René Spitz
Breve biografía del autor René Spitz nació en Viena, Austria en 1887 en una familia húngara, y pasó su infancia en Budapest, donde estudió medicina. Sandor Ferenczi lo envió a realizar un análisis didáctico con Sigmund Freud en 1911. A partir de 1926 participó en los trabajos de la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV), y en 1930 se convirtió en miembro de la Deutsche Psychoanalytische Gesellschaft (DPG). Después de pasar por París, emigró a los Estados Unidos en 1938. Se instaló primero en Nueva York y más tarde en Denver, Colorado, donde desarrolló sus investigaciones siguiendo los principios de una medicina preventiva inspirada en los trabajos de Anna Freud y Maria Montessori. Se opuso a la tesis de Otto Rank sobre el trauma del nacimiento, así como a la idea kleiniana de la posición depresiva, para privilegiar el estudio de la depresión anaclítica, el destete y la formación del yo. Desde esta perspectiva integradora del psicoanálisis en la psicología genética, se interesó por las primeras relaciones de objeto, los estadios, las carencias afectivas y los trastornos del lenguaje vinculados con la internación de niños de poca edad en instituciones hospitalarias. Demostró que cada edad porta una estructuración específica que resulta de los estadios precedentes y los sucede. A partir de 1945 se convirtió en uno de los principales redactores de la revista The Psychoanalytic Study of the Child, fundada por Anna Freud, Ernst Kris y Heinz Hartmann, bajo la influencia de la Ego Psychology. Spitz reunió numerosos documentos cinematográficos sobre los comportamientos de la primera infancia, dio conferencias en numerosos países y formó alumnos y colaboradores en el seno de la Denver Psychoanalytic Society (DPS), de la que fue presidente en 1962-1963. Murió en el año 1974 en Denver, Colorado. 1
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Biografía Spitz, René Arpad. Estudio del psicoanálisis y psicología.
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La etapa sin objeto Spitz plantea que la primera etapa del desarrollo del niño no existe el objeto ni la relación de objeto, es por eso que la llama “etapa preobjetual” o “sin objeto”. La etapa sin objeto coincide con la del narcisismo primario. Es una etapa de no diferenciación, ya que las funciones del neonato no están organizadas en unidades, salvo las zonas necesarias para la supervivencia, como las funciones de alimentación y la respiratoria, por ejemplo. Durante esta fase el recién nacido no sabe distinguir una cosa de otra, no puede distinguir una cosa externa a una de su propio cuerpo, y no vivencia el mundo que lo rodea como algo separado de el. Durante el primer mes, no existe para el recién nacido el mundo exterior. Su aparato perceptor se encuentra escudado por una barrera que lo protege de estímulos muy fuertes. Los estímulos provenientes del exterior sólo son percibidos cuando su nivel de intensidad es mayor al del umbral del escudo contra el estímulo. Entonces, el neonato reacciona con desagrado y displacer. Para Spitz, no existe tal cosa como trauma del parto, ya que no hay manera de saber qué es lo que manifiesta la conducta del feto. No hay forma de afirmar o refutar esa teoría.
Prototipos primitivos de respuestas afectivas Freud afirma que al nacer, no hay conciencia, es por eso que el trauma del nacimiento no deja ningún recuerdo. Spitz estudió el nacimiento y concluyó que la reacción es pasajera, poco violenta. Si al recién nacido se le deja en paz, vuelve a la calma. La excitación negativa surge cuando el neonato recibe una estimulación fuerte que supera el umbral de percepción. La excitación negativa debe ser considerada como un proceso de descarga. Según la ley de Nirvana, la excitación se mantiene a un nivel constante, y cualquier tensión que sobrepase el nivel se descarga en el momento. La función psicológica de la conciencia se desarrollará luego, y se regirá por el principio de placer y displacer, que será posteriormente sustituido por el principio de realidad.
Primitivas respuestas cognitivas Se pregunta Spitz cómo percibe el recién nacido cualquiera de los estímulos externos que se requieren para que capte algo. El neonato no tiene imagen del mundo exterior. Es por eso que los estímulos que recibe, chocan con su realidad; para recibir estímulos
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como tales, es necesario que se transformen primero en una experiencia significativa, y así se podrán convertir en señales que crearán el mundo externo para el infante. Existen varias condiciones que capacitan al neonato a realizar este proceso: 1. La barrera contra los estímulos que lo protegerán. Esta barrera hace referencia a que las funciones receptoras del niño no están desarrolladas al nacer, y que los momentos de vigilia del infante se reducen a cuando demanda alimento. La mayor parte del tiempo se encuentra durmiendo. 2. El proceso de dar significación a los estímulos es producto de un desarrollo. 3. El medio ambiente. La madre protege al niño contra el exceso de estímulos. 4. La madre ayuda al infante a tratar con los estímulos internos, proporcionándole la descarga a la tensión. 5. La reciprocidad de madre-hijo. El diálogo es el ciclo de la secuencia acciónreacción-acción. Es una forma de interacción muy especial. Esta relación sirve para que el infante logre transformar los estímulos externos en señales significativas. Que el neonato no pueda recibir estímulos externos, no quiere decir que no guarde en él huellas mnémicas de sus primeros contactos. A través del desarrollo, el neonato forma su vínculo con lo externo y las señales lo llevan a conocer su entorno.
