Para cerrar la vuelta, se abria otra más entre Santiago y San Pedro en forma directa. Finalmente, sería limpiado el camino en el norte, hacia Chiapas y México. Si bien no todas las carreteras mencionadas habían sido concluidas en aquella época, las bestias transitaban por todas ellas. Como las mercaderías eran cargadas desde Veracruz, en México, hasta la ciudad de Santiago, los precios de las mismas eran realmente altos. Por tanto, era importante limpiar la ruta de Santiago a San Pedro, cerca del puerto, pues era imposible usar animales de carga en el viejo trazo. Cerrato exploraba inclusive la posibilidad de usar el Golfo Dulce, sólo 38 leguas distante de Santiago, como una ruta alterna.78
los tamemes en la provincia dominica de la Corona ordenó, en 1555, que se trajeran asnos de dando a entender así que no había todavía verdadera
Para relevar a Verapaz, las islas,
la
abundancia
de
animales
de
tiro
en
el
distrito
de
la
no dieron buenos resultados, pues años más tarde el uso de tamemes estaba aún generalizado en Verapaz y el alcade mayor afirmaba que todavía no habían suficientes bestias de carga para transportar los productos. 80 Pero la misma disponibilidad de caballos y otros animales de tiro no siempre significaba la baja demanda de tamemes; tampoco se terminó el uso de éstos por el solo audiencia. 79 Está claro que estos planes
hecho de haber tierras planas y bestias de carga. En Nicaragua, en 1563, el archidiácono de León informó que los indios chontales de Segovia estaban acarreando maíz y otros artículos alimenticios hacia las minas, en cargas excesivamente pesadas, aun cuando los caballos no eran caros en realidad.
Muchos chontales habían muerto; pero, en todo más baratos que los caballos. 81
caso, ellos
eran
Si el uso de tamemes fue reducido significativamente durante la vigilante administración de Cerrato, como en efecto parece haber ocurrido, los sucesores de éste se mostraron mucho más descuidados. Al recordar de nuevo a la audiencia la ley de 1549, Felipe II escribió, en 1559, haber sido informado que la citada ley no se aplicaba con vigor. Los españoles seguían usando tamemes indiscriminadamente, las carreteras
320
t
El trabajo forzoso en América Central
no habian sido mantenidas en condiciones de
ser usadas
por
caballos para el transporte de mercaderías, mientras en todo México, en cambio, se usaban animales de carga. La razón de tal irregularidad observada en América Central, decía el sobe-
rano, era que los tamemes simplemente constituían la forma transporte: no sólo por los bajos salarios que dichos indios recibían, sino porque los españoles evadían de
más barata de
modo, el pago de los impuestos establecidos para otras formas de transporte. Además de ello, los mismos funcionarios tenían autorización para usar los tamemes y prevalencia para adquirirlos, y podían así enviar a los indios por la mercadería llegada a los puertos, por los salarios establecidos por ellos mismos. De esta manera, los funcionarios no sólo violaban la ley por sí mismos, sino también permitían hacer lo propio a sus parientes y amigos, pues como no se imponía castigo alguno, las cosas continuaban como estaban. Viendo tal ejemplo, otros españoles simplemente consideraban aquella como una práctica reconocida. El rey Felipe ordenó a los jueces de la audiencia, hacer las enmiendas del caso antes de que los indios se exterminaran del todo.^^ ese
El gran plan de Cerrato para construir un sistema de carrede manera imperfecta, y se prolongó por muchos años. En la década de 1560, el gobernador Briceño fue llamado para dar cuenta de la falta de interés por mejorar y mantener la existente red de carreteras, pues dicha negligencia llevaba a seguir dependiendo del acarreo por humanos. 83 teras, se desarrolló
La mejora de
las carreteras
parecer fue insignificante.
durante
el
resto del siglo
XVI,
al
^,
de tamemes permaneció estático, pudo una reducción general de los abusos. En un sentido amplio puede decirse que los tamemes eran pagados (aunque no muy bien en realidad), que trabajaban usualmente de manera voluntaria (aunque sin duda por apremiante necesidad), y que el acarreo estaba restringido a los adultos saSi bien el sistema
darse, en cambio,
nos. Se encuentran indicaciones, sin embargo, en el sentido de que dicha generalización, aunque esencialmente cierta, debe
someterse a
la
evidencia de graves excepciones.
Una de las pri-
meras prácticas coloniales más inhumanas había sido la de enganchar mujeres y niños en los trenes humanos de carga.
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
321
Muchos de ellos caían por total agotamiento;
sin
embargo, de
dicha práctica resultaba la tragedia adicional del rompimiento violento de las familias y la consiguiente imposición de otras dislocaciones sociales. Y pese a las reformas legales conteniendo expresas prohibiciones sobre la materia, las mujeres seguían siendo usadas ocasionalmente para transportar pesadas cargas.
En
1568,
incluidas en
un testigo dijo que varías mujeres habían sido un grupo destinado a acarrear maíz en una jorna-
tres o cuatro días a pie, y que algunos de los cargadores habían sido maltratados. Según se dijo, las mujeres habían sido forzadas a llevar las cargas por mandato del teniente del gobernador. S4 Todavía en 1582, se formuló el cargo de que muchas mujeres indígenas se habían quebrado literalmente, como consecuencia de las pesadas cargas que se les había obligado a llevar. Como entre los acusados fíguraban alcaldes mayores y corregidores, la defensa sostuvo que la culpa de los funcionaríos había sido castigada.85
da de
el
La infracción legal más atroz de cuantas se cometieron, fue uso ilegal de tamemes por los mismos miembros de la
audiencia. Su implicación personal en el asunto constituía una burla a la justicia real y estimuló las violaciones a la ley cometidas por otros sectores de la sociedad. Las burocracias
anegadas en la corrupción se convirtieron en un lugar común, y todo en detrimento de los indios. Al mismo tiempo, el hecho de que aun los hombres conscientes usaran tamemes, pone de manifiesto el grado de dependencia respecto de los cargadores, especialmente en las expediciones. Al leer muchos juicios de residencia y procesos varios, se obtiene la fuerte impresión de que en su mayoría los cargos formulados contra los funcionarios eran justifícados, dado el contenido minucioso de los testimonios. Por otro lado, el perjurio estaba generalizado y no se puede asumir, por tanto, que todos los acusados eran de verdad culpables. Un caso ilustrativo es el del recto juez Alonso de Zorita, cuyas
acciones
ciones.
Al
ser
impopulares acusado de uso
le
ilegal
valieron
muchas
de tamemes en
acusa-
el viaje
a
la
sede de su puesto como oidor, el licenciado Zorita, percatado del seguro perjuicio a su reputación, no esperó que el cargo
El trabajo forzoso en América Central
3Í22
fuese traído más tarde a su juicio de residencia y preparó una probanza para el Consejo de Indias. Declaró que su ropa de cama y sus manteles, sus negros y sus libros, todo habla sido llevado en bote de Puerto Caballos al Golfo Dulce, lo cual le habia costado 1 10 pesos. La ropa de cama habla sido dejada en el segundo de los sitios mencionados, para ser transportada en muías y caballos. Nada —afirmó— habla sido trasladado por tamemes. Sus testigos confirmaron sus declaraciones. 86
c
;/* íc.
r
.
Zorita, ciertamente, persiguió con rigor a otros que violaron las leyes. Üos regidores de Santiago se quejaban de lo que consideraban los métodos despóticos del oidor. Uno de los casos en que habían sido aplicados dichos métodos, se refería a un **pobre conquistador** acusado de usar un indio, en una jornada de dos días fuera de Santiago, para llevar un paquete de unas seis u ocho libras de munición, la que fuera consumida en el trayecto; pues bien, Zorita procedió contra dicho español en forma tal, que éste murió diciendo que el oidor lo había matado.87
Uno de los jueces más desprestigiados de la audiencia fue el doctor Antonio Mexía, quien no sólo fracasó en cuanto a aplicar las leyes contra el uso de tamemes, sino,además, hizo uso de éstos él mismo, de modo bastante amplio. En el largo viaje de México a Guatemala, según se decía, llegó con un tren de cargadores humanos, compuesto de 50 a 70 indios agobiados con
fardos excesivamente pesados. Cuando uno de éstos caía, agotado, en el camino, la reacción de Mexía consistía en transferir el fardo a otro cargador, dejando al caído a su propia suerte. Los acusadores decían que el juez había viajado en carreteras en las cuales los comerciantes solían usar caballos para el transporte de sus mercancías. Con su comportamiento el juez había estimulado a otros esdecían los acusadores pañoles a seguir su ejemplo, habiéndose comprobado que antes de ello los dichos españoles se mostraban temerosos de quebrantar las leyes.
—
—
En una ocasión en que hiciera un viaje de inspección a la costa de Zapotitlán, Mexía tomó tamemes en varios pueblos a lo largo del camino, haciendo un total de unos 190. En Soconusco, donde pasó unos dos meses, usó unos 30 tamemes sin
—
,
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
323
reconocerles remuneración alguna. Éstos acarrearon los efectos personales no sólo del oidor, sino también de sus criados y
Cuando llevó indios de las tierras bajas al altiplano, éstos sufrieron serios quebrantos físicos. En su visita a San Salvador, Mexía hizo más mal que bien —según dijeron los testigos—, porque usó tamemes por más de dos meses sin parientes.
darles compensación alguna. Una vez más, la expedición se efectuó por tierras lo suficiente planas como para usar caballos. Muchos otros cargos similares, en relación con el uso
de tamemes, fueron formulados contra
el
funcionario citado.
Al rendir su defensa, Mexia dijo que si habla usado tamemes no habia sido para cargar mercaderías, lo que, en efecto, era ilegal. Pero, en rigor, nunca se había procesado decía a nadie por el uso de indios para acarrear una cama, ropa y la comida necesaria en un viaje, cuando tales indios trabajaban voluntariamente y por una paga. En todo caso agregaba todos los oidores usaban tamemes para acarrear lo necesario en comisiones oficiales, lo cual incluía un notario, un intérprete, un alguacil, etcétera. Debido a las altas montañas, no había otra alternativa; en efecto, podían encontrarse partes buenas en la carretera, pero habría otras en que ni los caballos podían pasar.
—
—
—
Por otra parte, no siempre se podía encontrar un arriero con sus propios animales y si alguno estuviese disponible por fin, seguramente no se mostraría dispuesto a ir, porque, dadas las inspecciones oficiales en los viajes, los oidores no podían ir directamente de un lugar a otro; antes bien, se verían obligados a pernoctar en los pueblos intermedios y detenerse por tres o cuatro días según las circunstancias, todo lo cual resultaba inconveniente y reducía las ganancias del
—
—
Además de todo ello aseguraba Mexía el acarreo una fuente de ingresos para los indios, quienes siempre recibían su paga de manos de los visitantes, como siempre la recibieron de él mismo. Respecto del uso de tamemes cuando llegó de México, Mexía afirmaba que el cargo era improcedente en su juicio de residencia, porque éste sólo tenía por objeto examinar sus actos como oidor, y en la ocasión de aquel viaje todavía no declaraba había asumido dicho cargo. Ello no obstante
arriero.
era
—
—
M
,
9f^ El trabajo forzoso en Amcríca Central
324
en tal ocasión no había usado tamemes, puesto que gran parte de sus efectos personales habia sido remitida por mar, de Guatulco a Acajutla. En su travesía por tierra se hizo acompañar de un tren de carga compuesto de 14 caballos, los cuales le habían costado muy caro. En cuanto a la acusación de haber usado muchos tamemes en su visita a la costa de Zapotitlán y otros pueblos comarcadecía el juez nos, era bien sabida la falsedad de la misma porque cuando hizo tal viaje no llevó consigo cama, sino tan sólo una colcha, una frazada, dos sábanas y una almohada, mientras sus acompañantes sólo llevaban frazadas, además de camisas y algunas conservas, todo lo cual no hacía mucho. Dos o tres indios, quizás unos cuantos más, podían llevar aquellas cosas de un pueblo a otro, y no había necesidad por lo mismo del gran número de tamemes mencionado en la acuhacía observar el sación. La mayoría de los indios testigos había admitido que él había pagado a todos ellos sus juez servicios, y que los dos tostones recibidos por cada uno era
—
—
—
—
una retribución
excesiva. protestas,
No obstante todas sus
Mexía fue encontrado culjuez de residencia, de usar muchos tamemes, a quienes no había pagado ni un solo maravedí. Se le ordenó pagar a todos los indios de los distintos pueblos citados en los procesos, a razón de un real de plata cada uno, todo lo cual pable, |X)r
el
sumaba 282
reales por igual número de tamemes. En esta embargo, no se incluían los indios usados en el viaje desde México, en Soconusco o en Izalcos, lo cual habría hecho subir la cifra en otro ciento o algo asi. En vista de que había usado aquellos indios por tanto tiempo, era muy difícil establecer quiénes eran éstos y cuánto se les debía, aunque obviamente se trataba de una suma considerable. En tal virtud, el pago fue aplazado. Al final de cuentas, Mexía fue multado con 400 pesos, suma apreciable, pero equivalente, sin duda, sólo a lo que debió cifra, sin
haber pagado a los tamemes del primer lugar. En consecuenobligado a compensar en algo los abusos cometidos, en realidad y al final de cuentas, no fue castigado por todas las infracciones de que era responsable. Por tanto, en el juego sucio sólo pagó lo indispensable para cubrir las apariencias, lo que realmente no significaba perder.
cia, si bien fue
Variedades de trabqjo forzoso, 1550-1600
325
Es reconfortante notar que, después de varios años, cuando los oidores, además de Cerrato, el licenciado Pedro Ramírez de Quiñones, miembro de la audiencia de América Central por cerca de 15 años antes de asumir una presidencia en Sudamérica, dejó una hoja de servicios distinguidos y su integridad intacta. Los testigos en su juicio de residencia declararon que él habia castigado a todos cuantos abusaban de los tamemes,y se oponía a que los indios sir-
menos uno de
como
Sólo habia permitido dicha práctica ahí aun asi, sólo para el transporte de comida. Además de todo ello, sólo consentía el uso de tamemes que trabajaran por sus propios intereses, es decir, por una paga.89 vieran
tales.
donde no podían
El alcalde
utilizarse caballos y,
mayor de Honduras fue acusado en cierta ocatamemes en varias oportunidades, ha-
sión de haber usado
ciéndoles llevar pesadas cargas sin remuneración alguna. El
funcionario negó el cargo, diciendo que sólo habia ocupado el puesto por poco más de tres meses, pasando, de ese corto periodo, unos 20 días en Gracias a Dios. Si los tamemes habían cargado su ropa de Gracias a Dios a San Pedro, ello habia sido por orden de los caciques y principales y, por otro lado, era costumbre que los tamemes acompañaran a los alcaldes mayores cuando éstos iban de pueblo en pueblo, aun cuando se tratase de distancias de sólo tres o cuatro leguas. Pero él, además, había usado caballos de carga, y los indios entonces tenían poco qué cargar. Ellos llevaron decía el funcionario su cama y unas dos piezas de su equipaje, el vino y la comida para los hombres, sin todo lo cual era imposible viajar en ciertas partes del país. El terreno fragoso a menudo impedía el uso de animales. Por dicho cargo, comparativamente liviano, al alcalde se le impuso la excesiva multa de 1 ,000 pesos oro, la confíscación de las cosas que los indios le habían acarreado y se le ordenó pagar a todos los tamemes. Además se remitieron otros cargos adicionales al Consejo de Indias para su consideración adicional. El alcalde mayor admitió haber ordenado a los caciques y principales que se proporcionase tamemes a los españoles viajantes, pero ello sólo en caso de apremiante necesidad y en el entendido de que cada tameme recibiría un real de plata por cada día de trabaóo.^
—
—
326
^
fttí»*:
El trabajo forzoso en América Central
Cinco años más tarde un testigo declaró que un alto funHonduras usaba indios cargadores para transportar maíz en jornadas de tres o cuatro días, pagándoles en cacao equivalente a medio real. 9 Es evidente que, pese al mandato real sobre pagar a todos los cargadores, algunos de éstos no recibían nada o bien los salarios no estaban acordes con el cionario de
1
trabajo efectuado y
el
costo de
la vida.^^
Honduras supuestamente usaba tamemes hacer permitía a otros lo mismo. El negaba tales extremos, y afirmando no tener mercaderías qué transportar y cuando El gobernador de
—
—
siempre llevaba animales e indios casi libres viajaba decía de carga. Afirmaba no haber escuchado de alguien que usara tamemes durante el tiempo en que sirviera el cargo referido.
—
—
el cargo era absurdo, pues argumentaba acusaba de usar más de dos mil tamemes, cuando en realidad no había en toda la provincia más de 1 ,500 indios disponibles para cargar. El testimonio en su contra, según su opinión, era vago y, en todo caso, era legal usar tamemes siempre y cuando no se les obligara a acarrear mercadería y no lo hicieran en lugares donde fuera posible usar caballos. 93
Por otra parte
,
se le
El alcalde mayor de la Verapaz fue acusado de forzar a los indios a acarrear objetos de hierro y artesas para lavar, así como sal y otras provisiones. El acusado respondió que no
había otra alternativa sino usar indios y que éstos estaban acostumbrados a acarrear y ganarse la vida de esa manera.
Además —afirmaba— pedían.94
c»
-*!.
indios recibían
los
..^^i;
.
..>".;^.,
el
salario
que
^
Un teniente de gobernador en Honduras, al ser acusado de obligar a los indios a acarrear maíz, dijo que, en efecto, había permitido tal cosa, porque en 1577 se había producido una hambruna general en la provincia y, para contrarrestarla, no sólo había permitido el acarreo de comida por los indios, sino, además, había enviado a algunos de éstos a Guatemala para obtener maíz destinado a evitar mayores estragos en la porque sostenía el acusado población. Ello fue necesario no sólo se viajaba por caminos reales, sino por otros lugares donde los animales resultaban inútiles. La escasez de comida era tal, que una fanega de maíz se llevaba por ocho tostones.
—
—
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
327
En el
su opinión, a un funcionario se le debia permitir tomar en terreno decisiones de tan grave naturaleza.95 Otro de los
gobernador de Honduras fue encontrado culpable de usar tamemes y permitir que otros hicieran lo mismo. Este fue multado con 30 pesos y suspendido en el cargo por dos años. 96 tenientes del
Un
caso todavía más grave fue el de un corregidor a quien haber usado más de 120 tamemes para acarrear sus efectos personales y domésticos, y otros 10 ó 12 para llevar a su esposa en hombros.97 Quizás éste era un ejemplo extraordinario, pues el mismo año se conoció un informe ordenado por el presidente de la audiencia, en el cual se señalaba que los alcaldes mayores y corregidores a veces usaban tamemes, pero nunca un número mayor de cuatro o cinco,y por lo general sólo para llevar comida y otros artículos de primera según dinecesidad. Los pocos en abusar de los cargadores habían sido oportunamente castigadós.98 jeron los testigos Otra investigación fechada tres días más tarde, se refería a los mismos cargos y concluía que los corregidores y alcaldes mayores habían hecho uso ilegal de los indios cargadores. se acusó de
—
—
Entre otros testigos que formularon declaraciones sobre los hechos, el deán de la catedral, don Pedro de Liebana, dijo, en testimonio bajo juramento, no haber oído de funcionarios dados a usar indios para el acarreo de sus cosas —y no creía excepto en dos casos en los que los hubiese por lo mismo cuales los responsables habían sido castigados. Otros testigos estuvieron de acuerdo, incluyendo el maestrescuela.^
—
la Corona se resignó a admitir las razones de en cuanto a la necesidad de usar tamemes, particularmente en sus viajes de inspección; no obstante, y a fín de mantener el mínimo de indios cargadores, los funcionarios fueron instruidos en el sentido de restringir el número de españoles que tomaban parte en los viajes. lOO Con el objeto de evitar el uso de tamemes en la ciudad capital de Santiago, se dispuso que la leña y el zacate se llevaran a la ciudad, en
Finalmente,
los oidores
carretas.
Los indios que trabajasen como
sirvientes domésti-
cos, por consiguiente, llevarían las cargas, pero sólo
cortas distancias hacia las residencias, i^l
en
las
V El trabajo forzoso en América Central
328
Mientras
la
mayor parte de Centroamérica
era pacificada,
la retrasada conquista
de Costa Rica hacia recordar cuadros propios de los primeros aflos de la dominación colonial en las otras provincias. Per Afán de Ribera, gobernador de Cartago, fue acusado de colocar a los más preeminentes principales en cadena, para acarrear su equipaje, y ello aun cuando los nativos de la región hablan venido a ¿1 de paz, ofreciéndole comida, ropa, oro y aun tamemes. Su hijo, don Diego, fue acusado de llevar tamemes, de Nicoya a Cartago, sobrecargándolos y maltratándolos. No es necesario decir que tales cargadores no fueron pagados. Muchos de ellos huyeron, pero sólo para ser muertos por tribus guerreras, y de los sobrevivientes, todos enfermaron y uno murió. 102
Algunos religiosos se mostraron interesados en los daftos causados a los indios con motivo del acarreo, pero ellos fueron considerablemente ineficaces en cuanto a poner coto a los abusos. El obispo Marroquin envió una petición al Consejo de Indias señalando cómo muchos indios morían a consecuencia del trabajo de acarreo y demandaba que éste se prohibiera por completo. El consejo tomó la poco sabia decisión de enviar la petición de Marroquin al virrey de la nueva España, solicitando a éste recabar la opinión del obispo de México y rendir entonces un informe completo; todo ello obligaba a perder más tiempo en la solución del problema de fondo. 103 El cabildo de Santiago se quejaba de que, mientras Las Casas y los otros dominicos eran responsables de las restricel uso de tamemes, los frailes mismos los seguían usando sin ninguna interferencia. Los regidores señalaron cómo, unos cuantos días antes, un largo tren de 400 tamemes habla llegado por el camino de Verapaz; el presidente y los oidores habian sido testigos presenciales del hecho» pero lo excusaron por saber que los indios estaban acarreando cosas
ciones en
para los dominicos. lO*
Las evidencias indican que los curas de los pueblos también usaban cargadores; tenían indios que les llevaban gallinas, maiz y otros alimentos, sin la correspondiente paga.i^ Inclusive los franciscanos, en realidad no tan dispendiosos como los dominicos, abusaban del trabajo indígena, según los testigos. Ellos ponian a los indios a hacer cal, ladrillos y tejas
Variedades de trabajó forzoso, 1550-1600
329
para su monasterio de Santiago, y luego les hadan cargar dichos materiales sobre sus espaldas, en jomadas de más de siete leguas. Lo más triste de tales abusos, si el testimonio ha de ser creído, es que entre aquellos forzados a prestar el servicio, se incluían niños pequeños. Un español dijo haber visto grupos de 30 a 50 de aquellos niños, cargando cal, teja y ladrillo. su juicio, los niños no podían evitar los males derivados de tan inapropiado trabajo y ponían sus vidas en peligro, pues eran muy jóvenes y carecían de la suficiente fuerza para el trabajo. Mas los frailes según se decía se mostraban impertérritos, sin dar señales de consideración alguna por los muchachos. Y para colmo de males, ninguno de los indios recibía paga alguna por su trabajo. i^)^
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—
Bastante entrado el siglo, en 1582, se denunció que los dominicos tenían grandes cantidades de vino, llevadas a Cobán desde Puerto de Caballos a espalda de humanos, cuyos servicios no eran compensados. Los indios también eran obligados a llevar muchas cargas de zarzaparrilla a lo largo de grandes distancias, y también mantas que luego vendían los frailes. En ciertos casos las jornadas cubrían distancias de 20 leguas o más, y en ellas los indios no ganaban nada, cuando menos en sentido material. 1 07
Hacia finales del siglo, el uso de tamemes era todavía bastante evidente. Después de los informes, investigaciones, cédulas reales y mandatos diversos, dirigidos todos a suprimir dicha práctica, lo mejor que puede decirse es que algunos de los aspectos más brutales asociados con los tiempos de la postconquista habían sido suprimidos en gran medida. Pero ya fuere acarreando pesadas o ligeras cargas, o de cualquier otra manera, lo cierto es que los indios eran casi siempre ocu-
pados en labores pesadas, no precisamente en su propio interés. En 1603, el gobernador de Soconusco emitió un familiar lamento al sostener que la Corona podría beneficiarse de usar un orden vigoroso para conservar a los indios, no permitiendo el uso de tamemes para transportar ninguna clase de carga, incluyendo camas y cofres. Esta prohibición debería hacerse saber con toda clarídad a los frailes y sacerdotes, muy dados a usar indios para transportar camas y otras cosas para las cuales bien podían usarse caballos. Pero los clérigos decía
—
El trabajo forzoso en América Central
330
—
deseaban usar a los indios como caballos, el gobernador con el objeto de demostrar que su poder era superior a la justicia real. Mencionaba concretamente haber visto a un sacerdote de Tuxtla, llevando 13 tamemes desde Tapachula, para acarrear, en una distancia de tres leguas, varios objetos, de la siguiente manera: un indio llevaba una cama con un peso excesivo aun para un caballo; otro cargaba un pesado cofre con protfusos adornos de plata y en cuyo interior se guardaban monedas de las cuales el sacerdote no se separaba; otro simplemente conducía una sombrilla; uno más llevaba un pequeño cofre con 20 huevos; otros dos llevaban cacao; otro guiaba un caballo montado por una negra; otro llevaba un ,
libro de oraciones; otro indio transportaba
paja; otro
más
llevaba
un par de botas
dos colchones de iban dos
y, finalmente,
caminando simplemente al lado del sacerdote. No era nada raro —afirmaba el gobernador— ver a un sacerdote tomar una docena de indios consigo, para demostrar de ese modo su condición de hombre poderoso. ,¿ ^ El gobernador suplicaba a la Corona instruir a los gobernadores y alcaldes indígenas a efecto de no dar a sus indios .^
como
cargadores de nadie, e inducir a los sacerdotes a
comprar caballos, dada su riqueza y los medios de que disponían para ellos mismos y para sus sirvientes. Si no se
como consecuencia del trabajo En las tierras bajas, por otra parte, los dichos indios solían bañarse en los ríos para refrescarse y como resultado de
hacía algo, los indios morirían excesivo. ello
cogían catarros y fiebres en muchos casos mortales, ios
El mismo año de 1603, el gobernador de Guatemala emitió una ordenanza por la que se prohibía en el distrito de la audiencia el uso de tamemes para toda clase de carga; se
prohibían también los casos en los cuales se hablaba de cargadores volúntanos o aquellos en que se poseía licencia otorgada por un funcionarío, aun cuando éste fuera el propio virrey de la Nueva España. Todo funcionario que extendiera una de dichas licencias sería suspendido en su cargo por un período de cuatro años, y a quien dispusiera de los tamemes, aun con licencia, se le impodría una multa de 1,000 pesos. Una persona de * 'calidad" c imposibilitada de cubrir la multa, se vería expuesta a la desgracia pública y al exilio de las Indias.
Variedades de trabajo forzoso, 155(^1600
311
Los indios no serían utilizados para transportar cosas, aún en distancias cortas, y de modo específico se prohibía que transportasen trigo, harina y maíz, así fuera hacia o desde el molino. Tampoco era permitido llevar piedra de las canteras, ni ladrillos, ni tejas, de los sitios donde se hacían; tampoco cal, desde las canteras o los hornos, tierra, arena, adobe, colchones de paja, cajas y cofres. Los tamemes no podían, además, llevar leña, zacate,
madera o
añil.
Estas disposiciones serían
proclamadas públicamente en todas las plazas y mercados de todos los pueblos de indios. 109 Dicha ordenanza abolió virtualmente el uso de tamemes, mas ello, por desgracia, sólo fue transitorio. lio En realidad, aun hoy es cosa de todos los días ver a un indio doblado y tambaleante bajo una pesada carga.
La
minería en la segunda mitad del siglo
Después de los grandes descubrimientos de plata en Perú y México, durante la década de 1540, la minería en América Central perdió importancia a los ojos de la Corona. Muchos mineros abandonaron los centros de trabajo, mas la minería en la región continuó por todo el siglo, y ciertos importantes hallazgos de plata registrados en Honduras en los años 1570, le dieron nuevos ímpetus a la industria.
En
1553, el príncipe Felipe recordó que bajo el viejo sistede conmutación del tributo por trabajo, mediante el cual los indios fueron llevados a trabajar en las minas, algunos de éstos se vieron forzados a viajar en distancias de hasta 50 leguas, debiendo cargar sus mantas y cuanta comida podían. Para evitar cualquier malentendido, era necesario poner coto a tales irregularidades, pues él mismo había ordenado antes que se procediera así, aun cuando los caciques y los maceguales mismos se mostrasen inclinados a pagar el tributo con trabajo. Como según la tasación de los tributos éstos a menudo eran exorbitantes, los indios se veían obligados a trabajar a efecto de cumplir sus obligaciones, y esto con frecuencia aparejaba el trabajo en las minas. Felipe había ordenado una reducción de los tributos, de la cual se esperaba que relevara del trabajo de minas a algunos indios,
ma
m
El trabajo forzoso en América Central
332
En
la
controversia sobre
el
trabajo indígena en las minas,
registrada durante las dos décadas siguientes, se reportaron
escasos adelantos en los propósitos de aliviar la situación de los indios. Una explicación posible apuntaría hacia la inoperancia de muchas minas, lo cual, a su vez, se debía en parte a la falta de mano de obra indígena, en tanto otras minas
simplemente habían sido clausuradas. Las minas más rentables estaban siendo operadas por esclavos negros, i^^
En
1573, la audiencia se propuso indagar sobre la actitud real dirigida a limitar el uso de mano de obra nativa en la industria
minera. ¿Permitiría la Corona el trabajo voluntario de los nativos en la explotación de oro y plata, por períodos de tres o cuatro meses al año, y con el correspondiente pago de salarios? Si así fuera, las minas ociosas podrían ser obligadas a pagar, dando así un impulso a las rentas de la Corona y también a las de la provincia implicada. 113 £1 rey rehusó considerar la sugerencia y, en cambio, ordenó a los frailes franciscanos de Honduras ejercer una estrecha vigilancia sobre los españoles, a ñn de impedir el trabajo forzado de los indios en las minas. 114
A
de intentar una nueva política, el procurador de Sanactuando en representación de la ciudad y de los mineros, hizo saber al rey que los indios se sentían ofendidos por no poder trabajar en las minas, pues muchos de ellos se habían ganado la vida de ese modo y necesitaban seguir haciéndolo para mantener a sus familias. Los argumentos conopérdida de ingresos para cidos fueron esgrimidos de nuevo la Corona y la provincia y escasez de esclavos negros—. De nuevo se pidió autorización para aprovechar el trabajo voluntario y remunerado de los indios. Esta vez Fehpe mintió. Con el objeto de tener más elementos de juicio, deseaba conocer la opinión de la audiencia sobre la matería (la cual había obtenido sólo unos cuantos meses antes), habida cuenta que los nativos eran libres y debían ser bien tratados. Ellos serían paga dos directamente y su salud sería preservada de cualquier manera. Entretanto, sin embargo, los oidores podrían resolver el asunto como mejor les pareciese. n^ Como era de esperarse, los jueces pensaron que lo mejor era poner a los indios a trabajar en las minas. Al enviar la requerída opinión, en 1575, fin
tiago,
—
Variedades de trabajo forzoso, ¡550-1600
333
los oidores justificaron la decisión ya tomada, señalando al soberano el bien general derivado del otorgamiento de licencias para disponer del trabajo de los indios en las minas. Satisfecho con el informe, Felipe autorizó a la audiencia para conceder igual licencia al gobernador de Honduras, indicando que ello debia ejecutarse con cuidado. ^16 Aun cuando los ricos descubrimientos mineros se hicieron en Honduras unos tres años más tarde, es sorprendente la falta de informes sobre abusos cometidos en torno al trabajo de los indios en dicha época. Acaso la razón fuere que la producción de las minas justificaba el uso de muchos más esclavos negros.
Hacia el año 1581, Valladolid era el principal establecimiento en Honduras: sede del arzobispado y asiento de la catedral, así como residencia del gobernador. Su emergencia como una ciudad prominente se debia a su proximidad a las minas; diez o doce años antes se habia hecho un descubrimiento minero en Guaquearán, distante unas 15 millas; y sólo tres años antes se habían descubierto las ricas minas de Tegucigalpa. Como todos esos centros estaban juntos, se encontraban también bajo la misma jurisdicción del gobernador y los alcaldes ordinarios. Para ayudar a estos últimos precisamente, el gobernador había nombrado un lugarteniente. E>espués la audiencia nombró un alcalde mayor de minas, con un salario de 600 pesos al año; este nombramiento provocó luego un conflicto jurisdiccional. El cabildo de Valladolid dijo que el nombramiento de la audiencia implicaba un drenaje innecesario de los fondos públicos y que se presentaba un traslapo en la administración porque el alcalde mayor de minas tenia jurisdicción fuera de los centros mineros. Su autoridad se extendía en una área de cuatro a seis leguas desde Valladolid, donde vivían justamente unos 700 indios casados, en unos 13 o 14 pueblos. 117 La aludida distribución de poder preocupaba a los regidores de Valladolid, pero no interesaba en lo más mínimo al gobernador, cuya autoridad había sido afectada. Este, de nombre Alonso de Contreras, parecía haber entrado en componendas con el alcalde mayor de minas. Se denunció que ambos poseían minas trabajadas en su propio provecho, lo cual estaba prohibido en el caso de quienes administraban
'^ El trabajo forzoso en América Central
334
La audiencia recibió orden de investigar cuándo se había informado que los indios usados por aquellos altos funcionarios estaban sometidos a un excesivo trabajo. 1^8 La audiencia fue instruida, asimismo, para corregir abusos cometidos por encomenderos y caciques. El rey habia recibido informes sobre ciertos encomenderos de Honduras y Choluteca que habían entrado en arreglos con los mineros, arrendando a éstos sus pueblos de encomienda para ser destinados al trabajo de minas, sin importar la voluntad en contrario expresada por los propios indios afectados. Los caciques estaban entregando mucha de su propia gente con los mismos propósitos. 119 En respuesta a una petición del prelado de Honduras, la audiencia emitió una orden prohibiendo el trabajo de los indios en las minas, mas la misma no fue aplicada rigurosamente. 120
justicia.
Un plan para resolver el problema del trabajo en las minas, planteaba la importación de trabajadores españoles. Tal como se había visto ya, sin embargo, los trabajadores de España no se mostraban especialmente ansiosos de trabajar en las Indias, y la idea, sugerida durante los años de la pacificación, nunca permitió la traída sino de un puñado de trabajadores españoles a la América Central. Aun éstos, empero, tenían ciertas calificaciones o especialidades que les distinguían de los trabajadores indígenas, y
a estos últimos, entonces, se de-
jaban siempre los trabajos más
serviles.
Cuando, a fines de 1585, el rey nombró un alcalde mayor de minas para Honduras, éste llevó consigo 24 españoles; entre éstos los había, casados y solteros, agricultores calificados, carpinteros, herreros; todos iban con el propósito definido de trabajar en la industria minera. Como incentivo, cada uno había recibido anticipadamente 200,000 maravedíes pro-
venientes del tesoro real, y con la única condición de permanecer en Honduras cuando menos ocho años. En caso de abandonar la provincia antes de dicho plazo, estarían obliga-
dos a devolver
el
anticipo recibido. 121
idea de usar trabajadores españoles calificados para la explotación de las minas, al parecer tuvo cierto éxito. En 1600, cuando el rey nombrara otro alcalde mayor de minas para Honduras, otros ocho carpinteros y herreros
La
ayudar en
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
335
viajaron a las Indias con sus familias. 122 Los regidores todavía hubieron de tolerar la intrusa presencia del alcalde mayor de minas, cuyos poderes creaban conflictos jurisdiccionales sobre
Guaquearan y Tegucigalpa, a
na no ponia objeción alguna. 123 Pese a ser los artesanos españoles,
no
se
pudo con
Coroque resultaban
lo cual la
lo útil
ellos resolver el
de obra. En consecuencia, en 1586,' y tomando en cuenta la escasez de indios en la región, se planteó la necesidad de traer de 400 a 500 esclavos negros, co-
problema básico de
mo
algo
la
mano
indispensable
para
trabajar
las
minas
eficientemente. 124
En los últimos años del siglo XVI, la mayor parte de la actividad minera se centraba en Honduras. El trabajo en el interior de las minas se hacia casi exclusivamente por negros, en tanto, los españoles efectuaban las tareas más técnicas. Los indios todavía eran ocupados en las operaciones mineras, pero en su mayor parte trabajaban fuera de las minas. En 1590, en ocasión de nombrarse un nuevo alcalde mayor de minas, el presidente Mallén de Rueda otorgó al funcionario citado la autoridad oficial correspondiente para llevar de los pueblos los indios que demandare el buen funcionamiento de las minas. 125
uno de los últimos presidenhablaba de la necesidad de afirmar la estabilidad de las minas mediante el uso de más indios de fuera de la región minera, donde ya quedaban pocos. El presidente mencionado habla atendido una petición de los mineros españoles para que se les proveyera de más trabajadores indígenas, pero siempre con la condición de que, aun los pocos autorizados para trabajar, no entrarían en las minas. La Corona aprobó tales medidas. 126 El doctor Criado de Castilla,
tes,
Construcción de edificios y de barcos
Hacia la década de 1550, un apreciable cuerpo de artesanos nativos habla sido entrenado en los oficios de la construcción, resultando de ello una arquitectura extraordinaria, especial-
mente notoria en los edificios religiosos. Empero, muy poco ha sobrevivido de la arquitectura civil del siglo XVI, cuando
336
El trabajo forzoso en América Central
el estilo plateresco estaba en su apogeo. Había algunas residencias construidas en imitación de las casas de los nobles de España, con las modifícaciones correspondientes. En la
fachada tallada sobresalía el escudo de armas del propietario y por encima se extendía un balconaje. Puertas fuertemente tachonadas aumentaban su aspecto de fortalezas, y a veces exhibían relieves con detalles renacentistas. Quizás el mejor ejemplo, todavía apreciable en la actualidad, es la residencia del adelantado Francisco de Montejo. La **Casa de Montejo" fue construida por indios de Maní, y exhibe la fecha de 1549; está situada en Mérida, Yucatán. En Ciudad Real (ahora San Cristóbal de Las Casas), una casafConocida como de Luis de Mazariegos, parece ser del siglo XVI, y es otro impresionante ejemplo de una casa señorial. 127 En Antigua Guatemala pueden verse algunas preciosas casas viejas, probablemente anteriores al siglo
XVIL
Pero más notables aún son
las estructuras eclesiásticas^que constituyen testimonios actuales de la gran habilidad y sentido artístico de los artesanos indígenas que trabajaban bajo la dirección de artesanos españoles. Además de la tendencia a conseguir cierta dosis de elegancia, se daba también la necesidad de adaptar la construcción a cada ambiente particular. Los edifícios debían proteger a los moradores contra los elementos, así los tremendos aguaceros de la América Central, como los terribles terremotos. Pese a las precauciones, hacia el fínal del siglo
XVI,
la destrucción
por causas naturales
había provocado una alta mortalidad.
En 1556, el cabildo de Santiago otorgó la concesión correspondiente para operar por cuatro años, dos obrajes situados cerca de Jocotenango, en los cuales se hacían ladrillos y tejas. Estas últimas se vendían a razón de cuatro pesos el millar y los ladrillos a cuatro pesos y medio la misma cantidad. 128 Los incendios provocados por los rayos* constituían un verdadero peligro, particularmente con tantas estructuras con techos de paja. En 1575, el presidente hizo notar que en el pueblo de Os^oques, en Chiapas, un rayo había derribado una iglesia llena de indios y de inmediato el fuego consumió el techo de paja. Las llamas acabaron con 320 personas, en su mayoria mujeres. El techo de otra iglesia se incendió en Huehuetlán,
Variedades de trabajo forzoso. 1550-1600
337
Soconusco, durante una tormenta; y luego, justo cuando se acababa de instalar un nuevo techo, otro rayo provocó nuevo incendio, destruyendo el techo y matando más feligreses. Todas las iglesias tenian techos de paja y por ello el gobernador se mostraba interesado en que los mismos fuesen sustituidos por techos de teja, cuando menos en los principales centros de población. En Huehuetlán, donde se había aprendido bien la lección, se empezó la fabricación de tejas y ladrillos con dichos propósitos y otras regiones siguieron el ejemplo de inmediato. 129
Además de
trabajar en los edificios religiosos, se esperaba contribuyesen en la construcción de otros edificios gubernativos y de las instalaciones portuarias. En 1552, la audiencia ordenó establecer "ranchos mesones'*, o sea hospedajes para quienes viajaban por las carreteras de las provincias, los cuales debían ser construidos y mantenidos por los indios. 130 Conforme avanzó el tiempo, dicho sistema
que
los indios
de hospedajes en los caminos se extendió bastante y las instamás cómodas. Hacia 1619, los funcionarios coloniales se dedicaban a reunir a los indios que vivían cerca del camino de 60 leguas entre Santiago y el Golfo Dulce, a fin de obligarlos a trabajar en la construcción de los edificios destinados a funcionar como estaciones viales. Éstas, a construirse cada cuatro leguas, estarían destinadas principalmente a los arrieros y sus patachos, que transportaban las laciones se hicieron
mercaderías entre la capital y las costas del Caribe. Los trabajadores indígenas mencionados, no habían estado recibiendo
compensación alguna por sus labores, aunque la Corona había ordenado que en el futuro los comerciantes y los arrieros debían cubrir el costo de las estaciones referidas. Los trabajadores nativos, en consecuencia, debían ser pagados y bien tratados. 131
Los vecinos prominentes gustaban de exhibir ostentosamente la riqueza. En las probanzas con que apoyaban sus solicitudes de favores ante la Corte, los españoles solían anotar con orgullo el número de individuos que vivían en sus residen-
incluyendo los sirvientes indios y los esclavos negros, toa una persona de importancia en la comunidad. Se sabe que los dignatarios, aun quienes vivían en las cias,
do
lo cual señalaba
'
33g
El trabajo forzoso en América Central
más remotas
provincias, construían los más suntuosos edifipermitían los recursos a su disposición. Los funcionarios reales, como alcaldes mayores y corregidores en los pueblos de las provincias, por lo común tenían casas elegantes construidas a expensas de los indios, quienes aportaban la mano de obra, generalmente de modo gratuito. Los escribanos, alguaciles y otros funcionarios menores, vivían con bastante lujo, pese a los modestos salarios que recibían. 32 Todos los funcionarios, por supuesto, sabían cómo complementar sus ingresos, lo cual se hacía en general por medio de la explotación a los nativos. Los españoles residentes en Centro América, como quienes estaban ya de vuelta en España, llegaron a enorgullecerse de sus propias ciudades, lo cual les instaba a desarrollar planes más extensos. De ello quedan pocas evidencias en la actualidad, a no ser por la magnificencia de la Antigua Guatemala. Pero los derruidos edificios *de la vieja León, en Nicaragua, ofrecen evidencias de los ambiciosos planes de construcción cios
que
les
1
del siglo
XVL 133
Desde
los primeros años que siguieron a la conquista, la construcción de barcos se estableció como una importante industria en la costa del Pacífico. Las armadas de Al varado se construyeron allí en la década de 1530, junto con muchas otras embarcaciones. Nicaragua era una región particularmente importante en el comercio con Panamá y Perú, inclu-
ello el tráfico esclavista. Había, además, un movimiento comercial hacia el norte, es decir, hacia México. Como casi no había movimiento de navegación por el Cabo de Hornos, o sea a través del Estrecho de Magallanes, durante el siglo XVI, las embarcaciones destinadas al Océano Pacífico debían construirse en astilleros situados en dicho mar. 134 Esta industria resultó seriamente afectada por las leyes emitidas para regular el trabajo indígena, en especial las que limitaban el uso de tamemes y prohibían el corte de madera por los indígenas. Debido a dichas restricciones los regidores de San Salvador escribieron a la Corte, en 1548, diciendo que los barcos desaparecían del Mar del Sur (el Pacífico). Las embarcaciones viejas se destruirían, y no se podría construir ninguna nueva para sustituirlas, sin disponer de la mano de obra nati-
yendo en
va.i35
Variedades de trabajo forzoso, ¡550-1600
339
Unos cuantos años más tarde se informaba que los indios estaban participando en la construcción y reparación de barcos, de una manera diferente. Los encomenderos de León y de otros lugares, con intereses comerciales en la costa, estaban usando a sus indios de encomienda para hacer cabezadas y alquitranar barcos en el puerto. Los maceguales eran enviados a las montañas, donde permanecían ocupados por muchos días. Los indios no estaban legalmente obligados a efectuar dichos trabajos a cambio del pago del tributo en realidad la ley prohibía tales cosas , mas los encomenderos afirmaban que los trabajadores actuaban voluntariamente y por una paga. La peor parte del trabajo consistía en que los materiales debían ser transportados a espaldas de los hombres, desde las montañas y hasta el mar; lo escabroso del terreno causaba Hsiaduras y aún la muerte a muchos cargadores indígenas. Se emitieron órdenes tan sólo para corregir tal actividad ilegal; pero la Corona la prohibió de nuevo de manera terminante. 1 36
—
—
En 1578, el virrey de Nueva España ordenó al tesorero real de Nicaragua que se cortara la madera necesaria para la construcción de dos barcos destinados a las Filipinas. El funcionario subalterno dio cumplimiento a la orden, llevando un gran grupo de trabajadores indígenas a las montañas situadas en las afueras de León, con el objeto de cortar el cedro y las otras maderas requeridas. Sin embargo, él mismo y otros testigos más, dieron cuenta después de los muchos maceguales que enfermaron a consecuencia del clima sofocante. 137 Pese a las órdenes anteriores contra dicha clase de trabajo, el corte de madera y otras labores igualmente pesadas continuaron en
Como resultado de la fatiga y el excesivo calor, muchos indios murieron, según rezaba la información enviada a España. aquella oportunidad.
que si habrían de construirse más barcos para el comercio con la China y con otras regiones lejanas, sería mejor comprar 40 esclavos y 20 esclavas, negros
Oportunamente
se sugirió
todos, para trabajar en los astilleros. Ellos podrían pasar seis meses al año en tales trabajos y los otros seis meses en los *
obrajes de añil, precisamente en la época en que las hojas de esta planta estaban listas para ser procesadas. Su trabajo en
El trabajo forzoso en América Central
340
pues los negros eran mejores trabajadores que los indios. Antes de mostrarse convencido de la conveniencia de tal medida, el rey deseaba tener completa información sobre el número de indios que había estado trabajando en la construcción de barcos, sobre las causas de las posibles muertes registradas entre ellos, y sobre la opinión del gobernador acerca de la idea de comprar negros. El soberano deseaba saber también dónde trabajarían los negros y la ubicación de los sitios costeros de clima más sano y de mayor seguridad. 138 La referencia a la seguridad provenía del hecho que, hacía justamente un año (el 6 de septiembre de 1578), Drake había navegado hacia el Pacífico a través de ios estrechos y había recorrido sus costas desde entonces. los astilleros sería preferible,
La opinión del cabildo de León fue enviada a España en noviembre de 1579. De acuerdo con los regidores, tanto los colonos como los nativos estaban desesperados porque el trabajo de construcción de los dos galeones para el viaje a las Islas del Poniente, había sido comenzado cerca de año y medio antes. El licenciado Palacio había venido como visitador de la tierra, con la comisión específica de inspeccionar el proyecto de construcción de los barcos. Como consecuencia de las penalidades sufridas por los laborantes indígenas, la pequeña poMación nativa se había diezmado más todavía por
muchas muertes registradas en los astilleros y por otros muchos abusos,en los cuales Palacio era el principal actor y las
directo responsable.
No sólo era mala la administración de és-
te
— decían los regidores — sino los funcionarios
la
misma causaban daños
al servicio
de
considerables. Los administrado-
de la localidad no controlaban a Palacio, y todo era pesadilla" para los residentes de Nicaragua. Los regidores pedían una residencia del visitador. res reales
una
**
Seis meses más tarde el tesorero escribió exactamente en los mismos términos, diciendo que la tierra estaba en ruina. 139 Sin embargo, otro español escribió a la Corona diciendo que si
bien los indios habían sufrido algo debido
formes
al trabajo, los in-
hasta entonces remitidos eran realmente exagerados. 1^ Se hacía evidente que dondequiera que la Corona estuviese gobernando, no se había emitido una legislación efectiva; en efecto, en 1583, los indios de Costa Rica es-
Variedades de trabajo forzoso, 1550-1600
341
taban construyendo barcos y recogiendo pita para el aparejo de los mismos .'Y, además, trabajaban de manera forzada y sin remuneración alguna, i^i Los astilleros hicieron surgir otra clase de comercio, también sostenida por los nativos. Los encomenderos de León obligaban a los indios de sus pueblos de encomienda (sus encomendados), a traer pescado para la tripulación de los barcos, y se aducia el pretexto de que ellos lo hacian voluntariamente y mediante paga. Muchos de tales trabajadores terminaron lisiados o muertos. 1^2 Los indios que vivían cerca de la costa también fueron obligados a trabajar en los barcos, en posiciones serviles, asi como en puestos de combatientes. Los indios aliados hablan hecho significativas contribuciones y hablan ayudado directamente a los españoles durante la conquista de América Central, pero, aun asi, y en los años que siguieron a la pacificación, dichos indígenas fueron alejados de toda actividad de la cual pudieran obtener los medios necesarios para organizar una rebelión armada. Excepción hecha de unos cuantos caciques, los nativos tenían prohibido portar armas. Pero, hacia el final del siglo, los "amigos" estaban siendo usados de nuevo, en particular en los lugares cercanos a la costa. En respuesta a un mensaje del virrey del Perú, en el cual se daba cuenta de la presencia de tres galeones de piratas en la Mar del Sur, se formaron las unidades defensivas en las playas cercanas a Acajutla, las cuales consistían de 600 españoles, 800 indios flecheros y 50 negros. 143 Los soldados indígenas inclusive ayudaron a unos cuantos soldados a capturar nativos en Honduras en 1600, y ayudaron al asentamiento de los mismos. En la primera parte del siglo XVII, el alcalde mayor de San Miguel movilizó 300 flecheros para resistir a los corsarios avistados frente a la costa de
Amapala.144
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12
Trabajo agrícola
i--:'t.
La agricultura fue siempre un trabajo que mantuvo ocupado a un gran número de indígenas, que laboraban para procurar
de
sociedad española y también de el alimento básico para los indígenas y de modo creciente fue usado también por los españoles, así como otros muchos productos del Nuevo Mundo. La caña de azúcar y los bananos fueron introducidos de las Islas Canarias, como complemento de la dieta, y de la subsistencia
la indígena. El
la
maíz nativo siguió siendo
manera se importaron muchas otras frutas y verduras. Francisco de Castellanos, llegado de España en 1528, fue el primero en plantar trigo en Guatemala. Femando Cortés, aún antes, llevó consigo varias clases de ganado a Honduras, y Héctor de la Barreda exportó de Cuba a Guatemala la primera cabeza de ganado vacuno. Muy pronto se vieron los rebaños de ovejas pastando en las provincias, juntamente con más caballos y muías. igual
1
Por
cierto
muchos españoles
proveniente de
la industria
preferían la rápida riqueza
minera a cualquier otra actividad
económica, mas el aislamiento y el difícil acceso a muchas de las zonas mineras complicaban todavía más los problemas derivados de la escasez de mano de obra. Por otra parte, el equipo necesario y los esclavos negros eran bastante caros, el metal elusivo, y las regiones mineras a menudo estaban habitadas por indios fíeros; todo ello hacia de la explotación minera una aventura peligrosa. Poco a poco se hizo evidente, sin embargo, que las provincias producían también otra clase de riqueza. De tal manera, la agricultura de exportación, aunque de rendimientos más lentos y modestos, llegó a ser una empresa digna de toda atención. 342
5
Trabajo agrícola
^y
343
El cacao
Uno de los productos agrícolas más ricos extraídos de Centro América fue el cacao, un artículo largamente usado por los indios como alimento y como moneda.2 El chocolate, hecho de cacao, se convirtió en una bebida favorita de los españoles, y accidentalmente el cacao fue llevado a Europa, donde captó el gusto y la afíción de muchos. Las pepitas de la fruta siguieron siendo usadas como medio de intercambio después de la conquista, y eran particularmente estimadas por los nativos, que a menudo recibían sus salarios en cacao.3 La planta crecía en los climas calientes y húmedos a
lo largo costa del Pacífico, y se daba especialmente bien en las regiones que ahora forman el territorio de Soconusco en el sur de México, y en El Salvador. Los aztecas se proveían del cacao de Soconusco aun antes de la llegada de Cortés. ^ Al arribo de los españoles, durante las primeras décadas de la era colonial, ciertas cantidades de cacao se embarcaban con destino al Perú, pero la mayor parte era enviada a México, ya en pequeñas embarcaciones que ascendían por la costa oeste, ya en travesías terrestres a lo largo del istmo. En la costa caribe era usual que dos o tres barcos se detuviesen al año en Puerto Caballos, después de establecida la flota española. Aquellas pequeñas embarcaciones partían de estos barcos llegados con destino a México y se dirigían a las costas centroamericanas para proveer a los colonos de las mercancías provenientes de España y para tomar, de regreso, cacao, añil, pieles, zarzaparrilla, cañafístula, ciertas cantidades de oro y plata, y algunos otros artículos negociables en España. Para disgusto de los vecinos, la llegada de los barcos de España no era del todo regular y confiable.
de
la
En la primera mitad del siglo apenas se menciona el cacao como un factor signifícativo en la economía de la colonia. Sin embargo, en 1552, el rey hizo saber que la mayoría de los pueblos había acostumbrado pagar en cacao el tributo entregado a los encomenderos, pero que Cerrato había reducido dicha práctica. La fruta había tenido un precio de cuatro y medio a cinco pesos la carga (dos fanegas), pero con la escasez de entonces, había llegado a valer 10 y 11 pesos. Ello, según los informes recibidos por la Corona, era resultado de las
El trabajo forzoso en América Central
344
medidas tomadas por Cerrato sobre el pago del tributo. Después, el valor fue bajado a cinco y seis pesos la carga, pero no podia venderse ni siquiera a ese precio. A pesar de la rebaja de tributos ordenada por Cerrato, los encomenderos se recobraron, gracias a la alta cotización de su cacao; pero, de nuevo tuvieron problemas con los precios bajos. Ellos se quejaban, argumentando que los indios podían fácilmente seguir pagando el tributo de acuerdo con las viejas tasas, pero que, no obstante, Cerrato habia reducido éstas por mitad. Los vecinos, estaban según sus propios argumentos en consecuencia sufriendo y ** muriendo de hambre* 'y ya no eran capaces de mantener las armas y caballos para proteger la tierra. El rey era de la opinión que el tributo no debia ser pagado totalmente en cacao, sino en varios frutos de la tierra, y, en consecuencia, instruyó a Cerrato para hacer lo que considerase mejor para españoles e ^ndios; el presidente fue dejado asi en una situación imposible de resolver, pues los intereses de indios y españoles eran mutuamente excluyentes.6 Fue realmente difícil impedir que los encomenderos insistieran en cobrar en cacao el tributo de los indios. Lo peor de todo era que estos últimos a menudo ni siquiera vivian en áreas donde se cultivara el cacao, de modo que se veian obligados a acarrear maíz u otros productos a las tierras calientes, a fin de intercambiarlos por cacao; o bien, efectuaban trabajos complementarios a efecto de obtener el dinero necesario para comprar las codiciadas pepitas.
—
—
El valor del cacao también llegó a tener un contenido por otra parte, la exacerbación de las ren-
político, sin excluir, cillas
y problemas existentes entre
las
órdenes religiosas y los
sacerdotes seculares. Fray Tomás de la Torre escribió al Consejo de Indias diciendo que podría "ayudar a la conciencia de la Corona** el hecho de expulsar a los sacerdotes de Los Izal-
cos y Tacuxcalco (Tecus^alcos) y construir un monasterio franciscano o dominico, pues el tributo de dichos pueblos sumaba casi 8,000 pesos, y que no obstante tal prosperidad, no decía el existia alli un buen orden o cristianidad. Dicha área religioso abarcaba las más ricas tierras de cacao en todas las Indias, y con sólo establecer una buena administración al cabo agregaba el fraile, dejando volar su imaginación
—
—
—
—
345
Trabajo agrícola
zona podía
llegar a ser *'como seis Medinas del que no pasasen muchos sacerdotes por la zona, y quienes lo hicieren debían ayudar a los nativos y no capitalizar en las posesiones de éstos para acumular dinero, actuando como comerciantes y con el propósito de regresar rápidamente a España.7 Tres años más tarde otro español escribía que los pueblos de Izalcos y Tacuxcalco, distantes 30 leguas de Santiago, cerca del Puerto de Acajutla, tenían gran abundancia de cacao, ó sea algo que los indios estimaban más que ninguna otra cosa. En efecto, lo usaban como dinero en la región de San Salvador, así como en el altiplano de Gracias a Dios, en Honduras, la Villa de San Miguel de Guatemala, y en muchas otras partes. Grandes cantidades de gente solían ir a las zonas cacaote-
de
seis
años
la
Campo". Lo mejor
sería
ras a intercambiar maíz, gallinas, frutas y
muchas otras cosas,
por cacao, y algunos iban para engancharse ellos mismos en el trabajo en los cacaotales o cacaguatales. Sin embargo agregaba el español de marras la tierra era como un cementerio para todos los indios que acudían, pues muchos de ellos morían y otros olvidaban a sus mujeres abandonadas en sus pueblos, y los niños quedaban, por las mismas razones,
—
—
,
huérfanos. En dichas tierras cacaoteras, los trabajadores foráneos eran enterrados o bien se casaban de nuevo. Muchas otras complicaciones y problemas físicos les ocurrían, debi-
dos
al
cambio
radical de clima.^
Los Izalcos (Y^alcos o Itzalcos) eran dos pueblos principales, tenidos en encomienda por Juan de Guzmán y otro español de apellido Girón. El prímero tenia plantaciones de cacac^ en las cuales ocupaba a sus críados y esclavos negros. Según el oidor Mexia, Guzmán también tenia indios trabajando en dichas plantaciones, y éstos no recibían nada de los frutos de su trabajo y se mostraban temerosos de pedirlos. Guzmán obtenía 5,000 pesos anuales de su plantación, un bonito ingre-
so para un encomendero centroamerícano.
Mexia consideraba que la situación debía ser investigada por un visitador y que la Corona debía recuperar los pueblos, cuando menos los de Guzmán; y agregaba el oidor que él no sabia si Guzmán tan siquiera tenia un titulo sobre las milpas de cacao.9 Los terrenos de Guzmán eran excepcionalmente rí-
1
El trabajo forzoso en América Central
346
eos, pero otros eran
mucho más modestos. Un encomendero
hacía notar que el tributo de cacao de su propio pueblo llegaba a sólo 30 xiquípíles (un xíquípíl o jíquípíl equivalía a 8,000 pepitas de cacao), con valor de 100 a 120 pesos por lo común, aunque al parecer la encomienda estaba en Honduras, área no conocida precisamente por poseer ricos cacaotales.! o En efecto, es muy posible que los tributarios, en este caso particular, se viesen obligados a salir a lugares distantes en busca del codiciado fruto.
Hacia 1560 el comercio del cacao había alcanzado ya su punto más alto, con unas 20,000 cargas (una carga equivalía a tres xiquípíles), valoradas en 60,0(X) pesos, exportadas cada año; y ello sin incluir las cantidades sacadas de contrabando. Uno de los problemas derivados de dicho tráfico consistía en que, en lugar de pagarlo en dinero, los comerciantes intercambiaban el cacao por otros productos. Esto último implicaba que la plata de que estaba necesitada la provincia, no ingresaba en la misma; por ello el presidente Landecho ordenó que por lo menos el 50 por ciento del cacao adquirido debía pagarse en efectivo. Un problema más, cuando menos desde el punto de vista de la Corona, se refería a que grandes cargamentos de cacao y otros productos estaban siendo embarcados en Acajutla y con destino a México y Perú, pero sin pagar los impuestos correspondientes (almojarifazgo). Los comerciantes llevaban sus mercancías en caballos, desde México y hacia Soconusco, y luego regresaban con los cargamentos de cacao, sin pagar el almojarifazgo. 12 Francisco de Morales hacía notar en 1562, que el 7.5 por ciento del almojarifazgo fue cobrado sobre 50,000 cargas de cacao, lo cual se enviaba —según el mismo Morales— cada año a México. En ciertos años dicha cantidad fue duplicada —agregaba Morales—, pero de acuerdo con los cálculos de Landecho, formulados sólo dos años antes, las cifras de Morales debían ser revisadas. Este, en efecto, llegó a 1
afirmar que el valor total de las mercancías sacadas en un año, era de casi 500,000 pesos oro, y que en su mayor parte se trataba de cacao. Con tanta mercadería ingresando en la región —pensaba Morales— el almojarifazgo para los puertos de Acajutla y Guatulco (en Oaxaca, México), debería ser de
Trabajo agrícola
-^
'
'"
•'
347
150,000 ducados al año. Mas por unos 40 años los impuestos habían perdido, por culpa de las imperfecciones del sistema de recaudación. Morales informaba que otras 3,000 cargas de cacao al año eran sacadas hacia México o puestas a la venta se
en Guatemala.
í
3.
—
—
según informaba el mismo Morales El año siguiente la Corona pudo haber obtenido en Acajutla y Soconusco un ingreso de un millón de pesos de tipuzque, de los cuales ,
400,000 pudieron haberse utilizado para sostener a los españoles merecedores de ello por haber servido al rey, o bien para quienes tal cosa hicieren en el futuro. Morales estaba de acuerdo con otros en cuanto a que la zona portuaria era una de las más prósperas y ricas del mundo, lo cual resultaba un tanto exagerado. Soconusco, en especial, era potencialmente muy rico para la Corona, dado que todos los indios de la co-
marca pertenecían a encomiendas reales. 14 No se puede decir cuántos indios estaban implicados en el sistema productivo del cacao, pero, a juzgar por el volumen del comercio, ellos debieron sumar grandes cantidades.
En 1570, el inglés John Chilton hablaba de los ricos cultivadores de cacao de Soconusco, de donde se exportaban 4,000 cargas al año, con un valor de 21 pesos la carga. í 5 Con todo ello, la Corona con frecuencia exhortaba a sus funcionarios a buscar las formas posibles para incrementar las rentas, y precisamente con tales propósitos el doctor Antonio González, presidente de 1569 a 1573, se permitió opinar, en 1571, que los ingresos de la Corona podían aumentarse en 8,000 pesos anuales, simplemente imponiendo un tostón de tributo sobre cada carga de cacao sacada de Izalcos hacia México, y que ese dinero se podía usar para ayudar a los españoles pobres y necesitados. 16
El cacao cultivado en Soconusco era de muy buena calidad, la provincia no estaba produciendo a plena capacidad. El fiscal, licenciado Arteaga Mendiola, fue enviado allí para investigar los graves cargos formulados contra el gobernador
pero
Pedro Pacheco y contra otros españoles. Al cabo de un mes, encontró sólo 2,000 indios tributarios en la provincia, aun cuando ésta tenía una extensión de 193 kilómetros. Ellos pa-
El trabajo forzoso en América Central
348
gabán tríbulo a
más
la
Corona sobre 400 cargas de cacao
otras 200 cargas por sobras de tríbuto, algo de
otros alimentos para los sacerdotes.
al
año,
maíz y v»
.
Cada día había menos vecinos en Soconusco, aunque muchos extraños entraban y salían en busca de cacao. El fiscal Arteaga no se explicaba esta situación, pues si bien la de insectos, el fiscal— era lo suficiente sano y no excesivamente cálido. Creía Arteaga que la principal causa del decrecimiento de la población se relacionaba con el hecho de que los funcionarios y sacerdotes de la provincia estaban públicamente dedicados al comercio, con particulares intereses en la venta de ropa y en el tráfico del cacao. Los cultivos de los indios estaban abandonados, porque los maceguales pasaban el tiempo consiguiendo el cacao necesario para pagar a los jueces y a los vicaríos. Los funcionarios ni siquiera cuidaban de que los indios sembraran maíz, no obstante que sin tal supervisión se producían las consiguientes carestías. Como estas ideas se expresaban con frecuencia en la América Central del tierra era bastante caliente y estaba infestada
clima
—según
el
XVI, resulta realmente admirable ver cómo los indígenas se las arreglaron durante todos esos siglos sin nadie que les señalara una política agrícola. siglo
El maíz de ordinarío se vendía entre 10 tostones y 4 reales la fanega, pero debido a las carestías a veces alcanzaba hasta 20 tostones. Quienes tenían cacao podían intercambiarlo por maíz, pero los indígenas menos afortunados comían hierbas y otras cosas que les provocaban enfermedades y a veces aun la
muerte.
Aparte de las imposiciones y vejámenes de los caciques y gobernadores, los indios también eran obligados a trabajar tres días a la semana para la comunidad, y los tres restantes los dedicaban al trabajo para mantener a sus familias, i'^ Algo les favoreció que el gobernador Pacheco fuera arrestado como consecuencia de su mala administración y su dedicación al tráfico del cacao a expensas de los nativos. En el curso de la investigación. Pacheco fue encontrado con 450 cargas del producto mencionado, a las cuales se adjudicaba un valor de 6,000 ducados.18 vnf <^ ¡.r i? í ic ;
Trabajo agrícola
349
-,
En 1574, el gobernador Ponce de León escribía desde Soconusco diciendo que mucho habia cambiado desde los viejos tiempos, y que muchos indígenas habían muerto durante la ocupación española. A la sazón la provincia tenía sólo unos 1,200 indígenas (aunque más tarde habla de 1,800). Como la tierra era fértil en extremo y muy buena para el cacao, Ponce de León creía que si la Corona permitiera la introducción de 3,000 indios de la Nueva España y otros 1,000 de la Verapaz, (donde ellos estaban ociosos, según el gobernador), al cabo de cinco años (el tiempo que necesitaban las plantas para frutecer), los tributos de la Corona aumentarían en 1 ,000 cargas de cacao, con valor de 22,000 pesos. En la época de su informe, en cambio, el tributo no llegaba más allá de las 400 cargas, con valor de menos de 9,000 pesos. El plan podía ser muy rentable —explicaba el gobernador-— pues el indio menos productivo de Soconusco producía diez veces el tributo de un indio de la Nueva España, y otros hasta cien veces más, según fuera el tamaño de la plantación. Ponce de León, al describir la provincia de Soconusco, le asigna 60 leguas de largo y siete u ocho de ancho, es decir, unos 250 y 32 kilómetros, respectivamente. Un funcionario anterior había estimado la longitud en unos 193 kilómetros. Una cadena montañosa recorre a lo largo el territorio y hay numerosos ríos y un lago lleno de lagartos que han devorado a muchos indígenas que se han aventurado a cruzarlo en canoa. La tierra es plana en su mayor parte, cuando menos entre las montañas y el mar, y tenía muchos pantanos y espesos bosques a través de los cuales
no era posible
viajar en la caUente y húmeda, con un régimen de lluvias de ocho meses al año, de marzo a octubre, con muchas tempestades y rayos que mataban mucha gente e incendiaban los ranchos pajizos. En 1573, en un intervalo de cuatro meses, los rayos habían destruido dos
estación lluviosa.
La
parte sur era
veces la principal iglesia, y otras tres
das en la
muy
más habían sido
arruina-
misma forma.
Existían 40 establecimientos indígenas, algunos con sólo 10 vecinos o menos, en su mayoría situados sobre el camino usado por los comerciantes y otros viajeros que satisfacían algunas de las necesidades de la zona. El principal pueblo era
.
^^
9
El trabajo forzoso en América Central
Huehuetlán, donde residía el gobernador. Hablan 20 vecinos todos eran indígenas. Soconusco no tenía encomenderos (privados), pues todos los establecimientos eran pueblos de la Corona. Habían cuatro haciendas de ganado, pero ninguna mina, ni clase alguna de metales preciosos en toda la provincia. Infortunadamente para el negocio del cacao, no existían puertos y los ríos no eran navegables, excepto por canoas. El tributo recolectado por los funcionarios de la Corona sumaba 600 cargas de cacao, pero 200 de ellas eran repartidas entre las comunidades indígenas para cubrir los gastos religiosos. La provincia producía un total de 4,000 cargas anuales, lo que representaba, incluyendo las importaciones, un valor comercial de unos 130,000 pesos para la región. En tránsito desde Suchitepéquez cruzaban la provincia otras 1,000 cargas, sumando un total de 5,000, valoradas en 100,000 pesos o más, dado que cada carga valía de-20 a 22 pesos. Al mismo tiempo, entraban más de 30,000 pesos anuales en mercadería, sumando así las importaciones y las exportaciones cerca de 130,000 pesos, que representaban el movimiento comercial de Soconusco. Finalmente, el gobernador informaba que los únicos salarios pagados por la provincia consistían en los 600 pesos oro del gobernador y los 300,000 maravedíes para los sacerdotes, curas y vicarios, quienes también recibían otros 50,000 españoles y del resto
maravedíes de los indios y españoles residentes. 1 Dos años más tarde, tratando de presionar todavía para conseguir más indios que trabajaran la tierra, Ponce de León hacía notar que en México y Guatemala había muchos indígenas, y que en un solo año se registraban más de 500 delincuentes nativos, incluyendo chichimecas, quienes eran vendidos para trabajar por períodos de ocho o nueve años, a precios realmente bajos que no llegaban a 30 pesos la pieza. Los podían ser vendidos sugería Ponce indígenas condenados o exiliados a Soconusco, permitiéndoles traer con ellos a sus familias, y de tal manera la provincia podría ser poblada en un período de dos años. Agregaba Ponce que había, además, un regular número de negros libres y mulatos, quienes, al parecer, muy raras veces se enganchaban como trabajadores en -^ _ .. las plantaciones de cacao. 20
—
—
.
—
Trabajo agrícola
351
,
El gobernador repitió sus requerimientos en los meses siguientes, pidiendo a los indígenas chichimecas que hubiesen
como
a otros indios esclavos; pedía que ya fuere por unos cuantos años o a perpetuidad. Cada uno de ellos decía el gobernador podía producir una carga de cacao al año, lo cual representaba más de lo que ese mismo individuo podía hacer en la Nueva España. El gobernador informaba que por entonces salían de la provincia 6,000 cargas de cacao al año, incluyendo lo cultivado en Suchitepéquez, pero excluyendo el contrabando en tránsito y proveniente de Guatemala (en realidad era de Sonsonate).2i sido sentenciados, asi
se le permitiera traerlos,
—
Varios años
más
tarde la escasez de
mano de obra no
había
sido resuelta en Soconusco, y con la provincia sumida en la depresión no se habían comprobado todavía todas sus potencialidades.
En
1585, sin embargo, la Corona estipuló que toir allí desde cualquier lugar de la Nueva
do indio que desease
España, podía obtener una licencia para hacerlo, y sería exonerado del tributo por cierto tiempo. El rey, no convencido aparentemente de la conveniencia de tal medida, solicitó la opinión de la audiencia.22. Las cosas se habían complicado a tal punto en Soconusco, que hacia 1600, se sugirió que la provincia fuera incorporada al obispado de Chiapas, pues Soconusco estaba ** acabado", debido a su escasa población. Ya no era más una aprovechable provincia de cacao. 23
De acuerdo con
el
gobernador Andrés Díaz de Rivade-
neyra. Soconusco había entrado en un período de declinación como resultado de la negligencia de los anteriores gobernadores, que no habían cuidado debidamente las plantaciones de
cacao. Díaz de Rivadeneyra dijo que él se había preocupado de plantar más árboles, pero los españoles residentes mantenían muy ocupados a los pocos nativos en las tareas inherentes al servicio personal, hasta el punto que éstos no tenían tiempo dé atender el cacao. 24 Ello no obstante, el gobernador perseveró en sus esfuerzos por detener la ruina de la tierra.
A
fin
de promover
el
comercio del cacao,
él
deseaba
introducir 2,000 indígenas, que pudieran dedicarse a sembrar si la decía el gobernador más árboles. Ayudaría mucho
—
—
352
El trabajo forzoso en
Corona ordenara a
los indígenas
América Central
casados que hubiesen dejado
regresar a la misma. Estos individuos se habían convertido en vagabundos en otras regiones, pero si fuesen obligados a retomar el camino regulau- de su vida, en compañía de sus familias, Soconusco podría ser repoblado y el retorno de el área,
economía, al asucuidado de los abandonados cacaotales. Entretanto, había surgido un nuevo problema con el matrimonio de mulatos y zambaigos (mezcla de negro e indígena, conocidos en otras partes como zambos), con mujeres indígenas poseedoras de cacaotales. Cuando ocurría tal cosa, las plantaciones no eran trabajadas ni por el hombre ni por la mujer, y lo mismopasaba si una mujer indígena se casaba con un mestizo. En opinión del gobernador, a los mulatos, zambaigos y mestizos no se les debía permitir casarse con mujeres indígenas poseedoras de tierras cacaoteras. A los españoles, por su parte, se les debía prohibir vivir entre los nativos, como también se les debería prohibir usar a éstos como trabajadores, pues los españoles —según el gobernador— llevaban a los indios a sus haciendas ganaderas, donde éstos se convertían en ladrones y salteadores de caminos, haciéndose acompañar de negros y mulatos que les enseñaban cosas malos esposos descarriados podría estimular la
mir
ellos
el
las.
En todo caso, los indios no eran pagados en dinero, sino más bien con caballos y ropa equivalentes a sólo la mitad de sus verdaderos salarios. El resultado era que los indios vivían como esclavos y sus pueblos tendían a desploblarse. Indígenas de otras áreas solían llegar a Soconusco para trabajar, [>ero
gobernadores anteriores no les dejaban en libertad, y la inmigración cesó con el tiempo. Para cuidar el cacao se necesitaban precisamente muchos indígenas, pues la fruta era arruinada por animales que se la comían, como loros y otros pájaros, puercos de monte, pizotes (pegotes), coatípizotes, monos, ardillas y venados. Los daños provenían también del ganado salvaje que se comía las plantas, como ocurriera con cuatro pueblos de indios, cuyas plantaciones fueron totallos
mente destruidas. 25 Soconusco no se desarrolló como
se esperaba en las regiones más hacia el sur, pero las cosas, en general, caminaban cuando menos para algunos. En un satisfactoriamente
—
Trabajo agrícola
353
con el tributo del pueblo de Tecpán Izalco, poseído éste en encomienda por Diego de Guzmán, la tasación del tributo hecha en 1575, por el licenciado Palacios, arrojó la generosa suma de 1,300 cargas de cacao. El licenciado Espinoza, fiscal y representante del pueblo, sostenía que la tasación había sido hecha sobre la base de que los indios tenían en sus cacaotales más de cuatro millones de árboles, cuando en realidad no tenían ni siquiera la cuarta parte de dicha cantidad. Con todo, la renta de casi un millón de árboles podía ser suficiente para dar a Guzmán una vida confortable, ¡pero éste estaba cobrando un tributo basado en cuatro millones de árboles! 26
juicio relacionado
En la ciudad y puerto de Acajutla, y casi rodeándola, habían dos asentamientos de izalcos y naolingos, ocupando una área de cuatro leguas, y '*con algunas de las más ricas tierras del mundo**. Cada año se enviaban 250,000 pesos de cacao a la Nueva España. Si se hubiera establecido y cobrado almojarifazgo, ello habría representado 15,000 pesos anuales para la Corona, según testimonios confiables. La fruta deslizada ilegalmente a través de Soconusco, proveniente de Guatemala y hacia la Nueva España, podría representar otros 6,000 pesos en contribuciones.
el
A
unas 14 leguas dé Santiago se encontraba el puerto de Iztapa, tres cuartas partes de cuyo territorio pertenecían a un solo encomendero, siendo la Corona la propietaria de la otra tercera parte.
Esta sección no tenía casi valor alguno, pero podría ser deuna docena de negros capaces de producir más de 1,000 pesos anuales, en lugar de los 20 que producía en sarrollada con 1574.
Antonio González,
más de una ocasión,
el el
presidente, fue acusado de crear, en cargo de **juez de milpas*', en el
pueblo de Naolingo, con el propósito de obligar a los indios a cuidar de sus cultivos de cacao. Se decía que el presidente había nombrado para dicho cargo al pariente de un sacerdote amigo suyo, asignándole el salario de 200 pesos al año, el cual debía ser pagado por los indios no obstante su estado de suma pobreza.27 La práctica continuó por mucho tiempo, y una década más tarde el presidente García de Valverde nombró
3
354
El trabajo forzoso en América Central
Otros jueces de milpas, que también causaron muchos problemas a los indígenas. La opinión real fue la de que dichos funcionarios eran innecesarios, pues los corregidores y alcaldes ordinarios podían atender todos los asuntos; en consecuencia, la Corona ordenó suprimir dichos funcionarios. 28 Hacia 1576, el área de los izalcos, situada peligrosamente en las faldas de un volcán en constante erupción, era en extremo rica; producía más de 50,000 cargas de cacao, con un valor de 500,000 pesos oro.29 Gracias a la riqueza proveniente del cacao, se fundó, en 1578, el pueblo de la Santísima Trinidad. 30 Mas luego vino un período de decHnación y hacia 1598 la provincia de Guatemala (incluyendo el actual territorio de El Salvador), sólo producía 20,000 cargas,valuadas en más de 200,000 pesos al año. Infortunadamente, la reacción de los españoles ante la baja producción, fue la de pedir que se obligara a los indios a pagar más tributo. 31 Como el cacao era el renglón agrícola más'productivo, muchos comerciantes españoles, así como mestizos y negros libres, se fueron a vivir a los pueblos de indios, con el ánimo de venderles artículos no necesarios y de poco valor, a cambio del cacao. A fin de impedir que los ingenuos nativos fuesen despojados de su estimada fruta, la Corona decretó, en 1605, que los no-indios debían permanecer fuera de los pueblos indígenas durante el período de la cosecha y sólo se les dejaría entrar tres días al mes,después de la misma. Aquéllos sólo podrían vender a los nativos artículos de uso corriente, pero no podrían hacer negocios a base de crédito. 32 Finalmente, en un esfuerzo por alcanzar un mayor grado de
organización entre los indígenas, el presidente nombró un juez con el título de ** reformador de milpas*'; éste tendría un salario de 1 ,000 tostones al año y se encargaría de cuidar que los nativos desyerbaran y mantuviesen limpios sus cultivos de cacao y sembrasen nuevos árboles, pues se hacía necesario proteger tan vaHoso producto. El alcalde mayor protestó ante el
rey por dicha medida, considerando tal
nombramiento co-
mo una interferencia en el radio de su jurisdicción,
y
la
Coro-
na dispuso pedir a la audiencia las explicaciones del caso. 3 En 1620, el mercado del cacao en Centro América padecía todavía algunos contratiempos. Una de las razones de ello se refería a que los comerciantes del Perú, otrora asiduos visi-
Trabajo agrícola
tantes de los puertos centroamericanos
comprar
355
.•
adonde acudían a
citado producto, hablan sembrado ahora grandes cantidades propias en aquel país sudamericano, hasta el punel
to de que ahora venían a vender sus propios excedentes a la América Central. El resultado último fue el de una considerable existencia que sobrepasaba con mucho la demanda. 34 Pero tales informes pudieran quizás resultar falsos, pues Vázquez de Espinosa, por su lado, nos dice que la prosperidad había ya retornado por entonces. Si bien muchas regiones de la costa oeste ya producían cacao en 1620, la zona más rica era la provincia de Sonsonate, con sus pueblos de Los Izalcos, Naolingo y Caluco: **En un distrito de 2 leguas de estas plantaciones o arboledas de cacao, ellos cosechan 50,000 cargas, con un valor mínimo de 500,000 ducados". Tal escribe Vázquez de Espinosa, para afirmar luego que en tiempo de cosecha se vendían 200 pepitas por un real o menos. En la Diócesis de Guatemala afirmaba el cronista en la cual los principales productos se localizaban en las provincias de Soconusco, Suchitepéquez, Guazacapán, Sonsonate, Zacatecoluca y Chiquimula, se producía al año una cantidad de cacao cuyo valor sobrepasaba el millón y medio de ducados.35
—
—
,
Caña de azúcar El cultivo de la caña de azúcar en América Central fue basmodesto durante el siglo XVI. El mismo requería un considerable capital de inversión, un buen aprovisionamiento tante
de leña,
como un clima adecuado y la disponibilidad de sumano de obra. Y más importante aún, el procesa-
así
ficiente
miento de azúcar para la exportación exigía un acceso conveniente a las instalaciones portuarias. Mientras estas exigencias se llenaban a cabalidad
en las Antillas y el Brasil, las posibilidades de la América Central eran realmente limitadas. Sólo en Chiapas la caña cobró cierta importancia en las primeras décadas.
Una carta temprana de Cerrato hablaba de la
"tiranía** de de caña de azúcar en la provincia de Chiapas, y también de sus órdenes contra el uso de los indios de encomienda en tales trabajos; precisamente esos antecedentes in-
los cultivadores
356
El trabajo forzoso en América Central
regular el asunto. 36 De manera contraembargo, sólo un mes más tarde el emperador instruía a Cerrato para prestar toda clase de apoyo al establecimiento de plantaciones de caña de azúcar, pese a la explicación del presidente sobre los daños derivados de ello a los na-
dujeron a
la
Corona a
dictoria, sin
tivos. 37
La
aplicación de las leyes restrictivas sobre el régimen de obra, en 1549, tuvo el efecto, empero, de limitar la producción de azúcar. Los cultivadores, junto con los proveedores y los hacendados, se mostraron de acuerdo con el oidor López, en el sentido de que estaban al borde de la quiebra por haber perdido de una vez sus esclavos y su personal de servicio. Muchos azucareros habían agotado sus recur-
mano de
sos en sus operaciones, en la esperanza de que la esclavitud duraría bastante. Sería de gran utilidad —escribía López— si el rey pudiera autorizar la compra de 300 negros al crédito, para que de este modo pudieran operar las siete u ocho plantaciones entonces en operación. Ello, sin duda, beneficiaría a Ciudad Real agregaba el funcionario „ pues la economía de esta ciudad estaba ligada a las plantaciones, y la Corona misma se beneficiaría de la venta del azúcar en Sevilla.38
—
—
Diego Vásquez de Rivadeneyra, un vecino de Ciudad Real, informó al rey que él estaba construyendo una muy buena plantación de caña de azúcar en las afueras de la ciudad, pero que había interrumpido el trabajo cuando perdió sus esclavos; ahora se encontraba en quiebra y no podía terminar el trapiche; solicitaba un préstamo de 3,000 pesos del tesoro real, para pagarlo en un plazo de cuatro años y a fin de terminar las construcciones y la siembra. El préstamo, en su opinión, sería también beneficioso para la Corona y para Chiapas. El rey contestó que si Rivadeneyra podía dar fíanza legal y si se comprometía a cubrír el préstamo en el plazo de cuatro años, tendría
el
con todos
dinero; pero sería necesario hipotecar la plantación, los
documentos depositados en
la caja real (arca
Se harían las transcrípciones legales por sorero real para ser enviadas a España.39 las tres llaves).
de
el te-
El interés de la Corona por promover la industria azucarera en América Central, se pone de manifíesto también en la solicitud de un tal Juan Ortiz de Gatica, para obtener otro presta-
357
Trabajo agrícola
mo. Este
sujeto había viajado a España para traer a su esposa y sus hijos y estaba de regreso en Honduras con el propósito de desarrollar una plantación de caña de azúcar. Por carecer del suficiente capital para completar el proyecto, Ortiz de tica solicitó
un
crédito de 3,000 pesos, pagadero en
de cuatro años. Se
do
le
Gaun plazo
autorizaron 2,000 pesos, siempre y cuan-
buena fianza y si aceptaba invertir un total de 6,000 ducados en un molino de agua, no un trapiche, es decir, no un molino impulsado por bestias o por hombres. Este hombre también debía hipotecar todo, a fin de devolver el préstamo diera
en cuatro años.'^o
Tomando como
de Guatemala, un de Loaisa, sugirió que las condiciones de la Verapaz eran buenas para la producción de azúcar. Hacía notar que en dicha zona los indios no pagaban tributo a la Corona. La audiencia no tenía autoridad en dicha provincia dominica, pero, en opinión del oidor, debería haber allí un pueblo español para dar mayor seguridad al área, y, además, el azúcar produciría rentas adicionales
miembro de
base
el
territorio
la audiencia, el licenciado Jufre
al tesoro real.^i
En
los documentos centroamericanos referidos al resto del XVI, existen pocas referencias a la industria del azúcar, de donde puede inferirse que la misma, nunca se desarrolló en gran escala, al menos no en la medida del cacao o el añil. Las siglo
plantaciones, sin embargo, continuaron existiendo. El rey hi-
zo notar en 1581, que, según información conocida por él, el alcalde mayor de minas, en Honduras, estaba usando cada semana de 30 a 40 indios de Choluteca, para ponerlos a trabajar en los ingenios azucareros en circunstancias realmente opresivas.42
Después de la vuelta del siglo, en 1603, el presidente Criado de Castilla, dio cuenta al rey de la ilegal actividad de los corregidores del valle de Santiago, Izquintepeque y Guazacapán, quienes estaban proporcionando indios para trabajar en las plantaciones de azúcar. El funcionario mencionado emitió una ordenanza contra tal práctica, fijando una multa de 500 pesos y la suspensión del cargo para quienes violasen dicha ley. El presidente subrayaba también que los plantadores de caña debían usar trabajadores españoles, negros, mulatos o
El trabajo forzoso en América Central
35Í
mestizos, pero no indios.^3 Mas es evidente que el decreto del sólo tuvo una corta duración, pues los indios seguían siendo presionados para trabajar en la industria del azúcar, lo cual ocurría bien entrado el siglo XVII, y sin duda
presidente
aún mucho más tarde.^ En 1620, Vázquez de Espinosa hace notar que
los jesuitas y otras órdenes religiosas tenían ingenios de azúcar, señalando
Amatitlán como sede de una gran empresa de esa naturaleza. Otras más se localizaban en Sonsonate, y en el territorio de Nicaragua, cerca de Granada y León.45 ei inglés Thomas Gage, quien residiera por varios años en Centroamérica durante la década de 1630, conoció un español que habla hecho una fortuna con sus animales de tiro; habia montado un rico ingenio de azúcar, construido **una casa principesca" y exportado grandes cantidades de azúcar a España; este hacendado mantenía cuando menos 60 esclavos negros en su plantación, la que estimaba en más de medio millón de ducados. Sus posesiones estaban ubicadas cerca de Petapa, a unas cinco leguas de Santiago. No muy lejos de allí, los frailes agustinos tenían un ingenio pequeño, más bien un trapiche, operado por 20 esclavos. En Amatitlán estaba la más grande de las instalaciones azucareras: sitio se parece a un pequeño pueblo a causa del número de cabanas y casascubiertas de paja de que se compone, donde habitan los esclavos negros dependientes del ingenio, que son más de ciento entre hombres, mujeres y niños; pero la casa del amo está bien edificada, espaciosa y capa^ de poder alojar más de cien personas. Es-
Este
fT ' '
tas tres haciendas
contribuyen España.
de azúcar estando cerca de Guatemala riqueza y a su comercio con ¡a
mucho a su
Verapaz, Gage conoció el ingenio de los dominicos, cierto sobrepasa al de Amatitlán, asi por la abundancia de azúcar que allí se hace y se envía en muías a Gua-
En
la
"que por
del español, Tomás Gage, Nueva Relación que contiene los de Tomás Gage en la Nueva España, Biblioteca Goathemala, Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, Guatemala, 1946, p. 193. .... ^ 4¿, « N. delT.
