SHUAR Pueblo de las cascadas sagradas
Michael Mic hael J . H am er RAC SO - Ribetee*
Colección "Biblioteca Abya-Yala"
8
Ediciones Abya-Yala Quito, 1994
E I B U C K Ç \ - p ' 75 750 - E C rccfa:
w».
00020727
CUT, P 'B 'B L l O T EC EC A - P L A C 8 0
C5.:g c ‘¿;;:
SHUAR Pueblo de las cascad as sagradas
Michae Michaell ] . Hamer Hamer C olecc ión :
“Bibliote ca Abya-Yala" N° 8
3* Edición:
Ed iciones Abya-Yala Abya-Yala Av. 12 de octubre 14-30 y Wilson Casilla 17-12-719 Quito-Ecuador
Au toedición:
Edicion es Abya-Yala Abya-Yala Quito-Ecuador
ISBN:
9978-99-022-4
Impresión:
Ta lleres Abya-Yala Abya-Yala Cayambe-Ecuador
a c e t o i l b i b
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SHUAR Pueblo de las cascad as sagradas
Michae Michaell ] . Hamer Hamer C olecc ión :
“Bibliote ca Abya-Yala" N° 8
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Ed iciones Abya-Yala Abya-Yala Av. 12 de octubre 14-30 y Wilson Casilla 17-12-719 Quito-Ecuador
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9978-99-022-4
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Ta lleres Abya-Yala Abya-Yala Cayambe-Ecuador
a c e t o i l b i b
INDICE
Introducción ...................................... ............................................................. .......................................... ................... Capítulo I Los shuar: el ambiente
......................................................
Capitulo II Vivienda, Vivienda, sub sistenc ia y tecnología tecnología
5
19
.................................
53
........................................... .............................................................. .......................
97
Capítulo IV El mundo oculto .......................................... ............................................................... .............................. .........
163 16 3
Capitulo III III Relaciones Relaciones sociales
Capítulo V Ley, enemistad y guerra
........................................................ 20 5
Capítulo VI Cambio cultural ...........
233
Epílogo............................................................................................ 253 Bibliografía Notas
26 1 ........................................ ............................................................ ........................................ .................... 261
............................................. ................................................................... ............................................ ......................... ... 2 6 7
INTRODUCCION
Una sola agrupación autóctona americana -es cosa ya sabida- resistió en todo tiempo con éxito contra el imperio de España y frustró todos los esfuerzos de los españoles de vol ver a su conquista: los Shuar o "Untsurí Shuar ” del Oriente Ecuatoriano. Desde 1599 en adelante se mantuvieron libres de toda sujeción, gracias a su rapidez en desplazarse por las selvas desde los Andes al Oriente, a pesar de que ocupaban, como es sabido, una de las regiones más ricas en yacimientos auríferos de toda América Latina. Relatos de su ferocidad llegaron a formar parte del fol klore latinoamericano, y su fama de guerreros se difundió al final del siglo XIX y a principio del siglo XX, cuando el “tro feo shuar", la cabeza reducida o tsantsa hizo su entrada en el mercado de objetos exóticos del mundo occidental. Cuando viajeros ocasionales los visitaban en las prime ras décadas de este siglo, los shuar fueron conocidos no sólo como un grupo guerrero, sino también como un pueblo de individuos intensamente celosos de su libertad y no dispues tos a estar sujetos a la autoridad, hasta entre ellos mismos. Ha sido esta característica la que particularmente me llamó la atención cuando fui a estudiar su manera de vivir en 1956-
57, y tuve la suerte en ese tiempo de encontrar -especialmen te al Este de la Cordillera del Kutukú- una porción de Shuar todavía “no conquistados” y aún viviendo, con algunos cam bios, su estilo tradicional de existencia. Este libro trata acerca de su cultura. Un factor que contribuyó a mi decisión de rea lizar trabajos en el campo de los shuar ha sido el increíble número de informaciones contradictorias, a menudo total mente indignas de confianza. No había ciertamente otra tribu en Sudamérica, sobre la que menos se sabía con certeza en proporción con lo que había sido publicado. Parte de esta si tuación se debía a ciertos aspectos de la cultura shuar (parti cularmente la costumbre de hacer la tsantsa) tsantsa ) que se prestaban para escribir artículos sensacionales y libros populares, basa dos generalmente sobre un mínimo o hasta una ausencia de real contacto con los shuar. Existían sólo dos trabajos serios de cierta importancia sobre ellos: Cazadores de cabezas de la Amazonia Occidental (1935) por Rafael Karsten y Material histórico y etnográfico sobre los Indios Shuar (1938) por M. W. Stirling. Sin embargo, muchas de las cosas escritas por Karsten eran vagas y sumamente discutibles, y los datos de investigación de Stirling eran bastante limitados, debido al breve tiempo que había pasado con los shuar. Además, donde los dos autores coinciden sobre la misma materia, sus infor mes tienden a ser sumamente contradictorios1. En vista de esta situación, llevé ambas obras -de Kars ten y Stirling- conmigo al campo de trabajo y las repasé frase por frase con informantes shuar. Exceptuando los datos de Stirling sobre la cultura material, encontré que no había casi párrafo de información etnográfica, en ninguno de los dos trabajos, que pudiera considerarse completamente exacto. Con el tiempo llegué a la conclusión de que las equivo caciones en la información proporcionada por ambos antro
pólogos derivaban en parte de su dependencia de los “blan cos” como intérpretes. Karsten dependió casi exclusivamente de “macabeos", los habitantes mestizos del pueblo de Macas, para su comunicación con los informantes indígenas. Se fió de ellos también para la información de segunda mano sobre la cultura de los shuar, como he podido comprobar hablando con “macabeos" que habían trabajado con él. Me di cuenta también de que los mismos “macabeos” tenían prejuicios so bre la cultura shuar, y estaban tan convencidos de sus ideas que estaban dispuestos a discutir con los nativos acerca de la cultura de éstos últimos. La cosa no fue muy diferente en el caso de Stirling, aunque él pasó sólo pocos meses con los shuar mientras Karsten había hecho un trabajo de muchos años seguidos. El intérprete de Stirling fue Santiago Baca, de Méndez, al que conocí personalmente, y al que en una ocasión quise compro bar como intérprete. Aunque era una buena persona, Baca apenas dejaba hablar al nativo antes de que él interpretara y añadiera algo nuevo a lo dicho para acomodarlo a sus propios prejuicios. El siguiente trozo de una carta, que me escribió Stirling con fecha 30 de Junio de 1962 como contestación a un artí culo que yo acababa de publicar sobre las creencias shuar acerca del alma^, demuestra el papel de Baca en su trabajo. Quiero añadir que estimo la carta como un tributo a la inte gridad científica de Stirling: Ya es hora de que se hagan por fin estudios adecuados sobre este significativo grupo. Cuando yo hice mi viaje, bastante rápido, por la región shuar en 1930-31, las condiciones de trabajo estaban lejos de lo ideal. La expedición estaba mal organizada y (desde el punto de vista del etnólogo) nunca
pudimos quedamos suficiente tiempo en un lugar como pa ra obtener resultados satisfactorios. Yo no conocía nada del idioma shuar y dependía totalmente del intérprete Santiago Baca para la información extema. Lo que yo recogí fue lo que él entendió de los informantes shuar. A propósito, él era un refugiado político y había vivido dos años escondido con los shuar. Es interesante advertir que la mayor parte de los shuar que nosotros encontramos en este tiempo insistían en que ellos no sabían nada de creencias religiosas y que tendríamos que ponernos en relación con Ankuash, cerca del río Yaupi. Por fin nos pusimos en contacto con él, y él fue la fuente principal de este tipo de material que he conseguido. Estoy seguro de que es un buen informante, muy sincero y deseo so de ser preciso, así que los errores fueron posiblemente el resultado de equivocaciones por parte del intérprete, puesto que yo me esforcé por no añadir ninguna interpretación mía personal. Tenía la obra de Karsten conmigo, y después de haber obte nido nuestro propio material lo controlé con los informes de Karsten. Los indígenas no estaban de acuerdo prácticamente con ninguna de sus ideas insistiendo en que ellos no habían oído nunca cosas semejantes. A propósito, yo nunca pude sa ber con qué grupo trabajó él: un hecho que, parece, él tenía secreto. Imaginé que o los aborígenes con los cuales trabajó tenían conceptos diferentes, o él añadió sus propias inter pretaciones. No me parece probable que pudieran haber te nido lugar en treinta años cambios tan radicales en creencias fundamentales, así que estaría de acuerdo con Ud. en cuanto los errores en mi informe serían resultado de interpretación equivocada.