Condiciones neurofisiológicas dadas en que se apoya la conducta Desde los primeros días, el neonato muestra manifestaciones de acciones y reacciones complejas. En el acto de mamar, el niño comprende los movimientos de orientación, y succión y luego el tragar. Se forma una conducta definida y coherente. El interrogante de Spitz es ¿cómo percibe el recién nacido el estímulo que pone en marcha patrones de conducta? Pertenecen a un sistema de captación distinto al que se desarrollará después, la organización cenestésica . Este sistema de captación generalizado, tiene su centro en el sistema nervioso autónomo, y se manifiesta por las emociones. Las percepciones de este sistema son diferentes a las de las etapas posteriores, por eso es que Spitz las llama “recepciones”. En contraste con este sistema, está la organización diacrítica , en donde la percepción se realiza por los órganos sensoriales periféricos, y las manifestaciones aquí se deben a procesos cognitivos más elaborados, como los procesos del pensamiento. Spitz plantea que la acción de mamar pertenece a la organización cenestésica, ya que está más vinculada con la supervivencia. Estas dos organizaciones, aunque tienen características diferentes, se encuentran en un mismo y único organismo. 4
La organización diacrítica ha evolucionado a partir de la cenestésica. Muestra las huellas de su origen, y los canales de conexión entre las dos organizaciones no se obstruyen jamás. La organización cenestésica funciona de manera intensa toda la vida, aunque se intente aplacar. En el neonato, la percepción se encuentra indiferenciada ya que la organización diacrítica no existe aún y el recién nacido no sabe diferenciar una cosa de otra, y tampoco diferenciar al objeto libidinal.
Modificaciones de la conducta a través de la experiencia Luego de la primera semana de vida, el recién nacido comienza a responder ante las sugerencias. Se manifiestan las primeras señales de conducta dirigida hacia un fin, por lo tanto, de procesos psíquicos; los que parecen ocurrir a partir de los reflejos condicionados. Spitz considera que una de las conductas aprendidas a través de la experiencia es el acto de mamar del pecho materno. Un recién nacido amamantado desde su nacimiento, luego de una semana, si se lo levanta de la cuna en posición horizontal, tiende a buscar con su cabeza el pecho materno para comenzar el acto de alimentación. Los estudios de Rubinow y Frankl demostraron que el niño de casi dos meses reconoce las insinuaciones de alimento sólo en los casos de encontrarse hambriento. El desarrollo de las conductas sigue progresando; casi llegando a los tres meses el infante comienza a reconocer un rostro y seguirlo con la mirada. El rostro de la madre queda asociado al alivio de una necesidad satisfecha. Se puede observar que el niño sigue con atención los movimientos de la cabeza, ya que es el estímulo visual más ofrecido durante el primer mes. Quedan grabadas las primeras huellas mnémicas, aquellas asociadas con la cancelación de una tensión.