Tomado viq/es
Trabajo agrícola
359
témala a través de las rocosas montañas, como por la multitud de esclavos que viven allí bajo las órdenes de dos frailes". El viajero religioso observó también algunos trapiches en San Salvador.46
índigo
Tradicionalmente los tintes vegetales (glasto) eran importados a España desde Francia y Portugal, con el objeto de conseguir el color azul en el teñido de las telas. Conforme la industria textil se extendió en España y eii otras partes, el intenso comercio generalizado en torno a la misma, hizo que España buscara afanosamente sus propias fuentes de colorantes. Felipe II fue informado que en América Central habia una clase de planta, o tierra, que producía el mismo efecto que el tinte conocido, y la cual era usada precisamente para teñir el algodón y la lana hechos por los nativos de las Indias. Un portugués había informado al soberano que una planta de las Indias Orientales también podía ser cultivada en el Nuevo Mundo, con el mismo propósito. Si tal colorante ya existía, sería de mucha importancia usarlo en lugar del tinte importado. El rey, como siempre, deseaba la más detallada información acerca de la calidad del colorante, las cantidades disponibles, si crecía silvestre o necesitaba ser cultivado y si era en efecto algo como una veta. Preguntaba si sería bueno para teñir telas en España y realmente cuál era el proceso del teñido. Felipe pedía a la audiencia supervisar los experimentos, que se usara tinte fresco y viejo, y que se enviara una cantidad del
mismo, junto con
la opinión de los jueces sobre los costos de su exportación en cantidades apreciables, sobre la mejor manera de enviarlo, y sobre los beneficios que de ello pudieran derivarse para los indios. 47
El rey se refería,, por supuesto, al índigo, llamado por los indios xiquílíte (jiquilíte) y por los españoles añil (añir). Es extraño qu^ el colórante no se mencionara sino muchos años
más
tarde. Después de dos décadas, el tesorero real de Nicaragua notificó a Felipe que durante los pasados dos años los vecinos habían estado produciendo el añil, el cual era de mucha
1
360
,
El trabajo forzoso en América Central
importancia, pues en el año inmediatamente anterior hablan producido más de cien quintales. Sin embargo, ninguna carga impositiva se había pagado sobre
Más o menos por escribió diciendo que
la
mismo.-^S
el
misma época
el
obispo de Nicaragua
índigo producido era económicamente beneficioso para el tesoro real, no era aconsejable por razones de conciencia, pues el mismo se producía al costo del sudor de los miserables indios. El trabajo de éstos no era si
bien
el
pagado por los encomenderos, o, en el mejor de los casos, les daban tan poco que, "cual inocentes ovejas ante los esquilmadores, ellos no hacían nada sino emitir un balido hacia los cielos". Debido al arduo trabajo exigido, los nativos morían y sus familias quedaban desamparadas, porque los hombres trabajaban en el índigo cuando debían estar cultivando sus campos para mantener las necesarias provisiones de maíz. La audiencia había sido informada sobre tales abusos, pero los
—
—
tal decía el obispo jueces estaban muy interesados en hacerse ricos y en casar a sus parientes, como para darse cuenta de la situación y ponerle remedio.^^
El trabajo del añil era bastante desagradable: la planta la piel, tenía un olor apestoso, y atraía insectos fastidiosos. Dado el daño ocasionado a la salud de los indios, en
quemaba
Nicaragua
se
propuso que
se
compraran 40 hombres y 20 mu-
meses anuales con el año lo podían hacer en los astilleros. Se estimaba que en medio año ellos producirían 30 quintales con valor de unos 3,000 ducados. 50 Muy poco tiempo después, los regidores de León también demandaron de la Corona que se les enviase negros, pidiendo exactamente 100 de ellos para trabajar en el índigo. La prodecían los regidores vincia de Nicaragua era muy pobre pero las cosas podrían mejorarse bastante si ellos pudieran explotar con altos rendimientos la industria de la tinta. 5
jeres negros. Ellos podrían trabajar seis
índigo, mientras hubiere hojas, y
el
resto del
—
—
La audiencia había escrito a la Corona sobre los beneficios obtenidos de las hojas del xiquilite, que crecían de manera abundante en las regiones cálidas. Los indígenas las recolectaban y procesaban, mas el trabajo era tan dañino para ellos que se **acabarían*' en pocos años si seguían haciéndolo. En consecuencia, los jueces les prohibieron seguir trabajando en
—
Trabajo agrícola
'
361
proceso del tinte, aun cuando voluntariamente quisieran hacerlo asi; y los jueces consideraban necesario extender la prohibición a otras regiones.
el
La Corona, convencida de que el trabajo era notoriamente dañino y un verdadero riesgo para la vida de los nativos, apoyó la decisión de la audiencia y dio a conocer su propósito de sancionar la misma ley para Yucatán. El rey tomó la decisión ** deseando el bienestar y conservación de los nativos, más que los beneficios que pudieran resultar de su trabajo* '.52 Los dominicos aseveraban que había sido a su ruego que la audiencia había emitido la rigurosa disposición de prohibir el uso de indígenas en los obrajes de tinta, "donde ellos de seguro morirían* '.53 La declaración real, en la cual se anteponía el bienestar de los indígenas a los beneficios económicos derivados de su trabajo, era sin duda una trampa para muchos, pero en este caso particular, salvando las esporádicas violaciones, todo parece indicar que la ley fue generalmente aplicada, al menos por el resto del siglo.54
Cuando la orden contra el trabajo indígena en los obrajes de añil se encontraba en plena ejecución, el gobernador de Nicaragua protestó, argumentando que la provincia se encontraba muy necesitada, pues carecía de oro y plata, y casi la única cosa de valor era el añil. Los españoles no eran capaces de explotar dicho cultivo, por la prohibición sobre usar la mano de obra indígena y, por otro lado, tampoco les era posible comprar negros. El funcionario citado pidió a la Corona la necesaria autorización para que, cuando menos aquellos indios que servían en las casas de españoles, pudieran dedicarse según el gobernador a producir algo de añil; esto se haría sin necesidad de sacar más indígenas de sus pueblos. El demandante no explicaba cómo la solución sugerída sería menos dañina para los nativos, pero sí afirmaba que la tierra no sufriría nada. Por el contrarío, el gobernador afirmaba que podrían obtenerse grandes utilidades, aun cuando no existían metales o cacao, y los ingresos de la Corona podrían verse asi aumentados.
—
La
otra solución propuesta consistía en enviar un par de cuyo costo podría recuperarse al cabo de
cientos de negros,
El trabajo forzoso en América Central
362
unos dos o tres años. La presencia de éstos no amenazaría el mantenimiento de los indios, puesto que habla suficiente comida en Nicaragua, obtenida con muy escaso trabajo. 55 El cabildo de León reforzó la solicitud del gobernador tres años más tarde, haciendo ver a la Corona que ellos y otros españoles más, habian escrito reiteradamente pidiendo 100 negros para los obrajes de Índigo, pues éste constituía la principal industria de Nicaragua. Toda la economía era inestable porque no se podían usar indios, y ellos, los españoles solicitantes, se comprometían a reembolsar a la Corona el valor de los negros, en un plazo de cuatro años.56
Por fin, en 1587, la Corona respondió a la propuesta del gobernador, sobre que la mitad del añil podía producirse por los sirvientes domésticos, a menos que se introdujeran los 200 negros solicitados. A cambio de tomar una acción decisiva, Felipe se limitó a pedir la opinión de los oidores, advirtiéndoles de la necesidad de proteger el bienestar de los nativos. 57 Lo que por fin se haya resuelto sobre la solicitada compra de los esclavos negros, es algo que no aparece en los documentos por mí conocidos, pero, hacia la vuelta del sigío, de nuevo se informó que los vecinos, encomenderos, y justicias de Nicaragua, estaban abusando del trabajo de los indígenas. De acuerdo con el fiscal, Bartolomé de la Canal de la Maduz, aun las mujeres y los niños eran sacados de sus hogares y forzados a trabajar en los obrajes de tinta, donde muchos de ellos morían a consecuencia del trabajo extenuante.58
Aunque
los funcionarios
mente implicados en toda parecieron estar
muy
con frecuencia se miraban ilegalempresas comerciales, no
clase de
ligados al negocio del añil, durante
el
XVL
Debe observarse una excepción en los cargos formulados en 1583 contra el alcalde mayor de Trinidad, de quien se decía en el juicio correspondiente que tenía una siglo
fábrica para procesar el añil, justo en la época en que el quinvaluaba en Nicaragua en 300 tostones. £1 acusado, capitán Juan de Torres, era sindicado en el proceso de haber enviado un gran número de indios a trabajar en el obraje de tinta de su querida. En todo caso, por otro lado, los indios al patal se
recer ni siquiera habian sido remunerados.59
363
Trabajo agrícola
En
los
comienzos del
siglo
XVII,
la
confabulación de los
funcionarios reales parece haber sido más común. Los líderes indígenas de Nicaragua se quejaron del gobernador y de otros funcionarios que estaban exigiendo a las mujeres de aquéllos trabajar en las plantaciones de añil y en los campos decían los de tabaco, lo cual era totalmente injusto indígenas porque su pueblo prestaba regularmente el servicio ordinario.60 Cualquiera que fuese la situación laboral en los comienzos del siglo XVII, es evidente que el negocio del aflil estaba declinando, pues la Corona ordenó, en 1618, la
—
—
compra de 2,000 arrobas del producto. 61 La política indigenista del rey Felipe III (1598-1621), declinó considerablemente comparada con la de su predecesor (no obstante las comprensivas reformas teóricas de 1609). Las pruebas de este hecho pueden observarse en la correspondencia del rey al presidente de la audiencia. El soberano hacía notar que algunas personas no bien informadas daban diferentes opiniones sobre el valor del índigo y la cochinilla, sosteniendo que ambos eran de escasa rentabilidad. Felipe III pedía al presidente enviar su opinión al virrey de la Nueva España y una copia de la misma a España. En el intervalo, el presidente recibió instrucciones para estimular a los nativos en el cultivo del añil como de la cochinilla. A su vez, dicho funcionario pidió un informe detallado sobre el estado de dichos cultivos, así como sobre el funcionamiento de las industrias, y las ventajas y utilidades derivadas de ellas para los nativos. En tal ocasión se hizo evidente que el funcionario mencionado no deseaba saber sino en qué medida sería rentable para la Corona manejar y controlar los tintes en el mercado mundial. El presidente, en efecto, solicitaba opinión sobre las formas y medios por los cuales podría organizarse dicho monopolio. Después de elogiar al presidente, que además era su pariente, el rey dijo entender que en las transacciones sobre los colorantes había habido cierto descuido, y que la Corona había sido estafada, pues se habían pagado precios muy altos por los agentes reales, y los arrieros actuaban como intermediarios tomando una ganancia extra.62 En la correspondiente comunicación no se encuentra huella alguna de compasión por los indios; antes bien, el soberano alienta la participación de éstos en la producción del índigo.
364
El trabajo forzoso en América Central
Pocos meses más tarde, llegó información de otra fuente de Guatemala, señalando las penalidades sufridas en el área por la declinación en el valor de sus productos. Como ejemplo se mencionaba el precio de la libra de índigo, que de once reales habla descendido a cuatro o cinco. La solución pjopuesta para dicha situación consistía en pagar parte de los impuestos adeudados por la Colonia a la metrópoli, en añil seleccionado; éste tenía un precio de cinco reales en América Central y podía venderse después, en Sevilla, por lo menos a once reales la libra. Si el mismo se transportaba libre de gabelas y cargas de transportación marítima, resultaría beneficiada tanto la Colonia como la Corona. Un estímulo adicional a dicha medida sería la de dejar cierta cantidad de plata en las provincias, pues en el sistema entonces en operación toda la plata se sacaba y había una escasez de la misma en los mercados locales. 63 Es cierto que ahora había más negros que antes impHcados en la producción del a(iil, pero parece ser que los indios no fueron excluidos nunca de un trabajo que, como se ha dicho reiteradamente, resultaba tan dañino para ellos.
En 1620 había numerosos obrajes de añil, muchos de los cuales eran bastante pequeños. En Tecpán Atitlán el coloranvendía a cuatro reales
A
arroba. siete leguas de Sandel corregimiento de Izcuintepeque, habían más de 40 obrajes de añil, los cuales eran considerados por Vázquez de Espinosa como **los mejores de las Indias". El corregimiento de Guazacapán tenía más de 60 obrajes de tinta, y en el pueblo de San Jacinto, cerca de la ciudad de San Salvador, habían más de 200 de ellos, y muchos te se
tiago de Guatemala, en
la
el distrito
más en las áreas adyacentes. El cronista citado informa de otras plantas de procesamiento del índigo en Nicaragua y en
tomo a San
Miguel.64
Zarzaparrilla
;
\
>í
Esta era una planta utilizada en la preparación de una bebida refrescante consumida con propósitos medicinales. En la provincia dominica de la Verapaz, y en cierta medida en Honduras, la raíz de la zarzaparrilla se explotaba con fines comerciales. En 1574 se informaba que la planta se procesaba en
Trabajo agrícola
_
365
cinco pueblos de la Verapaz, así como en las montañas de los alrededores; mas el producto se encontraba a dos o tres días fuera del camino principal, en áreas distantes. Si bien los comerciantes de Sevilla ponían en tela de duda su valor curativo, la planta era muy estimada en América Central.65 l.os frailes tenían a muchos indios de la Verapaz ocupados en recoger la raíz y en trasladarla a los mercados, llevando grandes cantidades a Santiago y a otros centros de población. Cerca de Cobán y otros pueblos comarcanos, se recogían 300 arrobas, más tarde vendidas por los dominicos en Río Dulce. Otras 300 arrobas se sacaban de Jocolo y se vendían a peso cada una. En los pueblos de Cahabón y San Agustín, los frailes enviaban a los indios a buscar la raíz a las montañas, a lugares tan distantes que les tomaba dos semanas el viaje de ida y vuelta. Las cargas se transportaban luego en la espalda de los mismos indios, a lo largo de 20 leguas hacia el Golfo Dulce,y por ello los cargadores no recibían paga alguna.
Al cabo de un cierto período, según el relato de un testigo, habían dado a los frailes cerca de 1,500 arrobas de zarzaparrilla, sin recibir por ello compensación alguna. Uno de los principales compradores era un procurador de la ciudad de Santiago, es decir, alguien que vivía a una buena distancia. Un testigo dijo que él personalmente había recibido 200 tostones por 60 arrobas vendidas a fray Francisco Viana.66 Un informe de poco tiempo después dice que los vecinos (colonos) de Honduras radicados en torno al puerto de Trujillo, vivían en la completa pobreza, sosteniéndose sólo con vacas y zarzaparrilla.^'^ Sin embargo, es evidente que la raíz no llegó a ser un importante renglón en la economía centroamericana del siglo XVI, y realmente pocos indios estaban implicados en su cosecha. los indios
Un
informe de 1620 indica que, en los alrededores de Truen Honduras, "se recogía mucha zarzaparrilla en esta ciudad y en la región, de la mejor calidad encontrada en las Indias; todos los años se embarcaban grandes cantidades a España**. El autor del informe también menciona que alrededor de la ciudad de Cartago, en Costa Rica, se cosechaba "la mejor zarzaparrilla de todas las Indias*'. 68
jillo,
1
-
366
Cochinilla
Además
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El trabajo forzoso en América Central
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o índigo, la Corona también tenia inproducción del colorante rojo proveniente de la cochinilla, el insecto que crecía en el nopal. El colorante no tenía en América Central la importancia que en ciertas partes de México, í)ero después ^e nota un interés por fomentar su producción a fin de estimular la economía. terés
En
en
del tinte azul
la
el presidente escribió a Felipe II, diciéndole que en de Santiago los indios cultivaban tunas (la fruta comestible del cactus), de donde se tomaba el insecto llamado cochinilla, usado para teñir sus mantas y para sus pinturas. El presidente sugería la posibilidad de explotar el colorante comercialmente para beneficio de los nativos, quienes podrían usarlo como parte de sus tributos. Ello requeriría la siembra y cuidado del cactus,* pero seguramente valdría la pena porque el único otro producto a su alcance para ofrecerlo como tributo era el cacao, cuya decadencia había sido notoria en los dos o tres últimos años, debido a la pobreza de las tierras. 69
1573
la región
En
Corona aprobó producción de cochinilla.70 Villalobos reforzó la gestión, indicando que los indios estaban sembrando muchas ** tunas de grana'* en las colinas donde ellas crecían mejor. El único otro cultivo de que los indios disponían explicaba Villalobos era el maíz, pero como el tributo había sido tasado en cacao, los indios debían llevar su maíz a las tierras bajas para allí cambiarlo por cacao. Era de esperar que la grana o cochinilla hiciera desaparecer la necesidad de buscar cacao. 7 La medida en que se desarrollaron las nopaleras no es conocida con precisión, pues la correspondencia apenas si dice algo más sobre el asunto; es de presumir, sin embargo, que la producción del colorante derivado del insecto, fuera realmente modesta. Muchos años más tarde la Corona pidió información más específica sobre el valor de la cochinilla, indicando que el presidente debería estimular una mayor producción de la misma entre los nativos. El interés real en el colorante era parte del plan para controlar también el mercado mundial del el
la
respuesta a la carta del presidente, la
incremento de
—
añil.72
la
—
Trabajo agrícola
367
Sal
La Corona también estaba interesada en las capacidades potenciales para la producción de sal. En 1553, el rey pidió información sobre las ganancias que podrian derivarse para los indigenas de la explotación de yacimientos de sal en la costa Evidentemente se hizo poco sobre la materia por muchos años, pero después de que la Corona instruyera de nuevo a la audiencia para establecer las posibilidades de la sal lo que ocurriera en 1575 y se ordenara a los oidores preparar obrajes de sal **como los de España", la audiencia respondió que difícilmente valdría la pena tal esfuerzo. La explotación de una salina había sido iniciada por un español en Iztapa, a unas 12 leguas de Santiago de los Caballeros de Guatemala. El cernido de la sal no había resultado bien, porque, aun cuando los indios arañaban salitre en la costa, lo cocían, lo filtraban y luego lo ponían en bateas donde se secaba al sol, pero las cantidades producidas no justificaban el esfuerzo. El presidente dijo que él podía enviar expediciones a lo largo de la costa, para buscar sitios más adecuados. 74 La búsqueda, empero, no fue muy productiva, y Centroamérica no logró así desarrollar un comercio de exportación de la sal, según lo indica la información por mí conocida en la actualidad. del Pacífico. 73
—
En
—
rey ordenó al presidente que informara sobre de extracción de sal en Nicaragua. El presidente respondió dando cuenta de una cuidadosa inspección personal en la cual no había encontrado ninguna salina establecida, sino sólo unos cuantos lugares donde se sacaba la sal para el consumo local. Los dos principales establecimientos urbanos. Granada y León, estaban ambos contiguos a los lagos de agua dulce, y los indios debían viajar a las costas a fin de conseguir la sal necesaria para su propio consumo y para el pago del tributo. Podían ir a la Mar del Sur (Océano Pacífico), o la Mar del Norte (Mar Caribe), ambos litorales situados a sólo tres o cuatro leguas de distancia. El procedimiento utilizado era todavía bastante primitivo: los indígenas recogían agua de mar en grandes recipientes y la cocían hasta el punto de evaporación; se obtenían entonces ciertos residuos de sal, pero en 1603,
los trabajos
el
Ei trabajo forzoso en América Central
368
cantidades
muy
pequeñas.75 Con todo ese trabajo, los indios se veian obligados a aguantar fatigas en la
cuando menos no extracción de la
sal.
Ganadería asi como los de otras consideraron la introducción de la ganadería como algo fundamental para el desarrollo de la Colonia. Por varios £iños, sin embargo, el aumento en las cantidades de animales de tiro fue desesperadamente lento. La demanda inmediata durante la conquista y pacificación, se refería a caballos de guerra, y en la subsiguiente etapa de defensa de la tierra se compraba cualquier clase de caballos a precios bastante altos. Eventualmente estos animales tuvieron
Los colonos de
la
América Central,
partes de las Indias,
un precio comparativamente bajo. Desde el principio hubo una desesperada necesidad de bestias de carga, a fin de relevar a los indios de la agobiante tarea de acarrear cualquier cosa en cuando menos según el criterio de los conquissus espaldas tadores humanistas Empero, pasarían muchos años antes de que hubiese suficientes animales de carga para reemplazar el trabajo de los hombres. Se necesitaban caballos y muías para formar los trenes de carga conducidos por los arrieros, y los bueyes eran necesarios para arar y mover los molinos o trapiches; ambas clases de animales servían para halar carretas. Los españoles, acostumbrados como estaban a una dieta europea, demandaban carne de animales domésticos, creando así un mercado para ganado, cerdos, ovejas y cabras.
—
El cuidado de los rebaños recaía, naturalmente, sobre los indios, quienes, al principio, se sentían temerosos frente a los
animales más grandes. Siempre se necesitaban pastores, puesto que no había grandes sitios cerrados y muchas de las bestias no estaban herradas. No sólo se debía tener bajo control a los animales, sino mantenerles también fuera de las sementeras, las que arruinaban con mucha facilidad. No era difícil conseguir trabajadores para las haciendas o estancias, pues los maceguales trabajaban por nada; no obstante, después de la liberación de los esclavos y las reformas de Cerrato sobre el régimen de trabajo, se desarrolló una situación verdadera-
Trabajo agrícola
'
369
mente crítica a medida que los hatos se hacían silvestres. Los representantes de la villa de Valladolid, en Honduras, imploraron del rey que se exigiera a algunos el cuidado del ganado, y el monarca ordenó a la audiencia la promulgación de una ley en la cual se estipulara que todos los indios debían estar ocupados en alguna clase de trabajo. 76 a fin de hacer efectiva embargo, los indios debían actuar volun-
esta disposición, sin
tariamente.
Una razón por la cual el trabajo en las estancias no era atractivo a los indígenas, era la de que ellos a menudo pertenecían a un encomendero que colocaba a un criado noindígena en el puesto de estanciero, con plena autoridad en la dirección de la hacienda. Si éste era un español, por lo general era de la clase baja; pero no era raro encontrar en tal posición a un mestizo o un mulato. Como ellos por lo general estaban en regiones aisladas, bastante lejos de los lugares donde fungían los funcionarios judiciales, los trabajadores indígenas a menudo eran tratados con brutalidad e impunemente, pues carecían de todo mecanismo de defensa legal. Más tarde, cuando menos en ciertas provincias, los abusos se vieron refrenados por un mayor control oficial. El goberna-
dor de Honduras, por ejemplo, tenía unos terrenos planos en las afueras de Trujillo, los cuales habían sido desmontados a efecto de que los animales pudiesen pastar cerca del pueblo. Esto redundaba en menos trabajo para los criados de ganado 77 y producía una mejor provisión de carne para los vecinos. El ganado suelto o libre era especialmente destructivo en campos de cacao, donde causaba grandes perjuicios y pérdidas económicas considerables. Dichos animales invadían las sementeras y se comían los árboles tiernos y los vastagos, y en un caso llegaron a destruir las fuentes de subsistencia de cuatro pueblos. Hacia la vuelta del siglo, la ganadería había llegado a ser un gran negocio, pues los hatos proliferaban por los
doquier. En 1603 se informó de una sola estancia de ganado con 18,000 cabezas, además, de unas 2,000 a 3,000 yeguas. Los estragos causados por los animales sueltos llevaron al gobernador de Soconusco a pedir la emisión de una orden real que permitiera matar, sin incurrir en responsabilidades, el ganado suelto, a fin de proteger los cacaotales. 78
El trabajo forzoso en América Central
370
Mientras tanto, se estaba perfilando otra amenaza contra de ganado vacuno. Un español informó al rey de la declinación alarmante en el número de animales y de la dramática escalada de los precios. La carne se había estado vendiendo a 40 libras por un real, pero por entonces hatóa subido a 14 libras por un real. La escasez era tal, que el ganado era llevado a Honduras desde otras provincias. La causa principal de la carestía sostenía el informante era la de que muchos negros libres y mulatos merodeaban en los campos a lomo de viejos jacos, destazando los hatos
—
—
animales para aprovechar los cueros y
el
sebo.
ganado no cuidaban debidamente de sus haen herrarlos o castrarlos. Al parecer no había indios que pudiesen ser usados como vaqueros y Los dueños
del
tos, sin molestarse siquiera
mulatos y negros libres sólo aceptaban trabajar por salatodo lo cual daba como resultado que los hatos vivieran a la mano de Dios. Se trató de obtener una mayor responsabilidad de los ganaderos, buscando que cuidasen mejor sus hatos, so pena de perder los animales y las fincas. Al mismo tiempo, no se permitía a los negros y mulatos rondar a caballo en las cercanías, sujetándose, en caso de violación, a penas de 200 azotes y 10 años en galeras. Con esta amenaza se esperaba que ellos consintieran en trabajar por salarios moderados y, consiguientemente, que los propietarios de las haciendas pudieran mejorar el manejo de éstas a efecto de conseguir de nuevo la abundancia de la carne. La Corona aplazó la emisión de una ley sobre la materia, pidiendo a la audiencia examinar el problema y emitir la respectiva opinión.79 El trabajo de cuidar los hatos ganaderos ^en la segunda mitad del siglo XVI, no fue un foco de interés para los indígenas, no obstante ciertas pequeñas reclamaciones en asuntos relacionados con los
rios exorbitantes,
ello.
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PARTE
IV
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13
La
aristocracia pativa bajo la
dominación española El advenimiento de la dominación española trajo consecuencias más devastadoras para la aristocracia indígena que
para ningún otro grupo de la sociedad aborigen. En efecto, en tanto las clases bajas se encontraron sujetas a un control probablemente mayor al de la época de la preconquista, y no obstante ser a menudo brutalmente explotadas en la nueva situación colonial, las pruebas indican que su condición, en muchos aspectos, habia sido deplorable también en la época prehispánica. Las circunstancias de muchos de los integrantes de dichos sectores sociales bajos empeoraron bajo el régimen colonial, ello es verdad, peroren todo caso, se trató de una cuestión de grado. Para la nobleza nativa, en cambio, la conquista española vino a trastrocar por completo su mundo, i Infortundamente, el historiador tiene tan sólo precarias fuentes materiales para reconstruir un cuadro seguro de las clases altas antes de la llegada de los europeos. Los relatos disponibles fueron tamizados por quienes pudieron muy bien alterar el cuadro. Debe recordarse que quienes más frecuentemente registraron aquellos hechos y cosas de la historia, fueron los religiosos; y si bien debemos reconocer por un lado sus logros intelectuales en tal sentido, debe recordarse, asimismo, que ellos estaban comprometidos en cuanto a denigrar sistemáticamente la ética pagana. En consecuencia, y con muy contadas excepciones, no se puede confiar en su mayor o menor objetividad para tratar tan delicado asunto. Hay cronistas que, efectivamente, se ocupan de la sociedad prehispánica, pero rara vez lo hacen con mucho detalle; y aun ellos representan actitudes teñidas de etnocentrismo, en una medida hasta cierto punto explicable. Sin embargo, el peso de 373
374
El trabajo forzoso en América Central
la evidencia histórica, tal y como ella se presenta, nos indica de manera decisiva que las escenas idílicas pintadas por Las Casas son tan engañosas como las del lado opuesto, esto es, el lado que nos presenta una sociedad sin cualidades rescatables.^
Un hecho que si
resulta bastante claro es que, después de la indígena experimentó un cambio radical en su status. Si bien muchas cosas habían declinado desde los tiempos antiguos, quedaba, sin embargo, al momento del contacto con los españoles, una relativa magnificencia evidente en las cortes reales aborígenes. No era, por cierto, la prehispánica, una sociedad sin dignidad, sin un sentido de justicia, y sin un sistema de oiden y tradición que, dicho sea en justicia, han sobrevivido el paso de los siglos. La sociedad, en el mundo anterior a los españoles, parece haber sido tan estratificada como lo era en otras partes del planeta en la misma época; por cierto, tanto como en Europa. Pero con todo y el artificioso principio del derecho divino de los reyes, los monarcas europeos no eran considerados semidioses, como era justamente el caso en muchos pueblos del Nuevo Mundo. En el otro extremo del espectrum, además, el más innoble de los campesinos españoles gozaba de una condición social mucho mejor que la de un desgraciado esclavo entre los indígenas. Las sociedades americanas de la preconquista, quizás podrían ser mejor comparadas con las del Oriente.
conquista, la
élite
Como una costumbre generalizada,
los
miembros de
la élite
nativa eran llamados "principales** por los españoles, y si bien el término designaba a un miembro de la clase alta, habían jerarquías dentro de la misma. Los líderes de las co-
munidades indígenas también eran llamados caciques, señores y tlatoque, nombres usados a menudo con poca precisión. Quienes ocupaban el lugar más alto en la jerarquía por lo co-
mún eran llamados caciques (jefes),
palabra ésta recogida por en las Antillas y aplicada de modo general en toda la Nueva España. A veces los españoles usaban el término libremente, asignando tal status a algunos que, de manera más correcta, debían ser llamados principales. Aun dentro del segmento de los caciques había una jerarquía. Cerrato, hablando de la época prehispánica, hizo la siguiente observalos españoles
ción:
La aristocracia nativa
375
Lo que yo he sido capaz de averiguar es que en esta tierra había cuatro señores: uno llamado Qinaca, que era el señor de Utlatecas; otro, Sacachul» de los Guatemaltecas; y otro de Comalapa; y de Gilotepeque, aunque los dos últimos reconocen a los otros dos. Muchos pueblos sirven a estos señores, pero no les dan tributo ni servicio ordinario, excepto en lo que es necesario. Con ellos habían 24 diputados [miembros del Consejo] que conocían de los asuntos del gobierno y la justicia, y tenían la suficiente influencia hasta el punto que si el más poderoso señor hacía algo fuera de la ley, ellos podrían quitarle la cabeza. Dichos señores principales ponían caciques en todos los pueblos bajo su dominio, a quienes los indios también servían en sus cultivos y en el acarreo de leña y agua, así como en la construcción de sus casas y en darles lo que fuere necesario.^
De tal manera, y según lo entendía el mismo Cerrato, habían dos caciques dominantes y dos caciques menores en el rango más alto. Los 24 **diputados** estaban también entre los de mayor rango, pero se hace evidente la confusión de Cerrato cuando habla de los "señores principales" como los funcionarios encargados de nombrar a los caciques de los pueblos. Parece claro que la mayor parte de los pueblos tenían cuando menos un gobernante o jefe local con el status de cacique, y los centros más grandes parecían tener más de uno. Edward Calnek dice que en Chiapas la aristocracia incluía tres rangos entre los gobernantes: señores naturales (caciques), principales y principales del
Dicho autor discurre
La autoridad
común.
así:
civil en Zinacantán... parece haber sido compartida por tres o cuatro principales, probablemente escogidos en cada uno de los más nobles linajes del pueblo... La mayoría de las provincias del altiplano... parece haber sido gobernada por un solo cacique, quien residía de modo permanente en la cabecera y desempeñaba el cargo de por vida. Los jefes de los pueblos vasallos más importantes, también eran llamados caciques, pero obviamente con un status subordinado.
4
376
El trabajo forzoso en América Central
Calnek agrega que en Tuni, durante el siglo XVI, el cacique con los principales para consultar decisiones importantes. "El cacique era muy respetado, pero evidentemente no podía tomar decisiones importantes por iniciativa se reunía
propia**.
El licenciado Zorita, un contemporáneo de Cerrato, escribió lo siguiente sobre los gobernantes de la preconquista y su subsiguiente declinación: ,
,
La provincia de
Utatlán de que ya se ha hecho mención, y siendo yo allí Oidor fui a visitarla, y mediante un Religioso de Sto. Domingo, gran Siervo de Nuestro Señor y gran lengua, que ahora es Obispo, mu^ buen letrado y predicador, averigüé por las es junto a Guaíimaia,
pinturas que tenían de sus antigüedades de más de ochocientos años, y con viejos muy antiguos, que solía haber entre ellos en tiempo de su gentilidad tres Señores, y el principal tenía tres doseles o mantas de pluma muy ricas en su asiento, y el segundo dos, y el tercero una; y yo vi los que estaban a la sazón por Señores en el pueblo que llaman de Utatlán, de quien toma nombre toda la provincia, tan pobres y miserables como el más pobre indio del pueblo, y sus mujeres hacían las tortillas para comer, porque no tenían servicio ni con que lo mantener, y ellos traían el agua y leña para sus casas. El principal de ellos se llamaba D. Juan de Rojas, y el segundo D. Juan Cortés, y el tercero Domingo, pobrísimos en todo extremo: dejaron hijos todos paupérrimos y miserables y tributarios,
porque a ninguno excusan de
ello,
como ya
se
ha
dicho.
La manera que tenían en la sucesión y gobierno era que subían de grado en grado á la dignidad ó insignia, y siempre el que elegían era para la postrera, que era la de una manta; y la elección la hacían los principales en la forma que se ha dicho en lo de México, y lo mismo era en los de Matlalcinco, y elegían para ella hermano ó hijo del que faltaba, el más hábil y suficiente, y en defecto de éstos un pariente suyo cercano, el más hábil, y en fin se hacía en la forma que en la Nueva España.
La aristocracia nativa
377
En
todos sus sujetos tenían puestos gobernadores, y los nombraban ellos; y siendo para ello los hijos del que faltaba» nombraban uno de ellos ó un hermano, el más hábil, y en defecto un pariente que fuese suficiente para ello; y éstos eran siempre principales y de la casa de los
Señores ó deudos.
Los negocios que se ofrecían los proveían los dos menores, y si eran de muerte ó de calidad, daban parte al tercero y principal. Lo que les tributaban eran sementeras de maíz y de las demás semillas que ellos comen, y al gobernador del pueblo le hacían por sí su sementera; y había en lo uno y en lo otro muy gran orden, y tenían la gente muy bien regida y en justicia. En Utlatlán había muchos y muy grandes cues ó templos de sus ídolos, de maravillosos edificios, y yo vi algunos aunque muy arruinados, é allí tenían también cues otros pueblos comarcanos; y el más principal de éstos era el de un pueblo que llaman Chiquimula, y tenían á este pueblo de Utlatlán como santuario, y á esta causa había en él tantos y tan principales cues. El Señor de Chiquimula solía tener mucha gente y pueblos, y cuando allí estuve lo * vi muy pobre y miserable.^ Cuan numerosa era
la clase noble, es algo que sólo puede materia de especulación; sin embargo, como dato curioso, debemos recordar que uno de los conquistadores de Costa Rica cuyo territorio no estaba tan densamente poblado como se reunió con 80 "caciques seotras áreas de Centroamérica ñores'*, quienes sp presentaron para someterse de paz a los españoles. 6 Tampoco es posible, teniendo como base los manuscritos que he consultado, determinar un patrón general sobre la proporción de los principales respecto de los maceguales.^
ser
—
—
Tomado del original en español. Alonso de Zorita, Breve Relación de los Señores de la Nueva España, Edit. Salvador Chávez, México, 1941, pp. 204-5. N. dd T.
9
8
El trabajo forzoso en América Central
378
De nuevo
es
oportuno
citar a
—
Calnek: /
m..
*^'v
n
—
podían distinhombres y mujeres su uso exclusivo de ciertos trajes y medio de por ¿f ornamentos... El elegante penacho hecho de preciosas \ plumas de quetzal y otros pájaros, era también un símbolo de la nobleza. La gente del común, por el contrario, iba desnuda o usaba cierto tipo de taparrabo y
Los
principales
guirse
camisa.
En
tanto los maceguales vivían en rústicas chozas, **los
más alto rango en Zinacantán, ocupaban casas de adobe**. Es necesario hacer notar que los términos **cacique mayor** y **cacique principal**, se empleaban ocasionalmente, después de la conquista, para distinguir a los gobernantes nativos. Tal como lo mencionara Cerrato, aun los caciques de más alto rango estaban sujetos a ciertas leyes y podían ser castigados por violaciones a las mismas; empero, ellos eran reverenciados por sus subditos, quienes les veían no como hombres, sino como dioses. o En el momento de la invasión española, los empobrecidos descendientes de los opulentos mayas de otros tiempos gobernaban en reinos más pequeños, y el imperio se había desintegrado. Los gobernantes no estaban rodeados de la opulencia familiar a Moctezuma y Atahualpa, por ejemplo. Sin embargo, ellos disfrutaban todavía de un status semidivino, de poder, riqueza y prestigio, aunque fuese a niveles más modestos, en comparación con los emperadores de México y Perú. Los nobles de América Central recibían el tributo de sus vasallos, disfrutaban de la propiedad privada incluyendo esclavos y mantenían concubinas. ii Ellos llevaban la vara o bastón de sus cargos y ejercían un poder o dominio completo sobre sus subditos, quienes a menudo estaban sujetos a un régimen de opresión. Como la guerra había llegado a ser una actividad común, ellos comandaban también grandes ejércitos. 12 El cambio dramático de la suerte de aquellos dirigentes indígenas, se produjo inmediatamente después de la caída de la confederación azteca en el norte. En los meses subsiguienprincipales de
í
—
—
,
La aristocracia nativa
379
tes a dicha caída, algunos señores de la América Central enviaron emisarios a los españoles, asegurándoles su sumisión pacifica. De ordinario, los jefes que se sometían en son de paz eran mejor tratados que quienes defendían sus tierras; la Corona, en efecto, gustaba de que sus capitanes tratasen con indulgencia a quienes reconocían la soberanía del rey de España. Los caciques que no entregaban su gente a los invasores eran considerados traidores y rebeldes, y los españoles los trataban como tales. Años más tarde, cuando Alvarado fue llamado a juicio para dar cuenta de su trato a los caciques durante la conquista, él relató cómo algunos señores nativos se habían sentado a su mesa una tarde y cómo después de ello se habían rebelado. Según sus palabras, ellos le hicieron una guerra
**muy cruel'*, cavando hoyos profundos que luego cubrían y en cuyo fondo sembraban estacas puntiagudas; en dichos hoyos cayeron muchos españoles y sus caballos.! 3 En otros informes similares, el Adelantado habló también de la ** traición'* de los dirigentes indígenas. Los caciques fueron a veces torturados para hacerles revelar la ubicación de los tesoros. En un proceso abierto años más tarde y dirigido a recobrar su posición anterior, o más bien los derechos derivados de la misma y reconocidos después de la conquista, don Juan de Cortés, heredero del cacicazgo de Utatlán y de los pueblos sujetos al mismo, dijo que era hijo legítimo de don Juan Chicuet-Quiagut y nieto de Yey Mazatl*, el anterior señor de la región. Cuando este último fue derrotado y hecho prisionero, Alvarado le quemó vivo por haberse negado a entregarle el oro que el conquistador pedía. A partir de entonces, Alvarado despojó a don Juan Chicuet-Quiagut** de casi toda la provincia. i^ El
nombre verdadero del rey quiche quemado por Alvarado era Oxib significa 3 Venado y cuya traducción en mexicano era Yey Ma-
Queh, que
Así lo indica claramente Pedro Carrasco en el estudio que sirve de fuente al autor y al que se refiere la nota 14 dd presente capitulo. N. dd T.
zatl.
nombre correcto es Juan Chicuey Quiahuitl (8 lluvia), cuyo nombre quiche seria Vahxaqui Caok, según lo indica el mismo Pedro Carrasco en la fuente citada. El ensayo de este autor fue incluido posteriormente en la obra Sobre los Indios de Guatemala, Seminario de Integración Social, Guatemala, 1982, p. 67. N. del T. El
El trabajo lorzoso en América Central
380
Alvarado, no obstante, no trató siempre a todos los caciques con crueldad y desprecio. Si en alguna ocasión amenazó a algunos de ellos y castigó a varios tirándoles de los cabellos sostenía él mismo ello fue para enseñarles cómo comportarse para bien de la tierra y para que sirvieran así a los españoles a quienes habían sido dados en encomienda. En su opinión, tal procedimiento era a veces necesario, pues los indios eran indómitos y desprovistos de razón y juicio. 15 El tesorero, Francisco de Castellanos, rindió testimonio diciendo que había visto a Alvarado tratar mal a un señor y a otros principales de Guatemala, a quienes les dio de puntapiés. Otras veces, empero, el Adelantado había tratado a los mismos indios con amabilidad, dándoles en obsequio de las cosas de Castilla, como por ejemplo, espadas, vestidos y otros objetos. Según Castellanos, Alvarado había actuado como lo hizo, por
—
necesidad. 16
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Remesal relata un caso en el cual fray Bartolomé de las Caun cacique a la ciudad de Santiago. Don Juan, tal se llamaba el cacique, causó buena impresión a Alvarado, quien se mostró inclinado a llenarlo de favores. Le ofreció, en efecto, lo que tenía más al alcance de su mano: su chambergo rojo de tafetán, adornado con largas plumas. Colocó el sombrero en la cabeza de don Juan, lo cual honró y agradó mucho al cacique; mas el gesto provocó murmullos de desaprobación entre los hombres del Adelantado, tanto capitanes como soldados, ** porque éstos decían que no era correcto que un capitán del Emperador, Rey de Castilla, tomara el sombrero de su cabeza y lo colocara en la de un perro indio**. sas llevó
Alvarado y su obispo se tomaron el día libre para mostrar su ciudad al visitante, y Alvarado ordenó a los comerciantes escoger sus mejores sedas y otros géneros, y exhibir en sus tiendas sus más finas e interesantes mercaderías, para que todo fuese apreciado por el cacique. Los herreros fueron invitados a sacar a relucir sus mejores trabajos, a fin de que fuesen admirados por don Juan. El obispo ordenó a los artesanos ofrecer al huésped aquello que cautivase sus ojos, insistiéndole y rogándole aceptar los presentes, por los cuales el obispo pagaría posteriormente. Para asombro de los españoles, **el bárbaro** observó todo con porte y compostura graves, sin
La aristocracia nativa
381
mostrarse tan siquiera impresionado, "¡como si hubiese naciY tanto como se le insistió con regalos, así los rehusó todos ellos. Según Remesal, la única cosa que atrajo el interés del cacique fue una imagen de la Virgen, que aceptó con veneración. 17 Tales consideraciones para un jefe nativo era inusuales, aunque no cabe duda que los observadores se mostraron más dados a comentar lo negativo y dramático que
do en Milán!'*
lo corriente
Quizás
las
y positivo. ejecuciones de
Cuahtémoc y Atahualpa debieran
como medidas extremas tomadas en
situaciones de pepero la Corona no perdonó el asesinato de indios nobles. En especial, después de los casos realmente brutales de don Carlos Chichimecatecuhtli de Texcoco, el Calzontzin de Tzintzuntzán, y los excesos del obispo Landa en Yucatán, las instrucciones reales buscaron proteger a los caciques y principales. Pero se consintió que, bajo ciertas circunstancias, uno de ellos fuera ejecutado **a manera de justicia'*. 18 Con todo y que la aterrorización de la élite nativa no tuvo la sanción ofícial, los ejemplos de crueldad hacia sus representantes continuaron en los años que siguieron a la conquista. A veces la tortura de los nobles adquirió la perversa naturaleza de un deporte sádico. verse
ligro,
El cronista Oviedo relatíi que él estuvo presente en Nicaragua en 1528, cuando ocurrió un espectáculo sangriento. Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla de Oro, ordenó que se capturaran para ser castigados unos 16 ó 17 caciques, a
quienes se tenia
como
revoltosos.
— dice Oviedo con precisión—
,
Un
día martes, 15 de junio
los jefes
fueron sacados sepa-
radamente para someterlos a la prueba de la furia de los perros de los españoles. Se les dio un garrote y se les instruyó por medio de un intérprete para que se defendieran, luego se soltaron contra ellos cinco o seis cachorros todavía bajo entrenamiento. Los perros, faltos de experiencia, rodeaban al cacique sin hacer otra cosa que ladrar, de modo que la víctima podía defenderse con el garrote. Cuando todo hacia pensar al cacique que había salido con bien de la prueba, los españoles soltaron uno o dos de los perros adultos, verdaderos ejemplares de galgos o mastines. Estos se lanzaron rápidamente sobre el indio de turno y el resto de los perros se les unían veloces.
382
El trabajo forzoso en América Central
destrozando esa forma valle
al indio
y sacándole las entrañas
—dice Oviedo— fueron asesinados
allí
mismo. En
18 caciques del
de Olocotón y sus contornos. 19
En 1527, cuando Diego López de Salcedo, el gobernador de Su Majestad en Honduras, agarró muchos tamemes para enviarlos a Nicaragua, se comprobó que entre éstos hablan muchos señores y principales, que fueron sujetos por medio de cadenas y collares de hierro que aseguraban fuertemente En su mayoría estos indios nobles murieron de fatiga bajo cargas pesadas, y de malos tratos. Quienes lograron* escapar y eventualmente retornaron a sus tierras nativas, fueron colgados después por órdenes del gobernador.20 Andrés de Cerezeda, quien llegó a ser gobernador interino de Honduras, personalmente encadenó a varios caciques. El hijo de Antonio, cacique del pueblo de Roata, en la isla de Guayava, se habia marchado a Trujillo para servir a su encomendero, pero en castigo fue enca'denado de las manos colocándole un anillo en torno al cuello y llevado en compañía de otros insus cuellos.
dios.2i
En una
ocasión en que los indios atacaron a los españoles, fueron capturados y se les amputó la mano derecha, para luego ser colgados públicamente, a efecto de sentar un precedente. 22 Las atrocidades cometidas por Francisco Gil y Lorenzo de Godoy, según indican los informes del cabildo de Chiapas, dieron como resultado que cuan-
dos de
los principales
do menos mutilados,
quemados vivos y otros tantos anotó ya en un capitulo anterior.
21 nobles fueran tal
como
se
En 1529, un cacique de Nicaragua entabló un juicio contra un vecino español de León, a quien aquél acusaba de haber sacado de su casa a su esposa, a otras mujeres y a sus sobrinas, quienes fueron marcadas como esclavas por el español. Lo mismo ocurrió a otros principales. El cacique fue azotado en tres ocasiones a efecto de forzarlo a entregar más esclavos, y en una oportunidad se hizo frotar sal en sus heridas. Los principales también fueron azotados. El español contestó que él trataba a los indios como a sus propios hijos, que el cacique era un "bellaco" que dormía con mujeres quitadas a otros indios. En definitiva, su defensa no resultó muy convincente. 23
La aristocracia nativa
383
En Cüsta Rica, Hernán Sánchez de Vadajoz se quejó de que, después de haber pacificado algunas áreas de ese territorio y ganado la buena voluntad de los caciques, Rodrigo de Contreras, gobernador de Nicaragua, invadió la zona y causó
mucho daño. Este se hizo acompañar de indios caníbales que eran sus ahados y quienes devoraron muchos indios de Costa cuando menos Rica, con el consentimiento del gobernador eso era lo que se alegaba. Contreras arrestó al pacifico cacique Coasta (o Coa?a), quien fue encadenado, y cuya mujer fue entregada a los negros y criados del gobernador.
—
Vadajoz admitió que él mismo habia puesto a Coasta bajo arresto domiciliario, por considerar tal medida como lo mejor para la pacificación de la tierra; sin embargo, argumentaba, el cacique había sido tratado como un noble, dejándole comer en la misma mesa con Vadajoz, y permitiéndole beber el doble de vino de Castilla que su captor, y bromear y jugar con
los españoles,
todo
lo cual
no
le
hacía sentirse
prisionero. Contreras, en cambio, deseaba
como un
quemar a Coasta,
pero éste chilló y forcejeó tanto que otros españoles presentes fueron movidos a compasión y trataron de evitarlo. Según los testigos, Contreras habló con **gran arrogancia", diciendo *'dejadme quemar a este perro... y si no me dejáis quemarlo, lo tiraré a los perros*'. Sin embargo, Contreras se ablandó con el tiempo. Otro testigo indicó que Coasta fue humillado todavía más al tener que cargar en su espalda a unos españoles enfermos, y más tarde fue encarcelado con otro cacique llamado Tariaca, un **gran señor'', hasta que ambos murieron de hambre. El cacique situado bajo Coasta, en la jerarquía de poder, era Xele (o Coxele), quien estaba boca abajo en una hamaca, la primera vez que Contreras le hablara. Sin alzar la cabeza, el cacique preguntó al español lo que quería, y éste montó en cólera por la falta de respeto y pateó al cacique y lo golpeó hasta que las ligeras ropas del indio se rasgaron del todo. Luego Xele fue amarrado y un español le llevó, con un lazo a la nuca, a quie buscase yuca. Pese a la golpiza recibida, Xele logró escapar más tarde y condujo a la rebelión a su gente, lo cual, según un testimonio, ocasionó la pérdida de unos 400,000 ducados en oro. 24
El trabajo forzoso en América Central
384
Los principales de Honduras se vieron sometidos a un verdadero régimen de terror, bajo la expedición de un tal Miguel Diaz. Este y sus hombres entraron al pueblo de ^acatoa y exigieron esclavos para trabajar en las minas; cuando los principales no entregaron los suficientes, Diaz ordenó a sus negros matar a los caciques. Estos fueron ahorcados y luego sus casas y sus depósitos de granos convertidos en hogueras. Más tarde la expedición continuó al pueblo de Catao, donde fueron ahorcados otros tres caciques principales. Entre quienes fueron sometidos a llevar pesadas cargas, a lo largo de más de 60 leguas en el trayecto hacia las minas de Cuyapeque, figuraban otros nobles indigenas, varios de los cuales murieron como consecuencia de dicho esfuerzo.25
A pesar de las intenciones reales respecto del tratamiento a miembros de
la clase alta nativa, las cuestiones relativas a descansaron en los poderes locales en una medida considerable. Chamberlain se refiere al caso de un prisionero español que se encontraba a punto de ser enjuiciado por haber golpeado hasta la muerte a cinco principales indigenas y que, no obstante, fue puesto en libertad por los amigos de Alvarado.26 Sea como fuere, a veces los colonos eran sometidos a juicio por abusos extremos que daban como resultado la muerte de los caciques; tal es el caso de un Alonso López, residente en Tabasco, a quien se acusaba de haber dado muerte a un cacique llamado don Francisco, mediante golpes propinados con un garrote. El proceso criminal contra López fue enviado al Consejo de Indias, de donde fue regresado a la audiencia de la Nueva España y luego remitido de nuevo a España, para ser tramitado finalmente en la audiencia de Guatemala. Se trataba de un asunto delicado en cierto sentido: López, vecino del pueblo de La Victoria, era cuñado de Montejo, quien a su vez era suegro de Maldonado, el presidente de la audiencia. 27 Desconozco cuál haya sido la sentencia o reso-
los
la justicia
lución final del caso.
Aquellos que tenían alguna influencia política a menudo resolvían sus problemas por medio del homicidio, y los funcionarios reales, con razón, a veces se mostraban temerosos o indecisos de proceder contra los culpables. Pedro Xuárez de Toledo, alcalde mayor de La Trinidad, procedió a investigar
La aristocracia nativa
385
cargos formulados contra un vecino prominente, llamado la Reguera, a quien se sindicaba como responsable de la muerte de un cacique. Poco más tarde murió el alcalde mayor, acusado y perseguido por la inquisición; su hija denunció que la situación postrera del fallecido había sido consecuencia directa de su actitud al proceder legaimente los
Gómez Diaz de
contra alguien que tenía conexiones políticas. 28
Como
un último ejemplo podemos presentar el caso postede don Diego, hijo de Per Afán de Ribera, gobernador de Cartago, Costa Rica. En una ocasión en que este don Diego se dirigía a la costa caribe, encontró muchas muestras de colaboración entre los indígenas del trayecto; al llegar por fin a la provincia de Poco^i, fue recibido de paz por el cacique local, quien le dio 300 tamemes. Seguidamente, don Diego y su padre se reunieron con sus acompañantes españoles, a quienes condujeron a la provincia de Avyaque; aquí don Diego ordenó al cacique convocar a todos los caciques locales y a la gente para que viniesen a servir a los españoles. Los indígenas recibieron la formal promesa de que posteriomente quedarían en libertad de volver a sus hogares. Primero acudieron ante don Diego dos caciques que se mostraban desconfiados y temerosos; en un momento dado y de manera inesperada, uno de ellos fue sujetado, para luego colocarle un anillo en torno al cuello. Debido a las muestras de resistencia de los jefes, los españoles tomaron un indio viejo y lo chamuscaron. Luego los dos caciques de Avyaque fuerpn quemados vivos. Un testigo del hecho dijo posteriormente que la única razón de los asesinatos fue la resistencia de los indígenas a entregar tanto oro como pedían los españoles. Lejos de intimidar a los nativos, la atrocidad referida provocó una rebelión e impidió el avance de los españoles, que se encontraron con los caminos obstruidos y los puentes cortados.29 rior
Qon excepción de este último incidente, todas las atrocidades referidas ocurrieron durante los primeros años de la conquista y la pacificación. Quizás lo más notable es que los responsables de tales hechos crueles eran todos hombres de poder y posición, lo que indica que las muertes de los caciques no eran hechos excusables ejecutados por simples rufianes o bandidos. Tampoco son los aludidos los únicos ejemplos;
396
El trabaje forzoso en América Central
seria tedioso relatar los detalles te similares,
mas
el lector
de otros casos aterradoramen-
escéptico podría encontrar numero-
sos ejemplos en los manuscritos.
Después de Indias
las fases iniciales
un estado de turbulencia
de
la
conquista persistió en
social,
que
la
las
Corona trataba
ansiosamente de desvanecer. En los difíciles años de la postconquista, unos cuantos españoles vivían en un verdadero mar de nativos, que demostraban todavía un respeto considerable por sus propios líderes. Por razones prácticas, si no por otras, la política española se orientaba a preservar cuando menos algo de la autoridad tradicional de los señores naturales; el verdadero objeto, sin embargo, era el de conseguir, por medio de dichos señores, cierto grado de armonía en las comunidades indígenas. De este modo, la Corona esperaba ver el surgimiento de una sociedad bien ordenada, con la raza conquistada viviendo en policín, como gente política.
Dado
el
poder tradicional ejercido por
la aristocracia nati-
gente del común, resulta natural que la política de la Corona se orientara a utilizar a los nobles como instrumentos para romper la cultura aborigen y como un medio por el cual los nativos podían ser controlados. Por encima del choque de culturas, se presentaba un problema inicial de comunicación. Mientras muchos de los indígenas de América Central hablaban "mexicano" (náhuatl), una lengua familiar a los veteranos españoles de la Nueva España, un número considerable de grupos nativos, sin embargo, hablaba otras lenguas,
va sobre
la
y ni siquiera los frailes más diligentes podían esperar aprender más de dos o tres de ellas. En consecuencia, parecía razonable que la nobleza nativa sirviera como un catalizador entre las dos culturas. A ellos se les enseñaría español para actuar como portadores de la civilización europea en el seno de sus propios pueblos. Tal era el plan de la Corona, pero la consiguiente ejecución del mismo no parecía tan perfecta.
Los consejeros
reales se dieron cuenta, desde el principio de etapa colonial, de la conveniencia de ganar la buena voluntad de los principales, y de tal manera, en 1529, el emperador emitió una orden relacionada con el buen trato debido a los nobles de la Nueva España. De acuerdo con el espíritu de esta cédula, se consideraba conveniente que los líderes indígenas la
La aristocracia nativa
387
retuvieran algo de su
status tradicional, para que, al otor-
garles cierto poder, pudieran obligar a su propia gente a tra-
bajar los campos y a evitar la ociosidad. Se les permitiria retener algún poder y jurisdicción legal sobre los maceguales, pues, con el consejo e instrucción de los españoles, los caciques ayudarían eficazmente en el control y gobierno de los indígenas, con la simpatía de estos mismos. Los propósitos prácticos de la mencionada disposición legal se hacen más evidentes al observar que el documento especifica, además, que los señores serían convencidos de persuadir a su vez a sus subditos acerca de la necesidad de asumir ciertas tareas moderadas, como trabajar en las minas en equipos ocasionales y dividiendo el trabajo a fin de que el mismo no resultara fatigoso.
Los indígenas podrían quedarse con el oro extraído, del cual entregarían su parte al rey, y comprarían las cosas que les fueren necesarias, quedándoles suficiente todavía para ayudarse a pagar el tributo a la Corona. 30
Aun cuando la aristocracia nativa pudiera ser preservada, y pudieran ser reconocidos sus privilegios y poderes, quedaba todavía un problema inmediato a solucionar, a saber, el de la comunicación y la educación. Era evidente que la transición planteaba dificultades debidas a la fuerza de la costumbre y los hábitos personales, a las barreras del idioma, y a la resistencia aunque sutil de la clase dominante; problemas todos ellos que subvertirían toda insinuación sobre adoptar las prácticas y cosas de los castellanos.
—
—
La solución más viable en cuanto a una conversión de largo alcance, se hacía descansar en la instrucción de los futuros nobles indígenas. Para tales fines, la política de la Corona consistiría en indoctrinar e introducir en las nuevas formas de vida, a los hijos de los principales. En 1537 se emitió una cédula real con vistas a alcanzar esos objetivos específicos.3i Dicha política, empero, aunque de manera menos formal, se encontraba ya en operación: hacia 1534, cuando los mercedariósse estableq^ron como la prímera orden religiosa permanente, el comendador Sambrana, fundador de la mencionada orden, tuvo especial cuidado de reunir un considerable número de hijos de caciques y principales. Cuando menos a un centenar de muchachos se les enseñó a leer y escribir, a cantar en
3
388
El trabajo forzoso en
América Central
a servir en el altar, y a cumplir otros menesteres semejantes. Después de su entrenamiento, fueron enviados en distintas direcciones a efecto de diseminar la fe y, de paso, la cultura hispánica.32 la iglesia,
Los religiosos eran los únicos que realmente podían asumir programa de instrucción, lo cual explica en gran medida el grado de la influencia clerical sobre los nobles y, por extensión, sobre las masas nativas. Uno de los elementos más activos en tal sentido fue el ilustre obispo de Honduras, Cristóbal de Pedraza. Chamberlain indica que Pedraza mantuvo una de el
aquellas escuelas para hijos de caciques, en su residencia de Gracias a Dio¿. Cuando el buen obispo se marchó, a fines de 1539 o comienzos de 1540, la escuela sólo pudo funcionar un corto período más. 3
Pareciera ser que el plan imperial sobre la educación de los jóvenes nobles, se llevó a cabo de manera un tanto irregular, pues el oidor Herrera escribió a España, en 1545, recomendando que los hijos de los caciques y principales fuesen reunidos en una escuela donde pudieran ser educados por los religiosos, y en el entendido de que los gastos serían cubiertos con las multas impuestas durante los viajes de inspección a los pueblos. 34 Cuando menos algunas de tales escuelas debieron seguir funcionando, pues, en 1552, se informaba que a los muchachos se les enseñaba español y otras cosas que se esperaba pasaran luego a los maceguales. Muchos españoles consideraban que todos los indígenas debían aprender el español, mas algunos franciscanos opinaban que si un macegual no deseaba aprenderlo debería aprender náhuatl en todo caso, una lengua muy generalizada en la tierra.35
Mientras se entrenaba una nueva generación de líderes miembros adultos de la aristocracia deberian ser tratados con consideración y respeto. Varios caciques fueron llevados a España y presentados en la Corte, haciéndoles ver que eran libres de escribir al rey e iniciar cualesquiera procesos valiéndose de su posición como miembros de un grupo privilegiado. Los caciques colocados en la cúspide de la nobleza nativa, debían ser tratados con el "don'' antepuesto a su nombre, un privilegio reconocido a muy pocos españoles. En 1542, fray Pedro de Ángulo pidió que la Corona indígenas, los
La aristocracia nativa
389
premiara a cuatro caciques que habían prestado mucha colaboración en la conquista espiritual. 36 Quizás resulte significativo el hecho de que más o menos por la misma época se promulgaban las Leyes Nuevas y que uno de los principales impulsores de dicha legislación, Las Casas, mostró su apoyo a la propuesta de su colega dominico.
En
1543 se emitió una cédula en la que se hacía referencia a contribuciones de don Juan, cacique de Atitlán, y de don José, don Miguel, don Gaspar, y el cacique de Sacatepéquez, quienes habían ayudado a Ángulo y a otros dominicos en la tarea de atraer a la fe a los indígenas de las áreas rebeldes de las
Teculután y Lacandón. Ángulo había solicitado, además, que los pueblos de aquellos caciques fueran convertidos en pueblos de la real Corona y reducidos sus tributos. Como la mitad el pueblo de Atitlán pertenecía al encomendero Sancho de Barahona, y los pueblos de los caciques citados antes correspondían a otros encomenderos, todos los españoles así afectados deberían ser compensados con otras encomiendas. Como una alternativa se proponía los españoles podían retener el tributo de los pueblos citados, pero absteniéndose de entrar en los mismos. 37 No obstante, los caciques y los otros que habían ayudado a los dominicos, al parecer no estaban siendo objeto de especiales consideraciones, lo cual se comprueba por otra cédula real emitida más tarde en nombre de estas últimas personas. 38
—
—
,
En el intervalo, el emperador autorizó la concesión de escudo de armas para don Pedro y don Diego, caciques de Sacatepéquez, en la provincia de Guatemala. Al no ser considerados como simples y rústicas criaturas, los caciques mencionados fueron investidos con todas las divisas familiares de la heráldica: los escudos deberían tener dos castillos, uno de oro y uno de plata, y entre ellos una llave de oro, una espada y un estandarte con letras doradas que dijeran **Ave María**. Todo estaría sobre un campo rojo con cuatro llaves azules en los extremos, y además cuatro insignias rojas sobre un campo de oro con una armadura cerrada; de un puño aparecería una bandera roja, una espada y una llave, y en la parte superior habría una insignia en oro, junto con otras llaves en azul, rojo,
blanco y oro. 39
390
El trabajo forzoso en
América Central
El rango tenía también otros privilegios. Como en la sociedad española, los indios de la clase alta serían mejor tratados^ en los tribunales de justicia. Los indios nobles, como los españoles ricos, por lo general pagaban una multa al ser encontrados culpables de alguna falta o infracción a las leyes, en tanto los miembros de la clases bajas, en ambas sociedades, eran azotados o encarcelados. Sin duda la Corona habría preferido imponer multas a todos, pero las depauperadas masas comúnmente no estaban en posición de cumplir. Respecto de delitos más graves, la disparidad de la justicia era aún mayor en cuanto se refería a los indígenas. En algunos casos cuando menos, los hijos de caciques encontrados culpables de sodomía quedaban eximidos con una azotaina, pero por el mismo delito los maceguales eran condenados a morir en la hoguera. Sin embargo, cuando el hijastro de Montejo trató de violar a un paje del Adelantado, el asunto fue arreglado de inmediato. La presunta víctima se quejó ante la esposa de Montejo, quien aconsejó al paje no hacer nada o exponerse de otro modo a la hoguera; el paje, como consecuencia de ello,
abandonó
sin dilación el territorio.'W
Parece ser que a veces los caciques eran obligados a pagar tributo como lo hacían los maceguales. Ello parece haber ocurrido a mediados del siglo XVI, época en la cual se hace referencia a dichos pagos; en 1561, empero, la Corona requirió información de la audiencia sobre la conveniencia del pago de tributo por los caciques y principales. Más tarde éstos fueron eximidos de dicha obligación. ^i Al mismo tiempo, los nobles recibían tributo de los maceguales. En 1553, sin embargo, la Corona pidió información detallada respecto de las formas de tributar en la época prehispánica; se deseaba establecer, además, qué tributo se estaba pagando a los caciques y principales, y si el mismo era comparable al pagado antes de la llegada de los españoles.42 La medida en que se permitió a los caciques atender asuntos administrativos entre su propia gente, fue considerablemente variable, y todavía en 1560 el rey mostraba reservas sobre la fílosofía de gobierno en la sociedad aborigen En dicho año el soberano escribió al presidente de la audiencia indicándole que un cacique llamado don Juan gobernaba en
La aristocracia nativa
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provincia de Verapaz y que lo hacía mediante provisión repero, como el modo indígena de gobernar y aplicar la justicia era diferente y **un tanto falso según los requirimientos de la cristiandad**, sería bueno ordenar que, en materia de gobierno, un ** virtuoso y prudente" español asistiera a don Juan en calidad de asesor y coadjutor de la administración. El nombramiento debería hacerse en consulta con fray Pedro de la
al;
Ángulo y
se
fijaría,
—
un
salario adecuado.
advertía el soberano debería procederse ño alguno a los caciques y principales.^^
Para todo
ello
— sin ocasionar da-
En otros muchos aspectos, las costumbres de la nobleza indígena debieron ser reducidas por los conquistadores, en especial la práctica de hacer esclavos entre su propia gente, lo cual se reservó entonces (antes de 1548) a los españoles. Todavía en 1546, se hacía referencia a ciertos indígenas que incursionaban en otros pueblos y robaban mujeres y niños que luego eran vendidos como esclavos.^ Algunos españoles opinaban que prevalecía una curiosa dualidad en el estado de cosas. El cronista Herrera, quizás con un sarcasmo bastante intencionado, relataba que en la antigua Nicaragua los indígenas habían hecho esclavos entre personas libres; por ello -razonaba- la culpabilidad de los españoles no resultaba tan grande, pues éstos adquirían esclavos de rescate, o sea personas que habían perdido su libertad desde antes. El Protector de los Indios en dicha provincia, el obispo Diego Alvarez Osorio, así como Pedrarias Dávila, hablaron a los caciques en varias ocaciones para hecerles ver el error en que incurrían al esclavizar a su propia gente, pues nadie puede ser privado de su libertad.45 Ya en 1536 se había emitido una real cédula vedando a los caciques el derecho a tener esclavos, y año y medio más tarde se promulgó otra orden prohibiendo a los caciques y principales hacer nuevos esclavos.^ En las postrimerías de 1538 se promulgó un decreto similar para la Nueva España, en el cual se prohibía a los nobles nativos reducir a los indios a la esclavitud, o comprarlos y venderlos como tales. La nobleza aborigen habla tenido la costumbre según lo observaran las autoridades de la metrópoli de reducir a la esclavitud a sus subditos, por razones baladies, y de venderlos luego a otros indios o a los es-
— —
El trabajo forzoso en América Central
392
pañoles.
Dado
el
daño consiguiente, y en
vista
de que todos
los nativos debían ser considerados subditos y vasallos del emperador español, se prohibió terminantemente la conti-
nuación de aquella práctica>7 Pese a tales prevenciones, algunos caciques persistían en hacer esclavos y retenerlos en su poder, al parecer inclusive después de que los indios esclavos en manos de los españoles, fueron liberados. ^s
Todo parece indicar que los caciques bajo la dominación española por fín perdieron sus esclavos, lo cual ocurrió principalmente cuando los propios españoles liberaron a los suyos. Los caciques y principales de Atitlán lamentaron que Ccrrato Hberara a los esclavos por ellos poseídos y sin los cuales se arruinarían sus sementeras. Al mismo tiempo, Ccrrato redujo los tributos en los pueblos del reino tzutujil, aunque más tarde el presidente Landecho los aumentó de nuevo; cuando, más tarde, los caciques se quejaron por esta última medida ante el presidente Briceflo, éste los aumentó todavía más. Hacia 1571, los caciques mencionados fueron objeto de una mayor consideración por parte de la audiencia, pero ellos, sin embargo, protestaron por su situación. Sus dedan habían sido generosos al ayudar a Alvarapadres do y habían cooperado con otros españoles, y ellos ahora, no obstante, eran usados como los esclavos que antes estuvieron en poder de sus antepasados. Y como no estaban acostumbrados a servir de tal manera —concluían— su número se reduda perma-
—
—
nentemente. ^^
Las instrucciones giradas al alcalde mayor en 1557, dan cuenta de otras restricciones impuestas a los caciques. Por ejemplo, si se les encontraba alguna resposanbilidad en el tráfico de vino, armas, caballos, perros o ropa de Castilla, es decir, si se comprobaba su participación en la venta de dichos artículos a los indios, los caciques serían multados en diez pesos. En caso de reincidencia, el cacique o principal sería multado en los mismos diez pesos y sería exiliado por un período de seis meses; además, debería presentarse ante la audiencia para cualquier consideración adicional de su caso. Todas las disposiciones legales emitidas, por otra parte, indican un tratamiento especial otorgado a la aristocracia nativa. Mientras a los maceguales no se les permitía tomar licor, porque s«
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suponía que abusaban de su consumo y no podían pagarlo, se dispuso que algunos caciques **ricos" y principales **de buen juicio*', podían hacerlo en ciertas ocasiones, siempre que no fuera muy seguida y de manera inmoderada. Además, podrían comprar caballos y vestidos hechos en España, siempre y cuando fuera para su propio uso y con licencia del alcalde mayor.50
Un alcalde mayor que se refirió a la costumbre de dar a los gobernadores indios cierta cantidad de vino con ocasión de algunas fiestas, fue acusado de arrestar a varios caciques bajo el cargo de ebriedad. El funcionario admitió que había hecho tales arrestos por ebriedad reincidente. Al encontrársele culpable de la falta señalada, se le impuso una multa de cuatro pesos.5i
Los alcaldes mayores más astutos encontraban la manera de explotar aquellos privilegios reconocidos a los caciques, en su propio beneficio. En Nicaragua, por ejemplo, vendían a los caciques licencias para montar a caballo, cobrando comisiones o exacciones de uno o dos pesos. Cuando eran nombrados nuevos alcaldes mayores, éstos invalidaban las licencias anteriores, y los caciques se veían obligados a comprar las nuevas. De esa manera, los indios nobles pagaban una y otra vez, y lo mismo hadan sus hijos y nietos. 52 El hecho de que los caciques todavía tuviesen caballos y armas, sin embargo, demuestra una política un tanto relajada, pues en años anteriores tales cosas no les estaban permitidas. En 1535 se hacía referencia a las muchas armas españolas en manos de los señores y principales, vendidas a ellos por **malos cristianos'*. Ello era prohibido a la sazón, por el temor a una rebelión de los nativos.53 Mas, de nuevo, se hace evidente el peligro de las generalizaciones, pues unos años más tarde el presidente de la audiencia fue encontrado culpable por permitir que, en su residencia, un indio llamado don Luis Bonifacio, usara espada y daga.54
Se reconocía ampliamente que los caciques necesitaban disque los
ciplina para evitar abusos, pero también se afirmaba castigos debían ser aplicados a ellos con discreción.
diados del siglo (XVI), un juez escribió lo siguiente:
A
me-
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394
Los indios pueden ser azotados, y aun cuando este castigo es duro, ellos quedarán satisfechos si se prueba claramente su culpa. Un buen ejemplo lo constituye el castigo público, tal como se acostumbra. Los principales piden a los jueces oír con paciencia sus querellas, y poner debida atención a sus argumentos y quejas; si no son oídos con atención, o si las respuestas del juez son fuertes, los principales nunca más regresarán a buscar la justicia, aun cuando sus propios intereses estuvieren en juego. Los jueces deberán oír desapasionadamente y castigar a los principales de modo que los macegualesy los subditos no pierdan el respeto por sus líderes, lo cual es de gran importancia entre principales y maceguales, pues de este modo ellos se sienten libres de buscar la justicia y tratar de conseguir sus propios abusos con la intervención de los caciques
y principales.^^
como
ocurría en la práctica, las precauciones aludidas tomaban con el ánimo de proteger el prestigio de los nobles, con el resultado inevitable de que la posición de éstos, a los ojos de los maceguales, se deterioraba continuamente. Dadas las restricciones impuestas a los caciques y
Tal
no siempre
se
indiferente de que les hacían objeto los españoles, el de aquéllos habia descendido a un nivel muy bajo, por el aflo de 1551. Según los informes correspondientes, ellos eran muy pobres y sufrían más que los otros indios de sus pueblos. El mismo término "cacique** llegó a significar no más que un simple "colector de tríbutos", y todos quienes entraban en contacto con ellos se mostraban agresivos. La Corona ordenó que se les proveyese de suficiente comida y se les restituyeran los derechos y prívilegios correspondientes a el trato
status
sus cacicazgos.^6
Una causa colateral de la declinación de los caciques fue la dificultad enfrentada por los españoles en cuanto a establecer con exactitud quiénes eran los legítimos caciques. El desquiciamiento general derivado de la conquista y la pacificación, dio como resultado que muchos caciques murieran, otros fueran sometidos a la esclavitud, otros fueran desarraigados o reemplazados, y otros máís simplemente huyeran a los bosques. Al romperse la linea de sucesión, no
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fácil establecer la legitimidad de los herederos o sucesores del poder. En algunos casos y bajo ciertas circunstancias, se permitió que los indios eligieran sus propios caciques. Para complicar más todavia la situación, se daban
siempre fue
reclamaciones falsas respecto de los cacicazgos, presentadas por pretendientes que carecían de pruebas válidas o las tenían de modo insuficiente. Por otro lado, y no obstante haber una linea definida de sucesión entre la nobleza, a veces no se atendía la tradición, como cuando un funcionario real, un encomendero, e inclusive un religioso, arbitrariamente designaban a un indio cualquiera como jefe.
En algunos casos los encomenderos destituían caciques y señores principales, y nombraban en su lugar a trabajadores o naborías de su propio equipo doméstico, ya fuere con el propósito de aumentar la producción o para congraciarse con los naturales de los pueblos. Al perder sus privilegios los depuestos nobles a menudo terminaban con el status de maceguales, cumpliendo a veces tareas
muy
humildes.
Lo mismo
ocurría a sus hijos y nietos. Por todo ello, el diácono de León pidió a la Corona que se les restituyera su calidad anterior. 57
La actitud de la Corona respecto del reconocimiento de poder político a los indios nobles, estaba condicionada en cierta medida,y justificada por los roles tradicionales desempeñados por ellos; este punto, sin embargo, era algo que no líegó a clarificarse del todo, inclusive muchos años después de establecida la hegemonía española. Una cédula de 1547 advertía a los alcaldes mayores y a los corregidores no despojar a los caciques de sus jurisdicciones; y cuatro años más tarde se recordaba a los funcionarios que debían respetarse todas las garantías correspondientes a la calidad de noble.58 Mientras tanto, la audiencia había ordenado una investigación enderezada a establecer las formas y costumbres por las cuales se heredaba el poder entre los gobernantes indígenas. El rey quería saber sobre la forma en que se elegía y se designaba a los caciques antes de la conquista, así como la relación entre dichas personas y sus mismos cacicazgos. Se deseaba establecer si había una sucesión hereditaria para los cacicazgos o si el pueblo nominaba a los líderes. El soberano también de-
1
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El trabajo forzoso en América Central
seaba saber qué era lo que ellos recibían en calidad de tributo, como la verdadera esencia de los derechos de que disfrutaban.59 así
Si bien
algunos encomenderos acostumbraban nombrar co-
mo caciques de sus pueblos a algunos alcaldes ordinarios, se hacía sin el consentimiento real.
ello
Los cacicazgos eran quita-
dos a quienes tenían legítimos derechos sobre
ellos y se entre-
gaban a otros que carecían de tales derechos, todo lo cual provocaba un gran desorden. A fin de poner coto a dicho estado de cosas, la Corona ordenó una rigurosa investigación para determinar quiénes eran los verdaderos caciques y quiénes los falsos pretendientes, con la advertencia de que el poder sería entregado a los indios merecedores del mismo. Si se diera el caso de no existir un legítimo demandante, se permitiría a los nativos elegir su propio cacique, así como sus alcaldes ordinarios y alguaciles. Por otro lado, los tributos serían entregados a los caciques, y a los funcionarios indígenas se les pagarían sus sueldos, de modo que unos y otros pudieran vivir. La audiencia fue instruida para preparar un detallado informe y para emitir su opinión sobre la materia. 60
La confusión, empero, no existía sólo en la mente del rey y sus consejeros; con frecuencia también quienes estaban en el teatro de los hechos, se mostraban igualmente desconcerta-
En cierta ocasión en que, en Nicaragua, un cacique fue despojado de su señorío por un encomendero, el caso fue llevado al juicio de residencia del gobernador, pues el juez deseaba saber si los caciques de Nicaragua heredaban sus cacicazgos o si eran convertidos en tales por los señores de los pueblos. Y más específicamente, el juez quería ^saber si en aquel caso el encomendero había instalado al cacique en tal posición. Un testigo dijo que algunos sucedían a sus antecesores que eran reales caciques, mientras otros eran colocados en dicha posición y separados de la misma a discreción y placer de sus encomenderos. En el caso bajo consideración, el testigo afirmó que el cacique había sido nombrado por un encomendero anterior, pero dijo ignorar si el título había sido adquirido por el indio de manera legítima, por medio de reconocidos derechos de sucesión. 6 dos.
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En 1553, la Corona instruyó de nuevo a la audiencia para determinar quiénes de los señores habian adquirido su señorío por medio de la sucesión hereditaria (por la línea de la sangre) y quiénes habian sido electos por sus subditos. De nuevo se pidió a los oidores informar sobre la jurisdicción que anteriormente ejercían los caciques sobre sus subditos, en comparación con la que ejercían a la sazón; también se pedía información sobre los beneficios derivados por los caciques de la posesión de sus señoríos, y, finalmente, se trataba de establecer los métodos de gobierno usados por los mencionados caciques. 62 Vistas las cosas con la
mayor objetividad
posible, parece
que en los días de la preconquista los caciques heredaban su cargo por línea de descendencia directa (línea de la sangre) en unas regiones, mientras en otras eran elegidos por sus subditos; ésta era una situación que la corona estaba aparentemente dispuesta a reconocer. Se aprobó así la elección unánime, ** según la vieja costumbre", de don Juan Apobazt*, el cacique mayor del pueblo de San Juan Hamelco, como gobernador y cacique principal, dado que él era un hombre de autoridad y buen juicio, y en especial porque había ayudado a los religiosos españoles en aquel territorio. Don Juan fue confinado en tal posición de por vida, lo cual fue hecho por el mismo rey, quien de paso indicó que las viejas costumbres debían ser
observarse.63
Más o menos por la misma época, sin embargo, las órdenes aludidas antes eran violadas por las autoridades coloniales. El cabildo de Santiago escribió a España diciendo que el oidor, licenciado Alonso de Zorita por lo general considerado por los historiadores como un juez muy ilustre acompañado de sus hermanos, había despojado de sus cacicazgos y señoríos a muchos caciques y principales, usando procedimientos despóticos o arbitrarios. Se trataba de nobles que disfrutaban de sus posiciones desde los tiempos antiguos, según referían los regidores, y Zorita ni siquiera los había oído previamente,
—
—
causando todo *
ello
,
una gran conmoción.64
El autor se refiere sin duda a
don Juan Matalbatz, cacique de San Juan
Chamelco, en Alta Verapaz. N. del T.
398
El trabajo forzoso en
América Central
Al hacer alusión a los casos citados antes, el rey hacia ver que algunos indios que habian sido caciques y señores de pueblos en tiempos de su '*in fidelidad'*, habian sido despojados de sus rangos sin causa alguna. Dichos nobles anotaba el soberano no deberian perder sus derechos o caer en una posición peor por el hecho de haberse convertido a la cristiandad; y se ordenó así que a los descendientes de legítimos caciques se les hiciera justicia oyéndoles de inmediato. 65 Mas por esa época varios prominentes indios nobles habían cumplido ya máfs de 30 años de haber perdido sus bienes, es decir, desde cuando fueron despojados durante la conquista.
—
—
Cuando Alvarado y sus lugartenientes expropiaron a don Juan Chicuet-Quiagut, el cacique mayor de Utatlán, de casi toda su provincia, los pueblos que ésta comprendía fueron dados a los soldados españoles, en calidad de repartimientos. Entonces los encomenderos hjcicron caciques a quienes ellos quisieron, lo que equivale decir, a aquellos de quienes podían sacar más provecho. Cuando don Juan murió, su hijo, don Juan Cortés, era tan sólo un muchacho y no contaba con la obediencia de su gente, ni podía ser declarado señor o cacique de acuerdo con sus antecedentes. Aun así, los indígenas pidieron a los encomenderos que el muchacho fuese declarado señor, y los españoles respondieron que él no podía ser señor de tantos pueblos y tampoco contaría con la obediencia de los indios. Don Juan Cortés suplicó entonces a los justicias que sus connacionales no fueran explotados, y como consecuencia de ello él mismo vivió en la miseria. Al apelar a la Corona, argumentando que la situación no favorecía al rey por el daño ocasionado a los indígenas, pidió, además, ser restituido co-
mo
cacique de Utatlán y de todos los pueblos vasallos, tal y sus padres lo habían sido. La audiencia recibió órdenes de estudiar el caso e informar a España. 66
como
En 1558 se reiteró que todos los caciques despojados de sus derechos y separados de sus pueblos, debían ser restituidos en su anterior calidad; el rey hizo notar de nuevo que no tenía sentido para los caciques estar peor como cristianos que como paganos de otras épocas, y que tales abusos debían cesar. Pero mientras la Corona consideraba conveniente permitir que los nobles conservaran su rango y sus privilegios tradiciona-
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sólo podía concebirse en la medida en que se comportaran de acuerdo con los usos y prácticas de Castilla. Ya se ha dicho que los caciques y principales no podrían más poseer les, ello
esclavos, y ahora la Corona agregaba que tampoco se les reconocería jurisdicción en ningún caso de juzgamiento y cas-
que implicase mutilación de miembros o muerEsta era una ley humanitaria, es cierto, pero también estaba dirigida a reducir la autoridad de los nobles. En consecuencia, por los medios descritos y otros similares, los poderes consuetudinarios de los caciques quedaron restringidos.
tigo de indios, te. 67
Hacia 1582 —según se indica en una fuente documental—, de Chiapas no tenía ningún cacique cuyos antecesores hubiesen tenido señoríos en la época prehispánica, y existía la sospecha de que los frailes dominicos habían eliminado tales líneas de sucesión, simplemente porque los señores nativos disfrutaban del afecto de los indios, a quienes defendían celosamente frente a los intereses de los mismos frailes. Al parecer no todos los pueblos tenían caciques, pues la audiencia decidió emprender una investigación para determinar qué pueblos los tenían y, en otro caso, cuándo habían cesado de tenerlos. Los jueces también deseaban saber si ello se debía a la falta de sucesión o a la supresión de los cacicazgos. En caso de haber caciques depuestos, con legítimos derechos por descendencia directa o cruzada de acuerdo con la resolución de la audiencia ellos debían presentarse ante este órgano de gobierno, con las pruebas correspondientes. El procedimiento contaba con la aprobación de la Corona.68 El problema de la sucesión entre la nobleza, fue algo no aclarado del todo durante el siglo XVI. Todavía a la altura del año de 1598, la Corona deseaba saber acerca de la costumbre indígena sobre la sucesión de los cacicazgos y sobre si ésta funcionaba igual en todas partes. La audiencia fue llamada a opinar sobre si era conveniente o inconveniente, en relación con los propósitos de buen gobierno, emitir una ley regulando la provincia
—
—
,
la sucesión aludida.69
En muchas
cosas los caciques debían seguir la costumbre establecidos los derechos y privilegios perdejar española de sonales. En 1610, un procurador presentó la probanza de un indio de apellido Pérez, por la cual se pretendía demostrar
400
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los padres y abuelos del mismo habían sido principales legítimos y de buenas costumbres y que, además, habían cumplido con sus obligaciones 'como buenos cristianos. La
que
probanza indicaba también que el mismo Pérez, siendo de sangre noble, había tratado de vivir en paz desde su niñez, sin meterse en pleitos o discordias, sin haber sido visto nunca intoxicado por el alcohol, y que, por el contrario, había cumplido fielmente sus obligaciones en la iglesia de su pueblo y en todo había actuado siempre con rectitud e integridad. 70
La actitud contradictoria de la Corona y la falta de leyes claras aplicadas por jueces responsables y resueltos, estimulaba
lo
que en todo caso podía tomarse como una
jadiza interpretación de la voluntad real.
En
libre
o anto-
el nivel local los
funcionarios reales a menudo trataban con la nobleza nativa según las circunstancias y exigencias de cada lugar, o bien de acuerdo con el particular capricho del español localizado en el lugar de los hechos. Ello no quiere decir que la importancia de los caciques fuera siempre ignorada pQr los administradores. Cuando murió el gobernador de Honduras, López de Salcedo, el cabildo de Trujillo buscó un sustituto. Los regidores rechazaron al contador Andrés de Cerezeda, porque éste sólo habla llegado cftatro meses antes, procedente de Nicaragua, y no tenia, por lo mismo, faqiiliarídad alguna con los señores naturales de la tierra. En cambio, se eligió a Vasco de Herrera como justicia mayor, pues —-según se insistía— era una persona que conocía bien a los señores de la tierra, dominaba la lengua de éstos y sabía como tratarlos y también gozaba de la estimación de los caciqucs.^i Sin embargo, todo ello ocurría en 1530, cuando todavía preocupaba mucho el peligro de las rebeliones indígenas.
De todas maneras, se reconocía aún un cierto control residual de los jefes sobre los maceguales. Cuando Alvarado estaba preparando su expedición a Quito, intentó llevar consigo a todos los señores y principales posibles, de modo que los nativos, desprovistos de todo Uderazgo, no intentaran rebelarse. Los funcionarios del tesoro, por su parte, pensaban que la conducta de Alvarado podía tener resultados opuestos, pues los indios, viendo que se les separaba de sus líderes, podían
La aristocracia nativa
401
como protesta. Por tanto, dichos funcionarios presentaron una firme petición para que se prohibiera a Alvarado sacar del pais a ningún noble indígena.'^^ sublevarse
Es posible encontrar muchos otros ejemplos de acciones arde los funcionarios españoles, por los cuales se demuestra la falta de consideración hacia la utilidad de los caciques. Algunos de los jefes se quejaban de los excesivos tributos impuestos por los encomenderos y de los problemas derivados de la presencia de los religiosos en sus pueblos. Debido a la falta de acuerdo, tanto los encomenderos -como los religiosos habian formulado cargos contra los caciques, los cuales eran presentados ante los alcaldes ordinarios, y éstos, a fin de congraciarse con los españoles, ilegalmente despojaban a los señores de sus cacicazgos. La Corona entonces ordenó a los alcaldes ordinarios abstenerse de interferir en tales asuntos, so pena de perder su cargo y una multa de 50,000 maravedíes; se dejó establecido, además, que sólo la audiencia tenia el poder suficiente para privar a los caciques de sus bitrarias
derechos hereditarios. 73
Aparte de los abusos contra los caciques, cometidos por los encomenderos, los mayordomos de los "pueblos de la real Corona** (es decir, los que no estaban adjudicados en encomienda), procedían de la misma manera; dichos mayordomos eran a veces maestros artesanos o capataces, no menos rudos que quienes manejaban las haciendas y las propiedades privadas de los españoles. En ambos tipos de pueblos (los que pertenecían a individuos particulares y los pueblos de la Corona), eran los caciques y otros funcionarios indígenas quienes estaban a cargo de recolectar los tributos. Ellos, en efecto, eran los responsables de señalar la forma cómo el pueblo debía cubrir la cuota de tributos y trabajadores que se le había señalado, mas, de todas maneras, el poder de los nobles en cuanto a la ejecución de las leyes y disposiciones legales, había sido desvirtuado.
La medida en que privilegios, fue algo
los caciques debieran
muy
discutido por
gozar de poder y
muchos españoles, y
el ilustre favorecedor de los indios, Cerrato, mostraba grandes reservas. Su opinión, presentada al rey, era la si-
aun
guiente:
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El trabajo forzoso en América Central
muy cansado de los religiosos, especialmente de los dominicos, quienes dicen que el gobierno libre sobre los indios debería dejarse a los caciques, y que éstos debieran tener la jurisdicción que tenían en los viejos tiempos, y que ellos [los indios] debieran servir a los caciques, darles tributo como se acostumbraba, y otras cosas de esta clase. Cuando los españoles vinieron a esta tierra mataron a algunos caciques y a otros les quitaron sus cacicazgos, al punto que en toda la provincia es difícil encontrar un cacique natural o legítimo, Y si el tribute se da a ellos como antes, y se da más tributo a los encomenderos, ello implica una gran contradicción respecto de lo que Vuestra Majestad ha ordenado; porque en una cédula de Vuestra Majestad queda claro: que los indios pagarán menos tributo a los encomenderos que el que solían pagar a sus caciques, Y si ellos tuvieran que pagar el tributo a los encomenderos y más a los caciques, no lo aguantarían. Hay otro gran perjuicio, porque la justicia que ellos [los caciques] administraban (en el pasado), era con su voluntad, sin ningún procedimiento legal o cualquier otra razón; y por causas muy insignificantes eran ahorcados por cualquiera, y ellos tomaban a los hijos y a la esposa como esclavos y les llenaban de improperios, lo cual sería un gran daño si se permitiera hoy. Ahora bien, debe entenderse que sus cacicazgos deberán ser devueltos a muchos de los viejos señores y sus hijos, Pero, al final de cuentas, aunque algunos de ellos lo niegan, muchos actúan todavía como tiranos, y si tienen que fijar diez maravedíes de tributo [para los encomenderos] fijan veinte, y los señores lo toman [la diferencia] para ellos mismos, y sólo Dios tiene el poder de evitarlo. Ciertamente sería de gran conveniencia si Vuestra Majestad pudiera emitir una declaración sobre ello. Estoy
. .
También hay quejas de los dominicos que los indios no que solían tener por los caciques, porque en los viejos tiempos no sólo los consideraban cotienen la reverencia
mo señores, ni los reverenciaban como hombres, sino como dioses, Y ahora, como los indios por lo general ven el [mal] tratamiento que reciben los caciques,
y
la libertad
La aristocracia nativa
que
ellos
mismos
403
tienen, se jactan bastante
de ser va-
obediencia que tenían antes. Y algunos españoles, y aun algunos religiosos, tienen la opinión de que esto no es inconveniente para la tierra; porque si ellos tuvieran la reverencia y la obediencia de antes, ellos estarían en las manos de los caciques para rebelarse cuando quisieran, lo cual no pueden hacer como las cosas se encuentran ahora. 7^ sallos del
Emperador, y no tienen
la
La carta de Cerrato ofrece cierto interés por sus hostiles alusiones a los dominicos, con quienes había trabajado muy estrechamente, y por afirmar que los frailes apoyaban la restauración del poder en manos de los caciques, punto de vista contrario al anotado antes en este mismo capítulo.