Ya que el fin del presente libro es presentar una abun dante introducción a la cultura shuar, antes que una compa ración detallada con publicaciones anteriores, el lector no en contrará críticas específicas de los datos de Karsten y de Stirling en las páginas siguientes. A este trabajo se procederá gra dualmente con publicaciones más especializadas, que tendrán también la función de enfocar aspectos particulares de la vida shuar con mayores detalles. Sin embargo, quiero decir al es pecialista que lea este trabajo, que las afirmaciones que aquí encuentre contradicen implícitamente las de otros autores se pueden considerar, por eso, como explícitas correcciones de sus informes. Una información contradictoria aquí no quiere decir desconocimiento de su material. Más allá de esto, naturalmente, es cuestión de cambio cultural. Ante todo, deseo hacer notar que muchos de mis más importantes informantes mayores de edad ya tenían el cuidado de una familia antes del inicio del trabajo de campo de Karsten con los shuar en 1916-18 y no habían tenido con tacto directo sustancial con los “blancos” hasta quince o veinte años después. La investigación de Stirling tuvo lugar más tarde, en 1930-31, pero, según lo que el mismo Stirling hizo notar arriba, la fuente básica de las diferencias con mi propio material fue posiblemente su intérprete. Además, yo hice un esfuerzo especial por asegurar datos en el ambiente, que harían conocer aquellos aspectos de la cultura shuar que habían cambiado o permanecido durante este siglo, y el últi mo capítulo, del libro está dedicado a este tema. Las relaciones de los informantes eran continuamente controladas con preguntas cruzadas y se les llamaba la aten ción individualmente sobre las contradicciones. Un infor mante, cuando se le hacía ver su contradicción, puesta así en
peligro su reputación de veracidad, generalmente presentaba detalles elaborados en su defensa. Los informantes eran ordinariamente bien pagados por el tiempo que empleaban. Se les pagaba normalmente con pólvora, fulminantes, municiones, mullos y telas. En los lu gares cercanos a viviendas de colonos y a misiones se usaba también dinero. Visitando casas desconocidas, se descubrió que un regalo de una o dos onzas de pólvora invariablemente desembocaba en una amistad permanente, puesto que todo hombre shuar hoy en día posee armas de fuego y continua mente necesita su abastecimiento de municiones. Dar y recibir, en las zonas más aisladas del territorio tribal, era prácticamente asegurarme el hospedaje a mi futuro regreso y “recibir el pedido” para qué tipo de bienes comer ciales querían que les llevara en la próxima visita. Así el que me hospedaba consideraba mi continua amistad como una ventaja, y siempre nos despedíamos amigablemente, a pesar de que yo tuviera que viajar, con frecuencia, seguidamente después, con pólvora y otros utensilios, a una casa o grupo con el cual él estaba enemistado. Mi principal medio de comunicación para obtener in formación detallada era por medio de intérpretes; sin embar go contrariamente a mis predecesores yo para este fin usaba exclusivamente a los shuar que habían aprendido el castella no como segunda lengua en una misión. Usé el mayor núme ro posible de intérpretes, trabajando de forma principal con aquellos que se habían demostrado más cuidadosos, fidedig nos e inteligentes. Al paso que mi conocimiento del idioma progresaba, podía controlar la mayor parte de lo que interpre taban, pero, también antes de llegar a esta etapa, se me hacia
posible una comprobación sustancial por medio de la compa ración de los varios informes sobre la misma materia, usando a distintos intérpretes e informantes. Personalmente, creo que el uso correcto de intérpretes de primera calidad es una técnica excelente en los trabajos de investigación, pero tiene que hacerse con tino, volviendo por ejemplo a presentar las mismas preguntas con frases distin tas, con textos diferentes, con varios intérpretes e informan tes, y acompañándolo todo lo más posible con observaciones del que participa. Me parece que en una investigación etno gráfica, el investigador que tiene la ilusión de dominar per fectamente el idioma y falla en controlar sus resultados por medio de intérpretes puede cometer por lo menos el mismo número de errores que hace el investigador que admite sus lí mites lingüísticos y usa intérpretes preparados con tino, es mero y paciencia. La investigación que proporciona los datos siguientes ha sido llevada a cabo en el campo por el espacio de catorce meses, en 1956-57, 1964 y 1969, principalmente cerca de es tos ríos ocupados por los shuar: el Chiwias0, el M ak uma, el K dn kaim 1, el Kúsuim ', el Maakúsas y el Paúsa (Upano) con sus tributarios. Exceptuando donde se lo especifique de otra ma nera, los datos etnográficos presentados aquí se refieren a la cultura de aquellos shuar que en 1956-57 no estaban todavía en relación directa con los “blanco s” (ecuatorianos u otros). La investigación de campo de 1956-57 fue patrocinada por la Fundación caritativa de Henry L. y Grace Doherty, Inc., de Nueva York, con concesiones adicionales hechas por el Departamento de Antropología y el Museo de Antropología de la Universidad Antropológica Americana (Smith, Kline y
contrato con Laboratorios franceses). La organización y estu dio de los datos recogidos después de mi regreso del campo han sido facilitados por una Asociación Universitaria de An tropología de la Universidad de California y por una conce sión de estudio de verano por parte del Consejo de Investiga ción de Ciencias Sociales. El trabajo de campo en el verano de 1964 ha sido efec tuado bajo los auspicios de los Asociados en Biogeografía tro pical de la Universidad de California, Berkeley, y el Museo de Antropología “Robert H. Lowie” de la misma institución. Tie nen el patrocinio de las investigaciones del verano de 1969 el Museo Americano de Historia Natural, el Consejo de la Uni versidad de Columbia para investigaciones de Ciencias Socia les y el instituto de Estudios Latinoamericanos de la Univer sidad de Columbia. Quedo particularmente agradecido al profesor Jo h n H. Rowe del Departamento de Antropología de la Universidad de California, Berkeley, que primero llamó mi atención sobre la insuficiencia del material publicado sobre los shuar y me animó a dedicarme a iniciar el trabajo de investigación3 mientras otros opinaban que era un proyecto demasiado peli groso. Otros colegas que me han dispensado generosa asis tencia son Robert E Murphy, James J . Parsons, R obert L. Carneiro y Kenneth Kensinger. Mi esposa Sandra, mi hijo James y mi hija Teresa me han ayudado a hacer posible este trabajo, de manera tan eficaz que probablemente ellos nunca aprecia rán plenamente lo vital de su contribución. Ecuatorianos y norteamericanos en el Ecuador que es pecialmente hicieron posible el éxito del trabajo por medio de su amistad y asistencia fueron el Dr. Alberto Flores Gonzá
lez, Director del Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía, el Lic. Alfredo Costales Samaniego y Señora, del mismo Instituto, el Sr. Rafael Stuck y Señora, el señor W. Ferguson, el Sr. Eugene Ferguson y Sra. y también el Dr. Glen Turner del Instituto Lingüístico de Verano, que contribuyó con informaciones lingüísticas acerca del idioma shuar. Sin embargo, no se debe culpar al Dr. Turner de la supersimplificación de la ortografía usada aquí. Una profunda gratitud guardaré siempre en mi corazón a los innumerables shuar que me guiaron en el conocimiento de su cultura. Aprecio muy sinceramente la delicadeza, inteli gencia, cortesía y hospitalidad con que me trataran continua mente. No siento mayor cariño hacia ningún otro pueblo de la tierra.
ORTOGRAFIA Sim bolización fonemica científica (Pike) /a/
Simbolización fonemica práctica
VOCALES (todas más cerradas que en Caste llano
a castellana.
I d
no tiene correspondiente español. Se parece a la i inglesa en sit.
N
i castellana (cuand o in mediatamente precede o sigue a la n, se nasaliza y
da casi fti, iñ; cuan do precede inmediatamente a una consonante, se re pite en seguida después de ella, excepto en el caso de r o s). u castellana.
CONSONANTES ch castellana.
es más suave que la j cas tellana y puede tener una especial pronunciación palatal cerca de la i. m castellana pero más palatalizada y la bializada. n castellana. es casi ng sorda (la ng del ingles sing). p castellana. r castellana (nun ca exis te como rr).
s castellana.
1st
s
Is l
sh
sh inglesa o quichua.
N
t
t castellana (suena casi d cuando sigue a m, n, n; antes de i se pronuncia como la t de los idiomas eslavos,casi ch.
Id
ts
se pronuncian los dos so nidos juntos, como una z alemana.
Iw l
w
en wi se pronuncia como v; más labiodental. En los demás casos suena p rácti camente como v; b del castellano acercándose un poco a la w inglesa.
¥
y
es la y consonante delcastellano (nunca se es cribe al final).
Las vocales nasalizadas se subrayan: a, £., i, ü (y suavi zan la y anterior, si hay, casi en ñ). Las vocales mudas (sólo en fin de palabra) se escriben pequeñas más arriba (a, e, l, u) o tachadas (a, e, i, u). Estas vocales tienden a ser pronunciadas cuando las palabras tie-
nen formas vocativas o se unen a un sufijo. El acento tónico cae generalmente en la penúltima sílaba; de lo contrario, se lo anota. Los diptongos (mucho más cerrados que en castellano) son: ai -casi ei castellana- y au -que se acerca a ao, oo, ou, se gún los casos y la región. NOTA: La presente edición castellana, dirigida ante todo a los ecua torianos, propone el esquema anterior y no el original del Autor, que se dirige más bien a lectores de habla inglesa. El alfabeto fonémico práctico, concordado definitivamente el 5 de Diciembre de 1970 entre el Instituto Lingüístico de Verano, las Misiones (católica y evangélica) y la Federación Shuar, reconocido también por el Mi nisterio de Educación en sus cartillas bilingües, es el oficial de la Federación Shuar.