El precursor del objeto Alrededor de los tres meses de vida, el rostro humano se transforma en un estímulo visual privilegiado. El niño responde de una manera definida al estímulo. La sonrisa es la primera manifestación de la conducta concreta, activa e intencional. Se cumple si se dan las condiciones de: el rostro de frente, para que el infante pueda reconocer los ojos, y cierta movilidad de la cabeza. De acuerdo con los estudios realizados, se puede afirmar que los infantes que sonreían antes de llegar a los dos meses de edad, en realidad no sonreían a algo en particular, y
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luego de los seis meses pueden realizar esa conducta a las personas familiares, llamados objetos de amor. La respuesta de sonrisa del tercer mes de un niño responde al signo de la forma de un rostro humano. La cara funciona como un signo. Esta “gestalt” es el patrón frente, ojos y nariz, en movimiento. No se activa la conducta si se ofrece el perfil de la cara. Por lo tanto se concluye que la sonrisa es provocada por una Gestalt signo, es por ello que no es un objeto, sino un preobjeto. Lo que el infante reconoce son atributos más generales. Después de seis meses más, aproximadamente, el bebé podrá distinguir un rostro entre otros. Será capaz de cambiar la Gestalt signo por un objeto de amor, estableciendo el objeto libidinal. Eso que va a ser el objeto, es de a poco investido con catexia libidinal, esto quiere decir que aprende la capacidad de diferenciarlo del entorno. Las Gestalten signos, de acuerdo a los estudios, no puede ser una muñeca mecanizada; la conducta de la respuesta no puede ser activada por un robot. Necesariamente tiene que ser un ser humano ya que forma reciprocidad. Cuando el niño tiene una necesidad, comienza a comunicarla y necesita de una respuesta afectiva del entorno; la madre entiende y satisface su tensión, formando una retroalimentación. Este intercambio es continuo, y asimétrico ya que la madre es quien se ajusta a los ritmos del bebé. Se puede afirmar que la madre es desde el comienzo de su vida, una compañera para el bebé, que media entre él y el mundo, en todo momento. En su proceso de aprendizaje, el infante se desarrolla y va pasando de una etapa a otra, en la que aumenta su significación del entorno. Los estímulos provocan el ejercicio de la percepción y orientación, el bebé experimenta cada sensación que le permiten continuar con el proceso de desarrollo. El estímulo acústico es vital para que el niño aprenda a hablar. Pasa el infante de un estado de pasividad a poder expresar y descargar tensiones por medio de la vocalización, que va sufriendo cambios hasta convertirse en un juego. Al comienzo es indiferenciado, pero luego reconoce los ruidos que él mismo provoca y los del exterior. Seis meses después, comienza a imitar los sonidos que produce la madre y aquí también se da el cambio del narcisismo a la elección del objeto del mundo externo, que es su madre. Entre el niño y la madre se crea un clima emocional que es sumamente importante porque está formado por los sentimientos de amor y afecto hacia el hijo. La madre le ofrece una variada cantidad de estímulos que enriquecen la vida del niño, y éste absorbe todo lo que le rodea. De acuerdo a cómo sea la madre, el niño responde o no. La respuesta sonriente aparece, o no. Los problemas que tenga la madre tienen repercusión 6
en la vida del niño, y puede llevar a la perturbación conocida como el cólico de los tres meses. Incluso la cultura tiene efectos sobre el infante. Además, es de suma importancia que el sistema nervioso esté desarrollado para que se ejecuten los modelos de conducta y las funciones. Por otro lado, las consecuencias del establecimiento del precursor del objeto libidinal son que: el infante cambia su percepción del estímulo externo, en lugar de recepción; comienza el proceso de cambio de principio de placer, por el principio de realidad, el infante ahora es capaz de reconocer un rostro humano, y se carga de afecto el objeto precursor del objeto libidinal. Para Spitz, el yo rudimentario se forma a los tres meses, y es por eso que los prototipos de los núcleos psíquicos se encuentran en las funciones fisiológicas y conducta somática. Estos prototipos servirán al infante en sus intercambios preobjetuales con la madre. Se irán modificando por la investidura catéxica y dándole un lugar psíquico. A los tres meses, se juntan muchos núcleos separados del yo en una estructura que se llamará yo rudimentario. El yo ahora es el centro de la organización e integración. La acción dirigida, entonces, es la descarga de energía libidinal para adquirir control de la psique, en el proceso del desarrollo.
El establecimiento del objeto libidinal A partir del octavo mes de vida, se produce un cambio muy concreto en la conducta del niño hacia las demás personas. Ahora es capaz de diferenciar entre un rostro familiar y uno desconocido. Se produce un tipo de angustia cuando el niño se pone en brazos de un extraño, y responde de manera negativa. El niño comienza en su desarrollo a distinguir el placer del displacer; en momentos de tensión, el niño hace una demanda que es comprendida por la madre y se encarga de la cancelación de esta tensión. Las manifestaciones del niño se delimitan y las respuestas del medio se vuelven más adaptadas a la demanda. Esta expresión activa de las necesidades, llevan a la satisfacción de las mismas. A diferencia del reflejo condicionado donde la respuesta viene del interior, en esta etapa ocurre lo contrario. Ahora la exigencia parte desde el niño, por medio de sus gritos de hambre (u otra necesidad), y es el otro, el medio, el que responde y el que será condicionado por el infante. Así, se constituye la experiencia quedando en el recuerdo del infante: el grito de hambre y la satisfacción que le sigue. Ahora el niño tiene la capacidad de influir el medio para aliviar su incomodidad. Esta es
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la transición de la etapa de la manifestación de lo que se siente, hacia la etapa de petición de lo que se desea. Es el primer paso que da comienzo a la comunicación. Ya a esta edad, el niño cuenta con un depósito siempre creciente de recuerdos en los sistemas mnémicos. Estos rastros se relacionan con situaciones recurrentes para el niño, particularmente desagradables o agradables. Están estructurados de tal manera que su reactivación puede conducir a un afecto displacentero específico. Este afecto se manifiesta en forma de conducta retraída: miedo. Este es el segundo paso hacia el establecimiento de la angustia propiamente dicha. En un primer momento, en tensión, se manifiesta un displacer interno ante una perturbación del equilibrio. En un segundo momento, surge la reacción de temor provocada por un estímulo relacionado con una experiencia previa desagradable. En la etapa del octavo mes, el niño ya está más avanzado en todos los aspectos. Si reacciona al enfrentarse con un desconocido, es porque éste no es su madre, su madre lo ha dejado. La angustia que manifiesta el niño ante desconocidos, nace de la ausencia de la madre, no de alguna experiencia pasada desagradable que involucre al desconocido. Esta capacidad de desplazar la catexis sobre las huellas mnémicas acumuladas reflejan la relación entre la madre y el objeto libidinal, su objeto amoroso.