Una de las dificultades implicada en la relación entre los representantes reales y los gobernantes nativos, se refería a la escasa comunicación que se derivaba del patrón de poblamiento disperso y la distancia entre los distintos establecimientos de población. Cuando España requirió información de los caciques respecto del sistema de tributos anterior a la conquista, la audiencia contestó que no se podía recoger tal información a tiempo para ser enviada en el siguiente barco, pues se hacía necesario reunir a los caciques y principales de 30, 40 y aun 80 leguas a la redonda.75 Como resultado de tan difícil comunicación, los oidores debían descansar en el juicio y opinión de funcionarios menores de las provincias, a fin de trazar y ejecutar la política, y esa era una tarea para la cual muchos de ellos no estaban capacitados adecuadamente. En dicho contexto debe notarse, sin embargo, que los mismos jueces de la audiencia no siempre estaban Ubres de pecado en cuanto a la explotación de los nobles. 76
En general, los líderes indígenas la pasaban mejor en manos de los altos funcionarios que no tenían intereses regionales, como por ejemplo, los visitadores reales. A veces ocurría que dichos jueces favorecían a los caciques a expensas de los españoles locales y de los maceguales.77 Los funcionarios españoles locales, como era de esperarse, se tomaban excesivas libertades en las provincias más remotas. Los caciques de la pequeña y aislada provincia de Soconusco, prestando testi-
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monio en Náhuatl,
dijeron que los funcionarios emanóles loimponían impuestos especiales y los golpeaban. Si no se llenaban las cuotas del tributo, se les metía en la cárcel. Por otro lado, los funcionarios, incluyendo al alcalde mayor, se dedicaban al comercio y obligaban a los indios a comprar las mercaderías que ellos vendían. Se les tomaban sus esposas e hijas — agregaban los caciquesi- y no conseguían consuelo alguno, ya fuere del obispo o del presidente Landecho de la audiencia. Por estas razones, pedían a la Corona que se les colocara bajo la jurisdicción de México en lugar de la de Guatemala.78 pos años más tarde los caciques se quejaban de que el gobernjhdor de Soconusco les trataba como esclavos y les amenazaba con ponerles en la picota o colgarlos si intentaban recurrir a las autoridades superiores.79 cales les
Los funcionarios coloniales encontraban otras maneras de explotar a los gobernantes nativos. Hortun de Velasco, alcalde mayor y corregidor de Zapotitlán, fue acusado de multar a del pueblo de ^amayaque, y de quedarse con los nueve tostones de la multa, en vez dé entregarlos a los funcionarios del tesoro real. Asimismo, fue acusado de imponer una muha de 82 tostones a los caciques y principales del pueblo de Cuyotenango, quienes pensaban dedicar parte de ese dinero a la compra de velas para la fiesta del lugar, lo cual no fue posible porque el funcionario español se guardó el dinero para sí mismo.^o
don Domingo, gobernador
Resulta comprensible entonces el temor de los funciunaiios indígenas hacia los encomenderos, la mayoría de los cuales eran toscos conquistadores; cuando menos tal fue la situación por muchos años. Pero aun algunos funcionarios reales se daban aires pomposos y amenazadores, intimidando tanto a los vecinos nativos como a los españoles. Pedro Girón de Alvara-
mayor de San Salvador en las postrimerías del caminar precedido de un mulato y flanqueado por dos negros, cada uno de los cuales iba armado con dos espadas. Su lugarteniente fue acusado de azotar y golpear con un garrote a los mayores y alguaciles nativos y de molestar a las mujeres de la familia de un alcalde indígena. El proceso judicial de este Girón de Alvarado, puso én evidencia una seríe de
do, alcalde siglo
XVI,
solía
abusos que habían sido cosa
común en años
anteríores; sin
La aristocracia nativa
40S
embargo, hacia el final de aquel siglo, tales abusos representaban probablemente lo que era entonces un caso extremo. Cuando el citado español visitó el pueblo de Cacatecoluca, ordenó a un alguacil indígena que le trajera una bella muchacha nativa para pasar la noche. Cuando el alguacil dio muestras de repugnancia por la comisión de proxenetismo que le encomendaba el alcalde mayor, éste lo amarró y lo azotó de manera tan despiadada que el indio hubo de guardar cama por varios días. Otra tarde, el citado Girón ordenó al mismo indio y a otro alguacil, que le trajesen una bella mulata llamada Catalina Chirinos. Cuando no fue obedecido de inmediato, el alguacil español al servicio de Girón, amarró a los ofíciales indígenas y los azotó cruelmente, con lo cual se produjo gran desasosiego en el pueblo, según se indica en testimonios registrados más tarde. La misma noche de marras, el esclavo negro de Girón trajo a éste la deseada mulata. Uno de los acompañantes de Girón ordenó a otro indio ir en busca de una muchacha nativa; cuando el alguacil mayor del pueblo pidió más tarde que el indígena comisionado recibiera un pago por los inconvenientes que le causara la comisión, pues habia viajado a otro pueblo. Girón contestó que él pagaría personalmente al indio mencionado; agarró a éste, entonces, y lo amarró en la picota, y le dio 100 azotes, de lo cual murió la victima al cabo de poco tiempo. Más tarde, cuando el mismo citado alguacil mayor rehusó traer a un curandero indígena para curar a la esposa de un español, el alguacil recibió su propia dosis de latigazos. si En la región de Chiquimula, un principal de más de 60 años fue citado por el corregidor y conminado a entregarse como prisionero. El indio no quería presentarse porque eran las vísperas de Navidad, pero al final se sometió; después de caminar unas diez leguas hacia el pueblo, el principal fue encarcelado por seis días; de nada le valió alegar que no habla cometido delito alguno, pues un testigo del corregidor dijo que el sujeto era un pendenciero, presumido y desobediente. Entre otras cosas ciertas, el procesado habla negado que el corregidor gozara de una autoridad legítima. Algunos opinaban que, en efecto, el indígena merecía una pena de 100 azotes, pero, dada su edad, fue multado en nueve tostones y dejado libre.82
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Pese a los reiterados casos en que los funcionarios reales aparecían implicados en acciones de mal trato a los nobles nativos, existen indicios de que los casos extremos se reduelan conforme pasaban los años. En tanto se acepta comúnmente que los corregidores de los pueblos de la Corona eran quizás los más grandes opresores de los indios, los juicios de residencia contra tales funcionarios revelan que al fínal de la centuria, los abusos eran menores que al principio. Al mismo tiempo, los testimonios rendidos en los juicios de residencia podrían ser engañosos, pues los testigos, en su mayor parte, eran funcionarios u oficiales indígenas. Estos, como es de suponer, no podían hablar mal de los corregidores, lo cual podría implicar que cuando menos los líderes nativos eran mejor tratados (y quizás hasta estaban confabulados con los corregidores para explotar a los maceguales), o bien, que estaban demasiado intimidados para hablar con cierta libertad. Cualesquiera que fuesen las razones, existe, cuando menos en el papel, un marcado contraste con los testimonios rendidos en los primeros años. 83
No obstante lo bien intencionada y práctica que pudiera ser la política real
dad de
para preservar
la relativa influencia
los indios nobles, el simple
hecho de que
y
la digni-
se trataba
de
una posición inferior frente a los españoles. Había numerosos hombres blancos en la clase baja, pero, sin duda, el más degradado de ellos se consideraba a sí mismo superior a cualquier cacique. Los conquistadores y los primeros colonos pronto se vieron acompañados por los bunativos les colocaba en
rócratas o funcionarios reales y también por otros profesiona* les, constituyendo la base de la aristocracia del Nuevo Mundo, en la cual no había lugar para los nobles indígenas. Los
caciques y principales, acostumbrados a ser reverenciados como semidioses, se encontraron en una situación humillante, que puso término a la altiva dignidad asociada a su conducta anterior a la llegada de los cristianos. Existían contradicciones implícitas en la política de la Corona, pues muchas de las prácticas de la clase gobernante en la época de la preconquista eran incongruentes con la conducta social y legal de los españoles. Además de todo ello, había un deliberado desprecio
de parte de muchos españoles hacia
las pretensiones
de los ca-
La aristocracia nativa
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ciques. Inclusive entre los españoles inclinados a acatar la política de la Corona, había cierta incertidumbre o descon-
fianza respecto de las manifestaciones de tal política. influyente fraile escribió así al Consejo de Indias:
Un
El rey ha ordenado muchas veces que los caciques sean honrados y que sus derechos sean preservados, [pero] sería bueno que la Corona definiera los derechos que deben ser observados; porque los caciques son llamados ladrones hasta por recibir de su gente una gallina o una carga de leña. Y la audiencia no les permitiría dar ni siquiera un papirotazo a un indio por ningún motivo. Y ocurren muchas cosas que necesitan remedio, pero la audiencia está muy lejos de muchos pueblos y no se hace nada por corregir esa situación, de lo cual se deriva mucho daño.^^
Aparte de
de autoridad impuestas por la afectado por otros medios más personales, en situaciones en que eran insultados por los funcionarios de la Corona. En una ocasión, por ejemplo, se denunció que un alcalde mayor de la Trinidad fue a Izalco, pueblo dado en encomienda a Juan de Guzmán, con el propósito de recoger su propio salario; ya allí el alcalde deshonró al gobernador indio del pueblo, de nombre don Pedro, llamándole **perro puto*' y golpeándole contra una pared. Al defenderse de la acusación, el funcionario español afirmó que don Pedro le había sindicado de no querer pagarle su salario, hablándole, además, de manera irrespetuosa; por esa razón dijo el español le propinó al indio uno o dos empujones, pero nada más. El mencionado alcalde mayor también fue acusado de insultar a don Juan Chiame, gobernador de Tacuxalco (Tlaculas restricciones
ley, el prestigio
—
de
la aristocracia nativa se vio
—
Según la acusación, el gobernador nativo compareció ante el alcalde mayor demandando justicia porque un prominente español de nombre Gómez Díaz de la Reguera le había jalado los pelos de la barba y le había golpeado, además de hacerlo objeto de malos tratos de palabra. El alcalde mayor, como era amigo de Gómez Díaz, no dio al indio satisfacción calco).
alguna; antes bien^y en lugar de dar algún consuelo al cacique.
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llamándolo ** perro borracho"; en consecuencia, el cacique desistió de seguir buscando justicia. Por otra parte, decia la acusación, Gómez Díaz no recibió castigo alguno. En respuesta, el alcalde mayor sólo dijo haber ordenado el arresto de Gómez Díaz. El referido funcionario real también fue acusado de menospreciar la dignidad de los caciques, principales y alguaciles nativos, al darles una cierta cantidad de dinero, algunos vestidos de Yucatán, vino, cera, etcétera, para que los intercambiaran por cacao en varios pueblos, quedando obligados a enviarle después este último producto. Finalmente, se dijo que el alcalde mayor rogó a los caciques del pueblo de Caluco y de otros poblados más, no presentar cargos en su contra en el correspondiente juicio de residencia, y aquéllos se negaron a hacer lo que se les pedía. El alcalde mayor negó los cargos y dijo que los testigos de la comunidad eran *' miserablemente borrachos y de una vil condición". 85 Aun el gobernador de Guatemala y presidente de la audiencia, Francisco Briceño-, fue señalado como responsable de insultar y cometer abusos físicos contra los indios. Se le acusó de que, cuando don Diego, cacique principal del pueblo de Mixco —encomienda de Alvaro de Paz—, fue a quejarse de una injusticia relacionada con las tierras comunales, Briceño le llamó ** perro" y lo abofeteó hasta casi hacerle caer al suelo. Al parecer, sin embargo, la evidencia no convenció al juez, pues Briceño fue absuelto del cargo. 86 El doctor Villalobos hacía notar en 1573, que al viajar de la Nueva España a Santiago, y al atravesar la provincia de Soconusco, se dio cuenta que los caciques y principales todavía eran objeto de malos tratos por los funcionarios españoles. Informó que por diez años aquellos indígenas habían sufrido a manos de los alcaldes mayores, agregando que debido al desorden y a la codicia, los indios se habían empobrecido y la región había quedado despoblada. Soconusco —decía Villalobos— fue otrora una de las mejores provincias, pero se había arruinado por la explotación de los alcaldes mayores. Sólo quedaban 1,800 nativos en toda la provincia.87 Si los funcionaros reales menospreciaban a la aristocracia nativa, no debe sorprender que los encomenderos extremaran su conducta hostil hacia los miembros de dicho sector lo insultó
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indígena. Mientras los primeros, es decir, los funcionarios, eran por lo común personas de alguna educación —por cierto lo eran quienes ocupaban los más altos escalones de la burocracia—, y responsables de ejecutar las directrices del gobierno colonial, los encomenderos con frecuencia era personas rudas, aventureros analfabetas, con escaso o ningún respeto por las convenciones sociales y con un atrofiado sentido de la justicia. Por otra parte, éstos a menudo vivían aislados y separados por ello de los funcionarios de la Corona; por tanto, ejercían gran autoridad en los pueblos que se les habían asignado.
El objetivo de muchos de los encomenderos, cuando menos las primeras décadas, fue acumular sufíciente riqueza para luego regresar a España y retirarse como caballeros desocupados; con tales propósitos, buscaban acelerar el proceso por cualquier medio a su alcance. El tributo y el trabajo propor-
en
cionado por los aldeanos, por lo general no dejaban sufícientes ganancias para que los encomenderos pudieran realizar sus sueños. En consecuencia, éstos trataban de complementar sus ingresos adquiriendo metales preciosos, esclavos, o bien por medio de otras actividades comerciales.
A fín de obtener la tan deseada riqueza, resultaba lógico para los encomenderos trabajar por medio de los caciques. Como resultado de ello, los españoles a veces trataban mal a los nobles con el objeto de obtener de ellos más tesoros, aun cuando los caciques ya les hubiesen entregado oro y joyas.88 En ocasiones, simplemente se apoderaban de los indios para que les trabajasen sur campos o sus minas. Cuando Alvarado tuvo necesidad de atender sus sementeras en Jocotenango, llamó a los caciques de sus varios pueblos de encomienda y les ordenó entregarle muchos indios de sus correspondientes comarcas, junto con los principales de éstas. Cuando llegaron todos, los indios en su mayoría fueron injustamente marcados como esclavos.89 El oro era por supuesto el bien preferido, pero el mismo era bastante escaso. Por consiguiente, muchos de los encomenderos se dedicaron al tráfico de esclavos, y a fin de obtenerlos
presionaban a los gobernantes indígenas. Algunos de los españoles eran implacables en su demanda de esclavos, aun
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cuando
agotadas, y sus amenazas a podian provocar terribles consecuencias sociales. Un tesorero real que vivió en Honduras durante los primeros años de la ocupación española, afírmó que era costumbre entre los españoles maltratar a los caciques y principales para obligarlos a entregar indios que luego eran marcados como esclavos. A veces, después de ser sometidos a vergonzosos tormentos y severas golpizas, los nobles entregaban a sus prolas existencias estuviesen
los caciques
pios hijos, diciendo que ellos eran sus esclavos. El tesorero opinaba en su informe que debia darse una orden contra
real
las exigencias y presiones a que eran sometidos los caciques para entregar esclavos; opinaba también que cada distrito debería tener un funcionario que se movilizara por toda la comarca de su jurisdicción, por lo menos durante ocho meses al año (es decir, durante el verano), visitando a los caciques uno a uno, y observando que éstos ¡fuesen bien tratados, y para que, de ese modo, los indios supieran que tenían un protector.w
En otras circunstancias, los encomenderos proveian a los caciques de cacao y otros productos que debían ser intercambiados por esclavos pertenecientes a otros indígenas.^i Las Casas denunció que la peor peste de Nicaragua era la licencia concedida a los españoles para poder exigir esclavos a los caciques y que, como consecuencia de ello, en un período de 14 años, habían muerto muchísimos indios, quedando sólo unos 400 ó 500.92 Algunos caciques reaccionaron ante las exigencias y presiones de los encomenderos, simplemente huyendo a las montañas, y es de suponer que, en su mayoría, sólo deseaban que se les dejase en paz, aunque otros entraron a la ofensiva y se convirtieron en bandidos.93 En 1536, la Corona emitió una orden prohibiendo la extorsión de los caciques con el fín de obtener esclavos; la misma fue enviada al gobernador de Nicaragua, pues aquí los abusos habían llegado al máximo. De manera explícita se decía en la citada orden que los españoles culpables debían ser castiga-
dos.^ El gobernador, Rodrigo de Contreras, estaba enterado del problema; en efecto, en una ocasión reciente había escrito al rey denunciando que un encomendero tenía la costumbre de pedir esclavos
al
cacique de su pueblo, quien debía to-
1
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marlos de los que tenía a su servicio antes de la conquista; y si cacique decía no tener ninguno, el encomendero lo obligaba a buscarlos en otro lado, bajo amenaza de ser muerto por el mismo encomendero. El infortunado cacique, temeroso de no atender las exigencias, tomaba indios libres de su propio pueblo, y los intercambiaba con otros indios en poder de un cacique vecino. Los indios así obtenidos, eran enviados al español en calidad de esclavos. ^5 Aun cuando el cacique se mostraba avergonzado de someter directamente a la esclavitud a su propia gente, los afectados de todas maneras eran vendidos como esclavos en el pueblo a que eran enviados. En el mejor de los casos, estos indígenas sufrían una total dislocación en sus patrones de conducta y en sus nexos con respecto a su familia, sus amigos y su comunidad. Contreras, sin embargo, le recordaba al rey que la esclavización de los indios por sus propios caciques era muy común en los días anteriores a la llegada del hombre blanco.96 el
Debe observarse, por otro lado, que algunos caciques se mostraban aparentemente muy dispuestos a comerciar con sus propios esclavos (así como con indios libres), vendiéndolos a los españoles aun a precios realmente bajos. La Corona ordenó el cese de dicha práctica, inclusive cuando los caciques figurasen
como
socios voluntarios.97
Los encomenderos mancillaron, además, el prestigio de los nobles al forzar a los caciques y principales, así como a las esposas e hijos de éstos, a efectuar tarcas serviles. En los primeros días de la dominación española, dichos indios nobles fueron a veces ellos mismos convertidos en esclavos o en tamemes, pero más tarde fueron degradados todavía más al obligarlos a servir como mozos de caballeriza de los españoles y a desempeñar otras faenas usualmente reservadas a esclavos y naborías. Los hijos y esposas de dichos indios nobles eran utilizados como sirvientes domésticos, o bien para acarrear materiales de construcción o leña. Tales humillaciones ocurrieron, según un funcionario real, no obstante que las encomiendas se otorgaban en nombre del rey y con la advertencia de que los caciques, principales, y las familias de unos y otros, no debían realizar labores manuales.
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Uno de los más
prominentes violadores de las normas refePedradas Dávila, pero hubo otros españoles que también usaban nobles tenidos en encomienda; entre dichos españoles figuraban funcionarios reales y religiosos. Según se dice en el informe de Contreras, se acostumbraba llevar un repartimiento de 1,000 indigenas, por ejemplo, desde el cacique hasta los hijos más jóvenes, a trabajar en las minas, forzándolos a caminar 40 leguas, con cuatro arrobas (100 libras) a la espalda, en caminos o brechas donde los cristianos no podían transitar ni aun libres de carga.^^ Los encomenderos y sus criados, radicados en los alrededores de la ciudad de León, obligaban a los hijos y nietos de los caciques a limpiar los campos, sembrarlos y también a hacer los trabajos de mantenimiento de los cultivos.^ Los indios nobles no tenian otra alternativa, sino sujetarse a las órdenes de los españoles, pues de otro modo debían atenerse a las consecuencias. Jorge de Alvarado, hermano del Adelantado, fue acusado de perturbar a muchos señores y principales al ponerlos al servicio de amigos y parientes suyos, quienes también tenían nobles en encomienda. lOO Cuando los principales de Huehuetenango rehusaron servir a su encomendero Juan del Espinar, el citado Jorge de Alvarado autorizó al encomendero a usar procedimientos persuasivos y a condenarlos a ser encadenados en caso de negarse. Más tarde, los señores se vengaron al incendiar varias casas en los pueblos de ridas era
Espinar. 101
Los encomenderosi también trataron de obtener
tierra
de
nobles, ya fuere sin pagar nada a cambio, u ofreciendo
los
muy
poco por la misma. La Corona promulgó una cédula en 1549, ordenando que todo encomendero que deseara tierras pertenecientes a los indígenas, debía negociar con los caciques y principales, y
si
éstos estaban dispuestos a vender, el español
quedaba obligado a pagar el precio fíjado por los dichos señores. 102
Í.OS gobernantes indios eran responsables del mAntenimiento del orden y la administración de la justicia entre ios aldeanos y de hacer que éstos cuidaran de sus siembras a fín de evitar la escasez de los productos del campo. El principal interés
de
los
encomenderos, sin embargo, se reducía realmente a que
3
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fuesen cubiertas. Si la cobecha mermaba, real o su equivalente en maiz o cacao, los caciques eran encarcelados. Este castigo se imponía las tasas del tributo
aunque sólo fuera por un
del
mismo modo aun en
decir, las
las encomiendas más numerosas, es que incluían grandes cantidades de indígenas. 103
Los funcionarios circunstancias
reales aplicaban la política ofícial bajo las
más penosas; por ejemplo, debido a una
sería
epidemia desatada en la Verapaz, los indios no pudieron pagar la parte del tributo correspondiente a la Corona (el quinto real), y entonces el mismo alcalde mayor procedió a encarcelar a los principales. 104 y a medida que las demandas de los españoles aumentaban de modo gradual, la diezmada población nativa era más y más presionada.
Los encomenderos no siempre explotaron con impunidad a los indios nobles, y existen numerosos casos registrados en los cuales se comprueba que los funcionarios reales se vieron pre-
cisados a despojar a los titulares de las encomiendas. Existen bases para pensar, sin embargo, que los motivos verdaderos con frecuencia estaban relacionados con asuntos políticos, más que con un estricto sentido de la justicia. Los funcionarios, te
en efecto, encontraban más conveniente declarar vacan-
una encomienda, pues siempre había
partidarios a quienes debían compensar.
parientes,
amigos o
De todas maneras, y a
sabiendas de que algunos gobernadores sólo estaban a la espera de un pretexto para proceder al despojo consiguiente, los
encomenderos estaban como sometidos a una prueba permanente, ante la amenaza de perder su fuente de ingresos.
En
encomienda de la viuda de gobernador de Nicaragua dijo haberlo hecho porque ella y su difunto mando habían dado malos tratos a un cacique. El encomendero Mateo de Lescano (quien anteriormente había sido ya acusado de tratar mal al cacique Xde, de CosU Rica), y su esposa Luisa de Santiago, fueron sindicados de tomar d pueblo de ^indega, del sefiorío del cacique don Diego. Además, despojaron a éste de los servicios que recibía de su gente, le confíscaron sus bienes, y finalmente lo convirtieron en cuidador de ganado. Un testigo agregó que Lescano con frecuencia golpeaba al cacique. Mateo de Lescano fue hecho prisionero, fíjándole su propia casa como cierta ocasión, al anular la
un encomendero,
el
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y allí permaneció hasta su muerte, después de la cual, Luisa, su esposa, perdió la encomiéndalos Hay muchos ca-
cárcel,
por supuesto, de encomenderos que perdían su encomienda por otras muchas razones, aparte de los malos tratos dados a los caciques. sos,
Los encomenderos y propietarios de haciendas se vieron obligados a restringirse más durante la segunda mitad del siglo, y hacia 1600 ya era poco usual el hecho de dar muerte o mutilar a un cacique. Hacerles trampas o tratarlos mal, sin embargo, fueron cosas que continuaron de diferentes maneras. Después de más de un siglo de iniciada la conquista, en 1631, cuatro principales —uno de los cuales era alcalde y los otros cabezas de calpul— del pueblo de Nuestra Señora de la Visitación, estancia de Santiago Atitlán, se quejaron que don Gaspar de Argueta, el propietario de una estancia situada a diez leguas del pueblo, usualmente venía a presionarlos para que se le dieran indios destinados a trabajar en su estancia. También exigía caballos y cargas de maíz. Como algunas veces los dignatarios indígenas se excusaban de dar lo exigido, explicando al español que carecían o no tenían suficiente de lo éste quería y además porque nunca se les pagaba lo entregado, Argueta solía montar en cólera y los golpeaba. El alcalde dijo que el hacendado español lo había pateado y golpeado en la cara y lo había lanzado al suelo, haciendo lo mismo con Diego Quehu, del mismo pueblo de Visitación. Argueta también les pedía regalos de miel y gallinas, lo cual irritaba grandemente a los principales. Los indios pedían que se previniese al corregidor para evitar tales injusticias. í06
que
El papel jugado por la Iglesia en el problema del tratamiento dado a la aristocracia indígena, es algo tan controvertido como la parte que le tocara jugar en otros aspectos de la relación indio-español. Generalmente se pueden encontrar las dos caras de la medalla. Como la mayoría de las primeras crónicas sobre la América Central fue escrita por misioneros, tenemos bastantes detallados relatos sobre las buenas obras efectuadas por los religiosos, cuyas significativas contribuciones
Como se sugiere en las páginas anteembargo, la presencia de los religiosos en algunos casos no fue una mera bendición. Un estudio sobre el trabajo están fuera de duda. riores, sin
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indigena en la Colonia no estaria completo sin hacer referencia a los miembros de la Iglesia, cuya conducta indecorosa por lo general no se analiza en detalle por los cronistas religiosos. El registro de las obras y realizaciones de los prominentes hombres de la Iglesia (algunos de los cuales son mencionados en el presente trabajo), es bien conocido en todas fin de alcanzar cierto equilibrio, y de presentar un partes. cuadro tan fiel como fuere posible dentro del limitado contexto de este estudio, también debe presentarse el lado negativo
A
de
la cuestión,
citando la correspondiente documentación
especifica.
Algunos de los primeros conflictos entre caciques y misioneros surgen debido a la intrínseca incompatibilidad entre paganos y cristianos de moralidad. Las sociedades nativas no carecían de cierto sentido de la moral, pero lo que parecía ser una conducta social aceptable para ellos, resultaba ofensiva a la sensibilidad cristiana de los misioneros, quienes se sentían responsables, de buena fe, de corregir los ''errores*' de los indios. veces ocurría que los celosos frailes o sacerdotes llegaban a los extremos, y otros se veían implicados en cosas poco o nada relacionadas con la enseñanza de la los patrones
A
fe.
La costumbre de los nobles indígenas de tener más de una mujer, era algo que debía ser erradicado; pero los caciques se mostraban renuentes a aceptar el cambio, y ello constituyó motivo de problemas por muchos años. Dos décadas después de iniciada la conquista, en Zinacantán, y durante la Pascua de 1546, los dominicos insistían en que los caciques y principales bautizados debían abandonar sus concubinas, mas como consecuencia de ello se desató una campaña desagradable y vehemente. 107 Poco tiempo después los indios nobles de Chiapas prestaron testimonio diciendo que los frailes habían intervenido en sus vidas de una manera ofensiva, causando grandes escándalos. Los dominicos —afirmaban los declarantes llegaban a sus casas y los amenazaban, les ponían las manos encima, les azotaban y golpeaban como a esclavos. Esas crueles afrentas a los nobles eran observadas por los maceguales bajo su jurisdicción, lo cual hacía tales tratamientos más humillantes todavía. 108
—
41^
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Más O menos por la misma época ocurrió en Chiapas un gran escándalo, en el cual los caciques se encontraron en el centro de una controversia entre los encomenderos y los dominicos. En 1548, don Diego Ramirez emprendió una investigación para determinar la verdad sobre supuestas persecuciones de los frailes por los encomenderos, y lo que se desprendió de los testimonios arroja mucha luz sobre el fondo de la cuestión. Don Pedro, cacique de Chiapas, quien pertenecia a la encomienda de Baltasar Guerra, protestó porque, aun siendo un buen cristiano y amigo de los dominicos, fue injustamente acusado por algunos frailes que actuaban en forma apasionada. Como resultado de ello, el alcalde le despojó de su cacicazgo y se le persiguió de muchas otras maneras.
Otro cacique de Chiapas, de nombre don Juan, se quejó ante Gonzalo de Ovalle, el alcalde, de que fray Pedro Calvo le habia azotado duramente, dejando su espalda llena de cortaduras; y para colmo, la azotaina le habia sido propinada enfrente de los aldeanos, quienes estaban espantados del trato escandaloso dado a su líder. El alcalde le dijo que regresara a el cacique estaba tan ofendido por todo, que decidió montar un caballo arisco, el cual lo lanzó por los aires y lo arrastró hasta causarle la muerte. Los espantados aldeanos huyeron a los montes. 109
Chiapas, mas
En 1546, según el testimonio de un comerciante indígena, Joan Martínez, mayordomo de Baltasar Guerra en el pueblo de encomienda que éste tenía en Chiapas, le habría dicho a don Juan, y a varios principales y maceguales, que ellos sólo podían ir a la iglesia una vez al día, mientras que antes solían hacerlo cuando menos dos veces. Por otra parte, Martínez aconsejó a los indios ignorar a los frailes y no darles comida por ningún motivo. En este caso, como en otros más, los indios se vieron atrapados en la disputa que los dominicos y los encometideros libraban por el control sobre los nativos. Ello era precisamente lo que servía de fondo al incidente de la azotaina sufrida por el cacique, pero otro testigo dijo que Calvo había castigado a don Juan porque este cacique había llevado un poco de forraje al ingenio de Guerra, lo cual, según el fraile, no era obligación de los indios; en consecuencia.
7
La aristocracia nativa
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fraile había ordenado a don Juan no hacer tal cosa de nuevo. Pero cuando el testigo, un vecino español, reconvino a Calvo por el desacuerdo, el fraile respondió que la azotaina obedecía a una razón muy diferente y que el cacique le había dado una buena razón para el castigo. Calvo agregó que los encomenderos estaban utilizando el asunto como pretexto para expulsarle del pueblo. el
En otra ocasión, el alcalde Gonzalo de Ovalle, también encomendero de Zinacantlán, ordenó a don Cristóbal y a otros principales no dar ninguna clase de comida a Iqj dominicos y no prestarles obediencia en nada, y los nobles ;^hicieron caso por miedo. El oidor real, Rogel, llegó a Chiapas con el objeto de hacer una nueva tasación de los tributos, los cuales redujo por mitad; mas, tan pronto como hubo partido, la esposa de Ovalle, Ana de Torres, llamó a don Cristóbal y le dijo que la medida aprobada por Rogel no valía nada, y que los indios debían volver a la anterior cuota de tributos. El cacique comunicó a los frailes lo dispuesto por la mujer de Ovalle, y los religiosos dijeron que los indios no debían pagar más de lo fijado por el oidor. En la situación de incertidumbre y desconcierto producida subsiguientemente, los indios no tenían un papel activo en las decisiones finales.
Miguel Naca, un principal del pueblo de Chiapas, dijo que en 1545, Guerra le había citado para pedirle hacer del conocimiento de los alcaldes de Ciudad Real qué los indios no querían a los frailes porque comían muchas gallinas, huevos y pescado. Guerra opinaba que dos dominicos era suficientes para atender todas las necesidades religiosas de la población. El principal respondió inocentemente a Guerra que los frailes eran de su misma clase y que el mismo encomendero es decir, Guerra había dado a los frailes los solares para construir sus edificios, y que resultaba inexplicable cómo ahora se les quería echar. Guerra al parecer tomó tal respuesta como una impertinencia y atacó a puntapiés y a bofetadas al cacique. Entonces Guerra llamó al naguatato (intérprete), Antonio Notoya, y en presencia de Naca le ordenó ir al pueblo de Chiapas y comunicar a los otros principales que Naca era amigo de los frailes y que, por tanto, debían enviar a la ciudad, como representante, a otro indio **de mas concón'*
—
—
— '5*
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(probablemente querría decir de más razón o armonía). Pero los otros caciques tampoco deseaban expulsar a los frailes. El intérprete que traducía de lengua chiapaneca a mexicana dijo que Guerra les había pedido, a él y a Naca, llamar a los alcaldes para indicarles que dos frailes eran suficientes (había cuando menos seis por entonces), y que los religiosos comían demasiado. Los indígenas aludidos replicaron que no deseaban comunicar tal cosa a los alcaldes, porque no conocían la opinión e intenciones de los caciques y principales del pueblo de Chiapas. Fue en este preciso momento cuando el encomendero comenzó a golpear al principal Naca y a llamarlo, encolerizado, ** perro". Al siguiente día Guerra pidió a Notoya hacer lo que Naca había rehusado, y el testigo replicó que no conocía de cierto la voluntad de los principales. 1 09 Se daban otras disputas en las cuales los caciques resultaban ser las víctimas, en especial en casos en los cuales éstos se mostraban inclinados en favor de una u otra de las facciones en contienda. Los frailes disponían de otros medios, aparte de los puramente físicos, para castigar a los caciques. Cuando un dominico ordenó que ningún español fuese a vivir en cierto pueblo, un regidor nativo de 60 años, decidió alquilar una casa a un español. Entonces el fraile, con la ayuda del corregidor, encarceló al anciano indígena, metiéndolo por tres días en la celda de un monasterio, exhibiéndolo luego en el pulpito de la iglesia. El regidor indígena permaneció con una cuerda en torno a su cuello, sosteniendo una candela con ambas manos durante toda la misa, y se mantuvo así mucho tiempo después, en tanto el fraile se desbordaba públicamente en improperios e invectivas, condenando el crimen del indígena, no Los conflictos entre los caciques y los religiosos no constituían, sin embargo, la regla. Antes bien, a menudo había una estrecha cooperación y buena voluntad de ambas partes. Como se hizo ver antes, los líderes nativos podían resultar de mucha ayuda en la conversión de los grupos indígenas dispersos, y los caciques, por otra parte, con frecuencia daban a conocer su agrado de servir a la Iglesia.^ Un cacique que había ayudado a los dominicos a convertir nativos en la Verapaz, recibió los agradecimientos del mismo rey, quien ordenó al citado jefe prestar los mismos servicios en Nicaragua. 112
—
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Los misioneros conocian perfectamente el valor de la nobleza indígena como agente de transmisión de la religión y la cultura a las masas indígenas. Fray Tomás de la Torre, un dominico muy astuto, escribió así: **estamos muy convencidos de que la puerta por la cual debe entrar la fe hacia los indios, son los caciques y los ancianos**.! 13 Es seguro que dicha puerta no fue abierta del todo, dada la deprimente situación de los caciques, que se veían amargados y veían cómo se menguaba el respeto de que antes gozaban entre su gente. Los maceguales, sin la firme guía de sus líderes tradicionales, se entregaron a la ociosidad o se dedicaron al comercio en detrimento del cuidado de sus campos. Y, más importante aún, la decreciente autoridad de los caciques redujo considerablemente su eficacia como vehículos de la fe. por su parte, no siempre sirvieron muy bien Unos 18 meses después del informe aluTomás de la Torre, actuando como visitador general, investigó la conducta de los sacerdotes y comprobó que algunos hombres de sotana habían contribuido directa y personalmente a la caída del status de la aristocracia nativa, n^ Estableció de la Torre, por ejemplo, que el sacerdote de un pueblo había exigido pagos en cacao y luego había azotado a los caciques por no haber recibido cantidades suficientes de dicho producto. En otro caso, la esposa de un cacique fue objeto de molestias por parte del sacerdote, quien se aprovechaba así de la ausencia del esposo; la mujer hubo de abandonar el pueblo hasta el regreso de su marido. El mismo sacerdote tenía, además, la costumbre de poner a los caciques en la picota, a veces hasta por un par de noches. Otra vez en que un cacique no pagó de inmediato una cantidad de dinero, además del cacao que se le exigía, el sacerdote lo golpeó hasta hacerle sangrar la nariz y después le tiró de los cabellos fuertemente.
Los
religiosos,
causa de dido antes,
la
la Iglesia.
El informe referido revela que otro cura había azotado a un noble por negarse éste a darle un poco de vinagre. Un diácono fue acusado de vender vino con agua a un cacique, por precios exorbitantes. El líquido adulterado al parecer era bastante fuerte, pues el cacique estaba continuamente ebrio, aun durante sus visitas a la casa del religioso, donde solía comer con
420
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frecuencia. Al mismo tiempo, el diácono tenia relaciones amorosas con la mujer del cacique, una tal María, de "mala fama'*; al fínal, el cacique simplemente cedió su mujer al religioso, convirtiéndose ella en amante de éste, viviendo ambos públicamente en la casa del religioso.
Aparece registrado, asimismo, el caso de un vicarío que dormia con la hija casada de un cacique, y cuando el mando de la muchacha fue a visitarla, encontró a la pareja en flagrante delicio ("vio al dicho padre sobre su muger**). El asunto se prolongó por algún tiempo. El vicario citó al marido engañado ^varias veces, y como éste se negara a acudir al llamado, el vkario lo hizo objeto de malos tratos. Otro sacerdote se mostraba sumamente enojado porque los indios de un pueblo no daban sufíciente contribución para una fiesta. Enfrentó a unos 20 principales en la iglesia y los azotó con las bridas de su caballo, culpándolos por las escasas ofrendas del pueblo.
Existen otros casos, debidamente documentados, de sacerdotes a quienes se acusaba de haber golpeado a señores nativos, debido a que siempre se esperaba que éstos contribuyesen más que los maceguales, aun cuando muchas veces se trataba de personas realmente pobres. Por ejemplo, cuando se casaba un cacique, éste debia pagar por el servicio religioso seis veces
más que un hombre
del
común.
Francisco Quicaxcoyol declaró en un proceso que una vez llegó un padre al pueblo y la gente no estaba reunida para presentar su saludo al visitante; ello se debió a que todos se encontraban fuera atendiendo obligaciones de trabajo. No obstante esto, el testigo declarante y un principal fueron despojados de sus camisas y azotados con unas correas, señalándolos como responsables del suspuesto desaguisado. El mismo sacerdote que así se sintiera agraviado y tomara la venganza con sus propias manos, en una ocasión diferente entró en la casa de un cacique muerto y, por la fuerza, hizo uso sexualmente de la asustada viuda; el hecho fue admitido después por la mujer y era, además, de público conocimiento. Otra vez, el mismo famoso cura tuvo relaciones sexuales con dos
muchachas vírgenes das por
él
en
del
la iglesia,
grupo que asistía a las y entonces un cacique
clases imparti-
llevó a las dos
La aristocracia nativa
421
niñas ante al vicario y relató las circunstancias y detalles del desfloramiento. Al cacique se le dijo que cuidara de su lengua El sacerdote también fue acusado de golpear a varios principales y romperles palos en la cabeza, simplemente por no haberle traido suficiente comida. En otra oportunidad,
por algo que el cura calificara como una insolencia, amarró manos de un principal, a quien rasgó su camisa y golpeó en la cara hasta hacerle sangrar de la nariz; luego lo atacó a puntapiés haciéndole llorar en presencia de un cacique, de otro principal y de varios españoles. Cuando el principal se quejó dias más tarde, fue castigado de nuevo por el belicoso las
sacerdote.
Otros curas más fueron acusados de intimidar a los caciques amenazándoles con la horca, con golpearlos o reducirlos a prisión. Además del temor que les infundían, los religiosos coaccionaban a los indígenas para proporcionarles comida, servicios y dinero.
Debe
tenerse en cuenta la rivalidad y malquerencia existeny los frailes, en particular ahí donde es-
tes entre los seculares
taban implicados los dominicos. El visitador general, debidamente enterado de su delicada misión, citó a tres dominicos, a quienes hizo jurar que no habían tratado de influir, en contra de los sacerdotes, al inducir a los caciques y principales a idar falsos testimonios. Uno de los mencionados dominicos dijo que, antes bien, él impidió el testimonio de un indio que se aprestaba a declarar contra los sacerdotes enemigos de los dodijo el dominico que minicos; se trataba de un indio había sido objeto de abusos y era de suponer que su testimonio estaría así predispuesto, pues era, además, una persona ducha en litigios judiciales ("era muy ladino para se saver quexar**). Los testigos eran advertidos del pecado de perjurio en detrimento de un sacerdote. Otros muchos asuntos no fueron removidos debido a la naturaleza secreta de ciertos aspectos religiosos de la investigación ("no se llamaron más testigos por ser cosas secretas y tocantes a sacerdotes' *).ii^
—
La
política
de
la
Corona no siempre favoreció
—
la relación
entre los indios nobles y los clérigos, y a veces los caciques se veian en situaciones difíciles. Como se decía que los sacerdotes exigían mucha comida y servicios de los indios, se formuló
431
El trabajo forzoso en América Central
una
lista
general de
La audiencia
ambas
cosas, la cual debía suscribir cada
que los caciques y principales, junto con los alcaldes nativos, serían responsables del cumplimiento de la orden relativa a la citada lista de comida y servicios, so pena de perder sus cacicazgos. Ello colocó a los indios nobles en un directo enfremamiento con los clérigos, provocándose un clima de hostilidad y desarmonía, pese a que la intención original pudo ser la de apuntalar el prestigio de los cacura.
ciques.
En
estableció
efecto, la descrita fue otra situación, quizás inevi-
en la cual la autoridad de los sacerdotes fue desafiada por el orden nativo tradicional. El conflicto debía haberse presentado claramente y en todos sus alcances, en la época de la orden relacionada con la lista citada antes, es decir, en 1561 La orden no sólo enumeraba la comida que debía darse a los curas, sino, además, especificaba con claridad, que una "mujer vieja'* haría el pan y que un indio llevaría el forraje. table,
.
Los indígenas no estarían obligados a entregar dinero a
los sa-
cerdotes, ni a pagarles por los servicios incluidos en las giras
de inspección. 1Í6
Era frecuente que los curas párrocos de fuerte carácter dominasen a los líderes indígenas, pero los más poderosos e influyentes era los dominicos. El presidente de la audiencia dijo que en el cuartel general de los dominicos, en Chiapas, los caciques administraban justicia de acuerdo con las órde-
nes impartidas por los religiosos. 1 17 Por lo general, aunque no siempre, los frailes intervenían en la aplicación de las penas. En Nicaragua, fray Juan Pi^arro visitó un pueblo de la Corona, sin llevar soldados de guardia y con el objeto de impartir el evangelio. Por alguna razón no establecida, el religioso azotó al hermano de un cacique, juntamente con dos principales, todos los cuales eran cristianos. En cierto momento el cacique y los principales sujetaron a fray Juan y a
jóvenes indios que motín. 118 tres
Debido a su
le
apoyaban, y se produjo un
persistente ingerencia en los asuntos propios de
actividades de los dominicos en América Central debieran ser objeto de un completo análisis académico, tomando como base las correspondientes fuentes ma-
los
indios,
nuscritas.
las
La aristocracia nativa
423
En tanto la aristocracia nativa fue desvertebrada y reducida a un estado miserable en comparación con su alta posición anterior a la conquista, no debe perderse de vista el hecho de que su papel en la sociedad prehispánica fue, en muchos sentidos, de carácter tiránico. Puede argumentarse que los españoles, en gran medida, liberaron a los maceguales de la mano férrea de sus gobernantes nativos, mas debe hacerse la salvedad de que la solución representada por los españoles implicó una mejora muy dudosa. Quizás sea justo decir que eventuaimente mejoró la condición de la gente del común a raíz de la conquista, pero es discutible fijar con precisión Ja fecha en que llegó tal mejoría. Debe tenerse cuidado al formular tales conclusiones; no obstante, al escribir sobre los laborantes aztecas de la época de la preconquista, el profesor Gibson se refiere a un sentido de gozo que acompañaba gran parte del trabajo de dichos indígenas.! 19 Es posible que tales sentimientos también fueran comunes en Centroaméricá antes de la llegada de los españoles. Y debe admitirse la posibilidad de que la reverencia, quizás afecto, que sentían los maceguales hacia los caciques, fuese más importante que los aspectos negativos del gobierno de éstos.
Pese a la dominación política de los españoles, muchos caciques continuaron abusando de su propia gente en una diversidad de formas. Ello se hacía a veces de modo indirecto, es decir, los
caciques permitían que otros extorsionaran a los
A
indígenas cuando quizás estaba en sus manos evitarlo. manera de ejemplo, véase el siguiente caso: un viejo residente de Santiago afirmó que algunos indígenas de Tlaxcala y de otras
México llegaron en una ocasión a varías aldeas locadonde, con el consentimiento de los caciques, sometieron a malos tratos a los agricultores maceguales, a quienes prívaron de sus alimentos, actuando como guardias de un señor *'en un pueblo feudal'*, y ocasionando, además, otros daños. partes de les,
"Ya era suficiente —agregó el informante— que los indios pagasen sus tríbutos al cacique y al señor que los tenia en encomienda, como para tener todavía otros scflorejos que les diesen órdenes y tomaran lo que ellos tenían". 120 Mientras los líderes indígenas a menudo carecían del poder necesario para prevenir los abusos de los españoles, se supone que
El trabajo forzoso en América Central
424
debían disponer de algunos medios para controlar a los indios llegados de México.
En una forma de abuso más directa,
los caciques recogían
a
vagabundos que iban de pueblo en pueblo mendi-
los indios
gando comida, y los vendían como esclavos a otros indios. 121 En un proceso tramitado en Costa Rica en los días de la conquista, hay un testimonio que ilustra el impasible desprecio por la vida humana demostrado por un cacique. Una rebelde muchacha esclava, propiedad de un español, huyó del pueblo llevándose consigo otras muchachas indígenas. Los soldados las persiguieron y las capturaron en la casa de un cacique y las regresaron al campamento del español. El cacique Coasta, bajo cuya jurisdicción quedó el caso, se mostró furioso porque los españoles no habían matado a la muchacha tan pronto como la encontraron. Según el cacique, la muchacha era perturbadora crónica y seguramente induciría a otras mujeres a dejar el campamento y habría de causar grandes problemas si no se le mataba. Entre los mismos indígenas era costumbre, según Coasta, castigar a los delincuentes de la calaña de aquella muchacha, con una muerte cruel, como la incineración o el estrangulamiento. Un testigo afirmó que entonces el cacique ordenó que la muchacha fuera quemada según sus costumbres, y Coasta mismo estuvo presente cuando ella fue atada en una barbacoa. Se encendió el fuego bajo la muchacha y se le quemó viva. 122
Aunque
un español conquista de El Salvador, diciendo que con la pacificación de la tierra los indios tuvieron más libertad y seguridad que antes. Ya no estuvieron expuestos a los ataques de sus antiguos enemigos, y estuvieron menos sujetos a sus caciques y principales, *'cada uno de los cuales era sus puntos de vista fueran interesados,
declaró, en relación
un
con
la
señor* '.123
Una
común del maltrato sufrido por los aldeanos a autoridades nativas era la irregularidad en el pago del tributo. Como los funcionarios mismos eran castigados si la cuota del tributo no era llenada a cabalidad, ellos a su vez castigaban a los maceguales que estaban atrasados en sus pagos o daban lugar a cualquier tipo de problemas. ^ 24 Mq obstante, los caciques a menudo timaban a su propia gente en la causa
manos de
las
La aristocracia nativa
42S
recolección de tributos y, a fín de prevenir tal práctica, la Corona ordenó que los tributarios debían conocer con exactitud lo que debían, a efecto de no ser estafados por sus líderes. 125
Pocos días más tarde la Corona emitió nuevas instrucciones sobre el problema, haciendo ver el trato tiránico de los caciques y señores naturales con los indígenas de sus respectivos cacicazgos, a quienes hacían trabajar en todas las tareas imaginables y les exigían ciones de pagar, con
más el
tributo del que estaban en condiresultado de que los indígenas eran
explotados y vejados. Se dispuso, entonces, que del mismo modo que se tasaba el tributo pagado a los españoles debía tasarse el debido a los caciques. Por otra parte, debía hacerse una clasificación de los servicios y vasallaje debidos por la gente del común a los nobles. Se ordenó a la audiencia determinar si lo pagado entonces por los indios estaba conforme a la costumbre antigua heredada de los antepasados, y basado también en la justicia y la ley, o si, por el contrario, había sido impuesto de modo tiránico, contra la razón y la justicia. Si éste era el caso, la situación debía corregirse. 1 26 pese al citado mandato legal, los abusos continuaron en la práctica. En 1563, la audiencia indicó que siempre hacía los consiguientes esfuerzos para identificar a los caciques naturales y para establecer con certeza si éstos tenían suficiente para su subsistencia aparte del tributo regular; ello obedecía, explicaba la audiencia, a que se sabía que el tributo pagado por los maceguales era robado por los caciques. 127
Miguel Agía, residente en Guatemala por muchos años, una pobre opinión de los caciques, de quienes decía eran más crueles y tiránicos que el peor tirano español en todo el mundo. Agía era de la opinión que los maceguales debían ser pagados directamente por su trabajo, pues en caso de entregar los salarios a sus caciques, aquéllos nunca recibirían tenía
nada. 128
En Honduras
varios encomenderos hicieron arreglos con
a fín de que los primeros proporcionaran a los segundos, trabajadores indígenas de las encomiendas a cambio de dinero, y los caciques se sumaron a dichas componendas vendiendo el trabajo de los maceguales. Al ser informada de tales prácticas ilícitas, la Corona ordenó la reparación de los los mineros,
El trabajo forzoso en América Central
426
agravios, pero, aún en 1581, la orden de Felipe II no se habla hecho cumplir de manera categórica. 129 Por otra parte, y pese al mandato real correspondiente, los caciques imponían tasas p impuestos especiales a su propia gente, ya en dinero, ya en especie. 130 La extorsión de los maceguales a manos de sus
A
propios líderes, continuaba. fines del siglo XVI, un funcionario español informaba que el jefe indígena y algunos principales del pueblo de ^amayaque, aceptaban vino de ma-
nos del alcalde mayor como una forma de soborno y con el fin de ayudar a este último en las trampas de que hacia objeto a los maceguales en las transacciones de cacao. i^i Los fraudes menores estaban indudablemente extendidos entre los oficiales indígenas.
cargaban con mucha de la respongobierno de los indios, a menudo lo hadan en una forma sefloríal que recordaba su comportamiento de la ¿poca prehispánica. Cuando los funcionarios españoles trataban de fiscalizar la conducta de los caciques en materia de gobierno, éstos con frecuencia consideraban tal supervisión como una interferencia por la cual debían protestar. Tal fue el caso, en 1568, cuando un alcalde mayor envió a su lugarteniente a vivir a una aldea, debido a que el cacique de la misma no era capaz de inantener el orden y las buenas maneras. 132 En un ejemplo aiín más específico, el alcalde mayor dispuso el exilio de un cacique por el período de un año, y le privó por dos años de su condición de jefe del pueblo de ^amayaque, debido a que había azotado cruelmente a una mujer inSi bien los líderes nativos
sabilidad sobre
el
dígena. 133
La medida en que
los funcionarios españoles refrenaban
a
los caciques, dependía naturalmente de las propias cualidades
y aptitudes personales de los primeros. Los corregidores enviados a las comunidades indígenas a velar por el buen orden de las mismas, con frecuencia eran nombrados con poca o ninguna consideración de sus cualidades personales. En efecto, la audiencia no daba mucha importancia a dicha posiciém, y la consideraba más bien como una recompensa otorgada en vez de una encomienda o una pensión. En 1572, sin embargo, la Corona instruyó a los oidores para que el cargo fuese consi-
427
La aristocracia nativa
derado con más seriedad, y entre las obligaciones de los corregidores estaba la de velar porque los maceguales no fuesen objeto de malos tratos por sus propios caciques. 134
Los excesos de los caciques podian ser controlados en mayor medida si había funcionarios españoles más importantes en la cercanías, pero en Chiapas, por ejemplo, no hubo alcalde mayor por algún tiempo, lo que dio como resultado que los caciques-gobernantes oprimieran a los indios con impunidad, pues la audiencia estaba a 80 leguas de distancia. 135 Durante las visitas regulares de los oidores, se efectuaban investigaciones sobre la conducta de los caciques. Cuando el licenciado Diego García de Palacio emprendió una "visita general" a ciertos pueblos de Nicaragua, encontró a Pedro Ximénez, gobernante nativo del puebla de Po9olteguilla, culpable de varios delitos; lo mismo ocurrió con el cacique don Juan. Por otra parte, el cacique de Gua^ama, así como el cacique y alcalde de Agangasca, fueron acusados de muchas maldades. Todos ellos fueron hechos prisioneros. 136
Los gobernantes o jefes de
los pueblos provenían
por lo ge-
neral de la tradicionsü clase gobernante de los nativos, excepto en los casos en
que los españoles imponían a otras persoproceso seguido en 1587, contra los pueblos de Tecpán Atitlán y Quetzaltenango, por tributos no pagados a la Corona, ofrece alguna idea en relación con la estructura de los gobiernos de los pueblos en América Central. El corregidor, don Femando de Ayala, fue instruido para tomar el testimonio del jefe de Tecpán Atitlán, junto con los alcaldes, regidores, calpttieros, y otros principales. Entre 21 principales citados, sólo 1 1 podian firmar, lo que indica que los primeros proyectos para educar a la aristocracia nativa no tuvieron el éxito esperado. Los cargos mencionados eran los de gobernador, dos alcaldes, cinco regidores, un alguacil mayor y un escribano. De todos los titulares de los mismos, el único aludido con el vocativo de '*don" era el gobernador, pero otros cinco de entre los 21, también recibieron tal honor, de donde se deduce que un total de seis eran realmente caciques, en tanto los otros eran de un rango un tanto inferior. El grupo se describe como "todos yndios principales y caberas de nas.
Un
calpul".
El trabajo forzoso en América Central
^28
Todos
los indios vivían
cialidades o calpules.
en secciones llamadas barrios, par-
Los españoles a veces llamaban calpules
a los cobradores (recolectores de tributos), pero el término propio para referirse a éstos era el de calpuleros o cabezas de calpul. Los cobradores recogían el tributo de las secciones bajo su responsabilidad y enviaban los artículos correspondientes a los alcaldes y regidores. Se hacia hincapié en que la designación de los calpuleros era hecha por los indios y no por los españoles. En el testimonio de Diego Ramírez, contador de la audiencia, se decía que, en efecto, eran los concejos, o sea los alcaldes y regidores de los pueblos, llamados tlatoq,, los que nombraban a los recolectores. El tesorero español hacía ver que los calpuleros eran designados, no por los encomenderos o los funcionarios reales, sino por el tlntoque, y que uno de ellos llevaba un libro de cuentas, en el cual se anotaba quién había pagado y cuándo. Un representante del tesorero dijo que ni los calpuleros ni los principales habían sido nunca autorizados por el tesorero para recoger el tributo de los maceguales y de la comunidad. Por el contrario, los calpuleros eran nombrados por los propios maceguales.
Los calpuleros llevaban el tributo a la "casa de la comunidad" en el pueblo, donde lo entregaban al gobernador y a los alcaldes, quienes a su vez lo entregaban a los funcionarios reales si se trataba de pueblos de la Corona, o bien al encomendero. Los funcionarios otorgaban una "carta de pago*', en calidad de recibo, cuando el tributo les era entregado.
El tesorero dijo que en varias ocasiones en que el tributo no había sido entregado a las autoridades españolas, él había puesto en la cárcel a los caciques y alcaldes, pero que la audiencia había ordenado su libertad. En su opinión, nada podía hacerse sino encarcelar al tlatoque, pues de sobra se sabía que en lo personal los indios no tenían nada más que un pequeño rancho, una piedra de moler y una hacha. Como los líderes nativos eran amenazados con la cárcel si no se llenaba la cuota de los tributos, ellos presionaban a los comuneros para cumplir las obligaciones tributarias del pueblo. Un fraile franciscano declaró que unos caciques encarcelaron a varios maceguales, pero ignoraba si tal cosa se había hecho a instancias de los funcionarios reales.
La aristocracia nativa
429
En un poder judicial otorgado ante el corregidor en 1592, el pueblo de la Corona de Tecpán Atitlán, mostró una lista de principales y cabezas de calpul. Se incluían 51 nombres, de los cuales ocho iban precedidos de la palabra **don**. En un documento similar referido a Quetzaltenango, y más o menos de la misma época, se mencionaban 12 principales y a cuatro de ellos se les llamaba **don¿'. Tales ejemplos indican que el porcentaje de principales que aparentemente eran también caciques, variaba considerablemente. 137
En la medida de lo posible se esperaba que los indios se gobernaran por ellos mismos, bajo la mirada vigilante de los sacerdotes y de los funcionarios reales. Una orden real de 1549, establecía que los indios debían ser reunidos gradualmente en grandes asentamientos, en los lugares escogidos por ellos mismos, de modo que pudieran así ser indoctrinados y gobernados de modo más conveniente. Se les daría la facultad de nombrar sus propias autoridades, como se había hecho precisamente en Tlaxcala.138 Los indios se darían sus alcaldes ordinarios, que se encargarían de la justicia civil y críminal; también los integrantes del concejo municipal (**regidores cadafieros'*), serían elegidos anualmente por los mismos indios y a ellos correspondería velar por el bienestar de la comunidad. Además, los pueblos deberían tener alguaciles y otros oficiales encargados de mantener el orden, asi como el cuidado de las cárceles. Todos los pueblos debían tener corrales comunales para el ganado, al menos para ovejas y cerdos, y los comerciantes debían residir en el pueblo para atender las necesidades de los viajeros. También debían haber disponibles bestias de carga, para ser alquiladas. 139
Ya se ha hecho notar que los indios se mostraban ansiosos de ocupar los cargos de oficiales (cuando menos tal ocurría en Soconusco hacia 1571), debido a que en tales circunstancias estaban exentos del pago de tributo; sin embargo, y debido a las restricciones impuestas por la burocracia española, el hecho de llegar a oficial sólo implicaba una dudosa distinción, excepto por el prestigio local y un cierto grado de autoridad. Aparte de las responsabilidades en cuanto a proveer de mano de obra y enviar la cuotas completas del tributo, cuyo incumplimiento daba lugar a severos castigos, sólo había un
430
El trabajo forzoso en América Central
pequeño salario asignado a tales posiciones. Ello variaba según el cargo, por supuesto. En términos generales, el hecho de ser un jefe o gobernante indigena conllevaba importantes requisitos. Los alcaldes, por su lado, eran elegidos anualmente y debían reportarse a las autoridades españolas para ser confirmados en el cargo cada año; ello implicaba a veces tener que viajar 30 leguas o más, con un costo a veces mayor que
los salarios correspondientes a
En por
1559
la
Corona
un año.i^
se referia al
mismo problema enfrentado
también debían compareAdemás de los gastos y la pérdida de tiempo, los oficiales a veces enfermaban en la travesía y algunos ocasionalmente morían. Por lo demás, su comparecencia no servía otro propósito que pagar dos reales por cada confirmación al escribano de la audiencia. En consecuencia, se ordenó abolir tal requerimiento y que los escribanos mejoraran en otros renglones su reducida cuota de los alguaciles indígenas, quienes
cer ante la audiencia para su confirmación.
honorarios. 14Í
No era una gran sorpresa, por consiguiente, que el firme orden buscado no se consiguiera en la realidad. Muchos años más tarde, en 1585, la audiencia comentaba que el costo y los inconvenientes implicados en los viajes efectuados por los oficiales indígenas que llegaban a Santiago de los Caballeros de Guatemala para su confirmación, eran demasiados. Un problema adicional no menos importante, consistía en que la toma de posesión del cargo debía ser aplazada considerablemente por el largo viaje a la capital del reino. En consecuencia, los jueces dispusieron que sólo aquellos oficiales indígenas en un radio de quince leguas estaban obligados a concurrir a la capital, y que el costo básico sólo sería de dos tostones, para cada cabildo. En el caso de otros pueblos más distantes, los oficiales serían confirmados por el funcionario real más cercano en un radio de cinco leguas, es decir, un gobernador español, un alcalde mayor o un corregidor. En aquellos pueblos situados más allá de cinco leguas de la sede de un funcionario español, los tlatoque y cabildos recibirían la comisión especial de entregar las insignias de la justicia a los oficiales indígenas electos. 1^2
La aristocracia nativa
431
A
pesar de la red de funcionarios u oficiales nativos y de la supervisión ejercida por el clero y los burócratas españoles,
un gran desorden en los asentamientos indígenas. 1^3 El oidor Ramírez informó en una ocasión que en la vecindad de la capital, la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, los encomenderos no estaban abusando de los indígenas, pero lo hacían los propios oficiales nativos. No había justicia, decía el mencionado juez, y las viudas y la gente pobre en particular eran robados y quedaban abandonados cuando sus tierras y sus bienes eran tomados ilícitamente por otros indios. No había protección alguna para los huérfanos, que perdían los bienes heredados de sus padres simplemente porque los parientes cercanos y los vecinos se adueñaban arbitrariamente de los mismos. Empero, los más responsables de tales desmanes, según Ramírez, eran los caciques y principales de los pueblos. existía
Se cometían graves
transgresiones
— continuaba diciendo Ramírez— y
entre
los
aldeanos
mayoría de las mismas quedaba impune, pues nunca llegaban todas a conocimiento de la audiencia; y si bien las autoridades reales habían dictado medidas para que los alcaldes indígenas mantuviesen el orla
den, eran estos mismos los principales transgresores. No sólo atendían sus obligaciones de modo negligente, sino se valían de su posición y abusaban de su autoridad robando a sus compañeros indígenas. Se dictaban ordenanzas a fin de instruirlos en el desempeño de sus funciones, pero no las entendían o simplemente no las cumplían. En nada ayudaba que los oidores visitaran los pueblos; y como éstos eran tantos y tan dispersos en grandes distancias, los oficiales nativos sabían que un juez visitador estaría en cada pueblo sólo dos o tres días, u ocho cuando mucho, y, por consiguiente, no había qué preocuparse de otra inspección sino hasta después de otros dos años. Los jueces no tenían tiempo de visitar ni siquiera la décima parte de los pueblos, y tampoco lo tenían para todos los pueblos de españoles. En tales circunstancias, los maceguales tenían miedo de quejarse ante los investigadores, pues sabían que al marcharse el juez serían objeto de represalias. En las cercanías de Santiago cuando menos, indicaba el informante, los indios eran bien tratados por los españoles,
412
El trabajo forzoso en América Central
debido a la proximidad de la audiencia, pero aun en dichos lugares cercanos los indígenas eran maltratados por sus propios administradores.
Ramírez recomendaba nombrar un ofícial español para o cinco grandes pueblos de indios, y para enseñar a los habitantes de los mismos cómo elegir sus alcaldes y regidores y qué cuestiones discutir en las juntas de cabildo, todo ello con el propósito de que los indígenas pudiesen vivir a la manera de las comunidades españolas. Afírmaba el oidor que habia muchos españoles que podrían, y les gustaría, asumir dichas funciones a cambio de un salario reducido. Los jueces de la audiencia, ciertamente, no podían tomar el control de los pueblos de manera directa, ni siquiera enterarse de la marcha de los mismos, a menos que no hubiera sufícientes religiosos capaces de hacer el controlar los asuntos de cada cuatro
trabajo. í^ La sugestión formulada por Cerrato años antes,
no
resolvió
anticipadamente el problema de comunicación con la audiencia. Este funcionario había ordenado que los alcaldes indígenas tuvieran independencia respecto de los alcaldes ordinarios españoles, a fin de evitar las presiones y abusos entonces tan comunes. Los alcaldes ordinarios tenían a veces conflictos de interés, y muchos de ellos eran ofíciales poco dedicados. Mas las instrucciones de Cerrato en el sentido de que los alcaldes indígenas fuesen responsables sólo ante la audiencia, eran de verdad impracticables, y años más tarde la audiencia revocó la disposición y mandó que los ofíciales indígenas estuviesen de nuevo sujetos a los alcaldes ordinarios. Una vez más, ello condujo a nuevas vejaciones y prejuicios contra los indígenas, dando lugar a que el rey pidiera a la audiencia amplios informes sobre la materia, i^^ Los oidores respondieron meses más tarde que, en efecto, ellos habían prohibido a los alcaldes ordinarios verse implicados en los asuntos indígenas, pero que los alcaldes nativos hablan estado sujetos 'a los alcaldes mayores de la provincia. Si, no obstante, algunos alcaldes ordinarios se habían visto impHcados en tales cosas, ello se debía a la ausencia de alcaldes mayores en el área correspondiente, y a que se presentaban asuntos de menor importancia de los cuales no podía ocuparse la audiencia debido a las distancias. 146
La aristocracia nativa
433
Los alcaldes mayores a menudo se encontraban en pugna con los oficiales indígenas. El alcalde mayor de Zapotitlán afirmaba que todos los jefes o gobernantes indígenas a nivel local, eran nocivos para su propia gente, pues ellos robaban no sólo los bienes de la comunidad, sino también los individuales. Ellos extorsionaban a los maceguales de muchas maneras, decía el informante, quien concluía haciendo ver que el virrey de la Nueva España se había visto precisado a destituir a los oficiales indígenas, medida ésta digna de la aprobación del propio informante. 147 Una cosa que obviamente afectaba el buen orden, era que una gran cantidad de gente se sentía facultada para impartir órdenes a los oficiales indígenas; tal hacían, en efecto, los encomenderos, los sacerdotes, los frailes, y varios funcionarios españoles. Por otra parte, en sus propias comunidades la jerarquía nativa limitaba aún más a los funcionarios indígenas, quienes podían ser controlados por el jefe o gobernador indígena y por los caciques y principales. A manera de ejemplo se puede citar que los alcaldes y regidores eran responsabilizados de la siembra y cosecha en las sementeras de maíz y trigo, y se les prohibía vender el grano sin el debido permiso del gobernador o juez; el incumplimiento de estas obligaciones se penaba con el retiro del cargo, más 200 azotes y destierro perpetuo. 148
Las verdaderas autoridades entre los indígenas eran sus gobernadores, quienes por lo general también eran caciques, y administraban justicia casi siempre sin tomar en cuenta a los alcaldes. 149 La Corona se dio cuenta, en 1582, que les gobernadores indígenas en los pueblos de Chiapas eran superiores a los alcaldes, y que la mayoría de estos últimos no eran electos, sino nombrados por los frailes dominicos. Se ordenó a la audiencia remover a dichos alcaldes y emitir opinión sobre la conveniencia de mantener a los gobernadores indígenas o, en otro caso, determinar quién podría servir mejor tales funciones. Cualquiera que fuese la medida temporal, ninguno de los cargos indígenas fue suprimido por un tiempo largo. 150 La subestimación del status de los señores nativos como resultado de la ocupación española, tuvo inevitables serias consecuencias en la sociedad indígena. El debilitamiento de la
«
El trabajo forzoso en América Central
434
autoridad y prestigio de los señores produjo confusión y desorden ente los maceguales, que servian a muchos amos. Además, la humillación de la aristocracia nativa fue sufrida también por todos los indígenas. De los caciques y principales que sobrevivieron los años violentos, sólo unos pocos resistieron y pagaron el precio, mientras otros se convirtieron en sátrapas voluntarios. Algunos fueron capaces de mantener una cierta imagen de respetabilidad, y otros cuantos fueron capaces de vivir con holgura si no con cierto esplendor. 151 Mas en la gran mayoría de los casos, los admirados y altivos nobles del pasado, fueron reducidos a simples y patéticos aduladores. .)V. í
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14
La mujer
indígena y los españoles
Las mujeres nativas, como la nobleza, formaban un discreto segmento de la comunidad, que merece aqui especial consideración. La llegada de los españoles a la América Central, tuvo sobre las mujeres indígenas un efecto más variado que el experimentado por cualquier otro grupo de la sociedad nativa. La unidad familiar tradicional se destruía con frecuencia
cuando
mo
los conquistadores
demandaban tanto
el
trabajo co-
cuerpo mismo de las mujeres. El resultado fue casi siempre una dislocación social de trágicas dimensiones. Sin embargo, tas indias nacidas en la nobleza (a veces impropiamente llamadas cacicas), o aquellas bastante afortunadas por haber sido dotadas de agradables rasgos físicos, a veces se encontraban en circunstancias favorables. Ya fuere como concubinas u ocasionalmente como esposas legítimas, concebían y criaban los hijos de los españoles, y entonces, como una minoría privilegiada, llevaban vidas de ocio, de placentera consideración, y a veces, también, de afecto en sus relaciones con los europeos. Para muchas mujeres indígenas de el
no cambió sustancialmenpapeles desempeñados por ellas en los tiempos de la preconquista. Mas para un considerable número, la vida bajo el dominio español fue de grandes penalidades y angustias. Sería equivocado ignorar que había una estimable diversidad en las condiciones sociales y económicas de las indias, an-
diferentes estratos sociales, la vida te los
como después de la misma. Mientras que pertenecían a las élites llevaban vidas de mucho lujo, comparativamente hablando, las indias de los estratos más bajos a menudo sufrían penas y a veces incluso miserias. En el momento del contacto con los europeos algunas eran esclavas, otras eran sometidas a largas jomadas de trabajo, y tes
de
la conquista, así
aquellas
435
i
436
El trabajo forzoso en América Central
muchas quedaban huérfanas o viudas debido a las guerras frecuentes. La alta mortalidad infantil era general. No se puede concluir en que la moral de una sociedad idílica fue llevada a niveles de abierta corrupción, sin recordar que en la cultura nativa la prostitución era cosa común, que las restricciones a la conducta sexual a menudo eran débiles, que el matrimonio era bastante informal y el concubinato estaba generalizado.
En resumen,
bien los conquistadores readaptaron las colas posiciones tradicionales de muchas mujeres, ello fue más bien una cuestión de grado que de calidad en muchos casos específicos. Como en muchas otras sociedades de la época, y con excepción de las consentisas en cierta
si
forma y violentaron
das hijas de la nobleza o las cortesanas favoritas, eran objeto de muy poca consideración.
las
mujeres
Las mujeres indígenas de los maceguales o de las clases inprobablemente no eran tratadas peor que sus congéneres de muchas sociedades orientales contemporáneas, e inclusive las mujeres europeas estaban sujetas a indignidades que ahora nos parecen del todo bárbaras. Si en otras sociedades contemporáneas los matrimonios se arreglaban con escasa participación de las propias mujeres, no debe extrañar tanto que los indios con frecuencia considerasen a sus mujeres como objetos de propiedad individual. Prominentes conquistadores españoles, como Cortés y Alvarado, recibieron concubinas como regalos de los gobernantes nativos, que a veces ofrecían, inclusive, a sus propias hijas. Los caciques de algunos pueblos de indios continuaron entregando indias por al^ún tiempo a los españoles fastidiosos, aunque lo hacian bajo feriores a éstos,
coacción. No obstante esto último, existen suficientes razones para pensar que muchos gobernantes indígenas concedían poca estimación a las mujeres, a las que usaban con frecuencia como bienes que pod\an darse a los conquistadores a cambio de favores. Como se ha dicho antes, los caciques a menudo trataban mal a las mujeres y castigaban cruelmente a las transgresoras.
En
el primer caso, las indígenas fueron victimas de la lujude los invasores, lo cual no constituye necesariamente una relación degradante. Sabemos por cierto que Cortés trataba
ria
La mujer indígena y ios españoles
437
con respeto a dofla Marina, quien concibió un hijo reconociel conquistador. Pedro de Alvarado tuvo como concubina a doña Luisa, hija del poderoso cacique tlaxcalteca Xicotencatl; ella le dio sus hijos y mereció ser tratada con afecto. Se dieron otras muchas relaciones menos famosas de las que también hubo descendencia, y si bien es escasa la documentación sobre tales casos, no parece aventurado decir que algu-
do por
nas mujeres alcanzaron sin duda la felicidad conyugal.
En los primeros años de la conquista y pacifícación los nexos sexuales probablemente fueron más efímeros, debido, cuando menos en parte, a los hábitos nómades de los conquistadores. Si bien las indias eran con frecuencia violadas, no cabe duda que en muchas ocasiones los actos sexuales se hacían con el consentimiento de la mujer, pues las actitudes indígenas estaban menos restringidas por las prédicas morales y legales que las de los españoles. Es conveniente no generalizar mucho en materia de prácticas sexuales, dada la diversidad de costumbres entre los grupos indígenas encontrados en América Central; empero, las actitudes puritanas parecen haber estado ausentes en buena medida. Las prostitutas indígenas bien podían hacer el cambio de los hombres nativos a los españoles, con relativa faciHdad. La hija de un cacique por lo general era reservada a un hombre blanco de importancia, lo que venia bien con su alto rango. En cuanto a las indias de la clase del común o maceguales, el ajuste era más difícil. El concubinato comenzó con el primer contacto de los dos grupos raciales.2 Las indias, ya tomadas por la fuerza, ya entregadas por los caciques, o simplemente atraídas por las baratijas ofrecidas por los conquistadores, compartían no sólo la cama de éstos, sino también sus penalidades y fatigas. Siguiendo a los españoles en sus campañas, ellas preparaban la comida, llevaban agua, curaban las heridas, acarreaban el equi]5aje, y tenían hijos. Muchas no sobrevivieron a tales rigores, y las que lo consiguieron, no tenían seguridad alguna; a menudo eran enviadas lejos o abandonadas cuando resultaban preñadas o cuando el español encontraba otra más de su agrado. Eventualmente el hombre de estas mujeres se casaba con una mujer española, lo que resultaba más conveniente en cuanto ai status dentro de la comunidad, o bien, cuando se
El trabajo forzoso en América Central
438
trataba de hombres previamente casados, las esposas llegaban de España. Sin embargo, cuando las tierras fueron por fin pacificadas y la mayoría de los hombres se asentó en un lugar determinado, en una buena proporción éstos mantuvieron la relación conyugal con sus indias. La prevalencia de dichos arreglos fue tal, que el obispo Pedraza, de Honduras, se dirigió en términos alarmantes a la Corona (1547), estimando que no habla diez españoles en la provincia que no tuviesen concubinas (aunque algunas, debe reconocerse, eran españolas o mestizas).
La
práctica estaba tan arraigada, decía
el
prelado,
no conocían otra forma de vida y no sabían cómo vivir sin sus mujeres tenidas en forma ilegal. Los vicios comenzaban, decía el obispo citado, cuando los que
los españoles
españoles venidos a las Indias eran muy jóvenes, y por ello pedia que los muchachos, y en general los solteros, no fuesen enviados a las colonias porque se corrompían en el ambiente licencioso. Como resultado de su vida ligera, se podía ver muchachos de 13 a 14 años diezmados por las enfermedades venéreas, manifestadas por medio de tumores e infecciones llenas de pus (bubas). Otros presentaban un estado lastimoso, con enormes protuberancias carnosas bajo sus mentones. Los jóvenes se convertían en vagabundos interesados sólo en la guerra, las rebeliones, los motines, pues no tenían esposas o hijos, y nada que perder. Como veletas, iban y venían, come-
tiendo delitos y atropellos.
En opinión del prelado sólo debía permitirse la llegada de españoles casados, y éstos debían traer sus esposas, a fin de que no pudieran hacerse de concubinas. Los jóvenes inexpertos adquirían vicios detestables, especialmente relacionados con 'cosas de carnalidad**, debido al fácil acceso a tantas muchachas indígenas corrompidas desde su niñez, según afirmaba el obispo. En consecuencia, inclusive muchachos de 10 y 12 años estaban tan corrompidos y entregados al viciOfComo *
muchos hombres mayores. En Honduras había muchos jóvenes afectados y
cubiertos
de pústulas, consumidos por las úlceras y otras enfermedades. Pedraza hacia hincapié, sin duda con cierta exageración, en que todas las indias nacían con bubas. Hacia ver que había bautizado a muchas niñas recién nacidas, afectadas por tumo-
3
La mujer indígena y ios españoles
439
Los indigenas le habían informado que en su mayoria, si no en su totalidad, las niñas nacian asi porque contraian el mal en las entrañas de la madre. Entre los niños, sin embargo, pocos eran los afectados. Los españoles, en especial los muy dados a **esta fruta carnal de las indias*', contraian la enfer* medad. Los jóvenes disolutos particularmente, libres del control paterno y de otras restricciones, pasaban mucho tiempo persiguiendo a las muchachas indigenas en uno y otro res.
pueblo.
Las presiones morales de la Iglesia eran inefectivas, según admitia el obispo, pues los españoles no se mostraban temerosos de Dios, de los sacerdotes, la censura y aun la excomunión; por
el
contrario, ridiculizaban tales cosas.
Tampoco
se
daban influencias seculares de alguna validez, principalmente porque los mismos funcionarios también mantenían concubinas. El alcalde de Trujillo, por ejemplo, tenía tres o cuatro mujeres indígenas en su propia casa, y lo mismo hacía el alguacil. Cuando un vecino presentó una queja sobre la inmoralidad de los colonos, los funcionarios se echaron a reír. Otro alcalde mantenía públicamente tres amantes indias y con todas ellas tenía hijos. Uno de los oidores de la audiencia mantenía dos mujeres indígenas, una de las cuales estaba casada. En opinión del obispo, todos aquellos que tenían varias mujeres debían ser puestos en la picota o sacados al exilio por cordillera, mas los mismos obligados a ejecutar tales castigos eran culpables de las mismas transgresiones. Todos ellos no estimaban tal conducta como pecaminosa. El obispo estaba enterado, sin duda, que las violaciones flagrantes respecto del concubinato eran cometidas por miembros del clero. Muchos eclesiásticos correctos deploraban tal aspecto de la conducta religiosa, no sólo desde el punto de vista moral, sino porque la misma daba lugar a que los indios perdieran el respeto por la Iglesia, lo cual hacía un daño incalculable al proceso general de la conversión religiosa. Uno de tales rectos Religiosos era fray Tomás de la Torre, quien dio cuenta de escandalosos incidentes. En una oc^ión, por ejemplo relataba fray Tomás , los indígenas salían de una misa dominical y se encontraron con el padre Francisco Pacheco, en el huerto del monasterio de los dominicos.
más
—
—
6
^440
5
El trs^biúo forzoso en América Central
comprobando que éste estaba acostado sobre su propio hábito en compañía de una mujer. Los alguaciles indígenas trataron de capturarlo, mas el padre montó un caballo y escapó del castigo.4
Las investigaciones efectuadas por Tomás de la Torre y otro dominico de apellido Cárdenas, revelaron que muchos de los clérigos tenían mujeres, además de ser responsables de otras formas de conducta disoluta. El informe sobre dichas investigaciones es bastante desdoroso, pero De la Torre, Pro-
de la Orden de Santo Domingo, era hombre de gran integridad y de mucho crédito, y las investigaciones estaban basadas en el testimonio de muchos testigos.
vincial
En lo concerniente a las indígenas, es necesario decir que la vida en la casa de un religioso era bastante confortable, y en general ellas parecían ser bien tratadas, aunque ello no fuera sino sólo por evitar el escándalo. Los vicarios y otros religiosos con frecuencia viajaban para visitar los pueblos de indios, y llevaban séquitos que incluían sus mujeres indígenas; en algunos de estos casos, según se decía, ciertas indias habían sido objeto de malos tratos y habían muerto o huido a los montes. El trato que recibían las indias a manos de los religiosos, obviamente dependía de las circunstancias personales. En general, parecía ser cierto que las mujeres eran molestadas menos por los eclesiásticos que por cualquier otro grupo, excepto cuando eran acusadas de ciertas desviaciones, como la brujería. 7 Como no era raro que los sacerdotes tuvieran amoríos con mujeres indígenas, ellos solían ser muy discretos en tales circunstancias, y evitaban los incidentes en los que se diera el uso de la fuerza para el acceso carnal. La regla tenía sus excepciones, por supuesto, como en el caso del padre Sebastián de Morales, quien tomó una india, de nombre Catalina, en la casa de un español radicado en Huehuetlán; cuando
ante las insinuaciones del sacerdote, éste la gola sus deseos. El protector del sacerdote en este caso fue nada menos que el travieso doctor Mexía, quien, informado del desaguisado, al parecer no hizo nada por su amistad con el sacerdote. 8 Mexía no era siempre tan colaborador con los frailes; sin embargo, en una ocasión ciertos do-
ella se resistió
peó y
la sofnetió
9
La Mujer indígena y los españoles
441
minicos habían encarcelado a unas mujeres indígenas y una de éstas se quejó ante el oidor por su injustificada prisión; Mexía dio la correspondiente orden de libertad y, como consecuencia, el obispo decidió excomulgarlo; esto era al menos lo que decía el propio Mexía.
La presencia de mujeres en las instalaciones de los eclesiásno implicaba necesariamente una conducta inmoral, pero la misma daba lugar a habladurías. La Corona hizo ver alguna vez que los frailes de la Orden de la Merced tenían en sus casas **indias sospechosas'', lo que constituía un mal ejemplo para los nativos. Ello debía cesar, y los mercedarios no debeticos
en lo sucesivo, tener indias en sus establecimientos, ya como naborías o en cualquier otra calidad. i o Es posible que los mercedarios hayan acatado la disposición, pero algunos dominicos siguieron manteniendo indias cuando menos en el servicio de las cocinas. n Una orden posterior prohibió de nuevo que los eclesiásticos tuviesen cualquier mujer en sus instalaciones, excepto las dedicadas a la cocina. Aun en estos casos, se especificaba, la cocinera debía ser una mujer ** vieja", y debía ser cambiada cada fin de semana. 12 Hubo otro caso de un religioso que, si bien no implicado directamente en relaciones de concubinato con indias, fue acusado de alojar en su casa a ciertos españoles que tenían amantes indígenas con quienes habían procreado hijos. ^^ rían,
fuere
Los más prominentes hombres de la región, comenzando con Alvarado y siguiendo con otros funcionarios reales, como oidor Herrera, miembro de la primera audiencia, todos tuvieron mujeres indígenas. La tradición fue continuada, entre otros, por el picaro doctor Mexía, quien también era juez de la audiencia. Este se vio envuelto en escandalosos lances de amor con varias mujeres, y no se preocupaba por la raza o grupo social de sus víctimas cuando buscaba satisfacer sus propios apetitos; por lo general tomaba indias en su casa, pero también mestizas y mulatas, y con ello provocaba el chismorreo de todos los vecinos. Tenía este oidor Mexía, una especie de escotillón o cuarto oculto en su casa, donde a veces
el
escondía a las mujeres, pero en los días de fiesta éstas podían ser vistas en los balcones, presenciando las celebraciones y provocando, de este modo, mayores comentarios. Un día, du-
442
El trabajo forzoso en América Central
rante tales festividades "faltando a la decencia, circunspección y honestidad consistentes con el cargo de oidor'*, Mexia llenaba de atenciones a las indias, sirviéndoles la cena con sus
propias manos. Se le acusaba de mantener a las muchachas cerca de su casa cuando salia, así como cuando atendía sus asuntos en el interior de la misma. i^ El comportamiento de Mexía era exagerado para un oidor, pero de ninguna manera inusual en otro sentido. El gobernador de Honduras, por ejemplo, pese a su negación de los hechos, fue acusado de tener relaciones sexuales con doncellas indígenas, así como con una india casada. 15 Lejos de controlar efectivamente el concubinato, los funcionarios reales, inclusive, lo fomentaban en cierta medida, al permitir que las indias, mulatas y otras mujeres, viviesen en los centros mineros o cerca de los mismos, lo cual era ilegal. 16 Sin ninguna seria oposición de parte del gobierno, los españoles abiertamente tenían queridas de diversos tipos raciales. Dada su falta de moral, Pedraza decía de los españoles que parecían "moros sin rey*', pues había colonos que tenían dos o tres amantes indias en sus casas. El conocía un español que por cinco años había dormido con sus dos concubinas al mismo tiempo. '
Pedraza decía que los funcionarios eran los peores transgresores, y que lejos de hacer algo por corregir la situación de inmoralidad, se hacían de la vista gorda. 17 El alcalde mayor de San Salvador permitía a su alguacil mulato tener una concubina india. El funcionario no estaba en posición de dar el ejemplo, pues tenía la costumbre de pedir una muchacha bonita para pasar la noche, cuando pernoctaba en un pueblo de indios. Tampoco podía objetar seriamente la conducta escandalosa de su lugarteniente, Joan de Hojeda, quien había forzado a una hermosa viuda a dormir con é\M Los altos funcionarios a veces raptaban también mujeres españolas, inclusive casadas, en algunos casos, 19 aunque ciertamente ello era menos común que las violaciones y asaltos cometidos contra indias y otras mujeres de color. En tanto lo primero era un serio delito, los abusos contra las mujeres indias no eran ni siquiera perseguidos. Algunos corregidores se vieron en apuros al disponer que las indias fuesen bien tratadas bajo sus administraciones. 20
La mtijer indígena y los españoles
443
Cualesquiera que hubiesen sido los daños morales derivados de las relaciones aludidas, el efecto más serio se referia a la dislocación de la sociedad nativa. En la medida en que las indias eran compañeras voluntarias, el problema se reducia a su mínima expresión, pero hablan consecuencias trágicas derivadas de la práctica frecuente de tomar a las mujeres nativas por la fuerza. El rapto y la violación son hechos comunes en la historia de los ejércitos conquistadores, aun cuando por lo general se reducen en la etapa de la pacifícación. En América Central tales hechos continuaron por muchos años, aunque en escala reducida.
Las indias esclavas casi no tenían derecho alguno, de modo que los españoles y los mismos indios podían hacer con ellas cuanto quisieran. Se les trocaba libremente como cualquier bien, y en una ocasión un español ganó una esclava, valuada en 70 pesos, en un juego de naipes.^i Para empeorar las cosas, a veces también las indias libres eran vendidas como esclavas. El lugarteniente del alcalde mayor de Nicaragua, por ejemplo, fue acusado de vender a un marino una mujer libre, por la cantidad de 70 pesos oro; el mismo oficial fue acusado también de entregar otra india al escribano público de Granada, para saldar asi una deuda de 30 pesos. El acusado sostuvo que las mujeres implicadas eran ''esclavas de guerra*'. El mismo alcalde mayor admitió haber comprado una esclava "muy buena**, por la cantidad de 60 pesos, al tesorero real, quien se encontraba preparando su regreso a España.