MAPA 1 Tribus Shuar (Jívaro) y colindantes.
Capítulo I
LOS SHUAR: EL AMBIENTE Les digo sinceramente a Sus Altezas que este pueb lo es el mds insolente que y o hay a visto en todo el tiempo que he viajado a las Indias y me he ocu pado de su conquista. Capitán Hernando de Benavenle (sob re los shuar, en una carta a la Real Audiencia de Es pa ña el 25 de m ar zo de 1550)1.
Donde las nubes que cubren la cuenca del Alto Amazo nas, vagando hacia el occidente, chocan con la Cordillera oriental de los Andes ecuatorianos, frío s riachuelos caen en forma de cascadas hacia el interior de la selva sumergida en la neblina, para formar rápidos y crecidos torrentes que bajan hacia el Océano Atlántico, fuera del continente. Donde las vertientes de montaña se transforman en cascadas o chorre ras, comienza el país de los Untsurl shua r -los jíbaros-, y don de finalmente los rápidos terminan en plácidos ríos tortuo sos, allí también termina su territorio. Río abajo, más allá de las chorreras, viven sus tradicio nales enemigos, los achuar y los tsumu shuar, indígenas que viajan más en canoa que a pie. Pero las chorreras son más que un rasgo geográfico: son una barrera de protección que por mucho tiempo ha frenado la penetración para la explota ción del territorio shuar desde los sistemas de ríos navegables del resto de la cuenca amazónica hacia el este. Y la escarpada
cordillera de los Andes al oeste, la más abrupta y larga de to do Suramérica, ha sido de igual manera un antiguo y silen cioso aliado para impedir una exitosa conquista y coloniza ción a partir de la región serrana. Esta es la tierra de los shuar: santuario húmedo, montañoso, intensamente poblado de árboles, que favoreció la preservación de la libertad y de la cultura de una tribu de indígenas americanos por más de cuatrocientos años después de Cortés y de Pizarro. No se sabe por cuanto tiempo los Shuar han vivido en la floresta al pie de los Andes. El grado de aislamiento ha sido suficiente como para hacer difícil para la mayor parte de los lingüistas e historiadores2 asignar un puesto seguro a los dia lectos y lenguas shuar (incluyendo el ahora extinguido Palta) entre las principales familias lingüísticas conocidas de los in dígenas suramericanos. Sin embargo Greenberg3 ha sugerido que Shuar y Candoshi, junto con varios otros idiomas, perte necen a una amplia familia, “andinoecuatoriana”, que abarca un gran número de lenguajes desde el Norte hasta el Sur de América Meridional. Las pruebas arqueológicas que yo he podido recoger indican que por lo menos una parte del área actualmente ocupada por los shu ar estaba habitada por poblaciones alfare ras (y posiblemente hortícolas) por lo menos alrededor de hace 2500 años. Pequeñas excavaciones experimentales en el centro del valle del Upano, llevadas a cabo en 1957, revelaron los diferentes conjuntos de cerámica en asociación con car bón vegetal, que bajo la acción del radio carbono proporcio naron datos cronológicos de 609 antes de Jesucristo, más (o menos) 440 años; y de 1041 después de Cristo, más (o me nos) 160 años4.
MAPA
2
Distribución de los shuar (o untsurí s h u a r ) al norte del río Zamora en 1 956 -57.
Sin embargo, la alfarería de estos dos conjuntos prehis tóricos es tan distinta de la cerámica de los shuar de hoy, que parece difícil establecer con seguridad una conexión cultural directa. El conjunto más antiguo, denominado “Ipiamais”, fue descubierto al sureste del pueblo mestizo de Huambi jun to a tolas (montones artificiales de tierra) y carros, dato que sugiere la posibilidad de una población relativamente densa en aquel tiempo. El conjunto cerámico posterior, llamado “Yaunchu”, ha sido encontrado cerca de Sucúa y Macas y contenía un gran número de muestras de un particular estilo de alfarería por “grabados con bandas rojas” ya encontrado en cantidad limitada por Collier y Murra5 en la cercana pro vincia serrana del Azuay, de la cual baja el río Paute. Parece claro que las poblaciones prehistóricas que residieron en 12 región shuar estaban en cierto modo en con tacto con los pue blos de la Sierra andina. Hoy se conoce que cinco tribus o grupos dialectales jí baros habitan la floresta de la Amazonia ecuatoriana y perua na: el Shuar6, el Achuar (Atshuar, Achual), el Wampís, el Awajun y el Mayna7 (ver mapa 1). De éstos, el Shuar o untsurí shuar , es el más conocido. Esta es la tribu a la que usualmente se refieren la literatura y el lenguaje local com o a los “jíb a ros”, “Shuar” o “Shuaras”; mientras que las tribus shuar se llaman normalmente en el lugar con sus nombres especiales. La palabra “shuar” no quiere decir sólo “jíb aro ” com o se ha dicho a veces, sino “hombre”, “hombres” o “gente", y es usada por todos los grupos shuar -excepto los aguarunaspara indicar cualquier indígena o grupo indígena (como opuesto a “blancos” a los que llaman apach ) sin considerar su afiliación cultural o lingúística. Untsurí shuar, significa “indí genas numerosos”, que es una designación nativa más precisa
para los shuar propiamente dichos, que dan a ellos los achuar del Este. Un término alternativo, muraya shuar (indígenas de las colinas), es aplicado a los shuar propiamente dichos, por los achuar. Los huambisa (tsumu shuar ) se refieren a los shuar propiamente dichos como a M okas shu ar o y a k iy a shuar9, mientras que los Aguarunas los llaman p atu ka sh i ja jik 9. Puesto que la designación de los nativos varía, y no es de uso común en la literatura, la práctica en el presente estu dio será simplemente la de usar el término “shuar”, cuando se hace alusión a este grupo. A las otras tribus, cuando se las mencione, se les dará su nombre específico, p. ej. “achuar”. La población shuar, con un número aproximado de 7.830 personas en 1956-5710, habita principalmente entre el río Pastaza, en el Norte, y el alto Zamora, en el Sur; va aproxima damente de 1.200 metros de altitud sobre el nivel del margen las laderas orientales de los Andes, en el Occidente -al río Panki (más o menos 400 metros de altitud) en el Este. El ma pa 2 indica la mayor parte de la región, exceptuada la zona sur, a lo largo y más allá del río Zamora. El territorio tribal al norte del río Santiago está cortado en dos partes por la cordi llera del Kutukú, áspera y cubierta de selvas, que se extiende más o menos de Norte a Sur y llega a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Hay poblados de colonos ecuatorianos en el territorio shuar al Oeste de la cordillera del Kutukú en los valles del Upano y del Paute y también al Suroeste de la cordillera en el valle del Zamora, pero la cadena de montañas ha servido de eficiente barrera a la colonización de los “blan cos” en las tierras pobladas por la porción oriental de la tribu. La mayor parte de los shuar que viven en el Occidente de la cordillera del Kutukú y al sur de la región del río Chi
wias (Chiguaza), están en comunicación directa y continua con la frontera de la colonización ecuatoriana y son llamados aquí los “shuar fronterizos”11. Los de más allá de la frontera de la colonización ecuatoriana -quienes son el objeto de este estudio -están principalmente al este de la cadena del Kutukú y nos referimos a ellos aquí de vez en cuando como a los “shuar del interior”, puesto que la región se conoce local mente en castellano co mo “adentro”. Los vecinos del norte son para los shuar los Canelos (conocidos también localmente como los “Alama”, “Qui chua” o Quechua, “Yumbo”) que hablan un dialecto del Inca. Al este viven los jíbaros Huambisa12. Así los jíbaros confinan al Oeste con los ecuatorianos “blancos”, o población mestiza, y por los otros tres lados con tribus aborígenes.
Contactos entre shuar y “Blancos” Antes de la conquista española, los shuar confinaban al Oeste con el Imperio Inca, que había conquistado todos los grupos ecuatorianos de la Sierra, cuales .son los Cañaris, cer canos a la región jíbara. Poco antes de la llegada de los espa ñoles a la costa ecuatoriana en 1527, el emperador Inca, Huayna-Cápac, dirigió un ejército a la conquista de los Jíba ros (probablemente los shuar o los aguarunas) que vivían en la región conocida como “Bracamoros”. La invasión, que posiblemente tuvo lugar en las cuen cas de los ríos Zamora superior y Chinchipe, recibió tan feroz resistencia que Huayna-Cápac tuvo que escaparse vergonzo samente, regresándose a las cordilleras andinas, procurando aplacar a sus perseguidores con dones mientras se retiraba. Según un relato, aseguró que tomaría venganza contra ellos.
