˝ndice
Palabras preliminares.............................................. 11 Edenor
Introducción ....................................................... ..... 13 Jorge Dubatti
La napa ..................................................... ............... 19 José Montero - Primer Premio
Levántate y anda (o Blanche, el conejo blanco)....... 47 Diego Reig - Segundo Premio
Antígona… con amor ............................................. 79 Hebe Campanella - Mención
Sangre en la jaula de los monos............................... 131 Cristina Fasulino - Mención
El ensayo.................................................................. 159 Fernando Nelson - Mención
Palabras preliminares
Nada puede ser más reconfortante para quien propone una idea o un proyecto que la respuesta positiva que le brinda la comunidad. Y esa respuesta positiva se pudo sentir en el Concurso de Obras de Teatro Breve, al que convocó Edenor para escritores noveles, con un agregado muy destacado: se logró una cifra sin precedentes de 183 obras presentadas, lo cual llenó de orgullo a los organizadores y colmó de trabajo a los miembros del Jurado. Este hecho se dio, además, en un contexto muy especial: se trató del décimo Concurso que auspicia Edenor, una empresa que acaba de cumplir igual cantidad de años de existencia, lo que demuestra que la continuidad en la tarea de apoyo a las manifestaciones culturales rinde año tras año mayores frutos. La calidad de las nueve ediciones anteriores y la transparencia y seriedad con que se eligen las mejores obras motivan a mujeres y hombres argentinos a presentar sus trabajos, algunos realizados por el simple placer de escribir y otros en el inicio de una carrera literaria para la cual la edad cronológica carece de importancia. El Teatro no es sólo entretenimiento y placer. Es, antes que nada, comunicación. Y esa comunicación se da (se debe dar) entre el creador (el autor) y el receptor (el público o el lector), las más de las veces con la inestimable y decisiva participación de los intermediarios (actores). 11
LA NAPA
Autor: José Montero A Cristina, a Lara y a Milena. A mamá y papá. Al país sumergido.
José Montero nació en Buenos Aires en 1968. Es autor de la obra de teatro Confesiones del pene, estrenada en la calle Corrientes en 2001 y presentada luego en Chile, Paraguay, España y Estados Unidos, entre otros países. También es autor de Gran Buenos Aires, dada a conocer en octubre de 2002 con el auspicio de Amnesty International. En diciembre de 2002 presentó en el Teatro Cervantes 40 fósforos de madera, obra ganadora del concurso de piezas breves “Teatro por la vida”, organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Secretaría de Prevención de la Drogadicción. En enero de 2003 estrenó Historias clasificadas, en el Teatro Empire. Entre su producción teatral aún no representada se cuentan Creer o reventar , El templo del morbo y Puticlub, entre otras. Publicó dos novelas policiales (Los chantajistas y Robos y hurtos) y cuatro libros de cuentos para chicos. También es autor de numerosos guiones inéditos para cine y televisión (“La pura mentira”, “La idea fija”, etc.). Asimismo, es reali zador audiovisual; dirigió cortometrajes y un documental para la televisión abierta dentro del ciclo Documento Nacional de Identidad, de la Secretaría de Cultura de la Nación. Como periodista, se desempeñó en la agencia de noticias DyN, en el diarioLa Razón y en el programa de televisión Puntodoc.
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La cocina de una casa suburbana. A un costado, el lavadero. Coco, un cuarentón vestido de short, ojotas y musculosa, está subido a una escalera de madera. Con un pincel da los últimos retoques de pintura en lo alto de una pared. Coca, su mujer, vestida también de entrecasa, lo observa desde abajo. COCA: Dale, Coco, apurate que está por venir el comprador. COCO: Esperá, Coca. Si querés sacarme bueno, no me apures, eh. COCA: Ya está. No le des más vueltas. COCO: (Bajando de la escalera.) ¿Y? ¿Cómo quedó? Ni se nota. COCA: El tema es que aguante, porque la mancha reaparece enseguida. COCO: Bueno, pero ¿cuánto tiempo va a estar el yanqui éste? ¿Cinco minutos, diez minutos? Ya vino a ver y le gustó. Esto es una segunda visita para cerrar la operación. COCA: Lo que sea. Dale, guardá la escalera. No tiene que sospechar que recién pintaste. COCO: (Saliendo con la escalera.) La otra vez no se dio cuenta de nada. Si es un tarado… COCA: ¿Y la bomba de achique? COCO: (En off.) Ya la apagué. COCA: Ya sé que no está prendida. Cómo no lo voy a saber si me taladra el cerebro día y noche. Hace tres años que no me de ja dormir. 21
COCO: Ahora sí. Es el comprador.