Castañeda fue acusado de vender una india libre por 30 pede una encomienda. Otro testigo dijo que la muchacha, de nombre Elvira, habla pertenecido a Pedrarías y más tarde habla ido a otro repartimiento. Un criado de Pedrarías la habla dado a Castañeda, quien a su vez la vendió por 50 pesos a un tal Ayala, llevándola éste consigo al Perú. Parece ser que la muchacha habla sido vendida tantas veces por carecer de encantos personales ("hera la dha. yndia suzia lo qual este testigo sabe por q. los dhos. licenciados e diego de ayala le dezian"). Castañeda afumaba que la muchacha era esclava de guerra, y si bien no habla sido marsos, la cual procedía
444
El trabajo forzoso en América Central
cada como tal, podía ser vendida como esclava según se acostumbraba en Nicaragua; insistía en que la había comprado de un criado, de Pedrarias, por 30 pesos. 22 Como alcalde mayor (y más tarde gobernador) de Nicaragua, Castañeda estaba en una ventajosa posición para lucrar con la esclavitud. Muchos barcos salían de dicha provincia hacia el Perú, y él extendía las licencias necesarias para el transporte de esclavos. En una ocasión se le acusó de haber vendido una india a un español,por 200 pesos, cuando ella sólo valía 40; el aumento, según el acusador, se explicaba porque de esa manera el alcalde mayor otorgó rápidamente la licencia para sacar a la india de la región. Castañeda negó el cargo, afirmando que si algunas veces vendía esclavas a precios altos era porque ellas tenían un alto valor en el momento de la transacción. Se quejaba de que los esclavos se vendían al
no siempre se recibía el precio completo. En otro caso semejante, se le acusó de vender otra india que sólo valía 25 pesosyen 200 pesos, incluyendo la licencia correspondiente. Otras dos más habían sido vendidas en 200 y 300 pesos. En su oportunidad fue absuelto de todos esos cargos. 23 Lo significativo de todos estos casos es que Castañeda sólo era acusado de cobrar precios exagerados, y al parecer no se concedía mayor importancia al hecho de que el más alto funcionario de Nicaragua estuviera implicado en el tráfico de esclavos. Las indias también eran alquiladas a los marinos para el viaje de ida y vuelta al Perú, por lo general en períodos de dos o tres meses, o bien a otras personas recién llegadas a la provincia de Nicaragua. Los implicados eran responsables de actividades ilícitas porque las mujeres a menudo provenían de pueblos dados en encomienda, y eran alquiladas por los encomenderos o estancieros. Los indios de encomienda, por supuesto, tenían la calidad de personas libres. 24 Los peores transgresores eran los calpixques (mayordomos), que atrapaban a las mujeres e hijas de los indios, ya fuere para venderlas del todo o para alquilarlas como concubinas a los españoles crédito y
que se embarcaban rumbo al sur. Las muchachas alquiladas por sólo un peso al mes, eran llamadas "alvahacas** (albahaca); las
más
atractivas eran llamadas *'rosas'*, y se alquilaban al mes; y las más apetecibles eran conocidas co-
por dos pesos
mo
*
'clavellinas",
y se iban por
tres
pesos mensuales. 25
La mujer indígena y los españoles
445
Los calpixques eran dados a la brutalidad en el trato aplicado a todos los indígenas, pero lo eran especialmente con las mujeres. En Honduras, el obispo prefería a los indios del asignado a la Corona pueblo de Talua porque el presidente de la audiencia habla colocado a un calpixque negro al cuidado de aquéllos; éste les había hecho objeto de malos tra-
—
—
tos en diversas formas, incluyendo la violación de algunas in-
En Nicaragua, las mujeres indígenas eran regularmenazotadas junto a los hombres, y por los motivos más insignificantes, y muchas de ellas eran seducidas, atacadas y torturadas de varías maneras. 27 En cierta ocasión, en Nicaragua, un marino trató de violar a una india, y como ésta se defendió de manera resuelta, el español incendió el rancho de ella y la quemó prácticamente viva. El gobernador procedió contra el culpable, pero el castigo por semejante atrocidad fue una multa de sólo cinco pesos oro. En este caso la reina demandó un informe completo del crimen, con los detalles del juicio y la pena impuesta, cursando el asunto al Consejo de Indias para su investigación. 28 Una mujer española acusada de matar a una india "de manera cruel", fue objeto de especiales consideraciones al ser juzgada, después de que el esposo supuestadias. 26 te
mente sobornó
En
al alcalde
mayor. 29
varias ocasiones similares, sin embargo, se aplicó algún
Una vez el criado del gobernador de Nicaragua mató a una indígena, y de inmediato fue reducido a prisión por varios meses y enjuiciado. En otro caso, uno de los estancieros del gobernador fue sentenciado por violar a la mujer de un cacique.30 Varíos hombres del Adelantado Montcjo robaron la mujer de un cacique en Verapaz, y Cerrato envió al licenciado Ramírez para someterlos a la justicia. 31 Los tipo de justicia.
ataques a las mujeres de la nobleza eran considerados más seriamente que aquellos casos en que la víctima era una india de la clase de los maceguales; si se trataba de una esclava, el delito merecía poca consideración. 32
A
finales de siglo un oficial mestizo azotó a tres indias esposas de príncipales, simp^mente porque le habían dado una pobre contribución de sólo una o dos gallinas; éste era un castigo común, pero por lo general reservado sólo a hombres.33 Más o menos por la misma época y en el mismo lugar, un lu-
El trabajo forzoso en América Central
44é
garteniente del alcalde mayor allanó una noche la casa de un alcalde indio, bajo el pretexto de comprobar si algunas indias dormían con amantes. Más tarde el mismo ofícial tomó como su amante a una de las muchachas, según se decía más o me-
nos en una denuncia.^^ Cerrato, los nativos,
afamado con razón por buscar un trato justo para informó en una oportunidad que los españoles que
viajaban en el interior del país, se sentían libres de recoger a las indias sorprendidas solas en los pueblos. Los calpixques de los pueblos de encomienda, exigían toda clase de servicios a las mujeres.35 El doctor Mexía, un juez de menor condición, fue acusado de recoger algunas **yndias frescas y hermosas'', encontradas por él en ciertos pueblos, durante una visita oficial. Las tomó a todas, junto con una mestiza un tanto disolu^ ta, y las instaló cerca de su propia casa.36
Se decía que
el
gobernador de Honduras había forzado a
varías indias a participar en correrías en terrítorío de Taguz-
galpa, lo que había dado lugar a la muerte de algunas de ellas. Uno de los españoles, miembro de la expedición, tomó ilegalmente una india de su encomienda, y otro más fue acusado de
golpear a un indio en la cabeza para llevarse a una de las hijas de 6ste.3'7 Se decía que un alcalde mayor no había podido castigar a un español culpable de violar a una mujer indígena, y que se había mostrado renuente a castigar a otro que después de embarazar a una muchacha la había enviado de regreso a su aldea.38 En ocasión en que un ofícial llegó a controlar el pago del tríbuto en Tztuncalco, la encomienda de Francisco de la Cueva, pidíd a los ancianos del pueblo que le dieran una india para su servicio, y, bajo la presión del miedo, ellos le dieron una muchacha macegual. El ofícial la llevó de regreso a la capital, distante más de 30 leguas. Posteríormente, y en juicio que se le siguiera por diversos motivos, el gobernador de la provincia fue absuelto de los cargos que se referían a su negligencia en cuanto a aplicar la justicia a aquel ofícial men-
cionado antes.39
Un mulato intérprete de un alcalde mayor fue acusado de haber raptado a una india casada, a quien mantuvo escondida por vanos días. Se dijo que él alcalde mayor había conocido del delito y no obstante haberse pedido expresamente su ínter-
La mujer indígena y los españoles
447
vención, no hizo nada por perseguir al culpable. El alcalde mayor se defendió diciendo que los únicos testigos eran **dos indios mentirosos'*, enojados porque él los habia castigado."^ Los encomenderos tenían todavía menos restricciones, y simplemente tomaban a las indias, incluyendo a las casadas.^i
Como eran bastante comunes los casos en que españoles de posición social aparecían implicados en desmanes contra mujeres indígenas, es fácil imaginar la generalización de los abusos contra las indias cometidos por españoles de los estratos más bajos de la sociedad, y sobre los cuales no aparecen registros documentales. Mas es bastante claro que, particularmente en las regiones más aisladas, las muchachas indígenas eran molestadas con frecuencia. Los mestizos, mulatos, negros y también algunos españoles, solían merodear por las fuentes o ríos adonde las indias acudían para proveerse de agua o para lavar. Allí las indias eran cortejadas, engañadas y fin de controlar él problema, el rey señaló a los atacadas. alguaciles locales la obligación de recorrer aquellos lugares y proceder al arresto de cualquier hombre que fuese visto platicando con una india.42 La práctica indicó que semejante disposición era difícil de cumplir, y muchos años más tarde se emitió otra orden mandando a los negros y mulatos mantenerse alejados de las indias a quienes hadan objeto de malos tratos y les trasmitían malos hábitos. No obstante, tales individuos continuaban raptando indígenas. 43 En 1605, la audiencia se refirió al hecho de que los mulatos y mestizos de Nicaragua todavía entraban a los pueblos de indios para tomar muchachas y mujeres casadas, en los propios hogares de éstas, agraviando a los esposos y padres. 44
cierta
A
Desde
el principio, las mujeres indígenas se hicieron necesaa los españoles para la preparación de la comida. El maíz debía ser molido y preparado de diferentes maneras y un español necesitaba una india para el solo propósito de hacer las tortillas, dos o tres veces al dla.45 La Corona hacia observar, ya en 1528, que los encomenderos también tomaban mujeres en los pueblos de éstas, a efecto de dedicarlas a hacer las tortillas para los esclavos enganchados en las minas. Otras indias eran obligadas a servir como domésticas y también eran tratadas como si fuesen esclavas. Todas las que se destinaban a ta-
rias
El trabajo forzoso en América Central
448
eran mantenidas separadas de sus esposos e hijos, de lo cual se derivaban grandes males. Se dictaron medidas legales para hacer cesar dicha práctica, mas las indias acudían voluntariamente a los trabajos por la paga. Pese a la rigurosa pena de 100 pesos por cada mujer enganchada en los trabajos referidos, las infracciones continuaban de modo persisles servicios
tente.46
Al estar separadas de sus esposos tanto tiempo, las indígenas tenían dificultad de comportarse como buenas esposas. Por la común se casaban bien jóvenes, costumbre estimulada por los encomenderos, que así esperaban aumentar sus rentas provenientes de una mayor población. Por fin la Corona emitió una orden prohibiendo forzar a las indígenas a casarse a una tierna edad.47 Sucedía con frecuencia que las muchachas indígenas recién casadas y que ya habían dado a luz, eran buscadas por su leche. Las mujeres españolas embarazadas solían tomar diez o doce mujeres en los pueblos de indios y las llevaban a sus casas para que les ayudaran en el momento del parto y en la amamantada de sus hijos españoles. Durante esos largos períodos, los esposos de las indias permanecían en sus pueblos. En las casas de los españoles las nodrizas a menudo se convertían en amantes de otros indios o de negros que ahí trabajaban, mientras los esposos tomaban otras mujeres en sus pueblos. Las mujeres españolas por lo general usaban tantas muchachas como querían para otros trabajos, y Cerrato afirmaba que en los hogares españoles habían dos o tres indias para cada clase de tareas. Cuando este funcionario trató de restringir el número de indias de serviciO/ las mujeres españolas se quejaron y señalaron tal medida
como una
•*
traición '*.48
parejas indígenas fueron separadas por la parece ser que luego se establecían vínculos con nuevos cónyuges, lo cual demuestra poco respeto por los votos matrimoniales, en una situación que los españoles, y más precisamente los eclesiásticos, supuestamente estaban obligados a corregir. El archidiácono De León hizo ver que cuando los comerciantes tomaban mujeres y también hombres en la provincia de Nicaragua para llevarlos a otros lugares tan lejanos como México, los indígenas afectados se casaban de
Aunque muchas
fuerza,
La mujer indígena y los españoles
4 49
nuevo, abandonando sus anteriores familias. Quizás ello se debía a que perdían toda esperanza de volver al terruño; en todo caso, puede notarse también la relativa facilidad con que se adaptaban a su situación de separados. ^9 Cualesquiera que fuesen los sentimientos de los adultos en las circunstancias descritas antes, las implicaciones en los niños son bastante claras. En su mayor parte, los españoles parecían no preocuparse mucho de tales cosas y quizás inclusive las estimulaban. Baltasar Nieto, el encomendero de ^acatequienca, en San Salvador, mantuvo en su casa a un indio llamado Juan Quitapot, quien tenia a una de las criadas de Nieio como su concubina, mientras a su verdadera esposa la hacía objeto de malos tratos; y por si ello fuera poco, Quitapot había sido exiliado por brujería.50 Las mujeres indígenas, así las casadas como las solteras, eran usadas para todo tipo de tareas, incluyendo trabajos pesados. Una ocupación forzosa común a todas ellas era el tejido de telas, para lo cual eran comúnmente sacadas de sus hogares. El gobernador de Nicaragua se dio cuenta del daño derivado de tales procedimientos y dispuso que durante cuatro meses al año las mujeres debían permanecer en sus casas a efecto de hacer los vestidos de sus esposos e hijos. 5 1 La Corona expidió una ley más generosa, prohibiendo que las indias casadas que trabajaran en casas de españoles fueran sacadas de sus hogares por más de un mes y que, en todo caso, no podían dejar sus hogares cuando el marido estuviese ausente, pues si ambos estaban fuera no había quien cuidase de la casa y de los huertos y ambas cosas podían ser usurpadas por alguien más. Infortunadamente, la costumbre de permitir que ambos cónyuges se fueran al mismo tiempo estaba tan arraigada en la práctica que la nueva ley se hizo muy difícil de cumplir. 52 La vida familiar era además interrumpida por el traslado forzoso de los pueblos de indios, en especial cuando los maridos estaban ausentes. Los frailes se quejaron del oidor Hcenciado Alonso Zorita, quien solía trasladar a los nativos a nuevos sitios. Era lastimoso, decían los frailes, ver a las indias amarradas como prisioneras, con sus pequeños hijos a la espalda, marchando en los caminos, durante el invierno, separadas de sus hombres.53.
450
El trabajo forzoso en América Central
Aparte de las exigencias respecto del servicio personal, las mujeres indígenas desaparecían con frecuencia mientras sus esposos estaban ausentes; eran agarradas y llevadas, simplemente por apelar ante sus secuestradores. El oidor doctor Mexia, quien al parecer se había dado la grande en los placeres de la carne, tomó dos hermosas indias jóvenes en San Salvador, una de las cuales era casada, y las instaló en una casa, muy cerca de la suya propia, y de la cual era propietario su colega oidor, el licenciado Loaisa. Cuando el marido de la raptada llegó en busca de su esposa, viajando para ello de las calientes y húmedas tierras bajas hacia el frío altiplano, de inmediato cayó enfermo y murió casi en seguida. Mexia también fue acusado de sacar otra india casada del dominio de su esposo, y entregarla a otro español, en contra de la voluntad de la agraviada; éste fue un acto que contribuyó a la excomunión de Mexia, decretada por el obispo. Mexia, por supuesto, negó la veracidad de la acusación. ^^ el gobernador de Costa Rica había tomado una indígena que vivía con su marido, a fin de entregarla a otro hombre. Cuando el esposo exigió el regreso de la mujer, ello le fue negado y se le hizo objeto de malos tra-
Se afirmaba que
a
la fuerza
De acuerdo con otras denuncias, había corregidores, alcaldes mayores y los secuaces y amigos de unos y otros, que hacían uso de las indias vírgenes y casadas que acudían a ellos tos. 55
por cualquier motivo,
tal
y
"como
si
ellos
fueran señores**. 56
Las mujeres indígenas raptadas por negros, mulatos y mesa menudo se convertían en concubinas de éstos, que a veces también las desposaban. Esto resultaba particularmente cierto con las muchachas huérfanas que hubiesen perdido todo nexo con sus comunidades. 57 Los negros, así Ubres como esclavos, muy a menudo se casaban con indias, dada la escasez de mujeres de su propia raza, pero debido también a ciertos incentivos. En efecto, no sólo buscaban que sus hijos mezclados (zambaigos) no nacieran esclavos, pues las madres eran libres, sino, además, que tampoco se les considerase como indios y no pagaran así el tributo legal. Esto planteaba un interesante problema que agobiaba a la audiencia.58 La Corona resolvió las dudas de los jueces estableciendo la obligación de los zambaigos de pagar tributo como todos los indios.59 tizos,
1
La m ujer indígena y los españoles
45
Aun cuando era bastante natural que las indias y los negros conjuntamente bajo el mismo sistema de trabajo Corona trató de evitar la mezcla de ambos segmentos. Mas como algunas mujeres trabajaban cerca de los hatos de ganado vacuno puestos al cuidado de los negros, siempre se formaban uniones ilegales. A veces los negros tomaban por la fuerza a mujeres casadas, cuyos maridos eran previamente atacados y golpeados. En consecuencia, el rey prohibió el servicio de las indias cerca de los sitios en que se encontraba el ganado.^ En las regiones cacaoteras, un cierto número de mulatos y zambaigos se casaron con indias dueñas de cacaotales. Dichos hombres eran principalmente vaqueros libres que, gracias a su nuevo status, esperaban no estar obligados a contribuir con su fuerza de trabajo en las obras públicas. El gobernador de Soconusco alegaba que ellos no ocupaban una mejor posición que los indios de igual categoría encargados del trabajo. Dicho gobernador pedía que no se permitiera a los mestizos vivir en las aldeas y pueblos de nativos y opinaba que los mestizos casados con mujeres indígenas debían pagar tributo. 6i se pusieran
forzoso, la
Quizás el mayor mal social derivado de la degradada posición de las mujeres nativas, consistía en los efectos sufridos por los niños indígenas. Un resultado obvio de la separación de las parejas y del trabajo excesivo, fue la baja tasa de reproducción.62 Algunas indias, todavía en los años 1580 y debido al trabajo excesivo, parecían quebradas físicamente, con las entrañas literalmente desechas en algunos casos, debido a las
pesadas cargas que eran obligadas a llevar. Convencidas de no poder vivir más, algunas se suicidaban ahorcándose o privándose de todo alimento, o comiendo hierbas venenosas. Los encomenderos las forzaban a trabajar a la intemperie, donde también debían cuidar de sus hijos. Dormían afuera y allí daban a luz y criaban a sus niños, que a menudo eran picados por insectos venenosos. En ocasiones las madres mataban a sus hijos al nacer, para evitarles futuras agonías. 63 El descuido de los hijos fue una inevitable consecuencia de hogares rotos, y las evidencias indican que los niños huérfanos o abandonados no merecían mucha atención de los parientes y amigos de los padres. Las madres indígenas por lo los
452
El trabajo forzoso en América Central
común
llevaban a sus hijos a la espalda mientras trabajaban, pero ello no siempre era posible, en especial si habia más de un niño que atender. En consecuencia, los hijos generalmente eran dejados al cuidado de un vecino, quien casi siempre tenia nada más las magras provisiones para atender sólo a sus propios hijos. Las madres trabajadoras adquieren una imagen viva cuando se describe su regreso al hogar después de semanas o meses de separación de sus hijos, sólo para oír que éstos habían muerto o habían sido llevados a otra parte. Testigos presenciales relataron cómo en los primeros años de la pacificación se dieron casos de pequeños niños separados del pecho de sus madres para ser echados de lado. 64 Si bien tal brutalidad cesó después de poco tiempo, el abandono de los hijos siguió dando lugar a penosas condiciones de vida para éstos. Todos esos factores ayudan a explicar por qué en las listas de tributarios las parejas de casados aparecen totalmente sin hijos o con uno solo de ellos, y sólo en contadas ocasiones con dos descendientes registrados. 65
Por varios años hubo escasez de mujeres españolas en
las
provincias y ello dio como resultado que la mayoría de los conquistadores y primeros colonos no se establecieran en tranquilas unidades domésticas. Algunos tenían esposas his-
panas en España o en otras partes, en tanto otros simplemente habían pospuesto los planes de matrimonio en la esperanza de regresar a España y encontrar una mujer digna de su nuevo status. Cualesquiera que fuesen las razones, el hecho es que habían muchos solteros en América Central, y ello provocaba la persistencia del concubinato. La Corona se mostraba ansiosa porque los colonos se casaran y echaran raíces, particularmente debido a la prolongación de la violencia y los motines en las Indias; en tal sentido, se buscaba estimular las uniones matrimoniales entre los colonos y las indígenas. 66
Los españoles que permanecían solteros explicaban su situación hablando de la falta de mujeres aceptables para ellos, con lo cual se referían a la falta de mujeres españolas.67 Ignorando deliberadamente el fondo de aquella actitud, pero entendiéndolo de manera clara, el obispo de Honduras afirmaba que lo dicho por los colonos era sólo un pretexto, pues había mujeres de Castilla, y otras* más llegaban constantemente.
453
La mujer indígena y los españoles
Por Otra
parte, había mestizas, hijas de españoles bien es-
tablecidos, y en algunos casos hasta hidalgos. El religioso, sin embargo, escribía tales cosas en 1547, justo cuando un buen
número de españolas estaba cruzando
las fronteras.
Muchas
tenían hermanas, sobrinas, y otras parientes que necesitaban marido, y todas esas mujeres venían precisamente con el propósito de encontrarlo. Por otro lado, había a la sazón un
buen número de doncellas mestizas, en su mayoría ilegítimas, en plena edad de matrimonio. El español deseoso de casarse, agregaba el obispo podía hacerlo después de toademás do con una mujer indígena, pues las había muy inteligentes. 68
—
—
Empero, y aunque
,
los españoles
de ninguna manera se
sentían inhibidos de cohabitar con las mujeres nativas, otra cosa bien distinta era entrar en la formal y permanente insti-
tución del matrimonio con mujeres consideradas socialmente inferiores. Algunos de los vecinos eventualmente se casaban con indígenas, ya fuere por haber perdido toda esperanza de conseguir una aceptable mujer española, o bien por haber llegado a amar de verdad a la india, por lo general madre ya de sus hijos; en este último caso, si el español no se casaba, dejaría a sus hijos virtualmente abandonados. Quienes así procedían, sin embargo, eran españoles de una baja clase social y económica, con pocas esperanzas de iniciar una movilidad social ascendente. Esta generalización debe considerarse en términos relativos, pues había indias de la aristocracia nativa que representaban un partido prometedor. 69
Bartolomé de
las
po de 60 vecinos
Casas se
refirió
en cierta ocasión a un gru-
españoles, en su mayoría hidalgos, casados
con hermosas mujeres indias. En realidad resulta dudoso que se tratara en efecto de una mayoría de hidalgos, y además casados en su mayoría con mujeres nativas; en efecto, Simpson demuestra que sólo se trataba de seis españoles casados con indias. 70 Las Casas habla con entusiasmo de las mujeres nativas de las Indias, y la gracia de las actuales indias de Centroamérica, en efecto, sugiere que las antepasadas de éstas deben haber sido físicamente atractivas.
Un español de cuna modesta y de limitadas condiciones económicas podía mejorar su posición en el supuesto de haal caber abandonado toda esperanza de volver a España
—
—
El trabajo forzoso en América Central
454
sarse con la hija de respetable dote de
un cacique, pues ésta a menudo traia una una u otra clase. Veamos tan sólo un
ejemplo: en 1537, el rey escribió al Protector de los Indios en Nicaragua, recomendándole a la portadora de la carta; ésta era doña Ana, hija de Taugema, el cacique de los pueblos de Majatega y Tecolotega, quien regresaba de España con la intención de casarse y permanecer en su tierra, Nicaragua. Como se trataba de una buena cristiana, según los informes llegados al rey, éste ordenaba que doña Ana fuese favorecida en todo. No debía ser entregada a un encomendero y debía permanecer libre, pues tenía la necesaria preparación para convertir a la fe a otras mujeres indígenas. El Protector también se mostraba contento de ayudar a la dama a encontrar un español honorable y de convencer a éste a que la desposara; pero, en todo caso, sería mejor para ambos cónyuges no tener el pueblo en que vivía el padre de ella entre las encomiendas de su marido español. Aunque no se ordenaba así de modo específico, por cierto quedaba claro qae el esposo debía ser un encomendero, y ello significaba que debía encontrarse un colono, honorable)pero de seguro pobre, a quien debía entregarse un pueblo en encomienda.71
Un español casado con
la hija
de un cacique estaba en con-
diciones de recibir ciertas consideraciones,
si
no como
reci-
piendario de una encomienda, cuando menos como titular de un puesto oficial. Por ejemplo, un español que contrajo matrimonio con la hija de un cacique de Soconusco sin haber procreado hijos con ella, no recibió encomienda alguna, mas ello se debió a que no se podía disponer de alguna en dicha zona; sin embargo, fue nombrado corregidor de Quetzaltenango.72
Los descendientes de una unión matrimonial racialmente mixta, santificada o no por el matrimonio, podían, de manera eventual, llegar a ocupar una posición social prominente, coen el caso de una madre de la nobleza nativa o un padre
mo
español de importancia. Los ejemplos más obvios que acuden a la memoria son los hijos mestizos e ilegítimos de Cortés, Alvarado y Pizarro. Inclusive los hijos de padres menos prominentes, si la madre provenia de las élites indígenas, por lo general eran objeto de especiales consideraciones. La Corona se
La mujer indígena y los españoles
455
mostraba ansiosa de cristianizar e hispanizar a las hijas de los caciques para usarlas como ejemplo a imitar por la gente del común; ellas, por lo mismo, eran objeto de especial tratamiento. Una excepción notable es el caso de dos hijas de un cacique, que fueron raptadas; una de ellas fue entregada después, junto con sus hijos, a varios soldados españoles; la otra fue dada a un capitán español en calidad de esclava. El casq, sin embargo, fue considerado como un serio delito e investigado con rigor.73 William Schurz nos traslada un episodio relatado por Garcilaso, en el cual se nos ilustra sobre la dificultad de dehmitar y clasificar los distintos casos. Cuando Alvarado regresó a Santiago en 1538, venia acompañado por su segunda esposa, doña Beatriz de la Cueva, sobrina del Duke de Albuquerque; ésta, a su vez, traía toda una corte de nobles y sus damas de compañía. Schurz escribe: Estaba doña Ana Fadrique y otras ocho jóvenes damas de muy buenas familias y en edad de matrimonio. El regreso de Alvarado y su tren de acompañamiento a Guatemala, fue celebrado con una serie de festejos que duró varios días. En uno de los eventos hizo acto de presencia, en masa, un contingente local de exconquistadores. Sentados en sillas de recto respaldar, colocadas a lo largo de las paredes de la sala del palacio del gobernador, en la forma en que se han sentado desde entonces millones de otros hispanoamericanos, los veteranos españoles deben haberse sentido confundidos en presencia de'todas las gracias y atavíos llegados de España. Se mostraban hoscos y estaban señalados con las cicatrices de las batallas; en todo caso, sus maneras sociales para tales ocasiones nunca habían sido de las mejores. El animoso Bernal Díaz, cronista de la conquista, quien para entonces se había avecindado en Guatemala, era sin duda uno de los invitados; pero hubo un espectador anónimo que sirvió como cronista social en aquella función vespertina.
Cuando
añosos veteranos fueron juntados en el gran de España les miraban tras la puerta en uno de los extremos del cuarto. Una de ellas los
salón, las damiselas venidas
456
El trabajo forzoso en América Central
alzó la voz y dijo a otra: "¡Dicen que nos vamos a casar con estos conquistadores!" y otra agregó: "¿Quiere decir que nos tenemos que casar con estos viejos baldados?
Ustedes pueden hacer lo que quieran, pero yo no me casaré con ninguno. ¡Al diablo con ellos! Deben haber es-
capado del infierno, pues lucen muy estropeados. Algunos están cojos y otros mancos. A unos les falta una oreja y a otros un ojo. A otros les falta la mitad de la cara y los mejores tienen grandes cicatrices en el rostro". Entonces la primera contestó: "No nos casaremos con ellos
por su elegancia, sino por sus indios. Como están tan viejos y cansados, seguramente morirán pronto y entonces nosotras podríamos tener los esposos jóvenes que quisiéramos. Yo estaré entonces cambiando una vieja botella rota por una fuerte y nueva".
Uno de los
viejos conquistadores
que estaba sentado jun-
to a la puerta, escuchó la conversación y, dirigiéndose a las jóvenes señoras las colmó de todos sus desprecios; co-
municó a sus compañeros cuanto había escuchado, y les "¡Casaos con estas damas y veréis cómo os pagan el favor que les hagáis!" En este momento según el relato de Garcilaso— el español "se fue a su casa, llamó a un sacerdote y se casó de inmediato con una indígena noble, con quien había ya procreado dos hijos naturales. Deseaba reconocer a sus hijos para que pudieran heredar sus bienes, en lugar de dejar éstos a una señora que disfrutaría todo lo que él había hecho con su trabajo, y quien trataría a sus hijos como sirvientes y esclavos. " 7^ dijo:
Una mujer
—
de
la clase
ñol, eran objeto de
de los maceguales, o su esposo espa-
mucho menos
consideraciones. Especial-
mente durante los primeros años no se consideraba muy respetable para un europeo el desposar a una nativa, y menos aún si se trataba de una india del común. Empero, y cada vez en mayor número, los españoles desafiaban las convenciones sociales y tomaban indias del común como esposas, lo cual llevó a las familias a sufrir cierto ostracismo social, asi
como
algunos problemas financieros. En cierta ocasión en que falleció un encomendero en Nicaragua, su esposa indígena recia-
457
La mujer indígena y los españoles
mó para sí la encomienda. El gobernador rehusó otorgársela, diciendo que el encomendero se había casado con la india justo antes de morir, o sea 'estando en articulo mortis*'. Es cu*
rioso que
gobernador no negara la petición usando abiertamente argumentos de carácter racial. el
Inclusive las pretensiones de las viudas españolas por herelas encomiendas habían dado lugar a largas controver-
dar
sias,
pues
los titulares
de
las
encomiendas tenían
bilidad de defender la tierra.
Uno
de
la
responsa-
tales casos dio
mucho
qué hablar en Nicaragua. Alonso Bibas, encomendero de Granada, se casó con una india que había sido su esclava. Una vez más el gobernador no permitió a la india heredar la encomienda, argumentando que el encomendero fallecido se había casado con ella en el lecho de muerte, y los testigos declararon que para entonces el occiso estaba fuera de sus capacidades mentales ('*muy enfermo de la cabera e casi loco").75
El número de mestizos, sin embargo, pronto se vio incrementado por la mezcla de los conquistadores con mujeres indígenas.
En
modo, en
el siglo
general se trataba de hijos ilegítimos, y de este XVI, el término mestizo casi llegó a ser equivalente a bastardo. Los mestizos estaban como atrapados entre las dos culturas, sin ser plenamente aceptados en ninguna de ellas, pero un elemento decisivo era el hecho de estar o no abandonados por el padre. El hijo mestizo de una madre del común y de un padre ausente, tendía a exhibir una mayor apariencia indígena, dada la influencia de la madre, y las perspectivas de tal muchacho, por ende, eran muy oscuras. Si la madre era de la nobleza nativa, ello ayudaba algo al
muchacho en la sociedad nativa; y si el padre español era un hombre prominente, el hijo tendría abiertas muchas barreras sociales en la sociedad de los blancos.
Las hijas mestizas de conquistadores prominentes a menurespetables, no sólo por la posición social del padre, sino también por las posibles buenas dotes implicadas. Tanto los hijos como las hijas délos conquistadores y de los primeros colonos, eran objeto de especiales consideraciones al momento de distribuir las encomiendas y las posiciones oficiales. Por tanto, un hombre casado con la
do alcanzaban matrimonios
458
El trabajo forzoso en América Central
un español distinguido, podia estar en linea para heredar una encomienda, un corregimiento, o pensión, con la posibilidad también de heredar algún día la encomienda de su suegro. hija mestiza de
De
la
misma manera,
el
hijo mestizo de
un importante con-
quistador, con frecuencia era adecuadamente recompensado. Tenía cierto interés el hecho de que los hijos mestizos vivieran en la casa del padre y fueran reconocidos por éste. Cuando la Corona creó el título de alférez mayor en la América Central, el cual podía comprarse o heredarse, se especificó que el hijo podía suceder al padre en el cargo^^'aun cuando su madre fuese india**. 76 Los mestizos reconocidos como descendientes directos de conquistadores o de los primeros colonos, tenían una ventaja obvia, y en las postrimerías del siglo hubo quienes, nietos ya de dichos hombres, reclamaron ciertos priOtros mestizos sin linajes distinguidos la pasaban
vilegios.
pobremente. El hijo de un sastre (llegado, por ejemplo, en 1550) con una india macegual, no tenía otras oportunidades que la de aprender el oficio del padre, siempre y cuando éste lo hubiese reconocido.
Los mestizos carecían en su mayoría de una buena posición menudo, en efecto, eran agrupados legalmente con los negros y mulatos. No obstante, la Corona se daba cuenta de las ventajas sociales derivadas de la atención que pudiera social y a
concederse a dicho estrato mestizo, principalmente en términos de la estabilidad de la sociedad. En tal sentido, el gobernador de Guatemala recibió instrucciones para establecer una escuela para la educación de los hijos de españoles e indias. '^'^ Parece ser, sin embargo, que el plan sólo tuvo un éxito muy reducido, y los mestizos permanecieron en una baja categoría.
Era casi inaudito el caso de un indio casado con mujer española y bastante inusual que aun una mestiza entrara en dicho tipo de relación conyugal, en especial si ella vivía en un asentamiento o pueblo de españoles. Por otra parte, un joven mestizo tenía limitadas perspectivas de contraer matrimonio con una española, y por lo general debía unirse a una mestiza o a una india, a menos que se tratara de un hombre rico o prominente. Las mestizas, por su parte, tenían mejores opor-
La mujer indígena y los españoles
459
tunidades de casarse con un español, lo cual les permitía mestatus, como en efecto ocurría a menudo. Pero si un mestizo contraía matrimonio con una india, los hijos debían pagar tributo, pues eran considerados indios. 78
jorar su
Los mestizos llegarían a ser eventualmente el grupo racial dominante en América Central y los miembros más dinámicos de la sociedad, pero, al menos durante el siglo XVI, se mantuvieron en general en un nivel de baja estimación social. El hecho de inclinarse por el estilo de vida europeo o por el indígena, dependía en gran medida del afecto e interés que les demostrara el padre, los cuales casi siempre eran mínimos. En los años de la conquista y la pacificación, las mujeres indígenas estaban generalmente sujetas al
mismo
trato brutal
hombres. Muchas fueron muertas en la lucha y a veces los fieros perros de los conquistadores fueron azuzados contra ellas. 79 Aparte del contacto social con los españoles, desarrollado con rapidez, las mujeres jugaron un papel significativo en el sistema del trabajo forzoso. Fueron reducidas a la esclavitud de manera indiscriminada, tanto como los hombres, durante los primeros años, lo cual ya se ha hecho notar anteriormente en este estudio. Es posible encontrar ejemplos de españoles movidos a compasión por las indias, por supuesto; el cronista Bernal Díaz es uno de ellos. Durante la conquista de Chiapas, por Luis Marín, los españoles tomaron **muy buenas indias'* como prisioneras, y uno de los conquistadores sugirió marcarlas como esclavas, en venganza por la actitud belicosa de los guerreros locales. Díaz se presenta a sí mismo como defensor de las indias, asegurando que se opuso a la idea sugerida, hasta el punto de verse implicado en una reyerta con navaja, de la cual salieron heridos él y su contendiente. Marín, que era **muy bueno y sin malicia, vio que era injusto**, y accedió a liberar a
que recibían
las
los
mujeres. 80
Un decreto promulgado en 1534, pero vigente sólo por un corto período, prohibió la esclavitud de las mujeres (y de niños menores de 14 años) hechas prisioneras en justa guerra. Ellas, empero, podían ser usadas como naborías. En la práctica, sin embargo, continuaron siendo marcadas.8i Más tarde se dispuso que las indias no se utilizaran como naborías o ta-
El trabajo forzoso en América Central
460
mas
presidente y los oidores las siguieron usando copaga alguna, y permitieron a los vecinos hacer lo propio. 82 Los colonos de Honduras decian que, como los indios esclavos se fugaban y se rebelaban, necesitaban esclavas pias,
mo tales,
el
sin
la falta de mano de obra. Para las mujeres era mejor ser reducidas a la esclavitud que ser matadas en la guerra.83
mujeres para suplir
—agregaban—
En algunos casos específicos las mujeres esclavas recibían más consideraciones que los hombres en situación semejante. Una cédula real de 1548, mandaba a la primera dama de la América Central, doña Catalina Montejo, hija del Adelantado y esposa de Alonso de Maldonado, presidente éste de la audiencia, poner en libertad a su esclava Leonoríca, pues era
prohibido que las indias sirvieran en tal calidad.84 Como en el caso de los hombres, las indígenas liberadas eran tratadas muchas veces casi como bienes muebles. En Honduras se denunció que las muchachas de las encomiendas eran obligadas a trabajar para los españoles, sin paga alguna; y que eran azotadas y vejadas en otras formas, como si fueran esclavas.85
En las Leyes de Burgos, en 1512, se incluyeron tempranas provisiones para proteger a las mujeres. Después de cuatro meses de preñez, una mujer indígena no debía trabajar en las minas o en los campos; sin embargo, de las indias de encomienda se esperaban tareas ligeras en la cocina o en la escardadura. Por otra parte, las nuevas madres estaban eximidas de trabajar en las minas y en los campos, hasta tanto sus hijos alcanzaran la edad de tres años. Las Leyes de Burgos fueron modificadas en 1513, incluyenotras normas de protección a las indias. Las mujeres casadas ya no estarían obligadas a servir en las minas o en cualquier otra parte, a menos que lo hicieran voluntariamente o sus esposos las llevasen con ellos. No obstante, podían ser obligadas a trabajar en sus propios campos (milpas), o en los campos de españoles, siempre que ellas o sus esposos estuviesen de acuerdo en el monto del salario. Las mujeres embarazadas estaban exentas de tales obligaciones. Las muchachas solteras trabajarían con sus padres en sus tierras propias, y podían hacerlo en tierras de otros si contasen con el consentí-
do
1
La mujer indígena y los españoles
miento de
los padres.
46
Las indias solteras que no viviesen con
sus padres, trabajarían en las tierras de otros, a fin de evitar que se convirtieran en vagabundas. 86
Como hemos visto ya, aquellas leyes humanitarias no fueron cumplidas, y el grado en que se enfrió aquella temprana corriente de compasión, puede ilustrarse por el interés y las recomendaciones posteriores del obispo Marroquín, en el sentido de permitir a las mujeres embarazadas un mes completo de descanso antes del parto y mes y medio después del mismo. 87 Entre todos los tipos de trabajo realizado por los indios,
el
más dañino era el ejecutado en calidad de tamemes. Era bastante malo por cierto forzar a las esclavas en el trabajo de acarreo, mas las leyes eran violadas frecuentemente al usar a las
mujeres
libres tenidas
en encomienda, y los funcionarios
coloniales eran negligentes en cuanto a castigar a los respon-
Un testigo aseveró que en cierta ocasión él y el alcalde mayor de Nicaragua, Castañeda, vieron en un camino muchas indias dobladas por las cargas de maíz, llevando algunas de ellas, además, a sus pequeños hijos atados a la espalda. El informante hizo ver a Castañeda que las mujeres eran de la encomienda del notario público, pero como el alcalde mayor nada hizo sobre el particular, el testigo espoleó su caballo contra una de las mujeres, a quien obligó a botar la carga y regresar a su casa.88 No obstante. Castañeda habla escrito al rey días antes diciéndole que como había encontrado efectivamente varias indias usadas como tamemes, había dado órdenes contra dicha práctica.89 Más tarde, a su llegada a Nicaragua, Rodrigo de Contreras confirmó que si bien las mujeres eran usadas en el trabajo de acarreo, él mismo había hecho cesar tal práctica y castigado a los responsables.90 Según la versión de varios testigos, Contreras había sorprendido a un estanciero criado suyo, en el momento en que obligaba a acarrear maíz a unas mujeres indígenas, y el gobernador dijeron los testigos había procedido a castigar a su propio hombre.^i sables de tales violaciones.
—
—
En los distritos mineros de Honduras las indias eran forzadas a acarrear maíz a las minas, en distancias de 50 a 70 leguas. 92 Cuando los hombres eran enganchados en las
462
El trabajo forzoso en América Central
cuadrillas de trabajos a las tierras bajas, las indias les acarrea-
ban agua en
distancias de tres a cuatro leguas. Los cántaros pesaban más de una arroba y las cargadoras con frecuencia llevaban también a sus pequeños hijos a la espalda, además de dos calabazas (** tecomates") donde llevaban su propia agua de beber. La Corona ordenó poner fin a dicha clase de trabajo, mas el mismo continuó por mucho tiempo.93 Por cierto, todavia en 1568, las mujeres en Honduras eran puestas a cargar cosas en jornadas de tres o cuatro dias, a cambio de una escasa paga y de mucho sufrimiento. 94 Y hay suficientes evidencias sobre la continuación de los abusos durante muchos años: en 1580 se hace referencia a la precaria salud de las mujeres tamemes, quienes se encontraban físicamente quebradas por llevar pesadas cargas en terrenos ásperos y en épocas calurosas o de frías lluvias. 95
Un tanto más afortunadas eran las mujeres que trabajaban en hogares españoles. En Santiago (Guatemala), en particular, había un gran número de indias adultas al servicio de los españoles. 96 Los encomenderos solían tener indias en sus casas, sin paga alguna.97 Por ejemplo, el oidor de la audiencia, licenciado Loaisa, fue señalado como responsable de forzar a las indias de Ciudad Vieja a servir en los hogares de la ciudad, sin derecho a paga o salario.98 Cerrato informó que los españoles mantenían muchas mujeres indígenas cerca de sus casas, para su servicio doméstico, y ** cuando sus esposas estaban en estado de preñez, ellos buscaban las indias más atractivas para el servicio doméstico y las separaban de sus esposos y las llevaban a sus casas. Y las indias, como eran gente de poca razón, se hacían amantes de algún indio o algún negro, y sus esposos quedaban en sus pueblos donde se hacían de concubinas. Éstos se casaban con otras mujeres, lo que resultaba en mucho daño e inconveniencia'*. El presidente decía haber puesto fin a dicha práctica de sacar a las mujeres de sus pueblos para el servicio. 99 El trabajo doméstico, en muchos casos, separó a las mujede sus familias, pero cuando menos el aspecto material del mismo era menos arduo. Todas las casas, incluyendo las de los eclesiásticos, tenían tortilleras, cuyo trabajo era apenas diferente del acostumbrado en su propia casa. Quienes parecían res
La mujer indígena y los españoles
463
menos difíciles eran las chichiguas o nodrizas y las nanas. En 1578, Diego García de Palacio hizo una detenida investigación sobre el tratamiento recibido por las indias que cuidaban niños españoles; el objeto era el de establecer, entre otras cosas, si recibían salario y si habian tomado el trabajo voluntariamente, como algunas mujeres solían hacerlo tener las tareas
en Castilla.
Los testigos afirmaron que las mujeres indígenas ofrecían sus servicios, sopesando los beneficios obtenidos. Ellas eran bien alimentadas y bien vestidas y siempre recibían el mejor según indicaban los citados testimonios. Un testigo fue afirmar que las chichiguas eran mejor tratadas que la señora de la casa, porque tenían al pecho a los hijos del señor. Dijo sostener tal cosa basado en sus observaciones de 37 años, y que la verdad podía establecerse según los comentarios de las propias indias. 1 00 Las indígenas, que llegaban a envolverse muy íntimamente en la vida de los hogares, resultaban siendo amantes, con directos intereses de propietarias, a veces hasta el punto de ser consideradas como sirvientas permanentes. Se dijo en una ocasión que el gobernador de Costa Rica ordenó a unas indias que cuidaran del niño de una dama amiga suya, y un año más tarde ésta tomó a las nodrizas nativas y las llevó consigo al pueblo de Nicoya, lo cual se hizo contra la voluntad de las indias, loi trato,
más
allá al
En general, sin embargo, y según otras investigaciones y la opinión generalizada, las indias encargadas de la crianza de niños españoles estaban comparativamente bien pagadas y mejor tratadas; además, optaban de manera voluntaria a su trabajo y disfrutaban cierta dosis de libertad. 102 Nq obstante, como Cerrato lo hiciera ver años antes, el hecho es que las mujeres indígenas eran tomadas por los encomenderos para criar niños españoles, mientras las familias de las propias indias eran desintegradas y sus hijos abandonados. 1 03 En algunos casos la situación se veía aliviada, ya porque la mujer
hogar del niño por las noches o porque la familia indígena vivía en terrenos del colonizador español, en una situación en que el hombre, su esposa, y a veces los niños indígenas también realizaban tareas para el español.
vivía cerca y podía acudir al con cierta frecuencia, o bien
El trabajo forzoso en América Central
464
Las indias eran ampliamente utilizadas en las tareas de hilatejido de telas de mucha aceptación en un mercado asegurado. Una vez más, el trabajo no era aqui tan diferente de las ocupaciones tradicionales, excepto porque en estas nuevas
do y
menudo
las indias eran forzadas a trabajar a veces sin la paga correspondiente y sacándolas de sus propios hogares. El alcalde mayor de Nicaragua informó que las indias eran reunidas en las casas de los españoles para trabajar todo el dia en el tejido de algodón, sin siquiera darles algo de comida. Los estancieros tomaban cuantas mujeres querían. Se prohibió legalmente que las mujeres realizaran dicho trabajo en casa de los españoles, estableciéndose que sólo podian hacerlo en sus propios lugares de residencia. Las únicas autorizadas para ir a los domicilios de los españoles, eran aquellas mujeres entregadas por los caciques. 104 Evidentemente la orden no fue cumplida, pues el gobernador Contreras, a su llegada un poco más tarde, señalaba que los encomenderos tenían la costumbre de llevar a las mujeres a tejer a sus casas (las de ellos); por lo mismo —decía Contreras se vio en la necesidad de revalidar la orden contra el trabajo de tejido, hecho por las indias fuera de sus propias casas. 105
circunstancias a
para
los españoles,
—
,
En Guatemala y Nicaragua las indias eran encerradas bajo candado en las casas de las estancias de los encomenderos, cuando se dedicaban a tejer; se les retenía allí por uno o dos meses, sin permitirles ir a sus hogares ni una sola vez durante tales períodos, ya fuere para ver a sus hambríentos hijos o para cuidar de sus cultivos. Y si la india no tenía alimentos que llevar consigo, pues padecía hambre, porque los estancieros no daban nada de comer a los trabajadores. 106 Como ejemplo se puede citar el caso de Luisa de Santiago, esposa del encomendero Mateo de Lescano, quien de manera ilegal tomó varías indias del
pueblo de Gualteveo y las obligó a trabajar en encomiendas (^indega), a seis leguas de
tejidos en otra de sus distancia. 107
Hacia 1549 era bastante común entre
los encomenderos de mujeres de sus pueblos y ^situarlas en lugares cerrados, parecidos a corrales, donde las obligaban a tejer vestidos de algodón y lana, usados luego colas distintas provincias sacar indias
La mujer indígena y los españoles
465
mo tributo. De nuevo se dieron órdenes, esta vez por el propio rey, en el sentido de que dicho trabajo sólo podía hacerse en la casa de las mujeres, sin cometer abusos de ninguna clase. 108
Los frailes dominicos se vieron activamente implicados en negocio de los textiles, y en la Verapaz forzaban a las indias a tejer güipiles, que luego eran comercializados por ellos. Las mujeres con especial destreza, las llamadas maestras, hacían güipiles vendidos a dos o tres tostones. Cada uno de los pueblos bajo el control de los dominicos en tal área, hacía de 3ü ó 40 de dichas piezas, además de **ropa de manta". Los frailes enviaban a sus mayordomos a vender la mercadería en los pueblos de Suchitepéquez, en Sonsonate o Santiago, y se quedaban con las utilidades, sin pagar nada a las indias. 109 Cuando la producción mermaba, las mujeres eran castigadas, a veces duramente. el
El encomendero Baltasar Nieto, de San Salvador, fue encontrado culpable de azotar a más de 30 indias que se habían retrasado en enviar cierto número de naguas, en concepto de tributo. También fue encontrado culpable de otros cargos, pero sólo fue sancionado con una multa de 100 tostones la mitad de los cuales se mandó a la tesorería del pueblo correspondiente más los honorarios de los investigadores y
—
—
,
otras costas judiciales, no
El trabajo asignado a las mujeres era bastante variado, y enganchadas en las cuadrillas o grupos eran conocidas con el término general de tezínes. El nombre era más específicamente aplicado a las molenderas (las que hacían la ma-
las
moliendo el maíz en los metates o piedras de moler), pero luego se aplicó con un sentido más amplio. Una de las tareas más desagradables y peligrosas era el trabajo en los obrajes de tinta, para hacer el colorante del índigo o añil. El alcalde mayor de La Trinidad fue acusado de tomar indias del pueblo de Naolingo, las cuales entregó a los españoles para su servicio y para usarlas como quisieran; mas la acusación más seria, formulada de modo específico, se refería a haber enviado cuan-
sa,
do menos dos o jes
de
añil.iii
a la semana a trabajar en los obraefectivamente, había prohibido el industria del añil realizado por indios.
tres indias
La Corona,
peligroso trabajo en la
— 466
El trabajo forzoso en América Central
nabiéndolo restringido sólo a los negros. Sin embargo, todavía en 1607 (y sin duda mucho más tarde), los indígenas se quejaban de que sus mujeres solteras, casadas y viudas eran llevadas a los xiquilitales, donde se juntaba el xiquilite o
—
índico. 112
Las mismas categorías de mujeres eran llevadas a las haen contravención de una ley anterior ciendas de ganado así como a los tabacales y otras industrias. En dichos lugares se les obligaba a quedarse y casarse con esclavos negros, mulatos libres y criados de distinta clase. Cuando menos en el pueblo de donde salió la denuncia, Masaya, Nicaragua, se ordenó que ningún indio, de uno u otro sexo, fuese sacado del
—
pueblo para trabajar, si ho se contaba con una orden del presidente de la audiencia; la transgresión se penaba con una multa de 200 pesos. Con anterioridad se había establecido que el pueblo, con una población de 100 indios adultos, debía contribuir, para el servicio, con 14 indios y siete indias a la semana. Una vez más, el gobernador prohibió el trabajo de dichas indígenas en los obrajes de añil.
En Honduras, y debido a
la escasez
de trabajadores indí-
tomaban
indias libres, se \ts sacaba de sus pueblos y se les forzaba a trabajar en las minas. 1 13 Las mujeres por lo
genas, se
general efectuaban tareas de apoyo en las operaciones mineras, tales como sacar agua, recoger leña, hacer la comida, etcétera. Ocasionalmente eran forzadas a realizar trabajos du-
gobernador Cerezeda, de Honduras, informó haber una cuadrilla de esclavos de Guatemala, que incluía 20 hombres y 40 mujeres, y en la cual estas últimas trabajaban en las minas lado a lado con los hombres, n^ La Corona llamó la atención al gobernador de Nicaragua, porque las indias y sus pequeños hijos e hijas eran enviados a
ros. El
visto
buscar zacate para los caballos de los españoles, y, asimismo, porque las indias eran alquiladas por períodos de dos a tres meses o más, con propósitos "deshonestos** (sexuales). Si las indias se resistían ante tales exigencias, eran maltratadas y vejadas de varias maneras por los encomenderos o los estancieros. 115 El gobernador declaró posteriormente que, entre otras disposiciones legales, había emitido algunas contra el
uso de
las indias
en los trabajos de preparación y limpieza de
La m ujer indígena y los españoles
los
campos de
nadas a
cultivo. 1 16
467
Una lista de las tareas comunes asig-
las indias, resultaría
de una larga extensión, y
ello sin
incluir las tareas correspondientes a proyectos especiales. El
alcalde mayor de Chiapas fue encontrado culpable de obligar a las indias viudas a hacerle una cama con dosel de damasco, sin pagarles nada a cambio. El juez le ordenó pagar a las mujeres 120 tostones. 117
A pesar de una creciente mejoria en el trato dado a las muen las décadas siguientes al primer período de la confrontación, ciertos abusos persistieron todavía por algún tiempo. Más o menos durante un siglo, después de la conquista, se repitió constantemente la ya familiar y tenebrosa orden por la que se prohibía, bajo cualquier circunstancia, que las indias fueran obligadas a dejar sus casas para efectuar cualquier clase de trabajo; las que hubiesen sido sacadas con tales fines, decía la orden, debían ser regresadas a sus hogares. 118
jeres
Finalmente, nos proponemos conceder alguna atención a dos grupos de mujeres abandonadas, a saber, las huérfanas y viudas. Debido a la temprana muerte de los padres, o por la separación forzada equivalente a una práctica deserción, había una gran cantidad de muchachas huérfanas; se trataba de jóvenes abandonadas, sin nadie que velase por ellas, lo cual las hacía particularmente vulnerables. Estas huérfanas eran llevadas con frecuencia a hogares de españoles, en los cuales se les tenía virtualmente como sirvientas en depósito, aunque no se puede dejar de excluir los indudables casos excepcionales de altruismo comprobado. El alcalde mayor de La Trinidad, acusado de entregar muchachas indias a los españoles, sólo admitió, en cierta ocasión, haber dado una huérfana de siete años, separada de su provincia natal, a un español y su esposa, quienes cuidarían de ella hasta que se casara. 1 19
Anteriormente hemos señalado cómo las huérfanas, a veeran puestas a trabajar en hogares de españoles, bajo arreglos contractuales. Otras veces se convertían en amantes de negros y mulatos, y en su gran mayoría paraban casándose con indios; no obstante, y como venían de regiones diferentes, resultaba difícil paia ellas adaptarse a las nuevas costumbres y clases de comida, lo cual les impedía satisfacer toces,
El trabajo forzoso en América Central
468
talmente a sus esposos. En consecuencia, parece ser que las muchachas huérfanas no resultaban del todo simpáticas a otros indios. Un funcionario comentaba que si bien las mencionadas muchachas eran recogidas en hogares indígenas, ello no era precisamente como una gran demostración de caridad en cambio, a veces sólo se les aceptaba por la posibilidad de aprovechar al máximo su trabajo. Mas, en todo caso, agregaba aquel funcionario, no se podia aprovechar el trabajo de las huérfanas por muchos años, pues las mujeres en general se casaban de ordinario a una tierna edad. 120 El número de viudas era grande debido a que muchos cuando menos durante los hombres morían en la guerra primeros años y como resultado de los malos tratos y del trabajo excesivo. En las primeras dos décadas muchos indios fueron embarcados con destino a otras regiones o a lejanas minas, con lo cual las esposas quedaban prácticamente viudas. Las mujeres de tal calidad eran más fácilmente enganchadas en el trabajo, y rara vez eran objeto de especiales consideraciones. Antes bien, y por no tener esposos, las viudas eran obligadas a pagar tributo por varios años. La audiencia había mandado eximirles de todo pago, mas la Corona anuló tal disposición en 1571.121 Un par de años más tarde se estableció que las **indias viudas*' podían pagar el tributo a una tasa regular de cinco reales al año. 122 Una ley posterior, sin embargo, les liberó nuevamente de toda clase de y,
—
—
pagos. 123 En su condición de mujeres solas, las viudas estaban sujetas a las molestias y hostigamiento de todos los sectores de la sociedad. Sin ninguna protección y seguridad, a menudo con la obligación de cuidar niños, las viudas enfrentaban una terrible situación, especialmente debido a que parecía no haber existido la modalidad de la estrecha famiUa extendida, tan
común en
la
sociedad latinoamericana del presente, en la cual de resolver los problemas de los
los parientes cercanos tratan
miembros infortunados de
4
la
unidad familiar.
2
Consideraciones finales Los esclavos, tamemes, naborías, el trabajo forzoso y el tributo eran todas instituciones sociales que existieron en América Central antes de la llegada de los españoles. En la época prehispánica existió una sociedad estratifícada en la cual una aristocracia nativa disfrutaba un status alto y una situación de privilegio, a expensas de la clase de los maceguales y de los estratos inferiores a éstos. En una variedad de formas, unos indios eran tratados brutalmente por otros. Cuando los españoles se convirtieron en los nuevos amos, se retuvieron muchas de las prácticas nativas con algunas adaptaciones, en tanto se introdujeron nuevas formas de trabajo. Sin embargo, es sorprendente que se hayan dado pocos cambios en la estructura básica del sistema de trabajo, la cual continuó en mucho como había existido por siglos, i Sin
un
conocimiento de
de trabajo en la bastante difícil hacer comparaciones entre los sistemas indígenas y español. Pudiera sicr
época de
que
total
las prácticas
la preconquista, resulta
las clases inferiores
nativos, tuvieran
bajo
una actitud
el
dominio de
los
gobernantes
del todo diferente hacia su pro-
pio trabajo. Es posible, por ejemplo, que efectuasen voluntariamente sus tareas, con un espíritu de entrega y satisfacción. Pudiera ser, también, que las exigencias fuesen moderadas, los tributos ligeros, y los trabajadores no fuesen obligados
más
allá
de todo nivel de tolerancia. Quizás se daban pocas
dislocaciones sociales, de
modo que
las familias sólo
even-
tualmente se desintegraran. Muy pocos de los españoles escribieron en América Central acerca de las condiciones anteriores a la conquista, y quienes lo hicieron, nos legaron versiones contradictorias. Ninguna de las informaciones por mí conocidas proporciona una evidencia sustancial para apoyar una posición u otra. 469
3
470
El trabajo forzoso en América Central
Por otra parte, tenemos al mismo tiempo una considerable información acerca de los sistemas y las relaciones de producción en la época posterior a la conquista. Los españoles fueron prevenidos de no extraer más tributo y exigir más trabajo que los otorgados por los indigenas en la ** época de su gentilidad", mas tales mandatos fueron violados con frecuencia. Los españoles se cuidaron de argumentar que las condiciones hablan mejorado bajo su dominio, porque las almas de los indios fueron salvadas, porque muchos de éstos fueron rescatados de los altares de sacrificio, y, además, porque se consiguió establecer una moral más alta y un orden mejor. Si bien los nuevos amos no fueron justos en su trato y sus demandas a los indios, ellos afirmaban que los señores nativos fueron tan malos o peor. los años de la pacificación fueron muertos muchos embargo, los españoles afirmaban que antes de su llegada había una guerra casi constante entre las diferentes tribus o grupos indigenas. Es cierto que los conquistadores acabaron con el canibalismo, los sacrificios humanos, y con el estado frecuente, si no continuo, de guerra. Sin embargo, en otros aspectos la suerte de los indios empeoró indudablemente bajo el dominio de los europeos. Un análisis más amplio del papel desempeñado por los españoles en el Nuevo Mundo resultaría superfino en este lugar, íobre todo porque el mismo ha sido abordado por autores más calificados.
Durante
indios; sin
El trato dado a los indígenas durante las dos primeras décadas del dominio español en América Central, fue realmente espantoso, hasta el punto que las condiciones, después, sólo podían mejorar en alguna medida. Sin duda alguna, los ilativos estaban mejor en 1600 que en 1530, pero, excepto por la importancia de la administración de Cerrato, los cambios no fueron en realidad fundamentales. El logro concreto más grande de dicho funcionario colonial consistió en la abolición de la más cruda esclavitud, aunque persistieran las raras excepciones de siempre. 4 Sus otras reformas relacionadas con la reducción de los tributos y el mejor trato para los tamemes y otros trabajadores, fueron menos definidas a la larga; sólo ocasionalmente se disponía de celosos funcionarios resueltos a llevarlas a la práctic^.
471
Consideraciones finales
El año siguiente a la muerte de Cerrato en 1555, asumió el trono español Felipe II, y, según lo anota Benjamín Keen, el movimiento de Las Casas, apoyado por Cerrato durante mucho tiempo, entró en franca declinación. 5 La desesperada situación financiera del nuevo monarca redujo el entusiasmo real por el programa de reformas. La producción de plata hacia la década de 1550, era de tal manera baja, que desalentaba toda mejora en las condiciones del trabajo indígena. La opinión de Keen es reforzada por la actitud fría de la Corona hacia Cerrato, después de la efectiva aplicación de la legislación indígena por parte de este último. La muerte de Cerrato, por tanto, fue vista por muchos como una bendición, incluyendo, quizás, a la propia Corona y los funcionarios de la hacienda real. Aparte del envejecido Las Casas, parecía haber pocas personas dispuestas a librar la batalla. Quizás los decepcionados humanistas se acoplaron a lo que se estaba convirtiendo en la aceptada condición de los indios.
Con
todo, las condiciones del trabajo nativo tuvieron cam-
Usando el año de 1550 como punto de partida -^época en la cual las reformas el trato a los indios de Cerrato estaban en plena vigencia había mejorado lo suficiente como para notar el claro contraste entre la primera y las dos generaciones siguientes de los invasores españoles. El contacto con la documentación sobre la segunda mitad del siglo, revela un notable decrecimiento de las quejas, así en la frecuencia como en la seguridad de las mismas. Mientras la primera parte del siglo presenció muchas atrocidades y prácticas laborales verdaderamente inhumanas, las quejas después de 1550, en realidad, son de bios perceptibles a lo largo de la década.
—
naturaleza
mucho menos
,
seria.
Existen razones para creer que, cuando menos en ciertos casos, llegó a exagerarse en algunas de las peticiones indígenas para obtener un mejor trato. Los españoles argumentaban que los indios no eran realmente tan inocentes; que, por el contrario, algunos se mostraban ya **muy ladinos'* en la forma de presentar sus litigios, a la espera de captar la simpatía de algún fraile reformista e inclusive de un obispo. En este sentido, al parecer, eran apoyados por los
abogados llegados a
las Indias.
Algunos de
los
más
inteligen-
472
El trabajo forzoso en América Central
tes líderes indígenas, al parecer,
presentaban de vez en cuando agravios menores en términos de serias querellas inconsistentes con la realidad de las cosas, y recurriendo a una casuística que los españoles calificaban de "siniestra". El trabajo efectuado por algunos de los nativos era reallos daños concomitantes, como la humillación, la crueldad, la separación y desintegración de las fami-
mente agotador, y
de pago, entre otros muchos males, eran del todo en los mismos documentos de los españoles, aunque también se encuentran muchos otros de carácter menos serio. Los grupos descontentos comenzaron a protestar por tener que proporcionar alimentación a los caballos de los españoles, barrer las calles, acarrear leña, pastorear ovejas, ocupaciones que, por sí mismas, no eran precisamente agotadoras. Tomando en considcri^oión que ellos eran injustamente obligados a realizar tales tareas, sus protestas nos parecen ahora lo suficiente legítimas; mas, en el contexto de la época, y en comparación con los primeros años,, los vecinos españoles pensaban que las quejas eran arrogantes e injustificadas. Los españoles se quejaban de que los indios no querían trabajar del todo, sin importarles las buenas condiciones y el pago. Los trabajadores indígenas, con una baja retribución y aun oponiendo resistencia al trabajo reglamentado, se mostraban renuentes a colaborar en la plena satisfacción de todas las ambiciones de sus amos y patronos. lias, la falta
injustos. Tales casos constan
Un ejemplo real puecie ilustrar la naturaleza de algunos procesos entablados sobre la materia. Por muchos años se dieron muchas quejas de los indios sobre la exigencia de limpiar las calles y ello condujo, en 1578, a una investigación especial emprendida por el oidor real, licenciado Palacio. Los testigos españoles llamados a declarar hablaron de una vieja costumbre mediante la cual los indios de las sementeras cercanas (milpas) y de los barrios, limpiaban las calles de la ciudad de Santiago de Guatemala. Era algo que no se hacía muy a menudo, agregaron, sino sólo en la época de las grandes procesiones, como las de Corpus Christi y Semana Santa. Según tales testimonios, no era muy duro desempeñar un trabajo en el que participaban muchos indios, al punto que el mismo resultaba casi un juego' Uno de aquellos testigos describió el * *
' .
^
,
"%"
o
Consideraciones finales
473
como algo simple, en el que se usaba una como azada de madera para dar un par de golpes a una mata de monte, después de lo cual el trabajador seguía adelante, realizando la misma faena a lo largo de la calle. Otros testigos explicaron los antecedentes de la costumbre. Cuando Alvarado conquistó la tierra, procedió a distribuir los terrenos aledaños a la ciudad, dictando para ello un edicto guardado en el viejo archivo del cabildo y que podía ser consultado. Los ejidos y las tierras no cultivadas en un radio de cinco leguas a la redonda, pertenecían a la ciudad. Se otorgó permiso a los indios para vivir en tales tierras, pero quienes habitaran en las milpas del valle y en los barrios de la ciudad de Santiago, debían tener licencia para ello. Esta concesión, 'derecho*; les fue otorgada a condición de que debían limpiar las calles en ciertas ocasiones, así como construir las barreras necesarias para las corridas de toros de los españoles. Sobre tales bases se dieron los solares a los indios y se les permitió construir sus casas en terrenos de propiedad municipal, lo cual habían hecho ya por años. Los indios también eran obligados a mantener limpio el camino de Santiago al Golfo Dulce, por donde se traían eventualmente muchos productos de España. Esta otra tarea sólo se realizaba de vez en cuando, afirmaban los testigos, y la misma no implicaba ningún vejamen para los indios, pues no era una tarea difícil. En todo caso agregaban los testigos españoles los trabajadores no se molestaban en hacer bien el trabajo, y como los mismos indios eran quienes acarreaban y cargaban las cosas a lo largo del camino mencionado, pues resultaba de su propia conveniencia el mantenerlo limpio.6 En consecuencia, es obligado formular ciertas reservas. Como ha sido reconocido en mucho tiempo por ecuánimes autores españoles, no parece ser necesariamente cierto que todas las formas en que se manifestaban las relaciones de producción fuesen esencialmente malas por sí mismas (aunque tuvieran el carácter de una explotación), sino fueron más bien los abusos cometidos los que hicieron abominables tales relatrabajo
*
—
—
,
ciones.
Mientras en la segunda mitad del siglo XVI, se encuentran ejemplos de un trato decididamente abusivo y hasta cruel contra los indígenas, los casos extremos son notoriamente
474
menos comunes. Ello puede
El trabajo forzoso en América Central
apreciarse, por ejemplo, en la na-
turaleza de los cargos contenidos en los juicios de residencia.
Sucede, asimismo, que mientras el grupo encomendero estaba en efecto más refrenado, los funcionarios pasaron a ser los responsables de los peores abusos contra los indios. Los jueces de menor rango, los notarios y varios otros funcionarios subalternos, incluyendo algunos clérigos a nivel de pueblos, imponian toda clase de cargas extraordinarias sobre los indios. Pero, por muy vejatorias que fuesen tales imposiciones,ellas tenian un carácter no violento en términos generales; los burócratas, en efecto, no tenían escrúpulo alguno en timar o cometer todo tipo de fraudes contra los nativos, mas como grupo, eran menos dados a las brutalidades cometidas antes por los conquistadores.
Por otro lado, la naturaleza del fenómeno colonial cambiaba constantemente por diversas razones. Conforme los conquistadores y primeros colonos adquirieron propiedades y posiciones de prestigio en las comunidades, se pusieron en juego efectivos mecanismos de autocontrol. Inclusive el simple soldado de a pie tenía una cierta aureola de heroísmo, la cual le daba status, pero también le imponía responsabilidades. En su mayoría los conquistadores habían nacido alrededor de 1500 o poco antes, y hacia 1550 ya se mostraban viejos y cansados, y unos cuantos morían cada año. Se trataba, pues, de guerreros agotados, ablandados por los fuegos del más allá. Uno se imagina aquellas patriarcales figuras, sentadas plácidamente al sol, relatando a sus nietos las historias de la conquista, aun cuando algunos de estos últimos, los nietos, llevaban en sus venas la sangre de los vencidos. Los hijos de los conquistadores, beneficiarios de las fatigas sufridas por sus padres, disfrutaban los privilegios y canonjías de la buena cuna, es decir, se mantenían algo así como en una posición dual o intermedia. La segunda generación pudo haber tenido a los nativos en menor estima, pero pocos de sus miembros habían tenido ocasión de luchar contra los indios y, por lo mismo, no tendrían razón alguna para odiarlos. Algunos de los propios descendientes de los conquistadores eran mestizos, y si no lo eran, probablemente tenían mediohermanos. mediohermanas, primos o amigos cercanos en dicha condi-
Consideraciones finales
475
sí mismo un fenómeno de gran importancia social, pues es difícil encontrar a alguien que sea discriminatorio contra una parte de sí mismo, aunque hay quienes se las arreglan para conseguirlo.
ción. El mestizaje fue en
Los criollos pudieron encontrar la manera de situarse arriba de los mestizos y los indios, pero su relación con estos dos grupos difícilmente podía darse sin cierta flexibilidad en sus actitudes. Si consideraban socialmente inferiores a las personas de color, se daban perfecta cuenta, por otro lado, de la semejanza que con ellos tenían los mestizos y los indios aculturados (ladinos), quienes eran básicamente españoles en muchos sentidos, excepto por sus rasgos físicos.
Los criollos, servidos por indígenas desde su infancia, estaban acostumbrados a considerar a éstos como sirvientes, pero con frecuencia se trataba de una relación de intimidad; era casi seguro que hubiesen sido criados por una chichigua y crecido jugando con niños indígenas y mestizos de la casa. Muy probablemente, su primera experiencia sexual habría sido con una de las muchachas indígenas sirvientas, y no habría sido raro que engendraran algún niño mestizo. En resumen, y a diferencia de sus padres peninsulares o conquistadores, los miembros de la segunda generación de criollos no conocían otra cosa sino una sociedad racialmente mixta, culturalmente dividida y además pluralista. Si bien es cierto que estos mismos rasgos habían sido tradicionales en la sociedad española del pasado, los conquistadores habían crecido en una España bastante homogénea culturalmente hablando.
Los criollos sabían de sobra que, dentro de la sociedad centroamericana, la confíguración de las clases se basaba principalmente en la raza. Había que hacer distinciones, sin embargo, entre la misma población nativa: existían ladinos hispanizados e '*indios" no aculturados. Estos últimos, junto con los negros, podían ser discriminados sin mayor remordimiento. Las actitudes cada vez más liberalizadas de los miembros de la segunda generación respecto de sus semejantes, no signifícaba necesariamente que tuviesen mejores instintos que sus padres. En realidad,y debido a las circunstancias de su nacimiento, muchos de aquellos elementos de la se-
El trabajo forzoso en América Centrad
476
gunda generación, eran inmorales, explotadores, haraganes, rencorosos e los indios,
inútiles.
Efectivamente, también maltrataban a al extremo de matarlos.
aunque no llegaban
Por un proceso natural, los pueblos se hadan más civilizados a medida que se enganchaban en el carro de la cultura europea. Conforme las provincias sentían la influencia de personas más estables, como funcionarios reales, religiosos, y profesionales de todas las categorías, el nivel educativo inevitablemente se elevaba un poco. Como se establecieron unas cuantas escuelas, es dable pensar que los hijos de los conquistadores probablemente llegaron a ser más educados que sus padres. La sociedad alcanzó, sin duda, un grado más alto de urbanidad con el creciente número de mujeres españolas llegadas de ultramar, y a medida que los hombres se resignaban a llevar un modo de vida más doméstico y sedentario. La construcción de más iglesias y monasterios, la llegada de más órdenes religiosas, el establecimiento de escuelas, hospitales, orfanatos, asi como la edifícación de impresionantes edificios públicos y elegantes mansiones particulares, todo ello hizo que se desarrollara un sentimiento de orgullo civico, cada vez menos indulgente con toda manifestación de barbarísmo. El formal establecimiento del Santo Oficio de la Inquisición, cuando menos en cierta medida, contribuyó a frenar los excesos morales más escandalosos.'^
Conforme se hizo más y más evidente que no habría otros méxicos o perús (aun cuando había quienes mantenían la indeclinable esperanza de El Dorado o de un Nuevo México), un tipo de español menos aventurero migró hacia las Indias. Los hispanos más sedentarios de la última parte del siglo XVI, aceptaban la cada vez más mundana existencia colonial, y los pocos afortunados dueños de buenas haciendas de cacao fueron fácilmente sobrepasados en número por aquellos que debían asentarse en pos de una vida más modesta. Es evidente que una buena cantidad de españoles dejó la América Central en los comienzos de la década de 1570, y quienes se quedaron, a vivir una elegante y discreta pobreza. Muchos de ellos, inclusive, estaban mejor de lo que pudieron haber estado en España. Los espaf^oles de casi todos los niveles socioeconómicos disfrutaban de ima elevada posición dentro de la se resignaron
411
Consideraciones finales
abigarrada sociedad centroamericana, y tenían sirvientes que esperaban sus órdenes. Es cierto, sin embargo, queseada vez más, los inmigrantes españoles de la clase baja encontraban difícil adaptarse a cualquier género de vida. Muchos seguían siendo artesanos de medios muy limitados, en tanto otros se las arreglaban para ganarse la vida tan sólo como pobres empleados de sus conterráneos mejor establecidos.
La situación más estable era también resultado de una cambiante economía, en la cual se hacía difícil amasar rápidas fortunas. Los tiempos del tráfico de esclavos indios se habían marchado, y ya era evidente que los grandes depósitos de preciosos metales apenas si existían. En consecuencia, se produjo una mayor di versificación de la economía, con un creciente número de españoles ocupados en las prosaicas labores de la agricultura, así la del consumo doméstico como la de exportación. Entre los productos destinados a esta última, estaban el cacao, la zarzaparrilla, el liquidámbar, provisiones marítimas, azúcar, cochinilla y añil. Siempre había también cierta producción de plata. La demanda interna de productos alimenticios estimulaba el cultivo de una variedad de frutas y legumbres, nativas como importadas. Aumentaba de modo considerable la crianza de ganado vacuno, ovejas, cabras, caballos y muías, cuyos cueros y sebos podían exportarse. todo ello debe agregarse todo un cuerpo de artesanos sastres, albañiles, carpinteros de navio, zapateros, herreros, panaderos y toda la gama de comerciantes que podía encontrarse en cualquier lugar europeo de la época. Abundaban los comerciantes, asi los ambulantes, dados todavía a estafar a los ingenuos nativos, como aquellos ya establecidos en tiendas urbanas.
—
A
—
Todo
lo expuesto no quiere decir que la América Central una colonia de incontenible pujanza. Como lo ha demostrado claramente MacLeod, el último cuarto del siglo sufrió la arremetida de la depresión; mas ello mismo tuvo un efecto tranquilizador y aun quizás estabilizador en la colonia, lo cual obligó a moverse a los aventureros. Tampoco quiere decir que la sociedad había sido convertida et^ un escenario de total tranquilidad doméstica. Antes bien, todavía se trataba de una sociedad de -considerable violencia, inmoralidad e in-
fuese
478
El trabajo forzoso en América Central
y cruda en muchos sentidos. El cambio el contexto tradicional de las comunidades de colonos. Era irresistible, en efecto, y bastante
justicia; turbulenta
era una cuestión de grado en positivo.
¿Cómo la pasaban los indios en aquella precaria transición? El cambio obvio e inevitable fue su gradual asimilación por la sociedad europeizada. El proceso de hispanización fue acelerado por todos los factores mencionados antes. El principal papel desempeñado por los indios fue el de proveedores de mano de obra, algo a lo que todavía se resisten. Dicha situación, tan frustrante para los españoles, se vio exacerbada por la creciente escasez de trabajadores nativos, en particular después de las epidemias de los años 1570. La crisis de mano de obra provocó una mayor demanda y aun una gran competencia por conseguir los servicios de los indios, y ello indujo a mejorar un tanto las condiciones de trabajo impuestas a los nativos. Sin embargo, conforme éstos fueron absorbidos más por la sociedad hispana, las nuevas generaciones de indígenas urbanos captaron al menos algo del espíritu del capitalismo, y se mostraron cada vez más dispuestas a trabajar a cambio de salarios relativamente justos.
Mientras el indio del siglo XVI no se mostraba obsesionado por el materialismo (como tampoco lo está el de la actualidad), los ladinos, en cambio, a menudo se sentían atraídos por los productos europeos, para los cuales el dinero era indispensable. El comercio entre los indios seguía siendo principalmente un sistema de trueque, aunque conocían también el valor del dinero. Una de las más trágicas consecuencias sociales de la ocupación española, fue la disponibilidad del vino y de otras bebidas tóxicas o embriagantes, hacia las cuales
muchos indios
ofrecían poca resistencia. Infortunadaal trabajo se
mente, con mucha frecuencia su disposición orientaba a la compra de dichas bebidas.
Los indios de las regiones más aisladas a menudo se vieron menos hostigados por los efectos del repartimiento, y aun cuando debían pagar tributo, las demandas respecto de su trabajo eran mucho menores que las ejercidas sobre la fuerza de trabajo de quienes vivían en las proximidades de los pueblos de españoles. El clero ejercía gran control sobre muchos
Consideraciones finales
479
pueblos nativos y en cierto sentido los habitantes recibían alello. Relativamente pocos nativos de las áreas rurales llegaron a aprender el español, y su aculturación consistía básicamente en un barniz de
guna protección como consecuencia de
cristianismo. La vida era todavía horrible para quienes seguían sirviendo
como tamemes o
mineros, o trabajando en otras ocupaciones determinadas. La suerte de quienes sabían un oficio o traba-
jaban como sirvientes en las casas, era mucho más llevadera. Se hace difícil generalizar acerca de las condiciones prevalecientes en la segunda mitad del siglo XVI, pu^s mucho depende de la clase de trabajo realizado y del carácter del amo para quien se trabajaba. En general se puede decir que quienes trabajaban bajo la vigilancia de los funcionarios reales recibían, por lo común, más consideraciones que los trabajadores de regiones distantes, más expuestos a los malos tratos y abusos de un estanciero o calpixque. Las leyes protectoras de los indios se obser\'aban más que en las primeras décadas, mas la sociedad estaba lejos de cobijar un verdadero estado de derecho. Y la medida en que cambiaban las condiciones para la mayoría de los indios, se debía más al desenvolvimiento de los factores citados antes, que a ninguna política deliberada de la Corona. Las anteriores observaciones se basan en el manejo de la documentación sobre el período correspondiente. Tales cuestiones sólo se tratan de vez en cuando en forma detallada por los observadores de la época, pero una cierta cantidad de comentarios casuales ha sido resiunida a fin de presentar un enfoque de ciertos patrones del cambio social, registrados de mcÑdo consistente en las relaciones entre los gnipos raciales. Ahora bien, si como se 6a sostenido aquí, el trato a los indios fue mejorado de manera ostensible hacia el final del siglo XVI, de todas maneras debe subrayarse, una vez más, que sus condiciones de vida seguían siendo lamentables en muchos sentidos. Todavía no se encuentra a disposición del investigador un documento completo con una descripción de la vida indígena bajo el dominio español en 1600, aunque algunas fuentes intentan un análisis completo de la situación, antes y después de dicho año. Una vez más, existen aquí disparidades y aun conflictos en las versiones conocidas.
480
El trabajo forzoso en
América Central
La relación de Juan Pineda, escrita en 1594, nos presenta el cuadro de unos pueblos nativos calmados y prósperos; aunque se trata de una visión en mucho sospechosa y hasta ridicula, la misma es muy interesante porque pone en evidencia el tipo de información que confundía a la Corona y al Consejo de Indias. 8 Pineda hace ver que mientras unos años antes, en 1557, casi todos los indios andaban desnudos, en 1594, en cambio, todos estaban bien vestidos; calzaban botas o zapatos, usaban sombreros de tafetán o fieltro, y vestían camisas españolas, pantalones de lino y capas. **Todos ellos tienen caballos", escribía Pineda, y los usan para llevar sus productos al mercado o para recorrer sus campos, inspeccionando sus cultivos, que luego venden a los españoles a buenos precios. Algunos de los indios, según Pineda, tienen dos o tres caballos, si no más. Toda la gente era limpia y pulcra, y disponía de bastante buena comida. Algunos agregaba el citado cronista inclusive, tenían negros por sirvientes. Y menciona luego, con desenfado, que mientras dichos indios no trabajaban, otros provenientes de las montañas eran contratados para trabajar en los campos y efectuar
—
—
otras tareas.
neda
No llega a decirlo claramente,
se refería a
algunos de
pero de seguro Pi-
los nativos principales, y bien
podría uno preguntarse, inclusive, respecto de estos últimos, cuántos eran si en realidad había algunos quienes vivían en tan magníficas condiciones. Empero, Pineda hace casi las mismas observaciones para uno y otro pueblo.
—
—
La intención en las afirmaciones del cronista citado, se hace evidente cuando se comprueba que escribía acerca de pueblos de la Corona, que, según el mismo Pineda lo expresa, estaban pagando demasiado poco en concepto de tributo, mucho menos de lo pagado a los encomenderos privados. Los residentes de Iztapán, por ejemplo, estaban en capacidad de pagar cuatro veces el tributo tasado, decía Pineda. Sus distorsiones, entonces, se debían al propósito de aumentar los ingresos reales, lo cu;^l, a su vez, indudablemente afianzaría su posición en la corte.
La prueba de que la información de Pineda es inaceptable, misma legislación leal piomuigüua cu 1601,
se encuentra en la
por
ia cual se leileía
d
contenido de decretos anteriores y se
1
Consideraciones finales
48
recuerda que las cédulas de la Corona en favor de los indios todavía se encontraban sin cumplir. 9 Una indicación más sobre la necesidad de reformas, se encuentra en las extensas leyes laborales promulgadas en 1609.1^^ La persistente explotación de los trabajadores indígenas se comenta de modo más explícito en las cartas del obispo de Guatemala, fray Juan de Ramírez, escritas precisamente en las postrimerías del siglo. i i El prelado se mostraba interesado, de manera particular, en los elementos de injusticia contenidos en el sistema de trabajo por medio del repartimiento. Los tequitines, o sea los indios enganchados en el trabajo por semana, eran forzados a hacerlo contra su voluntad, y en temporadas en que ellos debían atender sus propias milpas; recibían salarios insuficientes, y a menudo debían caminar hacia el trabajo cubriendo distancias mayores de las seis leguas señaladas por la ley. Constantemente se violaba la disposición por la que se prohibía sacar, a los lugares de trabajó, a más del 10 por ciento de los hombres adultos residentes en cualquier época en un pueblo determinado. Si los indígenas no se presentaban al trabajo eran azotados, sujetos a tratos infamantes o ignominiosos, y multados, sin tomar en cuenta las excusas que pudieran aducir. Los tequitines, por recibir salarios tan bajos, sin duda pedían dinero, pues se veían obligados a comprar su propia comida para la semana de trabajo. Las mujeres indígenas la seguían pasando muy mal, según el referido obispo. Las indias de los pueblos, forzadas a dejar sus hogares para ir a trabajar como molenderas, tejedoras o lo que fuese, abandonaban a sus hijos y esposos, con graves consecuencias sociales. Estas tezínes, a veces regresaban a su casa sólo para encontrar a sus hijos totalmente desamparados o maltratados, o bien muertos del todo, con lo cual las madres también fallecían de pena y desesperación. Además de las tareas que mantenían a las mujeres fuera de sus hogares, por algo así como diez días cada vez, otras indias eran llevadas a la fuerza y destinadas a trabajar como sirvientas en los hogares de españoles. Se les separaba de sus esposos, y a veces miraban cómo sus pequeños hijos eran también sacados por
Bajo tales circunstancias, las niñas, así como las mujeres casadas, a menudo terminaban como concubinas de capataces españoles, de mestizos o de negros. la fuerza.
El trabajo forzoso en América Central
482
Las viudas, como no tenían esposos a quien dirigir sus más frecuencia a servir a los españoles; y pese a su condición y a sus compromisos para mantener a sus hijos, se les obligaba a pagar tributo. Las indígenas jóvenes eran abiertamente secuestradas por encomenderos y alcaldes mayores entre otros, y llevadas a los hogares de españoles o a los obrajes, donde languidecían en condiciones de servidumbre muy poco diferente de la esclavitud. Las mujeres más atractivas, como es explicable, se encontraban en mayor peligro de ser llevadas por los españoles de todas las clases y quejas, eran llevadas con
condiciones.
Desde
primeros años posteriores a la conquista se inforde unos muchachos indios llamados teupantlacas, quienes servían en las iglesias, cantaban, tocaban instrumentos y cumplían todas las funciones de un sacerdote, excepto la de oficiar misa. Se trataba de tareas en las que se invertía un tiempo considerable y por las cuales no se recibía paga alguna, pero quienes las efectuaban, cuando menos en la primera época, estaban exentos del pago de tributo; esta última consideración, sin embargo, les fue quitada a principios del siglo XVII, y quizás aun antes. Dichos indígenas, por otro lado, sufrían públicas humillaciones de parte de los funcionarios españoles, no obstante el lugar de honor que supuestamente les correspondía en la comunidad.
ma
de
los
la existencia
El obispo Ramírez alude a las humillaciones sufridas por de servicio y los fraudes cometidos contra los artesanos nativos. Los tributos seguían siendo excesivos y los indígenas se veían hostigados por mañosos buhoneros llamados quebrantahuesos y por otras plagas de oficiales españoles, todos los cuales parecían dispuestos a sacar cualquier provecho de los desventurados indios. Los ofíciales más insignifícantes eran los peores en el trato con los indios, pero aun los alcaldes mayores eran culpables de las mismas extorsiones. 12 los oficiales indígenas, la persistencia del personal
La crónica de Antonio Vázquez de Espinosa,
fraile carmeli-
que estuvo en varios lugares de América Central entre 1610 y 1620, es uno de los documentos más valiosos, más citados y completos sobre las Indias. 1 3 A diferencia del informe más corto de Pineda, la obra de Vázquez de Espinosa es mucho
ta
Consideraciones finales
483
más extensa y
trata principalmente de cuestiones diferentes a condiciones de los indios; sin embargo, sus observaciones en este sentido son más confiables que las de Pineda. Vázquez describe una creciente economia, con muchas caravanas de muías transportando mercancías hacia México. Se refiere, por ejemplo, con admiración, a los indios de Chiapas: "Tolas
muy disciplinados e inteligentes. Son muy diestros e ingeniosos y rápidamente aprenden cualquier oficio que requiera habilidades artísticas; son muy gentiles, corteses y bien educados, y en su gran mayoría son excelentes jinetes y tienen así muy buenos caballos y finos rodeos**. Al mismo tiempo, Vázquez nos ofrece una descripción al parecer realista de los trajes indígenas, haciendo ver que los habitantes de Guatemala vestían de manera completa, pantalones, camisetas y ponchos (escapapules) usados como capas. En las tierras calientes usaban tilmas de algodón o lino y sólo los principales usaban sandalias (ojotas). Aunque el autor nos da una impresión general de orden y prosperidad, hace ocasionales observaciones que señalan la persistencia de los malos tratos sufridos por los nativos. El cronista dice haber visto a los indios doblados bajo las cargas, dos son
**como burros'*, y **en la mayoría de los casos son tratados rudamente y son objeto de burlas, azotados y pateados, sin responder de modo alguno contra quienes así los tratan* *.14 Vázquez dice que lo mismo era cierto respecto de las otras provincias, entre las que específicamente menciona Honduras y Nicaragua. El apóstata Thomas Gage vivió en Centroamérica por varios años, habiendo dejado sus impresiones sobre la vida que aquí se vivía entre 1627 y 1637. Entre sus informaciones más pertinentes están las relativas a los animales de carga entonces
en uso. Precisamente en el valle de Mixco, en Guatemala, había 20 recuas de muías con más de 1 ,000 animales, usadas por los comerciantes de la provincia para el transporte de sus mercaderías. En un pueblo indígena de Nicaragua, Gage vio en un solo día 6 recuas que entraban, contando 300 muías cuando menos. 15 El gran número de bestias y los mejores caminos indican una menor dependencia con respecto a los cargadores humanos, en especial para las grandes distancias, tan fatigosas an-
484''
El trabajo forzoso en América Central
para dichos cargadores. Gage dice más adelante, sin embargo, que los indios eran usados para llevar el equipaje de los viajeros debiendo cargar a veces unas cien libras por dos o tres días **entonces, al final de la jornada, el español se la tomaba contra ellos y los enviaba de regreso, con gritos y golpes, sin pagarles absolutamente nada**. Si bien se usaban mulas y carretas en los principales caminos entre los asentamientos de españoles y los pueblos indígenas importantes, también es cierto que muchos pueblos nativos estaban aislados o comunicados por rústicas brechas y veredas. Los comerciantes, frailes y oficiales que visitaban dichos lugares, debían usar tamemes; éstos, además, eran obligados a transportar cargas en las calles de los pueblos y entre los campos y los poblados, llevando leña, alimento para los animales y productos agrícolas. los indios, por supuesto, seguían acarreando sus propias cotes
sas.
El trabajo forzoso todavía era cosa de la vida diaria en los tiempos de Gage, y las vivas descripciones que hace el fraile del mismo, tienen un tono familiar. El explícito análisis del religioso inglés sobre el funcionamiento del sistema de repartimiento, indica que el mismo había cambiado muy poco a lo largo de los años. Y cuando menos en una ocasión, el autor alude a los extremos de violencia contra los indios. 16
No
obstante la autoridad de Gage como un observador in debe tenerse presente que tenía razones personales para presentar la imagen de una depravada sociedad colonial española, en la que los indios estaban al borde de la rebelión; en consecuencia, debe pensarse que pudo haber exagerado en algunos aspectos, particularmente en relación con los abusos situ,
físicos.
ir.
,,,
-^
...
En resumen,
y aun cuando era evidente que la injusta explotación continuó en el mismo sentido por lo menos un siglo después de la conquista, las depravadas atrocidades y la cruda esclavitud de las primeras décadas de la ocupación son
mucho menos
evidentes.
Existen buenas razones para creer que la naturaleza del trabajo nativo analizado aquí, no difería materialmente del registrado en las otras colonias españolas. En la mayoría de éstas las cosas se presentaban más o menos igual, las economías
485
Consideraciones finales
eran similares, y la legislación real aplicada a todas las regiones tenía un carácter general. Las condiciones locales, es
imponían ciertas variaciones, y casi siempre el trato recibido por los indios dependía de las extravagancias de las autoridades particulares. Resulta pertinente indagar si la situación de la América Central durante el siglo XVI, resultaba cierto,
cuantificablemente mejor o peor que la de otros distritos de la audiencia. Las Casas denunció en su época, que Chiapas y Guatemala eran los lugares donde se registraba el tratamiento más brutal contra los indios. Si en efecto era así, ¿permanecieron dichas provincias como las peores a lo largo de los
años?
Para contestar la pregunta anterior en forma más o menos hace falta emprender investigaciones a fondo sobre la forma en que se presentaba el problema apuntado en otras de las posesiones coloniales. Por el momento tenemos comparaciones explícitas formuladas por Miguel Agía, quien vivió unas tres décadas en Centroamérica y Perú, cuando escribió su obra a principios del siglo XVIL Aunque no se debe descansar demasiado en los criterios de un solo hombre, las notas de Agía son convincentes e interesantes, mas sólo si se les toma como punto de partida. satisfactoria,
Agía, que por lo general adopta posturas muy críticas sobre en las colonias españolas, observa que existían considerables diferencias entre las distintas regiones con respecto al sistema de repartimiento. En la Nueva España en general, pero en especial en Guatemala, donde Agia vivió del lupor algunos años, la semana laboral tenía cinco días nes al atardecer a las cinco de la tarde del sábado. Las distancias mayores que los indios debían cubrir para ir al trabajo eran de siete leguas, sin tener que llevar a sus mujeres e hijos, o a sus caballos; y tampoco sin pasar de un clima extremo a otro. Por otro lado, ningún indio debía trabajar en el período de un año, más de 15 ó 20 días en total. Los turnos se arreglaban en tres o cuatro períodos de cinco días cada uno.
las políticas laborales
—
Los trabajadores recibían un salario de cinco reales por la semana de trabajo, la cual era mejor paga que la recibida por los indios del Potosí o de cualquier otra parte de las Indias, en especial si se toma en cuenta la abundancia (y por consiguien-
486
El trabajo for2X>so en
América Central
más bajos) de la América Central, en comparación con la penuria del Perú. En la primera se podian comprar cinco o seis libras de pan con un real, o 25 libras de carne, mientras en el Perú se compraba mucho menos con dicha cantidad. Agia consideraba bueno el salario pagado en América Central, si se tomaba en cuenta que el trabajo era menos, en especial el efectuado por quienes trabajaban para los funcionarios, o el de las mujeres que servían como acarreadoras de agua (como las '*mo^as de cántaro en Castilla**) los ojos de los jueces de la o las sirvientas domésticas. audiencia, los trabajadores eran bien tratados. te los precios
A
Cuando los indios regresaban a sus hogares, encontraban como los habian dejado, sin lamentar la muerte de sus esposas e hijos en su ausencia, como solía ocurrir en otros luéstos
Por estas razones, las poblaciones nativas de Guatemay Chiapas aumentaban constantemente. No obstante, agrega Agia, en Comayagua (Honduras), Nicaragua y Costa Rica, los índices de la población habian disminuido, a causa de los gares. la
Lo mismo
era válido para Soconusco, 70 años, los indios fueron durante que, como consecuencia de obligados a acarrear cacao hasta la distante ciudad de México. En Guatemala, los españoles pobres se sostenían con el trabajo de uno o dos indios, lo cual es considerado por Agia servicios personales.
beneficio para dicha tierra. En efecto, decía, si los indios debían repartirse, debían entregarse primero a los espa-
como un
no a los ricos. Más tarde Agia se trasladó a Perú, donde (en
ñoles pobres y
Trujillo) los
indios eran obligados a viajar 30 leguas en cada ocasión, hacia los lugares de trabajo, aunque el límite legal era de sólo 25 leguas. Una sexta parte de toda la población de los pueblos indios servía al mismo tiempo, y la duración del tumo (mita) era de 20 días. El salario por el período de trabajo era de 25 reales y la comida, pero, como el mismo Agia lo anota, el di-
nero no valía tanto
como en Guatemala.