Según otra versión excusó su fracaso declarando que los ha bitantes de Bracamoros eran indignos de ser súbdito s13. La primera penetración “blanca” en territorio shuar de la cual hay noticia fue hecha en 1549 por una expedición es pañola conducida por Hernando de Benavente. Probablemen te bajando de las estribaciones orientales de los Andes desde las fuentes del río Upano, Benavente y su compañía parece hayan seguido este río hacia el sur, hasta su unión con el río Paute. Allá encontra ron ge nte que vivía en la “tierra y provin cia de Jíbaro” que habitaban en casas distantes más de una le gua una de otra. Benavente había proyectado fundar allá una ciudad, pero encontró a los shuar demasiado hostiles y su ambiente demasiado desagradable como para establecer una colonia. Muy pronto emprendió la retirada hacia la sierra ecua toriana14. El Virrey del Perú pronto envió una nueva expedición de colonos, así como de soldados, al territorio shuar. Estos nuevos llegados se ocupaban en comerciar con los indíge nas15, hicieron tratados de paz con ellos y comenzaron a ex plotar los ricos yacimientos de oro de los ríos Paute, Zamora y Upano y sus tributarios. Logrando mucho éxito en la ex tracción del oro, los españoles fundaron dos comunidades principales, descritas como “ciudades” en 1552: Logroño, po siblemente en la unión del río Paute (y el río Upano) con el río Zamora; y Sevilla de Oro, probablemente en algún sitio hacia la mitad del río Upano16. Aunque los españoles consiguieron evidentemente la cooperación de algunos shuar en la explotación de los yací-
mientos, otros permanecían hostiles. Juan Aldrete relató en 1582: Hilos (los shuar) son un pueblo muy guerrero, y han matado un gran número de españoles, y siguen ma tándolos cada día. Es una tierra muy áspera, que tiene muchos ríos y gargantas o cañones, la mayor parte de los cuales tienen oro y en tal cantidad que los españo les se ven obligados a olvidar el peligro y se esfuerzan de sujetarlos para el provecho que pueden sacar y que la tierra promete17. En cuanto los españoles subyugaron a los shuar, exi gieron tributo en polvo de oro, y aumentaron sus exigencias con el pasar de los años. Finalmente, en 1599 las exigencias de los españoles culminaron en la famosa sublevación de los shuar descrita por Velasco: El motivo de esta tragedia se atribuye principalmente a la demasiada codicia del último Gobernador de Macas; y la oportuna ocasión de ejecutarse, fueron las fiestas por la coronación del Señor Felipe 111 Para la inteligencia de suceso tan memorable, se han de suponer antes algunos puntos: 1.- que las naciones indianas de este gobierno, se mante nían todavía, si no del todo, en la mayor parte, idólatras y gentiles; porque eran aquí tan pocos los eclesiásticos, así seculares como re gulares que apenas comenzaba á formarse alguna que otra parro quia de indianos; 2.- que la nación Jíbara dilatadísima en muchos países, no se conquistó, según ya dije, sino solo en parte, quedando el princi pal cuerpo de la nación, sin freno ni yugo, diseminado en los in mensos países del Morona, y sus ríos y lagos colaterales;
3.- que los conquistados del Paute donde se fundó la ciu dad de Logroño, quedaron muy disgustados con la tasación desi gual de sus tribus por causa de su antigua rebeldía; 4.- que aunque se les pagaba su trabajo, en herramientas y en otros efectos, según las ordenanzas del Presidente La Gasea, co mo no contrapesaba aquel corto interés a su innato ocio, trabajaban las minas con mucha repugnancia. Supuestos estos puntos, es fácil entender con cuanta actividad se dispondría el fermento. Sobre to do es necesario suponer, que los Jíbaros del Morona que eran los principales, habían renovado su amistad y alianza con los del Paute, por el interés de tener por medio de ellos, las herramientas que ne cesitaban. Hallándose las cosas de gobierno en estas críticas circuns tancias, llegó la orden de la real Audiencia, para que allí, como en todas partes, se hiciese la acostumbrada ceremonia de la jura del Rey. El Gobernador, que no perdía ocasión de enriquecerse, quiso aprovecharse de ésta. Publicó en la capital un bando, y lo hizo pu blicar en todo el gobierno por medio de sus tenientes, señalando el día de la jura con bastante plazo, e imponiendo un crecido pecho con nombre de donativo para las solemnes fiestas reales, el cual ha bía de salir a recogerlo en persona en las tres provincias, igualmen te de los españoles que de los indianos. Lo mismo fue publicarse este bando, que publicarse en to do el gobierno la rebelión, con mayor actividad en los españoles, que en los indianos. Conociendo aquellos el fin de pedirse tan grueso donativo, resolvieron hacer á costa de ellos las fiestas, aun que costasen más, por no enriquecer con él al Gobernador, ponién dolo en sus manos. Hablaron resueltamente sobre el caso, y temien do no ser oídos, eligieron en sus juntas, diversas cabezas de una formal declarada conjuración contra la injusticia de la orden. Te miendo el Gobernador los efectos de ella, según estaban irritados todos los españoles, les explicó á solo ellos privadamente, que el donativo era libre y voluntario, y solo para que concurriesen según
la posibilidad de cada uno. Mas esto no lo explicó ni dio a entender a los indianos: por lo que aquietados aquellos, quedaron estos con no poca perturbación. Los Macas y los Huamboyas se sometieron á la orden con resignación. Los Jíbaros entraron en diversas consultas, estuvieron ya resueltos á sacudir el yugo, retirándose al Morona. Viéndoles con esta determinación Quirruba (kirüpash? =sapo grande), cacique de uno de sus pueblos, muy instruido y capaz, aquietó a todos. Dí joles que no era ese el modo seguro de librarse para siempre de los cristianos: que si pretendían eso, fiasen de su conducta, y se obliga sen a ejecutar todo lo que él dispondría en secreto, y que no pensa sen por entonces hacer la retirada. Aceptaron su propuesta, y juraron reconocerlo por su jefe y libertador. Impúsoles dos obligaciones: una, el inviolable secreto de que dependería todo; y otra, que buscasen no solamente el oro que había mandado el Gobernador, sino cuanto más pudiesen, para que fuese el precio de su libertad, fingiendo él buscarlo con grande gusto para solemnizar las fiestas reales. Pidió entre tanto Quirruba, por medio de sus enviados, au xilios á todos los jíbaros del Morona; y teniéndolos ya seguros, se empeñó en comprometer en la misma conjuración á los Macas y Huamboyas, por medio de secretos emisarios; porque su designio era acabar con todos los españoles del gobierno, en un mismo día y a una misma hora. Determinó que fuese el día que había señalado el Gobernador para su llegada a Logroño, donde el mismo Quirruba había de ir personalmente con parte del ejército. Señaló otros dos de su satisfacción por cabezas de la empre sa: uno para la capital de Sevilla del oro, y otro para la villa de Huamboya para que ayudado cada uno de los indianos nacionales, y de las tropas de jíbaros que se distribuirían en estas partes, pasasen a todos a sangre y fuego. El temor de ser destruidos por los jíbaros hizo que las dos cobardes na-
dones de Macas y Huamboyas conviniesen con el plan re suelto; mas solo en la apariencia, y no con ánimo de coope rar al destrozo, sino de guardar el secreto y ponerse todos a salvo. Llegó el día fatal con la entrada del Gobernador a Logroño, sin que hasta entonces se hubiese traslucido la conjuración en parte alguna. Dormían en la infeliz ciudad los españoles muy descuidados, cuando tuvieron sobre sí, á la media no che, al ejército enemigo. Pasaba este de 20.000 indianos, se gún fama constante, era de las tropas que habían marchado ya a Sevilla y a Huamboya. Sitiada la ciudad por fuera, entra ron dentro y ocuparon a un tiempo todos los cuarteles de ella, para que no pudiesen unirse los españoles, y fuesen for zados a morir en sus propias casas. El jefe principal Quirruba, que había dado todas las disposi ciones con gran arte, ocupó la casa en que estaba el Gober nador. Sitiada esta por fuera, entró con bastante gente, con duciendo todo el oro que había juntado su nación para las fiestas: y al mismo tiempo los instrumentos para fundirlo. Mataron toda la gente que estaba dentro, a excepción del Gobernador, mal vestido con la sorpresa. Dijéronle que era ya tiempo de que recibiese el oro de contribución, mandado prevenir no él. Lo desnudaron enteramente, y lo ataron de pies y manos; y mientras unos se entretenían con él haciéndole mil escar mientos y burlas, plantaron los demás en el patio una gran fragua, donde fundieron el oro. Estando ya prevenido en los crisoles, le abrieron la boca con un hueso, diciendo que que rían ver si alguna vez se saciaba de oro. Se lo fueron echando poco a poco, hasta que lo hicieron pasar con otro hueso y re ventando con el martirio las entrañas levantaron todos la ri sa y algazara.