Coca le da un disimulado codazo a su marido.
Apagón.
WATERS: ¿Hundidos? COCA: Es una forma de decir. Que estamos en la lona. COCO: Que nos jodieron. COCA: Que la situación es difícil para las clases populares. COCO: Que nos metieron el dedo hasta el fondo y después el puño. WATERS: No comprende. COCO: Y duele de una forma… WATERS: ¿What? COCA: Cosas del lunfardo, del slang nuestro. ¿Por qué no se sienta, míster Waters? WATERS: Oh, gracias.
Coca está parada en el centro de la cocina, nerviosa, mientras Coco hace pasar a míster Waters, un hombre corpulento de unos 50 años, vestido con sombrero y botas texanas. Habla español bastante bien, pero con acento norteamericano. A veces se le escapan algunas palabras en inglés. COCO: Pase, míster, adelante. WATERS: Thank you. Gracias, gracias. COCO: Haga de cuenta que ésta ya es su casa. A Coca la conoció el otro día… WATERS: Sí, of course. COCA: Míster Waters, qué alegría volver a verlo. WATERS: El gusto es mío, Coca-Cola. Los tres ríen, aunque a Coco el chiste no le causa demasiada gracia. COCA: ¿Qué le pasó que se demoró tanto, míster Waters? ¿Algún inconveniente? WATERS: Había paro de trenes. COCO: Very typical en Argentina. WATERS: Oh, sí, ¡los muchachos peronistas! COCO: Bueno, no… Eso ya no corre más. WATERS: ¿No corre, no run? COCA: Quiere decir que las cosas cambiaron. WATERS: Ah, ¿no more peronistas? COCO: Ahora son todos iguales. Peronistas, radicales… Cuando están arriba no hay diferencia. Y los de abajo también somos iguales. Estamos todos hundidos. Nos tapó el agua. 26
Waters se quita el sombrero y lo deja en el respaldo de una silla. Se sienta. Coco y Coca lo imitan. WATERS: Bueno, vayamos directo al grano. COCA: Ay, ¿no quiere un cafecito? WATERS: No, thanks. COCA: Perdón, qué desconsiderada, se lo tenía que haber ofrecido antes. WATERS: No hay problema. COCO: El míster quiere ir directo al point. WATERS: Right, mi amigo. COCO: Lo escuchamos. WATERS: Estuve analizando los precios de los bienes raíces e n la zona y llegué a la conclusión de que su casa es muy cara. COCA: No vaya a creer. COCO: Lo podemos conversar. WATERS: La operación no puede hacerse en los términos que usted pretende: “yo te doy, vos me das, y quedamo’ a mano”. Imposible. 27
COCA: Como en las películas. Lo único que en vez de ser una caña es una manguera. COCO: No va a andar. COCA: Al menos hacé la prueba. Yo ya hice mi parte. COCO: (Tras una pausa.) Está bien. Coco va al lavadero y enciende un tubo fluorescente que ilumina un pequeño tablero de herramientas. Se coloca un cinturón de trabajo y cuelga de él un martillo, una maza, dos cortafierros y una barreta. COCO: Dame la linterna. COCA: Apurate, por favor. Coco toma un extremo de la manguera y se lo introduce en la boca. Luego baja al agua del sótano. Coca despliega bien la manguera para que su marido reciba el aire sin problemas. Llega hasta el extremo libre de la manguera y se lo acerca a la boca. Habla frente a él, como si fuera un micrófono. COCA: Coco, ¿me escuchás? Silencio. COCA: Coco, ¿me oís? COCO: (En off, desde bajo el agua, a través de la manguera, con ruido de burbujas.) Te escucho en mi boca. COCA: ¿Podés respirar bien? COCO: Sí, pero si hablo trago agua. COCA: Ah, bueno. Entonces no hablemos más. Silencio. 36