En Lima, el período de trabajo era de un mes y el salario de dos reales al día, con comida. Como ello se refiere a una época ya avanzada, es posible que por entonces la inflación habría hecho subir los salarios también en Guatemala. La mita general duraba seis meses, pero como los indios hacían jor-
7
Consideraciones finales
487
nadas rotativas, el trabajo se prestaba sólo un mes al año. Al contrario de lo acostumbrado en Guatemala, los indígenas no se asignaban a españoles residentes en las ciudades. En la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, las condiciones eran peores: los trabajadores servían 40 días, siendo obligados a caminar en distancias de hasta 30 leguas, con sus esposas y sus hijos, y yendo de uno a otro clima diferentes. La naturaleza del trabajo propiamente era peor en Perú que en la América Central, porque, como escribe Agía, la labor en
las
minas en Potosí era en extremo ardua y dañina. Al
enviar a los indios a trabajar en las minas de mercurio, se les estaba dando una sentencia de muerte. Los mineros indios de-
bían cubrir grandes distancias y la jornada en las minas era larga. En comparación con el trabajo en las fábricas de textiles (obrajes de paños) de Guatemala, donde los trabajadores permanecían sentados todo el día a la sombra, en Perú las condiciones eran peores. 1
Agía no sólo establece las diferencias en cuanto a los peen varios de los reinos o dominios coloniales, sino, como su colega franciscano de años antes, el moderado Francisco de Bustamante, también previene contra las ligros del trabajo
ligeras generalizaciones a propósito de las condiciones de trabajo. En particular —decía Agia— debía reconsiderarse la ley que abolía por completo el sistema de repartimientos, pues los obrajes y los ingenios no eran igualmente dañinos a los in-
dios. Si los obrajes de
paños eran relativamente perjudiciales en Guatemala, según Agia, los obrajes de tinta, de los cuales había muchos en América Central, eran dañinos sin duda alguna. La jomada de trabajo en estos lugares sólo era de tres meses, es cierto, pero las labores de corte y acarreo de la planta, bajo el sol, asi como los efectos de los ácidos usados en los tanques, eran realmente tremendos. Pocos indios dedicados a dichas faenas escapaban de morir a consecuencia de las quemantes fíebres contraidas.. Por tal razón, en los años en que Agía viviera en Guatemala, los presidentes de la audiencia prohibieron el uso de trabajadores nativos en la industria de los tintes, excepto en los casos de personas nacidas en el ambiente mismo de esa actividad y resistentes a las enfermedades e infecciones correspondientes.
8
488
El trabajo forzoso en\\mérica (Tentral
Las mismas consideraciones debían hacerse respecto de los En unos casos se trataba de simples trapiches y en otros de grandes y verdaderos ingenios movidos por agua, por hombres o por bestias: **unos son de agua y otros son de sangre*'. Había una gran diferencia entre los molinos movidos por agua y usados para la caña de azúcar en la América Central y los **ingenios de metales** utilizados en Potosí y en otras zonas mineras. Pero las peores condiciones vistas por Agía eran las de México, donde los indios trabajaban con candados en las puertas, así en las minas como en los obrajes de tejidos. Los indios laboraban junto con los negros, pero siempre terminaban haciendo las peores tareas, según dice el mismo Agia. Pues los empresarios preferían ver diez indios muertos a cambio de un solo negro, que les había costado diingenios.
nero.
Respecto de los tejidos hechos generalmente por mujeres el trabajo se hacía en condiciones razonables. Ellas laboraban más o menos como lo hacían las mujeres en España, sentadas y a la sombra. Muchas concluían su trabajo antes del mediodía, habiendo ganado para entonces un real y medio, según fuera su capacidad; y algunas eran tan diestras que podían terminar dos o tres tareas al día, y recibían una paga acorde con dicho rendimiento. No eran obligadas a cumplir más de la tarea asignada, sin embargo, y tenían libertad de regresar a sus casas si así lo querían, lo cual les permitía atender sus propios cultivos y otras necesidades. Agia concluye diciendo que el trabajo en los obrajes de paños en la América Central, era moderado y productivo para todos, incluyendo a los niños indígenas. Si su descripción es cierta, ella está en total desacuerdo con los informes y relatos sobre la forma en que la misma actividad se desarrollaba en México, según lo sabía el mismo autor. 1
indígenas, Agia opinaba que
Agia había observado
los
excesos y abusos cometidos en re-
lación con el sistema de tamemes, lo cual había causado efectos desastrosos entre los indios, más que ninguna otra cosa.
En
algunas regiones, específicamente el Perú, los indígenas debían acarrear maíz a las minas, cubriendo distancias de más de 40 leguas. Agia había visto muchas muertes causadas por dicha clase de trabajo en Soconusco, Zapotitlán y Suchitepé-
489
Consideraciones finales
quez, en
la
moderado
América Central, pero
los peores excesos.
En
al
parecer aquí se habían
otras partes de las Indias,
personas de edad y las mujeres preñadas (**con la barriga a boca que dicen"), eran forzadas a llevar cargas de maíz, de hasta 75 Hbras, hacia las montañas, **como si fueran caballos en tropel". Mas en Guatemala la costumbre estaba tan fuertemente arraigada en los tiempos prehispánicos, que los indios llevaban cualquier cosa en su espalda y resultaba casi imposible prevenir la costumbre. las
la
de Agia fueron escritos como respuesemitida en 1601, y teniendo como base las experiencias obtenidas en 30 años de residir en las Indias; ello, precisamente, daba cierta fuerza a sus escritos. Al final de cuentas, y pese a su interés por hacer las distinciones pertinentes (lo cual resultaba más importante debido al error al confundir los servicios personales con el trabajo de reparti-
Los
tres **pareceres"
ta a la legislación laboral
miento), Agia critica las políticas laborales y sugiere muchas reformas. 19 En mayo de 1603, se promulgó una cédula real, quizás como respuesta a los informes de Agia, dirigida al obispo Ramírez y a otros funcionarios, por la cual se condenaban los abusos de los servicios personales. 20
Muchas de
españolas de trabajo, generalizadas tuvieron sus orígenes en los años en que los únicos españoles del Nuevo Mundo eran los pocos que residían en las Antillas. Se establecieron entonces ciertos precedentes, prolongados luego por la fuerza de la costumbre. Los asombrosos descubrimientos y conquistas de las décadas de 1520 y 1530, deben haber tenido un efecto abrumador en unas autoridades reales tan urgidas de atender otros apremiantes asuntos del Nuevo Mundo; eso mismo impidió a dichas autoridades ajustarse, con la prontitud requerida, a los graves y
en
las políticas
las Indias,
expansivos acontecimientos del Nuevo Mundo. México y la América Central ya habían sido conquistados hacia la época en que el Consejo de Indias comenzó a funcionar efectivamente. En toda la confusión aludida, las humanitarias Leyes de Burgos parecían haberse olvidado.
No hay asunto alguno que haya dejado tan marcada huella en los documentos españoles del siglo XVI, como el problema relacionado con el trato a los nativos conquistados. Partiendo
— 490
El trabajo forzoso en América Central
de este hecho, puede aceptarse que la Corona tenía un verdadero interés por el bienestar de los indios. Pero uno de los problemas más espinosos en la formulación de las políticas coloniales, se refería a la dificultad de establecer el verdadero estado de las cosas en América. Los diferentes puntos de vista sobre la naturaleza de los indios y sobre la manera en que eran tratados o debían serlo, cubrían todos los tonos del espectro. Casi cada segmento de los grupos de españoles establecidos en las colonias, ofrecía sus particulares opiniones y, con muy escasas excepciones, éstas estaban coloreadas por los intereses personales. En realidad no puede decirse que sólo los argumentos de la facción de los conquistadores-encomenderos influyeron en la actitud indecisa de la Corona; la participación de dicho sector se hizo demasiado obvia al final, hasta el punto de envilecer su posición. El problema era que los funcionarios reales del más alto rango, en quienes se presumía una actitud desinteresada, a menudo respaldaban los puntos de vista de los encomenderos. Aun los obispos sostenían criterios dispares y hasta fuertemente opuestos, en relación con la política real sobre las Indias.
Por cada voz elevada en defensa de los indios, había otras que surgían para contradecir. Mientras Las Ca-
muchas
sas y Cerrato registraban los horrores cometidos contra los indios, otros prominentes hombres llamaban a los dos aludidos, histéricos y falsarios. Excluyendo a ciertos miembros de la jerarquía religiosa, que estaban claramente en contra de una política liberal, había otros a quienes se sabía simpatizantes de la causa indígena, como por ejemplo el obispo Marroquín,
de Guatemala; y Motolinía y Vasco de Quiroga, en México, que aconsejaban moderación en el trato dado a los indígenas.
Como debían tomarse en cuenta los muchos aspectos del problema, no se aprobó de inmediato una política clara y firme. Al emitirse las Leyes Nuevas, por ejemplo, una de las normas fundamentales contenida en dicho cuerpo legal —la que limitaba la transmisión hereditaria de las encomiendas fue derogada rápidamente debido a la reacción de los enco1545 ocurrió menderos. Más o menos en la misma época el gran descubrimiento de los yacimientos de plata en Potosí,
—
—
,
Consideraciones finales
491
seguido luego del descubrimiento de los ricos depósitos de Zacatecas y Guanajuato. Bajo tales circunstancias, se hacia deseable una graduación racional de la política de las Indias.
No
de extrañar, entonces, que la Corona reaccionara con encontrados frente a las reformas emprendidas por Cerrato. No debe pasar inadvertido, en todo caso, el hecho de es
criterios
que
se le permitiera continuar.
Empero,
si
bien los esclavos
fueron liberados seguidamente, se estableció de inmediato el sistema de repartimiento como una forma de trabajo forzoso, en las minas como en otras empresas de los españoles.
A veces se aduce que, meno de
dadas
las múltiples facetas del
fenó-
promulgación de las leyes escritas no era un hecho realista y adecuadamente viable. La fragilidad de dicho razonamiento, empero, merece considerarse. La raíz del problema radica en que las Indias fueron conquistadas por aventureros, no por soldados regulares pagados por la Corona. Por tanto, el rey se mantenía en deuda con ellos y se sentía obligado a recompensarlos. Menospreciar a aquellos rudos veteranos probablemente habría provocado rebeliones y hasta la pérdida de los nuevos territorios. Inclusive, después de haberles recompensado con indios en una forma limitada, los díscolos vecinos y sus constantes demandas constituían un serio problema para las autoridades. De acuerdo con la época y las circunstancias, el sistema de encomiendas y el trabajo por repartimiento no debían considerarse tan opresivos, siempre y cuando se hubiesen observado las regulaciones correspondientes. Si ello no era así precisamente, la culpa no correspondía a los miembros locales de la burocracia real; sin embargo, me parece que la responsabilidad en última instancia corresponde a la Corona y al Consejo de Indias, que estimulaban los abusos al no castigar adecuadamente a los funcionarios corruptos y negligentes. la
conquista y
la colonización, la
Por temor ante el creciente poder y prestigio de Cortés, y a de conseguir una mejor administración real, se creó oportunamente una audiencia. Esta, que llegó a ser una corte ignofin
miniosa, estuvo presidida por Ñuño de Guzmán, y después fue sustituida por jueces del más alto nivel, nombrados por la Corona. Mucho se ha escrito sobre la inteligente selección de
El trabajo forzoso en América Central
,492
los
se
miembros de la segunda audiencia de la Nueva España, y ha aludido así a sus integrantes de gran integridad y de
principios humanitarios, a quienes se recuerda por haber realizado verdaderas hazañas administrativas. ¿Pero qué tanto
ha examinado su gestión en el plano de la política indigenismás célebre de todos, Vasco de Quiroga, llegó a ser un abogado de la moderación. Alonso de Maldonado, cuando menos en años posteriores, fue un explotador de indios como cualquier encomendero (precisamente fue uno de ellos). Hay indicios de que Juan de Salmerón aconsejó mucha cautela en las políticas laborales. No he examinado las actitudes del presidente Sebastián Ramírez de Fuenlea y del oidor Francisco Ceynos, pero si ellos impulsaron significativas reformas laborales, seguramente fue de manera poco notoria. se
ta? El
El distiguido primer virrey, Antonio de Mendoza, a quien frecuentemente se juzga como un administrador sabio y humanitario, tampoco promovió cambios fundamentales en el régimen de trabajo de los indios. Quizás su decisión suspendiendo la aplicación de las Leyes Nuevas ante la amenaza de los encomenderos, resulta comprensible a la postre. Acaso las mismas razones le indujeron a prohibir que Las Casas introdujera la discusión de la esclavitud de ios indios en una asamblea de obispos, convocada en 1546 con el propósito específico de examinar la legislación de Indias. Según la explicación del virrey, ello fue por ** razones de Estado", qué seguramente reflejaban los deseos reales. Resulta extraordinario, por lo mismo, que sólo dos años más tarde Cerrato decidiera la libertad de los esclavos en la América Central, en condiciones igualmente amenazadoras.
Aquí hemos estudiado
conducta de unos cuantos de los que era propiamente el territorio de la América Central. Cabe preguntar, sin embargo, cuan típica resultaba dicha conducta en relación con todos los jueces de la Corona en las Indias. Algunas investigaciones sobre los últimos oidores de la audiencia me han llevado a la conclusión de que había una aterradora falta de conciencia en la mayoría de ellos; y aun cuando se encuentran pruebas evidentes de una conducta irregular en el desempeño de los cargos, se comprueba también que un alto porcentaje de ios cita-
más
la
altos funcionarios, en lo
493
Consideraciones finales
dos altos funcionarios permanecían en la burocracia colonial, yendo de una audiencia a otra, a menudo disfrutando de estímulos y promociones.
Muchos de los nombrados eran hombres que se habían distinguido en España y se suponía lógicamente que seguirían haciendo lo mismo en las Indias. Puede afirmarse que los nombrados por la Corona eran en realidad hombres buenos, que luego sucumbían a las tentaciones en las colonias. No obstante, y luego de conocerse la conducta irregular de muchos de ellos, el rey y el Consejo se mostraban renuentes a retirarlos. Las conexiones en la corte, sin duda alguna, pesaban de modo decisivo. ¿De qué otra manera puede explicarse la prolongada tiranía de Pedradas? Tomó años hacer volver a España a Ñuño de Guzmán, y lo mismo puede decirse de Contreras y de otros personajes influyentes. Alonso de Maldonado, según se ha hecho ver, prolongó su poder gracias a su noble origen y a su matrimonio con la hija de Montejo. El doctor Antonio Mexía, un oidor de una moral escandalosa, se mantuvo por muchos años en las audiencias de México y Guatemala, y llegó a ser presidente en Santo Domingo. 21 Sobre
el
particular, bastaría
con analizar
el
caso de Alvara-
do. Su prestigio en la corte lo ganó a base de sus atrevidas hazañas, reforzadas luego por su carisma. Si otros disfrutaron
de beneficios por razones de cuna, Alvarado es un buen ejemplo de la incipiente aristocracia del Nuevo Mundo. Su extraordinaria posición puede explicarse en gran medida por sus vinculaciones en la corte: dos veces contrajo nupcias con sobrinas del Duke de Albuquerque, damas, ellas, relacionadas también con el poderoso Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V. Siendo un favorito en la corte, Alvarado llegó a ser socio del doctor Diego Beltrán, miembro del Consejo de Indias. Tres días después de firmar un contrato con Beltrán para comerciar en América con esclavos negros, Alvarado fue nombrado Adelantaao, gobernador de Guatemala y comandante de ia prestigiosa Orden de Santiago. -^ Estos factores, sin duda, explican en gran medida su actuación independiente, por lo geneial tu detiimeniü de les indios, Püdiían uLaii>e umuios ejcinptos pciiccidos, y se obscivaría
494
El trabajo forzoso en América Central
cómo los
la Corona se mostraba indecisa en cuanto a castigar a miembros de familias prominentes o a quienes se hubiesen
distinguido en la conquista.
Los jueces implicados en ilegales actividades comerciales, incluyendo generalmente entre ellas el uso ilegal de la mano de obra indígena, protestaban porque sus salarios eran demasiado bajos y no les permitían un nivel de vida decente. Quizás la Corona prefería ignorar sus empresas y actividades iHqita3«antes que aumentarles sus emolumentos. Si los sueldos eran en verdad insuficientes para los oidores^los propios resultaban una bagatela para los funcionarios menores. Los corregidores jen América Central a menudo recibían una paga de 150 pesos anuales o menos; por cierto, un magro ingreso que inducía a buscar entradas complementarias, por lo común a expensas de los nativos. Por otra parte, el puesto de corregidor llegó a ser en mucho como una pensión, otorgada, en lugar de una encomienda, a los empobrecidos conquistadores y primeros colonos, muchos de los cuales carecían por completo de todo mérito para desempeñar una posición tan importante en las relaciones entre indios y españoles. Los blcaldes mayores ganaban un poco más, y en general eran personas de mejor calidad. Aun así, los salarios de éstos también eran bastante bajos. Al mismo tiempo, los oficiales en realidad vivían bien, agenciándose las oportunidades de obtener los cargos mencionados.
No obstante el sistema español de controles y equilibrios, pocos funcionarios fueron adecuadamente sancionados por sus transgresiones. Las visitas y residencias, laudables como eran en teoría, no fueron muy efectivas a la postre. Los testigos y los jueces podían ser sobornados o intimidados, y el perjurio era cosa corriente. Aun cuando los detallados testimonios de varios testigos a menudo estaban de acuerdo en el fondo, hasta el punto de poder declarar culpable a un funcionario fuera de toda duda razonable, el residenciado, sin embargo, podía redargílir los cargos por medio de sus propios testigos. O bien, ofreciendo ejemplos para demostrar que era un funcionario ecuánime, el acusado generalmente trataba de deformar los cargos, aun cuando su defensa no buscara la total invalidación de los mismos. Los funcionarios, en su gran
j
|
|
Consideraciones finales
^95
mayoría hacían una aplicación discriminatoria de las leyes, al no aplicar éstas a sus allegados en la medida en que lo hacían con los extraños; mas ello, por lo demás, les ayudaba a demostrar una constante actividad judicial. Aun cuando el ** residenciado" fuese encontrado culpable de un cargo, la sanción era por lo general muy ligera. La imposición de una multa de 100 pesos, por actividades ilegales que habían producido miles de pesos al funcionario o a un pariente suyo, apenas si podía causar efectos disuasivos. Por delitos serios un funcionario podía ser separado de su cargo por dos o tres años, pero las acusaciones de naturaleza realmente grave eran trasladadas a España para lo que hubiere lugar. Debido a las apelaciones, muchos de los cargos se mantenían sin resolverse por años, y muchos oficiales murieron con sus juicios pendientes de solución. Así, cualquiera podía darse a la corrupción con relativa impunidad. Al analizar unos cuantos juicios de residencia, puede observarse que un funcionario culpable pudo recibir una sentencia dura, pero en todo caso parece tratarse de excepciones a la regla. En consecuencia, los altos funcionarios, responsables precisamente del buen trato a los indios, solían abusar de sus posiciones, y la Corona provocaba los excesos en tal sentido, dada su política de complacencia. Las leyes españolas expresaban el ideal cristiano, mas éste no podía alcanzarse porque lo impedían las exigencias imperiales en la corte o bien las ambiciones sociales y económicas de los colonos.23
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•
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•
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Vr
...:
.
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^
irv.
..'••
':'
'
^
'
.
-:
-','
APÉNDICE A Poblaciones indígenas de las provincias
centroamericanas El distrito
Año
ca.
1500
de
la
Audiencia
Cifras
Fuente
Comentarios
De 2.225,000
Rosenblat, 1:303-6.
Se han hecho muchas estimaciones, algunas de las
a 5-6 millones y
cuales son probablemente
más
demasiado
Probablemente hacia
la
década
65,000
Cálculo de Juan Estrada,
"yndios"
clérigo, vecino
Guadalajara
da 1550
de
(n.p.,
n.d.).
Archivo General de Indias.
altas.
Estrada menciona a Francisco
de
la
Cueva
de
la
Reguera,
y
hijos grandes,
Gómez
Díaz
ambos con
como hombres
buenos para colonizar Sevilla (AGÍ), Indiferente
Costa Rica. La información
aparece incompleta
General 857.
y sin
duda es considerablemente exagerada.
1571-74
ca.
120,000
López de Velasco,
(i.e.,
283.
Vivían en cerca de 1,000
en 900-1,000 encomiendas,
480,000
indios,
p.
pueblos y estaban distribuidos
tributarios
de
usando
las
cuales cerca de 1/3
una proporción
estaban localizadas en
de
Guatemala (excluyendo San
1:4)
Salvador).
497
Apéndice A
498
Provincia de Guatemala (incluyendo San Salvador)
Año
154S
Comentarios
Fuente
afras
12,000
"La información
"indios" para
sanct salvador"
q. hizo (Villa
de
San Salvador,
San Salvador: 20 de
solamente
de 1545), Archivo General
Dados en encomienda a 44 españoles.
abril
de Centro América (AG(^),
^r-;
'
Al, 28,
leg.
2335, exp.
17305.
Década de
26,000
Cálculo de Juan
Casi con seguridad,
1550?
"indios"
Estrada (n.p..
demasiado
(Santiago y su
n.d.),
jurisdicción)
General 857.
bajo.
agí. Indiferente
7,000 "indios" para San Salvador
Ibid.
San Salvador
1,000
San Miguel
4,000
La Choluteca
(Xerez de
1571-74
22,000
López de Velasco,
p.
2,000 Frontera).
Había 130-140 pueblos
y
70
encomenderos.
tributarios
15,000
286.
la
Ibid., pp.
292, 297.
La ciudad de San Salvador tenia 10,000 tributarios y
tributarios
San Miguel 5,000. No se da
(San Salvador)
cifra para La Choluteca. Los
indios de La Trinidad fueron
asignados a
los
encomenderos de Santiago.
40-45.000 tributarios parz la
provincia de
Ibid., p.
284.
Los indios de
la
provincia
fueron prorrateados entre
más de 300 encomenderos.
Guatemala
Habla cerca de 300 pueblos
(incluyendo
nativos.
San Salvador). Es decir, a 1:4, entre
160-180,000 indios.
499
Poblaciones indígenas
Provincia de Guatemala
(incluyendo San Salvador) (continuación) Año
1575
Fuente
Cifras
Comentarios
56,000
Dr. Villalobos a la
"yndios
(Santiago, 15 de marzo de
casados"
(i.e.
Corona
1575), agí, Guatemala 39.
tributarios).
"Discrepción de los corregimientos que a de aver
en
la
gouernación de
guatimala".
Chiapas Año
Década 1550?
Cifras
Comentarios
Fuente
15,000
Cálculo de Juan Estrada
"indios"
(n.p., n.d.), agí,
Una cuenta
baja.
Indiferente General 857.
1571-74
26,000+
304.
López de Velasco,
p.
Corona
"indios"
1575
Vivían en
80 pueblos. Este es
24,000
Dr. Villalobos a la
"yndios
(Santiago, 15 de marzo
probablemente un cálculo
casados"
1575), agí, Guatemala, 39.
bastante confiable.
"Testimonio de
Todos se reportaron
(tributarios)
1581
40,000+
la
Ciudad... Real de Chiapa"
bautizados.
(Chiapas, 11 septiembre
1581 presentado corte,
a la
Madrid a 17 de
enero 1583), AGÍ,
Guatemala 44. Testimonio de Lucas Camargo, notario real
(Madrid, 4 de enero
1583), agí, Guatemala
966.
1619
100.000+
La Corona
al
obispo de
Chiapas (Madrid, 12 de
diciembre 1619), AGÍ,
Guatemala 386,
lib.
Q-2.
Habla 180 pueblos listados por
el
obispo.
500
ivn
Vi
Apéndice A
Honduras Año
afras
1524
'
Comentarios
Fuente
400.000
MacLeod, Spanisti Central
La obra de Benzoni no
(tributarios?)
America,
siempre es confiable.
-^'^
Benzoni.
59, cita a
p.
.i
ca.
1525
Tan densamente
Compañeros de Cortés
poblado como
González,
"México"
Pedraza a
y
como la
lo
,
y Gil
reporta
Corona
(Trujillo.
"Perú"
mayo lo 1547), AGÍ, Guatemala 164. Pedraza '•
u-i-!.-
•
la
a
Corona (Gracias a Dios,
mayo
1539), AGÍ.
18,
Guatemala 9
ca
1538
Corona
30,000
Pedraza a
"indios"
n.d). agí. Indiferente
la
(n.p.,
General 1.206 ("Expedientes,
Ynformaciones
y
probanzas.
1539-1541").
1539
c
15.000
"indios"
Pedraza a
la
Corona
(Gracias a Dios,
mayo
18,
1539), AGÍ, Guatemala
1541
9.
8.000+
MacLeod, Spanisti Central
(tributarios)
America
p.
59, cita de
Benzom.
1550?
6.000 "indios"
Cálculo de Juan Estrada (n.p., n.d), AGÍ,
»'•
1567
Indiferente
General 857.
ca.
1.500
"indios"
Lie.
Alfonso Ortiz de
Esta cifra está sin
duda
Elgueta, alcalde mayor de
excesivamente reducida.
Honduras (1567), AGÍ,
autor fue acusado de usar
Justicia 314.
2,000 tamenies para sus propios fines.
El
501
Poblaciones indígenas
Honduras (continuación) Año
1571-74
Comentarios
Fuente
Cifras
8-9,000 tributarios
(i.e.,
32-36,000 indios a 1:4).
Las cifras locales para los
tributarios
eran:
Valladolid
56 pueblos.
2,600 Gracias a Dios
3,000
61 pueblos.
San Pedro 700
30 pueblos.
Puerto de
Ningún pueblo de
Caballos
indios.
24 pueblos.
600
Trujillo
San Jorge de "En
de este pueblo hay como diez
la
jurisdicción y
mil indios tributarios". Este es
comentarios)
obviamente un
1582
comarca
Olancho (ver
de Honduras a
5.840
Obispo
tributarios
Corona (Tru
distribuidos
1582), agí. Guatemala,
asi:
leg.
590
Trujillo
Puerto de
120
Caballos
San Pedro 330
Comayagua 1,800 (Valladolid)
Teguzígalpa
200 Agalteca
300
Gracias a Dios
2,100
San Jorge de
Olancho
400
164.
illo,
mayo
la
10,
De
la
error.
cuenta de
Trujillo,
150
eran de las islas inmediatas.
Apéndice A
502
Honduras (continuación)
Mo 1582
CHrs
FMRte
5.106
"Relación hecha a su
Comontaríoi
tributarios
Majestad por
distribuidos
de Honduras, de todos
asi:
pueblos de dicha
Valtadolid 1,723
gobernación. Año 1582".
Gracias a
Botetin del Archivo Goiiorá
Dios
1.769
413
Trujilk)
San Pedro 415 San Juan
del
el
gobernador los
Gobiomo (BAGG)
(Guatemala). 11 (1946): 5-19.
de
P.
60
Caballos
San Jorge de Olancho
ca.
1590
726
4.864
Macleod, SpaMli Comril
tríbiitarios
Maorko,
de
tríbtitarios,
los cuales .
59.
Chamberlain, Coaquoit and
5,786
1600
p.
Coloiiizilioi of p.
HoNors,
Usando una proporción de 1:5,
Chamberlain
número
245
total
fija
como
de indios en
en 1600.
4.998 estaban
provincia,
distribuidos
cantidad de 36,000.
la
la
asi:
Valladoiid 1,666
GrKias a Otos
1,888
San Jorge de Olancho
464
Trujillo
500
San Pedro 376 Puerto de Caballos
104
Nicaragua afrn
Mío
A
la
llegada
oe NB españoles
600,000 ynaios (total?)
Fuente
Coinrtaríoi
üc. Herrera a
la
Corona
(Gracias a Dios, 24
Este fue el cálculo dado a Herrera por los conquistadores.
no estuvo presente en esa
diciembre 1544). AGÍ.
El
Guatemala
época
9.
503
Poblaciones indígenas
Nicaragua (continuación) Mío
ca.
1538
GHrs
Futntt
300,000
Obispo de Nicaragua a
"indios"
(>)rona (León, 17 enero
proporcionada a
(total?)
1578), AGÍ, Guatemala 161.
Probablemente es una
Comantartoi
la
Según información
muy
1544
(kKona
él.
cifra
alta.
En "Información de. Gregorio
30,000
Lie.
"indios" (s6lo
(Gracias a Dios, 24
López", agí, Patronato 231,
tributarios?)
diciembre 1544), A6I.
ramo
Guatemala
1539-43 más de 14,000
(total)
de
Herrera a
ia
9.
que entre
4, se dice
indios estaban perdidos en
120-150.000?
"aquellas provincias".
1548
11,137 tributarios
MacLeod, Spanish Central Amtritt,
MacLeod toma
la cifra
de
la
tasación de 1548-51 (AGÍ,
53.
p.
Guatemala 128), que es bastante completa y confiable. El total podría ser
más
ligeramente
1553
ca.
7,000
"indios"
Fr.
Tomás de
la
Torre
alto.
al
Consejo de Indias (Santo
Domingo de Cobán, Verapaz, 22
la
mayo 1553),
agí, Guatemala 8.
Década 1550?
ca.
mucho más
Cálculo de Juan Estrada
Esta cifra es
(n.p., n.d.), agí. Indiferente
baja, a
General 857.
sólo a los tributarios.
12-12,500
López de Velasco. pp.
Enuntera más de 100 pueblos
tributarios;
318-31
3.000 "indios"
menos que
se refiera
1560*
1571-74
(48-50.000 total
úe
indios?)
para León, con 5,500 tributarios; y
100 pueblos
para Granada con 6,500-7,000 tributarios. las áreas
No da
de
cifras para
las otras cinco
ciudades de espaAoies. Por tanto, el cálculo es bajo.
Apéndice A
'^^^'
504
Nicaragua (continuación) Año
15747
Cifras
Fuente
Comentarios
6,650+
D.
"vezinos
de León, "Lista del obispado
naturales"
Pedro del Pazo, Deán
de Nicaragua"
(n.p.,
n.d.),
AGÍ, Guatemala 167.
Se da un descenso de tributarios por área.
MacLeod America, la
ca.
8.000
"indios"
Obispo de Nicaragua a
la
58, asigna esto a
probable fecha de 1560,
que puede
1578
Spanish Central
.
p.
ser correcta.
Esta es una cuenta basada
Corona (León, 17 enero
en
1578). agí, Guatemala 161.
sacerdotes
los
padrones de
los
y vicarios.
Soconusco Año
Preconquista
Cifras
20,000
Comentarios
Fuente
López de Velasco, p
302.
Según
el
autor,
Moctezuma
envió un ejército de 800,000
"indios"
para tomar
la
provincia
cacaotera de Soconusco
Preconquista
152426
30,000
MacLeod. Spanish Central
tribútanos
America,
15.000
Ibid.
p.
71.
tributarios
1550S?
2.000 "indios"
Cálculo de Juan Estrada (n.p.,
n
d.),
AGÍ. Indiferente
General 857.
1563
1,600
MacLeod. Spanish Central
tributarios
America, p
71. ¿.
1571-74
2,000 "indios"
López de Velasco,
p.
302.
'&*>>
encomienda.
1573
1,800 "indios"
Dr. Villalobos a la
(Santiago, 15
Corona
mayo
AGÍ, Guatemala 9.
1573),
>•
Había 33 caseríos
y
ninguna
505
Poblaciones indígenas
Soconusco (continuación) Año
Fuente
Cifras
1574
Comentarios
Ponce de León
1,200 ó 1,800
D.
El
autor da
"indios"
Corona (Soconusco, 19
la
misma
enero 1574), AGÍ,
vivían en
Guatemala 40.
de
Luis
a la
los
ambas
cifras en
carta. Los indios
40 caseríos, algunos
cuales contenían sólo
10 personas.
1576
1609
1,800
MacLeod, Spanish Central
tributarios
America,
2,000
Ibid.
p.
71.
tributarios
La Verapaz
Año
1544
1561?
Comentarios
Fuente
Cifras
12-14,000
MacLeod, Spanish Central
tributarios
America,
6,000+
El virrey
p.
93.
Velasco
de La Verapaz
al
obispo
(n.p., n.d.),
agí, Guatemala 965.
ca.
1565
MacLeod. Spanish Central America,
93, sugiere
p.
la
fecha indicada. La referencia se hace regresar
13,000
Obispo de La Verapaz
"indios"
Corona (Santiago, 13
a ca.
diciembre 1582), AGÍ,
duda de una
Guatemala 156: Obispo de
aproximada.
a la
1565,
y
se trata sin cifra
La Verapaz (La Verapaz,
1583?), agí, Guatemala
163.
1566
1571
3,856
MacLeod, Spanish Central
tributarios
America,
3,135
a 3
329
p.
93.
Una
Ibid.
cifra baja.
tributarios
1571-74
ca.
4,000
tributarios
López de Velasco,
p.
305
Había cerca de 17 pueblos, pero ninguno de españoles. El
área fue abierta por los
dominicos, a los
y
estaba excluida
encomenderos.
Apéndice A
506
La Verapaz (continuación) Año
1573
Cifras
3.864 •indios"
Comentarios
Fuente
Corona
Dr. Villalobos a la
(Santiago. 15
mayo
1573),
agí, Guatemala 9.
1575
Corona
3,125 ••yndios
Dr. Villalobos a la
casados"
(Santiago. 15 marzo 1575),
Se mencionan 15 pueblos.
agí, Guatemala 9.
1582
3.000 "indios"
Obispo de La Verapaz
a la
Corona (Santiago 13
diciembre 1582). AGÍ Guatemala, 156
1583-84
1598
3,000
MacLeod Spanish Central
tributarios
America, p
3.000 "indios"
D.
93
Juan fray
(Santiago
obispo
Rosillo,
de La Verapaz,
a la
Vivían en 11 pueblos.
Corona
10 enero 1598),
AGÍ. Guatemala 163.
1598
1.948 "indios"
"Memoria de
los
yndios
tributarios de la provmcia
de La Verapaz.
"
por
el
alcalde mayor (Santiago.
10 abril 1598). AGÍ.
Guatemala 966.
1600
Menos de
D.
1.800
Corona (Santiago. 2 marzo
Juan
fray Rosillo a la
1600). agí. Guatemala
966.
y
Habían 12 pueblos, todos los
cuales pagaban tributo
a Id Corona.
APÉNDICE B Vecinos españoles de
durante
el
primer siglo de
El distrito
afras
1570
América Central,
la
2,000+
de
la
la
colonización
Audiencia Comentari»
Fuente
üc. Arteaga,
fiscal, a la
Corona (Santiago, 16
Se habla de 2,000
con
casas pobladas".
diciembre 1570), AGÍ,
Guatemala,
ca.
1572 73
2,200-2,300
leg.
9.
López de Velasco,
283.
p.
900-1,000 de
ellos eran
encomenderos. Oe
los
19
asentamientos españoles, 1415 estaban clasificados como ciudades
ca.
1575
1,090
"Relación...
un
libro
que sacada de
que tiene
presidente Villalobos", AGÍ, Indiferente General,
Esta cuenta, ordenada por el
presidente Villalobos, incluye
el
leg.
16 pueblos de españoles. En 14 había encomenderos, en
1528. Véase también
un
Sa'nchiz Ochoa, Los
comparada con
hidalfos, p. 127.
de Velasco. efectuada más o
total
de 416. Esta cuenta la
de López
menos hacia la misma época, pero con más del doble de vecinos y encomenderos, ilustra la
de
los
tiempo.
507
poca confiabilidad
censos de aquel
Apéndice B
508
El distrito
de
Comentarios
Fuente
Cifras
La fuente incluye 16
Pineda, "Descripción'
1,760+
1594
Audiencia (continuación)
la
establecimientos españoles.
ca.
1620
2,840+
-*
f'
.-»
VázQuez de Esoinosa.
La fuente incluye 15
Descríption.
establecimientos españoles.
*f
Provincia de Chiapas
Cifras
Ciudad Real
1555
Comentarios
(San Cristóbal
de
ca.
Fuente
los Llanos)
50*60
Las Casas
al
Consejo de
En
Indias (n.p., n.d.), AGÍ. Patronato,
leg.
los inicios
de
administración de Cerrato,
252. ramo.
9.
se tomaron
20 encomiendas
de algunos de dichos vecinos.
El
Cabildo a
la
Corona (Santiago, 24 enero 1550), agí. Guatemala,
leg.
41.
50
1555
Las Casas a
Fr.
6.
Carranza
de Miranda, Colección de
documentos inéditos relativos al
descubrimiento... de las
antiguas posesiones
españolas de América... (Dll),
1571
"*
150 "casas"
Dr.
7:332-33.
Antonio González a
la
Corona (Santiago, 2 marzo '
y
15 marzo 1571), AGÍ,
Guatemala,
ca.
De
los
vecinos aludidos.
'^'
'
1572-73
200-250
leg.
9.
López de Velasco,
p.
304.
60-70 eran encomenderos.
509
Vecinos españoles
Provincia de Chiapas (continuación) Año
ca.
Cifras
1575
108
Fuente
Comentarios
"Relación... Villalobos",
47 encomenderos.
agí, Indiferente General, leg.
1581
80
1528.
Lucas de Camargo, testimonio (Madrid, 4
enero 1583), informe del cabildo de 11 septiembre
1581, agí, Guatemala,
leg.
966.
1582
80
"Testimonio de
• Real de
Ciudad
la...
Ctiiapa (presentado
en Madrid, 17 enero 1583), agí, Guatemala, leg.
100
1583
44.
Pedro Castillo
a la
Corona
(1583), AGÍ, Guatemala, leg.
80-100
1587
966.
"Testimonio de
la...
Ciudad
Real de Chiapa" (1587),
AGÍ, Guatemala,
200
1594
leg.
44.
Pineda, "Descripción", pp.
557-59.
1600
120
"Memoria de
los
pueblos
beneficios que ay en
y
el
"Gente de toda broga
y
toda
bien pobre"
obispado de Chiapa" (Chiapas, 22 febrero 1600),
AGÍ, Guatemala,
ca.
1620
250+
leg.
966.
Vázquez de Espinosa, p.
204.
"La gran mayoría de noble rango"
Apéndice B
5ia
Provincia de Soconusco
Año
ca.
1572-73
Comentarios
Cifras
Fueiite
60
López de Velasco,
p.
302.
Por
muchos años
la
provincia
no tuvo un verdadero pueblo
1574
20
Gob. Ponce de León a
la
Corona (Soconusco, 19 enero 1574»
Guatemala,
indígenas y viajando. Muchos
AGÍ,
de
40.
lég.
español. Habla comerciantes viviendo en asentamientos
los
comerciantes tenían
familias, en su mayoría
1S94
50-»-
Pineda, "Descripción".
situados en
el
pueblo
principal de Huehuetlán, S*"
donde
gobernador
residía el
español.
No había
encomenderos.
Provincia de Guatemala AAo
Cifrs
Comentarios
Fuente
Santiago
1524
Remesa
99
1,
Historia general
1529
150
Bancroft, History of Central
America, 2:120,
1531
n.
37.
Sherman. "Indian Slavery",
100
p.
1541
Estos fueron los primeros
vecinos inscritos.
(1964-66). 1:83.
78
89.
Pardo, Prontuario,
p.
2.
Quizás no es
después de
154S
ca.
40
(^rrato a
la
Corona
la
(Santiago, 3 noviembre
100
número
total;
destrucción de
segunda ciudad de Santiago
(Ciudad Vieja) 78 vecinos
1548), AGÍ, Guatemala,
asistieron al cabildo abierto.
leg.
Algunos habían sido muertos
9.
durante
1549
el
la
El
Cabildo a
(Santiago,
30
la
Corona
abril 1549),
AGÍ, Guatemala,
leg.
41
80 de
la
inundación.
ellos eran
encomenderos.
Vecinos españoles
511
Provincia de Guttemala (coirtinuacüii) Cífrai
ca.
1550?
100
Las Casas
al
Consejo de
Indias (n.p.. n.d.),
Afil.
Patronato, let. 252,
1555
100+
Las Casas a
Fr. B.
ramo
9.
Carranza
de Miranda, MI. 7:332-33.
1562
200-250
Ambos
Protnnzas de Juan de
eran escribanos.
Guevara y Juan de León (Santiago. 16 noviembre
1562). agí, Guatemala, leg.
1563
300
111.
Antonio Rosales a
la
Corona (Santiago.
1
febrero
1563), Guatemala, leg. 44.
1570S
500
"los pueblos
españoles
sujetos a esta gouernación..." (n.d), AGÍ,
Patronato, leg. 20. no. 5.
ramo 21. ca.
1572-73
500
López de Velasco.
p.
286.
70 eran encomenderos. La provincia de Guatemala
(incluyendo San Salvador) tenia 1,300 vecinos
españoles, de los cuales
300
eran encomenderos.
ca.
1575
227
"Relación... Villalobos",
77 eran encomenderos.
agí, Indiferente General, leg.
1585
700
1528.
El
hay..." (Santiago, 1585),
borrado.
AGÍ. Guatemala, leg. 966.
1594
500+
1620
1.000+
número "800" aparece
"Los encomenderos que
Pineda, "Oesaipción".
Vizquez de Espinosa, 216.
p.
Apéndice B
512
Provincia de Guatemala (continuación) Año
Comentarios
Cifras
Fuente
60
Currilla y Castellanos a la
San Salvador
1529-30
Corona (Santiago, 20 agosto 1530). agí,
Guatemala,
51+
1532
9.
leg.
"El licenciado Francisco de
Marroquin
y
una
descripción de
Hablan 51 encomenderos registrados.
Salvador,
El
año de 1532", Anales de Sociedad de Geografía e Historia
de Guatemala
(ASGH) 41 (1968): 199232.
44
1545
"La información
q.
hizo
sanct saluador.. ." (San Salvador: 20 abril 1545),
AGCA. Al, 28,
leg.
2335.
exp. 17305.
1551
50
Barón Castro, La población
de
El Salvador, p.
Con 50 vecinos en San Salvador y 30 en San Miguel,
198.
el
autor registra un total de
400 españoles para •
ca.
1555
]•'
hoy es
V.t
50
Las Casas
al
El
lo
que
Salvador.
Consejo de
Indias (n.p., n.d.), AGÍ, Patronato,
1555
50
leg.
Las Casas a
de Miranda,
Fr.
252, ramo
B.
9.
Carranza
Dli 7:332-33.
ca.
1572-73
150
López de Velasco,
ca.
1575
130
"Relación... Villalobos", AGÍ.
p.
292.
Habían 60-70 encomenderos.
42 encomenderos.
Indiferente General, leg.
1528.
1594
60
Pineda, "Descripción".
La mayoría eran
encomenderos.
513
Vecinos españoles
Provincia de Guatemala (continuación) Año
ca.
1620
Cifrss
Fuente
200+
Vázquez de Espinosa, p.
Comentarios
229.
San Miguel
1535
70
Montejo a
Montejo anota que Cristóbal
Corona
la
(Gracias a Dios,
de
junio
1
la
Cueva reencontró San
Miguel con 70 hombres. Es
1539), AGÍ, Guatemala,
incierto cuántos de ellos
leg. 9.
permanecerían como vecinos. Establecido originalmente por Luis de Moscoso, en 1530,
fue despoblado en 1534 con la
expedición de Alvarado
al
Perú.
1551
30
1555
1555?
25-30
25-30
U
Barón Castro, p.
Población,
198.
Las Casas a
Fr.
Carranza
B.
7.332-33.
de Miranda,
011,
Las Casas
Consejo de
al
Indias (n.p., n.d.), AGÍ, Patronato,
ca.
1572-73
130
leg.
252, ramo
López de Velasco,
p.
9.
297.
Cerca de 60 eran
encomenderos.
ca.
1575
60
"Relación... Villalobos",
33 encomenderos.
agí, Indiferente General, leg.
1594
ca.
1620
1528.
60
Pineda, "Descripción".
100+
Vázquez de Espinosa,
Casi todos eran encomenderos.
1
p.
231.
La Trinidad (Sonsonate)
1557
100+
"Probanza de Méritos
y
Servicios de Francisco de Valle Marroquín.
Año de
1557", Anales 36:373-79.
Establecimiento fundado por el Lio.
Pedro Ramírez.
514
Apéndice B
'
Provincia de Guatemala (continuación) Año
Dfrs
ISSS
150 "casas'
ComenUrios
Fuente
Audiencia a (Santiago,
150 "casas todas de
Corona
la
22 febrero
mercaderes
y tratantes".
1558), agí, Guatemala,
leg.9.
ca.
1572-73
400
ca.
1575
66
López de Velasco,
p.
296.
No encomenderos. No encomenderos.
••Relación... Villalobos",
agí, Indiferente General, leg.
1594
ca.
1620
Xerez de
la
300+
Pineda, '•Descripción".
200
Vázquez de Espinosa,
Frontera (Choluteca)
1544
1528.
15-20
..
Lie.
x'^
p.
226.
-
Herrera a
la
(Gracias a Dios,
Corona
24
diciembre 1544), AGÍ,
Guatemala,
ca.
1572-73
30
ca.
1575
24
leg. 9.
López de Velasco,
p.
300.
18 encomenderos.
•'Relación... Villalobos",
agí, Indiferente General, leg.
ca.
1620
60
1528.
Vázquez, de Espinosa,
p.
22.
Provincia de Honduras
Año
Cifras
Fuente '
Gracias a Dios
1548
18
Bancroft, Central America,
2:326.
1550
29-35
MacLeod, Spanish Central America, Cuadro 15.
Comentarios
515
Vecinos españoles
Provincia de Honduras (continuación) Año
Cifras
Fuente
López de Velasco,
ca.
1572-73
50
ca.
1575
42
Comentarioi
p.
309.
"Relación... Villalobos",
35 encomenderos. 18 encomenderos.
agí, Indiferente General, leg.
1S82
30
1528.
"Relación hecha a Su
Majestad por
el
Gobernador de Honduras, de todos
pueblos de
los
dicha Gobernación. -Año
1582", BAGG, 11:5-19.
1594
ca.
1620
70+
Pineda, "Descripción".
60
Vázquez de Espinosa, p.
242.
Trujillo
1540
18
Relación del obispo de
Honduras (1544), Colección de documentos inéditos relativos al
descubrimiento... de las
antiguas posesiones
españolas de ultramar (DIU), 14:385-434.
1542
20-25
Chamberlain, The Conquest
and Colonization Honduras,
1544
50
p.
of
244.
Relación del obispo de
Honduras (1544), DIU
14:385434.
1544
14-15
Lie.
Herrera a
la
Corona
(Gracias a Dios, 24
diciembre 1544), AGÍ,
Guatemala,
leg. 9.
22 encomenderos.
Apéndice B
516
Provincia de Honduras (continuación) Cifras
1547
25+
Comentarios
Fuente
Obispo a (Trujillo,
Corona
la
mayo
1
agí, Guatemala,
1547
50+
Obispo a (Trujillo,
la
45+
Obispo a (Trujillo,
164.
Corona
25 junio 1547),
agí, Guatemala,
1548
1547), leg.
la
leg.
164.
Corona
22 diciembre
1548), agí, Guatemala, leg.
ca.
1572-73
100
164.
López de Velasco, p.311
Sólo 3-4 eran encomenderos.
"La mayor encomienda no pasa de 200 ducados de valor".
ca.
1575
39
"Relación... Villalobos",
8 encomenderos.
agí, Indiferente General, leg.
1582
30
1528.
Obispo a (Trujillo,
la
agí, Guatemala,
1582
20
Se hace referencia a 30
Corona
10 mayo 1582), leg.
"vezinos casados".
164.
"Relación" del gobernador,
9 encomenderos. Informe de
20 de
BA6G, 11:5-19.
abril; cf. anterior
anotación.
1594
ca.
1620
25
Pineda, "Descripción".
100+
Vázquez de Espinosa, p.
243.
Puerto de Caballos
1547
25-30
Obispo a (Trujillo,
la 1
Corona
mayo
agí, Guatemala,
1561?
10-12
1547), leg.
164.
"San Juan de Puerto de
"Memoria de Alberto de
Re:
Melgar", AGÍ, Guatemala,
Caballos".
leg.
44.
517
Vecinos españoles
Provincia de Honduras (continuación)
Me
ca.
Cífrai
1572-73
20 "casas"
FuMto
ConiMitari«
López de Velasco, pp.
"Todas casi son de factores
310-11
de mercaderes
y
negros de
servicio".
ca.
1575
55
"Relación... Villalobos",
20 encomenderos.
agí, Indiferente General, les.
1582
19
1528.
Obispo a (Trujillo,
la
Corona
Puerto de Caballos y San
10 mayo 1582),
agí, Guatemala,
leg.
164.
Pedro fueron desmantelados en 1604 para favorecer
las
instalaciones portuarias de
Amatique (Santo Tomás de Castilla).
Vázquez de
Espinosa, pp. 242-43.
1582
8
"Relación" del gobernador,
2 encomenderos.
BAGG, 11:5-19. Coni9a|iia(Valladolid)
1539
60
Cabildo a
Corona
la
(Comayagua, 5 septiembre 1539), agí, Guatemala, leg.
1542
39
43.
"Relación de
los oficiales
del tesorero" (San Pedro,
17 febrero 1542), AGÍ, Guatemala,
1550
29
leg.
965.
MacLeod. Spanisli CMtral America, Cuadro 15.
ca.
1572-73
100
ca.
1575
70
López de Velasco,
p.
307.
"Relación... Villalobos",
agí. Indiferente General, leg.
1582
1528.
50 "vecinos
Obispo a
casados"
arujillo,
la
Corona
10 mayo 1582),
AGÍ. Guatemala, leg. 64.
25 encomenderos.
518
?í^
Apéndice B
Provincia de Honduras (continuación) Año
1582
Comentarios
Fuente
afras
"Relación" del gobernador,
70
22 encomenderos.
BAGG, 11:5-19.
1594
ca.
1620
1004-
Pineda, "Descripción".
200+
Vázquez de Espinosa,
p.
240.
32
"Relación de los oficiales del tesorero" (San Pedro,
17 febrero 1542), AGÍ, Guatemala,
iw
'25-30
Obispo a
\\
leg.
Corona
la
(Trujillo,
mayo 1547),
1
agí, Guatemala,
1550
965.
leg.
164.
MacLeod, Spanish Central
32
America, Cuadro 15.
ca.
1572-73
50
ca.
1572-77
40
ca.
1575
40
"Relación... Villalobos".
20
Cabildo a
1582
López de Velasco,
:••.•.
.
.
p.
310.
.-'' 18 encomenderos.
Corona (San
la
Pedro. 20 abril 1582), AGÍ.
1582
11-12
Guatemala,
leg.
Obispo a
Corona
(Trujillo,
(abril leg.
1582
20
la
44.
10 mayo 1582),
1582), Guatemala,
164.
"Relación" del gobernador,
BAGG, 11:5-19. 1594
30
Pineda, "Descripción".
San Jorge (de Olancho) 1542-43
25
j^
.
Chamberlain, The Conquest of
Hondurs,
p.
244.
12 encomenderos.
Vecinos españoles
519
Provincia de Honduras (continuación) Año
Cifras
1544
50
Fuente
Comentarios
Relación del obispo de
Honduras (1544), DIU, 14:385-434.
ca.
1572-73
40
ca.
1575
26
López de Velasco,
p.
19 encomenderos.
313.
16 encomenderos.
"Relación... Villalobos",
agí. Indiferente General, leg.
1582
25
1528.
"Relación" del gobernador,
19 encomenderos.
BAGG, 11:5-19. 1582
28
Obispo a (Trujillo,
la
Corona
Hay referencia a "vecinos
10 mayo 1582),
casados".
agí, Guatemala, leg. 164.
40+
1620
Vázquez de Espinosa,
p.
ñ43.
Provincia de Nicaragua Año
León
ca.
Comentarios
Cifras
Fuente
200+
Oviedo, 4:35.
150
Lozoya, p. 24.
(viejo)
1527-30
1535
Cerca de 100 eran
encomenderos.
ca.
1572-73
150
López de Velasco,
p.
318.
Había todavía 100
encomenderos.
1574?
60
D.
Pedro del Pazo, deán
de León, "Lista del obispado de Nicaragua" (n.p., n.d.), agí,
Guatemala,
leg.
167.
???o
Apéndice B
Provincia de Nicaragua (continuación) Año
ca.
Cifras
1575
62
Fuente
Comentarios
"Relación... Villalobos",
37 encomenderos.
agí, Indiferente General,
1528.
leg.
1580S?
150
"Los pueblos despañoles...", AGÍ,
Patronato,
ramo
1594
ca.
1600
120
500
leg.
20, no.
5,
21.
Pineda, "Descripción".
Vázquez de Espinosa,
p.
Según Vázquez de Espinosa, León había alcanzado 500
256-57.
vecinos hacia siglo. La
el final
del
ciudad fue
destruida por erupciones volcánicas
y
1605-1606.
terremotos en El
nuevo León
fue erigido a 6 leguas de distancia y tenia
hacia 1620. Pero cifras
80 vecinos
como
las
de Pineda dan 120
vecinos en 1594, es posible
muy
que Vásquez de
Espinosa diera un cálculo inflado.
ca.
1620
80 (León
En
Ibid.
el
nuevo
sitio del
moderno León.
nuevo)
Granada
1535
200
."
ca.
1572-73
200
Cerca de 100 eran
Lozoya, p. 30. ; -.
'
.
.
López de Velasco,
p.
'"i
321.
encomenderos.
Habla todavía cerca de 100
encomenderos.
1574?
60
D.
Pedro del Pazo,
"Lista..." (n.p., n.d.), AGÍ,
Guatemala,
leg.
167).
521
Vecinos españoles
Provincia de Nicaragua (continuación) Cifrai
ca.
1575
65
Futfit*
"Relación... Villalobos",
35 encomenderos.
agí, Indiferente General,
1528.
leg.
1583
ca.
200
Gob. Casco a
la
Corona
(Granada, 17 febrero 1583), agí, Guatemala, 40.
leg.
"...es
pueblo donde abia
ducientos españoles aunque
muchos
1570S?
200
dellos son mestizos"
"Los pueblos despañoies...", AGÍ,
Patronato, leg
ramo
1594
ca.
1620
20, no. 5,
21.
120+
Pineda, "Descripción".
250+
Vázquez de Espinosa,
p.
258. Realejo ca.
1572-73
1574?
30 25
López de Velasco,
Ü.
p.
327.
Pedro de Pazo,
"Lista..." (n.p., n.d.), A6I,
Guatemala,
ca.
1575
50
80
167.
"Relación... Villalobos",
No
agí. Indiferente General,
encomenderos.
leg.
1570S?
leg.
1528.
"bs
pueblos
despañoles..."
Patronato, leg. 20, no. 5,
ramo
1594
ca.
1620
30 100
21.
Pineda, "Descripción".
ViTquez de Espinosa, p.
250.
se incluyen
Apéndice B
522
Provincia de Nicaragua (continuación)
Nueva Segovia
ca.
1572-73
1574?
Comentarios
Fuente
Qfras
>;
40
López de Velasco,
24
326.
p.
Pedro del Pazo,
D.
"Lista..." (n.p.. n.d.), AGÍ,
Guatemala,
ca.
1575
26
'
167.
leg.
20 encomenderos.
"Relación... Villalobos",
agí, Indiferente General,
1528.
leg.
1570S?
40
"Los pueblos despañoles...
Patronato,
ramo 1594
15
'
leg.
AGÍ, 20, no. 5,
21.
Pineda, "Descripción".
Santa Maria de Esperanza
1531
70
Cabildo a
la
Corona (León,
leg.
Al parecer a todos los
en este pueblo de corta
43.
Provincia de Costa Rica
Qfm
Comentarios
Futntt
Cartago
1571
30
Dr.
Antonio González a
la
Corona (Santiago, 2 marzo y
15 marzo 1571), AGÍ,
Guatemala,
ca.
1572-73
1573
60
40
70
leg. 9.
331.
López de Velasco,
p.
Dr. Villalobos a la
Corona
(Santiago, 15
mayo
agí, Guatemala,
1573),
leg. 9.
les
fueron dadas encomiendas
1531), agí, Guatemala,
vida.
523
Vecinos españoles
Provincia de Costa Rica (continuación) Año
afras
1574?
50
Fuente
D.
Comentarios
Pedro del Pazo,
Se hace referencia a
"Lista..." (n.p., n.d.), AGÍ,
Guatemala,
1594 ca.
1620
80+ 100+
leg.
"hombres".
167).
Pineda, "Descripción"
'
Vázquez de Espinosa,
p.
262
Aranjuez
ca.
1572-73
1573
3-4
15
López de Velasco,
Dr. Villalobos a la
(Santiago, 15
16 "casas'
Corona
mayo 1573),
agí, Guatemala,
1573
p.
leg. 9.
Dr. Villalobos a la
Corona
(Santiago, 10 octubre
1573), agí, Guatemala, leg. 9.
1574?
10
D.
Pedro del Pazo,
"Lista..." (n.p., n.d.), AGÍ,
Guatemala,
1580S?
3-4
leg.
9.
"Los pueblos despañoles..." AGÍ,
Patronato, leg. 20, no. 5,
ramo
21.
Se hace referencia a
"hombres".
331.
.rur^:^-
i**** t-WK-ví
>
^.-
'
.y
y
.
Notas Introducción 1.
Presidente Alonso López de Cerrato a la
Corona
(Santiago, 8 abril
1549), Archivo General de Indias, Sevilla (citado de aquí en adelante
como
AGÍ), Guatemala, leg. 9. Una legua equivale a 4.16 kilómetros. 2. Para un análisis de los distintos cálculos, véase Ángel Rosenblat, La Población Indígena y el Mestizaje en América, 1492-1950, 2 vols. 1:30-3-6. 3. Los auxiliares nativos, al contrario de lo que se dice comúnmente, no fueron automáticamente liberados del pago del tributo. Véase William L. Sherman, "Tlaxcalans in Post-Conquest Guatemala", Tlalocan 6 (1970): 124-39. 4.
Véase,
e.g., la
completa tasación hecha entre 1548-51, AGÍ, Guatemala,
leg. 128. 5. Juan López de Velasco, Geografía y descripción universal de las Indias, desde el año de 1571 al 1574, p. 283. 6. Véase e.g.. Charles Gibson, Tlaxcala in the sixteenth century, p. 139. Las condiciones de Tlaxcala bien pudieron alterar las cosas. 7. "Ynformación hecha por mando del muy ilustre señor licenciado garcía de valverde... año 1582" (Santiago, 7 noviembre 1582), Archivo General de Centro América, Guatemala (de aquí en adelante citado como AGCA), A3.
16. 40. 478, leg. 2799. 8. Murdo J. MacLeod, Spanish Central America, p. 41. Macleod hace un excelente análisis de las enfermedades epidémicas y pandémicas. 9. Probanza de servicios de Francisco Sánchez (Santiago, 21 febrero 1551),
agí, Guatemala,
leg. 52.
Cabildo a la Corona (León, 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 1 1 Alfonso Arguello Arguello, Historia de León Viejo. Véase también Breve Guía de León Viejo. 12 MacLeod, Spanish Central America, p. 205. Esta pérdida de vidas no se aprecia de modo uniforme en mis cifras respecto de la población indígena, excepto en el caso de Honduras. Más que cualquier otra cosa, ello es quizá un reflejo de la falta de registros confiables. 13. El Obispo Francisco Marroquín a la Corona (Santiago, 20 febrero 1542), agí. Patronato, leg. 184, ramo 35, al escribir acerca de su amigo muerto, decía: "sólo su nombre bastaba para sustentarla [tierra] y tenerla 10. El
pacífica".
Véase William L. Sherman, "A Conqueror's Wealth: Notes on the EstDon Pedro de Alvarado," The Americas 26 (octubre, 1969): 199-213. 15. La carrera de Pedrarias se analiza con cierto detalle por Kathleen Romoli, Balboa of Darien. 14.
áte of
525
Notas
526
Pedrarías planificó bien los matrímonios de sus hijas. Cuando la muerpuso fín a la promesa de matrimonio de Balboa, la muchacha se comprometió entonces con Contreras. Otra hija suya se casó con Hernando de Soto. 17. Véase el calificado estudio de Robert S. Chamberlain, The Conquest and Coionization of Honduras, 1 502- 1 550. 18. Lesley B. Simpson, Studies in the Ádministration ofthe Indians in New Spain. I. The Laws of Burgos of 1512, pp. 18-21. Walter V. Scholes, The Diego Ramírez Visita, p. 26. Véase también Roland D. Hussey, "Text of the Laws of Burgos", Hispanic American Historicai Review, 12:301-27. 19. Recopilación de Leyes de ios Reynos de las Indias [1681], 4 vols, vol. 2., libro 6, titulo 2 ("£>e la libertad de los Indios"). Las cédulas de Carlos V estaban fechadas asi: Granada, 9 noviembre 1526; Madrid, 2 agosto 1530; Medina del Campo, 13 enero 1532; Madrid, 5 noviembre 1540; Castellón de Ampurias, 24 octubre 1542; y Valladolid, 21 mayo 1543. 16.
te
Capítulo I Hubert H. Bancroft, Native Races ofthe Pacific States ofNorth Amerique "la esclavitud era una institución en todas las naciones end siglo XVI, y lo habla sido tradicionalmente por muchos siglos... En los anales de las naciones mayas [excluyendo a Yucatán] no se registra fecha alguna relativa a la desaparición de la esclavitud". Para propósitos de comparación con la esclavitud mexicana, véase Carlos Bosch García, 1.
ca, 5 vols., 2:649. El autor dice
La
esclavitud prehispánica entre los aztecas. Rodolfo Barón Castro, La población de El Salvador, p. 98. Sylvanus G. Morley, The Ancient Maya, p. 149, nos da la tradicional estratificación de los mayas: "la nobleza {qlmehenob), la clase sacerdotal {ahkinob)\ la gente del 2.
común
{ah chembal uinicob); y los esclavos (ppencatob)**. El Capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar océano, 4 vols., 1 :204. 3.
Native Races, 2:651. Carta de los caciques y principales de Santiago de Atitlán (Guatemala,
4. Bancroft, 5.
febrero 1571), publicada en Henri
Temaux-Compans,
1
ed., Voyages, Rela-
tions et Mémoires originauxpour servi á l'histoire de la Decouverie de l'Ame20 vols. (París: Bertrand, 1837-41), 10:415-28, citado por Silvio Zavala
rique,
en Los esclavos indios en Nueva España, p. 80, n. 26. 6. Barón Castro, La Población, p. 98. . 7. Bancroft, Native Races, 2:260. 8. Edward E. Calnek, "Highland Chiapas before the Conquest" (tesis doctoral. Universidad de Chicago, 1%2), pp. 81, 83, 100. 9. France V. Scholes y Ralph L. Roys, The Maya Chontal Indians of Acalan-Tixchel, p. 56. En tanto que la esclavitud era común en Yucatán, Ralph L. Roys, The Indian Backround of Colonial Yucatán, pp. 34-35, no encontró "evidencia alguna de tener esclavos por negocio". 10. Fray Juan de Torquemada, Los veinte i un libros rituales i Monarchia Indiana, con el origen y guerras, de los Indios Occidentales, de sus pobla,
Notas
527
dones. Descubrimiento, Conquista, Conuersión, y otros casos marauillosos la mesma tierra, distribuyaos en tres tomos. (De aqui en adelante citado,
de
Monarquía
Indiana). 3 vols., 1:335. V. Scholes y Roys, The Maya Chonta!, pp. 30, 58-59; anotan que "había un extensivo comercio entre la base de la Península de Yucatán y la costa norte de lo que ahora es Guatemala y Honduras", el cual incluía la ven11. F.
ta de esclavos. Véase también Roys, The Indian Background, pp. 34, 53, 65, y Bancroft, Native Races, 2:649.
Bancroft, Native Races, 2:649, 723, 747. Fray Francisco Ximénez, Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la Orden de Predicadores, 3 vols,. 1:92, 94. 14. Torquemada, Monarquía Indiana, 2:386-88; y Bancroft, Native Races, 2:650-51. Véase también Capitán D. Francisco Antonio de Fuentes y Guz12. 13.
mán, Recordación florida del reyno de Guatemala, 15. Torquemada, Monarquía Indiana, 2:390. 16. Bancroft,
3 vols. 1:13.
Native Races, 2:650-51.
17. Ibid., 2:386. 18. Ibid., 2:390.
Diego de Landa, Lando 's Relación de las Cosas de Yucatán, Al fred M. Tozzer, traductor y editor, p. 95. Tozzer cita a Oviedo, quien, con propósitos de comparación, agregó que un conejo se vendía por diez pepitas y una pros19.
tituta
20.
cobraba de ocho a diez pepitas. Torquemada, Monarquía Indiana, 2:387,
391.
muy estricta en las sociedades nativas. Entre las leyes aplicables a la "gente fornicaria", había una que obligaba a un hombre joven a casarse con una amante con quien hubiese tenido relaciones sexuales. Sin embargo, una muchacha recién casada que tuviera relaciones sexuales con otro, podía ser rechazada por su esposo, y éste recuperaba cualquier cosa de valor que hubiera aportado al matrimonio. 21. Ibid., p. 391.
En algunos
aspectos, la moral era
22. "Relación hecha por el licenciado Palacio al Rey D. Felipe II, en la que describe la Provincia de Guatemala, las costumbres de los indios y otras cosas notables" (Guatemala, 8 marzo 1576), Anales de la Sociedad de Geografía e
como ASGH) 4 (sept., 1927): 71-92. mismo documento se encuentra en Diego Garda de Palacio, carta dirigida al Rey de España, por el licenciado Dr. don Diego García de Palacio, oydor de la
Historia de Guatemala (en adelante citado
El
Real Audiencia de Guatemala: Año 1576, p. 80, Cf. Antonio de Herrera y Tordesillas. Historia general de los hechos de los castellanos en las islas i tierra firme del mar océano, 4 vols, 1: déc. 4, libro 8, cap. 10; el autor parece haber tomado algún material del informe de Palacio citado antes, y, a su vez fue copiado por otros autores. Véase también Bancroft, Native Races, 1:651. 23. Ximénez, Historia, 1:98, Roys, The Indian Background, p. 27, afirma que entre los mayas de Yucatán, los hijos de un noble y un esclavo parecían haber sido vendidos como esclavos después de la muerte del padre, y que oca-
sionalmente fueron sacrificados.
Torquemada, Monarquía Indiana, 1:341. Ximénez, Historia, 1:95. Ephraim G. Squier, The States of Central America, p. 334. Bancroft, Native Race, 1:729, agrega que entre los indios de Honduras, "al adúltero 24. 25.
cogido in fraganti se
le
arrancaban a
la fuerza sus colgantes
de
las orejas;
.
.
,
^
Notas
luego era azotado por parientes del ofendido. La mujer era dejada libre en la suposición de que ella, como la parte más débil, no era responsable". 26. Roys, The Iridian Background, pp. 34-35, 53. Este autor nos dice que entre los aztecas "los traficantes de esclavos estaban entre los miembros más distinguidos del gremio de los comerciantes". En la página 68, Roys sugiere que quizás los esclavos tomados en la guerra a los grupos vecinos, con frecuencia eran vendidos, y que también se compraban "en regiones más distantes, para que no tuvieran oportunidad de escapar a sus hogares". Véase también Bañero ft. Nal ive Races, 2:650; F. V. Scholes y Roys, The Maya Chonta!, pp. 30, 58-59. Los comerciantes de Acalán estaban muy extendidos, selos autores, y había un importante tráfico de esclavos, "pero si mayoritariamente capturados en las guerras con sus vecinos, es algo difícil de afirmar. Como los esclavos eran traídos a Tabasco por los aztecas y al norte de Honduras desde Yucatán, puede deducirse que los de Acalán adquirían la mayor parte de sus esclavos por captura, empleando algunos en sus casos y exportando el excedente" '.-,' 27. Fray Diego Duran, The Aztecs, p. 147. 28. Los españoles con frecuencia se referían al hecho de que antes de su llegada, los indios sometían a la esclavitud a sus propios semejantes por causas menores. Véase verbigracia, "La Información qu. hizo Sanct saluador ante la justicia hordinaria..." (Villa de San Salvador, 20 abril 1545), AGCA, Al.
gún dicen ellos eran
28, legajo (en adelante abreviado
abreviado
como
exp.) 17503.
ofrece un relato detallado de
como
leg.)
2335, expediente (en adelante
Torquemada, Monarquía Indiana, 2:563-67, la esclavitud
prehispánica, con particular refe-
rencia a México. Véase también Eric R. Wolf, Sons ofthe Shaking Earth, pp. 142-44, para un análisis del grupo servil de los tlacotli en la sociedad mexica.
Capítulo 2 Para un
de la esclavitud en las Antillas, bajo el reinado de Isabel puede recurrir al estudio de Lesley Bird Simpson, The Encomienda in New Spain. En la p. 15, Simpson sugiere que Isabel definitivamente antepuso los intereses de la Corona ante toda consideración humanitaria. Cf. Silvio Zavala, "Los trabajadores Antillanos en el Siglo XVI", Revista de Historia de América 2 (junio, 1938), y 3 (Sept., 1938): 31-68, 60-88. 2. Sobre la legislación relacionada con la esclavitud, véase Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias. Véase también Ruth Kerns Barber, Indian Labor in the Spanish Colonies. 3. Mucho se ha escrito sobre este tema. Estudios típicos publicados en inglés son los siguientes: Lewis Hanke The Spanish Strugglefor Justice in the Conques t of America; y por el mismo autor, Aristotle and the American Indians. Véase también Silvio Zavala, Servidumbre natural y libertad cristiana, según los tratadistas españoles de los siglos XVI y XVII. 1
y Fernando,
análisis
el lector
4.
Herrera, Historia general, vol.
5.
Véase
6.
Debido a la continuada resistencia de los en que todos aquellos que persistieran en
sistió
e.g.,
1:
déc. 3, libro 8, capt. 10.
Torquemada, Monarquía Indiana, 2:560-67. indios, Carlos V, en 1527, intal
actitud podrían ser esclavi-
.
^
;^|v,
Notas
^29
como R.C.), (Valladolid, 16 marzo agí, Guatemala, leg. 402, libro 1, fols. 53v-54v. 7. Véase Lewis Hanke, "The 'Requerimiento' and its Interpreters", Revista de historia de América 1 (marzo, 1968): 25-34. Ejemplos de dicho documento aparecen en Charles Gibson, ed., The Spanish Tradition in America, zados. Cédula Real (en adelante citada 1527),
pp. 58-60, y en Herrera, Historia general, vol. 1: déc. 1, libro 7, cap. 14; este autor reproducpíel texto publicado en 1510 por Alonso de Ojeda. Véase también La Muerte de Tecún Umán: Estudio Crítico de la Conquista del Altiplano Occidental de la República (Guatemala: Editorial del Ejército, 1963), pp. 125-34. 8. Hubert H. Bancroft, History of Central America, 3 vols., 1:623. A menos que se diga lo contrarío, en esta obra se sigue el relato de la conquista hecho por Bancroft. Véase también los siguientes materiales: Adrián Recinos y Delia Goetz (traductores), The Annals of the Cakchiquels; S. W. Miles "Summary of Preconquest Ethnology of the Guatemala-Chiapas Highlands and Pacific Slopes", en Handbook of Middle American Indians, vols. 2, par-
te 1, pp. 276-87.
Véase Francis Gall, Título del Ajpop Huitzitzil Tzunún. Véase Jorge A. Guillemin, Iximché, Capital del Antiguo Reino Cakchiquel. 11. Sedley J. Mackie, eá.^An Account of the Conques t of Guatemala in 1524 by Pedro de Alvarado, p. 53. 12. José Femando Ramírez, ed., Proceso de Residencia Contra Pedro de Alvarado, 1529, pp. 7, 48, 77-78. 9.
10.
13. Ibid., p. 79.
14. Mackie, Alvarado, pp.
An Account ofthe Conquest, En Ramírez,
p. 64.
Ramírez, Proceso Contra
que un
testigo declaró consecuencia del encuentro. Sin tomar en cuenta la causa, los indios eran culpados, y la pérdida de un caballo de guerra se consideraba una cosa seria. Dadas las circunstancias, no se podía conseguir ningún otro, pero aun si hubiese sido posible conseguir uno, éste habría costado de 500 a 800 pesos. 15. Ramírez, Proceso Contra Alvarado, pp. 80, 101, 116. Véase también
que
el
8, 58, 79-80.
p. 141, se dice
como
caballo se fue de rodada hasta morir,
Pedro Alvarado (Santiago, 1535), AGÍ, Justicia, leg. 296. Ramírez, Proceso Contra Alvarado, pp. 8, 29, 58, 80-81. 17. Mackie, An Account ofthe Conquest, pp. 77-78, 83-84, 85. 18. Ramírez, Proceso Contra Alvarado, pp. 8, 9, 82. 19. Mackie, An Account ofthe Conquest, p. 131, cita a Las Casas. 20. Alvarado al teniente gobernador en la Ciudad de México (Santiago, 5 junio 1525), Archivo General de la Nación, México (en adelante citado como AGN), Hospital de Jesús, leg. 271, exp. 14:1. Estoy en deuda con profesor France V. Scholes, por la transcrípción de este documento. 21. Ramírez, Proceso Contra Alvarado, pp. 8, 29, 58, 102, 162. 22. Residencia a Alvarado (Santiago, 1535), AGÍ, Justicia, leg. 296. 23. Mackie, An Account ofthe Conquest, p. 132. 24. Bancroft, History of Central America, 1:614. 25. MacLeod, Spanish Central America, p. 41 este autor opina que un tercio de la población del altiplano de Guatemala muríó como consecuencia de las pestes que siguieron al contacto con los españoles. residencia de 16.
:
.
Notas
530
mejor enfoque de los primeros años en Honduras, se encuentra en Chamberlain, The Conquest and Colonization of Honduras. 27. Probanza de Hernán Cortés contra Moreno (Trujillo, 23 octubre 1525), agí. Patronato, leg. 170, ramo 23. Véase también Bancroft, History of Central America, 1:372, 536. 28. Bancroft, History of Central America, 1:577-94. 29. Diego López de Salcedo a la Corona (Trujillo, postrero de 1526), AGÍ, Guatemala, leg. 39. 30. La Corona al gobernador de Honduras- Higueras (Valladolid, 16 marzo 1527), agí, Guatemala, leg. 402, libro 1, fols. 53v-54v. 31. Al notar los abusos, la Corona procedió a suspender la esclavización (Medina, 2 agosto 1530), citado tn provisión (Toledo, 20 febrero 1534) AG26. El
Roben
CA,
S.
A.l,
32.
leg.
4575, fols 18v-23.
Andrés de Cerezeda a
la
Corona
(Trujillo,
24
abril 1533),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 49. 33.
Cerezeda a
la
Corona (Puerto de Honduras, 14 junio
1533),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 49. 34. Juan Ruano a la Audiencia de México (Trujillo, 14 abril 1533), AGÍ, Guatemala, Jeg. 49. 35. Qtoeral provisión para las Indias (Toledo, 20 febrero 1534), AGCA, A. l,leg. 4575, fols. 18v-23. 36. Diego Garda de Celis a la Corona (Puerto de Caballos, 20 junio 1534), agí, Guatemala, leg. 49. 37. Francisco de Barrientos a la Corona (Trujillo del Pinar de Puerto de Honduras, 25 julio 1534), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 38. Residencia a Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 296, se cita cédula real dada en Toledo, 20 febrero 1534. 39. El Cabildo a la Corona (Puerto de Caballos, 12 agosto 1536), AGÍ, Patronato, leg. 20, No. 4, ramo 5. 40. Jerónimo de San Martin, teniente del tesorero Celis, a la Corona (San Pedro de Puerto de Caballos, 23 abril 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 41 Esto era cierto también respecto de otras provincias. Por ejemplo, José Joaquín Pardo, Prontuario de Reales Cédulas, 1529-1599, p. 59, R. C. de 2 de agosto 1530: Pardo afirma que sólo los indios que hadan la guerra eran re-
duddos a la esclavitud; ibid., R. C. de 20 de julio 1532: esu cédula otorga a Alvarado el poder de esclavizar a los indios que se resistan a reconocer a la Corona de Castilla; d licendado Frandsco Castañeda a la Corona (León, 1 mayo 1533), AGÍ, Guatemala, leg. 9, afírma que seria bueno que los chontaÍes, un grupo espedalipente rebdde de indios que preferían luchar antes que trabajar, fueran embarcados hada otra región, de modo que las minas pudieran ser trabajadas por negros; y en una cédula posterior de la rdna (Valladolid, 9 septiembre 1536), AGCA, A. 23, leg. 4575, fol. 42, que permitía que los indios tomados en jusu guerra pudieran ser sometidos a la esclavitud, dado d estado rebelde de la tierra. 42. Castañeda a la Corona (León, 5 octubre 1529), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 43. "Los cargos que se hacen a don xpoval de la cueba capitán y teniente de goueniador que fue de la villa de san migud de la pesquisa secreta que le fue tomada por mandado de su magt. por d licdo. maidonado**, en Residcnda a
Notas
531
Alvarado (Santiago, 1535), AGÍ, Justicia, leg. 296. Véase también '•Testimonio de ciertos robos q. hizieron la gente de don Xpoval de la Cueba a los mensageros del Gobernador de Honduras" (Buena Esperanza, Honduras, 29 enero 1535), firmado por el Gobernador Cerezeda, AGÍ, Patronato, leg. 180, ramo 62. Cristóbal de la Cueva, enviado por Alvarado o por el hermano de éste, Jorge, entró en Higueras y marcó a indios pacíficos, en contra de lo establecido por una real cédula que prohibía la esclavización de indios en dicha provincia. Sólo del pueblo de Yamala se tomaron 60 indios, según el testimonio correspondiente. 44. Montejo a la Corona (Salamanca, 10 agosto 1534), AGÍ, Patronato, leg. 184, ramo 25; R. C. de 10 de marzo 1548, AGÍ, Guatemala, leg. 393, libio 3: Montejo a la Corona (Gracias a Dios, 15 agosto 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 9; Montejo a la Corona (Gracias a Dios, 31 diciembre 1545), AGÍ, Guatemala, leg. 9; "Segundo memorial..." (n.p., n.d.), AGÍ, Guatemala, leg. 965. No obstante las negativas de Montejo, Cerrato informó que se decía que el adelantado había tomado más de dos mil indios esclavos en las batallas de Yucatán, y que para su plantación de caña de azúcar en Champotón (Campeche) había tomado tierra de los indios y más de 500 esclavos para el ingenio. Quizás lo más interesante para la Corona resultaba ser acusación de que Montejo había desbaratado las cajas del tesoro real en Tabasco, tomando 1,350 pesos y algunos documentos. Cerrato a la Corona
trabajar en la
AGÍ, Guatemala, leg. 9. The Conquest of Honduras, p.
(Santiago, 8 abril 1549), 45. Chamberlain,
121.
Debido a
dencias contra Montejo, algunas de las cuales se analizan con
ciertas evi-
más
detalle en páginas siguientes, me inclino a considerar a este conquistador en términos más duros que los usados por el Dr. Chamberlain, quien, sin embargo, es la autoridad reconocida sobre dicho personaje.
Capítulo 3
1.
Véase,
e.g.,
agí, Guatemala,
Rodrigo de Contreras a
la
Corona (León, 25 junio
1537),
leg. 43.
"Carta de H. Cortés a Hernando de Saavedra su lugarteniente en TruSin firma, 1525", Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista, y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, 42 vols. (en adelante citado como DII), vol. 26, pp. 2.
xillo.
185-94. 3. Diego López de Salcedo a la Corona (Trujillo, 31 diciembre 1526), AGÍ, Guatemala, leg. 39. 4. "Ordenanzas que se dieron a Diego Méndez cuando fue por lugarteniente a la villa de Trujillo... Por mando del gobernador..." (León, 20 agosto 1527), agí, Guatemala, leg. 965. Licenciado Diego de Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 10 de julio 1545), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 5. R. C. (Toledo, 20 febrero 1534), AGCA, Al. 23 leg. 4575, exp. 39528,
fols. 18V-19.
6.
R. C. (Medina del
fols. 42-43.
Campo, 20
julio 1532),
AGÍ, Guatemala
leg.
393,
^32
7.
j^otas
R. C. (Toledo, 20 febrero 1534),
AGCA,
Al. 23,
leg.
4575, exp. 39528,
fols. 18V-19.
Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, p. 80, n. 26. Residencia a Pedro de Alvarado (Santiago, 1535), AGÍ, Justicia,
8. 9.
2%. "Información de Hernán Méndez" Guatemala,
(Santiago, 28
mayo
1531),
leg.
AGÍ,
leg. 110.
Francisco del Paso y Troncoso, ed.. Epistolario de Nueva España, 1505-1818 (en adelante citado como ENE), 16 vols., 3.88, 107, 117. 10.
Una
(Madrid, 12 julio 1530) para la Nueva España, incluía "Y porque somos informados que los yndios entresi tienen por ley y costumbre de hazer esclauos, ansi en las guerras que vnos conotros muy particularmente, y prouereys en ellos lo que os pareciere que según justicia y razón se deue proveer: esto se entiende para entre los mesmos yndios". Vasco de Puga (comp.), Prouisiones, cédulas, instrucciones de su Majestad... 2 vols., 1:64. 12. R. C. de 20 de febrero 1534, Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar (en adelante citado como DIU), 25 vols., 10:192-203. R. C. (Valladolid, 9 septiembre 1536), AGCA, Al. 23, lég. 4575, fol. 42. R. C. (Toledo, 31 enero 1538, AGCA, A.l, leg. 4575, fols. 43-43v. R. C. (Toledo, 31 marzo 1539), AGCA, Al. 23, leg. 4575, exp. 39528, fols. 40-41. R. C. (Toledo, 7 junio 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 402, libro 1, fols. 239-40. Diego de Encinas (comp.), Cedulario Indiano, 4 vols., 4:367, se cita R. C. (Fuensalida, 26 octubre 1541). 13. Los Cabildos de Santiago, Ciudad Real, San Salvador, y San Miguel a la Corona (Santiago, 22 enero 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 41. # 14. El Obispo Marroquín a la Audiencia de México (Santiago, 1 octubre 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Véase también "Información q. hizo sanct saluador ante la justicia hordinaría..." (Villa de San Salvador, 20 abril 1545), AGCA, Al. 28, leg. 2335, exp. 17503. 15. Rodrigo de Contreras, Gobernador de Nicaragua, a la Corona (León, 25 junio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 16. Los funcionarios reales a la Corona (Ciudad de Guatemala, 28 septiembre 1531), agí, Guatemala, leg. 45. Los funcionarios eran Corrilla, el contador; Castellanos, el tesorero; y Ronquillo, el factor. 17. Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, p. 43, cita a B. M. Biermann, "Zwei Briefe von Fray Bartolomé de Las Casas, 1534-1535", Archivum FratrumPraedicatorum 4 (Roma, 1934): 211 ff. 11.
real cédula
los siguientes comentarios:
Capítulo 4
,,
,
,
:
.
q
,.¿
._
Pf^^'^'ón real a Cerezeda (Madrid. 22 abril 1535), . J402, libro 1, fols. 158-60. 2.
Pardo, Prontuario,
Campo, 24 mayo p. 59, R. C.
1532),
p. 59,
leg.
R. C. de 13 febrero 1531. R. C. (Medina del
AGÍ, Guatemala,
de 5 junio 1532.
AGÍ, Guatemala,
leg.
393, R-1, fols. 15-15v; ibid.,
Notas
533
3. Pardo, Prontuario, p. 59, R. C. de 1 marzo 1535, y repetida el 1 noviembre 1435; ibid., p. 121, R. C. de 30 marzx) 1536. (Valladolid, 29 enero 1538), agí, Guatemala, leg. 402, libro 1» fols. 209v-10; y Provisión General del Consejo de las Indias (Valladolid, 28 septiembre 1543), AGÍ, patronato,
231,
leg.
ramo
2.
"Probanza de H. Cortés
4.
Patronato,
leg. 170,
ramo
vs.
Moreno"
(Trujillo,
Herrera, Historia general, déc. 4, libro
5.
23 octubre 1525), AGÍ,
23. Herrera, Historia general, déc. 3, libro 10, cap. 11. 1,
capt. 7.
6. /)//, 1:450-55.
14.
"Declaración" (28 julio 1530), AGÍ, Patronato, leg. 246, ramo 2, No. Véase también, Hayward Keniston, Francisco de los Cobos, Secretary of
the
Emperor Charles
7.
V, pp. 105-6.
8. Bernal Díaz del Castillo, The True History of the Conquest of New Spain, 3 vols., 5:328-29. El mejor estudio sobre Iqs primeros años de la ocupación de Honduras por los españoles, es Chamberlain, The Conquest of
Honduras. 9.
Herrera, Historia general, déc. 3, libro^9, cap. 10.
Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 120. La carrera de MonYucatán puede conocerse por medio de la excelente obra de Robert S. Chamberlain, The Conquest and Colonization of Yucatán, ¡517-1550. Véase también, por el mismo autor, The Governorship of the Adelantado Francisco de Montejo in Chiapas, 1539-1544. 11. Información de Andrés de Cerezeda (31 marzo 1530), AGÍ, Guatema10.
tejo en
la, leg.
491.
Cabildo a la Audiencia de México Guatemala, leg. 44. 12. El
(Trujillo,
20 marzo 1530), AGÍ,
13. Cerezeda y Herrera a la Corona (Trujillo, 20 marzo 1530), AGÍ, Guatemala, leg. 49. Francisco de Barríentos a la Corona (Trujillo, 29 marzo
1530),
agí, Guatemala,
leg. 49.
"Información Contra los gobernadores que fueron de la ciudad de Trujillo en Honduras, Diego López de Salzedo y Andrés de Zerezeda, levantados éstos contra el capitán Hernando de Sayavedra puesto alli por Hernán Cortes luego que la pacificó... Pedimiento y ynterrogatorio... Presentado por el lie. Pedraza". (12 noviembre 1539), AGÍ, Patronato, leg. 170, ramo 45. Véase también Pedraza a la Corona (Trujillo, 1 mayo 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 164. No se trataba de un ejemplo aislado, según se vio en una carta de Francisco de Castañeda, Gobernador a la sazón en Nicaragua, y quien escribió lo siguiente: "...a la menor provocación e incluso sin provocación alguna los españoles, montados a caballo, derribaban a los indios, incluyendo mujeres y niños, y los lanceaban", citado en Bartolomé de Las Casas, Historia de 14.
las Indias, 3 vols., l:xvi.
Las Casas, Historia. Los indios que caían también eran decapitados, de Martín Estete a Chorotega: Francisco Castañeda a la Corona (León, 5 octubre 1529), AGÍ, Guatemala, leg. 9 16. Francisco Castañeda a la Corona (León, 5 octubre 1529), AGÍ, Gua15.
como
se vio en la expedición
temala, leg. 9. 17. Ibid.
.
Notas
534
la Corona (Sevilla, comenta que los perros estaban especialmente entrenados para .dar caza y matar a los indios, y que ellos valían 50 castellanos más. En las ruinas de León viejo todavía se pueden ver las huellas de uno de aquellos animales que se paró en un ladrillo húmedo en la puerta de la catedral. Perros fueron también usados por Ponce de León y Pedrarias, entre otros. Véase Romoli, Balboa of Dañen, pp. 71, 161, 188, 18.
1531),
Rodrigo del
AGÍ,
Castillo, tesorero juez
de Honduras, a
Indiferente General, leg. 1092. El autor
286, 311. 19.
mayo
Provisión real (Medina, 24
39528, fol. 23. 20. Cerezcda a
la
1532),
Corona (Valle de Naco,
Historia de la esclavitud de los indios en el 21.
"Información Contra
nato, leg. 170,
ramo
AGCA, Al.
23. leg. 4575, exp.
31 agosto 1535), José
Nuevo Mundo, 2
los gobernadores...
Antonio Saco,
vols.,
1
:
160.
por Pedraza", AGÍ, Patro-
45.
22. Ibid 23. Ibid.
24. Ibid •
25. Ibid. 26. Ibid.
w
.
•
27. Ibid. 28. "Información de Hernán Méndez" (Santiago, 28 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 110. 29. Diego García de Celis a la Corona (Buena Esperanza, 10 mayo 1535), agí, Guatemala, leg. 49, Andrés de Cerezeda, gobernador de Honduras, a la Corona (Naco, 31 agosto 1535); Saco, La esclavitud, 1:160. Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 33. 30. Licenciado Cristóbal de Pedraza a la Corona (Gracias a Dios, 18 mayo 1539), agí, Guatemala, leg. 9. En una época, según Pedraza, Alvarado tenia de 2,000 a 3,000 achíes bajo sus órdenes. Al cabo de una hora de haber capturado a un indio enemigo, "ellos lo sacrificaron y lo cortaron en pedazos y se lo comieron, medio cocido, con la sangre todavía corriendo", y tomar un niño, "aun cuando estaba pegado al pecho de la madre y lo pusieron vivo en un horno y [entonces] se lo comieron" Un testigo dijo a Pedraza que en una ocasión él había contado unos 30 azaderos, con un niflo como cocinero en cada uno, y además habían más de 20 ó 30 personas sacrificadas, las que habían sido cortadas en pedazos para comérselos en el camino. Durante las graves revueltas indígenas registradas en Honduras en 1537, Montejo trató sin éxito de obtener algunos achíes enviados desde Guatemala, con el objeto de someter a los rebeldes. Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 123. 31. Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 123. 32. Ibid. Cuando Pedraza habla vagamente de un encomendero de la Nueva España que tenía más de 1,500 indios que estaban en Honduras, Pedraza probablemente se refiere a las extensas posesiones del mismo Cortés. 33. Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 123. Los propósitos humanitarios de Pedraza tenían pocas posibilidades de éxito y los peligros que él mismo corría al tratar de quitar los esclavos a los conquistadores, eran evidentes. Su idea de que los españoles que ilegalmente tenían esclavos debían ser excomulgados, se anticipó a una acción similar de Las Casas, unos años
.