Acabado este horrible sacrificio cerca del amanecer estaba también concluido el de toda la ciudad, sin que hubiese es capado siquiera uno de los hombres. Se mantuvo el cerco hasta el siguiente día, en que apagaron las teas de copal que habían encendido en todas las calles y casas. Mientras rebus caban a los escondidos, y hacían el saqueo de cuanto podían llevar, mandaron parte del ejército a las otras dos ciudades. Por si necesitaban de más auxilio. De todas las mujeres que habían reservado, mataron a las viejas y a las muy niñas que solo podían servirles de estorbo y conservaron para su uso a las demás. Entraron en este nú mero casi todas las religiosas de un monasterio de la Con cepción pocos años antes fundado, porque a excepción de dos viejas fundadoras, eran jóvenes las demás. Antes de me dio día tuvieron aviso de no haberse ejecutado nada contra la capital, por haber faltado a su palabra los Macas. Manda ron por eso más número de tropas, dejando en Logroño las precisas para conservar las mujeres y completar la ruina, y el saqueo incendiando una por una las casas. En la capital de Sevilla de oro, distante 25 leguas, tampoco se descubrió la conjuración hasta la mañana del mismo día fatal. Los Macas por cobardes, o mas bien por fieles a los es pañoles, no se resolvieron a la cooperación mas tampoco tu vieron ánimo de revelar con tiempo el secreto, por temor de sus mortales enemigos. Los que estaban algo distantes de la capital, se retiraron a los montes antes del día aplazado, y al gunos de los más vecinos se metieron a la ciudad con sus fa milias, víveres y muebles, diciendo que habían llegado a sa ber, que los Jíbaros Moronas iban a destruir aquella noche las ciudades y poblados del gobierno; por lo que era necesa rio que se pusiesen los españoles sobre las armas y se previ niesen a la defensa.
Era grande el número de los habitantes, pero la mayor parte inútil para el caso, y que solo podía servir de estorbo. Tenían muchas armas arrinconadas desde la conquista, pero sin pre vención y con poquísima pólvora: la caballería era casi nin guna, por lo inútil en el país; la consternación fue excesiva; porque pensando cada cual más bien en salvar su familia y haberes, que en la común defensa, era difícil que esta se hi ciese con provecho no obstante, se esforzaron los alcaldes y los oficiales reales, en hacer cuanta prevención fue posible, trincherando las calles y destruyendo la gente de armas en las partes de mayor peligro por no tener fuerzas ni preven ción para una batalla fuera de la ciudad. Transpusieron los oficiales todo el real tesoro y sus cajas a la principal iglesia, fortaleciendo esta como ciudadela y último refugio. Fortalecieron también la de las monjas de la Con cepción, metiendo en ella todas las mujeres y niños. Cerca de la noche entró a la ciudad parte de los habitadores de la villa de Huamboya, distante 16 leguas, habiéndose dirigido todos los demás hacia Riobamba y sus contornos, huyeron todos estos abandonando sus casas y bienes, porque al ama necer de aquel día, supieron por un solo indiano enfermo que había quedado, que todos los de su nación se habían re tirado a la cordillera de Cubillín huyendo de los Jíbaros que iban a destruir a todos aquella noche. Se alegraron en Sevilla de oro con la recluta de aquella gente, y pasaron toda la no che en vela, esperando al enemigo. Viendo que tampoco pa recía el día siguiente comenzaron a dudar sobre si era o no verdadera aquella conjuración. No por eso dejaron de lograr el tiempo para formalizar algo más la defensa, para meter provisión de víveres de las vecinas campañas, y para que se recogiesen los españoles regados en los reales minas y pe queñas poblaciones del distrito. El motivo porqué difirieron los bárbaros 24 horas de1 tiempo señalado, fue porque llegando a la parte donde estaban apla
zados los Macas, para ir a unirse y conducirlos como prácti cos a la ciudad, no pareció ninguno de ellos en aquel sitio. Suspendieron por eso la marcha, teniendo a los Macas por infieles, y avisando a Logroño para que acudiesen más tro pas. Llegando éstas muy pasada la media noche del siguiente dia, marcharon juntos contra Sevilla de oro, ardiendo en de seos de vengarse, no tanto de los españoles, cuanto de los in dianos Macas por habeer faltado a su promesa. Se animaron los españoles a salir a la inmediata llanura, por ver si podían impedir, la entrada a la ciudad, a la cual se acercaron los bárbaros al rayar el día, como triunfantes y cantando la victoria antes de tiempo. Fueron recibidos con una descarga general, que les hizo detener el paso. Quedó contenido por algún tiempo el primer ímpetu con los mu chos muertos; mas observando luego, que siempre iban a menos los tiros de los fusiles, única arma que ellos temían, y conociendo que les faltaba la pólvora a los españoles se inso lentaron de modo que esgrimiendo sus lanzas los obligaron a meterse a las trincheras de la ciudad. No temían los Jíbaros las espadas, picas, ni lanzas, defendi dos de una especie de broqueles y rodelas muy fuertes. Hi cieron en todo el día tantas y tan furiosas acometidas, que peleando cuerpo a cuerpo, llegaron a romper las trincheras y a apoderarse de casi toda la ciudad. Creció la confusión y mortandad: caían miliares de una y otra parte en varías pe queñas batallas por las calles y plazas, hasta que llegando la noche se contentaron los bárbaros con dejar fuego a la ciu dad por muchas partes, y hacer su retirada. Entre los jíbaros muertos que quedaron dentro de la ciudad se halló uno vivo, que cortadas ambas piernas no había podi do seguir a los suyos. Este fue el único por quien se supo después lo que queda referido en orden a la conjuración y tragedia de Logroño; porque, fue uno de los que siendo de la
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misma ciudad, asistió al sacrificio del infeli^ Gbberna'dor'Ma se supo entonces ni después lo que hicieron Iqg Jíbaros en la villa de Mendoza, no hallando en ella ni esp^oi^s, ni india nos. Tampoco pudo saberse con certeza el número de muertos en las dos ciudades. Parece por meros cómputos que no pasa rían en Logroño de 12 mil habitadores de todas clases y eda des, porque era ciudad mediana, mas de todos ellos no se li braron sino las mujeres servibles, que habrían muerto de mejor gana que ser llevadas cautivas por los bárbaros. De la capital de Sevilla de oro, que consta haber sido grande y po pulosa, con más de 25 mil habitantes, entre vecinos y comer ciantes de fuera, se dice que no quedó la cuarta parte, siendo esta casi toda de mujeres y niñas, con poquísimos hombres. A la ruina lastimosa de este gobierno, se siguió por conse cuencia la ruina total del confinante de Yaguarzongo por los mismos Jíbaros, y la casi total de Jaén, de las que hablaré a su tiempo; y la de Loja y Quijos, de que ya di noticia. Aún las provincias altas y más seguras del Reino sintieron notable alteración de las gentes con la noticia de la horrenda catás trofe: llegó ella aún a las naciones bárbaras del Popayán, e hizo que con el mal ejemplo cometiesen las insolencias de destrozos, que referí hablando de sus ciudades. Fue providencia particular del cielo, que al cerrar la noche se retirasen de improviso de Sevilla del oro los bárbaros triunfantes, sin saberse el motivo, pudiendo haber fácilmen te consumado el sacrificio de todos. Informados los misera bles residuos de todo lo sucedido en Logroño, quedaron te miendo por momentos el regreso de los bárbaros; y no sien do ya capaces de resistencia, solo pensaron en ponerse en salvo. Fueron saliendo a pie con mil trabajos, y sin provisión alguna, pequeñas partidas de niños y mujeres con tal cual hombre, a refugiarse en otras ciudades del Reino y no habría
quedado persona alguna, si nc hubiera llegado prontamente un oportuno auxilio de Quito19. Aquellos españoles que quedaron se retiraron al norte, a la parte superior del Valle del Upano, y fundaron la colonia de refugiados de Macas. Algunos años después estas gentes de Macas hicieron expediciones hacia el sur para excavar los antiguos depósitos de oro, pero parece que estas tentativas acabaron en fracaso, debido a los ataques de los shuar20. Desde 1599 hasta casi la mitad de! siglo XIX, los shuar tuvieron sólo contactos intermitentes y generalmente hostiles con los blancos. Algunas expediciones de misioneros y mili tares entraron en la región desde la sierra andina, pero mu chas acabaron en desastres y ninguna de ellas desembocó en una colonización permanente21. Uno de los pocos actos “amistosos” que se cuentan de la tribu en este tiempo tuvo lugar en 1767, cuando dieron a una expedición misionera española “regalos” que compren dían también cráneos de españoles que al parecer habían sido matados anteriormente por los shuar22. Es interesante saber qué fós shuar de hoy no parecen tener memoria de su insurrección de 1599. La única tradición oral que he podido lograr, que al parecer se refería a los espa ñoles, fue ésta, que obtuve de uno de mis informantes más viejos. Hace mucho tiempo había los ai apach (blancos de allá). Eran muchos. Eran todo hueso hasta sus codos y sus rodi llas. Podían mover los brazos y las piernas sólo fuera de los codos y de las rodillas. Tenían camisas y pantalones. Eran feroces y altos. Había muchos, muchos de ellos, y tenían mujeres y niños.