COCA: ¿Me entendiste? COCO: (En off, desde abajo, con fastidio.) ¡Síííí! De pronto entra Waters. WATERS: Permiso… COCA: (Muy sorprendida.) ¡Ah, míster Waters! WATERS: Perdón, la puerta estaba abierta y… COCA: (Tapándose con el toallón.) Y yo en paños menores. WATERS: Lo siento, no quise embarazarla. COCA: ¿Eh? WATERS: Digo… No quise ponerla en una situación embarazosa. (Descubriendo el sótano inundado.) Oh, ¿what’s this? COCA: No es lo que parece, míster Waters. WATERS: ¿Una swimming pool? ¿Un hidromasaje? COCA: Hum… WATERS: ¡Great! ¡Me encanta mojar el bizcocho! ¿Dije bien? ¿Se dice así cuando a uno le gusta nadar? COCA: Más o menos. ¿En serio no tiene problema con el agua? WATERS: No problema. I love water. COCA: Claro, viviendo en el desierto… WATERS: Oh, no. Yo no vivo en Nevada. Ésa es una propiedad que tengo. Una de tantas… Yo vivo en Seattle. Arriba de todo, a la izquierda. En el mapa de United States, quiero decir. COCA: ¿Sí? WATERS: Seattle. Se-a-ttle. Mucho frío. Mucha lluvia. COCA: Aaah… WATERS: A mí me gusta el clima húmedo, pero no el frío. Por eso me vengo aquí, a Brazil. COCA: A la Argentina, querrá decir. WATERS: Ah, ¿Buenos Aires no es Brazil? COCA: No, pero estamos cerca. 37
WATERS: Anyway… Aquí hay humedad y hace calor. COCA: Y… sí. Lo que mata es la humedad. WATERS: (Levantando los pulgares.) ¡Sí, mata, cool! ¿Adónde fue su marido? COCA: Bajó. Quiero decir… salió. WATERS: Ah… Habrá ido a buscar el money. Don’t tell me. No me diga dónde lo tenía guardado. COCA: Vuelve en cualquier momento. WATERS: Dígale que el escribano certificó mi título de propiedad. COCA: Está bien. WATERS: Pero también dígale que el escribano necesita ver los dólares antes, para corroborar que sean auténticos. COCA: Qué desconfiado. WATERS: Señora… COCA: No lo digo por usted. Lo digo por el escribano. WATERS: Bueno, señora Pepsi, digo Coca, el escribano lo designaron ustedes. Yo sólo le digo lo que él me dice. COCA: Bueno, no, entonces tendrá razón. WATERS: Vuelvo en cinco minutos. COCA: Vaya, míster Waters. Vaya. Coca se quita el toallón con el que se había cubierto delante de Waters y se pone un batón floreado. Coco emerge del agua. COCO: ¡Acá están los dólares! COCA: (Agarrando el dinero.) ¿Escuchaste a Waters? COCO: ¿Estuvo acá? COCA: Sí. ¿No lo oíste por la manguera? COCO: No. ¿Y qué dijo cuando vio este desastre? ¿Se echó atrás? COCA: No, le gustó. Piensa que es una pileta de natación. COCO: ¿No te dije que es un flor de boludo? ¿Para qué me calenté tanto por la bomba? ¡Y por pintar! 38
COCA: Bueno, salí. COCO: No, faltan nuestras alianzas y la cadenita que era de tu abuela. Estaban en la caja, ¿te acordás? COCA: ¡Cierto! COCO: Se me cayeron. Se fueron pa’l fondo. COCA: (Esperanzada.) ¿Las vas a poder encontrar? COCO: (Pragmático.) Espero, porque todavía les podemos sacar unos mangos. Coco vuelve a sumergirse con la manguera en la boca. COCA: (Decepcionada por lo último que dijo Coco.) Vender las alianzas… Lo último que nos queda de lo que queríamos ser… Bue… Al fin y al cabo, para lo que sirven… Ni salir a la calle con ellas se puede. Te las afanan. No importa. En Estados Unidos vamos a empezar de nuevo. Entra Waters. WATERS: Permiso… COCA: míster Waters… WATERS: Qué bien le queda ese vestido floreado. COCA: (Ruborizándose.) Gracias, míster Waters. Es un simple batón. WATERS: Adoro su sencillez. (Pausa.) ¿Volvió su marido? COCA: Sí, y me dejó los dólares. WATERS: Qué bien. Así los llevo ya mismo a la escribanía. COCA: (Recelosa.) Mejor… ¿por qué no espera un ratito más y se los pide a él? WATERS: Como usted quiera. Yo decía… para ir ganando tiempo. Time is money. COCA: Sí, el tiempo es dinero… y se pasa volando. O se lo llevan volando. Al menos acá. 39
WATERS: Lo que quieras, Coquita, pero dame los dólares antes de que cierre la escribanía.
COCA: No puedo salvar a los dos. Es como cargar con un peso muerto.
Silencio.
Más ruido de burbujas. Coca se acerca al borde de la puerta-trampa. Las burbujas cesan. Silencio. De pronto, Coco emerge del agua, buscando desesperadamente el aire. Coca pega un salto hacia atrás, como si estuviera viendo un fantasma.