Notas
más
535
tarde, en Chiapas.
temala, leg. 402, libro
Una cédula 1, fols.
real (Valladolid, 7 julio 1536),
AGÍ, GuaDo-
171-71v, dirigida a la Audiencia de Santo
mingo. A fín de nombrar una persona confiable para liberar a los esclavos injustamente reducidos a tal condición en Honduras y vendidos en Cuba y otras regiones. Esto probablemente se hizo con la idea de controlar el extenso tráfico de esclavos desarrollado bajo Salcedo y Cerezeda. Éstos permitieron que indios libres fuesen transportados como esclavos a Santo Domingo, Cuba, San Juan de Puerto Rico y Jamaica. Otros fueron enviados a Nicaragua para de aquí ser embarcados a Panamá y Perú. Pedraza a la Corona (Trujillo,
1
mayo
Un
AGÍ, Guatemala,
1547),
leg. 164.
muy
dramático de sus actividades está contenido en la "Memoria par el illmo. señor Bisorrey de la nueva españa sobre lo tocante a los puntos y auisos en la prouan^a que ha?e doña catalina de montejo hija del adelantado don francisco de montejo sobre la gobernación de yucatan (n.p., n.d.), probablemente ca. 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 965: 34.
relato
la primera bez que entro en yucatan fue matar gran cantidad de yndios y catibar y hacer esclauos en grande numero dellos ios quales
Lo que higo
se sacaron en cantidad e [en] nabios herrados por su abtoridad por tales
esclauos que fueron mas cantidad de cinquenta mil animas de cuya causa aquellas provincias quedaron muy despobladas y los yndios mui amedrentados y mal tratados y los esclauos que hicieron los llebaron a honduras a las minas y a las yslas y a mexico y a otras partes a bender de adonde hubieron gran aprovechamiento y con que se sustentaban el ade-
lantado y su gente y andaban rrico. Que siendo el adelantado montejo gobernador de honduras y teniendo en ella muchas quadrillas de yndios esclauos naturales que sacauan oro de las minas y teniendo en aquella gobernación muchos yndios de rrepartimiento y ganados huertas labranzas e otros aprobechamientos que le
davan
los naturales.
Que todo
.
de
la conquista lleuo en cada un año mas de cinco mili pesos de oro de rrenta de los yndios de su rrepartimiento que tubo en mexico aunque no rresidio en ellos ni losprobeyo de dotrinay lo demás necesario antes llebandoles el y doña catalina su hija [la esposa del licenciado Alonzo Maldonado, primer presidente de la Audiencia de los Confines] muchos trebutos y servicios de mas de la tasa que los aprobechamientos que los yndios de yucatan tienen. el tpo.
Véase también provisión real del 10 de 393, libro 3, fols. 72v-73. 35.
Montejo a
la
Corona (Salamanca,
marzo 1548, AGÍ, Guatemala, 10 agosto 1534),
leg
AGÍ, Patronato,
leg. 184.
36. Montejo a la Corona (Pueblo de Naco, Higueras, 28 julio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 37. Chamberlain, The Conquest of Honduras, pp. 121-22. Las políticas restrictivas de Montejo y su liderazgo inefectivo dio como resultado que los vecinos pidieran la intervención de Pedro de Al varado. El Cabildo a la Corona (Gracias a Dios, 21 diciembre 1536), AGÍ, Guatemala, leg. 44.
5X
Noras
38. Chamberlain, The Conquest of Honduras, pp. 121-22. Montej o parece haber regresado más tarde a su política inicial. Se dijo que él mismo y sus capitanes hicieron esclavos en varías entradas, durante las cuales hubo mucha violencia y robos. "Segundo memorial..." (n.p., n.d., pero después las Nuevas Leyes de 1542-43), AGÍ, Guatemala, leg. %5. 39. Montejo a la Corona (Gracias a Dios, 1 junio 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 39. Montejo a la Corona (31 diciembre 1545), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 40. "El fiscal contra Miguel Díaz" (14 agosto 1543), AGÍ, leg. 393, libro
21, fols. 206-206V. 41. El Cabildo a la
Corona
(T.ujillo, 12
marzo
1540),
AGÍ, Guatemala,
leg. 44.
42. Diego de Herrera a la
agí, Guatemala,
Corona (Gracias a Dios, 24 diciembre
1545),
leg. 9.
43. Castañeda aparentemente se embarcó hacia las Indias en 1527, apareciendo en los registros del 8 de noviembre de dicho año. Catálogo de Pasajeros a Indias Durante los Siglos XVI, XVII y XVIII, I (1509-1533), p. 376. 44. Castañeda a la Corona (León, 5 octubre 1526), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 45. "Proceso hecho en Nicaragua contra Rodrigo Núñez vecino de la ciudad de León por haber herrado ciertos indios por esclavos siendo libres" (León, 19 marzo 1529)), AGÍ, Patronato, leg. 231, No. 4, ramo 2. Una copia de este documento fue obtenida por cortesía de la Biblioteca del Congreso. 46. Bancroft, History of Central America, 1:608-609. 47. Castañeda a la Carona (León, 30 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 48. El Cabildo a la Corona (León. 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 49. Raúl Porras Barrenechea, ed.. Cartas del Perú (1524-1543), 2A (citado en adelante como Cartas del Perú). 50. Ibid., pp. 40, 43, 55. 51.
la Corona y Consejo (León, 1 mayo 1533), AGÍ, Gua"Interrogatorio", residencia de Alonso López de Cerrato, et.
Castañeda a
temala,
leg. 9.
ai, 1553-55, AGÍ, Justicia, leg. 301. 52. El Cabildo al emperador (Granada, 30 julio 1535), Cartas del Perú ^ pp. 169-70.
20 febrero 1534), AGÍ, Justicia leg. 296. de Barríonuevo al emperador (Panamá, 19 enero 1534), Cartas del Perú, p. 96. Sin embargo, esta estimación probablemente es exagerada; otros informes, incluyendo el de la residencia a Alvarado, AGÍ, Justicia, ¡egs. 295-96, dicen que el adelantado tbmó cerca de mil indios. Quizás la diferencia se referia a que 1 ,(X)Ó eran indios libres tomados ilegalmente, y el resto 53. R. C. (Toledo, 54. Francisco
eran* realmente esclavos. 55. Trancisco
tem«la,
Sánchez a
la
Corona (Granada, 2 agosto
1535),
AGÍ, Gua-
leg4 52.
hbro 3, cap. 2. Residencia a Francisco de Cas»tañeda (1536,, AGÍ, Justicia,
56. Herrera, Historia general, déc. 4, 57.-
leg. 293.
58. Ibid. 59. "Cargos contra Femando de Alcántara Botello, teniente por el lie. Castañeda e del tpol. que fue alcalde hordinario" (1536), AGÍ, Justicia, leg. 294. 60. "Cargos contra Luis de Guevara, teniente de Gobernador, Nicaragua"
(1536).
agí,
Justicia, leg. 298.
537
Notas
"Cargos contra Pedro de
61.
los
Ríos" (1535-36), AGÍ,
Justicia, leg. 298.
62. Cartas del Perú, pp. 284-85.
mayo 1541), AGÍ, Guatemala, leg. 401, libro S-3, 84v-86. Pedro de Alvarado había sido conminado a pagar por el regreso
63. R. C. (Talavera, 31 fols.
de los 1,000 indios que llevó ilegalmente al Perú, a razón de 100 pesos cada uno. Quizás no era coincidencia que la suma de 100,000 pesos era precisamente lo que el mismo Alvarado había reportado como la cantidad recibida cuando vendió todo su equipo a Pizarro y Almagro, aunque en realidad la plata estuvo mezclada con cobre. Aparentemente Alvarado nunca cumplió la aludida orden. Véase Sherman, "A Conqueror's Wealth", p. 210. 64. "Información Contra el Gobernador Rodrigo de Contreras", para el Consejo de Indias (p.d.), AGÍ, Guatemala, leg. 52; y "Pleito de Hernán Sánchez de Vadajoz, Gobernador y Capitán General de Costa Rica con Rodrigo de Contreras, Gobernador de Nicaragua" (1543-54), AGÍ, Justicia, leg. 1 164, ramo 3. Para un análisis detallado de la personalidad de Contreras, véase Marqués de Lozoya, Vida del Segoviano Rodrigo de Contreras, Gobernador de Nicaragua (1534-1544). Los posteriores sucesos políticos de Nicaragua son analizados a fondo en Carlos Molina Arguello, El Gobernador de Nicaragua en el siglo XVI. Aunque varias expediciones entraron en Costa Rica anteriormente, la efectiva conquista no tuvo lugar sino hasta los años 1560, bajo las órdenes de Juan Vázquez de Coronado. Las reformas introducidas en la legislación respecto de la conquista, la población indígena más pequeña y —cuando menos en cierta medida— las políticas más humanas del jefe de la expedición dieron como resultado una campaña menos violenta. Véase Victoria Urbano, Juan Vázquez de Coronado y su ética en la conquista de Cosía Rica. 65. Martín de Esquivel a la Corona (Nicaragua, 30 diciembre 1545), AGÍ. Guatemala, leg. 50. 66.
AGÍ,
Justicia, leg. 297.
AGÍ, Guatemala, leg. 401, septiembre 1548), AGÍ, Gua-
67. Provisión real (Segovia, 25 junio 1548), libro S3, fols. 154-54v; y R. C. (Valladolid,
1
temala, leg. 402, libro T-2.
Corona (Santiago, 20 agosto
1530),
AGÍ,
Corona (Santiago, 28 septiembre
1531),
AOI.
68. ^urrilla y Castellanos a la
Guatemala, 69. Saco,
leg. 45.
La
esclavitud, 1:191.
70. gurrilla, et. al., a la
Guatemala, 71.
leg. 45.
Montejo a
la
Corona (Gracias a Dios,
1
junio 1539),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
72.
agí.
Justicia, leg. 295.
Cerca de 500 españoles acompañaban a Alvarado; 170 de a caballo y cerca de 340 de a pie. A los soldados de caballería se les permitieron tres esclavos, negros o indios, aunque a algunos sólo se les permitió tener dos. soldados Si se les permitían tres, por lo general el tercero era una mujer. Los de infantería sólo tenían un esclavo, y algunos de ellos tenían dos. Alvarado tomó para sí mismo de 20 a 25 indígenas, hombres y mujeres, de los cuales 73. Ibid.
^
538
Notas
ocho regresaron. La mayor parte del millar de indígenas llevados de Guatemala, México y Nicaragua, murió o se quedó en el Perú. Algunos de ellos eran esclavos, pero otros más eran indios libres. sólo siete u
74. Ibid.
"Vníormación de Gregorio López" (Madrid, 30 junio 1543), AGÍ, Patronato, leg. 231, ramo 4. 76. El Cabildo a D. Antonio de Mendoza, Virrey de la Nueva España, y a la Audiencia de México (San Cristóbal de los Llanos, 4 junio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 1 10. pesar de algunas variantes de detalle en el testimonio de los diferentes testigos, existe consenso en cuanto al curso principal de los acontecimientos. Lucas de Bene^iano, uno de los participantes, dijo que "cincuenta o un ciento" de españoles estuvieron implicados, y que invirtieron seis meses en la expedición. 75.
A
77. Ibid.
Ocasionalmente se traia un oficial negligente para impartir justicia. Francisco de Castañeda, que fuera gobernador en Nicaragua, fue declarado culpable y sentenciado a pagar la importante multa de 500 pesos. Residencia 78.
de Castañeda, AGÍ, Justicia,
Capítulo 5
leg.
293.
^
1. Puga. Prouisiones, 1:29. La pérdida de los bienes además de la pena muerte, no era nada gracioso como pudiera parecer. Efectivamente, de esa manera se reduda a la pobreza a la familia del condenado, perspectiva que por si misma era un eficaz recurso de disuasión. Dos años más tarde se promulgó una nueva cédula, omitiendo, sin embargo, la pena de muerte. R. C. (Madrid, 19 septiembre 1528), AGÍ. Patronato, leg. 170, ramo 34, y repetida en C. R. (Toledo, 20 noviembre 1528), AGÍ, Patronato, leg. 180, ramo 21.
2. Antonio de Remesal, Historia general de ios Indias Occidentales, y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, 2 vols. (1932), 2:57.
Rodrigo Contreras a
la Corona (León, 25 junio 1532), AGÍ, Guatemala, Herrera, Historia general, déc. 5, libro 2, cap. 8. Con más precisión (Medina del Campo, 13 enero 1532) se estableció que ningún esclavo podía ser marcado, a pesar de su propia calidad de tal, sin la debida autorización de la Corona. Encinas, Cedulario, 4:366. Zavala, Los esclavos indios en Nueva 3.
leg. 43.
España,
p. 77, n. 6; este autor dice que en los relatos y crónicas de los indios menciona que varios fueron marcados en los labios, junto a la boca, o bien
se
en
la mejilla.
4.
Francisco de Barrientos, veedor a la Corona (Trujillo, 29 marzo 1530),
agí. Guatemala,
leg. 49.
Licenciado Diego de Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 10 julio 1545), agí, Guatemala, leg. 9. Pero Donald E. Chipman ("The Traffíc in Indian slaves in the Province of P&iuco, New Spain, 1523-1533", TheAmericas, 23 octubre 1966:149), afirma que la letra mayúscula "R" era la abreviatura de "Real Marca". En Panuco esta marca se aplicaba en el lado izquierdo de la cara. 5.
539
Notas
Residencia a Francisco de Montejo (1544), AGÍ, Justicia, leg. 300. Los documento relatan la brutalidad de la expedición. Véase e. g., el testimonio de Francisco del Ojo (fol. 30, ff.), en el cual se ofrecen descripciones de indios que eran arrojados a los perros, quemados vivos, y con las manos cercenadas. Bernal Diaz del Castillo escribió que en una ocasión había roto un hierro de marcar para evitar que fueran marcados más esclavos. Herbert Cerwin, Bernal Díaz, Historian ofthe Conquest, p. 73. Debe subrayarse, sin embargo, que el mismo cronista citado, tuvo un cierto número de esclavos años más tarde. 6.
testigos registrados en este
7. La reina al lie. Cristóbal de Pcdraza (Vaíladolid, 30 enero 1538), AGÍ, Guatemala, leg. 402, libro 1, fols. 221-21 v. Véase también, Agustín Millares Cario y J. I. Mantecón, índice y extractos de los Protocolos del Archivo de Notarios de Aféxico, 2 vols. 8. R. C. a la Audiencia de los Confines (Guatemala, 1552), AGCA, Al:23, leg. 1511, fols. 186-87.
9. Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, pp. 4-5. Los dibujos o signos son tomados de las reproducciones hechas por Zavala del manuscrito de Bernal. Ruth Pike CSevillian Society in the Sixteenth Century", Hispanic American Historical Review, 47, agosto 1967, 344-59), en sus comentarios (p. 348) sobre los esclavos en Sevilla, tanto negros como blancos, dice que "la marca más frecuente consistía de una S y una línea (clavo), que significaba esclavo y que se aplicaba en una mejilla, y luego la inicial o sello del propietario, colocada en la otra mejilla. Pero también se usaban otras clases de marcas. En 1500, por ejemplo, se hace mención de un esclavo marcado con una flor de lis en una mejilla y una estrella en la otra. En otro caso, un esclavo exhibía en su cara el nombre completo de su dueño". Respecto de este último caso (n. 21), Pike afirma que "la cara del esclavo exhibía la siguiente inscripción: «Francisco de Aranda en Sevilla 29 de mayo de 1539v"
La Conquista de la Nueva España, 2 vols., 2: Diego López de Salcedo a la Corona (Trujillo, postrero, 1526), agí, Guatemala, leg. 39. 11. Cédula General para las Indias (Madrid. 19 septiembre 1528), AGÍ. Patronato, leg. 170, ramo 34. R. C. (Tolüdo, 20 noviembre 1528), AGÍ, 10.
tomo
Bernal Diaz del Castillo
3, cap. 143.
Patronato,
leg. 180.
ramo
21.
R. C. (Toledo. 20 febrero 1534), AGCA. Al .23. leg. 4574, cxp. 39528, fols. 8v-19. Algunos no se mostraron tan apurados de entregar la cuota de la Corona, pero una provisión real les otorgó dos años de plazo para pagarla. Provisión (Medina, 24 mayo 1532), AGCA, Al. leg. 4575. fól. 23. 12.
13.
Puga. Prouisiones, 2:9-10 (R. C. de 14 febrero 1549).
14. Residencia
1529).
agí, Guatemala, leg. 9. CabUdo a la Corona (Granada, 30 julio AOI. Justida. leg. 295.
16. El
17.
Justicia, leg. 295.
1535).
AGÍ. Guatemala, kg.
a Alvarado (Santiago. 1535). AOI. Justida. leg. 296. Pardo. Prontuario, p. 122 (R. C. de 23 septiembre 1552).
18. Residencia 19.
de Alvarado (Santiago. 1535). AGÍ.
Francisco de Castañeda, alcalde mayor a la Corona (León, 5 octubre
15.
44.
540
Notas
Capítulo 6 1.
Debido a
la escasez, los precios
de todos
los artículos eran
muy
altos du-
rante los primeros años, y aun alcanzaron niveles exorbitantes por la afluencia de más españoles. En 1549, un xiquipil de cacao (8,000 pepitas) costaba peso y
medio, pero
seis
años más tarde
el
precio era de cuatro pesos. Durante
el
mismo
costo de una manta oscilaba entre ocho y 40 reales. Residencia de Alonso López de Cerrato (Santiago, 1552-55), AGÍ, Justicia, leg. 301. período,
el
"Probanza de don Pedro de Portocarrero"
(9 agosto 1531), AGÍ, GuaVéase también Ramírez, Proceso, pp. 151-52. 3. Proceso de Pedro de Alvarado contra Fernando Cortés en relación con el botín de Tututepeque y Soconusco (Madrid, 1528-29), AGÍ, Justicia, leg. 1031. Seis o siete años más tarde, mientras el precio de los esclavos había subido un poco, el valor de los cerdos bajó a dos pesos la pieza. "Juan de Espinar contra Alvarado" (Santiago, 1537), AGÍ, Justicia, leg. 1031. 4. Diego López de Salcedo a la Corona (Trujillo, 31 diciembre 1526), AGÍ, Guatemala, leg. 39. 5. Espinar contra Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 1031. 6. "Declaración" de Pedro de Alvarado (28 julio 1530), AGÍ, Patronato, 2.
temala,
leg. 110.
ramo 2, No. 4. "Fray Jacobo Testera y otros religiosos de la Orden de San Francisco, de México, a Carlos V" (21 juho 1533), en Paso y Troncoso, ENE, 3:97. 8. El Presidente de la Audiencia de México a la emperatriz (México, 8 agosto 1533), Paso y Troncoso ENE, 3:117. Cf. "Libro de Quentas", 1528-31, leg.
246,
7.
agí. Audiencia de México, leg. 1841; aquí se muestra la venta de algunos in-. dios esclavos a precios entre dos y diez pesos. AI mismo tiempo, se registra un negro vendido en 158 pesos. "^v •»"» 9. Saco //w/or/fl 1:180-81. •
:
AGÍ, Guatemala, leg. 393, libro 2, fol. 102. 11. "Relación de la Probanza hecha por parte de Sancho Barahona en el pleito que en la residencia trato contra... Alvarado", AGÍ, Justicia, leg. 295. Sin embargo, el demandante Barahona, quien tenia razones para exagerar, reclamaba que los esclavos valían entonces 10 y 12 pesos cada uno. Algunos estudios sobre la esclavitud en México indican sólo ligeras variaciones con respecto a los precios registrados en América Central. Jean-Pierre Berthe, "Aspects de l'esclavage des indiens en Nouvelle-Espagne Pendant la premiére moitié du XVI, siécle", Journal de la Société des Américanistes, 2 (1965): 193-95, 203-5; este autor indica que los esclavos tomados en la provincia de Tepeaca, durante el año 1520, incluían un lote de 13,500, y se basa en el hecho de que fueron vendidos a dos pesos cada uno. En los años 1528-29, los esclavos tomados en Tututepec trajeron dos y tres pesos (de oro común). En una ocasión, en 1527-28, los esclavos de minas se vendieron hasta por 10 pesos, pero el precio promedio parece haber sido de cuatro a cinco pesos la pieza. Ellos fueron vendidos en grupos de 20 a 150, junto con sus escasos instrumentos. Hacia 1531, el precio común era de 10 pesos, y en 1536-38 el precio variaba entre 26 y 78 pesos, o sea unos 50 pesos de promedio. Pocos indios fueron vendido^ en 1550, y los pocos disponibles eran estimados en unos 2(X) pesos, o sea casi el precio de los esclavos negros más deseables. 10. Provisión real (3 abril 1534),
Notas
541
Silyio Zavala, en
dica precios
Los esclavos indios en Nucva España, pp. 1 1 ,66-75 inaltos, mostrando que esclavos no calificados vendi,
un poco más
dos en lotes en los años 1520, se iban a 3 y 7 pesos; los esclavos individuales, en cambio, que a menudo eran calificados, alcanzaban hasta 75 pesos oro. El precio de las indias esclavas en México, variaba entre 10 y 100 pesos, y las negras valían entre 100 y 200. Las mujeres blancas esclavas (moriscas o berberiscas) parecían haber alcanzado más demanda, y una de ellas podía valer 330 pesos oro. A mediados de la década de 1530, los precios de los esclavos de minas habían subido a 25 pesos y a veces hasta 100 cada uno. Esta cantidad es bastante alta comparada con los precios registrados en la provincia de Panuco, bajo la administración de Ñuño de Guzmán, en 1527, cuando el precio de los esclavos de minas se fijó en cuatro pesos cadla uno. Antes de esa época, se cambiaban hasta 100 esclavos por un caballo, pero se estableció legalmente que sólo debían darse 15 en tales transacciones. Para un análisis de las actividades esclavistas en dicha región, véase Donald E. Chipman, Ñuño de Guzmán and íhe Province of Panuco in New Spain, 1518-1533, y por el mismo autor,
"The
traffic in Indian Slaves", p. 142-55.
"Información de Pedro Calcada" (Trujillo, 2 febrero 1540), AGÍ. Guatemala, leg. 1 10. 13. Francisco de Barrientos a la Corona (Trujillo del Pinar del Puerto de Honduras, 25 julio 1534), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 14. Probanza de Juan de Aragón (Guatemala, 1551), AGCA, Al. 29.1, 12.
leg.
l,exp. 11,
fol. 11 ff.
Rodolfo Barón Castro, Reseña histórica de la villa de San Salvador, desde su fundación en 1525 hasta que recibe el titulo de ciudad en 1549, pp. 45-46. En 1546 ó 1547, en la Nueva España se valuaron los esclavos negros a 80 y 90 pesos, pero los indios se vendieron siempre a mucho menor precio. "Información" (Valladolid, 9 mayo 1556), AGÍ, Patronato, leg. 170, ramo 60. 16. Probanzas de Andrés y Juan de la Tovilla (Ciudad Real de Chiapa, 1579-1601), AGÍ, Guatemala, leg. 966. 17. "Los cargos q. de la pesquisa secreta se hazen quenta al lie. Castañeda del tpo. q. fue alcalde mayor en Nicaragua", y "cargos contra Luys de Guibara, lugarteniente q. fue del lie. Castañeda en la Cibdad de Granada" (1535-36), agí. Justicia, leg, 293. Castañeda y sus compindhes manifestaron refunfuñando que habían vendido indios al crédito y habían tenido problemas para recoger su dinero. También habían otorgado licencias para transportar negros y caballos, lo que dio lugar a más extorsiones. Se hizo ver que un negro que sufría hemorroides, fue vendido por sólo 200 pesos, pero otro que se encontraba en muy blienas condiciones se vendió en 500 pesos. Castañeda huyó hacia el Perú, pero eventualmente fue llevado ante la justicia y puesto en prisión en 1540. Lozoya, Vida del segoviano, p. 27. 15.
et. al., a la Corona (28 septiembre 1531), AGI, Guatemala, Según Bemal Díaz, durante la conquista de México, Cortés separó una quinta parte de los esclavos para el rey, otro quinto para si mismo, y el resto lo dividió entre sus hombres, lo que produjo cierto descontento entre aquellos a quienes les tocaron sólo mujeres viejas y gastadas. De acuerdo con la costumbre un capitán sólo tomaba la séptima parte o hasta un décimo para si mismo, pero Cortés había hecho el arreglo sobre una quinta parte (después
18.
furrina,
leg. 45.
Notas
542
de separar
quinto real o sea la quinta parte del rey) antes de comenzar la Los esclavos indios en Nueva España), p. 2. France V. Scholes, The Spanish Conqueror as a Business Man, p. 18, escribe: "seria difícil estimar cuántos esclavos tuvo Cortés en un determinado momento, pero, por cierto, no tuvo menos de 3,000 después de la conquista de México, de los cuales dos tercios o más murieron como consecuencia del trabajo duro a que fueron sometidos o por negligencia en las condiciones que sufrían en los lavaderos de oro. A su muerte, en 1547, todavía poseía más de 400". el
conquista. Zavala,
19. Eduardo Guerra, •Quinto y Pedro de Alvarado", ASGH 25 (septiembre 1951): 288-90. Para un detallado análisis de los esclavos de Al varado, véase Sherman, "A Conqucror's Wealth", pp. 199-213.
20. "Relación sacada de Barahona...", AGÍ, Justicia,
la Icg.
probanza hecha por parte de Sancho 295.
21. Espinar contra Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 1031. Debido al testimonio conflictivo, quizás sólo la mitad eran realmente esclavos. Espinar, de
quien se rumoraba que era un comerciante por medio de trueque, se había distinguido en las conquistas de México y Guatemala. Su éxito es evidente no sólo por haber obtenido la encomiendade Huehuetenango, sino también porque fue capaz de reponer una pérdida de 20,000 pesos oro que perdieron en el juego. 22. Remesal, Historia
Genera/ (1932, 1:465. Barón Castro, Reseña
históri-
ca, pp. 45-46).
Audiencia (Santiago, 22 marzo 1551), AGÍ, GuaConsejo de Las Indias" (Sai\tiago, 1 julio 1553), AGÍ, Guatemala, leg. 52, el autor afirma que 40 esclavos de minas le fueron quitados, y que ellos producían más de 1(X) pesos oro al año. 24. Probanza de méritos .de Lorenzo de Godoy (Santiago, octubre 1560), agí. Escribanía de Cámara, leg. 332. 25. "Información acerca de tesorero" (n.d., n.p., pero probablemente en la década de 1540), AGÍ, Indiferente General, leg. 855. 26. Residencia del lie. Pedro Ramírez de Quiñones (Santiago, 1559), AGÍ, 23. "Testimonio'*
temala,
leg.
965.
de
Más
la
tarde, en "Cristóbal J^obo al
Justicia 308.
Pardo, Prontuario, p. 59. "Información de Hernán Méndez" (Santiago, 28 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 110. 29. Ibid. Un observador hizo notar que por casi dos años nadie quería ir a la provincia. Por el contrario, los españoles comenzaron a marcharse. 30. Juan de Lerma a la Corona (Puerto de Caballos, 1 junio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 52. 31. Pedraza a la Corona (Gracias a Dios, 18 mayo 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Otros 300 indios fueron incluidos en las categorias de no esclavos, y sólo 1,500 indios permanecieron en la provincia, según dice el declarante. 32. Don Antonio de Salazar y d contador Francisco Castellanos al "Muy Magnífico Señor" (n.p., n.d.), AGCA, A-1, leg. 2198, cxp. 15793, fols. 255-55v. Este documento llqgó a mis manos gradas a la gentileza de Christopher Lutz. 33. Esta informadón proviene de dos documentos, uno de Sevilla y el otro de Guatemala. Ambos son similares, con algo dd material duplicado. £>e 27. R. C. del 11 agosto 1544,
28.
Notas
543
nuevo,
me
encuentro en deuda con Mr.
ción proveniente del "Libro de
zón
yo
q. della tiene
el
la
I
proporcionarme informamagestad de la quenta y ra-
utz por
tesorería de su
tesorero francisco de castellanos tesorero en esta pro-
documento está en el AGCA, pero por haber sido descubierto recientemente no tiene todavía su correspondiente clasificación. vincia de guatemala". Este
El manuscrito de Sevilla está clasificado como "Libre de Cargo Comendador de Guatemala, 1529-1536", ACíl, Patronato, leg. 34. Está
por
el
firmado por
licenciado
los oficiales del tesoro
(^^'urrilla
y Data del 180, ramo
y Castellanos, asi
como
Maldonado.
34. Ibid. 35. Ibid. 36.
Alonso López de Cerrato a
AGÍ, Guatemala,
la
Corona (Santiago,
3
noviembre 1548),
leg. 9.
Licenciado Pedro Ramírez a la Corona (Santiago, 20 mayo 1555), leg. 9. Se concede crédito a dicha cifra por medio de la queja relativa a la liberación de 50 cuadrillas en 1549 en Guatemala. Hi Cabildo a la Corona (Santiago, 24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 38. Pedraza a la Corona (Gracias a Dios, 18 mayo 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 9. En "Ynformación de Gregorio López" (Testimonio del 23 de junio de 1543), AGÍ, Patronato, leg. 231, ramo 4, se reportaban como "perdidos" en la provincia, unos 1,400 indios, pero el testigo no entra en detalles. 39. Licenciado Alonso López de Cerrato a la Corona (Santiago, 22 sep37.
agí, Guatemala,
tiembre 1548), agí, Guatemala, leg. 9. 40. Henry R. Warner y Helen R. Parish, The Life and Writings of Bartolomé de las Casas, p. 82. Francis A. MacNutt, Bartholomew de las Casas, p. 340. En relación con la conducta de los españoles en Nicaragua, Las Casas escribió lo siguiente
(MacNutí,
p. 340):
por medio de tal conducta, de 1523 a 1533, ellos arruinaron todo este reino. Durante seis o siete años, cinco o seis buques hicieron este tráfico, llevando indios que eran vendidos como esclavos en Panamá y Perú, donde todos ellos murieron... En esta forma ellos sacaron más de 500,000 almas de esta provincia, haciendo esclavos a gente que era tan libre como yo mismo. En su guerra infernal y et horrible cautiverio en que ellos han mantenido a los indios hasta el presente, los españoles han dado muerte a otras 500 ó 600,000 personas, y todavía continúan. Todas estas masacres han ocurrido en el período de 14 años. En la actualidad ellos matan diariamente en la mencionada provincia de Nicaragua, de 4,000 a 5,000 personas, sometiéndolas a servidumbre y a continua opresión; como se ha dicho, dicha provincia es una de las más populosas del mundo. Resulta lamentable para los historiadores, que el apasionado fraile que manera tan extensiva y con tanto detalle, recurriera a tales extravagancias, privándonos de la riqueza de estadísticas más confiables.
escribió de 41.
MacLeod, Spanish Central America, p. 52. Corona (Nicaragua, 30 diciembre
42. Esquivel a la la, leg. 50.
1545),
AGÍ, Guatema-
.
Notas
544
43. Los barcos que viajaban de Sevilla a las Indias tenian de un promedio de unas 1 10 toneladas en 1526, pero hacia 1550 habían muchos de más de 200 toneladas y algunos llegaban hasta 400. Fierre y Muguete Chaunu, Seville et
rAtlantique, 8 vols., 2:162-453. 44. José Antonio Gonsalves de Mello. Tempo dos Flamengos: Influencia da ocupagao holandesa na vida e na cultura do Brasil (Río de Janeiro: editora José Olympio, 1947), p. 209; y por el mismo autor, "A situa^ao do Negro sob o Dominio HoUandez", en Novos Estudos Afro Brasileiros (Río de Janeiro: Civiliza^ao Brasileira, 1937), ambas obras citadas en Geraldo Cardoso da Silva, "Negro Slavery in the Sugar Plantations of Veracruz and Pernambuco, 1550-1680". Herbcrt S. Klein, '*North American Competition an the Characteristics of the African Slave Trate to Cuba, 1790 to 1794", William and Mary Quarterly, 3d ser., 28 (enero, 1971): 97-101. 45. James Lockhart, Spanish Perú, ¡532-1560, p. 117. 46. Woodrow Borah, Early Colonial Trade and Navigation between México and Perú, pp. 4-5. Para más detalles sobre la materia, véase David R. Radell y James J. Parsons, "Realejo: Forgottcn Colonial Port and Shipbuilding Ccntcr in Nicaragua", Hispanic American Historical Review 51 (mayo, 1971): 295-312.
A
47. Borah, Early Colonial Trade, pp. 4-5. 48. Licenciado Espinosa al
'
'
emperador (Panamá, 10 octubre
1533), Cartas
del Perú, p. 70. 49. Barrionuevo al Consejo de Indias (Panamá, 19 enero 1534), Cartas del Perú, p. 97. 50. Francisco Sánchez a la Corona (Granada, 2 agosto 1535), AGÍ, Guatemala, leg. 52. 51 2^bala, Los esclavos indios en Nueva España, p. 43. Pero lo que parece una exageración de parte de Las Casas, se reflejaba también en la carta de Francisco Sánchez citada anteriormente, en la cual decía éste que sólo uno de cada 20 sobrevivía el viaje a Panamá o Perú. 52. Provisión Real (Valladolid, 9 septiembre 1536), AGÍ, Guatemala, leg.
401,
lib.
S-2, fols. 177-78V.
53. Lockhart, Spanish Perú, p. 200.
emperador (Panamá, 8 abril 1534), Cartas del Perú, p. 106. Sánchez a la Corona (Granada, 2 agosto 1535), AGÍ, Gua
54. Barrionuevo al
55. Francisco
témala, leg. 54. 56. Licenciado Diego de Herrera a 1545),
agí, Guatemala,
la
Corona (Gracias a EHos, 24 diciembre
leg. 9.
Corona (Santiago, 1 junio 1550), AGI, Guatemala, leg. 9. emperador (Panamá, 10 octubre 1533), Cartas dd Perú, p. 70. 59. Alvarado al emiperador (Puerto de la Posesión, 18 enero 1534), ibid., p. 94. 60. Martín de Paredes al tesorero Martel de la Puente (San Miguel de
57. El Cabildo a la 58. Espinosa al
Piura, 15 diciembre 1534), ibid., p. 99. sin embargo leer en la obra del Profesor Bowser que Perú, a finales de la década de 1530, se vendían a un precio de 50 a 150 pesos, y que los indios calificados podían venderse por el doble de dichas cantidades. Si tal era efectivamente el nivel geiieral de los precios, este aspecto de mi argumentación podría carecer de validez. Frederick
61
Fue una sorpresa,
los esclavos indios
en
el
P. Bowser, The African Slave in Colonial Perú, 1524-1650, p. 11.
Notas
545
62. Lockhart, Spanish Perú, p. 115, escribe lo siguiente: "En 1562, después de lo que puede imaginarse como un lento y regular incremento, un grupo de experimentados empresarios estuvieron de acuerdo en que frente a las costas del Pacífico se encontraban navegando entre 50 y 70 barcos". Sin embargo, los barcos frecuentemente se perdían en naufragios o eran destrozados por tempestades; en consecuencia la actividad en los astilleros era mayor de lo
que puede pensarse. 63. Barrionuevo a los funcionarios de Sevilla
(Panamá, 23 octubre
1536),
Cartas del Perú, p. 224.
MacLeod, Spanish Central America, p. 52. Torquemada, Monarquía Indiana, 1:329. Este autor escribe: "Mácense aquí [Nicaragua] muchos Navios. En el Año mil quinientos y quárenta y quatro, se hecharon á la Mar seis Navios, que son, ó valen tanto, como sesenta en Vizcaia. Navios avia, que llevava más de noventa Caballos, porque como en España cuentan por Toneles, áca contaban por -Caballos". 66. Fernand Braudel, The Mediterraneun and the Mediterranean WoHd intheAge of Philip 11, 2 vols., 1:297-98. Briudel observa que aun en Europa, en la segunda mitad del siglo XVI, "un barco de 1,000 toneladas era un gigante y una rareza". Este autor cita a un asombrado viajero que, en 1597, había visto un "enorme" barco de cerca de 750 toneladas. 67. Espinosa al emperador (Panamá, 5 agosto 1532), Cartas del Perú, p. 28. Espinosa al emperador (Panamá, 10 octubre 1533), ibid., p. 70. 68. Barrionuevo al emperador (Panamá, 19 enero 1534), ibid., p. 96. 69. Alvarado al emperador (Santiago de Guatemala, 1 septiembre 1532), 64.
65.
ibid., pp. 31-33.
70.
Alvarado
al
emperador (Puerto de
la
Posesión, 18 enero 1534), ibid., p. 93.
emperador (Panamá, 10 octubre 1533), ibid., p. 70. Sherman, "A Conqueror's Wealth", p. 208. Alvarado al emperador (Santiago, 18 noviembre 1539), Cartas del Pe-
71. Espinosa al 72. 73.
rú, pp. 376-77.
74. Martin Esquivel a Guatemala, leg. 50.
la
Corona (Nicaragua, 30 diciembre
1545),
AGÍ.
75. Lesley B. Simpson, Studies in the Administraron of the Administraron of the Indians of New Spain, IV, The Emancipation of the Indian Slaves and the Resettlemení of the Freedmen, 1548-1553, p. 17. 76. Juan Comas, "Historícal Reality and the Detractor of Father Las Casas", en Bartolomé de Las Casas in History, eds. Juan Friede y Benjamín Keen, pp. 502-504; este autor analiza la tendencia entre los españoles dd siglo XVI en las Indias, a usar cifras y descripciones groseramente infladas.
Aun
audiencia del distrito de México sólo fueron liberados 3,000 asi, a mediados del siglo XVI. Véase Silvio Zavala, La filosofía política en la Conquista de América. Las Casas, al referirse a México, Coatzacualco, Panuco, Jalisco, Chiapas, Guatemala, Honduras, Yucatán, Nicaragua, la costa de San Miguel, y Venezuela, afírma que tres millones ("tres cuentos") de indios esclavos fueron hechos. En otro lugar sostiene que fueron cuatro millones. Fray Toribio Motolinia un contemporáneo que trató de desacreditar las cifras de Las Casas, afírmaba que el número de esclavos 77.
esclavos
en
la
o algo
.
Notas
546
hechos en tales provincias no alcanzaba la cantidad de 200,000. Fray Toribio Motolinía, Carta al Emperador, pp. 91-92. Berthe, "Aspects de l'esclavage", p. 193.
Con
respecto a la esclavitud de los indios en México, resulta de cierto intecomentarios de George Kubler en su obra Mexican Architecture in the Sixteenth Century, 1 vols., 1:134-35: rés los
El papel jugado por
la esclavitud fue insignificante,
aunque a menudo ha
sido sobreestimado... no puede negarse que existía la clase de los esclavos en México, pero la esclavitud fue formalmente abolida en 1569, como consecuencia del movimiento emancipador que se desarrollaba desde 1530. La abolición práctica de la esclavitud de los indios se completó virtualmente
hacia 1561. en Nueva España. En efecto, en 1555, Motolinía ^timaba que sólo un millar de indios esclavos quedaba por ser manumitidos. De ello se desprende, que la clase no había sido nunca muy numerosa. Menos de 4,000 casos de tráfico de esclavos fueron registrados, durante el período 1552-61, en la Audiencia y las provincias aledañas. Esta cifra, sin embar-
una parte de la población de esclavos que fueron emancipados, pues los registros sólo se refieren a los casos en que era necesario el reconocimiento individual, y el número total de emancipaciones resultaba por cierto mucho más grande.
go, problablemente sólo representa
Mientras que la importancia de la esclavitud de los indios de América Central a menudo ha sido explotada con fines literarios o de otra clase parecida, sostengo el criterio, aceptando los puntos de vista de Kubler, que la misma tuvo más importancia en América Central que en México.
Capítulo 7
1
^'.'^-
•
'
..
Alonso de Zorita, Life and Labor in Ancient México, pp. 194-95. No esCentral o a México, si Zorita se refiere específicamente a la América
tá claro
pero es
muy
probable que sus referencias se apliquen a ambos
2.
Simpson, The Encomienda, pp.
3.
W.
V. Scholes, The Ramírez
territorios.
8-9.
Visita, p. 29, n. 47.
4. Ibid., p. 30. 5.
Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule, p. 221
6.
W.
V. Scholes, The Ramírez
Visita, p. 34.
Véase, por ejemplo Silvio Zavala, Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala. En este estudio, el Dr. Zavala, quien ha hecho importantes contribuciones en el estudio de la encomienda y los sistemas de trabajo, presenta, sobre el servicio personal, un criterio bastante diferente del que aquí se presenta. 7.
8.
José Miranda, El tributo indígena en
XVI, pp. 263-64.
la
Nueva España durante
el siglo
Notas
547
9. Fray Miguel Agia, Servidumbres Personales de Indios, pp. 36-41. Agia parece haber viajado a las Indias en 1563, pasando varios años en Guatemala y trasladándose luego al Perú. Su obra se publicó primero en Lima, en 1604. cf. Silvio Zavala, "Los Trabajadores Antillanos", pp. 31-68, 60-88. 10. Remesal, Historia general (1932), 1:74.
Simpson, The Encomienda, p. xiii. Esto se anunció ya en 1503, en una comunicación de Fernando a Isabel, relacionada con Santo Domingo. Ibid., p. 13. 13. Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 124. 14. Cristóbal de Pedraza a la Corona (Trujillo, 1 mayo 1547), AGÍ, Gua11.
12.
temala,
leg. 164.
15. Ibid. 16.
Provisión real (Medina del 402, lib. 1, fols. 83-83V.
Campo, 4 noviembre
1531),
AGÍ, Guatema-
la, leg.
Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 238. Véase, e.g.,Sherman, "Tlascalans in Post-Conquest Guatemala". 19. "Quenta de Chimaltenango", hecha por Francisco del Valle Marroquín, regidor y' juez administrador (Chimaltenango, 20 febrero 1562), AGÍ, Guatemala, leg. 45. 20. "Quenta de ^unpango", por Francisco del Valle Marroquín (Zumpango, 20 febrero 1562), AGÍ, Guatemala, leg. 45. 21. Espinar contra Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 1031. 22. Licenciado Juan Núñez de Landecho a la Corona (Santiago, 3 febrero 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 23. Provisión real (Valladolid, 16 marzo 1556), AGÍ, Guatemala, leg. 402, 17. 18.
T-3, fol 144v. 24. R. C. (13 febrero 1531), Pardo, Prontuario, p. 74. 25. Residencia de Alonso López de Cerrato (Santiago, 1553-55),
lib.
ticia, leg.
AGÍ,
Jus-
301.
26. Remesal, Historia general (1932), 1:422, 465.
La Corona a Alonso López de Cerrato (Valladolid, 29 abril 1549), agí, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fols. 27v-33. 28. Pedraza a la Corona (Trujillo, 1 mayo 1547), AGI. Guatemala, leg. 164. 29. Cerrato a la Corona (Santiago, 3 junio 1549), AGI, Guatemala, leg. 9. 27.
30. Oviedo, Historia General, vol. 1, libro 4, cap. 3. 31. Provisión real (Madrid, 31 enero 1552),
Q-1.
AGI, Guatemala,
leg. 386, lib.
23 V. 32. Rafael de Arévalo, Libro de actas del ayuntamiento de la ciudad de Santiago de Guatemala, desde la fundación de la misma ciudad en 1524 hasta fol.
1530, pp. 53-54. 33. Remesal, Historia general de las Indias Occidentales, y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala (1964-66), 2 vols., 1:102. Véase también
Pedro Pérez Valenzucla, Ciudad Vieja, pp. 50-54. 34. Shcrman, "Tlascalans"; y R. C. del 20 de julio de 1532, Pardo, Prontuario, p. 74. 35. R. C. de 25 de feb. de 1538 y R. C. de 4 de agosto de 1550, Pardo, Prontuario, pp. 75, 78. 36. Véase Verle L. Annis, The Architecture of Antigua Guatemala, 1543-1 773; y Sidney David Markman, Colonial Architecture of Antigua Guatemala.
Notas
548
»,
37. Bancroft, History
of Central America, 2:322.
Cabildo al Consejo de Indias (San Salvador, 3 febrero 1548), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 38. El
Los conquistadores no perdieron tiempo en poner a los indios a trabade oro. Según un historiador, mientras Alvarado estaba todavía en Patinamit, en 1526, exigió 200 jóvenes para dicho propósito, y cada uno de dichos indígenas estaba obligado a recoger una cantidad equivalente a un castellano de oro a la semana. El autor citado, Ximénez, cita a Fuentes y Guzmán para tal información, así como Vázquez, cuya versión decía que el conquistador obligó a 400 jóvenes indios y 400 muchachas a trabajar diario, bajo amenaza de someterlos a la esclavitud, y cada uno estaba obligado a llenar un recipiente del tamaño del dedo meñique. El descontento entre los indígenas condujofla la rebelión en toda la' zona. Ximénez, Historia, 1 :150, cita a Fuco tes y Guzmán, Recordación Florida, y a R. F. Fray Francisco Vfezguez, Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala, 4 vols. 39.
jar en los lavaderos
Marroquin (Valladolid, 10 febrero 1530), AGÍ, Guatemala, La orden fue repetida el 23 de febrero de 1538, agí, Guatemala, leg. 393, lib. 2. 41. "Información de Hernán Méndez" (Santiago, 28 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 110. Chambcrlain, The Conquest of Honduras, p. 25. 40.
leg.
La
393.
reina a
lib.
R-2, fols. 7-11.
42. Montejo a la Corona (Naco, 28 julio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 9. El Adelantado agregó que cada indio recogiera de cuatro a seis reales de oro "ordinario". El trabajo en las minas, sin embargo, no siempre fue tan lucrativo. Además de la escasez de mano de obra y de los ataques por indígenas hostiles, así como debido a la rebelión de los indígenas mineros, el rendimiento a veces fue bajo. En 1531, se hizo notar que costaba 300 pesos o más el simple mantenínniento de una cuadrilla, y que a veces dicho costo no era cubierto. Otro español se lamentaba de que había invertido más de 800 pesos, y que su ganancia había sido menos de 200. "Información de Hernán Méndez" (Santiago, 28 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 110. En 1532, Alvarado escribió a Carlos V diciéndole que debido a una epidemia de sarampión que azotó a Guatemala, había ordenado sacar a los indios de las minas a fm de prevenir más muertes, y que como resultado de ello la producción había bajado. Alvarado a la Corona "(Santiago, 1 septiembre 1532), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Cuando la plaga afectó a Nicaragua provocó más de 6,(X)0 víctimas en 1533, y ello colocó a las operaciones mineras en serio peligro, debido a los pocos indígenas que integraban las cuadrillas mineras. Castañeda a la Corona (León, 1 mayo 1533), AGÍ, Guatemala, leg. 9.
En Marroquin
Corona (Santiago, 20 febrero 1542), AGÍ, Patronato, arzobispo informa del temor que sentían los indios hacia Alvarado: "sólo su nombre bastaba para sustentarla [la tierra] y tenerla pacífica". Sin embargo, en "autos hechos en Santiago de Guatemala sobre la tasación de los yndios de aquella provincia" (Santiago, 6 octubre 1535), AGÍ, Patronato, leg. 180, ramo 64, se lee que los nativos se habían rebelado y no obedecían a Alvarado; ellos rehusaban acarrear comida para los esclavos de las minas, lo cual hizo bajar la producción. leg. 184,
ramo
35,
a
la
el
Notas
549
The Conquest of Honduras, p. 124. Los vecinos de Grala sustitución de Alvarado por Montejo. En el Cabildo a la Corona (Gracias a Dios, 10 agosto 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 44, los regidores se refieren a los beneficios derivados de la llegada de Alvarado 43. Chambcrlain,
cias a
Dios lamentaron
mayo de 1536, así en cuanto a la pacificación de la tierra como a la explotación de las minas por las cuadrillas llevadas de Guatemala. En la primera demora de nueve meses, el oro había sido fundido en una cantidad equivalenen
a 60,000 pesos oro. Montejo, sin embargo, había obstaculizado la minería, los mineros regresaran a Guatemala con sus cuadrillas. Hacia 1538 el valor total del oro extraído era de sólo 8,000 pesos, mientras que, si los indios guatemaltecos hubieran permanecido en el lugar, habrían extraído en las dos temporadas más de 150,000 pesos oro. 44. El Cabildo a la Corona (León, 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 45. La reina a los funcionarios (Medina del Campo, 15 julio 1532), AC3CA, Al. 23, leg. 4575, exp. 39528, fols. 17v-18. te
dando como resultado que
46. Los chontales, a menudo calificados de "perversos" por los españoles, dejaron una fuerte impresión. Torquemada, Monarquía Indiana, 1:335, dice que los españoles llamaron a algunos indios chontales "queriendo decir Bocal ó Rustico"; y Antonio Vázquez de Espinosa, en su Descripción de las Indias[c. 1620), escribió que en la provincia nicaragüense de chontales, "los indios son los menos sofisticados de todas aquellas provincias, al grado que en las otras provincias cuando alguien desea referirse a otra persona de una
manera ofensiva,
le
dice
que
es
un chontal,
lo
que equivale a
decirle
que
es
un
animal torpe".
Una legislación anterior contenía medidas para dar un tratamiento espea los indios enganchados en el trabajo de minas. En 1509, Femando ordenó que los propietarios de minas debieran tener preferencia en la distribución de indios en encomienda. En 151 1, se ordenó que los españoles que tuvieran indios en la Española y Puerto Rico destinaran un tercio de los mismos a la mineria. Al mismo tiempo, los indios dedicados a dicho trabajo deberian comer carne dos veces al día o pescado en días de abstinencia , mientras que los indios ocupados en otros trabajos recibirian carne sólo una vez al día. Inclusive se dic47.
cial
—
—
tó una provisión para que los indios mineros tuvieran "camas", lo cual significaba, sin duda alguna, tápeseos o hamacas. Silvia Zavala, Estudios indianos, pp. 160-62. Las Leyes de Burgos (1512) estipulaban que los indios de minas de-
berian tener una libra de carne al día, y una libra de pescado en los días en que no se pudiera comer carne. Además, deberían tener tortillas y chile. Los encomenderos estaban autorizados a usar sus indios de minas cinco meses al año, después de lo cual los indios deberían descansar por 40 días. Durante este periodo de descanso, se podria tener trabajando a los esclavos. Simpson,
Studies in the Administraron... I y 48. Francisco Castañeda a la
II,
pp. 15, 16.
Corona (León,
1
mayo
1533),
AGÍ, Guatema-
Sentimientos similares se expresaron por el tesorero de Guatemala ^urrilla, a Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V (Santiago, 15 septiembre 1531), agí, Guatemala, leg. 45. Cuando el citado tesorero llegó a Guatemala procedente de México encontró "la cosa mas perdida y mas pobre del mundo y q. no avia persona q. aquí quisiese bibir y de nosotros se burlapesar de las ricas minas que ban en mexico por q. beniamos a tal tierra..." la, leg. 9.
A
550
Notas
habían descubierto, era ilegal hacer esclavos entre los indios; pero si esta orden no hubiera sido cambiada, el rey no habría tenido nada en el territorio, excepto su nombre. El informante parecía pensar que la esclavitud de los indios significaba la sobrevivencia de los mismos: "estos pocos q. agora ay se acabaran muy presto por ser gente muy miserable y de poco mantenimiento y q, naturalmente biben muy poco q. por marabilla ay entre ellos hombre viejo y esto no piense vra sa. q. es de agora o q. por q. los cristianos los traten mal syno q. en hecho de verdad biben poco..." En 1539, el factor en Honduras informó que a la falta de esclavos había poco trabajo de minas y que los españoles tenían su pie en el estribo, listos para marcharse. Juan de Lerma a la Corona (San Pedro del Puerto de Caballos, 31 octubre 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 49.
49. El
gobernador Rodrigo de Contrcras a
agí, Guatemala,
la
Corona (León, 6 julio
1536),
leg. 40.
Pedro de Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 295. Diego García de Celis a la Corona (Buena Esperanza, 10 mayo 1535), agí, Guatemala, leg. 49. 52. El gobernador Andrés de Cerezeda a la Corona (Buena Esperanza, 1 diciembre 1535), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 53. Cerezeda a la Corona (Puerto de Caballos, 14 agosto 1536), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 54. Chamberlain, The Conquest of Honduras, pp. 237-39. 55. Montejo a la Corona (Gracias a Dios, 1 mayo 1542), AGÍ, Patronato, leg. 184, ramo 25. Chamberlain, The Conquest ojf Honduras, p. 224, afirma que hacia 1534 habían cerca de 1,500 negros en las minas de Olancho, Hon50. Residencia a
51.
duras. 56. leg.
'*Ynformación de Gregorio López"
231,
ramo
57. Licenciado
1545), 58.
(Sevilla, 1543),
AGÍ, Patronato,
4.
Diego de Herrera a
agí, Guatemala,
la
Corona (Gracias a Dios, 10
julio
leg. 9.
Alonso de García a
la
Corona (Gracias a Dios,
1
febrero 1546),
AGI,
leg. 9.
59. R. C. (Madrid, 5 julio 1546), AGCA, A.1.23,lcg. 1511 , fol. 40. Algunos de los esclavos de minas tuvieron poco descanso. Si bien se suponía que los esclavos tendrían libres los domingos y los días de fiesta, algunos de ellos obtenían tiempo libre en tales días pero únicamente para los servicios religiosos. El oro extraído en aquellos días se usó para la construcción de la iglesia. La Corona se mostraba preocupada y temerosa de un fraude, porque su 20 por ciento sobre los beneficios no había sido pagado todavía. La Corona a los funcionarios de Guatemala (22 diciembre 1539), AGI, Guatemala, leg. 393, lib. 2, fol. 95. Posteriormente, el obispo de Honduras ordenó que todos los esclavos, indios y negros, así como los naborías, debían asistir a la instrucción religiosa los domingos y días de fiesta, bajo pena de excomunión para los amos que se resistieran. Provisión de don Cristóbal de Pedraza (San Pedro, 9 juüo 1552), AGI, Guatemala, 'eg. 168.
60. ZavdiXsi, Estudios Indianos, p.
61. Simpson,
The Encomienda,
152.
p. 10.
62. Zsvalsi, Estudios Indianos, pp. 153-54.
>
Notas
351
63. Naboría es la designación más común, pero ocasionalmente se escribe naburía, naborío o laborío. Otro término que aparentemente significaba lo
mismo
es tapia,
4588,
fols.
con variantes como
tlapis y tapis. audiencia (Santiago, 15 octubre 1603), AGCA, Al. 23, leg. 99-102. Véase también Remesal, Historia general Í19&Í-66), 1:391.
64. Provisión
de
la
La filosofía, p. 57. Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, pp. 77-78, n. 13; este autor ofrece las siguientes definiciones de naboria: 65. Zavala,
la significación del término naboría, de origen antillano, decía Luis de Morales, en una información promovida en Sevilla el 20 de junio de 1543 por el licenciado Gregorio López: "quesun vocablo paliado para servir contra su voluntad casi como esclavos aunque no se bendian y es desta manera que los tenían depositados porsonas para servirse dellos en las minas y en sus haziendas y si se querían ir algún cabo no podían porque se llamaban naborías." A.G.L, Patronato, 231, Num. 1, Ramo 4. Fol. L Las Casas dice en su Tratado de la esclavitud de los indios, Sevilla, 1552, fol. IV: "naboria quiere decir: que les sirve continuamente en casa de la misma manera que esclavo, sino que pública ni secretamente los pueden vender sin pena. Véase también RHA, 3 (septiembre 1938), pp. 61-63. Otras referencias que concuerdan con las anteriores recoge Georg Friederici, Hilfswórterbuch für den Amerikanisten, Halle, Verlag von Max Niemayer, 1926, pp. 68-69: "Indio libre, peroi de servicio perpetuo; naboria es un indio que no es esclavo, pero está obligado a servir aunque no quiera; naboria es el que ha de servir a un amo aunque le pese; e él no lo puede vender ni trocar sin expresa ligengia del gobernador; pero ha de servir hasta que la naboria o su amo se muera, acabado es su captíverío; y sí muere su señor, es de proveer de tal naboria al gobernador, y dala a quien él quiere. E estos tales indios se llaman naborías de por fuerga e no esclavos; pero yo por esclavos los avria, queanto a estar sin libertad (Oviedo)".
Acerca de el clérigo
Para
los lectores interesados,
Zavala
cita otras autoridades
en
la materia.
Remesal, Historia General (1964-66), 1:391, agrega lo siguiente: Este vocablo naboria que es usado asi en los libros de cabildo de la ciudad de Santiago de los Caballeros, como en estos de Ciudad Real, y otras villas y ciudades, trajéronla a estas partes, dice el señor obispo de Chiapa en su historia, los españoles que estuvieron en la isla de Santo Domingo, adonde era muy usado y quiere decir, criado: Y dábanle a los indios que servían y no eran esclavos. Al principio que los indios se encomendaban a los españoles, sujetábanlos o oprimíanlos tanto con la falsa opinión que tenían de que no eran hombres, ni tenían dominio de sus cosas más que las bestias del campo^ que totalmente les prohibían el comprar y vender y tratar y contratar, así con los demás españoles como entre sí misrnos. Sin esperar los regidores de Ciudad Real el breve que el Papa envió sobre esto, tenían remediada semejante tiranía, según parece por el cabildo que se tuvo a 16 de noviembre de 1537 en que se manda: Que los naturales libremente puedan comprar y vender, tratar y contratar entre si y los españoles
y que sus amos o encomenderos no seto impidan.
.
.
.
Notas
552
Para un análisis más amplio sobre los naborías en las Antillas, véase SimpThe Encomienda, p. 178, n. 15. John H. Parry, The Audiencia ofNew Galicia in the Sixteenth Century, pp. 56-57, este autor asimila los ma y eques o tlalmaites del México prehispánico y los naborías que trabajaban para los son,
espaftoles.
66. Ramírez, Proceso
Contra Aivarado,
p. 101
67. Arévalo, Libro de actas del ayuntamiento de la ciudad de Santiago de Guatemala, desde la fundación de la misma ciudad en 1524 hasta ¡530, pp.
110. 140-41. 68. Remesal» //¿síor/í7 General (\932), 1:391. "Fiscal contra Miguel
AGÍ, Guatemala,
(14 agosto 1543),
leg. 393, lib. 2, fols.
Díaz"
206-206v.
que se dieran a Diego Méndez cuando fue por lugarteniente a de Tnigillo" (Le6n, 20 agosto 1527), AGÍ, Guatemala, leg. 965. 70. Cerrato a la Corona (n.p., n.d., probablemente 1546), AGÍ, Audiencia de Santo Domingo 49, ramo 1 71 R. C. (Toledo, 20 febrero 1534), citado en la residencia a Pedro de Alvarado (Santiago, 1535), AGÍ, Justicia, leg. 296. El decreto fue proclamado en Santiago en febrero de 1535. *
69. 'Ordenanzas
la vina
72. En una provisión real se tomó nota del traslado ilegal de esclavos y naborías fuera de Nicaragua, y se mandó liberar a todos los que no estuvieran marcados, indicándose que por aquella época habían indígenas no marcados, a quienes se forzaba a servir como naborías. El Príncipe Felipe a Cerrato (Segovia, 25 junio Í548), AGCA, Al. 23, leg. 1511, fol. 72. 73. Residencia a Francisco de Montejo (Gracias a Dios, junio 1544), AGÍ, Justicia, leg. 300.
74.
Diego García de Celis a
agí, Guatemala,
la
Corona (Puerto de Caballos, 20 junio
1534),
leg. 49.
75. Residencia a la primera audiencia
(Gradas a Dios, 1547), AGÍ,
Justi-
cia, 299.
76. Diego García de Celis (Puerto de Caballos, 20 junio 1534), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 77. Francisco de Barríentos a la Corona (Trujillo del Pinar del Puerto de Honduras, día de Santiago, 25 julio 1534), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 78. Residencia a Aivarado (Santiago, 1535), AGÍ, Justicia 295. 79. La Corona a Cerrato (Valladolid, 15 diciembre 1548), AGCA, Al. 23, leg.
1511, fols. 91-92.
"Ynformación de Gregorio López" (Sevilla, 1543), AGÍ, Patronato ramo 4. 81. Andrés de Cerezeda a la Corona (Naco, 31 agosto 1535), AGÍ, Gua80.
231,
temala, leg. 39. 82.
Montejo a
Corona (Gracias a Dios,
la
1
junio 1539),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
"Ynformación de Gregorio López" (Sevilla, 1543), AGÍ, Patronato, 231, ramo 4. Ya en 1539 se registraban quejas de otras áreas, porque no se les permitía usar naborías en las minas. Concejos de Santiago, Ciudad 83.
leg.
Real San Salvador, y San Miguel a la Corona (Guatemala, 22 enero 1539),
agí, Guatemala, 84. Residencia
leg. 4.
de
la
primera audiencia, AGÍ, Justicia,
,^
leg.
299.
'^
Notas
553
85. Cédulas reales de
20 marzo 1536 y 28 junio 1586, Pardo, Prontuario,
p. 75, 83.
86. R-esidencia a leg.
Rodrigo de Contreras (Nicaragua, 1544), AGÍ,
Justicia,
297.
AGÍ»
87. Residencia a Alvarado,
Justicia, leg. 295.
88. R. C. (Valladolid. 29 enero 1538),
AGÍ. Guatemala,
leg.
402,
lib.
1.
211-1 Iv.
fols.
89. R. C. (Valladolid, 24
noviembre 1537), AGÍ, Guatemala,
leg.
401,
lib.
S-3, fols. 22-22V. 90. Residencia a Francisco leg.
Castañeda (Granada, 1535-36), AGÍ,
Justicia,
293.
91. Residencia a Contreras,
AGÍ,
Justicia, leg. 297.
Concejos de Santiago, Ciudad Real, San Salvador y San Miguel (Guatemala, 22 enero 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 93. La Corona al gobernador de Guatemala (Madrid, 23 noviembre 1540), AGCA, A.l. leg. 4575, fol. 49v; y proclamación de Diego García de Celis (San Pedro, 26 diciembre 1541), AGÍ, Guatemala, leg. 965. Pedraza escribió que los encomenderos no sólo estaban vendiendo indios de sus pueblos, sino también naborías de otras provincias haciendo ambas cosas abiertamente y valiéndose de engaños. Intercambiaban sus naborías con otros españoles, y a veces cambiaban un naboría por un cerdo, una oveja, un queso, vinagre, aceite, y otras mercaderías. Como resultado de lo anterior, muchos naborías huían a los montes o terminaban por ahorcarse. Los españoles no permitían que sus naborías asistieran a los servicios de la iglesia y tampoco a aprender la doctrina cristiana; "y los a<;otavan y maltratavan peor que si fuesen mili vezes sus esclavos". Robert S. Chamberlain, "Un documento desconocido del licenciado Cristóbal de Pedraza, Protector de los Indios y Obispo de Honduras", ASGH 20 (marzo 1945): 33-38. 92.
AGCA, A1.23, leg. 1511, fol. 17. Pedraza a la Corona (Trujillo, 1 mayo 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 164. 96. Licenciado Francisco Castañeda a la Corona (León, 30 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 97. El Cabildo a la Corona (San Pedro del Puerto de Caballos, 1 noviembre 1539), agí, Guatemala, leg. 44. 98. El cabildo a la Corona (Gracias a Dios, n.d., pero aparentemente al príncipio de los años 1540), AGÍ, Guatemala, leg. 44. 99. Alonso de Baldés et. al. a la Corona (San Pedro Puerto de Caballos, 15 mayo 1542), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 100. Residencia a la primera audiencia, AGÍ, Justicia, leg. 299. 101. Licenciado Castañeda a la Corona (León, 1 mayo 1533), AGÍ, Gua94. R. C. (Valladolid, 28 agosto 1543), 95.
temala, leg. 9. 102. El término proviene del Náhuatl t lámeme. R. P. Fray Tomás de la Torre, Desde Salamanca, España, hasta Ciudad Real de Chiapas, p. 179, este autor señala que los cargadores eran llamados tlamemeque, una corrupción
de la palabra tamemes hecha por los españoles. Hay abundante evidencia sobre el uso extendido de los tamemes en las sociedades nativas. Véase e.g.,
Calnek, "Highland Chiapas", p. 44, quien escribe sobre los "grandes números de tlamemes... a disposición de los gobernantes de Zinacantán".
.
554
Notas
Para información sobre
103.
las rutas prehispánicas,
véase Pedro 2Umiora
ASGH 20 (marzo, Sobre el estado de los caminos en 1539, véase Robert S. Chamberlain, "Plan del siglo XVI para abrir un camino de Puerto Caballos a la bahía de Fonseca, en sustitución de la ruta de Panamá", ASGH 21 (marzo, 1946): 61-66. Véase también, por el mismo autor, "Ensayos sobre el Adelantado don Francisco de Montejo y sus proyectos para el desarrollo económico de la provincia de Honduras e Huigueras", ASGH 20 (septiembre, 1945 ): 209-16. Castellanos, "Itinerarios de la conquista de Guatemala", 1945): 23-32.
Ya
uso de indios cargadores se puso en tela de juicio. El rey la Española sobre el gran trabajo que implicaba eltransporte de provisiones a las minas y el comercio de los puertos al interior. En consecuencia, se había ordenado que se enviaran 150 asnos para aliviar la situación. En 151 1, se prohibió el uso de tamemes debido a la disminución de la población nativa, (^ienes violaran dichas disposiciones corrían el peligro de perder sus indios. De Puerto Rico (San Juan) llegó un aviso sobre que, debido a las malas condiciones del terreno y la falta de caminos, se hacía necesario usar cargadores humanos; mas los indios estarían obligados a cargar sólo 30 libras en un mismo viaje, mientras se construían mejores caminos. La Corona bajó el referido peso legal a 25 libras, y ordenó que se terminaran de construir los caminos. Zavala, Estudios indianos, pp. 158-60. Las Leyes de Burgos (Arto. 1 1), promulgadas en 1512, prohibían que los indios cargaran cualquier otra cosa que no fuera su propio equipaje y provisiones. Los españoles que forzaran a los indios a cargar cualquier otra cosa, serian multados con dos pesos, estimándose que esta suma no seria un di104.
en 1505,
escribió al
suasivo
el
Gobernador Ovando de
muy
eficaz.
Simpson, Studies
in the Administration...
/,
p. 14.
Puga, Prouisiones, 1:122-23. Esta cédula (Toledo, 4 diciembre 1528) indicaba que los transgresores serían multados en 1(X) pesos por la primera infracción, entre 300 pesos por la segunda, y con la pérdida de todas sus propiedades, incluyendo las encomiendas, por las sucesivas transgresiones. 105.
Una
interesante excepción se observó en Yucatán, donde algunos de mayas, por medio de una "resistencia pasiva", rehusaron enviar tamemes o efectuar servicios personales, manteniendo dicha postura con cierto éxito. Chamberlain, The Conquest of Yucatán, p. 172. 106.
los nativos
107. Ramírez, Proceso contra Alvarado, pp. 22, 29. Ñuño de Guzmán, tradicionalmente considerado el azote de los indios de Nueva España, comprobó la necesidad de los tamenes, pero impartió órdenes restrictivas: "un soldado de a caballo podía tener seis; un soldado de a pie, tres. Quienes emplearen esclavos en sus empresas mineras podían usarlos como cargadores, sin embargo, ningún esclavo cargaría más de una arroba... más su ración de comida, y ello por una distancia no mayor de 30 leguas". Chipman, Ñuño de Guzman and Panuco, p. 176.
108. Residencia a Alvarado, 109. El cabildo
agí, Guatemala, 110. Saco, 1 1 1
La
de Trujillo
al
AGÍ,
Justicia 295.
Consejo de Indias
leg. 44.
,1?
(Trujillo, j
20 marzo 1530),
.,
^jc/úTv/mí/, 1:173.
El Cabildo a la Audiencia de México (San Cristóbal de los Llanos, 4
junio 1537),
agí, Guatemala,
leg. 110.
Notas
555
gobernador de Guatemala (Talavera, 28 enero 1541), fol. 50; y R. C. para el gobernador de Nicaragua (Talavera, 31 mayo 1541), AGÍ, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fols. 86-86v. 113. "Ynformación de Gregorio López" (Sevilla, 1543), AGÍ, Patronato, leg. 231, ramo 4; y R. C. al gobernador de Guatemala (Talavera, 28 enero 112. R. C. para
AGCA,
1541),
A.
1
,
leg.
AGCA,
el
4575,
A.l,
leg.
4575,
fol. 50.
Simpson, The Encomienda, p. 141, escribe que "Las Leyes Nuevas relacionadas con los indios cargadores fueron pronto modificadas [1549] para permitir su uso donde habia escasez de animales de carga, pero las cargas debían ser moderadas y las jornadas, cortas. El Consejo [de Indias] también decidió que se aumentara el salario de los cargadores, que equivalía a casi nada, pues recibían SVi maravidíes al día (equivalente a 1/4 de real o 1/32 pesos). Y se recordaba a la audiencia que el objetivo final de la Corona era abolir los servicios personales por completo". 114.
115- Representantes de Santiago, San Salvador y San Miguel a la Corona (Gracias a Dios, 9 junio 1544), AGCA, A.l, leg. 2198, exp. 15793; los mismos representantes, a la Corona (Gracias a Dios, 14 junio 1544), A. 1.2. 5, leg. 1
2363, exp. 17869. Licenciado Herrera a la
16.
Corona (Gracias a Dios, 10 julio 1545 y 24-di-
ciembre 1545), AGÍ, Guatemala,. leg. 9. 1 17. R. C. a la audiencia (Madrid. 5 julio 1546),
AGCA, Al
.
23, leg. 1511,
fol. 40.
118. El Cabildo a la Corona (Gracias a Dios, 6 septiembre 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 44. 1 19. La Audiencia a la Corona (Gracias a Dios, 23 septiembre 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 120. Residencia a la primera Audiencia, AGÍ. Justicia, leg. 299. 121. Alonso López de Ccrrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 122. Ccrrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 123. Remesal, Historia general (1932), 1:75. 124. Bancroft, History of Central America, 2:237, n.lO. 125. J. Joaquín Pardo, EJemtrides de la Antigua Guatemala. ¡541-1779, p. 3. 126. R. C. dd 26 de marzo de 1546 y R. C. del 17 de abril de 1553, ambas en Pardo, Prontuario, pp. 76, 78. 127. Fr. Francisco Bustamantc a la Corona (Santiago, 22 mayo 1551). agí» Guatemala, leg, 168. Es interesante que d cargo específico en este caso consistía en culpar a los prindpales de sobrecargar a otros indios. 128. Residencia a la primera Audiencia, AGÍ, Justida. leg. 299. 129. Paso y Troncoso, ENE, 2:116-17. AGÍ, 130. Fr. Bartolomé de Las Casas al Consejo de Indias (n.p., n.d.),
Patronato, leg. 252, ramo. 9. 131. R. C. (Talavera, 28 enero 1541), 39528, fol. 50.
AGCA,
A.l. 23,
leg.
4575» exp.
132. Ibid.
133. Residencia a la primera audienda,
134.
AGÍ, Justida,
leg. 299.
Residenda a Alonso López de Cerrato (Santiago, 1553-55), AGÍ, Jus-
ticia, leg.
302.
55é
Notas
AGÍ, Justicia, leg. 299, Remesa! Historia general, (1932), 1:281. 137. Paso y Troncóse, ENE, 2: 1 16-17. La orden está fechada en México, el 30 de marzo de 1531. 138. "Libro de cargo y data del Comendador de Guatemala [Al varado], 1529-1536", firmado por ^urrilla, Maldonado y Castellanos, AGÍ, Patronato, leg. 180, ramo 34. Comparaciones interesantes pueden verse en G. Michael Riley, "Labor in Cortesian Interprise: The Cuernavaca Área, 1522-1549", The 135. Residencia a la primera audiencia, 136.
Americas 28 (enero, 1972): 274-75. Haciendo notar que Fernando Cortés pagaba por lo general sus tamemes, Riley agrega que el Marqués del Valle los usaba también para acarrear artículos a la ciudad de México, a las minas y a Acapulco. De la información reunida por Riley, se desprende que Cortés usaba entre 12,0(X) y 24,000 tamemes al año y que éstos generalmente eran pagados a razón de un tomín (cerca de $.48) por cada 145 millas. 139. Residencia a la primera audiencia, 140.
Hernando de Ugarte, veedor a
AGÍ, Guatemala, 141. El 142. Fr.
la
AGÍ, Justicia, leg. 299. Corona (Santiago, 12 abril
Cabildo a la Corona (León, 1531), AGÍ, Guatemala, Bartolomé de Las Casas al Consejo de Indias (n.p.,
leg. 43.
n.d.),
ramo 9. 143. Juan de Lerma a la Corona (San Pedro de Puerto de Caballos, tubre 1539), agí, Guatemala, leg. 49. Patronato,
leg.
1549),
leg. 41.
AGÍ,
252,
31 oc-
144. Petición de Antonio de la Torre, sindico procurador de San Cristóbal (San Cristóbal de los Llanos, 3 abril 1534), AGÍ, Indiferente General, leg. 1204. 145. Pedraza a la Corona (Sevilla, 28 julio 1544), AGÍ, Guatemala, leg. 164. 146. Residencia a Rodrigo de Contreras, AGÍ, Justicia, leg. 297. 147. R. C, (Madrid, 26 marzo 1545), AGCA, A.l, leg. 4575, exp. 39528, fols. 76v, 88V-89. Véase también AGÍ, Guatemala, 393, lib. R-3, fols. lOv-1 1.
148. Los funcionarios de la tesoreria a la Corona (Gracias a Dios, 20 septiembre 1547), agí, Guatemala, leg. 49. 149. La Corona a Cerrato (Valladolid, 15 diciembre 1548), AGCA, Al 23, .
leg. 1511, fols. 91-92.
150. Al varado de Paz a la Corona (San Pedro de Puerto de Caballos, 1 agosto 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 151. Pardo, Prontuario, p. 28. 152. La Corona a la audiencia (Valladolid, 28 agosto 1543), AGCA, Al.
23, leg. 1511, fol. 17v. 153. El licenciado Herrera a la
AGÍ, Guatemala,
Corona (Gracias a Dios, 10
julio 1545),
leg. 9.
154. Los representantes de Santiago, San Salvador y San Miguel a la Corona (Gracias a Dios, 9 junio 1544), AGCA, A.l., leg. 2198, exp. 15793; y de las mismas personas citadas también a la Corona (Gracias a Dios, 14 junio 1544), AGCA, Al. 2.5, leg. 2363, exp. 17869. 155. La reina al Obispo Francisco Marroquín (Valladolid, 10 febrero 1530), agí, Guatemala, leg. 393, lib. R-2, fols. 7-11. 156. Residencia a Castañeda (Granada, 1535-36). AGÍ, Justicia, leg. 293. 157. Rodrigo de Contreras a la Corona (León, 25 julio 1537), AGÍ, Gua-
temala,
leg. 43.
.
Notas
557
la Corona (Gracias a ramo 25. La reina al Obispo Marroquin
Montejo a
158. leg.
Dios,
1
mayo
1542),
AGÍ, Patronato,
184,
159.
(Valladolid, 10 febrero 1530),
AGÍ,
Guatemala, leg. 393, lib. R-3, fols. 7-11. 160. Diego García de Celis, tesorero, a la Corona (Buena Esperanza, 10 mayo 1535), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 161 R. C. del 29 de febrero de 1538 y R. C. del 28 de enero de 1540, Pardo, Prontuario, p. 121. 162. Bancroft, History of Central America, 2:237-38. 163. Paso y Troncoso, ENE, 2:116-17. Está fechada el 30 de marzo de 1531. 164. La reina al Obispo Marroquin (Valladolid, 10 febrero 1530), AGÍ, Guatemala, leg. 393, lib. R-3, fols. 7-11. 165. El Cabildo a la Corona (Gracias a Dios, 16 febrero 1548), AGÍ,
Guatemala,
leg. 44.
mismo Las Casas,
sin embargo, no tenía otro recurso que usar tamemes; Motolinía hace ver que el famoso dominico usó 120 tamemes en una ocasión, agregando que la mayor parte de las cosas que los indios cargaron
166. El
eran los escritos de Las Casas contra los abusos cometidos por los españoles en relación con el trabajo de los indígenas. Motolinía, Carta al Emperador, pp. 61-62. 167. Arévalo, Libro
de Actas,
p. 40.
AGÍ, Justicia, leg. 296. Corona (Puerto de Caballos,
168. Residencia de Alvarado,
14 agosto 1536), 169. Andrés de Cerezeda a la agí, Guatemala, leg. 39. 170. Contreras a la Corona (León, 25 junio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 171. La Audiencia a la Corona (Gracias a Dios, 23 septiembre 1547), AGÍ,
Guatemala,
leg. 9.
AGÍ, Justicia, leg. 299, Corona (Gracias a Dios, 29 enero 1546), AGÍ, Guatema-
172. Residencia a la primera audiencia, 173. Herrera a la
9
la, leg.
AGÍ, Justicia, leg. 299. Corona (Gracias a Dios, 24 diciembre 1545), AGÍ, Gua-
174. Residencia a la primera audiencia,
175. Herrera a la
temala, 176.
leg. 9.
Pedraza a
la
Corona
(Trujillo,
1
mayo
1547),
AGÍ, Guatemala,
leg. 164.
Capítulo 8
1.
R. C. (Valladolid, 28 agosto 1543),
AGCA,
1.23, leg. 1511, fol. 15v.
Véase también Remesal, Historia general (1964-66), 1:292-93. 2.
La Corona a Maldonado
(Valladolid, 7 septiembre 1543),
AGCA,
Al.
23, leg. 1511, fol. 14. 3.
Pardo, Efemérides,
p. 5.
Mané, "Alonso de Maldonado, Primer Presidente de la Audiencia de Guatemala", ASGH 2 {\9(A): 163-65. Rubio Mané afirma que el primer nombramiento de Maldonado fue como "Capitán General" de las Charcas, en América del Sur. Pero Maldonado llegó a México en abril de 4.
Ignacio Rubio
.
558
Notas
1530, y escribió al rey el 18 de diciembre de 1544, diciéndole que había servi14 años en las Indias. Maldonado a la Corona (Gracias a Dios, 18 di-
do
ciembre 1544), agí, Guatemala,
Maldonado
5.
Guatemala,
a la
leg. 9.
leg. 9.
Corona (Gracias a Dios,
.
18 diciembre 1544),
AGÍ,
.
-^v
6. Ibid.
V
•
R. C. (Madrid, 27 octubre 1535), AGÍ, Justicia, leg. 232, fols. 24, 27v-28. Domingo Juarros, Compendio de la historia de la ciudad de Guatemala, 2 7.
vols., 1:253-54.
,
8.
André Saint-Lu, La Vera Paz,
9.
Pardo, Efemérides, pp.
10.
Maldonado a
Guatemala,
la
>
,;..
,-
.
p. 452.
3-4.
Corona (Gracias
a Dios, 18 diciembre 1544),
AGÍ,
leg. 9.
1 1 Bancroft, History of Central America, 2:301; este autor concluye erróneamente, basado en un documento, que la audiencia se reunió por primera vez en 1545. Probablemente Bancroft tomó dicha información de una carta fechada el 30 de diciembre de 1545, enviada al rey con la firma de los cuatro jueces que integraban la audiencia (AGÍ, Guatemala, leg. 9). Los oidores decían que Herrera y Rogel habían llegado cll 5 de marzo y que d 1 5 de mayo se habían reunido. Como la carta estaba fechada al final del año, parece ser que el escribano anticipó el próximo aflo, poniendo 1545 cuando en realidad todavía se trataba de 1544. Escribiendo a la Corona desde Gracias a Dios el 22 de mayo de 1544, d liccndado Herrera (AGÍ, Guatemala, leg. 9) dice muy claro que él y Rogel llegaron a Puerto de Caballos el 16 de marzo y "el primer día q. hizimos audiencia fue a quinze de mayo**. Pardo, Efemérides, p. 5, da d primer día como 14 de mayo.
12. Citado en la Corona a la Audiencia de los Confines (Valladolid, 28 agosto 1543), AGCA. AL 23, leg. 1511, fol. 17, ff. Antonio Muro Orejón (ed.), Las Leyes de 1542-1543. Véase también Simpson, The Encomienda, pp. 123-44. Para otro punto de vista sobre esta importante legislación, véase Lewis Hanke, "The New Laws - Anothcr Analysis'* en Indian Labor in the Spanish Indies, cd. Frands Bannon, pp. 55-64. 13.
"La supplicadón de
audienda
ordénanos q. interponen los pueblos en la ("Probanza de los esclavos hechos") (Gricias
las
real y la respuesta'*
a Dios, 14 junio 1544), ACXTA, Al-2.5, 14.
Maldonado a
Guatemala, 15.
agí,
la
leg.
2363, exp. 17869.
Corona (Gracias a Dios.
18
didembre
1544),
Aül,
leg. 9.
Justida, leg. 331.
Simpson, The Encomienda, pp. 132-33; este autor hace la siguiente anotación: "La Corona no confió la ejecudón de estas leyes impopulares a las autoridades existentes en Nueva España y Perú, donde había la más fuerte oposidón. Cuatro hombres fueron comisionados para aplicar las leyes: Blasco Núñez de Vda (quien perdió su vida como resultado de dicha comisión], para el Perú; Frandsco Tello de Sandoval, para Nueva España; Miguel Diaz Armendáriz, para tierra firme; y Alonso López de Carato, para las Antillas y la Costa de la Perla". 1^.
;
n Oviedo, Historia General,
1:158.
t
,
.
Notas
559
18. Díaz del Castillo, The True History, 2:323. Marroquín escribió en febrero de 1548, diciendo que Cerrato era un sacerdote, aunque no había tenido la ocasión de conocerlo. No tengo pruebas de que Cerrato fuese tal cosa,
ser un hermano laico. Carmelo Sáenz de Santa María, El LicenFrancisco Marroquín, Primer Obispo de Guatemala (1499-1563),
aunque pudo ciado
Don
pp. 122, 217. 223. 19.
José María de
the Archives 20.
of the
la
Peña y de
la
Cámara,
A
List
ofSpanish Residencias
in
Indies, 1516-1775, p. 2.
Los licenciados Cerrato y Grajeda a la Corona (Santo Domingo, 24 AGÍ, Santo Domingo, leg. 49, ramo 1. Tomás de la Torre, Desde Salamanca, pp. 94-95.
abril 1545),
21.
22. DII, 7:431-37. 23. Cerrato a la Corona (Santo Domingo, 19 marzo 1547), AGÍ, Santo Domingo, leg. 45, ramo 5. 24 El Príncipe Felipe a Cerrato (Valladoiid, 24 abril 1545), AGÍ, Santo Domingo, leg. 868, lib. 2, fols. 244-45 y de nuevo (Madríd, 13 diciembre 1545), AGÍ, Santo Domingo, leg. 868, lib. 2, fols. 278v-79v. 25. Cerrato a la Corona (Santo Domingo, 19 marzo 1547), AGÍ, Santo Domingo, leg. 49, ramo 5. 26. Cerrato a la Corona (Santo Domingo, 18 diciembre 1547), AGÍ, Santo Domingo, leg. 49, ramo 5. La Corona aprobó la disposición de Cerrato liberando a los indios esclavos que habían sido "vendidos como negros de Guinea". La Corona a Cerrato (14 julio 1548), Pardo, Prontuario, p. 59. 27. R. C. (Madrid, 21 mayo 1547), AGCA, Al. 23 leg. 1511, fols. 55-55v. AGCA, Al. 23, leg. 4575, fols. 141v-42. Su sueldo anual debía ser de 750,000 maravedíes, a partir de su partida de la Española. 28. Cerrato a la Corona (10 enero 1548), !AGI, Santo Domingo, leg. 49,
ramo
5.
Consejo de Indias (Santo Domingo, 22 diciembre 1547), agí, Santo Domingo, leg. 73. 30. Cerrato a la Corona (Santo Domingo, 29 julio 1546), AGÍ, Santo Domingo, leg. 49, ramo 5. 29. El Cabildo al
31
Oviedo, Historia General, 1:158.
A(3CA, Al. 23, Pardo, Efemérides, p.
32. Ibid.,
leg.
33.
6.
4575,
fol. 142.
34. Ibid. 35. Cerrato a la Corona (Santiago de Guatemala, 8 Guatemala, leg. 9.
abril 1549),
AGÍ,
36. Ibid. 37. Cerrato a la
Corona (Gracias a Dios, 28 septiembre
1548),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 9. 38. Cerrato a la Corona (Santiago, 26 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Este comentario era una respuesta a la orden real promulgada d 16 de septiembre de 1549, relativa a que el presidente y los oidores de las audiencias no debían tener intereses comerciales. Pardo, Prontuario, p. 122. Cerrato había sugerido que d rey emitiera tal provisión, en una carta dd 9 de noviembre de 1548. 39. Martin de Esquivel a la Corona (Nicaragua, 30 diciembre 1545), AGÍ,
Guatemala,
leg. 50.
Notas
560
The Conquest of Yucatán, p. 183. La relación entre las En p. 308, Chamberlain anota que en 1555 Montejo presentó una apelación a la corte real, refrendada por Maldonado que era entonces presidente de la Audiencia de Santo Domingo. "Maldonado parece haber disfrutado de altos favores en la Corte y su influencia ayudaba al Adelantado". 41. Recinos y Goetz, The Annals of the Cakchiquels. pp. 130-31. Parece que Maldonado liberó algunos esclavos cuando visitó San Salvador, probablemente en 1538. AGÍ, Guatemala, leg. 393, (26 junio 1539), fol. 55v. 40. Chamberlain,
familias siguió siendo estrecha.
42. Alonso García a la Corona (Gracias a Dios, 1 febrero 1546), AGÍ, Guatemala, leg. 9. En opinión de García, las cosas no habían cambiado mucho desde la administración del suegro de Maldonado, acerca de quien aquél comentaba: "Y digo que esta provincia está perdida y los conquistadores della acavsa de aber sido vro gobernador Montejo y su muger tan tiranos como an sido por que ella es la que governaba y desgovernaba y aqui es ella quería que su marido les quitase los yndios sin ra^on". Sobre las encomiendas dadas a León, véase también Cerrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), agí, Guatemala, leg. 9. 43. Cerrato a la Corona (Gracias a Dios, 28 septiembre 1548), AGÍ, Gua-
temala,
leg. 9.
44. Cerrato a la
Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Corona (México, 1 octubre 1563), Paso y
45. Francisco de Morales a la
Troncoso, ENE, 9:242-48. 46. "Memoria para el illmo. señor Bisorrey de la nueva spaña", AGÍ, Guatemala, leg. 956. Según las Cartas de Indias, pp. 792-93, Maldonado murió en 1560, siendo gobernador de Yucatán, y manteniendo el título de Adelantado por virtud de su matrimonio con doña Catalina de Montejo. 47. Cerrato a la Corona (Santiago, 16 julio 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. R. C. de 20 de septiembre de 1548, citada en la Corona a la audiencia (Valladolid, 15 enero 1549), AGCA, A.23, leg. 4575, exp. 39528, fols. 116-17. Cerrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9; aquí Cerrato dice que Maldonado puso la encomienda a nombre de su hija, al nacimiento de ésta. 48. Alonso García a la Corona (Gracias a Dios, 1 febrero 1546), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 49. Cerrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Sobre Juan de Guzmán, véase "Cargos" de la residencia a Francisco de Magaña, alcalde mayor (La Villa de la Trinidad del Puerto de Acaxutla, 1578),
AGÍ,
Justicia, leg. 312.
50. Cristóbal
Guatemala,
de Pedraza a
la
Corona
(Trujillo,
1
mayo
1547),
AGÍ,
leg. 164.
51. Maldonado a la Corona (Gracias a Dios, 20 septiembre 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 52. Véase F. V. Scholes y Eleanor Adams, Don Diego Quijada, Alcalde Mayor de Yucatán, 1561-1565. 53. Francisco de Morales a la Corona (México, 1 octubre 1563), Paso y Troncoso, ENE, 9:242-48. Véase también Robert S. Chamberlain, "El último testamento y mandato de don Francisco de Montejo, Adelantado de Yu-
Notas
551
catán, 1553",
ASGH
20, (junio 1945): 83-90; este autor analiza los negocios sobre esclavos negros entre Montejo y Maldonado. "Memoria para el illmo. Señor Bisorrey de la nueva spaña", AGÍ, Guatemala, leg. 956. 54.
55.
Rubio Mané, "Alonso de Maldonado", pp. 163-65. Chamberlain, "El último testimonio" y Chamberlain, The Conquest
of Yucatán,
p. 310.
Diaz del Castillo, The True History, 2:323. 57. Montejo no fue tan afortunado. Si bien evitó imponer castigos serios, fue encontrado culpable en el juicio de residencia que se le siguiera en 1544 por su gestión en Honduras-Higueras; se le acusaba de negligencia en la protección y cuidado de los indios. Como resultado, fue suspendido en su cargo en las Indias, por seis años. Chamberlain, The Conquest of Yucatán, p. 309. 58. Peña, List of Spanish Residencias, p. 3. 56.
59.
Rubio Mané, "Alonso de Maldonado". Este corto
artículo contiene
errores y omisiones, pero hay un interesante análisis sobre los descendientes del presidente. Rubio Mané dice que Maldonado murió en 1560, pero del lenguaje usado en las reacciones a que dio lugar el juicio por su actuación en Yucatán, al que se alude antes, se desprende que todavía estaba vivo en 1563.