Shuar, Pueblo de las cascada s sagradas
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Todos por lo mismo no podían moverse, sino solo por sus antebrazos y las partes inferiores de las piernas. No tenían sombreros; en cambio llevaban algo parecido a los cascos de los soldados (ecuatorianos de hoy en día). Estos hom bres tenían machetes de hierro que usaban para matar. Llevaban los machetes sobre la cadera izquierda. Los ma chetes tenían el mango de hueso humano. Los machetes tenían un color casi amarillo. Decían que habían matado a muchos blancos con sus machetes. Tenían también zapa tos. Estos blancos tenían unos machu... y cabalgaban sobre éstos. Pienso que habrían sido caballos. Los shuar tenían miedo a ellos. Estos blancos tenían tam bién unas »núti. No sé que habrán sido ellos. El informante explicó que el hueso que se extendía has ta las rodillas y los codos de los ai apach era algo parecido al casco de la tortuga. Parece evidente que contaba una tradi ción acerca de los hombres de armadura y yelmo, y llevando espadas. Puesto que tenían zapatos, el informante descartó la posibilidad de que fueran Macabeos, ya que estos últimos “no tenían zapatos”. Los machu que el informante pensaba podían ser caballos son seguramente “machos" (mulares). Las múa de las cuales no sabía sugerir la identidad sin duda son “mulas”, puesto que los shuar tenían dificultad en pronunciar la 1; en vista de la constatación que “muchos, muchos” blancos son mencionados, incluyendo mujeres y niños, este informe puede bien referirse a la ocupación española del siglo XVI. Es curioso, sin embargo, que el informante no tenía conocimien to de si los shuar habían luchado contra los ai apach, aunque lo pensaba posible.
Desde 1599 hasta 1870 Macas quedó como la única co lonia “blanca” permanente cerca de los shuar. Esta pequeña comunidad se comunicaba con el mundo de afuera por me dio de un único caminito de peatones hacía la ciudad de Riobamba en la Sierra. Hay también una tradición “Macabea” de que por algún tiempo después de la insurrección de 1599 la gente de Macas “perdió” la pica y quedó completamente cor tada del mundo exterior. Mientras se duda de la autenticidad de esta tradición ella da una idea del sentido de aislamiento de los Macabeos. Sin embargo ya al principio del siglo XIX los Macabeos usaban regularmente el camino para hacer el viaje completo de dieciséis días de caminata a Riobamba para conseguir machetes, hachas, tela, agujas y escopetas para su remota comunidad. Los shuar al parecer lanzaron ataques repetidas veces en los siglos XVI y XVII desde la región del río Paute, obli gando a los Macabeos a cambiar muchas veces el sitio de su pueblo. Las gentes de Macas, al contrario de los shuar, venia algunas armas de fuego, y a esta ventaja, creen ellos, es debi da principalmente su sobrevivencia23. Los macabeos y los shuar estaban todavía luchando en 1837, pero hacia la mitad del siglo XIX entre los dos grupos ya habían comenzado rela ciones pacíficas de comercio24. Los shuar tienen una tradición oral acerca de las cir cunstancias del comienzo de este contacto pacífico. Antiguamente, todos los jíbaros (untsuri shuar) vivían cer ca del río Paute. Un día los shuar subieron al Valle del río Upano y encontraron muchos monos. Cerca del río Tutanangoza encontraron a dos macabeos que llevaban falda (iíipO como los shuar, pero tenían ma-
chetes. Los macabeos hablaban un dialecto jíbaro distinto del propio (¿Achuar?) Los macabeos preguntaron: “¿Te néis chanchos?”. Los shuar contestaron “Sí”. Así los maca beos dieron a uno de los shuar un pedazo de hoja de ma chete y les pidieron que trajeran puercos a Macas. Los dos shuar regresaron río abajo y dijeron a su pueblo. “Hemos encontrado un animal, o tal vez una persona, que lleva itip1 Nos dio este machete”. Toda la gente probó el pedazo de la hoja de machete, feli ces al ver qué bien trabajaba en comparación con sus ha chas de piedra. Así mataron algunos chanchos grandes y dieron la carne a algunas mujeres viejas para llevarla a Ma cas. Dos hombres se fueron con las viejas por el camino, pero no entraron en Macas con ellas. Tenían miedo de los blancos, y pensaban que talvez los iban a matar. Los hombres esperaron en el sendero el regreso de las vie jas. Cuando las mujeres llegaron a Macas con la carne, los blancos les dieron una camisa, cuatro brazadas de tela para hacerse un vestido, y un pedazo de machete. Una de las viejas dijo más tarde cuando volvió a casa: “Me espantaron porque tienen casas muy grandes y mucha gente”. Después de dos días las viejas regresaron por el sendero, asombrando a su gente, que pensaban que las habían mata do. Las viejas les contaron que los macabeos tenían mu chos machetes y mucha tela que deseaban cambiar con los chanchos. Así, después de algunos días, cuatro hombres salieron para Macas, llevando puercos. Cuando llegaron, los blancos Ies hicieron acomodarse sobre banquillos y les sirvieron gua rapo.
Los macabeos dieron a los hombres dos machetes, dos ha chas pequeñas, tela. Después de esto, los macabeos devol vieron la visita a los shuar. Con este inicio de relaciones comerciales entre los dos grupos, unas familias shuar pronto emigraron al Norte desde el valle del río Paute para instalarse en la tierra anteriormente deshabitada entre el río Paute y Macas. Estos emigrantes comenzaron a hacer de intermedia rios en el trueque de los productos shuar con los machetes de acero otras mercancías. Los macabeos en un principio nego ciaron principalmente para asegurarse c e r d o s y sal que los shuar sacaban de fuentes saladas, pero pronto comenzaron también a participar en celebraciones de la tsantsa para com prar manteca sacada de los puercos matados por los shuar en estas ocasiones. Como consecuencia de su presencia en las fiestas, los macabeos comenzaron también a comprar tsantsas25. Esto fue el comienzo del negocio de las “cabezas reducidas” y los pri meros ejemplares de tsantsa que se conocen llegaron al mun do, exterior más o menos en este tiempo26. Macas fue para los shuar la única fuente significativa de mercancías fabricadas en el Occidente hasta 1870. En ese año los jesuítas fundaron nuevas misiones en Macas y Gualaquiza, al sur ju nto al río Zam ora27- Los misio neros jesuítas introdujeron las primeras cabezas de ganado a Macas en este tiempo; los macabeos llevaban terneros y gra malote hombro bajando el largo sendero desde Riobamba. Ambos (terneros y hierba) prosperaron y pronto los maca beos llegaron a tener abundantes provisiones de carne de va
ca, con el resultado de una gradual disminución en el comer cio de los cerdos con los shuar. No pudiendo más cambiar cerdos (chanchos) con he rramientas de acero y otra mercancía, los shuar comenzaror a emplearse como mano de obra (como, por ejemplo, en talar la floresta para sembrar potrero) para la gente de Macas.
Los jesuítas fueron pronto obligados a retirarse de Gualaquiza y de Macas por motivos políticos, pero dejaron tras ellos en Gualaquiza algunos mestizos que constituyeron la primera nueva colonia permanente de blancos en región jíba ra desde 1599. Estos mestizos parece que fueron tolerados por los shuar por ser una fuente de mercancías producidas en el Oc cidente, especialmente machetes y puntas de acero para lan zas, estas últimas precisamente fabricadas en la vecina pro vincia del Azuay para el comercio con los shuar. En 1887 la orden Dominicana fundó una Misión en Macas, pero la abandonaron en 1898 sin haber conseguido, al parecer, mucho efecto en los shuar28. Una misión protestante de la Unión Misionera Evangé lica fue fundada en Macas en 1902, pero ésta también se aca bó pronto29. Las últimas dos décadas del siglo se distinguieron tam bién por las visitas de recolectores de corteza de chinchona (quina), caucho, canela.
Estos recolectores comerciales generalmente emplea ban a macabeos como guías y continuamente contrataban es copetas y otros géneros comerciales con los shuar en cambio de látex y otros productos naturales. Sin embargo, el comer cio del caucho existió solo en forma reducida en esta porción remota de la Amazonia, en parte por el problema de transpor tar el caucho por falta de ríos navegables. Aunque el “boom" del caucho pronto comenzó a dismi nuir, otras nuevas incursiones dentro del territorio occidental shuar fueron efectuadas por los misioneros salesianos (católi cos), que fundaron Misiones en Méndez, cerca de la unión del río Paute con el Upano, en 1914, y después en Macas en 19243° a excep ción de estos misioneros, la colon ización “blanca” de la región era, de cualquier forma, todavía insigni ficante. También Macas quedó tan aislada del mundo exterior que el primer caballo no fue llevado a ese pueblo hasta 1928, cuando un hombre llevó un potro a hombros desde Riobamba, según los informantes del lugar. En 1932, Macas fue descrita por un visitante como si gue: Macas surge en medio de una región altamente fértil, y es más bien un grupo de pequeñas haciendas, que sustentan aproximadamente a quinientas personas. Su buen ganado se conoce, por lo menos de oídas, en todo el Ecuador, pero es raro que alguna cabeza sea llevada al mercado del alti p l a n o . E l l ar g o s e n d e r o a R i o b a m b a , e l ú n i c o c a m i n o d e s d e el caserío hasta el altiplano, esta en todas las estaciones del año con tanto lodo que el ganado no puede aguantar el v i a j e p o r a l lí . U n o s e p r e g u n t a , d e v e rd a d , c ó m o y p o r q u é
existe una colonia como Macas. Pero hay que recordar que los moradores, igual que en ciertas partes del oriente de Bolivia, Colombia y Perú, son de un tipo que los hombres blancos de otras partes pueden difícilmente imaginar. Son, con pocas excepciones, un pueblo reducido por tanto tiempo, a causa de su imposibilidad de ejercer comerció de cierta importancia, a una condición en la cual no tienen n i n g ú n d e s e o q u e n o p u e d a s e r p o r la t ie r r a d o n d e v i v en . Techo y alimento son sus principales necesidades. Los po c o s a r t í c u l o s d e s u m o n ó t o n a d i e ta s o n f á c il e s d e cu l ti v a r .