WATERS: Esos dólares van a quedar para nosotros. Silencio. WATERS: Vos te vas a quedar con la casa y con los dólares. Y conmigo. Yo te voy a cuidar y te voy a atender como nadie lo hizo. Silencio. WATERS: Coquita… los dólares. Coca, sin decir una palabra, va hacia el primer cajón de la cocina, donde previamente había guardado los dólares, y se los entrega a Waters. Waters los toma y se desliza hacia la salida con sigilo, como temiendo despertar a Coca del estupor en que ha caído. WATERS: Chau, Coca, enseguida vuelvo. Coca se queda en medio de la cocina, sin saber qué hacer. Piensa. Ahora vuelve al primer cajón de la cocina, que había quedado abierto. De él saca un corcho. Un grueso corcho de sidra o champán. Con la mirada sigue el recorrido de la manguera. Por fin encuentra el extremo libre. Se dirige hacia él. Lo levanta con una mano y con la otra introduce el corcho de tal manera que corta el suministro de aire para su marido. Ruido de burbujas en el agua del sótano. 42
COCO: (Recuperándose.) Coca, ¡la puta que te parió! ¡Te paraste encima de la manguera! COCA: (Viendo que, en efecto, tiene un pie sobre la manguera.) ¡Uy, sí! Disculpame, Coco. COCO: Pero ¿sos tarada? ¿Me querés matar? COCA: (Retirando el corcho de la manguera con gran disimulo.) No me di cuenta. COCO: Casi me quedo ahí abajo. Ayudame, ¿qué esperás? COCA: (Ayudándolo a salir.) ¿Encontraste las alianzas y la cadenita? COCO: Sí, tomá. COCA: Pero… Los anillos se pusieron verdes. La cadena de la abuela no. COCO: Se ve que ése era oro bueno. El nuestro resultó medio berreta. Antes las cosas duraban más. Coca le alcanza al marido el mismo toallón que había usado ella. COCO: ¿Y el míster? COCA: Vino y se fue. COCO: ¿Otra vez? COCA: Sí. COCO: ¿Qué dijo? COCA: Nada. Le di los dólares. COCO: ¿Y el escribano trajo los papeles? 43
COCA: No, a la escribanía vamos ahora. Primero míster Waters tenía que llevar los dólares para que el escribano certificara que no fueran falsos. COCO: ¿Quién dijo eso? COCA: El escribano. COCO: ¿El escribano te lo dijo a vos? COCA: No, a mí me lo dijo míster Waters. COCO: Pero, Coca… ¡¿sos boluda?! ¡Seguro que el Johnny se ra jó y no le vemos más la cara! COCA: No, si me dijo que iba a volver… (Comprendiendo la realidad.) Llamá al escribano.
Al final, sincronizadamente, Coco y Coca descartan la idea asesina. Coco enrolla la manguera y la guarda en el lavadero. Coca pone la plancha en el mueble bajo la mesada. Coca deja caer las alianzas y la cadenita en el agua del sótano. Coco no comprende el gesto, pero no protesta. Coca sale. Coco pone la puerta-trampa. Luego acomoda la alfombra y por último la mesa. Se sienta. Coca vuelve con el cartel de la numeración de la casa. Está viejo, abollado y con un poco de óxido. El número no llega a verse bien. Se lo entrega a su marido.
Coco se lanza sobre el teléfono. Busca el número en una agenda vieja y disca.
COCA: Al menos nos queda la casa. Hecha mierda, pero nos queda la casa.
COCO: (Al teléfono.) ¿Escribanía? Sí, acá… por la permuta de la casa del pasaje… Exacto, la operación con un señor de Estados Unidos… Una pregunta. El hombre este, ¿pasó hoy por ahí? ¿Ah, no? Y… ¿ustedes le pidieron que llevara un… dinero?… No, no, por nada… Por nada. Entonces, están sin noticias de él… Bien, gracias, hasta luego. Cualquier cosita vuelvo a llamar.
Coco observa el cartel un instante. Luego lo arroja sobre la mesa con desinterés. Silencio. COCO: Mañana lo pongo, Coca. Mañana. FIN
Coco corta la comunicación. Deja de lado la fingida “normalidad” de la charla telefónica y se derrumba. La postura de Coca también es de abatimiento. No se miran. Se dan la espalda. Lentamente, Coca va hacia la mesada, donde Coco había dejado la plancha de los churrascos. Y Coco, también con lentitud, toma la manguera como si fuera una soga. En simultáneo, Coco y Coca, sin que el otro se entere, sopesan seriamente la alternativa de eliminar a su pareja con el elemento que antes había pretendido utilizar el otro. 44
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LEV `N TATE Y ANDA (O BLANCHE, EL CONEJO BLANCO)
Autor: Diego Reig A Martina Zolezzi Volpi.