El segundo organizador La angustia del octavo mes da cuenta del comienzo de un segundo organizador. La conducta y la personalidad del niño sufren un gran cambio. El niño ya adopta el displacer en forma de angustia específica, al no encontrar a su objeto de amor en su entorno. Los dos aspectos principales de la formación del objeto libidinal son: la representación del rostro humano almacenado como huella anémica; y la angustia que trae con si la elección de la madre como objeto de amor y preferencia ante las demás personas. El objeto aquí ha quedado establecido, y no es intercambiable. El niño puede llegar a crear fuertes lazos, para formar una relación de objeto. El segundo organizador trae consigo la posibilidad de coordinar movimientos en modo de expresión de la tensión, el aumento de restos mnémicos guardados en la memoria, y una organización psíquica que permiten el desarrollo de acciones y conductas para equilibrar la energía. El yo recibe aportes de muchas fuentes y se marcan las líneas entre el yo, el ello y el mundo exterior.
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Dependiendo de las características de la relación entre la madre y el hijo, varía la intensidad de la angustia del octavo mes. Depende más que nada de la capacidad de las dos partes para establecer y mantener la relación que forma la díada entre ellos. Además, el factor cultural tiene una influencia muy grande en el contacto entre una la madre y el niño, porque es parte de su naturaleza.
El tercer organizador de la psique A medida que se desarrolla el crecimiento del niño, comienza a tener una vaga idea de lo que son las prohibiciones y suceden los primeros fenómenos de identificación. También, va adquiriendo autonomía corporal y empieza a tomar más riesgos, siente una curiosidad y quiere satisfacerla, y allí es donde se encuentra con la negación por parte de la madre, que le presenta el signo negativo, que abarca el rechazo, la orden, la prohibición. La madre se lo enseña al niño con un movimiento corporal intenso, hasta que el es capaz de distinguir la palabra acústica y es capaz de reconocerla. Para el niño, es una energía que necesita ser descargada pero se le impide. Por eso, tienen una carga afectiva determinada. El primer concepto abstracto que se forma en la mente del niño es la idea de no. La negación. El movimiento de la cabeza y la palabra “no” representan un concepto, una idea de rechazo. La prohibición, acompañada por los gestos y las órdenes, se investirá con una carga afectiva particular, relacionada con la frustración y el intentar superar obstáculos. El niño entiende lo que la madre está prohibiendo por el proceso de identificación, que adquiere sus detalles más adelante. El niño pronto imitará el movimiento negativo de la cabeza aprendido de su madre. Ese será el símbolo de las frustraciones causadas por la madre. La manera en que se produce la abstracción del conocimiento de la negación, es que el gesto negativo de la cabeza, y la palabra no, pronunciada por el objeto de amor, es incorporado como huella mnémica. La sensación de prohibición le hace nacer un impulso agresivo que luego se asociará al resto mnémico. A partir de ahora, el niño se identifica con la madre como agresor. En la madre podemos diferenciar el gesto, el pensamiento consciente y el afecto. El niño aprende el gesto. Pero es incapaz de comprender las razones por las cuales la madre ha rechazado su conducta, porque no es capaz de sacar conclusiones. El infante percibe dos afectos, uno a favor y otro en contra. Se identifica con la madre y este es un gran progreso.
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Ahora el niño comienza a comunicarse a distancia, envía un mensaje, una manifestación de algo concreto. Es el origen de la comunicación verbal. El gesto de la negación del movimiento de la cabeza forma parte del patrón de conducta reflejo de succión y de orientación. Son un tipo de conductas anticipadas biológicamente.
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