S u s c h o z a s d e q u i n c h a s o n f á c i lm e n t e co n s t r u id a s c o n m a terial que siempre tienen a la mano. En sus raros viajes al altiplano, pueden llevarse u n poco de oro lavado en un río cercano, un poco de alcohol crudo destilado de la caña de a z ú c a r q u e d a e n l a p la y a , u n p o c o d e c ig a r r o s h e c h o s e n la casa, un poco de café o cacao, con los cuales compran al gunas yardas de tela barata que necesitan para cubrirse. Su vida es fácil, tranquila y hasta opulenta. La región podría s i n d u d a a l im e n t a r m u c h a m á s g e n t e e n e s t e s e n t i d o d e abundancia y tranquilidad, pero esa clase de vida difícil mente puede satisfacer a otro tipo de colonos, del lugar o de afuera, que tendría que separarse de sus antiguas amis tades y tradiciones para ir a buscar una vida m ejor en n ue vas tierras31.
Con todo, hasta el tiempo en que se estaba escribiendo el citado esbozo, una nueva ola de colonos “blancos” había comenzado a entrar en esta parte occidental del territorio shuar32. Trabajadores mestizos que habían acompañado a los misioneros salesianos a Méndez estaban descubriendo nueva
mente los yacimientos de oro que los españoles habían explo tado en el siglo XVI en el bajo río Paute, bajo río Zamora y bajo río Upano. Ecuatorianos de la provincia del Azuay en la vecina Sierra Andina pronto bajaron en gran número para probar su suerte en “lavar” oro. A diferencia de sus predecesores del siglo XVI, de ordi nario no se esforzaron en coaccionar a los shuar como con quistadores, sino que vinieron como mineros o buscadores individuales. El hecho de que los shuar estuvieran ya bastan te bien provistos de armas de fuego en este tiempo33 proba blemente contribuyó a esta situación.
Cuando acontecían conflictos con los shuar, eran solu cionados normalmente, de una forma u otra, por los indivi duos en cuestión. La fiebre del oro alcanzó su cumbre en 1937, fecha en la cual el poblado que experimentó repentina expansión eco nómica, Méndez, parece haberse aproximado a una población de casi tres mil habitantes, mucho más que Macas; muy pron to, sin embargo, tuvo lugar un descenso en las ganancias de la minería y muchos de los buscadores o mineros “blancos” regresaron a la Sierra. Otros quedaron establecidos perma nentemente en los valles de Upano, del Paute y Zamora. Durante los años de la “fiebre del oro” se abrió el pri mer camino de caballo a la región de los shuar, uniendo la provincia serrana del Azuay con Méndez, y cuando se termi nó la rápida expansión el camino fue mantenido abierto por los misioneros salesianos.
Shuar, Pueblo de las cascadas sagradas
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Poco a poco, mestizos azuayos, algunos de ellos exmi neros, comenzaron a inmigrar a la región con sus familiares para criar ganado, que podían después llevar por el sendero a la ciudad de Cuenca para conseguir dinero. Los shuar del lu gar en un primer tiempo por lo general recibieron bien a los colonos como una nueva fuente de mercancías manufactura das, especialmente machetes y escopetas (de las que se cargan por el cañón), que recibían por talar la floresta para hacer po trero para el ganado de los colonos. La ganadería resultó un éxito y pronto llegaron más colonos. Mientras iban aumentando en número y se les añadían unidades militares y de policía, su miedo a los shuar dismi nuyó, y comenzaron a ocupar como pastizales los espacios que los nativos habían limpiado para sus huertas. Los shuar dicen que más de la mitad de su población en el valle del Upano también murió en ese tiempo por epidemias de enfer medades contagiosas introducidas por los colonos y que esta despoblación facilitó grandemente la ocupación de las huer tas de los shuar por parte de los “blancos”. Como la frontera de la colonización blanca empujaba inexorablemente arriba por el Valle del Upano hacia Macas, muchos shuar perdieron sus tierras por parte de los nuevos inmigrantes, y muchas veces se escaparon hacia el este, al otro lado de la cordillera del Kutukú, o se desplazaron hacia el norte a la región del río Chiguaza (Chiwias). Alrededor de 1941, las relaciones shuar-blancos se hicieron extremada mente tensas debido a la guerra entre Perú y Ecuador. Tropas ecuatorianas atacaron a un caserío shuar cerca del río Santia go, alegando que creían que los nativos eran del Perú y esta ban mandados por oficiales del ejército peruano.
En el derramamiento de sangre que siguió, se informó que setenta y siete ecuatorianos “blancos”, y un número im precisado de shuar, incluso mujeres y niños, perecieron. Los otros shuar comenzaron a temer que los “blancos” planearan exterminarlos a todos para quitarles la tierra. Casi todas las agrupaciones shuar a lo largo de la frontera de la coloniza ción mestiza rápidamente pactaron una tregua entre ellos e hicieron planes secretos para desatar una rebelión coordinada a la primera señal de un ataque general por los “blancos”. Planes estratégicos elaborados y cometidos tácticos fueron decididos en común por los principales guerreros de los va rios grupos, de ordinario hostiles entre ellos. Sin duda, la táctica en hacer esta alianza de emergencia que muy parecida a la empleada en la destrucción de los es pañoles en 1599. Sin embargo, la sublevación proyectada nunca se inició porque la temida ofensiva ecuatoriana contra los shuar no tuvo lugar. Algunos años después, los misioneros salesianos per suadieron al gobierno ecuatoriano para adjudicar algunas tie rras en el Valle del Upano como reservas administradas por la Iglesia para el uso de los shuar evangelizados. Los misioneros protestantes evangélicos también recibieron más tarde una pequeña adjudicación de tierras para un fin similar en el mis mo valle, cerca de 1950. Hoy casi todos los “shuar de la fron tera” habitan en estas tierras administradas por la Iglesia, puesto que los colonos ecuatorianos han ocupado casi todas las demás tierras cultivables en el Valle del Upano. Nuevas colonias “blancas" que han surgido en la región de frontera del río Upano incluyen Sucúa (cerca del río Tutanangoza o Utuokus), Huambi, Huambinimi, Logroño (los últimos tres entre Sucúa y Méndez) (ver mapa 2), Chinimbimi, Tayuza.
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En 1950, la población “blanca” en la región fronteriza del río Upano se calculaba en 1.811 personas, contra 2.35 o jíbaro s en el mism o Valle34. En 1950 los jíbaros del occidente de la Cordillera del estaban en la mayor parte en directo y continuo contacto con la población ecuatoriana de habla his pana. En esta zona de frontera los soldados y policías “blan cos” habían impuesto a los shuar las leyes nacionales. Los co lonos “blancos” habían ocupado casi toda la tierra, exceptua da aquella protegida por los misioneros, y empleaban a los shuar en trabajo asalariado. Los misioneros, con el apoyo de oficinas político-legales, ponían a los niños shuar en interna dos y los aculturaban hacia una manera de vida nueva y aje na. Este contacto directo e incesante tenía la finalidad de aculturar a los “shuar de la frontera” hacia la norma de vida nacional ecuatoriana, y toda la orientación educativa condu cía a una eventual asimilación. Los shuar d el interior En cambio, los shuar de más allá de la frontera de colo nización no estaban todavía en continuo contacto con la po blación “blanca” al tiempo del primer trabajo de campo del investigador en 1950-57, y ésta es la gente cuya cultura será descrita aquí. En su territorio, principalmente al este de la cordillera de Kutukú, raramente o nunca había penetrado al guna expedición española o grupo posterior de colonos ecua torianos. Esta barrera de montañas, que se cruza con un difícil viaje de dos o más días de camino a pie, desalienta todavía la penetración por parte de los “blancos” al interior del Oriente.
Casos de contacto entre shuar del interior y “blancos” son todos muy recientes y sumamente reducidos. La penetración más prolongada fue efectuada por la “Royal Dutch Shell Oil Corporation” en los comienzos de 1940, como parte de un malogrado proyecto de exploración petrolera. La compañía construyó una pequeña pista cerca del río Panki ( Taisha), en la parte oriental del territorio shuar, pero después de pocos años abandonó completamente el lu gar, cuando las exploraciones no consiguieron encontrar en la región depósitos de petróleo económicamente explotables. El proyecto significó un contacto relativamente limita do con los shuar. En 1945 un misionero evangélico norteamericano, per teneciente a la “Unión Misionera Evangélica”, estableció un pequeño puesto avanzado en la mitad del río Makuma. La misión tiene una pequeña pista servida por una avioneta monomotor desde 1946.
rior
Otra pista subsidiaria fue construida en la parte supe d e l río Kánkaimi en 1 9 5 4 3 3 .