Diego Reig nació en Buenos Aires en 1976. Es guionista y autor de cuentos, entre ellos “Magia subterránea”,“El estigma de la Cruz”, “El perro de Freud”, “Sueño final”. Por su obra ha recibido los siguientes reconocimientos: “Mención de Honor” (género cuento) en el Concurso Internacional de Poesía, Cuento y Ensayo 2002 de Ediciones Pegaso (nombrado “Escritor honorífico” por la calidad de las obras presentadas en dicho certamen), y menciones honoríficas en el género cuento en los concursos organizados por las editoriales La Quimera, Baobab y Nueva Humanidad.
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PERSONAJES ESTELA: poco menos de 30 años, esposa de Gustavo. Embarazada, vestida con jardinero rojo. GUSTAVO: algo mayor que Estela. Empresario, jefe de familia. CHARLY: vecino, hombre mayor, bien vestido, jubilado de clase alta. BETTY: mujer de Charly, también una señora mayor. PRIMER ACTO
Al correrse el telón, se observan dos ámbitos bien iluminados —los cuales se mantendrán a lo largo de toda la obra—, a saber: izquierda, primer término, una porción de la cocina donde sólo es importante el mueble de la pileta, y, hacia la derecha, segundo término, el ámbito del living, con una mesa y dos sillas, seguidamente un sofá que, aunque situado frente a un televisor, se halla por ahora vuelto de costado, de manera que puede verse el vientre abultado del avanzado embarazo de Estela, la mujer allí acomodada. El televisor es en verdad una caja ne gra de cartón, y su pantalla un acetato azul que esconde la luz que eventualmente iluminará el tercer acto como única fuente. En este momento está apagado y carece de importancia. Junto a él hay una lám para de pie. 49
Estela toma asiento en el sofá, y en su actitud se entiende que la mu jer se ha entregado plenamente al desenlace de los acontecimientos. CHARLY: Sí, mi mujer… (Devastado.) Pero ha ocurrido la peor tragedia: Blanche… Mi pobre Blanche… GUSTAVO: ¿Qué le pasó a Blanche, Charly? No me diga que… CHARLY: Sí, lo que usted teme: murió. GUSTAVO: Pero… ¿cómo? CHARLY: No sabemos. (Se aprieta el cuello acalorado.) De un infarto, seguramente. Pero eso no es lo peor… Y entonces surge desde el foro derecha para reunirse con él, a paso lento y con aire enloquecido, Betty. Se tambalea, su rostro empapado en lá grimas, y luce despeinada igual que si se hubiera acabado de despertar. BETTY: Lo peor… Lo peor es que la habíamos enterrado ayer. Betty y Charly se abrazan mutuamente. Gustavo se agarra la cabeza con brusquedad; lo mismo hace Estela en el sofá. Se congelan los personajes, y las luces van apagándose gradualmente. Telón. FIN
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ANT˝GONA CON AMOR
Autora: Hebe Campanella A tantas víctimas inocentes del autoritarismo y de las ideologías mesiánicas.
Hebe Campanella, graduada en Letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, se doctoró en la Universidad de Buenos Aires. Becaria de la Fundación “Pedro de Mendoza” y el Instituto de Cultura Hispánica, se especializó en Filología Románica en la Universidad de Madrid. Ha ejercido la docencia secundaria, superior y universitaria, como catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Colabora en revistas del país y del extranjero y ha publicado numerosos ensayos, entre ellos: “Presencia y palabra de Juan Ramón Jiménez en la Argentina”, “El hoy y el aquí en el teatro argentino de los últimos veinte años”, “Generación del 37-38”. Ha recibido los siguientes premios: Ensayo Fondo Nacional de las Artes (1976) por su trabajo Valle Inclán, materia y forma del esperpento (publicado en 1980, mereció el tercer premio Municipal de Ensayo, bienio 1980-1981); premio “Marco Victoria”, instituido por el PEN Club Internacional, filial argentina, y la Pluma de Plata de dicha asociación por su libro La generación del 80; segundo premio Municipal “Ricardo Rojas” (bienio 1982-1983), y primer premio en el concurso de ensayo inédito “Eduardo Mallea” del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (bienio 1997-1999). Última obra publicada: Enrique Larreta: el hombre y el escritor .