Bañero ft, History of Central America, 2:309, se equivoca por cierto al decir que Maldonado murió un par de años después de su residencia en 1548. Es más confiable la viuda de Maldonado, doña Catalina, quien escribió al rey desde México, el 21 de noviembre de 1565 (Paso y Troncoso, ENE, 10:79-82), afirmando que su esposo se había ahogado en la costa de Tabasco y Yucatán, el año anterior y después de haber servido 34 años en las Indias. Después de dejar la América Central Maldonado había servido como presidente de la Audiencia de Santo Domingo por nueve años, pero la viuda se lamentaba de que la familia hubiese sido despojada de sus indios y ella misma decía se encontraba en un estado de indigencia con dos hijas y un hijo.
—
—
,
60. Pese a su importante papel en los comienzos del gobierno español en México, no aparece ni siquiera mencionado en el monumental Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México.
61. Cerrato a la 62.
Ramírez a
la
Corona (Santiago, Corona
8 abril 1549),
(Santiago, 20
mayo
AGÍ, Guatemala, leg. 9. AGÍ, Guatemala, leg. 9.
1555),
63. Residencia a la primera audiencia, AGÍ, Justicia, leg. 299. Ramírez a la Corona (Santiago, 20 mayo 1555), AGÍ Guatemala, leg. 9. 64. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 65. Maldonado a la Corona (Gracias a Dios, 20 noviembre 1546), AGÍ, Guatemala, leg. 9. R. C. (Zaragoza, 30 junio 1547), AGÍ, Guatemala, leg.
en Federico Arguello Solórzano y Carlos Molina Arguello, MonuHistórica, pp. 699-700. Remesal, Historia general (1964-66), 2:53-54. El cronista se refiere a Ramírez como un "hombre de valor, diligente y de todo cuidado, en lo que se le encomendaba, y algo inclinado a cosas de guerra, por cuya causa aceptaba siempre de buena gana estos embites". En una carta de Bernal Díaz del Castillo al emperador (Santiago, 22 febrero 1552), se hace notar que Ramírez fue enviado más tarde de regreso a Nicaragua, a fin de mantener el orden después del asesinato del Obispo Val-
402,
lib. 2,
menta Centroamericae
562
Notas
ganando un sueldo de siete pesos y medio al día, más su comida y sazón, Oiaz decía que Ramírez se estaba preparando para viajar Cartas de Indias, pp. 38-44, 830.
divieso; iba
gastos.
A
la
a Castilla. 66. Remesal, Historia general (19(4-66), 2:310-13. Cartas de Indias, p. 830. 67. Recinos y Goetz, Annals of the Cakchiquels, pp. 137-38. 68. Sáenz de Santamaría, Marroquín, pp. 81-82. El autor describe el encuentro con aleún detalle. 69. Una versión diferente del incidente puede verse en Ramírez a la Corona
mayo 1556), AGÍ, Guatemala, leg. 9. El relato de Marroquín escándalo es una fuerte acusación contra Ramírez, pero más tarde (1556), cuando el juez actuaba como presidente de la audiencia, Marroquín tuvo palabras amables para él. Sáenz de Santamaría, "Vida y escritos de don Francisco Marroquín, primer Obispo de Guatemala, 1499-1563", ASGH, 36 (1963): 256-57. El obispo tuvo problemas con la audiencia, y particularmente no gustaba de Rogel. Tenía una mejor opinión de Ramírez, un par de años antes de que el oidor lo atacara, pero aún entonces conocía del ardoroso temperamento de éste. Comparando a Ramírez con Rogel, Marroquín escribía: "Ramírez más hombre es y es studiante, tiene mucha colera y poco cuidado de la justicia..." Marroquín a la Corona (Santiago, 20 marzo 1551), Sáenz de Santamaría, Marroquín, p. 266. 70. Ramírez a la Corona (Santiago, 20 mayo 1555), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 71. Pardo, Efemérides, pp. 8-9. 72. Véase, por ejemplo: El Cabildo a la Corona (Santiago, 1 diciembre 1555), agí, Guatemala, leg. 41 El Cabildo a la Corona (Puerto de Caballos, 29 mayo 1556), agí, Guatemala, leg. 49. Diego de Robledo a la Corona (Santiago, 10 abril 1556), AGÍ, Guatemala, leg. 9. La Audiencia a la Corona (Santiago, 21 abril 1556), AGÍ, leg. 9. Varios frailes a la Corona (Guatemala, 18 octubre 1556), agí, Guatemala, leg. 52. La Corona a la Audiencia (Valladolid, 22 diciembre 1556), agí, Guatemala, leg. 386, lib. CM, fols. 202-202v. En R. C. (Valladolid, 11 abril 1559), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. 1 , en Arguello Solórzano y Molina Arguello, Monumenta Centroamericae, pp. 700-701, la princesa dice: "...me ha sido hecha relación que de tres años a esta parte, que es después que fallesció el doctor Quesada, él ha señiido, de Presidente en la dicha Audiencia...'* Pardo, Efemérides, p. 8, indica equivocadamente que ()uesada (Santiago, 20
sobre
el
.
28 de noviembre de 1558, y que Ramírez asumió el mando como presiAún más confuso que otros relatos es el de las Cartas de Indias, p. 830 ("Datos Biográficos"), en que se dice que después de derrotar a los lacandones en Pochutla, Ramírez regresó a Guatemala en la primavera de 1559 y "en premio a sus servidos y por muerte del doctor (pesada, fue ascendido Ramírez a presidente de aquella Audiencia en 1565, desde donde se le trasladó después a la de Lima". En efecto, fue enviado como regente y oidor de la Audiencia de la Plata de las Charcas, aunque podía actuar como presidente cuando el virrey no estaba presente. Carta de oficio a Ramírez de la Corona (Valladolid, 4 marzo 1559), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. 1, en Arguello Solórzano y Molina Arguello, Monumenta Centroamericae, pp. 597-98. Clarence H. Haring, The Spanish Empire in America, p. 93, afirma que en 1563, Ramírez fue investido con el rango de presidente del todo. 73. Residencia al licenciado Pedro Ramírez de Quiñones (Santiago, 1559),
murió
el
dente en esa fecha.
agí,
Justicia, leg. 308.
Notas
563
AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-l, hizo en su calidad de presidente de la Audiencia de la Plata (Charcas), en 1579. Peña, List of Spanish Residencias, p. 64. Para entonces, había servido cerca de 36 años como juez de la Corona, y estuvo presidiendo durante unos 29 años. 74. R. C. (Valladolid, febrero 1559),
259-60.
fols.
La
residencia se
le
75. Alonso García a la Corona (Gracias a Dios, 1 febrero 1546), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 76. Residencia a la primera audiencia, AGÍ, Justicia, leg. 299. 77. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 78. Remesal, Historia general {\964-66), 2:54, 59, 69-70. 79. Ibid Chamberlain, The Conquest of Yucatán, p. 309. 80. Remesal, Historia general (\964-66), 2:69-70. 81. Sáenz de Santamaría, Marroquín, anota en su índice varias referencias sobre Rogel hechas por el obispo. En página 244 cita una de las cartas, que incluye estos comentarios: "Sí el [Cerrato] hubiera echado de su compañía al licdo Rogel no le faltaba nada; en verdad, que no conviene que un hombre tan deshonesto y ruin este en audiencia. Remitome a su residencia. Ahora va a visitar, echarlo han por cargo, y va a ver sus negros questan en las minas y de camino por que parezca que haze algo lleva poder para visitar y por enmendar lo passado no tiene lastima de destruir al que puede, y que suene su voz". Bernal Díaz del Castillo escribió a la Corona (Santiago, 22 febrero 1552), haciendo referencia a los negocios ilícitos de Rogel: "Sepa V. M. la manera que a tenido é tiene en dar estos yndios que e dicho: para que allá V. M. crea que son bien dados por bia Avdien^ia Real, procuró de admetyr en esta Real avdienfia»^ un Juan Rogel por oydor, por tenelle de manga... puesto que aquel Rogel le avia desechado desta Avdiengia Real quando le tomó residencia, e oydo dezir que por tenelle para aqueste efeto desimuló con él muchas cosas, diziendo 'azme la barva' ". Cartas de Indias, p. 40. 82. La Corona a Cerrato (Valladolid, 16 septiembre 1549), AGCA, Al. 23, leg. 1511, fol. 125.
83.
386,
La Corona a Cerrato (Monzón,
lib.
Q-l.
fols.
11 julio 1552),
AGÍ, Guatemala,
leg.
45V-46.
Las Casas y Valdivieso al Príncipe Felipe (Gracias a Dios, 25 octubre de Indias, p. 25. Herrera les devolvió su confianza al resistirse a firmar una carta de la audiencia que era perjudicial a los obispos. El juez fue reprendido, pues se suponía que debía actuar de acuerdo con la mayoría, aunque podía escríbir a la Corona de manera separada para expresar su disentimiento. La Corona a Herrera (Guadalajara, 10 septiembre 1546), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. 2, en Arguello Solórzano y Molina Arguello, Monumenta Centroamericae, pp. 5%-97. 85. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abríl 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 86. Cerrato a la Corona (San Salvador, 3 noviembre 1548), AGÍ, Gua84.
1
545), Cartas
temala,
leg. 9.
87. Cerrato a la
temala, leg.
Corona (Gracias a Dios, 28 septiembre
1548),
AGÍ, Gua-
9.
88. agí, Juasticia, leg. 299. Según un testigo: "una yndia naboría de un vecino desta cibdad que se llama po. de orellana se fue a casa del dho licdo,
herrera la qual
le
pidió
el
dho po de
orellana
muchas vczes y no se
la
quiso dar
564
Notas
mugerdel dho orellana della porq dezian quel dho liedha yndia y la llamava doña ysabelica en la cama y esto oyó dezir a una persona que se hechava con la dha yndia que se llamava villalobos (Martín de Villalobos, el alguacil mayor?]". 89. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 90. Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 9 mayo 1549), AGÍ, Guatemala,
aunq
tenia necesidad su
do. se hechava con
la
leg. 9.
91. DII, 24:397-420.
Corona (Gracias a Dios, 24 diciembre
92. Herrera a la
temala,
Marroquín a
93.
la
Corona (Santiago, 20 septiembre
Santamaría, Marroquín,
AGÍ,
94.
96. leg.
AGÍ, Gua-
1547),
Sáenz de
p. 220.
Justicia, leg. 299.
^-
'^
Corona (Gradas
95. Cerrato a la
temala,
1545),
leg. 9.
v*^
;
->.
a Dios, 28 septiembre 1548),
AGÍ, Gua-
leg. 9.
La Corona a Cerrato (Valladolid, 16 septiembre
1549),
AGCA, Al
.
23,
1511, fols. 125.
Corona (Santiago,
97. Cerrato a la 99. Cerrato y
Ramírez a
agí, Guatemala,
1549),
agí, Guatemala,
la
leg. 9.
AGÍ, Guatemala, leg. AGÍ, Justicia, leg. 301.
8 abril 1549),
98. Residencia a Cerrato (Santiago, 1553-55),
9.
Corona (Santiago de Guatemala, 21 mayo Cerrato a la Corona (Santiago 8 abril 1549),
leg. 9.
100. Cerrato a la
Corona (San Salvador,
noviembre 1548), AGÍ. Gua-
3
temala, leg. 9 101. Cerrato y
Guatemala, temala,
leg. 9.
Ramírez a Cerrato a
Corona (Santiago, Corona (Santiago, 8
la la
21
mayo
AGÍ, AGÍ, Gua-
1549),
abril 1549),
leg. 9.
102. El
Cabildo a
la
Corona (Santiago, 30
abril 1549),
AGÍ, Guatemala,
leg. 41.
Barón Castro, La Población,
103.
p. 46.
Corona (Santiago, 8
abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Pardo, Efemérides, p. 7. 105. Cerrato a la Corona (Gracias a Dios, 28 septiembre 1548), AGÍ, Guatemala, Leg. 9. 106. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Véase también el testimonio del presidente en AGÍ, Justicia, leg. 301. 107. El Cabildo a la Corona (Santiago, 24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 41 Quizás la mención de 50 cuadrillas representan el número de equipos de esclavos enviados en un período determinado o puede ser que los regidores simplemente estuviesen exagerando. Un poco antes, cerca de cuatro meses después de la llegada de Cerrato, ellos escribieron que "cuarenta y algunas cuadrillas" se habían perdido. El Cabildo a la Corona (Santiago, 30 abril 1549), agí, Guatemala, leg. 41. 108. Bartolomé de Las Casas al Consejo de Indias (n.p., n.d.), AGÍ, Patronato 252, ramo 9. 109. Ximénez, Historia, 1:463. Bancroft, History of Central America, 2:337. Para un análisis más amplio sobre la carrera de Diego'Ramírez, véase
104. Cerrato a la
.
Walter V. Scholes, The Diego Ramírez
Visita.
565
Notas
agí, Justicia, leg. 301. Véase también Remesa! (1932), 2:237. Ximénez, Historia, 1:480. 112. Remesal, Historia general (\932), 2:237. 113. Véase, e.g., R. C. del 25 de junio 1548, Pardo, Prontuario, p. 59; en este documento específicamente se pide la liberación de los esclavos en Ni110.
111.
caragua. 114.
Pardo, Prontuario,
agí, Guatemala,
leg.
402,
p. 43. lib.
R. C. (Valladolid, 31 diciembre 1549),
T-3, fols. 60-60v.
115. R. C. del 4 de agosto de 1550, Pardo, Prontuario, p. 8. 16. Esta importante legislación, emitida el 2 de febrero de 1549, se analiza en El Principe Felipe a la Audiencia (Madrid, 12 abril 1553), AGCA, Al .23, 1
leg.
4575,
fol.
123.
Cabildo a la Corona (Gracias a Dios, 6 septiembre 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 44. 118. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Bancroft, History of Central America, 2:326. Cerrato a la Corona (Gracias a Dios, 28 septiembre 1548), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 119. Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 9 mayo 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Pardo, Efemérides, p. 7. La Corona a Cerrato (Valladolid, 7 julio 1550), agí, Guatemala, leg. 393, lib. 2, fol. 165. Cerrato a la Corona (21 mayo 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 117. El
Capítulo 9 1.
Partes de este capitulo aparecieron en mi artículo "Indian Slavery and American Histórica! Review 51 (febrero
the Cerrato Reforms", Hispanic 1971): 25-50.
2. Cerrato a la Corona (Santiago, 26 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Barón Castro, La Población, pp. 189-90, atribuye a Cerrato casi las mismas palabras en una carta escrita el 1 de abril de 1549. 3. AGÍ, Justicia, leg. 301. La afirmación hecha por los regidores de Santiago de que ninguno se arriesgaba a oponerse a Cerrato, de quien se decía que apuñalaría a aquel que primero lo hiciera, concede al presidente un vigor físico
del que probablemente carecía. El énfasis en tal sentido parecía provenir del licenciado Ramírez, quien, por otra parte, era incapaz de levantar una mano. 4. Cerrato a la Corona (Gracias a Dios, 28 septiembre 1548), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 5. AGÍ, Justicia, leg. 301, 302. Cerrato declaró eso a fin de frustrar la aplicación de las leyes. Los españoles habían esparcido rumores sobre rebeliones, y circulaban malas noticias acerca de Perú y México; por ejemplo:
que me avian de matar y aun hasta españa e seryieron que me avian muerto en una batalla en la nueva españa e servieron que me avia perdido y no páresela y otros dixeron que me avian benido a matar desde mexico e que en un dia nos avian de matar a mi y al señor visorrey don luys de velasco e que echo un clérigo fama que por cinquenta pesos e un caballo se obligava una a matarme e antes de la navidad pasada del año de
.,
.
Notas
566
cinquenta e quatro al principio del vyno una persona de muncha calidad e nos hablo a mi e al licenciado (^orita oydor en gran secreto y con juramento que primero nos tomo que no descubriésemos nos dixo q ihenian concertados de nos matar o prender a mi e al licenciado gorila la Justicia e regimiento desta ciudad todo a fin que no se tasen ni visitasen la tierra como su magí tiene mandado y ansy agora se an Juntado e hecho Higa los alcaldes e regidores e procuradores que son Santos de Figueroa e Joan perez dardon alcaldes e don francisco e francisco lopes e elfator o va lie e
"
alonso gutierrez e xpoval lobo e bernal diaz del castillo regidores e Joan bazquez procurador e Juramentaron sobre ello de me seguir en esta resydencia e destruyrme a efeto que los Juezes que de aqui adelante fueren no osen hazer cosa alguna contra ello. .
6.
Díaz del Castillo, The True History.
1:12.
Herrera, Historia general, vol. 1: dec. 1, libro Friede y Keen, Las Casas, p. 517. 9. Herrera, Historia general, vol. 1: dec. 1: libro 10. Remesal, Historia general, (1932), 1:430. 7.
7,
cap. 14.
8.
7, cap. 14.
11. Ibid. 12.
Friede y Keen, Las Casas, p. 517.
C. (20 julio 1532), AGÍ, Guatemala, leg. 393, lib. 2, fols. 42-43. "Infomación de Hernán Méndez" (Santiago, 28 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 110. 15. Cabildos de Santiago, Ciudad Real, San Salvador, y San Miguel a la Corona (Guatemala, 22 enero 1539), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 16. "La información q. hizo Sanct Saluador" (Villa de San Salvador, 20 abril 1545), AGCA, Al. 28, leg. 2335, exp. 1705. Véase también "La suppli13. R.
14.
cación de los hordenan<;as q. interponen los pueblos en la audiencia real y la respuesta" (Gracias a Dios, 14 junio 1544), AGCA, Al. 2. 5, leg. 2363, exp. 17869; V en una respuesta similar (Gracias a Dios, 9 junio 1544), AGCA, Al leg. 2198, exp. 15793. 17. agí. Justicia, leg. 295. 18.
"Información de Hernán Méndez", AGÍ, Guatemala,
leg. 110.
19. Ibid.
20. Ibid.
,.
,
21. Ibid.
22. ^urrilla a Francisco de los Cobos (Santiago, 15 septiembre 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 45. 23. Juan Ruano a la Audiencia de México (Trujillo, 14 abril 1533), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 24. "Información de Hernán Méndez", AGÍ, Guatemala, leg. 110. 25.
AGÍ,
26.
Simpson, Studies
Justicia, leg. 295. in the Administration... IV, pp. 6-7.
Corona (Santiago, 6 mayo 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 41 El Cabildo a la Corona (Santiago, 29 enero 1550), AGÍ, Guatemala,
27. El Cabildo a la
28. leg. 9.
Corona (Santiago, 24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, Bernal Díaz del Castillo escribió a la Corona desde Santiago, el 22 de febrero de 1552 {Cartas de Indias, p. 40), quejándose acerca de Cerrato: 29. El Cabildo a la
leg. 41.
.
Notas
557
"Pues más sepa V. M., que quando algún provc [pobre] conquistador biene á á le de mandar que le ayude á se sostentar para sus hijos é muger si es casado... les responde (Cerrato) con cara feroz y con una manera de meneos, en vna silla, que avn para la avtoridad de vn onbre que no sea de mucha arte no conbiene, quanto más para vn presidente, y les dice: ¿"quien os mandó benir á conquistar? ¿mandóos S. M.? monstrá su carta: anda, que basta lo que aveys robado" él
30. Ibid.
1547, ordenaba al
Corona (Santiago, 30 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. que un edicto real de 21 de octubre de cabildo reunirse una vez a la semana, y (p. 8) que el 15 de
marzo de 1555,
audiencia instruyó a los regidores para reunirse cada mar-
3
1
El Cabildo a la
41. Pardo, Efemérides, p. 6, indica
la
tes y viernes.
32. El
Cabildo a
la
Corona (Santiago,
10
marzo
1551),
AGÍ, Guatemala,
leg. 41.
33. Ibid.
Louo vezino de Santiago de Guatemala por si y en nombre de varios descendientes de conquistadores antiguos sobre ser preferidos a otros más modernos en las provisiones de encomiendas" al Consejo de Indias (Santiago, 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 53. Cristóbal (Xpoval) Lobo al "muy poderoso señor" (Santiago, n.d.), AGÍ, Guatemala, leg. 52. Cristóbal Lobo al Consejo de Indias (Santiago, 1 julio 1553), AGÍ, Guatemala, leg. 52. La Corona a la audiencia (Madrid, 5 abril 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 30-30v. Lobo también estaba enojado porque Cerrato lo había llamado "porquero". AGÍ, Justicia 302. 34. "Christoval
35. Probanza del Obispo Valdiviezo (Madrid y León, Nicaragua, 1547-49), "Provanzas de religiosos", no. 11, AGÍ, Guatemala, leg. %5. Aunque no coincide con otra información similar, Cerrato hizo la curiosa afirmación de que cuando llegó por primera vez, no había sacerdote o fraile, confesando o absolviendo a nadie que tuviera esclavos. Por tanto, mientras casi todos
habían liberado a sus esclavos voluntariamente, las perdidas de todos se hacían descansar sólo sobre sus hombros. Cerrato a la Corona (Santiago, 15 marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Infortunadamente no hay registros de mi conocimiento, que indiquen cuántos esclavos pudieron haber sido manumitidos como respuesta a las presiones de los religiosos. A falta de las quejas de los vecinos, que pudieran haber sido voluminosas debe concluirse que muy pocos esclavos fueron hberados por tales razones. 36. Cerrato a la Corona (Santiago, 18 marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 37. Una notable excepción es el desaparecido historiador español Manuel Giménez Fernández, quien se refiere a Marroquín, calificándolo de "oportunista", "venal", y "el típico político". Pero debe recordarse que el autor era un ferviente admirador de Las Casas, con quien Marroquín había tenido agrias disputas. Manuel Giménez Fernández, "Fray Bartolomé de Las Casas. A Biographical Sketch", en Bartolomé de Las Casas, eds. Fricde y Keen, pp. 67-126. 38. Véase Ernesto Chinchilla Aguilar, "El Obispo Marroquín y Las Leyes Nuevas de 1542", ASGH 36 (1963): 35-41. Lázaro Lamadrid, O.F.M., "Bishop Marroquín, Zumárraga's Gift to Central América", The America:» 5
568
Notas
(enero, 1949): pp. 331-41; este autor asigna al prelado
ción de los indios
mayor que el que yo estoy dispuesto a
un papel en
la libera-
reconocerle. El autor
el punto de vista, sostenido, por algunos, de que Alvarado trajo a Marroquín al Nuevo Mundo. No hay duda, sin embargo, de que ambos personajes actuaban muy cerca uno del otro. Por otra parte, Sáenz de Santamaría, Marroquín, p. 112, afirma que el Obispo y Alonso Maldonado
discute
eran viejos y cercanos amigos. 39. Bancroft, History of Central America, 2:321. 40. Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Marroquín estaba visitando Gracias a Dios, quizás no por coincidencia, cuando llegó Cerrato la primera vez, y el obispo se formó una buena opinión sobre el nuevo presidente. Sáenz de Santamaría, Marroquín, p. 234. Cerrato inicialmente resultó bien impresionado por
gar del fallecido
el
obispo; en efecto, en agosto de
nombrado Arzobispo de México, en luZumárraga. Sáenz de Santamaría, "Vida y escrítos", p. 219.
1548, propuso que
el
religioso fuera
mayo de 1549, Marroquín todavía tenía una opinión favorable de como Administrador, aunque con ciertas reservas; el presidente —decía— era "un poco precipitado", y su abrupta liberación de los esclavos no había beneficiado a nadie, según el criterio del obispo. En otra corresponEl 4 de Cerrato
dencia de 1549, el prelado criticaba cada vez más los métodos de Cerrato y la sus ojos el presidente era influencia que sobre éste ejercían los dominicos. una persona muy honorable y un buen juez, pero los españoles se mostraban
A
inconformes. En carta dirigida a Las Casas en 1550, Marroquín decía se había mostrado excesivamente celoso en el desempeño de sus funciones, y que él, Marroquín, le pedía actuar con moderación. En marzo de 1551, Marroquín estaba abiertamente contra Cerrato, y afirmaba en sus cartas que Cerrato no era un buen gobernador y que no había tenido oidores que k) asesoraran. Tomás López, quien se oponía a los métodos de Cerrato, había, en cambio, impresionado al obispo. Este agregaba que, si bien no lo había dicho antes de modo específico, Cerrato, quien había empezado bien, no resistía en los últimos tiempos la tentación de recompensar de cualquier manera a sus parientes. Sáenz de Santamaría, Marroquín, pp. 234, 242-43, 247, 252, 263. Vale la pena hacer notar, sin embargo, que en los años posteriores a las reformas de Cerrato, Marroquín tenía relativamente muy poco que decir sobre los abusos contra los indios. 41. Francisco de Bañuelos a la Corona (Santa Fe de Guatemala, 15 julio
muy
que Cerrato
agí, Guatemala, leg. 45. 42. "Respuesta al obpo. de guatimala" (4 agosto 1550),
1550),
AGÍ, Guatemala,
leg. 393, lib. 3, fol. 172.
43. Provisión real (18 agosto 1550),
181V-82. 44. Bancroft, History
AGÍ, Guatemala,
leg.
393,
lib. 3, fols.
of Central America, 2:327; este autor probablemente basa su afirmación en una carta en la cual los funcionarios de Santiago decían que Marroquín criticaba a Cerrato desdé el pulpito, a consecuencia de lo cual este último se hizo enemigo del prelado y no asistió a misa a la iglesia mayor por muchos días. Los funcionarios a la Corona (Santiago, 10 marzo 1551), agí, Guatemala, leg. 52 45. Residencia al licenciado Alonso López de Cerrato (Santiago, 1553-55),
agí.
Justicia, leg. 301.
.
Notas
569
46. Ibid. 47. Ibid. 48. Ibid. 49. Ibid. 50. Remesal, ///5/or/í7 genera/ (1932), 2:203.
Cabildo a la Corona (Ciudad Real de Chiapa, 1 mayo 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 44. 52. El Cabildo a la Corona (Santiago, 1 junio 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 41 53. El Cabildo a la Corona (Santiago, 15 septiembre 1549), AGÍ, Gua51. El
temala, leg. 41. 54. Ibid. Cuatro meses más tarde los regidores repitieron muchos de los mismos cargos, agregando que Cerrato estaba especialmente influido por tres o cuatro dominicos, hombres "de poca razón, pero mucha ambición, amigos
de sus propios intereses", quienes habían escrito al rey diciendo buenas cosas de Cerrato, por lo cual éste se mostraba complacido. El Cabildo a la Corona (Santiago, 24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 55. Según los funcionarios de Santiago, Cerrato defraudó a los frailes con su "furioso celo", porque él era viejo y astuto. Los funcionarios a la Corona (Santiago, 10 marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 52. 56. Las golpizas de nativos por frailes dominicos, es un tema documentado en varios lugares. Véase por ejemplo, Los frailes Cárdenas y Torre a la Corona (Estancia de Concocuyloco, 12 noviembre 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 168. 57. El Cabildo a la Corona (Santiago, 15 septiembre 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 58. El Cabildo a la
Corona (Santiago, 24 enero
1550),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
mayo 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Véase también, Cerrato a la Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 61. El Cabildo a la Corona (Gracias a Dios, 10 abril 1551), AGÍ, Guatema59.
Ramírez a
60.
agí.
la, leg.
la
Corona
(Santiago, 25
Justicia, leg. 301.
44.
A
menos que se diga expresamente lo contrarío, el siguiente anáhsis sobre el nepotismo de Cerrato, está basado en las siguientes fuentes: Francisco de Bañuelos a la Corona (Santa Fe de Guatemala, 15 junio 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 45; el Cabildo a la Corona (Santiago, 24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 41; el Cabildo a la Corona (Santiago, 1 septiembre 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 41; el Cabildo a la Corona (Ciudad Real de Chiapa, 1 mayo 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 44; y una carta escrita por Las Casas y citada en Marcel Bataillon, "Las Casas et le Licencié Cerrato", Bulletin Hispanique 55 (1953): 79-87, Bataillon dice "Juan López Cerrato, pero seguramen62.
a Alonso López de Cerrato. "Las Casas et le Licencié Cerrato", p. 82. Según Las Casas, Nicolás López "lo querría tanto allá como a Tordcsillas acá, que no se puede decir la felicidad suya y de la tierra que tiene alrededor". En esta carta Las Casas dice que López se había casado con la nieta de Cerrato, pero éste en su residencia se refiere a la muchacha como la hija de su hermano, el Dr. Alonso
te se refiere
63. Bataillon,
Cruz Cerrato. 64. El Cabildo a la Corona (Ciudad Real de Chiapa, Guatemala, leg. 44.
1
mayo
1550),
AGÍ,
Notas
570
65. Bcrnal Díaz escribió en febrero de 1552 (Cartas de Indias, pp. 40-43), que Cerrato podía alegar que los repartimientos que dio a sus parientes no valían mucho; pero, decía Bernal, esos eran los mejores, y el peor de ellos era comparable, en América Central, a uno que valiese 10,000 pesos en Perú. El Dr. Cerrato había muerto, pero su hija acababa de llegar y podía recibir los ingresos de su padre, equivalentes a 3,000 pesos anuales. "No sabemos" —agregaba Bcrnal— "quando verná otra barcada de Serratos á que les den
yndios". 66.
agí.
67. Bataillon,
agí.
^
Justicia, leg. 301.
"Las Casas
et le
""'
''-^^^^'
'-
'''
Licencié Cerrato**.
Mientras no hay duda alguna de que Maldonado y sus asociados tenían muchos indios, la afirmación de Las Casas y del obispo de Nicaragua de que aquellos tenían 60,000, indios, es casi segura68.
Justicia, leg. 301
.
mente una exageración. MacNutt, Bartholomew de Las Casas, pp. 255-56. 69. Es cierto, sin embargo, que el Príncipe Felipe, en 1552, envió una provisión en la que mencionaba las encomiendas dadas al Doctor Cerrato y a Cano, con la advertencia de que los conquistadores y los pobladores casados deberían tener prioridad. Al mismo tiempo advertía al presidente sobre ser más moderado en el lenguaje que usaba con los comerciantes. Felipe a Cerrato (Monzón, 11 junio 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, fols. 44-44v. afirmaban que Cerrato había ordenaun vecino porque no quería prestar las herramientas a usarse en la construcción de un camino; sin embargo, Cerrato finalmente accedió a las súplicas de "alguna buena gente". También se le acusaba de haber puesto en la cárcel a un comerciante que no quiso entregarle ciertas telas. Se alegaba, además, que Cerrato había encarcelado a un español implicado en un escándalo de falsificación de maravedíes, en el cual el presidente supuestamente estaba también implicado. El Cabildo a la Corona (Santiago, 6 mayo 1549). AGÍ. Guatemala, leg. 41. 71. El Cabildo a la Corona (Santiago, 15 septiembre 1549), AGÍ, Gua70. Entre otras quejas, los regidores
do que
se encarcelara a
temala, leg. 41. 72. Ibid.
...
:i:
-
....:
.
-
-
/
=>
.
.
i
73. Ibid. 74.
Fray Francisco Bustamante, "Comissario General", a marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 168.
la
Corona (San-
tiago. 22
75. Ibid. 76. Ibid. 77. Ibid. 78. El
•>• 'Corona (Santiago,
:-•
'
Cabildo a
la.
•
^
15 septiembre 1549),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 41. 79. El Cabildo
80.
a
la
Bustamante a
Corona (Santiago, 6 mayo 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 41. Corona (Santiago, 22 marzo 1551), AGÍ, Guatemala,
la
leg. 168.
81. Residencia a Cerrato y los jueces
82. El
Cabildo a
de
la audiencia,
AGÍ, Justicia, leg. 302. AGÍ, Guatemala,
la
Corona (Santiago, 24 enero
1550),
la
Corona (Santiago, 22 marzo
1551),
leg. 41.
83.
Bustamante a
leg. 168.
AGÍ, Guatemala,
.
.
^^
Notas
Cabildo a la Corona (Santiago, '24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, Pero véase Severo Martínez Peláez, La Patria del Criollo. 85. En 1551, los funcionarios de Santiago aseguraron al rey que debido a las condiciones en la América Central, todos los hombres prominentes y de firme posición económica, se hablan marchado o estaban por hacerlo. Los funcionarios a la Corona (Santiago, 10 marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 52. Habia un efectivo precedente para semejante retroceso a las anteriores circunstancias en que se registrara un drástico decrecimiento de la población en las Antillas. Las islas fueron despobladas a pesar de las severas restricciones a las tendencias de emigración, debidas éstas a los descubrimientos de las ricas civilizaciones de México y Perú. Hacia 1551, pese a los rumores en contrario, había pocas evidencias que indicaran que un pronto enriquecimiento esperaba a los aventureros. Ya en 1549, en respuesta a las predicciones sobre un éxodo de los vecinos más prominentes, Cerrato afirmaba que éstos sólo le provocaban risa, y agregaba que los españoles pobres debían rezar por que los ricos se enojaran bastante y los dejaran marcharse, (^izás cuatro españoles en la provincia estaban en condiciones de marcharse, decía Cerrato, y habría 400 tan buenos como los que se marcharían, para asumir las responsabilidades que estos últimos dejarían atrás. Cerrato a la Corona (Santiago, 16 juHo 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 86. El Cabildo a la Corona (Ciudad Real de Chiapa, 1 mayo 1550), AGÍ, 84. El
leg. 41.
Guatemala,
leg. 41.
87. Ibid. 88. El Cabildo a la Corona (Santiago, 15 septiembre 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 89. El Cabildo a la Corona (Santiago, 24 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 41.
90.
estar de acuerdo con Murdo J. MacLeod, Las Casas, Guaand the Sad but Inevitable Case of Antonio de Remesal, p. 53, cuan-
No puedo
temala,
esclavitud de los indios como institución, había casi desaparecido en 1543..." Había todavía muchos miles de esclavos trabajando para los españoles en dicha época. Evidentemente carece de sentido la afirmación de los vecinos de Guatemala en una carta enviada al rey el 1 de agosto pasados 15 1549, en la que se dice "ningún esclavo ha sido tomado en los
do afirma que "la
de años". Citado en Simpson, Studies in the Administration... IV, p. 8. AGÍ, Guatemala, leg. 41 91 El CabUdo a la Corona (Santiago, 30 abríl 1 549), septiembre 1549), AGÍ, Gua92. El Cabildo a la Corona (Santiago, 15 ^^^93.
94.
3^^.
IV,
p. Re^oducidq en Simpson, Studies in the Administration... Guatemala, Cerrato a la Corona (Santiago, 28 septiembre 1548), AGÍ,
leg. 9.
95. Cerrato a la
96.
AGÍ,
Corona
1552),
AGÍ, Guatemala,
8 abril 1549),
AGÍ, Guatemala
(Santiago, 25
mayo
Justicia, leg, 301.
97. Cerrato a la
^
Corona (Santiago,
.
leg. 9.
.
n
leg. 9.
98. Ibid.
99. Cerrato y Guatemala, leg. 100.
agí.
lie.
Ramírez a
9.
Justicia, leg. 301.
la
Corona
(Santiago, 21
mayo
1549),
AGÍ,
Notas
572
Corona
101. Cerrato a la
(Santiago, 26 enero 1550),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
102. El licenciado Cavallón,
un cercano pariente de Cerrato,
escribió
que a
pesar de los grandes servicios del presidente, sus enemigos todavía estaban
tratando de desacreditarlo después de su muerte. Cavallón a
AGÍ, Guatemala,
Durante
la
Corona (San-
mitad del continuaron culpando a Cerrato por todas sus desgracias. Tal sentimiento se encontraba generalizado, pero una muestra de la correspondencia que salía de Chiapas, podrá ilustrar la naturaleza de las quejas. Juan de la Tovilla, en 1601, remontaba la declinación de su familia a la época en que ésta liberara a sus esclavos, la mayoría de los cuales había sido comprada al precio de 70 y 80 pesos cada uno. A partir de entonces (decía el quejoso) los intereses mineros de la familia entraron en ruina, el trigo se habia perdido, el ganado se había extraviado y se había hecho salvaje. Los indios liberados rehusaban trabajar por un salario. Tovilla tenía 10 hijos legítimos y estaba al borde de la quiebra económica. Probanza de Juan de la Tovilla (Ciudad Real de Chiapa, 1601), y cita de la de su padre, Andrés de la Tovilla (Ciudad Real de Chiapa, 1579), AGÍ, Guatemala, leg. 966. En los aflos 1580 se presentaron varías representaciones de Ciudad Real, en las que se afirmaba que había de 80 a 100 vecinos, todos conquistadores o hijos de éstos, y que todos estaban pobres debido a que se les habían quitado sus esclavos varíos aftos antes. Usando tal cosa como pretexto, continuaban la exposición explicando que, debido a su probreza, sus hijas carecían de dote; y que, como éstas no podían casarse adecuadamente, los vecinos demandaban que la Corona les pagase 500 pesos anuales para mantener un convento para las muchachas, el cual sería construido a expensas del tesoro real. "Testimonios", de la Ciudad Real de Chiapa, 1583 y 1587,.AGI, Guatemala, leg. 8. Y en 1591 los regidores de la ciudad decían que los pobladores oríginales tenían grandes esperanzas en las minas y las 47 encomiendas dispensadas a los conquistadores. Pero entonces los esclavos fueron liberados y cesó la minería, un golpe del cual no se habían repuesto todavía. El Cabildo a la Corona (Ciudad Real de Chiapa, 28 noviembre 1591), AGÍ, Guatemala, leg. 44. tiago, 14 abril 1556),
leg. 52.
la siguiente
siglo, los españoles
,
103. El
Cabiído a
la
Corona (Santiago, 24 enero
1550),
AGÍ, Guatemala,
leg. 41.
104. Ramírez hábilmente asesoró al presidente en la aplicación de las leyes, en forma "demasiada" en opinión de Bemal Díaz del Castillo, contenida ésta en la residencia a Pedro Ramírez de Quiñones (Santiago, 1559), AGÍ, Justicia, leg. 308.
105. leg. 9.
Tomás López a El Cabildo a la
la Corona (Santiago, 9 junio 1550), AGÍ, Guatemala Corona (Santiago, 1 junio 1550), AGÍ, Guatemala leg
"Cargos contra licenciado Thomas López... Pesquisa Secreta" (San agí, Justicia, leg. 302. Cerrato a la Corona (Santiago, 15 mar zo 1551), agí, Guatemala, leg. 9. Quedada y Ramírez a la Corona (Santiago 28 mayo 1555), AGL, Guatemala, leg. 9. Debido a sus abiertas críticas contra Cerrato, López fue reprendido por el Príncipe Felipe, el 30 de noviembre de 1551, haciéndole ver su falta de respeto. Arguello Solórzano y Molina Arguello, Monumento Centroamerícae, pp. 302-303. Al igual que otros encomenderos, Bemal Díaz gustaba de López, a quien caracterízaba como un 41.
tiago, 1555),
Notas
.573
hombre de "buena conciencia", con celo para aplicar las leyes. Díaz hacía notar que López se oponía a que se otorgara un repartimiento al hermano de Cerrato. Bernal Díaz a la Corona (Santiago, 22 febrero 1552), Cartas de Indias, p. 40,
Audiencia de Santo Domingo en 1548, cuando Cerrato América Central. Nombrado oidor de Guatemala en 1553, fue mandado a Nueva España en 1556. Zorita, Ufe and Labor in Ancient México, pp. 21, 33, 36. Para un tratamiento detallado de la carrera de Zorita, véase Ralph H. Vigilo, "Alonso de Zorita, Crown Oidor in the Indies, 1548-1556", 106. Zorita fue a la
partió para la
(Tesis doctoral, Universidad de
Nuevo México,
1969).
de los indios esclavos que poseían los españoles en la provincia de Guatimala", B. de Las Casas al Consejo de Indias (n.d.), agí. Patronato, leg. 252, ramo 9. Schafer la enumera como "1555 ca., Valladolid." En el DII se presenta como "Representación de Fr. B. de Las Casas al Consejo de Indias: Contra las pretensiones del procurador de Guatemala, recién llegado, sobre los servicios de los indios", DIÍ, 7, pp. 167-72. Una nota agrega lo siguiente: "Este documento no tiene fecha y está firmado de mano del P. Las Casas desprendiéndose de su contexto que fue presentado después de su último regreso a España en principios de 1547". Por supuesto pudo haber sido escrito después de la llegada de Cerrato a la América Central, en 1548. Es muy probable que el documento se refiera a la representación de Bernal Díaz del Castillo, fechada el 1 de febrero de 1549, cuando éste actuaba como procurador de Santiago. 108. Cerrato a la Corona (Santiago, 26 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9; y Cerrato a la Corona (Santiago, 12 junio 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9. "Respuesta a Cerrato" (Madrid, 9 diciembre 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 107.
386,
"Sobre
lib.
Q-1,
la libertad
fol. 13v.
Audiencia (Madrid, 9 junio 1553), AGÍ, Guatemala, El licenciado del Barco (Vareo) era en esa época "Colegial del Colegio de Sant Bartolomé de la Ciudad de Salamanca". 110. Provisiones reales (Valladolid, 17 noviembre 1553), AGÍ, Guatemala, leg, 386, lib. Q-1, fols. 108-10, 114, 116. Además fue instruido para tomar las residencias a Rogel y Herrera, quienes murieron en el intervalo. Tomás López fue también enjuiciado antes de su nombramiento como oidor en Nueva Granada. En el caso de Ramírez, de no encontrarse nada contra él, debía re109.
leg.
La Corona a
386,
lib.
Q-1,
la
fols. 90-91.
tornar a su cargo. 111. "Probanza de gastos" de Quesada (Santiago, 18 julio 1555), AGÍ, Guatemala, leg. 52. Afirmaba haber dejado la ciudad de México a mediados de octubre de 1554. 1 12. Alonso Ydalgo (Hidalgo) a la Corona (Santiago, 14 abril 1556), AGÍ, Guatemala, leg. 52. El firmante era pariente de Cerrato. 113. Cerrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 114. Ibid.
115. Hernando Méndez de Sotomayor, electo procurador general de Santiago (en cuya capacidad viajó a Madrid para pedir la residencia a Maldonado); Méndez era un "gran e íntimo" amigo de Cerrato; no obstante, el presi-
dente
de
la
le quitó muchos esclavos en sus minas de La Ascensión de San Miguel Frontera. Sin embargo, de acuerdo con su hijo, Méndez de Sotomayor
Notas
574
permaneció cerca del presidente y pasó mucho tiempo en casa de éste. "Petición de una merced para d. Bernabé Cerrato de Carvajal..." (Guatemala, 6 junio 1613), agí. Patronato, timonio se dio en 1596. 1 16. Fr. Pedro de Ángulo a Vera Paz, p. 457.
leg. 83,
la
ramo
Corona
1, fols.
15-46v. Esta parte del tes-
(abril, 1552), citado
en Saint-Lu,
La
la Corona (Santiago, 28 mayo 1555), AGÍ, GuaCerrato al parecer dejó tres hijas, con varias sobrinas y otros parientes, la mayoría de los cuales parecen haberse casado bien y alcanzado cierta prominencia. Véase, e.g., "Petición de una merced para d. Bernabé Cerrato de Carvajal. Adjunta los méritos y servicios en Guatemala de su bisabuelo el licenciado Alonso López de Cerrato" (Guatemala, 6 junio 1613), agí, Patronato, leg. 83, ramo 1, fols. 15-46v. Don Alonso de Acuña, gobernador de Soconusco, a la Corona (Soconusco, 30 octubre 1585), AGÍ, Guatemala, leg. 40. Francisco de Morales a la Corona (México, 9 abril 1562), Paso y Troncoso, ENE, 9:234-48.
117.
Quesada y Ramírez a
temala,
leg. 9.
118. "Petición de una merced para d. Bernabé Cerrato de Carvajal..." (Guatemala, 6 junio 1613), AGÍ, Patronato, leg. 83, ramo 1, fols. 15-46v. 1
Tomás de la Torre al Consejo de mayo 1553), AGÍ, Guatemala, leg.
19. Fr.
bán, 22 120.
Indias (Sancto 8, fols.
Domingo de Co-
41-41v.
Girolamo Benzoni, History of the New World, p. 168. Annals of the Cakchiquels, pp. 136-37.
121. Recinos y Goetz,
122. En general Cerrato simplemente estaba aplicando las leyes sin discreción alguna. Puede verse cierta validez en los cargos de extremismo al ordenarse que los tenedores de esclavos debían traer sus indios en un plazo de tres días, bajo pena de muerte. "Petición de una merced para d. Bernabé Cerrato de Carvajal..." (Guatemala, 6 junio 1613), AGÍ, Patronato, leg. 83, ramo 1, fols. 15-46v. Aunque la pena de muerte fue aprobada en distintas épocas por razones aparentemente injustificables, los culpables rara vez eran ejecutados, excepto en los casos de rebelión y en otros delitos de traición. Cuando menos cierta flexibilidad se nota en Cerrato, cuando afirma que se sintió obligado a compensar a un propietario de un esclavo adquirido legalmente, pero aseguraba al rey que nadie había hecho reclamos en tal sentido, implicando así que nadie tenía esclavos en forma legal. Cerrato a la Corona (Santiago, 15 marzo 1551), agí, Guatemala, leg. 9. 123. Mientras los indios esclavos fueron liberados casi todos en América Central, la manumisión en México requirió un proceso más largo. Berthe, "Aspects de l'esclavage", pp. 203-205; este autor dice que entre 1551 y 1561, la Audiencia de la Nueva España liberó cuando menos 3,105 ("3,205") escla-
vos. 124. La mayor parte de quienes se han ocupado de la carrera de Cerrato —contemporáneos suyos y unos cuantos historiadores posteriores— están de
acuerdo en que las reformas de Cerrato realmente fueron bastante lejos. Una autoridad moderna, sin embargo, parece ver la cuestión de manera muy diferente. MacLeod, Las Casas, p. 57, contradice, en efecto, la opinión de que Cerrato "jugó un papel principal en la mejora de las condiciones de los indios".
Notas
575
Al referirse a
deseos de los españoles en épocas anteriores, Cerrato tiempo pasado quando ellos hazian lo que querían la hedad dorada lo qual agora lloran". AGÍ, Justicia, leg. 301. 126. Cerrato a la Corona (Santiago, 26 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 125.
declaró que "llaman
los al
Capítulo JO 1. Benjamín Keen es de esta opinión. En una nota personal (30 abril 1974) dicho autor me indica que Zorita escribió en una oportunidad, que los indios estaban dispuestos a engancharse como trabajadores devengando el doble de los salarios fijados en el sistema de repartimiento; y que, en un reciente trabajo, el historiador guatemalteco Martínez Peláez ofrece evidencias sobre la buena disposición de los indios para trabajar, ganando un salario ligeramente más alto que el fijado en el sistema de repartimientos. 2. En 1550, en Panamá, los colonos deseaban seguir usando los servicios de los esclavos liberados por el gobernador Sancho de Clavijo. Éste estuvo de acuerdo, a condición de que los indios fueran pagados a razón de 14 pesos oro al año. Simpson, The Repartimiento, p. 17. 3. Agía, Servidumbres personales, p. 57.
pp. 55-56. V. Scholes, The Ramírez Visita., pp. 45-46. Véase también Miranda, El Tributo Indígena, pp. 108-9. Marroquín a la Corona (Santiago, 3 febrero 1550), Sáenz de 6. 4. Ibid., 5.
W.
Santamaría, Francisco Marroquín, p. 258. 7. Agía, Servidumbres personales, pp. 52-55. 8. R. C. (Toro, 18 enero 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fol. 21 v. 9. El Príncipe Felipe a la audiencia (Monzón, 11 julio 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, Hb. Q-1. 10. R. C. del 20 enero de 1553, Pardo, Prontuario, p. 72. La audiencia a la Corona (Santiago, 6 septiembre 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 11. R. C. (Valladolid, 10 abril 1557), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fols. 168-168v. La orden era una respuesta específica al informe de un procurador de Honduras, quien decía que, debido a que los indios rehusaban cuidar el ganado, los rebaños se perdían y estaban en peligro de extinción. 12. Introducción de Keen en Zorita, Life and Labor, p. 65. 13. R. C. (Valladolid, 28 noviembre 1558), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1,
fols.
240-40V.
14. Ibid., fols. 241V-43.
R. C. (Valladolid, 21 enero 1559), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, 252-52V. El tema de los vagabundos se analiza en detalle en Norman F. Véase también Martin, Los Vagabundos en la Nueva España, siglo 15.
fols.
XVL
Magnus Mórner, La Corona Española y
los
Foráneos en los Pueblos de In-
dios de América, pp. 75-80. 16. Lie.
mente
Juan Albarez de Ortega a la Corona AGÍ, Guatemala, leg. 965.
1563),
(n.p., n.d.,
pero aparente-
576
Nota^
17. R. C. de 23 de septiembre de 1552, Pardo, Prontuario, p. 43; R. C. de 21 de julio de 1552, en Ibid., p. 78; y R. C. del 25 de noviembre de 1578, en Ibid., p. 82. 18. Fray Gómez de Córdova a la Corona (Santiago, 12 noviembre 1582), agí, Guatemala, leg. 156. 19. R. C. a Gerónimo Carranza, gobernador de Honduras (Soria, 7 diciembre 1592), agí, Guatemala, leg. 402, lib. T-3 (segunda parte). 20. Arteaga Mendiola a la Corona (Soconusco, 30 marzo 1571), AGÍ,
Guatemala,
leg. 9.
21. R. C. de 20 de
mayo de
1582, Pardo, Prontuario, p. 82.
Quesada y Ramírez a la Corona (Santiago, 28 mayo 1555), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 23. agí. Justicia, leg. 301. 24. R. C. al Presidente Landecho (Valladolid, 21 enero 1552), AGÍ, Gua22.
temala,
leg. 386, lib.
Q-1,
fols.
248-48v.
25. R. C. de 23 de septiembre de 1552, Pardo, Prontuario (Al. 23.-1511.-186).
Antonio Mexía (Santiago, 1559), AGÍ, Justicia, leg. un representante de Mexía afirmó que éste había servido con completa rectitud por más de diez años. Debido a que había aplicado las leyes en detrimento de los intereses de los encomenderos, algunos de éstos prestaron testimonio contra él en el juicio de residencia. Por otra parte, don Carlos de Arellano, Pedro Téllez y muchos otros de sus compañeros trataron de ase26. Residencia al Dr.
309.
En
1562,
sinar a Mexía, habiendo resultado heridos dos de los parientes del juez. Otros dos encomenderos amenazaron a Mexía. La Corona envió instrucciones dirigidas a prevenir tales incidentes. Arguello Solórzano y Molina Arguello, Monumenta Centroamericae, pp. 321-23. 27. Residencia al lie. Ramírez (Santiago, 1559), AGÍ, Justicia, leg. 308. 28. Documento sin firma y sin fecha, titulado "Las cosas que se an remediado en el govierno de honduras", AGÍ, Guatemala, leg. 44. 29. Residencia a Pedro Romero, teniente general de governador al servicio del licenciado Hortiz de Elgueta, gobernador de Honduras (San Pedro,
1568),
agí.
Justicia, leg. 315.
de 1574, Pardo, Prontuario, p. 81. audiencia (Madrid, 27 noviembre 1576), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. 32. Investigación del lie. Diego García de Palacio (Santiago, 11 marzo 30. Provisión real de 21 de abril
31.
La Corona a
la
agí, Guatemala, leg. 41. Fray Gómez de Córdova a la Corona (Santiago, 12 noviembre 1582), agí, Guatemala, leg. 156. 34. La Corona a Mallén de Rueda, 26 septiembre 1587, Pardo, Prontuario 1578), 33.
p. 83.
35.
"Autos
del ffiscal desta rreal audiencia contra
sobre las cosas que se 1591,
AGCA,
Al.
le
opone aver cometido en
la
Diego de
la
barrera
costa suchitepeques",
30, leg. 4697, exp. 40631.
La Corona a Gerónimo Carranza, gobernador de Honduras (Soria, diciembre 1592), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3 (segunda parte). de
36.
7
37.
"Información sobre la falta de medios para que vivan los pobladores de Guatemala" (Santiago, 1598), AGCA, Al. 29, leg. 4677,
la provincia
exp. 40238.
*
.
Vo^fv
577
38. Licenciado
Landecho a
la
Corona
(3 febrero 1563),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
Licenciado Arteaga Mendiola a
39.
AGÍ, Guatemala,
1571),
la
Corona (Soconusco, 30 marzo
leg. 9.
40. "Repartimiento de Indios, Chiapa. Mandamiento a los justicias del pueblo de Chamula, jurisdicción de la alcaldía" (Ciudad Real de Chiapa, 6 marzo 1580 y 13 marzo 1579), AGCA, A-3, leg. 2896, exp. 42979, pp. 228-36. 41. La Corona al presidente de la audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1581), agí, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. 42. Ordenanza del canciller Juan de Victoria al alcalde mayor de Ciudad Real de Chiapa y otros funcionarios (Santiago, 12 noviembre 1582), AGÍ, Guatemala, leg. 966. 43. Fray Gómez de Córdova a la Corona (Santiago, 12 noviembre 1582), agí, Guatemala, leg. 156.
Documento
sin fecha y sin firma, titulado "Las cosas que sean remegovierno de honduras", AGI, Guatemala, leg. 44. La Corona a la audiencia (Madrid, 27 noviembre 1576), AGI, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2; la
44.
diado en
el
la Corona (Santiago, 11 febrero 1604), AGI, Guatemala, leg. 40. "Autos de los yndios del pueblo de Malacatepeque sobre que se agrabian mandar que de los pueblos den cinco yndios para el servicio ordinario desta Ciudad" (Santiago, 10 septiembre 1593), AGCA, A-I. 31, leg. 2774,
audiencia a 45.
exp. 40024.
"Información sobre la falta de medios para que vivan los pobladores provincia de Guatemala" (Santiago, 1598), AGCA, Al. 29, leg. 4677, exp. 40238. Para propósitos de comparación, nótese los salarios pagados en México en los últimos años del siglo, en Silvio Zavala y María Gástelo, eds.. Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España (1 575- 1 805), 8 vols., 3:75-118. 47. R. C. del 23 de febrero de 1538, Pardo, Prontuario, p. 75. 46.
de
la
48. R. C. de 4 de agosto de 1550, ibid. 49.
La Corona a
temala,
leg.
386,
la
lib.
audiencia (Valladolid, 27 diciembre 1558), AGI, Guafols. 247-47v.
Q-1,
50. Arteaga Mendiola a Guatemala, leg. 9.
la
Corona (Soconusco, 30 marzo
1571),
AGI,
La audiencia a la Corona (Santiago, sin fecha, pero aparentemente haaños 1570), AGI, Guatemala, leg. 41. 52. "Ynstrucción y memoria de la ciudad de Santiago de la probinciade Guatemala de lo que se a de negociar y suplicar a su magt en su rreal consejo de las yndias por el sr alonso de herrera en nombre de la dicha ciudad despachada en su cabildo y ayuntamiento..." (Santiago, 24 marzo 1579), AGI, 51
cia los
Guatemala,
leg. 41.
53. Residencia al licenciado Francisco Brízeño (Santiago, 1569-70),
AGI,
Justicia 316, 317. la audiencia (Madrid, 18 julio 1560), AGCA, Al. 23, leg. duplicado en AGI, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 349-53. 55. Para un análisis sobre los males del sistema, véase Richard Stafford Poole, "The Franciscan Attack on the Repartimiento System (1585)", en Indian Labor in the Spanish Indies, ed. John Francis Bannon, pp. 66-75. El funciona-
54.
4575,
La Corona a fol. 199,
578
Notas
miento del sistema de repartimiento en México, es analizado con claridad y Gibson, The Aztecs, pp. 220-56. Muchos ejemplos de asignaciones específicas de trabajo, se dan en Simpson, The Repartimiento. 56. Zor'na, Life and Labor, pp. 2\4-\5. detalle en
'
Capítulo 11
Libro de Protocolos de Bernabé Pérez, año 1572, AGCA, Al. 20, leg. una opinión sobre el contrato de trabajo en otras partes, véase Gibson, Tlaxcala, 155-57. 2. Libro de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, año 1583, AGCA, Al. 1.
1169, fols. 51-51v. Para
20, leg. 422, fols. 1-iv, 18-18v, 22-23v, 60-71, 96-97. 3. Ibid., fols.
53-53V, 58-58v.
4. Ibid., fols. 40-40V.
AGCA,
Libro de Protocolos de Cristóbal Aceituno Guzmán, año 1583,
5.
leg.
422, fols. 127-28.
6.
Libro de Protocolos de Fernando Niño, año 1588,
AGCA,
Al. 20,
leg.
1127, no. fol. 7. Ibid. 8.
Libro de Protocolos de Sebastián Gudicl, año 1595,
AGCA, Al
.
20, leg.
810, fols. 42-42V.
Libro de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, ibid., fols. 25-25v. Libro de Protocolos de Bernabé Pérez, ibid., fols. 21-21v. 11. Libro de Protocolos de Fernando Niño, ibid., no. fol. 12. Libro de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, ibid., fol. 43. 13. Ibid., fols. 37-37 V. Libro de Protocolos de Cristóbal Aceituno Guz-
9.
10.
mán,
ibid., fols. 138-38V.
de Protocolos de Cristóbal Aceituno Guzmán, Libro de Protocolos de Marcos Díaz, año 1598,
14. Libro
ibid., fols.
15.
AGCA,
101v-102v.
Al. 20,
leg.
786, fols. 13-13V.
Libro de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, ibid., fol. 47. Libro de Protocolos de Cristóbal Aceituno Guzmán, ibid., fols. 106v-107. 18. Libro de Protocolos de Marcos Díaz, ibid., fols. 13-13v. 19. Libro de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, ibid., fol. 19. 20. Libro de Protocolos de Cristóbal Aceituno, ibid., fols. 131v-132v. 16.
17.
21. Ibid., fols. 129-30V.
de Fernando Niño, ibid., no. fol. de Sebastián Gudiel, ibid., fols. 79v-80v. 24. Libro de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, ibid., fols. 2-2v. Un decreto de 1513, revisando las Leyes de Burgos, establecía que los niños menores de 14 años sólo podían servir en trabajos adecuados para su edad, como desyerbar los cultivos de sus padres. Los mayores de 14 años podían permanecer con sus padres hasta la mayoría de edad, o cuando se casaran. Si no tenían padres, serían cuidados por un guardián, y se les daría trabajo bajo la supervisión de los funcionarios españoles, dándoseles comida y salario. Si deseaban aprender un oficio, podían hacerlo, y no serían obligados a trabajar en ninguna otra cosa. Zavala, Estudios indianos, p. 169. 22. Libro de Protocolos
23. Libro de Protocolos
Notas
579
25. Libro de Protocolos
de Cristóbal Aceituno Guzmán,
AGCA,
Al. 20,
810, fols. 86-87. 26. Ibid., fols. 98-99.
leg.
27. Ibid., fols. 99V-100.
'..-
28. Ibid., fols. 107-107V. 29. Libro de Protocolos de
Pedro Grijalva, año 1574,
AGCA,
Al. 20, leg. año 1596,
807, fols. 181V-82, y Libro de Protocolos de Sebastián Gudiel, ibid., fols. 88v-89v.
de Protocolos de Luis Aceituno Guzmán, ibid., fol. 29. Libro de Protocolos de Fernando Niño, año 1589, ibid., no. fol. 32. Fray Francisco Montero de Miranda, "Descripción de la Provincia de Verapaz" [1575], 21 (1953-54): 342-58. 33. Libro de Protocolos de Juan de León, año 1544, AGCA, Al. 20, leg. 30. Libro 31.
la
ASGH
732,
fol.
82v.
Libro de Protocolos de Luis Aceituno, año 1567,
34.
AGCA,
Al. 20,
leg.
1111, fol. 495. 35. Libro
de Protocolos de Sebastián de Gudiel, ibid., fol. 37v-38. a la audiencia (Madrid, 17 abril 1553), AGÍ, Guatemala,
La Corona
36.
leg. 386, lib.
Q-1,
La Corona
37.
fol. 78.
a la audiencia (Madrid, 6
mayo
1553),
AGÍ, Guatemala,
82v-83. López de Velasco, Geografía y descripción, p. 287, agrega lo siguiente: "Cuando se mandaron poner en libertad los indios leg.
386,
lib.
Q-1,
fols.
un pueblo junto á la ciudad, de los que había en llama Santa Fé, en que habrá como ochocientos vecinos indios, todos oficiales de diferentes oficios, muy españolados y ladinos y útiles y provechosos para la república; los cuales [cuales] en agradecimiento de haber conseguido libertad por mano del dicho licenciado, le han instituido una capellanía en el monasterio de Santo Domingo, donde está enterrado, y le hacen cada año unas solemnes exequias". Este autor escribió al principio de la década de 1570. licenciado Cerrato
hizo
el
ella,
que
se
la audiencia (Valladolid, 5 junio 1559), AGÍ, Guatemala, Q-1, fols. 295v-96. 39. Provisión real (Valladolid, 17 junio 1559), ibid., fols. 296-97. 40. Tasación del pueblo de Petapa (Petapa, 1 febrero 1562). AGÍ, Gua-
38.
La Corona a
leg. 386, lib.
temala, 41.
leg. 45.
La audiencia a
la
Corona (Santiago, 6 enero
1563),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
42. Antonio de Rosales a la Corona (Santiago, 1 febrero 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 45. Casi inmediatamente se sugirió que la nueva fuente de tributos se destinara a sostener una casa de doncellas fundada por el obispo. Lie. Juan Cavallón a la Corona (Santiago, 7 febrero 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 9.
43. Respuesta a la audiencia (Madrid, 24 diciembre 1574), la, leg.
386,
lib.
AGÍ, Guatema-
Q-2.
44. "Los indios que eran esclavos en la provincia de Guatemala en solicitud de que sean asistidos para todos sus negocios por los religiosos de Santo Domingo", 1575, AGÍ, Guatemala, leg. 54. Una copia de este importante documento se puso a mi alcance gracias a la amabilidad del señor Chris-
Notas
580
topher Lutz.
Con
respecto a la influencia de los dominicos, se incluye una
carta de fecha anterior, en la cual los indios afirman que no desean un sacer-
dote secular, porque los sacerdotes eran comerciantes dedicados a vender vino a los indios. Ellos solían insultar a los indios, según se afirmaba, y, además, no mostraban interés por aprender las lenguas indígenas. Por otra parte, no permitían que los indios se casasen sin previo pago de una cuota, y si éstos no les daban ofrendas los domingos, los sacerdotes los azotaban. 45.
La Corona
a
la
audiencia (El Pardo, 24 octubre 1576), Encinas, Cedu-
lario Indiano, 4:379-80.
46. Juan de Pineda, "Descripción de la provincia de Guatemala, año de 594", Revista de los Archivos Nacionales 3 (1939): 557-79. Una copia de este documento, ya publicado, se puso a mi alcance gracias a la cortesía de los señores Víctor Rojas y Ramón Luis Chacón, ambos de San José. 1
47. Cerralo a la
Corona (Santiago,
15
marzo
48. El Príncipe Felipe a la audiencia (1552), 186-87.
1551),
AGÍ, Guatemala,
AGCA, Al
.
leg. 9.
23, leg. 1511. fols.
49. El Príncipe Felipe a la audiencia (Toro, 18 enero 1552),
AGÍ, Guatema-
Q-1, fols. 22-22v. 50. R. C. de 20 de enero de 1553 y R. C. de 22 de enero de 1556, Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, p. 180. 51. Provisión real (Valladolid, 16 marzo 1558), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 229-31. la, leg.
52.
co,
386,
lib.
La audiencia a
La
la
Corona (Santiago, 22 agosto
1559),
AGÍ,
leg. 9.
Sa-
esclavitud, 1:201; este autor afirma
que los españoles esclavizaron 200 indios y que los tomaron en Santiago. Saco cita a Villagutierre, Historia de la Conquista de la Provincia de Itzá. Para un estudio adicional del problema lacandón, véase Saint-Lu, La Vera Paz, y El Capitán don Martín Alfonso Tovilla, Relación Histórica Descriptiva de las Provincias de la Verapaz y de la del Manché [1635], ...pp. 255-62. Los lacandones destruyeron 15 poblados de
mucha gente y tomando muchos cautivos. todavía era la práctica por la cual dichos indígenas sacrificaban a sus niños en los altares al pie de la cruz en las iglesias, profiriendo burlas e insultos como cuando decían "¡crístianos, llamen a su Dios para que indígenas cristianizados, matando
Más repugnante
venga a defenderles!". Al ingreso de Ramírez y su compañía en el territorio, los lacandones capturaron un esclavo negro, quien fue sacrificado a fin de obtener buena suerte en la batalla. 53. R. C. de 15 de septiembre de 1561, Pardo, Prontuario, p. 60. 54. Líe. D. León Fernández, ed., Colección de documentos para la Historia de Costa Rica, 5 vols.; 4:212-23. 55. Don Luis Ponce de León a la Corona (Soconusco, 15 diciembre 1575), AGÍ, Guatemala, leg. 40. Esencialmente lo mismo está contenido en Ponce de León a la Corona (Soconusco, 16 enero 1576), AGÍ, Guatemala, leg. 40. 56. R. C. (Badajoz, 26 mayo 1580), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1.
erróneamente indica que por medio de este de los chontales. 57. "Capítulos contra per afán de rribera gouernado de cartago" (Cartago de Costa Rica [¿1583?!), AGÍ, Guatemala, leg. 49.
Pardo, Prontuario, pp.
documento
la
15, 60,
Corona autorízó
la esclavitud
Notas
581
58. En 1587 existía todavía un tráfico ilegal de indios esclavos procedentes de Nuevo León. Zavala y Gástelo, Fuentes para ¡a Historia, 3:12-13. 59. Pardo, Prontuario, p. 77.
60. R. C. (Valladolid, 7 junio 1550),
AGCA,
Al. 23,
leg.
4575, exp. 39528,
fol. I07v.
61. La Corona al gobernador de Nicaragua (Barcelona, 3 marzo 1564), agí, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fols. 22-22v. Alvarez de Ortega a la Corona (n.p., n.d., pero aparentemente 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 965. 62. agí. Justicia, leg. 308. 63. Jorge de Alvarado a la Corona (Trujillo, 15 mayo 1600), AGÍ, Gua-
temala, leg. 39. 64. Provisión de la audiencia (Santiago, 15 octubre 1603), AGCA, Al. 23, leg. 4588, fols. 99-102. Es interesante hacer notar que los naborías debían pagar menos que los negros libres: los negros, mulatos y zambos debían pagar cuatro tostones y una mujer sola pagaba dos. Diez años antes, los naborías, negros Jibres y mulatos, pagaban todos un tostón al año. Residencia a Pedro Girón de Alvarado, alcalde mayor de San Salvador (San Salvador, 1593-98),
AGCA,
Al. 30, leg. 297, exp. 3730. 65. Provisión de la audiencia (Santiago, 15 octubre 1603),
leg.
4588,
fols.
AGCA,
Al. 23,
99-102.
66. Véase provisión de la audiencia (Santiago, 8 febrero 161 2245, exp. 16.190, fols. 186-86v.
AGCA,
1),
AI.
2, leg.
67. Remesal, Historia general (1932), 2:237. 68. El Cabildo a la
mala,
Corona (Gracias a Dios,
16 febrero 1542),
AGÍ, Guate-
leg. 44.
Corona (Santiago, 8 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Hernando de Ugarte a la Corona (Santiago, 12 abril 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 41. Ya en 1531, la segunda audiencia de México estableció una sola tasa para los tamemes de 100 pepitas de cacao (cerca de un real) al día. Ellos no debían acarrear más de 50 libras, y no deberían viajar a distancias mayores de un día desde sus pueblos. En 1543 se fijaron cantidades de69. Cerrato a la 70.
terminadas para distancias específicas entre los pueblos. Simpson, The Repartimiento, pp. 67-68, 70. El 28 de febrero de 1558, la audiencia de Guatemala estableció que los tamemes en Yucatán deberían ser pagados con un real de plata por llevar mantas y seda a distancias de cinco leguas; y por llevar maíz u otros artículos, en distancias similares, ganarían medio real. F. V. Scholes y Adams, Don Diego Quijada, 2:1078. Estos dos volúmenes contienen información bastante importante sobre el trabajo de los nativos en Yucatán. 71. Fr. Francisco
agí, Guatemala,
Bustamante a
la
Corona (Santiago, 22 marzo
al
Consejo de Indias
1551),
leg. 168.
72. Fray Bartolomé de Las Casas Patronato, leg. 252, ramo. 9.
(n.p., n.d.),
agí, Justicia, leg. 302. 74. El Príncipe Felipe a la audiencia (Madrid, 17 abril 1553),
AGÍ,
73.
AGÍ, Gua-
temala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 80v-81. 75. El Principe Felipe a la audiencia (Madrid, 12 abril 1553), AGCA, Al. 23, leg. 4575, exp. 39528, fol. 123; y Príncipe Felipe a la audiencia (Madrid, 17 abril 1553), AGCA, A.l, leg. 2195, exp. 15749, fols. 89-90.
582
Notas
76. "Pleito criminal que es entre partes de la una Joan de Argujo, fiscal, y de la otra, Andrés de Rrodas vezino desta cibdad de Santiago de Guatemala... que se le acusa aver hecho a los yndios y naturales de 0?umba..." (Santiago, 25 septiembre 1554), AGCA, A3. 16, leg. 2797, exp
40667. 77. Respuesta a Cerrato (Valladolid, 27 abril 1549),
402,
lib.
AGÍ, Guatemala,
leg
T-3, fols. 27v-33.
Corona (Santiago, 26 enero 1550), AGÍ, Guatemala, leg. 9 La Corona a la audiencia (Valladolid, 3 agosto 1555), AGÍ, Guatema
78. Cerrato a la 79.
386,
la, leg.
lib.
Q-1,
80. Residencia a
1568), 81.
fols.
157-57v.
Alonso de Paz, alcalde mayor de La Verapaz (Cobán
agí, Justicia, leg. 313. La Corona al gobernador de Nicaragua (Barcelona,
agí, Guatemala, leg. 401, lib. 82. La Corona a la audiencia 386,
la, leg.
83.
AGI,
lib.
Q-1,
fols.
3
marzo 1564)
S-3, fols. 22v-23.
(Valladolid, 21 enero 1559), 24«-49.
AGI, Guatema
Justicia, legs. 316, 317.
84. Residencia a
Hernando Bermejo, "teniente de Governador
general que fue en esta provincia por
el
e visitador
licenciado Hortiz [de Elgueta] gover-
nador que fue [Honduras]" (San Pedro, 1568), AGI, Justicia 315, 85. "Ynformación hecha por Mando del muy ilustre señor licenciado garda de valverde... presidente" (Santiago, 7 noviembre 1582), AGCA, A3. 16, leg. 2799, exp. 16478; e "información hecha sobre lo contenido en dos cédulas rreales de su mag, de que todo lo en ellas contenido fue falsa rrelación q. se hizo a su rreal consejo..." (Santiago, 10 noviembre 1582), AGI, Guatema966.
la, leg.
"Probanza hecha en esta real avdiencia a pediminto del licenciado Alonso de ^orita sobre dezir q, no cargo ciertos yndios" (Santiago, 6 agosto 86.
1554),
AGCA,
87. El
Al. 29, lég. 46-78, exp. 40245. Cabildo a la Corona (Santiago, 1 diciembre 1555), AGI, Guatemala,
leg. 41.
88.
"Los
capítulos de la cibdad de santiago de guatemala sobre la resyden-
oydores de los confines y a los demás oficiales" (Santiago, 10 diciembre 1557), AGI, Guatemala, leg. 111; y residencia a doctor Antonio cia q. pide a los
Mexía (Santiago,
1559),
AGI,
Justicia, legs. 309, 310.
Ramírez, AGI, Justicia, leg. 308. Aunque los funcionarios provinciales eran por lo general los que más abusaban y violaban las normas, algunos de ellos mantenían libros de registro para demostrar que se pagaba a los tamemes. Véase e.g., "Residencia a Gonzalo de Ocampo Saavedra, corregidor del cerro e valle de ciudad Real" (Chiapas, 1577), AGCA, Al. 30, leg. 89. Residencia a
182, exp. 1415. 90. Residencia a Pedro de Salvatierra, alcalde mayor de Honduras (San Pedro, 1563), AGI, Justicia 311. 91. Residencia a Hernando Bermejo, AGI, Justicia, leg. 315.
Corona a
audiencia (Aranjuez, 29 mayo 1571), AGse puede notar que algunos tamemes todavía estaban sin recibir retribución alguna. 92. Véase, e.g., la
CA, A.
6, leg. 1512, fol. 379,
la
donde
.
.
Notas
583
93. Residencia a
Alfonso Ortiz (Hortiz) de Elgueta, gobernador de Hondu-
AGÍ, Justicia 314. Alonso de Paz, alcalde mayor de La Verapaz, AGÍ,
ras (San Pedro, 1567),
94. Residencia a
Justi-
cia, leg. 314.
95. Residencia a
Hernando Bermejo, AGÍ,
96. Residencia a " Johanes de Debaide,
Justicia, leg. 315.
el
mofo
audiencia (Lisboa, 27
mayo
teniente general que fue de governador de esta provincia por el licenciado Hortiz governador que fue en ella" (San Pedro, 1568), AGÍ, Justicia, leg. 315. 97.
La Corona a
la
1582),
AGCA, Al
.
23, leg.
1513, fol. 608.
"Ynformacion hecha por mando
98.
cia y valverde..." (Santiago, 7
del
muy
noviembre 1582),
¡lustre
señor licenciado gar-
AGCA,
A3.
16, leg. 2799,
exp. 40478. 99. "Información hecha sobre lo contenido en dos cedujas rreales de su mag. de que todo lo en ella contenido fue falsa rrelacion q. se hizo a su rreal consejo..." (Santiago, 10 noviembre 1582), AGÍ, Guatemala, leg. 966. 100. R. C. de 17 de julio de 1589, Pardo, Prontuario, p. 124. 101. Lie. Arteaga Mendiola a la Corona (Santiago, 16 diciembre 1570), agí, Guatemala, leg. 9. 102. "Capítulos contra per afán de rribera gouernador de cartago" (Cartago de Costa Rica, 1583), AGI, Guatemala, leg. 49. 103. La Corona a don Antonio de Mendoza (Talavera, 28 enero 1541), Pu-
ga, Promisiones, 1:437-38. 104. El Cabildo a la
Corona (Santiago,
1
junio 1550), AGI, Guatemala,
leg. 41.
Los
frailes Torre y Cárdenas al rey y al Consejo, "Ynformacion... vida y costunbres de los clérigos deste obispado de guatemala" (Tecpán Izalco, 12 noviembre 1552), AGI, Guatemala, leg. 168. 106. Testimonio respecto de los abusos cometidos por los frailes (Santiago,
105.
sobre
la
20 noviembre 1562), AGI, Guatemala,
leg. 45.
"Sobre las mantas e otras cosas de la Verapaz" (Santiago, 13 febrero 1582), AGI, Guatemala, leg. 966. 108. El gobernador Andrés de Rivadeneyra de Soconusco a la Corona (Santiago, 5 febrero 1606), AGI, Guatemala, leg. 40. 109. Ordenanza del doctor Alonso Criado de Castilla, gobernador de Guatemala, a la Corona (Santiago, 23 noviembre 1603), AGCA, A-1, leg. 1751, fols. 93V-94, dupHcado en AGCA, A-1, leg. 4588, fols. 97v-98. 110. Hablando principalmente de México, sin embargo, Simpson, (The Repartimiento, p. 70), escribe: "Es interesante hacer notar que las quejas respecto del uso de cargadores, cesaron al concluir el siglo XVI. La razón de ello, supongo, se relacionaba con el hecho de que el transporte pesado se hacia en esa época, por medio de patachos de muías, excepto en los distritos más remotos, pero aun en estos lugares el uso de cargadores había llegado a ser regulado por la costumbre". El Principe Feüpe a la audiencia (Madrid, 12 abril 1553), AGCA, Al 1 1 1 23, leg. 4575, exp. 39528, fol. 123, ff. Los vecinos protestaron, pero el Príncipe Felipe no cedió. Reacciones similares se produjeron entre los mineros de Nueva España; sin embargo, un autor sostiene que las leyes eran justas 107.
Notas
594
porque los indios no sólo eran maltratados en las minas sino eran además contagiados por los gases nocivos que producían la muerte de muchos de ellos. Como ocurría en América Central, la escasez de mano de obra hizo bajar la producción, y el autor citado afirma que los negros alcanzaron entonces precios de 200 pesos o más. Por la falta de trabajadores, más de un centenar de minas fueron cerradas. "Información" respecto de la minería (Valladolid, 9 mayo 1556), AGÍ, Patronato 170, ramo 60. Para evitar el uso de indios en las minas y en las obras públicas, se la venta de más negros en 1561. R. C. de 15 de septiembre de 1561, Pardo, Prontuario, p. 60. Aparentemente ello era una respuesta a un informe del presidente de la audiencia en que se decía que la colonia estaba muy pobre debido a que los indios no podían ser usados en las minas. Nuevas minas de plata habían sido descubiertas cerca de San Miguel, y el funcionario citado pedía a la Corona autorizar la adquisición de 2,000 negros esclavos. Lie. Landecho a la Corona (Santiago, 16 julio 1560), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 112.
autorizó
113.
temala,
La audiencia a
114. R. C. 115.
la
Corona (Santiago, 22 octubre
AGÍ, Gua-
1573),
leg. 9.
de 21 de
La Corona a
leg. 386, lib.
la
abril
de 1574, Pardo, Prontuario,
audiencia (Madrid, 2
mayo
p. 100.
1574),
AGÍ, Guatemala,
Q-2.
La Corona a
la audiencia (Madrid, 27 abril 1575), ibid. Cabildo a la Corona (Valladolid del Valle de Comavagua, 17 abril 1581), agí, Guatemala, leg. 43. 118. La Corona a la audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1581), AGÍ, Gua-
116. 1
17. El
temala, 119.
leg.
386,
lib.
La Corona
a
Q-2. audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1581),
la
AGCA,
Al.
23, leg. 4575, fol. 401. 120. Fray
Gómez de Córdova
AGÍ, Guatemala,
a la
Corona (Santiago,
noviembre 1582),
12
leg. 156.
121. La Corona a la audiencia y funcionarios de la Casa de Contratación en Sevilla (Binesa, 6 diciembre 1585), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3 (segunda parte). La Corona nombró como alcalde mayor de las minas a Juan Núñez Correa. Como lo había hecho uno de sus predecesores, y una vez llegado a las colonias, el nombrado se dedicó a emprender negocios personales; a consecuencia de esto, y por cierto con alguna satisfacción, el cabildo informó al rey que Núñez había sido expulsado de la tierra por los justicias, por haberse comprobado su condición de comerciante, así como de una persona licenciosa e indiscreta. La Corona a la audiencia (Madrid, 20 enero 1587), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. Hay un buen análisis sobre los trabajadores españoles en el Nuevo Mundo, en Zavala, Estudios indianos, pp. 183-96. 122. La Corona a la audiencia y a los funcionarios de Sevilla (Toledo, 4 marzo 1600), agí, Guatemala, leg. 402, lib. T-3 (segunda parte), fols. 61v-62.
123. La Corona al doctor Alonso Criado de Castilla (El Pardo, 20 noviembre 1599), agí, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. 124. Francisco Romero a la Corona (Puerto de Caballos, 29 abril 1586), agí, Guatemala, leg. 49. ,^^j 125. Zavala, Contribución a la historia, p. 77. .
Notas
585
Doctor Alonso Criado de Castilla a la Corona (Guatemala, 29 oaubre agí, Guatemala, leg. 39; y la Corona a Criado de Castilla (El Pardo, 20 noviembre 1599), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. 0-2. 127. Manuel Toussaint, Colonial Art in México, pp. 122-25. Actualmente es un hotel. 126.
1598),
i
128. R. C. de julio 1556, Pardo, Efemérides, p. 8; y véase también. Pardo, Prontuario, p. 98. 129. Dr. Pedro de Villalobos a la Corona (Santiago. 15 marzo 1575), AGÍ, Guatemala, leg. 39. En Alvaro de Paz et. al. sl la Corona (Puerto de Caballos, 27 abril 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 8; se dice que el fuego había destruido la mitad del pueblo de San Pedro que había sido edificado con cañas y paja. 130. R. C. de 21 de julio de 1552, Pardo, Prontuario, p. 79. 131. La Corona a la audiencia (Madrid, 12 diciembre 1619), AGÍ, Gua-
temala, 132.
leg.
386,
lib.
La Corona a
leg. 1513, fols.
Q-2. audiencia (Lisboa, 27
la
mayo
1582),
AGCA,
Al. 23,
608.
133. Respecto de la industria de la construcción en el siglo XVI, el lector debe remitirse a las siguientes fuentes: Kubler, Mexican Architecture; Annis, The Architecture of Antigua Guatemala; Sidney D. iMarkmari, San Cristóbal de Las Casas-, Markman, Colonial Architecture of Antigua Guatemala; y Arguello Arguello, Historia de León Viejo. 134. Sobre esta materia^ véase Borah, Early Colonial Trade. Para un análisis sobre el importante comercio nicaragüense, véase Radell y Parson "Reale-
jo", pp. 295-312. 135. El Cabildo
Guatemala,
al
Consejo de Indias (San Salvador, 3 febrero 1548), AGÍ,
leg. 43.
136. La Corona al gobernador de Nicaragua (Barcelona, 3 marzo 1564), AGÍ, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fols. 23v-24. 137. "Prouan^a y testimonio de juan moreno aluarez de toledo thesorero de su magestad de las provincias de Nicaragua para el Real y Suppremo consejo de las Yndias" (Realejo, 7 febrero 1579), AGÍ, Guatemala, leg. 50. 138. La Corona al gobernador de Nicaragua (San Lorenzo el Real, 6 septiembre de 1579), agí, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fols. 117v-18. 139. El Cabildo a la Corona (León, 12 noviembre 1579), AGÍ, Guatemala, leg. 43. Juan Moreno de Alvarez a la Corona (Realejo, 24 mayo 1580), AGÍ,
Guatemala, leg. 50. 140. Diego de Artieda a
Corona (Granada,
la
18
marzo
1582),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 40. 141.
1583),
Antonio de Cabrillo a
agí, Guatemala,
la
Corona (Cartago de Costa
Rica, 20 febrero
leg. 49.
Juan Albarez de Ortega, archidiácono de León, a la Corona aparentemente 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 965. 143. "Ynterrogatorio de Dn. Gerónimo de Santiago y Chaves" (San Salvador, noviembre 1587), AGÍ, Escribanía de Cámara, leg. ^332. 144. Hierónimo Sánches de Carran9a a la Corona (Comayagua, 18 diciembre 1595), agí, Guatemala, leg. 39. E>octor Alonso Criado de Castilla a la Corona (Santiago, 15 mayo 1600), AGÍ, Guatemala, leg. 39. "Libro de Pareceres de la Real Audiencia de Guatemala", AGCA, Al. 29. leg. 2033, 142. Lie.
(n.p., n.d. pero
exp. 14.084, fol. 73.
Notas
586
Capítulo 12
^,
.%.
Adrián Recinos, "La expansión hispánica en la América Central duranprimera mitad del siglo XVI", ASGH ^X (1958): 73-79. 2. Un análisis informativo sobre la importancia del cacao antes del régimen colonial, se encuentra en John F. Bergmann, "The Distribution of Cacao Cultivation in Pre-Columbian America", Annals of the Association of American Geographers 59 (marzo, 1969): 85-96. 3. Fran?ois Chevalier, La Formación de los Grandes Latifundios en México, p. 61, dice que habia una tendencia a establecer una tasa oficial de 1,120 pepitas de cacao por un peso. 4. Robert H. Barlow, The Extent ofthe Empire ofthe Culhua Mexica, p. 98. Existen muchos buenos estudios sobre el cacao. Véanse especialmente los enfoques extensivos en MacLeod, Spanish Central America; Rene F. Millón, •'When Money Grew on Trees" (tesis de doctorado. Universidad de Columbia, 1955); Manuel Rubio Sánchez, "El Cacao", ASGH^X (1958): 81-129; y Anne C. Chapman, "Port of Trade Enclaves in Aztec and Maya Civilizations", en Trade andMarket in Early Empires, eds. Karl Polanyi, Conrad M. Arensberg y Harry W. Pearson, pp. 14-53. 5. Hacia noviembre de 1582, ni un solo barco había llegado durante todo ese afto, lo cual había provocado grandes problemas. El cabildo de Santiago pidió al rey ordenar que dos o tres barcos al año fuesen destinados regularmente a cubrir dicha ruta comercial. Se dijo que la causa de los problemas se localizaba en un comerciante de Sevilla que había impedido el tráfico a fin de salvaguardar sus propios intereses. El Cabildo a la Corona (Santiago, 1 1 noviembre 1582), agí, Guatemala, leg. 41. 6. La Corona a Cerrato (Monzón, 21 julio 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 49-50. Los precios subieron de nuevo, y hacia 1558-59, el cacao se pagaba a 1 1 pesos la carga. La Corona a la audiencia (Valladolid, 17 junio 1559), agí, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 297-98. 7. Fr. Tomás de la Torre al Consejo de Indias (Santo Domingo de Cobán, Vcrapaz, 22 mayo 1553), AGÍ, Guatemala, leg. 8, fols. 40-41v. 8. Diego de Robledo a la Corona (Santiago, 10 abril 1556), AGÍ, Guatema1.
te la
1
la, leg. 9.
la Corona (Santiago, 30 julio 1557), AGÍ, Guatemala, ha observado antes, Juan de Guzmán era primo del ex presidente Maldonado. Si los cargos formulados contra Mexía el mismo año eran del todo insubstanciales, el oidor, en efecto, era responsable de la más sutil hipocresía. Se decía que el oidor especulaba con cacao que enviaba a México. "Los Capítulos de la cibdad de santiago de guatemala sobre la resydencia q. pide a los oydores de los confínes y a los demás oficiales" (Santiago, 10 diciembre 1557), agí, Guatemala, leg. 111. Según el Obispo Marroquín, la encomienda que tenía Guzmán en Izalco era la mejor en todo el territorio. Sáenz de Santamaria, p. 308. 10. La Corona al gobernador de Honduras (Madrid, 18 noviembre 1564), agí, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fols. 251-51v. 11. Ordenanzas del presidente Núñez de Landecho (Santiago, 7 febrero 1560), Pardo, Efemérides, p. 10.
9.
El doctor
leg. 9.
Como
Mexía a
se
Notas
12.
583
Los funcionarios
del tesoro a la
Corona (Santiago,
17 julio 1560),
AGÍ,
leg. 41.
13.
so,
Francisco Morales a 9:149,155.
la
Corona (México, 9
abril 1562),
Paso y Tronco-
fNE,
14.
Francisco de Morales a
la
Corona (México,
1
octubre 1563), ¡bid.,
9:239. 15. Chevalier,
La
Formac/í5«, p. 61.
González a la Corona (Santiago, 2 marzo 1571), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 17. Lie. Arteaga Mendiola a la Corona (Soconusco, 20 marzo 1571), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 18. La audiencia a la Corona (Santiago, 6 septiembre 1571), AGÍ, Gua16.
temala,
leg. 9.
Don
Luis Ponce de León, gobernador de Soconusco, a la Corona (Soconusco, 19 enero 1574), AGÍ, Guatemala, leg. 40. Otro funcionario español describe el clima en otras áreas de cacao, donde los fuertes aguaceros, ruidosos truenos y amenazantes rayos hacían de la vida una espantosa experiencia. "Descripción de la Provincia de Zapotitlán y Suchitepéques, año de 1579, por su Alcalde Mayor Capitán Juan de Estrada y el Escribano Fernando de Niebla", A SGH 2S (1955): 68-84. 19.
20. Ponce de León a Guatemala, leg. 40.
la
Corona (Soconusco,
15 diciembre 1575),
AGÍ,
21. Ponce de León a la Corona (Soconusco, 16 enero 1576), AGÍ, Guatemala, leg. 40. La Corona a don Martín Enríquez, virrey de la Nueva España (Aranjuez, 21 mayo 1576), AGÍ, Guatemala, leg. 386. 22. lib.
La Corona a
la
audiencia (Monzón, 1585),
AGÍ, Guatemala,
leg.
386,
Q-2.
23. "Memoria de los pueblos de beneficios que ay en el Obispado de Chiapa" (Chiapa, 22 febrero 1600), AGÍ, Guatemala, leg. 966. El desarrollo histórico de Soconusco se trata en un ensayo de Francis Gall, "Soconusco
(Hasta
la
época de
la
Independencia)",
A SGH 35
(1962): 155-68.
La Corona al doctor Alonso Criado de Castilla (Tordesillas, 22 febrero 1602), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. 25. Díaz de Rivadeneyra a la Corona (Soconusco, 5 febrero 1603), AGÍ, 24.
Guatemala, 26.
leg. 40.
"Autos
del
Consejo en
la
Audiencia de Guatemala sobre el pleito de 1587), AGÍ, Guatemala, leg. 966.
don Diego de Guzman" (Guatemala, 27. Residencia al doctor
Antonio González (Madrid, 1574), AGÍ,
Justicia,
leg. 320.
28.
La Corona a
leg. 386, lib.
la
audiencia (Barcelona, 8 junio 1585), AGÍ, Guatemala,
Q-2.
Licenciado Palacio al Rey D. Felipe II, en la las costumbres de los indios y otras cosas notables" (Guatemala, 8 marzo 1576), A SGH A {1921): 71-92. 30. Vázquez de Espinosa, Description of the Indies, p. 226. 31. "Información sobre la falta de medios para que vivan los pobladores de la provincia de Guatemala" (Santiago, 1598), AGCA, Al. 29, leg. 4677, exp. 40238. 29. "Relación
que describe
la
hecha por
el
Provincia de Guatemala,
Notas
é9é'
32. R. C. a la audiencia (Valladolid, 22 diciembre 1605),
AGCA,
A.