En el tiempo del primer trabajo de campo del investi gador, la misión de Makuma comenzaba a ejercer cierto influ j o de importancia sobre las familias shuar que vivían en el te rritorio misional, pero estos contactos eran todavía limitados a l a z o n a más cercana, sin ningún efecto relevante sobre la cultura de los demás shuar que vivían en la vasta región inte r i o r al este de la cordillera del Kutukú. Los salesianos tam b i é n habían fundado una misión cerca del cauce del río Yaup i , c o n parecidos efectos locales.
Vista del medio curso del río Upano al norte de Huambi (W am pi ), mirando hacia Oriente (195 6-5 7)
Las localidades dentro del territorio de los “shuar del interior” que habían sido menos afectadas por el contacto con los “blancos” en 1950-57 son las fuentes principales de los datos de este estudio. Algunas de estas áreas son: el alto río K á n k a i m i ; el alto río Kiísuím'); el alto río Mangosiza (Manhusas) y la región entre el río Chiguaza (Chiwias) y las fuentes del río Yuquipa (Yúfeias0^y el río Makuma (Ver mapa 2). La última región se (Yúfeiasa) y el río Makuma (ver mapa 2). La última región se encuentra al oeste del límite norte de la barrera montañosa del Kutukú, pero quedaba todavía am pliamente aislada de las incursiones de los colonos por el río Upano, rápido y sin puentes, con frecuentes quebradas hon das que ponían obstáculos a lo largo de su extensión a la in migración hacia el este de los colonos, que dependían princi palmente del caballo. Estas localidades (con exclusión de las misiones y sus alrededores) tenían, junto con otras áreas de mínima penetración de “blancos” una población total estima da en unas 2.205 personas. Comenzando con el capitulo 11, usaremos el tiempo presente para describir la cultura de los shuar del interior como existía en tiempos del primer trabajo de investigación. En otras palabras, el “presente etnográfico” es 1956-57. Si esta población en la porción norte y este de la tribu haya sido más o menos numerosa que en las décadas anterio res es difícil determinar por la ausencia de documentos escri tos. Parece, sin embargo, que tres de las localidades en cues tión, la región del río Chiguaza, el área central del río Maku ma, y el Valle del río Yaupi, no han sido ocupadas por los shuar hasta aproximadamente fines de siglo. Estas ocupacio nes fueron la consecuencia de incursiones para cortar cabezas de parle de los shuar que obligaron a los achuar a retirarse hacia el noreste desde las áreas del Chiguaza y del medio Ma-
kuma y a los Huambisa (tsumu shuar) a retirarse hacia el sur desde la región del Yaupi. Esta expansión territorial de los shuar fue un efecto no calculado, más que un propósito intencional, de sus cacerías de tsantsa contra estas tribus cercanas36. Una vez evacuadas, estas regiones anteriormente ocu padas por los enemigos atarían a los shuar desde el Valle del Upan o, explicaron los informantes m ás ancianos de los untsurí shuar, porque la caza y la pesca eran mejores que en el área del Upano. La caza y la pesca de calidad superior fueron la causa de que varias fam iliás, que "no se habían movido por décadas, se trasladaran hacia el este cruzando la Cordillera del Kutukú para unirse a sus hermanos de tribu ya estableci dos allá. Más tarde, cuando los colonos “blancos” entraron en el Valle del Upano en gran número desde la provincia del Azuay por los años 30, muchas más familias shuar emigraron hacia el este para evitar molestias. Así parece evidente que la población de los shuar del interior ha ido aumentando sus tancialmente por inmigración durante al menos un siglo. El cuadro esta menos claro con respecto a los efectos demográficos de la enfermedad entre los shuar del interior. Epidemias de enfermedades contagiosas, especialmente sa rampión y tosferina, parecen haber tenido efectos devastado res en el siglo XX entre esta gente. Los informantes sostienen que en algunos casos la mitad de la población de sus comar cas ha sido barrida por una sola epidemia. Es difícil compro bar estas afirmaciones, pero no están en contradicción con ¡o que sabemos de los efectos de estas enfermedades sobre otros indios de la selva de Suramérica que estaban bajo observa ción cuando fueron atacados por sarampión y viruela. Ade-
Shuar, Pueblo de las cascadas sagradas
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más, resfríos (gripes) y enfermedades respiratorias parecidas fácilmente alcanzan proporciones epidémicas entre los shuar, siendo comunes las complicaciones con desenlace mortal, es pecialmente entre los infantes y los viejos. El miedo de la gripe es tan grande que puede constituir impedimento a la aceptación de un antropólogo que quiera realizar un trabajo de investigación: éste debe, por supuesto, tomar todas la precauciones para asegurarse que ni él ni sus compañeros sean, de hecho, portadores de la enfermedad. La malaria es endémica, pero los informantes de mayor edad reconocen que es una enfermedad ya antiguamente in troducida, “traída por los jíbaros que regresaban del Perú”. Los shuar creen que se transmite participando del mismo va so ( pin in k ia) en el cual se sirve la chicha, o cerveza de yuca ( nijiamanch '). Parecería muy posible que la malaria, una en fermedad del Viejo Mundo, que posiblemente se ha hecho presente entre los jíbaros del siglo XVI, haya tenido efectos substanciales sobre la proporción de su mortalidad y así tam bién sobre la cantidad y densidad de la población. De nuevo, sin embargo, la falta de documentos escritos de relieve hace casi imposible juzgar sus actuales efectos demográficos. Los informantes avisan que una enfermedad significati va en el interior fue la gonorrea, que dicen haber sido intro ducida entre los shuar del Valle del Upano por los colombia nos durante el "boom” del caucho en el principio de este si glo, y que solo recién cruzó la cordillera del Kutukú. Se dice también que los colombianos introdujeron además la viruela. Interesante es el que, aunque se conocen las epidemias de vi ruela en el área del Upano, los shuar del interior, al oriente de la Cordillera del Kutukú, no se acuerdan de que la enferme
dad se haya nunca propagado entre ellos. La tuberculosis di cen que era desconocida en cualquier parte de la tierra de los shuar hasta que entraron los colonos del Azuay, pero es co mún ahora. Las tendencias demográficas entre los shuar del inte rior son, así, incompletas y contradictorias. De un lado, ha habido un considerable aumento por efecto de la inmigración desde el Valle del Upano debido al avance de la población “blanca”; pero de otro lado parece que ha ocurrido un elevado aumento de mortalidad, especialmen te entre los muy jóvenes y los mayores, como consecuencia de graves epidemias y enfermedades contagiosas importadas. Otro factor demográfico imponderable es el cambio que ha tenido lugar en el último siglo, desde las guerras a gran escala de “caza de la cabeza”, en las que hombres, mujeres y niños eran todos matados, hasta cierto énfasis actual sobre asesina tos individuales dentro de la tribu, dirigidos especialmente contra los varones adultos. Dadas varias tendencias contra dictorias y las inseguridades que implican, prácticamente lo que parece claro es que no hay ninguna tendencia segura ha cia un crecimiento o disminución de la población entre los shuar del interior durante la primera mitad del siglo XX. El área ocupada por ellos, sin embargo parece haberse extendi do. Además del río Upano y de la barrera de las montañas del Kutukú, las hostilidades intertribales entre vecindades han contribuido de modo significativo al aislamiento de los shuar del interior con respecto a los “blancos" de la frontera. Las hostilidades internas han desanimado a muchos hombres a viajar más de diez o quince millas más allá de sus casas.
Algunos no han querido arriesgarse a viajar ni a esa distancia por miedo de ser asesinados por enemigos persona les o por enemigos de parientes íntimos. En tiempos del pri mer trabajo de investigación del autor en 19 50 -57 semejantes miedos produjeron una situación por la cual relativamente pocos hombres de más adentro habían visitado, aunque fuera rápidamente, la región de los colonos ecuatorianos. El aislamiento relativo de los shuar del interior, sin em bargo, no les había impedido obtener siempre mayores canti dades de machetes, hachas de acero y escopetas. Por medio de relevos de comerciantes nativos de una vecindad a otra, estos productos de la civilización occidental fueron pasados desde los “shuar de la frontera" hasta los más remotos rinco nes del territorio tribal. Todas las vecindades de los shuar del interior fueron asi abastecidas con herramientas cortantes de acero, armas de fuego y municiones, sin la necesidad de en trar en contacto directo con la población “blanca”. El incremento de este comercio en las décadas recientes cada vez se había hecho posible por la participación más acti va de los “shuar de la frontera” en la estructura socio-econó mica del Ecuador. Los shuar de la frontera, especialmente por medio del empleo que les ofrecían los colonos en trabajos manuales, habían adquirido cantidades de mercancías produ cidas en las fábricas. Al mismo tiempo se producía escasez de mercancía de tipo nativo entre los shuar de la frontera, en parte por la casi extinción de caza local, que proporcionara plumas y pieles de pájaros para adorno. Los shuar del inte rior, al contrario, tenían un abastecimiento mucho más abun dante de caza y mercancía de producción nativa, pero una mayor escasez de herramientas de acero para cortar y de ar mas de fuego. Estas desigualdades complementarias en abas
tecimiento y pedido entre los shuar de la frontera y los de adentro formaba la base para el comercio, que proveía a los últimos los productos de tipo europeo. Estos productos tecnológicos constituían casi los úni cos aspectos de civilización occidental que habían sido acep tados por los shuar del interior en 195 6-57 .