PERSONAJES ANTÍGONA VALVERDE: 24 años. AGUSTÍN VALVERDE: tío de Antígona, 50 años. RAMIRO VALVERDE: hijo de Agustín, 24 años. GABRIELA VALVERDE: 22 años. LA CHACHA: 70 años. MANUEL UN OFICIAL UN GUARDIA JOVEN MILITANTE NIÑO: Fernandito, 7 años. NARRADOR VOCES: radiales, televisivas, corales ESCENA 1
La acción transcurre en el “living” de un departamento. Hacia el lateral izquierdo del escenario, un sofá y, al lado, una mesita baja con una lámpara. Hacia el lateral derecho, mesa para dibujar, con taburete alto delante de ella; al lado, mesa alta con televisor. El centro del escenario debe quedar libre de mobiliario, a fin de poder representar allí escenas callejeras, con telones que caerán en el momento oportuno. 81
SANGRE EN LA JAULA DE LOS MONOS
Autora: Cristina Fasulino A Casandra, a mi familia y amigos.
Mary baja la vista unos instantes como si tuviera un conflicto con eso. Luego se pone los anteojos y mira la planta del pie derecho.
La Esposa le ofrece el otro pie desesperada por obtener más información. Mary comienza a examinarlo con atención.
MARY: Va a ser un éxito si elige bien a sus invitados… La Esposa se queda pensativa. ESPOSA: Los invitados fueron especialmente seleccionados entre mi marido y yo. En ese sentido, no va a haber problemas… (Curiosa.) ¿Y él?, ¿va a ser reelecto diputado? MARY: (Evasiva.) No estoy segura… Lo más conveniente sería mirar sus pies. ESPOSA: Tiene hongos. Probó toda clase de productos pero el mal olor no se le va por nada del mundo… Hay días que se siente hasta con los zapatos puestos. (Ansiosa.) ¿Qué más ve? Mary vuelve a examinar los pies. MARY: Su marido va a tener que viajar a la Capital por trabajo y usted va a quedarse mucho tiempo sola… ESPOSA: (Caprichosa.) Yo también quiero viajar… MARY: No le conviene… Él va a tener que soportar fuertes enfrentamientos políticos… Va a ser casi como una guerra entre la Capital y el Interior… (La Esposa la mira temerosa.) También veo una mujer que envidia su felicidad… Es joven, bonita, arrogante… ESPOSA: ¿Me va a dejar por ella? Mary mira el pie largamente. Luego se encoge de hombros. MARY : El incendio de una enorme casa no me deja ver claramente… 136
MARY: Hay un hombre enamorado de esa mujer que estará dispuesto a hacer muchos sacrificios para conquistar su amor. Al final, ella terminará quedándose con él y dejará a su esposo en paz… La Esposa baja el pie mientras suspira aliviada. Mary permanece unos instantes con la mirada fija en un punto lejano. ESPOSA: ¡Qué inspirada está hoy, Mary…! Mary sonríe apenas y la mira con expresión melancólica. MARY: (Tímida.) Necesito pedirle un favor, señora… (La mujer la mira sorprendida.) Estoy buscando un trabajo mejor… Si pudiera entrar al hotel… Soy buena cocinera y también puedo ocuparme de la limpieza. La Esposa se queda pensando unos instantes con expresión desconfiada. Luego niega con la cabeza. ESPOSA: Lo siento, Mary, pero no me gusta mezclar las cosas… Usted conoce mi casa, mi familia, hasta mi propia habitación, y no es “apropiado”… Los empleados del hotel son gente chismosa que se muere por averiguar cosas íntimas de sus patrones… MARY: Pero yo soy prudente, señora… Usted me conoce bien, sabe que no diría nada que la pueda perjudicar… ESPOSA: (Categórica.) Mejor evitemos problemas… Dejemos cada cosa en su lugar. (Cambiando bruscamente de tema.) Hoy 137
tengo que ir al cirujano para programar una lipoaspiración… Me da fiaca hacer gimnasia y no tengo otra forma de sacarme unos rollos que me salieron acá…
POLÍTICO: (Se excusa.) El sábado tengo la inauguración del Hotel… AMANTE: (Entre irónica y enojada.) Y yo no estoy invitada, obviamente… No vaya a ser que salga en las fotos y la prensa sospeche…
La mujer señala su vientre. Mary la mira inexpresiva. El Político la abraza conciliador. ESPOSA: ¿Qué dice mi pie? ¿Es un buen día para ir? Mary asiente mecánicamente, en silencio. Se apagan las luces lentamente.