1, leg.
1514. la audiencia (San Lorenzo, 21 julio 161 1), AGÍ, GuatemaQ-2. 34. Don Jaime de Portillo, chantre de Guatemala, al "Illustrisimo Señor" (Guatemala, 21 mayo 1620), AGÍ, Guatemala, leg. 165. 35. Vázquez de Espinosa, Description of the Indies, p. 225. 36. R. C. a la audiencia (V&lladolid, 7 junio, 1550), AGCA. Al. 23, leg.
33.
La Corona a
la, leg.
386,
lib.
4575, exp. 39528, fol. 103. 37. R. C. de 7 de julio de 1550, Pardo, Prontuario, p. 91. 38. Lie. Tomás López a la Corona (Santiago, 18-25, marzo 1551), AGÍ,
Guatemala,
leg. 9.
La Corona a los funcionarios del tesoro en Guatemala (Madrid, 31 enero 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fol. 23v. 40. La Corona a los funcionarios del tesoro en Honduras (Madrid, 12 mayo 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fols. 103v-104. 41. Lie. Jufre de Loaisa a la Corona (Santiago, 22 agosto 1559), AGÍ, 39.
Guatemala, 42.
leg. 9.
La Corona a
la
audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1581), AGÍ, Guatema-
Q-2. 43. Ordenanza de Dr. Alonso Criado de Castilla (Santiago, 1603),
la, leg.
A-1,
386,
leg.
lib.
4588,
fol.
AGCA,
97v.
AGCA, A. 1, hace referencia a la cédula real de 29 de abril de 1549, en respuesta a la afirmación de Cerrato de que un ingenio de azúcar era suficiente para acabar con 2,000 indios al año. Como consecuencia de ello, la Corona había autorizado a Cerrato para hacer lo que juzgara pertinente sobre la contratación de indios de encomienda en los ingenios de azúcar. Don Alvaro de Quiñones Ossorio, caballero de la Orden de Santiago, presidente de la audiencia, gobernador y capitán general, entre otros títulos, dispuso, el 2 de abril de 1636, que ningún indio hombre o mujer fuese obligado a prestar servicio personal, de conformidad con las cédulas emitidas por la Corona. En 1640, el doctor don Pedro Vásquez de Velasco, fiscal, presentó una petición para que se le concedieran dos oficiales indios del pueblo de San Bartolomé, en la provincia de Chiapas, el cual era encomienda de don Acasio de Solórgano, y en el cual se decía que era prohibido que los indios trabajaran en las plantaciones de azúcar o dieran trabajo personal. Francisco de Ayllón propietario del ingenio de azúcar cercano al pueblo, había forzado a los indios a trabajar para él, bajo el pretexto de que el anterior propietario del ingenio tenía en su poder una orden por la que se le autorizaba el servicio de los indios. Los representantes indígenas decían que los maceguales eran duramente presionados para trabajar y que se les maltrataba como si fuesen esclavos; eran azotados cruelmente y no se les pagaba por su trabajo. El pueblo, descrito como "generoso", estaba siendo consumido, mientras Ayllón se hacia rico con el trabajo y el sudor de los indios, quienes ya no podían tolerar más. Los funcionarios locales no habían hecho nada para prevenir tales abusos, según decían los reportes indígenas, y ello se debía a que las familias dedicadas a la explotación de la azúcar estaban emparentadas con 44. Provisión de la audiencia (Santiago, 14 octubre 1640),
leg.
4647, exp.
3%27. En
este
documento
se
Notas
S99
los funcionarios. los indígenas
en
De nuevo se
las
pedia que se aplicara la ley contra el trabajo de plantaciones azucareras y contra cualquier clase de servi-
cio personal. 45.
Vásquez de Espinosa, Description ofthé Indies, pp. 218, 222, 226, 248,
251. 46.
Thomas Gage, thomas Gage'sl
Travels in the
New
World, pp. 203-4,
211,305.
La Corona a la audiencia (Valladolid, 14 julio 1558), AGÍ, Guatemala, 386, lib. Q-1, fols. 232v-33v. Para un buen análisis sobre el aftil en América Central, véase Manuel Rubio Sánchez, "El añil o xiquilite", 26 47.
leg.
ASGH
La Formación,
que en México se creía que **el primer inventor" del índigo fue un español que lo produjo en 1561 —o cuando menos así informó el virrey al emperador—. Chevalier agrega que en México la producción de añil era una empresa estrictamente española. Hacia 1577, habían 48 "ingenios de añir" en Yucatán, los cuales tenían un costo de 2,000 a 3,000 pesos cada uno. Todos tenían su molino de agua, movido por muías, junto con sus calderas. Las hojas eran cosechadas cuatro veces al año, y hacia 1576 se producían 600 arrobas para la exportación. En 1609, la producción había alcanzado 11,660 arrobas con un valor total (1952): 313-49. Chevalier,
p. 62, dice
equivalente a 546,562 pesos, y la misma había salido de Veracruz. 48. Juan Moreno Álvarez de Toledo a la Corona (León, 27 febrero 1578),
agí, Guatemala,
leg. 50.
49. El obispo de Nicaragua a la
Corona (León, 7
abril 1578),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 161. 50. La Corona al gobernador de Nicaragua (San Lorenzo el Real, 6 septiembre 1579). agí, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fols. 117v-18. 51. El Cabildo a la Corona (León, 12 noviembre 1579), AGÍ, Guatemala, leg. 43.
52. leg.
La Corona a
la
audiencia (Tomar, 15
mayo
1580),
AGÍ, Guatemala,
386, Ub. Q-2.
53. Fray Gómez de Córdoba a la Corona (Santiago, 12 noviembre 1582), agí, Guatemala, leg. 156. 54. Haring, The Spanish Empire, p. 65n; este autor, al citar la Recopilación, es un tanto vago cuando afírma lo siguiente: "Desde el reinado dé FeliII se prohibió absolutamente usar indios en el cultivo de añil en América Central y Yucatán, aun sobre la base de un trabajo voluntario". Para ser más preciso, la orden siguió a la acción tomada por la audiencia en 1579. 55. El gobernador Casco, de Nicaragua, a la Corona (Granada, 17 di-
pe
ciembre 1582), agí, Guatemala, leg. 40. 56. El Cabildo a la Corona (León, 22 enero 1586), AGÍ, Guatemala, leg. 43. 57. La Corona a la audiencia (Madrid, 20 junio 1587), AGÍ, Guatemala, leg.
402,
58.
lib.
S-3, fols. 154-54v.
La audiencia a
la, leg.
la
Corona (Santiago,
59. Residencia al Capitán
(1583),
1 1
febrero 1605),
AGÍ, Guatema-
40.
Juan de Torres, alcalde mayor de Trinidad
agí. Escribanía de Cámara,
nada. 2 abril
leg.
344-A.
de alcaldes, regidores indios en 1607), AGÍ, Guatemala, leg. 40.
60. Testimonio
el
pueblo de Masaya (Gra-
51^
Notas
61. La Corona a don Antonio Cuello de Portugal, el fiscal (Madrid, 19 diciembre 1618), agí, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. 62. La Corona a "Conde de la Gomera pariente capitán general de la provincia de Guatimala y presidente de mi audiencia real" (Madrid, 12 diciembre 1619), agí, Guatemala, leg. 386, lib. ()-2. 63. Lie. don Jaime de Portillo a la Corona (Santiago, 21 mayo 1620), AGÍ,
Guatemala, leg. 165. 64. Vásquez de Espinosa, Descripíion of the Indies, pp. 223-24, 230-31, 254. En pp. 235-37, el autor ofrece una buena descripción de la planta y su procesamiento. Véase también el largo tratamiento del tema contenido en MacLeod, Spanish Central America, pp. 178-80. 65. "Relación de la Verapaz hecha por los religiosos de Santo Domingo de Cobán. 7 de diciembre de 1574", ASGH 28 (1955): 18-31. 66. "Sobre las mantas e otras cosas de la Verapaz" (Santiago, 13 febrero 1582). agí. Guatemala, leg. 966. 67. Provisión real para Honduras (El Pardo. 8 octubre 1584). AGÍ, Guatemala, leg. 402.
lib.
T-3.
fols.
375v-76.
Vázquez de Espinosa. Descripíion of the Indies, pp. 244-263. 69. Doctor Pedro de Villalobos a la Corona (Santiago. 15 mayo 1573). agí, Guatemala, leg. 9. 70. La Corona a la audiencia. 23 marzo 1574. y de nuevo en 3 mayo 1575. Pardo. Prontuario, p. 108. 71. Doctor Villalobos a la Corona (Santiago. 15 marzo 1575). AGÍ. Gua68.
temala, leg. 39. 72.
La Corona
Guatemala, 73.
al
Conde de
leg. 386. lib.
La Corona a
la
Gomera (Madrid.
12 diciembre 1619),
AGÍ,
(^2.
la audiencia. 13
74. El doctor Villalobos a la
mayo
1553. Pardo. Prontuario, p. 85.
Corona (Santiago.
15
marzo
1575),
AGÍ.
Guatemala, leg. 39. 75. Alonso de Lara de Córdova a la Corona (Provincia de Chinandega, Nicaragua, 27 julio 1604), agí, Guatemala, leg. 40. Hacia 1620. Gage descrié bió el procesamiento de la sal en Amatitlán: "Este sitio está fuera del camino, pero sus habitantes no son por eso menos ricos que los de Petapa, porque ganan mucho con los que van a tomar allí los baños tanto del campo como de la ciudad de Guatemala; habiendo ciertas aguas calientes muy estimadas y sanas que son muy célebres. Además se enriquecen también por la sal que hacen, o más bien que se recoge en los bordes del lago, donde todas las mañanas aparece sobre la tierra como una gelatina blanca, que los indios purifican después, de suerte que se vuelve muy blanca y propia para el uso ordinario. Sacan además mucho provecho de las muías de los alrededores del valle, pues las traen a pacer a esta tierra salada un dia o una mañana entera, pagando cada muía cinco sueldos por dia. Se sabe por experiencia que ésta las hace fuertes y vigorosas, y les vale más que ninguna medicina ni la misma sangría". Gage, Travels in the New World. Tomado de la edición en español de la Biblioteca "Goathemala" SGHG, 1946. p. 193 (n. del e.). 76. La Corona a la audiencia (Valladolid. 10 abril 1557). AGI, Guatemala, leg.
402.
lib.
T-2. fols. 168-68v.
.
Notas
5^1
77. La Corona a Gerónimo Carranza, gobernador de Honduras (Soria 7 diciembre 1592), AGÍ, Guatemala, leg. 402. lib. T-3 (segunda parte). 78. Andrés Díaz de Rivadeneyra a la Corona (Santiago, 5 febrero
agí, Guatemala, leg. 40. 79. La Corona a la audiencia 1, leg.
1603)
(Valladolid, 22 diciembre 1605),
AGCA A
1514.
Capítulo 13 1 Para los propósitos limitados que aquí nos hemos fijado, los términos nobleza, élite y aristocracia se usan de manera alternativa para referirse a aquellas personas situadas arriba de la clase de los maceguales. Hay distinciones sutiles que deben hacerse entre dichos términos, pero ellas resultan aquí un tanto superfluas; en consecuencia, sigo los lincamientos de Charles Gibson, "The Aztec Aristocracy in Colonial México", Comparative Studies
in Society
and
Hisíory, vol. 2, no.
2.
pp. 169-96.
Para algunos relatos indígenas, véase Adrián Recinos, Crónicas Indígenas de Guatemala. Una versión española detallada aparece en Torquemada, Monarquía Indiana, 2:338-45. 3. Cerrato a la Corona (Santiago, 25 mayo 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Zorita, (Life and Labor, p. 89), afirma que, como en Utatlán, en otras provincias habían también tres, y a veces cuatro señores. "También habían señores inferiores, a quienes comúnmente llamaban caciques", agrega Zorita, e indica que dichos gobernantes eran de una categoría separada y más alta, comparados con los llamados caciques. 4. Calnek, "Highland Chiapas Before the Conquest", pp. 78, 90-94. 5. Zorita, Life and Labor, pp. 271-73. 6. "Pleito de Hernán Sánchez de Vadajoz, Governador y Capitán General de Costa Rica con Rodrigo de Contreras, gouernador de Nicaragua" (15342.
agí. Justicia, leg. 1164, R. 3. La proporción de los nobles respecto de los comuneros sin duda variaba considerablemente de acuerdo con el tamaño del pueblo, entre otros factores. Como una cuestión de interés colateral, el Profesor Gibson (Tlaxcala, p. 54),
7.
143), estima, sobre la base de sus propios descubrimientos, que Tlaxcala tenía cerca de un principal por cada 75 maceguales en 1541 El mismo autor ofrece en otro lugar ("The Aztecs Aristocracy, p. 184") otros ejemplos pertinentes. Dave Warren ("Some Demographic Considerations of The Matricula de Huexotzinco'\ The Americas 27, enero 1971 256-257) se refiere a la cuestión así: "La proporción entre el total de principales y el total de elementos del común es de 1:6.7", para Huexotzinco en 1560. Este autor da a conocer otras cifras refiriéndose a la dificultad que ofrecen los términos usados para definir .
:
los conceptos correspondientes: "La Matricula proporciona información adicional sobre varias subclasificaciones de la nobleza. Por ejemplo, del nú-
mero
de principales tributarios que aparecen en el documento que es de como caciques, cantidad ésta que representa cerca del 5.0*^^0 del total de la nobleza... Respecto de los elementos indicados como principales se reportaron 850 (78.0'%) como pertenecientes a la total
1,088, cerca de 65 son identificados
Notas
592
nobleza. Otro subgrupo de esa misma nobleza, \os pilli, eran identificados en censo y reportados como 169 tributarios, cerca del M.ó'Vo, y conformaban con otros cuatro tributarios (OJ^Í^o) el resto del sector de la nobleza". el
Aunque bien puede ser cierto para la América Central, como lo era para Huexotzinco, que no todos los principales formaban parte de la tradicional nobleza nativa. Usó este último término con cierta libertad, para aplicarlo a aquellos indigenas del período de la postconquista, que ocupaban posiciones gobernantes. Por otra parte se incluye un análisis de los funcionarios u oficiales indígenas que, en algunos casos, seguramente no tenían vínculo alguno con un linaje noble, y de nuevo se agrupa conjuntamente a estas personas, más bien por razones de conveniencia. Podría resultar aceptable decir que todos aquellos incluidos en las distintas categorias mencionadas, podrian ser considerados como parle de la aristocracia indígena de la postconquista, sin importar cuáles fueran sus antecedentes. Véase también Dave Warren, "The Nobility Element of the Matrícula de Huexotzinco", Actas y memorias, XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, vol. 3, pp. 155-73. Un artículo relacionado con el tema es el de Pedro Carrasco, "Documentos sobre el rango de tecuhtli entre los nahuas tramontanos", Tlalocan 5 (1966): 133-60.
Calnek, "Highland Chiapas Before the Conquest", p. 90. Este autor cila Torre: "Los principales traen unos que llaman huepiles, que les cubre todo el cuerpo a manera de sobre pelliz de Clérigo, sin mangas sino unas aberturas para los brazos. Son blancos y sembrados de rosas coloradas o amarillas, es hábito hermoso; los principales traen pr. calzado unas suelas como de alpargates, con cuello por detras muy pintado y labrado y presas por delante unas sintas coloradas y un botón, pareceles bien". 8.
ta a
Tomás de
9.
la Corona a la audiencia (Valladolid, 3 agosto: 3 agosto agí, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 156-56v. Cerrato a la Corona (Santiago, 25 mayo 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 9. "...los prencipales deste pueblo en su gentilidad cada uno de ellos tenía
Véase, e.g.,
1555), 10. 11.
a quatro y cinco e seys mujeres, y los maceuales tenían dos y tres mujeres y a
primera respetaban las demás". "Descripción de San Bartolomé, del PartiAtitlán año 1585", ASGH 38 (1%5): p. 270. 12. "Las ynsignias que los caciques y señores deste pueblo trayan en sus dibisas en las guerras unas águilas y otros de tigre y otros otras figuras de animales, de manera que por las dichas dibisas e insignias eran conoscidos los tales señores y la gente prencipal de cada reyno y probincia". la
do de
"El traje e vestido que estos en su ynfidelidad vestían eran unos xicoies que en su lengua materna llaman xahpot, a modo de una chamarra sin mangas que a los señores y caciques les daba en el medio del muslo. E a los macehuales por baxo del ombligo. Y trayan puestos por pañetes unos masteles de algodón a manera de venda con que se cubrían sus vergüenzas". Ibid., p. 271. 13. Ramírez, Proceso contra Alvarado, p. 102. 14. La Corona a la audiencia (Valladolid, 30 noviembre 1557), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1 fols. 224-24v. Para más información sobre este importante cacique y sobre un análisis más a fondo de la nobleza, véase Pedro Carrasco, "Don Juan Cortés, cacique de Santa Cruz Quiche", Estu,
^
.
Notas
593
dios de Cultura Maya 6 ( 1 967): 25 1 -66 (este artículo de Carrasco aparece también en su obra Sobre los indios de Guatemala, Seminario de Integración Social, Guatemala, publicación No. 42, 1982). 15. Residencia a Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 296. También se acusó a Alvarado de que en Huehuetenango había arrojado a un seflor nativo a los perros, diciendo que se trataba de un indio muy rebelde. "Juan el Espinar contra Alvarado" (Santiago. 1537), AGÍ, Justicia, leg. 1031. 16.
17.
Residencia a Alvarado, AGÍ, Justicia, leg. 295. Remesal, Historia general (1964-66), 1:238-39.
18. Un poder discrecional en tales cuestiones se otorgó a Alvarado en el contrato suscrito en relación con su proyectado viaje de conquista a las Islas de la Especiaría y '•China". En el párrafo 28, que trata sobre la división del botín, se dice en una parte que, "en caso qud dho cacique o señor principal matare eni batalla o después por via de justicia o en otra qualquier manera q. en tal caso
de susodhos q. del se hovierc justamente ayamos la mitad lo qual ante todas cosas cobren los nros oficiales sacando primeramente nro quinlos tesoros y bienes
to". Si un jefe tenía que ser ejecutado, la Corona reclamaba su parte en las propiedades de dicho jefe. Capitulación entre la Corona y Pedro de Alvarado (Valladolid, 16 abril 1538), 19.
AGÍ,
Oviedo, Historia General,
Indiferente General, leg. 417. lib.
42, cap. 11.
Cabildo a la Corona (Trujillo, 20 marzo 1530). AGÍ, Guatemala, 44. Véase también, Rodrigo del Castillo, tesorero juez de Honduras, a la
20. El leg.
Corona 21 xillo
(Sevilla, 1531),
AGÍ,
Indiferente General, leg. 1092.
"Información contra \os gouemadores que fueron en la ciudad de Truen Honduras..." (Trujillo, 13 noviembre 1539), AGÍ, Patronato, leg.
170, R. 45. 22.
Andrés de Cerezeda a
la
Corona (Naco,
31 agosto 1535),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 39. 23. "Proceso hecho en Nicaragua contra Rodrigo NuAez veco. de la ciudad de León por haber herrado ciertos indios por esclavos siendo libres" (León, 19 marzo 1529), AGÍ, Patronato, leg. 231, no. 4, R.2. Una copia de este documento se puso a mi disposición gracias a la cortesía de la Biblioteca del Congreso. 24. "Pleito de Hernán Sánchez de Vadajoz...con Rodrigo de
Contreras...", 1534-54,
AGÍ,
25. "Fiscal contra Miguel fols.
Justicia, leg. 1164, R.3.
Díaz" (14 agosto 1543), AGÍ, Leg. 393. Ub.
2.
206-6V.
26. Chamberlain,
The Conquest of Honduras,
p. 158.
27. El Principe Felipe a la audiencia (Madrid. 14 febrero 1546).
AGCA.
Al. 23. leg. 151 1. p. 219. Pardo. Prontuario, pp. 28-29, al citar el mismo documento, lee el aflo como 1 556 y dice que López era un criado de Montejo. F. V. Scholes y Roys. The Maya Chontat, pp. 30. 132. 146. escriben que López era cuflado, que actuaba como agente de Montejo y que había sido acusado con anterioridad de extorsionar a varios caciques. 28. AGN, Inquisición, tomo 212. no. 11 (mayo. 1572). Para caaos similares véase Ernesto Chinchilla Aguilar. La inquisición en Guatemala.
594
29.
Notas
•
'Capítulos contra per afán de rribera" (Cartago de Costa Rica,
agí, Guatemala, leg. 49. Remesal, Historia general (1964-66), 1:27. 31. R. C. (Valladolid, 24 noviembre 1537), AGÍ, Guatemala,
1583?), 30.
leg.
401,
lib.
S-3, fol. 31.
pedimiento de la cassa e monesterío de nuestra señora mercedes" (Santiago, 17 octubre 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 168. Chamberlain, The Conquest of Honduras, p. 238. Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 24 diciembre 1545), AGÍ, Gua-
32. "Probanza... a
de
las
33. 34.
temala, leg. 9. 35. Fr. Juan de Mansilla a la Corona (San Francisco de Guatemala, 30 enero 1552), agí, Guatemala, leg. 168. 36. Fr. Pedro de Ángulo a la Corona (Guatemala, 19 febrero 1542), AGI,
Guatemala, leg. 168. 37. R. C. (Barcelona,
1
mayo
1543),
AGI, Guatemala,
leg.
393,
lib.
R-2,
fol. 108v.
38. R. C. (Alcalá
de Henares, 29 diciembre 1547),
AGCA, Al.
23, 306, leg.
don Gaspar y don Francisco, caciques de Tecuzistlán; don Juan, cacique de Atitlán; don Jorge, cacique de Tecpán Atitlán; y don Miguel, cacique de (^inastinango. Aunque dichos pueblos eran "de la real Corona", no hablan sido favorecidos, especialmente en materia de tributos. Debido a las nuevas leyes, y en vista de que habian servido tan eficiente1511. Los mencionados eran
mente a
los dominicos, se
ordenó que fuesen bien tratados.
C. (Valladolid, 30 junio 1534), AGI, Guatemala, leg. 393, lib. R-2, fols. 203-204V. Respecto de la intención de la Corona para conceder ciertos privilegios a los caciques, incluyendo el uso de armas. Ángulo y otros frailes respondieron que debido al trato que ellos recibían de los españoles, los caciques no buscaban ninguna consideración y sólo deseaban morir. Ángulo et. al. a la Corona (Provincias de Teculutlán, 5 julio 1545), AGI, Guatemala, 39. R.
leg. 168.
40. Residencia a Francisco
de Montejo (Gracias a Dios, 1543-44), AGI,
Justicia, leg. 300.
41. R. C. (Valladoüd, 1549), AGI, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fols. 51-52, y la Corona a la audiencia, 1561, Pardo, Prontuario, pp. 28-29. 42. La Corona a la audiencia (Valladolid, 23 diciembre 1553), AGI, Gua-
temala, 43.
leg.
CA, Al. 44.
386.
La Corona
Q-1, fols. 121-23. Presidente Landecho (Toledo, 16 septiembre 1560),
lib.
al
AG-
23, leg. 1512, fol. 279.
La Corona a la audiencia (1 1 octubre
lib. 3, fols.
1546),
AGI, Guatemala,
leg. 393,
25V-26.
45. Herrera, Historia general, dec. 4, libro 3, cap. 2.
R^
46. R. C. (Valladolid, 9 septiembre 1536), AGI, Guatemala, leg. 393, fols. 178-79. R. C. de 31 de enero de 1538, Pardo, Prontuario, pp. 28-29.
AGI, Patronato, leg. 275, R-37. mayor y capitán general de Honduras (San Pedro, 26 diciembre 1541), AGI, Guatemala, leg. 695; Diego García de Celis, tesorero, a la Corona (San Pedro de Puerto de Caballos, 14 marzo 1542), AGI, Guatemala, leg. 49; el Príncipe Felipe a la 47. R. C. (Toledo, 6 diciembre 1538),
,
48. Proclamación de Diego García de Celis, justicia
''^^t,
Notas
595
audiencia (Villa de Cigales, 21 marzo 1551), AGCA, Al. 23, leg. 4575, cxp. 39528, fols. 119-19v; y R. C. (Toro, 18 enero 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, iib. Q-1, fols. 22-22V. 49. "Relación de los caciques y principales del pueblo de Atiilán, 10 febrero del Año 1571", A SGH 26 (1952): 435-48. 50. "Memoria para el alcalde mayor e ynstrucion de lo que a de hacer para
buena gouernacion de
los pueblos de los Ygalcos y Tacuzcalcos y de los desu jurisdicion" (La Villa de la Trinidad, 1557), AGCA, Al. 38.3-21, leg. 356, exp. 4042, fols. 18-29v. la
mas de
Juan de Torres, alcalde mayor de La Trinidad AGÍ, Escribanía de Cámara, leg. 344-A. 52. Licenciado Juan Albarez de Ortega a la Corona (León, n.d., probablemente 1563), agí, Guatemala, leg. 965. 53. R. C. (Madrid, 13 marzo 1535), AGÍ, Guatemala, leg. 393, Iib. 2, fol. 51. Residencia a Capitán
(Santiago, 1583),
125v. 54. Residencia a doctor Antonio González, presidente de la Audiencia de Guatemala (Madrid, 1574), AGÍ, Justicia, leg. 320. 55. "Relación y forma quel licenciado Palacio oydor de la Real Audiencia de guathemala hizo para los que obieren de bisitas contar, tasar y Repartir en las provincias deste Distrito" (Guatemala, 1548-51), AGÍ, Guatemala, leg.
128 ("Libro de Tasación").
AGCA, Al. 23, leg. 4575, exp. de la Corona en relación con los bienes de los caciques, la misma aparentemente permitió, en 1559, que se pudiera sacar algún dinero de dichos caciques. Tratando de aumentar los fondos por medio de las venta de los cargos y los préstamos otorgados a los comerciantes y vecinos españoles, el rey pidió informes a la audiencia sobre si los caciques y señores naturales podían también hacer empréstitos al tesoro real sin que ello les provocara mayores problemas. La Corona a la audiencia (Valladolid, 24 junio 1559), AGCA, Al. 23, leg. 1512, fol. 253. 57. Licenciado Juan Albarez de Ortega a la Corona (León, n.d., pero probablemente 1563), agí, Guatemala, l^g. 965. 58. R. C. de 26 agosto de 1547, Pardo, Prontuario, pp. 28-29, y R. C. de 14 de diciembre de 1551, ibid. 59. R. C. (Valladolid, 21 enero 1551), AGCA, Al. 23, leg. 4575, exp. 39528, fols. llv-112; y Pardo, Prontuario, pp. 28-29. Zorita, Life and Labor, pp. 272-73, formula los siguientes comentarios: 56. R. C. (Madrid, 14 diciembre 1551),
39528,
La
fols.
115-15V. Pese
al interés
regla de sucesión y el gobierno de los indios consistía en que cada señor ascendía por grados a la siguiente dignidad e insignia, y el señor que siempre era escogido de nuevo era el que ocupaba el tercer lugar, cuya insignia era una estera. La elección se hacía en la misma forma como en México y en Matlalcinco. Los principales escogían al hijo o hermano con más cualidades, del señor que había muerto, y a falta de los mismos se escogía a un pariente cercano. En resumen, se seguía el mismo procedimiento que en la Nueva España. Los señores nombraban gobernantes para los pueblos de su jurisdicción. Si moría un gobernante, el señor escogía al hijo o hermano mejor
Notas
596
calificado del muerto, a fin de que le sucediera, y a falta de ellos, a algún pariente con las cualidades necesarias. Tales gobernantes eran siempre principales y parientes de los señores. El tributo que dichos indios daban a sus señores consistía en trabajo en los campos de maíz u otros cultivos. También trabajaban una sementera para el gobernante de cada pueblo. Todo se hacía de una manera
muy
ordenada,
y
los señores
gobernaban a su gente con sabiduría y con
justicia.
60. R. C. (Valladolid, 9 octubre 1549), AGCA, Al, 23,leg. 4575, cxp. 39528, fol. 111; citado en AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fol. 55v. 61. Residencia a Rodrigo de Contreras, AGÍ, Justicia, leg. 297. 62. R. C. (Valladolid, 23 diciembre 1553), AGÍ. Guatemala, leg. 386, lib. fols. 121-23.
Q-1,
"Aprovacion de
63.
(Valladolid. 3 agosto
de don Juan Cacique por governador*' AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 6 agosto 1555), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib.
la elecion
1555),
156-56V. y R. C. (Valladolid, Q-1, fols. 161-61 V. Con respecto a la sucesión tradicional en Chiapas, véase Calnek, "Highland Chiapas before the Conquest", p. 104, quien escribe: "El avance a través de los rangos de la nobleza dependía de los logros personales, pero estaba limitado por requisitos genealógicos que permitían alcanzar las posiciones más altas. De esta manera, el tlatoani podía elegirse sólo entre un grupo de cuatro señores, todos ellos estrechamente vinculados al anterior gobernante y a los otros funcionarios superiores en la escala del gobier-
no". 64. El Cabildo de Santiago a la Corona (Santiago, 1 diciembre 1555), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 65. R. C. (Valladolid, 18 noviembre 1556). AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib.
Q-1,
fols.
187V-98.
66. Provisión real (Valladolid, 30
noviembre 1557), AGÍ, Guatemala,
leg.
Q-1, fols. 224-24V. 67. R. C. (Valladoüd, 21 noviembre 1558), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-l, fols. 239-39V. 68. La Corona a la audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1582), AGÍ, Guatema386,
lib.
la, leg.
386.
lib.
C^2.
la audiencia (San Lorenzo, 5 septiembre 1598), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. 70. Probanza de Pérez, un nativo de Santiago Tejutla, corregimiento de Quetzaltenango, 1610, AGCA, Al. 29-7, leg. 5923, exp. 51528. 71. El Cabildo de Trujillo a la Corona (TnijiÚo, 20 marzo 1530), AGÍ, Guatemala, leg. 44. 72. Funcionarios del tesoro a la Corona (Santiago, 28 septiembre 1531), agí, Guatemala, leg. 45. 73. R. C. (Monzón de Aragón, 26 agosto 1547), AGCA, Al. 23, leg. 151 1, vol. 59; y R. C. (Monzón de Aragón, 14 septiembre 1547), AGCA, Al. 23.
69.
leg.
La Corona a
4575, exp. 39528,
fols. 142-43.
Corona (Santiago, 25 mayo La audiencia a la Corona (Santiago, 21
AGÍ, Guatemala, leg. 9. AGÍ, Guatemala,
74. Cerrato a la
1552),
75.
abril 1556),
leg. 9.
Notas
5191
Véase e.g., residencia al doctor Mexia (Santiago, 1559), AGÍ, Justicia, 309. Mexía, juez de la audiencia, estaba acusado de vender al crédito un caballo de 15 pesos a don Baltasar, cacique del pueblo de Acapellavatl, en So76.
leg.
conusco, quien debía pagar cinco cargas de cacao que en total valían 75 pesos. Estaba prohibido comerciar con nativos en un plan de pago a plazos, pero el oidor de ninguna manera podía dedicarse al comercio, y mucho menos explotar a un indígena. 77. Véase, e.g., Bartolomé Bermúdez al Consejo de Indias (San Salvador, 12 abril 1542),
AGÍ, Guatemala,
leg. 52.
"Memoria de lo que los yndios de la provincia de Soconusco piden a Su Magt" (Soconusco y Santiago, 1561), AGÍ, Guatemala, leg. 52. 78.
79. "Carta del señor principal y... alcaldes caciques de la provincia de Soconusco, al licenciado Francisco Briceño, visitador y juez de residencia de la Audiencia de los Confines, quejándose de los malos tratamientos que les hacía el gobernador Pedro Ordoñez; suplican que escriba a su majestad para que ponga remedio y dicen que el deán había hecho falsas informaciones en favor de Pedro Ordoñez" (San Pedro Huehuetlán, 22 febrero 1563), Paso y Troncoso, ENE, 10:62. Este documento náhuatl fue traduci&o por el profe
Moreno. Hortun de Velasco (^amayaque,
sor Wigberto Jiménez 80. Residencia a
1567),
AGÍ,
Justicia
leg. 313.
81. Residencia a
AGCA,
Al. 30,
Pedro Girón (Xiron) de Alvarado (San Salvador, 1593)
leg.
296, exps. 3725, 3728, y leg. 297, exp. 3730. Afán de Rivera, corregidor de Chiquimula (Chi
82. Residencia a Per
AGCA,
Al. 30, leg. 4697, exps. 40633, 40634 Bartolomé de Salas Abiasido, corregidor de Tecpán Atitlán, 1589, AGCA, Al. 30, leg. 4696, exp. 40629; y residencia a don Luis de la Cerda, corregidor de Guazacapán, 1591, AGCA, Al. 30, leg 4697, exp. 40632. Véase también residencias a Mateo Blandin y Alonso Her nández Alconchel, corregidores de ^acaloaque, Nicaragua (1604), AGCA Al. 30, leg. 266, exp. 2081. 84. Fr. Tomás de la Torre al Consejo de Indias (Santo Domingo de Cobán Verapaz, 22 mayo 1553), AGÍ, Guatemala, leg. 8, fols. 40-41 v. 85. Residencia a Francisco de Magaña, alcalde mayor de la Villa de la Tri nidad y del Puerto de Acajutla (La Trinidad, 1568), AGÍ, Justicia, leg. 312
quimula de
la Sierra, 1559),
83. Véase, e.g., residencia a
86. Residencia al licenciado Francisco Briceño (Brizeño) (Santiago, 156970),
AGÍ,
87.
Justicia, legs. 316, 317.
Doctor Villalobos a
temala, leg.
la
Corona (Santiago,
88. Véase, e.g., funcionarios del tesoro a la
1530), 89.
90.
1531),
15
mayo
agí, Guatemala,
Corona (Santiago, 20 agosto
la
Corona
(Sevilla,
Indiferente General, leg. 1092.
91. Residencia a Alvarado,
92. Saco,
AGÍ, Gua-
leg. 45.
Remesal, ///sror/fl genera/ (1932), 1:262-63. Rodrigo del Castillo, tesorero juez de Honduras, a
agí.
1573),
9.
La
AGÍ,
Justicia, leg. 295.
Esclavitud, 1:174-75.
93. Diego García de Celis, tesorero, a la Corona (Puerto de Caballos, 20 junio 1534), agí, Guatemala, leg. 49. El autor del informe citado indicaba
598
Notas
que
gobernador
había enviado con 36 españoles en una travesía de 12 ó más importante cacique de la provincia, a quien los indios llamaban "el gran mercader ^ocimba". Éste había robado al capitán Juan Cabrera, había matado a varios españoles, y se había ocultado tras una fuerte trinchera hecha de gruesos palos y rodeada de fosas cubiertas. El lugar sólo podía alcanzarse cruzando un rio, pues estaba situado al borde de un barranco. el
le
15 leguas, en persecusión del
94. R, C. al gobernador de Nicaragua (Madrid, 26 mayo 1536), AGÍ, Guatemala, leg. 401, lib. S-2, fols. 174v-75. 95. Rodrigo de Contreras a la Corona (León, 25 junio 1537), AGÍ, Gua-
temala,
leg. 43.
96. Ibid. 97. R. C. (Talavcra, 31 fols.
98.
Rodrigo de Castillo a
ral, leg.
99.
mayo
1541),
AGÍ, Guatemala,
leg.
401,
lib.
S-3,
84V-86. la
Corona (Sevilla,
Juan Albarez de Ortega a
agí, Guatemala,
leg.
AGÍ,
Indiferente Gene-
"Juan
la
Corona (León,
n.d.,
probablemente 1563),
%5.
100. Residencia a Alvarado,
101.
1531),
1092.
AGI,
del Espinar contra
Justicia, Icgs. 295, 296.
Pedro de Alvarado" (Santiago, 1537), AGI,
Justicia, leg. 1031.
102. R. C. (Valladolid,
29
abril 1549),
AGCA,
Al. 23,
leg.
39528, fol. 103v, citado en AGI, Guatemala, Ccrrato), y en fol. 37 a Honduras.
leg.
103. R. C. (Valladolid, 9 octubre 1549), T-3, fols. 59V-60.
AGI, Guatemala,
402,
lib.
4575, exp.
T-3, fols. 27v-33 (a
leg.
402,
lib.
"Testimonio de
las sentencias de pleyto de los yndios de la berapaz Esterilidad" (Santiago, 13 marzo 1578), AGI, Guatemala, leg. 966. 105. Residencia a Rodrigo de Contreras, AGI, Justicia, leg. 297.
104.
sobre
la
106. Petición de principales (Santiago, 20 abril 1631), AGCA, A3. 12, leg. 2724, exp. 30031. 107. Remesal, Historia general (1932), pp. 117-18. 108. Información del cacique, principales y señores de calpules (Ciudad Real, 16 septiembre 1547), AGI, Guatemala, leg. 110. 109. Investigación dirigida por
don Diego Ramírez sobre
las
denunciadas
persecuciones de los dominicos en Chiapa, 1548, AGI, Justicia, leg. 331. Copias de este documento fueron adquiridas por cortesía de la Biblioteca del Congreso. Remesal, Historia general (1964-66), 2:120-22; este autor ofrece
una versión un tanto
diferente. El cronista dominico responsabiliza a los indígenas del accidente y describe la extraña y horrible muerte del cacique. Cuando el nervioso caballo fue azuzado, el indígena se arrojó sobre el mismo
y con una furia extraña como si fuera un león, con los dientes le arrancó las partes viriles, y mientras las cobía [¿comía?] o tragaba, con los pies y manos le quebró y molió todo el cuerpo, como si le hubieran metido en una atahona, volviendo a comer de él, como si fuera yerba del cacmpo [¿campo?], que con ese gusto le engullía. Fue todo esto tan de presto, y la ferocidad del caballo tanta, que habiendo allí mucha gente, y todos
Notas
599
deudos y parientes suyos, nadie osó ni pudo socorrerle, y el desventurado cacique de Chiapa quedó tal que en una banasta f¿ canasta?] le llevaron a enterrar, porque ni aun la cabeza le quedó entera. No paró en esto solo en enojo que Dios quiso mostrar con él.
don Diego Ramírez, AGÍ, Justicia, Icg. 331. Véase e.g., Cerrato a la Corona (Santiago, 16 julio 1549), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 112. R. C. (Toledo, 23 febrero 1560), AGÍ, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, 110. Indagación de 111.
fols.
248V-49.
Tomás de la Torre al Consejo de Indias (Sancto Domingo de Vahtemala, 15 marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 168. 1 14. Fr. Tomás de la Torre y Fr. Cárdenas, "Ynformacion... sobre la vida y costumbres de los clérigos deste obispado de guatemala", al Consejo de Indias (Tecpán Izalco, 12 noviembre 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 168. 113. Fr.
115. Ibid. 1
16.
"Treslado de
la real
auto de
junio 1561), AGÍ, Guatemala, 117. Dr. Villalobos a la
temala, leg.
9.
comida de
la
los clérigos" (Santiago, 16
leg. 41.
Corona
(Santiago, 15
Los sacerdotes también
mayo
1573),
AGÍ, Gua-
interferían en asuntos de justicia en los
pueblos, a menudo reduciendo el efectivo papel de los oficiales nativos. En La Trinidad un sacerdote maltrató físicamente e insultó a los alcaldes indígenas y quebró las varas de su autoridad. "Información contra francisco vargas cura del pueblo [La Trinidad] por haber maltratado de palabra y obra la justicia alcaldes
y regidores [indios]",
AGN,
Inquisición,
tomo
44,
Hon-
duras, no. 9, año 1568. 118.
Diego de Artieda a
la
Corona (Granada,
18
marzo
1582),
AGÍ, Gua-
temala, leg. 40.
The Aztecs, pp. 220-56. "Ynformacion de Gregorio López" (Sevilla, 1543), AGÍ, Patronato, 231, R. 4. El testigo había abandonado Guatemala cerca de nueve meses
119. Gibson, 120. leg.
antes y después de residir aquí por 12 ó 13 años. 121. El Cabildo a la Corona (San Pedro de Puerto de Caballos, 30 julio
agí, Guatemala, leg. 49. Hernán Sánchez de Vadajoz, Governador y Capitán General de Costa Rica con Rodrigo de Contreras, Gouernador de Nicaragua" (1534-44), agí, Justicia, 1164, R. 3. Como se ha dicho antes en este mismo capítulo. Coasta se escapó de morir quemado. 1540),
122. "Pleito de
"La Información q. hizo sanct saluador ante la justicia hordinaria..." de San Salvador: 20 abril 1545), AGCA, Al. 28. leg. 2335, exp. 17503. 124. Ello continuó de la misma manera, cuando menos hasta bien entrado el siglo XVII. Véase, e.g., audiencia a la Corona (Santiago, 17 septiembre 1641), AGCA, Al. 2. 4, leg. 2245, exp. 16190, fol. 182. 125. La Corona a la audiencia (Toro, 18 enero 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-1, fols. 19v-21. Walter Scholes, The Diego Ramírez Visita, p. 16, escribe que debido a los mismos abusos de los caciques en México, "a cada indio se le daba una estampa a la que debía rendirle tributo durante el año. 123.
(Villa
Notas
Para asegurarse de que los indios comprendían, Ramírez explicaba la significación del cuadro o imagen entregado, por medio de un intérprete". 126. R. C. (Madrid, 31 enero 1552),
citado en
fol. 24,
127.
AGCA,
La audiencia a
la
Al. 23,
leg.
AGÍ, Guatemala,
leg.
4575. exp. 39528,
fol. 117.
Corona (Santiago, 20 enero
1563),
386,
lib.
Q-1,
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
"Y para vsar el dicho ministerio entre los indios [recolección de tributengo sin comparación por mas crueles y tiranos a sus mismos caciques que el mas tirano español del mundo: del qual si les haze agrauio se quexan con libertad lo qual no osan hazer de sus caciques, por la cruel venganza que toman dellos". El pago debía haber sido pagado directamente a los maceguales, "porque si se da a los Caciques y principales quédense con ello, sin remedio pues no ay Caco como muchos dellos**. Agia, Servidumbres persona128.
tos],
les,
pp. 78, 86.
129.
La Corona
AGCA, 130.
Al. 23,
agí.
al
leg.
presidente de la audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1581), 1513. fol. 598.
Indiferente General 1092 (n.d.. n.p., sin firma).
de don Agustín de Medinilla. capitán de ynfanteria por su magestad y alcalde mayor de esta provincia de ^apotitlan...** (^amayaque, 7 julio 1603), AGCA, Al, leg. 5532, exp. 47. 8828. 131. "Petición
132. Residencia a
1568),
AGÍ,
Alonso de Paz, alcalde mayor de La Verapaz (Cobán,
Justicia, leg. 313.
Capitán Juan de Estrada, alcalde mayor de la Costa de AGÍ, Escribanía de Cámara, leg. 344-A. 134. "Respuesta a la Audiencia de Guatemala" (Madrid, 13 mayo 1572), AGCA. Al leg. 1512, fol. 416. Véase también Diego de Robledo a la Corona (Santiago, 10 abril 1556), AGÍ, Guatemala, leg. 9; y Presidente Landecho a la Corona (Santiago, 1 febrero 1563), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 133. Residencia al
2:apotitlán (Suchitepéquez... 1584),
.
135. El Dr. Antonio González a la Corona (Santiago, 2 marzo 1571), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Véase también lo referente a los abusos por los caciques, en la Corona a la audiencia (Madrid, 18 mayo 1572), ACX:A, Al. 23, leg.
1512, fols. 416-17. 136. "Testimonio de Culpa** de la investigación del licenciado EHego García de Palacio, oidor de la Audiencia de Guatemala (Realejo, 3 enero 1580), agí, Guatemala, leg. 966. 137. "Informaciones y probanzas de varios caciques de Tecpan Atitlan. Atitlan y Quetzaltenango, para que no se les tase tributo'* (1587-88, 1591-92), AGCA, Al. 16, leg. 2800, exp. 40485. 138. A propósito de la observación de la Corona, Gibson incluye un detallado análisis del gobierno indígena bajo la dominación española en Tlaxcala;
véase, Tlaxcala, pp. 89-123.
1549),*AGCA, Al. 23, leg. 4575, fol. AGÍ. Guatemala, leg. 402. lib. T-3, fol. 57. 140. La Corona a la audiencia (Valladolid, 16 marzo 1556). AGÍ. Gua-
139. R. C. (VaUadolid, 9 octubre
110. citado en
tcímala. leg. 402. lib. T-3. fol. 143v.
141. R. C. (Valladolid, 21 enero 1559), fols.
294V-50.
AGÍ, Guatemala,
leg. 386, lib.
Q-1,
Notas
601
"Sobre las electiones" (Santiago, 26 febrero 1585), 2245, exp. 16.190, fols. 183-83v.
142. leg.
AGCA,
Al.
2,
143. Con una pobre administración y falta de justicia, algunos de los desesperados indígenas se convirtieron en bandidos y se dedicaron a asaltar a los viajantes en los caminos. Según una fuente, entre los asentamientos de San Salvador y San Miguel, los indios mataron más de 30 españoles, uno por uno, en el curso del año 1538. Bartolomé Bermúdez al Consejo de Indias (San Salvador, 12 abril 1542), AGÍ, Guatemala, leg. 52. 144. Lie. Ramírez a la Corona (Santiago, 20 mayo 1556), AGÍ, Guatemala, leg. 9.
145.
La Corona a
la
audiencia (Madrid, 15 septiembre 1561),
AGCA,
Al.
23, leg. 4575, exp. 39528, fol. 244. 146.
La audiencia a
la
Corona (Santiago, 20 enero
1563),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
147. Diego Garcés a la Corona (Santiago, 31 noviembre 1570), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 148. Tasación del pueblo de Petapa, AGÍ, Guatemala, leg. 45. 149. Véase e.g., León Páez Chumor (?) de Sotomayor, gobernador de Soconusco, a la Corona (Huehuetlan ["Huebetlan"], 12 marzo 1582), AGÍ, Guatemala, leg. 40. 150. La Corona a la audiencia (Lisboa, 13 noviembre 1582), AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. Hacia 1603, el Gobernador Andrés Díaz de Rivadeneyra escribió a la Corona (Santiago, 5 febrero 1603), AGÍ, Guatemala, leg. 40, insistiendo que los sacerdotes en Soconusco mantenían una gran influencia sobre los alcaldes indios y otras autoridades. El proyecto de importar indios a Soconusco estaba todavía en consideración, y el gobernador opinaba que sería mejor para el gobierno indígena nombrar como gobernadores a algunos principales llegados de otros pueblos. 151. Gage, Travels in the New World, p. 202, escribiendo en la década de 1630 hablaba de la manera siguiente sobre el gobernador indígena del pueblo guatemalteco de Petapa: "Aunque este gobernador no pueda llevar espada, como el de Chiapa de los indios, tiene sin embargo otros muchos grandes privilegios: puede nombrar de entre los habitantes los que quiera, que le sirvan al comer y cenar, o a tener cuidado de sus caballos, ir a pescar, traer leña y hacer generalmente todo lo concerniente a su servicio. No obstante toda esta autoridad nada hacía, sea por la policía del lugar, sea por ejecución de la justicia sin el consentimiento y aviso del religioso que sirve en el lugar, que tiene tantas personas obligadas a servirle y a pescar para él, que puede vivir como un obispo...". La política general de la Corona sobre los caciques, a lo largo de varias décadas, puede trazarse en forma detallada por medio de los estudios de Simpson citados en la bibliografía. Respecto del tema de los caciques en México, véanse los trabajos de Gibson, Zavala y Zorita, citados también en esta obra. Igualmente interesantes son las obras siguientes: Parry, The Audiencia of New Galicia in the Sexteenth Century, pp. 56-59, 71; Ralph L. Beals, "Acculturation" en Handbook of Middle American Indians, vol. 6, pp. 446-68; y Robert Chamberlain, "The Concept of the Señor Natural as Revealed by Castilian Law and Administrative Documents", HAHR 19
(1939): 130-37.
Notas
ffíjt*"'
h
Capítulo 14 1.
:
Como es usual, pueden encontrarse excepciones a la regla. William Lytle New World, p. 278, anota que "había muchos verdaderos
Schurz, This
matriarcados, en los cuales las mujeres eran jefes y los hombres los subditos, ocurría alrededor del Lago de Nicaragua, donde los esposos eran mandados y a veces golpeados por sus esposas".
como
2. Simpson, The Encomienda, p. 10, escribe el siguiente comentario: "Las mujeres nativas tenían mucha demanda. Una mujer valía 100 castellanos, según lo reportaba Colón, tanto como una fmca, y aun las niñas de nueve y diez años tenían su propio precio. Había un mercado para mujeres de todas las edades, agregaba, y muchos comerciantes hacían un buen negocio traficando con ellas". 3. El obispo de Honduras a la Corona (Trujillo, 1 mayo 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 164; y obispo de Honduras a la Corona (Trujillo, 25 junio 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 164. 4. Fr. Tomás de la Torre al Consejo de Indias (Santo Domingo de Guatemala, 16 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 168. 5. Los frailes Torre y Cárdenas al rey y al Consejo de Indias (Tecpán Izalco, octubre-noviembre 1552), AGÍ, Guatemala, leg. 168. 6. Provisión real (Madrid, 15 enero 1569), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fols. 275-75v. Era común que los españoles emprendieran largos viajes, ya por mar ya por tierra, para llevar indias con ellos. Bancroft, History of Central America, 1:577, anota que cuando Pedro de Garro viajó de Nicara-
gua a Honduras, su séquito incluía muchos sirvientes y hermosas indias. Cuando el gobernador Castañeda salió precipitadamente para el Perú, aun cuando lo hacía en abierta fuga, llevó dos indias libres llamadas Susana e Isabel, tomadas en el pueblo de Mistega. Residencia a Castañeda, AGÍ, Justicia, leg. 293.
obispo de Verapaz encontró su obispado inundado de "una diabólica comunicaban con el diablo en los términos más familiares, matando a mucha gente con sus prácticas de hechicería. La Inquisición se estableció entonces formalmente, y la audiencia condenó a la ahorca a cinco brujos. No está del todo claro, pero al parecer se trataba de mujeres indígenas. Fray Antonio de Ervias, obispo de Verapaz, a la Corona (Verapaz, ¿1583?), AGÍ, Guatemala, leg. 163. 8. Residencia al doctor Antonio Mexía (Santiago, 1561), AGÍ, Justicia, 7. El
brujería", cuyos adherentes se
leg. 301.
9.
Mexía a
la
Corona (Santiago, 30
10. El Príncipe Felipe a la
julio 1557),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
audiencia (Valladolid, 13 septiembre 1543),
agí, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fol. 117. 11. Tomás López a la Corona (Santiago, 18-25 marzo
1551),
AGI, Gua-
temala, leg. 9. 12. "Treslado de la real auto sobre la comida de los clerígos" (Santiago, 16 junio 1561), AGI, Guatemala, leg. 41. 13. "Información... por el licenciado don Christoval de Pedraza... contra el Bachiller Juan Alvarez clérigo..." (Gracias a Dios, 10 febrero 1539), AGI,
Justicia, leg. 1031.
Notas
14. 15.
agí,
603
Residencia a Mexía (Santiago, 1561), AGÍ, Justicia, leg. 301. Residencia al licenciado Alonso Ortiz de Elgueta (San Pedro, 1567), Justicia, leg. 314.
"El capitán don Pedro Martínez Clavijo, Governador y Capitán General de la ciudad de la Concepción de Veragua, presento en grado de apelación de la sentencia dado por don Luis Briceño su successor..." (Concepción de Veragua, 28 marzo 1583), AGÍ, Escribanía de Cámara, leg. 344-A. 17. El obispo de Honduras a la Corona (Trujillo, mayo 1547), AGÍ, Guatemala, leg. 164. 18. Residencia a Pedro Girón de Alvarado (San Salvador, 1593-98), AGCA, Al. 30, leg. 296, exps. 3729-3730. 16.
1
19. Véase e.g., residencia a Antonio de Valderrama, corregidor de Quetzaltenango (Quetzaltenango, 1587), AGCA, Al. 30, leg. 4762, exp. 41112. 20. Véase e.g., residencia a Alonso de Barrientos, corregidor de Ca^auastlán (Ca?auastlán o "Aca(;evastlan", 1586), AGCA, Al. 30, leg. 4696, exp. 40627. 21. "Cargos contra Fernando de Alcántara Botello del tpo. q. fue teniente por el lie. Castañeda e del tpo. que fue alcalde hordinario" (Santiago, 1536),
agí,
como recompensa a los españoles. La Corona
En cierta ocasión varias esclavas indígenas se dieron españoles que ayudaron a dominar la rebelión de los a Andrés de Cerezeda, gobernador de Higueras-
Honduras (Madrid, 22
abril 1535),
Justicia, leg. 294.
AGÍ, Guatemala,
leg.
402,
lib.
fols.
1,
158-60. 22. Residencia a Castañeda como alcalde mayor de Nicaragua, junto con "cargos contra Luys de Guibara [Guevara], lugarteniente q. fue del lie. Castañeda" (León y Granada, 1535-36), AGÍ, Justicia, leg. 293. Las esclavas valían mucho más que los esclavos. Mientras las indias se vendían frecuentemente a 60 y 70 pesos, los hombres se vendían hasta en 12 y 15 pesos. Al mis mo tiempo, Castañeda dijo haber pagado 200 pesos por un negro. Por un caballo había dado exactamente 300 pesos. 23. Ibid. Las licencias eran necesarias para trasladar a los esclavos negros así como a los caballos, de modo que Castañeda podía inflar también los precios de venta. En una oportunidad, por ejemplo, admitió que había vendido un caballo por 400 pesos y que los negros fueron vendidos por 3(X) y 500 ilesos.
24. R. C. (Talavera, 31
mayo
1541),
AGÍ, Guatemala,
leg.
401,
lib.
S-3,
86-86V.
fols.
AGÍ, Justicia, leg. 301. Honduras a la Corona (Trujillo,
25. Residencia a Cerrato,
26. El obispo de
Guatemala, 27. leg.
La Corona a Cerrato
402,
lib.
1
mayo
1547),
AGÍ,
leg. 164.
(Valladolid, 19 febrero 1550),
AGÍ, Guatemala,
T-3, fols. 67-67v.
28. La reina al gobernador de Nicaragua, "De officio contra un hombre q. forfo una yndia" (Valladolid, 9 septiembre 1536), AGÍ, Guatemala, leg. 401, lib. S-2, fol. 176v. 29. Residencia a Pedro Girón de Alvarado (San Salvador, 1593-98), AGCA, Al. 30, leg. 297, exp. 3730. 30. Residencia a Rodrigo de Contreras, AGÍ, Justicia, leg. 297. 31. R. C. (Valladolid, 4 agosto 1550), AGCA, Al, leg. 1511, fols. 150-50v.
.
604
Ilotas
32. Cuando el oidor licenciado Herrera estuvo en Nicaragua para emprender la residencia a Rodrigo de Contreras, una niña indígena que era esclava de la sobrina del gobernador, se presentó ante Herrera sangrando profusa-
mente de las heridas que le hablan sido propinadas al sufrir una azotaina, y el juez escribió lo siguiente: "si no fuera por un cirujano q. la sangro y curo muriera de los acotes por q. estuvo a punto de muerte". Herrera llevó a la infortunada muchacha consigo, cuando regresó a Honduras, pero sus colegas jueces ordenaron que debía ser devuelta a su propietaria. Licenciado Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 25 diciembre 1544), AGÍ, Guatemala, leg. 9; y Herrera a la Corona (Gracias a Dios, 10 julio 1545), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Es probable que la muchacha esclava corriera tal suerte debido a los proble-
mas que tenía Herrera con
los otros oidores. Además, el gobernador Rodrigo de Contreras era amigo personal de Alonso Maldonado, presidente de la
audiencia. 33. Residencia a Pedro Girón de Alvarado, AGCA, Al. 30, leg. 297, exp. 3730. Se desprende claramente de la revisión judicial, que Girón de Alvarado permitió muchos abusos. 34. Residencia a Pedro Girón de Alvarado, AGCA, Al. 30, leg. 296, exp. 3725.
AGÍ, Justicia, leg. 301. capítulos de la cibdad de Santiago de Guatemala sobre la resydencia q. pide a los oydores de los confines y a los demás oficiales" (Santiago, 10 diciembre 1557), AGÍ, Guatemala, leg. 111. 35. Residencia a Cerrato,
36.
"Los
37. Residencia a
Alonso Ortiz de Elgueta, gobernador de Honduras, AGÍ,
Justicia, leg. 314.
38. Residencia
agí,
1568),
de Alonso de Paz, alcalde mayor de La Verapaz (Cobán,
Justicia, leg. 313.
39. Residencia a Francisco tiago, 1569-70),
agí.
de Brizeño, gobernador de Guatemala (San-
Justicia, legs. 316-317.
40. Residencia a Francisco Magaña, alcalde mayor de La Trinidad (La Trinidad, 1568), agí, Justicia, leg. 312. 41 "Autos del ffiscal... contra Diego de la Barrera sobre las cosas que se le opone aver cometido en la costa de Suchitepeques", 1591, AGCA, Al. 30, leg. 4697, exp. 40631. Véase también "Proceso hecho en Nicaragua contra ^Rodrigo Nuñez veco. de la ciudad de-Leon por haber herrado ciertos indios por esclavos siendo libres" (León, 19 marzo 1529), AGÍ, Patronato, leg. 231,
no. 4, ramo 2; el anterior constituye un ejemplo de la forma en que un encomendero tomaba a la mujer de un cacique y a varias de las parientes cercanas. 42. R. C. para el gobernador de Honduras (Madrid, 19 julio 1569), AGÍ, Guatemala, leg. 402, lib. T-3, fol. 243. Para mayor información sobre este te-
ma véase Magnus Mómer, "La Política de Segregación y el Mestizaje en la Audiencia de Guatemala", Revista de Indias 95-96 (julio-diciembre, 1964), 137-51.
audiencia (Badajoz, 28 septiembre 1580), AGCA, Al., Corona a la audiencia (San Lorenzo, 2 septiembre 1587), AGCA, Al., leg. 1513, fol. 676. Una ordenanza de 1551, aunque referida específicamente a Lima, resulta de interés en este contexto, porque ilustra sobre la diferencia entre el status de una mujer libre y el de una mujer 43.
La Corona a
leg. 1513, fol.
la
579; y la
Notas
605
esclava, y también sobre la seriedad con que la Corona consideraba los malos tratos sufridos por los indios a manos de los negros. Con respecto a los malos tratos dados a las indias por los negros, quienes a menudo las hacían sus con-
cubinas, se prohibió que los negros, tanto, los libres como los esclavos, usaran ningún tipo de servicios de las indias:". ..so pena al negro que fuere halla-
do
le sea cortada su natura: y se suruiere de Indados cie[n] acotes, publicamente: y si fuere esclaua, por la primera vez les sea dados cien acotes, y por la segunda cortadas las orejas: y si fuere libre, por la primera vez le sean dados cien acotes: y por la segunda,
tener India y seruirse della,
dios, les sean
destierro perpetuo destos Reynos...". Encinas, Cedularío, 4:388. La castración de los negros rebeldes había sido prohibida por la Corona en 1 540. 44.
La audiencia a
la, leg.
45.
la
Corona
(Santiago,
1 1
febrero 1605),
AGÍ, Guatema-
40.
La ciudad de Panamá
al
emperador (Panamá, 4 septiembre
1531), Car-
tas del Perú, p. 24.
46. R. C. (Toledo,
4 diciembre 1528), Puga, Prouisiones,
p. 122.
47. R. C. de 17 de abril de 1581, Pardo, Prontuario, p. 57. Con respecto a las edades acostumbradas para casarse, el siguiente comentario de interés
aparece en la "Descripción de San Bartolomé", pp. 262-75: "Dizen estos viejos que en tiempo de su gentilidad los dichos yndios bibian mas sanos y rezios que no en este tiempo porque no bibian con tanta ociosidad porque a la sazón quando se venían a casar los varones pasaban de quarenta años, lo qual es agora al contrario porque antes que lleguen a la edad de quynze años e doze andan persuadiendo y molestando al sacerdote y religioso que los case". 48. Cerrato a la Corona (Santiago, 15 marzo 1551), AGÍ, Guatemala, leg. 9. 49. Lie. Juan Albarez de Ortega (León, n.d., pero probablemente 1563),
AGÍ, Guatemala, 50.
leg. 165.
"Testimonio de
que contra
el
dio
culpa que resulto contra baltasar nieto y la sentencia señor lie. Palacio" (Santiago y Tequiluca, marzo-
la
el
agí, Guatemala, leg. 966. Rodrigo de Contreras a la Corona (León, 25 junio 1537), AGI, Gua-
octubre, 1575), 51.
temala, leg. 43. 52.
Anónimo,
AGI, Guatemala, leg. 39. Corona (Santiago, 1 enero 1556), AGI, Guatemala,
n.d., n.p.,
53. Varios frailes a la leg. 168.
54. "Los capítulos de la cíbdad de Santiago de Guatemala sobre la resydencia q. pide a los oydores de los confínes y a los demás oficiales" (Santiago, 10 diciembre 1557), AGI, Guatemala, leg. 111. 55. "Capítulos contra per afán de rribera" (Cartago de Costa Rica,
AGI, Guatemala, leg. 49. La Corona a la audiencia (Lisboa, 27 mayo
¿1583?), 56.
1582),
AGCA,
Al. 23,
leg.
1513, fol. 608.
Arteaga de Mendiola a la Corona (Santiago, 16 diciembre AGI, Guatemala, leg. 9. La audiencia a la Corona (Santiago, 6 septiembre 1571), AGI, Gua-
57. Licenciado
1570), 58.
temala, leg. 59.
9.
"Respuesta a
AGCA,
Al.,
la
Audiencia de Guatimala" (Madrid, 13
leg. 1512, fol.
416v.
mayo
1572),
606
Notas
60. R. C. (Viana de Navarra, 15
noviembre 1592), AGÍ, Guatemala, leg. T-3 (segunda parte), fol. 39. 61. Andrés Díaz de Rivadeneyra a la Corona (Santiago, 5 febrero 1603), agí, Guatemala, leg. 40. 62. Lie. Castañeda a la Corona (León, 30 mayo 1531), AGÍ, Guatemala,
402,
lib.
leg. 9.
63. "Ynformacion hecho por mando del muy ylustre señor lie. garcia de valverde del consejo de su magt su presidente en la audiencia real de guatemala governador y capitán general en su distrito" (Santiago, 7 noviembre 1582), AGCA, A3. 16, leg. 2799, exp. 40578; y obispo de Honduras a la Corona (Valladolid del Valle de Comayagua, 20 abril 1584), AGÍ, Guatemala, leg. 164.
Montero de Miranda, "Descripción de
la
Provincia de
la
Verapaz", pp.
342-58. 64.
Rodrigo del Castillo a
neral, leg. 1092. Zorita,
la
Corona
(Sevilla, 1531),
Ufe and Labor,
p. 210, relata
AGÍ, Indiferente Geuno de los más crudos
"En Guatemala escuché a un acusador de la audiencia decir que cuando fue soldado, con motivo de una incursión o conquista, vio a otro soldado botar su daga en el pantano que cruzaban, donde su daga se hundió. Una mujer indígena con una carga en su espalda y un niño al pecho pasó por el lugar,
ejemplos:
como se hacía obscuro, el soldado tomó al niño de la mujer y lo lanzó al pantano donde había caído la daga. Al día siguiente regresó para buscar su daga, diciendo que había dejado al niño como una señal". y
65. Véase e.g., "Un Libro de Tasaciones de los Naturales de las Provincias de Guatemala, Nicaragua, Yucatán y Pueblos de Comayagua, año de 1548 a 1551", agí, Guatemala, leg. 128. 66. Mucho antes, por lo menos hacia 1503, la Corona trató de promover los matrimonios interraciales, y, por medio de una ley de 1514, se prohibió toda discriminación contra aquellos que se casaran con mujeres indígenas. Simpson, The Encomienda, pp. 9-12. El Obispo Marroquín insistía ante la Corona que se ordenara a todos los españoles, particularmente a quienes estaban al servicio del rey, casarse con mujeres indígenas, porque sólo de esa manera podían los nativos ser mejor tratados. J, Fernando Juárez y Aragón, "En el homenaje de la Municipalidad de Antigua al Obispo Marroquín", >1SG//36(1963): 52-56. 67. Se produjo
ran, a
una
fm de poder
cierta presión sobre los
retener sus pueblos.
encomenderos para que
Una orden
se casa-
real les exigía conseguir es-
posa en un plazo de tres años, lo cual dio lugar a la siguiente respuesta: "Otrosi suplicamos a V. Mt. que la provisión que v. mt. fue servido mandar dar para que los vecinos desta govemacion se casen dentro de tres años nos mande prorrogar el termino por otro tres o por el tiempo que vra mgt fuere serbido por hecho y hazen espor falta de mugeres y por no tener posibilidad para yr a castilla o a otra parte a lo buscar y v. mt. no sera serbido de mandar casar a ninguno con quien no conos^e pues el matrimonio a de ser para servir a dios o como fuere la merced de vra magt". Concejos de Santiago, Ciudad Real, San Salvador y San Miguel a la Corona (Santiago, 22 enero 1539), agí, Guatemala, leg. 41. 68. El obispo de Honduras a la Corona (Trujillo, 1 mayo 1547), AGÍ, '* Guatemala, leg. 164. ,
.
Notas
607
69. James Lockhart, The Men ofCajamarca, p. 229, afirma que de los 168 conquistadores de Cajamarca, en la conquista del Perú, al parecer sólo uno de ellos se casó con una mujer indígena, y ésta pertenecía a la nobleza. Sin embargo, las circunstancias en este caso particular no eran las usuales dada la riqueza de los conquistadores, la cual les abría oportunidades mejores que a otros españoles. Una gran mayoría de ellos tenía hijos de sus concubinas nativas, como era de esperarse. 70. Citado en Torquemada, Monarquía Inaiana, 2:583. Simpson, The Encomienda, p. 177, n. 3. Hacia 1514, casi el lO^o de los encomenderos de la Española tenían esposas nativas, muchas de las cuales, según un contemporáneo "eran personas de poca estima y consecuencia".
71
La Corona al Protector de los Indios en Nicaragua (Valladolid, 3 febreagí, Guatemala, leg. 401, lib. S-2, fols. 183-83v, 185. La audiencia a la Corona (Santiago, 15 febrero 1563), AGÍ, Guatema-
ro 1537), 72.
la, leg. 9.
73. "Fiscal contra
393, fols. 212V-13. 74. Schurz, This
Miguel Diaz" (14 agosto 1543), AGÍ, Guatemala,
New
leg.
World, pp. 291-92.
AGÍ, Justicia, leg. 297; y Cerrato a la Corona AGÍ, Guatemala, leg. 9. Un fraile planteó la cues-
75. Residencia a Contreras,
(Santiago, 5 agosto 1548),
de
mujeres indígenas de
baja casadas con planteamiento aludido se hizo desde 1518, en los siguientes términos: ¿Si una mujer naboría se casa con un español, cuál será su posición legal? ¿Seguirá ella en la servidumbre? Zavala, Estudios indianos, p. 152. 76. Pardo, Prontuario, p. 113. 77. R. C. de 29 de julio de 1565, ibid., p. 57. 78. R. C. de 11 mayo 1587, ibid., p. 99. 79. Celis a la Corona (Buena Esperanza, 10 mayo 1535), AGÍ, Guatemala, tión relativa al
status
las
españoles, con especial referencia a las naborías;
la clase
el
leg. 49.
80. Bernal
Díaz del Castillo, Historia Verdadera de
Nueva España,
la
Conquista de
la
2 vols., 2:147.
81. Residencia a
Alvarado, AGÍ, Justicia,
82. Residencia a la primera audiencia,
leg.
AGÍ,
2%. Justicia, leg. 299.
Un
siglo
después de la conquista se acostumbraba que los pueblos proporcionaran indios para servicio de los corregidores, y en algunos casos tales indios recibían una paga. Las mujeres trabajan como molenderas, quebrantando el maíz y haciendo las tortillas. Se afirmaba, sin embargo, que ta! trabajo sólo tomaba una hora en la mañana y otra en la tarde y que las indias pnxlían permanecer en sus casas por el resto del tiempo. Residencia a Amador Alvarez, corregidor de Acageguastlán, 1923, AGCA, Al. 30, leg. 4699, exp. 40642. 83. Jerónimo de San Martín, Lugarteniente del tesorero Celis, a la Corona (San Pedro de Puerto de Caballos, 23 abril 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 84. R. C. de 29 de julio de 1565, Pardo, Prontuario, p. 57. Sancho Clavijo, gobernador de Castilla del Oro (Panamá), dijo que había tomado indias jóvenes que habían sido vendidas como esclavas y las colocó en hogares para servir a "honestas" mujeres españolas, mientras se proclamaba la pena de
608
Notas
muerte contra quienes sometieran a
la esclavitud
Clavijo (Valladolid, 4 septiembre 1549), 124-25V. 85. R. C. (Valladolid, 16
marzo
1556),
a
AGCA,
más
indios.
Al. 23,
AGÍ, Guatemala,
La Corona a
leg.
leg.
1511, fols.
402,
lib.
T-3,
144-44V.
fols.
86. Simpson, Studies in the Administration... dianos, pp. 168-69.
/,
p. 18.
Zavala, Estudios in-
87. Rodolfo Quezada Toruno, "Oración fúnebre del Ilustrisimo y Reverendísimo Señor Obispo licenciado Don Francisco Marroquín, en el IV Centenario de su fallecimiento", ASGH 36 (1963): 385-91. 88. Residencia a Castañeda (León y Granada, 1535-36), AGÍ, Justicia, leg.
293.
Corona (León, 30 mayo 1531), AGÍ, Guatemala, leg. 9. Corona (León, 25 junio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 43. Véase también, residencia a Contreras, AGÍ, Justicia, leg. 297. 89.
Castañeda a
la
90. Contreras a la
91. Ibid.
Montejo a
92.
leg. 184,
ramo
la
Corona (Gracias a Dios,
93. R. C. (Valladolid, 19 febrero 1550),
T-3,
fols.
1
mayo
1542),
AGÍ, Patronato,
25.
AGÍ, Guatemala,
leg.
402,
lib.
67-67V.
94. Residencia a Hernando Bermejo, lugarteniente del gobernador (San Pedro, 1568), AGÍ, Justicia, leg. 315. 95. "Información hecha sobre lo contenido en dos cédulas rreales de su mag. de que todo lo en ellas contenido fue falsa rrelacion q. se hizo a su rreal consejo..." (Santiago, 10 noviembre 1582), AGÍ, Guatemala, leg. 966. Véase también "Ynformacion hecha por mando del muy ilustre señor lie. Garcia de Val verde..." (Santiago, 7 noviembre 1582), AGCA, A3. 16, leg. 2799; y obispo de Honduras a la Corona (Valladolid del Valle de Comayagua, 20 abril 1584), agí, Guatemala, leg. 164. 96. Lie. Arteaga Mendiola a la Corona (Santiago, 16 diciembre 1570), agí, Guatemala, leg. 9. 97. Véase, e.g., "Testimonio de la culpa que resulto contra baltasar nieto y la sentencia que contra el dio el señor lie. Palacio" (Santiago y Tequiluea, marzo-octubre 1575), AGÍ, Guatemala, leg. 966. 98. "Los capítulos de la cibdad de Santiago de Guatemala sobre la resydencia q. pide a los oydores de los confínes y a los demás oficiales" (Santiago, 10 diciembre 1557), AGÍ, Guatemala, leg. 111. 99. Residencia a Cerrato, AGÍ, Justicia, leg. 301. 100. Investigación del Lie. Diego Garcia de Palacio, oidor (Santiago, 11
marzo
1578),
AGÍ, Guatemala,
leg. 9.
101. "Capítulos contra per afán de rribera,
gouemador de cartago"
(Car-
tago de Costa Rica, ¿1583?), AGÍ, Guatemala, leg. 49. 102. La audiencia a la Coronaí(n.p.,n.d.,pcro aparentemente Santiago en los años 1570), AGÍ, Guatemala, leg. 41. 103. Cerrato a la Corona (Santiago, 27 agosto 1554), AGÍ, Guatemala, leg. 9.
104. Lie. leg. 9.
Castañeda a
la
Corona (León, 30 mayo
1531),
AGÍ, Guatemala,
Notas
^09
Corona (León, 25 junio 1537), AGÍ, Guatemala, leg. 43. gobernador de Nicaragua (Talavera, 31 mayo 1541), AGÍ,
105. Contreras a la
106. R. C. al
Guatemala,
leg.
401,
lib.
S-3, fols. 84v-86.
AGÍ, Justicia, leg. 297. Lescano, mencionado antes en relación con los malos tratos a un cacique, de Costa Rica, y su esposa Luisa, no sólo perdieron sus pueblos, sino, además, el primero fue encar107. Residencia a Contreras,
celado por el Gobernador Contreras. Luisa había sido criada de doña Maria de Peñalosa, esposa del gobernador, y había sido traída de España, habiendo contraído nupcias después con Lescano, en Nicaragua. Un testigo dijo que
por cierto Contreras le habría dado los indios de encomienda o cuando menos la mayoría de ellos, con ocasión de la muerte del esposo, de no ser por el mal trato que ella solía dar a los indios. 108. "Que no consientan q. se encierre en corrales a las yndias a hilar sino en sus casas" (Valladolid, 9 septiembre 1549), AGCA, A. í leg. 4575, fols. 108V-9. R. C. (Valladolid, 9 octubre 1549), AGÍ, Guatemala, feg. 402, lib. ,
T-3,
54V-55.
fols.
"Sobre las mantas e otras cosas de 1582), AGÍ, Guatemala, leg. 966. 109.
la
Verapaz" (Santiago,
13 febrero
"Testimonio de la culpa que resulto contra baltasar nieto y la sentenque contra el dio el señor lie. Palacio" (Santiago y Tequiluca, marzooctubre, 1575), AGÍ, Guatemala, leg. 966. 111. Residencia a Capitán Juan de Torres, alcalde mayor de La Trinidad, 1583, agí, Escribanía de Cámara, leg. 344- A. 112. Testimonio de los alcaldes y regidores indios del pueblo de Masaya (Granada, 2 abril 1607), AGI, Guatemala, leg. 40. 113. Montejo a la Corona (Gracias a Dios, 1 mayo 1542), AGI, Patronato, 1
10.
cia
leg. 184,
ramo
25.
gobernador Andrés de Cerezeda a la Corona (Puerto de Caballos, 14 agosto 1536), AGI, Guatemala, leg. 49. 115. R. C. del gobernador de Nicaragua (Talavera, 31 mayo 1541), AGI, Guatemala, leg. 401, lib. S-3, fols. 84v-86. 1
14. El
116. Residencia a Contreras,
AGI,
Justicia, leg. 297.
"Testimonio de las sentencias contra don garcía de padilla, alcalde mayor que fue de la ciudad real de chiapa" (Guatemala, 1 mayo 1591), AGI, Guatemala, leg. 966. 118. Provisión de la audiencia (Santiago, 14 octubre 1640), AGCA, Al, 117.
leg.
4647, exp. 39627.
119. Residencia al Capitán
mara,
Juan de Torres, 1583, AGI, Escribanía de Cá-
344-A. 120. Lie. Arteaga Mendiola a
AGI,
leg.
la
Corona (Santiago,
16 diciembre 1570),
leg. 9.
121. R. C. de 24 de junio de 1571, Pardo, Prontuario, p. 146. En 1574 se informó acerca de una seria escasez de mujeres en la región de La Verapaz, "por ser ellas más flacas y morir más a menudo". Dada la ausencia de españoles en dicha área, aquella resulta una curiosa observación. Montero de Miranda, "Descripción de la Provincia de la Verapaz", p. 356. 122. R. C. de 26 de mayo de 1573, ibid.
Notas
610
123. "Información hecha sobre lo contenido en dos cédulas rreaies de su mag. de que todo io en ellas contenido fue falsa rrelacion q. se hizo a su rreal consejo..." (Santiago, 10 noviembre 1582), AGÍ, Guatemala, les. 966.
Consideraciones finales 1. Véase Robert S. Chamberlain, **Pre-Conquest Labor Practices", en Iridian Labor in the Spanish Indies, e(i. J. F. Bannon, pp. 1-10, y Robert S. Chamberlain, The Pre-Conquest Tribute and Service System of the Maya as Preparation for the Spanish Repartimiento-Encomienda in Yucatán.
2. En una carta que me enviara el 30 de abril de 1974, Benjamín Keen me habla de las diferentes versiones sobre el trato a los trabajadores en México antes de la llegada de los españoles, y me dice textualmente lo siguiente: "Estoy convencido de que las exigencias de los españoles en relación con la mano de obra y los tributos, fueron inconmensurablemente mayores que antes de la conquista, y aparte de otras razones, simplemente porque las demandas de tributo en la época de la preconquista estaban limitadas por la capacidad de los gobernantes nativos para consumir los beneficios del tributo y del trabajo, mientras que las demandas de los españoles, orientadas a la acumulación de la riqueza en dinero, eran casi ilimitadas". El trabajo y el tributo antes de Cortés están tratados en Fríedrich Katz, Situación social y económica de los Aztecas durante los siglos y XVI. Ciertamente habían diferencias regionales, pero se puede pensar que el trato dado a la clase de los maceguales era similar en la América Central y en México. 3. Véase, en panicular, el estimulante intercambio entre Lewis Hanke y Benjamín Keen en The Hispanic American Historical Review. Hanke, "More Hcat and Some Light on the Spanish Struggle for Justice in the Conquest of 44 (1964): 293-340; Keen "The Black Legend Revisited: America",
XV
HAHR
Assumptíons and Realítíes". HAHR 49 (1969): 703-19, Hanke, "A Modest Proposal for a Moratoríum on Grand Generalizations: Some Thoughts on the Black Ugend", HAHR 51 (1971): 1 12-27; Keen. "The White Legend Revisited: a Reply to Professor Hankc's Modest Proposal", HAHR 51 (1971): 336-55. 4. Aquí se ha hecho notar con anterioridad, que los rebeldes chichimecas procedentes de México fueron reducidos a la esclavitud en Soconusco, y que la continuada resistencia de los lacandones dio lugar a la autorización para su esclavitud en 1558. En los años 1620 y 1630, cuando los lacandones se declararon en franca rebelión, junto con los Yole [sicj y los Agitzaes [sic], el decreto de 1558 se extendió hasta permitir la captura de los citados grupos rebeldes como esclavos de guerra. Doris Z. Stone, "Some Spanish Entradas, 15241695", Middle American Research Series 4 (1932): 213-96. 5. Keen, "Introduction: Aproaches to Las Casas, 1535-1970", en Friede y
Keen, Bartolomé de Las Casas, p. 5. 6. Investigación del licenciado Diego García de Palacio (Santiago, 1 1 marzo 1578), agí, Guatemala, leg. 41. La 7. El papel del Santo Oficio se analiza en Ernesto Chinchilla Aguilar, Inquisición en GuatertMÍa.
:^
'S'
1
Notas
61
Pineda, "Descripción de la Provincia de Guatemala", pp. 557-79. Las leyes de 1601 están reproducidas en Richard Konetzke (ed.). Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica, 1493-1810, 4 vols., 2 primer tomo, pp. 71-85. 10. Estas leyes, emitidas en Aranjuez, mayo 26 de 1609, aparecen en AGÍ, Guatemala, leg. 386, lib. Q-2. En inglés aparecen resumidas en Leslcy Byrd Simpson, Studies in the Administration ofthe Indians in New Spain. III. The Repartimiento System ofNative Labor in New Spain and Guatemala, pp. 1217, con el texto completo en el Apéndice VI. Simpson agrega (p. 17) que no fueron bien aplicadas dichas leyes, y que en 1624 se emitió un decreto especial a modo de advertencia. 11. Sus observaciones se tratan detenidamente en William L. Sherman, "Abusos contra los Indios de Guatemala (1602-1605). Relaciones del Obispo", Cahiers du Monde Hispanique el Luso-Brésilien. Caravelle 11 8.
9.
(1968): 5-28. 12. Véase, por ejemplo, la residencia a don Juan de Medrano, alcalde mayor de Zapotitlán en el año 1616: AGCA, Al. 30, leg. 4698, exp. 40639. Parte
del material se refiere a las condiciones anteriores de 1589.
Medrano comer-
ciaba cacao ilegalmente con los indios, vendia a éstos sus gallinas, les imponía pagos ilegales, y les hacía trampa en la venta de vestidos. También fue convicto de hacer uso ilegal de los tamemes. Al ser encontrado culpable, a
Medrano 13.
se le
impusieron varias multas de regular cuantía.
Vázquez de Espinosa, Description of the
Indies.
14. Ibid., pp. 18-19.
15.
Gage, Travels
in the
New
World, pp. 198, 200, 203, 211, 309.
16. Ibid., p. 199. 17. Véase también Garci Diez de San Miguel, Visita hecha a la Provincia de Chucuito por Garci Diez de San Miguel en el año 1567. 18. Véase Richard E. Greenleaf, "Biceregal Power and the Obrajes of the Cortés Estáte, 1595-1708", Hispanic American Historical Review 47 (1969):
365-79.
Agía, Servidumbres Personales, pp. 58-65, 88, 91-92. que govieman en el Supremo Tribunal de la Real Audiencia de Guatemala dispuesta y ordenada en virtud de comisión del mismo Tribunal, por don Miguel Ygnacio Tala vera -Año de 1603", 19.
20. "Recopilación de las Reales Cédulas
Boletín del Archivo General de la Nación (Guatemala) 21.
1
(1967): 19-20.
Según Molina Arguello, El Gobernador de Nicaragua,
p. 249, el si-
guiente es el récord de Mexía: después de servir en la Audiencia de México, fue oidor en Guatemala del 8 de septiembre de 1555 a 1564; oidor de Pana-
má, 1564-69; y fue nombrado presidente de la Audiencia de Santo Domingo 18 de marzo de 1569. 22. Sherman, "A Conqueror's Wealth", pp. 199-213. 33. Frank Jay Moreno, "The Spanish Colonial System: A Functional Approach", Western Political Quarterly, 20 (1967): 306-20; este autor hace la siguiente observación: "Una ley que está en desacuerdo con la realidad que supuestamente habrá de regular, es una ley que habrá de ser violada, a menos que, por supuesto, el poder coercitivo para su aplicación sea lo suficiente fuerte para prevenir dicha violación. Mas el sistema colonial español no tenía el
Notas
j^ tales
instrumentos coercitivos a su disposición. En consecuencia, las leyes el gobierno de sus colonias, estaban sujetas a
promulgadas por España para una constante violación".
•'Las leyes coloniales estaban confinadas al ditos de la
dominio de
cómo
correcto y lo espiritualmente puro. Indicaban
lo éticamente
los reales y católicos sub-
Corona debían comportarse. Mas tales regulaciones no sólo eran que ser desobedecidas por aquellos poco-menos-que-
violadas, sino tenían
perfectos colonos". .
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Justicia
Leg. 293. Residencia. Lie. Francisco de Castañeda, alcalde mayor de Nicaragua; por Rodrigo de Contreras, gobernador de dicha provincia, 1534-1536.
Cargos contra Luys de Guibara [Guebara], lugarteniente q. fue del lie. Castañeda, 1535-1536. Leg. 294. Continuación de la residencia a Castañeda. Cargos contra Fernando de Alcántara Botello de tpo. q. fue teniente por el Castañeda e del tpo. que fue alcalde hordinario, 1536. Leg. 295. Residencia tomada el año de 1535 al Adelantado Dn. Pedro de Alvarado Governador que fue de la provincia de Guatemala y a sus tenientes por el Licdo. Alonso Maldonado oidor de la Audiencia de México, 1535. lie.
Leg. 296. Continuación del anterior. Leg. 297. Residencia. Rodrigo de Contreras, governador de Nicaragua; por el lie. Diego de Herrera, oidor de Guatemala, 1543. Leg. 298. Residencia. Cargos contra Pedro de los Ríos, teniente de gobernador (Contreras). Cargos contra Luis de Guevara, teniente de governador. Leg. 299, Residencia tomada el año de 1547 a los Licdos. Alonso de Maldonado, Pedro Ramírez de Quiñónez, Diego Herrera y Juan Rogel, Presidente y Oidores de la Audiencia de Guatemala, por el Licdo. López Cerrato, juez
nombrado para
este efecto, 1548.
Leg. 300. Residencia tomada a el Adelantado Dn. Francisco Montejo Governador que fue de las provincias de Chiapa, Yucatán, Tabasco y Cozumel y a sus tenientes, por el Licdo. Juan Rogel Oidor de la Audiencia de Guatemala, juez nombrado para este efecto, 1553. Rogel al Adelantado Montejo de la
governación de Honduras... 1544. Leg. 301. Residencia tomada el año de 1553 a los Licdos. Alonso López Cerrato, Tomás López, Diego Herrera y Juan Rogel, Presidente y Oidores de esta Audiencia de Guatemala, por el Doctor Don Antonio Rodríguez de Quesada Oidor de la Nueva España, juez nombrado para este efecto, 1552 [1553-55].
Leg. 302. Continuación del anterior. Leg. 308. Residencia. Lie. Pedro Ramírez de Quiñones, oidor de la Audiencia de los Confínes; por el lie. Juan Núñez de Landecho, presidente de ella, 1559. Leg. 309. Residencia. Dr. Antonio Mexía, oidor de Guatemala; por el lie. Juan Núñez de Landecho, presidente de ella, 1559-1560.
Leg. 310. Continuación del anterior. Leg. 311. Residencia. Pedro de Salvatierra, alcalde mayor de la provincia de Honduras; por el lie. Alonso Ortiz de Elgueta, 1562-1563. Leg. 312. Residencia. Francisco de Magaña, alcalde mayor de Trinidad y del Puerto de Acaxutla, 1566-1568.
la Villa
de
la
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Leg. 313. Residencia. Alonso de Paz, alcalde mayor de la provincia de la Verapaz, por Pedro de Casa de Avante y Gamboa, 1567-1568. Residencia de Hortun de Velasco, 1567-1568. Leg. 314. Residencia. Lie. Alonso Ortiz de Elgueta, gobernador de la Provincia de Honduras; por don Juan de Vargas Carvajal, 1567. Leg. 315. Residencia. Johanes de Debaide, el^mo^o, teniente general que fue de govemador de esta provincia [Honduras] po^ el licenciado Hortiz [Or1568. Residencia. Hernando Bermejo, teniente de Govemador e visitador general que fue en esta provincia por el licenciado Hortiz govemador que fue, 1568. tiz),
Residencia. Pedro Romero, teniente general de govemador por el licenciado Hortiz de Elgueta, 1568. Leg. 316. Residencia. Lie. Francisco Briceflo, govemador de la provincia de Guatemala; por el doctor Antonio González, presidente de la Audiencia, 1569-1570.
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Patronato Leg. 20. Descubrimientos, descripciones, poblaciones, conquistas y pacificaciones hechos en las Indias. Leg. 83. Ibid. Leg. 170. Papeles tocantes al buen gobierno de las Indias en general, 14801556.
Leg. 180. Papeles sobre el buen gobierno (Nueva España), 1519-1540. Leg. 184. Papeles y cartas de buen gobierno (Nueva España), 1525-1572. Leg. 231. Papeles pertenecientes a la libertad de los Indios, su doctrina, buen tratamiento y modo de encomendarlos, 1512-1679. Leg. 246. Materias diversas. Leg. 252. Historia de las Indias: Papeles escritos por Fr. Bartolomé de Las Casas acerca de la historia de las Indias, 1516-1561. Leg. 275. Copias de minutas de Reales Cédulas, de sentencias en varias residencias, de despachos y provisiones de emplazamiento despachados por el Consejo y Cámara de Yndias pertenecientes al buen gobierno de aquellos dominios. 1511-1586.
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Leg. 297. Continuación del anterior. Leg. 46%. Alonso de Barríentos, corregidor de ^acauastlán, 1586. Bartolomé de Salas Abiasido, corregidor de Tecpanatitlán, 1599. Leg. 4697. D. Luis de la Cerda, corregidor de Guac^acapán, 1591. Per
Afán de
Rivera, corregidor de Chiquimula, 1599. Leg. 4698. D. Juan de Medrano, alcalde mayor de Zapotitlán, 1616. Leg. 4699. Amador Alvarez, corregidor de Aca^eguastlán, 1623. Leg. 4762. Antonio de Valderrama, corregidor de Quetzaltenango, 1587.
Libros de Protocolos (Al. 20 series)
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Cristóbal de Aceituno.
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1043. Miguel
Monte Verde.
1111. Luis Aceituno
Guzmán
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Quqo.
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magestad de
la
quenta y razón q. della tiene yo
el
tesorero
francisco de castellanos tesorero en esta provincia de guatemala.
í¿
-:....
ADAMS,
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"El Trabajo Forzoso en América Central, Siglo
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al
español de Flavio Rojas Lima, se
terminó de imprimir 1986, en
los talleres
el
19 de diciembre de
de offset de
la
Tipografía
Nacional de Guatemala, Ministerio de Gobernación,
bajo
Reyna.
la
Texto
dirección del periodista Osear A.
levantado
en
fotocomposición.
6,000 ejemplares en papel bond nacional 80 gramos.
Portada:
MARCO AUGUSTO QUIROA