POLÍTICO: Dejé de asistir a dos reuniones para estar con vos… Ayer falté inclusive a la sesión del Congreso… Y todos los días llego tan tarde a mi casa que encuentro a mi familia siempre dormida. AMANTE: (Desconfiada.) ¿Todo eso por mí?
ESCENA 2: LA LUJURIA
El Político (45) y la Amante (25) están encerrados en un confesionario intentando tener una relación sexual. Ella está vestida con el hábito de monja que pertenece al personaje que representa en la grabación de la tira. En off se escucha el Ave María. Es evidente que ella está incómoda y tensa. Él, en cambio, parece muy excitado por los obstáculos que encuentra para lograr su objetivo. Ella finalmente lo separa de un empujón. Él la mira enojado. AMANTE: Así no puedo… POLÍTICO: ¿Por qué? (Cínico.) ¿“Diosito” te va a castigar…?
Como toda respuesta, él comienza a besarla apasionadamente. Ella se resiste sin mucha convicción. Él vuelve a colocar sus manos debajo del hábito y logra finalmente bajarle la ropa interior. AMANTE: (Entre besos, excitada.) Dejá a tu mujer… Mudate conmigo… OFF HOMBRE: “¡A grabar…! ¿Dónde están las monjas?”. Ella se interrumpe sobresaltada. AMANTE: (Nerviosa.) Tengo que irme…
La Amante se queda pensativa y no responde. Se quita la cofia y el manto. Luego se masajea el cuero cabelludo. AMANTE: El fin de semana va a estar lindo… ¿Me llevás a algún lado?
En off se escuchan unos pasos alrededor. Ella trata de desprenderse pero el Político le besa el cuello indiferente a lo que sucede afuera. La mu jer no puede creer que continúe a pesar de todo. El deseo de ella ha desaparecido totalmente.
Silencio. Él resopla dándose cuenta de por dónde viene el reclamo.
AMANTE: (Intentando zafar.) Dejame…
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SALOMÓN: (Mientras saca una libreta del saco.) Bueno, dejemos vivir a los políticos con sus monos y ocupémonos de su deuda… Hugo comienza a toser. Salomón lo mira preocupado.
SALOMÓN: (Impaciente.) Usted no entiende… ¿Qué le invento a mi mujer si me aparezco con esos bichos en la casa? ¿Cómo le explico…? (De pronto, confidencial.) Ella no sabe que yo hago negocios con el dinero de nuestros ahorros…
SALOMÓN: Cálmese, hombre… No vaya a ser que le agarre un ataque justo ahora… HUGO: (Entre ahogos.) Ya se me va a pasar… SALOMÓN: Levante el brazo derecho… (Hugo obedece pero no lo gra calmar su tos.) Tome un poco de agua…
Se miran en silencio unos instantes.
Hugo agarra el vaso y se dispone a beber toda el agua cuando el otro lo interrumpe.
SALOMÓN: ¡Mire lo que le pasó a usted por andar contando sus proyectos a diestra y siniestra…! No hay que ser tan “generoso” con las palabras… (Hugo asiente de acuerdo con él.) Uno tiene que ser reservado y estar siempre alerta…(Salomón mira hacia todos lados en actitud paranoica.) En estas épocas hay que desconfiar hasta de la propia familia… Por dinero, cualquiera puede convertirse en traidor y enemigo…
SALOMÓN: Bueno, amigo… Tampoco se acabe todo… Yo también necesito tener la boca húmeda para contar el dinero que me trajo… Hugo deja el vaso por la mitad y respira aliviado. Luego lo mira con expresión culposa. HUGO: Necesito un poco más de tiempo, Salomón… No pude juntar la plata… (Salomón lo mira desencajado.) Tengo pensado vender el burro y la cabra… Pero si usted prefiere, le entrego directamente los animales… SALOMÓN: No, de ninguna manera… (Fuera de sí.) Yo quiero la plata, efectivo, dinero, cash… Salomón agarra el vaso y se toma lo que queda de agua de un solo trago.
HUGO: (Ingenuo.) ¿Y por qué no le cuenta? Es su mujer… Salomón resopla malhumorado como si tuviera que explicar algo obvio.
Hugo se queda pensativo unos instantes. HUGO: (Seguro.) Yo le prometo que el lunes le pago mi deuda… SALOMÓN: ¿Cómo va a hacer…? (Hugo no responde.) Está bien, a mí eso no me importa… El lunes lo voy a estar esperando acá mismo, pero eso sí, tengo que sumar intereses. Ahora vaya, venda los bichos y tráigame la plata… (Hugo se incor pora y sale. Salomón vuelve a mirar el billete de dos pesos y habla para sí.) Si en vez de un burro tuviera un perro policía… Entonces sí me lo quedaría para protegerme de los ladrones… La escena funde a negro.
HUGO: (Insiste.) Pero mire que los animales son sanos y están bien alimentados… 142
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EPÍLOGO
La Esposa del Político está recostada en un sillón mullido y cómodo con los pies apoyados sobre un banquito. Como única decoración hay una máquina tragamonedas apagada. El lugar está en penumbras. En off se escucha sonido de monos. Golpean la puerta. Entra Salomón. Ella lo mira extrañada. SALOMÓN: Mary no va a poder venir… Yo soy su esposo.
sajearlos suavemente en silencio. Esta acción le provoca un gran placer a la mujer, que cierra los ojos mientras suspira profundamente. SALOMÓN: Todo va a salir bien… Su marido necesita tiempo para pensar pero va a volver con usted. Ella asiente como si le creyera. Sin embargo, ambos saben que sus palabras suenan falsas, vacías. De pronto, aparece el Sacerdote exaltado y los sorprende en esa situación. Se queda mirándolos unos instantes probablemente deduciendo algo indebido. Salomón la suelta y se incor pora con expresión culposa.
Ella se incorpora apenas y baja los pies. ESPOSA: ¿Me trae un mensaje?
ESPOSA: ¿Sabe algo de mi esposo? SACERDOTE: Hay sangre en la jaula de los monos.
Salomón observa con avidez el lujo que hay alrededor. Escucha chillar a los monos.
Los tres se miran largamente. Apagón final.
SALOMÓN: (Titubea.) Yo puedo atenderla… Ella lo mira desconfiada, tensa. Salomón se acerca al banquito y toma asiento. SALOMÓN: ¿Por qué chillan así? ESPOSA: No sé… Parecen rabiosos… No los soporto más… ¡Lléveselos…! SALOMÓN: Pero son de su marido… ESPOSA: Se los hubiese llevado con él… (Pausa. Se encoge de hombros despreocupada.) Cuando vuelva le digo que se escaparon… (Pausa. ) ¿Qué dicen mis pies? Con delicadeza toma los pies de la Esposa del Político y los apoya sobre sus rodillas. Ella se deja hacer. Salomón los mira y comienza a ma156
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EL ENSAYO
Autor: Ernesto Nelson A la memoria de Marina González Parsons.
Fernando Nelson nació en San Miguel de Tucumán en 1950. A los diez años se trasladó con su familia a Rawson (Chubut). Estudió Ciencias Exactas en la Universidad Nacional del Litoral, en la del Sur, y en la de la Patagonia, sede Trelew, desempeñándose como profesor de matemáticas en Rawson. Actualmente reside en la localidad de Puán (provincia de Buenos Aires), donde se desempeña como fotógrafo profesional y dirige su propio taller literario. Autor de poesía, narrativa y teatro, ha recibido los siguientes premios: Primer Premio en la Universidad Nacional del Sur (1980); Premio Fondo Editorial del Chubut (1983) por su novela La leyenda de Guagueren; Primer Premio Nacional de Cuento de San Genaro (1993) por “La noche de las alimañas”. Ha publicado los volúmenes de cuentos El retorno y Cuentos epistolares, e integrado varias antologías nacionales, como la del Consejo Federal de Inversiones Letras 83, “Cuentos de nuestra tierra”, y la 1ª Convergencia Nacional de Cuentos de Junín.
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PERSONAJES RODOLFO LAGOS: joven viudo, dueño de casa. MARCELO: joven que llega de visita. VERÓNICA: esposa de Rodolfo. GRISELDA MARCOS: madre de Verónica. PRIMER ACTO
ESCENA 1 La historia se desarrolla en un departamento pequeño. Nos encontramos en la década del ochenta. Ha comenzado el otoño. Se inicia la escena en el living. Hay una mesa circular mediana casi en el centro de la habitación, rodeada de tres sillas. Sobre la mesa se alcanza a ver una botella de whisky, un vaso, un atado de cigarrillos, un cenicero. Sobre la pared derecha, en primer lugar, una ventana deja pasar la luz del exterior, que al comienzo es blanca y de cierta intensidad, e irá disminuyendo y tornándose cálida a la vez, pues se trata de la hora del ocaso. Sobre ese lado hay una avenida, de modo que, hasta que se inicien los diálogos se oirán ruidos del tránsito callejero. Después de la ventana, apoyado sobre la misma pared, un sillón de un cuerpo; casi sobre el sillón, un cuadro no figurativo en to161